Pérez Reverte. El Guardián Del Paraíso. Sobre Un Librero Anticuario
Pérez Reverte. El Guardián Del Paraíso. Sobre Un Librero Anticuario
Pérez Reverte. El Guardián Del Paraíso. Sobre Un Librero Anticuario
Era un hombre sabio, honrado y bueno. Y además era todo un caballero. Uno
de esos seres humanos, raros pero no infrecuentes, que al desaparecer del
mundo hacen éste peor, más triste y oscuro. Se llamaba Luis Bardón Mesa,
tenía 86 años y era librero anticuario, quizá el más conocido de España y
notable entre los mejores y famosos. Además, era mi amigo. Murió hace un par
de semanas, yo estaba entre viaje y viaje, y no pude asistir ni a su entierro ni a
su funeral. Así que le adeudo esta página. Sobre todo, porque a él debo
muchos momentos de felicidad y un enorme reconocimiento. En mi biblioteca
hay – mientras tecleo estas líneas lo tengo a la vista – abundantes pruebas de
ello.
He dicho más arriba que Luis era un caballero, y no se trata de simple elogio a
un amigo muerto. Lo era de verdad. Hijo del fundador de la librería, crecido
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entre ediciones raras e incunables, tenía la tranquila autoridad, el aplomo
elegante de quien conoce su oficio y a sus clientes. Es el único librero
anticuario del mundo con el que he discutido – a veces con amistosa dureza –,
porque se empeñaba en hacerme, en algunos libros, rebajas que yo
consideraba excesivas. «El librero soy yo, y tú el amigo. Así que les pongo el
precio que quiero», decía. Y cuando me negaba y me iba, él me los mandaba a
casa. Algunos de mis más queridos Cervantes, Quevedos, tratados de náutica,
se los debo a él, que siempre me atendió con deferencia y tacto exquisitos. Me
ofrecía los mejores ejemplares disponibles y siempre encontraba lo que yo
andaba buscando, que me mostraba con orgullo de viejo cazador. El momento
culminante de nuestra relación ocurrió en 2004: apasionado de Cervantes,
compuso tres maravillosos catálogos de las obras de don Miguel que pasaron
por sus manos; y el primero de ellos – con 155 ediciones distintas de El Quijote
– lo editó con un prólogo mío. Pero aún me hizo otro honor mayor: «Acabo de
conseguir un manuscrito original de Alejandro Dumas – me dijo un día –. Y te lo
voy a dar al mismo precio que pagué por él, porque quien debe tenerlo eres
tú». Y así lo hizo.
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puestos de nuevo a flote por hombres y mujeres como él. Sin Luis Bardón, sin
todos ellos, el mundo que viene tendrá lo que sin duda desea y merece: libros
de plástico, aún durante cierto tiempo, para acabar en un tiempo sin libros. Y
después, que el diablo nos lleve a todos.