CicernysusamigosestudiodelasociedadromanadeltiempodeCsar PDF
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58667
l
© Biblioteca Nacional de España
2
586 'l
CICERO N
y
SUS AlVJ:IG-O S
GASTON BOISSIER
de la .Academia Francesa_
TIUDUCCIÓX CASTElLHA
DE
ANTONIO S.i-\..LAZAlX.
MADRID
LA ESPAÑA MODERNA
Cuesta Sto. Domingo, 16.
19 0 0
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~· .. . : ~ :. •••. Í
CICERON
y
SUS A~G-OS
GASTON BOISSIE R
de la Acaden:da francesa-
'lRADUOOIÓI C!B'lRLLAll!
DE
ANTONIO SALAZAR
MADRID
LA ESPAÑA MODERNA
Cuesta S to. Domingo, \6
1900
\
© Biblioteca Nacional de España
POR GASTÓN BOISSIER 3
(l) AdAtt.,Iv_,l.
(2) Ad fam., IX, 24,
(1) De leg., n, l.
habla
(1) Se ha observado que Cicerón, en su Repúb lica
especi e de ternu ra de
-con much a estima ción y hasta con una
nde en un repub licano como
la institu ción real, lo que sorpre
rcal
él; pero quiere decir con eso una clase de gobierno patria
tivo, y exige tantas virtud es en los reyes y en los súb-
y primi
fácil
ditos, que se ve bien que no cree esta forma de gobie rno
admit ir, por tanto, como se ha
ni aun posible. No se debe
Cicero n quisie ra anunc iar y aprob ar antici pada-
hecho , que
és.
mente la revolu ción que Céaar realiz ó algun os años despu
os muy vivos lo que había de
Al contra rio, expre só en términ
su gobie rno, al atacar á aquell os tirano s,
pensa r de César y de
de domin io. que quiere n gober nar solos con despre cio
ávido s
añade,
-de las leyes del puebl o. El tirano puede ser cleme nte,
nn amo compa sivo ó un amo brutal ?
pero ¿qué impor ta tener
siemp re se es esclav o.» (De Rep., 1, 33.)
Con uno ó con otro
,.
© Biblioteca Nacional de España
CICERÓN Y SUS AMIGOS
-
grande por la democracia. No solamente la naturaleza.
de su~:~ estudios, proseguidós en el silencio y la sole\lad
los alejaba de la multitud, sino que huia.n de ella con,
empeño, temerosos de qüe les comunicara sus errores. .::--,
y sus defectos. Su preocupación consümte era mante-
nerse fuera y por encima de ella. Este aislamiento,_.
engendrando en ellos el orgullo, les impedía ver un·
ig·ual en un hombre del pueblo, extraño á aquelloS-
estudios que tanto los envanecian. Eran opuestos por·
este motivo á la soberania del número, que da la mis-
ma importancia al ignorante y al sabio. Cicerón dice
terminantemente que la igualdad entendida de esta.
manera es la mayor de todas ias desigualdaden, ipsa·.
aequitas iniquissima est (1). No era este el único ni el
mayor reproche que los filósofos griegos, y Cicerón
. con ellos, hacian á la democracia. Veian que era, por·
su naturaleza agitada y tumultuosa, enemiga del re-
cogimiento, y que no ofrece al estudioso y al sabio la~
agradables y tranquilas horas que les son necesarias
para las obras que meditan. Cuando Cicerón pensaba.
en el gobierno popular, no tenia en su mente sino lu--_
chas y combates. Recordaba los alzamientos de 1~
plebe y las escenas tempestuosas del {o1·um . Creia-
oir aquellas quejas amenazadoras de los deudores y
de los despojados que durante tres siglos turbaron el
reposo de los ricos. ¿C~mo era posible, entre aquellas-
tempestades, consagrarse á trabajos que exigen -la paz,
y la calma? Los goces del espiritu se ven interrumpí·
dos á cada instante en ese régimen de violencia que
arranca sin cesa!' á las gentes honradas de su tran-
quila biblioteca para lanzarlas á la vía pública. Aque-
lla vida tumultuosa é incierta no podia con venir -á un~
(1) DeRep.,I,45.
II
(1) Ad Herenn., 1, 3,
(1) De brevit. vitce, 5. Non sine cattsa, sed sine fine laudatus-
III
IV
II
'.za á los demás (1), y cuando llega ell. 0 del mes, dia
de los vencimientos, se contenta con encerrarse en
Túsculo y deja á Eros y Tirón que disputen con los
acreedores.
Aquellas dificultades y aquellas penurias, de que
está llena su correspondencia nos hacen pensar, casi
á. pesar nuestro, en ciertos pasajes de sus obras filosó-
ficas que sorprenden mucho, cuando se les compara
con su manera de vivir, y que podrían fácilmente vol-
verse en contra suya. Es en realidad aquel indolente,
aquel pródigo, dispuesto siempre á gastar sin tasa,
quien exclamaba un dia con un tono de convicción
que nos conmueve: c¡Dioses inmortales, cuándo com-
prenderán los hombres los tesoros que contiene la
economía!" ¿Cómo aquel ardiente aficionado á los ob-
jetos de arte, aquel amante apasionado de la magni-
ficencia y del lujo, se atrevió á tratar de locos á las
personas que gustan mucho de estatuas y de cuadros,
ó que se construyen casas magnificas?_ Vedle conde-
nado por si mismo, y no me siento con deseos de ab-
solverle del todo; pero al emitir respecto de él un jui-
cio severo, acordémonos del tiempo en que vivia y
pensemos en sus contemporáneos. No quiero compa·
· rarle con los peores, su triunfo seria muy fácil; pero
ocupa uno de los mejores puestos entre aquellos á
quienes se considera como más honrados. No debe su
fortuna á la usura, como Bruto y sus amigos; no la
aumentó con aquella sórdida avaricia de que se acu-
o!!aba á Catón; no saqueó las provincias, como Apio ó
Casio; no consintió, como Hortensio, en tomar su parte
en aquellos latrocinios. Es preciso reconocer, que á pe-
sar de las censuras que se le puedan dirigir, era en las _
(1) Ad farn., v, 6.
II
III
IV
(1) De offic, , u, 7.
(2) .Ad Att., I 1 12.
(3) .Ad fam ., xnr, 77,
(1) Ad Quint ., I , 1.
ÁTICO
II
(l) Ad Att., n, 1.
lli
(1) De Rep., I, 2.
eaba
nocfa en ella la raza . En un pais donde se alard
tierra.
de respe to á las costu mbre s antig uas, en aque lla
roma nos ),
del decorum (la pala bra y el conc epto son
cio-
Clodia se comp lacia en queb ranta r las leyes tradi
de ellos
nales ; salia con sus amig os, iba acom paña da
a por
á los jardi nes públicos ó á la via Apia , cons truid
perso -
su insig ne abuelo. Mira ba desc arad amen te á las
stia,
nas cono cidas , en luga r de baja r los ojos con mode
atre.;
como debía hace r una matr ona bien educada; se
abra -
via á habl arles (Cice rón dice t ambi€-n que las
ue-
zaba algu nas vece s), y las conv idab a á sus banq
indig -
tes. Los homb res grav es, sensa tos, rígidos, se
aque -
naba n; pero los jóven es, á quien es comp lacia n
come r
llos atrev imie ntos, estab an fascinados, é iban á
á casa de Clod ia (1).
de
Celio era enton ces, en Roma, uno de los jóven es
ianle
moda . Teni a ya gran repu tació n de orad or; .tem
nte has-
por la vive za burlo na de su pala bra. Era valie
em-
ta la teme ridad , dispu esto siem pre á lanza rse á las
y lleva ba
presa s más arrie sgad as. Gast aba sin tasa,
Poco s
en pos de si un séqu ito d~ amig os y de clien tes.
a en
baila ban tan bien como él (;¿), nadie le aven tajab
a la
el arte de vesti rse con gusto , y se citab a en Rom
bor-
belle za y la anch ura de la franj a de púrp ura que
las seria s como
deab a su toga . Toda s estas cuali dade s,
ia. La.
las fútile s, pare cían hech as para sedu cir á Clod
ia fué pron to
vecin dad hizo más fácil su trato , y Clod
la manc eba de Celio.
inar
La vida que enton ces hicie ron nos la deja adiv
pala -
Cice rón á pesa r de su reser va. Habl a á medi as
á su
bras de las fiestas esplé ndida s que Clodi a daba
os de
(1) Todc s estos detall es y los que sigue n estsin tomad
Pro Caelio de Oicer ón.
(2) Macr., Sat., n, 10.
o Ci-
dia, Clodia pagó por todos los suyo s. Jamá s estuv
s debie -
ceró n más punz ante ni más donoso; los juece
ron reir much o y Celio fué absu elto.
ni-
En su discurso prom etió Cice rón con toda solem
or
dad que su clien te camb iaría de cond ucta. En efect
ntud
ya era tiemp o de que se mori gera ra, pues su juve
vein-
habi a dura do exce sivam ente. Cont aba enton ces
en ser
tioch o afios, y tenia nece sidad de pens ar much o
pape l polit ico·
edil ó tribu no, si dese aba repre senta r el
si
que su padr e habí a ambi ciona do para él. No se sabe
los com-
cumplió rigur osam ente en lo suces ivo todos
bre;:
promisos que Cice rón habí a acep tado en su nom
escán da-
acas o evita ra comp rome terse en adela nte en
es
los dema siado ruido sos, y el mal éxito de sus amor
bri-
con Clodia le cura ra de la afición á las aven turas
ro,.
llant es; pero que llega ra á ser un perso naje auste
ro-
que haya vivid o nunc a á la man era de los antiguos
Vem os que ai·
mano s, esto es muy dificil de supo ner.
se de
guno s años más tarde , siend o edil y ocup ándo
po para sabe ry
los nego cios públicos, enco ntrab a tiem
aquí
refer ir todas las histo rias galan tes de Rom a. He
ónsu l de Ci- -
lo que escri bía á Cicerón, enton ces proc
licia:
s
«No ha ocurr ido nada nuev o sino algu nas corta
Pan-
aven turas que, estoy segu ro, te agra dará sabe r.
o de
la Vale ria, la herm ana de Triar io, se ha divo rciad
debi a
su mari do sin razó n algu na, el mismo día que él
mo
regre sar de su prov incia ; va á casa rse con Déci
a esto? Desd e tu
Brut o. ¿No había s sospe chad o nunc
ro
ause ncia han ocur rido much os lance s de este géne
encid o á na-
incre íbles . Serv io Ocel a no hubi era conv
le hu-
die de que es un hom bre de buen a suer te si no
¿Me
biesen cogido in {1·aganti dos vece s en tres días.
no
preg unta rás que dónde? Esto es en verd ad lo que
II
(1) Ad farn., n, 8.
III
de Ma-
(1) Sería una injust icia pasar en silenc io el nomb re
una carta muy hermo sa sobre la muert e
cio, de quien queda
( Ad fa m. , 28). Era un verda dero amigo de César;
de César XI,
ntra entre aquell os á
pero hay que obser var que no se encue
es y cuyas deuda s pagó tantas
quien es hizo cónsu les ó pretor
o impor -
veces. Macio no deEempei1ó jamás ningú n cargo polític
ramos co-
tante, y sin la corres ponde ncia de Ciceró n no hubié
nocido su nomb re.
(2) De bell civ., 11, 53.
(3) · De bell. civ., m, 91.
1
© Biblioteca Nacional de España j
POR GASTÓN BOISSIER 215
(1) Ad Att., x 4.
(2) Ad farn. VIII, 13.
1) Ad ..lltt., lY, 5.
II
os. En
mina inag otab le que enriq uecí a á todos sus amig
con-
lo sucesivo, Treb acio atrav esó tiempos difíciles,
s los
serv ando su repu tació n de hom bre honr ado: todo
entr aba en
parti dos le hace n esta justi cia, aunq ue no
osa y
sus costumbres el ser justos. Tuvo la suer te dich
ras ci-
rara de esca par de todos los peligros de las guer
dedicó
viles, y vivi a aún en tiempo de Horacio, que le
que
una de sus más bellas sátir as. Por ella sabemos
reia
era entonces un viejo ama ble é indulgente, que
la en-
gustoso y se recr eaba con la juve ntud . Sin duda
a, de que era
trete nía habl ando de aque lla gran époc
de las
uno de los últimos supe rviv iente s, de la guer ra
sus capi-
Galias, á la que habi a asistido, de Césa r y de
su edad ,
tane s: á quienes conoció. Por un privilegio de
á Tito
podi a habl ar de Lucrecio á Virgilio, de Cicerón
espe-
Livio, de Catulo á Propercio, y veni a á ser una
dos pP.-
cie de trans ición y de lazo de unió n entr e los
riodos más brill ante s de la liter atur a latin a.
r era
El otro pers onaj e que Cicerón envi aba á Césa
rente
su herm ano Quinto. Como ocup a un luga r prefe
impor-
en su vida· y repr esen tó un pape l de bast ante
enie nte
tanc ia en la guer ra de las Galias, creo conv
su her·
decir algo de él. Aunque estudió lo mismo que
sentido
mano y con los mismos mae stros , no ha¡bia
pre á ha·
nunc a amo r á la elocuencia, y se negó siem
orad or
blar en público. «Bastante hay, decia, con un
de ca-
en una familia, y aun en una ciudad (1).» Era
leri-
ráct er hura ño y voluble, y con frecu enci a se enco
ien-
zaba furiosamente sin motivo. Con todas las apar
ba pron to, y
cias de una gran ener gía, se desa lenta
se veia
aunq ue se jacta ba de ser siem pre el amo,
Esto s defec·
siem pre dirigido por los que le rode aban .
(1) De orat. , u, 3.
( 1) Ad Quint., r, 2.
III
(1) Ad Q¡~int., m, 9.
(1) Ad Quint., m, 1.
•
© Biblioteca Nacional de España
POR GASTÓN BOISSIER 281
César, que se había alejado á tiempo, era el único que
se engrandeciera en medio del rebajamiento general.
Por eso todos los que padecían á la vista de aquellos
tristes espectáculos y se cuidaban aún del honor ro-
mano, tenían los ojos fijos en él y en su ejército. Como
ocurrió en cierta época de nuestra r evolución, la glo-
ria militar consolaba á los hombres de bien de las
vergüenzas y de las miserias internas. Al mismo tiem-
po , el exceso del mal obligaba á b uscar por todas
partes un remedio ·eficaz. Empezaba á divulgarse la
idea de que, para obtener por fin el reposo, era nece-
sario crear un poder fuerte y duradero. Después del
destierro de Cicerón, los arúspices habían vaticinado
que iba á volver la monarquía (1), y no era necesario
ser adivino para preverlo. Algunos afios más tarde,
habiendo aumentado mucho el mal, el partido repu-
blicano mismo, no obstante sus repugnancias, se vió
obligado á recurrir al remedio enérgico de una dicta-
dura temporal. Pompeyo fué nombrado cónsul único,
pero Pompeyo había demostrado más de una vez que
le faltaban el vigor y la r esolución necesarios para.
vencer á la anarquía. Era preciso buscar en otra par-
te un brazo más firme y una voluntad más enérgica,
y todas las miradas se volvieron naturalmente al ven-
cedor de las Galias. Su gloria le designaba para esta
misión; las esperanzas de los unos y los temores de
los otros le llamaban anticipadamente á cumplirla;
los espíritus en general se iban acostumbrando á la
idea de que él seria el heredero de la r epública, y la
revolución, que le entregó á Roma, estaba casi hecha.
cuando pasó el Rubicón.
II
(l~ Ad fam., x.
(l) Ad Att., x, 4.
(2) Bell. afric., 88.
.-
© Biblioteca Nacional de España
POR GASTÓN BOISSIER 293
entr e
A todos los sirvió con el mismo celo , aunq ue
ho que
ellos hubi era algu nos de quienes tenia muc
al ver-
quej arse ; pero no se acor daba de sus agra vios
ove-
los desgraciados. Emp leab a una elocuencia conm
á su si-
dora , al escr ibirlo s, en acom odar su leng uaje
pone r-
tuac ión ó á sus sentimientos, no cuidándose de
pudi era
se de acue rdo consigo mismo, siempre que
que se
consolarlos y serles útil. Después de decir á los
n r a-
lame ntab an de vers e lejos de Roma que no tenía
e oír
zón en quer er volv er á ella, y que es pref eribl
as con
habl ar de las desdichas de la repú blica á verl
rario á los que
sus propios ojos, escri bía todo lo cont
soporta~an con dem asiad o valo
r el desti erro, y no
soli-
quer ían, con gran desesperación de sus familias,
asiad o
citar su regr eso. Cuando halla ba un afán dem
César,
serv il en adel anta rse á exci tar las bondades de
mien -
no esca tima ba las cens uras , y con infinitos mira
que
tos volv ía al respeto de si mismo al desv entu rado
día que
lo· olvid aba. Si, por el cont rario , com pren
hero ica
cual quie ra estab a dispuesto á com eter algu na
para nadi e,
impr uden cia y á inte ntar , sin provecho
ener
algu na aven tura pelig rosa , se apre sura ba á cont
daba la pru-
aque l impulso de valo r inúti l y reco men
omiz aba
denc ia y la resig nación. Entr e tanto , no econ
, ó, si era
molestias. Visi taba á los amig os del amo
il que
preciso, haci a por ver al amo mismo, por dific
pesa ba el
fuer a acer cars e á un hom bre sobr e quie n
can-
gobi erno del mundo ente ro. Supl icab a, prom etía,
sus pro-
saba con sus ruegos y casi siem pre logr aba
á su
pósitos, pues César dese aba ligar le cada vez más
vez ob·
part ido con los favo res que le concedía. Una
ciar-
tenid a la grac ia, vola ba á ser el prim ero en anun
cien cia;
la al dest errad o, que la agua rdab a con impa
ia á su para bién
le felic itaba calu rosam ente y ailad
II
rale za no es la
él lo exa geró por su volu ntad . La natu
ros y absolutos
única culpable de esos cara cter es ente
to anh elo de ori-
que algu nas veces enc ontr amos; cier
de si mismo,
gina lida d rara y algo de satisfacción
trib uye n á que
ayu dan frec uen tem ente á aqu élla y con
impulsado á
se la acuse pon más vig or. Catón se veia
. Siem pre tuvo
este defecto por el nom bre que llev aba
elo, y su único
pres ente el ejemplo de su ilus tre abu
rep ara r en la
estu dio fué trat ar de pare cérs ela, sin
diferencia de tiempos y de hombres.
la exa ger a-
Al imi tar, se incu rre casi siem pre en
na!'! virt ude s,
ción. Cuando se pre tend e rep rod ucir algu
n esfuerzo y no
hay que emp lear nec esar iam ente algú
sali ente s del mo·
exceso. No se tom an sino los pun tos
per an. Esto su-
delo, descuidando otros que los atem
just icia , por
cedió á Catón, y Cicerón le cen sura con
o y ásp ero de
no hab er imi tado más que el lado rud
de tu sabidu-
su abuelo. cSi dejases que la aus teri dad
sus costumbres
ría, le dice, tom ara algu nas tintas de
s seri an mucho
fran cas y aleg res, tus bue nas pre nda
ón el anti guo
más :simpáticas (1),1> Y en ver dad , Cat
ad rúst ica, de
era de hum or algo fes tivo , de jovi alid
ocia. Est e imitó
bon dad bur lon a, que el niet o no con
, llev ánd olas al
sola men te la rud eza y la obstinación
último extr emo .
a uno tan pe·
Ent re todos los excesos , aca so no hay
os el más diff.
ligroso como el del bien; es por lo men
ude á si mismo
cil de cor reg ir, pue s el culpa ble se apla
defecto de Cat ón
y nad ie se atre ve á rep ren der le. El
za de des ear ser
fué no pon er med ida en nad a. A fuer
consejos de l?s
firme en su opinión, era inflexible á los
ncia . La prác ti-
amigos y á las lecciones de la exp erie
(1) Ad Att., u, l.
(1) Oaes.,Ben.civ.,I,~.
III
i-
bre para temerl.a y mald ecirl a. Habl a vivido veint
rado á su ejerc i-
cinco a:lios con ella, estab a acos tumb
de
cio y conocía su impo rtanc ia. Por esto no trató
podi a las
destr uirla enter amen te. No amor dazó como
pa·
voces elocuentes que lame ntab an la pérd ida de lo
sado; no impuso tampoco silencio á aque lla opos ición
-
ruin que prete ndia cont estar con burla s á sus victo
adm i·
rias. Dejó que cens urara n algun os actos de su
con-
nistr ación , permitiendo tamb ién que se le diera n
pued e
sejos. Aquel gran talen to sabia muy bien que
se
ener varse un pais si se logra que los ciudadanos no
inter esen en sus asun tos y se les hace perd er el gusto
de ocup arse de ellos. No creia que pudi era cime ntar-
y en
se I.ada sobre la obedienci a inert e y silenciosa,
r
el gobierno que fund aba era conv enien te cons erva
pa-
algo de la vida públ ica. Nos lo dice Cicerón en un
saje inter esantfRimo de su corre spon denc ia: «Goz amos
;
aqui de una calm a profu nda, escri be á un amig o suyo
ción pru-
me gust arla más, sin emba rgo, algu na agita
mi
dente y saludable:., y afiade: e Veo que Césa r es de
opinión (l).:o
Todas estas razon es le movi eron á avan zar un pll.so
en
más en el caminó de gene rosid ad y de clem encia
or
que entra ra después de Fars alia. Perd onó á la may
él;
parte de los que habl an toma do las arma s cont ra
der.
llam ó á vario s de ellos á que parti cipa ran de su'po
á la
En el mom ento mismo en que man daba volv er
ró su luga rte-
may or part e de los deste rrado s, nomb
ci-
nient e á Casio; dió á Brut o el gobierno de la Galia
adela nte ha-
salpi na y á Sulpicío el de Grec ia. Más
ciar
blare mos de los dos prim eros; impo rta, para apre
ment e-
mejor la polit ica de Césa r, dar á cono cer breve
chó á la ca-
arm ó aqu el brazo con un ven ablo y mar
(1). Esc évo la
bez a del pueblo al asal to del Capitolio
sult o háb il,
el pontífice no era únic ame nte un juri scon
cuyo recu erdo
sino tam bién un adm inis trad or inte gro,
blic ano s ata-
no olvidó nun ca Asia . Cua ndo los repu
able de hab er
caro n á su cues tor Rutilio Rufo, culp
a, le defendió
querido imp edir les arru inar la prov inci
rgía que nin-
con una eloc uen cia adm irab le y una ene
ó á sali r de
gun a ame naz a pudo que bran tar. Se neg
cripciones, no
Rom a en los dias de las prim eras pros
cios, aun que
quiso aba ndo nar á sus clientes y sus nego
ido en los fu-
sup iera la suer te que le agu arda ba. Her
días desp ués
nera les de Mario, fué rem atad o algu nos
llos hom bres
junt o al templo de Ves ta (2). Pero aque
buenos tiem -
no eran una excepción en Roma. En los
o deb ia ser á
. . pos de la repú blic a, el perf ecto ciud adan
hace ndis ta,
la vez agri cult or, soldado, adm inis trad or,
no se cono-
abogado y has ta jurisconsulto. Ent onc es
ano a!).tiguo,
clan las especialidades, y hoy , de un rom
ona lida des
tend ríam os que hac er cua tro ó cinco pers
os llegado, se
diferentes¡ pero en la épo ca á que hem
se exig ía á un
rom pe el haz de apti tudes dive rsas que
una cien cia
hom bre sólo: cad a uno se enc asti lla en
bres de es-
espe cial , y se emp ieza á dist ingu ir los hom
cter es iban
tudio de los de acción. Era porq ue los cara
ó sólo hemos ·
perd iend o algo de su enér gico tem ple,
y prac tica das
de cree r que desde que eran conocidas
complicado
las obra s mae stra s de Gre cia, hab iénd ose
ya resi stir el
cad·a cien cia part icul ar, ¿no era posible
si Sulpicio
peso de toda s unidas? Sea como quie ra,
sulto , dista-
ave ntaj aba á los Esc évo la como juri scon
II
(l ) Tusc, n, 2.
hay nad a
Cés ar, se consolaba de todo diciendo: cNo
buen as ac-
mej or que ence rrar se en el recu erdo de-la s
los hom -
-ciones y no ocup arse de los sucesos ni de
las cosas
bres (1).» Esta fa cilidad para abst raer se de
o, es cier ta-
. ·exte riore s y para vivi r dent ro de si mism
bre de me-
men te una cual idad preciosa para un hom
one un
ditación y de estudio; es el idea l que se prop
un hom bre
filósofo ; ;,pero no es un peli gro, una falta en
cind ir de la
de acción y en un politice? ¿Conviene pres
cosas que
-opinión de los demás cuan do el éxit o de las
exto de es-
se inte ntan depende de la opinión? So pret
resu elta-
cuch ar á la prop ia conciencia y de seg-1irla
nad a las
men te, ¿no se debe tene r en cuen ta para
ient e en
-circunstancias, y no ha de habe r inco nven
s sin resu l-
-com prom eter se á la aven tura en emp resa
tado ?
la mu-
Por último, al que rer man tene rse lejos de
de sus pa-
-chedumbre y pres erva rse abso luta men te
er el lazo que á
siones, ¿no se corr e el r iesgo de perd
Apia no,
ella nos une y resu ltar inca pace s de dirigirla?
pañ a del ejér -
en el rela to que hace de la últim a cam
pre dueño
dto repúblican<;>, refiere que Bru to era siem
ente fuer a
de si mismo, y que se man tení a gene ralm
gust aba ha-
de los grav es asun tos que se deba tían . Le
por don-
blar y leer ; visi taba como curioso los luga res
: era un
de pasa ba, inte rrog ando ·á la gent e del pais
el cont ra-
filósofo aun en los cam pam ento s. Casio, por
dejándose
rio, ocupado únic ame nte en la gue rra, no
dedicado
nun ca llev ar á otro asun to, y, por decirlo asi,
un glad iado r que
por ente ro á ese fin, se pare cía á
a desd efia r
-combate (2). Yo sospecho que Bru to debí
III
-
las costu mbre s, la dicta dura perp etua que no le impi
fin,
de hace rse nom brar cónsul todos los años , todo, en
de
en sus leyes y en su cond ucta indic aba una espe cie
usar
toma de posesión definitiva del pode r. Lejos de
que más tarde em·
ning una de esas contemplaciones
pl~ó Antonio para disim ular la exten
sión de su auto-
ridad , pare cía comp lacer se en mani festa rla, sin pre-
su
ocup arse de los enemigos que pudi era susc itarle
franq ueza .
Al contr ario, por una especie de escepticismo iró·
de
nico y de impe rtine ncia atrev ida que le daba aires
gran seño r, goza ba molestando á los parti dario s faná-
fi-
ticos de los usos antiguos. Sonr eía al ver á los pontí
rá
ces y augu res asustados cuan do se atrev ía á. nega
para él
los dioses en pleno senado, y era un recre o
es
desc once rtar á aquellos viejos formalistas, guar dian
superticiosos de las prác ticas antig uas. Además, como
r so-
era ante todo hom bre de gusto, no quer ía el pode
se
lame nte para ejerc itarlo , sino para goza r de él; no
,
con:tentaba con lo sólido de la autor idad sobe rana
ro-
dese aba tamb ién sus apari encia s, el brillo que la
ndor que la
dea, los homenajes que exig e, el esple
realz a y hasta el nom bre que la desig na. Aque l titulo
qué
de rey que dese aba con afán , sabia bien hast a
n·
punt o asus taba á los roma nos: pero su osad ía enco
iones , á
traba un place r en desafiar ranc ias preocupac
leal
la vez que su franq ueza halla ba sin duda más
dar al pode r que ejerc ía su verd ader o nomb re. Esta
las
cond ucta de Césa r dió por resul tado disip ar todas
n ni
obscuridades. Grac ias á ella, no habí a ya ilusió
erro r posibles. La cuestión estab a plan teada , no entre
dos ambiciones rival es, como en los días de Fars alia,
sino entre dos gobiernos contr arios . Las opiniones,
como sucede en casos tales , se fijaron detal ladam ente,
(1) Los que empleaban estos ardides sabían bien que cogían
á Bruto por su lado más sensible. Su descendencia de quién
echó á los reyes no estaba muy bien comprobada. Ouanto .más
dudosa se la creía, tanto mlis se esforzab~ él en establecerla.
Decirle: «No, tú no eres Bruto», era ponerle en estado ó en la
tentación de probar su origen con sus hechos.
(1) De Divin., u, 2.
(2) Brut., 97••
IV
(1) Ad fam ., x, 1.
bía á
cia á uno .-cS é tú mismo tu- sena do (.l):•, escri
, le pa-
otro . Todos los medios, aun los más violentos
alian -
recía n buenos para llega r á sus fines; toda s las
no que-
zas le gust aban , aun la de pers onas á quienes
elta-
ría. Brut o, por ei cont rario , si bien se decidió resu
y timo-
men te á toma r las arma s, segu ía escrupuloso
Aun que
rato , y cont inua ba rech azan do la violencia.
por un
su nom bre ha quedado céle bre, espe cialm ente
aque -
asesinato, le repu gnab a la sang re. En cont ra de
entr e-
llas leyes inhu man as, acep tada s por todos, que
edor.,
gaba n sin reserva al vencido á merc ed del venc
su pode r. Aca-
resp etab a á sus enemigos al verlo s en
vida al
baba de dar un ejemplo de esto perd onan do la
ido. Aun -
herm ano de Antonio después de habe rle venc
gra-
que éste fuer a un hom bre infame, y que por toda
le cust o-
titud trató de corr omp er á los soldados que
dulz u-
diab an, Brut o babi a persistido en trata rle con
argo ,
ra. Pare ce que no es un gran crim en; sin emb
naza s·
produjo una gran irrita ción en ·Rom a; Las ame
esca par
furiosas de Antonio á las que acab aban de
sufri -
con mucho traba jo, el recu erdo de los terro res
ban
dos y de las alter nativ as horr ibles que atra vesa
los más
haci a seis meses, tenf an exas pera dos aun á
ra de
pacíficos. No hay nada tan violento como la cóle
al extre mo.
los hombres prud ente s cuan do se los lleva
cost a y
Que rían acab ar con aque lla situa ción á toda
repu gnan cia y
lo más pron to posible. Reco rdab an la
guer ra.
la lenti tud con que Brut o habí a comenzado la
temo r de
Al verl e tan suav e, tan clem ente , hubo el
toda vía
que volv iera á caer en sus duda s, prolo ngan do
Cice rón
el momento de la veng anza y de la segu ridad .
ontento.
se enca rgó de ente rar á Brut o de aque l desc
OCTAV'IO
III
FIN
ÍNDICE
~
Introducoión.-Lae cartas de Cicerón. • . • • • . • • 1
Cicerón en la vida púb~ca y privada. . , • 25
La vida pública de Cicerón. • • • . . . . • . . . . . • 26
La vida privada de Cicerón. . . . . • , • . . . • . • • 86
Atico.. . • • . • . • • • . • • . . • • . . • . . . • • • . 184
Celio.-La juventud romana en tiempo de César. • • 172
César y Cicerón . • . • • • • . • . • . • . . . . . • • • • 229
Cicerón y el campamento de César en las Galias . • • 229
El vencedor y los vencidos después de Farsalia. , . • 282
Brnto.-Sns relaciones con Cicerón. . . • • . . 334
·Octavio.-El testamento poUtico de Augusto. . • • 397
28
LA ESPAÑA MODERNA
que se hallan de venta en su Administración, Cuesta de Santo Doml'igo,.
16 ' · principal, -MADRID
N.• del N. 0 d PI
Cat~l. 0 Pesetas Catál . • Pesetas
t 75 Aguanno.-La Gónesis ~69
Bou_r get.- Hipólito
y la evolución del Dere- Tame ....... .. • . .. . ..
cho civil ... .. . . ... . . . . 15 soo Buisson. -La Educa-
1711 - La Reforma integral de cion popular de los adul-
la le¡:¡islación civil ... . . i tos en I nglaterra .... , •
177 Alcofurado • -Cartas 185·186 Burgess.- Ciencia
am'ltorias do la monja ¡ polltica y Derecho cona-
portuguesa... • . • . . . • . ¡ titucional compara<Jos
178 Anónimo. - ¿Acadómi· 1 (dos tomos)........... f4.
t79 -
cas? ........ . ........ .
Currita Albornoz al ¡ 1 ~¡-~uc~:i>e~c!Ifa~ri~·ci~ 12
Neera.-Teresa, 3 pesetas.
VIAJES
Rod.-El Silencio, 3 pesetas.
Lemonnier.-La Carnicería {Be·
,Darwin.-Viaje de un naturalista dan), 3 pesetas.
alrededor del mundo, 2 tomos, 16 Sudermann.-El Deseo, 3 150 pese·
pesetas. tas.
Taine.- La Inglaterra, 7 pesetas.- Korolenko.-El Desertor de Baja~
Notas sobre París, 6 pesetas. Un, ~.so pesetas.
"Tcheng·Ki Tong.-La ühina con- Tu.rguenof.-Tierras vírgenes, 6
tamporAnea, 3 peso ~as. pesetas.
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