Tribuna Constitucional Poder Constituyente
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All content following this page was uploaded by Josu De Miguel Bárcena on 29 January 2024.
Se distingue así entre término y concepto porque este último propone una regla
semántica de compensación: una experiencia que mira al pasado y una expectativa que
se proyecta al futuro. El poder constituyente es un concepto perteneciente a la
modernidad filosófica que puede ser definido de la siguiente manera: manifestación
efectiva de hechos normativos originarios y autónomos que, al margen o en contra de
lo previsto por eventuales normas jurídicas vigentes, producen una nueva Constitución
cuya aceptación y observancia generalizada provoca la interrupción en la continuidad de
un orden jurídico preexistente y el consiguiente surgimiento de uno nuevo4. Esta
definición permite situarlo, en principio, más en la vertiente de la expectativa y de la
movilización política que de la experiencia histórica. Matizaremos esta cuestión al final
de la tribuna.
4 Baquerizo Minuche, J. (2021). El concepto de “poder constituyente”. Un estudio de teoría analítica del derecho.
Marcial Pons: Madrid.
5 Negri, A. (2015). El poder constituyente. Traficante de sueños: Madrid.
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JOSU DE MIGUEL BÁRCENA
6 Ackerman, B. (2019). Revolutionary Constitutions. Charismatic Leadership and the Rule of Law. Harvard
University Press: Harvard.
7 Cotta, S. (1953). Per un concetto giuridico di revoluzione. En VV.AA. Scritti di Sociologia e Politica in onore
Yepes-Arcila, H. y Suelt-Cock, V. (eds.). La Constitución 20 años después: visiones desde la teoría y la práctica
constitucional. Pontificia Universidad Javeriana: Bogotá., págs. 357 – 417.
9 Preuss, U. K. (1992). Constitutional Power making for the New Polity: some deliberations on the
relations between constituent power and the constitution, Cardozo Law Review, nº. 14, págs. 639 – 660.
10 Pace, A. (1997). La instauración de una nueva Constitución, Revista de estudios políticos, nº. 97, págs. 9-
44.
11 Tajadura, J. (2023). Sieyès y la lengua de la Constitución. Athenaica: Sevilla.
12 Klein, C. (1996). Théorie et practique du pouvoir constituant. Presses Universitaires de France: París.
13 Azpitarte Sánchez, M. (2016). Sobre la utilidad contemporánea del concepto de poder constituyente.
En García Herrera, M.Á., Asensi Sabater, J. y Balaguer Callejón, F. (dirs.). Constitucionalismo crítico: liber
amicorum Carlos de Cabo Martín, Tirant lo Blanch: Valencia, págs. 833 – 855.
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Esta complejidad alcanza una gran intensidad con la crisis que provocó a
comienzos del siglo XX la incorporación de las masas al proceso democrático. La guerra,
la violencia y los impulsos revolucionarios vuelven a situar la discusión primordial en
torno a la soberanía, como expresión de un poder capaz de establecer unas reglas que
permitan no solo impedir la presencia de varios poderes concurrentes, sino resolver los
numerosos conflictos que se presentan. Es así como la Teoría del Estado desplaza
durante el periodo de entreguerras a la Teoría del poder constituyente como principal
factor de pacificación: la función esencial del Estado es evitar la guerra civil. No extraña
que uno de los principales juristas de la época, Hans Kelsen, hiciera una Teoría del
Estado y no de la Constitución y que considerara el poder constituyente como un
elemento ajeno al mundo del Derecho porque se despliega en la esfera presupuesta de
la norma fundante. Su principal contrincante, Carl Schmitt, diluyó el poder constituyente
en su dimensión irracional y existencial: soberano no es quien ostenta el monopolio
legítimo de la violencia (Max Weber), sino quien tiene el monopolio de la decisión en el
momento excepcional que produce el caos político.
Shklar. J. (2021). Gobierno de la ley y liberalismo del miedo. Página indómita: Barcelona.
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Giuffrè: Milán.
Por otro lado, la autonomía, que alude a la capacidad del poder constituyente para
innovar el ordenamiento jurídico, también se ve reconsiderada. Las constituciones ya no
se harán sobre vacíos de poder, sino sobre estructuras de transición donde los
procedimientos adquieren una importancia central en la consecución de la legitimidad.
De nuevo, los poderes constituyentes de Francia, Italia y Alemania antes aludidos
demostrarán que no se renuncia a las tradiciones jurídicas del pasado –iusnaturalismo e
institucionalismo- con el objetivo de otorgar un estatuto moral al ciudadano y de buscar
soluciones a problemas divisivos como la disyuntiva entre monarquía o república o la
relación entre el Estado y el mercado. La aprobación de las constituciones llevará de
forma inmediata a la apertura de un proceso de integración europea que impondrá
además una reflexión sobre la economía para enfrentarse a los excesos imperialistas de
entreguerras y garantizar la convivencia en el continente reduciendo los excesos de
estatalidad. Así las cosas, la idea de Constitución de integración revela que, como advirtió
Zweig con gran sagacidad, el poder constituyente es en realidad un concepto que sirve
desde Sieyès para disociar el principio democrático de la soberanía, noción unilateral que
tiene sentido en una Teoría del Estado monárquica pero no democrática16 (Rubinelli,
2022).
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asociada a los órganos que conectan la democracia con el Estado, otra débil que trata
adaptar el propio Estado a las trasformaciones internas y externas (Estado autonómico,
fenómeno europeo y derechos fundamentales). Frente al modelo clásico mostrado en el
libro de Zweig, el poder constituyente evolutivo aparece como un espacio cada vez más
reducido para la experimentación institucional, donde pesa sobremanera el “patrimonio
constitucional” acumulado17. De este modo, las cláusulas de intangibilidad han
funcionado como diques de identidad constitucional que se levantan como espigones
fenomenológicos frente a las posibles dinámicas de ruptura que pueda generar el curso
de la historia. Donde no existe una identidad constitucional explícita, son las exigencias
del Derecho supranacional o de la jurisprudencia de los Tribunales Constitucionales las
que imponen límites a la potencia creadora del poder constituyente (también
constituido).
En Derecho natural y dignidad humana (1961), Ernst Bloch recordaba la divisa moral
y emocional del racionalismo ilustrado: “Nada suena tan embriagador como la apelación
a comenzar desde un principio”. El poder constituyente sigue teniendo un indudable
prestigio intelectual porque emerge como la solución para romper con la continuidad
espacial y temporal que parecen haber impuesto la globalización y el capitalismo
financiero. En esta tribuna hemos tratado de mostrar que en el marco de la
posmodernidad ya no es posible dibujar un poder constituyente arquetípico que como
un demiurgo pueda levantar una ciudad política de nueva factura. La sociedad de las
singularidades, la densidad del Derecho realizado fuera de los muros del Estado y el
peso de los intereses y derechos consolidados, hacen hoy más conveniente abrirse a un
paradigma meliorista que, en cierto modo, sitúa al poder constituyente en un plano
conceptual que mira más a la experiencia y al presente que a la expectativa y al futuro
(Koselleck). En el fondo ello es consecuencia no solo del cambio de relación de la
Constitución con el tiempo, sino de la incapacidad creciente del Derecho como
disciplina eficaz para dirigir una realidad cada vez más compleja e inasible.