La Hija Del Pastor
La Hija Del Pastor
La Hija Del Pastor
by AlexitaMay
La línea entre el amor y el odio es muy delgada. Cosa que Lara y Ana conocerán
a muy temprana edad.
-Si esto no te pone un alto nada nunca lo hará, Lara. Eres una
vergüenza para la familia.- Escupió mi madre antes de desaparecer por un largo
pasillo. Nunca nos llevamos bien y ninguna de las dos hacemos algo para cambiar eso
y menos con esto.
-Hija, me duele mucho hacer esto pero es lo mejor para ti.- Se
agachó mi padre y besó mi cabeza. Si por mí fuera solo viviría con él. Mi padre era un
buen hombre, cariñoso, caritativo y con un noble corazón. No sé cómo aguanta a mi
madre. –Ten.- Dijo extendiendo cinco billetes de cien pesos. –Espero esto te haga
recapacitar, mi pequeña Lara.-
-Lo siento mucho, papá.- Lo abracé tan fuerte como pude. Me dolía
mucho haberle hecho pasar tantas penas. Ese puñado de canas en el costado derecho
de su cabeza puedo decir que fueron a causa mía.
-Nos vemos pronto, cariño.- Asentí y lo vi partir por donde la loca
de mi madre salió minutos atrás. Guardé los billetes en el bolsillo de mi pantalón y
segundos después una mujer mayor con expresivos ojos cafés se acercó a mí y me
dio una hoja.
-Señorita Orozco, este es su horario de clases. Pase a la biblioteca
por sus libros y la espero a la hora de la salida para mostrarle su nuevo hogar.-
-Sí, señora.- Se metió de nuevo a su oficina mientras permanecí en
la banca con la hoja de horarios de clase en mi mano. Mi nuevo hogar... Sé que el
último año me dediqué a hacer la vida de mis padres un verdadero infierno. Mi padre
me sacó tres veces de la cárcel por conducir ebria; choqué el Saab de mi madre y el
Audio de mi papá (ambos tomados sin permiso); asistí en total a diez clases en un
semestre y la gota que derramó el vaso fue que incendié mi habitación. Mis padres
eran dueños de una cadena de hoteles muy prestigiosa en México; todo se me dio a
manos llenas y terminé siendo el desastre que soy ahora. Nunca conocí los límites, las
reglas, el respetar el tiempo de los demás, nada que fuera lo "adecuado" en los
estándares sociales. Me regía bajo mis propias normas y terminé en la cola del diablo
a mis dieciséis, casi diecisiete, años.
Una parte de mí cree que mi madre sólo buscaba una excusa para
deshacerse de su única hija problemática, por lo que tomó la brillante decisión de
enviarme al pueblo más remoto al sur de México. Donde no sólo estaría sin
comunicación, sino que tendría que trabajar para pagar mi alimentación y hospedaje.
Mi resentimiento hacia ella era más grande que cualquier otro sentimiento en estos
momentos. Odiaba con todo el corazón lo que me había hecho, alejarme de todo lo
que me gustaba por no encajar en sus estúpidos "estándares".
Mi nuevo hogar estaba justo frente a la casa de la directora de la
escuela así que ella se encargaría de llevarme a la escuela. La directora sería mi
niñera y una muy enfadada si no iba por mis libros. El largo pasillo llevaba a todos
lados, de lado derecho estaban la mayoría de las aulas y de lado izquierdo los
laboratorios y la biblioteca. El lugar estaba muy bien organizado, en la parte de atrás
alcancé a ver un gran lugar techado que supongo era el auditorio para juegos o
eventos. Era una escuela grande para un lugar relativamente pequeño. Por fin llegué
a donde debía y le entregué mi horario a una señora algo joven con cara de haber
olido algo muy feo.
-¿Por ti fue el alboroto de hace un rato?-
-Eso parece, señora.-
-Estúpidos adolescentes.- Dijo viéndome con el ceño fruncido.
-Usted fue una estúpida adolescente en algún momento.- Repliqué
casi de inmediato.
-Mis papás no me humillaron mandándome a un pueblo en medio
de la nada.- Su respuesta fue más rápida que la mía.
-Unos más estúpidos que otros pero estúpidos al fin.- Traté de
defenderme.
-Sí eso te hace sentir mejor.- Se fue a buscar los libros en unos
estantes mientras apoyaba mi cabeza sobre el enorme mostrador de madera frente a
mí. Era de ese tipo de personas que adorabas por su ácido sentido del humor y lo
odiabas por lo mismo.
-Al menos no pasaré frío.- Un ropero lo suficientemente grande para que entrara mi
ropa y zapatos, con un gran espejo incluido y por último una ventana que daba al
bosque del que me habló Norma. Regresé a la sala y la directora ya estaba ahí.
-¿Qué te parece?- Me encogí de hombros. –Es mejor que la opción
de que vivieras en el templo.- Comenzó a reír. La loca de mi madre creyó que viviría
mejor con el pastor que sola. –En casa tengo una televisión que no utilizo, puedo
pedir que la traigan.-
-¿Y ver novelas todo el día? Así estoy bien, gracias.-
-Aquí está lo que necesitas para la limpieza.- Señaló una cubeta
muy cerca de ella. Y a lado un trapeador y una escoba. –Y dejé en la isla unos platos
y vasos. Y felicidades por ser de las pocas personas que cuentan con un microondas.
Tus padres no son tan malos después de todo.-
-En absoluto.- Respondí sarcástica. –Viviré como reina aquí.-
-Se supone que trabajarás en la tienda del pueblo pero al
encargado aún le quedan unas cuantas semanas por lo que prestarás servicio en el
templo. Empiezas mañana.- Olvidaba que tenía que trabajar.
-¿El templo?- Pregunté sorprendida. Debe ser una jodida broma.
-Sí. La casa es del pastor.- Genial. Tendría que estar a disposición
de un aburrido "hijo de Dios". –Ni pongas esa cara que pudo ser peor.- Agregó con
una sonrisa. –Cuando termines de acomodarte aquí te espero en la casa para la
cena, ¿te parece?- Asentí.
-Gracias, Norma.-
-No son necesarias. Te veo más tarde.- Usé muchas energías y
tiempo para acomodar mi ropa y "limpiar" el lugar. El olor era terrible. No tenía
problemas con barrer, de hecho creo que era buena haciendo eso; el problema era
trapear. Después de dar una pasada en la sala el agua salió café. Y por más que
trapeaba y trapeaba no parecía limpiarse por lo que me di por vencida y me cambié
para ir a cenar.
Tuve la brillante idea de olerme las manos cuando terminé y casi
vomito a media sala pero como no quería limpiar me fui al baño y usé tanto jabón
como pude para lavarme y me contuve para evitar vomitar. Cuando salí a la casa de
Norma opté por dejar las puertas y ventanas abiertas para que ese nauseabundo olor
desapareciera. Toqué un par de veces antes de que la mujer de ojos expresivos
apareciera. –Pasa. Recién termino.-
Su casa era bastante agradable y olía muy bien, a rosas. Toda por
dentro estaba de color blanco pero habían demasiados cuadro y muebles por lo que
no se veía como un manicomio. Era un lugar muy cálido. Era unos cuantos metros
más grande que mi casa pero todo estaba prolijamente ordenado, tal cual proyectaba
ser ella así era su casa. La seguí hasta lo que supuse era el comedor; había una
enorme mesa de madera que olía muy bien, alrededor de ésta se encontraban seis
sillas, dos a los costados y una en cada extremo de la mesa. Las sillas tenían el
tallado de unos girasoles; de las pocas flores que soy capaz de reconocer.
-Linda casa.-
-Gracias. Me ha costado tenerla como la tengo.-
-¿Hace cuánto que estás aquí?-
-Tiene cinco años.-
-¿Qué te hizo venir?-
-La vida.- Contestó con una sonrisa. Tema delicado. –Siéntate, por
favor. Ahora te sirvo.-
-¿Puedo ayudar?- Era un desastre pero no era maleducada. Creo.
-Me ayudas a lavar los trastes.- Justamente me ofrecí ahora porque
odio lavar los trastes. Asentí y me senté. Me pasó un platillo con espagueti y queso
derretido encima y una presa de pollo que parecía estar con mole pero olía más
fuerte. La cosa es que olía delicioso. –Espero que te guste.-
Llegué a casa casi de rodillas, apenas y tenía la fuerza para caminar sin embargo no
me quedaría tirada en el bosque o en calles de un maldito lugar que no conocía. Así
que con la poca energía que me quedaba me arrastré a llegar a mi nuevo hogar.
Ángel fue muy caballeroso al ayudarme a encontrar mi camino a casa pero no sé qué
pasó en el trayecto que cuando arribé él ya no estaba a mi lado. Llegar a casa, listo.
Insertar la llave en la cerradura que constantemente se movía me tomó más tiempo
del que tenía previsto, cuando por fin pasó aterricé en el sillón y prácticamente morí.
Un desconcertante sonido, como el de un enorme tambor
retumbaba en mis tímpanos. Una parte de mí quería abrir los ojos y buscar la fuente
de tan infernal sinfonía pero la otra estaba aún demasiado borracha como para
hacerlo. Caí en un sueño profundo de nuevo. Más pronto de lo que deseaba el sonido
apareció de nuevo. Con enorme esfuerzo abrí los ojos y traté de orientarme. El
maldito olor de la casa me recordó que no estaba en la ciudad, ya no más. El sonido
era cada vez más fuerte; era alguien tocando a la puerta. Me senté y todo daba
vueltas y qué decir de mi cabeza. Creo que todo lo que tomé ayer hizo que se me
expandiera el cerebro y pesara más de lo normal.
Después de muchos intentos me logré poner de pie y avancé
lentamente a la puerta. Ni siquiera me tomé la molestia de preguntar quién era. Al
abrir me encontré con un señor alto que se movía constantemente, con unos
pantalones negros y una camisa blanca de manga larga.
-Lara. La última vez que te vi tomabas leche pero creo que eso está
en el pasado.-
-¿Nos conocemos?- El dolor de cabeza era cada vez peor.
-Te daré unos minutos para que te duches y te arregles.-
-¿A dónde me lleva?-
-A trabajar conmigo al templo.- Simplemente maravilloso. El pastor
del pueblo había ido por mí. Asentí con dolor y me metí de nuevo a mi casa. Como
pude llegué a mis maletas y saqué mis artículos de aseo personal y me metí al baño.
Lugar que no había limpiado y olía a mierda. Aunque a estas alturas no sé qué era
peor, si el olor del baño o mi aliento. Abrí la regadera y sin pensarlo dos veces me
metí; el agua no estaba ni fría ni caliente. Era la temperatura adecuada para mi
condición actual. Me quedé bajo el chorro de agua por varios minutos hasta que sentí
mi consciencia regresar.
La noche de anoche había sido una mierda, en todos los sentidos.
Para comenzar, la cantidad inhumana de cigarros que consumí. Por si eso fuera poco,
la cantidad de alcohol que bebí era ridícula. Y estando con extraños estaba a merced
de ellos, tenían mucha ventaja sobre mí pero si sigo viva prueba que son de fiar. Me
terminé de duchar y pasé varios minutos cepillándome los dientes. Esperando que el
horrible olor a cloaca desapareciera. Terminaba de cambiarme cuando llamaron de
nuevo a la puerta. Caminé rápido para abrir y me encontré con Norma.
-¿Pasaste una buena noche?-
-Necesitaba relajarme.-
-Parece que te relajaste de más. Lara, debes tomar las cosas en
serio.-
-¿Qué me hará si no voy hoy?, ¿echarme de su casa? Adelante, no
me interesa. Esto ya de por sí es una mierda.-
-Necesitas aprender a usar tu cerebro.-
-¿Me estás diciendo estúpida?-
-Eres más inteligente de lo que creí.- Su rostro era serio. –Tanto el
pastor como yo estamos a cargo de ti. Cualquier falta se le será comunicada a tus
padres.-
-¿Y me van a castigar?- Respondí con una sonrisa sarcástica.
–Seguramente me mandaran a un pueblo que ni siquiera aparece en un maldito
mapa... Oh, espera, ¡ya estoy en ese lugar!-
-Tu madre amenazó con enviarte a un colegio militar si no cambias con esto.- Oh.
–Así que te sugiero que comiences a cooperar por tu propio bienestar.- Me observó
por varios segundos. –Vamos a casa, te prepararé algo de desayunar y después te
llevaré al templo.- Asentí y la seguí en silencio a su casa.
¿Colegio militar? ¡Mi madre estaba loca! Completamente fuera de
sus cabales, sólo a ella se le ocurriría semejante estupidez. Me mandó a un lugar que
nadie conoce y espera que esté feliz y siguiendo órdenes de personas que no
conozco. Pasaba el tiempo y la odiaba más. No concibo que la persona que
supuestamente debe cuidar de mí sea capaz de hacer algo así. Una parte de mí
también estaba molesta con mi padre pero sabía lo manipuladora que podía llegar a
ser la bruja así que, en parte, lo entendía. Al menos fue lo suficientemente generoso
para dejarme algo de dinero para comenzar a sobrevivir.
-Siéntate.- Los cincuenta metros entre la casa de Norma y la "mía"
fueron muy cortos para seguir maldiciendo a mi madre. Hice lo que ella me pidió y
me senté; segundos después una enorme taza con caldo, muchas verduras y una
enorme pierna de pollo fue puesta frente a mí. –Sí no revives con esto, nada lo hará.-
-Curioso, mi madre dijo que si este lugar no me pode en cintura,
nada lo hará.- Acercó a mí una taza con lo que supongo era picante. Tenía trozos de
cebolla, chile y olía muy fuerte a limón.
-Ponle un poco de esto.- Mecánicamente hacía lo que Norma me
dijo. Puse una cucharada del menjurje en mi caldo. Me llevé una cucharada de caldo a
la boca y casi grito. Picaba horriblemente. En segundos olvidé que estaba aún
borracha; el sabor hizo incluso que me chillaran los oídos. Nunca en mi vida había
sentido algo así. –Te dije que te ayudaría a revivir.-
-¿Me quieres matar?-
-Sólo quiero que seas un poco funcional hoy. Apúrate que ya vamos
tarde.- Acompañada de muchos vasos de agua fui capaz de terminar el endemoniado
caldo que Norma me dio. Ya no tan desorientada como antes emprendimos el camino
al templo del pueblo. –La señorita Torres está en un contexto diferente al tuyo. Ella
puede hacer y deshacer a su antojo sin consecuencia alguna. Tú, por otro lado, vienes
condicionada. No puedes simplemente salir y hacer lo que quieras.- Este discurso
estaba entre un regaño y un consejo.
-Sólo quería divertirme un rato, es todo.-
-Bueno, espero que esa diversión te dure unos meses.- Caminamos
en silencio hasta que la enorme edificación apareció frente a nuestros ojos. Enorme,
en comparación a las casa que habían aquí. Había algunas personas trabajando, unas
pintando, otras levantando cosas del piso. Parecían hormiguitas trabajando. El señor
alto estaba ahí también y en cuanto nos divisó caminó rápido hacia nosotras.
-Norma, gracias por traerla.- Le dio una suave palmada en el
hombro. –Yo me encargo desde acá.-
-Compórtate.- Fue la única instrucción de Norma y caminó de
regreso a su casa.
-Lara, me alegra verte más... viva.-
-¿Lo conozco?-
-Llegaba a tu casa hace muchos años.- Cerré los ojos en parte por
el fulminante sol y en parte por tratar de recordarlo. –Te gustaba jugar con mi
maletín café.- Abrí los ojos de golpe.
-¿Señor Cardozo?- Asintió con una sonrisa. –Usted era empresario,
no pastor.-
-Encontré un camino diferente, Lara.- Su sonrisa nunca
desapareció. –Ven, te voy a mostrar tus actividades.- Lo seguí en silencio. La gente
que estaba ahí me veía extrañada, era una "fuereña" como ellos decían. Al ser un
pueblo pequeño todos se conocían y alguien nuevo causaba morbo entre la gente.
–Vas a comenzar con algo tranquilo. Hay muchos restos de madera en la parte de
atrás de la iglesia. Las vas a concentrar donde está el resto.- Señaló a una enorme
pila de madera que había a unos metros de donde estábamos nosotros. -¿Entendido?-
-Sí, señor.-
-Cualquier cosa estoy adentro.- Por fuera apenas estaba pintado a
la mitad; predominaba el color morado y algunas partes de blanco y se notaba que
estaba en remodelación por dentro. Las ventanas estaban cubiertas por mantas llenas
de polvo. Me enfoqué en mi encomienda y me dirigí a la parte de atrás del lugar y
comencé a juntar la madera que me indicaron.
Algunos trozos tenían clavos oxidados y algunos otros estaban a
partidos por lo que debía cuidarme de no pincharme. Los primeros trozos no causaron
ningún problema; el único problema era el incesante sol que me llegaba directos a la
cara. Pensé en quitarme la playera y ponérmela en la cabeza pero no creo que
hubiera sido un buen espectáculo y menos frente a la iglesia. Llevaba un trozo de
madera en cada mano, al principio pero al ver que no avanzaba los comencé a cargar
de tres o hasta de cuatro dependiendo de su tamaño. Ciertamente avanzaba más
rápido y me alegró mucho saber que pronto terminaría. Estaba por levantar un trozo
de madera cuando vi una repugnante cucaracha caminar hacia mí.
-¡Mierda!- Corrí unos metros lejos de ahí, quería estar lo más lejos
posible de esa enviada de Satanás.
-Lenguaje.-
-¡Maldita sea!- Grité más fuerte al escuchar la voz detrás de mí. Al
voltearme me encontré con una chica rubia, su cabello a media espalda, de ojos
cafés, con piel muy blanca. Era bastante bonita. Llevaba puesto un vestido blanco
debajo de las rodillas y unas sandalias igualmente blancas.
-Cuida tu lenguaje.-
-Me asusté. Fue una reacción natural.-
-Existen reacciones "naturales" más adecuadas.-
-No tengo que darte explicaciones. Me asusté y punto.- No tenía ni
veinte segundos aquí y ya me estaba volviendo loca.
-La gente decente no maldice.- Acusó con severidad.
-¿Disculpa?- Inconscientemente me acerqué a ella y ella dio un
paso hacia atrás sin dejar de verme. –Eso fue un sutil insulto.-
-Te decía la verdad. No se maldice y menos frente al templo de
dios.-
-Disculpe, su majestad.- Le hice una pequeña reverencia. –No
volverá a pasar.-
-Eso espero.- Sin más desapareció de mi vista. A veces las caras
bonitas no concuerdan con la personalidad de la gente.
A/N Les dije que nos escribiríamos pronto. Un sueño me dio la idea
de esta historia :) Haré todo lo posible por actualizar cada semana o al menos no
dejar que pase mucho tiempo como lo hacía con Mareas del Tiempo. Espero sus
comentarios y valoraciones.
Saludos desde un rincón de México :)
Ale
Capítulo 2
-Em...gracias por los alimentos que están en esta mesa- ¿A quién iba dirigido esta
"oración"? –Que nos proporcionen los nutrientes que necesitamos y satisfagan
nuestra hambre.- Que incómodo, todo por culpa de la rubia. La gente a mi alrededor
tenía la cabeza hacia el piso y las manos detrás de su espalda, todos menos la rubia
que seguía viéndome con una sonrisa. Pasé mi dedo índice por mi garganta y después
la señalé a ella. Esto sólo la hizo sonreír más.
-Amén.- Dijo de pronto el señor Cardozo. Todos le siguieron menos
yo. Aparentemente aquí probaría todas las versiones de cómo hacer pollo. Esta vez
era mole con arroz y por todos los cielos que es el mole más rico que he probado en
mi vida. Incluso estaba un poco picoso, pero después de la salsa de Norma, nada
podía comparársele. Trataba de mesurarme para comer pero era imposible, esto
estaba para chuparse los dedos.
-¿Quieres más?-
-Por favor.- Extendí mi plato a Silvia quien parecía estar muy feliz
de que le pidiéramos más.
-¿De dónde eres?- Preguntó el pequeño Daniel.
-Nací aquí en México pero estaba viviendo en Texas hasta que mi
padre me trajo aquí.-
-¿Te gusta aquí?-
-Poco a poco me gustará.- La comida continuó sin más preguntas
personales, lo cual agradecí. Hablaban de la iglesia y de los planes que tenía para
invitar a gente del otro pueblo para cuando oficialmente la abrieran. Yo seguía
deleitándome con la comida. De vez en cuando veía a la rubia que también estaba
absorta con su comida o con la conversación. La sonrisa estúpida en su cara nunca se
disipó hasta que le sirvieron la comida. Varios minutos después la familia de Ofelia se
despedía y me dejaba a solas con el señor Cardozo y su hija.
-¿Cómo has estado, Lara?-
-He estado mejor. ¿Cómo acabé aquí?-
-Hace unas semanas visité a tus padres. Mencionaron tu
comportamiento errático y les sugerí que vinieras para acá.-
-Debe ser una puta broma.-
-Lenguaje.- Dijo molesta.
-Cállate que todavía no voy contigo.- Dirigí mi dedo índice a ella. Vi
como su padre puso una mano sobre su hombro. –Gracias por la ayuda.- Dije en tono
sarcástico -¿Cómo venir a este horrible lugar me puede ayudar?-
-Vas a aprender a valorar.- Él seguía muy tranquilo.
-Esto es una mierda... ¿esa fue su brillante idea?, ¿este puto
lugar?- Quería brincar sobre la mesa y ahorcarla. -Ni espere que me aparezca
mañana por acá.- Furiosa salí del lugar y me encaminé a "mi" casa.
Todo el mundo conspiraba para que estuviera en este estúpido
lugar y una persona que quise mucho en mi infancia había sido el causante de todo
esto. "Valorar" como si fuese mi culpa haber nacido en una familia acomodada y que
mis padres no me supieran controlar. Ahora todo era a causa mía y la que debía
recapacitar era yo. La que debería estar aquí es la bruja que tengo por madre, ella sí
necesita valorar. Para ella lo único que importa es tener cosas que presumir y
demostrar que somos la familia perfecta. Me enorgullece decir que gracias a mí su
estúpida fachada se vino abajo en un dos por tres.
El azote de la puerta principal debió escucharse hasta la iglesia. No
quería nada, ni que nadie siquiera me viera. Odio este lugar, odio a mis padres por
mandarme aquí y sin lugar a dudas, odio a señor Cardozo por su "brillante" idea. Era
cuestión de tiempo para que Norma apareciera por lo que decidí que debía ir a otro
lado, no estaba de humor para hablar con ella ni con nadie. Mi iPod marcaba las
cuatro de la tarde, aún tendría luz del día; tomé mi llave y una sudadera y me dirigí
al bosque.
Caminé a donde había muchos árboles, supuse que ahí era. No conocía bien el lugar
pero no creía ser tan tonta para perderme. La temperatura cambió drásticamente. El
abrasante calor de Texas no se comparaba con el infernal calor de marzo de este
lugar. Era de locos. Agradecí cuando al fin llegué al lugar y la temperatura cambió
drásticamente. Un clima más templado. Caminé más lento y me dejé llevar por la
sensación de estar ahí. A solas, sin nadie molestando, sólo yo y mis pensamientos.
Esto era lo que necesitaba.
¿Cómo iba a sobrevivir aquí? Apenas llevaba dos días y ya quería
morirme. No tenía acceso a teléfono, al internet, a la civilización, a nada. Era una
estupidez y esto apenas era el comienzo. Quizá Norma tenía razón y debía ser más
inteligente; buscar adaptarme a este mugroso lugar, no tenía más opción. Y tenía que
pasar un milagro para que alguien vinera a rescatarme de este lugar. Mientras tanto
debía buscar cómo sobrevivir de la mejor manera. Era lo más adecuado, para mí y
sólo para mí. No tenía que quedar bien con nadie, era un trato interno conmigo. Era
lo mejor.
Seguí caminando, rogando no perderme. El olor era muy agradable
al igual que el clima, encontré una piedra y la usé como silla. Me quedé ahí varios
minutos con los ojos cerrados simplemente dejándome llevar con el sonido del
silencio. Esto también me agradaba, me gustaba muchísimo; el estar sola y meditar,
sin nadie que me moleste. Pero comencé a preferir las fiestas y la bulla. En parte para
acallar mis pensamientos, mi soledad que cada día se hacía más grande. Vivía en una
enorme mansión pero siempre estaba sola, a excepción de la gente de servicio.
Esto era una mierda. Todo. A partir de ahora debía tener la mente
abierta a todo lo que este lugar me presentara. Buscar lo mejor a cada situación y
aprender, especialmente aprender. Tanto en la escuela como de lo que me rodeaba.
Estuve ahí no sé por cuanto tiempo pero lo estaba disfrutando mucho. Hacía
muchísimo tiempo que no pasaba tiempo a solas y vaya que lo necesitaba. Mis
pensamientos fueron cortados por la dulce voz de una chica. No estaba muy lejos de
mí. Su voz era suave pero potente a la vez; era cautivante. Con cuidado me puse de
pie y busqué la fuente de tan melodiosa voz. Caminé unos metros, me puse detrás de
un árbol y para mi sorpresa me encontré con una melena rubia y sabía perfectamente
a quién pertenecía.
-¿Qué quieres?-
-¿Cómo sabías que había alguien?-
-Haces mucho ruido al caminar.- No era tan cuidadosa después de
todo. –Es de mala educación espiar a la gente.-
-¿Hay algo que no sea de mala educación para ti, majestad?-
-¿Qué quieres, Lara?-
-Exploraba el lugar y terminé aquí.-
-Sí, claro.-
-Está bien. Estoy obsesionada contigo y te he vigilado vía satélite
desde antes de conocerte y sabía que aquí venías a cantar, tonta.-
-No soy tonta.- Frunció el ceño.
-Sí tú lo dices.- Me veía molesta. Ya no sonreía como hace un rato.
–Te dejo cantar en paz.-
-Por favor.-
-Que descortés, majestad. No creo que al señor Cardozo le agrade
que me trates así.-
-¿Después de como lo trataste?-
-Sólo estaba molesta.-
-Haces muchas cosas de manera impulsiva, algún día te meterá en
problemas.-
-Prefiero estar en problemas por ser yo y no aparentar ser
perfecta.- No esperé respuesta y regresé por donde vine.
Estúpida rubia, ¿quién se cree? No tenía ni un día de conocerla y ya
quería colgarla en un árbol y usarla como piñata. Al menos no la había visto en la
escuela ayer y eso era un gran alivio. Regresé a sentarme donde estaba antes de
escucharla; ya no volvió a cantar, supongo que se fue. Permanecí ahí hasta que la
temperatura bajó más, la noche se acercaba. Me guie del camino y pronto encontré
las botellas que habíamos dejado hace unas horas. Después de todo no me perdí. A
lo lejos vi a Norma y el señor Cardozo golpeando incesantemente la puerta.
Recordé el arroyo que mencionó Norma y quizá debía aprovechar a conocer un poco
más el lugar. Me levanté y me puse unos shorts y una playera de Frida Kahlo. Tomé
el dinero que me dejó papá y haría una visita a la tienda del lugar y comprar cosas
para sobrevivir. Até mi largo cabello negro en un coleta baja y me puse unos tenis.
Estaba lista. A punto de salir recordé que debía avisar de mis movimientos, así que
tomé una libreta y le escribí a Norma escribiéndole mis planes. Tomé mi llave y salí
de mi nuevo hogar, dejé la nota debajo de su puerta y me encaminé a la iglesia.
Quizá en el camino me encontraría a alguien que me guíe al famoso arroyo. No me
equivoqué, tenía unos cuantos minutos caminando y me topé con Silvia.
-Lara, buenos días.-
-Buenos días, señora, ¿podría decirme dónde está el arroyo?-
-Vas en sentido opuesto. Queda cerca de donde estás viviendo. Ve
derecho detrás de tu casa y a unos minutos lo encontrarás. ¿Sabes nadar?- Me vio
con cara de "esta se va ir a matar".
-Sí, señora. Fui a clases de natación desde que tenía cuatro años.-
-Bien. Diviértete.- Asentí y me giré. Antes de dar dos pasos la
mujer habló de nuevo. -¿Ya desayunaste?-
-No, señora. Aún no he comprado comida.-
-Puedes desayunar conmigo.-
-No quiero molestarla.-
-No es molestia. Me servirás de compañía.- Comenzó a caminar y
no me quedo de otra más que seguirla. -¿Cuántos años tienes, Lara?-
-Dieciséis, señora.-
-Apenas un año mayor que Ofelia. Me dice que está en tu mismo
salón.-
-Sí, eso parece.- Parecía una señora bastante linda y amable. -
¿Está sola?-
-Mi esposo y mis hijos fueron a la huerta que tenemos muy cerca
de ahí. Tenemos sembradas algunas cosas y hoy fue un buen día para ir a visitarla.-
Me veía esperando que le respondiera algo. –Quizá algún día puedas ir con nosotros.-
-Sería interesante ir.- ¿Yo cosechando cosas?, ¿qué sigue?, ¿el
infierno congelado?
-¿Qué hacías en la ciudad?-
-Salía con mis amigos a antros, iba de compras casi todos los días,
a veces iba a la escuela... Lo típico.-
-¿Qué es un antro?- Estuve a punto de reírme pero la mujer nunca
antes había estado en la ciudad.
-Es un lugar al que la gente va a bailar y beber.-
-¿Y pagas por ir a eso?-
-Oh, sí. Hay antros muy caros.-
-Sería más fácil invitar a tus amigos a tu casa y bailar ahí.-
-Pero no sería igual de divertido.-
-¿Y puede ir cualquier persona?-
-La mayoría son jóvenes y alguno que otro casado que quiere darse
aires de joven.- Se quedó pensando varios segundos. Supongo que imaginaba el
lugar.
-Ana nos ha platicado de algunas cosas de la ciudad pero sigo
prefiriendo esto. Es más tranquilo y lejos de bullas innecesarias.-
-Tendré que acostumbrarme a la tranquilidad.- Dije amargamente.
Llegamos a su casa y era muy bonita. Tenía un enorme jardín al frente de lado
izquierdo y de lado derecho había mucho pasto y una portería. También había un
enorme árbol igual al que estaba cerca de mi casa. -¿De qué es ese árbol?- Apunté a
mi derecha.
-Es mango. Ya casi es la temporada, así que puedes venir a tomar
los mangos que necesites cuando los necesites.-
-Gracias. Tiene una linda casa.-
-Eres muy amable, Lara. Están abiertas las puertas siempre para ti.-
-Gracias.-
-Pasa.- La sala era bastante amplia en comparación a la mía. Tres
letreros se distinguían en las puertas "Mamá y Papá", "Ofe" y "Dani"; sus
habitaciones. La sala y otra habitación estaban divididas con una cortina. Ahí entró
Silvia y la seguí. Era una gran cocina, pero en lugar de una estufa estaba un tipo de
parrilla muy grande. Encima de esta una especie de tubo de aluminio que supongo
mandaba el humo afuera de la casa. –Se llama fogón. Es más espacioso que la estufa
y puedes cocinar más cosas.- Sobre el fogón vi una olla de barro de la cual Silvia sacó
frijoles y los sirvió en un plato hondo; lo dejó de lado y quebró dos huevos y los puso
sobre el fogón. Los tapó y los dejó ahí unos minutos; mi curiosidad me llevó a
acercarme. –Espero te gusten los huevos.-
-Claro.- De lo que no era fanática era de los frijoles pero no los
rechazaría. -¿Por qué los tapas?- Señalé a los huevos.
-Para que no brinque el aceite y para que queden así.- Levantó y la
tapa y una fina capa blanca se formó sobre el huevo semi-cocido. Se veía realmente
delicioso. -¿Quieres salsa?- Señaló un pequeño bowl.
-¿Tiene picante?-
-Muy poco.-
-¿Qué es muy poco?- Comenzó a reír. –Norma hizo que me
ardieran las orejas ayer.- Comenzó a reír.
-Pruébala.- Metí la punta de mi dedo índice y después me lo llevé a
la boca. -¿Qué tal?-
-No moriré.- Ambas reímos. En cuestión de minutos también ella
tenía una buena porción de frijoles y dos huevos en su plato. Del refrigerador sacó
queso y crema, lo cual agradecí ya que le daría más sabor a los frijoles.
El desayuno fue por demás exquisito y la compañía también fue
muy agradable. Hablamos mayormente de ella y su vida en el pueblo, de sus hijos y
su esposo. Para mi fortuna los temas personales no fueron sacados de su escondite.
Era mejor así. Ayudé a levantar los platos y vasos y cuando me disponía a lavar Silvia
me dijo que se me hacía tarde para ir al arroyo. Ochenta puntos para ella.
Caminé de regreso a casa; pasé a dejar el dinero y lo intercambié
por mi iPod y mis audífonos. Como siempre puse el modo aleatorio y me encaminé al
arroyo escuchando la potente voz de Till Lindemann. El calor no era tan abrumador
como ayer, tal vez porque aún eran las nueve de la mañana; lo mejor era
aprovecharlo. Unos cuantos árboles tapaban el camino e hicieron más fresca la
caminata. Tal cual lo dijo Silvia, apenas caminé unos minutos y ya me encontraba
frente al arroyo. El agua era verde, un verde claro, como el color de mis ojos cuando
estoy de buen humor. Casi nunca.
Vi a todos lados antes de quitarme la playera y quedarme sólo con
el top y los shorts que me llegaban a medio muslo. Tendí mi playera sobre las rocas y
me acosté un rato, los árboles tapaban un poco el sol y hacían de esto algo perfecto.
Ahora Lily Allen cantaba para mí y me dejaba llevar por su melodiosa voz, con los
ojos cerrados. Recibía los suficientes rayos de sol para nutrir mi piel sin quemarme y
es que debía ser cuidadosa porque entre mis cosas no venía un protector solar.
Tarareaba la canción de LDN y más feliz y tranquila no podía estar. Hasta que sentí
gotas cayendo sobre mi estómago.
-¡Qué demonios!- Aún con los audífonos pude escuchar la odiosa
voz.
-Lenguaje.- Para frente a mí estaba la rubia odiosa.
-¿Qué quieres?-
-¿Qué haces aquí?- Me puse de pie para que dejara de mojarme y
por lo visto no se dio cuenta que estaba sólo en top. En cuanto me vio se dio la
vuelta.
-¿En serio? Tenemos lo mismo. Aunque tú estás mucho más pálida
que yo.- Ella vestía unos shorts y una playera que parecía más un vestido de lo largo
que le quedaba. Y su largo y mojado cabello pegado a su espalda.
-Vi cuando regresaste a casa del arroyo. Parecías... molesta.- Tenía que recordarme a
la rubia tonta.
-Tuve un desagradable encuentro con alguien.-
-¿Puedo saber quién es ese "alguien"?- Suspiré.
-Ana.- Norma comenzó a reír.
-Te cae mal una de las personas con las que más tendrás que
convivir.-
-La evitaré en la iglesia y sólo estaré ahí unas semanas.-
-También es tu compañera de clase.-
-¡¿Qué?! Pero el viernes no estaba ahí.-
-Estaba un poco enferma por eso no fue pero están en las mismas
clases.-
-Maravilloso.-
El resto del domingo pasó bastante tranquilo, a excepción de las
múltiples quemadas que obtuve al intentar cocinar un estúpido huevo. ¿No sería más
fácil hacerlo en el microondas? Norma fue la más beneficiada de todo esto ya que rio
hasta casi llorar de mis fallidos intentos de cocinar. Después de que se marchara
conseguí entender el juego de cartas de mi computadora y eso me mantuvo
entretenida hasta casi las nueve de la noche, cuando por fin me decidí a dormir.
Segundo día de clases; Norma pasó por mí a las seis y media. A
penas y me dio tiempo de vestirme y medio tomar una taza de café. Norma, como
directora de la escuela debía poner el ejemplo y llegar a tiempo para checar que todo
esté en orden antes de comenzar las clases.
-Tu primera clase es química. Vas a reconocer el aula porque dice
"Química" en grande.-
-Gracias, directora. La veo más tarde.- Le sonreí.
-Buen día, señorita Orozco.- El salón estaba muy cerca de la
biblioteca así que fue muy fácil encontrarlo. A estas tempranas horas había muy poca
gente por lo que me puse los audífonos y me dispuse a disfrutar. Ni siquiera me había
acomodado bien cuando una melena rubia apareció por la puerta. Inmediatamente
me puse de pie y me acerqué a ella. No portaba su habitual sonrisa.
-No te preocupes, no te voy a tocar.- Le dije mordazmente y salí
del salón. Me quedé sentada a las afueras del salón hasta que vi que entró la
profesora. Entre detrás de ella, la mayoría de mis compañeros estaba sentados.
-Señorita, ¿puede pasar a presentarse?- Asentí y me puse a lado de
su escritorio.
-Soy Lara Orozco, tengo dieciséis años.-
-¿De dónde vienes?- Preguntó la maestra.
-De Texas.-
-¿Y qué esperas?- Antes de poder contestar Liv entró corriendo a la
clase. –Qué raro que venga tarde, señorita Torres.-
-El tráfico.- Contestó y se sentó detrás de donde estaba mi mochila.
-Oh, aquí estás.- Me observó un momento. -¿Todo bien?- Seguramente tenía la nariz
roja y los ojos llorosos.
-Sí, sólo es alergia.-
-¿El olor?- Asentí.
-Entonces trabajaremos aquí. Hay algunos cuadros que están un
poco empolvados, están en la última habitación. Tráelos para acá y los limpias, por
favor. Aquí te voy a dejar trapos y el líquido para limpiar madera.- Caminé con
cautela a la habitación. Este lugar me daba un poco de miedo, era demasiado callado
y muy fresco a comparación de la calle o de la casa donde vivía. Abrí la puerta y vi a
la rubia que se sobresaltó. Estaba en un tipo de banca, como rezando. Sin decir
palabra alguna comencé a sacar los dichosos cuadros; uno en cada mano. Eran unos
quince así que haría varios viajes.
Algunos cuadros pesaban demasiado y estaban muy empolvados.
Por lo que el traslado era más difícil, evitando mancharme o acercarlo demasiado a mi
cara para que los estornudos no regresaran. La rubia nunca se movió de su lugar y
menos hizo por ayudarme. Cuando iba por el último cuadro ella iba saliendo y era
más que obvio que había estado llorando. Una parte de mí quería preguntarle si todo
estaba bien pero el simple hecho de recordar como quitó su mano de la mía hizo que
desechara la idea de inmediato.
Pasé más tiempo del deseado limpiando los cuadros y
estornudando; por más que mojaba el trapo los cuadro estaban muy empolvados. Me
imaginaba con nariz de payaso, totalmente roja de tanto esfuerzo y los ojos rojos
como si hubiera fumado de la lechuga del diablo. La cabeza me comenzaba a doler
mucho y de la nada, de nuevo, la rubia apareció con una pastilla y un vaso de agua.
-Loratadina.- Inmediatamente la acepté.
-Gracias.-
-De nada.- Estaba por desaparecer de nuevo.
-¿Estás bien?- Sus órbitas cafés se encontraban con las mías.
-Sí.- Era como si su sonrisa se hubiera esfumado.
-¿Segura?-
-Sí.- Hizo un intento por sonreír. –Tienes ojos verdes.-
-Sí.- Levanté una ceja. -Tienes ojos cafés.- Otro fallido intento de
sonrisa. –Ya he terminado. Podemos comenzar con la clase.-
-Estaré lista en unos minutos.- Asentí. Limpié la mesa que aún se
encontraba con algo de polvo y saqué las cosas necesarias para la "clase". Lo primero
que hice fue abrir el libro de trigonometría y sólo de verlo me daba dolor de cabeza.
Era una buena estudiante; cuando iba a clases. Las cosas se me quedan bastante
rápido pero matemáticas, como a la mayoría, era mi némesis. –Ya estoy aquí.-
Reapareció la rubia con su libro y su libreta.
-Esto apesta.- Frunció el ceño. Lo decía más por tener que estudiar
algo que odiaba y un poco por tener que estar con ella.
-Estamos en sintonía.- Dijo amargamente. Abrió su libreta y pude
ver su letra pulcramente plasmada en las hojas. Rápidamente, en una hoja en blanco,
dibujó un triángulo. –Lo más importante es que te aprendas el nombre de los lados.
En base a eso puedes sacar las funciones.-
-De acuerdo.-
-Esto es la hipotenusa.- Decía mientras señalaba dicho lado.
–adyacente y opuesto. –Señaló respectivamente. -¿Cómo se llama este?-
-Opuesto.- Tomé su lápiz. –Esta es la hipotenusa y adyacente.-
Puse la punta del lápiz en los lados adecuados.
-Bien. Sabiendo esto es sólo cuestión de hacer fórmulas.- Me quitó
su lápiz y dibujó una pequeña fecha en una esquina del triángulo y puso "60°". A la
hipotenusa le puso "12", al adyacente "10" y al opuesto "6".-Esto tiene sesenta
grados y quieres sacar el seno.- Escribió "Sen". –Para hacerlo simplemente tienes que
dividir el valor del opuesto entre el valor de la hipotenusa.-
-Punto cinco.-
-Correcto. La clave está en recordar las partes del triángulo y las
fórmulas.- Pasamos una hora más haciendo ejercicios y buscando la manera de que
me aprendiera las fórmulas para sacar las funciones correspondientes. La rubia
realmente tenía muchísima paciencia; lo mostró cuando confundía las funciones y las
operaciones que debía hacer.
-Ya no puedo más.- Dije prácticamente arrojando mi lápiz.
-Avanzaste mucho hoy. Eso es bueno.-
-Supongo.- Me encogí de hombros. Comencé a guardar mis cosas.
–Gracias.- Dije honestamente aunque mi voz no se escuchaba tan convencida.
-Tenía que hacerlo.-
-Bien.- Me puse de pie y ella lo hizo también. –Conozco la salida.-
Tomé mi mochila y la salí de ahí tan rápido como pude. Evitando el cristo que me
veía. Casi grito cuando escuché la voz del señor Cardozo.
-¿Qué tal te fue, Lara?-
-Señor, no lo vi.- Tenía puestas unas gafas con marco negro. –Todo
bien.-
-Me alegra escuchar eso. Mañana me gustaría mucho que comieras
con nosotros.-
-No quiero causarle molestias.-
-Te debo una disculpa por la "brillante idea" de traerte aquí.- Sentí
mis mejillas comenzar a arder.
-No es necesario, señor.-
-Insisto. Quizá puedas venir con Ana saliendo de la escuela.- Si me
negaba se daría cuenta que las cosas no iban tan bien entre nosotras.
-Se lo agradezco. Lo veo mañana en la comida.-
-Buenas noche, Lara.-
-Que descanse, señor.- Llegué a casa pasadas las siete de la noche.
Usé un buen tiempo limpiando la sala y mi habitación. Cuando al fin terminé calenté
el sobrante de la comida y me senté a cenar. A mi mente regresó la visión de la rubia
llorando; ¿qué la habrá disgustado tanto? Como pasamos todo el tiempo estudiando
no tuvimos tiempo de pelear e incluso podría llegar a decir que parecía una buena
persona pero sé que sólo cumplía con lo que le pidieron. Terminé de cenar, me di una
ducha y me metí a la cama.
De nuevo el sonido de las aves me despertó antes de que la alarma
lo hiciera. De muy mala gana me puse de pie y me lavé la cara y los dientes. Media
dormida todavía fui a la cocina a prepararme una taza de cereal. Aún no estaba
preparada para cocinar y quemarme a tempranas horas de la mañana. Antes de que
Norma saliera de casa yo ya la esperaba afuera de la mía.
-Buenos días, Lara.-
-Buen día, Norma.-
-Te amaneció muy temprano hoy.-
-Las aves hacen mucho ruido por la mañana.- Comenzó a reír.
-Eventualmente te acostumbrarás.-
-Mientras tanto sufro.- Esto la hizo reír aún más.
-¿Cómo te fue con Ana?-
-Bien.-
-Estoy acostumbrándome a ese "bien".-
-No me agrada, no le agrado. Fue tan bien como puede ir cuando
estás con alguien que no te cae bien.-
-Sigo creyendo que es tiene la idea errónea la una de la otra. Con
el tiempo se llevarán bien.-
-Lo dudo.-
El día pasó sin pena ni gloria. Lo único gracioso fue ver a Ángel
cayéndose a media cafetería pero por ser de los "intocables" nadie rio sólo los del
clan. Por supuesto las burlas hacia la rubia por parte de Liv se hicieron presentes, sin
respuesta de ésta. ¿Podría algún día contestar a esta incógnita? Por qué conmigo era
tan... ella y con los demás ni siquiera se defendía. Más pronto de lo que quisiera me
encontraba en la puerta de la escuela esperando por la rubia. Durante el receso le
había comentado a Norma de mis planes para que no esperara por mí a la salida. Me
vio y simplemente me ignoró y comenzó su camino hacia la iglesia. Dejé que la rubia
avanzara unos metros y comencé a caminar detrás de ella.
-No lo creo.-
-Me vas a disculpar pero me importa una mierda lo que pienses.-
Estaba muy molesta.
-No te pases.- Advirtió.
-¡Entonces no me acuses de cosas que no sabes! Para tu
información ella ya estaba llorando cuando ella llegó a mí. Pueden preguntarle a ella;
aunque quizá diga que la golpeé. Con lo exagerada que es.- Norma me veía buscando
algún dejo de mentira en mi rostro. –Soy un total desastre pero no miento. A veces
omito pero no miento.-
-Lara, ya te lo he...-
-Me gustaría irme a la cama, si no te molesta.- Asintió.
-Hasta mañana.- No hubo respuesta mía y sin más salió de la casa.
Esto ya era demasiado; no nos agradamos, perfecto pero, hacer un drama por
encontrarse conmigo en el bosque era simplemente excesivo. La poca simpatía que
comenzaba a crecer en mí hacia ella se esfumó por completo. Llegué a la conclusión
de que todo funcionaría bien en este lugar menos mi relación con la rubia.
La mañana llegó muy rápido; como se comenzaba a hacer
costumbre, las aves fueron mi despertador muchísimo antes de la hora debida. De
muy mal humor me levanté y fui directamente a la ducha en la cual permanecí más
de lo necesario. ¿Cómo lidiaría con la rubia hoy? Lo de ayer fue mucho y necesitaba
explicaciones; ahora sí las necesitaba. Me vestí con la ropa deportiva que dejé
arreglada desde ayer y me puse mis Asics Gel-Netburner anaranjados. Mis favoritos.
A pesar de tener varios meses sin jugar voleibol me di el lujo de comprar (con dinero
de mis padres) este par de tenis que eran simplemente hermosos. Desayuné
rápidamente y justo a las seis y media esperaba por Norma en la entrada de su
puerta. En cuanto la vi salí, no esperé por los buenos días y comencé a caminar
delante de ella. Sólo quería que viera que iba a la escuela, no estaba de humor para
charlas.
Mi primera clase era historia y olvidé por completo que tenía que
hacer la presentación así que me di a la tarea de improvisar; tomé unos marcadores
para pizarrón y comencé a dibujar un mapa conceptual de las cosas más relevantes
de la primera guerra mundial. Me llevó aproximadamente quince minutos terminar
todo el mapa, leía y leía para evitar omitir algo importante pero lo único que
constantemente veía a mi mente era la rubia. Tonta. Pegué mi frente al pizarrón y la
dejé descansar ahí por varios segundos.
-Apenas comienza el día y ya te veo cansada, ¿todo bien?- Pegué
un brinco al escuchar la voz del profe Guadalupe.
-No tanto.- Le contesté. Me sonrió simpáticamente y se dedicó a
contemplar la información que había en el pizarrón.
-Muy bueno, Lara, muy bueno.- Tomó un sorbo de la taza de café
que llevaba en la mano. -¿Cuánto tiempo necesitas para esto?-
-Unos veinte minutos serán suficientes.- Asintió.
La clase pasó bastante rápido, mi exposición se prolongó por más
de media hora y buscaba que mis compañeros prestaran atención haciéndoles
preguntas constantemente sobre lo que había dicho. Nadie se durmió así que lo tomé
como algo bueno. Para mi sorpresa la rubia no apareció. De seguro seguía en casa
llorando. El siguiente modulo era educación física y vaya que lo necesitaba. Nos
dirigimos al domo y casi lloro al ver la red de voleibol puesta. La profe era alta, con el
cabello rizado y corto pero lo que más se notaba era su nariz que era algo grande.
Nos acercamos hasta quedar a unos metros de ella.
-Tú debes ser Lara, ¿cierto?- Asentí. –Bueno, este parcial
trabajaremos con voleibol, espero te guste.- Asentí de nuevo. Si tan sólo supiera. Los
primeros minutos los usamos para estirar y calentar. Cuando eso ya estaba hecho la
profe hizo sonar su silbato. –Quiero al equipo uno y tres en cancha.- Gritó la profe y
mis compañeros de muy mala gana se acomodaron en sus posiciones. -¿Ya jugaste
alguna vez?-
-Sí. Era parte del equipo de mi escuela en Texas.-
-¿Cuál era tu posición?-
-Libero.-
-Estás muy alta para ser libero.- Para el promedio de estatura en
México mi metro sesenta y ocho era ser alta.
-Me encantaba trepar árboles cuando era pequeña y escapar de las
niñeras. Tengo habilidades.- Le sonreí.
-Veamos que traes. Estarás en el equipo dos, ya que Ana no vino.-
Genial, tendría que remplazar a la odiosa. –No te cohíbas.- Con una enorme sonrisa.
Esperamos a que alguno de los equipos hiciera diez puntos. Finalmente el equipo de
Liv ganó. Ahora tocaba el turno del equipo dos y el cuatro. –Ve al saque Lara.- Tomé
el balón y me acomodé para sacar; cuando comencé como izquierda tenía todo un
ritual al sacar y así lo hice, necesitaba volver a jugar. Mi concentración terminó
cuando escuché a Ofelia hablar con otra compañera.
-Me preocupa que Ana no haya venido, quizá se enfermó de
nuevo.- El simple hecho de escuchar su nombre hizo que todo lo que pasó ayer
regresara a mí y tan pronto como escuché el silbatazo levanté la pelota y con toda la
fuerza que pude estiré mi brazo para encontrarme con el balón en el aire. Sabía que
había sido un buen saque por el sonido del golpe y corroboré mis sospechas cuando
Ángel recibió el balón en el pecho, iba tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de
meter las manos. Las risas de mis compañeros no se hicieron esperar cuando cayó al
piso y se sobaba el pecho. Corrí a donde estaba él.
-Ángel, lo siento muchísimo.- Casi a la par que yo llegó la profe
Mónica.
-¿Profe?- Preguntó el afectado.
-¿Te sientes bien, Estrada?-
-Quiero estar en el equipo dos.- Todos lo que estábamos cerca
estallamos en risas de nuevo.
-Lara, ven conmigo.- Estoy en problemas. Sin decir nada la seguí y
con temor vi que nos dirigíamos a la dirección. Ella me dijo que no me cohibiera y eso
hice pero creo que fue algo excesivo. Tocó a la puerta.
-Adelante.- Escuché la voz de Norma. Pasamos e incómodamente
me quedé parada junto a la profe. -¿Qué pasa, Mónica?-
-Pasa que ya tengo a mi asistente para los entrenamientos por las
tardes.- Dijo con una enorme sonrisa. La quedé viendo incrédula.
-¿En serio?- Pregunté.
-Pregúntale al pecho de Ángel si estoy en lo correcto.- Reí.
-Podemos arreglar sus horarios, Mónica. Como bien sabes ella tiene
que trabajar para pagarse su estancia aquí.-
-Lo sé y por eso vine directamente contigo. Nunca dije que fuera a
ser gratis; puedo darle cien a la semana.-
-No...- La mujer alta levantó la mano para que dejara de hablar.
-Sí sabes hacer algo bien nunca lo hagas gratis, Lara. Y vaya que
esto se te da.- Norma se veía muy pensativa.
-De acuerdo. Hablaré con el pastor y te haré saber sus horarios, ¿te
parece?-
-Creo que al fin podremos ganar un partido.- La profe se veía
bastante entusiasmada. Regresamos al domo donde mis compañeros hacían graciosas
imitaciones de lo que había pasado minutos atrás. De nuevo me acerqué al chico de
belleza abstracta.
-Lo siento mucho, Ángel. En serio.-
-No te preocupes, el pelo en mi pecho amortiguó el golpe.- Se bajó
levantó la playera y por "pelo en pecho" se refería a cinco miserables pelos esparcido
en su pecho pero lo más notorio era la marca del balonazo. Incluso la profe Mónica
comenzó a reír. Seguimos jugando por varios minutos más, todos pidieron cambio al
equipo dos lo cual la profe rechazó. La chicharra que marcaba el receso sonó y todos
corrieron de regreso al salón.
-Nos vemos mañana, Orozco.- Gritó la mujer con cabello corto. Levanté mi pulgar
hacia ella mientras me alejaba del lugar. La plática del desayuno, de nuevo se centró
en el golpe a Ángel y sorpresivamente en la ausencia de la rubia.
-Los días sin la perdedora son tristes, no hay a quien molestar.-
Todos en la mesa aplaudieron al "graciosísimo" comentario de Liv.
-¿Por qué te cae mal?- Pregunté.
-Es estúpida, es patética, es aburrida... ¿qué más?- Preguntó a los
de la mesa.
-Es virgen.- Contestó una de las chicas menudas, no recordaba si
era Liz o Paola. Todos rieron.
-No se necesita más para odiarla.- Tomó de su jugo de naranja.
–No me digas que trabajar con su papá te ablandó el corazón.- Negué.
-Para nada. A mí tampoco me agrada.- Se acercó más a mí y me
abrazó.
-Eres perfecta para el clan.-
Recién terminaba de comer y me preparaba para irme a la iglesia a
cumplir con mi trabajo; no llevaba la mochila porque estaba segura que de nuevo no
tendría asesorías de matemáticas. Eran pasadas de las tres y media y sabía que
llegaba tarde. Corrí tan rápido como pude, con mi iPod y audífono en mano; me dije
que el baño había sido en vano porque de nuevo me encontraba sudando. Al llegar a
la iglesia el señor Cardozo estaba solemnemente para afuera.
-Vienes tarde.- No había reproche era como una observación.
-Lo sé, señor. Lo siento. Aún me estoy adaptando a hacerme mi
propia comida.-
-Me alegra saber que expandes tus habilidades.- Me entregó una
cubeta de pintura y una brocha. –Las pilastras detrás de la iglesia aún no estaba
pintadas. Pinta tanto como puedas y eres libre de irte a casa.-
-De acuerdo.- Lo sabía. No asesorías. Me puse los audífonos y me
dejé llevar por la música. Las pilastras eran las que hacían contraste con el resto de la
edificación ya que eran moradas y honestamente, se veía muy bien. Pintaba y
cantaba, de vez en cuando bailaba. Buscaba la manera de hacer un poco más
entretenido. Incluso me sentí con en "Karate Kid" y movía la brocha rítmicamente de
arriba para abajo. El sol comenzaba a ocultarse y estaba ya cansada por lo que creí
conveniente regresar mis instrumentos de trabajo adentro. El señor Cardozo leía en
una de las bancas con sus gafas de marco negro sobre su nariz. Se veía algo gracioso
con ellas puestas.
-He terminado... por hoy.- Anuncié cuando estuve más cerca de él.
-Deja las cosas aquí, dulce Lara. Yo las llevo adentro.- Asentí. -
¿Gustas quedarte a la misa?-
-No creo que se me dé estar en las misas, señor. Pero agradezco la
oferta.-
-Eres bienvenida siempre.-
-Gracias, señor. Nos vemos mañana.-
-Pasa una buena noche.- Esta vez no hubo protocolo de despedida,
simplemente salí de ahí. Al llegar a casa me metí de nuevo a la ducha ya que estaba
muy sudada, primero por haber corrido para llegar a tiempo y después por el tiempo
que pasé pintando. Era algo que odiaba y amaba de mi cuerpo. Sudaba mucho lo cual
ayudaba a perder calorías muy rápido pero, sudaba mucho por la más mínima
actividad y a veces era muy incómodo. Después de la ducha me dispuse a terminar
las tareas; ya que no había mucho por hacer no me queda de otra que hacer las
tareas. Hoy no habría paseo por el bosque o por el arroyo o por cualquier lugar que
propiciara un encuentro con la rubia. Y no creo que haya un paseo pronto.
Pasadas las nueve de la noche estaba intentando entender los
demás juegos de cartas de la computadora pero era inútil. Quizá porque jugar cartas
no era de mi total agrado pero si quería estar "entretenida" por un rato quizá lo mejor
era entenderle a esto. Estaba por comenzar una partida de "Carta Blanca" cuando
tocaron a mi puerta.
-¿Quién?-
-Norma.- ¿Se enojaría si le decía que no había nadie en casa?
–Traigo café y galletas.- Dijo cuando abrí la puerta. Le hice un gesto con la mano
para que pasara. Fui por dos tazas y las dejé en la mesa de la sala. –Lamento lo que
pasó.-
-Está bien.-
-No, no está bien. Creo que mereces el beneficio de la duda, Lara y
no me comporté correctamente contigo.-
-No fui muy amable para contestarte tampoco.-
-Tenías motivos para estar furiosa y después de lo que le hiciste a
Ángel en la clase de deportes no creo querer hacerte enojar.- Ella sonrió y yo sentí
que las mejillas me ardían.
-Fue un accidente.-
-Ya lo creo.- Sirvió café para ambas y dejó las galletas sobre la
mesa. -¿Realmente quieres ayudar a Mónica?- Preguntó después de varios minutos en
los cuales no dedicamos a comer.
-Totalmente segura. Me hacía mucho bien jugar y creo es buen
lugar para canalizar mi... energía.-
-Amén.- Ambas reímos. Se quedó pensativa un rato. -¿Qué te hizo
pegarle tan fuerte a la pelota?-
-¿Debe haber un motivo?-
-Tú misma dijiste que fue un accidente... algo te hizo sacar toda
esa fuerza. Vi el pecho de Ángel.-
-¿Te conformas si te digo que le quería pegar?-
-Creí que no mentías.-
-Quiero omitir la verdad.-
-¿Tiene que ver con una melena rubia.- Mi silencio contestó. –Lara,
¿qué pasó?-
-¿No irás corriendo con el señor Cardozo a contarle?- Me rendí.
-Claro que no. Puedes confiar en mí.-
-El domingo en el arroyo, tomé su mano y la quitó de una forma
muy horrible... ayer en el bosque intenté acercarme a ella y salió corriendo. Me
cuesta admitirlo pero me molesté mucho porque me hizo sentir mal. Como si le diera
asco.-
-Lara, no es eso.- De pronto Norma se veía... ¿triste?
-Tú sabes la verdad, ¿cierto?-
-Una parte de ella...-
-Y no me dirás nada.-
-Absolutamente nada. Sólo debes saber que es... es una buena
chica. Es muy inteligente y es muy fácil hablar con ella.-
-Creo que es odiosa, fastidiosa y una pesada.-
-Yo creí que eras una niña mimada y lo eres pero tienes ciertas
habilidades.-
-¿Lo dices por el voleibol?-
-Lo digo por todo. Tienes unos pocos días aquí y pareces estar
cooperando.-
-No tengo opción, Norma. Más que cooperando me debo adaptar.-
-Y eso no tiene nada de malo, todo lo contrario. Espero que tu
"adaptación" sea de mucha ayuda para ti.-
-Gracias. Por todo.-
-Me agradecerás mañana que vayas a misa conmigo.-
-¡¿Qué?!- Casi escupo el café, mientras la mujer de cabello castaño
reía a carcajadas.
-Sabía que pasaría algo así.-
-Tengo unas enormes ganas de insultarte.- Dije con rostro serio.
-Pero sé que no lo harás.- Me hizo un guiño y bebió de su café.
–Creo que ya es tarde y ambas necesitamos dormir.- Asentí.
-Deja las cosas, ya las levanto yo.- Sólo tomó el recipiente donde
llevó el café.
-Dulces sueños, Lara.-
-Dulces sueños a ti también.- Se acercó a mí y me dio un pequeño
abrazo. –Gracias por el beneficio de la duda.-
-Ni que lo digas. Nos vemos mañana.- Caminamos juntas a la
puerta y esperé a que entrara a su casa para entrar a la mía. Levanté y lavé los pocos
trastes que fueron usados; me desenredé el cabello y me metí a la cama. La única
conclusión que pude sacar fue que podía confiar en Norma y ella haría un esfuerzo
para confiar en mí. A partir de mañana tendría un nuevo trabajo y me serviría para
pagarme los gastos y los más importante, aparentemente hay algo que causó el
comportamiento errático de la rubia y diablos que me moría por saber que mierda le
pasó.
-Eres fastidiosa.-
-Lo sé.- Estaba por agregar algo cuando la chicharra sonó
anunciando el receso. -¿Quieres regresar allá?- Asintió. Me puse de pie rápidamente y
estuve a punto de tenderle la mano para levantarla pero de inmediato la puse detrás
de mi espalda. Afortunadamente no se dio cuenta de lo que traté hacer. Cuando
estuvo de pie frente a mí esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias.-
-De nada.- Una brillante idea vino a mí. –Levanta tu mano, como si
fueras a hacer un juramento.- Me vio confusa. –Confía en mí.-
-Pides mucho.- Sonrió.
-Fastidiosa.-
-Lo sé.- Después de unos segundos levantó la mano derecha, di un
paso para quedar un poco más cerca. Nunca rompí el contacto visual, se alteró al
verme más cerca pero ahora no se quitó. Levanté mi mano izquierda y la dejé a unos
centímetros de la de ella, a la misma altura.
-Estamos sellando el pacto de obtener por lo menos un nueve en
nuestras respectivas materias favoritas. Y la que pierda tendrá que darle algo a la
otra.-
-Eso no era parte del trato.-
-Ahora lo es, tonta.- Escuchamos las voces de Liv y el clan y ella de
inmediato dio un paso hacia atrás.
-Debo admitir, Lara que ni yo la he hecho llorar. Felicidades.- Y
quedó viendo a la rubia de una manera que me hizo sentir nauseas. No me agradaba
la rubia pero lo de Liv era excesivo.
-Aléjate de mí, Lara.- Dijo la rubia para mi sorpresa y salió
corriendo de ahí. Todos comenzaron a reír.
-Esto merece un festejo en el bosque.-
-Definitivamente.- Dije viendo como la rubia se alejaba.
El resto del día pasó extremadamente lento, evité contacto tanto
con el clan como la rubia hasta que llegó la clase de trigonometría en la cual me
obligaron a trabajar con ella. Simplemente hablamos de cosas de la clase y con algo
de molestia me di cuenta que estaba evitando el contacto visual conmigo. ¿Ahora qué
le pasó? Generalmente la rubia se quedaba al final de la clase esperando que todos
salieran, ahora entendía porque, pero esta vez fue la primera en salir corriendo de
ahí. Estaba por alcanzarla cuando Liv apareció en mi campo visual.
-¿Qué le hiciste para que llorara?-
-¿Ah?-
-¿Qué le hiciste a la monja para que llorara?-
-Nada. Es bastante sensible, no se necesita mucho.-
-Yo llevo jodiéndola desde que vino y nunca se había comportado
así. Algo debiste haber dicho o hecho.- Liv realmente estaba interesada en el tema.
-Le dije que era una tonta.-
-¿Y ya?-
-Sí.-
-¿En serio?-
-Sí, maldita sea. Sólo dije eso.- Contesté molesta.
-Alguien necesita un buen revolcón.-
-No me quieres de enemiga, Liv.- Comenzó a reír y me abrazó.
-Te quiero hacer un altar.- Su sonrisa mostraba sus níveos y
perfectos dientes. Era guapa, su cabello castaño debajo de sus hombros,
completamente liso. Poseía facciones muy finas su nariz era pequeña y derecha, boca
grande con una espléndida sonrisa y ojos azules. Atractiva pero con una necesidad de
estar fastidiando a la gente. Porque lo poco que conocía fastidiaba a todos pero
centraba su atención en la rubia.
Terminé faltando quince minutos para las cinco y me detuve porque me quedé sin
pintura. Di unos pasos hacia atrás y me di cuenta que unas partes estaban más
pintadas que otras; había hecho mal mi trabajo y esto me hizo enojarme aún más.
Había desperdiciado pintura, no avancé mucho y debía pedir una disculpa con el señor
Cardozo. Bufando entré a la iglesia para dejar las cosas en su lugar y largarme a la
escuela. La rubia se encontraba leyendo en una de las bancas.
-¿Dónde puedo dejar esto?- Hasta yo me sorprendí de lo enojada
que me escuchaba.
-Em... este... déjalas aquí.- Me veía con algo de temor.
Prácticamente dejé caer el bote y eché dentro la brocha. Sin más me di la vuelta y
corrí a la escuela, no quería llegar tarde. Cuando llegué al lugar Mónica ponía la red.
Vestía unos shorts negros y una playera igualmente negra. Debía estar asándose con
el terrible calor.
-Hola, Lara.-
-Hola.-
-¿Mal día?-
-Un poco.-
-Bueno, nada que una buena dosis de voli no arregle.- Me sonrió y
yo simplemente asentí. Ayudé a terminar de poner la red y la ayudé yendo por los
balones a una bodega dentro de la escuela. Cuando regresé había unas diez chicas
esperando en la cancha, entre ellas Ofelia y Paola. Dejé la bolsa con los balones cerca
de Mónica, quien hizo sonar su silbato. –Hola, niñas. Hoy se integra a los
entrenamientos Lara y sé que nos será de mucha ayuda porque ha tenido experiencia
jugando y es muy buena.-
-Ángel lo puede corroborar.- Dijo Paola, y dos chicas de mi salón,
Mónica y yo nos largamos a reír.
-Lara, estiramiento y calentamiento.- Me indicó. Asentí.
-En círculo, por favor.- Esto era nato para mí. Aquí estaba en mi
zona de confort, aquí nada ni nadie me molestaba, aquí era yo misma. –Comenzamos
con cuello. Contamos hasta ocho.- Mostré lo que debíamos hacer. –No las escucho,
chicas.- "La actitud y las ganas se muestran desde el calentamiento en cada
entrenamiento" era el mantra de mi coach en Texas. Y vaya que teníamos un buen
grupo, una buena base de jugadoras y un buen ambiente de entrenamiento. Éramos
una familia. Y la decepción de la coach al sacarme del equipo fue lo que más me
dolió; ella confiaba en mí y yo la defraudé. Y ahora, de nuevo, me encuentro con una
mujer que no quiere más que ayudarme. No cometeré el mismo error dos veces.
Cuando el calentamiento terminó tenía la playera algo sudada y vi
que muchas de mis compañeras se veían algo fatigadas. Esto apenas era el comienzo.
Busqué a Mónica para decirle que ya estábamos listas y la encontré poniendo uno
conos en la línea de base de la cancha. Me acerqué a ella.
-Terminamos.-
-Bien.- Dijo con una sonrisa. –Chicas para acá.- Las chicas se
acercaron con unas ganas que... me hicieron bostezar. Tenemos que trabajar en la
actitud y mucho. –Laterales, de aquí a acá.- Señaló a los conos. –Después al frente y
recepción dirigida.- Las chicas se veían entre ellas. –Lara.- Hice lo que indicó sin
ningún problema. Di pasos laterales de cono a cono y rápidamente corrí al frente para
esperar el balón que Mónica lanzó el cual regresé de nuevo a ella con la recepción. -
¿Ven? Fácil.- Dijo muy alegre. La mayoría de mis compañeras me veían como si
quisieran atravesarme con la vista.
Y la parte física del entrenamiento concluyó con malas caras hacia
mí y unas sonrisas simpáticas por parte de Ofelia. Estaba acostumbrada a los malos
gestos y ellas tendrían que acostumbrarse a verme constantemente. Mónica armó dos
equipos; ¡sí! Partido. Mónica quedó en un equipo con Paola y una chica bajita de ojos
rasgados que voleaba muy bien, Belém, si no mal recuerdo; ella sería una buena
acomodadora. En mi equipo quedó Ofelia y otras chicas que no estaban tan mal pero
podrían estar mejor. Y con el entrenamiento lo lograríamos.
Una semana había pasado desde que estaba aquí; hoy, preciado viernes de nuevo las
aves me cantaban mucho antes de la hora para despertarme. No, definitivamente no
me acostumbraría a ellas, al menos no por ahora. A final de cuentas estos
amaneceres tan temprano me ayudaban a practicar mis habilidades culinarias. Logré
hacer unos huevos estrellados sin salpicarme el aceite... al menos no tanto como la
primera vez. Al menos a estas alturas ya no moriría de hambre. A la hora
acostumbrada esperaba por Norma en un punto intermedio entre nuestros hogares.
-Buenos días, Lara.-
-Buen día, Norma.-
-¿Las aves?- Asentí.- Poco a poco, señorita.- Le sonreí
ampliamente. -¿Qué tal tu noche?-
-Ángel es muy gracioso, nos entretuvo un gran rato. Si te refieres
al alcohol no fue mucho apenas y me tomé un par cervezas.-
-No, para nada, Lara. No te preguntaba por lo que hiciste.
Simplemente quiero hacerte plática y saber si te divertiste.-
-Aprecio mucho eso, sí lo hice. Hasta...- La rubia vino a mi mente. -
¿Por qué Ana no soporta que la toquen?- La mujer parecía que se ahogaba con el
viento.
-¿Cómo sabes?-
-Ella me dijo.-
-Es algo que ella debe decirte.-
-¿Entonces sí sabes?- Asintió. -¿Es malo?- Después de unos
segundos volvió a asentir.
-¿Ella te dijo?-
-Sí. Ayer salió como loca de la clase de la profe Jaqueline y la
seguí.-
-¿Y sólo eso?-
-Pasaron algunas cosas... No la entiendo. Creí que habíamos
avanzado algo y de la nada de nuevo me pidió que me alejara.-
-Ana ha pasado por muchas cosas.- Volteó a verme. -Sigo creyendo
que sólo se dieron la impresión equivocada. Yo sé que van a congeniar muy bien.-
Comencé a reír.
-Yo un desastre y ella la hija del pastor. La combinación perfecta.-
Dije sarcásticamente.
-Hay opuestos que funcionan muy bien.-
-¿Has funcionado tú con algún opuesto?-
-Mi hermana.-
-Es tu familia. Prácticamente estás obligada a que te agrade.-
-Sabes tan bien como yo que no es cierto.- La bruja vino a mi
mente.
-Aparte de tu risueña hermana.- Norma rió.
-Sí pero es muy temprano para hablar de eso.- No sé si se refería a
la hora del día o nuestra relación que apenas se formaba.
-Lo siento.-
-Está bien. Es sólo que esta charla debe estar acompañada de café
y galletas y muchos pañuelos.-
-De acuerdo.-
-Entonces, Ana abrió su corazón contigo.-
-No creo que haya sido así, fue más como "te lo digo para que
dejes de joder".- Norma reía. Un poco de esa alegría no le caería nada mal a su
hermana.
-Te equivocas por completo, si ella te dice algo es porque confía en
ti. Es una persona muy reservada; como ya te habrás dado cuenta. Sólo abre tu
mente, Lara.-
-No esperes mucho, Norma. No esperes mucho.- Llegamos a clase
y para mi fortuna me tocaba una hora de matemáticas por lo que, si la rubia aparecía
tendría que trabajar con ella. Como se comenzaba a hacer costumbre me despedí
formalmente de Norma y me dirigí al salón que me correspondía. Estaba
completamente vacío. Me senté, me puse los audífonos y me dediqué a escuchar
música en lo que la clase comenzaba, aún faltaba más de media hora. Cerré los ojos
y me dejé llevar por la música. Estaba a punto de quedarme dormida cuando alguien
me quitó uno de los audífonos.
-Pero que...-
-Lenguaje.- Una sonriente rubia me veía divertida.
-Veo que vuelves a ser un dolor de culo.- Le dije también con una
sonrisa. –Lo que escuchaste ayer, yo...-
-No quiero saber de eso. Escuché lo suficiente.-
-Quiero que sepas que yo no tengo nada en contra tuya... bueno,
no me agradas mucho pero eso no implica que me des asco o algo así. Para nada.-
-Lo sé, Lara.- Nos quedamos viendo unos instantes, nadie decía
nada. –Gracias por lo que hiciste ayer.-
-Gracias por rescatar mi iPod.-
-¿Puedo decirte algo?- Asentí.
-Intenté escuchar lo que tenías pero la contraseña no lo permitió.-
Sonreí. Me quité los audífonos y se los di. –No, tú estás escuchando.-
-Estaba hasta que una odiosa rubia me interrumpió.- Me sonrió
cómplice. –No creo que sea tu estilo pero tómalo, por favor.- Muy tímidamente puso
su mano derecha debajo de la mía y dejé caer el aparato.- La contraseña mil
novecientos noventa y nueve.-
-¿En serio?-
-En serio. Mi año de nacimiento.-
-¿Cuándo cumples años?-
-Pronto.-
-¿Cuándo es pronto?-
-Muy pronto.-
-Lara, deja de ser fastidiosa y dime cuando cumples años.-
-¿Cuándo cumples tú?-
-El veinte de junio.- Me sonrió. -¿Ves? Es fácil decirlo. ¿Cuándo
cumples años?-
-Pronto.-
-¡Lara!-
-¿Para qué quieres saberlo?, ¿me vas a hornear un pastel?-
-Puede ser.-
-Que no sea de chocolate.-
-¿No te gusta el chocolate?-
-No mucho.-
-Está bien, no será de chocolate.-
-Veintisiete de abril.- Comenzó a aplaudir con entusiasmo. –De
verdad que eres muy tonta.- Segundos después la profesora García entro.
-¿Cómo está mi dúo dinámico?-
-Pudiera estar en mejor compañía.- La rubia me quedó viendo
molesta pero de inmediato sonrió.
-Tomaré eso como un "muy bien".- Faltaban algunos minutos para
que la clase comenzara; la rubia se sentó a lado de mí y se puso los audífonos y yo
saqué una de mis libretas para hacer garabatos en ella. Poco a poco la clase se fue
llenando y justo las ocho la chicharra sonó.
-Tengo algunas preguntas para ti.- Dijo la rubia pero con una
sonrisa juguetona.
-Adelante.-
-Después de clase.- Tal cual pasó las clases anteriores trabajé con
la rubia y definitivamente hacíamos buen equipo. Ayudaba tanto como podía pero las
habilidades de Ana me superaban y mucho. Por lo que debía hacer todo por prestar
atención y poder ganar la apuesta.
La clase terminó entre risas ya que Liz se cayó en su intento de ir a
tirar basura, su pie se trabó y cayó graciosamente en los pies de la profe, incluso ella
no pudo aguantar la risa. Con dolor de estómago salí de la clase y esperé en la puerta
hasta que la rubia salió.
-¿Cuáles son tus preguntas?-
-¿Por qué tienes una canción que se llama "Te Quiero Puta"?-
Comencé a reír de nuevo. Me tuve que poner en cuclillas porque el dolor de estómago
era mucho. –Sólo vi el nombre de la canción, no me atreví a escucharla.- Reí más
fuerte aún. Me tomó algunos minutos poder controlarme.
-Choqué los autos de mis padres, me metieron a la cárcel unas horas por conducir
ebria y por último incendié mi habitación.- Ana le largó a reír.
-¿En serio?- Asentí. -¿Cómo quemas una habitación?-
-Con fuego, tonta.-
-Eso ya lo sé, genio. Me refiero a cómo lo haces.-
-Regina, una estúpida amiga se quedó durmiendo con un cigarro en
la mano y quemó la alfombra, que en cuestión de segundos comenzó a arder. Un
poco de tequila regado por ahí hizo el resto.- La rubia sonreía. –Cuando quisimos
echarle agua al desastre mi cama ya se estaba quemando. Dos semanas después
aparecí aquí.-
-Eres un estuche de monerías, Lara.- Le sonreí. -¿Eras feliz? Digo,
suena a que eras muy popular y tenías muchas amistades.-
-No, no lo era. No lo soy, Ana.- Tomé un largo respiro. –Les
gustaba estar conmigo por lo que implicaba eso; tener dinero, fiestas, alcohol y
desmadre. Creo que el que me corrieran del equipo de voli del colegio debía ser una
llamada de atención pero no fue así.-
-Realmente te gusta eso, ¿cierto?-
-Me sentía importante ahí... pertenecía a un lugar.-
-Eres importante, Lara. Para Dios eres fundamental en esta tierra.-
-Me hubiese gustado ser importante para alguien más que Dios,
quizá mis padres...-
-Ellos te quieren, Lara.-
-No hables de lo que no sabes. Amo a mi padre pero la bruja no
sabe el significado de la palabra "mamá".-
-Lo siento.-
-No es tu culpa.-
-Aun así lo siento.- Pasamos varios minutos hablando de temas de
la escuela; el tema personal se dejó completamente de lado. Estaba segura que
cuando ella estuviera lista me diría más sobre su pequeño secreto. Con gran placer
me di cuenta que es una agradable persona que muchas veces resulta ser muy
fastidiosa. Cerca de medio día caminamos de regreso a la iglesia; más bien
regresamos por insistencia mía ya que moría de hambre.
-Vas a cocinar.-
-Estás loca si crees que te voy a alimentar, Lara.- Refunfuñaba
mientras caminábamos.
-Te veo más tarde.- Cambié de dirección.
-¿A dónde vas?-
-A casa a comer.-
-Te vas a perder.-
-No soy tan tonta.-
-Está bien. Te alimentaré pero no esperes mucho.-
-Lo que sea pero que sea comida... y pronto.-
-Eres una exagerada.-
-Mira quien habla.-
-Fastidiosa.-
-Tonta.- Llegamos a la iglesia entre bromas. La rubia se ofreció
amablemente a llevar mi mochila ya que yo había llevado la de ella hasta el bosque.
Obviamente acepté. Todo por la comodidad. –Al menos sirves de cargadora.-
-Cállate, Lara.-
-Uy, que boquita, majestad.- Y luego pasó lo impensable, la rubia
arrojó al piso mi mochila. –Ana, levanta mi mochila.-
-¿O qué?- La pateó un poco más lejos. Mi súper idea era hacerle
cosquillas pero luego recordé el pequeño detalle de que no le gusta ser tocada. Me
quedé congelada en mi lugar por unos segundos. Ella captó que lo que quería hacer
implicaba contacto físico. –Lo siento.-
-Buenas noches, majestad.- Después de todo quizá las cosas funcionen; tal como lo
dijo Norma.
La semana pasó demasiado lenta, aunque afortunadamente era la
última antes de las vacaciones de Semana Santa y no podía estar más feliz. Regresé
a mi trabajo a la iglesia, los entrenamientos con Mónica iban más que bien, al menos
las del equipo ya me aceptaban o lo intentaban. La escuela todavía me daba algo de
lata pero nada del otro mundo. Las salidas con el clan eran frecuentes y encontré un
forma de proteger a Ana; haciéndome su bully. Era la única forma, incluso Liv le bajó
a su intensidad al ver la forma en como la trataba; sin embargo esto me trajo como
consecuencia echarme de enemiga Ofelia quién según sus palabras "me tenía en otro
concepto", poco sabía que todo era por la rubia.
Por fin el anhelado viernes llegó; para muchos sería el tiempo
perfecto para descansar, para mí sería el tiempo de trabajar y ponerme al corriente
con la mayoría de mis materias. Salíamos de clase para ir al receso, todos se veían
inusualmente felices supongo que son las vacaciones. Supongo que Ana no comió en
casa porque fue la primera en salir y efectivamente estaba casi al frente en la fila
para las deliciosas tortas. Liv y Ángel se secreteaban algo y veían atentamente a la
rubia; esto no era bueno. Discretamente me mantuve cerca de Ángel quien cada vez
más se acercaba a su objetivo. Desafortunadamente Ofelia encontró este como el
momento perfecto para reclamarme un comentario hacia la rubia en Ética esta
mañana.
-Déjala en paz, Lara.-
-Lo que digas.- Veía a Ana pero no veía a Ángel.
-Lara, es en serio. Ella no te ha hecho nada...- Entonces vi al chico
y sus intenciones era claras, abrazar a Ana, ¿por qué demonios haría eso? Estaba a
unos metros de mí pero Ofelia me bloqueaba. -¿Me estás escuchando?-
-No. Ofelia, no te metas en lo que no sabes...- Y pasó, el chico pasó
su mano sobre los hombros de Ana y la atrajo hacia ella, claramente vi como la rubia
se tensó y dejó caer lo que traía en las manos. -¡Mierda!-
-¡Oye!- Empujé a Ofelia y corrí a donde estaba la aterrada rubia.
-¿Qué mierda te pasa?- Ángel se asustó al escuchar mi voz que
salió más enojada de lo que deseaba. –Te va a pasar las pulgas, suéltala.- Todos
comenzaron a reír. Ni siquiera me atreví a ver a la rubia... no podría. Ahora ya era
consciente de lo mal que la ponía el contacto con otra persona. Era mucho. Abracé a
Ángel y lo alejé de ella. –Vamos a desinfectarte, amigo.- Al llegar con Liv ésta me
recibió con aplausos.
-Lo dije, eres más que perfecta para el clan.- Le sonreí tanto como
pude mientras veía a la rubia huir del lugar; sabía perfectamente a donde iba.
-Dejé mi puta mochila en Ética.- Necesitaba una excusa para
librarme de ellos y ciertamente había dejado mi mochila en el salón.
-Tantas tutorías con la rubia te tienen toda estúpida igual que ella.-
-No es para tanto.- De nuevo las risas. Salí rumbo al salón de Ética,
tomé mi mochila y corrí al escondite de la rubia. –Ana.- Supongo que al escuchar
pasos contuvo la respiración pero al escuchar mi voz lo dejó salir todo. Lloraba
desconsolada y eso me partía en mil pedazos. Me arrodillé frente a ella como la
primera vez que la vi llorar y me quedé ahí sin hacer nada. –Lo lamento. Quería
impedirlo pero Ofelia se puso en mi camino.- Negó con la cabeza y siguió llorando. Me
desesperaba verla así y no poder hacer nada. Con mucho cuidado tomé su mano, al
principio se asustó pero no hizo por zafarse; lentamente la coloqué sobre mi pecho.
–Siente y trata de respirar a este ritmo.- Hice mis respiraciones más marcadas para
que ella las siguiera.
-No puedo.- No quitó su mano. La solté y jugué con su cabello.
-Eres la rubia tonta, todo lo puedes. Vamos, Ana.- Luchó y luchó
contra sus sollozos pero lo logró. -Por supuesto que puedes.- Levantó su vista hacia
mí y casi me echó a llorar al ver el terror en sus ojos. –Te prometo que no dejaré que
lo vuelva a hacer.-
-Gracias.-
-Esta es una pregunta estúpida pero, ¿estás bien?-
-Ahora lo estoy.- Le sonreí. –Gracias, Lara.-
-No tienes que agradecer. Recuerda que sigues siendo detestable.-
Soltó una carcajada.
-Cierto, lo olvidaba. Esto es servicio social.- No quitaba su mano de
mi pecho y yo no dejaba de jugar con su cabello. Nunca fui una persona afectiva pero
tenía unas enormes ganas de abrazarla y decirle que todo estaría bien aun así sabía
que era un límite que no podía cruzar y hacerlo quebraría la poca confianza que tenía
con la rubia. Eso no impidió que un impulso me ganara; me incliné y dejé un suave
beso en su dorada cabellera. Regresé a mi posición original y su mirada se había
suavizado bastante.
-Defiéndete, por favor.- Fijé mi vista en el piso.- Me duele más a mí
decirte esas cosas...- Quitó su mano y yo dejé de jugar con su cabello.
-Sé que no las dices en serio.-
-¿Segura?- Me dio un golpe en el hombro. –Tranquila, majestad.-
Ambas sonreíamos. –En serio, Ana. Debes detener esto.-
-Nada la va a detener. Desearía saber que le hice para que me trate
así.-
-Yo creo que te tiene envidia.- Dije seria.
-¿A mí? No me hagas reír, ella es preciosa, tiene a todos a sus pies
y hace lo que se le pega su gana, ¿qué puede envidiarme a mí?-
-Tu inteligencia, tu bondad, tu nobleza, lo fastidiosa que eres...
Ana, tú también eres preciosa.- Agachó la cabeza pero pude ver como sus mejillas se
teñían de rojo. –No me digas que no sabes eso.- Negó con la cabeza y yo comencé a
reír.
-No me mientas.- Dijo triste.
-No me rio porque te esté mintiendo, me rio porque... porque es
tonto que no lo veas. Realmente eres bonita.-
-Basta, Lara.- Se veía muy adorable sonrojada. ¿Adorable?- Aunque
soy fea a lado tuyo.-
-Por supuesto, todas son feas a mi lado.- Ana simplemente me
quedó viendo creyendo que lo había dicho en serio, no me quedó de otra más que
reír. –Eres demasiado ingenua o ¿me crees tan superficial?-
-Tengo derecho a guardar silencio.-
-Tonta.-
-Fastidiosa.- Justo en ese momento tocó la chicharra para entrar de
nuevo a las últimas clases en las próximas dos semanas. –Ve a clases, Lara.-
-¿Y tú?-
-Me voy a casa.-
-¿Por qué?-
-Porque no quiero que me vean así.-
-¿Y prefieres darles el gusto de irte? De ninguna manera, vamos a
clases. Muéstrales que eres mejor que ellos... Mejor dicho sigue mostrándoles que
eres mejor que ellos, Ana.- Meditó un momento y asintió.
-Esa es la actitud, tonta.-
-Será mejor que te adelantes.-
-No, entraremos juntas. Tiene lógica que yo vaya tras de ti
molestándote y tú adelante llorando como Magdalena.-
-Está bien.-
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-No digo nada de eso en serio.-
-Lo sé, Lara. Lo haces para...-
-Servicio Social.-
-Correcto. Vamos.- Llegamos a la clase de Orientación Educativa;
afortunadamente la profe Omara no había llegado, me senté casi detrás de ella.
-Sólo quiero decir que ese "sí confío" es lo único que me interesa. Los demás, con
todo respeto, se pueden joder.- El clan comenzó a reír y sorpresivamente también
Ana.
-A eso me refiero con lo que proyectamos, Lara. ¿Por qué tu
negativa?-
-No es una negativa, Omara. Sé que soy un dolor de culo y
honestamente sólo me importa lo que piense la gente importante para mí.-
-Interesante opinión, Lara. ¿Alguien más quiere compartir?- No
escuché el resto de la retroalimentación porque me quedé pensando en mi propia
respuesta. "Gente importante", ¿la rubia era importante para mí? Digo, quiero
protegerla pero, ¿eso significa que es importante para mí? La respuesta aparecía en
mi mente con letra Arial doscientos y en negritas: ¡SÍ! –Lara, necesito hablar
contigo.- Cuando regresé a la realidad la mayoría de mis compañeros salían de la
clase. Asentí. Esperó a que todos salieran y se sentó a mi lado. –¿Confías en mí?-
Asentí. -¿Entonces serás honesta conmigo?-
-Lo intentaré.-
-¿Qué pasa con Ana?-
-¿Qué pasa de qué?-
-Vi el episodio en la cafetería pero también vi como ella te tocó.-
-¿Sabes de su aversión?-
-Claro, todos los profesores lo sabemos. Lo interesante es cómo lo
sabes tú. Hasta donde sé sólo Ofelia sabe de esto. De nuevo, ¿qué pasa?-
-Honestamente, ni yo sé. No sé en qué momento ella se sintió en
confianza para decírmelo y no sé en qué momento me dije a mí misma que la
protegería de Liv- Tomé un largo respiro. -¿Has escuchado lo que Liv le dice?-
-Olivia puede ser muy cruel.-
-¿Por qué no le hacen algo?-
-¿Expulsarla? Estoy segura que le haríamos un favor.-
-Y Ana no se defiende.-
-No está en su naturaleza. Ella cree en que Olivia debe dejar salir
su ira.-
-¿Usándola como bolsa de golpeo? No sé si aplaudirle o darle una
bofetada.-
-Eres todo un caso, Lara.-
-¿Gracias?- Sonrió.
-La chica mala que no es tan mala.- La quedé viendo extrañada...
esperando más. -Me has contestado más de lo que pedí.-
-¿A qué te refieres?-
-Lo haces para protegerla... Eso es muy noble, Lara.- Ni siquiera
era una pregunta, lo afirmaba.
-Puede ser...-
-¿Te avergüenza?-
-No, es sólo que... Nadie puede saber de esto, por favor. Es la única
manera...- Puso su mano a la altura de mi boca.
-No te aflijas; esto queda entre nosotras.- Me sonrió. –Ve a tu
siguiente clase.- Más que feliz fui a mi clase siguiente, Educación Física. Este mes y el
próximo sería de voleibol por lo que debía aprovechar al máximo. Cuando llegué a la
clase los equipos ya estaban formados y los primeros dos ya estaban jugando.
-Lara, qué gusto verte.-
-Lo siento, profe. Me quedé un momento con Omara.-
-Estarás en el equipo dos con Ana, Ofelia, Pao, Adán y Elías. Por
favor, no mates nadie hoy.- Le sonreí.
-No se preocupe, no mataré a nadie.- Ganó el equipo de Ángel,
quién de rodillas me pidió que no lo golpeara de nuevo. Sacaba por abajo y evité
pegar fuerte. Sin embargo Ángel buscaba golpear a la rubia de cualquier manera.
Casi lloré de alegría al escuchar la chicharra que anunciaba el final de las clases y el
inicio de vacaciones. Necesitaba tanto tiempo libre como fuese posible. Tenía que
ponerme al corriente con la mayoría de las materias; por lo que los profesores vieron
este "descanso" como el idóneo para mí. Como siempre esperé a Norma pero ahora lo
hice dentro de la escuela, la cual, creo que en cuestión de segundos, quedó
completamente vacía. Sabía que eran los días de más trabajo para Norma por lo que
me dispuse a descansar los ojos un rato.
-¿Cómo estás?-
-Con los ojos cerrados.- El olor a manzanas inundó mis fosas
nasales. -¿No deberías estar en casa?-
-Papá de nuevo fue al otro pueblo y quería ver cómo estabas.- Abrí
los ojos y la vi muy preocupada.
-Ana, esto no es nada. Me han golpeado peor, no te preocupes.-
-Lo lamento. No fue a...-
-No fue intencional, lo sé. Vi todo de frente, rubia. Quizá se hinche
un poco pero hasta ahí. Si hubiese sido a propósito me hubieras sacado un ojo.-
Sonrió.
-Quizá.- No me había dado cuenta de los lindos hoyuelos que se le
formaban cuando reía. -¿Te han golpeado peor?-
-Tú no tienes nada de fuerza, rubia. Y de verdad que lo agradezco.
Cuando entré al equipo de la prepa como "novatada" me dieron de balonazos todas
las integrantes del equipo.-
-¿Cuántas eran?-
-Quince.- Sonreí. –Con esto me enseñaron que los golpes en casa
te preparaban para los golpes de afuera.-
-Qué extraña frase.-
-Lo sé. Suena a violencia doméstica pero en la filosofía de allá.- Me
quedó viendo por un momento antes de bajar la vista. -¿Qué pasa?-
-Me preguntaba sí... Quiero saber si tú puedes...-
-¿Ana?-
-Si puedes prestarme tu iPod un rato más.- ¿A dónde creía mi
mente que iba eso? No quiero saber la respuesta.
-Claro, tenlo en tiempo que quieras.-
-La mayoría de tus canciones están en inglés y canta gente con
voces de monstruos.-
-Guturales, tonta.-
-Eso. Aun así hay algunas que me gustan.-
-Bueno, debemos aprovechar eso para que practiques tu horrible
pronunciación en inglés.-
-¿Horrible?-
-Espantosa.- Comencé a reír.
-¿Por qué eres tan fastidiosa?-
-¿Por qué eres tan tonta?- Ambas reímos.
-Debo confesarte que escuché la canción por la que te pregunté.-
La sonora carcajada que solté retumbó por toda la escuela. –No es muy agradable.-
-El título lo dice todo, tonta.- Seguía riendo. –No puedo creer que lo
hayas hecho.-
-Y nunca la volveré a escuchar.-
-Ya lo creo.-
-¿Debería pedir un deseo? Están compartiendo tiempo, chicas.- Dijo
Norma saliendo de su oficina.
-Es Servicio Social. Ya sabe es la nueva y debemos ser amables.-
-Gracias por tu amabilidad en Educación Física, rubia.-
-De nada.- Dijo sonriente. –Hasta luego, profe.- Se dirigió
sonriente a Norma. –Hasta luego, Lara.-
-Piérdete, tonta.-
-Lara.- Me reprendió Norma.
-Me dio un balonazo en la cara.- Me quejaba mientras la rubia se
alejaba de nosotros.
-Y estoy segura que con gusto recibes otro más si eso hace que
Torres esté lejos de ella.-
-¿De qué hablas?-
-Sé lo que estás haciendo, Lara. Y debo decir que es lo menos que
espero de ti; eres muy noble.-
-¿Tú también con eso?- ¿Tan obvio era? Quizá para ellos sí pero la
cara de odio de mis compañeros decía lo contrario.
-¿Yo también?-
-Omara me dijo lo mismo hace rato en clase. Se dio cuenta.-
-¿De qué se dio cuenta?-
-¿De qué hablas, Norma?- Comenzó a reír. –Muy graciosa,
directora.- Respiré profundamente. –Sólo te pido de favor que seas considerada
conmigo cuando golpee a Liv, porque sé que pasará.-
-Se supone que te debe caer mal y no deberías protegerla.-
-¿Quieres que la odie?-
-No, pero parecías tan convencida de querer odiarla que te salió el
tiro por la culata.-
-Tú tienes parte de culpa en eso.-
-¿Yo?, ¿yo que hice?-
-No lo que hiciste, lo que dijiste o mejor dicho lo que no dijiste,
Norma. Ya pasó por suficiente como para que Liv le haga la vida imposible aquí.-
-Cuales sean tus argumentos no quita que sea algo lindo, Lara. Yo
sé muy bien que eres una buena chica.-
-Sólo quiero aligerarle la carga.-
-Y yo sé que lo haces y lo harás eso no te exculpa de lo que
"pasará" con Olivia. Si la golpeas habrá consecuencias y lo sabes muy bien.-
-Bueno, espero no tener que llegar a esos extremos.-
-Yo también, pequeña Lara.- Le sonreí y salimos de la escuela.
Norma, de nuevo me invitó a comer pero me dijo que tendría que lidiar con su
hermana. Accedí. ¿Quién deja pasar un rato de diversión? Media hora después de
nuestra llegada la sonriente mujer apareció.
-Espero no esté la mocosa aquí.- Levanté la mano.
-Mala suerte, bibliotecaria.-
-Oh, qué alegría verte aquí.-
-Lo puedo notar en tus suaves facciones.- Me mostró el dedo de en
medio y recibió un golpe por parte de Norma.
-Compórtate.-
-Obedece y quizá te den de comer.- Ahora mostró sus dos dedos
medios; Norma y yo reímos.
-A partir de ahora estás por tu cuenta, Lara. Yo no me meto en este
lío.- Dijo Norma divertida.
-No te preocupes, muerde pero no tiene rabia.-
-Basta de tonteras, vine a comer.- Ingrid se sentó. –Norma, espero
tengas baberos.- La comida pasó entre sagaces comentarios entre la agria mujer y yo
y la que salió ganando fue Norma que lloró de tanta risa. A eso de las cuatro me fui a
casa para prepararme para el último entrenamiento de la semana. Me decidí por unos
shorts y una playera sin mangas. Media hora antes de la hora pactada ya me
encontraba en la cancha poniendo la red y sacando balones y conos para el
entrenamiento. Mi trabajo en la iglesia no me tomó más de una hora y quise
aprovechar el tiempo.
-Me ganaste.- Volteé a ver a una sonriente Mónica.
-Tenía algo de tiempo.-
-Ese ojo se ve muy bien.-
-Claro que ella no estará en eso, al menos por ahora. Ve.- Hizo sonar su silbato y dio
las instrucciones a mis compañeras. Las primeras en recibir fueron Belém y Pao.
Tomé el balón y mi saque fue directamente a Paola; ni siquiera movió las manos.
-Si pueden controlar los enclenques saques de Lara pueden con
todo, niñas.-
-¿Enclenques?- Me pregunté a mí misma.
-Débiles.- Dijo Ana que estaba pasándome los balones.
-Como tú.-
-Díselo a tu ojo.-
-Chistosa.- Una por una mis compañeras fueron pasando, después
de unas cuantas rondas Belém estaba acomodando y Bety fue al saque. A pesar de
que sus saques no iban tan fuertes la forma en como le pegaba así que el balón se
moviera un poco en el aire haciéndolo un poco difícil de controlar. Muchísimos
minutos después Mónica nos dio un tiempo para tomar agua el cual usé para
acercarme a Ana. Tomé un balón y la llevé dentro de la cancha.
-Recibir es básico, como ya te habrás dado cuenta. Sin una buena
recepción no hay jugada. Todo está en que aprendas a usar adecuadamente tus
manos y brazos y no mates a nadie.- Asintió. –Bien. Te lanzaré el balón y lo recibes
como tú creas, ¿ok?-
-Bien.- Antes de lanzar el balón ya tenía lo dedos entrelazados y
tenía cara de que le lanzaría una bomba. Sonreí.
-Primero, suelta los dedos. Pon tu mano el dorso de tu mano sobre
la palma de la otra... Así.- Puse el balón entre mis rodillas y le mostré. –De esta
manera estás preparada a volear en caso de que el balón no venga apto para un
golpe.-
-¿Así?-Ana mostró sus manos.
-Muy bien.- Tomé de nuevo el balón. -¿Lista?- Asintió. Lancé el
balón y la lanzó hacia atrás.
-Lo siento.-
-No te disculpes, tonta. Estás aprendiendo. El truco está en el
movimiento de piernas, no en el de los brazos.- Fui por el balón y se lo di. –Lánzala
hacia mí.- Me vio un poco dudosa. –No me vas a matar. Lánzala suave y hacia
arriba.- Lo hizo y dirigí la recepción a ella. -¿Ves? Todo está en las piernas, los brazos
están firmes para que la bola pegué ahí. Es fácil. Vamos de nuevo.-
Mónica me excluyó del entrenamiento para dejarme de entrenadora
personal de la rubia. Al parecer le gustó mi iniciativa de ayudarla y vio lo "confiada"
que se veía conmigo por lo que me dejó a cargo de ella. Ana mostró una vez más su
facilidad para seguir instrucciones pero esto no sólo era teórico sino practico por lo
que le tomaría un tiempo.
Me despedía de Mónica después de haber terminado y guardado
todas las cosas en la bodega y después de recibir los primeros frutos de mi trabajo,
cien gloriosos pesos. A pesar de nunca haberme faltado lo material o dinero en mis
bolsillos el ganar mi propio dinero era sensación maravillosa. Mi esfuerzo y dedicación
se veían recompensados después de un tiempo. Ahora, en menor medida, sentía lo
que papá cuando la cadena de hoteles comenzó a funcionar. Quedamos con las chicas
y Mónica que la primera semana sería de descanso y que nos veríamos hasta la
segunda semana de vacaciones; claro, las que así lo desearan. Abracé a la mujer de
cabello corto y comencé mi camino en dirección opuesta a la de ella.
-Tardan mucho.-
-¡Mierda!- Vi a la rubia salir detrás de un árbol. –En serio, Ana.
¿Cuál es tu pinche problema?-
-Lenguaje, Lara.-
-Dije pinche en lugar de puto.- Sonrió.
-Vaya cambio.-
-Creí que ya estabas en casa.-
-Quise esperarte... ya sabes te puedes perder.-
-Gracias por tu amabilidad pero la tonta eres tú.- Se quedó en
silencio un momento. -¿Ana?- No respondía. –Ana es una broma.- Se paró en seco y
se dirigió a mí.
-Deja de molestarme.-
-Ana, yo no...-
-Me refiero a la escuela.- Suspiró. –No me gusta la forma en como
te ven, Lara. Y Ofelia... ella dice cosas muy feas de ti, no me gusta.- Se veía muy
estresada por esto.
-Ana, no podría importarme menos lo que piensen o como me ven.-
-Pero yo estoy causando esto.-
-Porque yo así lo quiero, Ana. Es mi manera de...-
-Servicio Social.- Dijo triste.
-No, es mi manera de protegerte. Ya que tú eres incapaz de
hacerlo. Ellos si quieren pueden golpearme pero yo no soporto que dejes que te digan
lo que te dicen. No puedo, Ana.-
-No me molesta.-
-¿Otra vez con esa mierda? Sabes muy bien que es mentira. Si lo
que dices es verdad sabrías lo preciosa e inteligente que eres... sabrías que eres
mucho mejor que ellos.- Agachó la cabeza. -¿Qué es lo peor que pasaría si te
defiendes?-
-Muchas cosas malas.- El terror en su voz. Hubiera preferido mil
veces que me arrancaran el corazón y no escuchar esto. Hizo un intento por caminar.
-No huyas, Anita, por favor.- Poco a poco levantó la cabeza; aún
con la escasa luz veía sus ojos llorosos. –Yo no sé qué pasó contigo pero yo... yo
quiero... quiero que hagas algo, maldición. Es muy frustrante. ¿Por qué conmigo sí y
con ellos no?-
-Ellos no son especiales.-
-Ana, lo único especial que tengo es la facilidad que tengo para
hacer un desmadre todo en un rato.-
-No. Eso no te hace especial, hay más.- Hizo un intento por sonreír.
–Me llamaste "Anita"-
-Me nació hacerlo.- Me encogí de hombros. -Ni se te ocurra
llamarme "Larita" porque te doy un balonazo.- Ahora sí sonrió.
-No, no lo haré. Se escucha horrible.-
-Lo sé.- Nuestras miradas se fundieron unos instantes. –A casa,
majestad, necesita una ducha urgente.-
-¿Qué insinúas?-
-Que apestas.-
-¿Cómo pasamos del "Anita" al "apestas"?-
-Pues es la verdad, apestas.-
-Claro que no.- Llegamos a la iglesia discutiendo sobre si Ana
apestaba o no; y es que era una gozada verla hacer pucheros y caras cuando algo no
le gustaba, era una niña. De nuevo la acompañé a la puerta de atrás. –Gracias por lo
que hiciste hoy, Lara. Nunca creí decir esto pero gracias por tu paciencia.-
-Me pagan por hacerlo.-
-Eres una tonta.-
-No, tú eres la tonta. Descansa, majestad.-
-Descansa, coach.- Le sonreí y me di la media vuelta.
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Me perdonas por el balonazo?-
-Ana, ya te dije que no pasa nada.- Levantó el meñique hacia mí.
Necesitaba la absolución. –Te perdono.- Dije mientas entrelazaba mi meñique con el
de ella. –Aparte el ojo morado me sienta bien, me da más imagen de chica ruda.-
-Ya lo creo.- Ahora si caminé con dirección a casa. Al llegar tomé
una larga ducha y decidí que era un buen momento para repasar lo que había
acontecido durante el día. Las primeras aburridas clases, los comentarios de Liv y
míos a Ana, el receso, la clase de Mónica, la de Omara, la rubia y yo platicando a la
salida y Norma pidiendo un deseo... Norma... Abrí los ojos de inmediato causando
que algo de jabón entrara en ellos.
-¡Puta madre!- Me terminé de bañar tan rápido como pude y me
vestí con lo primero que encontré. Norma me había llamado "pequeña Lara". No
estaba loca, sabía que esa voz ya la había escuchado antes. Hacía unos días estando
en el bosque me quedé dormida y soñé algo; estaba en la mansión y alguien me
llamaba... reconocí la voz de Norma pero creí que asociaba lo que extrañaba con lo
que estaba viviendo actualmente. Me dije a mi misma que los cables se me habían
cruzado. Corrí a la casa de la mujer y toqué la puerta como loca. Unos segundos
después una asustada mujer abría la puerta.
-Lara, ¿todo bien?-
-¿Por qué no me dijiste que ya me conocías?-
-No mames, se escucha horrible eso.- Dijo Liv y todos comenzamos a reír.
-Se escucha como "rarita".- Dijo Liz. –Y eso me recuerda a la
monja.- No tenía ni dos minutos y ya comenzaban con Ana... Sería una noche muy
larga.
-Simplemente llámame Lara.-
-¿Puedo decirte La?-
-No.-
-¿Lala?-
-Pareces un maldito perro faldero, no le interesas. Deja de joderla.-
Espetó Liv sin ningún tipo de miramientos.
-Tenía que intentar.- Se encogió de hombros. -¿Te gusta alguien de
la escuela?-
-Sí.- Todos voltearon a verme. –El profe Alcázar me parece sexy.-
Las carcajadas las debieron escuchar en el otro pueblo.
-Su panza lo hace sexy... me dan ganas de frotarla.- Volteamos a
ver a Pao. –Es broma. No me late andar con buda.- De nuevo comenzamos a reír.
–Ya en serio, Lara. ¿Te gusta alguien?-
-No. Nadie cumple con mis estándares.- Quizá esté loca pero
alcancé a oír a Liv decir "por ahora". Llegamos a nuestro lugar y de una mochila
Ángel sacó cervezas y una cajetilla de cigarros mentolados. -¿Dónde los consigues?-
-En el otro pueblo.- Agregó simplemente. Cada uno tomó una
cerveza.
-Por las vacaciones.- Brindó Liz.
-Por las vacaciones.- Dijimos al unísono y chocamos nuestras
pequeñas botellas.
-¿Te molesta el ojo?- Preguntó Paola.
-No mucho, sólo cuando lo toco. No es nada.-
-La monja te traía ganas.- Agregó Liz.
-Esa maldita mosca muerta tiene que pagar.- Apreté la botella tan
fuerte como pude. No, no tendría paciencia suficiente. –Tenemos que planear algo.-
-No haremos nada.- De pronto los tres me quedaron viendo como si
me hubiese salido otra cabeza. –Fue un accidente.-
-¿Después de lo que te dijo crees que es un accidente?- Tenía unas
enormes ganas de sonreír al recodar el "a la otra te va peor".
-¿En serio lo creyeron?- Ahora si reí. –La pobre no sabe ni
acomodar las manos, ¿de verdad creen que deliberadamente me haya golpeado? Eso
no volverá a pasar nunca.-
-Aun así... debe saber que con nosotros no debe meterse.-
-Gastas demasiada energía en ella.- Le hablé directamente a Liv.
–Si tanto la odias simplemente déjala en paz.-
-Realmente creo que te está afectando el tiempo con ella.- Tomó
otra cerveza y la destapó con la corteza de un árbol. –Odio a esas personas que se
creen santas y que no matan ni a una mosca. Estoy segura que es una perra
disfrazada de inocente oveja. Es del tipo que tiene cara de ángel pero le gusta que la
cojan duro.- El esfuerzo que hacía para controlarme era sobrehumano. En mi mente
me veía estampando la cabeza de Liv contra el árbol incesantemente. Ana no era así
en absoluto. Ana es una de las personas más nobles que he conocido; ella era buena
a pesar de todo lo que ha pasado. -¿No crees?- La chica de ojos azules me sacó de la
meditación.
-Quizá.- Respondí ácidamente con mi vista anclada a ella. –Sólo
busco no darle mucha importancia a alguien que, de acuerdo a tu opinión, no vale la
pena.- Sonrió.
-Tienes razón, dejemos de lado a la puta esa y disfrutemos de
nuestra noche.- A estas alturas la sangre me hervía; molesta era poco, enojada
también, estaba completamente fúrica. Y al no encontrar cómo sacar toda esa energía
me dediqué a fumar. Me gustaba hacerlo pero no a las exageradas cantidades que
estaba llegando esta noche.
-Gracias por todo pero debo ir a dormir al menos un rato.- Anuncié pasadas las tres
de la mañana.
-Aguafiestas.- Me encogí de hombros.
-Yo me quedo.- Anunció Liz.
-Yo también.- Habló Ángel.
-Me too.- Dijo sonriente Liv. Tenía la extraña sensación de que
Olivia había tomado mi mirada como algo más.
-Me voy contigo.- Agregó Pao mientras se despedía del clan. –Nos
vemos mañana.- Simplemente asintieron y siguieron platicando. Escolté a Pao al final
del bosque y cuando al fin salimos volteó a verme con una sonrisa. –A ti no te
desagrada Ana, ¿cierto?-
-¿Por qué lo dices?-
-El entrenamiento. Fue muy amable de tu parte que usaras tu
descanso para ayudarla.-
-Me pagan para eso.-
-Aunque sea así, tomaste una iniciativa.-
-No implica que me agrade.- Seguía caminando sin verla a la cara.
-Si tú lo dices.- Dijo al aire.
-¿Hay algo que quieras decirme?- Su sonrisa se hizo más grande.
-Creo que te sientes presionada a que...-
-¿Crees que es por Liv?- Reí irónica. –Créeme que Liv me importa
una mierda o lo que pueda llegar a pensar. Con quién me llevo o no es asunto mío y
no está regido por nadie más.-
-Ellos me aceptan y por eso estoy ahí pero no implica que me
agrade lo que dicen... sobre todo de ella. Se ve que es una buena chica.- ¡Lo es!, ¡es
una persona maravillosa!
-Aléjate de ellos...-
-Lo dice la chica popular que tiene a todos a sus pies.- Suspiró. –Si
no fuera por Ángel que en algún momento le llegué a gustar seguiría comiendo en el
baño.-
-Lo siento.-
-Y sé cuando una persona es malintencionada... como Liv. En
cambio tú no eres así o al menos así lo percibo. Pero después vienes y la molestas
tanto como Liv. Creí que eras diferente.- Otra con la misma canción.
-Algún día lo sabrás.-
-Olivia puede ser muy persuasiva.-
-Lo sé pero créeme que esto está lejos de seguir órdenes. Para
nada.-
-Sólo quería decirte que fue un lindo gesto porque Ana no tiende a
hablar mucho con la gente y se veía muy a gusto contigo.- Me encogí de hombros.
-Supongo.-
-Tu secreto está guardado conmigo.-
-¿Qué secreto?-
-Ya sabes... de que te agrada Ana.- Sonreí.
-Gracias por guardar el... secreto.-
-De nada.- Contestó amablemente. Llegó el momento de
despedirnos y tomamos caminos diferentes. –Lara, no seas como ellos. Yo sé que no
eres como ellos.-
-Lo mismo digo de ti.-
-A estas alturas dudo que alguien me acepte...-
-Yo lo hago, podemos formar nuestro propio clan.- Sonrió.
-Sí, claro. Descansa, Lara.- Nos dimos un pequeño abrazo.-
-Dulces sueños, Pao.- Llegué a la casa hedionda a cigarro incluso a
mí me dio asco oler así. Necesitaba cambiar de plan o hacer que Ana se defendiera...
Sería más fácil para mí llegar a la luna que hacer eso. Ana no hacía esta tarea más
fácil y a este ritmo iba a morir de enfisema pulmonar. No, debía aprender a lidiar con
este tipo de emociones de otra forma. Tomé una ducha rápida para tratar de
quitarme el olor y me metí a la cama. Encendí de nuevo mi portátil y como arte de
magia la canción de Coldplay que días atrás le mostré a Ana sonó. –¿Qué está
pasando?-
Sí, la rubia me importaba y quería protegerla a toda costa. Era una persona
demasiado buena para este mundo, no habíamos tratado tanto pero era lo necesario
para ver lo maravillosa que es. El pensar en ella hacía que sintiera un calor
inexplicable en el pecho. Quizá sólo estoy exagerando, ¿y si no? Mi mente encontró el
momento perfecto para comenzar con una acalorada discusión entre mis
pensamientos y mis sentimientos. ¿Me agrada? Sí. ¿Me preocupo por ella? Sí. ¿Quiero
ayudarla? Sí. ¿La extraño? No... no sé... sería bueno estar platicando con ella un rato.
¡Mierda! Sí. ¿La quiero? No... Todavía pero me veía queriéndola muy fácilmente. Y a
mi mente vino la pregunta del millón; ¿me gusta? No. No me gusta, las chicas nunca
me han gustado. Es súper guapa, simpática, inteligente, juguetona, bondadosa; podía
hacer una interminable lista de cualidades pero eso no necesariamente implica que
me gusta, ¿cierto?
Es normal que la gente vea cualidades en otras personas o que las
admiren y no tiene que ver con querer algo más con esa persona. Es simplemente
disfrutar de lo que esa persona tiene para dar. O eso me digo a mí misma. Ana es por
demás especial y aunque no comenzamos de la mejor manera tenía algo que me
atraía hacia ella. Eso y que constantemente nos topábamos en el pueblo. Debía ser el
desconcierto de querer ayudarla y mis emociones mezcladas por estar lejos de casa lo
que propiciaron esta pequeña confusión. Nada más. No había ningún sentimiento
amoroso para con la rubia. Sólo el deseo de cuidarla y no permitir que la lastimen; ya
no más. Eso es lo que una buena amiga haría. Sí, definitivamente eso.
Después de resolver el pequeño idilio en mi mente me decidí a
dormir un rato; afortunadamente el sueño llegó a mí rápidamente, más de lo creí.
Rara vez recuerdo lo que sueño y cuando lo recuerdo, peculiarmente son cosas que
pasaban. No sé, era algo extraño pero generalmente era así.
Estaba en la cancha de voli acomodando la red. Mónica me dijo que
me tomará la libertad de guiar el entrenamiento y que hiciera algún tipo de circuito
con las chicas. Terminé de acomodar los conos y las chicas aún no llegaban, era raro.
De pronto escuché a alguien llamarme y al voltear unos labios se estamparon contra
los míos. La voz la conocía bien, a momentos me irritaba pero en general me gustaba
escucharla. De los hombros empuje a la persona que me besaba y una abundante
melena rubia se agitaba frente a mí. Sonreía ampliamente y lentamente vi como se
acercaba a mí para buscar mis labios de nuevo.
-¡Lara!- Un grito me despertó del... extraño sueño. ¿Ana
besándome? Dios, estaba a punto de la locura con tantas cosas en la mente. -¡Lara!
Vas tarde.- La voz de Norma. Vi a la computadora y mostraba que eran treinta
minutos pasados de las nueve.
-¡Maldición!- Cambié mis shorts por unos jeans y salí de la casa.
–Lo siento, olvidé poner la alarma.-
-Apresúrate.- Norma me aventó una manzana antes correr a la
iglesia.
-Gracias, mamá.-
-Me las vas a pagar, Lara.- Replicó Norma. Ni siquiera volteé a verla
pero sabía que estaba sonriendo. Al llegar a la iglesia varias personas pintaban las
afueras de la iglesia. El señor Cardozo no se veía por ningún lado así que decidí
entrar.
-Dulce Lara, vienes un poco tarde.-
-Buenos días, señor. Lo siento.-
-¿Recuerdas los cuadros que limpiaste?- Asentí. –Bueno, hoy los
colocaremos donde corresponden. Quizá necesiten que los limpies de nuevo.-
-Claro.-
-Gracias, Lara.- Caminé a dónde había dejado los cuadros; los
saqué a la mesa donde usualmente comíamos y después busqué algo dónde poner
agua y un trapo para poder limpiarlos. Para mi fortuna no estaban tan empolvados
como la vez pasada así que no me llevó mucho tiempo.
Mi alergia hizo acto de presencia después de terminar; tomé un vaso de agua y decidí
ignorarla pero ella quería atención. Seguía estornudando y en el cristal de una de las
vitrinas pude ver mi nariz roja. Sonreí, papá solía llamarme "nariz de tomate" cuando
esto pasaba. Llevé uno a uno los cuadros dentro de la iglesia y cuando iba por el
último la rubia apareció con un vaso de agua y una pastilla; justo como la primera
vez.
-Debes taparte cuando limpias.-
-Buenos días, majestad. Gusto en verla hoy.- Le hice una pequeña
reverencia.
-Estoy hablando en serio, Lara.-
-Yo también.-
-Tómate la pastilla para que puedas seguir siendo una fastidiosa.-
Le sonreí, tomé la pastilla y el vaso de agua. –Buenos días a ti también.-
-Gracias, rubia.- Vi que llevaba puestas mangas largas. No había
mucho calor pero era raro que ella usara ese tipo de ropa. -¿Y eso?- Señale a su
playera color gris.
-Quiero ocultar esto.- Levantó una de las mangas a la altura de su
codo y pude ver unos cuantos moretones.
-¿Por el entrenamiento?- Asintió.
-Deberías portarlas con orgullo. Es muestra de que estás
entrenando duro.-
-Quizá.- Replicó con una sonrisa. Me quedé tontamente viéndola y
observé como esos lindos hoyuelos se formaban en sus mejillas. -¿Tengo algo en la
cara?- De inmediato regresé de mi trance.
-No, es sólo que... no me había dado cuenta de... esos.- Puse mis
dedos índices sobre mis mejillas. –Son lindos.-
-Gracias.- Sonrió, los hoyuelos se acentuaron más acompañados de
un color rojo en sus mejillas.
-De nada.-
-Me gusta el color de tus ojos... el color que tienen ahora.-
-¿Cómo se ven?- Se acercó un poco más a mí.
-Muy claros... como el agua de nuestro escondite.- "Nuestro"
Apenas habíamos estado ahí un par de veces y ya lo consideraba nuestro. De nuevo
el calor en mi pecho.
-Estoy tranquila. Por eso se ven así.-
-Quizá deberíamos hacer algo para cambiar eso.-
-¿Quieres que esté de fastidiosa?- Le sonreí. –Puedo hacerlo.-
-¡Lara!- La voz del señor Cardozo. –Necesito tu ayuda.-
-Deja de distraerme de mis labores, rubia.-
-Lo siento.- Dijo siguiendo el juego y tomó el vaso de agua que aún
seguía en mi mano. –Ve.- Asentí y fui en busca del hombre alto.
Después de eso no volví a ver a la rubia; estuve mayormente con el
señor Cardozo acomodando los cuadros y limpiando otras cosas por ahí. Después me
dejó elegir las mantas que se pondrían y otras cosas que según él "necesitaban un
toque femenino". Bueno, hice lo que pude. Al final del día me encontraba pintando
junto con otras personas; después de comer rápidamente cambié mis labores dentro
de la iglesia para ayudar a terminar de pintar. Se veía simplemente genial. Para esas
horas tenía la playera empapada en sudor y los brazos comenzaban a arderme un
poco. Puse boca abajo una cubeta y me senté un momento. De pronto sentí un chorro
de agua caerme sobre la cabeza. De inmediato me levanté y vi a una traviesa rubia
detrás de mí.
-Te veías muy acalorada.-
-Esto te va a costar muy pero muy caro, Ana.-
-No te tengo miedo, Lara.-
-Deberías.-
-Pero no lo hago.- Ambas sonreíamos. Mi cabello estaba amarrado
con una coleta simple por lo que la mayoría de mi cabello estaba a mi disposición y
mojado. Tomé a parte baja de la coleta y agité mi cabello en dirección a la rubia.
-Pide que sea sólo agua y no sudor.- La rubia hizo una cara de
asco. –Te dije que te iba a arrepentir, tonta.- Lo siguiente no lo vi venir; no sé cómo
pasé por alto la jarra de agua en su otra mano. Tan pronto tuvo la oportunidad
aventó el contenido de la jarra sobre mi cara. Cerré los ojos y exageré mis
respiraciones. –Corre.-
-¿Ah?- Preguntó confundida. Abrí los ojos y la quedé viendo fijo.
–Tus ojos cambiaron...-
-Corre.- Abrió los ojos tanto como pudo y comenzó a correr
después de unos segundos; casi al instante comencé a seguirla. La tonta era rápida,
más de lo que creí. Entre el cansancio y su velocidad se me hacía muy difícil
alcanzarla debía pensar en algo. Recordé mi bote con pintura detrás de la iglesia; sólo
debía esperar a que corriera hacia allá... y lo hizo. Cerca del bote hice como que
tropecé y me quedé tirada. -¡Mierda!- La rubia volteó y su expresión de alegría
rápidamente se transformó.
-Lara, ¿estás bien?-
-No, creo que me doblé el pie.- Con una de mis manos buscaba la
brocha pero no podía alcanzarla. Un poco más y... listo. Cuando tuve el arma en mi
mano no dudé en sacudirla frente a la rubia. –Ahora eres un zorrillo.- Ana tenía los
ojos cerrados y su boca formaba una gran o. Yo reía a carcajadas, reí tan fuerte que
me tuve que recostar en el piso. De nuevo subestimé a la rubia quién tomó la brocha
de mis manos y la pasó deliberadamente por toda mi cara.
-Ahora eres de una tribu africana.-
-Rubia, rubia, me vas a volver loca.-
-Sólo es una broma, Larita.-
-Te dije que no me llamaras así.- Con mi playera comencé a
quitarme la pintura que tenía en los ojos. Escuchamos unos pasos acercándose a
nosotras.
-Con que aquí... ¿qué les pasó?- Preguntó asombrado el señor
Cardozo. Ambas nos señalamos con el índice.
-Ella comenzó.- Dijimos a la vez.
-Me alegra que se lleven bien no tanto que jueguen la pintura.-
-Lo siento, señor.-
-Fue mi culpa, papá.-
-Pero yo estoy a cargo de cuidar lo que utilizo. No volverá a pasar.-
El señor Cardozo sonreía.
-Venía a decirte que puedes irte, Lara. Gracias por tu ayuda hoy.-
-Gracias por darme un lugar donde vivir y alimentarme.-
-De nada, dulce Lara.- Me tendió la mano para ayudar a
levantarme. –Te veo adentro, hija.-
-Sí, papi.- Asintió la rubia y en unos segundos estábamos solas de
nuevo. –Lamento haberte metido en problemas.-
-No estoy en problemas.- Le sonreí. –Eres divertida, niña tonta.-
-Lo mismo digo, fastidiosa.-
-Supongo que nos estaremos viendo.-
-Eso parece.- Me sonrió de regreso. -¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Necesitas tu iPod?-
-No. Cuando lo necesite te lo haré saber, ¿te parece?-
-De acuerdo. Gracias.-
-Cuídate.-
-También tú, Lara.- Sin más y con la cara blanca comencé a
caminar a casa.
Regresé inusualmente feliz. Sentí la enorme sonrisa llegar hasta mis orejas; a pesar
de estar sudada, con pintura y más que cansada iba feliz y no podía negar que tenía
que ver con lo que pasó con Ana. Quien seguía sorprendiéndome día con día. Ya había
mostrado un lado juguetón cuando tiró mi mochila al piso pero esto era diferente,
totalmente diferente... placenteramente diferente. Me gusta esta Ana, la que poco a
poco se desinhibía conmigo, la juguetona y la que se preocupaba porque me tapara la
nariz cuando limpiaba algo. Sí, definitivamente me veía queriéndola.
Prácticamente me metí con ropa a la ducha cuando llegué a casa.
Estaba acostumbrada a sudar pero definitivamente no estaba acostumbrada a la
sensación de estar sucia, con polvo, pintura y saber que más en mi cuerpo. La ducha
tomó mucho tiempo. Veía que el agua salía negra. Cuando por fin me quedé conforme
con los resultados salí de la lucha y me vestí con unos pants y una playera sin
mangas. Puse música en la computadora y me dispuse a preparar algo de cenar. Café
y quizá unas quesadillas. No tenía mucha hambre pero definitivamente necesitaba
algo en el estómago.
Terminé pasadas las siete de la noche. Simplemente me quedé en
la isla escuchando música y disfrutando de la sensación de estar fresca. Mis ojos
comenzaban a cerrarse y tenía un leve dolor en el cuello; debía ser por las
actividades hechas hoy. Crucé los brazos encima de la isla y puse mi cabeza sobre
éstas. Estaba quedándome dormida cuando unos fuertes golpes en mi puerta me
sobresaltaron. Corrí a abrir y me encontré a una asustada Norma.
-¿Qué pasa?-
-El pastor...- Se veía con dificultades para hablar.
-¿Qué tiene?-
-Le dio un infarto.-
-¡¿Qué?! No es posible... lo acabo de ver...él está...- Norma negó.
-Lo llevaron al otro pueblo. Ahí hay un hospital.- Dios, esto era
malo... el pueblo dependía de él prácticamente al igual que... Ana.
-¿Dónde está Ana?- Tomé a Norma de los brazos.
-Se fue con ellos en el carro.- Corrí a la cocina y tomé mi llave y los
cien pesos que Mónica me había dado. -¿A dónde vas?-
-No la voy a dejar sola...-
-¿Estás loca? Está y es peligroso que andes sola.-
-Me importa un carajo, no la dejaré sola, Norma.- Mi mente
comenzó a dar vueltas. -¿Y si alguien se acerca y la quiere tocar?, ¿y si algo o alguien
la hace sentir incómoda? No, no puedo dejarla sola.- Prácticamente eché a Norma de
mi casa y cerré la puerta. –Hazte a un lado... sabes muy bien que no me vas a
detener.-
-Apresúrate antes de que caiga la noche.- Le di un beso en la
mejilla y comencé a correr. Unas casas después de la mía encontré una pequeña
bicicleta.
-Dios, prometo que la devolveré.- Me persigné y la tomé; esto,
definitivamente, haría el viaje más corto.
Sin dudas el camino era algo tétrico; había partes que se hacían
túneles con los mismos árboles que se fundían unos con otros. Pedaleé tan rápido
como pude, mis piernas comenzaban a dolerme pero no podía rendirme, no sabiendo
que Ana estaba sola. Me encontré a algunas personas a lo largo del camino; algunos
cargando trozos de madera, otros con machetes y otros simplemente caminando. Me
veían extrañada. Estoy segura de que era de las pocas personas que eran
transparentes como una cuija a kilómetros a la redonda y me veían extrañada.
Suspiré aliviada cuando muchas luces; debía ser el pueblo.
Conforme me acerqué confirmé que ya estaba ahí pero no podía ir directamente al
hospital, aún no. Busqué y busqué hasta que pude enfocar el letrero que buscaba.
Necesitaba un teléfono. Prácticamente brinqué de la bicicleta y me metí al lugar que
era muchísimo más grande que la tienda del pueblo.
-Necesito hacer una llamada.- El chico que atendía me quedó
viendo extrañado. –Por favor.-
-Cinco pesos por llamada local y diez a celular.- Me señaló la
cabina. –Tu tiempo corre desde que comienzas a marcar.- Asentí. Me metí en la
cabina y marqué de los pocos números que sabía de memoria. Después de dos tonos
me contestaron.
-Cardozo, creí que me llamarías hasta la otra semana.-
-Papi.-
-¿Mi amor?, ¿qué pasa?, ¿estás bien?- Su tono de voz cambió
radicalmente a uno preocupado.
-Estoy bien pero el señor Cardozo no. Tuvo un infarto. Papi, tienes
que hacer algo, por favor. Manda a alguien.- Me escuchaba desesperada.
-Tranquila, mi amor. Conseguiré a alguien y estaremos allá lo más
pronto posible.-
-Gracias, papi.-
-Cuídate, mi amor. Te veo pronto.-
-Adiós, papá.- Aventé el billete de cien pesos y ni siquiera esperé
por el cambio. Cuando salí vi que el hospital estaba a unos cien metros de donde
estaba. Olvidé por completo la bicicleta y corrí. Sentía que el lugar se alejaba más y
más; necesitaba estar ahí rápido. Al llegar comencé a buscar a la rubia con la mirada,
no estaba por ningún lado. Me metí y divisé su dorada cabellera en una esquina; ella
estaba sentada detrás de una enorme maceta. –Ana.- Susurré. Lentamente me
acerqué a ella y como si hubiese sentido mi presencia levantó la cabeza y conectó sus
ojos con los míos.
Todo pasaba en cámara lenta; sus ojos rojos, su carita hinchada y
su cabello alborotado. No sé en qué momento dejé de caminar y me quedé estática a
unos metros de ella. Podía ver el dolor en sus ojos; ese brillo de cuando jugamos en
la tarde no estaba se veía triste, devastada y eso me ponía igual o peor a mí. Hoy
aparentemente era el día de las sorpresas; con gran agilidad la rubia se puso de pie,
corrió hacia mí y me abrazó con una fuerza que sentí que me rompería el cuello.
-Lara.- Enredé mis brazos alrededor de su pequeña cintura y la
atraje más a mí. –No me dejes sola.-
-Nunca.- Aspiré su dulce olor y cerré los ojos. –Nunca, Anita.-
Así que de tan feliz que estoy subo un nuevo capítulo que espero
les guste. No tengo palabras para agradecer sus votos, comentarios, mensajes y todo
lo demás :)
Pórtense bien, chic@s nada les cuesta. ;)
Saludos desde un ridículamente cálido rincón de México,
Ale :)
Capítulo 8
-El pastor se salvó por muy poco. Fue un infarto. Tendrá que quedarse unos días aquí
para hacerle algunos exámenes y determinar que prosigue.-
-¿Va a estar bien?- Preguntó la rubia omitiendo el pequeño discurso
del doctor.
-Haremos todo porque así sea.-
-¿Lo puedo ver?-
-Por supuesto, aunque aún está inconsciente.- Asintió. –Es fuerte.-
El doctor levantó la mano con la intención de ponerla sobre el hombro de Ana. Sabía
que no era mal intencionado, sin embargo esto incomodaría a la rubia. Así que la
intercepté en el aire y se la estreché.
-Gracias, doctor.- Me quedó viendo algo confuso y después sonrió,
asintió y desapareció de nuestra vista. -¿Qué esperas, tonta? Ve a verlo.-
-¿Quieres acompañarme?-
-Claro. Vamos.-
Caminamos en total silencio por un largo pasillo. Ya previamente
una enfermera nos había indicado a dónde debíamos dirigirnos. Muy amablemente
nos dijo que el pastor estaría bien e incluso ofreció su casa para que la rubia y yo
pudiéramos descansar. Obviamente Ana no se movería de ahí ni con una grúa. Por fin
encontramos la habitación ocho; antes de entrar entrelacé nuestros meñiques para
llamar la atención de la rubia.
-Pido mucho pero busca estar tranquila. Él necesita ánimos, ¿de
acuerdo?- Asintió levemente. –Estará bien, Anita.-
-Por eso pedí que vinieras conmigo.- Me sonrió tan dulcemente que
sentí que el corazón se me detuvo un poco. Sin soltarnos entramos a la habitación,
era ese típico olor de hospital, entre cloro y medicinas; me ponía mal. Y el enfermizo
color blanco que tendía a ser asociado con los hospitales; ahora entendía porque. Ana
contuvo un sollozo al ver a su padre en la cama con una aguja en su mano conectada
al suero y con una mascarilla que le ayudaba a respirar.
El señor Cardozo se veía relativamente joven, yo le calculaba entre
cuarenta y cinco y cincuenta años. Se conservaba muy bien, era delgado y por lo que
veía tenía buenos hábitos alimenticios. Me preguntaba que había desatado el ataque.
Debo admitir que me entristeció mucho verlo así. Aparte de ser un buen apoyo desde
mi llegada, los momentos más lindos de mi infancia lo involucraban a él. Deseaba con
todo el corazón que esto terminara pronto y regresara con nosotros a casa.
-Papi.- Ana se soltó de mí y se puso a lado de su papá. –Vas a estar
bien. Lara, le habló a su padre y mandará a alguien para ayudarte.- Pegó su frente
con la de él. –Tenías razón, es una buena chica.- Dijo casi en un susurro que escuché
claramente. Involuntariamente mis labios se movieron hasta formar una sonrisa.
Me sentía como una intrusa ahí; algo en mí me decía que Ana
necesitaba tiempo a solas con su padre pero recordé que me pidió ir con ella. Quizá
podía decirle que iría a tomar aire, quizá no lo creería. Vi que se balanceaba sobre sus
pies. Divisé una silla que estaba en la esquina de la habitación y la acerqué a la rubia.
Con una sonrisa la aceptó y se sentó. Tomó la mano de su papá, que no estaba
canalizada y la besó.
-Estaré afuera de la habitación.-
-Puedes quedarte.- Respondió amablemente.
-Lo sé pero necesitas tiempo a solas con él.- Asintió. –Sin necesitas
algo sólo háblame, ¿de acuerdo?-
-Gracias, Lara.-
-De nada, tonta.- Le sonreí y salí del lugar. Me senté frente a la
puerta que parecía de madera pero era muy liviana para ser de ese material. Quizá
era una imitación. O quizá debería pensar en cómo ayudar y dejar para después mis
profundos pensamientos acerca de la puerta.
Apenas un par de semanas acá y ya estaba vinculada fuertemente con la rubia y con
el señor Cardozo. Bueno, a él ya lo conocía pero aun así no estaba muy contenta con
su idea de traerme para acá. Con la rubia comenzamos con el pie izquierdo pero
ahora nada me preocupaba más que su bienestar. Ambos y Norma representaban lo
más importante para mí ahora en este lugar y uno de ellos estaba tendido en una
cama luchando por su vida. No podía ni comenzar a imaginar lo que la rubia debe
estar sintiendo en estos momentos; me volvería loca si algo le pasara a papá.
Al tener mi cuerpo en estado de reposo Morfeo se acercó a mí.
Llevé mis rodillas cerca de mi pecho y sobre ellas puse mi cabeza; cerré los ojos para
descansarlos un momento. El constante sonido de la máquina que monitoreaba al
señor Cardozo hizo que me adormeciera un poco. El clima bastante agradable, el piso
algo frío y el cansancio del día fueron los ingredientes perfectos para quedarme
dormida en minutos.
De nuevo me encontraba sola en la cancha de voli de la escuela;
veía a Mónica alejarse de mí. Tomé unos conos y comencé a acomodarlos para iniciar
el entrenamiento... alguien me habla, conozco a la perfección esa voz. Volteo y
alguien pega su cuerpo al mío. Aspiro profundamente... ese olor. Ese olor natural que
ya era muy pero muy familiar para mí. Simplemente estamos abrazadas, ella canta
algo muy bajito que no logro descifrar. Después de varios instantes se separa
lentamente de mí y sus ojos quedan a centímetros de los míos. Me sonríe
ampliamente y yo hago lo mismo. Con mucho cuidado levanto mi mano derecha y la
veo, pidiéndole permiso; asiente. Pongo mi mano sobre su quijada y mi pulgar juega
con su pómulo. Nunca había visto sus ojos tan de cerca... se ve preciosa. Sus ojos ya
no me ven, ven mis labios. Lentamente se acerca y estoy ansiosa porque lo haga.
Está muy pero muy cerca de mí.
-Lara.- Alguien toca mi hombro y despierto de inmediato. Levanto
la cabeza y tengo la rubia muy cerca de mí, como en mi sueño. De inmediato me
pongo de pie y me alejo de ella. ¿Qué mierda me está pasando? La rubia me ve
confundida. -¿Estás bien?- Me tapo la cara con las manos y busco controlar mis
respiraciones. –Lara, me estás asustando.- Se acerca de nuevo a mí. Lo sé porque
percibo su olor. Siento sus manos en mis muñecas y lentamente las baja. -¿Lara?-
-¡Boo!- Pegó un pequeño brinco y comienzo a reír.
-Eres una tonta.- Dice golpeando levemente mi hombro. –Estaba
preocupada.- Me queda viendo fijo un momento. -¿Qué pasó?-
-Paso que estaba teniendo un lindo sueño y tú lo arruinaste.-
-Lo siento pero no podía dejarte dormir en el piso... te puedes
enfermar.- Le sonreí.
-Tonta, te preocupas mucho.-
-La próxima vez dejaré que mueras de hipotermia en el piso.-
-Eres una exagera, el piso no está tan frío.-
-La próxima vez sí lo estará.-
-Ahora resulta que eres bruja y ves el futuro.-
-Bruja tú.-
-Bruja mi mamá.- Hizo un enorme esfuerzo por aguantar la risa
pero falló y comenzó a reír. –A mí no me da risa porque sé que es verdad.- Me encogí
de hombros.
-¿Qué soñabas?-
-Con una...persona muy atractiva.- Su rostro se tornó algo serio.
-¿Y qué hacían en tu sueño?-
-No creo que quieras saber.- Respondí levantando una ceja y casi
de inmediato la rubia se puso roja y agachó la cabeza.
-No, no quiero saber.- Dijo algo apenada.
-Me iba a besar. No lo que estás pensando, pervertida.- Levantó la
cabeza de nuevo.
-En eso pensaba.-
-¿En un beso?, ¿te sonrojaste por un beso?- Asintió. –Ana, ¿has besado a alguien?-
Agachó la cabeza de nuevo y segundos después negó. Por alguna razón sentí mi
corazón latir rápidamente. Una parte de mí estaba muy alegre con esta información
pero, ¿por qué? Algo está sucediendo en mi interior... algo que muere por salir. Y
creía saber que era. Inconscientemente di un paso hacía atrás.
-Estás a tiempo de alejarte de la rara.- ¡Soy una estúpida! Tomó mi
reacción como algo contra ella.
-Aunque quisiera alejarme... no podría.- Sonreí para mí misma. Era
la afirmación más genuina que había hecho en toda mi vida. No podría alejarme de
ella, de ninguna manera. Y esa sensación me agradaba, producía un cosquilleo
agradable en mi estómago y hacía que mi corazón latiera a mil por hora. Sentí su
meñique entrelazarse con el mío. Aún seguía con la cabeza agachada.
-Yo tampoco podría.- Replicó muy quedito. Recuperé la poca
distancia que había entre nosotras y tenía unas enormes ganas de sentirla
nuevamente entre mis brazos y dejarla ahí por unos minutos u horas pero no podía.
No podía porque sé que ese abrazo vino por una fuerte necesidad que ella tenía y yo
aparecí. Nuestra diferencia de estaturas hacía que ella quedara justo debajo de mi
quijada. Como días atrás me acerqué más a ella y deposité un beso sobre su cabeza.
Dejé mis labios unos segundos y la oí suspirar. Regresé a mi posición original y
levantó la vista. El color café del infinito, ese color que no tenía nada de común,
porque nunca he visto un café que brille con tanta fuerza como el de sus ojos.
-Gracias.-
-Ya me agradeciste hace un rato.-
-No es suficiente.-
-No tienes que hacerlo, Ana.-
-Yo sé que es un servicio...- Levanté mi mano libre y la puse cerca
de su boca.
-No es un servicio social, estoy aquí porque me preocupa tu padre.
Lo quiero mucho y me dolería que algo le pasara. Pero también estoy aquí por ti,
porque me aterró la idea de que estuvieras sola. En el pueblo te conocen y te quieren
aquí es otra historia. No sabes qué tipo de gente te puedes encontrar.-
-¿Y quieres que no te agradezca?-
-Agradece los favores, no agradezcas acciones que salen del
corazón.- Más de un corazón que está como caballo desbocado por... por algo que
está sintiendo.
-Eres una buena chica, Lara.-
-No con todos.- Ambas sonreímos. –Deberíamos regresar a la sala
de espera y buscar un lugar donde dormir. No tardan en corrernos de aquí.- Asintió y
caminamos de regreso a la sala de espera. No había mucha gente así que tendríamos
mucho espacio para dormir. Una enfermera pasó muy cerca de nosotras y al principio
sonrió pero vi un poco hacía abajo e hizo un gesto desagradable. Automáticamente
volvimos la mirada y nos dimos cuenta que aún íbamos con los meñiques
entrelazados. De inmediato nos soltamos y sentí mi cara arder. De reojo vi que la
rubia se teñía de rojo de nuevo.
-Eh... este... voy al baño.- Anunció nerviosamente.
-Buscaré donde podemos descansar.- La rubia prácticamente salió
corriendo del lugar.
La sala de espera era algo grande, mayormente ocupada por
incomodas sillas de plástico que estaba unidas unas a otras y éstas pegadas a una
enorme barra de metal que las adhería al piso. Dormir ahí implicaría perder la
espalda. El piso era una buena opción pero necesitaba algo para hacerlo menos
incómodo. Quizá cartón o algo por el estilo. Buscaba con la vista algo que pudiera
sernos útil para no pasar frío y dormir bien o dormir del todo.
-¿Qué buscas?- Me preguntó la enfermera que estaba en recepción.
Me acerqué a ella.
-Algo que haga el piso menos... piso.- Meditó un momento.
-Fastidiosa.-
-Tonta.- Oh, debíamos apurarnos. –Ven.-
-¿A dónde?-
-Al inframundo.- Hizo una mueca. –Ven, tonta.- Llegó a donde
estaba yo y le susurré. –Nos encontré un lugar donde dormir.- La guié hasta el lugar
que nos serviría de refugio y al entrar puse el seguro. Sobre la cama había dos
cobijas y dos almohadas, tomé una de cada una y las acomodé en el piso.
-¿Qué haces?-
-Mi cama.-
-Entramos las dos aquí.-
-Soy muy loca para dormir. Te puedo noquear mientras duermes
así que mejor yo en el piso.-
-Pero...-
-Silencio, majestad. Duerme en la cama.- Terminé de acomodar la
cobija y me acosté. Ana hizo lo mismo pero en la cama. –Buenas noches, Ana.-
-Buenas noches, Lara.- Me acomodé en posición fetal y cerré los
ojos. Antes de dejarme vencer por el sueño rugué a los Dioses de todas las culturas
que el sueño que se hacía recurrente dejara de hacerlo. Sólo quería dormir un poco. -
¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Estás durmiendo?-
-Sí.-
-¿En serio?-
-Muy en serio.-
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Qué extrañas de tu casa?-
-A papá.-
-¿Y de tu antigua escuela?-
-Nada.-
-¿De verdad?-
-Estoy bien donde estoy.-
-¿Quieres regresar a casa?-
-Por el momento no.-
-Me alegra.- Era demasiado fácil hablar con ella cuando ambas
estábamos de buen humor. No se necesitaba mucho para podernos conectar. Y me
asombraba la confianza que tenía en ella. -¿Lara?-
-¿Qué quieres?-
-Dulces sueños.-
-Dulces sueños, Ana.-
-El doctor Montero está por venir.- Anunció la enfermera que fue por mí. El
hombrecito asintió.
-¿Puedo pasar a verlo?- Preguntó el doctor.
-Claro, por aquí.- Lo guió la enfermera. Me quedé en la sala con
papá.
-Te ves bien, mi amor.-
-No me quejo, papá. Esto me ha abierto los ojos un poco.- Me
atrajo hacía él.
-Y por lo visto también te los ha dejado morados.- Me sonrió. -
Cardozo sugirió un semestre aquí pero si quieres nos podemos ir ya.-
-Papi, no seas blando. Sabes que no he sido una buena hija.-
-Tenemos mucha culpa, Lara.-
-No, papi. Yo tomé mis propias decisiones. De ti no he visto más
que trabajo y sacrificio para mantener a tu familia. Has sido un buen ejemplo.-
-A costa de tiempo contigo, mi amor.-
-Esto nos servirá a ambos.-
-A los tres.- Dijo de inmediato.
-No puedo hablar por ella.-
-Lara...-
-Papi, no quiero hablar de ella. Por favor.- Asintió y depositó un
beso en mi frente. –Te he extrañado mucho.-
-Yo también, mi amor. Cardozo me ha dicho que te adaptaste
bien.-
-No me queda de otra.- Me encogí de hombros. Levanté un poco la
vista y vi a la rubia parada a unos metros de nosotros. Le hice una señal para que se
acerca. –No le vayas a dar la mano.- Le dije a mi papá muy despacio para que sólo él
lo escuchara. –Papi, ella es Ana. La hija del señor Cardozo.- Los presenté una vez
estuvo lo suficientemente cerca de nosotros. –Ana, él es Manuel Orozco, mi papá.-
-Mucho gusto, señor.- Dijo la rubia un poco nerviosa
-El placer es mío, señorita Ana. Lamento lo que le pasó a tu papá
pero he traído a alguien que lo hará ponerse bien.-
-Dios le regrese lo que hace con muchas bendiciones.-
-Mi mayor bendición está al cuidado de tu papá; haré todo porque
mi amigo se recupere.-
-Gracias.- Le di unas palmadas a la silla que tenía a mi lado y la
rubia rápidamente captó. Se sentó a lado mío. –¿Dormiste?-
-Muy poco porque alguien me estuvo molestando, ¿y tú?-
-Casi no.- Respondió con una sonrisa.
-Papi, ¿tienes sueño?-
-Dormí un poco en el avión. Descansaré hasta que sepa que pasa
con él.- Asentí. –Ustedes pueden regresar a dormir.-
-Quiero esperar noticias.- Contestó la rubia.
-Vayan a descansar y en cuanto sepa algo las voy a llamar, ¿les
parece?-
-Sí, eso está muy bien.- Respondí y tendí mi mano para levantar a
la rubia. Un poco dudosa la tomó. –Te veo un rato.-
-Descansen, señoritas.- Llegamos al pequeño dormitorio y me eché
sola la cobija, cerré los ojos y segundos después sentí a alguien acostarse a lado mío.
-¿Qué haces?-
-No quiero dormir sola.-
-Conste que te advertí.- Estaba de espaldas a ella. Mi cara daba a la
pared. No podía ni comenzar a describir la sensación de tenerla así de cerca.
Simplemente sonreí.
-¿Lara?-
-Dime, Ana.-
-¿Te puedo abrazar?- Un abrasante calor se apoderó de mi pecho.
-Claro que puedes.- Tímidamente pasó su mano por mi cintura; y así, con la rubia
abrazada a mí me quedé dormida profundamente. De nuevo el golpeteo de la puerta
nos despertó; Ana se puso de pie tan rápido como pudo y fue a la puerta.
-Las esperamos en la sala.- Dijo mi papá con una sonrisa. Levanté
la cama improvisada y corrimos a la sala. El doctor Añorve hacía unos apuntes
mientras papá le decía algo.
-¿Cómo está?- Preguntó la rubia de inmediato.
-Lo obvio es que tuvo un infarto pero aún desconocemos qué lo
causó. Le decía a Manuel que lo mejor es llevarlo para hacerle estudios más
profundos.-
-¿Pero se pondrá bien?-
-Necesitamos primero los estudios para saber cómo evitar que pase
esto de nuevo y saber que tanto dañó.- Me agradaba y odiaba la sinceridad del
doctor.
-Milagro.- Todos me quedaron viendo extrañados. –Su pluma.- El
su mano derecha tenía una pluma dorada que decía "Miracle".
-Oh, esto. Me lo dieron en una conferencia que tuve en Toronto. El
hospital Miracle fue el anfitrión.- Explicó con una sonrisa que imité.
-¿Ya se despertó?-
-Sí, Ana. De hecho preguntó por ti.- Papá sonrió. –Deberías ir a
verlo.- Asintió y vimos a la rubia desaparecer por el pasillo. Me puse de pie.
-Iré a tomar un poco de aire fresco.- Anuncié.
-Con cuidado, mi amor.- Comencé mi camino a la puerta y a lo
lejos vi al chico de la tienda donde hice la llamada la noche anterior. Al verme hizo un
intento de sonrisa y vi que traía arrastrando la bicicleta que había tomado prestada.
-Dejaste esto ayer.-
-Gracias.-
-Y esto.- Extendió su mano y me mostró dinero. Supongo que era
el cambio del billete que le tiré.
-Gracias de nuevo.-
-No hay de qué.-
-Oye, ¿sabes dónde venden buenos desayunos?-
-Mi tía tiene una pequeña fonda. Está a una cuadra de aquí.-
-Gracias.- Le sonreí, él simplemente asintió y se fue. Regresé
adentro con los hombres que estaban enfrascados en su plática. –Hay un lugar donde
desayunar cerca de aquí. Deben estar hambrientos.-
-Sí, definitivamente.- Contestó el doctor. Les di las indicaciones de
cómo llegar. -¿Tú no vienes?-
-Esperaré a la rubia. Los alcanzamos en un rato.- Asintieron y
salieron del lugar. Minutos después de su partida llegó Norma al hospital. –Hola,
Norma.-
-Lara, me alegra saber que llegaste bien estaba preocupada.-
-Todo bien. Gracias.-
-¿Cómo está?-
-Necesitan hacerle estudios, se lo van a llevar.-
-¿Quiénes?-
-Tu crush y el doctor que trajo.- Le sonreí.
-¿Mi crush?-
-Mi papá.- Me dio un golpe en la espalda. –Pierdes puntos si
golpeas a su consentida.- Ahora si no aguantó y de plano me dio un zape. -¡Oye! Si
así me vas a tratar no te ayudo.-
-Lara, basta.- Estaba en el limbo entre estar molesta y apenada.
-Vamos, es divertido. Aparte nadie nos escucha y no saben qué
pedo. Relájate.-
-Bueno, tu padre cree que debo ir por exámenes y no sé qué cosas a la ciudad.-
-Es lo mejor. Debemos estar completamente seguros de que todo
está bien. No asustaste mucho, papi.-
-Lo siento, hija.-
-Para que no vuelva a disculparse vaya con mi padre y obedezca
instrucciones.- El hombre alto sonrió.
-De acuerdo. Entonces te dejo a ti a cargo de mi iglesia.-
-¿Yo?-
-Tú, Lara. Sabes cómo se maneja y lo que planeo. Nos falta poco
para tenerla completa y no quiero que se retrase nada. Confío en ti, Lara.- La sonrisa
no me cabía en el rostro y por lo que vi tampoco la rubia.
-Gracias, señor. No lo defraudaré.-
-Yo sé que no.-
Esperamos alrededor de una hora hasta que el helicóptero llegó. Al
parecer no eran muy conocidos ya que casi todo el pueblo se reunió a ver lo que
acontecía. La rubia no estaba muy acostumbrada a estar sin su padre y en cuanto
escuchó el helicóptero comenzó a llorar. Ni siquiera intenté decirle algo, era su forma
de desahogarse y no la reprimiría. Papá antes de partir me dejó una bolsa sellada y
me pidió que la abriera hasta llegar a casa.
Esperamos hasta que la enorme máquina se fue. Entonces la
persona que llevó al señor Cardozo a ese pueblo amablemente nos ofreció llevarnos
de regreso y evitarnos la larga caminata. Le pedí que acomodara la bicicleta que
debía regresar junto con una muy buena explicación y una extensa disculpa. Ya
dentro del coche la rubia seguía llorando.
-Deja de llorar, por favor.- Quería hacer algo más que jugar con su
cabello pero no podía. Sabía que no podía hacerlo pero no fue necesario. La rubia
buscó refugio en mi pecho. Norma que estaba junto a ella abrió los ojos como platos
cuando vi la acción de la rubia. Estaba claramente sorprendida.
-No quiero que le pase nada.-
-Tranquila. Para eso se lo llevaron.- Sobaba su espalda
rítmicamente tratando de calmarla un poco. –No soporto verte llorar, por favor.- Aún
entre sollozos llegamos al pueblo; Norma en ningún momento nos quitó la vista de
encima y observaba curiosa la escena. Sabía que se me venía un gran interrogatorio.
Ella pidió que la dejarán cerca de su casa y nosotras fuimos llevadas hasta la iglesia.
Al llegar le di una pequeña propina después de que me ayudó a bajar la bicicleta.
La rubia me guió hasta su habitación. Olía maravillosamente, como
ella. Había un enorme estante con muchos libros. Su cama estaba pegada a la pared;
estoy segura que se caía si la ponía a media habitación y me hizo sonreír. También
había varios dibujos y partituras pegadas en la pared. La habitación era muy ella.
Incluso en el color, verde agua con una franja blanca en medio.
-¿Quieres un poco de agua?- Asintió. Caminé a la cocina que ya era
familiar para mí y tomé dos vasos uno para ella y uno para mí y regresé a la
habitación. -¿Puedo?-
-Un momento.- Supuse que se estaba cambiando de ropa. –Pasa.-
Estaba en lo cierto, ahora tenía unos shorts que mostraba hasta la mitad de su muslo
y una blusa sin mangas. Le pasé el vaso de agua. –Gracias.-
-Un placer, majestad.- Ambas nos sentamos en la orilla de la cama.
-¿Tienes hambre?-
-No mucho. ¿Tú?-
-La respuesta siempre será sí, Ana.-
-Vamos, te prepararé algo.- Regresamos a la cocina y en cuestión
de minutos tenía un sándwich y un vaso de leche frente a mí.
-¿Sólo uno?- Sonrió y puso otro plato con un sándwich. -¿Y tú?-
-Estoy bien.- Me encogí de hombros.
-Tú te lo pierdes.- Devoré los sándwiches ante la mirada atenta de
la rubia. –Deliciosos.-
-Lo sé.-
-Qué humildad, majestad.- Después de dejar todo levantado
regresamos a la habitación de la rubia. Al igual que unos instantes atrás nos
sentamos en la cama.
-¿Te puedes quedar conmigo?- Preguntó después de muchos
instantes de silencio.
-Sí, Anita.- Me sonrió y se puso de pie, buscó al en su clóset y me
lo entregó.
-Para que duermas más cómoda.- Aún tenía puesta su sudadera.
-Gracias.-
-Te dejo un momento.- Salió de la habitación y me cambié tan
rápido como pude. Al verla en shorts me hizo sentir que tenía demasiada ropa puesta
y comencé a sudar. No podía dormir así.
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-Necesito ducharme.-
-¿Puedo?-
-Pasa.- Entró con una leve sonrisa. Del mismo clóset sacó una
toalla y me la pasó.
-Esa puerta.- Señaló una puerta que no había visto junto al librero.
–La luz está a tu izquierda entrando.-
-Gracias.- Tomé un baño con cierta calma; dejé que el agua me
refrescara, muchas cosas pasaron hoy y necesitaba este pequeño momento de
relajación. Los short de Ana me quedaban demasiado "short" era casi como mis
antiguas licras del voli y su playera me quedaba como ombliguera. Cuando salí la
rubia estaba acostada en el rincón de la cama. Aproveché el tiempo para abrir la
bolsa que papá me dio. Intenté hacer mucho ruido pero no lo logré.-
-¿Lara?-
-Lo siento. Quería ver que me trajo papá.-
-¿Qué esperas?- Le sonreí y abri la bolsa; de ella saqué mis
rodilleras, mis estabilizadores de tobillos y un par de tenis nuevos. –Están muy
bonitos, Lara.-
-Gracias.- Metí las cosas de nuevo a la bolsa y me quedé parada. -
¿Dónde dormiré?-
-Aquí, sólo que en la orilla de la cama.- Dijo con naturalidad. Asentí
con una sonrisa y me metí a la cama con ella. Me quedé boca arriba a lado de ella.
Lentamente se acercó hasta quedar sobre mi pecho. –No puedes imaginar lo mucho
que significó para mí el que estuvieras conmigo.- Con mi mano izquierda rodeé su
cintura y la atraje más a mí.
-Sé que hubieras hecho lo mismo.- Pegué mi cabeza con la de ella y
cerré los ojos.
-Me agradas mucho, Lara.- Su mano se aferró más a mi cintura.
-Quisiera decir lo mismo, rubia.- La escuché reír. Después de varios
minutos sus respiraciones se hicieron más lentas y sabía que se había quedado
dormida.
Ahora entendía mi dilema, con la rubia en mis brazos todo era más
claro. No era un sentimiento que quisiera ocultar pero era algo que me daba mucho
miedo; no por sentirlo sino por las posibles consecuencias que podría acarrear. Aquí,
aspirando su aroma sabía que quería estar así con ella todos los días.
Ahí en la comodidad de su habitación, la cual estaba junto a una
iglesia, con ella durmiendo sobre mi pecho acepté lo que mi subconsciente venía
maquilando y que me pedía que lo dijera a gritos: me gusta la hija del pastor.
A/N Hola, queridos lectores. Espero todos estén muy bien y les
guste la nueva entrega de esta historia :) En este capítulo en especial las palabras
simplemente fluyeron. Tiendo a revisar muchas veces pero esta vez sólo lo hice para
revisar ortografía y todo lo demás. No pueden imaginar lo feliz que estoy con la
historia y el alcance que ha tenido. He visto en las estadísticas que alguien me leen
en Rusia, sí en RUSIA. ¡Es una locura!
Realmente es un milagro que sea capaz de publicar constantemente
(aunque me exijan capítulo cada tres días). Tengo una carga horaria pesada, entreno,
planeo clases, juego y a veces voy a sesiones de AA. Y todavía me da tiempo de
escribir xD No sé cómo pasa pero pasa :) Así que si a veces no publico es porque mis
ocupaciones reales son mi prioridad. Mientras mis tiempos los permitan me verán
publicando cada cierto tiempo.
Esta semana será algo complicada y será mi cumpleaños :D Así que
quizá nos veamos dentro de un par de semanas. Mientras tanto lean "Mareas del
Tiempo" ;)
Saludos enormes desde un nublado rincón de México,
Ale :)
Capítulo 9
-Quizá sí, quizá no.- Norma se veía bastante tranquila y le agradecía al cosmos por
eso. -¿Cómo sabes que la quieres?-
-Ahora mismo quiero ir a ver si ya desayunó, si pudo dormir algo
después de las pesadillas... estoy más preocupada por su bienestar que el mío.-
-Bueno, las amigas hacen eso.-
-¿Sueñas que quieres besar a tus "amigas"?- Se echó a reír.
-No.-
-La quiero, Norma y es una mierda porque no sé cómo sentirme al
respecto. Yo no soy...-
-Gay.- Dijo con admirable calma.
-Gay.- Repetí. –Yo no soy eso.-
-Lara, esto va más allá de tu orientación sexual o tus gustos.
¿Sabes qué pasaría si alguien se entera de esto?-
-Locura.- Tomé mi cabeza con ambas manos.
-Esto afecta a cada de una de las personas que vivimos aquí. A
todos. Primero porque no es normal.-
-¿No lo es?-
-Para ellos no, Lara. Ellos no comprenderían la naturaleza de tus
sentimientos.-
-¿Tú lo comprendes?- Pregunté con miedo.
-Yo no soy quién para decirte que está bien y que está mal pero
debes entender que esto es sumamente delicado.-
-¿Esto es normal para ti?- Podía ver la consternación en su rostro.
–No me mientas, por favor.-
-Querer o amar a alguien es de las cosas más hermosas que puede
haber en el mundo, ¿cómo podría yo oponerme a la idea de la felicidad?-
-No me has contestado.-
-Tan impaciente como toda la vida, Lara.- Sonrió. –No es normal
pero dime, ¿qué lo es?- Le sonreí en agradecimiento. –En otras circunstancias te
alentaría a ir por todo pero debes tomar en cuenta la posición del padre de Ana.-
-Es el guía del pueblo.-
-Nuestras sagradas escrituras dicen que el hombre debe estar con
una mujer para honrarse y respetarse. Nunca habló de parejas homosexuales. Bueno,
hay algo de Sodoma y Gomorra...-
-Algo escuché...-
-A lo que voy es que nunca lo he escuchado hablar de eso. No ha
habido la ocasión. Digo hemos tenido que lidiar con chicos que quieren... descargarse
con los animales...-
-Asco.- Fruncí el ceño.
-Es una práctica muy común en este tipo de lugares.-
-Recuérdame nunca tocar un animal de aquí.-
-Lo haré.- Se quedó pensativa un momento. –Nunca hemos sabido
de algo así y no me agradaría que la hija del pastor y tú sean la premisa.-
-Lo último que quiero es que salga lastimada, ya ha pasado por
mucho.-
-Tus sentimientos son nobles, Lara pero aquí vas contra la
corriente. Como tu tutora yo también estaría en este embrollo.-
-Lo sé, lo sé... Perdón, Norma.-
-No, cariño. No tienes que disculparte por querer a alguien;
lamento que las condiciones no sean las más adecuadas para ustedes.-
-Para mí. No creo que me llegué a corresponder en algún
momento.-
-La vi muy segura contigo. Nunca la había visto así antes, con
nadie. Absolutamente nadie.-
-No se vio así cuando me echó de su casa.- Repetí con tristeza.
-Es una niña muy lastimada, Lara. Todo esto del contacto y las amistades es algo
relativamente nuevo para ella. Yo estoy segura que no lo hizo con la intención de
lastimarte, sólo estaba buscando su propia seguridad y forma de estar bien.-
-Yo podría ayudar.-
-Sé que sí, mi pequeña Lara pero hay gente que no quiere ser
ayudada. O simplemente no sabe que es la ayuda porque nadie nunca le ha tendido
una mano.- Las palabras de Norma penetraban mi mente hasta lo más profundo.
–Ella ha tenido muchas carencias, de muchos tipos y apenas se acostumbra a ser
parte de la sociedad. No es fácil, Lara. Es un largo proceso que conlleva muchos
estiramientos emocionales.-
-Como el mío.-
-Justamente como el tuyo.- Me sonrió con dulzura. –Sólo que tú
eres una vaca loca y te gusta meterte en los problemas más complejos que existen
sobre la faz de la tierra.-
-Estoy muy asustada, Norma.- De nuevo tomó mi mano y la apretó
con las de ella.
-Lo sé, cariño pero no estarás sola. Me apena el predicamento en el
que te estás metiendo porque sé que traerá muchos conflictos y no te quiero a ti o a
Ana en el ojo del huracán. La gente puede ser muy cruel.-
-Yo no quería esto.- Sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Esto era un
gran problema; mi desmadre era poco comparado con esto.
-Al corazón no le das órdenes, Lara. A veces hay cosas que
simplemente pasan.-
-¿Lo dices por experiencia?-
-Amé a mi esposo como nunca pensé amar a alguien pero tu
padre... es algo que es incorrecto; no por lo que sentimos sino por la forma. Ambos
estábamos casados en ese entonces.-
-¿Aún lo sientes?-
-Siento remordimiento por haber engañado a mi marido.-
-Lamento eso.-
-Yo también.- Me acerqué a darle un abrazo.
-Gracias.-
-No me agradezcas sólo ten cuidado, por favor. No quiero que te
pase algo.- No dije nada más y nos mantuvimos así por varios segundos hasta que
alguien tocó a la puerta. –Debe ser mi hermana.- Me preparaba para comentarios
ácidos por parte de la amargada mujer pero mi sorpresa fue enorme al ver una
conocida melena rubia en el umbral. –Ana, buen día.-
-Hola, profe. ¿Puedo hablar con usted?- Ella aún no se había
percatado de mi presencia así que me puse de pie y al verme abrió mucho los ojos.
-Buen día, rubia.-
-Buen día, Lara.- Sus ojos delataban que había dormido muy poco y
que había llorado mucho.
-Gracias por el café, Norma. Nos vemos más tarde.-
-Perdón no...-
-No te preocupes Lara ya va de salida, ¿cierto?- Norma me sonreía.
-Completamente cierto. Iré a nadar un rato.- Me dirigí a la puerta y
esperé a que la rubia se hiciera a un lado para poder pasar.
-Iré a preparar más café.- Dijo la mujer de cabello corto y se fue a
la cocina. Dejándonos a la rubia y a mí en un sepulcral silencio.
-Siento lo de ayer, Lara. De verdad.- Se apresuró a decir con
notable tristeza. -¿Estás molesta?-
-No, no lo estoy.- Suspiré. –Te veo después.- Pasó muy cerca de mí
y me hice a un lado.
-No hagas eso, por favor.-
-Sólo respeto tus límites, Ana.- Vi como sus ojos se llenaron de
lágrimas. –No llores... No quise ofenderte sólo que no sé qué hacer.- Tomé un
mechón de su cabello y comencé a jugar con él. –Ve adentro, tonta.- Asintió.
-Lo de ayer...-
-No hablemos de eso, ¿sí? Cuídate, rubia.-
-Tú también, Lara.- Hizo un intento por sonreír y salí de ahí a toda
prisa a mi casa. Casi al instante en que entré mi estómago comenzó a hacer ruidos
extraños. Por lo que me dispuse a hacer algo de desayuno.
Mis habilidades culinarias avanzaban con lentos pero firmes pasos;
al menos ya conseguía no quemarme, tanto. Bueno, con el tiempo dejaría de
quemarme cada vez que cocinaba. Opté por huevos estrellados y algunos plátanos
fritos. No sé cómo estuve privada de esa delicia por tanto tiempo. Para cuando
terminé mi complejo desayuno moría de hambre, el ruido de mi estómago era
constante e incluso sentía que tenía ritmo. Me preparé una rápida taza de café y me
dispuse a comer.
Mantuve a la rubia alejada de mis pensamientos hasta que llegó la
hora de sentarme a comer. ¿Qué quería con Norma?, ¿hablar de lo que pasó ayer? O
quizá simplemente algo de compañía. Lo que fuera a mí me llenaba de curiosidad. Si
le hablaba de mí quería saber qué percibía de mí y cómo me veía, qué soy para ella,
qué represento para ella... quería saberlo todo. Y aunque no hablara de mí quería
saberlo también, entender que pasa por esa terca cabecita y ver la manera de
ayudar. Estoy jodida. Completamente jodida.
Terminé mi desayuno tan rápido como pude y me puse ropa más
adecuada para ir al río y poder nadar un rato. No era tan buena pero disfrutaba
mucho hacerlo. Con shorts, un top negro y una playera blanca sin mangas me dirigí al
lugar. Caminé apenas unos pasos de donde estaba mi ahora casa y después de pasar
unos árboles se develó ante mí el precioso río. Era tan hermoso aquí, por donde se
viera. Esto se veía muy poco en la ciudad y lo que se veía era mitad naturaleza y
mitad hecha por el hombre para "hacerla más bonita". Este lugar era magia. No lo
pensé mucho y me metí al agua que estaba más fría de lo que pensaba pero lo
necesitaba.
Estuve nadando hasta que sentí que los brazos no me daban;
estaba totalmente exhausta. No sé cuánto tiempo estuve ahí sólo sé que fue muy
relajante. Me liberó y todo lo que tenía contenido se lo llevó el agua. A final de
cuentas parecía que sí podía ser un ser humano civilizado y podía sacar mi ira sin
golpear a alguien. Punto para Lara.
Regresé a casa casi arrastrándome y no como la vez pasada que no
recordaba ni mi nombre. Esta vez era por algo un poco más sano. Entrando a casa fui
directamente a mi habitación a cambiarme de ropa y busqué dónde colgar la que
estaba completamente empapada. Era casi medio día; realmente me había levantado
temprano. Recordé que yo quedé a cargo de la iglesia así que me dispuse a ir para
allá.
El sol mostraba piedad hoy gracias a muchas nubes que impedían
que sus rayos cayeran directamente sobre mí. Aunque el color de las nubes mostraba
que una gran tormenta se acercaba. Al llegar varias personas estaban reunidas en la
entrada de la iglesia, parecía que escuchaban atentamente a alguien y cuando estuve
más cerca oí claramente la voz de la rubia. Al parecer los ponía al tanto de la
situación de su padre y les decía lo que pasaría en esta semana.
-Ahí está.- Dijo sonriente señalando a mi dirección. Todos voltearon
a ver y las caras de sorpresa no se hicieron esperar al verme. La mayoría me sonrió,
menos la familia de Ofelia quién seguramente les ha dicho de lo que pasa conmigo y
la rubia en la escuela.
-Hola, buenos días.-
-Buenas tardes, diría yo.- Dijo Daniel mayor.
-Lo siento, no tengo un reloj y aún no sé ver la hora con la
ubicación del sol.- Ana comenzó a reír pero de inmediato se tapó la boca. –No tengo
ni la más mínima idea de porque el señor Cardozo creyó que era buena idea dejarme
a cargo de todo esto. Sólo sé que debemos hacer lo que nos corresponde para el
señor Cardozo y para Él... ya saben, el que está ahí adentro.- Algunos comenzaron a
reír. –Así que, manos a la obra.-
Trabajamos sin parar más de tres horas, algunas personas estaban conmigo
acomodando los cuadros que en algún momento limpié. Agradecí al cosmos por tener
a gente que realmente sabía de esto porque yo quería acomodar los cuadros
conforme a mi gusto pero me fue dicho que iban acomodados de acuerdo a la pasión
de Cristo. Sí, necesitaba ser más perceptiva. Agradecí que no se hayan reído...por
más de cinco minutos.
Después del pequeño desliz, continuamos trabajando y de vez en
cuando salía a verificar si todos tenían material suficiente para seguir trabajando. Con
los que menos me acercaba era con la familia de Ofelia, era claro que no les agradaba
y no estaba de humor para soportar malas caras o comentarios tontos. Eso no impidió
que me topara con ellos un par de veces; Ofelia limpiaba las bancas y en este punto
el agua que tenía en su cubeta era café y olía a coladera. Pasé cerca de ella y no
perdió tiempo.
-Si el pastor supiera lo que le haces no te hubiera dejado a cargo.-
Simplemente la ignoré y pasé de largo. –Te crees muy importante, ¿no? Sólo eres
una horrible persona que vino a fastidiar a Ana y a todos los del pueblo.-
-¿A todos los del pueblo o sólo a ti?- Me detuve y volteé a verla.
–Tú fuiste la única en refunfuñar.-
-En cuanto se sepa la verdad de tu asquerosa personalidad todo te
van a odiar tanto como yo a ti.- Creo que no le agrado mucho.
-A veces el odio es envidia disfrazada.- Repliqué. Ni bien había
terminado la frase y sentí el agua hedionda resbalar por todo mi cuerpo.
Instintivamente cerré los ojos y la boca aunque esto fue un poco tarde porque engullí
un poco de agua. Las ganas de vomitar eran grandes.
-Eres una imbécil.- Apenas abrí los ojos y vi como se venía sobre
mí. Tomé su mano en el aire. Nuestra diferencia de estaturas me daba ventaja en una
pelea pero aparentemente no en una guerra de cubetas.
-No quieres pelear conmigo, créeme.-
-No te atrevas a decirme qué hacer y qué no.- En ese momento vi a
la rubia entrando a la iglesia; nos vio y corrió a donde estábamos.
-Ofelia, déjela.- Me vi en la necesidad de contener la sonrisa. Ella
me estaba defendiendo... creo.
-Se lo merece. Sólo ha sido un dolor de cabeza desde que vino y
alguien debe ponerla en su lugar.- La chica sacaba chispas de los ojos.
-Vas a necesitar más que agua mugrienta para detenerme.- Le
solté la mano y le sonreí.
-Lara, basta.- Ana no estaba muy alegre con mi respuesta. –Ya
sabes dónde está el baño.- Ofelia la vi extrañada. –Ya.- Vi a la chica bajita por unos
segundos más antes de ver a la rubia quien estaba todo menos contenta. Sin decir
más me dirigí a su habitación y me metí directo a la ducha.
Tardé más tiempo del requerido en la ducha, el olor era
nauseabundo y la mayoría del agua había quedado atrapado en mi cabello. Después
de la cuarta vez que me enjaboné el cabello sentí que ya no había rastros del olor. Mi
cuerpo recibió el mismo tratamiento sólo que cinco veces en lugar de cuatro. Al salir
de la ducha, tomé mucha pasta de dientes y me enjuagué por varios minutos hasta
que me ardió la boca de tanta menta.
Al salir la rubia estaba sentada, encorvada muy impropio de ella. La
observé, al parecer no se había dado cuenta que ya había salido de la ducha. Se veía
tan frágil y me revolvía el estómago el saber que alguien la lastimó. Agotaría mis
energías para saber quién fue y hacer que pague.
-Hola.- Se asustó un poco al escuchar mi voz. Levantó la mirada e
hizo un intento por sonreír. -¿Todo bien?-
-Simplemente no puedes quedarte callada, ¿cierto?-
-No está en mi naturaleza.-
-Lara... detén esto.-
-No. Porque sí lo hago Liv volverá a lo mismo. No va a pasar
mientras pueda impedirlo, Ana.-
-Lo que ella dice, nunca la había oído expresarse de esa manera, ni siquiera de
Olivia.-
-Ya hablamos de esto, tonta y no podría importarme menos lo que
ella piense.-
-¿Te importa la opinión de alguien?- Preguntó para luego voltear la
vista al piso.
-La de Norma, la de mi papá y la tuya.- Lentamente volvió a verme.
-¿Yo?- Se veía asombrada.
-Tú.-
-¿Qué puedo tener yo que te haga valorar lo que digo?-
-Por más tonta que puedas parecer tienes muchas cualidades.-
-Gracias.-
-Simplemente digo la verdad.- Volteé a verla y con diversión vi sus
intentos por ocultar el rojo de sus mejillas. –Tonta.-
-Fastidiosa.- Me vio directo a los ojos y sonrió. Podía quedarme así
una eternidad y no tenía que ver con el hecho de que estuviera prácticamente
desnuda frente a la rubia sino por la tranquilidad que sentía. Rompió el contacto
visual para buscar algo sobre su lado derecho. –Ten.- Me entregó ropa limpia. –Como
eres transgénica opté por darte uno de mis shorts y una de las playeras más amplias
que tengo. Así no se verá como si estuvieras usando la ropa de tu hermanita.- Sonrió.
-Esto servirá, gracias.- Le regresé la sonrisa mientras recibía la
ropa. Afortunadamente mis tenis no se mojaron mucho, si no tendría que estar
descalza porque no había manera en que mi pie entrara en los zapatos de la rubia.
-Te dejo para que te cambies.- Asentí y sin más salió de su
habitación. No tarde mucho en cambiarme, aunque era bastante raro estar sin ropa
interior. Me metí de nuevo al baño por mi ropa hedionda; necesitaba lavarla antes de
que el olor no desapareciera nunca. Busqué a la rubia y estaba hablando con la
familia de Ofelia. Espero que no arruine mi cubierta. Me vieron a lo lejos y las miradas
letales no se hicieron esperar. Bien. No sabían.
Decidí que lo mejor era esperar en la cocina y esperar que Ana
despachara a la gente a su casa, era lo mejor. Aun con mi ropa en mano esperaba
ver la melena familiar entrando por la pesada puerta de madera. Después de unos
minutos más así pasó. Aunque no se veía muy contenta cuando entró.
-¿Qué pasa?-
-Se niegan a trabajar contigo aquí.-
-¿Quiénes?-
-La familia de Ofelia.- Se veía muy estresada. –Van a hablar de un
horario en el cual no choqué contigo.-
-Soy unos hipócritas.- La rubia volteó a verme. –Pregonan el amor
de Dios y que nos amemos los unos a los otros pero no pueden soportar a una chica
medio rebelde. Es una idiotez. Porque esto segura que son del tipo que dicen que
aman al mundo entero y en cuanto ven algo que no les agrada se le tiran a la
yugular.- La rubia comenzó a reír.
-Creí que no te importaba.-
-Me importa más la economía de Chipre que lo que piensen. Es sólo
esta doble moral que la gente maneja. Creo que es una mierda.-
-Lenguaje.- Me regañó.
-Dios sabe como soy, no creo que le importe que diga groserías en
su casa.-
-Lara...- Había algo de advertencia en su voz.
-Es la verdad.- Decidí cambiar de tema. -Mira, yo puedo trabajar de
las cuatro en adelante. En lo que están las vacaciones porque después debo regresar
a las prácticas de voli.-
-Gracias.-
-A final de cuentas soy yo la del problema contigo, así que me
siento obligada a dar una solución.-
-¿Obligada?-
-Es un decir... pero sí me siento así. Todo por tu culpa.- Puse los
ojos en blanco.
-¿Mi culpa?, ¿de qué hablas, Lara?-
-Sabes de lo que hablo, Ana.- Casi por costumbre bajó la mirada.
–Estoy bromeando.-
-Pero tienes razón. Yo he dejado que pase a más pero si me
defiendo...- Comenzó a respirar agitadamente.
-Mírame.- Negó con la cabeza. –Ana, por favor.- Volvió a negar.
–Anita, mírame por favor.- Lentamente subió la mirada. Esa mirada que sólo he visto
cuando llora, esa mirada que está llena de miedo y dolor. –No voy a dejar que te
hagan daño, ¿entiendes? Tienen que pasar sobre mí antes de hacerte algo.- Asintió
levemente. –Déjame ayudar.-
-No sé confiar... me refiero a que... ¿cómo sé que es sincero?-
-No me lo tomes a mal pero no hay nada que pueda querer de ti.-
Aparte de tu tiempo, tus pensamientos, tus emociones, tus labios... sacudí la cabeza
reenfocándome en lo que estaba. –Materialmente no hay nada. Sólo me queda tu
horrible personalidad... así que supongo que es genuino. Sólo quiero que estés bien y
que por lo menos alguna vez en tu vida seas capaz de decirle algo a Olivia.-
-Le he dicho "buenos días"- Dijo seria.
-Ana, en serio...- Se echó a reír. –Qué graciosa, tonta.- Ambas
reímos. Un olor nos regresó de la burbuja en las que nos sumergíamos cuando
hablábamos. –Necesito lavar esto.- Señalé la ropa.
-En el patio encontrarás un lavabo y suficiente jabón para dejarlo
tan nuevo como se pueda dejar.-
-Gracias.-
-Haré algo de comer en lo que lavas.- Levanté mi pulgar derecho
mientras me dirigía la patio.
Lavar tampoco se encontraba entre las actividades que destaco por
lo que me llevó demasiado tiempo hacerlo. ¿Por qué era tan difícil? Es en estas
circunstancias en las cuales valora los avances tecnológicos; la lavadora hubiera
hecho el trabajo pesado en menos de un cuarto de tiempo del que yo ocupé. Cuando
me giré después de colgar la ropa la rubia me veía divertida.
-¿Qué?-
-Tú.-
-¿Qué conmigo?-
-Eres como una rata de laboratorio.-
-¿Ya comenzamos con los apodos? Pues tu pareces un mono.-
Comenzó a reír.
-Lo decía porque es interesante verte desenvolverte en un lugar
que claramente, no va contigo.-
-Me alegra servirle de entretenimiento, majestad.- Le hice una
reverencia. –Eso no quita que te parezcas a un mono.- Le sonreí tan amplio como
pude.
-La comida está servida.-
-Veo la luz al final del túnel.- Levanté las manos al cielo y casi me
puse de rodillas. La rubia sonrió para sí misma y caminó de regreso a la cocina.
-Dramática.-
Al llegar a la cocina la comida estaba más que servida. Se veía
delicioso. Huevos, salsa roja, aguacate y chicharos; algo de frijoles a un lado y mucho
queso encima. Sólo de verlo me quitó el hambre. Ni siquiera pregunté a la rubia si
podía ayudarla con algo, simplemente me senté. Ella se unió unos segundos después
y muy ceremoniosamente sirvió agua en mi vaso de cristal.
-¿Quieres decir la oración?-
-Quiero comer.- Se puso de pie y yo la seguí.
-Padre, gracias por los alimentos que pones hoy, por tu divina
voluntad, pones en la mesa. Bendice a los animales que fueron sacrificados; dale pan
a los que no tienen y a los que sí tenemos danos hambre de ti...-
-Te pido por el señor Cardozo.- Interrumpí. -Que todo salga bien, digo es de los
tuyos, debes protegerlo.- Vi a la rubia contener la risa. –Te pido por la gente que
hace daño... que el karma les muerda el...-
-Lara.-
-Gracias por escucharme. Cambio y fuera.-
-¡Lara!- Me reprendió escandalizada.
-¿Qué? Así me llevó con Él.- Me encogí de hombros. –Te pido por
mi hígado, que sea capaz de aguantar a esta odiosa rubia.-
-Pide también por el mío que está en peligro contigo aquí.- Dijo con
una sonrisa. –Amén.-
-Amén.- Nos sentamos y por varios minutos no hicimos más que
comer... en realidad, sólo fui yo la que no paraba de comer.
-¿Está bueno?-
-Delicioso. Realmente delicioso.- Decía mientras devoraba la
comida.
-Esa ha sido la bendición de alimentos más entretenida.- Confesó.
-Yo lo hago todo más divertido.-
-Eres una payasa, claro que todo lo haces divertido.- De nuevo
decidí ignorar a la chica de ojos café para centrarme en mi comida. A final de cuentas
terminé comiéndome la comida de la rubia y ella muy tranquilamente se paró a
preparar más para ella.
Me frotaba el estómago esperando a que Ana terminara de comer.
Seguíamos en el comedor pero ninguna decía nada. Ana porque seguía comiendo y yo
porque sentía que regresaría la comida si hablaba. Estaba más que llena. Cuando la
rubia terminó por fin de comer, levanté los trastes y me dispuse a lavarlos. Acción
que la chica rubia aprovechó y me puso los sartenes y cosas que usó para preparar la
comida.
-Abusiva.- Reclamé.
-Es lo menos que puedes hacer después de alimentarte.- Puse cara
de ofendida.
-¿Disculpa?, ¿no salió de tu corazón el darme de comer?-
-Sí pero sólo la primera ración... las raciones extras se deben
pagar.- Me agradaba por demás la faceta juguetona de Ana.
-Bien, tendré eso muy en mente cuando quiera hacer servicio social
contigo.-
-Creí que lo hacías para protegerme.-
-Eso te hice creer.- Se acercó más al lavabo, tomó algo de jabón y
me lo puso en las mejillas. –Estás rebasando ciertos límites, tonta.- Juro que dejaría
hacer esto mil veces si eso implicaba no quitarle la enorme sonrisa que tenía ahora.
-Eso es por mentirme.- Simplemente me encogí de hombros y
regresé a mi labor. -¿Lara?- Preguntó después de varios segundos ignorándola.
-¿Sí?-
-¿Te molestaste?-
-Mucho.-
-Pero...-
-Estoy tan molesta que echó agua por todos lados.- Y le lancé agua
que tenía en uno de los vasos que enjuagaba. Comencé a reír pero de inmediato me
comenzó a doler el estómago. Entre las risas y el dolor de haber comido tanto, me
deslicé lentamente sobre el piso y me recosté. –Basta. Voy a vomitar.-
-Eres una fastidiosa, Lara. Yo no te mojé.-
-Pero me echaste jabón y por tu culpa me bañaron de agua
mugrosa.-
-Y vas con eso otra vez.- A pesar de los reclamos no se veía nada
molesta. –Me iré a cambiar.-
-Limpiaré aquí.- Sonrió y desapareció por el pasillo.
Busqué un trapeador y limpié el agua que había tirado. Con un trapo sacudí la mesa y
dejé todo lo que usamos en su lugar. La rubia se estaba tomando su tiempo.
Aproveché y sequé los trastes que previamente había lavado y los puse en la enorme
vitrina donde los guardaban. Estaba por ir por mi ropa cuando la rubia apareció de
nuevo.
-Hola.-
-Hola.- Llevaba vestido azul marino que le llegaba las rodillas y
unas sandalias blancas. –Ya estaba preocupada.-
-Estaba buscando algo fresco.- Asentí. –Hiciste muy bien tu
trabajo.- Vi a la mesa y al lavabo.
-Es un placer servirle.- Llevaba las manos detrás de ella.
-Entonces puedes ayudarme con algo.- Su rostro se tornó serio. Me
mostró las manos y en ellas estaba mi iPod.
-¿Se descompuso?- Negó.
-Quiero saber que dice una canción... le entiendo por partes pero
quiero que me digas el significado completo.- Asentí. Nos sentamos de nuevo en el
comedor y me acercó el iPod. Puse la contraseña y en cuanto vi que canción quería
que tradujera sentí un terrible escalofrío por todo mi cuerpo.
-No.- Dije y le regresé el aparato. Era una extraña mezcla de
sensaciones.
-¿Qué significa "passes by"- Preguntó tímida.
-Sonríe siempre.- Respondí sin verla a la cara.
-Lara... ¿por qué tienes esa canción?- Se escuchaba preocupada.
-Está todo el álbum... a mí no... no, Ana.-
-¿A ti no te pasó lo que me pasó a mí?- Busqué sus ojos.
-Sí, no... Ana, no quiero saber.-
-¿Por qué?-
-Porque voy a hacer que me digas quién fue y lo voy a buscar hasta
debajo de las piedras y lo voy a matar.-
-No digas eso, por favor. Nunca vuelvas a decir eso.-
-Es lo que quiero hacer.-
-Pero no lo harás.- Simplemente sosteníamos nuestras miradas. -
Contéstame, por favor.- Había cierta suplica en su voz. -¿Qué significa?-
-Transcurre o pasar de largo.-
-"El mundo le pasa de largo".-
-Anita, no digas eso... tú no... tú puedes cambiar eso.- Tenía unas
enormes ganas de abrazarla.
-Cuando pueda superar mis miedos.- Agachó la cabeza. –Eres la
primera persona a la que quiero abrazar, después de papá.- Sentí mi corazón latir
muy fuerte. –Y eso me confunde porque se supone que debes desagradarme.- Sonreí
para mí. –Yo no lo sé manejar, Lara... es mucho para mí.-
-Si compartes la carga será menos.-
-¿Con quién?- Levantó la vista.
-La chica que debería desagradarte puede ser una buena opción.
Estoy segura que a ella no le importaría.-
-Puede ser una opción.- Ambas sonreímos y esto parecía otra
buena señal. A pesar de haber dado como veinte pasos hacia atrás, ahora volvíamos
a dar uno hacia adelante. Intentaría confiar y yo haría todo para no defraudarla.
Segundos después un tremendo estruendo se escuchó por todo el lugar y la tormenta
se dejó caer. Vi a la rubia ponerse detrás de mí.
-No vayas a dejarme sola.-
-Nunca.- Ni durante la tormenta, ni durante mi vida. Con la rubia
detrás de mí y el cielo cayéndose a pedazos hice la promesa más importante de mi
vida. Jamás dejarla sola.
A/N Mis muy queridos lectores, espero que estén muy bien; ya los
extrañaba. Después de la locura y uno de los mejores cumpleaños de la historia pude
por fin sentar a escribir en santa paz. Les agradezco enormemente las felicitaciones y
los buenos deseos. En verdad que fue algo memorable; mis alumnos me hicieron
llorar con sus cartitas y con los presentes que me hicieron. Fue un día lleno de mucho
amor y tranquilidad. Que mejor manera de darle la bienvenida a los 25 años :)
Pasando a asuntos menos cursis, esta historia me ha dado mucho.
He podido conocer a gente tan maravillosa como ustedes :) Y me encontré con una
chica súper talentosa y con un liderazgo bárbaro. Y ésta a su vez me presentó a su
increíble equipo de trabajo. La cosa es que me invitó a un proyecto y soy parte de él
desde hace un par de meses. Entonces, con ellos estaré publicando algunos relatos
más subidos de tono (mucho, bastante, harto subidos de tono) en la página
@elcirculcolibri Este relato ya lo había publicado en TR pero hice algunas
modificaciones y le daré continuidad. Pronto estarán publicando también mis
compañero del círculo así que se pondrá chingón.
Ale :)
Capítulo 10
-Los días de tormenta eran perfectos para abusar de mí.- Un escalofrío recorre toda
mi espalda al escuchar su confesión. Si esta era su táctica para olvidarme de hacer el
trato lo estaba logrando muy bien. Ceremoniosamente se sentó en una banca frente a
mí. –Decía que con los truenos nadie escucharía mis gritos... tenía razón. Por más
que gritaba y gritaba, nadie nunca llegaba... nadie.- Mi mente y mi corazón me
pedían a gritos que le dijera que se callara que ya no quería seguir escuchando eso.
Era demasiado... ahora entendía todo. –Después me dejaba como cualquier cosa
tirada en el piso, completamente sola hasta que mamá llegaba a casa.-
-¿Ella lo sabía?- Me sorprendo a mí misma cuando la pregunta sale
de mi boca en un segundo.
-Ella... lo facilitaba.- Siento un punzante dolor en la palma de mis
manos y bajar mi mirada veo mis puños casi blancos y mis uñas enterrándose en mi
piel.
-Hija de puta.- Vuelvo mi mirada al cristo frente a mí y ahora mis
ganas de gritarle son mayores. -¿Cómo se llama?-
-Alma.- Dice casi en un susurro. Nunca en mi vida voy a olvidar ese
puto nombre y sé con seguridad que cada vez que lo escuche sentiré mis tripas
revolviéndose de coraje. –Entre sus adicciones y sus... pasatiempos yo fui una buena
fuente de dinero.- Las ganas de matar a esa mujer eran tan grandes en ese
momento.
-¿Dónde vivías?- Casi me fracturo el cuello al voltear a ver de
nuevo a la rubia. Mi mirada inquisitiva sobre ella y ella aún con la mirada buscando
hormigas en el piso.
-Lejos.- Me dice tajantemente.
-No conozco el estado "lejos" aquí en México. ¿Dónde, Ana?- Mi voz
cada vez más severa, pidiendo las respuestas.
-Quizá ya esté muerta, no tiene sentido...- Se encogió de hombros.
-Quizá no... y la voy a encontrar, Ana y a él también.-
-No, no te acerques... no, Lara.- Lentamente sus ojos buscaron los
míos. –No quiero que te lastime.- Tenía tantas preguntas en la mente pero no podía
empujarla al abismo de la honestidad con una persona prácticamente desconocida
para ella. Abrió una parte de su corazón pero eso no significaba que de buenas a
primeras me dijera absolutamente todo lo que pasó; color, olor y sabor. No
funcionaba así. Debía darle su tiempo y ella haría el resto. Yo debo esperar
pacientemente.
-¿Qué puedo hacer?-
-Sácame del fondo de la soledad.- Era prácticamente una súplica,
una que yo también le hacía silenciosamente a ella. Que iluminara un poco mi vida...
que cambiara mi perspectiva. Quería ver todos sus matices y sacar a relucir los míos.
-Será un placer, majestad.- Este era el típico momento de las
películas donde un pacto se sellaba con un beso o al menos con un abrazo pero esto
distaba de ser una película. Y si lo era, era una película de terror. Una en la cual la
protagonista era constantemente arrastrada a la oscuridad, mientras ella buscaba
desesperadamente iluminar un poco de su propio mundo y a los que la rodean. En
este punto, el villano era el hombre clavado de manos detrás de mí.
Me sentí con la necesidad de abrir mi corazón que supiera que la
confianza era mutua, porque realmente lo era. Yo podía confiar en ella con los ojos
cerrados. Ahora yo tenía una parte de ella y Dios sabe que yo quiero que ella tenga
todo de mí. De nuevo sus ojos buscaron el suelo; estábamos a un escaso metro de
distancia. Me senté y enrollé mis piernas como si fuera a meditar.
-Papá es lo mejor que pudo pasarme en el mundo. Es una persona
maravillosa en todos los sentidos. Tengo mucha suerte de tenerlo como papá. Pero
cuando su pequeño proyecto floreció, sus responsabilidades le hacían pasar más
tiempo fuera de casa que con nosotras.- Tomé un respiro. –El éxito llegó y trastornó a
la bruja... simplemente parecía que hubieran venido los marcianos y hubieran
cambiado a la que era mi mamá.-
-¿La extrañas?- Y ahí estaba la pregunta que muchas veces empujé fuera de mi
cabeza. Una pregunta que me daba miedo contestar. Guardé silencio por varios
instantes mientras la batalla sobre mi respuesta se desataba en mi interior. Al no
responder la rubia subió la cabeza y me quedó viendo fijo. Juro que sentí como se
escudriñaba en mi interior. A pesar de lo hinchado de sus ojos y el color rojo que
teñía la mayor parte de su cara me veía con tanta ternura porque entendía que no
era fácil para mí aceptarlo.
-Sí.- Susurré. -Me gustaría saber que la mujer que me cantaba y
me veía con tanto amor sigue ahí.- Fue mi turno de buscar hormigas.
-¿Por qué no la buscas?- Me obligué a tragar el nudo en mi
garganta y con todas mis fuerzas busqué no quebrarme.
-Porque me va a matar si no la encuentro.- Ahí estaba.
Probablemente la raíz de mi errático comportamiento en los últimos meses. No sabría
cómo actuar si la mujer que tanto quise ya no está más. Entonces me puse en su
contra, busqué presionar sus botones para ver si salía a flote pero sólo logré que me
mandaran a la cola del diablo.
-Lo siento.-
-Yo también, Anita.- Busqué sus ojos antes de tomar un largo
respiro y hablar. –Lamento lo que pasó contigo.-
-Yo también pero si eso no hubiera pasado eso no hubiera conocido
a papá y definitivamente no te hubiera conocido.- Me sonrió tímidamente. –Él sabe lo
que hace.- Señaló con la cabeza a la persona que estaba detrás de mí.
-No comparto la misma opinión.-
-Yo tampoco lo comprendía, con el tiempo lo harás... te lo
prometo.- Me sonrió levemente.
-No sé cómo haces eso... esto es una mierda y tú tratando de
reconfortarme. A estas alturas ya hubiera mandado al diablo a todos.- Y una leve
risita salió a flote. Tuve que contener las ganas de sonreír al escuchar este sonido que
ya me era familiar.
-Es porque tú, querida fastidiosa tienes la mecha muy corta.-
-Y a la gente le gusta andar con cerrillos cerca de mí... no es mi
culpa.- Volvió a reír y mentalmente choqué cinco conmigo misma... la había hecho
reír dos veces en un rato.
-¿Puedo pedirte algo?-
-Lo que sea.- Dije casi de inmediato.
-Nunca vuelvas a pedir eso.- Su rostro regresó al estado de
angustia. –Yo no...-
-No te angusties, rubia. Soy niña grande, me sé cuidar.-
-Promételo, Lara.-
-Siempre y cuando no vuelvas a meter tus narices en mis
oraciones.-
-Trato.- Con una sonrisa juguetona levantó su meñique hacia mí.
-Trato, majestad.- Tiré de mi mano para que ella se levantara.
–Ven.- Asintió levemente y se puso de pie; con nuestros meñiques conectados
llegamos al patio donde estaba antes de escucharla gritar. –Vamos a crear nuevas
memorias.- Podía ver el temor en sus ojos. –Aquí estaré todo el tiempo. Lo haremos
juntas, ¿te parece?- Asintió y todo iba bien hasta que vio que la jalaba a la lluvia.
-¿Qué?... Lara, no.-
-Confía en mí. Por favor.- No muy segura siguió mis pasos; se
estremeció al sentir el agua sobre su piel. –Es sólo agua, Ana.- Le sonreí tratando de
hacerla sentir segura. Poco a poco la fui guiando hasta que quedamos justo en medio
del patio y la lluvia caía sobre nosotras. Ella simplemente permanecía frente a mí con
los ojos cerrados. –Él no vendrá aquí; él no puede tocarte ni acercarte a ti. Sólo
somos nosotras, Norma, tu papá... Sólo los que nos preocupamos por ti.- Cerró los
ojos con más fuerza y sus lágrimas se combinaban con las gotas de lluvia. –Abre los
ojos, Anita.- Negó. –Que el mundo no te pase de largo.- Sabía que era algo sucio
pero debía hacer algo.
-Es difícil tomarte en serio con un ojo morado, Lara.- Regresé a mi posición original.
-Lo sé.- La lluvia fue menguando y ahora era una leve llovizna. -
¿Ves?- Levanté las manos al cielo. –Sólo es agua.- Le sonreí y ella me sonrío de
vuelta. –Disfrútalo.- Después de unos segundos levantó los brazos al cielo.
Me olvidé de todo y me puse a bailar o a intentar bailar. Brincaba,
levantaba las manos, me sentía como una niña una vez más. Sin necesidad de quedar
bien con nadie, simplemente disfrutar y hacer lo que se me venga en gana. De pronto
me di cuenta que no tenía compañía sino una espectadora. La quedé viendo
inquisitivamente.
-Me alegra ver estos matices tuyos.- Lo que daría por tener algo
con qué capturar la forma en la cual me estaba viendo. Era como si estuviera
presenciando algo mágico, algo que le sorprende pero que le agrada. Algo
completamente nuevo para ella.
-Trae tu trasero para acá.- Estiré mi mano para que ella la tomara.
–Vamos.- Se resistió un poco pero mi insistencia rindió frutos. Pronto, ambas
brincábamos como dos pequeñas bajo la lluvia. Esto era mi vida antes del éxito de
papá; era sencilla, sin complicaciones. Si algún paparazzi me grabara haciendo esto,
mañana saldría en la portada de una revista de farándula con el encabezado "Hija de
millonario se droga". Olvidé lo feliz que me hacían estos momentos simples, donde mi
corazón era el que estaba al mando y no la ira o mis ganas de hacerle la vida
imposible a mamá. Me detuve de pronto.
-¿Todo bien?- Preguntó preocupada la rubia.
-Mamá...- Dije para mí misma en un susurro.
-¿Qué pasa con ella?-
-Pensé en ella como mamá y no como bruja.-
-Eso es muy bueno.- Se veía entusiasmada. –Tus "perspectivas"
cambian.- Gesticuló.
-No... no me parece buena idea.-
-Lo entiendo, Lara. Pero no puedes rendirte antes de buscarla.
Aparte estas a muchos kilómetros de ella; tienes tiempo de pensar y meditar que
harás. No tiene nada de malo que la vuelvas a ver como un ser humano.- Wow.
-Vaya que eres muy articulada.-
-Es el día de las palabras rimbombantes.- Me sonrió. –En serio,
Lara. No pasa nada. Es tu mamá y yo sé que la amas.- Me reír.
-Amo mis tenis, Ana.-
-Pero también la amas a ella. Y créeme que el mundo no se acaba
si lo aceptas.-
-Bien, la amo, ¿qué gano?-
-Que dejes de hacer las cosas sólo para fastidiarla.- Doble wow. Se
fue directo a mi yugular.
-Te he subestimado, tonta.- Se encogió de hombros. –Tienes
razón.- Nos quedamos viendo por unos instantes; podía sentir algo entre nosotras
pero mi juicio estaba demasiado nublado como para poder deducir objetivamente que
era. –Cámbiese, majestad. Atrapará un resfriado.-
-Digo lo mismo de usted, lacaya.- Levanté mi ceja izquierda. -
¿Qué? Si me dices majestad eso te hace mi sirviente.-
-Demasiado lista incluso para ella misma.- Se echó a reír.
-Es tu culpa por decirme así.-
-Ya, ya... lo que sea. Ve a cambiarte.-
-Yo soy a que da órdenes aquí.-
-¿Qué le apetece hacer, majestad?- Hice una pequeña reverencia.
-Cambiarme la ropa en mis aposentos.-
-¿Puedo servirle en algo?-
-No, te puedes retirar.-
-Gracias por su bondad.- Sólo basto que nuestras miradas se
encontraran para estallar en risas. –Tonta.-
-No me imagino perder a dos parejas en una sola vida.- ¡¿Qué?! –Aunque el tipo le
ponía los cuernos.- Involuntariamente dejé de respirar.
-Dime, ¿quién puede resistirse a esos ojitos azules y su sabroso
cuerpo?- ¿Liv se acostó con la pareja de Norma? Definitivamente estaba en el
momento y lugar equivocados. Ya tenía suficiente con lo de la rubia.
-¿Tú crees que el doctor lo mató?-
-Sí yo me enterará que alguien se tira a mi hija a escondidas,
mínimo le corto las bolas.- Un terrible dolor de cabeza comenzaba a apoderarse de
mí. De pronto escuché a unos puerquitos hacer desastre. –Carajo, se volvieron a
escapar.-
-Te ayudo.- Escuché a los hombres correr mientras yo yacía en el
piso, cubierta de lodo, con dolor de cabeza y con mucha información. Demasiada
información.
Como pude me puse de pie y caminé tan rápido como pude a casa;
ya no quería toparme con pláticas que no me incumben y dejaban mi cabeza hecha
un nido de arañas. Pobre Norma, ¿cómo demonios podía sonreír después de pasar
cosas así? Quizá ahora entendía el porqué de su incansable llanto, lloraba por dos
personas, no por una. Ahora, murió, sí muy triste pero ellos prácticamente afirmaban
que se tiraba a Olivia, ¿cómo alguien puede engañar a alguien tan maravilloso como
Norma? Y, qué cinismo el de Liv para verla a los ojos y dirigirse a ella cuando se
acostó con su pareja. Sin duda la maldad de Liv llegaba a niveles incalculables.
Ni siquiera me di cuenta que ya había llegado. Me di unos topes
contra la puerta esperando que el dolor se fuera un poco. Abrí rápidamente y me metí
directo a la ducha a quitar el lodo de mi cuerpo y de mi ropa. Mientras me aseaba los
pensamientos iban y venían; y agradecía que no todos fueran sobre la rubia. Era
exorbitante la cantidad de tiempo que pasaba pensando en ella. ¿Y así dices que no
estás enamorada? Preguntó mi subconsciente, el cual apagué segundos después. Me
iba a dar algo... una sobrecarga cerebral-mental-emocional o como se le llame a
tener tanta mierda aparte de la propia.
Después de una maratónica ducha me puse unos pants y una
sudadera delgada. El frío del agua y el leve viento serían letales para mí. Tenía
hambre, muchísima pero mi ánimo sólo me empujo a hacer una miserable taza de
cereal. Como se hacía costumbre, llevé mi laptop a la isla de la cocina y puse algo de
música y como si fuera algún tipo de señal Creedence Clearwater Revivial hizo su
aparición triunfal. Tarareaba mientras veía algunas gotas caer sobre la ventana de la
sala; segundos después alguien tocó a mi puerta. Abrí y Norma corrí dentro de la
sala.
-Tengo frío.- Dijo en forma de disculpa.
-Hola.- Le sonreí. -¿Cómo estás?-
-Preocupada, no te vi en todo el día.-
-El señor Cardozo me dejó a cargo de la iglesia y estoy
cumpliendo.-
-Vaya, toda una niña grande.- Me sonrió. -¿Cómo van las cosas
entre ustedes?-
-Me contó una parte de lo que le pasó.- Me hundí en el sillón. –Es
todo tan jodido, Norma. No sé cómo le hace para salir adelante.-
-Alberto ha sido fundamental para que ella esté de pie.-
-¿Alberto?-
-El señor Cardozo.- Información relevante. No recordaba que se
llamara así. –Ama a Ana con locura.-
-Entiendo porque.- Sonreí y vi al piso.
-Alguien está sintiendo mariposas en el estómago.- Se rió.
-Alguien quiere ser echada de mi casa.-
-Estás en el proceso platónico en el que incluso la forma en como
respira te parece lo más hermoso del mundo.-
A/N Hola a todos :) Ya les extrañaba. Gracias por los mensajes, los
comentarios y las valoraciones. De verdad que ustedes son los que están haciendo de
esta historia algo mágico para mí.
Han sido semanas de muchas pruebas emocionales y la palabra
familia va tomando cada vez más fuerza. Como dice Ana, las cosas pasan por algo y
Dios no nos pone algo que no podamos superar. Así que si están pasando por
momentos difíciles, no se angustien, no es permanente. Busquen su fuerza interna y
apóyense de la única muleta que nunca se romperá, la familia.
Finalmente, con tristeza quiero dedicar este capítulo a una querida
amiga que perdió la batalla contra el cáncer. Aun me cuesta creer que Dios la haya
reclamado. Espero que donde sea que estés sigas siendo un dolor de culo como lo
eras aquí. Serás siempre extrañada, inusual ser humano.
Lo veía, venía a mí... con sus ojos que sacan chispas y sus manos empuñadas; su
espalda ligeramente encorvada. Vestía de traje y su corbata, la de la suerte; era una
corbata azul con anclas rojas y blancas perfectamente distribuidas. Se veía tan
pulcro, tan limpio y olía muy fuerte a colonia. Pero esa era su imagen externa, se
mostraba limpio mientras por dentro estaba podrido; maloliente; sin alma y sin
corazón. Era un monstruo y por albures del destino me tocó coincidir con él.
Cuando terminé de hacer el desayuno sabía que hacía falta algo. No quería regresar a
la habitación a buscar mis zapatos así que me puse los tenis enlodados de Lara y corrí
a la casa de Ofelia. Por la gracia de Dios no me caí ya que me quedaban algo
grandes. Algo agitada pero con una enorme sonrisa toqué y justamente ella me abrió
la puerta.
-Hola, Ana.-
-Ofelia, buen día.-
-Estás muy sonriente.-
-Es un buen día.- Me encogí de hombros. -¿Crees que tengas
algunas tortillas?-
-Claro, mamá acaba de hacer algunas.- Ofelia me veía extrañada. -
¿Estás bien?-
-Sí, sólo tengo algo de hambre.-
-Puedes desayunar con nosotras.-
-Eh, gracias pero ya tengo algo preparado en casa.- Respondí de
inmediato.
-Quizá para la próxima.- Se metió a la casa y en unos instantes
regresó con una pequeña manta que desprendía el inigualable olor de tortillas recién
hechas.
-Gracias, Ofelia.-
-De nada.- Me quedó viendo un momento. -¿Segura que estás
bien?-
-Mejor que nunca.- Ni siquiera esperé a que me contestara cuando
ya estaba de camino a casa de Lara. Cuando estaba cerca recordé que no había
sacado llave, lo cual implicaría que tendría que tocar y despertarla. –Que tonta soy.-
Estuve unos minutos en la puerta, indecisa si tocar o no. Quizá debería esperar a que
hubiera movimiento dentro de la casa. Cerré los ojos y toqué, esperando que Lara no
lo escuchara pero para mi sorpresa me abrieron de inmediato.
-Ana.- Dijo sorprendida.
-Hola.- Le sonreí pero su rostro era de total seriedad. -¿Qué pasa?-
-Creí que te habías ido...-
-Sólo fui por esto.- Le mostré lo que había conseguido. La vi
erguirse de nuevo. Otra de las particularidades de Lara, se encorvaba si estaba
estresada o cuando algo iba mal. -¿Quieres desayunar?-
-Me encantaría.- Respondió a la vez que me mostraba su
espléndida sonrisa. -Ya que tú hiciste el desayuno me toca servir.- Tomó dos platos y
me sirvió la misma cantidad que se sirvió ella; no me acabaría tanta comida.
-No todos comen tanto como tú.-
-Es de mala educación dejar sobras, majestad.- Me sonrió y regresó
a la cocina. -¿Quieres café?-
-Por favor.- Para agilizar las cosas usó el microondas y en menos de
dos minutos tenía una humeante taza de café frente a mí. –Gracias.-
-Gracias a ti por hacer el desayuno.-
-Un placer.- Nos dedicamos a comer y de vez en cuando la
atrapaba viéndome. Me sostenía la mirada y de nuevo se enfocaba en su comida. A
momentos me parecía que quería decir algo pero se detenía, creí saber que era.
Quería saber más de la pesadilla.
No es que me cerrara es sólo que nunca he hablado de estas cosas
con nadie. Absolutamente nadie. Papá sabía a grandes rasgos qué es lo que había
pasado conmigo pero no sabía de los detalles escabrosos y prefería dejarlo así. Sabía
que podía confiar en Lara y lo hacía pero la forma en como estaba afectándole esto
no me agradaba. No quería que ella tenga que vivir con esas imágenes en su mente.
Nadie debería hacerlo, más que yo.
-¿Segura que quieres saberlo?- Le pregunté de pronto. Tarde o
temprano se lo diría. Y si ella lo sabe me va a entender mejor y entenderá lo mucho
que significa el hecho de que me abrace o de sentir su piel sobre la mía. Debía
entender que la estaba dejando entrar en las profundidades de mi infierno. Ella dejó
de comer y fijó su vista en mí.
-Si eso te ayuda...- Sacó el aire por su boca. -¿Has hablado con alguien de esto?-
-Dos personas pero nadie sabe totalmente lo que pasó... ni siquiera
papá.-
-La pesadilla...- Comenzó cautelosamente.
-Está llena de detalles... detalles que... son demasiado vividos.- Fue
mi turno de ver mi plato de comida. –No quiero compartirlos... confío en ti pero no
quiero que te...consuma.-
-Sé que soy muy inapropiada para comportarme. No sé manejar la
ira, la frustración y sobre todo nunca me había sentido tan impotente como ahora.-
Tomó un sorbo de su café. –Pero si el que tú hables de eso te ayuda a... aliviarte un
poco, te juro que me comportaré. Que seré la persona que necesitas en estos
momentos.- La chica prácticamente me suplicaba que le dijera, que hablara al
respecto, que lo soltará. Asentí levemente aceptando su proposición -¿Quieres ir al
bosque?- Negué.
-Estoy bien aquí.- Sola contigo. Aunque en el bosque también
estaríamos solas pero me sentía segura en estos momentos.
-Bien.- Se notaba muy tensa. -¿Quieres más café?-
-Sí, por favor.- Rápidamente se puso de pie y en instantes me di
preparo otra deliciosa taza de café. –Desearía al menos saber qué nombre tiene mi
demonio.- Cerré los ojos. –Mi madre a veces le llamaba de una manera extraña pero
no lo recuerdo... No creo que sea de aquí.- Él era como una fotografía en mi mente.
–Siempre estaba bien vestido, al menos cuando se encontraba conmigo. Traje y
corbatas muy elegantes. Principalmente recuerdo una corbata de anclas... rojas y
blancas. Decía que era su corbata de la suerte.- Tomé un respiro. –Nunca me besó...
no sé cómo hubiera reaccionado. El siempre tapaba mi boca o se aferraba a mis...-
Esto era más difícil de lo que pensé.
-Si es mucho puedes detenerte. No te sientas obligada a decirme.-
-Creo que necesito hacerlo, Lara.- Tomé un poco de mi café. –Se
aferraba de mis senos... decía que era lo más bonito de mi cuerpo. Sus manos eran
muy suaves... totalmente distinto a su rasposo interior.- No necesitaba cerrar los ojos
para verlo; incluso en la nitidez del día lo podía ver; aun con los ojos abiertos. Estaba
en todos lados. –Tenía un lunar detrás de su oreja. Generalmente lo cubría su cabello.
–Lara me veía atentamente y aunque no decía nada sus ojos la delataban. Estaba
muy a punto de perder la razón.
-¿Tú papá sabe cómo es él?- Negué. –Te admiro por pasar esto sola
prácticamente pero eres una tonta al querer llevar todo el peso en tus hombros. No
es sano.-
-No quiero que me tengan lastima.- Agaché la cabeza.
-No eres un perrito abandonado, Ana. Incluso los animalitos no
deben recibir algo tan bajo como la lastima. Eres un ser humano... que ha pasado por
mucho. Está bien pedir ayuda de vez en cuando.-
-¿Tú has pedido ayuda?-
-Nuestros contextos son muy diferentes, Ana.- Se defendió de
inmediato.
-Pero el sentimiento es el mismo; el creer que podemos solas.- Se
quedó callada un momento. –Se siente bien hablar de esto.-
-¿Puedo preguntar algo?-
-Lo que sea.- Su mirada se ensombreció más.
-No tienes que responderme si no quieres o si es mucho.-
-Está bien, La.- Traté de confortarla con una sonrisa.
-¿Cada cuánto...?- Buscaba las palabras pero sabía a donde se
dirigía.
-Al menos una vez a la semana.- Cerró los ojos y empuñó las
manos.
-¿Cuánto tiempo?- Su voz ronca y profunda.
No sé qué tenía Lara pero no podía dejar de pensar en ella desde el día que la conocí.
Nunca había conocido a una chica tan bonita y con tan mal genio como ella. Desde el
primer día me prometí fastidiarla para alejarla de mí porque desde que sus ojos se
conectaron con los míos sentí algo que hacía que mi mundo temblara. La profundidad
de sus ojos verdes y su forma de verme era algo que me intimidaba y a la vez me
hacía sentir segura, ¿tiene sentido eso? No, pero todo está fuera de lugar desde ella.
La gravedad se invirtió desde ella
-Tierra llamando a Ana.- Pasó una mano frente a mí y me hizo
regresar de mi trance.
-Oh, lo siento. Estaba pensando.-
-Ya me he dado cuenta.- Me sonrió tiernamente. -¿Algo que quieras
compartir?- Preguntó tímidamente.
-No, particularmente pero gracias. Me has ayudado mucho hoy,
Lara. Como nadie.-
-Es un placer serle útil, majestad.-
-Eres más que útil.- Ambas sonreímos. –Creo que debería irme. A
veces llega gente muy temprano a la iglesia.-
-Claro. Te llevo.- Tomé su mano para evitar que se levantara.
-No es necesario, Lara. Descansa bien, por favor.- Me veía algo
escéptica.- Estoy bien, lo prometo.-
-¿Segura?-
-Totalmente.- Me puse de pie y casi me caigo. –Creo que debería
cambiarme los zapatos.-
-Definitivamente, majestad. No quiero que se...- Abrió los ojos muy
grande y se quedó en silencio. –Caiga.- Complementó para ella misma. –No, no te
vas a caer.- Estaba totalmente perdida mientras Lara sonreía ampliamente.
-¿Estás bien?-
-Bien. Más ahora que sé que alguien cumple su palabra.-
-¿Quién eres y qué le has hecho a Lara?- Se echó a reír.
-Después te lo diré.- Asentí confundida por sus últimas palabras y
me dirigí a su habitación. Cambié mis zapatos y de dejar los tenis de Lara donde los
había encontrado originalmente tomé una de sus playeras sin mangas, me la puse
rápidamente y encima me puse la mía.
-Gracias por todo, Lara.- Dije una vez que regresé a la sala donde
Lara yacía acostada en el sofá. –Acabas de comer, vas a vomitar.-
-Todavía tengo hambre.-
-¿Qué? Comiste siete tortillas.-
-¿Estabas checando lo que comía?- Se veía ofendida.
-Lara, sólo había diez tortillas. Es muy fácil sacar las cuentas dado
que sólo comí tres y no sobraron.-
-Déjame ser.- Me eché a reír. Se puso de pie rápidamente y se paró
frente a mí. –Si algo va mal, ¿me lo dirás?- Asentí. –Llegaré antes de las cuatro y
entraré por la parte de atrás por si está la familia de Ofelia, ¿te parece?-
-Sí, eso es perfecto. Gracias, Lara.-
-No me agradezcas.- Tomó un mechón de mi cabello y comenzó a
jugar con él. Me encantaba que hiciera eso. Sus ojos nunca dejaron los míos y lo
agradecía porque si veía un poco hacia abajo se daría cuenta de que tenía su playera
puesta.
-Te veo más tarde.-
-Hasta más tarde, rubia.- Dio un paso hacia atrás. Su sonrisa podía
iluminar todo el estado en la noche más oscura. Le sonreí de vuelta e hice mi camino
a la puerta. –Ana.- Dijo suavemente antes de que girara la manija de la puerta.
-¿Sí?- Caminó lentamente a donde estaba y me giré para verla.
-¿Te... te puedo abrazar?- La blanca piel de su cara pronto se
convirtió en roja y en un acto muy impropio de ella dejó mis ojos y se enfocó al piso.
Me constaba mucho encontrar mi voz y vocalizar mi respuesta.
-Sí.- Apenas y susurré. Tenía un enorme nudo en la garganta; la chica que hace lo
que se le pega la gana me pedía permiso para algo. Rara vez alguien me pedía
permiso para tener algún tipo de contacto y la mayoría de las veces la rechazaba, por
no decir siempre. Yo no necesitaba del contacto, hacía todo por evitarlo o buscaba
que no sucediera frecuentemente. Pero con ella todo era distinto, muy distinto.
Comenzando por la forma en como me hacía sentir y esto; la facilidad con la que mi
cuerpo era atraído a ella. Lara llevó de nuevo su vista a la mía y sonrió.
-Gracias.- Cerró la distancia entre nosotras y sus manos se posaron
en mi cintura al igual que las mías en la de ella. Prácticamente su barbilla descansaba
sobre mi cabeza; podía escuchar el frenético latido de su corazón. Mi cabeza
descansaba entre su pecho y su cuello. –Significa mucho para mí tu confianza, Anita.-
-Significa mucho para mí que hagas servicio social conmigo.- De
pronto vacío. Su cuerpo se alejó un poco y sus manos dejaron mi cintura para ir a mi
cara. Sus profundos ojos verdes me veían serios.
-No eres ningún servicio social, ni una forma de equilibrar mi karma
o lo que sea que pienses.- Cerró los ojos unos momentos y tomó un respiro. –Me
importas, Ana.- Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos. –Me importas mucho
y quiero ayudar en tanto tú me dejes. Quiero que sepas que aquí estaré para ti
cuando lo necesites.- El nudo comenzó a formarse de nuevo y estaba haciendo un
gran esfuerzo por no llorar. –Eres una maravillosa persona.-
-No lo soy.- Negué y ya no contuve mis lágrimas. –Estoy sucia... no
soporto muchas cosas. Estoy constantemente con miedo, con insomnio, con
pesadillas... soy una ruina emocional. Soy un bicho solitario.-
-Y el hecho de que sonrías a pesar de todo eso te hace
maravillosa.- Ella no me juzgaba, simplemente me sonreía con cariño. –Me voy a
encargar de que veas cuan increíble eres, Ana.- Pegó su frente con la mía y nos
quedamos así por varios instantes. –Y no estás sola, me tienes a mí así como yo te
tengo a ti, ¿correcto?- Asentí levemente contra su frente. –Te voy a dejar a casa.-
-No...-
-No estoy negociando. Te estoy diciendo que iré contigo.- Asentí.
Me armé de valor y deposité un beso en su mejilla.
-Gracias.-
-A sus órdenes, majestad.- Me sonrió y ahora sí se separó por
completo de mí. –Iré a cambiarme.- Asentí y la vi desaparecer en su habitación.
Minutos después salió con unos shorts y una playera negra simple; se puso los tenis
enlodados y regreso a mi lado. -¿Lista?- Asentí. –Andando.-
El camino fue muy entretenido, Lara iba tratando de adivinar el
nombre de las plantas y flores que encontrábamos en el camino y sólo pudo adivinar
el nombre de las rosas. Era increíble cuan despistada podía ser esta chica; a pesar de
ser muy inteligente había ciertas cosas que simplemente le pasan de largo en su
mente. Y eso me divertía muchísimo. Al ver su pobre desempeño con las flores se
decidió ir por los árboles y cómo agradezco que lo hiciera. Lloré de tanta risa. Incluso
inventó nombres y sólo logró que mi risa incrementara. Este debe haber sido el paseo
más divertido de la historia.
Definitivamente estar con la chica de ojos verdes implicaba estar
atenta a cualquier cosa que se le ocurriera. Sobre todo me impresionaba lo cómoda
que me sentía con ella; de unos días para acá sentía como si la conociera de toda la
vida. La "facilidad" con la que le conté de cosas que nunca nadie había escuchado
antes; cosas que juré que se irían conmigo a la tumba. Y aquí estaba esta chica
buscando la manera de bajar mis barreras y de ayudarme. Ella fue muy clara al
decirme que no esperaba nada de mí, ¿qué podría darle a una chica que lo tiene
todo? Absolutamente nada. Y a pesar de que ella me dijo lo contrario sentía que era
una forma de equilibrar su balanza cósmica.
Tomamos un camino que nos llevó más tiempo del normal, decidimos que
entraríamos por la puerta de atrás por si alguien que no gustaba de Lara estaba en la
iglesia. Apreciaba todo lo que ella estaba haciendo pero me mataba saber que la
gente la odiaba por eso. Me gustaría gritar a los cuatro vientos que lo único malo que
ella está haciendo es hacerse pasar por la villana del cuento. Ella decía que no le
importaba pero yo sé que el fondo esas cosas marcan... lo sé. He pasado por ese
camino antes. Fingir que nada importa y llorar todas las noches buscando millones de
razones para no creerlo y hacerme la fuerte al día siguiente.
-Estamos aquí.- Su voz me sacó de mi pequeña introspección. -
¿Quieres que me quede?-
-Estaré bien, La. De verdad me gustaría que fueras a casa a dormir
un poco.-
-¿Segura?-
-Que sí.- Me eché a reír. –Nada me pasará.-
-Está bien. Si...-
-Si necesito algo voy a ti. Ya me lo dijiste.- Ella sonrió. –Ve.-
-Te veo más tarde.-
-¿Es una amenaza?- Le dije juguetonamente.
-Oh, sí.- Me guiñó el ojo derecho y caminó de regreso a su casa.
Esperé hasta que desapareciera y me metí a casa. Corrí a mi habitación y mi quité
ambas playeras; la de Lara la dejé pulcramente doblada sobre mi almohada. Tomé
una ducha rápida y me dirigí a abrir las puertas de la iglesia. Apenas eran las once de
la mañana así que mucha gente estaba por regresar de sus tierras y venir para acá.
Regresé a la cocina y me propuse preparan algo de limonada y
naranjada. Es lo mínimo que podía hacer por la gente que alegremente le servía a
Dios sin pedir un solo peso a cambio. Aparte de que era una buena oportunidad para
que la gente conviviera; de por sí el hecho de que fuera un lugar pequeño permitía
que todos nos conociéramos hacer este tipo de actividades reforzaba nuestros
vínculos. Con la pequeña excepción de Lara que no era muy bienvenida por una de
las familias que más atraían gente a la iglesia.
-Hola.- Me espanté al escuchar la voz detrás de mí.
-Hola, Ofelia.-
-¿Te ayudo?-
-Sí, ¿puedes terminar de pelar esas naranjas?- Señalé a la mesa.
-Por supuesto.- Me sonrió y se dirigió a la mesa mientras yo hacía
la limonada. -¿Cómo estuvo tu desayuno?-
-Bien, bastante tranquilo.- Contesté aún sin verla.
-¿Te molestó?-
-¿Qué cosa?-
-Lara.- Dijo con voz seria.
-¿Lara?, ¿qué tiene que ver ella con mi desayuno.- Odiaba mentir
pero esto era el plan de Lara y debía seguirlo.
-Ella tuvo que estar contigo ya que llegaste a mi casa usando sus
zapatos.- Me veía algo molesta.
-Claro que no.- Me defendí rápido y teníamos un enfrentamiento de
miradas.
-Tú no tienes ese tipo de calzado, Ana. Serías tan amable de
explicarme qué está pasando.-
-Nada.- Respondí y regresé a mi labor.
-¿Te está obligando a hacer cosas?-
-¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! Lara no es así para nada.- Me
molestó el hecho de que pensara algo así.
-Así que has convivido con ella.- Lo siento, fastidiosa. Volteé a verla
de nuevo.
-Sí y es todo lo contrario a lo que la gente cree que es.-
-Eres un horrible ser humano que cree que todo lo puede porque tiene dinero.-
Premio a la más imbécil.
-¿Tener dinero? Por si no lo has visto me tiene que sudar el maldito
trasero para poder ganar dinero para la renta y mi comida. Se nota que no sabes de
lo que hablas.-
-Aléjate de Ana.-
-Lo que pasa entre ella y yo se queda entre ella y yo.-
-Me contestó exactamente lo mismo. Veo que ya está surtiendo
efecto tu lavado de cerebro.-
-Y aun así sigues jodiendo. No te vuelvas a meter conmigo, no te lo
diré de nuevo.-
-No te tengo miedo, riquilla. No eres mejor que cualquiera de
nosotros. Sólo es una actitud arrogante para esconder que por dentro estás muerta
de miedo porque tus padres te abandonaron aquí.- Ni bien había terminado y mi puño
se estrelló en la pared a unos centímetros de su cara.
-Estás cruzando mucho putos límites, Ofelia.- Sentía que en algún
momento mi mandíbula explotaría de tanta presión. Estaba tan asustada por mi
reacción pero se recompuso rápidamente. De pronto sentí que alguien me tomó de la
cintura y me jaló. Me di vuelta inmediatamente y vi unos sorprendidos ojos cafés
viéndome fijamente. -¿Qué?- Gruñí.
-Ve a la habitación, Lara. Por favor.- Me pidió la rubia.
-No.- Estaba por girarme de nuevo cuando ella tomó mi mano.
-Te lo estoy pidiendo por favor. Aparte tu mano está sangrando.-
Fijé mi mirada en la mano que sostenía Ana y efectivamente había sangre y me dolía
como el infierno.
-No me importa tengo algo que terminar aquí.-
-No hay nada que terminar, Lara.- Pronunció mi nombre en el tono
más condescendiente posible. –Eres una peste para este pueblo.-
-Vete, Ofelia.- Dijo la rubia muy molesta. –Vete, por favor.-
-¿Qué?- Preguntó asombrada.
-Que te vayas. Sólo estás empeorando la situación.- Ahora sí podía
decir que Ana me estaba defendiendo.
-No puedo creer que elijas quedarte con esta- me escaneo de arriba
para abajo –persona.- Intenté soltarme de agarre de Ana pero fue inútil. Después de
dedicarle una mirada de muerte salió del lugar y la rubia me arrastró a la cocina. Me
llevó directo al fregadero y puso mi mano debajo del grifo para limpiar la sangre.
-¿Te duele?-
-Poco. Me duele más la muñeca.-
-¿Por el golpe?-
-No. Porque sostuvo todo mi cuerpo cuando esa loca me pasó a
empujar... evité golpearme la cara metiendo mi mano.-
-¿Ya podemos detener esto?-
-¿Ya te vas a defender?-
-Sí.-
-Lo dudo.- Olvidó su tarea y volteó a verme muy seria. –No es tu
naturaleza, Ana. No eres una persona que responda a provocaciones y haces bien. O
terminarías como yo.- Levanté mi mano herida para ejemplificar.
-Es sólo que siento que yo tengo la culpa-.
-No tienes la culpa de nada; yo tomé la decisión, tú no me
obligaste. Y aparte quiero hacerlo.- Sonreí. –Hacía mucho que no me metía en una
riña.-
-Y esperemos que sea la última.- Dijo escéptica. –Pero a como van
las cosas, lo dudo mucho. Por favor, Lara. No tienes ninguna obligación de hacer esto
o de meterte en problemas por mi culpa.- Cerré el grifo y me acerqué más a ella.
-¿Cómo te hago entender que quiero hacer esto por ti?- La vi sonrojarse
profundamente.
-La gente no hace cosas buenas por mí.- Dijo con un cierto dejo de
tristeza.
-Acostúmbrate a que yo las haga entonces.- Usualmente en estas
circunstancias tomaría un mechón de su cabello y jugaría con él pero hoy tenía el
cabello amarrado y por Dios que se veía preciosa. Podía ver sus pequeñas orejas y su
linda cara en todo su esplendor sin nada que lo cubriera.
-Gracias, Lara.-
-No tienes que agradecerme.-
-Sí tengo porqué. Me has hecho pasar unos días muy tranquilos a
pesar de la incertidumbre de lo que pasa con papá y eso es maravilloso. Me has
hecho reír y enfrentar algunos miedos. Cosas que nadie había hecho por mí antes.-
Se puso de puntitas y besó mi mejilla. –Gracias.- Estábamos muy cerca, demasiado
cerca y mentiría si dijera que no me moría por besarla ahí mismo. Sólo tenía que
agacharme un poco y conectar nuestros labios. Sentí la mano de Ana escurrirse entre
la mía y frotar suavemente mi mano afectada. –¿Te sigue doliendo?-
-No mucho.-
-Deberíamos ponerle hielo.- Intentó zafarse pero no la dejé. -
¿Qué?-
-No necesita hielo, al menos no ahora.- Nunca perdimos el contacto
visual y era increíble el verla tan cómoda conmigo. Después de conocer a la chica
fastidiosa y luego a la niña atemorizada, ella frente a mí viéndome de esa manera me
tenía en éxtasis total. –Está bien como está.- Entendiendo muy bien el mensaje con
su pulgar hacía círculos sobre mi dorso lastimado.
-Tus ojos... nunca los había visto así.-
-¿De qué color están?- Le pregunté con una sonrisa.
-Se ven como de color miel... no sé. Están muy pero muy claros.
Me gustan.- Me gustas tú.
-Están cómodos con la compañía.- De nuevo se sonrojó. –También
deberías acostumbrarte a los cumplidos. Eres una chica increíble, Ana.- Solté de
pronto en un ataque de honestidad innecesario.
-Habla la chica más genial que he conocido.- Me sonrió. –También
estoy cómoda con la compañía.-
-Hablaba de mis ojos no de mí.- Le sonreí juguetonamente.
-Ya te habías tardado.- Me agaché hasta que mi frente quedo
descansando sobre la de ella.
-Recuerda que soy una fastidiosa.- Dije con los ojos cerrados.
-Lara...- Aspiró profundamente. –Te...-
-¿Lara?- Brincamos lejos la una de la otra. -¿Qué pasó?-
-Nosotras....- Tartamudeó la rubia.
-Ella lo comenzó todo.- Dije de inmediato. Sabía que Norma se
refería a Ofelia. –Me empujó y habló de más.-
-Me dijo que la golpeaste.-
-¿Crees que estaría viva si la hubiera golpeado?- La mujer rió.
-Eso fue justamente lo que pensé.-
-Sólo estoy harta de sus idioteces, Norma.- Sentí la ira crecer
dentro de mí de nuevo. –Por gente como ella odio las iglesias y las idioteces que
pregonan.-
-Estás generalizando, Lara. El hecho de que alguien te haya dado
una mala percepción de algo no quiere decir que todo sea igual o que tengan las
mismas sombrías intensiones.- Apuntó la mujer de ojos expresivos.
-Aquí realmente sé las intenciones del señor Cardozo y de la
mayoría del pueblo, menos la de ella. Esto es diferente.-
–Tan diferente que irónicamente estás sirviendo a uno de esos
lugares.-
-No me arrepiento...-
-Y aunque lo hicieras no hay nada que puedas hacer.- Sentí mis
hombros caerse. No tenía que soportar la verborrea de Norma en estos momentos.
-Ya entendí el puto punto. No sé qué mierda tiene que ver todo esto
con el hecho de que le quiera arrancar la cabeza a ese elfo. No entiende que debe
mantener sus narices en sus asuntos.- Estaba enojada o mi enojo regresó del tiempo
fuera.
-Ana, ¿me dejas un minuto con Lara?- Norma le sonrió dulcemente
a la rubia.
-Claro.- Antes de salir, Ana me vio con una sonrisa. –Tranquila.-
Dijo tan bajo para que sólo nosotras lo escucháramos. La rubia salió y cerró la puerta
tras de ella.
-Lara, ¿qué pasó?- Su tono de voz me dejó saber que ahora
hablábamos de la escena que encontró.
-Ella está a gusto conmigo y yo estoy a gusto con ella. Fácil.-
-¿Qué hubiera pasado si hubiera sido alguien más?-
-No estábamos haciendo nada malo.-
-No, sólo estaban tomadas de la mano y a punto de besarse. Nada
de qué escandalizarse.- Dijo irónicamente.
-No la besé.-
-Porque llegué.-
-Es un límite para ella y no lo cruzaré a menos que ella lo pida... ya
sabes, cuando vivamos en Narnia.- Me vio extrañada. –Un mundo irreal.- Aclaré de
inmediato.
-¿Te gusta?-
-Sabes que sí.-
-Sólo te puedo decir que no puedes esperar mucho tiempo; tus
padres pueden reclamarte en cualquier momento.- Mierda. Esto sólo era temporal.
Mis padres nunca me dijeron cuanto duraría esto. Puede que vengan mañana si se les
pega la gana.
No, eso no podía pasar. Ahora más que nunca les agradecía a mis
padres por el hecho de traerme hasta aquí. Incluso besaría y abrazaría a la bruja por
su brillante idea. Gracias a esto tuve la oportunidad de conocer a la rubia, a Norma, el
señor Cardozo y por supuesto la amargada hermana de Norma. Había tanta gente
que ya formaba parte de mi vida ahora y podían quedar atrás en cualquier momento.
Me rehusaba a esa idea; me rehusaba a dejar a mi rubia atrás. De ninguna puta
manera eso va a pasar.
-No lo habías pensado, ¿cierto?- Su voz me sacó del trance.
-No... es una mierda.- Medité un momento. -¿Eres la misma que
me dijo que me fuera con cuidado?-
-Sí pero no puedo ser tan hipócrita para decirte que contengas tus
sentimientos cuando yo no lo hice.- Haciendo una clara alusión a lo que había pasado
con mi padre. Se acercó más a mí. –Te repito tienes tu tiempo limitado y te juro que
a veces es mejor pagar las consecuencias que preguntarse que hubiera pasado.-
-¿Estás diciéndome que...?-
-¿Yo? Yo no te he dicho nada, es más está conversación nunca
sucedió.- Me guiñó un ojo y salió del lugar.
Reprimí el intento de ir a checar si la mujer que salió era realmente
Norma y no algún extraterrestre. Su advertencia aún estaba ahí, escondida y
descuidada a la vez. Tenía mucho que ganar si le decía mis sentimientos y era
recíproco pero me partiría el corazón si el resultado es negativo.
Tenía muchos motivos para estar feliz y llena de esperanza; la
forma en la cual habíamos llevado los últimos días me decía que quizá hay cero punto
uno por ciento de probabilidad de que yo también le guste. Y me aferraba a esa
mínima cantidad; eso era mejor que nada. Y lo de hoy sólo me hizo ilusionarme más,
ella me defendió, realmente lo hizo. Corrió a Ofelia y se preocupó por mí. Luego
entendió a la perfección que quería que siguiera sosteniendo mi mano... aunque
probablemente sólo estaba siendo amable... o quizá no.
Realmente no tenía ganas de regresar a mis labores y no por perezosa pero no quería
otro encuentro del tercer tipo con Ofelia o su familia. Nuestros horarios volvían a
chocar ya que había regresado a las prácticas de voli y mis tardes estaban ocupadas;
en otras circunstancias hubiese renunciado a eso con tal de evitar este dilema pero
también representaba una fuente de ingresos por lo que no podía dejarlo.
Decidí que quería recostarme un rato y con toda la confianza del
mundo me dirigí a la habitación de la rubia. La mano me punzaba y conforme pasaba
el tiempo se hinchaba cada vez más. Al llegar me tiré sobre la cama; era realmente
cómoda y olía a ella. Era una combinación celestial. Vi mi iPod a un lado de la cama,
lo tomé y le di play; con una sonrisa reconocí la canción de la Oreja de Van Gogh "Mi
Vida Sin Ti". Cerré los ojos y me dejé llevar por la música.
Ni bien había terminado la canción sentí que alguien tomó mi mano
con mucho cuidado; podía sentir su dulce olor. Debido a la canción me era imposible
descifrar lo que decía. Dejó mi mano de nuevo sobre mi estómago y asumí que salió
de la habitación. Minutos después escuché la puerta abrirse de nuevo; muy
lentamente me quitó uno de los audífonos.
-¿Lara?- Abrí sólo un ojo.
-Mande, majestad.-
-Te pondré hielo en la mano.- Estaba para muy cerca de mí. Me
moví un poco y dejé espacio suficiente para que ella se pudiera sentar. Llevaba una
bolsa de hielo en una mano y en la otra una toalla. Puso ésta última sobre su regazo,
después mi mano y encima la bolsa de hielo.
-Frío.- Dije dando un pequeño brinco.
-Es la propiedad principal del hielo, La.- Contestó burlona.
-Me muero de risa.- Espeté con expresión seria y la rubia se echó a
reír.
-¿Te duele?-
-Un poco...- Un mucho sería lo más adecuado.
-Sé honesta.-
-Me duele mucho, ¿contenta?-
-Bastante. Puedes decirme las cosas, Lara. No tienes que
protegerme de nada... Yo estoy abriendo mi corazón contigo espero que tú hagas lo
mismo.-
-Créeme que lo hago, Anita. Simplemente no quiero preocuparte.
Esto no tiene nada que ver con mi confianza en ti.-
-Tú te preocupas por mí todo el tiempo, es hora de un cambio.- Le
sonreí agradecida por su gesto. Yo confiaba en ella a ciegas; pondría mi vida en sus
manos sin dudarlo ni un puto segundo.
-Hay algo que puede hacer que se mejore.-
-Dime.-
-Aliméntame. Así la energía se va a la parte afectada.-
-Dios mío, ¿hay algo más en tu cabeza aparte de la comida?- Sí, tú.
-Sí.- Le sonreí. –Voleibol.- No le quedó de otra más que sonreír
conmigo. -¿Me vas a dar de comer?-
-No.- Dijo seriamente.
-Eres una mala enfermera.- Hice un intento por sentarme.
-No. Te quedas aquí.-
-¿Muriendo de hambre? Por supuesto que no.- De nuevo me detuvo
en el intento de ponerme de pie.
-Iré a preparar algo.-
-Eres tan linda.- Agregué sarcásticamente.
-Lo hago porque yo también tengo hambre.- Se puso de pie y
caminó a la cocina.
-Eres tan jodidamente linda, rubia.-
El resto de la semana pasó en total calma hasta el día jueves que
fue cuando el señor Cardozo regresó. Agradecí al cosmos por devolverlo bien y según
sus palabras tenía para rato. Desearía haber tenido una cámara en el momento en
que el señor Cardozo entró a la iglesia; Ana no sabía qué hacer. Parecía una nena en
una juguetería, quería gritar, correr, llorar, reír, golpear a alguien y miles de cosas
más. Sólo sé que esa maravillosa sonrisa que tenía no quiero que se le vaya nunca.
Sé que una gran parte de su alma se alivió al tener a su padre de vuelta.
El pequeño altercado con Ofelia tuvo graves consecuencias para mí. Mónica
prácticamente me echó del entrenamiento al ver el estado de mi mano y me mandó a
descansar por dos semanas. Mis ojos se clavaron directamente sobre Ofelia, quién
parecía no importarle en lo más mínimo; comencé a caminar hacia ella y la mujer de
cabello rizado me detuvo con un "acércate y no vuelves más a la cancha". Fue
suficiente incentivo para irme a casa lanzando maldiciones al viento. A pesar de lo
jodido que era esto para mí ahora tendría dos semanas de descanso por las tardes así
que las usaría para seguir practicando con la rubia.
Aunque el hecho de que el señor Cardozo estuviera de vuelta no
afectó nuestra dinámica, sí veía a Ana un poco más alejada de mí en el aspecto físico.
Y yo le di el espacio que necesitaba. Hasta ahora no entrelazábamos más nuestros
meñiques, ni había abrazos esporádicos, ni siquiera jugué con su cabello. Nada. Las
charlas y las bromas seguían ahí, menos la parte física. Me decía a mí misma que
estaba bien, que no había problema pero sabía por demás que me estaba mintiendo.
Me mataba no poder tan siquiera poder jugar con su cabello. Estaba tan
acostumbrada a esos mínimos detalles que en cuanto dejaron de suceder se sentía un
enorme vacío.
Miércoles, tercer día después del receso de Semana Santa y ya
quería matar a todos. Entendía que iba atrasada y toda esa mierda pero ni bien había
entregado las tareas cuando ya tenía acumuladas más. Odiaba a todos en estos
momentos. La mayoría de mis exposiciones las revisé mil veces e incluso las
practiqué frente a Ana pero lo único que pude conseguir fueron unos miserables
ochos. La vida era tan injusta. No entendía como pude pasar algunas materias en mi
antiguo colegio siendo una completa holgazana.
Fúrica salí de mi clase y me dirigí al comedor; este mal humor sólo
podía ser apaciguado con unas deliciosas tortas. Sí, deliciosas. Plural. Quería
apaciguar mi ira con un poco de comida. El hecho de que jugara, nadara y de vez en
cuando corriera ayudaba a que no fuera una linda pelota de playa. Pedí el desayuno y
unos segundos después estaba en la mesa lidiando con el puto papel aluminio con el
que envolvían las tortas.
-Mierda.-
-Te ayudo.- Ofreció Pao muy amablemente.
-Gracias.- Gruñí.
-¿Qué pasa?-
-Odio todo.-
-Por fin entiendes de que se trata este pueblo.- En otras
circunstancias me hubiese reído pero ahora apenas pude hacer una mueca. -¿Cómo
sigue?- Apuntó con su barbilla a mi mano vendada.
-Se recupera muy lentamente... Pero hoy ha sido un día con mucho
dolor.- Vi como la rubia entraba a la cafetería y para su desgracia Liv iba detrás de
ella. La muy hija de puta esperó a que comprara su desayuno para después de un
leve empujón hacer que todo se le cayera. Inmediatamente me puse de pie e intenté
caminar al lugar pero la mano de Paola me detuvo. –Suéltame.-
-No, Lara.- La quedé viendo.
-Suéltame o te golpeo.-
-Te expondrás y la expones a ella también. Piensa las cosas.-
-Pienso en que quiero golpearla muy fuerte.- La menuda mujer
parecía no importarle mi amenaza.
-Así no.- Si me quedaba más tiempo aquí iría a matar a Liv así que
decidí irme.
-Busca la manera de que llegue a ella.- Señalé mi comida. –Por
favor.-
-Claro, Lara.- Con enormes zancadas llegué a la parte detrás del
domo era sólo cuestión de tiempo para que la rubia apareciera. Estaba detrás de
algunos arbustos para no ser captada por alguien aunque sabía que nadie venía para
acá.
Esperé y esperé los segundos se hacían eternos, incluso creí que se
había ido a casa y cuando estaba a punto de salir escuché unos pasos. Segundos
después vi la figura de la rubia emerger; sorpresivamente no estaba llorando pero se
veía muy agitada. Tronaba sus dedos, un hábito que nunca había visto. Buscaba y
buscaba por todos lados como esperando a alguien y eso me partió en dos. ¿Esperaba
que alguien viniera por ella?
-¿Dónde estás, Lara?- Así como me partí así me reconstruí en cuestión de segundos.
Me esperaba a mí. Yo. Lara Orozco. Quería que yo estuviera con ella en estos
momentos. Tomé una larga respiración y traté de recomponerme.
-Aquí estoy.- Pegó un brinco al escuchar mi voz detrás de ella y al
momento de verme prácticamente se abalanzó sobre mí. Como pude correspondí su
abrazo y la atraje más a mí.
-Sabía que estarías aquí.- Clamó muy pegada a mi cuello. Por
varios segundos no dije nada, sólo disfrutaba de su cuerpo junto al mío. Acaricié su
cabello antes de separarme. Tomé su cara entre mis manos.
-¿Estás bien?- Asintió y escondió de nuevo en mi pecho.
-Estaba preocupada de que te enfureciera...-
-Me molestó muchísimo pero Paola me detuvo.-
-¿Paola?- Estaba sorprendida.
-Dedujo que me agradas por como me comporto contigo en los
entrenamientos y... la cosa es que me dijo que no era bueno para ninguna de las
dos.-
-Chica lista.-
-Bastante.- La mantuve entre mis brazos unos segundos más hasta
que ella se alejó. Era casi como que arrancaran algo de mí cuando ella se separaba de
mi cuerpo...era un dolor físico el sentirla lejos. –La odio.-
-No te metas en problemas, por favor.-
-No te puedo asegurar nada. No sé si Paola esté ahí la próxima vez
que Liv intente algo y menos sé cómo demonios voy a reaccionar. Es una mierda.-
-Lenguaje.- Me regañó con una sonrisa.
-Lo siento.- Me acerqué de nuevo a ella y deposité un beso en su
frente. –Eres increíble.-
-¿Por qué?- Dijo visiblemente avergonzada.
-Porque te preocupas por mí cuando sabes que puedo defenderme.-
-No quiero que te suspendan o que te expulsen, La.-
-Norma está avisada de que... algo pase en cualquier momento.-
-Ella no te va a proteger.- Me eché a reír.
-Lo sé, cariño. No lo decía por eso, simplemente que ella ya está
avisada.- La vi sonrojarse aún más cuando la llamé cariño.
-Prométeme que...- Levanté mi mano para que estuviera a la altura
de su boca.
-No te puedo prometer nada que incluya a ti en peligro o alguien
molestándote. Porque no me quedaré sin hacer nada.- Se agachó. –Hey.- Levanté su
cara con mi mano lastimada. –Lo único por lo que debes preocuparte es por esto.-
Señalé a la mano en cuestión. –No parece mejorar. Lo demás lo tengo controlado, te
lo prometo.-
-Si las cosas van mal, ¿me lo dirás? Si necesitas ayuda o algo.-
-Serás la primera en saberlo, Anita. Lo prometo.- Casi como un
acto reflejo nuestros meñiques se buscaron y se sostuvieron. Cerramos nuestro
acuerdo con una sonrisa.
-Traje tu desayuno.-
-Es tuyo.-
-Paola me dijo que no comiste mucho.-
-Es tu desayuno, Ana.-
-¿Mitad y mitad?- Me sonrió. Asentí.
La semana pasó en relativa tranquilidad; Liv molestando a Ana, Pao
deteniéndome e incluso la misma rubia que un par de veces me detuvo con su simple
mirada. No iba tardar mucho antes de mostrar mi verdadera cara y una gran parte de
mí ansiaba eso. Quería detener esta mierda de una vez por todas y mostrarle a Olivia
que no siempre puede hacer lo que se le pegue su puta gana y no tener
consecuencias.
Ana fue fundamental para ponerme al corriente con los kilos de tareas. Las tardes
eran nuestras aliadas perfectas para estudiar pero también para pasar tiempo juntas.
Me encantaba verla sonreír y cuando estábamos juntas lo hacía muy a menudo, por
consecuencia yo también lo hacía. Antes agachaba la mirada cuando la atrapaba
viéndome pero en los últimos días se había vuelto más valiente, la sostenía y
sonreíamos como tontas. Definitivamente mi porcentaje iba incrementando a mi
favor.
La quería para mí, por más egoísta que suene. Sé que es preciosa,
maravillosa, inteligente y muchas cosas más pero no quería compartirla. Y no en un
mal sentido sino que me aterraba la idea de que alguien viera lo estupenda que es y
me la quite. Aunque no sea oficialmente mía. En mi cabeza y en mis sueños ya lo es
pero falta el gran paso en la vida real. Toda esta experiencia era nueva para mí,
nunca en mi vida había necesitado tanto a alguien como lo hago con ella. Y cada
bendito día que pasaba me enamoraba más y más de ella.
Después de una noche de insomnio y de muchos pensamientos me
atreví a invitarla al bosque. Y aunque la invitación era casual, debía hacer algo que
mostrara que no era como las veces anteriores que habíamos estado ahí a solas.
Quería que todo fuera perfecto y me le pedí ayuda a Norma. Sabía que las burlas
serían incesantes pero era necesario para un bien mayor. Le pedí de favor que hiciera
el pollo tan delicioso que preparó cuando cené con ella por primera vez; esa cosa que
parecía mole pero no era mole.
La hora llegó y yo estaba en nuestro lugar una hora antes
preparando todo y buscando que todo fuera lo suficientemente bueno para Ana. Como
siempre ella llegó puntual a la cita. Era una cita, sólo que ella no lo sabía. Se veía
preciosa con su vestido blanco; el que llevaba cuando la conocí. Por primera vez
admiré el cuerpo de Ana, era perfecta. Todo estaba muy bien distribuido; sus piernas
eran delgadas y algo largas a pesar de su estatura. Tenía una cintura pequeña, senos
grandes pero sin exagerar y tenía un muy buen trasero. Era la primera vez que la
veía de esa manera y durante el tiempo que estuvimos juntas trataba de esconder el
rojo de mis mejillas y hacía un esfuerzo por no ver a sus senos.
Nos divertimos mucho, más de lo que pude imaginar y como me
encantaba verla sonreír. Sus preciosos ojos café se hacían chinitos y arrugaba
adorablemente su nariz. Fue aquí donde me di cuenta de lo muy enamorada que
estaba de ella y de mi necesidad de tenerla cerca de mí. Pedí en mis adentros que el
día nunca terminara y si terminaba que nosotras permaneciéramos aquí por la
eternidad. Pero las cosas no funcionaban así y el tiempo de regresar a casa llegó.
Durante el tiempo que estuvimos ahí tuve infinidad de oportunidades de decirle que
me gusta y que la quiero pero me acobardé. A momentos me quedaba sin palabras y
muchas veces más cambié drásticamente de tema. Al menos al finalizar la cita me
gané un beso y un abrazo por parte de la rubia; con eso tuve suficiente para regresar
flotando a casa.
El lunes llegó más rápido de lo que deseaba dado que el domingo
me la pasé sobando mi mejilla, en donde Ana me había besado. Incluso pensé en
evitar lavar esa área de mí pero la deseché diciéndome a mí misma que pronto habría
más o al menos eso esperaba. El domingo por la noche fue particularmente infernal
porque sentí que algo iba mal y tenía unas enormes ganas de ir a la iglesia y
preguntar por la rubia. Temía que tuviera alguna pesadilla y que el señor Cardozo no
la escuchara... no sé de donde salió eso pero me tuvo mal una gran parte de la
noche. Cuando por fin logré conciliar el sueño el sol estaba por salir.
Ahora que ya tenía la confianza de Norma no tenía la necesidad de
irme con ella tan temprano, a veces lo hacía pero sólo para acompañarla. Hoy no. Me
tomé dos tazas de café antes de caminar a la escuela y tratar de estar un poco
despierta. Las ojeras en mi rostro me daban el aspecto de una bruja y el hecho de
que llevara mi cabello medio peinado no ayudaba mucho. Era tan jodido. Quizá debí
haber ido a verla y constatar que estaba bien y regresar a dormir. Sin embargo el
temor de que el señor Cardozo me cuestionara me hizo detenerme un poco... mucho.
Llegué a la escuela arrastrando los pies, la mochila, mis ganas de estar ahí, mi
voluntad y todo lo demás. Si me encorvaba un poco más podría aplicar para tocar las
campanas en Notre Dame. Para mi sorpresa había mucha concurrencia en el pasillo
principal de la escuela y la mayoría de esa multitud me veía extrañada. Era muy
impropio de mí venir en estas condiciones. Bueno, si ellos pasaran la noche en vela
pensando en el bienestar de alguien que quieren probablemente se verían así de
jodidos.
A lo lejos vi la figura de Olivia que parecía que estaba dando un
discurso haciendo aspavientos, junto a ella pude distinguir la panza de Ángel y las
menudas siluetas de Liz y Pao. Ésta última se veía un poco preocupada y buscaba
entre las personas a alguien. Lentamente me acerqué y ella pudo hacer contacto
visual conmigo entonces muy discretamente apuntó hacia abajo. Rápidamente llevé
mi vista a donde me indicó y con terror vi a la rubia en el piso con una expresión
indescifrable en su rostro. Corrí tan rápido como pude justo a tiempo para evitar que
una de las manos de Liv se estrellara contra la rubia.
-Déjala.- Dije entre dientes sosteniendo su mano en el aire.
-¿Qué haces?- Preguntó Ángel. –Sólo nos divertimos.-
-Pues tendrán que buscar otra puta diversión.- Mis ojos dejaron los
de Liv para centrarse en el chico de belleza abstracta y abrió grande los ojos cuando
vio lo furiosa que estaba.
-Suéltame.- Pidió Liv con una voz extrañamente calmada. Después
de unos segundos lo hice. -Quieres explicarte.-
-No hay nada que explicar... estás cruzando muchos putos límites.-
-¿Te importa?-
-Lara, no...- La rubia tomó una de mis pantorrillas.
-Lara nada. Hay cosas que debemos aclarar.- De pronto teníamos la
atención de todo el pasillo. Los muchos alumnos que estaban ahí veían expectantes la
escena que se desarrollaba.
-Así que te importa la monja asquerosa.-
-Cuida tu puta boca.- Di un paso más cerca de ella; Ángel y Liz
retrocedieron pero ella no. Soltó una carcajada.
-¿O qué?-
-O tendré que arrancar cada maldito cabello de tu cabeza. No me
tientes, Olivia.-
-¿Crees que te temo, Lara?- Sonrió socarronamente.
-Deberías.- Se podía cortar la tensión con un cuchillo.
-La que debería cuidarse eres tú y la zorra...- Ni siquiera terminó la
oración porque la empujé y de no ser por Ángel se hubiera caído.
-¡No te vuelvas a dirigir a ella de esa manera!- Se recompuso y de
inmediato se paró a escasos centímetro de mí. Tenía apenas un poco de ventaja en
cuanto a la estatura respecto a la chica de ojos azules.
-Tócame otra vez y te mato.- Amenazó.
-¿Tú o tu papá?- Gruñí. Abrió los ojos como platos y segundos
después su mano se estrellaba contra mi mejilla. Sabía que había entendido mi
indirecta. Ni siquiera me inmuté del golpe, así que seguí con el ataqué verbal. –¿No
te muerdes la lengua cuando hablas de zorras? Hasta dónde sé eres una muy buena,
Olivia.- Le sonreí burlonamente.
-Cállate, maldita imbécil.- Se abalanzó contra mí pero Ángel la jaló
eso no impidió que la golpeara en el rosto. –¡Cállate!- Estaba totalmente furiosa al
igual que yo.
-¡Vuelve a meterte con Ana y te juro que te haré comer lodo,
Olivia! No te lo diré dos putas veces.- La señalé con mi dedo índice.
-Te vas a arrepentir, Lara.- Dijo entre dientes.
-Ya veremos.- Ángel la jaló y se la llevó, ella manoteaba y gritaba
que no la tocaran. Me dirigí a Pao. –Es ahora o nunca.- Vio a los dos que se iban a lo
lejos y a la chica de ojos grandes a su lado antes de asentir y acercarse más a mí.
Segundos después Liz salió tras los otros dos chicos. Me puse en cuclillas frente a la
rubia. -¿Estás bien?- Negó con la cabeza. -¿Quieres ir a casa?-
-No quiero que papá sepa.- Dijo casi en un susurro.
-¿Te parece bien ir a la mía?- Asintió. Agarré su mochila, la colgué
sobre mi hombro y le ofrecí mi mano para que se pusiera de pie. Cuando estuvo
frente a mí, tomé su cara entre mis manos. –Estás a salvo conmigo, cariño. Lo
prometo.-
-Lo sé.- Me respondió viéndome con algunas lágrimas en su rostro.
Viré a donde estaba Pao y algo sorprendida pero con una sonrisa nos veía.
-Vayan antes de que toquen la chicharra.- Asentí
-Bienvenida al clan de los rechazados.- Le dije a la chica menuda.
-El mejor de todos.- Me sonrió. Con mi brazo sobre los hombros de
la rubia caminamos a la salida. Antes de salir alguien tomó mi antebrazo. Giré y vi a
Betty, mi acomodadora.
-Así se hace, capi.- Me sonrió y yo simplemente asentí. A más de
un mes de estar acá las cosas volvían a cambiar para mí y para la preciosa chica en
mis brazos y todo apuntaba a que no era un buen augurio.
A/N Hola, mis muy queridos lectores. Espero que estén muy bien; a
pesar de que apenas actualicé ya les extrañaba. ;) Gracias TOTALES por sus
mensajes, comentarios y valoraciones :')
Me moría por subir este capítulo y ya lo tenía listo desde hace unos
días pero no quiero malcriarlos jajajaja así que esperé una semana. Yo sé que
muchos esperaban por el momento en que Lara se enfrentara a Liv y por fin sucedió.
Disfruté mucho escribiendo esa parte y espero que les guste.
Y ,¿ya les dije que hay cosas bien mamalonas en elcirculcolibri ? Si
no han pasado, ¿qué esperan? Mucho talento en un sólo lugar ;) "Dos Semanas" se
pone interesante y "Mi Profe de Piano" será actualizada un día de estos xD
-¿Cómo lo sabe?-
-La gente me dice.- Se notaba un poco triste. –Desearía que fuera
Ana la que me lo dijera pero ella cree que me está protegiendo. Lo sé todo.-
-Olivia puede ser muy cruel.-
-Como dice tu padre, cada comportamiento tiene una raíz y sé que
algo le pasa.-
-¿Por qué no ha intervenido?-
-Porque sería transgredir los límites de Ana y nunca traicionaría su
confianza. Aparte es una forma de preparación a la vida. No es que no haya sufrido lo
suficiente pero nunca está de más algo de entrenamiento emocional.-
-No sé por qué conmigo es un dolor de... en el hígado y con ellos no
puede defenderse.-
-Confía en ti.- Contestó con naturalidad. –Está a gusto contigo y me
alegra que tenga a una amiga con quien desahogarse.-
-Claro, una amiga.- Si supiera que esta "amiga" quiere besar a su
hija. -¿Dónde está?-
-De seguro fue al bosque. Vino algo alterada, supongo que fue por
lo que pasó.-
-Sí, estaba algo... emocional.-
-Si quieres puedes ir a buscarla.-
-No, no quiero interrumpir su meditación.-
-Ella nunca te rechazaría.- Lo acaba de hacer hace unas horas.
-Después, señor. Gracias.- Asintió.
-Bien, entonces ya sabes que debes hacer.- Asentí, me puse de pie
y caminé de vuelta a la iglesia. El tiempo pasó muy rápido o muy lento, todo
dependía del pensamiento que tuviera en la cabeza. Sólo sabía que todos me veían
extrañados ya que generalmente son un perico hablando y hoy apenas y murmuré un
buenas tardes. Estaba por terminar mi turno cuando alguien se acercó a mí.
-¿Podemos hablar?-
-No tenemos nada de qué hablar.- Dije sin voltear a verla.
-Te debo una disculpa.-
-No me debes nada, Ofelia. Déjame en paz, por favor.-
-Te juzgué mal...-
-¿En serio? No me había dado cuenta.- Respondí sarcásticamente.
–Ahórrate esa mierda. No me interesa nada que venga de ti.-
-Lo que hiciste hoy por ella...-
-Es lo que he estado haciendo las últimas semanas. Prefiero ser yo
quién la moleste y pedirle disculpas después a que sea el veneno de Olivia lo que ella
reciba.- Por fin me digné a verla. –Pero como estabas muy ocupada no viendo más
allá de tu nariz no te dabas cuenta.-
-Sé que estás molesta...-
-No, no estoy molesta, estoy encabronada así que evítate la pena
de que esto pase a más y vete.-
-Las chicas me dijeron que la profe Mónica te paga por los
entrenamientos. Recibe el dinero que te hice perder.-
-No quiero limosnas de nadie, menos de ti. Hemos terminado.-
Junté lo que estaba usando y me dirigí a la pequeña bodega a guardar las cosas.
Estaba por despedirme del señor Cardozo cuando un estrepitoso sonido irrumpió la
tranquilidad del pueblo. -¿Ya regresó?- Prácticamente tomé al señor Cardozo de la
camisa.
-No.- Respondió el señor alto visiblemente afectado. –Voy por...-
-Yo voy.- Corrí a la salida y ni bien había dado unos pasos cuando
la lluvia se desató con fuerza. –Mierda.- Las botas que llevaba puestas hoy no era de
mucha ayuda y corría tan rápido como la resbaladiza tierra me lo permitía.
Trataba de recordad la ruta que usábamos con la rubia pero las gotas cayendo sobre
mí me impedían ver claramente y me estaba frustrando terriblemente. Tenía que
llegar a ella antes de que la tormenta eléctrica hiciera acto de presencia. Me detuve
un momento, respiré profundo y busqué tranquilizarme. No era momento para perder
la cabeza, necesitaba estar bien para poder encontrar a Ana. Entonces pude ver los
dos árboles que parecía que estaban tomados de las manos y corrí en esa dirección.
Estaba asumiendo que Ana estaba en el lago y rogaba que así fuera porque de lo
contrario tenía muchísima tierra que cubrir.
-¡Ana!- Grité. Pero con el sonido de la lluvia cayendo sobre los
frondosos árboles hacía que mi voz no se escuchara. Un nuevo trueno se escuchó e
instintivamente llevé las manos a la cabeza. -¡Mierda!- Debía apurarme.
Comencé a correr de nuevo y poco me importó que estuve a punto
de caerme varias veces, sólo quería llegar a ella. Por fin vi el claro que apuntaba al
lago y juro que jamás sentí el camino tan largo como ahora; a dos pasos de llegar a
la tierra fina que está alrededor del lago mi pie quedó atorado en una raíz y caí de
frente; ni siquiera hice un intento de meter la mano porque ya la tenía bastante
lastimada. Sentí que mi costado derecho chocó contra algo muy sólido.
-¡Puta madre!- Me quedé un momento tirada sobre mi estómago
tratando de ignorar el punzante dolor en mi costado derecho. Con mucho sufrimiento
me puse de pie y me dirigí al lago. Hice la cara hacia arriba y con las gotas de lluvia
limpié el lodo que había en mi cara. Cuando estuve contenta con el resultado volteé a
ver a todos lados. -¿Dónde estás, cariño?- Estaba por girar la cabeza de nuevo
cuando vi un pequeño punto rojo a unos treinta metros de donde estaba. –Ana.-
Intenté correr pero el dolor no me lo permitió, así que caminé tan rápido como podía.
El agua parecía no detenerse y los relámpagos cada vez eran más
constantes. Conforme me acerqué la vi abrazando sus rodillas con la cabeza
sumergida en éstas. Tenía puesta mi sudadera y este simple hecho hizo que el
corazón latiera a mil por hora. No podía ni comenzar a imaginarme el terror de estar
sola aquí en medio de una tormenta. Con cautela o no ella no podría escucharme
llegar el ruido era impresionante.
Ya estado a unos metros de ella quería llamar su atención sin tener
que tocarla; estaba segura de que estaba pensando en él y que en cualquier
momento podría aparecer. No quería asustarla más de lo que ya debería estar. Me
senté a menos de dos metros de ella y tomé una pequeña piedra pero debido a mi
poca visibilidad fallé. Tomé otra y le llegó en el zapato pero ni se inmutó. Otra más y
le di en su pierna; con cierto miedo levantó la cabeza. Parpadeó varias veces como
cerciorándose de que lo que veía era real.
A partir de aquí los segundos transcurrieron lentamente; vi
lágrimas en su rostro y una profunda tristeza en sus ojos. Negué con la cabeza.
Suplicándole que no llorara. Pero lo que hizo después es algo que guardaré en mi
mente y en mi corazón toda mi vida. Gateó tan rápido como pudo y estrelló sus labios
contra los míos. Estaba tan sorprendida que tenía los ojos abiertos y no correspondía
a su beso.
-¿Qué haces?- Pregunté confundida.
-Lo que debí haber hecho cuando me dijiste que me querías.- En
ningún momento abrió los ojos y en cuanto terminó su oración sus labios me
buscaron de nuevo, esta vez correspondí.
El dolor, la lluvia, el frío, absolutamente todo dejó de existir, sólo
éramos mi Ana y yo. Se acomodó sobre mis piernas y cruzó las de ella en mi espalda.
No había manera de que estuviéramos más cerca. Con mucho cuidado comencé a
mover mis labios sobre los de ella, mostrándole lo que debía hacer. Sus labios eran lo
más suave y delicado que he probado en mi vida. Sabía a ella y a sus lágrimas. Sus
manos se aferraron a mi cuello mientras las mías hacían lo mismo en su cintura. Muy
tímidamente comenzó a mover sus labios también y me enamoré más de ella. Esto es
lo que quiero sentir el resto de mi vida, sus labios sobre los míos. Encajaban a la
perfección, se sentía tan bien, tan correcto y sobre todo se sentía correspondido.
-Soy terrible en esto.- Dijo despegándose un poco de mí pero aún podía sentir su
respiración y su dulce sabor sobre mi boca.
-Es el mejor beso que me han dado.- Respondí con honestidad.
-Mientes.-
-No, cariño.- Llevé mis manos a su rostro. –Ha sido maravilloso...-
Sonreí. –Realmente este es mi primer beso.- Me sonrió de vuelta y nos quedamos
observando por unos segundos antes de que ella asintiera. Era increíble la conexión
que teníamos. No necesitaba decirle algo para que supiera de mis intenciones, sólo
bastaba que me viera a los ojos. –Me gustas mucho, Ana.- Susurré contra sus labios
antes de apoderarme de ellos nuevamente.
Ahora fue ella la que tomó la iniciativa y sus labios se movían
agónicamente lento sobre los míos. Sentí que en algún momento mi pecho estallaría
en llamas; el calor era indescriptible. Su piel sobre la mía, el tenerla tan cerca de mí y
su olor eran la combinación más increíble del mundo. Estaba probando un pedazo de
cielo en los labios de la rubia. Con mucho cuidado la acosté y yo me quedé encima de
ella, a pesar de la celestial combinación me estaba doliendo mucho la costilla.
Me separé levemente de ella y quité los cabellos que tenía sobre su
rostro. Ambas sonreímos a la vez y mis labios la buscaron una vez más. A partir de
ahora en lo único que podría pensar es en su sabor y la textura. Lo que soñé por fin
se hacía realidad. Tenía a la rubia en mis brazos y mis labios sobre los de ella. Justo
como debe ser. Repartí besos por toda su cara y eso provocó que soltará una risilla.
-Eres preciosa.-
-Basta- Dijo sonrojada.
-Es la verdad, Ana. Eres espectacularmente preciosa.- Me agaché y
dejé un pequeño beso en su nariz.
-Tú también eres preciosa.- Llevó su mano a mi mejilla y la acarició
con ternura.
-Gracias.- Descansé mi frente sobre la de ella. La lluvia había
menguado un poco y ahora era una leve llovizna. –Me gustas mucho, Anita.- Dije con
los ojos cerrados.
-También me gustas, La.-
-Me encanta cuando me llamas así... ¿Qué?- Abrí los ojos de golpe
y vi un precioso brillo en sus ojos.
-También me gustas.- Volvió a acariciar mi rostro.
-¿En serio?- Comenzó a reír.
-Claro, de no ser así no te habría besado.-
-Esas son muy buenas noticias, Anita.- Un relámpago apareció y la
rubia cerró los ojos. –Será mejor que nos vayamos.- Quité mi mano para que Ana se
pusiera de pie y lo hizo rápidamente ahora mi caso era otra historia.
-¿Qué pasa?- Preguntó preocupada cuando no me levanté.
-Me caí mientras venía para acá... me duele...- Recordé que no
quería que le ocultara nada, por más mínimo que fuese.- Me duele mucho.-
-Te ayudo.-
-Peso mucho, te voy a lastimar.- Rechacé.
-No importa.-
-Por supuesto que sí importa. No quiero lastimarte.-
-Bien.- Se sentó de nuevo. –Te ayudo y nos vamos a casa o
esperamos y morimos congeladas aquí.-
-Te encanta llevarme la contraria.-
-No. Sólo debes dejar de ser tan mula, Lara.- Le saqué la lengua.
-Tonta.-
-Mula fastidiosa.-
-¡Oye! esos son dos adjetivos.- Me quejé.
Regresé a casa con la mano sobre mis labios aún no podía creer
que ella me hubiera besado y mucho menos que yo le gustara. Muy pocas veces
había tenido a los astros a mi favor pero esta vez tenía alineada a toda la puta
galaxia. Sólo debíamos ser muy cuidadosas por los ya tan conocidos vientos que
soplaban en nuestra contra.
Llegué a casa directo a la ducha, mis dientes titiritaban de frío y mi
costado derecho me dolía cada vez más. Me duché tan rápido como pude y puse la
ropa más cálida que encontré. Me dirigí a la cocina, me preparé una taza de café y
una de cereal. Constantemente llevaba mis dedos a mis labios... todavía podía sentir
sus labios sobre los míos, y su respiración sobre mi boca. Estaba jodida. Jodidamente
enamorada de ella.
Fui a mi habitación con ambas tazas y regresé rápidamente por la
computadora que estaba en la sala. Dejé que el orden aleatorio hiciera su trabajo,
mientras yo me dedicaba a comer. No había un pensamiento en específico, sólo los
brillantes ojos de mi rubia cuando me dijo que también le gusto y su sonrisa cuando
llene su cara de besos. Si de por sí era difícil sacarla de mi cabeza, con esto tendría
para soñar con ella incluso durante la luz del día.
Cuando finalmente terminé con el café y el cereal, me escondí bajo
las chamarras buscando calentar mi cuerpo y sobre todo esperando que el calor
ayudara a disminuir el dolor. Me di cuenta que no había dejado de sonreír desde la
tarde. Era un milagro que la mandíbula no se me haya dislocado. Haciendo un repaso
de los eventos del día, sin borrar mi enorme sonrisa, cerré los ojos y me dejé llevar
por Morfeo.
A lo lejos aún oía las gotas de lluvia caer rítmicamente sobre la
casa y alguna que otra gota chocando contra la ventana pero había un sonido que no
era parte de la naturaleza; un sonido más fuerte. Buscaba abrir los ojos pero el
cansancio era mucho y era casi imposible despertar. El sonido se hacía cada vez más
fuerte y alguien llamaba mi nombre. Abrí lentamente los ojos y busqué regresar a la
consciencia. Entonces me di cuenta de que alguien tocaba la puerta; me puse
rápidamente de pie y corrí a abrir. Frente a mí un empapado y asustado señor
Cardozo.
-¿Qué pasa?-
-Ana... Nunca la había visto así... no para de llamarte.- El pobre
hombre hacía un enorme esfuerzo por respirar.
-¡¿La dejaste sola?!- Exclamé exaltada.
-No la iba a traer gritando.- Sentí escalofríos cruzar por toda mi
espalda. –Un momento.- Busqué mis tenis y medio amarré las agujetas antes de salir
de nuevo. –Las llaves.- Tendí mi mano; me quedó viendo extrañado. –Voy a llegar
mucho más rápido.- Me dio las llaves y comencé a correr bajo la lluvia ignorando el
dolor de mi costado, sólo quería tenerla entre mis brazos y decirle que todo estaría
bien.
Agradecí por la tracción de mi calzado ya que fueron de mucha
ayuda para evitar que me cayera en el camino; aumente la velocidad cuando vi la
enorme estructura de color morado. Corrí a la parte de atrás y con manos
temblorosas buscaba la llave que abriera la puerta; finalmente la encontré y ni
siquiera me molesté cerrar. Con pasos largos llegué a la habitación de la rubia... sólo
escuchaba las gotas cayendo sobre el techo.
-¡No!- Un espelúznate grito irrumpió la paz y sin pensarlo dos veces
me tiré sobre la puerta abriéndola estrepitosamente. -¡Déjame!- Con un indescriptible
dolor en mi corazón vi a la rubia hecha bolita en una esquina de su habitación; con el
cabello alborotado, una sudadera blanca y el pantalón rojo de un pijama, descalza.
–No me lastimes, por favor.- Su voz era apenas un susurro lleno de dolor y miedo.
-Nunca lo haría, cariño. Prefiero cortarme una mano antes que
lastimarte.- Dije ahogando mis ganas de llorar. Caminé lentamente hacia ella.
-¿Lara?- Levantó levemente la cabeza mientras me sentaba a su
lado.
-Aquí estoy, Anita.- Quería frotar su espalda, abrazarla pero en el estado en el que
estaba no creo que hubiera sido conveniente. Las gotas de lluvia y sudor resbalaban
de mi cabello al piso, nadie decía nada.
-Esto es lo único que puedo darte... pesadillas y emociones rotas.-
-Quiero todo eso, Ana y si me das la oportunidad quiero
enmendarlas.- Muy lentamente comenzó a moverse hasta quedar en mi regazo. Una
de sus brazos rodeaba mi cintura mientras el otro se colgaba de mi cuello. La sostuve
como a una pequeña bebé y la abracé tan fuerte como me fue posible. –Te tengo,
cariño.- Besé su frente y mantuve mis labios ahí por varios segundos.
La tenía entre mis brazos mientras besaba incesantemente su
cabeza; no sé si quería que se calmara o era yo la que buscaba la calma. No sería
nada fácil estar con ella; en absoluto. Primero la asquerosa parte social, el ser bien
vistas por la comunidad. En otro contexto me importaría más un cacahuate pero con
ella y la posición de su padre era otra historia. Mi lengua viperina debía descansar y
buscar más mesurada; será un buen reto. Y teníamos su pasado, lo que ella viene
cargando; pero quería hacerlo. Quería que las cosas entre ella y yo funcionaran. Y el
que ella me busque en sus momentos más bajos me da esperanza. La quiero y es lo
único que necesito saber para luchar junto con ella.
No sé cuánto tiempo pasó pero el dolor me decía que ya no podía
más. Bajé mi vista y vi su pecho subir y bajar muy tranquilamente, se había quedado
dormida; estaba más que agradecida por eso. La contemplé, mientras pedía al cielo
verla así de calmada todo el tiempo. Aunque sabía que eso era imposible, traía
cargando un horrible pasado que se las arreglaba para acosarla cada que podía. Sentí
que alguien me observaba y al levantar la vista vi al señor Cardozo reclinado sobre el
marco de la puerta, veía con una expresión indescifrable a su hija en mis brazos. Al
menos no se veía molesto... creo.
Moví un poco las piernas que estaban a punto de entumirse... esto
iba a doler. Incliné mi cuerpo hacia adelante y doblé una rodilla para que ésta me
ayudara a ponerme de pie con la rubia en mis brazos. De ninguna manera iba a
despertarla. Hice lo mismo con la otra rodilla y ahora estaba hincada.
-Te ayudo.- Ofreció el señor Cardozo.
-Se va a despertar.- Dije casi en un susurro. Apoyé la planta de mi
pie y mi costado derecho protestó pero lo ignoré, en un movimiento rápido me puse
de pie aguantando las ganas de gritar ya que al ponerme de pie Ana se balanceó
sobre la parte afectada. Con sumo cuidado la deposité en la cama y la dejé ahí.
Coloqué un beso en su frente y caminé fuera de su habitación. –Supongo que
tenemos que hablar.-
-Supones muy bien, dulce Lara.- Me llamó dulce Lara, era algo
bueno. Caminamos a la cocina y ocupamos exactamente las mismas posiciones que
ocupamos en la tarde. –Gracias.-
-No es necesario, señor.-
-Sí, lo es. Estaba completamente fuera de sí... y por un momento
perdí la fe. Estaba enloqueciendo al verla así. Gritaba y manoteaba. Ni siquiera me
permitió que la tocara; nunca había pasado eso.- Tomó una pausa. –No quiero ni
comenzar a imaginarme lo que mi niña pasó. –Vi como las lágrimas se acumularon en
sus ojos y la imagen del hombre fuerte ahora vulnerable me quebró. –Cuando la
encontré estaba toda sucia y desnutrida, incluso con las playeras puestas podías ver
sus costillas. Apenas y hablaba.- No se contuvo más y dejó escapar sus lágrimas. –No
puedes... ningún padre debería sentir la desesperación e impotencia que yo sentí,
Lara. Ningún padre, ni nadie. Es un estado de fragilidad emocional que puede llevarte
a cometer locuras.-
-¿Cometió alguna?-
-Quería matar a su madre.- Era una confesión con un rastro de
pena y odio. –Por la gracia de Dios no lo hice cuando las encontré.-
-Verlo podrirse en la cárcel donde le harán lo que le hizo a Ana.- No hace falta decir
que estaba enojada. –El hijo de perra que haya hecho esto tiene que vivir un infierno
en la tierra y si de mí depende, buscaré hasta debajo de las putas piedras.- Bufé. –Lo
voy a encontrar y va a desear no haber nacido.-
-Ya pasé por esa etapa, Lara... es muy nocivo. La mente se llena de
imágenes tan horribles y todas parecen tan factibles. Incluso te alegras de lo
perversos que pueden llegar a ser tus pensamientos pero... no. No es bueno para
nosotros y ella no quería algo así.- Ella es un sol, ¿cómo podría desear el mal a
alguien? Incluido el bastardo que la lastimó.
-No me voy a quedar de brazos cruzados.- Era una promesa.
-Por tu rabia quiero creer que ella te ha hablado del tema.-
-Algunas cosas.- Contesté con cautela. –Es todo tan jodido, señor...
la admiro por todo lo que ha pasado y seguir de pie. En sus zapatos ya hubiera
matado a todo el mundo... su bondad no conoce límites. Es una mujer muy valiente.-
Confesé. –Y es tan inteligente pero esto... esto va más allá... no sé cómo describirlo.
Honestamente preferiría no conocer tanto, no saber, no ser consciente de lo que pasó
pero ella necesita desahogarse y no puedo ser egoísta y no permitírselo.-
-Eres una buena chica, Lara.-
-Sólo para ella.- Yo y mi gran bocota.
-¿La quieres?- Me preguntó con una sonrisa.
-Con todo mi corazón.- Respondí de inmediato. –Yo sé que...-
-Cuando ella me dijo de sus preferencias, no me importó...-
-¿Sus preferencias?- Interrumpí.
-Es gay, Lara.- Me paralicé, enmudecí, bloqueé todo. Shakira tiene
una canción describiendo como estoy ahora. Ana es gay. Estaba en shock pero estaba
aliviada de alguna manera. -¿No te lo ha dicho?-
-No, señor.- Apenas y podía hablar.
-Disculpa la indiscreción, entonces.- Se notaba apenado.
-Está bien.- Tomé un largo respiro. –Me gusta su hija.- Se echó a
reír.
-Ya me di cuenta, Lara.- Seguía riendo. –Lo supe cuando fuiste por
ella en la tarde; vi tu aflicción al saberla sola en medio de una tormenta y el hecho de
que te ofrecieras a ir por ella me lo confirmó. Bueno, y lo que acabo de ver no es
necesariamente una escena de amigas.-
-¿Está de acuerdo?-
-Lara, el amor se manifiesta de muchas formas. Dios en su
omnipotencia nos regala la oportunidad de disfrutar de este maravilloso sentimiento a
través de los hijos, los hermanos, los padres, los amigos, muchas formas, desde las
más sublimes a las más toscas. Dime, ¿con qué autoridad puedo decidir que dos
maravillosas jóvenes no pueden disfrutar de este sentimiento?- Me lo quería comer a
besos ahí mismo. –Aunque hay cosas que debemos hablar.-
-He hablado con Norma.- Acoté de inmediato.
-¿Ella sabe?- Asentí.
-Es mi confidente, mi amiga, mi mamá a veces, es muy importante
para mí. No podía excluirla de algo tan grande.-
-Norma... Norma. Nunca termina de sorprenderme esa mujer.-
Sonreí.
-Ella me ha dicho de su posición en el pueblo y lo mal que se vería
si alguien llega a saber. Lo último que quiero son problemas para usted o para ella y
mucho menos para Ana. Nos estamos metiendo en un predicamento pero tanto usted
como yo sabemos que Ana vale la pena. Vale la pena correr riesgos por ella.-
-De acuerdo con eso.- Contestó con una sonrisa. -Sean
cuidadosas.- Sentenció.
-¿Me está dando su bendición?- Se echó a reír.
-Sólo quiero ver a mi hija feliz y aparentemente tú ayudas mucho con eso. Así que, sí
tienes mi bendición.- La sonrisa me llegaba a las orejas. –Al menos no tendré que
ocuparme de que salga embarazada.- Un fantasma me ahorcó porque de pronto tuve
un ataque de tos. Estoy segura que mi cara era un tomate y esto causaba una
enorme diversión al señor Cardozo quién no dejaba de reír.
-Gracias.... Sí... lo que sea.- Me rascaba la cabeza mientras
buscaba que mi cara recobrara su color normal.
-Según Ingrid eres de bromas pesadas.- Se excusó.
-No me esperaba eso de usted; espere a que me sienta más en
confianza y no sabrá que hacer conmigo.-
-Ya lo creo.-
-¡Lara!- Todo bien tan bien hasta que la rubia gritó. En menos de
tres segundos estaba en su habitación. Se veía muy agitada y buscaba por todos
lados. –Te alejo de mí.- Decía asustada.
-Tranquila, Anita.- Me acerqué a ella y la recosté de nuevo. Ella hizo
espacio para que yo también me acostara a su lado. -¿Puedo?- Pregunté levantando
la mano. Asintió; llevé mi mano a su rostro y la acaricié. -¿Cómo te sientes?-
-Alterada... con miedo...- Buscaba tranquilizar su respiración.
-Estoy aquí y no pienso irme.- Cerró los ojos en tanto mi pulgar
jugaba con su mejilla y su pómulo. –¿Quieres hablar de lo que pasó?-
-No quiero lastimarte.- Dijo con ojos vidriosos viéndome fijamente.
-Quiero estar contigo en las buenas pero especialmente en las
malas. Deseo estar para ti cuando más lo necesitas.- Su mano buscó la mía, la quitó
de su cara y entrelazó nuestros dedos.
-Eres mi ángel.- Confesó con dulzura.
-Soy lo que quieras que yo sea.- Le sonreí y su agarré se hizo más
fuerte. –Lo que dije en la tarde... sé que te asustó pero es verdad. Estoy enamorada
de ti, Ana.- Guardó silencio por varios segundos.
-No me asusta, me da miedo no estar a tu altura.-
-Para estar a mi altura te hacen falta unos centímetros.- Sonrió.
–Eres más que perfecta para mí.-
-¿Lo crees?- Preguntó incrédula.
-No lo creo, lo sé.- Me acerqué y besé su frente. –Te quiero.- Aspiró
profundamente.
-Hace tiempo que tengo un vago recuerdo pero nunca lograba ver
el desenlace... hoy mientras dormía por fin lo pude ver.- Su rostro se transformó pero
no podía descifrar lo que sentía. –Mi madre me llamó a comer, era la primera comida
en días, así que corrí pero antes de llegar a ella alguien me jaló y me abrazó por
atrás... casi de inmediato llevó su mano a mi... debajo de mi ropa interior. Tenía
tanto miedo que no dije nada.- Tomó una pausa. –Yo estaba muy asustada... sacó su
mano, llevó sus dedos a su boca y luego de nuevo a mi sexo...- Cerró sus ojos y las
lágrimas comenzaron a caer.
-Aquí estoy.- La animé a seguir aunque mi mente me gritaba que
no.
-Yo no entendía que pasaba, sólo sabía que me quería lastimar... el
sueño me hizo recordar el dolor y sobre todo me hizo recordar que mi madre estaba a
menos de cinco metros de ahí y no hizo nada... Me penetró bruscamente... la
impotencia, la rabia, la tristeza, todo lo sentí hoy de nuevo... grité y me dio una
bofetada... decía que odiaba la bulla. No sé cuánto duró pero se detuvo hasta que
sentí algo... dentro de mí.- Abrió los ojos y me vio con tristeza.
-¿Ahí comenzó todo?- Asintió. Sí, definitivamente buscaría hasta
debajo de las piedras.
-¿Aún me quieres sabiendo esto?- Desenredé nuestros dedos y los
llevé a su cara.
-Cada segundo te quiero más... y no me cansaré de decirte lo valiente que eres. Has
soportado tanto, cariño. No es justo.- Quería romper a llorar, ella cree que la voy a
dejar de querer por saber los detalles tenebrosos. Más que nunca estaba dispuesta a
mostrarle lo mucho que me importa.
-¿Qué me estás haciendo, Lara?- Su rostro era serio.
-Lo mismo que tú a mí.- Respondí con una sonrisa y recordé la vez
que me pidió que la abrazara. –Te quiero, Ana.- Se acercó lentamente hasta que sus
labios rozaron con los míos.
-Te necesito, La.- Enterró su cara en mi cuello. –No me dejes.-
Suplicó.
-También te necesito, cariño. Más de lo que puedes imaginar.- Con
mi corazón hecho pedazos velé hasta que la rubia sucumbió al sueño; esta vez no la
dejé ir y me dormí con ella en mis brazos.
De nuevo escuchaba una voz en la distancias pero mis párpados era
como dos enormes cortinas de acero y simplemente no podía abrirlas. La cabeza me
punzaba levemente y sentía frío, mucho frío. Busqué taparme pero algo o alguien me
lo impedía. Sentí una mano sobre mi frente y murmuraba algo... no siquiera
reconocía quién era. Entonces recordé lo que había pasado durante la madrugada y
las terribles circunstancias que me hicieron pasar la noche en la iglesia.
-Ana.- Murmuré.
-La, ¿cómo te sientes?- Contestó de inmediato.
-Me duele la cabeza.-
-Tienes temperatura.-
-Esto bien. Sólo necesito una ducha.-
-Estás loca.- Lentamente abrí los ojos pero los cerré de inmediato,
la luz era como un clavo que atravesaba mi globo ocular y sólo aumentó el dolor de
cabeza. –Te dormiste con la ropa mojada, tonta.- Me reprendía.
-Tú eres la tonta.- Balbuceé.
-¿Te puedes sentar?-
-No lo sabré hasta que lo intente.- Me dolían los codos; la cabeza
estaba por estallar ahora que estaba despierta y la costilla, era preferible una patada
en el culo ahora mismo. La rubia se acercó más y me ayudó a sentarme.
-Te voy a quitar la sudadera, La.-
-Pervertida.- Sonreí.
-Es la fiebre hablando.-
-Créeme que estoy caliente.- Está algo ida de la realidad pero no
era idiota.
-Haré caso omiso.- Notaba cierto humor en su voz. –Levanta las
manos.-
-Esto es un asalto.- Complementé y una risilla escapó de sus labios.
-Estás haciendo esto muy difícil; coopera.-
-¿Cuánto quieres?-
-Lara...- Advirtió.
-Aguafiestas.- Según yo estaba cooperando pero la respiración
trabajosa de la rubia decía lo contrario.
-Eres un bisonte.- Dijo riéndose cuando sentí que me quedé sólo
con el sujetador deportivo y sentía que estábamos a menos veinte grados. Con una
toalla secó mi cuerpo y comenzó a ponerme algo más ligero. Ahora olía divinamente;
olía a Ana. –No debes estar tan abrigada.- Explicó. –Llamaré a papá.-
-¡No!- Protesté de inmediato.
-Lara, estás enferma. Lo más seguro es que necesites
medicamentos.-
-Un rato más no me hará mal. Sólo quédate conmigo.- Con mucho
dolor abrí los ojos y me encontré con su cansado y aún hinchado rostro. –Hola,
guapa.-
-Hola, más guapa.- Sonrió y pasó su mano por mis mejillas. -¿Cómo te sientes?-
-Enamorada.- Y pude distinguir el rojo de la pena y el rojo que ya
tenía. Se veía tan adorable.
-¿Nunca paras?-
-Ya te había dicho, es un encanto natural.- Se inclinó y besó mi
frente. Sentí en mi estómago no mariposas sino un concierto de Rammstein... fuegos
artificiales, llamas, látigos, todo.
-Estás hirviendo, iré por papá.-
-No...-
-Su majestad manda.- Irrumpió poniendo su dedo índice sobre mi
boca. –Ahora vuelvo.- Asentí derrotada y me dejé caer nuevamente al colchón. El
dolor de cabeza cada vez incrementaba más, los dedos me dolían al intentar
cerrarlos; busqué cambiar de posición pero todo el cuerpo me dolía. Después de
algunos minutos escuché dos pares de pies acercarse. Una mano muy fría se puso
sobre mi frente y de inmediato brinqué.
-Pequeña Lara, tienes mucha fiebre.-
-Bien hecho, Sherlock.-
-No puedo creer que esto la haga más sarcástica.- Espetó la rubia y
el señor Cardozo echó a reír.
-Me siento responsable por tu condición actual.-
-Bueno, pues su culpa no me hará mejorar.- Dije con una sonrisa.
–Le dije que no me soportaría.- Sentí como apretó mi hombro.
-Mañana alegará que no recuerda nada.- Intervino la rubia. –¿Te
puedes sentar?- Negué y estiré una mano. –Te ayudo.- La rubia me ayudó a
sentarme de nuevo. –Ten.- Me entregó una pastilla y un vaso de agua. Tragué la
horrible tableta y me recosté de nuevo.
-Esto debería hacer efecto en una media hora, como mucho.- Habló
en hombre alto.
-¿Qué hora es?-
-Las cinco.-
-Escuela...- Murmuré apenas consciente.
-No irás.- Dijo firmemente la rubia. –No iremos.-
-¿Por qué tú...?-
-Para cuidarte.- Contestó a mi pregunta a medio formula. Asentí y
me rendí al sueño de nuevo.
Sueños extraños me invadieron, la confesión de Ana, la revelación
del señor Cardozo y mi condición física actual eran la combinación perfecta para
armar una súper película de ciencia ficción. Sentí una mano posarse sobre mi frente y
luego bajar a mi mejilla y acariciarla como mucho cuidado. Segundos después sentí
los labios de la rubia sobre mi frente. Regresé a la consciencia y tomé su mano antes
de que la alejara.
-Hola.-
-Hola.- Dije abriendo los ojos y encontrándome con su enorme
sonrisa.
-¿Cómo te sientes?-
-Me duele la cabeza un poco...-
-Hace un par de horas que no tienes fiebre.-
-¿Qué hora es?-
-Las diez.-
-¿En serio?- Asintió. –Hacía mucho que no dormía tanto.-
-Para la próxima que no sea porque estás enferma.- Me sonrió.
-¿Cómo te sientes?- Pregunté.
-Bien.-
-¿Sólo bien?-
-A salvo contigo aquí, preocupada porque tienes una costilla
morada y un terrible resfriado.-
-Estaré bien.- Le dije tratando de tranquilizarla. Me moví un poco y
sentí una gota deslizarse por mi estómago. Agaché la mirada y vi una compresa en mi
costilla.
-Eso parece.- Ana me sirvió una porción moderada y un vaso de limonada. Se sentó
justo frente a mí.
La mayor parte del tiempo la pasamos en un agradable silencio y de
vez en cuando viéndonos y sonriendo como tontas. El desayuno sabía a gloria, incluso
me hizo sentir un poco más aliviada. O quizá era el simple hecho de que comiendo
me siento bien, no importa la hora o lo que esté pasando. Estábamos por terminar
cuando sentí una pequeña punzada en mi costado derecho que me hizo saltar un
poco.
-¿Qué pasa?-
-Nada... un pequeño dolor.-
-¿Segura?- Asentí.
-Yo no soy así, Ana.- Me vio confusa y comencé a reír. –Soy
deportista, a pesar de que ahora prefiero el voli, he jugado muchos deportes y lo
hago bien. Siempre. Puedo presumir que soy una persona muy coordinada y ágil. Mi
coach en Texas a veces me decía ardilla por mi capacidad de reaccionar, por eso me
hicieron libero del equipo. Pero cuando algo te involucra a ti, me pierdo. No coordino,
no hay agilidad, todo lo que suelo ser desaparece... es como que enfocarme en ti
bloquea todo lo demás.- Ella me veía expectante con una leve sonrisa. –En otras
circunstancias no hay manera de que me hubiera caído. Lo sé.-
-Lo siento.-
-No, no te culpo. Te estoy... exponiendo lo que me pasa desde que
estás en mi mente. Alteras todo, Ana.- Me acerqué más y tomé su mano por encima
de la mesa. –Me gusta lo que provocas. Es algo nuevo.- Ahora su sonrisa fue más
amplia y correspondió al mi agarre poniendo su mano libre sobre la mía.
-También provocas cosas nuevas en mí, Lara.- Ese brillo en sus
ojos de nuevo. –Puedo decir que odio que me toquen, no soporto el contacto físico
pero tú eres la gran excepción. Es... no sé cómo podría describirlo. Es casi como un
antídoto al más letal veneno. Me alivia, me quita la ansiedad, el miedo...- Su rostro
se tornó un poco más serio. –Me falta mucho para aprender a aceptarme y a
quererme con todo el equipaje que traigo pero con todo el ahínco de mi corazón
puedo decir que te quiero, Lara. Nunca he estado tan segura de algo en mi vida.- No
sé cómo pero en un instante estaba de cuclillas a lado de ella. Con mis manos sobre
sus rodillas.
-¿Cómo te atreves a dudar que eres perfecta para mí?-
Cuidadosamente tomó mi rostro entre sus manos y lentamente descendió hasta que
sus labios se encontraron con los míos.
Son en momentos como estos donde replanteamos nuestros
conceptos y vemos el mundo de diferente manera. Para mí, felicidad era estar en un
lugar alejado con mis audífonos y mis canciones favoritas sonando; era ver las nubes
trepada en un árbol en casa de mis padres; era abrazar a papá después de que
llegara de una larga jornada de trabajo y me cargara entre sus brazos. Hasta ahora.
Felicidad es ser correspondida. Sentir los labios de la persona que quieres sobre los
tuyos; sus manos sobre tu piel; su aroma haciéndote perder los sentidos. Felicidad es
encontrar quién te complementa y te hace mejor. Mi felicidad se llama Ana.
-Te quiero, fastidiosa.- Habló sobre mis labios después de unos
segundos.
-Te quiero, tonta.- Le dio un beso rápido y regresé a mi lugar. –El
mejor desayuno de la historia.- Declaré con una enorme sonrisa.
-Sé que cocino bien pero no es para tanto.- Dijo el señor Cardozo
entrando a la cocina.
-Claro que lo es, señor. Es la sopa de verduras más exquisita que
he probado en mi vida.-
-Creí por un momento que el hecho de que estuvieras besando a mi
hija había influido.-
-¡Papá!- Dijo Ana escandalizada y entre mis nervios y la pena no
me quedó de otra que echarme a reír. La pobre rubia cambiaba de colores y me veía
como pidiendo disculpas.
-Lamento lo de ayer...-
-Yo no, eso hizo que el beso se sintiera más intenso por el drama
previo.- Comenzó a reír.
-Bueno, viéndolo desde ese punto estoy de acuerdo.- Besé su
cabeza.
-¿Qué pasó con Liv?- Regresé al tema. –Por favor.-
-Tuve una pesadilla el domingo.- ¡Lo sabía! Algo estaba mal.
–Llegué adormitada a la escuela, me dolía la cabeza, me sentía algo mareada... fue
una noche mala y por accidente la pasé a empujar.-
-De entre muchos alumnos justo a ella. Qué suerte.-
-Dímelo a mí.- Apoyó su cabeza en mi hombro. –Se puso como loca
cuando la toqué. Ni siquiera le pude pedir disculpas cuando ya me había empujado en
contra la pared. No controlé mi cuerpo y terminé en el piso. No sé en qué momento
aparecieron Ángel, Liz y Pao.-
-¿Te dijo algo?- Hesitó por varios segundos. -¿Ana?-
-Dijo que era una zorra que provocaba a los hombres.- La sentí
tensarse.
-No hay forma de que ella lo sepa.- Dije de inmediato. –Es
imposible que ella sepa. Tanto tu padre como Norma son muy discretos con esto. No
pienses en eso, cariño.-
-¿Entonces por qué me dice cosas así?- Se estaba comenzando a
estresar. Me puse de rodillas frente a ella en un santiamén.
-Hey, ¿puedo?- Levanté mis manos. Ella asintió. Tomé su rostro y
acaricié sus pómulos. –Por más idiota que suene, no es contigo.- Me vio extrañada.
–Sabrá Dios que puto trauma ha de tener y buscar desquitarse con alguien.-
-Yo no soy así.- Agachó la mirada.
-Cariño, tú eres punto y aparte respecto a cualquier persona que
haya conocido. Tu bondad y todo lo que tú eres no tiene comparación con nada ni
nadie en este mundo. Por favor, no te pongas en una balanza con Olivia.- Mi tono era
un poco más severo del deseado pero quería que entendiera el punto. –Tú buscas
como salir a flote y Olivia disfruta ahogarse y ahogar a la gente que la rodea.-
-Fuimos amigas los primeros meses.-
-¿En serio?- La vi sorprendida. Quité mis manos de su rostro y
busqué una posición más cómoda. -¿Qué pasó?-
-Es una pregunta muy buena a la cual no tengo respuesta. De un
día para otro dejó de hablarme y días después comenzaron los insultos... hasta
ahora.-
-Puede que esté loca.- Sonrió. –Eso es muy extraño.- Entonces
recordé la conversación que no debí escuchar. -¿Quién es Marcos?- Abrió los ojos
sorprendida.
-¿Te dijo?- Negué.
-Lo escuché por accidente.- Su sonrisa desapareció. -¿Qué sabes?-
-Tenía unos meses saliendo con Norma, era profesor de educación
física.-
-Continúa.-
-Apareció muerto... en dónde estás viviendo.-
-¡¿Qué?!- Sentí que el aire me faltaba. -¿Estoy durmiendo donde
alguien murió?, ¿planeaban decírmelo?-
-No hubo sangre, ni nada... estaba tirado en la cocina.-
-¿Saben quién fue?- Negó. -¿Tienen sospechas?- Asintió.
-¿El papá de Olivia?- Me apuré a decir.
-¿Qué? No, un forastero que estuvo por aquí en esos días.- Revelé
algo sin querer. -¿Por qué crees que tiene que ver?-
-Es muy retorcido...-
-Dime, Lara.-
-Escuché a los hombres diciendo que... que tenía relaciones con
Olivia. Prácticamente lo aseguraban y ya sabes... creen que el doctor lo supo y él lo
mató.- La rubia estaba muy sorprendida por lo que acababa de confesarle. –Me duele
la cabeza sólo de recordar que estuve en el lugar y momento equivocados.-
-¿Te vieron?-
-Lo dudo.-
-¿Dónde estabas cuando lo escuchaste?-
-Antes de llegar a casa me caí, estaba por levantarme cuando ellos
comenzaron a hablar. Me cubrían unos arbustos... Me quedé petrificada, no podía
moverme y me tuve que tragar todo eso.-
-¿Por eso le dijiste si ella te mataría o tu papá?- Asentí.
-Fue muy estúpido de mi parte decir eso. Estaba muy molesta y no
pensé.-
-Altamente estúpido, Lara.- La vi tensarse. -Si él sabe que tú
sabes...- Comenzó a hilar ideas temerosamente.
-Si es verdad, estoy en su mira.-
-Entiendo que eso fue jodido pero no todos los hombres son así. Es como lo que
platicábamos acerca de las iglesias; hay algunos que se salvan.-
-Lo sé, créeme. Aunque me será difícil ver a un hombre y no
asociarlo con el daño.-
-Son barreras que superar, Ana. Ejemplo, si las cosas entre
nosotras no funcionan...-
-Van a funcionar.- Intervino de inmediato. Comencé a reír.
-Lo sé, cariño. Es sólo un ejemplo.- Acaricié su mejilla derecha.
–Como decía, si no se dan las cosas y por alguna razón me llegase a involucrar con
otra mujer debo dejar detrás muchas cosas para comenzar de nuevo. No puedo ir por
el mundo buscándote a ti en otros cuerpos porque todos somos diferentes. Y tampoco
vagaré por la vida creyendo que todos me harán el mismo daño. Y puede que me
encuentre a alguien físicamente como tú pero totalmente diferente por dentro, o
viceversa, ¿comprendes?- Asintió. -Así como hay gente que te marca para bien hay
gente que te marca de una manera dañina.-
-Punto para Lara.-
-Pero esa gente hace que valores aún más a la gente buena.- Tomé
su mano. –Las riquillas, como dicen aquí, pueden ser unas verdaderas hijas de puta
que pasan encima de todos sin importarles nada. No hay moral o emociones, sólo la
necesidad de abastecer sus caprichos. Yo soy nada comparado al desmadre que ellas
pueden hacer. Y he conocido a gente mala; realmente movidos por la perversidad y
las ganas de dañar. Y luego te encuentro a ti y... y ahora entiendo que la bondad que
les correspondía la tienes tú.- La vi sonrojarse.
-Tú no eres mala, Lara.-
-No, no lo soy. Me vale madre todo y todos pero no me muevo por
la maldad o por querer lastimar a alguien, claro, con sus debidas excepciones.-
Frotaba su mano con mi pulgar. –A lo que voy es que, personas como tú no deben
cerrarse al mundo. Tú deberías tener la oportunidad de conocer gente afín a ti y con
quien compartir todo lo que hay aquí.- Toqué su sien. -Todos deberían tener el honor
de conocerte.- La vi a los ojos. –Incluso él debería verte ahora.-
-¿Por qué?-
-Para que vea lo fuerte que eres y que a pesar de que él dejó una
profunda marca en ti, tú estás dejando una marca aún más grande con la fuerza de
tu luz. Todo lo contrario de lo que él pudo haber sembrado. Y no sólo lo digo por mí,
lo digo por toda la gente que ayudas, en la iglesia, en la escuela, a donde vas.
Digamos que el tamaño de su oscuridad es del tamaño de México y tú luz es del
tamaño de Rusia y China juntos.-
-Tus conjeturas acerca de mí son sobrevaloradas, Lara.- Estaba
descomunalmente seria.
-Es lo que veo, Ana. Es lo que ve tu papá, Norma y mucha gente de
aquí.- Le sonreí. –Prometí que te haría ser consciente de todo eso.- Hizo un intento
de sonrisa y reclinó su cabeza en mi hombro.
-Gracias.- Era un avance.
-Es un placer para mí hablar de su grandeza, majestad.- Besé su
cabeza.
-Te quiero, Lara.-
-También te quiero, Anita.- Dejé un beso en la comisura de sus
labios. –No creo esto.-
-¿Qué?-
-Todo. Estar en un remoto lugar, tener calificaciones decentes,
trabajar en un iglesia, querer a una preciosa chica y que me corresponda. A veces lo
siento irreal.- Me sonrió, tomó mi mano y lentamente la llevó a la altura de su
corazón.
-Esto es muy real, Lara. Nunca lo dudes.- Me sonrió. –No lo dije en
alto pero me prometí demostrarte que te quiero.-
-Ana...- Estrellé mis labios contra los de ella unos segundos y
después la abracé tan fuerte como me fue posible. -¿Cómo podré controlar todo
esto?- Sentía su caliente respiración sobre mi hombro. -¿Cómo mantendremos
escondido esto?
-Es nuestro mundo y nadie más que nosotras entra en él. Y si los problemas afloran
buscaremos una forma de solucionarlo, juntas.-
-Juntas.- Con cada segundo que pasaba más grande era mi miedo
de que vinieran por mí y más grande aún el terror de dejar a Ana. No la quería lejos
de mí. Nunca.
Regresamos a la iglesia cuando la tarde comenzaba a caer; algunas
nubes impedían que viéramos el reflejo del sol sobre el lago pero nos quedamos ahí
disfrutando de la vista y sobre todo de la compañía. Tomadas de la mano
emprendimos el viaje de vuelta y antes de llegar a lugares más concurridos, le di un
beso en frente y de mala gana solté su mano. Al llegar Norma y el señor Cardozo nos
esperaban en la cocina.
-¿Cómo estás?- Preguntó Norma al verme. –Estaba preocupada.-
-Te envié un mensaje, creo que no te ha llegado.- Le sonreí. –Me
siento mejor.-
-Me alegra saber eso.- No preguntó más por lo que supuse que el
señor Cardozo le dijo lo que había pasado y cómo fue que terminé durmiendo en la
iglesia. -¿Lista para mañana?- Suspiré.
-Haré mucha meditación hoy en la noche.-
-La vas a necesitar.- Habló Norma. –Lara, puedo cambiarte de
grupo...-
-¿Huir de ella? De ninguna manera.-
-Es una buena opción.- Opinó Ana.
-¿Y dejarte sola con ella? Claro, cámbienme ahora mismo.- Dije
sarcásticamente. -No voy a escapar.-
-No es escapar es una buena forma de que las cosas no pasen a
más y evitar confrontaciones.- Acotó el señor Cardozo.
-Es un rotundo no.- Mi tono de voz un poco más elevado. –No voy a
dejar sola a Ana y mucho menos me voy a esconder de Olivia.- La rubia me veía
preocupada. –Y ni se te ocurra pedir un cambio de salón, Ana.-
-Lara...- Trató de hablar la rubia.
-Tema de conversación cerrado.- Cerré los ojos buscando calmarme
y respiré profundo. –Gracias por su amable atención, señor. Es hora de irme.-
Marchando entré a la habitación de la rubia por mi ropa. Segundos después entró ella
y se quedó reclinada sobre la puerta. -¿Qué?-
-Estás exagerando.-
-¿Tú crees?- La quedé viendo. –Me están pidiendo que me esconda
de la persona que enfrenté, ¿cómo demonios crees que se verá eso?-
-Lara, sólo quieren facilitarte las cosas.-
-No quiero las cosas fáciles, Ana. Nunca he huido de nada y de
nadie y no comenzaré ahora con la idiota de Olivia.-
-No quiero que te metas en problemas por mi culpa.-
-Vamos de nuevo con lo mismo.- Me tomé el cabello exasperada.
–Yo decidí meterme en esto; fue mi decisión, Ana. Necesito que entiendas eso y deje
de culparte por todo lo que pasa.- Estaba siendo un poco dura pero me molestaba
que se culpara de lo que sucedía. -Esto es una lucha de poder entre ella y yo y tú
estás en medio de todo eso. Ella quiere probar que puede hacer lo que se le pegue su
puta gana y yo le estoy demostrando que no puede pasar encima de cualquiera. Y
más aún le estoy mostrando que estoy de tu lado y que no voy a permitir que te
toque.- Tomé aire. -¿Entiendes ahora? Si huyo le estoy mandando el mensaje de que
me estoy quebrando y se irá contra ti con más fuerza, no lo voy a permitir.-
-Eres tan testaruda.-
-No es eso, Ana y lo sabes. Sé que dentro de ti entiendes mi
punto. Debo hacer esto a mi modo y necesito que me ayudes, por favor.- Me acerqué
más a ella. –No voy a huir.-
-Estoy muy asustada con lo que escuchaste y con ella molestándote...- Buscó mis
brazos y enredó los de ella en mi cadera. Recliné mi mejilla sobre su cabeza. –Si te
pasa algo nunca me lo perdonaré.-
-No pienses en eso, cariño.- Besé su cabello.
-Sé cómo es Olivia, sé de lo que es capaz...-
-Hey...- Tomé su cara entre mis manos. –Voy a hablar con Norma y
tu papá de lo que sé y ellos me guiarán, ¿de acuerdo?- Asintió levemente. –Ahora
sólo debemos ocuparnos de combatir las pesadillas.- Volvió a abrazarme.
-Testaruda fastidiosa.-
-Tonta exagerada.- Regresamos a la cocina después de unos
momentos, ya con mis cosas en mano y nos despedimos, con Norma, de Ana y el
señor Cardozo. Norma agradeció por cuidar de mí y por soportarme un día completo.
Después de unos minutos, ya lejos de iglesia, Norma comenzó con el interrogatorio.
-¿Qué pasó?-
-Me besó.- Dije con una sonrisa estúpida. –Muchas veces.-
-¿En serio?- Volteó a verme y se veía tan emocionada como yo.
-Me dijo que me quiere...- Sonreí y vi al cielo. –Esto es tan...-
-Perfecto.-
-Sí. Esa sería la palabra.- Regresé mi vista al camino con una
sonrisa en el rostro. –Ella es maravillosa.-
-Y su pasado sólo hace que brille más.-
-Lo que daría por aliviar su carga.-
-Sé que lo haces. La he visto sonriente y muy radiante, como nunca
y sé que tienes mucho que ver con eso.-
-Lamento no haberte avisado ayer.-
-Alberto me dijo lo que pasó... ¿tan malo fue?-
-Terrible.- Dije sin pensarlo. –Recordó la primera vez... ya sabes.-
-¿Cómo estás?-
-Bien.- Que extraña pregunta.
-Lara, me alegra que seas un apoyo para ella pero me preocupas
también tú. Hay situaciones que son difíciles de entender para un adulto y más
difíciles aún de tolerar. Yo no quiero que el ayudar a compartir su carga represente un
punto de quiebre emocional para ti. Sé que la quieres y quieres ayudar pero también
me preocupo por ti.-
-No le puedo decir que se detenga o que no me diga. Es más yo la
he presionado un poco para que hable del tema y pueda desahogarse.-
-Es muy noble de tu parte, Lara pero, ¿quién te ayuda a ti?- Me
quedé en silencio un momento procesando lo que acababa de decirme Norma y tenía
mucha razón. Quiero a Ana y quiero su bienestar pero lo que me ha contado son
imágenes que taladran mi mente y difícilmente se irán de mí. –No quiero que te
consuma.-
-¿Qué puedo hacer?-
-Anota todo lo que sientas, expláyate y después lo quemas. Así
nadie puede verlo y te puedes desahogar. Sé que hablar conmigo o con alguien
más...- Negué.
-No quiero traicionar su confianza. No es porque no confíe en ti...-
-Lo sé, pequeña. No tienes que explicarme. Por eso te doy esa
opción. Úsala.-
-Gracias, Norma.-
El resto del día pasó en total calma, hasta que los estornudos
comenzaron y el escurrimiento nasal se hizo presente. Tenía un horrible resfriado. De
noche cuando me cepillé los dientes antes de dormir, tenía la nariz roja como tomate
y los ojos hinchados. Me veía terriblemente mal. Con un rollo de papel a la mano me
metí a la cama pero de poco sirvió ya que apenas y podía respirar y hacerlo con la
boca me molestaba. Alrededor de las tres de la mañana por fin pude encontrar la
forma de dormir.
Sólo necesité que mi alarma sonara para comenzar a odiar al mundo. Quería dormir,
descansar, me dolían las piernas, el dolor de cabeza iba y venía. No quería ni que el
viento me tocase. Con mucho desgano me levanté de la cama y me dirigí a lavarme
la cara; al menos no me veía tan jodida. Me preparé una taza de cereal pero apenas
y la toqué. Vi que me quedaba sin despensa lo que implicaba ir a la tienda más tarde.
No tenía ganas de nada. Tomé mi mochila y me encaminé a la puerta, al abrirla me
encontré a Norma.
-Buenos días.- Dijo con una sonrisa.
-Hola.- Susurré.
-¿Mal día?-
-Me siento mal.-
-Quédate, hablaré con tus maestros.-
-No. Ana quedará sola.-
-Lara...-
-Andando, que te haré llegar tarde.-
-No te haré cambiar de opinión, ¿cierto?- Negué. Suspiró resignada
y comenzó a caminar. Segundos después la seguí. –Sé que estás de mal humor pero
debes prepararte para lo que ella tenga preparado hoy.-
-En eso estoy pensando.- Sacudí la cabeza. –Hago esto por Ana,
porque la quiero y odio que la trate así pero también es para que los demás vean que
se pueden defenderse.-
-No todos tienen tus agallas.-
-Pero al menos puedo mostrar el camino.- El dolor de cabeza
regresó. -¿Podemos no hablar?- No esperé a su respuesta y seguí caminando
ignorando todo a mi alrededor. Automáticamente entré a mi clase de química, me
senté al fondo de la clase y apoyé mi cabeza contra la paleta de la silla. No sé cuánto
tiempo después pude percibir una voz familiar.
-¿Lara?- Tomó mi antebrazo y lo acarició. -¿Estás bien?- Moví la
cabeza hacia los lados. -¿Te duele la cabeza?- Asentí. -¿Tomaste algo?- Negué de
nuevo. Retiró su mano de mi brazo y lo llevó a mi cabeza y comenzó a masajear
suavemente. -¿Duele?-
-No.- Siguió haciéndolo por varios segundos más. –Se siente bien.-
-Me alegra.-
-¿Qué tal tu noche?- Pregunté sin levantar la cabeza.
-Mejor que la de ayer. ¿Qué tal tu noche?-
-Al menos ayer te tenía conmigo... no podía dormir porque no podía
respirar.- Ana dejó de acariciar mi cabello y su respiración se cortó un poco. Levanté
la cabeza y vi a Liv parada en la puerta del salón. Para nuestra desgracia o fortuna
sólo éramos las tres.
-Como dije, perro faldero.- Espetó con rabia.
-Que te den Olivia. Déjala en paz.- Vio la condición en la que me
encontraba y mi voz media gangosa no ayudaba mucho.
-Ni un día con ella y ya te enfermó.- Hice un intento por ponerme
de pie pero Ana lo impidió.
-¿Qué te hice?- Inquirió la rubia.
-Así que la perrita tiene voz.- Dijo socarronamente. –Fastidiar mi
existencia con tu existencia. Nadie compra esa fachada de niña buena.- Caminó unos
pasos hacia nosotras. –Todos saben que eres una zorra.-
-¡Basta!- Me puse de pie ignorando el terrible dolor de cabeza. -
¿Cuál es tu puto problema con ella?- Quería avanzar pero de nuevo Ana me tenía de
uno de mis brazos. -¿Acaso le tienes envidia?-
-Por favor, no me hagas reír, Lara. Ya muchas veces te lo he
dicho.- El odio que sus ojos irradiaban era inhumano. –Lo tengo todo, ¿qué podría
enviarle a eso?-
-Tengo muchas teorías.-
-Ilumíname.- Dijo sarcásticamente.
-¿La quería a ella y se tuvo que conformar contigo?- Adiós cautela.
-¿Dijo su nombre cuando estaba contigo?-
-Lara, no...- El agarré de la rubia se hizo más fuerte y vi la cara de Olivia ponerse
roja de furia. No estaba muy lejos de sus motivos.
-No vuelvas a hablar de eso.- Habló entre dientes.
-¿Recuerdas la vez que tomamos en el bosque? Dijiste que te
habías acostado con un maestro, ¿era él?-
-Lara, detente.- Ana se aferró fervientemente de uno de mis
brazos.
-Cállate.- Apretó los dientes.
-Déjala en paz y lo dejo de lado.- Nos lanzábamos dardos
envenenados con la mirada. Ella caminó hacia adelante y casi por instinto puse a Ana
detrás de mí. –Mira, no sé cuál es tu problema pero es algo que debes enfrentar
contigo misma, no con ella.-
-No estarás aquí por siempre.- Su mirada se fijó en la rubia. –Ella
se irá y no habrá quién te defienda.-
-Estás demente, Olivia. Deberías buscar un puto psicólogo.-
-¡No me digas que hacer!- Caminó con el puño en alto.
-Tócala y no me tentaré el corazón, Olivia. No quiero lastimarte
pero si la lastimas a ella no me dejas opción.- Ana me jalaba hacia atrás pero ahora
ni con un remolque me movían. –Déjala en paz.-
-¿Qué está pasando aquí?- Dijo la profesora Jackie entrado al salón.
Nadie decía nada; Olivia lentamente fue bajando su puño. –Bien, las tres a la
dirección, ahora.-
-Ana no tiene que ver con esto.- Justo en ese momento tocó la
chicharra.
-Está en medio del alboroto así que tiene mucho que ver. A la
dirección.- Y como si los hubieran soltado de una jaula la mayoría de mis compañeros
entró como estampida al salón y nos veían extrañados. –No se los voy a repetir,
señoritas.- Nunca había visto a la profe Jackie enojada. –Tomen sus cosas y vayan a
la dirección.- Tomé mi mochila y la de la rubia y comencé a caminar cuidando los
pasos de Olivia y vigilando que no se acercara mucho a Ana. Caminamos a la
dirección en total silencio, la rubia muy cerca de mí y Olivia siguiéndonos los pasos.
-Lo siento.- Murmuré. –Todo lo hago mal.- El desértico pasillo hacía
eco de nuestras pisadas y los bufidos de Olivia.
-No te disculpes.- Se acercó más a mí y se aferró a mi brazo. –Saca
lo peor de ti.-
-Porque yo lo permito. Soy tan idiota.- Al menos veía un poco de
luz en mi camino. Antes de ninguna manera me habría visto reflexionando sobre mi
comportamiento.
-Deja de insultarte, La.- Muy discretamente me acarició. –Gracias
por defenderme.-
-Un placer defender su honor, majestad.- Volteé hacia ella y tenía
una gran sonrisa. Cuando regresé mi vista al pasillo tenía a unos metros de mí a
Norma.
-¿Por qué no están en clase?-
-Porque la profe Jackie nos envió.- Contesté.
-¿Motivo?-
-Creo que ya sabe... directora.- De nuevo yo.
-De entrada, sabe que me puede expulsar y no pasa nada.- Habló
Olivia. –Así que puede comenzar a escribir la nota a mi papá.- La cara de Norma se
transformó y yo buscaba por todos los medios no reír.
-Soy consciente de eso, señorita Torres. Por lo que su trabajo será
hacer inventario de los libros que nos acaban de llegar. Estoy segura que a Ingrid le
vendrá bien algo de ayuda.- Solté una pequeña risa.
-Esto no termina aquí.- Espetó la chica de ojos azules.
-Y como amenaza a sus compañeras frente a mí, después del hacer
inventario de la biblioteca la quiero limpiando el equipo del laboratorio de química. Y
ni se le ocurra quebrar algo porque la pongo a barrer toda la escuela.- Le sonrió.
–Ingrid la espera, señorita.- Olivia marchó rumbo a la biblioteca murmurando, se veía
muy molesta.
-Y usted...-
-Lo que quieras pero Ana no tiene que ver en esto.- Dije de
inmediato.
-Las dos se pondrán a hacer inventario del material de Mónica.
Conos, balones por deporte, aros, las colchonetas, todo.- La quedé viendo con un
amago de sonrisa. -¿Algo que le cause gracia?-
-Nada, directora.- Levanté las manos a la altura de mi pecho.
–Supongo que el equipo de educación física nos espera.-
-Supone bien, señorita Orozco.- Norma siguió su camino a la
dirección mientras la rubia y yo hicimos nuestro camino a la bodega. La rubia me
pidió llevar su mochila.
-No estuvo tan mal, ¿cierto?- Preguntó Ana.
-Honestamente, preferiría estar con Ingrid.- Me reí. –Nunca te
aburres con esa mujer.-
-Tiene un humor muy extraño... -También comenzó a reír. –Ahora
entiendo porque te agrada.- Volteé a todos lados y al ver que nuestra compañía era la
nada tomé la mano de la rubia y la entrelacé con la mía.
-Te ves muy bonita hoy.-
-Gracias, Lara.- Me vio con una sonrisa. –Tú también te ves muy
linda.-
-¿En serio?- Comencé a reír. –Estoy congestionada, mi cabello debe
ser una locura y mi voz no es lo más agradable del mudo ahora mismo.-
-Para mí sigues estando linda.-
-Gracias.-
-Un placer hablar de las plebeyas guapas.- Le sonreí y le di un beso
en la cabeza mientras soltaba su mano.
-No quiero sustos.- Expliqué mientras soltaba su mano.
-¿Eres alérgica a alguna fruta?- Me quedé pensando un momento.
-No que yo sepa, ¿por qué?-
-¿Alérgica a algo más aparte del polvo?-
-A los gatos, a un metal, que no recuerdo su nombre y ya.- La vi
extrañada. -¿Por qué?-
-Quiero saber.- Me contestó con una sonrisa.
-Tienes algo entre manos, lo sé.-
-No.-
-Si no me dices tendré que darte muchos besos hasta que lo
reveles.-
-Lo puedes intentar.- Respondió con una enorme sonrisa.
-Es una pena que sea una incubadora de gérmenes.- Besé su
cabello. –Para la próxima.-
-Para la próxima.- Llegamos a la bodega y con fastidio vi que era
demasiado y todo estaba muy pero muy mal acomodado y lleno de polvo.
-Vamos a morir de alergia aquí, Ana.- Me puse la playera sobre la
nariz.
-Espera.- La rubia tomó mi brazo. –Traigo un suéter delgado en la
mochila.- Hábilmente se la quitó de la espalda y saco dicha prenda. Era uno de color
azul marino; me lo pasó y lo aseguré sobre mi cuello. En cuanto lo tuve cerré los ojos
y sonreí. -¿Qué pasa?-
-No me podré concentrar.-
-¿Por qué?- Me veía atenta.
-Huele a ti.- Se sonrojó y de inmediato me abrazó. Sus manos se
aferraban a mi espalda mientras la mías se aferraban a su cintura. Cerré los ojos y
me dejé llevar por la sensación de tenerla tan cerca de mí. Su confianza y el que me
permitiera tocarla era algo invaluable para mí. –Anita.-
-La.- Me abracé a ella con más fuerza. -¿Podemos quedarnos así?-
-El tiempo que quieras, cariño.- Acariciaba su cabello. –Te quiero.-
La primera hora la pasamos trabajando; tres enorme cajas repletas de libros que
debíamos acomodar nos esperaban. Al menos estos no estaban llenos de polvo y olían
a nuevo. De vez en cuando volteaba a ver a Ana quien estaba muy concentrada en su
trabajo, fruncía el ceño y hábilmente leía las etiquetas en los estantes. Sonreí a verla,
como siempre y regresé a mi trabajo. Después de muchos minutos sentí que alguien
me observaba, levante la vista y vi a mi rubia con una enorme sonrisa y sus
adorables hoyuelos adornando sus mejillas.
-Hola.-
-Hola, cariño. ¿Cómo estás?- Respondí con una sonrisa igual de
grande que la de ella.
-De maravilla.- Estaba sentada sobre la mesa buscando libros entre
la última caja que nos faltaba. Me acerqué más a ella. -¿Y tú?-
-Súper.- Caminé aún más cerca y nunca perdí el contacto visual,
quería que supiera de mis planes. Asintió levemente. Di unos pasos más hasta quedar
entre sus piernas. Por fin quedábamos a la misma altura. Muy tímidamente posó sus
manos sobre mis hombros. –Más que súper.- Me aferré a sus caderas. -¿Estás
cómoda?- Asintió. -¿Segura?-
-Sí, cariño.- Noté cierta burla en su voz y comenzó a reír.
-¿No te gusta que te llame así?- Sentí sus manos jugar con mi
cabello.
-No me gusta...- Pegó su frente con la mía. –Me encanta.-
-Me encanta que te encante.- Lentamente me acerqué para besar la
comisura de sus labios. –Cariño.- Por segunda vez en el día me jaló hacia ella y me
aprisionó con sus brazos. Podría morir en este mismo instante y lo haría más que feliz
en sus brazos. Era ridícula la forma en la cual la estaba queriendo y necesitando.
-Significas mucho para mí, La.- Sentía su corazón palpitar. –Y me
aterra pensar que vendrán por ti y no te veré más.- Hice un intento por soltarme de
su agarre pero ella lo impidió.
-No pensemos en eso, por favor. Sólo quiero aprovecha el tiempo
contigo y cuando ese momento llegue buscaremos qué hacer. Juntas.-
-Prométeme que no me olvidarás.- Murmuró.
-Eso es imposible. No hay manera humana en la cual pueda sacarte
de mi mente, mucho menos de mi corazón. Siempre serás parte de mí.- Había algo
diferente en ella hoy, lo podía sentir. -¿Pasa algo?- Froté su espalda.
-Lo de siempre.- Contestó muy quedito. –Las mismas batallas de
todos los días.-
-¿Te alejó de mí?- Asintió.
-Y te contó mi secreto...-
-¿Tu...-
-¡Qué asco!- Nos separamos bruscamente al escuchar la voz de
Ingrid. Nos veían con cara... con la única cara que tenía, como si hubiera olido algo
feo. -¿Cómo es posible que...-
-Antes que...- Intenté decir pero me ganó.
-¿Cómo es posible que la abraces sabiendo que te puede pasar
pulgas?- Veía a Ana.
-Idiota.- Respondí aliviada.
-¿Ya acabaron con su sesión de lesbiabrazos?- Me eché a reír junto
con Ana. –Les queda media hora.-
-Gracias, amargada.-
-Cuidado con las ventanas.- Advirtió y regresó entre los estantes.
-A trabajar.- Dijo la rubia mientras se bajaba de la mesa.
Pasamos la media hora restante trabajando como la gente decente;
Ana me pasaba los libros y me decía en donde los tenía que poner. Los apilaba de dos
o tres para avanzar más rápido y ciertamente lo hicimos. La rubia sacó mi iPod de la
mochila y vimos que faltaban algunos minutos para el receso. Nos acercamos al
escritorio de Ingrid.
-Listo.- Le sonreí.
-Espero al menos hayas podido hacer algo bien en tu vida.-
-Muérdeme.-
-No es a mí a quién quieres morder.- Quedó viendo a Ana, la cual,
en cuestión de segundos se puso roja.
-Puede ser pero no es de tu incumbencia.- Respondí.
-Lárguense de aquí.- Señaló con su dedo índice la puerta. Con la
rubia comenzamos a caminar a la salido pero antes de llegar a la puerta la agria
mujer habló de nuevo. –Me alegra que te sientas a gusto con alguien, Cardozo.
Incluso si es esta mocosa.-
-Gracias, Ingrid.- Contestó tímidamente.
-Te agrado, admítelo.- Le dije juguetonamente.
-No pero después de ver lo que pasó con Torres y la forma en como
la ves puede que algún día se logre.- Le aventé un beso en señal de agradecimiento y
ella me mostró el dedo medio. Con una enorme sonrisa salimos de la biblioteca y nos
dirigimos al puesto de doña Coco por una preciada torta.
-Gracias a Dios que salimos antes así evitamos conflictos.- Habló
Ana, mientras nos servían nuestro desayuno.
-Los conflictos van a aparecer a cualquier hora, rubia. Es cuestión
de disfrutar la poca tranquilidad que tenemos mientras dura. Olivia no se va a quedar
de brazos cruzados.- Tomamos nuestro desayuno y nos dirigimos a una mesa alejada
de la que usualmente toma el clan. Cuando tomamos con nuestros asientos habló de
nuevo. –Creí que serías más mesurada.-
-No puedo. Bueno, sí puedo pero esto es... no sé como describirlo.
Odio la forma en como te ve y el como se dirige a ti. Es tan repulsivo. Una parte de
mí quiere estrellar su cara en la pared y la otra quiere entender qué mierda está mal
con ella.-
-¿Crees que... que... ya sabes.- Reí.
-No sé porque no entiendo.-
-¿Crees que haya dicho mi nombre?-
-No lo culparía.- Se sonrojó. –Y tiene que ver con eso porque se
puso fúrica en cuanto lo mencioné.-
-Deja de lado eso, Lara. Por favor.-
-¿Podemos no hablar de eso?- Me tomé la cabeza con ambas
manos. –Me duele la cabeza y esto no ayuda. Haré tanto como pueda para evitar el
tema pero si sigue jodiendo le voy a hablar de eso hasta que quiera quitarme la
lengua.-
-No creo que pase mucho tiempo para que lo desee.-
-Ana, no quiero hablar más del tema.- En ese instante toco la
chicharra que indicaba el receso. En un momento una marabunta de estudiantes
invadía el comedor; entre ellos el clan que no tardó mucho en enfocarnos.
Pidieron su desayuno y gracias a los cielos tomaron su mesa usual.
Pao trataba de divisarnos, levanté la mano para que nos notara y cuando lo hizo
sonrió ampliamente. Inmediatamente corrió a sentarse con nosotras. Comía y
platicaba con la chica menuda, era muy pero muy agradable. Al parecer el clan no
estaba muy ocupada con ella y simplemente la ignoraban pero algo en mí me decía
que no quedaría así. Veía a Ana constantemente viendo a la mesa de Olivia y
compañía; apenas y había tocado su desayuno.
-¿Qué pasa?-
-Nada.-
-Eres una terrible mentirosa.- Quise tomar su mano pero recordé
donde estábamos. –No podrás leer su mente, rubia. Relájate y desayuna, por favor.-
-Al menos ahora tienen más gente a su favor.- Habló Pao. –Ayer la
mayoría murmuraba que no habían venido por temor a Olivia pero muchos de ellos
están de tu lado, Lara. Nadie nunca la había enfrentado y antier les hiciste ver a
muchos que es una simple mortal.-
-Era mi objetivo desde el principio. No puede ser una hija de puta con todo el
mundo.-
-Lenguaje.- Dijo Ana muy pero muy bajito. Le sonreí. Estaba por
decir algo cuando Ofelia se acercó a nosotras.
-¿Me puedo sentar?- Todavía seguía sin ser de mis personas
favoritas pero le prometí a Ana que haría un esfuerzo.
-Claro.- Contesté cortésmente. Se sentó y nos dedicó una sonrisa.
-¿Listas para la clase con Omara?-
-¿Por qué lo dices?- Preguntó Pao.
-Todo el mundo hablaba de lo que pasó entre ustedes el lunes y
estoy segura que hará algo para intervenir.- Agregó la chica llenita.
Afortunadamente no hizo absolutamente nada. Fue una plática
acerca de la importancia del trabajo en equipo y nos pidió que diéramos nuestros
diferentes puntos de vista y estrategias que pudieran ayudar a mejorar o reforzar el
trabajo en equipo en nuestro salón. Cuando parecía que alguien quería jalar el tema a
lo que pasó ella rápidamente lo regresaba a lo que estábamos. Parecía que buscaba
enterrar el tema. Al salir de la clase creí por un momento que me pediría que me
quedara pero no lo hizo, simplemente se despidió de mí con una enorme sonrisa, al
igual que todos mis compañeros.
El resto del día pasó sin ninguna complicación y parecía que el clan
estaba en total calma, ni siquiera nos veían o hacía comentarios hacia mí o Ana.
Parecía que éramos unas compañeras más de clases pero algo dentro de mí no se
confiaba. Nunca lo hacía. Olivia no se calmaría después de lo que le dije y mucho
menos después de que gracias a eso tuvo un castigo. Ana me decía que las cosas las
resolveríamos juntas pero no me apetecía tener a Ana en medio de este alboroto.
La hora de la salida tendría que ser diferente; a partir de ahora
tendría la encomienda de llevar a Ana a la iglesia. En primera porque quería pasar
tanto tiempo como fuera posible con ella y en segunda para asegurarme de que el
clan no tuviera preparada alguna sorpresa para la rubia en el camino. Quizá estaba
exagerando pero nunca está demás ser precavida. Ahora fue el turno de Ana de
iluminarme con el nombre de algunas flores que encontramos en el camino y entendía
porque ella rió tanto la vez que lo intenté; no estaba ni cerca de adivinar.
Al haber mucha gente en la iglesia, ya que estábamos muy
próximos a la inauguración, nos despedimos con abrazó que no duró mucho.
Apestaba porque no la vería hasta el otro día, ya que el señor Cardozo me había
dado unos días para descansar. Llegué a casa, comí y me dirigí a la de Norma. Con
cierto temor me encaminé ya que tocaría fibras muy sensibles para ella pero era
necesario que supiera de la información que tenía. Me sudaban las manos y
constantemente las llevaba a mis costados. Toqué la puerta y en segundos la mujer
abrió.
-Lara, que gusto. Pasa.- Asentí y me dirigí al sillón sin decir un
palabra. Me senté rígida y esperé a que ella hiciera lo mismo. -¿Qué pasa?-
-Marcos.- Espeté en un tono serio. -¿De qué murió?-
-¿Quién te dijo?- La mujer empalideció en un santiamén.
-Lo escuché.-
-¿Quién?- La mujer permanecía parada a unos pasos de mí. –Lara,
¿quién?-
-No sé. Estaba en el lugar y momento equivocados. Por lo que te
voy a decir créeme que desearía nunca haber sabido.-
-¿Dónde lo escuchaste?-
-Cerca de aquí. No tengo ni la más mínima idea de quienes
pudieron haber sido.-
-¿Quiénes?- Por fin se sentó.
-Dos personas.-
-¿Qué escuchaste?-
-Primero me dirás de qué murió y después contesto todo lo que
quieras.-
-Papi, ¿puedo...?-
-Puedes ir a verla, mi amor.- Volteó a verme y su sonrisa se hizo
más amplia al ver la rosa en mi mano.
-¿Crees que le guste?-
-Le va a encantar, hija.- Se puso de pie, caminó hacia mí y me
envolvió en un enorme abrazo. –El amor vive de detalles. Todos vivimos de detalles
pero más el amor. Así como cuidamos el jardín para tenerlo repleto de flores
preciosas, así se le hace al corazón. Regarlo, cuidarlo y que le dé el sol para que
florezca.-
-No era necesario todo eso.- Ambos empezamos a reír. –Pero es
información muy importante.- Le di un beso y salí del lugar.
El camino se hizo algo largo, como suele suceder cuando quieres
que las cosas marchen rápidamente. Con Lara habíamos adoptado la costumbre de
repasar los árboles y flores que nos encontrábamos en el camino. Más para ella que
para mí pero era algo que disfrutaba hacer con ella, entre muchas otras cosas. Las
tardes en nuestro escondite se hicieron cada vez más frecuentes. El charlar,
conocernos más a fondo, escucharla hablar de sus miles de travesuras era algo que
invaluable para mí. La confianza de Lara en mí y el que ella me mostrara partes de su
vida sólo hacía nuestro lazo más fuerte.
Llegué a la casa de Lara y las manos me temblaban, no
necesariamente por su presencia sino porque sería la primera vez que le regalaría una
rosa a alguien. ¿Y si no era suficiente para ella?, ¿y si no le gustaba? Mi mano que
estaba a punto de tocar la puerta se detuvo en el aire dubitativa. Era una mala idea.
Estoy segura que sus antiguos novios en la escuela le llevaban enormes ramos de
flores y yo tontamente quería hacerla feliz con una miserable rosa. Suspiré y giré mis
talones para caminar de nuevo a casa.
-¿A dónde vas?- Pegué un brinco al escuchar la voz de Lara detrás
de mí. Giré para verla y enmudecí. Traía puesto un short, un sujetador deportivo y
venía empapada. Supongo que venía de nadar. Se veía... tentadora. Esa es la
palabra. Mis ojos absorbían cada parte de ella. Su vientre plano y levemente
marcado, su piel blanca... –¿Algo que te guste?- Preguntó con una arrogante sonrisa.
-Sí... Mucho.- ¡¿De dónde salió eso?! La sonrisa de Lara se hizo más
grande.
-Siéntete libre de tocar.- Levantó las manos como presumiéndose.
-Gracias pero será en otro momento.- Gracias a Dios la cordura
regresó a mí después de varios segundos... aunque no desechaba su propuesta.
-¿Quieres pasar?- Asentí. Rápidamente abrió la puerta de su ahora
casa y me hizo pasar primero a mí. Le sonreí y ella me siguió. –Me cambiaré, no me
tardo.- Desapareció en su habitación mientras me dispuse a preparar algo de café
para las dos. Dejé la rosa sobre la isla y me puse a trabajar. Estaba tan entretenida
que no me di cuenta cuando Lara regresó a la cocina. Por segunda vez en un rato me
espantó.
-No te escuché.-
-Ya me di cuenta.- Se acercó a la isla y tomó la rosa. -¿Y esto?-
-Es para ti.- Dije sumamente apenada. –Sé que no es mucho y que
a lo mejor...- Se acercó más a mí y pegó su frente con la mía.
-Es perfecto.- Su piel estaba fresca, su cabello cayó sobre su rostro
y pequeñas gotas de agua caían sobre mis brazos.
-¿En serio?- Tenía sus preciosos soles verdes a unos centímetros de
los míos.
-¿Por qué siempre cuestionas lo que te digo?- Sonrió. –Esto es muy
valioso porque no es el regalo o el detalle lo que importa sino la persona que lo dé. Y
todo lo que venga de ti, Ana, lo adoro.- Dejó la rosa a un lado y tomó mi rostro entre
sus manos. –Tanto como te adoro a ti.- No esperé mucho y junté mis labios con los
de ella.
Lara, mi locura, mi sanidad, mi salvavidas, mi ángel... no había lugar más seguro que
sus brazos, ni sabor más dulce que sus labios. La quería, quería todo de ella y quería
que ella tuviera todo de mí, absolutamente todo. Mis miedos, mis ansiedades, mis
frustraciones pero también quería compartir con ella mis alegrías, mis sueños, mis
oraciones, mi perspectiva de vida, mi música, mi voz, todo lo que yo soy.
Sus labios lentamente se movían sobre los míos y yo la seguía. La
suavidad de sus labios hacía que mi corazón latiera incontrolablemente. Me aferré a
su cuello y la atraje más a mí, profundizando el beso. Sus delicadas manos vagaban
por mi espalda, de arriba hacia abajo, tentativamente dejaba una de ellas en la parte
más baja de mi espalda y sabía exactamente lo que quería; me asustaba pero me
asustaba más que yo quería que lo hiciera. Quería que me tocara.
Me separé de ella para tomar aire, me mantenía aún con los ojos
cerrados. Todo acerca de ella me volvía loca, su olor, su sabor, la calidez de su piel.
Lara me hacía sentir cosas que nunca creí que alguien llegara a hacerme sentir y
mucho menos que me gustara tanto lo que ella provoca en mí. A pesar de las fobias,
los miedos, las inseguridades, quería romper esas barreras, para ella y para mí.
-Hazlo.- Dije en un hilo de voz aún sin abrir los ojos.
-¿Qué cosa, cariño?-
-Baja... baja tu mano.-
-Ana, no quiero...-
-Sé que lo quieres... y... y una parte de mí... también lo quiere.-
-Mírame.- Acarició mis mejillas con sus pulgares. –Abre los ojos,
cariño.- Los abrí lentamente y ella me veía muy seria. Nunca la había visto así. –No
quiero que hagas cosas por mí, ¿de acuerdo? No quiero que te sientas presionada a
hacer ciertas cosas. Cuando el tiempo sea el adecuado y tú te sientas completamente
segura lo haré pero no así.-
-Quiero romper mis barreras.-
-Lo sé, cariño. Créeme que lo sé pero iremos poco a poco.- Una ola
de inseguridad se apoderó de mí, volteé la vista a la pared y Lara lo notó de
inmediato. -No es porque no quiera hacerlo... te puedo asegurar que quiero y mucho.
Todo lo que tú eres me enloquece, eso incluye tu cuerpo pero por ti puedo esperar un
millón de años.-
-Esperemos que no sea tanto tiempo.- Volvió a besarme con
ternura. –Te quiero.-
-También te quiero.- Volví a abrazarla y nos quedamos ahí por un
buen rato.
-¿De verdad te gustó la rosa?- Se echó a reír. –No te burles.-
-Deberías confiar más en mí.- Seguía escondida en su cuello.
-Confío en ti...-
-Pero no confías en lo que te digo...-
-No es así... bueno, creo que a veces me dices las cosas para
hacerme sentir bien.- Se separó de mí, me tomó de la mano y me arrastró al sofá.
-Vamos a hablar bien de esto, Ana.- "Ana", su tono era solemne.
-No te enojes...-
-No estoy enojada pero me... preocupa que pienses que hago o
digo las cosas para complacerte o para "hacerte sentir bien".- Gesticuló. –Creo que a
estas alturas deberías saber que no hago cosas para hacer sentir bien a nadie. Odio
hacer las cosas por quedar bien. Es un acto de hipocresía.-
-Estás enojada.-
-No.- Su rostro decía lo contrario.
-Perdón.-
-¿Por qué te disculpas? No has hecho nada malo, expusiste un
pensamiento que viene vagando en tu mente y yo estoy tratando de darle un cierre a
esa idea tonta que tienes.- Estaba molesta, lo podía notar pero ella hacía un enorme
esfuerzo por disimularlo.
-¿Pa?-
-¿Sí?-
-Lara es mi novia.-
-¿Ella te lo pidió?-
-No. Yo se lo pedí.- Papá volteó a verme sorprendido.
-¿En serio?-
-Sí.- No podía ocultar la sonrisa.
-Estoy muy orgulloso de que hayas tomado la iniciativa.- Me abrazó
fuertemente. –Me alegra mucho por ti.-
-Gracias por apoyar esto, papi.-
-No tienes que agradecerme por querer verte feliz. Si es una mujer
o un hombre la persona que logre eso no me interesa. En tanto tú estés contenta.-
-Estoy más que contenta.- Papá me abrazó fuerte nuevamente sin
decir una sola palabra. Estaba feliz por mí pero también le preocupaba que alguien lo
descubriera y a mí también me preocupaba eso. Papá me dejó a unos metros de la
casa de Lara corrí a tocar la puerta. En apenas unos segundos Lara abría bastante
asustada.
-¿Estás bien?- Extendí los regalos que tenía para ella. Su rostro se
suavizó bastante y se abrazó a mí.
-Feliz cumpleaños, ángel.- Me abrazó aún más fuerte.
-Me encanta cuando me llamas así.- La sentí sonreír. –Gracias,
Anita. Pasa.-
Lara fue a la cocina y puso agua en la pequeña tetera. Preparaba
las tazas de café mientras yo la observaba sentada en el sillón. Tomó una pequeña
jarra, la llenó de agua y puso las rosas ahí. Regresó al sillón y se sentó muy cerca de
mí. Tímidamente le acerqué la caja que llevaba.
-¿Quieres que lo abra ahora?- Asentí. Con una pequeña sonrisa
deshizo el nudo que había en la parte de arriba de la caja y quitó la tapa. De entre
pequeños pedazos de periódico fue sacando unas tarjetas con palabras en inglés.
Volteó a verme y me sonrió.
-Tienes que armar una pregunta.- Sacó todas las tarjetas y al
descifrar el mensaje volvió a buscar mis ojos.
-Ya te había dicho que sí.-
-Bueno, se suponía que debía esperar para hoy pero no pude.- En
la mesa se podía leer, "Do you want to be my girlfriend?"
-Me alegra saber que tu inglés mejora.-
-Me sentía capaz de hacer algo tan simple como esto.- Me acerqué
a ella y me senté sobre su regazo. Ella rápidamente me aprisionó con sus brazos y
besó mi cabeza.
-Gracias, por las flores y el regalo.- Todavía faltaba un regalo pero
ese se lo daría durante la comida.
-Un placer.- Me quedé en la comodidad de sus brazos simplemente
disfrutándola. –No te vayas.-
-No iré a ningún lado.- Me levantó la cara con uno de sus dedos.
–Al menos no sin ti.- Busqué sus labios y comenzamos una lenta danza. Me aferré a
su cuello mientras ella lo hacía con mi cintura. Nos separamos cuando la tetera
comenzó a sonar. Le di un suave beso.
-Voy yo.- Cuando regresé Lara luchaba por tener los ojos abiertos.
-¿Cansada?-
-Un poco. Todavía no me acostumbro a nadar diario y me está
matando un poco.-
-Vamos a la cama.- Una enorme sonrisa apareció en su rostro. Dejé
las tazas en la mesita, a lado del mensaje que le había escrito y le di un golpe en el
hombro. –A descansar, pervertida.-
-¿Tengo permiso de hacer comentarios... subidos de tono?- ¿Me
estaba pidiendo permiso?
-No pediste permiso para esa insinuación.- Le sonreí.
-¿Te molesta?-
-No.-
-¿Segura?-
-Deberías confiar más en mí.- Regresé las palabras que ella me
había dicho.
-Confío a ciegas en ti, cariño.-
Hablamos de alguna que otra cosa más mientras terminábamos
nuestras respectivas tazas de café. Aunque ella insistía en seguir platicando cada vez
la veía más adormitada así que me puse de pie y extendí mi mano para que la
tomara. No lo pensó dos veces y nos dirigimos a su habitación. Mi ropa era bastante
cómoda por lo que simplemente me quite los zapatos y me metí a la cama. Lara hizo
lo mismo pero lo siguiente me heló. Pasó un brazo sobre mi cintura y acomodó su
cabeza en mi pecho.
-Quiero que me abraces.- Ahora los papeles se invertían; yo velaría
su sueño y la apapacharía hasta que quedara durmiendo. Realmente me quiere. Me
congelé al sentirla porque hace unos días ella fue sincera al decirme que nunca
durmió con alguien después de mantener relaciones sexuales. Ella se iba o hacía que
los chicos se fueran. Dos personas para ser exactos. Y sentía una pizca de celos al
saber que alguien más la había besado.
Recuerdo sus palabras: "Nunca he dejado que alguien me sostenga.
No va conmigo." Y hoy, un día especial para ella y para mí, me pide lo que no ha ido
con ella en su corta vida. Teníamos algo especial, algo fuerte... algo fuera de lo
común pero más puro que muchas de las cosas "aceptadas" por el mundo.
Me quedé acariciando su cabello por no sé cuánto tiempo, sólo sé
que quería sentirla así de cerca siempre. Regresaron a mí las palabras que le había
dicho a papá, estaba enamorada de ella. Muy pero muy enamorada de ella. Su trato
era fundamental pero había algo más, algo más fuerte entre nosotras. Creo que el
sentir esa fuerte energía desde que nos conocimos hizo que no nos agradáramos
mucho pero eventualmente esa energía nos terminó juntando. Lo agradecía con todo
el corazón. Después de un maremoto de pensamientos me quedé dormida con mi
novia entre mis brazos.
Cuando desperté Lara aún dormía profundamente, ya no estaba
sobre mi pecho pero seguía como hiedra aferrada a mí. Con mucho cuidado quité su
mano de mi estómago y me puse de pie. Me quedé un momento contemplándola, era
hermosa. A veces siento que cuando me describe realmente está hablando de ella. Su
cabello alborotado y su boca ligeramente abierta la hacían ver tan linda y algo
graciosa a la vez. Se movió levemente, se reacomodó y soltó un pequeño ronquido.
Sonreí. Cuánto la quería. Me acerqué, dejé un beso en su frente para después ir a la
cocina a prepararle el desayuno.
Afortunadamente hace un par de días fuimos a hacer las compras
juntas, Lara aún tenía problemas con esa parte. No sabía bien que comprar y
recuerdo como entre bromas me pidió que le hiciera las compras, ¿cómo podría
negarme? Recordé lo mucho que le gustaban los plátanos fritos así que me dispuse a
hacer eso y sándwiches. Era de lo que más extrañaba de su antiguo colegio; los
sándwiches que preparaban. Así que me dispuse a preparar uno parecido. Algo de
café y jugo. La ventaja con Lara es que podía pasar un tren a lado de ella y ni lo
notaría, dormía como un oso. Esto me dio la oportunidad de preparar todo; tuve que
improvisar y usar una tabla de cortar como charola.
Con mucho cuidado llevé las cosas a su habitación y las dejé sobre
el buró. Corrí de vuelta a la sala y tomé una de las muchas rosas que había cortado
para ella, regresé a la habitación y la puse junto al jugo de naranja. No tardaría
mucho en despertar al sentir el olor de la comida tan cerca de ella. De nuevo me
quedé observándola con detenimiento. Tenía unas enormes pestañas que adornaban
sus preciosos ojos verdes. Sus cejas eran pobladas pero las tenía muy bien cuidadas,
no se veía tosca. Sus pómulos no eran tan prominentes... pasé mi dedo índice sobre
uno de ellos. Luego sus labios delgados y delicados... su preciosa nariz respingada.
De lado derecho, muy cerca de su mentón tenía una cicatriz algo extensa, una debajo
de la ceja y otra más justo debajo del ojo. Lo cerca que estuvo de lastimarse
severamente. Se cayó de un árbol para su mala fortuna aterrizó sobre una pequeña
rama que estuvo a milímetros de incrustarse en su ojo. Muchas de sus anécdotas
eran para reír por horas y otras para agradecerle a Dios porque aún sigue viva. No
me imagino a Lara de madre tendría que enfrentarse, muy probablemente, a
pequeños como ella. Y si Dios me quiere tanto como para dejarme con ella,
tendríamos pequeños de radiantes ojos verdes.
Cuando me enteré de que no podría tener hijos, poco me importó
realmente. Mis pensamientos estaban enfocados en superar lo que había pasado.
Aunque la doctora me dijo que era un problema que ya venía en mí algo me decía
que él había tenido que ver con eso. Sabía que cuando encontrara a una persona con
quien compartir mi vida replantearía esto. Y aunque apenas llevamos unos días de
novias sé que pasaremos mucho tiempo juntas y sí, me atrevo a soñar con una
familia junto a ella.
-¿Qué pasa?- Me asusté al escuchar su voz. Estaba tan metida en
mis pensamientos que no me di cuenta cuando ella abrió los ojos.
-Sólo pensaba.-
-Eso no es un buen augurio.- Le di un pequeño golpe. -¿Esa es la
manera de darle los buenos días a tu novia?- Le sonreí, me incliné un poco para
depositar un beso en su frente.
-Buenos días, ángel.- Buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos.
-Buenos días, cariño.- Llevó lentamente mi mano a sus labios para
besar mis nudillos. -¿Dormiste bien?-
-Muy bien. Gracias. ¿Y tú?-
-Espectacularmente.- Me sonrió ampliamente. -¿Y eso?-
-Tu desayuno.- Aplaudió animadamente y en un santiamén estaba
de pie y corría al baño, seguramente a lavarse los dientes. Mientras Lara se aseaba,
regresé a la cocina para ir por mi desayuno. Vi a Lara pasar rápidamente de vuelta a
la habitación; esta mujer sólo pensaba en comer. Cuando llegué con Lara ella ya tenía
en su mano la taza de café. -¿Te importa decir la oración?- Negó. Esperó a que me
sentara a su lado.
-Gracias Dios por los alimentos que hoy nos das. Te agradezco por
un año más de vida, por las lecciones aprendidas aquí, por la gente que he conocido
pero especialmente te agradezco por Ana.- Permanecía con los ojos cerrados y la
cabeza agachada. –Gracias por ponerla en mi camino.- Guardamos silencio unos
segundos.
-Gracias por permitirme estar aquí a pesar de las adversidades, sé,
ahora, que todo tiene una razón de ser, todo obra para bien cuando nuestra mente
está abierta. Gracias por mi ángel, por enseñarme que hay gente buena en este
mundo. También agradezco por ponerla en mi camino y espero que la dejes ahí...-
-Siempre.- Abrí los ojos de inmediato y busqué los ojos de Lara.
Ella me veía intensamente.
-¿Siempre?-
-Siempre.- Dejé su taza de café junto con el resto de su desayuno y
se acercó más a mí. –Todavía no comprendes lo que significas para mí, ¿cierto?-
-Sí es parecido a lo que siento por ti puedo hacerme una idea.- Me
acerqué más a ella y descansé mi frente sobre la de ella. Lara llevó su mano a mi
mejilla. –Ángel.-
-Cariño.- Acercó sus labios a los míos y me besó con una ternura
que creí que moriría ahí mismo. Quería mostrarme lo que ella siente por mí y lo
estaba logrando. No quise moverme mucho porque tenía mi desayuno sobre mis
piernas y no quería tirarlo. Lara lo notó y se separó de mí con una enorme sonrisa.
–Este es el mejor cumpleaños de mi vida.-
-Me alegra saber eso.-
-Y debería alegrarte más que todo esto es por ti.- Se acercó de
nuevo a darme un rápido beso y tomó de nuevo su taza de café. –Deberías ser un
ninja, nunca te escuchaba venir y ahora te escabulles de la cama sin que lo sienta.-
-Bueno, no eres muy fácil de despertar que digamos.- Se echó a
reír.
-Te doy eso.- Pasamos el resto de la mañana entre besos y
abrazos, disfrutando la una de la otra y eso hasta ahora era lo mejor de mi vida.
Verla sonreír y saber que yo tenía que ver con eso era la sensación más agradable del
mundo. Pero muy acostumbrada a mi pasado, sabía que los mágicos días de alegría
siempre venían acompañados de un poco de tormenta. Y sabía que la tormenta se
llamaba Olivia.
Hasta ahora Ana se había portado como la mejor novia del mundo.
Estaba adorando absolutamente cada momento que pasaba con ella. Anoche me
asusté muchísimo al escuchar que alguien llamaba a la puerta, desde la vez que el
señor Cardozo vino a mí había quedado un poco paranoica. Pero el verla con una
enorme sonrisa me desarmó; apenas y pude echarme a sus brazos. Las rosas no eran
particularmente mis flores favoritas pero viniendo de ella eran las más hermosas y
qué decir de la caja. Me conmovió profundamente el hecho de que ella tomara la
iniciativa. Mientras yo moría de nervios de pedírselo, le agradezco que se haya
adelantado.
El día anterior había sido particularmente malo en la cuestión física,
me recuperaba lentamente de la costilla y aunque ya entrenaba sabía que no estaba
del todo bien. Por lo que durante las mañanas nadaba un poco y vaya que fue un
error, el dolor el monumental. Como pude me las arreglé para pasar el día, por
supuesto, nadie supo de esto hasta la noche cuando Ana me sorprendió. De verdad
que quería estar con ella y platicar tanto como pudiéramos pero el cansancio era
excesivo.
Cuando la vi acostada en la cama millones de imágenes pasaron
por mi mente. No soy indiferente a lo que Ana es y lo que me provoca; sin embargo
el simple hecho de recordar su cara días atrás cuando tuvimos una ardiente sesión de
besos hizo que la calentura se me bajara. Pero así como ella provocaba eso, también
provocaba que mis barreras cayeran y le dieran paso a su luz. Fue así como me atreví
a pedirle que me abrazara... nunca nadie lo había hecho porque era un acto
demasiado intimo para mí... muy personal que no debía pasar con cualquiera.
Ana se vi tan sorprendida que sentí que le costó un poco hacerlo,
sólo bastaron algunos segundos para que se recompusiera y me sostuviera
amorosamente en sus brazos. Aunque el cansancio era mucho me desperté alrededor
de las tres de la mañana, al principio perdí la noción de lo que había pasado y me
sobresalté un poco. Pero luego sentí el olor de Ana y todo regresó a mí, las flores, la
caja, la pregunta que armé, el beso... me senté un momento y la admiré. Se veía tan
bonita, tan calmada... la luna hacía un maravilloso trabajo sobre su cuerpo y rostro.
Su luz atravesaba la ventana y alumbraba lo suficiente para verla.
Realmente no sé cuánto tiempo pasé observándola, es sólo que no
me cansaba de hacerlo y juro por Dios que nunca me cansaría de hacerlo. No había
manera de describir cuánto la quería; bueno... quizá sí hay una palabra pero creo que
aún es muy pronto. No tenía miedo al sentimiento, tengo miedo a lo que conlleva y
definitivamente no quería presionarla. Llevaría las cosas tan tranquilas como se
pudiera y esperaría pacientemente para cuando ella esté lista para avanzar.
Por fin pude dormir cuando me reacomodé de nuevo en su pecho y
me dejé llevar por su dulce olor y su tranquilo ritmo de respiración. Cuando me
desperté ella no estaba conmigo pero un delicioso olor me levantó. Me había llevado
el desayuno y eso ni la bruja lo había hecho, ni nadie. En verdad estaba emocionada
con el gesto que tuvo conmigo. La pasamos de maravilla. Como le dije, para mí, era
el mejor cumpleaños de mi vida y estaba más que segura que lo recordaría siempre.
Tenía apenas unas horas que se fue y ya la extraño. Tenía que
estar en la iglesia a las dos, esas fueron las instrucciones del señor Cardozo, así que
sólo tenía que esperar unas horas más para verla de nuevo. Me dispuse a limpiar la
casa; curiosamente esto se había convertido en una rutina que disfrutaba muchísimo
hacer. Comprendí que me gustaba estar en un lugar ordenado, disfrutaba teniendo
las cosas a mi manera; cocinarme también se había vuelto algo fundamental para mí.
Me hacía sentir más autosuficiente y era un recordatorio de que lo podía todo siempre
y cuando tuviera la disposición de hacerlo.
Hoy opté por no ir a nadar, después de arreglar la casa y desayunar
regresé a la cama donde el olor de Ana reinaba... me acosté del lado donde ella
estaba y con una enorme sonrisa recordé todo lo que había pasado durante la noche.
Todo fue tan perfecto, tan maravilloso que deseaba que nunca se acabara el día.
Cerré los ojos y enterré la cara en la almohada. Constantemente me sorprendía lo
que ella me hacía sentir, la forma en cómo enloquecí por ella era bastante fácil de
entender pero a la vez un misterio.
-Te amo.- Dije sobre la almohada mientras mi pecho latía frenéticamente. –Te amo
más que a cualquier cosa en este mundo. Más que al voli.- Sonreí.
Me aferré más fuerte a la almohada y me quedé ahí por mucho
tiempo. Era como sentirla muy cerca de mí, como si aún estuviera sosteniéndome en
sus brazos. No puedo y no quiero estar lejos de ella y si mis padres vienen tendrán
que buscar hasta en los putos árboles para encontrarme, no me iré de aquí. Mi
corazón pertenece con ella y aquí me quedaré. Y si me voy ella viene conmigo, no sé
cómo mierda lo haré pero no permitiré que nos separen. Brinqué cuando escuché que
alguien llamaba a la puerta. Lentamente me puse de pie y fui a abrir. Al otro lado una
sonriente Norma me veía.
-Feliz cumpleaños, pequeña.- Extendió los brazos y ni tarda mi
perezosa me eché sobre ellos.
-Gracias, mamá.- Rápidamente se soltó del abrazo y me empujó.
–Es mi cumpleaños, déjame molestarte a gusto.-
-Eres imposible.- Le sonreí y la volví a abrazar. –Me alegra tenerte
aquí Lara. Alegras mi vida.- La abracé más fuerte.
-Me alegra serte útil.-
-Eres más que útil, pequeña. Te quiero mucho.-
-También te quiero, Norma.-
-¿Puedo vomitar?- Sonreí ampliamente al escuchar la voz de Ingrid.
-Hola, bibliotecaria.- Me separé de Norma.
-Feliz cumpleaños, mocosa. Que la vida no te muerda el trasero.-
Norma se echó a reír.
-Gracias por tan motivadoras palabras, Ingrid.-
-Ten.- Extendió una pequeña caja frente a mí.
-¿Es un animal muerto o heces?-
-Te dije que no funcionaría.- Dijo Norma.
-¡Mierda! Juntarte con mi hermana te ha hecho más inteligente.-
Me reí.
-Bastante más.-
-Apresurémonos a la iglesia que ya quiero comer.- Espetó la mujer
amargada.
-¿Qué?- Volteé a ver a Norma.
-Recuérdame nunca decirle secretos a esta mujer.- Se tomó la
cabeza.
-¡Sorpresa! Te preparamos una comida.- Aplaudió burlonamente y
me arrastró fuera de la casa. –Ahora mueve el culo, mocosa que muero de hambre.-
Estaba muy sorprendida por el hecho de que se hayan tomado la molestia de
prepararme algo pero era imposible no reaccionar ante el ácido humor de Ingrid.
Mientras caminábamos platicábamos sobre diversos temas con Norma, Ingrid sólo
intervenía para decir alguna que otra estupidez.
-Dijiste "preparamos"- volteé a Ingrid. -¿quiere decir que tú
cocinaste?-
-Preferiría cocinarte a ti que cocinar para ti.- Norma y yo no
aguantamos la risa.
-Estamos en sintonía bibliotecaria.-
-Pretende que no sabes nada.- Acotó Norma. –Ana estaba muy
emocionada preparando esto.-
-¿Ana?-
-Sí, tu lesbiamiga preparó todo esto.- Habló la bibliotecaria. –Muy
contenta llegó a invitarme a mi casa.-
-No entiendo porque te invitó.- Dije con una sonrisa.
-Fácil, porque sabe que me amas.- Entre bromas, burlas e
intervenciones de Norma llegamos a la iglesia, la cual estaba sorpresivamente
cerrada. Caminamos a la puerta trasera, Norma tocó y casi al instante el señor
Cardozo abrió.
-Dulce Lara, felicidades.- Dio un paso al frente y me dio un fuerte
abrazo. –Pasa, por favor.- Sabía que debía hacer como si no sabía nada pero el
interior del lugar me dejó con la boca abierta. Había globos de colores decorando todo
el lugar, la mesa tenía un mantel puesto y había platos y cubiertos acomodados
pulcramente. Cerca de la mesa había una cartulina, reconocí la letra de Norma, la de
mi rubia, había otra que supongo era del señor Cardozo y no había que ser un genio
para saber quién escribió "muérdeme".
Al fondo del lugar divisé a Ana, llevaba el cabello levantado y usaba un vestido rosa
que le llegaba a las rodillas junto con unas sandalias blancas. Se veía preciosa. Con
una enorme sonrisa avancé hasta ella, la abracé y la levanté del piso. Se sorprendió
por lo que dio un pequeño grito que fue remplazado por una carcajada cuando le di
un par de vueltas. La puse de nuevo en el piso y pegué mi frente con la de ella.
-Te adoro.- Llevó sus manos a mi cara.
-Te adoro, ángel.- La volví a abrazar con fuerza.
-¿Es el día del amor o qué? Quiero comer.- Me eché a reír al
escuchar a la bibliotecaria. Tomé de la mano a Ana y la llevé cerca de la mesa. Jalé la
silla para que se sentara, después yo tomé asiento junto a ella.
-¿Necesita ayuda, señor?- Pregunté.
-No, dulce Lara. Siéntate y disfruta de tu día.- Jugaba con los dedos
de Ana y ella me veía con ternura. Norma me pasó un vaso con agua de color
verdoso. Asumía que era de pepino, no era particularmente algo agradable pero no lo
desechaba por completo.
-¿Tú preparaste todo esto?- Asintió. –No era necesario.-
-Es sólo una pequeña retribución de todo lo que tú me das.- La vi
sonrojarse. -¿Te gusta?- Preguntó tímidamente.
-Es la mejor sorpresa que he recibido, Ana. Muchas gracias.- Me
acerqué más a ella y deposité un beso en su mejilla. –Eres increíble.-
-¿Qué son?- Cuestionó Ingrid con una leve sonrisa.
-Es mi novia.- El corazón comenzó a saltarme de alegría con el tono
orgulloso de voz de mi rubia.
-¿No había algo mejor?- El resto de los adultos se echó a reír,
también Ana.
-No hay mucho de donde escoger.- Dijo para mi sorpresa y rió más
fuerte al igual que Ingrid.
-Ya has pasado demasiado tiempo con ella.- La volteé a ver muy
seria; sólo bastó que hiciera un pequeño puchero para que la sonrisa regresara a mí.
–Me las vas a pagar.-
-Pueden arreglar esas cosas en la cama.- Sugirió Ingrid. Escupí el
agua que estaba bebiendo y Ana buscaba algo en el techo.
-¡Ingrid!- Reprendió rápidamente Norma. –Compórtate por el amor
de Dios.-
-Es una opción sana y no pueden quedar embarazadas. No pasa
nada.-
-¡Dios mío!- Tomé a Ana de la mano y la arrastré al patio.
–Suficiente por hoy.- Vi al señor Cardozo riéndose mientras nos veía salir de la
cocina.
-También pueden arreglarse en el pasto o cualquier superficie
sólida...- Comencé a tararear lo más fuerte que pude para evitar escuchar a la loca de
Ingrid. Cuando por fin llegamos Ana estalló en risas aunque aún tenía las mejillas
sonrojadas.
-La odio.-
-Claro que no.- Dijo Ana buscando mis brazos.
-No, por supuesto pero es tan...-
-Directa.-
-Sí.- Besé la cabeza de Ana. –No sé cómo Norma la soporta.-
-De la misma manera que te soporta a ti.- Me alejé de ella.
-¿Perdón?- Estaba aguantando la risa. –Muy graciosa, rubia.-
-¿Lo que dijo es común?- Se escuchaba curiosa.
-Bastante. Mucho usan la química sexual para arreglar sus
problemas.-
-¿Hablan mientras...-
-No podría decirte a ciencia cierta, cariño. No he pasado por esa...
etapa.-
-Vamos.-
-¿A dónde?-
-Sorpresa.- Me sonrió. Agarré con más fuerza su mano.
–Regresamos en un rato.- Tomé la servilleta y se la arrojé de nuevo a Ingrid.
-Antes de que digas alguna tontera.-
-Sólo cuiden donde se acuestan.- Sonreí al ver a Norma dándole un
zape. Ana me llevó al patio, creí que nos quedaríamos ahí pero seguimos de largo.
-¿A dónde vamos?-
-A nuestro lugar.- Besé su frente y la abracé. Su mano estaba firme
sobre mi cadera mientras la mía estaba alrededor de sus hombros.
-Estás haciendo todo muy especial.-
-Lo mejor para la mejor.- Me sonrió dulcemente. Seguimos
caminando el silencio en compañía de la otra, sintiéndonos muy cerca. De vez en
cuando descansaba mi cabeza sobre la de ella, suspiró y mi mano que colgaba sobre
sus hombros pronto se vio ocupada por sus dedos. Con nuestras manos entrelazadas
llegamos a nuestro lugar y para mi gran sorpresa había una pequeña mesa, dos
bancas, una rosa, había algo tapado sobre la mesa y unas bocinas.
-¿Hace cuánto que lo vienes preparando?-
-Hace una semana.- La abracé.
-Gracias.- Se encogió de hombros y me guió a la mesa. Ahora pude
ver que era un pastel lo que estaba tapado y a lado tenía mi iPod.
-Me costó mucho entender cómo hacer una lista de canciones
específicas. Espero que te gusten.-
Comíamos pastel, nos veíamos como tontas, veíamos al lago, era
maravilloso estar a su lado. Casi me la como a besos cuando me dijo que ella había
hecho el pastel y después de dos intentos le salió. Quería que fuera perfecto para mí.
La música era bastante tranquila, se había inclinado más por la parte clásica y alguna
que otra balada a las cuales poca atención les estaba prestando. Toda mi atención la
tenía la preciosa chica frente a mí.
Pedí un deseo y soplé las velitas. Por supuesto mi deseo fue ella,
siempre. No quería nada más. Ana insistió en que le dijera cuál había sido mi deseo
pero me negué las cuatrocientas veces que insistió. Al terminar nuestro postre la
rubia alcanzó una pequeña maleta detrás de un árbol, de ahí sacó varias mantas, una
almohada y una frazada. Las acomodamos, me recosté y ella lo hizo sobre mi pecho.
Sus dedos jugaban con mi playera, mientras mi mano que la rodeaba subía y bajaba
rítmicamente sobre su espalda. Entonces escuché lo que reproducía el aparato de
música.
Didn't think I could ever love,
So I had to destroy it all.
But you will do find someone new,
When I am gone.
You know why.
You are a believer,
I am not.
Sentí mi corazón encogerse ante la mera idea de ella queriendo a
otra persona cuando me fuera. No quería estar lejos de ella, ni ahora ni nunca. La
amo, la estoy amando con locura... la necesito... no, no podré estar lejos de ella. Me
puse de pie inmediatamente y corrí a quitar la canción.
-¿Qué pasa?- Me vio asustada.
-No quiero pensar en que encuentres a alguien más cuando me
vaya.-
-Lara, ¿qué te hace creer que buscaré a alguien más?- Regresé a
mi lugar pero ahora me senté frente a ella.
-No me quiero ir, no sin ti.- Sentí como las lágrimas se acumulaban
en mis ojos. -¿Qué me estás haciendo, Ana?- Ella también con lágrimas en los ojos
tomó mis manos con mucho cariño.
-Lo mismo que tú a mí, ángel.- Con mucho cuidado la recosté sobre la manta y me
puse sobre de ella, en ningún momento rompí el contacto visual.
-Eres hermosa, Ana.- Subió sus manos a mi rostro.
-No tanto como tú.- Me acerqué lentamente a ella hasta que
nuestros labios se encontraron; se conocían con lentitud, saboreando cada parte,
cada milímetro. Sólo nosotras existíamos ahora mismo.
Las manos de Ana dejaron mi rostro para ir a mi cintura, hacía
pequeños círculos pero eso sólo duró un poco. Una de sus manos encontró un camino
debajo de mi playera y contuve el gemido al sentir su suave piel sobre la mía. Me
alejé un poco de ella, de inmediato abrió los ojos, le sonreí asegurándole que todo
estaba más que bien. Bajé de nuevo a besarla pero ahora repartía besos sobre su
mandíbula, y ahora sus dos manos estaban debajo de mi playera. Me armé un poco
de valor... descendí un poco más; besaba lentamente su cuello, saboreando esta área
hasta ahora desconocida para mí. Su piel blanca y su dulce aroma me estaban
volviendo loca. Después de algunos segundos la escuché soltar un leve gemido... no
hace falta decir que una llama se encendió en mí.
-Tócame.- Me detuve de golpe y busqué sus ojos.
-¿Qué?-
-No me hagas repetirlo, Lara. Por favor, lo necesito.- Sus vibrantes
ojos me veía con cierta súplica. Me puse de lado para que mi peso quedara apoyado
sólo de lado derecho, dejando así libre mi mano izquierda. Ana hizo lo mismo para
que quedáramos de frente.
Sin dejar de verla pasé mi mano sobre su cintura y la apreté
levemente. Cerró los ojos y esa fue mi señal. Me acerqué de nuevo a ella para volver
a besarla; su mano se aferró a mi cuello mientras la mía subía y bajaba sobre sus
costillas. A momentos tocaba su espalda baja con mis dedos rozando su glúteo para
regresar a su cintura en donde subía cada vez más hasta la base de sus senos. Era
una sensación única, era puro instinto, era lo que a mí me gustaba y esperaba que a
Ana también. Su respiración se entrecortaba constantemente y los leves gemidos
seguían escuchándose.
Sentía su vestido varios dedos arriba de su rodilla dada nuestra
posición, pasé una vez más mi mano, prácticamente sobre su trasero antes de bajarla
lentamente a la piel de su muslo. Su piel era tan suave. Succioné levemente su cuello
y otro fuerte gemido se dejó escuchar. Pasé mi mano a la parte de atrás de su pierna
mientras lentamente comenzaba a subir hasta casi llegar a su glúteo. Fue cuando
sentí la gota sobre mi mejilla. Dejé mi tarea y vi que estaba llorando; rápidamente
quité mi mano y la llevé a su rostro.
-Soy yo, cariño.- Acaricié su pómulo. –Abre los ojos, Anita. Soy yo.-
Abrió los ojos dolorosamente lento y pude ver un dejo de miedo en ellos.
-Perdón.-
-No, no, no... no te disculpes, cariño mío.- Besé su frente dejando
mis labios varios segundos ahí. –No quiero que te sientas obligada.-
-Lo quería... lo quiero.-
-Lo hiciste bien.- Mi mano ahora jugaba con su cabello. –Iremos
poco a poco, ¿te parece?- Asintió. Pegué mi frente con la de ella. –Estoy muy
enamorada de ti... Muy pero muy enamorada de ti.- Se levantó un poco para darme
un suave beso. Podía sentir el sabor salado de sus lágrimas.
-Y yo de ti, Lara.- Me acurruqué sobre su pecho dejando que me
sostuviera de nuevo. Sus brazos, mi nuevo lugar favorito. Nos mantuvimos en silencio
no sé por cuanto tiempo, Ana jugaba con mi cabello a la vez que mi mano se aferraba
a su cintura. Estaba por quedarme dormida cuando ella habló. –Tengo un regalo para
ti.-
-¿Otro?-
-Sí.-
-Ya has hecho lo suficiente... no es necesario.-
-Sé que no es necesario pero quiero hacerlo.- Me hice a un lado cuando sentí que
quería ponerse de pie, buscó en la maleta y regresó con una pequeña caja.
-Me está gustando esto de las cajas.- Me sonrió.
-Ábrelo.- Con una sonrisa tomé la caja que estaba sobre su palma,
deshice el nudo y la abrí lentamente. Dejé de respirar un momento; era una pulsera
de plata con una cruz que tenía pequeñas incrustaciones de cristal en ella.
-Ana... esto debió costarte mucho...-
-De hecho la compró papá.-
-¿Qué? Ana, es demasiado, no...- Puso su dedo sobre mis labios.
-Papá me la dio hace muchos años, me dijo que era para mí pero
me daba mucho miedo usarla por lo hermosa que es, entonces le dije que se la daría
a una persona especial. Tú eres mi persona especial. Nunca imaginé que se la daría a
alguien.- Vi al piso. -¿Te gusta?-
-¿Estás loca? Está preciosa.- Me acerqué y le di un beso. –Eres la
mejor novia del mundo.- Ambas sonreímos. –Ayúdame a ponérmela.- Unos segundos
después tenía la pulsera rodeando mi muñeca. –Nunca me la voy a quitar... bueno,
sólo para jugar porque no quiero que le pase nada.- Muy sutilmente me recostó y
ahora ella estaba sobre mi pecho. Busqué una de sus manos para jugar con sus
dedos.
-Espero que te haya gustado.-
-Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida, Ana. Lo juro.- Besé su
cabeza. –Junto a la mejor persona del mundo.- Se abrazó más a mí.
-¿Qué quieres hacer cuando salgas de aquí?-
-Vivir contigo.- No necesitaba verla para saber que se había
sonrojado. Comencé a reír. –Aparte de eso, me gustaría regresar a jugar voli con un
buen equipo, estudiar una carrera.-
-¿Qué carrera?-
-Aún estoy descifrando eso, cariño.-
-¿Me dirás?-
-Tú serás la primera en saberlo.-
-Después de lo que pasó con papá quiero ser enfermera. A eso me
enfocaré.-
-Y para estudiar eso tienes que salir de aquí. Podemos irnos juntas,
buscar escuelas en la misma ciudad o cerca...-
-No sé cómo lo va a tomar papá.-
-Sabe que te protegería con mi vida. Nunca dejaría que pasaras
hambre o que algo te pasara. Nunca.-
-Suena como un plan.-
-Es un plan.-
Pasamos un rato más abrazadas contemplando la vista, de vez en
cuando volteaba a ver la pulsera en mi muñeca, se veía preciosa al igual que la chica
en mis brazos. La hora de irse llegó. Levantamos las cosas que Ana había traído pero
dejamos la maleta con las cosas para días posteriores; era una ventaja que fuera a
prueba de agua. Ana llevaba las bancas y las pequeñas bocinas mientras yo llevaba
cargando la mesa y el plato donde había puesto el pastel. El delicioso pastel de fresa
que me terminé.
Llegamos a la iglesia entre risas; todavía no me aprendía bien el
nombre de algunas flores y Ana se deleitaba con eso. No era algo que me llamara
mucho la atención pero según Ana eran cosas básicas que una persona debe saber,
¿el nombre de flores? Honestamente no creo que no me admitan en el cielo por no
saber diferenciar flores o árboles pero le seguía la corriente a mi rubia. Al llegar a la
iglesia sólo encontramos al señor Cardozo y a Norma, quienes tomaban café.
-Qué bueno que ya están de vuelta, niñas.- Dijo el hombre alto con
una enorme sonrisa, la cual se hizo más amplia al ver mi muñeca. –Dejen las cosas y
acompáñenos a tomar café.- Pusimos las cosas en un lugar donde no estorbaran en el
enorme pasillo y regresamos a la mesa. -¿Qué tal todo?-
-Hija, ¿estás bien?- Asintió. Pobre hombre, no imagino por todo lo que debió haber
pasado con Ana. -¿Quieres algo?- Negó.
-Sólo quiero estar con Lara.- Le pedí disculpas con la mirada, él
simplemente asintió.
-Si necesitan algo no duden en decirme.-
-Gracias, señor. La tengo.-
-Sé que sí.- Me sonrió y salió de la habitación.
-Ya no quiero vivir así, Lara. No soy normal.- El llanto de la rubia se
intensificaba. –Estoy harta de esta vida...-
-No digas eso, por favor.- Me abracé fuerte a ella. –Tienes razón,
no hay nada normal en ti... eres extraordinaria.-
-¿Por qué yo, Lara? Hay mucha gente en el mundo, ¿por qué a mí?-
Nunca la había escuchado reclamando o negando su pasado... una daga en el pecho
dolería menos.
-No lo sé, cariño. Yo me pregunto lo mismo todos los días.- Levantó
la cara y al ver mis lágrimas se separó de mí.
-Nunca vas a ser feliz conmigo... aléjate, Lara.- Negué. –Yo no...-
-Te a... adoro, Ana.- Se quedó petrificada en su lugar, sólo las
lágrimas corrían sobre sus mejillas; su boca estaba ligeramente abierta y sus ojos se
veían muy sorprendidos. –No puedo, ni pienso alejarme de ti porque te quiero mucho
más de lo que puedes imaginar. Quiero que entiendas que mereces todo el amor del
mundo y yo estoy dispuesta dártelo sin absolutamente nada a cambio.-
-Estoy rota...-
-Creí que habíamos avanzado con lo del espejo, cariño. ¿Quieres
hacerlo de nuevo?- Volteó a otro lado. Al cerrar los ojos unas cuantas lágrimas se me
escaparon. –Di algo, por favor.- Se mantuvo en silencio por varios segundos hasta
que se puso de pie y corrió al baño.
No la seguí, me recosté de nuevo dejando que las lágrimas bañaran
mi rostro. Sabía que sería difícil pero esto comenzaba a sobrepasarme. Tuvimos el día
más excepcional de la historia, fue el mejor cumpleaños de mi vida, todo había sido
perfecto hasta ahora. Y comenzaba a acostumbrarme; comenzaba a comprender que
nuestros días buenos venían acompañados de tormentas. Era una mierda, sí porque
yo sólo quiero cosas buenas para ella y también para mí... siento que estoy
comenzando a quebrarme y no sé si lo pueda soportar. De pronto escuché la voz de
Ana.
-Valgo mucho... soy bonita... merezco el amor de Lara. – Guardó
silencio un momento. –Merezco el amor de Lara.- Me eché a llorar de nuevo. Cuanto
necesita que creyera eso porque si lo creyera entonces sabría que todo lo que le digo
es verdad. Es hermosa, simplemente hermosa.
Quiero que esto funcione, la quiero a ella, quiero estar con ella.
Desde el momento que supe que pasaba con ella sabía que no sería fácil y aun así me
apunté, me quedé a su lado y no la voy a dejar ahora, no cuando estoy más que
segura que la amo. A mis diecisiete años sé que la quiero para siempre, y esta vez no
es un capricho como lo hice alguna vez con un novio en Texas. Nunca creí que mi
corazón tuviera la fuerza para querer a alguien de esta descomunal manera. Incluso
yo misma me sentía rebasada por lo que sentía por ella. La quiero demasiado. Sentí
la mano de Ana rodear mi cintura.
-Lo último que quiero hacer es lastimarte, La. Te quiero mucho y
nunca me perdonaría si algo te pasa por mi culpa.- Se acercó más a mí, su cuerpo
estaba pegado a mi espalda. –Poco a poco me estoy dando cuenta porqué te afecta
tanto lo que me pase... es porque realmente me quieres. Al principio creí que sentías
lastima por mí pero ahora sé que no. Es tu noble corazón hablando. Sí, ángel, tú
también tienes un enorme corazón que me está ayudando a salir de este hoyo.- Solté
un leve sollozo. –Te prometo que voy a hacer todo por encontrar mi camino.-
-No me tienes que prometer a mí... prométetelo a ti.- Hundió su
nariz en mi cabello.
-Ya lo hice pero también quiero hacer la promesa con la persona
que más quiero en el mundo.- Me giré para quedar frente a ella. Con sus pulgares
quitó las lágrimas de mi rostro. –Eres una buena chica, Lara. Y tengo la bendición de
tu paciencia, de tu amor, de tu buen corazón, de todo lo que tú eres, de que seas mi
novia.-
-Soy todo eso para ti.- Negó.
-Es tu naturaleza pero has estado mucho tiempo buscando ser la
chica ruda que lo has dejado escondido. No hay ni una sola pizca de maldad en tu
ser, Lara. Ni una sola.- Suspiró. –Quiero hacer que las cosas funcionen bien, por ti y
por mí. Porque valoro muchísimo lo que ha entre nosotras.-
-¿Qué cambió?- Pregunté.
-Nada... es sólo tu amor dándome fuerza.- Me escondí en su pecho,
ella jugó con mi cabello y así nos quedamos hasta que yo sucumbí ante el sueño con
el mejor regalo de cumpleaños, lo iba a intentar. Estaba encontrando un poco de luz
entre tanta oscuridad.
-Si Marcos y supuestamente el doctor tenían... algo con Ana puedo comprender de
donde viene la ira de Olivia.- Tendría muchísimo sentido.
-Puede ser. Aunque no creo que el doctor tenga algo que ver
siempre ha sido muy bueno con Ana. Creo que fue algo más de Marcos.-
-¿Pero por qué confesaría algo así? No tiene sentido.-
-O quizá fue una llamada de auxilio, sabía que algo le pasaría y nos
dejó pistas.- Se tomó la cabeza. –No lo sé pero las cosas van a cambiar un poco.-
-¿Cambiar?-
-Se supone que trabajarías en la tienda del pueblo o al menos a ese
acuerdo llegamos con tus padres. Estaba pactado que comenzaras en una semana
pero dadas las circunstancias te quedarás de manera "permanente" trabajando en la
iglesia.-
-Con mucho gusto. Así podré pasar más tiempo con Ana.- Me
sonrió.
-No quiero exponerte a un lugar donde estés sola. Preferiría que
estuvieras donde yo o Norma estén, incluso Ingrid.- Ya veo a la amargada mujer
defendiéndome a mí o a mi novia. –En lo que aclaramos está locura será mejor así.-
-Está bien, señor.- Tomé el resto de mi café. –Debería regresar a la
cama.-
-Claro. Lamento haber interrumpido tu sueño.-
-Agradezco su confianza.-
-Agradezco lo que haces por mi hija.- De nuevo el calor en mis
mejillas. –Por cierto, el miércoles es la inauguración de la iglesia. Me encantaría
tenerte aquí.-
-Considérelo un hecho.- El hombre insistió en que dejara mi taza
ahí y me fuera a la cama. Ana seguía profundamente dormida pero en cuanto sintió
que me acosté buscó rápidamente mis brazos.
-Te extrañé.- Besé su dorada cabellera.
-Yo también, cariño.- No dijimos nada más; en unos minutos
estábamos profundamente dormidas. La alarma sonó minutos antes de las seis de la
mañana pero decidí ignorarla, no quería moverme de donde estaba.
-Apaga la alarma, La.-
-No quiero moverme.-
-Estás más cerca tú.-
-Sigo sin querer moverme.- Se soltó de mi agarré y pasó sobre mí
para apagar el infernal aparato. Se quedó un rato sobre mi espalda. -¿Estás
cómoda?-
-Mucho.- Me encantaba su voz por la mañana; era un poco ronca.
Muy lentamente regresó a su lugar original. Yo seguía con los ojos cerrados.
–Despierta, bella durmiente.- Negué. Se puso a jugar mi cabello y poco a poco lo fue
poniendo sobre mi cara. –Se te hará tarde.-
-Eres una aguafiestas.-
-Nada me gusta más que tenerte en mi cama.- Abrí los ojos de
golpe, me removí el cabello de la cara para que pudiera ver mi sonrisa.
-Así que te gusta tenerme en tu cama, ¿eh?- De inmediato se puso
roja. –Eres tan inocente, cariño.-
-Calla.- Me arrojó una almohada. –Te compré un cepillo de
dientes.-
-¿Qué insinúas?- Se echó a reír.
-Es para los días que te quedes aquí.-
-¿En serio?- Asintió. –Muchas gracias.-
-Un placer.- Acarició mi mejilla. –Buenos días, Lara.-
-Buenos días, majestad.- Apreté más su mano a mi mejilla.
-¿Por qué me sigues diciendo majestad?- Besé la palma de su
mano.
-Secreto.- Me puse de pie para ir a lavarme los dientes. Ella me
alcanzó unos segundos después.
-¿Está Ángel?-
-Mi nieto fue a jugar fútbol, no debe tardar en regresar.-
-Muchas gracias, señor.-
-¿Eres nueva por aquí?-
-Algo así. Buenas noches.-
-Bueno al menos tiene modales...- Decía el anciano mientras
cerraba la puerta. Jugar fútbol, claro. Estoy segura que estaba fumando en el bosque.
Corrí para allá sin pensarlo dos veces.
Después de tantos días caminando y explorando ya me conocía bien
el lugar. Incluso en la oscuridad podía encontrar fácilmente el camino a nuestro
escondite, a donde tomábamos con el clan, en donde había encontrado a la rubia
cantando... todo. Con mucho cuidado me acerqué al lugar acostumbrado por el clan.
La noche comenzaba a caer pero había suficiente luz para ver. Al acercarme más
pude escuchar... ¿gemidos? Caminé otro poco y vi la silueta de Ángel, tenía unas
piernas alrededor de él y ambos respiraban trabajosamente.
-No estás jugando fútbol pero definitivamente estás metiendo las
bolas.- La chica pegó un grito y se puso en tierra firme. Ángel como pudo se subió el
pantalón.
-¿Qué haces aquí?-
-Nada. Buscaba aclarar mi mente pero los quejidos no me dejaban
pensar.-
-Nos vemos.- Dijo la chica y salió corriendo de ahí.
-Genial, ni siquiera pude terminar.-
-Oh, créeme que no terminarás en mucho tiempo.- Rápidamente
me acerqué a él para estrellar mi rodilla en su entrepierna. Soltó un chillido y se tiró
al piso. –Hay chicas que sí se saben defender. Hazle algo más a Paola y ya sabes que
te corresponderá.-
-Estoy lo sabrá Olivia.- Amenazó retorciéndose de dolor.
-Uy, que hombrecito, se va a quejar con su mami. Aunque no es de
extrañarse que ella tenga más bolas que tú.- Me puse de cuclillas frente a él. –Estoy
segura que serás el hazmerreír en cuanto la gente sepa que fuiste corriendo a llorar
en las piernas de Olivia.-
-Te vas a arrepentir, Lara.-
-Bla, bla, bla, cuídate las bolas. Quizá para la próxima te las deje
inservibles.- Sin voltear a verlo salí del lugar.
Con paso firme caminé a casa, un poco más relajada y
definitivamente más a gusto con lo que había hecho. Sin embargo, una parte de mí
decía que no era la manera adecuada; la parte que le hace caso a Ana. Ana, moría de
ganas de verla y dejarme llevar en sus brazos pero aún no. Necesitaba tranquilizar
mis pensamientos para poder hablar con ella como la gente decente.
La noche me sorprendió durante mi camino a casa. Los animales
que gustaban de esta hora del día se hicieron escuchar rápidamente, algunos niños
todavía jugaban en los patios con canicas o con sus bicicletas. Todo estaba en una
relativa calma; la gente seguía con su vida normal mientras yo era un torbellino de
emociones pero entre todas esas emociones, sabía que mi amor por Ana
predominaba.
Caminaba un poco más serena cerca de casa, casi podía sentir la
sensación de mis almohadas y del colchón debajo de mí. Instintivamente cerré los
ojos y cuando los abrí sentí mi alma congelarse cuando vi un coche estacionado
frente a mi casa. No podía ser posible. Conforme caminaba mis sospechas se hacían
cada vez más reales. Vi el logotipo BMW, era el auto de papá. Con un temblor en las
manos tomé saqué la llave de mis Jeans y abrí la puerta. Papá estaba sentado en uno
de los sillones.
-¡Mi amor! Por fin llegas.- Dijo con una alegre sonrisa que ni a
punta de madrazos me contagiaban.
-¿Qué haces aquí, papá?-
-Obviamente vengo por ti.-
A/N Esta fue la razón por la que el capítulo anterior fue corto :)
Como dice el título "Sorpresa" Dadas mis condiciones físicas, en mi mente esto es un
maratón... Nos vemos en octubre xD
¿Ya pasaron por elcirculcolibri ? Hay muchísimas cosas de mis
talentosos compañeros. La nueva sección de Textos Cortos, es una de mis favoritas,
ahí podrán apreciar los estilos de los que escribimos en ECC. "Dos Semanas" me tiene
con el alma en un hilo. Y espero que la autora de "Mi Profe de Piano" se ponga al
pedo y actualice pronto xD
Follow me on Twitter @Alexita_May para fragmentos de nuevos
capítulos. Ahí puse lo de esta pequeña sorpresa que tenía para ustedes.
Ahora sí, cuídense, no echen mucho trago, disfruten sus vacaciones
o sus actividades, lo que sea que estén haciendo y que todo fluya a su favor. :)
Saludos desde un rincón de México impregnado de café,
Ale :)
Capítulo 19
Mis pasos eran lentos y pausados, no era mi estilo pero estaba disfrutando del
agradable paseo aparte quería aplacar el resto de enojo que pudiera estar en mí para
no afectar a Ana. Ella no merecía cargar con mi frustración o mi ira. Fui directamente
a la puerta de atrás; estaba por tocar cuando la puerta se abrió y vi a Ana.
-Hola.- Le sonreí tímidamente.
-Hola.- Me encantaba su dorada cabellera pero adoraba verla con el
cabello levantado, se veía simplemente preciosa.
-¿Te interrumpo?-
-Iba a buscarte.- Abrió más la puerta para que pudiera pasar. Lo
hice y ambas nos quedamos en el comedor. -¿Cómo estás?- Preguntó después de
algunos segundos en silencio.
-Un poco más tranquila.-
-Me alegra saber eso.-
-Lamento lo de la mañana.-
-No fue tu culpa, Lara. En parte lo entiendo, yo también estaba
muy molesta.-
-Siento que la estoy odiando y mucho.- Se acercó más a mí y tomó
mi mano sobre la mesa.
-No puedo decirte que no lo hagas porque ahora mismo yo también
tengo sentimientos muy negativos hacia ella. No debió hacerlo.- Negué. –Creí que al
defenderme nos dejaría en paz.- Le sonreí.
-Estoy muy orgullosa de ti, no por empujarla sino por poner límites,
Ana.-
-Pero más porque la empujé.- Ambas sonreíamos.
-Un poco más.- Tomé sus manos. –Papá está aquí.- Gasparín tenía
más vida que Ana ahora mismo; se tensó y se puso totalmente pálida.
-¿Vino... por ti?-
-Al principio me dijo que sí y sentí que el piso se abría pero me
después me dijo que sólo veía a la inauguración de la iglesia.-
-¿Estás segura?-
-No lo sé pero aunque me diga que me vaya no lo haré.- En un
gesto que comenzaba a hacerse común, Ana buscó mi regazo para sentarse,
esconderse en mi cuello y aferrarse a mí con fuerza. –Perdón por lo de hoy, cariño.-
-No tienes nada de qué disculparte pero te perdono, La.- Besé su
hombro.
-Gracias.- Me quedé un momento disfrutando de su cercanía y de
su olor. -¿Quieres ir a casa conmigo?- Asintió sobre mi cuello. -¿Te puedo besar?-
Salió de su escondite, llevó sus manos a mi cara mientras me veía fijamente.
-Eres la única persona en el mundo permitida a tocarme o besarme
sin pedirme permiso.-
-No quiero traspasar tus límites.-
-Los límites se borraron cuando te dejé entrar en mi vida.-
-Y se supone que yo soy la del verbo.- Sonreímos antes de juntar
nuestros labios brevemente. –Te quiero, rubia.-
-Te quiero, La.- Nos pusimos de pie y nos dirigimos a casa. Nada
relevante pasó durante el camino, simplemente tonteábamos pero tenía la extraña
sensación de que alguien nos seguía. Quizá era la paranoia de todo lo que había
pasado hoy. Al llegar me di cuenta que tenían la puerta abierta pero se escuchaba
también una voz femenina. Norma. Al entrar los adultos detuvieron su conversación y
nos dieron la bienvenida.
-Papi, espero que recuerdes a Ana.-
-¿Cómo olvidaría a tan linda señorita?- Papá me sorprendió al evitar
tenderle la mano o abrazarla como acostumbraba con mis antiguas amistades pero
quedé más sorprendida al ver a Ana acercándose a él para darle la mano. Incluso el
señor Cardozo se veía sorprendido.
-Lo que tengo es una extraordinaria novia.- Volteó a verme; la tenía a unos
milímetros de mi cara. –La novia más preciosa.-
-Te quiero mucho, La.-
-Y yo a ti, Anita.- Sólo bastó con agacharme un poco para atrapar
sus labios con los míos y comenzar una suave danza.
La mano de ella que estaba sobre mi estómago se fue a la base de
mi cuello para atraerme más. Besaba tan bien, a veces me sorprendía lo intuitiva que
era cuando nos besamos... más que nunca agradecía ser su primer beso.
Inconscientemente sonreí, era su primer beso. Eso me pertenecía sólo a mí.
-¿Por qué sonríes?-
-Porque te quiero mucho y porque soy tu primer beso.- Me veía con
una enorme sonrisa.
-Y espero que seas la última.- Me acerqué de nuevo a ella.
-Espero lo mismo.- Dije sobre sus labios antes de besarla de nuevo.
Me cuesta creer que la ame tanto. Es inhumano.
-No me dejes, La.- Cortó el beso y se escondió en mi cuello. –No sé
qué haré sin ti.- Tragué con dificultad. Teníamos exactamente los mismos miedos;
estar lejos la una de la otra.
-Hablaré con tu papá de lo que planeamos.-
-¿Le dirás que me quieres llevar contigo?- Asentí. –No creo que lo
apruebe.-
-Daré argumentos convincentes.- La conocía lo suficiente como
para saber que estaba conteniendo las ganas de llorar y que se quedaría dormida en
unos minutos más. No me equivoqué.
La abracé tan fuerte como pude, dejé mis labios sobre su frente y
cerré los ojos. Esto era un desmadre, no ella, ni lo que tenemos sino lo que nos
rodea. La estúpida de Oliva y el clan, los prejuicios de la gente y el ver a papá casi
hace que me dé un puto infarto. Debía hablar con el señor Cardozo; sé que yo soy
una mocosa, como dice Ingrid, pero él sabe que la protegería con mi vida si fuera
necesario. Aparte ella tiene un potencial enorme que explotar y en la ciudad lo haría
muy bien. No es sólo por nuestro noviazgo es también por las oportunidades de
Ana... aunque un poco más porque no la quiero lejos de mí.
No sé en qué momento me quedé profundamente dormida, entre
tantos pensamientos creo que mi cerebro decidió que era mejor dormir en vez de
sobrecalentarse pensando en miles de escenarios. Me desperté cuando sentí a Ana
moverse bruscamente. Inmediatamente me puse de pie para no tocarla y evitar lo de
la vez pasada.
-¡Lara!- Entré la oscuridad la vi moviéndose por la cama,
buscándome.
-Aquí estoy, cariño. Apenas comenzaba a caminar de regreso a ella
cuando ya la tenía sobre mí. Sus piernas rodeando mi cadera, sus manos apretadas
sobre mi cuello y su rostro sobre mi hombro. Abrazo de koala. –Tranquila.-
-Tu papá vino por ti.- Dijo en un leve sollozo.
-Él está aquí pero no vino por mí.- Se apretó más a mí. –Te lo juro,
cariño no vino por mí.-
-Tengo mucho miedo de que te lleven.-
-Temo por lo mismo, Ana. Me voy a volver loca sin ti.- Llevábamos
menos de un mes como pareja pero parecía que nos conocíamos de toda la vida y a
momentos así lo sentía. He de haber hecho algo jodidamente bien para merecerla.
Alguien o algo me trajo a este rincón de México olvidado por Dios para conocer al
alma más pura que he conocido.
-Te quiero, ángel.- La fragilidad de su voz contrastaba con la fuerza
de su mensaje. Sé que me quiere, estoy segura de eso. Con ella adherida a mí
caminé de regreso a la cama; con mucho cuidado la recosté, permanecí unos
segundos sobre ella.
-Si hay un Dios le debo todo; me dio una familia algo jodida pero algo he aprendido.
Norma, tu papá, incluso Ingrid y tú. Tú que te estás convirtiendo en mi todo, Ana.- Mi
mente me gritaba que le dijera que la amo pero aún no. Todavía no. Vi que sus ojos
se volvieron a llenar de lágrimas. –No, no, no quiero que llores, cariño. Odio verte
llorar.-
-Nunca creí que alguien me quisiera de la forma en como tú lo
haces... nunca.- Acaricié su mejilla.
-Sólo un tonto no lo haría.-
-Pero sé que nadie me va a querer como lo haces tú.- Le sonreí.
-Te puedo asegurar que no. Pasaré mis días mostrándote lo mucho
que me importas.- Pegué mi frente con la de ella.
-Quiero que tengas todo de mí, La... todo. Quiero estar contigo de
todas las formas posibles.-
-Y yo sé que nos entregaremos por completo, a su tiempo. Si crees
que esa es la forma de mostrarme tu cariño hacia mí déjame decirte que me lo
muestras todos los días cuando me sonríes, cuando me ves atentamente, cuando me
abrazas, cuando sostienes mi mano... es como lo que hablamos de las formas de
decir te quiero, aplica para las acciones. Podemos mostrarnos amor de muchas
maneras y no necesariamente implica intimidad.-
-Mi novia es muy elocuente.- Llevó sus manos a mi cara.
-Tu novia es una chingona.- Golpeó mis labios con su dedo índice.
-Lenguaje.- Le sonreí.
-Hagamos un trato.- Sonrió.
-Con qué ocurrencia vas a salir.-
-Cada vez que diga una mala palabra me darás un beso.-
-Te estaré besando todo el día.-
-Ese es el objetivo.- Amaba verla sonreír de esta manera,
espléndidamente haciendo que sus hoyuelos se marcaran. –Puto.- Volvió a
golpearme. –Ese no fue el trato.-
-Nunca acepté.-
-También saldrás beneficiada de esto.- Le guiñé un ojo. –Mierda.-
Levantó su cabeza y buscó mis labios para darme un beso corto. -¿Ves? Todos
ganamos.-
-¿Te puedo abrazar?- Preguntó con timidez; le sonreí.
-Sería un honor dormir en sus brazos, majestad.- Me acomodé en
su pecho, pasé mi mano sobre su estómago y puse mi pierna sobre la de ella. Besó
mi cabello.
-Buenas noches, ángel.-
-Buenas noches, cariño.-
Comencé a regresar a la consciencia cuando mi mano se entumió y
al moverla me dolía un poco. Como pude me reacomodé, estaba por dormirme de
nuevo cuando sentí que algo no estaba bien... abrí un poco los ojos y entonces lo
noté. Fue casi imposible no emocionarme y sentir que los colores se me subieron al
rostro. La mano de Ana, que inicialmente, estaba sobre mi cintura, se deslizó un poco
más abajo hasta quedar sobre mi trasero. Por la forma de respirar de Ana sabía que
aún estaba dormida. ¿Qué tan alborotadas tenía las hormonas que me emocionaba
con el contacto de una persona dormida? Reí de lo patética que me sentía y decidí
regresar a dormir.
De nuevo la infernal alarma me despertó, aunque amaba dormir
con Ana más que nada en este mundo preferiría hacerlo los fines de semana cuando
ninguna de las dos tiene presiones para levantarse temprano. Como siempre Ana se
despertó inmediatamente, apagó la alarma y comenzó a llenarme de besos la cabeza
y la frente.
-Arriba, dormilona.- Negué.
-Diez minutos más.- Me abracé más fuerte a ella.
-Se nos hará tarde.-
-Traje mis cosas, tenemos quince minutos más.- Ana moriría si llega un minuto tarde
a clase.
-¿Y prefieres pasarlos durmiendo?- Casi de inmediato levanté la
cabeza para verla.
-¿Qué sugieres?-
-Que te laves la boca.- Me eché a reír.
-Que nos lavemos la boca, majestad.- Ambas fuimos al baño a
cepillarnos; en unos minutos estábamos de regreso en la cama. –Buenos días,
preciosa.-
-Buenos días, La.- Me sonrió con ternura. -¿Dormiste bien?-
-Tengo la mejor almohada del mundo.- Repetí lo que ella me había
dicho.
-No. Yo tengo la mejor almohada del mundo.- Negué. –Sí.-
-No.-
-Sí.-
-No.- Antes de que pudiera contestar me acerqué a ella y le dio un
beso. –No.-
-Tienes unas buenas tácticas de distracción.- Me tomó del rostro y
me acercó a ella de nuevo a ella.
Pasamos unos buenos minutos tonteando entre beso y beso, no sé
cómo pero cada día con ella era aún mejor que el día anterior. Ana siempre hacía
algo, por más mínimo que fuera, para mostrarme lo mucho que me quiere. Como se
lo dije ayer, una mirada, una sonrisa, un beso, todo lo que viniera de ella yo lo
amaba. Nos levantamos cuando escuchamos ruidos en la cocina; genial, el señor
Cadozo haría el desayuno. Despreocupadas, salimos a la cocina tomadas de la mano.
Sorpresa. En la cocina estaba papá que al escuchar el sonido de la puerta volteó a
vernos con una sonrisa y no pasó para nada desapercibido el hecho de que
tuviéramos nuestros dedos entrelazados. Subió de nuevo la vista, me quedó viendo,
sentí un miedo terrible y solté la mano de Ana.
-Buenos días.- Dijo la rubia.
-Buenos días, señoritas. ¿Cómo durmieron?- Preguntó un poco más
serio.
-Bastante bien.- Respondí secamente. Se hizo un incómodo silencio
por muchos segundos hasta que el señor Cardozo entró.
-Niñas, buen día.- Las miradas entre mi padre y yo no cesaban. De
vez en cuando veía a Ana y regresaba a mí; inmediatamente captó el pastor lo que
estaba sucediendo. –Niñas, vayan a cambiarse en lo que preparo el desayuno.-
Asentimos sin decir una palabra.
Entré a la habitación de Ana, tomé mi mochila y me encerré en el
baño. Si no quería llevarme ahora sí tendría motivos para hacerlo. Tonta. Debí
asegurarme de que fuera el papá de Ana y no Manuel. Tardé más tiempo del
necesario en el baño. Necesitaba un poco de respiro, acomodar algo en mi cabeza
pero ni siquiera sabía qué. Cuando salí Ana estaba sentada cabizbaja sobre la cama.
Volteó a verme y vi unas cuantas lágrimas sobre su rostro.
-¿Qué pasa?- Me acerqué a ella.
-Nada.-
-Claro, es la hora de las lágrimas.- Me arrodillé frente a ella. -¿Qué
pasa?- Negó. –Ana, creí que confiábamos la una en la otra...-
-¿Te avergüenzas de mí?-
-¡¿Qué?!- La obligué a verme. -¿De dónde demonios sacas eso?-
-Soltaste mi mano cuando tu padre nos vio.- Me tomé la cabeza
desesperada. Este no era un buen momento para la inseguridad de Ana.
-Mi padre se ha enterado de que estoy contigo de la manera menos
indicada. Si supiera que va a tomar a bien esto te hubiera besado frente a él pero no
lo sé. Esto no es sobre ti, Ana. Es sobre cómo papá va a tomar el hecho de que esté
saliendo con una mujer.-
-Me adelantaré a la escuela.-
-Ana...- Ni siquiera hice el intento por detenerla. Me acosté un rato
más, dándole tiempo para que desayunara algo y luego poder salir yo. Cuando lo hice
sólo papá y el señor Cardozo se encontraban en la cocina.
-Ve a la escuela que se te hará tarde.- Asentí, fui por mochila y salí corriendo. En la
iglesia el señor Cardozo estaba sentado en una banca, corrí hacia él y lo abracé.
–Gracias.-
-No tienes nada que agradecer, dulce Lara.-
-Le debo todo.-
-Hazla feliz y estaré pagado.-
El resto del martes pasó en una inusual calma. Después de platicar
con papá sentí un gran alivio, aunque planeaba decírselo, el verme tomado de la
mano con Ana no era lo más adecuado pero lo aceptó. Y agradezco a todos los dioses
por eso. El clan se mantuvo en relativa calma; al parecer Ángel no le dijo nada a
Olivia de nuestro pequeño encuentro ya que se mantuvo muy al margen aunque, no
bajaba la guardia.
Miércoles, día de la inauguración de la iglesia. Muchos esperaban
con ansías esto ya que verían los frutos de su enorme esfuerzo, incluida yo. Después
de hablar con papá hablé extensamente con Ana; todavía teníamos mucho que
trabajar en cuanto a su confianza y le remarqué veinte mil veces que bajo ninguna
circunstancia me avergonzaría de ella. Nunca. Afortunadamente lo entendió y me
pidió disculpa, las cuales estaban de más. Funcionábamos, de una manera u otra lo
hacíamos y eso me hacía feliz.
Caminábamos de regreso de nuestra jornada escolar; Ana me
contaba de la última vez que le tocó exponer sola en clase y casi se desmaya.
Teníamos un proyecto con Omara, las parejas fueron seleccionadas al azar; a mí me
tocó con Pao y desgraciadamente Ana salió junto con el nombre de Olivia pero Omara
pidió que trabajaran solas. La tarea consistía en contar una pequeña fabula o historia
que estuviera ligada al autoestima. Podría ser inventada o tomar una ya hecha. Eso
nos llevó la mayor parte del camino; le di un ligero abrazo cuando la dejé en la puerta
de la iglesia y corrí de regreso a casa.
Papá me esperaba con unas quesadillas, bueno, al menos lo
intentó. El tenerlo ahí me tenía aún más feliz de lo que ya estaba. Incluso nos
permitimos el lujo de comprar una deliciosa coca cola para acompañar las suculentas
quesadillas. Saqué del refri una salsa que Norma me había regalado, la cual la
consumía muy poco ya que picaba demasiado pero con el vaso de coca me sentía
valiente.
Norma llegó alrededor de las cinco de la tarde acompañada de
Ingrid, quien se veía sumamente diferente con un vestido con estampado de flores y
unas zapatillas bajas. Antes de poder decir algo me dio un leve pellizco en el brazo
como en forma de amenaza. Simplemente reí y lo dejé pasar. Norma se veía muy
guapa con un pantalón negro de vestir y una blusa bordada y el cabello recogido.
Papá usaba también un pantalón de vestir y una camisa color verde agua; después de
muchos intentos me obedeció cuando le dije que usar corbata sería mucho. Y yo,
bueno, no podía ir con mis tenis o de shorts, así que opté por un vestido amarillo
pálido y unas sandalias blancas; mi cabello suelto y algo de maquillaje.
Tener a Ingrid para mí era una gozada, la mujer se empeñaba en
joder a quien se le atravesara y a escupir su acidez en cada comentario. Disfrutaba
mucho su presencia y a pesar de su negro humor era una buena persona... creo.
Papá, por otro lado, no parecía entenderla mucho y constantemente me volteaba a
ver como para asegurarse que lo que la mujer decía era broma o iba en serio. Entre
risas y miradas cautelosas llegamos a la iglesia.
El señor Cardozo iba completamente vestido de negro con una
pequeña bandita blanca en su cuello. Pobre hombre, de seguro estaba muriéndose de
calor; yo con el vestido sentía que llevaba mucha ropa encima, no me imagino estar
en eso. Ana apareció detrás de él y llevaba puesto el vestido con el que la conocí,
blanco, sandalias blancas y su cabello levantado. Incluso se había maquillado un poco
y se veía simplemente preciosa.
-Anda, bésala ya.- Dijo Ingrid y quise ahorcarla. Norma le dio un
pequeño empujón. -¿Qué? Mueren por comerse.-
-Ya entendimos, Ingrid.- Cortó Ana con una sonrisa.
–Acompáñame, Lara.-
Me acerqué a donde estaba Ingrid, estaba muy concentrada escuchando lo que decía
el señor Cardozo pero esto era necesario para mí. Afortunadamente no estaba muy
lejos de donde estaba ella y podía voltear a verlo sin levantar sospechas. Me paré a
lado de ella y por varios minutos me ignoró hasta que le di un leve empujón con mi
pierna.
-¿Qué quieres, mocosa?-
-¿Quién es el hombre de camisa gris?-
-¿Qué no tienes novia?- La volví a golpear.
-Esto es serio.- Mi tono era seco y eso la hizo voltear a verme y
luego a dirigirse a donde mi mirada le apuntaba.
-Es el papá de Torres.- ¡Mierda! -¿Qué pasa?-
-No ha despegado los ojos de Ana en toda la noche. Si ves que Ana
se va para atrás míralo a él, por favor. No quiero creer que son cosas mías.- Asintió
levemente y volvió su vista al frente. Yo regresé a mi lugar pegada a la pared.
Sólo tuvimos que esperar unos minutos para que Ana volviera a
desocupar su lugar. Ni siquiera me fijé si Ingrid había hecho lo que le pedí ya que el
hombre sin pudor alguno escaneó a mi novia de arriba para abajo. De inmediato mis
manos se convirtieron en puños. Me importa una mierda lo que Ingrid perciba, este
imbécil quiere a Ana.
-No eres nada discreta tú tampoco.- No me di cuenta cuando Ingrid
llegó a mi lado. –Quita esa cara de culo y llévate a tu novia al otro lado de la iglesia.
El maldito ya tiene suficientes imágenes en su cabeza para trabajarse esta noche.- A
pesar de que muy pocas veces la he visto sonreí podía ver que estaba molesta.
Cuando Ana regresó a su lugar, la tomé suavemente del brazo. Al
principio se sorprendió pero al ver la cara de pocos amigos que tenía se paró de
inmediato y me siguió. Cometí el error de voltear a donde estaba el doctor y con
coraje pude ver que estaba atento a lo que hacía. Lo quedé viendo unos segundos
antes de desaparecer por la puerta de la cocina.
-¿Qué pasa, ángel?-
-Marcos tenía razón.- Sentía mi pecho subir y bajar violentamente.
Ana tomó mis manos buscando tranquilizarme.
-¿Sobre qué?-
-El doctor... hijo de perra.- Susurré.
-La...-
-No te ha quitado la vista de encima toda la noche. Lo vi.- En ese
momento entró Norma.
-¿Qué pasa, niñas?-
-El doctorcito no quitaba los ojos del cuerpo de Ana. Me asqueo la
forma en como la veía. Ingrid también lo vio y me mandó para acá.-
-Tienen que regresar ambas porque levantaran muchas sospechas.
Ana, no te despegues de Lara ni un segundo, ¿entendido?- Asintió. –Lara, respira y
por lo que más quieras contrólate.- Asentí. –Vamos afuera.- Salimos las tres, Norma
regresó a su lugar, Ana y yo un poco más al frente pero no tanto para que él no nos
viera.
Nunca había sentido mis músculos tan tensos, ni tanta rabia en
toda mi vida. No debo aclarar que no presté atención en absoluto a lo que pasaba a
mi alrededor. Apenas y sentía los dedos de Ana jugando con mi vestido y de vez en
cuando tocando mis dedos buscando controlarme. En mi mente sólo pasaban mil
imágenes y en todas estrellaba al doctor contra la pared. Si estaba así con este
imbécil, ¿qué haría si llego a encontrar al idiota que lastimó a Ana? Locura.
La misa terminó entre aplausos y vítores de la multitud. Todos se
veían muy contentos pero más el señor Cardozo. Papá caminó a felicitar a su amigo
por su logro y otras muchas personas también se acercaron a él para agradecerle o
para felicitarlo. Ana se mantenía aferrada a mi brazo. Ingrid veía a todos lados y
Norma, por más que tratara, no podía ocultar su preocupación. Fui interrumpida
cuando alguien tocó mi hombro. Al voltear me encontré con unos profundos ojos
azules y un fuerte olor a colonia.
-Creo que no nos han presentado, soy Edgar Torres.- Extendió su
mano hacia mí.
-Lara Orozco.-
-He escuchado de ti.- Dijo con una sonrisa. –Hola, Ana.- Su sonrisa
se hizo más amplia. Qué hijo de puta.
-Hola, doctor Torres.-
-¿Cuántas veces te he dicho que me llames Edgar?-
-Un gusto en conocerlo, doctor.- Casi me puse frente a Ana.
–Tenemos cosas que arreglar para la cena.- Asintió y se hizo a un lado. Estoy casi
segura que nos veía mientras nos íbamos. Iba a ser una noche muy pero muy larga.
-Carne fresca.- La escuché decir; me preparé y salté. No sabía que había pasado
hasta que vi a Bety correr hacia mí con una gran sonrisa; las chicas se me acercaron
y me felicitaron. Fue ahí que volteé y pude ver el balón a unos metros de Mónica.
–Parece que te debo doscientos pesos.- Le sonreí. –Vamos, niñas, celebran después.-
Ciertamente celebramos después, entre todas compramos unos
refrescos y nos quedamos platicando unos minutos después de la práctica. Todavía no
me creía que la hubiera bloqueado pero me resultaba gracioso el hecho de que el
bloqueo haya venido al ver a Ana expuesta a un buen golpe. Lo que haya sido, me
hizo ganar un buen dinero.
La noche había caído cuando acompañaba a Ana de vuelta a la
iglesia. Nuestras compañeras de equipo nos siguieron unos cuantos minutos antes de
que cada quién tomara su respectivo camino. Cuando quedamos solas, me mostró
una radiante sonrisa.
-Alguien está de buen humor.-
-Me defendiste.- Se aferró a mi brazo.
-No lo hice por ti, lo hice por el dinero.-
-Claro que no.-
-Por supuesto que no. Si te llega a conectar el morado que me
propinaste sería nada.-
-Creí que moriría.- Me eché a reír.
-Dramática.- Con ella a mi costado llegamos a la iglesia. Ahí nos
esperaba el señor Cardozo en la cocina con una humeante taza de café.
-Dulce Lara, tengo noticias para ti.-
-Dígame.-
-Sucede que Conchi, la chica de la tienda comunitaria, está enferma
y su hermana no puede ayudarla, ¿sería posible que tú ayudaras? Será un par de días
cuando mucho.-
-Claro, no hay problema.-
-Sabía que podía contar contigo.- En cuestión de minutos mi taza
estaba vacía y me despedía del señor Cardozo. Ana me acompañó hasta la puerta y
ahí me abrazó.
-Descansa.-
-Tú, también.- Pasé mis dedos sobre sus marcadas ojeras. –Ya no
tiene control, recuérdalo.- Asintió. –Duerme, por favor.- Besé su frente. –Te adoro,
tonta.-
-También te adoro, fastidiosa.- Ella se inclinó y besó mis labios. –Ve
con cuidado.- Le sonreí antes de abrir la puerta y emprender el camino de regreso a
casa. Ducha, bragas y una playera extra grande para dormir. Sólo me faltaba Ana
para que fuera el combo perfecto.
Al día siguiente busqué a Mónica y le expliqué lo que se me había
dicho una noche antes y que faltaría a mis entrenamientos unos días. No hubo
problema con eso y me pidió que no me metiera en problemas. La escuela seguía
pasando sin pena ni gloria, aunque honestamente puedo decir que lo estaba
disfrutando; creo que el hecho de que preste atención está ayudando. Al terminar el
día de escuela Ana puso una bolsa en mi mochila muy discretamente o eso creía ella.
Me despedí de ella con un leve abrazo y corrí a la tienda, que no estaba muy lejos.
Ahí me esperaba una señora bastante grande; el enorme marco de
sus lentes me impedía ver si estaba dormida o despierta. Con sigilo me acerqué a
dónde estaba. Movía mi cabeza de un lado a otro, buscando un ángulo que me
permitiera ver con claridad sus ojos. Supongo que si no ha dicho nada es porque está
dormida. Caminé de regreso a la puerta del lugar.
-Buenas tardes.- Dije en un moderado tono de voz. La señora pegó
un leve brinco. Estaba durmiendo.
-¿Qué desea?-
-Me dijeron que estaría a cargo del lugar estos días, en lo que se
recupera Conchi.-
-Eres la fuereña. Ya era hora; son las- vio a su reloj- dos con siete
minutos. Vienes tarde.-
-Sólo por siete minutos, señora.- No podría argumentar con ella. –No volverá a
pasar.-
-Aquí hay una lista con los precios de los productos, ¿sabes leer?-
Me eché a reír.
-Eso creo, señora.-
-Bien.- Sin más salió del lugar.
-Bien.- Dije para mí.
Después de casi una hora, ni una sola alma se acercó, así que
decidí hacer mis tareas. Química comenzaba a agradarme y me iba mejor en las
últimas semanas. Matemáticas, bueno, era matemáticas y hacía lo que mi cerebro
podía. A momentos parecía que veía la luz y a momentos sentía que estaba en una
cueva. Lo único que tengo seguro ahora es que no quiero una carrera que involucre
matemáticas.
Cuando finalmente terminé las tareas, revisé lo que Ana había
puesto en mi mochila; era imposible amarla más. Un par de sándwiches, una
manzana, una banana y un pedazo de pan que horneó por la tarde. Al fondo una
pequeña nota: "Buen provecho, glotona" y un pequeño corazón. Definitivamente me
gané la lotería con esta chica. Tomé la nota y la puse en el bolsillo de mi pantalón.
Atendí a unas cuantas personas, a muchas de ellas nunca las había
visto y aparte de venderles lo que necesitaban me vi en un extenso interrogatorio
acerca de cómo llegué ahí. Unos genuinamente interesados en conocerme y otros sólo
buscando información para chismosear. Conocía a la gente chismosa, aprendía a
diferenciarlas gracias a las arpías con las que se junta la bruja.
Finalmente eran las ocho de la noche, lo cual indicaba que podía
irme a casa. Recogí mis cosas; me aseguré de dejar limpio el lugar, barrí, levanté la
basura y acomodé algunas cosas. A punto de salir la señora de la tarde llegó de
nuevo.
-¿Cómo te fue?-
-Bien, supongo. Es bastante tranquilo.- Vi al piso.
-¿Barriste?-
-Quería dejar limpio.-
-Bueno, al menos no eres tan inútil como Conchi.- Gracias.
-¿Hay algo más que deba hacer?-
-No, te puedes ir. Yo cierro con llave.-
-Está bien... em, gracias.- Puse mi mochila en mi espalda y me
dirigí a la salida.
Las luces de la escuela estaba apagada, todos ya estaban ya en
casa descansando; estar en la tienda no era pesado pero sí aburrido, al menos me
había dado la oportunidad de hacer la mayoría de las tareas que me había dejado
para la semana. Algo bueno saqué. La señora no me había dicho nada acerca de
regresar mañana pero lo haría de todos modos, por si las moscas.
Faltaban unos buenos metros para llegar a casa; iba total y
completamente absorta viendo las casas y pensando en lo que la gente pudiera estar
haciendo ahí que no escuché los pasos que me seguían y mucho menos esperaba el
empujón que hizo que terminara en el suelo.
-Por fin sin tu perro faldero.- Frente a mí tenía a Olivia. Me puse
rápidamente de pie.
-¿Qué mierda quieres, Olivia?-
-Te dije que las cosas no quedarían así.- Escuché, ahora sí, a
alguien detrás de mí, volteé y vi a Ángel con una sonrisa.
-Hola, Larita.-
-Jódete, imbécil.-
-Deberías agradecer que venimos primero contigo y no con la
monja. Al menos sabemos que tú no te pondrás a llorar.- Ambos se echaron a reír.
-Me voy a divertir muchísimo.- Sonreía mientras aplaudía
alegremente. Esta chica estaba completamente loca.
-Quiero entenderte, Olivia...-
-¿Lloró?-
-Que va. Pidió que le ayudaran subirse de nuevo para intentarlo
otra vez.- Me eché a reír. Algunas cosas no cambian. –Pero siempre fue una niña muy
linda. Una vez regresamos de una junta sofocante; habíamos estado en la oficina más
de diez horas, convenciendo a gente para que confiaran en nosotros y nos dieran su
dinero. Llegamos muertos. Nos tiramos en el sofá y nos quedamos ahí un gran rato
hasta que escuchamos unos diminutos pasos bajar las escaleras. Lara, con unos cinco
o seis años bajó con un unicornio bajo el brazo; nos quedó viendo, dejó el unicornio
en mis piernas y fue a la cocina. Regresó con dos vasos de leche, volvió a la cocina y
traía un vaso más y galletas. Nos dijo que comer galletas con leche la hacía sentir
feliz y que nosotros necesitábamos una buena dosis... incluso nos contó una historia;
no lo vas a creer, mi amor pero ambos quedamos completamente dormidos. Nos hizo
olvidar el cansancio que traíamos.-
-Mi Lara.- Dije con una sonrisa que no cabía en mi rostro.
-Le pedí a Dios que si me daba la oportunidad de tener una hija o
un hijo quería a alguien como Lara; era la niña más adorable del mundo. Dios
escuchó mis plegarias e incluso se esforzó un poco más y te mandó.-
-Te quiero mucho, papi.-
-Y yo a ti, Ana. Eres lo más hermoso que Dios me dio.- Me
encantaba ver a papá así de feliz. –Y no sabes cuan feliz estoy de lo que estás
pasando con Lara. Ella es una buena chica; ambas se merecen.-
-Me hace muy feliz.- Declaré sonrojada.
-Puedo notar eso.-
-¿Qué pasará con lo que te dijo Lara?- Regresé al tema.
-Todo apunta a que quizá te mudes a Texas, Ana, aunque
dejaremos que las cosas fluyan y que sea Dios el que nos ayude a decidir, ¿te
parece?-
-Por supuesto, papi. Aunque no quiero que te quedes triste.-
-Si tú eres feliz, Ana yo lo soy. Y si tengo que sacrificar el poder
verte para que cumplas tu sueño, lo haré. Mereces lo mejor de este mundo y Lara se
está esforzando por dártelo.-
-Lara.- Sonreí. –Me cuesta creer que sea real.-
Papá me siguió contando anécdotas de Lara por más de una hora,
era lindo poder saber esto de ella. Sólo hacía que la quisiera cada vez más. Ya puedo
imaginar esos ojos traviesos sacándole canas verdes a todos a su alrededor.
Definitivamente la esencia de Lara seguía ahí. La niña curiosa, la traviesa, la
testaruda, la protectora... mi chica con corazón de fuego.
Mis ojos comenzaban a cerrarse un poco, a pesar de que estaba
muy entretenida necesitaba descansar un poco. Por lo que papá decidió dar por
terminada nuestra sesión de historias de la chica de ojos verdes. Casi terminábamos
de limpiar lo que habíamos usado cuando alguien tocó a la puerta. Eran cerca de las
doce de la noche, era raro. Papá algo extrañado fue a abrir, segundos después entró
Daniel pequeño.
-Joven, ¿qué hace afuera a altas horas de la noche?- El chico se
veía algo agitado y tenía cara de preocupación.
-Venga conmigo, por favor.-
-¿Qué pasa?- Me veía nerviosamente.
-Venga... solo.- Papá inmediatamente se preocupó, tomó su juego
de llaves y se acercó a mí.
-Enciérrate.- Me veía serio. Asentí y los vi hasta que ambos
salieron. En cuanto lo hicieron me metí a mi habitación, tomé una de las playeras de
Lara y la cambié por la que traía puesta.
¿Qué habría pasado? Sabía que Daniel estaba algo enfermo, algo le
había picado y había estado con altas temperaturas. Aparentemente no era nada de
cuidado; espero en Dios que esté bien.
-Una parte de mí quiere y cree entender un poco a Olivia pero, si ella fue la que hizo
esto, cruzó un gran límite y no lo voy a tolerar.-
-Lara sólo quiere hacer bien las cosas... no entiendo porque le pasa
esto.- Me eché a llorar de nuevo. La profe se acercó a mí y me abrazó. –Es una buena
chica, no lo merece.-
-No lo merece... claro que no lo merece.- Me abracé fuerte a ella.
–Iré a ver cómo está, por favor, no vayas, ¿de acuerdo?- Asentí. –Confío en tu
palabra.- Asentí de nuevo y me fui a la cama. Justo antes de salir vi a otra persona
entrar. –Silvia, qué bueno que vienes. Te van a necesitar.- La mamá de Ofelia era
muy buena para curar golpes y heridas, conocía mucho de las propiedades de las
hierbas e incluso sabía aplicar ventosas. Son algo dolorosas pero muy efectivas.
Segundos después Ofelia entraba a mi habitación.
-Hola.-
-Hola.-
-¿Cómo estás?- Me encogí de hombros, mientras las lágrimas
seguía cayendo. –La quieres mucho, ¿cierto?- Asentí.
-Es difícil no quererla.-
-Lo lamento mucho... ¿crees que fueron los del clan?-
-Estoy segura que fueron ellos, ¿quién más la odia? Le declararon la
guerra en el momento que se puso de mi lado.- Se sentó junto a mí en la cama y
tomó mi mano.
-Lamento haber sido tan injusta con ella y también te pido
disculpas a ti por la forma en como me expresé de ella.-
-Disculpa aceptada.- Me sonrió.
-Estaré afuera por si mamá necesita que vaya por cosas a la casa.-
Simplemente asentí y vi a la chica salir de mi habitación.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos horas y la
madrugada una eternidad. La profe Norma no regresó más y eso me llenaba de
preocupación. Me puse los audífonos una vez más pero el ruido en mi mente era más
fuerte que la música. Vi a Daniel mayor salir corriendo y regresó unos cinco minutos
después. Mi mente daba vueltas y vueltas; sólo quería abrazarla y saber que estaba
bien.
-¡Ah!- Un fuerte quejido se escuchó desde la habitación de papá;
me puse de pie y salí de mi habitación con la intención de ir a donde tenían a Lara.
Ofelia me impidió el paso y la profe Norma apareció unos segundos después con
lágrimas en los ojos también para bloquear mi camino.
-No, Anita.- Negó con tristeza.
-Por favor.- Me eché a llorar de nuevo y esta vez fue Ofelia la que
me abrazó y me llevó a mi habitación. –Sólo quiero verla.-
-Será mejor que no lo hagas, Ana. Al menos no ahora.-
-¿Qué le están haciendo?-
-Le están... acomodando el hombro.- La abracé de nuevo y lloré
hasta que sentí que las lágrimas se me terminaron.
La mañana nos encontró en un mar de preocupación y rabia. No fui
capaz de dormir ni un solo minuto; primera por la condición de Lara y segunda
porque sabía que él aparecería. Suficiente tenía con lo de La como para tener que
lidiar con él. No. Hoy no. Alrededor de las siete de la mañana una conocida voz entró
a mi casa.
-¿Por qué mierda no me avisaron?, ¿están todos idiotas o qué les
pasa?- Salí y me encontré con una fúrica Ingrid.
-Guarda silencio apenas se pudo dormir.-
-¿Se puede saber por qué no me dijiste?-
-No era una fiesta, Ingrid. Estábamos muy preocupados por la
gravedad de sus heridas como para ver a quien llamábamos.-
-¿Cómo está?- Norma volteó a verme con cautela y fue entonces que Ingrid me vio.
-Lo siento, Cardozo.- Me apretó el hombro. –Pero ese dolor de culo
es fuerte. Se va a recuperar rápido.-
-Espero en Dios que sí.- Dije en un hilo de voz. -¿Cómo está?- Vi a
la profe Norma. –Por favor, no me mienta.-
-Muy golpeada. Le acomodaron los tendones del hombro, tiene
algunas costillas inflamadas al igual que su pierna... tiene la cara hinchada de los
golpes y un pómulo cortado.- Vi como los ojos de la profe Norma se aguaron.
-Fue la idiota, ¿cierto?-
-No sabemos na...-
-Por favor, Norma, no eres tan ingenua. Sabes tan bien como yo
que fue el engendro de Satanás quien hizo esto.-
-Ingrid.- Advirtió la directora.
-Es una pena que sea parte de la escuela porque si no, le daría una
buena lección.- Entre mis lágrimas sonreí. Verlas interactuar daba la idea de que se
odiaban pero era todo lo contrario.
-Te preocupas por ella.- Le dije a la mujer de semblante duro.
-Por supuesto, necesito a quien molestar.-
La profe Norma y su hermana fueron las encargadas de hacer el
desayuno para todos. Silvia, Daniel y Ofelia constantemente entraban y salía de la
habitación. Silvia iba por ollas que tenía en la estufa, preparaba cosas en la mesa y
volvía a la habitación. Todo se sentía tan irreal... abrieron la puerta y vi entrar a
papá.
-¿Dónde estabas?- Pregunté.
-Fui al otro pueblo.-
-¿Le hablaste a sus papás?-
-No. Fui por más vendas y gasas.- Asentí y se metió rápidamente al
cuarto. Unos minutos después volví escuchar a Lara quejarse.
-¡Ah!... no...- Su voz perdía fuerza. Antes de siquiera intentar
caminar, tenía una mano sobre mi hombro.
-No, niña. Ella necesita enfocarse en mejorarse, contigo de
Magdalena ahí no le ayudarás.- Sacó la silla para que pudiera sentarme. –Ten.- Puso
un plato con comida frente a mí. –Si vas a estar llore y llore necesitas energía. Será
un puto día largo.- Asentí y sin ganas hice el intento de comer.
Alrededor de las diez de la mañana la profe Norma se fue junto con
Ingrid, ambas debía ir a la escuela. Ambas me pidieron ser fuerte y tener calma...
Ingrid lo hizo a su muy particular estilo. Ofelia se fue a eso de las nueve para entrar
al tercer módulo. Daniel y Silvia también se retiraron cerca de medio día; Daniel tenía
que asuntos que tratar, Silvia iría a dormir un rato para regresar después a cambiarle
los vendajes y hierbas a mi novia. Cuando al fin papá y yo quedamos solos se acercó
a mí y me dio un gran abrazo.
-Lo siento, hija.- Lloré de nuevo. Justo cuando creí que ya no tenía
más lágrimas de reserva. –Ella se pondrá bien, te lo puedo asegurar. Es muy fuerte.-
-La quiero ver.-
-No creo que sea conveniente, Ana...-
-Por favor, papá.- No muy convencido pero sabiendo que no me
haría cambiar de opinión me escoltó a la habitación.
-Tranquila, por favor.- Abrió la puerta y de inmediato me golpeó el
olor a hierbas, alcohol y otras cosas igual de fuertes. Cuando mis ojos se posaron en
la chica sobre la cama sentí mi corazón partirse en un millón de pedazos.
Estaba sólo con su sujetador deportivo y el bóxer que le hace
juego, ambos negros; la piel blanca de su estómago tenía varios moretones a lo largo
de él y algunas hierbas esparcidas sobre la parte afectada. Desde aquí podía ver su
pierna izquierda terriblemente hinchada también llena de hierbas. Mi vista subió hasta
llegar al hombro que tenía vendado y luego a su rostro. Desde el umbral de la puerta
veía con lágrimas pero al ver su rostro me terminó de matar.
Estaba hinchada, muy hinchada; más del lado derecho. El lado donde tenía el corte
no estaba tan pronunciado como el otro pero tenía un buen moretón. Con mucho
cuidado me acerqué a ella y me tapé la boca para evitar que mis sollozos la
despertaran. Me hinqué a lado de la cama, tome su mano y la llevé a mis labios. Con
cuidado llevé su mano a mi mejilla y la apreté contra mi piel. Regresé su mano a mis
labios y comencé a examinarla. Al terminar, caminé al otro lado de la cama para
revisar su otra mano. Nada.
-No se pudo defender.- Dijo papá en un susurro. Me acerqué y di
un beso sobre su cabello.
-Te quiero, ángel.- No podía más estar ahí; caminaba antes de que
el sonido de su voz me detuviera.
-Ana...- Casi corriendo regresé a donde estaba.
-Aquí estoy, cariño.- Tomé de nuevo su mano y la besé.
-No... no te vayas.- Su voz se escuchaba muy aletargada.
-No iré a ningún lado, La.-
-Silvia le dio un té para que duerma. Entre menos consciente esté
en estas horas mucho mejor.- Asentí pero igualmente me quedé una hora más con
ella.
Papá me llevó una silla para que estuviera más cómoda y me
mantuve ahí jugando con sus dedos, acomodando su cabello o simplemente viéndola.
A pesar de que dormía tenía una leve expresión de dolor en el rostro. Ciertamente
Lara era fuerte pero no tanto. Quizá los tres estuvieron involucrados para poder
contenerla... algo muy extraordinario tuvo que pasar para que Lara haya sido incapaz
de defenderse. Lara enojada era peor que Hulk; si hubiera sido solo Olivia estoy
segura que sería a ella a la que estuvieran cuidando en el hospital.
No sé en qué momento me quedé profundamente dormida con la
mano de Lara entre las mías. En mis sueños estábamos en nuestro escondite y Lara
me enseñaba a nadar. Su espléndida sonrisa iluminaba todo el lugar y sus ojos me
veían con mucho amor. Estando en la mejor parte del sueño alguien me levantó.
-Voy a cambiar las hierbas y a aplicar pomadas.- Me explicó Silvia.
–Sería mejor que esperes afuera.- Asentí. Corrí a mi habitación y me puse los
audífonos, no quería escucharla sufrir. Con asombro me di cuenta que eran casi las
tres de la tarde. Me había dado una buena siesta. Entre la música, la comodidad de
mi cama, el cansancio, el desvelo y el olor de Lara me quedé dormida de nuevo.
Papá llegó a invitarme a comer un par de veces pero preferí seguir
durmiendo. Fue hasta la tercera vez donde casi a la fuerza me hizo levantarme a
comer algo. Vi el iPod, ¡eran las ocho de la noche! Vaya que estaba exhausta y vaya
que agradecía por el tiempo que me dieron para dormir. En el comedor estaba Ingrid
y la profe Norma.
-Hola, Bella Durmiente.- Me dijo juguetona la directora.
-Buenas noches.- Respondí con voz ronca.
-¿Quieres cenar?- Asentí. Vi a papá salir de su habitación y casi de
inmediato entró Ingrid.
-No la vayas a hacer reír, Ingrid.- Advirtió la directora.
-"No la vayas a hacer reír, Ingrid"- Se mofó la mujer y fue
imposible no reírse. –Relájate un poco, sé que la escuincla no está bien.-
-¿Está despierta?- Pregunté una vez que Ingrid entró.
-Sí, desde hace un par de horas. No ha dejado de preguntar por ti.-
Sonreí. –Pero en cuanto le dijimos que estabas durmiendo pidió que no te
molestáramos.-
-Dejaré que Ingrid la aproveche un rato.- Le sonreí a papá. -¿Cómo
está?-
-Adolorida, lo cual es lógico después de tremenda paliza. Pero con
buena actitud, muy Lara.- Y conociendo a Lara sólo estaba buscando apaciguar las
aguas pero puedo apostar a que está completamente fúrica.
-No creo que haya una palabra para como me siento ahora mismo...-
-Eres joven, te vas a recuperar muy rápido.-
-Eso espero.-
-Aplicaré ventosas en tu brazo de nuevo.- Suspiré fuerte. –Es la
mejor...-
-Lo sé. No tienes que explicarme nada... es sólo que me cuesta
creer esto.- Tragué. –Sé que me tenían en el concepto de hija de puta y quizá una
parte de ustedes tenía la razón pero nunca, nunca le haría algo así a alguien. Es algo
que...- reí. –Olvídalo, esto de la paliza me tiene sentimental, no tienes que escuchar
mis quejas.- Dejó lo que hacía y se sentó a mi lado.
-Personas fueron malas contigo, Lara. Eso no es quejarse, es
desahogarse.-
-Y no debería hacerlo contigo...-
-¿Por qué no?, ¿crees que no lo voy a entender? Todos tenemos
malos pensamientos, a veces las emociones nos dominan y queremos causar daño a
las personas pero creo que es algo bastante natural. Incluso Jesús lo llegó a sentir,
que de menos unos simples mortales como nosotros.-
-¿Crees que...- Me quedé callada.
-¿Qué?-
-Es estúpido.-
-Si me dices te puedo decir qué tan estúpido es.- Sonreí.
-¿Crees que Él vea el esfuerzo que estoy haciendo?- Formulé
tímidamente. Vi a Silvia sonreír y me sentí muy pero muy estúpida.
-El hecho de que pienses en lo que Él piense o crea de ti habla de lo
mucho que te has acercado a su reino. No es una pregunta estúpida, para nada.- Me
acomodé para verla mejor. –Cuando Ofelia nos dijo de lo que realmente estabas
haciendo sentí mucha pena por no darte el beneficio de la duda. Pero debo decir que
tus acciones gritaban muchas cosas malas y queremos mucho a Ana.- Sonreí. –Pero
Dios siempre nos da la oportunidad de hacer bien las cosas y nosotros, los tres,
tomamos esa oportunidad. Por eso estoy yo aquí.-
-Gracias por eso y entiendo perfectamente tu postura.- Me sonrió
dulcemente. -Créeme y agradezco el aprecio que le tienen a Ana.-
-¿Lo agradeces?- Gracias a Dios tenía la cara un desastre y eso
evitaría que viera lo sonrojada que estaba.
-Em, sí... Ana es mi amiga y la quiero mucho.-
-En la ciudad, ¿las amigas se sostienen de las manos?-
-Sí, es bastante común.- Buscaba algún indicio de duda en mi
lastimada cara, dudo que lo encuentre entre los moretones.
-Es bueno saber que Ana tiene una buena amiga como tú. Ofelia
me dijo cómo la defendiste.- Me veía directo a los ojos. –Qué bueno que hayan
construido una linda amistad en tan poco tiempo.- Creí saber a dónde dirigiría su
pequeño speech.
-Sí, una linda amistad.- Nos sostuvimos la mirada por unos
segundos antes de que ella se pusiera de pie y fuera por sus instrumentos de tortura.
-¿Lista?-
-No, pero no tengo opción.-
Dolor, dolor y más dolor. Eso fue lo que sentí durante los agónicos
minutos que Silvia tardó tratándome el hombro. Pudieron ser algunos cuantos
minutos que se sintieron como horas, la verdad no sé pero el dolor parecía ir en
aumento. Por más que intenté ser fuerte no pude, sucumbí a las lágrimas; cerraba los
ojos y respiraba hondamente tratando de tranquilizarme pero era inútil. Más lágrimas
pero de felicidad cayeron cuando Silvia anunció que había terminado, sin embargo me
advirtió que mañana regresaría a curar mi pierna.
Me quedé con la vista al techo después de que Silvia se despidió de
mí con unas cuantas palabras de aliento; las cuales, entraron por un oído y salieron
por el otro. Nuevamente tendría que dejar el voli y eso me llenaba de rabia y
frustración; me sentía tan bien, tan aceptada y me sentía útil y ahora por culpa de la
idiota de Olivia tendría que alejarme de nuevo. Las últimas horas sólo pensaba en los
millones de escenarios en los cuales la chica de ojos azules estaba de cara al piso. Mis
cuentos de venganza fueron interrumpidos por mi novia que comenzó a hacer círculos
por toda la habitación. Era la primera vez que la veía así.
-¿Tienes hambre?-
-Ahora sí.-
-Ahora mismo te traigo algo de comer.-
-Gracias.- Me sonrió antes de pararse y caminar a la cocina.
Minutos después apareció mi rubia con una bandeja llena de comida.
-Hola.- Dijo tímida.
-Hola, preciosa.- Dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó a mí.
-¿Te ayudo a sentarte?-
-Por favor.- Con mucho cuidado me aferré a su cuello y ella me
abrazó, dolía pero valía la pena por tenerla así de cerca. En cuanto estuve en la
posición adecuada ella se soltó de mí, fue por la bandeja y la puso sobre mis piernas.
-¿Necesitas algo más?-
-Sí.-
-¿Qué?-
-Un beso.- Agachó la cabeza. –Siento lo de hace rato... lamento
preocuparme mucho.- Se sentó a lado de mí.
-No quiero sentirme una inútil, La.-
-No lo eres, cariño; hago esas cosas porque me nace hacerlo no
porque no puedas. Lo que hago por ti está lejos de ser causado por tus muchas o
pocas habilidades, Ana.-
-Es sólo que...-
-No necesitas de mí.-
-¿Qué?- Me vio incrédula. -¿Estás loca?-
-No lo sé.-
-Lara, siempre voy a necesitar de ti... sólo quiero saber que puedo
hacer las cosas, que puedo enfrentar mis miedos. Lo quiero intentar, contigo a mi
lado. Lo que dije hace rato fue motivado por mi propia frustración y me desquité
contigo.-
-Me aterra saber que llegue a estar de más en tu vida.- Con gran
agilidad regresó la bandeja a la mesa para sentarse muy cerca de mí.
-Nunca voy a necesitar a alguien tan fervientemente como te
necesito a ti, Lara.- Tomó mis manos. –Lo único seguro que tengo en la vida es eso,
que voy a necesitar de ti siempre.-
-Y yo de ti, Ana, necesito mucho de ti.- Solté una de mis manos y la
llevé a su rostro. –Eres lo mejor de mi vida.-
-¿No vas a dejarme?-
-Nunca, cariño.-Me acerqué lentamente a ella. –Ya te dije las dos
palabras que nunca había dicho... lo que siento por ti no tiene punto de referencia,
Ana. A momentos me sobrepasa, me abruma... me aterra necesitar y amar a alguien
de esta forma...-
-Nunca rompería tu corazón, La.-
-Lo sé, por eso te lo entrego con los ojos cerrados.- Mis labios
quedaron pegados a los de ella. –Te adoro.-
-Y yo a ti, ángel.- Nuestros labios se juntaron y todo dejó de existir,
como generalmente pasa cuando estoy con ella. Besarla era la cura a cualquier mal
en mi vida y sabía que nunca me dejaría de sentir así. Cada beso me hace sentir
mariposas en el estómago, como el primero. La amo demasiado y me niego a vivir sin
ella. –Perdón.-
-No hay nada que perdonar, cariño.- Mi pulgar jugaba con su
mejilla, mientras la veía a los ojos. –Eres un hermoso ejemplo de lo que Dios es
capaz de hacer.- La vi sonrojarse casi de inmediato y sonreí. –Mi Ana que no es mía,
porque sólo te puedes pertenecer a ti misma y a nadie más pero de alguna forma nos
pertenecemos, en esta vida y en las que siguen.-
-En esta y en las que siguen.- Repitió mientras acercaba su frente a
la mía. –Mi Lara que no es mía.- Me dio un beso en la nariz y se paró por mi comida.
–Anda, que se enfría.-
-Ahorita lo averiguaremos.- Con dolor arrastré mis piernas hasta que quedaron
colgando de la cama. El dolor en la pierna izquierda era apenas soportable pero no
quería preocupar a Ana. Se puso a mi lado y ofreció su cuerpo para que me apoyara.
Pasé mi mano derecha sobre su cuello y me paré. –Ouch.- Dije al sentir el jalón en mi
abdomen que también estaba maltratado.
-¿Duele mucho?-
-Algo...-
-No creo que sea buena idea, La.-
-Ya estoy de pie, cariño sólo necesito llegar al baño.- Intenté
apoyarme sobre mi pierna izquierda pero de inmediato reclamó. – ¡Mierda!-
-Siéntate.- Ordenó la rubia.
-No.- De nuevo apoyé levemente el pie izquierdo pero de inmediato
movía la pierna derecha. –Vamos.- Le dije con una sonrisa que no fue recíproca.
–Sabes que lo haré de todos modos.- Me incliné a besar su mejilla. –Venga, tonta.-
Mucho tiempo más del pensado, llegamos a baño y de inmediato Ana me sentó en la
cómoda silla de madera que había puesto para mí.-
-Estaré afuera por si me necesitas.-
-Gracias, cariño.-
Encendí la regadera y dejé que el agua caliente me bañara; cerré
los ojos y me dejé llevar por la relajante sensación. A pesar de estar disfrutando me
sentía extraña estando con ropa interior. Como pude me deshice del agarre de mi top
pero no podía quitármelo. Batallé por varios minutos pero era inútil. Apagué la
regadera y medité un momento. Tendría que pedírselo a Ana, tarde o temprano
tendría que ayudarme a vestirme. Y es que mi condición actual no estaba para que
pudiera ser muy independiente y definitivamente no le pediría ayuda al señor
Cardozo. Una parte de mí tenía miedo, puede que esta peculiar petición haga sentir
incómoda a Ana... estaba en una encrucijada y antes de pensarlo más escuché mi
propia voz.
-Ana.-
-¿Sí?- Contestó de inmediato.
-¿Puedes ayudarme?- No dijo más y en unos segundos la puerta del
baño se abrió.
-¿Todo bien?-
-Emm... yo... ¿me... me ayudas a quitarme el sujetador?- Se tensó
levemente a la vez que sus ojos se clavaban intensamente en mí como buscando
indicios de que era una broma. –No me lo puedo quitar... ya sabes, los sujetadores
deportivos son diferentes a los demás, por lo del soporte, ¿sabes? Y dada mi
condición...- Se echó a reír. -¿Qué?-
-Estás divagando.-
-Lo siento.- Nunca apartamos la vista la una de la otra. –Si es muy
incómodo o...- Levantó la mano.
-Puedo ayudarte.- Con una leve sonrisa se acercó más a mí.
–Primero tu brazo derecho para que después podamos maniobrar con la izquierda, ¿te
parece?-
-Tú estás al mando.- Le sonreí. Todavía sentada batallamos por
minutos para liberarme del sujetador. Las veces que lo intentamos el pedazo de ropa
terminaba rozando o tirando de mi brazo izquierdo y automáticamente bufaba de
dolor.
-No está funcionando.- Dijo Ana que tenía alguna que otra gota de
sudor en la frente.
-Me he dado cuenta.- Respondí tratando de ocultar el intenso dolor
de mi brazo. No había otra forma. –Córtalo.-
-¿Qué?-
-Que lo cortes. No hay manera de que salga sin que sienta que me
está arrancando el brazo.-
-¿Segura?-
-No hay opción.- Asintió y volvió a salir del baño. Tenía unos
segundos para pensar qué cara poner cuando ella me viera parcialmente desnuda.
Antes de tener definido mi plan mi rubia estaba de regreso.
-Tendrás que ponerte de pie unos segundos.- Asentí. Ella se acercó, se puso de
cuclillas para que mi mano rodeara su cuello y me ayudara a ponerme de pie. -
¿Lista?- Asentí y de un tirón me puse de pie.
Tomándome de la cintura pasó debajo de mi brazo y con mucho
cuidado comenzó a cortar la tela. Podía sentir el frío del metal rozando mi piel, la
respiración de Ana sobre mi omóplato y su agarre sobre mi cintura... era una
sensación única. La rubia se tomó su tiempo, cortando lentamente con cuidado para
no lastimarme. Supe que la posición y lo que estaba pasando no le era muy
indiferente porque sentí como su respiración cambió y se hizo más lenta, pausada,
como si estuviera en una profunda meditación. Cuando al fin escuché como dejó las
tijeras sobre la silla y sus manos se engancharon a mi cadera respiré no sé si aliviada
con ganas de que siguiera aferrada a mí.
-¿Listo?- Pregunté. Asintió levemente. Me veía con mucha
intensidad y creo que yo transmitía lo mismo. Sin más sus manos viajaron
lentamente hasta mis brazos; los recorrió lentamente hasta llegar a mis hombros,
tomó la tela de mi sujetador para comenzar a bajarlo suavemente. Cerré los ojos y
me dejé llevar por el momento más erótico de mi vida. El calor que Ana me transmitía
era indescriptible. Al estar libre de la tela, abrí los ojos, pude ver a Ana
contemplándome.
-Eres hermosa, Lara.- Me sonrojé. La profundidad de su voz, su
mirada sobre mí y la situación hacía de esto algo muy pero muy especial. Sus manos
comenzaron a vagar por mi estómago. –Eres realmente hermosa... y sólo mía.-
-Completamente tuya.- Sus manos ascendieron hasta quedar en la
base de mis senos. Su mirada cambió levemente.
-¿Cómo es?-
-¿Cómo es qué, cariño?-
-Estar con una persona con la que quieres estar... por placer... sin
que te obliguen...- Sentí un horrible nudo en la garganta.
-Sientes una revolución dentro de ti. Te abruma pero te emociona
porque sabes que es la persona adecuada. Te emociona de sobremanera saber que su
piel estará sobre la tuya y que te hará sentir mil sensaciones desconocidas.- Con
cierto dolor en los ojos me vio de nuevo.
-¿Ya lo sentiste?- Negué.
-No, pero así me siento cuando pienso en ti y en lo que
eventualmente pasará.- Me sonrió levemente.
-¿Hay... indicios físicos?- Fue mi turno de sonreír.
-Calor... y más calor, pupilas dilatadas... mejillas sonrojadas...-
Llevé mi mano al rostro de mi novia y lo acaricié. –Tu cuerpo se comienza a
preparar... lubricas... el ritmo cardíaco se acelera y siente que en cualquier momento
vas a morir.-
-Quiero sentir todo eso contigo, sin cruzar tus límites.- Comenzó a
bajar sus manos de nuevo pero la detuve.
-Puedes tocar cualquier parte de mi cuerpo y nunca, nunca
cruzarías un límite, Ana. Amo sentir tu piel sobre la mía. Amo lo que causas en mí.
Amo el hecho de que nadie me ha hecho sentir así y que nadie lo hará.- Me acerqué
más a ella. –Que tú me toques es... no puedo describir lo que me pasa cuando me
tocas y menos cuando me permites que te toque.- En ningún momento dejamos de
vernos; sentí de nuevo sus manos yendo hacia arriba hasta que ambos quedaron
perfectamente posicionados sobre mis senos. –Ana.- Suspiré. Cerré los ojos de nuevo
y descansé mi frente sobre la de ella.
-Tu piel es muy suave.- No había dobles intenciones en la voz de mi
chica. Era su inocencia hablando, su particular forma de decir la verdad, era su forma
de hacerme sentir querida y lo estaba logrando. No apretó, no amasó, simplemente
estaba sintiendo mi piel, acariciando suavemente. Estaba explorando, probando mis
límites.
Dejando mi brazo lastimado descansar sobre mi costado, llevé mi
mano derecha alrededor de su cintura y la posé sobre la base de su espalda. Hice
círculos con la palma de mi mano hasta que gradualmente mi mano llegó a su glúteo.
La sentí suspirar y tragó con dificultad.
-Abre los ojos, cariño.- Sus vidriosos ojos se encontraron con los míos. –Soy yo,
preciosa. Mírame, mira el amor que te tengo a través de mis ojos. Nunca te dañaría.
Nunca.- Nuestras manos dejaron de moverse y se quedaron donde estaban. Intenté
subir mi mano pero fue su turno de detenerme.
-No.- Soltó un de mis senos para guiar mi mano de nuevo a su
firme trasero. –Quiero que me toques.- Asentí levemente y accedí a su petición. Moví
mi mano por sus glúteos, di un leve apretón que fue correspondido con un
involuntario apretón sobre mis senos. Un gemido escapó nuevamente. -¿Yo lo estoy
provocando?- Preguntó inocentemente.
-Sí... -Acerqué mis labios a los de ella. –Miles de sensaciones
nuevas.- Juntamos nuestros labios; los dejamos danzar con una dulce lentitud.
Sintiendo cada parte de ella. Rogando no cruzar sus límites, deslicé mi lengua dentro
de su boca y el gemido ronco, ahogado que escapó de sus labios casi hizo que tuviera
un orgasmo. Sin dudas era el momento más íntimo de mi vida.
-Te amo, Lara.- Abrí los ojos de golpe y casi pierdo el equilibrio
cuando me separé bruscamente de ella. Me tomó de la cintura de nuevo para
ayudarme a mantenerme de pie.
-¿Qué dijiste?- Pregunté en un susurro.
-Te amo, Lara.- Me acercó de nuevo a ella con dulzura. –Te amo
irremediablemente.- No pude contener las lágrimas que casi de inmediato inundaron
mis ojos. –No llores, ángel.- Me vio preocupada, llevó sus manos a mi cara y me
sostuvo cerca de ella. –Eres lo mejor de mi vida, La. Eres el rayo de luz que tan
desesperadamente he buscado entre todo el fango que me rodea.- Mis lágrimas fluían
por mi rostro; mi mente, mi corazón y mi alma absorbía cada palabra que Ana me
decía.
-También te amo, Ana... a un par de meses de aceptar lo que
siento por ti y dejar que me consuma por completo puedo decirte que eres mi todo y
con el corazón en la mano te puedo decir que no hay forma en que pueda amar a
alguien de la misma forma en como te amo a ti. Nadie me hará sentir como la
persona más afortunada del mundo.-
-Haré que valga la pena, La, voy a luchar por mí, por ti, por
nosotras...- Ahora también ella tenía lágrimas bañando su rostro. –Te voy a buscar al
fin del mundo si es necesario pero me rehúso a vivir sin ti.- Escondí mi rostro en su
cuello. Me rodeó con sus manos con mucha delicadeza. –Quédate conmigo.-
-En esta vida en las próximas, cariño.- Sí, definitivamente podría
morir hoy y moriría siendo la persona más ridículamente feliz del mundo. Ana me
correspondía. No necesitaba más en la vida.
Mi rubia me dejó unos minutos después para que terminara de
ducharme; el agua ayudaba a sellar las caricias de Ana en mi cuerpo. Todavía tenía la
sensación de sus manos sobre mí y eso hacía que el corazón me latiera a mil por
hora. Minutos después cuando terminé mi ducha, Ana entró de nuevo para ayudarme
a ponerme un nuevo sujetador, esta vez sin ningún tipo de contacto más que el de
sus dedos rozando mi espalda al abrochar a ese incómodo opresor.
Ya en la habitación me dejó un momento a solas para que
terminara de cambiarme y minutos después entró a ayudarme a ponerme una de sus
playeras lo cual agradecí con el alma. Sentir su aroma todo el día era algo que ama
infinitamente. Con mucho cuidado secó completamente mi cabello y después lo
recogió en una hermosa trenza. Quizá pudiera acostumbrarme a ella jugando con mi
cabello... pero sin las trenzas.
Yacíamos sobre la cama de mi rubia, ella sobre mi pecho, su mano
derecha alrededor de mi cuello y la mía alrededor de su cintura. Teníamos unos
buenos minutos ahí sólo sintiendo la compañía de la otra. Quizá todavía asimilando lo
que había pasado en el baño una hora atrás. No porque fuese malo sino porque
sabíamos que esto era un enorme paso en nuestra relación. Me cuesta creer que a
mis diecisiete años haya encontrado al amor de mi vida.
-No, La, esto no es de decidir con quién te quedas y a quién dejas de lado. En algún
momento lo sabrá y tendrá que lidiar con ello. Yo te amo y bajo ninguna circunstancia
te apartaría de tu madre.-
-Esa eres tú, mi amor, mamá es punto y aparte. Una parte de mí
piensa que en el momento en que lo sepa me va a mandar a una escuela subacuática
en el Báltico.-
-No me agrada el mar pero haría un esfuerzo.- Reí.
-Hemos avanzado mucho, Ana pero todavía nos queda un mundo
por delante.-
-Nos sobrepondremos a todo eso...-
-Juntas.- Complementé.
-Juntas.- Afirmó. -¿Cómo está tu pierna?-
-Duele.-
-¿Mucho?-
-Lo suficiente para mantener a mi cerebro ocupado pensando en mi
madre.-
-Mucho entonces.- Se sentó. -¿Te puedo sostener?- Asentí
enérgicamente. Con una enorme sonrisa se reacomodó en la cama y quedé sobre su
hombro izquierdo y su mano rodeando suavemente mi cintura. Mi mano descansó
sobre su estómago.
-Debería dormir así más a menudo.-
-Prefiero estar en tus brazos.-
-Prefiero abrazarte mientras me sostienes.-
-Tendremos que llegar a un acuerdo.-
-Después.- Dije acomodando mi cabeza en su cuello.
- Te regalo mi cintura y mis labios para cuando quieras besar. Te
regalo mi locura y las pocas neuronas que quedan ya; mis zapatos desteñidos, el
diario en el que escribo, te doy hasta mi suspiro pero no te vayas más. Porque eres tú
mi sol, la fe con que vivo, la potencia de mi voz los pies con que camino. Eres tú
amor, mis ganas de reír, el adiós que no sabré decir porque nunca podré vivir sin
ti...- Si hubiera cantado unas estrofas más estaría llorando.
-Anita.- Me aferré más a ella.
-Desde que la escuché sabía que tenía que cantártela.- Sonreí.
-Eres tú, amor, mis ganas de mal matar a Olivia y que te deje en
paz de una vez por todas.- Se echó a reír.
-Qué romántica versión, La.-
-Lo mejor para mi chica.- De nuevo me acomodé.
-Siempre.- Cerré los ojos y me dejé llevar por la voz de Ana hasta
que Morfeo llegó por mí.
Me desperté cuando sentí un enorme vacío en la cama; la rubia no
estaba. Era raro ya que siempre procuraba levantarse cuando yo estuviera despierta
también. El reloj marcaba las ocho treinta de la mañana. Puede que estuviera con su
papá en la iglesia. Sentía un enorme vacío en mi estómago esa mañana. Algo grande
está por ocurrir. Era como un sexto sentido que desarrollé sólo que no sabía distinguir
si era bueno o malo.
Tomé el iPod y dejé que la música me transportara a diversas
dimensiones. La influencia de papá y su gusto por el rock clásico fue fundamental en
mi vida para mis futuros gustos. Rara vez escuchaba música en español y eran voces
particulares. Voces que me transmitían más... No sé si tontamente ayer corté la
inspiración de Ana pero... no es humano sentirse así. Todavía persiste el miedo de
irme y que el señor Cardozo se arrepienta y no la deje irse conmigo. No puedo ni
comenzar a imaginar lo que pasaría si llego a estar sin ella.
Muchas canciones pasaron, muchas voces buscaron calmar la locura
que había en mi cabeza varias de las canciones hacían referencia a como me sentía
con Olivia. Tenía que poner un fin a todo esto de una buena vez por todas. Cueste lo
que cueste, incluso si eso implica que me expulsen de la escuela unos días. Las
canciones en partes decían lo enojada que estaba con todo a mi alrededor y
especialmente por la forma en como trató a Ana por mucho tiempo. Para esto debía
regresar lo más pronto posible a la escuela.
*****
-No lo hagas.- Le dije mientras me paraba a su lado. Pegó un
pequeño brinco al escuchar mi voz.
-¿Por qué? Ya no me queda nada...- Sollozaba amargamente.
-Tu abuela... nunca la había visto tan triste como hace unos
minutos atrás.-
-Ella está muerta.- Agregó con voz temblorosa.
-Lo sé.- Casi se desnuca al voltear a verme. –La vi hace poco. Se le
hacen unos hoyuelos muy lindos cuando se ríe.-
-¿Cómo... quién eres?-
-Un ayudante de Dios.-
*Lost and Damned*
Capítulo 24
Ya todo estaba listo con las chicas del equipo. Su plan, que tenía mucho tiempo en
espera, por fin vería la luz. A pesar de ya conocer la historia, le pregunté a Bety de
dónde salía esa desconocida fuerza maquiavélica. Ella se limitó a decirme que en
algún momento se vio presionada a portarse como una mala persona. Y ciertamente
hay contextos que te hacen actuar diferente y no necesariamente implica que seas
malo o hipócrita. Simplemente te adaptas para sobrevivir, para defenderte o para
defender a alguien que amas. Como lo que pasa conmigo y Ana. Así fue lo que pasó
conmigo en Texas; como la "casi abeja reina" debía marcar límites y enfatizar mi
jerarquía en la escuela pero nunca disfruté jodiendo la vida de la gente. Y no creo que
alguna vez lo haga.
Ahora estando del lado de los indefensos entendí muchas cosas y
podía ver una parte de mí en la imagen de lo que era Olivia. No era tan despreciable
pero ciertamente no era muy querida por toda la comunidad estudiantil. Era temida y
la gente no se acercaba a mí por miedo a ser mordidas o ser humilladas. No era yo la
que decía o hacía cosas despreciables pero nunca detuve a las que lo hacía. Eso me
convertía en horrible también. La gente tenía un deplorable concepto de mí e incluso
si no fueran verdad sus conjeturas era lo que proyectaba. Bien dice Norma que debes
andar en los zapatos de las personas para que puedas entenderlas y ésta situación
que estoy viviendo definitivamente me hizo cambiar la manera de ver mi realidad.
Sin embargo, mi esencia sigue ahí; sigo siendo la misma Lara
alocada que es muy imprudente y rara vez usa filtros antes de hablar. Sigo odiando
que me digan qué hacer o como sentirme; odio que quieran controlar a una persona
sólo porque no se guarda nada. Rara vez sufro de estrés y eso lo debo a que cuando
algo no me agrada lo digo; cuando algo me enfurece exploto; cuando algo me hace
feliz lo demuestro. Tan simple para algunos, tan complejo para otros. He aprendido
que con cada experiencia la gente decide si mostrar o no sus emociones es algo de
beneficio o es algo que los va a dañar. Hasta ahora no he tenido problemas... al
menos no tantos.
¿Cuánto se puede crecer en un rincón olvidado de Dios? La
respuesta es mucho. ¿Cuánto crees en el destino? Para eso todavía no tengo un
respuesta en concreto pero sí sé que algo muy grande y maravilloso hizo que mi
camino se cruzara con el de gente tan increíble como la que he encontrado aquí. En
especial a una rubia que me tiene completamente enamorada. Siento que lo que
estoy por hacer es una pequeña retribución, quizá no la más ortodoxa pero algo muy
necesario.
Moría de ganas por saber que tenían preparado las chicas. No
quisieron decirme ni una sola palabra del plan sólo me hicieron saber que el plan se
llevaría a cabo después de salir de clases. Para este primer paso necesitábamos la luz
del día. Pueden llamarnos montoneras pero desde un ángulo diferente puedo decir
que la unión hace la fuerza y necesitaremos mucho de eso para terminar con el
reinado del terror de la Bella y la Bestia.
Ana estuvo seria desde la mañana pero eso se incrementó después
del receso; una parte de ella quiere verlos sufrir un poco. Una pequeña lección que
les enseñe respetar, pero la otra parte la ocupa la novia preocupada que quiere evitar
a toda costa que me gane un castigo o que me lastime más de lo que ya estoy.
La vi haciendo líneas en su libreta; no estaba poniendo atención a
la clase, en absoluto. Tomé su libreta, le quité el lápiz y le hice una nota. ¿Qué pasa?
Vio la nota y me quitó el lápiz. Estoy preocupada. Sonreí cuando me pasó de nuevo la
libreta. Dejarías de ser tú si no lo hicieras. Nada pasará. Prometo cuidarme y no ser
imprudente. Regresé la libreta y fue su turno de sonreír. Tomó unos segundos y me la
regresó. Eso sí sería nuevo. Le di un codazo.
-¿Qué?- Susurró.
-Hazte la inocente.- Me sacó la lengua y regresó su vista al
pizarrón. –Ni estás poniendo atención, tonta.-
-Tú tampoco.-
-No, lo que estoy viendo es mucho mejor que lo que está en el
pizarrón.- Casi de inmediato sus mejillas se tiñeron de rojo.
-Detente.- Tomé la libreta y el lápiz, unos segundos y se la puse
frente a ella. Deja de verte tan preciosa y me detengo. –Lara...- Advirtió.
-Señorita Orozco y señorita Cardozo, ¿algo que quieran compartir
con la clase?- Dijo el profe Guadalupe viéndonos.
-Sería inapropiado decírselo, señor.- Ahora fui yo la que se ganó el
codazo.
-Una más y se van, par de pericos.-
-¿Ves lo que provocas?- Me dijo Ana entre queriendo reírse y estar
enojada.
-Te digo lo mismo, rubia preciosa.- El pellizco hizo que diera un
pequeño brinco y soltara un pequeño quejido.
-¡Ouch!-
-Bien, señoritas, pueden continuar con su plática afuera del salón.-
Sin objetar me puse de pie y tomé mi mochila. A Ana le costó un poco más; cuando al
fin lo logró me siguió hasta el pasillo.
-Soy libre.- Con cuidado levanté los brazos al aire.
-Es la primera vez que me sacan de clase.- Comencé a reír.
-¿En serio?-
-Muy en serio, Lara. Gracias.- Reí más fuerte.
-Todo un placer, majestad.- Hice una pequeña reverencia.
-Lara, esto mancha mi record aquí.-
-Oh, cariño, ya no podrás salir del país porque fuiste expulsada de
una clase. Eso se considera terrorismo.- Muy a su pesar sonrió; la atraje a mí, la
abracé fuerte y dejé un beso en su frente. –Tendrás muchas primeras veces
conmigo.-
-Lo anhelo, La.- La volví a besar antes de esconderme en su cuello.
-Te amo, Anita.-
-Y yo a ti, ángel travieso.-
Nos quedamos sentadas en el piso hablando de todo y de nada. Ana
evitaba un poco el tema de lo que pasaría en la tarde pero estaban ahí sus ganas de
pedirme que no fuera. Con sutiles insinuaciones de que quería que la ayudara con
algo en la iglesia; era mi momento y no lo dejaría pasar por nada del mundo.
-Le pediré a Ofelia que se vaya contigo, yo iré a casa por ropa más
cómoda y algunas otras cosas.-
-¿Te haré cambiar de opinión?- Pellizqué levemente su mejilla.
-Es tiempo de ponerlos en su lugar, cariño.-
-No quiero que te lastimen.-
-No lo harán; tengo a las chicas de mi lado y ya tengo más
movilidad.- Patrañas, por supuesto que no pero no podía ponerla más nerviosa.
-Mi ángel mentiroso- tomó mi mano –sé que estás con dolor, La.
Por si no lo recuerdas he estado al pendiente de ti todos estos días.- Me encogí de
hombros.
-Tenía que intentarlo.-
-Amo el hecho de que me protejas tanto pero quiero hacer lo
mismo, ¿sabes? Quiero saberme capaz de luchar contra cualquier cosa con tal de que
estés bien. Tu seguridad es mi prioridad, La.-
-Lo haces, Anita, y no sólo me refiero a estos días donde no podía
valerme por mí misma; has estado ahí cuidándome incluso de mis propias locuras.
Eres cordura... y curiosamente estoy loca por ti; es un poco enredado.- Apreté su
mano contra la mía. –Sé que nunca dejarías que algo me pase, lo sé a la perfección
porque en tu lugar haría lo mismo sin pensarlo dos veces.-
-¿Te duele?-
-Estoy muy bien ahora mismo.- Sin abrir los ojos volví a capturar
sus labios.
La mano que se aferraba a su cadera bajó lentamente por la
extensión de su, bien formada, pierna. Arañaba levemente sobre el pantalón pero mi
mano izquierda todavía no estaba preparada para estirarse por lo que regresé mi
mano a la cintura.
-No te detengas.- Pidió.
-Mi brazo no da hasta allá, cariño.- Se separó levemente de mí; me
veía con mucha intensidad. Apareció la llama en su mirada que vi cuando estábamos
en el baño, cuando me vio parcialmente desnuda; con una pequeña sonrisa subió más
su pierna hasta dejarla, prácticamente, sobre mi estómago.
-¿Duele?-
-Aunque doliera no te lo diría.- Me sonrió ampliamente y volvió a
mis labios.
Ahora sí tenía la pierna de mi novia a mi disposición. De nuevo, la
arañé levemente sobre la delgada tela de su pantalón y ahora lo combinaba con
suaves apretones. Los dedos de Ana rondaban mi cuello y acariciaba por esa área
sensible con su pulgar. Era una sensación maravillosa. Subí mi mano hasta su glúteo
y la descansé ahí; lentamente acaricié con la palma de mi mano y di un pequeño
apretón. Ana suspiró audiblemente.
-¿Todo bien?- Pregunté cautelosa.
-Más que bien.-
-Te amo, Anita.-
-También te amo, La.-
-¡Lara!- La voz de Bety en la puerta principal.
-¡Mierda!- Me asusté tanto que casi tiro a mi novia de la cama. –Un
momento.- Grité. Ana me veía divertida.
-¿Te causa gracia?-
-Tu cara sí.- Me dio un casto beso en los labios. Tan rápido como
pude me cambié las botas por los tenis; me solté el cabello y me quité la playera.
Volteé a donde estaba mi novia quien me veía atentamente.
-¿Algo que te guste?-
-Sí.- Me dijo poniéndose de pie. –Te ves realmente hermosa.- Le
sonreí mientras me acercaba a ella.
-Eres libre de tocar lo que quieras, preciosa.- Ofrecí. Las manos de
Ana se posaron nuevamente sobre mi estómago para subirlas lentamente. No nos
quitábamos los ojos de encima.
-Sigo queriendo lo que te pedí, Lara...-
-Lo sé y lo haremos tan pronto como me sienta mejor.- Su manos
llegaron a mis senos y los apretó levemente. Cerré los ojos.
-Mi Lara que no es mía.- Se acercó más a mí y dejó un beso en el
canal que se forma entre mis senos.
-¡Lara!- Ana bajó las manos y yo descansé mi frente sobre la de
ella. –Se hace tarde.-
-Sí, claro.- Dejé un beso en la frente de mi novia y me puse la
primera playera que encontré. -¿Vamos?- Asintió y me siguió hasta a puerta de
enfrente. Ofelia y Bety estaban ahí.
-Ya está en marcha todo, venga.- Bety hablaba conmigo del plan en
general mientras Ana y Ofelia platicaban detrás de nosotras. Llegó el momento de
dividirnos, ellas a la iglesia y nosotras al bosque. La rubia se acercó y me dio un
abrazo quede inmediato correspondí.
-Tranquila, ¿sí?- Jugué con su cabello. –Te veo más tarde.- Me
dirigí a Ofelia. –No le quites la vista de encima, por favor.-
-No lo haré.- Quedé viendo a mi novia antes de voltear y seguir mi
camino al bosque.
-Ya Carolina lo trajo al bosque.-
-¿Cómo?-
-Ofreciendo un nicho para su... cosa.- Me eché a reír. –Olivia la ha
tratado mal y nos estamos aprovechando de que Ángel nunca se le niega a nadie.-
-¿A nadie?-
-Ni a las vacas.-
-¡Qué pinche asco!- Arrugué la nariz.
-Es lo que dicen.-
-No quiero saber más.- Bety me guió por donde encontré a la rubia
cantando sólo que esta vez seguimos de largo.
-Estamos cerca.- Caminamos unos minutos más y pudimos ver a
las dos figuras reclinadas contra un árbol. –Las chicas están esperando a que alguna
de las dos se mueva.-
-Lo haré yo.- Dije determinada.
Avancé sigilosamente hasta quedar casi detrás de ellos; la chica me
vio y casi me suplicó que terminara con su tortura; no ha de ser nada placentero
tener al chico chupando la sangre de tu cuello y tetas. Ángel agarraba donde podía y
se notaba la desesperación en sus movimientos. Con una seña le indiqué a la chica
que se tapara los ojos; lo hizo y de inmediato tiré tierra a los ojos del chico de la
belleza abstracta.
-¿Qué demonios?-
-Un demonio nada más.- Dije tranquilamente.
-¿Lara?-
-La misma. ¿Me has extrañado?-
-¿Qué quieres?-
-Vengarme-
-Eres un traidora... me has tirado tierra.- Me eché a reír.
-Ustedes me tiraron tierra a la cara y me atacaron entre dos. No sé
cómo te atreves a llamarme traidora.-
-¿Quién más viene contigo?-
-No es de tu incumbencia.- Le di una patada atrás de la rodilla lo
que hizo que se hincara. –Ahora, amiguito, vamos a divertirnos.-
-Todo lo planeó Olivia.-
-Pero tú la seguiste- se movía escuchando el sonido de mi voz –así
que están en la lista de mi venganza.- Le hice una seña a las chicas que rápidamente
lo tiraron al piso.
-¿Qué me harán?-
-Sólo nos vamos a divertir un poco.- Las chicas amarraron las
manos de Ángel en su espalda. Paola sacó una máquina de rasurar amarilla y una
enorme sonrisa se posó en su rostro.
-Sabrán que fuiste tú.- Dijo el chico.
-En absoluto- me acerqué a él –porque nadie sabe que ustedes
fueron los que me golpearon y el que digas que yo te hice algo afirma que tú
comenzaste.- Me acerqué hasta quedar casi sobre su oído. –Flojito y cooperando,
Ángel o te irá peor.-
La chica de lentes tenía una cara de haber estado esperando esto
por mucho tiempo. Primero sacó una tijera de su bolsillo trasero y cortó un poco del
copete atascado de gel. Intentó moverse pero sabía que podría salir lastimado así que
simplemente se dejó. Después, usando la maquina amarilla, comenzó a afeitar desde
la base del cuello con dirección a su frente. Como intentando dejar un camino en
medio de su cabeza. Un dos por ciento de mí decía que no era correcto y el restante
estaba disfrutando esto y moría por tener a Olivia en mis manos.
Las chicas se reían del resultado final de lo que hizo Pao e incluso
se ganó una ronda de aplausos. La siguiente fue Carmen que sólo se conformó con
darle una patada en la entrepierna. Pobre chico, entre tanta patada ya las debía tener
más pequeñas. La siguiente, para mi sorpresa fue Bety que cortó su camisa y con un
marcador escribió sobre la espalda del chico: muu. En cuanto lo vi estallé en risas;
hacía alusión a su gusto por la vacas. Después escribió varios nombres, muchos de
ellos ni los había escuchado.
-Esto es por las chicas que usaste y estoy segura que antes de que
vuelvas a engañarlas o a forzarlas lo vas a pensar dos veces.- Ángel no decía nada,
sólo se retorcía del golpe y se quejaba levemente.
-Creo que hay algo que debes saber- Ofelia se veía totalmente desencajada y no
dejaba de ver a nuestras manos –Lara es mi novia.-
-¡¿Qué?!- Gritó. –¿Es una broma?-
-No.- Ofelia comenzó a reír.
-No es gracioso, chicas.-
-Por supuesto que no lo es- dije- porque no es una broma.-
-Estoy enamorada de Lara.- Agregó la rubia.
-Ana eso no es natural.-
-Amar es tan natural como las cascadas y los lagos, Ofelia.-
Intervine.
-Dos personas del mismo sexo no pueden amarse.- La chica estaba
a punto de un infarto.
-Amas a tu madre.- Dije.
-Es diferente; no planeo procrear con mi mamá.-
-Ni yo con, Ana. No se puede. Hablo exclusivamente del
sentimiento del amor, Ofelia. Sin normas sociales, sin reglas, sin roles que seguir,
simplemente dejar que tu corazón lata sin control por otro ser humano porque te
hace sentir único y amado. A ese amor me refiero.-
-¿Tu papá lo sabe?- Preguntó escandalizada.
-Si lo sabe o no, es irrelevante; ¿hace cuánto que conoces a Ana?-
Cuestioné.
-Desde hace dos años, cuando llegaron.-
-¿Cómo era cuando llegó?-
-Tímida, no me permitía que la tocara.- Recordó sin dificultad.
-¿Sabes por qué?- Asintió con cierta pena. -¿Cuándo te permitió
que la tocaras?-
-Cuando comenzó a confiar en mí y cuando...-
-Cuando ella te comenzó a querer y perder el miedo. Así nos pasa,
sólo que un poco más... amplio. Nuestra conexión en más profunda. Ella confía en mí
y yo en ella; yo la quiero y ella me quiere; cuidamos la una de la otra; me hace feliz y
espero en el cosmos que yo lo haga con ella. Justo como lo hacen tus papás, como
cualquier otra pareja.-
-Pero...-
-¿No es normal?- Acotó la rubia. -¿Qué es normal, Ofelia?- Se
acercó a ella sin soltar mi mano. –Tú sabes lo mucho que me ha costado adaptarme,
estar con las personas sin tener ataques de pánico. Tú lo sabes muy bien porque te
dejé entrar y aun así hay muchas partes de mí que no conoces y cosas que no
controlo...-
-Las pesadillas.- Agregó la chica, mi novia asintió.
-Desde Lara han disminuido y mucho. He ganado confianza
conmigo y con la gente. Me siento feliz, Ofelia. Usaré tu palabra-agregó con una
sonrisa- desde Lara me siento como una persona normal. No como un humano que
fue usado para complacer a un monstruo. Como mi mejor amiga deberías estar alegre
de esto.-
-Sé que es mucho para digerir- dije –pero créeme que mi único
objetivo es hacerla feliz. Cueste lo que cueste.- Me puse a la par de Ana. –Ella te
quiere mucho, me dolería que su amistad termine por esto. No quiero que te alejes
de ella, también te necesita.-
-No es normal.-
-No, quizá no es lo "normal" pero no estamos haciendo nada malo.-
Dije.
-¿Por qué se esconden entonces?- Me eché a reír.
-Una cosa es amarnos y otra cosa es ser pendejas. Somos
conscientes de la posición del señor Cardozo aquí y lo que nosotras tenemos... no lo
entenderían. La mayoría no lo entendería. Lo último que quiero es a Ana bajo los
reflectores. Somos muy felices y eso sólo nos compete a nosotras y a nuestro círculo
más cercano. Nadie más.- Ana pasó su mano por mi cintura y yo lo hice sobre sus
hombros.
-No imaginas lo mucho que Lara ha hecho por mí, te lo digo en serio.- Abracé fuerte a
mi novia. –Muchas cosas que creí que se quedarían en el fondo de mi mente y
corazón han encontrado su camino a la salida. No sabía que tanto dolían hasta que
por fin Lara las encontró y me ayudó a sacarlas. Parece una vaca loca pero es la
persona más increíble del mundo. Te lo puedo jurar, Ofe.-
-Yo no... lo siento, Ana pero no es natural. Van en contra de Dios.-
-¿Crees que la felicidad que sentimos en un pecado?- Pregunté.
–Amiga, déjame decirte que nunca había estado más cerca del cielo.- Sonreí y dejé
un beso en la frente de Ana. –Quizá deban platicar a solas, yo necesito ir a mi casa.-
-¿Te quedas ahí?- Preguntó la rubia. Asentí. –Llego más tarde.-
-No, cariño, no llegues. Yo vengo a ti, ¿te parece?-
-Me parece.- Me sonrió.
-Intenta mantener la mente abierta, Ofelia, por favor.- No dijo
nada. Con paso firme salí del lugar con dirección a mi casa.
Sentí que era mejor dejarlas a ellas hablar; hasta hace poco Ofelia
me odiaba y pensaba lo peor de mí y ahora con esto, quizá no regrese a esos
sentimientos pero no creo que tenga muchos positivos ahora mismo. Ana es mejor
con las relaciones interpersonales que yo, confío en que convencerá a la chica que no
estamos haciendo nada que nos condene al infierno.
Ana es una persona muy devota a Dios más no fanática. Cree en Él,
confía en Él a pesar de todo lo que pasó, ella cree que hay un plan para todo y que
todo ya está dicho. La recuerdo diciéndome que ella puede ser un ejemplo de que la
homosexualidad y Dios no están peleados. La gente con la mente cerrada son los que
lo ponen como si fueran agua y aceite. Ana tiene mucho por recorrer aún pero está
segura del hecho de que haya decidido amarme no la hace indigna de Dios. Todo lo
contrario. Ella cree que soy una súper compensación divina por todo lo que ha pasado
en su vida. Yo sólo sé que incluso si Dios no me aceptara la seguiría amando con
locura.
Pasé la mayor parte del tiempo limpiando la casa; barriendo y
haciendo como que trapeaba. En algún momento la pierna comenzó a dolerme por lo
que opté por tirarme al sillón y descansar un rato. El brazo estaba en muy buen
camino de recuperación. El dolor era nada comparado con el de la pierna. Hacía
cuentas de cuando podía regresar a la cancha pero por el momento se veía más
factible que una vaca volara a que yo regrese a jugar mi amado deporte. Y eso me
entristecía pero no podía hacer más que esperar.
En algún momento de mi profunda meditación-descanso me quedé
dormida. El cansancio de arreglar el lugar, el dolor que todavía me aquejaba y el rico
olor del aromatizante fueron claves para caer en los brazos de Morfeo. Como en los
últimos días mis sueños eran sobre mi madre antes de ser la bruja. Ana me decía que
eran un buen augurio de que las cosas se podían arreglar y una gran parte de mí
quería creerlo. Me había decido a escribirle una carta diciéndole que la amo y que
quiero recuperar nuestra relación. Como era antes. Quería a mi madre de regreso
porque aunque me cueste aceptarlo, me hace mucha falta.
A lo lejos escuché que tocaban a la puerta pero no tenía muchas
ganas de levantarme. La persona del otro lado tenía muchas ganas de verme y
recordé que usualmente Norma venía por las noches a tomar café. Debió haber visto
las luces encendidas. Me puse de pie y abrí la puerta. Apenas despierta tuve la
habilidad suficiente de esquivar el golpe que me lanzaron.
-¿Quieres jugar sucio, perra?-
-Hola, Livy.- Le sonreí.
-¡No me llames así!-
-Así que recibiste el mensaje, ¿cómo está Cuasimodo?-
-Me importa una mierda el puerco ese; nadie me humilla.-
Feliz casi fin de semana. Que todo este fluyendo a su favor y si no,
busquen la manera de que lo haga. Sean buenos con ustedes y anhelo poder leernos
pronto con el capítulo 25. Nos vemos en twitter @Alexita_May ;) Como siempre,
pasen al @elcirculcolibri para encontrar de todo un poco.
Abrazos desde un nublado rincón de México,
Ale :)
Capítulo 25
A pesar de estar en el lugar que más amo en el mundo, los brazos de Ana, no podía
dormir. Habían demasiadas cosas en mi mente; muchísimas de diferentes índoles. Lo
que acababa de pasar hace algunas horas todavía pasaba por mi cabeza como una
película que he visto millones de veces; la expresión de dolor de Ángel; los mensajes
en su cuerpo; la graciosa forma en la que dejaron su cabello; la mirada de Olivia
cuando el equipo llegó a mi casa; sus lágrimas. Esto último era lo que más
perturbada me tenía y las palabras que le dije. Salieron de la nada; ahora con la
cabeza fría podía pensar más detenidamente en todo.
Con mucho cuidado me deshice del agarre de Ana, la dejé recostada sobre su lado
derecho y puse una almohada para que abrazara. Tenía esto en mente desde hacía
unos días y no lo dejaría ir, ahora era el momento adecuado. En la habitación
cuidando hacer el menor ruido posible, me puse unos shorts, tomé la mochila de Ana
y salí a la cocina encendí las luces y abrí la puerta a la iglesia. La dejé ligeramente
entreabierta para tener la luz suficiente. Me senté con las piernas como si fuera a
meditar; abrí la mochila, saqué una libreta y un lapicero y vi hacia el hombre clavado
en la cruz.
-Creo que no hay necesidad de presentarme, ya me conoces. Las
pocas veces que me acuerdo que existes generalmente te reclamo por lo que le
hiciste pasar a Ana, será mi eterna pregunta hacia ti. Pero también hay un pequeño
porcentaje de veces en las cuales te pido que la guíes, que la ayudes y que no
permitas que nada malo le vuelva a pasar. Lo sé, te culpo pero quiero la protejas, no
tiene sentido pero Ana me dice que debo darte el beneficio de la duda. Siempre mis
plegarias serán para ella para que este sana y viva feliz, incluso si no es conmigo. Mi
mundo comienza y termina con ella pero eso, creo que ya lo sabes.- Sonreí. –Hoy,
más que nunca, quiero confiar en ti y que me ayudes, esta vez es por mí. Quiero
contarte la historia de mi mamá y lo feliz que era con ella.- De nuevo el nudo en mi
garganta. –Es la mujer más bonita que he visto, siempre quise ser como ella y parece
que me escuchaste porque soy un retrato de ella o eso dicen. Recuerdo las noches en
las que papá no llegaba a casa por trabajar mucho y ella se ocupaba de que no lo
extrañara tanto; jugábamos, me cantaba, me cocinaba lo que yo quería, me amaba.-
Las primeras lágrimas comenzaron a caer. –A pesar de que parezca que me consentía
demasiado era estricta, me daba deberes pequeños pero significativos: dejar mis
juguetes en su lugar; llevar mis platos al fregadero; ordenar mis zapatos; levantar
mis desastres. Nunca, te lo puedo jurar, pensé en ella como una mala mamá. Para mí
era lo más cool del mundo y estaba muy feliz por tenerla a ella en casa y cuando
papá podía estar con nosotras era como complementar nuestra felicidad... y luego
todo cambió.- Un leve sollozo escapó de mis labios. –Dejé de conocerla, dejó de
jugar, dejó de pedir favores y comenzó a dar órdenes, dejó de cuidarme y comenzó a
contratar más y más personas para que cuidaran de mí. Dejó de ser mi mamá. Me
encerraba en mi habitación esperando que ella llegara por mí como solía hacerlo pero
nunca llegaba. En un punto dejé de esperarla y fue cuando busqué otras formas.
Cambié, quizá no era la hija que ella deseaba y por eso dejó de quererme.- Tomé una
pequeña pausa para poder aclarar mi garganta. -Ya nada me importaba y nada me
importó de ahí en adelante si ya no le importaba a mamá nada me importaba en la
vida... hasta que llegué aquí.- Sonreí. –Pero eso, como muchas cosas, ya lo sabes.-
-Pero le gusta que se lo digan.- Pegué un brinco al escuchar la voz
del señor Cardozo. Intenté limpiar mis lágrimas. –No te escondas, dulce Lara.- Con
cuidado se sentó a mi lado y me abrazó.
-No sé qué pasó.-
-Ni yo lo sé. Ella no era así.- Su profunda voz llenó el silencio.
-¿Y si no la encuentro?-
-¿Y si la encuentras?- Me abrazó más fuerte.
-Me hace mucha falta.- Por fin lo pude decir en voz alta y se sentía
tan bien y tan lleno de dolor a la vez.
Me eché a llorar en los brazos de señor Cardozo como nunca lo
había hecho. Yo no lloraba pero esto me sobrepasaba por mucho. Estaba lastimada;
detrás de la fachada estaba la pequeña Lara estirando los brazos hacia mamá,
esperando ver su enorme sonrisa entrando a mi habitación. Esperaba ver sus
radiantes ojos verdes viendo a los míos con tanto amor que me hacían sentir que
podía contra el mundo. Había muchas cosas buenas en mi vida pero el enorme hueco
en mi corazón no podría ser llenado más que por mi propia madre. Me niego a
perderla.
Dejé salir todo; ahora entendía lo que decían de que cuando lloras lo haces por
muchas razones, no sólo por una. Lloraba por mamá y nuestra fracturada relación;
lloraba porque Ana parecía no encontrar la salida a las pesadillas y eso me mataba;
lloraba porque una parte de mí se sintió mal por lo que le hice a Olivia y Ángel;
lloraba porque la otra parte se sentía muy bien por lo mismo y me volvía loca;
simplemente lloraba por no encontrar respuestas.
Me costó mucho controlarme porque mi mente me torturaba
diciendo que quizá debería hacerme a la idea de no encontrarla más. Que los bueno
momentos no regresarían más y eso me dolía muchísimo. Ahora mismo la
incertidumbre llenaba mi ser y es la sensación más desesperante del mundo. Muchas
cosas en muy poco tiempo. El señor Cardozo dejó un beso sobre mi cabello antes de
que me separara de él.
-¿Mejor?- Asentí.
-Gracias, señor.-
-Alberto.-
-Me sentiría muy incómoda.- Se echó a reír.
-Lara, no te hagas la penosa ahora.-
-Lo intentaré.- Le sonreí.
Permanecimos en silencio no sé cuánto tiempo más; sentía que mi
corazón aún estaba como loco y que la cabeza estaba por estallarme de tanto que
lloré. Alberto hacía círculos en mi espalda buscando que me calmara. Busqué seguir
su ritmo de respiración y fue ahí cuando pude controlarme por completamente.
-¿Qué planeabas hacer?- Rompió el silencio.
-Escribirle una carta.-
-Te dejo para que lo hagas.-
-No creo que pueda hacerlo después de esta... catarsis. Será mejor
que vaya a la cama.- Me puse de pie y le tendí la mano para ayudarlo.
-Gracias, dulce Lara.-
-Gracia a ti.- Me sonrió y me dio un pequeño abrazo que
correspondí con alegría.
-Ve a descansar.- Asentí e hice mi camino a la habitación de Ana
quién estaba sentada sobre la cama. Al ver mi silueta encendió la lámpara sobre su
buró.
-¿Dónde estabas?- Se veía preocupada.
-Platicando con tu papá.- Me acerqué a ella y de inmediato llevó su
mano a mi mejilla.
-¿Qué pasó?- Preguntó asustada al ver mi estado.
-Hablé de mamá con él y con Él- sonreí- y terminé llorando. Nada
grave.-
-¿Resolviste tus dudas?- Escuché como la lluvia caía de nuevo sobre
el pueblo.
-Más bien reafirmé que quiero a mi mamá de vuelta.- Una pequeña
sonrisa apareció.
-Estoy muy orgullosa de ti.- Agaché la cabeza.
-No podría hacerlo sin ti; tú has sido fundamental en esto, Ana.-
-Un placer serte útil.- Dudé un poco.
-¿Y si no puedo?-
-Lo lograrás, amor.- Me dio un tierno beso en los labios.
-Me llamaste amor.- Sonreí como tonta.
-Eres mi amor.- Un beso más. –El amor de esta vida y de las que
siguen.-
-Vaya poder que tiene con las palabras, señorita Cardozo.- Ella
estaba de rodillas sobre la cama y yo de pie. La abracé fuerte a mí.
-Alguien saca lo mejor de mí, señorita Orozco.-
-Qué suerte tiene esa persona.- Pegué su frente con la mía.
-Yo soy la de la suerte.- Busqué sus labios y los atrapé en una leve
danza que duró unos segundos.
-No imaginas cuanto te amo, Ana. Juro por Dios que no tienes ni la más mínima
idea.- Sentí sus manos tocar mi estómago con mucho cuidado y ascender levemente.
Dejé sus labios y besé sobre su mentón y poco a poco bajé hasta su cuello. Un rastro
de besos fue haciéndose presentes en esa zona, me detuve en donde sus pulsaciones
se marcaban y succioné levemente.
-La...- La forma en como apretó sus manos a mi piel me indicaron
que le había gustado. Lo hice una vez más cuidando de no dejarle una marca.
-Te amo.- Regresé a sus labios. –Te amo muchísimo.-
-También te amo, amor.- Se separó levemente de mí y me sonrió
con ternura.
-Si algo te molesta me dices.- Asintió. –En muy en serio, Ana.-
-Sí.- Con cuidado la tumbé sobre la cama y me puse encima de
ella.
-Sólo somos nosotras dos, Anita, mírame.- Le sonreí antes de
conectar sus labios con los míos; deslicé mi lengua, jugué con la de ella antes de
sentir el fuerte agarre de Ana sobre mis caderas. Llevó sus manos debajo de la
playera e hizo círculos sobre mi espalda.
El beso cambió de tono y se hizo más profundo, más íntimo, más
pasional; mi posición no dejaba que pudiera tocar a mi novia, estaba suspendida
sobre ella pero sentía el calor que irradiaba su cuerpo. De nuevo llevé mis labios a su
cuello y los dejé vagar ahí por varios minutos. Ana descendió sus manos hasta mi
cadera una vez más y más abajo hasta que sus manos quedaron posicionadas sobre
mis glúteos. Di un pequeño mordisco en su cuello lo que hizo que me apretara contra
ella. Podía sentir claramente su pelvis contra la mía y todas mis terminaciones
nerviosas se pusieron en alerta máxima.
La escuché gemir al sentir el contacto y supe que no le fue nada
indiferente. Me separé de ella y la vi directo a los ojos; sus pupilas dilatadas y sus
preciosas mejillas sonrojadas me decían que lo estaba disfrutando tanto como yo. No
hice nada por algunos segundos, no quería rebasar ninguno de sus límites. El estar
con ropa quizá pudiera ser mi aliado.
-¿Todo bien?- Pregunté besando su frente.
-Más que bien.- Me sonrió.
-Si te molesta...-
-Te digo.- Asentí.
Sin dejar de verla comencé a moverme suavemente; un lento y
pausado vaivén sobre ella. Nuestros cuerpos frotándose y sintiéndose tan cerca como
nos era posible. ¡Qué sensación tan más maravillosa! No podíamos dejar de vernos;
sentía su respiración cambiando de ritmo y su preciosa boca se abrió levemente.
Nunca la había visto ni tan hermosa ni tan radiante como ahora. Mi sexo ardía y podía
sentir la humedad entre mis piernas; estaba haciendo esto con una persona de la cual
estoy enamorada y amo con todo mi ser. Por fin conocía la sensación de un roce
íntimo combinado con amor; la mejor sensación del mundo.
-Te amo.-
-Te amo, La.-
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás dejándome a disposición
su cuello una vez más. Era la imagen más erótica de mi vida. Ana con su precioso
semblante levente sonrojado y rendida ante este increíble momento íntimo entre las
dos. Besé, lamí y mordí su cuello mientras escuchaba sus leves gemidos llenando el
espacio. Su sabor era tan dulce y su piel tan suave que nunca me cansaría de ella.
Moría por tocarla pero algo en mí me decía que todavía no así que me limité a
explorarla con mis labios. Agradecía que la lluvia cayendo sobre las láminas silenciara
lo que pasaba en la habitación.
Mis movimientos se hicieron más rápidos y Ana me apretaba cada
vez más a ella. Estaba tocando el cielo con la chica debajo de mí. Lo sentía, ese calor
que recubre el cuerpo; esa hipersensibilidad en la zona íntima; esas ganas de querer
gritar y a la vez callarse y dejarse llevar; lo agitado de mi corazón, sentí que en
cualquier momento se saldría; las pequeñas gotas de sudor resbalando por mi cuello
y frente; ese pequeño temblor que también sentí en mi rubia. Me dejé de lado y me
concentré en darle el máximo placer posible. Esto era sobre ella. Busqué sus labios y
nuestras lenguas se entrelazaron de inmediato. Las manos de Ana nunca dejaron mi
glúteos y su agarre era más como un fuerte apretón que estaba disfrutando
muchísimo.
-La, algo se siente...- Se escuchaba algo asustada.
-Eso es un orgasmo, cariño.- Dije sin dejar de besarla.
-Tú...-
-También lo estoy sintiendo.-
-¿Por qué...?-
-Porque lo estamos disfrutando mucho.- Me moví más rápido, me
separé para ver su precioso rostro que se mantenía con los ojos cerrados. –Déjate
llevar, mi amor.- Puse un poco más de presión sin dejar de moverme, entonces se
tensó y un fuerte gemido la acompañó.
-¡La!- Se aferró fuertemente a mí y yo me dejé llevar también. El
ver su cara de placer hizo que yo también me corriera junto con ella.
Mi mundo temblaba; yo estaba con los ojos cerrados y respirando
erráticamente; sabía que Ana estaba en la misma situación. Pegué mi sudorosa frente
con la de ella y nos quedamos así unos segundos hasta que no pude más y me
desplomé sobre su pecho. Con cuidado acarició mi espalda, luego mi cabello y llenó
de besos mi cabeza. El silencio reinó por varios minutos. Asimilando lo que pasó.
-Así se siente entonces.- Habló mi novia. Sonreí.
-Sí, cariño. Así se siente.- Tomé aire. -¿Estás bien?-
-Muy bien, La... todo en mí estaba... no sé cómo describirlo. Fue
maravilloso.-
-También lo fue para mí.-
-¿Cada cuánto las parejas normales lo hacen?- Acaricié su brazo.
–Digo cuando no están, ya sabes, obligados.-
-Cada que quieren. En la mañana, en la tarde, en la noche, en la
madruga. Cuando su cuerpo se los pide.- Reí.
-¿Se puede tantas veces?-
-Hay personas que sí pueden.- Ana y su particular manera de
descubrir el mundo. Amaba cuando hacía miles de preguntas. No necesitaba verla
para saber que sus preciosos ojos café veían al techo.
-¿Tú puedes?- Me eché a reír.
-¿Qué insinúas, preciosa?-
-Quiero volver a hacerlo.-
-¿Te gustó?-
-Fue increíble, La. No sé cómo le haces para hacer sentir tan
protegida todo el tiempo... incluso en algo tan... complejo para mí.-
-Es un instinto en mí.-
-¿La?-
-¿Sí?-
-Lo que yo sentí, lo que me pasó al final, ¿también lo sentiste?-
Sonreí.
-¿El orgasmo? Sí. Ha sido el más placentero de mi vida.- No es que
fuera muy experimentada pero definitivamente nunca había sentido algo como esto.
-¿En serio?-
-Muy en serio.-
-¿Fue por mí?-
-Sí, cariño, fue porque pasó contigo. Tú haces que todo se sienta
mil veces mejor.-
-Definitivamente quiero volver a hacerlo.- Sonreí.
-Sus deseos son órdenes, majestad.- Descansó su barbilla sobre mi
cabeza. Bostecé audiblemente.
-Buenas noches, amor.- Dijo con tanta dulzura que creí morir ahí
mismo.
-Buenas noches, majestad.- Después del desgaste emocional de la
charla con el señ... con Alberto y del desgaste físico que hubo con Ana, quedé
completamente dormida en cuestión de minutos.
No hubo sueños, ni nada, sólo una enorme tranquilidad que se apoderó de mí y que
me hizo dormir como un bebé. Tiempo tenía que no dormía de esta manera. Mi
cuerpo estaba totalmente relajado. Regresé a la consciencia cuando sentí a alguien
llenado mi cara de besos. Inmediatamente la abracé y la tiré conmigo a la cama. La
habitación se llenó con la risa de Ana.
-Buenos días, La.-
-Buenos días, preciosa.- Escondí mi cara en su cuello. Olía a fresco.
-¿Hace cuánto que te levantaste?-
-Un par de horas.-
-Que flojera.- Le hice cosquillas con mi nariz.
-¡Basta!- Se retorcía en mis brazos mientras se reía. –La, me
rindo.-
-Bien.- Le di un beso en la mejilla y me recosté de lado para verla.
-¿Quieres ir al bosque conmigo?- Me preguntó con una sonrisa.
-¿Es una cita?- Asintió. –Me encantaría.-
-Levanta ese lindo trasero y vamos.- Me dio un beso en la nariz y
salió de la cama.
-¿Lindo trasero?-
-Tú siempre me lo dices, es hora de que sepas lo que siento cuando
lo haces.- Me eché a reír. –No demores.-
Tan pronto como salió de la habitación me metí al baño a tomar
una ducha rápida. Al entrar y quitarme la ropa vi los rastros de lo que pasó anoche
con Ana y fue inevitable sonreír. Lo mucho que habíamos avanzado en este tiempo.
Amaba a la rubia y ella a mí, ayer por la noche fue su forma de decirme que me ama
y lo mucho que confía en mí. Ese momento lo guardaré por siempre en mi mente y en
mi corazón.
Me bañé rápidamente y agradecí por el agua caliente que relajaba
mi cuerpo. Me puse unos jeans que Ana trajo para mí y los doblé hasta que quedaron
a mitad de mis pantorrillas, mis converse y una playera amarilla simple, una de las
favoritas de mi novia. Cepillé mis dientes y cabello antes de salir a la cocina; ahí
había una gran canasta con cosas y vi a mi chica hablando con su papá.
-Buenos días, dulce Lara.-
-Buenos días, Alberto.- Recordé la plática de ayer. Ana me vio
sorprendida.
-¿Ya son mejores amigos?- Preguntó con una sonrisa.
-Los mejores.- Contesté bromeando. –Estoy lista.-
-Es lo que veo.- Me sonrió. –Te vemos en la comida, pa.-
-Cuídense, por favor.-
-Lo haremos.- Prometí. Ana tomó la canasta. -¿Te ayudo?- Ofrecí.
-No pesa mucho y tú no puedes cargar cosas aún.- Se puso de
puntitas y me dio un beso en la mejilla. –Vamos.-
Esperé a estar en las profundidades del bosque para poder tomar la
mano de Ana quien en varias ocasiones declinó la oferta de que la ayudara con la
canasta. Al llegar encontramos una pequeña mesita de madera, dos sillas y una
pequeña colcha tendida a unos pasos de la mesa.
-¿Lo tenías preparado?-
-No realmente, se me ocurrió por la mañana.-
-Gracias.-
-Lo mejor para la mejor.- Contestó con una enorme sonrisa que
hizo que sus lindos hoyuelos se marcaran.
Pasamos la primera hora comiendo tanto como pudimos; Ana se
esmeró en traer fruta, jugo, café y hot-cakes. No hay manera en que pueda expresar
cuanto la amo por esto. Era un maravilloso detalle que me llenaba de alegría. La
estábamos pasando increíblemente bien. Sólo nosotras dos y nuestras locuras o
mejor dicho, las mías. No sé cómo demonios terminé con la cara manchada de
mermelada pero no dudaría en hacerlo de nuevo al escuchar la risa de Ana.
Fui al lago y tomé un poco de agua para limpiarme la cara; después de unos
segundos lo conseguí. Me quedé contemplando el precioso escenario frente a mis
ojos. El sol comenzaba a ascender y sus delicados rayos atravesaban los árboles a
nuestro alrededor. Se veía simplemente espectacular. Sentí los brazos de Ana rodear
mi estómago.
-¿Todo bien?-
-Todo perfecto.-
-¿Regresaremos aquí?-
-Claro, en vacaciones podemos venir a visitar. No quiero dejar de
ver a Norma, ni a tu papá, mucho menos a Ingrid.-
-¿Vivirías aquí?-
-A dónde tú quieras ir yo voy. Así de simple.-
-¿Incluso a Groenlandia?- Reí.
-No me preocupa eso porque odias el frío.-
-¿Apartamento o casa?-
-Apartamento.-
-¿Por qué?-
-Una casa es algo más... serio. No sé cómo decirlo.-
-¿No quieres familia?-
-Puedes meter una familia en un apartamento. Al menos en el que
tengo en Texas.- Sonreí antes de darme la vuelta y tenerla de frente. -¿Quieres
preguntar algo?-
-¿Quieres una familia?-
-No es una de mis prioridades, Ana.- Tomé sus manos. –Somos
muy jóvenes aún, tenemos mucho camino por recorrer antes de pensar en una
familia. Esto no quita que quiera pasar contigo el resto de mis días.-
-¿Por qué no es una prioridad?-
-En parte juega un rol lo que estoy pasando en casa, ¿y si no soy
buena?, ¿y si no soy capaz de conducir a mi hijo a algo bueno? Me asusta que no
llegue a ser lo suficientemente buena.-
-No lo dudes, lo eres- se acercó más a mí –lo sé por la forma en
como me cuidas; sé que harías lo mismo por alguien de tu propia sangre.-
-Quizá pero ahora mi única preocupación es usted, majestad.-
Delineé sus pómulos con mi dedo índice. –Has estado durmiendo poco.-
-Lo de siempre.- Esquivo mi mirada.
-No me mientas, Anita, quiero ayudar.-
-No pasa nada, La.-
-Dímelo a los ojos entonces.- Suspiró. –No quiero obligarte a
hablar, ni nada de eso, sólo quiero que sepas que aquí estoy, puedes decirme.- Se
abrazó a mí con fuerza.
-No quiero lastimarte. Sé lo mucho que te afecta también.-
-Podemos hablar con Omara, si tú quieres. Ya habíamos platicado
de esto necesitamos a alguien más que nos pueda ayudar.-
-Me gustaría eso.-
-¿En serio?- Asintió. –Bien, el lunes podemos hablar con ella de
esto, ¿te parece?- Asintió una vez más. –Te amo, no lo olvides.-
-No podría.-
-Sólo quiero tu bienestar, Anita, no te estoy presionando a nada...-
Se puso de puntitas y me besó.
-Lo entiendo, La y lo agradezco enormemente.- Se escondió en mi
cuello.
-Vamos a encontrar la manera.-
-¿Quieres recostarte un rato?- Besé su cabellera.
-Me encantaría.- Ana me guió al pequeño espacio y se recostó en
mi pecho.
Por varios minutos no dijimos nada, sólo disfrutábamos la compañía
de la otra. Era una de las cosas que más amaba de estar con Ana, podíamos pasar
horas platicando de cualquier cosa o simplemente podíamos disfrutar en silencio.
Tenerla cerca era más que suficiente para mí o verla dormir. No recuerdo las veces
que desperté en la madrugada y me perdí detallando cada parte de ella. Su
semblante tan sereno y su pecho subiendo y bajando lentamente. Recliné mi cabeza
sobre la de ella y cerré los ojos; soy la chica más afortunada del mundo.
Sólo de pensar en eso me hacía sonreír como tonta; viviríamos juntas. La tendría
para mí todo el tiempo. Sé que no tendrá problemas para adaptarse a la escuela, es
sumamente inteligente y sus calificaciones son impresionantes, a excepción de
educación física, lo cual siempre hace que me burle de ella. Hablaba cada vez más
inglés con ella y la motivaba a usar el idioma. Mi chica aprende muy rápido. A leguas
se puede notar mi entusiasmo con esta situación.
El escuchar a las aves afuera de mi habitación indicaba que un
nuevo día comenzaba y lo que comenzó con un puto sonido infernal ahora era parte
de mi rutina diaria. Y era el indicador de que estaba en un lugar done me siento
aceptada y querida por muchas personas. Sonreí al darme cuenta de lo mucho que
han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
Decidí darme una ducha rápida para comenzar fresca el día. Mi
humor mejoró aún más después de los minutos bajo el agua. Mi estómago y mi
pierna aún tenían marcas de mi encuentro con Olivia y Ángel, los moretones de los
golpes y de las ventosas no desaparecían del todo. Mi cara era la que anunciaba lo
que había pasado, la cicatriz del corte comenzaba a secarse y mi otro pómulo aún
estaba de color verde, no tan marcado como los primeros días pero todavía era muy
visible.
Tenía suficiente tiempo antes de partir a la escuela por lo que decidí
prepararme unas quesadillas. Afortunadamente ayer pude hacer un poco de compras
después de terminar mi turno en la tienda comunitaria. Todo el día estuve
quebrándome la cabeza pensando en un regalo para Ana y llegué a la conclusión de
que soy la persona más simple del mundo.
Encendí la computadora y comí en compañía de mis voces favoritas.
Me comenzaba a acostumbrar a este estilo de vida, al café por las mañanas, al sonido
de los animales, el lago, el bosque, el río, incluso a la falta de internet... ¡Dios! Ya
Ana influyó mucho en mí. Era de las personas que moría sin internet y ahora a casi
tres meses de la falta de éste he estado muy tranquila. El lugar al que llegué echado
rayos y maldiciones se convirtió en mi pequeño refugio.
Estaba por salir de mi habitación cuando escuché que tocaron a la
puerta. Abrí y me encontré con una sonriente Norma a la cual recibí con un enorme
abrazo que se prolongó por varios minutos.
-También me extrañaste, Lara.-
-Mucho.- La apreté antes de soltarla. –Buenos días.-
-Buenos días, mi niña, ¿lista?- Asentí. Caminamos unos pasos antes
de que volviera a hablar.
-Necesito tu ayuda.-
-No te ayudaré a despelucar a Olivia.- Me quedé callada.
-No necesitaré ayuda para eso.-
-¿Cómo que no necesitarás? Ni se te ocurra meterme en
problemas.- Suspiré. De todos modos se iba a enterar.
-Ya me metí en problemas.-
-¿Qué hiciste?-
-Le di un poco de su propia medicina y a Ángel también.-
-¡Estás loca!-
-Que quede claro que fue idea del equipo y bueno, yo no me
opuse.- Norma suspiró fuertemente.
-¿Qué les hiciste?-
-Cosas.-
-Lara...- Advirtió.
-Está muy temprano para que te enojes; te lo diré más tarde. Mejor
ayúdame con el regalo para Ana.- Sonreí. –En un par de semanas es su cumpleaños.-
-¿Qué tienes en mente?-
-Nada.-
-Impresionante, Lara.-
-¡Es que soy muy inútil para estas cosas! Nunca le regalé nada a nadie, bueno, sí
regalé cosas pero me importaba una mierda si les gustaban o no. Y con Ana no es así,
quiero que sea algo que le guste, algo que sea digno de ella, que sea algo muy pero
muy especial porque es lo que merece. No sé quizá pueda buscar en el otro pueblo;
yo...-
-¡Lara!- Me tomó del brazo. –Respira profundo.- La mujer sonrió.
–Ana amará cualquier cosa que le des porque viene de ti. No necesitas cosas
extravagantes o rebuscadas, es una chica sencilla que estaría feliz con una sola rosa.
Así que relájate y piensa en algo significativo, no necesariamente costoso pero sí que
vaya con su estilo.-
-¿Una rosa?-
-Puede ser pero, ¿qué significa esa rosa? Más que el regalo es el
porqué de darle eso a esa persona, ¿entiendes?- Asentí. –Bien, ahora usa aquí- tocó
mi sien- y deja que tu amor por ella te dé la respuesta.- Le sonreí.
-Gracias, mamá.- Le di un beso antes de echarme a correr.
-¡Me las vas a pagar, Lara!- Mi súper carrera duró como treinta
pasos porque la pierna comenzó a dolerme.
Entré a la escuela, me recliné sobre la pared y descansé sobre mis
rodillas; respiraba audiblemente, el maldito dolor de la pierna era malo, muy malo.
Quizá dormí mal o algo pasó durante la noche que hizo que el dolor regresara con
tanta intensidad. Comenzaba a recuperarme cuando sentí a alguien tomándome
bruscamente del brazo.
-Justo la persona que buscaba.- Unos fríos ojos azules y un
nauseabundo olor a colonia me invadieron de pronto. Me quedé pasmada unos
segundos antes de empujarlo.
-¡¿Qué te pasa?!- Puse distancia entre él y yo.
-¿Quién te crees para hacerle eso a Olivia?-
-¿Qué mierda te hace creer que fui yo?- Me veía impaciente y tenía
el rostro tenso.
-Tus golpes.-
-Entonces, genio- enfaticé –sabrás que la imbécil de tu hija
comenzó todo esto.- Se acercó peligrosamente a mí.
-Cuida tu boca, estúpida mocosa.- Me acerqué a un más a él.
-¿O qué? No te tengo miedo, doctorcito.- Me tomó nuevamente del
brazo y antes de que pudiera zafarme alguien lo alejaba de mí.
-¿Qué le pasa?- Una enojada Norma llegó a la escuela.
-Pasa que esta perra golpeó a mi hija.-
-Vuelva a dirigirse de esa forma a mi protegida y no me contendré.-
Amenazó Norma. –La fichita que tiene de hija comenzó esta locura. Puede verlo en el
rostro de Lara- Señaló a mi cara- así que no me venga a armar un numerito por algo
que se buscó.-
-¿Aprueba esto?- Preguntó con la misma cara de orto que cuando
llegó.
-Claro que no pero no espere que ponga la otra mejilla. Llámele
karma, retribución cósmica o ajuste de cuentas.-
-Llegó golpeada a casa.-
-Lara quedó inconsciente en medio de la nada con un hombro
zafado, con cortes en la cara y una pierna inservible.- Nunca había visto a Norma
enojada. -¿No se lo merecía?-
-No sé cómo puede encubrirla.-
-No sé cómo es incapaz de cría a un ser humano decente. Usted,
mejor que nadie, sabe que su hija no es una buena persona ni está cerca de serlo.-
-¿Lo dice por cómo trata a la hija del pastor? Véalo como un
servicio comunitario, la niña necesita madurar un poco.- Apreté la mandíbula, hice el
intento de acercarme a él pero Norma no lo permitió.
-Bueno, entonces vea la madriza que le puse a su hija como servicio comunitario, la
niña necesita que le pongan los pies en la tierra y no se sienta dueña del puto
universo.- La tensión se podía cortar con un cuchillo.
-¿Qué pasa?- Hablando de caras de orto apareció Ingrid. -¿Norma?-
-Aléjate de mi hija, escuicla.- Dijo el doctor volteando a mí.
-Aleja a la resbalosa de tu hija de Lara y de Ana y no tendremos
problemas.- Escupió Ingrid que de inmediato se metió en la discusión. El doctor
quedó viendo amenazadoramente a la mujer quién se echó a reír. -¿Crees que me
vas a intimidar? Persona equivocada, güerito. Deja esto de lado o preferirás una
patada en el culo que tenerme como tu enemiga.- Sonrió maquiavélicamente.
-No sabes con quién te metes.-
-Ni tú tampoco.- Ingrid se puso a centímetros de él. -¿Crees que
me asusta que puedas matarme? Puede que esté más loca que tú.- Norma de
inmediato la jaló.
-¡Basta!- Espetó Norma. –Espero esto no pase a mayores, doctor.
Hablaré con mi protegida, aunque estoy segura que ya entendió que no puede
comportarse de esta manera.- Nos quedó viendo a las tres antes de hablar.
-Si la vuelve a tocar...-
-Es porque se lo buscó. Lara no es un perro rabioso que anda
buscando a quién morder, dome a su engendro y nosotros domamos al nuestro.-
Estaba a punto de decir algo cuando fue interrumpido nuevamente. –Hemos
terminado.- Ingrid nos tomó a ambas del brazo y nos arrastró fuera de ahí hasta la
biblioteca. Se aseguró de cerrar bien la puerta y nos guió a una mesa. –Escupe.-
Sonreí.
-Puede que le haya cortado el cabello.-
-¡¿Qué?!- Dijeron al mismo tiempo las dos, sólo que Ingrid se echó
a reír.
-¿Qué tan corto?-
-Muy corto.- Rió más fuerte.
-No la alientes, hermana.-
-Se lo merecía y en el fondo también estás feliz así que calla. ¿Qué
más?-
-No tenía planeado golpearla- Norma me vio incrédula –en serio
pero dijo cosas muy horribles de Ana.- Sentí mi sangre hervir al recordar sus
horribles palabras. –No me pude contener y agradezco a Dios que llegó el equipo o le
hubiera desfigurado la cara.-
-Bien, ahora esto no puede volver a pasar, Lara. No puedo enfatizar
esto lo suficiente.- Dijo Norma.
-Estoy segura de que no pasará otra vez, Olivia y Ángel ya
entendieron que no pueden actuar y no tener consecuencias.-
-¿Ángel?- Fue el turno de la bibliotecaria.
-Puede que lo hayamos rapado y lo hayamos dejado desnudo en el
bosque.- Ingrid volvió a reír y Norma se reprimía, lo sé.
-Ay, Lara, estoy a dos pasos de hacerte un puto altar.-
-Sólo espero que no vuelvan a meterse con Ana y listo.- Agregué.
-No son tan idiotas aunque Olivia siempre se supera.- Reí y Norma
le dio un zape a su hermana.
-No apruebo esto, en absoluto pero si esto la aquieta un poco,
bendito sea Dios. Y prohibido retar al doctor, par de locas. No sabemos de lo que ese
hombre es capaz así que no le den motivos.-
-Él tampoco sabe de lo que soy capaz.- Dijo Ingrid.
-Y esperemos que no lo sepa, loca.- Norma le sonreía a su hermana
con tanto cariño incluso cuando la estaba regañando. –Lara...-
-No volverá a pasar.- Aseguré.
-Ojalá sea el final.- Suspiró la mujer de ojos expresivos.
Y por todos los dioses que yo esperaba lo mismo, un final a esto.
Por el bienestar de mi novia y el de los chicos que conviven día a día con ese peculiar
par. No me sentía con el poder de poner a la gente en su lugar pero algo en mí me
sigue diciendo que esto era necesario. Sólo espero que ellos reaparezcan lo más
pronto posible para ver a reacción del resto de los estudiantes y ver con que actitud
vienen ellos. Aunque lo más seguro es que se conviertan en dos estudiantes más que
pasan en este lugar sin pena ni gloria.
A/N Hola, preciosas criaturas de la creación :) Aquí, una vez más,
mostrando mi fijación con los jueves xD
Muchos estaba esperando un poco de esto, no es necesariamente lo
que tienen en mente pero es una probadita para aplacar su ganas. Simplemente es
una escena maravillosa que muestra el nivel de confianza y amor entre las dos. Me
encantó. Sin embargo para mí es más de resaltar el encuentro de Lara con un Poder
Superior, eso habla del crecimiento espiritual de Lara y también de su madurez como
persona así como de la buena influencia de Ana en su vida.
Pasen a elcirculcolibri para mucho material muy mamalón.
Nos escribimos en twitter @Alexita_May para adelantos de los
capítulos y otras cosas.
Que su semana haya estado llena de cosas positivas (como la mía)
y su fin de semana vaya mejor aún. Les mando un enorme abrazo desde un frío
rincón de México.
Nos leemos pronto,
Ale :)
Capítulo 26
Estas últimas semanas, incluso con Lara tan pegada, las pesadillas
habían sido más atroces que de costumbre. No se habían ido por completo y cada vez
eran más vívidas, más reales, más crudas. Al menos estos días los pasé en relativa
tranquilidad, las pesadillas se iban en cuanto sentía el olor de Lara o sus brazos
rodeándome. Pude dormir más horas en esta semana que en todo el mes. No sé qué
pasaba pero esto estaba empeorando.
El día de la venganza fue una mezcla de mi preocupación por Lara y
el miedo de que él viniera por mí en la noche. Él, mi eterno demonio, la enorme cruz
que siempre traeré a cuestas conmigo. Él y sus infinitas maneras de hacerme sentir
un muñeco que podía ser usado cuando quería; él y su forma tan particular de
tocarme y de hacerme sentir sucia; él y su impecable figura que aplastó las flores que
comenzaban a crecer en mí. Ese día recordé una de las tantas veces que sus manos
taparon mi boca para que dejara de gritar, odiaba la bulla más que a nada. Y yo lo
odiaba a él.
La desesperación, la impotencia, la rabia, el miedo, el dolor, todo
regreso a mí. Esperaba que Lara estuviera conmigo para cuando desperté pero no fue
así y eso me puso peor de lo que ya estaba. Tenía miedo de que Olivia la lastimara,
de que le hiciera daño y no porque La no pueda defenderse sino porque esa chica
tiene formas no muy leales de hacer las cosas. Por mi mente pasaban miles de
escenarios que involucraban a mi Lara y me llenaba de miedo pensar en ella
lastimada una vez más.
En cuanto escuché su voz y sentí sus manos sobre mí me relajé
inmediatamente; la necesitaba ahí conmigo como cada día de mi bendita vida.
Busqué sus brazos y me dejé llevar por su dulce olor que tanto amaba sentir. Los
brazos de Lara son lo más reconfortante del mundo, son fuertes para protegerme
pero lo suficientemente delicados para hacerme sentir todo su amor. Así era mi novia,
llena de contrastes que hacían que la amara cada día más; aunque suene un poco
imposible.
Me costaba entender lo que me decía, creo que en algún momento
le pregunté algo pero no puedo recordarlo claramente. Sólo recuerdo el vibrar de su
pecho cuando me hablaba y la suavidad de sus manos recorriendo mi espalda y
brazos. En algún momento le preguntaré por lo que le dije o lo que ella me dijo. Por
el momento lo único que quería era disfruta a mi Lara, sólo eso. Con ella a mi lado
me volvía valiente, atrevida y sentía que podía contra todo. Espero que el vivir juntas
me ayude a dejar un poco de todo este equipaje detrás.
Y lo que pasó más tarde esa noche sin duda fue el inicio de algo
nuevo. No hay manera en la cual pueda describir cómo me sentí en los brazos de
Lara. Un poco temerosa, un poco con dudas pero sabía y sé que Lara nunca me va a
lastimar. Me dejé llevar, como ella me dijo y entendí que el contacto puede ser
maravilloso con la persona adecuada. Pero sentía todavía el gran lastre en mis tobillos
y más apretado que nunca.
Lunes. Ayer fue el primer día que Lara no durmió conmigo y fue lo
peor del mundo. Apenas dormí una hora y él se presentó. Papá pasó el resto de la
noche conmigo buscando reconfortarme pero no pude. Él se quedó durmiendo a eso
de las tres de la mañana mientras yo pasé la noche entera en vela. Cuando el
despertador sonó mi rostro estaba inundado de lágrimas y mi mente llena de
preguntas, ¿algún día llevaré una vida normal?, ¿podré vencer esto?, ¿tiraré la cruz o
la cruz me va a tirar a mí? Las lágrimas fluían tanto que no me di cuenta cuando papá
se despertó.
-¿Qué pasa, mi amor?- No dije nada y me escondí en su pecho a
llorar.
Hasta antes de Lara, papá era mi único refugio, la única persona en
la que confiaba. Claro, Norma y Ofelia tenían "permiso" de tocarme y conocían un
poco de mi pasado pero todo era papá. Ese hombre de fe que muchas veces vi
quebrarse por la desesperación de no saber qué hacer cuando las pesadillas eran
nuestro pan de cada día.
Ese fantasma de la inseguridad cada día se hacía más tangible, quizá soy la cruz de
papá y Lara. Él bien pudiera estar en la ciudad ganando miles de pesos al día y
viviendo en el más lujoso de los apartamentos y comiendo en los restaurants más
caros. Lara no estaría con el brazo zafado, ni lastimada. Quizá fuera amiga de Olivia y
entre las dos me trataría como lo poco que soy.
Sacudí la cabeza, no podía dejar que me ganara de nuevo; Lara y
yo hemos luchado mucho para que esto no me mueva otra vez. No puedo ir hacia
atrás. Sería darle la victoria a él. No lo puedo permitir, por mí, por Lara, por papá,
por Dios que me mantuvo viva por una razón. No puedo sucumbir ante esto.
-No...- Susurré.
-¿No?-
-Él no puede ganar... él no tiene poder sobre mí... me amo...
merezco el amor de Lara... merezco el amor de papá...- Sentí como me abrazó más
fuerte.
-Mereces todo lo bueno del mundo, mi amor. Y no lo digo porque
seas mi hija, lo digo porque eres la persona más noble que hay sobre la tierra. Esto
es sólo un pequeño obstáculo, nada que te derribe por completo.-
-Merezco todo eso.-
-Sabes, me hubiera encantado estar cuando naciste y escucharte
llorar por primera vez; tus primeros pasos; tus primeras palabras; tu primer día de
escuela pero Dios decidió que te encontrara en el momento de más necesidad para ti.
No reniego, le agradezco por traerte a mí, por darme la oportunidad de amarte como
lo hago. Por darme la oportunidad de sentir tu amor. Él nunca va a ganar, Anita
porque tienes a Dios de tu lado, me tienes a mí y tienes a Lara, ninguno de nosotros
tres te dejaremos caer. Y estamos dispuestos a levantarte las veces que sean
necesarias. Te amo, hija mía. Te amo con locura y nunca podrás entender lo orgulloso
que estoy de ti; has avanzado tanto, has crecido tanto en tantos aspectos que es un
deleite ser parte de tu vida.- Escuché como tragó con dificultad. –No te rindas, mi
cielo, por favor. Tu fortaleza es la mía.-
Sentí las lágrimas de papá caer sobre mi cabellera y mi frente, no
dijimos más. No había mucho que decir, todo lo había expuesto papá y tenía razón,
no podía rendirme ahora que las cosas comenzaban a tener un poco de color. Tu
fortaleza es la mía. Papá nunca me había dicho algo así antes pero nunca antes había
tenido un infarto. Sé que él luchaba cada día de su vida y se las arreglaba para pelear
mis batallas también.
Sin embargo seguía sin entender porque las pesadillas cada vez me
atacaban más fuerte, eso era lo que desconcertaba y me tenía en el limbo de si
estaba realmente superándolo o simplemente hacía como que las cosas iban mejor.
Algo estaba pasando dentro de mí; algo venía o algo se iba, no lo sé, sólo sé que hay
cambios y muy grandes.
A momentos, en las pesadillas, me costaba distinguir entre lo real y
lo ficticio; entre los demonios y mi ángel... simplemente estaba en un mar de
desolación en el cual me ahogaba lentamente. Mis miedos, mis frustraciones, mis
fobias, todo eran parte de mi realidad pero ahora estaban acaparando más espacio
del necesario.
-No iré a la escuela.-
-Está bien, mi amor. ¿Quieres desayunar?- Asentí. –Bien, iré a
prepararnos algo.- Besó mi frente y salió de mi habitación.
-Ven a mí, ángel.- Me hice bolita en la cama antes de sucumbir
ante el sueño.
La luz del sol era mi aliada, rara vez tenía pesadillas por las
mañanas o en las tardes. Aunque él no tenía un horario de llegada por la mañana o a
la luz del día me sentía protegida. No sabría decir porque razón pero lo hacía. Pero
odiaba perder clases y odiaba dormir en la tarde porque en la noche me la pasaba en
vela; en resumen, no dormía tanto como debía.
Sentí alguien sacudiéndome levemente y muy a mi pesar abrí los ojos; papá me veía
con una enorme sonrisa. Le regresé la sonrisa pero de nuevo mis ojos se cerraron.
Volví a caer en un sueño muy profundo y papá no me molestó más. Necesitaba estas
horas de sueño; mi cuerpo las pedía a gritos pero mi mente me decía que era malo...
que él estaría esperando por mí.
Nada particularmente pasaba en mis sueños por las mañanas o las
tardes, sólo silencio, a veces me veía en el bosque o pasaban imágenes de mi madre,
o de la antigua casa donde vivía con papá, nada más. Nada extraordinario, no malos
recuerdos. De pronto sentí un aroma muy conocido y de inmediato me desperté, vi a
todos lados y no estaba. Me paré y fui al baño pero nada. Salí a la cocina y ahí estaba
papá.
-Hola.- Dijo con una sonrisa.
-¿Y Lara?-
-Supongo que en la escuela, ¿todo bien?-
-Juraría que sentí su perfume.-
-Era una seña para que te levantaras a comer algo.- Me sonrió.
-¿Qué hora es?-
-Medio día.-
-¡¿Qué?!-
-Lo necesitabas, mi amor. Por eso no te desperté más, ¿quieres
desayunar?-
-Por favor.- Papá se acercó a mí y me abrazó.
-En un momento está listo.- Regresé a mi habitación para
cambiarme de ropa, lavarme los dientes y verme un poco más decente. Cuando
regresé mi desayuno ya estaba servido.
Papá preguntaba algunas cosas superficiales nada relacionado a mi
terrible noche. Aunque ya sabía que era lo mismo de siempre lo amaba por nunca
preguntar directamente, esperaba pacientemente a que yo se lo dijera. Después de
pasar meses sin interactuar con él desde que le di mi confianza nunca, nunca me ha
decepcionado. Ha sido el papá perfecto, el más comprensivo, cariñoso y el mejor guía
que Dios pudo mandarme.
-Cada vez es peor.- Dije después de terminar mi desayuno.
-¿Por qué?-
-No lo sé.- Suspiré. –Lara ayuda y mucho pero incluso con ella ahí
él se presenta. Es... frustrante porque pienso que nunca se irá.-
-Claro que lo hará, Ana, fe y paciencia.-
-Ya llevo casi tres años unos tres más no me matarán.- Papá estaba
por agregar algo cuando hablé. –Iré al bosque.- Asintió.-
-Te cuidado, por favor.-
-Como siempre.- Fui rápidamente a mi habitación de nuevo por el
iPod de Lara antes de emprender mi camino al bosque.
Caminé a mi escondite tan lento como me fue posible, dejé que los
rayos del sol me bañaran y que el suave viento me arropara. Comenzaban esos
extraños días de sol y lluvia, de viento y tormentas. Era la época loca del año y he de
admitir que me gustaba un poco a excepción de las tormentas. Al llegar al lugar
busqué refugio debajo de un enorme árbol que era mi favorito para meditar.
Recordé con una enorme sonrisa mi primer beso con Lara, aún no
me creo que yo fui la que hizo el primer movimiento. Ni mucho menos creo que haya
sido yo la que pidió formalizar nuestra relación. Tantas cosas en tan poco tiempo y
todo gracias a mi Lara, mi chica con corazón de fuego. Como me encantaría tenerla
aquí diciéndome que todo marchará bien, que no hay nada que pueda conmigo, que
mi fuerza interna es más grande de la que creo. A veces, sólo a veces, lo creo, creo
en cada palabra que sale de la hermosa boca de mi novia.
Busqué quedar reclinada sobre el árbol, lo más cómoda posible.
Puse la lista de reproducción que Lara hizo para mí y cerré los ojos. Aquí nadie venía
nunca, por eso me sentía con la seguridad de "bloquear" mis sentidos un rato. Este
era mi lugar favorito en el mundo, después de los brazos de La, aquí me sentía libre y
dejaba que mis pensamientos fluyeran. Hoy sólo quería un poco de paz y reacomodar
la avalancha de emociones que hay en mí. Me dejé llevar por la música.
-¿Por qué?-
-En la mañana nuevamente pensé en que no debía estar contigo...-
Sentía las lágrimas correr por mi rostro. –Sentí que no merecía esto.- Por algunos
segundos no dijo nada y se limitó a abrazarme fuertemente.
-No tienes que disculparte, cariño esta es una batalla larga y las
dudas se hacen presentes cada día.- Besó mi cabeza. –Gracias por decírmelo.- Me
atrajo fuertemente a ella antes de soltarme. –Estaré afuera.-
-Gracias, Lara.- Dijo Omara.
-Un placer.- Respondió viéndome con una sonrisa que imité.
-Lamento haber hecho eso- decía mientras nos acomodábamos de
nuevo en nuestras respectivas sillas- pero era necesario.-
-Ella me lo dice constantemente... sólo me cuesta creerlo.-
-Tengo la teoría de que quizá no se lo dijimos suficiente a mi
hermana y que no estuvimos para ella cuando más nos necesitaba.-
-Y a mí me lo dicen y no lo creo.-
-No lo dije con esa intención, Ana, pienso que es hasta es
entendible que creas eso porque te sientes...-
-Sucia.- Complementé.
-Después de lo que pasó con mi hermana me sumergí a estudiar
casos, a pasar tiempo con hombres y mujeres que han pasado por esto y encontré
infinidad de patrones pero también encontré casos particulares donde las personas se
sobreponen a un evento así con suma facilidad.-
-¿Cómo?-
-Reenfocando su energía y claro apoyados por su familia y muchas
veces un poder Superior.-
-Dios.-
-Lo que ellos conciban como un poder Superior.-
-¿Crees en Dios?-
-Sí, sin embargo no aliento las doctrinas religiosas, sin ofender.-
-No te preocupes. Gracias por tu honestidad.-
-Tú, ¿crees en Dios?-
-Por supuesto.-
-¿Crees que las personas que llegan a tu camino las manda Él?-
-Definitivamente. Para bien o para mal.-
-Pero no crees que Él mande a una buena persona a ayudarte a
sanar tus heridas.- Me quedé callada un momento. –Es una contradicción, crees pero
no confías en lo que tu círculo cercano te dice...-
-Me han dañado en el pasado.-
-Lo sé y lo entiendo es sólo que me parece muy peculiar que creas
en algo grande y no confíes en lo que te manda.- Me sentía ofendida.
-¡Me violaron!- Me puse de pie y prácticamente la enfrenté -¡Mi
propia madre permitía el abuso y me dejaba sin comer!, ¿cómo demonios confío en la
gente a mi alrededor?- Su semblante seguía sereno y extrañamente tranquilo. Con
cuidado se puso de pie y extendió su mano; asintió como pidiendo que confiara en
ella. Dudosa tomé su mano y me guió al patio de la casa.
-Pido mucho pero confía en mí, por favor.- Seguía molesta por sus
absurdas preguntas. Se hincó frente a mí y fijó su vista en la mía, segundos después
hice lo mismo. –Cierra los ojos.-
-¿Qué?-
-Cierra los ojos.- La vi con cierta molestia pero lo hice. –Respira
profundo sin lastimarte- lo hice -una vez más.- Sentía mi corazón latiendo a mil por
hora. –Describe donde vivías.-
-Mamá decía que era una casa compartida pero en realidad era la
parte de atrás de un burdel donde ella trabajaba... era de color celeste pero no se
veía lindo. Había grietas en las paredes, olía a humedad, a cigarros y alcohol.- Mi
mente estaba regresando a ese horrido lugar.
-Tu Dios siempre estuvo contigo, Ana porque esto pudo ser mucho peor pero Él no lo
permitió. Y constantemente te manda bendiciones, es hora de abrir los ojos.- No
sabía si era una orden o una metáfora pero lo hice; la encontré sonriéndome con
dulzura. No dudé en aventarme a sus brazos y echarme a llorar.
Ella debe estar incluida en esa lista de bendiciones que Dios
constantemente me manda; entendió a la perfección mi enorme necesidad de
desahogo. Había tanto dentro de mí pero temía que no lo comprendieran o que me
vieran con lástima; es lo último que necesito. Sólo busco un lugar donde me sienta
aceptada con todo y mi equipaje.
-Gracias.- Dije entre sollozos.
-Un ser humano tan maravilloso y bueno no puede cargar con
tanto, Ana, te doy mi palabra de que voy a estar para ti cuando lo necesites, a la hora
que sea, sólo tienes que venir a mí. No estás sola, nunca lo estarás más.- Me aferré a
ella con más fuerza y nos mantuvimos así por varios minutos hasta que sentí que
movió su cabeza. Se despegó de mí y sentí a papá abrazarme.
-Papi...- Con la voz entrecortada hablé; había tanto que quería
decirle, tanto que agradecerle pero la voz no me lo permitía así que me limité a
abrazarlo tan fuerte como pude. Lo escuché sollozar también. –No llores.-
-Eres mi vida, Ana todo lo que te afecta me afecta; tus victorias y
tus derrotas son las mías. Siempre serás el centro de mi universo, hija. Nunca lo
dudes.-
-Gracias, papá, sé que no es fácil, es una tarea muy compleja...-
-Eres la bendición más grande que Dios me ha dado; no eres una
tarea, no eres una carga, cuando llegaste a mí fuiste mi salvación, hija.- No dijimos
más y me quedé en los brazos del hombre que más amo en el mundo. Después de
unos minutos recosté mi cara sobre pecho y a lo lejos divisé a Lara de cuclillas con el
rostro bañado en lágrimas viéndonos.
-La...- Papá me soltó; me puse de pie pero las rodillas me dolían
por haber estado tanto tiempo hincada. Comencé a caminar y vi a Lara ponerse de
pie de un brinco y caminar a mí con pasos rápidos que hicieron que llegara a mí en un
instante. Como en el lago me levantó y enredé mis piernas en su cintura. –Mi ángel.-
-Te amo, Ana- su voz falló –nunca voy a amar como te amo a ti;
nadie hará latir mi corazón como lo haces tú...- Se detuvo porque sus sollozos se
incrementaron. –Estoy tan orgullosa de ti.-
-Nunca me dejes, La por favor.-
-Nunca, cariño.- Busqué sus labios y dejé un corto beso que sabía a
ella y a nuestro dolor. Sus lágrimas y las mías se encontraron antes de volver a
esconderme en su cuello y sentirme un más libre que nunca.
Regresamos los cuatro a la cocina, ahí Omara explicó que rara vez
ha usado este tipo de desfogue en una primera sesión pero entendió que mi problema
más grande no es la violación en sí, ni mi poca autoestima sino que todo lo guardo
para mí y según sus palabras "el agua que se estanca se apesta pasa lo mismo con
los problemas". Agradecí por su terapia y acordamos vernos un par de veces por
semana para trabajar y buscar una solución. Aplaudió a Lara por la iniciativa de
querer ayudarme y le dijo que eso mostraba su nivel de compromiso para conmigo.
Papá también se mostró muy contento con esta decisión y está demás decir que
apoya esto fervientemente.
Después del protocolo de despedida y de comer decidí darme una
ducha rápida, cuando salí encontré a Lara muy concentrada en mi escritorio. Cuando
me acerqué a ella vi unas lágrimas en sus ojos, entendí lo que hacía; le di un beso en
la frente y salí del lugar. Necesitaba privacidad para eso.
Me quedé en la iglesia, papá había ido a la casa de Ofelia y mentiría
si dijera que no me preocupa que Ofelia le diga a sus padres y éstos a papá. Y mi
miedo más grande es que lo rieguen por todo el pueblo y se vayan en contra de papá
porque sé que me defenderá con uñas y dientes y defenderá mi relación con Lara. Y
sé que no tendrán piedad y se irán en contra de nosotros.
-Ya tenía hecha la maleta, no entiendo por qué tardas tanto, rubia
tonta.- Estaba sentada en la cocina esperando por mi novia.
-Estoy guardando tu carta, fastidiosa.- Respondió desde su
habitación.
-¿Estás removiendo la pared o qué mierda?-
-¡Lenguaje!-
-"Lenguaje"- Me mofé en voz baja.
-Te estoy escuchando, Lara.- Me eché a reír.
-Está oscureciendo, mueve tu preciso trasero.- Justo en ese
momento salió. -¿Ya?, ¿o todavía tienes que ir a si ya pusieron los puercos?- Se
acercó sólo para darme un golpe en el hombro.
-¿Ya pusiste?- Me sorprendió su respuesta y vi el intento que hacía
por no reírse.
-¿Con que así nos llevamos?- Dio un paso más y se sentó en mi
regazo.
-Te amo.-
-No, nada de eso, me acabas de llamar puerco.-
-Pero eres un puerco lindo.-
-Sí, eso lo arregla todo.- Besó mi mejilla. –No, Ana, nada de
sobornos, ni besos, ni tus artimañas.- Nuevamente dejó un sonoro beso en mi mejilla.
-Vamos ya, sensible.-
-Bien, ni dos meses de noviazgo y ya me tratas así.-
-Y espérate a que nos casemos.- Me sonrió con ternura.
-No voy a caer, rubia.- Se echó a reír.
-No me culpes por intentarlo.- Tomé su mochila y la puse sobre mi
hombro. –Oh- sacó un papel de sus jeans- la nota para papá.- La dejó visible sobre la
mesa. –Listo.-
-Bien, majestad, andando.- Comenzamos nuestro camino a casa;
ella llevaba su mochila con ropa y yo la mochila con sus libros, la que pesaba más.
-¿Me vas a decir?- Habló después de unos minutos.
-¿Qué cosa?-
-El significado de majestad.-
-Ya te lo dije- me encogí de hombros- pero babeabas tu almohada
así que no lo recuerdas.-
-No es cierto.-
-Claro que sí, te lo dije.- Vi su carita llenarse de confusión y luego
vio al cielo estrellado.
-Fue eso entonces, no se vale.-
-¿Había reglas?-
-Sabías que no lo recordaría.- Se quejó.
-Justo por eso lo hice.-
-Tramposa.-
-Creí que era un puerco.-
-Puerco tramposo.- Me eché a reír, me acerqué a su oído.
-También te amo.- Llegamos a la casa entre bromas y leves
empujones en cuanto cerré la puerta buscó mis labios con cierta desesperación. La
apreté de las caderas y la arrastré hasta que topamos con el sillón. Se detuvo para
tomar aire.
-Te amo, puerquito.- Aún con la poca luz podía ver su brillante
sonrisa.
-Me lo voy a creer y dejaré de comer.-
-Como si fuera posible.- Dejó un pequeño beso en mi mandíbula.
–¿Quieres cenar algo?-
-Pero por supuesto que sí.- Se echó a reír. -¿Cereal?- Asintió.
La mandé a la cama mientras nos preparaba el cereal; me aseguré
de cerrar bien la puerta y las ventanas de la casa. El doctorcito no me daba muy
buena espina, en absoluto así que tomaba tantas precauciones como se podía. Llegué
a la cama y Ana estaba recostada sobre el lado derecho, su preferido.
-Hola.- Le sonreí.
-Hola, La.- Le pasé el bowl con cereal antes de meterme a la cama
con ella. –Provecho.- Comimos en silencio por varios minutos, Anita tenía mucha
hambre y era raro verla comer con tanto entusiasmo. Dejó su bowl en el buró y
habló. –Se llamaba Elisa.-
-¿Quién?-
-La chica del burdel.-
-No tienes que...-
-Quiero que sepas- tomó un respiro. –cuando él nos vio nos
tomábamos las manos y estábamos muy cerca la una de la otra... no podría decirte a
ciencia cierta si queríamos besarnos o qué simplemente estábamos cerca, él sacó sus
conclusiones.- Sonrió con tristeza. –Esa fue la primera vez que fue muy rudo conmigo
y desde ahí siempre fue agresivo, casi con odio. Decía cosas como que era muy
bonita pero un desperdicio de mujer; que no podía compara una... vagina con un
pene. Me decía que él me prepararía para ser una buena hembra.-
-¡Qué hijo de perra!-
-Lo odio, La- dejé mi bowl y me acerqué más a ella –hoy comprendí
que no pasa nada si lo admito, me lastimó.- Agachó la cabeza. –Cambió mi vida... te
amo, no lo dudes pero a veces me pregunto qué hubiera pasado si él no hubiera
llegado a mi vida. Sé que no estaba en el mejor lugar pero... no sé, a veces mi mente
divaga.-
-También la mía lo hace- la abracé –pienso en mi vida en Texas y lo
que sería de mí si siguiera allá. Quizá ya hubiera caído en la cárcel, otra vez, o ya
hubiera hecho algo de lo que me arrepentiría toda la vida. Creo que es normal pensar
en el qué hubiera pasado...-
-Lo que es malo es vivir entre hubieras y fantasías.- Asentí. –Es
momento de enfrentar mi realidad.-
-¿La querías?- Asintió. -¿Mucho?-
-No la amaba, Lara pero sé que había algo fuerte entre nosotras...
una conexión. No se compara con lo que tenemos nosotras pero había algo.-
-Si la vieras otra vez...-
-No te miento, me gustaría saber de ella pero sólo para saber si
está bien, si es feliz y nada más.- Me mantuve en silencio. -¿Te molesta?-
-No, para nada; hacerlo sería como molestarme por tu forma de
ser. Te preocupas por la gente que no conoces qué de menos con alguien que es
importante para ti.-
-Fue, Lara, fue.-
-Fue.- Susurré.
-¿Celosa?- Me sonrió.
-Un poco.- Suspiré. –Es inevitable.-
-Yo te estoy hablando de tomarnos las manos y de abrazos
esporádicos, tú ya estuviste con otras personas, ya besaste otros labios y me
enloquece.- Buscó mi mano. –Alguien más ya vio lo maravillosa que eres.-
-Lo mejor de mí sólo te lo he dado a ti, Ana- le dije con honestidad
–y no pretendo hacerlo con nadie más.- Apretó mi mano y me sonrió.
-¿Cómo fue tu... primera vez?- Sonreí.
-Parece ser la noche de las confesiones- una pequeña risilla escapó
de sus labios –así que puedo decirte.- Cerré los ojos regresando a ese momento.
–Kevin Youngblood, capitán del equipo de softball, un par de años más grande que
yo; sus papás tienen una fructífera empresa de catering en el sur de Estados Unidos y
tiene mucho viñedos. En mi rol de Regina George- me vio confusa –la abeja reina en
la escuela estaba casi destinada a estar con un chico así por lo que me mantuve con
él. Pasó y unos meses después terminó. No fue lo que esperaba pero tampoco fue
algo terrible.-
-¿Era lindo contigo?-
-Era detallista pero debíamos aparentar... no sé si lo hacía por mí o
por lo que representábamos.-
Pasé una gran parte de la noche en vela; temía que alguna pesadilla viniera por ella y
quería estar atenta a cualquier cosa. Ana se mantenía fuertemente aferrada a mí, su
pecho subiendo y bajando lentamente y su rostro tan tranquilo y sereno. Aproveché
para levantar una pequeña plegaria, pidiendo que esto fuera de todos los días y que
ella pudiera al menos dormir una cantidad decente de horas. No sé en qué momento
el sueño venció y la acompañé.
Desperté cuando la sentí moviéndose a mi lado; no dejaba de
moverse, temí una pesadilla y abrí los ojos de inmediato y la busqué.
-¿Qué pasa?-
-Estás sobre la colcha, La y tengo frío.-
-Lo siento, cariño.- Levanté la pierna para que mi novia pudiera
taparse propiamente. Antes de que ella se acomodara me abalancé sobre su pecho.
–Mi turno.- Sin dudarlo enredó sus brazos en mi cuerpo. -¿Pesadillas?-
-Nada, hasta ahora.-
-Bien, las mantendremos alejadas unas horas más.- No dijimos más
y regresamos a dormir plácidamente.
Cuando mi alarma sonó quería tirarla por la ventana. Había
descansado muy bien después de asegurarme que Ana estuviera bien por lo que no
quería ir a la escuela. Me di la vuelta para buscar a mi rubia pero me encontré con la
cama vacía, de inmediato abrí los ojos y la vi entrar a la habitación, unos segundos
después, con una taza de café.
-Buenos días, La.- Me sonrió espléndidamente.
-Buen día, cariño. ¿Qué haces despierta tan temprano?- Se sentó a
mi lado y acarició mi mejilla.
-A las seis en punto mi reloj biológico se activa y me hace abrir los
ojos.-
-No es cierto, nos hemos levantado más tarde.-
-Tú, amor, tú te has levantado tarde y a mí me gusta estar en la
cama junto a ti.- Le sonreí. –Ve a lavarte los dientes.-
-El café sabrá feo, dame.- Sonriente me pasó la taza de café; al
sentir el aroma cerré los ojos. –No sabía que me gustaba tanto el café hasta que
llegué aquí.- Di un sorbo al delicioso elixir. –Gracias, preciosa.-
-Un placer, señorita Orozco.-
-Ven aquí conmigo un rato más, no tengo muchas ganas de
levantarme.-
-Si me meto a la cama contigo no iremos a la escuela.- Se acercó
un poco más y besó mi nariz- iré a prepararnos el desayuno. Si quieres tu beso de
buenos días ve a lavarte los dientes.-
-Chantajista.- Me dedicó una sonrisa pícara y vi su bien formado
trasero salir de la habitación.
Sé muy bien que antes de nuestro encuentro íntimo había una
pequeña pizca de deseo en mí al ver el cuerpo de Ana; sólo un idiota podría ignorar lo
preciosa que es y el generoso cuerpo que Dios le dio. Pero después de ese día el
deseo ha ido en aumento; el tenerla cerca de mí me enloquece y hace que cada
terminación nerviosa de mi cuerpo esté en alerta máxima. He requerido de todo mi
autocontrol para no llevar las cosas más lejos; la del control es ella, ella pondrá las
pautas y la voy a respetar. Ahora mi mente es otra cosa total y completamente
diferente...
-¡Lara, despierta!- La protagonista de mis fantasías me regresaba a
la realidad.
-Estoy despierta.-
-Ve a lavarte los dientes.-
-¡Que mandona amaneciste hoy, rubia tonta!-
-Apúrate o no hay desayuno.-
-Tiene razón, ¿qué mierda será de mí cuando estemos casadas?-
Verbalicé mis pensamientos.
-Una vez más te estoy escuchando, Orozco.- Me eché a reír.
-Mi ángel.-
-Mi pequeña.- Besé la punta de su nariz. –Se nos hará tarde.- La
besé una vez más y me puse de pie.
Ambas nos cambiamos mientras tarareábamos algunas canciones;
una que otra mirada de complicidad, sonrisas y unos besos robados fueron nuestra
compañía hasta que ambas estuvimos preparadas. Tomamos nuestras mochilas y
justo antes de salir Ana entrelazó nuestras manos. Dejé caer mi mochila y la abracé
tan fuerte como me fue posible.
-Sólo quiero poder tomarte de la mano frente a ellos, La que no nos
juzguen.-
-Estamos pidiendo prácticamente un milagro, Ana. No podemos
hacer eso aquí.-
-Lo sé pero es tan... frustrante. Una parte de mí se enoja por esto.
Yo sólo quiero ser completamente libre.-
-Y lo seremos, cariño. Te prometo que lo seremos.- Cerré los ojos y
me aferré a ella. –Te amo.-
-Y yo a ti, La con todo mi corazón.- Me separé para atrapar
suavemente sus labios por unos segundos.
-¿Lista?-
-Ahora sí.- Justo cuando salíamos Norma también lo hacía. Era raro
verla salir tan "tarde".
-¿Se le pegaron las cobijas, directora?-
-Un poco- sonrió apenada. –Buenos días, chicas.-
-Buenos días, profe.- Respondió mi novia de inmediato.
-Buenos días, mamá.-
-No empieces tan temprano, Lara.-
-Oh, venga es un poco de diversión nada más.- Me alejé de Ana y
abracé a la mujer de ojos expresivos. –Sabes que lo hago porque te quiero mucho.-
-Sí, claro.-
-Cualquier acto que implique molestar a alguien Lara lo justificará
con que lo hace porque le quiere.- Agregó mi novia.
-Falso, cariño te puedo asegurar que no quiero a Olivia ni mucho
menos a Ángel.- Nos echamos a reír y Norma hizo el intento. -¿Crees que regrese a la
escuela?-
-Eventualmente lo harán, Lara y si no lo hacen pues que pena-
sorpresivamente respondió Norma- no voy a estar atrás de dos alumnos que no
aportan nada académicamente, ni mucho menos a la comunidad estudiantil.-
-¿Quién eres?-
-Tu mamá.- Me separé de ella y la quedé viendo. –No que de
muchas bromas y te crees todo a la primera.- Mi novia se echó a reír y Norma la
acompañó.
-Muy graciosa.-
Entre pequeñas bromas llegamos a la escuela, el buen humor nos
acompañó durante el camino creo que el hecho de tener junto a mí a dos de las
personas que más quiero ayudó muchísimo. Nos encontramos a algunos estudiantes
que saludaban cortésmente a la directora y que me dedicaban una sonrisa amable a
mí. Después del episodio con Olivia y con Ángel gané algunos seguidores.
Como usualmente pasaba, cuando Ana y yo llegábamos al salón
éramos las primeras por lo que aprovechábamos el tiempo para tomarnos las manos,
uno que otro abrazo o un beso. Aunque eso no pasaba mucho ya que ambas
temíamos ser descubiertas.
Anita jugaba mi cabello cuando escuchamos a alguien entrar al
salón; como siempre lo ignoré y me concentré en lo que hacía mi novia. Ella tampoco
le dio mucha importancia y de reojo la veía recostada sobre la paleta de la silla. Todo
esto cambio cuando la persona que llegó se paró frente a nosotras. Levanté la cabeza
y contuve la risa al ver a Ángel completamente rapado. Las ganas de reír
rápidamente fueron reemplazadas por la adrenalina, ¿qué mierda quiere?
-¿Qué?- Dije de mala gana. Preparándome para cualquier cosa que pudiera hacer.
-Necesito hablar con Ana, a solas.-
-De ninguna puta manera.- Hice por pararme pero Ana lo impidió.
-Está bien, La.-
-No te voy a dejar a solas con él.-
-Te prometo que no le haré nada, Lara sé lo que ella significa para
ti y aunque no lo creas valoro mi vida.- Ana muy discretamente me dio un apretón de
mano.
-Estaré afuera.- Advertí. Mi novia intentó tranquilizare con una leve
sonrisa.
No sé qué cara me habrán viso mis compañeros de clase que ni
siquiera hicieron el intento por entrar al salón de clases cuando me vieron afuera. Un
león enjaulado estaría más contento que yo ahora mismo. Trataba de mantenerme
tranquila pero de sólo recordar la forma en cómo la trataban, los insultos, los apodos
y todo eso hacía que me hirviera la sangre. Confiaba en mi chica pero en ese hijo de
puta no. Justo cuando creí que ya era demasiado tiempo Ángel salió cabizbajo, de
inmediato entré y me encontré a Ana bastante tranquila en donde la dejé. Caminé
rápidamente a ella, me senté a su lado y esperé a que hablara.
-Se disculpó.-
-¿Qué?- Pregunté incrédula.
-Me pidió disculpas por todo lo que me hizo pasar estos años y me
prometió que no va a volver a pasar. No espera que seamos amigos pero que al
menos no lo odie.- Sonreí.
-¿Qué le respondiste?-
-Que yo no soy nadie para otorgar perdón, mi corazón está en paz
con él. Que se perdone a sí mismo y que no lo vuelva hacer en general porque ya se
dio cuenta que siempre habrá uno más cabrón que él.-
-¿Usaste la palabra "cabrón"- La sonrisa no me cabía en la cara.
-Sí, me pareció muy apropiado para el contexto aparte quería
enfatizar mi mensaje.- Me eché a reír. -¿Hice mal?-
-Claro que no, cariño estuvo perfecto.-
El resto el día pasó en completa calma, al menos tenía uno menos
por quien preocuparme. Ana tenía un poder muy especial con las palabras y con su
forma de ser en general por lo que casi podía asegura que podía quitar al chico de la
belleza abstracta de mi lista negra. Todavía faltaba una que parecía no tener muchas
ganas de reaparecer por la escuela.
Nos topamos a Omara después del receso; ahora la veía de una
manera muy diferente, mucho muy diferente y el sentido de gratitud hacia ella era
enorme. Si eso había hecho con una sola sesión, tengo muchas esperanzas para lo
que está por venir. Quiero la tranquilidad de Ana y cualquiera que la ayude a
conseguir eso está en mi lista de personas favoritas.
Esa tarde cumplí con mis labores en la iglesia mientras Anita estaba
en sesión con Omara y podía decir que Alberto estaba tan expectante como yo
durante ese tiempo. Él mejor que nadie sabe que Ana no abre tan fácilmente con la
gente por lo que estaba atento a cualquier situación. Cuando la sesión terminó la
rubia salió corriendo y se tiró a los brazos de su papá. El hombre alto dejó caer lo que
tenía en las manos y se aferró fervientemente a su hija.
Estuvieron así por mucho tiempo, ninguna de los dos tenía la
intención de soltarse y yo sentía el corazón a punto de estallar por la preciosa escena
que mis ojos veían. Cuando al fin se soltaron pude ver los ojos llorosos de ambos.
Ana un poco desubicada me buscó por todos lados, al enfocarme caminó a mí con un
rostro serio, triste, de alguna manera rota. Se abrazó a mi cintura y se escondió en
mi cuello.
No eran necesarias las palabras, no era necesario un discurso de
aliento, sólo quería sentir que había gente para ella. Que había gente que la ama y se
preocupa por su bienestar. Quería reafirmar que no está sola y que nunca lo estará.
Dejé un prolongado beso en su cabellera y descansé mi cabeza sobre la de ella. Se
alejó un poco de mí y aproveché para limpiar su rostro.
Por alguna extraña razón decidí dejar de lado la confesión o lo que yo asumí como
una confesión de mi novia. En parte tenía sentido, pasaban mucho tiempo juntos,
hablaban mucho, hay similitudes entre ellos y ambos son atractivos y solteros. Nadie
muere porque formen una pareja pero por alguna razón querían mantenerlo en
secreto. Conflicto de intereses quizá, falta de confianza o ellos tratando de descifrar
que es lo que realmente pasa. Lo que sea lo averiguaré tarde que temprano.
La semana pasó demasiado rápido para mi gusto y estaba a un día
del cumpleaños de Ana, aunque ya tenía todo preparado estaba muy nerviosa. Quería
que fuera lo más cercano a la perfección, Ana merece todo lo bueno del mundo y
quiero poder dárselo. Norma fue mi gran cómplice en esto; me ayudó tanto como
pudo e incluso Ingrid tuvo que ver aunque muchas de sus propuestas fueron
rechazadas, especialmente las que incluían "superficies sólidas".
Digo, no es que no lo quisiera pero no quiero hacer esto para
obtener "eso", sólo quiero que ella sienta lo que significa para mí. Quiero demostrarle
lo importante que es mi vida. Quiero ser capaz de retribuirle, al menos un poco, de lo
mucho que ella me ha dado. Sé que ni una vida entera me daría para hacer eso pero
al menos lo puedo intentar. Quiero verla feliz y si es a mi lado, bendito sea el cielo.
Las sesiones con Omara seguían y a momentos la veía muy
decaída, otros días más animada y otros días donde apenas y hablaba. Me decía que
estaba dejando que las heridas sangraran para poder curarlas. No la he presionado a
hablarme de eso, me ha compartido un poco pero tanto ella como yo sabemos que
entre menos sepa de ese pasado será mejor para mi hígado. Espero algún día Dios
me dé la paciencia suficiente para no alterarme al escucharla hablar de eso. En el
fondo sé que no pasará, todo lo que involucre su bienestar me afecta y lo que ella
pasó no es algo de tomarse a la ligera.
Debo confesar que he querido decirle a Omara que le pida una
descripción y me la dé para poder buscarlo. Cuando estemos de regreso en Texas
contrataré al mejor investigador y haré que lo busquen hasta debajo de las putas
piedras si es necesario. Y para ese putrefacto intento de ser humano va a ser mejor
estar muerto que encontrarse conmigo.
Regresando a los demonios locales, Ángel nos ha regalado una
sonrisa cuando nos ve; Anita se la regresa y yo todavía quiero estamparle la cara en
la pared. No lo odio pero entre menos me cruce con él, mejor. Olivia todavía no había
regresado a clases y muchos dicen, incluida yo, que no lo hará. Quizá fue mucho para
su ego, quizá cree que perdió su súper estatus de perra y ahora le faltaran al
respeto... quien sabe pero esta tranquilidad de ir por los pasillos o de desayunar sin
tener que estar constantemente cuidando de mi Ana es muy reconfortante.
Llevé mis trastes al fregadero al terminar mi desayuno, me lavé los
dientes y tomé mi mochila para ir a la escuela. Agradecía a los cielos porque al fin era
viernes y tendría a Anita para mí todo el día mañana. Casi todo el día, llegué a un
acuerdo con Alberto para compartir las horas de mi chica porque había mucho por
hacer y por mostrar.
Como usualmente pasaba, cuando salía también lo hacía Norma.
Hace poco me dijo que no había necesidad de que fuera tan temprano a la escuela,
confiaba en mí y ya no necesitaba estar detrás de mí como al principio. Pero no
quería porque por fin después de tantos años soy capaz de levantarme a una hora
decente para ir a la escuela. Podía desayunar bien e incluso dejar arreglada mi casa
y, lo más importante, podía pasar tiempo con Norma.
Sí, así de importante se volvió ella para mí que soy capaz de
sacrificar horas de sueño por estar con ella. Amo lo genial que es; amo que siempre
aprendo cosas con ella, creo que es lo que más disfruto. Siempre tiene una opinión,
un punto de vista analítico que le permite expresar su sentir pero sin transgredir los
límites de otros. Era maravillosa. Y algo que me ha hecho acércame más a ella, la veo
como un modelo a seguir. Sería más que increíble ser capaz de ayudar a muchas
personas en un salón de clases o al frente de una escuela. Quizá ella esté influyendo
en lo que quiero estudiar.
-Te esperaba.- Ángel se veía horrible pelón porque no tenía una cara agraciada pero
parecía que le había hecho un favor a Olivia al cortarle el cabello, realmente se veía
muy bonita. Todavía tenía moretones en algunas partes de la cara pero seguía
viéndose tan atractiva como siempre.
-¿Qué quieres?-
-Hablar.-
-No tenemos nada de qué hablar, Olivia.-
-He meditado y quizá debí hacer las cosas de manera muy
diferente.- Primero Ángel y luego esto, ¿el puto infierno se congeló?
-No sé qué quieras lograr con esto pero no quiero saber nada. Fui
muy clara al decirte que con lo que pasó ese día nuestras cuentas estaban saldadas.-
-Yo no lo veo así, Lara hay cosas que deberían cambiar.- Su voz se
escuchaba muy diferente sin el típico tono altanero y superior que siempre tenía. Algo
de verdad había cambiado.
-Mira, no estás ni cerca de estar entre mis personas favoritas y si te
soy honesta no me interesa en lo absoluto una amistad o una relación cordial entre
nosotras. Te metiste con la persona que más amo en el mundo...- caminó
rápidamente hacia mí y estampó sus labios contra los míos.
Su perfume penetró hondamente en mis fosas nasales, sus manos
sobre mis caderas y sus ojos cerrados... estaba tan sorprendida que no podía
moverme. Cuando pude por fin levantar las manos alguien más la alejaba de mí.
-Quita tus sucias manos de mi novia.- Veía la melena rubia agitarse
mientras empujaba a Olivia lejos de mí. -¿Cómo te atreves a tocarla?- Vi como Ana
levantó la mano y fue ahí cuando reaccioné, la tomé de la cintura y la alejé. -
¡Suéltame!- Manoteaba, pataleaba y por poco me propina un golpe. Tomé su mano y
la apreté contra su estómago.
-Cálmate.- Pedí tan tranquila como pude.
-Eres una hipócrita, me humillaste, me trataste como si fuera un
bicho insignificante, humillaste y golpeaste a mi novia por preferirme a mí y dos
segundos después la besas.- Nunca había visto a Ana así. -¿Qué está mal contigo?-
-Ana, te van a escuchar.-
-¡No me importa!-
-Estoy segura que no tienes ni idea de la chica que tienes a tu
lado.- Dijo la castaña. –Tenemos más en común con Lara de lo que crees.-
-Te voy a arrancar los cabellos.- Comenzó de nuevo a intentar
zafarse de mí por lo que opté por cargarla y llevarla fuera del salón de clases. –Lara,
bájame.-
-No, vaca loca.- Me golpeó la espalda un par de veces.
-No estoy jugando, bájame.-
-No quiero bajarte.- La llevé tan rápido como pude a los baños más
alejados de la escuela; los que generalmente estaban vacíos. Nos metí, bajé a Ana y
aseguré la puerta. Apenas me giré tenía a mi novia devorándome la boca.
Me agaché un poco para tomarla de las piernas, de inmediato
comprendió y enredó sus piernas en mi cintura. Me besaba con desesperación, con
deseo, esto era algo muy nuevo para mí. Definitivamente Ana celosa debe estar en el
top de las cosas que me ponen caliente y por lo visto a ella también. Caminé hasta
que topé con una de las puertas de los baños y la recliné ahí. Sin dejar de besarme
comenzó a mover su pelvis contra la mía lo que me hice soltar un leve gemido. Mis
manos que se aferraban a sus piernas ahora lo hacían en su perfecto trasero, el cual
apreté a mi antojo; también la escuché gemir.
Nos separamos para tomar aire y pude ver la lujuria en sus ojos,
¿quién imaginaría que los celos despertarían esto en ella? Me fui a su cuello y lo besé
suavemente, podía sentir sus precipitadas pulsaciones sobre mis labios y mi lengua.
Ella se aferraba a mi cabello y sus movimientos sobre mí se hacían más fuertes. Tomé
un pequeño riesgo y bajé lentamente una de mis manos hasta casi llegar a la parte
interna de su muslo.
No esperé mucho. Escuché los pasos a lo lejos y estoy segura que ellas ya habían
visto el resplandor de las lámparas. Fue aquí cuando toda mi tranquilidad se fue a la
mierda y el sudor de las manos regresó; los tics, todo. Me decía a mí misma que era
Anita, que no había nada que temer. Ella es sencilla así que le va a gustar... espero.
Corté toda la mierda mental que traía cuando la escuché.
-¿La?-
-Bien, mi trabajo terminó.- Habló Ingrid. –Feliz cumpleaños, Ana.-
Se acercó a darle una palmadita en la espalda pero mi novia la abrazó.
-Gracias, Ingrid.- Cuando se soltaron ambas sonreían.
-Ella se ha esforzado mucho pero como es una inútil está nerviosa
así que tenle paciencia.- Ana rió.
-Gracias, amargada justo lo que necesito ahora mismo.-
-Bien, disfruten de las superficies sólidas.- Me hizo un guiño antes
de desaparecer entre los árboles. Me acerqué a mi rubia y estiré mi mano para que la
tomara.
-¿Creíste que lo había olvidado?- Asintió con pena. –Es una de las
fechas más importantes en mi vida no podría olvidarla.- La acerqué más a mí y la
envolví en mis brazos. En ese momento mi computadora anunciaba que era media
noche, ambas nos asustamos por la voz robótica pero de inmediato comenzamos a
reír. –Te amo.-
-También te amo, La más de lo que puedes imaginar.-
-Quisiera poder decirte algo nuevo, algo que se acerque a lo que
me haces sentir pero no he encontrado algo adecuado. Contigo en mis brazos quiero
agradecer a ese hombre del que constantemente me hablas, ese que dices que es
bueno y justo. Hoy le agradezco infinitamente que te haya quitado las alas y te
permitiera venir a la tierra a iluminar con tu infinita luz; le agradezco por, a pesar de
todo, mantenerte con vida y con tu esencia intacta; le agradezco por tu mente, por tu
corazón, por tus palabras, por tus acciones pero sobre todo le agradezco por ponerte
en mi camino. - Sentí sus lágrimas hacerse camino por mi espalda. –Eres mi principio
y mi fin, mi universo, mi felicidad, eres mi persona favorita- tragué –quiero escribir
mi vida junto a ti, Anita.-
-También quiero eso, La- dijo con la voz entrecortada –más que
nada en este mundo quiero estar por siempre contigo.-
-Feliz cumpleaños, amor de mi vida.- Cerré mis ojos y dejé que
algunas lágrimas contenidas fluyeran. No hay manera en la que pueda describir lo
que Ana me hace sentir y lo que siento al tenerla así de cerca con su corazón latiendo
sobre el mío.
Nos costó mucho dejarnos ir, ninguna de las dos quería soltarse
hasta que mi estómago hizo un ruido extraño que provocó que riéramos como locas.
Comí un poco de lo que preparó Norma, Anita se limitó a tomar café diciendo que
estaba demasiado emocionada para poder comer algo. Yo también estaba así pero mi
estómago no entendía de momentos apropiados e inapropiados. Tan pronto como
terminé de comer fui a mi computadora para poner algo de música.
-La noche está preciosa.- Dijo Ana viendo hacia arriba.
-Sí, está perfecta.- La canción comenzó a sonar. -¿Me permites esta
pieza?- Se viró hacia mí un tanto sorprendida.
-No soy muy buena bailando.-
-Déjame guiarte.- Sonreí y moví levemente mi mano para que ella
la tomara. Lo hice después de unos segundos. –Tampoco soy una experta en esto
pero estos son pasos básicos.- Me acerqué a ella. –Pon tu mano sobre mi hombro y la
otra la sostendré yo.- Lo hizo mientras la canción comenzaba a sonar.
So close no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Hice lo mismo con su playera, mejor dicho con mi playera, la quité y la dejé cerca de
nosotras. Poco a poco la fui guiando a donde estaba la colchoneta. Mi rubia se veía
tan preciosa a la luz de la luna; tan pura, tan mágica, tan mía. Me sonreía
tímidamente mientras la tumbaba sobre el acolchonado espacio. Me quedé
suspendida sobre ella acariciando su rostro.
-¿Estás segura?-
-Muy segura, La.-
-Si...-
-Si algo me incomoda te lo haré saber de inmediato pero puedo
jurarte ahora mismo que nunca me voy a sentir incómoda si eres tú quién me toca.
Pondría mi vida en tus manos si fuese necesario porque sé que nunca me vas a
lastimar y porque sé que me amas.- Sonreí ampliamente.
-Ya era hora que fueras consciente de eso, cariño.- Bajé mi cabeza
hasta que mis labios se encontraron con los de ella. El beso era suave, sin prisas,
saboreando la una a la otra aunque ya lo hubiésemos hecho mil veces antes esto, era
muy diferente.
Mi mano derecha comenzó a vagar por el cuerpo semidesnudo de
mi chica, acariciaba su brazo, aruñando levemente para luego pasar por su estómago
hasta la base de sus senos. Fue entonces que caí en cuenta de lo que estaba por
pasar y yo no sabía de esto; también era nuevo para mí. No quería que fuera
incómodo ni mucho menos quería dañarla. Dejé de besarla.
-¿Qué pasa?- Preguntó mi novia un poco preocupada.
-No sé hacer esto... digo, es la primera vez que lo hago con una
mujer y no quiero decepcionarte.-
-La, eres la persona más cariñosa que he conocido, aunque no te
das cuenta eres muy empática y eres intuitiva. Hay una enorme fuerza dentro de ti
que te hace moverte por tus ideales y por lo que amas, esto es lo mismo. Nos
amamos, nos necesitamos y está de más decir que nos deseamos, dejemos que eso
no guíe. Aparte nadie conoce mejor mis necesidades que tú. No me vas a lastimar, lo
sé así que no temas, amor.- Ahora fue ella quién elevó un poco la cabeza para
atrapar mis labios nuevamente.
La danza de nuestras lenguas no se hizo esperar, Ana cada vez era
más audaz y más atrevida. Durante la semana pasada me había dejado más que
excitada con sus sesiones de besos; que implicaban uno que otro roce entre nosotras.
Lo que pasó en el baño era el indicio de que esto estaba por suceder.
Llevé mi mano a su espada para poder deshacerme de su
sujetador, quería verla completamente desnuda y sentir cada parte de su piel.
Cuando liberé el broche fue descendiendo mis labios a su mandíbula, luego a su cuello
donde me quedé unos segundos; es un área muy sensible para ella. Me puse de
rodillas para tener mejor equilibrio; mis besos siguieron bajando por su pecho hasta
el canal que se formaba entre sus senos. Con mi quijada fue bajando el sujetador
poco a poco hasta que dejó al descubierto sus perfectos senos. La ayudé a
deshacerse por completo de la prenda y la arrojé a un lado de donde estábamos.
Vi su rostro excitado, su boca levemente abierta y su pecho
subiendo un poco agitado de lo nerviosa que estaba, al igual que yo. Sus senos
blancos eran adornados por unas areolas rosas pequeñas. Ana era perfección. Bajé de
nuevo al canal de sus senos, comencé a llenar su seno izquierdo de besos, evitando
su areola. Ahora ella respiraba por la boca y la escuchaba susurrar mi nombre. Decidí
dejar la pequeña tortura y atrapé ese botoncito con mi boca para succionarlo
levemente y acariciarlo con mi lengua.
-La...-era apenas un suspiro. Sus manos que estaban quietas ahora
se fueron a mi cabello al cual daba pequeños tirones. Llevé mi mano derecha a su
otro seno para amasarlo y jugar con él.
Mi excitación crecía al sentir como el pezón de Ana se ponía erecto
sobre mi lengua. Lo que hizo que succionara más fuerte y que mi novia levantara las
caderas. Dejé un suave beso antes de irme al otro pezón para darle el mismo
cuidado, ella aprovechó ese momento para deshacer el agarre de mi sujetador y
poder quitármelo; lo hizo en cuestión de segundos con una facilidad increíble. Ahora
en igualdad de condiciones Ana, sin ningún preámbulo buscó mis senos con sus
manos y los apretó lo que hizo que soltara un gemido.
Dejé su pecho y me fui a sus labios una vez más donde nos devoramos con pasión, a
la par que nuestras manos tocaban donde podían. Pasé mi mano por sus senos una
vez más antes de bajar lentamente hasta que quedó sobre la tela de sus shorts. Metí
mi mano y delimité con mis dedos el área que cubría el elástico del short.
-¿Todo bien?- Pregunté sobre sus labios.
-Nunca había estado mejor, La.- Me besó apasionadamente. –Sin
ropa.- Me recordó.
Dejé un beso sobre su nariz antes de ponerme de pie y comenzar a
desabrocharme los jeans. Ana se sostuvo sobre sus codos y con una profunda mirada
me veía deshaciéndome de la ropa. Primero los zapatos, los tines, los jeans y me dejé
únicamente con el bikini rojo que traía puesto. Sin dejar de ver los ojos de mi novia
comencé a bajármelo con calma; sentía que la mirada de Ana en cualquier momento
me iba a traspasar la piel y quemarme. Nadie nunca me había visto así. Por fin quedé
libre de toda prenda y Ana no tenía pudor para ver la pequeña línea de vello púbico
que adornaba mi sexo.
Le sonreí y de nuevo me puse de rodillas entre sus piernas, busqué
el elástico de sus shorts para bajarlos; ella me ayudó levantando sus caderas. Dejé el
short sobre sus rodillas mientras quitaba sus zapatos. Cuando me deshice de ellos
también lo hice de su prenda. Al igual que yo llevaba un bikini pero de color blanco el
cual casi se perdía con su piel.
-Eres hermosa, Ana- dije honestamente –eres lo más hermoso que
he visto.- Levanté levemente su pantorrilla derecha para comenzar un camino de
besos por toda su pierna. Llegó el momento en el que no pudo sostener su mirada y
cerró los ojos.
Los besos llegaron a sus preciosos muslos que mordí suavemente,
alternando entre uno y el otro hasta que llegué a su intimidad. Su olor era exquisito y
podía ver la mancha de humedad en su ropa interior. Estaba tan excitada como yo y
lo estaba disfrutando tanto como yo. Besé la parte interna de sus muslos, mis fosas
nasales absorbían su dulce olor y mis manos vagaban por su estómago. Dejé sus
muslos para esparcir besos por su sexo mojado; un fuerte gemido escapó de la boca
de la rubia.
Llevé mis manos a su ropa interior, enredé mis dedos en el elástico
y me decidí a quitarlo de una vez por todas. Sentí una punzada de placer cuando por
fin pude verla completamente desnuda. Su sexo completamente depilado hacía que
se viera aún más sexy. Dejé de lado la última prenda que se interponía entre
nosotras y busqué su boca. Las manos de Ana se posicionaron sobre mis glúteos y las
mías estaba a lado de sus orejas, como mi único soporte. Ella bajó mi cadera para
que pudiéramos sentirnos como las veces anteriores pero ahora sólo piel contra piel.
No la hice esperar para comenzar el lento vaivén sobre ella. La
sensación era alucinante, nuestros labios juntos y nuestros sexos mojados tocándose
sin pudor alguno. Dejé de besarla y recliné mi frente sobre la de ella sin dejar de
moverme; Ana se aferraba fuertemente a mis glúteos y me pegaba más y más a su
cuerpo, como si quisiera que fuésemos uno. Al abrir los ojos me di cuenta que ella me
veía atentamente.
-Te amo, Anita.- Me dejé suspendida sobre una sola mano y la otra
la bajé hasta que quedó entre nuestros sexos. No tardé mucho en encontrar el
excitado botón de placer de mi novia que estaba inundando en sus jugos y los míos.
Hice círculos sobre su clítoris y ese movimiento me afectaba directamente a mí
también.
Mis dedos siguieron jugando su clítoris por varios segundos más,
deleitándome con las reacciones de Ana que me tenían al borde de un orgasmo, sin
contar sus manos que hacían maravillas con mis glúteos y sus labios que buscaron los
míos fervientemente. Mis dedos dejaron su clítoris para ir más abajo; jugué con sus
pliegues hasta llegar a la entrada de su vagina. No dijo nada, simplemente asintió y
volvió a besarme con fuerza. Sin dificultad entraron dos dedos muy profundo en ella.
-¡Lara!- Me mordió el labio de una manera tan sensual que casi hizo que me corriera.
Inicié una penetración lenta, acompañada del movimiento de
nuestras caderas. Me retiré un poco de su rostro para poder apreciarla mejor. Su cara
reflejaba un éxtasis total, de verdad lo estaba disfrutando. El mete y saca seguía
lento pero ahora con más fuerza. Tanto ella como yo movíamos bruscamente
nuestras caderas buscando más profundidad y más contacto entre nosotras.
Cuando sentí el cuerpo de Ana temblar saqué mis dedos y arremetí
con mi pelvis contra la de ella buscando mi propia liberación. Mis movimientos y la
forma en como Ana levantaba la cadera hicieron que nuestros orgasmos se
encontraran al mismo tiempo. Nos corrimos fuerte diciendo el nombre de la otra
sobre nuestros labios. Sentía el sudor sobre mi espalda y mi frente y el calor por todo
mi cuerpo. Mi sexo palpitaba a la par que el de Ana. Nuestras respiraciones agitadas
que buscaban salir por nuestra boca y el corazón latiendo con tanta fuerza que casi lo
podíamos escuchar.
Me recosté a su lado casi con dolor al no sentir su piel sobre la mía.
Ella de inmediato buscó mi pecho y se recostó sobre él. No dijimos nada por varios
minutos; yo jugaba con su cabello y ella hacía círculos sobre mi estómago.
-Gracias, La.-
-¿Por qué?-
-Por el mejor regalo de cumpleaños.-
-Pero ni siquiera te he dado mi regalo.-
-Ese es un regalo físico que ahora mismo, no lo tomes a mal, no
podría importarme menos.- Suspiró. –Gracias por tirar la barrera más grande que en
mí quedaba. Gracias por enseñarme que esto también es una forma de demostrar
amor cuando estás con la persona adecuada. Gracias, amor.- La abracé fuertemente
a mí y llené su cabello de besos.
-Gracias a ti por dejarme entrar en tu vida y por confiar en mí.-
-Siempre te voy a amar, Lara más que a nada y a nadie en este
mundo.- Se levantó un poco para verme a los ojos. –Nunca olvides que eres lo mejor
de mi vida, mi ángel.- Atrapé sus labios con amor y con un nudo en la garganta ante
lo que me acaba de decir. Se había entregado por completo a mí y me estaba dejando
entrar en su vida sin ningún pero, sin pretextos, sin condiciones, simplemente me
quería a mí tanto como yo a ella.
-Sé que es una locura pero en cuanto ambas seamos legales quiero
que te cases conmigo.-
-¿Es una propuesta?- Me sonrió con ternura.
-No tengo el anillo pero sí, es una propuesta.- Sonreí sobre sus
labios.
-No sonó a una propuesta.- Besé su nariz.
-Ana Cardozo, ¿quieres hacer el favor de hacerme la mujer más
dichosa de mundo y casarte conmigo?- Se inclinó y me besó.
-Sí, Lara quiero casarme contigo. Nada me haría más feliz que estar
a tu lado el resto de mi vida.- Un besó más y se recostó en mi pecho.
Ahora quizá entiendo lo que Ana tanto me dice de Dios y de sus
misteriosas formas de actuar. Ahora entiendo que Él siempre tiene un plan para todo
y ningún plan que yo haya tenido antes de venir aquí se puede comparar a la alegría
que siento de saber que ella me quiere a su lado para siempre. No necesito más que
mi fe y mi amor por ella para luchar cualquier batalla que se nos presente.
A/N Un poco atrasado pero aquí está su oferta del buen fin :) Hola,
mis muy queridos lectores! Tenía toda la intención de publicar el viernes pero como
siempre no pude aguantarme y bueno, aquí estoy.
El capítulo que todo el mundo estaba esperando por fin se dio en el
marco del cumpleaños de Ana; no era la imagen que tenía planeada desde el principio
pero quedé más que satisfecha con el resultado. Espero que les guste a ustedes
también.
Gracias enormes por los votos, los comentarios, los mensajes; no
siempre me da tiempo de responder a todos pero créame que los leo y me alegran el
día con sus lindas palabras o con sus ocurrencias. A los que pedían un maratón, esto
es lo más cercano que tendremos de un maratón así que valórenlo xD
Como siempre pasen por @elcirculcolibri para muchas historias y
otras cosillas por ahí; también visiten a mi compi @xiion17 que tienen historias muy
chingonas. Nos leemos en twitter @Alexita_May para echar desma, adelantos de los
capítulos y demás.
Lean "Twin Flame" mi bebé; lo que hizo que perdiera el miedo a
escribir y me ayudó a llegar hasta acá. Tiene, por supuesto un gran valor sentimental
para mí. Como paso con "Mareas del Tiempo" sufrirá algunas modificaciones pero la
línea original de la historia no cambia (para los que la leyeron en TR) Gracias por sus
comentarios y votos para esas historias también :')
Sin más espero que su semana esté yendo de maravilla; mucho
mejor que la mía y nos leemos muy pronto, como siempre ;)
Saludos desde mi agripado rincón,
Ale :)
Capítulo 29
-No dan más de cursis ustedes- apuntó Ingrid con cara de asco.
-No seas envidiosa- dijo su hermana.
-No es envidia es diabetes de tanta miel- reí, tomé mis llaves y en
el umbral de la puerta le mostré mi dedo medio y ella hizo lo mismo casi a la par.
Corrí a la casa de Norma y encontré rápidamente la caja con las cosas que tenía para
decorar la habitación de Ana. Tuve que rodear la casa para que no se dieran cuenta
que iba con dirección a la iglesia y no a la escuela.
Caminé muy feliz pensando en cómo reaccionaría Ana al ver la
sorpresa. Había muchas cosas que para mí eran comunes que ella no había visto por
el lugar donde vivía y por estar aquí así que quería mostrarle un poco de lo que se ha
perdido. Alberto amablemente me dio su llave para abrir la puerta de la iglesia.
Estaba por entrar cuando escuché que me llamaban. Viré y me encontré con Ofelia.
-Hola- le sonreí.
-Hola-respondió a secas -¿está Ana?- Negué
-Está en mi casa- hizo un intento por irse –Ofelia, espera; sé que
no estás de acuerdo con esto, lo entiendo pero ella no tiene la culpa. Eres su única
amiga y te quiere mucho. La semana pasada estuvo muy triste porque te invitó a
comer a nuestra mesa y la rechazaste- abrió los ojos como platos.
-¿Cómo...-
-No me lo dijo, sabes que ella odia causar conflictos la vi y vi como
declinaste su oferta.-
-Estaba muy lejos de donde estaban ustedes.-
-Te recuerdo que la vigilo constantemente porque me preocupa su
bienestar. Lo que sea que tú pienses de lo que tenemos es incorrecto. Yo la amo y
quiero verla feliz- sonreí –viviría para hacerla feliz. Te pido por favor que medites
esto.-
-También la extraño- confesó.
-Entonces deja esta mierda atrás y ven a comer con nosotras-
sonrió. –Será un lindo regalo de cumpleaños para ella.-
-¿Tú crees?, ¿no estará molesta?- Eché la cabeza a un lado.
-Es Ana de la que hablamos, ella no funciona así.-
-Tienes razón.-
-La comida será a las tres de la tarde, te esperamos- asintió y giró
los talones.
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-Esto no significa que apoye lo que tienen...-
-Lo sé, lo haces por ella y te lo agradezco- asintió nuevamente y
ahora sí marchó rumbo a su casa. Hice lo propio hacía la iglesia y puse manos a la
obra.
Tenía mucho por hacer; inflé los globos rojos que me ayudarían a
formar un corazón en el techo justo sobre la cama de mi novia. Pegaba y me
recostaba buscando que se vieran lo mejor posible. Una vez que quedé contenta con
el resultado até los hilos con los mensajes que había escrito para ella y los demás los
esparcí por la cama. De la habitación de Alberto saqué el panda que había comprado
para ella. Fue el más grande y decente que pude conseguir en el otro pueblo por lo
que no podía quejarme. Después el ramo de rosas que dejé sobre su buró.
Justamente tarde hora y media, lo que le había dicho a Alberto que necesitaría para
acabar esto. Como por arte de magia escuché la puerta principal abrirse.
-¡Mierda!- Tomé el iPod que estaba sobre el escritorio y agradecí
que tuviera pila. –Apenas recuerdo que esta mierda tiene cámara- me puse muy
cerca de la puerta del baño y esperé a que entrara.
-Ahora te ayudo... papá- su voz se fue desvaneciendo poco a poco
cuando vi el interior de su habitación. Se acercó a la cama y tomó uno de los
papelitos que colgaba.
-También concuerdo con Ingrid, hija- intervino Alberto- después lidiaremos con lo que
sea que quiera hacer o decir, hoy es tu día.-
Dicho esto nos dedicamos a disfrutar del resto del día entre
bromas, insinuaciones y sarcasmos por parte de Ingrid. Definitivamente era una
gozada estar con esa mujer, hasta Ana disfrutaba de las idioteces que decía y más
cuando iban dirigidas a mí. La noche cayó pero eso no impidió que siguiéramos
hablando y tomando café. Lo único diferente fue que nos cambiamos al comedor
porque comenzaba a hacer frío y a oscurecer.
-Así que, cuando se casen tendrán hijos y serán más felices de lo
que ya son.- No sé cómo demonios terminamos hablando de matrimonio y por
supuesto fuimos las elegidas para ser molestadas.
-Son tan ridículas que van a juntar sus nombres y su hija se
llamará Alana o una mierda así- escupí el café y poco faltó para ahogarme de tanta
risa. –Se ríe porque es verdad.-
-¿Es malo que suene bonito?- dijo Omara y reímos. Alberto y
Norma en su mundo; definitivamente teníamos material.
Hablamos un rato más y gracias a Dios que desviamos el tema del
matrimonio, primera porque era incómodo y segundo porque terminaría diciendo que
ya le pedí matrimonio a mi rubia y no vería el fin de eso. Muchos minutos pasaron y
Ana se disculpó, la vi caminar rumbo al patio. Segundos después la alcancé.
-Hola- sorpresivamente se giró y me abrazó.
-Por fin te tengo para mí un rato- me dijo al oído.
-Siempre me tienes para ti.-
-Ingrid es divertida pero necesito un tiempo fuera, es muy...-
-¿Hija de puta?- Me dio un beso.
-Lenguaje- sonrió –iba a decir intensa pero parece que tú tienes
otra definición de eso.- Bajé mis labios una vez más para atrapar los de ella
momentáneamente antes de abrazarla una vez más.
-Estás muy fría- acaricié sus brazos.
-Entonces no dejes de abrazarme- sus manos descansaban sobre
mis caderas pero sus dedos prácticamente estaban sobre mis glúteos.
-¿Tanto te gustan?- Rió y asintió. Ahora si bajó completamente las
manos.
-Tienes un lindo trasero, La. Para tu altura tu trasero está muy bien
formado.-
-Gracias, volibol.-
-Millones de gracias al voli.-
Un par de horas después todos iban a casa; había sido el día
perfecto. A final de cuentas decidí pasar el día entero con Ana y los más cercanos a
nosotras. Creo firmemente que fue un día maravilloso, nunca había visto a Ana reír
tanto y estar tan contenta. Era lo único que quería y parecía que lo había logrado.
Llegó la hora de dormir y nada me hacía más feliz que dormir a su
lado y con su ropa. El olor de Ana era tan exquisito que me gustaría guardarlo en un
frasco; vino a mí el libro "El Perfume" y de inmediato deseché la idea. Yo ya estaba
acostada esperando que Ana regresara de darle las buenas noches a su papá;
repasaba el día y no pudo ir mejor. Me satisfizo cómo las cosas se habían dado. Anita
llegó con una enorme sonrisa a la habitación. Se quitó los zapatos y se acomodó en
su lugar.
-¿Todo bien?- Me puse de lado para poder verla de frente.
-Más que bien.-
-¿Te gustó?-
-Me encantó, La muchas gracias.-
-Es un placer serle útil, majestad.-
-Eres más que útil, eres magnífica. No sabes lo mucho que significó
para mí todo esto- se acercó a mí y me besó.
El beso se intensificó y de pronto la tenía sobre mí; mis manos se fueron a su espalda
y las de ella se colaron por mi playera traviesamente. De un movimiento ahora era yo
quien estaba encima de ella devorándole la boca. Eso no tardó mucho, bajé a su
cuello donde besé, lamí y mordí a mi gusto. Comenzó a quitarme la playera y ahí me
detuve.
-No- me separé de ella –aquí no, cariño.-
-Sabía que dirías eso- llevó sus manos de nuevo a mi estómago y
los fue subiendo lentamente pero la detuve.
-Señorita, tenemos a tu papá a unos metros de aquí y usted no es
una persona que se quedé muy callada.-
-¿Eso es malo?- Se veía preocupada. Le sonreí, me agaché para
besarla y me reacomodé de nuevo a su lado.
-Me prende muchísimo escucharte gemir, Ana- de inmediato se
puso como un tomate –por eso no quiero que tengas que contenerte.- Se acercó más
a mí hasta quedar a milímetros de mi cara.
-Me gustó mucho lo que pasó entre nosotras- acarició mi mejilla
–es lo más maravilloso que alguien me ha hecho sentir.-
-Fue exactamente igual para mí, cariño- le sonreí mientras ella
seguía acariciando la mejilla.
-Te veía a lo lejos cuando estabas con el clan, veía tu preciosa
sonrisa, o tus hermosos soles verdes cuando participabas en clases y te veías tan
lejos de mi alcance. Y constantemente me preguntaba qué tenía que hacer para ser
digna de alguien como tú- pegó nuestras frentes –y ahora estamos juntas y parece
un sueño y me cuesta creer que de entre tanta gente me elijas.-
-Y te seguiré eligiendo por el resto de mi días, Ana.-
-Te amo, Lara- besó suavemente mi nariz –te amo tanto que a
veces me sobrepasa.-
-Te entiendo a la perfección, cariño créeme que lo hago.-
Permanecimos platicando por muchos minutos más hasta que el
sueño comenzó a vencerme. Busqué el pecho de Ana y me eché a dormir. Había sido
perfecto, en parte había sido agotador pero había valido la pena. Su sonrisa y sus
lindos hoyuelos adornaron su rostro todo el día y eso era invaluable para mí.
Aunque eso no duró mucho tiempo. Aún con el terrible cansancio
que tenía fui capaz de sentir a mi novia retorciéndose y negando a alguien o algo. De
inmediato la solté, me puse de pie para encender la luz y regresarla a la realidad.
Apenas me paraba cuando comenzó a gritar; corrí a encender la luz y a abrir la
puerta del baño, siempre veía hacia ahí después de una pesadilla.
-Ana, despierta- tomé su mano con mucho cuidado pero de
inmediato se soltó. –Amor, despierta- dos gritos más y Alberto ya estaba parado en la
puerta. –No la puedo despertar- dije desesperada. Era la primera vez que pasaba
algo así. El hombre alto se acercó y la sacudió fuerte.
-Ana, es un sueño, ¡regresa!- Ana dejó de moverse y abrió los ojos
bruscamente. Vio a su papá y se echó a sus brazos.
-Va a regresar, papi- comenzó a llorar –me dijo que va a regresar.-
-No, mi amor él no hará eso.-
-Recordé... dijo que nunca me voy a librar de él... dijo que te
conoce- mi cuerpo se tensó de inmediato.
-Eso no es posible, mi amor muy pocos saben que te tengo
conmigo.-
-Mi mamá le dijo; lo recordé... lo recordé, papi nos va a encontrar-
la desesperación en la voz de mi chica me partió el alma y encendió todas las
alarmas. Conoce a Alberto y...
-¿Es posible?- Pregunté asustada, Alberto volteó a verme con los
ojos abiertos como platos.
-Es imposible, Lara nadie sabe de esto. Sólo tu papá sabe dónde
estoy.-
-¿Y si era alguien de la empresa?- Comencé a dar vueltas por la habitación. –Tiene
lógica, ella trabajó ahí...-
-Necesito hablar con Manuel- besó la frente de Ana y se puso de
pie. –Quédate con ella por favor- asentí sin dudarlo, retomé mi lugar en la cama y
Ana se puso de espaldas. –Puede que estemos contra reloj.- Casi salió corriendo de la
habitación.
-No te escondas de mí, cariño- acaricié su brazo y la vi
estremecerse; encogió su cuerpo al sentir mi piel. Una daga en mi pecho hubiera
dolido menos. -¿Ana?- No contestó pero negó con la cabeza, lo que me dijo que su
acto había sido deliberado. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos a la par que ella
comenzaba a sollozar.
Con mucho cuidado salí de la cama buscando no tocarla y me senté
en el piso mientras ella lloraba desconsoladamente. La última vez que ella se puso así
fue cuando tomé su mano estando en el río, tenía apenas unas semanas aquí. Algo
muy fuerte había recordado para que incluso quisiera protegerse de mí.
Entre llantos Ana se quedó durmiendo, yo simplemente lloré en
silencio y fue imposible dormir. Después de lo que habíamos pasado hace apenas
unas horas atrás sentí que éramos más fuertes que nunca pero subestimé a sus
demonios. Bajé la guardia... algo dejé de hacer, alguna puerta abrió Omara y desató
esto. No lo sé. Sólo nos quedaba esperar al amanecer para hablar con ella y esperar a
Alberto.
A eso de las cinco de la mañana me levanté por café y a tapar a
Ana que seguía hecha bolita en su lado de la cama. Me quedé unos momentos
observándola y aunque me moría por tocarla sabía que no era una idea. Tomé el libro
que Ingrid le había regalado De Profundis leí en la portada. Leí unas hojas pero
simplemente veía garabatos, no entendía nada de lo que decía. Lo dejé de nuevo en
su lugar y regresé a mi lugar en el piso.
Pasaban las horas y no había indicios de Alberto, comencé a
preocuparme, quizá no fue muy buena idea que saliera en medio de la noche a buscar
un teléfono. Si no hubiera sugerido que quizá el que abusó de Ana los conoce o
quizá... quizá, quizá, quizá...
-¡Mierda!- Maldije en voz baja. Salí de la habitación justo cuando
tocaron la puerta. Me apresuré a abrir creyendo que era Alberto pero me encontré
con Norma y su hermana. La primera de inmediato se dio cuenta de mi estado.
-¿Qué pasó?- Me tomó de las mejillas.
-Pesadillas.-
-Lo siento- sentí el nudo en mi garganta de nuevo.
-Recordó en sus sueños que... ya sabes quién, conoce a su papá y
le prometió que vendría por ella- el semblante de Norma cambió por completo y vi a
Ingrid fruncir el ceño.
-Pero eso no es lo que te tiene así, ¿cierto?- Negué.
-No dejó que la tocara- Norma entendió y me abrazó fuerte. Para
mi sorpresa Ingrid puso una mano sobre mi cabello, hizo una pequeña caricia y
caminó al comedor.
-¿Dónde está?- Preguntó la mujer de ojos expresivos.
-Dormida.-
-¿Quieres desayunar, mocosa?-
-No.-
-Me importa una mierda, te prepararé algo y más te vale que lo
comas- simplemente asentí. No estaba de humor para nada.
Jugueteé la comida que Ingrid me preparó pero me bastó que
intentara darme de comer en la boca para que mi apetito se despertara. Se
mantuvieron conmigo hasta que Alberto llegó con el rostro más serio que jamás le
haya visto. Nadie, absolutamente nadie se atrevió a preguntarle algo pero era más
que obvio que las cosas no estaban bien. El grito de Ana hizo que todos regresáramos
del trance en el que estábamos, hice por caminar pero la mano de Ingrid me lo
impidió.
-Quédate aquí, hija- dijo Norma mientras corría detrás de Alberto a la habitación de
mi rubia. Sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos una vez más. Esto
apestaba, me sentía completamente atada de manos.
-Lo siento, Lara- creo que era la primera vez que me llamaba por
mi nombre –pero mejor que nadie sabes que ha pasado por mucho y no sabe cómo
manejarlo.-
-Nunca me había rechazado así... nunca-
-Soy una mierda para esto así que sólo puedo decir que esperes-
asentí.
Estuve tronándome los dedos, moviendo las piernas incesablemente
ya que escuché a Ana gritar varias veces más y moría por entrar a verla pero después
de lo que pasó en la noche no quería que ella se sintiera incómoda y yo no quería
arriesgar lo poco de corazón que me quedaba sin romper.
Ingrid entendía muy bien lo que pasaba o simplemente no sabía
que hacer porque se limitó a pasarme agua o café en el infinito tiempo que tardaron
los adultos dentro de la habitación de Ana. La escuchaba bufar y maldecir de vez en
cuando; aunque no lo admitiera también estaba muy preocupada por la situación que
estábamos viviendo ahora mismo.
No decíamos nada pero los tics lo decían todo. Ella preocupada por
su hermana, por la chica, por Alberto y yo lanzando todo tipo de plegarias para que
mi rubia se mantuviera fuerte y soportara lo que estaba pasando. Dejé de lado el
incidente de la noche y me enfoqué a pensar positivo, como lo haría ella. Fui a la
iglesia y me puse frente al hombre en la cruz y comencé a rezarle, a pedirle que la
cuidara a ella, que le diera fuerza, que hiciera lo posible por ayudarla. Me levanté de
un brinco al ver a Norma entrando a la iglesia junto a Ingrid.
-¿Cómo está?- Cuestioné de inmediato.
-Mal- dijo con mucha honestidad –iré por Omara. Algo está
pasando.-
-Iré yo- dijo Ingrid- deberías quedarte con él por cualquier cosa.-
-Te acompaño- informé a la mujer agria.
-Lara- comenzó Norma –será mejor que no regreses.-
-¿Por qué?-
-Ella no quiere verte- sentí que la tierra se abría y caía en el vacío.
-¿Te dijo por qué?- Negó.
-Lo siento muchísimo, Lara- las pocas lágrimas que quedaban
hicieron su camino por mis mejillas una vez más.
-Estaré aquí y en cuanto sepa algo te lo haré saber- Ingrid se
acercó a mí para poner una mano sobre mi hombro.
-No lo entiendo- dije entre lágrimas.
-Ni nosotros pero...-
-Pero no me interpondré en su sanidad incluso si eso implica que
me aleje de ella- con una enorme tristeza Norma sacó de su bolsa algo y fue mi fin.
-Me pidió que te diera esto- sollocé a la par que estiraba mi mano
para tomar mi iPod y mi cargador. Norma me abrazó y me solté a llorar con fuerza.
Esto no podía estar pasando, apenas hace unas horas nos entregábamos en cuerpo y
alma y ahora no quería ni verme. Me solté de ella e hice mi camino a la salida. Antes
volteé hacia el hombre con el que charlaba hacía un rato.
-Si es por su bienestar, con mucho dolor, lo voy a aceptar- salí de
ahí sin esperar a Ingrid con un nudo en la garganta y el corazón en un millón de
pedazos.
A/N Hola, queridos lectores! Heme aquí con mi inhabilidad de
guardarme los capítulos un poco más. No es por tortura, sino por tener más capítulos
listos y poder actualizar cada semana.
Este capítulo abre el clímax de la historia, se vienen muchas cosas
para las chicas y la gente a su alrededor. No podría decir cuántos capítulos faltan para
el final sin embargo se comienza a ver en el horizonte. Pero faltan muchas cosas
wuuuu! (Mexicanos le van a entender xD)
Fue una semana muy impresionante para mí en muchos aspectos,
lo que pasó con el Chapecoense me pegó terriblemente porque soy deportista, porque
mi hermano es deportista y viajamos con nuestros equipos constantemente y
estamos expuestos al menos un par de veces al mes. El lado "positivo" de esto fue
ver que hay mucha gente buena y hubieron tantos gestos dignos de quitarse el
sombrero. Colombia, te aplaudo de pie por tu calor humano y tu actitud de campeón.
Se acercan las vacaciones *llora de alegría* y espero eso signifique
tener más tiempo para consentirlos como se lo merecen. Gracias por sus votos,
comentarios, mensajes y todo lo demás. Como siempre pasen a @elcirculcolibri para
hartas cosas.
Nos leemos en twitter @Alexita_May aunque me la hayan hackeado
¬¬ Han intentado abrir sesión desde la ciudad de México y desde Veracruz. No sé que
piensan encontrar, honestamente y que mamada que lleguen a estos extremos. Lo
único interesante son los links porno que le envío a @xiioon17 xD De verdad, no van
a encontrar nada.
Espero su fin de semana haya sido tan increíble con ustedes y si no
tienen 24 horas delante esperándolos con los brazos abiertos ;)
Saludos desde mi congelado rincón,
Ale :)
Capítulo 30
-No te molestes con ella, Lara todo tiene una razón- prosiguió Omara. –Voy a estar
muy pendiente de ti también, podemos platicar.-
-No- dije tajantemente –enfócate a ella, yo no soy la de las
pesadillas.-
-Cierto, eres la chica que soportado todo por la fuerza de su amor y
ahora duda incluso de eso, ¿cierto?- Callé.
Una de las tantas cosas en las que pensé fue en qué tanto podía
confiar en lo que Ana me había dicho. Su mensaje fue más que claro cuando no
permitió que la tocara y más aún cuando me entregó el iPod. Era como si hubiera
cortado con nuestras conexiones más importantes.
-Ella te ama- dijo Norma.
-Me quiero aferrar a eso. Quiero, al menos, creer que eso es
verdad.-
-Lo es- trató de calmar Omara –eso es muy real, Lara.-
Las mujeres se quedaron conmigo un gran rato, incluso tomamos
café y platicamos de muchas cosas. Les agradecía el que quisieran distraerme pero
todo regresaba a ella, todo el tiempo. Por mi mente rondaba la idea de correr a la
iglesia ahora que sólo estaba con su papá pero no podía, bueno, sí podía pero no
debía. No era adecuado.
-¿Creen que fue mucho?- De pronto escuché mi voz -le pedí que se
casara conmigo cuando fuimos al bosque a cenar- tomé mi cabello. –Creo que la
presioné demasiado; fue mucho para ella.-
-¿Le pediste matrimonio?- Preguntó Norma asombrada.
-Sí, lo hice- levanté las manos exasperada -¡soy una idiota!-
-No- me detuvo Omara –estuvo genuinamente feliz toda la tarde,
nunca dejó de sonreír y nunca dejó de verte con amor. Esto no es por falta de amor a
ti, Lara todo lo contrario.-
-No quiero dudar- escondí mi cara entre mis manos –juro por los
cielos que no quiero dudar de lo que siente por mí pero...-
-Tiempo, hija- Norma cambió de sillón y me abrazó. –Esto
eventualmente pasaría. A veces se te olvida que eres una niña, también estás en
proceso de encontrarte y de descifrar quién eres.-
-Y ahora tomas un rol en donde la estás anteponiendo a ella- se
metió Omara –la estás poniendo como el centro del universo.-
-Ella es lo más importante para mí.-
-¿Incluso más que tú misma?- la firme mirada de Omara estaba
sobre mí. –Es hermoso lo que haces por ella, Lara de verdad que lo es. La forma en la
que proteges y en cómo la quieres es algo que necesitamos en abundancia en el
mundo. Admiro profundamente tu fuerza para amarla pero este dolor se acentúa
porque te estás dejando de lado a ti misma.-
-Esto no es sobre mí...-
-Es sobre ambas; es sobre dos niñas que se aman de una forma
envidiable y que mueren la una por la otra. Sin embargo, tú traes tu propio equipaje,
Lara la relación con tus papás; los problemas que traías de la escuela; tu rebeldía; el
tener que trabajar y responsabilizarte de ti misma; lo que pasó con Olivia y sobre
todo el madurar al enfrentarte a la situación de Ana.-
-Yo elegí eso- calaban profundamente en mí las palabras de la
joven mujer.
-No estoy diciendo que Ana te forzó sino que algo en ti comenzó a
surgir en base a lo que vivías. No es malo, en absoluto pero mi punto principal es que
tú también tienes mucho dentro de ti y estás tan enfocada a Ana que lo estás dejando
de lado y eso eventualmente buscará la forma de ver la luz. Para bien o para mal. Es
hora de que alguien se ocupe de ti.-
-No es la forma menos dolorosa pero es un momento para que
ambas se ocupen de ustedes mismas- completó Norma.
Charlamos un rato más y aunque el ambiente mejoró por mucho las
tres nos veíamos sumamente exhaustas y las miradas de simpatía por parte de ellas
me estaban matando. No quería lastima de nadie, sólo quería comprender y listo. Se
fueron casi a media noche después de que les dije ochenta mil veces que estaba bien
y que no me faltaba nada. Poco faltó para que Norma durmiera conmigo para
asegurarse.
Domingo, infernal domingo que me recordó que todo era real cuando vi el aparato
justo al lado de mi cama. Corrí a la cocina por mi computadora y conecté el aparato
apenas me levanté. Busqué las fotos que nos hicimos, una sonrisa agridulce se instaló
en mi rostro. Acaricié el rostro de Ana a través de la pantalla.
-Nada hará que te ame menos, absolutamente nada- ya no habían
más lágrimas –no puedes esconderte de mí para siempre y no me voy a quedar de
brazos cruzados. Comenzaré todo una vez más de ser necesario. Eres tú, algo dentro
de mí me dice que si no eres tú no será nadie más.-
Vagué por la casa la mayor parte del día pero como ya había
limpiado la noche antes no había mucho por hacer. Me puse a hacer tareas y las
terminé en tiempo record, no había más en qué distraer la mente. Definitivamente no
quería música, ni estar cerca de la computadora donde puse nuestra foto como
protector de pantalla. Hice la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Esto era una mierda.
Con confianza caminé al bosque, sabía que Ana no se atrevería a ir
allá y por las palabras de Norma y de Omara no estaba en muchas condiciones de
salir. Seguí la línea del río como las primeras veces que fui para allá.
Afortunadamente no me encontré con alguien conocido porque no estaba de humor
para hablar con alguien.
Llegué hasta el lugar donde me solía escuchar música antes de
tener mi escondite con la rubia. Con una sonrisa recordé una de las muchas veces
que me espantó al aparecer como un maldito ninja. Como muchas veces la encontré
llorando y como muchas veces escapó de mí. Ahora también escapaba de mí con la
diferencia de que ahora soy plenamente consciente de que la amo con mi vida.
-¡Ah!- Grité frustrada -¡¿qué hice mal?!-
-Nada- escuché una profunda voz.
-¡Mierda!- Pegué un brinco, me di la vuelta y me encontré con
Alberto. –Parece que es de familia- dije mientras ponía la mano sobre mi pecho
tratando de tranquilizarme.
-¿Cómo estás?-
-No me hagas contestarte como lo hice con Norma- suspiré. –Lo
siento, esto... está nublando mi poco juicio- se acercó lentamente y me dio un abrazo
que de inmediato correspondí.
-Lo siento mucho, dulce Lara- todo lo que me guardé desde la
mañana encontró su manera de salir ahora en los brazos del hombre alto. –Sé lo
mucho que significa para ti y sé del dolor que se puede sentir cuando ella te rechaza-
tragó –es como que desprendieran una parte de tu alma... es como si hubieses hecho
algo sumamente malo y no eres digno de ella. Es como si la luz desapareciera y un
terrible vacío llegara y se apoderara de tu cuerpo. Te entiendo perfectamente- ni
siquiera hice por contenerme lloré tanto como me fue posible.
Él lo sabía, por supuesto que lo sabía, ella lo evitó miles de veces.
Él me lo dijo en las muchas veces que hablamos y que cuando creía que habían
avanzado tres pasos regresaban cinco. Él, mejor que nadie, podía entender lo que
pasaba en mi mente y en mi corazón en estos momentos. Acarició mi espalda con
mucho cariño y me sostenía con fuerza como buscando recomponerme; necesitaba
este abrazo de alguien tan cercano a ella.
-¿Cómo está?- Me dio un beso en la frente, con sumo cuidado me
alejó de él y tomó mi rostro con ambas manos.
-La pregunta importante es, ¿cómo estás tú?-
-Mal, muy mal- sollocé –la amo demasiado... no lo entiendo.-
-Lara, no tengo una explicación para darte, de verdad que no la
tengo. No sé qué está pasando y me temo que lo que sea sólo irá empeorando. Me
estoy preparando para la guerra... no sé qué pensar. Sólo sé que necesito mi fe más
que nunca- me estremeció la fuerza con la que Alberto hablaba.
-Gracias por lo que has hecho por mí hoy, no tengo cómo agradecértelo.-
-Quiero ayudarte, Lara lo más que pueda. Y por supuesto quiero
ayudar a que Alana venga a la tierra- nos echamos a reír. –Su amor es fuerte,
saldrán de esta.-
Los días siguieron pasando en agónica lentitud, unos más grises
que otros, unos menos llorosos que otros pero por más que buscaba todo regresaba a
ella. De nuevo era lunes, ni por error se había asomado a la escuela, llevábamos ya
más de una semana sin vernos y el pecho me dolía cada vez más. Me recordaba a
cada momento la charla con Omara, no quería pasar sus límites, lo que sí quería era
hablar con ella y que me expliqué lo que pasa en su cabecita. Buscar la manera de
encontrar la solución a esto, juntas. Como lo habíamos hecho anteriormente.
Pao seguía haciéndome compañía en el desayuno y procuraba hacer
equipo conmigo en la mayoría de las tareas. Evitaba que estuviera sola mucho
tiempo, me hablaba incesantemente de cómo era el lugar antes de que yo viniera y
de los cambios que ha habido desde mi llegada. Me decía que se sentía muy feliz de
conocer a una persona como yo que le alegraba los días. Hoy era uno de esos días
donde me hablaba de los maestros que había antes, la tomé de los hombros y la
sacudí.
-Lo siento pero debes callarte- se echó a reír.
-Ya te habías tardado.-
-Ya no puedo más- tomé mi mochila y me puse de pie.
-¿A dónde vas?-
-Necesito al menos hablar con ella- salí corriendo de la escuela con
dirección a la iglesia. Honestamente me alegraban estos ataques de espontaneidad
que tenía y ya me había tardado mucho para este.
Corrí hasta la parte de atrás de la iglesia donde estaba la pequeña
barda que delimitaba el patio del lugar. Quizá no estaba tan preparada para verme
pero al menos podíamos platicar un poco. Rezaba que estuviera en el patio o cerca de
ahí para que me escuchara. Conforme me fui acercando me hinqué, extendí mis
brazos hacia arriba y le di gracias en silencio cuando escuché la voz de mi rubia en el
patio.
Eres como el viento que no avisa
Cuando sopla y trae la brisa
Ven y sopla sobre mí
Y mi corazón vuelve a latir
Y se renueva si estás aquí
Y mi corazón vela por ti
Porque te espera, vuelve a venir
Espíritu de Dios ven a mi vida
Como lluvia que tardó
Y al desierto vida dio
Desciende sobre mí
Como la brisa
Que destile sobre mí
Tu poder en mí haz fluir
-Bonito- dije lo suficientemente alto ya pegada a la barda.
-¿Lara?- Sentí un nudo en la garganta al escucharla decir mi
nombre.
-¿Podemos hablar?-
-Vete, por favor.-
-Ana, no huyas sólo quiero hablar contigo. Por favor, cariño- la
escuché acercarse a la barda.
-Será mejor que te vayas, Lara.-
-¿Qué está pasando, Ana? Háblame, dime qué tengo que hacer y lo
haré.-
-Quiero que te alejes de mí- las lágrimas se acumularon en mi
rostro.
Veo el final pero a la vez no veo el final, ¿tiene sentido eso? Los
capítulos se han ido alargando y lo que parecía corto se ha extendido so, no sé qué
pensar. Sólo sé que estoy tan metida con la historia como ustedes y por eso me
altero levemente cuando creen que no quiero soltar los capítulos o que no "escribo
rápido".
Espero que su semana esté yendo de maravilla y que su fin de
semana sea mucho mejor aún. Sonrían que las vacaciones se aproximan o si ya están
de vacaciones y si no de todos modos sonrían :)
Gracias por los votos, los comentarios, los mensajes y por sus
múltiples teorías sobre la persona que está detrás de lo que le pasó a Ana; me han
entretenido a lo largo de la semana y me hace ver lo metidos que están con la
historia. ¡Millones de gracias!
Lo de siempre, pasen a elcirculcolibri que tendrá algunos cambios y
tendrán más variedad de textos. Nos leemos en twitter @Alexita_May donde se
concentra la mayor horda de drama en el mundo.
Nos leemos muy pronto (I hope so)
Saludos desde mi frío rincón con olor a café y canela,
Ale :)
Capítulo 31
-¿Estás loca?- Escuché a la mujer de ojos expresivos –no sé cómo le haces para
siempre superarte, Minerva.-
-Lo dice la que se acostó con mi esposo- extrañaba su refinada voz
pero estaba más intrigada por lo que decían.
-Y diría que tu esposo se tardó en buscar a algo mejor- ¡santa
mierda! Ingrid está ahí también.
-Esto no es sobre nosotras, ni lo que pasó entre Manuel y yo esto
es sobre tu hija.-
-Bien lo has dicho, mi hija yo sé cómo criarla y qué hacer con su
vida.-
-Lara no es un puto juguete, ni mucho menos una pieza para lo que
sea que tu diminuta mente esté maquilando.-
-Tú, ¿quién eres?- Podía escuchar el cambio en el tono de voz de mi
madre.
-Desde ahora tu peor enemiga, no tienes derecho a hacerle eso a
Lara- respondió Ingrid muy molesta.
-Esa niña no ha sido más que un dolor de cabeza para nosotros, es
hora de que haga algo por su familia.-
-No tienes ni la menor idea de la maravillosa hija que tienes. La
mocosa tenía razón, eres una maldita bruja.-
-Ingrid- intervino Norma.
-¿Cómo te atreves a hablarme así?-
-¿Cómo te atreves a hacerle eso a tu hija?- De nuevo Norma.
Sentía mi corazón a punto de salir del pecho. Mamá tenía planes para mí muy
distintos a los que yo tengo para mí misma.
-Le estamos haciendo un favor al juntarla con un chico de buena
familia que también ayudará a nuestras finanzas- ¿juntarme? –Es un simple contrato
de matrimonio...-
-¡¿Qué?!- Entré con los ojos desorbitados a la casa -¿Un contrato de
matrimonio?-
-Lara, ve a mi casa, por favor...-
-No iré a ningún puto lado.-
-Espero que sepas guardar la compostura cuando estemos con los
Youngblood y dejes de hablar como un albañil.-
-¿Youngblood?, ¿me quieres casar con Kevin?-
-Ya se conocen y tu padre y el señor Youngblood tienen un buen
contrato. Con ustedes como pareja ayudarán a ambos negocios.-
-Estás loca- dije completamente fúrica. –Soy menor de edad.-
-Nada que el consentimiento de tus tutores no arregle. Kevin es
mayor y si los casamos aquí en México será más fácil.-
-No haré eso- sentía mi sangre hervir.
-Es una pena que no sea una pregunta, Lara. Te estoy dando una
orden.-
-No iré contigo- di un paso al frente pero de inmediato Ingrid me
tomó del brazo.
-Vete, mocosa nosotras arreglaremos esto.-
-No hay nada que arreglar, ya todo está listo. Si no haces esto tu
padre o yo terminaremos en la cárcel por incumplimiento de contrato.-
-Espero seas tú- espetó Ingrid.
-Te desconozco, Minerva esto raya en lo ridículo- de nuevo Norma.
-Comienza a empacar- ordenó.
-No- la reté –no iré a ningún lugar, mucho menos a casarme
cuando aquí tengo...-
-Aquí tiene paz y tranquilidad- habló Ingrid. Ligeramente negó con
la cabeza.
-Falta una semana para que termine el semestre- agregó Norma.
-Por primera vez en su puta vida hagan algo bien por esta niña y déjenla terminar-
completó Ingrid.
-Yo misma la llevaré- de nuevo la mujer de cabello corto –una
semana es lo que pedimos.-
-No son quién para decidir. Se va ahora.-
-No- agregó tajantemente Ingrid. –Se va en una semana y si te
atreves a siquiera hacer algo para llevártela ahora te voy a arrastrar por todo el puto
pueblo- ambas mujer se lanzaban dardos con la mirada.
-No quiero tonteras o mandaré al ejército si es necesario- amenazó
mi madre, cediendo a la petición. Muy a su manera.
-Lara merece una persona mejor- dijo la mujer amargada antes de
sacarme de la casa, dejando solas a mi madre y a Norma. Ingrid me arrastró a la
casa de Norma y lo primero que hice fue patear la puerta.
-¡Maldita sea!- Otra patada y una más -¿Quién se cree?, ¡¿quién
mierda se cree?!- Estaba totalmente fuera de mí. –Le diré que estoy con Ana- una
vez más Ingrid me jaló.
-Si tenemos esperanza de que te pueda zafar de lo que sea que
hicieron, bajo ninguna circunstancia debe saber que estás con Ana- también ella se
veía molesta.
-Y yo que creí que seguía en algún lugar- sonreí con tristeza. –Ella
ya no está.-
-Nunca creí que fuera tan bruja.-
-Yo sí lo sabía pero nunca me imaginé algo así.-
-El puto infierno se ha de haber congelado pero te pido que
mantengas la calma aquí. Bajo ninguna circunstancia puede saber de ti y de Ana.
Tienes que seguir el juego en lo que buscamos qué hacer.-
-¿Dónde está papá?- Ahora golpeé la mesa -¡Ah! Esto es una
mierda.-
-¿La?- Ambas casi nos desnucamos al voltear a la puerta -¿qué
pasa?-
-Anita, será mejor que vayas a casa.-
-¿Tu papá vino?- Veía a Ingrid y me veía a mí -¿Lara?, ¿es tu
mamá?- Asentí levemente. Su rostro cambió por completo. -¿Vino por ti?- Ninguna de
las dos dijo nada y eso le dio la respuesta. Me acerqué rápidamente a ella y la abracé.
-Yo digo que le dejes abierta la ventana de tu cuarto para que la coman los
mosquitos- sonreí ante la sugerencia de Ingrid.
-Puede ser- comencé a caminar pero mi novia me detuvo.
-Iré yo.-
-No te dejaré a solas con ella, cariño.-
-Y yo no permitiré que cometas una locura; quédate aquí- asentí
levemente, dos segundos pasaron antes de que Ingrid hiciera el sonido de un látigo.
Norma y la rubia rieron. –No te metas con mi chica, Ingrid- pidió con dulzura.
-Sólo porque lo pides tú- dijo con una sonrisa. Ana salió y solté el
aire que no sabía que contenía.
-No sé cómo le diré lo que tiene planeado- cerré los ojos –esto no
es bueno.-
-Lo siento muchísimo, Lara- Norma se acercó a mí –quisiera hacer
algo más.-
-Al menos me diste una semana, algo se me tiene que ocurrir en
estos días. Para empezar debo convencerla de llevar a Ana conmigo.-
-¿Y si le dice?- Preguntó Norma.
-Conociéndola, ni le dirigirá la palabra. Ana es de clase inferior a
ella- sonreí –ella es la que no es digna de estar en la misma habitación que mi rubia.-
-Tiene sentido- habló Norma –ya antes habían estado juntos y funcionaron bien. Si se
casan será mucho mejor para sus negocios.-
-Los quiero matar a todos ahora mismo- agregué.
-Te apoyo- dijo Ingrid.
-Mi hermana tiene razón- prosiguió la mujer de cabello corto –será
mejor seguir el juego.-
-Y dejar a Cardozo aquí- volteé a ver a Ingrid con el ceño fruncido.
-¿De qué mierda hablas?-
-De que si de verdad la amas la debes dejar aquí- afirmó con
calma.
-Ingrid, siempre he creído que estás loca pero esto es demasiado.-
-Mocosa, sé que la amas, sé que ella te aman, son tan cursis y me
da diabetes verlas interactuar pero, ¿cómo crees que se sentirá ella al verte de la
mano con alguien más?, o peor aún, ¿qué crees que será de ella cuando te vea
besando a alguien más? Los periódicos no se van a conformar con verlos sonriéndose
el uno al otro menos cuando supuestamente se van a casar.- Contenía las ganas de
llorar.
-Tiene razón, Lara...-
-¡No! Por supuesto que no- mis ojos se llenaron de lágrimas –me
niego a estar lejos de ella.-
-Por eso pedí la semana, Lara, tus calificaciones ya están, ya no es
necesario que vayas a la escuela. Pedí ese tiempo para que te despidas de ella.-
-No digas eso, por favor- supliqué.
-Las quiero demasiado a las dos y estoy pensando en lo mejor para
ambas. Esto es lo mejor.-
-El pastor debe estar en la misma sintonía- dijo Ingrid. –Te quiere
pero ante todo está su Ana y no dejará que sufra.-
-No, no, no- comencé a llorar- esto no puede estar pasando.- Sentí
a Norma cerca de mí y segundos después me abrazó.
-Te doy mi palabra de que haré todo por librarte de eso, te lo
prometo, Lara- me abracé fuerte a ella. –Eres mi familia y a la familia no se deja
sola.-
-Somos- agregó Ingrid antes de sentir su mano sobre mi espalda.
¿Por qué mis padres no eran así?, ¿por qué querían esto para mí?
Ni siquiera me lo consultaron, no me preguntaron, tomaron una decisión sin siquiera
preocuparse por lo que yo tenga que decir a eso. Para mi madre sigo siendo la
horrible hija que dejó aquí hace meses y en parte tiene razón, no me ha visto, no ha
interactuado conmigo pero al menos merezco el beneficio de la duda. Debió darme
una oportunidad, al menos una para demostrarle que puedo hacer bien las cosas.
Ahora venía la parte de mi consciencia que decía que quizá me
dieron muchas oportunidades y nunca las aproveché. Que fueron tantas y las
desperdicié que ellos comenzaron a tomar decisiones por mí. Por más molesta o
dolida que esté no puedo regresar a lo de antes, no puedo ser la chica de hace meses
que sólo se ocupaba de mantener su estatus y de sacarle canas verdes a sus padres.
Pero también debo poner condiciones a esto. Estoy en la posición de hacer ciertas
peticiones y las tienen que cumplir. Me separé de ellas bruscamente y caminé a la
casa. En cuanto entré aseguré bien la puerta, mi madre estaba en el sillón con una
Tablet.
-Tenemos que hablar- dije.
-No hay nada de qué hablar, Lara- dejó el aparato a un lado y me
vio. Antes amaba ser tan parecida a ella pero ahora lo detestaba. Su cabello
pulcramente planchado con luces como le gustaba a ella; su típico labial rojo; sus
gruesas cejas; sus penetrantes ojos verdes como los míos adornados con una
enormes pestañas. Decir que era fea era decir que yo también era fea porque soy su
puto retrato.
-Al primer escándalo me lo quitas todo y tienes todo de mí para hacer y deshacer a tu
antojo- lo meditó un momento.
-De acuerdo, ¿ves que podemos entendernos como gente decente?-
-Muérdeme- dije antes de salir de ahí. Corrí tan rápido como mi
pierna lo permitió, sentía muchas ganas de vomitar, de romper todo, me detuve
hasta que vi cerca mi escondite. -¡Ah!- grité tan fuerte como pude y caí de rodillas.
Esto era demasiado para procesar en tan poco tiempo. -¿Qué quieres probar?,
¡Dímelo!- Vi hacia arriba –estoy harta de tus putos acertijos. Si esto es un castigo por
amarla estás en el camino equivocado; sabes perfectamente que no dejaré de
hacerlo. Es mi vida, ella es todo para mí...- no aguanté más y me tiré a llorar
desconsoladamente.
Me hice bolita y dejé salir todo lo que había aguantado durante la
plática con mi madre; quería gritarle que amo a Ana que no quiero estar con nadie
más pero ella nunca lo va a entender. Más allá de todo esto lo que más me dolía era
saber que la mujer que tanto amé ya no está más, la desconocida ha tomado todo el
control de ella y sólo queda esta mujer plástica que creer que todo está a sus pies con
sólo ordenarlo. De nuevo estaba sola. Mi único consuelo era que Alberto no se
arrepintiera de su decisión.
Me senté de nuevo cuando sentí un punzante dolor de cabeza; no
sé cuánto tiempo había estado ahí tirada. Intenté ponerme de pie pero no tenía
fuerzas, vi al horizonte y el sol comenzaba a ponerse; ya había tardado demasiado
tiempo. Escuché un pequeño ruido pero ni siquiera me inmuté, ya sabía quién era o
eso creía.
-Mocosa- volteé de inmediato a ver a Ingrid hacerse su camino
hacia donde estaba yo. No dije nada y regresé mi vista al lago. –Lo siento, sé que es
todo una mierda.-
-Lo es- se sentó a mi lado.
-Es una bendición y una maldición ser la que no tienen pelos en la
lengua para decir las cosas. Es como si no hubiera un filtro entre lo que pienso y lo
que digo, todo sale tal cual nace en mi mente.-
-Quisiera que hubiera más gente como tú en el mundo, Ingrid. Con
todo y tus evidentes problemas mentales eres honesta y eso no se encuentra
fácilmente.-
-No sabes lo que pides, Lara; son un pequeño reflejo, hay
muchísimo más detrás de mí que nadie conoce.-
-Eso no quita que seas buena persona.-
-Estoy muy lejos de ser una buena persona, he cometido pecados
muy grandes.-
-Según Ana si te arrepientes de corazón y no lo vuelves a hacer los
pecados pueden ser exculpados.-
-El problema es que no me arrepiento de lo que hice, nunca lo he
hecho y nunca lo haré.-
-¿Tan malo es?- De reojo la vi sonreír.
-El quinto mandamiento.-
-¿Amarás a Dios sobre todas las cosas?- Intenté adivinar porque no
me sabía ni madre de eso.
-No matarás- confesó con una increíble calma –eres la primera
persona a la que le digo esto.-
-Me estás jodiendo, ¿cierto?- Negó. –No lo creo.-
-Marcos.-
-¡¿Qué?!- El dolor de cabeza se esfumó. –Creí que el papá de Olivia
tenía que ver con eso.-
-Todo apunta a él pero no fue él.-
-No entiendo... ¿por qué?-
-Trataba mal a Norma; engañó a muchas niñas de la escuela para
que se acostaran con él. Yo lo seguía hasta sus escondites... las cosas que hacía, era
un maldito enfermo. Luego Olivia comenzó a ser recurrente para él, fue muy fácil,
demasiado fácil y se aburrió.-
Caminamos en completa calma, una parte de mí estaba aliviada porque veo que hay
gente que ha cuidado muchísimo de Ana y lo seguirá haciendo; por otro lado la
confesión de Ingrid me tomó por sorpresa y más por lo resignada que está a pagar
por sus actos. Es muy consciente de lo que hizo y como tal sabe que habrá
consecuencias tarde que temprano pero no podría importarle menos. Cuando
llegamos a la mi casa, mi madre estaba en el umbral de la puerta con cara de pocos
amigos.
-¿Dónde estabas?-
-Respirando aire fresco por ahí- contesté.
-Debes avisarme- rodé los ojos.
-He vivido aquí por meses, sé cómo son las cosas aquí. No vengas
en plan de mamá a querer preocuparte por mí porque no te queda.-
-Te tengo que entregar completa- dijo casi con malicia.
-¡Cuidado con eso!- Gritó Ingrid apuntando al piso muy cerca de
donde estaba mi madre quien de inmediato soltó un grito y pegó un brinco. –Ah, era
sólo tu pie. Lo siento- me eché a reír con fuerza.
-Estúpida- escupió mi madre molesta.
-Será mejor que se metan antes de que salgan los alacranes- me
hizo un guiño y desapareció en la casa de Norma.
-Imbécil, ¿quién se cree?-
-La dueña del puto mundo... si se lo proponen pueden ser mejores
amigas- sonreí antes de entrar a la casa. Fue a la habitación por una pequeña
chamarra y una almohada, la de Ana, y me dirigí a la sala a donde sería mi
habitación.
-¿Te sientes confiada porque tienes a Norma de tu lado?-
-¿La hinchazón en mis ojos y mi cara roja te dice que estoy
confiada? Premio a la madre del año.-
-Cuida tu boca, Lara- amenazó.
-Me quieres casar, vienes aquí tratas mal a la gente que quiero y
esperas que te lance rosas; estás muy equivocada, mamá.-
-No sé cómo puedes confiar en una mujer que...-
-¿Qué se acostó con mi padre?- Me vio sorprendida –ella confía
tanto en mí que me lo dijo y sí, aunque no lo creas, se arrepiente porque sabe que
hizo mal. Al menos ella es capaz de reconocer sus errores y darme un poco de
crédito.-
-Es porque ella no te ha tenido que soportarte.-
-Todos estos meses he trabajado para ganarme la puta comida y
donde vivo, he comido cosas que nunca había probado, me he esforzado por ponerme
al corriente en la escuela y recuperar el tiempo perdido-sonreí –me dieron una
monumental madriza por defender mis ideales y Norma no ha hecho más que
apoyarme. La he cagado, sí, muchas veces estando aquí pero ha confiado en mí más
de lo que tú has hecho.-
-Sólo cumplía su labor de cuidarte.-
-No, ella estaba siendo mejor madre de lo que tú has sido- ni bien
terminé sentí la mano de mi madre caer con fuerza sobre mi mejilla derecha.
-No te atrevas a compararme con ella- me tomé la mejilla y
aguanté las ganas de llorar. Era la primera vez que me golpeaba.
-Cierto, ella es mucho mejor que tú- antes de que pudiera hacer
algo más salí de ahí con los ojos llenos de lágrimas rumbo a la iglesia.
La noche ya había caído, los animalitos hacían su aparición y se
dejaban escuchar; un viento húmedo se sentía, llovería pronto. A lo lejos, en uno de
los cerros se podía ver una tormenta eléctrica; quizá no era tan mala idea estar hoy
con Ana. Para cuando llegué las lágrimas habían invadido todo mi rostro, sentía un
horrible vacío en el estómago y el dolor de cabeza regresó. Apenas segundos después
de que toqué Alberto abrió la puerta, al ver mi estado de inmediato me abrazó.
-Lo siento mucho, dulce Lara- me hizo pasar con mucho cuidado. Me dejó en su
asiento y se dispuso a preparar algo de café para ambos. –Sé que será una pregunta
muy tonta pero, ¿cómo estás?-
-No sabría decirte que es lo que predomina ahora mismo- mentiras,
sí lo sabía y muy bien. Un horrible nudo en la garganta me impidió hablar por unos
segundos. –Ella ya no está, ella se ha ido- Alberto se sentó junto a mí y tomó mi
mano con amor.
-Ella está ahí, Lara, está esperando que la encuentres- negué.
-Con lo que le acabo de decir dudo mucho que tenga muchas ganas
de hablar conmigo.-
-¿Qué le dijiste?-
-Que Norma es mejor madre que ella- para mi sorpresa el hombre
rió.
-No podría esperar menos de ti, Lara, pero sabes tan bien como yo
que eso no es correcto- fue mi turno de negar. –Por más mala que pueda llegar a ser
ella es tu madre y lo seguirá siendo por el resto de tu vida. Puedes querer y tener
modelos a seguir femeninos pero la única siempre será ella.-
-Lo sé, sólo quería lastimarla.-
-Y eso, ¿cómo te hace sentir?-
-Mal porque estoy actuando por sentimientos negativos.-
-Ahí está mi Lara de las últimas semanas. Estoy muy orgulloso de
lo mucho que has avanzado aquí.-
-Gracias a ti.-
-Aunque yo me hubiera matado hablándote de muchas cosas si no
hubiese habido disposición por parte tuya, nada se hubiera logrado. Esto también es
una victoria para ti.-
-Gracias- dije tímidamente.
-No es necesario que te diga que esto no puede volver a suceder y
tendrás que hacer algo que no has hecho nunca con ella.-
-Me tengo que disculpar- asintió.
-No lo veas como una obligación, míralo como una forma de
liberarte de malos sentimientos. Cuando odiamos, cuando nos resentimos lanzamos
tanto veneno que según llega a nuestros objetivos pero se queda dentro de nosotros.
Es como tragarse el veneno esperando que el otro se muera. Sentimientos como ese
no hacen más que dañar el alma y envenenar tu mente con pensamientos viles y
vergonzosos. Tú no eres así, tú no eres una persona que odie o que se mueva por
rencor. Tu amor hacia mi hija me ha mostrado que eres un ser amoroso, lleno de
vitalidad que necesita dónde proyectar todo lo bueno que hay dentro de ti. No te
envenenes, dulce Lara- de nuevo mis ojos se llenaron de lágrimas.
-No lo haré- dije apenas en un susurro. -¿Sabes si están mal?-
-Tu padre hizo algunas inversiones que salieron mal y está a dos
pasos de la bancarrota, necesita algo que lo ayude pero nunca creí que hicieran algo
así. De Minerva puedo esperar muchas cosas pero de tu padre, ese hombre que
considero mi hermano, no.-
-Al menos ya le puse algunas condiciones a mi madre para que yo
me vaya.-
-Sobre eso, Lara, tenemos que hablar- dijo en un tono solemne.
-Es sobre Ana- asintió. –Tenemos un trato y tú aceptaste desde el
principio.-
-Lo sé, Lara pero esto no estaba entre nuestros planes. Nada de
esto y me molesta que Manuel no esté aquí porque sabe que lo haría cambiar de
opinión; por eso vino Minerva en su plan de reina del mundo.-
-Ella ya aceptó en llevarme a Ana conmigo, dijo que no había
ningún problema si me la llevaba.-
-El problema es que yo no voy a aceptar eso; Ana se queda
conmigo- me puse de pie.
-¿Por qué?-
-Va a sufrir, Lara, mi hija es mi prioridad y no la mandaré a un
lugar donde la harán pasar muy malos ratos.-
-No puedes hacerme esto, tú no.-
-Si están destinadas, Dios las pondrá de nuevo en el mismo...-
-No me vengas con esa mierda, Alberto, sabes muy bien lo que ella
significa para mí.-
-Lo sé muy bien y tú sabes que ella es el centro de mi universo y
haré todo lo que sea necesario por protegerla. Lo lamento pero ella se queda.- La
firmeza en la voz de Alberto me decía que no había lugar a negociaciones.
Comenzaba la cuenta regresiva; sólo me quedaban unos días junto al amor de mi
vida.
A/N Hola, queridos lectores. Una vez más subiendo algo para
ustedes.
Antes que nada feliz navidad, espero que la hayan pasado
maravillosamente con su familia, amigos y los más cercanos a ustedes. Y sobre todo
espero que Santa les haya traído muchos regalos. Creo que mi locación es súper
secreta que ni él la encontró. xD
Timing, se supone que son épocas lindas y me toca subir los
capítulos más dramáticos hasta ahora. Pero ya vendrán sus regalos de compensación
;)
Este día es muy especial para mí, un día como hoy hace cuatro
años fue la última vez que vi a mi abuelo con vida. Él se reunió con mi abuela un 30
de diciembre. Son épocas muy complejas para mí familia y por eso decidí refugiarme
en la naturaleza unos días para hacer cosas que honren su memoria. Cuiden mucho a
los suyos y apapachenlos tanto como puedan porque no sabemos cuando será la
última vez. Está por demás decir que este capítulo va con todo mi amor al cielo.
Si no nos leemos antes, les deseo un feliz año nuevo y deseo de
todo corazón que cada sueño y meta que tengan encuentre la manera de hacerse
realidad. De nuevo millones de gracias por hacer de este año algo especial para mí y
por ser parte de este sueño. ¡GRACIAS!
Nos leemos en twitter @Alexita_May y pasen a elcirculcolibri para
hartas cosas mamalonas.
Saludos desde mi rincón con olor a vino y a pan francés,
Ale :)
Capítulo 32
-Te amo, Ana Cardozo, conocida como mi rubia tonta- le sonreí ampliamente.
-Tuya, La, sólo tuya- me acerqué a ella y besé sus labios unos
segundos. – no llores, me pone muy mal verte llorar. Las veces que te he visto llorar
es porque he tenido que ver con eso.-
-Es porque te amo demasiado y todo lo que te afecta me afecta a
mí- le sonreí antes de buscar sus labios nuevamente.
Mi confianza hacia Lara era algo que a momentos me abrumaba; la
veía y lo único que pasaba por mi mente era que quería abrazarla o que ella me
abrazara y últimamente en lo único que pienso es en sus manos sobre mi cuerpo. Mi
Lara ha hecho que guste de la cosa a la que más le tenía miedo; ella ha encontrado la
llave para hacer que mis miedos salgan de su escondite y se vayan lejos.
En un movimiento me puse encima de ella, estaba prácticamente
sentada sobre su estómago. Hice a un lado mi cabellera para que no nos estorbara,
todo esto sin dejar de besarla. Sus manos buscaron mis caderas por unos instantes
para después apretar suavemente sobre mis glúteos, lo que hizo que soltara un leve
gemido sobre los labios de mi novia.
Dejé sus labios para bajar lentamente por su mandíbula, me
enloquecía cuando Lara me besaba de esa manera y rogaba que le gustara esto que
yo estaba haciendo. Me entretuve en su perfecto mentón por unos segundos antes de
bajar lentamente a su cuello; la respiración de mi chica cambió y los pequeños
apretones en mis glúteos y cadera me indicaban que lo hacía bien.
Como ella, alterné besos, pequeñas mordidas y caricias con mi
lengua por todo el cuello de Lara. Olía tan divinamente bien, era un olor dulce,
penetrante que te mareaba sólo de sentirlo. Por eso me fascina dormir pegada a su
cuello porque su olor me da mucha tranquilidad. Sentí donde su pulso se localizaba,
mordí levemente y segundos después succioné, quizá un poco más fuerte de lo
necesario pero la forma en cual mi nombre escapó de los labios de Lara hizo que mi
cuerpo entrara en calor.
-¿Te gusta?- Pregunté tímidamente mientras escuchaba algunas
gotas de agua caer a lo lejos.
-Me encanta, cariño- subí de nuevo a sus labios para atraparlos con
cierta desesperación. Me separé de ella para ponerme de pie -¿qué pasa?- Caminé
hasta la puerta, la cual aseguré, regresé a la cama y volví a sentarme sobre el vientre
de Lara.
-Te quiero- dije con una sonrisa.
-Y yo a usted, majestad- negué.
-Te deseo, La- su rostro era serio y no decía nada. –Quiero
sentirte- hablaba mientras comenzaba a quitarme la playera. –Quiero sentir tu piel
sobre la mía- desabroché mi sujetador. –Quiero hacerte sentir las cosas maravillosas
que tú me haces- se dibujó una leve sonrisa en su rostro.
-Sí- se separó ligeramente de la cama para quitarse la playera
–quiero que me hagas el amor.- Me incliné hasta quedar cerca de su boca, su caliente
respiración chocaba contra mi nariz. Di un beso sobre su mandíbula antes de
descender a su cuello una vez más y luego a su blanco pecho; olfateé sus senos antes
de llevar mis manos a su espalda para deshacerme de su sujetador.
-Eres tan bonita, La- le dije justo cuando quité el seguro. Poco a
poco llegué a sus hombros hasta que ahí fui bajando lentamente su sujetador hasta
dejarla desnuda. Lancé el sujetador lejos de nosotras, llevé mis manos a su abdomen
y comencé a ascender. –Tan perfecta- sin dejar de verla a los ojos me acerqué a su
seno derecho, dejé un pequeño beso, apenas rocé mis labios con su pequeña aureola
pero lo suficiente para que cerrará los ojos.
Estaba muy nerviosa pero trataba de recordar todo lo que Lara me
había hecho y el cómo me había hecho sentir eso. Abrí la boca y saboreé esa sensible
parte de mi novia. Gimió quedito y llevó sus manos a mi cabello. Era algo nuevo para
mí pero a la vez tan hipnotizante, tan adictivo, tan único; me gustaba lo que estaba
sintiendo y me gustaba que Lara lo estuviera disfrutando tanto. Llevé una de mis
manos a su otro seno y lo apreté levemente; sentí como el pezón de mi novia
cambiaba de forma en mi boca y lo mismo pasó con el otro pezón que cambiaba al
contacto con mis dedos.
-Ana...- suspiraba mi chica. Sin dejar sus senos inicié un leve vaivén sobre la pelvis
de mi novia. Mi mano y mi boca intercambiaron de seno; Lara se aferraba a mi
cabello con cierta fuerza.
-Te amo- dije sobre su piel –amo cada parte de ti, amor.-
-Te amo, Anita- el movimiento era pausado pero un poco más
fuerte; las manos de mi Lara bajaron de mi cabello a mis glúteos, apretó fuerte lo que
hizo que gimiera sobre su seno.
Mi cuerpo era la cuna de las sensaciones más placenteras del
mundo. Cada célula de mi cuerpo estaba en completo éxtasis al sentir la piel de Lara,
al inhalar su olor, al probar sus dulces labios, al ver lo mucho que estaba disfrutando
esto. No sabía el placer que se podía sentir al ver a la persona que amas disfrutando
de algo tan íntimo.
No era lo más importante pero sin dudas esta parte de nuestra
relación era una forma más de decirnos lo mucho que nos amamos. Era nuestra
forma de entregarnos por completo a la otra y sin temor a equivocarme puedo decir
que nadie, absolutamente nadie, podrá hacerme sentir de la misma forma en como lo
hace Lara.
Su pasión, su amor, su toque, su forma de entregarse a mí hacía
que quisiera hacer esto toda mi vida. Sólo con ella. Sólo ella y yo en nuestro mundo.
Este mundo que hemos reconstruido de nuestras piezas rotas. La pueden alejar de mí
pero no me la van a quitar, ella es mía y yo de ella. Nos amamos y nada puede
contra eso. Ni siquiera los ridículos planes de sus padres.
Un abrasante calor se apoderaba de mí mientras seguía disfrutando
los senos de Lara y ella apretaba la parte interna de mis muslos. Dejé un momento lo
que hacía para concentrarme en lo que me hacía; cerré los ojos y me dejé llevar.
Busqué sus labios para comenzar un voraz beso. La lengua de mi novia encontró la
mía y comenzamos una pequeña pelea. Quería sentirla; arañando llevé mi mano
desde sus senos hasta su vientre para luego acceder a su ropa interior. Dejé mi frente
sobre la de ella, nos veíamos atentamente, ella asintió levemente lo que me dio pauta
para ir más abajo.
Sentí el escaso vello que había en su pubis, sentí pequeñas
cosquillas en mi muñeca al entrar en contacto con esa zona. Sentía mi cuerpo
temblar, mis dedos torpemente llegaron a su sexo que se encontraba totalmente
húmedo, igual que el mío. Dos de mis dedos buscaron explorar la parte más íntima de
mi novia. Seguíamos viéndonos con intensidad y con amor, me derretía cuando Lara
me veía de esa forma. Era como si no existiera nadie más y estoy segura que es un
reflejo de mis ojos.
Escuchaba los truenos a lo lejos y la densa lluvia caer sobre el
techo pero nada interfería con esto tan mágico que estábamos sintiendo. Mis dedos
se llenaban del viscoso líquido que desprendía Lara; mientras bajaba mi mano, sobre
la palma sentí una protuberancia que apreté levemente lo que hizo que mi novia
cerrara los ojos.
-¿Lo estoy haciendo bien?- Asintió mordiendo su labio inferior.
-Muy bien, cariño- bajé un poco mi cara para atrapar sus labios una
vez más. Me correspondía a medias porque ahora mis dedos jugaban con esa
protuberancia. Lara gemía sobre mi boca haciendo que mis partes íntimas punzaran
de una manera descomunal.
Lara temblaba debajo de mí, me senté sobre su pierna que elevó
levemente para que hiciera presión justo donde lo necesitaba. Me senté propiamente
sobre su pierna, sin dejar de mover mis dedos y sin dejar de mecerme sobre ella.
Lara también se sentó y casi de inmediato llevó su boca a uno de mis senos. Había
algo más que quería hacer; descendí mis dedos hasta encontrar un pequeña entrada,
sin pensarlo mucho deslicé uno de mis dedos dentro. Lara mordió mi seno con algo de
fuerza y después soltó un gemido. Me frotaba más fuerte contra ella y mi dedo
entraba y salía tanto como la postura me lo permitía.
Ese calor de nuevo, esa sensación de caer al vacío, el nudo en mi
estómago pero uno bueno, un nudo que me indicaba que algo muy grande buscaba
salir de mí. Cerré los ojos, mi mano libre la usé para atraer la cabeza de mi novia más
a mí. Ella también se movía con fuerza y en cuestión de segundos geminamos el
nombre de la otra. Sentí mi mano empaparse de los líquidos que salieron del interior
de Lara y eso hizo que mi orgasmo se prolongara un poco más.
Lentamente saqué mi mano del interior de Lara, brincó un poco, estaba muy sensible,
tomé su rostro y la besé, lento, suave, pausado, sintiendo cada parte de sus
deliciosos labios. Con mucho cuidado ella me recostó sobre la cama y se colocó
encima de mí.
-Te amo tanto, Ana- pegó su frente a la mía –eres lo mejor que me
ha pasado.-
-Te amo, La, no me rendiré. Lo prometo.-
-Ni yo, encontraré mi camino de regreso a ti.-
-¿Quieres ducharte conmigo?- Pregunté mientras acariciaba su
mejilla.
-Por supuesto, cariño- besó mi nariz y bajó de la cama. –La que
llegué al último se baña con agua fría- corrí tras ella y me eché sobre su espalda lo
que la hizo reír. –Bien, pequeño koala, parece que ahorraremos un poco de agua.
La ducha fue muy divertida, claro, con leves toqueteos, caricias y
besos pero Lara también se encargó de hacerme reír. Dios, estoy tan enamorada de
ella y de su encantadora forma de ser. Con mucho amor lavó mi cabello no sin antes
llena mi cara de espuma. Hice lo propio con su cabello y las cosas se calentaron un
poco cuando le di una nalgada cuando volteó a encender la regadera. Dejé mi mano
quizá un poco más de lo debido y acaricié su bien formado trasero. Sus ojos brillaron
en cuanto encontró mis ojos, con un poco de fuerza me pegó a la pared y me comió
los labios por un buen rato.
Ya con las cosas un poco más calmadas regresamos a mi habitación
para cambiarnos; shorts y mis playeras. Lara amaba usar mis playeras y yo amaba
que las usara porque le quedan levemente cortas y me deja ver su definido abdomen.
Secamos nuestro cabello y retomamos nuestro lugar en la cama. La lluvia parecía no
cesar. Busqué el pecho de Lara, ella me abrazó fuerte.
-¿Estás bien?- Asentí -¿segura?-
-Muy segura.-
-Gracias.-
-¿Por qué?-
-Por hacerme feliz de maneras que no creí que existieran-
escuchaba la sinceridad en su voz. –Gracias por corresponder mi amor por ti- me
aferré a su cuello.
-Gracias a ti por amarme- un trueno se hizo escuchar,
automáticamente me pegué más al cuerpo de Lara.
-Tranquila, cariño, estoy aquí.-
-Y no sabes cuánto agradezco a Dios por eso.-
-Dulces sueños, Anita- besó mi cabeza.
-Dulces sueños, mi ángel.-
Lara no tardó mucho en quedarse completamente dormida y yo
pasé mucho tiempo rezando y rezando para que él no apareciera. Para que él se
quedara lejos de nosotras al menos por esta semana. Sólo quiero que tengamos una
semana normal, sin preocupaciones, sin miedos, sin pesadillas, sólo ella y yo. Aunque
la realidad nos pegué en unos días, sólo quiero que se vaya tranquila o al menos sin
tantas preocupaciones.
En algún momento me quedé dormida sin embargo cada cierto
tiempo me despertaba por los truenos o porque no quería dormir tan profundamente
por temor a él. Afortunadamente no llegó, no hizo su aparición; es como si
hubiéramos hecho un pacto, él se aleja unos días y regresamos a lo mismo una vez
que Lara se haya ido. Cuando me desperté había rastros de lágrimas en los ojos de
mi chica, quizá se despertó en algún momento de la madrugada y lloró. Esto va a ser
muy difícil para ambas pero debemos soportarlo, será temporal; tiene que ser
temporal.
Con mucho cuidado me levanté de la cama para evitar despertarla,
necesitaba descansar. Me puse un sujetador, amarré mi cabello y salí a la cocina, ahí
estaba papá con una humeante taza de café y con la cabeza sostenida por sus
manos. Se veía algo cansado también. Me acerqué a él con cuidado y toqué su
hombro.
-Cada día eres más perfecta- me abrazó y volvió a reír. –Sabes que un pensamiento
no puede bloquearse si pones tu mano sobre tu boca, ¿cierto?- Le di un golpe en el
hombro.
-Lo sé- no tuvimos más tiempo porque papá apareció.
-Señoritas- nos separamos lentamente -¿cómo estás, dulce Lara?-
Se encogió de hombros.
-Bien, supongo. Gracias por querer contenerla aunque sepas que es
más necia que mandada a hacer.-
-Sigo sin entender qué pasa por su mente- papá negó. –Si es
necesario viajaré a la ciudad a hablar con tu padre, esto es inaceptable.-
-Si después de unos meses no regreso ve, por favor. Seré parte de
su estúpido circo por un tiempo pero en cuanto tenga la oportunidad escaparé.-
-Todos sabrán que vendrás para acá- dije.
-Estoy acomodando todo aún pero no se saldrán con la suya. De
momento tengo que ir y pretender se la hija perfecta y la novia perfecta del heredero
de la fortuna Youngblood.-
-¿Youngblood?- Pregunté -¿tu primer novio?- Asintió, sentía mi
cabeza girar. –Disculpen- me solté de Lara y corrí a mi habitación. Me tiré sobre la
cama con la cabeza a punto de estallar.
-Créeme que a mí tampoco me hace mucha gracia, Ana- la seria
voz de Lara se escuchó por la habitación. –No tengo mucho poder sobre esto, puse
algunas condiciones que me ayudarán a conseguir dinero. Lo ahorraré y vendré por ti,
lo prometo- se acercó a la cama y se acostó. Acarició mi brazo unos segundos –lo
último que quiero es estar lejos de ti, Anita, pero debo resolver esto incluso si implica
dejar mi apellido o renuncia a mi herencia.-
-No...-
-No soy feliz con ellos, Ana, no soy yo cuando estoy con ellos, ¿por
qué quería ser parte de un círculo lleno de mentiras y máscaras? Sólo quiero ser yo
sin que me juzguen, sin tener que cumplir con roles sociales, sin tener que llenar
expectativas más que las propias. Así que perdóname por querer huir de la jaula para
regresar al lugar donde por primera vez he sentido que tengo alas y las puedo usar
para volar.- Me giré para poder verla de frente.
-Lo siento, es sólo que- ¿qué?, ¿qué tenía? Ni yo lo sabía; sí lo
sabía pero no estaba acostumbrada a esa emoción.
-Estás celosa- sonrió. Después de unos segundos asentí. –Mi primer
beso lo di en un bosque a unos minutos de aquí bajo la lluvia y mi primera vez fue en
ese mismo bosque hace unos días. Él no tiene nada de mí, tú lo tienes todo- llevé mi
mano a su mejilla, cerró los ojos. Busqué sus brazos y me acurruqué en ellos dejando
que sus palabras se grabaran en mi mente.
Los días transcurrían rápido, demasiado rápido para mi gusto.
Disfrutamos tanto como pudimos; gracias a Dios su madre se fue el día del altercado
en la cocina. La mujer no daba más de inoportuna. Lara visiblemente se relajó cuando
su madre al fin consiguió irse. Y qué decir de la profe Norma y de Ingrid que también
rezaban para que se marchara. Ingrid nos confesó cuando el auto se fue que había
puesto una iguana en la cajuela del auto. Nos echamos a reír y Lara lamentó no estar
en casa para ver la reacción de su madre. Como forma de celebración hicimos el amor
esa noche en casa de Lara. No me canso de sentir su piel contra la mía.
El día de la entrega de boletas llegó y con una enorme sonrisa vi
que, efectivamente, Lara había ganado la apuesta. No había sacado diez en ambas
materias pero tenía mejor promedio en ambas y su promedio general de ocho punto
nueve, ¿pueden creerlo? La chica rebelde que le importa un comino todo y todos
realmente es súper inteligente y aprende rápido. No puedo poner en palabras lo
orgullosa que estoy de ella y de lo que consiguió. La profe Norma la felicitó olvidando
por completo el protocolo y le dio un enorme abrazo que Lara correspondió de
inmediato. Se querían demasiado esas dos mujeres.
A/N Sniff, sniff aquí estoy de nuevo con un capítulo que me dolió
mucho escribirlo pero, como todo lo que ha pasado, es parte de la trama para llegar
al punto que quiero. Entiendo que muchos dicen que ya es "demasiado" drama y que
comienza a perder sentido. Su opinión es respetable así como espero respeten que
esta es mi historia y yo sé cómo manejarla.
Ahora vienen los capítulos de Lara de nuevo en la ciudad y su
convivencia con las personas que solía estar y la veremos a ella más inmiscuida en la
cuestión de la empresa de su padre lo cual le traerá muchas alegrías pero muchos
dolores de cabeza. No habrá adelanto de tiempo como alguien dijo, que se vuelven a
ver después de quinientos años, no. Espero esto calme un poco su corazón.
Mil gracias por seguir a elcirculcolibri y por leer las historias que hay
ahí. Y gracias por la enorme aceptación que ha tenido "Almas Capturadas" es un
proyecto muy especial para mí y me alegra mucho que les guste.
Nos leemos en twitter @Alexita_May, gracias a los que se toman la
molestia de enviarme sus mensajitos e imágenes de las chicas :) Muchas, muchas
gracias.
Como se portaron muy bien, les traigo su regalo de Reyes Magos ;)
Nos leemos muy pero muy pronto. Saludos desde la oficina de un
rincón de México (que huele a café),
Ale :)
Capítulo 33
Reconocí el jet de uno de los amigos de papá que nos esperaba en el hangar privado
del aeropuerto de la gran capital del estado. Por fin supe dónde demonios estuve
metida todos estos meses. La azafata y el piloto nos saludaron amablemente pero
sólo Norma fue la que correspondió el saludo. El chofer fue el encargado de llevar
nuestras maletas; lo único que llevaba en mano era el diario que me había regalado
mi novia.
Fue como estar en estado de shock durante las casi cinco horas que
nos llevó llegar hasta aquí, sentía las lágrimas acumuladas en mis ojos pero
simplemente no encontraban la salida. Se quedaron ahí, atoradas, esperando el
momento adecuado para buscar su camino a mis mejillas. Norma también estuvo en
silencio la mayoría del viaje y el chofer sólo nos veía de vez en cuando. Como si le
hubieran dicho que llevaría a dos peligrosas prisioneras de una cárcel a otra.
Apenas llegamos el avión despegó, sigo creyendo que les dijeron
que veníamos con armas o con material peligroso y que en cualquier momento nos
escaparíamos. El lugar olía a coco y a piel. El avión era muy bonito pero ahora mismo
la mente no me daba para mucho. Norma se sentó frente a mí, me veía preocupada;
hice un intento de sonrisa que era más una mueca y volteé a la ventana.
Después de unos minutos la azafata se acercó a nosotras con un
carrito lleno de comida. Una parte de mí extrañaba esto; salmón ahumado, ensalada,
pan, mantequilla, jugo de naranja, coca colas enlatadas y burbujeante limonada
mineral. Cubiertos en los que podía ver el reflejo de mi miserable estado y todo
prolijamente acomodado. El pequeño avión tenía una recamara, y elegantes asientos
de piel, prácticamente todo el lugar estaba alfombrado y los detalles y acabados del
baño eran más caros que toda la escuela en la que estuve.
-Señora- dijo acomodando la comida frente a Norma.
-Gracias, señorita- dijo amablemente.
-Señorita Orozco- me sonrió.
-Gracias.-
-Si les hace falta algo sólo díganlo- anunció antes de retirarse.
-Provecho- dijo la mujer de cabello corto.
-No tengo mucha hambre.-
-Come algo, vas a necesitar muchas energías al llegar allá. Come-
simplemente asentí; me bastó probar un bocado de eso para acabarlo en un
santiamén. Estaba riquísimo.
La ciudad de México estaba a poco más de un par de horas de ahí.
Hablamos muy pero muy poco durante el viaje. Yo veía por la ventana y podía sentir
la mirada de Norma sobre mí. Me dolía esta situación, me dolía que tendría que ser
un títere pero no quería llorar, por ahora. Abrí el diario de Ana, sonreí al ver el dibujo
de un oso en la primera página. La segunda tenía fecha de junio del dos mil catorce.
Muchísimo tiempo antes de que nos conociéramos.
Nadie sabe que hoy es mi cumpleaños y espero que nunca lo sepan
pero Livy se portó muy bien conmigo. Me invitó a desayunar con ella e incluso compró
mi desayuno; platicamos animadamente de cosas de la escuela. Ella ha mostrado ser
una buena persona. Es bueno pasar el cumpleaños con alguien más que papá aunque
no sepan lo que significa hoy para mí.
Cerré de golpe la libreta, no estoy lista para esto. Esto es muy
íntimo, muy personal y no creo que sea el lugar apropiado para leerlo. Intenté dormir
un poco, pero sólo estaba con los ojos cerrados y con la mente yendo a mil kilómetros
por hora. Necesito acomodar toda la mierda que me está inundando ahora mismo o
me voy a volver completamente loca.
-Lara, debes tranquilizarte- negué. Norma se dio cuenta que estaba
haciendo de todo menos dormir.
-Ahora mismo no sé qué significa esa palabra... ¿y si no puedo?-
-Pequeña, si pudiera me quedaría aquí contigo para que no tengas que vivir todo esto
sola pero si hay alguien que puede sobrellevar esto eres tú. Tu carácter, tu temple,
tus habilidades harán que puedas con esto. Haré todo por venir a verte tanto como
me lo permitan y estar pendiente de ti- le pedí a la azafata que me trajera papel y un
bolígrafo; cuando los tuve anoté mi viejo número de teléfono.
-Este el número del cual mis padres no tienen idea. Lo usaba
cuando me castigaban, sólo espero que no hayan revisado en medio de mi colchón o
no tendremos cómo comunicarnos. Lo tendré siempre conmigo... siéntete libre de
hablarme cuando puedas.-
-Lo haré- me sonrió –y le daré el número a Ana.-
-Gracias- susurré.
Apenas divisé la ciudad y sentí como mi cuerpo comenzaba a
tensarse; no era un pesadilla, era mi nueva realidad sacada de un puto cuento donde
una madre malvada cegada por el poder arruina la vida de la gente a su alrededor.
Fue entonces que mis pensamientos volaron a mi padre, ¿dónde mierda estaba
metido ese hombrecito?, ¿por qué no fue por mí? Honestamente creí que papá había
aceptado, a duras penas, mi relación con Ana. Creí y confié en que entendía lo que
estoy sintiendo. Me vio con ella y me vio feliz y si eso no le bastó para detener esta
locura entonces no sé quién mierda sea mi padre y he estado viviendo con un
completo extraño toda mi vida.
Norma notó mi tensión cuando aterrizamos, me sonrió cálidamente
muy a su estilo. Me dio cierta fortaleza el hecho de que ella esté conmigo, al menos
por unos días. Hoy más que nunca le pido al hombre en quién tanto confía Ana para
que me ayude a salir de esto porque es más que obvio que lo voy a necesitar.
De nuevo un elegante carro nos esperaba a Norma y a mí; corrí a
abrazar a Eddy, el chofer de la familia. Se ganó mi confianza cuando me ayudó a
escapar algunas veces de la casa para ir a jugar voli al lugar prohibido por la bruja.
Es un hombre maravilloso, increíblemente atento y paciente. Yo que él hacía mucho
hubiese ahorcado a mi madre.
-Lara- dijo mientras nos fundíamos en un fuerte abrazo.
-¿Me extrañaste?-
-Pero por supuesto, todo ha estado demasiado tranquilo sin ti- le di
un golpe –a eso me refería.- Me tomó de las mejillas y me examinó –no estás muy
feliz de estar de regreso.-
-Larga historia, Ed, ya tendremos tiempo de platicar de eso-
recordé que mamá número dos venía conmigo. –Ella es Norma, una espléndida mujer
que considero mi amiga. Norma, él es Ed, amigo mío.-
-Mucho gusto- se escucharon en coro.
-Si es amiga de Lara es amiga mía.-
-Lo mismo digo- constó amablemente la mujer de ojos expresivos.
-Sólo esperaremos que tu sombra regrese con tus maletas.-
-¿Mi sombra?-
-Tendrás una persona de seguridad veinticuatro siete contigo.-
-No puedo imaginarme de quién habrá sido la brillante idea- rodé
los ojos.
-De hecho fue idea de tu papá.-
-¡¿Qué?!- Casi se me salen los ojos -¿Mi papá?- Asintió.
-Las cosas han cambiado, Lara- su rostro decía que no para bien.
–Ayudaré hasta donde pueda pero esto es... diferente.-
-Gracias, amigo- vi a Norma que se notaba tan preocupada como
yo. –Sin ti aquí ya hubiera comenzado a quemar todo esto- sonrió.
-Lo sé pero no lo harás incluso si no estoy- un hombre alto, güero,
como decimos aquí, de cabello casi rubio y ojos azules se acercaba con parte de mi
equipaje y el de Norma. Otra persona de ahí le ayudaba con el resto. Cuando estuvo
frente a mí, muy cortésmente me tendió la mano.
Apenas entré al lobby del hotel y supe por qué me sentía así; frente a mí los
Youngblood y la bruja platicaban pero la única que veía a la puerta era mi madre;
Kevin incluido; un exuberante arreglo de rosas rojas que tenía forma de L. Mi madre
platicaba con los mayores mientras Kevin me veía atentamente. Sentí mi sangre
hervir, una parte de mi creía que hubiera sido mejor llorar pero ya era demasiado
tarde. Aunque me llevaba algunos muchos centímetros de altura, prácticamente corrí
a él y lo tomé de la camisa.
-Debes estar muy feliz por toda la puta atención que vas a recibir-
Se vio bastante sorprendido por mi actitud. -¿Disfrutabas tanto estar en los periódicos
que te prestaste a esto?, ¿ya no tienes fama y no puedes vivir?- Un cuadro casi cae
cuando su espalda chocó con la pared. Dos segundos después era levantada del suelo
y me alejaban de él -¡¿qué demonios?!- Vi las blancas manos de Rick alrededor de mí.
-Te estoy ahorrando una buena regañada- dijo pero apenas me
bajó tenía a la bruja frente a mí.
-¿Esa es tu forma de mostrar que te vas a portar bien?- Gruñó.
-Vengo de estar con el culo aplastado por muchas horas, no he
comido y estoy con mi ciclo premenstrual, es normal que esté de muy mal humor.- Vi
a Norma acercase discretamente a mí.
-Pues cambia la cara porque vas a hablar con ellos.-
-Pues cambia tu discurso y diles que tendrán mucho tiempo para
conocerme después. Me voy a mi habitación- como si quisiera tener la última palabra,
vi a Norma con desprecio.
-Gracias, ya tus servicios no son necesarios- escupió
-Sabes muy bien que esa fachada de reina del mundo no me la
trago, ni me afecta, Minerva. Dirige tu veneno a otro lado o canalízalo en algo mejor.-
-Se queda o acabo este puto teatro- ni siquiera di pauta a una
respuesta. –Rick, la llave, por favor.-
-Suit C, señorita. La guío- tomé a Norma del brazo y la arrastré
conmigo al elevador. Ahí un botones dejó nuestras maletas y salió por órdenes de
Rick. Así que sólo quedamos los tres.
-Lara, no estás iniciando muy bien- dijo la mujer de cabello corto.
-Le estoy diciendo que no cambio mi postura; primero lo que
prometió y luego lo que prometí. Negocios- se podía escuchar mi pesada respiración
en el elevador. –Ahora sólo falta hablar con papá. Voy a necesitar un galón de agua
para mantener mi garganta humectada con todo lo que tengo que decirle.-
-Preferentemente si es agua bendita- vi a Norma con ojos
entrecerrados- por si acaso- sonrió.
-Chistosa- sonreí también. –Tienes estos momentos donde
pareciera que te posee Ingrid- se echó a reí. –Es gracioso- me encogí de hombros.
-Realmente estaba afectada por tu partida. No lo dijo en alto pero
lo pude ver en su semblante.-
-También me duele, la quiero mucho aunque sea un puto dolor de
cabeza.-
-Y ella te quiere a ti tanto como quiere a...- se detuvo.
-A Ana- la vi y fui testigo del cambio en su rostro.
-¿Cómo lo sabes?-
-Me lo dijo; me dijo que significa Ana para ella y el porqué- la
mujer inhaló profundamente.
-La vi sonreír nuevamente hasta que conoció a Ana, más de quince
años después de lo que le pasó a su hija. Lo que Ana provocó en ella creí que nunca
más lo vería.-
-Ana- dije más para mí misma –ella y sus misteriosas formas de
iluminar el mundo.-
-Regresaras a ella, Lara, lo sé- puso su hombro sobre el mío.
-Eso espero.-
-Estamos aquí- anunció Rick. Llevó el carrito con nuestras maletas;
sacó la tarjeta que pasó por la ranura de la puerta. La luz verde indicó que podíamos
pasar. Dejó el carrito dentro y se paró solemnemente en la puerta –estaré afuera
para lo que necesite.-
-No es necesario. Ve a comer o lo que tengas que hacer; con ella
aquí no hay manera de que yo pueda escapar.-
-No la dejaré hacer una locura- dijo Norma. No se veía muy
convencido.
-Mira, esta es como mi prueba, si te miento te tendré sobre mí todo
el día. Si soy firme a lo que te digo sabrás que no soy un dolor de culo como te
dijeron.-
-¿Y si sólo quieres ganar la confianza para luego hacer algo loco?-
Reí.
-Vaya que has trabajado con el FBI- sonrió.
-Estaré en el lobby.-
-Gracias, Rick- asintió y salió del lugar.
-Siento que debes bajar y presentarte nuevamente. Comienza esto
diplomáticamente, Lara, por tu propio bien.-
-Odio que tengas razón- se acercó a mí y cariñosamente tomó mis
mejillas.
-Y yo odio decirte que hagas cosas que no quieres hacer pero por el
momento es lo mejor. No olvido lo que te prometí, Lara, voy a buscar la manera de
sacarte de esto y Alberto está en sintonía conmigo- sonreí.
-¿Qué tan en sintonía?-
-Muy en sintonía- o entendió muy bien y lo confirmaba o no
entendió en absoluto.
-¿Mucho?, ¿sólo con mi caso o sobre algo más?-
-Sobre muchas cosas pero principalmente por ti. Él te quiere
mucho, siempre lo ha hecho pero lo tuyo con Ana sólo ha hecho que te haga más
espacio en su corazón.-
-Así que tú y él- sonrió; se alejó de mí y se sentó en la cama.
-Perdí al hombre que más he amado en mi vida, cometí un pecado
y cometí uno más grande al querer ocultar mi soledad con un hombre que no era
bueno conmigo. Muchas cosas han salido estrepitosamente mal en mi vida amorosa.
No sé qué tan adecuado sea involucrarme con un hombre que está entregado a Dios.-
-¿Te sientes a gusto con él?-
-Mucho.-
-Es todo lo que importa- le sonreí –tú no tienes que nadar contra
corriente porque te gusta alguien de tu mismo sexo y que es hija del pastor.- Se echó
a reír.
-No dejas de sorprenderme, Lara.-
-He aprendido bien de ti- me encogí de hombros.
-Eres especial, Lara, nunca dejes de ser así.-
-Tengo una muy buena motivación para no dejar de ser así.-
-Realmente estás enamorada- asentí.
-Como nunca creí sentirme... ella es diferente a cualquier persona
que haya conocido.-
-Sabes que las cosas pueden ir de maneras que no son las que
nosotras queremos.-
-Sé que es ella, Norma, lo sé- suspiré. –Ahora a conocer a mi
nueva familia.-
-¿Quieres que baje contigo?- Negué.
-Eres mi as bajo la manga, no quiero que sepan de ti, por ahora.-
Pasé al baño a lavarme los dientes, acomodar mi cabello y buscar
por todos los cielos que mi cara de culo no me delatara. Debo seguir el juego, y en
cuanto tenga la oportunidad salir corriendo aunque eso implique dejarlo todo atrás. Mi
mundo, mi vida y mi corazón se quedaron con Ana a muchos kilómetros de aquí; mi
misión es regresar por ellos y por mi chica. Ya un poco más decente y perfumada salí
de la habitación para tomar el elevador. Para mi sorpresa Rick estaba sentado al lado
del elevador con un libro y gafas de lectura.
-Así que no confías en mí- rápidamente se quitó las gafas y se puso de pie.
-Señ... Lara, ¿a dónde vas?-
-A presentarme con mis suegros y hacer mi vida miserable,
¿quieres ir?- Sonreí exageradamente.
-Por supuesto.- El elevador no tardó mucho y agradecía que sólo
fuésemos nosotros dos.
-¿Qué sabes de mi caso?-
-Lo suficiente para saber que debo estar pendiente de ti todo el día.
Cárcel, incendios, reportes, borracheras, escapadas de la escuela y manía por chocar
autos- reí.
-El reporte completo entonces.-
-Así es- asintió con una leve sonrisa.
-Gracias por lo que hiciste hace rato allá abajo. Voy a necesitar a
alguien que controle mis ataques de locura.-
-Estoy para servirte.- El resto del camino no hablamos mucho y
cuando las puertas del elevador se abrieron en el lobby vi a los Youngblood saliendo
del lugar. Corrí para alcanzarlos.
-Kevin- los adultos y mi, ahora, novio voltearon.
-Lara, qué gusto verte- dijo con una sonrisa fingida la mamá de
Kevin.
-Igualmente, señora Y- odiaba que le dijeran así pero, como
siempre, me importa una mierda. Tendí mi mano –señor Youngblood, mucho gusto de
verlo.-
-Digo lo mismo, Lara, te ves muy bonita.-
-Gracias, señor- esta pareja me recordaba mucho a mis padres; la
mujer era el dolor de culo y el señor era el más rescatable. –Lamento haberlos hecho
esperar pero el viaje fue sumamente cansado.-
-No te preocupes, nos alegra que ya estés en casa.-
-Y a mí; no podría estar más emocionada de estar de regreso.-
-Lara- comenzó el hombre.
-Mire, hagamos de cuenta como que todos queremos esto y nos
evitemos conversaciones incómodas, por el bien común.-
-De acuerdo- vi la mirada de complicidad de la bruja y la madre de
Kevin.
-Kevin, ¿puedo hablar contigo?- Asintió.
-Gusto en verlos a ambos- dije con una sonrisa menos fingida y me
dirigí al lobby donde ya Kevin me esperaba.
-No sé qué mierda les pasa pero que sepas que odio esto- escupí.
-Yo tampoco estoy muy feliz con esto, Lara.-
-Lamento mi ataque de hace un rato.-
-No hay problema.-
-No espero nada de ti, Kevin, espero que hagas lo mismo conmigo.
Esto se da por las decisiones fumadas de nuestros papás- sonrió levemente.
-Me da gusto verte de nuevo, Lara.-
-Al menos te conozco- pensé en voz alta.
-En un par de días nos iremos juntos a Texas o eso fue lo que
dijeron ellos, para que comiencen a vernos juntos de nuevo.-
-Bien.-
-Lamento mucho esto, Lara, de verdad.-
-Y yo también, no sabes cuánto.-
-Espero tomes las rosas porque nos veríamos muy mal si no
aceptas mi regalo de bienvenida- se acercó a mí y dio dejó un beso en mi mejilla.
–Hay ojos por todos lados- susurró. Asentí y le sonreí, hizo lo mismo antes de ir tras
sus padres. Estaba por tomar el arreglo cuando Rick apareció.
-Lo tengo.-
-Gracias- ni idea de cómo podré soportar esto.
Los dos días pasaron más rápido de lo que hubiera querido; Norma
se fue ayer con lágrimas en los ojos y sintiéndose culpable. Aunque sabe que no tiene
mucha autoridad sobre mí cree que puede hacer más que darme golpecitos en la
espalda para animarme. Con mi mejor cara le dije que mi mejor arma es apegarme a
lo que ellos me enseñaron allá. Ese será mi contraataque. No me rebajaré al nivel de
mi madre, no lo haré.
Ayer cumplió con su parte, tengo de vuelta la tarjeta de crédito y
mi auto me espera en las afueras de mi apartamento en Texas. Faltaban algunas
semanas para el inicio del nuevo semestre y no sé qué tan bueno fuera eso ya que
implicaría tiempo con Kevin, mucho tiempo con él. Quizá ir a las empresas porque
aparentemente quieren dar la imagen de que soy la hija que cuida de las finanzas de
sus padres y que se reformó después de su errático comportamiento.
Kevin esperaba por mí en el lobby del hotel, Rick se hizo cargo de
mis maletas junto con Ed. Llevaba un vestido y unas sandalias porque el calor era
terrible o así lo sentía. En cuanto salí por el elevador Kevin se acercó a mí y besó mi
mejilla.
-Hola.-
-Hola- respondí a secas.
-¿Lista?-
-No, pero no tengo opción- asintió y galantemente ofreció su brazo
para que lo tomara, un poco renuente lo hice.
-El auto está listo, señorita Lara- apareció Rick.
-Gracias, Rick- caminamos hasta ahí; Ed abrió la puerta para que
entrara primero y después lo hizo Kevin. Comenzamos el camino al aeropuerto; el
silencio era abismal. Rick me veía constantemente al igual que Ed pero su cara
denotaba mucha preocupación.
-¿Cómo te fue allá?- Preguntó el chico a mi lado.
-Bien.-
-¿Qué tal la escuela?-
-Normal.-
-¿Hiciste amigos?-
-No.-
-Lara, quiero hacer esto lo menos incómodo posible. Podemos
hablarnos, no soy tu enemigo.-
-No me apetece hablar- volteé mi vista hacia la ventana antes de
que una lágrima cayera. Son apenas tres días y todos mis sueños han sido sobre Ana.
Incluso hoy por la mañana sentí su olor al despertarme e instintivamente miré al
baño. Ya no estoy más en el lugar olvidado por Dios, ya no estoy más con ella, estoy
en un nuevo lugar y debo acostumbrarme.
Acariciaba la pequeña libreta en mis manos, nuestra única conexión
ahora. Me aterra pensar que algo le pase, que Olivia regrese a su plan de loca y la
quiera lastimar. Ese ha sido el pensamiento más recurrente y ha sido parte de mis
sueños también.
-Lara- pegué un brinco al escuchar mi nombre. Volteé al asiento de
al lado y estaba vacío. Sólo tenía a Eddy viéndome intensamente por el retrovisor. -
¿Qué pasa, pequeña?-
-Nada.-
-Nunca te había visto llorando por algo que no involucre el voli,
¿qué pasa?-
-Dejé a alguien especial allá- susurré. Su rostro se suavizó
bastante.
-Sí que debe ser especial- me sonrió. –Lamento mucho lo que está
pasando, mi pequeña.-
-Sólo quiero estar allá de vuelta- susurré.
-No dudes ni un segundo que estoy de tu lado, Lara.-
-Gracias, Eddy, eres un amor.-
-Sólo con la gente que vale la pena.-
Kevin llevó mi maleta y se portó muy caballeroso; para no estar de acuerdo con esto
estaba actuando muy pero muy bien. Apenas y nos murmuramos algunas cosas
durante el viaje pero nada extraordinario. Lo único que llevaba en mano era el diario
de Ana. Cuando bajamos del avión Kevin tomó mi mano pero de inmediato me
deshice de su agarre.
-¿Qué mierda haces?-
-Tomo de la mano a mi novia.-
-No- levantó la mano para que guardara silencio.
-Sí, Lara, aunque no queramos tenemos que fingir por el bien de
los dos. Lo que te dije en el hotel es cierto, hay orejas y ojos por todos lados y si
queremos salir bien parados de esto tenemos que ser la pareja perfecta.-
-Sólo avísame cuando quieras hacer este tipo de cosas, por favor.-
-No te haré daño, Lara.-
-Lo sé, sólo que odio las sorpresas- sonrió.
-De acuerdo. Ahora te daré un beso en la mejilla- se inclinó y lo
hizo- ahora tomaré tu mano- sonrió una vez más y tomó mi mano. Kevin era
realmente el chico perfecto para las chicas que sueñan con el tipo que destaca en los
deportes, tiene buenas calificaciones y viene de buena familia.
Él es alto, con piel levemente bronceada y cuerpo tonificado por el
deporte que practica. Sonrisa de comercial, ojos oscuros, casi negros adornados con
unas enormes pestañas y cejas no muy gruesas que hacen buen juego con sus ojos.
Labios delgados, deliciosos labios delgados como dicen las chicas que han tenido la
oportunidad de besarlo. Yo sigo creyendo que es un dementor que te succiona la vida
cuando te besa. Los labios más perfectos y deliciosos pertenecen a una preciosa rubia
que está a kilómetros de mí.
Para muchos tengo al novio perfecto, el tipo ideal que destaca en
todo lo que hace, el chico prodigo. Y pienso en todas esas parejas que se ven
perfectas, que parece que su vida ha sido sacada de un cuento de hadas, ¿estarán
pasando por lo que yo? Sé que puedes llegar a ser ridículamente feliz porque así me
hace sentir Ana pero mi situación actual me pone a pensar en las muchas personas
que están en las mismas condiciones que yo; aparentando ser feliz para hacer felices
a otros. Siendo miserables para que otros sonrían; muriendo lentamente para que
otros vivan.
Apreté el diario a mi pecho; Kevin constantemente me veía
mientras caminábamos a la entrada del aeropuerto. Su mano firmemente agarrando
la mía y su leve sonrisa iluminando por los pasillos. Apenas era consciente de lo que
pasaba hasta que llegamos al auto que nos esperaba. No sé en qué momento fuimos
por las maletas o si alguien fue por ellas; no sé cómo pasamos inspección... no sé
nada.
-¿Estás bien?- Preguntó una vez que subió el cristal que divide la
cabina del conductor con la nuestra.
-Sí.-
-Lara, sólo quiero hacer las cosas bien para no tener a mamá y a
papá sobre mí todo el puto día. Y estoy seguro que tú estás en la misma sintonía. No
somos enemigos, Lara.-
-Pero tampoco amigos, ni novios.-
-Para el mundo exterior sí y así lo será hasta que nuestros padres
hagan lo que tengan que hacer para salir de embrollo en el que están.-
-¿Qué les pasó?-
-Mi papá hizo malas inversiones y tu papá ha estado teniendo fugas
de dinero.-
-¿Fugas?- Se encogió de hombros.
-Es lo poco que sé- puede que Kevin tenga un punto, no somos
enemigos.
-Bien- medité –tendremos que ponernos de acuerdo para nuestras
actividades públicas.-
-Estás cansada y yo también, iré a tu apartamento mañana a
mediodía para ponernos de acuerdo, ¿te parece?- Asentí. Minutos después
aparcábamos frente al edificio que albergaba mi apartamento. Texas ahora se sentía
como el malo de la película, mi vida y todo lo que importaba se había quedado en
México.
Rick ayudó con mis maletas; saludé a la persona encargada del edificio que estaba
muy feliz de verme de nuevo. Quizá yo lo hubiera estado también en otras
circunstancias. Ya en el elevador no podía contener las lágrimas. Este no era mi
hogar, esta no era yo, no es aquí donde quiero estar. Limpié rápidamente mis
lágrimas antes de entrar a mi lugar. Todo estaba como lo había dejado; mi
apartamento era de dos plantas, abajo tenía mi sala, la cocina y el comedor. En la
parte de arriba tenía dos habitaciones, dos baños y un estudio que rara vez utilizaba.
No podía quejarme vivía bien. Rick aseguró ventanas antes de regresar al sofá donde
me había echado.
-Estaré afuera, Lara.-
-¿Por qué estás aquí?-
-¿Perdón?-
-¿Por qué estás aquí?-
-Para cuidarte.-
-¿De qué o de quién me debes cuidar?-
-No me corresponder decirte eso- negué frustrada.
-Creen que soy una mocosa que no puede con la verdad o que no
me sé cuidar sola.-
-Cortaron los frenos de la camioneta de tu papá- abrí los ojos. –No
sabemos contra quién va dirigido pero todos estamos tomando precauciones. Dormiré
en la habitación de arriba y si necesitas estar sola sólo tienes que decirlo y dormiré en
mi auto afuera.-
-Confío en ti y no creo que tenga ganas de estar sola en mucho
tiempo- hizo una mueca y de la bolsa de su pantalón sacó una tarjeta.
-Mi número de teléfono, puedes ingresarlo desde el teléfono que
tienes en tu colchón.-
-¿Le dijiste a alguien de eso?- Negó y suspiré aliviada.
-Iré a comer, si necesitas algo no dudes en decirme.-
-¿Me soltaras la correa?- Le sonreí.
-Un poco para ver hasta donde corres- no dijo más y salió del lugar.
-Para tu suerte la madriza y el corazón roto me tienen sin ganas de
correr- dije ya completamente sola. Tomé el diario de Ana y leí su segunda entrada.
Es la primera vez que escribo sobre él; no me gusta hacerlo porque
todo regresa a mí, porque le tengo miedo. Hoy fue pesadilla tras pesadilla. Hace una
semana que dejé de ir con la psicóloga y no me he sentido bien. He estado más
ansiosa de lo normal, viendo contantemente sobre mi hombro, evitando hablar con la
gente o que se me acerquen y me toquen. La idea del diario fue de papá. Él me dice
que es bueno escribir las cosas buenas porque se vuelven recuerdos pero también las
cosas malas para que salgan. No creo que haya una forma de que todo lo que pase
salga de mí.
La psicóloga en varias ocasiones me dijo que debía intentar hablar
con alguien, sólo para conocer voces diferentes a las conocidas y dejé de pensar en la
voz del hombre que abusó de mí. Pero, ¿quién podría fijarse en alguien como yo?,
¿qué pueden ver de bueno en mí? Soy una persona sucia, marcada, el único amor
que conoceré es el de papá y el de Dios. Nadie nunca podría amar a una persona que
odia que la toquen.
Regresando a las pesadillas, sentí sus manos en mi cuello, como
muchas veces me tomó. Literalmente sentía como me asfixiaba y por más intentos
que hacía por respirar o gritar no podía. Hasta que tiré mi lámpara y el ruido hizo que
papá viniera a verme. Pobre hombre, ¿qué estará pagando para que me tenga a su
cargo? Quizá debería huir y así él podrá regresar a la vida tranquila que llevaba.
Habla de Manuel que es como su hermano y creo que en algún momento mencionó a
una niña pero no lo recuerdo bien. Como muchas cosas. La vida, los momentos, los
recuerdos se me están resbalando entre los dedos. Esto no es vida... quizá haya
alguna solución para el bien de todos.
No habrá nadie que me extrañe. Está papá pero hace apenas unos
años que me conoce, se olvidará fácilmente de mí. No hay una persona especial, no
hay nadie que me quiera lo suficiente para extrañarme. Sólo espero que el sueño
eterno no tenga pesadillas o estaré en muchos problemas. Sería terrible que huya de
los monstruos de mi realidad sólo para encontrar con otros mientras descanso en
"paz".
He llegado a la conclusión de que nací para ser la ejemplificación de
la miseria y el dolor. Soy una muestra de lo que un ser humano es capaz de hacerle a
otro. Las perversiones y la mente retorcida de algunos, de él, no tiene límites, ni
nunca los tendrá. No hay cielo, no hay infierno todo está aquí, al alcance de la mano
y más tangible como el sol mismo.
Una gota cayó sobre la hoja, una de mis lágrimas. Mi rubia pensó
en matarse y no es de extrañarse pero sí era nuevo para mí ver esta forma tan
oscura de ella. Sabía que había cosas que trabajar y que superar pero la forma de
verse era simplemente muy diferente a la de la mujer de la que estoy enamorada. Ha
sido una montaña rusa la vida de mi chica pero voy a hacer lo posible por darle
estabilidad. Y esto va a comenzar cuando lo encuentre. Algo me dice que sigue vivo,
esperando por mí, por alguien que lo ponga en su lugar y yo muero por ponerle las
manos encima.
-Tenemos mucho que platicar, maldito enfermo- cerré la pequeña
libreta y corrí a mi habitación. Olía a coco, amaba ese olor y busqué tantos
aromatizantes como pude de este olor. Extrañaba mi enorme cama pero en lugar de
echarme, busqué mi teléfono y para mi fortuna estaba donde lo dejé. De inmediato lo
puse a cargar, quizá Norma ya intentó contactarme o Ana. Alguien de allá. Tengo
muchas cosas que me impiden pensar que esto fue un sueño. Lo principal es la fuerza
con la que late mi corazón al pensar en la cálida sonrisa de mi novia o en sus labios
sobre los míos.
Busqué mi computadora en mi mochila; mientras encendía fui a
encender la impresora y rezaba porque todavía tuviera el papel especial para las
fotos. Afortunadamente todavía había un par; acerqué mi computadora e imprimí la
foto donde ambas sonreímos ampliamente y donde los hoyuelos de mi rubia resaltan.
¿Cómo puede ser tan bonita? Ana es increíble en toda la extensión de la palabra y
como se lo dije alguna vez, la presentación es un extra. Por donde se le vea,
literalmente, hace que se te olvide como respirar.
Escuché que abrían la puerta, si quería ayuda a encontrar a este
maldito Rick podría ser un buen aliado aunque eso implique que le diga toda la
historia y obviamente lo de mi relación con Ana. No importa, necesito ganarme su
confianza. Dejé la foto en el buró cerca de mi cama y corrí para hablar con Rick de
mis planes y para llenar los espacios de información que debe tener.
-Rick, ¿podemos hablar?- Dije mientras bajaba pero mi sorpresa
fue que no vi la silueta del chico rubio sino una silueta que conocía a la perfección.
Una silueta que he visto muchos días de mi vida. Y que ahora mismo tenía
sentimientos encontrados de verlo. Una parte de mí quería correr y abrazarlo porque
lo extrañaba pero la otra parte quería ahorcarlo o golpearle la cabeza para que
recapacite.
-No soy Rick.-
-Ya lo veo- descendí lentamente las escaleras.
-Tenemos que hablar- dijo con un tono serio pero su mirada
reflejaba culpa. Mucha culpa. Y sí que tenía motivos para sentirse así.
-Sí, Manuel, tenemos un millón de cosas de qué hablar- frente a mí
tenía un desconocido que tomó la decisión de joder mi vida. Y vaya que me va a
escuchar.
A/N Hola, queridos, espero estén muy pero muy bien :) Después de
algunos días estoy de vuelta. Ah, volví a perder en el voli, ¿alguno de Catemaco por
aquí? xD
Entramos a los capítulos donde sabrán si sus conjeturas y teorías
son o no ciertas :) Algunos se han acercado pero otros están muy pero muy perdidos
jajaja sin embargo aprecio el hecho de que se tomen el tiempo de leer y pensar a
futuro sobre las chicas.
Pasen por donde encontrarán muchas cosas mamalonas. Lean
"Almas Capturadas" si no lo han hecho, en serio. y yo estamos disfrutando mucho de
escribirla así que denle una oportunidad. Nos leemos en twitter al menos ya
conocieron como es mi compu jajajaja
Espero su semana haya ido mejor que la mía y que su fin de
semana esté lleno de mucha buena vibra y puedan recargar baterías.
Lo volví a subir porque aparentemente hubieron algunos problemas.
Saludos enormes desde mi rincón lleno de rubrícas, exámenes, mucho bendito café y
algo de frío xD (Sigo igual que hace nueve horas)
Ale :)
Capítulo 34
Sin querer, sonreí. Mi Ana. Sólo la persona en la que tanto confía ella sabe cuánta
falta me hace. Todas estas horribles noches sin ella le he dado las buenas noches y
he besado su foto. Imagino su brillante sonrisa a mi lado, cierro los ojos y muchas
veces puedo sentir su olor o puedo escuchar su voz y no, no es locura, es amor. Un
amor que nos une a pesar de la distancia y de las situaciones. No puedo dejar que la
esperanza muera; es una prueba, sé que sí. Es ella. Tiene que ser ella.
Rick se acercó a mí y amablemente me recordó que hoy debía ir a
la empresa. Las oficinas estaban en el centro de la ciudad y estábamos un poco
retrasados. Kevin nos encontraría ahí así que sería mejor comenzar nuestro camino.
Agradecí a Dios cuando mi jornada con ellas terminó.
-No sé por qué debo seguir pretendiendo que me agradan-
pregunté cuando íbamos en camino a la oficina.
-Porque se supone que todo regreso a la normalidad.-
-Incluso antes de irme no las soportaba- Rick rió.
-Puedes practicar tu paciencia y son un lindo reflejo de lo que no
quieres ser.-
-Para practicar mi paciencia primero necesitaría tenerla y en cuanto
a lo segundo tienes un punto. Te doy eso.-
-Vaya, primera vez que me das la razón en algo.-
-No te acostumbres- sonrió por el retrovisor.
-Fue buena movida eso de mandar a Eddy con tu mamá para
recabar información.-
-Me subestiman, soy más que una chica rica que era un imán de
problemas.-
-Lo eres, Lara; supe que no debía subestimarte desde la primera
vez que te vi. Hice bien.-
Como siempre puntual, Kevin nos esperaba a las afueras de la
oficina. Apenas vi mi auto llegar se acercó para abrirme la puerta y deslumbrarme
con una enorme sonrisa. En este tiempo aprendía a leer sus movimientos para poder
predecir ciertas cosas. En cuanto bajé me acerqué y dejé un beso en su mejilla, él
correspondió con un abrazo que duró más de lo que hubiera deseado. Y mi sorpresa
fue cuando se soltó del abrazo y dejó un beso en la comisura de mis labios.
-Te ves muy bonita, como todos los días- le dediqué una mirada de
pocos amigos.
-Gracias, Kev, tú te ves muy tú- él sonrió y yo intenté no matarlo.
-Es lo mejor que me han dicho- tomó mi mano y me guió a la
entrada.
No teníamos ni dos segundos adentro cuando reconocí una silueta,
me solté de Kevin y corrí hacia el hombre que al escuchar los agitados pasos se
volteó justo a tiempo para darme un gran abrazo.
-Mi Lara- me dio una vuelta en el aire. –La última vez no pesabas
tanto.-
-¿Por qué no sabía que venías?-
-Era una sorpresa- me dejó de nuevo en el piso –aunque sé que no
te gustan.-
-¿Cómo has estado?-
-Muy bien aunque un poco decepcionado porque me enteré que no
te estuviste portando muy bien- sentí que las mejillas me ardían.
-No había quien me controlara.-
-Pero ya estoy aquí y eso no pasará de nuevo- lo volví a abrazar.
-Me alegra tanto verte, Hank, ¿qué tal Alemania?-
-Llena de cerveza como siempre- tomó mis mejillas –unos años y te
conviertes en toda una señorita.-
-Te extrañé mucho.-
Hank era el encargado de la publicidad del hotel, el hombre es un
completo genio. Cuando se fue lo hizo porque su madre estuvo muy delicada de salud
y ya estando allá decidió hacerse cargo del negocio de su familia por un tiempo. Al
igual que Alberto era de los socios de papá que me consentían y cuidaban de mí como
si fuera su propia hija. A él lo veía más porque la cuestión de publicidad se veía
directamente con la bruja y yo siempre estaba con ella. Recuerdo haber llorado un día
entero al saber que se iba y no había sabido nada de él hasta ahora.
-También yo, unartig, pero ahora tu padre nos espera en la sala de reuniones.- Me
abrazó y me guió hasta el elevador, fue cuando recordé que Kevin venía conmigo.
Con una sonrisa saludó al hombre alto y nos acompañó en el viaje que se llenó de
preguntas entre nosotros para ponernos al día.
Poco a poco me reencontraba con gente que valía la pena. Quién
sabe, quizá él pueda ayudarme en cuanto a mi situación con Ana. Siempre ha sido
muy amable, de mente abierta y sobre todo tolerante, digo, soportó a la bruja por
mucho tiempo. Eso le da puntos extras. Y era gente que impediría que hiciera una
locura como abofetear a mi padre y mandar todo a la mierda.
Lo de Kevin y yo aquí era publicidad pura; era como proyectarnos a
futuro como los dueños y amos de las empresas de nuestros padres. La gente del
medio amaba esto, chica problemática y chico popular o viceversa. Esto de los
contrastes vende y mucho. Pero puedo apostar que si hablara de que hice el amor
con la hija del pastor a unos metros de una iglesia vendería aún más y atraería más
gente que con este noviazgo ficticio.
La junta comenzó en cuanto papá y la bruja aparecieron; mi
contacto con ellos había sido prácticamente nulo desde que llegué. Acertaron al hacer
de Kevin su mensajero, ambas partes nos evitábamos terribles dolores de cabeza.
Mamá simplemente me vio de reojo como asegurándose de que estuviera usando la
ropa adecuada. El vestido había estado por mucho tiempo en mi clóset y por fin
encontró el día para salir. No por ella sino porque el clima lo ameritaba.
Ya estaba harta de estar ahí; daban un balance de todo lo que
habían hecho este primer semestre del año y no podría importarme menos pero,
como ya era la heredera tenía que estar ahí, cuidando de mi patrimonio. Hank me
veía y sonreía antes de regresar la vista a papá, la bruja veía a Hank y luego a papá,
Kevin a momentos se quedaba embobado viendo a mi lugar y luego estaba Rick que,
apenas visible, cumplía con su trabajo.
Comenzaba a tener una extraña sensación en cuanto a Kevin, sí era
muy amable pero a veces sentía que se pasaba de amable. Los abrazos, como el de
hace un rato, duraban más de lo necesario. Las sonrisas eran demasiadas al igual que
los roces y los besos en la mejilla. Es parte de pero es mucho. Y cada vez me sostiene
es inevitable pensar en Ana y es lo que hace esto un poco más llevadero.
No aguanté más y salí de ahí excusándome con ir al tocador un
momento. Como en estas últimas semanas apenas me movía ya tenía a Rick a mi
lado. Con una sonrisa y sin decir nada me escoltó hasta que me detuve en los baños.
-¿Todo bien?- Negué.
-Ya no soportaba más escucharlos hablar de números y de las
presentaciones públicas que debemos hacer. Es una mierda- Rick llevó su mano a su
bolsillo trasero y sacó mi viejo teléfono. Me lo pasó y al ver el número de inmediato
una sonrisa se instaló en mi rostro. –¿Todo bien? Apenas hablamos hace unos días- la
línea se quedó muda un rato. -¿Norma?-
-La- mi corazón se alteró, sentí como las piernas se me aguaron. La
voz con la que he soñado los últimos días. La voz que escuchó incluso en la lucidez
del día. Me recliné sobre la pared para no caer.
-Anita- mi voz se quebró. No había sabido nada de ella en este
tiempo más que por Norma. Se había negado a hablarme. Rick me tomó del brazo y
me metió al baño. Se aseguró de que no hubiera nadie y volvió a salir. No
hablábamos sólo nos escuchábamos respirar; buscaba tragar el nudo en la garganta
para poder hablar con ella.
-¿Cómo estás?- Su voz se escuchaba tan quebrada como la mía.
-Extrañándote como loca cada día de mi vida- suspiré –¿cómo estás
tú?-
-Las cosas podrían ir mejor- de nuevo el silencio.
-¿Por qué no has querido hablar conmigo?-
-Lo voy a matar- Rick rápidamente me jaló del brazo evitando que
siguiera avanzando. Poco me importó, me jalé de su agarré y caminé con paso rápido
a donde el hombre estaba.
-No- dijo serio.
-Cállate- intenté zafarme pero esta vez me tomó fuertemente de
ambos brazos.
-Te he dicho que no.-
-Si no me estás dejando ir es porque lo vas a ir a matar tú- volteé a
verlo totalmente enojada.
-No podemos ser impulsivos, puede ser una simple coincidencia-
negué.
-Tú no crees eso.-
-¿Crees que pueda ser el único con una corbata así aquí?- Me veía
serio –contesta- guardé silencio. –Dijiste que acatarías mis reglas. Este es un muy
buen momento para obedecer.-
-No me quedaré de brazos cruzados.-
-Si es él y sospecha que estamos siguiendo su pista puede
desaparecer y será peor. Lo haremos a mí manera, ¿entendido?- No respondí -
¿entendido?- Preguntó de nuevo un poco más enérgico.
-Está bien- dije entre dientes.
-Y no seas condescendiente, Lara, es de vital importancia que esto
se haga con suma delicadeza.-
-Está bien, está bien- vi como el hombre desapareció al doblar por
el pasillo ignorando lo que pasaba a metros de él.
-¿Qué pasa?- Escuché la voz de mi padre detrás de mí.
-Nada. Rick, ¿me acompañas a mi auto?-
-Claro, señorita. Permiso, señor Orozco- ambos comenzamos a
caminar.
-Lara- volteé -¿podemos hablar?-
-No hablo con extraños; eso me lo enseñó mi papá- no esperé
respuesta e hice mi camino a los elevadores.
-Está sufriendo, ¿sabes?- El rubio se hizo escuchar en cuanto
estuvimos solos en el elevador.
-Yo me la estoy pasando de maravilla-
-No lo justifico pero...-
-No lo hagas. No me des motivos para odiarte, Rick. La jodió
monumentalmente y para su desgracia lo hizo en el momento en que por fin le di un
poco de dirección a mi vida. Si lo hubiese hecho hace meses, lo hubiera aceptado sin
rechistar. Hasta lo hubiera tomado como un tipo de broma pero esto y con ella allá
simplemente no me hace su fan.-
-No hay coincidencias, Lara, quizá regresarte para atrapar a ese
hijo de puta.-
-No así- negó.
-¿De qué otra forma? Si de por sí es difícil controlarte con ella aquí
sería una locura. Ella es debilidad para ti y en un tema tan delicado sería una
desventaja. Eres pieza clave de esto, Lara porque casi nadie sabe que te fuiste con
Cardozo.-
-No soy buena fingiendo- sonrió.
-Lo has hecho bien todo este tiempo.-
-Quiero golpearte- rió.
-Sabes que no lo digo con la intención de herirte.-
-Lo hago por ella, porque entre menos problemas tenga más
probabilidades de regresar a sus brazos.-
-¿Tanto te gusta?-
-Tanto la amo. No me importaría dejar todo atrás si al final me
quedo con ella. No tienes idea de lo maravillosa que es.-
-Si te cautivó debe ser muy especial- me sonrió con ternura.
-Lo es.-
-¿No deberías esperar a tu novio?-
El resto del día fue infernal, no podía dejar de pensar en el hombre de la corbata, en
Kevin, en las palabras de mi madre diciendo que querían vender el concepto de
familia y de unión. Tenía sentido que nos quisieran juntar. Al menos descubrí que el
problema en sí no fue la familia de Kevin sino mi papá, sus bajas ganancias y el
dinero que desaparecía. Se juntaron y el contrato favorece a los Youngblood; claro,
también a mi familia pero ellos ganan más. Papá tomó medidas desesperadas y me
llevó entre las patas a mí.
Decidí que no quería nada de esa mierda así que tomé el diario de
mi rubia. Hasta ahora lo que he leído ha hecho que el corazón se rompa cada vez
más. El dolor, la soledad y la tristeza de Ana son cosas que no podré entender porque
no he pasado algo así. La forma en cómo se veía a sí misma hace que se me revuelva
el estómago. La forma en cómo habla de él, el cómo lo describe hace que quiero
matarlo de la forma más lenta y dolorosa que existe. No habla más que de la corbata,
el lunar, el olor fuerte a colonia y sus manos blancas. Creo que mucha de la
información vital ha sido bloqueada por su cerebro para evitar revivir el dolor. Llegué
a la entrada del día que llegué al pueblo.
Marzo 5,
Hoy me levanté más temprano de lo normal y para mi enorme
sorpresa no tuve pesadillas. Dormí seis horas ininterrumpidas. Me levanté a rezar
para dar gracias a Dios por este milagro. Quizá las cosas comiencen a cambiar.
Quería escribir antes de desayunar; este es un acontecimiento digno de ser
recordado. Puede ser el día que lo cambie todo.
Creo que es la primera vez que escribo dos veces en un día pero es
NECESARIO; primero las pesadillas que no aparecieron pero lo que sí apareció fue un
ángel mal hablado. No creo haber visto a chica más hermosa que ella. Es alta, muy
alta, fácil me lleva una cabeza. Tiene un precioso cabello negro y unos vibrantes ojos.
No distinguí su color porque los tenía casi cerrados tratando de protegerse del sol. Le
pregunté a papá quién era y dijo que era hija de un viejo amigo suyo; creo que ya me
había contado de ella pero nunca creí que fuera tan hermosa.
Sé que no tengo ni la más mínima oportunidad, ella es perfecta y
yo... yo estoy construida de miedo y dolor. Si alguien se llegara a fijar en mí me
gustaría que fuera ella; la observé por varios minutos y se mueve con mucha fineza y
con una enorme seguridad, como si supiera que el mundo está a sus pies. ¿Quién no
estaría a sus pies? Yo lo haría pero esto es la vida real y sólo un milagro haría que
ella me viera entre las sombras.
Después de mucho tiempo por fin me armé de valor para hablar
con ella y cuando me acerqué la escuché maldiciendo; en cuestión de segundos decidí
que sería mejor alejarme de ella y busqué mi versión más molesta para alejarla de
mí. Funcionó. Cuando me alejé de ella tenía el ceño fruncido y podía apostar que
estaba molesta. Es lo mejor. Le evito las penas de una vida como la mía y yo dejó de
hacer cuentos en mi mente. Ella no se fijaría en alguien como yo.
-Que equivocada estabas, rubia- giré a mi buró donde tenía mi foto
con ella. –El mejor cuento del mundo, cariño, ese es el que estamos escribiendo-
continúe con la siguiente página.
Marzo 6,
Se llama Lara, un nombre muy bonito para una chica más que
bonita. No he podido dejar de pensar en ella; su rostro apareció mientras rezaba,
luego mientras comía y cuando llegó la hora de dormir inundó mis pensamientos. Su
piel blanca contrasta con el negro de su cabello y quisiera saber de qué color son sus
ojos. Estoy segura que son los más bonitos del mundo.
Pienso en la maravillosa sensación que se sentirá al ser observada
por ella, ¿qué será tener la atención de semejante chica? Me sigo preguntado cómo es
que alguien puede transmitir tanta seguridad. Está tan segura del suelo en el que pisa
y yo cada que intento avanzar me tropiezo. Definitivamente estoy muy lejos de ella.
¿Por qué la mandaste, Dios?, ¿Por qué has puesto un ángel en mi camino? Quizá el
tiempo me dé la respuesta.
Sonreí como tonta al leer la última parte. Muchas veces me hice esa pregunta sólo
que no era a Él directamente; le preguntaba a la vida, al universo, al cielo, a las
estrellas, a todo el porqué de su presencia en mi vida. Era yo la que se sentía indigna
de alguien como ella. Soy un puto desastre y ella me eligió. Ahora comprendo que
nuestras vidas se cruzaron para darle sentido a nuestro concepto de amor. Ella me
está enseñando a amar de un millón de maneras incluso a la distancia. Tomé la foto
una vez más y la llevé a mis labios.
-Amor de mi vida y de las que siguen- me quedé con la foto en el
pecho por algunos segundos antes de que tocaran a la puerta -¿sí?-
-En dos horas viene Kevin, deberías prepararte.-
-Gracias, Rick- sonreí. El hombre se estaba tomando muchas
molestias para conmigo. Era mi guardaespaldas pero también era mi confidente y
hacía funciones que mi padre estaba dejando de hacer. Creo, no, aseguro que eso es
lo que más me hace confiar en él.
Quería llevar jeans sólo para enojar a mi madre pero no tenía ganas
ni para eso. Elegí un vestido color turquesa con un lindo escote en la espalda. Me
gustó mucho desde que lo vi. Unas zapatillas plateadas y accesorios que combinaran.
El clima era bastante agradable así que podía estar destapada por un buen tiempo.
Justo a la hora Kevin llegó por mí. Me fui con él en su auto mientras
Rick nos seguía. Error. Me la pasé escuchándolo decirme cuan hermosa me veía y que
el color me sentaba muy bien. Su personal de seguridad también iba así que no pude
decirle que cerrara su puta boca porque se vería muy mal. Llegamos a mi casa y
casualmente teníamos a algunos fotógrafos esperando por nosotros. Kevin de
inmediato me acercó a él y desplegó sus mejores sonrisas; lo intenté, juro que lo
intenté pero puedo apostar que salgo con cara de estar aguantando un bostezo.
La cena era con motivo de las nuevas alianzas que se estaban
construyendo con otros inversionistas y por el regreso de Hank. Era una persona muy
querida por el personal de la empresa. Estas cenas siempre fueron muy buenas
porque hay música y gran pista de baile. Las esposas se juntan para hablar de
idioteces y los hombres juegan cartas y hablan de negocios. A mí me importaba una
mierda ambos. Kevin tomó mi mano lo que hizo que regresara a la realidad.
-¿Quieres ir afuera?- Asentí. Cuando un mesero pasó con
champagne no dudé en tomar una copa. Voy a necesitar mucha fuerza para salir
airosa esta noche.
Platiqué con el señor Younglblood por varios minutos. El hombre no
es desagradable pero después de saber cómo quedó el trato con papá entendí que a
final de cuentas es un empresario que busca el bienestar de lo suyo,
independientemente de quién o qué se le atraviese en su camino. La señora Y es una
versión menos perra de mi madre pero van por la misma línea. Las copas de alcohol
seguían llegando a mí y yo seguía gustosa tomándolas. Kevin fue por mí y me invitó a
bailar.
-Realmente te ves preciosa, Lara- rodé los ojos.
-Ya no hay nadie a nuestro alrededor, puedes dejar de fingir-
levantó la ceja inquisitivamente.
-¿Quién dice que estoy fingiendo? Te digo lo que veo- negué.
-No deberías.-
-¿Por qué no?-
-Porque no- de reojo vi a mi madre observándonos.
-Si ella está viendo es porque alguien más nos está viendo- dijo.
-Lo sé.-
-Les demos algo de qué hablar y se irán- lentamente se acercó a mí
hasta quedar a centímetros de mi boca. –No lo pienses mucho- dio el paso final y
dejó sus labios sobre los míos. Unos segundos y comenzaba a moverlos, torpemente
correspondí colgándome de su cuello; él se aferró más a mi cintura y nos unió tanto
como fue posible. Esto está terriblemente mal.
-Lara, te conozco desde que saliste del vientre de la señora Minerva, sé muy bien qué
clase de persona eres- negué.
-Nadie me conoce.-
-Yo veo más allá de la rebeldía y el mal temperamento. Yo sigo
viendo a la niña que trepaba árboles porque quería volar. Esa es la verdadera Lara.-
-Por eso siempre te he querido más a ti que a ellos- acarició mi
rostro con sus ásperas manos por unos segundos. Las canas ya hacían acto de
presencia en su cabeza; su piel levemente bronceada; alguna que otra arruga
adornando su rostro, especialmente sus ojos. Sus profundos ojos café que muchas
veces me regañaban en silencio y muchas otras veces me hicieron sentir querida.
Amaba a esta mujer.
-¿No es un buen chico?- Preguntó suavemente.
-Me enamoré, nana y no de él- tome aire –me enamoré estando
allá.-
-¿Estando con el señor Cardozo?- asentí.
-Conocí a la mejor persona del mundo- me veía atentamente.
-Oh, mi niña- dijo con cierta simpatía.
-La distancia... no es buena, ¿sabes?-
-¿Lo quieres?-
-Más que a nada en el mundo- sonreí.
-¿Cómo se llama?- Dios, ayúdame, por favor.
-Ana.-
-¿Ana?- Me vio extrañada –es un nombre raro para un chico.-
-Es porque no es un chico. La chica se llama Ana.-
-¿Ana?, ¿Chica?- La mujer me veía sumamente desconcertada.
-Sé que quizá no lo comprendas pero...-
-La hija del señor Cardozo se llama Ana.-
-¿La conoces?- Pregunté incrédula.
-¿Es ella?- Preguntó aún más sorprendida. Asentí.
-Es ella- guardó silencio por varios segundos.
-¿Cómo es posible? La niña no podía ni verme a los ojos cuando la
conocí. Prácticamente se escondía en la espalda de su padre.-
-Pasó por dificultades antes de que Alberto... el señor Cardozo la
encontrara. La conociste cuando aún se adaptaba a su nueva vida.-
-Entonces tú te enamoraste de ella- asentí -¿por qué?- Suspiré.
-Porque es el alma más pura y buena que jamás he conocido. Hay
tanto amor y tanta fe dentro de ella que es imposible no amarla- sentí un horrible
nudo en la garganta. –Pero ahora yo estoy aquí mientras mi corazón y ella están
allá.-
-Lo siento mucho, mi niña.-
-No quiero vivir aquí, nana. Odio mi vida aquí, odio lo que me
obligan a hacer, odio tener que abrazar a otra persona que no sea ella... me odio a mí
por no poder hacer nada- tomó mi mano y la acarició con las suyas.
-Tomar no hará que dejes de sentir eso.-
-Lo sé.-
-No vuelvas a hacerlo, por favor- pidió.
-Te lo prometo- le sonreí –entonces, ¿qué piensas sobre mi relación
con ella?-
-Lara, cuando te conocí supe que debía prepararme para los días
más soleados como para los días de tormenta. Dios sabe cuánto te quiero y sabe que
no hay nada que puedas hacer que me decepcione- sin pensarlo mucho me eché a
sus brazos. –Con cuidado, una vieja como yo no puede soportar mucho peso- me
solté y llené su cara de besos.
-Gracias, nana- vi mi teléfono en el buró, lo tomé y busqué la foto con Ana. –Mira- se
la mostré. Graciosamente se hizo para atrás para poder distinguir mejor.
-Es una preciosura- dijo genuinamente.
-Lo es- sonreí –muero de ganas porque la conozcas y veas de lo
que te hablo- nuevamente acarició mi rostro.
-También quisiera conocerla- no hay manera en la cual pueda
describir la calidez de esta mujer. -Me duele ver tus preciosos ojos sin luz, Lara- una
mueca de tristeza apareció en su rostro. –No te metas en problemas, por favor-
apreté más su mano contra mí.
-No lo haré- lentamente se soltó y sin decir nada más salió de mi
habitación.
Ahora entendía lo que me decía Alberto de estar alerta a todo a mi
alrededor; había tanta gente buena a mi lado y siempre me enfoqué a lo negativo; a
lo que me molestaba y buscaba formas de lastimar para no sentirme herida. Ella es
un claro ejemplo de que hay personas maravillosas conmigo. Mi teléfono sonó y al ver
el nombre de Regina rodé los ojos.
-¿Qué puedo hacer por ti, Regina?-
-Para empezar decirme dónde compraste el vestido turquesa que
tenías ayer.-
-En... ¿qué?, ¿Cómo mierda sabes que llevaba un vestido
turquesa?-
-Tus fotos besándote con Kevin son furor en las redes. No sé quién
esté a cargo de la imagen en tu familia pero lo quiero.- Tenía que recordarme que me
besé con ese idiota.
-Te paso después el número.-
-Tienes voz adormitada, ¿noche intensa?-
-Súper intensa, ahora vete a la mierda- apagué el teléfono. -¡Ah!-
Exclamé sobre la almohada. -¿Ya dije que odio esto?- Como por arte de magia la
puerta se abrió nuevamente dejando ver la perfecta silueta de mi madre.
-Al menos ya estás despierta- chilló.
-Habla más despacio, por favor- tapé mis oídos con una almohada.
-La de ayer no puede volver a suceder, Lara, bajo ninguna
circunstancia.-
-¿Qué cosa?-
-¡¿Qué cosa?!- Gritó haciendo que mi cabeza retumbara –primero el
alejar a tu novio justo después de que te besara. Agradece que ya nadie tomaba fotos
de eso. Y segundo, al menos tuviste la decencia de encerrarte a tomar en la oficina de
tu padre. Creí que habías dicho que cero escándalos- me veía con su típico aire
altanero.
-Con Kevin estamos bien sólo fue un pequeño momento que
tuvimos.-
-Eso fue lo que me dijo. Espero realmente que las cosas estén bien
entre ustedes.-
-Lo están- nos veíamos fijo ahora.
-Agradece que ningún medio te vio tomando o...-
-O hubieran escuchado por qué lloraba y hubiera sido peor que sólo
el estar ebria. Cierra la puerta cuando salgas- me metí de nuevo entre mis cobijas y
le di la espalda. Dios me dé el hígado necesario para soportar a mi madre.
Una agónica semana pasó; semana en la cual retomé el vicio de
fumar. Cada vez dormía menos y cuando lo hacía el hombre de la empresa aparecía.
Rick había estado muy hermético con el tema pero se veía cada vez más atento a mi
alrededor. La angustia y la desesperación me estaban carcomiendo muy lentamente.
No iba a aguantar mucho así.
Para mi buena o mala fortuna Kevin estaba en un torneo regional y
él siendo la estrella era la cara de la escuela. Así que generalmente se iba antes y
regresaba después. Más ahora con esta cuestión de nuestra relación las cosas eran
más intensas para él en las entrevistas. Gracias a Dios yo no tenía que hacer porque
era un desmadre; quizá a media entrevista pediría ayuda para que me saquen de
este infierno en el que estoy viviendo.
Ayer fui un día particularmente malo, la coach sintió que hedía a cigarro y me corrió
del entrenamiento. Es más me dio de regalo una semana para medio purificar mis
pulmones antes de regresar a la cancha. Ahora lo entendía, lo hace por mi bien pero
no estoy para estas cosas ahora. Regresando a casa quebré la puerta principal
cuando mi llave quedó atorada. La patada que propiné tensó a Rick quien
simplemente me mandó a mi habitación. Tenía apenas unos cuantos minutos ahí
cuando mi teléfono clandestino sonó. Era Norma, preguntándome acerca de mi día y
tratando de mantener fuerte la conexión entre nosotras. Mi día se fue por completo a
la mierda cuando me dijo que las pesadillas de Ana eran cada vez peor. La semana
había sido extenuante para todos, incluso para Ingrid quién tomó también parte en
los roles de cuidar a mi rubia por las noches.
Estoy comenzando a llegar al punto entre la desesperación y la
locura. Me quedo sin fuerzas, sin ganas. No sé qué mierda estoy haciendo con mi
vida. Es como si fuera una máquina programada a hacer las mismas cosas todos los
putos días. Tengo unas cuantas horas de descanso y regreso a la monotonía de esto
que llamo vida. No sé por qué hago lo que hago a momentos pierdo el enfoque,
pierdo la fe, pierdo mi energía.
-¿Quién soy?-
-Una chica que quiere morir joven si sigue fumando así- me asusté
al escuchar a Rick detrás de mí. –Eres un blanco muy fácil estando aquí- me encogí
de hombros.
-Siempre me gustó la azotea de este edificio. Puedo fumar sin
activar alarmas, puedo pensar y veo una parte de la ciudad.-
-Lara, estoy preocupado.-
-¿El hombre planea escapar?- Pregunté de inmediato.
-No, estoy preocupado por ti. No eres la chica que conocí hace casi
dos meses. Te estás apagando.-
-Tú también con eso- regresé a mi posición original.
-Sabes que no estás bien.-
-¡Claro que no estoy bien! estoy viviendo una puta mentira. Estoy
siendo todo, menos yo. Cada vez me siento más y más frustrada conmigo, con mi
vida, con las cosas que digo. No estoy honrando mi promesa; no le estoy siendo fiel a
ella; ni siquiera me estoy siendo fiel a mí misma- sentí las lágrimas correr por mis
mejillas. –A este punto llegué, a llorar porque estoy atada de manos y es lo único que
puedo hacer.- Rick cautelosamente se acercó a mí.
-Lara, aléjate de la orilla-cuando volteé estaba parada a unos
centímetros del borde del edificio. Giré totalmente mi cuerpo para estar de frente al
vacío.
-La libertad, el libre albedrío, todo eso que nos venden, al final es
mentira. Siempre, siempre estamos a expensas de alguien más, llámese padres,
amigos, esposo, pareja, incluso Dios mismo.-
-Lara, estás hablando por lo que estás viviendo. Eso no es una
verdad absoluta.-
-¡Mírame!, ¡Mira mi miserable vida, Rick!-
-Tu vida no es miserable, te sientes así porque estás lejos de una
persona que amas; una chica que nadie, absolutamente nadie te obligo a amar. Esa
fue decisión tuya, así como es tu decisión honrar su amor y esperar por ella. Estás a
expensas de tu propia frustración, Lara- tomó mi mano. –Lara, voy a atrapar a ese
mal nacido y te ayudaré a regresar. Lo prometo- viré y me abracé fuerte a él antes de
echarme a llorar.
Soy víctima de mis propias emociones, de mi frustración, de mi
dolor al tener a Ana lejos. Me mata la incertidumbre de no saber cuándo la voy a ver
de nuevo. Me mata saber que Kevin está siendo un buen chico pero no hay manera
de que yo le corresponda porque mi corazón entero es de ella. Creí que al regresar la
relación con mis papás sería mejor pero he estado más distanciada de ellos que
nunca. Nada está saliendo como yo quiero pero, ¿quién tiene la fortuna de hacer todo
lo que quiere y le salga bien? Quizá deba trabajar más y verdaderamente honrar mi
amor hacia Ana dando un poco de amor. Y debo comenzar con mis padres.
-Puedes tener tu corazón en paz, Lara, no hay resentimientos de mí hacia ti- asentí
con una sonrisa.
-Gracias.-
-No son necesarias- caminé de regreso a la puerta -¿Lara?-
-¿Sí?-
-Gracias por venir- hizo un intento de sonrisa.
-No son necesarias- le sonreí de nuevo y salí de ahí. Rick me
esperaba en la sala, platicaba alegremente con mi nana. Ambos guardaron silencio en
cuanto me vieron.
-¿Todo bien?- Preguntó el rubio.
-Eso espero.-
Me despedí de mi nana y caminamos en silencio hacia el auto; no
sé si era yo o Rick se veía cada vez más estresado. Veía atentamente a todos lados, a
donde íbamos, incluso en la escuela. No se ha despegado mucho de mí y eso me
aterra. Quizá ya tiene información de alguien y teme por mí. Lo que sea más que
nunca debo ser obediente. Una vez en el auto, me vio por el retrovisor y sonrió.
-Tu semblante cambió.-
-Le pedí disculpas por lo que les he hecho pasar.-
-Admiro tu valentía, Lara- sonreímos.
De regreso a mi apartamento me puse ropa más cómoda, tomé el
diario de mi novia y subí de nuevo a la parte más alta del edificio. Leía las entradas
de cuando me conoció, mis favoritas; me llenaba de ternura leer la forma en la cual
se refería a mí. Dejaba salir el humo por mi nariz cuando apareció una canción que
hacía mucho no escuchaba.
I'm lying on the moon
My dear, I'll be there soon
It's a quiet and starry place
Time's we're swallowed up
In space we're here a million miles away
There's things I wish I knew
There's no thing I'd keep from you
It's a dark and shiny place
But with you my dear
I'm safe and we're a million miles away
We're lying on the moon
It's a perfect afternoon
Your shadow follows me all day
Making sure that I'm
Okay and we're a million miles away
-Si estuvieras aquí de seguro ya me habrías dado la regañada de mi
vida por estar fumando tanto.-
-Y tendría razón para hacerlo- de nuevo brinqué al escuchar una
voz detrás de mí. -¿Puedo acompañarte?-
-Claro- le sonreí y se acercó más a mí. -¿Qué tal el torneo?-
-Muy bueno, me fue mejor de lo que creí.-
-Siempre te va mejor de lo que crees. Tienes millones de
universidades tras de ti con una beca deportiva.-
-Pero eso no me interesa ahora, ¿cómo estás?- Me encogí de
hombros.
-Supongo que bien.-
-¿Supones?-
-Siempre hay cosas o situaciones que te hacen tambalear, ¿no
crees?-
-Especialmente personas que te hacen tambalear- me veía
intensamente. -¿Puedo preguntarte algo?-
-Seguro.-
-Pero tienes que contestarme con la verdad- fruncí el ceño.
-No soy virgen- sonrió.
-No hagas eso. Siempre dices alguna tontera para despistar a las
personas- cada vez afirmaba más y más que Kevin estaba sintiendo cosas por mí.
Estoy segura que me ve de la misma forma en la que yo veo a Ana.
-¿Siempre?-
-He aprendido a leerte en este tiempo, Lara- me sonrió.
-Puede que sí.-
-Entonces, ¿lo prometes?-
-Está bien.-
-¿Quién es Ana?-
A/N Feliz día del amor y la amistad, queridos :)
Espero estén disfrutando el día en el trabajo, en casita, en la
escuela, o donde quiera que estén. Aquí mi regalo para ustedes con todo mi corazón.
Gracias por sus mensajitos preguntándome por mi condición,
afortunadamente me siento mejor, un poco más tranquila pero no bajo la guardia. De
verdad, si sienten ansiedad, o insomnio o sienten que las cosas no están bien pidan
ayuda. El mundo no acaba por pedir ayuda o busquen con quien hablar. Yo que soy
una persona que habla mucho (cuando estoy en confianza) me busqué esto por
embotellar lo que sentía. Por eso estoy muy en contra del "no te enojes" o "no hagas
corajes" a mi muy particular punto de vista es mejor dejar salir la frustración del
momento que guardarlo y ser una olla de presión que cuando estalla es mucho peor.
Gracias por sus votos, comentarios, mensajes y todo lo demás. Lo
aprecio enormemente. Gracias por ser un motor para seguir escribiendo.
Me disculpo por dejar a medias "Twin Flame" pero de verdad que
intento escribir y sólo vienen a mi mente Ana y Lara, así que cuando pueda me
enfocaré a esa novela y tendrán capítulos nuevos. Por fin terminé "Mi Profe de Piano"
y quedé muy contenta con esa saga. Para más cosas vayan a elcirculocolibri y
deleitense con las cosas que escriben mis talentosos compañeros. Y si se quieren
deleitan con pendejadas pasen a @Alexita_May en twitter xD
Tengan un maravilloso día, si nadie les dio nada vayan a un espejo
y vean el regalo más bonito, su vida. Nos leemos muy pero muy pronto :)
Saludos desde mi rincón con olor a rosas y café,
Ale :)
Capítulo 36
-Lo siento pero no sabía cómo quitármelo de encima. Aparte me escuchó llamándola
cuando estaba inconsciente.-
-Veré qué hace con esa información y podré corroborar si realmente
es de fiar.-
-¿Has encontrado algo?- Negó.
-No tiene el perfil, Lara, algo está mal.-
-O quiere dar señales confusas.-
-Pero eso no te compete a ti, ya tienes suficientes problemas. Yo
me ocupo.-
-¿Qué hago con Kevin?-
-Soportarlo- dijo serio–o sucumbir.-
-Jamás.-
-Ya veremos.-
-¿Quieres decirme algo?-
-No, sólo amplío tu panorama.-
-No necesito que amplíen mi maldito panorama, Rick. Si tú también
eres de los que creen que es una fase o una mierda así puedes ir despidiéndote de tu
trabajo porque no te quiero conmigo.-
-Los adolescentes suelen aferrarse a caprichos- me puse de pie y lo
alcancé.
-Me da mucha pena que no hayas sentido algo tan grande como lo
que siento por ella. Si dices que me conoces sabrías muy bien que no me aferro a
nada ni a nadie.-
-Muchas veces no se dan cuenta de esto hasta que ya es muy tarde
y están aferrados a alguien que no los quiere o que los hace infeliz.-
-No proyectes tu puta vida amorosa conmigo- estaba muy molesta
con sus estúpidos comentarios.
-Sólo digo lo que he visto durante tantos años.-
-Esto que tenemos nosotras se ha visto muy pocas veces. No sabes
de lo que hablas.-
-Eres muy joven, Lara, demasiado joven y todavía te estás
descubriendo.-
-Te creí diferente- espeté con cierta triste –otro adulto
decepcionándome, debería acostumbrarme a esta mierda.-
-Estoy de tu lado.-
-Pareciera que no- nunca dejamos de vernos –le diré a papá que
me asigne a alguien más. Gracias por todo- no dijo nada, ni yo esperé que dijera
más. Caminé con paso firme a mi habitación. Tomé mi teléfono y marqué a mi padre.
-¿Todo bien, hija?-
-No, quiero que Rick se vaya. No confío en él.-
-¿Hizo algo mal?-
-No. Simplemente ya no confío en él; espero me entiendas.-
-Por supuesto. Mañana tendrás su remplazo.-
-Gracias- colgué de inmediato. No quería que su record se
manchará sólo quería quitármelo de encima.
Al bajar a cenar sólo vi la luz de su habitación encendida, no tenía
muchas ganas de hablar con él. Me dolía, tanto el alejarme de él, ya estoy
acostumbrada a su compañía pero no puedo más y sí, lo que dijo me dolió porque
confiaba en él. Todavía repasaba nuestra charla y me sorprendía que tuviera esa
percepción de mí. Una muy equivocada percepción.
Casi no dormí, no podía porque una parte de mí se sentía mal por lo
que le hice a Rick pero es un mal necesario tanto para él como para mí. No puedo
andar con él ahora que sé su pensar acerca de lo mío con Ana, ¿cómo podría confiarle
que atrape a ese hombre?, ¿y si no lo ha investigado y sólo me hizo creer que sí? El
diario de mi novia fue mi compañía durante la densa noche que tuve. Y las entradas
que leí no fue necesariamente agradable, todo lo contrario.
Marzo 8
El contacto con alguien es simplemente insoportable para mí. No
puedo. El corazón comienza a brincar como si fuera a salirse de mi pecho; comienzo a
sudar y mi cuerpo se paraliza por completo. No es algo que pueda controlar. Papá,
Ofelia y la profe Norma son los únicos que me han tocado y hasta eso se limitan
mucho, saben que no es bueno para mí.
Me hubiera gustado sentir su piel, me habría hecho muy feliz pero
mi mecanismo de defensa me traicionó. Sentí que el aire me faltaba, a pesar de las
enormes ganas que tenía de tocarla. Corrí tan lejos como pude a mi lugar, detrás del
domo. Me senté en el pasto y yo lloré por ser incapaz de controlar mis miedos, por no
ser normal... y luego ella llegó. Se sentó tranquilamente frente a mí y me dijo que
dejara salir lo que sentía. Por primera vez me sentí segura en mucho tiempo y me
dejé llevar. Lloré por todo lo que estaba pasando, ella no dijo nada pero me
sorprendió cuando se quitó la sudadera y me la dio para que me limpiara la cara.
Nadie nunca había sido amable conmigo.
Puede que Dios la haya enviado para hacerme sentir menos sola.
Las lágrimas invadían mi rostro cuando terminé de leer la entrada.
Mi pequeña. Ahora me siento tan mal conmigo por haber pensado mal de ella por
evitar que la tocara cuando no tenía ni la menor idea de lo que ella había pasado. Me
sentía culpable por no haberme dado cuenta antes y no haber ayudado antes.
Marzo 11
Amo ir al bosque, es el único lugar donde me siento libre y es el
único lugar donde siento que puedo conectarme completamente con Él. Suena tonto e
irresponsable pero prefiero ir de noche. Los extraños no entrar porque se pierden
fácilmente y la gente de aquí no es muy dada a ir; sólo los jóvenes que buscan
divertirse un rato. Desearía no haber ido hoy.
Escuché la algarabía a lo lejos, algo me decía que debía alejarme
pero hice lo contrario y caminé hasta que pude escuchar claramente a las personas
que estaban ahí. Reconocí la voz de Ángel y la de Liz, hablan de ponerse retos, de
cerveza y de tener relaciones con maestros. Para mi sorpresa también escuché a
Lara, quien reía de las cosas que decían los chicos que la acompañaban.
Reí cuando Lara se burló de Olivia por haber besado a otra chica
pero mi corazón se estrujó cuando propusieron que Lara me besara. La forma en la
cual desechó la idea rompió el poco de corazón que tengo. Sonaba casi con asco,
como si fuera un castigo besarme. Puede que lo sea. Entonces entendí que el gesto
de darme su sudadera para que me limpiara no era más que lástima por una niña que
no deja de llorar.
Ella no es para mí.
Solté un sollozo; nunca antes había sentido tanta repulsión por mí
como ahora mismo. Odio el hecho de haberla hecho sentirse así. Odio que ella se
sintiera tan mal por lo que dije. Eso no era asco o repulsión, era confusión. No podía
controlar mis emociones y no sabía cómo sentirme respecto a Ana así que me puse a
la defensiva. Error. Terrible error.
-Lo siento tanto, cariño- entre sollozos y dolor de cabeza me quedé
profundamente dormida. Cuando desperté todavía no había luz de sol. Escuché que
cerraban la puerta principal de mi apartamento. Salí de mi habitación para
encontrarme con la puerta de la habitación de Rick abierta. Al entrar estaba vacía.
–Algún te encontraré y te pediré perdón por esto pero ahora no puedo tenerte cerca.-
Esperé a que la luz del sol hiciera acto de presencia para salir a
correr. Tomé un pequeño desayuno, tomé mi teléfono, mis audífonos y salí. Espero
que Ana ya haya ido a la casa y haya encontrado el iPod en mi cama. Espero que lo
esté utilizando y nos mantengamos unidas al menos por ese medio.
Era sábado, quizá debería ir a la empresa y vigilar más de cerca a
ese hombre. Lo vi ahí dos veces en fin de semana así que tengo altas probabilidades.
También creo que es el momento de hacer las paces con papá. Después de hablar con
mamá he recibido algunos textos invitándome a comer a la mansión o simplemente
para preguntar por mi día. No es algo que no haya hecho antes pero siento que es
levemente diferente.
-Lenguaje- sonreí.
-Me debes un beso.-
-Los que quieras.-
-¿Estás coqueteando conmigo?-
-¿Quién no lo haría? Eres tentación- me sorprendí.
-¿Ana?- Se echó a reír.
-No puedes culparme por caer ante tus encantos.-
-Oh, preciosa, puedo decir exactamente lo mismo de ti.-
-Anhelo sentir tus manos sobre mí- mi cuerpo reaccionó
inmediatamente ante su petición. –Es tan extraña esta sensación porque muchas
veces pienso en la textura de tus manos y lo que provocan en mi piel.-
-También quiero tocarte, cariño y que tú me toques.-
-Extraño ese enorme trasero tuyo- reí.
-Sabía que dirías eso, pervertida- ella reía también.
-¿Qué extrañas de mí?- Escuché un extraño ruido al otro lado del
teléfono.
-Todo.-
-Ya te dije que no me va la papaya- mi alegría se multiplicó.
-Amargada- la sonrisa no me cabía en el rostro.
-Mocosa, ¿cómo te va sin mí?-
-De las mil maravillas.-
-Eres una mierda mintiendo- necesitaba esto –eres miserable sin
mí.-
-Lo soy, mi vida no es la misma.-
-Tampoco la mía- respondió honestamente –espero que estés
luchando y que estés siendo un dolor de culo para esos hijos de puta que te llevaron.-
-Lo estoy haciendo, Ingrid. Gracias por cuidar de ella.-
-Sabes muy bien que no tienes que agradecer, quiero hacerlo.-
-Aún así, gracias.-
-No hay de qué. Cuídate, mocosa y prepárate para vernos pronto.-
-¿Es una amenaza?-
-No, es un mensaje para la bruja- sonreí.
-Se lo haré saber- de nuevo el sonido y unos segundos después
volví a escuchar la voz de mi chica.
-Cuídate, La, por favor.-
-También tú, cariño. Te extraño muchísimo.-
-Y yo a ti. Te amo- sonreí.
-No me quedaré a escuchar esta mierda- ambas reímos.
-¿Ya se fue?-
-Ya y yo debería hacer lo mismo. Es temporal, ángel.-
-Lo sé, Anita, lo sé. Dale un abrazo a Norma de mi parte, por favor
y también a tu papá.-
-Lo haré. Hablamos pronto.-
-Te amo.-
-Te amo más- sonreí.
-Si tú lo dices.-
-Te lo puedo firmar en un papel, si gustas.-
-Es una de mis metas en la vida, cariño.-
-Ten un buen día.-
-Créeme que ya es mejor. Te amo.-
-Y yo a ti, La- segundos después colgó el teléfono. Le agradecía
porque yo me hubiera quedado escuchando su respiración unas horas más.
-No sólo hablo de eso, pa, hablo de las muchas veces que te hice pasar penas y uno
que otro bochorno. Lamento no ser la hija que tú quieres.-
-Yo me disculpo por no ser el padre que mereces, Lara- se sentó en
el enorme escritorio y agachó la cabeza. –No sé en qué momento accedí a lo que... él
propuso- negó. –No puedes confiar en una persona tan nerviosa y calculadora a la
vez, ¿cierto?-
-No sé de qué demonios hablas, papá- rió. –Lo siento, estoy
dispuesta a ayudar.-
-Tu madre me dijo... estoy muy orgulloso de ti.-
-Gracias.-
-Lara, ¿qué pasó con la hija de Cardozo?-
-Se quedó allá, lejos de esta mierda- volvió a negar.
-Perdóname- soltó un audible suspiro. Levantó la cara y me vio –es
lo que me está matando, Lara. Sé que es muy importante para ti.-
-Y aún así lo hiciste- fue mi turno de negar –espero que encuentres
lo que buscas. Que recuperes tu empresa y tus finanzas porque en cuanto lo hagas yo
renuncio a todo y me largo a buscarla.-
-¿En serio?-
-No hagas como si no lo supieras. Viste lo que ella ha hecho
conmigo- sonreí –ella es lo mejor que me ha pasado, papá y no voy a renunciar a
ella. La amo.-
-Lo sé. No podría esperar menos de mi pequeña, Lara.-
-No te entiendo, papá.-
-Ni yo me entiendo, hija- me puse de pie.
-Ya hice lo que quería hacer, será mejor que me vaya- me puse de
pie y caminé a la puerta.
-Si algún día me perdonas y sólo cuando estés lista, ve a buscar tu
cuento favorito en la biblioteca de la mansión. Te está esperando- su rostro era serio.
Caminé de vuelta a él y le di un abrazo. –Te amo, Lara, sé que no lo estoy
demostrando pero lo hago.-
-También te amo, papá aunque ahora mismo quiera arrancarte la
cabeza- rió. Me tomó del rostro, besó mi frente y quedó contemplándome un rato.
-Gracias a Dios no eres como tu madre o como yo, tu carácter
debió ser forjado por algún dios...- volvió a besarme. –No te alejes de tu gente de
seguridad, mi amor, por favor.-
-No lo haré- lentamente me deshice de su agarre y salí de ahí.
Necesitaba tiempo para descifrar qué mierda quiso decir mi padre con todo eso,
¿estaba obligado? Una muy pequeña parte de mí quiere justificarlo pero otra parte
quiere azotarlo.
Al llegar a recepción Kevin ya me esperaba con una enorme sonrisa
y un enorme ramo de rosas. Sonríe, sonríe, sonríe... mierda, Lara una puta sonrisa no
te va a matar. Mi subconsciente me animaba tanto como podía. Al final de cuentas
pude sonreír e incluso lo abracé fuertemente después de que me dio el ramo. Sin
previo aviso se inclinó y dejó un beso muy cerca de mis labios. Kevin y sus ganas de
morir.
Llegamos a un lujoso restaurant en el centro de la ciudad; la
empresa del señor Y proveía de vinos a este lugar y era una gran ventaja al siempre
tener una mesa reservada para la familia. Íbamos acompañados de un equipo de
seguridad algo grande lo cual me seguía pareciendo una estupidez. Curtis me seguía
de cerca y éste estaba más paranoico que Rick. Sólo le faltó revisar a cada persona
que estaba ahí.
Aparentemente Kevin se adelantó a pedir porque en un santiamén
teníamos todo servido en nuestra mesa. El mozo poco le faltaba para darnos de
comer en la boca. Entiendo que tienen que ser amables pero era demasiado.
-¡Basta!- Dije ya irritada –ambos sabemos usar un tenedor y el
cuchillo- Kevin aguantaba la risa. –Puedes descansar o lo que sea que hagas, estamos
bien.-
Saqué la llave y cerré la puerta; el vacío del lugar, la soledad que reinaba ahí me
golpeaba fuerte. No estaba acostumbrada a esto, esperaba ver los llamativos tenis de
Lara, su mochila tira, algo de ropa en los sillones, su computadora sobre la mesa,
algo de ella. Tragué el nudo que se formaba en mi garganta. Cautelosamente caminé
a la que era su habitación, me quedé en el umbral de la puerta, todavía tenía puesta
la ropa de cama; me acerqué. Estuve de pie unos segundos antes de decir acostarme.
Sentía su olor que comenzaba a opacarse por el de la humedad. Tome la almohada y
la llevé a mi pecho.
-Me haces tanta falta, ángel mío- sentí las lágrimas acumularse en
mi rostro –y no sé cuánto más pueda soportarlo.-
Volteé a un lado y vi su iPod, el cargador y un pedazo de papel
donde estaba la almohada. Me sorprendió muchísimo esto. No recuerdo en qué
momento Lara regresó y dejó eso aquí. Tomé el papel y de inmediato reconocí su
letra.
Anita,
Escribí esto mientras empacaba y ha sido lo más doloroso que he
hecho hasta ahora; me cuesta creer que tenga que dejarte aquí. Me niego a aceptarlo
pero es necesario. Creo que este tiempo lejos nos ayudará a ambas a fortalecernos
individualmente, a aprender a estar sin la otra, viviendo con esa llama que quema en
nuestros corazones. Nuestro amor. No sé cómo puedo escribir esto mientras mi
corazón se rompe al saber que no te tendré a mi lado.
Te escribo desde el rincón más iluminado de mi alma, ese lugar que
se hizo tuyo con cada una de tus acciones, de tus sonrisas, de tus besos, de tus
miradas. Y te puedo decir que te amo como nunca he amado a alguien; contigo a mi
lado conocí las profundidades de mi corazón y supe de lo que era capaz. Lo que tú
provocas en mí no tiene forma de ser descrito. Y si por alguna ácida broma del
destino nunca volvemos a cruzar nuestros caminos o nos volvemos a ver después de
diez, quince, veinte o cincuenta años te puedo asegurar que seguiré diciendo lo
mismo. Te amo, Ana y eres el amor de mi vida.
Te dejo una parte de mí, algo muy importante, algo que de alguna
manera nos conectó y nos acercó más de lo que pudiéramos imaginar. Te dejo la
música que ha hecho que mi piel se erice; te dejo las voces que me han hecho viajar
a otras dimensiones; te dejo un parte de mi corazón. Yellow, Aprender a Quererte,
Nothing Else Matters, A Thousand Years, Make You Feel My Heart, todo lo que
escuchamos juntas nos conectará para siempre. Agregaré a esto una de mis
canciones favoritas, Memento Mori; hay una frase en particular que me define mi
situación "te esperaré hasta que cierre los ojos".
Siempre serás tú, rubia tonta. Tienes todo de mí y así será en esta
vida...
-Y las que siguen- complementé con mi rostro bañado en lágrimas.
Tengo que hacer que pase. Tomé lo que Lara me dejó y salí de la casa tan rápido
como pude pero casi me muero de un susto al ver a Omara parada afuera de la casa
de Lara.
-¿Todo bien?- Preguntó tranquilamente.
-Sí- respondí –no- negué –nada está bien.-
-Vamos adentro- asentí, fui al sillón ella hizo lo mismo segundos
después de cerrar la puerta. -¿Qué quieres compartir?-
-¿Está mal amar tanto a alguien?-
-Sí- me sorprendió su respuesta. –Está mal para los que tenemos
que ser testigos de eso, ponen la vara muy en alto. Ustedes dos hacen que pongamos
las expectativas muy altas en el amor- le sonreí. –No es malo, Anita, en absoluto. Es
maravilloso que puedas sentir algo así de intenso.-
-A momentos eso que hay aquí- señalé mi pecho –me hace sonreír
y a momentos me ahoga, me asfixia... me mata la incertidumbre, me mata saber que
quizá no pueda verla de nuevo. Eso es lo que no soporto.-
Ingrid llegó a casa unos minutos después con una pequeña maleta; creo que ninguna
de las dos sabía a ciencia cierta qué es lo que iba a pasar pero nos veíamos
emocionadas. Tomé una libreta y le escribí una pequeña nota a papá, espero que la
lea cuando ya estemos llegando a Texas.
Pa,
Perdóname por esto pero si algo he aprendido contigo es a seguir
mi corazón y es lo que estoy haciendo. De verdad discúlpame, la profe Norma no
tiene la culpa, no le di muchas opciones. Al menos voy con Ingrid y sé que no dejará
que nada malo me pase.
Espero puedas perdóname.
Te amo,
Tu niña.
Era muy temprano todavía como para que papá regresara pero
podía correr el riesgo de que me reconocieran en el otro pueblo. Lo único en lo que
pensé fue en tomar una sudadera de las que Lara me dejó y me puse el gorro. Al
menos no verían mi cabellera dorada, la única en no sé cuántos kilómetros a la
redonda, y la que me identifica como la hija del pastor.
Me despedí de la profe Norma con un gran abrazo; no se cansó de
repetirme lo orgullosa que estaba de mí. Me pidió que me cuidara mucho y que por
nada del mundo creyera lo que venga de los labios de los padres de Lara, más de su
madre. Ellos buscan sólo su bienestar y están cegados por la parte económica. Me
entregó un papel con la información más relevante de mi novia, como el nombre de
su escuela, su número de teléfono y la dirección de la casa de sus padres. Tengo lo
suficiente para poder encontrarla.
-¿Estás segura?- Preguntó Ingrid después de mucho tiempo.
Llevábamos un buen tramo de camino en silencio.
-No pero algo me dice que debo hacerlo.-
-La vaca loca realmente te cautivó, ¿eh?-
-Sabes muy bien que la amo y que es lo mejor de mi vida. Sólo
quiero verla. Incluso si no regresa conmigo, sólo quiero abrazarla aunque sea un
segundo.-
-Eso debe ser lo más romántico que he escuchado- me sonrió.
-¿Por qué no eres siempre así de linda?-
-Sé que tú te manejas muy diferente pero yo no doy lo mejor de mí
a todos.-
-Yo tampoco- agregué de inmediato.
-Eres tan genial que ni siquiera te das cuenta que das tanto a la
gente- volteó a verme –yo no soy así, Anita. Yo no quiero ser así, la gente se va, te
deja un vacío y una miseria que te marcan toda la vida.-
-¿Alguien te dejó?- Pregunté.
-Algo así... no es una historia que quiera compartir ahora.-
-Lo siento.-
-No, no es por ti es sólo que te veo muy emocionada por ir con ella
y esto lo va a arruinar. No quiero hacer eso.-
-Gracias- le sonreí.
-No tienes que hacerlo.-
-Gracias por cuidarme.-
-Me nace hacerlo y Lara me lo pidió.-
-Es maravilloso que sigas órdenes de mi Lara.-
-Hey, nunca dije que estaba siguiendo sus órdenes; es más como
un favor- riñó.
-Sí, lo que digas- sonreíamos –la quieres.-
-No.-
-Claro que sí pero crees que admitirlo hará que se te caiga un brazo
o algo.-
-No voy a admitir algo que no siento.-
-Ella te quiere mucho.-
-Se jodió- me eché a reír mientras ella sonreía. –También quiero a
la mocosa... es especial.-
-Muy especial- sonreí –Lara hace que todo sea mejor, de muchas maneras. –Levanté
mi vista al cielo –cuando encuentras a gente como ella es cuando te das cuenta que
hay alguien más allá arriba cuidando de ti y que por más malo que sea el panorama,
siempre hay una recompensa- cerré los ojos. –Lara es mi retribución divina.-
-Apuesto mi vida a que ella piensa exactamente lo mismo de ti; son
perfectas juntas- me acerqué a Ingrid y la abracé.
-Muero por verla.-
-Pronto, mi niña. Muy pronto.-
Al ser un pueblo un poco más grande, la gente no se detenía mucho
a ver a los foráneos. Mucha gente usaba este pueblo como conexión y era el más
grande en muchos kilómetros a la redonda y el único con transporte para la capital.
Pasábamos el hospital cuando Ingrid me empujo y arrojó su mochila; antes de que
pudiera decirle algo escuché una voz muy familiar.
-Ingrid, ¿qué haces por acá?-
-Vengo por algunas cosas.-
-¿Necesitas ayuda?-
-No creo que puedas ayudarme con estas... necesidades- papá se
echó a reír.
-Bien, no me meto en eso.-
-Pero agradezco la oferta aunque no creo que le agrade a ya sabes
quién- me imaginaba la sonrisa malvada de Ingrid.
-No pierdes oportunidad, ¿eh?-
-Son un par de hipócritas porque alentaron a las niñas a seguir su
corazón y ustedes están haciendo todo menos eso.-
-Es diferente.-
-Sabes tan bien como yo que es más factible que perdonen que el
pastor se case y tenga veinte hijos a que dos mujeres se amen como ellas lo hacen.-
-Tienes razón- me encantaba la forma en como papá era tan
tolerante con las personas. Nunca las contradecía, ni les refutaba aunque no estuviera
de acuerdo con ellos. Él siempre dice que no podemos ver todo con el mismo cristal.
-No es que me afecte o me beneficie pero si hay algo, no pierden
nada con intentarlo. Creo que serías el único al que aceptaría- papá rió de nuevo.
-Gracias por el incentivo, Ingrid, lo tendré muy en cuenta.-
-Tomemos un poco de ellas y sigamos nuestro corazón. Yo lo estoy
siguiendo hasta donde me lleve y lo cuidaré hasta mi último aliento- tuve la extraña
sensación de que Ingrid estaba implicando algo más.
-Me alegra saber eso.-
-No te interrumpo más, seguro tienes cosas que hacer.-
-Sí, un par de enfermos que visitar, quizá llegue hasta muy noche.-
-Bien. Nos vemos allá.-
-Con cuidado.-
-Como siempre, pastor- escuché los pasos alejándose y a Ingrid
acercándose al enorme contenedor donde me había escondido. –Necesito ir al baño a
ver si todo está limpio, estuvo muy cerca- la mujer sudaba a mares.
-Tranquila, lo hiciste muy bien.-
-¿Ingrid?- Volteamos a ver ambas.
-¡Héctor! ¿Cómo estás?- Se acercaron y se dieron un breve abrazo
–tiempo sin verte.-
-Oh, ha sido una mierda eso de ser chofer, nunca estás en un puto
lugar- entiendo porque se llevan.
-¿Estás de servicio?-
-Sí, necesito llevar paquetería a la capital.-
-¿Tienes espacio?-
-Sí, ¿vas para allá?-
Sí, después de todos estos años eres tú y seguirás siendo tú la única a la que quiero
recurrir cuando las cosas no están bien; a la que le quiero contar mis secretos.
Quiero, con todo mi corazón, decirte que me enamoré, que encontré a mi persona,
quiero decírtelo, mamá y que me aconsejes cuando no sepa que hacer, para cuando
pierda el rumbo o simplemente que te platique de lo maravillosa que es. No me
equivoqué al escribirlo, es una chica; la chica más increíble del mundo y la amo. Pero
aunque ella tiene mucho de mí, la mujer a la que siempre amaré más eres tú.
Te necesito, mamá, me hace falta el tiempo a tu lado. Escuchar tu
voz sin el tono de regaño o el tono arrogante que a veces usas conmigo. Te prometo
cambiar, te prometo que haré todo para que las cosas vayan bien y podamos ser las
mejores amigas como lo éramos antes. Sólo te quiero de vuelta, por favor.
Gracias por la decisión de enviarme para acá, la conocí, aprendí,
valoré y entendí que ambas tenemos nuestra parte de culpa. Esta soy yo sacando la
bandera blanca y pidiendo una tregua. Más que nunca desearía ver tu precioso rostro
y poder decirte esto. Si antes refunfuñaba por mi parecido a ti, ahora comprendo que
seré afortunada si llego a ser la mitad de lo que tú eres.
Te amo, mamá y perdóname por no decirlo, ni mostrarlo lo
suficiente.
Ni siquiera hice el intento de contener las lágrimas al leer parte del
corazón de Lara. El mundo no la merece; su corazón es tan vasto y noble que no se
da cuenta de ello. Supongo que ambas no nos damos cuenta de muchas cosas y por
eso congeniamos tan bien. Le pasé la carta a Ingrid quien me veía intensamente.
Después de leerla me la devolvió sin verme.
-Si esto no la hace recapacitar, ni el tártaro lo hará.-
-Esperemos que esto sea más que suficiente.-
El tiempo voló o yo me perdí, no sé lo que pasó pero cuando
reaccioné estábamos en el imponente aeropuerto en Dallas; Ingrid se comunicaba con
la gente de ahí sin ningún problema usando inglés muy fluido, ¿cómo podía hacer
eso? Hay mucho de ella que no conozco. El hombre que hablaba con ella se me
acercó y me hizo unas preguntas y me pidió el papel que llevaba en la mano, ¿cuándo
tomé el papel? Lo vi y me sorprendí aún más de ver que estaba lleno. No sé qué pasó
en este tiempo. Finalmente pudimos salir del tumulto del aeropuerto, Ingrid
constantemente volteaba verme, se veía preocupada.
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-¿Estás bien?-
-Eso creo- me tomó del brazo y me arrastró lejos de las personas
que estaban ahí.
-¿Crees?-
-Estoy... no sé hay algo en mi pecho que... sólo quiero verla-
sonreí.
-Bien, vamos por el puerco- me sonrió de igual manera –pero
mañana. Ahora debemos descansar un poco, es de noche y nos exponemos.
Buscaremos un hotel y mañana a primera hora vamos, ¿te parece?- Asentí.
Nos recomendaron un hotel cerca del aeropuerto, era bastante
económico y muy seguro por lo que nos dijo la persona que nos ayudó. Ella se había
quedado ahí un par de veces y le había dejado un buen sabor de boca. Tomamos un
taxi y le pedimos que nos llevara al lugar. Ingrid se encargó de registrarnos y en
minutos subíamos a nuestra habitación. La primera en tomar una ducha fue ella,
mientras yo seguía con los audífonos pegados a los oídos. La vi salir, me sonrió y fue
mi señal para entrar.
Me tomé mi tiempo, dejé que el agua se deshiciera de todas mis
dudas, miedos, inseguridades y todo lo que pudiera obstaculizarme. Por mi mente
rondaban miles de cosas, ¿qué le diría a la mamá de Lara? Conozco parte de su
historia, sé que ha pasado a grandes rasgos pero no creo que se tome a bien el que le
diga que estoy ahí porque amo a su hija. Hice mis respiraciones más pausadas y oré;
le pedí a Dios la serenidad para hacer bien las cosas. Él sabe que sólo quiero que ella
esté bien.
Creí que tendría problemas para dormir pero creo que era demasiado para mi cuerpo
y quedó completamente rendido. Ingrid hizo lo mismo y en cuestión de minutos
soltaba pequeños ronquidos, después le seguí yo. Recuerdo soñar con la vez que Lara
me llevó al bosque y me preparó una linda comida. Fue antes de que nos hiciéramos
novias, llevaba el vestido blanco con el que la había conocido y muchas veces contuve
el decirle que me gustaba. Fue una noche maravillosa, ella se portó estupendamente
y creo que fue ahí donde acepté que estaba completamente enamorada de ella. Lo
acepté pero me daba tanto miedo porque una parte de mí sabía que nunca me
correspondería.
Por la mañana, me puse ropa cómoda y dejé mi cabellera suelta, no
había tanto calor por lo que opté por eso. Me puse un poco de rímel y algo de brillo
en los labios, si la veía quería impresionarla. La sonrisa no se quitó de mi rostro en
todo el desayuno e Ingrid estaba en la misma sintonía. Terminó el desayunó y
salimos de ahí.
Tomamos un taxi, Ingrid dio las indicaciones correspondientes para
llegar a la casa de Lara. Me puse los audífonos, escuchaba Yellow y en mi mano
llevaba la carta que Lara le había escrito a su madre. No podía permitir que Ingrid
entrara conmigo, esto era entre nosotras; hablaríamos de nuestra Lara con total
honestidad e Ingrid no cuadra ahí y porque no quiero que la mamá de Lara muera.
Una imponente edificación se divisaba en una pequeña colina;
mucha vegetación, una cancha a lo lejos, grandes árboles; conforme nos
acercábamos más preciosa se veía la casa. Vaya que eran ricos; era el castillo digno
de un cuento de hadas. Ingrid pagó cuando nos dejaron frente al enorme portón con
una gran O dorada enfrente.
Un sonriente señor se acercó a nosotros. Vestía todo de azul pero
no llevaba ningún arma, sólo un gran manojo de llaves y una gorra que tenía una
estrella azul con bordes blancos. Nos examinó un momento, abrió la puerta y se paró
frente a nosotras.
-Buenos días, ¿qué puedo hacer por ustedes, señoritas?-
-Buenos días, necesito hablar con la señora Minerva.-
-¿Las espera?-
-Me temó que no- contesté de nuevo.
-Somos viejas amigas- dijo Ingrid –dígale que Cardozo y la
bibliotecaria están aquí- regresó a la pequeña caseta de donde salió; tomó un
teléfono e hizo su trabajo.
-¿Crees que nos deje entrar?-
-Eso espero porque no creo poder brincar la barda- el hombre se
acercó de nuevo.
-Pueden pasar- anunció alegremente.
-Gracias- respondió Ingrid.
La entrada era grande. A lo lejos podía ver el estacionamiento
donde habían siete carros aparcados; los jardines estaba pulcramente arreglados; los
arbustos elegantemente podados, esto era un palacio. La casa era de color coral que
hacía que se viera aún más bonita. La fachada tenía un estilo muy moderno y
elegante. Los padres de Lara tienen muy buen gusto.
-¿Puedo saber de dónde conocen a la señora Minerva?-
-En realidad a la que conozco bien es a Lara- hablé –ella estuvo
conmigo cuando estuvo lejos y quiero darle unas cosas a su madre.-
-Oh, la señorita Lara, nos hacía falta.-
-¿Ella está aquí?-
-No, pero no debería tardar en venir. Hasta donde sé ha estado
viniendo los últimos cinco domingos a desayunar con su mamá.-
-Bien- sonreí. Mi corazón se aceleró cuando vi a la guapa mujer en
la puerta de la casa viéndonos caminar a ella.
-Buenos días- dijo el hombre cuando estuvimos cerca.
Sentía un poco más de libertad y eso me había ayudado a conectar muchas pistas
desde lo que pasó en el restaurante. Desde que comencé a unir los puntos dejé de
lado la parte emocional, sólo mi parte racional estaba trabajando. No me importaba si
dejaba a una familia sin comer, a una mujer sin su esposo, a padres sin su hijo, sólo
quería ver a ese maldito pudriéndose en la cárcel.
Saludé alegremente al portero del edificio, era un chico muy
agradable y que se limitaba a hacer su trabajo sin miradas extrañas, ni preguntas
innecesarias. Saludaba cordialmente; recuerdo las últimas semanas de lluvia donde él
me esperaba con una sombrilla para ayudarme a bajar del auto y evitar que me
mojara. La que no era muy fan mía era su novia y es que nos encontró cuando
hablábamos del voli y el que estuviera con licra corta no ayudó mucho.
Llegué al audi deportivo que papá me dio, saludé a Curtis con un
ligero movimiento de la cabeza, el cual respondió con una leve sonrisa. Se acercó
rápidamente a abrir la puerta de mi auto.
-Estaré detrás de usted, señorita.-
-Como siempre- le sonreí –gracias, Curtis.-
-Un placer- me metí al auto, cerró la puerta y esperé a que llegara
a su auto para poner en marcha. Llevé mi mano a mi pecho un par de veces, la
sensación seguía ahí. Quizá por fin mamá y yo tendríamos un digno domingo. Encendí
la radio para tratar de olvidar un poco lo que sentía; sonreí. Mi rubia estaba en todos
lados.
So I find a reason to shave my legs
Each single morning
So I count on someone
Friday nights to take me dancing
And then to church on Sundays
To plant more dreams
And someday think of kids
Or maybe just to save a little money
You're the one I need
The way back home is always long
But if you're close to me
I'm holding on
You're the one I need
My real life has just begun
Cause there's nothing like
Your smile made of sun
In a world full of strangers
You're the one I know
So I learn to cook
And finally lose my kitchen phobia
So I've got the arms to cuddle in
When there's a ghost or a muse
That brings insomnia
To buy more thongs
And write more happy songs
It always takes a little help from someone
-Lo que daría por tenerte en mis brazos- suspiré.
Cada día se me hacía más difícil respirar, sobrevivir, salir a la calle
y fingir que todo iba de maravilla cuando mis latidos estaban a miles de kilómetros de
mí. Y el comenzar a conectar los puntos para dar con el hijo de perra que abusó de
ella me estaba consumiendo. Regresé al cigarro y un par de veces al alcohol; moría
lentamente. Necesitaba un cierre a esto pero ya. Me aferraba al calor en mi corazón
al pensar en ella.
Aunque muchas más canciones pasaron me quedé con la letra de esa canción en
particular. Amaba la manera en que Ana me ha hecho sentir a pesar de la distancia y
amo el hecho de que no ha salido de mi mente en ningún momento durante estos
meses. Me dolía que no se hubiera puesto en contacto conmigo, extrañaba su voz. Al
menos sentía que la tenía cerca cuando me hablaba y me alegraba la existencia pero
sus motivos tendrá y no la culpo. Eso no quita que la extrañe.
Reconocí a lo lejos la camioneta de Ray y la de Hank saliendo de la
casa de mis padres; era raro verlos tan temprano aquí pero dadas las condiciones en
las que nos encontrábamos todo era posible y las rutinas comenzaban a romperse.
Estacioné mi auto, mientras lo hacía vi a mamá en el estudio. Eso sí era raro. Veía
fijamente por la ventana en dirección contraria de donde llegaba. Estaba con su ropa
deportiva lo que indicaba que no había ido al gimnasio o si lo hizo fue muy temprano.
Saludé a Alejandro antes de ir directamente al estudio.
-¡Lara!- Escuché a mi nana pero la ignoré. Quería saber qué pasaba
con mamá. Di un par de golpes a la puerta antes de abrirla. Se viró para verme y con
mucha sorpresa vi lágrimas en sus ojos.
-¿Qué pasa, ma?- Negó suavemente ; me acerqué a ella y me
aprisionó en un abrazo que no correspondí al principio. Suavemente subí mis manos
hasta abrazarla también. Sollozaba levemente sin decir ni una sola palabra y sentía
que su agarre se hacía cada vez más fuerte. Estábamos casi de la misma altura por lo
que dejé un beso en su cabello lo que hizo que llorara más. –Me estás preocupando,
mamá.-
-Lo siento- balbuceó. La guié al sofá y tomé agua del pequeño
frigorífico que hay ahí.
-Ten- me veía; mentiría si dijera que no me mataba verla así. Tomé
su mano -¿mejor?- Asintió. Dejó el envase de lado y regresó sus ojos a mí.
-Lo siento- dijo una vez más –de verdad lo siento mucho, Lara.-
-Mamá, no sé de qué demonios me hablas.-
-Por todo- tomó aire –todo lo que hice para que te alejaras de mí;
todo lo que ha pasado entre nosotras.-
-No tienes que pedir disculpas, ambas fuimos culpables.-
-Sí tengo y mucho- nunca dejó de verme a los ojos. -No he sido
una buena madre...-
-Mamá...-
-Escúchame, por favor- me interrumpió –necesito hacerlo por tu
bien y por el mío.-
-Bien.-
-No he sido la mejor madre del mundo y no me voy a escudar bajo
nada, asumo la responsabilidad de todo. No sé en qué momento comencé a dejar mi
corazón detrás. Te amo, Lara, más que a nada en este mundo. Eres mi hija y mi vivo
retrato- tomó mi mejilla.
-Gracias por ser bonita- sonrió.
-Eso se acaba, Lara, se va con el tiempo pero lo que viene del
corazón nunca envejece y yo no lo he hecho bien- agachó la cabeza –soy yo la que no
merece una hija como tú.-
-No digas eso...- negó.
-Mira dónde y cómo te tengo, Lara, y tú no has hecho nada más
que intentar arreglar las cosas y fluir con la corriente. Y yo sigo encima de ti, viendo
sobre tu hombro cada paso que das. No he sido más que un estorbo. No te he dado la
libertad de ser quien realmente eres. Te he hecho un espejismo de mi vida.-
-Me tengo merecidas muchas cosas- sentía un nudo en mi
garganta.
-No digo que no pero no podemos cargarte con todo- volvió su
penetrante mirada a mí. –Necesito escuchar que me perdonas, pequeñita.-
-No tienes que pedirlo, mamá, te perdono- me arrojé a sus brazos
mientras las lágrimas acumuladas en mi rostro encontraban su camino a mis mejillas.
-Quiero que no juzgues lo que te voy a decir, por favor- volteó a vernos a todas
–ninguna. Yo no quería que nada de esto pasara.-
-Explícate- me sentía tan impaciente y sólo tenía a Ana en mi
mente.
-Sí, teníamos muchos motivos para mandarte lejos de aquí por tu
comportamiento pero no fue por eso que lo hice- por la cara de sorpresa de mi madre
ella tampoco lo sabía. –Desde mucho antes de eso sabía de la malversación de
fondos. Alguien quería jodernos y en grande. Contraté a un investigador después de
que cortaron los frenos de mi camioneta un par de veces y recibir amenazas.-
-Manuel...-
-Lo siento, Minerva pero no podía decirte nada de esto. No quería
preocuparte, a ninguna de las dos. De pronto supe que si querían mi cabeza irían tras
lo que más amo; el que Cardozo se atravesara fue un golpe de suerte porque no
sabía con quién enviarte o a dónde. Le dije lo que pasaba, después de todo lo que
pasamos sigue siendo mi mejor amigo, mi hermano. Me ayudó dándome una vía de
escape para ti.-
-¿Alberto sabe todo esto?- Pregunté incrédula.
-Cada paso que doy- mi cabeza daba vueltas. –El investigador
encontró cosas raras en varios de los empleados de la empresa; tráfico de personas,
pedofilia, drogas, un interesante coctel. En cuanto dijo eso sabía que debía enviarte
lejos de aquí, al menos hasta saber qué estaba pasando y quién lo estaba
orquestando. No podía cuidar de ti y de mamá a la vez; confío tanto en Alberto que le
pedí que custodiara mi tesoro más grande- papá tomó aire. –Creemos que es la
misma persona que abusó de Ana- empuñé mis manos.
-¿Por eso no dejó que viniera conmigo?- Asintió.
-Lara, cuando te envíe para allá nunca en la vida imaginé que te
enamorarías de ella. Sólo te quería lejos de todo esto.-
-¿Todo fue un plan?-
-Sólo te quería a salvo- me tomé la cabeza y cerré los ojos tan
fuerte como pude.
-¿Qué pasa con los Youngblood?-
-Van a ganar mucho si sabemos quién está haciendo todo esto- se
puso de pie. –Todo ese circo es una carnada para atraerlo más al dinero y al poder.
Todavía no decidimos si es uno o dos o más, sólo sabemos que estamos cerca.-
-No puedo creer esto, Manuel- nunca había visto a mi madre así.
-Fue para protegerlas, nunca he tenido otra intención más que su
seguridad.-
-A expensas de mi Ana- también me puse de pie. –Debiste decirme
cuando supiste de lo mío con Ana.-
-¿Ya sabías?- Mamá casi se desnuca al ver a papá. El hombre
asintió.
-Cuando fui para la inauguración de la iglesia.-
-¿Algo más que quieras confesar?-
-¡De haber sabido ni en un puto millón de años hubiera accedido a
traerla!- exclamó Ingrid que había estado muy callada.
-Lo lamento muchísimo. Haré todo para enmendar la situación.-
-Lo que me dijiste en tu oficina cuando llegué a hablar contigo; que
no debías confiar en una persona así...-
-Estaba comenzando a tener mis dudas con todo esto. Me refería al
investigador, él me dijo exactamente que hacer pero después de tanto tiempo sin
muchas respuestas comenzaba a perder la fe en su efectividad.-
-Por tu bien, papá espero que no la toque o nunca en mi vida te lo
voy a perdonar- sentía las lágrimas acumularse. Comencé a caminar a la puerta.
-No saldrás de esta casa, Lara, estamos por dar el golpe final y no
te expondré a ti o tu madre. Ninguna sale de aquí- regresé fúrica a donde estaba.
-Si crees que me voy a quedar de brazos cruzados estamos muy equivocado, papá.-
-No era una pregunta, te estoy ordenando que te quedes aquí- si
mis ojos lanzaran dagas papá estaría muerto.
-Será mejor que hagas lo que dicen, Lara- agregó Ingrid –sería
como buscar una aguja en un pajar. Ellos saben qué hacer- me guardé que ya tenía
una gran sospecha de quién era. Simplemente asentí mientras Ingrid me arrastraba a
la cocina.
-¡Ah!- el vaso que estaba sobre la encimera se hizo añicos al
estrellarse con la pared. -¿Por qué?-
-Después de la tormenta viene la calma- dijo mi nana –fe, mi niña.-
-¿Y si le hace algo?- Vi a Ingrid –no me lo perdonaría nunca.-
-Nunca más verá la luz del día, te lo puedo asegurar.-
-Mi Ana...- apenas escuché mi voz. Quedamos varios minutos en un
sepulcral silencio; cada una en su propio mundo pero las tres pensando en la rubia.
Mamá llegó a la cocina y con una mirada me invitó a que la siguiera. Un poco
temblorosa lo hice. Como hacía unos minutos atrás estaba en el sofá esperando a mi
llegada.
-¿Quieres decirme de la chica?- Su voz era tranquila, pausada, no
había enojo; eso no quitaba que tuviera miedo.
-Ana es mi novia.-
-¿Por qué no me habías dicho?-
-No éramos las mejores amigas hace unos meses y no sabía cómo
lo ibas... lo vas a tomar.-
-¿La quieres?-
-La amo, mamá- sonreí –ella es lo mejor que me ha pasado en la
vida- amagó con decir algo. –Antes de que hables de mi edad, de las condiciones
sociales o lo que sea déjame decirte que eso no me importa. A lo mejor no tuvimos el
mejor comienzo, creo que disfrutábamos el molestar a la otra entonces comencé a
tratarla más; supe lo que había pasado con ella, fue cuando algo se activó en mí. Me
prometí cuidarla y protegerla de todo y de todos. Te juro que no sé cómo pero un día,
una noche con ella en mis brazos acepté que me gustaba y lo demás fluyó.-
-Pequeñita- mamá tomó mis manos.
-Ella odia que la toquen por lo que pasó- mi sonrisa se agrandó
–creí que el corazón me explotaría cuando ella me abrazó por primera vez; cuando
me dejó que la tocara; cuando me dijo que confiaba en mí y que yo era su refugio.
Me enamoré por completo de ella. No puedes comenzar a imaginar lo increíble que
ella es, mamá- negué –ella es mi universo. Ella es la más fuerte de las dos, aunque
parezca lo contrario. Ella ha lidiado con tanto y parece que nunca se cansará. Ha
hecho tanto por mí, es una energía sumamente positiva en mi vida. Hace que quiera
ser mejor- me acerqué a mamá -¿quieres saber un secreto?-
-Claro- respondió con una sonrisa.
-Fue ella la que me alentó a hablarte; algo que hizo ella fue lo que
me motivó a escribir la carta y constantemente me decía que debía buscarte.-
-No debí ser su persona favorita cuando fui por ti- negué.
-No, para nada pero entre todo intentó buscar algo bueno.-
-¿Lo encontró?-
-No- ambas reímos –puede que no lo entiendas pero lo que si
puedes comprender es que ella me hace feliz. Mucho muy feliz. Hemos avanzado
tanto con las pesadillas, su autoestima, sus miedos, todo y temo que retrocedamos
con esto. Ella no dormía bien a menos que estuviera conmigo y aun así a veces las
pesadillas la acechaban.-
-Hice que tu padre jurara que la encontraría, no se lo tuve que
pedir dos veces.-
-Voy a enloquecer si algo le pasa.-
Miles de escenarios pasaban por mi mente a la par de que nos acercábamos al lugar.
Tenía unas enormes ganas de vomitar, me comenzaba a ganar la ansiedad y la rabia
de saber que tocó a mi majestad. Me asqueaba saber que alguien así trabajara para
nosotros. A pesar de lo que pasaba debía calmarme o terminaría cometiendo una
locura y de eso nada me podría salvar.
Al llegar le dije al portero que estaba preocupada por la persona
que iba a ver ya que habíamos quedado de vernos y no se presentó. No tomaba el
teléfono y se había sentido mal así que decidí ir a verlo. Era una inocente chica que
estaba preocupada por un trabajador. Un poco renuente me dejó pasar y me abrió la
puerta del lugar. Al parecer recién llegaba a su guardia por lo que no sabía si él
estaba ahí o no. Las piernas me temblaban cuando entré ahí pero el silencio reinaba.
Entré a su habitación y fingí, una vez más.
-Está dormido, me quedaré aquí con él- anuncié al hombre
–gracias- asintió y salió. –Creo que nunca había dicho tantas mentiras en un día-
solté un suspiro.
Dejé el arma sobre el buró porque tenía miedo de accionarla y me
puse a revisar la casa. Todo parecía normal, en orden, nada fuera de lo común. En el
refrigerador había muy pocas cosas y café. Mucho café. Tomé un poco y seguí con mi
inspección; en su escritorio tenía una computadora pero tenía clave. Los cajones
estaban llenos de papeles de la empresa y otras cosas pero nada relevante. Sin
embargo el último estaba con llave. Busqué debajo del escritorio y cerca de ahí pero
no encontré nada.
-Huellas- me dije. No había traído guantes y me reproché por ser
tan tonta. Fui al baño para ver si había algo que pudiera ayudarme cuando escuché la
puerta abrirse. Corrí a la habitación por el arma y salí a mi encuentro con él.
-¡Por todos los demonios!- Dijo al verme -¿me quieres matar de un
susto?-
-Lo lamento tanto- se llevó las manos al pecho.
-¿Qué haces aquí?-
-Necesito ayuda.-
-Claro, ¿qué puedo hacer?-
-Verás- los latidos de mi corazón eran ahora un zumbido de lo
rápido que iban –no estoy muy de acuerdo con lo que mis papás eligieron para mí.-
-Eso he visto.-
-La cosa es que me enamoré estando donde papá me envío y ahora
quisiera regresar con ella.-
-¿Ella?-
-Sí, es mujer, ¿te molesta?-
-Para nada- había cierto dejo de confusión en su rostro.
-¿Te gustaría verla?-
-Desde luego, unarting- saqué la foto y se la pasé. La confusión
pasó a ser total sorpresa pero se recompuso de inmediato.
-Se llama Ana y es el amor de mi vida. La conocí cuando papá
decidió llevarme con Alberto Cardozo, de seguro te acuerdas de él. Trabajaron unos
meses juntos antes de que renunciara- se acomodó la corbata. –Fue violada por un
hijo de perra que hizo que tuviera miedo de toda persona que se le acercaba.-
-Oh- mi respiración comenzaba a acelerarse.
-Sí, oh- repliqué -pero a la vez estoy orgullosa de que ella porque
sigue siendo un alma noble y pura a pesar de lo que le hicieron...-
-Lo siento- bajé la foto.
-¿De verdad lo sientes?, ¿De verdad te arrepientes de lo que le
hiciste?-
-¿Qué?-
-Todo encaja, el tiempo en el que te fuiste, tu colonia, las manos
suaves e incluso el puto lunar.-
-Totalmente de acuerdo contigo- habló mi madre con voz dulce. Sentí su mano sobre
la de Ana, le dio un leve apretón y se puso de pie -bien, he terminado. Las puertas de
la casa siguen abiertas, Ana.-
-Gracias, señora.-
-Minerva, ya te había dicho- sentí la sonrisa de Ana. –Ah, por si
acaso, si le rompes el corazón a mi hija, olvidaré que conozco a tu padre y olvidaré
esta conversación, ¿entendido?- tenía ganas de saltar y sacudir a mi madre pero
dejaría de ser ella si no hubiera hecho algo así.
-Más que entendido, Minerva- no dijo más y salió del lugar. –Ya
puedes abrir los ojos- me dijo.
-Perdón por eso.-
-Es entendible, te ama. Yo haría exactamente lo mismo- estaba por
hablar cuando la puerta se abrió. En cuanto vi quién era salté de la cama para
abrazarlo.
-No te conocía tan efusiva- dijo sin soltarme.
-Te debo la vida, te abrazaría por un mes entero.-
-Eso suena bien pero tengo trabajo.-
-Gracias.-
-Un placer, Lara- lo solté y lo arrastré cerca de la cama –cariño, él
es Rick, nuestro salvador.-
-Mucho gusto, señor.-
-Es un gusto conocer la personificación de Afrodita- le tendió la
mano a mi rubia quién un poco temerosa la aceptó. –Lara nunca dejó de hablarme de
ti.-
-Chismoso- dije detrás de ellos –él era mi guardaespaldas pero
supongo que eso también era mentira.-
-Técnicamente no lo era porque cuidaba de ti. Realmente no estoy
retirado, soy un agente activo del FBI y teníamos algunos años rastreando a Hank y
al círculo en el que se mueve. Por penosos azares del destino llegué a ti y a tu novia.-
-Lamento haberte despedido- se echó a reír.
-Es justamente lo que esperaba que hicieras porque él ya
sospechaba de mí así que tenía que salir del panorama.-
-¿Lo despediste?- Preguntó incrédula Ana.
-Le dije que lo de ustedes era una fase y se enojó- le restó
importancia.
-Te debía dar una cachetada y luego despedirte- ambos rieron. –Por
lo que haya sido, muchas gracias, Rick... sí te llamas Rick, ¿cierto?- asintió riendo.
-Para ustedes siempre seré Rick. Mi trabajo está cumplido, sólo
quería ver que estuvieran bien.-
-Estoy en deuda contigo- lo abracé de nuevo y correspondió
gustoso.
-Sean felices y aléjense de los problemas, con eso me basta.-
-Dios te bendiga- dijo mi rubia –gracias por encerrarlo.-
-Gracias a Dios que lo encerraron; yo lo hubiera matado- agregó sin
rastro de humor. Estaba por salir cuando regresó su vista a mí –tenías razón, Lara,
estaba proyectando mi vida amorosa contigo. Y también tenías razón en que el
mundo no ha visto nada como esto- se dirigió a Ana –lo que ella hizo le gritó al
mundo lo mucho que te ama. No la dejes ir.-
-Ni loca- respondió de inmediato. Me sonrió y salió de ahí.
-Rick que no es Rick, mucha gente bueno en nuestro camino.-
-Es un buen augurio para lo que viene- le sonreí.
-¿Y qué viene?- Cuestioné.
-Tú y yo juntas en esta vida...-
-Y en las que siguen- me acerqué más a ella y después de más de
cinco tortuosos meses probé nuevamente sus labios. Fue apenas un pequeño beso
que significó el mundo para ambas.
-Te puedo jurar que eres la persona más hermosa que he visto- sus ojos se veían
muy claros. –Dios te mandó para mí y sólo para mí- me apoyé sobre su mano.
-Sólo para ti- aseguré -¿quieres comer algo?-
-Quizá un poco de café pero no quiero nada de comida- me puse de
pie y tendí mi mano para que la tomara. Por un momento no estábamos en mi baño,
estábamos detrás del domo de la escuela cuando corrí tras ella y le di mi suéter para
que se limpiara. Cuando habíamos avanzado desde esa vez. La vez que ella hizo que
algo en mí se despertara. -¿La?- Moví la cabeza.
-Lo siento, pensaba en...-
-¿La vez que me diste tu suéter?- Asentí; ella tomó mi mano, se
puso de pie y quedó muy pegada a mí. –El día que comencé a sentirme visible otra
vez.-
Salíamos del baño cuando mamá entraba a la habitación, vio mi
atuendo brevemente y el de Ana. Contenía la risa; no podía imaginar lo que pasaba
por su mente. Ana le sonrió, se acercó para tomar la pequeña maleta que llevaba mi
madre en su mano.
-La cena está servida, nos gustaría que estuvieran con nosotros-
anunció un poco seria.
-Ahora bajamos, mamá- apenas salí comencé a reír. –Espero que
no sea muy imaginativa o que nunca haya visto porno lésbico.-
-¡Lara!-
-¿Qué? Es la verdad- simplemente negó con una sonrisa, puso la
maleta en la cama antes de dirigirse de nuevo a mí.
-¿Puedes cepillar mi cabello cuando regresemos?-
-Por supuesto, cariño- caminé unos pasos, la abracé –me cambiaré
rápidamente- asintió. Quité mis pantalones y playera a una velocidad increíble antes
de regresar con mi rubia. La tomé de la mano y la dirigí a la puerta. –Debemos ir a
un lugar antes del comedor- nos llevé a la biblioteca, a donde papá me había
mandado cuando estuviera preparada. Ahora lo estaba. Ana nunca soltó mi mano.
-¿A dónde vamos?-
-Nos vamos a escapar para ir a casarnos.-
-¡¿Qué?!- Me eché a reír.
-Debí grabar tu cara- me burlé.
-No es gracioso.-
-Sí lo es y mucho- me controlé y seguimos; la biblioteca estaba al
final del pasillo de mi habitación. Una vez ahí encendí las luces y caminé de inmediato
al estante donde estaba mi cuento.
-¿Ali Babba?-
-Siempre me gustó- abrí el cuento y no había nada raro. Ana se
agachó y me entregó un papel.
-Cayó de ahí- con cierto nerviosismo lo abrí y casi me voy de boca -
¿qué pasa?-
-Acceso total a mi fideicomiso, un extra y un apartamento en
Toronto... lo que siempre quise.-
-¿El fideicomiso?-
-No, vivir en Toronto.-
-¿Te irás?-
-Sólo si tú vas conmigo.-
Bajamos al comedor, no sin antes dejar el hallazgo en mi
habitación, y en mi vida imaginé la escena frente a mis ojos cuando llegamos; mamá
al lado de papá como siempre, junto a ella Ingrid y frente a ella Alberto y Norma. Las
personas más importantes en mi vida junto a la chica que llevaba de la mano. Un
poco temerosa Ana se pegó más a mi cuerpo.
-Niñas, que bueno que vinieron- dijo alegremente papá. Saqué una
silla para que Ana se sentara junto a Ingrid y yo junto a ella.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó Alberto.
-Bien, el baño ayudó mucho- antes de decir algo mi nana se acercó a mí con
quesadillas, plátanos fritos y papas a la francesa. Amo a esta mujer.
-¿Lo mismo para usted, señorita?- Se dirigió a Ana.
-¡Dios, no! Sólo café, por favor- los adultos rieron.
La cena fue bastante tranquila y agradecía a todos por eso, no
quería dramas ni platicas de él ni de nada que pudiera disgustar a Ana quien con el
paso de los minutos se sintió más relajada. A final de cuentas mi novia terminó
comiéndose la mitad de mi cena y las pocas caras que veía de Norma me decía lo
mucho que Ingrid quería molestarme por eso.
Apenas Ana tocó la almohada cayó en un profundo sueño.
Aproveché para darme una ducha rápida y para ir a la biblioteca por algo para leer.
No quería quedarme completamente dormida y ser incapaz de escuchar a mi rubia si
algo pasaba. Lo cerca que estuvimos... no debo torturarme con esto pero no dejo de
pensar en qué hubiera pasado si la hubiera tocado. Las lágrimas se hicieron presentes
segundos después; me acerqué lentamente a la cama y observé a mi rubia.
-¿Qué me has hecho, niña?- Sabía que era cuestión de tiempo para
que una pesadilla apareciera. Regresé al sofá donde estaba y mis sospechas se
hicieron realidad cuando mis ojos no podían más, a eso de las dos de la mañana.
-¡No!- Comenzó a manotear -¡Lara, no!- Corrí a ella tan rápido
como pude, encendí las luces.
-Anita, despierta- la sacudí -¡Ana!- Abrió los ojos de golpe y vi a su
alrededor. –Estamos en mi casa y estás a salvo.-
-Estabas con él- negué.
-Está donde debe estar, cariño- la abracé –tranquila.-
-¿Se fue?, ¿Eso es real?-
-Sí, Anita, lo atraparon- me recosté a su lado, como de costumbre
buscó mi pecho.
-Me cuesta creerlo... después de tanto tiempo creí que sería algo
permanente en mi vida.-
-Nos tomará tiempo pero como siempre podremos contra esto...-
-Juntas- complementó. Hizo que me tumbara junto a ella para
buscar su lugar en mi pecho y así ambas pudimos descansar.
La parte de convencer a Alberto de permitir que Ana se mudara
conmigo no fue muy difícil, lo que fue difícil fue que aceptara dejarla ya. Él
argumentaba que debía ir por sus cosas y por los papeles de la escuela, yo ofrecí a
Eddy como tributo para hacer eso. No quería que ella se fuera, por nada del mundo.
En defensa de mi caso les dije que mi ropa le quedaba bien y que no tendría
problemas en comprarle algo nuevo. Para mi grata sorpresa mi mayor apoyo fue mi
mamá. Sí, mi madre y entre las dos logramos el cometido.
Me sentía triste porque Alberto, Norma e Ingrid tenían que regresar
y después de varios días daba por sentado que se quedarían con nosotras siempre
pero no. Disfruté mucho al tenerlos por varios días aquí, especialmente a Ingrid que
nunca dejó de joderme la existencia. Incluso por fin fui testigo de lo que Ana me
confesó una noche, la relación entre Alberto y Norma; desde la ventana de la
biblioteca los vi caminando por el jardín detrás de la casa, tomados de la mano e
incluso vi como Alberto se agachó un poco para atrapar los labios de mi otra mamá.
Sonreí al verlos así. Se merecían un final feliz y que mejor que el uno al otro. Hacían
una muy linda pareja.
Muy a pesar de los peros de mis padres, decidimos irnos a mi
apartamento después de estar más de dos semana en la mansión. Tan pronto salía de
la escuela corría a casa para estar con Ana quien creó buenos lazos con las
trabajadoras de la casa; especialmente con mi nana. Ella no tardó en hacerle saber
todas las cosas que hice en mis primeros años de vida e incluso le mostró fotos. Lo
más humillante de mi infancia se le fue enseñado a mi novia.
-Hazme el amor, La- pidió con un brillo especial en sus ojos –lo necesito.-
-Será un placer, majestad- me incorporé hasta llevar mis labios al
canal de sus senos y los dejé ahí unos segundos. Sus manos se enredaron en mi
cabello –te amo tanto, Ana- moví mis labios a uno de sus senos y di un leve mordisco
sobre la tela de su sujetador.
-La- me jaló el cabello. Lo hice un par de veces más antes de que
ella dejara mi cabello. Segundos después vi porque lo había hecho. Se quitó el
sujetador para dejar sus suaves senos a mi disposición.
Atrapé uno de ellos con mi mano y el otro con mi boca, succionando
fuerte sin lastimarla. Los gemidos de Ana me hacían saber que le estaba gustando.
Entonces recordé los días de "investigación" que tuve. Muchas noches, más de las que
me gustaría admitir, soñé con Ana y lo que estábamos haciendo ahora mismo; quería
saber más sobre las forma de dar placer a una mujer y encontré muchas cosas pero
temía traspasar algún límite de mi rubia. Lentamente la empujé hasta que quedó
recostada y yo sobre ella.
-Si algo no te gusta...- llevó su dedo índice hasta mi boca para
callarme.
-¿Todavía no comprendes que eres la única persona que tiene todo
de mí? Te amo, Lara, de millones de maneras y nada me hace sentir tan plena, tan
amada y deseada como cuando tu piel está sobre la mía. He esperado por esto
muchos meses, no te detendré por nada del mundo. Confío en ti y sé que no me
harás daño- le sonreí.
-También he esperado por esto.-
-Dejemos de esperar entonces- bajó su mano a mi cintura y me
levantó la playera –estorba.-
Como ello lo hizo me quité la playera y la arrojé lejos e hice lo
mismo con mi sujetador. Ahora estábamos en igualdad de condiciones. Llevé mis
labios a su cuello e inicié mi descenso por su cuerpo. Una vez más me detuve sobre
sus senos para besarlos y chuparlos a placer; de vez en cuando levantaba la vista
para encontrarla con los ojos cerrados y su labio inferior entre sus dientes. Se veía
tan preciosa y más deseable de lo normal.
Dejé sus senos para seguir bajando por su vientre donde también
repartí besos hasta llegar a donde comenzaba su falda. Sin dejar de verla busqué el
cierre para deshacerme de la prenda; mis nervios hicieron que tardara más de lo
necesario pero lo logré. Levantó la cadera para que su falda saliera con facilidad y así
quedar únicamente con sus bragas blancas, como ella. La he visto muchas veces así
pero no deja de impresionarme lo hermosa que es.
Una vez más besé su vientre y más abajo, los besos y suaves
soplidos llegaron a su monte de venus que era parcialmente cubierto por el único
pedazo de tela que quedaba. No me detuve ahí; fui más abajo guiada por mis labios.
Besé su sexo muy suavemente esperando por si ella me detenía pero no lo hizo.
Tomé su ropa interior para quitárselo tan lento como pudiera; aunque mi excitación
quería que lo hiciera rápido.
Al igual que antes, levantó la cadera para que pudiera deshacerme
de su ropa y poder así contemplarla completamente desnuda. Su sexo
completamente depilado, como nuestra primera vez. Levanté mi vista para
encontrarme con sus preciosos ojos viéndome atentamente, así sin dejar de verla y
con el corazón a mil por hora, mis labios rozaron su sensible piel. El audible gemido
hizo que lo hiciera una vez más y otra y otra... sobre mi mentón podía sentir la
humedad de Ana y lo bien que estaba reaccionando a esto.
Di un paso más y saqué mi lengua para poder saborearla, la forma
en la cual dijo mi nombre y el cómo jaló mi cabello me dio a entender que estaba
muy complacida. Esto era muy nuevo para mí pero me dejaba guiar por las
reacciones de mi rubia. Ella levantó la cadera y empujó mi cara más a ella haciendo
que sus agridulces fluidos se propagaran por una buena parte de mi cara; no desistí.
Seguí lamiendo con fuerza, con ímpetu a la par que los gemidos de Ana se hacían
más fuertes y seguidos.
Navidad llegó, nuestra primera navidad juntas y la mejor de mi vida. Esa semana la
pasamos en la mansión con mis padres y junto con unas cuantas sorpresas: Alberto,
Norma, Ingrid y Pao. Me alegró muchísimo ver a la chica menuda al igual que mi
novia; en mi ausencia se hicieron muy amigas y encontraron un punto en común, la
tolerancia. Cosa que no fluyó tan bien con Ofelia.
Íbamos de la mano por el jardín disfrutando de los pocos copos de
nieve que caían sobre nosotras. Simplemente caminábamos buscando desentumir las
piernas después de estar viendo un maratón de Harry Potter. Llegamos a los rosales
de mamá que ahora lucían sin vida; Ana se agachó y las contempló.
-La vida y sus ciclos.-
-Donde hay vida, hay muerte.-
-Pero también hay renacer; nuevos ciclos se abren para seguir
dando vida.-
-Las clases de filosofía han dado frutos, ¿eh?- Rió.
-Muchos- se incorporó para ponerse frente a mí. –Hoy amanecí con
la imperiosa necesidad de decirte lo agradecida que estoy por este tiempo juntas-
tome su mano y la llevé a mis labios.
-No tienes que agradecer, cariño.-
-Lo sé pero quiero hacerlo. Me haces muy feliz, La, me siento muy
afortunada cuando te tengo a mi lado y eso no lo cambio por nada del mundo.-
-Me siento de la misma manera, Anita, revolucionaste mi mundo y
pusiste todo patas para arriba.-
-¿Eso es bueno?-
-Es lo mejor que me ha pasado.-
-Te amo, La con todo mi corazón.-
-También te amo, preciosa, con cada parte de mí- se colgó de mi
cuello.
-¿Alguna vez le bajan a la calentura?- Rodé los ojos al escuchar la
voz de Ingrid.
-¿Qué quieres, amargada?-
-Que traigan su tortillero trasero para acá y ayuden con los
preparativos- nos echamos a reír.
La noche fue maravillosa, la cena junto con las personas más
especiales en mi vida es mi momento favorito. Mamá, Alberto y Norma fueron los
encargados de preparar la deliciosa cena, mientras Ingrid, Ana y yo poníamos la
mesa; obviamente eso estuvo lleno de muchas risas, sarcasmo y comentarios con
doble sentido. Muchos de los cuales mi novia no captó. Cerré la noche con mis labios
sobre los de Ana debajo del muérdago.
La feria de regalos fue increíble; todos se esforzaron al máximo.
Mientras yo ya había conseguido el regalo de mamá, papá y Ana desde semanas atrás
tuve que improvisar con lo de mis invitados. Papá me dio pases dobles para toda la
temporada de los Cowboys y casi me desmayo de la emoción. Mamá me dio un par
de tenis personalizados, con mi número, mi nombre y una L y una A grabados en la
parte de atrás. Maravilloso regalo. Ana me maravilló con su regalo que en realidad
fueron dos; el primero era una libreta con nuestras memorias, todo lo que habíamos
pasado juntas en este tiempo y había muchas hojas en blanco para seguir llenando.
El segundo fue una almohada con tres fechas grabadas con números romanos: la
fecha de nuestro primer beso, cuando nos hicimos novias y su fecha de cumpleaños,
cuando hicimos el amor por primera vez. Las fechas que más nos marcaron.
Papá le dio a Ana un vale por treinta horas que decía "valido para
clases de manejo". Y es que ahora que me habían aceptado de nuevo en el equipo de
voli mi tiempo era más que reducido por lo que agradecí enormemente el gesto de
papá. Mamá no se quedó atrás y le di una pulsera con pequeños jades incrustados. El
color verde claro representaba el color de mis ojos; el abrazó que Ana le dio a mamá
nos puso emotivos a todos. Ahora venía mi turno y estaba nerviosa. Tomé una
servilleta y comencé a tallar mi muñeca, debajo de mi dedo meñique, los adultos me
veían extrañada pero después de unos segundos el maquillaje se quitó y se descubrió
el tatuaje que me había hecho. Una cruz y una A en medio, simbolizándola a ella
como mi fuerza y mi fe.
Y debo decir que este no era mi regalo original; me acobardé sobre la hora y me sentí
sobrepasada por el hecho de dárselo en público. Sabía que nos apoyarían pero no
podría hacer con tanta audiencia, ese sería mi regalo principal y se lo daría llegando a
casa. Y ese día llegó apenas cuarenta y ocho horas después de abrir nuestros regalos.
Estábamos más que bien en la mansión pero quería tiempo a solas con mi novia y
extrañaba mi cama. Cuando llegamos al apartamento Ana también mostró su alegría
de regresar.
-¡Por fin!- Corrió a echarse al sillón.
-Te entiendo, cariño- me senté junto a ella, dejando a un lado la
almohada que me regaló; de inmediato se buscó mi regazo.
-Tu familia es maravillosa pero amo estar aquí contigo. Sólo
nosotras y nuestro mundo- tomó mi mano derecha y besó sobre el tatuaje –poco me
faltó para comerte a besos. Ha sido un regalo maravilloso.-
-Me alegra que te haya gustado tanto.-
-Me encantó- acomodé su cabello detrás de sus pequeñas orejas.
-Puede que Santa haya venido para acá también- sonrió.
-Claro que no.-
-Puede que sí- le sonreí también. Se puso de pie inmediatamente y
corrió al árbol que pusimos muy cerca de las escaleras. Había una caja grande.
-¿Para mí?-
-No lo sé, deberías abrirlo- como si fuera una pequeña niña rompió
la envoltura y abrió la caja, para encontrarse con otra, la cual abrió con igual
emoción. Su carita se transformó cuando vio una pelota de voli dentro de ella.
-Es para ti- negué. Le hice una seña con la cabeza para que la
girara, tenía su nombre. La giró una vez más y vi la pequeña abertura. –Está rota,
La- con el corazón a punto de salirme del pecho me acerqué a ella.
-Puede que sea funcional aún- la arrojó hacia arriba y algo dentro
de la pelota se movió haciendo que hiciera ruido.
-Hay algo dentro- sonreí al ver lo sorprendida que estaba por todo
esto.
-Quizá debas husmear- con cuidado buscó la abertura y la hizo más
grande con sus manos. Una pequeña caja cayó de ahí. Al verla sus ojos
inmediatamente buscaron los míos.
-La...-
-Abre la caja, mi amor- me acerqué más a ella. Lo hizo y al ver su
interior se llevó una mano a su boca de la impresión. –Esto es un poco más formal-
tomé el anillo de platino con forma de una rosa. Pasé semanas buscándolo por todo
Texas hasta que me convenció y sabía que era el indicado. –No hay discurso bonito,
no hay palabras rimbombantes que adornen mi mensaje. Te amo, Ana, eres la
casualidad más hermosa de mi vida y estaré por siempre agradecida con Dios por
esto. Sé que no podré encontrar a alguien que me haga sentir de la manera en la cual
tú me haces sentir y honestamente no quiero, sólo quiero ser de ti... mejor dicho sólo
soy de ti y para ti, en esta vida y en las que siguen así que- puse una rodilla en el
piso –Ana Cardozo, ¿te gustaría ser mi compañera de aventuras?- mi rubia lloraba
–seré más clara- dije con una sonrisa nerviosa -¿quieres ser mi esposa?-
-Sí, La, quiero ser tu esposa- tomé su mano y acomodé el anillo
donde corresponde –nada me haría más feliz que estar contigo toda mi vida- me
levanté de un brinco y busqué sus labios. Fue aquí que comprendí lo que Ana dijo
cuando estábamos en el jardín de mamá; un horrible ciclo había llegado a su final. El
ciclo de la oscuridad, de las pesadillas, de los malos tragos, el círculo que de una
manera u otra nos unió y nos hizo más fuerte. Pero ese círculo dio paso a este
maravilloso momento. Ese círculo dio paso al resto de nuestras vidas, juntas como
nos prometimos alguna vez.
Lo que creí era el peor castigo en mi vida, lo que creí como la
humillación más grande para mí fue lo que me hizo conocer el amor más grande que
he sentido y que sentiré. En ese rincón olvidado conocí a un ángel sin alas, a una
chica con una luz tan grande como su nobleza; conocí a la hija del pastor y cambió mi
vida. Ahora sólo me queda retribuirle el haber cosido cada parte de mi alma y de mi
corazón; ambas completamente de ella, en esta vida y en las que siguen.
A/N Hola, queridos lectores, aquí estoy por penúltima vez con esta
historia (violines tristes de fondo)
La historia que vino a mí después de un sueño loco que atribuí a la
indigestiones decembrinas se convirtió en algo que me unió a muchas almas y que
me hizo conocer a mucha gente maravillosa como ustedes. Ese sueño loco se
tomando forma con la gente a mi alrededor y con un sentimiento enorme que
desbordaba mi corazón y mi mente. Quizá mi cuento no tuvo el final feliz que yo
quería pero eso me ayudó a plasmar un amor puro y desinteresado como el de Lara y
Ana, como muchos que hay por aquí.
Gracias por ser parte de ese sueño y por alimentarlo con su
ingenio, con sus perspectivas y una que otra sandez. Gracias por sus palabras que
fueron motivación extra para seguir escribiendo, para desvelarme, para dar un poco
más cada capítulo.
Uno que otro comentario y mensaje me hablaba del drama
"excesivo" pero, la vida real está repleta de dramas que rayan en lo absurdo. Lo que
quise plasmar es la jornada que muchas personas tienen que pasar para poder estar
finalmente juntos; la vida de los que no viven en una burbuja de plástico y que no les
pasa absolutamente nada. Quise plasmar, más allá de descubrir la orientación sexual
de un par de chicas, quise plasmar una jornada de vida; un camino emocional. Si no
les agradó, ni modos, he aprendido que no se puede complacer a todo el mundo y a
final de cuentas esto lo hice para mí y probarme que puedo hacerlo. Y los que
comprendieron, son los que han atravesado más dificultades de las que han creído y
hoy están de pie y saben del enorme esfuerzo para pararse de nuevo y sonreír.
Todos esperamos una Lara o una Ana, o quizá una Norma, una
Ingrid, un Alberto que nos guíe, que nos ilumine, que nos ame y todas y cada una de
esas personas llegaran a nosotros en el justo momento. Cuando menos lo esperamos,
cuando más lo necesitemos llegaran y le darán un sabor diferente a la vida. Mientras
tanto enterremos nuestros demonios, amemos a la persona que vemos frente al
espejo que al final de cuentas es la única que tenemos al final del día.
Millones de gracias por todo. Ahora una parte de mi corazón y de
mi mente les pertenece y les pertenecerá con esta y lo que sea que mi mente cocine
en los próximos días, meses, años o lo que sea. El universo les multiplique todos sus
buenos deseos y nos leemos pronto con el epilogo ;)
Todo mi amor desde mi caluroso rincón con olor a café y
chocolates,
Ale
Capítulo 40
-Gracias, doctora- con una sonrisa salió del consultorio. Por fin viernes y por fin libre
para descansar. Levantaba mis cosas cuando oí la voz de Pao.
-Es la cuarta persona a la que no le cobras en la semana, a este
paso te quedas en quiebra.-
-Lo haría gratis si pudiera, Pao, me hace feliz poder ayudar a la
gente.-
-Pues a tu secretaria le hace feliz comer y pagar sus deudas así que
ponte las pilas- reí. -Ana llamó y dijo que saldría a las seis.-
-Gracias. Puedes irte, yo cierro todo- negó.
-Tú vete, sé que se han visto muy poco en esta semana.-
-¿Y tu novio?-
-En Ohio, con su familia, ya te lo había dicho.-
-Lo siento, esta semana fue algo mala. Creo que me desquité con la
paciente.-
-Creo que la enganchaste para que venga una vez más- me
acerqué a la chica y le di un abrazo.
-Gracias, Pao.-
-Salúdame a Anita, por favor.-
-Lo haré.-
Tenía mi consultorio en un exclusivo edificio en el downtown de
Toronto; estaba en el quinto piso junto a un par de clínicas de especialidad,
rehabilitación y un spa. Todos nos conocíamos, después de años aquí la gente se
vuelve cotidiana. Casi corrí a mi auto y lo puse en marcha para ir por mi preciosa
esposa.
Una de las condiciones para que se casara conmigo era que
viniéramos para acá. Más guiada por mis confesiones de querer vivir aquí que por
convicción propia pero no me quejaba. Nos adaptamos muy rápido a nuestra vida de
pareja y luego como esposas llegamos aquí con muchas ilusiones de seguir
escribiendo nuestra historia.
Ana trabajaba en un hospital muy reconocido aquí, a final de
cuentas se inclinó por enfermería, lo que siempre quiso y lo hacía de las mil
maravillas. No lo digo porque sea mi esposa sino porque su equipo de trabajo lo decía
y a su corta edad le auguraban un muy buen futuro. Regresé a la conversación en el
consultorio; siete años de casadas y diez de conocernos. Pareciera precipitado pero
nunca estuve tan segura de algo, era, es y será Ana.
Hemos crecido tanto, en tantos aspectos, nos hemos conocido más
a fondo, también en muchos aspectos y no me canso de ella. Las cosas no han sido
miel sobre hojuelas, hemos tenido nuestros momentos pero los hemos superado
juntas. Las pesadillas desaparecieron poco antes de que nos casáramos. En ese
tiempo nunca dejamos de asistir a terapia y fue clave para poder dejar eso atrás.
También ayudó la sentencia de por vida a Hank; fue un gran alivio para todos.
Los turnos de Ana y mis pacientes nos habían tenido separadas
toda la semana. Apenas nos vimos para comer un día y cuando yo llegaba a casa ella
dormía porque entraba muy temprano al otro turno. Al principio fue muy difícil porque
era la primera vez en muchos años que nos separábamos por muchas horas y luego
por días. Eventualmente encontramos el equilibrio en esta nueva rutina que teníamos.
Me detuve en un pequeño establecimiento para comprarle chocolates y rosas. Su
combinación favorita.
Llegué al hospital y esperé en el estacionamiento con los presentes.
Era gracioso pero después de todo este tiempo todavía me emociono al saber que la
voy a ver; siento una sensación extraña en el estómago y no es nada más que la
alegría de tenerla en mis brazos una vez más. Vi su melena dorada aparecer, siempre
hacía eso y se veía sexy. Apenas terminaba su turno dejaba caer su cabello; aunque
ya no lo tenía tan largo como cuando la conocí, se sigue viendo espectacular. Ya
estaba con su ropa de civil y se despedía de alguien dentro del lugar.
Primavera, bendita primavera que tenía mucho frío aún pero algo
de sol; estábamos en el intermedio del frío calador y el calor abrasivo. La rubia me
vio y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro lo que hizo que mi corazón se
acelerara. Estaba por caminar hacia mí cuando una mano tomó su antebrazo; ella
toleraba mucho mejor el contacto físico pero yo no. Vi la melena castaña de su
compañera, me la presentó hace unos meses pero estaba tan absorbida por los celos
que no recuerdo su nombre pero recuerdo el azul profundo de sus ojos. Ojos que
veían con deseo a mi esposa. Nunca he dicho nada de esto a Ana para evitar
conflictos pero no me agrada. Los mensajes y las llamadas entre ellas han sido más
recurrentes; a momentos lo ignoro y a momentos me consume. Se dicen un par de
cosas y se despiden con un beso en la mejilla. Respiro profundamente.
-No voy a arruinar mi noche por esto- prefiero esperar en el auto hasta que mi chica
se acerca pero cuando está a unos metros corro para encontrarme con ella. Se lanza
a mis brazos y le doy un par de vueltas por el aire –por fin te tengo.- Ana se aferró a
mí con fuerza.
-Te extrañé tanto, amor.-
-Y yo a ti, cariño- besé su cabello.
-¿Qué tal estuvo tu día?-
-Ahora está completo- le digo feliz de tenerla en mis brazos.
-¿Qué te parece si vamos a cenar?- Se separó de mí -¿no estás
cansada?-
-Para mi esposa nunca estoy cansada.-
-Y con frases como estas caí en tus redes- sonreímos.
-Gracias a Dios que caíste o hubiera buscado a otra rubia.-
-Nada con esta calidad- a tientas buscó mi mano y la puso sobre su
trasero el cual exprimí levemente. Sonrió.
-Muy de acuerdo con eso- la bajé y busqué sus labios -¿a dónde me
quiere llevar, majestad?-
-¡Sushi!-
-Mi amor, comimos sushi hace un par de días.-
-¿Por favor?- Suplicó.
-No.-
-Sí.-
-No, Ana- se acercó más y llenó mi cara de besos –juegas sucio.-
-¿Por favor?- Insistió.
-No- metió sus manos debajo de mi suéter –está bien o terminarás
desnudándome a medio estacionamiento- besé su frente y a lo lejos vi a su
compañera viéndonos con mala cara. –Vamos- la abracé y la guié al auto. –Para ti- le
di lo que había comprado para ella y la sonrisa en su rostro me decía lo mucho que le
había gustado.
Llegamos al lugar relativamente rápido; en estas épocas las calles
se ven vacías, prácticamente. Siempre usábamos una mesa diferente cuando íbamos;
a veces escondidas de la gente, a veces frente a la ventana, a veces en las mesas de
afuera, como ahora. Mi rubia se veía muy contenta y eso siempre llenaba mi corazón
de júbilo.
-Estás cansada, ¿cierto?- Dijo con un tono apenado –deberíamos
pedirlo para llevar- negué.
-Ambas necesitamos el aire fresco. Las últimas semanas hemos
pasado mucho tiempo en casa- se estiró para tomar mi mano.
-Lo sé pero no quiero cansarte más.-
-Está bien, tonta, de verdad- me sonrió. –Hace rato recordaba
nuestra boda.-
-¿Sí?- Asentí.
-Pareciera que fue ayer cuando nos conocimos... hemos llegado tan
lejos, cariño.-
-Los mejores diez años de mi vida y sé que los que vienen serán
mucho mejores. Mientras te tenga conmigo no temo a nada- se puso de pie para
buscar mi regazo. –No imaginas lo feliz que me haces- acarició mi rostro –ni lo mucho
que te amo.-
-Lo mucho que te amo sigue siendo un secreto entre Dios y yo,
señora de Orozco- bajó sus labios para conectarlos con los míos. –Nunca me dejes.-
-Nunca, La- alguien tosió muy cerca de nosotras, era el mesero con
nuestra orden. Ana regresó a su lugar con una pícara sonrisa.
Como de costumbre ella disfrutaba de su comida mientras yo barrí
con lo que había en mi plato. Platicábamos de todo un poco, de nuestro día, de lo que
habíamos desayunado; por alguna extraña razón sentía que Ana estaba guardando
algo pero lo dejé pasar. Estábamos por comer el postre cuando mi teléfono vibró. Lo
tomé al ver que era Pao.
-¿Qué mosca te picó?- Pude ver la cara de asombro de Olivia quien caminó lejos de
nuestra vista.
-Le dije que la próxima vez que nos viéramos sería con tu apellido y
un anillo en mi mano- me llevé la mano a la boca para evitar reír audiblemente.
-¿En serio?- Asintió –mi esposa es una maravilla- Omara nos veía
ahora a lo lejos con una sonrisa.
Muy temprano fue el entierro al día siguiente. Había pasado mucho
tiempo desde que había estado en uno y este particularmente estrujaba mi corazón
por lo cercano que era a los míos. Regresamos todos a la iglesia; algunos fueron al
comedor mientras que yo me quedé en una de las bancas con Omara poniéndonos al
día con nuestras vidas. Muchas cosas cambian en diez años. Tenía una nena de dos
años la cual se había quedado con su papá en el otro pueblo donde se hacía cargo de
una primaria. La vida de había sonreído y sé que es sólo la cosecha de todo lo bueno
que ha sembrado a su alrededor.
Después de despedirme de ella e intercambiar números me di a la
tarea de buscar a mi esposa pero se había esfumado. Una enorme sonrisa apareció en
mi rostro al imaginarme donde estaría. La vereda que usualmente tomábamos ahora
no estaba tan marcada, parecía que la gente no iba al bosque. El aire fresco del lugar
hizo que mi piel se erizara, esto si lo extrañaba. Caminé hasta que a lo lejos escuché
la voz de mi rubia.
Rain turns the sand into mud
Wind turns the trees into bone
Stars turning high up above
You turn me into somebody loved
Ese mismo día regresamos a Toronto, ambas teníamos trabajo, sin embargo Pao se
quedó al igual que Norma, Alberto e Ingrid. Hablamos muy poco durante el trayecto
de regreso. Algo había cambiado después de la llamada que había recibido. No le
pregunté sobre eso, si era importante me lo diría aunque sabía que lo era. Apenas
llegamos a casa se metió a la ducha y yo hice lo propio en la ducha de abajo. Cuando
regresé ella secaba su cabello. Era raro pasar tiempo sin hablar.
-¿Todo bien?- Pregunté cautelosa.
-Todo bien- respondió viéndome por el espejo.
Hice el intento de dormir pero no pude; en algún momento de la
noche opté por irme a la sala a ver televisión porque no quería molestarla aunque
sabía que ella tampoco dormía. Muy pocas veces se había cerrado como lo estaba
haciendo ahora. Eventualmente me quedé dormida pero no duró mucho. Preparé
waffles para desayunar; unos minutos después bajó Ana y me susurró un buenos
días. Le pasé un plato con su comida y café.
-Anita, ¿estás bien?-
-Sí.-
-¿Segura?-
-¡Sí, Lara!- Me sorprendió la forma de contestarme.
-Siento mucho el preocuparme por ti.-
-A veces creo que me siento que me sigues viendo con la niña
indefensa que conociste.-
-Sabes que eso no es cierto.-
-¡Pareciera que sí! Me sé cuidar sola, Lara, no necesito que estés
atrás de mí todo el tiempo- estaba en shock por el repentino cambio de actitud de mi
esposa.
-Tranquila- pedí asombrada.
-Ya estoy grande, espero que entiendas eso.-
-No sé qué demonios pasa pero no tienes porqué desquitarte
conmigo, sólo quiero saber si puedo ayudar.-
-No necesito nada de...- se detuvo.
-No te preocupes, sé cómo termina eso- me puse de pie.
-Lara...-
-Ten un buen día- tomé mi teléfono, mi suéter y mis llaves para salí
de mi apartamento con lágrimas en los ojos.
Era la primera vez que peleábamos de esa forma y la primera vez
que ella me decía algo tan hiriente. Temía por esto, temía por el día en el que ella no
necesitara más de mí, el día en que ella conociera a alguien más que le hiciera
desplazarme. Y si mi instinto no fallaba la chica de ojos azules tenía que ver en esto.
Volví a fumar después de mucho tiempo, me sentía dolida, desesperada y preocupada
por lo que pasaba con mi rubia. Deambulé por la ciudad no sé por cuanto tiempo pero
al tener la mente ocupada temí causar un accidente así que decidí regresar.
Cuando llegué al apartamento estaba vacío. Ana había lavado los
platos pero no había comido nada. Si al caso tomó su café. Me di una ducha y me
vestí para ir al consultorio más para pasar el tiempo porque había cancelado mis citas
de hoy. Hacía algunas anotaciones pero mi mente regresaba a mi rubia. Hice una que
otra cosa y para mi sorpresa eran casi las seis de la tarde. No lo pensé mucho y salí
de ahí para ir por mi esposa. Necesitábamos hablar y pronto.
Iba levemente nerviosa, aparqué en un lugar diferente al que
normalmente lo hacía. Estaba cerca de urgencias y había muy pocos carros. Desearía
no haberlo hecho; apenas había estacionado el auto cuando mi vista se posó en las
dos mujeres que se abrazaban fuertemente. El corazón se me quebró al ver la silueta
de mi esposa.
-Emily- recordé. Tragué el nudo en la garganta y limpié las lágrimas
que comenzaban a caer. Se separaron y entraron una vez más. Caminé hasta donde
habitualmente sale y la vi aparecer varios minutos después.
-¿Niño?-
-Asumo que es niño pero no quiere decirme el sexo.-
-¿Cuándo nacerá?-
-En un par de semanas.-
-¡¿Qué?!- Casi me da un infarto -¿hace cuánto que sabes de esto?-
-Más de un mes- me puse de pie.
-Tengo días para asumir que...- las palabras se quedaron atoradas
en mi boca.
-Vamos a ser mamás- podía notar la emoción en su voz; una parte
de mí también estaba muy emocionada pero mi sorpresa era más grande.
Dentro de todo no me había engañado sólo me había ocultado un
bebé. Un jodido bebé que será nuestro. Nuestro. Una sonrisa se forma en mis labios.
Las formas no eran las más adecuadas pero si algo he aprendido en los años con ella
es que con nosotras no hay formas, las cosas se nos han dado de manera espontánea
y esta era una más. ¿Estaba lista para este paso?, ¿Podría ser una buena madre?,
¿Sería lo suficientemente buena? De nuevo sentí los brazos de Ana a mi alrededor.
-¿Y si no puedo?- Verbalicé.
-Eres la mujer más increíble del mundo, Lara. Eres amorosa,
protectora y tienes un carácter fuerte. Amarás al bebé con la fuerza de un huracán
pero sabrás poner límites. Si alguien puede esa eres tú.-
-Pero...- llevó su mano a mi boca.
-Si te pierdes estaré a tu lado y si yo me pierdo sé que te tengo a
ti. Podremos con esto- sonreía.
-Juntas- complementé.
-Como lo hemos hecho estos últimos años- mi mirada seguía sobre
la pared. –Podemos posponer esto si tú no- fue mi turno de detenerla.
-No- la vi a los ojos –por algo el universo está poniendo esto en
nuestro camino, no lo voy a ignorar.-
-Eres un ángel, Lara- se abrazó fuerte a mí –mi ángel- besé su
cabello.
-Sólo tuyo.-
-Perdón.-
-Está bien, cariño- volví a besarla –no pasa nada.-
-A veces me cuesta creer lo increíblemente paciente que eres
conmigo.-
-El poder del amor- dije con mis labios sobre su frente.
¿Han sentido que necesitan tiempo para algo y el tiempo pasa más
rápido? Bueno, justo fue lo que me pasó en estos últimos días. Había dormido poco,
muy poco y de la nada estaba a un par de días de conocer a mi bebé. Mi bebé. La
frase me seguía causando escalofríos, miedo y emoción a la vez. Había meditado
tanto en estos días sobre lo que estaba por acontecer. Rezaba para entender que era
lo que estaba pasando pidiendo a Dios para que me guiara como alguna vez se lo
pedí con Ana. No sabía su nombre, ni le conocía, no sabía cómo era pero de algo
estaba segura, daría lo mejor de mí para verle feliz.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando una preciosa silueta
apareció por la puerta del baño. Su curvilínea figura estaba frente a mí, con su
cabello dorado suelto, haciéndola ver hermosa. Como siempre. Olvidé cómo respirar
cuando vi que Ana únicamente llevaba puestas bragas de encaje negro. Caminó
lentamente hacia mí.
-Te veo tensa- susurró mientras se ponía a horcajadas sobre mí
dejándome a la mano sus desnudos senos.
-Ahora me preocupa recordar como respirar- tomó mis manos y las
colocó sobre sus senos.
-Amo sentir tu piel sobre la mía- di leves apretones. Cerró los ojos
en éxtasis –justo así.- Fue cuestión de tiempo para que ella se sintiera más y más
cómoda conmigo hasta llegar al punto en que ella tomaba las riendas en la cama.
-Eres hermosa.-
-Sólo para mi ti, amor, sólo para ti- de un movimiento la puse
debajo de mí. Besé sus senos por un buen rato mientras ella aruñaba suavemente mi
espalda, suspirando audiblemente. -¿La?-
-¿Sí?- Dejé mi tarea un momento.
-Hazme el amor- le sonreí.
-Será un placer, majestad.-
Le avisé a mis padres esa misma noche después de la sesión
extenuante de sexo con mi esposa. Era muy receptiva, muy abierta a nuevas ideas e
insaciable. Después del cuarto orgasmo le pedí para porque sentía que me
desmayaría en cualquier momento. Ver su cara de satisfacción, sus mejillas
levemente sonrojadas y el brillo en sus ojos era lo que necesitaba para una ronda
más. Asustamos a nuestros respectivos padres por la hora en que decidimos hacer la
llamada pero al menos les daría un día para que decidieran si venir o no.
Daba vueltas en el pasillo, no había conocido a la chica y no sé si
quería conocerla pero de nuevo me vi en la posición de hacerlo. Tenía preguntas. A
pesar de que fue su elección me sentía mal de quitarle algo de ella. Alguien que
estuvo con ella todo este tiempo. Ana salió de la habitación con una sonrisa y con
lágrimas en los ojos.
-Quiere hablar contigo- me rasqué la cabeza; asentí unos segundos
después y entré a donde la mujer esperaba por la cirugía. Me quedó viendo un
momento y una enorme sonrisa apareció en su rostro.
-Hola- saludó tímida. La chica definitivamente hacía ejercicio, sus
brazos se veían levemente tonificados y sus ojos profundamente verdes se veían muy
cansados. Su cabello negro esparcido sobre sus hombros y sus mejillas mostraban
unos lindos hoyuelos con la sonrisa que me regaló.
-Hola- respondí. Tomé la silla y me puse al lado de ella. -¿Querías
verme?-
-Quería conocer a la mujer maravilla- le sonreí. –Tu esposa habla
de ti como si fueras de otro planeta.-
-Por eso me casé con ella- rió.
-Sé que cuidaran bien del bebé- comenzó sin rodeos -Ana es un
increíble ser humano con un corazón tan grande para amarle- se frotó la panza –y sé
que tú harás lo mismo.-
-¿Por qué?-
-Fue un desliz. No debió pasar pero eso no significa que sea una
asesina; no podría vivir con la culpa. Hace tiempo vengo buscando a una buena
familia para el bebé, Dios me mandó a Ana y a ti. Me dijo que no te lo había dicho de
inmediato pero que también te hace ilusión- sentí que mis ojos se aguaron.
-Todavía lo estoy asimilando pero lo quiero tanto como ella.-
-Son una bendición.-
-¿Estás segura?- Asintió feliz.
-Yo no puedo darle mucho pero ustedes lo harán. No te preocupes,
una vez que le tengan no volverán a saber de mí.-
-Puedes visitarnos- negó.
-Si no voy a dar no voy a interferir.-
-De acuerdo.-
-Gracias por aceptar cuidar al angelito.-
-¿Cómo te llamas?-
-Nicole.-
-Gracias, Nicole por el enorme regalo que nos haces.-
-Es un placer, Lara- me sonrió espléndidamente.
Ni en los partidos de los nacionales que jugué durante la
universidad sudé tanto como ahora. Ni en mi boda había estado tan nerviosa.
Simplemente no podía conmigo. Hacía ejercicios de respiración para la diversión de
mis padres, Pao, Norma y Alberto. Sorprendentemente la más comprensiva fue Ingrid
que constantemente hablaba con mi rubia y conmigo para tranquilizarnos.
Cuando el momento llegó sólo Ana entró, yo no podía, las piernas me fallaban y las
manos me temblaban. Estaba a nada de ser madre. Papá llegó a abrazarme mientras
me susurraba que todo estaría bien. Casi hago un surco en el pasillo de la sala de
partos. Cada vez más desesperada. Hacía más de una hora que habían entrado y no
había ninguna señal. Pao se acercó a mí con una taza de café. Le sonreí y estaba a
punto de tomarla cuando un llanto se hizo escuchar dentro del lugar. Segundos
después otro grito, seguido de mi propio llanto.
-Felicidades- dijo Pao sobre mi oído. Sentí cerca el perfume de
mamá quien fue la siguiente en abrazarme y luego Ingrid. Creo que ella entendía muy
bien de la emoción. Los ahí presentes se dedicaron a ponerme más sentimental con
palabras de felicitaciones. Si supieran cuando tiempo tuve para asimilar esto.
Minutos después una enfermera me pidió que pasara. Aún
temblorosa pasé; vi cómo se llevaban a la chica por otra puerta y a lo lejos vi a mi
esposa viendo fijamente a una pequeña cuna. Cautelosamente me acerqué hasta
quedar a un lado de ella. Solté un sollozo al ver lo que Ana veía. Abrí la boca pero
ningún sonido salía.
-Es hermosa- dijo mi esposa abrazándose fuertemente a mí.
-¿Hermosa?-
-Somos mamás de una preciosa niña que mide cincuenta y dos
centímetros y pesa tres kilos y medio- con que así se siente el amor a primera vista,
pensé sin dejar de ver a la preciosa criatura en la cuna.
-Soy mamá- no podía dejar de llorar –somos mamás.-
-¿Puedes creerlo?- Negué. Se soltó de mí y con ojos llorosos
regresó su vista a la bebé que dormía. –Hola, mi amor, mamá Lara y yo estamos más
que emocionadas de tenerte en nuestra vida.-
-Mamá Lara- repetí –mamá Ana- sonreí –se escucha bien.-
-Más que bien- la sonrisa no abandonaba mi rostro. –Gracias por
aceptar esto, La.-
-También lo quería, lo quiero. Es un complemento a nuestra vida-
volteó de nuevo a la cuna.
-Es tan bonita.-
-¿Puedes enamorarte de alguien así de rápido?- Ana asintió con
lágrimas y una sonrisa.
-Fue justo lo que pensé- acarició la pancita de la bebé –hola,
preciosa- me acerqué más y la toqué. Sentí que mi corazón estallaba de alegría, de
nuevo las lágrimas.
-Otra princesa a mi vida.-
-¿Otra?- Ana me vio confundida pero de inmediato lo descifró -¿por
eso me llamas majestad?- Asentí.
-Ahora tengo a mi reina y a mi princesa- la rubia buscó mis labios.
-Te amo tanto, a ti y a...-
-Alana- susurré.
-¿Qué?- me vio asombrada.
-Alana- repetí –nuestra pequeña se llama Alana.- Ana se echó a
reír.
-Alana, te vas a reír mucho cuando sepas de donde salió tu
nombre- Ana se inclinó y dejó un beso en su frente.
-Tía Ingrid va a estar muy feliz- abracé a mi esposa.
-¿Lista para esta nueva aventura, amor?-
-Me estoy cagando de miedo pero quiero hacerlo- golpeó mi boca.
-Lenguaje- con una sonrisa comprendí que con ella nunca pararían
las sorpresas. Ahora no seríamos dos, seríamos tres y mi corazón saltaba de alegría.
-Mías- tomé la mano de la bebé sin dejar de abrazar a Ana –en esta
vida- sonreí.
-Y en las que siguen- completó mi esposa. Después de diez años
juntas supe que mi vida apenas comenzaba y que nuestro libro de vida tendría
muchos capítulos más todavía.
No hay mal que por bien no venga y agradezco infinitamente al
universo por la gente que hizo que mi camino se desviara y me llevara directo a los
brazos de Ana. Cada día, cada noche, lanzo una plegaria agradeciendo a mis padres
por querer protegerme y a la vez darme una lección de vida. Sin saber que ahí
encontraría la razón de la vida misma y las respuestas a las preguntas que ni siquiera
sabía que existían. Gracias a Dios por la hija del pastor.
A/N Hola, queridos lectores. Heme aquí por última vez con estás
maravillosas chicas.
Creo que todo lo que tenía que expresar lo puse en el capítulo
anterior. Sólo me resta agradecerles una vez más por lo que hicieron con esta obra.
Recuerdo que cuando terminé Mareas del Tiempo era un mar de llanto pero ahora
siento mi corazón a punto de explotar de tanto orgullo. Me siento muy feliz y plena
con lo que logré. Y más que emocionada por lo que el destino tenga para mí y para
mi inspiración. Que espero sea mucho.
Alguien en twitter me decía que dejo el listón muy en alto para mis
próximas novelas pero yo creo que mientras siga saliendo de mi corazón y pueda
conectar con ustedes es más que suficiente. Incluso si no llega a tener las mismas
lecturas que ésta -a nada de llegar a medio millón- Sólo disfruto hacerlo y espero que
así siga en la o las próximas novelas.
Nos leemos quizá no tan pronto pero tengan por seguro de que nos
leeremos de nuevo ;)
!G-R-A-C-I-A-S-!
Quería esperar un par de días para liberarlo en una fecha especial
para mí pero ya saben, no me lo puedo guardar por mucho ;)
Abrazos enormes desde el rincón que vio a mis chicas nacer, por
supuesto, acompañada de una taza con café
Ale :)
Epílogo
Veía a mi hija dormir, como casi todas las noches desde que la tuve
en mis brazos por primera vez. Quedé embelesada con ella desde el mismo momento
en que mis ojos aterrizaron en ella. Tan hermosa y perfecta. Sé que los bebés son
masas amorfas cuando recién salen de la panza de su madre pero ella, ella se veían
radiante, preciosa y lista para ser amada con locura.
Y si que me tenía completamente loca por ella. He estado loca por
ella por cinco años; años en los que las risas, las alegrías e incluso una que otra
preocupación han reinado nuestra vida. Aunque no tenía ni puta idea de qué hacer
con un bebé. Algunos tienen noción porque tienen hermanos pequeños o sobrinos o
algún bebé cerca pero yo no y me costó mucho acostumbrarme a esta vida.
Cuando caí en cuenta de lo que estaba por pasar, cuando
comprendí la magnitud de esto hice una enorme rabieta con Ana por haberme dejado
de lado en algo tan importante para nuestra vida. Eso fue unos días después de que
Alana llegó a la casa; pintaba su habitación y fue cuando entendí todo. Asusté a mi
esposa porque nunca me había visto así de enojada y menos con ella. Simplemente
saqué mi molestia por haberme escondido algo por tanto tiempo. Estuve lejos de ella
algunos días, necesitaba despejarme antes de poder hablar con ella como
normalmente lo hacíamos.
No me disculpé porque tenía muchos motivos para enojarme, Ana
comprendió eso e incluso me dio mi tiempo para asimilar todo esto. Lo cual agradecí
enormemente porque no quería lastimarla de ninguna manera. Ana, en cambió, volvió
a disculparse mil veces más por lo que había pasado. Muchas palabras y una
maratónica sesión de sexo cerraron el ciclo de enojo.
Los primeros meses fueron una locura, mientras para Ana esto era
algo casi natural para mí no. Mientras a Ana le tomaba unos cuantos minutos cambiar
un pañal, yo terminaba haciendo un desastre todo. Mientras ella le daba de comer a
la bebé sin ningún problema, yo terminaba tirando el biberón y de milagro no tiré a
mi hija. Mi hija. A momentos todavía me cuesta creer esto pero este pedazo de gente
y mi mujer me han dado lo mejor de mi vida.
Aparté unos cabellos dorados que caían sobre su precioso rostro. La
niña era casi tan rubia como Ana y se le hacían unos adorables hoyuelos como a mi
Ana pero lo que las hacía diferentes eran los profundos ojos grises de mi hija,
levemente rasgados que hacía que se enchinara graciosamente cuando se reía.
Asumo que era una réplica de su padre porque no veía a Nicole por ningún lado. La
chica que cumplió su promesa y nunca volvió a aparecer en nuestras vidas.
Alana siempre se dormía antes de que Cassim, el hermano de Ali
Babba, fuera al bosque. Al igual que yo, tenía una fascinación con ese cuento en
particular, quizá tiene que ver el hecho de que se lo leía todos los días. Ana intentaba
con Blanca Nieves, Cenicienta y otras pero no era del completo agrado de mi hija.
Escuché la puerta abrirse y segundos después el sonido de llaves.
-Te amo, mi cielo- me acerqué y le di un beso en la frente antes de
salir al encuentro con mi esposa. Iba casi a media sala cuando bajaba las escaleras.
-Hola- saludó, unas enormes ojeras adornaban su rostro.
-Hola, rubia tonta- la abracé y la sentí rendirse en mis brazos -
¿todo bien?-
-Cansada- le di un beso en el cabello –¿la niña?-
-Durmiendo.-
-¿Y ese milagro? Apenas van a dar las nueve.-
-Jugamos voli en la tarde después de los deberes. Quedó
exhausta.-
-A ese ritmo será una increíble jugadora.-
-Es lo que espero- volví a besar su cabello -¿quieres recostarte?-
-No, aquí estoy bien- dijo hundiendo la cara en mi cuello. De un
movimiento la tenía en mis brazos y la cargaba a la habitación. -¿Por qué compramos
esta casa con tantas escaleras?-
-Dormiste por primera vez en mi cama- suspiró –supe que estaba enamorada de ti-
gimió fuertemente.
-Cuando me besaste aquel día bajo la lluvia, supe qué era la locura
y el amor desmesurado- Ana echaba su cabeza hacia atrás, aproveché para lamer su
cuello sin dejar de atender su hinchado clítoris. –Cuando me dijiste que también te
gustaba, me sentí la persona más afortunada del mundo entero- susurré sobre su
cuello.
-La... por favor- la mano que acariciaba sus senos bajó hasta su
entrada; puse dos dedos en posición y la penetré cuando comencé a hablar.
-Cuando te entregaste a mí todo tuvo sentido, todo encajó, fuiste
hecha para mí y yo para ti- el vaivén era lento acompañado de las caderas de Ana.
–Ese momento que cambió nuestra vida para siempre- volví a atacar su cuello.
-Sigue- pidió entre jadeos.
-Cuando me separaron de ti sentí el mundo derrumbarse; el dolor
que nunca quisiera volver a experimentar- aumenté el ritmo –pero encontraste tu
camino a mí, con obstáculos pero los venciste. Como siempre- el movimiento de las
caderas de Ana hacía que su firme trasero hiciera fricción con mi centro. Esto era
alucinante –entonces te pedí ser mi esposa y supe que ahora sí sería para siempre.
Mía en cuerpo y alma, en esta vida y en las que siguen.-
-¡Lara!- Subí más el ritmo hasta que ambas llegamos a un
satisfactorio orgasmo mientras ella no para de decir mi nombre. Me quedé sobre su
espalda unos segundos. Nuestras trabajosas respiraciones era lo único que se
escuchaba en el baño. Jalaba aire por la boca tratando de controlar lo que pasaba en
mi cuerpo –recitar tus votos para excitar a tu esposa... bien hecho, Lara- dijo
agitadamente después de unos segundos. Reí.
-Soy una chingona, te lo dije desde que éramos novias- se viró.
-Lenguaje- sus labios lentamente buscaron los míos y se
mantuvieron ahí un rato.
-Te amo.-
-Te amo, ángel- sonreí.
-Mi corazón sigue saltando de emoción cuando me dices así- besé
su frente. –Vamos a la cama, necesitas descansar, mi amor- asintió levemente no sin
antes darme otro beso.
-Gracias- la vi extrañada.
-¿Por qué?-
-Por quitarme el estrés.-
-Oh, yo también salgo ganando- le hice un guiño.
Mi mujer cayó rendida apenas tocó la almohada; días como estos
eran cada vez más seguidos por lo que aprovechábamos cada momento juntas. Me
quedé leyendo un rato aunque sabía que no aguantaría mucho más. Mis ojos
comenzaban a cerrarse cuando la puerta de mi habitación se abrió.
-¿Mami?-
-¿Qué pasa, mi cielo?- Su labio inferior temblaba, estaba a punto de
llorar. Corrió a mi lado y se echó a mis brazos.
-Hay algo en mi ventana- me puse de pie, la cargué y caminé con
ella hasta su habitación.
-¿Dónde?- Apuntó hacia la ventana más alejada de su habitación. Vi
la sombra y de inmediato entendí. –Son los árboles- se aferró a mi cuello. –Si me
sueltas lo podrás ver- negó –confía en mí, Al, está bien.- Algo renuente volteó a
donde le indicaba y otra sombra se hizo presente. -¿Ves? Son sólo las ramas de los
árboles- la acerqué más a la ventana –ahí está tu columpio.-
-¿Sólo es el árbol?-
-Sí, pequeñita- se abrazó de nuevo a mí.
-¿Puedo dormir contigo?-
-Claro que sí, mi cielo- la llevé de nuevo a la habitación donde Ana
ni se había inmutado.
-¿Está cansada?- Apuntó a donde yacía la otra rubia.
-Bastante.-
-Bájame, por favor- lo hice; mi pequeña se acercó a su mamá y
dejó un beso en su frente. –Te amo, mamá- mi corazón se derritió al ver la escena.
Alana era muy cariñosa con ambas y siempre ha presentado con orgullo a sus dos
mamis. Lo que más le gustaba presumir era que su parecido con Ana. Casualidad,
destino, lo que haya sido lo agradezco. Me acosté y segundos después mi hija se
colocaba a mi costado.
-Buenas noches, Al- besé su cabello para después hacer una
pequeña cruz en su frente con mi pulgar.
-Buenas noches, mami- la atraje a mí con una mano sobre su
pequeña cintura; su cabello me hacía cosquillas pero me ayudaba a dormir.
Como siempre desperté abrazando las pompas de mi hija, con un
pie en mi garganta y el otro sobre mi cara. De alguna manera se las arreglaba para
ser aún más loca para dormir que yo. De puro milagro no me ha sacado un diente de
una patada. Me quité el pie de la cara, al voltear Ana me veía con una sonrisa.
-Se ven tan dulces juntas- llevó una mano a mi rostro y me
acarició.
-Somos dulces- respondí.
-Sólo cuando duermen porque cuando andan en plan Orozco ni
quién pueda con ustedes- estaba por contestar cuando mi hija despertó.
-¿Mamá?-
-Buenos días, angelito- dijo mi esposa con dulzura. Alana se movió
para quedar encima de Ana. -¿Cómo amaneciste?-
-Mami, alejó los monstruos de la ventana y los convirtió en ramas-
dijo entre bostezos.
-Mami es muy buena alejando monstruos, me consta- su sonrisa,
maldición, esa sonrisa que era todo para mí. Esa sonrisa que sólo me mostraba a mí.
Más de diez años juntas y esa sonrisa sigue haciendo que me tiemblen las piernas. -
¿Qué quieren desayunar?- Preguntó.
-Waffles- respondió Alana.
-Bien, a lavarse la cara, los dientes y a la cocina.-
-Sí, mamá- contestamos al unísono lo que hizo que me ganara un
almohadazo.
-No sé quién es peor, si tú o Alana- me encogí de hombros con una
sonrisa.
Cargué a la pequeña al baño donde hicimos nuestra higiene
matutina. Si yo tardaba diez segundos lavándome la cara, también ella lo hacía; si yo
tardaba dos minutos cepillándome los dientes también ella lo hacía. Se veía tan
adorable y amaba pasar tiempo con ella, incluso cuando parecía el demonio de
Tasmania.
-¿Por qué no tengo un papá?-
-¿Qué?- Me sorprendí.
-¿Por qué tengo dos mamis?- Ya se había tardado en preguntar
eso.
-Hay muchos tipos de familia, pequeñita. Hay familias con una
mami y un papi, hay familias con dos mamis, como nosotras, hay familias con dos
papis e incluso hay familias con un papi o con una mami únicamente.-
-¿Es malo tener dos mamis?- Fruncí el ceño.
-¿Eres feliz con nosotras?- Asintió enérgicamente. -Si tú eres feliz
no hay nada de malo en ello- la veía pensativa. -¿Por qué lo preguntas?-
-Escuché a una señora diciendo que era malo tener dos mamás así
como yo y como Ali.-
-¿Ali?-
-Mi amiga de otro salón. Ella también tiene dos mamis y se ve muy
feliz.-
-No hay nada de malo con nuestra familia, mi cielo, absolutamente
nada. Amo a mamá con locura y a ti también. Ustedes me hacen muy feliz y alegran
mi vida. Mamá te ama y me ama a mí y ella también es feliz.-
-Yo también soy muy feliz con ustedes- se aventó a mis brazos –pero no me gusta
que digan que está mal- hizo un puchero.
-A veces la gente no entiende la forma en la cual otras personas
aman y se asustan, por eso dicen esas cosas- llevó sus manitas a mi cara y aplastó
mis mejillas.
-Entonces, ¿ella no lo entiende?-
-No, no lo entiende pero no podemos dejar que eso nos afecte. Tú y
mamá son lo mejor de mi vida y siempre las voy a proteger.-
-¿Lo prometes?- Me mostró su meñique.
-Lo prometo, mi cielo- entrelacé mi meñique con el de ella y le di
un beso en la mejilla. –No me habías contado sobre Ali.-
-La acabo de conocer y es muy buena conmigo. Dice que cuando se
enferma su mami la cura.-
-¿Qué te parece si el lunes voy a hablar con la señora que dice esas
cosas y de paso conozco a Ali?-
-¡Sí! Le dije que mi mami es muy bonita y que juga voleibol y que
mi mamá es enfermera- mientras Alana me contaba sobre la tal Ali nos llevé a la
cocina donde mi mujer nos preparaba todo. Dejé a Alana en la encimera y me
acerqué a mi otra rubia.
-¿Te ayudo?-
-¿Puedes poner la cafetera y hacerle algo de tomar a Al?-
-Claro, cariño- le di un beso en el hombro y me puse a trabajar.
El desayuno con ellas siempre era un deleite; más cuando Alana
siempre tenía preguntas a todo. Era una niña muy curiosa, muy juguetona pero muy
respetuosa y ordenada. Eso más debido a Ana que a mí. Casi nos mata cuando nos
preguntó cómo era que dos mujeres podían tener un bebé. Le dimos una explicación
a grandes rasgos para no tratar de confundirla pero nos dejó sudando a su mamá y a
mí.
Alana me ayudaba a lavar los trastes cuando el timbre sonó. Ana
abrió y escuché voces en el recibidor, voces que mi hija reconoció de inmediato. Dejó
con cuidado el vaso que secaba y salió corriendo.
-¡Abuelito!- Sonreí. También dejé mi tarea y caminé para
encontrarme a Alberto sosteniendo a la pequeña rubia y a Norma llenándola de
besos. Alberto ya canoso encajaba bien con la descripción de abuelito pero Norma no.
Se veía muy bien todavía pero para Alana era su abu y al igual que mis padres se
empeñaban en consentirla tanto como podían. Mi sonrisa se hizo más grande cuando
vi a alguien más entrar -¡tía Ingrid!- Alana se zafó del abrazo del abuelo para correr a
los brazos de Ingrid. Sí, ella era la favorita de Alana, por mucho.
-Princesa- Ingrid se agachó para tomarla en brazos y darle una
vuelta.
-Bienvenidos- dije acercándome a Ana para abrazarla. –No es que
me queje pero, ¿qué los trae por acá?-
-Tu cumpleaños, inútil.-
-Lenguaje- regañó mi hija poniendo la mano en la boca de Ingrid.
Nos echamos a reír.
-¿Tú también?- Me llevé una mano a la frente –como que con una
rubia no fuera suficiente.-
-Ya que el año pasado ustedes fueron a Texas creímos conveniente
venir este año- habló Alberto.
-Son más que bienvenidos- alegremente respondí haciéndoles
señas para que pasaran.
Nos pusimos al día, como siempre. Aunque hablábamos por
teléfono regularmente nada como tenerlos cara a cara. El negocio con papá estaba
estable y vaya que el hecho de que Alberto regresara ayudó. Con Hank cayó Ray y
dos personas más que estaban desviando recursos. Papá recuperó una buena parte
de su dinero, sin embargo más de la mitad fue destinado a casas que apoyaban a
mujeres maltratadas. Norma e Ingrid abrieron una librería muy cerca de la mansión y
les iba bien. Al menos estaban entretenidas haciendo algo.
Aparqué lejos de la entrada porque había mucha gente por lo visto. Caminé a donde
usualmente salía mi rubia. Me senté debajo de un árbol con las manos escondidas en
mi sudadera. El frío era soportable pero no impedía que las manos se me congelaran.
Vi a mi esposa salir y detrás de ella Emily. Que sigue estando detrás de ella y cada
día me colma más la paciencia. Los mensajes seguían, al igual que las llamadas de
vez en cuando y Dios sabe lo mucho que quiero estrellar a esa mujer en la pared.
Últimamente estaba más atenta que de costumbre e incluso podía
ver a mi rubia más y más incómoda. No la presioné en ningún momento, si hay algo
realmente mal ella me lo dirá. Quién diría que hoy sería el día que colmaría todo. Con
enorme rabia vi que le daba una rosa a mi esposa y regreso adentro. Corrí en
dirección opuesta a donde estaba mi esposa y entré por la puerta de emergencias.
Mis zancadas me acercaban a la mujer de ojos azules. Antes de que se metiera al
elevador la jalé del hombro.
-Tenemos que hablar- se sorprendió al verme.
-No hay nada de qué hablar.-
-Oh, pero por supuesto que hay mucho de qué hablar.-
-Te escucho- dijo cínicamente.
-Sabes perfectamente que está casada conmigo. Se conocen desde
hace muchos putos años y sigues sin entender que no le interesas.-
-No sé de qué hablas.-
-Nos vamos a ahorrar mucho si te guardas esa mierda de hacerte la
loca.-
-Convivimos mucho...-
-Aun así la rosa es muy extra.-
-Es un cariño.-
-Sé cariñosa con alguien más- nos lanzábamos dagas con la
mirada.
-Nos llevamos muy bien- no sé si intentaba insinuar algo más pero
no le iba a funcionar.
-Pero es en mi cama donde duerme, son mis brazos los que busca
cuando se siente mal.-
-¿Segura?- Reí.
-Somos pocas las personas que tenemos el privilegio de abrazarla.
Estoy segura que lo único que ha permitido es que le toques el brazo o que pongas
tus manos sobre su espalda. Nada más- su silencio me dio la respuesta. –Eres más
estúpida de lo que creí- me dio un leve empujón lo que desató a Hulk. Arremetía
contra ella cuando me jalaron de la cintura.
-Hey, tranquila- volteé y de nuevo esos ojos verdes -¿Lara?-
-¿Christina?-
-¿Qué haces aquí?-
-Arreglo un asunto- vi de reojo a Emily -¿qué haces tú?-
-Es mi hospital.-
-Te adelanto que si las cosas siguen como van, quizá te quedes sin
un miembro de tu personal.-
-¿Me estás amenazando?- Se acercó de nuevo a mí la chica de ojos
azules.
-Sí. Te estoy diciendo que si no te alejas de mi esposa la vas a
pasar muy mal- vi que ya teníamos cierto público. –Lamento las molestias, Christina
pero no podía dejarlo pasar.-
-Yo haría lo mismo por mi esposa, no te preocupes- sus
penetrantes ojos se dirigieron a Emily.
-No lo diré dos veces- sentencié y salí de ahí echa una furia. Ana
veía a todos lados, estaba parada frente al auto. Sonrió pero de inmediato esa sonrisa
se borró al ver mi semblante.
-¿Qué pasa?- Noté que no llevaba nada en las manos más que su
teléfono.
-Vi cuando te dio la rosa.-
-¿Y?-
-Hablé con ella.-
-La, no debiste hacer eso.-
-Si fuera al revés la mujer estaría arrepentida de haber nacido.-
-Nunca haría algo así- volteó a otro lado. Sonreí.
-La antigua maestra de Alana que era muy "tocona" renunció a su
trabajo después de que hablaste con ella.-
-¿Y? La gente renuncia.-
-¿No la amenazaste?-
-No.-
-Ahora dímelo a los ojos- una chispa de diversión brillaba en su
mirada cuando volteó a mí.
-Era una zorra que tenía los ojos en lo que es mío- sonreí.
-Bueno, pues una zorra vestida de blanco le da regalos innecesarios
a mi mujer- me acerqué más a ella y la tomé por la cintura. –Odio la forma en que te
ve. No puede ser una buena persona si va tras alguien que tiene pareja.-
-Creo que ha confundido las cosas. Yo sólo soy amigable.-
-Lleva confundía por mucho tiempo, Ana.-
-Te juro que- levanté la mano.
-Mi confianza en ti siga intacta, mi amor, ella es la del problema.-
-Tiré la rosa- suspiró y se abrazó mí –se sentía incorrecto. No me
gustó. Mañana hablaré con ella. No podemos ser amigas si ella busca algo más.-
-Creo que le di un aliciente para no acercarse más.-
-Lara, ¿qué le dijiste?-
-Me conoció en plan Orozco.-
-Dios nos libre.-
Llegué a casa más tranquila y Ana también. Durante el camino me
dijo que le preocupaba que las cosas se salieran de control. Y por nada ni por nadie
iba a perder la estabilidad de casa. Desde lo de Alana nuestra comunicación fue mejor
que lo de siempre. Procurábamos hablar de lo más mínimo y exponer lo que nos
molestaba. Incluso tomamos la decisión de tener un diario con nuestras memorias.
Idea de Ana. Si alguna enfermedad atacaba o si algo pasaba tendría esas hojas para
recordar sus momentos a mi lado.
-¡Mamá!- Alana se echó a los brazos de mi esposa tan pronto nos
vio llegar.
-Hola, angelito, ¿qué tal tu día?-
-Estoy armando un rompecabezas con mis abuelos y tía Ingrid,
¿quieres venir?-
-Claro, hija, sólo llevo mis cosas arriba.-
-Mami siempre te las lleva- abrí la boca de asombro.
-¿Disculpa?- Entrecerré los ojos viendo a la pequeña rubia.
-Siempre haces cosas por mamá- se encogió de hombros –es
porque la amas mucho y ahora yo amaría jugar con mamá.-
-¿Yo no estoy invitada?- Negó.
-Tía Ingrid dijo que no y ella manda. Lo siento- reí.
-Dile a tu tía Ingrid que le voy a...-
-Lenguaje- advirtió mi esposa. –Ahora te alcanzo, cariño- le dio un
beso en el cabello y mi hija salió disparada a su habitación.
-Hasta mi hija se da cuenta que estoy de una ala- se abrazó a mí.
-Eso habla muy bien de ti- bajó mi cuello para besarme unos
segundos. –Te amo, mi amor.-
-También te amo, rubia, con todo mi corazón- dejó un beso más.
-¿Qué te parece un baño más tarde?- Dijo metiendo sus manos en
el bolsillo trasero de mis pantalones. –Le diré a Ingrid que se quede con Al.-