La Hija Del Pastor

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La Hija del Pastor

by AlexitaMay

Lara, una chica irreverente es enviada a un remoto lugar en México. Si de por sí es


horrible estar aquí lejos de la tecnología y de las cosas que conoce; para empeorarlo
se topa con Ana, una molesta rubia hija del pastor del pueblo.

La línea entre el amor y el odio es muy delgada. Cosa que Lara y Ana conocerán
a muy temprana edad.

**CONTENIDO PROTEGIDO POR SAFE CREATIVE**


Capítulo 1

-Si esto no te pone un alto nada nunca lo hará, Lara. Eres una
vergüenza para la familia.- Escupió mi madre antes de desaparecer por un largo
pasillo. Nunca nos llevamos bien y ninguna de las dos hacemos algo para cambiar eso
y menos con esto.
-Hija, me duele mucho hacer esto pero es lo mejor para ti.- Se
agachó mi padre y besó mi cabeza. Si por mí fuera solo viviría con él. Mi padre era un
buen hombre, cariñoso, caritativo y con un noble corazón. No sé cómo aguanta a mi
madre. –Ten.- Dijo extendiendo cinco billetes de cien pesos. –Espero esto te haga
recapacitar, mi pequeña Lara.-
-Lo siento mucho, papá.- Lo abracé tan fuerte como pude. Me dolía
mucho haberle hecho pasar tantas penas. Ese puñado de canas en el costado derecho
de su cabeza puedo decir que fueron a causa mía.
-Nos vemos pronto, cariño.- Asentí y lo vi partir por donde la loca
de mi madre salió minutos atrás. Guardé los billetes en el bolsillo de mi pantalón y
segundos después una mujer mayor con expresivos ojos cafés se acercó a mí y me
dio una hoja.
-Señorita Orozco, este es su horario de clases. Pase a la biblioteca
por sus libros y la espero a la hora de la salida para mostrarle su nuevo hogar.-
-Sí, señora.- Se metió de nuevo a su oficina mientras permanecí en
la banca con la hoja de horarios de clase en mi mano. Mi nuevo hogar... Sé que el
último año me dediqué a hacer la vida de mis padres un verdadero infierno. Mi padre
me sacó tres veces de la cárcel por conducir ebria; choqué el Saab de mi madre y el
Audio de mi papá (ambos tomados sin permiso); asistí en total a diez clases en un
semestre y la gota que derramó el vaso fue que incendié mi habitación. Mis padres
eran dueños de una cadena de hoteles muy prestigiosa en México; todo se me dio a
manos llenas y terminé siendo el desastre que soy ahora. Nunca conocí los límites, las
reglas, el respetar el tiempo de los demás, nada que fuera lo "adecuado" en los
estándares sociales. Me regía bajo mis propias normas y terminé en la cola del diablo
a mis dieciséis, casi diecisiete, años.
Una parte de mí cree que mi madre sólo buscaba una excusa para
deshacerse de su única hija problemática, por lo que tomó la brillante decisión de
enviarme al pueblo más remoto al sur de México. Donde no sólo estaría sin
comunicación, sino que tendría que trabajar para pagar mi alimentación y hospedaje.
Mi resentimiento hacia ella era más grande que cualquier otro sentimiento en estos
momentos. Odiaba con todo el corazón lo que me había hecho, alejarme de todo lo
que me gustaba por no encajar en sus estúpidos "estándares".
Mi nuevo hogar estaba justo frente a la casa de la directora de la
escuela así que ella se encargaría de llevarme a la escuela. La directora sería mi
niñera y una muy enfadada si no iba por mis libros. El largo pasillo llevaba a todos
lados, de lado derecho estaban la mayoría de las aulas y de lado izquierdo los
laboratorios y la biblioteca. El lugar estaba muy bien organizado, en la parte de atrás
alcancé a ver un gran lugar techado que supongo era el auditorio para juegos o
eventos. Era una escuela grande para un lugar relativamente pequeño. Por fin llegué
a donde debía y le entregué mi horario a una señora algo joven con cara de haber
olido algo muy feo.
-¿Por ti fue el alboroto de hace un rato?-
-Eso parece, señora.-
-Estúpidos adolescentes.- Dijo viéndome con el ceño fruncido.
-Usted fue una estúpida adolescente en algún momento.- Repliqué
casi de inmediato.
-Mis papás no me humillaron mandándome a un pueblo en medio
de la nada.- Su respuesta fue más rápida que la mía.
-Unos más estúpidos que otros pero estúpidos al fin.- Traté de
defenderme.
-Sí eso te hace sentir mejor.- Se fue a buscar los libros en unos
estantes mientras apoyaba mi cabeza sobre el enorme mostrador de madera frente a
mí. Era de ese tipo de personas que adorabas por su ácido sentido del humor y lo
odiabas por lo mismo.

-¿Eres nueva?- Preguntó una chica algo llenita, muy simpática.


-Sí.- Contesté a secas.
-Mi nombre es...-
-Ella no está interesada en raritas como tú, tonta.- Aquí venía la
abeja reina.
-Soy Olivia, puedes llamarme Liv. Soy de las pocas personas que
conocen lo que es la civilización en este cochino lugar.-
-Soy Lara.- Vi como la chica que fue interrumpida buscó salir de
ahí. –Oye.- La llamé antes de que desapareciera. -¿Cuál es tu nombre?-
-No es importante.- Añadió Liv. Quedé viendo a la chica simpática
esperando su respuesta.
-Soy Ofelia.- Asentí con una sonrisa y salió de ahí.
-Es del club de los perdedores. Estando conmigo serás intocable,
Lara. Nosotros gobernamos este lugar.-
-Lo gobiernan tan bien que constantemente anda en la dirección
metida en problemas.- Dijo la señora que había regresado con mis libros. -¿A qué se
debe tu visita, Olivia?-
-Necesito un libro de...-
-No tenemos de ese tipo de libros.- Solté una carcajada.
Definitivamente me llevaría bien con esta mujer.
-Ingrid, necesito un libro de historia dos. Perdí el mío.-
-Es el segundo libro en lo que va del año. La política es que tienes
que dejar ochenta pesos por el libro.- De muy mala gana sacó un billete y se lo dejó
en el mostrador. La mujer de cabello castaño volvió a desaparecer entre los estantes.
-¿Por qué estás aquí?- Pregunté.
-Mi papá es el único doctor en no sé cuantos kilómetros a la
redonda y a mi madre nunca la conocí.- Dio un pequeño vistazo a mi horario.
–Estaremos en la misma clase.-
-Dios las hace y el diablo las junta.- Dijo la señora que regresaba
con el libro en la mano. Liv lo tomó y me llevó a rastras de ahí. Apenas alcancé a
decirle gracias. –Al menos una tiene un poco de educación.- Agradecí por haberla
encontrado porque no recordaba el camino de regreso al pasillo principal.
-¿Por qué estás tú aquí?- Preguntó Liv después de un momento.
-No he sido la hija modelo y mis padres creen que me enseñan una
lección. Te llevas muy bien con la señora de la biblioteca, ¿eh?-
-Ingrid Gonzáles, ha pasado aquí toda su vida. Yo también tendría
esa cara de peste.- La chicharra sonó lo cual indicaba el inicio de la última clase. Mi
primer día y sólo tendría que estar en una sola clase. Matemáticas, ¿a qué genio se le
ocurre poner matemáticas a la última hora cuando cuentas los segundos para irte a
casa? A estos genios. Me vi en la fastidiosa necesidad de tener que presentarme y el
hecho de que me vieran entrando con Liv ayudó a que no me llenaran de preguntas.
Era cierto que ella gobernaba el lugar. La clase fue muy buena, tomando en cuenta
que estaba un semestre atrasado y que nunca entre a muchas clases me sentí muy
bien. La profesora García explicaba muy bien y parecía que le gustaba mucho su
trabajo. Agradecía que mis padres me trajeron en viernes, tendría el fin de semana
para deprimirme en mi nueva casa.
-¿Estás poniendo atención?- Preguntó Liv.
-Sí. Déjame en paz.-
-¿En serio pones atención?-
-Sí, maldita sea.-
-Señorita Orozco, primer día y está más ocupada con la señorita
Torres que con mi clase. Que no se vuelva a repetir.- Asentí y dirigí una mirada
asesina a Liv que contenía la risa. Al terminar la clase fui a la dirección para que la
directora me llevara a mi nuevo hogar.

-¿Lista, señorita Orozco?-


-Tan lista como se puede estar... abandonada en medio de la
nada.- Ella simplemente sonrió y me guio a la salida. -¿Iremos caminando?-
-Todo está relativamente cerca, aparte de que sirve de ejercicio. No
todas tenemos el metabolismo en buen estado como ustedes los jóvenes.-
Simplemente asentí. Después de varios minutos caminando ella habló. –Háblame de
ti.-
-Mis padres no me soportan.-
-No creo que sea así. Ellos buscan lo mejor para ti...-
-No sé cómo vivir en este miserable lugar puede ser bueno para
mí.-
-Las apariencias engañan. Tú no sabes lo que puedes encontrar
aquí.-
-Sí, claro.- Dejó la conversación y caminamos cada quien sumida
en sus pensamientos.
-¿Qué te gusta hacer?- Volvió a interrumpir minutos después.
-Salir con mis amigos, manejar, jugar...-
-¿Qué juegas?-
-Jugaba voleibol. Ya no lo hago más.-
-¿Por qué?-
-Estoy aquí.- Repliqué obviando la situación.
-Puedes jugar aquí. Tenemos un equipo de voleibol de la escuela.
Nos puedes ayudar.-
-Quizá. Tomando en cuenta que no hay mucho que hacer por aquí.-
La directora comenzó a reír. -¿Dije algo gracioso?-
-El hecho de que no hayan las mismas cosas que en la ciudad no
quiere decir que no haya nada por hacer aquí. Yo tengo un enorme jardín de rosas y
orquídeas atrás de mi casa. Están remodelando el templo y mucha gente ayuda a
pintar o a pasar materiales. A unos minutos hay un pequeño bosque donde puedes ir
a caminar y respirar aire más fresco. O si gustas de nadar hay un pequeño arroyo a
unos minutos de aquí.- Dijo con inusual entusiasmo.
-¿Hay teléfonos por aquí?-
-No. El teléfono más cercano está en la próxima comunidad, está a
unos cuarenta minutos caminando.-
-¿Y si hay una emergencia?-
-Se usan caballos o bicicleta para avisar que algo anda mal. Lara, la
palabra diversión tendrá un nuevo significado para ti.-
-Ni que lo diga.- Caminamos en silencio durante un rato más.
–Directora, me preguntaba si...-
-Mientras estemos fuera de clase puedes llamarme Norma, en la
escuela soy la directora Gonzales.-
-¿Es hermana con la bibliotecaria?- Asintió. –No se parecen.-
-Yo soy un poco más risueña que ella.-
-Un murciélago es más risueña que ella.- Rio a carcajadas por
varios segundos. –Lo siento, pero es la verdad.-
-Que no te escuche decir eso o te meterás en problemas con ella.-
Minutos después llegamos, lo supe por la tonta sonrisa en la cara de Norma. –Aquí
está tu nuevo hogar, Lara.- Una pequeña casa de color verde agua, con ventana no
muy grande enfrente y una puerta de madera; con un pequeño jardín en frente y un
enorme árbol de... algo. Sacó una llave de su bolso y me hizo pasar; un olor a viejo
de inmediato inundó mis fosas nasales. –Ha estado abandonada un tiempo.- Vi que
en la pequeña sala estaban mis maletas.
-Lo puedo oler.-
-Dale un vistazo, iré a cambiarme y te ayudaré a acomodarte.- El
lugar no era para nada grande; la sala y la cocina estaban únicamente separadas por
una isla que supongo servía como comedor, había una pequeña puerta que tenía
pinta de conducir al baño y otra más grande que creo era la habitación principal. El
color dentro de la casa era bastante agradable era mitad café y la parte de arriba
anaranjado no tan chillón. De vuelta a la sala, al menos mis padres tuvieron la
decencia de comprar unos sofás de color negro y una pequeña mesa en el centro. Me
dirigí a la puerta más grande y efectivamente era la habitación con una cama y un
colchón que olían a nuevo. Encima había ropa de cama y algunas cobijas.

-Al menos no pasaré frío.- Un ropero lo suficientemente grande para que entrara mi
ropa y zapatos, con un gran espejo incluido y por último una ventana que daba al
bosque del que me habló Norma. Regresé a la sala y la directora ya estaba ahí.
-¿Qué te parece?- Me encogí de hombros. –Es mejor que la opción
de que vivieras en el templo.- Comenzó a reír. La loca de mi madre creyó que viviría
mejor con el pastor que sola. –En casa tengo una televisión que no utilizo, puedo
pedir que la traigan.-
-¿Y ver novelas todo el día? Así estoy bien, gracias.-
-Aquí está lo que necesitas para la limpieza.- Señaló una cubeta
muy cerca de ella. Y a lado un trapeador y una escoba. –Y dejé en la isla unos platos
y vasos. Y felicidades por ser de las pocas personas que cuentan con un microondas.
Tus padres no son tan malos después de todo.-
-En absoluto.- Respondí sarcástica. –Viviré como reina aquí.-
-Se supone que trabajarás en la tienda del pueblo pero al
encargado aún le quedan unas cuantas semanas por lo que prestarás servicio en el
templo. Empiezas mañana.- Olvidaba que tenía que trabajar.
-¿El templo?- Pregunté sorprendida. Debe ser una jodida broma.
-Sí. La casa es del pastor.- Genial. Tendría que estar a disposición
de un aburrido "hijo de Dios". –Ni pongas esa cara que pudo ser peor.- Agregó con
una sonrisa. –Cuando termines de acomodarte aquí te espero en la casa para la
cena, ¿te parece?- Asentí.
-Gracias, Norma.-
-No son necesarias. Te veo más tarde.- Usé muchas energías y
tiempo para acomodar mi ropa y "limpiar" el lugar. El olor era terrible. No tenía
problemas con barrer, de hecho creo que era buena haciendo eso; el problema era
trapear. Después de dar una pasada en la sala el agua salió café. Y por más que
trapeaba y trapeaba no parecía limpiarse por lo que me di por vencida y me cambié
para ir a cenar.
Tuve la brillante idea de olerme las manos cuando terminé y casi
vomito a media sala pero como no quería limpiar me fui al baño y usé tanto jabón
como pude para lavarme y me contuve para evitar vomitar. Cuando salí a la casa de
Norma opté por dejar las puertas y ventanas abiertas para que ese nauseabundo olor
desapareciera. Toqué un par de veces antes de que la mujer de ojos expresivos
apareciera. –Pasa. Recién termino.-
Su casa era bastante agradable y olía muy bien, a rosas. Toda por
dentro estaba de color blanco pero habían demasiados cuadro y muebles por lo que
no se veía como un manicomio. Era un lugar muy cálido. Era unos cuantos metros
más grande que mi casa pero todo estaba prolijamente ordenado, tal cual proyectaba
ser ella así era su casa. La seguí hasta lo que supuse era el comedor; había una
enorme mesa de madera que olía muy bien, alrededor de ésta se encontraban seis
sillas, dos a los costados y una en cada extremo de la mesa. Las sillas tenían el
tallado de unos girasoles; de las pocas flores que soy capaz de reconocer.
-Linda casa.-
-Gracias. Me ha costado tenerla como la tengo.-
-¿Hace cuánto que estás aquí?-
-Tiene cinco años.-
-¿Qué te hizo venir?-
-La vida.- Contestó con una sonrisa. Tema delicado. –Siéntate, por
favor. Ahora te sirvo.-
-¿Puedo ayudar?- Era un desastre pero no era maleducada. Creo.
-Me ayudas a lavar los trastes.- Justamente me ofrecí ahora porque
odio lavar los trastes. Asentí y me senté. Me pasó un platillo con espagueti y queso
derretido encima y una presa de pollo que parecía estar con mole pero olía más
fuerte. La cosa es que olía delicioso. –Espero que te guste.-

-¿Es mole?- Negó con la cabeza.


-Es un tipo de mezcla que hago con especias, barnizo el pollo con
esa mezcla y lo horneo.-
-Huele delicioso.-
-Y espero sepa igual.- Tomé el cuchillo y el tenedor, corté un trozo
de pollo y lo llevé a mi boca. Sin duda tenía muchas especias entre las cuales
sobresalía el sabor del ajo pero no era nada desagradable. Sabía bastante bien. -¿Qué
tal?-
-Exquisito.- Una enorme se expandió por su rostro. Nos dedicamos
a comer por varios minutos, yo moría de hambre y el pollo era delicioso; también el
espagueti pero más el pollo. En un momento levanté la vista y tenía unos profundos
ojos cafés viendo a los míos y una sonrisa en el rostro.
-¿Quieres más?- Me sonrojé al darme cuenta que estaba comiendo
como cavernícola. Y estaba tan apenada que estiré el plato pidiendo más. –En
seguida.- Regresó al horno y sirvió más comida en mi plato. Esta vez intenté disfrutar
un poco más.
-¿Cocinas?-
-¿El cereal cuenta?- Su carcajada me dio la respuesta.
-Puedes comer conmigo mientras aprendes.-
-No quiero ser una molestia. Me las arreglaré.-
-Si así lo deseas.- Se encogió de hombros.
-¿No se supone que debe insistir?-
-Insistir en un desgaste de energía.- Me encogí de hombros al igual
que ella antes y seguí comiendo. Terminamos de comer en silencio. -¿Quieres más?-
-Estoy bien. Gracias. Esto satisface mi hambre por un par de días.-
Le sonreí.
-Perfecto. Te dejo los trastes en el lavabo. Te espero en la sala.-
Asentí. Parecía una persona cool pero a la vez era como esas señoras que odian las
cosas que no salen como ellas quieren. Lavé tan rápido como pude ya que odiaba
tocar restos de comida que no fuesen míos... era repugnante. Terminé, me sequé las
manos y corrí a la sala, prácticamente.
-Gracias por todo.-
-Nada que agradecer. Supongo que me agradecerás cuando
descifres como cocinar.-
-Eventualmente pasará sólo te recomiendo que esperes sentada...
ya sabes, para no cansarte.- Comenzó a reír.
-Lo tendré en cuenta.-
-Debería irme.-
-Está bien.- Se puso de pie y me escoltó a la puerta. -¿Dejaste tus
puertas abiertas?-
-El olor es muy desagradable.- Sonreía para ella. -¿Qué pasa?-
-Hay cosas que debes aprender.-
-¿Cómo cuáles?- Me asusté pensando que quizá alguien pudiera
entrar. Creo que la cara que puse la hizo reír.
-Ten tus sentidos atentos y aprenderás. Buenas noches, Lara.-
-¿Hay ladrones aquí?- Rio aún más.
-No. Todos tenemos lo que necesitamos.- Me dio una suave
palmada en el hombro.
-Hasta mañana, Norma.- Con mucho cuidado me acerque a la casa,
estando ahí encendí las luces y con cuidado revisé cada espacio. No había nadie más,
respiré aliviada.
Ese sentimiento duró hasta que sentí un horrible pinchazo en mi
brazo. -¡Mierda!- ¿Qué diablos había sido eso? Segundos después otro pinchazo en mi
mejilla; instintivamente llevé mi mano y terminé dándome una bofetada. -¡Mierda
doble!- Ahora no solo me escocía sino que me ardía con el golpe. Entonces los vi;
mosquitos. Pero no eran unos típicos mosquitos era unos malditos pterodáctilos, eran
enormes. Corrí a cerrar la ventana de mi habitación y la pequeña que había en el
baño, y estúpidamente dejé al final la ventana de la sala. Primer aprendizaje, no
dejar las ventanas abiertas por la tarde a menos que quiera morir devorada por
mosquitos.

Cuando la locura de los mosquitos disminuyó me dirigí a mi habitación, no sin antes


asegurarme de cerrar bien todas la ventanas y puertas. Acostada en mi nueva cama
solté un gran suspiro. Apestaba estar aquí, apestaba estar lejos de mis amigos, de las
cosas que yo conocía. Sabía que no era la mejor hija pero no significaba que tenían
que enviarme hasta acá como si fuera una sirvienta. La única conclusión clara que
tenía en este instante era que odiaba a mi madre con cada célula de mi cuerpo, la
odiaba tanto que si me la ponían enfrente sería capaz de agarrarla a cachetadas. Ella
y su estúpida necesidad de ser perfecta para el mundo; lo que más odiaba era cuando
estábamos en casa de algunos de sus amigos importantes me trata de "cariño" o
"cielito" pero estando en casa regresaba a ser la habitual bruja. Lo bueno a todo esto
es que estaría a miles de kilómetros de ella y entre más distancia entre nosotras
hubiera, mejor.
No sé en qué momento me quedé dormida pero desperté cuando
escuché ruidos afuera de mi habitación. Sonaba como a alguien queriendo entrar y
comencé a sentir muchísimo miedo; guardé silencio y con pavor me di cuenta que no
era una persona sino que eran varias. No podía creer que iba a morir violada y
ultrajada en apenas mi primer día en este infierno.
-Lara.- Escuché que me llamaba. Genial, conocía a mi violador.
–Lara.- Era la voz de una mujer, tenía más posibilidades de sobrevivir en contra de
una mujer. –Lara, maldita sea. Levántate.-
-¿Quién eres?- Pregunté.
-Dios.- Ella y sus acompañantes rieron. –Soy Liv, genio. Apúrate
que la directora nos va a escuchar.- Me puse los zapatos y fui a la puerta. Ahí me
esperaban Liv y tres personas más, dos chicas y un chico. -¿Qué haces dormida tan
temprano?-
-¿Qué hora es?-
-Apenas media noche. Vamos.-
-¿A dónde?-
-A divertirnos.- No parecía que tuviera muchas opciones así que fue
por una sudadera, la llave y salí con ellos. -Esta es Liz- Señaló a una menuda chica de
ojos muy grandes. –Paola.- También era delgada pero con facciones más finas y
usaba lentes. –Y este es Ángel, que de ángel no tiene nada.- Él era de atractivo...
abstracto, por así decirlo. Era algo gordito y apestaba a colonia.
-Soy Lara.-
-Nuestra nueva integrante del clan.- Sacó una cajetilla de cigarros y
me la pasó junto con un encendedor. Tomé uno y lo encendí. –Esa es mi chica.- Si
por alguna extraña razón se les ocurría dejarme ahí no tendría ni la más mínima idea
de cómo regresar. La luna nos alumbraba perfecto pero era algo torpe para ubicarme.
Andamos por varios minutos más hasta que el aire se sintió más fresco y había
muchísimos más árboles. Llegamos al pequeño bosque. –Esta es nuestra área del
bosque. Nadie viene aquí a menos que nosotros lo permitamos.- Su voz era tranquila,
como si estuviera hablando del clima.
-En serio son dueños de aquí.-
-Como te dije, quédate con nosotros y serás intocable.- Volteó y me
sonrió. -¿Qué harás mañana?-
-Tengo que presentarme en el templo.- Todos comenzaron a reír.
–Debo trabajar para pagarme la comida y la renta de mi casa.-
-Tu vida apesta. No creo que el viejo haga rabietas por un día que
no llegues; hoy nos divertiremos mucho.- Asentí. No creo que el viejo me extrañe.
La noche, se convirtió en madrugada y ésta en día. Permanecimos
en el bosque hasta casi las cinco de la mañana. Fumamos hasta desgastar nuestros
pulmones y que decir de beber. Al principio me abstenía ya que a pesar de ser un
desastre sabía que no podía confiar en gente que apenas conocí pero, con el pasar del
tiempo no me importó. Nunca fui de tomar cervezas pero estas sabían a gloria.
Jugamos a las escondidas y el primero en ser encontrado debía tomarse una cerveza
en diez segundos. Fui encontrada primero cinco veces; ¡no conocía el estúpido
bosque! Y la cereza en el pastel fue una bebida que ellos llamaban "trago de olla"; el
simple olor te mareaba, tomé un par de vasos con algo de coca-cola y fue mi
perdición.

Llegué a casa casi de rodillas, apenas y tenía la fuerza para caminar sin embargo no
me quedaría tirada en el bosque o en calles de un maldito lugar que no conocía. Así
que con la poca energía que me quedaba me arrastré a llegar a mi nuevo hogar.
Ángel fue muy caballeroso al ayudarme a encontrar mi camino a casa pero no sé qué
pasó en el trayecto que cuando arribé él ya no estaba a mi lado. Llegar a casa, listo.
Insertar la llave en la cerradura que constantemente se movía me tomó más tiempo
del que tenía previsto, cuando por fin pasó aterricé en el sillón y prácticamente morí.
Un desconcertante sonido, como el de un enorme tambor
retumbaba en mis tímpanos. Una parte de mí quería abrir los ojos y buscar la fuente
de tan infernal sinfonía pero la otra estaba aún demasiado borracha como para
hacerlo. Caí en un sueño profundo de nuevo. Más pronto de lo que deseaba el sonido
apareció de nuevo. Con enorme esfuerzo abrí los ojos y traté de orientarme. El
maldito olor de la casa me recordó que no estaba en la ciudad, ya no más. El sonido
era cada vez más fuerte; era alguien tocando a la puerta. Me senté y todo daba
vueltas y qué decir de mi cabeza. Creo que todo lo que tomé ayer hizo que se me
expandiera el cerebro y pesara más de lo normal.
Después de muchos intentos me logré poner de pie y avancé
lentamente a la puerta. Ni siquiera me tomé la molestia de preguntar quién era. Al
abrir me encontré con un señor alto que se movía constantemente, con unos
pantalones negros y una camisa blanca de manga larga.
-Lara. La última vez que te vi tomabas leche pero creo que eso está
en el pasado.-
-¿Nos conocemos?- El dolor de cabeza era cada vez peor.
-Te daré unos minutos para que te duches y te arregles.-
-¿A dónde me lleva?-
-A trabajar conmigo al templo.- Simplemente maravilloso. El pastor
del pueblo había ido por mí. Asentí con dolor y me metí de nuevo a mi casa. Como
pude llegué a mis maletas y saqué mis artículos de aseo personal y me metí al baño.
Lugar que no había limpiado y olía a mierda. Aunque a estas alturas no sé qué era
peor, si el olor del baño o mi aliento. Abrí la regadera y sin pensarlo dos veces me
metí; el agua no estaba ni fría ni caliente. Era la temperatura adecuada para mi
condición actual. Me quedé bajo el chorro de agua por varios minutos hasta que sentí
mi consciencia regresar.
La noche de anoche había sido una mierda, en todos los sentidos.
Para comenzar, la cantidad inhumana de cigarros que consumí. Por si eso fuera poco,
la cantidad de alcohol que bebí era ridícula. Y estando con extraños estaba a merced
de ellos, tenían mucha ventaja sobre mí pero si sigo viva prueba que son de fiar. Me
terminé de duchar y pasé varios minutos cepillándome los dientes. Esperando que el
horrible olor a cloaca desapareciera. Terminaba de cambiarme cuando llamaron de
nuevo a la puerta. Caminé rápido para abrir y me encontré con Norma.
-¿Pasaste una buena noche?-
-Necesitaba relajarme.-
-Parece que te relajaste de más. Lara, debes tomar las cosas en
serio.-
-¿Qué me hará si no voy hoy?, ¿echarme de su casa? Adelante, no
me interesa. Esto ya de por sí es una mierda.-
-Necesitas aprender a usar tu cerebro.-
-¿Me estás diciendo estúpida?-
-Eres más inteligente de lo que creí.- Su rostro era serio. –Tanto el
pastor como yo estamos a cargo de ti. Cualquier falta se le será comunicada a tus
padres.-
-¿Y me van a castigar?- Respondí con una sonrisa sarcástica.
–Seguramente me mandaran a un pueblo que ni siquiera aparece en un maldito
mapa... Oh, espera, ¡ya estoy en ese lugar!-

-Tu madre amenazó con enviarte a un colegio militar si no cambias con esto.- Oh.
–Así que te sugiero que comiences a cooperar por tu propio bienestar.- Me observó
por varios segundos. –Vamos a casa, te prepararé algo de desayunar y después te
llevaré al templo.- Asentí y la seguí en silencio a su casa.
¿Colegio militar? ¡Mi madre estaba loca! Completamente fuera de
sus cabales, sólo a ella se le ocurriría semejante estupidez. Me mandó a un lugar que
nadie conoce y espera que esté feliz y siguiendo órdenes de personas que no
conozco. Pasaba el tiempo y la odiaba más. No concibo que la persona que
supuestamente debe cuidar de mí sea capaz de hacer algo así. Una parte de mí
también estaba molesta con mi padre pero sabía lo manipuladora que podía llegar a
ser la bruja así que, en parte, lo entendía. Al menos fue lo suficientemente generoso
para dejarme algo de dinero para comenzar a sobrevivir.
-Siéntate.- Los cincuenta metros entre la casa de Norma y la "mía"
fueron muy cortos para seguir maldiciendo a mi madre. Hice lo que ella me pidió y
me senté; segundos después una enorme taza con caldo, muchas verduras y una
enorme pierna de pollo fue puesta frente a mí. –Sí no revives con esto, nada lo hará.-
-Curioso, mi madre dijo que si este lugar no me pode en cintura,
nada lo hará.- Acercó a mí una taza con lo que supongo era picante. Tenía trozos de
cebolla, chile y olía muy fuerte a limón.
-Ponle un poco de esto.- Mecánicamente hacía lo que Norma me
dijo. Puse una cucharada del menjurje en mi caldo. Me llevé una cucharada de caldo a
la boca y casi grito. Picaba horriblemente. En segundos olvidé que estaba aún
borracha; el sabor hizo incluso que me chillaran los oídos. Nunca en mi vida había
sentido algo así. –Te dije que te ayudaría a revivir.-
-¿Me quieres matar?-
-Sólo quiero que seas un poco funcional hoy. Apúrate que ya vamos
tarde.- Acompañada de muchos vasos de agua fui capaz de terminar el endemoniado
caldo que Norma me dio. Ya no tan desorientada como antes emprendimos el camino
al templo del pueblo. –La señorita Torres está en un contexto diferente al tuyo. Ella
puede hacer y deshacer a su antojo sin consecuencia alguna. Tú, por otro lado, vienes
condicionada. No puedes simplemente salir y hacer lo que quieras.- Este discurso
estaba entre un regaño y un consejo.
-Sólo quería divertirme un rato, es todo.-
-Bueno, espero que esa diversión te dure unos meses.- Caminamos
en silencio hasta que la enorme edificación apareció frente a nuestros ojos. Enorme,
en comparación a las casa que habían aquí. Había algunas personas trabajando, unas
pintando, otras levantando cosas del piso. Parecían hormiguitas trabajando. El señor
alto estaba ahí también y en cuanto nos divisó caminó rápido hacia nosotras.
-Norma, gracias por traerla.- Le dio una suave palmada en el
hombro. –Yo me encargo desde acá.-
-Compórtate.- Fue la única instrucción de Norma y caminó de
regreso a su casa.
-Lara, me alegra verte más... viva.-
-¿Lo conozco?-
-Llegaba a tu casa hace muchos años.- Cerré los ojos en parte por
el fulminante sol y en parte por tratar de recordarlo. –Te gustaba jugar con mi
maletín café.- Abrí los ojos de golpe.
-¿Señor Cardozo?- Asintió con una sonrisa. –Usted era empresario,
no pastor.-
-Encontré un camino diferente, Lara.- Su sonrisa nunca
desapareció. –Ven, te voy a mostrar tus actividades.- Lo seguí en silencio. La gente
que estaba ahí me veía extrañada, era una "fuereña" como ellos decían. Al ser un
pueblo pequeño todos se conocían y alguien nuevo causaba morbo entre la gente.
–Vas a comenzar con algo tranquilo. Hay muchos restos de madera en la parte de
atrás de la iglesia. Las vas a concentrar donde está el resto.- Señaló a una enorme
pila de madera que había a unos metros de donde estábamos nosotros. -¿Entendido?-
-Sí, señor.-
-Cualquier cosa estoy adentro.- Por fuera apenas estaba pintado a
la mitad; predominaba el color morado y algunas partes de blanco y se notaba que
estaba en remodelación por dentro. Las ventanas estaban cubiertas por mantas llenas
de polvo. Me enfoqué en mi encomienda y me dirigí a la parte de atrás del lugar y
comencé a juntar la madera que me indicaron.
Algunos trozos tenían clavos oxidados y algunos otros estaban a
partidos por lo que debía cuidarme de no pincharme. Los primeros trozos no causaron
ningún problema; el único problema era el incesante sol que me llegaba directos a la
cara. Pensé en quitarme la playera y ponérmela en la cabeza pero no creo que
hubiera sido un buen espectáculo y menos frente a la iglesia. Llevaba un trozo de
madera en cada mano, al principio pero al ver que no avanzaba los comencé a cargar
de tres o hasta de cuatro dependiendo de su tamaño. Ciertamente avanzaba más
rápido y me alegró mucho saber que pronto terminaría. Estaba por levantar un trozo
de madera cuando vi una repugnante cucaracha caminar hacia mí.
-¡Mierda!- Corrí unos metros lejos de ahí, quería estar lo más lejos
posible de esa enviada de Satanás.
-Lenguaje.-
-¡Maldita sea!- Grité más fuerte al escuchar la voz detrás de mí. Al
voltearme me encontré con una chica rubia, su cabello a media espalda, de ojos
cafés, con piel muy blanca. Era bastante bonita. Llevaba puesto un vestido blanco
debajo de las rodillas y unas sandalias igualmente blancas.
-Cuida tu lenguaje.-
-Me asusté. Fue una reacción natural.-
-Existen reacciones "naturales" más adecuadas.-
-No tengo que darte explicaciones. Me asusté y punto.- No tenía ni
veinte segundos aquí y ya me estaba volviendo loca.
-La gente decente no maldice.- Acusó con severidad.
-¿Disculpa?- Inconscientemente me acerqué a ella y ella dio un
paso hacia atrás sin dejar de verme. –Eso fue un sutil insulto.-
-Te decía la verdad. No se maldice y menos frente al templo de
dios.-
-Disculpe, su majestad.- Le hice una pequeña reverencia. –No
volverá a pasar.-
-Eso espero.- Sin más desapareció de mi vista. A veces las caras
bonitas no concuerdan con la personalidad de la gente.

A/N Les dije que nos escribiríamos pronto. Un sueño me dio la idea
de esta historia :) Haré todo lo posible por actualizar cada semana o al menos no
dejar que pase mucho tiempo como lo hacía con Mareas del Tiempo. Espero sus
comentarios y valoraciones.
Saludos desde un rincón de México :)
Ale
Capítulo 2

Después del encuentro con la odiosa rubia regresé a mi trabajo. No


sin antes buscar con qué defenderme en caso de que la cucaracha hiciera acto de
presencia de nuevo. Afortunadamente no volvió a aparecer más y con tranquilidad
terminé mi trabajo. La chica de la escuela, Ofelia, se acercaba a mí con un vaso de
agua.
-Creí que estarías sedienta.-
-Muchas gracias, Ofelia.- Tomé el vaso y bebí todo de golpe.
-Muy sedienta.- Me di su vaso. Entre el cansancio y la resaca podía
acabarme un galón de agua. -¿Quieres comer con nosotros? Mis papás han traído
suficiente para un batallón. Comeremos dentro con el pastor y su hija.- No sabía que
el señor Cardozo tuviera familia.
-Me encantaría.- Le dije con una sonrisa. Caminamos a la entrada
del lugar. -¿Tienes hermanos?-
-Uno. Se llama Daniel y tiene seis años. ¿Y tú?-
-Hija única.-
-Ha de ser lindo.-
-No tan lindo. Estoy aquí.-
-¿Por qué te mandaron?-
-No soy la mejor hija del mundo.-
-Nadie lo es.- Agregó con una sonrisa. –En lo que te conviertes en
la hija perfecta que te parece divertirse un poco aquí.- Quizá su diversión era más
sana que la de Liv y no me metería en problemas.
-Me parece bien.- Le sonreí. Entramos al lugar y era precioso, con
pilares tallados que lo hacían ver muy bonito. Un enorme crucifijo destacaba pero lo
más impresionante era que el Cristo era de color negro al igual que la cruz. Nunca
había visto algo así.
-Dicen que lo encontraron en una cueva muy cerca de aquí.- Dijo
Ofelia refiriéndose al Cristo. –Por eso edificaron la iglesia.-
-Que genial.-
-Lo es.- Entramos por una puerta que estaba muy cerca del Cristo y
sentí un poco de miedo, parecía que se dirigía mí; caminé más rápido.
Había otro complejo de ese lado de la iglesia supongo que el señor
Cardozo vivía aquí. Estaban varias personas reunidas ahí, incluido el hombre alto. A
lado de él estaba un señor bajito, asumí que era el papá de Ofelia porque tenían la
misma cara y a lado de éste una señora bajita algo llenita con una espléndida sonrisa.
La mamá. Y por último un pequeño que era réplica de la señora.
-Lara, pasa. Estamos por comenzar.- Invitó el hombre alto. –Este
es Daniel y ella su esposa, Silvia y este pequeñín aquí es Danielito.- Le tendí la mano
a cada uno de ellos.
-Soy Lara. Mucho gusto.- Amablemente me pidieron que me
sentara y lo hice junto a Ofelia y su hermanito.
-Mi pequeña no debe tardar.- Anunció el señor Cardozo y como por
arte de magia apareció la molesta rubia por la puerta por donde entre minutos antes.
–Ana, te presento a Lara. Hija de un muy buen amigo mío.-
-Mucho gusto, Lara.- Quisiera decir lo mismo. No hizo por moverse
ni un centímetro.
-Igualmente, Ana.- Me veía con una sonrisa que tenía ganas de
borrar con una cachetada.
-Bien, ahora que ya estamos todos que les parece hacer la oración
de los alimentos.-
-Sería bueno que nuestra invitada lo haga.- Acotó Ana.
-Buena idea.- Dijo Daniel mayor.
-No sé cómo hacerlo.- Dirigí una mirada nada amigable a la rubia.
-Lo que salga de tu corazón.- No creo que algo bueno salga de mi
corazón en estos momentos. -Sólo conéctate con lo que hay en tu interior.- Me animó
Ofelia.

-Em...gracias por los alimentos que están en esta mesa- ¿A quién iba dirigido esta
"oración"? –Que nos proporcionen los nutrientes que necesitamos y satisfagan
nuestra hambre.- Que incómodo, todo por culpa de la rubia. La gente a mi alrededor
tenía la cabeza hacia el piso y las manos detrás de su espalda, todos menos la rubia
que seguía viéndome con una sonrisa. Pasé mi dedo índice por mi garganta y después
la señalé a ella. Esto sólo la hizo sonreír más.
-Amén.- Dijo de pronto el señor Cardozo. Todos le siguieron menos
yo. Aparentemente aquí probaría todas las versiones de cómo hacer pollo. Esta vez
era mole con arroz y por todos los cielos que es el mole más rico que he probado en
mi vida. Incluso estaba un poco picoso, pero después de la salsa de Norma, nada
podía comparársele. Trataba de mesurarme para comer pero era imposible, esto
estaba para chuparse los dedos.
-¿Quieres más?-
-Por favor.- Extendí mi plato a Silvia quien parecía estar muy feliz
de que le pidiéramos más.
-¿De dónde eres?- Preguntó el pequeño Daniel.
-Nací aquí en México pero estaba viviendo en Texas hasta que mi
padre me trajo aquí.-
-¿Te gusta aquí?-
-Poco a poco me gustará.- La comida continuó sin más preguntas
personales, lo cual agradecí. Hablaban de la iglesia y de los planes que tenía para
invitar a gente del otro pueblo para cuando oficialmente la abrieran. Yo seguía
deleitándome con la comida. De vez en cuando veía a la rubia que también estaba
absorta con su comida o con la conversación. La sonrisa estúpida en su cara nunca se
disipó hasta que le sirvieron la comida. Varios minutos después la familia de Ofelia se
despedía y me dejaba a solas con el señor Cardozo y su hija.
-¿Cómo has estado, Lara?-
-He estado mejor. ¿Cómo acabé aquí?-
-Hace unas semanas visité a tus padres. Mencionaron tu
comportamiento errático y les sugerí que vinieras para acá.-
-Debe ser una puta broma.-
-Lenguaje.- Dijo molesta.
-Cállate que todavía no voy contigo.- Dirigí mi dedo índice a ella. Vi
como su padre puso una mano sobre su hombro. –Gracias por la ayuda.- Dije en tono
sarcástico -¿Cómo venir a este horrible lugar me puede ayudar?-
-Vas a aprender a valorar.- Él seguía muy tranquilo.
-Esto es una mierda... ¿esa fue su brillante idea?, ¿este puto
lugar?- Quería brincar sobre la mesa y ahorcarla. -Ni espere que me aparezca
mañana por acá.- Furiosa salí del lugar y me encaminé a "mi" casa.
Todo el mundo conspiraba para que estuviera en este estúpido
lugar y una persona que quise mucho en mi infancia había sido el causante de todo
esto. "Valorar" como si fuese mi culpa haber nacido en una familia acomodada y que
mis padres no me supieran controlar. Ahora todo era a causa mía y la que debía
recapacitar era yo. La que debería estar aquí es la bruja que tengo por madre, ella sí
necesita valorar. Para ella lo único que importa es tener cosas que presumir y
demostrar que somos la familia perfecta. Me enorgullece decir que gracias a mí su
estúpida fachada se vino abajo en un dos por tres.
El azote de la puerta principal debió escucharse hasta la iglesia. No
quería nada, ni que nadie siquiera me viera. Odio este lugar, odio a mis padres por
mandarme aquí y sin lugar a dudas, odio a señor Cardozo por su "brillante" idea. Era
cuestión de tiempo para que Norma apareciera por lo que decidí que debía ir a otro
lado, no estaba de humor para hablar con ella ni con nadie. Mi iPod marcaba las
cuatro de la tarde, aún tendría luz del día; tomé mi llave y una sudadera y me dirigí
al bosque.

Caminé a donde había muchos árboles, supuse que ahí era. No conocía bien el lugar
pero no creía ser tan tonta para perderme. La temperatura cambió drásticamente. El
abrasante calor de Texas no se comparaba con el infernal calor de marzo de este
lugar. Era de locos. Agradecí cuando al fin llegué al lugar y la temperatura cambió
drásticamente. Un clima más templado. Caminé más lento y me dejé llevar por la
sensación de estar ahí. A solas, sin nadie molestando, sólo yo y mis pensamientos.
Esto era lo que necesitaba.
¿Cómo iba a sobrevivir aquí? Apenas llevaba dos días y ya quería
morirme. No tenía acceso a teléfono, al internet, a la civilización, a nada. Era una
estupidez y esto apenas era el comienzo. Quizá Norma tenía razón y debía ser más
inteligente; buscar adaptarme a este mugroso lugar, no tenía más opción. Y tenía que
pasar un milagro para que alguien vinera a rescatarme de este lugar. Mientras tanto
debía buscar cómo sobrevivir de la mejor manera. Era lo más adecuado, para mí y
sólo para mí. No tenía que quedar bien con nadie, era un trato interno conmigo. Era
lo mejor.
Seguí caminando, rogando no perderme. El olor era muy agradable
al igual que el clima, encontré una piedra y la usé como silla. Me quedé ahí varios
minutos con los ojos cerrados simplemente dejándome llevar con el sonido del
silencio. Esto también me agradaba, me gustaba muchísimo; el estar sola y meditar,
sin nadie que me moleste. Pero comencé a preferir las fiestas y la bulla. En parte para
acallar mis pensamientos, mi soledad que cada día se hacía más grande. Vivía en una
enorme mansión pero siempre estaba sola, a excepción de la gente de servicio.
Esto era una mierda. Todo. A partir de ahora debía tener la mente
abierta a todo lo que este lugar me presentara. Buscar lo mejor a cada situación y
aprender, especialmente aprender. Tanto en la escuela como de lo que me rodeaba.
Estuve ahí no sé por cuanto tiempo pero lo estaba disfrutando mucho. Hacía
muchísimo tiempo que no pasaba tiempo a solas y vaya que lo necesitaba. Mis
pensamientos fueron cortados por la dulce voz de una chica. No estaba muy lejos de
mí. Su voz era suave pero potente a la vez; era cautivante. Con cuidado me puse de
pie y busqué la fuente de tan melodiosa voz. Caminé unos metros, me puse detrás de
un árbol y para mi sorpresa me encontré con una melena rubia y sabía perfectamente
a quién pertenecía.
-¿Qué quieres?-
-¿Cómo sabías que había alguien?-
-Haces mucho ruido al caminar.- No era tan cuidadosa después de
todo. –Es de mala educación espiar a la gente.-
-¿Hay algo que no sea de mala educación para ti, majestad?-
-¿Qué quieres, Lara?-
-Exploraba el lugar y terminé aquí.-
-Sí, claro.-
-Está bien. Estoy obsesionada contigo y te he vigilado vía satélite
desde antes de conocerte y sabía que aquí venías a cantar, tonta.-
-No soy tonta.- Frunció el ceño.
-Sí tú lo dices.- Me veía molesta. Ya no sonreía como hace un rato.
–Te dejo cantar en paz.-
-Por favor.-
-Que descortés, majestad. No creo que al señor Cardozo le agrade
que me trates así.-
-¿Después de como lo trataste?-
-Sólo estaba molesta.-
-Haces muchas cosas de manera impulsiva, algún día te meterá en
problemas.-
-Prefiero estar en problemas por ser yo y no aparentar ser
perfecta.- No esperé respuesta y regresé por donde vine.
Estúpida rubia, ¿quién se cree? No tenía ni un día de conocerla y ya
quería colgarla en un árbol y usarla como piñata. Al menos no la había visto en la
escuela ayer y eso era un gran alivio. Regresé a sentarme donde estaba antes de
escucharla; ya no volvió a cantar, supongo que se fue. Permanecí ahí hasta que la
temperatura bajó más, la noche se acercaba. Me guie del camino y pronto encontré
las botellas que habíamos dejado hace unas horas. Después de todo no me perdí. A
lo lejos vi a Norma y el señor Cardozo golpeando incesantemente la puerta.

-Nadie les va a abrir.- Dije cuando estuve más cerca de ellos.


-¿Dónde estabas?- Norma se veía preocupada.
-Fui al bosque.-
-¿Sola?-
-Es bastante obvio que sí. No conozco a nadie.-
-Con más razón, Lara. Debes ser cuidadosa.-
-Lo siento, para la próxima les avisaré a donde voy.- El señor
Cardozo me veía bastante tranquilo. –Lamento lo de hace un rato.-
-Es entendible.-
-Bueno, debería decírselo a su hija que al parecer está más molesta
que usted.-
-¿Dónde la viste?-
-Nos topamos en el bosque.- Se quedó en silencio un momento.
-Me alegra saber que ya estás aquí. Por favor, avisa a Norma de tus
movimientos.-
-No se preocupe, no saldré huyendo a ningún lado.-
-Más vale prevenir.- Me sonrió antes de despedirse de Norma y
caminar de regreso a la iglesia.
-Lara, de verdad que no entiendes...-
-Lo entiendo, Norma.- Corté su discurso. –Tienes razón debo ser
más inteligente y aprovechar que estaré atascada aquí por no sé cuanto tiempo. Haré
un intento por disfrutarlo o al menos poner un poco de mi parte, lo prometo.-
-Es todo lo que pido.- Me dio un pequeño abrazo. –¿Quieres cenar?-
-No, gracias. Te veo mañana.-
-Hasta mañana.- Me metí a la casa, la cual seguía oliendo raro pero
ya no tanto como ayer. Dichosamente hoy no ningún escuadrón de mosquitos me
perturbó. Busqué las cosas para limpiar y me dediqué al baño; el olor era terrible, al
menos olía un poco a mi shampoo y lo hacía menos desagradable. Estuve ahí por
media hora, tallando y limpiando lo mejor posible para hacer este lugar un poco más
agradable.
Terminé de limpiar el baño y aprendí otra lección: no tocar
directamente el cloro. Me picaban las manos, muchísimo, pero valía la pena porque el
baño olía a este líquido; no es que me agradara pero era mejor que la peste. Saqué
mi computadora, puse música y me dispuse a barrer la sala y la cocina. Dado que el
lugar no tenía nada de pavimentación el polvo era constante en las casas y como yo
era alérgica al polvo debía procurar tener siempre limpio.
Barría al ritmo de P!nk, sin duda de mis voces preferidas. Recuerdo
que papá en mi cumpleaños pasado me llevó a un concierto de ella en Inglaterra; de
los días más felices de mi vida. Aparte de verla, pasamos algunos días en Escocia e
hicimos un recorrido por los castillos más representativos de ahí. He de decir que
regresé babeando de la emoción; los castillos y todo lo relacionado al Rey Arturo y
esas cosas me fascinaban y papá me dio el mejor regalo de cumpleaños. Aunque
quizá no lo mereciera.
Terminé alrededor de las ocho de la noche y no tenía
absolutamente nada que hacer. Dejé la música y me puse a jugar cartas en la
computadora. En mi vida había usado esos juegos, no tenía necesidad. Con conexión
a internet ahorita probablemente estaría revisando Facebook, twitter, viendo fotos en
Instagram o riéndome de los Snaps de mis amigas. Pero ahora mi vida social se
resumía a jugar cartas. No entendía nada por lo que la primera media hora me la
pasé revisando las ayudas y las instrucciones del juego. Cuando más o menos entendí
comencé a jugar pero tardé más entendiendo que jugando. Era demasiado aburrido.
No me quedaba de otra más que dormir y así lo hice, esperando que Liv y sus
secuaces no interrumpieran mis sueños.
Desperté con el molesto cantar de las aves muy cerca de la venta
de mi habitación. Me puse una almohada sobre la cabeza para tratar de bloquear el
sonido y lo único que conseguí fue casi asfixiarme. Volteé a buscar mi iPod y con
horror vi que aún eran las siete de la mañana. ¡Siete de la mañana! No lo podía creer.
Era demasiado temprano, más por ser domingo. Me quedé en la cama por varios
minutos, simplemente disfrutando de no hacer nada. Necesitaba encontrar una
actividad lo más pronto posible. Quizá lo del voleibol a fin de cuentas no es tan mala
idea.

Recordé el arroyo que mencionó Norma y quizá debía aprovechar a conocer un poco
más el lugar. Me levanté y me puse unos shorts y una playera de Frida Kahlo. Tomé
el dinero que me dejó papá y haría una visita a la tienda del lugar y comprar cosas
para sobrevivir. Até mi largo cabello negro en un coleta baja y me puse unos tenis.
Estaba lista. A punto de salir recordé que debía avisar de mis movimientos, así que
tomé una libreta y le escribí a Norma escribiéndole mis planes. Tomé mi llave y salí
de mi nuevo hogar, dejé la nota debajo de su puerta y me encaminé a la iglesia.
Quizá en el camino me encontraría a alguien que me guíe al famoso arroyo. No me
equivoqué, tenía unos cuantos minutos caminando y me topé con Silvia.
-Lara, buenos días.-
-Buenos días, señora, ¿podría decirme dónde está el arroyo?-
-Vas en sentido opuesto. Queda cerca de donde estás viviendo. Ve
derecho detrás de tu casa y a unos minutos lo encontrarás. ¿Sabes nadar?- Me vio
con cara de "esta se va ir a matar".
-Sí, señora. Fui a clases de natación desde que tenía cuatro años.-
-Bien. Diviértete.- Asentí y me giré. Antes de dar dos pasos la
mujer habló de nuevo. -¿Ya desayunaste?-
-No, señora. Aún no he comprado comida.-
-Puedes desayunar conmigo.-
-No quiero molestarla.-
-No es molestia. Me servirás de compañía.- Comenzó a caminar y
no me quedo de otra más que seguirla. -¿Cuántos años tienes, Lara?-
-Dieciséis, señora.-
-Apenas un año mayor que Ofelia. Me dice que está en tu mismo
salón.-
-Sí, eso parece.- Parecía una señora bastante linda y amable. -
¿Está sola?-
-Mi esposo y mis hijos fueron a la huerta que tenemos muy cerca
de ahí. Tenemos sembradas algunas cosas y hoy fue un buen día para ir a visitarla.-
Me veía esperando que le respondiera algo. –Quizá algún día puedas ir con nosotros.-
-Sería interesante ir.- ¿Yo cosechando cosas?, ¿qué sigue?, ¿el
infierno congelado?
-¿Qué hacías en la ciudad?-
-Salía con mis amigos a antros, iba de compras casi todos los días,
a veces iba a la escuela... Lo típico.-
-¿Qué es un antro?- Estuve a punto de reírme pero la mujer nunca
antes había estado en la ciudad.
-Es un lugar al que la gente va a bailar y beber.-
-¿Y pagas por ir a eso?-
-Oh, sí. Hay antros muy caros.-
-Sería más fácil invitar a tus amigos a tu casa y bailar ahí.-
-Pero no sería igual de divertido.-
-¿Y puede ir cualquier persona?-
-La mayoría son jóvenes y alguno que otro casado que quiere darse
aires de joven.- Se quedó pensando varios segundos. Supongo que imaginaba el
lugar.
-Ana nos ha platicado de algunas cosas de la ciudad pero sigo
prefiriendo esto. Es más tranquilo y lejos de bullas innecesarias.-
-Tendré que acostumbrarme a la tranquilidad.- Dije amargamente.
Llegamos a su casa y era muy bonita. Tenía un enorme jardín al frente de lado
izquierdo y de lado derecho había mucho pasto y una portería. También había un
enorme árbol igual al que estaba cerca de mi casa. -¿De qué es ese árbol?- Apunté a
mi derecha.
-Es mango. Ya casi es la temporada, así que puedes venir a tomar
los mangos que necesites cuando los necesites.-
-Gracias. Tiene una linda casa.-

-Eres muy amable, Lara. Están abiertas las puertas siempre para ti.-
-Gracias.-
-Pasa.- La sala era bastante amplia en comparación a la mía. Tres
letreros se distinguían en las puertas "Mamá y Papá", "Ofe" y "Dani"; sus
habitaciones. La sala y otra habitación estaban divididas con una cortina. Ahí entró
Silvia y la seguí. Era una gran cocina, pero en lugar de una estufa estaba un tipo de
parrilla muy grande. Encima de esta una especie de tubo de aluminio que supongo
mandaba el humo afuera de la casa. –Se llama fogón. Es más espacioso que la estufa
y puedes cocinar más cosas.- Sobre el fogón vi una olla de barro de la cual Silvia sacó
frijoles y los sirvió en un plato hondo; lo dejó de lado y quebró dos huevos y los puso
sobre el fogón. Los tapó y los dejó ahí unos minutos; mi curiosidad me llevó a
acercarme. –Espero te gusten los huevos.-
-Claro.- De lo que no era fanática era de los frijoles pero no los
rechazaría. -¿Por qué los tapas?- Señalé a los huevos.
-Para que no brinque el aceite y para que queden así.- Levantó y la
tapa y una fina capa blanca se formó sobre el huevo semi-cocido. Se veía realmente
delicioso. -¿Quieres salsa?- Señaló un pequeño bowl.
-¿Tiene picante?-
-Muy poco.-
-¿Qué es muy poco?- Comenzó a reír. –Norma hizo que me
ardieran las orejas ayer.- Comenzó a reír.
-Pruébala.- Metí la punta de mi dedo índice y después me lo llevé a
la boca. -¿Qué tal?-
-No moriré.- Ambas reímos. En cuestión de minutos también ella
tenía una buena porción de frijoles y dos huevos en su plato. Del refrigerador sacó
queso y crema, lo cual agradecí ya que le daría más sabor a los frijoles.
El desayuno fue por demás exquisito y la compañía también fue
muy agradable. Hablamos mayormente de ella y su vida en el pueblo, de sus hijos y
su esposo. Para mi fortuna los temas personales no fueron sacados de su escondite.
Era mejor así. Ayudé a levantar los platos y vasos y cuando me disponía a lavar Silvia
me dijo que se me hacía tarde para ir al arroyo. Ochenta puntos para ella.
Caminé de regreso a casa; pasé a dejar el dinero y lo intercambié
por mi iPod y mis audífonos. Como siempre puse el modo aleatorio y me encaminé al
arroyo escuchando la potente voz de Till Lindemann. El calor no era tan abrumador
como ayer, tal vez porque aún eran las nueve de la mañana; lo mejor era
aprovecharlo. Unos cuantos árboles tapaban el camino e hicieron más fresca la
caminata. Tal cual lo dijo Silvia, apenas caminé unos minutos y ya me encontraba
frente al arroyo. El agua era verde, un verde claro, como el color de mis ojos cuando
estoy de buen humor. Casi nunca.
Vi a todos lados antes de quitarme la playera y quedarme sólo con
el top y los shorts que me llegaban a medio muslo. Tendí mi playera sobre las rocas y
me acosté un rato, los árboles tapaban un poco el sol y hacían de esto algo perfecto.
Ahora Lily Allen cantaba para mí y me dejaba llevar por su melodiosa voz, con los
ojos cerrados. Recibía los suficientes rayos de sol para nutrir mi piel sin quemarme y
es que debía ser cuidadosa porque entre mis cosas no venía un protector solar.
Tarareaba la canción de LDN y más feliz y tranquila no podía estar. Hasta que sentí
gotas cayendo sobre mi estómago.
-¡Qué demonios!- Aún con los audífonos pude escuchar la odiosa
voz.
-Lenguaje.- Para frente a mí estaba la rubia odiosa.
-¿Qué quieres?-
-¿Qué haces aquí?- Me puse de pie para que dejara de mojarme y
por lo visto no se dio cuenta que estaba sólo en top. En cuanto me vio se dio la
vuelta.
-¿En serio? Tenemos lo mismo. Aunque tú estás mucho más pálida
que yo.- Ella vestía unos shorts y una playera que parecía más un vestido de lo largo
que le quedaba. Y su largo y mojado cabello pegado a su espalda.

-¿Qué haces aquí?- Repitió.


-Quería un poco de paz y la conseguí hasta que llegaste.-
-¿Me seguiste?- Comencé a reír.
-En serio tienes delirio de persecución, niña tonta.-
-No me llames así.- Dijo molesta aún sin verme.
-Ya me puse la playera, puedes voltear.- Obviamente no lo había
hecho.
-¡Lara!- Volvió la cara de nuevo cuando se dio cuenta del engaño.
–Ponte la playera.-
-¡Qué estupidez! ¿Acaso nunca te has visto en el espejo? Las niñas
tenemos lo mismo en diferentes proporciones y distribuido de manera diferente.-
Ahora sí me puse la playera. –Listo, ahora sí ya me la puse.-
-¿Cómo puedo confiar en ti?-
-Siéntela.- Me acerqué a ella y suavemente toqué su mano para
que sintiera la playera sobre mi estómago pero jaló bruscamente su mano. –Jódete,
rubia tonta.- De nuevo la dejaba parada sin esperar respuesta alguna.
Entendía que no congeniáramos pero, ¿evitar que la tocará? Esta
chica es un maldito dolor de muelas que acaba en una terrible jaqueca. Primero me
avienta a hacer una oración, se burla de mí, con su estúpido tono me dice "lenguaje"
y lo de usarla como piñata no es mala idea. Ella podía personificar bien a Anabelle, la
muñeca diabólica. Ella era un ser despreciable que se la pasa jodiéndole la existencia
a medio mundo; sí, su majestad Anabelle. Regresé a casa más que enojada, aventé
mi iPod en uno de los sofás, tomé el dinero y camine rumbo a la escuela. Si no mal
recuerdo la tienda quedaba muy cerca de ahí.
Sólo de recordar la forma en como jaló su mano me hacía hervir la
sangre. Era oficial, detestaba a la rubia. Y entre más recordaba más rápido caminaba,
eso sólo pasaba cuando me enojaba mucho y ahorita está más que molesta. Pronto
llegué a la tienda. La puerta de entrada no era muy grande pero el lugar se veía
bastante amplio. Al entrar corroboré que el lugar era muy grande, la casa donde vivía
cabía dos veces aquí. Necesitaba comida pero no sabía qué tipo de comida, por lo que
me puse a deambular por el lugar. Una chica alta se acercó a mí después de varios
minutos de no saber que comprar.
-Hola, ¿te puedo ayudar?-
-Hola. Em... necesito comida. Las cosas básicas.- Me sonrió
amablemente.
-Está bien. Primero y más importante, huevos.- Me llevó al lado
extremo de la tienda donde estaban la mayoría de los alimentos. Pasamos por el
mostrador y tomó una pequeña canasta que luego me entrego. –Este es un cono con
veinticuatro huevos, será suficiente para ti.- Avanzamos un poco más. –Aceite para
que puedas cocinarlos... con medio litro te bastará.-
-¿Se necesita eso?- Apunté a la pequeña botella. Ella comenzó a
reír.
-¿Cuántas veces has cocinado en tu vida?-
-Ninguna.-
-Yo me encargo, Conchi. Gracias.- Apareció, con una luz
resplandeciente Norma. Conchi, asintió y regresó al mostrador. –A ver, señorita que
no saber cocinar. Vamos a comprar lo necesario para que no mueras y cosas con las
que no te mates mientras intentas cocinar.-
Pasamos más de media hora buscando las cosas más básicas para
sobrevivir, café, pasta, arroz, frijoles enlatados, galletas; éstas últimas no me
agradaban tanto pero tendría que acostumbrarme. Azúcar, sal, cátsup, pan para
hacer sándwiches y un pequeño tarro de mermelada. Norma prometió que me
enseñaría a guisar todas las cosas que compramos. Regresamos a casa con dos
bolsas cada una y charlando amenamente sobre mis inexistentes habilidades
culinarias.

-Vi cuando regresaste a casa del arroyo. Parecías... molesta.- Tenía que recordarme a
la rubia tonta.
-Tuve un desagradable encuentro con alguien.-
-¿Puedo saber quién es ese "alguien"?- Suspiré.
-Ana.- Norma comenzó a reír.
-Te cae mal una de las personas con las que más tendrás que
convivir.-
-La evitaré en la iglesia y sólo estaré ahí unas semanas.-
-También es tu compañera de clase.-
-¡¿Qué?! Pero el viernes no estaba ahí.-
-Estaba un poco enferma por eso no fue pero están en las mismas
clases.-
-Maravilloso.-
El resto del domingo pasó bastante tranquilo, a excepción de las
múltiples quemadas que obtuve al intentar cocinar un estúpido huevo. ¿No sería más
fácil hacerlo en el microondas? Norma fue la más beneficiada de todo esto ya que rio
hasta casi llorar de mis fallidos intentos de cocinar. Después de que se marchara
conseguí entender el juego de cartas de mi computadora y eso me mantuvo
entretenida hasta casi las nueve de la noche, cuando por fin me decidí a dormir.
Segundo día de clases; Norma pasó por mí a las seis y media. A
penas y me dio tiempo de vestirme y medio tomar una taza de café. Norma, como
directora de la escuela debía poner el ejemplo y llegar a tiempo para checar que todo
esté en orden antes de comenzar las clases.
-Tu primera clase es química. Vas a reconocer el aula porque dice
"Química" en grande.-
-Gracias, directora. La veo más tarde.- Le sonreí.
-Buen día, señorita Orozco.- El salón estaba muy cerca de la
biblioteca así que fue muy fácil encontrarlo. A estas tempranas horas había muy poca
gente por lo que me puse los audífonos y me dispuse a disfrutar. Ni siquiera me había
acomodado bien cuando una melena rubia apareció por la puerta. Inmediatamente
me puse de pie y me acerqué a ella. No portaba su habitual sonrisa.
-No te preocupes, no te voy a tocar.- Le dije mordazmente y salí
del salón. Me quedé sentada a las afueras del salón hasta que vi que entró la
profesora. Entre detrás de ella, la mayoría de mis compañeros estaba sentados.
-Señorita, ¿puede pasar a presentarse?- Asentí y me puse a lado de
su escritorio.
-Soy Lara Orozco, tengo dieciséis años.-
-¿De dónde vienes?- Preguntó la maestra.
-De Texas.-
-¿Y qué esperas?- Antes de poder contestar Liv entró corriendo a la
clase. –Qué raro que venga tarde, señorita Torres.-
-El tráfico.- Contestó y se sentó detrás de donde estaba mi mochila.

-Muy graciosa. Lara, puede contestar.-


-Espero no meterme en problemas.-
-Esa es una buena meta, señorita. Regrese a su lugar.-
-Todos en su libro en la página treinta.- Vociferó la profesora.
-¿Cómo está la resaca?-
-Se me quitó más rápido de lo que me hubiera gustado. Te platico
después.- La clase era buena, la profesora Jaqueline nos mantenía activos la mayor
parte de la clase. Lo cual era bueno tomando en cuenta que a la primera clase.
-Como les había dicho desde el principio de semestre, tendrán que
pasar en parejas a decirme los elementos de la tabla periódica. Usarán algo diferente
a su tabla periódica para estudiar.- Todos comenzaron a quejarse. – Siéntanse libres
de elegir a su pareja.- Éramos más de veinte alumnos en la clase y en cuestión de
segundos todo se hizo un alboroto. Sentí la mano de Liv sobre mi hombro. –Señorita
Orozco, como recién se integra tendrá un poco más de tiempo y para asegurarme de
que trabaje bien, será compañera con la señorita Cardozo.-

-Estoy bien con Liv.- Repliqué de inmediato.


-¿Algún problema con la señorita Cardozo?-
-Ninguno. Pero tengo más confianza con Liv.-
-Entonces sin no hay problemas trabajará con ella.- Determinó la
mujer de cabello corto. –Cámbiese de lugar junto a su compañera de trabajo.-
-Suerte con la virgen María.- Se burló Liv.
-Cállate.- Casi arrastrando los pies llegué a la silla junto a la rubia.
-¿Qué tenemos que hacer?- No me contestó. –Mira, yo también odio esto pero
debemos trabajar juntas. Así que nos mantendremos a raya con el trabajo, ¿de
acuerdo?- Asintió.
-Lo más fácil es hacer tarjetas con la información necesaria.-
-¿Cuántas son?-
-Ciento dieciocho.- ¡Mierda! Son demasiados. Suerte que soy la
nueva y tendré más tiempo para estudiar.
-¿Qué información debe tener?- Volteé al pizarrón y vi a la
profesora escribiendo la respuesta a mi pregunta. Saqué mi libreta y comencé a
anotar. Símbolo químico.
-Nombre.- Me dictó la rubia. –Número atómico.- Espero a que
terminara de escribir. – Y masa atómica.-
-¿Qué te parece si hacemos la mitad cada una?- Asintió. –Elige tú la
mitad que quieras hacer.
-Me da igual.- Su voz se escuchaba algo triste pero no podría
importarme menos.
-Entonces, elige tú. Yo no tengo una tabla periódica; escoge y me
dices.- Asintió. Mi voz salió más hostil de lo que quería pero quería que entendiera
que esto se limitaba a la tarea y nada más.
-Lara...- No pudo terminar de hablar porque sonó la chicharra. No
la esperé, tomé y mochila y salí del salón junto con Liv.
-¿Qué tal te fue?-
-Tan bien como pudiera irme.-
-La chica no se junta con nadie y la mayoría de los trabajos los
hace sola. Es bastante rara.-
-Ni que lo digas.- La clase siguiente fue historia y básicamente fue
lo mismo. Presentarme, trabajar con el libro. Afortunadamente a este profesor no le
agradaban los trabajos en equipo. Esto disminuía las posibilidades de volver a
trabajar con la rubia.
-¿Qué pasó en mil novecientos treinta y nueve?-
-Nació mi abuelito.- Contestó Ángel. Todos comenzamos a reír.
-Vaya a contarle ese chiste a la directora.-
-¡Profe!- Todos reíamos.
-Adiós.- El profe gesticulaba con la mano. Ángel salió de la clase
entre aplausos de algunos de nuestros compañeros. –Ahora que el payaso se fue,
¿quién me contesta?-
-Comenzó la segunda guerra mundial.- Contestamos a la vez con la
rubia.
-Estás en sintonía con la rara.- Todo el salón echó a reír de nuevo.
-Olivia vaya a hacerle compañía a Ángel.- De reojo vi a la rubia que
se veía muy intranquila. Segundos después Olivia salió de la clase no sin antes
aventar un beso a la clase.
-¿Qué estaré pagando?- Dijo el profesor. Más para él mismo. –Muy
bien, señoritas. En ese año comenzó la segunda guerra mundial.- Al menos había
puesto atención a algunas clases de historia. No era estúpida, es sólo que no había
tenido motivación suficiente para poner atención. Sin embargo recuerdo que con papá
solíamos ver cosas interesantes en Discovery Chanel o en NatGeo. –Antes de seguir
con la segunda guerra mundial, ¿alguien me puede dar un resumen de la primera
guerra?- Todos se quedaron en silencio. –Y no quiero más payasos o comentarios
fuera de lugar.- Tímidamente levante la mano. –Lara.-
-Fue una guerra estúpida.- Todos comenzaron a reír.
-Explícate.-
-Gente despedazándose por tierras y poder. Lo de siempre- me
encogí de hombros mientras el profe sonreía.
-¿Cómo se llamaba el grupo que apoyaba a Hittler?
-Axis- respondí de inmediato.
-Nos llevaremos muy bien, Lara.- Sonrió el profesor y siguió dando
la clase. Volteé y vi a la rubia viéndome atentamente pero fue algo efímero. Ella giró
la cabeza a donde estaba el profesor. La clase no era del todo aburrida; a veces el
profesor Guadalupe (extraño nombre para un hombre), hacía voces raras para
ejemplificar lo que decía. Con él teníamos dos horas de clase, las dos anteriores al
receso.
Cuando por fin la chicharra sonó, la mayoría de mis compañeros se
atropellaron unos a otros para salir rápidamente a desayunar. Mientras tanto yo me
quedé en mi lugar esperando a que la estampida pasara.
-Vas un semestre atrasada, ¿cierto?-
-Sí, señor.-
-Pues tienes buena información en tu cabecita, Lara. El tener
ventaja en alguna clase te ayuda a liberar presión en las otras. ¿Qué más se te da?-
-Inglés, historia y un poco de geografía.-
-Geografía aún no. Pero de mi clase y de inglés puedes quitarte de
cargas. Mañana da una pequeña presentación de la primera guerra mundial y será tu
calificación de este parcial. Sé lo difícil que es cambiar de contexto y espero con esto
ayudarte un poco a ponerte al corriente con las demás materias.-
-Muchas gracias, profe.- Más que feliz salí de la clase, afuera me
esperaba Liv y su pandilla.
-Vamos.- Al llegar al lugar había una mesa completamente vacía,
"nuestro" lugar. Tiraron sus mochilas, seguido se acercaron a una señora que nos
extendió jugo de naranja y una enorme torta. –Son deliciosas.- Justo detrás de
nosotros estaba la rubia y de inmediato comenzaron a molestarla.
-Aleluya.- Cantó Ángel a la vez que ponía sus manos como
estuviera rezando.
-Virgen María que ilumina nuestro día.- Dijo en un tono aún más
burlón Liv. Todos los que estaban a su alrededor comenzaron a reír. La chica no dijo
nada, absolutamente nada. Esperaba algún tipo de respuesta, muy a su estilo pero
no. Siguió esperando por su turno. -¡Qué perdedora!- Liv prácticamente pasó a
empujarla y nos guio a la mesa.
El desayuno pasó tranquilo, con Liv jodiéndole la existencia a
cualquiera que se le pusiera en frente. Hacía el intento de reírme de sus idioteces
pero realmente no lo encontraba lindo. La mayor parte del tiempo la pasé viendo a la
rubia quien estaba sentada con Ofelia pero sólo eso, no había muchas interacciones
entre ellas. La chica de la iglesia distaba mucho de la chica de la escuela.
El resto del día pasó en total calma; después del receso tuvimos
una clase rara que se llama orientación educativa, luego inglés y la maestra casi llora
al presentarme en ese idioma. Aún estaba viendo presente continuo por lo que las
dos horas de clase las pasé durmiendo. La última hora era matemáticas, como
siempre. Trigonometría apesta. Lo declaro un delito contra la humanidad. Seno,
coseno y tangente. Que traducido al español significa, mátame. Estaba haciendo todo
por prestar atención y enfocarme pero era imposible. Y el sentirme tan frustrada por
no entenderle me hacía perder más la clase. La profesora pasó unas hojas con
ejercicios para resolver y si me hubiera rascado un poco más la cabeza me hubiera
quedado calva. Vio mi lucha y se acercó a mí.
-¿Todo bien, Lara?-
-No, profe. Realmente no le entiendo.-
-¿A qué?-
-A todo. Le juro que presté atención pero no... sé.-
-Tranquila, es normal que estés un poco... desubicada.- Agradecí
que usara ese adjetivo no tan... despectivo. –Podemos trabajar con tutorías unas
veces a la semana.-
-Sería genial, profe. Usted dígame la hora y yo estoy aquí.-
-De hecho tendrás que ponerte de acuerdo con Ana.-
-¡¿Qué?!- Todo el salón me quedó viendo. -¿Usted no da las
asesorías?-
-No. Yo voy al otro pueblo en las tardes. Ana es la campeona de
matemáticas de la región. Estoy más que segura que te ayudará.- La rubia no veía a
donde estábamos pero estaba segura que escuchaba todo.
-Profesora, si hubiera alguien más.-
-¿Tienes algún problemas con ella?- Frunció levemente el ceño.
-No congeniamos.-
-Bueno, es la oportunidad perfecta para que se lleven.-
Jodidamente genial. No sólo tendría que hacer el trabajo de química con ella, sino que
sería mi tutora de matemáticas por no sé cuánto tiempo. Definitivamente esto iba de
mal en peor. Lo que más anhelaba era no toparme a la rubia y hasta ahora era una
constante.

A/N Espero les esté agradando la historia, chic@s. Saludos desde


un rincón de México :)
Capítulo 3

La clase terminó y mis compañeros salieron rápidamente del salón,


incluida la profesora García. La rubia también esperó a que todos salieran y yo la
esperaba a ella para ponerme de acuerdo con las tutorías. Estaba por salir cuando la
detuve.
-Rubia.- Ni se inmutó. –Ana.- Volteó a verme. –Escuchaste todo.
Dime a qué hora puedes ayudarme.- Me veía atenta. Notaba algo de tristeza en sus
ojos, como en la primera clase. –Por favor.-
-Después de que ayudes a mi padre.-
-No sé a qué hora ayudaré a tu padre.-
-Después de comida. Podemos comenzar las clases a las cinco.-
-Está bien.- Nos quedamos viendo por unos segundos.
-Lara, lo que pasó ayer...-
-No te agrado, lo entiendo. No eres la primera ni la última. Te veo
más tarde.- Salí del salón tan rápido como pude. ¿Me quería explicar el por qué no le
agrado? No era necesario. A las afueras de la escuela me encontré con Norma quién
me esperaba para caminar juntas a casa.
-¿Qué tal tu día?-
-Bueno.-
-¿Tanto así?-
-Tengo que trabajar con la rubia en química y será mi tutora de
matemáticas.-
-¿Por qué no te agrada?-
-No me ha dado motivos para agradarme.-
-Las apariencias engañan, Lara. Ana es una chica muy dulce.-
-Claro.- Es la directora debemos agradarle. –¿Qué haremos de
comer?- Cambié de tema.
-Que harás de comer, mejor dicho. Intentaremos algo de sopa, ¿te
parece?-
-Mientras no involucre aceite, todo bien.- Tenía las pequeñas
marcas del día anterior en mis brazos.
Pasamos una muy buena tarde con Norma, la mujer era por demás
agradable. Paso a paso me guio para hacer la dichosa sopa; implícito el cortar la
cebolla y el tomate, lo cual me llevó muchísimo tiempo. Norma incluso hizo como que
se había quedado dormida sobre la mesa, todo con tal de fastidiarme pero en el fondo
agradecía lo que estaba haciendo por mí.
Pasadas las tres de la tarde, con el estómago lleno, me encaminaba
a la iglesia. El calor no era tan abrasador como los días anteriores. Buscaba acogerme
en la sombra que proyectaban algunos árboles sobre el camino; siendo algo blanca un
poco de sol me hacía demasiado mal. En mi espalda llevaba mi mochila con el libro de
matemáticas, la libreta y mi laptop, por si la necesitaba. Al llegar al lugar el señor
Cardozo hablaba con unas personas afuera de la iglesia y al verme me sonrió.
-Lara, bienvenida de nuevo.-
-Gracias, señor.-
-Pasa. Hoy me ayudarás dentro de la iglesia, ¿te parece?-
-Claro.- Como si tuviera opción. Entré al lugar y olía muchísimo a
pintura; en menos de diez segundos estaba estornudando como loca. Entre la
humedad y el fuertísimo olor mis alergias se desataron de inmediato. Traté en vano
de contener mi ataque poniéndome la playera en la nariz e incluso taparme con las
manos pero era inútil. Caminaba para salir de nuevo cuando escuché a alguien.
-Pasa.- La voz de la rubia. Invitándome a pasar donde comimos
ayer. Prácticamente corrí a donde estaba ella.
-Gracias.- No dijo nada y se metió en una habitación al final del
pasillo. Permanecí sentada en la mesa por varios minutos hasta que el señor Cardozo
apareció.

-Oh, aquí estás.- Me observó un momento. -¿Todo bien?- Seguramente tenía la nariz
roja y los ojos llorosos.
-Sí, sólo es alergia.-
-¿El olor?- Asentí.
-Entonces trabajaremos aquí. Hay algunos cuadros que están un
poco empolvados, están en la última habitación. Tráelos para acá y los limpias, por
favor. Aquí te voy a dejar trapos y el líquido para limpiar madera.- Caminé con
cautela a la habitación. Este lugar me daba un poco de miedo, era demasiado callado
y muy fresco a comparación de la calle o de la casa donde vivía. Abrí la puerta y vi a
la rubia que se sobresaltó. Estaba en un tipo de banca, como rezando. Sin decir
palabra alguna comencé a sacar los dichosos cuadros; uno en cada mano. Eran unos
quince así que haría varios viajes.
Algunos cuadros pesaban demasiado y estaban muy empolvados.
Por lo que el traslado era más difícil, evitando mancharme o acercarlo demasiado a mi
cara para que los estornudos no regresaran. La rubia nunca se movió de su lugar y
menos hizo por ayudarme. Cuando iba por el último cuadro ella iba saliendo y era
más que obvio que había estado llorando. Una parte de mí quería preguntarle si todo
estaba bien pero el simple hecho de recordar como quitó su mano de la mía hizo que
desechara la idea de inmediato.
Pasé más tiempo del deseado limpiando los cuadros y
estornudando; por más que mojaba el trapo los cuadro estaban muy empolvados. Me
imaginaba con nariz de payaso, totalmente roja de tanto esfuerzo y los ojos rojos
como si hubiera fumado de la lechuga del diablo. La cabeza me comenzaba a doler
mucho y de la nada, de nuevo, la rubia apareció con una pastilla y un vaso de agua.
-Loratadina.- Inmediatamente la acepté.
-Gracias.-
-De nada.- Estaba por desaparecer de nuevo.
-¿Estás bien?- Sus órbitas cafés se encontraban con las mías.
-Sí.- Era como si su sonrisa se hubiera esfumado.
-¿Segura?-
-Sí.- Hizo un intento por sonreír. –Tienes ojos verdes.-
-Sí.- Levanté una ceja. -Tienes ojos cafés.- Otro fallido intento de
sonrisa. –Ya he terminado. Podemos comenzar con la clase.-
-Estaré lista en unos minutos.- Asentí. Limpié la mesa que aún se
encontraba con algo de polvo y saqué las cosas necesarias para la "clase". Lo primero
que hice fue abrir el libro de trigonometría y sólo de verlo me daba dolor de cabeza.
Era una buena estudiante; cuando iba a clases. Las cosas se me quedan bastante
rápido pero matemáticas, como a la mayoría, era mi némesis. –Ya estoy aquí.-
Reapareció la rubia con su libro y su libreta.
-Esto apesta.- Frunció el ceño. Lo decía más por tener que estudiar
algo que odiaba y un poco por tener que estar con ella.
-Estamos en sintonía.- Dijo amargamente. Abrió su libreta y pude
ver su letra pulcramente plasmada en las hojas. Rápidamente, en una hoja en blanco,
dibujó un triángulo. –Lo más importante es que te aprendas el nombre de los lados.
En base a eso puedes sacar las funciones.-
-De acuerdo.-
-Esto es la hipotenusa.- Decía mientras señalaba dicho lado.
–adyacente y opuesto. –Señaló respectivamente. -¿Cómo se llama este?-
-Opuesto.- Tomé su lápiz. –Esta es la hipotenusa y adyacente.-
Puse la punta del lápiz en los lados adecuados.
-Bien. Sabiendo esto es sólo cuestión de hacer fórmulas.- Me quitó
su lápiz y dibujó una pequeña fecha en una esquina del triángulo y puso "60°". A la
hipotenusa le puso "12", al adyacente "10" y al opuesto "6".-Esto tiene sesenta
grados y quieres sacar el seno.- Escribió "Sen". –Para hacerlo simplemente tienes que
dividir el valor del opuesto entre el valor de la hipotenusa.-

-Punto cinco.-
-Correcto. La clave está en recordar las partes del triángulo y las
fórmulas.- Pasamos una hora más haciendo ejercicios y buscando la manera de que
me aprendiera las fórmulas para sacar las funciones correspondientes. La rubia
realmente tenía muchísima paciencia; lo mostró cuando confundía las funciones y las
operaciones que debía hacer.
-Ya no puedo más.- Dije prácticamente arrojando mi lápiz.
-Avanzaste mucho hoy. Eso es bueno.-
-Supongo.- Me encogí de hombros. Comencé a guardar mis cosas.
–Gracias.- Dije honestamente aunque mi voz no se escuchaba tan convencida.
-Tenía que hacerlo.-
-Bien.- Me puse de pie y ella lo hizo también. –Conozco la salida.-
Tomé mi mochila y la salí de ahí tan rápido como pude. Evitando el cristo que me
veía. Casi grito cuando escuché la voz del señor Cardozo.
-¿Qué tal te fue, Lara?-
-Señor, no lo vi.- Tenía puestas unas gafas con marco negro. –Todo
bien.-
-Me alegra escuchar eso. Mañana me gustaría mucho que comieras
con nosotros.-
-No quiero causarle molestias.-
-Te debo una disculpa por la "brillante idea" de traerte aquí.- Sentí
mis mejillas comenzar a arder.
-No es necesario, señor.-
-Insisto. Quizá puedas venir con Ana saliendo de la escuela.- Si me
negaba se daría cuenta que las cosas no iban tan bien entre nosotras.
-Se lo agradezco. Lo veo mañana en la comida.-
-Buenas noche, Lara.-
-Que descanse, señor.- Llegué a casa pasadas las siete de la noche.
Usé un buen tiempo limpiando la sala y mi habitación. Cuando al fin terminé calenté
el sobrante de la comida y me senté a cenar. A mi mente regresó la visión de la rubia
llorando; ¿qué la habrá disgustado tanto? Como pasamos todo el tiempo estudiando
no tuvimos tiempo de pelear e incluso podría llegar a decir que parecía una buena
persona pero sé que sólo cumplía con lo que le pidieron. Terminé de cenar, me di una
ducha y me metí a la cama.
De nuevo el sonido de las aves me despertó antes de que la alarma
lo hiciera. De muy mala gana me puse de pie y me lavé la cara y los dientes. Media
dormida todavía fui a la cocina a prepararme una taza de cereal. Aún no estaba
preparada para cocinar y quemarme a tempranas horas de la mañana. Antes de que
Norma saliera de casa yo ya la esperaba afuera de la mía.
-Buenos días, Lara.-
-Buen día, Norma.-
-Te amaneció muy temprano hoy.-
-Las aves hacen mucho ruido por la mañana.- Comenzó a reír.
-Eventualmente te acostumbrarás.-
-Mientras tanto sufro.- Esto la hizo reír aún más.
-¿Cómo te fue con Ana?-
-Bien.-
-Estoy acostumbrándome a ese "bien".-
-No me agrada, no le agrado. Fue tan bien como puede ir cuando
estás con alguien que no te cae bien.-
-Sigo creyendo que es tiene la idea errónea la una de la otra. Con
el tiempo se llevarán bien.-
-Lo dudo.-
El día pasó sin pena ni gloria. Lo único gracioso fue ver a Ángel
cayéndose a media cafetería pero por ser de los "intocables" nadie rio sólo los del
clan. Por supuesto las burlas hacia la rubia por parte de Liv se hicieron presentes, sin
respuesta de ésta. ¿Podría algún día contestar a esta incógnita? Por qué conmigo era
tan... ella y con los demás ni siquiera se defendía. Más pronto de lo que quisiera me
encontraba en la puerta de la escuela esperando por la rubia. Durante el receso le
había comentado a Norma de mis planes para que no esperara por mí a la salida. Me
vio y simplemente me ignoró y comenzó su camino hacia la iglesia. Dejé que la rubia
avanzara unos metros y comencé a caminar detrás de ella.

-¿Qué quieres?- Preguntó algo molesta después de unos minutos siguiéndola.


-Tu padre me invitó a comer.-
-Otra oportunidad para que le grites.-
-A él o a ti, dependiendo de quién me saque de quicio primero.- Se
paró en seco y volteó a verme enojada.
-Eres tan molesta.-
-Estamos en sintonía.- Devolví sus palabras lo cual la hizo enojar
más. Se dio la vuelta y siguió caminando, yo unos metros detrás de ella. El ir detrás
de ella me dio tiempo a detallarla más; era delgada y su rubio cabello se ondulaba en
las puntas. Poseía un lindo cabello. Caminaba con una buena postura a diferencia mía
que tendía a caminar un poco encorvada. De pronto comenzó a caminar más rápido,
como si la fuera siguiendo un fantasma. Que niña tan más estúpida, me dije a mí
misma. Primero evitar el rose conmigo, luego ser tan irritante y ahora correr para
dejarme atrás. No, no era cuestión de apariencias, la chica era irritante.
Minutos después llegué a la iglesia con un humor no muy bueno;
quizá podría acostumbrarme a vivir aquí, eventualmente. La comida era buena, la
escuela era decente, la gente a mi alrededor interesante a excepción de la rubia y por
lo visto tendría que estar mucho tiempo con ella y eso me ponía de un humor peor.
Norma decía que con el tiempo pero lo último que quería era pasar más tiempo con
ella y mucho menos tenía el menor interés en ella o sus actividades. Sólo había unas
personas pintando en las afueras de la iglesia a los cuales saludé y me metí con
rumbo al comedor. La puerta estaba cerrada y no sabía si entrar o tocar; opté por lo
último. Después de unos segundos el señor Cardozo apareció.
-Lara, pasa.- Me abrazó e incómodamente le correspondí. –No es
necesario que toques, estás en tu casa. Siéntete libre de pasar cuando quieras.-
-Gracias, señor. Lo tendré en cuenta para las próximas visitas.-
-La comida casi está lista. ¿Puedes ayudarme a poner la mesa?-
-Por supuesto.- Haciendo las cuentas debía poner tres platos sobre
la mesa; cuando iba a poner el tercero el señor Cardozo me detuvo.
-Sólo seremos tú y yo, Lara.- Asentí y guardé el otro plato. El
hombre alto nos sirvió a ambos generosas porciones de espagueti, lo que parecían
albóndigas encima y lo bañó en salsa de tomate que olía deliciosa. –Espero sea de tu
agrado.- De la nevera saco una botella de vino. –No te emociones, esto es para mí.-
Me sonrió de lado y sacó una botella con líquido blanco, ¿leche?- Horchata.- Era como
si hubiera leído mis pensamientos.
-Gracias.- Se mantuvo de pie y cerró los ojos.
-Señor, gracias por los alimentos que hoy llenan nuestras bocas. Da
pan a los que tienen hambre y hambre de ti a los que tenemos pan. Amén.- Como
estúpida simplemente asentí mientras él se persignaba antes de sentarse.
–Provecho.-
-Bon appetit.- Respondí con una sonrisa. Unos buenos minutos nos
dedicamos únicamente a comer; era bastante bueno cocinando. –Está delicioso,
señor.-
-Oh, gracias, Lara. Me alegra que te haya gustado.-
-Lamento mi ataque de ira la otra vez.-
-No necesitas disculparte. Una parte de mí lo entiende pero la otra
parte sabe que esto es algo bueno para ti.-
-¿Por qué?- Me quedó viendo como esperando una reacción más
agresiva. –No es un reproche, quiero entender el porqué de esto.-
-Necesitas valorar.-
-No es mi culpa haber nacido en una buena familia.-
-No es culpa de nadie, Lara.-
-La bruja... mi madre tiene mucho que ver en esto.-

-Parte de tu comportamiento es para llamar la atención o para enojar a tus padres.


Aparte de valorar lo que Dios te ha dado esto te ayudará a aclarar tu mente y ver el
comportamiento de tus padres desde una perspectiva muy diferente a la que tienes
ahora. Te servirá estar lejos de ellos.-
-Eso sí me agrada.- Me sonrió cómplice. –Yo sé que no he sido una
buena hija pero esto es demasiado. Sin ofender pero no pudo ser más inoportuno.-
Comenzó a reír a carcajadas.
-He aprendido que los tiempos son exactos, no hay situaciones
inoportunas; llámalo destino, coincidencia o como desees llamarle. Sólo tienes que
ser muy perceptiva a lo que pasa a tu alrededor y aprender ellos.-
-No sé hacer eso, señor.- Sabía de tener cosas a manos llenas y no
tener que darle explicaciones a nadie. Sabía de fiestas, alcohol y chicos pero hasta
ahí. Nada más.
-Lo sé. Por eso le hice la sugerencia a tu padre. No para fastidiarte
sino para que crezcas. Esto es más beneficioso para ti que para ellos. Todo obra para
bien, dulce Lara.- El solía llamarme así cuando iba a casa.
-Digamos que entiendo lo de valorar lo que tenía allá. ¿Cómo
crezco?-
-Espero que de estatura te quedes ahí.- Ambos reímos. –Es una
búsqueda, Lara. Yo sólo he dado un pequeño empujón. Sé de lo que eres capaz;
bueno de lo que la pequeña Lara era capaz de hacer.- Cerró los ojos un momento. -
¿Recuerdas cuando te enseñé los número en francés?- Asentí.- Te los aprendiste a la
tercera vez que te los dije. Eso habla muy bien de tus habilidades intelectuales.-
-Ya no soy tan inteligente.-
-Lo eres, sólo que no eres lo suficientemente sabia para utilizar esa
inteligencia.- Oh, signo de exclamación.
-¿Usted me ayudará?-
-En tanto tú tengas la disposición, yo te ayudo.-
-Creo tener eso.- Le sonreí.
-Eso suena como un trato.-
-Así parece, señor.- Tenía una duda y la escupí. -¿Por qué no conocí
a su hija antes?-
-No sabía que existía hasta hace unos años.-
-Sin ofender, de nuevo, pero me alegro. Me consintió mucho en mi
infancia.-
-Entonces tengo un poco de culpa de este desastre.- Apuntó a mí y
ambos reímos. Terminamos de comer entre anécdotas de cuando dejó la ciudad de
México. Con pena le confesé que lloré cuando supe que no lo vería más e incluso me
negué a salir de mi habitación por varias horas hasta que papá llegó con un cono de
helado.
-¿Qué haré hoy?- Pregunté cuando terminamos de levantar y lavar
los trastes de la comida.
-Nada. Fue un lindo día para charlar y de alguna manera
disculparme por disgustarte, Lara.-
-No tiene que hacerlo, señor. Yo soy la que le debo una disculpa.-
-Bueno, ahora que ambos estamos disculpados puedes disponer de
tu tarde libre, a menos que quieras quedarte.- ¿Me estaba echando también de la
asesoría de matemáticas? Parecía que sí.
-Iré a casa a trabajar con mis tareas.-
-Buena, chica. Te veo mañana.-
-Hasta mañana, señor.- No sabía si tenderle la mano o qué
protocolo seguir así que le di un rápido abrazo. En lugar de caminar directo a casa fui
a la tienda comunitaria para comprar las cosas para las tarjetas de química, de paso
compré una tabla periódica ya que aún no contaba con una. Esperaría a mañana para
hablar con la rubia de que parte nos correspondería a cada una. Sólo de ver la tabla
me dio dolor de cabeza. Eran demasiados elementos químicos y aunque tenía más
tiempo no quería abusar. Lo más fácil fue comprar dos cartulinas blancas, cortarlas a
una buena medida para la información requerida y posteriormente forrarlas. Regresé
a casa con una pequeña bolsa con cosas. Del dinero que mi padre me dejó me
quedaban unos doscientos pesos, suficientes para sobrevivir por unas semanas más,
tomando en cuenta que Norma compró mucha comida y las cosas más indispensables
para sobrevivir un mes.
Eran las cinco de la tarde, ya había comido, ya había terminado con las tareas
correspondientes, incluso ya había arreglado mi mochila para las clases de mañana.
Me tocaba educación física y agradecía mucho por eso. Hacía muchísimo tiempo que
el ejercicio salió de mi vida y creo que este era un buen tiempo para retomarlo. Abrí
mi computadora pero más rápido de lo que quisiera me aburrí del juego de cartas. No
tenía nada que hacer así que, de nueva cuenta, me dirigí al bosque. Me agradaba
muchísimo el lugar y para evitar escuchar sonidos desagradables me lleve el iPod.
Caminé a orillas del arroyo, no tenía muchas ganas de encontrarme con más gente.
Después de unos cuantos minutos llegué al lugar.
Era bastante frondoso y hoy no se sentía tan frío como ayer o al
menos eso sentía. Veía bien a mi alrededor para evitar perderme y ser el hazme reír
del lugar. Tenía razón el señor Cardozo, aprendería a ser más receptiva con lo que
pasa a mi alrededor si es que quiero sobrevivir. No era muy fanática de la música
clásica pero hay una pieza que particularmente me gustaba mucho, papá solía
escucharla muy a menudo; es una pieza clásica de Strauss "Im Krapfenwaldl" y
escucharla me recuerda a papá despreocupado en mis años de infancia donde a pesar
de estar construyendo su negocio parecía disfrutarlo y cuando la bruja no era tan
bruja.
Busqué un cómodo lugar para sentarme y simplemente disfrutar del
lugar. Este podría ser un buen lugar para aprender a ser perceptiva y consciente de lo
que pasa en mi entorno. Cerré los ojos y me dejé llevar por la música, por el aroma
de los árboles, el clima tan fresco y la tranquilidad del ahí. ¿Hacía cuánto no me
sentía tan tranquila? Las peleas constantes con mi madre, el desobedecer a mi padre,
los excesos; ya no había tiempo para mí, realmente para mí y no para satisfacer
necesidades absurdas. Creo que la última vez que disfruté de mí fue cuando era niña
y en soledad de mi habitación jugaba con mis muñecas. Recuerdo a las muchas nanas
que cuidaron de mí aunque estaban más aterradas de tocarme o estar cerca de mí,
por lo que "cuidaban" a distancia. Tenía demasiadas muñecas de muchos tipos, de las
más caras que existían pero faltaba lo esencial, no tenía con quien jugar todo eso.
En la ecuación entra el señor Cardozo; hasta donde tenía
conocimiento era socio de mi padre y era también responsable del éxito de la cadena
de hoteles que poseía mayoritariamente mi padre. Como su socio, pasaba mucho
tiempo en mi casa, comía con nosotros e incluso se quedaba a dormir con nosotros.
Con el tiempo se convirtió en uno más de la familia y yo le quería mucho. Jugaba más
con él que con mi propia madre. Recuerdo una vez que dejó pintarse las uñas; sonreí
ante el recuerdo. Fue una buena persona conmigo y la poca cordura que tengo se la
debo a él. Él hizo la soledad un poco más iluminada para mí. Con tristeza me di
cuenta que tuve todo lo que una niña quiso tener en cuanto a lo material pero no
tuve mucha atención por parte de mis padres.
A estas alturas, sumida en mis pensamientos, ya había escuchado
la pieza unas seis o siete veces y cuando estaba por comenzar de nuevo, el aparato
se apagó. La temperatura descendía. Lo cual indicaba que era tiempo de irme.
Intenté ponerme de pie pero mis piernas estaban ligeramente entumidas. Me quité
los audífonos y los puse en mi bolsillo; intenté levantarme sin éxito. –Mierda.-
-Lenguaje.- Pegué un grito que incluso algunas aves volaron de
donde estaba para alejarse.
-¿Cuál es tu puto problema?- Me di la vuelta para encontrarme a la
odiosa rubia tras de mí con la nariz y los ojos llorosos. Como por arte de magia me
paré sin ninguna complicación.
-Cuida tu boca.- Dijo en un tono más severo.
-Cuidaría mi boca si no me asustaran o me sacaran de quicio como
tú lo haces.-
-¿Qué haces aquí?-
-¿No tienes otra pregunta?- La quedé viendo molesta. -¿Está
prohibido estar aquí?-

-No tan tarde... no conoces y podrías perderte.-


-No soy estúpida.-
-No dije eso.- Sacó un pedazo de papel de la bolsa de su pantalón y
se limpió la nariz. –No conoces muy bien y es muy fácil perderse.- Sonreí.
-¿Cuántas veces te perdiste?- Le pregunté con una enorme sonrisa
burlona.
-Un par de veces.- Sonrió tímida.
-Por eso seguí la línea del arroyo. No hay como perderse así, creo.-
-Bien. A pesar de ser muy tranquilo aquí, deberías estar en casa
temprano. A veces te topas con forasteros o gente del otro pueblo.-
-Gracias lo tendré en cuenta.- La quedé viendo un momento.
-Estoy bien.- Dijo rápidamente.
-Díselo a tu cara.- Comenzó a reír. -¿Estabas llorando?- Se encogió
de hombros. -¿Puedo ayudar?-
-Escucha mis disculpas por lo que pasó en el arroyo.- Asentí y le di
la pauta para que siguiera. –No fue por repulsión a ti.-
-¿Gracias?- Le respondí sarcástica.
-Sólo quiero que sepas que no fue por ti.- Se veía bastante afligida,
hice un intento por acércame a ella y de inmediato dio un paso hacia atrás. Comenzó
a llorar y salió corriendo.
-¡Ana!- Podría correr detrás de ella y perderme o podía esperarla a
mañana.- ¡Mierda!- Ni siquiera sentí el viaje de regreso a casa, por alguna razón
estaba furiosa. Molesta conmigo por haber ido al estúpido bosque, por encontrarme
con ella, por disculparse, por todo. Esto es tan irritante. Ella es irritante. ¿Qué pasa
con Ana?, ¿cuál es su problema? Dijo que no había sido yo pero en cuanto intenté
acercarme ella se aleja. Una parte de mí repele a la rubia pero otra parte de mí
comienza a intrigarse por su errático comportamiento.
Decidí tomar una larga ducha, la necesitaba. Necesitaba enfocar mi
mente en algo más y quizá eso podía ayudarme. Puse la lap muy cerca del baño y
puse música al más alto volumen. Necesitaba acallar lo que pensaba de alguna
manera u otra. De nuevo, Till Lindemman y compañía fueron los indicados y vaya que
sirvió. Me solté y pronto me encontraba bailando y cantando cual loca en la ducha,
me olvidé de todo y simplemente disfruté. Después de no sé cuánto tiempo, salí de la
ducha sólo con una toalla enrollada en el cuerpo; justo en ese momento tocaron a la
puerta.
-¿Quién?-
-Norma.- Abrí a puerta.
-Pasa, por favor.-
-Ve a cambiarte. Te espero.- Su tono era muy solemne; asentí y
rápidamente me metí a mi habitación para cambiarme. Me puse unos shorts rojos,
una blusa blanca sin mangas y unas sandalias sencillas, ni siquiera me tomé la
molestia de desenredarme el cabello. Regresé a la sala en donde Norma estaba,
tensamente sentada en el sillón de una plaza.
-¿Qué pasa?-
-¿Qué le hiciste a Ana?-
-¿Yo?, ¿qué demonios te hace creer que le hice algo?- De inmediato
me puse a la defensiva.
-Recién hablé con el pastor y me dijo que Ana estaba muy mal.
Llegó llorando a casa y simplemente dijo que la pasó mal en el bosque.-
-¿Y piensas que fui yo tuve que ver con eso?-
-Sé que fuiste tú. Te vi salir en dirección a allí hace rato.-
-¿Me espías? No lo puedo creer.-
-Lara, ¿Qué pasó?- Ignoró flagrantemente mi acusación.
-¡Nada! Fui a pensar un poco y de la nada se apareció. Se disculpó
por una diferencia que tuvimos y cuando intenté acércame a ella salió corriendo.-

-No lo creo.-
-Me vas a disculpar pero me importa una mierda lo que pienses.-
Estaba muy molesta.
-No te pases.- Advirtió.
-¡Entonces no me acuses de cosas que no sabes! Para tu
información ella ya estaba llorando cuando ella llegó a mí. Pueden preguntarle a ella;
aunque quizá diga que la golpeé. Con lo exagerada que es.- Norma me veía buscando
algún dejo de mentira en mi rostro. –Soy un total desastre pero no miento. A veces
omito pero no miento.-
-Lara, ya te lo he...-
-Me gustaría irme a la cama, si no te molesta.- Asintió.
-Hasta mañana.- No hubo respuesta mía y sin más salió de la casa.
Esto ya era demasiado; no nos agradamos, perfecto pero, hacer un drama por
encontrarse conmigo en el bosque era simplemente excesivo. La poca simpatía que
comenzaba a crecer en mí hacia ella se esfumó por completo. Llegué a la conclusión
de que todo funcionaría bien en este lugar menos mi relación con la rubia.
La mañana llegó muy rápido; como se comenzaba a hacer
costumbre, las aves fueron mi despertador muchísimo antes de la hora debida. De
muy mal humor me levanté y fui directamente a la ducha en la cual permanecí más
de lo necesario. ¿Cómo lidiaría con la rubia hoy? Lo de ayer fue mucho y necesitaba
explicaciones; ahora sí las necesitaba. Me vestí con la ropa deportiva que dejé
arreglada desde ayer y me puse mis Asics Gel-Netburner anaranjados. Mis favoritos.
A pesar de tener varios meses sin jugar voleibol me di el lujo de comprar (con dinero
de mis padres) este par de tenis que eran simplemente hermosos. Desayuné
rápidamente y justo a las seis y media esperaba por Norma en la entrada de su
puerta. En cuanto la vi salí, no esperé por los buenos días y comencé a caminar
delante de ella. Sólo quería que viera que iba a la escuela, no estaba de humor para
charlas.
Mi primera clase era historia y olvidé por completo que tenía que
hacer la presentación así que me di a la tarea de improvisar; tomé unos marcadores
para pizarrón y comencé a dibujar un mapa conceptual de las cosas más relevantes
de la primera guerra mundial. Me llevó aproximadamente quince minutos terminar
todo el mapa, leía y leía para evitar omitir algo importante pero lo único que
constantemente veía a mi mente era la rubia. Tonta. Pegué mi frente al pizarrón y la
dejé descansar ahí por varios segundos.
-Apenas comienza el día y ya te veo cansada, ¿todo bien?- Pegué
un brinco al escuchar la voz del profe Guadalupe.
-No tanto.- Le contesté. Me sonrió simpáticamente y se dedicó a
contemplar la información que había en el pizarrón.
-Muy bueno, Lara, muy bueno.- Tomó un sorbo de la taza de café
que llevaba en la mano. -¿Cuánto tiempo necesitas para esto?-
-Unos veinte minutos serán suficientes.- Asintió.
La clase pasó bastante rápido, mi exposición se prolongó por más
de media hora y buscaba que mis compañeros prestaran atención haciéndoles
preguntas constantemente sobre lo que había dicho. Nadie se durmió así que lo tomé
como algo bueno. Para mi sorpresa la rubia no apareció. De seguro seguía en casa
llorando. El siguiente modulo era educación física y vaya que lo necesitaba. Nos
dirigimos al domo y casi lloro al ver la red de voleibol puesta. La profe era alta, con el
cabello rizado y corto pero lo que más se notaba era su nariz que era algo grande.
Nos acercamos hasta quedar a unos metros de ella.
-Tú debes ser Lara, ¿cierto?- Asentí. –Bueno, este parcial
trabajaremos con voleibol, espero te guste.- Asentí de nuevo. Si tan sólo supiera. Los
primeros minutos los usamos para estirar y calentar. Cuando eso ya estaba hecho la
profe hizo sonar su silbato. –Quiero al equipo uno y tres en cancha.- Gritó la profe y
mis compañeros de muy mala gana se acomodaron en sus posiciones. -¿Ya jugaste
alguna vez?-
-Sí. Era parte del equipo de mi escuela en Texas.-
-¿Cuál era tu posición?-
-Libero.-
-Estás muy alta para ser libero.- Para el promedio de estatura en
México mi metro sesenta y ocho era ser alta.
-Me encantaba trepar árboles cuando era pequeña y escapar de las
niñeras. Tengo habilidades.- Le sonreí.
-Veamos que traes. Estarás en el equipo dos, ya que Ana no vino.-
Genial, tendría que remplazar a la odiosa. –No te cohíbas.- Con una enorme sonrisa.
Esperamos a que alguno de los equipos hiciera diez puntos. Finalmente el equipo de
Liv ganó. Ahora tocaba el turno del equipo dos y el cuatro. –Ve al saque Lara.- Tomé
el balón y me acomodé para sacar; cuando comencé como izquierda tenía todo un
ritual al sacar y así lo hice, necesitaba volver a jugar. Mi concentración terminó
cuando escuché a Ofelia hablar con otra compañera.
-Me preocupa que Ana no haya venido, quizá se enfermó de
nuevo.- El simple hecho de escuchar su nombre hizo que todo lo que pasó ayer
regresara a mí y tan pronto como escuché el silbatazo levanté la pelota y con toda la
fuerza que pude estiré mi brazo para encontrarme con el balón en el aire. Sabía que
había sido un buen saque por el sonido del golpe y corroboré mis sospechas cuando
Ángel recibió el balón en el pecho, iba tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de
meter las manos. Las risas de mis compañeros no se hicieron esperar cuando cayó al
piso y se sobaba el pecho. Corrí a donde estaba él.
-Ángel, lo siento muchísimo.- Casi a la par que yo llegó la profe
Mónica.
-¿Profe?- Preguntó el afectado.
-¿Te sientes bien, Estrada?-
-Quiero estar en el equipo dos.- Todos lo que estábamos cerca
estallamos en risas de nuevo.
-Lara, ven conmigo.- Estoy en problemas. Sin decir nada la seguí y
con temor vi que nos dirigíamos a la dirección. Ella me dijo que no me cohibiera y eso
hice pero creo que fue algo excesivo. Tocó a la puerta.
-Adelante.- Escuché la voz de Norma. Pasamos e incómodamente
me quedé parada junto a la profe. -¿Qué pasa, Mónica?-
-Pasa que ya tengo a mi asistente para los entrenamientos por las
tardes.- Dijo con una enorme sonrisa. La quedé viendo incrédula.
-¿En serio?- Pregunté.
-Pregúntale al pecho de Ángel si estoy en lo correcto.- Reí.
-Podemos arreglar sus horarios, Mónica. Como bien sabes ella tiene
que trabajar para pagarse su estancia aquí.-
-Lo sé y por eso vine directamente contigo. Nunca dije que fuera a
ser gratis; puedo darle cien a la semana.-
-No...- La mujer alta levantó la mano para que dejara de hablar.
-Sí sabes hacer algo bien nunca lo hagas gratis, Lara. Y vaya que
esto se te da.- Norma se veía muy pensativa.
-De acuerdo. Hablaré con el pastor y te haré saber sus horarios, ¿te
parece?-
-Creo que al fin podremos ganar un partido.- La profe se veía
bastante entusiasmada. Regresamos al domo donde mis compañeros hacían graciosas
imitaciones de lo que había pasado minutos atrás. De nuevo me acerqué al chico de
belleza abstracta.
-Lo siento mucho, Ángel. En serio.-
-No te preocupes, el pelo en mi pecho amortiguó el golpe.- Se bajó
levantó la playera y por "pelo en pecho" se refería a cinco miserables pelos esparcido
en su pecho pero lo más notorio era la marca del balonazo. Incluso la profe Mónica
comenzó a reír. Seguimos jugando por varios minutos más, todos pidieron cambio al
equipo dos lo cual la profe rechazó. La chicharra que marcaba el receso sonó y todos
corrieron de regreso al salón.

-Nos vemos mañana, Orozco.- Gritó la mujer con cabello corto. Levanté mi pulgar
hacia ella mientras me alejaba del lugar. La plática del desayuno, de nuevo se centró
en el golpe a Ángel y sorpresivamente en la ausencia de la rubia.
-Los días sin la perdedora son tristes, no hay a quien molestar.-
Todos en la mesa aplaudieron al "graciosísimo" comentario de Liv.
-¿Por qué te cae mal?- Pregunté.
-Es estúpida, es patética, es aburrida... ¿qué más?- Preguntó a los
de la mesa.
-Es virgen.- Contestó una de las chicas menudas, no recordaba si
era Liz o Paola. Todos rieron.
-No se necesita más para odiarla.- Tomó de su jugo de naranja.
–No me digas que trabajar con su papá te ablandó el corazón.- Negué.
-Para nada. A mí tampoco me agrada.- Se acercó más a mí y me
abrazó.
-Eres perfecta para el clan.-
Recién terminaba de comer y me preparaba para irme a la iglesia a
cumplir con mi trabajo; no llevaba la mochila porque estaba segura que de nuevo no
tendría asesorías de matemáticas. Eran pasadas de las tres y media y sabía que
llegaba tarde. Corrí tan rápido como pude, con mi iPod y audífono en mano; me dije
que el baño había sido en vano porque de nuevo me encontraba sudando. Al llegar a
la iglesia el señor Cardozo estaba solemnemente para afuera.
-Vienes tarde.- No había reproche era como una observación.
-Lo sé, señor. Lo siento. Aún me estoy adaptando a hacerme mi
propia comida.-
-Me alegra saber que expandes tus habilidades.- Me entregó una
cubeta de pintura y una brocha. –Las pilastras detrás de la iglesia aún no estaba
pintadas. Pinta tanto como puedas y eres libre de irte a casa.-
-De acuerdo.- Lo sabía. No asesorías. Me puse los audífonos y me
dejé llevar por la música. Las pilastras eran las que hacían contraste con el resto de la
edificación ya que eran moradas y honestamente, se veía muy bien. Pintaba y
cantaba, de vez en cuando bailaba. Buscaba la manera de hacer un poco más
entretenido. Incluso me sentí con en "Karate Kid" y movía la brocha rítmicamente de
arriba para abajo. El sol comenzaba a ocultarse y estaba ya cansada por lo que creí
conveniente regresar mis instrumentos de trabajo adentro. El señor Cardozo leía en
una de las bancas con sus gafas de marco negro sobre su nariz. Se veía algo gracioso
con ellas puestas.
-He terminado... por hoy.- Anuncié cuando estuve más cerca de él.
-Deja las cosas aquí, dulce Lara. Yo las llevo adentro.- Asentí. -
¿Gustas quedarte a la misa?-
-No creo que se me dé estar en las misas, señor. Pero agradezco la
oferta.-
-Eres bienvenida siempre.-
-Gracias, señor. Nos vemos mañana.-
-Pasa una buena noche.- Esta vez no hubo protocolo de despedida,
simplemente salí de ahí. Al llegar a casa me metí de nuevo a la ducha ya que estaba
muy sudada, primero por haber corrido para llegar a tiempo y después por el tiempo
que pasé pintando. Era algo que odiaba y amaba de mi cuerpo. Sudaba mucho lo cual
ayudaba a perder calorías muy rápido pero, sudaba mucho por la más mínima
actividad y a veces era muy incómodo. Después de la ducha me dispuse a terminar
las tareas; ya que no había mucho por hacer no me queda de otra que hacer las
tareas. Hoy no habría paseo por el bosque o por el arroyo o por cualquier lugar que
propiciara un encuentro con la rubia. Y no creo que haya un paseo pronto.
Pasadas las nueve de la noche estaba intentando entender los
demás juegos de cartas de la computadora pero era inútil. Quizá porque jugar cartas
no era de mi total agrado pero si quería estar "entretenida" por un rato quizá lo mejor
era entenderle a esto. Estaba por comenzar una partida de "Carta Blanca" cuando
tocaron a mi puerta.

-¿Quién?-
-Norma.- ¿Se enojaría si le decía que no había nadie en casa?
–Traigo café y galletas.- Dijo cuando abrí la puerta. Le hice un gesto con la mano
para que pasara. Fui por dos tazas y las dejé en la mesa de la sala. –Lamento lo que
pasó.-
-Está bien.-
-No, no está bien. Creo que mereces el beneficio de la duda, Lara y
no me comporté correctamente contigo.-
-No fui muy amable para contestarte tampoco.-
-Tenías motivos para estar furiosa y después de lo que le hiciste a
Ángel en la clase de deportes no creo querer hacerte enojar.- Ella sonrió y yo sentí
que las mejillas me ardían.
-Fue un accidente.-
-Ya lo creo.- Sirvió café para ambas y dejó las galletas sobre la
mesa. -¿Realmente quieres ayudar a Mónica?- Preguntó después de varios minutos en
los cuales no dedicamos a comer.
-Totalmente segura. Me hacía mucho bien jugar y creo es buen
lugar para canalizar mi... energía.-
-Amén.- Ambas reímos. Se quedó pensativa un rato. -¿Qué te hizo
pegarle tan fuerte a la pelota?-
-¿Debe haber un motivo?-
-Tú misma dijiste que fue un accidente... algo te hizo sacar toda
esa fuerza. Vi el pecho de Ángel.-
-¿Te conformas si te digo que le quería pegar?-
-Creí que no mentías.-
-Quiero omitir la verdad.-
-¿Tiene que ver con una melena rubia.- Mi silencio contestó. –Lara,
¿qué pasó?-
-¿No irás corriendo con el señor Cardozo a contarle?- Me rendí.
-Claro que no. Puedes confiar en mí.-
-El domingo en el arroyo, tomé su mano y la quitó de una forma
muy horrible... ayer en el bosque intenté acercarme a ella y salió corriendo. Me
cuesta admitirlo pero me molesté mucho porque me hizo sentir mal. Como si le diera
asco.-
-Lara, no es eso.- De pronto Norma se veía... ¿triste?
-Tú sabes la verdad, ¿cierto?-
-Una parte de ella...-
-Y no me dirás nada.-
-Absolutamente nada. Sólo debes saber que es... es una buena
chica. Es muy inteligente y es muy fácil hablar con ella.-
-Creo que es odiosa, fastidiosa y una pesada.-
-Yo creí que eras una niña mimada y lo eres pero tienes ciertas
habilidades.-
-¿Lo dices por el voleibol?-
-Lo digo por todo. Tienes unos pocos días aquí y pareces estar
cooperando.-
-No tengo opción, Norma. Más que cooperando me debo adaptar.-
-Y eso no tiene nada de malo, todo lo contrario. Espero que tu
"adaptación" sea de mucha ayuda para ti.-
-Gracias. Por todo.-
-Me agradecerás mañana que vayas a misa conmigo.-
-¡¿Qué?!- Casi escupo el café, mientras la mujer de cabello castaño
reía a carcajadas.
-Sabía que pasaría algo así.-
-Tengo unas enormes ganas de insultarte.- Dije con rostro serio.
-Pero sé que no lo harás.- Me hizo un guiño y bebió de su café.
–Creo que ya es tarde y ambas necesitamos dormir.- Asentí.
-Deja las cosas, ya las levanto yo.- Sólo tomó el recipiente donde
llevó el café.
-Dulces sueños, Lara.-
-Dulces sueños a ti también.- Se acercó a mí y me dio un pequeño
abrazo. –Gracias por el beneficio de la duda.-
-Ni que lo digas. Nos vemos mañana.- Caminamos juntas a la
puerta y esperé a que entrara a su casa para entrar a la mía. Levanté y lavé los pocos
trastes que fueron usados; me desenredé el cabello y me metí a la cama. La única
conclusión que pude sacar fue que podía confiar en Norma y ella haría un esfuerzo
para confiar en mí. A partir de mañana tendría un nuevo trabajo y me serviría para
pagarme los gastos y los más importante, aparentemente hay algo que causó el
comportamiento errático de la rubia y diablos que me moría por saber que mierda le
pasó.

A/N Millones de gracias por la increíble recepción que le han dado a


esta historia. Gracias por los comentarios, la votaciones y los mensajes privados.
Espero de todo corazón que les guste este capítulo.
Quiero dedicar este capítulo a AoiYuki02 por casi hace que me
reviente el corazón con el dibujo que hizo de mis chicas (Chris, Meg y Ali) Gracias por
tus feedbacks en TR y por seguirme aquí también.
Saludos enormes desde un rincón de México. Ale :)
Capítulo 4

Con mucho desgano me levanté de la cama; sí, me gustaban las


clases; sí, estaba encontrándole cosas positivas a todo pero el despertarme desde las
cinco de la mañana por los infernales pájaros era una mentada de madre. Ponerme la
almohada sobre la cabeza me asfixiaría y estar echada en la cama no traería nada
bueno así que me levanté a hacer algo decente de desayunar. Intenté de nuevo
huevos revueltos; Norma me dijo que generalmente se acompañan de cebolla y
tomate pero, particularmente, no me gusta ninguno de los dos así que decidí hacerlos
simples. No salieron nada mal, tomando en cuenta que olvidé ponerles sal. Los
acompañé con algo de frijol y café. Un vasto desayuno para comenzar el día. Hoy
opté por llevar una sudadera ya que había mucha neblina y se sentía bastante frío.
Justo a las seis y media esperaba a Norma en la entrada de su casa.
-Buen día, Lara.-
-Hola, Norma.-
-¿Dormiste bien?-
-Sí. La parte de despertar tan temprano es la que no me está
agradando mucho.-
-Deberías salir a correr o algo para aprovechar tu tiempo.-
-Cociné.-
-¿En serio?- Preguntó asombrada mientras caminábamos hacia la
escuela. Asentí orgullosa. -¿Qué tal?-
-No quemé la casa.-
-Todo un triunfo.-
-Definitivamente.-
-Hoy hablaré con el pastor para acomodar tus horarios y que
puedas ayudar a Mónica con el equipo.-
-También debo acomodar las tutorías de matemáticas con la rubia.-
-Bueno, hablaré también con la rubia para que aproveches tu
tiempo al máximo.- Llegamos a la escuela y ambas partimos en rumbos diferentes,
ella a su oficina y yo a la clase de química. Al llegar, para mí sorpresa, ya la rubia se
encontraba ahí. Pasé muy cerca de donde estaba ella y pasé de largo al final del salón
y me senté. Saqué la tabla periódica y me puse a estudiar en lo que la profesora
llegaba. Escuché como se levantó de su lugar y muy lentamente se acercó a mí.
-Ya elegí los elementos.- Me dio una copia de la tabla periódica con
una mitad de los elementos pintadas de rojo. –Los que están en rojo son lo que tomé
yo.-
-Perfecto.- Tomé la copia sin verla a la cara y continué estudiando.
Se quedó parada por unos segundos. -¿Necesitas algo más?-
-Lo siento.- Se disculpó.
-¿Por qué?- Ahora sí la vi directo a los ojos. –Una parte de mí
quiere colgarte y usarte de piñata.-
-No lo entenderías...-
-Honestamente no sé si quiero entenderlo. Creo que deberíamos
apegarnos a lo que dijimos al principio, sólo a lo que tengamos que hacer y listo.
Ninguna lidia con la mierda de la otra.- Levanté la mano a la altura de su cara. –Ni te
atrevas a decir algo... me debes quedarte callada por la bronca que me echó Norma
al creer que yo te había hecho algo.-
-Nunca dije que tú me hubieras hecho algo.-
-No, pero ella sacó la conclusión y tuvimos un acalorado
intercambio de opiniones.-
-Te prometo que yo no dije nada en contra tuya.- Me veía a los ojos
pero su voz se escuchaba tan frágil.
-Como haya sido, eso no se repetirá.- Tomé un largo respiro. –Si
nos encontramos en cualquier lugar, ya sea el bosque, el arroyo o donde sea
simplemente nos ignoremos y así nos evitaremos muchos amargos momentos.
Disfruto mucho ir a esos lugares y no quiero dejar de ir sólo por evitarte.-

-Lamento haberte asustado.-


-No lo lamentas.- Una ligera sonrisa se formó en su rostro.
-No.-
-Bien. Al menos podemos ser honestas la una con la otra.-
-Buenos días, señoritas.- Entró saludando alegremente la profe
Jaqueline.
-A pesar de que eres un dolor de muelas me gustaría, algún día, ser
honesta contigo.- Dijo la rubia antes de regresar a su lugar. ¿Quiere ser honesta
conmigo?, ¿sobre qué?
-Lara, ¿cómo vas con la tabla periódica?- Levanté la hoja. –Muy
bien.- Ahora se dirigió a la rubia. -¿Están trabajando bien?-
-Todo bien, profe.- Respondió.
-Me alegra saber eso. Eso quiere decir que serán una buena alianza
para el futuro.- Quizá no. La primera parte de la clase fue teoría y luchaba por
mantener los ojos abiertos y captar lo que la profe decía y gracias a los cielos que lo
hice... parcialmente, pero puse atención. La segunda hora de la clase la profe nos
entregó cinco hojas con ejercicios para resolver. Era una locura. Al ver la cantidad de
hojas la mayoría de mis compañeros comenzaron a quejarse. –Llorones pueden
trabajar en equipos.- Estaba por sentarse cuando habló de nuevo. –Lara y Ana
juntas.- Liv y el clan comenzaron a reír. -¿Pueden contar el chiste?- Preguntó la profe
dirigiéndose a donde se encontraba Liv y Ángel.
-El chiste se cuenta solo.- Todos comenzaron a reír de nuevo.
-Una más, Torres y te vas.- No dijo nada, dirigió su mirada a mí y
sonrió burlona. Arrastré mi silla cerca de la rubia y se veía tan estresada como yo
viendo los ejercicios.
-¿Le entendiste?- Pregunté mientras me acomodaba frente a ella.
-No mucho, ¿tú?-
-No más que tú... me debatía entre dormir y poner atención.-
Sonrió.
-La mitad que entendiste tú con la mitad que entendí yo puede dar
un entero.-
-No empieces con matemáticas, por favor.- Comenzó a reír y todos
voltearon a nosotras. –Ok, a trabajar.- Y vaya que nos dedicamos a trabajar, a final
de cuentas la rubia tenía razón, complementamos muy bien las partes que
escuchamos de la clase; al terminar ésta teníamos tres hojas llenas de respuestas.
-Bien decía yo que hacen muy buen equipo.- Dijo la profe mientras
revisaba las hojas con una enorme sonrisa en el rostro.
-Bien hecho, equipo.- Susurró la rubia.
-Yo hice todo así que bien hecho, Lara.-
-Claro que no.- Frunció el ceño.
-Es una broma, majestad.- Se relajó de inmediato. –Ya sé que
nunca aceptarías que sé más que tú.-
-Es que no sabes más que yo.-
-¿Quieres apostar?-
-Lo que quieras.-Me desafió.
-Te vas a arrepentir, rubia.-
-Vas un semestre atrasado.-
-Por floja no por ser estúpida. Lo corroboraste en la clase de
historia.-
-Suerte.-
-Sabes tan bien como yo que no fue suerte.- Ambas sonreíamos. -
Elige dos materias que te cuesten.- Se llevó el dedo índice a la boca y su mirada
nunca se despegó de mí.
-Inglés y deportes.- Comencé a reír.
-Dos de mis fuertes.- Me quedé pensando momento.
–Trigonometría y química.-

-Mis fuertes.- Sonrió aún más.


-Perfecto. No podemos salir con menos de nueve en ambas
materias.-
-¿Nueve?- La sonrisa no desapareció.
-Nueve.- Lo pensó unos momentos.
-Mejor diez. Que sea un verdadero reto.- Sonreí y le extendí la
mano. Sus facciones cambiaron por completo y se veía muy estresada. Abrió mucho
los ojos y comenzó a respirar rápido y muy fuerte.
-¿Ana?-
-Lo siento.- Vi lágrimas en su rostro pero antes de decir algo salió
corriendo del salón. No, no de nuevo. Corrí tras ella, salió del edificio principal y se
dirigía a la parte de atrás del domo. Me llevaba unos metros de ventaja pero al menos
sabía su ubicación. Escuché sus sollozos, tomé un largo respiro y me acerqué donde
estaba ella. Sentada, con las rodillas al pecho y la cabeza entre éstas, su lindo
cabello rubio la cubría. Cuidadosamente me senté frente a ella, dejando suficiente
espacio entre ambas.
-Deja de huir.- Pegó un gran brinco cuando me escuchó.
-¿Qué haces aquí?- Sus ojos rojos me veían con tristeza.
-Deja de preguntarme eso.- Nos quedamos viendo unos instantes.
–Quiero saber que pasa.- Negó con la cabeza. –No hemos tenido el mejor comienzo
pero te he visto llorar y he decidido que no me agrada eso. Y menos que salgas como
loca del salón cuando parecía que habíamos pasado un buen tiempo sin pelear.-
Volvió a poner la cabeza entre las rodillas. –Si quieres llorar, hazlo. No me voy a
mover de aquí hasta que te sientas bien.- Y vaya que se echó a llorar. Con una
enorme tristeza que hacía mucho no sentía me quedé contemplándola por varios
minutos. ¿Qué la tenía así? Y lo más importante, por qué de pronto me importaba.
Pero como siempre tomé una decisión sin meditar y corrí tras ella. No me arrepiento
pero no me gusta la forma en que esta situación me hace sentir. Mucho tiempo
después su respiración se controló y los sollozos cesaron. -¿Mejor?- Asintió. -
¿Necesitas algo?-
-No te vayas aún, por favor.-
-No iré a ningún lado.- Me sonrió levemente. Me quité la sudadera y
se la di. –Límpiate la cara.-
-No...-
-Límpiate la cara... por favor, majestad.- Tomó la sudadera por una
de las mangas y con cuidado se limpió. –No te contengas. Límpiate bien.- Así lo hizo.
Ahora su cara estaba sin rastros de lágrimas y lo único que la delataba eran sus ojos
rojos e hinchados y el tinte rojo de su piel. Dobló pulcramente la sudadera y la dejó a
un lado de ella.
-Mañana te la traigo lavada.-
-Debería darte mi ropa para que te limpies y evitar lavar.- Comenzó
a reír. Me veía directo a los ojos.
-Tus ojos están más oscuros que hace rato.-
-Se ponen oscuros cuando algo no me agrada.-
-Si no quieres estar aquí lo entiendo.-
-No lo dije por estar aquí contigo. Lo dije por la situación que nos
trajo aquí.- Inmediatamente fijo su vista a otro lado. –No te pido que me lo cuentes,
sólo te pido que hables con alguien y que busques ayuda a lo que sea que esté
pasando.- Su vista se mantenía fija en el pasto debajo de nosotras, mientras
nerviosamente jugaba con sus dedos.
-No soporto que me toquen.- Habló después de varios minutos en
total silencio. Esperé... en realidad no esperaba que me dijera algo y me suelta algo
así. No soy muy perceptiva pero que esto la tuviera así implicaba algo malo. ¿Qué
debía decir?, ¿qué se dice en estas situaciones? –Debes pensar que soy patética.-
-No, Ana. Es sólo que no sé qué decir.-
-No se lo digas a nadie.- Dijo afligida.
-¿Crees que haría algo así?- Sus ojos se posaron sobre los míos y
segundos después negó con la cabeza. –Bien. Porque no lo haré. Sólo haré carteles
con la información y voy a pegarlas por toda la escuela.- De nuevo se puso tensa.
–Estoy bromeando, majestad.-

-Eres fastidiosa.-
-Lo sé.- Estaba por agregar algo cuando la chicharra sonó
anunciando el receso. -¿Quieres regresar allá?- Asintió. Me puse de pie rápidamente y
estuve a punto de tenderle la mano para levantarla pero de inmediato la puse detrás
de mi espalda. Afortunadamente no se dio cuenta de lo que traté hacer. Cuando
estuvo de pie frente a mí esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias.-
-De nada.- Una brillante idea vino a mí. –Levanta tu mano, como si
fueras a hacer un juramento.- Me vio confusa. –Confía en mí.-
-Pides mucho.- Sonrió.
-Fastidiosa.-
-Lo sé.- Después de unos segundos levantó la mano derecha, di un
paso para quedar un poco más cerca. Nunca rompí el contacto visual, se alteró al
verme más cerca pero ahora no se quitó. Levanté mi mano izquierda y la dejé a unos
centímetros de la de ella, a la misma altura.
-Estamos sellando el pacto de obtener por lo menos un nueve en
nuestras respectivas materias favoritas. Y la que pierda tendrá que darle algo a la
otra.-
-Eso no era parte del trato.-
-Ahora lo es, tonta.- Escuchamos las voces de Liv y el clan y ella de
inmediato dio un paso hacia atrás.
-Debo admitir, Lara que ni yo la he hecho llorar. Felicidades.- Y
quedó viendo a la rubia de una manera que me hizo sentir nauseas. No me agradaba
la rubia pero lo de Liv era excesivo.
-Aléjate de mí, Lara.- Dijo la rubia para mi sorpresa y salió
corriendo de ahí. Todos comenzaron a reír.
-Esto merece un festejo en el bosque.-
-Definitivamente.- Dije viendo como la rubia se alejaba.
El resto del día pasó extremadamente lento, evité contacto tanto
con el clan como la rubia hasta que llegó la clase de trigonometría en la cual me
obligaron a trabajar con ella. Simplemente hablamos de cosas de la clase y con algo
de molestia me di cuenta que estaba evitando el contacto visual conmigo. ¿Ahora qué
le pasó? Generalmente la rubia se quedaba al final de la clase esperando que todos
salieran, ahora entendía porque, pero esta vez fue la primera en salir corriendo de
ahí. Estaba por alcanzarla cuando Liv apareció en mi campo visual.
-¿Qué le hiciste para que llorara?-
-¿Ah?-
-¿Qué le hiciste a la monja para que llorara?-
-Nada. Es bastante sensible, no se necesita mucho.-
-Yo llevo jodiéndola desde que vino y nunca se había comportado
así. Algo debiste haber dicho o hecho.- Liv realmente estaba interesada en el tema.
-Le dije que era una tonta.-
-¿Y ya?-
-Sí.-
-¿En serio?-
-Sí, maldita sea. Sólo dije eso.- Contesté molesta.
-Alguien necesita un buen revolcón.-
-No me quieres de enemiga, Liv.- Comenzó a reír y me abrazó.
-Te quiero hacer un altar.- Su sonrisa mostraba sus níveos y
perfectos dientes. Era guapa, su cabello castaño debajo de sus hombros,
completamente liso. Poseía facciones muy finas su nariz era pequeña y derecha, boca
grande con una espléndida sonrisa y ojos azules. Atractiva pero con una necesidad de
estar fastidiando a la gente. Porque lo poco que conocía fastidiaba a todos pero
centraba su atención en la rubia.

-¿Por qué te cae tan mal?-


-Todo el puto lugar la tiene como una santa y yo creo que es una
mosca muerta necesitada de atención.-
-¿Le tienes envidia?- Volvió a reír a carcajadas.
-Envidio primero a una cucaracha antes de envidiar a la imbécil
esa.- No, no le agradaba la rubia en absoluto. Me llevó abrazada hasta la salida de la
escuela cuando estábamos por partir a lugares diferentes hablé.
-¿A qué hora celebramos?-
-Depende de tus horas de trabajo.- Dijo con una sonrisa burlona.
-Estoy libre entre las ocho y las nueve.-
-Bueno, ya sabes dónde encontrarnos.-
-Te veo más tarde.- Me hizo un guiño y se alejó del lugar.
-Eso no es algo bueno.- Pegué un brinco al escuchar la voz de
Norma detrás de mí.
-Es convivencia.-
-Que incluye alcohol y cigarros.-
-Me voy a limitar. No te diré que no saldré con ellos porque me
agradan y es muy divertido. Pero tengo el beneficio de la duda por parte de
alguien...- La quedé viendo.
-Sólo no quiero que faltes a tus compromisos.-
-Iglesia a las tres y voleibol a las cinco.-
-Tus asesorías las moví para el fin de semana.-
-Perfecto.-
-Habla con ella hoy para ponerse de acuerdo con la hora.-
-Lo haré aunque no creo necesitar más de dos.-
-¿Tan pocas?-
-Soy buena.-
-No lo dudo.- Me sonrió. Nos vemos más tarde.- Ahora tenía un
pacto y quería ganarlo a como diera lugar.
Llegué a casa y mis ganas de cocinar eran proporcionales a mis
ganas estar en este lugar así que comí una deliciosa taza de cereal; y luego otra; y
una más. Recordé que después de la iglesia iría con Mónica así que necesitaba
energías. Me puse unos shorts, mis Asics y una playera blanca; estaba lista para mis
compromisos. Inusualmente contenta caminé a la iglesia, esperaba con ansías que
dieran las cinco de la tarde para correr a la escuela y jugar. Era como comer unos
tacos después de estar a dieta por varios meses. Necesitaba volver al ruedo. Al llegar
me encontré con la rubia esperando en la puerta principal con una cubeta y una
brocha.
-Papá me dijo que terminaras lo que dejaste pendiente ayer.- Ni
siquiera se dignó en voltear a verme.
-Ana, ¿qué pasó hace rato?-
-Nada.-
-Eres tan desesperante.- Ahora sí me vio a los ojos.
-Estamos en sintonía.- Sin decir más se metió. Cada vez veía más
factible la posibilidad de colgarla de un árbol. La alegría de unos momentos atrás
descansaba en paz ahora. ¿Qué maravillosa habilidad tenía la rubia para enfadarme
tanto? No era que se necesitara mucho, pero lo de ella debía ser un récord. Un día
"con ella" era una montaña rusa de emociones. Trabajamos bien por la mañana; me
dijo algo que, obviamente, nadie sabe y después corre como loca pidiéndome que me
aleje de ella. Sí, muchas cosas pueden llegar a funcionar menos ella y yo.
Me dediqué a mi actividad, ni siquiera me tomé la molestia de
ponerme los audífonos. Estaba tan de mal humor que ni siquiera quería escuchar
música. Con horror me di cuenta que la única persona que me ponía de un humor así
era la bruja; genial, me aleje de esa loca y me encuentro con este dolor de culo.

Terminé faltando quince minutos para las cinco y me detuve porque me quedé sin
pintura. Di unos pasos hacia atrás y me di cuenta que unas partes estaban más
pintadas que otras; había hecho mal mi trabajo y esto me hizo enojarme aún más.
Había desperdiciado pintura, no avancé mucho y debía pedir una disculpa con el señor
Cardozo. Bufando entré a la iglesia para dejar las cosas en su lugar y largarme a la
escuela. La rubia se encontraba leyendo en una de las bancas.
-¿Dónde puedo dejar esto?- Hasta yo me sorprendí de lo enojada
que me escuchaba.
-Em... este... déjalas aquí.- Me veía con algo de temor.
Prácticamente dejé caer el bote y eché dentro la brocha. Sin más me di la vuelta y
corrí a la escuela, no quería llegar tarde. Cuando llegué al lugar Mónica ponía la red.
Vestía unos shorts negros y una playera igualmente negra. Debía estar asándose con
el terrible calor.
-Hola, Lara.-
-Hola.-
-¿Mal día?-
-Un poco.-
-Bueno, nada que una buena dosis de voli no arregle.- Me sonrió y
yo simplemente asentí. Ayudé a terminar de poner la red y la ayudé yendo por los
balones a una bodega dentro de la escuela. Cuando regresé había unas diez chicas
esperando en la cancha, entre ellas Ofelia y Paola. Dejé la bolsa con los balones cerca
de Mónica, quien hizo sonar su silbato. –Hola, niñas. Hoy se integra a los
entrenamientos Lara y sé que nos será de mucha ayuda porque ha tenido experiencia
jugando y es muy buena.-
-Ángel lo puede corroborar.- Dijo Paola, y dos chicas de mi salón,
Mónica y yo nos largamos a reír.
-Lara, estiramiento y calentamiento.- Me indicó. Asentí.
-En círculo, por favor.- Esto era nato para mí. Aquí estaba en mi
zona de confort, aquí nada ni nadie me molestaba, aquí era yo misma. –Comenzamos
con cuello. Contamos hasta ocho.- Mostré lo que debíamos hacer. –No las escucho,
chicas.- "La actitud y las ganas se muestran desde el calentamiento en cada
entrenamiento" era el mantra de mi coach en Texas. Y vaya que teníamos un buen
grupo, una buena base de jugadoras y un buen ambiente de entrenamiento. Éramos
una familia. Y la decepción de la coach al sacarme del equipo fue lo que más me
dolió; ella confiaba en mí y yo la defraudé. Y ahora, de nuevo, me encuentro con una
mujer que no quiere más que ayudarme. No cometeré el mismo error dos veces.
Cuando el calentamiento terminó tenía la playera algo sudada y vi
que muchas de mis compañeras se veían algo fatigadas. Esto apenas era el comienzo.
Busqué a Mónica para decirle que ya estábamos listas y la encontré poniendo uno
conos en la línea de base de la cancha. Me acerqué a ella.
-Terminamos.-
-Bien.- Dijo con una sonrisa. –Chicas para acá.- Las chicas se
acercaron con unas ganas que... me hicieron bostezar. Tenemos que trabajar en la
actitud y mucho. –Laterales, de aquí a acá.- Señaló a los conos. –Después al frente y
recepción dirigida.- Las chicas se veían entre ellas. –Lara.- Hice lo que indicó sin
ningún problema. Di pasos laterales de cono a cono y rápidamente corrí al frente para
esperar el balón que Mónica lanzó el cual regresé de nuevo a ella con la recepción. -
¿Ven? Fácil.- Dijo muy alegre. La mayoría de mis compañeras me veían como si
quisieran atravesarme con la vista.
Y la parte física del entrenamiento concluyó con malas caras hacia
mí y unas sonrisas simpáticas por parte de Ofelia. Estaba acostumbrada a los malos
gestos y ellas tendrían que acostumbrarse a verme constantemente. Mónica armó dos
equipos; ¡sí! Partido. Mónica quedó en un equipo con Paola y una chica bajita de ojos
rasgados que voleaba muy bien, Belém, si no mal recuerdo; ella sería una buena
acomodadora. En mi equipo quedó Ofelia y otras chicas que no estaban tan mal pero
podrían estar mejor. Y con el entrenamiento lo lograríamos.

La "cascarita" comenzó con el equipo de Mónica sacando, fácilmente recibí la bola y la


pasé a Bety, una chica zurda que también era muy buena con el voleo. Ella sin
esfuerzo hizo llegar la bola al otro extremo donde Ofelia intentó rematar; lo logró
pero la pelota llegó fácilmente a donde estaba la otra acomodadora que de inmediato
subió la bola para Mónica. Ésta sin miramientos golpeó fuerte con dirección a mí;
apenas alcancé a meter las manos para defenderme, o hubiese quedado con la marca
del balón en la frente.
-Alguien está oxidada.- Dijo la mujer alta y todas comenzaron a
reír.
-Hazlo de nuevo.- Dije con una enorme sonrisa. Bueno, la práctica
estuvo lleno de risas y golpes entre Mónica y yo. Esto fue bueno para mi relación con
las del equipo, entendieron que por más buena que una sola jugadora pueda ser, las
otras cinco son igual de fundamentales. Bety se convirtió rápidamente en mi cómplice
y parecía que hubiésemos jugado juntas toda la vida. El momento cumbre llegó en el
punto final cuando Mónica y yo coincidimos frente a la red. Belém acomodó el balón a
la mujer de cabello corto y yo brinqué al bloqueo... Fallé. Aunque logré tocar el balón
no fue suficiente para detenerlo. Las del su equipo comenzaron a brincar de alegría.
–Buen juego, chicas.- Me volteé y choqué cinco con cada una de mis compañeras.
Tenía la playera pegada al cuerpo de tanto sudor y agradecí por traer un top negro o
estaría dando un buen show.
La noche comenzaba a caer y para mi sorpresa la mayoría de mis
compañeras se despidieron de mí. Ayudé a quitar la red y a guardar los balones. Al
entrar a la escuela aproveche a tomar un poco de agua ya que, tontamente, olvidé
traer algo para hidratarme. A mi regreso Mónica estaba con la red pulcramente
enrollada bajo su brazo derecho y sonreía.
-Buen partido.-
-Me aplastaste.- Comenzó a reír.
-Un poco.- Ahora yo reí. –Pero eres muy buena. Es una pena que
no hayas seguido.-
-Si hubiera seguido no estaría aquí... y una parte de mí, que quizá
esté drogada, le agrada estar aquí ahora.- La risa de Mónica era incontenible. –Que
conste que te voy a bloquear un día de estos. Sólo necesito entrar en ritmo de
nuevo.-
-El día que me bloquees te doy doscientos pesos.-
-Trato.- Dije de inmediato.
-Mi dinero está a salvo.- Sonreía mientras caminábamos fuera del
domo.
-No por mucho.- Nos despedimos con un abrazo y partimos a
nuestros hogares. Llegué a casa de inmediato me metí a la ducha. Mi humor había
estado muy inestable hoy pero ahora estaba muy contenta. Contenta con ayudar,
contenta por jugar, contenta por conocer gente nueva, contentar por jugar, contenta
por el reto con Mónica, contenta por jugar... Contenta por jugar y lo que derivo de
esto. La canción LDN vino a mi mente y de pronto recordé que me faltaba algo, mi
iPod.
-Mierda- Y ahí va de nuevo mi alegría. -¿Cómo puedo ser tan
estúpida?- Terminé de bañarme rápido y me cambié para ir al bosque. La
computadora marcaba las ocho y media de la noche y el clima era perfecto, ni frío ni
caluroso. Estaba en un pueblo pequeño y eran personas muy amables quizá debería
preguntar por mi valioso aparato mañana por la mañana. Acercándome al bosque
podía escuchar las carcajadas del clan y estoy casi segura que las risas tenían que ver
con Ángel haciendo una tontera. Y no me equivoqué, cuando llegue a ellos Ángel
colgaba de un árbol y hacía sonidos de mono. Me uní a la risa.
-Vino mi chica.- Dijo Liv acercándose a mí, abrazándome con una
mano y entregándome una cerveza con la otra, la cual acepté y bebí. –Por hacer
llorar a los perdedores.-
-¡Salud!- Dijeron los del clan. Incómodamente bebí porque recordé
que esto era por la rubia, la cual me sacaba de mis casillas pero me había confiado
algo muy importante para ella y aún no sabía por qué.

-Juguemos.- Gritó Liv y todos comenzaron a gritar emocionados.


-Nada de esconderse, por favor.-
-No. Vamos a jugar a "yo nunca".- Todos me quedaron viendo.
–Decimos algo y si lo has hecho bebes.- Este juego me emborrachó muchas veces.
-De acuerdo.- Nos acomodamos lo mejor posible de manera que
quedamos en un casi círculo en donde todos nos podíamos ver. –Comienzo yo.- Todos
asintieron. –Yo nunca he estado en la detenida.- Liv y yo bebimos.
-Recuerda que no hay muchas cosas emocionantes en este puto
lugar. Así que habla de gallinas y vacas.- Risas de nuevo. Dios, esta mujer era
horrible pero me agradaba mucho. –Voy.- Meditó un poco. –Yo nunca me he acostado
con un maestro.- Liv bebió, yo también y sorpresivamente Ángel también.- ¿En
serio?- Me preguntó.
-Bueno, era un asistente pero estaba muy bueno.-
-¿Ángel?-
-¿La señora del aseo cuenta?- Escupí la cerveza que estaba
bebiendo.
-No sé cómo puedes ser tan retrasado.- Dijo Liv molesta mientras
los demás reíamos a carcajadas.
-Voy.- Dijo Liz entusiasmada. –Nunca he besado a una chica.- Los
ojos de Liv me veían atentos y segundos después bebió, al igual que Liz y Ángel. Me
reí de éste último. Era imposible este chico.
-Me cuesta creer que nunca hayas besado a una chica.-
-No son lo mío, Liv.-
-¿Ni un beso?-
-Alguien en una borrachera dijo que me besé con una de mis
mejores amigas pero no lo recuerdo y ella tampoco.-
-Que conveniente.-
-Sí beso a alguna chica te lo haré saber.-
-Besa a la monja.- Dijo Liz. Pero su comentario no hizo eco.
-¿Y tú a quién besaste?- No quería hablar de la rubia. Agachó la
cabeza.
-A Yuri.-
-¿Quién mierda es Yuri?- Espetó Liv.
-La chica de quinto. Juega fútbol.-
-Las tortillas siempre juega fútbol. Que asco.-
-Tú también besaste a una chica, entonces tú también das asco.-
-Yo probé. Es diferente.-
-No te quita lo tortilla.- Las risas no se hicieron esperar y ella me
veía molesta.
-Algo me dice que sí lo has hecho.-
-¿Tu vibras tortilla?- Ahora ella también comenzó a reír.
-¿Se imaginan que alguien besara a la monja?- Dijo Ángel.
-Deberías aceptar la propuesta de Liz y besar a la monja, Lara.
Serían las tortillas nerd del pueblo. "La Virgen Tortilla"- Oficialmente esto era un
desmadre. –Sí la besas te doy mi herencia.- Estoy segura que las risas se escuchaban
hasta la casa de Norma.
-Por supuesto que no la besaré.- Dije de inmediato.
-A mí también me daría asco.- Agregó Liv.
Nuestra noche de festejo terminó casi a media noche. Mañana
todavía teníamos clases y debíamos dormir un rato para ser funcionales mañana. La
mayoría no pasamos de tres cervezas y esa infernal combinación que casi me mata la
vez pasada, no hizo acto de presencia. Dichosamente. Esta vez los servicios de Ángel
no fueron necesitados ya que íbamos sobrias. Ángel, Liv y Liz partieron por un
camino diferente mientras que Paola y yo caminamos juntas, ella vivía bastante cerca
de mi nuevo hogar.

-Eres buena.- Dijo la chica de lentes.


-¿En qué?-
-No te hagas la loca. El voli.- Me sonrió. –Lo de hoy con la profe
Mónica fue increíble.-
-Eh... Gracias. Me gusta mucho.-
-Se nota. ¿Jugabas antes?-
-En el colegio en Texas. Entrenábamos tres horas al día.-
-Ahora entiendo.- Guardó silencio un momento. -¿Por qué...?-
-Preferí las fiestas y dejé de asistir a entrenamientos y partidos. Me
quitaron el uniforme.-
-Lo siento.-
-Gracias. Pero ahora estoy aquí y algo debemos sacar.-
-Vamos a mejorar contigo.-
-Espero mejorar con ustedes.- Nos despedimos y continué mi
camino a casa. Sólo se escuchaban mis pasos sobre la tierra y los sonidos de algunos
animales en la distancia. La temperatura había descendido pero seguía siendo
agradable. Estando cerca de casa saqué mi llave para abrir la puerta. Agradecía estar
sobria porque la última vez me costó una infinidad encajarla en la cerradura.
-Se te cayó algo.-
-¡Mierda!- Una voz salió detrás de unos arbustos. –En serio, ¿cuál
es tu puto problema?- Simplemente extendió su mano derecha y en ella estaba mi
iPod y mis audífonos. Su cara roja me decía que de nuevo había estado llorando.
–Gracias, rubia.- Puse mi mano izquierda unos centímetros debajo de la suya para
que dejara caer el aparato. Después de unos segundos lo hizo. Llevaba el cabello
amarrado en una coleta lo cual hacía visible sus pequeñas orejas. -¿Estás bien?-
-No.-
-¿Puedo hacer algo?-
-No.-
-¿Conoces otra respuesta?-
-No.- Comenzó a caminar lejos de mí. La seguí. -¿A dónde vas?-
-A dejarte.-
-No necesito que me lleven.-
-No te preguntaba.-
-Tú regresarás sola.-
-Me sé cuidar.-
-¿Qué estás implicando?-
-Que tú eres tonta.-
-Déjame, Lara.-
-¿Así como querías que te dejara de molestar hoy en el receso?-
Caminé más rápido y me puse frente a ella. -¿Por qué hiciste eso?-
-Era lo mejor.-
-¿Para quién?- No me contestaba. -¡Háblame!- Se encogió y cubrió
su cara sus manos.
-No me grites, por favor.- Estaba llorando de nuevo. –Deberías
hacerles caso y alejarte de la monja que da asco.-
-Escuchaste.-
-No soy muy discretos.- Seguía llorando.
-Discúlpame por gritarte, Ana. Es que esto es muy... frustrante.- Mi
cabeza estaba teniendo un tsunami de pensamientos. –Camina, majestad. Es tarde y
debes ir a la cama.- Me hice a un lado para que caminara y afortunadamente lo hizo.
En total silencio llegamos a la iglesia pero me guió a otra puerta, casi en la parte de
atrás. Abrió la pequeña puerta de madera y la dejó abierta; pasé y cerré ésta. Unos
metros después salimos justo en el comedor. Ella se sentó y puso la cabeza entre sus
manos, sus codos estaba apoyados en la mesa. Me tomé la libertad de servirle un
poco de agua. –Bebe.- Tomó el vaso y dejo menos de la mitad del líquido. -¿Estás
sola?- Asintió.
-Papá fue al otro pueblo tenía unos asuntos que tratar.-
-¿Estarás bien sola?- Sonrió con tristeza.
-Sí.-
-¿Segura?- Asintió. –Ve a la cama.-
-¿Qué?-
-Que vayas a la cama. Me iré cuando estés acostada.-
-No soy una niña para que me lleves a la cama.-
-No eres una niña pero, te comportas como una. A la cama.- No
dijo nada y comenzó a avanzar. -¿Dónde están las luces de la cocina?-
-Cerca de la estufa.-
-Bien.- La dejé en la puerta de su habitación.- Deja de llorar o
mañana llegaras hinchada a clases.-
-Lo intentaré.-
-Buenas noches, majestad.-
-Buenas noches, Lara.- Salí de ahí echa con demasiadas emociones
al mismo tiempo. Pero sobre todo confundida, ¿por qué de pronto me interesaba en el
bienestar de la rubia? Una parte de mí decía que lo hice porque fue muy amable de
entregarme mi preciado iPod y lo menos que podía hacer ella acompañarla a casa.
Pero otra parte de mí sabía que nuestros encuentros eran una constante, en la
escuela, en el bosque, en la iglesia, en todos lados y el hecho de que me contara
acerca de su... problema dibujó un hilo delgado entre nosotras. Con su revelación nos
conectamos.

A/N Hola, querid@s lectores. No tengo palabras para describir lo


feliz que estoy con la recepción que ha tenido mi historia. En serio, sus comentarios y
valoraciones significan mucho.
Y a pesar que dije que no los mal acostumbraría, mañana será un
día muy pesado para mí y será casi imposible actualizar. Así que disfruten. ;)
Saludos desde un rincón de México :) Ale
Capítulo 5

Una semana había pasado desde que estaba aquí; hoy, preciado viernes de nuevo las
aves me cantaban mucho antes de la hora para despertarme. No, definitivamente no
me acostumbraría a ellas, al menos no por ahora. A final de cuentas estos
amaneceres tan temprano me ayudaban a practicar mis habilidades culinarias. Logré
hacer unos huevos estrellados sin salpicarme el aceite... al menos no tanto como la
primera vez. Al menos a estas alturas ya no moriría de hambre. A la hora
acostumbrada esperaba por Norma en un punto intermedio entre nuestros hogares.
-Buenos días, Lara.-
-Buen día, Norma.-
-¿Las aves?- Asentí.- Poco a poco, señorita.- Le sonreí
ampliamente. -¿Qué tal tu noche?-
-Ángel es muy gracioso, nos entretuvo un gran rato. Si te refieres
al alcohol no fue mucho apenas y me tomé un par cervezas.-
-No, para nada, Lara. No te preguntaba por lo que hiciste.
Simplemente quiero hacerte plática y saber si te divertiste.-
-Aprecio mucho eso, sí lo hice. Hasta...- La rubia vino a mi mente. -
¿Por qué Ana no soporta que la toquen?- La mujer parecía que se ahogaba con el
viento.
-¿Cómo sabes?-
-Ella me dijo.-
-Es algo que ella debe decirte.-
-¿Entonces sí sabes?- Asintió. -¿Es malo?- Después de unos
segundos volvió a asentir.
-¿Ella te dijo?-
-Sí. Ayer salió como loca de la clase de la profe Jaqueline y la
seguí.-
-¿Y sólo eso?-
-Pasaron algunas cosas... No la entiendo. Creí que habíamos
avanzado algo y de la nada de nuevo me pidió que me alejara.-
-Ana ha pasado por muchas cosas.- Volteó a verme. -Sigo creyendo
que sólo se dieron la impresión equivocada. Yo sé que van a congeniar muy bien.-
Comencé a reír.
-Yo un desastre y ella la hija del pastor. La combinación perfecta.-
Dije sarcásticamente.
-Hay opuestos que funcionan muy bien.-
-¿Has funcionado tú con algún opuesto?-
-Mi hermana.-
-Es tu familia. Prácticamente estás obligada a que te agrade.-
-Sabes tan bien como yo que no es cierto.- La bruja vino a mi
mente.
-Aparte de tu risueña hermana.- Norma rió.
-Sí pero es muy temprano para hablar de eso.- No sé si se refería a
la hora del día o nuestra relación que apenas se formaba.
-Lo siento.-
-Está bien. Es sólo que esta charla debe estar acompañada de café
y galletas y muchos pañuelos.-
-De acuerdo.-
-Entonces, Ana abrió su corazón contigo.-
-No creo que haya sido así, fue más como "te lo digo para que
dejes de joder".- Norma reía. Un poco de esa alegría no le caería nada mal a su
hermana.
-Te equivocas por completo, si ella te dice algo es porque confía en
ti. Es una persona muy reservada; como ya te habrás dado cuenta. Sólo abre tu
mente, Lara.-
-No esperes mucho, Norma. No esperes mucho.- Llegamos a clase
y para mi fortuna me tocaba una hora de matemáticas por lo que, si la rubia aparecía
tendría que trabajar con ella. Como se comenzaba a hacer costumbre me despedí
formalmente de Norma y me dirigí al salón que me correspondía. Estaba
completamente vacío. Me senté, me puse los audífonos y me dediqué a escuchar
música en lo que la clase comenzaba, aún faltaba más de media hora. Cerré los ojos
y me dejé llevar por la música. Estaba a punto de quedarme dormida cuando alguien
me quitó uno de los audífonos.

-Pero que...-
-Lenguaje.- Una sonriente rubia me veía divertida.
-Veo que vuelves a ser un dolor de culo.- Le dije también con una
sonrisa. –Lo que escuchaste ayer, yo...-
-No quiero saber de eso. Escuché lo suficiente.-
-Quiero que sepas que yo no tengo nada en contra tuya... bueno,
no me agradas mucho pero eso no implica que me des asco o algo así. Para nada.-
-Lo sé, Lara.- Nos quedamos viendo unos instantes, nadie decía
nada. –Gracias por lo que hiciste ayer.-
-Gracias por rescatar mi iPod.-
-¿Puedo decirte algo?- Asentí.
-Intenté escuchar lo que tenías pero la contraseña no lo permitió.-
Sonreí. Me quité los audífonos y se los di. –No, tú estás escuchando.-
-Estaba hasta que una odiosa rubia me interrumpió.- Me sonrió
cómplice. –No creo que sea tu estilo pero tómalo, por favor.- Muy tímidamente puso
su mano derecha debajo de la mía y dejé caer el aparato.- La contraseña mil
novecientos noventa y nueve.-
-¿En serio?-
-En serio. Mi año de nacimiento.-
-¿Cuándo cumples años?-
-Pronto.-
-¿Cuándo es pronto?-
-Muy pronto.-
-Lara, deja de ser fastidiosa y dime cuando cumples años.-
-¿Cuándo cumples tú?-
-El veinte de junio.- Me sonrió. -¿Ves? Es fácil decirlo. ¿Cuándo
cumples años?-
-Pronto.-
-¡Lara!-
-¿Para qué quieres saberlo?, ¿me vas a hornear un pastel?-
-Puede ser.-
-Que no sea de chocolate.-
-¿No te gusta el chocolate?-
-No mucho.-
-Está bien, no será de chocolate.-
-Veintisiete de abril.- Comenzó a aplaudir con entusiasmo. –De
verdad que eres muy tonta.- Segundos después la profesora García entro.
-¿Cómo está mi dúo dinámico?-
-Pudiera estar en mejor compañía.- La rubia me quedó viendo
molesta pero de inmediato sonrió.
-Tomaré eso como un "muy bien".- Faltaban algunos minutos para
que la clase comenzara; la rubia se sentó a lado de mí y se puso los audífonos y yo
saqué una de mis libretas para hacer garabatos en ella. Poco a poco la clase se fue
llenando y justo las ocho la chicharra sonó.
-Tengo algunas preguntas para ti.- Dijo la rubia pero con una
sonrisa juguetona.
-Adelante.-
-Después de clase.- Tal cual pasó las clases anteriores trabajé con
la rubia y definitivamente hacíamos buen equipo. Ayudaba tanto como podía pero las
habilidades de Ana me superaban y mucho. Por lo que debía hacer todo por prestar
atención y poder ganar la apuesta.
La clase terminó entre risas ya que Liz se cayó en su intento de ir a
tirar basura, su pie se trabó y cayó graciosamente en los pies de la profe, incluso ella
no pudo aguantar la risa. Con dolor de estómago salí de la clase y esperé en la puerta
hasta que la rubia salió.
-¿Cuáles son tus preguntas?-
-¿Por qué tienes una canción que se llama "Te Quiero Puta"?-
Comencé a reír de nuevo. Me tuve que poner en cuclillas porque el dolor de estómago
era mucho. –Sólo vi el nombre de la canción, no me atreví a escucharla.- Reí más
fuerte aún. Me tomó algunos minutos poder controlarme.

-Que bueno que no la escuchaste; de seguro me hubieras tirado agua bendita.-


-Para tu suerte el agua bendita la dejé en los otros jeans.-
-La rubia tiene sentido del humor.- Abrí mi mochila y saqué el
cargador de mi iPod. –Toma. Hay muchas canciones y por lo que veo eres bastante
curiosa. Te doy el fin de semana para que lo tengas.-
-¿Y tú?-
-Tengo la computadora y mi mente está llena de música.- Me
sonrió.
-Parece que no eres tan fastidiosa después de todo.-
-Sólo estoy siendo amable, aún creo que eres una tonta.-
-Entonces sigues siendo una fastidiosa.- Pasó cerca de mí y me
sacó la lengua.
-Tonta.-
-Fastidiosa.- Con una sonrisa en el rostro la seguí a nuestra
siguiente clase.
La hora de ética pasó bastante lenta y aburrida. Si de por sí la
materia es bastante sosa el profe Alcázar no ponía mucho de su parte para hacerla
más alegre. En absoluto. Varias veces me encontré haciendo un enorme esfuerzo
para mantener los ojos abiertos, Liv y el clan de plano se quedaron dormidos; incluso
la rubia bostezó varias veces durante la clase.
Después nos tocaba inglés. Teníamos que hacer unas hojas usando
presente continuo en su forma afirmativa, negativa y de pregunta. Esto era casi
natural para mí, ya que en Texas usaba el idioma; la bruja, dentro de todo se
preocupó por enseñarme cuando era pequeña. La profesora Janet vociferó que
trabajaríamos en equipo y antes de que pudiera voltear a ver a alguien más tenía a la
rubia pegada a mí.
-Tú me ayudas en inglés y yo te ayudo en matemáticas.-
-No es parte del trato.-
-Pero puedes ayudarme.-
-Puedo pero no quiero ayudarte.-
-Lara...- Comencé a reír bajito. –Eres una fastidiosa de lo peor.-
-Lo sé.- Trabajé con la rubia por varios minutos y era bastante
gracioso verla lidiando con algo. –Es curioso que no sepas de esto cuando eres muy
buena en matemáticas. También el inglés es de patrones. Sólo debes aprender a
verlos.-
-Para ti es fácil.-
-Por supuesto que lo es, por eso te lo digo, tonta.- Ambas
sonreímos.
-Pobre Lara, trabajando con la mosca muerta en casi todas las
materias.- Dijo Liv lo suficientemente fuerte para que la escuchara Ana pero que no lo
escuchara la profe al otro lado del salón. Los del clan comenzaron a reírse. –Me
preocupa que Lara se vuelva una monja también.-
-No te pases, Liv.- Se echó a reír.
-Contigo no es el problema, querida Lara.- Y dirigió su mirada a
Ana.
-Dile algo.- Dije muy bajito para que sólo Ana lo escuchara. Negó
con la cabeza. –Increíble.- Dije molesta. Cuando tocó la chicharra para anunciar el
receso Ana salió corriendo del salón mientras los del clan reían a carcajadas. Liv se
acercó a mí y pasó un brazo sobre mis hombros.
-Ven, respira aire impuro con nosotros.- Simplemente asentí. Doña
Coco ya tenía apartadas nuestras tortas y los jugos de naranja para los del clan. Ere
casi impresionante ver la influencia de Liv en la mayoría de las personas en la
escuela; claro, con excepción de Norma y su risueña hermana. Con algo de
preocupación vi que Ana no estaba por ningún lado, Ofelia comía con otras chicas del
equipo de voli; creí tener una idea de dónde estaba. Me paré y comencé a caminar. -
¿A dónde vas?- Preguntó Liv con voz muy hostil.

-Al puto baño, ¿puedo?- Respondí sarcásticamente, regresé tomé mi mochila y me


alejé de ahí sin esperar respuesta alguna. Una vez fuera del comedor corrí a la parte
de atrás del domo y la búsqueda fue infructífera. Estaba a punto de irme cuando una
voz me detuvo.
-Estoy aquí.- Salió detrás de un pequeño arbusto.
-Ana, ¿qué mierda haces ahí?-
-Cuida tu boca, por favor.-
-En serio, esto es una estupidez. No tienes porque esconderte de
ellos. Es más, ¿por qué no eres un dolor de culo con ellos?-
-Porque no.-
-Esa respuesta es tan elocuente, Ana.-
-Sabes palabras rimbombantes.- Sonrió.
.No, Ana. No quieras desviar el tema. Liv es horrible contigo por lo
menos puedes decirle algo.-
-¿Qué gano diciéndole algo?-
-¿Qué ganas? Que deje de joderte la vida. ¡Por Dios! No puedes
dejar que te trate así.-
-No me molesta lo que dice.-
-¿Me das permiso de darte una bofetada?-
-No.-
-Que mierda, Ana. Creería esa basura si no te hubiera llevado a
casa con los ojos hinchados de tanto llorar porque la estúpida de Liv dijo que le das
asco.- La rubia rompió en llanto. Me tomé la cabeza y comencé a rascarme
desesperadamente. –No llores, por favor.- Me arrodillé frente a ella. –Ana, por favor.-
Ella simplemente no escuchaba. Con mucho cuidado tomé las mechas rebeldes que
salían de la coleta que tenía y jugué con ellas. –Respira, Ana. Tranquila.- Con los ojos
muy abiertos me quedó viendo.
-¿Por qué?-
-¿Qué?
-¿Por qué eres amable?-
-Porque ya lloraste ayer, temo que te quedes sin agua en el
cuerpo.- Sonrió levemente y nunca dejé de jugar con su cabello. –Ana...-
-No digas nada, por favor.- Asentí. -¿Quieres acompañarme?- Sin
pensarlo dos veces asentí de nuevo. –Vamos.- Antes de que ella lo hiciera tomé su
mochila y la puse sobre mi hombro.
-Guíeme, majestad.- Caminamos en total silencio hasta el bosque;
Ana sumida en sus pensamientos y yo vigilando que no saliera corriendo de nuevo.
Llegamos al lugar donde acudimos con el clan y seguimos derecho; no era muy buena
con los tiempos pero creo que llevábamos unos veinte minutos caminando. Cuando
estaba por preguntar cuanto faltaba entre los árboles se veía a unos metros parte del
arroyo pero este parecía más una laguna. El agua era totalmente cristalina.
–Impresionante.-
-Lo sé. Desde que vine es mi lugar favorito.-
-Gracias por compartir.-
-No me gusta meterme al agua aquí, siento que la voy a
contaminar.-
-Y sí que lo harías.- Agachó la cabeza. –Hey, es una broma.-
-Lo sé.- Levantó la cabeza de nuevo con una enorme sonrisa.
-Tonta.-
-Fastidiosa.- Nos sentamos debajo de un enorme árbol y nos
quedamos ahí en silencio por unos momentos. -¿Por qué estás aquí?-
-¿Tu padre no te ha dicho?-
-Él no es un chismoso, así que no.-
-No he sido una buena hija.-
-No me esperaba eso.-
-Graciosa.-
-¿Qué hiciste?-

-Choqué los autos de mis padres, me metieron a la cárcel unas horas por conducir
ebria y por último incendié mi habitación.- Ana le largó a reír.
-¿En serio?- Asentí. -¿Cómo quemas una habitación?-
-Con fuego, tonta.-
-Eso ya lo sé, genio. Me refiero a cómo lo haces.-
-Regina, una estúpida amiga se quedó durmiendo con un cigarro en
la mano y quemó la alfombra, que en cuestión de segundos comenzó a arder. Un
poco de tequila regado por ahí hizo el resto.- La rubia sonreía. –Cuando quisimos
echarle agua al desastre mi cama ya se estaba quemando. Dos semanas después
aparecí aquí.-
-Eres un estuche de monerías, Lara.- Le sonreí. -¿Eras feliz? Digo,
suena a que eras muy popular y tenías muchas amistades.-
-No, no lo era. No lo soy, Ana.- Tomé un largo respiro. –Les
gustaba estar conmigo por lo que implicaba eso; tener dinero, fiestas, alcohol y
desmadre. Creo que el que me corrieran del equipo de voli del colegio debía ser una
llamada de atención pero no fue así.-
-Realmente te gusta eso, ¿cierto?-
-Me sentía importante ahí... pertenecía a un lugar.-
-Eres importante, Lara. Para Dios eres fundamental en esta tierra.-
-Me hubiese gustado ser importante para alguien más que Dios,
quizá mis padres...-
-Ellos te quieren, Lara.-
-No hables de lo que no sabes. Amo a mi padre pero la bruja no
sabe el significado de la palabra "mamá".-
-Lo siento.-
-No es tu culpa.-
-Aun así lo siento.- Pasamos varios minutos hablando de temas de
la escuela; el tema personal se dejó completamente de lado. Estaba segura que
cuando ella estuviera lista me diría más sobre su pequeño secreto. Con gran placer
me di cuenta que es una agradable persona que muchas veces resulta ser muy
fastidiosa. Cerca de medio día caminamos de regreso a la iglesia; más bien
regresamos por insistencia mía ya que moría de hambre.
-Vas a cocinar.-
-Estás loca si crees que te voy a alimentar, Lara.- Refunfuñaba
mientras caminábamos.
-Te veo más tarde.- Cambié de dirección.
-¿A dónde vas?-
-A casa a comer.-
-Te vas a perder.-
-No soy tan tonta.-
-Está bien. Te alimentaré pero no esperes mucho.-
-Lo que sea pero que sea comida... y pronto.-
-Eres una exagerada.-
-Mira quien habla.-
-Fastidiosa.-
-Tonta.- Llegamos a la iglesia entre bromas. La rubia se ofreció
amablemente a llevar mi mochila ya que yo había llevado la de ella hasta el bosque.
Obviamente acepté. Todo por la comodidad. –Al menos sirves de cargadora.-
-Cállate, Lara.-
-Uy, que boquita, majestad.- Y luego pasó lo impensable, la rubia
arrojó al piso mi mochila. –Ana, levanta mi mochila.-
-¿O qué?- La pateó un poco más lejos. Mi súper idea era hacerle
cosquillas pero luego recordé el pequeño detalle de que no le gusta ser tocada. Me
quedé congelada en mi lugar por unos segundos. Ella captó que lo que quería hacer
implicaba contacto físico. –Lo siento.-

-No pasa nada.-


-Sí lo pasa.- Agachó la cabeza de nuevo. Me acerqué y como hace
un rato jugué con su cabello.
-Tienes un lindo cabello.- Apenas y conseguí tocar su cabello
cuando ella se alejó bruscamente de mí.
-¡Aléjate!- Gritó pronto de la nada y salió corriendo como si hubiera
visto un fantasma.
-¡Ana!- Corrí detrás de ella pero no logré alcanzarla antes de que
cerrara la puerta a donde la traje ayer. -¡Ana! Abre la puerta, por favor.- Golpeaba la
puerta tan fuerte como podía. -¡Ana!- Después de varios segundos era más que obvio
que no me dejaría entrar. Quizá la puerta principal de la iglesia estaba abierta. Corrí
y casi grito al verla abierta pero cuando estaba a punto de entrar el señor Cardozo
apareció de la nada. –Necesito pasar.- Hice un intento por caminar pero él me
bloqueó.
-Lo siento, Lara. No puedes.-
-Sí puedo y lo voy a hacer.- De nuevo se puso frente a mí.
–Déjame pasar.- De nuevo intenté moverme y se puso en mi camino. –No me hagas
faltarte el respeto. Quiero verla.-
-Sé que estás molesta...-
-No estoy molesta, estoy preocupada, estoy frustrada, estoy...
quiero verla, por favor.-
-Entiende que eso no será posible, dulce Lara.- Resignada agaché la
cabeza y asentí.
-Quiero entenderla.-
-Y sé que en algún momento lo harás, sólo que ahora no.-
-Lo siento, señor.-
-Nunca te disculpes por querer ayudar a alguien.- Asentí de nuevo.
-Lo veré más tarde.-
-No, Lara. Yo te aviso con Norma cuando puedes venir a trabajar.
No te preocupes, contarán como días trabajados.-
-Eso es lo de menos, señor.- Me giré. –Dígale que use lo que le di.
Le va a servir mucho.- Dije sin verlo a la cara.
-Gracias, Lara.- Caminé a casa con una alegría que haría que
nevara en este miserable lugar. Daba un paso hacia adelante y daba cuarenta para
atrás con la rubia. Entendía que ella estaba lidiando con muchas situaciones pero era
demasiado frustrante para mí y aún más frustrante era el hecho de que
genuinamente me interesaba por ella y su bienestar.
-¡Mierda!- Mi puta mochila quedó tirada allá. Enojada hice mi
camino de regreso, el cual no duró mucho porque iba dando unas enormes zancadas.
Una parte de mí esperaba que milagrosamente Ana estuviera... por supuesto que no
pasó. Ahí yacía mi mochila llena de polvo gracias a la patada que la rubia le dio.
Sonreí al recordar eso, fue como ver un lado juguetón de ella y me agradó mucho.
Sacudí un poco el polvo y de nuevo caminé a casa.
Sumida en mis pensamientos el camino de regreso fue
extremadamente lento. Eran contadas las personas que me importaban en este
mundo, muy pero muy pocas; la rubia me desesperaba por completo pero también
tenía unas enormes ganas de conocerlas más. Y lo más importante, odiaba verla
llorar, odiaba la forma en como Liv y el clan la trataban, odiaba que no se
defendiera... odiaba que me importara tanto. Cuando finalmente llegué a casa moría
de hambre. Abrí la computadora y vi que eran pasadas de la una de la tarde. Mi
estado emocional no daba más que para hacerme una aburrida taza de cereal. Me fui
a la cama, puse mi computadora a lado y me dormí.
Me desperté por el incesante golpeteo en la puerta principal de la
casa, creí tener una idea de quien era. Después de todo, los maestros debían
reportarle si asistía a clases o no. Con gran calma me puse los tenis y me dispuse a
abrir la puerta.
-¿Dónde estabas?-
-Hola, Norma.-
-No estoy para juegos, Lara.-
-Estaba con Ana.-
-¿La mataste?- Preguntó sonriente. Agaché la cabeza. -¿Qué pasó?-
Su voz se tornó solemne.
-Liv, eso pasó. Dijo algo muy feo de Ana... en el receso no la vi por
ninguna parte y la fui a buscar; lloró y me pidió que la acompañara a un lugar.-
-Eso no es todo.-
-Sí lo es.-
-Entonces porque no me ves a los ojos. Lara, ¿qué pasó?-
-Creí que habíamos avanzado, hablamos sin pelear y de pronto muy
cerca de la iglesia me pidió que me alejara de ella... Salió corriendo como loca.-
-¿Le dijiste algo?-
-Estaba jugando con su cabello y le dije que lo tenía muy bonito.-
Norma hizo una mueca. -¿Le recordé algo?- Asintió. -¿Le hicieron algo muy malo?-
Volvió a asentir con tristeza. Tenía en mente una pregunta y me aterraba hacerla. Mis
ojos se quedaron fijos con los de Norma.
-No lo preguntes.-
-Entonces es cierto.- El silencio de Norma me dio la respuesta. La
taza de café que estaba en la mesa voló por toda la sala hasta toparse con la pared. -
¿Fue aquí?- Norma se veía un poco asustada. -¡Dime!-
-Es algo que no me corresponde decirte.-
-Si es alguien de aquí te juro que lo mato.-
-No fue alguien de aquí. Eres capaz de interrogar a medio mundo.
Lara, ni se te ocurra decir algo de esto. Estoy confiando en ti.-
-No sé si agradecerte o golpearte.- Norma se sentó en el sofá de
una plaza y yo hice lo mismo en el sofá más grande. -¿Por eso se vinieron para acá?-
-Siempre me llevé muy bien con el pastor; una vez estando en una
convención en... una ciudad, me lo topé y me contó lo que le había pasado a Ana. Le
sugerí venir para acá y alejarla de todo eso; hace dos años que lo hicieron.-
-¿En dónde vivían?-
-¿Irás a buscar en una enorme ciudad?-
-Lo haría.-
-Lara, ella ha buscado el significado de lo que pasó.-
-El significado es que un hijo de puta abusó de ella y si alguna vez
sé quién es lo voy a matar.-
-Lara..-
-Es la verdad, Norma. No hay mayor significado.-
-Todo tiene un propósito en la vida, Lara. Todo. Incluso las cosas
malas; especialmente las cosas malas.- Tomó un largo respiro. –Tú deberías saber de
esto, en estos días has estado más concentrada en tus estudios que en el semestre
completo en Texas.-
-Es diferente.-
-Sí, son situaciones diferentes pero hay enseñanza en ambos. El
dolor y los desapegos llegan a ser grandes maestros.-
-¿Hace cuánto?-
-¿Hace cuánto qué?-
-Perdiste a alguien que amaste mucho.-
-Ya tu padre me había advertido de tu perspicacia.-
-Hablas del dolor con mucha familiaridad.-
-Murió en un accidente de auto hace siete años.- Sonrió con
tristeza.
-¿Tu esposo?- Asintió. –Lo lamento mucho.-
-Yo también, Lara.-
-¿Por eso estás aquí?-

-Por eso y otras cosas más...-


-Se me hacía raro que una mujer tan simpática e inteligente no
estuviera casada. Incluso pensé que eras lesbiana.- Soltó una gran carcajada que me
contagió.
-Ay, Lara. Eres todo un caso.- El resto de la tarde pasó en total
calma; si no contaba el irregular palpitar de mi corazón y los millones de
pensamientos revoloteando en mi cabeza desde lo que dijo Norma.
Estaba en casa de la mujer de ojos expresivos, con unas enormes
ganas de desabotonarme el pantalón para poder seguir comiendo. Después de la
charla en mi casa me invitó a la suya para comer y por Dios que amaba sus guisos.
Prácticamente echada en el sofá mis ojos batallaban por mantenerse abiertos.
Escuché los pasos de Norma acercándose a la sala.
-Te llenaste por lo que veo.-
-Cocinas riquísimo.-
-Y créeme que no tendría problemas en alimentarte todos los días
pero no quiero que seas una inútil.- Reí.
-Gracias por esas palabras tan profundas, Norma.-
-Cuando quieras.- Dijo con una enorme sonrisa.
-¿Tenían mucho tiempo casados?- Su enorme sonrisa desapareció
de inmediato.
-Cinco años.-
-¿Lo amabas?-
-Nunca conoceré a hombre tan maravilloso con él... era mi mejor
amigo. Nos conocimos en la universidad y antes de terminarla nos casamos.-
-¿A dónde iba cuando murió?- Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Iba a una entrevista de trabajo. Estaba muy emocionado porque
estaría dando clases en una buena universidad.-
-¿Cuál era su especialidad?-
-Matemáticas.- Silenciosas lágrimas corrían por el rostro de Norma.
Me cambié de sofá y la abracé. Me abrazó fuerte y se soltó a llorar. –Lo extraño
mucho.- La forma en como lloraba me partía el corazón y después de muchísimo
tiempo lágrimas caían por mi rostro. La última vez que lloré fue cuando me quitaron
mi uniforme hace ya casi un año. Desde entonces me había negado a dejar caer una
sola lágrima. Acaricié su cabello y correspondí su fuerte abrazo.
-No estás sola, Norma. No es mucho pero yo aquí estaré.-
-Significa mucho más de lo que puedes imaginar.- Dije con la voz
entrecortada. Muchísimos minutos después ella se calmó; en ningún momento la solté
o me moví. Ella necesitaba un hombro y era lo menos que podía hacer después de
todas sus atenciones conmigo. –Gracias, Lara.-
-No me agradezcas, por favor.- Con mucho cuidado limpió mi
mejilla derecha.
-Te hice llorar, lo siento.-
-Estuvo bien, hacía mucho tiempo que no lloraba.-
-¿En serio?- Asentí.
-Bueno, entonces nos podemos poner de acuerdo para llorar juntas
de vez en cuando.-
-Suena a depresión... me agrada.- La mujer me mostró su
espléndida sonrisa. –Ojalá mi madre fuera como tú.-
-No digas eso, Lara. Estoy segura de que tienes buenos recuerdos
de ella.-
-No son suficientes para compensar los malos.-
-Lo siento.-
-Quizá ya entendí porque viene aquí.-
-¿Por qué?-
-Para saber que es tener una verdadera mamá.-
-Oh, Lara.- Sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo y me tomó
de las manos. –Yo... yo no puedo tener familia.- Dijo con un dolor que me atravesó el
pecho.

-Me tienes a mí.-


-Nos tenemos.- Sellamos nuestra nueva alianza con un nuevo
abrazo, el cual se vio interrumpido cuando alguien tocó a la puerta. Norma se puso de
pie para abrir.
-¿Dónde está la mocosa?- Era la voz de su súper alegre hermana.
-Sentada en el sillón.- Dije levantando la mano.
-¿Qué es esto?, ¿la fiesta de las lloronas?- Norma comenzó a reír y
yo hice una mueca. –Déjame adivinar, estás llorando porque te quebraste una uña.-
Dijo dirigiéndose a mí.
-No, lloro por la gente amargada del mundo, así que la mitad de
mis lágrimas te pertenecen.- Y cual milagro comenzó a reír y su risa era muy parecida
a la de Norma.
-La mocosa tiene sentido del humor.-
-Dependiendo con qué lo compares. Si hablamos de tu alegría y mi
humor, te llevo mil años luz.- Ahora fue el turno de Norma de reír a carcajadas.
-Veo que se llevan bien.- De reojo vi el reloj de Norma.
-¡Mierda! Voy a llegar tarde al entrenamiento.- Me paré de un
brinco y me dirigí a la puerta. –Gracias por todo, Norma. Hasta luego, bibliotecaria.-
-Muérdeme.- Dijo con una enorme sonrisa.
-Deja busco azúcar para que no me sepa tan amargo.- Respondí
con una sonrisa también. En cuestión de segundos me cambié de ropa y corrí a la
escuela dónde ya las chicas estaban estirando. -Lo siento.-
-Cinco vueltas en circuito, Lara.- Eso implicaba que tendría que
correr la cancha y las gradas. Mis piernas y mi trasero me dolerían como el demonio
mañana. Cuando terminé mis compañeras ya estaba trabajando con reacción de
piernas. Algo cansada me acerqué a Mónica.
-He terminado.-
-¿Por qué llegaste tarde?-
-Me quedé dormida.- No metería a Norma como excusa.
-Muy bien, floja. A trabajar con el resto de tus compañeras.- El
entrenamiento terminó casi dos horas después. La forma de trabajar de esta mujer
era brutal; de ligas mayores. Me preguntaba en qué universidad o en qué importante
equipo jugó. Cuando ya todas apenas y podíamos cargar nuestra alma dijo
"cascarita". En un santiamén los equipos estaban armados. -¿Listas?- Como en los
entrenamientos anteriores, ella quedaba en un equipo diferente al mío.
-Más que listas.- Dijo Bety sonriente. –A ver si ya le bloqueas algo.-
Agregó en tono burlón.
-Lo intentaré.- Los entrenamientos cada vez se hacían más intensos
al igual que nuestra "rivalidad" con Mónica. De diez remates de la mujer con cabello
corto pude bloquear cero. Ahora no sólo fui objeto de burlas de mis contrarias sino
que también de mis compañeras de equipo.
-Cuando Lara le bloquee a la profe Mónica lo hacemos día feriado.-
Gritó una de las chicas y todas rieron.
-Doscientos pesos y día feriado. Tengo mucho para ganar. Pronto
pasará.- Guardamos el equipo que usamos lo más rápido posible porque Mónica tenía
que ir al otro pueblo. Llegué a casa, me di una merecida ducha y me dormí.
El fin de semana pasó amargamente; me encontré con muchísimo
tiempo a solas y lo único que tenía en mi mente era a un maldito imbécil dañando a
la rubia y cada vez me enojaba más y más. Era demasiado. ¿Le habré dicho las
mismas palabras que él usó? En cuanto ese pensamiento cruzó mi mente me sentí
mal, me dieron unas ganas enormes de vomitar al saber que le recordé algo así. Corrí
al baño porque sentía que en cualquier momento devolvería el estómago; y pasó.
Estuve unos buenos segundos devolviendo la comida. Eran apenas las cinco de la
tarde de un triste domingo; yo sentada cerca de la taza y lágrimas en mi rostro.
Lágrimas por el esfuerzo pero también eran lágrimas por la situación de Ana. ¿Por
qué me tiene que importar tanto?
-Esto es una mierda.- Me levanté y el ver mi reflejo en el espejo y
lo jodida que estaba casi me hace vomitar de nuevo. Busqué refugio en mi mejor
amiga, la música. Encendí la lap y dejé que el orden aleatorio hiciera su trabajo. De
pronto una canción llamó poderosamente mi atención: Where do we go nobody
knows, I've gotta' say I'm on my way down. God give me style and give me grace,
God put a smile upon my face... -Ana.- De inmediato cerré la computadora y la metí a
mi aún empolvada mochila y corrí rumbo al bosque. La busqué en donde la encontré
cantado hacía unos días y nada. Caminé al sitio que me mostró el viernes y a lo lejos
escuché su voz. No distinguía lo que cantaba pero estaba más que feliz de saber que
estaba ahí. Me acerqué y me quedé detrás de un árbol.
-Una voz que me llama. Voy a subir la montaña y estar aún más
cerca de Dios y rezar...-
-Bonito.- Pegó un pequeño brinco.
-Lara.-
-Ana.- Hizo un intento por caminar.
-No huyas, por favor. Vengo a mostrarte una canción.- Saqué la
computadora rápidamente y la abrí. –Tiene similitudes con lo que cantabas ahora.-
Busqué y le di play. La voz de Chris Martin comenzó a hacer eco. –No te preocupes,
sé que eres una tonta para el inglés. Sólo quiero que escuches una parte y después te
hago la correspondiente traducción.- Ella no decía nada, estaba de pie frente a mí; yo
en el piso con las piernas enrolladas y la lap encima de éstas. Después de unos
segundos se sentó a lado mío. Escuchamos atentamente casi toda la canción hasta
que Ana interrumpió.
-Entiendo algunas partes.-
-Bueno, lo que quiero que entiendas es que Dios puso una sonrisa
en tu rostro, que Él te dio estilo y gracia... que aunque todo parezca malo, Él puso
una sonrisa en tu rostro. Nunca deberías borrarla.-
-¿Todo eso dice?-
-Tiene algo de mi cosecha.- Sonrió. –¿Hace cuánto que estás aquí?-
-No lo sé. Esto- sacó mi iPod de su bolsillo- hace que el tiempo se
detenga.-
-Me alegra que lo estés usando.-
-Fueron tus recomendaciones.- Nos mantuvimos en silencio unos
segundos.-
-Termina la canción.
-No.-
-¿Por qué no?-
-Me daría mucha pena contigo aquí.-
-Tenía un buen rato escuchándote detrás del árbol.- Dejé la lap a
un lado. –Si quieres me escondo de nuevo.- Asintió. -¿En serio?-
-Apúrate antes de que me arrepienta.- Corrí detrás del árbol. –No
veas.-
-Tonta.-
-Fastidiosa.- La escuché dar un gran respiro antes de comenzar a
cantar de nuevo. –Voy a pedir que las estrellas no paren de brillar, que los niños no
dejen de sonreír, que los hombres jamás se olviden de agradecer. Por eso digo; te
agradezco, señor por un día más. Te agradezco, señor que puedo ver. ¿Qué sería de
mí sin la fe que yo tengo en ti?- Cuando no cantó más me volteé y la vi de espaldas.
Me acerqué a ella hasta quedar a su lado.
-Realmente hermoso.-
-Debes pensar que soy una tonta.-
-Ya sabes que creo que eres una tonta. Si lo dices por lo que cantas
es más que hermoso. Yo le pediría que nunca dejes de sonreír.- Sorpresivamente
sentí su meñique entrelazándose con el mío. Bajé mi mirada a donde nuestros dedos
se conectaban. Cuando subí la mirada nos topamos.
-No seas linda conmigo.- Dijo algo seria.
-Es servicio social para una niña tonta.-
-Lo que digas, fastidiosa.-
-Esto no cambia nada, rubia. Me sigues desagradando.- Ambas
sonreímos.
-Seguimos en sintonía, chica de ojos verdes.- Lo único diferente es
que un instinto sobreprotector que no sabía que tenía se activó. No permitiría que
alguien la lastimara, de ninguna manera.

A/N Después de unas semanas de absoluta locura y estrés soy


capaz de terminar el capítulo. Espero les guste. Ya se van descifrando algunas cosas.
:) Gracias anticipadas por sus comentarios y votos.
Saludos desde un gris rincón de México,
Ale
Capítulo 6

Ana y yo nos mantuvimos en el lago por insistencia de la rubia


quien decía que debía ver algo maravilloso; "un regalo de Dios" fueron sus palabras
exactas. Poco tiempo necesité para saber que, a pesar de ser una fastidiosa, Ana es
una buena persona; lastimada y con mucho miedo pero podía ver un poco de su
noble corazón. El hecho de que ella confiara en mí y la terrible revelación silenciosa
de Norma fueron detonantes para querer cuidarla. Y una parte de mí se sentía muy
extraña con esta situación.
-Está por suceder.- Dijo entusiasmada.
-¿Qué cosa?-
-Ya verás.- Me veía con una enorme sonrisa. Y unos segundos
después el sol llegó a un punto donde sus rayos atravesaban los árboles y estos
proyectaban sus hermosos colores sobre la cristalina agua. Era simplemente
espectacular. Casi podía ver los rayos chocar contra el fondo del lago. Por unos
instantes el agua se convirtió en un enorme espejo que reflejaba la magnificencia de
nuestra gran radiante estrella. –Te dije que debías ver esto.-
-Es impresionante, Ana.-
-Lo sé. Dios se manifiesta de muchas formas.- Se recostó sobre mi
mochila y cerró los ojos. –Me encantaría vivir aquí por siempre.-
-¿Qué te detiene?-
-Todo y nada.- Me recosté a lado de ella.
-Explícate.-
-Tengo muchos motivos para quedarme lejos de todo, aquí. Y por
otro lado quiero salir al mundo de nuevo, quiero estudiar. Pero aún falta mucho para
eso.-
-¿Qué quieres estudiar?-
-Me gustaría ser enfermera o psicóloga... quiero ayudar a la gente.-
Le sonreí.
-Eso era bastante predecible. Aunque creí que te irías más por ser
doctora.-
-La mayoría de los doctores son muy tajantes y van directo a su
trabajo; yo tendría la oportunidad de estar más con los pacientes, escucharlos si lo
necesitan y esas cosas.-
-Eso es muy... tonto.- Comencé a reír. Tomó una pequeña vara y
me la lanzó directo a la cabeza. –Te vas a arrepentir de eso, rubia tonta.- Decía
mientras me sobaba la cabeza.
-Temo por mi vida, chica que no sabe cocinar.-
-¿Cómo sabes eso?-
-Vi las marcas de aceite en tus brazos.-
-¿Tanto te intereso que detallas cada parte de mí?- La cara de la
rubia se convirtió en un tomate y yo reía a carcajadas. –Rubia acosadora.-
-Lo vi en una de las clases, no eran muy discretas, Lara.-
-Lo que digas, rara.- Seguía riendo mientras la cara de Ana
intentaba regresar a su color natural. –Deberíamos irnos.-
-Sí, se hace tarde.- Metí las cosas en mi mochila y nos
encaminamos a la iglesia. –No necesitas llevarme; conozco el camino.-
-Pero también sé que eres una tonta y te puedes perder.-
-¿En serio...-
-Silencio, majestad.- Llegamos a la iglesia en un agradable silencio;
simplemente disfrutando de la caminata y sí, disfrutando de la compañía. –Listo,
rubia.- Asintió y me sonrió.
-Ya te pregunté esto pero, ¿por qué eres amable?-
-¿No debería?- Se encogió de hombros. –Ana, ¿tienes amigos?-
Negó. –Bien, yo tampoco.- Su sonrisa se hizo más amplia.
-Gracias, Lara.-
-No le digas a nadie que me agradas.-
-¿Y que sepan que paso tiempo contigo? Dios, no. Tengo una
reputación que cuidar.- Levanté mi meñique hacia ella y de inmediato entrelazó el
suyo con el mío. –Buenas noches, fastidiosa.-

-Buenas noches, majestad.- Después de todo quizá las cosas funcionen; tal como lo
dijo Norma.
La semana pasó demasiado lenta, aunque afortunadamente era la
última antes de las vacaciones de Semana Santa y no podía estar más feliz. Regresé
a mi trabajo a la iglesia, los entrenamientos con Mónica iban más que bien, al menos
las del equipo ya me aceptaban o lo intentaban. La escuela todavía me daba algo de
lata pero nada del otro mundo. Las salidas con el clan eran frecuentes y encontré un
forma de proteger a Ana; haciéndome su bully. Era la única forma, incluso Liv le bajó
a su intensidad al ver la forma en como la trataba; sin embargo esto me trajo como
consecuencia echarme de enemiga Ofelia quién según sus palabras "me tenía en otro
concepto", poco sabía que todo era por la rubia.
Por fin el anhelado viernes llegó; para muchos sería el tiempo
perfecto para descansar, para mí sería el tiempo de trabajar y ponerme al corriente
con la mayoría de mis materias. Salíamos de clase para ir al receso, todos se veían
inusualmente felices supongo que son las vacaciones. Supongo que Ana no comió en
casa porque fue la primera en salir y efectivamente estaba casi al frente en la fila
para las deliciosas tortas. Liv y Ángel se secreteaban algo y veían atentamente a la
rubia; esto no era bueno. Discretamente me mantuve cerca de Ángel quien cada vez
más se acercaba a su objetivo. Desafortunadamente Ofelia encontró este como el
momento perfecto para reclamarme un comentario hacia la rubia en Ética esta
mañana.
-Déjala en paz, Lara.-
-Lo que digas.- Veía a Ana pero no veía a Ángel.
-Lara, es en serio. Ella no te ha hecho nada...- Entonces vi al chico
y sus intenciones era claras, abrazar a Ana, ¿por qué demonios haría eso? Estaba a
unos metros de mí pero Ofelia me bloqueaba. -¿Me estás escuchando?-
-No. Ofelia, no te metas en lo que no sabes...- Y pasó, el chico pasó
su mano sobre los hombros de Ana y la atrajo hacia ella, claramente vi como la rubia
se tensó y dejó caer lo que traía en las manos. -¡Mierda!-
-¡Oye!- Empujé a Ofelia y corrí a donde estaba la aterrada rubia.
-¿Qué mierda te pasa?- Ángel se asustó al escuchar mi voz que
salió más enojada de lo que deseaba. –Te va a pasar las pulgas, suéltala.- Todos
comenzaron a reír. Ni siquiera me atreví a ver a la rubia... no podría. Ahora ya era
consciente de lo mal que la ponía el contacto con otra persona. Era mucho. Abracé a
Ángel y lo alejé de ella. –Vamos a desinfectarte, amigo.- Al llegar con Liv ésta me
recibió con aplausos.
-Lo dije, eres más que perfecta para el clan.- Le sonreí tanto como
pude mientras veía a la rubia huir del lugar; sabía perfectamente a donde iba.
-Dejé mi puta mochila en Ética.- Necesitaba una excusa para
librarme de ellos y ciertamente había dejado mi mochila en el salón.
-Tantas tutorías con la rubia te tienen toda estúpida igual que ella.-

-No es para tanto.- De nuevo las risas. Salí rumbo al salón de Ética,
tomé mi mochila y corrí al escondite de la rubia. –Ana.- Supongo que al escuchar
pasos contuvo la respiración pero al escuchar mi voz lo dejó salir todo. Lloraba
desconsolada y eso me partía en mil pedazos. Me arrodillé frente a ella como la
primera vez que la vi llorar y me quedé ahí sin hacer nada. –Lo lamento. Quería
impedirlo pero Ofelia se puso en mi camino.- Negó con la cabeza y siguió llorando. Me
desesperaba verla así y no poder hacer nada. Con mucho cuidado tomé su mano, al
principio se asustó pero no hizo por zafarse; lentamente la coloqué sobre mi pecho.
–Siente y trata de respirar a este ritmo.- Hice mis respiraciones más marcadas para
que ella las siguiera.
-No puedo.- No quitó su mano. La solté y jugué con su cabello.
-Eres la rubia tonta, todo lo puedes. Vamos, Ana.- Luchó y luchó
contra sus sollozos pero lo logró. -Por supuesto que puedes.- Levantó su vista hacia
mí y casi me echó a llorar al ver el terror en sus ojos. –Te prometo que no dejaré que
lo vuelva a hacer.-

-Gracias.-
-Esta es una pregunta estúpida pero, ¿estás bien?-
-Ahora lo estoy.- Le sonreí. –Gracias, Lara.-
-No tienes que agradecer. Recuerda que sigues siendo detestable.-
Soltó una carcajada.
-Cierto, lo olvidaba. Esto es servicio social.- No quitaba su mano de
mi pecho y yo no dejaba de jugar con su cabello. Nunca fui una persona afectiva pero
tenía unas enormes ganas de abrazarla y decirle que todo estaría bien aun así sabía
que era un límite que no podía cruzar y hacerlo quebraría la poca confianza que tenía
con la rubia. Eso no impidió que un impulso me ganara; me incliné y dejé un suave
beso en su dorada cabellera. Regresé a mi posición original y su mirada se había
suavizado bastante.
-Defiéndete, por favor.- Fijé mi vista en el piso.- Me duele más a mí
decirte esas cosas...- Quitó su mano y yo dejé de jugar con su cabello.
-Sé que no las dices en serio.-
-¿Segura?- Me dio un golpe en el hombro. –Tranquila, majestad.-
Ambas sonreíamos. –En serio, Ana. Debes detener esto.-
-Nada la va a detener. Desearía saber que le hice para que me trate
así.-
-Yo creo que te tiene envidia.- Dije seria.
-¿A mí? No me hagas reír, ella es preciosa, tiene a todos a sus pies
y hace lo que se le pega su gana, ¿qué puede envidiarme a mí?-
-Tu inteligencia, tu bondad, tu nobleza, lo fastidiosa que eres...
Ana, tú también eres preciosa.- Agachó la cabeza pero pude ver como sus mejillas se
teñían de rojo. –No me digas que no sabes eso.- Negó con la cabeza y yo comencé a
reír.
-No me mientas.- Dijo triste.
-No me rio porque te esté mintiendo, me rio porque... porque es
tonto que no lo veas. Realmente eres bonita.-
-Basta, Lara.- Se veía muy adorable sonrojada. ¿Adorable?- Aunque
soy fea a lado tuyo.-
-Por supuesto, todas son feas a mi lado.- Ana simplemente me
quedó viendo creyendo que lo había dicho en serio, no me quedó de otra más que
reír. –Eres demasiado ingenua o ¿me crees tan superficial?-
-Tengo derecho a guardar silencio.-
-Tonta.-
-Fastidiosa.- Justo en ese momento tocó la chicharra para entrar de
nuevo a las últimas clases en las próximas dos semanas. –Ve a clases, Lara.-
-¿Y tú?-
-Me voy a casa.-
-¿Por qué?-
-Porque no quiero que me vean así.-
-¿Y prefieres darles el gusto de irte? De ninguna manera, vamos a
clases. Muéstrales que eres mejor que ellos... Mejor dicho sigue mostrándoles que
eres mejor que ellos, Ana.- Meditó un momento y asintió.
-Esa es la actitud, tonta.-
-Será mejor que te adelantes.-
-No, entraremos juntas. Tiene lógica que yo vaya tras de ti
molestándote y tú adelante llorando como Magdalena.-
-Está bien.-
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-No digo nada de eso en serio.-
-Lo sé, Lara. Lo haces para...-
-Servicio Social.-
-Correcto. Vamos.- Llegamos a la clase de Orientación Educativa;
afortunadamente la profe Omara no había llegado, me senté casi detrás de ella.

-¿Qué haces con la pulgosa?- Preguntó Liv nada discreta.


-Le enseñaba quién manda aquí.- Cuando volteé a donde estaba Liv
pude ver muchas miradas de repudio hacia mí de varios de mis compañeros... Incluso
yo misma me repudiaba por hablar así de ella pero era lo mejor. Cada que podía me
disculpaba con ella por las cosas que decía pero ella insistía en agradecerme por
hacerlo. Entendía que era mejor que lo hiciera yo a que lo hiciera Liv o alguien del
clan.
-Espero que la imbécil entienda.- Lo de Liv era odio puro. He
conocido a gente horrible en mi vida pero ninguna me hizo sentir algo tan negativo.
Había algo escondido y lo encontraría. Segundos después la joven profesora entró a
clases y lo primero que notó fue la cara roja de Ana.
-¿Todo bien, señorita Cardozo?-
-Si yo vistiera eso también lloraría.- Liv al ataque.
-Señorita Torres, me gustaría que le llevara esto a la directora.-
Dijo mientras escribía la nota de reporte.
-Con gusto, Omara.- Ella era de las pocas que no tenía problema en
que la llamáramos por su nombre de pila, aparte de ser bastante joven era muy
relajada y tenía una buena relación con la mayoría de los alumnos. Liv salió con una
sonrisa victoriosa del salón, mientras el clan aplaudía.
-¿Algún otro comentario mordaz?- Nadie dijo nada. –Bien, haremos
un pequeño ejercicio. Vamos a ser testigos de lo que la gente ve de nosotros o mejor
dicho de lo que queremos mostrar. Por favor, no se tomen esto como algo personal;
es lo que están proyectando. Hagan un círculo.- Las facilidades de este salón era que
se conformaba de sillas y no de pupitres como el resto de la escuela por lo que
teníamos mucho espacio. Una vez conformado el círculo Omara se puso frente a mí.
–Comenzaré contigo.-
-De acuerdo.-
-Viendo a los ojos le vas a decir a esa persona "sí confío" o "no
confío" dependiendo de lo que esta persona te proyecte. Es muy importante ver a los
ojos y no hacer ningún tipo de contacto físico. Sean honestos, esto nos ayudará a
trabajar con nuestra imagen.- Gracias a Dios que Liv se fue porque no me imagino
que hubiera pasado al tener a Ana frente a ella. Omara me vio directo a los ojos. –Sí
confío.- Dijo casi de inmediato. Y fue pasando con todos mis compañeros. Le indicó a
uno de ellos hacer lo mismo pero en dirección contraria a donde iba ella. En cuanto
ella terminó puso algo de música, lo suficientemente fuerte para que el resto no
escuchara lo que decíamos.
Poco a poco fueron pasando todos mis compañeros y recibí
demasiados "no confío" y mucho tiene que ver mi comportamiento para con Ana y el
hecho de que sean parte del clan. Recibí "sí confío" de Paola, de Liz y de Ángel pero
era de esperarse. Cuando fue el turno de Ofelia optó por una nueva opción: "sí
confiaba" y la mirada de desprecio fue un extra. Se notaba a leguas que apreciaba a
Ana y eso me alegraba, el saber que más gente cuidaba de ella. Cuando la rubia pasó
se cercioró de que nadie nos viera, entrelazó nuestros meñiques y dijo con firmeza
"confío con el corazón". No negaré que mi corazón comenzó a latir rápidamente al
escucharla decir esto. Cuando fue mi turno la rubia buscaba esconder su enorme
sonrisa.
-No confío en ti- Su sonrisa desapareció. –Confío en la rubia que
me saca de quicio y que cree que no es bonita.-
-Ella también confía en ti.-
-Y yo en ella.- Al ver que estábamos tardando tanto Omara se
acercó.
-¿Todo bien?-
-Súper.- Dije y me moví. Cuando la actividad terminó todos
regresamos a nuestros asientos, algunos más serios que otros.
-Chicos, esto no define quienes son. Esto es una imagen y a veces
esa imagen la tienen para defenderse del mundo. Eso no quiere decir que sean malas
personas o que no sean de fiar pero deben comprender que la imagen que proyectan
es la que abre muchas puertas. ¿Quiénes recibieron más "no confío"?- El clan levantó
la mano, incluida yo. Algunas discretas risas se escucharon. –Aparte del mío,
¿recibieron algún otro "sí confío"?- Paola y yo levantamos la mano. –Lara, ¿quieres
compartir como te sentiste?-

-Sólo quiero decir que ese "sí confío" es lo único que me interesa. Los demás, con
todo respeto, se pueden joder.- El clan comenzó a reír y sorpresivamente también
Ana.
-A eso me refiero con lo que proyectamos, Lara. ¿Por qué tu
negativa?-
-No es una negativa, Omara. Sé que soy un dolor de culo y
honestamente sólo me importa lo que piense la gente importante para mí.-
-Interesante opinión, Lara. ¿Alguien más quiere compartir?- No
escuché el resto de la retroalimentación porque me quedé pensando en mi propia
respuesta. "Gente importante", ¿la rubia era importante para mí? Digo, quiero
protegerla pero, ¿eso significa que es importante para mí? La respuesta aparecía en
mi mente con letra Arial doscientos y en negritas: ¡SÍ! –Lara, necesito hablar
contigo.- Cuando regresé a la realidad la mayoría de mis compañeros salían de la
clase. Asentí. Esperó a que todos salieran y se sentó a mi lado. –¿Confías en mí?-
Asentí. -¿Entonces serás honesta conmigo?-
-Lo intentaré.-
-¿Qué pasa con Ana?-
-¿Qué pasa de qué?-
-Vi el episodio en la cafetería pero también vi como ella te tocó.-
-¿Sabes de su aversión?-
-Claro, todos los profesores lo sabemos. Lo interesante es cómo lo
sabes tú. Hasta donde sé sólo Ofelia sabe de esto. De nuevo, ¿qué pasa?-
-Honestamente, ni yo sé. No sé en qué momento ella se sintió en
confianza para decírmelo y no sé en qué momento me dije a mí misma que la
protegería de Liv- Tomé un largo respiro. -¿Has escuchado lo que Liv le dice?-
-Olivia puede ser muy cruel.-
-¿Por qué no le hacen algo?-
-¿Expulsarla? Estoy segura que le haríamos un favor.-
-Y Ana no se defiende.-
-No está en su naturaleza. Ella cree en que Olivia debe dejar salir
su ira.-
-¿Usándola como bolsa de golpeo? No sé si aplaudirle o darle una
bofetada.-
-Eres todo un caso, Lara.-
-¿Gracias?- Sonrió.
-La chica mala que no es tan mala.- La quedé viendo extrañada...
esperando más. -Me has contestado más de lo que pedí.-
-¿A qué te refieres?-
-Lo haces para protegerla... Eso es muy noble, Lara.- Ni siquiera
era una pregunta, lo afirmaba.
-Puede ser...-
-¿Te avergüenza?-
-No, es sólo que... Nadie puede saber de esto, por favor. Es la única
manera...- Puso su mano a la altura de mi boca.
-No te aflijas; esto queda entre nosotras.- Me sonrió. –Ve a tu
siguiente clase.- Más que feliz fui a mi clase siguiente, Educación Física. Este mes y el
próximo sería de voleibol por lo que debía aprovechar al máximo. Cuando llegué a la
clase los equipos ya estaban formados y los primeros dos ya estaban jugando.
-Lara, qué gusto verte.-
-Lo siento, profe. Me quedé un momento con Omara.-
-Estarás en el equipo dos con Ana, Ofelia, Pao, Adán y Elías. Por
favor, no mates nadie hoy.- Le sonreí.
-No se preocupe, no mataré a nadie.- Ganó el equipo de Ángel,
quién de rodillas me pidió que no lo golpeara de nuevo. Sacaba por abajo y evité
pegar fuerte. Sin embargo Ángel buscaba golpear a la rubia de cualquier manera.

-Lara, deja que la golpeé.- Gritó Liv desde la banca.


-Quiero jugar y estoy segura que esta tonta ni siquiera sabe agarrar
el balón.- El clan rio. Ganamos y ahora fue el turno del equipo de Liv para entrar de
nuevo. La chica de ojos azules no jugaba mal pero no era algo del otro mundo, como
podía intentaba mandar sus saques a Ana pero apenas y alcanzaban a pasar la red.
Mónica estaba entretenida hablando con algunos de mis compañeros momento que
Liv para decirle unas cosas a la rubia.
-Hey, monja, ¿Jesús no te enseña a ser menos inútil con un balón?-
No sabían cuánto tiempo duraría mi paciencia. –Idiota, mírame cuando te hablo.-
-Olivia, déjala en paz.- Saltó a su defensa Ofelia.
-Cállate, muerta de hambre. Esto no es contigo pero sí así lo
quieres no tengo problemas en joderte.-
-Pueden platicar en otro momento, quiero jugar.- Dije para intentar
calmar la tensa situación. Paola fue al saque, yo estaba cerca de la red del lado
izquierdo y Ana detrás de mí. –Por favor, necesito una buena bola.- Me dije más a mí
misma. El saque de Pao pasó bien y el equipo de Liv la pasó de una, de nuevo la bola
llegó al lugar de la chica menuda de lentes, quién limpiamente me la pasó. La bola iba
un poco alta por lo que aproveché y la tomé en el aire. No le pegué tan fuerte pero sí
lo suficiente para que le doliera a mi objetivo: Liv. Apenas y alcanzó a meter las
manos para cubrirse el rostro pero la bola le dio de lleno en la cabeza. Todos
comenzamos a reír. Me volteé y le hice un guiño a Ana que sonreía ampliamente.
-¿Qué te pasa, estúpida?-
-Disculpa, Liv. Es la emoción.-
-La próxima vez emociónate con alguien más, imbécil.- Decía
mientras se tallaba la cabeza.
-Creí que la tonta era la quejona, no tú.-
-No me compares con esa idiota.-
-Entonces no te portes como una mocosa. Sólo fue un puto golpe.-
-Cuida tu boca, Orozco.- Gritó Mónica.
-Lo siento, profe.-
-Tienes razón, sólo fue un golpe... Casi ni dolió.- Las ventajas de
ser la "consentida" de la abeja reina. –A la próxima pégale a la idiota.-
-Creo que se vería muy personal si la golpeo estando ella en mi
equipo.-
-Y yo soy la tonta.- Dijo Ana muy pero muy bajito; no me quedó de
otra más que reír. De nuevo al saque Paola y el balón le llegó a Liv que de inmediato
la mano a la rubia; la pobre no sabía ni como acomodar sus manos. Al no saber que
hacer le metió el puño, para mi mala fortuna el balón pegó contra sus nudillos y salió
con fuerza a mi dirección. Ni siquiera me dio tiempo de meter las manos y el balón
dio de lleno a mi rostro.
-¡Mierda!- Escuchaba a todos reír, a todos, menos a la rubia que
corrió a verme.
-¿Estás bien?-
-Di algo más, tonta.- Dije sólo para ella. Quedó viendo a su
alrededor; todos estaban atentos a nuestra curiosa interacción. –A la próxima te va
peor.- La forma en como lo dijo no lo creyó ni ella... terminé olvidando el golpe y me
largué a reír.
-No sabes en lo que te metes, rubia tonta.-
-Ni tú tampoco, fastidiosa.-
-Ok, demasiada violencia y definitivamente no quiero a Lara
enojada.- Dijo Mónica al llegar a donde estábamos. –Ana a tu esquina, por favor.-
Reí de nuevo ante su metáfora.-
-Estoy bien, profe. No se preocupe.-
-Me preocupa lo que puedas hacerle a Ana.-
-Ella está a salvo... por ahora.- La quedé viendo y un pequeña
sonrisa se formó en su rostro.

Casi lloré de alegría al escuchar la chicharra que anunciaba el final de las clases y el
inicio de vacaciones. Necesitaba tanto tiempo libre como fuese posible. Tenía que
ponerme al corriente con la mayoría de las materias; por lo que los profesores vieron
este "descanso" como el idóneo para mí. Como siempre esperé a Norma pero ahora lo
hice dentro de la escuela, la cual, creo que en cuestión de segundos, quedó
completamente vacía. Sabía que eran los días de más trabajo para Norma por lo que
me dispuse a descansar los ojos un rato.
-¿Cómo estás?-
-Con los ojos cerrados.- El olor a manzanas inundó mis fosas
nasales. -¿No deberías estar en casa?-
-Papá de nuevo fue al otro pueblo y quería ver cómo estabas.- Abrí
los ojos y la vi muy preocupada.
-Ana, esto no es nada. Me han golpeado peor, no te preocupes.-
-Lo lamento. No fue a...-
-No fue intencional, lo sé. Vi todo de frente, rubia. Quizá se hinche
un poco pero hasta ahí. Si hubiese sido a propósito me hubieras sacado un ojo.-
Sonrió.
-Quizá.- No me había dado cuenta de los lindos hoyuelos que se le
formaban cuando reía. -¿Te han golpeado peor?-
-Tú no tienes nada de fuerza, rubia. Y de verdad que lo agradezco.
Cuando entré al equipo de la prepa como "novatada" me dieron de balonazos todas
las integrantes del equipo.-
-¿Cuántas eran?-
-Quince.- Sonreí. –Con esto me enseñaron que los golpes en casa
te preparaban para los golpes de afuera.-
-Qué extraña frase.-
-Lo sé. Suena a violencia doméstica pero en la filosofía de allá.- Me
quedó viendo por un momento antes de bajar la vista. -¿Qué pasa?-
-Me preguntaba sí... Quiero saber si tú puedes...-
-¿Ana?-
-Si puedes prestarme tu iPod un rato más.- ¿A dónde creía mi
mente que iba eso? No quiero saber la respuesta.
-Claro, tenlo en tiempo que quieras.-
-La mayoría de tus canciones están en inglés y canta gente con
voces de monstruos.-
-Guturales, tonta.-
-Eso. Aun así hay algunas que me gustan.-
-Bueno, debemos aprovechar eso para que practiques tu horrible
pronunciación en inglés.-
-¿Horrible?-
-Espantosa.- Comencé a reír.
-¿Por qué eres tan fastidiosa?-
-¿Por qué eres tan tonta?- Ambas reímos.
-Debo confesarte que escuché la canción por la que te pregunté.-
La sonora carcajada que solté retumbó por toda la escuela. –No es muy agradable.-
-El título lo dice todo, tonta.- Seguía riendo. –No puedo creer que lo
hayas hecho.-
-Y nunca la volveré a escuchar.-
-Ya lo creo.-
-¿Debería pedir un deseo? Están compartiendo tiempo, chicas.- Dijo
Norma saliendo de su oficina.
-Es Servicio Social. Ya sabe es la nueva y debemos ser amables.-
-Gracias por tu amabilidad en Educación Física, rubia.-
-De nada.- Dijo sonriente. –Hasta luego, profe.- Se dirigió
sonriente a Norma. –Hasta luego, Lara.-
-Piérdete, tonta.-
-Lara.- Me reprendió Norma.
-Me dio un balonazo en la cara.- Me quejaba mientras la rubia se
alejaba de nosotros.
-Y estoy segura que con gusto recibes otro más si eso hace que
Torres esté lejos de ella.-
-¿De qué hablas?-
-Sé lo que estás haciendo, Lara. Y debo decir que es lo menos que
espero de ti; eres muy noble.-
-¿Tú también con eso?- ¿Tan obvio era? Quizá para ellos sí pero la
cara de odio de mis compañeros decía lo contrario.
-¿Yo también?-
-Omara me dijo lo mismo hace rato en clase. Se dio cuenta.-
-¿De qué se dio cuenta?-
-¿De qué hablas, Norma?- Comenzó a reír. –Muy graciosa,
directora.- Respiré profundamente. –Sólo te pido de favor que seas considerada
conmigo cuando golpee a Liv, porque sé que pasará.-
-Se supone que te debe caer mal y no deberías protegerla.-
-¿Quieres que la odie?-
-No, pero parecías tan convencida de querer odiarla que te salió el
tiro por la culata.-
-Tú tienes parte de culpa en eso.-
-¿Yo?, ¿yo que hice?-
-No lo que hiciste, lo que dijiste o mejor dicho lo que no dijiste,
Norma. Ya pasó por suficiente como para que Liv le haga la vida imposible aquí.-
-Cuales sean tus argumentos no quita que sea algo lindo, Lara. Yo
sé muy bien que eres una buena chica.-
-Sólo quiero aligerarle la carga.-
-Y yo sé que lo haces y lo harás eso no te exculpa de lo que
"pasará" con Olivia. Si la golpeas habrá consecuencias y lo sabes muy bien.-
-Bueno, espero no tener que llegar a esos extremos.-
-Yo también, pequeña Lara.- Le sonreí y salimos de la escuela.
Norma, de nuevo me invitó a comer pero me dijo que tendría que lidiar con su
hermana. Accedí. ¿Quién deja pasar un rato de diversión? Media hora después de
nuestra llegada la sonriente mujer apareció.
-Espero no esté la mocosa aquí.- Levanté la mano.
-Mala suerte, bibliotecaria.-
-Oh, qué alegría verte aquí.-
-Lo puedo notar en tus suaves facciones.- Me mostró el dedo de en
medio y recibió un golpe por parte de Norma.
-Compórtate.-
-Obedece y quizá te den de comer.- Ahora mostró sus dos dedos
medios; Norma y yo reímos.
-A partir de ahora estás por tu cuenta, Lara. Yo no me meto en este
lío.- Dijo Norma divertida.
-No te preocupes, muerde pero no tiene rabia.-
-Basta de tonteras, vine a comer.- Ingrid se sentó. –Norma, espero
tengas baberos.- La comida pasó entre sagaces comentarios entre la agria mujer y yo
y la que salió ganando fue Norma que lloró de tanta risa. A eso de las cuatro me fui a
casa para prepararme para el último entrenamiento de la semana. Me decidí por unos
shorts y una playera sin mangas. Media hora antes de la hora pactada ya me
encontraba en la cancha poniendo la red y sacando balones y conos para el
entrenamiento. Mi trabajo en la iglesia no me tomó más de una hora y quise
aprovechar el tiempo.
-Me ganaste.- Volteé a ver a una sonriente Mónica.
-Tenía algo de tiempo.-
-Ese ojo se ve muy bien.-

-Sólo algo hinchado y un pequeño moretón.- Dije señalando mi pómulo izquierdo.


-Puedes decir que estuviste en una gran pelea.-
-Será un poco difícil ya que todos vieron lo que pasó. Me pegó la
rubia que no sabe ni acomodar sus manos para la recepción.- La mujer sonrió.
-Bien, entonces nos quedamos con esa historia.- Poco a poco mis
compañeras fueron llegando y recibí exactamente cero saludos. Ana era bastante
agradable con todo el mundo y el hecho de que se metieran con ella
automáticamente hacía que nos odiaran. Lo poco que había avanzado con el equipo
lo perdí en menos de una semana: todo sea por la tonta rubia que no se defiende.
Estaba a cargo del estiramiento cuando vi una familiar melena
dorada acercarse a la cancha. Llevaba pants, una playera blanca simple y tenis; todo
apuntaba a que venía a entrenar con nosotras. O eso parecía. Tímidamente se acercó
a Mónica, quién estaba absorta acomodando conos alrededor de la cancha. No
escuchaba con claridad lo que decían pero la postura de Ana era la misma de cuando
me pidió el iPod por más tiempo. Mónica asintió y la mandó a donde estábamos.
Como por arte de magia mi equipo recordó como saludar.
-Hola, chicas.-
-Hola, Ana.- Contestó la mayoría.
-¿Qué te trae por aquí?- Preguntó Belém. -¿Vienes a dejarle el otro
ojo morado?- Todas comenzaron a reír y la rubia se sonrojó.
-No, quiero aprender a jugar.-
-Estás en el lugar correcto.- Dijo Bety amablemente. -¿No hay
palabras de aliento, Lara?-
-Cuídate.- Sentía los ojos de Ofelia atravesando mi cráneo. –Parece
un deporte fácil pero no lo es. Necesitas disciplina y mucha constancia.-
-Habla la que le quitaron el uniforme.- La voz de Ofelia llegó hasta
Mónica que casi de inmediato llegó a donde estábamos.
-¿Qué pasa aquí?-
-Nada. Ofelia tiene mucha ira reprimida y la quiere desquitar
conmigo.-
-Sabes de qué va esto, Lara.- Se veía muy molesta.
-No te metas en lo que no sabes.-
-Señoritas, basta. Lara, circuito. Ofelia, cien abdominales.- El
silencio era sepulcral, sin decir más me fui a lo que me mandaron y segundos
después lo hizo Ofelia. Bety siguió al mando del calentamiento y pude ver a Ana
viéndome de vez en cuando; tratando de ser discreta. Sabía que estaría preocupada y
que me pediría disculpas innecesarias al final del entrenamiento.
Sonreí ante su iniciativa de entrenar y mejorar. Como yo ella
también necesitaba subir sus calificaciones en la materia con Mónica ya que ahora
estaba de por medio una apuesta. Realmente me preocupaba un poco su torpeza y
que se fuera a lastimar. El "cuídate" iba más a que se cuidara de todo y no de mí;
que fue lo que Ofelia interpretó. Al terminar de hacer el circuito fui a donde Mónica.
-Ve al saque.-
-¿Qué?-
-Vamos a trabajar con recepción.- Asentí y antes de que avanzara
la mujer puso su mano en mi hombro. –No te contengas.- ¿No contenerme?,
¿escuche bien?
-Mónica...-
-La única forma en que aprendan a recibir es mediante golpes, lo
sabes bien. Bueno, pues hoy aprenderemos a golpes. Bety y tú son las mejores
sacadoras pero Bety estará acomodando las bolas que tus compañeras logren recibir.-
-No meterás a la rubia en esto, ¿cierto?-
-¿Te preocupa?-
-No quiero matarla.-

-Claro que ella no estará en eso, al menos por ahora. Ve.- Hizo sonar su silbato y dio
las instrucciones a mis compañeras. Las primeras en recibir fueron Belém y Pao.
Tomé el balón y mi saque fue directamente a Paola; ni siquiera movió las manos.
-Si pueden controlar los enclenques saques de Lara pueden con
todo, niñas.-
-¿Enclenques?- Me pregunté a mí misma.
-Débiles.- Dijo Ana que estaba pasándome los balones.
-Como tú.-
-Díselo a tu ojo.-
-Chistosa.- Una por una mis compañeras fueron pasando, después
de unas cuantas rondas Belém estaba acomodando y Bety fue al saque. A pesar de
que sus saques no iban tan fuertes la forma en como le pegaba así que el balón se
moviera un poco en el aire haciéndolo un poco difícil de controlar. Muchísimos
minutos después Mónica nos dio un tiempo para tomar agua el cual usé para
acercarme a Ana. Tomé un balón y la llevé dentro de la cancha.
-Recibir es básico, como ya te habrás dado cuenta. Sin una buena
recepción no hay jugada. Todo está en que aprendas a usar adecuadamente tus
manos y brazos y no mates a nadie.- Asintió. –Bien. Te lanzaré el balón y lo recibes
como tú creas, ¿ok?-
-Bien.- Antes de lanzar el balón ya tenía lo dedos entrelazados y
tenía cara de que le lanzaría una bomba. Sonreí.
-Primero, suelta los dedos. Pon tu mano el dorso de tu mano sobre
la palma de la otra... Así.- Puse el balón entre mis rodillas y le mostré. –De esta
manera estás preparada a volear en caso de que el balón no venga apto para un
golpe.-
-¿Así?-Ana mostró sus manos.
-Muy bien.- Tomé de nuevo el balón. -¿Lista?- Asintió. Lancé el
balón y la lanzó hacia atrás.
-Lo siento.-
-No te disculpes, tonta. Estás aprendiendo. El truco está en el
movimiento de piernas, no en el de los brazos.- Fui por el balón y se lo di. –Lánzala
hacia mí.- Me vio un poco dudosa. –No me vas a matar. Lánzala suave y hacia
arriba.- Lo hizo y dirigí la recepción a ella. -¿Ves? Todo está en las piernas, los brazos
están firmes para que la bola pegué ahí. Es fácil. Vamos de nuevo.-
Mónica me excluyó del entrenamiento para dejarme de entrenadora
personal de la rubia. Al parecer le gustó mi iniciativa de ayudarla y vio lo "confiada"
que se veía conmigo por lo que me dejó a cargo de ella. Ana mostró una vez más su
facilidad para seguir instrucciones pero esto no sólo era teórico sino practico por lo
que le tomaría un tiempo.
Me despedía de Mónica después de haber terminado y guardado
todas las cosas en la bodega y después de recibir los primeros frutos de mi trabajo,
cien gloriosos pesos. A pesar de nunca haberme faltado lo material o dinero en mis
bolsillos el ganar mi propio dinero era sensación maravillosa. Mi esfuerzo y dedicación
se veían recompensados después de un tiempo. Ahora, en menor medida, sentía lo
que papá cuando la cadena de hoteles comenzó a funcionar. Quedamos con las chicas
y Mónica que la primera semana sería de descanso y que nos veríamos hasta la
segunda semana de vacaciones; claro, las que así lo desearan. Abracé a la mujer de
cabello corto y comencé mi camino en dirección opuesta a la de ella.
-Tardan mucho.-
-¡Mierda!- Vi a la rubia salir detrás de un árbol. –En serio, Ana.
¿Cuál es tu pinche problema?-
-Lenguaje, Lara.-
-Dije pinche en lugar de puto.- Sonrió.
-Vaya cambio.-
-Creí que ya estabas en casa.-
-Quise esperarte... ya sabes te puedes perder.-
-Gracias por tu amabilidad pero la tonta eres tú.- Se quedó en
silencio un momento. -¿Ana?- No respondía. –Ana es una broma.- Se paró en seco y
se dirigió a mí.

-Deja de molestarme.-
-Ana, yo no...-
-Me refiero a la escuela.- Suspiró. –No me gusta la forma en como
te ven, Lara. Y Ofelia... ella dice cosas muy feas de ti, no me gusta.- Se veía muy
estresada por esto.
-Ana, no podría importarme menos lo que piensen o como me ven.-
-Pero yo estoy causando esto.-
-Porque yo así lo quiero, Ana. Es mi manera de...-
-Servicio Social.- Dijo triste.
-No, es mi manera de protegerte. Ya que tú eres incapaz de
hacerlo. Ellos si quieren pueden golpearme pero yo no soporto que dejes que te digan
lo que te dicen. No puedo, Ana.-
-No me molesta.-
-¿Otra vez con esa mierda? Sabes muy bien que es mentira. Si lo
que dices es verdad sabrías lo preciosa e inteligente que eres... sabrías que eres
mucho mejor que ellos.- Agachó la cabeza. -¿Qué es lo peor que pasaría si te
defiendes?-
-Muchas cosas malas.- El terror en su voz. Hubiera preferido mil
veces que me arrancaran el corazón y no escuchar esto. Hizo un intento por caminar.
-No huyas, Anita, por favor.- Poco a poco levantó la cabeza; aún
con la escasa luz veía sus ojos llorosos. –Yo no sé qué pasó contigo pero yo... yo
quiero... quiero que hagas algo, maldición. Es muy frustrante. ¿Por qué conmigo sí y
con ellos no?-
-Ellos no son especiales.-
-Ana, lo único especial que tengo es la facilidad que tengo para
hacer un desmadre todo en un rato.-
-No. Eso no te hace especial, hay más.- Hizo un intento por sonreír.
–Me llamaste "Anita"-
-Me nació hacerlo.- Me encogí de hombros. -Ni se te ocurra
llamarme "Larita" porque te doy un balonazo.- Ahora sí sonrió.
-No, no lo haré. Se escucha horrible.-
-Lo sé.- Nuestras miradas se fundieron unos instantes. –A casa,
majestad, necesita una ducha urgente.-
-¿Qué insinúas?-
-Que apestas.-
-¿Cómo pasamos del "Anita" al "apestas"?-
-Pues es la verdad, apestas.-
-Claro que no.- Llegamos a la iglesia discutiendo sobre si Ana
apestaba o no; y es que era una gozada verla hacer pucheros y caras cuando algo no
le gustaba, era una niña. De nuevo la acompañé a la puerta de atrás. –Gracias por lo
que hiciste hoy, Lara. Nunca creí decir esto pero gracias por tu paciencia.-
-Me pagan por hacerlo.-
-Eres una tonta.-
-No, tú eres la tonta. Descansa, majestad.-
-Descansa, coach.- Le sonreí y me di la media vuelta.
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Me perdonas por el balonazo?-
-Ana, ya te dije que no pasa nada.- Levantó el meñique hacia mí.
Necesitaba la absolución. –Te perdono.- Dije mientas entrelazaba mi meñique con el
de ella. –Aparte el ojo morado me sienta bien, me da más imagen de chica ruda.-
-Ya lo creo.- Ahora si caminé con dirección a casa. Al llegar tomé
una larga ducha y decidí que era un buen momento para repasar lo que había
acontecido durante el día. Las primeras aburridas clases, los comentarios de Liv y
míos a Ana, el receso, la clase de Mónica, la de Omara, la rubia y yo platicando a la
salida y Norma pidiendo un deseo... Norma... Abrí los ojos de inmediato causando
que algo de jabón entrara en ellos.
-¡Puta madre!- Me terminé de bañar tan rápido como pude y me
vestí con lo primero que encontré. Norma me había llamado "pequeña Lara". No
estaba loca, sabía que esa voz ya la había escuchado antes. Hacía unos días estando
en el bosque me quedé dormida y soñé algo; estaba en la mansión y alguien me
llamaba... reconocí la voz de Norma pero creí que asociaba lo que extrañaba con lo
que estaba viviendo actualmente. Me dije a mi misma que los cables se me habían
cruzado. Corrí a la casa de la mujer y toqué la puerta como loca. Unos segundos
después una asustada mujer abría la puerta.
-Lara, ¿todo bien?-
-¿Por qué no me dijiste que ya me conocías?-

A/N Hola, queridos lectores. Gracias enormes por sus mensajes y


comentarios; yo también les he extrañado mucho. Infortunadamente estas últimas
semanas (meses) he estado lidiando con algunos problemas físicos que han
consumido la mayoría de mi tiempo y pensamientos. Ahora, gracias a Dios me
encuentro en proceso de recuperación y de la emoción actualizo casi a media noche :)
No puedo creer que este a punto de conseguir 200 seguidores,
¡that's fücking nuts! GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS :) En TR se puede decir que es
"relativamente fácil" que te lean pero ¿darte a conocer aquí? Es simplemente increíble
la recepción que ha tenido la historia.
Y mientras llega la próxima actualización, les sugiero que pasen a
leer "Mareas del Tiempo". No es porque yo la haya escrito pero la historia está genial
xD Sólo les recomiendo que tengan kleenex a la mano y mucho hígado porque quizá
hagan un poco de coraje.
Disfruten de las sagradas vacaciones; póngase al corriente con su
serie favorita; vean muchas pelis; lean mucho; duerman mucho xD pasen tiempo con
su familia y sobre todo sean buenos con ustedes mismos :)
Besos desde un incandescente rincón de México,
Ale.
Capítulo 7

-¿Qué?- Me dijo la mujer confundida. -¿De qué hablas?-


-"Pequeña Lara". Lo recordé, Norma. No puedes mentirme.-
-De verdad que no sé de qué hablas.-
-Soñé a alguien llamándome así hace unos días y era tu voz... no
puedo equivocarme. Sé que no me equivoco.-
-Lara, no...-
-Creí que no habrían secretos entre nosotras. Yo he cumplido con
mi parte espero que tú hagas lo mismo con lo tuyo.- La quedé viendo fijamente.
Gotas de agua provenientes de mi cabello caían sobre mis pies. Sentía la camiseta
totalmente empapada de la espalda. No me moví, ni siquiera lo intenté.
-Pasa.- Con una media sonrisa pasé. –Se me fue por completo
llamarte así.- Se sentó en uno de los sofás y yo hice lo mismo frente a ella.
-¿Hace cuánto?-
-Conocí a tu madre en la preparatoria. Muchos años después me
reencontré con ella y te conocí a ti. Tenías unos nueve o diez años. Solíamos vernos
una o dos veces a la semana.- A esa edad ya tenía conciencia pero no recuerdo
haberla visto...sólo su voz.
-Hasta que se convirtió en la bruja que es ahora.-
-Hasta que sus gustos y forma de vida cambiaron...-
-No quieras justificarla; sabes muy bien que es una horrible
persona.-
-Claro que no, Lara. Ella siempre añoró una vida cómoda. A tu edad
ella tenía muchas carencias materiales y trabajaba para pagarse los estudios...-
-Sí, sí, sí triste historia pero no justifica lo que ha hecho.-
-Al igual que tú.- Oh, no. No fuiste por ese camino.
-No soy igual que ella.-
-Eres su viva imagen.-
-Físicamente pero no soy como ella... A ella le interesa lo material y
el qué dirán; eso a mí no podría importarme menos.-
-Tus acciones te trajeron aquí.-
-Creí que ya habíamos hablado del porqué de mi estancia aquí.-
Norma flagrantemente estaba poniendo la atención en mí y mi desastre. –No quieras
cambiar de tema, Norma. ¿Por qué me mentiste?-
-No te mentí... omití ese pequeño hecho.-
-No me trates como una niña idiota, por favor.-
-No lo hago, pequeña Lara.- Sonrió. -Definitivamente veo a tu
padre en ti.-
-¿Trataste a mi papá?- Pregunté curiosa. Una cosa era conocer a la
bruja pero conocer a mi padre era algo diferente.
-Eh... sí... nos vimos unas veces... platicábamos y ya... con tu
madre ahí... a veces...- La mujer pronto comenzó a tartamudear y la sonrisa que
tenía en el rostro al mencionarlo no era común.
-Estamos siendo honestas, ¿cierto?-
-Claro.-
-¿Y me contestarás con honestidad a todo lo que me preguntes?-
-Depende.-
-No, nada de eso. ¿Palabra?-
-Está bien.-
-¿Te acostaste con mi padre?- A la pobre Norma le dio un ataque
de tos de la nada y esa era la confirmación que necesitaba. –Mi papá no tiene mal
gusto.- Por primera vez vi a la mujer sonrojarse profusamente. –Si quieres te ayudo a
sacar del mapa a la bruja y puedes ser mi nueva mamá.-

-¡Lara!- Dijo escandalizada y comencé a reír.


-¿Qué? Llevo aquí unos días y te prefiero a ti que a la bruja.-
-Prohibido que vuelvas a decir algo así.-
-Pero es la verdad, mamá... Perdón, Norma.- Está situación más
allá de dolerme o ponerme mal me divertía muchísimo.
-Lara, basta.- Levanté las manos en señal de rendición.
-Ok... ¿cuántas veces?- Ahora si no soportó y me dio un golpe en el
hombro.
-Ya te di mucha información. Vete a tu casa.- Abrió la puerta para
mí.
-No te creí del tipo "hit and run", Norma. ¿Segura que no quieres
ser mi mami?- De un empujón me sacó a la calle.
-Buenas noches, Lara.-
-Buenas noches, ma...-
-Ni se te ocurra...-
-Maestra Norma. ¡Qué paranoica!- Aun riéndome llegué a la casa a
secarme el cabello tan rápido como pude y me metí a la cama.
Esto quería decir que engañó a su esposo... con mi padre. ¿Qué tan
especial podría tener? Era buen mozo, muy servicial y muy noble; viéndolo así
cualquiera caería por él. Papá era una persona que trataba muy bien a la gente, era
parte de su ser. Cuando había construcciones, él tendía a ir a ver lo que se hacía y se
aprendía los nombres de las personas que trabajan "con" él. Mi padre creía
firmemente en el trabajo en equipo y que la gente a su alrededor eran su soporte
para estar donde estaba.
La bruja, por otro lado no sabía ni el nombre de las muchachas que
me cuidaban. Para ella eran "tú", "flaca", "gorda", "la de cabello negro"; pobre gente
no sé cómo la soportaban. Claro, ella era la del dinero. ¡Qué estupidez! Yo nunca
dejaría que alguien pasará sobre mí por dinero... Claro, lo dice la niña mimada que en
su puta vida ha trabajado. Quizá Norma tiene razón y el hecho de que la bruja de
pronto haya tenido todo tipo de comodidades hizo sacar sus fuerzas oscuras.
Ahora, realmente consideraba a Norma fundamental en mi vida. Era
una mujer sumamente brillante y con un corazón que estoy segura no le cabe en el
pecho. ¿Qué habrá pasado para que dos almas "inocentes" hayan traicionado sus
votos? De Norma no sacaría mucha información y con papá lejos sería una incógnita
que tardaría pero que resolvería de cualquier forma. Soy Lara Orozco, las cosas me
salen sí o sí.
Después de mucho pensar sólo logré que el sueño se ahuyentara.
Apagué las luces y comencé a contar todo tipo de animales en mi mente pero nada
funcionó para poderme dormir. Fui a la cocina por la computadora y puse algo de
música; error. Terminé cantando canciones y moviéndome como loca en la cama.
Entre el desgaste de energía y las pocas ganas de dormir mis ojos lentamente se
fueron cerrando. Infortunadamente mi tranquilidad no duró mucho.
-Lara.- Una conocida voz masculina me llamaba. –Lara.-
-Levanta tu perezoso culo que no estaremos esperando toda la
noche.- Genial, Liv y el clan. Aunque no me desagradaba la idea de salir con ellos me
desagradaba la idea de tener que "hablar" con ellos. Generalmente era desmadre
pero nunca faltaban los comentarios despectivos de Liz o Liv hacía personas de la
escuela, especialmente de la rubia. No sé qué tanto más soportaría esta situación. -
¡Lara! No me hagas romper una ventana.-
-Dejen de joder. Quiero dormir.- Me puse la almohada sobre la
cabeza.
-¿Dormir? Dormirás mucho cuando mueras... Apúrate. Conseguí
buenos cigarros.- Ángel volvió a hablar. Bien, quizá un poco de humo me ayude.
Simplemente me puse los tenis y fui a la puerta de enfrente donde ya me esperaban.
Guardé mi llave en una de mis calcetas para no perderla y emprendimos el viaje al
bosque. –Hola, Larita.-

-No mames, se escucha horrible eso.- Dijo Liv y todos comenzamos a reír.
-Se escucha como "rarita".- Dijo Liz. –Y eso me recuerda a la
monja.- No tenía ni dos minutos y ya comenzaban con Ana... Sería una noche muy
larga.
-Simplemente llámame Lara.-
-¿Puedo decirte La?-
-No.-
-¿Lala?-
-Pareces un maldito perro faldero, no le interesas. Deja de joderla.-
Espetó Liv sin ningún tipo de miramientos.
-Tenía que intentar.- Se encogió de hombros. -¿Te gusta alguien de
la escuela?-
-Sí.- Todos voltearon a verme. –El profe Alcázar me parece sexy.-
Las carcajadas las debieron escuchar en el otro pueblo.
-Su panza lo hace sexy... me dan ganas de frotarla.- Volteamos a
ver a Pao. –Es broma. No me late andar con buda.- De nuevo comenzamos a reír.
–Ya en serio, Lara. ¿Te gusta alguien?-
-No. Nadie cumple con mis estándares.- Quizá esté loca pero
alcancé a oír a Liv decir "por ahora". Llegamos a nuestro lugar y de una mochila
Ángel sacó cervezas y una cajetilla de cigarros mentolados. -¿Dónde los consigues?-
-En el otro pueblo.- Agregó simplemente. Cada uno tomó una
cerveza.
-Por las vacaciones.- Brindó Liz.
-Por las vacaciones.- Dijimos al unísono y chocamos nuestras
pequeñas botellas.
-¿Te molesta el ojo?- Preguntó Paola.
-No mucho, sólo cuando lo toco. No es nada.-
-La monja te traía ganas.- Agregó Liz.
-Esa maldita mosca muerta tiene que pagar.- Apreté la botella tan
fuerte como pude. No, no tendría paciencia suficiente. –Tenemos que planear algo.-
-No haremos nada.- De pronto los tres me quedaron viendo como si
me hubiese salido otra cabeza. –Fue un accidente.-
-¿Después de lo que te dijo crees que es un accidente?- Tenía unas
enormes ganas de sonreír al recodar el "a la otra te va peor".
-¿En serio lo creyeron?- Ahora si reí. –La pobre no sabe ni
acomodar las manos, ¿de verdad creen que deliberadamente me haya golpeado? Eso
no volverá a pasar nunca.-
-Aun así... debe saber que con nosotros no debe meterse.-
-Gastas demasiada energía en ella.- Le hablé directamente a Liv.
–Si tanto la odias simplemente déjala en paz.-
-Realmente creo que te está afectando el tiempo con ella.- Tomó
otra cerveza y la destapó con la corteza de un árbol. –Odio a esas personas que se
creen santas y que no matan ni a una mosca. Estoy segura que es una perra
disfrazada de inocente oveja. Es del tipo que tiene cara de ángel pero le gusta que la
cojan duro.- El esfuerzo que hacía para controlarme era sobrehumano. En mi mente
me veía estampando la cabeza de Liv contra el árbol incesantemente. Ana no era así
en absoluto. Ana es una de las personas más nobles que he conocido; ella era buena
a pesar de todo lo que ha pasado. -¿No crees?- La chica de ojos azules me sacó de la
meditación.
-Quizá.- Respondí ácidamente con mi vista anclada a ella. –Sólo
busco no darle mucha importancia a alguien que, de acuerdo a tu opinión, no vale la
pena.- Sonrió.
-Tienes razón, dejemos de lado a la puta esa y disfrutemos de
nuestra noche.- A estas alturas la sangre me hervía; molesta era poco, enojada
también, estaba completamente fúrica. Y al no encontrar cómo sacar toda esa energía
me dediqué a fumar. Me gustaba hacerlo pero no a las exageradas cantidades que
estaba llegando esta noche.

-¡Juguemos!- Gritó Liz emocionada.


-No vayan a salir con su pendejada de esconderse porque no
cuenten conmigo.- El clan rió.
-No, juguemos a verdad o reto.- Todos comenzaron a aplaudir.
Especialmente Ángel que era el único chico con tres mujeres. –Comienzo yo.- Dijo la
chica de ojos saltones. –Liv.-
-Reto.-
-Toma la cerveza de un trago.-
-Retos de pueblerinos.- Tomó la cerveza y en unos segundos ésta
había desaparecido. –Ángel.-
-Reto.-
-Lame la cara de Paola.- ¡Qué maldito asco! Gracias a Dios que dijo
Paola o no me eligió a mí. Paola se veía como que no tenía más opción y puso su
mejilla a disposición. Lentamente vi la lengua del chico de belleza abstracta pasear
por la mejilla de la menuda chica.
-Sabes rico.- Liv hizo como que quería vomitar y todos
comenzamos a reír. –Lara.-
-Sigamos con los retos.-
-Besa a Liv.- Me encogí de hombros, me acerqué a ella y deposité
un beso en su mejilla. –Hey, es en la boca.-
-No especificaste.- Indiqué con una sonrisa. –Pao.-
-Reto.-
-Lame la mejilla de Liv.-
-¡¿Qué?!- Exclamó de inmediato la involucrada.
-Nadie ha puesto peros, Liv.- La vi con una sonrisa maliciosa. –No
seas miedosa.-
-No es miedo es asco.- Vi a Pao bajar la mirada y de inmediato me
arrepentí. Debí usar Liz que parece un poco más "abierta" con este tipo de
situaciones. Mi mirada seguía con Liv y después de unos segundos desistió. –Está
bien. Pero que sea rápido.- Ni tarda ni perezosa Paola hizo lo que se le indicó y la
expresión corporal de Liv no decía que le desagradaba, sino todo lo contrario.
Claramente vi como se le erizaron los vellos del brazo.
De pronto me pegó; Liv está enamorada de Ana y por eso la odia.
Con la confesión de la vez pasada y esto estaba casi segura de que Liv se inclinaba
por las chicas. Tendría algo de sentido que para reprimir sus sentimientos la tratara
así... o quizá no. Lo que no pasó desapercibido fue la punzada que sentí en el pecho
al "descubrir" esto. ¿Me dolía la forma de rechazo de Liv hacia Ana? O, ¿me dolía que
alguien estuviera interesada en ella? Pero, ¿por qué mierda me molestaría que
alguien quiera con Ana? Es guapa, es inteligente, es divertida, cuando quiere, es libre
de estar con quien quiera. De nuevo la punzada.
Es más a mí ni siquiera me gustan las chicas. Quizá me esté
tomando muy a pecho este rol de "protectora" y me está metiendo ideas locas en la
cabeza. La gente es libre de que le guste Ana y ella es libre de que le gusta quién
quiera. Pero de preferencia alguien que la quiera y la cuide. Que vea lo frágil que es
detrás de esa fachada... Ana... Ana... Ana... ¡Mierda! De pronto mi mente estaba
inundada de adjetivos y frases para ella. Esto definitivamente no es normal.
-Tierra llamando a Lara.- Liz pasó su mano frente a mi cara. Mi
vista seguía fija en Liv.
-Para la próxima me puedes lamer tú.- Dijo coqueta pensando que
quería algo más con ella... Si tan sólo supiera que pensaba en su némesis guion amor
platónico.
-Lo tendré en cuenta.- Claro, como si quisiera hacerlo.
La noche pasó en calma, no había que preocuparnos por ir a clases
mañana o en los días posteriores; sin embargo yo sí tenía que ir a trabajar. Mi cuota
fue de dos cervezas y muchos más cigarros de lo que me gustaría admitir. Necesitaba
algo que controlara las enormes ganas que tenía de golpear a Liv o Ángel cada vez
que salían con un comentario estúpido acerca de Ana. Pero también estaba con lo de
Liv y la posible teoría de por qué odia a la rubia; de nuevo, esa extraña sensación en
mi pecho y estómago. No sabía a ciencia cierta de donde venía eso pero debía
averiguarlo; pronto.

-Gracias por todo pero debo ir a dormir al menos un rato.- Anuncié pasadas las tres
de la mañana.
-Aguafiestas.- Me encogí de hombros.
-Yo me quedo.- Anunció Liz.
-Yo también.- Habló Ángel.
-Me too.- Dijo sonriente Liv. Tenía la extraña sensación de que
Olivia había tomado mi mirada como algo más.
-Me voy contigo.- Agregó Pao mientras se despedía del clan. –Nos
vemos mañana.- Simplemente asintieron y siguieron platicando. Escolté a Pao al final
del bosque y cuando al fin salimos volteó a verme con una sonrisa. –A ti no te
desagrada Ana, ¿cierto?-
-¿Por qué lo dices?-
-El entrenamiento. Fue muy amable de tu parte que usaras tu
descanso para ayudarla.-
-Me pagan para eso.-
-Aunque sea así, tomaste una iniciativa.-
-No implica que me agrade.- Seguía caminando sin verla a la cara.
-Si tú lo dices.- Dijo al aire.
-¿Hay algo que quieras decirme?- Su sonrisa se hizo más grande.
-Creo que te sientes presionada a que...-
-¿Crees que es por Liv?- Reí irónica. –Créeme que Liv me importa
una mierda o lo que pueda llegar a pensar. Con quién me llevo o no es asunto mío y
no está regido por nadie más.-
-Ellos me aceptan y por eso estoy ahí pero no implica que me
agrade lo que dicen... sobre todo de ella. Se ve que es una buena chica.- ¡Lo es!, ¡es
una persona maravillosa!
-Aléjate de ellos...-
-Lo dice la chica popular que tiene a todos a sus pies.- Suspiró. –Si
no fuera por Ángel que en algún momento le llegué a gustar seguiría comiendo en el
baño.-
-Lo siento.-
-Y sé cuando una persona es malintencionada... como Liv. En
cambio tú no eres así o al menos así lo percibo. Pero después vienes y la molestas
tanto como Liv. Creí que eras diferente.- Otra con la misma canción.
-Algún día lo sabrás.-
-Olivia puede ser muy persuasiva.-
-Lo sé pero créeme que esto está lejos de seguir órdenes. Para
nada.-
-Sólo quería decirte que fue un lindo gesto porque Ana no tiende a
hablar mucho con la gente y se veía muy a gusto contigo.- Me encogí de hombros.
-Supongo.-
-Tu secreto está guardado conmigo.-
-¿Qué secreto?-
-Ya sabes... de que te agrada Ana.- Sonreí.
-Gracias por guardar el... secreto.-
-De nada.- Contestó amablemente. Llegó el momento de
despedirnos y tomamos caminos diferentes. –Lara, no seas como ellos. Yo sé que no
eres como ellos.-
-Lo mismo digo de ti.-
-A estas alturas dudo que alguien me acepte...-
-Yo lo hago, podemos formar nuestro propio clan.- Sonrió.
-Sí, claro. Descansa, Lara.- Nos dimos un pequeño abrazo.-
-Dulces sueños, Pao.- Llegué a la casa hedionda a cigarro incluso a
mí me dio asco oler así. Necesitaba cambiar de plan o hacer que Ana se defendiera...
Sería más fácil para mí llegar a la luna que hacer eso. Ana no hacía esta tarea más
fácil y a este ritmo iba a morir de enfisema pulmonar. No, debía aprender a lidiar con
este tipo de emociones de otra forma. Tomé una ducha rápida para tratar de
quitarme el olor y me metí a la cama. Encendí de nuevo mi portátil y como arte de
magia la canción de Coldplay que días atrás le mostré a Ana sonó. –¿Qué está
pasando?-

Sí, la rubia me importaba y quería protegerla a toda costa. Era una persona
demasiado buena para este mundo, no habíamos tratado tanto pero era lo necesario
para ver lo maravillosa que es. El pensar en ella hacía que sintiera un calor
inexplicable en el pecho. Quizá sólo estoy exagerando, ¿y si no? Mi mente encontró el
momento perfecto para comenzar con una acalorada discusión entre mis
pensamientos y mis sentimientos. ¿Me agrada? Sí. ¿Me preocupo por ella? Sí. ¿Quiero
ayudarla? Sí. ¿La extraño? No... no sé... sería bueno estar platicando con ella un rato.
¡Mierda! Sí. ¿La quiero? No... Todavía pero me veía queriéndola muy fácilmente. Y a
mi mente vino la pregunta del millón; ¿me gusta? No. No me gusta, las chicas nunca
me han gustado. Es súper guapa, simpática, inteligente, juguetona, bondadosa; podía
hacer una interminable lista de cualidades pero eso no necesariamente implica que
me gusta, ¿cierto?
Es normal que la gente vea cualidades en otras personas o que las
admiren y no tiene que ver con querer algo más con esa persona. Es simplemente
disfrutar de lo que esa persona tiene para dar. O eso me digo a mí misma. Ana es por
demás especial y aunque no comenzamos de la mejor manera tenía algo que me
atraía hacia ella. Eso y que constantemente nos topábamos en el pueblo. Debía ser el
desconcierto de querer ayudarla y mis emociones mezcladas por estar lejos de casa lo
que propiciaron esta pequeña confusión. Nada más. No había ningún sentimiento
amoroso para con la rubia. Sólo el deseo de cuidarla y no permitir que la lastimen; ya
no más. Eso es lo que una buena amiga haría. Sí, definitivamente eso.
Después de resolver el pequeño idilio en mi mente me decidí a
dormir un rato; afortunadamente el sueño llegó a mí rápidamente, más de lo creí.
Rara vez recuerdo lo que sueño y cuando lo recuerdo, peculiarmente son cosas que
pasaban. No sé, era algo extraño pero generalmente era así.
Estaba en la cancha de voli acomodando la red. Mónica me dijo que
me tomará la libertad de guiar el entrenamiento y que hiciera algún tipo de circuito
con las chicas. Terminé de acomodar los conos y las chicas aún no llegaban, era raro.
De pronto escuché a alguien llamarme y al voltear unos labios se estamparon contra
los míos. La voz la conocía bien, a momentos me irritaba pero en general me gustaba
escucharla. De los hombros empuje a la persona que me besaba y una abundante
melena rubia se agitaba frente a mí. Sonreía ampliamente y lentamente vi como se
acercaba a mí para buscar mis labios de nuevo.
-¡Lara!- Un grito me despertó del... extraño sueño. ¿Ana
besándome? Dios, estaba a punto de la locura con tantas cosas en la mente. -¡Lara!
Vas tarde.- La voz de Norma. Vi a la computadora y mostraba que eran treinta
minutos pasados de las nueve.
-¡Maldición!- Cambié mis shorts por unos jeans y salí de la casa.
–Lo siento, olvidé poner la alarma.-
-Apresúrate.- Norma me aventó una manzana antes correr a la
iglesia.
-Gracias, mamá.-
-Me las vas a pagar, Lara.- Replicó Norma. Ni siquiera volteé a verla
pero sabía que estaba sonriendo. Al llegar a la iglesia varias personas pintaban las
afueras de la iglesia. El señor Cardozo no se veía por ningún lado así que decidí
entrar.
-Dulce Lara, vienes un poco tarde.-
-Buenos días, señor. Lo siento.-
-¿Recuerdas los cuadros que limpiaste?- Asentí. –Bueno, hoy los
colocaremos donde corresponden. Quizá necesiten que los limpies de nuevo.-
-Claro.-
-Gracias, Lara.- Caminé a dónde había dejado los cuadros; los
saqué a la mesa donde usualmente comíamos y después busqué algo dónde poner
agua y un trapo para poder limpiarlos. Para mi fortuna no estaban tan empolvados
como la vez pasada así que no me llevó mucho tiempo.

Mi alergia hizo acto de presencia después de terminar; tomé un vaso de agua y decidí
ignorarla pero ella quería atención. Seguía estornudando y en el cristal de una de las
vitrinas pude ver mi nariz roja. Sonreí, papá solía llamarme "nariz de tomate" cuando
esto pasaba. Llevé uno a uno los cuadros dentro de la iglesia y cuando iba por el
último la rubia apareció con un vaso de agua y una pastilla; justo como la primera
vez.
-Debes taparte cuando limpias.-
-Buenos días, majestad. Gusto en verla hoy.- Le hice una pequeña
reverencia.
-Estoy hablando en serio, Lara.-
-Yo también.-
-Tómate la pastilla para que puedas seguir siendo una fastidiosa.-
Le sonreí, tomé la pastilla y el vaso de agua. –Buenos días a ti también.-
-Gracias, rubia.- Vi que llevaba puestas mangas largas. No había
mucho calor pero era raro que ella usara ese tipo de ropa. -¿Y eso?- Señale a su
playera color gris.
-Quiero ocultar esto.- Levantó una de las mangas a la altura de su
codo y pude ver unos cuantos moretones.
-¿Por el entrenamiento?- Asintió.
-Deberías portarlas con orgullo. Es muestra de que estás
entrenando duro.-
-Quizá.- Replicó con una sonrisa. Me quedé tontamente viéndola y
observé como esos lindos hoyuelos se formaban en sus mejillas. -¿Tengo algo en la
cara?- De inmediato regresé de mi trance.
-No, es sólo que... no me había dado cuenta de... esos.- Puse mis
dedos índices sobre mis mejillas. –Son lindos.-
-Gracias.- Sonrió, los hoyuelos se acentuaron más acompañados de
un color rojo en sus mejillas.
-De nada.-
-Me gusta el color de tus ojos... el color que tienen ahora.-
-¿Cómo se ven?- Se acercó un poco más a mí.
-Muy claros... como el agua de nuestro escondite.- "Nuestro"
Apenas habíamos estado ahí un par de veces y ya lo consideraba nuestro. De nuevo
el calor en mi pecho.
-Estoy tranquila. Por eso se ven así.-
-Quizá deberíamos hacer algo para cambiar eso.-
-¿Quieres que esté de fastidiosa?- Le sonreí. –Puedo hacerlo.-
-¡Lara!- La voz del señor Cardozo. –Necesito tu ayuda.-
-Deja de distraerme de mis labores, rubia.-
-Lo siento.- Dijo siguiendo el juego y tomó el vaso de agua que aún
seguía en mi mano. –Ve.- Asentí y fui en busca del hombre alto.
Después de eso no volví a ver a la rubia; estuve mayormente con el
señor Cardozo acomodando los cuadros y limpiando otras cosas por ahí. Después me
dejó elegir las mantas que se pondrían y otras cosas que según él "necesitaban un
toque femenino". Bueno, hice lo que pude. Al final del día me encontraba pintando
junto con otras personas; después de comer rápidamente cambié mis labores dentro
de la iglesia para ayudar a terminar de pintar. Se veía simplemente genial. Para esas
horas tenía la playera empapada en sudor y los brazos comenzaban a arderme un
poco. Puse boca abajo una cubeta y me senté un momento. De pronto sentí un chorro
de agua caerme sobre la cabeza. De inmediato me levanté y vi a una traviesa rubia
detrás de mí.
-Te veías muy acalorada.-
-Esto te va a costar muy pero muy caro, Ana.-
-No te tengo miedo, Lara.-

-Deberías.-
-Pero no lo hago.- Ambas sonreíamos. Mi cabello estaba amarrado
con una coleta simple por lo que la mayoría de mi cabello estaba a mi disposición y
mojado. Tomé a parte baja de la coleta y agité mi cabello en dirección a la rubia.
-Pide que sea sólo agua y no sudor.- La rubia hizo una cara de
asco. –Te dije que te iba a arrepentir, tonta.- Lo siguiente no lo vi venir; no sé cómo
pasé por alto la jarra de agua en su otra mano. Tan pronto tuvo la oportunidad
aventó el contenido de la jarra sobre mi cara. Cerré los ojos y exageré mis
respiraciones. –Corre.-
-¿Ah?- Preguntó confundida. Abrí los ojos y la quedé viendo fijo.
–Tus ojos cambiaron...-
-Corre.- Abrió los ojos tanto como pudo y comenzó a correr
después de unos segundos; casi al instante comencé a seguirla. La tonta era rápida,
más de lo que creí. Entre el cansancio y su velocidad se me hacía muy difícil
alcanzarla debía pensar en algo. Recordé mi bote con pintura detrás de la iglesia; sólo
debía esperar a que corriera hacia allá... y lo hizo. Cerca del bote hice como que
tropecé y me quedé tirada. -¡Mierda!- La rubia volteó y su expresión de alegría
rápidamente se transformó.
-Lara, ¿estás bien?-
-No, creo que me doblé el pie.- Con una de mis manos buscaba la
brocha pero no podía alcanzarla. Un poco más y... listo. Cuando tuve el arma en mi
mano no dudé en sacudirla frente a la rubia. –Ahora eres un zorrillo.- Ana tenía los
ojos cerrados y su boca formaba una gran o. Yo reía a carcajadas, reí tan fuerte que
me tuve que recostar en el piso. De nuevo subestimé a la rubia quién tomó la brocha
de mis manos y la pasó deliberadamente por toda mi cara.
-Ahora eres de una tribu africana.-
-Rubia, rubia, me vas a volver loca.-
-Sólo es una broma, Larita.-
-Te dije que no me llamaras así.- Con mi playera comencé a
quitarme la pintura que tenía en los ojos. Escuchamos unos pasos acercándose a
nosotras.
-Con que aquí... ¿qué les pasó?- Preguntó asombrado el señor
Cardozo. Ambas nos señalamos con el índice.
-Ella comenzó.- Dijimos a la vez.
-Me alegra que se lleven bien no tanto que jueguen la pintura.-
-Lo siento, señor.-
-Fue mi culpa, papá.-
-Pero yo estoy a cargo de cuidar lo que utilizo. No volverá a pasar.-
El señor Cardozo sonreía.
-Venía a decirte que puedes irte, Lara. Gracias por tu ayuda hoy.-
-Gracias por darme un lugar donde vivir y alimentarme.-
-De nada, dulce Lara.- Me tendió la mano para ayudar a
levantarme. –Te veo adentro, hija.-
-Sí, papi.- Asintió la rubia y en unos segundos estábamos solas de
nuevo. –Lamento haberte metido en problemas.-
-No estoy en problemas.- Le sonreí. –Eres divertida, niña tonta.-
-Lo mismo digo, fastidiosa.-
-Supongo que nos estaremos viendo.-
-Eso parece.- Me sonrió de regreso. -¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Necesitas tu iPod?-
-No. Cuando lo necesite te lo haré saber, ¿te parece?-
-De acuerdo. Gracias.-
-Cuídate.-
-También tú, Lara.- Sin más y con la cara blanca comencé a
caminar a casa.

Regresé inusualmente feliz. Sentí la enorme sonrisa llegar hasta mis orejas; a pesar
de estar sudada, con pintura y más que cansada iba feliz y no podía negar que tenía
que ver con lo que pasó con Ana. Quien seguía sorprendiéndome día con día. Ya había
mostrado un lado juguetón cuando tiró mi mochila al piso pero esto era diferente,
totalmente diferente... placenteramente diferente. Me gusta esta Ana, la que poco a
poco se desinhibía conmigo, la juguetona y la que se preocupaba porque me tapara la
nariz cuando limpiaba algo. Sí, definitivamente me veía queriéndola.
Prácticamente me metí con ropa a la ducha cuando llegué a casa.
Estaba acostumbrada a sudar pero definitivamente no estaba acostumbrada a la
sensación de estar sucia, con polvo, pintura y saber que más en mi cuerpo. La ducha
tomó mucho tiempo. Veía que el agua salía negra. Cuando por fin me quedé conforme
con los resultados salí de la lucha y me vestí con unos pants y una playera sin
mangas. Puse música en la computadora y me dispuse a preparar algo de cenar. Café
y quizá unas quesadillas. No tenía mucha hambre pero definitivamente necesitaba
algo en el estómago.
Terminé pasadas las siete de la noche. Simplemente me quedé en
la isla escuchando música y disfrutando de la sensación de estar fresca. Mis ojos
comenzaban a cerrarse y tenía un leve dolor en el cuello; debía ser por las
actividades hechas hoy. Crucé los brazos encima de la isla y puse mi cabeza sobre
éstas. Estaba quedándome dormida cuando unos fuertes golpes en mi puerta me
sobresaltaron. Corrí a abrir y me encontré a una asustada Norma.
-¿Qué pasa?-
-El pastor...- Se veía con dificultades para hablar.
-¿Qué tiene?-
-Le dio un infarto.-
-¡¿Qué?! No es posible... lo acabo de ver...él está...- Norma negó.
-Lo llevaron al otro pueblo. Ahí hay un hospital.- Dios, esto era
malo... el pueblo dependía de él prácticamente al igual que... Ana.
-¿Dónde está Ana?- Tomé a Norma de los brazos.
-Se fue con ellos en el carro.- Corrí a la cocina y tomé mi llave y los
cien pesos que Mónica me había dado. -¿A dónde vas?-
-No la voy a dejar sola...-
-¿Estás loca? Está y es peligroso que andes sola.-
-Me importa un carajo, no la dejaré sola, Norma.- Mi mente
comenzó a dar vueltas. -¿Y si alguien se acerca y la quiere tocar?, ¿y si algo o alguien
la hace sentir incómoda? No, no puedo dejarla sola.- Prácticamente eché a Norma de
mi casa y cerré la puerta. –Hazte a un lado... sabes muy bien que no me vas a
detener.-
-Apresúrate antes de que caiga la noche.- Le di un beso en la
mejilla y comencé a correr. Unas casas después de la mía encontré una pequeña
bicicleta.
-Dios, prometo que la devolveré.- Me persigné y la tomé; esto,
definitivamente, haría el viaje más corto.
Sin dudas el camino era algo tétrico; había partes que se hacían
túneles con los mismos árboles que se fundían unos con otros. Pedaleé tan rápido
como pude, mis piernas comenzaban a dolerme pero no podía rendirme, no sabiendo
que Ana estaba sola. Me encontré a algunas personas a lo largo del camino; algunos
cargando trozos de madera, otros con machetes y otros simplemente caminando. Me
veían extrañada. Estoy segura de que era de las pocas personas que eran
transparentes como una cuija a kilómetros a la redonda y me veían extrañada.
Suspiré aliviada cuando muchas luces; debía ser el pueblo.
Conforme me acerqué confirmé que ya estaba ahí pero no podía ir directamente al
hospital, aún no. Busqué y busqué hasta que pude enfocar el letrero que buscaba.
Necesitaba un teléfono. Prácticamente brinqué de la bicicleta y me metí al lugar que
era muchísimo más grande que la tienda del pueblo.
-Necesito hacer una llamada.- El chico que atendía me quedó
viendo extrañado. –Por favor.-
-Cinco pesos por llamada local y diez a celular.- Me señaló la
cabina. –Tu tiempo corre desde que comienzas a marcar.- Asentí. Me metí en la
cabina y marqué de los pocos números que sabía de memoria. Después de dos tonos
me contestaron.
-Cardozo, creí que me llamarías hasta la otra semana.-
-Papi.-
-¿Mi amor?, ¿qué pasa?, ¿estás bien?- Su tono de voz cambió
radicalmente a uno preocupado.
-Estoy bien pero el señor Cardozo no. Tuvo un infarto. Papi, tienes
que hacer algo, por favor. Manda a alguien.- Me escuchaba desesperada.
-Tranquila, mi amor. Conseguiré a alguien y estaremos allá lo más
pronto posible.-
-Gracias, papi.-
-Cuídate, mi amor. Te veo pronto.-
-Adiós, papá.- Aventé el billete de cien pesos y ni siquiera esperé
por el cambio. Cuando salí vi que el hospital estaba a unos cien metros de donde
estaba. Olvidé por completo la bicicleta y corrí. Sentía que el lugar se alejaba más y
más; necesitaba estar ahí rápido. Al llegar comencé a buscar a la rubia con la mirada,
no estaba por ningún lado. Me metí y divisé su dorada cabellera en una esquina; ella
estaba sentada detrás de una enorme maceta. –Ana.- Susurré. Lentamente me
acerqué a ella y como si hubiese sentido mi presencia levantó la cabeza y conectó sus
ojos con los míos.
Todo pasaba en cámara lenta; sus ojos rojos, su carita hinchada y
su cabello alborotado. No sé en qué momento dejé de caminar y me quedé estática a
unos metros de ella. Podía ver el dolor en sus ojos; ese brillo de cuando jugamos en
la tarde no estaba se veía triste, devastada y eso me ponía igual o peor a mí. Hoy
aparentemente era el día de las sorpresas; con gran agilidad la rubia se puso de pie,
corrió hacia mí y me abrazó con una fuerza que sentí que me rompería el cuello.
-Lara.- Enredé mis brazos alrededor de su pequeña cintura y la
atraje más a mí. –No me dejes sola.-
-Nunca.- Aspiré su dulce olor y cerré los ojos. –Nunca, Anita.-

A/N Hola, queridos lectores. Espero estén todos muy bien;


disfrutando de los últimos días de vacaciones o disfrutando de haber regresado a sus
actividades cotidianas :)
Muchas gracias por sus buenos deseos y buenas vibras. Creo que
estoy en un 90% de recuperación así que prácticamente ya regresé a las actividades
que solía hacer antes de la lesión :D Es más fueron tantas las buenas vibras que pasé
un examen súper importante que hice hace un mes y eso me tiene más que contenta.

Así que de tan feliz que estoy subo un nuevo capítulo que espero
les guste. No tengo palabras para agradecer sus votos, comentarios, mensajes y todo
lo demás :)
Pórtense bien, chic@s nada les cuesta. ;)
Saludos desde un ridículamente cálido rincón de México,
Ale :)
Capítulo 8

No sé cuánto tiempo estuvimos abrazadas; sólo me dedicaba a sentir su cuerpo


contra el mío, su calor y su olor. No, no me veía queriéndola, ya la quería y no la
dejaría sola bajo ninguna circunstancia. Valió la pena cada segundo que pasé para
llegar hasta aquí y poderla tener en mis brazos. Se empezaba a hacer una costumbre
jugar su cabello para calmarla y es que parecía funcionar cada vez que lo hacía. Su
agarre nunca se suavizó y tampoco el mío. Parecía en que cualquier momento me
fundiría con ella.

-Tranquila, por favor.- Su sollozos se hicieron más intensos. –Como


siempre llevándome la contraria.- Entre su llanto rió. –Él va a estar bien, es muy
fuerte.- Lentamente se fue soltando y quedó a unos centímetros de mí. -¿Puedo?-
Pedí permiso para limpiar su cara. Asintió levemente y con mis pulgares limpié las
lágrimas que caían por sus mejillas.
-Gracias.-
-¿Por qué?-
-Por estar aquí.- Tenía la cabeza agachada.
-Quiero estar aquí contigo... y con él.- Leves sollozos escaparon de
sus labios de nuevo. –Ven aquí.- La atraje de nuevo a mí y la abracé.
-No lo quiero perder.- Decía con voz entrecortada. –Es todo para
mí.-
-Lo sé, Anita. Lo sé. Es muy útil para Dios aquí en la tierra así que
no se lo llevara todavía.- Se abrazó más fuerte a mí.
-Amén.- Después de varios minutos logré que se calmara y volvió a
ocupar su lugar detrás de la maceta y yo a un lado de ella. Entrelazó nuestros
meñiques y se recostó en mi hombro. -¿Caminaste?-
-No. Tomé prestada una bicicleta.-
-¿Tomaste prestada?-
-Sí, sólo que el dueño no lo sabe.-
-¿La robaste?- Era un tono acusatorio pero su voz seguía normal.
-La voy a devolver. La necesitaba para llegar rápido.-
-Me alegra que estés aquí.-
-Me alegra estar aquí.- Puse mi cabeza sobre la de ella y cerré los
ojos.
-Están estabilizándolo, probablemente pasé la noche en terapia
intensiva... o eso me dijeron.-
-Antes de venir contigo hablé con mi padre. Él buscará a alguien
que ayude a tu papá; lo prometo.-
-¿En serio?- Asentí.-Gracias.-
-No es necesario.-
-Después de todo no eres tan fastidiosa.-
-Esto es un tiempo fuera; después regresaré a mi habitual yo.-
-Necesitamos más tiempos fuera.- Soltó un gran suspiro.
-Definitivamente.- En cuestión de minutos Ana se quedó
completamente dormida sobre mi hombro.
La contemplé por varios minutos, tanto como mi posición lo
permitía. Tenía el cabello algo húmedo por lo que quizá terminaba de bañarse cuando
esta situación pasó. Su olor era muy peculiar; al ser alérgica como yo quizá no usaba
perfume pero su olor natural era exquisito. Su piel era muy suave, lo constaté cuando
limpié sus lágrimas. Pero su aspecto físico era un extra, era una maravillosa chica, en
muchos aspectos. Y con sentimientos encontrados me di cuenta que su fragilidad era
mi debilidad. No sé en qué momento pasó pero me encontraba en un estado de
constante preocupación por el bienestar de la rubia. Para mi fortuna o mi desgracia
no había vuelta atrás. Realmente era muy fácil quererla o eso me decía mí misma.
-Cardozo.- Anunció un doctor bajito con poca cabellera.
-Aquí.- Moví un poco a la rubia que de inmediato despertó. –Tienen
noticias.- Rápidamente se puso de pie y se puso frente al doctor equivocado. Sonreí,
me paré y la arrastré a la persona correcta.

-El pastor se salvó por muy poco. Fue un infarto. Tendrá que quedarse unos días aquí
para hacerle algunos exámenes y determinar que prosigue.-
-¿Va a estar bien?- Preguntó la rubia omitiendo el pequeño discurso
del doctor.
-Haremos todo porque así sea.-
-¿Lo puedo ver?-
-Por supuesto, aunque aún está inconsciente.- Asintió. –Es fuerte.-
El doctor levantó la mano con la intención de ponerla sobre el hombro de Ana. Sabía
que no era mal intencionado, sin embargo esto incomodaría a la rubia. Así que la
intercepté en el aire y se la estreché.
-Gracias, doctor.- Me quedó viendo algo confuso y después sonrió,
asintió y desapareció de nuestra vista. -¿Qué esperas, tonta? Ve a verlo.-
-¿Quieres acompañarme?-
-Claro. Vamos.-
Caminamos en total silencio por un largo pasillo. Ya previamente
una enfermera nos había indicado a dónde debíamos dirigirnos. Muy amablemente
nos dijo que el pastor estaría bien e incluso ofreció su casa para que la rubia y yo
pudiéramos descansar. Obviamente Ana no se movería de ahí ni con una grúa. Por fin
encontramos la habitación ocho; antes de entrar entrelacé nuestros meñiques para
llamar la atención de la rubia.
-Pido mucho pero busca estar tranquila. Él necesita ánimos, ¿de
acuerdo?- Asintió levemente. –Estará bien, Anita.-
-Por eso pedí que vinieras conmigo.- Me sonrió tan dulcemente que
sentí que el corazón se me detuvo un poco. Sin soltarnos entramos a la habitación,
era ese típico olor de hospital, entre cloro y medicinas; me ponía mal. Y el enfermizo
color blanco que tendía a ser asociado con los hospitales; ahora entendía porque. Ana
contuvo un sollozo al ver a su padre en la cama con una aguja en su mano conectada
al suero y con una mascarilla que le ayudaba a respirar.
El señor Cardozo se veía relativamente joven, yo le calculaba entre
cuarenta y cinco y cincuenta años. Se conservaba muy bien, era delgado y por lo que
veía tenía buenos hábitos alimenticios. Me preguntaba que había desatado el ataque.
Debo admitir que me entristeció mucho verlo así. Aparte de ser un buen apoyo desde
mi llegada, los momentos más lindos de mi infancia lo involucraban a él. Deseaba con
todo el corazón que esto terminara pronto y regresara con nosotros a casa.
-Papi.- Ana se soltó de mí y se puso a lado de su papá. –Vas a estar
bien. Lara, le habló a su padre y mandará a alguien para ayudarte.- Pegó su frente
con la de él. –Tenías razón, es una buena chica.- Dijo casi en un susurro que escuché
claramente. Involuntariamente mis labios se movieron hasta formar una sonrisa.
Me sentía como una intrusa ahí; algo en mí me decía que Ana
necesitaba tiempo a solas con su padre pero recordé que me pidió ir con ella. Quizá
podía decirle que iría a tomar aire, quizá no lo creería. Vi que se balanceaba sobre sus
pies. Divisé una silla que estaba en la esquina de la habitación y la acerqué a la rubia.
Con una sonrisa la aceptó y se sentó. Tomó la mano de su papá, que no estaba
canalizada y la besó.
-Estaré afuera de la habitación.-
-Puedes quedarte.- Respondió amablemente.
-Lo sé pero necesitas tiempo a solas con él.- Asintió. –Sin necesitas
algo sólo háblame, ¿de acuerdo?-
-Gracias, Lara.-
-De nada, tonta.- Le sonreí y salí del lugar. Me senté frente a la
puerta que parecía de madera pero era muy liviana para ser de ese material. Quizá
era una imitación. O quizá debería pensar en cómo ayudar y dejar para después mis
profundos pensamientos acerca de la puerta.

Apenas un par de semanas acá y ya estaba vinculada fuertemente con la rubia y con
el señor Cardozo. Bueno, a él ya lo conocía pero aun así no estaba muy contenta con
su idea de traerme para acá. Con la rubia comenzamos con el pie izquierdo pero
ahora nada me preocupaba más que su bienestar. Ambos y Norma representaban lo
más importante para mí ahora en este lugar y uno de ellos estaba tendido en una
cama luchando por su vida. No podía ni comenzar a imaginar lo que la rubia debe
estar sintiendo en estos momentos; me volvería loca si algo le pasara a papá.
Al tener mi cuerpo en estado de reposo Morfeo se acercó a mí.
Llevé mis rodillas cerca de mi pecho y sobre ellas puse mi cabeza; cerré los ojos para
descansarlos un momento. El constante sonido de la máquina que monitoreaba al
señor Cardozo hizo que me adormeciera un poco. El clima bastante agradable, el piso
algo frío y el cansancio del día fueron los ingredientes perfectos para quedarme
dormida en minutos.
De nuevo me encontraba sola en la cancha de voli de la escuela;
veía a Mónica alejarse de mí. Tomé unos conos y comencé a acomodarlos para iniciar
el entrenamiento... alguien me habla, conozco a la perfección esa voz. Volteo y
alguien pega su cuerpo al mío. Aspiro profundamente... ese olor. Ese olor natural que
ya era muy pero muy familiar para mí. Simplemente estamos abrazadas, ella canta
algo muy bajito que no logro descifrar. Después de varios instantes se separa
lentamente de mí y sus ojos quedan a centímetros de los míos. Me sonríe
ampliamente y yo hago lo mismo. Con mucho cuidado levanto mi mano derecha y la
veo, pidiéndole permiso; asiente. Pongo mi mano sobre su quijada y mi pulgar juega
con su pómulo. Nunca había visto sus ojos tan de cerca... se ve preciosa. Sus ojos ya
no me ven, ven mis labios. Lentamente se acerca y estoy ansiosa porque lo haga.
Está muy pero muy cerca de mí.
-Lara.- Alguien toca mi hombro y despierto de inmediato. Levanto
la cabeza y tengo la rubia muy cerca de mí, como en mi sueño. De inmediato me
pongo de pie y me alejo de ella. ¿Qué mierda me está pasando? La rubia me ve
confundida. -¿Estás bien?- Me tapo la cara con las manos y busco controlar mis
respiraciones. –Lara, me estás asustando.- Se acerca de nuevo a mí. Lo sé porque
percibo su olor. Siento sus manos en mis muñecas y lentamente las baja. -¿Lara?-
-¡Boo!- Pegó un pequeño brinco y comienzo a reír.
-Eres una tonta.- Dice golpeando levemente mi hombro. –Estaba
preocupada.- Me queda viendo fijo un momento. -¿Qué pasó?-
-Paso que estaba teniendo un lindo sueño y tú lo arruinaste.-
-Lo siento pero no podía dejarte dormir en el piso... te puedes
enfermar.- Le sonreí.
-Tonta, te preocupas mucho.-
-La próxima vez dejaré que mueras de hipotermia en el piso.-
-Eres una exagera, el piso no está tan frío.-
-La próxima vez sí lo estará.-
-Ahora resulta que eres bruja y ves el futuro.-
-Bruja tú.-
-Bruja mi mamá.- Hizo un enorme esfuerzo por aguantar la risa
pero falló y comenzó a reír. –A mí no me da risa porque sé que es verdad.- Me encogí
de hombros.
-¿Qué soñabas?-
-Con una...persona muy atractiva.- Su rostro se tornó algo serio.
-¿Y qué hacían en tu sueño?-
-No creo que quieras saber.- Respondí levantando una ceja y casi
de inmediato la rubia se puso roja y agachó la cabeza.
-No, no quiero saber.- Dijo algo apenada.
-Me iba a besar. No lo que estás pensando, pervertida.- Levantó la
cabeza de nuevo.
-En eso pensaba.-

-¿En un beso?, ¿te sonrojaste por un beso?- Asintió. –Ana, ¿has besado a alguien?-
Agachó la cabeza de nuevo y segundos después negó. Por alguna razón sentí mi
corazón latir rápidamente. Una parte de mí estaba muy alegre con esta información
pero, ¿por qué? Algo está sucediendo en mi interior... algo que muere por salir. Y
creía saber que era. Inconscientemente di un paso hacía atrás.
-Estás a tiempo de alejarte de la rara.- ¡Soy una estúpida! Tomó mi
reacción como algo contra ella.
-Aunque quisiera alejarme... no podría.- Sonreí para mí misma. Era
la afirmación más genuina que había hecho en toda mi vida. No podría alejarme de
ella, de ninguna manera. Y esa sensación me agradaba, producía un cosquilleo
agradable en mi estómago y hacía que mi corazón latiera a mil por hora. Sentí su
meñique entrelazarse con el mío. Aún seguía con la cabeza agachada.
-Yo tampoco podría.- Replicó muy quedito. Recuperé la poca
distancia que había entre nosotras y tenía unas enormes ganas de sentirla
nuevamente entre mis brazos y dejarla ahí por unos minutos u horas pero no podía.
No podía porque sé que ese abrazo vino por una fuerte necesidad que ella tenía y yo
aparecí. Nuestra diferencia de estaturas hacía que ella quedara justo debajo de mi
quijada. Como días atrás me acerqué más a ella y deposité un beso sobre su cabeza.
Dejé mis labios unos segundos y la oí suspirar. Regresé a mi posición original y
levantó la vista. El color café del infinito, ese color que no tenía nada de común,
porque nunca he visto un café que brille con tanta fuerza como el de sus ojos.
-Gracias.-
-Ya me agradeciste hace un rato.-
-No es suficiente.-
-No tienes que hacerlo, Ana.-
-Yo sé que es un servicio...- Levanté mi mano libre y la puse cerca
de su boca.
-No es un servicio social, estoy aquí porque me preocupa tu padre.
Lo quiero mucho y me dolería que algo le pasara. Pero también estoy aquí por ti,
porque me aterró la idea de que estuvieras sola. En el pueblo te conocen y te quieren
aquí es otra historia. No sabes qué tipo de gente te puedes encontrar.-
-¿Y quieres que no te agradezca?-
-Agradece los favores, no agradezcas acciones que salen del
corazón.- Más de un corazón que está como caballo desbocado por... por algo que
está sintiendo.
-Eres una buena chica, Lara.-
-No con todos.- Ambas sonreímos. –Deberíamos regresar a la sala
de espera y buscar un lugar donde dormir. No tardan en corrernos de aquí.- Asintió y
caminamos de regreso a la sala de espera. No había mucha gente así que tendríamos
mucho espacio para dormir. Una enfermera pasó muy cerca de nosotras y al principio
sonrió pero vi un poco hacía abajo e hizo un gesto desagradable. Automáticamente
volvimos la mirada y nos dimos cuenta que aún íbamos con los meñiques
entrelazados. De inmediato nos soltamos y sentí mi cara arder. De reojo vi que la
rubia se teñía de rojo de nuevo.
-Eh... este... voy al baño.- Anunció nerviosamente.
-Buscaré donde podemos descansar.- La rubia prácticamente salió
corriendo del lugar.
La sala de espera era algo grande, mayormente ocupada por
incomodas sillas de plástico que estaba unidas unas a otras y éstas pegadas a una
enorme barra de metal que las adhería al piso. Dormir ahí implicaría perder la
espalda. El piso era una buena opción pero necesitaba algo para hacerlo menos
incómodo. Quizá cartón o algo por el estilo. Buscaba con la vista algo que pudiera
sernos útil para no pasar frío y dormir bien o dormir del todo.
-¿Qué buscas?- Me preguntó la enfermera que estaba en recepción.
Me acerqué a ella.
-Algo que haga el piso menos... piso.- Meditó un momento.

-Vienes con el pastor, ¿cierto?-


-Sí, una rubia fea y yo.- Sonrió.
-Ven.- Me llevó en dirección contraria a dónde estaba el señor
Cardozo. Pasamos unas cuatro puertas, todas marcadas con el típico "Sólo personal
autorizado" hasta que se paró. –Los doctores de guardia duermen aquí. Sólo hay una
cama individual pero no es tan frío como dormir en la sala de espera.-
-Gracias.-
-El pastor ha sido muy bueno con nosotros, salvó mi matrimonio...
le debo mucho y esto es lo mínimo que puedo hacer por él.- Ambas sonreímos.
-Es una persona excepcional... el señor Cardozo y usted. Muchas
gracias.-
-Dense prisa antes que las vea alguna enfermera. Cuando estén
dentro asegúrense de ponerle llave por dentro para que nadie las moleste, ¿de
acuerdo?-Asentí y regresamos a la sala donde una desesperada rubia buscaba por
todos lados.
-¿Qué buscas, tonta?- Volteó a donde estaba y la vi relajarse.
-Creí que te habías ido.-
-¿Y perderme la oportunidad de molestarte por una noche? Jamás.-

-Fastidiosa.-
-Tonta.- Oh, debíamos apurarnos. –Ven.-
-¿A dónde?-
-Al inframundo.- Hizo una mueca. –Ven, tonta.- Llegó a donde
estaba yo y le susurré. –Nos encontré un lugar donde dormir.- La guié hasta el lugar
que nos serviría de refugio y al entrar puse el seguro. Sobre la cama había dos
cobijas y dos almohadas, tomé una de cada una y las acomodé en el piso.
-¿Qué haces?-
-Mi cama.-
-Entramos las dos aquí.-
-Soy muy loca para dormir. Te puedo noquear mientras duermes
así que mejor yo en el piso.-
-Pero...-
-Silencio, majestad. Duerme en la cama.- Terminé de acomodar la
cobija y me acosté. Ana hizo lo mismo pero en la cama. –Buenas noches, Ana.-
-Buenas noches, Lara.- Me acomodé en posición fetal y cerré los
ojos. Antes de dejarme vencer por el sueño rugué a los Dioses de todas las culturas
que el sueño que se hacía recurrente dejara de hacerlo. Sólo quería dormir un poco. -
¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Estás durmiendo?-
-Sí.-
-¿En serio?-
-Muy en serio.-
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-¿Qué extrañas de tu casa?-
-A papá.-
-¿Y de tu antigua escuela?-
-Nada.-
-¿De verdad?-
-Estoy bien donde estoy.-
-¿Quieres regresar a casa?-
-Por el momento no.-
-Me alegra.- Era demasiado fácil hablar con ella cuando ambas
estábamos de buen humor. No se necesitaba mucho para podernos conectar. Y me
asombraba la confianza que tenía en ella. -¿Lara?-
-¿Qué quieres?-
-Dulces sueños.-
-Dulces sueños, Ana.-

-Dulces sueños, Larita.-


-No me digas así.-
-Dulces sueños, Larita.- Comencé a reír.
-¿Qué te pasa, tonta?-
-Dilo.- Le estaba dando la espalda pero estaba casi segura que
sonreía.
-Buenas noches, Anita.- No dijo más y minutos después la
escuchaba respirar profundamente. A pesar de que moría de sueño me aseguré de
que se durmiera para poder hacerlo yo.
Me desperté al escuchar a alguien llamando mi nombre
insistentemente. Abrí lentamente mis ojos y vi que aún era de noche; todo estaba
oscuro. Unos cuantos reflejos de luz medio iluminaban la habitación. Me di la vuelta y
la rubia estaba hincada a lado mío.
-¡Mierda!- Tenía el cabello sobre la cara y se veía como la chica del
aro pero en rubia.
-Estás tosiendo.-
-Soñé que me atragantaba con una galleta.- Volví a encogerme y
cerré los ojos.
-Lara.-
-¿Qué?-
-Llevas un rato tosiendo. El piso está muy frío y de loca traes una
playera sin mangas.-
-Estoy bien.-
-¿Por qué eres tan terca?-
-Anita, ve a la cama a dormir, por favor. Estoy cansada.- Escuché
que hizo unos movimientos, yo seguía con los ojos cerrados.
-Ponte esto.- Su mano rozó con mi espalda. –Lara, tu playera está
empapada. Quítatela.-
-No soy horas para estar coqueteando, rubia.- Me puso el suéter
sobre la cara.
-Deja de ser una mula y ponte esto.- Me eché a reír.
-¿Una mula?-
-Sí, terca como una mula.- Con mucho desgano me senté. Sin más
me quité la playera, vi a la rubia darse la vuelta. Me puse el suéter y me embriagué
del olor de la rubia. –Gracias.-
-¿Por qué?-
-Por hacerme caso.-
-No te acostumbres.- Regresó a la cama, yo simplemente puse la
cabeza en la almohada y me quedé profundamente dormida. Mi sueño nuevamente
fue interrumpido no sé cuánto tiempo después pero ahora no era la rubia, alguien
tocaba a la puerta. Me puse de pie y abrí.
-Hola.- Era la enfermera de recepción. –Afuera hay alguien
preguntando por una chica de ojos verdes. Supongo que eres tú.-
-Gracias.- Con el cabello alborotado caminé y en la sala de espera
estaba papá con otra persona. Al verlo corrí a abrazarlo. -¡Papi!- Apenas y tuvo
tiempo de abrir sus brazos para recibirme.
-Mi princesa.- Extrañaba su profunda voz que lejos de asustarme
me hacía sentir segura. Al ver de cerca mi rostro vio el golpe. -¿Qué le pasó a tu
ojo?-
-Un accidente en el voli.- Le sonreí.
-Hay cosas que no cambian.- Me volvió a abrazar. Cuanto
extrañaba a este hombre. -¿Cómo estás, mi amor?-
-Preocupada por el señor Cardozo.- Nos separamos y le di un beso
en la mejilla.
-He traído a alguien que puede ayudar. Te presento al doctor
Añorve; es de los mejores cardiólogos que hay en México.- Le extendí la mano y el
amablemente la aceptó.
-Mucho gusto, doctor.-
-Un placer, señorita Orozco. Escuché mucho sobre usted en el
avión.-
-Le pago el psicólogo, no se preocupe.- Ambos hombres rieron.

-El doctor Montero está por venir.- Anunció la enfermera que fue por mí. El
hombrecito asintió.
-¿Puedo pasar a verlo?- Preguntó el doctor.
-Claro, por aquí.- Lo guió la enfermera. Me quedé en la sala con
papá.
-Te ves bien, mi amor.-
-No me quejo, papá. Esto me ha abierto los ojos un poco.- Me
atrajo hacía él.
-Y por lo visto también te los ha dejado morados.- Me sonrió. -
Cardozo sugirió un semestre aquí pero si quieres nos podemos ir ya.-
-Papi, no seas blando. Sabes que no he sido una buena hija.-
-Tenemos mucha culpa, Lara.-
-No, papi. Yo tomé mis propias decisiones. De ti no he visto más
que trabajo y sacrificio para mantener a tu familia. Has sido un buen ejemplo.-
-A costa de tiempo contigo, mi amor.-
-Esto nos servirá a ambos.-
-A los tres.- Dijo de inmediato.
-No puedo hablar por ella.-
-Lara...-
-Papi, no quiero hablar de ella. Por favor.- Asintió y depositó un
beso en mi frente. –Te he extrañado mucho.-
-Yo también, mi amor. Cardozo me ha dicho que te adaptaste
bien.-
-No me queda de otra.- Me encogí de hombros. Levanté un poco la
vista y vi a la rubia parada a unos metros de nosotros. Le hice una señal para que se
acerca. –No le vayas a dar la mano.- Le dije a mi papá muy despacio para que sólo él
lo escuchara. –Papi, ella es Ana. La hija del señor Cardozo.- Los presenté una vez
estuvo lo suficientemente cerca de nosotros. –Ana, él es Manuel Orozco, mi papá.-
-Mucho gusto, señor.- Dijo la rubia un poco nerviosa
-El placer es mío, señorita Ana. Lamento lo que le pasó a tu papá
pero he traído a alguien que lo hará ponerse bien.-
-Dios le regrese lo que hace con muchas bendiciones.-
-Mi mayor bendición está al cuidado de tu papá; haré todo porque
mi amigo se recupere.-
-Gracias.- Le di unas palmadas a la silla que tenía a mi lado y la
rubia rápidamente captó. Se sentó a lado mío. –¿Dormiste?-
-Muy poco porque alguien me estuvo molestando, ¿y tú?-
-Casi no.- Respondió con una sonrisa.
-Papi, ¿tienes sueño?-
-Dormí un poco en el avión. Descansaré hasta que sepa que pasa
con él.- Asentí. –Ustedes pueden regresar a dormir.-
-Quiero esperar noticias.- Contestó la rubia.
-Vayan a descansar y en cuanto sepa algo las voy a llamar, ¿les
parece?-
-Sí, eso está muy bien.- Respondí y tendí mi mano para levantar a
la rubia. Un poco dudosa la tomó. –Te veo un rato.-
-Descansen, señoritas.- Llegamos al pequeño dormitorio y me eché
sola la cobija, cerré los ojos y segundos después sentí a alguien acostarse a lado mío.

-¿Qué haces?-
-No quiero dormir sola.-
-Conste que te advertí.- Estaba de espaldas a ella. Mi cara daba a la
pared. No podía ni comenzar a describir la sensación de tenerla así de cerca.
Simplemente sonreí.
-¿Lara?-
-Dime, Ana.-
-¿Te puedo abrazar?- Un abrasante calor se apoderó de mi pecho.

-Claro que puedes.- Tímidamente pasó su mano por mi cintura; y así, con la rubia
abrazada a mí me quedé dormida profundamente. De nuevo el golpeteo de la puerta
nos despertó; Ana se puso de pie tan rápido como pudo y fue a la puerta.
-Las esperamos en la sala.- Dijo mi papá con una sonrisa. Levanté
la cama improvisada y corrimos a la sala. El doctor Añorve hacía unos apuntes
mientras papá le decía algo.
-¿Cómo está?- Preguntó la rubia de inmediato.
-Lo obvio es que tuvo un infarto pero aún desconocemos qué lo
causó. Le decía a Manuel que lo mejor es llevarlo para hacerle estudios más
profundos.-
-¿Pero se pondrá bien?-
-Necesitamos primero los estudios para saber cómo evitar que pase
esto de nuevo y saber que tanto dañó.- Me agradaba y odiaba la sinceridad del
doctor.
-Milagro.- Todos me quedaron viendo extrañados. –Su pluma.- El
su mano derecha tenía una pluma dorada que decía "Miracle".
-Oh, esto. Me lo dieron en una conferencia que tuve en Toronto. El
hospital Miracle fue el anfitrión.- Explicó con una sonrisa que imité.
-¿Ya se despertó?-
-Sí, Ana. De hecho preguntó por ti.- Papá sonrió. –Deberías ir a
verlo.- Asintió y vimos a la rubia desaparecer por el pasillo. Me puse de pie.
-Iré a tomar un poco de aire fresco.- Anuncié.
-Con cuidado, mi amor.- Comencé mi camino a la puerta y a lo
lejos vi al chico de la tienda donde hice la llamada la noche anterior. Al verme hizo un
intento de sonrisa y vi que traía arrastrando la bicicleta que había tomado prestada.
-Dejaste esto ayer.-
-Gracias.-
-Y esto.- Extendió su mano y me mostró dinero. Supongo que era
el cambio del billete que le tiré.
-Gracias de nuevo.-
-No hay de qué.-
-Oye, ¿sabes dónde venden buenos desayunos?-
-Mi tía tiene una pequeña fonda. Está a una cuadra de aquí.-
-Gracias.- Le sonreí, él simplemente asintió y se fue. Regresé
adentro con los hombres que estaban enfrascados en su plática. –Hay un lugar donde
desayunar cerca de aquí. Deben estar hambrientos.-
-Sí, definitivamente.- Contestó el doctor. Les di las indicaciones de
cómo llegar. -¿Tú no vienes?-
-Esperaré a la rubia. Los alcanzamos en un rato.- Asintieron y
salieron del lugar. Minutos después de su partida llegó Norma al hospital. –Hola,
Norma.-
-Lara, me alegra saber que llegaste bien estaba preocupada.-
-Todo bien. Gracias.-
-¿Cómo está?-
-Necesitan hacerle estudios, se lo van a llevar.-
-¿Quiénes?-
-Tu crush y el doctor que trajo.- Le sonreí.
-¿Mi crush?-
-Mi papá.- Me dio un golpe en la espalda. –Pierdes puntos si
golpeas a su consentida.- Ahora si no aguantó y de plano me dio un zape. -¡Oye! Si
así me vas a tratar no te ayudo.-
-Lara, basta.- Estaba en el limbo entre estar molesta y apenada.
-Vamos, es divertido. Aparte nadie nos escucha y no saben qué
pedo. Relájate.-

-Me vas a matar de un coraje, Lara.-


-Prometo ser obediente.- Rápidamente me puse de pie porque
sabía que me golpearía de nuevo. –Que ira, señora.- Eran tan refrescante ver este
lado de Norma. La directora respetada y admirada por la escuela no tenía nada que
ver con la mujer sonrojada que tenía frente a mí. Para su fortuna y para mi desgracia
la rubia hizo acto de presencia.
-Hola, profe.-
-Ana, ¿cómo estás?-
-Bien. Y parece que él también.-
-Me alegra mucho saber eso. ¿Crees que pueda pasar a verlo?-
-Claro, está despierto. Es la habitación ocho.- Señaló al pasillo.
-Esto es guerra, Lara.- Dijo la mujer de ojos expresivos con una
sonrisa.
-Y todo se vale.- Repliqué con una sonrisa. Se dio la media vuelta y
yo volví mi vista a la rubia que se sentó a lado mío. -¿Cómo está?-
-Bastante tranquilo. Quiere verte para agradecerte que hayas
llamado a tu papá. También está muy feliz por haberle visto.-
-Son muy buenos amigos. Papá habla de él con mucho cariño. Y
mira, su amistad nos tiene aquí.-
-¿Te duele?- Pasó su dedo índice sobre mi pómulo con mucho
cuidado. Cerré los ojos al sentir su piel con la mía.
-Sólo cuando lo presionan.-
-Aquí- presionó suavemente –se ve morado. –Movió un poco su
dedo. –Aquí se ve verde.- Yo seguía sin abrir los ojos, deleitándome con su roce y su
voz. –Tienes un arcoíris en potencia.- Dijo burlona.
-Debería hacerte uno.-
-Si eso llega a pasar sabré que lo hiciste a propósito.- Quitó su
dedo y abrí los ojos lentamente.
-Definitivamente.- Vi como los hoyuelos se formaron en su rostro. -
¿Quieres ir a desayunar? Me dijeron de un lugar bueno cerca de aquí. Ahí está papá y
el doctor.-
-Claro pero deberíamos esperar a la profe.-
-De acuerdo.- Esperamos a Norma en un agradable silencio. El reloj
de recepción marcaba las diez y media de la mañana. La mujer de cabello corto salió
casi a las once. -¡Vámonos!- Dije con tal desesperación que Ana comenzó a reír.
-¿A dónde?- Preguntó Norma confundida.
-A desayunar. Las tripas de Lara están teniendo una acalorada
discusión y las mías van por el mismo camino.-
-Vamos.- Dijo la mujer. Omití el detalle de que papá estaba ahí. El
lugar estaba a unos tres minutos de ahí y lo reconocimos por las letras pintadas en la
pared: "Cocina de doña Mary". Entré primero y vi a papá y al doctor en una mesa
amplia; después de mí entró la rubia y por último Norma. Me hubiera encantado tener
una cámara para grabar su cara al ver a mi padre ahí. Usé todas mis fuerzas para
contener la risa.
-Rubia, ven aquí conmigo.- Hice que tomara la silla que estaba a mi
izquierda haciendo que Norma quedara justo frente a mi padre. Papá al verla entrar
como todo un caballero se puso de pie al igual que el doctor.
-Hola, Norma. Gusto en verte.- La saludó amablemente.
-Lo mismo digo, Manuel.- Contestó Norma en un tono de voz muy
serio.
-Él es el doctor Añorve, está a cargo de Cardozo a partir de ahora.-
-Mucho gusto.- Dijeron al unísono y se estrecharon las manos. Una
pequeña de unos ocho años nos llevó el menú a cada una de nosotras. Yo tardé
menos de dos segundos en decidirme por unos chilaquiles al igual que la rubia. Y
Norma optó por un caldo de pollo.

El desayuno transcurrió relativamente normal. Papá le hizo plática a Norma y se veían


algo incomodos interactuando pero trataban de disimularlo. Obviamente eso no
pasaba desapercibido para mí pero los otros dos espectadores ni se inmutaban.
Comía y veía entretenida la plática de los adultos. Era bastante notorio que Norma
sentía algo por mi papá y papá no era muy bueno disimulando las miradas hacia
Norma. No aguante más y me reí bajito. Sentí un leve pellizco en mi pierna y sólo reí
más.
-¿Estás bien, princesa?-
-Sí, papi. Recordé algo gracioso, es todo.- Los adultos siguieron con
la plática. Volteé hacia la rubia y se rió bajito. -¿Qué?-
-Tú.-
-¿Qué conmigo?- Tomó una servilleta y me limpió la comisura de
los labios.
-A la próxima te traeré un babero.- Dijo con una sonrisa juguetona.
-Gracias.- Volteé y Norma nos veía atentamente. -¿Qué?- Una
malévola sonrisa apareció en su rostro.
-Nada. Absolutamente nada.- Terminamos el desayuno y
regresamos al hospital. La rubia me decía algo a lo cual no prestaba mucha atención;
mi vista estaba en las personas que iban delante de nosotros, especialmente en papá
y Norma. Definitivamente había algo entre esos dos.
-¿Estás de acuerdo?-
-Sí.-
-Muy bien.- La rubia me puso el pie y si no es por un bote me voy
de boca al piso.
-¿Qué te pasa, tonta?-
-Te pregunte que si estabas de acuerdo en que te pusiera el pie y
me dijiste que sí.-
-Lo siento, rubia... es sólo que hay más cosas en mi mente.-
-Ya me di cuenta.-
-Perdón de verdad, ¿qué me decías?-
-Que debemos avanzar con nuestra presentación de la tabla
periódica.-
-Claro, en cuanto regresemos a casa nos podemos poner de
acuerdo para estudiar.-
-A veces eres muy despistada.-
-Mira quién habla.- Me recompuse. –La que en lugar de pasar el
balón me da en el ojo.-
-Fue un accidente.-
-Esa es una buena forma de ser despistada, tonta.- Entre bromas y
pequeñas risas llegamos al hospital.
-Bueno, hora de despedirse.- Dijo el doctor.
-¿Despedirse?-
-En cuanto llegue el helicóptero nos iremos con el paciente.-
-¿Por cuánto tiempo?- Inquirió la rubia.
-Lo que necesiten lo estudios. Quizá un par de días o una semana
dependiendo de lo que encontremos.-
-Nosotros no tenemos dinero...-
-Ana, no debes preocuparte por eso, papá se hará cargo, ¿cierto?-
-Así es, princesa. No tienes que preocuparte, hija. Lo voy a cuidar
bien.- Vi los ojos de la rubia llenarse de lágrimas.
-Gracias.-
-Tranquila.- Tomé unas hebras de su cabello y comencé a jugarlo.
–Vamos a despedirnos de él, ¿te parece?- Asintió. Olvidamos por completo que no
éramos las únicas ahí y nos fuimos directamente a la habitación ocho sin decir nada.
La rubia sonrió automáticamente al ver a su papá.
-Dulce Lara, me alegra verte.-
-Igualmente, señor. Se ve... bien.- Fue lo único en lo que pude
pensar.

-Bueno, tu padre cree que debo ir por exámenes y no sé qué cosas a la ciudad.-
-Es lo mejor. Debemos estar completamente seguros de que todo
está bien. No asustaste mucho, papi.-
-Lo siento, hija.-
-Para que no vuelva a disculparse vaya con mi padre y obedezca
instrucciones.- El hombre alto sonrió.
-De acuerdo. Entonces te dejo a ti a cargo de mi iglesia.-
-¿Yo?-
-Tú, Lara. Sabes cómo se maneja y lo que planeo. Nos falta poco
para tenerla completa y no quiero que se retrase nada. Confío en ti, Lara.- La sonrisa
no me cabía en el rostro y por lo que vi tampoco la rubia.
-Gracias, señor. No lo defraudaré.-
-Yo sé que no.-
Esperamos alrededor de una hora hasta que el helicóptero llegó. Al
parecer no eran muy conocidos ya que casi todo el pueblo se reunió a ver lo que
acontecía. La rubia no estaba muy acostumbrada a estar sin su padre y en cuanto
escuchó el helicóptero comenzó a llorar. Ni siquiera intenté decirle algo, era su forma
de desahogarse y no la reprimiría. Papá antes de partir me dejó una bolsa sellada y
me pidió que la abriera hasta llegar a casa.
Esperamos hasta que la enorme máquina se fue. Entonces la
persona que llevó al señor Cardozo a ese pueblo amablemente nos ofreció llevarnos
de regreso y evitarnos la larga caminata. Le pedí que acomodara la bicicleta que
debía regresar junto con una muy buena explicación y una extensa disculpa. Ya
dentro del coche la rubia seguía llorando.
-Deja de llorar, por favor.- Quería hacer algo más que jugar con su
cabello pero no podía. Sabía que no podía hacerlo pero no fue necesario. La rubia
buscó refugio en mi pecho. Norma que estaba junto a ella abrió los ojos como platos
cuando vi la acción de la rubia. Estaba claramente sorprendida.
-No quiero que le pase nada.-
-Tranquila. Para eso se lo llevaron.- Sobaba su espalda
rítmicamente tratando de calmarla un poco. –No soporto verte llorar, por favor.- Aún
entre sollozos llegamos al pueblo; Norma en ningún momento nos quitó la vista de
encima y observaba curiosa la escena. Sabía que se me venía un gran interrogatorio.
Ella pidió que la dejarán cerca de su casa y nosotras fuimos llevadas hasta la iglesia.
Al llegar le di una pequeña propina después de que me ayudó a bajar la bicicleta.
La rubia me guió hasta su habitación. Olía maravillosamente, como
ella. Había un enorme estante con muchos libros. Su cama estaba pegada a la pared;
estoy segura que se caía si la ponía a media habitación y me hizo sonreír. También
había varios dibujos y partituras pegadas en la pared. La habitación era muy ella.
Incluso en el color, verde agua con una franja blanca en medio.
-¿Quieres un poco de agua?- Asintió. Caminé a la cocina que ya era
familiar para mí y tomé dos vasos uno para ella y uno para mí y regresé a la
habitación. -¿Puedo?-
-Un momento.- Supuse que se estaba cambiando de ropa. –Pasa.-
Estaba en lo cierto, ahora tenía unos shorts que mostraba hasta la mitad de su muslo
y una blusa sin mangas. Le pasé el vaso de agua. –Gracias.-
-Un placer, majestad.- Ambas nos sentamos en la orilla de la cama.
-¿Tienes hambre?-
-No mucho. ¿Tú?-
-La respuesta siempre será sí, Ana.-
-Vamos, te prepararé algo.- Regresamos a la cocina y en cuestión
de minutos tenía un sándwich y un vaso de leche frente a mí.
-¿Sólo uno?- Sonrió y puso otro plato con un sándwich. -¿Y tú?-
-Estoy bien.- Me encogí de hombros.
-Tú te lo pierdes.- Devoré los sándwiches ante la mirada atenta de
la rubia. –Deliciosos.-
-Lo sé.-
-Qué humildad, majestad.- Después de dejar todo levantado
regresamos a la habitación de la rubia. Al igual que unos instantes atrás nos
sentamos en la cama.
-¿Te puedes quedar conmigo?- Preguntó después de muchos
instantes de silencio.
-Sí, Anita.- Me sonrió y se puso de pie, buscó al en su clóset y me
lo entregó.
-Para que duermas más cómoda.- Aún tenía puesta su sudadera.
-Gracias.-
-Te dejo un momento.- Salió de la habitación y me cambié tan
rápido como pude. Al verla en shorts me hizo sentir que tenía demasiada ropa puesta
y comencé a sudar. No podía dormir así.
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-Necesito ducharme.-
-¿Puedo?-
-Pasa.- Entró con una leve sonrisa. Del mismo clóset sacó una
toalla y me la pasó.
-Esa puerta.- Señaló una puerta que no había visto junto al librero.
–La luz está a tu izquierda entrando.-
-Gracias.- Tomé un baño con cierta calma; dejé que el agua me
refrescara, muchas cosas pasaron hoy y necesitaba este pequeño momento de
relajación. Los short de Ana me quedaban demasiado "short" era casi como mis
antiguas licras del voli y su playera me quedaba como ombliguera. Cuando salí la
rubia estaba acostada en el rincón de la cama. Aproveché el tiempo para abrir la
bolsa que papá me dio. Intenté hacer mucho ruido pero no lo logré.-
-¿Lara?-
-Lo siento. Quería ver que me trajo papá.-
-¿Qué esperas?- Le sonreí y abri la bolsa; de ella saqué mis
rodilleras, mis estabilizadores de tobillos y un par de tenis nuevos. –Están muy
bonitos, Lara.-
-Gracias.- Metí las cosas de nuevo a la bolsa y me quedé parada. -
¿Dónde dormiré?-
-Aquí, sólo que en la orilla de la cama.- Dijo con naturalidad. Asentí
con una sonrisa y me metí a la cama con ella. Me quedé boca arriba a lado de ella.
Lentamente se acercó hasta quedar sobre mi pecho. –No puedes imaginar lo mucho
que significó para mí el que estuvieras conmigo.- Con mi mano izquierda rodeé su
cintura y la atraje más a mí.
-Sé que hubieras hecho lo mismo.- Pegué mi cabeza con la de ella y
cerré los ojos.
-Me agradas mucho, Lara.- Su mano se aferró más a mi cintura.
-Quisiera decir lo mismo, rubia.- La escuché reír. Después de varios
minutos sus respiraciones se hicieron más lentas y sabía que se había quedado
dormida.
Ahora entendía mi dilema, con la rubia en mis brazos todo era más
claro. No era un sentimiento que quisiera ocultar pero era algo que me daba mucho
miedo; no por sentirlo sino por las posibles consecuencias que podría acarrear. Aquí,
aspirando su aroma sabía que quería estar así con ella todos los días.
Ahí en la comodidad de su habitación, la cual estaba junto a una
iglesia, con ella durmiendo sobre mi pecho acepté lo que mi subconsciente venía
maquilando y que me pedía que lo dijera a gritos: me gusta la hija del pastor.

A/N Hola, queridos lectores. Espero todos estén muy bien y les
guste la nueva entrega de esta historia :) En este capítulo en especial las palabras
simplemente fluyeron. Tiendo a revisar muchas veces pero esta vez sólo lo hice para
revisar ortografía y todo lo demás. No pueden imaginar lo feliz que estoy con la
historia y el alcance que ha tenido. He visto en las estadísticas que alguien me leen
en Rusia, sí en RUSIA. ¡Es una locura!
Realmente es un milagro que sea capaz de publicar constantemente
(aunque me exijan capítulo cada tres días). Tengo una carga horaria pesada, entreno,
planeo clases, juego y a veces voy a sesiones de AA. Y todavía me da tiempo de
escribir xD No sé cómo pasa pero pasa :) Así que si a veces no publico es porque mis
ocupaciones reales son mi prioridad. Mientras mis tiempos los permitan me verán
publicando cada cierto tiempo.
Esta semana será algo complicada y será mi cumpleaños :D Así que
quizá nos veamos dentro de un par de semanas. Mientras tanto lean "Mareas del
Tiempo" ;)
Saludos enormes desde un nublado rincón de México,
Ale :)
Capítulo 9

Estaba cansada, necesitaba dormir, me dolía el cuerpo pero así me


hubiese tomado veinte pastillas para dormir simplemente no hubiese podido. Acababa
de aceptar algo que nunca en mi vida creí que pasaría. Me atraía terriblemente la
chica que dormía plácidamente a mi lado; me gustaba todo de ella, absolutamente
todo. Así como podía sacarme de quicio podía sacarme las más amplias sonrisas.
Pero, ¿yo atraída por una mujer? En mi antiguo colegio, mis amigas y yo, solíamos
hacer audiciones con los chicos que querían salir con nosotras. Se podía decir que era
la persona más heterosexual del mundo. Salí con el capitán del equipo de basquetbol,
con el de voleibol y con el quarterback del equipo de americano; éste último, mi novio
antes de venir para acá.
Nunca antes me había fijado en una mujer, nunca. Y pasaba mucho
tiempo rodeada de ellas; tenía muchas amigas y muchas veces nos cambiamos en la
misma habitación, nadábamos topless y qué decir del voli. Las nalgadas de la buena
suerte y las micro-licras que usamos. Si fuese lesbiana estar en el equipo de voli
hubiera sido una bendición para mis ojos; a pesar de ser atlética mi cuerpo no podía
ser comparado con el otras compañeras que se la vivían en el gym y no dejaban de
entrenar un solo día. Nunca me fijé en ellas de una manera distinta o evocaron
sentimientos distintos a una amistad o simple admiración por su cuerpo. ¿Qué era
diferente?
Ana era muy bonita pero tenía amigas y conocidas que eran
muchísimo más atractivas que ella. He visto muchos pares de ojos, de colores
preciosos pero nunca vi un café tan hermoso como el de la tonta. Vi muchas melenas
doradas impresionantes pero la de Ana hacía juego con su personalidad, con sus ojos,
con toda ella. Sí, quizá físicamente había gente más hermosa que ella pero ninguna
de esas personas tenían la habilidad de cautivar con una maravillosa forma de ser
como la rubia.
Entonces no es de género, es de personalidad; no me gusta por lo
que es por fuera, me gusta lo que me hace sentir y lo que saca de mí. Podría decir
que quise a mis novios pero ninguno de ellos hizo que me latiera el corazón con tanto
fervor como con la rubia. Quizá no me gustaban las chicas, me gustaba Ana y sólo
Ana. Nadie nunca había incitado en mí tales sentimientos y me llenaba de mucho
temor. Mis relaciones terminaron porque yo así lo decidí pero cual fuera la naturaleza
de mi relación con la rubia no podría terminarla. Ni loca. No veía un fin a lo que
tenemos o podemos tener.
Haciendo mis películas sobre la rubia y yo ni siquiera sé si a ella le
gustan o particularmente le gusta la chica que la está sosteniendo. Y en el remoto
caso de que ella sintiera lo mismo se desataría el pandemónium aquí si se llegase a
saber. En general en Estados Unidos están de acuerdo con eso pero recuerdo muy
bien a una pareja en Texas; una era de tercer año y otra de segundo. Regina creyó
gracioso poner consoladores en sus casilleros. Hasta ese incidente ellas solían
tomarse de la mano y a nadie parecía importarle hasta que Regina puso sus ojos
sobre ellas. Participé como espectadora y ha sido de las pocas cosas que me han
hecho sentir mal conmigo misma. El ver la cara de las chicas... Dios, ojalá hubiera
hecho algo. Nunca más las vi tomarse de las manos o tan siquiera estar cerca.
¿Qué podía depararme aquí? Ni siquiera creo que conozcan el
término homosexualidad y si lo conocen estoy segura que lo asocian con Satanás o
algunos de sus secuaces. Aunque no soy homosexual, sólo me gusta Ana... Sí,
seguramente la gente se va a relajar muchísimo si saben esta información. Yo y mis
ocurrentes formas de ponerme en aprietos. Pero esto no sólo me afectaba a mí o a
Ana en el utópico caso de que yo le guste, esto podría en el ojo del huracán al señor
Cardozo, si no es que directo a la hoguera. Y si no me equivoco arrastraría a Norma
también.
Con la mujer de cabello corto tenía que prepararme para un
interrogatorio digno del FBI y la postura del señor Cardozo... debía encontrar una
forma sutil de saber qué pensaba acerca de este delicado tema. Una parte de mí cree
que Norma sería la más relajada con este tema o al menos trataría de ser
comprensible pero el hijo de Dios que guía a una comunidad no creo que sea tan
flexible. Ellos que creen en la unión de un hombre y una mujer para tener relaciones
y poblar la tierra y así poder asegurar la existencia de nuestra raza por muchos años
más. Pensándolo bien, esto de la homosexualidad no es tan grave, representa una
solución a la creciente sobrepoblación en nuestro contaminado planeta.

Ana no podría embarazarme y por obvias razones yo a ella tampoco. Un hombre no


podría embarazar a otro hombre o embarazarse del todo. Creo que ya hay suficiente
gente para asegurar la continuidad del homo sapiens y hay muchos niños que no
tienen un hogar... ¿por qué mierda estoy pensando en hijos y en descendencia? Esto
es mucho. Quizá lo más adecuado sea charlar con Norma y que me ayude a aclarar
mis ideas.
Bajo ninguna circunstancia me veía contando este acontecimiento
tan grande a la bruja. Estoy segura que me encerraría en un manicomio o me
enlistaba para un exorcismo en el Vaticano, todo lo que fuera necesario para sacar lo
malo de mi mente. O me alejaría de Ana hasta que me olvidara incluso de mi propia
existencia. Papá me escucharía, me daría un sermón acerca del amor y el trabajo;
pediría perdón por no pasar mucho tiempo conmigo y después diría que me apoya o
buscaría alguien para ayudar. Papá definitivamente ayudaría pero lamentablemente ni
él ni la bruja estaban aquí así que estaba por mi cuenta y debía aclarar este dilema.
Sentí a la rubia moverse bruscamente y comenzar a manotear.
Estaba teniendo un mal sueño y creía saber de qué se trataba. La forma en cómo
estaba sobre mí me impedía defenderme de sus ágiles manos. La tomé de la cintura
para intentar quitarla de mí pero sólo logré que me pateara.
-¡Suéltame!-
-Ana, soy yo. Despierta.-
-¡Déjame!- Su voz se notaba cada vez más estresada. Como pude
zafé el brazo que estaba bajo su cuerpo y me levanté de la cama a encender la luz.
-Ana, despierta.- Si la tocaba iba a ser peor. -¡Ana!- Prácticamente
grité y esto la hizo despertar. Abrió los ojos de golpe y se veía muy asustada. Veía a
todos lados de la habitación como buscando algo... o a alguien. –Nadie te puede
lastimar aquí.- Vi su cara transformarse y en segundos se echó a llorar
desconsoladamente. No sabía que hacer tontamente me quedé parada muy cerca de
la cama viéndola llorar. -¿Puedo...?-
-No.- Asentí aunque ella no me veía. El contacto era mucho para
ella, lo cual confirmaba que el abrazo y el dormir conmigo fueron por su imperiosa
necesidad de no sentirse sola. Temía por su padre y yo estaba ahí... me vio como un
salvavidas en un apremiante momento.
-¿Quieres algo?-
-Necesito estar sola.- Genial, nadie nunca me había corrido.
–Puedes dormir...-
-No te preocupes, me iré a casa.-
-Es muy tarde para...-
-Necesito caminar y respirar aire fresco.- Comencé a ponerme los
zapatos mientras ella seguía sollozando.
-Lo siento mucho.-
-No te disculpes... parece que es algo que no puedes... controlar.-
-Lara...-
-Cuídate, por favor.- Me puse de pie y salí del lugar con un enorme
nudo en la garganta. Al salir del lugar solté el aire que no sabía que contenía. Quería
ayudarla, quería hacerle la vida más fácil pero no podría hasta que ella me lo
permitiera y para eso tendría que hacer algo que odio: esperar.
Con muy pocos ánimos caminé a casa, el sol no se veía por ningún
lado, ni parecía que fuera a salir pronto. Caminaba acompañada del silencio, de los
sonidos de los animales nocturnos y de la terrible decepción en mi corazón. Sabía que
debía ser paciente pero no podía obviar el hecho de que me dolió mucho que me
corriera. Pude dormir en el piso, en el baño, incluso parada. No quería dejarla sola
pero tampoco puedo presionarla.
De mi calceta saqué mi llave y entré a casa. Ya olía más decente y
eso me agradaba mucho, sin pensarlo me tiré sobre el sofá y ahí me mantuve en una
marejada de pensamientos, todos de la rubia. Necesitaba imperiosamente aclarar mi
mente, ser capaz de abrir mi mente y mi corazón con alguien que pueda entenderme
y que no me juzgue. No quiero malas miradas o comentarios incomodos, quiero que
alguien se ponga en mis zapatos y me ayude descifrar este acertijo. Me mantuve ahí
hasta que el sueño vino por mí y quedé profundamente dormida.
Esta vez no hubo sueños, o al menos alguno que pudiera recordar. Nada que valiera
la pena y lo agradecía, no quería también a la rubia en mis sueños (más) suficiente
con tenerla en la mente todo el día. Me desperté y vi algunos rayos del sol entrar por
la ventana de la sala. Corrí al baño, me lavé los dientes, hice un intento de peinarme
y me dirigí a la casa de Norma; no quería perder ni un solo minuto. Necesitaba hablar
con ella. Toqué un par de veces y esperé pacientemente por dos segundos y después
comencé a azotar mi palma contra la puerta. Una soñolienta mujer apareció frente a
mí.
-¿Lara?-
-Necesitamos hablar.- Ni siquiera esperé a que me permitiera
pasar. Cuando volteó a mí ya estaba sentada en su sofá.
-Pasa.- Dijo sarcásticamente, cerró la puerta y se sentó frente a mí.
Ya al tenerla en frente me ganó el miedo, la angustia, ¿realmente me comprendería?,
¿y si no lo hacía? ¡Mierda! -¿Lara?, ¿estás bien? Te pusiste más pálida de lo que ya
estás.-
-¿Prometes que no me vas a juzgar?-
-¿Qué pasa?-
-Promételo. Dime que tendrás una mente abierta a lo que te diga.-
-He tenido una mente abierta desde que conocí.- Me ganó el
pánico. Supongo que esto es lo que sienten los artistas cuando ven la muchedumbre
que vitorea sus nombres en un enorme estadio. Sólo que aquí yo gritaría que me
gusta una chica y no cualquiera, nada más y nada menos que la hija del pastor. -
¿Lara? Realmente me estás asustando.
-Me gusta.-
-¿Quién?- No contesté y la vi fijo a los ojos por varios segundos. Su
rostro se tornó sombrío un momento y después sus facciones se suavizaron. Muy
lentamente cambió de sofá y se sentó junto a mí. -¿Te corresponde?- Negué en
silencio.
-No y no creo que lo haga.-
-Quizá estás confundida...-
-Hace días que estoy confundida, Norma. Ayer confirmé mis
sospechas; me gusta y mucho. Yo no... no... ¡mierda! No puedo, no debo, está mal
de donde lo veas...es...-
-Lara.- Tomó mi mano izquierda que era la que tenía más cerca de
ella. –Respira, pequeña.- Asentí y busqué tranquilizarme pero era casi imposible.
–¿Cómo comenzó?-
-Todo se dio porque es incapaz de defenderse. Odio la manera en
como la tratan y ella simplemente no hace nada.-
-Varios maestros me han reportado que tú la has tratado mal.-
-Prefiero ser yo y no Olivia. Ana sabe que no lo digo en serio aun
así me disculpo con ella casi a diario. Desde que yo comencé a meterme con ella Liv
ha bajado su intensidad.-
-¿Entonces las estás protegiendo?- Asentí. –Pero sigues con el
grupo de Torres como si nada pasara.- Meditó un momento. –Eso no durará por
siempre; o las vas a terminar odiando realmente o te vas a echar encima al grupo de
Olivia.-
-Al ritmo que voy lo segundo pasará muy pronto.- Rasqué mi
cabeza. –Me sobrepasa, Norma. A mí ni siquiera me gustan las chicas... he tenido
muchos novios... yo no... es muy fácil quererla.- Una involuntaria sonrisa se escapó
de mis labios.
-¿La quieres?-
-Sí.-
-Las vi muy cómodas en el carro.- Inquirió curiosa.
-La he abrazado un par de veces...ayer dormí con ella... me refiero
a... en la misma cama. No hicimos...- Norma levantó la mano a la altura de mi boca.
-Entiendo lo que quieres decir.- Suspiré.
-Estaba teniendo un pesadilla y como yo la tenía abrazada comenzó
a patearme y a manotear... me corrió de ahí. Me dijo que quería estar sola.- Sonreí
amargamente. –El contacto que hubo entre nosotras fue por la necesidad que ella
sentía, no por mí.-

-Quizá sí, quizá no.- Norma se veía bastante tranquila y le agradecía al cosmos por
eso. -¿Cómo sabes que la quieres?-
-Ahora mismo quiero ir a ver si ya desayunó, si pudo dormir algo
después de las pesadillas... estoy más preocupada por su bienestar que el mío.-
-Bueno, las amigas hacen eso.-
-¿Sueñas que quieres besar a tus "amigas"?- Se echó a reír.
-No.-
-La quiero, Norma y es una mierda porque no sé cómo sentirme al
respecto. Yo no soy...-
-Gay.- Dijo con admirable calma.
-Gay.- Repetí. –Yo no soy eso.-
-Lara, esto va más allá de tu orientación sexual o tus gustos.
¿Sabes qué pasaría si alguien se entera de esto?-
-Locura.- Tomé mi cabeza con ambas manos.
-Esto afecta a cada de una de las personas que vivimos aquí. A
todos. Primero porque no es normal.-
-¿No lo es?-
-Para ellos no, Lara. Ellos no comprenderían la naturaleza de tus
sentimientos.-
-¿Tú lo comprendes?- Pregunté con miedo.
-Yo no soy quién para decirte que está bien y que está mal pero
debes entender que esto es sumamente delicado.-
-¿Esto es normal para ti?- Podía ver la consternación en su rostro.
–No me mientas, por favor.-
-Querer o amar a alguien es de las cosas más hermosas que puede
haber en el mundo, ¿cómo podría yo oponerme a la idea de la felicidad?-
-No me has contestado.-
-Tan impaciente como toda la vida, Lara.- Sonrió. –No es normal
pero dime, ¿qué lo es?- Le sonreí en agradecimiento. –En otras circunstancias te
alentaría a ir por todo pero debes tomar en cuenta la posición del padre de Ana.-
-Es el guía del pueblo.-
-Nuestras sagradas escrituras dicen que el hombre debe estar con
una mujer para honrarse y respetarse. Nunca habló de parejas homosexuales. Bueno,
hay algo de Sodoma y Gomorra...-
-Algo escuché...-
-A lo que voy es que nunca lo he escuchado hablar de eso. No ha
habido la ocasión. Digo hemos tenido que lidiar con chicos que quieren... descargarse
con los animales...-
-Asco.- Fruncí el ceño.
-Es una práctica muy común en este tipo de lugares.-
-Recuérdame nunca tocar un animal de aquí.-
-Lo haré.- Se quedó pensativa un momento. –Nunca hemos sabido
de algo así y no me agradaría que la hija del pastor y tú sean la premisa.-
-Lo último que quiero es que salga lastimada, ya ha pasado por
mucho.-
-Tus sentimientos son nobles, Lara pero aquí vas contra la
corriente. Como tu tutora yo también estaría en este embrollo.-
-Lo sé, lo sé... Perdón, Norma.-
-No, cariño. No tienes que disculparte por querer a alguien;
lamento que las condiciones no sean las más adecuadas para ustedes.-
-Para mí. No creo que me llegué a corresponder en algún
momento.-
-La vi muy segura contigo. Nunca la había visto así antes, con
nadie. Absolutamente nadie.-
-No se vio así cuando me echó de su casa.- Repetí con tristeza.

-Es una niña muy lastimada, Lara. Todo esto del contacto y las amistades es algo
relativamente nuevo para ella. Yo estoy segura que no lo hizo con la intención de
lastimarte, sólo estaba buscando su propia seguridad y forma de estar bien.-
-Yo podría ayudar.-
-Sé que sí, mi pequeña Lara pero hay gente que no quiere ser
ayudada. O simplemente no sabe que es la ayuda porque nadie nunca le ha tendido
una mano.- Las palabras de Norma penetraban mi mente hasta lo más profundo.
–Ella ha tenido muchas carencias, de muchos tipos y apenas se acostumbra a ser
parte de la sociedad. No es fácil, Lara. Es un largo proceso que conlleva muchos
estiramientos emocionales.-
-Como el mío.-
-Justamente como el tuyo.- Me sonrió con dulzura. –Sólo que tú
eres una vaca loca y te gusta meterte en los problemas más complejos que existen
sobre la faz de la tierra.-
-Estoy muy asustada, Norma.- De nuevo tomó mi mano y la apretó
con las de ella.
-Lo sé, cariño pero no estarás sola. Me apena el predicamento en el
que te estás metiendo porque sé que traerá muchos conflictos y no te quiero a ti o a
Ana en el ojo del huracán. La gente puede ser muy cruel.-
-Yo no quería esto.- Sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Esto era un
gran problema; mi desmadre era poco comparado con esto.
-Al corazón no le das órdenes, Lara. A veces hay cosas que
simplemente pasan.-
-¿Lo dices por experiencia?-
-Amé a mi esposo como nunca pensé amar a alguien pero tu
padre... es algo que es incorrecto; no por lo que sentimos sino por la forma. Ambos
estábamos casados en ese entonces.-
-¿Aún lo sientes?-
-Siento remordimiento por haber engañado a mi marido.-
-Lamento eso.-
-Yo también.- Me acerqué a darle un abrazo.
-Gracias.-
-No me agradezcas sólo ten cuidado, por favor. No quiero que te
pase algo.- No dije nada más y nos mantuvimos así por varios segundos hasta que
alguien tocó a la puerta. –Debe ser mi hermana.- Me preparaba para comentarios
ácidos por parte de la amargada mujer pero mi sorpresa fue enorme al ver una
conocida melena rubia en el umbral. –Ana, buen día.-
-Hola, profe. ¿Puedo hablar con usted?- Ella aún no se había
percatado de mi presencia así que me puse de pie y al verme abrió mucho los ojos.
-Buen día, rubia.-
-Buen día, Lara.- Sus ojos delataban que había dormido muy poco y
que había llorado mucho.
-Gracias por el café, Norma. Nos vemos más tarde.-
-Perdón no...-
-No te preocupes Lara ya va de salida, ¿cierto?- Norma me sonreía.
-Completamente cierto. Iré a nadar un rato.- Me dirigí a la puerta y
esperé a que la rubia se hiciera a un lado para poder pasar.
-Iré a preparar más café.- Dijo la mujer de cabello corto y se fue a
la cocina. Dejándonos a la rubia y a mí en un sepulcral silencio.
-Siento lo de ayer, Lara. De verdad.- Se apresuró a decir con
notable tristeza. -¿Estás molesta?-
-No, no lo estoy.- Suspiré. –Te veo después.- Pasó muy cerca de mí
y me hice a un lado.
-No hagas eso, por favor.-
-Sólo respeto tus límites, Ana.- Vi como sus ojos se llenaron de
lágrimas. –No llores... No quise ofenderte sólo que no sé qué hacer.- Tomé un
mechón de su cabello y comencé a jugar con él. –Ve adentro, tonta.- Asintió.

-Lo de ayer...-
-No hablemos de eso, ¿sí? Cuídate, rubia.-
-Tú también, Lara.- Hizo un intento por sonreír y salí de ahí a toda
prisa a mi casa. Casi al instante en que entré mi estómago comenzó a hacer ruidos
extraños. Por lo que me dispuse a hacer algo de desayuno.
Mis habilidades culinarias avanzaban con lentos pero firmes pasos;
al menos ya conseguía no quemarme, tanto. Bueno, con el tiempo dejaría de
quemarme cada vez que cocinaba. Opté por huevos estrellados y algunos plátanos
fritos. No sé cómo estuve privada de esa delicia por tanto tiempo. Para cuando
terminé mi complejo desayuno moría de hambre, el ruido de mi estómago era
constante e incluso sentía que tenía ritmo. Me preparé una rápida taza de café y me
dispuse a comer.
Mantuve a la rubia alejada de mis pensamientos hasta que llegó la
hora de sentarme a comer. ¿Qué quería con Norma?, ¿hablar de lo que pasó ayer? O
quizá simplemente algo de compañía. Lo que fuera a mí me llenaba de curiosidad. Si
le hablaba de mí quería saber qué percibía de mí y cómo me veía, qué soy para ella,
qué represento para ella... quería saberlo todo. Y aunque no hablara de mí quería
saberlo también, entender que pasa por esa terca cabecita y ver la manera de
ayudar. Estoy jodida. Completamente jodida.
Terminé mi desayuno tan rápido como pude y me puse ropa más
adecuada para ir al río y poder nadar un rato. No era tan buena pero disfrutaba
mucho hacerlo. Con shorts, un top negro y una playera blanca sin mangas me dirigí al
lugar. Caminé apenas unos pasos de donde estaba mi ahora casa y después de pasar
unos árboles se develó ante mí el precioso río. Era tan hermoso aquí, por donde se
viera. Esto se veía muy poco en la ciudad y lo que se veía era mitad naturaleza y
mitad hecha por el hombre para "hacerla más bonita". Este lugar era magia. No lo
pensé mucho y me metí al agua que estaba más fría de lo que pensaba pero lo
necesitaba.
Estuve nadando hasta que sentí que los brazos no me daban;
estaba totalmente exhausta. No sé cuánto tiempo estuve ahí sólo sé que fue muy
relajante. Me liberó y todo lo que tenía contenido se lo llevó el agua. A final de
cuentas parecía que sí podía ser un ser humano civilizado y podía sacar mi ira sin
golpear a alguien. Punto para Lara.
Regresé a casa casi arrastrándome y no como la vez pasada que no
recordaba ni mi nombre. Esta vez era por algo un poco más sano. Entrando a casa fui
directamente a mi habitación a cambiarme de ropa y busqué dónde colgar la que
estaba completamente empapada. Era casi medio día; realmente me había levantado
temprano. Recordé que yo quedé a cargo de la iglesia así que me dispuse a ir para
allá.
El sol mostraba piedad hoy gracias a muchas nubes que impedían
que sus rayos cayeran directamente sobre mí. Aunque el color de las nubes mostraba
que una gran tormenta se acercaba. Al llegar varias personas estaban reunidas en la
entrada de la iglesia, parecía que escuchaban atentamente a alguien y cuando estuve
más cerca oí claramente la voz de la rubia. Al parecer los ponía al tanto de la
situación de su padre y les decía lo que pasaría en esta semana.
-Ahí está.- Dijo sonriente señalando a mi dirección. Todos voltearon
a ver y las caras de sorpresa no se hicieron esperar al verme. La mayoría me sonrió,
menos la familia de Ofelia quién seguramente les ha dicho de lo que pasa conmigo y
la rubia en la escuela.
-Hola, buenos días.-
-Buenas tardes, diría yo.- Dijo Daniel mayor.
-Lo siento, no tengo un reloj y aún no sé ver la hora con la
ubicación del sol.- Ana comenzó a reír pero de inmediato se tapó la boca. –No tengo
ni la más mínima idea de porque el señor Cardozo creyó que era buena idea dejarme
a cargo de todo esto. Sólo sé que debemos hacer lo que nos corresponde para el
señor Cardozo y para Él... ya saben, el que está ahí adentro.- Algunos comenzaron a
reír. –Así que, manos a la obra.-

Trabajamos sin parar más de tres horas, algunas personas estaban conmigo
acomodando los cuadros que en algún momento limpié. Agradecí al cosmos por tener
a gente que realmente sabía de esto porque yo quería acomodar los cuadros
conforme a mi gusto pero me fue dicho que iban acomodados de acuerdo a la pasión
de Cristo. Sí, necesitaba ser más perceptiva. Agradecí que no se hayan reído...por
más de cinco minutos.
Después del pequeño desliz, continuamos trabajando y de vez en
cuando salía a verificar si todos tenían material suficiente para seguir trabajando. Con
los que menos me acercaba era con la familia de Ofelia, era claro que no les agradaba
y no estaba de humor para soportar malas caras o comentarios tontos. Eso no impidió
que me topara con ellos un par de veces; Ofelia limpiaba las bancas y en este punto
el agua que tenía en su cubeta era café y olía a coladera. Pasé cerca de ella y no
perdió tiempo.
-Si el pastor supiera lo que le haces no te hubiera dejado a cargo.-
Simplemente la ignoré y pasé de largo. –Te crees muy importante, ¿no? Sólo eres
una horrible persona que vino a fastidiar a Ana y a todos los del pueblo.-
-¿A todos los del pueblo o sólo a ti?- Me detuve y volteé a verla.
–Tú fuiste la única en refunfuñar.-
-En cuanto se sepa la verdad de tu asquerosa personalidad todo te
van a odiar tanto como yo a ti.- Creo que no le agrado mucho.
-A veces el odio es envidia disfrazada.- Repliqué. Ni bien había
terminado la frase y sentí el agua hedionda resbalar por todo mi cuerpo.
Instintivamente cerré los ojos y la boca aunque esto fue un poco tarde porque engullí
un poco de agua. Las ganas de vomitar eran grandes.
-Eres una imbécil.- Apenas abrí los ojos y vi como se venía sobre
mí. Tomé su mano en el aire. Nuestra diferencia de estaturas me daba ventaja en una
pelea pero aparentemente no en una guerra de cubetas.
-No quieres pelear conmigo, créeme.-
-No te atrevas a decirme qué hacer y qué no.- En ese momento vi a
la rubia entrando a la iglesia; nos vio y corrió a donde estábamos.
-Ofelia, déjela.- Me vi en la necesidad de contener la sonrisa. Ella
me estaba defendiendo... creo.
-Se lo merece. Sólo ha sido un dolor de cabeza desde que vino y
alguien debe ponerla en su lugar.- La chica sacaba chispas de los ojos.
-Vas a necesitar más que agua mugrienta para detenerme.- Le
solté la mano y le sonreí.
-Lara, basta.- Ana no estaba muy alegre con mi respuesta. –Ya
sabes dónde está el baño.- Ofelia la vi extrañada. –Ya.- Vi a la chica bajita por unos
segundos más antes de ver a la rubia quien estaba todo menos contenta. Sin decir
más me dirigí a su habitación y me metí directo a la ducha.
Tardé más tiempo del requerido en la ducha, el olor era
nauseabundo y la mayoría del agua había quedado atrapado en mi cabello. Después
de la cuarta vez que me enjaboné el cabello sentí que ya no había rastros del olor. Mi
cuerpo recibió el mismo tratamiento sólo que cinco veces en lugar de cuatro. Al salir
de la ducha, tomé mucha pasta de dientes y me enjuagué por varios minutos hasta
que me ardió la boca de tanta menta.
Al salir la rubia estaba sentada, encorvada muy impropio de ella. La
observé, al parecer no se había dado cuenta que ya había salido de la ducha. Se veía
tan frágil y me revolvía el estómago el saber que alguien la lastimó. Agotaría mis
energías para saber quién fue y hacer que pague.
-Hola.- Se asustó un poco al escuchar mi voz. Levantó la mirada e
hizo un intento por sonreír. -¿Todo bien?-
-Simplemente no puedes quedarte callada, ¿cierto?-
-No está en mi naturaleza.-
-Lara... detén esto.-
-No. Porque sí lo hago Liv volverá a lo mismo. No va a pasar
mientras pueda impedirlo, Ana.-

-Lo que ella dice, nunca la había oído expresarse de esa manera, ni siquiera de
Olivia.-
-Ya hablamos de esto, tonta y no podría importarme menos lo que
ella piense.-
-¿Te importa la opinión de alguien?- Preguntó para luego voltear la
vista al piso.
-La de Norma, la de mi papá y la tuya.- Lentamente volvió a verme.
-¿Yo?- Se veía asombrada.
-Tú.-
-¿Qué puedo tener yo que te haga valorar lo que digo?-
-Por más tonta que puedas parecer tienes muchas cualidades.-
-Gracias.-
-Simplemente digo la verdad.- Volteé a verla y con diversión vi sus
intentos por ocultar el rojo de sus mejillas. –Tonta.-
-Fastidiosa.- Me vio directo a los ojos y sonrió. Podía quedarme así
una eternidad y no tenía que ver con el hecho de que estuviera prácticamente
desnuda frente a la rubia sino por la tranquilidad que sentía. Rompió el contacto
visual para buscar algo sobre su lado derecho. –Ten.- Me entregó ropa limpia. –Como
eres transgénica opté por darte uno de mis shorts y una de las playeras más amplias
que tengo. Así no se verá como si estuvieras usando la ropa de tu hermanita.- Sonrió.
-Esto servirá, gracias.- Le regresé la sonrisa mientras recibía la
ropa. Afortunadamente mis tenis no se mojaron mucho, si no tendría que estar
descalza porque no había manera en que mi pie entrara en los zapatos de la rubia.
-Te dejo para que te cambies.- Asentí y sin más salió de su
habitación. No tarde mucho en cambiarme, aunque era bastante raro estar sin ropa
interior. Me metí de nuevo al baño por mi ropa hedionda; necesitaba lavarla antes de
que el olor no desapareciera nunca. Busqué a la rubia y estaba hablando con la
familia de Ofelia. Espero que no arruine mi cubierta. Me vieron a lo lejos y las miradas
letales no se hicieron esperar. Bien. No sabían.
Decidí que lo mejor era esperar en la cocina y esperar que Ana
despachara a la gente a su casa, era lo mejor. Aun con mi ropa en mano esperaba
ver la melena familiar entrando por la pesada puerta de madera. Después de unos
minutos más así pasó. Aunque no se veía muy contenta cuando entró.
-¿Qué pasa?-
-Se niegan a trabajar contigo aquí.-
-¿Quiénes?-
-La familia de Ofelia.- Se veía muy estresada. –Van a hablar de un
horario en el cual no choqué contigo.-
-Soy unos hipócritas.- La rubia volteó a verme. –Pregonan el amor
de Dios y que nos amemos los unos a los otros pero no pueden soportar a una chica
medio rebelde. Es una idiotez. Porque esto segura que son del tipo que dicen que
aman al mundo entero y en cuanto ven algo que no les agrada se le tiran a la
yugular.- La rubia comenzó a reír.
-Creí que no te importaba.-
-Me importa más la economía de Chipre que lo que piensen. Es sólo
esta doble moral que la gente maneja. Creo que es una mierda.-
-Lenguaje.- Me regañó.
-Dios sabe como soy, no creo que le importe que diga groserías en
su casa.-
-Lara...- Había algo de advertencia en su voz.
-Es la verdad.- Decidí cambiar de tema. -Mira, yo puedo trabajar de
las cuatro en adelante. En lo que están las vacaciones porque después debo regresar
a las prácticas de voli.-
-Gracias.-
-A final de cuentas soy yo la del problema contigo, así que me
siento obligada a dar una solución.-

-¿Obligada?-
-Es un decir... pero sí me siento así. Todo por tu culpa.- Puse los
ojos en blanco.
-¿Mi culpa?, ¿de qué hablas, Lara?-
-Sabes de lo que hablo, Ana.- Casi por costumbre bajó la mirada.
–Estoy bromeando.-
-Pero tienes razón. Yo he dejado que pase a más pero si me
defiendo...- Comenzó a respirar agitadamente.
-Mírame.- Negó con la cabeza. –Ana, por favor.- Volvió a negar.
–Anita, mírame por favor.- Lentamente subió la mirada. Esa mirada que sólo he visto
cuando llora, esa mirada que está llena de miedo y dolor. –No voy a dejar que te
hagan daño, ¿entiendes? Tienen que pasar sobre mí antes de hacerte algo.- Asintió
levemente. –Déjame ayudar.-
-No sé confiar... me refiero a que... ¿cómo sé que es sincero?-
-No me lo tomes a mal pero no hay nada que pueda querer de ti.-
Aparte de tu tiempo, tus pensamientos, tus emociones, tus labios... sacudí la cabeza
reenfocándome en lo que estaba. –Materialmente no hay nada. Sólo me queda tu
horrible personalidad... así que supongo que es genuino. Sólo quiero que estés bien y
que por lo menos alguna vez en tu vida seas capaz de decirle algo a Olivia.-
-Le he dicho "buenos días"- Dijo seria.
-Ana, en serio...- Se echó a reír. –Qué graciosa, tonta.- Ambas
reímos. Un olor nos regresó de la burbuja en las que nos sumergíamos cuando
hablábamos. –Necesito lavar esto.- Señalé la ropa.
-En el patio encontrarás un lavabo y suficiente jabón para dejarlo
tan nuevo como se pueda dejar.-
-Gracias.-
-Haré algo de comer en lo que lavas.- Levanté mi pulgar derecho
mientras me dirigía la patio.
Lavar tampoco se encontraba entre las actividades que destaco por
lo que me llevó demasiado tiempo hacerlo. ¿Por qué era tan difícil? Es en estas
circunstancias en las cuales valora los avances tecnológicos; la lavadora hubiera
hecho el trabajo pesado en menos de un cuarto de tiempo del que yo ocupé. Cuando
me giré después de colgar la ropa la rubia me veía divertida.
-¿Qué?-
-Tú.-
-¿Qué conmigo?-
-Eres como una rata de laboratorio.-
-¿Ya comenzamos con los apodos? Pues tu pareces un mono.-
Comenzó a reír.
-Lo decía porque es interesante verte desenvolverte en un lugar
que claramente, no va contigo.-
-Me alegra servirle de entretenimiento, majestad.- Le hice una
reverencia. –Eso no quita que te parezcas a un mono.- Le sonreí tan amplio como
pude.
-La comida está servida.-
-Veo la luz al final del túnel.- Levanté las manos al cielo y casi me
puse de rodillas. La rubia sonrió para sí misma y caminó de regreso a la cocina.
-Dramática.-
Al llegar a la cocina la comida estaba más que servida. Se veía
delicioso. Huevos, salsa roja, aguacate y chicharos; algo de frijoles a un lado y mucho
queso encima. Sólo de verlo me quitó el hambre. Ni siquiera pregunté a la rubia si
podía ayudarla con algo, simplemente me senté. Ella se unió unos segundos después
y muy ceremoniosamente sirvió agua en mi vaso de cristal.
-¿Quieres decir la oración?-
-Quiero comer.- Se puso de pie y yo la seguí.
-Padre, gracias por los alimentos que pones hoy, por tu divina
voluntad, pones en la mesa. Bendice a los animales que fueron sacrificados; dale pan
a los que no tienen y a los que sí tenemos danos hambre de ti...-

-Te pido por el señor Cardozo.- Interrumpí. -Que todo salga bien, digo es de los
tuyos, debes protegerlo.- Vi a la rubia contener la risa. –Te pido por la gente que
hace daño... que el karma les muerda el...-
-Lara.-
-Gracias por escucharme. Cambio y fuera.-
-¡Lara!- Me reprendió escandalizada.
-¿Qué? Así me llevó con Él.- Me encogí de hombros. –Te pido por
mi hígado, que sea capaz de aguantar a esta odiosa rubia.-
-Pide también por el mío que está en peligro contigo aquí.- Dijo con
una sonrisa. –Amén.-
-Amén.- Nos sentamos y por varios minutos no hicimos más que
comer... en realidad, sólo fui yo la que no paraba de comer.
-¿Está bueno?-
-Delicioso. Realmente delicioso.- Decía mientras devoraba la
comida.
-Esa ha sido la bendición de alimentos más entretenida.- Confesó.
-Yo lo hago todo más divertido.-
-Eres una payasa, claro que todo lo haces divertido.- De nuevo
decidí ignorar a la chica de ojos café para centrarme en mi comida. A final de cuentas
terminé comiéndome la comida de la rubia y ella muy tranquilamente se paró a
preparar más para ella.
Me frotaba el estómago esperando a que Ana terminara de comer.
Seguíamos en el comedor pero ninguna decía nada. Ana porque seguía comiendo y yo
porque sentía que regresaría la comida si hablaba. Estaba más que llena. Cuando la
rubia terminó por fin de comer, levanté los trastes y me dispuse a lavarlos. Acción
que la chica rubia aprovechó y me puso los sartenes y cosas que usó para preparar la
comida.
-Abusiva.- Reclamé.
-Es lo menos que puedes hacer después de alimentarte.- Puse cara
de ofendida.
-¿Disculpa?, ¿no salió de tu corazón el darme de comer?-
-Sí pero sólo la primera ración... las raciones extras se deben
pagar.- Me agradaba por demás la faceta juguetona de Ana.
-Bien, tendré eso muy en mente cuando quiera hacer servicio social
contigo.-
-Creí que lo hacías para protegerme.-
-Eso te hice creer.- Se acercó más al lavabo, tomó algo de jabón y
me lo puso en las mejillas. –Estás rebasando ciertos límites, tonta.- Juro que dejaría
hacer esto mil veces si eso implicaba no quitarle la enorme sonrisa que tenía ahora.
-Eso es por mentirme.- Simplemente me encogí de hombros y
regresé a mi labor. -¿Lara?- Preguntó después de varios segundos ignorándola.
-¿Sí?-
-¿Te molestaste?-
-Mucho.-
-Pero...-
-Estoy tan molesta que echó agua por todos lados.- Y le lancé agua
que tenía en uno de los vasos que enjuagaba. Comencé a reír pero de inmediato me
comenzó a doler el estómago. Entre las risas y el dolor de haber comido tanto, me
deslicé lentamente sobre el piso y me recosté. –Basta. Voy a vomitar.-
-Eres una fastidiosa, Lara. Yo no te mojé.-
-Pero me echaste jabón y por tu culpa me bañaron de agua
mugrosa.-
-Y vas con eso otra vez.- A pesar de los reclamos no se veía nada
molesta. –Me iré a cambiar.-
-Limpiaré aquí.- Sonrió y desapareció por el pasillo.
Busqué un trapeador y limpié el agua que había tirado. Con un trapo sacudí la mesa y
dejé todo lo que usamos en su lugar. La rubia se estaba tomando su tiempo.
Aproveché y sequé los trastes que previamente había lavado y los puse en la enorme
vitrina donde los guardaban. Estaba por ir por mi ropa cuando la rubia apareció de
nuevo.
-Hola.-
-Hola.- Llevaba vestido azul marino que le llegaba las rodillas y
unas sandalias blancas. –Ya estaba preocupada.-
-Estaba buscando algo fresco.- Asentí. –Hiciste muy bien tu
trabajo.- Vi a la mesa y al lavabo.
-Es un placer servirle.- Llevaba las manos detrás de ella.
-Entonces puedes ayudarme con algo.- Su rostro se tornó serio. Me
mostró las manos y en ellas estaba mi iPod.
-¿Se descompuso?- Negó.
-Quiero saber que dice una canción... le entiendo por partes pero
quiero que me digas el significado completo.- Asentí. Nos sentamos de nuevo en el
comedor y me acercó el iPod. Puse la contraseña y en cuanto vi que canción quería
que tradujera sentí un terrible escalofrío por todo mi cuerpo.
-No.- Dije y le regresé el aparato. Era una extraña mezcla de
sensaciones.
-¿Qué significa "passes by"- Preguntó tímida.
-Sonríe siempre.- Respondí sin verla a la cara.
-Lara... ¿por qué tienes esa canción?- Se escuchaba preocupada.
-Está todo el álbum... a mí no... no, Ana.-
-¿A ti no te pasó lo que me pasó a mí?- Busqué sus ojos.
-Sí, no... Ana, no quiero saber.-
-¿Por qué?-
-Porque voy a hacer que me digas quién fue y lo voy a buscar hasta
debajo de las piedras y lo voy a matar.-
-No digas eso, por favor. Nunca vuelvas a decir eso.-
-Es lo que quiero hacer.-
-Pero no lo harás.- Simplemente sosteníamos nuestras miradas. -
Contéstame, por favor.- Había cierta suplica en su voz. -¿Qué significa?-
-Transcurre o pasar de largo.-
-"El mundo le pasa de largo".-
-Anita, no digas eso... tú no... tú puedes cambiar eso.- Tenía unas
enormes ganas de abrazarla.
-Cuando pueda superar mis miedos.- Agachó la cabeza. –Eres la
primera persona a la que quiero abrazar, después de papá.- Sentí mi corazón latir
muy fuerte. –Y eso me confunde porque se supone que debes desagradarme.- Sonreí
para mí. –Yo no lo sé manejar, Lara... es mucho para mí.-
-Si compartes la carga será menos.-
-¿Con quién?- Levantó la vista.
-La chica que debería desagradarte puede ser una buena opción.
Estoy segura que a ella no le importaría.-
-Puede ser una opción.- Ambas sonreímos y esto parecía otra
buena señal. A pesar de haber dado como veinte pasos hacia atrás, ahora volvíamos
a dar uno hacia adelante. Intentaría confiar y yo haría todo para no defraudarla.
Segundos después un tremendo estruendo se escuchó por todo el lugar y la tormenta
se dejó caer. Vi a la rubia ponerse detrás de mí.
-No vayas a dejarme sola.-
-Nunca.- Ni durante la tormenta, ni durante mi vida. Con la rubia
detrás de mí y el cielo cayéndose a pedazos hice la promesa más importante de mi
vida. Jamás dejarla sola.
A/N Mis muy queridos lectores, espero que estén muy bien; ya los
extrañaba. Después de la locura y uno de los mejores cumpleaños de la historia pude
por fin sentar a escribir en santa paz. Les agradezco enormemente las felicitaciones y
los buenos deseos. En verdad que fue algo memorable; mis alumnos me hicieron
llorar con sus cartitas y con los presentes que me hicieron. Fue un día lleno de mucho
amor y tranquilidad. Que mejor manera de darle la bienvenida a los 25 años :)
Pasando a asuntos menos cursis, esta historia me ha dado mucho.
He podido conocer a gente tan maravillosa como ustedes :) Y me encontré con una
chica súper talentosa y con un liderazgo bárbaro. Y ésta a su vez me presentó a su
increíble equipo de trabajo. La cosa es que me invitó a un proyecto y soy parte de él
desde hace un par de meses. Entonces, con ellos estaré publicando algunos relatos
más subidos de tono (mucho, bastante, harto subidos de tono) en la página
@elcirculcolibri Este relato ya lo había publicado en TR pero hice algunas
modificaciones y le daré continuidad. Pronto estarán publicando también mis
compañero del círculo así que se pondrá chingón.

Mi preciosa foto de perfil es cortesía del talentoso AoiYuki02 quién


representa a la pequeña Ana. Más que honrada de ser receptáculo de tal talento.
Gracias infinitas, Alex🙏
Saludos desde un frío rincón de México,

Ale :)
Capítulo 10

Pasé prácticamente toda la tarde con la rubia. Simplemente el agua


parecía no cesar, lo cual agradecía enormemente porque el calor era infernal y esto
haría que se apaciguara un poco. Estuvimos la mayor parte del tiempo en la cocina
pero la enorme ventana hacía que la luz de los relámpagos nos diera directo a la cara.
-Vamos a mi habitación.- Dijo la rubia y ni bien había terminado de
hablar cuando un nuevo estruendo nos hizo brincar. La cara de la chica frente a mí se
transformó y se veía que hacía todo por evitar llorar.
-Tranquila.- Me puse de pie y comencé a caminar rumbo a su
habitación. –Vamos.- Asintió levemente y me alcanzó rápidamente justo cuando un
nuevo trueno se hizo sentir. Instintivamente se aferró a mi brazo. Con el sonido de la
lluvia llegamos a su habitación; casi de inmediato se metió a la cama y se hizo bolita.
Sonreí y me senté cerca de ella.
-No te rías.-
-No me estoy riendo de ti, tonta.-
-Claro que sí.- Sonaba herida. Sus ojos buscaron los míos.
-Sólo me causa gracia ver estos matices tuyos.-
-¿Conoces la palabra matices? Interesante.- Sonrió.
-Graciosa.- Ambas sonreíamos.
-¿Qué matices?-
-Toda tú, la chica fastidiosa, la chica nerd, la chica miedosa, la
chica que ahora mismo se ve como una niña aterrada por los estruendos.- Sonreí más
ampliamente. –Toda tú.-
-Todos tenemos nuestros matices.- Afirmó seria.
-Muy de acuerdo con eso; sólo que no creí ver los tuyos.-
-¿Por qué?- Preguntó curiosa.
-Se supone que debemos desagradarnos.- La sonrisa de su rostro
nunca se fue. Después de unos segundos de silencio ella habló.
-No me desagradas para nada, Lara.- Suspiró.- Me has mostrado
que no eres la chica rebelde que al principio parecías. En estos días he podido
confirmar lo que papá me dijo, eres una buena chica.-
-Se lo dijiste en el hospital.-
-¿Me escuchaste?-
-No fuiste muy discreta.-
-Esperaba que lo escucharas y supieras que yo no tengo un mal
concepto de ti aunque eso no quite que seas una fastidiosa.- Le sonreí.
-Tú tampoco me desagradas.- Si tan sólo supieras. –Esto no quita
que seas una tonta.-
-No espero menos de ti.- Dijo en tono bromista. El estruendo que
se hizo presente se debió escuchar por todo el estado. Incluso yo brinqué y me puse
más cerca de la rubia que estaba en posición fetal y temblaba. La casa retumbó y casi
sentía que se nos veía encima; nunca en mi vida había escuchado algo así. Leves
sollozos escaparon de sus labios después de unos segundos.
-¿Puedo tomar tu mano?- Pregunté tímida; primero porque no
quería que me rechazara y no quería que sintiera que me estaba aprovechando de
ella. Después de segundos que me parecieron eternos, ella asintió. Con sumo
cuidado, como si estuviera a punto de hacer una operación muy importante, tomé su
mano derecha que estaba sobre su rodilla. La levanté con mucha cautela y la tomé
entre las mías. Con mis pulgares comencé a hacer círculos sobre el dorso de su mano.
–Respira profundo, Anita.- Notaba la lucha que hacía por respirar normalmente.
-No... no puedo...-
-Sí puedes.- Necesitaba distraerla de alguna forma. –¿Cómo vas
con inglés?-

-No muy... bien.-


-Te puedo ayudar más tarde, ¿te parece?- Asintió. La lluvia aún
caía a cantaros lo cual indicaba que los estrepitosos sonidos continuarían. -¿Quieres
saber algo de mí?- Nunca dejé de jugar con su mano.
-¿A... qué le... temes?- Su voz aún entrecortada.
-Le tengo pavor a las cucarachas.- Una leve risita escapó de sus
labios. –Podría decirte que temía estar sola pero lo poco que he aprendido en estos
días es que he estado sola todo el tiempo.- Ella apretó su mano con la mía.
-Ya no... Ya no estás sola.- Agradecí que no me estuviera viendo
porque hubiera visto que estaba profusamente sonrojada.
-Esas son muy buenas noticias.- No necesitábamos decir más, el
apoyo era mutuo; ella también valoraba lo que estaba naciendo entre nosotras. Quizá
no con la misma intensidad con lo que yo "valoro" esto pero era algo. Después de
muchos minutos sus respiraciones se hicieron más lentas y pausadas; se había
quedado profundamente dormida. Llevé su mano a mis labios y deposité un beso,
tardando más de lo necesario. –Descansa, Anita.- Con el mismo cuidado con el que
tomé su mano así la dejé de nuevo en donde estaba originalmente.
Salí de la habitación cuidando no hacer mucho ruido y dejé la
puerta abierta por si ella necesitaba algo. Caminé al patio donde anteriormente había
lavado mi ropa y me quedé debajo de la lámina que cubría una pequeña parte del
lugar. El sonido de la lluvia era aún más estrepitoso debajo de ésta. Me abracé
mientras las gotas de agua salpicaban sobre mis pies y a lo lejos podía oír el rugir de
los truenos.
¿Qué habría pasado para que ella temiera de tal manera? Papá
siempre dice que todos nuestros comportamientos tienen una raíz; ya sea desatada
por experiencias propias o por querer ser como alguien más. Pero, según él, las
actitudes más radicales vienen de fuertes experiencias que hacen que cambien
nuestras perspectivas. Que veamos el mundo con otros ojos. Eso lo entendí una vez
que me caí de la rama de un árbol. Me encantaba trepar porque veía a las ardillas
hacer lo mismo; después de eso, solamente observaba.
No puedo ni comenzar a imaginarme lo mucho que pudo haber
vivido Ana, simplemente no puedo. El sólo recordar su cara de terror la otra noche
hace que el corazón se me estremezca. Esa simple mirada me dijo más de lo que
quiero saber. Sus orbitas cafés de pronto carecieron de vida y se llenaron de miedo
en su más puro estado. Me revuelve el estómago el saber que alguien la lastimó con
tal saña que tiene pesadillas sobre eso, que no lo puede dejar atrás. Sin pensarlo dos
veces le ayudaría a aligerar su carga a hacer su transición en esta vida un poco más
llevadera. Sólo quiero verla sonreír y más aún ahora que sé que algo la tiene tan mal.
-¡Mierda!- Un relámpago iluminó el lugar por completo y como si
fuese una reprenda por la palabra que salió de mi boca un estruendo bastante fuerte
se hizo escuchar. -¡Puta...- Ni bien pude terminar de maldecir cuando el grito de la
rubia me hizo estremecer aún más. Me tensé un momento pero casi de inmediato
corrí de nuevo a la habitación y la rubia estaba más que despierta y pegada contra la
cabecera de la cama.
-¡Dile que no me lastime!- Grito asustada al verme.
-Anita, no hay nadie aquí que pueda lastimarte.- Aun estando ciega
hubiera podido palpar el terror en su voz pero la combinación de ésta con su aspecto
me petrificó.
-Él viene con los truenos.- Se encogía tanto como podía a la cama.
No podía ir hacia ella abruptamente. Me mantuve a una distancia considerable. –Él...
él...- Dio un paso cauteloso, sin dejar de verla; mostrando claramente mis
intenciones de acercarme.
-Mírame.- Seguía buscando como loca por toda su habitación. Sus
ojos pasaban de la puerta de su habitación a la puerta del baño. Le hablé un par de
veces más pero parecía no escucharme. -¡Mírame!- Me sentí mal por gritarle pero era
la única manera de llamar su atención. Sorprendida volteó hacia mí. Ese mar café de
sus ojos que tanto me hipnotiza ahora luchaba por no inundarse entre las lágrimas,
por no ahogarse. Tomé una larga respiración antes de hablar. –Te juro por lo más
sagrado que tengo que mientras yo esté contigo nadie, escúchame, nadie te hará
daño nunca más. No lo voy a permitir.- Tragué el nudo que se comenzaba a formar
en mi garganta. –Y si él se atreve a regresar, primero tiene que pasar por mí antes
de si quiera verte a los ojos, ¿está claro?- Me moría por abrazarla y hacerle sentir que
mis palabras eran reales; que tampoco ella estaría sola nunca más. Oh, mi pequeña,
lo que daría por quitar un poco de tu dolor.

Ella permanecía inmóvil sobre la cama, me veía atentamente. Permanecí a unos


escasos metros de ella, sin hablar y sin romper el contacto visual. Verla así tan rota
evocó sentimientos que no sabía que poseía... pero su mirada, su tristeza, su dolor,
su fragilidad, el saber que alguien la jodió de tal manera hizo que la rabia se
apoderara de mí. De pronto sentí mis respiraciones hacerse más y más pesadas.
Necesitaba descargar toda la frustración que tenía. ¿Por qué Anita? Ella es la persona
más increíble, buena y maravillosa que he conocido... simplemente no es justo. Y ese
cabrón, de seguro debe estar disfrutando de su puta vida y ella aquí lidiando con sus
demonios cada maldito minuto de su vida.
Sabía a donde tenía que dirigirme; sus labios se fruncieron al ver el
cambio en mi mirada. Ahora era sólo y la furia incontenible dentro de mí. Salí de la
habitación a paso firme y me dirigí al lugar que hace unas semanas me daba miedo;
por su tranquilidad, por ese ensordecedor silencio, por esa sensación de soledad tan
conocida para mí. Le huía pero ahora era el único lugar donde podía hacer catarsis.
De unas cuantas zancadas llegué a mi destino. Me puse frente a Él y lo quede viendo
como esperando que me viera de vuelta; no sucedería pero tenía su cabeza inclinada
hacia su derecha... no me ve pero de seguro me va a escuchar.
-Tú...- Le señalé con el dedo índice de mi mano izquierda. –Se
supone que debes cuidarla, protegerla, asegurarte de que nada malo la toqué y la
haces pasar por sabrá Dios que tantas cosas... oh, espera, eres tú. Tú sabes que le
pasó y, ¿qué has hecho? ¡Nada!, ¡Absolutamente nada! Ella no merece eso, ella es
buena, ella es luz. Tú la creaste, maldita sea. Tú sabes como es ella. ¿Qué hizo para
merecer esto?, ¿cómo... ¡¿Cómo mierda te atreves a hacer eso?!- Y de nuevo, como
si estuviera regañándome por usar malas palabras en su casa un trueno se escuchó.
–A mí no me vengas con esa mierda, no me asustas.- De nuevo lo señalé con el
dedo. –Sabes como soy, no me voy a contener sólo porque tienes súper poderes o lo
que sea que hagas. Sabes tan bien como yo que no es justo todo lo que ella ha
pasado.-
Respiré profundo y cerré los ojos tratando de buscar algo de alivio
pero lejos de calmarme fue como un energizante. –Y luego el señor Cardozo... es su
tabla de salvación, su fortaleza, su amigo, su todo y casi lo matas, ¿qué está mal
contigo? Todo lo haces al revés. Todos dicen que eres justo y bueno con las personas,
bueno, creo que se ha olvidado pasar por aquí. Sí, ya sé que el jodido lugar no
aparece ni en el maldito mapa pero no significa que lo olvides.- Me tomé la cabeza
con ambas manos. Mi mente iba a mil por hora, buscaba y busca aún sin saber que
quería encontrar. Camina como león enjaulado de un lugar a otro. De pronto me paré
en seco; una idea vino a mí. –Hagamos un trato...- Vi de nuevo hacia Él. -Toda esa
mierda que tienes para ella, dámela a mí...-
-No.- La voz de la rubia me asustó, ni siquiera me di cuenta de
cuando llegó. –No te voy a permitir que hagas eso.-
-Vete. Es mi oración, no la tuya.- Sus atormentados ojos me veían
fijamente y se estremeció al verme en este estado. Totalmente fúrica. –Por primera
vez, déjame hacer las cosas a mi puta manera. Vete, rubia.- Silenciosas lágrimas
rodaron por su rostro de nueva cuenta. -¡Deja de llorar!- Si seguía jalándome los
cabellos pronto terminaría calva.
-¿Por qué?-
-Porque no puedo hacer nada... porque no soporto verte así, Ana.-
De nuevo me giré al cristo. –Aquí estoy.- Extendí mis brazos a los lados. –Jódeme a
mí... creo que ya fue demasiado bullying contra la rubia.-
-Señor, te imploro que no la escuches. No sabe del infierno que
está pidiendo para ella.- Imploró en una voz dolorosamente triste. –Daría todo porque
no pases lo que yo he pasado.- Me di la vuelta para verla. Su mirada estaba clavada
al piso, su dorada cabellera la cubría.
-Daría todo por ayudarte a aliviar tu dolor, aunque sea un poco...-
Me di de nuevo la vuelta para enfrentar a la persona con la que sostenía la
conversación hace unos momentos. –No sé cómo no puedes enmendarla...-

-Los días de tormenta eran perfectos para abusar de mí.- Un escalofrío recorre toda
mi espalda al escuchar su confesión. Si esta era su táctica para olvidarme de hacer el
trato lo estaba logrando muy bien. Ceremoniosamente se sentó en una banca frente a
mí. –Decía que con los truenos nadie escucharía mis gritos... tenía razón. Por más
que gritaba y gritaba, nadie nunca llegaba... nadie.- Mi mente y mi corazón me
pedían a gritos que le dijera que se callara que ya no quería seguir escuchando eso.
Era demasiado... ahora entendía todo. –Después me dejaba como cualquier cosa
tirada en el piso, completamente sola hasta que mamá llegaba a casa.-
-¿Ella lo sabía?- Me sorprendo a mí misma cuando la pregunta sale
de mi boca en un segundo.
-Ella... lo facilitaba.- Siento un punzante dolor en la palma de mis
manos y bajar mi mirada veo mis puños casi blancos y mis uñas enterrándose en mi
piel.
-Hija de puta.- Vuelvo mi mirada al cristo frente a mí y ahora mis
ganas de gritarle son mayores. -¿Cómo se llama?-
-Alma.- Dice casi en un susurro. Nunca en mi vida voy a olvidar ese
puto nombre y sé con seguridad que cada vez que lo escuche sentiré mis tripas
revolviéndose de coraje. –Entre sus adicciones y sus... pasatiempos yo fui una buena
fuente de dinero.- Las ganas de matar a esa mujer eran tan grandes en ese
momento.
-¿Dónde vivías?- Casi me fracturo el cuello al voltear a ver de
nuevo a la rubia. Mi mirada inquisitiva sobre ella y ella aún con la mirada buscando
hormigas en el piso.
-Lejos.- Me dice tajantemente.
-No conozco el estado "lejos" aquí en México. ¿Dónde, Ana?- Mi voz
cada vez más severa, pidiendo las respuestas.
-Quizá ya esté muerta, no tiene sentido...- Se encogió de hombros.
-Quizá no... y la voy a encontrar, Ana y a él también.-
-No, no te acerques... no, Lara.- Lentamente sus ojos buscaron los
míos. –No quiero que te lastime.- Tenía tantas preguntas en la mente pero no podía
empujarla al abismo de la honestidad con una persona prácticamente desconocida
para ella. Abrió una parte de su corazón pero eso no significaba que de buenas a
primeras me dijera absolutamente todo lo que pasó; color, olor y sabor. No
funcionaba así. Debía darle su tiempo y ella haría el resto. Yo debo esperar
pacientemente.
-¿Qué puedo hacer?-
-Sácame del fondo de la soledad.- Era prácticamente una súplica,
una que yo también le hacía silenciosamente a ella. Que iluminara un poco mi vida...
que cambiara mi perspectiva. Quería ver todos sus matices y sacar a relucir los míos.
-Será un placer, majestad.- Este era el típico momento de las
películas donde un pacto se sellaba con un beso o al menos con un abrazo pero esto
distaba de ser una película. Y si lo era, era una película de terror. Una en la cual la
protagonista era constantemente arrastrada a la oscuridad, mientras ella buscaba
desesperadamente iluminar un poco de su propio mundo y a los que la rodean. En
este punto, el villano era el hombre clavado de manos detrás de mí.
Me sentí con la necesidad de abrir mi corazón que supiera que la
confianza era mutua, porque realmente lo era. Yo podía confiar en ella con los ojos
cerrados. Ahora yo tenía una parte de ella y Dios sabe que yo quiero que ella tenga
todo de mí. De nuevo sus ojos buscaron el suelo; estábamos a un escaso metro de
distancia. Me senté y enrollé mis piernas como si fuera a meditar.
-Papá es lo mejor que pudo pasarme en el mundo. Es una persona
maravillosa en todos los sentidos. Tengo mucha suerte de tenerlo como papá. Pero
cuando su pequeño proyecto floreció, sus responsabilidades le hacían pasar más
tiempo fuera de casa que con nosotras.- Tomé un respiro. –El éxito llegó y trastornó a
la bruja... simplemente parecía que hubieran venido los marcianos y hubieran
cambiado a la que era mi mamá.-

-¿La extrañas?- Y ahí estaba la pregunta que muchas veces empujé fuera de mi
cabeza. Una pregunta que me daba miedo contestar. Guardé silencio por varios
instantes mientras la batalla sobre mi respuesta se desataba en mi interior. Al no
responder la rubia subió la cabeza y me quedó viendo fijo. Juro que sentí como se
escudriñaba en mi interior. A pesar de lo hinchado de sus ojos y el color rojo que
teñía la mayor parte de su cara me veía con tanta ternura porque entendía que no
era fácil para mí aceptarlo.
-Sí.- Susurré. -Me gustaría saber que la mujer que me cantaba y
me veía con tanto amor sigue ahí.- Fue mi turno de buscar hormigas.
-¿Por qué no la buscas?- Me obligué a tragar el nudo en mi
garganta y con todas mis fuerzas busqué no quebrarme.
-Porque me va a matar si no la encuentro.- Ahí estaba.
Probablemente la raíz de mi errático comportamiento en los últimos meses. No sabría
cómo actuar si la mujer que tanto quise ya no está más. Entonces me puse en su
contra, busqué presionar sus botones para ver si salía a flote pero sólo logré que me
mandaran a la cola del diablo.
-Lo siento.-
-Yo también, Anita.- Busqué sus ojos antes de tomar un largo
respiro y hablar. –Lamento lo que pasó contigo.-
-Yo también pero si eso no hubiera pasado eso no hubiera conocido
a papá y definitivamente no te hubiera conocido.- Me sonrió tímidamente. –Él sabe lo
que hace.- Señaló con la cabeza a la persona que estaba detrás de mí.
-No comparto la misma opinión.-
-Yo tampoco lo comprendía, con el tiempo lo harás... te lo
prometo.- Me sonrió levemente.
-No sé cómo haces eso... esto es una mierda y tú tratando de
reconfortarme. A estas alturas ya hubiera mandado al diablo a todos.- Y una leve
risita salió a flote. Tuve que contener las ganas de sonreír al escuchar este sonido que
ya me era familiar.
-Es porque tú, querida fastidiosa tienes la mecha muy corta.-
-Y a la gente le gusta andar con cerrillos cerca de mí... no es mi
culpa.- Volvió a reír y mentalmente choqué cinco conmigo misma... la había hecho
reír dos veces en un rato.
-¿Puedo pedirte algo?-
-Lo que sea.- Dije casi de inmediato.
-Nunca vuelvas a pedir eso.- Su rostro regresó al estado de
angustia. –Yo no...-
-No te angusties, rubia. Soy niña grande, me sé cuidar.-
-Promételo, Lara.-
-Siempre y cuando no vuelvas a meter tus narices en mis
oraciones.-
-Trato.- Con una sonrisa juguetona levantó su meñique hacia mí.
-Trato, majestad.- Tiré de mi mano para que ella se levantara.
–Ven.- Asintió levemente y se puso de pie; con nuestros meñiques conectados
llegamos al patio donde estaba antes de escucharla gritar. –Vamos a crear nuevas
memorias.- Podía ver el temor en sus ojos. –Aquí estaré todo el tiempo. Lo haremos
juntas, ¿te parece?- Asintió y todo iba bien hasta que vio que la jalaba a la lluvia.
-¿Qué?... Lara, no.-
-Confía en mí. Por favor.- No muy segura siguió mis pasos; se
estremeció al sentir el agua sobre su piel. –Es sólo agua, Ana.- Le sonreí tratando de
hacerla sentir segura. Poco a poco la fui guiando hasta que quedamos justo en medio
del patio y la lluvia caía sobre nosotras. Ella simplemente permanecía frente a mí con
los ojos cerrados. –Él no vendrá aquí; él no puede tocarte ni acercarte a ti. Sólo
somos nosotras, Norma, tu papá... Sólo los que nos preocupamos por ti.- Cerró los
ojos con más fuerza y sus lágrimas se combinaban con las gotas de lluvia. –Abre los
ojos, Anita.- Negó. –Que el mundo no te pase de largo.- Sabía que era algo sucio
pero debía hacer algo.

-Ya me está pasando de largo.-


-Sólo porque tú lo permites... él ya no está a cargo, ni la basura
que se hacía llamar tu mamá. Ninguno de ellos está aquí. Ahora tú eres dueña de tu
vida; tú decides.-
-Me da miedo.- Su labio inferior temblaba con fuerza.
-Asusta como la mierda, Ana pero el miedo es parte del proceso de
la felicidad o eso me dice papá.- Creo que nunca en mi vida había pensado tanto
como en estas últimas horas. -¿Puedo tomar tu mano?- Asintió. Lentamente la llevé
cerca de mi corazón. -¿Sientes como está de alocado?- Asintió de nuevo. –Tengo
miedo de cruzar algún límite contigo y esto haga que te cierres, que no confíes más
en mí. Tengo miedo de que las cosas no me funcionen y defraude a Norma o a tu
papá. Tengo miedo de que un puto rayo caiga sobre nosotras y si sobrevivimos me
darás la regañada de mi vida.- Sonrió débilmente. –Tengo miedo de no encontrar la
forma de ayudarte... eso realmente me aterra.-
-Me ayudas... más de lo que imaginas.-
-No sabes cómo me reconforta eso, Ana.- Nos quedamos en silencio
varios segundos; disfrutando de nuestra compañía, de las gotas de lluvia y la suave
brisa. –Someone told me long ago, there's a calm before the storm. I know, it's been
coming for some time.- Mierda, mierda, mierda... Cantarle definitivamente no estaba
en mi lista. Me quedé callada esperando que un terremoto abriera la tierra donde
estaba parada y me tragara.
-Continúa.- Mierda cuádruple.
-Yestarday and days before, sun is cold and rain is hard. I know,
been that way for all my time... 'til forever on it goes. Through the circles fast and
slow. I know, it can't stop, I wander. I want to know, have you ever seen the rain? I
want to know, have you ever seen the rain? Coming down on a sunny day...- De
nuevo me quedé callada esperando que tuviera suficiente con esto. Habló después de
unos segundos.
-¿Lara?-
-¿Sí?- Abrió lentamente los ojos y me sonrió.
-Cantas horrible.- Mi carcajada la debió escuchar Norma.
-Fuiste tú la que pidió que siguiera.-
-No quería hacerte sentir mal.- Dijo encogiéndose de hombros.
-Sí, claro. Me dices que no pare para después decirme que canto
horrible.- Volví a reír. –Serás una gran motivadora.-
-Lo sé.- Genial, regresé a la Ana juguetona y ni ganar Wimbledon
se comparaba a la sensación tan maravillosa que sentía a verla de este humor
después de la hora de las confesiones.
Sabía que con ella algunas cosas cambiarían. Desde ahora los días
lluviosos que solía adorar tendrían otro significado para mí. Las tormentas traerían a
mi mente los agitados ojos de la rubia y el terror en su voz. No creo que alguien pude
quitarse la imagen de la mente... nunca. Ahora sus demonios se habían convertido en
los míos y estaba dispuesta a cargarlos.
-¿Qué pasa?- Preguntó preocupada. Inconscientemente la que
quedé viendo fijo.
-Nada.-
-¿Fue mucho?- Se escuchaba apenada.
-No, Anita. Es sólo que algunos conceptos cambian para mí... eso
es todo.-
-¿Bueno o malo?-
-Haremos que sea bueno.- Me sonrió tímidamente.
-Tu ojo se ve bien.- Agradecí el cambio de tema.
-Sí. Ahora sólo tendré que cuidarme de rubias desquiciadas que
quieran golpearme.-
-Cuida bien tu espalda, Orozco.- Comencé a reír
-Puedo decirte exactamente lo mismo.- Enchiné los ojos y me
acerqué amenazadoramente a ella. Lejos de asustarla, sólo logré que se burlara de
mí.

-Es difícil tomarte en serio con un ojo morado, Lara.- Regresé a mi posición original.
-Lo sé.- La lluvia fue menguando y ahora era una leve llovizna. -
¿Ves?- Levanté las manos al cielo. –Sólo es agua.- Le sonreí y ella me sonrío de
vuelta. –Disfrútalo.- Después de unos segundos levantó los brazos al cielo.
Me olvidé de todo y me puse a bailar o a intentar bailar. Brincaba,
levantaba las manos, me sentía como una niña una vez más. Sin necesidad de quedar
bien con nadie, simplemente disfrutar y hacer lo que se me venga en gana. De pronto
me di cuenta que no tenía compañía sino una espectadora. La quedé viendo
inquisitivamente.
-Me alegra ver estos matices tuyos.- Lo que daría por tener algo
con qué capturar la forma en la cual me estaba viendo. Era como si estuviera
presenciando algo mágico, algo que le sorprende pero que le agrada. Algo
completamente nuevo para ella.
-Trae tu trasero para acá.- Estiré mi mano para que ella la tomara.
–Vamos.- Se resistió un poco pero mi insistencia rindió frutos. Pronto, ambas
brincábamos como dos pequeñas bajo la lluvia. Esto era mi vida antes del éxito de
papá; era sencilla, sin complicaciones. Si algún paparazzi me grabara haciendo esto,
mañana saldría en la portada de una revista de farándula con el encabezado "Hija de
millonario se droga". Olvidé lo feliz que me hacían estos momentos simples, donde mi
corazón era el que estaba al mando y no la ira o mis ganas de hacerle la vida
imposible a mamá. Me detuve de pronto.
-¿Todo bien?- Preguntó preocupada la rubia.
-Mamá...- Dije para mí misma en un susurro.
-¿Qué pasa con ella?-
-Pensé en ella como mamá y no como bruja.-
-Eso es muy bueno.- Se veía entusiasmada. –Tus "perspectivas"
cambian.- Gesticuló.
-No... no me parece buena idea.-
-Lo entiendo, Lara. Pero no puedes rendirte antes de buscarla.
Aparte estas a muchos kilómetros de ella; tienes tiempo de pensar y meditar que
harás. No tiene nada de malo que la vuelvas a ver como un ser humano.- Wow.
-Vaya que eres muy articulada.-
-Es el día de las palabras rimbombantes.- Me sonrió. –En serio,
Lara. No pasa nada. Es tu mamá y yo sé que la amas.- Me reír.
-Amo mis tenis, Ana.-
-Pero también la amas a ella. Y créeme que el mundo no se acaba
si lo aceptas.-
-Bien, la amo, ¿qué gano?-
-Que dejes de hacer las cosas sólo para fastidiarla.- Doble wow. Se
fue directo a mi yugular.
-Te he subestimado, tonta.- Se encogió de hombros. –Tienes
razón.- Nos quedamos viendo por unos instantes; podía sentir algo entre nosotras
pero mi juicio estaba demasiado nublado como para poder deducir objetivamente que
era. –Cámbiese, majestad. Atrapará un resfriado.-
-Digo lo mismo de usted, lacaya.- Levanté mi ceja izquierda. -
¿Qué? Si me dices majestad eso te hace mi sirviente.-
-Demasiado lista incluso para ella misma.- Se echó a reír.
-Es tu culpa por decirme así.-
-Ya, ya... lo que sea. Ve a cambiarte.-
-Yo soy a que da órdenes aquí.-
-¿Qué le apetece hacer, majestad?- Hice una pequeña reverencia.
-Cambiarme la ropa en mis aposentos.-
-¿Puedo servirle en algo?-
-No, te puedes retirar.-
-Gracias por su bondad.- Sólo basto que nuestras miradas se
encontraran para estallar en risas. –Tonta.-

-Fastidiosa.- Aun riendo llegamos a su habitación.


-¿Estarás bien?-
-Sí, estoy bien.-
-Me refiero a si estarás bien por tu cuenta, me voy a casa.-
-¿Por qué?- Se veía sorprendida.
-Debo cambiarme y tengo algunas cosas que hacer.-
-Pero está lloviendo.-
-Ana, no puedo estar más empapada de lo que estoy ahora.
Debería aprovechar que no llueve tan fuerte.- Una parte de mí quería pensar que no
quería que me fuera. –Te veo mañana, ¿sí?-
-De acuerdo.- Asintió levemente. –Ve con cuidado, por favor.-
Quiso guiarme a la puerta pero la detuve.
-No. Sé dónde está la salida. Cámbiate de ropa antes de que te
enfermes.-
-Cuídate.-
-Tú también.- Le sonreí. –Buena noche, majestad.-
-Buena noche, plebeya.-
-Prefiero esto a que me llames lacaya.- Nos sonreímos una última
vez y salí de ahí. Me cercioré que se metiera a su habitación y caminé al lugar que
solía darme miedo. –Tenemos un trato. No me defraudes.- Dije viendo al hombre
clavado en la cruz.
Caminé a casa tan lento como podía, tenía muchas cosas que
pensar y digerir. Por supuesto que no me iba a casa por las cosas que le dije. ¿Qué
mierda tendría por hacer? Más que dormir o escuchar música. Le mentí para huir de
ella y de la forma en cómo me hace sentir. Con todas las emociones de hoy sólo
quería tenerla entre mis brazos y no soltarla nunca. Hacerla sentir segura y verla
sonreír.
Estos pensamientos me desconcertaba de sobremanera; nunca me
sentí así por alguien... por un hombre. Pero viene esta tormenta rubia y me pone el
mundo patas para arriba. Estaba cada vez más abajo en el pozo que lleva su nombre.
Si las cosas seguían a este ritmo, nunca saldría de él y honestamente no sé si quiera
salir.
Ana es de esas personas que cautivan, cuando les prestas atención.
Nuestras primeras impresiones nos hicieron némesis pero los pocos momentos
compartidos me mostraban que éramos totalmente compatibles. Y era muy fácil
hablar con ella, era un deleite el poder convivir con un ser humano así. Ella tenía
muchas cualidades y el hecho que no sea consciente de ellas la hacía más adorable
aún. Su encanto natural era prácticamente irresistible.
Sólo a mí me pasaban estas cosas, me pude haber enamo...
¿enamorado?, ¿estoy enamorada de la rubia? Mierda. No, me gusta y eso es todo. El
hecho de que me mostrara su lado más vulnerable me tiene a mí con los sentimientos
a flor de pie. No estoy enamorada de ella... aún. Mierda, mierda, mierda. Pude haber
salido con cualquier otra chica en Texas, incluso pude salir con la hija de Obama y no
sería tan escandaloso como salir con la hija del pastor.
Seguí lentamente mi camino, pateando rocas y viendo como mis
preciados tenis se opacaban con el lodo que se formó con la lluvia. Vi una piedra
cerca de unos arbustos que se veía "pateable" y me dirigí a ella; en cuanto intenté
patearla mi tenis resbaló y me fui de espaldas al piso. Estoy segura que se vio como
las típicas caídas en las caricaturas y dolía como la mierda. -¿Ya empezamos?, ¿tenías
planeado que ella se cayera?- Me quedé en silencio esperando una respuesta que
sabría que no vendría. –Bien, lo acepto. Espero hayas notado que no maldije al caer.
Eso debe valerme puntos extra.- Estaba por levantarme cuando escuché unas voces;
creo que el golpe debió dejarme un poco tonta porque en vez de ponerme de pie me
escondí debajo de los arbustos.
-Se le ve muy tranquila últimamente.-
-Es por la mocosa rica que tiene a su cargo.- ¿Mocosa rica? Yo. ¿A
cargo de mí? Norma. –Tiene que verse tranquila pero desde lo que le pasó a Marcos
nada ha sido igual.-

-No me imagino perder a dos parejas en una sola vida.- ¡¿Qué?! –Aunque el tipo le
ponía los cuernos.- Involuntariamente dejé de respirar.
-Dime, ¿quién puede resistirse a esos ojitos azules y su sabroso
cuerpo?- ¿Liv se acostó con la pareja de Norma? Definitivamente estaba en el
momento y lugar equivocados. Ya tenía suficiente con lo de la rubia.
-¿Tú crees que el doctor lo mató?-
-Sí yo me enterará que alguien se tira a mi hija a escondidas,
mínimo le corto las bolas.- Un terrible dolor de cabeza comenzaba a apoderarse de
mí. De pronto escuché a unos puerquitos hacer desastre. –Carajo, se volvieron a
escapar.-
-Te ayudo.- Escuché a los hombres correr mientras yo yacía en el
piso, cubierta de lodo, con dolor de cabeza y con mucha información. Demasiada
información.
Como pude me puse de pie y caminé tan rápido como pude a casa;
ya no quería toparme con pláticas que no me incumben y dejaban mi cabeza hecha
un nido de arañas. Pobre Norma, ¿cómo demonios podía sonreír después de pasar
cosas así? Quizá ahora entendía el porqué de su incansable llanto, lloraba por dos
personas, no por una. Ahora, murió, sí muy triste pero ellos prácticamente afirmaban
que se tiraba a Olivia, ¿cómo alguien puede engañar a alguien tan maravilloso como
Norma? Y, qué cinismo el de Liv para verla a los ojos y dirigirse a ella cuando se
acostó con su pareja. Sin duda la maldad de Liv llegaba a niveles incalculables.
Ni siquiera me di cuenta que ya había llegado. Me di unos topes
contra la puerta esperando que el dolor se fuera un poco. Abrí rápidamente y me metí
directo a la ducha a quitar el lodo de mi cuerpo y de mi ropa. Mientras me aseaba los
pensamientos iban y venían; y agradecía que no todos fueran sobre la rubia. Era
exorbitante la cantidad de tiempo que pasaba pensando en ella. ¿Y así dices que no
estás enamorada? Preguntó mi subconsciente, el cual apagué segundos después. Me
iba a dar algo... una sobrecarga cerebral-mental-emocional o como se le llame a
tener tanta mierda aparte de la propia.
Después de una maratónica ducha me puse unos pants y una
sudadera delgada. El frío del agua y el leve viento serían letales para mí. Tenía
hambre, muchísima pero mi ánimo sólo me empujo a hacer una miserable taza de
cereal. Como se hacía costumbre, llevé mi laptop a la isla de la cocina y puse algo de
música y como si fuera algún tipo de señal Creedence Clearwater Revivial hizo su
aparición triunfal. Tarareaba mientras veía algunas gotas caer sobre la ventana de la
sala; segundos después alguien tocó a mi puerta. Abrí y Norma corrí dentro de la
sala.
-Tengo frío.- Dijo en forma de disculpa.
-Hola.- Le sonreí. -¿Cómo estás?-
-Preocupada, no te vi en todo el día.-
-El señor Cardozo me dejó a cargo de la iglesia y estoy
cumpliendo.-
-Vaya, toda una niña grande.- Me sonrió. -¿Cómo van las cosas
entre ustedes?-
-Me contó una parte de lo que le pasó.- Me hundí en el sillón. –Es
todo tan jodido, Norma. No sé cómo le hace para salir adelante.-
-Alberto ha sido fundamental para que ella esté de pie.-
-¿Alberto?-
-El señor Cardozo.- Información relevante. No recordaba que se
llamara así. –Ama a Ana con locura.-
-Entiendo porque.- Sonreí y vi al piso.
-Alguien está sintiendo mariposas en el estómago.- Se rió.
-Alguien quiere ser echada de mi casa.-
-Estás en el proceso platónico en el que incluso la forma en como
respira te parece lo más hermoso del mundo.-

-Calla.- Esto la hizo reír más fuerte.


-Entonces es cierto.- Parecía que hubiera contado un buen chiste.
–Disculpa pero no puedo dejar pasar la oportunidad de molestarte.-
-Las mamis no le hacen bullying a sus hijos.-
-Lo que digas, chica enamorada.-
-No me digas así.- Enterré la cabeza en el sillón. –No estoy
enamorada de ella.-
-Todavía.- No me quedó de otra que reír con ella. ¿A quién quería
engañar? Eso terminaría pasando tarde o temprano. Después de unos minutos nos
recompusimos un tranquilo ambiente nos rodeaba.
-¿Han pasado cosas emocionantes aquí?-
-¿A qué te refieres?-
-No sé, alguien ha visto un fantasma, un ovni o algo así.-
-Hace unos años vimos unas luces en el cerro. Eran de color verde
y azul; estuvieron un par de noches y después nunca más los vimos.-
-¡Qué genial! Espero vengan...-
-Y te lleven.-
-¿Perdón?- Me hice de la ofendida. –Creí que la culera era tu
risueña hermana.-
-Bueno, no me subestimes.- Dijo con una enorme sonrisa. –Te dejo
descansar, pequeña Lara.-
-¿Ha muerto alguien aquí?- Ignoré su despedida.
-Mucha gente muere, Lara.-
-Me refiero a si han asesinado a alguien o ha habido algún
misterio.- Su cuerpo se tensó casi de inmediato al escuchar la palabra asesinato.
-Eh... No... no ha pasado algo así.-
-Es bueno saber eso.- La veía directamente a los ojos. –Estamos a
salvo.-
-Sí... claro.- Sabe que me di cuenta; sabes que noté su reacción
pero ambas decidimos dejarlo pasar, por ahora. Voy a averiguar que pasó. –Buenas
noches, Lara.- Dijo poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta.
-Buenas noches, Norma. Descansa.- Me sonrió levemente y salió de
la casa.
Si lo que decían era verdad Norma trae un equipaje lleno de mucha
mierda y así, como todo eso, se las arreglaba para sacar a flote la escuela, a los
alumnos, a mí, a todos. Ya tenía más razones para discutir con el hombre crucificado,
Norma y la rubia. Mi rubia y mi Norma. Se había metido con gente muy importante
para mí. Si ya perder a alguien es terrible, ahora dos; estamos hablando de cosas
muy jodidas. Y Ana, bueno, es más que obvio de donde viene el reclamo.
Aquí es donde me pregunto si era karma pero así como llegó
deshecho la idea. ¿Qué pudo haber hecho tan mal Ana para que le pasara esto? Y la
misma pregunta va para Norma. Desde mi punto de vista no hay nada malo con ellas;
sólo que soy jodidamente increíbles y que le buscan siempre el lado bueno a las
cosas. Siendo así agradezco ser una hija de puta ya que al parecer Él se mete con los
buenos. Respiré profundo, necesitaba dejar de lado esto y meterme a la cama. Había
sido un día extenuante y sólo añoraba mi almohada y mi cama.
Tomé la computadora y la llevé a mi habitación. Estuve buscando y
buscando una canción adecuada para mi actual estado de ánimo pero no creo que
exista. Quería una canción que me dijera que todo va a estar bien y a la vez me diera
ganas de llorar todo el puto día. ¿Qué iba a saber que un pueblito representaría un
verdadero desafío para mí? Que me encontraría rebasando mis límites y barreras.
Que me toparía con gente maravillosa... y una sonrisa vino a mí al recordar a la
rubia. Definitivamente agradecía por ella, a pesar de la locura en mi mente y en mi
corazón era muy bueno sentirme así de viva.
"Crossfire" comenzó a sonar y sonreí. Nuestros miedos, la chica
guarda secretos en su almohada, la tormenta afuera, la batalla entre el cielo y el
infierno. Vaya manera del universo y de Brandon Flowers de decirme las palabras
adecuadas en el momento adecuado. Programé que la canción se repitiera, apagué
las luces y dejé mi larga cabellera, aún húmeda, descansar sobre las almohadas. Eran
casi las doce de la noche cuando cerré los ojos y aflojé el cuerpo; necesitaba una
buena noche de sueño. Estaba comenzando a quedarme dormida cuando alguien tocó
a mi puerta. –Váyanse.- Me puse la almohada sobre la cabeza. No necesitaba al clan
ahora mismo, sólo quería dormir. Los golpes sobre la puerta no cesaron y me vi
obligada a levantarme. Gruñendo abrí la puerta.
-¿Qué?- Sentí un cuerpo chocar con el mío y unos brazos aferrarse
a mi cintura. Aspiré su olor y de inmediato llevé mis manos a su espalda y la atraje
más a mí. -¿Qué pasa?-
-Siempre busca una forma de aparecer cuando estoy sola.- Dijo
entre sollozos.
-Ven aquí, cariño.- Cerré la puerta y la guié a mi habitación. Sin
soltarla levanté más las cobijas y le hice espacio para que se acostara. –Recuéstate.-
No lo dudó y se acostó en mi lado. -¿Quieres agua?- Negó. –Duerme, Anita. Estaré
cuidándote.- Asintió y cerró los ojos. No tardó mucho en quedarse dormida.
Como lo hice en la tarde tomé su mano y jugaba con ella usando
mis pulgares. En ese momento sentí un poco de esperanza sembrarse en mí, puede
que exista la remota posibilidad de que ella me necesite... quizá no tanto como yo la
necesito a ella pero al menos un poco. Un poco es suficiente para mí.
-Lara...- Dijo entre sueños. Tengo derecho a ilusionarme y a creer
que algo puede pasar entre nosotras; ahora lo veo claro. Hay una fuerte conexión
entre nosotras. Yo sé que la hay.
-Descansa.- Llevé su mano a mi boca y cerré los ojos al sentir su
piel sobre mi boca. Era casi ridícula la necesidad mía de quererla abrazar o
simplemente de tocarla. –Te quiero, Ana.- Suspiré. –Que me parta un rayo si no lo
hago.- Dejé suavemente su mano sobre su estómago; tomé una almohada y otra
cobija y me fui al sillón. Había suficiente espacio para ambas pero después de que me
echara no quería pasar por lo mismo.
Después de muchos minutos pensando y recapitulando lo que había
pasado en el día. La cantidad de cosas de las que me enteré; de la rubia y de Norma.
Debía ser cautelosa con ambas y respetar sus límites pero me moría de ganas de
saber más, con las dos. Pero por más que le buscaba mis pensamientos regresaban a
Ana. A su sonrisa, a su voz, a su risa, a sus palabras y la forma en como me hizo
enfrentar mis sentimientos por la bruja. El como impidió que yo hiciera un pacto para
buscar su bienestar; su preocupación por mí; la forma en como me vio mientras
bailaba bajo la lluvia. Entonces, me pegó. Me arrolló como un autobús que viene a
cien kilómetros por hora. –Estoy jodidamente enamorada de ella.- Morfeo llegó pero
simplemente me acompañó a saborear mi insomnio.

A/N Hola a todos :) Ya les extrañaba. Gracias por los mensajes, los
comentarios y las valoraciones. De verdad que ustedes son los que están haciendo de
esta historia algo mágico para mí.
Han sido semanas de muchas pruebas emocionales y la palabra
familia va tomando cada vez más fuerza. Como dice Ana, las cosas pasan por algo y
Dios no nos pone algo que no podamos superar. Así que si están pasando por
momentos difíciles, no se angustien, no es permanente. Busquen su fuerza interna y
apóyense de la única muleta que nunca se romperá, la familia.
Finalmente, con tristeza quiero dedicar este capítulo a una querida
amiga que perdió la batalla contra el cáncer. Aun me cuesta creer que Dios la haya
reclamado. Espero que donde sea que estés sigas siendo un dolor de culo como lo
eras aquí. Serás siempre extrañada, inusual ser humano.

Saludos desde un gris rincón de México,


Ale.
Capítulo 11

Lo veía, venía a mí... con sus ojos que sacan chispas y sus manos empuñadas; su
espalda ligeramente encorvada. Vestía de traje y su corbata, la de la suerte; era una
corbata azul con anclas rojas y blancas perfectamente distribuidas. Se veía tan
pulcro, tan limpio y olía muy fuerte a colonia. Pero esa era su imagen externa, se
mostraba limpio mientras por dentro estaba podrido; maloliente; sin alma y sin
corazón. Era un monstruo y por albures del destino me tocó coincidir con él.

Tomé una almohada y me abracé a ella. Sabía que no había más


que era inútil pero al menos quería hacer un intento de poner algo entre nosotros. Me
gustaba soñar que alguien alguna vez lo detendría... que alguien vendría a
rescatarme de esta torre de miedo y desesperación. Así que me aferré con fuerza a
mi escudo, esperando que al menos me ayudara a retrasar mi agonía. Cerré los ojos
y respiré profundamente. Hay algo raro, algo no va bien, esta almohada no olía a
húmedo, ni a suciedad, olía divinamente rico. Huele a... a Lara. ¡No! Lara está aquí,
tengo que hacer que se vaya o también la va a lastimar. Me quito la almohada de la
cara, abro los ojos y la chica alta está viéndome con una enorme sonrisa. Volteo a
todos lados y él no está, desapareció.
-Vete antes de que regrese.- Le advierto desesperadamente.
-Yo te voy a cuidar, Anita.- Sus brillantes ojos verdes me ven con
ternura.
-Sí te ve aquí conmigo también te va a querer curar. Vete.-
-Nadie más está aquí. Sólo somos tú y yo.- Con dificultad me paro
pero no me duelen las piernas. –Te quiero, Ana. Ven conmigo.-
-¡No! No digas esas palabras... si te escucha... va a ser peor.- Dios
sabe que la quiero pero él no lo puede saber, la va a alejar de mí, la va a lastimar y si
la lastima nunca me lo voy a perdonar. No quiero que sufra por mi culpa.
-Vamos, cariño.- Extiende su mano hacia mí; busco mover mis
piernas pero es inútil. Veo abajo y tengo grilletes en los tobillos. La vuelvo a ver y
pasa. Él está detrás de ella.
-¿Tú también?- Pone sus sucias manos sobre ella y la abraza por
atrás. Veo el rostro de Lara transformarse pero no se puede zafar. Nadie puede, es
muy fuerte. –Así que tenemos a dos lesbianitas...- Hunde su nariz en el cabello de
Lara.
-¡Suéltala!-
-Lo mucho que me voy a divertir contigo.- Esa voz, esa voz que
promete, que cumple cada palabra que sale de su boca. Lara se resiste pero es inútil,
veo lágrimas corriendo por sus mejillas. Él lleva una de sus manos debajo de su
sudadera.
-Cierra los ojos, Anita. No veas.- Me pide entre lágrimas. Con todas
mis fuerzas intento mover mis pies pero es en vano. Estoy fuertemente agarrada al
piso. Mis ojos se llenan de lágrimas, la única persona con la que tolero el contacto
físico ahora mismo estaba siendo consumida por mi oscuridad. Mi demonio se
aferraba a ella.
-¡No! Juega conmigo pero no la toques a ella.- Él no hace caso y su
mano sube cada vez más por su vientre. -¡Lara, no!- Sollozo incontrolablemente y de
pronto comienzo a sacudirme. Siento una fuerza externa que me mueve con una
fuerza descomunal.
-¡Ana, despierta!- Abrí los ojos, busqué por toda la habitación... no
es el calabozo. Es otro lugar. Parpadeé unas veces y enfoqué a Lara frente a mí con
sus manos sobre mis hombros y sus ojos llenos de angustia. Vi el moretón en su
ojo... La lastimó ¡Dios, no! Casi de inmediato llevé mis manos a los costados de su
rostro. Cerró los ojos e inhaló profundamente.
-¿Quién te hizo eso?-
-Tú me hiciste esto, Anita. Jugando voli.- Cerré los ojos unos
segundos y volví a abrirlos... ahora todo se acomodaba. Estaba en casa de Lara. Me
relajé y sentí el agarre de Lara aflojarse también. –Sólo fue una pesadilla. Estás a
salvo aquí.- La pesadilla más real de mi vida. Las lágrimas volvieron a llenar mis ojos
y segundos después rodaron por mis mejillas. Con la poca luz vi los ojos de Lara
oscurecerse. Algo no le gustaba. Quitó sus manos de mis hombros y las llevó a mi
rostro, lentamente se acercó y descansó su frente sobre la mía. –No llores, cariño.-
Su voz sonaba tan lastimada que apenas logré escucharla. Con sus pulgares limpió
mis lágrimas.
-Él te... quería hacer lo mismo que me hacía a mí.- Cerré los ojos esperando alguna
de sus sagaces respuestas pero sólo obtuve silencio. Quizá lo estaba procesando pero
Lara era atrabancada como ella sola. Estaba a punto de abrir los ojos cuando algo
húmedo rozó uno de mis dedos. Me esperaba todo, menos esto. Con dolor abrí los
ojos y vi silenciosas lágrimas bañando su cara. –Ellos te advirtieron que te alejaras de
la monja rara.-
-Cállate.- Su respuesta me paralizó un momento. –Yo... lo siento.-
Como ella lo hizo antes, quité sus lágrimas con mis pulgares.
-¿Por qué lloras?-
-Porque me rompe el corazón verte así.- Su honestidad me
desarmó. Lara no se veía como el tipo de chica que simpatiza con las penas de los
demás y mucho menos que se preocupe de las cosas que pasan a su alrededor. Una
parte de mí se alegró porque quizá esto significaba que ella también me quería. Pero
otra sabía que lo más probable es que fuera lástima... no sería la primera y
definitivamente no la última.
-Lamento arrastrarte a todo esto.-
-Si no quisiera estar aquí ya te hubiera mandado al carajo.- Ahí
estaba la Lara que yo conozco. –Me siento tan inútil, Ana.- Dijo amargamente.
-Lara, me ayudas más de lo que puedes imaginar. Ya te lo había
dicho.- Ella seguía sin abrir los ojos.
-Pero sigues llorando y sigues teniendo pesadillas... no he hecho lo
suficiente.- Palpaba la decepción en su voz.
-Créeme que las pesadillas han disminuido...- Ella negó.
Tenía que hacer algo para que creyera en mis palabras. Ella se está
convirtiendo en mi sanidad. A pesar de ser como una cabra desquiciada, me estabiliza
y... me alegra. Estar con ella es como estar en las profundidades del bosque porque
el aire que emana es puro y te da vida pero sabes que en cualquier momento alguna
sorpresa te tiene preparada. Lara es como una bocana de aire fresco en este intento
de aferrarme a la vida. En este intento de buscar un poco de luz en medio de tanta
oscuridad. -¿Puedes hacer algo por mí?-
-Lo que sea.- Contestó rápidamente.
-Abrázame.- Abrió los ojos de golpe y me quedó viendo como si me
hubiera salido otra cabeza.
-¿Qué?- Preguntó confundida.
-Abrázame.- Repetí. Haciendo un esfuerzo por mantener mis ojos
conectados con los de ella. Lara parecía haber perdido la habilidad para hablar o para
moverse, así que simplemente cerré los ojos y esperé.
Su frente contra la mía, mis manos sobre su cara y las suyas sobre
la mía...todo se sentía tan correcto, tan bien. Desde ese día que me dejó limpiarme
con su sudadera entró a mi corazón. La chica rebelde era sólo una fachada que
escondía a una niña que, al igual que yo, no recibió tanto amor como debería. Lara en
realidad era una chica con un enorme corazón, con un extraño sentido de la justicia y
una habilidad monstruosa para meterse en problemas. Pero yo la quería, toda esa
locura que ella representa es ahora mi locura. Ni siquiera puedo imaginar que sería de
mí estando sola y sin papá. Lara está rápidamente haciéndose espacio en mi vida y
sin lugar a dudas en mi corazón.
-Anita.- Cuanto me tranquilizaba oír mi nombre cuando venía de
ella. Era como que mi nombre y toda yo estuviera segura con ella. Inhaló
profundamente como si se preparara para sumergirse en aguas profundas; sus manos
dejaron mi rostro para tomar la cintura y lentamente acercarme a ella. Podía sentir el
verde infinito de sus ojos sobre mí; buscando mis ojos como siempre lo hace cuando
lloro.
Bajé mis manos y también busqué su cintura; sentí su respiración
sobre mi hombro y ya no soporte más, la jalé hacia mí y me hundí en su cuello.
Dejándome llevar por su aroma y por su piel suave. Sus manos delicadas y fuertes a
la vez alrededor de mí, como un salvavidas, ayudándome a no ahogarme. Sí,
definitivamente se sentía bien pero a la vez me aterraba porque la última vez que me
sentí bien con alguien la pesadilla comenzó.

-¿Qué me estás haciendo?-


-Lo mismo que tú a mí.- Abrí los ojos al darme cuenta que lo había
dicho en voz alta y más aún por su respuesta. Me tensé de inmediato y como si
leyera mis pensamientos comenzó a sobar mi espalda. –Tranquila, vamos poco a
poco, ¿te parece? Una pesadilla a la vez. Lento pero seguro.- Asentí y disfruté de los
brazos más reconfortantes del mundo.
No sé en qué momento me quedé dormida pero el embriagante olor
de Lara me tranquilizaba y me daba paz. Era como una pócima mágica que curaba
todos los males. Y como siempre al sentir un poco de luz y paz mi mente se las
ingeniaba para conectarlo con mis fantasmas del pasado. De ninguna manera quería
a Lara conectada con las cosas que pasé. Me desperté y nuevamente su olor penetró
mis fosas nasales.
-¿Cómo dormiste?- Me asusté al escuchar su voz detrás de mí; me
di la vuelta y me veía con una sonrisa.
-Bien.-
-¿Bien?- Se rió levemente. -¿Eso es todo?-
-Dormí muy bien. Gracias.-
-No sé si creerte.- Podía ver perfectamente donde terminaba el
moretón que le causé y donde comenzaban sus enormes ojeras. Llevé mi mano
derecha a su mejilla.
-¿Dormiste?-
-Sí.-
-No sé si creerte.- Me sonrió.
-Quería asegurarme de que estuvieras bien.- ¿Es real?, ¿está mujer
de ojos verdes frente a mí es real?
-No tenías que hacer eso, Lara.- Acaricié levemente su pómulo.
–Eres muy dulce.- Su sonrisa se amplió.
-Me han dicho muchas cosas menos que soy dulce.-
-Es porque ellos no te conocen realmente.- Seguí acariciando su
pómulo rítmicamente y veía el enorme esfuerzo que hacía por mantener sus ojos
abiertos. –Duerme, La.-
-¿La?-
-Tu nombre es muy largo.- Bromeé con ella.
-Entonces te diré "A"... tu nombre también es demasiado largo.- Su
voz sonaba cada vez aletargada.
-Esperar en ti, difícil sé que es. Mi mente dice no, no es posible;
pero mi corazón, confiado está en ti. Tú siempre has sido fiel, me has sostenido. Y
esperaré pacientemente aunque la duda me atormente, yo no confío con la mente, lo
hago con el corazón.- Repasé algunas canciones que tenía en la mente y fue la que
me pareció más apropiada. Tanto le pedí a Dios un rayo de luz, algo que me
convenciera de que la vida es buena a pesar de las adversidades y me mandó una
tormenta eléctrica llamada Lara.- Y esperaré en la tormenta y aunque tardare tu
respuesta yo confiaré en tu providencia, tú siempre tienes el control.- Creo que ni
siquiera había comenzado a cantar cuando Lara ya estaba profundamente dormida.
Mentiría si dijera que el hecho de que ella se quedara velando por
mí hizo que sintiera un calor indescriptible en el corazón. No tenía ninguna obligación
de hacer eso, ni siquiera se lo pedí. Justamente eso fue lo que me llenó de ternura,
que fue algo que salió de ella. Seguí acariciando su pómulo unos segundos más. –Te
quiero, Lara.- Me acerqué a ella y besé ligeramente su mejilla. –Y no sabes cómo me
asusta eso.- Se acomodó un poco y soltó un pequeño ronquido que me hizo reír.
–Sólo tú.- Lentamente me levanté de la cama y me dirigí a la cocina.
El lugar representaba a la perfección a Lara, todo estaba
perfectamente desordenado. Su mochila tirada a un lado del sillón, los tenis
enlodados cerca del baño; algunos trastes sucios en el lavabo. Ya en casa me había
dejado ver que no era una de sus actividades favoritas así que me dispuse a hacerlo
por ella. No tardé más de cinco minutos por lo que aproveché el tiempo para hacer
desayuno. Hasta ahora contaba con plátanos, huevos y jamón que había encontrado
en el refrigerador; esto sería suficiente para un buen desayuno.

Cuando terminé de hacer el desayuno sabía que hacía falta algo. No quería regresar a
la habitación a buscar mis zapatos así que me puse los tenis enlodados de Lara y corrí
a la casa de Ofelia. Por la gracia de Dios no me caí ya que me quedaban algo
grandes. Algo agitada pero con una enorme sonrisa toqué y justamente ella me abrió
la puerta.
-Hola, Ana.-
-Ofelia, buen día.-
-Estás muy sonriente.-
-Es un buen día.- Me encogí de hombros. -¿Crees que tengas
algunas tortillas?-
-Claro, mamá acaba de hacer algunas.- Ofelia me veía extrañada. -
¿Estás bien?-
-Sí, sólo tengo algo de hambre.-
-Puedes desayunar con nosotras.-
-Eh, gracias pero ya tengo algo preparado en casa.- Respondí de
inmediato.
-Quizá para la próxima.- Se metió a la casa y en unos instantes
regresó con una pequeña manta que desprendía el inigualable olor de tortillas recién
hechas.
-Gracias, Ofelia.-
-De nada.- Me quedó viendo un momento. -¿Segura que estás
bien?-
-Mejor que nunca.- Ni siquiera esperé a que me contestara cuando
ya estaba de camino a casa de Lara. Cuando estaba cerca recordé que no había
sacado llave, lo cual implicaría que tendría que tocar y despertarla. –Que tonta soy.-
Estuve unos minutos en la puerta, indecisa si tocar o no. Quizá debería esperar a que
hubiera movimiento dentro de la casa. Cerré los ojos y toqué, esperando que Lara no
lo escuchara pero para mi sorpresa me abrieron de inmediato.
-Ana.- Dijo sorprendida.
-Hola.- Le sonreí pero su rostro era de total seriedad. -¿Qué pasa?-
-Creí que te habías ido...-
-Sólo fui por esto.- Le mostré lo que había conseguido. La vi
erguirse de nuevo. Otra de las particularidades de Lara, se encorvaba si estaba
estresada o cuando algo iba mal. -¿Quieres desayunar?-
-Me encantaría.- Respondió a la vez que me mostraba su
espléndida sonrisa. -Ya que tú hiciste el desayuno me toca servir.- Tomó dos platos y
me sirvió la misma cantidad que se sirvió ella; no me acabaría tanta comida.
-No todos comen tanto como tú.-
-Es de mala educación dejar sobras, majestad.- Me sonrió y regresó
a la cocina. -¿Quieres café?-
-Por favor.- Para agilizar las cosas usó el microondas y en menos de
dos minutos tenía una humeante taza de café frente a mí. –Gracias.-
-Gracias a ti por hacer el desayuno.-
-Un placer.- Nos dedicamos a comer y de vez en cuando la
atrapaba viéndome. Me sostenía la mirada y de nuevo se enfocaba en su comida. A
momentos me parecía que quería decir algo pero se detenía, creí saber que era.
Quería saber más de la pesadilla.
No es que me cerrara es sólo que nunca he hablado de estas cosas
con nadie. Absolutamente nadie. Papá sabía a grandes rasgos qué es lo que había
pasado conmigo pero no sabía de los detalles escabrosos y prefería dejarlo así. Sabía
que podía confiar en Lara y lo hacía pero la forma en como estaba afectándole esto
no me agradaba. No quería que ella tenga que vivir con esas imágenes en su mente.
Nadie debería hacerlo, más que yo.
-¿Segura que quieres saberlo?- Le pregunté de pronto. Tarde o
temprano se lo diría. Y si ella lo sabe me va a entender mejor y entenderá lo mucho
que significa el hecho de que me abrace o de sentir su piel sobre la mía. Debía
entender que la estaba dejando entrar en las profundidades de mi infierno. Ella dejó
de comer y fijó su vista en mí.

-Si eso te ayuda...- Sacó el aire por su boca. -¿Has hablado con alguien de esto?-
-Dos personas pero nadie sabe totalmente lo que pasó... ni siquiera
papá.-
-La pesadilla...- Comenzó cautelosamente.
-Está llena de detalles... detalles que... son demasiado vividos.- Fue
mi turno de ver mi plato de comida. –No quiero compartirlos... confío en ti pero no
quiero que te...consuma.-
-Sé que soy muy inapropiada para comportarme. No sé manejar la
ira, la frustración y sobre todo nunca me había sentido tan impotente como ahora.-
Tomó un sorbo de su café. –Pero si el que tú hables de eso te ayuda a... aliviarte un
poco, te juro que me comportaré. Que seré la persona que necesitas en estos
momentos.- La chica prácticamente me suplicaba que le dijera, que hablara al
respecto, que lo soltará. Asentí levemente aceptando su proposición -¿Quieres ir al
bosque?- Negué.
-Estoy bien aquí.- Sola contigo. Aunque en el bosque también
estaríamos solas pero me sentía segura en estos momentos.
-Bien.- Se notaba muy tensa. -¿Quieres más café?-
-Sí, por favor.- Rápidamente se puso de pie y en instantes me di
preparo otra deliciosa taza de café. –Desearía al menos saber qué nombre tiene mi
demonio.- Cerré los ojos. –Mi madre a veces le llamaba de una manera extraña pero
no lo recuerdo... No creo que sea de aquí.- Él era como una fotografía en mi mente.
–Siempre estaba bien vestido, al menos cuando se encontraba conmigo. Traje y
corbatas muy elegantes. Principalmente recuerdo una corbata de anclas... rojas y
blancas. Decía que era su corbata de la suerte.- Tomé un respiro. –Nunca me besó...
no sé cómo hubiera reaccionado. El siempre tapaba mi boca o se aferraba a mis...-
Esto era más difícil de lo que pensé.
-Si es mucho puedes detenerte. No te sientas obligada a decirme.-
-Creo que necesito hacerlo, Lara.- Tomé un poco de mi café. –Se
aferraba de mis senos... decía que era lo más bonito de mi cuerpo. Sus manos eran
muy suaves... totalmente distinto a su rasposo interior.- No necesitaba cerrar los ojos
para verlo; incluso en la nitidez del día lo podía ver; aun con los ojos abiertos. Estaba
en todos lados. –Tenía un lunar detrás de su oreja. Generalmente lo cubría su cabello.
–Lara me veía atentamente y aunque no decía nada sus ojos la delataban. Estaba
muy a punto de perder la razón.
-¿Tú papá sabe cómo es él?- Negué. –Te admiro por pasar esto sola
prácticamente pero eres una tonta al querer llevar todo el peso en tus hombros. No
es sano.-
-No quiero que me tengan lastima.- Agaché la cabeza.
-No eres un perrito abandonado, Ana. Incluso los animalitos no
deben recibir algo tan bajo como la lastima. Eres un ser humano... que ha pasado por
mucho. Está bien pedir ayuda de vez en cuando.-
-¿Tú has pedido ayuda?-
-Nuestros contextos son muy diferentes, Ana.- Se defendió de
inmediato.
-Pero el sentimiento es el mismo; el creer que podemos solas.- Se
quedó callada un momento. –Se siente bien hablar de esto.-
-¿Puedo preguntar algo?-
-Lo que sea.- Su mirada se ensombreció más.
-No tienes que responderme si no quieres o si es mucho.-
-Está bien, La.- Traté de confortarla con una sonrisa.
-¿Cada cuánto...?- Buscaba las palabras pero sabía a donde se
dirigía.
-Al menos una vez a la semana.- Cerró los ojos y empuñó las
manos.
-¿Cuánto tiempo?- Su voz ronca y profunda.

-Más del que desearía.-


-Lo siento.- Murmuró y salió de la casa. No debía seguirla; al igual
que yo ella tenía su propia forma de lidiar con su frustración. Estaba más que
disgustada y aunque me llenaba de ternura el esfuerzo que hacía, también era
consciente de que era mucho para manejar. Por varios segundos no hubo señales
pero de pronto un grito rompió la paz. Sabía que no estaba en peligro, estaba
descargando lo que estaba sintiendo. Cerré los ojos y las lágrimas no se hicieron
esperar. Quizá sí le importaba. Dos segundos después del grito Norma apareció.
-¿Qué pasa?- La mujer se veía bastante asustada.
-Está aprendiendo a escuchar y a controlar sus impulsos.-
-¿Qué?- Me vio extrañada.
-Le conté.- La profe me veía sorprendida. –Sé que puedo confiar en
ella.- La mujer simpática se acercó a mí y puso una mano sobre mi hombro. Ella rara
vez usaba el contacto físico conmigo.
-Por supuesto que sí. Es una persona muy leal... es una vaca loca
pero es una buena chica.-
-Lo es.- Sonreí y al levantar la vista ella me veía fijamente.
-¿Qué quieres de ella?- No era una pregunta inquisitiva, aunque su
rostro se mostraba muy solemne.
-Creo que ya se lo había dejado claro cuando hablamos.- Suspiré.
–La quiero, profe. Me hace sentir cosas...-
-Perdón... lo estoy haciendo todo mal.- Entró Lara derrotada. –Lo
siento mucho, Anita.- Levantó la cabeza. –Hola, Norma.-
-Hola, Lara. ¿Estás bien?-
-¿Cómo le haces?- Frunció el ceño y buscaba alguna respuesta en el
rostro de la directora.
-¿Qué cosa?- Preguntó confundida.
-Escuchar a la gente y ser... tú.-
-Para ser yo, tendrías que ser yo.- Comencé a reír.
-Mi directora, tutora y confidente es un genio. Temo que los rusos
vengan por ella y examinen tu cerebro en una locación secreta.- Las tres reímos.
-Son cosas que no estás acostumbrada a hacer, Lara. Es normal
que no sepas actuar antes esas situaciones. Eso no necesariamente implica que seas
mala, sólo necesitas algo de práctica.- Asintió y posó sus ojos sobre mí. Sus pupilas
oscuras la delataban pero se notaba levemente más tranquila. Bajó su mirada y una
enorme sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que tenía puesto sus tenis.
-¿Te quedan?-
-Me siento como un payaso.- Sonrió aún más. Norma parecía que
veía una partida de tenis; giraba la cabeza hacia mí y luego hacia Lara y viceversa.
-Ok... viendo que todo está bien las dejo terminar su desayuno.-
-¿Quieres desayunar con nosotras?- Ofreció la chica alta.
-No, gracias. No quiero interrumpir.- Por alguna razón su
comentario hizo que me sonrojara y Lara reaccionó de la misma manera. La mujer
simplemente comenzó a reír y salió de la casa.
-Te queda el estilo.- Dijo señalando hacia abajo una vez que la
profe desapareció.
-Para nada, no me veo andando con tenis tan llamativos.- Le
sonreí.-Eso se lo dejo a fastidiosas engreídas como tú.-
-¿Engreída? Es un nuevo adjetivo.- Asentí. –Bueno, esta engreída
quiere terminar su desayuno.-
El resto del desayuno pasó sin pena ni gloria. Después del ataque
de Lara decidí no tocar el tema; confío en que encontrará la fórmula para aprender a
controlarse. Ahora era yo la que la observaba y era atrapada; rápidamente bajaba mi
mirada y me dedicaba a comer. Cuando la veía de nuevo tenía una sonrisa en el
rostro.

No sé qué tenía Lara pero no podía dejar de pensar en ella desde el día que la conocí.
Nunca había conocido a una chica tan bonita y con tan mal genio como ella. Desde el
primer día me prometí fastidiarla para alejarla de mí porque desde que sus ojos se
conectaron con los míos sentí algo que hacía que mi mundo temblara. La profundidad
de sus ojos verdes y su forma de verme era algo que me intimidaba y a la vez me
hacía sentir segura, ¿tiene sentido eso? No, pero todo está fuera de lugar desde ella.
La gravedad se invirtió desde ella
-Tierra llamando a Ana.- Pasó una mano frente a mí y me hizo
regresar de mi trance.
-Oh, lo siento. Estaba pensando.-
-Ya me he dado cuenta.- Me sonrió tiernamente. -¿Algo que quieras
compartir?- Preguntó tímidamente.
-No, particularmente pero gracias. Me has ayudado mucho hoy,
Lara. Como nadie.-
-Es un placer serle útil, majestad.-
-Eres más que útil.- Ambas sonreímos. –Creo que debería irme. A
veces llega gente muy temprano a la iglesia.-
-Claro. Te llevo.- Tomé su mano para evitar que se levantara.
-No es necesario, Lara. Descansa bien, por favor.- Me veía algo
escéptica.- Estoy bien, lo prometo.-
-¿Segura?-
-Totalmente.- Me puse de pie y casi me caigo. –Creo que debería
cambiarme los zapatos.-
-Definitivamente, majestad. No quiero que se...- Abrió los ojos muy
grande y se quedó en silencio. –Caiga.- Complementó para ella misma. –No, no te
vas a caer.- Estaba totalmente perdida mientras Lara sonreía ampliamente.
-¿Estás bien?-
-Bien. Más ahora que sé que alguien cumple su palabra.-
-¿Quién eres y qué le has hecho a Lara?- Se echó a reír.
-Después te lo diré.- Asentí confundida por sus últimas palabras y
me dirigí a su habitación. Cambié mis zapatos y de dejar los tenis de Lara donde los
había encontrado originalmente tomé una de sus playeras sin mangas, me la puse
rápidamente y encima me puse la mía.
-Gracias por todo, Lara.- Dije una vez que regresé a la sala donde
Lara yacía acostada en el sofá. –Acabas de comer, vas a vomitar.-
-Todavía tengo hambre.-
-¿Qué? Comiste siete tortillas.-
-¿Estabas checando lo que comía?- Se veía ofendida.
-Lara, sólo había diez tortillas. Es muy fácil sacar las cuentas dado
que sólo comí tres y no sobraron.-
-Déjame ser.- Me eché a reír. Se puso de pie rápidamente y se paró
frente a mí. –Si algo va mal, ¿me lo dirás?- Asentí. –Llegaré antes de las cuatro y
entraré por la parte de atrás por si está la familia de Ofelia, ¿te parece?-
-Sí, eso es perfecto. Gracias, Lara.-
-No me agradezcas.- Tomó un mechón de mi cabello y comenzó a
jugar con él. Me encantaba que hiciera eso. Sus ojos nunca dejaron los míos y lo
agradecía porque si veía un poco hacia abajo se daría cuenta de que tenía su playera
puesta.
-Te veo más tarde.-
-Hasta más tarde, rubia.- Dio un paso hacia atrás. Su sonrisa podía
iluminar todo el estado en la noche más oscura. Le sonreí de vuelta e hice mi camino
a la puerta. –Ana.- Dijo suavemente antes de que girara la manija de la puerta.
-¿Sí?- Caminó lentamente a donde estaba y me giré para verla.
-¿Te... te puedo abrazar?- La blanca piel de su cara pronto se
convirtió en roja y en un acto muy impropio de ella dejó mis ojos y se enfocó al piso.
Me constaba mucho encontrar mi voz y vocalizar mi respuesta.

-Sí.- Apenas y susurré. Tenía un enorme nudo en la garganta; la chica que hace lo
que se le pega la gana me pedía permiso para algo. Rara vez alguien me pedía
permiso para tener algún tipo de contacto y la mayoría de las veces la rechazaba, por
no decir siempre. Yo no necesitaba del contacto, hacía todo por evitarlo o buscaba
que no sucediera frecuentemente. Pero con ella todo era distinto, muy distinto.
Comenzando por la forma en como me hacía sentir y esto; la facilidad con la que mi
cuerpo era atraído a ella. Lara llevó de nuevo su vista a la mía y sonrió.
-Gracias.- Cerró la distancia entre nosotras y sus manos se posaron
en mi cintura al igual que las mías en la de ella. Prácticamente su barbilla descansaba
sobre mi cabeza; podía escuchar el frenético latido de su corazón. Mi cabeza
descansaba entre su pecho y su cuello. –Significa mucho para mí tu confianza, Anita.-
-Significa mucho para mí que hagas servicio social conmigo.- De
pronto vacío. Su cuerpo se alejó un poco y sus manos dejaron mi cintura para ir a mi
cara. Sus profundos ojos verdes me veían serios.
-No eres ningún servicio social, ni una forma de equilibrar mi karma
o lo que sea que pienses.- Cerró los ojos unos momentos y tomó un respiro. –Me
importas, Ana.- Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos. –Me importas mucho
y quiero ayudar en tanto tú me dejes. Quiero que sepas que aquí estaré para ti
cuando lo necesites.- El nudo comenzó a formarse de nuevo y estaba haciendo un
gran esfuerzo por no llorar. –Eres una maravillosa persona.-
-No lo soy.- Negué y ya no contuve mis lágrimas. –Estoy sucia... no
soporto muchas cosas. Estoy constantemente con miedo, con insomnio, con
pesadillas... soy una ruina emocional. Soy un bicho solitario.-
-Y el hecho de que sonrías a pesar de todo eso te hace
maravillosa.- Ella no me juzgaba, simplemente me sonreía con cariño. –Me voy a
encargar de que veas cuan increíble eres, Ana.- Pegó su frente con la mía y nos
quedamos así por varios instantes. –Y no estás sola, me tienes a mí así como yo te
tengo a ti, ¿correcto?- Asentí levemente contra su frente. –Te voy a dejar a casa.-
-No...-
-No estoy negociando. Te estoy diciendo que iré contigo.- Asentí.
Me armé de valor y deposité un beso en su mejilla.
-Gracias.-
-A sus órdenes, majestad.- Me sonrió y ahora sí se separó por
completo de mí. –Iré a cambiarme.- Asentí y la vi desaparecer en su habitación.
Minutos después salió con unos shorts y una playera negra simple; se puso los tenis
enlodados y regreso a mi lado. -¿Lista?- Asentí. –Andando.-
El camino fue muy entretenido, Lara iba tratando de adivinar el
nombre de las plantas y flores que encontrábamos en el camino y sólo pudo adivinar
el nombre de las rosas. Era increíble cuan despistada podía ser esta chica; a pesar de
ser muy inteligente había ciertas cosas que simplemente le pasan de largo en su
mente. Y eso me divertía muchísimo. Al ver su pobre desempeño con las flores se
decidió ir por los árboles y cómo agradezco que lo hiciera. Lloré de tanta risa. Incluso
inventó nombres y sólo logró que mi risa incrementara. Este debe haber sido el paseo
más divertido de la historia.
Definitivamente estar con la chica de ojos verdes implicaba estar
atenta a cualquier cosa que se le ocurriera. Sobre todo me impresionaba lo cómoda
que me sentía con ella; de unos días para acá sentía como si la conociera de toda la
vida. La "facilidad" con la que le conté de cosas que nunca nadie había escuchado
antes; cosas que juré que se irían conmigo a la tumba. Y aquí estaba esta chica
buscando la manera de bajar mis barreras y de ayudarme. Ella fue muy clara al
decirme que no esperaba nada de mí, ¿qué podría darle a una chica que lo tiene
todo? Absolutamente nada. Y a pesar de que ella me dijo lo contrario sentía que era
una forma de equilibrar su balanza cósmica.

Tomamos un camino que nos llevó más tiempo del normal, decidimos que
entraríamos por la puerta de atrás por si alguien que no gustaba de Lara estaba en la
iglesia. Apreciaba todo lo que ella estaba haciendo pero me mataba saber que la
gente la odiaba por eso. Me gustaría gritar a los cuatro vientos que lo único malo que
ella está haciendo es hacerse pasar por la villana del cuento. Ella decía que no le
importaba pero yo sé que el fondo esas cosas marcan... lo sé. He pasado por ese
camino antes. Fingir que nada importa y llorar todas las noches buscando millones de
razones para no creerlo y hacerme la fuerte al día siguiente.
-Estamos aquí.- Su voz me sacó de mi pequeña introspección. -
¿Quieres que me quede?-
-Estaré bien, La. De verdad me gustaría que fueras a casa a dormir
un poco.-
-¿Segura?-
-Que sí.- Me eché a reír. –Nada me pasará.-
-Está bien. Si...-
-Si necesito algo voy a ti. Ya me lo dijiste.- Ella sonrió. –Ve.-
-Te veo más tarde.-
-¿Es una amenaza?- Le dije juguetonamente.
-Oh, sí.- Me guiñó el ojo derecho y caminó de regreso a su casa.
Esperé hasta que desapareciera y me metí a casa. Corrí a mi habitación y mi quité
ambas playeras; la de Lara la dejé pulcramente doblada sobre mi almohada. Tomé
una ducha rápida y me dirigí a abrir las puertas de la iglesia. Apenas eran las once de
la mañana así que mucha gente estaba por regresar de sus tierras y venir para acá.
Regresé a la cocina y me propuse preparan algo de limonada y
naranjada. Es lo mínimo que podía hacer por la gente que alegremente le servía a
Dios sin pedir un solo peso a cambio. Aparte de que era una buena oportunidad para
que la gente conviviera; de por sí el hecho de que fuera un lugar pequeño permitía
que todos nos conociéramos hacer este tipo de actividades reforzaba nuestros
vínculos. Con la pequeña excepción de Lara que no era muy bienvenida por una de
las familias que más atraían gente a la iglesia.
-Hola.- Me espanté al escuchar la voz detrás de mí.
-Hola, Ofelia.-
-¿Te ayudo?-
-Sí, ¿puedes terminar de pelar esas naranjas?- Señalé a la mesa.
-Por supuesto.- Me sonrió y se dirigió a la mesa mientras yo hacía
la limonada. -¿Cómo estuvo tu desayuno?-
-Bien, bastante tranquilo.- Contesté aún sin verla.
-¿Te molestó?-
-¿Qué cosa?-
-Lara.- Dijo con voz seria.
-¿Lara?, ¿qué tiene que ver ella con mi desayuno.- Odiaba mentir
pero esto era el plan de Lara y debía seguirlo.
-Ella tuvo que estar contigo ya que llegaste a mi casa usando sus
zapatos.- Me veía algo molesta.
-Claro que no.- Me defendí rápido y teníamos un enfrentamiento de
miradas.
-Tú no tienes ese tipo de calzado, Ana. Serías tan amable de
explicarme qué está pasando.-
-Nada.- Respondí y regresé a mi labor.
-¿Te está obligando a hacer cosas?-
-¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! Lara no es así para nada.- Me
molestó el hecho de que pensara algo así.
-Así que has convivido con ella.- Lo siento, fastidiosa. Volteé a verla
de nuevo.
-Sí y es todo lo contrario a lo que la gente cree que es.-

-Explícate.- Se cruzó de manos frente a mí. Ella estaba juzgándome y quería


explicaciones acerca de mi comportamiento. Después de él decidí que nadie me
presionaría a decir o hacer cosas.
-Discúlpame, Ofelia pero no te debo ningún tipo de explicación en
cuanto a mi relación con Lara.- Rara vez algo me molestaba pero esta era una de
esas ocasiones. ¿Quién se creía esta chica?
-No entiendo cómo puedes soportar a una persona tan superficial y
falta de moral como ella. Más cuando te trata de esa manera tan horrible...-
-No tienes que entender sólo ocuparte de tus asuntos.-Levantó una
ceja.
-Vaya, ya se ve lo que ella te está haciendo. Te está convirtiendo
en una descerebrada como ella y Torres. Tú no eres así, Ana.-
-Ofelia, de verdad, no te metas en esto. Ahora simplemente no
puedo explicarte.-
-Siento que estás cometiendo un error al juntarte con una persona
así...-
-Puedo sola desde aquí.- Usé todo mi autocontrol para no gritarle
que parara de decir esas cosas que distan de lo que ella es y decirle lo maravillosa
que es Lara. –Gracias por tu ayuda.- Me di la vuelta y continúe haciendo la limonada.
Repasaba todo lo que había pasado con Lara esta mañana como
intento de mejor mi humor. No debía dejar que Ofelia fuera la responsable de mi
estado de ánimo. Estaba molesta por el pequeño interrogatorio y terriblemente
decepcionada por esta actitud desconocida hasta ahora de ella. La consideraba mi
amiga y el hecho de que no confiara en mí me desconcertó y me dolió.
Pasé el resto del día contando los minutos para que dieran las
cuatro de la tarde. Era ridículo ya que apenas hace unas horas la había visto pero ya
quería hacerlo de nuevo. Me atemorizaba la forma en la cual la estaba necesitando;
por las noches deducía que todo esto era porque papá no estaba y me sentía más
sola de lo normal pero no podía engañarme, no era por eso. Era porque me sentía
muy a gusto con ella; porque me hacía reír; porque me hacía sentir como una
persona normal y sobre todo porque me sentía segura con ella.
-Hola.- Me giré con una enorme sonrisa la cual desapareció cuando
vi a la profe Norma.
-¿No soy la persona que esperabas?- Me sonrió.
-Hola, profe.-
-¿Cómo estás?-
-Bien.- Bajé la vista.
-Dejamos una charla inconclusa en la mañana.-
-¿En serio?-
-Sí, pequeña. ¿Te apetece retomarla?- Asentí. –No hago esto por
chismosa.- Sonreí y la vi a los ojos. –Es sólo que parece que estás lidiando con mucho
y bueno, puedo ayudar.-
-Le agradezco mucho eso.-
-¿Qué pasa?- Se sentó en la banca junto a mí. Teníamos al enorme
cristo negro frente a nosotras.
-Lara... eso es lo que me pasa.- Suspiré. –Nunca he necesitado a
nadie en mi vida, nunca. Sólo a papá e incluso él sabe que no soy muy... me da mi
espacio. Sé que está siempre detrás de mí pero a una distancia considerable,
¿entiende?- Asintió la mujer. –Y luego Lara... me asusta saber que la necesito, que
estoy dependiendo o que voy a depender de ella. Sé que la quiero, profe.- Me sonroje
como siempre lo hacía cuando decía esto en voz alta.
-¿Por qué?-
-Me hace feliz.- Bajé la vista. –Me siento como una persona normal
cuando estoy con ella y no como una miserable niña que fue violada y que odia que la
toquen.-
-Ana, no eres eso.-
-Pero así me siento la mayor parte del tiempo... a menos que esté
con ella.- Vi al hombre en la cruz. –Es una sombra que nunca se irá de mí, profe.-

-El problema es que es una etiqueta que tú misma te has puesto.-


-Pero es lo que me pasó...-
-Pero nadie sabe a cerca de eso.- Se acercó más a mí. –Tú crees
que vas con una etiqueta en la frente que dice esa horrible palabra pero no es así. Tú
eres la que ha puesto barreras y en parte es entendible, hija. Tienes miedo a que te
lastimen de nuevo pero ya has visto que hay gente con muy buenas intenciones.- Me
sonrió cariñosamente.
-Lara.-
-Así es y estoy segura que hay mucha más gente que quiere lo
mismo para ti. Incluida yo.-
-Pero yo no quiero a otra persona.- Inmediatamente me tapé la
boca. –Me refiero a que... es difícil estar... encontrar a alguien que...-
-¿Te gusta?- ¿Me gusta? Hay una innegable conexión entre ambas y
hay algo que constantemente me atrae a ella. -¿Ana?- Tomó una de mis manos. –Yo
soy la última persona apta para juzgarte. No te voy a llevar a la hoguera por algo así,
para nada. Es sólo que yo estoy a cargo de esa vaca loca y quiero saber que está con
las personas adecuadas que la van a cuidar tanto como yo a ella.- Tomé un largo
respiro. Sabía que podía confiar en la profe y le revelaría algo muy pero muy grande.
-Papá sabe de mis preferencias.- Ella se vio bastante sorprendida.
–Lo qué pasó... comenzó porque me vio abrazada a otra chica... era una hija de una
de las... personas con las que trabajaba mi madre. Él siempre buscaba a mamá pero
cuando me vio por primera vez con ella cambio de idea.-
-¿Tu madre sabía de eso?- Asentí. -¿Buscó la manera de
detenerlo?-
-Nunca. El dinero que él le daba era muchísimo así que
simplemente hacía como que no sabía.- La vi directo a los ojos. –En cuanto a su
pregunta original, la respuesta es sí. Me gusta Lara.-
-¿Estás segura?-
-Nunca había estado tan segura, profe.-
-¿Sabes qué implica?-
-Aquí no podemos ser... nadie aceptará eso, si es que ella me llega
a corresponder.-
-Me preocupan, ambas. Es maravilloso saber que tu padre sabe de
ti y te acepta pero ahora es un poco complicado.-
-Es el pastor... se supone que la mayoría de ellos están en contra
de cosas tan aberrantes como esto.- Dije con tristeza. –Ojalá la gente entendiera...-
-Es gente que teme a lo diferente pero a final de cuentas solo es
amor, Ana. Y vaya que este mundo y este lugar necesitan algo de eso. Sólo que este
tipo de "amor" es mucho para ellos. Nunca lo entenderán.- Agaché la cabeza.
¿Por qué es tan difícil que aceptes que quieres a alguien de tu
mismo sexo? Las parejas "convencionales" se aman y se veneran porque encuentran
en ellos paz, tranquilidad, sentido de pertenencia y se sienten protegidos. Por eso se
juntan o se casa. ¿Qué de malo tiene que yo sienta lo mismo pero con una chica? No
afectamos a nadie. Nadie muere porque nos queramos o por preocuparnos la una por
la otra. Sólo tenemos la mala suerte de no ser lo adecuado para los ojos de la
sociedad.
Ahora entendía perfectamente el rol de mi padre en esta sociedad y
si por algún milagro de Dios yo iniciara algo con Lara tendríamos que escondernos
debajo de las piedras. Porque si alguien llega a saber el objeto de críticas y
posiblemente lo desterrarán de aquí. Si de por sí ya es difícil la escuela si algo así se
supiera sería un infierno. Aunque yo ya estoy acostumbrada pero sé que Lara no y va
a querer resolver esto con golpes y sólo terminará en su expulsión. Dios, son tantos
los escenarios y ninguno me favorece a mí o la chica alta.
-¿Me estás escuchando, Ana?- Sacudí la cabeza.
-Lo siento, profe. ¿Qué me decía?-
-Que a pesar de que no quiero que sean comidas por los lobos
feroces, si de verdad quieres a Lara debes hacer algo porque ella no estará aquí por
siempre. Así como la trajeron así un día cualquiera pueden llevársela sus padres de
vuelta muy lejos de aquí.- Me quedé congelada en mi lugar. No había pensado en
eso. Así como vino a mí así se puede ir y el simple hecho de pensar en no verla o no
escuchar su voz hizo que me doliera el corazón. Ayer pude dormir un rato en relativa
paz pero sólo porque sabía que estaba ahí conmigo.
-No... no había pensado en eso.-
-Sólo sé cuidadosa, ¿está bien?- Me sonrió cariñosamente. –Y no
dudes en acudir a mí si tienes algo en mente o simplemente si quieres tomar una taza
de café acompañada de alguien.-
-Muchas gracias, profe.- Sin pensarlo mucho me puse de pie a la
par que ella y la abracé. –Es usted un ángel.-
-Sólo soy una persona que quiere lo mejor para dos personas que
son muy especiales para mí. Las quiero a ambas, Ana.-
-Y yo la quiero a usted.- Tomé su mano y la apreté. –Gracias.-
-De nada, hija.- Puso sus manos en su estómago. –Me voy antes de
que mis tripas se coman entre ellas.- Reí. –Nos estamos viendo, Ana.-
-Buen provecho.- Sonreímos una vez más y vi como su delgada
figura desapareció por la enorme puerta.
Me quedé algunos momentos más sentada en la banca meditando
acerca de todo lo que había pasado hoy, desde despertar a lado de Lara hasta esta
intensa charla con Norma. Definitivamente tenía todo en mi contra pero tenía la
oportunidad de ganar al ser más maravilloso sobre la tierra: Lara. Y vaya que tenía
ganas de ser más... el sentir su olor al despertarme fue lo mejor. Me sentí como en
casa. Tenía la estatura perfecta para escuchar el latido de su corazón cuando me
abraza. Pero, ¿seré lo suficientemente buena para ella? No tengo nada que darle más
que un corazón roto y pesadillas.
-Dame una señal.- Pedí al cristo frente a mí. –Ayúdame a encontrar
mi camino.- Y después de varios segundos llegó la señal.
-¿Rubia?- Escuché a la chica alta decir desde la cocina.
-Aquí.- Casi de inmediato apareció. –Hola.-
-Hola.- Me sonrió y se mantuvo de pie frente a mí. -¿Cómo estás?-
-Bien.- Me quedó viendo un momento y su rostro se iluminó.
–Estoy segura que tu padre no se enojará si falto a un día de
trabajo.- Extendió la mano hacia mí. –Vamos al bosque.- Tomé su mano gustosa.
-Deja que cierre y nos vamos.-
-Cierro yo.- Soltó su agarré y camino a la puerta. Y ahí iba mi dolor
de cabeza y mis aspirinas a la vez. Buscando la manera de mantenerme a salvo y de
hacer las cosas más fácil para mí. Sin tan solo supiera que su mera presencia es más
que suficiente para mí. Que no tiene que hacer nada más que sostenerme en sus
brazos y verme con esos soles verdes que me hacen sentir la persona más especial
del mundo. La profe Norma tiene razón, debo aprovechar el tiempo que tengo con
esta maravillosa chica.

A/N Hola, querid@s lectores! Como siempre ya les extrañaba :)


A veces no tengo tiempo de contestar todos sus comentarios pero
créanme que leo cada uno de ellos y me satisface leer lo mucho que les gusta la
historia. Sé que siempre digo esto pero es imperioso para mí que sepan su
importante rol en la historia. Mil gracias.
Algunos comentaban que el capítulo pasado había sido "el mejor"
creo que estoy en desacuerdo jeje es este. Adentrarme en la piel de Ana y hacer que
sus emociones flotaran a su manera fue un muy buen reto. El ver como funcionan sus
diferentes "personalidades" y sobre todo su perspectiva sobre Lara. Realmente espero
que les guste.

¡¡¡Norma es Larana Shipper!!!

¿Ya se pasaron por elcirculcolibri ? Hay mucho material de gente


muy talentosa con la que estoy teniendo la fortuna de colaborar. Y, después de mil
años, actualicé "Mi Profe de Piano". Para los que buscan más acción *smirking*
Que tengan un maravilloso fin de semana, querid@s lectores. Echen
harto desmadre jajaja

Nos estamos leyendo pronto. ;)


Saludos desde el infi... un rincón de México,
Ale :)
Capítulo 12

La semana se fue más rápido de lo que hubiera deseado. Pasé el


resto de la primera semana de vacaciones tonteando con Ana y haciendo
prácticamente nada. Y se me ocurrió la brillante idea de dejar todo para los últimos
días. Error. Tenía que estudiar, hacer montones de tareas, leer, escribir, repasar,
preparar presentaciones y más. Y eso sólo era lo de la escuela; regresaba a los
entrenamientos y seguía con los últimos retoques a la iglesia. En resumen, era una
locura.
Partes del día las usábamos para que ella me ayudara con mis
tareas y yo ayudarle a ella; sólo en inglés pero al menos le estaba ayudando en algo.
Por fin terminamos las tarjetas de química y pasábamos una considerable cantidad de
tiempo estudiándolas. Creo que incluso soñé que el hierro me seguía porque no me
sabía su número atómico.
Si hubiera una palabra para describir los últimos días junto a la
rubia sería, mágico. Era maravilloso pasar el tiempo con ella y hacer cosas tan
elaboradas como hornear un pastel a cosas tan simples como observar la puesta de
sol desde una maravillosa locación. Desde que admití y acepté que estoy loca por ella
dejé que todo fluyera; las cosas se han dado muy bien entre nosotras o al menos así
lo percibo. El día que llegó a casa y durmió ahí fue definitivo en nuestra relación.
Principalmente por su abrumadora confianza.
Ana cada día se mostró más y más segura conmigo y eso me
llenaba de alegría. A momentos las cosas se ponían sombrías; desgraciadamente para
Ana había muchas situaciones que detonaban sus malos recuerdos y eso me mataba.
Creo que en estos días había logrado un gran progreso en cuanto a estar ahí para ella
y no portarme como una desquiciada cada que me decía algo. Aunque después de la
confesión del desayuno no me había dicho mucho más.
Ofelia y su familia seguía sin tolerarme y la chica llenita estaba aún
más empeñada en mostrarme cuanto le desagradaba. Hacía esto por Ana porque es
la única forma viable que veo de protegerla pero la actitud de Ofelia estaba haciendo
que me saliera de mis casillas; sí ya sé que eso es algo muy fácil de conseguir pero
esto era demasiado. Aún tengo el sabor del agua mugrienta en mi boca y la peste de
mi cabello a veces la siento en mi nariz.
Hoy llevó las cosas a un plano que no desconozco; físico. Estaba
limpiando las bancas en las cuales algunas personas se subieron para colgar algunas
cortinas; estaba levemente inclinada y ella pasó empujado mi trasero lo cual hizo que
me cayera de frente. Apenas y tuve la oportunidad de meter una de mis manos para
no caer sobre mi rostro. Mi mano comenzó a dolerme horriblemente y estoy casi
segura que me había ganado una buena lesión. Para mi mala fortuna era mi mano
derecha, con la que sacaba. Intenté respirar profundamente pero al no funcionar, la
ira clamó su lugar.
-¿Cuál es tu puto problema? En dos segundos estaba encima de ella
y prácticamente la tenía contra la pared.
-Tú sabes cuál es el problema.- Me respondió retadoramente.
-No sabes de lo que estás hablando, Ofelia. Aléjate de mí o enfrenta
las consecuencias.
-Ella me ha dicho que han convivido y sé lo que haces.-
-¿Sí?-
-Sí, la estás convirtiendo en una horrible persona como tú y como
Olivia.- No pude reprimir la carcajada.
-Claro, tengo un ejército de idiotas en proceso de elaboración. Para
ser tan lista eres muy tonta.-
-No te pases.-
-¿Y si lo hago qué?- Me tuve que agachar hasta tener su nariz a
escasos centímetros de la mía. –Si crees que porque tienes a tu familia aquí me voy a
detener estás muy equivocada. Estoy hasta la madre de esta actitud imbécil de "amo
a mi prójimo pero sólo a los que me conviene". Y créeme que no es bueno para ti
verme enojada.-

-Eres un horrible ser humano que cree que todo lo puede porque tiene dinero.-
Premio a la más imbécil.
-¿Tener dinero? Por si no lo has visto me tiene que sudar el maldito
trasero para poder ganar dinero para la renta y mi comida. Se nota que no sabes de
lo que hablas.-
-Aléjate de Ana.-
-Lo que pasa entre ella y yo se queda entre ella y yo.-
-Me contestó exactamente lo mismo. Veo que ya está surtiendo
efecto tu lavado de cerebro.-
-Y aun así sigues jodiendo. No te vuelvas a meter conmigo, no te lo
diré de nuevo.-
-No te tengo miedo, riquilla. No eres mejor que cualquiera de
nosotros. Sólo es una actitud arrogante para esconder que por dentro estás muerta
de miedo porque tus padres te abandonaron aquí.- Ni bien había terminado y mi puño
se estrelló en la pared a unos centímetros de su cara.
-Estás cruzando mucho putos límites, Ofelia.- Sentía que en algún
momento mi mandíbula explotaría de tanta presión. Estaba tan asustada por mi
reacción pero se recompuso rápidamente. De pronto sentí que alguien me tomó de la
cintura y me jaló. Me di vuelta inmediatamente y vi unos sorprendidos ojos cafés
viéndome fijamente. -¿Qué?- Gruñí.
-Ve a la habitación, Lara. Por favor.- Me pidió la rubia.
-No.- Estaba por girarme de nuevo cuando ella tomó mi mano.
-Te lo estoy pidiendo por favor. Aparte tu mano está sangrando.-
Fijé mi mirada en la mano que sostenía Ana y efectivamente había sangre y me dolía
como el infierno.
-No me importa tengo algo que terminar aquí.-
-No hay nada que terminar, Lara.- Pronunció mi nombre en el tono
más condescendiente posible. –Eres una peste para este pueblo.-
-Vete, Ofelia.- Dijo la rubia muy molesta. –Vete, por favor.-
-¿Qué?- Preguntó asombrada.
-Que te vayas. Sólo estás empeorando la situación.- Ahora sí podía
decir que Ana me estaba defendiendo.
-No puedo creer que elijas quedarte con esta- me escaneo de arriba
para abajo –persona.- Intenté soltarme de agarre de Ana pero fue inútil. Después de
dedicarle una mirada de muerte salió del lugar y la rubia me arrastró a la cocina. Me
llevó directo al fregadero y puso mi mano debajo del grifo para limpiar la sangre.
-¿Te duele?-
-Poco. Me duele más la muñeca.-
-¿Por el golpe?-
-No. Porque sostuvo todo mi cuerpo cuando esa loca me pasó a
empujar... evité golpearme la cara metiendo mi mano.-
-¿Ya podemos detener esto?-
-¿Ya te vas a defender?-
-Sí.-
-Lo dudo.- Olvidó su tarea y volteó a verme muy seria. –No es tu
naturaleza, Ana. No eres una persona que responda a provocaciones y haces bien. O
terminarías como yo.- Levanté mi mano herida para ejemplificar.
-Es sólo que siento que yo tengo la culpa-.
-No tienes la culpa de nada; yo tomé la decisión, tú no me
obligaste. Y aparte quiero hacerlo.- Sonreí. –Hacía mucho que no me metía en una
riña.-
-Y esperemos que sea la última.- Dijo escéptica. –Pero a como van
las cosas, lo dudo mucho. Por favor, Lara. No tienes ninguna obligación de hacer esto
o de meterte en problemas por mi culpa.- Cerré el grifo y me acerqué más a ella.

-¿Cómo te hago entender que quiero hacer esto por ti?- La vi sonrojarse
profundamente.
-La gente no hace cosas buenas por mí.- Dijo con un cierto dejo de
tristeza.
-Acostúmbrate a que yo las haga entonces.- Usualmente en estas
circunstancias tomaría un mechón de su cabello y jugaría con él pero hoy tenía el
cabello amarrado y por Dios que se veía preciosa. Podía ver sus pequeñas orejas y su
linda cara en todo su esplendor sin nada que lo cubriera.
-Gracias, Lara.-
-No tienes que agradecerme.-
-Sí tengo porqué. Me has hecho pasar unos días muy tranquilos a
pesar de la incertidumbre de lo que pasa con papá y eso es maravilloso. Me has
hecho reír y enfrentar algunos miedos. Cosas que nadie había hecho por mí antes.-
Se puso de puntitas y besó mi mejilla. –Gracias.- Estábamos muy cerca, demasiado
cerca y mentiría si dijera que no me moría por besarla ahí mismo. Sólo tenía que
agacharme un poco y conectar nuestros labios. Sentí la mano de Ana escurrirse entre
la mía y frotar suavemente mi mano afectada. –¿Te sigue doliendo?-
-No mucho.-
-Deberíamos ponerle hielo.- Intentó zafarse pero no la dejé. -
¿Qué?-
-No necesita hielo, al menos no ahora.- Nunca perdimos el contacto
visual y era increíble el verla tan cómoda conmigo. Después de conocer a la chica
fastidiosa y luego a la niña atemorizada, ella frente a mí viéndome de esa manera me
tenía en éxtasis total. –Está bien como está.- Entendiendo muy bien el mensaje con
su pulgar hacía círculos sobre mi dorso lastimado.
-Tus ojos... nunca los había visto así.-
-¿De qué color están?- Le pregunté con una sonrisa.
-Se ven como de color miel... no sé. Están muy pero muy claros.
Me gustan.- Me gustas tú.
-Están cómodos con la compañía.- De nuevo se sonrojó. –También
deberías acostumbrarte a los cumplidos. Eres una chica increíble, Ana.- Solté de
pronto en un ataque de honestidad innecesario.
-Habla la chica más genial que he conocido.- Me sonrió. –También
estoy cómoda con la compañía.-
-Hablaba de mis ojos no de mí.- Le sonreí juguetonamente.
-Ya te habías tardado.- Me agaché hasta que mi frente quedo
descansando sobre la de ella.
-Recuerda que soy una fastidiosa.- Dije con los ojos cerrados.
-Lara...- Aspiró profundamente. –Te...-
-¿Lara?- Brincamos lejos la una de la otra. -¿Qué pasó?-
-Nosotras....- Tartamudeó la rubia.
-Ella lo comenzó todo.- Dije de inmediato. Sabía que Norma se
refería a Ofelia. –Me empujó y habló de más.-
-Me dijo que la golpeaste.-
-¿Crees que estaría viva si la hubiera golpeado?- La mujer rió.
-Eso fue justamente lo que pensé.-
-Sólo estoy harta de sus idioteces, Norma.- Sentí la ira crecer
dentro de mí de nuevo. –Por gente como ella odio las iglesias y las idioteces que
pregonan.-
-Estás generalizando, Lara. El hecho de que alguien te haya dado
una mala percepción de algo no quiere decir que todo sea igual o que tengan las
mismas sombrías intensiones.- Apuntó la mujer de ojos expresivos.
-Aquí realmente sé las intenciones del señor Cardozo y de la
mayoría del pueblo, menos la de ella. Esto es diferente.-
–Tan diferente que irónicamente estás sirviendo a uno de esos
lugares.-

-No me arrepiento...-
-Y aunque lo hicieras no hay nada que puedas hacer.- Sentí mis
hombros caerse. No tenía que soportar la verborrea de Norma en estos momentos.
-Ya entendí el puto punto. No sé qué mierda tiene que ver todo esto
con el hecho de que le quiera arrancar la cabeza a ese elfo. No entiende que debe
mantener sus narices en sus asuntos.- Estaba enojada o mi enojo regresó del tiempo
fuera.
-Ana, ¿me dejas un minuto con Lara?- Norma le sonrió dulcemente
a la rubia.
-Claro.- Antes de salir, Ana me vio con una sonrisa. –Tranquila.-
Dijo tan bajo para que sólo nosotras lo escucháramos. La rubia salió y cerró la puerta
tras de ella.
-Lara, ¿qué pasó?- Su tono de voz me dejó saber que ahora
hablábamos de la escena que encontró.
-Ella está a gusto conmigo y yo estoy a gusto con ella. Fácil.-
-¿Qué hubiera pasado si hubiera sido alguien más?-
-No estábamos haciendo nada malo.-
-No, sólo estaban tomadas de la mano y a punto de besarse. Nada
de qué escandalizarse.- Dijo irónicamente.
-No la besé.-
-Porque llegué.-
-Es un límite para ella y no lo cruzaré a menos que ella lo pida... ya
sabes, cuando vivamos en Narnia.- Me vio extrañada. –Un mundo irreal.- Aclaré de
inmediato.
-¿Te gusta?-
-Sabes que sí.-
-Sólo te puedo decir que no puedes esperar mucho tiempo; tus
padres pueden reclamarte en cualquier momento.- Mierda. Esto sólo era temporal.
Mis padres nunca me dijeron cuanto duraría esto. Puede que vengan mañana si se les
pega la gana.
No, eso no podía pasar. Ahora más que nunca les agradecía a mis
padres por el hecho de traerme hasta aquí. Incluso besaría y abrazaría a la bruja por
su brillante idea. Gracias a esto tuve la oportunidad de conocer a la rubia, a Norma, el
señor Cardozo y por supuesto la amargada hermana de Norma. Había tanta gente
que ya formaba parte de mi vida ahora y podían quedar atrás en cualquier momento.
Me rehusaba a esa idea; me rehusaba a dejar a mi rubia atrás. De ninguna puta
manera eso va a pasar.
-No lo habías pensado, ¿cierto?- Su voz me sacó del trance.
-No... es una mierda.- Medité un momento. -¿Eres la misma que
me dijo que me fuera con cuidado?-
-Sí pero no puedo ser tan hipócrita para decirte que contengas tus
sentimientos cuando yo no lo hice.- Haciendo una clara alusión a lo que había pasado
con mi padre. Se acercó más a mí. –Te repito tienes tu tiempo limitado y te juro que
a veces es mejor pagar las consecuencias que preguntarse que hubiera pasado.-
-¿Estás diciéndome que...?-
-¿Yo? Yo no te he dicho nada, es más está conversación nunca
sucedió.- Me guiñó un ojo y salió del lugar.
Reprimí el intento de ir a checar si la mujer que salió era realmente
Norma y no algún extraterrestre. Su advertencia aún estaba ahí, escondida y
descuidada a la vez. Tenía mucho que ganar si le decía mis sentimientos y era
recíproco pero me partiría el corazón si el resultado es negativo.
Tenía muchos motivos para estar feliz y llena de esperanza; la
forma en la cual habíamos llevado los últimos días me decía que quizá hay cero punto
uno por ciento de probabilidad de que yo también le guste. Y me aferraba a esa
mínima cantidad; eso era mejor que nada. Y lo de hoy sólo me hizo ilusionarme más,
ella me defendió, realmente lo hizo. Corrió a Ofelia y se preocupó por mí. Luego
entendió a la perfección que quería que siguiera sosteniendo mi mano... aunque
probablemente sólo estaba siendo amable... o quizá no.

Realmente no tenía ganas de regresar a mis labores y no por perezosa pero no quería
otro encuentro del tercer tipo con Ofelia o su familia. Nuestros horarios volvían a
chocar ya que había regresado a las prácticas de voli y mis tardes estaban ocupadas;
en otras circunstancias hubiese renunciado a eso con tal de evitar este dilema pero
también representaba una fuente de ingresos por lo que no podía dejarlo.
Decidí que quería recostarme un rato y con toda la confianza del
mundo me dirigí a la habitación de la rubia. La mano me punzaba y conforme pasaba
el tiempo se hinchaba cada vez más. Al llegar me tiré sobre la cama; era realmente
cómoda y olía a ella. Era una combinación celestial. Vi mi iPod a un lado de la cama,
lo tomé y le di play; con una sonrisa reconocí la canción de la Oreja de Van Gogh "Mi
Vida Sin Ti". Cerré los ojos y me dejé llevar por la música.
Ni bien había terminado la canción sentí que alguien tomó mi mano
con mucho cuidado; podía sentir su dulce olor. Debido a la canción me era imposible
descifrar lo que decía. Dejó mi mano de nuevo sobre mi estómago y asumí que salió
de la habitación. Minutos después escuché la puerta abrirse de nuevo; muy
lentamente me quitó uno de los audífonos.
-¿Lara?- Abrí sólo un ojo.
-Mande, majestad.-
-Te pondré hielo en la mano.- Estaba para muy cerca de mí. Me
moví un poco y dejé espacio suficiente para que ella se pudiera sentar. Llevaba una
bolsa de hielo en una mano y en la otra una toalla. Puso ésta última sobre su regazo,
después mi mano y encima la bolsa de hielo.
-Frío.- Dije dando un pequeño brinco.
-Es la propiedad principal del hielo, La.- Contestó burlona.
-Me muero de risa.- Espeté con expresión seria y la rubia se echó a
reír.
-¿Te duele?-
-Un poco...- Un mucho sería lo más adecuado.
-Sé honesta.-
-Me duele mucho, ¿contenta?-
-Bastante. Puedes decirme las cosas, Lara. No tienes que
protegerme de nada... Yo estoy abriendo mi corazón contigo espero que tú hagas lo
mismo.-
-Créeme que lo hago, Anita. Simplemente no quiero preocuparte.
Esto no tiene nada que ver con mi confianza en ti.-
-Tú te preocupas por mí todo el tiempo, es hora de un cambio.- Le
sonreí agradecida por su gesto. Yo confiaba en ella a ciegas; pondría mi vida en sus
manos sin dudarlo ni un puto segundo.
-Hay algo que puede hacer que se mejore.-
-Dime.-
-Aliméntame. Así la energía se va a la parte afectada.-
-Dios mío, ¿hay algo más en tu cabeza aparte de la comida?- Sí, tú.
-Sí.- Le sonreí. –Voleibol.- No le quedó de otra más que sonreír
conmigo. -¿Me vas a dar de comer?-
-No.- Dijo seriamente.
-Eres una mala enfermera.- Hice un intento por sentarme.
-No. Te quedas aquí.-
-¿Muriendo de hambre? Por supuesto que no.- De nuevo me detuvo
en el intento de ponerme de pie.
-Iré a preparar algo.-
-Eres tan linda.- Agregué sarcásticamente.
-Lo hago porque yo también tengo hambre.- Se puso de pie y
caminó a la cocina.
-Eres tan jodidamente linda, rubia.-
El resto de la semana pasó en total calma hasta el día jueves que
fue cuando el señor Cardozo regresó. Agradecí al cosmos por devolverlo bien y según
sus palabras tenía para rato. Desearía haber tenido una cámara en el momento en
que el señor Cardozo entró a la iglesia; Ana no sabía qué hacer. Parecía una nena en
una juguetería, quería gritar, correr, llorar, reír, golpear a alguien y miles de cosas
más. Sólo sé que esa maravillosa sonrisa que tenía no quiero que se le vaya nunca.
Sé que una gran parte de su alma se alivió al tener a su padre de vuelta.

El pequeño altercado con Ofelia tuvo graves consecuencias para mí. Mónica
prácticamente me echó del entrenamiento al ver el estado de mi mano y me mandó a
descansar por dos semanas. Mis ojos se clavaron directamente sobre Ofelia, quién
parecía no importarle en lo más mínimo; comencé a caminar hacia ella y la mujer de
cabello rizado me detuvo con un "acércate y no vuelves más a la cancha". Fue
suficiente incentivo para irme a casa lanzando maldiciones al viento. A pesar de lo
jodido que era esto para mí ahora tendría dos semanas de descanso por las tardes así
que las usaría para seguir practicando con la rubia.
Aunque el hecho de que el señor Cardozo estuviera de vuelta no
afectó nuestra dinámica, sí veía a Ana un poco más alejada de mí en el aspecto físico.
Y yo le di el espacio que necesitaba. Hasta ahora no entrelazábamos más nuestros
meñiques, ni había abrazos esporádicos, ni siquiera jugué con su cabello. Nada. Las
charlas y las bromas seguían ahí, menos la parte física. Me decía a mí misma que
estaba bien, que no había problema pero sabía por demás que me estaba mintiendo.
Me mataba no poder tan siquiera poder jugar con su cabello. Estaba tan
acostumbrada a esos mínimos detalles que en cuanto dejaron de suceder se sentía un
enorme vacío.
Miércoles, tercer día después del receso de Semana Santa y ya
quería matar a todos. Entendía que iba atrasada y toda esa mierda pero ni bien había
entregado las tareas cuando ya tenía acumuladas más. Odiaba a todos en estos
momentos. La mayoría de mis exposiciones las revisé mil veces e incluso las
practiqué frente a Ana pero lo único que pude conseguir fueron unos miserables
ochos. La vida era tan injusta. No entendía como pude pasar algunas materias en mi
antiguo colegio siendo una completa holgazana.
Fúrica salí de mi clase y me dirigí al comedor; este mal humor sólo
podía ser apaciguado con unas deliciosas tortas. Sí, deliciosas. Plural. Quería
apaciguar mi ira con un poco de comida. El hecho de que jugara, nadara y de vez en
cuando corriera ayudaba a que no fuera una linda pelota de playa. Pedí el desayuno y
unos segundos después estaba en la mesa lidiando con el puto papel aluminio con el
que envolvían las tortas.
-Mierda.-
-Te ayudo.- Ofreció Pao muy amablemente.
-Gracias.- Gruñí.
-¿Qué pasa?-
-Odio todo.-
-Por fin entiendes de que se trata este pueblo.- En otras
circunstancias me hubiese reído pero ahora apenas pude hacer una mueca. -¿Cómo
sigue?- Apuntó con su barbilla a mi mano vendada.
-Se recupera muy lentamente... Pero hoy ha sido un día con mucho
dolor.- Vi como la rubia entraba a la cafetería y para su desgracia Liv iba detrás de
ella. La muy hija de puta esperó a que comprara su desayuno para después de un
leve empujón hacer que todo se le cayera. Inmediatamente me puse de pie e intenté
caminar al lugar pero la mano de Paola me detuvo. –Suéltame.-
-No, Lara.- La quedé viendo.
-Suéltame o te golpeo.-
-Te expondrás y la expones a ella también. Piensa las cosas.-
-Pienso en que quiero golpearla muy fuerte.- La menuda mujer
parecía no importarle mi amenaza.
-Así no.- Si me quedaba más tiempo aquí iría a matar a Liv así que
decidí irme.
-Busca la manera de que llegue a ella.- Señalé mi comida. –Por
favor.-
-Claro, Lara.- Con enormes zancadas llegué a la parte detrás del
domo era sólo cuestión de tiempo para que la rubia apareciera. Estaba detrás de
algunos arbustos para no ser captada por alguien aunque sabía que nadie venía para
acá.
Esperé y esperé los segundos se hacían eternos, incluso creí que se
había ido a casa y cuando estaba a punto de salir escuché unos pasos. Segundos
después vi la figura de la rubia emerger; sorpresivamente no estaba llorando pero se
veía muy agitada. Tronaba sus dedos, un hábito que nunca había visto. Buscaba y
buscaba por todos lados como esperando a alguien y eso me partió en dos. ¿Esperaba
que alguien viniera por ella?

-¿Dónde estás, Lara?- Así como me partí así me reconstruí en cuestión de segundos.
Me esperaba a mí. Yo. Lara Orozco. Quería que yo estuviera con ella en estos
momentos. Tomé una larga respiración y traté de recomponerme.
-Aquí estoy.- Pegó un brinco al escuchar mi voz detrás de ella y al
momento de verme prácticamente se abalanzó sobre mí. Como pude correspondí su
abrazo y la atraje más a mí.
-Sabía que estarías aquí.- Clamó muy pegada a mi cuello. Por
varios segundos no dije nada, sólo disfrutaba de su cuerpo junto al mío. Acaricié su
cabello antes de separarme. Tomé su cara entre mis manos.
-¿Estás bien?- Asintió y escondió de nuevo en mi pecho.
-Estaba preocupada de que te enfureciera...-
-Me molestó muchísimo pero Paola me detuvo.-
-¿Paola?- Estaba sorprendida.
-Dedujo que me agradas por como me comporto contigo en los
entrenamientos y... la cosa es que me dijo que no era bueno para ninguna de las
dos.-
-Chica lista.-
-Bastante.- La mantuve entre mis brazos unos segundos más hasta
que ella se alejó. Era casi como que arrancaran algo de mí cuando ella se separaba de
mi cuerpo...era un dolor físico el sentirla lejos. –La odio.-
-No te metas en problemas, por favor.-
-No te puedo asegurar nada. No sé si Paola esté ahí la próxima vez
que Liv intente algo y menos sé cómo demonios voy a reaccionar. Es una mierda.-
-Lenguaje.- Me regañó con una sonrisa.
-Lo siento.- Me acerqué de nuevo a ella y deposité un beso en su
frente. –Eres increíble.-
-¿Por qué?- Dijo visiblemente avergonzada.
-Porque te preocupas por mí cuando sabes que puedo defenderme.-
-No quiero que te suspendan o que te expulsen, La.-
-Norma está avisada de que... algo pase en cualquier momento.-
-Ella no te va a proteger.- Me eché a reír.
-Lo sé, cariño. No lo decía por eso, simplemente que ella ya está
avisada.- La vi sonrojarse aún más cuando la llamé cariño.
-Prométeme que...- Levanté mi mano para que estuviera a la altura
de su boca.
-No te puedo prometer nada que incluya a ti en peligro o alguien
molestándote. Porque no me quedaré sin hacer nada.- Se agachó. –Hey.- Levanté su
cara con mi mano lastimada. –Lo único por lo que debes preocuparte es por esto.-
Señalé a la mano en cuestión. –No parece mejorar. Lo demás lo tengo controlado, te
lo prometo.-
-Si las cosas van mal, ¿me lo dirás? Si necesitas ayuda o algo.-
-Serás la primera en saberlo, Anita. Lo prometo.- Casi como un
acto reflejo nuestros meñiques se buscaron y se sostuvieron. Cerramos nuestro
acuerdo con una sonrisa.
-Traje tu desayuno.-
-Es tuyo.-
-Paola me dijo que no comiste mucho.-
-Es tu desayuno, Ana.-
-¿Mitad y mitad?- Me sonrió. Asentí.
La semana pasó en relativa tranquilidad; Liv molestando a Ana, Pao
deteniéndome e incluso la misma rubia que un par de veces me detuvo con su simple
mirada. No iba tardar mucho antes de mostrar mi verdadera cara y una gran parte de
mí ansiaba eso. Quería detener esta mierda de una vez por todas y mostrarle a Olivia
que no siempre puede hacer lo que se le pegue su puta gana y no tener
consecuencias.

Ana fue fundamental para ponerme al corriente con los kilos de tareas. Las tardes
eran nuestras aliadas perfectas para estudiar pero también para pasar tiempo juntas.
Me encantaba verla sonreír y cuando estábamos juntas lo hacía muy a menudo, por
consecuencia yo también lo hacía. Antes agachaba la mirada cuando la atrapaba
viéndome pero en los últimos días se había vuelto más valiente, la sostenía y
sonreíamos como tontas. Definitivamente mi porcentaje iba incrementando a mi
favor.
La quería para mí, por más egoísta que suene. Sé que es preciosa,
maravillosa, inteligente y muchas cosas más pero no quería compartirla. Y no en un
mal sentido sino que me aterraba la idea de que alguien viera lo estupenda que es y
me la quite. Aunque no sea oficialmente mía. En mi cabeza y en mis sueños ya lo es
pero falta el gran paso en la vida real. Toda esta experiencia era nueva para mí,
nunca en mi vida había necesitado tanto a alguien como lo hago con ella. Y cada
bendito día que pasaba me enamoraba más y más de ella.
Después de una noche de insomnio y de muchos pensamientos me
atreví a invitarla al bosque. Y aunque la invitación era casual, debía hacer algo que
mostrara que no era como las veces anteriores que habíamos estado ahí a solas.
Quería que todo fuera perfecto y me le pedí ayuda a Norma. Sabía que las burlas
serían incesantes pero era necesario para un bien mayor. Le pedí de favor que hiciera
el pollo tan delicioso que preparó cuando cené con ella por primera vez; esa cosa que
parecía mole pero no era mole.
La hora llegó y yo estaba en nuestro lugar una hora antes
preparando todo y buscando que todo fuera lo suficientemente bueno para Ana. Como
siempre ella llegó puntual a la cita. Era una cita, sólo que ella no lo sabía. Se veía
preciosa con su vestido blanco; el que llevaba cuando la conocí. Por primera vez
admiré el cuerpo de Ana, era perfecta. Todo estaba muy bien distribuido; sus piernas
eran delgadas y algo largas a pesar de su estatura. Tenía una cintura pequeña, senos
grandes pero sin exagerar y tenía un muy buen trasero. Era la primera vez que la
veía de esa manera y durante el tiempo que estuvimos juntas trataba de esconder el
rojo de mis mejillas y hacía un esfuerzo por no ver a sus senos.
Nos divertimos mucho, más de lo que pude imaginar y como me
encantaba verla sonreír. Sus preciosos ojos café se hacían chinitos y arrugaba
adorablemente su nariz. Fue aquí donde me di cuenta de lo muy enamorada que
estaba de ella y de mi necesidad de tenerla cerca de mí. Pedí en mis adentros que el
día nunca terminara y si terminaba que nosotras permaneciéramos aquí por la
eternidad. Pero las cosas no funcionaban así y el tiempo de regresar a casa llegó.
Durante el tiempo que estuvimos ahí tuve infinidad de oportunidades de decirle que
me gusta y que la quiero pero me acobardé. A momentos me quedaba sin palabras y
muchas veces más cambié drásticamente de tema. Al menos al finalizar la cita me
gané un beso y un abrazo por parte de la rubia; con eso tuve suficiente para regresar
flotando a casa.
El lunes llegó más rápido de lo que deseaba dado que el domingo
me la pasé sobando mi mejilla, en donde Ana me había besado. Incluso pensé en
evitar lavar esa área de mí pero la deseché diciéndome a mí misma que pronto habría
más o al menos eso esperaba. El domingo por la noche fue particularmente infernal
porque sentí que algo iba mal y tenía unas enormes ganas de ir a la iglesia y
preguntar por la rubia. Temía que tuviera alguna pesadilla y que el señor Cardozo no
la escuchara... no sé de donde salió eso pero me tuvo mal una gran parte de la
noche. Cuando por fin logré conciliar el sueño el sol estaba por salir.
Ahora que ya tenía la confianza de Norma no tenía la necesidad de
irme con ella tan temprano, a veces lo hacía pero sólo para acompañarla. Hoy no. Me
tomé dos tazas de café antes de caminar a la escuela y tratar de estar un poco
despierta. Las ojeras en mi rostro me daban el aspecto de una bruja y el hecho de
que llevara mi cabello medio peinado no ayudaba mucho. Era tan jodido. Quizá debí
haber ido a verla y constatar que estaba bien y regresar a dormir. Sin embargo el
temor de que el señor Cardozo me cuestionara me hizo detenerme un poco... mucho.

Llegué a la escuela arrastrando los pies, la mochila, mis ganas de estar ahí, mi
voluntad y todo lo demás. Si me encorvaba un poco más podría aplicar para tocar las
campanas en Notre Dame. Para mi sorpresa había mucha concurrencia en el pasillo
principal de la escuela y la mayoría de esa multitud me veía extrañada. Era muy
impropio de mí venir en estas condiciones. Bueno, si ellos pasaran la noche en vela
pensando en el bienestar de alguien que quieren probablemente se verían así de
jodidos.
A lo lejos vi la figura de Olivia que parecía que estaba dando un
discurso haciendo aspavientos, junto a ella pude distinguir la panza de Ángel y las
menudas siluetas de Liz y Pao. Ésta última se veía un poco preocupada y buscaba
entre las personas a alguien. Lentamente me acerqué y ella pudo hacer contacto
visual conmigo entonces muy discretamente apuntó hacia abajo. Rápidamente llevé
mi vista a donde me indicó y con terror vi a la rubia en el piso con una expresión
indescifrable en su rostro. Corrí tan rápido como pude justo a tiempo para evitar que
una de las manos de Liv se estrellara contra la rubia.
-Déjala.- Dije entre dientes sosteniendo su mano en el aire.
-¿Qué haces?- Preguntó Ángel. –Sólo nos divertimos.-
-Pues tendrán que buscar otra puta diversión.- Mis ojos dejaron los
de Liv para centrarse en el chico de belleza abstracta y abrió grande los ojos cuando
vio lo furiosa que estaba.
-Suéltame.- Pidió Liv con una voz extrañamente calmada. Después
de unos segundos lo hice. -Quieres explicarte.-
-No hay nada que explicar... estás cruzando muchos putos límites.-
-¿Te importa?-
-Lara, no...- La rubia tomó una de mis pantorrillas.
-Lara nada. Hay cosas que debemos aclarar.- De pronto teníamos la
atención de todo el pasillo. Los muchos alumnos que estaban ahí veían expectantes la
escena que se desarrollaba.
-Así que te importa la monja asquerosa.-
-Cuida tu puta boca.- Di un paso más cerca de ella; Ángel y Liz
retrocedieron pero ella no. Soltó una carcajada.
-¿O qué?-
-O tendré que arrancar cada maldito cabello de tu cabeza. No me
tientes, Olivia.-
-¿Crees que te temo, Lara?- Sonrió socarronamente.
-Deberías.- Se podía cortar la tensión con un cuchillo.
-La que debería cuidarse eres tú y la zorra...- Ni siquiera terminó la
oración porque la empujé y de no ser por Ángel se hubiera caído.
-¡No te vuelvas a dirigir a ella de esa manera!- Se recompuso y de
inmediato se paró a escasos centímetro de mí. Tenía apenas un poco de ventaja en
cuanto a la estatura respecto a la chica de ojos azules.
-Tócame otra vez y te mato.- Amenazó.
-¿Tú o tu papá?- Gruñí. Abrió los ojos como platos y segundos
después su mano se estrellaba contra mi mejilla. Sabía que había entendido mi
indirecta. Ni siquiera me inmuté del golpe, así que seguí con el ataqué verbal. –¿No
te muerdes la lengua cuando hablas de zorras? Hasta dónde sé eres una muy buena,
Olivia.- Le sonreí burlonamente.
-Cállate, maldita imbécil.- Se abalanzó contra mí pero Ángel la jaló
eso no impidió que la golpeara en el rosto. –¡Cállate!- Estaba totalmente furiosa al
igual que yo.
-¡Vuelve a meterte con Ana y te juro que te haré comer lodo,
Olivia! No te lo diré dos putas veces.- La señalé con mi dedo índice.
-Te vas a arrepentir, Lara.- Dijo entre dientes.
-Ya veremos.- Ángel la jaló y se la llevó, ella manoteaba y gritaba
que no la tocaran. Me dirigí a Pao. –Es ahora o nunca.- Vio a los dos que se iban a lo
lejos y a la chica de ojos grandes a su lado antes de asentir y acercarse más a mí.
Segundos después Liz salió tras los otros dos chicos. Me puse en cuclillas frente a la
rubia. -¿Estás bien?- Negó con la cabeza. -¿Quieres ir a casa?-
-No quiero que papá sepa.- Dijo casi en un susurro.
-¿Te parece bien ir a la mía?- Asintió. Agarré su mochila, la colgué
sobre mi hombro y le ofrecí mi mano para que se pusiera de pie. Cuando estuvo
frente a mí, tomé su cara entre mis manos. –Estás a salvo conmigo, cariño. Lo
prometo.-
-Lo sé.- Me respondió viéndome con algunas lágrimas en su rostro.
Viré a donde estaba Pao y algo sorprendida pero con una sonrisa nos veía.
-Vayan antes de que toquen la chicharra.- Asentí
-Bienvenida al clan de los rechazados.- Le dije a la chica menuda.
-El mejor de todos.- Me sonrió. Con mi brazo sobre los hombros de
la rubia caminamos a la salida. Antes de salir alguien tomó mi antebrazo. Giré y vi a
Betty, mi acomodadora.
-Así se hace, capi.- Me sonrió y yo simplemente asentí. A más de
un mes de estar acá las cosas volvían a cambiar para mí y para la preciosa chica en
mis brazos y todo apuntaba a que no era un buen augurio.

A/N Hola, mis muy queridos lectores. Espero que estén muy bien; a
pesar de que apenas actualicé ya les extrañaba. ;) Gracias TOTALES por sus
mensajes, comentarios y valoraciones :')
Me moría por subir este capítulo y ya lo tenía listo desde hace unos
días pero no quiero malcriarlos jajajaja así que esperé una semana. Yo sé que
muchos esperaban por el momento en que Lara se enfrentara a Liv y por fin sucedió.
Disfruté mucho escribiendo esa parte y espero que les guste.
Y ,¿ya les dije que hay cosas bien mamalonas en elcirculcolibri ? Si
no han pasado, ¿qué esperan? Mucho talento en un sólo lugar ;) "Dos Semanas" se
pone interesante y "Mi Profe de Piano" será actualizada un día de estos xD

Saludos de un lluvioso rincón de México,


Ale :)
Capítulo 13

Tan pronto llegamos a casa, la rubia enterró su cara en mi pecho y


se echó a llorar desconsoladamente. Con todas mis fuerzas buscaba que los pedazos
de mi corazón no se esparcieran por todo mi cuerpo. Amaba tenerla entre mis brazos
pero no así. Era una dolorosa y lenta muerte para mí y más aun sabiendo que no
podía hacer nada más que sostenerla y dejar que se desahogara.
Acariciaba su cabello, su espalda, me aferraba a ella buscaba mil
maneras de hacerla sentir mejor pero sólo lograba que sollozara más. La pegué más a
mí y ella se aferró con fuerza a mi playera; sentía su desesperación por la forma en
como me jalaba. Tenía que ayudarla pero no pude contener mis lágrimas. No viéndola
así. La quería demasiado como para que esto no me afectara.
-Tranquila, cariño.- Mi voz se quebró al final en un miserable
intento de hacer que se calmara un poco.
-¿Por... qué lloras?-
-Es imposible no hacerlo viéndote así. Me afecta porque yo te...- Me
detuve de pronto. Ella salió de su escondite y buscó mis ojos.
-Porque...- Sus tristes ojos buscaron los míos. –Dime, Lara.-
-Porque yo te quiero, Ana.- Apretó los ojos y agachó la cabeza.
-No deberías... nadie debe quererme.- El horrible nudo en mi
garganta me impidió hablar por varios segundos.
-¿Por qué?- Seguía sin verme. –Dame una buena razón para no
quererte.-
-Estoy sucia... estoy marcada... no tengo absolutamente nada para
dar más que lastima.- Cerré los ojos y sentí como las lágrimas calientes bañaban mi
rostro.
-No tienes idea de cómo me duele escucharte decir eso.- Se soltó
por completo de mi agarré. –No huyas de mí, por favor.- Le supliqué.
-No tengo nada bueno para ti, Lara.-
-Te equivocas. Eres todo.- Tragué. –Eres luz, eres vida, eres
alegría, eres esperanza, eres bondad. Eres la razón de ser de tu papá y eres mis
ganas de quedarme aquí más tiempo.- Y ahí estaba, no en el momento más adecuado
pero cuando más lo necesitaba; cuando ambas lo necesitábamos. -¿Por qué no lo
ves?, ¿por qué te cuesta tanto creerlo?- Comencé a dar vueltas por la sala.
-Nunca ha habido algo bueno en mi vida. A parte de papá. Eso
significa que yo no soy buena para estar con la gente...-
-¡No!, ¡No, Ana! Eres increíble, eres digna de ser querida y amada
hasta que el puto corazón explote... mereces que te traten como a una princesa. Que
veneren todas las cosas maravillosas que salen de tu boca y las cosas que hay en tu
mente.- Me tomaba el cabello totalmente desesperada. –Incluso un ciego vería tu luz,
Ana.-
-Yo no conozco el amor, Lara... no sé cómo es, a qué sabe, cómo se
siente, a qué huele... lo desconozco. Ni siquiera sé qué es quererme a mí misma.-
Admitió con angustia.
-Déjame enseñártelo.- Me detuve y caminé para quedarme detrás
de ella. –Date la oportunidad de verte a través de mis ojos. Deja que te quiera.-
-Te voy a decepcionar, Lara.-
-No hay manera en que puedas decepcionarme, cariño. No hay, no
existe.- Al ver que no se viraba a donde estaba me puse frente a ella. -¿Puedes
levantar el rostro?- Negó. –Por favor, Anita.- Después de unos segundos lo hizo muy
lentamente. Le sonreí al verla a los ojos. -¿Puedo?- Dije levantando mi mano,
pidiéndole permiso para limpiar su rostro. Asintió. Con mis pulgares limpié sus
mejillas. –Mejor.-
-No merezco a alguien como tú...- Puse mi dedo índice sobre su
boca.
-La vida nos pone justo lo que necesitamos en nuestras vidas;
incluso lo que parece malo son simples lecciones que te hacen ser mejor.- Agradecía
por las largas pláticas con Norma. -Todo, absolutamente todo obra para bien, Ana.
Merecemos todo lo que tenemos. En todo caso yo no merecería a alguien como tú en
mi vida. Eres demasiado buena para una vaca loca como yo.- Sonrió.

-¿Cómo podré pagarte todo lo que haces?-


-Sólo déjame estar en tu vida... no pido más.- De nuevo sentí su
cuerpo pegarse al mío. Cerré los ojos y aspiré su dulce olor. Prácticamente le había
confesado mis sentimientos y seguía aquí, era una buena señal. –Te quiero, Anita.-
-También yo, Lara.- Tomé su rostro e hice que me viera.
-No te sientas presionada, cariño. Yo me siento así... y no espero
que sea recíproco, sólo espero que entiendas que vales mucho y eres digna de ser
querida.-
-También tú lo eres.- Respondió sobre mi cuello.
-Lo sé. Pero ahora todo lo que soy está enfocado a ti.- Le di un
beso en la cabeza. -¿Quieres agua?- Negó con la cabeza.
-Quiero acostarme un rato.- La solté lo suficiente para que pudiera
caminar y la guié a mi habitación.
-Disculpa el desorden... fue una mala noche.- La solté y en un
santiamén hice la cama para que ella pudiera acostarse. –Listo.-
-Gracias.- Le sonreí. –¿No te vas a acostar?-
-Estaba esperando a que elijas un lado de la cama.- Se quedó justo
al lado de la mesita de noche por lo que yo rodeé la cama y me acosté en el otro
extremo.
-No quiero que te quedes velando. Duerme.- Me sentenció la rubia.
-No tienes que pedirlo dos veces.- Le sonreí, me acomodé mejor y
cerré los ojos.
Necesitaba dormir después de pasar prácticamente toda la noche
en vela pero lo que hizo que durmiera tan bien fue el hecho de tener a la rubia junto
a mí; eso hizo que se sintiera aún mejor. No hubo sueños, sólo total y absoluta
tranquilidad. Justo lo que necesitaba. Todavía podía sentir el frenético latido de mi
corazón después de mi confesión. Siempre la gente venía a mí y yo aceptaba o
rechazaba pero esta vez necesitaba fervientemente ser una opción para Ana. Era
imperioso tener su aceptación.
Regresé a la consciencia cuando sentí que acariciaban mi mejilla
izquierda. La rubia pasaba su pulgar muy lentamente sobre mi pómulo y de vez en
cuando trazaba líneas sobre mi mandíbula y mi nariz. Me mantuve con los ojos
cerrados disfrutando su contacto y aspirando su olor. Nunca me cansaría de ella y
entonces las palabras de Norma llegaron a mí, podría irme de aquí en cualquier
momento; abrí los ojos de inmediato.
-¿Te desperté?- Negué.
-Un mal sueño.- Regresó a mover su pulgar rítmicamente.
-¿Quieres hablar de ello?-
-No estaré aquí por siempre... mis papás decidirán que me quieren
de nuevo en casa y... no puedo imaginarme estar sin Norma, sin tu papá pero sobre
todo no puedo imaginarme estar sin ti.- Sus mejillas se tiñeron de rojo
inmediatamente e hizo un intento por quitar su mano de mi cara pero lo impedí
poniendo mi mano sobre la de ella. –Te ves preciosa cuando te sonrojas.- Cerró los
ojos y escondió su cara en la almohada.
-Deja de ser tan linda.-
-Es un encanto natural, lo siento.- Comenzó a reír. Sacó su cara de
la almohada y me quedó viendo.
-Lo... lo que... lo que dijiste en la sala...-
-Me gustas, Ana.- Agradecí al cielo por no tartamudear ni ponerme
nerviosa. La mano que estaba sobre la de ella ahora descansaba sobre su cuello. –Me
gustas mucho...- Tomé un respiro. -Por favor, no me odies... no es que lo pueda
controlar...-
-No te odio.- Intervino de inmediato. –Aunque no sé qué pudiera
gustarte de mí.- Le sonreí.
-Me gusta lo que dices, eres muy franca y muy amable a la vez. Me
gusta como arrugas la nariz cuando ríes. Me gusta como buscas mis brazos cuando te
sientes mal...-

-Son mi único refugio.-


-Y lo serán hasta que tú te canses de eso.-
-Entonces tendrás ese trabajo por toda una eternidad.- Me dijo con
una gran sonrisa.
-Acepto gustosa.- Acaricié su mandíbula con mi pulgar. –Y todo eso
tiene una linda presentación... tienes un cuerpo maravilloso.-
-¡Lara!- De nuevo la vi ponerse roja.
-Es la verdad.-
-Esto... quiere decir que eres... ya sabes...-
-¿Gay?- Negué divertida. –Era la típica chica popular que sale con
los capitanes de los equipos de deportes del colegio. Y nunca me había sentido
atraída por una mujer hasta que te conocí.- Prácticamente estaba exponiendo todo y
no había respuesta de ella, ni positiva ni negativa. Era consciente de que no debía
presionarla. Cuando fuese el momento era me diría su sentir.
-¿Por qué yo?-
-Es difícil no enamorarse de ti...- De inmediato me llevé una mano
a la boca esperando que las palabras regresaran de donde vinieron. La rubia abrió los
ojos grandes como platos y se puso más pálida de lo normal. –Ana... yo... no te...-
-Creo que debería irme a casa.- Se sentó casi de inmediato.
-Ana, no por favor. Lo siento, no te asustes... Yo no... lo siento
mucho.- Trataba de ¿disculparme? Ni siquiera sabía cuál era mi objetivo pero
tartamudeaba mientras ella se paraba de la cama. –Anita, por favor.-
-Necesito ir a casa, Lara. Gracias por lo que hiciste hoy.- Toda la
buena vibra había desaparecido.
-¿Puedo acompañarte?- Pregunté esperanzada.
-Estaré bien por mi cuenta.- Sentí una horrible punzada cuando me
dijo eso. Ni siquiera se despidió, tomó su mochila y prácticamente corrió a la puerta,
en cuanto la escuché cerrarse me tiré a la cama a llorar.
Para mi mala fortuna no cuidé lo que iba a decirle aunque no sabía
que tenía que hacerlo. Todo iba tan bien hasta que se mi cerebro decidió que era el
momento adecuado para decírselo. Lo peor es que era verdad, no es muy difícil
enamorarse de ella, cuando entras a su mundo no hay manera de sacarla de tu
mente. Todo, absolutamente todo de ella te embelesa, te atrae, te da vida... pero
ahora desearía nunca habérselo dicho.
Hacía mucho que no lloraba tanto y con el corazón en la mano
puedo decir que nunca había llorado por alguien. Ana parecía ser la primera en
muchas cosas y como amaba y odiaba eso. Entre el terrible dolor de cabeza que
acompaña una catarsis así y el sueño que ya traía de por sí me quedé dormida de
nuevo. Justo por esto me había detenido muchas veces de decirle mis sentimientos.
Desperté cuando alguien tocó a mi puerta y mi ilusa mente creyó
que quizá se trataba de la rubia por lo que casi me caigo en mi intento por llegar a la
puerta. El dolor de cabeza sólo aumento al sentir la luz del día sobre mis ojos. A
penas y pude distinguir la silueta de Norma frente a mí. Me puse detrás de la puerta y
con un ademán la hice pasar. Esperé a que se sentara y yo lo hice frente a ella.
-¿Estás bien?-
-Es bastante obvio que no.- Respondí sarcásticamente.
-¿Fue Torres?- Reí.
-Irónicamente fue la persona a la que defendía.-
-¿Ana?- Asentí. -¿Qué pasó?- Me preguntó preocupada.
-Le dije de mis sentimientos y huyó.- Un dejó de tristeza se reflejó
en su rostro.
-Lo siento tanto, Lara.-

-Sí, yo también.- Agregué y agaché la cabeza.


-¿Qué pasó?-
-Le dije que me gusta y las razones por las cuales me gusta... todo
iba bien hasta que le dije que estaba enamorada de ella...-
-¡¿Qué?!- Casi gritó. -¿Estás enamorada de ella?- Asentí de nuevo.
-Como era de esperarse salió corriendo.- Me tomé el cabello. –Soy
una imbécil.-
-No lo eres, pequeña.- Se acercó más y tomó mis manos. –Creo
que eres muy valiente y estoy muy orgullosa de ti.- Sentí las lágrimas acumularse en
mis ojos.
-¿De qué me sirve, Norma? Ella no está.- Se puso de pie y se
dirigió a la cocina.
-¿Café o té?-
-Cerveza.-
-Que graciosa.- Le sonreí.
–Café, por favor.- Después de unos minutos de silencio en los
cuales sólo la escuchaba trajinando en la cocina, regresó a su lugar y me entregó una
humeante taza de café. –Gracias.-
-Un placer.- Cómo quería a esta mujer; se había convertido en uno
de los tesoros más valioso que la vida me dio. Me duele el simple hecho de pensar
que no podré platicar con ella.
-¿Qué pasa?- Me preguntó extrañaba cuando la quedé observando.
-Te quiero mucho, Norma.- Las lágrimas hacían acto de presencia
una vez más. –No creo mucho en Dios y sus trucos pero si lo hiciera diría que eres
una bendición en mi vida. No sé cómo podré pagarte todo lo que has hecho por mí.-
-Oh, pequeña. No hay nada que pagar.- Dejé mi taza de café y me
aventé a sus brazos, segundos después lloraba a mares sobre su hombro.
-No quiero perderla...- Sentí como me abrazaba con más fuerza.
–Significa mucho para mí, Norma.-
-Lo sé, pequeña Lara. Lo sé. Dale tiempo.- Trataba de consolarme.
Permanecimos mucho tiempo abrazadas, yo lloraba y lloraba y
parecía que nunca terminaría de hacerlo. Me dolía el hecho de que Ana hubiera huido
cuando le confesé que estaba enamorada de ella y me mataba saber que ese
descuido pudiera terminar en que ella me evitara por el resto de mi estancia aquí. Fui
una tonta al abrirme por completo, sabía que debía ir con cautela pero al final mi
forma atrabancada de ser me ganó.
Por otro lado tenía la compañía de Norma y no podría estar más
agradecida por ella. Después de la platicaba bajo la lluvia con la rubia había
desechado la idea de querer a Norma como mi madre. La bruja con sus muchos
defectos y pocas virtudes, a final de cuentas, siempre sería mi madre. Me gustase o
no. Sin embargo, Norma era como un hada madrina que siempre está ahí para ti y te
ayuda a cumplir tus deseos. Ella me animó a abrir mi corazón con la rubia; al menos
ahora ya tenía la certeza de que no era correspondida.
Cuando al fin pude calmarme Norma tomó mi cara entre sus manos
y me dio un tierno beso en la mejilla. Me dijo que también me quería mucho y que
buscaríamos una manera de que las cosas funcionaran entre Ana y yo. Reincidió en
que debía darle tiempo ya que era una confesión muy grande de digerir y no
necesariamente porque fuera mala, sino porque ella no estaba acostumbrada a tener
la atención romántica de ninguna persona. Y con una enorme sonrisa me dijo que
estaba segura de que ella también me quería, sólo bastaba ver la forma en como me
veía. Esperaba que fuera cierto.
Calentamos de nuevo nuestras respectivas tazas de café ya que
debido a mi cascada de lágrimas, ambas se enfriaron. Fui al baño a refrescarme la
cara, ya que estaba hecha un desastre. Con tristeza vi mi rostro en el espejo, ojos
hinchadísimos y la cara completamente roja y el característico verde de mis ojos
estaba tan opaco que se veían casi negros. Me repetía a mí misma que necesitaba
encontrar un lado bueno a todo esto, aunque de momento todo se veía sombrío.
Cuando regresé, Norma me recibió, por segunda vez en el día, con una taza de café y
volvimos a tomar los asientos que teníamos cuando iniciamos la conversación.
-¿Mejor?- Bebí un poco de café.
-Mucho. Gracias.-
-No son necesarias.- Me sonrió y pude ver que un poco de su
maquillaje se regó; había dejado escapar unas lágrimas. -¿Qué pasó con Olivia?-
-Esa pequeña perra...- Apreté la mandíbula.
-Lara...- Me advirtió.
-Tenía a Ana en el piso y de no haber llegado a tiempo la hubiera
golpeado...- Sentí como la ira crecía dentro de mí de nuevo. –Estoy harta de ella y su
actitud... Se cree mejor que todos. Si la vuelve a tocar la voy a enviar al puto
hospital.-
-Entiendo tu enojo y tus enormes ganas de proteger a Ana pero si
haces algo así no podré protegerte.-
-No espero que lo hagas. Soy responsable de mis actos y por lo
tanto de las consecuencias. Sólo la quiero lejos de Ana, es todo. A cualquier costo.-
-Ve con cuidado, por favor. Y espero que seas consciente de que
ahora serás en blanco de sus ataques; debes ser muy tolerante por tu bien y el de
Ana.-
-No sé qué tanto pueda soportar.- Dije honestamente. –Mi mecha
es demasiado corta.-
-Lo sabrás cuando ella te empuje más allá de tus límites, Lara. Ya
Ana está a salvo contigo ahora sólo falta ignorarla a ella y sus secuaces.-
-Paola está de mi lado.-
-Eso me dijo Ingrid.-
-¿Tu hermana?- Asintió. –¿Cómo sabe tu hermana?- Pregunté
sorprendida.
-Vio lo que pasó.-
-¿Y no me detuvo?-
-De hecho esperaba que despelucaras a Olivia.- Se echó a reír. –No
es santo de su devoción.-
-Ni de ella ni de nadie. Creo que empieza a agradarme tu
hermana.-
-Con lo de hoy ya le agradas pero no digas que te dije.- Asentí con
una sonrisa.
Platicamos de los posibles escenarios que pudiera encontrarme
ahora que tenía a Olivia y al clan en mi contra. Ellos mandaban en la escuela, cierto
pero eran una minoría y en eso yo tenía la ventaja. Aunque mi mayor prioridad era
Ana no debía descuidar a Pao que ante los ojos del clan ahora era una traidora. Debía
mantener mis sentidos muy alerta, no sólo en la escuela sino en todos lados; las
prácticas de voli, al ir a comprar e incluso en la iglesia. Del clan se puede esperar
todo.
Después de la abundante charla, Norma me invitó a comer a su
casa; parecía que no quería que estuviera sola mucho tiempo. Nos despedimos con
un fuerte abrazo sin importar que nos veríamos en un par de horas más. Aproveché el
tiempo que me quedaba para limpiar mi casa y darme una ducha. No quise hacer mi
cama porque aún podía ver el espacio donde la rubia se había acostado y no quería
arruinar eso. Quizá sería la última vez que la tendría ahí. Despejé mi mente de
pensamientos tristes y me dirigí a la casa de Norma. Al llegar me sorprendí a ser
recibida por una sonriente Ingrid.
-Mocosa.-
-Amargada.- Le respondí con una sonrisa.
-Debo decir que lo de hoy fue... impresionante.- Abrió más la
puerta para que pudiera pasar.
-¿Gracias?-
-Aunque creí que habría más golpes.-
-Ingrid, limítate.- Reprendió Norma.
-¿Qué? Es la verdad, yo quería ver sangre.-
-¿Quieres ver sangre? Espera a que esté en mis días.- Dije con una
sonrisa malvada.

-¡Lara!- Dijo Norma escandalizada mientras su hermana reía a carcajada limpia.


-Oh, mocosa. Acabas de abrir la caja de Pandora.-
Jamás me había arrepentido de decir algo... hasta ahora. Escuché a
la amargada mujer hablar sin cesar de pelos, culos, desechos y muchas otras cosas
que no me complace repetir. Norma ni siquiera aguantó estar ahí con nosotras por lo
que se metió a su habitación. No me quedó de otra más que reírme de las asquerosas
ocurrencias de Ingrid y lo agradecía ya que me hizo olvidarme del pequeño dilema
con Ana.
Ya más calmadas y como la gente decente nos dedicamos a comer
y a pesar de las formas sé que a Norma le agradaba que su hermana y yo
congeniáramos. La comida, como siempre, estuvo exquisita. La mujer de ojos
expresivos nunca hizo referencia a mi episodio con Ana y se dedicó a recordarme lo
que sería mejor por hacer respecto a Olivia. Mientras su hermana me alentaba a que
"una buena madriza" la pondría en su lugar de una vez por todas. Y estaba más que
de acuerdo con ella.
Estuve tentada en decirle a Norma que inventara una excusa para
no ir a la iglesia hoy. Pues no me sentía muy bien para reencontrarme con la rubia
pero no podía ser una niña. Lo menos que podía hacer era enfrentar esto por más que
doliera. Agradecí por la comida y caminé a la iglesia inundada de pensamientos y
emociones. ¿Qué pasaría ahora? Estaba a punto de descubrirlo. Como era costumbre,
el señor Cardozo permanecía parado a las afueras de la iglesia.
-Dulce Lara.- Me sonrió cuando estuve cerca de él.
-Señor, buenas tardes.- Le tendí la mano. Todavía no encontraba la
forma de saludarlo; no sabía si debía abrazarlo o darle un beso o hacer una
reverencia, bueno, eso no pero era algo incómodo. Así que me limitaba a darle la
mano.
-Te esperaba.-
-¿Sí?- Asintió. -¿Qué puedo hacer por usted?-
-Necesito hablar contigo. Vamos a la cocina para tener más
privacidad.- Mierda, Ana le dijo y me va a exorcizar.
Con un inusual temblor en las piernas caminé a la cocina, mis
manos sudaban y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar. Cuando pasé
cerca del hombre crucificado lo vi como pidiéndole ayuda. "No es un demonio, es
amor lo que tengo dentro". Le dije en forma de súplica. Estaba a unos pasos de
encontrarme con mi fatal destino. Llegamos a nuestro al lugar y cerró la puerta tras
de él. Me acerqué a la mesa y me senté en la parte más cercana de la puerta, él lo
hizo frente a mí. Si intentaba tirarme agua bendita o sal estaba a buena distancia
para huir.
-¿Y bien?- Dije algo nerviosa.
-Gracias.- Mi cerebro dejó de funcionar un momento.
-¿Gracias?- Se echó a reír por la expresión en mi rostro que
denotaba clara confusión.
-Sí, gracias por cuidar de la iglesia y ver que todos hicieran su
trabajo pero sobre todo no tengo como agradecerte el que hayas cuidado de mi Ana.
Confiaba en que Dios la protegería pero el hecho de que le hicieras compañía es algo
que no podré agradecerte.-
-Es lo mínimo que puedo hacer, señor. Usted ha sido muy bueno
conmigo y me ha dado donde vivir y de comer.-
-Eso lo has ganado tú con tu trabajo, ten por seguro que yo no te
he regalado nada.- Me sonrió. –Gracias de nuevo, Lara.-
-Un placer serle útil, señor.-
-Y gracias por lo de hoy.-
-¿Qué hice hoy?-
-Defenderla.- Me tensé y estoy segura que ahora una cuija tendría
más color que yo. –No estoy a favor de la violencia, de ninguna manera pero la
señorita Torres estaba abusando.-

-¿Cómo lo sabe?-
-La gente me dice.- Se notaba un poco triste. –Desearía que fuera
Ana la que me lo dijera pero ella cree que me está protegiendo. Lo sé todo.-
-Olivia puede ser muy cruel.-
-Como dice tu padre, cada comportamiento tiene una raíz y sé que
algo le pasa.-
-¿Por qué no ha intervenido?-
-Porque sería transgredir los límites de Ana y nunca traicionaría su
confianza. Aparte es una forma de preparación a la vida. No es que no haya sufrido lo
suficiente pero nunca está de más algo de entrenamiento emocional.-
-No sé por qué conmigo es un dolor de... en el hígado y con ellos no
puede defenderse.-
-Confía en ti.- Contestó con naturalidad. –Está a gusto contigo y me
alegra que tenga a una amiga con quien desahogarse.-
-Claro, una amiga.- Si supiera que esta "amiga" quiere besar a su
hija. -¿Dónde está?-
-De seguro fue al bosque. Vino algo alterada, supongo que fue por
lo que pasó.-
-Sí, estaba algo... emocional.-
-Si quieres puedes ir a buscarla.-
-No, no quiero interrumpir su meditación.-
-Ella nunca te rechazaría.- Lo acaba de hacer hace unas horas.
-Después, señor. Gracias.- Asintió.
-Bien, entonces ya sabes que debes hacer.- Asentí, me puse de pie
y caminé de vuelta a la iglesia. El tiempo pasó muy rápido o muy lento, todo
dependía del pensamiento que tuviera en la cabeza. Sólo sabía que todos me veían
extrañados ya que generalmente son un perico hablando y hoy apenas y murmuré un
buenas tardes. Estaba por terminar mi turno cuando alguien se acercó a mí.
-¿Podemos hablar?-
-No tenemos nada de qué hablar.- Dije sin voltear a verla.
-Te debo una disculpa.-
-No me debes nada, Ofelia. Déjame en paz, por favor.-
-Te juzgué mal...-
-¿En serio? No me había dado cuenta.- Respondí sarcásticamente.
–Ahórrate esa mierda. No me interesa nada que venga de ti.-
-Lo que hiciste hoy por ella...-
-Es lo que he estado haciendo las últimas semanas. Prefiero ser yo
quién la moleste y pedirle disculpas después a que sea el veneno de Olivia lo que ella
reciba.- Por fin me digné a verla. –Pero como estabas muy ocupada no viendo más
allá de tu nariz no te dabas cuenta.-
-Sé que estás molesta...-
-No, no estoy molesta, estoy encabronada así que evítate la pena
de que esto pase a más y vete.-
-Las chicas me dijeron que la profe Mónica te paga por los
entrenamientos. Recibe el dinero que te hice perder.-
-No quiero limosnas de nadie, menos de ti. Hemos terminado.-
Junté lo que estaba usando y me dirigí a la pequeña bodega a guardar las cosas.
Estaba por despedirme del señor Cardozo cuando un estrepitoso sonido irrumpió la
tranquilidad del pueblo. -¿Ya regresó?- Prácticamente tomé al señor Cardozo de la
camisa.
-No.- Respondió el señor alto visiblemente afectado. –Voy por...-
-Yo voy.- Corrí a la salida y ni bien había dado unos pasos cuando
la lluvia se desató con fuerza. –Mierda.- Las botas que llevaba puestas hoy no era de
mucha ayuda y corría tan rápido como la resbaladiza tierra me lo permitía.

Trataba de recordad la ruta que usábamos con la rubia pero las gotas cayendo sobre
mí me impedían ver claramente y me estaba frustrando terriblemente. Tenía que
llegar a ella antes de que la tormenta eléctrica hiciera acto de presencia. Me detuve
un momento, respiré profundo y busqué tranquilizarme. No era momento para perder
la cabeza, necesitaba estar bien para poder encontrar a Ana. Entonces pude ver los
dos árboles que parecía que estaban tomados de las manos y corrí en esa dirección.
Estaba asumiendo que Ana estaba en el lago y rogaba que así fuera porque de lo
contrario tenía muchísima tierra que cubrir.
-¡Ana!- Grité. Pero con el sonido de la lluvia cayendo sobre los
frondosos árboles hacía que mi voz no se escuchara. Un nuevo trueno se escuchó e
instintivamente llevé las manos a la cabeza. -¡Mierda!- Debía apurarme.
Comencé a correr de nuevo y poco me importó que estuve a punto
de caerme varias veces, sólo quería llegar a ella. Por fin vi el claro que apuntaba al
lago y juro que jamás sentí el camino tan largo como ahora; a dos pasos de llegar a
la tierra fina que está alrededor del lago mi pie quedó atorado en una raíz y caí de
frente; ni siquiera hice un intento de meter la mano porque ya la tenía bastante
lastimada. Sentí que mi costado derecho chocó contra algo muy sólido.
-¡Puta madre!- Me quedé un momento tirada sobre mi estómago
tratando de ignorar el punzante dolor en mi costado derecho. Con mucho sufrimiento
me puse de pie y me dirigí al lago. Hice la cara hacia arriba y con las gotas de lluvia
limpié el lodo que había en mi cara. Cuando estuve contenta con el resultado volteé a
ver a todos lados. -¿Dónde estás, cariño?- Estaba por girar la cabeza de nuevo
cuando vi un pequeño punto rojo a unos treinta metros de donde estaba. –Ana.-
Intenté correr pero el dolor no me lo permitió, así que caminé tan rápido como podía.
El agua parecía no detenerse y los relámpagos cada vez eran más
constantes. Conforme me acerqué la vi abrazando sus rodillas con la cabeza
sumergida en éstas. Tenía puesta mi sudadera y este simple hecho hizo que el
corazón latiera a mil por hora. No podía ni comenzar a imaginarme el terror de estar
sola aquí en medio de una tormenta. Con cautela o no ella no podría escucharme
llegar el ruido era impresionante.
Ya estado a unos metros de ella quería llamar su atención sin tener
que tocarla; estaba segura de que estaba pensando en él y que en cualquier
momento podría aparecer. No quería asustarla más de lo que ya debería estar. Me
senté a menos de dos metros de ella y tomé una pequeña piedra pero debido a mi
poca visibilidad fallé. Tomé otra y le llegó en el zapato pero ni se inmutó. Otra más y
le di en su pierna; con cierto miedo levantó la cabeza. Parpadeó varias veces como
cerciorándose de que lo que veía era real.
A partir de aquí los segundos transcurrieron lentamente; vi
lágrimas en su rostro y una profunda tristeza en sus ojos. Negué con la cabeza.
Suplicándole que no llorara. Pero lo que hizo después es algo que guardaré en mi
mente y en mi corazón toda mi vida. Gateó tan rápido como pudo y estrelló sus labios
contra los míos. Estaba tan sorprendida que tenía los ojos abiertos y no correspondía
a su beso.
-¿Qué haces?- Pregunté confundida.
-Lo que debí haber hecho cuando me dijiste que me querías.- En
ningún momento abrió los ojos y en cuanto terminó su oración sus labios me
buscaron de nuevo, esta vez correspondí.
El dolor, la lluvia, el frío, absolutamente todo dejó de existir, sólo
éramos mi Ana y yo. Se acomodó sobre mis piernas y cruzó las de ella en mi espalda.
No había manera de que estuviéramos más cerca. Con mucho cuidado comencé a
mover mis labios sobre los de ella, mostrándole lo que debía hacer. Sus labios eran lo
más suave y delicado que he probado en mi vida. Sabía a ella y a sus lágrimas. Sus
manos se aferraron a mi cuello mientras las mías hacían lo mismo en su cintura. Muy
tímidamente comenzó a mover sus labios también y me enamoré más de ella. Esto es
lo que quiero sentir el resto de mi vida, sus labios sobre los míos. Encajaban a la
perfección, se sentía tan bien, tan correcto y sobre todo se sentía correspondido.

-Soy terrible en esto.- Dijo despegándose un poco de mí pero aún podía sentir su
respiración y su dulce sabor sobre mi boca.
-Es el mejor beso que me han dado.- Respondí con honestidad.
-Mientes.-
-No, cariño.- Llevé mis manos a su rostro. –Ha sido maravilloso...-
Sonreí. –Realmente este es mi primer beso.- Me sonrió de vuelta y nos quedamos
observando por unos segundos antes de que ella asintiera. Era increíble la conexión
que teníamos. No necesitaba decirle algo para que supiera de mis intenciones, sólo
bastaba que me viera a los ojos. –Me gustas mucho, Ana.- Susurré contra sus labios
antes de apoderarme de ellos nuevamente.
Ahora fue ella la que tomó la iniciativa y sus labios se movían
agónicamente lento sobre los míos. Sentí que en algún momento mi pecho estallaría
en llamas; el calor era indescriptible. Su piel sobre la mía, el tenerla tan cerca de mí y
su olor eran la combinación más increíble del mundo. Estaba probando un pedazo de
cielo en los labios de la rubia. Con mucho cuidado la acosté y yo me quedé encima de
ella, a pesar de la celestial combinación me estaba doliendo mucho la costilla.
Me separé levemente de ella y quité los cabellos que tenía sobre su
rostro. Ambas sonreímos a la vez y mis labios la buscaron una vez más. A partir de
ahora en lo único que podría pensar es en su sabor y la textura. Lo que soñé por fin
se hacía realidad. Tenía a la rubia en mis brazos y mis labios sobre los de ella. Justo
como debe ser. Repartí besos por toda su cara y eso provocó que soltará una risilla.
-Eres preciosa.-
-Basta- Dijo sonrojada.
-Es la verdad, Ana. Eres espectacularmente preciosa.- Me agaché y
dejé un pequeño beso en su nariz.
-Tú también eres preciosa.- Llevó su mano a mi mejilla y la acarició
con ternura.
-Gracias.- Descansé mi frente sobre la de ella. La lluvia había
menguado un poco y ahora era una leve llovizna. –Me gustas mucho, Anita.- Dije con
los ojos cerrados.
-También me gustas, La.-
-Me encanta cuando me llamas así... ¿Qué?- Abrí los ojos de golpe
y vi un precioso brillo en sus ojos.
-También me gustas.- Volvió a acariciar mi rostro.
-¿En serio?- Comenzó a reír.
-Claro, de no ser así no te habría besado.-
-Esas son muy buenas noticias, Anita.- Un relámpago apareció y la
rubia cerró los ojos. –Será mejor que nos vayamos.- Quité mi mano para que Ana se
pusiera de pie y lo hizo rápidamente ahora mi caso era otra historia.
-¿Qué pasa?- Preguntó preocupada cuando no me levanté.
-Me caí mientras venía para acá... me duele...- Recordé que no
quería que le ocultara nada, por más mínimo que fuese.- Me duele mucho.-
-Te ayudo.-
-Peso mucho, te voy a lastimar.- Rechacé.
-No importa.-
-Por supuesto que sí importa. No quiero lastimarte.-
-Bien.- Se sentó de nuevo. –Te ayudo y nos vamos a casa o
esperamos y morimos congeladas aquí.-
-Te encanta llevarme la contraria.-
-No. Sólo debes dejar de ser tan mula, Lara.- Le saqué la lengua.
-Tonta.-
-Mula fastidiosa.-
-¡Oye! esos son dos adjetivos.- Me quejé.

-Sabes contar, bravo.- Tomé un poco de lodo y se lo embarré en la mejilla. -¡Lara!-


-Yo también juego sucio.- Le dije con una sonrisa. -¿Desde cuándo
eres tan sarcástica?-
-Desde que me junto contigo. Te molestaría pero no quiero que te
lastimes más.- Se puso de cuclillas. –Pasa tu brazo sobre mis hombros y te ayudo.- A
regañadientes acepté.
-¡Mierda!- Casi grité cuando me estiré para ponerme de pie. La
rubia me veía con preocupación. –Lo siento.-
-No tienes porqué disculparte, La.- Se puso frente a mí y ahora mi
mano descansaba sobre su hombro. -¿Puedes caminar?- Asentí levemente. –Vamos
antes de que llueva de nuevo.- Después de caminar unos metros ya no soporte más y
dejé escapar un quejido; el dolor era cada vez más agudo. -¿Puedo verlo?- Preguntó
tímida.
-¿Me quieres ver sin playera?- Le sonreí. –No tienes que poner de
excusa el golpe.- Me gané un zape.
-Compórtate.- Liberé su hombro y levanto mi playera lentamente
para no lastimarme pero el sentir sus dedos rozando mi piel me estaba calentando. -
¡Dios!- Exclamó y sabía que no eran buenas noticias.
-¿Qué tan malo?-
-Muy malo...- Pasó sus dedos sobre el área afectada. -¿Duele?-
-Poco.- Comencé a respirar profundamente. –No está fracturada.-
Afirmé.
-¿Cómo sabes?-
-Ya me fracturé la costilla una vez... cuando choqué el carro de la
bruja. Incluso respirar duele como el infierno. El golpe y el frío no son buena
combinación.-
-¿Puedo hacer algo?- Asentí. -¿Qué?- Llevé mi dedo índice a mis
labios y ella automáticamente sonrió. –Alto chantaje.-
-No puedes culparme.- Se puso de puntitas y yo agaché un poco la
cabeza para que nuestros labios se encontraran. Fue un beso pequeño pero suficiente
para dejarme mareada.
-¿Mejor?-
-Quizá necesite otra dosis.- Me sonrió de nuevo y deposité un beso
en su frente.
-Me encantaría seguir besándote pero debemos regresar.-
-¿Quieres seguir besándome?- Pregunté con una enorme sonrisa.
-No puedes culparme.- Respondió juguetona.
En un agradable silencio encontramos nuestro camino de regreso a
la iglesia donde el señor Cardozo nos esperaba más que ansioso. Corrió a abrazar a la
rubia en cuanto la vio y la llenó de preguntas. Intentó hacer lo mismo conmigo pero
con una mano evité que me apretujara y empeorara el dolor. Insistió que me quedara
para que me curaran el golpe pero lo rechacé. Lo que sí acepté fue un pequeño bote
de aloe que según él era muy bueno.
Rogaba que el señor Cardozo se fuera y me dejara con Ana a solas
pero parecía que hoy estaba muy comunicativo y bastante alegre por lo que nos
quedamos platicando por varios minutos. Casi lloro de la emoción cuando anunció que
se iría a duchar y a preparar la cena. Al cerrar la puerta Ana buscó mis brazos con
mucho cuidado de no presionar mi costado derecho.
-Gracias por ir a buscarme.- Dijo sobre mi cuello.
-Gracias por besarme.- Respondí apoyando mi barbilla sobre su
cabeza.
-Un placer.-
-Debo ir a casa y tú debes cambiarte.- Con desgano me separé de
ella.
-Ve con cuidado.-
-Lo haré, cariño.- Levanté su barbilla y deposité un beso en sus
labios. –Te quiero.- No hubo respuesta, sólo una preciosa sonrisa y con eso tenía
suficiente.
-Buenas noches, La.-
-Buenas noches, majestad.- Tomé su mano y deposité un beso
sobre sus nudillos. Nos sonreímos y salí de ahí.
Lo que comenzó como un mal día con el enfrentamiento con Olivia
y con ella corriendo lejos de mí terminó siendo el día más memorable de mi vida.
Todavía no me quería, ni estaba enamorada de mí pero haría todo para conquistar su
frágil corazón. Quería que ella estuviera tan loca por mí como yo lo estoy por ella.

A/N Hola queridos lectores :) Esta soy yo consintiéndolos. Ni se


acostumbren que esto vuelve a pasar cuando mi equipo de voli sea campeón. *llora
amargamente*
El capítulo que todos estaban (estábamos) esperando. Conocí a
alguien como el señor Cardozo y está es mi manera de hacerle homenaje. Qué
hombre. Necesitamos más gente como él en el mundo. Y a todos en el grupo de AA
que ayudan a la gente a mantener una mente respecto a este tema que debería ser
tan natural, como hablar de zapatos.
Espero que lo disfruten mucho, así como yo disfruto escribiendo.
Gracias por sus votos y comentarios; muchos me llenan de elogios y honestamente
me ayudan a creer a que puedo llegar a las grandes ligas. Y otros me hacen el día con
sus ocurrencias. Gracias de verdad.
He visto que me lee mucha gente de Venezuela y me apena las
dificultades que están atravesando. Quizá no es mucho pero mis oraciones están con
ustedes, esperando que pronto encuentren el alivio que tanto necesitan y vivan
tranquilamente como merecen. De mientras #MaduroChingaTuMadre :)
Que tengan un maravilloso fin de semana. Sean buenos con
ustedes :)
Saludos enormes desde lluvioso, soleado, frío rincón de México,
Ale :)
Capítulo 14

Regresé a casa con la mano sobre mis labios aún no podía creer
que ella me hubiera besado y mucho menos que yo le gustara. Muy pocas veces
había tenido a los astros a mi favor pero esta vez tenía alineada a toda la puta
galaxia. Sólo debíamos ser muy cuidadosas por los ya tan conocidos vientos que
soplaban en nuestra contra.
Llegué a casa directo a la ducha, mis dientes titiritaban de frío y mi
costado derecho me dolía cada vez más. Me duché tan rápido como pude y puse la
ropa más cálida que encontré. Me dirigí a la cocina, me preparé una taza de café y
una de cereal. Constantemente llevaba mis dedos a mis labios... todavía podía sentir
sus labios sobre los míos, y su respiración sobre mi boca. Estaba jodida. Jodidamente
enamorada de ella.
Fui a mi habitación con ambas tazas y regresé rápidamente por la
computadora que estaba en la sala. Dejé que el orden aleatorio hiciera su trabajo,
mientras yo me dedicaba a comer. No había un pensamiento en específico, sólo los
brillantes ojos de mi rubia cuando me dijo que también le gusto y su sonrisa cuando
llene su cara de besos. Si de por sí era difícil sacarla de mi cabeza, con esto tendría
para soñar con ella incluso durante la luz del día.
Cuando finalmente terminé con el café y el cereal, me escondí bajo
las chamarras buscando calentar mi cuerpo y sobre todo esperando que el calor
ayudara a disminuir el dolor. Me di cuenta que no había dejado de sonreír desde la
tarde. Era un milagro que la mandíbula no se me haya dislocado. Haciendo un repaso
de los eventos del día, sin borrar mi enorme sonrisa, cerré los ojos y me dejé llevar
por Morfeo.
A lo lejos aún oía las gotas de lluvia caer rítmicamente sobre la
casa y alguna que otra gota chocando contra la ventana pero había un sonido que no
era parte de la naturaleza; un sonido más fuerte. Buscaba abrir los ojos pero el
cansancio era mucho y era casi imposible despertar. El sonido se hacía cada vez más
fuerte y alguien llamaba mi nombre. Abrí lentamente los ojos y busqué regresar a la
consciencia. Entonces me di cuenta de que alguien tocaba la puerta; me puse
rápidamente de pie y corrí a abrir. Frente a mí un empapado y asustado señor
Cardozo.
-¿Qué pasa?-
-Ana... Nunca la había visto así... no para de llamarte.- El pobre
hombre hacía un enorme esfuerzo por respirar.
-¡¿La dejaste sola?!- Exclamé exaltada.
-No la iba a traer gritando.- Sentí escalofríos cruzar por toda mi
espalda. –Un momento.- Busqué mis tenis y medio amarré las agujetas antes de salir
de nuevo. –Las llaves.- Tendí mi mano; me quedó viendo extrañado. –Voy a llegar
mucho más rápido.- Me dio las llaves y comencé a correr bajo la lluvia ignorando el
dolor de mi costado, sólo quería tenerla entre mis brazos y decirle que todo estaría
bien.
Agradecí por la tracción de mi calzado ya que fueron de mucha
ayuda para evitar que me cayera en el camino; aumente la velocidad cuando vi la
enorme estructura de color morado. Corrí a la parte de atrás y con manos
temblorosas buscaba la llave que abriera la puerta; finalmente la encontré y ni
siquiera me molesté cerrar. Con pasos largos llegué a la habitación de la rubia... sólo
escuchaba las gotas cayendo sobre el techo.
-¡No!- Un espelúznate grito irrumpió la paz y sin pensarlo dos veces
me tiré sobre la puerta abriéndola estrepitosamente. -¡Déjame!- Con un indescriptible
dolor en mi corazón vi a la rubia hecha bolita en una esquina de su habitación; con el
cabello alborotado, una sudadera blanca y el pantalón rojo de un pijama, descalza.
–No me lastimes, por favor.- Su voz era apenas un susurro lleno de dolor y miedo.
-Nunca lo haría, cariño. Prefiero cortarme una mano antes que
lastimarte.- Dije ahogando mis ganas de llorar. Caminé lentamente hacia ella.
-¿Lara?- Levantó levemente la cabeza mientras me sentaba a su
lado.

-Aquí estoy, Anita.- Quería frotar su espalda, abrazarla pero en el estado en el que
estaba no creo que hubiera sido conveniente. Las gotas de lluvia y sudor resbalaban
de mi cabello al piso, nadie decía nada.
-Esto es lo único que puedo darte... pesadillas y emociones rotas.-
-Quiero todo eso, Ana y si me das la oportunidad quiero
enmendarlas.- Muy lentamente comenzó a moverse hasta quedar en mi regazo. Una
de sus brazos rodeaba mi cintura mientras el otro se colgaba de mi cuello. La sostuve
como a una pequeña bebé y la abracé tan fuerte como me fue posible. –Te tengo,
cariño.- Besé su frente y mantuve mis labios ahí por varios segundos.
La tenía entre mis brazos mientras besaba incesantemente su
cabeza; no sé si quería que se calmara o era yo la que buscaba la calma. No sería
nada fácil estar con ella; en absoluto. Primero la asquerosa parte social, el ser bien
vistas por la comunidad. En otro contexto me importaría más un cacahuate pero con
ella y la posición de su padre era otra historia. Mi lengua viperina debía descansar y
buscar más mesurada; será un buen reto. Y teníamos su pasado, lo que ella viene
cargando; pero quería hacerlo. Quería que las cosas entre ella y yo funcionaran. Y el
que ella me busque en sus momentos más bajos me da esperanza. La quiero y es lo
único que necesito saber para luchar junto con ella.
No sé cuánto tiempo pasó pero el dolor me decía que ya no podía
más. Bajé mi vista y vi su pecho subir y bajar muy tranquilamente, se había quedado
dormida; estaba más que agradecida por eso. La contemplé, mientras pedía al cielo
verla así de calmada todo el tiempo. Aunque sabía que eso era imposible, traía
cargando un horrible pasado que se las arreglaba para acosarla cada que podía. Sentí
que alguien me observaba y al levantar la vista vi al señor Cardozo reclinado sobre el
marco de la puerta, veía con una expresión indescifrable a su hija en mis brazos. Al
menos no se veía molesto... creo.
Moví un poco las piernas que estaban a punto de entumirse... esto
iba a doler. Incliné mi cuerpo hacia adelante y doblé una rodilla para que ésta me
ayudara a ponerme de pie con la rubia en mis brazos. De ninguna manera iba a
despertarla. Hice lo mismo con la otra rodilla y ahora estaba hincada.
-Te ayudo.- Ofreció el señor Cardozo.
-Se va a despertar.- Dije casi en un susurro. Apoyé la planta de mi
pie y mi costado derecho protestó pero lo ignoré, en un movimiento rápido me puse
de pie aguantando las ganas de gritar ya que al ponerme de pie Ana se balanceó
sobre la parte afectada. Con sumo cuidado la deposité en la cama y la dejé ahí.
Coloqué un beso en su frente y caminé fuera de su habitación. –Supongo que
tenemos que hablar.-
-Supones muy bien, dulce Lara.- Me llamó dulce Lara, era algo
bueno. Caminamos a la cocina y ocupamos exactamente las mismas posiciones que
ocupamos en la tarde. –Gracias.-
-No es necesario, señor.-
-Sí, lo es. Estaba completamente fuera de sí... y por un momento
perdí la fe. Estaba enloqueciendo al verla así. Gritaba y manoteaba. Ni siquiera me
permitió que la tocara; nunca había pasado eso.- Tomó una pausa. –No quiero ni
comenzar a imaginarme lo que mi niña pasó. –Vi como las lágrimas se acumularon en
sus ojos y la imagen del hombre fuerte ahora vulnerable me quebró. –Cuando la
encontré estaba toda sucia y desnutrida, incluso con las playeras puestas podías ver
sus costillas. Apenas y hablaba.- No se contuvo más y dejó escapar sus lágrimas. –No
puedes... ningún padre debería sentir la desesperación e impotencia que yo sentí,
Lara. Ningún padre, ni nadie. Es un estado de fragilidad emocional que puede llevarte
a cometer locuras.-
-¿Cometió alguna?-
-Quería matar a su madre.- Era una confesión con un rastro de
pena y odio. –Por la gracia de Dios no lo hice cuando las encontré.-

-¿Ella vive?- Negó.


-Murió el año pasado.-
-Suena horrible pero me alegro.- Inconscientemente mis manos se
convirtieron en puños. –¿Dónde la conoció?-
-En la empresa, por supuesto. Llevaba desayunos a las oficinas...
era muy bonita. Sucumbí ante mis deseos carnales y la llevé a la cama... varias
veces.- Veía hacia abajo buscando respuestas. –Nunca me dijo que había quedado
embarazada. Quizá creyó que no me haría cargo.... No lo sé. De pronto dejó de llegar
y supuse que había encontrado otro trabajo y la olvidé. Fue muchos años después
cuando escuché a las secretarias hablando de ella y de "la niña mugrienta" que
siempre estaba con ella. Entonces me di a la tarea de buscarla.-
-¿La encontró rápido?-
-Me tomó más de lo que hubiera deseado. Cuando llegué a Ana
tenía once años. Alma se veía demacrada pero con ropa elegante... no había que ser
un genio para saber a qué se dedicaba... temí por Ana. Se la pedí pero ella se
negaba, argumentaba que la amaba y que no la podía dejar; esa fue su barrera hasta
que llevé un cheque con muchos ceros. Prácticamente compré a mi hija.- Se
escuchaba culpable. –Era la única forma...-
-Hizo bien, señor.- Tomé su mano por encima de la mesa. –Quizá
no es la manera con la que usted esté tranquilo pero definitivamente fue lo ideal para
sacarla de ese horrible lugar.- Tenía una pregunta en mente y no podía dejarla pasar.
-¿Se hizo la prueba de paternidad?-
-No la necesito; es mía, incluso si la sangre dicta que no. Dios la
puso en mi camino y con eso me basta.- Su tono fue solemne. Y ahora yo le
agradecía a Él por poner a alguien tan maravilloso como el señor Cardozo a cargo de
la rubia.
-No sabe cómo me alegra saber que ella está con usted.- Ambos
sonreímos. -¿Cómo fue cuando llegó a sus manos?-
-En casa se encerraba bajo llave en su habitación, devoraba la
comida y regresaba a su escondite... rara vez me veía a los ojos, platicábamos no
más de treinta segundos... fue muy doloroso. - Mi corazón se hacía cada vez más
pequeño al saber el pasado de mi rubia. –Decidí llevarla con un psicólogo... fue ahí
donde supe que algo muy malo le había pasado. Al cerrar la puerta y quedarse a
solas con él... golpeó la puerta hasta lastimarse y lloraba que la dejarán salir.- Sentí
como las lágrimas surcaban mi rostro. –Cambiamos a una psicóloga y a sesiones al
aire libre... fuimos por unos meses y todo parecía volver a la normalidad. Me apegué
mucho a Dios y a leer la biblia. Iba a lugares donde me hablan de Él y me dio la
tranquilidad mental que tanto añoraba y Ana parecía disfrutarlo mucho también.-
-¿Qué pasó?, ¿por qué terminaron acá?-
-Después de un año, Ana me dijo lo que le habían hecho.
Simplemente me dijo que habían abusado de ella porque quería algo que era
prohibido. Tenía tanto miedo de decirme por temor a que la abandonara; la abracé y
le dije que no me importaba a quién quisiera, solo quería verla sana y feliz. Un mes
después me llamó papá por primera vez. –Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro.
–Todo iba bien hasta que un día, estando cerca de la oficina ella se vio a alguien y se
echó a correr... volvimos a comenzar de cero.- Notaba la tristeza en su voz. –Se
escondía, apenas y comía. Renuncié y tu padre amablemente me siguió dando mi
sueldo pero no era justo. Me refugié en la iglesia y un día después de una sesión de
estudio me encontré con Norma y terminamos aquí.-
-¿Cree que sea alguien de la oficina?-
-No lo sé, dulce Lara. No lo sé.-
-Quiero encontrarlo y hacerlo sufrir.-
-He hablado mucho con Dios sobre esto y le he pedido perdón por
mis pensamientos.- Se agachó. –Una parte de mí quiere buscarlo, sé que tu padre me
ayudaría... ¿qué gano, Lara?-

-Verlo podrirse en la cárcel donde le harán lo que le hizo a Ana.- No hace falta decir
que estaba enojada. –El hijo de perra que haya hecho esto tiene que vivir un infierno
en la tierra y si de mí depende, buscaré hasta debajo de las putas piedras.- Bufé. –Lo
voy a encontrar y va a desear no haber nacido.-
-Ya pasé por esa etapa, Lara... es muy nocivo. La mente se llena de
imágenes tan horribles y todas parecen tan factibles. Incluso te alegras de lo
perversos que pueden llegar a ser tus pensamientos pero... no. No es bueno para
nosotros y ella no quería algo así.- Ella es un sol, ¿cómo podría desear el mal a
alguien? Incluido el bastardo que la lastimó.
-No me voy a quedar de brazos cruzados.- Era una promesa.
-Por tu rabia quiero creer que ella te ha hablado del tema.-
-Algunas cosas.- Contesté con cautela. –Es todo tan jodido, señor...
la admiro por todo lo que ha pasado y seguir de pie. En sus zapatos ya hubiera
matado a todo el mundo... su bondad no conoce límites. Es una mujer muy valiente.-
Confesé. –Y es tan inteligente pero esto... esto va más allá... no sé cómo describirlo.
Honestamente preferiría no conocer tanto, no saber, no ser consciente de lo que pasó
pero ella necesita desahogarse y no puedo ser egoísta y no permitírselo.-
-Eres una buena chica, Lara.-
-Sólo para ella.- Yo y mi gran bocota.
-¿La quieres?- Me preguntó con una sonrisa.
-Con todo mi corazón.- Respondí de inmediato. –Yo sé que...-
-Cuando ella me dijo de sus preferencias, no me importó...-
-¿Sus preferencias?- Interrumpí.
-Es gay, Lara.- Me paralicé, enmudecí, bloqueé todo. Shakira tiene
una canción describiendo como estoy ahora. Ana es gay. Estaba en shock pero estaba
aliviada de alguna manera. -¿No te lo ha dicho?-
-No, señor.- Apenas y podía hablar.
-Disculpa la indiscreción, entonces.- Se notaba apenado.
-Está bien.- Tomé un largo respiro. –Me gusta su hija.- Se echó a
reír.
-Ya me di cuenta, Lara.- Seguía riendo. –Lo supe cuando fuiste por
ella en la tarde; vi tu aflicción al saberla sola en medio de una tormenta y el hecho de
que te ofrecieras a ir por ella me lo confirmó. Bueno, y lo que acabo de ver no es
necesariamente una escena de amigas.-
-¿Está de acuerdo?-
-Lara, el amor se manifiesta de muchas formas. Dios en su
omnipotencia nos regala la oportunidad de disfrutar de este maravilloso sentimiento a
través de los hijos, los hermanos, los padres, los amigos, muchas formas, desde las
más sublimes a las más toscas. Dime, ¿con qué autoridad puedo decidir que dos
maravillosas jóvenes no pueden disfrutar de este sentimiento?- Me lo quería comer a
besos ahí mismo. –Aunque hay cosas que debemos hablar.-
-He hablado con Norma.- Acoté de inmediato.
-¿Ella sabe?- Asentí.
-Es mi confidente, mi amiga, mi mamá a veces, es muy importante
para mí. No podía excluirla de algo tan grande.-
-Norma... Norma. Nunca termina de sorprenderme esa mujer.-
Sonreí.
-Ella me ha dicho de su posición en el pueblo y lo mal que se vería
si alguien llega a saber. Lo último que quiero son problemas para usted o para ella y
mucho menos para Ana. Nos estamos metiendo en un predicamento pero tanto usted
como yo sabemos que Ana vale la pena. Vale la pena correr riesgos por ella.-
-De acuerdo con eso.- Contestó con una sonrisa. -Sean
cuidadosas.- Sentenció.
-¿Me está dando su bendición?- Se echó a reír.

-Sólo quiero ver a mi hija feliz y aparentemente tú ayudas mucho con eso. Así que, sí
tienes mi bendición.- La sonrisa me llegaba a las orejas. –Al menos no tendré que
ocuparme de que salga embarazada.- Un fantasma me ahorcó porque de pronto tuve
un ataque de tos. Estoy segura que mi cara era un tomate y esto causaba una
enorme diversión al señor Cardozo quién no dejaba de reír.
-Gracias.... Sí... lo que sea.- Me rascaba la cabeza mientras
buscaba que mi cara recobrara su color normal.
-Según Ingrid eres de bromas pesadas.- Se excusó.
-No me esperaba eso de usted; espere a que me sienta más en
confianza y no sabrá que hacer conmigo.-
-Ya lo creo.-
-¡Lara!- Todo bien tan bien hasta que la rubia gritó. En menos de
tres segundos estaba en su habitación. Se veía muy agitada y buscaba por todos
lados. –Te alejo de mí.- Decía asustada.
-Tranquila, Anita.- Me acerqué a ella y la recosté de nuevo. Ella hizo
espacio para que yo también me acostara a su lado. -¿Puedo?- Pregunté levantando
la mano. Asintió; llevé mi mano a su rostro y la acaricié. -¿Cómo te sientes?-
-Alterada... con miedo...- Buscaba tranquilizar su respiración.
-Estoy aquí y no pienso irme.- Cerró los ojos en tanto mi pulgar
jugaba con su mejilla y su pómulo. –¿Quieres hablar de lo que pasó?-
-No quiero lastimarte.- Dijo con ojos vidriosos viéndome fijamente.
-Quiero estar contigo en las buenas pero especialmente en las
malas. Deseo estar para ti cuando más lo necesitas.- Su mano buscó la mía, la quitó
de su cara y entrelazó nuestros dedos.
-Eres mi ángel.- Confesó con dulzura.
-Soy lo que quieras que yo sea.- Le sonreí y su agarré se hizo más
fuerte. –Lo que dije en la tarde... sé que te asustó pero es verdad. Estoy enamorada
de ti, Ana.- Guardó silencio por varios segundos.
-No me asusta, me da miedo no estar a tu altura.-
-Para estar a mi altura te hacen falta unos centímetros.- Sonrió.
–Eres más que perfecta para mí.-
-¿Lo crees?- Preguntó incrédula.
-No lo creo, lo sé.- Me acerqué y besé su frente. –Te quiero.- Aspiró
profundamente.
-Hace tiempo que tengo un vago recuerdo pero nunca lograba ver
el desenlace... hoy mientras dormía por fin lo pude ver.- Su rostro se transformó pero
no podía descifrar lo que sentía. –Mi madre me llamó a comer, era la primera comida
en días, así que corrí pero antes de llegar a ella alguien me jaló y me abrazó por
atrás... casi de inmediato llevó su mano a mi... debajo de mi ropa interior. Tenía
tanto miedo que no dije nada.- Tomó una pausa. –Yo estaba muy asustada... sacó su
mano, llevó sus dedos a su boca y luego de nuevo a mi sexo...- Cerró sus ojos y las
lágrimas comenzaron a caer.
-Aquí estoy.- La animé a seguir aunque mi mente me gritaba que
no.
-Yo no entendía que pasaba, sólo sabía que me quería lastimar... el
sueño me hizo recordar el dolor y sobre todo me hizo recordar que mi madre estaba a
menos de cinco metros de ahí y no hizo nada... Me penetró bruscamente... la
impotencia, la rabia, la tristeza, todo lo sentí hoy de nuevo... grité y me dio una
bofetada... decía que odiaba la bulla. No sé cuánto duró pero se detuvo hasta que
sentí algo... dentro de mí.- Abrió los ojos y me vio con tristeza.
-¿Ahí comenzó todo?- Asintió. Sí, definitivamente buscaría hasta
debajo de las piedras.
-¿Aún me quieres sabiendo esto?- Desenredé nuestros dedos y los
llevé a su cara.

-Cada segundo te quiero más... y no me cansaré de decirte lo valiente que eres. Has
soportado tanto, cariño. No es justo.- Quería romper a llorar, ella cree que la voy a
dejar de querer por saber los detalles tenebrosos. Más que nunca estaba dispuesta a
mostrarle lo mucho que me importa.
-¿Qué me estás haciendo, Lara?- Su rostro era serio.
-Lo mismo que tú a mí.- Respondí con una sonrisa y recordé la vez
que me pidió que la abrazara. –Te quiero, Ana.- Se acercó lentamente hasta que sus
labios rozaron con los míos.
-Te necesito, La.- Enterró su cara en mi cuello. –No me dejes.-
Suplicó.
-También te necesito, cariño. Más de lo que puedes imaginar.- Con
mi corazón hecho pedazos velé hasta que la rubia sucumbió al sueño; esta vez no la
dejé ir y me dormí con ella en mis brazos.
De nuevo escuchaba una voz en la distancias pero mis párpados era
como dos enormes cortinas de acero y simplemente no podía abrirlas. La cabeza me
punzaba levemente y sentía frío, mucho frío. Busqué taparme pero algo o alguien me
lo impedía. Sentí una mano sobre mi frente y murmuraba algo... no siquiera
reconocía quién era. Entonces recordé lo que había pasado durante la madrugada y
las terribles circunstancias que me hicieron pasar la noche en la iglesia.
-Ana.- Murmuré.
-La, ¿cómo te sientes?- Contestó de inmediato.
-Me duele la cabeza.-
-Tienes temperatura.-
-Esto bien. Sólo necesito una ducha.-
-Estás loca.- Lentamente abrí los ojos pero los cerré de inmediato,
la luz era como un clavo que atravesaba mi globo ocular y sólo aumentó el dolor de
cabeza. –Te dormiste con la ropa mojada, tonta.- Me reprendía.
-Tú eres la tonta.- Balbuceé.
-¿Te puedes sentar?-
-No lo sabré hasta que lo intente.- Me dolían los codos; la cabeza
estaba por estallar ahora que estaba despierta y la costilla, era preferible una patada
en el culo ahora mismo. La rubia se acercó más y me ayudó a sentarme.
-Te voy a quitar la sudadera, La.-
-Pervertida.- Sonreí.
-Es la fiebre hablando.-
-Créeme que estoy caliente.- Está algo ida de la realidad pero no
era idiota.
-Haré caso omiso.- Notaba cierto humor en su voz. –Levanta las
manos.-
-Esto es un asalto.- Complementé y una risilla escapó de sus labios.
-Estás haciendo esto muy difícil; coopera.-
-¿Cuánto quieres?-
-Lara...- Advirtió.
-Aguafiestas.- Según yo estaba cooperando pero la respiración
trabajosa de la rubia decía lo contrario.
-Eres un bisonte.- Dijo riéndose cuando sentí que me quedé sólo
con el sujetador deportivo y sentía que estábamos a menos veinte grados. Con una
toalla secó mi cuerpo y comenzó a ponerme algo más ligero. Ahora olía divinamente;
olía a Ana. –No debes estar tan abrigada.- Explicó. –Llamaré a papá.-
-¡No!- Protesté de inmediato.
-Lara, estás enferma. Lo más seguro es que necesites
medicamentos.-
-Un rato más no me hará mal. Sólo quédate conmigo.- Con mucho
dolor abrí los ojos y me encontré con su cansado y aún hinchado rostro. –Hola,
guapa.-

-Hola, más guapa.- Sonrió y pasó su mano por mis mejillas. -¿Cómo te sientes?-
-Enamorada.- Y pude distinguir el rojo de la pena y el rojo que ya
tenía. Se veía tan adorable.
-¿Nunca paras?-
-Ya te había dicho, es un encanto natural.- Se inclinó y besó mi
frente. Sentí en mi estómago no mariposas sino un concierto de Rammstein... fuegos
artificiales, llamas, látigos, todo.
-Estás hirviendo, iré por papá.-
-No...-
-Su majestad manda.- Irrumpió poniendo su dedo índice sobre mi
boca. –Ahora vuelvo.- Asentí derrotada y me dejé caer nuevamente al colchón. El
dolor de cabeza cada vez incrementaba más, los dedos me dolían al intentar
cerrarlos; busqué cambiar de posición pero todo el cuerpo me dolía. Después de
algunos minutos escuché dos pares de pies acercarse. Una mano muy fría se puso
sobre mi frente y de inmediato brinqué.
-Pequeña Lara, tienes mucha fiebre.-
-Bien hecho, Sherlock.-
-No puedo creer que esto la haga más sarcástica.- Espetó la rubia y
el señor Cardozo echó a reír.
-Me siento responsable por tu condición actual.-
-Bueno, pues su culpa no me hará mejorar.- Dije con una sonrisa.
–Le dije que no me soportaría.- Sentí como apretó mi hombro.
-Mañana alegará que no recuerda nada.- Intervino la rubia. –¿Te
puedes sentar?- Negué y estiré una mano. –Te ayudo.- La rubia me ayudó a
sentarme de nuevo. –Ten.- Me entregó una pastilla y un vaso de agua. Tragué la
horrible tableta y me recosté de nuevo.
-Esto debería hacer efecto en una media hora, como mucho.- Habló
en hombre alto.
-¿Qué hora es?-
-Las cinco.-
-Escuela...- Murmuré apenas consciente.
-No irás.- Dijo firmemente la rubia. –No iremos.-
-¿Por qué tú...?-
-Para cuidarte.- Contestó a mi pregunta a medio formula. Asentí y
me rendí al sueño de nuevo.
Sueños extraños me invadieron, la confesión de Ana, la revelación
del señor Cardozo y mi condición física actual eran la combinación perfecta para
armar una súper película de ciencia ficción. Sentí una mano posarse sobre mi frente y
luego bajar a mi mejilla y acariciarla como mucho cuidado. Segundos después sentí
los labios de la rubia sobre mi frente. Regresé a la consciencia y tomé su mano antes
de que la alejara.
-Hola.-
-Hola.- Dije abriendo los ojos y encontrándome con su enorme
sonrisa.
-¿Cómo te sientes?-
-Me duele la cabeza un poco...-
-Hace un par de horas que no tienes fiebre.-
-¿Qué hora es?-
-Las diez.-
-¿En serio?- Asintió. –Hacía mucho que no dormía tanto.-
-Para la próxima que no sea porque estás enferma.- Me sonrió.
-¿Cómo te sientes?- Pregunté.
-Bien.-
-¿Sólo bien?-
-A salvo contigo aquí, preocupada porque tienes una costilla
morada y un terrible resfriado.-
-Estaré bien.- Le dije tratando de tranquilizarla. Me moví un poco y
sentí una gota deslizarse por mi estómago. Agaché la mirada y vi una compresa en mi
costilla.

-Hierbas que ayudan a desinflamar. O eso dice Daniel.-


-¿El papá de Ofelia?- Asintió. –Creí que me odiaban.-
-Se quieren disculpar contigo.-
-Pueden besarme el trasero.- Me pegó suavemente en los labios.
-Lenguaje.- Reprendió.
-Sabes mi postura acerca de su actitud. Ayer Ofelia quiso
disculparse y darme el dinero que perdí por los días que no entrené. No necesito
limosnas.-
-No es una limosna. Está buscando enmendar su error.-
-Dándome dinero.-
-Compensando lo que te hizo perder; está aceptando y admitiendo
su error, La. El que ella se acerqué implica que rompió su orgullo para contactarte. Al
menos deberías intentar escucharla aunque no aceptes el dinero.- Odio cuando tiene
la razón.
-Lo intentaré.- Una respuesta neutral.
-Buena chica.- Buscó acercar sus labios a los míos pero me hice
para atrás. -¿Qué pasa?-
-Que estoy enferma. No te voy a besar.-
-No me vas a contagiar.- Negué.
-Lo siento pero no te voy a enfermar.- Tapé mi boca con ambas
manos y la rubia comenzó a reír.
-Fastidiosa.-
-Tonta.- Ambas sonreímos.
-¿Tienes hambre?- Mi sonrisa se hizo aún más amplia. –Por
supuesto que tienes hambre... Aunque eso debe ser una buena señal.- Acarició mi
mejilla y se puso de pie. –Iré a prepararte algo.-
-Gracias, rubia.-
-No son necesarias.- Dijo antes de desaparecer. Estaba tan feliz por
lo que estaba pasando entre nosotras, ella gusta de mí, yo la quiero con locura y esto
se sentía como estar en las nubes. Me costaba creer que algo así de genial me
estuviera pasando a mí pero mentiría si dijera que no tengo miedo. Si de por sí en las
grandes ciudades una pareja gay es mal vista aquí seríamos las más grandes
pecadoras de la historia.
Y me molestaba porque quiero presumir a Ana con el mundo, que
vean lo que ella es, lo increíble que habita en ella pero aquí no podría. Aquí éramos
unas simples chicas que comenzaron con el pie izquierdo y que ahora habían llegado
a un común acuerdo. Aquí debíamos escondernos como si querernos lastimara a la
gente. Éramos como una enfermedad que debía estar encapsulada lejos de todo
contacto humano para evitar provocar discordias. Era una mierda pero por ella me
echaría en contra al mismísimo Al Qaeda.
Ana regresó después de varios minutos, al igual que yo, parecía
que la sonrisa la tuviera fijada en el rostro. Se veía preciosa con su cabello levantado.
Se sentó cerca de mí y puso la mano sobre mi frente para después dejarla descansar
sobre mi mejilla. No necesitábamos decir algo, estábamos comunicándonos a un nivel
más profundo.
-¿Quieres que te traiga el desayuno?- Negué.
-Voy al comedor.- Estiré mi mano y de inmediato la tomó para
ayudarme a levantarme. -¿Y mis tenis?-
-Afuera, secándose.- Buscó debajo de la cama y sacó unas
pantuflas. –Me quedan un poco grandes, debería ser adecuadas para ti.- Y tenía
razón. Avanzamos lentamente a la mesa; la costilla me dolía pero no tanto como ayer
y la cabeza punzaba pero era soportable. Ana muy amablemente movió la silla para
que pudiera sentarme, creo que estaba exagerando un poco pero agradecía con el
corazón lo que estaba haciendo.
-¿Qué preparaste?-
-Papá hizo una sopa de verduras y pollo.- Contestó con una dulce
sonrisa. –Serás la consentida hoy.-

-Eso parece.- Ana me sirvió una porción moderada y un vaso de limonada. Se sentó
justo frente a mí.
La mayor parte del tiempo la pasamos en un agradable silencio y de
vez en cuando viéndonos y sonriendo como tontas. El desayuno sabía a gloria, incluso
me hizo sentir un poco más aliviada. O quizá era el simple hecho de que comiendo
me siento bien, no importa la hora o lo que esté pasando. Estábamos por terminar
cuando sentí una pequeña punzada en mi costado derecho que me hizo saltar un
poco.
-¿Qué pasa?-
-Nada... un pequeño dolor.-
-¿Segura?- Asentí.
-Yo no soy así, Ana.- Me vio confusa y comencé a reír. –Soy
deportista, a pesar de que ahora prefiero el voli, he jugado muchos deportes y lo
hago bien. Siempre. Puedo presumir que soy una persona muy coordinada y ágil. Mi
coach en Texas a veces me decía ardilla por mi capacidad de reaccionar, por eso me
hicieron libero del equipo. Pero cuando algo te involucra a ti, me pierdo. No coordino,
no hay agilidad, todo lo que suelo ser desaparece... es como que enfocarme en ti
bloquea todo lo demás.- Ella me veía expectante con una leve sonrisa. –En otras
circunstancias no hay manera de que me hubiera caído. Lo sé.-
-Lo siento.-
-No, no te culpo. Te estoy... exponiendo lo que me pasa desde que
estás en mi mente. Alteras todo, Ana.- Me acerqué más y tomé su mano por encima
de la mesa. –Me gusta lo que provocas. Es algo nuevo.- Ahora su sonrisa fue más
amplia y correspondió al mi agarre poniendo su mano libre sobre la mía.
-También provocas cosas nuevas en mí, Lara.- Ese brillo en sus
ojos de nuevo. –Puedo decir que odio que me toquen, no soporto el contacto físico
pero tú eres la gran excepción. Es... no sé cómo podría describirlo. Es casi como un
antídoto al más letal veneno. Me alivia, me quita la ansiedad, el miedo...- Su rostro
se tornó un poco más serio. –Me falta mucho para aprender a aceptarme y a
quererme con todo el equipaje que traigo pero con todo el ahínco de mi corazón
puedo decir que te quiero, Lara. Nunca he estado tan segura de algo en mi vida.- No
sé cómo pero en un instante estaba de cuclillas a lado de ella. Con mis manos sobre
sus rodillas.
-¿Cómo te atreves a dudar que eres perfecta para mí?-
Cuidadosamente tomó mi rostro entre sus manos y lentamente descendió hasta que
sus labios se encontraron con los míos.
Son en momentos como estos donde replanteamos nuestros
conceptos y vemos el mundo de diferente manera. Para mí, felicidad era estar en un
lugar alejado con mis audífonos y mis canciones favoritas sonando; era ver las nubes
trepada en un árbol en casa de mis padres; era abrazar a papá después de que
llegara de una larga jornada de trabajo y me cargara entre sus brazos. Hasta ahora.
Felicidad es ser correspondida. Sentir los labios de la persona que quieres sobre los
tuyos; sus manos sobre tu piel; su aroma haciéndote perder los sentidos. Felicidad es
encontrar quién te complementa y te hace mejor. Mi felicidad se llama Ana.
-Te quiero, fastidiosa.- Habló sobre mis labios después de unos
segundos.
-Te quiero, tonta.- Le dio un beso rápido y regresé a mi lugar. –El
mejor desayuno de la historia.- Declaré con una enorme sonrisa.
-Sé que cocino bien pero no es para tanto.- Dijo el señor Cardozo
entrando a la cocina.
-Claro que lo es, señor. Es la sopa de verduras más exquisita que
he probado en mi vida.-
-Creí por un momento que el hecho de que estuvieras besando a mi
hija había influido.-
-¡Papá!- Dijo Ana escandalizada y entre mis nervios y la pena no
me quedó de otra que echarme a reír. La pobre rubia cambiaba de colores y me veía
como pidiendo disculpas.

-Eso también ayudo, señor.- También rió.


-Tengan en cuenta que mucha gente entra aquí.- Asentimos ambas.
–¿Te quedas, Lara?-
-Sólo esperaré a que mis tenis estén secos y me voy.-
-De ninguna manera- Espetó la rubia. –Ella se queda, papá.- Dijo
firmemente.
-Bueno, comenzamos a ver tendencias.- Dijo entre risas el hombre
alto antes de desaparecer por la puerta.
-¿Así que me quedo?-
-Sí.-
-¿Quién dice?-
-Yo lo digo, Lara.- Estaba a punto de protestar. –Estás enferma y
con una costilla morada, no vas a ningún lado al menos hasta que alguno de esos dos
asuntos se arreglen.- Hice el saludo militar.
-Sí, jefa.-
-Lara, esto es serio.-
-Muy serio.- Estaba buscando la manera de no reírme. –Súper
serio.-
-Bien, vete.- Se cruzó de brazos.
-Bien. Me voy.- Me puse de pie y comencé a caminar pero antes de
llegar a su habitación sentí sus brazos alrededor de mi vientre.
-No te vayas.-
-¿Realmente crees que me iría? Te tengo para mí todo el día, eso
no me lo pierdo.- No necesitaba verla para saber que estaba sonrojada.
-Vamos al bosque.- Obviamente no iría con el calzado que traía en
esos momentos así que nos quedamos platicando de la escuela y banalidades.
Cuando al fin los benditos tenis estuvieron lo suficientemente secos para la rubia, nos
encaminamos al bosque.
Al iniciar el camino íbamos a unos centímetros de la otra, de vez en
cuando viéndonos, sonriendo y regresando la vista a la imponente naturaleza frente a
nosotras. Ya estando muy dentro, Ana fue la de la iniciativa y escurrió sus dedos
entre los míos. Con una sonrisa llevé su mano a mis labios para depositar un beso en
el dorso.
-Quería hacerlo antes pero... alguien puede estar por ahí.- Se
justificó.
-Yo pensé lo mismo, no te preocupes.- Caminamos hasta llegar a
nuestro escondite y nos sentamos en el lugar donde ella me besó.
-Fue terrible ayer.- Recordó. –Estaba a punto de irme cuando el
sonido apareció... y yo simplemente no pude. Después comenzó a llover y no me
quedó de otra que refugiarme debajo del árbol.-
-Hiciste bien.-
-No podía mantener mi mente enfocada...- Suspiró. –Nunca me
había pasado algo así; fui tonta al venir viendo las nueves tan turbias.-
-Necesitabas pensar. Tu padre me ofreció venir a buscarte pero lo
rechacé; no quería presionarte. Estaba a punto de irme a casa cuando escuché el
trueno. Lo demás, ya lo sabes.- Le sonreí.
-No sabes cuánto me alegra que hayas sido quien vino y no papá.-
-También yo, cariño.- Me acerqué más a ella y pasé mi brazo
encima de sus hombros y la atraje más a mí. -¿Qué pasó con Liv?- Necesitaba saber
qué mierda hizo que la quisiera golpear.
-Nada.- Respondió de inmediato.
-Dijimos que seríamos honestas.-
-No quiero que te metas en problemas, La.- Se escuchaba afligida.
-Sé que ahora que me destapé debo ser más paciente que nunca
porque me van a querer provocar y yo llevo las de perder. Ya hablé con Norma de
esto después de que te fuiste ayer.-

-Lamento lo de ayer...-
-Yo no, eso hizo que el beso se sintiera más intenso por el drama
previo.- Comenzó a reír.
-Bueno, viéndolo desde ese punto estoy de acuerdo.- Besé su
cabeza.
-¿Qué pasó con Liv?- Regresé al tema. –Por favor.-
-Tuve una pesadilla el domingo.- ¡Lo sabía! Algo estaba mal.
–Llegué adormitada a la escuela, me dolía la cabeza, me sentía algo mareada... fue
una noche mala y por accidente la pasé a empujar.-
-De entre muchos alumnos justo a ella. Qué suerte.-
-Dímelo a mí.- Apoyó su cabeza en mi hombro. –Se puso como loca
cuando la toqué. Ni siquiera le pude pedir disculpas cuando ya me había empujado en
contra la pared. No controlé mi cuerpo y terminé en el piso. No sé en qué momento
aparecieron Ángel, Liz y Pao.-
-¿Te dijo algo?- Hesitó por varios segundos. -¿Ana?-
-Dijo que era una zorra que provocaba a los hombres.- La sentí
tensarse.
-No hay forma de que ella lo sepa.- Dije de inmediato. –Es
imposible que ella sepa. Tanto tu padre como Norma son muy discretos con esto. No
pienses en eso, cariño.-
-¿Entonces por qué me dice cosas así?- Se estaba comenzando a
estresar. Me puse de rodillas frente a ella en un santiamén.
-Hey, ¿puedo?- Levanté mis manos. Ella asintió. Tomé su rostro y
acaricié sus pómulos. –Por más idiota que suene, no es contigo.- Me vio extrañada.
–Sabrá Dios que puto trauma ha de tener y buscar desquitarse con alguien.-
-Yo no soy así.- Agachó la mirada.
-Cariño, tú eres punto y aparte respecto a cualquier persona que
haya conocido. Tu bondad y todo lo que tú eres no tiene comparación con nada ni
nadie en este mundo. Por favor, no te pongas en una balanza con Olivia.- Mi tono era
un poco más severo del deseado pero quería que entendiera el punto. –Tú buscas
como salir a flote y Olivia disfruta ahogarse y ahogar a la gente que la rodea.-
-Fuimos amigas los primeros meses.-
-¿En serio?- La vi sorprendida. Quité mis manos de su rostro y
busqué una posición más cómoda. -¿Qué pasó?-
-Es una pregunta muy buena a la cual no tengo respuesta. De un
día para otro dejó de hablarme y días después comenzaron los insultos... hasta
ahora.-
-Puede que esté loca.- Sonrió. –Eso es muy extraño.- Entonces
recordé la conversación que no debí escuchar. -¿Quién es Marcos?- Abrió los ojos
sorprendida.
-¿Te dijo?- Negué.
-Lo escuché por accidente.- Su sonrisa desapareció. -¿Qué sabes?-
-Tenía unos meses saliendo con Norma, era profesor de educación
física.-
-Continúa.-
-Apareció muerto... en dónde estás viviendo.-
-¡¿Qué?!- Sentí que el aire me faltaba. -¿Estoy durmiendo donde
alguien murió?, ¿planeaban decírmelo?-
-No hubo sangre, ni nada... estaba tirado en la cocina.-
-¿Saben quién fue?- Negó. -¿Tienen sospechas?- Asintió.
-¿El papá de Olivia?- Me apuré a decir.
-¿Qué? No, un forastero que estuvo por aquí en esos días.- Revelé
algo sin querer. -¿Por qué crees que tiene que ver?-
-Es muy retorcido...-
-Dime, Lara.-
-Escuché a los hombres diciendo que... que tenía relaciones con
Olivia. Prácticamente lo aseguraban y ya sabes... creen que el doctor lo supo y él lo
mató.- La rubia estaba muy sorprendida por lo que acababa de confesarle. –Me duele
la cabeza sólo de recordar que estuve en el lugar y momento equivocados.-
-¿Te vieron?-
-Lo dudo.-
-¿Dónde estabas cuando lo escuchaste?-
-Antes de llegar a casa me caí, estaba por levantarme cuando ellos
comenzaron a hablar. Me cubrían unos arbustos... Me quedé petrificada, no podía
moverme y me tuve que tragar todo eso.-
-¿Por eso le dijiste si ella te mataría o tu papá?- Asentí.
-Fue muy estúpido de mi parte decir eso. Estaba muy molesta y no
pensé.-
-Altamente estúpido, Lara.- La vi tensarse. -Si él sabe que tú
sabes...- Comenzó a hilar ideas temerosamente.
-Si es verdad, estoy en su mira.-

A/N Hola, queridos lectores :) Odio quererlos tanto jajajaja Aquí


voy, otra vez, publicando antes del fin de semana.
Como siempre, muchas gracias por sus votos y comentarios. La
historia ya tiene más de 50k lecturas OMFG!!! No lo puedo creer! Muchas gracias a
todos ustedes por leer.
Leí un comentario dónde me preguntaban si era lesbiana; estoy
muy en contra de las etiquetas sociales y todo lo que sea medio para dividirnos como
seres humanos. Y con lo de Orlando, me pegó muy fuerte; hablar de si fue la religión
o el control de armas o lo que sea es entrar en controversias porque es cuestión de
perspectivas. Y dependiendo de nuestras vivencias y bases morales nuestras
perspectivas cambian. Lo único que nunca aceptaré es quitarle la vida a gente
inocente por pensar diferente.
De nuevo, lo que más necesita este mundo es amor, bondad,
humanidad, empatía y aceptación. Aceptar que estamos en constante evolución y que
nuestros antiguos moldes se están oxidando. Nadie, absolutamente nadie tiene el
derecho de decirme a quién sí y a quién no debo amar. Llámese iglesia, políticos o
cualquier institución social. Las normas sociales son eso, normas y concepciones que
pueden ser puestas en duda o cambiadas. El amor no. Yo me quedo con eso. En
cuanto a mi orientación sexual, soy una persona que ama las personas. Punto.
Visiten el elcirculcolibri hay cosas poca madre. Se viene la cuatra
parte de "Dos Semanas" *grita emocionada* y espero la otra semana actualizar "Mi
Profe de Piano" ;)
@NineOth Espero el capítulo ayude en tu pronta recuperación. ;)
Que su fin de semana sea maravilloso, lleno de muchas cosas
positivas y productivas :)
Saludos desde un incandescente rincón de México
Ale :)
Capítulo 15

Disfrutamos del resto de nuestra estancia en el bosque pero la


plática que surgió antes nos había dejado con una incertidumbre palpable. Por mi
parte hacía como que todo estaba bien y tranquilo aunque por dentro miles de cosas
pasaban. No sólo debía ocuparme de Liv también de su padre. Más que nunca
deseaba que lo que escuché fuera un rumor y nada más. Ana sonreía pero esa alegría
no se reflejaba en sus ojos; estaba tan preocupada como yo lo estaba.
-¿En qué piensas?- Dije al notarla con la mirada perdida.
-¿Y si quiere hacerte algo?- Aún no me veía.
-No es tan tonto. Sabe que tengo a tu padre y a Norma de mi lado
y una buena cantidad de estudiantes vio lo que pasó. Si algo llegara a sucederme
ellos serían los primeros en ser señalados.-
-Tengo miedo por ti.-
-No pasará nada, cariño. No tienes nada de qué preocuparte.- Se lo
decía a ella y me lo decía a mí.
-Prométeme que no harás ninguna locura.- Comencé a reír. –Lo
digo muy en serio, Lara.-
-Lo sé, Ana, lo sé pero me pides que vaya en contra de mi
naturaleza.- Estaba por protestar así que levanté la mano para que me dejara
continuar. –Sin embargo, sé que esto es muy delicado así que me comportaré o al
menos lo intentaré, ¿de acuerdo?-
-Es mejor que nada.- Seguíamos sentadas viendo al lago a unos
centímetro de la otra.
-¿Te puedo besar?- No estaba tan enferma... quizá sí pero me
moría por besarla. Veía su perfecto perfil, sus pestañas quebradas, sus hoyuelos que
amenazaban con formarse y con una leve sonrisa. Se viró para estar de frente a mí.
-Puedes.- Me sonrió antes de inclinarse para buscar mis labios.
El tiempo se detenía, lo puedo jurar. Sus suaves y delgados labios
eran como una adicción, si mis brazos eran su antídoto para mí eran sus labios. Nada
existía sólo ella y yo y el frenético latido de mi corazón. Todo lo que ella causa es mi
cuerpo y en mi mente no termina de sorprenderme. Sentí sus manos aferrarse a mi
cuello, mientras sus labios se movían sobre los míos tan sutilmente pero con una
fuerza que podía partirme a la mitad o reconstruirme por completo. Definitivamente
mi lugar estaba aquí con ella. Después de unos segundos ella rompió el beso.
-¡Wow!- Dije necesitando aire. –Soy súper gay.- Ana comenzó a
reír.
-Eso parece.-
-¿Tú lo eres?- Pregunté con una sonrisa; todavía no resolvía mis
dudas en cuanto a lo que me había dicho el señor Cardozo.
-Sí.- Contestó sin dudar.
-¿Cómo lo supiste?-
-No lo sé. Donde vivíamos había niños y niñas con los que
compartía la mayor parte del tiempo pero me inclinaba más por las niñas. Aunque es
una tendencia natural, sabía que era diferente. Me gustaba el contacto con ellas, su
olor era diferente, era agradable, ¿sabes?-
-Realmente no lo sabía... hasta ti.- Le sonreí. -¿Tuviste una
relación... con alguien de ahí?-
-No creo que fuese una relación, éramos muy pequeñas pero sí
pasábamos mucho tiempo juntas. Sosteníamos nuestras manos, nos abrazamos
mucho, dormíamos juntas... no era una amistad. Lo que único que nos faltaba era
besarnos.-
-Me alegra que no lo hayas hecho.- Dije de inmediato. –Tu primer
beso siempre será mío.- Me sonrió con ternura.
-Hay muchas cosas en la que eres la primera, Lara.- Me acerqué a
ella hasta que nuestras frentes quedaron unidas. Me dio un corto beso. –Y lo que
pasó no ayudó mucho en cuanto a mi relación con los hombres.-

-Entiendo que eso fue jodido pero no todos los hombres son así. Es como lo que
platicábamos acerca de las iglesias; hay algunos que se salvan.-
-Lo sé, créeme. Aunque me será difícil ver a un hombre y no
asociarlo con el daño.-
-Son barreras que superar, Ana. Ejemplo, si las cosas entre
nosotras no funcionan...-
-Van a funcionar.- Intervino de inmediato. Comencé a reír.
-Lo sé, cariño. Es sólo un ejemplo.- Acaricié su mejilla derecha.
–Como decía, si no se dan las cosas y por alguna razón me llegase a involucrar con
otra mujer debo dejar detrás muchas cosas para comenzar de nuevo. No puedo ir por
el mundo buscándote a ti en otros cuerpos porque todos somos diferentes. Y tampoco
vagaré por la vida creyendo que todos me harán el mismo daño. Y puede que me
encuentre a alguien físicamente como tú pero totalmente diferente por dentro, o
viceversa, ¿comprendes?- Asintió. -Así como hay gente que te marca para bien hay
gente que te marca de una manera dañina.-
-Punto para Lara.-
-Pero esa gente hace que valores aún más a la gente buena.- Tomé
su mano. –Las riquillas, como dicen aquí, pueden ser unas verdaderas hijas de puta
que pasan encima de todos sin importarles nada. No hay moral o emociones, sólo la
necesidad de abastecer sus caprichos. Yo soy nada comparado al desmadre que ellas
pueden hacer. Y he conocido a gente mala; realmente movidos por la perversidad y
las ganas de dañar. Y luego te encuentro a ti y... y ahora entiendo que la bondad que
les correspondía la tienes tú.- La vi sonrojarse.
-Tú no eres mala, Lara.-
-No, no lo soy. Me vale madre todo y todos pero no me muevo por
la maldad o por querer lastimar a alguien, claro, con sus debidas excepciones.-
Frotaba su mano con mi pulgar. –A lo que voy es que, personas como tú no deben
cerrarse al mundo. Tú deberías tener la oportunidad de conocer gente afín a ti y con
quien compartir todo lo que hay aquí.- Toqué su sien. -Todos deberían tener el honor
de conocerte.- La vi a los ojos. –Incluso él debería verte ahora.-
-¿Por qué?-
-Para que vea lo fuerte que eres y que a pesar de que él dejó una
profunda marca en ti, tú estás dejando una marca aún más grande con la fuerza de
tu luz. Todo lo contrario de lo que él pudo haber sembrado. Y no sólo lo digo por mí,
lo digo por toda la gente que ayudas, en la iglesia, en la escuela, a donde vas.
Digamos que el tamaño de su oscuridad es del tamaño de México y tú luz es del
tamaño de Rusia y China juntos.-
-Tus conjeturas acerca de mí son sobrevaloradas, Lara.- Estaba
descomunalmente seria.
-Es lo que veo, Ana. Es lo que ve tu papá, Norma y mucha gente de
aquí.- Le sonreí. –Prometí que te haría ser consciente de todo eso.- Hizo un intento
de sonrisa y reclinó su cabeza en mi hombro.
-Gracias.- Era un avance.
-Es un placer para mí hablar de su grandeza, majestad.- Besé su
cabeza.
-Te quiero, Lara.-
-También te quiero, Anita.- Dejé un beso en la comisura de sus
labios. –No creo esto.-
-¿Qué?-
-Todo. Estar en un remoto lugar, tener calificaciones decentes,
trabajar en un iglesia, querer a una preciosa chica y que me corresponda. A veces lo
siento irreal.- Me sonrió, tomó mi mano y lentamente la llevó a la altura de su
corazón.
-Esto es muy real, Lara. Nunca lo dudes.- Me sonrió. –No lo dije en
alto pero me prometí demostrarte que te quiero.-
-Ana...- Estrellé mis labios contra los de ella unos segundos y
después la abracé tan fuerte como me fue posible. -¿Cómo podré controlar todo
esto?- Sentía su caliente respiración sobre mi hombro. -¿Cómo mantendremos
escondido esto?

-Es nuestro mundo y nadie más que nosotras entra en él. Y si los problemas afloran
buscaremos una forma de solucionarlo, juntas.-
-Juntas.- Con cada segundo que pasaba más grande era mi miedo
de que vinieran por mí y más grande aún el terror de dejar a Ana. No la quería lejos
de mí. Nunca.
Regresamos a la iglesia cuando la tarde comenzaba a caer; algunas
nubes impedían que viéramos el reflejo del sol sobre el lago pero nos quedamos ahí
disfrutando de la vista y sobre todo de la compañía. Tomadas de la mano
emprendimos el viaje de vuelta y antes de llegar a lugares más concurridos, le di un
beso en frente y de mala gana solté su mano. Al llegar Norma y el señor Cardozo nos
esperaban en la cocina.
-¿Cómo estás?- Preguntó Norma al verme. –Estaba preocupada.-
-Te envié un mensaje, creo que no te ha llegado.- Le sonreí. –Me
siento mejor.-
-Me alegra saber eso.- No preguntó más por lo que supuse que el
señor Cardozo le dijo lo que había pasado y cómo fue que terminé durmiendo en la
iglesia. -¿Lista para mañana?- Suspiré.
-Haré mucha meditación hoy en la noche.-
-La vas a necesitar.- Habló Norma. –Lara, puedo cambiarte de
grupo...-
-¿Huir de ella? De ninguna manera.-
-Es una buena opción.- Opinó Ana.
-¿Y dejarte sola con ella? Claro, cámbienme ahora mismo.- Dije
sarcásticamente. -No voy a escapar.-
-No es escapar es una buena forma de que las cosas no pasen a
más y evitar confrontaciones.- Acotó el señor Cardozo.
-Es un rotundo no.- Mi tono de voz un poco más elevado. –No voy a
dejar sola a Ana y mucho menos me voy a esconder de Olivia.- La rubia me veía
preocupada. –Y ni se te ocurra pedir un cambio de salón, Ana.-
-Lara...- Trató de hablar la rubia.
-Tema de conversación cerrado.- Cerré los ojos buscando calmarme
y respiré profundo. –Gracias por su amable atención, señor. Es hora de irme.-
Marchando entré a la habitación de la rubia por mi ropa. Segundos después entró ella
y se quedó reclinada sobre la puerta. -¿Qué?-
-Estás exagerando.-
-¿Tú crees?- La quedé viendo. –Me están pidiendo que me esconda
de la persona que enfrenté, ¿cómo demonios crees que se verá eso?-
-Lara, sólo quieren facilitarte las cosas.-
-No quiero las cosas fáciles, Ana. Nunca he huido de nada y de
nadie y no comenzaré ahora con la idiota de Olivia.-
-No quiero que te metas en problemas por mi culpa.-
-Vamos de nuevo con lo mismo.- Me tomé el cabello exasperada.
–Yo decidí meterme en esto; fue mi decisión, Ana. Necesito que entiendas eso y deje
de culparte por todo lo que pasa.- Estaba siendo un poco dura pero me molestaba
que se culpara de lo que sucedía. -Esto es una lucha de poder entre ella y yo y tú
estás en medio de todo eso. Ella quiere probar que puede hacer lo que se le pegue su
puta gana y yo le estoy demostrando que no puede pasar encima de cualquiera. Y
más aún le estoy mostrando que estoy de tu lado y que no voy a permitir que te
toque.- Tomé aire. -¿Entiendes ahora? Si huyo le estoy mandando el mensaje de que
me estoy quebrando y se irá contra ti con más fuerza, no lo voy a permitir.-
-Eres tan testaruda.-
-No es eso, Ana y lo sabes. Sé que dentro de ti entiendes mi
punto. Debo hacer esto a mi modo y necesito que me ayudes, por favor.- Me acerqué
más a ella. –No voy a huir.-

-Estoy muy asustada con lo que escuchaste y con ella molestándote...- Buscó mis
brazos y enredó los de ella en mi cadera. Recliné mi mejilla sobre su cabeza. –Si te
pasa algo nunca me lo perdonaré.-
-No pienses en eso, cariño.- Besé su cabello.
-Sé cómo es Olivia, sé de lo que es capaz...-
-Hey...- Tomé su cara entre mis manos. –Voy a hablar con Norma y
tu papá de lo que sé y ellos me guiarán, ¿de acuerdo?- Asintió levemente. –Ahora
sólo debemos ocuparnos de combatir las pesadillas.- Volvió a abrazarme.
-Testaruda fastidiosa.-
-Tonta exagerada.- Regresamos a la cocina después de unos
momentos, ya con mis cosas en mano y nos despedimos, con Norma, de Ana y el
señor Cardozo. Norma agradeció por cuidar de mí y por soportarme un día completo.
Después de unos minutos, ya lejos de iglesia, Norma comenzó con el interrogatorio.
-¿Qué pasó?-
-Me besó.- Dije con una sonrisa estúpida. –Muchas veces.-
-¿En serio?- Volteó a verme y se veía tan emocionada como yo.
-Me dijo que me quiere...- Sonreí y vi al cielo. –Esto es tan...-
-Perfecto.-
-Sí. Esa sería la palabra.- Regresé mi vista al camino con una
sonrisa en el rostro. –Ella es maravillosa.-
-Y su pasado sólo hace que brille más.-
-Lo que daría por aliviar su carga.-
-Sé que lo haces. La he visto sonriente y muy radiante, como nunca
y sé que tienes mucho que ver con eso.-
-Lamento no haberte avisado ayer.-
-Alberto me dijo lo que pasó... ¿tan malo fue?-
-Terrible.- Dije sin pensarlo. –Recordó la primera vez... ya sabes.-
-¿Cómo estás?-
-Bien.- Que extraña pregunta.
-Lara, me alegra que seas un apoyo para ella pero me preocupas
también tú. Hay situaciones que son difíciles de entender para un adulto y más
difíciles aún de tolerar. Yo no quiero que el ayudar a compartir su carga represente un
punto de quiebre emocional para ti. Sé que la quieres y quieres ayudar pero también
me preocupo por ti.-
-No le puedo decir que se detenga o que no me diga. Es más yo la
he presionado un poco para que hable del tema y pueda desahogarse.-
-Es muy noble de tu parte, Lara pero, ¿quién te ayuda a ti?- Me
quedé en silencio un momento procesando lo que acababa de decirme Norma y tenía
mucha razón. Quiero a Ana y quiero su bienestar pero lo que me ha contado son
imágenes que taladran mi mente y difícilmente se irán de mí. –No quiero que te
consuma.-
-¿Qué puedo hacer?-
-Anota todo lo que sientas, expláyate y después lo quemas. Así
nadie puede verlo y te puedes desahogar. Sé que hablar conmigo o con alguien
más...- Negué.
-No quiero traicionar su confianza. No es porque no confíe en ti...-
-Lo sé, pequeña. No tienes que explicarme. Por eso te doy esa
opción. Úsala.-
-Gracias, Norma.-
El resto del día pasó en total calma, hasta que los estornudos
comenzaron y el escurrimiento nasal se hizo presente. Tenía un horrible resfriado. De
noche cuando me cepillé los dientes antes de dormir, tenía la nariz roja como tomate
y los ojos hinchados. Me veía terriblemente mal. Con un rollo de papel a la mano me
metí a la cama pero de poco sirvió ya que apenas y podía respirar y hacerlo con la
boca me molestaba. Alrededor de las tres de la mañana por fin pude encontrar la
forma de dormir.

Sólo necesité que mi alarma sonara para comenzar a odiar al mundo. Quería dormir,
descansar, me dolían las piernas, el dolor de cabeza iba y venía. No quería ni que el
viento me tocase. Con mucho desgano me levanté de la cama y me dirigí a lavarme
la cara; al menos no me veía tan jodida. Me preparé una taza de cereal pero apenas
y la toqué. Vi que me quedaba sin despensa lo que implicaba ir a la tienda más tarde.
No tenía ganas de nada. Tomé mi mochila y me encaminé a la puerta, al abrirla me
encontré a Norma.
-Buenos días.- Dijo con una sonrisa.
-Hola.- Susurré.
-¿Mal día?-
-Me siento mal.-
-Quédate, hablaré con tus maestros.-
-No. Ana quedará sola.-
-Lara...-
-Andando, que te haré llegar tarde.-
-No te haré cambiar de opinión, ¿cierto?- Negué. Suspiró resignada
y comenzó a caminar. Segundos después la seguí. –Sé que estás de mal humor pero
debes prepararte para lo que ella tenga preparado hoy.-
-En eso estoy pensando.- Sacudí la cabeza. –Hago esto por Ana,
porque la quiero y odio que la trate así pero también es para que los demás vean que
se pueden defenderse.-
-No todos tienen tus agallas.-
-Pero al menos puedo mostrar el camino.- El dolor de cabeza
regresó. -¿Podemos no hablar?- No esperé a su respuesta y seguí caminando
ignorando todo a mi alrededor. Automáticamente entré a mi clase de química, me
senté al fondo de la clase y apoyé mi cabeza contra la paleta de la silla. No sé cuánto
tiempo después pude percibir una voz familiar.
-¿Lara?- Tomó mi antebrazo y lo acarició. -¿Estás bien?- Moví la
cabeza hacia los lados. -¿Te duele la cabeza?- Asentí. -¿Tomaste algo?- Negué de
nuevo. Retiró su mano de mi brazo y lo llevó a mi cabeza y comenzó a masajear
suavemente. -¿Duele?-
-No.- Siguió haciéndolo por varios segundos más. –Se siente bien.-
-Me alegra.-
-¿Qué tal tu noche?- Pregunté sin levantar la cabeza.
-Mejor que la de ayer. ¿Qué tal tu noche?-
-Al menos ayer te tenía conmigo... no podía dormir porque no podía
respirar.- Ana dejó de acariciar mi cabello y su respiración se cortó un poco. Levanté
la cabeza y vi a Liv parada en la puerta del salón. Para nuestra desgracia o fortuna
sólo éramos las tres.
-Como dije, perro faldero.- Espetó con rabia.
-Que te den Olivia. Déjala en paz.- Vio la condición en la que me
encontraba y mi voz media gangosa no ayudaba mucho.
-Ni un día con ella y ya te enfermó.- Hice un intento por ponerme
de pie pero Ana lo impidió.
-¿Qué te hice?- Inquirió la rubia.
-Así que la perrita tiene voz.- Dijo socarronamente. –Fastidiar mi
existencia con tu existencia. Nadie compra esa fachada de niña buena.- Caminó unos
pasos hacia nosotras. –Todos saben que eres una zorra.-
-¡Basta!- Me puse de pie ignorando el terrible dolor de cabeza. -
¿Cuál es tu puto problema con ella?- Quería avanzar pero de nuevo Ana me tenía de
uno de mis brazos. -¿Acaso le tienes envidia?-
-Por favor, no me hagas reír, Lara. Ya muchas veces te lo he
dicho.- El odio que sus ojos irradiaban era inhumano. –Lo tengo todo, ¿qué podría
enviarle a eso?-
-Tengo muchas teorías.-
-Ilumíname.- Dijo sarcásticamente.
-¿La quería a ella y se tuvo que conformar contigo?- Adiós cautela.
-¿Dijo su nombre cuando estaba contigo?-

-Lara, no...- El agarré de la rubia se hizo más fuerte y vi la cara de Olivia ponerse
roja de furia. No estaba muy lejos de sus motivos.
-No vuelvas a hablar de eso.- Habló entre dientes.
-¿Recuerdas la vez que tomamos en el bosque? Dijiste que te
habías acostado con un maestro, ¿era él?-
-Lara, detente.- Ana se aferró fervientemente de uno de mis
brazos.
-Cállate.- Apretó los dientes.
-Déjala en paz y lo dejo de lado.- Nos lanzábamos dardos
envenenados con la mirada. Ella caminó hacia adelante y casi por instinto puse a Ana
detrás de mí. –Mira, no sé cuál es tu problema pero es algo que debes enfrentar
contigo misma, no con ella.-
-No estarás aquí por siempre.- Su mirada se fijó en la rubia. –Ella
se irá y no habrá quién te defienda.-
-Estás demente, Olivia. Deberías buscar un puto psicólogo.-
-¡No me digas que hacer!- Caminó con el puño en alto.
-Tócala y no me tentaré el corazón, Olivia. No quiero lastimarte
pero si la lastimas a ella no me dejas opción.- Ana me jalaba hacia atrás pero ahora
ni con un remolque me movían. –Déjala en paz.-
-¿Qué está pasando aquí?- Dijo la profesora Jackie entrado al salón.
Nadie decía nada; Olivia lentamente fue bajando su puño. –Bien, las tres a la
dirección, ahora.-
-Ana no tiene que ver con esto.- Justo en ese momento tocó la
chicharra.
-Está en medio del alboroto así que tiene mucho que ver. A la
dirección.- Y como si los hubieran soltado de una jaula la mayoría de mis compañeros
entró como estampida al salón y nos veían extrañados. –No se los voy a repetir,
señoritas.- Nunca había visto a la profe Jackie enojada. –Tomen sus cosas y vayan a
la dirección.- Tomé mi mochila y la de la rubia y comencé a caminar cuidando los
pasos de Olivia y vigilando que no se acercara mucho a Ana. Caminamos a la
dirección en total silencio, la rubia muy cerca de mí y Olivia siguiéndonos los pasos.
-Lo siento.- Murmuré. –Todo lo hago mal.- El desértico pasillo hacía
eco de nuestras pisadas y los bufidos de Olivia.
-No te disculpes.- Se acercó más a mí y se aferró a mi brazo. –Saca
lo peor de ti.-
-Porque yo lo permito. Soy tan idiota.- Al menos veía un poco de
luz en mi camino. Antes de ninguna manera me habría visto reflexionando sobre mi
comportamiento.
-Deja de insultarte, La.- Muy discretamente me acarició. –Gracias
por defenderme.-
-Un placer defender su honor, majestad.- Volteé hacia ella y tenía
una gran sonrisa. Cuando regresé mi vista al pasillo tenía a unos metros de mí a
Norma.
-¿Por qué no están en clase?-
-Porque la profe Jackie nos envió.- Contesté.
-¿Motivo?-
-Creo que ya sabe... directora.- De nuevo yo.
-De entrada, sabe que me puede expulsar y no pasa nada.- Habló
Olivia. –Así que puede comenzar a escribir la nota a mi papá.- La cara de Norma se
transformó y yo buscaba por todos los medios no reír.
-Soy consciente de eso, señorita Torres. Por lo que su trabajo será
hacer inventario de los libros que nos acaban de llegar. Estoy segura que a Ingrid le
vendrá bien algo de ayuda.- Solté una pequeña risa.
-Esto no termina aquí.- Espetó la chica de ojos azules.
-Y como amenaza a sus compañeras frente a mí, después del hacer
inventario de la biblioteca la quiero limpiando el equipo del laboratorio de química. Y
ni se le ocurra quebrar algo porque la pongo a barrer toda la escuela.- Le sonrió.
–Ingrid la espera, señorita.- Olivia marchó rumbo a la biblioteca murmurando, se veía
muy molesta.

-Y usted...-
-Lo que quieras pero Ana no tiene que ver en esto.- Dije de
inmediato.
-Las dos se pondrán a hacer inventario del material de Mónica.
Conos, balones por deporte, aros, las colchonetas, todo.- La quedé viendo con un
amago de sonrisa. -¿Algo que le cause gracia?-
-Nada, directora.- Levanté las manos a la altura de mi pecho.
–Supongo que el equipo de educación física nos espera.-
-Supone bien, señorita Orozco.- Norma siguió su camino a la
dirección mientras la rubia y yo hicimos nuestro camino a la bodega. La rubia me
pidió llevar su mochila.
-No estuvo tan mal, ¿cierto?- Preguntó Ana.
-Honestamente, preferiría estar con Ingrid.- Me reí. –Nunca te
aburres con esa mujer.-
-Tiene un humor muy extraño... -También comenzó a reír. –Ahora
entiendo porque te agrada.- Volteé a todos lados y al ver que nuestra compañía era la
nada tomé la mano de la rubia y la entrelacé con la mía.
-Te ves muy bonita hoy.-
-Gracias, Lara.- Me vio con una sonrisa. –Tú también te ves muy
linda.-
-¿En serio?- Comencé a reír. –Estoy congestionada, mi cabello debe
ser una locura y mi voz no es lo más agradable del mudo ahora mismo.-
-Para mí sigues estando linda.-
-Gracias.-
-Un placer hablar de las plebeyas guapas.- Le sonreí y le di un beso
en la cabeza mientras soltaba su mano.
-No quiero sustos.- Expliqué mientras soltaba su mano.
-¿Eres alérgica a alguna fruta?- Me quedé pensando un momento.
-No que yo sepa, ¿por qué?-
-¿Alérgica a algo más aparte del polvo?-
-A los gatos, a un metal, que no recuerdo su nombre y ya.- La vi
extrañada. -¿Por qué?-
-Quiero saber.- Me contestó con una sonrisa.
-Tienes algo entre manos, lo sé.-
-No.-
-Si no me dices tendré que darte muchos besos hasta que lo
reveles.-
-Lo puedes intentar.- Respondió con una enorme sonrisa.
-Es una pena que sea una incubadora de gérmenes.- Besé su
cabello. –Para la próxima.-
-Para la próxima.- Llegamos a la bodega y con fastidio vi que era
demasiado y todo estaba muy pero muy mal acomodado y lleno de polvo.
-Vamos a morir de alergia aquí, Ana.- Me puse la playera sobre la
nariz.
-Espera.- La rubia tomó mi brazo. –Traigo un suéter delgado en la
mochila.- Hábilmente se la quitó de la espalda y saco dicha prenda. Era uno de color
azul marino; me lo pasó y lo aseguré sobre mi cuello. En cuanto lo tuve cerré los ojos
y sonreí. -¿Qué pasa?-
-No me podré concentrar.-
-¿Por qué?- Me veía atenta.
-Huele a ti.- Se sonrojó y de inmediato me abrazó. Sus manos se
aferraban a mi espalda mientras la mías se aferraban a su cintura. Cerré los ojos y
me dejé llevar por la sensación de tenerla tan cerca de mí. Su confianza y el que me
permitiera tocarla era algo invaluable para mí. –Anita.-
-La.- Me abracé a ella con más fuerza. -¿Podemos quedarnos así?-
-El tiempo que quieras, cariño.- Acariciaba su cabello. –Te quiero.-

-También te quiero.- Escuchamos un ruido y nos soltamos de inmediato, para nuestra


sorpresa era Norma la que nos veía con una enorme sonrisa.
-Quería asegurarme que estuvieran en la escuela.-
-No nos diste tiempo para huir.- Le contesté. Pasé mi brazo por
encima de los hombros de Ana.
-Se ven muy lindas pero eso no las excluye de su trabajo, tienen un
módulo.-
-Sí, profe.- Dijo la rubia.
-Sí, profe.- Agregué burlona y Ana me dio un codazo en mi costado
derecho. Me retorcí porque aún seguía muy sensible.
-Lo siento.- Se disculpó de inmediato. De reojo vi a Norma
acercándose.
-¿Qué pasó?- Me recompuse y levanté mi playera. -¡Dios mío! Lara,
¿cómo te hiciste eso?-
-Con mucha fuerza.- Puse mis manos sobre mis rodillas.
-Cuando fue por mí al bosque se tropezó y cayó sobre una raíz o
eso cree ella, la cosa es que fue muy fuerte y se hizo eso.-
-¿Has tomado algo para el dolor?- Negué.
-No me duele tanto.-
-Sí, ya lo veo.- Me encanta la Norma sarcástica. –Ve a enfermería.-
-No me duele.-
-Deja de ser tan mula.- Las palabras de la rubia eran
contradictorias a su mano frotando mi espalda. –Vamos.- Asentí.
-Qué bueno que al menos le hagas caso a tu...-
-La voy a estrangular.- Norma, gracias a Dios, no pudo terminar su
comentario; fuimos interrumpidas por Ingrid.
-¿Qué pasa?- Contestó su hermana.
-Pasa que es una inútil.- Me eché a reír. –Dame a esta loca.- Dijo
jalando mi brazo.
-Después de que vaya a la enfermería.-
-El daño en el cerebro no puede repararse en la enfermería.- Espetó
la mujer agria.
-Jódete, bibliotecaria.- Ana y Norma reían. Me paré apropiadamente
y toqué mi costilla.
-Tienes dolor de caballo.-
-No. Me golpeé.-
-Sí, triste historia. Me importa un carajo.-
-¡Ingrid!- Norma golpeó la espalda de su hermana.
-Estamos en confianza, relájate por Dios. Estás peor que...-
-Yo.- Casi me desnuco al voltear a ver a Ana, la dueña de la última
palabra. Las tres nos echamos a reír.
-Vayan que tienen que terminar con su castigo antes del receso.-
Advirtió Norma. La rubia y yo asentimos y nos dirigimos a la enfermería. Mientras
caminábamos no podía quitarme la sonrisa del rostro.
-Así que como tú, ¿eh?-
-Me pareció apropiado.- Me eché a reír.
-Bastante apropiado, cariño.- La visita a la enfermería no duró
mucho; mostré el área afectada, me pusieron un poco de ungüento y en lugar de la
pastilla para el dolor recibí una pastilla para el resfriado. Lo cual agradecía ya que no
sé cuánto soportaría sin probar los labios de Ana. Rápidamente hicimos nuestro
camino a la biblioteca donde, gracias a los cielos, ya no estaba Olivia.
-Espero que al menos ustedes sepan leer.- Dijo Ingrid al vernos.
–La idiota no sabe que los libros de historia van en el estante que dice "Historia"-
Gesticuló de una manera muy graciosa que nos hizo reír. –Las cajas están en la parte
de atrás, apúrense que Norma anda de princesa hoy.- Asentimos y nos dirigimos al
fondo de la biblioteca.

La primera hora la pasamos trabajando; tres enorme cajas repletas de libros que
debíamos acomodar nos esperaban. Al menos estos no estaban llenos de polvo y olían
a nuevo. De vez en cuando volteaba a ver a Ana quien estaba muy concentrada en su
trabajo, fruncía el ceño y hábilmente leía las etiquetas en los estantes. Sonreí a verla,
como siempre y regresé a mi trabajo. Después de muchos minutos sentí que alguien
me observaba, levante la vista y vi a mi rubia con una enorme sonrisa y sus
adorables hoyuelos adornando sus mejillas.
-Hola.-
-Hola, cariño. ¿Cómo estás?- Respondí con una sonrisa igual de
grande que la de ella.
-De maravilla.- Estaba sentada sobre la mesa buscando libros entre
la última caja que nos faltaba. Me acerqué más a ella. -¿Y tú?-
-Súper.- Caminé aún más cerca y nunca perdí el contacto visual,
quería que supiera de mis planes. Asintió levemente. Di unos pasos más hasta quedar
entre sus piernas. Por fin quedábamos a la misma altura. Muy tímidamente posó sus
manos sobre mis hombros. –Más que súper.- Me aferré a sus caderas. -¿Estás
cómoda?- Asintió. -¿Segura?-
-Sí, cariño.- Noté cierta burla en su voz y comenzó a reír.
-¿No te gusta que te llame así?- Sentí sus manos jugar con mi
cabello.
-No me gusta...- Pegó su frente con la mía. –Me encanta.-
-Me encanta que te encante.- Lentamente me acerqué para besar la
comisura de sus labios. –Cariño.- Por segunda vez en el día me jaló hacia ella y me
aprisionó con sus brazos. Podría morir en este mismo instante y lo haría más que feliz
en sus brazos. Era ridícula la forma en la cual la estaba queriendo y necesitando.
-Significas mucho para mí, La.- Sentía su corazón palpitar. –Y me
aterra pensar que vendrán por ti y no te veré más.- Hice un intento por soltarme de
su agarre pero ella lo impidió.
-No pensemos en eso, por favor. Sólo quiero aprovecha el tiempo
contigo y cuando ese momento llegue buscaremos qué hacer. Juntas.-
-Prométeme que no me olvidarás.- Murmuró.
-Eso es imposible. No hay manera humana en la cual pueda sacarte
de mi mente, mucho menos de mi corazón. Siempre serás parte de mí.- Había algo
diferente en ella hoy, lo podía sentir. -¿Pasa algo?- Froté su espalda.
-Lo de siempre.- Contestó muy quedito. –Las mismas batallas de
todos los días.-
-¿Te alejó de mí?- Asintió.
-Y te contó mi secreto...-
-¿Tu...-
-¡Qué asco!- Nos separamos bruscamente al escuchar la voz de
Ingrid. Nos veían con cara... con la única cara que tenía, como si hubiera olido algo
feo. -¿Cómo es posible que...-
-Antes que...- Intenté decir pero me ganó.
-¿Cómo es posible que la abraces sabiendo que te puede pasar
pulgas?- Veía a Ana.
-Idiota.- Respondí aliviada.
-¿Ya acabaron con su sesión de lesbiabrazos?- Me eché a reír junto
con Ana. –Les queda media hora.-
-Gracias, amargada.-
-Cuidado con las ventanas.- Advirtió y regresó entre los estantes.
-A trabajar.- Dijo la rubia mientras se bajaba de la mesa.
Pasamos la media hora restante trabajando como la gente decente;
Ana me pasaba los libros y me decía en donde los tenía que poner. Los apilaba de dos
o tres para avanzar más rápido y ciertamente lo hicimos. La rubia sacó mi iPod de la
mochila y vimos que faltaban algunos minutos para el receso. Nos acercamos al
escritorio de Ingrid.

-Listo.- Le sonreí.
-Espero al menos hayas podido hacer algo bien en tu vida.-
-Muérdeme.-
-No es a mí a quién quieres morder.- Quedó viendo a Ana, la cual,
en cuestión de segundos se puso roja.
-Puede ser pero no es de tu incumbencia.- Respondí.
-Lárguense de aquí.- Señaló con su dedo índice la puerta. Con la
rubia comenzamos a caminar a la salido pero antes de llegar a la puerta la agria
mujer habló de nuevo. –Me alegra que te sientas a gusto con alguien, Cardozo.
Incluso si es esta mocosa.-
-Gracias, Ingrid.- Contestó tímidamente.
-Te agrado, admítelo.- Le dije juguetonamente.
-No pero después de ver lo que pasó con Torres y la forma en como
la ves puede que algún día se logre.- Le aventé un beso en señal de agradecimiento y
ella me mostró el dedo medio. Con una enorme sonrisa salimos de la biblioteca y nos
dirigimos al puesto de doña Coco por una preciada torta.
-Gracias a Dios que salimos antes así evitamos conflictos.- Habló
Ana, mientras nos servían nuestro desayuno.
-Los conflictos van a aparecer a cualquier hora, rubia. Es cuestión
de disfrutar la poca tranquilidad que tenemos mientras dura. Olivia no se va a quedar
de brazos cruzados.- Tomamos nuestro desayuno y nos dirigimos a una mesa alejada
de la que usualmente toma el clan. Cuando tomamos con nuestros asientos habló de
nuevo. –Creí que serías más mesurada.-
-No puedo. Bueno, sí puedo pero esto es... no sé como describirlo.
Odio la forma en como te ve y el como se dirige a ti. Es tan repulsivo. Una parte de
mí quiere estrellar su cara en la pared y la otra quiere entender qué mierda está mal
con ella.-
-¿Crees que... que... ya sabes.- Reí.
-No sé porque no entiendo.-
-¿Crees que haya dicho mi nombre?-
-No lo culparía.- Se sonrojó. –Y tiene que ver con eso porque se
puso fúrica en cuanto lo mencioné.-
-Deja de lado eso, Lara. Por favor.-
-¿Podemos no hablar de eso?- Me tomé la cabeza con ambas
manos. –Me duele la cabeza y esto no ayuda. Haré tanto como pueda para evitar el
tema pero si sigue jodiendo le voy a hablar de eso hasta que quiera quitarme la
lengua.-
-No creo que pase mucho tiempo para que lo desee.-
-Ana, no quiero hablar más del tema.- En ese instante toco la
chicharra que indicaba el receso. En un momento una marabunta de estudiantes
invadía el comedor; entre ellos el clan que no tardó mucho en enfocarnos.
Pidieron su desayuno y gracias a los cielos tomaron su mesa usual.
Pao trataba de divisarnos, levanté la mano para que nos notara y cuando lo hizo
sonrió ampliamente. Inmediatamente corrió a sentarse con nosotras. Comía y
platicaba con la chica menuda, era muy pero muy agradable. Al parecer el clan no
estaba muy ocupada con ella y simplemente la ignoraban pero algo en mí me decía
que no quedaría así. Veía a Ana constantemente viendo a la mesa de Olivia y
compañía; apenas y había tocado su desayuno.
-¿Qué pasa?-
-Nada.-
-Eres una terrible mentirosa.- Quise tomar su mano pero recordé
donde estábamos. –No podrás leer su mente, rubia. Relájate y desayuna, por favor.-
-Al menos ahora tienen más gente a su favor.- Habló Pao. –Ayer la
mayoría murmuraba que no habían venido por temor a Olivia pero muchos de ellos
están de tu lado, Lara. Nadie nunca la había enfrentado y antier les hiciste ver a
muchos que es una simple mortal.-

-Era mi objetivo desde el principio. No puede ser una hija de puta con todo el
mundo.-
-Lenguaje.- Dijo Ana muy pero muy bajito. Le sonreí. Estaba por
decir algo cuando Ofelia se acercó a nosotras.
-¿Me puedo sentar?- Todavía seguía sin ser de mis personas
favoritas pero le prometí a Ana que haría un esfuerzo.
-Claro.- Contesté cortésmente. Se sentó y nos dedicó una sonrisa.
-¿Listas para la clase con Omara?-
-¿Por qué lo dices?- Preguntó Pao.
-Todo el mundo hablaba de lo que pasó entre ustedes el lunes y
estoy segura que hará algo para intervenir.- Agregó la chica llenita.
Afortunadamente no hizo absolutamente nada. Fue una plática
acerca de la importancia del trabajo en equipo y nos pidió que diéramos nuestros
diferentes puntos de vista y estrategias que pudieran ayudar a mejorar o reforzar el
trabajo en equipo en nuestro salón. Cuando parecía que alguien quería jalar el tema a
lo que pasó ella rápidamente lo regresaba a lo que estábamos. Parecía que buscaba
enterrar el tema. Al salir de la clase creí por un momento que me pediría que me
quedara pero no lo hizo, simplemente se despidió de mí con una enorme sonrisa, al
igual que todos mis compañeros.
El resto del día pasó sin ninguna complicación y parecía que el clan
estaba en total calma, ni siquiera nos veían o hacía comentarios hacia mí o Ana.
Parecía que éramos unas compañeras más de clases pero algo dentro de mí no se
confiaba. Nunca lo hacía. Olivia no se calmaría después de lo que le dije y mucho
menos después de que gracias a eso tuvo un castigo. Ana me decía que las cosas las
resolveríamos juntas pero no me apetecía tener a Ana en medio de este alboroto.
La hora de la salida tendría que ser diferente; a partir de ahora
tendría la encomienda de llevar a Ana a la iglesia. En primera porque quería pasar
tanto tiempo como fuera posible con ella y en segunda para asegurarme de que el
clan no tuviera preparada alguna sorpresa para la rubia en el camino. Quizá estaba
exagerando pero nunca está demás ser precavida. Ahora fue el turno de Ana de
iluminarme con el nombre de algunas flores que encontramos en el camino y entendía
porque ella rió tanto la vez que lo intenté; no estaba ni cerca de adivinar.
Al haber mucha gente en la iglesia, ya que estábamos muy
próximos a la inauguración, nos despedimos con abrazó que no duró mucho.
Apestaba porque no la vería hasta el otro día, ya que el señor Cardozo me había
dado unos días para descansar. Llegué a casa, comí y me dirigí a la de Norma. Con
cierto temor me encaminé ya que tocaría fibras muy sensibles para ella pero era
necesario que supiera de la información que tenía. Me sudaban las manos y
constantemente las llevaba a mis costados. Toqué la puerta y en segundos la mujer
abrió.
-Lara, que gusto. Pasa.- Asentí y me dirigí al sillón sin decir un
palabra. Me senté rígida y esperé a que ella hiciera lo mismo. -¿Qué pasa?-
-Marcos.- Espeté en un tono serio. -¿De qué murió?-
-¿Quién te dijo?- La mujer empalideció en un santiamén.
-Lo escuché.-
-¿Quién?- La mujer permanecía parada a unos pasos de mí. –Lara,
¿quién?-
-No sé. Estaba en el lugar y momento equivocados. Por lo que te
voy a decir créeme que desearía nunca haber sabido.-
-¿Dónde lo escuchaste?-
-Cerca de aquí. No tengo ni la más mínima idea de quienes
pudieron haber sido.-
-¿Quiénes?- Por fin se sentó.
-Dos personas.-
-¿Qué escuchaste?-
-Primero me dirás de qué murió y después contesto todo lo que
quieras.-

-Dicen que fue un infarto. Alguna enfermedad congénita por su edad.-


-¿Lo crees?- Negó. -¿Por qué?-
-Se veía muy saludable.-
-¿Tenía problemas con alguien?-
-Una vez tuvo una fuerte discusión con Alberto.-
-¿El señor Cardozo?- Asintió.- ¿Por qué?- Esto cada vez se ponía
más extraño.
-Nunca me dijo qué había pasado. Simplemente lo dejó de lado y
yo también.- Tomó un respiro. -¿Qué escuchaste?-
-¿Confiabas en él?-
-Lara, deja de darle vueltas al asunto y dime de una vez qué pasa.-
-Ellos aseguraban que se...- Aquí vamos. –Que se acostaba con
Olivia.- No había ningún tipo de emoción en su rostro. Ni uno solo. Se quedó callada
por varios segundos con su vista fija en mí. -¿Norma?-
-Entonces era cierto.-
-¿Lo sabías?-
-Lo sospechaba. Tú mejor que nadie sabe que hay miradas que
dicen más que las palabras.- Escondió su cara entre sus manos. –No sólo escuchaste
eso, ¿cierto?-
-No. Creen que el papá de Olivia se enteró y... ya sabes.-
-Tendría mucho sentido.-
-No me lo tomes a mal pero esta información me tendría a mí
aventando cosas por toda la casa y llorando a mares.- Salió de su escondite y me vio
a los ojos.
-Sabía que Marcos tenía problemas de faldas y aun así lo acepté.
Una parte de mí quería sentirse acompañada... La ausencia de mi esposo me pegaba
fuerte en ese tiempo y creo que quise ponerle una curita a una fractura, ¿entiendes?-
Asentí. –Lo quise, sí pero no lo amé. Algo en mí no me permitía entregarme por
completo y agradezco eso. Lamento lo que pasó, por supuesto. Me dolió en el alma
pero de alguna manera él fue tejiendo su destino.-
-Hay algo más.- Viré mi vista a otro lado. –Puede que haya hecho
alusión a esto durante mi discusión con Olivia.-
-¡¿Qué?!- Abrió los ojos grandes. -¡¿Estás loca, Lara?!- Se tomó el
cabello. –Sólo a ti se le ocurren esas grandes ideas.-
-Ya me regañó Ana y le prometí que te diría a ti y al señor Cardozo.
Heme aquí.-
-Ay, Lara. ¿Qué voy a hacer contigo?- Se sentó al borde del sofá.
–Al menos esa novia tuya te está dando un poco de cordura.-
-No es mi novia.-
-¿Qué esperas?- Me eché a reír.
-Mejorarme del resfriado para que la pueda besar cuando me diga
que sí.- Le sonreí.
El resto del día lo pasamos hablando de Marcos y de cómo eran las
cosas cuando ella llegó aquí junto con su hermana y el señor Cardozo. Y la forma en
cómo el pueblo había reaccionado a su llegada. Prometimos hablar con el señor
Cardozo las dos para explicar lo que acaba de decirle y que él nos (me) guiara para
afrontar las cosas de aquí en adelante. Regresé a casa casi a las once de la noche. Me
despedí de la mujer de ojos expresivos con un enorme abrazo y me suplicó que me
mordiera la lengua antes de decir alguna tontera que me pusiera en peligro.
Al llegar a casa todavía tenía algo de energía por lo que me puse a
barrer y limpiar un poco la cocina. Mi tiempo aquí me había enseñado a valorar y
cuidar las cosas que tengo; sobre todo a tener un hogar medio presentable. Hogar.
Se sentía extraño pero estaba aprendiendo a ser independiente, aún faltaba mucho
pero iba en buen camino. A media noche llevé mi computadora a mi habitación y
como siempre dejé que iTunes hiciera su trabajo poniendo las canciones
aleatoriamente. Afortunadamente la pastilla había surtido efecto, podía respirar mejor
y no estaba tan gangosa como en la mañana.
Hice un pequeño repaso del día, de mis actividades, del castigo, de
Ana pidiéndome que no la olvidara, de su afán por hacer que me aprendiera el
nombre de las flores, de la charla con Norma y su brutal confianza para conmigo.
Pero también venía a mí la preocupación del clan y las posibles consecuencias de
revelarme contra ellos. Iban a ser tiempos complicados pero valdrían la pena. Mis
ojos comenzaban a cerrarse cuando escuché que tocaban a la puerta. Corrí
recordando lo que había pasado hace unas noches y rogaba a Dios que no fuera el
señor Cardozo de nuevo. Al abrir mi sorpresa fue grande.
-¿Qué haces aquí?- Ni siquiera había terminado de formular mi
pregunta cuando ya la tenía abrazada a mí. Correspondí su abrazo mientras frotaba
su espalda.
-No quiero tener pesadillas hoy.- Besé su cabeza.
-¿Qué puedo hacer por ti?-
-Abrazarme.- Susurró sobre mi hombro.
-Será un placer, cariño.- Se soltó de mí y comenzó a caminar a mi
habitación. –El placer más grande.- Sonreí mientras veía la perfecta silueta de mi
chica acomodándose en mi cama.

A/N Hola, queridos lectores. Heme aquí actualizando casi a la una


de la mañana cuando tengo partido a las ocho. No pueden decir que no los consiento.
Espero que su semana haya sido muy productiva y llena de muchas
alegrías y si hubieron tristezas o malos momentos que hayan servido como
aprendizaje. :) Tuve una pequeña charla con algunos de ustedes donde me
expresaban que la historia les ha dado perspectivas diferentes y les ha ayudado en
algunos aspectos. Y eso me alegra el corazón, saber que toqué al menos a una
persona con lo que hago me hace sentir muy pero muy útil en este mundo.
Sé que toco un tema muy pero muy delicado en cuanto al tema del
pasado de Ana. En mis años en AA me encontrado con casos extremos y que son
difíciles de olvidar. Casi todos tiene el común denominador de que creer que son los
únicos y que nadie puede ayudarlos. Ojalá todas estas personas tuvieran a una Lara
que les ayude a aliviar su carga. Toco este tema con todo respeto y sin afán de
lastimar a alguien. Simplemente deseo mostrar que por más turbio que se vea el
panorama siempre, siempre hay un rayo de sol.
Este capítulo es un importante en cuanto al desarrollo de los
próximos capítulos; lo que paso aquí se verá reflejado en lo que le pase
próximamente a nuestras chicas. Me atrevo a decir que la mayor parte del capítulo lo
escribí escuchando una maravillosa canción de un grupo de Power Metal de los 90's
llamado Conception y la canción "Soliloquy". Me obsesioné con ella y prácticamente
me la aprendí en un día xD Realmente espero que les guste el capítulo.
Quizá desaparezca un par de semanas porque es cierre de ciclo
escolar y esto se va a descontrola! Pero la buena noticia será que vacaciones se
acerca y me podré dedicar a esto tiempo completo y quizá por ahí se venga un
pequeño maratón ;)
¿Ya les dije que elcirculcolibri tiene cosas muy pinches chingonas?
Bueno, se los repito por si ya lo olvidaron xD Por fin actualicé "Mi Profe de Piano" y
@xiion17 me tiene esperando con ansias una nueva actualización de "Dos Semanas".
Que su fin de semana sea tan maravilloso como ustedes!
Saludos desde un frío rincón de México,
Ale :)
Capítulo 16

Mi vida hasta ahora ha tenido más bajos que altos y aunque no


reniego, no pasaría nada si las cosas hubiesen pintado un poco mejor. Pero si para
estar entre sus brazos tengo que pasar todo de nuevo lo haría sin pensarlo dos veces.
Se lo dije el día de la horrible pesadilla y es el mejor adjetivo para describirla, es mi
ángel. Un ángel un poco atrabancado pero mío, sólo mío. Desde que el día que me dio
su suéter para que me limpiara la cara llevo un diario; escribo todo lo que me hace
sentir, cómo es, sus gestos, sus muecas, sus repuestas tan perspicaces, su extraño
sentido del humor, todo. Y a veces siento que no hay suficientes palabras para
describir a mi Lara.
Hace unos minutos terminé mi entrada en el diario; escribí acerca
del día que me permitió quedarme en su casa a dormir con ella; hace exactamente
una semana. Fue tan respetuosa, tan gentil, tan amable, ella es todo lo contrario de
lo que proyecta. La chica mala es una fachada para un tierno oso de color rosa;
aunque le cueste admitirlo. A pesar de que le dije que necesitaba que me abrazara
nunca tomó la iniciativa, ella entiende a la perfección que los roces sorpresivos me
hacen daño pero no el de ella. Nunca me sentiría mal al sentir su piel contra la mía.
Descubrí que estando cerca de ella las pesadillas no aparecían, era
como si le tuvieran miedo a su luz. Era como si los demonios le temieran a Lara. Era
como si él, la respetara tanto como para irrumpir con su presencia mientras estaba
con ella. Lo comprobé cuando me llevé su playera pero lentamente su olor se fue
desvaneciendo y las pesadillas regresaron. Antes de correr a ella los días habían sido
sumamente difíciles; ni siquiera le dije a papá, no lo quería preocupar y mucho menos
quería preocupar a Lara. Suficiente tenía con el resfriado que aún la acosaba, el dolor
de su costilla y su, no admitida, preocupación por las acciones de Livy contra
nosotras.
Livy, solía llamarla así cuando recién nos conocimos era una chica
algo engreída pero tolerable. A pesar de siempre haber puesto barreras sociales entre
el resto de nuestros compañeros de ninguna manera podía imaginarme que
terminaría siendo el horrible ser humano que es ahora. Incluso varias veces me invitó
a comer a su casa y conviví con ella y su papá. He de decir que el doctor era algo
serio y rara vez lo vi sonreír, eso no implicó que fuera descortés conmigo, todo lo
contrario. Pero las cosas cambiaron y ahora Livy me odia y al doctor hace mucho que
no lo veo.
Suspiré fuertemente, buscando aplacar mis emociones. El iPod de
Lara marcaba que eran pasadas de las tres de la mañana. Tenía aproximadamente
cinco horas que no veía a la chica alta y ya la extrañaba. Hoy, como los últimos días
hemos platicado hasta el cansancio y cada vez confirmo más lo que ya sé; la quiero y
quiero todo de ella. Todo lo que ella es. Estoy muy pero muy joven pero sé que no
quiero a nadie más en mi vida que no sea Lara Orozco.
Y el darme cuenta de eso fue lo que desató mi insomnio; se irá.
Algún día vendrán por ella y no la veré más. No escucharé su voz, no la abrazaré, no
sentiré su dulce olor, mi corazón no se pondrá loco al escucharla llamándome cariño y
yo no sonreiré como tonta al saber que la voy a ver. Y aunque todos los días se
asegura de decirme que me quiere y llenarme de millones de elogios no creo que yo
sea suficiente como para que ella quiera quedarse. Quizá mi baja autoestima o mi
instinto pero algo me dice que Lara no regresará por mí cuando se vaya.
Así que tomé la decisión de aprovecharla al máximo, de estar con
ella tanto como se pueda, de conocer de ella tanto como pueda. De que no sea sólo
un vago recuerdo sino que sea el recuerdo más tangible, más perfecto y el más
hermoso que tenga. En dos días es su cumpleaños; ya tengo sus regalos listos. Yo sé
que le encantarán pero hay uno más que no sé si sea lo mejor. No quiero apresurar
las cosas pero también sé que corremos contra el reloj y no quiero quedarme con
preguntas sin contestar.
Seguí su consejo, puse el modo aleatorio y dejé que el aparato de
música hiciera su trabajo. La música que tiene aquí la describía a la perfección,
algunas toscas y con mucha energía, otras muy lentas y apasionadas, otras tan
sublimes que traen a ti los sentimientos más hermosos que puedan existir. Esa era mi
Lara, un poco de todo. Rápidamente me hice fan de varias de las canciones que tiene
y aunque a muchas las entendía por partes, me agradaban las voces o la música.
Pero lo que más me gustaba era sentirme cercana a ella a través de la música que
era tan importante en su vida. Con esto por fin encontré mi camino al mundo de los
sueños.
Como todos los fines de semana estaba despierta a las ocho de la mañana. Estando
con mi madre solía levantarme muy temprano, ya sea por el hambre, porque ella me
levantaba o porque él llegaba... no tenía una hora específica; la cuestión es que me
acostumbré. Papá al ver estas extrañas rutinas, en lugar de persuadirme de dormir
más encontró actividades que pudiéramos hacer juntos. En este caso, nos
levantábamos a orar y a hacer el desayuno juntos.
Fui a la habitación de papá pero me encontré que su puerta ya
estaba abierta así que caminé con dirección a la iglesia. Papá ya estaba en su
acostumbrado lugar frente al Cristo, con un pequeño cojín para poder hincarse en él y
el mío justo a su lado. Rápidamente caminé y me puse en mi lugar.
-Buenos días.-
-Buenos días, mi niña.-
-No me esperaste.-
-Tenía que hacer algunas peticiones en privado.- Dijo mientras me
veía con un sonrisa.
-Bien.- Le sonreí. Sabía que por más privadas que fueran terminaba
contándomelas. No había secretos entre nosotros.
-Comencemos.- Las sesiones más o menos una hora.
Todo dependía de las peticiones que hacíamos, las faltas que
cometíamos, las veces que fallamos a Dios pero sobre todo las veces que nos
fallamos a nosotros mismos. Papá siempre fue muy enfático con eso desde el
principio; fallarle a Dios es grave pero fallarnos a nosotros mismos e ir en contra de
nuestra naturaleza para buscar aceptación era el pecado más grande. El anteponer
nuestras necesidades por las necesidades de otros. Y al principio pensaba que eso era
egoísta pero cuando comencé a ponerlo en práctica entendí a lo que se refería papá;
tengo a mi lado la gente que realmente quiere estar conmigo.
Terminando nuestra hora de oraciones nos dedicamos a hacer
nuestro desayuno. Nos turnábamos los sábados y domingos, él decidía un día y yo el
otro. Eso nos mantenía comiendo tan variado como las cosas de aquí nos permitían y
a mí me ayudaba a aprender a cocinar más y más cosas. Papá fue el soltero que se
cocinaba solo, que se planchaba su ropa, que lavaba sus platos, que se hacía las
cosas por sí mismo a excepción de lavar la ropa. Y soy su viva imagen en ese
aspecto. Hoy, particularmente, estaba muy callado.
-Papi, ¿todo bien?-
-¿Qué sientes por Lara?- Su pregunta me tomó por sorpresa. Sirvió
huevos, plátanos y frijoles en dos platos; me dio uno a mí y se sentó en un extremo
de la mesa. Me acerqué a él y le dejé una taza de café.
-La quiero.- Tomé mi asiento a lado de él. –Creo que ya lo sabes.-
-¿Por qué la quieres?-
-¿Debe haber una razón en específico?- Estaba muy confundida. -
¿A qué quieres llegar?-
-A que si de verdad la quieres, por lo que ella es, o porque te está
brindando atención que no has tenido.- Dejé caer mi taza de café bruscamente sobre
la mesa haciendo que se derramara algo del líquido.
-¿Crees que la quiero porque es la única persona que se interesa
por mí?- Sentía mi voz temblar.
-No, mi amor. Lo último que quiero es ofenderte o hacer que te
sientas mal. He visto a Lara y he hablado con ella de esto que tienen y sé que te
quiere y que haría hasta lo imposible para protegerte. Pero quiero saber si realmente
la quieres o estás compensando lo que ella está haciendo.-
-Me duele mucho que digas esto, papi.- Las lágrimas comenzaron a
acumularse en mis ojos.
-Sé que estoy siendo cruel, Ana pero quiero que tú estés consciente
de lo que te pasa con ella y si es verdadero porque no quiero a dos pequeñas,
mayormente a mi pequeña, con el corazón roto. O atada a una persona que no
quiere.-

-Estoy enamorada de ella.- Dije de pronto. Me sorprendí al escuchar mi propia voz


diciendo eso. "Estoy enamorada de ella", la estoy queriendo más que a nada en este
mundo. –Estoy enamorada de ella.- Repetí casi en un susurro.
-Mi niña, es un sentimiento muy hermoso pero...-
-Sin peros, papá. Dios me la mandó por algo y yo la adoro con todo
mi corazón.- Papá me sonrió con ternura y tomó una de mis manos.
-Tienes razón, mi amor. Sin peros.-
-Papi, de verdad la quiero.-
-Ahora lo sé.-
-Y quiero pasar mi vida con ella.-
-Ana, aún eres muy joven y te queda mucha gente por conocer.-
-Díselo a mi corazón que comienza a descontrolarse por ella; díselo
a Dios que siempre que le pido una respuesta ella aparece o algo me lleva directo a
ella.- Tenía un nudo en la garganta. –Y sé que ella me quiere a mí, me lo demuestra
todo el tiempo, me hace sentir segura y... y las pesadillas se van cuando ella está.-
Tomé un respiro. –Pero también me gusta su mente, lo que dice, el que sea tan loca
y atrabancada, el que a veces el mundo se le pase de frente y no tenga la menor
idea, el que tenga un corazón enorme y no lo sepa. Porque nadie le ha dicho que es
buena, que es noble y que cualquiera sería feliz teniéndola a su lado pero está aquí,
conmigo. Y no la voy a dejar ir.-
-Aunque sabes que en algún momento vendrán por ella, ¿cierto?-
-Sí, papi y me aterra.- Agaché la cabeza.
-Si están destinadas a ser, Dios las pondrá en el mismo camino y si
no, meteremos mano para que se vuelvan a encontrar.- Veía los ojos de mi padre
arder de felicidad, de alegría, de algo que hacía que se viera tan contento. –Tu
felicidad es la mía, Ana.- Vi como se le aguaron los ojos. –Después de todo lo que has
pasado, de lo que hemos pasado, mereces un rayo de luz, un poco de tranquilidad.-
-Ella no es un rayo de luz, es el sol completo. Es la luna, las
estrellas... ella lo es todo.- Cuanto deseaba que Lara estuviera ahí conmigo para
abrazarla y decirle lo mucho que la quiero. A papá no se le quitaba la sonrisa de la
cara. –Si la conocieras como yo lo hago entenderías lo que te digo.-
-La conozco más de lo que imaginas sólo con ver el brillo en tus
ojos.- Me levanté, me senté en el regazo de papá y lo abracé tan fuerte como pude.
–Nunca te mueras, papi.-
-Nunca lo haré, mi amor.-
-Dios me ama, me mandó al mejor papá del mundo.-
-Nos ama, cielo. Nos ama porque me permitió conocer el amor más
grande del mundo a través de ti.-
El resto de la mañana pasó en completa tranquilidad; aunque yo
contaba los minutos para poder ver a Lara de nuevo. Hoy papá la había citado a la
una de la tarde, apenas eran las once y yo ya quería tenerla conmigo. Aunque
mayormente pasamos el tiempo ayudando o trabajando en cosas separadas, los leves
roces, las miradas y las sonrisas eran más que suficientes para mí. Hacía poco más de
una semana de que la había besado por primera vez y no me cansaba de ella.
Generalmente era ella la que cortaba los besos, supongo que no
quiere propasarse conmigo pero lo cierto es que quiero más. Su toque es como una
ardiente llama que quema por donde pasa y es una sensación que me agrada.
También la forma en como ella me toca me dice que me quiere y quiero que ella
también sepa que la quiero, de la misma forma. Tocándola. Sé que lo que ella
provoca en mí nadie nunca más lo hará. Me puse de pie y corrí al jardín de la casa,
quería verla y lo haría. Corté una rosa roja, una sola aunque si cortaba dos o tres
nadie lo notaría ya que abundaban. Busqué a papá quien estaba leyendo en la iglesia.

-Papi, ¿puedo...?-
-Puedes ir a verla, mi amor.- Volteó a verme y su sonrisa se hizo
más amplia al ver la rosa en mi mano.
-¿Crees que le guste?-
-Le va a encantar, hija.- Se puso de pie, caminó hacia mí y me
envolvió en un enorme abrazo. –El amor vive de detalles. Todos vivimos de detalles
pero más el amor. Así como cuidamos el jardín para tenerlo repleto de flores
preciosas, así se le hace al corazón. Regarlo, cuidarlo y que le dé el sol para que
florezca.-
-No era necesario todo eso.- Ambos empezamos a reír. –Pero es
información muy importante.- Le di un beso y salí del lugar.
El camino se hizo algo largo, como suele suceder cuando quieres
que las cosas marchen rápidamente. Con Lara habíamos adoptado la costumbre de
repasar los árboles y flores que nos encontrábamos en el camino. Más para ella que
para mí pero era algo que disfrutaba hacer con ella, entre muchas otras cosas. Las
tardes en nuestro escondite se hicieron cada vez más frecuentes. El charlar,
conocernos más a fondo, escucharla hablar de sus miles de travesuras era algo que
invaluable para mí. La confianza de Lara en mí y el que ella me mostrara partes de su
vida sólo hacía nuestro lazo más fuerte.
Llegué a la casa de Lara y las manos me temblaban, no
necesariamente por su presencia sino porque sería la primera vez que le regalaría una
rosa a alguien. ¿Y si no era suficiente para ella?, ¿y si no le gustaba? Mi mano que
estaba a punto de tocar la puerta se detuvo en el aire dubitativa. Era una mala idea.
Estoy segura que sus antiguos novios en la escuela le llevaban enormes ramos de
flores y yo tontamente quería hacerla feliz con una miserable rosa. Suspiré y giré mis
talones para caminar de nuevo a casa.
-¿A dónde vas?- Pegué un brinco al escuchar la voz de Lara detrás
de mí. Giré para verla y enmudecí. Traía puesto un short, un sujetador deportivo y
venía empapada. Supongo que venía de nadar. Se veía... tentadora. Esa es la
palabra. Mis ojos absorbían cada parte de ella. Su vientre plano y levemente
marcado, su piel blanca... –¿Algo que te guste?- Preguntó con una arrogante sonrisa.
-Sí... Mucho.- ¡¿De dónde salió eso?! La sonrisa de Lara se hizo más
grande.
-Siéntete libre de tocar.- Levantó las manos como presumiéndose.
-Gracias pero será en otro momento.- Gracias a Dios la cordura
regresó a mí después de varios segundos... aunque no desechaba su propuesta.
-¿Quieres pasar?- Asentí. Rápidamente abrió la puerta de su ahora
casa y me hizo pasar primero a mí. Le sonreí y ella me siguió. –Me cambiaré, no me
tardo.- Desapareció en su habitación mientras me dispuse a preparar algo de café
para las dos. Dejé la rosa sobre la isla y me puse a trabajar. Estaba tan entretenida
que no me di cuenta cuando Lara regresó a la cocina. Por segunda vez en un rato me
espantó.
-No te escuché.-
-Ya me di cuenta.- Se acercó a la isla y tomó la rosa. -¿Y esto?-
-Es para ti.- Dije sumamente apenada. –Sé que no es mucho y que
a lo mejor...- Se acercó más a mí y pegó su frente con la mía.
-Es perfecto.- Su piel estaba fresca, su cabello cayó sobre su rostro
y pequeñas gotas de agua caían sobre mis brazos.
-¿En serio?- Tenía sus preciosos soles verdes a unos centímetros de
los míos.
-¿Por qué siempre cuestionas lo que te digo?- Sonrió. –Esto es muy
valioso porque no es el regalo o el detalle lo que importa sino la persona que lo dé. Y
todo lo que venga de ti, Ana, lo adoro.- Dejó la rosa a un lado y tomó mi rostro entre
sus manos. –Tanto como te adoro a ti.- No esperé mucho y junté mis labios con los
de ella.

Lara, mi locura, mi sanidad, mi salvavidas, mi ángel... no había lugar más seguro que
sus brazos, ni sabor más dulce que sus labios. La quería, quería todo de ella y quería
que ella tuviera todo de mí, absolutamente todo. Mis miedos, mis ansiedades, mis
frustraciones pero también quería compartir con ella mis alegrías, mis sueños, mis
oraciones, mi perspectiva de vida, mi música, mi voz, todo lo que yo soy.
Sus labios lentamente se movían sobre los míos y yo la seguía. La
suavidad de sus labios hacía que mi corazón latiera incontrolablemente. Me aferré a
su cuello y la atraje más a mí, profundizando el beso. Sus delicadas manos vagaban
por mi espalda, de arriba hacia abajo, tentativamente dejaba una de ellas en la parte
más baja de mi espalda y sabía exactamente lo que quería; me asustaba pero me
asustaba más que yo quería que lo hiciera. Quería que me tocara.
Me separé de ella para tomar aire, me mantenía aún con los ojos
cerrados. Todo acerca de ella me volvía loca, su olor, su sabor, la calidez de su piel.
Lara me hacía sentir cosas que nunca creí que alguien llegara a hacerme sentir y
mucho menos que me gustara tanto lo que ella provoca en mí. A pesar de las fobias,
los miedos, las inseguridades, quería romper esas barreras, para ella y para mí.
-Hazlo.- Dije en un hilo de voz aún sin abrir los ojos.
-¿Qué cosa, cariño?-
-Baja... baja tu mano.-
-Ana, no quiero...-
-Sé que lo quieres... y... y una parte de mí... también lo quiere.-
-Mírame.- Acarició mis mejillas con sus pulgares. –Abre los ojos,
cariño.- Los abrí lentamente y ella me veía muy seria. Nunca la había visto así. –No
quiero que hagas cosas por mí, ¿de acuerdo? No quiero que te sientas presionada a
hacer ciertas cosas. Cuando el tiempo sea el adecuado y tú te sientas completamente
segura lo haré pero no así.-
-Quiero romper mis barreras.-
-Lo sé, cariño. Créeme que lo sé pero iremos poco a poco.- Una ola
de inseguridad se apoderó de mí, volteé la vista a la pared y Lara lo notó de
inmediato. -No es porque no quiera hacerlo... te puedo asegurar que quiero y mucho.
Todo lo que tú eres me enloquece, eso incluye tu cuerpo pero por ti puedo esperar un
millón de años.-
-Esperemos que no sea tanto tiempo.- Volvió a besarme con
ternura. –Te quiero.-
-También te quiero.- Volví a abrazarla y nos quedamos ahí por un
buen rato.
-¿De verdad te gustó la rosa?- Se echó a reír. –No te burles.-
-Deberías confiar más en mí.- Seguía escondida en su cuello.
-Confío en ti...-
-Pero no confías en lo que te digo...-
-No es así... bueno, creo que a veces me dices las cosas para
hacerme sentir bien.- Se separó de mí, me tomó de la mano y me arrastró al sofá.
-Vamos a hablar bien de esto, Ana.- "Ana", su tono era solemne.
-No te enojes...-
-No estoy enojada pero me... preocupa que pienses que hago o
digo las cosas para complacerte o para "hacerte sentir bien".- Gesticuló. –Creo que a
estas alturas deberías saber que no hago cosas para hacer sentir bien a nadie. Odio
hacer las cosas por quedar bien. Es un acto de hipocresía.-
-Estás enojada.-
-No.- Su rostro decía lo contrario.
-Perdón.-
-¿Por qué te disculpas? No has hecho nada malo, expusiste un
pensamiento que viene vagando en tu mente y yo estoy tratando de darle un cierre a
esa idea tonta que tienes.- Estaba molesta, lo podía notar pero ella hacía un enorme
esfuerzo por disimularlo.

-No quiero que te enojes...-


-¿Crees cuando te digo que te quiero?-
-Por supuesto que sí.- Contesté de inmediato.
-Lo que me acabas de decir muestra lo contrario.- Tomó un largo
respiro. –Es como que pusieras en duda mi amor hacia ti.- Vio hacia abajo. –Y sí, eso
me enoja y me duele.-
-Lara, yo no quise... soy yo, ¿de acuerdo? Es mi inseguridad de no
ser suficiente para ti... de que algún día te aburras, de que lo arruine.-
-¿Qué mierda tengo que hacer para que lo creas? Dime, por favor.-
Había un doloroso rastro de súplica en su voz. –¿Echarme encima a Olivia no fue
suficiente?, ¿hablar con tu padre, con Norma de lo enamorada que estoy de ti?, ¿qué
más tengo que hacer?-
-La, entiende que soy yo, por favor. Yo no creo que alguien pueda
quererme tomando en cuenta el equipaje que traigo... no sé si merezca que alguien
me quiera.-
-Norma tenía razón, esto es demasiado para mí.- Se puso de pie
rápidamente y se alejó de mí. –Me duele escucharte decir eso y me duele aún más
saber que no puedo hacer nada para hacerte cambiar de opinión acerca de ti misma.
Y si no puedo ayudarte, estoy demás en tu camino.-
-¡No!- Sentí como las lágrimas comenzaron a inundar mis ojos.
–Esto no es fácil, Lara. Tú nunca sabrías porque no has pasado lo mismo que yo... no
entenderías nunca lo sucia que me siento, lo indigna que me siento... soy la creación
de un monstruo.- Vi la tristeza reflejada en los ojos de Lara. –No me tengas lástima.-
-Te quiero demasiado como para sentir algo tan bajo por ti. La
frustración que siento ahora mismo... si pudiera materializarla estaría lanzando dagas
por cada poro de mi piel.- Me tomó bruscamente de la mano y me llevó al baño. Mi
corazón comenzó a latir rápidamente por la sorpresiva actitud de Lara. Me puso frente
al espejo y ella se puso detrás de mí muy pero muy pegada a mi cuerpo. -¿Qué ves?-
-Me veo a mí.- Dije tartamudeando.
-¿Qué ves?- A pesar de estar tan cerca de mí sus manos
descansaban sobre sus costados. –Describe lo que ves.- Vi al espejo y rápidamente
volteé la vista a otro lado. –Mira al espejo, Ana.-
-No puedo.-
-Puedes. Por supuesto que puedes hacerlo, Ana.- Su respiración se
había vuelto un poco más pesada... había un aura extraña sobre nosotras. –Hazlo,
cariño.- Después de muchos segundos tomé el coraje de ver al espejo.
-Cabello rubio.- Dije en un susurro.
-Un precioso cabello rubio.- Agregó Lara de inmediato.
-Ojos cafés.-
-Los más hermosos que he visto en mi vida.- Podía ver los oscuros
ojos de Lara a través del espejo.
-Labios delgados.-
-Deliciosos labios delgados.- Algo le pasaba a mi cuerpo al escuchar
a Lara diciéndome esas cosas y algo en mi interior ardía con fuerza. Sentía que algo
comenzaba a romperse.
-Piel blanca.-
-Tan suave como la seda.- Sin perder contacto visual lentamente
llevó sus manos a mis hombros y recorrió mis brazos lentamente. –Eres hermosa,
Ana. En toda la extensión de la palabra y esto es sólo la fachada. Detrás de esa
hermosa chica, hay una espectacular mujer.- Tenía sus labios muy cerca de mis
oídos, ella prácticamente me susurraba. –Mírate y admira lo hermosa que eres.
Cualquier persona caería ante ti sólo con verte.- Sentí un nudo en la garganta.
-Yo...-
-No lo racionalices... no le busques peros. Sólo observa a la
princesa que se refleja en el espejo.- Entrelazó sus dedos con los míos y cruzó
nuestros brazos sobre mi estómago. El nudo en la garganta se hizo más grande y
tenía unas enormes ganas de llorar.

-Sólo veo a una asustada niña...-


-Sigues viendo tu pasado, cariño. Esa niña temerosa se ha
convertido en una preciosa joven con una inteligencia descomunal; con un corazón
noble y una cálida sonrisa para quien la necesite.-
-No puedo simplemente olvidarlo.-
-No te pido que lo olvides, te pido que no dejes que ese hecho te
defina. No eres una víctima, eres una sobreviviente de un pasado algo oscuro. Y
ahora brillas con luz propia.- Su agarre se hizo más fuerte. –Vales mucho, Ana.-
-Tú también.-
-Lo sé y sé que soy digna de que alguien como tú me quiera.-
-¿Alguien como yo?-
-Sí, perfecta.-
-Yo no soy perfecta.-
-Lo eres para mí.- Cerré los ojos y busqué que las palabras de Lara
se grabaran en mi corazón y en mi mente.
-Valgo... mucho.- Balbuceé después de varios segundos en un
inquietante silencio. –Soy digna... de ser... querida.-
-Amada, respetada, adorada y venerada.- Besó mi cabeza. –Es un
gran avance, majestad.- Me eché a llorar. No lo soporté. Como pudo Lara me condujo
a su cama y lloré desconsoladamente sobre su regazo.
Una cadena se rompió hoy, una que no creí que algún día se
rompería; la de la desconfianza en mí misma. Por un momento en ese espejo vi a la
persona que Lara describía, realmente la pude ver y la imagen de la niña quedó
detrás de la joven; al menos por unos segundos y eso fue suficiente para comprender
que hay una vida después de lo que pasé. Aún me faltaba mucho camino por
recorrer, mucho por aprender pero hoy, lo que Lara había hecho por mí, es algo que
ni yo misma había intentado hacer.
Durante el tiempo que tardé llorando Lara no dijo ni una sola
palabra, ni una sola. Se limitó a acariciar mi cabello y mi espalda de vez en cuando.
En algún momento busqué una de sus manos y la entrelacé con la mía. Entendía que
era mi momento de reflexión, que era algo muy personal y ella simplemente estuvo
ahí para apoyarme, para no hacerme sentir sola. Sin embargo a ella le debía todo
esto. Ella había sido clave para poder ver un poco más de luz.
Cuando al fin pude dejar de llorar y recomponerme un poco, me
incorporé y busqué los brazos de Lara que ni tarda ni perezosa tardó en extender. A
veces me sorprendía la capacidad que teníamos de comunicarnos sin decir una sola
palabra, entendíamos nuestras necesidades; ya fuese por instinto o por conocer un
poco la una de la otra. Lo que fuera nos unía y mucho. Lara estaba penetrado fibras
de mi ser que ni siquiera sabía que existían o que fueran parte de mí. Ella me estaba
enseñando a ver el mundo con otros ojos.
-¿Mejor?-
-Mucho. Gracias.- Me sonrió y depositó un beso en mi nariz.
-Tenemos que buscar ayuda.-
-¿Tenemos?-
-Estamos juntas en esto... ambas lo necesitamos.- Sus ojos habían
vuelto a su color habitual.
-¿Quién podría ayudarme?-
-Puede ser Norma o puede ser Omara.-
-Tú...-
-No. En primera porque te quiero muchísimo y no podría ser
objetiva contigo y en segunda porque no quiero que me consuma. Pasaste por cosas
terribles, Ana y el que yo sepa de eso es motivación para buscar al maldito que lo
hizo y comérmelo a cucharadas.- Tomé su mano entre las mías.
-Lo siento.-
-No te disculpes. Estoy exponiendo lo que siento. No se trata de
buscar culpables, se trata de que nos comuniquemos.-

-No sabes cómo me has ayudado hoy, Lara.-


-Cualquier cosa por ti, cariño.- Le sonreí. Y me di cuenta que estar
con Lara me había ayudado a ser un poco más impulsiva.
-Hay algo más que puedes hacer por mí.- Dije a punto de entrar en
una crisis de nervios.
-Lo que sea.- Contestó de inmediato.
-Se mi novia.- Al principio se vio sorprendida pero después una
enorme sonrisa se posó en su perfecto rostro. A esto se refería Lara a confiar más en
mis instintos, a seguir mi corazón y mi corazón me decía que la quería a ella.
-Sí. Me encantaría ser tu novia.- Me acerqué lentamente a ella
hasta encontrarme con sus suaves labios y hacerlos míos.
No hay palabras para describir esto, la felicidad, la alegría, el júbilo,
la emoción incluso el sentimiento de incertidumbre y de miedo a lo que podríamos
enfrentarnos. Nada importaba si era con ella. Mientras las batallas fueran a su lado,
todo valdría la pena. Lentamente la fui empujando hasta que cayó sobre la cama y yo
encima de ella. En ningún momento dejamos de besarnos. Estaba muy incómoda por
lo que hice un intento de poner mis rodillas a los costados de Lara pero en cuanto lo
hice pasé a rozar un área muy sensible de la chica alta.
El leve gemido que escapó de sus labios me puso en alerta. Sus
manos dejaron de acariciar mi espalda, dejó de besarme y abrió los ojos al igual que
yo. Sus ojos habían cambiado levemente de color, de nuevo estaba oscuros y vi algo
que me asustó demasiado, algo que ya conocía muy bien. Esa mirada predadora que
anunciaba que algo pasaría, esa mirada que implicaba que él saciaría sus necesidades
conmigo; en sus ojos había lujuria. Rápidamente me alejé de ella.
-¿Qué pasa?- Preguntó confundida.
-Nada.-
-Por supuesto que pasa algo. Hace unos segundos nos besábamos y
ahora parece que hubieras visto a un fantasma.- Tragué y cerré los ojos.
-Quieres... quieres mi cuerpo.- Su respiración se volvió más errática
y casi podía sentir como se tensaba. Abrí los ojos y casi de inmediato agaché la
cabeza. No puedo con su mirada, ¿qué me hacía creer que soportaría que me tocara?
-¿Te deseo? Sí. Eres preciosa, Ana pero ya te dije que nada pasará
hasta que tú estés de acuerdo. Hasta que te sientas segura conmigo.- Muy
lentamente se acercó y tomó mi mano. –Nunca te obligaría a hacer algo que no
quieras. Nunca.-
-Lo siento.-
-No, yo lo siento. Creo que un poco más de autocontrol no me
caería nada mal.-
-Quiero que me toques, de verdad, es sólo que...-
-Y yo muero por tocarte pero todo a su tiempo, novia mía.- Casi se
me derrite el corazón al llamarme de esa manera. Levanté la vista con una enorme
sonrisa en la cara.
-Novia.- La sonrisa no me cabía en el rostro.
-¿Sí?- Respondió con una sonrisa juguetona.
-Te quiero.-
-Y yo a ti, cariño.-
El día del cumpleaños de Lara había llegado, bueno, faltaban aún
unos minutos pero me preparaba para ir a su casa. Papá insistió que me acompañaría
sólo para ir a dejarme y me concedió permiso para quedarme ahí por el resto de la
noche. Si tan sólo supiera que no es la primera vez que duermo en casa de Lara.
Eventualmente se lo contaría. Llevaba en una mano un ramo de rosas, ahora sí, un
formal y más decente; mientras que la otra mano iba ocupada con una pequeña caja
que había hecho para ella.
Durante el camino papá y yo bromeábamos sobre algunas cosas
pero evitábamos hablar de Lara, él intuía que algo había pasado ya que la sonrisa no
se quitaba de mi rostro. Como siempre no presionó, simplemente me dijo que se
alegraba de verme tan feliz. Merecía saber la causa de esa felicidad.

-¿Pa?-
-¿Sí?-
-Lara es mi novia.-
-¿Ella te lo pidió?-
-No. Yo se lo pedí.- Papá volteó a verme sorprendido.
-¿En serio?-
-Sí.- No podía ocultar la sonrisa.
-Estoy muy orgulloso de que hayas tomado la iniciativa.- Me abrazó
fuertemente. –Me alegra mucho por ti.-
-Gracias por apoyar esto, papi.-
-No tienes que agradecerme por querer verte feliz. Si es una mujer
o un hombre la persona que logre eso no me interesa. En tanto tú estés contenta.-
-Estoy más que contenta.- Papá me abrazó fuerte nuevamente sin
decir una sola palabra. Estaba feliz por mí pero también le preocupaba que alguien lo
descubriera y a mí también me preocupaba eso. Papá me dejó a unos metros de la
casa de Lara corrí a tocar la puerta. En apenas unos segundos Lara abría bastante
asustada.
-¿Estás bien?- Extendí los regalos que tenía para ella. Su rostro se
suavizó bastante y se abrazó a mí.
-Feliz cumpleaños, ángel.- Me abrazó aún más fuerte.
-Me encanta cuando me llamas así.- La sentí sonreír. –Gracias,
Anita. Pasa.-
Lara fue a la cocina y puso agua en la pequeña tetera. Preparaba
las tazas de café mientras yo la observaba sentada en el sillón. Tomó una pequeña
jarra, la llenó de agua y puso las rosas ahí. Regresó al sillón y se sentó muy cerca de
mí. Tímidamente le acerqué la caja que llevaba.
-¿Quieres que lo abra ahora?- Asentí. Con una pequeña sonrisa
deshizo el nudo que había en la parte de arriba de la caja y quitó la tapa. De entre
pequeños pedazos de periódico fue sacando unas tarjetas con palabras en inglés.
Volteó a verme y me sonrió.
-Tienes que armar una pregunta.- Sacó todas las tarjetas y al
descifrar el mensaje volvió a buscar mis ojos.
-Ya te había dicho que sí.-
-Bueno, se suponía que debía esperar para hoy pero no pude.- En
la mesa se podía leer, "Do you want to be my girlfriend?"
-Me alegra saber que tu inglés mejora.-
-Me sentía capaz de hacer algo tan simple como esto.- Me acerqué
a ella y me senté sobre su regazo. Ella rápidamente me aprisionó con sus brazos y
besó mi cabeza.
-Gracias, por las flores y el regalo.- Todavía faltaba un regalo pero
ese se lo daría durante la comida.
-Un placer.- Me quedé en la comodidad de sus brazos simplemente
disfrutándola. –No te vayas.-
-No iré a ningún lado.- Me levantó la cara con uno de sus dedos.
–Al menos no sin ti.- Busqué sus labios y comenzamos una lenta danza. Me aferré a
su cuello mientras ella lo hacía con mi cintura. Nos separamos cuando la tetera
comenzó a sonar. Le di un suave beso.
-Voy yo.- Cuando regresé Lara luchaba por tener los ojos abiertos.
-¿Cansada?-
-Un poco. Todavía no me acostumbro a nadar diario y me está
matando un poco.-
-Vamos a la cama.- Una enorme sonrisa apareció en su rostro. Dejé
las tazas en la mesita, a lado del mensaje que le había escrito y le di un golpe en el
hombro. –A descansar, pervertida.-
-¿Tengo permiso de hacer comentarios... subidos de tono?- ¿Me
estaba pidiendo permiso?
-No pediste permiso para esa insinuación.- Le sonreí.

-¿Te molesta?-
-No.-
-¿Segura?-
-Deberías confiar más en mí.- Regresé las palabras que ella me
había dicho.
-Confío a ciegas en ti, cariño.-
Hablamos de alguna que otra cosa más mientras terminábamos
nuestras respectivas tazas de café. Aunque ella insistía en seguir platicando cada vez
la veía más adormitada así que me puse de pie y extendí mi mano para que la
tomara. No lo pensó dos veces y nos dirigimos a su habitación. Mi ropa era bastante
cómoda por lo que simplemente me quite los zapatos y me metí a la cama. Lara hizo
lo mismo pero lo siguiente me heló. Pasó un brazo sobre mi cintura y acomodó su
cabeza en mi pecho.
-Quiero que me abraces.- Ahora los papeles se invertían; yo velaría
su sueño y la apapacharía hasta que quedara durmiendo. Realmente me quiere. Me
congelé al sentirla porque hace unos días ella fue sincera al decirme que nunca
durmió con alguien después de mantener relaciones sexuales. Ella se iba o hacía que
los chicos se fueran. Dos personas para ser exactos. Y sentía una pizca de celos al
saber que alguien más la había besado.
Recuerdo sus palabras: "Nunca he dejado que alguien me sostenga.
No va conmigo." Y hoy, un día especial para ella y para mí, me pide lo que no ha ido
con ella en su corta vida. Teníamos algo especial, algo fuerte... algo fuera de lo
común pero más puro que muchas de las cosas "aceptadas" por el mundo.
Me quedé acariciando su cabello por no sé cuánto tiempo, sólo sé
que quería sentirla así de cerca siempre. Regresaron a mí las palabras que le había
dicho a papá, estaba enamorada de ella. Muy pero muy enamorada de ella. Su trato
era fundamental pero había algo más, algo más fuerte entre nosotras. Creo que el
sentir esa fuerte energía desde que nos conocimos hizo que no nos agradáramos
mucho pero eventualmente esa energía nos terminó juntando. Lo agradecía con todo
el corazón. Después de un maremoto de pensamientos me quedé dormida con mi
novia entre mis brazos.
Cuando desperté Lara aún dormía profundamente, ya no estaba
sobre mi pecho pero seguía como hiedra aferrada a mí. Con mucho cuidado quité su
mano de mi estómago y me puse de pie. Me quedé un momento contemplándola, era
hermosa. A veces siento que cuando me describe realmente está hablando de ella. Su
cabello alborotado y su boca ligeramente abierta la hacían ver tan linda y algo
graciosa a la vez. Se movió levemente, se reacomodó y soltó un pequeño ronquido.
Sonreí. Cuánto la quería. Me acerqué, dejé un beso en su frente para después ir a la
cocina a prepararle el desayuno.
Afortunadamente hace un par de días fuimos a hacer las compras
juntas, Lara aún tenía problemas con esa parte. No sabía bien que comprar y
recuerdo como entre bromas me pidió que le hiciera las compras, ¿cómo podría
negarme? Recordé lo mucho que le gustaban los plátanos fritos así que me dispuse a
hacer eso y sándwiches. Era de lo que más extrañaba de su antiguo colegio; los
sándwiches que preparaban. Así que me dispuse a preparar uno parecido. Algo de
café y jugo. La ventaja con Lara es que podía pasar un tren a lado de ella y ni lo
notaría, dormía como un oso. Esto me dio la oportunidad de preparar todo; tuve que
improvisar y usar una tabla de cortar como charola.
Con mucho cuidado llevé las cosas a su habitación y las dejé sobre
el buró. Corrí de vuelta a la sala y tomé una de las muchas rosas que había cortado
para ella, regresé a la habitación y la puse junto al jugo de naranja. No tardaría
mucho en despertar al sentir el olor de la comida tan cerca de ella. De nuevo me
quedé observándola con detenimiento. Tenía unas enormes pestañas que adornaban
sus preciosos ojos verdes. Sus cejas eran pobladas pero las tenía muy bien cuidadas,
no se veía tosca. Sus pómulos no eran tan prominentes... pasé mi dedo índice sobre
uno de ellos. Luego sus labios delgados y delicados... su preciosa nariz respingada.

De lado derecho, muy cerca de su mentón tenía una cicatriz algo extensa, una debajo
de la ceja y otra más justo debajo del ojo. Lo cerca que estuvo de lastimarse
severamente. Se cayó de un árbol para su mala fortuna aterrizó sobre una pequeña
rama que estuvo a milímetros de incrustarse en su ojo. Muchas de sus anécdotas
eran para reír por horas y otras para agradecerle a Dios porque aún sigue viva. No
me imagino a Lara de madre tendría que enfrentarse, muy probablemente, a
pequeños como ella. Y si Dios me quiere tanto como para dejarme con ella,
tendríamos pequeños de radiantes ojos verdes.
Cuando me enteré de que no podría tener hijos, poco me importó
realmente. Mis pensamientos estaban enfocados en superar lo que había pasado.
Aunque la doctora me dijo que era un problema que ya venía en mí algo me decía
que él había tenido que ver con eso. Sabía que cuando encontrara a una persona con
quien compartir mi vida replantearía esto. Y aunque apenas llevamos unos días de
novias sé que pasaremos mucho tiempo juntas y sí, me atrevo a soñar con una
familia junto a ella.
-¿Qué pasa?- Me asusté al escuchar su voz. Estaba tan metida en
mis pensamientos que no me di cuenta cuando ella abrió los ojos.
-Sólo pensaba.-
-Eso no es un buen augurio.- Le di un pequeño golpe. -¿Esa es la
manera de darle los buenos días a tu novia?- Le sonreí, me incliné un poco para
depositar un beso en su frente.
-Buenos días, ángel.- Buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos.
-Buenos días, cariño.- Llevó lentamente mi mano a sus labios para
besar mis nudillos. -¿Dormiste bien?-
-Muy bien. Gracias. ¿Y tú?-
-Espectacularmente.- Me sonrió ampliamente. -¿Y eso?-
-Tu desayuno.- Aplaudió animadamente y en un santiamén estaba
de pie y corría al baño, seguramente a lavarse los dientes. Mientras Lara se aseaba,
regresé a la cocina para ir por mi desayuno. Vi a Lara pasar rápidamente de vuelta a
la habitación; esta mujer sólo pensaba en comer. Cuando llegué con Lara ella ya tenía
en su mano la taza de café. -¿Te importa decir la oración?- Negó. Esperó a que me
sentara a su lado.
-Gracias Dios por los alimentos que hoy nos das. Te agradezco por
un año más de vida, por las lecciones aprendidas aquí, por la gente que he conocido
pero especialmente te agradezco por Ana.- Permanecía con los ojos cerrados y la
cabeza agachada. –Gracias por ponerla en mi camino.- Guardamos silencio unos
segundos.
-Gracias por permitirme estar aquí a pesar de las adversidades, sé,
ahora, que todo tiene una razón de ser, todo obra para bien cuando nuestra mente
está abierta. Gracias por mi ángel, por enseñarme que hay gente buena en este
mundo. También agradezco por ponerla en mi camino y espero que la dejes ahí...-
-Siempre.- Abrí los ojos de inmediato y busqué los ojos de Lara.
Ella me veía intensamente.
-¿Siempre?-
-Siempre.- Dejé su taza de café junto con el resto de su desayuno y
se acercó más a mí. –Todavía no comprendes lo que significas para mí, ¿cierto?-
-Sí es parecido a lo que siento por ti puedo hacerme una idea.- Me
acerqué más a ella y descansé mi frente sobre la de ella. Lara llevó su mano a mi
mejilla. –Ángel.-
-Cariño.- Acercó sus labios a los míos y me besó con una ternura
que creí que moriría ahí mismo. Quería mostrarme lo que ella siente por mí y lo
estaba logrando. No quise moverme mucho porque tenía mi desayuno sobre mis
piernas y no quería tirarlo. Lara lo notó y se separó de mí con una enorme sonrisa.
–Este es el mejor cumpleaños de mi vida.-
-Me alegra saber eso.-
-Y debería alegrarte más que todo esto es por ti.- Se acercó de
nuevo a darme un rápido beso y tomó de nuevo su taza de café. –Deberías ser un
ninja, nunca te escuchaba venir y ahora te escabulles de la cama sin que lo sienta.-
-Bueno, no eres muy fácil de despertar que digamos.- Se echó a
reír.
-Te doy eso.- Pasamos el resto de la mañana entre besos y
abrazos, disfrutando la una de la otra y eso hasta ahora era lo mejor de mi vida.
Verla sonreír y saber que yo tenía que ver con eso era la sensación más agradable del
mundo. Pero muy acostumbrada a mi pasado, sabía que los mágicos días de alegría
siempre venían acompañados de un poco de tormenta. Y sabía que la tormenta se
llamaba Olivia.

A/N ¿Por qué los querré tanto, arroba Dios?


Mis queridos lectores, después de más de dos semanas sólo he
podido avanzar con un capítulo y menos de un cuarto del 17... Sabía que mi trabajo
impediría que tuviera mucho tiempo para escribir pero lo que no me esperaba era que
la lesión del hombro regresara y eso me tiene muy apagada. Sin embargo no quise
dejarlos tanto tiempo sin las chicas, así que aquí tienen.
Espero que las vacaciones me suban el ánimo para poder
consentirlos como se merecen.
Saludos desde un agüitado rincón de México,
Ale
Capítulo 17

Hasta ahora Ana se había portado como la mejor novia del mundo.
Estaba adorando absolutamente cada momento que pasaba con ella. Anoche me
asusté muchísimo al escuchar que alguien llamaba a la puerta, desde la vez que el
señor Cardozo vino a mí había quedado un poco paranoica. Pero el verla con una
enorme sonrisa me desarmó; apenas y pude echarme a sus brazos. Las rosas no eran
particularmente mis flores favoritas pero viniendo de ella eran las más hermosas y
qué decir de la caja. Me conmovió profundamente el hecho de que ella tomara la
iniciativa. Mientras yo moría de nervios de pedírselo, le agradezco que se haya
adelantado.
El día anterior había sido particularmente malo en la cuestión física,
me recuperaba lentamente de la costilla y aunque ya entrenaba sabía que no estaba
del todo bien. Por lo que durante las mañanas nadaba un poco y vaya que fue un
error, el dolor el monumental. Como pude me las arreglé para pasar el día, por
supuesto, nadie supo de esto hasta la noche cuando Ana me sorprendió. De verdad
que quería estar con ella y platicar tanto como pudiéramos pero el cansancio era
excesivo.
Cuando la vi acostada en la cama millones de imágenes pasaron
por mi mente. No soy indiferente a lo que Ana es y lo que me provoca; sin embargo
el simple hecho de recordar su cara días atrás cuando tuvimos una ardiente sesión de
besos hizo que la calentura se me bajara. Pero así como ella provocaba eso, también
provocaba que mis barreras cayeran y le dieran paso a su luz. Fue así como me atreví
a pedirle que me abrazara... nunca nadie lo había hecho porque era un acto
demasiado intimo para mí... muy personal que no debía pasar con cualquiera.
Ana se vi tan sorprendida que sentí que le costó un poco hacerlo,
sólo bastaron algunos segundos para que se recompusiera y me sostuviera
amorosamente en sus brazos. Aunque el cansancio era mucho me desperté alrededor
de las tres de la mañana, al principio perdí la noción de lo que había pasado y me
sobresalté un poco. Pero luego sentí el olor de Ana y todo regresó a mí, las flores, la
caja, la pregunta que armé, el beso... me senté un momento y la admiré. Se veía tan
bonita, tan calmada... la luna hacía un maravilloso trabajo sobre su cuerpo y rostro.
Su luz atravesaba la ventana y alumbraba lo suficiente para verla.
Realmente no sé cuánto tiempo pasé observándola, es sólo que no
me cansaba de hacerlo y juro por Dios que nunca me cansaría de hacerlo. No había
manera de describir cuánto la quería; bueno... quizá sí hay una palabra pero creo que
aún es muy pronto. No tenía miedo al sentimiento, tengo miedo a lo que conlleva y
definitivamente no quería presionarla. Llevaría las cosas tan tranquilas como se
pudiera y esperaría pacientemente para cuando ella esté lista para avanzar.
Por fin pude dormir cuando me reacomodé de nuevo en su pecho y
me dejé llevar por su dulce olor y su tranquilo ritmo de respiración. Cuando me
desperté ella no estaba conmigo pero un delicioso olor me levantó. Me había llevado
el desayuno y eso ni la bruja lo había hecho, ni nadie. En verdad estaba emocionada
con el gesto que tuvo conmigo. La pasamos de maravilla. Como le dije, para mí, era
el mejor cumpleaños de mi vida y estaba más que segura que lo recordaría siempre.
Tenía apenas unas horas que se fue y ya la extraño. Tenía que
estar en la iglesia a las dos, esas fueron las instrucciones del señor Cardozo, así que
sólo tenía que esperar unas horas más para verla de nuevo. Me dispuse a limpiar la
casa; curiosamente esto se había convertido en una rutina que disfrutaba muchísimo
hacer. Comprendí que me gustaba estar en un lugar ordenado, disfrutaba teniendo
las cosas a mi manera; cocinarme también se había vuelto algo fundamental para mí.
Me hacía sentir más autosuficiente y era un recordatorio de que lo podía todo siempre
y cuando tuviera la disposición de hacerlo.
Hoy opté por no ir a nadar, después de arreglar la casa y desayunar
regresé a la cama donde el olor de Ana reinaba... me acosté del lado donde ella
estaba y con una enorme sonrisa recordé todo lo que había pasado durante la noche.
Todo fue tan perfecto, tan maravilloso que deseaba que nunca se acabara el día.
Cerré los ojos y enterré la cara en la almohada. Constantemente me sorprendía lo
que ella me hacía sentir, la forma en cómo enloquecí por ella era bastante fácil de
entender pero a la vez un misterio.

-Te amo.- Dije sobre la almohada mientras mi pecho latía frenéticamente. –Te amo
más que a cualquier cosa en este mundo. Más que al voli.- Sonreí.
Me aferré más fuerte a la almohada y me quedé ahí por mucho
tiempo. Era como sentirla muy cerca de mí, como si aún estuviera sosteniéndome en
sus brazos. No puedo y no quiero estar lejos de ella y si mis padres vienen tendrán
que buscar hasta en los putos árboles para encontrarme, no me iré de aquí. Mi
corazón pertenece con ella y aquí me quedaré. Y si me voy ella viene conmigo, no sé
cómo mierda lo haré pero no permitiré que nos separen. Brinqué cuando escuché que
alguien llamaba a la puerta. Lentamente me puse de pie y fui a abrir. Al otro lado una
sonriente Norma me veía.
-Feliz cumpleaños, pequeña.- Extendió los brazos y ni tarda mi
perezosa me eché sobre ellos.
-Gracias, mamá.- Rápidamente se soltó del abrazo y me empujó.
–Es mi cumpleaños, déjame molestarte a gusto.-
-Eres imposible.- Le sonreí y la volví a abrazar. –Me alegra tenerte
aquí Lara. Alegras mi vida.- La abracé más fuerte.
-Me alegra serte útil.-
-Eres más que útil, pequeña. Te quiero mucho.-
-También te quiero, Norma.-
-¿Puedo vomitar?- Sonreí ampliamente al escuchar la voz de Ingrid.
-Hola, bibliotecaria.- Me separé de Norma.
-Feliz cumpleaños, mocosa. Que la vida no te muerda el trasero.-
Norma se echó a reír.
-Gracias por tan motivadoras palabras, Ingrid.-
-Ten.- Extendió una pequeña caja frente a mí.
-¿Es un animal muerto o heces?-
-Te dije que no funcionaría.- Dijo Norma.
-¡Mierda! Juntarte con mi hermana te ha hecho más inteligente.-
Me reí.
-Bastante más.-
-Apresurémonos a la iglesia que ya quiero comer.- Espetó la mujer
amargada.
-¿Qué?- Volteé a ver a Norma.
-Recuérdame nunca decirle secretos a esta mujer.- Se tomó la
cabeza.
-¡Sorpresa! Te preparamos una comida.- Aplaudió burlonamente y
me arrastró fuera de la casa. –Ahora mueve el culo, mocosa que muero de hambre.-
Estaba muy sorprendida por el hecho de que se hayan tomado la molestia de
prepararme algo pero era imposible no reaccionar ante el ácido humor de Ingrid.
Mientras caminábamos platicábamos sobre diversos temas con Norma, Ingrid sólo
intervenía para decir alguna que otra estupidez.
-Dijiste "preparamos"- volteé a Ingrid. -¿quiere decir que tú
cocinaste?-
-Preferiría cocinarte a ti que cocinar para ti.- Norma y yo no
aguantamos la risa.
-Estamos en sintonía bibliotecaria.-
-Pretende que no sabes nada.- Acotó Norma. –Ana estaba muy
emocionada preparando esto.-
-¿Ana?-
-Sí, tu lesbiamiga preparó todo esto.- Habló la bibliotecaria. –Muy
contenta llegó a invitarme a mi casa.-
-No entiendo porque te invitó.- Dije con una sonrisa.
-Fácil, porque sabe que me amas.- Entre bromas, burlas e
intervenciones de Norma llegamos a la iglesia, la cual estaba sorpresivamente
cerrada. Caminamos a la puerta trasera, Norma tocó y casi al instante el señor
Cardozo abrió.
-Dulce Lara, felicidades.- Dio un paso al frente y me dio un fuerte
abrazo. –Pasa, por favor.- Sabía que debía hacer como si no sabía nada pero el
interior del lugar me dejó con la boca abierta. Había globos de colores decorando todo
el lugar, la mesa tenía un mantel puesto y había platos y cubiertos acomodados
pulcramente. Cerca de la mesa había una cartulina, reconocí la letra de Norma, la de
mi rubia, había otra que supongo era del señor Cardozo y no había que ser un genio
para saber quién escribió "muérdeme".
Al fondo del lugar divisé a Ana, llevaba el cabello levantado y usaba un vestido rosa
que le llegaba a las rodillas junto con unas sandalias blancas. Se veía preciosa. Con
una enorme sonrisa avancé hasta ella, la abracé y la levanté del piso. Se sorprendió
por lo que dio un pequeño grito que fue remplazado por una carcajada cuando le di
un par de vueltas. La puse de nuevo en el piso y pegué mi frente con la de ella.
-Te adoro.- Llevó sus manos a mi cara.
-Te adoro, ángel.- La volví a abrazar con fuerza.
-¿Es el día del amor o qué? Quiero comer.- Me eché a reír al
escuchar a la bibliotecaria. Tomé de la mano a Ana y la llevé cerca de la mesa. Jalé la
silla para que se sentara, después yo tomé asiento junto a ella.
-¿Necesita ayuda, señor?- Pregunté.
-No, dulce Lara. Siéntate y disfruta de tu día.- Jugaba con los dedos
de Ana y ella me veía con ternura. Norma me pasó un vaso con agua de color
verdoso. Asumía que era de pepino, no era particularmente algo agradable pero no lo
desechaba por completo.
-¿Tú preparaste todo esto?- Asintió. –No era necesario.-
-Es sólo una pequeña retribución de todo lo que tú me das.- La vi
sonrojarse. -¿Te gusta?- Preguntó tímidamente.
-Es la mejor sorpresa que he recibido, Ana. Muchas gracias.- Me
acerqué más a ella y deposité un beso en su mejilla. –Eres increíble.-
-¿Qué son?- Cuestionó Ingrid con una leve sonrisa.
-Es mi novia.- El corazón comenzó a saltarme de alegría con el tono
orgulloso de voz de mi rubia.
-¿No había algo mejor?- El resto de los adultos se echó a reír,
también Ana.
-No hay mucho de donde escoger.- Dijo para mi sorpresa y rió más
fuerte al igual que Ingrid.
-Ya has pasado demasiado tiempo con ella.- La volteé a ver muy
seria; sólo bastó que hiciera un pequeño puchero para que la sonrisa regresara a mí.
–Me las vas a pagar.-
-Pueden arreglar esas cosas en la cama.- Sugirió Ingrid. Escupí el
agua que estaba bebiendo y Ana buscaba algo en el techo.
-¡Ingrid!- Reprendió rápidamente Norma. –Compórtate por el amor
de Dios.-
-Es una opción sana y no pueden quedar embarazadas. No pasa
nada.-
-¡Dios mío!- Tomé a Ana de la mano y la arrastré al patio.
–Suficiente por hoy.- Vi al señor Cardozo riéndose mientras nos veía salir de la
cocina.
-También pueden arreglarse en el pasto o cualquier superficie
sólida...- Comencé a tararear lo más fuerte que pude para evitar escuchar a la loca de
Ingrid. Cuando por fin llegamos Ana estalló en risas aunque aún tenía las mejillas
sonrojadas.
-La odio.-
-Claro que no.- Dijo Ana buscando mis brazos.
-No, por supuesto pero es tan...-
-Directa.-
-Sí.- Besé la cabeza de Ana. –No sé cómo Norma la soporta.-
-De la misma manera que te soporta a ti.- Me alejé de ella.
-¿Perdón?- Estaba aguantando la risa. –Muy graciosa, rubia.-
-¿Lo que dijo es común?- Se escuchaba curiosa.
-Bastante. Mucho usan la química sexual para arreglar sus
problemas.-
-¿Hablan mientras...-
-No podría decirte a ciencia cierta, cariño. No he pasado por esa...
etapa.-

-¿Tú crees que nosotras... pasemos... esa etapa?-


-No lo sé, Anita. Cuando ambas estemos preparadas lo sabremos.-
-Mejor dicho cuando yo esté preparada.- Enfatizó el "yo".
-Si tú no lo estás yo tampoco, así de simple.- Tomé su mano. –Te
esperaré todo lo que necesites, cariño.- Se abrazó de nuevo a mí. –Te he echado
mucho de menos.-
-Y yo a ti, La.- Se aferró más a mí. –Cada vez me cuesta estar lejos
de ti.-
-A mí también.- Descansé mi mejilla sobre su cabello. –Te quiero
demasiado, Ana. No puedes imaginar cuanto.-
-También yo, ángel. También yo.-
-Niñas, a comer.- Escuchamos la voz del señor Cardozo. De nuevo
llegamos de la mano y la ayudé a acomodarse en su silla. Sólo nosotras hacíamos
falta. –Gracias Dios por los alimentos que pones hoy en nuestra mesa. –Comenzó el
hombre alto. –Bendice a los animales que fueron sacrificados para hoy podamos
degustar esto y bendice las manos que lo prepararon. Te agradecemos especialmente
por darle un año más de vida a Lara y todos aquí estamos muy agradecidos de
conocerla y poder compartir hoy con ella. Sigue bendiciéndola y permite que se quede
más tiempo con nosotros.- Sus últimas palabras casi me hacen llorar. Me quería aquí,
me querían aquí. –Amén.-
-Amén.- Contestamos todos.
Mole, bendito mole. Podrían envenenarme usando mole; era de mis
comidas favoritas por excelencia. Una de mis nanas solía hacerla únicamente para mí
ya que la bruja decía que era una comida muy condimentada y papá comía
prácticamente lo que ella quería. Dejé de lado mis pensamientos de la bruja y me
centré en la deliciosa comida que tenía frente a mí. El mole veía acompañado de arroz
con trozos de zanahoria, sabía que Norma lo había preparado. Amaba su arroz y todo
lo que ella cocinaba.
-¿Cómo van las cosas entre ustedes?- Rompió el silencio Norma
después de varios minutos en los cuales nos dedicamos a comer.
-Bien.- Respondí.
-Así de bien, ¿eh?- Respondió burlona.
-No soy fan de ventilar mi vida privada, sin ofender.-
-Es totalmente entendible...-
-Quiero detalles o lo diré.- Todos nos echamos a reír al escuchar a
Ingrid. -¿Qué? Lo decía en serio.-
-No, porque todos los reflectores estarían sobre ustedes.- Agregó
Ana.
-Yo no tengo nada que ver aquí.-
-Te han visto convivir con Lara y de vez en cuando conmigo.- De
nuevo la rubia. –Así que no creo que sea conveniente para ti.-
-Al menos una tiene cerebro.- Le arrojé mi servilleta.
-Jódete.- Recordé donde estaba. –Lo siento.-
-Compórtense las dos.- Reprendió Norma.
-Me hace muy feliz, me entiende, me hace sentir segura, hace
que... cosas malas se alejen de mí y me quiere. ¿Eso es suficiente?- Viré a la rubia
quien tenía una gran sonrisa y se dirigía a Ingrid.
-Más que suficiente.- Me regresó la servilleta y continuamos
comiendo.
El resto de la comida pasó más tranquilo, la plática, gracias a Dios,
se centró en otros temas, la escuela, la pronto inauguración de la iglesia y otras
cosas. Al parecer Ingrid realmente quedó contenta con lo que Ana le había dicho ya
que se la pasó muy callada y muy de vez en cuando hacía algún comentario pero dejó
de molestarme. Quizá comió tanto como yo. Cuando terminamos, la rubia tomó mi
mano.

-Vamos.-
-¿A dónde?-
-Sorpresa.- Me sonrió. Agarré con más fuerza su mano.
–Regresamos en un rato.- Tomé la servilleta y se la arrojé de nuevo a Ingrid.
-Antes de que digas alguna tontera.-
-Sólo cuiden donde se acuestan.- Sonreí al ver a Norma dándole un
zape. Ana me llevó al patio, creí que nos quedaríamos ahí pero seguimos de largo.
-¿A dónde vamos?-
-A nuestro lugar.- Besé su frente y la abracé. Su mano estaba firme
sobre mi cadera mientras la mía estaba alrededor de sus hombros.
-Estás haciendo todo muy especial.-
-Lo mejor para la mejor.- Me sonrió dulcemente. Seguimos
caminando el silencio en compañía de la otra, sintiéndonos muy cerca. De vez en
cuando descansaba mi cabeza sobre la de ella, suspiró y mi mano que colgaba sobre
sus hombros pronto se vio ocupada por sus dedos. Con nuestras manos entrelazadas
llegamos a nuestro lugar y para mi gran sorpresa había una pequeña mesa, dos
bancas, una rosa, había algo tapado sobre la mesa y unas bocinas.
-¿Hace cuánto que lo vienes preparando?-
-Hace una semana.- La abracé.
-Gracias.- Se encogió de hombros y me guió a la mesa. Ahora pude
ver que era un pastel lo que estaba tapado y a lado tenía mi iPod.
-Me costó mucho entender cómo hacer una lista de canciones
específicas. Espero que te gusten.-
Comíamos pastel, nos veíamos como tontas, veíamos al lago, era
maravilloso estar a su lado. Casi me la como a besos cuando me dijo que ella había
hecho el pastel y después de dos intentos le salió. Quería que fuera perfecto para mí.
La música era bastante tranquila, se había inclinado más por la parte clásica y alguna
que otra balada a las cuales poca atención les estaba prestando. Toda mi atención la
tenía la preciosa chica frente a mí.
Pedí un deseo y soplé las velitas. Por supuesto mi deseo fue ella,
siempre. No quería nada más. Ana insistió en que le dijera cuál había sido mi deseo
pero me negué las cuatrocientas veces que insistió. Al terminar nuestro postre la
rubia alcanzó una pequeña maleta detrás de un árbol, de ahí sacó varias mantas, una
almohada y una frazada. Las acomodamos, me recosté y ella lo hizo sobre mi pecho.
Sus dedos jugaban con mi playera, mientras mi mano que la rodeaba subía y bajaba
rítmicamente sobre su espalda. Entonces escuché lo que reproducía el aparato de
música.
Didn't think I could ever love,
So I had to destroy it all.
But you will do find someone new,
When I am gone.
You know why.
You are a believer,
I am not.
Sentí mi corazón encogerse ante la mera idea de ella queriendo a
otra persona cuando me fuera. No quería estar lejos de ella, ni ahora ni nunca. La
amo, la estoy amando con locura... la necesito... no, no podré estar lejos de ella. Me
puse de pie inmediatamente y corrí a quitar la canción.
-¿Qué pasa?- Me vio asustada.
-No quiero pensar en que encuentres a alguien más cuando me
vaya.-
-Lara, ¿qué te hace creer que buscaré a alguien más?- Regresé a
mi lugar pero ahora me senté frente a ella.
-No me quiero ir, no sin ti.- Sentí como las lágrimas se acumulaban
en mis ojos. -¿Qué me estás haciendo, Ana?- Ella también con lágrimas en los ojos
tomó mis manos con mucho cariño.

-Lo mismo que tú a mí, ángel.- Con mucho cuidado la recosté sobre la manta y me
puse sobre de ella, en ningún momento rompí el contacto visual.
-Eres hermosa, Ana.- Subió sus manos a mi rostro.
-No tanto como tú.- Me acerqué lentamente a ella hasta que
nuestros labios se encontraron; se conocían con lentitud, saboreando cada parte,
cada milímetro. Sólo nosotras existíamos ahora mismo.
Las manos de Ana dejaron mi rostro para ir a mi cintura, hacía
pequeños círculos pero eso sólo duró un poco. Una de sus manos encontró un camino
debajo de mi playera y contuve el gemido al sentir su suave piel sobre la mía. Me
alejé un poco de ella, de inmediato abrió los ojos, le sonreí asegurándole que todo
estaba más que bien. Bajé de nuevo a besarla pero ahora repartía besos sobre su
mandíbula, y ahora sus dos manos estaban debajo de mi playera. Me armé un poco
de valor... descendí un poco más; besaba lentamente su cuello, saboreando esta área
hasta ahora desconocida para mí. Su piel blanca y su dulce aroma me estaban
volviendo loca. Después de algunos segundos la escuché soltar un leve gemido... no
hace falta decir que una llama se encendió en mí.
-Tócame.- Me detuve de golpe y busqué sus ojos.
-¿Qué?-
-No me hagas repetirlo, Lara. Por favor, lo necesito.- Sus vibrantes
ojos me veía con cierta súplica. Me puse de lado para que mi peso quedara apoyado
sólo de lado derecho, dejando así libre mi mano izquierda. Ana hizo lo mismo para
que quedáramos de frente.
Sin dejar de verla pasé mi mano sobre su cintura y la apreté
levemente. Cerró los ojos y esa fue mi señal. Me acerqué de nuevo a ella para volver
a besarla; su mano se aferró a mi cuello mientras la mía subía y bajaba sobre sus
costillas. A momentos tocaba su espalda baja con mis dedos rozando su glúteo para
regresar a su cintura en donde subía cada vez más hasta la base de sus senos. Era
una sensación única, era puro instinto, era lo que a mí me gustaba y esperaba que a
Ana también. Su respiración se entrecortaba constantemente y los leves gemidos
seguían escuchándose.
Sentía su vestido varios dedos arriba de su rodilla dada nuestra
posición, pasé una vez más mi mano, prácticamente sobre su trasero antes de bajarla
lentamente a la piel de su muslo. Su piel era tan suave. Succioné levemente su cuello
y otro fuerte gemido se dejó escuchar. Pasé mi mano a la parte de atrás de su pierna
mientras lentamente comenzaba a subir hasta casi llegar a su glúteo. Fue cuando
sentí la gota sobre mi mejilla. Dejé mi tarea y vi que estaba llorando; rápidamente
quité mi mano y la llevé a su rostro.
-Soy yo, cariño.- Acaricié su pómulo. –Abre los ojos, Anita. Soy yo.-
Abrió los ojos dolorosamente lento y pude ver un dejo de miedo en ellos.
-Perdón.-
-No, no, no... no te disculpes, cariño mío.- Besé su frente dejando
mis labios varios segundos ahí. –No quiero que te sientas obligada.-
-Lo quería... lo quiero.-
-Lo hiciste bien.- Mi mano ahora jugaba con su cabello. –Iremos
poco a poco, ¿te parece?- Asintió. Pegué mi frente con la de ella. –Estoy muy
enamorada de ti... Muy pero muy enamorada de ti.- Se levantó un poco para darme
un suave beso. Podía sentir el sabor salado de sus lágrimas.
-Y yo de ti, Lara.- Me acurruqué sobre su pecho dejando que me
sostuviera de nuevo. Sus brazos, mi nuevo lugar favorito. Nos mantuvimos en silencio
no sé por cuanto tiempo, Ana jugaba con mi cabello a la vez que mi mano se aferraba
a su cintura. Estaba por quedarme dormida cuando ella habló. –Tengo un regalo para
ti.-
-¿Otro?-
-Sí.-
-Ya has hecho lo suficiente... no es necesario.-

-Sé que no es necesario pero quiero hacerlo.- Me hice a un lado cuando sentí que
quería ponerse de pie, buscó en la maleta y regresó con una pequeña caja.
-Me está gustando esto de las cajas.- Me sonrió.
-Ábrelo.- Con una sonrisa tomé la caja que estaba sobre su palma,
deshice el nudo y la abrí lentamente. Dejé de respirar un momento; era una pulsera
de plata con una cruz que tenía pequeñas incrustaciones de cristal en ella.
-Ana... esto debió costarte mucho...-
-De hecho la compró papá.-
-¿Qué? Ana, es demasiado, no...- Puso su dedo sobre mis labios.
-Papá me la dio hace muchos años, me dijo que era para mí pero
me daba mucho miedo usarla por lo hermosa que es, entonces le dije que se la daría
a una persona especial. Tú eres mi persona especial. Nunca imaginé que se la daría a
alguien.- Vi al piso. -¿Te gusta?-
-¿Estás loca? Está preciosa.- Me acerqué y le di un beso. –Eres la
mejor novia del mundo.- Ambas sonreímos. –Ayúdame a ponérmela.- Unos segundos
después tenía la pulsera rodeando mi muñeca. –Nunca me la voy a quitar... bueno,
sólo para jugar porque no quiero que le pase nada.- Muy sutilmente me recostó y
ahora ella estaba sobre mi pecho. Busqué una de sus manos para jugar con sus
dedos.
-Espero que te haya gustado.-
-Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida, Ana. Lo juro.- Besé su
cabeza. –Junto a la mejor persona del mundo.- Se abrazó más a mí.
-¿Qué quieres hacer cuando salgas de aquí?-
-Vivir contigo.- No necesitaba verla para saber que se había
sonrojado. Comencé a reír. –Aparte de eso, me gustaría regresar a jugar voli con un
buen equipo, estudiar una carrera.-
-¿Qué carrera?-
-Aún estoy descifrando eso, cariño.-
-¿Me dirás?-
-Tú serás la primera en saberlo.-
-Después de lo que pasó con papá quiero ser enfermera. A eso me
enfocaré.-
-Y para estudiar eso tienes que salir de aquí. Podemos irnos juntas,
buscar escuelas en la misma ciudad o cerca...-
-No sé cómo lo va a tomar papá.-
-Sabe que te protegería con mi vida. Nunca dejaría que pasaras
hambre o que algo te pasara. Nunca.-
-Suena como un plan.-
-Es un plan.-
Pasamos un rato más abrazadas contemplando la vista, de vez en
cuando volteaba a ver la pulsera en mi muñeca, se veía preciosa al igual que la chica
en mis brazos. La hora de irse llegó. Levantamos las cosas que Ana había traído pero
dejamos la maleta con las cosas para días posteriores; era una ventaja que fuera a
prueba de agua. Ana llevaba las bancas y las pequeñas bocinas mientras yo llevaba
cargando la mesa y el plato donde había puesto el pastel. El delicioso pastel de fresa
que me terminé.
Llegamos a la iglesia entre risas; todavía no me aprendía bien el
nombre de algunas flores y Ana se deleitaba con eso. No era algo que me llamara
mucho la atención pero según Ana eran cosas básicas que una persona debe saber,
¿el nombre de flores? Honestamente no creo que no me admitan en el cielo por no
saber diferenciar flores o árboles pero le seguía la corriente a mi rubia. Al llegar a la
iglesia sólo encontramos al señor Cardozo y a Norma, quienes tomaban café.
-Qué bueno que ya están de vuelta, niñas.- Dijo el hombre alto con
una enorme sonrisa, la cual se hizo más amplia al ver mi muñeca. –Dejen las cosas y
acompáñenos a tomar café.- Pusimos las cosas en un lugar donde no estorbaran en el
enorme pasillo y regresamos a la mesa. -¿Qué tal todo?-

-Perfecto.- Dije viendo a Ana. –Simplemente perfecto.- La sonrisa en el rostro de


Norma era descomunal.
-Deben ser muy cuidadosas, por favor.- Habló la mujer de ojos
expresivos. –A este punto, ni a Alberto ni a mí nos interesa lo que debamos
aparentar, nos preocupa como puedan tomar represalias contra ustedes y si alguien
llega a tocarlas me van a conocer enojada.-
-Lo hemos hablado infinidad de veces, Ana. Eres mi vida entera y
no voy a dejar que te lastimen pero ustedes no den motivos para que les hagan
algo.- Tomó un respiro. –No es que estén haciendo las cosas mal, no hay nada malo
con quererse es sólo que ellos no lo comprenderán.-
-Lo entiendo, señor. Ambas lo hacemos, a mí también me preocupa
Ana... ella es un poco más vulnerable que yo pero no dejaré que nada le pase...-
-Y yo voy a cuidar de ti. También tú necesitas protección por lo
de...- Apreté su mano debajo de la mesa.
-¿Qué?- Norma se dio cuenta de lo que había hecho. Se lo tendría
que decir.
-Lo que ya sabes... Marcos.-
-¿Qué pasa con Marcos?- Intervino de inmediato el señor Cardozo.
-Resumen, creen que se acostaba con Olivia y que su papá lo
mató... y puede que haya dicho algo de eso a Olivia en una discusión.- Vi al hombre
tensarse casi de inmediato.
-¿Quién te dijo eso?-
-Lo escuché por accidente.-
-Un lamentable accidente.- Agregó muy serio. –Prohibido que
vuelvas a mencionarle algo así a Olivia, ¿de acuerdo? Intenta contener tus impulsos y
aprende a dominar tu mente, Lara. Esto es más delicado de lo que crees.- Un
sepulcral silencio nos invadió, incluso Norma se veía sorprendida con la actitud del
hombre.
-Lo intentaré, señor.- Tomé la mano de Ana. -¿Qué sabe?-
-Nada que te sea útil, Lara. Evita a Olivia lo más que puedas y a su
papá, por favor.- Asentí.
-¿Pueden darnos unos minutos?- Preguntó Norma dirigiéndose a
nosotras.
-¿Puede quedarse Lara?- El señor Cardozo asintió; Ana tomó mi
mano y me arrastró a su habitación. En silencio se metió al baño, seguramente a
cambiarse la ropa, tomé algo de su clóset e hice lo mismo. En ese mismo extraño
silencio nos acostamos, ella sobre mi pecho.
-¿Qué mierda acaba de pasar allá afuera?-
-No lo sé.- Aspiró fuertemente. –Pero no creo que sea algo bueno.-
-Yo tampoco.- Aún era bastante temprano para estar en la cama
pero ninguna de las dos se sentía con los ánimos de estar en otro lugar. Mi mente
daba millones de vueltas y maquilaba millones de preguntas por segundo. Algo dentro
de mí me decía que tenía que ver con Ana y eso me aterraba. Inconscientemente la
jalé más a mí y besé su cabeza.
-Voy a estar bien.- Trató de tranquilizarme. –Te tengo a ti y sé que
no dejarás que nada me pase, ¿cierto?-
-Por supuesto. Nadie te va a lastimar, Anita lo juro.- En algún
momento de la conversación ambas nos quedamos profundamente dormidas. Las
pocas veces que había dormido con Ana a mi lado había sido mágico, no esta vez.
Estaba muy preocupada pensando, imaginando y sacando conjeturas que no hacían
más que enfermarme la mente. La sentí moverse bruscamente a mi lado; no, por
favor. Pesadillas no.
-¡No!- Me puse de pie y encendí la luz tan rápido como pude. -¡No!-
-Ana, despierta.- Tontamente toqué su hombro y lo empeoré.
-¡No me toques!- Abrió los ojos de golpe. Terror puro en sus ojos.
-Cariño, soy yo.- Su cara se transformó mientras mi corazón se
estremecía. Se echó a llorar, de inmediato me senté a su lado y la abracé. Dos
segundos después el señor Cardozo entraba.

-Hija, ¿estás bien?- Asintió. Pobre hombre, no imagino por todo lo que debió haber
pasado con Ana. -¿Quieres algo?- Negó.
-Sólo quiero estar con Lara.- Le pedí disculpas con la mirada, él
simplemente asintió.
-Si necesitan algo no duden en decirme.-
-Gracias, señor. La tengo.-
-Sé que sí.- Me sonrió y salió de la habitación.
-Ya no quiero vivir así, Lara. No soy normal.- El llanto de la rubia se
intensificaba. –Estoy harta de esta vida...-
-No digas eso, por favor.- Me abracé fuerte a ella. –Tienes razón,
no hay nada normal en ti... eres extraordinaria.-
-¿Por qué yo, Lara? Hay mucha gente en el mundo, ¿por qué a mí?-
Nunca la había escuchado reclamando o negando su pasado... una daga en el pecho
dolería menos.
-No lo sé, cariño. Yo me pregunto lo mismo todos los días.- Levantó
la cara y al ver mis lágrimas se separó de mí.
-Nunca vas a ser feliz conmigo... aléjate, Lara.- Negué. –Yo no...-
-Te a... adoro, Ana.- Se quedó petrificada en su lugar, sólo las
lágrimas corrían sobre sus mejillas; su boca estaba ligeramente abierta y sus ojos se
veían muy sorprendidos. –No puedo, ni pienso alejarme de ti porque te quiero mucho
más de lo que puedes imaginar. Quiero que entiendas que mereces todo el amor del
mundo y yo estoy dispuesta dártelo sin absolutamente nada a cambio.-
-Estoy rota...-
-Creí que habíamos avanzado con lo del espejo, cariño. ¿Quieres
hacerlo de nuevo?- Volteó a otro lado. Al cerrar los ojos unas cuantas lágrimas se me
escaparon. –Di algo, por favor.- Se mantuvo en silencio por varios segundos hasta
que se puso de pie y corrió al baño.
No la seguí, me recosté de nuevo dejando que las lágrimas bañaran
mi rostro. Sabía que sería difícil pero esto comenzaba a sobrepasarme. Tuvimos el día
más excepcional de la historia, fue el mejor cumpleaños de mi vida, todo había sido
perfecto hasta ahora. Y comenzaba a acostumbrarme; comenzaba a comprender que
nuestros días buenos venían acompañados de tormentas. Era una mierda, sí porque
yo sólo quiero cosas buenas para ella y también para mí... siento que estoy
comenzando a quebrarme y no sé si lo pueda soportar. De pronto escuché la voz de
Ana.
-Valgo mucho... soy bonita... merezco el amor de Lara. – Guardó
silencio un momento. –Merezco el amor de Lara.- Me eché a llorar de nuevo. Cuanto
necesita que creyera eso porque si lo creyera entonces sabría que todo lo que le digo
es verdad. Es hermosa, simplemente hermosa.
Quiero que esto funcione, la quiero a ella, quiero estar con ella.
Desde el momento que supe que pasaba con ella sabía que no sería fácil y aun así me
apunté, me quedé a su lado y no la voy a dejar ahora, no cuando estoy más que
segura que la amo. A mis diecisiete años sé que la quiero para siempre, y esta vez no
es un capricho como lo hice alguna vez con un novio en Texas. Nunca creí que mi
corazón tuviera la fuerza para querer a alguien de esta descomunal manera. Incluso
yo misma me sentía rebasada por lo que sentía por ella. La quiero demasiado. Sentí
la mano de Ana rodear mi cintura.
-Lo último que quiero hacer es lastimarte, La. Te quiero mucho y
nunca me perdonaría si algo te pasa por mi culpa.- Se acercó más a mí, su cuerpo
estaba pegado a mi espalda. –Poco a poco me estoy dando cuenta porqué te afecta
tanto lo que me pase... es porque realmente me quieres. Al principio creí que sentías
lastima por mí pero ahora sé que no. Es tu noble corazón hablando. Sí, ángel, tú
también tienes un enorme corazón que me está ayudando a salir de este hoyo.- Solté
un leve sollozo. –Te prometo que voy a hacer todo por encontrar mi camino.-
-No me tienes que prometer a mí... prométetelo a ti.- Hundió su
nariz en mi cabello.
-Ya lo hice pero también quiero hacer la promesa con la persona
que más quiero en el mundo.- Me giré para quedar frente a ella. Con sus pulgares
quitó las lágrimas de mi rostro. –Eres una buena chica, Lara. Y tengo la bendición de
tu paciencia, de tu amor, de tu buen corazón, de todo lo que tú eres, de que seas mi
novia.-
-Soy todo eso para ti.- Negó.
-Es tu naturaleza pero has estado mucho tiempo buscando ser la
chica ruda que lo has dejado escondido. No hay ni una sola pizca de maldad en tu
ser, Lara. Ni una sola.- Suspiró. –Quiero hacer que las cosas funcionen bien, por ti y
por mí. Porque valoro muchísimo lo que ha entre nosotras.-
-¿Qué cambió?- Pregunté.
-Nada... es sólo tu amor dándome fuerza.- Me escondí en su pecho,
ella jugó con mi cabello y así nos quedamos hasta que yo sucumbí ante el sueño con
el mejor regalo de cumpleaños, lo iba a intentar. Estaba encontrando un poco de luz
entre tanta oscuridad.

A/N Hola, queridos lectores de mi corazón. Los he extrañado


muchísimo :(
No hay manera en la cual pueda agradecerles por los lindos
mensajes, los buenos deseos y su particular forma de levantarme el ánimo. Muchas
gracias de verdad.
Pues mi brazo está bastante jodido xD Decidí actualizar hoy porque
estaré desconectada por unos días de la civilización y no quería hacerlos sufrir más.
Ahora sí les concedo que el capítulo quedó algo corto pero al menos no los dejaré con
la intriga unas semana más.
Espero que estén disfrutando de sus vacaciones los que tengan y
los que no toda la buena vibra en su trabajo, escuela, oficios o lo que sea que estén
haciendo.
Síganme en @Alexita_May en twitter. He estado subiendo
fragmentos de los nuevos capítulos ahí
Saludos desde algún rincón de México
Ale :)
Capítulo 18

Tenía los brazos de Ana pegados a mi cuerpo con una fuerza


impropia de ella pero estaba más que cómoda. Me sentía más que bien al estar tan
cerca de ella. El sólo sentir su olor tenía un efecto tranquilizante en mí y qué decir de
su piel contra la mía. Todo parecía correcto. De nuevo me despertaba en medio de la
madrugada para contemplarla... tenía una extraña sensación, levanté la cabeza y casi
grito.
-¡Mierda!- El señor Cardozo nos observaba desde la puerta.
-¿Qué pasa, ángel?- Preguntó Ana media dormida.
-Me... me mordí la lengua.- Ella estaba de espaldas a la puerta.
–Duerme, cariño. Iré al baño.- Perezosamente quitó sus manos de mi cadera y me
dejó libre. Me levanté y seguí al hombre alto a la cocina. –Casi me mata de un susto.-
Me refregué los ojos. -¿Qué hora es?-
-Las cuatro.- Parecía que no había dormido. –Lo siento... son estás
cosas que pasan, Lara.-
-¿Qué pasa?- Ahora estaba muy despierta. –Sé que soy muy
impulsiva...-
-Me disculpo por lo que te dije hace unas horas. No soy nadie para
tratar de cambiar tu forma de ser.-
-Señor, no dijo mentira alguna.- Sonrió. –Tiene razón. Y aunque no
lo crea ha ayudado a moldear nuevas cosas en mí.-
-Dulce Lara, entiendo perfectamente porque ella te quiere tanto.-
Sentí que las mejillas me ardían. –Eres una buena chica con un corazón muy bueno.-
-Sólo con las personas que lo valen.-
-Eso crees tú.- Sonrió más amplio. –A decir verdad estás para todos
y cuando algo no te agrada lo haces saber de inmediato y eso, a tu percepción, te
hace ver como la mala y no es así. Mucha gente no sabe qué hacer cuando tiene la
verdad en sus manos y se enojan con el emisor. Muy pocos saben apreciar la virtud
de la honestidad.-
-Gracias, señor. Me acaba de dar una perspectiva muy diferente de
vida.-
-Es un placer servirle, señorita.-
-Sigue sin contestarme.- Se echó a reír.
-Tan impaciente como siempre.- Se acomodó en su silla. –Hace
mucho tiempo tuve una fuerte discusión con Marcos. Vino a mí diciéndome que el
doctor quería hacerle algo a Ana.- Automáticamente me tensé. –Le pregunté y le
pregunté pero nunca me dijo de dónde había sacado la información.-
-Pero eso no es motivo de enojo, ¿o sí?-
-En absoluto. Me dijo que para él no pasaba desapercibida mi hija.-
-Cabrón.- El señor Cardozo se puso de pie, fue a la encimera y
regresó con dos tazas de café; puso una frente a mí. –Gracias.- Ambos bebimos de
nuestras tazas. -¿En serio le dijo eso?- Asintió.
-No soy una persona que particularmente guste de la violencia pero
ese día tuve unas enormes ganas de golpearlo.-
-Yo lo hubiera hecho.-
-Seguro que sí.- Volví a probar de su café. –Le dije que lo quería
alejado de mi hija e incluso hablé con Norma para decirle que Ana no podría estar
participando en actividades de educación física por sus problemas respiratorios. Ella lo
aceptó y mucho tiempo después me dijo que nos había visto discutiendo pero no
preguntó.-
-Qué raro.-
-Siempre hemos tenido la confianza de platicar acerca de muchas
cosas pero me sentía muy incómodo diciéndole que su pareja gustaba de mi hija. No
quería poner en peligro su relación... poco sabía que encontraríamos muerto al
hombre un mes después.-

-Si Marcos y supuestamente el doctor tenían... algo con Ana puedo comprender de
donde viene la ira de Olivia.- Tendría muchísimo sentido.
-Puede ser. Aunque no creo que el doctor tenga algo que ver
siempre ha sido muy bueno con Ana. Creo que fue algo más de Marcos.-
-¿Pero por qué confesaría algo así? No tiene sentido.-
-O quizá fue una llamada de auxilio, sabía que algo le pasaría y nos
dejó pistas.- Se tomó la cabeza. –No lo sé pero las cosas van a cambiar un poco.-
-¿Cambiar?-
-Se supone que trabajarías en la tienda del pueblo o al menos a ese
acuerdo llegamos con tus padres. Estaba pactado que comenzaras en una semana
pero dadas las circunstancias te quedarás de manera "permanente" trabajando en la
iglesia.-
-Con mucho gusto. Así podré pasar más tiempo con Ana.- Me
sonrió.
-No quiero exponerte a un lugar donde estés sola. Preferiría que
estuvieras donde yo o Norma estén, incluso Ingrid.- Ya veo a la amargada mujer
defendiéndome a mí o a mi novia. –En lo que aclaramos está locura será mejor así.-
-Está bien, señor.- Tomé el resto de mi café. –Debería regresar a la
cama.-
-Claro. Lamento haber interrumpido tu sueño.-
-Agradezco su confianza.-
-Agradezco lo que haces por mi hija.- De nuevo el calor en mis
mejillas. –Por cierto, el miércoles es la inauguración de la iglesia. Me encantaría
tenerte aquí.-
-Considérelo un hecho.- El hombre insistió en que dejara mi taza
ahí y me fuera a la cama. Ana seguía profundamente dormida pero en cuanto sintió
que me acosté buscó rápidamente mis brazos.
-Te extrañé.- Besé su dorada cabellera.
-Yo también, cariño.- No dijimos nada más; en unos minutos
estábamos profundamente dormidas. La alarma sonó minutos antes de las seis de la
mañana pero decidí ignorarla, no quería moverme de donde estaba.
-Apaga la alarma, La.-
-No quiero moverme.-
-Estás más cerca tú.-
-Sigo sin querer moverme.- Se soltó de mi agarré y pasó sobre mí
para apagar el infernal aparato. Se quedó un rato sobre mi espalda. -¿Estás
cómoda?-
-Mucho.- Me encantaba su voz por la mañana; era un poco ronca.
Muy lentamente regresó a su lugar original. Yo seguía con los ojos cerrados.
–Despierta, bella durmiente.- Negué. Se puso a jugar mi cabello y poco a poco lo fue
poniendo sobre mi cara. –Se te hará tarde.-
-Eres una aguafiestas.-
-Nada me gusta más que tenerte en mi cama.- Abrí los ojos de
golpe, me removí el cabello de la cara para que pudiera ver mi sonrisa.
-Así que te gusta tenerme en tu cama, ¿eh?- De inmediato se puso
roja. –Eres tan inocente, cariño.-
-Calla.- Me arrojó una almohada. –Te compré un cepillo de
dientes.-
-¿Qué insinúas?- Se echó a reír.
-Es para los días que te quedes aquí.-
-¿En serio?- Asintió. –Muchas gracias.-
-Un placer.- Acarició mi mejilla. –Buenos días, Lara.-
-Buenos días, majestad.- Apreté más su mano a mi mejilla.
-¿Por qué me sigues diciendo majestad?- Besé la palma de su
mano.
-Secreto.- Me puse de pie para ir a lavarme los dientes. Ella me
alcanzó unos segundos después.

Cuando terminamos de asearnos el señor Cardozo nos esperaba con un suculento


desayuno; fruta, jugo, pan, mermelada, cereal y leche. Para mis habituales
desayunos, esto era un banquete digno de un rey. Desayunamos mientras
hablábamos de las materias que teníamos con tareas y de las prontas exposiciones
para evaluar el tercer bimestre. El tiempo estaba pasando muy rápido y no estaba
muy segura de como sentirme al respecto.
Ana terminó de desayunar muy rápido, me extrañó un poco pero no
le di mucha importancia. Me quedé conversando con el hombre alto, moría de ganas
de preguntarle si tenía algún trato con mi papá acerca del tiempo que permanecería
aquí pero fui interrumpida cuando la rubia salió cambiada y con su mochila.
-Me iré con Lara.- Apenas eran las seis y quince.
-Bien. Que tengan un buen día, niñas. Lara, aléjate de los
problemas.-
-Lo intentaré, señor.- Ana abrazó a su padre y por primera vez tuve
las ganas de hacer lo mismo y lo hice. Fue un pequeño abrazo pero significativo.
Ambos sabíamos que era un pequeño avance en nuestra relación.
Al salir de la iglesia muchas personas iban a sus cultivos y para
muchos ya era tarde. La gente solía estar ahí desde las seis de la mañana o antes,
todo dependía del clima o de lo que debían hacer. La gente aquí era sumamente
trabajadora y la mayoría de ellos vendían lo que producían para poder comprarse
bienes. Comenzaba a entender muy bien la parte de comprarte cosas a base del
esfuerzo propio.
Ana iba un poco perdida, al igual que yo que venía sumergida en
mis pensamientos de la gente de esta comunidad; así que me acerqué más a ella y
pasé mi brazo por sus hombros. Ella inmediatamente se acercó más a mí y pasó su
mano por mi cintura.
-¿Qué tal tu noche?- Pregunté con una sonrisa.
-Tengo la mejor almohada del mundo.-
-Qué bueno que me veas como un objeto más.-
-Es la verdad.-
-Definitivamente has pasado mucho tiempo con Ingrid.-
-No lo suficiente.- Me eché a reír.
-Dudo que le aguantes a todas las idioteces que dice.-
-Sí, yo también.- Le di un beso en la cabeza.
-Siento que no te he agradecido lo suficiente por lo de ayer.-
-No tienes que hacerlo, es lo menos que puedo hacer por ti.- Vi la
pulsera en mi muñeca. -¿Te gustó?-
-Es casi tan preciosa como tú.-
-Ya vas a comenzar tan temprano.- Se puso de puntitas para darme
un beso en la mejilla.
Al llegar a casa me apresuré a cambiarme y a tomar mi mochila; no
creo haber tardado más de diez minutos. Las ventajas de usar muy poco maquillaje;
mascara, las cejas decentes y brillo labial de vez en cuando pero desde Ana, no lo uso
porque podría delatarnos el que ella tenga rastros de mi labial en sus labios. Pura
precaución. Estábamos por salir cuando Ana me jaló del brazo y estampó sus labios
contra los míos. Rápidamente la abracé y la pegué más a mí.
-Hola.- Le dije juguetonamente cuando nos separamos.
-No te había dado los buenos días como corresponde.- Me sonrió
tímidamente. Me mataba cuando hacía eso. La tomé de las caderas y la pegué a la
puerta. Bajé mi cara para conectar sus labios con los míos una vez más. Nunca me
cansaría de ella y sus deliciosos labios. Como ayer, repartí unos cuantos besos en su
cuello antes de regresar a sus labios una última vez.
-Me estás volviendo loca.- Expresé mientras descansaba mi frente
sobre la de ella. –Te quiero mucho.- Llevó sus manos a mi rostro.
-También me enloqueces y también te quiero mucho.- Le di un beso
en la frente y de muy mala gana abrí la puerta. Tenía muchas ganas de pasar más
tiempo besándola pero teníamos escuela.

Llegamos a la escuela entre bromas y sonrisas de complicidad, me era muy difícil el


ocultar un sentimiento tan grande hacia Ana pero esperaba que la gente lo viera
como una muy buena amistad, que a final de cuentas esa era la base de nuestra
relación. Nos llevábamos muy bien. Aún faltaban unos buenos minutos para la clase
por lo que Ana sacó el iPod y nos pusimos a escuchar música. Busqué una canción en
particular; Soliloquy de Conception. Había muchas cosas con las que la asociaba a ella
y muchas que no pero principalmente porque hasta ahora la vida la había enseñado a
llorar, yo quería cambiar eso. Había un lugar donde moría por esconderla y que nada
malo la tocara.
-¿Qué dice?-
-Que te quiero mucho.-
-No dice "I love you".-
-No es la única manera de decir te quiero.- Respondí con mi cabeza
sobre la banca y dirigida a donde estaba ella.
-¿De qué otra forma puedes decirlo?-
-Puedes decir, "te extraño", "me haces falta", "te necesito", "eres
increíble", entre muchos otros.- Estaba muy atenta a lo que decía.
-¿Entonces si te digo, "estás sanando mis heridas" también estoy
diciendo que te quiero?-
-Muy probablemente.- Se acercó más a mí, no sin antes asegurarse
de que nadie estuviera cerca.
-Estás sanando mis heridas.- Le sonreí.
-Me estás enseñando a ver el mundo con otros ojos.- Hizo un
puchero.
-Lo que tú me dices siempre suena más bonito.- Comencé a reír.
-Para nada, tengo muy en mente todo lo que me dices y cada que
lo recuerdo hace que mi corazón se aloque un poco.- Tomó mi mano.
-Eres increíble.-
-Lo sé.- Me golpeó el brazo. –No creo que los golpes sean una
muestra de afecto.- Rió bajito, mientras acomodaba mi cabello.
-Voy al baño.-
-Que todo salga bien.-
-¡Lara!- Comencé a reír. –Eres imposible.-
-Creí que era increíble.- Me sacó la lengua antes de voltearse para
dirigirse al baño. Podría decir que inconscientemente mis ojos se fueron a su trasero
pero sería mentirme. Ana tenía muy buenos atributos. Como si lo hubiera sentido
volteó a verme y me atrapó escaneándola; de inmediato comencé a buscar moscas en
el techo pero era demasiado tarde.
-Pervertida.- Con la cara roja de pena vi sus hermosos hoyuelos
formarse en sus mejillas. Definitivamente me estaba volviendo loca. Minutos después
la profe Jacky entró.
-Hola, Lara.-
-Buenos días, profe.-
-¿Cómo te va?-
-De maravilla.- Sonreía mientras ponía sus cosas sobre su
escritorio. Volteó a ver a la puerta.
-¿Cómo te va con Torres?-
-Conmigo se topó con pared. No será tan fácil para ella hacerme
algo.-
-Esperemos que sí...- Estaba por agregar algo más cuando la
persona en cuestión entró junto con el resto del clan.
-Buenos días, jóvenes.-
-Buenos días.- Apenas y contestaron los tres.
-Voy al baño.- Dijo Olivia y de inmediato me puse de pie para
seguirla, la profe me detuvo.
-Lara, ven por favor.- La quedé viendo un momento y de muy mala
gana me acerqué. -¿Esto es tuyo?- Pensó que iría por hacerle algo a Olivia.
-Ana está en el baño.- Dije muy bajito. Simplemente asintió y corrí
al final del pasillo. Demasiado tarde. Olivia empujaba a Ana contra la pared a unos
metros de mí, mis manos ya estaban empuñadas pero lo que siguió no me lo
esperaba. La rubia se puso de pie y regresó el empujón. Me quedé un rato en mi
lugar antes de reaccionar y correr a lado de mi novia.

-Si me vuelves a tocar, asquerosa zorra...- Decía Olivia con rencor.


-Se lo voy a aplaudir mil años.- Me puse frente a Ana.
-Ya sabes que es lo que pasará la próxima vez Livy.-
-¡No me llames así!- Se veía completamente fúrica.
-Ya estás advertida, Olivia. Por favor, déjala en paz.- Le dije en el
tono más calmado que encontré en mi repertorio.
-Te vas a arrepentir, Lara.-
-¿De elegirla a ella sobre ti? Ni en un puto millón de años, ni en
otra puta vida.- Sentí a Ana aferrarse a mi cadera. –Vamos.- Me di la vuelta y pasé
mi mano por los hombros de la rubia. Sentí como se acercó de nuevo a nosotras, me
giré cuando una de sus manos quería atrapar la cabellera de Ana, antes de que
pudiera hacerlo la estrellé ruidosamente contra uno de los casilleros. –Ya te dije que
si la lastimas te voy a hacer mucho daño.- Era unos centímetros más alta que ella, lo
suficiente para tener una leve ventaja. La tenía sujetada de ambos brazos.
-¿Qué de bueno puede tener alguien tan patética como ella?-
-Aunque te lo dijera nunca lo entenderías. Tu cabeza no da para
tanto.- Me escupió, la muy hija de puta me escupió. Levanté mi puño pero me jalaron
antes de que pudiera dar a mi objetivo. En un lado tenía a Ana y en el otro a Ingrid.
Ni cuenta me di cuando varios espectadores se acercaron a nosotras.
-Alpaca, a la dirección.- La mujer agria se dirigió a la chica de ojos
azules. -¿Estás sorda? A la dirección, ya.- Olivia hizo un intento de acercarse.
–Acércate y harás inventario de libros hasta que te salgan arrugas.- Se dirigió a mí
que aún bufaba de enojo. –Ve a lavarte antes de que te contagie algo.- En otras
circunstancias me hubiese reído pero ahora ni todos los payasos del mundo me harían
reír. Ana me sujetó del brazo y me guió al baño. Ya estando ahí lo primero que hice
fue patear la puerta de uno de los baños.
-¡Hija de perra!- Sobrepasó muchos putos límites, muchos putos
límites... me he estado conteniendo por Ana y por los adultos que me rodean pero
esto era demasiado. Me sostuve del lavabo con la cabeza agachada. Abrí el grifo y me
eché agua en la cara hasta que sentí que todo rastro de saliva se había ido. Al
levantar la cabeza vi a Ana pegada a la puerta con una expresión indescifrable en su
rostro.
-La...-
-No, no quiero escuchar absolutamente nada.- Asintió levemente y
se hizo a un lado para que pudiera pasar. A pasos agigantados me dirigí a la bodega
por un balón de voli para después dirigirme al enorme domo que tenía una pared
donde podía pelotear yo sola.
Está por demás decir que no entré a la clase de la profe Jacky;
estuve peloteando tan fuerte como podía, a momentos sentía que mi hombro estaba
en llamas. No había calentado y de la nada había comenzado a golpear como loca.
Poco a poco fui bajando de intensidad y me detuve por completo al escuchar la voz de
Norma detrás de mí.
-¿Cómo estás?-
-Vomitando bombones y rosas de felicidad.- Conociendo un poco a
Norma sabía su próximo movimiento. –No te atrevas a tocarme, por favor. Estoy
demasiado enojada y no sé cómo manejaré el contacto físico.- Seguía de espaldas a
ella.
-Bien.- Suspiró. –Nada justifica lo que hizo. Nada. Y me apena
mucho que seas tú la que recibe todo esto.-
-Si al menos me hubieran dejado golpearla no estaría así de
molesta.-
-Si la hubieras golpeado estaríamos en un gran problema que muy
probablemente haría que vengan por ti, y sé que no quieres eso.- Por fin me volteé a
verla.
-La próxima vez le arrancaré los dientes uno por uno.-
-Vete a casa, Lara.-
-No.-

-No das más de testaruda.-


-Entraré a clases después del receso. Ahora si me permites seguiré
con esto.- Afortunadamente el ciclo de voli había terminado y ahora las clases de
Mónica eran en la cancha de fútbol. Antes de que fuera la hora del receso llegué al
puesto de las tortas. Doña Coco al ver mi cara simplemente se limitó a serviré sin
decir absolutamente nada. Devoré mi desayuno apenas unos minutos después de que
tocaron la chicharra. Vi aparecer a la rubia junto a Paola y Ofelia, muy
cautelosamente las tres se sentaron en la misma mesa que yo. Ana dejó mi mochila a
mi lado y se dirigió a comprar su desayuno. Aproveché para salir de ahí.
No quería estar acompañada pero tampoco quería salirme de la
escuela, estábamos en etapas de proyectos y designaciones de compañeros de
trabajo. Sólo faltaba que me asignaran a Olivia o a alguien del clan. Caminé al salón
de Omara. Afortunadamente no me topé a nadie del clan pero sí a varias compañeras
de equipo pero apenas pude contestarles el saludos. En el salón, como siempre,
Omara acomodaba las sillas.
-Lara, qué gusto verte.-
-Hola.- Respondí y me hundí en una silla.
-¿Mal día?-
-Olivia me escupió y ni siquiera pude pegarle.-
-¿Por qué te escupió?-
-Estaba defendiendo a Ana.- Dejó sus labores para sentarse a mi
lado.
-¿Te enoja que ella no se defienda o que Olivia haya hecho eso?-
Preguntó.
-Ana se defendió, la empujó de vuelta... le pedí por favor que no la
moleste. Fui amable hasta donde pude. Estoy tratando de hacer las cosas bien aquí y
parece que nada funciona.-
-Ya veo donde reside tu frustración, Lara y es entendible.- Me
sonrió. –Son procesos de cambio que conllevan tiempo. Ahora no ves como una
victoria el que no le hayas pegado pero a la larga es algo bueno porque te evitaste de
problemas.- Me tomé la cabeza exasperada.
-Si hubiese resuelto las cosas como lo hacía en Texas no me
sentiría así de estúpida como me siento ahora mismo.-
-¿Entonces dónde queda el cambio?- ¿Por qué estaba tan tranquila?
–Y te puedo asegurar que hay mucho cambio en ti, Lara. No puedes permitir que una
persona eche abajo lo que con tanto trabajo has construido.-
-Es una idiota, tú lo sabes tan bien como yo.-
-Pero tú no. Eso te da una ventaja, no puedes comparar tu errático
accionar al de ella. Tú tienes un nivel de entendimiento un poco más amplio que ella
por lo cual te haces responsable de tus acciones. Así como también impides o
permites que acciones ajenas a ti te afecten.- En algún momento le había dicho a Ana
que no se comparara con Olivia y aquí estaba haciendo exactamente lo mismo.
-Me siento más idiota.- Comenzó a reír.
-Es algo nuevo para ti y no sabes cómo manejarlo, es normal. Pero
te recuerdo que tú eres la permite que cosas que otras personas te afecten. Sí, esto
fue una agresión física y un tanto degradante. Sin embargo, sabes dentro de ti que es
una persona que está mal y que no sabe cómo canalizar su ira. Tú sí.- Me tomó la
mano. –Tienes muchas ventajas en muchos aspectos, Lara.-
-Gracias, Omara.-
-Nada que agradecer.-
-¿Te molesta si me voy? No estoy de humor para la escuela.-
-Para nada, sólo avísale a la directora.- Asentí y me dirigí a la
dirección. Toqué un par de veces.
-Adelante.- Me asomé a la puerta. –Lara, ¿qué puedo hacer por ti?-

-Me gustaría tomar tu opción y que me permitas retirarme.-


-Desde luego. Yo misma hablaré con tus profesores.- Estaba por
salir cuando me detuvo. –Tranquila, por favor. No quiero que vengan por ti aún.-
Asentí con un intento de sonrisa antes de salir de ahí.
Llegué a casa prácticamente arrastrando la mochila. No tenía
ánimos de nada. No quería ir a la iglesia, ni a las prácticas de voli, ni comer, ni nadar,
ni que una puta mosca se me acercara. En este mismo instante odiaba absolutamente
todo. Tan mal estaba de ánimo que ni siquiera vi la música como opción. Al llegar a
casa lo primero que hice fue meterme a la ducha con todo y ropa; me quedé bajo la
regadera por algunos minutos. Podía sentir todavía la saliva de Olivia en mi cara.
Me recosté un rato en la cama buscando tranquilizarme cerrando
los ojos y pensando en algo lindo. Pensaba en la antigua casa de mis padres, la
enorme casa que era para mí y para las nanas. Recordaba las veces que las metí en
aprietos porque me había escapado, con el tiempo comprendieron que siempre,
siempre me encontrarían colgada como chango en alguno de los muchos árboles del
lugar. El cómo me consentían, las muchas veces que encubrieron alguna travesura
mía... extrañaba ese tiempo pero no volvería más, aunque le rezara a todos los
dioses habidos y por haber.
Las cosas cambiaron mucho, para bien o para mal y ahora mismo
ponía en práctica lo que Omara me dijo, me hago responsable de lo que pasó en mi
vida. Sí, la bruja di un giro de ochocientos grados pero yo opté por llamar su atención
de muy mala manera. Nadie me orilló a eso; su cambio de actitud me hizo creer que
tenía el pase libre para hacer un desmadre todo. Tremendo error pero gracias a ello
estoy aquí.
Y mi vida actual, me hago responsable de amar a una persona con
mucho equipaje pero con el corazón más grande del mundo. Me hago responsable del
amor que le tengo y que siempre le voy a tener; y sobre todo me hago responsable
de dar una solución cuando eventualmente vengan por mí. Debemos buscar una
forma de que las cosas funcionen para las dos. De alguna extraña manera me quedé
profundamente dormida. Al menos en mis sueños sí pude golpearla y eso era
suficiente, de momento.
Regresé a la consciencia cuando alguien tocó a mi puerta; lo ignoré.
No quería ver a nadie aún. Aunque cabía la posibilidad de que fuera Ana y nada me
haría mejor que abrazarla pero no sabía cómo reaccionaría y prefería que no fuera
ella. La persona que estaba en la puerta realmente tenía ganas de hablar conmigo o
tenía muchas ganas de joderme. Noté que dejaron de tocar, estaba por agradecer al
cielo cuando escuché una voz.
-Lara, soy Alberto. Sé que estás ahí.- Genial, visita del suegro.
Arrastrando los pies llegué a la puerta. –Vengo solo.- Dijo a manera de convencerme.
Abrí la puerta y me fui al sillón; él hizo lo mismo después de cerrarla. –Dulce Lara, no
tienes buena cara.-
-Nunca la he tenido, señor.- Comenzó a reír.
-¿Cómo conservas tu sentido del humor?-
-No intentaba ser graciosa.- Rió más.
-Lamento esto.- Se acomodó en el sillón. Era como una seña
particular de él cuando decía algo serio. –Ana me contó lo que pasó.-
-Con todo respeto, no quiero sermones de que debo portarme bien
y de que Jesús puso la otra mejilla. Ese fue su pedo, no haré lo mismo.- Lo veía
contener una sonrisa.
-Sé que distas mucho de esa actitud y tienes todo el derecho de
estar molesta.-
-Encabronada, no molesta.-
-Bien, muy molesta, ya entendí. No vengo a darte ningún sermón,
ni nada por el estilo, sólo estoy preocupado por ti. Cargas con muchas cosas y
constantemente me pregunto si tienes donde descargar eso.-

-No es nada, señor.-


-Por supuesto que lo es. Tanto a Norma como a mí nos preocupa tu
salud emocional, dulce Lara.-
-Va a pasar, señor. En serio, no es nada.-
-¿Y si no pasa?, ¿qué harás?-
-Ya me las arreglaré, como siempre.-
-No hay manera en la cual pueda pagar lo que haces con mi hija,
no la hay. Nunca la había visto tan... resplandeciente como en estas últimas
semanas, su felicidad no tiene precio para mí. Sacrificaría mi vida por verla feliz pero
soy su padre y es lo que muchos padres estamos dispuestos a hacer por nuestros
hijos. Tú, dulce Lara no tienes ninguna obligación de sacrificarte por ella...-
-Es mi novia y la adoro con todo mi corazón. Haré lo que sea
necesario para que sea feliz.-
-Sólo tienes que ser tú y nada más. Penosamente el contexto en el
que estamos no las ayuda y la situación con la señorita Torres está poniendo presión
extra en ambas.- Tomó un largo respiro. –Lo último que quiero es hacerte sentir mal
pero ha pasado una gran parte de la tarde llorando.-
-Lo imaginé...-
-Dice que se sintió muy bien defenderse y le apena que las cosas
no se estén dando para ti. Ella me dijo que quisiste hacer lo correcto, sin lastimar.-
-Pero no funcionó.-
-Paciencia, dulce Lara.-
-No tengo eso.-
-Tú relación con mi hija dice lo contrario.- Se acercó más a mí.
–Tienes más cualidades de las qué crees. Deberías escuchar un poco más las cosas
que te dice Ana, constantemente habla de tu maravillosa mente y el toque humano
en tu corazón.- Me sonrojé. –No dejes que controlen tu vida y mucho menos dejes
que interfieran en tu relación. Lo digo como papá de tu novia pero también como tu
amigo. Eres más, dulce Lara. Que nadie te haga creer lo contrario bajo ninguna
circunstancia.-
-Gracias, señor.-
-De nada.- Me sonrió amablemente antes de ponerse de pie. –Las
puertas de la casa están abiertas para que llegues a comer.-
-Lo tendré en cuenta. Gracias.-
-Nos vemos.- Tanto él como yo sabíamos que no iría a comer.
Esperé que el señor Cardozo se hubiera ido por completo para ir a la casa de Paola;
necesitaba que me dijera dónde está la casa de Olivia. Había cosas que debía platicar
con ella.
Hice que mi cabello se viera un poco más decente, me cambié a
una playera más cómoda y elegí los tenis que papá me trajo la vez que estuvo aquí.
Eran súper cómodos y algo me decía que quizá tenía que caminar mucho. Tomé un
vaso de leche, agarré una manzana del frutero y comencé mi viaje a la casa de Pao.
Estaba relativamente retirada, quedaba muy cerca del bosque; eran
aproximadamente unos treinta minutos caminando. Con el tiempo uno se acostumbra
a estas distancias.
Trataba de distraer mi mente tratando de recordar el nombre de las
flores y los árboles que Ana me había enseñado e inevitablemente pensar en la rubia
me traía de vuelta a Olivia y aún no estaba preparada para lidiar con ella.
Sinceramente, el sueño ayudó mucho, fue de alguna manera catártico y fue bueno
poder golpearla. Estaba a unos metros de su casa cuando vi correr a una señora
gordita de lentes; la mamá de Pao. La intercepté en el camino.
-Hola.-
-Lara, ¿cierto?- Asentí. –Puedes pasar, ahora regreso.- Se veía muy
preocupada y antes de poder decirle algo ya había salido corriendo. Con mucha
cautela entré a la casa y me encontré con una Paola llena de lodo y un enorme
chipote en la frente.

-¿Qué pasó?- Tenía la mirada perdida en la ventada en su casa. -¿Quién?-


-Ángel.-
-¿A qué hora?-
-Saliendo de la escuela, me siguió hasta una de las huertas y me
empujó... ya sabes que no soy muy rápida de reacción. Cuando metí las manos mi
cabeza ya se había estrellado.-
-Lo lamento mucho, Pao.-
-¿Cómo estás tú?-
-Todavía estoy algo furiosa.-
-Lo puedo notar.- Sonrió levemente. –Sé que no es de mi
incumbencia pero Ana se veía muy... estresada por tu situación. Apenas y tocó
bocado cuando te fuiste... y estuvo perdida el resto de las clases.-
-Ella entiende que quiero hacer bien las cosas y hasta ahora no ha
funcionado.-
-Están de tu lado, Lara.- Tomó aire. –Belém vio lo que pasó, ella
me trajo a casa.- Ahora faltaba que los papás de todos los chicos estuvieran de mi
lado si lo que Marcos dijo era verdad.
-Espero que eso los haga detenerse un poco.-
-Sé que con el tiempo lo harán.- Todo requería de paciencia. Cosa
que no tengo en abundancia.
-¿Qué pasará con eso?- Señalé el golpe en su frente.
-Mamá fue a conseguir unas hierbas que ayudan. Está muy
escandalizada porque es la primera vez que me ve así.-
-¿Le dijiste?- Negó.
-Me caí.- Asentí. –Quédate a comer con nosotros; tienes cara de
que no has pasado un buen día.- Le agradecí la propuesta y me quedé con ella hasta
que su mamá llegó.
Puso a hervir unas hojas para después poner cubos de hielo en un
trapo y ponerlo directamente sobre la frente de Pao. La pobre simplemente se
retorcía pero no decía nada. El siguiente movimiento me asombró; tomó una moneda
de diez pesos, lo puso directamente sobre el chipote y presionó. No había que ser un
puto genio para saber que eso dolía muchísimo. La chica menuda apretó las manos
hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Cuando la tortura terminó, puso una
compresa con las hierbas sobre el área afectada.
Durante la comida me enteré que Pao era hija única, su mamá la
pasó muy mal durante su embarazo y mucho peor en el parto, eso fue motivación
suficiente para no querer tener más hijos. Cuando Pao tenía unos seis años su papá
se fue a buscar un mejor trabajo a Estados Unidos. Al principio el hombre se
encargaba de mandarles suficiente dinero cada mes; más del que necesitaban para
vivir. Pero desde hace unos dos años dejó de hacerlo. Ambas creen que encontró
pareja y se olvidó de la familia que dejó aquí en México.
Afortunadamente la señora era muy buena administrando el dinero,
por lo que una parte la usó para mejorar su casa, otra parte la invirtió en la pequeña
huerta que tienen en la parte de atrás de la casa, con cerditos, árboles frutales y
alguna que otra vaca; y tenía un resto de dinero que sería destinado a la educación
de Pao. Ambas tenían la ilusión de que la chica de lentes estudiara una buena carrera.
Con una madre así estoy segura que lo lograría.
Llegó el momento de despedirse, las dos mujeres fueron por demás
amables conmigo y la mamá de Pao como que algo me sabía porque me sirvió un
enorme plato de estofado que devoré hasta el último trozo. La cocina de aquí no
dejaba de impresionarme, prefería mil veces estás deliciosas comidas caseras a los
restaurants caros a los cuales papá nos acostumbraba a llevar por órdenes de la
bruja. Me despedí de ellas con un beso y un abrazo.
Me encaminé a casa pero como si una fuerza magnética me
arrastrara cambié súbitamente de dirección. Necesitaba ir para allá, necesitaba verle
y aclarar algunas cosas. Puede que hacer las cosas al estilo Texas me diera un poco
de tranquilidad y paz mental que tanto necesitaba. Caminé unos diez minutos más y
antes de tocar la puerta de su casa tomé un largo respiro, como si me preparara para
una gran batalla. Toqué la puerta y un señor mayor me abrió.

-¿Está Ángel?-
-Mi nieto fue a jugar fútbol, no debe tardar en regresar.-
-Muchas gracias, señor.-
-¿Eres nueva por aquí?-
-Algo así. Buenas noches.-
-Bueno al menos tiene modales...- Decía el anciano mientras
cerraba la puerta. Jugar fútbol, claro. Estoy segura que estaba fumando en el bosque.
Corrí para allá sin pensarlo dos veces.
Después de tantos días caminando y explorando ya me conocía bien
el lugar. Incluso en la oscuridad podía encontrar fácilmente el camino a nuestro
escondite, a donde tomábamos con el clan, en donde había encontrado a la rubia
cantando... todo. Con mucho cuidado me acerqué al lugar acostumbrado por el clan.
La noche comenzaba a caer pero había suficiente luz para ver. Al acercarme más
pude escuchar... ¿gemidos? Caminé otro poco y vi la silueta de Ángel, tenía unas
piernas alrededor de él y ambos respiraban trabajosamente.
-No estás jugando fútbol pero definitivamente estás metiendo las
bolas.- La chica pegó un grito y se puso en tierra firme. Ángel como pudo se subió el
pantalón.
-¿Qué haces aquí?-
-Nada. Buscaba aclarar mi mente pero los quejidos no me dejaban
pensar.-
-Nos vemos.- Dijo la chica y salió corriendo de ahí.
-Genial, ni siquiera pude terminar.-
-Oh, créeme que no terminarás en mucho tiempo.- Rápidamente
me acerqué a él para estrellar mi rodilla en su entrepierna. Soltó un chillido y se tiró
al piso. –Hay chicas que sí se saben defender. Hazle algo más a Paola y ya sabes que
te corresponderá.-
-Estoy lo sabrá Olivia.- Amenazó retorciéndose de dolor.
-Uy, que hombrecito, se va a quejar con su mami. Aunque no es de
extrañarse que ella tenga más bolas que tú.- Me puse de cuclillas frente a él. –Estoy
segura que serás el hazmerreír en cuanto la gente sepa que fuiste corriendo a llorar
en las piernas de Olivia.-
-Te vas a arrepentir, Lara.-
-Bla, bla, bla, cuídate las bolas. Quizá para la próxima te las deje
inservibles.- Sin voltear a verlo salí del lugar.
Con paso firme caminé a casa, un poco más relajada y
definitivamente más a gusto con lo que había hecho. Sin embargo, una parte de mí
decía que no era la manera adecuada; la parte que le hace caso a Ana. Ana, moría de
ganas de verla y dejarme llevar en sus brazos pero aún no. Necesitaba tranquilizar
mis pensamientos para poder hablar con ella como la gente decente.
La noche me sorprendió durante mi camino a casa. Los animales
que gustaban de esta hora del día se hicieron escuchar rápidamente, algunos niños
todavía jugaban en los patios con canicas o con sus bicicletas. Todo estaba en una
relativa calma; la gente seguía con su vida normal mientras yo era un torbellino de
emociones pero entre todas esas emociones, sabía que mi amor por Ana
predominaba.
Caminaba un poco más serena cerca de casa, casi podía sentir la
sensación de mis almohadas y del colchón debajo de mí. Instintivamente cerré los
ojos y cuando los abrí sentí mi alma congelarse cuando vi un coche estacionado
frente a mi casa. No podía ser posible. Conforme caminaba mis sospechas se hacían
cada vez más reales. Vi el logotipo BMW, era el auto de papá. Con un temblor en las
manos tomé saqué la llave de mis Jeans y abrí la puerta. Papá estaba sentado en uno
de los sillones.
-¡Mi amor! Por fin llegas.- Dijo con una alegre sonrisa que ni a
punta de madrazos me contagiaban.
-¿Qué haces aquí, papá?-
-Obviamente vengo por ti.-

A/N Esta fue la razón por la que el capítulo anterior fue corto :)
Como dice el título "Sorpresa" Dadas mis condiciones físicas, en mi mente esto es un
maratón... Nos vemos en octubre xD
¿Ya pasaron por elcirculcolibri ? Hay muchísimas cosas de mis
talentosos compañeros. La nueva sección de Textos Cortos, es una de mis favoritas,
ahí podrán apreciar los estilos de los que escribimos en ECC. "Dos Semanas" me tiene
con el alma en un hilo. Y espero que la autora de "Mi Profe de Piano" se ponga al
pedo y actualice pronto xD
Follow me on Twitter @Alexita_May para fragmentos de nuevos
capítulos. Ahí puse lo de esta pequeña sorpresa que tenía para ustedes.
Ahora sí, cuídense, no echen mucho trago, disfruten sus vacaciones
o sus actividades, lo que sea que estén haciendo y que todo fluya a su favor. :)
Saludos desde un rincón de México impregnado de café,
Ale :)
Capítulo 19

-¡¿Qué?!- Prácticamente grité.


-Parece que no estás muy contenta de verme.- Me acerqué a él y lo
abracé. –Mi amor, te he extrañado mucho.- Me abrazó más fuerte. –Feliz
cumpleaños, Lara.-
-Gracias, papi.- Le di un beso prolongado en la mejilla como solía
hacerlo cuando venía de trabajar. -¿De verdad vienes por mí?- Negó y sentí un gran
alivio.
-Cardozo me invitó a la inauguración de la iglesia y vine a festejar
tu cumpleaños.- Solté el aire que no sabía que tenía contenido.
-Gracias, pa. Significa mucho para mí que hayas venido.- Besó mi
cabello. -¿Viniste solo?-
-Tu madre no gusta de estos eventos.- Ni de mi cumpleaños por lo
que veo.
-Claro, como no habrán fotógrafos mientras deje mil pesos de
limosna no le interesa.-
-Lara...-
-Es la verdad, papá.-
-No quiero discutir sobre tu madre. Vine porque mi buen amigo me
visitó y porque extraño a mi princesa.- Lo abracé de nuevo. -¿Cómo te va?-
-Muy bien, papi.- Por fin sentí que mi cuerpo se relajó y me senté
frente a él. -¿Quieres café?-
-Me encantaría.- Me puse de pie para ir a la cocina y preparar café
para ambos. –Tienes muy ordenado aquí, hija.-
-Me di cuenta que me gusta lo ordenado.-
-Eso es bueno.- Saqué el vaso con agua caliente del horno y lo vertí
sobre las tazas con café. El olor era exquisito. -¿Cómo te trata la gente?-
-Muy bien, papá. No puedo quejarme, han sido muy amables
conmigo.-
-¿Todos?-
-La gran mayoría.- Le di la taza a papá antes de retomar mi lugar
frente a él. –Tan bien como yo sabes que no podemos agradarle al mundo entero.-
-Mi princesa hablando como una persona madura.- Tomó un poco
del café. –Delicioso, mi amor.- Le sonreí. –Te noto algo tensa.-
-Un día... pesado en la escuela. Ya sabes, tengo que ponerme al
corriente con mis materias y a veces me sobrepasa pero nada del otro mundo.- Me
sonrió con tal ternura que quería abrazarlo y no soltarlo jamás.
-Te ves muy diferente, Lara.-
-Me siento diferente, papi. Esto está ayudando mucho.-
-No sabes cuánto me alegra eso, mi amor.- Sonrió. –Te traigo un
regalo.-
-¿Sí?- Asintió.
-Pero te lo daré mañana o más tarde.- Mi papá era una buena
persona y no sólo por el regalo. Realmente es un amor. Momento de hacer la
pregunta que vine rondando mi mente desde hace unos días.
-Pa, ¿cuánto tiempo...- Mi pregunta fue interrumpida cuando
tocaron a la puerta. Maldije para mis adentros y me puse de pie para abrir. Frente a
mí un sonriente señor Cardozo.
-¿Es cierto?- Con una sonrisa lo invité a pasar. -¡Amigo!- Se veía
genuinamente emocionado al igual que papá, quien de inmediato se puso de pie para
fundirse en un fraternal abrazo con el amigo de toda su vida. Los hombre necesitaban
tiempo para platicar y yo necesitaba ver a mi chica.
-Los dejo, siéntanse como en casa. Iré a caminar un poco.- Ni
siquiera me escucharon porque estaban muy metidos en su plática. Mejor para mí.
Tomé mi llave, estoy casi segura que podría entrar a traer mi taza
de café y no lo notarían. Comencé mi camino a la iglesia; estaba algo nerviosa. No
me había desquitado con Ana pero sentí que no fui muy justa con ella aunque creo
que fue lo mejor. Soy demasiado impredecible cuando me enojo; pueden preguntarle
a Ángel sobre eso.

Mis pasos eran lentos y pausados, no era mi estilo pero estaba disfrutando del
agradable paseo aparte quería aplacar el resto de enojo que pudiera estar en mí para
no afectar a Ana. Ella no merecía cargar con mi frustración o mi ira. Fui directamente
a la puerta de atrás; estaba por tocar cuando la puerta se abrió y vi a Ana.
-Hola.- Le sonreí tímidamente.
-Hola.- Me encantaba su dorada cabellera pero adoraba verla con el
cabello levantado, se veía simplemente preciosa.
-¿Te interrumpo?-
-Iba a buscarte.- Abrió más la puerta para que pudiera pasar. Lo
hice y ambas nos quedamos en el comedor. -¿Cómo estás?- Preguntó después de
algunos segundos en silencio.
-Un poco más tranquila.-
-Me alegra saber eso.-
-Lamento lo de la mañana.-
-No fue tu culpa, Lara. En parte lo entiendo, yo también estaba
muy molesta.-
-Siento que la estoy odiando y mucho.- Se acercó más a mí y tomó
mi mano sobre la mesa.
-No puedo decirte que no lo hagas porque ahora mismo yo también
tengo sentimientos muy negativos hacia ella. No debió hacerlo.- Negué. –Creí que al
defenderme nos dejaría en paz.- Le sonreí.
-Estoy muy orgullosa de ti, no por empujarla sino por poner límites,
Ana.-
-Pero más porque la empujé.- Ambas sonreíamos.
-Un poco más.- Tomé sus manos. –Papá está aquí.- Gasparín tenía
más vida que Ana ahora mismo; se tensó y se puso totalmente pálida.
-¿Vino... por ti?-
-Al principio me dijo que sí y sentí que el piso se abría pero me
después me dijo que sólo veía a la inauguración de la iglesia.-
-¿Estás segura?-
-No lo sé pero aunque me diga que me vaya no lo haré.- En un
gesto que comenzaba a hacerse común, Ana buscó mi regazo para sentarse,
esconderse en mi cuello y aferrarse a mí con fuerza. –Perdón por lo de hoy, cariño.-
-No tienes nada de qué disculparte pero te perdono, La.- Besé su
hombro.
-Gracias.- Me quedé un momento disfrutando de su cercanía y de
su olor. -¿Quieres ir a casa conmigo?- Asintió sobre mi cuello. -¿Te puedo besar?-
Salió de su escondite, llevó sus manos a mi cara mientras me veía fijamente.
-Eres la única persona en el mundo permitida a tocarme o besarme
sin pedirme permiso.-
-No quiero traspasar tus límites.-
-Los límites se borraron cuando te dejé entrar en mi vida.-
-Y se supone que yo soy la del verbo.- Sonreímos antes de juntar
nuestros labios brevemente. –Te quiero, rubia.-
-Te quiero, La.- Nos pusimos de pie y nos dirigimos a casa. Nada
relevante pasó durante el camino, simplemente tonteábamos pero tenía la extraña
sensación de que alguien nos seguía. Quizá era la paranoia de todo lo que había
pasado hoy. Al llegar me di cuenta que tenían la puerta abierta pero se escuchaba
también una voz femenina. Norma. Al entrar los adultos detuvieron su conversación y
nos dieron la bienvenida.
-Papi, espero que recuerdes a Ana.-
-¿Cómo olvidaría a tan linda señorita?- Papá me sorprendió al evitar
tenderle la mano o abrazarla como acostumbraba con mis antiguas amistades pero
quedé más sorprendida al ver a Ana acercándose a él para darle la mano. Incluso el
señor Cardozo se veía sorprendido.

-Qué gusto verlo de nuevo.- Papá se descoló un poco pero se recompuso de


inmediato.
-El gusto el mío, Ana. ¿Cómo te va?-
-Las últimas semanas han estado de maravilla, señor Orozco.-
-Oh, por favor, dime Manuel. Esto de las formalidades no va
conmigo.- Ana simplemente le sonrió y regresó a mi lado.
-¿Por qué no vamos a la iglesia? Tengo suficiente comida y una
habitación extra para ti, Manuel.-
-Perfecto.-
-La invitación se extiende a ti también, Lara.-
-Gracias, señor.- Le sonreí antes de dirigirme a mi habitación para
guardar una mudada de ropa en la mochila de la escuela. Así no regresaría por la
mañana y podía pasar más tiempo con Ana.
Norma declino la invitación ya que tenía que levantarse temprano
para la escuela mañana y creía que ellos tenían mucho de que hablar y ella estaría de
más. Ambos intentaron convencerla de lo contrario pero no lo lograron. Ya con mis
cosas en mano caminamos de vuelta a la iglesia; papá y el señor Cardozo iban
delante de nosotras. Moría de ganas de tomar a Ana de la mano pero era demasiado
arriesgado. De nuevo esa sensación; no le dije nada a la rubia pero estaba casi
segura de que alguien venía tras nosotras.
Teniendo a los dos hombres cerca de nosotras no haría nada y qué
mejor momento para aprovechar y agarrar a la persona que nos seguía. Escuché un
pequeño sonido entre los arbustos y fue la confirmación que necesitaba. Pasé mi
mano sobre los hombros de Ana para atraerla más a mí. Incliné mi cabeza para que
mis labios quedaran cerca de sus oídos. La nada discreta plática de los hombres
cubriría un poco mi voz.
-Sigue caminando normalmente.-
-¿Qué pasa?- Preguntó preocupada.
-Estoy casi segura que nos siguen. Quizá sea mi paranoia o quizá
no. No me voy a arriesgar y el tener a tu papá y al mío es algo que debe jugar a mi
favor.- De nuevo escuché el sonido, como si alguien pisara una rama; no lo pensé dos
veces y corrí a donde estaba el sonido. La persona detrás del arbusto se vio tan
sorprendida que ni siquiera se pudo mover y terminé tacleándola.
-¿Qué pasó?- Escuché decir a mi padre.
-Em... Lara vio un conejo y fue tras él. Ahora los alcanzamos.- Me
cubrió la rubia. Bajo de mí tenía a Liz.
-¿Qué quieres?-
-¿Qué tienes con la monja?- Preguntó seria. Le sonreí.
-¿Qué debería tener con "la monja"?-
-Vi que fuiste por ella a la iglesia y te vi abrazándola hace un
momento.-
-Bueno, la gente que le tiene afecto a otra gente tiende a ir a
visitarla a su casa o abrazarla espontáneamente. Cosa que tú nunca sabrás mientras
estés con Ángel y con Olivia que de lo único que se preocupan es de ellos mismos.-
-No soy como la perra traidora de Paola.-
-Corrección, no eres tan inteligente como Pao.- Me puse de pie de
un brinco. –Aléjate de cualquiera de las dos.- Caminé a donde estaba Ana. –Contigo
no es el problema. Si ella te envió sólo puedo decirte que aspiras más que a ser la
mandadera de Olivia.-
-¿Crees que me vas a lavar el cerebro?-
-Para poder lavarlo primero debes ser consciente de que tienes
uno.- No esperé su respuesta y regresé con mi rubia.
-¿Qué pasó?-
-Te cuento en casa.- Alcanzamos a los hombres bastante rápido
quienes ya estaban por entrar a la iglesia.

-¿Encontraste el conejo, Lara?- Preguntó el señor Cardozo.


-Creo que era coneja, señor pero se me escapó.-
-Es una pena.-
-Estoy segura de que me la encontraré de nuevo.-
Pasamos una noche bastante agradable, era muy lindo ver a papá
tan suelto y tan sonriente como lo estaba con el señor Cardozo. Su amistad era algo
digno de enmarcar; habían pasado por tantas peripecias juntos. Creo que ese es el
motivo más fuerte, se mantuvieron fieles el uno al otro que nada los pudo separar y
no creo que algo alguna vez lo haga. Yo nunca he tenido una amistad así de fuerte, ni
nada hasta Ana... todo está comenzando con ella.
Cuando por fin llegó el momento de dormir, el señor Cardozo
escoltó a papá a la habitación que está junto a la de él. Mientras Ana buscaba
frazadas, y unas almohadas extra para él. Le di las buenas noches con un beso y un
abrazo. Amaba muchísimo a papá y me alegra enormemente tenerlo aquí, siempre y
cuando no buscara llevarme de vuelta con él.
Finalmente regresé a la habitación de Ana y me quedé en la orilla,
mi lugar en la cama. Cerré los ojos dejándome llevar por el suave olor que desprendía
todo a mi alrededor. No tardé mucho y me levanté a lavarme los dientes. Estaba por
terminar cuando escuché la puerta cerrarse, Ana estaba de regreso. Me alcanzo en el
baño para ella también lavarse los dientes. Terminé antes que ella, le di un beso en la
frente antes de regresar a la cama, donde ella me alcanzó unos segundos después.
-¿Qué pasó con "la coneja"?-
-Era Liz.-
-¿Nos estaba siguiendo?- Asentí. -¿Qué quería?-
-Joder. No podemos esperar más del clan. Me preguntó acerca de
nosotras.-
-¿Qué le dijiste?-
-Que eres mi novia y que más le vale alejarse.- La rubia se sentó
de golpe y me quedó viendo sorprendida.
-¡¿Qué?!- Me eché a reír.
-Por supuesto que no, cariño.- Me dio un ligero golpe antes de
acomodarse sobre mi hombro. –Nos vio cuando salimos de aquí antes de ir a casa. Me
cuestionó... le dije que las personas que quieren a otras suelen procurarlas.- Me puso
a jugar con su cabello. –Debemos ser muy cuidadosas, sé que Liv está tramando algo
y los está usando a ellos.-
-¿Ellos?- ¡Mierda!
-Ángel lastimó a Pao.-
-¿Qué le hizo?-
-La empujó, la pobre ni pude meter las manos y se hizo un chichón
en la cabeza.-
-Algún día lo van a pagar.- Eventualmente lo sabría.
-Ya lo pagó.- La sentí tensarse.
-¿Qué le hiciste, La?-
-Le recordé que hay mujeres que sí se pueden defender y le
remarqué que lo quiero lejos de ti y de Pao.-
-¿Puedes ser más explícita con lo de "recordar"?
-Le pegué... en las bolas.- Cerré los ojos esperando un golpe pero
me sorprendí al escucharla reír.
-¿Malo?-
-Oh, muy malo, cariño. Quizá todavía esté retorciéndose en el
bosque.-
-¿Fuiste hasta allá a buscarlo?- Asentí de nuevo. –Estás loca. ¿Y si
Livy hubiera estado ahí?-
-Probablemente también la habría arrastrado, ganas no me faltan.-
-Ángel, tienes una extraordinaria habilidad para las locuras.-

-Lo que tengo es una extraordinaria novia.- Volteó a verme; la tenía a unos
milímetros de mi cara. –La novia más preciosa.-
-Te quiero mucho, La.-
-Y yo a ti, Anita.- Sólo bastó con agacharme un poco para atrapar
sus labios con los míos y comenzar una suave danza.
La mano de ella que estaba sobre mi estómago se fue a la base de
mi cuello para atraerme más. Besaba tan bien, a veces me sorprendía lo intuitiva que
era cuando nos besamos... más que nunca agradecía ser su primer beso.
Inconscientemente sonreí, era su primer beso. Eso me pertenecía sólo a mí.
-¿Por qué sonríes?-
-Porque te quiero mucho y porque soy tu primer beso.- Me veía con
una enorme sonrisa.
-Y espero que seas la última.- Me acerqué de nuevo a ella.
-Espero lo mismo.- Dije sobre sus labios antes de besarla de nuevo.
Me cuesta creer que la ame tanto. Es inhumano.
-No me dejes, La.- Cortó el beso y se escondió en mi cuello. –No sé
qué haré sin ti.- Tragué con dificultad. Teníamos exactamente los mismos miedos;
estar lejos la una de la otra.
-Hablaré con tu papá de lo que planeamos.-
-¿Le dirás que me quieres llevar contigo?- Asentí. –No creo que lo
apruebe.-
-Daré argumentos convincentes.- La conocía lo suficiente como
para saber que estaba conteniendo las ganas de llorar y que se quedaría dormida en
unos minutos más. No me equivoqué.
La abracé tan fuerte como pude, dejé mis labios sobre su frente y
cerré los ojos. Esto era un desmadre, no ella, ni lo que tenemos sino lo que nos
rodea. La estúpida de Oliva y el clan, los prejuicios de la gente y el ver a papá casi
hace que me dé un puto infarto. Debía hablar con el señor Cardozo; sé que yo soy
una mocosa, como dice Ingrid, pero él sabe que la protegería con mi vida si fuera
necesario. Aparte ella tiene un potencial enorme que explotar y en la ciudad lo haría
muy bien. No es sólo por nuestro noviazgo es también por las oportunidades de
Ana... aunque un poco más porque no la quiero lejos de mí.
No sé en qué momento me quedé profundamente dormida, entre
tantos pensamientos creo que mi cerebro decidió que era mejor dormir en vez de
sobrecalentarse pensando en miles de escenarios. Me desperté cuando sentí a Ana
moverse bruscamente. Inmediatamente me puse de pie para no tocarla y evitar lo de
la vez pasada.
-¡Lara!- Entré la oscuridad la vi moviéndose por la cama,
buscándome.
-Aquí estoy, cariño. Apenas comenzaba a caminar de regreso a ella
cuando ya la tenía sobre mí. Sus piernas rodeando mi cadera, sus manos apretadas
sobre mi cuello y su rostro sobre mi hombro. Abrazo de koala. –Tranquila.-
-Tu papá vino por ti.- Dijo en un leve sollozo.
-Él está aquí pero no vino por mí.- Se apretó más a mí. –Te lo juro,
cariño no vino por mí.-
-Tengo mucho miedo de que te lleven.-
-Temo por lo mismo, Ana. Me voy a volver loca sin ti.- Llevábamos
menos de un mes como pareja pero parecía que nos conocíamos de toda la vida y a
momentos así lo sentía. He de haber hecho algo jodidamente bien para merecerla.
Alguien o algo me trajo a este rincón de México olvidado por Dios para conocer al
alma más pura que he conocido.
-Te quiero, ángel.- La fragilidad de su voz contrastaba con la fuerza
de su mensaje. Sé que me quiere, estoy segura de eso. Con ella adherida a mí
caminé de regreso a la cama; con mucho cuidado la recosté, permanecí unos
segundos sobre ella.

-Si hay un Dios le debo todo; me dio una familia algo jodida pero algo he aprendido.
Norma, tu papá, incluso Ingrid y tú. Tú que te estás convirtiendo en mi todo, Ana.- Mi
mente me gritaba que le dijera que la amo pero aún no. Todavía no. Vi que sus ojos
se volvieron a llenar de lágrimas. –No, no, no quiero que llores, cariño. Odio verte
llorar.-
-Nunca creí que alguien me quisiera de la forma en como tú lo
haces... nunca.- Acaricié su mejilla.
-Sólo un tonto no lo haría.-
-Pero sé que nadie me va a querer como lo haces tú.- Le sonreí.
-Te puedo asegurar que no. Pasaré mis días mostrándote lo mucho
que me importas.- Pegué mi frente con la de ella.
-Quiero que tengas todo de mí, La... todo. Quiero estar contigo de
todas las formas posibles.-
-Y yo sé que nos entregaremos por completo, a su tiempo. Si crees
que esa es la forma de mostrarme tu cariño hacia mí déjame decirte que me lo
muestras todos los días cuando me sonríes, cuando me ves atentamente, cuando me
abrazas, cuando sostienes mi mano... es como lo que hablamos de las formas de
decir te quiero, aplica para las acciones. Podemos mostrarnos amor de muchas
maneras y no necesariamente implica intimidad.-
-Mi novia es muy elocuente.- Llevó sus manos a mi cara.
-Tu novia es una chingona.- Golpeó mis labios con su dedo índice.
-Lenguaje.- Le sonreí.
-Hagamos un trato.- Sonrió.
-Con qué ocurrencia vas a salir.-
-Cada vez que diga una mala palabra me darás un beso.-
-Te estaré besando todo el día.-
-Ese es el objetivo.- Amaba verla sonreír de esta manera,
espléndidamente haciendo que sus hoyuelos se marcaran. –Puto.- Volvió a
golpearme. –Ese no fue el trato.-
-Nunca acepté.-
-También saldrás beneficiada de esto.- Le guiñé un ojo. –Mierda.-
Levantó su cabeza y buscó mis labios para darme un beso corto. -¿Ves? Todos
ganamos.-
-¿Te puedo abrazar?- Preguntó con timidez; le sonreí.
-Sería un honor dormir en sus brazos, majestad.- Me acomodé en
su pecho, pasé mi mano sobre su estómago y puse mi pierna sobre la de ella. Besó
mi cabello.
-Buenas noches, ángel.-
-Buenas noches, cariño.-
Comencé a regresar a la consciencia cuando mi mano se entumió y
al moverla me dolía un poco. Como pude me reacomodé, estaba por dormirme de
nuevo cuando sentí que algo no estaba bien... abrí un poco los ojos y entonces lo
noté. Fue casi imposible no emocionarme y sentir que los colores se me subieron al
rostro. La mano de Ana, que inicialmente, estaba sobre mi cintura, se deslizó un poco
más abajo hasta quedar sobre mi trasero. Por la forma de respirar de Ana sabía que
aún estaba dormida. ¿Qué tan alborotadas tenía las hormonas que me emocionaba
con el contacto de una persona dormida? Reí de lo patética que me sentía y decidí
regresar a dormir.
De nuevo la infernal alarma me despertó, aunque amaba dormir
con Ana más que nada en este mundo preferiría hacerlo los fines de semana cuando
ninguna de las dos tiene presiones para levantarse temprano. Como siempre Ana se
despertó inmediatamente, apagó la alarma y comenzó a llenarme de besos la cabeza
y la frente.
-Arriba, dormilona.- Negué.
-Diez minutos más.- Me abracé más fuerte a ella.
-Se nos hará tarde.-

-Traje mis cosas, tenemos quince minutos más.- Ana moriría si llega un minuto tarde
a clase.
-¿Y prefieres pasarlos durmiendo?- Casi de inmediato levanté la
cabeza para verla.
-¿Qué sugieres?-
-Que te laves la boca.- Me eché a reír.
-Que nos lavemos la boca, majestad.- Ambas fuimos al baño a
cepillarnos; en unos minutos estábamos de regreso en la cama. –Buenos días,
preciosa.-
-Buenos días, La.- Me sonrió con ternura. -¿Dormiste bien?-
-Tengo la mejor almohada del mundo.- Repetí lo que ella me había
dicho.
-No. Yo tengo la mejor almohada del mundo.- Negué. –Sí.-
-No.-
-Sí.-
-No.- Antes de que pudiera contestar me acerqué a ella y le dio un
beso. –No.-
-Tienes unas buenas tácticas de distracción.- Me tomó del rostro y
me acercó a ella de nuevo a ella.
Pasamos unos buenos minutos tonteando entre beso y beso, no sé
cómo pero cada día con ella era aún mejor que el día anterior. Ana siempre hacía
algo, por más mínimo que fuera, para mostrarme lo mucho que me quiere. Como se
lo dije ayer, una mirada, una sonrisa, un beso, todo lo que viniera de ella yo lo
amaba. Nos levantamos cuando escuchamos ruidos en la cocina; genial, el señor
Cadozo haría el desayuno. Despreocupadas, salimos a la cocina tomadas de la mano.
Sorpresa. En la cocina estaba papá que al escuchar el sonido de la puerta volteó a
vernos con una sonrisa y no pasó para nada desapercibido el hecho de que
tuviéramos nuestros dedos entrelazados. Subió de nuevo la vista, me quedó viendo,
sentí un miedo terrible y solté la mano de Ana.
-Buenos días.- Dijo la rubia.
-Buenos días, señoritas. ¿Cómo durmieron?- Preguntó un poco más
serio.
-Bastante bien.- Respondí secamente. Se hizo un incómodo silencio
por muchos segundos hasta que el señor Cardozo entró.
-Niñas, buen día.- Las miradas entre mi padre y yo no cesaban. De
vez en cuando veía a Ana y regresaba a mí; inmediatamente captó el pastor lo que
estaba sucediendo. –Niñas, vayan a cambiarse en lo que preparo el desayuno.-
Asentimos sin decir una palabra.
Entré a la habitación de Ana, tomé mi mochila y me encerré en el
baño. Si no quería llevarme ahora sí tendría motivos para hacerlo. Tonta. Debí
asegurarme de que fuera el papá de Ana y no Manuel. Tardé más tiempo del
necesario en el baño. Necesitaba un poco de respiro, acomodar algo en mi cabeza
pero ni siquiera sabía qué. Cuando salí Ana estaba sentada cabizbaja sobre la cama.
Volteó a verme y vi unas cuantas lágrimas sobre su rostro.
-¿Qué pasa?- Me acerqué a ella.
-Nada.-
-Claro, es la hora de las lágrimas.- Me arrodillé frente a ella. -¿Qué
pasa?- Negó. –Ana, creí que confiábamos la una en la otra...-
-¿Te avergüenzas de mí?-
-¡¿Qué?!- La obligué a verme. -¿De dónde demonios sacas eso?-
-Soltaste mi mano cuando tu padre nos vio.- Me tomé la cabeza
desesperada. Este no era un buen momento para la inseguridad de Ana.
-Mi padre se ha enterado de que estoy contigo de la manera menos
indicada. Si supiera que va a tomar a bien esto te hubiera besado frente a él pero no
lo sé. Esto no es sobre ti, Ana. Es sobre cómo papá va a tomar el hecho de que esté
saliendo con una mujer.-
-Me adelantaré a la escuela.-
-Ana...- Ni siquiera hice el intento por detenerla. Me acosté un rato
más, dándole tiempo para que desayunara algo y luego poder salir yo. Cuando lo hice
sólo papá y el señor Cardozo se encontraban en la cocina.

-¿Todo bien?- Preguntó el señor Cardozo.


-Espero que sí.- Volteé a ver a papá que estaba con la mirada
perdida, sentí un nudo en la garganta. Regresé mi vista al señor Cardozo que me veía
con ternura.
-Iré a la iglesia a revisar unas cosas.- Se disculpó dejándome a mi
padre y a mí hundidos en un sepulcral silencio. Con una agónica lentitud me acerqué
a papá y me senté frente a él.
-Papá...-
-¿Estás con ella?-
-Sí.-
-¿Por qué?- No me daba la cara.
-Porque es una extraordinaria persona y la quiero mucho.-
-Quieres a tus amigas, quizá estés...-
-¿Confundida? No puedes ni comenzar a imaginar cuantas noches
me desvelé pensando eso; que quizá lo estaba confundiendo todo, que mis ganas de
protegerla nublaban mi juicio... pero no. Después de mucho, por fin pude aceptar que
me gusta y mucho.-
-Tuviste novios en la escuela, tú no eres gay.- Reí.
-No creo ser gay, soy Anasexual. Nunca me había fijado en una
mujer hasta ella y dudo que alguna otra mujer llegue a interesarme de la misma
forma.- Una parte de mí quiere entender papá pero más que nada quería que me
entendiera a mí. -¿Estás decepcionado de mí?-
-Estoy confundido, Lara. Muy confundido.-
-No me odies.-
-Nunca podría odiarte, Lara.- Ahora si volteó a verme. –Eres lo más
preciado que tengo en el mundo, nunca podría sentir algo negativo hacia ti.- Se
acomodó en la silla. –Sólo quiero entender qué te motivo a esto.-
-El amor. Ella me quiere y Dios sabe que yo la quiero a ella, no hay
más. Ella ha pasado por mucho, papá. Demasiado, diría yo y aún así no hace más que
ser una luz en el mundo.-
-Sé parte de su historia, hija. Alberto me lo dijo antes de salirse de
la empresa... me contó de la niña y de las ganas que tenía de hacerla olvidar todo lo
malo que pasó.-
-Ella me ha ayudado mucho en la escuela, me ayuda con las tareas,
me ha acercado un poco más a Dios... ha hecho que deje de maldecir tanto.- Ambos
sonreímos. –Ella es una fuerza muy positiva en mi vida.-
-Cardozo me dijo... una parte. Aparentemente se hacen mucho
bien la una a la otra.-
-Créeme que nunca lo busqué... simplemente sucedió. De pronto
estaba en la sala de mi casa pensando en que me gustaba la hija del pastor.-
-¿Te hace feliz?-
-¿No me has escuchado los últimos cinco minutos?- Se echó a reír.
–Me hace inmensamente feliz.-
-Eso es lo único que importa.-
-¿En serio?- Asintió. –Gracias, papi.- Me eché a sus brazos. –No
sabes lo mucho que me alivia esto.-
-Tu felicidad es la mía, Lara. Siempre será así y si es una chica la
que te hace feliz, que así sea.-
-Te amo, papi.-
-Te amo, mi amor.-
-No le digas a mamá, por favor.-
-Ni loco, es capaz de venir por ti.- Lo abracé más fuerte.
-Se pondrá como loca cuando lo sepa.- La imaginaba lanzando
objetos por todos lados y gritando que soy la peor hija del mundo por humillarla de
tal manera. Todo es acerca de ella.
-Buscaremos la forma de que no.- Le di un beso.
-Eres el mejor papá del mundo.- Me pellizcó las mejillas.

-Ve a la escuela que se te hará tarde.- Asentí, fui por mochila y salí corriendo. En la
iglesia el señor Cardozo estaba sentado en una banca, corrí hacia él y lo abracé.
–Gracias.-
-No tienes nada que agradecer, dulce Lara.-
-Le debo todo.-
-Hazla feliz y estaré pagado.-
El resto del martes pasó en una inusual calma. Después de platicar
con papá sentí un gran alivio, aunque planeaba decírselo, el verme tomado de la
mano con Ana no era lo más adecuado pero lo aceptó. Y agradezco a todos los dioses
por eso. El clan se mantuvo en relativa calma; al parecer Ángel no le dijo nada a
Olivia de nuestro pequeño encuentro ya que se mantuvo muy al margen aunque, no
bajaba la guardia.
Miércoles, día de la inauguración de la iglesia. Muchos esperaban
con ansías esto ya que verían los frutos de su enorme esfuerzo, incluida yo. Después
de hablar con papá hablé extensamente con Ana; todavía teníamos mucho que
trabajar en cuanto a su confianza y le remarqué veinte mil veces que bajo ninguna
circunstancia me avergonzaría de ella. Nunca. Afortunadamente lo entendió y me
pidió disculpa, las cuales estaban de más. Funcionábamos, de una manera u otra lo
hacíamos y eso me hacía feliz.
Caminábamos de regreso de nuestra jornada escolar; Ana me
contaba de la última vez que le tocó exponer sola en clase y casi se desmaya.
Teníamos un proyecto con Omara, las parejas fueron seleccionadas al azar; a mí me
tocó con Pao y desgraciadamente Ana salió junto con el nombre de Olivia pero Omara
pidió que trabajaran solas. La tarea consistía en contar una pequeña fabula o historia
que estuviera ligada al autoestima. Podría ser inventada o tomar una ya hecha. Eso
nos llevó la mayor parte del camino; le di un ligero abrazo cuando la dejé en la puerta
de la iglesia y corrí de regreso a casa.
Papá me esperaba con unas quesadillas, bueno, al menos lo
intentó. El tenerlo ahí me tenía aún más feliz de lo que ya estaba. Incluso nos
permitimos el lujo de comprar una deliciosa coca cola para acompañar las suculentas
quesadillas. Saqué del refri una salsa que Norma me había regalado, la cual la
consumía muy poco ya que picaba demasiado pero con el vaso de coca me sentía
valiente.
Norma llegó alrededor de las cinco de la tarde acompañada de
Ingrid, quien se veía sumamente diferente con un vestido con estampado de flores y
unas zapatillas bajas. Antes de poder decir algo me dio un leve pellizco en el brazo
como en forma de amenaza. Simplemente reí y lo dejé pasar. Norma se veía muy
guapa con un pantalón negro de vestir y una blusa bordada y el cabello recogido.
Papá usaba también un pantalón de vestir y una camisa color verde agua; después de
muchos intentos me obedeció cuando le dije que usar corbata sería mucho. Y yo,
bueno, no podía ir con mis tenis o de shorts, así que opté por un vestido amarillo
pálido y unas sandalias blancas; mi cabello suelto y algo de maquillaje.
Tener a Ingrid para mí era una gozada, la mujer se empeñaba en
joder a quien se le atravesara y a escupir su acidez en cada comentario. Disfrutaba
mucho su presencia y a pesar de su negro humor era una buena persona... creo.
Papá, por otro lado, no parecía entenderla mucho y constantemente me volteaba a
ver como para asegurarse que lo que la mujer decía era broma o iba en serio. Entre
risas y miradas cautelosas llegamos a la iglesia.
El señor Cardozo iba completamente vestido de negro con una
pequeña bandita blanca en su cuello. Pobre hombre, de seguro estaba muriéndose de
calor; yo con el vestido sentía que llevaba mucha ropa encima, no me imagino estar
en eso. Ana apareció detrás de él y llevaba puesto el vestido con el que la conocí,
blanco, sandalias blancas y su cabello levantado. Incluso se había maquillado un poco
y se veía simplemente preciosa.
-Anda, bésala ya.- Dijo Ingrid y quise ahorcarla. Norma le dio un
pequeño empujón. -¿Qué? Mueren por comerse.-
-Ya entendimos, Ingrid.- Cortó Ana con una sonrisa.
–Acompáñame, Lara.-

-Recuerden, superficies sólidas.-


-Creo que la que necesita eso eres tú.- Le hice un guiño antes de
seguir a Ana. No había que ser un genio para saber que en su mente me dijo algo que
involucra a mi mamá.
La iglesia se veía increíble, más reluciente que nunca. El olor de
madera de las bancas era opacado por el olor de algo que había en el piso. Ana me
dijo que era algo que quitaban de un enorme árbol. De hecho lo mandaron a pedir
porque no se da mucho por estos lugares. Lo que fuera, olía riquísimo. Al llegar a la
comida me encontré con ollas enormes.
-¿Todo esto es para mí?-
-Para todos, glotona.- Se colgó de mi cuello, yo la tomé de la
cintura. –Te extrañé.-
-Y yo a ti.- Bajé la cabeza para poder besar. –Te ves preciosa con el
maquillaje.-
-¿Te gusta?-
-Me encanta.- Le dio otro beso.
-¿Me ayudas a llevar estás cosas afuera?-
-Claro.- Ninguna de las dos hizo por soltarse. –Tú primero.- Negó.
–Bien, nos quedemos aquí.- Me veía fijamente a los ojos y veía sus lindos hoyuelos
asomarse. –Cuánto te... quiero.-
-No más que yo a ti.- La abracé.
-No lo creo.- Me separé de ella y comencé a llevar las cosas.
En el patio había tres mesas larguísimas con manteles blancos. Ana
y yo pasábamos platos, tenedores, cucharas, servilletas y todo lo necesario para la
cena. Tardamos más de lo necesario ya que la rubia quería que todo quedara lo más
perfecto posible; obviamente ella daba órdenes y yo movía las cosas que me pedía...
gobernada me queda corto.
La gente comenzó a llegar a eso de las seis de la tarde,
afortunadamente todo lo de la cena estaba listo para ir directamente a las mesas
después de la misa. La mayoría de la gente se pudo acomodar perfectamente en las
bancas pero muchas otras más habían quedado de pie, por lo que optaron por traer
sillas para las mujeres y los ancianos que no alcanzaron lugar. Justo a las siete se
escuchó la última campanada que indicaba que la misa estaba por comenzar. Era
increíble la cantidad de gente que había. Opté por pararme para ceder mi lugar a una
señora embarazada.
Ana iba de un lado a otro, recibiendo a la gente que llegaba y
acomodándolos en donde se podía. Estaba tan emocionada como su papá y como
todos los que ayudamos un poco para que esto fuera posible. Por más que lo
intentaba no podía despegar los ojos de mi Ana y es que se veía preciosa,
divinamente preciosa. Definitivamente era una chica con muchísima suerte; ese pan
de Dios me quería a mí. Sonreí. Al buscar no desnucarme por buscar a Ana con la
mirada pude detectar que no era la única que seguía los pasos a mi novia.
Un hombre bastante alto, casi como el señor Cardozo, cabello
ligeramente café con alguna que otra cana. Perfectamente vestido con una camisa
gris y pantalón negro. Me moví entre la gente para poder tener una perspectiva más
clara de él. Quizá veía a alguien más pero cuando Ana regresó a su lugar la siguió;
sentí mi sangre hervir, la veía como a una presa... el papá de Olivia. Ahora que lo
veía más detenidamente podía ver algunas facciones de la víbora reina del clan.
Necesitaba mantener mi cabeza clara y ser lo más objetiva posible.
Lo que supe de Marcos y de su extraña muerte podría nublar mi juicio y yo no quería
eso. El señor Cardozo dijo que él se preocupaba por Ana y quizá se aseguraba de ver
que nadie se le acercara. Sí, claro y ahora va a entrar el Papa en un monociclo.
Sacudí la cabeza, necesitaba relajarme pero también necesitaba que alguien me
dijera que esto eran suposiciones mías. A estas alturas ya había perdido el hilo de la
misa, ahora sólo quería saber las intenciones de ese hombre.

Me acerqué a donde estaba Ingrid, estaba muy concentrada escuchando lo que decía
el señor Cardozo pero esto era necesario para mí. Afortunadamente no estaba muy
lejos de donde estaba ella y podía voltear a verlo sin levantar sospechas. Me paré a
lado de ella y por varios minutos me ignoró hasta que le di un leve empujón con mi
pierna.
-¿Qué quieres, mocosa?-
-¿Quién es el hombre de camisa gris?-
-¿Qué no tienes novia?- La volví a golpear.
-Esto es serio.- Mi tono era seco y eso la hizo voltear a verme y
luego a dirigirse a donde mi mirada le apuntaba.
-Es el papá de Torres.- ¡Mierda! -¿Qué pasa?-
-No ha despegado los ojos de Ana en toda la noche. Si ves que Ana
se va para atrás míralo a él, por favor. No quiero creer que son cosas mías.- Asintió
levemente y volvió su vista al frente. Yo regresé a mi lugar pegada a la pared.
Sólo tuvimos que esperar unos minutos para que Ana volviera a
desocupar su lugar. Ni siquiera me fijé si Ingrid había hecho lo que le pedí ya que el
hombre sin pudor alguno escaneó a mi novia de arriba para abajo. De inmediato mis
manos se convirtieron en puños. Me importa una mierda lo que Ingrid perciba, este
imbécil quiere a Ana.
-No eres nada discreta tú tampoco.- No me di cuenta cuando Ingrid
llegó a mi lado. –Quita esa cara de culo y llévate a tu novia al otro lado de la iglesia.
El maldito ya tiene suficientes imágenes en su cabeza para trabajarse esta noche.- A
pesar de que muy pocas veces la he visto sonreí podía ver que estaba molesta.
Cuando Ana regresó a su lugar, la tomé suavemente del brazo. Al
principio se sorprendió pero al ver la cara de pocos amigos que tenía se paró de
inmediato y me siguió. Cometí el error de voltear a donde estaba el doctor y con
coraje pude ver que estaba atento a lo que hacía. Lo quedé viendo unos segundos
antes de desaparecer por la puerta de la cocina.
-¿Qué pasa, ángel?-
-Marcos tenía razón.- Sentía mi pecho subir y bajar violentamente.
Ana tomó mis manos buscando tranquilizarme.
-¿Sobre qué?-
-El doctor... hijo de perra.- Susurré.
-La...-
-No te ha quitado la vista de encima toda la noche. Lo vi.- En ese
momento entró Norma.
-¿Qué pasa, niñas?-
-El doctorcito no quitaba los ojos del cuerpo de Ana. Me asqueo la
forma en como la veía. Ingrid también lo vio y me mandó para acá.-
-Tienen que regresar ambas porque levantaran muchas sospechas.
Ana, no te despegues de Lara ni un segundo, ¿entendido?- Asintió. –Lara, respira y
por lo que más quieras contrólate.- Asentí. –Vamos afuera.- Salimos las tres, Norma
regresó a su lugar, Ana y yo un poco más al frente pero no tanto para que él no nos
viera.
Nunca había sentido mis músculos tan tensos, ni tanta rabia en
toda mi vida. No debo aclarar que no presté atención en absoluto a lo que pasaba a
mi alrededor. Apenas y sentía los dedos de Ana jugando con mi vestido y de vez en
cuando tocando mis dedos buscando controlarme. En mi mente sólo pasaban mil
imágenes y en todas estrellaba al doctor contra la pared. Si estaba así con este
imbécil, ¿qué haría si llego a encontrar al idiota que lastimó a Ana? Locura.
La misa terminó entre aplausos y vítores de la multitud. Todos se
veían muy contentos pero más el señor Cardozo. Papá caminó a felicitar a su amigo
por su logro y otras muchas personas también se acercaron a él para agradecerle o
para felicitarlo. Ana se mantenía aferrada a mi brazo. Ingrid veía a todos lados y
Norma, por más que tratara, no podía ocultar su preocupación. Fui interrumpida
cuando alguien tocó mi hombro. Al voltear me encontré con unos profundos ojos
azules y un fuerte olor a colonia.
-Creo que no nos han presentado, soy Edgar Torres.- Extendió su
mano hacia mí.
-Lara Orozco.-
-He escuchado de ti.- Dijo con una sonrisa. –Hola, Ana.- Su sonrisa
se hizo más amplia. Qué hijo de puta.
-Hola, doctor Torres.-
-¿Cuántas veces te he dicho que me llames Edgar?-
-Un gusto en conocerlo, doctor.- Casi me puse frente a Ana.
–Tenemos cosas que arreglar para la cena.- Asintió y se hizo a un lado. Estoy casi
segura que nos veía mientras nos íbamos. Iba a ser una noche muy pero muy larga.

A/N Hola, queridos lectores :) Heme aquí con un nuevo capítulo.


Recuérdenme, por favor, nunca volver a hacerles una broma.
Chales, todos se pusieron muy densos -.- Con esto me ha quedado la duda de si le
entienden a lo que dice Ingrid. Y lo que yo puse fue algo leve. De plano con ustedes.
Primera, no podría pasar tanto tiempo sin escribir. Para muestra, ahora mismo estoy
de vacaciones fuera de mi rincón de México y me traje la computadora para poder
actualizar. ¿Creen que aguantaría hasta octubre?
Después de desayunar, comer y cenar all brand los perdoné. xD
(No sé si debería poner esto otra vez)
Pasando a otro tema; cuando comencé a escribir esto no creí que
pasara de veinte capítulos y ya voy por el diecinueve y no más no veo claro. Se me
han ocurrido algunas ideas y quizá me extienda hasta los treinta capítulos :)
Y, ¿adivinen quién es bien puñetas y lloró con el final de "Dos
Semanas"? Se vienen más cosas de mis compañeros en el Círculo así que les sugiero
que se den una vuelta a @elcirculcolibri
Saludos desde un caluroso rincón de México (que no es el mío),
Ale :)
Capítulo 20

En ningún momento me despegué de Ana, si al menos no estaba cerca de ella la


seguía con la vista. El doctor se mantuvo en paz un rato cuando se puso a hablar con
otra persona pero no confiaba en él. En absoluto. Las ganas de estrellarlo contra la
pared aún vagaban por mi mente. Ingrid estaba en la misma sintonía que yo, seguía
cada movimiento del doctor y me alegraba estar de su lado; no puedo imaginarme lo
que es esa mujer enojada.
Por fin terminamos de servir la cena; aun cuando éramos más de
diez personas nos llevó unos veinte minutos acomodarlos a todos y ver que todos
tuvieran lo que necesitaban. El ambiente estaba lleno de júbilo; la gente realmente
estaba feliz, incluso Ofelia me sonreía cada vez que nuestros ojos se cruzaban. Era
una pena que yo estuviera a punto de explotar de rabia. Decidimos con Ana que
cenaríamos cuando la locura hubiera terminado y aparentemente los adultos a
nuestro alrededor había planeado lo mismo.
Mi padre platicaba con Norma, esos dos me mataban de risa. Había
algo entre ellos, se notaba pero Norma tenía límites muy marcados, sin embargo,
hacía un esfuerzo por charlar con papá. Ingrid se unió a ellos, moría de ganas de
acercarme y escuchar las idioteces que se ocurrieran a la bibliotecaria.
Los escuchaba reír y me alegraba que la gente importante para mí
se llevara tan bien. De pronto se quedaron callados, giré a donde estaban ellos y vi a
papá diciéndole algo a la mujer de ojos expresivos y su semblante cambió por
completo. Se secretearon algo los tres, la mirada de papá cambió por completo, vio al
doctor y luego volteó a donde estábamos nosotras. Espero papá esté de acuerdo con
apalear al papá de Olivia.
¿Qué clase de enfermo es? Cómo puede ver de tal manera a una
persona que es de la misma edad de su hija. Ella podría ser su hija. No quiero ni
imaginar la cantidad de ideas retorcidas que pasan por su mente. Personas como él
deberían estar encerradas en una prisión en lo más profundo de la tierra donde no
puedan lastimar a alguien.
Volteé a ver a Ana que sonreía espléndidamente a las personas que
pasaban cerca de nosotras. El mundo no merecía a alguien con el corazón de Ana; a
momentos me sentía indigna de lo que ella es, nunca termina de sorprenderme. A
pesar de los conflictos siempre busca poner la mejor cara y luego estoy yo queriendo
usar de piñata al doctor y, porque no, también a su hija. Sentí mi sangre hervir de
sólo recordar la mirada lasciva de ese hombre. Una suave mano sobre mi brazo me
hizo regresar a la realidad.
-Si te encorvas más vas a terminar arrastrando las manos.-
-Es inevitable.- Me encogí de hombros. Muy discretamente me jaló
unos pasos más hacia atrás donde no pudieran escucharnos tan fácilmente.
-Te quiero mucho, La.- Le sonreí y me obligué a ver al frente para
que no se me cayera la baba contemplándola.
-También te quiero mucho, cariño.-
-Sabes que eres mi ángel, ¿cierto?-
-Algo me has dicho.- Le contesté juguetona.
-Eres pésima cocinando.-
-Gracias.- Rió.
-Soy malísima en inglés.- Me eché a reír.
-Terrible.-
-Quizá no sepas esto pero hace poco golpeé a una chica con un
balón de voli.- Reí más fuerte logrando que varias personas voltearan a vernos.
-¿Qué te traes?- Giré para poder verla.
-Me encanta verte sonreír y te erguiste un poco. Funcionó.- Me
llenó de ternura su gesto.
-Te comería a besos pero quizá terminemos en la hoguera.-
-Muy probablemente.- Pasé mi brazo sobre sus hombros.
-Estamos festejando así que los abrazos son válidos.- Ella
inmediatamente se aferró a mi cintura.

-¿Los besos también?- Preguntó inocentemente.


-Ya quisiera, preciosa. Eso tendrá que esperar para cuando estemos
solas.-
-Gracias por estar aquí.-
-Gracias por alimentarme.- Me dio un leve pellizco en la cintura; me
separé y comencé a reír. Vi a papá acercarse a nosotras. –Suegro a la vista.- Ana
sonrió espléndidamente a mi padre cuando llegó a nuestro lugar.
-¿Se divierten?-
-No mucho. Tengo hambre.- Intervine de inmediato.
-Siempre tienes hambre.- Acotó la rubia.
-¿Por qué no van a descansar un rato? Han ayudado mucho en
estas últimas horas.- Dijo tajantemente mi papá.
-Estamos bien, señor... Manuel, tenemos pila para rato aún.-
-Insisto a que vayan a despejarse un rato.-
-¿Qué pasa, papá?- Lo conocía, algo no estaba bien. -¿Por qué no
nos quieres aquí?-
-No me gusta la mirada de ese hombre a ustedes...- Sabía que se
refería al papá de Olivia. –Así que no las quiero a la vista de él. Vayan un rato a la
habitación y yo iré por ustedes cuando lo haya arreglado.-
-Pa, yo me quedo.- Le recordé a modo de precaución.
-Justamente por eso hablaré con él... Te llega a hacer algo a ti o a
Ana y no verá la luz del sol nunca más.- Era más frecuente ver el cometa Halley que
a papá enojado y algo debió percibir para hacerlo ponerse en este estado.
-Papá, esto es muy importante para Ana y su papá, no hagas una
escena frente a todos.- Se acercó más y besó mi frente.
-Lo sé, mi amor, no te preocupes por eso. Vayan.- Asentimos y
caminamos en silencio a la habitación de Ana. Vi a Ingrid haciéndome un giño antes
de caminar a donde estaba mi padre. Ingrid y papá enojado, que explosiva
combinación.
Anita se recostó sobre la cama mientras yo me cercioraba de cerrar
adecuadamente la puerta; no queríamos sorpresas. Una vez hecho esto la acompañé
y la abracé por detrás. Nos mantuvimos así por varios minutos, ninguna decía nada;
acariciaba rítmicamente el brazo de mi novia y por un momento creí que se había
quedado dormida.
-¿Por qué me quieres?- Preguntó.
-Porque eres la persona más maravillosa que he conocido, eres
preciosa, tienes una mente increíble y eres de las pocas personas a las que le hago
caso.-
-Parece que tengo un imán para este tipo de... personas... es como
ir en círculo, todo vuelve a lo mismo.- Podía notar la tristeza en su voz.
-Por supuesto que no. Antes no tenías a tu padre, o a Norma, o a
mí, nadie ponía el pecho a la balas por ti ahora tienes a personas que darían la vida
por ti. Incluida yo.-
-¿Qué pasa si no lo puedo superar, La?, ¿Qué pasa si es demasiado
para ti y te vas?-
-Es demasiado, sí. No puedo entender como un ser humano puede
dañar de tal manera a alguien tan inocente... mi propósito contigo no escarbar en tu
pasado y decidir si me quedo o no, mi propósito es mostrarte mi amor sin importar lo
que haya pasado o lo que vaya a pasar. Mi propósito es devolverte un poco de la
inmensa felicidad que tú me das... quiero que seas feliz incluso si no es conmigo.
Aunque lo mejor sería que quieras ser feliz conmigo por el resto de la eternidad.- La
abracé más fuerte. –Tienes todo de mí, cariño, haz lo que quieras.-
-Quiero alejarte de mis demonios, Lara.-
-Quizá deberíamos tener una charla con ellos y llegar a un acuerdo.
A veces queremos ahuyentarlos pero quizá necesitamos hacernos amigos de ellos,
comprenderlos y hacerles entender que no tienen más control de nuestra vida. Su
ciclo ya terminó así que pueden hacer sus maletas e irse al carajo.- La sentí respirar
profundamente tratando de contener sus lágrimas. –Lo que pasaste apesta, es una
mierda que hayas sido tú pero ese hecho no te define. Ya te lo había dicho alguna
vez. No eres una víctima, eres una sobreviviente. Que él no te controle, cariño. Ya no
más.-

-Todavía no entiendo porque Dios pondría a alguien como tú en mi camino.-


-Me pregunto lo mismo, soy un desmadre. A momentos siento que
no te merezco.-
-No digas eso.-
-Es la verdad, eres mucho, Ana. Mientras en tu mente pasan
cantidades de ideas, pensamientos de amor y luz, oraciones, plegarias, soluciones y
formas de expresar amor y compasión a otros, en mi mente hay una pelota, una red
y comida.- Mi novia se echó a reír; después de unos segundos se dio la vuelta para
quedar frente a mí.
-Ciertamente yo no tengo una buena imagen de lo que soy pero
parece que tú tampoco. Constantemente subestimas tu capacidad intelectual.-
-¿Ah?- La quedé viendo extrañada antes de echar a reír también.
-Hay cosas muy bonitas aquí- tocó mi sien- pensamientos, ideas,
travesuras, música, muchas cosas pero crees que lo tuyo sólo es físico; brincar,
saltar, golpear, mostrar tus habilidades y claramente es algo que haces
extraordinariamente pero detrás de ti hay una maravillosa alma que imperiosamente
busca ser explorada y alabada porque nunca le han dicho que es espectacular. Que es
tan clara y hermosa como los ojos de su dueña cuando está de buenas.- Llevó su
mano a mi mejilla. –Soy yo la que no merece a tan extraordinario ser humano pero...
después de todo lo que pasé la vida me está compensando con un par de soles verdes
y un corazón de fuego.- Me acerqué a ella hasta quedar escondida en su cuello.
-Nunca me dejes.-
-Nunca, mi ángel. Nunca.-
Tenía un enorme nudo en la garganta, las ganas de llorar eran casi
incontrolables; Ana había dado en el blanco. En todo. He estado tan escondida en mi
mundo, tan empeñada en mostrar que nada puede dañarme, que nada puede
lastimarme pero con una enorme necesidad de amor, de mis padres... de saber que le
importo a alguien. Ahí yacía nuestro fuerte vínculo, estábamos conectadas a un nivel
profundo donde ambas entendíamos nuestras necesidades. Me asombraba y me
asustaba la facilidad con la que Ana me puede leer.
Me quedé entre los brazos de mi rubia, las palabras estaban de
más; estaban de sobra, sabíamos que nos teníamos la una a la otra, que nos
queríamos y que lo que teníamos es algo tan grande como la galaxia misma. Eso era
lo único importante. Me olvidé del mundo y me sentí querida, me sentí importante...
ahora entendía porque el deporte era vital para mí, ahí me hacían sentir parte
importante de algo. Era como un engranaje de una máquina, sin mí no funcionaba o
al menos no lo hacía adecuadamente. Pertenecía. Este pueblo más allá de ser un
castigo era una bendición. He aprendido más de mí en estas semanas que de la
escuela y eso era un gran triunfo.
Ana, como siempre, se había quedado profundamente dormida. Su
pecho subía y bajaba rítmicamente. Con mucho cuidado me deshice de su agarre para
salir un rato. No sabía la cantidad de tiempo que habíamos pasado ahí pero sé que
fue mucho al ver vacío el lugar. Norma, Ingrid, papá y el señor Cardozo eran los
únicos en la mesa. Ingrid señaló a donde me encontraba y todos voltearon a mí. Un
poco incómoda me acerqué a ellos.
-Dulce Lara, ¿qué tal la siesta?-
-Debería preguntarle a Ana cuando se despierte.- Le sonreí.
-No entiendo porque no aprovechan el tiempo a solas.- Ni bien
había terminado ya había recibido un zape por parte de Norma.
-Limítate.-
-Los cuatro aquí sabemos de su relación, no tiene nada de malo que
le den rienda suelta a la pasión.- Sorpresivamente el primero en reírse fue el señor
Cardozo y seguimos Norma y yo. A papá aún no le caía el veinte de que tenía que
imaginarme con una mujer.

-Se ven muy bonitas juntas.- Trató de suavizar Norma.


-Gracias.- Me sonrojé. –Supongo que sí.-
-Bueno, se ven bien porque Ana es bonita y tú... bueno, tú eres tú.-
Esta mujer me volvía loca.
-Ingrid, de verdad, por lo que más quieras, cállate un pinche rato.-
-También las sesiones de pasión ayudan a quitar el mal humor.- Me
acerqué más a ella.
-Entonces se puede decir que eres virgen.- Le sonreí
sarcásticamente y Norma estaba a punto de llorar de tanta risa.
-Te voy a matar, escuincla.- Se puso rápidamente de pie y me eché
a correr. Era algo difícil con el vestido y las sandalias pero tenía una buena ventaja en
cuanto a la zancada. Los adultos se divertían al igual que yo.
-Quizá en silla de ruedas vayas más rápido.- Ingrid se detuvo
después de unos minutos tratando de alcanzarme y descansó sus manos sobre sus
rodillas.
-Esto no se queda así, mocosa.-
-Tú empezaste, bibliotecaria. No te tengo miedo.-
-Deberías.-
-Uy, aguas con la bruja de Salem.- Volteó a ver discretamente a los
verdaderos adultos y al verlos metidos en su conversación me mostró el dedo de en
medio. -¿Te pega tu hermana?-
-Al menos no me tiene con correa como tu novia te tiene a ti.- Reí.
-Jódete.- Regresamos a la mesa, yo de lo más campante e Ingrid a
punto de un paro cardiaco de tanto esfuerzo.
-¿Terminaron las niñas de jugar?- Preguntó Norma.
-La viejita se cansó.- Ingrid me dedicó una de sus suaves miradas
antes de dejar vacío su vaso de refresco. -¿Hablaste con el doctor?- De pronto
recordé porque nos habían enviado a la habitación. Mi padre asintió. -¿Y?-
-Y no debería pasar a más, dulce Lara.- Acotó el señor Cardozo.
–Todo está bajo control.- Qué difícil era leer a este hombre. Nunca se sabía si estaba
de buenas o estaba enojado. Rara vez su semblante cambiaba.
-No me dirán, ¿cierto?-
-Tu única preocupación deberían ser tus estudios, mi amor. Nada
más.- Confirmado, no me dirían nada.
-Pa, ¿cuánto...-
-¡No!- Un espeluznante grito nos irrumpió. Apenas el señor Cardozo
se ponía de pie cuando yo tropezaba con la silla al salir corriendo.
En segundos estaba en la puerta de la habitación de Ana, encendí la
luz y la vi sobre su cama viendo a la puerta del baño con terror. Caminé hacia ahí,
abrí la puerta, encendí las luces y la encontré vacía. No quiero ni imaginarme lo que
su mente recrea.
-Está vacío, cariño.- Me acerqué a la cama, extendí los brazos y en
segundos la tenía sobre mí llorando desconsoladamente.
-Dile que se vaya, por favor, Lara. Dile que me deje en paz.-Rogué
a todos los dioses porque la voz no me fallara. Sabía que no me pedía que lo hiciera
ahora mismo pero podría intentarlo.
-Hey, tú, patético intento de ser humano, ella está conmigo ahora.
No tienes derecho a acercarte a ella, ya no tienes más poder sobre ella; está con
gente que la ama, que la valora, que ve lo maravillosa que es y estoy yo, que haría y
daría cualquier cosa por mantenerla a salvo y lo haré. Pelearé contra ti las veces que
sea necesario hasta que entiendas que ya no tienes lugar en nuestras vidas; te voy a
enterrar, te vamos a enterrar. Ya no más.- Ana seguía llorando aferrada fuertemente
a mí. Me senté y ella se acomodó en mi regazo, como solía hacerlo en momentos así.
Llevé mis labios a su frente y los dejé ahí por varios segundos. –Te amo, Ana.- Su
llanto se intensificó. -¿Entiendes eso, cariño? Te amo y no te voy a dejar sola en
esto.- Asintió levemente y se escondió en mi cuello.

Recosté mi cabeza sobre la de ella, meditando lo que acababa de decir y no contra


hijo de puta que abusó de Ana sino lo que le había dicho a ella. Era la primera vez
que le decía las dos palabras a alguien, nunca en mi vida me sentí cerca de amar a
alguien, nunca. Todo eran relaciones superficiales para mantener un estatus social y
ser bien vista por todos pero con la chica entre mis brazos, todo era diferente. Ella
era la excepción a toda regla impuesta en mi vida. Y lo que sentía por Ana me
desbordaba, era mucho... no sabía cómo ponerlo con palabras. Era algo tan grande y
especial que me hacía sentir la persona más afortunada del universo.
Tardó un poco en tranquilizarse; la sentía acariciando mi espalda y
de vez en cuando llevaba su mano a mi cara. Como podía acomodaba su cabello y la
besaba. Estaba mucho más tranquila pero no podía decir lo mismo de mí.
-¿Te quieres acostar?- Pregunté.
-¿Te cansaste?-
-Un poco.- Se bajó de mi regazo y antes de recostarse de nuevo me
dio un beso en los labios.
-Mi ángel.- Me sonrió y se echó a la cama.
-Iré un rato afuera, ¿estarás bien?- Asintió. -¿Segura?-
-Sí, ve a cenar.- Sonreí y me incliné para besar su frente.
-Estaré cerca por si necesitas algo.- Salí con sentimientos
encontrados.
Tenía hambre sí pero también estaba triste, frustrada, enojada y
con un terrible sentido de impotencia. No podía encontrar la manera de ayudar a Ana
y eso me estaba matando. Sin querer o quizá queriendo mis pies me guiaron a la
iglesia. Me senté en el piso frente al hombre en la cruz y me eché a llorar. Me dolía
verla así, me dolía no poder hacer nada...
-Si de verdad existes ayúdame... dime cómo hacer para que las
pesadillas se vayan. Muéstrame el camino para ayudarla... haré lo que sea ella es
todo para mí. Todo.- Seguía llorando incluso cuando sentí que alguien se sentó a mi
lado y me abrazó.
-Eres una bendición en nuestra vida, dulce Lara.- Las lágrimas no
dejaban de salir. –A esto le temía, a que te sobrepasara...-
-Me duele lo que pasa porque no es justo... ella no merece lo que
pasó.-
-No lo merece, Lara, por supuesto que no lo merece y todos los
días lucho contra mi resentimiento hacia Él por dejarla pasar por una situación así.
Hay días en que simplemente no lo entiendo y hay días en los que veo en ella la
personificación de la esperanza. Por más oscuro que se vea el panorama ella es un sol
para todos.-
-¿Cómo lo controlo?-
-Meditando. Aceptando que, lamentablemente, no hay nada que
borre lo que ha pasado pero podemos darle un mejor presente. Darle lo que se
merece.-
-Quiero ayudarla a combatir eso, a que encuentre la paz que tanto
necesita.-
-Eres una niña con alma de guerrera. Por eso ella te quiere tanto;
la estás ayudando, dulce Lara.- Me controlé lo mejor que pude antes de hablar.
-La amo.- El señor Cardozo me abrazó aún más fuerte.
-Y no sabes como agradezco al cielo por ponerte en su camino.-
-Quiero proponerle algo.- Me solté de su agarre para poder verlo de
frente. –Eventualmente me iré y me gustaría que ella viniera conmigo.- No se veía
sorprendido o enojado. Tenía una expresión muy suave y me veía atentamente.
-Dame una buena razón para que te lleves a mi niña a otro lado.-
-Su capacidad, ella tiene muchísimo potencia para explotar y
aunque la escuela es buena hay lugares donde ella podría rebasar sus límites
académicos.-

-¿Y ese lugar es?-


-Texas. Estaba en una de las mejores escuelas del estado y estarían
más que felices de tener a una alumna como ella. Le puedo ayudar a manejar el
idioma, aprende rápido. El mundo debería conocer su brillante mente.-
-Estaría muy lejos de mí.-
-Pero por un bien mayor, sabe que la cuidaría con mi vida y que
haré lo que sea para que ella esté bien. Y puede venir a visitarla cuando lo desee.- Me
sonrió.
-Eso suena fantástico y digamos que ambas partes aceptamos pero
hay un pequeñísimo detalle.-
-¿Cuál?-
-No tenemos dinero para costearle vivir y estudiar en un lugar así.-
Estaba por decir algo más cuando una voz nos interrumpió.
-Yo sí y lo haría con mucho gusto.- Papá nos veía con una sonrisa.
–Claro, si a ti y a ella le parecen bien. Lara tiene su propio piso allá, muy cerca de la
escuela y me aseguro que no le falte nada; ten por seguro que haría lo mismo por tu
hija.-
-Y a los dieciocho tengo acceso a mi fideicomiso; no nos faltaría
nada. Se lo puedo asegurar.- Ambos hombres me sonreían.
-Miren a mi niña.- Podía notar un dejo de orgullo en la voz de mi
padre y eso me llenaba de alegría.
-Lo meditaré.- El señor Cardozo se puso de pie y me tendió la mano
para que pudiera levantarme. –Dios te bendice, Lara.- Me acerqué y le di un abrazo
más propio que se extendió por varios segundos.
-Gracias.-
-Gracias a ti por lo que haces por ella. Nunca tendré como
pagártelo.- Me separé y le sonreí levemente. –Oh, lo olvidaba. Estas épocas son las
más difíciles para ella, aún no sé porque pero las pesadillas son más recurrentes.-
Asentí. –Lara, tengo que recordarte que no es tu obligación estar con ella.-
-Lo sé, señor pero quiero hacerlo. Me ha dado tanto que es lo
menos que puedo hacer.- Asintió.
-Buenas noches, dulce Lara.-
-Buenas noches, señor.- Me acerqué a papá. –Buenas noches,
papi.-
-Descansa, mi amor.- Dejé a los dos hombres en la iglesia mientras
dirigía mis pasos de vuelta a la habitación de la rubia.
Me puse la ropa que Ana ya tenía seleccionada para mí como mis
pijamas y me metí a la cama. Al sentir mi presencia se dio la vuelta y se abrazó a mí.
Era curioso verla buscar mis brazos por las noches mientras seguía completamente
dormida. Con su cabeza sobre mi hombro y su brazo sobre mi estómago siguió
respirando tranquilamente.
-Duerme, cariño.- Besé su cabello. –Te amo.-
La semana pasó rápidamente; papá se fue el sábado después de
asegurarse de comprarme comida para sobrevivir tres años, lo cual agradecía ya que
mis ingresos los podría ahorrar para algo, que en este caso el cumpleaños de Ana.
Aún faltaba pero quería hacer algo muy memorable para ella. Y aunque no había
mucho más que la tienda comunitaria, algo se me ocurriría y necesitaría el dinero.
La plática con el señor Cardozo me dio esperanzas de seguir con
Ana por mucho tiempo. Confiaba en papá y quiero creer que confía en mí... no se
cerró a la idea, dijo que lo meditaría y eso me bastaba. En parte lo entendía, estos
últimos años sólo eran ellos dos y su vínculo era muy fuerte pero sé que comparte mi
opinión acerca de la capacidad de Ana. Eso, quizá, juegue a mi favor.
El clan estaba inusualmente tranquilo con nosotras pero no perdían
tiempo de molestar a quien se les cruzara en el camino. Un par de veces atrapé a
Ángel siguiendo mis movimientos y los de la rubia lo cual me mantenía con la guardia
en alto todo el tiempo. Algo se traían entre manos, yo lo sé. Y temo que estén
sacando conjeturas respecto a mi relación con Ana; estoy segura que Liz dijo mucho
más de lo vio. Debía ser precavida.

Lunes. Después de mi jornada laboral en la iglesia Ana y yo caminábamos a la cancha


de voli. Con orgullo me aplaudía cuando acertaba en el nombre de las flores o árboles
en nuestro camino. No me sabía ni la mitad de ellos pero ya era un gran avance y
Ana me lo hacía saber.
Luego de la pequeña charla donde le dije que la amaba, las cosas
siguieron igual pero ella no me lo decía ni yo se lo dije de nuevo. No quería
presionarla, sé que en cuanto esté segura de algo así me lo dirá, como siempre lo
hace. Lo que sí cambió fue, justamente, el reconocer lo que hago. En su afán de
hacerme sentir útil y "valorar mis capacidades" buscaba motivarme constantemente.
-Me siento extraña.- Dije casi llegando al domo. –Creo que la voy a
deshacer.-
-¡No!- Tomó mis manos. –Te ves muy bonita, La.-
-Estás obligada a decirme cosas bonitas.-
-Comes como puerco.- Volteé a verla con los ojos entrecerrados.
–Estaba probando un punto.- Se encogió de hombros.
-Chistosa.-
-En serio, te ves bien.-
-Hola, chicas.- Se nos acercó Paola.
-Hola.- Dijimos ambas.
-Dile que le queda la trenza.- Habló Ana.
-Te ves muy bien, Lara. Te queda el estilo.- Pao me sonrió.
-Gracias por eso... es sólo que lo siento extraño.-
-Es normal porque no lo usas mucho. Aparte tu trenza está
preciosa.-
-¿Ves? Debería hacerte trenzas más seguido.-
-Debut y despedida, rubia. Prefiero mi cabello suelto.-
-Pero no puedes jugar con el cabello suelto.-
-Puedo usar una coleta.- Amagaba con decir algo. –Ya. Gracias por
dejar mi cabello divinamente pero será la última vez.- Ambas chicas se echaron a
reír.
Cuando llegamos al domo Mónica terminaba de poner la red así que
fui por los balones. La mujer de cabello corto me pidió que guiara el calentamiento,
como solía hacerlo. El dolor de la costilla había desaparecido por completo y apenas y
tenía una leve marca de lo que había pasado. Con mucho entusiasmo nos dijo que
haría un pequeño cuadrangular en el otro pueblo al cual estábamos invitadas; así que
teníamos una semana para prepararnos.
Una extenuante hora de físico me dejó con la lengua de fuera;
definitivamente sabía lo que hacía y mi cuerpo le agradecía, sólo que no ahora.
Teníamos todas las bases y sólo nos faltaba el gimnasio para hacer un entrenamiento
más completo. Sin embargo, estábamos bien, el equipo fluía y ahora que estaba del
lado de Ana el ambiente se había relajado muchísimo y eso nos mantenía en sintonía
a todas.
Como siempre, la cascarita se armó después de la práctica y en
éstas la rubia ya era considerada. Bety, mi mejor cómplice, Ana, Pao, Aranza y otra
chica nueva completaron mi equipo. El equipo de Mónica había quedado muy bien
conformado, comandado por ella y la astuta Belém. No, no era como el nivel de
competencia como allá pero definitivamente teníamos buenos elementos.
Los primeros puntos generalmente son para medirnos, a pesar de
ya conocernos; es como un calentamiento. Alguien dijo que el equipo que perdiera
invitaba el refresco y esto hizo el partido más oficial. Mónica golpeaba fuerte y mi
equipo estaba respondiendo de buena manera. Afortunadamente ningún balón había
llegado con fuerza a la rubia que, al menos, podía acomodar bien las manos.
En los últimos puntos, Mónica y yo estábamos en la batalla de los
bloqueos o mejor dicho ella batallaba sola. Cinco bloques contra cero míos. Estaba
llegando a un punto donde me frustraba el no poder bloquearla, ni siquiera un sola
vez. Vi que hizo un pequeño ajuste y se movió a la izquierda, lo cual dejaba a Ana
cruzada con ella. Pao sacó, el equipo contrario recibió bien y Belém envió
perfectamente la bola al otro lado de la cancha, a la posición de Mónica.

-Carne fresca.- La escuché decir; me preparé y salté. No sabía que había pasado
hasta que vi a Bety correr hacia mí con una gran sonrisa; las chicas se me acercaron
y me felicitaron. Fue ahí que volteé y pude ver el balón a unos metros de Mónica.
–Parece que te debo doscientos pesos.- Le sonreí. –Vamos, niñas, celebran después.-
Ciertamente celebramos después, entre todas compramos unos
refrescos y nos quedamos platicando unos minutos después de la práctica. Todavía no
me creía que la hubiera bloqueado pero me resultaba gracioso el hecho de que el
bloqueo haya venido al ver a Ana expuesta a un buen golpe. Lo que haya sido, me
hizo ganar un buen dinero.
La noche había caído cuando acompañaba a Ana de vuelta a la
iglesia. Nuestras compañeras de equipo nos siguieron unos cuantos minutos antes de
que cada quién tomara su respectivo camino. Cuando quedamos solas, me mostró
una radiante sonrisa.
-Alguien está de buen humor.-
-Me defendiste.- Se aferró a mi brazo.
-No lo hice por ti, lo hice por el dinero.-
-Claro que no.-
-Por supuesto que no. Si te llega a conectar el morado que me
propinaste sería nada.-
-Creí que moriría.- Me eché a reír.
-Dramática.- Con ella a mi costado llegamos a la iglesia. Ahí nos
esperaba el señor Cardozo en la cocina con una humeante taza de café.
-Dulce Lara, tengo noticias para ti.-
-Dígame.-
-Sucede que Conchi, la chica de la tienda comunitaria, está enferma
y su hermana no puede ayudarla, ¿sería posible que tú ayudaras? Será un par de días
cuando mucho.-
-Claro, no hay problema.-
-Sabía que podía contar contigo.- En cuestión de minutos mi taza
estaba vacía y me despedía del señor Cardozo. Ana me acompañó hasta la puerta y
ahí me abrazó.
-Descansa.-
-Tú, también.- Pasé mis dedos sobre sus marcadas ojeras. –Ya no
tiene control, recuérdalo.- Asintió. –Duerme, por favor.- Besé su frente. –Te adoro,
tonta.-
-También te adoro, fastidiosa.- Ella se inclinó y besó mis labios. –Ve
con cuidado.- Le sonreí antes de abrir la puerta y emprender el camino de regreso a
casa. Ducha, bragas y una playera extra grande para dormir. Sólo me faltaba Ana
para que fuera el combo perfecto.
Al día siguiente busqué a Mónica y le expliqué lo que se me había
dicho una noche antes y que faltaría a mis entrenamientos unos días. No hubo
problema con eso y me pidió que no me metiera en problemas. La escuela seguía
pasando sin pena ni gloria, aunque honestamente puedo decir que lo estaba
disfrutando; creo que el hecho de que preste atención está ayudando. Al terminar el
día de escuela Ana puso una bolsa en mi mochila muy discretamente o eso creía ella.
Me despedí de ella con un leve abrazo y corrí a la tienda, que no estaba muy lejos.
Ahí me esperaba una señora bastante grande; el enorme marco de
sus lentes me impedía ver si estaba dormida o despierta. Con sigilo me acerqué a
dónde estaba. Movía mi cabeza de un lado a otro, buscando un ángulo que me
permitiera ver con claridad sus ojos. Supongo que si no ha dicho nada es porque está
dormida. Caminé de regreso a la puerta del lugar.
-Buenas tardes.- Dije en un moderado tono de voz. La señora pegó
un leve brinco. Estaba durmiendo.
-¿Qué desea?-
-Me dijeron que estaría a cargo del lugar estos días, en lo que se
recupera Conchi.-
-Eres la fuereña. Ya era hora; son las- vio a su reloj- dos con siete
minutos. Vienes tarde.-

-Sólo por siete minutos, señora.- No podría argumentar con ella. –No volverá a
pasar.-
-Aquí hay una lista con los precios de los productos, ¿sabes leer?-
Me eché a reír.
-Eso creo, señora.-
-Bien.- Sin más salió del lugar.
-Bien.- Dije para mí.
Después de casi una hora, ni una sola alma se acercó, así que
decidí hacer mis tareas. Química comenzaba a agradarme y me iba mejor en las
últimas semanas. Matemáticas, bueno, era matemáticas y hacía lo que mi cerebro
podía. A momentos parecía que veía la luz y a momentos sentía que estaba en una
cueva. Lo único que tengo seguro ahora es que no quiero una carrera que involucre
matemáticas.
Cuando finalmente terminé las tareas, revisé lo que Ana había
puesto en mi mochila; era imposible amarla más. Un par de sándwiches, una
manzana, una banana y un pedazo de pan que horneó por la tarde. Al fondo una
pequeña nota: "Buen provecho, glotona" y un pequeño corazón. Definitivamente me
gané la lotería con esta chica. Tomé la nota y la puse en el bolsillo de mi pantalón.
Atendí a unas cuantas personas, a muchas de ellas nunca las había
visto y aparte de venderles lo que necesitaban me vi en un extenso interrogatorio
acerca de cómo llegué ahí. Unos genuinamente interesados en conocerme y otros sólo
buscando información para chismosear. Conocía a la gente chismosa, aprendía a
diferenciarlas gracias a las arpías con las que se junta la bruja.
Finalmente eran las ocho de la noche, lo cual indicaba que podía
irme a casa. Recogí mis cosas; me aseguré de dejar limpio el lugar, barrí, levanté la
basura y acomodé algunas cosas. A punto de salir la señora de la tarde llegó de
nuevo.
-¿Cómo te fue?-
-Bien, supongo. Es bastante tranquilo.- Vi al piso.
-¿Barriste?-
-Quería dejar limpio.-
-Bueno, al menos no eres tan inútil como Conchi.- Gracias.
-¿Hay algo más que deba hacer?-
-No, te puedes ir. Yo cierro con llave.-
-Está bien... em, gracias.- Puse mi mochila en mi espalda y me
dirigí a la salida.
Las luces de la escuela estaba apagada, todos ya estaban ya en
casa descansando; estar en la tienda no era pesado pero sí aburrido, al menos me
había dado la oportunidad de hacer la mayoría de las tareas que me había dejado
para la semana. Algo bueno saqué. La señora no me había dicho nada acerca de
regresar mañana pero lo haría de todos modos, por si las moscas.
Faltaban unos buenos metros para llegar a casa; iba total y
completamente absorta viendo las casas y pensando en lo que la gente pudiera estar
haciendo ahí que no escuché los pasos que me seguían y mucho menos esperaba el
empujón que hizo que terminara en el suelo.
-Por fin sin tu perro faldero.- Frente a mí tenía a Olivia. Me puse
rápidamente de pie.
-¿Qué mierda quieres, Olivia?-
-Te dije que las cosas no quedarían así.- Escuché, ahora sí, a
alguien detrás de mí, volteé y vi a Ángel con una sonrisa.
-Hola, Larita.-
-Jódete, imbécil.-
-Deberías agradecer que venimos primero contigo y no con la
monja. Al menos sabemos que tú no te pondrás a llorar.- Ambos se echaron a reír.
-Me voy a divertir muchísimo.- Sonreía mientras aplaudía
alegremente. Esta chica estaba completamente loca.
-Quiero entenderte, Olivia...-

-Esas mamadas de ayuda al prójimo conmigo no van.-


-Entonces, ¿cuál es tu puto problema?, ¿es por salirme del clan?,
¿es por defenderla a ella? Aunque me pongas la madriza de mi vida no me hará
cambiar de opinión; la voy a preferir a ella sobre ti.-
-Tu boca está haciendo que quiera arrastrarte por todo el pueblo.-
-Sólo quiero saber que motiva esto.-
-¿Quieres que te diga por qué la odio?- Sonrió. –Es una pequeña
puta que provoca a los hombres.-
-¿A quién ha provocado?- Dos contra uno, the odds were not in my
favour. -¿A tu papá?, ¿a Marcos?- Su cara se transformó a uno de furia total. Sé que
por ahí está la raíz de esto.
-Marcos se la debió coger unas cuantas veces para que dijera su
nombre cuando estaba conmigo. La muy puta se acostó con él.- Bingo.
-No podrías estar más equivocada, Liv. Ana no hizo nada.-
-Él me lo dijo. Me dijo que se acostó con ella.- Espero que los
gusanos se estén dando un banquete con él.
-Mintió. Ana nunca haría algo así.-
-La defiendes porque eres igual que ella.-
-¿Y con quién podría estar acostándome?, ¿con el pastor? Eres más
inteligente que esto. Deja de lado esta mierda, por favor.-
-Ahora sí me ruegas, Lara. Demasiado tarde.- Hizo un pequeño
movimientos con la cabeza y Ángel se me echó encima. Al tomarme por sorpresa y
por tener la pinche mochila en la espalda no me pude defender y terminé con las
manos inmovilizadas.
-¿Qué harás, Olivia?, ¿matarme a golpes? Todos sabrán que fuiste
tú.-
-Es exactamente el mensaje que quiero mandar, que no se metan
conmigo.- Se acercó y una sonora cachetada cayó sobre mi mejilla. –Muero por ver
cómo quedará esa cara bonita.- Ambos rieron; vi como Olivia empuñó su mano y la
estrelló de nuevo contra mi rostro.
Mi mente iba a mil por hora buscando como zafarme. Cuatro golpes
más me conectaron, ahora en mi otra mejilla, sentía como mi cara comenzaba a
hincharse. Tiré una patada que conectó en la pierna de Olivia que la hizo trastabillar.
Ángel me jaló del cabello y me dejó a centímetros de su cara.
-Te va a ir peor.- Tomé mi oportunidad; lo besé, con ganas de
vomitar pero lo hice. Se sorprendió tanto que el agarre en mis manos se aflojó lo
suficiente para zafarme. Lo empujé y mi rodilla fue directamente a sus bolas, otra
vez. –Maldita perra.- Rápidamente me di la vuelta justo a tiempo para esquivar un
golpe de Olivia.
-Sabes que uno a uno vas a perder; ya me golpeaste, felicidades.
Ahora vete a la mierda.-
-Tú no me dirás que hacer... he estado planeando esto por muchos
días pero la puta nunca te deja.- Ángel se quejaba a nuestro lado. Olivia se agachó
creí que para revisar a su compinche, segundos después se levantó y lanzó tierra a
mis ojos. Estaba jodida.
Me puso el pie lo que hizo que cayera al piso de muy fea manera,
todo mi peso cayó sobre mi hombro izquierdo. Solté un pequeño chillido. Ni bien
había caído una patada conectaba contra mi pierna. Estaba sobre mi lado izquierdo
por lo que giré mi cara al lado contrario; no podía ponerme de pie, sería un error así
que busqué como protegerme lo mejor que pude. Patada, patada, otra más, todas
dirigidas a mis piernas y las últimas a mi estómago.
-La vas a matar.- Escuché decir a Ángel. –Vámonos antes de que
alguien nos vea.-
-Ya sabes lo que te espera la próxima vez, Lara.- Los escuché
correr y segundos después el silencio reinaba.
El dolor era terrible, casi insoportable; mi pierna, mi estómago, el
hombro, mis mejillas; me habían propinado una buena golpiza. Al menos no había
sido Ana. Con dolor me senté, usé mi playera para limpiar mi cara y mis ojos. Muchos
segundos después pude abrir los ojos. Estaba un poco lejos de las casas, no sabía en
qué momento me habían movido hasta acá.
Como pude me puse de pie y casi de inmediato caí de nuevo, no
podía asentar mi pierna para nada. No podía quedarme aquí, al menos debía hacer el
esfuerzo de acercarme a casa, faltaban algunos buenos metros pero estaba cerca.
Ana me había dicho de los forasteros; sólo eso me faltaría. No. Me puse de pie de
nuevo para avanzar a paso de tortuga.
Cada paso era infernal, me dolía todo, me sentía mareada, el aire
me faltaba, hice un gran esfuerzo pero no pude más. Me dejé caer y me quedé tirada
bocabajo en la terracería. Tenía muchas ganas de llorar, por el dolor pero más por la
rabia de no haber podido defenderme. De permitir que esto pasara. Fui una tonta por
bajar la guardia y ellos lo aprovecharon muy bien.
La mochila no me permitía estar bocarriba por lo que me puse de
lado... el hombro izquierdo me ardía y sentía que en cualquier momento se iba a
desprender de mi cuerpo. Sólo rogaba a Dios que no fuera una fractura. Me quedé ahí
y las lágrimas comenzaron a caer; a veces el querer hacer bien las cosas hace que
pasemos situaciones difíciles pero creo que son pruebas para reafirmar nuestras
convicciones. Para ver si realmente queremos el cambio y vivir honradamente con
nosotros mismos.
-Patético. Necesité de una madriza para filosofar.- Quise reír pero el
dolor en mi estómago era mucho.
Mi convicción era ser mejor estudiante y mejor persona; y lo más
importante estar a lado de Ana. Como se lo dije a Olivia, ni la madriza lo cambiaría.
Con dolor y con un montón de rabia contenida me fue imposible mantener los ojos
abiertos. Tirada en una calle de un rincón de México quedé a merced de la noche.

A/N Queridos lectores, ya regresé ya xD


Ya estando en mis, muy merecidas, vacaciones me di cuenta que
es lindo estar desconectada de todo; teléfono, computadora, redes y todo lo demás. Y
aunque escribí poco mi mente estuvo constantemente trabajando en escenas para
esta historia y para la próxima; la cual ya tiene nombre: "Lost and Damned" ¿Ideas
de lo que pueda tratarse?
Gracias por los votos, los comentarios y millones de gracias por los
mensajes preguntando por mi lesión. Voy muy bien y tiene que ver las buenas vibras
que ustedes me mandan. Y gracias también por los que se toman el tiempo de
hacerme saber su opinión acerca de la historia y de mi forma de escribir; por las
retroalimenteaciones y todo lo demás. Aprecio que se tomen la molestia de
escribirme. Ah, por cierto, si me van a enviar un mensaje privado o público NO me
traten de usted; no estoy tan vieja ;)
Pasen por el elcirculcolibri hay cosas nuevas y me traigo entre manos un proyecto con
una talentosa chica que también es escritora
Que tengan un maravilloso jueves y un extraordinario fin de
semana. Que todo fluya a su favor y sean buenos con ustedes mismos :)
Nos vemos en Twitter @Alexita_May ;)
Saludos desde mi rincón de México,
Ale :D
Capítulo 21

Hoy había sido un día particularmente extraño, era la primera vez


en muchas semanas sin ver a Lara por varias horas y la extrañaba muchísimo.
Estamos muy acostumbradas la una a la otra. Me encanta tenerla cerca de mí durante
el día; haciéndome reír con sus ocurrencias o haciendo que el corazón me lata a mil
por hora, como generalmente lo hace. A veces sólo es necesario verla, absorta en lo
que hace para darte cuenta que es una maravillosa chica. Y por bendición de Dios
sucede que es mi chica.
Trabajar en la tienda implicaba tener contados minutos para salir a
comer y conociendo a mi Lara, entre las tres y las cuatro su estómago comenzaría a
rugir. En casi el mes que llevamos juntas he aprendido a leerla, he detallado cada una
de sus manías, sus tics, todo y eso sólo hace que me enamore más de ella. Volviendo
a su voraz apetito; fue eso lo que me motivó a hacerle un pequeño lunch y la nota fue
un extra. Si por mí fuera hubiera pasado la tarde ahí con ella pero quizá hubiera
levantado sospechas. Espero que haya visto la nota y me tuviera con ella en sus
pensamientos.
Terminé de ducharme, me puse ropa cómoda y salí a cenar con
papá. En la mañana lo vi muy pensativo; quizá estaba preocupado por las recurrentes
pesadillas... aunque a decir verdad ya tenía unos días así. Está algo distante. No
había secretos entre nosotros pero esto no se veía como algo que fuera a compartir
muy rápido. Me senté y papá me pasó unas quesadillas y una taza de té. Comimos en
silencio unos minutos hasta que no lo soporté más.
-¿Todo bien, papi?- Volteó a verme un poco asustado.
-¿Por qué, hija?-
-Estás algo... diferente.- Tomó un largo respiro.
-Todo bien.-
-¿Por qué me mientes?, ¿qué pasa?-
-Lara me propuso algo que no está nada descabellado.- Sonreí al
escuchar su nombre.
-¿Lara dijo algo sensato?, ¿a qué debemos el milagro?- Sonrió.
-Se trata de ti.-
-¿De mí?- Lo vi extrañada.
-Quiere que te vayas con ella después de que su estancia aquí
terminé.- Gracias a Dios no estaba comiendo porque me hubiera ahogado.
-¿Te lo dijo?-
-¿Ya lo habían platicado?- Ahora sí tenía toda su atención. Asentí. -
¿Qué piensas?-
-Que no quiero dejarte solo.- Sonrió suavemente.
-Gracias por eso, mi niña pero tiene un buen punto. Manuel se
ofreció para ayudar con los gastos. Lara tiene muchas comodidades allá y quiere que
tú también aproveches tu capacidad. Incluso ofreció su fideicomiso para que nada te
falte.-
-¿Quieres que me vaya?-
-Quiero lo mejor para ti, Ana. Sé que es una excelente oportunidad
para ti pero siendo egoísta me volveré loco sin ti aquí.- Tomé su mano por encima de
la mesa.
-Papi, no te quiero dejar...-
-Pero quieres estar con ella.-
-Claro que quiero estar con ella, es maravillosa pero también la
oferta es buena, muy buena. Esa familia es una bendición para nosotros.-
-Manuel ha sido como un hermano para mí; la familia que siempre
me hizo falta la encontré con él, con su esposa y con Lara. No puedes ni comenzar a
imaginar lo tierna que era Lara de pequeña.- Sonreí ampliamente.
-Cuéntame.-
-Desde pequeña fue muy directa para preguntar, no se andaba con
rodeos. Era testaruda a morir y lo sigue siendo. Recuerdo una vez el lío en el que se
metió por querer volar con los pájaros; no sé cómo consiguió subirse a un árbol y
aventarse pero su pie quedó trabado en una de las ramas y quedó colgada ahí hasta
que Manuel la encontró.-

-¿Lloró?-
-Que va. Pidió que le ayudaran subirse de nuevo para intentarlo
otra vez.- Me eché a reír. Algunas cosas no cambian. –Pero siempre fue una niña muy
linda. Una vez regresamos de una junta sofocante; habíamos estado en la oficina más
de diez horas, convenciendo a gente para que confiaran en nosotros y nos dieran su
dinero. Llegamos muertos. Nos tiramos en el sofá y nos quedamos ahí un gran rato
hasta que escuchamos unos diminutos pasos bajar las escaleras. Lara, con unos cinco
o seis años bajó con un unicornio bajo el brazo; nos quedó viendo, dejó el unicornio
en mis piernas y fue a la cocina. Regresó con dos vasos de leche, volvió a la cocina y
traía un vaso más y galletas. Nos dijo que comer galletas con leche la hacía sentir
feliz y que nosotros necesitábamos una buena dosis... incluso nos contó una historia;
no lo vas a creer, mi amor pero ambos quedamos completamente dormidos. Nos hizo
olvidar el cansancio que traíamos.-
-Mi Lara.- Dije con una sonrisa que no cabía en mi rostro.
-Le pedí a Dios que si me daba la oportunidad de tener una hija o
un hijo quería a alguien como Lara; era la niña más adorable del mundo. Dios
escuchó mis plegarias e incluso se esforzó un poco más y te mandó.-
-Te quiero mucho, papi.-
-Y yo a ti, Ana. Eres lo más hermoso que Dios me dio.- Me
encantaba ver a papá así de feliz. –Y no sabes cuan feliz estoy de lo que estás
pasando con Lara. Ella es una buena chica; ambas se merecen.-
-Me hace muy feliz.- Declaré sonrojada.
-Puedo notar eso.-
-¿Qué pasará con lo que te dijo Lara?- Regresé al tema.
-Todo apunta a que quizá te mudes a Texas, Ana, aunque
dejaremos que las cosas fluyan y que sea Dios el que nos ayude a decidir, ¿te
parece?-
-Por supuesto, papi. Aunque no quiero que te quedes triste.-
-Si tú eres feliz, Ana yo lo soy. Y si tengo que sacrificar el poder
verte para que cumplas tu sueño, lo haré. Mereces lo mejor de este mundo y Lara se
está esforzando por dártelo.-
-Lara.- Sonreí. –Me cuesta creer que sea real.-
Papá me siguió contando anécdotas de Lara por más de una hora,
era lindo poder saber esto de ella. Sólo hacía que la quisiera cada vez más. Ya puedo
imaginar esos ojos traviesos sacándole canas verdes a todos a su alrededor.
Definitivamente la esencia de Lara seguía ahí. La niña curiosa, la traviesa, la
testaruda, la protectora... mi chica con corazón de fuego.
Mis ojos comenzaban a cerrarse un poco, a pesar de que estaba
muy entretenida necesitaba descansar un poco. Por lo que papá decidió dar por
terminada nuestra sesión de historias de la chica de ojos verdes. Casi terminábamos
de limpiar lo que habíamos usado cuando alguien tocó a la puerta. Eran cerca de las
doce de la noche, era raro. Papá algo extrañado fue a abrir, segundos después entró
Daniel pequeño.
-Joven, ¿qué hace afuera a altas horas de la noche?- El chico se
veía algo agitado y tenía cara de preocupación.
-Venga conmigo, por favor.-
-¿Qué pasa?- Me veía nerviosamente.
-Venga... solo.- Papá inmediatamente se preocupó, tomó su juego
de llaves y se acercó a mí.
-Enciérrate.- Me veía serio. Asentí y los vi hasta que ambos
salieron. En cuanto lo hicieron me metí a mi habitación, tomé una de las playeras de
Lara y la cambié por la que traía puesta.
¿Qué habría pasado? Sabía que Daniel estaba algo enfermo, algo le
había picado y había estado con altas temperaturas. Aparentemente no era nada de
cuidado; espero en Dios que esté bien.

Los minutos se hicieron eternos, el silencio era más ensordecedor que de


costumbre... me sentía extraña porque me hacía recordar los días en los que... él
aparecía. La calma era una señal de que una gran tormenta se venía. Y por más que
me encerraba en el calabozo, él siempre encontraba la manera de entrar. Sacudí mi
cabeza. Debía enfocarme en algo positivo; no puedo pensar en él ahora que algo pasó
y que no tengo a Lara a mi lado.
Tomé el iPod y puse algo del repertorio de música clásica que Lara
tenía. El volumen era lo suficientemente alto para que lo escuchara pero lo
suficientemente bajo para escuchar cuando papá abriera la puerta. Está demás decir
que el sueño se me fue por completo. Sólo esperaba que la gente del pueblo
estuviera bien y que lo que sea que esté pasando fue algo leve. Y esperaba que mi
ángel estuviera descansando después de una pesada jornada para ella.
Puse la canción favorita de Lara; a pesar de que muchas veces me
enseñó la pronunciación adecuada, siempre se me olvida. Hasta el Im Krapfen todo
iba bien, después mi cerebro lo borraba. En fin, la pronunciación es lo de menos. Lara
me dijo lo enojada que había estado porque sus papás decidieron llevar al concierto
de año nuevo en Viena, ella sólo quería estar en un lugar donde hubiera nieve pero su
mamá tenía planes muy diferentes. Aunque muy en el fondo agradece que pudo
escuchar esta pieza. Fue entonces que escuché la puerta abrirse de nuevo; me quité
los audífonos y salté de la cama.
-Con cuidado.- Escuché a mi papá decir. Esto no era bueno. Salí,
papá estaba de espaldas, Daniel mayor frente a él y venían cargando a alguien.
Entonces entró Daniel pequeño y vi la mochila que llevaba en la mano. Sentí que la
tierra se abría.
-No...- Me intenté acercar pero la profe Norma apareció no sé de
dónde y me tomó de los brazos para llevarme a mi habitación.
-Ven, hija-
-¡No!- Me intenté zafar pero la profe me empujó dentro de mi
habitación. Sin embargo alcancé a ver rastros de sangre en el rostro de Lara antes de
que pudiera cerrar la puerta. -¡Lara, no!- Las lágrimas no tardaron en salir mientras
seguía forcejeando para soltarme. En un acto muy impropio de la mujer, me tomó
muy fuerte de los hombros hasta dejarme sentada en la cama.
-Es mejor que no la veas, cariño.-
-¡No me llame así!- Estaba fuera de mí. –Quiero verla.-
-No lo harás.- Su tono era serio pero no podría importarme menos.
–Daniel la encontró tirada cerca de la casa. Gracias a Dios fue él quien la encontró y
no alguien más. Corrió a avisarme y mandó a su hijo por tu papá; no sabemos que
pasó.- Algo estalló en mí, algo hizo combustión, algo tan visceral y fuerte que nunca
había sentido en mi vida.
-¡Estúpida, Olivia!- Me puse de pie, tomé lo primero que tenía a la
mano y lo estrellé contra la puerta del baño. -¡Te odio!-
Comencé a caminar en círculos dentro de mi habitación. La odiaba,
la odiaba con toda mi alma; creo que todos merecemos el beneficio de la duda pero
con ella ya no. No más. ¿Cómo podía ser capaz de llegar a tanto? Quería golpearla,
quería causarle dolor, quería que sufriera... mi llanto se intensificó por la naturaleza
de mis pensamientos; yo no soy así... pero se metió con mi Lara y ahí si habrían
problemas. Muchos problemas.
-Anita, sé que pido mucho pero debes tranquilizarte. En su
subconsciente sé que estará pensando en ti y debe estar muy preocupada por tu
reacción. Debes estar tranquila para cuando despierte.-
-¿Por qué?, ¿por qué la gente es mala?-
-Porque les gusta hacer miserables a los demás.-
-Olivia no era así, no sé qué paso.-

-Una parte de mí quiere y cree entender un poco a Olivia pero, si ella fue la que hizo
esto, cruzó un gran límite y no lo voy a tolerar.-
-Lara sólo quiere hacer bien las cosas... no entiendo porque le pasa
esto.- Me eché a llorar de nuevo. La profe se acercó a mí y me abrazó. –Es una buena
chica, no lo merece.-
-No lo merece... claro que no lo merece.- Me abracé fuerte a ella.
–Iré a ver cómo está, por favor, no vayas, ¿de acuerdo?- Asentí. –Confío en tu
palabra.- Asentí de nuevo y me fui a la cama. Justo antes de salir vi a otra persona
entrar. –Silvia, qué bueno que vienes. Te van a necesitar.- La mamá de Ofelia era
muy buena para curar golpes y heridas, conocía mucho de las propiedades de las
hierbas e incluso sabía aplicar ventosas. Son algo dolorosas pero muy efectivas.
Segundos después Ofelia entraba a mi habitación.
-Hola.-
-Hola.-
-¿Cómo estás?- Me encogí de hombros, mientras las lágrimas
seguía cayendo. –La quieres mucho, ¿cierto?- Asentí.
-Es difícil no quererla.-
-Lo lamento mucho... ¿crees que fueron los del clan?-
-Estoy segura que fueron ellos, ¿quién más la odia? Le declararon la
guerra en el momento que se puso de mi lado.- Se sentó junto a mí en la cama y
tomó mi mano.
-Lamento haber sido tan injusta con ella y también te pido
disculpas a ti por la forma en como me expresé de ella.-
-Disculpa aceptada.- Me sonrió.
-Estaré afuera por si mamá necesita que vaya por cosas a la casa.-
Simplemente asentí y vi a la chica salir de mi habitación.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos horas y la
madrugada una eternidad. La profe Norma no regresó más y eso me llenaba de
preocupación. Me puse los audífonos una vez más pero el ruido en mi mente era más
fuerte que la música. Vi a Daniel mayor salir corriendo y regresó unos cinco minutos
después. Mi mente daba vueltas y vueltas; sólo quería abrazarla y saber que estaba
bien.
-¡Ah!- Un fuerte quejido se escuchó desde la habitación de papá;
me puse de pie y salí de mi habitación con la intención de ir a donde tenían a Lara.
Ofelia me impidió el paso y la profe Norma apareció unos segundos después con
lágrimas en los ojos también para bloquear mi camino.
-No, Anita.- Negó con tristeza.
-Por favor.- Me eché a llorar de nuevo y esta vez fue Ofelia la que
me abrazó y me llevó a mi habitación. –Sólo quiero verla.-
-Será mejor que no lo hagas, Ana. Al menos no ahora.-
-¿Qué le están haciendo?-
-Le están... acomodando el hombro.- La abracé de nuevo y lloré
hasta que sentí que las lágrimas se me terminaron.
La mañana nos encontró en un mar de preocupación y rabia. No fui
capaz de dormir ni un solo minuto; primera por la condición de Lara y segunda
porque sabía que él aparecería. Suficiente tenía con lo de La como para tener que
lidiar con él. No. Hoy no. Alrededor de las siete de la mañana una conocida voz entró
a mi casa.
-¿Por qué mierda no me avisaron?, ¿están todos idiotas o qué les
pasa?- Salí y me encontré con una fúrica Ingrid.
-Guarda silencio apenas se pudo dormir.-
-¿Se puede saber por qué no me dijiste?-
-No era una fiesta, Ingrid. Estábamos muy preocupados por la
gravedad de sus heridas como para ver a quien llamábamos.-

-¿Cómo está?- Norma volteó a verme con cautela y fue entonces que Ingrid me vio.
-Lo siento, Cardozo.- Me apretó el hombro. –Pero ese dolor de culo
es fuerte. Se va a recuperar rápido.-
-Espero en Dios que sí.- Dije en un hilo de voz. -¿Cómo está?- Vi a
la profe Norma. –Por favor, no me mienta.-
-Muy golpeada. Le acomodaron los tendones del hombro, tiene
algunas costillas inflamadas al igual que su pierna... tiene la cara hinchada de los
golpes y un pómulo cortado.- Vi como los ojos de la profe Norma se aguaron.
-Fue la idiota, ¿cierto?-
-No sabemos na...-
-Por favor, Norma, no eres tan ingenua. Sabes tan bien como yo
que fue el engendro de Satanás quien hizo esto.-
-Ingrid.- Advirtió la directora.
-Es una pena que sea parte de la escuela porque si no, le daría una
buena lección.- Entre mis lágrimas sonreí. Verlas interactuar daba la idea de que se
odiaban pero era todo lo contrario.
-Te preocupas por ella.- Le dije a la mujer de semblante duro.
-Por supuesto, necesito a quien molestar.-
La profe Norma y su hermana fueron las encargadas de hacer el
desayuno para todos. Silvia, Daniel y Ofelia constantemente entraban y salía de la
habitación. Silvia iba por ollas que tenía en la estufa, preparaba cosas en la mesa y
volvía a la habitación. Todo se sentía tan irreal... abrieron la puerta y vi entrar a
papá.
-¿Dónde estabas?- Pregunté.
-Fui al otro pueblo.-
-¿Le hablaste a sus papás?-
-No. Fui por más vendas y gasas.- Asentí y se metió rápidamente al
cuarto. Unos minutos después volví escuchar a Lara quejarse.
-¡Ah!... no...- Su voz perdía fuerza. Antes de siquiera intentar
caminar, tenía una mano sobre mi hombro.
-No, niña. Ella necesita enfocarse en mejorarse, contigo de
Magdalena ahí no le ayudarás.- Sacó la silla para que pudiera sentarme. –Ten.- Puso
un plato con comida frente a mí. –Si vas a estar llore y llore necesitas energía. Será
un puto día largo.- Asentí y sin ganas hice el intento de comer.
Alrededor de las diez de la mañana la profe Norma se fue junto con
Ingrid, ambas debía ir a la escuela. Ambas me pidieron ser fuerte y tener calma...
Ingrid lo hizo a su muy particular estilo. Ofelia se fue a eso de las nueve para entrar
al tercer módulo. Daniel y Silvia también se retiraron cerca de medio día; Daniel tenía
que asuntos que tratar, Silvia iría a dormir un rato para regresar después a cambiarle
los vendajes y hierbas a mi novia. Cuando al fin papá y yo quedamos solos se acercó
a mí y me dio un gran abrazo.
-Lo siento, hija.- Lloré de nuevo. Justo cuando creí que ya no tenía
más lágrimas de reserva. –Ella se pondrá bien, te lo puedo asegurar. Es muy fuerte.-
-La quiero ver.-
-No creo que sea conveniente, Ana...-
-Por favor, papá.- No muy convencido pero sabiendo que no me
haría cambiar de opinión me escoltó a la habitación.
-Tranquila, por favor.- Abrió la puerta y de inmediato me golpeó el
olor a hierbas, alcohol y otras cosas igual de fuertes. Cuando mis ojos se posaron en
la chica sobre la cama sentí mi corazón partirse en un millón de pedazos.
Estaba sólo con su sujetador deportivo y el bóxer que le hace
juego, ambos negros; la piel blanca de su estómago tenía varios moretones a lo largo
de él y algunas hierbas esparcidas sobre la parte afectada. Desde aquí podía ver su
pierna izquierda terriblemente hinchada también llena de hierbas. Mi vista subió hasta
llegar al hombro que tenía vendado y luego a su rostro. Desde el umbral de la puerta
veía con lágrimas pero al ver su rostro me terminó de matar.

Estaba hinchada, muy hinchada; más del lado derecho. El lado donde tenía el corte
no estaba tan pronunciado como el otro pero tenía un buen moretón. Con mucho
cuidado me acerqué a ella y me tapé la boca para evitar que mis sollozos la
despertaran. Me hinqué a lado de la cama, tome su mano y la llevé a mis labios. Con
cuidado llevé su mano a mi mejilla y la apreté contra mi piel. Regresé su mano a mis
labios y comencé a examinarla. Al terminar, caminé al otro lado de la cama para
revisar su otra mano. Nada.
-No se pudo defender.- Dijo papá en un susurro. Me acerqué y di
un beso sobre su cabello.
-Te quiero, ángel.- No podía más estar ahí; caminaba antes de que
el sonido de su voz me detuviera.
-Ana...- Casi corriendo regresé a donde estaba.
-Aquí estoy, cariño.- Tomé de nuevo su mano y la besé.
-No... no te vayas.- Su voz se escuchaba muy aletargada.
-No iré a ningún lado, La.-
-Silvia le dio un té para que duerma. Entre menos consciente esté
en estas horas mucho mejor.- Asentí pero igualmente me quedé una hora más con
ella.
Papá me llevó una silla para que estuviera más cómoda y me
mantuve ahí jugando con sus dedos, acomodando su cabello o simplemente viéndola.
A pesar de que dormía tenía una leve expresión de dolor en el rostro. Ciertamente
Lara era fuerte pero no tanto. Quizá los tres estuvieron involucrados para poder
contenerla... algo muy extraordinario tuvo que pasar para que Lara haya sido incapaz
de defenderse. Lara enojada era peor que Hulk; si hubiera sido solo Olivia estoy
segura que sería a ella a la que estuvieran cuidando en el hospital.
No sé en qué momento me quedé profundamente dormida con la
mano de Lara entre las mías. En mis sueños estábamos en nuestro escondite y Lara
me enseñaba a nadar. Su espléndida sonrisa iluminaba todo el lugar y sus ojos me
veían con mucho amor. Estando en la mejor parte del sueño alguien me levantó.
-Voy a cambiar las hierbas y a aplicar pomadas.- Me explicó Silvia.
–Sería mejor que esperes afuera.- Asentí. Corrí a mi habitación y me puse los
audífonos, no quería escucharla sufrir. Con asombro me di cuenta que eran casi las
tres de la tarde. Me había dado una buena siesta. Entre la música, la comodidad de
mi cama, el cansancio, el desvelo y el olor de Lara me quedé dormida de nuevo.
Papá llegó a invitarme a comer un par de veces pero preferí seguir
durmiendo. Fue hasta la tercera vez donde casi a la fuerza me hizo levantarme a
comer algo. Vi el iPod, ¡eran las ocho de la noche! Vaya que estaba exhausta y vaya
que agradecía por el tiempo que me dieron para dormir. En el comedor estaba Ingrid
y la profe Norma.
-Hola, Bella Durmiente.- Me dijo juguetona la directora.
-Buenas noches.- Respondí con voz ronca.
-¿Quieres cenar?- Asentí. Vi a papá salir de su habitación y casi de
inmediato entró Ingrid.
-No la vayas a hacer reír, Ingrid.- Advirtió la directora.
-"No la vayas a hacer reír, Ingrid"- Se mofó la mujer y fue
imposible no reírse. –Relájate un poco, sé que la escuincla no está bien.-
-¿Está despierta?- Pregunté una vez que Ingrid entró.
-Sí, desde hace un par de horas. No ha dejado de preguntar por ti.-
Sonreí. –Pero en cuanto le dijimos que estabas durmiendo pidió que no te
molestáramos.-
-Dejaré que Ingrid la aproveche un rato.- Le sonreí a papá. -¿Cómo
está?-
-Adolorida, lo cual es lógico después de tremenda paliza. Pero con
buena actitud, muy Lara.- Y conociendo a Lara sólo estaba buscando apaciguar las
aguas pero puedo apostar a que está completamente fúrica.

-¿Qué tal la escuela?- Me dirigía la directora.


-Nadie sabe, lo cual es bueno. Las ventajas de que haya sido por la
noche. No quiero alborotos y especulaciones.-
-De acuerdo con eso.- Suspiré. –Pero eventualmente lo sabrán
cuando Lara regrese a la escuela, no será fácil esconder esos golpes.-
-Ya lidiaremos con eso cuando el momento llegue.- Cené mientras
platicaba de algunas cosas con la profe Norma y papá; se me hizo una eternidad el
tiempo que Ingrid estuvo con Lara.
Cuando finalmente salió, me puse de pie inmediatamente; papá me
vio con una sonrisa al igual que la directora. Hasta Ingrid salió con una enorme
sonrisa en el rostro. Me hizo una seña con la cabeza para que entrara, asentí. Entré y
cerré la puerta para tener más privacidad. Lara se veía bastante hinchada de la cara
aún pero sonrió al verme.
-Hola.- Me dijo con voz ronca.
-Hola, ángel.- Me acerqué a la vez que jalaba una silla para
sentarme junto a ella. -¿Cómo te sientes?-
-Adolorida...- Vio al techo. –Me dieron la madriza de mi vida y ni
siquiera pude meter las manos.-
-¿Quién fue?- Negó.
-No vale la pena.-
-La odio.- Lara inmediatamente volteó a verme con una expresión
de sorpresa.
-No, cariño. De verdad que no vale la pena.- Con su mano derecha
buscó la mía. –El karma le vendrá a morder el trasero tarde que temprano.-
-¿Cómo puedes estar tan calmada?-
-¿Calmada? Me está llevando la chingada, Ana. No estoy calmada,
para nada pero no puedo ponerme al tú por tú con ellos.-
-¿Por qué?-
-Porque amenazaron con lastimarte.- Me tensé. ¿Se había
sacrificado Lara por mí? –Y agradezco haya sido yo y no tú.-
-No digas eso...-
-Olivia quería probar un punto, el de que nadie se mete con ella. Ya
me golpeó, ya probó su punto, esto debería tenerla tranquila.- Me acerqué más a ella
y acaricié su cabello.
-Lo siento, ángel.-
-Por algo pasan las cosas; es lo que mi novia siempre me dice.-
-Tu novia está en un enorme conflicto de emociones ahora mismo.-
-Mi novia debería darme un beso.- Le sonreí y me incliné hasta
quedar a unos centímetros de su cara. –Eres preciosa.- A pesar del estado de su cara,
sus ojos brillaban radiantemente. Acerqué mis labios para saborear los de ella unos
segundos. Dejé un beso en su nariz.
-Te quiero mucho, La.-
-Y yo a ti, cariño. Más de lo que imaginas.- Regresó a mí la vez que
me dijo que me amaba. No lo ha dicho más y la quiero aún más por entender que no
me siento preparada. Volví a mi lugar en la silla.
-¿Te dolió?- Apunté a su hombro.
-Como la mierda.- Me acerqué de nuevo y la besé.
-Lenguaje.- Me sonrió ampliamente. Llevó su mano derecha a mi
rostro.
-Eres lo mejor que me ha pasado... y estoy segura que nunca
encontraré alguien mejor que tú.- Uní mi mano con la de ella y la apreté más a mi
mejilla. –Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Ana.- Llevé su mano a mis labios y
besé sus nudillos.
-De las pocas cosas en las que estamos de acuerdo, La.- A pesar de
su estado me fascinaba verla sonreír. Besé su mano un par de veces más.
–Fastidiosa.-

-Tonta.- Fuimos interrumpidas por Silvia, quien entró muy sonriente.


-¿Cómo te sientes, Lara?-
-La pierna me está matando.-
-Tendremos que aplicar ventosas.- La carita de Lara se tensó un
poco. Aún la tenía de la mano.
-Puedo quedarme...-
-No.-
-Lara...-
-Silvia, ¿nos das unos minutos?- Asintió y antes de salir sus ojos
repararon en nuestras manos.
-Claro, iré a preparar lo que necesito.- Esperamos a que saliera y
regresé mi vista a Lara.
-Yo no podría contenerme estando tú aquí.-
-No quiero que te contengas...-
-Eres muy sensible, cariño; ya has tenido suficientes
preocupaciones.-
-Quiero estar contigo.-
-Lo sé, preciosa, lo sé pero no quiero hacerte pasar eso.- Zafó su
mano de mi agarre y la llevó de nuevo a mi rostro. –Debes descansar, te ves
exhausta.-
-Estoy donde quiero estar.-
-Y yo soy la testaruda.- Me sonrió. –Ve afuera, majestad.-
-Con una condición.-
-Dime.-
-¿Por qué me sigues diciendo majestad?- La sonrisa de Lara se hizo
más amplia.
-Te estaría dando demasiada información.- Me tomó de la barbilla.
–Saca ese lindo trasero de aquí.-
-No.-
-Si no te vas no te lo diré.-
-De todos modos no lo harás.-
-Mi chica es demasiado lista.- Ambas sonreímos. –Ve.- Me acerqué
para depositar un beso en su frente. –Usa los audífonos.- Asentí.
-Te quiero.- Dije sobre su frente.
-Lo sé. Me lo demuestras todos los días.- Tomó mi mano. –También
te quiero.- No dije más y salí de ahí, en la puerta me topé a Silvia. Le sostuve la
puerta para que pudiera entrar.
-Gracias, Ana.- Me dijo con un intento de sonrisa. No quiero
preocuparme por lo que esté pensando en este momento.
Quiero a Lara; quiero pasar mi vida entera con ella; quiero seguir
aprendiendo a su lado; quiero seguir combatiendo mis demonios con ella a mi lado; lo
quiero todo, absolutamente todo de ella. En este punto ya nada, ni nadie me importa.
El qué dirán, lo que van a pensar, lo que crean de nuestro amor es lo de menos.
Seremos cuidadosas pero no la voy a esconder, no voy a negarla; primero porque no
lo merece, es extraordinaria y segundo, porque no me apetece hacerlo. Es mi novia,
les guste o no.
Lara hizo una lista de reproducción para mí; "sunshine". Me decía
que las veces que me sintiera desesperada o con un ataque escuchara lo que eligió
para mí y que así estaríamos cerca. Por mucho mis favoritas eran "The Only
Exception" y "Try". Lara tenía una particular manera de mostrar su amor y la música
era su gran cómplice.
Alrededor de las diez de la noche, después de haber escuchado
muchas canciones me quité los audífonos y me asustó el silencio que reinaba en la
casa. Me paré de la cama, caminé a la puerta y desde ahí vi a papá con la cabeza
escondida entre sus brazos sobre la mesa. Me acerqué a él y puse mi mano sobre su
hombro.
-¿Papi?- Se sobresaltó.
-Hola, mi amor.-
-¿Cómo estás?-

-Cansado. Han sido dos días terribles.-


-Lo sé.- Apreté mi agarre. –Ve a dormir, yo la cuido.- Negó. –Claro
que sí. Ya descansé lo suficiente ahora te toca a ti. Recuerda que el doctor recomendó
que no te desvelaras, al menos, en unos tres meses. Ve a mi habitación, por favor.-
Se puso de pie y besó mi cabello.
-Gracias, mi amor.-
-No, gracias a ti por cuidar de ella. Sé que en parte lo haces porque
estás a cargo de ella pero sé que le has puesto más empeño por lo que significa para
mí y no sabes lo mucho que lo agradezco.-
-Todo por ti, Ana. Lo sabes.- Le di un abrazo que se prolongó por
varios segundos.
-Descansa, papi.-
-Gracias, mi amor. Igual tú.- Sin esperar que papá se metiera a mi
habitación caminé a la de él. Al abrir me encontré a Lara levantando su pierna
derecha; al verme sonrió.
-Hola, cariño.-
-Hola, La.- Al acercarme pude ver las lágrimas secas en su rostro.
De inmediato mi sonrisa se borró. Lara hizo un intento por limpiarse la cara.
-Estoy bien.-
-Sé honesta, por favor.-
-No quiero que llores, ya lloré suficiente yo.- Palmeó un espacio en
la cama invitándome a sentarme. –Duele mucho, al estar inflamada y la presión de
las ventosas es la cosa más horrible del mundo pero es parte de la recuperación.-
-Debería aprender a ser valiente como tú.-
-Deberías darme un beso.- Reí antes de inclinarme hacia su rostro.
–Chica obediente.-
-Sólo para ti.-
-Sólo para mí.- Sonreímos antes de fundirnos en un beso que se
prolongó por varios segundos. Acariciaba el cabello de Lara mientras ella se aferraba
a mi cuello. –Te amo, Ana.- Me tensé un momento pero no pude maquilar nada ya
que Lara atrapó mis labios con pasión, con fuerza y con ternura a la vez. Muy al estilo
de ella. Después de muchos segundos más se separó de mí con una enorme sonrisa.
Pasó su pulgar sobre mis labios y se quedó contemplándome un momento. –Eres
preciosa... eres realmente preciosa.- Con mucho cuidado descansé mi frente sobre la
de ella.
-Tú me haces sentir así.- Con un rictus de dolor se movió un poco
hacia su izquierda. -¿Qué haces?-
-Te hago espacio para que duermas conmigo.- Me quité los zapatos
y en segundos estaba junto a Lara. Recostada sobre su hombro derecho y mi mano
rodeando su cuello. Cuidando no tocar su hombro izquierdo. –Buenas noches,
majestad.-
-Buenas noches, ángel.- En los brazos de mi chica me quedé
dormida en cuestión de minutos. Era fácil perderse entre el olor y el calor que
desprendía el cuerpo de Lara y si a eso le sumo la seguridad que ella me da, sabía
que no habría lugar más seguro que sus brazos. Desperté cuando papá llegó a
moverme suavemente.
-¿Irás a la escuela?- Asentí. –Son las seis.- Escuché a papá salir de
la habitación.
-¿Irás?- Preguntó Lara con voz ronca.
-Sí.-
-Quédate cerca de Paola y Ofelia, por favor. No te alejes de ellas.-
-Tranquila.- Me aferré más a ella. Me dio un beso en la cabeza.
-Ve a cambiarte, cariño.- Asentí.
Tardé más de lo necesario, mientras me cambiaba pensaba en los
posible escenarios que podría encontrarme y por primera vez en mucho tiempo no
sabía cómo reaccionaría. No estaba en una situación que de alguna manera pudiera
controlar. Mis emociones estaban muy alteradas y con justa razón; se metieron con
Lara. Desayuné rápidamente y regresé a la habitación donde estaba mi novia. Dormía
tranquilamente; di un suave beso en su frente y salí de ahí.

El camino a la escuela fue realmente rápido; no quería encontrarme con sorpresas.


Caminaba y casi podía escuchar pasos detrás de mí, no era más que la paranoia.
Quizá este era el mejor momento para comenzar a ser un poco valiente; Lara hizo
algo increíblemente tonto por mí. Si se dejó, hizo mal y si no debía mantenerme más
alerta ya que el clan era capaz de todo. Apenas llegué a la escuela Ofelia se pegó a
mí.
-¿Cómo está?- Preguntó.
-Durmió bastante bien ayer, no se quejó.-
-¿Dormiste con ella?- Sentí que me sonrojaba.
-Em, dejé que papá descansara y yo me quedé con ella...- Había
algo raro en su mirada.
-Eso es... lindo.- Me encogí de hombros.
-Sólo cuido de ella como ella lo hace conmigo. Nada más.- Le
sonreí. -¿Qué tal estuvo la escuela ayer?-
-La sonrisa de Olivia nunca se borró durante el día. Creí que diría lo
que pasó pero no lo hizo.-
-No sabe cuál es la condición de Lara, no se arriesgaría a
adjudicarse lo que pasó... al menos no por ahora.- Paola se nos unió.
-Hola, chicas.- Saludó.
-Hola.- Dijimos a la vez.
-¿Y Lara?- De igual manera lo sabría.
-En casa...-
-¿Pasó algo?- Me vio preocupada.
-Olivia la golpeó.-
-¡¿Qué?!- Casi pongo mi mano sobre su boca.
-Nadie sabe. Silencio. Está en casa bastante golpeada.-
-¿Pero está bien?-
-Dentro de lo que cabe, sí.- La cara de Pao se transformó a una de
enojo.
-La odio.-
-Ya somos dos.- Agregué.
-Tres.- Dijo Ofelia.
Las primeras horas pasaron bastante rápido y en un santiamén me
encontraba en mi mesa habitual con mi desayuno frente a mí, y las chicas a mi lado.
Unos segundos después el clan tomaba su lugar. Durante las clases estaban callados
pero en cuanto salieron las risas burlonas comenzaron. Vi a Olivia ver directamente a
nuestra mesa y comenzó a reír; apuntaba como burlándose de que Lara no estaba
ahí. Sin saber cómo, me encontraba caminando a donde estaba ella. Fui consciente
cuando ya estaba frente a ella.
-¿Qué quieres, monja?-
-¿Crees que hacer eso te hará mejor, Olivia?- Se echó a reír.
-No tengo tiempo para ti.-
-Claro que tienes tiempo para mí, constantemente me mencionas,
te burlas, haces comentarios ofensivos, para bien o para mal estoy siempre en tu
mente.- Se puso rápidamente de pie y casi se me echó encima.
-¿Quieres que te haga lo mismo que a ella?-
-Eres una cobarde porque no fuiste tú sola. De haber sido así tú
hubieras terminado en el hospital.-
-Pero no fue así y dile a la idiota que a la próxima le irá peor.-
Tomé el vaso de jugo que había sobre su mesa y se lo eché encima.
-Eres un horrible ser humano.- Se sorprendió pero en cuanto se
repuso me propinó un buen empujón que casi me tira al piso. Caminó furiosa hacia
mí.
-Imbécil...- Antes de que pudiera acercarse más un par de brazos la
empujó más fuerte lejos de mí. Volteé y vi a Betty, la acomodadora y en segundos
todo el equipo de voli estaba detrás de mí.
-Te metes con ella, te metes con todas.- Nunca había visto a Betty
enojada; siempre estaba con una cálida sonrisa para todos. –No nos vamos a tentar
el corazón.- Olivia me vio molesta y dio un pequeño vistazo a las chicas que ahora
estaban a mi lado antes de salir marchando del lugar. Betty volteó a mí. –No estás
sola.-
-Gracias.-
-¿Y Lara?-
-En casa... golpeada.- Se quedaron viendo entre ellas.
-Nos encargaremos.- Dijo con convicción. No quiero imaginar de lo
que son capaces estas chicas. Presiento que sólo esperaban un pequeño pretexto
para ponerse en contra de Olivia. Penosamente la golpiza a mi novia había sido su
detonante y una parte de mí lo agradecía. Ya es hora de poner a Olivia en su lugar.

A/N Alguien los quiere mucho y le gusta consentirlos :)


*Pasen al @circulcolibri para muchas cosas geniales.
*Pasen a @Alexita_May en twitter y únanse a la horda de
dramáticos que hay por ahí xD
*Nunca les vuelvo a hacer una pregunta porque luego ni contestan
¬¬
P.D. La canción se llama "Try" de Nelly Furtado. Por favor, nada de
sus ondas de 50 Sombras xD
Saludos desde un lluvioso rincón de México,
Ale :)
Capítulo 22

En este punto y después de lo que me ha sucedido en estos meses he entendido que


las cosas pasan por algo y no necesariamente vienen de la mano con el karma. A
veces las cosas pasan para dejarnos una enseñanza o darnos una pequeña
advertencia. Lo que sea, debemos verlo con la mejor actitud y sacar lo mejor de eso.
Esos eran los pensamientos de una persona equilibrada, esa no era yo. En este
momento quería usar el cabello de Olivia como antorcha, la muy hija de puta cruzó
todos los límites posibles.
No sé cuánto tiempo estuve tirada a la intemperie; sólo recuerdo
haberme encogido cuando sentí que alguien tocó mi hombro. Buscaba regresar a la
realidad pero era casi imposible. Escuchaba dos voces masculinas y eso me aterró
pero después esa voz se identificó como Daniel y me relajé completamente. Me había
encontrado la persona adecuada.
A lo lejos recuerdo que mencionaron a Norma y al señor Cardozo.
Le agradecía a Dios por estar a salvo de alguna manera; ellos se ocuparían de mí.
Daniel pequeño me quitó con mucho cuidado la mochila; solté un chillido cuando rozó
mi brazo izquierdo. Su padre buscaba tranquilizarme diciéndome palabras que apenas
comprendía. Después de no sé cuánto tiempo escuché la voz de Norma... estaba muy
agitada y no era para menos. Mi aspecto no debería ser el más agradable del mundo.
Con cuidado me voltearon para quedar boca arriba; Daniel hizo un
intento por cargarme pero el dolor era demasiado y el grito que pegué lo asustó, así
que me dejó de nuevo en el piso. Norma frotaba mi mano suavemente, me hablaba
pero no comprendía, mi cerebro estaba muy ocupado tratando de bloquear el dolor.
Fue entonces que escuché la voz del señor Cardozo. No sé si mi subconsciente está
jugándome una broma pero creo haberlo escuchado maldiciendo.
Sintiendo un dolor indescriptible, ambos hombre me levantaron y
comenzar a caminar tan rápido como podían. Sólo esperaba que no me llevaran a la
iglesia porque no quería que Ana me viera en estas condiciones. Mis deseos fueron
echados a la basura cuando escuché el característico sonido de la puerta de madera
de la iglesia. Mierda. El señor Cardozo dio instrucciones y rápidamente me vi envuelta
por el calor del lugar. Al avanzar escuché la voz de Ana y su perfume llegó a mí...
también escuché a Norma. Esperaba que la llevara lejos de ahí.
Me depositaron en una cama y escuchaba a la gente entrar y salir
de la habitación... un pequeño sollozo, algunas lágrimas sobre mi mano. Rogaba
porque no fuera Ana. Me quitaron la ropa con mucho cuidado hasta dejarme en
interiores y fue entonces que comenzó el sufrimiento. Trataron mis heridas sin ningún
tipo de delicadeza; los escuchaba decir que era lo mejor, que sanaría más rápido.
Entre que eran peras o manzanas, dolía como la mierda. Quería golpear a alguien y
de preferencia si era Olivia.
La primera noche fue un infierno, no sabía si curaban mis heridas o
las estaba abriendo más y lo peor era que incluso gritar me dolía. No podía abrir
propiamente la boca; sentía la cara totalmente hinchada y no había parte de mi
cuerpo que no me doliera. Era un verdadero martirio. Entre el dolor mis pensamientos
se dirigían constantemente a Ana, ¿cómo estaría?, ¿estaría durmiendo bien? Todo se
tranquilizó cuando llegó a verme la primera vez. Y fue mucho mejor cuando se quedó
a dormir conmigo.
Era casi imposible contener el "te amo", sé que no está preparada
pero incluso si nunca lo dice, no lo dejaré de sentir. Para mi sorpresa fue a la escuela;
quizá no quería que la gente sospechara o no sé qué motivó que fuera pero no me
agradaba del todo. Con Olivia en plan de loca, temía por la seguridad de Ana y
pasarían muchas semanas antes de que pueda ser completamente funcional de
nuevo. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Silvia entró a la habitación.
-Buenos días, Lara.-
-Hola, Silvia.-
-¿Cómo te sientes?-

-No creo que haya una palabra para como me siento ahora mismo...-
-Eres joven, te vas a recuperar muy rápido.-
-Eso espero.-
-Aplicaré ventosas en tu brazo de nuevo.- Suspiré fuerte. –Es la
mejor...-
-Lo sé. No tienes que explicarme nada... es sólo que me cuesta
creer esto.- Tragué. –Sé que me tenían en el concepto de hija de puta y quizá una
parte de ustedes tenía la razón pero nunca, nunca le haría algo así a alguien. Es algo
que...- reí. –Olvídalo, esto de la paliza me tiene sentimental, no tienes que escuchar
mis quejas.- Dejó lo que hacía y se sentó a mi lado.
-Personas fueron malas contigo, Lara. Eso no es quejarse, es
desahogarse.-
-Y no debería hacerlo contigo...-
-¿Por qué no?, ¿crees que no lo voy a entender? Todos tenemos
malos pensamientos, a veces las emociones nos dominan y queremos causar daño a
las personas pero creo que es algo bastante natural. Incluso Jesús lo llegó a sentir,
que de menos unos simples mortales como nosotros.-
-¿Crees que...- Me quedé callada.
-¿Qué?-
-Es estúpido.-
-Si me dices te puedo decir qué tan estúpido es.- Sonreí.
-¿Crees que Él vea el esfuerzo que estoy haciendo?- Formulé
tímidamente. Vi a Silvia sonreír y me sentí muy pero muy estúpida.
-El hecho de que pienses en lo que Él piense o crea de ti habla de lo
mucho que te has acercado a su reino. No es una pregunta estúpida, para nada.- Me
acomodé para verla mejor. –Cuando Ofelia nos dijo de lo que realmente estabas
haciendo sentí mucha pena por no darte el beneficio de la duda. Pero debo decir que
tus acciones gritaban muchas cosas malas y queremos mucho a Ana.- Sonreí. –Pero
Dios siempre nos da la oportunidad de hacer bien las cosas y nosotros, los tres,
tomamos esa oportunidad. Por eso estoy yo aquí.-
-Gracias por eso y entiendo perfectamente tu postura.- Me sonrió
dulcemente. -Créeme y agradezco el aprecio que le tienen a Ana.-
-¿Lo agradeces?- Gracias a Dios tenía la cara un desastre y eso
evitaría que viera lo sonrojada que estaba.
-Em, sí... Ana es mi amiga y la quiero mucho.-
-En la ciudad, ¿las amigas se sostienen de las manos?-
-Sí, es bastante común.- Buscaba algún indicio de duda en mi
lastimada cara, dudo que lo encuentre entre los moretones.
-Es bueno saber que Ana tiene una buena amiga como tú. Ofelia
me dijo cómo la defendiste.- Me veía directo a los ojos. –Qué bueno que hayan
construido una linda amistad en tan poco tiempo.- Creí saber a dónde dirigiría su
pequeño speech.
-Sí, una linda amistad.- Nos sostuvimos la mirada por unos
segundos antes de que ella se pusiera de pie y fuera por sus instrumentos de tortura.
-¿Lista?-
-No, pero no tengo opción.-
Dolor, dolor y más dolor. Eso fue lo que sentí durante los agónicos
minutos que Silvia tardó tratándome el hombro. Pudieron ser algunos cuantos
minutos que se sintieron como horas, la verdad no sé pero el dolor parecía ir en
aumento. Por más que intenté ser fuerte no pude, sucumbí a las lágrimas; cerraba los
ojos y respiraba hondamente tratando de tranquilizarme pero era inútil. Más lágrimas
pero de felicidad cayeron cuando Silvia anunció que había terminado, sin embargo me
advirtió que mañana regresaría a curar mi pierna.
Me quedé con la vista al techo después de que Silvia se despidió de
mí con unas cuantas palabras de aliento; las cuales, entraron por un oído y salieron
por el otro. Nuevamente tendría que dejar el voli y eso me llenaba de rabia y
frustración; me sentía tan bien, tan aceptada y me sentía útil y ahora por culpa de la
idiota de Olivia tendría que alejarme de nuevo. Las últimas horas sólo pensaba en los
millones de escenarios en los cuales la chica de ojos azules estaba de cara al piso. Mis
cuentos de venganza fueron interrumpidos por mi novia que comenzó a hacer círculos
por toda la habitación. Era la primera vez que la veía así.

-¿Qué pasa?- Se tomaba el cabello mientras seguía caminando. -¿Ana? Me estás


asustando.-
-Ni siquiera la pude golpear...- Mascullaba.
-Whoa, detente ahí mismo, ¿cómo que "ni siquiera"?, ¿qué hiciste?-
-Yo sólo quería hablar... sólo hablar pero ella no se calla... ella es
una mala persona...- Se estaba estresando.
-Ana.-
-Tú no mereces... Lara yo....-
-¡Ana!- Grité y ella se detuvo de pronto. –Estás volviéndome loca.
¿Qué demonios pasó?-
-Quería hablar con ella pero no me lo permitió... decía cosas muy
feas de ti y...-
-¿Y?-
-Y puede que le haya arrojado un vaso de jugo.-
-¡¿Qué?!-
-Le arrojé jugo a la cara.- Me eché a reír. Me tomaba el estómago
porque me dolía al moverme. Palmeé la cama para que se sentara a mi lado.
-Preciosa, no era necesario que hicieras eso.-
-Eres mi novia y quiero defenderte.- Tomé su mano.
-Y lo aprecio, cariño lo aprecio muchísimo pero no quiero que te
expongas.- Apreté su mano. -¿Qué pasó después?-
-Se puso como loca, me empujó...- Me tensé. –Pero no te
preocupes, me defendieron.-
-¿Quiénes?-
-El equipo de voli.- Me vio con cierto orgullo. –Me dijeron que ellas
se harían cargo.-
-Acabas de desatar la Tercera Guerra Mundial, preciosa y estamos
frente a la batalla.-
-Estoy, tú te quedas aquí descansando.- Reí de nuevo.
-¿Quién eres y qué le hiciste a mi chica pacifica?-
-Se fue a su cueva cuando se metieron con la chica que quiere.-
Llevé su mano a mis labios y la mantuve ahí por varios segundos. –Es hora de
despertar, La.-
-Bien, Xena vamos despacio y con cautela. Puede que tengamos
apoyo pero el clan puede hacerte lo mismo que me hicieron a mí; atacarme por la
espalda y estando sola. No puedo creer que diga esto pero no puedes actuar
precipitadamente, quiero que seas lo más cuidadosa posible hasta que pueda estar
contigo, ¿te parece?-
-Puedo cuidarme, Lara. No necesito un guardaespaldas.- Se soltó
de mi agarre y salió marchando de la habitación.
Bien, eso no salió como lo esperaba. Para ser honesta no podía
imaginar que Ana hiciera algo así como enfrentar a Olivia ella sola. Me halaga porque
sé que lo hizo por mí pero no me agrada; sé de lo que es capaz esa perra traicionera
de Olivia y Ana es demasiado inocente. Por otro lado tiene razón, he tomado un papel
que no me corresponde. Pero al verla tan frágil y vulnerable es casi imposible no
tomar ese rol. Es algo casi natural para mí. Con todo esto quizá está sintiéndose
capaz de hacer las cosas por ella misma y eso me alegra pero también implica que
comenzará a despegarse un poco de mí. Y no sé cómo sentirme al respecto.
Mi cerebro decidió que lo mejor que podía hacer era dormirse y así
fue. Todavía tenía tenso el cuerpo después de la sesión de curación con Silvia y la
pequeña charla con Ana no había ayudado mucho. Y estoy casi segura que le pusieron
más hojas que dan sueño a mi té, lo cual agradecía porque pasaba la mayor parte del
tiempo inconsciente y eso evitaba que sintiera dolor. No sé qué demonios era la hoja
pero hacía que tuviera sueños muy extraños; si era lo que creí que era sería mi
primera experiencia con las drogas y la última. Desperté cuando alguien llegó a
moverme suavemente; abrí un ojo y vi parado junto a mí al señor Cardozo.

-Dulce Lara, ¿tienes hambre?- Negué.


-No mucha.-
-¿Quieres que te traiga algo?-
-Agua, por favor.-
-Claro.-
-Oiga, ¿es marihuana lo que me están dando?- Nunca había
escuchado al hombre alto reírse de tal forma; incluso se sostuvo de la silla porque
parecía que se iba a caer de tanto reírse. –Parece que también a usted le dieron.- No
hace falta decir que rió aún más fuerte. Cuando al fin se controló, después de
muchísimos segundos después, se sentó junto a mí.
-Eres una maravilla, Lara.-
-Lo dice después de que se burló de mí.-
-Oh, no, no es una burla, es simplemente que eres muy ocurrente y
es una de las cosas que más me agradan de ti.-
-¿Una de las cosas?, ¿hay más?-
-Por supuesto.- Se acomodó en la silla. –Me agrada tu honestidad;
por supuesto, tu sentido del humor; me agrada tu peculiar forma de ver el mundo y
mi favorita, me agrada como tratas a mi hija; como si fuera la cosa más hermosa del
mundo.- Le sonreí.
-Lo es, ante mis ojos es lo más hermoso del mundo.-
-Nunca tendré cómo agradecerte.-
-Deje que se vaya conmigo.- Sonrió.
-No voy a influir en eso, dulce Lara, si ella se quiere ir no la voy a
detener... aunque me mate tenerla lejos.-
-No tendría problemas en pagarle un boleto de avión para que vaya
a visitarla de vez en cuando.- Tomé su mano. –Es lo menos que podría hacer después
de que usted está dispuesto a darme su corazón y llevármelo lejos.-
-Eres una bendición, Lara. Te mueves por el corazón, por tus
ideales, son escasos los seres humanos como tú.-
-Diría lo mismo de usted, señor.- Medité un momento. –Gracias.-
-¿Por qué?-
-Por traerme aquí, por sugerirlo, por cuidar de mí... por Ana.-
-Un placer, dulce Lara.-
-¿Dónde está ella?-
-En el bosque.- Me observó un momento. -¿Discutieron?-
-Tuvimos una diferencia de opiniones... ¿le dijo?- Negó. –La muy
loca enfrentó a Olivia y le echó un vaso de jugo encima.-
-¿Mi hija?- Preguntó asombrado.
-La misma. Le pedí que fuera mesurada, yo me voy a encargar de
ella cuando llegue el momento porque esto no se va a quedar así.-
-Ni siquiera me atreveré a decirte lo contrario.-
-Hace que la ame más el que haga cosas así por mí pero Olivia está
desquiciada y si le llega a hacer algo a Ana me la voy a comer a cucharadas.-
-No creo que le haga algo a Ana.-
-¿Cómo sabe?-
-Digamos que fijamos límites con el doctor Torres; mejor dicho, tu
papá lo hizo. Fue muy claro en lo de dejar en paz a mi hija...-
-Y por eso se desquitó conmigo.-
-Puede ser.-
-Me alegra haber sido yo.-
-Las cosas que puede uno hacer por amor.-
-Oh, créame que lo haría de nuevo si ella está en riesgo, sin
pensarlo dos veces.- Apretó mi mano.

-¿Tienes hambre?-
-Ahora sí.-
-Ahora mismo te traigo algo de comer.-
-Gracias.- Me sonrió antes de pararse y caminar a la cocina.
Minutos después apareció mi rubia con una bandeja llena de comida.
-Hola.- Dijo tímida.
-Hola, preciosa.- Dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó a mí.
-¿Te ayudo a sentarte?-
-Por favor.- Con mucho cuidado me aferré a su cuello y ella me
abrazó, dolía pero valía la pena por tenerla así de cerca. En cuanto estuve en la
posición adecuada ella se soltó de mí, fue por la bandeja y la puso sobre mis piernas.
-¿Necesitas algo más?-
-Sí.-
-¿Qué?-
-Un beso.- Agachó la cabeza. –Siento lo de hace rato... lamento
preocuparme mucho.- Se sentó a lado de mí.
-No quiero sentirme una inútil, La.-
-No lo eres, cariño; hago esas cosas porque me nace hacerlo no
porque no puedas. Lo que hago por ti está lejos de ser causado por tus muchas o
pocas habilidades, Ana.-
-Es sólo que...-
-No necesitas de mí.-
-¿Qué?- Me vio incrédula. -¿Estás loca?-
-No lo sé.-
-Lara, siempre voy a necesitar de ti... sólo quiero saber que puedo
hacer las cosas, que puedo enfrentar mis miedos. Lo quiero intentar, contigo a mi
lado. Lo que dije hace rato fue motivado por mi propia frustración y me desquité
contigo.-
-Me aterra saber que llegue a estar de más en tu vida.- Con gran
agilidad regresó la bandeja a la mesa para sentarse muy cerca de mí.
-Nunca voy a necesitar a alguien tan fervientemente como te
necesito a ti, Lara.- Tomó mis manos. –Lo único seguro que tengo en la vida es eso,
que voy a necesitar de ti siempre.-
-Y yo de ti, Ana, necesito mucho de ti.- Solté una de mis manos y la
llevé a su rostro. –Eres lo mejor de mi vida.-
-¿No vas a dejarme?-
-Nunca, cariño.-Me acerqué lentamente a ella. –Ya te dije las dos
palabras que nunca había dicho... lo que siento por ti no tiene punto de referencia,
Ana. A momentos me sobrepasa, me abruma... me aterra necesitar y amar a alguien
de esta forma...-
-Nunca rompería tu corazón, La.-
-Lo sé, por eso te lo entrego con los ojos cerrados.- Mis labios
quedaron pegados a los de ella. –Te adoro.-
-Y yo a ti, ángel.- Nuestros labios se juntaron y todo dejó de existir,
como generalmente pasa cuando estoy con ella. Besarla era la cura a cualquier mal
en mi vida y sabía que nunca me dejaría de sentir así. Cada beso me hace sentir
mariposas en el estómago, como el primero. La amo demasiado y me niego a vivir sin
ella. –Perdón.-
-No hay nada que perdonar, cariño.- Mi pulgar jugaba con su
mejilla, mientras la veía a los ojos. –Eres un hermoso ejemplo de lo que Dios es
capaz de hacer.- La vi sonrojarse casi de inmediato y sonreí. –Mi Ana que no es mía,
porque sólo te puedes pertenecer a ti misma y a nadie más pero de alguna forma nos
pertenecemos, en esta vida y en las que siguen.-
-En esta y en las que siguen.- Repitió mientras acercaba su frente a
la mía. –Mi Lara que no es mía.- Me dio un beso en la nariz y se paró por mi comida.
–Anda, que se enfría.-

-Gracias.- Ana me contempló comer por varios minutos.


-El hecho de que tu apetito esté regresando es buena seña.-
-Me siento... bien. Tan bien como se puede estar después de una
paliza.-
-Eres fuerte, La.- Apretó mi rodilla. –Eres la chica más fuerte que
he conocido... y la más fastidiosa.-
-Un placer, majestad.- Le sonreí.
-¿Algún día me dirás?- Negué. -¿Por qué?-
-Porque no me apetece decirte.-
-No te apetece, ¿eh?- Me veía divertida. –Quizá en estos días no se
me apetezca besarte.- Reí.
-No puedes resistirte a mis besos.- Sonreí orgullosa.
-Ya veremos.-
-¿Es un reto?-
-Pero por supuesto que lo es.-
-Bien, ahora te podré ganar en las calificaciones y en esto.-
-No me vas a ganar en las calificaciones.-
-¿No? Estabas a cinco metros de la portería y mandaste el balón
directo a Mónica... que estaba cerca de la línea de banda.-
-Un accidente... me botó mal el balón.-
-El balón no estaba en movimiento, Ana.-
-Ya entendí, La, gracias.- Me eché a reír.
-Mi chica y su pobre coordinación.-
-Pues tu chica te golpeará con el balón de voli de nuevo si no dejas
de molestarla.-
-Ahí sí sabré que es a propósito, has mejorado bastante.- Me
sonrió.
-Tengo a una buena maestra.-
-Bueno, la alumna es una buena... motivación para dar lo mejor de
mí.- Se sonrojó de nuevo. -¿Cuándo vas a creer lo preciosa que eres?-
-Lo estoy creyendo parcialmente...- Me sonrió tímidamente.
-Es un avance.-
Terminé el resto de mi comida entre bromas y mejillas sonrojadas
de mi novia. Era tan inocente, tan linda... necesitaba palabras para poder describir lo
que ella es para mí. Conceptos que se acercaran a la perfección de su persona. Juro
que cada día que pasa confirmo que soy la persona más afortunada del planeta. Ana
llevó los platos a la cocina y en un santiamén estaba de regreso conmigo.
-¿Necesitas algo?-
-¿Aparte de poder abrazarte propiamente?- Tomó mi mano y la
apretó. –Necesito una ducha, me siento muy sucia y siento que apesto.-
-Apestas.-
-¿En serio?-
-Sí, bonita.- Le sonreí. –Apestas horrible.- Llevé mi nariz cerca de
mi axila y me olfateé.
-Cierto.- Ana se echó a reír. -¿Qué?-
-Claro que no apestas.-
-Llevo casi dos días sin bañarme.-
-No apestas. De hecho tienes un olor natural muy rico.-
-Pervertida huele chicas.-
-Sólo a mi chica.- Besó mis nudillos. –¿Quieres que te prepare la
ducha?- Asentí. –Bien, dame unos minutos.- Vi a la rubia entrar y salir de la
habitación varias veces metía cosas y yo simplemente la observaba con una sonrisa.
Se tomaba muy en serio su papel de cuidadora. Después de unos cinco minutos,
aproximadamente, y después de haberse cambiado de ropa me anunciaba que estaba
todo listo. -¿Podrás caminar?-

-Ahorita lo averiguaremos.- Con dolor arrastré mis piernas hasta que quedaron
colgando de la cama. El dolor en la pierna izquierda era apenas soportable pero no
quería preocupar a Ana. Se puso a mi lado y ofreció su cuerpo para que me apoyara.
Pasé mi mano derecha sobre su cuello y me paré. –Ouch.- Dije al sentir el jalón en mi
abdomen que también estaba maltratado.
-¿Duele mucho?-
-Algo...-
-No creo que sea buena idea, La.-
-Ya estoy de pie, cariño sólo necesito llegar al baño.- Intenté
apoyarme sobre mi pierna izquierda pero de inmediato reclamó. – ¡Mierda!-
-Siéntate.- Ordenó la rubia.
-No.- De nuevo apoyé levemente el pie izquierdo pero de inmediato
movía la pierna derecha. –Vamos.- Le dije con una sonrisa que no fue recíproca.
–Sabes que lo haré de todos modos.- Me incliné a besar su mejilla. –Venga, tonta.-
Mucho tiempo más del pensado, llegamos a baño y de inmediato Ana me sentó en la
cómoda silla de madera que había puesto para mí.-
-Estaré afuera por si me necesitas.-
-Gracias, cariño.-
Encendí la regadera y dejé que el agua caliente me bañara; cerré
los ojos y me dejé llevar por la relajante sensación. A pesar de estar disfrutando me
sentía extraña estando con ropa interior. Como pude me deshice del agarre de mi top
pero no podía quitármelo. Batallé por varios minutos pero era inútil. Apagué la
regadera y medité un momento. Tendría que pedírselo a Ana, tarde o temprano
tendría que ayudarme a vestirme. Y es que mi condición actual no estaba para que
pudiera ser muy independiente y definitivamente no le pediría ayuda al señor
Cardozo. Una parte de mí tenía miedo, puede que esta peculiar petición haga sentir
incómoda a Ana... estaba en una encrucijada y antes de pensarlo más escuché mi
propia voz.
-Ana.-
-¿Sí?- Contestó de inmediato.
-¿Puedes ayudarme?- No dijo más y en unos segundos la puerta del
baño se abrió.
-¿Todo bien?-
-Emm... yo... ¿me... me ayudas a quitarme el sujetador?- Se tensó
levemente a la vez que sus ojos se clavaban intensamente en mí como buscando
indicios de que era una broma. –No me lo puedo quitar... ya sabes, los sujetadores
deportivos son diferentes a los demás, por lo del soporte, ¿sabes? Y dada mi
condición...- Se echó a reír. -¿Qué?-
-Estás divagando.-
-Lo siento.- Nunca apartamos la vista la una de la otra. –Si es muy
incómodo o...- Levantó la mano.
-Puedo ayudarte.- Con una leve sonrisa se acercó más a mí.
–Primero tu brazo derecho para que después podamos maniobrar con la izquierda, ¿te
parece?-
-Tú estás al mando.- Le sonreí. Todavía sentada batallamos por
minutos para liberarme del sujetador. Las veces que lo intentamos el pedazo de ropa
terminaba rozando o tirando de mi brazo izquierdo y automáticamente bufaba de
dolor.
-No está funcionando.- Dijo Ana que tenía alguna que otra gota de
sudor en la frente.
-Me he dado cuenta.- Respondí tratando de ocultar el intenso dolor
de mi brazo. No había otra forma. –Córtalo.-
-¿Qué?-
-Que lo cortes. No hay manera de que salga sin que sienta que me
está arrancando el brazo.-
-¿Segura?-
-No hay opción.- Asintió y volvió a salir del baño. Tenía unos
segundos para pensar qué cara poner cuando ella me viera parcialmente desnuda.
Antes de tener definido mi plan mi rubia estaba de regreso.

-Tendrás que ponerte de pie unos segundos.- Asentí. Ella se acercó, se puso de
cuclillas para que mi mano rodeara su cuello y me ayudara a ponerme de pie. -
¿Lista?- Asentí y de un tirón me puse de pie.
Tomándome de la cintura pasó debajo de mi brazo y con mucho
cuidado comenzó a cortar la tela. Podía sentir el frío del metal rozando mi piel, la
respiración de Ana sobre mi omóplato y su agarre sobre mi cintura... era una
sensación única. La rubia se tomó su tiempo, cortando lentamente con cuidado para
no lastimarme. Supe que la posición y lo que estaba pasando no le era muy
indiferente porque sentí como su respiración cambió y se hizo más lenta, pausada,
como si estuviera en una profunda meditación. Cuando al fin escuché como dejó las
tijeras sobre la silla y sus manos se engancharon a mi cadera respiré no sé si aliviada
con ganas de que siguiera aferrada a mí.
-¿Listo?- Pregunté. Asintió levemente. Me veía con mucha
intensidad y creo que yo transmitía lo mismo. Sin más sus manos viajaron
lentamente hasta mis brazos; los recorrió lentamente hasta llegar a mis hombros,
tomó la tela de mi sujetador para comenzar a bajarlo suavemente. Cerré los ojos y
me dejé llevar por el momento más erótico de mi vida. El calor que Ana me transmitía
era indescriptible. Al estar libre de la tela, abrí los ojos, pude ver a Ana
contemplándome.
-Eres hermosa, Lara.- Me sonrojé. La profundidad de su voz, su
mirada sobre mí y la situación hacía de esto algo muy pero muy especial. Sus manos
comenzaron a vagar por mi estómago. –Eres realmente hermosa... y sólo mía.-
-Completamente tuya.- Sus manos ascendieron hasta quedar en la
base de mis senos. Su mirada cambió levemente.
-¿Cómo es?-
-¿Cómo es qué, cariño?-
-Estar con una persona con la que quieres estar... por placer... sin
que te obliguen...- Sentí un horrible nudo en la garganta.
-Sientes una revolución dentro de ti. Te abruma pero te emociona
porque sabes que es la persona adecuada. Te emociona de sobremanera saber que su
piel estará sobre la tuya y que te hará sentir mil sensaciones desconocidas.- Con
cierto dolor en los ojos me vio de nuevo.
-¿Ya lo sentiste?- Negué.
-No, pero así me siento cuando pienso en ti y en lo que
eventualmente pasará.- Me sonrió levemente.
-¿Hay... indicios físicos?- Fue mi turno de sonreír.
-Calor... y más calor, pupilas dilatadas... mejillas sonrojadas...-
Llevé mi mano al rostro de mi novia y lo acaricié. –Tu cuerpo se comienza a
preparar... lubricas... el ritmo cardíaco se acelera y siente que en cualquier momento
vas a morir.-
-Quiero sentir todo eso contigo, sin cruzar tus límites.- Comenzó a
bajar sus manos de nuevo pero la detuve.
-Puedes tocar cualquier parte de mi cuerpo y nunca, nunca
cruzarías un límite, Ana. Amo sentir tu piel sobre la mía. Amo lo que causas en mí.
Amo el hecho de que nadie me ha hecho sentir así y que nadie lo hará.- Me acerqué
más a ella. –Que tú me toques es... no puedo describir lo que me pasa cuando me
tocas y menos cuando me permites que te toque.- En ningún momento dejamos de
vernos; sentí de nuevo sus manos yendo hacia arriba hasta que ambos quedaron
perfectamente posicionados sobre mis senos. –Ana.- Suspiré. Cerré los ojos de nuevo
y descansé mi frente sobre la de ella.
-Tu piel es muy suave.- No había dobles intenciones en la voz de mi
chica. Era su inocencia hablando, su particular forma de decir la verdad, era su forma
de hacerme sentir querida y lo estaba logrando. No apretó, no amasó, simplemente
estaba sintiendo mi piel, acariciando suavemente. Estaba explorando, probando mis
límites.
Dejando mi brazo lastimado descansar sobre mi costado, llevé mi
mano derecha alrededor de su cintura y la posé sobre la base de su espalda. Hice
círculos con la palma de mi mano hasta que gradualmente mi mano llegó a su glúteo.
La sentí suspirar y tragó con dificultad.

-Abre los ojos, cariño.- Sus vidriosos ojos se encontraron con los míos. –Soy yo,
preciosa. Mírame, mira el amor que te tengo a través de mis ojos. Nunca te dañaría.
Nunca.- Nuestras manos dejaron de moverse y se quedaron donde estaban. Intenté
subir mi mano pero fue su turno de detenerme.
-No.- Soltó un de mis senos para guiar mi mano de nuevo a su
firme trasero. –Quiero que me toques.- Asentí levemente y accedí a su petición. Moví
mi mano por sus glúteos, di un leve apretón que fue correspondido con un
involuntario apretón sobre mis senos. Un gemido escapó nuevamente. -¿Yo lo estoy
provocando?- Preguntó inocentemente.
-Sí... -Acerqué mis labios a los de ella. –Miles de sensaciones
nuevas.- Juntamos nuestros labios; los dejamos danzar con una dulce lentitud.
Sintiendo cada parte de ella. Rogando no cruzar sus límites, deslicé mi lengua dentro
de su boca y el gemido ronco, ahogado que escapó de sus labios casi hizo que tuviera
un orgasmo. Sin dudas era el momento más íntimo de mi vida.
-Te amo, Lara.- Abrí los ojos de golpe y casi pierdo el equilibrio
cuando me separé bruscamente de ella. Me tomó de la cintura de nuevo para
ayudarme a mantenerme de pie.
-¿Qué dijiste?- Pregunté en un susurro.
-Te amo, Lara.- Me acercó de nuevo a ella con dulzura. –Te amo
irremediablemente.- No pude contener las lágrimas que casi de inmediato inundaron
mis ojos. –No llores, ángel.- Me vio preocupada, llevó sus manos a mi cara y me
sostuvo cerca de ella. –Eres lo mejor de mi vida, La. Eres el rayo de luz que tan
desesperadamente he buscado entre todo el fango que me rodea.- Mis lágrimas fluían
por mi rostro; mi mente, mi corazón y mi alma absorbía cada palabra que Ana me
decía.
-También te amo, Ana... a un par de meses de aceptar lo que
siento por ti y dejar que me consuma por completo puedo decirte que eres mi todo y
con el corazón en la mano te puedo decir que no hay forma en que pueda amar a
alguien de la misma forma en como te amo a ti. Nadie me hará sentir como la
persona más afortunada del mundo.-
-Haré que valga la pena, La, voy a luchar por mí, por ti, por
nosotras...- Ahora también ella tenía lágrimas bañando su rostro. –Te voy a buscar al
fin del mundo si es necesario pero me rehúso a vivir sin ti.- Escondí mi rostro en su
cuello. Me rodeó con sus manos con mucha delicadeza. –Quédate conmigo.-
-En esta vida en las próximas, cariño.- Sí, definitivamente podría
morir hoy y moriría siendo la persona más ridículamente feliz del mundo. Ana me
correspondía. No necesitaba más en la vida.
Mi rubia me dejó unos minutos después para que terminara de
ducharme; el agua ayudaba a sellar las caricias de Ana en mi cuerpo. Todavía tenía la
sensación de sus manos sobre mí y eso hacía que el corazón me latiera a mil por
hora. Minutos después cuando terminé mi ducha, Ana entró de nuevo para ayudarme
a ponerme un nuevo sujetador, esta vez sin ningún tipo de contacto más que el de
sus dedos rozando mi espalda al abrochar a ese incómodo opresor.
Ya en la habitación me dejó un momento a solas para que
terminara de cambiarme y minutos después entró a ayudarme a ponerme una de sus
playeras lo cual agradecí con el alma. Sentir su aroma todo el día era algo que ama
infinitamente. Con mucho cuidado secó completamente mi cabello y después lo
recogió en una hermosa trenza. Quizá pudiera acostumbrarme a ella jugando con mi
cabello... pero sin las trenzas.
Yacíamos sobre la cama de mi rubia, ella sobre mi pecho, su mano
derecha alrededor de mi cuello y la mía alrededor de su cintura. Teníamos unos
buenos minutos ahí sólo sintiendo la compañía de la otra. Quizá todavía asimilando lo
que había pasado en el baño una hora atrás. No porque fuese malo sino porque
sabíamos que esto era un enorme paso en nuestra relación. Me cuesta creer que a
mis diecisiete años haya encontrado al amor de mi vida.

-Te amo.- Sonreí espléndidamente al escuchar la voz de mi novia.


-Te amo.- Respondí descansando mis labios sobre su frente. –Más
de lo que imaginas.-
-Nunca lo olvides.-
-Oh, cariño, créeme que es algo que nunca podría olvidar.-
-¿Te casarías conmigo?- De nuevo el fantasma que gustaba de
ahorcar a las personas. Comencé a toser y me moví tan bruscamente que hice que
Ana cayera al piso. Ella se puso de pie rápidamente para revisarme. -¿Estás bien?-
-No. Gracias.- Entonces comprendió y se echó a reír. –Me alegra
que te cause gracia.-
-No te estaba proponiendo matrimonio, Lara.- Con cuidado regresó
a su posición original. –Quiero decir que si soy el tipo de persona con la que te
gustaría, algún día, formar una familia.- La apreté fuerte a mí.
-Ana, eres el tipo de persona con la que quiero hacer todo en esta
vida.- Me veía atenta por lo que tenía sus labios a milímetros de los míos. –Y sí, eso
incluye casarme, tener hijos, mascotas que me saquen canas verdes y un ridículo
jardín lleno de flores.- Me sonrió.
-No olvides la chimenea.-
-Cierto.- Apenas logramos unir nuestros labios cuando fuimos
interrumpidas.
-A cenar, Ana.- Dijo el señor Cardozo con una enorme sonrisa. -
¿Quieres que te traiga la cena, Lara?-
-Iré a la mesa, gracias.-
-¿Segura?- Preguntó la rubia. Asentí. –Bien, vamos a cenar.- Con la
ayuda de ambos pude llegar sin tanto dolor a la cocina. Ana rápidamente me sirvió
unos cuantos hot-cakes y malteada de chocolate. Llevó un segundo plato y se sentó a
mi lado.
-¿Cómo te sientes, dulce Lara?-
-Mejor, señor. Creo.- Rió.
-¿Crees?-
-No me siento tan jodida como ayer, creo que es un avance.-
-Lo es.- Me sonrió. –Tenemos que tomar cartas en el asunto o esto
se saldrá de control.- Creo que no puede salirse más de control.
-¿Qué puede hacer?-
-No lo sé todavía... algo se nos ocurrirá.- Deseché la propuesta de
usarla de piñata.
La cena transcurrió tranquilamente entre pláticas superficiales
sobre la escuela, el equipo de voli, el torneo de la otra semana; el recordar eso sólo
logró que recordara lo enojada que estaba con Olivia. Hija de puta, todavía me iba a
conocer enojada. Tenía razón el señor Cardozo, esto no quedaría así. Con mucho
cuidado me regresaron a la cama. Ana me ayudó a ponerme un suéter ya que la
noche era fría. Después desapareció en el baño para luego salir con sus pijamas y una
playera negra simple.
Se acomodó en mi pecho, sus dedos jugaban con mi cuello y los
míos acariciaban su cabello. Me veía haciendo esto por el resto de mi vida junto a
ella. La amaba, ella me amaba no necesitaba saber más. El mañana dejó de
importarme, sólo quería disfrutar de cada segundo junto a mi chica.
-Lo que pasó en el baño...- Comenzó la rubia. –Una parte de mí creí
que nadie nunca me tocaría.-
-¿Por qué?-
-Porque tengo mucho miedo, Lara... sé que eres tú, que nunca me
lastimarías pero... no lo puedo evitar... es mucho... imágenes de él vienen a mi
mente y me bloqueo.-
-¿Por eso preguntaste qué se sentía?- Asintió. –Lo que pasó es lo
más íntimo que he vivido, Ana. Fue algo tan especial y maravilloso que lo guardaré
por siempre en mi memoria. Y pasará de nuevo cuando tú lo decidas. No te
presionaré, cariño.- Meditó un momento.
-También creía que cuando alguien supiera lo que pasé... se
alejarían... o les daría asco tocar a alguien... sucio.-
-¿Todavía lo crees?- Se tensó. -¿Ana?-
-He ido progresando pero todavía hay mucho por delante...-
-¿Qué cosas...?-
-Quererme más, aceptarme con todo el equipaje, creer que no
soy... una creación de él.-
-No lo eres.- Dije de inmediato. –No tienes nada de él; si tuvieras,
al menos, una pizca de él no te amaría como lo hago.-
-Mi ángel.- Se abrazó más fuerte a mí.
-Mi amor.- Descansé mis labios sobre su cabello y en cuestión de
segundos caí en un profundo sueño.
Mi futuro estaba plagado de imágenes de Ana y míos peleando por
el color de la casa, el colchón, el tipo de cosas que tendríamos en nuestro hogar, los
programas de tele que veríamos. Me veía haciendo muchas cosas con ella y me
llenaba de emoción el pensar en pasar mi vida junto a mi rubia. Sin embargo mi
futuro cercano tenía un nombre que aborrecería por el resto de mi vida y unos letales
ojos azules que se arrepentirían de haberlos puestos sobre mí y mi novia. Olivia va a
conocer de lo que es capaz Lara Orozco.

A/N Mis muy queridos lectores, I'm fucking back.


Agradezco los mensajes de aliento que recibí durante la semana y
créanme que fueron muy útiles. Pasé y todavía sigo con estragos de un virus que me
atacó, aparentemente, durante mis vacaciones; tarda unos días en incubar y luego se
desata. El terrible dolor que de por sí trae esto más lo afectado que tengo mi brazo
fue una combinación horrible.
Agradezco aún más a las personas que entienden que no vivo de
esto. De momento, sigue siendo un hobbie y la mayor parte de mi energía se enfoca
en las actividades que son redituables para mí y que me dan para vivir medianamente
bien. Así que estaré enfocada en mi nueva carga de trabajo y la escritura se dará
cuando tenga tiempo libre.
La escritura ha sido mi fuga, mi vía de escape de una realidad que a
momentos me abruma y sobre todo ha sido algo muy personal pero gracias al
@elcirculcolibri he tenido la oportunidad de trabajar con gente muy talentosa y la he
pasado muy bien pero debo enfatizar que lo que estoy haciendo con @xiion17 no
tiene madre. Es una chica sumamente creativa y estoy disfrutando enormemente
trabajar con ella. Por lo que los invito a leer "Almas Capturadas" en la página del
Círculo. Les prometo que no se van a arrepentir ;)
Y por último, algunos de ustedes comentan que les gustaría ver en
pantalla esto (llora de emoción) así que, propongan actores que les gustaría que
interpretaran a las chicas :) Y poniendo de cabeza a algunos santos y haciendo
danzas aztecas, mayas, zapotecas y todo lo demás, quizá, algún día se pueda dar.
(Soñar no cuesta nada) Espero esta vez no me dejen en palomita azul -.-
*Mi capítulo favorito hasta ahora* <3
Iba a actualizar mañana pero como los quiero tanto, heme aquí
desvelándome por ustedes ;)

Saludos desde un, todavía, adolorido rincón de México (en serio,


aléjense de los mosquitos)
Ale :)
Capítulo 23

Sentir el olor de Ana me tranquiliza de sobremanera y su cercanía... Dios, nunca me


cansaré de decir lo mucho que amo estar cerca de ella. Tenerla sobre mi costado
derecho por las noches resultó ser un bálsamo mágico. Ella era mi cura. En algún
momento de la noche me desperté al sentir el fuerte agarre de Ana sobre mi cuello;
con la poca luz que entraba a la habitación veía aflicción en su rostro. Estaba teniendo
una pesadilla.
-Ana.- Besé su cabello. –Despierta, cariño.- La llamé unas veces
más y por fin despertó. –Soy yo.- Acaricié su espalda.
-Gracias.- Dijo aún alterada unos segundos después cuando se
aseguró de estar a salvo.
-¿Quieres hablar de ello?-
-Es lo mismo de siempre... él, lo que me hacía... mamá y lo que no
hizo...-
-La odias.-
-No.- Respondió de inmediato.
-No tiene nada malo odiarla, hasta cierto punto es comprensible,
fue una hija de puta.- Se inclinó y me dio un beso.
-Lenguaje.-
-Es la verdad, Ana, no fue una buena persona. Creo que es más
dañino hacerte creer que no pasa nada cuando pasa todo con ella.- Se removió un
poco. –No digo que lo dejes salir ahora pero tenlo en cuenta. Sabes muy bien que hay
sentimientos negativos hacía ella pero crees que el sentirlos te hará mala persona a
ti. No, cariño. Todos tenemos derecho a sentir enojo, rabia, frustración y en tanto no
los dejes salir lastiman en lo más profundo de nosotros.-
-Amo y odio que me leas tan fácilmente, Lara.-
-Lo mismo va para ti, rubia.-
-A veces ella le abría la puerta del calabozo para que él... abusara
de mí.- Recliné mi cabeza sobre la de ella.
-¿El calabozo?-
-Lo llamaba así porque era el lugar de tortura... algunas chicas
tenían relaciones ahí y mamá creyó conveniente que fuera nuestro lugar también.-
-¿Quieres seguir?- Asintió
-A momentos me odié por no ser fuerte... por no tener voz, por no
tener algo porque luchar; me odié por ser yo.- Suspiró. –Vi que era inútil
resistirme...-
-No creo que hubiera cambiado mucho el resultado final. Incluso
pudo ser peor...-
-Estás en lo correcto. Desde ahí entendí que poner resistencia traía
consecuencias muy malas y comencé a agachar la cabeza... a no discutir, a no
protestar; dejé que las personas pasaran sobre mí.-
-Por personas te refieres a la imbécil de Olivia.- Asintió.
-Mamá me pedía que no llorara... que era mi labor como mujer
aguantar eso. Y me chantajeaba con lo económico; si no lo hacía no tendríamos para
comer. Incluso con lo que me hacía comía una o dos veces al día cuando me iba
bien.- Su voz se apagaba poco a poco. –Ella realmente fue una bruja y me vio a mí
como su medio para conseguir drogas.-
-Lo siento mucho, cariño.-
-Cuando él me tocaba o cuando estaba... dentro de mí deseaba
morir. Prefería mil veces estar muerta a seguir soportando su olor, sus manos sobre
mi piel.- Llevó de nuevo su mano a mi cuello. –Las primeras veces me lastimé las
piernas y mis senos de lo fuerte que refregué mi piel al bañarme; quería quitarme la
suciedad. Me bañaba maniáticamente buscando purificarme pero su olor era algo que
sentía incluso hasta cuando llegamos aquí.-
-¿Sigue pasando?- Negó y la sentí sonreír.
-Dejé de sentirlo cuando me diste tu suéter para que me limpiara la
cara.- Fue mi turno de abrazarla más fuerte. –Amé tu olor desde el día que te conocí
maldiciendo por haber visto una cucaracha.-

-Son enviadas del Belcebú esas cosas.- Rió.


-Nunca había visto un rostro tan hermoso; te vi llegar y te observé
trabajar desde lejos. Quería acercarme a ti, hablarte ero era demasiado tímida...-
-Nunca me diste la impresión de ser tímida, fuiste más como un
dolor de culo.- Rió.
-Entonces me acerqué más a ti- sus dedos vagaban por mi cuello.
–Te detallé y supe que no tendría ninguna oportunidad contigo y cuando comenzaste
a maldecir me diste las herramientas para alejarte de mí. Pero esa semilla de la
curiosidad y de la atracción quedó sembrada.-
-Justamente el día que te di mi suéter... algo cambió. De pronto
sentí esa necesidad de protegerte a toda cosa.- No dijimos nada unos segundos.
-Viviría todo de nuevo sin pensarlo dos veces si al final me quedo
contigo.- Agregó dulcemente.
-Te amo, Anita.-
-También te amo, La.- Nos quedamos un rato en total silencio. Los
gallos anunciaban que la mañana pronto llegaría.
-Prométeme que no te vas a meter, Ana, voy a arreglarme con ella
a mí manera. Necesita una buena lección de una vez por todas. –Dije de pronto.
-Si quieres puedo ser porrista.- Reí. –Ya fue suficiente reinado del
terror.-
-¿Usarás minifalda?- Volteó a verme con cierto sonrojo. –Era una
inquietud.-
-Últimamente estás muy... inquieta.- Sonreí.
-Mi novia es un bombón, ¿cómo podría estarme quieta?- Se acercó
y junto nuestros labios.
-Las ventajas de dormir contigo.- Sonreí y me dio un leve pellizco
en el cuello. –No me refería a eso.-
-No dije nada.- Me excusé.
-La sonrisita esa lo dijo todo.-
-Amo y odio que me leas tan fácilmente.- Simplemente sonrió y
seguimos con nuestra sesión de besos por varios minutos más hasta que el sueño nos
venció a ambas.
Esta vez no hubo sueños raros, ni cosas marcianas, sólo Ana y yo
en nuestro escondite disfrutando de la puesta de sol; ella completamente sobre mí
con una enorme sonrisa en el rostro. Regresé a la consciencia cuando sentí una
delicada mano sobre mi mejilla y luego sus dedos detallando mi rostro.
-¿Cómo puedes ser tan hermosa?- Susurraba en su intento fallido
de no despertarme. Siguió su recorrido sobre mi rostro. –Sabía que sería imposible
alejarme de ti.- Dejó su dedo sobre mi nariz. –Menos ahora que soy consciente de
que te amo.- Jugó suavemente con mis pómulos. –Precioso ángel.- Escondió su cara
en mi cuello. –Mi Lara que no es mía porque sólo puedes pertenecerte a ti misma.-
-Pero de alguna forma nos pertenecemos la una a la otra.- La sentí
sonreír.
-En esta vida...-
-Y en las que siguen...- Completé.
-¿Te desperté?- Negué. -¿Segura?-
-Muy segura.- Llevé mi mano a su cabellera. –Buenos días, cariño-
-Buenos días, La.-
-¿Dormiste bien?- Pregunté.
-De maravilla; como siempre que estoy contigo.- Besé su cabellera.
–¿Y tú?-
-Muy pero muy bien, gracias.- Sonreí.
-¿Tienes hambre?- Reí. –Claro que sí.- Se giró para verme mejor. -
Iré a preparar algo.-
-Me gustaría pararme he intentar caminar.-
-Silvia...-
-Justamente porque Silvia vendrá y dejará más inútil mi pierna por
varias horas. Quiero caminar un poco. Aparte tengo el trasero entumido.-

-Puedo ayudar.- La quedé viendo y casi de inmediato se sonrojó. –Me refiero a


caminar.-
-Puedes ayudarme también con el trasero entumido.-
-Lara, detente.-
-Tú comenzaste, pervertida.-
-Eres imposible.- Dijo antes de sacarme la lengua.
-Pero me amas.-
-Totalmente.- Se inclinó y me di un beso. –Te ayudo a ponerte de
pie.-
El desayuno fue bastante tranquilo; Ana se dedicó a freír algunos
plátanos e hizo huevos rancheros. Definitivamente tenía conquistado mi corazón y mi
estómago. Apenas y fui capaz de ayudar con el café y el té de Ana. Con su
acostumbrada paciencia me escuchó cuando me desesperé al no poder estar parada
más de un par de minutos. Con cariño me guió a la silla y me dijo que no podía exigir
mucho cuando hace unos días me habían dado la paliza de mi vida. Punto para mi
chica.
La hora de la tortura llegó a eso de la una de la tarde; incluso me
tensé en el momento en el que vi a Silvia entrar. Se estaba portando muy bien, para
ser honestos. Habían estado muy al pendiente de mí, los tres, y constantemente
preguntaban por mi estado. Me estaban ganando y una parte quería poner este
malentendido en la basura. Así que dejé de lado las últimas semanas. Sin embargo, el
ser consciente de la clase de tortura que enfrentaría no era fácil de aceptar. Era
verdad que estaba ayudando y bastante. Hoy noté más movilidad con mi brazo pero
con muchísimo dolor.
Por más que lo intenté, la necia de Ana se quedó en la habitación
de su padre. Casi le rogué que saliera, al no funcionar puse mi cara de enojada pero
le importó un reverendo pepino. Todos mis esfuerzos sirvieron para que tomara una
silla y se sentara a lado mío. Ignorando totalmente a la mujer que estaba curando mi
pierna, Ana tomó mi mano entre las de ella y entrelazó nuestros dedos. La quedé
viendo y simplemente me sonrió.
Si hace un par de días dolió, lo de hoy fue infernal. No creí que
fuera posible sentir tanto dolor y es que la parte afectada de mi pierna llegaba casi
hasta mi pelvis y el sentir las ventosas en esa zona tan sensible hizo que,
literalmente, gritara de dolor. Ni siquiera sentí el dolor de mi mejilla cuando
abruptamente abrí la boca y jalé mi piel. El dolor era simplemente indescriptible. Ana
frotaba mi mano y mi brazo pero apenas era consciente de eso.
De pronto sentí uno de los dedos de Ana rozando mi mejilla, fue
cuando me di cuenta que estaba llorando. En definitiva este era de uno de mis puntos
más bajos en mi corta vida. Creo que hasta las horas que pasé en detención en Texas
tuvieron mejor sabor de boca que esto. Incluso la costilla fracturada pero esto, esto
era mucho.
Con más ganas mi sed de venganza contra Olivia se hacía cada vez
más grande y por mi mente había millones de escenarios en los cuales la chica de
ojos azules pagaba por lo que me hizo pasar y también por las horas de angustia de
mi... familia. Sí. Ya eran mi familia. La más funcional que pueda llegar a tener. Y
aunque no lo crean, incluye a Ingrid y su particular forma de ser.
Agradecí a Dios cuando la sesión terminó. Silvia me regaló una
sonrisa tratando de reconfortarme; sólo pude asentir a modo de agradecimiento.
Entre todo el abrumador dolor sabía que era la manera más rápida de mejorarme.
-Estás avanzando, Lara.-
-Sí, esta vez ya no lloré tanto.- Ambas mujeres rieron.
-La bola que se había hecho en tu pierna ya desapareció. Esas son
muy buenas noticias; muy pronto podrás caminar de manera normal aunque para que
puedas volver a brincar como cabra tardará un poco más.-
-Ni me lo recuerdes.- Suspiré.
-Gracias, Silvia. Te acompaño a la salida.- Ofreció amablemente mi
novia.

-Te veo mañana, Lara. Si tienes alguna molestia no dudes en decirnos.-


-Lo aprecio muchísimo, lo tendré muy en cuenta.- Se despidió con
otra sonrisa y salió de la habitación. Escuché el sonido de la puerta y unos segundos
después Ana regresó. Sin decir nada buscó acomodo entre mis brazos.
-Eres muy valiente, La.-
-Lloré.-
-Pero dejaste que terminara de tratarte. Muchos lo detienen...
incluida yo.-
-Tú eres muy llorona.-
-No todos somos unos cavernícolas como tú, Lara.- Reí.
-Cavernícola, ¿eh?-
-Tienes la pinta de chica ruda pero eres tierna.-
-Sólo contigo, preciosa.-
-Si lo fueras con otras personas habría problemas.-
-¿Celosa?-
-No, es sólo que no quiero que seas linda con más personas.-
-Celosa.- Afirmé.
-Quizá un poco.- Reí de nuevo.
-¿Un poco?-
-Bien, mucho. Pero no puedes culparme, eres mi mundo y no
quiero que nadie más te vea de la misma forma en cómo yo lo hago.-
-Nadie nunca me verá como tú lo haces, cariño. Te lo puedo
asegurar.- Entre besos y arrumacos ambas quedamos dormidas.
Por la tarde noche decidimos que ya estaba en condiciones para
regresar a la habitación de Ana y lo agradecía. Aunque la cama del señor Cardozo era
sumamente cómoda prefería dormir en la cama de mi novia. Durante la mudanza
Norma llegó a verme, como todos los días; platicaba un rato y regresaba a su casa. Al
parecer tenía mucho trabajo. Apreciaba el hecho de que se tomara un tiempo para
venir a verme. En ningún momento han mencionado regresarme a mi casa, lo cual es
genial, ya que aquí descanso bien y me alimentan de maravilla.
Ya en la cama de mi rubia y con ella a mi lado profundamente
dormida, mi mente decidió que era momento de ponernos a repasar algunas cosas.
Lo que le dije a Ana por la mañana referente a su madre, me hicieron pensar en la
mía. Cuánto había cambiado esa amorosa mujer que alguna vez conocí. Las dulces
sonrisas, las palabras de aliento, los momentos compartidos se esfumaron hace unos
años y dudo que regresen. Me costaba admitirlo pero extrañaba a esa mujer que en
algún momento de mi vida era mi modelo a seguir.
-¿Qué pasa, ángel?-
-Nada.-
-El apretón en mi costilla no dice lo mismo.-
-Lo siento.- Me disculpé. –Sólo pienso...-
-¿Quieres compartir?-
-No lo sé... es sobre la bruja antes de que fuera la bruja.- Acarició
mi cuello.
-Sabes muy bien que no te voy a juzgar...-
-No es eso lo que me preocupa, preciosa, es sólo que nunca he
dicho esto en alto. Ni siquiera he sido capaz de aceptar que es lo que siento y
pienso.-
-Aquí estoy...- Me animó. Suspiré.
-La extraño.- Recosté mi cabeza sobre la de ella. –Sé que ya te lo
había dicho pero... no lo sé. Quisiera recuperar un poco de tiempo... o compensar el
tiempo que hemos perdido. En verdad quiero saber si mi mamá sigue detrás de esa
estirada mujer.-
-Está ahí.-
-Digamos que la recupero y que me encuentro con la mujer que
tanto amé, ¿qué va a pasar cuando le diga de ti?, ¿cuándo sepa que te amo? La he
escuchado muy pocas veces hablar de este tema y nada es bueno. Todo es imagen,
apariencias o el qué dirán para ella. Y por cómo están las cosas entre nosotras, te voy
a preferir a ti.-

-No, La, esto no es de decidir con quién te quedas y a quién dejas de lado. En algún
momento lo sabrá y tendrá que lidiar con ello. Yo te amo y bajo ninguna circunstancia
te apartaría de tu madre.-
-Esa eres tú, mi amor, mamá es punto y aparte. Una parte de mí
piensa que en el momento en que lo sepa me va a mandar a una escuela subacuática
en el Báltico.-
-No me agrada el mar pero haría un esfuerzo.- Reí.
-Hemos avanzado mucho, Ana pero todavía nos queda un mundo
por delante.-
-Nos sobrepondremos a todo eso...-
-Juntas.- Complementé.
-Juntas.- Afirmó. -¿Cómo está tu pierna?-
-Duele.-
-¿Mucho?-
-Lo suficiente para mantener a mi cerebro ocupado pensando en mi
madre.-
-Mucho entonces.- Se sentó. -¿Te puedo sostener?- Asentí
enérgicamente. Con una enorme sonrisa se reacomodó en la cama y quedé sobre su
hombro izquierdo y su mano rodeando suavemente mi cintura. Mi mano descansó
sobre su estómago.
-Debería dormir así más a menudo.-
-Prefiero estar en tus brazos.-
-Prefiero abrazarte mientras me sostienes.-
-Tendremos que llegar a un acuerdo.-
-Después.- Dije acomodando mi cabeza en su cuello.
- Te regalo mi cintura y mis labios para cuando quieras besar. Te
regalo mi locura y las pocas neuronas que quedan ya; mis zapatos desteñidos, el
diario en el que escribo, te doy hasta mi suspiro pero no te vayas más. Porque eres tú
mi sol, la fe con que vivo, la potencia de mi voz los pies con que camino. Eres tú
amor, mis ganas de reír, el adiós que no sabré decir porque nunca podré vivir sin
ti...- Si hubiera cantado unas estrofas más estaría llorando.
-Anita.- Me aferré más a ella.
-Desde que la escuché sabía que tenía que cantártela.- Sonreí.
-Eres tú, amor, mis ganas de mal matar a Olivia y que te deje en
paz de una vez por todas.- Se echó a reír.
-Qué romántica versión, La.-
-Lo mejor para mi chica.- De nuevo me acomodé.
-Siempre.- Cerré los ojos y me dejé llevar por la voz de Ana hasta
que Morfeo llegó por mí.
Me desperté cuando sentí un enorme vacío en la cama; la rubia no
estaba. Era raro ya que siempre procuraba levantarse cuando yo estuviera despierta
también. El reloj marcaba las ocho treinta de la mañana. Puede que estuviera con su
papá en la iglesia. Sentía un enorme vacío en mi estómago esa mañana. Algo grande
está por ocurrir. Era como un sexto sentido que desarrollé sólo que no sabía distinguir
si era bueno o malo.
Tomé el iPod y dejé que la música me transportara a diversas
dimensiones. La influencia de papá y su gusto por el rock clásico fue fundamental en
mi vida para mis futuros gustos. Rara vez escuchaba música en español y eran voces
particulares. Voces que me transmitían más... No sé si tontamente ayer corté la
inspiración de Ana pero... no es humano sentirse así. Todavía persiste el miedo de
irme y que el señor Cardozo se arrepienta y no la deje irse conmigo. No puedo ni
comenzar a imaginar lo que pasaría si llego a estar sin ella.
Muchas canciones pasaron, muchas voces buscaron calmar la locura
que había en mi cabeza varias de las canciones hacían referencia a como me sentía
con Olivia. Tenía que poner un fin a todo esto de una buena vez por todas. Cueste lo
que cueste, incluso si eso implica que me expulsen de la escuela unos días. Las
canciones en partes decían lo enojada que estaba con todo a mi alrededor y
especialmente por la forma en como trató a Ana por mucho tiempo. Para esto debía
regresar lo más pronto posible a la escuela.

Sentía que me quedaba dormida de nuevo cuando alguien se recostó en mi pecho y


se aferró fuerte a mí. Sólo de sentir su olor me hizo sonreír como tonta. Le di un beso
sobre su cabello y nos quedamos así, en silencio por un buen rato.
-Está listo el desayuno.- Habló la rubia.
-Me haría bien algo de comida.-
-Te ayudo a llegar al baño.- Asentí. Me quité los audífonos y con
mucho cuidado me puse de pie. Sentía que el dolor en mi estómago aminoraba y eso
me alegraba muchísimo. -¿Cómo sientes la pierna?-
-Adolorida pero un poco más funcional.-
-¿El brazo?-
-Creo que lo puedo moverlo más. Intenté algunas cosas en la
noche.- Levanté mi brazo casi a la altura de mi hombro. -¿Ves?- Me vio orgullosa.
-Esa es mi chica.- Me acerqué a darle un beso en la mejilla.
-Sólo quiero ser capaz de caminar apropiadamente y lo demás será
cuestión de tiempo.-
-Poco a poco, La.- Me aseé sin la ayuda de la rubia; la llamé cuando
al fin terminé. Hoy estaba muy pero muy sonriente. En cuanto entró se abrazó a mí
con fuerza; escondió su cara en mi cuello y la sentí suspirar.
-Buenos días, cariño.- No me contestó. -¿Todo bien?- Asintió. -
¿Segura?-
-Muy segura.- Se volvió y depositó un beso en mi quijada. –Te
amo, Lara.- Me separé de ella y la tomé de la cara.
-También te amo, Ana. Mucho.- Me acerqué, deposité un suave
beso en sus labios para después descansar mi frente sobre la suya. –Tienes todo de
mí.- Nos abrazamos por largo tiempo hasta que la voz del señor Cardozo nos
interrumpió.
-Desayuno, niñas.- Escuchamos los pasos del hombre alto alejarse.
-Quiero borrar mis límites, La.- Tenía su mirada fija sobre mí. Tomé
su mano y llevé a mis labios. –Quiero que tú me ayudes a borrarlos.-
-Para mí sería un placer, majestad.- Se abrazó de nuevo a mí.
–Ana, Ana, Ana... ¿qué me haces?-
-Lo mismo que tú a mí.- De la mano llegamos al comedor donde
nos esperaba un suculento desayuno que degusté a lado de dos personas
fundamentales en mi vida.
El resto del día pasó en total calma. Silvia creyó conveniente curar
tanto mi brazo como mi pierna, puedo decir que ahora dolió mucho menos. Ni
siquiera hice el intento de sacar a Ana de la habitación porque sabía que no lo haría.
La mujer era más terca que yo. Igual que la vez pasada, entrelazó nuestras manos y
ahora sí pude ver un dejo de sorpresa en el rostro de la mujer que me curaba sin
embargo, no dijo absolutamente nada.
La sonrisa de Ana nunca se borró, no me atreví a preguntárselo
porque, conociéndola, en cualquier momento me lo diría. Desde que comenzamos a
llevarnos bien y más aún con nuestra relación ella no se ha guardado nada. Incluso
los detalles escabrosos de su pasado siempre han encontrado la manera de salir a luz
conmigo. De nuevo, su confianza es una gran motivación para mí en muchos
aspectos.
Estaba acostada sobre mi pecho con su brazo sobre mi estómago;
nos reíamos de algunas de mis anécdotas de cuando era niña. Me dijo que ya sabía
de mi travesía al querer volar y quedar atrapada entre las ramas de un árbol y
cuando me zafaron de ahí me volví a subir; claro, después de desaparecer de la vista
de papá y las niñeras. No recuerdo la vez que les llevé galletas a los dos hombres
pero, conforme paso más tiempo con el señor Cardozo más recuerdo su gentil
corazón y lo bueno que fue conmigo en mi niñez.
Anita llevó su mano a mi cuello después de un tiempo en silencio
que era más tiempo para que ella se recuperara de tanta risa. Incluso vi una que otra
lágrima caer de lo fuerte que reía. Verla así de suelta, así de alegre, tan de su edad
llenaba mi corazón de júbilo. Haría lo que fuera por verla así cada día de su vida.
-Acepto.-
-Aún no me he puesto de rodillas ante ti.- Rió.
-No, tonta.-
-¿Entonces?- De nuevo escondió su rostro en mi cuello.
-Le dije a papá que quiero irme contigo cuando te vayas.- Sentí mi
corazón comenzar a latir a mil por hora. –No podría estar sin ti.-
-¿Lo dices en serio?- Asintió. –Oh, amor.- La abracé tan fuerte que
ni siquiera el dolor del brazo lo impidió. –Gracias.- Comencé a llenar su cabeza de
besos. –Me hace muy feliz saber eso.- Se separó levemente de mí.
-Quiero pasar mi vida entera contigo, La... esta...-
-Y las que siguen...- En un rápido movimiento impropio de mi
condición quedé sobre ella, apoyándome únicamente sobre mi costado derecho. Eché
mi cabello de lado para que no nos estorbara. Con amor tomó mi rostro entre sus
manos y nos perdimos en nuestras miradas. Veía mi futuro en ellos; mis días felices;
mis días malos; mis días de lucha y alegría. Todo, absolutamente todo, estaba ahí.
–Eres el amor de mi vida, Ana. Sé que no podré amar a alguien de la misma manera
en la que te amo a ti.-
-Eres el amor de mi eternidad, Lara Orozco. Todo comienza y acaba
contigo.-
-Te amo irreversiblemente, Anita.-
-También te amo, ángel.- Me acerqué a ella y la besé lentamente,
disfrutando de la sensación de tenerla así de cerca y haciéndole saber lo feliz que me
hacía su decisión.
-Cuando estemos establecidas, un poco más independientes y
cuando hayamos derrotado a cada uno de los demonios quiero que te cases
conmigo.-
-Acepto desde ahora, aunque quiero que te arrodilles y pidas mi
mano y esas cosas.- Sonreí.
-Claro, falta cortejarte aún.-
-Ya me tienes... sólo es una mera formalidad.-
-Lo que tú quieras cómo tú lo quieras.- Me sonrió dulcemente.
–Eres preciosa, Ana.-
-Sólo para ti.- Acarició mis mejillas.
-El mundo sabe que eres hermosa por fuera pero no saben que eres
aún más hermosa por dentro. No hay ni una sola partícula de maldad en tu cuerpo...
tienes el corazón más hermoso que he visto.-
-Desde que te vi quería que fueras tú la única que me viera tal cual
soy... son prejuicios, sin los demonios... sólo tú y yo.- Tomó un respiro. –Lo que dije
en la mañana... quiero entender cosas, La...- La vi fijamente.
-¿Qué quieres, preciosa? Dime lo que quieres.- En ningún momento
dejamos de vernos. Había algo nuevo en esos ojos que tanto amo... esperanza,
alegría, un poco de miedo, curiosidad y amor, mucho amor.
-Quiero que me hagas el amor, La.- Cerré los ojos. Así de grande es
su confianza en mí; así de mucho me ama. –Quiero ser completamente tuya.- Abrí de
nuevo los ojos.
-Sabes que no tienes que hacer esto, yo no espero nada a
cambio...-
-Lo sé y te amo aún más por eso pero quiero hacerlo. Quiero que
me toques.- Ella levantó la cabeza para encontrarse con mis labios que ansiosamente
la esperaban. Me atrajo con fuerza a ella y, prácticamente, todo mi cuerpo estaba
sobre ella.
Mi cuerpo olvidó el dolor y cada parte de mí absorbía todo de Ana.
Era una sensación increíble; era como si nuestro roce se hubiera maximizado... era
tan diferente. Ambas estábamos con shorts por lo que podíamos sentir perfectamente
nuestra piel. Las manos de Ana descendieron lentamente hasta quedar sobre mis
caderas y segundos después seguir su camino hasta mi trasero.

Intensifiqué el beso; busqué su lengua con la mía. Un pequeño gemido salió de la


garganta de mi novia y eso me alentó a seguir. Sus manos apretaron fuerte sobre mis
glúteos y ahora fui yo la del gemido. Aparentemente le gustó eso porque volvió a
apretar varias veces más. Me separé de ella, todavía se mantenía con los ojos
cerrados. Acaricié su rostro y mi mano descendió por su mejilla; luego a su cuello,
apreté levemente después pasé mi mano entre sus senos, sin tocarlos. Estaba entre
disfrutarlo y luchando con los malos recuerdos.
-Mírame, amor.- Abrió los ojos, se veían brillosos. –Soy yo. Siente
mi olor; mírame a los ojos... sólo somos tú y yo.- Asintió. Seguí mi recorrido hasta la
base de sus shorts. Sin dejar de verla puse mi mano debajo de su playera. –Siente mi
piel. Es diferente; es cálida y cada poro de ella grita que te ama.- Lentamente fui
subiendo mi mano hasta su estómago. La podía sentir temblar. –No temas. En el
momento en que me pidas que pare, lo haré.-
-No quiero que te detengas.- Respondió seria.
-Bien, no me detengo.- Seguí subiendo hasta la base de sus senos.
–Eres tan hermosa, Ana. Juro por lo más sagrado que tengo que eres lo más hermoso
que mis ojos han visto.- El espacio entre mi dedo índice y pulgar era perfecto para
abarcar el contorno de los senos de mi novia. Movía mi mano lentamente. Pegué mi
frente a la de ella. –Te amo.-
-Te amo, La.- Busqué sus labios y al momento de hacer contacto
subí mi mano para atrapar su seno. Un fuerte gemido se le escapó. Seguí besándola
mientras mi mano acariciaba esa parte tan sensible. Por varios segundos disfruté de
la cálida sensación de su suave piel. Ana era perfecta en todos los sentidos.
–Detente.- Dijo de pronto. Rápidamente saqué mi mano y la llevé a la base de su
cuello. –Perdón...- Volví a besarla para evitar que hablara.
-Eres muy valiente, Anita.- Besé su frente y me acomodé en su
pecho. –Eres la mejor novia del mundo.-
-La segunda mejor... tú eres la mejor, por mucho.- Negué. –Sí.-
-No.-
-Sí.-
-No.- La sentí sonreír.
-No.-
-No voy a caer en eso, rubia tonta.- Se echó a reír.
-Tenía que intentarlo.- Pasé mi mano sobre su estómago. –Buenas
noches, mi Lara.-
-Buenas noches, mi Ana.- Sintiendo el aroma más delicioso del
mundo quedé profundamente dormida.
Era lunes y, por fin, regresaba a la escuela. Ana insistió en que no
debía hacerlo y que debía descansar al menos unos días más pero me negué. Ya
podía caminar decentemente y el brazo no me dolía tanto. Sí, había movimientos que
aún no podía realizar libremente pero al menos ya me servía para escribir. Cojeaba
levemente de la pierna pero más por las curaciones que por la lesión en sí. Mi cara ya
no se veía inflamada; había un moretón en mi pómulo y el corte. Pero en más había
sanado muy bien. Quería estar de vuelta para comenzar con la venganza.
Ana sabía el porqué de mi prisa por regresar y aunque no me lo dijo
directamente buscó mil maneras de que me quedara en casa. En todas fracasó. No le
quedó de otra más que ir por mis libros y algunas cosas a mi casa. Desde luego,
acompañada por su papá. No lo quería vagando sola por el pueblo.
Caminábamos muy juntas, moríamos por tomarnos de las manos
pero aquí las cosas funcionan un poco diferente. Así que sólo nos acompañábamos.
Ana estuvo muy callada durante el desayuno; no hay que ser un genio para saber que
pensaba en cómo sería la escuela a partir de ahora. Con lo que tenía en mente
esperaba que se volviera más agradable para todos, no sólo para mi rubia. Alguien
conocerá la palabra límites.

-Ana.- Su mirada de iba pérdida en su camino y al parecer estaba muy concentrada


porque no se inmutó cuando le hablé. –Tonta.- Pegó un leve brinco y volteó a verme.
-¿Qué tienes?-
-Sabes muy bien que tengo.-
-Puede ser pero me gusta escuchar tu linda voz. ¿Qué pasa?-
-Te vas a meter en problemas.- Negué.
-No soy idiota. Te recuerdo que solía ser un dolor de culo en mi
antiguo colegio. Siempre me las arreglé para salir limpia pero ahora no incriminaré a
alguien en específico, será más como un "se lo buscó por culera".- Mi novia sonrió.
-Aun así me preocupa.-
-Lo sé pero no haré nada obvio. No te preocupes, por favor y sobre
todo, no te metas. Debo enfocarme al cien a ella y no podré si sé que también debo
cuidar de ti, ¿entendido?-
-Sí pero si te hace algo no respondo.- Reí.
-Definitivamente no me equivoqué al llamarte Xena.-
Agradecía por la costumbre de mi novia de llegar temprano a la
escuela ya que me evité muchas miradas curiosas aunque eventualmente lo sabría o
me verían. Así que sólo fue alargar lo que pasaría eventualmente. Justo antes de
llegar al salón una voz nos detuvo.
-Mocosa.- De inmediato volteé a ver a la mujer que extrañaba. -
¿Cómo estás?- Preguntó al acercarse.
-Ya puedo caminar.-
-Pensé que quedarías como una maldita lisiada.- Me eché a reír.
-Para tu mala suerte no.-
-¿Qué harás?- Algo me decía que se refería a lo de Olivia.
-Tengo alguna que otra idea... acepto sugerencias.- Sonrió de lado.
Se acercó a mi novia y muy discretamente tomó un mechón de cabello.
-Hay cosas que si las pierdes, pierdes tu toque, ¿entiendes?- Le
sonreí de regreso.
-Pero por supuesto que sí.- Definitivamente era muy bueno tener a
la mujer agria de mi lado.
-Nos vemos por ahí.- Entramos al salón y ocupamos nuestros
acostumbrados asientos.
-Espero equivocarme en cuanto a lo que sugirió Ingrid.-
-Si piensas en que le cortaremos el cabello, estás en lo correcto.-
-Mi siquiera voy a preguntar cómo.-
-Tengo una que otra idea.- Me recosté sobre la paleta de la silla y
Ana hizo lo mismo. Nos veíamos con una sonrisa. –Desde esta perspectiva pareces un
alíen.-
-Tú pareces un puerco.-
-No es la primera vez que usas esa palabra conmigo.-
-Quizá estoy dando un mensaje.-
-Chistosa.- Estiró su mano, acomodó un mechón de mi cabello y
dejó su mano sobre mi mejilla.
-Mi Lara.-
-Tu Lara.- Nos quedamos en esa posición un rato. –Me hace muy
feliz saber que te irás conmigo.-
-No quiero vivir sin ti.-
-Yo tampoco.- Ana estaba por quitar su mano cuando alguien
irrumpió.
-Por fin de regreso, Larita, mis puños te extrañaron.- Sentí mis
tripas retorcerse al escuchar su odiosa voz. Volteé a ver y para mi sorpresa iba sola.
Como rayo me puse de pie.
-Por fin sin tu perro faldero.- Se vio levemente sorprendida por la
agilidad con la que me paré. Me puse a centímetros de ella. –Tenemos cuentas que
saldar, Olivia.-
-¿Quieres otra madriza?- Sonreí.
-Quizá esta vez no seas tan cobarde como para echarme tierra en
los ojos y estar en igualdad de condiciones.-
-No te tengo miedo, Lara. Ya te demostré una vez que puedo
golpearte y lo haré de nuevo.-
-No has conocido todo de mí y no te gustará lo que estás por
conocer.-
-Ya te dije quién será la próxima.-
-Ya veremos si te quedan ganas de seguirme amenazando.- Me di
la media vuelta. –Cuida tu puta espalda.- Conociéndola, al darme la vuelta intentaría
golpearme. Di un paso y giré bruscamente para encontrar con su mano arriba lista
para pegarme. Antes de que lo supiera estaba tirada en el piso del fuerte empujón
que le propiné. –Esto apenas empieza.- Advertí con una sonrisa y regresé a mi lugar
con Ana. La chica de ojos azules se paró y se fue del salón.
-¿De dónde salió esa rapidez?- Cuestionó la rubia.
-Ni idea.- Me encogí de hombros. –Pero lo agradezco.-
Olivia regresó al salón justo después de que el maestro entrara. No
era nada idiota. Llegó con protección pero apuesto a que muchos, incluidos maestros
deseaban ver a Olivia caer. O al menos ver que aprendiera un poco de humildad y de
respeto. Y para eso necesita una cucharada de su propia medicina. Hasta ahora todo
había comenzado bien pero faltaba más todavía.
El tercer módulo pasó en total calma; Ángel se unió al grupo
durante el segundo módulo, intercambió algunas palabras con Olivia pero no volteó a
vernos. La chica no era idiota, se vería mal si se quejaba o quizá estaba esperando el
momento oportuno para hablar bien con el chico de la belleza abstracta. La chicharra
sonó y anunció el periodo de receso. La mayoría de mis compañeros corrió a buscar
su desayuno. Mi rubia y yo nos quedamos atrás dejando que el tumulto pasara y
evitar golpearme.
Ya en la mesa nos esperaba Ofelia y Pao; Ana ofreció ir por
nuestros desayunos para evitar caminar mucho, lo cual agradecí profundamente.
Ambas chicas estaban muy felices de verme en pie de nuevo. Pao se sorprendió al ver
el estado de mi cara. Si me hubiera visto días atrás se hubiera desmayado. No perdí
de vista a mi novia, de la loca de Olivia todo se puede esperar.
Minutos después llegó con un bandeja llena de comida. Esta mujer
realmente me amaba. Traía comida suficiente para las cuatro; si tenían suerte quizá
les comparta algo. Comíamos, platicábamos y reíamos de algunas cosas todo iba en
total calma hasta que vi a Olivia caminar hasta quedar casi frente a nosotros.
-Lara, la defensora de los inocentes.- Gritó y todos volteamos a
verla. -¿Qué dirían si supieran que es una puta?- Aparentemente para Olivia todas
éramos putas. –O mejor aún, ¿qué dirían si supieran que se manosea con la monja?-
Un sepulcral silencio se apoderó del lugar por varios segundos.
-Diría que estás celosa porque te gusta.- Sorpresivamente fue la
voz de Pao la que se alzó y todos estallaron en risas en el comedor. –Te mueres por
besarla.-
-Te espero en mi casa a las ocho para que la olvides.- Gritó una
chica. Yuri. La del equipo de fútbol. De nuevo las risas.
-Bienvenida al club de las tortillas.- Le dije sarcásticamente.
–Aplausos para la chica valiente.- Todos comenzaron a aplaudir y vitorear mientras la
chica salía corriendo del lugar y detrás de ella Ángel.
Segundos después todos regresaron a sus actividades pero lo que
habían dicho Pao ya había quedado ahí y no lo olvidarían. Y también lo que Olivia
dijo; Liz habló y eso la ponía en la lista de la venganza. Vi a Betty acercarse junto con
el resto del equipo de voli. Se veían muy sonrientes.

-Gusto en verte de nuevo, capi. Ana nos contó lo que pasó.-


-Jugó muy sucio por eso ganó.-
-Ya tenemos un plan y va a ponerle un alto, ¿tienes alguna
petición?-
-De hecho tengo algunas pero iremos por partes. Primero iremos
por Ángel quiero que Olivia se quede sola; después por Liz, que está hablando de más
y por último la perra de Olivia. Eso es entre ella y yo. Se va a arrepentir de todo lo
que hizo.-
-Dalo por hecho, capi. Esta noche.-
-¿Esta noche?-
-Le pediremos a una chica que lo invite al bosque. Nunca se niega.-
Asentí. Se despidieron y así como llegaron desaparecieron por el mismo rumbo que
Olivia.
-No conocía a Betty en plan de malvada.- Habló mi novia.
-Es hermana mayor y vio como su papá le pegaba a su mamá;
muchas veces ella se escondió hasta que no soportó los gritos de su mamá y salió a
defenderla. El golpe que le propinó a su papá lo dejó en coma dos semanas.
Aparentemente le dio con una tabla en la cabeza.- Contaba Ofelia. –Vivían en el otro
pueblo hace varios años se mudaron acá su mamá, ella y sus tres hermanas.- Quien
lo diría. –He visto ese instinto protector de Betty una que otra vez. Le agradas Lara.-
-Son mi equipo. Mis chicas. Si cualquiera de ellas estuviera en mi
situación brincaría sin pensarlo dos veces.-
-No eres tan mala como pareces.- De nuevo Ofelia.
-Tengo mucha gente buena a mi favor.- Medité.
-Tiene que pagar, Lara. Ha sido un horrible ser humano... no
puedes imaginar cuánto.- Dijo Pao. Había cierta aflicción en su rostro. La chica de
lentes sabía muchas cosas oscuras de Olivia y podría usarlas a mi favor.
-Ya es hora.- Confirmé. Volteé a ver a mi novia.
-Me quedaré con ella.- Habló Pao. –Puedo llegar por la tarde noche
a la iglesia.-
-Sólo por precaución también iré.- Dijo Ofelia. –Haz lo que tengas
que hacer, Lara.- Asentí. Agradecía que entendieran mi preocupación por la rubia.
Quizá ya sospechaban pero eso no me importaba, por ahora.
Hoy comenzaría una nueva era en el pueblo, una donde ciertas
líneas se borrarían y otras más se iban a trazar. Esto no sólo era por mi paliza, era
por las chicas que eran humilladas todos los días, por los que fueron afectados por su
estupidez, esto era por mi Ana. Estoy mostrándole que estoy dispuesta a vencer a
cada una de sus demonios. Cueste lo que cueste.
Chico de la belleza abstracta, te tocó el primer número. Y te
aseguró que vas a preferir mil veces que te vuelva a patear las bolas.

A/N Mis muy queridos lectores, encontré mi camino de vuelta a


ustedes.
Algunos por ahí dicen que puedo vivir de esto pero no quiero. En el
momento que vea esto como mi fuente de ingresos se perdió la magia y valió madre.
Hago esto para compartir mis ideas, temas que muchos callan y por el simple hecho
de que les guste. Quiero que esto siga siendo mi escape y el de ustedes. Por eso
priorizo lo redituable para mí y esto lo dejo en un nicho sagrado intocable.

Gracias a los que respondieron acerca de las personas adecuadas


para las chicas. Mis favoritas fueron: Kaya Scoledario como Lara, Elle Fanning como
Ana, Sandra Bullock como Norma y amaría a Melissa McCarthy como Ingrid. (Soñar
es gratis)
¿Ya leyeron "Almas Capturas"? El equipo Rocket trabajando a la
velocidad de la luz xD No hay palabras para describir lo contenta que estoy de
trabajar con @xiion17 Es una chica sumamente creativa y algo maquiavélica. Si no lo
han hecho pasen por @elcirculcolibri para eso y más.
A veces no me da tiempo de contestarles a todos pero juro que leo
cada unos de sus mensajes. Mil gracias. También pueden contactarme en twitter en
@Alexita_May Gracias por hacer de esto un viaje increíble. Nos leemos pronto.
¡¡¡Viva México, cabrones!!!
Saludos desde mi frío rincón de México,
Ale.

*****
-No lo hagas.- Le dije mientras me paraba a su lado. Pegó un
pequeño brinco al escuchar mi voz.
-¿Por qué? Ya no me queda nada...- Sollozaba amargamente.
-Tu abuela... nunca la había visto tan triste como hace unos
minutos atrás.-
-Ella está muerta.- Agregó con voz temblorosa.
-Lo sé.- Casi se desnuca al voltear a verme. –La vi hace poco. Se le
hacen unos hoyuelos muy lindos cuando se ríe.-
-¿Cómo... quién eres?-
-Un ayudante de Dios.-
*Lost and Damned*
Capítulo 24

Ya todo estaba listo con las chicas del equipo. Su plan, que tenía mucho tiempo en
espera, por fin vería la luz. A pesar de ya conocer la historia, le pregunté a Bety de
dónde salía esa desconocida fuerza maquiavélica. Ella se limitó a decirme que en
algún momento se vio presionada a portarse como una mala persona. Y ciertamente
hay contextos que te hacen actuar diferente y no necesariamente implica que seas
malo o hipócrita. Simplemente te adaptas para sobrevivir, para defenderte o para
defender a alguien que amas. Como lo que pasa conmigo y Ana. Así fue lo que pasó
conmigo en Texas; como la "casi abeja reina" debía marcar límites y enfatizar mi
jerarquía en la escuela pero nunca disfruté jodiendo la vida de la gente. Y no creo que
alguna vez lo haga.
Ahora estando del lado de los indefensos entendí muchas cosas y
podía ver una parte de mí en la imagen de lo que era Olivia. No era tan despreciable
pero ciertamente no era muy querida por toda la comunidad estudiantil. Era temida y
la gente no se acercaba a mí por miedo a ser mordidas o ser humilladas. No era yo la
que decía o hacía cosas despreciables pero nunca detuve a las que lo hacía. Eso me
convertía en horrible también. La gente tenía un deplorable concepto de mí e incluso
si no fueran verdad sus conjeturas era lo que proyectaba. Bien dice Norma que debes
andar en los zapatos de las personas para que puedas entenderlas y ésta situación
que estoy viviendo definitivamente me hizo cambiar la manera de ver mi realidad.
Sin embargo, mi esencia sigue ahí; sigo siendo la misma Lara
alocada que es muy imprudente y rara vez usa filtros antes de hablar. Sigo odiando
que me digan qué hacer o como sentirme; odio que quieran controlar a una persona
sólo porque no se guarda nada. Rara vez sufro de estrés y eso lo debo a que cuando
algo no me agrada lo digo; cuando algo me enfurece exploto; cuando algo me hace
feliz lo demuestro. Tan simple para algunos, tan complejo para otros. He aprendido
que con cada experiencia la gente decide si mostrar o no sus emociones es algo de
beneficio o es algo que los va a dañar. Hasta ahora no he tenido problemas... al
menos no tantos.
¿Cuánto se puede crecer en un rincón olvidado de Dios? La
respuesta es mucho. ¿Cuánto crees en el destino? Para eso todavía no tengo un
respuesta en concreto pero sí sé que algo muy grande y maravilloso hizo que mi
camino se cruzara con el de gente tan increíble como la que he encontrado aquí. En
especial a una rubia que me tiene completamente enamorada. Siento que lo que
estoy por hacer es una pequeña retribución, quizá no la más ortodoxa pero algo muy
necesario.
Moría de ganas por saber que tenían preparado las chicas. No
quisieron decirme ni una sola palabra del plan sólo me hicieron saber que el plan se
llevaría a cabo después de salir de clases. Para este primer paso necesitábamos la luz
del día. Pueden llamarnos montoneras pero desde un ángulo diferente puedo decir
que la unión hace la fuerza y necesitaremos mucho de eso para terminar con el
reinado del terror de la Bella y la Bestia.
Ana estuvo seria desde la mañana pero eso se incrementó después
del receso; una parte de ella quiere verlos sufrir un poco. Una pequeña lección que
les enseñe respetar, pero la otra parte la ocupa la novia preocupada que quiere evitar
a toda costa que me gane un castigo o que me lastime más de lo que ya estoy.
La vi haciendo líneas en su libreta; no estaba poniendo atención a
la clase, en absoluto. Tomé su libreta, le quité el lápiz y le hice una nota. ¿Qué pasa?
Vio la nota y me quitó el lápiz. Estoy preocupada. Sonreí cuando me pasó de nuevo la
libreta. Dejarías de ser tú si no lo hicieras. Nada pasará. Prometo cuidarme y no ser
imprudente. Regresé la libreta y fue su turno de sonreír. Tomó unos segundos y me la
regresó. Eso sí sería nuevo. Le di un codazo.
-¿Qué?- Susurró.
-Hazte la inocente.- Me sacó la lengua y regresó su vista al
pizarrón. –Ni estás poniendo atención, tonta.-

-Tú tampoco.-
-No, lo que estoy viendo es mucho mejor que lo que está en el
pizarrón.- Casi de inmediato sus mejillas se tiñeron de rojo.
-Detente.- Tomé la libreta y el lápiz, unos segundos y se la puse
frente a ella. Deja de verte tan preciosa y me detengo. –Lara...- Advirtió.
-Señorita Orozco y señorita Cardozo, ¿algo que quieran compartir
con la clase?- Dijo el profe Guadalupe viéndonos.
-Sería inapropiado decírselo, señor.- Ahora fui yo la que se ganó el
codazo.
-Una más y se van, par de pericos.-
-¿Ves lo que provocas?- Me dijo Ana entre queriendo reírse y estar
enojada.
-Te digo lo mismo, rubia preciosa.- El pellizco hizo que diera un
pequeño brinco y soltara un pequeño quejido.
-¡Ouch!-
-Bien, señoritas, pueden continuar con su plática afuera del salón.-
Sin objetar me puse de pie y tomé mi mochila. A Ana le costó un poco más; cuando al
fin lo logró me siguió hasta el pasillo.
-Soy libre.- Con cuidado levanté los brazos al aire.
-Es la primera vez que me sacan de clase.- Comencé a reír.
-¿En serio?-
-Muy en serio, Lara. Gracias.- Reí más fuerte.
-Todo un placer, majestad.- Hice una pequeña reverencia.
-Lara, esto mancha mi record aquí.-
-Oh, cariño, ya no podrás salir del país porque fuiste expulsada de
una clase. Eso se considera terrorismo.- Muy a su pesar sonrió; la atraje a mí, la
abracé fuerte y dejé un beso en su frente. –Tendrás muchas primeras veces
conmigo.-
-Lo anhelo, La.- La volví a besar antes de esconderme en su cuello.
-Te amo, Anita.-
-Y yo a ti, ángel travieso.-
Nos quedamos sentadas en el piso hablando de todo y de nada. Ana
evitaba un poco el tema de lo que pasaría en la tarde pero estaban ahí sus ganas de
pedirme que no fuera. Con sutiles insinuaciones de que quería que la ayudara con
algo en la iglesia; era mi momento y no lo dejaría pasar por nada del mundo.
-Le pediré a Ofelia que se vaya contigo, yo iré a casa por ropa más
cómoda y algunas otras cosas.-
-¿Te haré cambiar de opinión?- Pellizqué levemente su mejilla.
-Es tiempo de ponerlos en su lugar, cariño.-
-No quiero que te lastimen.-
-No lo harán; tengo a las chicas de mi lado y ya tengo más
movilidad.- Patrañas, por supuesto que no pero no podía ponerla más nerviosa.
-Mi ángel mentiroso- tomó mi mano –sé que estás con dolor, La.
Por si no lo recuerdas he estado al pendiente de ti todos estos días.- Me encogí de
hombros.
-Tenía que intentarlo.-
-Amo el hecho de que me protejas tanto pero quiero hacer lo
mismo, ¿sabes? Quiero saberme capaz de luchar contra cualquier cosa con tal de que
estés bien. Tu seguridad es mi prioridad, La.-
-Lo haces, Anita, y no sólo me refiero a estos días donde no podía
valerme por mí misma; has estado ahí cuidándome incluso de mis propias locuras.
Eres cordura... y curiosamente estoy loca por ti; es un poco enredado.- Apreté su
mano contra la mía. –Sé que nunca dejarías que algo me pase, lo sé a la perfección
porque en tu lugar haría lo mismo sin pensarlo dos veces.-

-Lo harías de nuevo.- Asentí. –Estás loca.-


-Por ti.- Besé su sien. –Me cuesta creer que pueda amar tanto a
alguien.-
-Me cuesta creer que alguien me ame tanto.- Se acercó más a mí.
-¿Todavía crees que...?-
-No.- Corrigió de inmediato. –Es más como una expresión de... no
sé cómo describirlo. Incluso sin mi equipaje estaría muy sorprendida de saber que
alguien me ama con tanta fuerza.-
-Créelo.- Su cabeza descansaba sobre mi hombro.
-¿Cómo crees que será nuestra vida cuando vivamos juntas?-
Sonreí.
-Un completo desastre.- Nos echamos a reír. –Nos va a costar
porque te encanta llevarme la contraria pero será una aventura increíble.-
-No te llevo la contraria es sólo que mis puntos de vista son
distintos a los tuyos.-
-Y te gusta tener la razón.-
-Un poco.-
-¿Un poco?- Me sonrió de la manera más adorable que pueda
existir. Amaba ver sus hoyuelos formándose en sus mejillas.
-Eres preciosa.-
-No tanto como tú.- Me acerqué a besar su mejilla. -¿Texas es
lindo?- Se aferró a mi brazo.
-Es agradable. Nunca quise vivir ahí, a mí me agradaba más
Toronto pero la bruja decidió sin importarle mi opinión, como siempre. Como no era
el lugar que quería lo odié desde el principio; poco a poco me acostumbré y le
encontré el lado bueno.-
-¿Hay nieve?-
-No siempre. Estaremos en Dallas y a veces nieva pero no es una
constante; a menos que haya tormentas. Aunque sí tenemos heladas y un frío muy
crudo. Las temperaturas descienden mucho.-
-No soy muy amiga del frío.-
-Te vas a acostumbrar y siempre puedo abrazarte cuando tengas
mucho frío.-
-Eres tan adorable, La.-
-Yo también salgo ganando en eso así que... lo propongo.-
-No me opongo a eso.- Recliné mi cabeza sobre la de ella y nos
quedamos en completo silencio por varios segundos hasta que Norma nos
interrumpió.
-¿Qué hacen?-
-Tomando el sol... directora.- Contesté con una sonrisa.
-No se pase, señorita Orozco.- Dijo también con una sonrisa.
-Nos corrieron de clase porque la señorita Cardozo no dejaba de
molestarme.-
-¿Yo? Tú comenzaste la locura, Lara.-
-Pero tú le seguiste. Eres más culpable que yo.-
-Quien haya sido- levantó la mano para que dejáramos de discutir
–si las mando a la biblioteca, la única castigada sería Ana por tener que aguantar a
estas dos leperas.- Le sonreí. –Más no pueden estar aquí, así que vayan para allá en
lo que acaban las clases.-
-¿Y si nos vamos ya?- Pregunté inocentemente. –Digo, faltan unos
minutos y es la última hora. Aparte no queremos molestar a Ingrid.- Norma
entrecerró los ojos.
-Tiene cinco para desaparecer de mi vista.- Me quedó viendo.
–Uno...-
-Mierda.- Me puse de pie tan rápido como pude y jalé a la rubia
conmigo.
-Dos...-
-Rubia sin coordinación.- Decía mientras la arrastraba a la salida.
Volteé a ver a Norma quién tenía una enorme sonrisa en el rostro. Sólo Dios y yo
sabemos cuánto quiero a esa mujer.

Tan pronto como dejamos la escuela me detuve en seco y busqué recomponerme. No


estaba ni cerca mi mejor versión física pero, ¿qué podía esperar? Apenas hace una
semana me dieron una monumental golpiza. Ana se dio cuenta y de inmediato se
ofreció para ayudarme. Sin pensarlo mucho, pasé mi brazo sobre sus hombros.
-¿Mejor?-
-Sí, preciosa. Gracias.-
-La, esto...-
-De todos modos iré y lo sabes, Anita. No quiero discutir por eso.-
Asintió. –Gracias, de verdad, muchas gracias por cuidarme tanto...-
-Pero tienes que hacerlo. Lo sé.- Meditó un momento. -¿Puedo ir
contigo?-
-Es un rotundo no, cariño. Entre menos metida estés en esto,
mejor.- Asintió. -¿Quieres a mi casa? Bueno, realmente es de tu papá.- Rió.
-Quiero ir a la casa de mi papá que ahora es tuya.- Sosteniéndome
de Ana llegamos a mi casa en unos minutos.
Desde la semana pasada no había estado aquí y ya lo extrañaba.
En estos meses se había convertido en mi hogar y ya estaba acostumbrada a esto
pero no podía quejarme de poder dormir junto a la rubia todos los días. Y mucho
menos de la forma en como me trataban y me alimentaban en la iglesia. El señor
Cardozo se ha tomado muy en serio lo de cuidarme y ha buscado darme comidas
diferentes todos los días, lo cual agradezco enormemente.
Cuando llegamos busqué la llave de repuesto en el marco de la
venta de mi habitación. Unos días antes de la paliza se me ocurrió la idea de sacar un
duplicado a la llave. Aunque suene imposible hay una oxidada máquina para duplicar
llaves en este pueblo. De inmediato me llegó el olor a humedad; había estado
lloviendo un poco y esto segura que la ventana de la sala, la del baño y la de mi
habitación quedaron ligeramente abiertas. Sólo espero que nada importante se haya
mojado.
Vi un pequeño charco de agua en la sala; caminé al baño y también
había agua sucia en el área de la regadera. Caminé a mi habitación y también había
un pequeño charco en el piso; afortunadamente mi cama estaba intacta. Sin pensarlo
dos veces me eché sobre ella.
-¡Te extrañé tanto!- Grité extendiéndome sobre toda la cama. Cerré
los ojos y me dejé llevar por la agradable sensación de comodidad. Abrí los ojos, Ana
me veía con una sonrisa desde el marco de la puerta. –Ven aquí.- Sin pensarlo dos
veces buscó mis brazos y se escondió en mi cuello. –No puedo creer que voy a vivir
contigo.- Se abrazó más a mí.
-Me haces muy feliz, La.-
-Usted también me hace muy feliz, majestad.- Levantó la cara y
juro que nadie me había visto con la intensidad con la que me ve ella. Se acercó a mí
y buscó mis labios.
Ana era cada vez más valiente, más atrevida; la niña asustada poco
a poco iba quedando detrás y le estaba dando paso a una preciosa joven. Muchas
veces la veía tomando la iniciativa y eso me llenaba de alegría porque significaba que
quería esto tanto como yo. Estaba dispuesta a vencer sus demonios. Y lo estábamos
logrando. Poco a poco pero lo estábamos haciendo. El verla haciendo estos pequeños
cambios, que sé significaba enormes pasos para ella, era algo que me llenaba de
orgullo.
Los labios de Ana se movían perfectamente con los míos. Era como
si se conocieran de toda la vida; su sabor era el más dulce que he probado jamás. Ya
me estaba acostumbrando a sus brazos aferrados a mi cuello o a sus delicadas manos
jugando con mi cabello mientras nos besábamos. Podría hacer esto con ella toda una
eternidad. Sin ningún problema.
Una de mis manos estaba aferrada a su cintura mientras la otra
vagaba por toda su espalda. La mano de Ana dejó de jugar con mi cabello para
lentamente descender hasta mi estómago donde la dejó inmóvil por unos segundos;
sonrió sobre mis labios y comenzó a hacer círculos sobre esa área, peligrosamente
cerca del botón de mi pantalón. Se sentía tan bien. Muy tímidamente acomodó su
pierna sobre la mía y estaba parcialmente sobre mí.

-¿Te duele?-
-Estoy muy bien ahora mismo.- Sin abrir los ojos volví a capturar
sus labios.
La mano que se aferraba a su cadera bajó lentamente por la
extensión de su, bien formada, pierna. Arañaba levemente sobre el pantalón pero mi
mano izquierda todavía no estaba preparada para estirarse por lo que regresé mi
mano a la cintura.
-No te detengas.- Pidió.
-Mi brazo no da hasta allá, cariño.- Se separó levemente de mí; me
veía con mucha intensidad. Apareció la llama en su mirada que vi cuando estábamos
en el baño, cuando me vio parcialmente desnuda; con una pequeña sonrisa subió más
su pierna hasta dejarla, prácticamente, sobre mi estómago.
-¿Duele?-
-Aunque doliera no te lo diría.- Me sonrió ampliamente y volvió a
mis labios.
Ahora sí tenía la pierna de mi novia a mi disposición. De nuevo, la
arañé levemente sobre la delgada tela de su pantalón y ahora lo combinaba con
suaves apretones. Los dedos de Ana rondaban mi cuello y acariciaba por esa área
sensible con su pulgar. Era una sensación maravillosa. Subí mi mano hasta su glúteo
y la descansé ahí; lentamente acaricié con la palma de mi mano y di un pequeño
apretón. Ana suspiró audiblemente.
-¿Todo bien?- Pregunté cautelosa.
-Más que bien.-
-Te amo, Anita.-
-También te amo, La.-
-¡Lara!- La voz de Bety en la puerta principal.
-¡Mierda!- Me asusté tanto que casi tiro a mi novia de la cama. –Un
momento.- Grité. Ana me veía divertida.
-¿Te causa gracia?-
-Tu cara sí.- Me dio un casto beso en los labios. Tan rápido como
pude me cambié las botas por los tenis; me solté el cabello y me quité la playera.
Volteé a donde estaba mi novia quien me veía atentamente.
-¿Algo que te guste?-
-Sí.- Me dijo poniéndose de pie. –Te ves realmente hermosa.- Le
sonreí mientras me acercaba a ella.
-Eres libre de tocar lo que quieras, preciosa.- Ofrecí. Las manos de
Ana se posaron nuevamente sobre mi estómago para subirlas lentamente. No nos
quitábamos los ojos de encima.
-Sigo queriendo lo que te pedí, Lara...-
-Lo sé y lo haremos tan pronto como me sienta mejor.- Su manos
llegaron a mis senos y los apretó levemente. Cerré los ojos.
-Mi Lara que no es mía.- Se acercó más a mí y dejó un beso en el
canal que se forma entre mis senos.
-¡Lara!- Ana bajó las manos y yo descansé mi frente sobre la de
ella. –Se hace tarde.-
-Sí, claro.- Dejé un beso en la frente de mi novia y me puse la
primera playera que encontré. -¿Vamos?- Asintió y me siguió hasta a puerta de
enfrente. Ofelia y Bety estaban ahí.
-Ya está en marcha todo, venga.- Bety hablaba conmigo del plan en
general mientras Ana y Ofelia platicaban detrás de nosotras. Llegó el momento de
dividirnos, ellas a la iglesia y nosotras al bosque. La rubia se acercó y me dio un
abrazo quede inmediato correspondí.
-Tranquila, ¿sí?- Jugué con su cabello. –Te veo más tarde.- Me
dirigí a Ofelia. –No le quites la vista de encima, por favor.-
-No lo haré.- Quedé viendo a mi novia antes de voltear y seguir mi
camino al bosque.
-Ya Carolina lo trajo al bosque.-
-¿Cómo?-
-Ofreciendo un nicho para su... cosa.- Me eché a reír. –Olivia la ha
tratado mal y nos estamos aprovechando de que Ángel nunca se le niega a nadie.-

-¿A nadie?-
-Ni a las vacas.-
-¡Qué pinche asco!- Arrugué la nariz.
-Es lo que dicen.-
-No quiero saber más.- Bety me guió por donde encontré a la rubia
cantando sólo que esta vez seguimos de largo.
-Estamos cerca.- Caminamos unos minutos más y pudimos ver a
las dos figuras reclinadas contra un árbol. –Las chicas están esperando a que alguna
de las dos se mueva.-
-Lo haré yo.- Dije determinada.
Avancé sigilosamente hasta quedar casi detrás de ellos; la chica me
vio y casi me suplicó que terminara con su tortura; no ha de ser nada placentero
tener al chico chupando la sangre de tu cuello y tetas. Ángel agarraba donde podía y
se notaba la desesperación en sus movimientos. Con una seña le indiqué a la chica
que se tapara los ojos; lo hizo y de inmediato tiré tierra a los ojos del chico de la
belleza abstracta.
-¿Qué demonios?-
-Un demonio nada más.- Dije tranquilamente.
-¿Lara?-
-La misma. ¿Me has extrañado?-
-¿Qué quieres?-
-Vengarme-
-Eres un traidora... me has tirado tierra.- Me eché a reír.
-Ustedes me tiraron tierra a la cara y me atacaron entre dos. No sé
cómo te atreves a llamarme traidora.-
-¿Quién más viene contigo?-
-No es de tu incumbencia.- Le di una patada atrás de la rodilla lo
que hizo que se hincara. –Ahora, amiguito, vamos a divertirnos.-
-Todo lo planeó Olivia.-
-Pero tú la seguiste- se movía escuchando el sonido de mi voz –así
que están en la lista de mi venganza.- Le hice una seña a las chicas que rápidamente
lo tiraron al piso.
-¿Qué me harán?-
-Sólo nos vamos a divertir un poco.- Las chicas amarraron las
manos de Ángel en su espalda. Paola sacó una máquina de rasurar amarilla y una
enorme sonrisa se posó en su rostro.
-Sabrán que fuiste tú.- Dijo el chico.
-En absoluto- me acerqué a él –porque nadie sabe que ustedes
fueron los que me golpearon y el que digas que yo te hice algo afirma que tú
comenzaste.- Me acerqué hasta quedar casi sobre su oído. –Flojito y cooperando,
Ángel o te irá peor.-
La chica de lentes tenía una cara de haber estado esperando esto
por mucho tiempo. Primero sacó una tijera de su bolsillo trasero y cortó un poco del
copete atascado de gel. Intentó moverse pero sabía que podría salir lastimado así que
simplemente se dejó. Después, usando la maquina amarilla, comenzó a afeitar desde
la base del cuello con dirección a su frente. Como intentando dejar un camino en
medio de su cabeza. Un dos por ciento de mí decía que no era correcto y el restante
estaba disfrutando esto y moría por tener a Olivia en mis manos.
Las chicas se reían del resultado final de lo que hizo Pao e incluso
se ganó una ronda de aplausos. La siguiente fue Carmen que sólo se conformó con
darle una patada en la entrepierna. Pobre chico, entre tanta patada ya las debía tener
más pequeñas. La siguiente, para mi sorpresa fue Bety que cortó su camisa y con un
marcador escribió sobre la espalda del chico: muu. En cuanto lo vi estallé en risas;
hacía alusión a su gusto por la vacas. Después escribió varios nombres, muchos de
ellos ni los había escuchado.
-Esto es por las chicas que usaste y estoy segura que antes de que
vuelvas a engañarlas o a forzarlas lo vas a pensar dos veces.- Ángel no decía nada,
sólo se retorcía del golpe y se quejaba levemente.

El resto de las chicas también llevaban un marcador y se encargaron de poner todo


tipo de frases en su cuerpo o lo que se les ocurriera. Alguien le dibujó un bra; otra le
escribió "la tengo chica"; alguien dibujó la cara de una mujer usando su ombligo
como boca. Lo mejor, por mucho. Cuando las chicas estuvieron satisfechas con su
trabajo, se alejaron.
-Ayúdenme a ponerlo boca arriba.- Les pedí; en cuanto lo hicieron
desabroché su pantalón y se lo comencé a quitar.
-¿Qué haces?- Preguntó una de las chicas.
-Alguien dará un espectáculo de regreso a casa.- Sonreí.
-Lara, todo fue culpa de Olivia, te lo juro.-
-Demasiado tarde para eso, gordito. Espero que esta sea una buena
lección para ti y más te vale alejarte de mi... de mis amigas y especialmente de Ana.
Si se te ocurre tan siquiera verla te voy a arrancar los ojos, ¿entendiste?- Asintió. –No
te escuché.-
-Sí.-
-Bien. Espero tengas un divertido regreso a casa.-
-¿Qué? No pueden dejarme así.-
-Podemos y lo haremos.- Pao se acercó más a él, tomó las tijeras y
cortó el bóxer del chico.
-Que el mundo vea sus miserias.- Todas comenzamos a reír. Le
pedí el marcador a Bety y usé su espléndido pecho para anunciar lo próximo; Olivia,
te toca. Las chicas asintieron y caminamos lejos del lugar. Dejando atrás los gritos de
Ángel que pedía que lo desataran.
Bien, la primera parte del plan estaba completa. No podía ni
imaginar la cara de las personas al ver a Ángel completamente desnudo, parcialmente
rapado, atado de manos y con muchos mensajes en su cuerpo. Pero definitivamente
se lo merecía; se había portado muy mal con muchas personas. Lo que hizo Bety era
de lo más significativo; esto era por todas las personas que habían jodido durante
este tiempo. Si todo salía como esperaba, el plan estaría completo por la noche.
Mis compañeras me escoltaron hasta la iglesia. Todavía íbamos
riéndonos de lo que pasó en el bosque. Carmen contaba su horrible experiencia con el
chico y esperaba que con esto dejara de molestarla de una vez por todas. Al parecer
tenía mucho tiempo insistiéndole y por más que la chica se negaba el otro era terco
como una mula. Otra chica contó que le tiraron su desayuno y ni siquiera se
inmutaron. Lo peor es que se les hizo costumbre. Hacían y deshacían a su antojo en
la escuela y en el pueblo. Ya no más.
-¿Dormirás aquí?- Preguntó Pao cuando llegamos a la puerta del
lugar.
-No, hoy regreso a casa.- Todas asintieron con una sonrisa.
-Estamos al pendiente, Lara.- Habló Bety.
-Gracias.-
-No es necesario. Ya nos habíamos tardado.- Le sonreí. –Vamos,
chicas. Tenemos cosas que preparar.- Me despedí de ellas y me metí tan rápido a la
cocina. No quería toparme con el señor Cardozo. Todavía no. Toqué la puerta del
cuarto de Ana y en unos segundos tenía a una persona sobre mí abrazándome como
un koala.
-Hola.- Le dije jugando.
-Tardaste mucho.-
-Tenía que.-
-¿Estás bien?- Estaba fuertemente aferrada a mí.
-Sí.-
-¿De verdad?- Preguntó escondida en mi cuello.
-Sí, amor. Estoy bien.- La apreté fuerte a mí.
-¿Amor?- ¡Mierda! Olvidé por completo que Ofelia estaba ahí. Ana
bajó los pies y con una irreconocible firmeza tomó mi mano y entrelazó nuestros
dedos.

-Creo que hay algo que debes saber- Ofelia se veía totalmente desencajada y no
dejaba de ver a nuestras manos –Lara es mi novia.-
-¡¿Qué?!- Gritó. –¿Es una broma?-
-No.- Ofelia comenzó a reír.
-No es gracioso, chicas.-
-Por supuesto que no lo es- dije- porque no es una broma.-
-Estoy enamorada de Lara.- Agregó la rubia.
-Ana eso no es natural.-
-Amar es tan natural como las cascadas y los lagos, Ofelia.-
Intervine.
-Dos personas del mismo sexo no pueden amarse.- La chica estaba
a punto de un infarto.
-Amas a tu madre.- Dije.
-Es diferente; no planeo procrear con mi mamá.-
-Ni yo con, Ana. No se puede. Hablo exclusivamente del
sentimiento del amor, Ofelia. Sin normas sociales, sin reglas, sin roles que seguir,
simplemente dejar que tu corazón lata sin control por otro ser humano porque te
hace sentir único y amado. A ese amor me refiero.-
-¿Tu papá lo sabe?- Preguntó escandalizada.
-Si lo sabe o no, es irrelevante; ¿hace cuánto que conoces a Ana?-
Cuestioné.
-Desde hace dos años, cuando llegaron.-
-¿Cómo era cuando llegó?-
-Tímida, no me permitía que la tocara.- Recordó sin dificultad.
-¿Sabes por qué?- Asintió con cierta pena. -¿Cuándo te permitió
que la tocaras?-
-Cuando comenzó a confiar en mí y cuando...-
-Cuando ella te comenzó a querer y perder el miedo. Así nos pasa,
sólo que un poco más... amplio. Nuestra conexión en más profunda. Ella confía en mí
y yo en ella; yo la quiero y ella me quiere; cuidamos la una de la otra; me hace feliz y
espero en el cosmos que yo lo haga con ella. Justo como lo hacen tus papás, como
cualquier otra pareja.-
-Pero...-
-¿No es normal?- Acotó la rubia. -¿Qué es normal, Ofelia?- Se
acercó a ella sin soltar mi mano. –Tú sabes lo mucho que me ha costado adaptarme,
estar con las personas sin tener ataques de pánico. Tú lo sabes muy bien porque te
dejé entrar y aun así hay muchas partes de mí que no conoces y cosas que no
controlo...-
-Las pesadillas.- Agregó la chica, mi novia asintió.
-Desde Lara han disminuido y mucho. He ganado confianza
conmigo y con la gente. Me siento feliz, Ofelia. Usaré tu palabra-agregó con una
sonrisa- desde Lara me siento como una persona normal. No como un humano que
fue usado para complacer a un monstruo. Como mi mejor amiga deberías estar alegre
de esto.-
-Sé que es mucho para digerir- dije –pero créeme que mi único
objetivo es hacerla feliz. Cueste lo que cueste.- Me puse a la par de Ana. –Ella te
quiere mucho, me dolería que su amistad termine por esto. No quiero que te alejes
de ella, también te necesita.-
-No es normal.-
-No, quizá no es lo "normal" pero no estamos haciendo nada malo.-
Dije.
-¿Por qué se esconden entonces?- Me eché a reír.
-Una cosa es amarnos y otra cosa es ser pendejas. Somos
conscientes de la posición del señor Cardozo aquí y lo que nosotras tenemos... no lo
entenderían. La mayoría no lo entendería. Lo último que quiero es a Ana bajo los
reflectores. Somos muy felices y eso sólo nos compete a nosotras y a nuestro círculo
más cercano. Nadie más.- Ana pasó su mano por mi cintura y yo lo hice sobre sus
hombros.

-No imaginas lo mucho que Lara ha hecho por mí, te lo digo en serio.- Abracé fuerte a
mi novia. –Muchas cosas que creí que se quedarían en el fondo de mi mente y
corazón han encontrado su camino a la salida. No sabía que tanto dolían hasta que
por fin Lara las encontró y me ayudó a sacarlas. Parece una vaca loca pero es la
persona más increíble del mundo. Te lo puedo jurar, Ofe.-
-Yo no... lo siento, Ana pero no es natural. Van en contra de Dios.-
-¿Crees que la felicidad que sentimos en un pecado?- Pregunté.
–Amiga, déjame decirte que nunca había estado más cerca del cielo.- Sonreí y dejé
un beso en la frente de Ana. –Quizá deban platicar a solas, yo necesito ir a mi casa.-
-¿Te quedas ahí?- Preguntó la rubia. Asentí. –Llego más tarde.-
-No, cariño, no llegues. Yo vengo a ti, ¿te parece?-
-Me parece.- Me sonrió.
-Intenta mantener la mente abierta, Ofelia, por favor.- No dijo
nada. Con paso firme salí del lugar con dirección a mi casa.
Sentí que era mejor dejarlas a ellas hablar; hasta hace poco Ofelia
me odiaba y pensaba lo peor de mí y ahora con esto, quizá no regrese a esos
sentimientos pero no creo que tenga muchos positivos ahora mismo. Ana es mejor
con las relaciones interpersonales que yo, confío en que convencerá a la chica que no
estamos haciendo nada que nos condene al infierno.
Ana es una persona muy devota a Dios más no fanática. Cree en Él,
confía en Él a pesar de todo lo que pasó, ella cree que hay un plan para todo y que
todo ya está dicho. La recuerdo diciéndome que ella puede ser un ejemplo de que la
homosexualidad y Dios no están peleados. La gente con la mente cerrada son los que
lo ponen como si fueran agua y aceite. Ana tiene mucho por recorrer aún pero está
segura del hecho de que haya decidido amarme no la hace indigna de Dios. Todo lo
contrario. Ella cree que soy una súper compensación divina por todo lo que ha pasado
en su vida. Yo sólo sé que incluso si Dios no me aceptara la seguiría amando con
locura.
Pasé la mayor parte del tiempo limpiando la casa; barriendo y
haciendo como que trapeaba. En algún momento la pierna comenzó a dolerme por lo
que opté por tirarme al sillón y descansar un rato. El brazo estaba en muy buen
camino de recuperación. El dolor era nada comparado con el de la pierna. Hacía
cuentas de cuando podía regresar a la cancha pero por el momento se veía más
factible que una vaca volara a que yo regrese a jugar mi amado deporte. Y eso me
entristecía pero no podía hacer más que esperar.
En algún momento de mi profunda meditación-descanso me quedé
dormida. El cansancio de arreglar el lugar, el dolor que todavía me aquejaba y el rico
olor del aromatizante fueron claves para caer en los brazos de Morfeo. Como en los
últimos días mis sueños eran sobre mi madre antes de ser la bruja. Ana me decía que
eran un buen augurio de que las cosas se podían arreglar y una gran parte de mí
quería creerlo. Me había decido a escribirle una carta diciéndole que la amo y que
quiero recuperar nuestra relación. Como era antes. Quería a mi madre de regreso
porque aunque me cueste aceptarlo, me hace mucha falta.
A lo lejos escuché que tocaban a la puerta pero no tenía muchas
ganas de levantarme. La persona del otro lado tenía muchas ganas de verme y
recordé que usualmente Norma venía por las noches a tomar café. Debió haber visto
las luces encendidas. Me puse de pie y abrí la puerta. Apenas despierta tuve la
habilidad suficiente de esquivar el golpe que me lanzaron.
-¿Quieres jugar sucio, perra?-
-Hola, Livy.- Le sonreí.
-¡No me llames así!-
-Así que recibiste el mensaje, ¿cómo está Cuasimodo?-
-Me importa una mierda el puerco ese; nadie me humilla.-

-Pero no lo he hecho... aún.-


-Esta vez no tendré compasión, Lara, ni para ti ni para la puta.-
-Que amable de tu parte, Olivia.-
-¿Dónde está la pequeña perra? De seguro escondiéndose detrás de
algún hombre.-
-Estás muy pero muy pendeja, Olivia.-
-¿La encubres?, ¿le dan dinero por dar mamadas?- En cuestión de
segundos la tenía contra la pared.
-Cállate.- Sonrió.
-Así que tenía razón Liz, la hija del pastor y la niña consentida de
papi son tortillas.-
-No sé cómo no te cansas de decir tantas idioteces.-
-Niégalo. Niega que andas con la monja.-
-Jódete.-
-Entonces es cierto.-
-¿Qué harás?, ¿contarle al pueblo que te odia? Nadie te va a creer.-
-No es necesario que me crean con dejar sembrada la duda tengo
más que suficiente.- Creí que había ganado. –Dime, ¿no le sale semen de la boca
cuando la besas?- Ni siquiera sé en qué momento levanté la mano y la estrellé con
toda mi fuerza sobre su mejilla.
-Te voy a matar.- La estrellé contra la pared y en segundos la tenía
en el suelo a mi merced. Uno, dos, tres, cuatro golpes más conectaron a su rostro
antes de que me jalaran.
-Lara, así no.- Reconocí la voz de Bety la cual ignoré y de nuevo me
eché sobre Olivia que se defendía como podía. Requirieron de cuatro chicas para
poder alejarme de ella. –Ahora, horrible persona, puedes cooperar y dejarnos hacer o
lo hacemos a nuestra manera, a la fuerza.- Pao cerró la puerta de mi casa y la
aseguró. –Somos seis contra una. Tú decides.- Volteó a verme y sus ojos reflejaban
miedo y odio; yo todavía hacía intentos por zafarme. Una pequeña hilera de sangre
escurría por su barbilla. Le reventé el labio con la bofetada.
-Sabrán que fuiste tú.- Dijo la chica de ojos azules.
-Y me aplaudirán por ello.- Respondí entre dientes.
-Al río, chicas.- Ordenó Bety. –Quédate, Lara.-
-Ni madres. Esto no me lo pierdo.- Pao se aseguró de que no
hubiera personas cerca antes de dar la señal para sacarla.
Entre empujones la llevamos a la orilla del río donde le indicaron
que se sentara. Bety me pasó las tijeras, casi se las arrebato con todo y su mano. Me
puse de cuclillas a lado de ella. No me daba la cara, simplemente veía hacia adelante.
-Te di muchas oportunidades de que esto fuera diferente, de llevar
la fiesta en paz pero tomaste la decisión equivocada. No me queda...-
-No nos queda.- Habló Pao. –Esto es por todo el maltrato y la
altanería que has regado por todo el pueblo.-
-Hagan lo que hagan seguirán siendo unos malditos pueblerinos
muertos de hambre.- Escupió.
-Estoy segura que después de lo que haremos pensaras dos veces
antes de querer pasarte de pendeja con alguien.- Tomé un mechón de su cabello y lo
corté.
-¡Imbécil!, ¿qué haces?-
-Cambiando tu look, Livy.- Sonreí. Intenté tomar otro mechón pero
se movió; de inmediato las chicas la agarraron y pude cortar otro mechón, ahora más
corto. Y otro más; me aseguré de que no le quedara más opción que cortarlo al
mínimo. –Bien, chicas, hagan lo suyo con Dora la Exploradora.-
Las chicas no lo escucharon dos veces y se pusieron en acción.
Bañaron su cuerpo con una extraña mezcla de pintura, miel y resistol; olía asqueroso.
Cuando su cuerpo estuvo lo suficientemente lleno de mezcla, de unas bolsas, sacaron
aserrín y algo de plumas. Intentó gritar pero al abrir la boca una de las chicas le
aventó aserrín lo cual desató las risas de todas.

Pude ver lágrimas corriendo en el rostro de la chica; estaba totalmente derrotada. De


nuevo mi parte humana se sentía mal por esto pero el sólo recordar cómo se refirió a
Ana hizo que todo se me olvidara y disfrutara de este momento. Lo merecía. Por
supuesto que sí.
Unas cuantas gotas comenzaron a caer cuando las chicas más se
divertían esparciendo las plumas y el aserrín por todo su cuerpo. Unos segundos más
y la lluvia se desató con mucha fuerza. Algunos relámpagos nos alumbraban y podía
ver el humillado semblante de la chica. Pao fue detrás de un arbusto y sacó un
pequeño recipiente; pasó a unos centímetros de mí y sentí el penetrante olor a ajo.
-Dicen que es bueno para el cuero cabelludo.- Y sin más dejó caer
la mezcla de huevos y ajo sobre su cabello. –Por todas las veces que me pusiste
chicle; por burlarte de mi cabello y por envidiar el de Anita e intentar cortárselo el
año pasado.- Todas comenzaron a aplaudir.
-Mensaje más que enviado, Olivia- dijo la chica zurda- a la próxima
que molestes a alguien te encontrarás con nosotras.-
-Ustedes también son mandaderas de Lara. Ella es igual que yo.-
-Claro que no; Lara nos dio valor para alzar la voz. Tú sólo alzas la
voz para demostrar tu falta de humanidad. Aléjate de nosotras. A la próxima puede
ser popo de vaca lo que corra por tu cuerpo.- Asentí en agradecimiento por sus
palabras y apoyando la amenaza.
-¿Sabían que es una asquerosa lesbiana?- Intentó una vez más.
-¿Sabías que nos vale madre?- Volteamos todos a ver a Pao, que
estaba con un semblante serio. –Espero que aprendas la lección.- Casi le hago una
reverencia a la menuda mujer. Todas las chicas comenzaron a marcharse hasta que
quedamos sólo Olivia y yo.
-¿Qué más quieres, Lara?-
-Si somos iguales, como tú dices, ojalá un día encuentres a alguien
que te haga sacar lo mejor de ti, así como Ana lo hace conmigo. Tenemos mucho
potencial.-
-Que te den, Lara.-
-Espero que la persona que te lastimó tanto esté pagando y que tú
algún día perdones al mundo por lo que te hicieron.- Comencé a caminar. –Ah- me
detuve- y si te vuelves a meter con mi chica te voy a amarrar a un puto árbol y te
usaré de piñata.- Tomé aire. -No es una amenaza, es una promesa.-
Hice mi camino a la iglesia mientras la lluvia no cesaba al igual que
los rayos y los relámpagos. La chica con el universo en sus ojos debía estar pasándola
mal. Quería correr pero no podía exponerme a resbalar y romperme la madre una vez
más. Por lo que caminé tan rápido como pude. Una sonrisa me invadió cuando vi la
gran estructura. Fui a la parte de atrás y toqué un par de veces. Un sorprendido
señor Cardozo me abrió la puerta.
-¿Todo bien?- Preguntó asustado.
-Debo hacerle la misma pregunta, señor.- Moví la cabeza señalando
hacia adentro.
-Apenas la acosté- se veía un poco triste- fue una muy mala. Tuvo
un pequeño ataque respiratorio.- Sentí que el corazón se me saldría del pecho. –No
dejaba de llamarte.-
-Mi pequeña...- Sin pedir permiso me metí al lugar y pasé
directamente a la habitación de mi novia.
Comencé a quitarme la ropa mojada hasta quedar únicamente con
mis bragas; tomé una playera de la rubia. Entré al baño a lavarme los dientes, la cara
y a cepillar mi cabello un poco. Al salir vi como Anita comenzaba a agitarse en la
cama; rápidamente me metí con ella y la abracé.
-Estoy aquí, majestad.- Abrió sus ojos llenos de lágrimas y se
abrazó a mí. –Tranquila, estoy aquí.- Besé su cabello mientras se acomodaba en mi
pecho. -¿Estás bien?-
-Ahora lo estoy.-Simplemente nos mantuvimos así por varios
minutos hasta que ella habló. -¿Por qué me dices majestad?- Por su voz podía notar
que estaba más dormida que despierta por lo que podía decirle sin que lo recordara.
-Porque eres mi princesa.- Besé su cabello una vez más. –Dulces
sueños, mi Anita que no es mía. Aquí estoy y no me iré a ningún lado sin ti.- No hubo
respuesta, se había quedado completamente dormida. Cerré los ojos y me dejé llevar
por la mágica sensación de estar en los brazos del amor de mi vida y con un futuro un
poco más brillante frente a nosotras. Hoy un demonio más había caído y dudo que se
vuelva a levantar.
A/N Hola, mis muy queridos lectores! Después de dos años de
ausencia, I'm back :)

Gracias por sus mensajes y su paciencia. Gracias a los que


entienden que esto no es una prioridad y lo hago como una forma de liberación.
Aprecio que comprendan mi situación. Y a los que no, chill out. Me halaga que les
guste tanto pero no se pasen jajaja Soy paciente pero todos tenemos un límite y hace
unos días alcancé el mío con algunas personas xD Soy una simple mortal que se
emputa como cualquier persona y que reacciona cuando se siente atacada o
incómoda. Soy cordial con todos y esto está donde está gracias a ustedes pero eso no
implica que tenga que soportar comentarios estúpidos. (Lo siento, tenía que decirlo)
Quizá mis publicaciones no sean tan constantes como antes pero la
historia sigue. Y déjenme decirles que le falta unos buenos capítulos aún con muchas
más emociones. Ya tengo bien definido que va a pasar y vendrán muchas sorpresas :)
Disfruté mucho escribiendo este capítulo porque mi mente ya
visualizaba a Olivia sufriendo por ser tan hija de perra; satisfice mi sed de venganza.
Espero que sea lo mismo para ustedes ;) Se acerca el cumpleaños de Ana, qué
debería darle Lara? Absténganse de comentarios de índole sexual xD
Por fin terminé de escribir "Mi Profe de Piano" la cual estaré
alternando con "Almas Capturadas". Este fin nos toca con Xiion17 (¿ya les dije lo
increíble que es esta chica?) y el próximo tendrán el capítulo 6 de la otra historia.
Gracias por sus comentarios y votos.
Penosamente descubrí que mi teléfono no tiene la habilidad de
nadar y eso de contestarles por la compu me da mucha flojera xD Pero de que les
contesto, les contesto. Eventualmente jajaja

Feliz casi fin de semana. Que todo este fluyendo a su favor y si no,
busquen la manera de que lo haga. Sean buenos con ustedes y anhelo poder leernos
pronto con el capítulo 25. Nos vemos en twitter @Alexita_May ;) Como siempre,
pasen al @elcirculcolibri para encontrar de todo un poco.
Abrazos desde un nublado rincón de México,
Ale :)
Capítulo 25

A pesar de estar en el lugar que más amo en el mundo, los brazos de Ana, no podía
dormir. Habían demasiadas cosas en mi mente; muchísimas de diferentes índoles. Lo
que acababa de pasar hace algunas horas todavía pasaba por mi cabeza como una
película que he visto millones de veces; la expresión de dolor de Ángel; los mensajes
en su cuerpo; la graciosa forma en la que dejaron su cabello; la mirada de Olivia
cuando el equipo llegó a mi casa; sus lágrimas. Esto último era lo que más
perturbada me tenía y las palabras que le dije. Salieron de la nada; ahora con la
cabeza fría podía pensar más detenidamente en todo.

"Espero que la persona que te lastimó tanto esté pagando y que tú


algún día perdones al mundo por lo que te hicieron." ¿Qué la habrá hecho convertirse
en la odiosa persona que es ahora?, ¿quién la lastimó de tal manera que escupe
veneno a donde quiera que va? Al menos ya tenía media respuesta al porqué de su
odio a la rubia en mis brazos. Marcos. Ese idiota era el responsable del odio infundado
de Olivia; aunque habían demasiados cabos sueltos en todo esto. ¿Y si esto no era el
final? La chica de ojos azules no es tan idiota como para meterse conmigo o con Ana
de nuevo más ahora que ya sabe que tenemos a mucha gente de nuestro lado. Pero
no puedo dejar de lado a su morboso y, supuestamente, asesino papá.
Por mi parte y esperando con la ayuda de todos los dioses habidos
y por haber, que esto sea un termine con una etapa tan horrible para muchas
personas y en especial para Ana, es el final. A partir de ahora ambos, Ángel y Olivia,
son dos personas más en la escuela; los evitaré lo más posible y espero que hagan lo
mismo conmigo y los míos. Hoy cierro completamente mi capítulo con ellos y espero
no tener que abrirlo nunca más.
Eso era una parte, la otra parte la ocupaba la chica en mis brazos;
ella no lo dice abiertamente pero sé que las pesadillas son cada vez más recurrentes
y más terribles. Lo veo en su rostro cuando despierta agitada y la forma en como ella
se aferra a mí por las noches después de un mal sueño. He estado tentada de hablar
con Omara, quizá ella pueda ayudarnos pero necesito el consentimiento de Ana;
nunca haría algo así a sus espaldas y a final de cuentas ella decidirá si quiere contarle
esto a alguien más. Yo sólo quiero que pueda dormir tranquilamente y lleve su vida lo
más pacíficamente posible y haré lo que sea para conseguirlo.
Y por último, mi mamá. Sí. Mamá. Hablé mucho con Ana de esto en
los días que estuve convaleciente en cama. Quería saber si mi mamá seguía dentro
de esa estirada mujer que solía ver un par de horas al día. Después de las pláticas
con mi novia me cuesta creer que esa mujer amorosa se haya perdido, sé que está
ahí y pondré todo de mí para recuperarla; para sacarla a flote. Esto es, a lo mejor,
como me pasa con Ana; necesitamos un pequeño incentivo para que cosas buenas
salgan de nosotros. Y en este caso no hablaba de cualquier persona, hablaba de mi
madre. La mujer que me dio la vida y a la que veía como una persona con súper
poderes cuando crecía. Era inútil seguir negándolo, me hacía falta.
Sentí un horrible nudo en mi garganta y en segundos las lágrimas
se hicieron presentes. Hace casi siete años que la perdí y en lugar de buscarla
construí barreras entre nosotras. Quizá ella necesitaba amor, como yo y lo único que
le di fueron malos tragos. Entiendo, en parte, el porqué de su tajante comportamiento
para conmigo; puede que en su lugar yo hubiera tomado las mismas
determinaciones. Ana me dice que nunca es demasiado tarde, que hay más tiempo
que vida y que en tanto nosotros lo deseemos las cosas se pueden dar. Sólo se
necesita un poco de fe y la disposición de hacer las cosas.
Sin la ayuda de Ana no estaría pensando en lo que estoy pensando
en este instante. Ella ha sido fundamental para cambiar mi perspectiva referente a mi
madre. Me hizo hacerle un balance de las cosas buenas y malas que he vivido con ella
y la balanza estaba ligeramente inclinada a lo bueno. Muchas cosas positivas en mí
fueron sembradas por mi madre; modales, valores, rutinas, muchas cosas y todo eso
me convenció de que la mujer con la que crecí está ahí, buscando encontrar la luz
para resurgir.

Con mucho cuidado me deshice del agarre de Ana, la dejé recostada sobre su lado
derecho y puse una almohada para que abrazara. Tenía esto en mente desde hacía
unos días y no lo dejaría ir, ahora era el momento adecuado. En la habitación
cuidando hacer el menor ruido posible, me puse unos shorts, tomé la mochila de Ana
y salí a la cocina encendí las luces y abrí la puerta a la iglesia. La dejé ligeramente
entreabierta para tener la luz suficiente. Me senté con las piernas como si fuera a
meditar; abrí la mochila, saqué una libreta y un lapicero y vi hacia el hombre clavado
en la cruz.
-Creo que no hay necesidad de presentarme, ya me conoces. Las
pocas veces que me acuerdo que existes generalmente te reclamo por lo que le
hiciste pasar a Ana, será mi eterna pregunta hacia ti. Pero también hay un pequeño
porcentaje de veces en las cuales te pido que la guíes, que la ayudes y que no
permitas que nada malo le vuelva a pasar. Lo sé, te culpo pero quiero la protejas, no
tiene sentido pero Ana me dice que debo darte el beneficio de la duda. Siempre mis
plegarias serán para ella para que este sana y viva feliz, incluso si no es conmigo. Mi
mundo comienza y termina con ella pero eso, creo que ya lo sabes.- Sonreí. –Hoy,
más que nunca, quiero confiar en ti y que me ayudes, esta vez es por mí. Quiero
contarte la historia de mi mamá y lo feliz que era con ella.- De nuevo el nudo en mi
garganta. –Es la mujer más bonita que he visto, siempre quise ser como ella y parece
que me escuchaste porque soy un retrato de ella o eso dicen. Recuerdo las noches en
las que papá no llegaba a casa por trabajar mucho y ella se ocupaba de que no lo
extrañara tanto; jugábamos, me cantaba, me cocinaba lo que yo quería, me amaba.-
Las primeras lágrimas comenzaron a caer. –A pesar de que parezca que me consentía
demasiado era estricta, me daba deberes pequeños pero significativos: dejar mis
juguetes en su lugar; llevar mis platos al fregadero; ordenar mis zapatos; levantar
mis desastres. Nunca, te lo puedo jurar, pensé en ella como una mala mamá. Para mí
era lo más cool del mundo y estaba muy feliz por tenerla a ella en casa y cuando
papá podía estar con nosotras era como complementar nuestra felicidad... y luego
todo cambió.- Un leve sollozo escapó de mis labios. –Dejé de conocerla, dejó de
jugar, dejó de pedir favores y comenzó a dar órdenes, dejó de cuidarme y comenzó a
contratar más y más personas para que cuidaran de mí. Dejó de ser mi mamá. Me
encerraba en mi habitación esperando que ella llegara por mí como solía hacerlo pero
nunca llegaba. En un punto dejé de esperarla y fue cuando busqué otras formas.
Cambié, quizá no era la hija que ella deseaba y por eso dejó de quererme.- Tomé una
pequeña pausa para poder aclarar mi garganta. -Ya nada me importaba y nada me
importó de ahí en adelante si ya no le importaba a mamá nada me importaba en la
vida... hasta que llegué aquí.- Sonreí. –Pero eso, como muchas cosas, ya lo sabes.-
-Pero le gusta que se lo digan.- Pegué un brinco al escuchar la voz
del señor Cardozo. Intenté limpiar mis lágrimas. –No te escondas, dulce Lara.- Con
cuidado se sentó a mi lado y me abrazó.
-No sé qué pasó.-
-Ni yo lo sé. Ella no era así.- Su profunda voz llenó el silencio.
-¿Y si no la encuentro?-
-¿Y si la encuentras?- Me abrazó más fuerte.
-Me hace mucha falta.- Por fin lo pude decir en voz alta y se sentía
tan bien y tan lleno de dolor a la vez.
Me eché a llorar en los brazos de señor Cardozo como nunca lo
había hecho. Yo no lloraba pero esto me sobrepasaba por mucho. Estaba lastimada;
detrás de la fachada estaba la pequeña Lara estirando los brazos hacia mamá,
esperando ver su enorme sonrisa entrando a mi habitación. Esperaba ver sus
radiantes ojos verdes viendo a los míos con tanto amor que me hacían sentir que
podía contra el mundo. Había muchas cosas buenas en mi vida pero el enorme hueco
en mi corazón no podría ser llenado más que por mi propia madre. Me niego a
perderla.

Dejé salir todo; ahora entendía lo que decían de que cuando lloras lo haces por
muchas razones, no sólo por una. Lloraba por mamá y nuestra fracturada relación;
lloraba porque Ana parecía no encontrar la salida a las pesadillas y eso me mataba;
lloraba porque una parte de mí se sintió mal por lo que le hice a Olivia y Ángel;
lloraba porque la otra parte se sentía muy bien por lo mismo y me volvía loca;
simplemente lloraba por no encontrar respuestas.
Me costó mucho controlarme porque mi mente me torturaba
diciendo que quizá debería hacerme a la idea de no encontrarla más. Que los bueno
momentos no regresarían más y eso me dolía muchísimo. Ahora mismo la
incertidumbre llenaba mi ser y es la sensación más desesperante del mundo. Muchas
cosas en muy poco tiempo. El señor Cardozo dejó un beso sobre mi cabello antes de
que me separara de él.
-¿Mejor?- Asentí.
-Gracias, señor.-
-Alberto.-
-Me sentiría muy incómoda.- Se echó a reír.
-Lara, no te hagas la penosa ahora.-
-Lo intentaré.- Le sonreí.
Permanecimos en silencio no sé cuánto tiempo más; sentía que mi
corazón aún estaba como loco y que la cabeza estaba por estallarme de tanto que
lloré. Alberto hacía círculos en mi espalda buscando que me calmara. Busqué seguir
su ritmo de respiración y fue ahí cuando pude controlarme por completamente.
-¿Qué planeabas hacer?- Rompió el silencio.
-Escribirle una carta.-
-Te dejo para que lo hagas.-
-No creo que pueda hacerlo después de esta... catarsis. Será mejor
que vaya a la cama.- Me puse de pie y le tendí la mano para ayudarlo.
-Gracias, dulce Lara.-
-Gracia a ti.- Me sonrió y me dio un pequeño abrazo que
correspondí con alegría.
-Ve a descansar.- Asentí e hice mi camino a la habitación de Ana
quién estaba sentada sobre la cama. Al ver mi silueta encendió la lámpara sobre su
buró.
-¿Dónde estabas?- Se veía preocupada.
-Platicando con tu papá.- Me acerqué a ella y de inmediato llevó su
mano a mi mejilla.
-¿Qué pasó?- Preguntó asustada al ver mi estado.
-Hablé de mamá con él y con Él- sonreí- y terminé llorando. Nada
grave.-
-¿Resolviste tus dudas?- Escuché como la lluvia caía de nuevo sobre
el pueblo.
-Más bien reafirmé que quiero a mi mamá de vuelta.- Una pequeña
sonrisa apareció.
-Estoy muy orgullosa de ti.- Agaché la cabeza.
-No podría hacerlo sin ti; tú has sido fundamental en esto, Ana.-
-Un placer serte útil.- Dudé un poco.
-¿Y si no puedo?-
-Lo lograrás, amor.- Me dio un tierno beso en los labios.
-Me llamaste amor.- Sonreí como tonta.
-Eres mi amor.- Un beso más. –El amor de esta vida y de las que
siguen.-
-Vaya poder que tiene con las palabras, señorita Cardozo.- Ella
estaba de rodillas sobre la cama y yo de pie. La abracé fuerte a mí.
-Alguien saca lo mejor de mí, señorita Orozco.-
-Qué suerte tiene esa persona.- Pegué su frente con la mía.
-Yo soy la de la suerte.- Busqué sus labios y los atrapé en una leve
danza que duró unos segundos.

-No imaginas cuanto te amo, Ana. Juro por Dios que no tienes ni la más mínima
idea.- Sentí sus manos tocar mi estómago con mucho cuidado y ascender levemente.
Dejé sus labios y besé sobre su mentón y poco a poco bajé hasta su cuello. Un rastro
de besos fue haciéndose presentes en esa zona, me detuve en donde sus pulsaciones
se marcaban y succioné levemente.
-La...- La forma en como apretó sus manos a mi piel me indicaron
que le había gustado. Lo hice una vez más cuidando de no dejarle una marca.
-Te amo.- Regresé a sus labios. –Te amo muchísimo.-
-También te amo, amor.- Se separó levemente de mí y me sonrió
con ternura.
-Si algo te molesta me dices.- Asintió. –En muy en serio, Ana.-
-Sí.- Con cuidado la tumbé sobre la cama y me puse encima de
ella.
-Sólo somos nosotras dos, Anita, mírame.- Le sonreí antes de
conectar sus labios con los míos; deslicé mi lengua, jugué con la de ella antes de
sentir el fuerte agarre de Ana sobre mis caderas. Llevó sus manos debajo de la
playera e hizo círculos sobre mi espalda.
El beso cambió de tono y se hizo más profundo, más íntimo, más
pasional; mi posición no dejaba que pudiera tocar a mi novia, estaba suspendida
sobre ella pero sentía el calor que irradiaba su cuerpo. De nuevo llevé mis labios a su
cuello y los dejé vagar ahí por varios minutos. Ana descendió sus manos hasta mi
cadera una vez más y más abajo hasta que sus manos quedaron posicionadas sobre
mis glúteos. Di un pequeño mordisco en su cuello lo que hizo que me apretara contra
ella. Podía sentir claramente su pelvis contra la mía y todas mis terminaciones
nerviosas se pusieron en alerta máxima.
La escuché gemir al sentir el contacto y supe que no le fue nada
indiferente. Me separé de ella y la vi directo a los ojos; sus pupilas dilatadas y sus
preciosas mejillas sonrojadas me decían que lo estaba disfrutando tanto como yo. No
hice nada por algunos segundos, no quería rebasar ninguno de sus límites. El estar
con ropa quizá pudiera ser mi aliado.
-¿Todo bien?- Pregunté besando su frente.
-Más que bien.- Me sonrió.
-Si te molesta...-
-Te digo.- Asentí.
Sin dejar de verla comencé a moverme suavemente; un lento y
pausado vaivén sobre ella. Nuestros cuerpos frotándose y sintiéndose tan cerca como
nos era posible. ¡Qué sensación tan más maravillosa! No podíamos dejar de vernos;
sentía su respiración cambiando de ritmo y su preciosa boca se abrió levemente.
Nunca la había visto ni tan hermosa ni tan radiante como ahora. Mi sexo ardía y podía
sentir la humedad entre mis piernas; estaba haciendo esto con una persona de la cual
estoy enamorada y amo con todo mi ser. Por fin conocía la sensación de un roce
íntimo combinado con amor; la mejor sensación del mundo.
-Te amo.-
-Te amo, La.-
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás dejándome a disposición
su cuello una vez más. Era la imagen más erótica de mi vida. Ana con su precioso
semblante levente sonrojado y rendida ante este increíble momento íntimo entre las
dos. Besé, lamí y mordí su cuello mientras escuchaba sus leves gemidos llenando el
espacio. Su sabor era tan dulce y su piel tan suave que nunca me cansaría de ella.
Moría por tocarla pero algo en mí me decía que todavía no así que me limité a
explorarla con mis labios. Agradecía que la lluvia cayendo sobre las láminas silenciara
lo que pasaba en la habitación.
Mis movimientos se hicieron más rápidos y Ana me apretaba cada
vez más a ella. Estaba tocando el cielo con la chica debajo de mí. Lo sentía, ese calor
que recubre el cuerpo; esa hipersensibilidad en la zona íntima; esas ganas de querer
gritar y a la vez callarse y dejarse llevar; lo agitado de mi corazón, sentí que en
cualquier momento se saldría; las pequeñas gotas de sudor resbalando por mi cuello
y frente; ese pequeño temblor que también sentí en mi rubia. Me dejé de lado y me
concentré en darle el máximo placer posible. Esto era sobre ella. Busqué sus labios y
nuestras lenguas se entrelazaron de inmediato. Las manos de Ana nunca dejaron mi
glúteos y su agarre era más como un fuerte apretón que estaba disfrutando
muchísimo.
-La, algo se siente...- Se escuchaba algo asustada.
-Eso es un orgasmo, cariño.- Dije sin dejar de besarla.
-Tú...-
-También lo estoy sintiendo.-
-¿Por qué...?-
-Porque lo estamos disfrutando mucho.- Me moví más rápido, me
separé para ver su precioso rostro que se mantenía con los ojos cerrados. –Déjate
llevar, mi amor.- Puse un poco más de presión sin dejar de moverme, entonces se
tensó y un fuerte gemido la acompañó.
-¡La!- Se aferró fuertemente a mí y yo me dejé llevar también. El
ver su cara de placer hizo que yo también me corriera junto con ella.
Mi mundo temblaba; yo estaba con los ojos cerrados y respirando
erráticamente; sabía que Ana estaba en la misma situación. Pegué mi sudorosa frente
con la de ella y nos quedamos así unos segundos hasta que no pude más y me
desplomé sobre su pecho. Con cuidado acarició mi espalda, luego mi cabello y llenó
de besos mi cabeza. El silencio reinó por varios minutos. Asimilando lo que pasó.
-Así se siente entonces.- Habló mi novia. Sonreí.
-Sí, cariño. Así se siente.- Tomé aire. -¿Estás bien?-
-Muy bien, La... todo en mí estaba... no sé cómo describirlo. Fue
maravilloso.-
-También lo fue para mí.-
-¿Cada cuánto las parejas normales lo hacen?- Acaricié su brazo.
–Digo cuando no están, ya sabes, obligados.-
-Cada que quieren. En la mañana, en la tarde, en la noche, en la
madruga. Cuando su cuerpo se los pide.- Reí.
-¿Se puede tantas veces?-
-Hay personas que sí pueden.- Ana y su particular manera de
descubrir el mundo. Amaba cuando hacía miles de preguntas. No necesitaba verla
para saber que sus preciosos ojos café veían al techo.
-¿Tú puedes?- Me eché a reír.
-¿Qué insinúas, preciosa?-
-Quiero volver a hacerlo.-
-¿Te gustó?-
-Fue increíble, La. No sé cómo le haces para hacer sentir tan
protegida todo el tiempo... incluso en algo tan... complejo para mí.-
-Es un instinto en mí.-
-¿La?-
-¿Sí?-
-Lo que yo sentí, lo que me pasó al final, ¿también lo sentiste?-
Sonreí.
-¿El orgasmo? Sí. Ha sido el más placentero de mi vida.- No es que
fuera muy experimentada pero definitivamente nunca había sentido algo como esto.
-¿En serio?-
-Muy en serio.-
-¿Fue por mí?-
-Sí, cariño, fue porque pasó contigo. Tú haces que todo se sienta
mil veces mejor.-
-Definitivamente quiero volver a hacerlo.- Sonreí.
-Sus deseos son órdenes, majestad.- Descansó su barbilla sobre mi
cabeza. Bostecé audiblemente.
-Buenas noches, amor.- Dijo con tanta dulzura que creí morir ahí
mismo.
-Buenas noches, majestad.- Después del desgaste emocional de la
charla con el señ... con Alberto y del desgaste físico que hubo con Ana, quedé
completamente dormida en cuestión de minutos.

No hubo sueños, ni nada, sólo una enorme tranquilidad que se apoderó de mí y que
me hizo dormir como un bebé. Tiempo tenía que no dormía de esta manera. Mi
cuerpo estaba totalmente relajado. Regresé a la consciencia cuando sentí a alguien
llenado mi cara de besos. Inmediatamente la abracé y la tiré conmigo a la cama. La
habitación se llenó con la risa de Ana.
-Buenos días, La.-
-Buenos días, preciosa.- Escondí mi cara en su cuello. Olía a fresco.
-¿Hace cuánto que te levantaste?-
-Un par de horas.-
-Que flojera.- Le hice cosquillas con mi nariz.
-¡Basta!- Se retorcía en mis brazos mientras se reía. –La, me
rindo.-
-Bien.- Le di un beso en la mejilla y me recosté de lado para verla.
-¿Quieres ir al bosque conmigo?- Me preguntó con una sonrisa.
-¿Es una cita?- Asintió. –Me encantaría.-
-Levanta ese lindo trasero y vamos.- Me dio un beso en la nariz y
salió de la cama.
-¿Lindo trasero?-
-Tú siempre me lo dices, es hora de que sepas lo que siento cuando
lo haces.- Me eché a reír. –No demores.-
Tan pronto como salió de la habitación me metí al baño a tomar
una ducha rápida. Al entrar y quitarme la ropa vi los rastros de lo que pasó anoche
con Ana y fue inevitable sonreír. Lo mucho que habíamos avanzado en este tiempo.
Amaba a la rubia y ella a mí, ayer por la noche fue su forma de decirme que me ama
y lo mucho que confía en mí. Ese momento lo guardaré por siempre en mi mente y en
mi corazón.
Me bañé rápidamente y agradecí por el agua caliente que relajaba
mi cuerpo. Me puse unos jeans que Ana trajo para mí y los doblé hasta que quedaron
a mitad de mis pantorrillas, mis converse y una playera amarilla simple, una de las
favoritas de mi novia. Cepillé mis dientes y cabello antes de salir a la cocina; ahí
había una gran canasta con cosas y vi a mi chica hablando con su papá.
-Buenos días, dulce Lara.-
-Buenos días, Alberto.- Recordé la plática de ayer. Ana me vio
sorprendida.
-¿Ya son mejores amigos?- Preguntó con una sonrisa.
-Los mejores.- Contesté bromeando. –Estoy lista.-
-Es lo que veo.- Me sonrió. –Te vemos en la comida, pa.-
-Cuídense, por favor.-
-Lo haremos.- Prometí. Ana tomó la canasta. -¿Te ayudo?- Ofrecí.
-No pesa mucho y tú no puedes cargar cosas aún.- Se puso de
puntitas y me dio un beso en la mejilla. –Vamos.-
Esperé a estar en las profundidades del bosque para poder tomar la
mano de Ana quien en varias ocasiones declinó la oferta de que la ayudara con la
canasta. Al llegar encontramos una pequeña mesita de madera, dos sillas y una
pequeña colcha tendida a unos pasos de la mesa.
-¿Lo tenías preparado?-
-No realmente, se me ocurrió por la mañana.-
-Gracias.-
-Lo mejor para la mejor.- Contestó con una enorme sonrisa que
hizo que sus lindos hoyuelos se marcaran.
Pasamos la primera hora comiendo tanto como pudimos; Ana se
esmeró en traer fruta, jugo, café y hot-cakes. No hay manera en que pueda expresar
cuanto la amo por esto. Era un maravilloso detalle que me llenaba de alegría. La
estábamos pasando increíblemente bien. Sólo nosotras dos y nuestras locuras o
mejor dicho, las mías. No sé cómo demonios terminé con la cara manchada de
mermelada pero no dudaría en hacerlo de nuevo al escuchar la risa de Ana.

Fui al lago y tomé un poco de agua para limpiarme la cara; después de unos
segundos lo conseguí. Me quedé contemplando el precioso escenario frente a mis
ojos. El sol comenzaba a ascender y sus delicados rayos atravesaban los árboles a
nuestro alrededor. Se veía simplemente espectacular. Sentí los brazos de Ana rodear
mi estómago.
-¿Todo bien?-
-Todo perfecto.-
-¿Regresaremos aquí?-
-Claro, en vacaciones podemos venir a visitar. No quiero dejar de
ver a Norma, ni a tu papá, mucho menos a Ingrid.-
-¿Vivirías aquí?-
-A dónde tú quieras ir yo voy. Así de simple.-
-¿Incluso a Groenlandia?- Reí.
-No me preocupa eso porque odias el frío.-
-¿Apartamento o casa?-
-Apartamento.-
-¿Por qué?-
-Una casa es algo más... serio. No sé cómo decirlo.-
-¿No quieres familia?-
-Puedes meter una familia en un apartamento. Al menos en el que
tengo en Texas.- Sonreí antes de darme la vuelta y tenerla de frente. -¿Quieres
preguntar algo?-
-¿Quieres una familia?-
-No es una de mis prioridades, Ana.- Tomé sus manos. –Somos
muy jóvenes aún, tenemos mucho camino por recorrer antes de pensar en una
familia. Esto no quita que quiera pasar contigo el resto de mis días.-
-¿Por qué no es una prioridad?-
-En parte juega un rol lo que estoy pasando en casa, ¿y si no soy
buena?, ¿y si no soy capaz de conducir a mi hijo a algo bueno? Me asusta que no
llegue a ser lo suficientemente buena.-
-No lo dudes, lo eres- se acercó más a mí –lo sé por la forma en
como me cuidas; sé que harías lo mismo por alguien de tu propia sangre.-
-Quizá pero ahora mi única preocupación es usted, majestad.-
Delineé sus pómulos con mi dedo índice. –Has estado durmiendo poco.-
-Lo de siempre.- Esquivo mi mirada.
-No me mientas, Anita, quiero ayudar.-
-No pasa nada, La.-
-Dímelo a los ojos entonces.- Suspiró. –No quiero obligarte a
hablar, ni nada de eso, sólo quiero que sepas que aquí estoy, puedes decirme.- Se
abrazó a mí con fuerza.
-No quiero lastimarte. Sé lo mucho que te afecta también.-
-Podemos hablar con Omara, si tú quieres. Ya habíamos platicado
de esto necesitamos a alguien más que nos pueda ayudar.-
-Me gustaría eso.-
-¿En serio?- Asintió. –Bien, el lunes podemos hablar con ella de
esto, ¿te parece?- Asintió una vez más. –Te amo, no lo olvides.-
-No podría.-
-Sólo quiero tu bienestar, Anita, no te estoy presionando a nada...-
Se puso de puntitas y me besó.
-Lo entiendo, La y lo agradezco enormemente.- Se escondió en mi
cuello.
-Vamos a encontrar la manera.-
-¿Quieres recostarte un rato?- Besé su cabellera.
-Me encantaría.- Ana me guió al pequeño espacio y se recostó en
mi pecho.
Por varios minutos no dijimos nada, sólo disfrutábamos la compañía
de la otra. Era una de las cosas que más amaba de estar con Ana, podíamos pasar
horas platicando de cualquier cosa o simplemente podíamos disfrutar en silencio.
Tenerla cerca era más que suficiente para mí o verla dormir. No recuerdo las veces
que desperté en la madrugada y me perdí detallando cada parte de ella. Su
semblante tan sereno y su pecho subiendo y bajando lentamente. Recliné mi cabeza
sobre la de ella y cerré los ojos; soy la chica más afortunada del mundo.

-Lo de Ofelia no salió tan bien.- Habló de pronto.


-¿Por qué?-
-Cree que vamos en contra de las leyes de la naturaleza.-
-No esperaba menos de ella, honestamente.-
-¿Por qué es tan difícil para ellos comprenderlo?-
-Tendríamos que estar en sus diminutas cabezas para que lo
entendiéramos.-
-No somos malas.-
-Po supuesto que no, cariño.- La abracé más fuerte. –Somos una
manifestación del amor; eres la musa del amor- sonreí- somos esencia, Ana. Yo veo
lo maravilloso que hay en ti y tú ves lo bueno en mí. No vemos las cosas materiales,
ni los beneficios sociales que puede haber si estamos juntas. Simplemente nos
amamos; y eso no lo tiene cualquiera. Somos bendecidas de sentir algo así y estar
juntas para vivirlo.-
-Y cosas como estas hacen que cada día me enamore más de ti.-
-Es mi verdad, es mi percepción. Nunca en mi vida me vi amando a
una mujer; llegaste tú e invertiste la gravedad- tomé su mano- y me haces sentir
como la persona más afortunada del mundo. Me es imposible creer que alguien pueda
ser tan ridículamente feliz.- Tomé aire.- Eso no puede estar mal, Ana. Amar a alguien
y que te amen de vuelta no es algo malo.-
-Nunca había estado tan cerca del cielo.-
-Deja de robar mis frases.-
-Me gustó mucho esa.- Soltó una pequeña risilla. -Al menos dijo
que no le diría a sus padres.-
-¿Eso dijo?-
-Sí. Es un tiempo que me da para recapacitar en mi
comportamiento.- Me eché a reír.
-Bien, majestad, tiene un tiempo para pensar si realmente quiere
estar conmigo.-
-No necesito tiempo para saber que me estás llevando al camino
del mal.- La carcajada se debió escuchar hasta Texas; segundos después Ana
también comenzó a reír.
-Usted es la que me lleva al camino de la tentación, señorita
Cardozo.- La atraje a mí hasta que quedó prácticamente encima de mi cuerpo. –Eres
mi locura.-
-Y tú la mía.-
Pasamos el resto de la mañana entre bromas, besos, caricias y
alguno que otro intento de repetir lo de ayer. No quería sobrepasarme y a pesar de
que Ana lo disfrutó esto sigue siendo algo nuevo para ella y puede que su mente esté
en conflicto. Está poniendo en balanza lo bueno y lo malo de esta nueva etapa para
ella.
Reafirmé que el hecho que estuviéramos con ropa ayudó a que Ana
se sintiera en confianza y aunque nuestras almas ya se hayan desnudado la una
frente a la otra, en el plano físico será más difícil. Mi novia ya me vio parcialmente
desnuda, puedo decir que no fue algo que me desagradó, pero cuando eso pase con
ella miles de recuerdos vendrán a su mente y ninguno es bueno. Ni uno sólo y esa es
una batalla noventa por ciento de ella y diez por ciento mía. Estaré a su lado para
apoyarla pero este es un demonio que ella debe vencer.
El fin de semana pasó más rápido de lo que hubiera gustado; los
momentos libres con Ana eran los más maravillosos de mi existencia. No hay manera
en que pueda explicar lo mucho que me encanta estar con ella pero también tenía
obligaciones que cumplir. Ahora que me sentía un poco mejor retomé un poco del
trabajo en la iglesia y el domingo estuve medio día en la tienda. Me trajo recuerdos
de la paliza pero esta vez regresé sana y salva a casa.
Tomé la decisión de regresar a casa, ahora que Ofelia lo sabía no
queríamos correr ningún riesgo, incluso Alberto me aplaudió por tomar una decisión
adecuada. Me molestaba, sí, porque no podría ver a Ana todo el tiempo y mucho
menos dormir abrazada a ella todas las noches como en las últimas semanas pero era
por un tiempo. Pronto estaríamos en Texas donde nada ni nadie nos va a separar.

Sólo de pensar en eso me hacía sonreír como tonta; viviríamos juntas. La tendría
para mí todo el tiempo. Sé que no tendrá problemas para adaptarse a la escuela, es
sumamente inteligente y sus calificaciones son impresionantes, a excepción de
educación física, lo cual siempre hace que me burle de ella. Hablaba cada vez más
inglés con ella y la motivaba a usar el idioma. Mi chica aprende muy rápido. A leguas
se puede notar mi entusiasmo con esta situación.
El escuchar a las aves afuera de mi habitación indicaba que un
nuevo día comenzaba y lo que comenzó con un puto sonido infernal ahora era parte
de mi rutina diaria. Y era el indicador de que estaba en un lugar done me siento
aceptada y querida por muchas personas. Sonreí al darme cuenta de lo mucho que
han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
Decidí darme una ducha rápida para comenzar fresca el día. Mi
humor mejoró aún más después de los minutos bajo el agua. Mi estómago y mi
pierna aún tenían marcas de mi encuentro con Olivia y Ángel, los moretones de los
golpes y de las ventosas no desaparecían del todo. Mi cara era la que anunciaba lo
que había pasado, la cicatriz del corte comenzaba a secarse y mi otro pómulo aún
estaba de color verde, no tan marcado como los primeros días pero todavía era muy
visible.
Tenía suficiente tiempo antes de partir a la escuela por lo que decidí
prepararme unas quesadillas. Afortunadamente ayer pude hacer un poco de compras
después de terminar mi turno en la tienda comunitaria. Todo el día estuve
quebrándome la cabeza pensando en un regalo para Ana y llegué a la conclusión de
que soy la persona más simple del mundo.
Encendí la computadora y comí en compañía de mis voces favoritas.
Me comenzaba a acostumbrar a este estilo de vida, al café por las mañanas, al sonido
de los animales, el lago, el bosque, el río, incluso a la falta de internet... ¡Dios! Ya
Ana influyó mucho en mí. Era de las personas que moría sin internet y ahora a casi
tres meses de la falta de éste he estado muy tranquila. El lugar al que llegué echado
rayos y maldiciones se convirtió en mi pequeño refugio.
Estaba por salir de mi habitación cuando escuché que tocaron a la
puerta. Abrí y me encontré con una sonriente Norma a la cual recibí con un enorme
abrazo que se prolongó por varios minutos.
-También me extrañaste, Lara.-
-Mucho.- La apreté antes de soltarla. –Buenos días.-
-Buenos días, mi niña, ¿lista?- Asentí. Caminamos unos pasos antes
de que volviera a hablar.
-Necesito tu ayuda.-
-No te ayudaré a despelucar a Olivia.- Me quedé callada.
-No necesitaré ayuda para eso.-
-¿Cómo que no necesitarás? Ni se te ocurra meterme en
problemas.- Suspiré. De todos modos se iba a enterar.
-Ya me metí en problemas.-
-¿Qué hiciste?-
-Le di un poco de su propia medicina y a Ángel también.-
-¡Estás loca!-
-Que quede claro que fue idea del equipo y bueno, yo no me
opuse.- Norma suspiró fuertemente.
-¿Qué les hiciste?-
-Cosas.-
-Lara...- Advirtió.
-Está muy temprano para que te enojes; te lo diré más tarde. Mejor
ayúdame con el regalo para Ana.- Sonreí. –En un par de semanas es su cumpleaños.-
-¿Qué tienes en mente?-
-Nada.-
-Impresionante, Lara.-

-¡Es que soy muy inútil para estas cosas! Nunca le regalé nada a nadie, bueno, sí
regalé cosas pero me importaba una mierda si les gustaban o no. Y con Ana no es así,
quiero que sea algo que le guste, algo que sea digno de ella, que sea algo muy pero
muy especial porque es lo que merece. No sé quizá pueda buscar en el otro pueblo;
yo...-
-¡Lara!- Me tomó del brazo. –Respira profundo.- La mujer sonrió.
–Ana amará cualquier cosa que le des porque viene de ti. No necesitas cosas
extravagantes o rebuscadas, es una chica sencilla que estaría feliz con una sola rosa.
Así que relájate y piensa en algo significativo, no necesariamente costoso pero sí que
vaya con su estilo.-
-¿Una rosa?-
-Puede ser pero, ¿qué significa esa rosa? Más que el regalo es el
porqué de darle eso a esa persona, ¿entiendes?- Asentí. –Bien, ahora usa aquí- tocó
mi sien- y deja que tu amor por ella te dé la respuesta.- Le sonreí.
-Gracias, mamá.- Le di un beso antes de echarme a correr.
-¡Me las vas a pagar, Lara!- Mi súper carrera duró como treinta
pasos porque la pierna comenzó a dolerme.
Entré a la escuela, me recliné sobre la pared y descansé sobre mis
rodillas; respiraba audiblemente, el maldito dolor de la pierna era malo, muy malo.
Quizá dormí mal o algo pasó durante la noche que hizo que el dolor regresara con
tanta intensidad. Comenzaba a recuperarme cuando sentí a alguien tomándome
bruscamente del brazo.
-Justo la persona que buscaba.- Unos fríos ojos azules y un
nauseabundo olor a colonia me invadieron de pronto. Me quedé pasmada unos
segundos antes de empujarlo.
-¡¿Qué te pasa?!- Puse distancia entre él y yo.
-¿Quién te crees para hacerle eso a Olivia?-
-¿Qué mierda te hace creer que fui yo?- Me veía impaciente y tenía
el rostro tenso.
-Tus golpes.-
-Entonces, genio- enfaticé –sabrás que la imbécil de tu hija
comenzó todo esto.- Se acercó peligrosamente a mí.
-Cuida tu boca, estúpida mocosa.- Me acerqué a un más a él.
-¿O qué? No te tengo miedo, doctorcito.- Me tomó nuevamente del
brazo y antes de que pudiera zafarme alguien lo alejaba de mí.
-¿Qué le pasa?- Una enojada Norma llegó a la escuela.
-Pasa que esta perra golpeó a mi hija.-
-Vuelva a dirigirse de esa forma a mi protegida y no me contendré.-
Amenazó Norma. –La fichita que tiene de hija comenzó esta locura. Puede verlo en el
rostro de Lara- Señaló a mi cara- así que no me venga a armar un numerito por algo
que se buscó.-
-¿Aprueba esto?- Preguntó con la misma cara de orto que cuando
llegó.
-Claro que no pero no espere que ponga la otra mejilla. Llámele
karma, retribución cósmica o ajuste de cuentas.-
-Llegó golpeada a casa.-
-Lara quedó inconsciente en medio de la nada con un hombro
zafado, con cortes en la cara y una pierna inservible.- Nunca había visto a Norma
enojada. -¿No se lo merecía?-
-No sé cómo puede encubrirla.-
-No sé cómo es incapaz de cría a un ser humano decente. Usted,
mejor que nadie, sabe que su hija no es una buena persona ni está cerca de serlo.-
-¿Lo dice por cómo trata a la hija del pastor? Véalo como un
servicio comunitario, la niña necesita madurar un poco.- Apreté la mandíbula, hice el
intento de acercarme a él pero Norma no lo permitió.

-Bueno, entonces vea la madriza que le puse a su hija como servicio comunitario, la
niña necesita que le pongan los pies en la tierra y no se sienta dueña del puto
universo.- La tensión se podía cortar con un cuchillo.
-¿Qué pasa?- Hablando de caras de orto apareció Ingrid. -¿Norma?-
-Aléjate de mi hija, escuicla.- Dijo el doctor volteando a mí.
-Aleja a la resbalosa de tu hija de Lara y de Ana y no tendremos
problemas.- Escupió Ingrid que de inmediato se metió en la discusión. El doctor
quedó viendo amenazadoramente a la mujer quién se echó a reír. -¿Crees que me
vas a intimidar? Persona equivocada, güerito. Deja esto de lado o preferirás una
patada en el culo que tenerme como tu enemiga.- Sonrió maquiavélicamente.
-No sabes con quién te metes.-
-Ni tú tampoco.- Ingrid se puso a centímetros de él. -¿Crees que
me asusta que puedas matarme? Puede que esté más loca que tú.- Norma de
inmediato la jaló.
-¡Basta!- Espetó Norma. –Espero esto no pase a mayores, doctor.
Hablaré con mi protegida, aunque estoy segura que ya entendió que no puede
comportarse de esta manera.- Nos quedó viendo a las tres antes de hablar.
-Si la vuelve a tocar...-
-Es porque se lo buscó. Lara no es un perro rabioso que anda
buscando a quién morder, dome a su engendro y nosotros domamos al nuestro.-
Estaba a punto de decir algo cuando fue interrumpido nuevamente. –Hemos
terminado.- Ingrid nos tomó a ambas del brazo y nos arrastró fuera de ahí hasta la
biblioteca. Se aseguró de cerrar bien la puerta y nos guió a una mesa. –Escupe.-
Sonreí.
-Puede que le haya cortado el cabello.-
-¡¿Qué?!- Dijeron al mismo tiempo las dos, sólo que Ingrid se echó
a reír.
-¿Qué tan corto?-
-Muy corto.- Rió más fuerte.
-No la alientes, hermana.-
-Se lo merecía y en el fondo también estás feliz así que calla. ¿Qué
más?-
-No tenía planeado golpearla- Norma me vio incrédula –en serio
pero dijo cosas muy horribles de Ana.- Sentí mi sangre hervir al recordar sus
horribles palabras. –No me pude contener y agradezco a Dios que llegó el equipo o le
hubiera desfigurado la cara.-
-Bien, ahora esto no puede volver a pasar, Lara. No puedo enfatizar
esto lo suficiente.- Dijo Norma.
-Estoy segura de que no pasará otra vez, Olivia y Ángel ya
entendieron que no pueden actuar y no tener consecuencias.-
-¿Ángel?- Fue el turno de la bibliotecaria.
-Puede que lo hayamos rapado y lo hayamos dejado desnudo en el
bosque.- Ingrid volvió a reír y Norma se reprimía, lo sé.
-Ay, Lara, estoy a dos pasos de hacerte un puto altar.-
-Sólo espero que no vuelvan a meterse con Ana y listo.- Agregué.
-No son tan idiotas aunque Olivia siempre se supera.- Reí y Norma
le dio un zape a su hermana.
-No apruebo esto, en absoluto pero si esto la aquieta un poco,
bendito sea Dios. Y prohibido retar al doctor, par de locas. No sabemos de lo que ese
hombre es capaz así que no le den motivos.-
-Él tampoco sabe de lo que soy capaz.- Dijo Ingrid.
-Y esperemos que no lo sepa, loca.- Norma le sonreía a su hermana
con tanto cariño incluso cuando la estaba regañando. –Lara...-
-No volverá a pasar.- Aseguré.
-Ojalá sea el final.- Suspiró la mujer de ojos expresivos.
Y por todos los dioses que yo esperaba lo mismo, un final a esto.
Por el bienestar de mi novia y el de los chicos que conviven día a día con ese peculiar
par. No me sentía con el poder de poner a la gente en su lugar pero algo en mí me
sigue diciendo que esto era necesario. Sólo espero que ellos reaparezcan lo más
pronto posible para ver a reacción del resto de los estudiantes y ver con que actitud
vienen ellos. Aunque lo más seguro es que se conviertan en dos estudiantes más que
pasan en este lugar sin pena ni gloria.
A/N Hola, preciosas criaturas de la creación :) Aquí, una vez más,
mostrando mi fijación con los jueves xD
Muchos estaba esperando un poco de esto, no es necesariamente lo
que tienen en mente pero es una probadita para aplacar su ganas. Simplemente es
una escena maravillosa que muestra el nivel de confianza y amor entre las dos. Me
encantó. Sin embargo para mí es más de resaltar el encuentro de Lara con un Poder
Superior, eso habla del crecimiento espiritual de Lara y también de su madurez como
persona así como de la buena influencia de Ana en su vida.
Pasen a elcirculcolibri para mucho material muy mamalón.
Nos escribimos en twitter @Alexita_May para adelantos de los
capítulos y otras cosas.
Que su semana haya estado llena de cosas positivas (como la mía)
y su fin de semana vaya mejor aún. Les mando un enorme abrazo desde un frío
rincón de México.
Nos leemos pronto,
Ale :)
Capítulo 26

Estas últimas semanas, incluso con Lara tan pegada, las pesadillas
habían sido más atroces que de costumbre. No se habían ido por completo y cada vez
eran más vívidas, más reales, más crudas. Al menos estos días los pasé en relativa
tranquilidad, las pesadillas se iban en cuanto sentía el olor de Lara o sus brazos
rodeándome. Pude dormir más horas en esta semana que en todo el mes. No sé qué
pasaba pero esto estaba empeorando.
El día de la venganza fue una mezcla de mi preocupación por Lara y
el miedo de que él viniera por mí en la noche. Él, mi eterno demonio, la enorme cruz
que siempre traeré a cuestas conmigo. Él y sus infinitas maneras de hacerme sentir
un muñeco que podía ser usado cuando quería; él y su forma tan particular de
tocarme y de hacerme sentir sucia; él y su impecable figura que aplastó las flores que
comenzaban a crecer en mí. Ese día recordé una de las tantas veces que sus manos
taparon mi boca para que dejara de gritar, odiaba la bulla más que a nada. Y yo lo
odiaba a él.
La desesperación, la impotencia, la rabia, el miedo, el dolor, todo
regreso a mí. Esperaba que Lara estuviera conmigo para cuando desperté pero no fue
así y eso me puso peor de lo que ya estaba. Tenía miedo de que Olivia la lastimara,
de que le hiciera daño y no porque La no pueda defenderse sino porque esa chica
tiene formas no muy leales de hacer las cosas. Por mi mente pasaban miles de
escenarios que involucraban a mi Lara y me llenaba de miedo pensar en ella
lastimada una vez más.
En cuanto escuché su voz y sentí sus manos sobre mí me relajé
inmediatamente; la necesitaba ahí conmigo como cada día de mi bendita vida.
Busqué sus brazos y me dejé llevar por su dulce olor que tanto amaba sentir. Los
brazos de Lara son lo más reconfortante del mundo, son fuertes para protegerme
pero lo suficientemente delicados para hacerme sentir todo su amor. Así era mi novia,
llena de contrastes que hacían que la amara cada día más; aunque suene un poco
imposible.
Me costaba entender lo que me decía, creo que en algún momento
le pregunté algo pero no puedo recordarlo claramente. Sólo recuerdo el vibrar de su
pecho cuando me hablaba y la suavidad de sus manos recorriendo mi espalda y
brazos. En algún momento le preguntaré por lo que le dije o lo que ella me dijo. Por
el momento lo único que quería era disfruta a mi Lara, sólo eso. Con ella a mi lado
me volvía valiente, atrevida y sentía que podía contra todo. Espero que el vivir juntas
me ayude a dejar un poco de todo este equipaje detrás.
Y lo que pasó más tarde esa noche sin duda fue el inicio de algo
nuevo. No hay manera en la cual pueda describir cómo me sentí en los brazos de
Lara. Un poco temerosa, un poco con dudas pero sabía y sé que Lara nunca me va a
lastimar. Me dejé llevar, como ella me dijo y entendí que el contacto puede ser
maravilloso con la persona adecuada. Pero sentía todavía el gran lastre en mis tobillos
y más apretado que nunca.
Lunes. Ayer fue el primer día que Lara no durmió conmigo y fue lo
peor del mundo. Apenas dormí una hora y él se presentó. Papá pasó el resto de la
noche conmigo buscando reconfortarme pero no pude. Él se quedó durmiendo a eso
de las tres de la mañana mientras yo pasé la noche entera en vela. Cuando el
despertador sonó mi rostro estaba inundado de lágrimas y mi mente llena de
preguntas, ¿algún día llevaré una vida normal?, ¿podré vencer esto?, ¿tiraré la cruz o
la cruz me va a tirar a mí? Las lágrimas fluían tanto que no me di cuenta cuando papá
se despertó.
-¿Qué pasa, mi amor?- No dije nada y me escondí en su pecho a
llorar.
Hasta antes de Lara, papá era mi único refugio, la única persona en
la que confiaba. Claro, Norma y Ofelia tenían "permiso" de tocarme y conocían un
poco de mi pasado pero todo era papá. Ese hombre de fe que muchas veces vi
quebrarse por la desesperación de no saber qué hacer cuando las pesadillas eran
nuestro pan de cada día.

Ese fantasma de la inseguridad cada día se hacía más tangible, quizá soy la cruz de
papá y Lara. Él bien pudiera estar en la ciudad ganando miles de pesos al día y
viviendo en el más lujoso de los apartamentos y comiendo en los restaurants más
caros. Lara no estaría con el brazo zafado, ni lastimada. Quizá fuera amiga de Olivia y
entre las dos me trataría como lo poco que soy.
Sacudí la cabeza, no podía dejar que me ganara de nuevo; Lara y
yo hemos luchado mucho para que esto no me mueva otra vez. No puedo ir hacia
atrás. Sería darle la victoria a él. No lo puedo permitir, por mí, por Lara, por papá,
por Dios que me mantuvo viva por una razón. No puedo sucumbir ante esto.
-No...- Susurré.
-¿No?-
-Él no puede ganar... él no tiene poder sobre mí... me amo...
merezco el amor de Lara... merezco el amor de papá...- Sentí como me abrazó más
fuerte.
-Mereces todo lo bueno del mundo, mi amor. Y no lo digo porque
seas mi hija, lo digo porque eres la persona más noble que hay sobre la tierra. Esto
es sólo un pequeño obstáculo, nada que te derribe por completo.-
-Merezco todo eso.-
-Sabes, me hubiera encantado estar cuando naciste y escucharte
llorar por primera vez; tus primeros pasos; tus primeras palabras; tu primer día de
escuela pero Dios decidió que te encontrara en el momento de más necesidad para ti.
No reniego, le agradezco por traerte a mí, por darme la oportunidad de amarte como
lo hago. Por darme la oportunidad de sentir tu amor. Él nunca va a ganar, Anita
porque tienes a Dios de tu lado, me tienes a mí y tienes a Lara, ninguno de nosotros
tres te dejaremos caer. Y estamos dispuestos a levantarte las veces que sean
necesarias. Te amo, hija mía. Te amo con locura y nunca podrás entender lo orgulloso
que estoy de ti; has avanzado tanto, has crecido tanto en tantos aspectos que es un
deleite ser parte de tu vida.- Escuché como tragó con dificultad. –No te rindas, mi
cielo, por favor. Tu fortaleza es la mía.-
Sentí las lágrimas de papá caer sobre mi cabellera y mi frente, no
dijimos más. No había mucho que decir, todo lo había expuesto papá y tenía razón,
no podía rendirme ahora que las cosas comenzaban a tener un poco de color. Tu
fortaleza es la mía. Papá nunca me había dicho algo así antes pero nunca antes había
tenido un infarto. Sé que él luchaba cada día de su vida y se las arreglaba para pelear
mis batallas también.
Sin embargo seguía sin entender porque las pesadillas cada vez me
atacaban más fuerte, eso era lo que desconcertaba y me tenía en el limbo de si
estaba realmente superándolo o simplemente hacía como que las cosas iban mejor.
Algo estaba pasando dentro de mí; algo venía o algo se iba, no lo sé, sólo sé que hay
cambios y muy grandes.
A momentos, en las pesadillas, me costaba distinguir entre lo real y
lo ficticio; entre los demonios y mi ángel... simplemente estaba en un mar de
desolación en el cual me ahogaba lentamente. Mis miedos, mis frustraciones, mis
fobias, todo eran parte de mi realidad pero ahora estaban acaparando más espacio
del necesario.
-No iré a la escuela.-
-Está bien, mi amor. ¿Quieres desayunar?- Asentí. –Bien, iré a
prepararnos algo.- Besó mi frente y salió de mi habitación.
-Ven a mí, ángel.- Me hice bolita en la cama antes de sucumbir
ante el sueño.
La luz del sol era mi aliada, rara vez tenía pesadillas por las
mañanas o en las tardes. Aunque él no tenía un horario de llegada por la mañana o a
la luz del día me sentía protegida. No sabría decir porque razón pero lo hacía. Pero
odiaba perder clases y odiaba dormir en la tarde porque en la noche me la pasaba en
vela; en resumen, no dormía tanto como debía.

Sentí alguien sacudiéndome levemente y muy a mi pesar abrí los ojos; papá me veía
con una enorme sonrisa. Le regresé la sonrisa pero de nuevo mis ojos se cerraron.
Volví a caer en un sueño muy profundo y papá no me molestó más. Necesitaba estas
horas de sueño; mi cuerpo las pedía a gritos pero mi mente me decía que era malo...
que él estaría esperando por mí.
Nada particularmente pasaba en mis sueños por las mañanas o las
tardes, sólo silencio, a veces me veía en el bosque o pasaban imágenes de mi madre,
o de la antigua casa donde vivía con papá, nada más. Nada extraordinario, no malos
recuerdos. De pronto sentí un aroma muy conocido y de inmediato me desperté, vi a
todos lados y no estaba. Me paré y fui al baño pero nada. Salí a la cocina y ahí estaba
papá.
-Hola.- Dijo con una sonrisa.
-¿Y Lara?-
-Supongo que en la escuela, ¿todo bien?-
-Juraría que sentí su perfume.-
-Era una seña para que te levantaras a comer algo.- Me sonrió.
-¿Qué hora es?-
-Medio día.-
-¡¿Qué?!-
-Lo necesitabas, mi amor. Por eso no te desperté más, ¿quieres
desayunar?-
-Por favor.- Papá se acercó a mí y me abrazó.
-En un momento está listo.- Regresé a mi habitación para
cambiarme de ropa, lavarme los dientes y verme un poco más decente. Cuando
regresé mi desayuno ya estaba servido.
Papá preguntaba algunas cosas superficiales nada relacionado a mi
terrible noche. Aunque ya sabía que era lo mismo de siempre lo amaba por nunca
preguntar directamente, esperaba pacientemente a que yo se lo dijera. Después de
pasar meses sin interactuar con él desde que le di mi confianza nunca, nunca me ha
decepcionado. Ha sido el papá perfecto, el más comprensivo, cariñoso y el mejor guía
que Dios pudo mandarme.
-Cada vez es peor.- Dije después de terminar mi desayuno.
-¿Por qué?-
-No lo sé.- Suspiré. –Lara ayuda y mucho pero incluso con ella ahí
él se presenta. Es... frustrante porque pienso que nunca se irá.-
-Claro que lo hará, Ana, fe y paciencia.-
-Ya llevo casi tres años unos tres más no me matarán.- Papá estaba
por agregar algo cuando hablé. –Iré al bosque.- Asintió.-
-Te cuidado, por favor.-
-Como siempre.- Fui rápidamente a mi habitación de nuevo por el
iPod de Lara antes de emprender mi camino al bosque.
Caminé a mi escondite tan lento como me fue posible, dejé que los
rayos del sol me bañaran y que el suave viento me arropara. Comenzaban esos
extraños días de sol y lluvia, de viento y tormentas. Era la época loca del año y he de
admitir que me gustaba un poco a excepción de las tormentas. Al llegar al lugar
busqué refugio debajo de un enorme árbol que era mi favorito para meditar.
Recordé con una enorme sonrisa mi primer beso con Lara, aún no
me creo que yo fui la que hizo el primer movimiento. Ni mucho menos creo que haya
sido yo la que pidió formalizar nuestra relación. Tantas cosas en tan poco tiempo y
todo gracias a mi Lara, mi chica con corazón de fuego. Como me encantaría tenerla
aquí diciéndome que todo marchará bien, que no hay nada que pueda conmigo, que
mi fuerza interna es más grande de la que creo. A veces, sólo a veces, lo creo, creo
en cada palabra que sale de la hermosa boca de mi novia.
Busqué quedar reclinada sobre el árbol, lo más cómoda posible.
Puse la lista de reproducción que Lara hizo para mí y cerré los ojos. Aquí nadie venía
nunca, por eso me sentía con la seguridad de "bloquear" mis sentidos un rato. Este
era mi lugar favorito en el mundo, después de los brazos de La, aquí me sentía libre y
dejaba que mis pensamientos fluyeran. Hoy sólo quería un poco de paz y reacomodar
la avalancha de emociones que hay en mí. Me dejé llevar por la música.

Look at the stars,


Look how they shine for you,
And everything you do,
Yeah, they were all yellow.
I came along,
I wrote a song for you,
And all the things you do,
And it was called "Yellow".
So then I took my turn,
Oh what a thing to have done,
And it was all yellow.
Your skin,
Oh yeah your skin and bones,
Turn into
Something beautiful,
Do you know?
You know I love you so,
You know I love you so.
No recuerdo cuánto tiempo estuve abrazada a Lara cuando me dijo
la letra de la canción y menos cuando me dijo que creyó que nunca se la dedicaría a
alguien. Era una canción perfecta para una persona perfecta. La forma en cómo sus
ojos brillaban cuando me lo decía es algo que guardaré en mi memoria para siempre.
Mi enorme amor por ella y lo mucho que significa para mí es un secreto entre Dios y
yo. Sólo nosotros comprendemos la magnitud de lo que ella representa en mi vida.
Repetí la canción unas quince veces y no me cansaba de
escucharla, Lara tenía una enorme facilidad para hacerme sentir especial y amada;
sobre todo eso, cada una de sus palabras, cada una de sus acciones me gritan lo
mucho que se preocupa por mí y eso es algo que nunca podré retribuirle lo suficiente.

Sentí un pequeño golpe en la pierna, abrí los ojos y tenía a Lara a


unos metros de mí con una enorme sonrisa. Me puse de pie y corrí tan rápido como
pude para echarme en sus brazos. Su risa se hizo presente y me dio un par de
vueltas en el aire. Enganché mis piernas a su espalda y me aferré a ella con fuerza.
-Te extrañé mucho.-
-Y yo a ti.- Respondí.
-¿Todo bien, preciosa?- Negué. -¿Qué pasó?-
-Él.- Sin soltarme escondió su cara en mi cuello.
-Ya estoy aquí.-
-Y no sabes lo mucho que me reconforta eso.- Me separé de ella, la
tomé del rostro y busqué sus labios. Un pequeño beso que le dijera lo mucho que me
hizo falta.
-Te amo, ¿lo sabes?-
-Sí, lo sé. También te amo, ángel.- Me sonrió.
-Amo cuando me llamas así.-
-Ya me lo habías dicho.-
-¿Algún problema si lo digo de nuevo?- De nuevo se escondió en mi
cuello y me hizo cosquillas. -¿Ah?, ¿algún problema?-
-¡No!- Me eché a reír de inmediato. –Lara, no puedo hacer mucho
esfuerzo.- Entendió y se echó a reír.
-¿No te enseñaron a ir al baño antes de salir de casa?- Le di un
golpe en el hombro antes de que me pusiera en el suelo de nuevo. –Quizá
deberíamos regresar a casa.-
-¿Por qué?-
-Omara está allí.- Agachó la cabeza. –Perdón por tomarme el
atrevimiento es sólo que...- La tomé de la mano lo cual hizo que guardara silencio.

-Está bien, amor. Gracias.- Me abrazó fuerte y yo le correspondí.


-Quiero que puedas dormir tranquila y él se vaya de nuestras
vidas.-
-Yo también.-
Caminamos de la mano por el bosque en silencio, por mi mente
miles de escenarios en los cuales podría decirle a Omara lo que estaba pasando y lo
que había desatado todo. Cómo le diría de mamá y de él, de los días sin comer, de
Elisa, quién era mi amiga en el burdel dónde vivíamos. Era mucha información y no
sabía cómo la diría. Cuando salimos del bosque Lara quitó sus dedos de los míos y me
abrazó fuertemente a ella, mostrándome su apoyo.
-Todo saldrá bien, preciosa.- Besó mi cabello.
-No quiero que estés ahí...- dudé –no es por falta de confianza.-
-No tienes que explicarme nada, cariño, lo entiendo. Estaré con tu
papá afuera para lo que necesites, ¿de acuerdo?- Asentí. –Nada hará cambiar lo que
siento por ti, quiero que entiendas bien eso, Anita. Te amo con todo mi corazón.- Nos
detuvimos frente a la puerta trasera de la iglesia. La abracé tan fuerte como me fue
posible y nos quedamos ahí unos segundos.
-Te amo, La.- Se separó de mí y acarició mis mejillas con sus
pulgares. Sus brillantes ojos me veían con mucho amor.
-Estoy muy orgullosa de ti; cada vez te veo más fuerte y eso me
hace feliz.- Tragué el enorme nudo en mi garganta. Si supiera que hace apenas unas
horas creía que no era digna de su amor... una vez más. Entramos y en el comedor
estaba papá platicando animadamente con la joven profesora. Al vernos ambos
sonrieron, papá se puso de pie.
-Queda en su casa, profesora, Lara y yo estaremos en la iglesia.-
Lara se dio la vuelta y antes de que comenzara a caminar tomé su mano. Se viró un
poco asustada pero la tranquilicé con una sonrisa; se acercó y depositó un suave beso
en mi frente.
-Todo estará bien.-
-Gracias.- Dije viéndola a los ojos. –No vayas a casa.-
-Claro que no. Estaré cerca.- Me sonrió y su vibrante mirada se
dirigió a Omara, le dedicó una cálida sonrisa y salió del lugar. Con sumo cuidado me
senté frente a la profe.
-Hola, Anita.-
-Hola.-
-Lara me dijo que quieres hablar conmigo, ¿en qué puedo servirte?-
Su voz era suave, más suave que de costumbre.
-Hay mucho que decir...-
-Comencemos por lo más reciente, ¿te parece?- Asentí. –Y que
quede claro que de aquí no sale nada. Tus secretos son los míos.- La vi y me sonrió,
hice lo mismo.
-Tengo problemas para dormir.-
-¿Insomnio?- Medité un poco, sí confiaba en ella pero no siempre es
fácil hablar de esto.
-Pesadillas.- Sentía su mirada sobre mí pero yo era incapaz de verla
a los ojos. No quería su compasión cuando le dijera lo que pasó.
-¿Sobre qué?-
-Una persona.-
-¿Te dice algo?- Negué. -¿Hace algo?- Asentí. -¿Qué hace esa
persona?- Tomé un respiro y hablé.
-Abusa de mí.-
-¿Lo has visto antes?- Asentí nuevamente. -¿Dónde?-
-En mi realidad hace unos tres años. Me violó.-
-¿Sabes su nombre?- Negué. -¿Recuerdas su rostro?- Asentí. –Dime
como era.-
-Olía siempre a limpio; sus trajes estaban impecables las veces que
llegaba ahí. Su colonia era fuerte e inundaba la habitación.- Cerré los ojos. –Tenía un
lunar detrás de la oreja y tenía una corbata muy particular que decía que era la de la
suerte.- Suspiré. –Azul con anclas rojas y blancas.- Era muy claro para mí. –Ojos
oscuros y a veces llevaba barba nunca bigote; blanco, muy blanco... se ve que se
cuida o se cuidaba. No creo que fuera de aquí.-
-¿Cómo llegó a ti?-
-A través de mi mamá. Ella se lo permitía a cambio de dinero.-
-¿Cuánto tiempo, Anita?-
-Más de un año hasta que papá me encontró.- Cerré los ojos, los
recuerdos inundaban mi ser en este momento. Todo, lo bueno, lo malo y lo peor. –Por
eso odio que me toquen.- Tomó un respiro.
-Usa una palabra para describirte.- Medité algunos segundos.
-Rota.-
-¿Qué está roto?-
-Todo.-
-¿Qué es todo?-
-Mi cuerpo, mi alma, mi corazón, mis emociones... todo.-
-¿Dónde queda Lara y tu papá?- La vi sorprendida.
-¿Cómo sabes...-
-No hay que ser un genio para sacar conjeturas. Te ve como si no
existiera nada más en el mundo y tú la vez de la misma forma.-
-La amo.-
-Y estoy segura de que ella también te ama a ti. Mi pregunta es que
si todo está roto en donde está ella.-
-No lo sé...- Mis ojos se llenaron de lágrimas. –Me trata como si
fuera normal.-
-Eres normal, Ana, fuiste víctima de algo atroz pero eso no te hace
menos. He ahí lo que ve Lara, una chica maravillosa, no una niña lastimada.- Vino a
mí la vez que La me puso frente al espejo y me dijo algo parecido. –Eres
extraordinariamente normal, Anita.-
-¿Y si me ama sólo por mis heridas?-
-Anita esa es una percepción muy pobre de ti y habla del poco amor
a ti misma. Suenas como si Lara viera en ti un proyecto de caridad y estoy segura de
que no es así. ¿Quieres que la llame para que lo compruebes?-
-¡No!- Intervine de pronto. –No, ella... ella ha sido maravillosa pero
a veces siento que merece algo mejor.-
-Por lo poco que conozco de Lara cuando algo no le agrada te lo
hace saber de inmediato. Dudo que sea diferente contigo.-
-Me protege mucho.-
-¿Por qué estás con ella entonces?- Su rostro se tornó más serio.
-Me siento segura.-
-¿Y tú crees que alguien que no te ama o que está contigo sólo por
lástima te haría sentir así?- Después de unos segundos negué. –Tenemos que
trabajar mucho en tu autoestima, Ana. Eres una maravillosa chica pero
lamentablemente eras la única que no lo ve.- Me quedé callada un momento.
-Yo debí defenderme... quizá él no hubiera dañado tanto.- Cerré los
ojos con una mezcla de dolor y desesperación.
-No fue tu culpa.- Dijo tranquilamente. Abrí los ojos y la vi
caminando a mí, arrastró su silla hasta quedar a unos centímetros de mí. –Lo que
pasó no lo provocaste tú, fuiste una pieza en el juego de dos personas enfermas pero
no fuiste el jugador. Abusaron de que estabas indefensa pero ningún comportamiento
tuyo hubiera cambiado lo que pasó.- La quedé viendo. Hablaba del tema como mucha
familiaridad; después de unos segundos vi como sus ojos se llenaron de lágrimas. –Mi
hermanita también pasó por esto pero para ella no hubo ayuda... y la buscó sola.-
Tragué.
-¿Sola?-
-Ella y una soga atada a la ventana de mi casa.- Un sepulcral
silencio nos invadió. -Ahora está con Dios siendo feliz y libre de culpas infundadas.-
Agachó su rostro.
-Lo siento muchísimo, Omara.-
-Yo también pero no dejaré que vuelva a pasar. Tantas señas y
nunca hablamos, nunca hicimos algo hasta que la encontramos colgada. Sólo una
pequeña nota la acompañaba; "No puedo vivir con tanto dolor y suciedad". Entonces
lo comprendimos pero era demasiado tarde.-

-De verdad lo lamento.-


-Muchas veces no podemos hacer mucho para cambiar a las
personas u oponernos a lo que hacen pero definitivamente podemos ayudar a que no
pasen de nuevo.- Me vio con ojos llenos de esperanza. -Te voy a ayudar, Anita y
necesitas poner mucho de tu parte para que las cosas funciones.- Asentí. Tomó su
bolso y sacó unas hojas y un bolígrafo. –En una hoja escribirás tus defectos y en
otras tus virtudes.-
-¿Cuántas?-
-Las que creas necesarias, las más importantes, las que se te
vengan primero a la mente... lo que quieras compartirme.- Le sonreí y ella hizo lo
mismo. –Te daré unos minutos, ¿ok?-
-Ok.-
La lista de defectos no fue nada difícil de hacer, de hecho mis letras
fluyeron mucho con esa hoja; me llevó apenas unos minutos hacerla. La lista era
grande, muy grande para una simple chica de quince años, casi dieciséis pero no
todas las chicas de dieciséis años fueron usadas como moneda de cambio para
conseguir drogas o pasaron días sin comer. Después de muchos intentos y mucho
pensar terminé la lista de virtudes. Cuando quedé conforme le dije a Omara.
-Bien, Anita léelos.-
-¿Yo?-
-Tú.- Me sonrió.
-¿Con qué quieres que comience?-
-Defectos.-
-La lista es larga.- Suspiré. –Soy insegura; no me quiero; no soy
buena haciendo amigos; me cuesta hablar con la gente; me cuesta tomar decisiones;
no pido ayuda cuando la necesito... no soy buena hija.-
-¿Por qué?- Me interrumpió.
-Porque no he dado muchas alegrías a mi padre.-
-Ay, Anita estás muy lejos de ser una mala hija.- Se aseguró de
que la viera a los ojos. –El que tengas una batalla constante y las lágrimas o las
pesadillas sean parte de esas batallas no te hacen una mala persona, al contrario. Te
hacen un ser humano que está buscando salir adelante.- Me sonrió. –Ahora tus
virtudes.-
-Em... aprendo rápido.- Me quedó viendo esperando más pero nada
más salió de mi boca.
-¿Sólo?- Asentí. –Espera un rato.- Caminó a la iglesia y un rato
después apareció con Lara. –Lara, ¿puedes decirme cinco cualidades de Ana?- Mi
novia estaba seria y me veía fijamente.
-Es noble, la persona más noble que he conocido; es bondadosa, no
duda en dar lo que tiene a quien lo necesite; sabe escuchar; es comprensiva; siempre
busca el lado bueno a todas la cosas por más terribles que se vean; es increíblemente
inteligente y su memoria es envidiable; siempre está sonriente y contagia esa alegría
con la gente a su alrededor; es amorosa...- Omara levantó la mano lo que hizo que
Lara guardara silencio.
-Eres humilde; te gusta apoyar a la gente; eres respetuosa; eres
muy responsable; cocinas muy bien- sentí los ojos llenarse de lágrimas al escucharlas
decirme esto- eres muy elocuente para hablar, te expresar muy bien.- Suspiró. –No
nos alcanzaría la tarde para hablar de tus cualidades, Ana.- Buscó la mirada de Lara.
-¿Pensarías lo mismo de ella incluso si no tuvieran esta conexión?-
-Desde luego, son cualidades que saltan a primera vista; yo tengo
la fortuna de tener una relación más profunda con ella y puedo ser testigo y
receptáculo de esas cualidades. Es una chica maravillosa.- Agaché la cabeza. -¿La
puedo abrazar?- Preguntó con cierta desesperación.
-Claro que puedes.- Sentí a Lara acercándose a mí, me puse de pie
y en segundos sentí sus brazos alrededor mío.
-Perdón, La.-

-¿Por qué?-
-En la mañana nuevamente pensé en que no debía estar contigo...-
Sentía las lágrimas correr por mi rostro. –Sentí que no merecía esto.- Por algunos
segundos no dijo nada y se limitó a abrazarme fuertemente.
-No tienes que disculparte, cariño esta es una batalla larga y las
dudas se hacen presentes cada día.- Besó mi cabeza. –Gracias por decírmelo.- Me
atrajo fuertemente a ella antes de soltarme. –Estaré afuera.-
-Gracias, Lara.- Dijo Omara.
-Un placer.- Respondió viéndome con una sonrisa que imité.
-Lamento haber hecho eso- decía mientras nos acomodábamos de
nuevo en nuestras respectivas sillas- pero era necesario.-
-Ella me lo dice constantemente... sólo me cuesta creerlo.-
-Tengo la teoría de que quizá no se lo dijimos suficiente a mi
hermana y que no estuvimos para ella cuando más nos necesitaba.-
-Y a mí me lo dicen y no lo creo.-
-No lo dije con esa intención, Ana, pienso que es hasta es
entendible que creas eso porque te sientes...-
-Sucia.- Complementé.
-Después de lo que pasó con mi hermana me sumergí a estudiar
casos, a pasar tiempo con hombres y mujeres que han pasado por esto y encontré
infinidad de patrones pero también encontré casos particulares donde las personas se
sobreponen a un evento así con suma facilidad.-
-¿Cómo?-
-Reenfocando su energía y claro apoyados por su familia y muchas
veces un poder Superior.-
-Dios.-
-Lo que ellos conciban como un poder Superior.-
-¿Crees en Dios?-
-Sí, sin embargo no aliento las doctrinas religiosas, sin ofender.-
-No te preocupes. Gracias por tu honestidad.-
-Tú, ¿crees en Dios?-
-Por supuesto.-
-¿Crees que las personas que llegan a tu camino las manda Él?-
-Definitivamente. Para bien o para mal.-
-Pero no crees que Él mande a una buena persona a ayudarte a
sanar tus heridas.- Me quedé callada un momento. –Es una contradicción, crees pero
no confías en lo que tu círculo cercano te dice...-
-Me han dañado en el pasado.-
-Lo sé y lo entiendo es sólo que me parece muy peculiar que creas
en algo grande y no confíes en lo que te manda.- Me sentía ofendida.
-¡Me violaron!- Me puse de pie y prácticamente la enfrenté -¡Mi
propia madre permitía el abuso y me dejaba sin comer!, ¿cómo demonios confío en la
gente a mi alrededor?- Su semblante seguía sereno y extrañamente tranquilo. Con
cuidado se puso de pie y extendió su mano; asintió como pidiendo que confiara en
ella. Dudosa tomé su mano y me guió al patio de la casa.
-Pido mucho pero confía en mí, por favor.- Seguía molesta por sus
absurdas preguntas. Se hincó frente a mí y fijó su vista en la mía, segundos después
hice lo mismo. –Cierra los ojos.-
-¿Qué?-
-Cierra los ojos.- La vi con cierta molestia pero lo hice. –Respira
profundo sin lastimarte- lo hice -una vez más.- Sentía mi corazón latiendo a mil por
hora. –Describe donde vivías.-
-Mamá decía que era una casa compartida pero en realidad era la
parte de atrás de un burdel donde ella trabajaba... era de color celeste pero no se
veía lindo. Había grietas en las paredes, olía a humedad, a cigarros y alcohol.- Mi
mente estaba regresando a ese horrido lugar.

-¿Cuántos cuartos había?-


-Diez. Mamá y yo dormíamos en los últimos... estábamos cerca de
la cocina y del... calabozo.-
-¿Ahí pasaba?- Asentí. –¿Cuántos años tenías?-
-Casi los doce cuando todo comenzó.-
-Regresa tu mente a ese lugar, Ana. No escucharás nada más que
mi voz a partir de ahora.- Suspiró.- Te ves más pequeña, quizá con el cabello más
corto, quizá sucio, más delgada que ahora...- De pronto un enorme nudo en mi
garganta me impedía hablar pero me sentía ahí de nuevo. –El olor, los colores pálidos
al igual que la gente de ahí; sin vida.- Me dio un momento y habló cuando vi una
lágrima correr por mi rostro. -¿Dónde estás?-
-Escondida viendo como las mujeres comen, incluida mi madre... no
se fija en mí; tiene un cigarro en una mano y un pan en la otra. Ríe a carcajadas...-
-¿Con quién está?-
-Las otras chicas están ahí con ella... alguien deja caer algo al
suelo... un pedazo de carne, voy por él.- Buscó encontrar mi voz de nuevo. –Ella
patea el trozo lejos de mí y regreso a mi escondite.-
-Alguien llega- niego con la cabeza –pisadas fuertes, pasos
pesados- las lágrimas fluyen ahora y ahogo mis sollozos; no le gusta que llore.
–Escuchas la puerta del calabozo se abren, es hora. –Niego con fuerza. –Tu madre te
llama; sales de la habitación y su olor te abruma, sabes que es él. Tienes que ir.-
-No quiero.-
-Es tu obligación, Ana. Camina.- Me veo frágil y temerosa
caminando hasta el lugar con pasos cortos, tratando de evitar que el momento llegue.
–Abres la puerta y te encuentras con una sorpresa; está de rodillas frente a ti con las
manos atadas a la espalda. Sigue impecable como siempre pero inmóvil.- Lo veía,
ahora él era el vulnerable. -¿Lo ves?- Asiento. –Cierra bien la puerta, tienen asuntos
que tratar.- Me veo haciendo todo lo que Omara me dice, en este punto siento como
que es una pequeña voz en mi cabeza; lo huelo a él, huelo el calabozo, lo veo
tangiblemente frente a mí. –Es tu momento, Ana. Dile.- Algo hizo erupción en mí,
algo dentro de mí luchaba por salir con fuerza.
-No tenías derecho, yo no te hice nada... ¿tienes idea de lo que
causaste en mí?- Sollocé. –Yo no quería esto; te imploré mil veces que te detuvieras
y nunca lo hiciste. Era como si yo no existiera, como si fuera un objeto más de ese
lugar.-
-Se está riendo, se burla de tus palabras.- La ira iba acumulándose
más y más.
-¡Te odio!, ¡maldigo la hora en la que te conocí! Eres el ser más
despreciable que he conocido; tú y lo que se hacía pasar como mi madre son una
maldición para mí. Ustedes son los culpables de mis pesadillas y de no sentirme digna
de nada.-
-¿Por qué sigue riendo?- Lo veía, maldita sea, lo veía sonriendo.
-¡No tienes el control!, ¡ya no más! No tienes más poder sobre mí;
no soy tú. Me niego a ser una extensión tuya o de mi madre. Ya me harté de esta
patética vida por culpa de ustedes; déjenme ser libre de una maldita vez.- Me
estremecí al sentir un objeto en mi mano.
-Que no se levante.- Dijo la mujer; su voz se escuchaba al lado
mío; de inmediato estrellé el objeto contra el piso tan fuerte como pude, una, dos,
tres, cuatro, cinco, seis... después del ese golpe dejé de contar y me enfoqué en la
liberación de mi odio, del rencor, del dolor y todo lo que traía cargando. –Uno más
con fuerza.-
-¡Ya no más!- Grité cuando di el golpe final y dejé caer el objeto
que Omara me dio.
Respiraba trabajosamente; mi pecho subía y baja violentamente;
las manos me ardían del esfuerzo que hice pero me sentía extrañamente ligera, más
liviana. La mujer se acercó a mí y con cuidado tomó mi mano.

-Tu Dios siempre estuvo contigo, Ana porque esto pudo ser mucho peor pero Él no lo
permitió. Y constantemente te manda bendiciones, es hora de abrir los ojos.- No
sabía si era una orden o una metáfora pero lo hice; la encontré sonriéndome con
dulzura. No dudé en aventarme a sus brazos y echarme a llorar.
Ella debe estar incluida en esa lista de bendiciones que Dios
constantemente me manda; entendió a la perfección mi enorme necesidad de
desahogo. Había tanto dentro de mí pero temía que no lo comprendieran o que me
vieran con lástima; es lo último que necesito. Sólo busco un lugar donde me sienta
aceptada con todo y mi equipaje.
-Gracias.- Dije entre sollozos.
-Un ser humano tan maravilloso y bueno no puede cargar con
tanto, Ana, te doy mi palabra de que voy a estar para ti cuando lo necesites, a la hora
que sea, sólo tienes que venir a mí. No estás sola, nunca lo estarás más.- Me aferré a
ella con más fuerza y nos mantuvimos así por varios minutos hasta que sentí que
movió su cabeza. Se despegó de mí y sentí a papá abrazarme.
-Papi...- Con la voz entrecortada hablé; había tanto que quería
decirle, tanto que agradecerle pero la voz no me lo permitía así que me limité a
abrazarlo tan fuerte como pude. Lo escuché sollozar también. –No llores.-
-Eres mi vida, Ana todo lo que te afecta me afecta; tus victorias y
tus derrotas son las mías. Siempre serás el centro de mi universo, hija. Nunca lo
dudes.-
-Gracias, papá, sé que no es fácil, es una tarea muy compleja...-
-Eres la bendición más grande que Dios me ha dado; no eres una
tarea, no eres una carga, cuando llegaste a mí fuiste mi salvación, hija.- No dijimos
más y me quedé en los brazos del hombre que más amo en el mundo. Después de
unos minutos recosté mi cara sobre pecho y a lo lejos divisé a Lara de cuclillas con el
rostro bañado en lágrimas viéndonos.
-La...- Papá me soltó; me puse de pie pero las rodillas me dolían
por haber estado tanto tiempo hincada. Comencé a caminar y vi a Lara ponerse de
pie de un brinco y caminar a mí con pasos rápidos que hicieron que llegara a mí en un
instante. Como en el lago me levantó y enredé mis piernas en su cintura. –Mi ángel.-
-Te amo, Ana- su voz falló –nunca voy a amar como te amo a ti;
nadie hará latir mi corazón como lo haces tú...- Se detuvo porque sus sollozos se
incrementaron. –Estoy tan orgullosa de ti.-
-Nunca me dejes, La por favor.-
-Nunca, cariño.- Busqué sus labios y dejé un corto beso que sabía a
ella y a nuestro dolor. Sus lágrimas y las mías se encontraron antes de volver a
esconderme en su cuello y sentirme un más libre que nunca.
Regresamos los cuatro a la cocina, ahí Omara explicó que rara vez
ha usado este tipo de desfogue en una primera sesión pero entendió que mi problema
más grande no es la violación en sí, ni mi poca autoestima sino que todo lo guardo
para mí y según sus palabras "el agua que se estanca se apesta pasa lo mismo con
los problemas". Agradecí por su terapia y acordamos vernos un par de veces por
semana para trabajar y buscar una solución. Aplaudió a Lara por la iniciativa de
querer ayudarme y le dijo que eso mostraba su nivel de compromiso para conmigo.
Papá también se mostró muy contento con esta decisión y está demás decir que
apoya esto fervientemente.
Después del protocolo de despedida y de comer decidí darme una
ducha rápida, cuando salí encontré a Lara muy concentrada en mi escritorio. Cuando
me acerqué a ella vi unas lágrimas en sus ojos, entendí lo que hacía; le di un beso en
la frente y salí del lugar. Necesitaba privacidad para eso.
Me quedé en la iglesia, papá había ido a la casa de Ofelia y mentiría
si dijera que no me preocupa que Ofelia le diga a sus padres y éstos a papá. Y mi
miedo más grande es que lo rieguen por todo el pueblo y se vayan en contra de papá
porque sé que me defenderá con uñas y dientes y defenderá mi relación con Lara. Y
sé que no tendrán piedad y se irán en contra de nosotros.

En silencio hice unas cuántas oraciones y pedí por el descanso de la hermana de


Omara. Y aunque me hizo enojar, de alguna extraña manera tenía un punto, hablaba
de fe y de creer pero aparentemente no confiaba en Él ni en sus tiempos. Pedí
perdón, justificándome un poco pero pedí perdón y me prometí luchar por dejar atrás
los demonios. Por mí. Sólo por mí porque realmente quiero ser libre y no un
espejismo de lo que es ser feliz.
No sé cuánto tiempo después escuché la puerta de mi habitación
abrirse y unos segundos después apareció Lara con los ojos hinchados de tanto llorar.
Se recostó en la banca y dejó su cabeza sobre mis piernas. Acaricié su cabello y su
rostro enjuagando las lágrimas que caían sobre sus mejillas.
-Por fin pude escribirla y terminarla.-
-Estoy muy orgullosa de ti.- Respondí.
-Podría decir lo mismo; tu valentía, lo que hiciste hoy fue lo que me
dio valor de hacer esto.- Me incliné y besé su frente. –Ten- me dio un sobre hecho
con una hoja de libreta- quiero que tú la tengas o en un arranque de enojo la voy a
romper. Me conozco.-
-Está bien.- Sonreí.
-Puedes leerla si quieres; así vas a conocer un poco mejor a la
bruja.- Asentí. -¿Cómo estás?-
-Me siento muy ligera, no sé cómo podría describir esta sensación.
Siento que estoy flotando.-
-No sabes cuánto me alegra eso, cariño.- Tomó un mechón de mi
cabello y jugó con él. –Ven a casa conmigo hoy, no quiero dormir sin ti.- Asentí sin
pensarlo mucho.
-Tampoco quiero dormir sin ti. Mi cama se siente extraña cuando no
estás.- De pronto Lara se echó a reír. -¿Qué pasa?-
-Dos mujeres hablando de extrañarse en las noches y en su cama
frente al hombre en la cruz y en una iglesia. Debemos ser las herejes más grandes de
la historia.- También me eché a reír. –Venderíamos muy bien esta novela, cariño,
"Chicas de la Iglesia"- hizo la seña con las manos como si estuviera viéndolo en un
cartel.
-No queda porque tú no eres una chica de la iglesia, en todo caso
sería yo.-
-Ya sé, "La Hija del Pastor". –Echamos a reír. –Al menos
levantaríamos curiosidad...-
-Y mucha controversia. Prefiero que la historia se quede para
nosotras nada más.-
-No compartiría al mundo lo feliz que me haces, nos envidiarían.-
Le sonreí.
-Te amo, La y muero por vivir contigo lejos de los prejuicios.-
-Penosamente el mundo aún está lleno de eso pero somos podemos
mostrarles lo que es el verdadero amor- llevó su mano a mi mejilla- podemos
mostrarles que el amor en la manos adecuadas puede ser un bálsamo. Tal como lo
eres tú cuando me abrazas o me besas.-
-Tal como lo eres tú cuando me abrazas o me llamas cariño.-
Sonrió. –Iré a guardar una muda de ropa y mis cosas para irme contigo.-
-Ya lo hice.-
-¿Cómo sabías que diría que sí?-
-Fácil, nena, soy irresistible.- Sonreí.
-Claro que lo eres.- Llevé mis labios a los de Lara y los mantuve ahí
por unos segundos. Vino a mí la pregunta de Omara: ¿dónde queda Lara? Ella está en
los pedazos que ella misma ha cosido; se ha hecho un lugar en mi corazón con cada
palabra, con cada acción, con cada abrazo, con cada beso... con cada te amo. Lara es
mi corazón. Entonces entendí más a la mujer que pasó conmigo la tarde, ¿cómo
puedo dudar de sus palabras?, ¿cómo puedo dudar del ángel que Dios me mandó? No
creo en muchas cosas pero creo que ella y yo hemos sido amantes eternas destinadas
a encontrarse en cada vida.
-¿En qué piensas?- Me regresó a la realidad.
-Pienso en las maneras de agradecerle a Dios por ponerte en mi
camino.- Sonrió dulcemente. –Y pienso que tendremos mucho tiempo para nosotras
en nuestras vidas siguientes. Estamos por siempre destinadas a amarnos, La.-
-Acepto gustosa esa enmienda.- De nuevo la besé. Hoy me siento
un poco más libre y un poco más digna de ella. Es un día muy bueno para estar viva.
A/N Happy Halloween, queridos lectores. He aquí una calaverita
para ustedes ;)
Este capítulo es muy especial para mí, es el desahogo de Ana y he
sido testigo de personas que han pasado esto que nunca, nunca encuentran la forma
de dejar salir algo así. Es capítulo es para todas esas personas que conviven con su
demonio todos los días y se las arreglan para dar una sonrisa. Hay luz al final del
túnel, busquen ayuda pero no se dejen hundir. Nunca, nunca se rindan. Es una
bendición y una maldición trabajar con personas que han pasado esto; bendición
porque he conocido a personas tan maravillosas detrás de tanto dolor y las he visto
brillar de nuevo. Maldición porque he escuchado de lo que puede ser capaz un ser
humano y eso me enferma. Siento que esta historia es para lo que muchas y muchos
callan. No son los únicos y eso de alguna forma u otra reconforta ya que puedes ver
como muchos retoman su rumbo, ¿por qué tú no? :)
Vamos progresando capítulo a capítulo y aunque no estamos cerca
del final, se vienen capítulos muuuuuy intensos. No saben la alegría y la satisfacción
que me da leer sus comentarios, sus mensajes en twitter, los mensajes privados, en
serio le hacen mucho bien a mi corazón; son maravillosos!!!
No hay palabras suficientes para agradecer a mi compi por ser mi
porrista cuando estoy hasta el c*lo de estrés o por ser mi bully cuando la señorita
está aburrida. Es un maravilla escribir con ella y crear algo que me llena de tanta
satisfacción como lo es "Almas Capturadas".
Como siempre pasen al @circulcolibri para muchas historias de
muchas índoles. Nos leemos en twitter @Alexita_May para spoiler o puterías mías.
Y bueno, aprovechando el puente les regalo un capítulo más.
Felices días de descanso (si es que los tienen) y si no pues no xD Espero que nos
leamos muy pronto.
Abrazos enormes desde un lugar con olor a incienso y cempasúchil
;)
Ale.
Capítulo 27

-Ya tenía hecha la maleta, no entiendo por qué tardas tanto, rubia
tonta.- Estaba sentada en la cocina esperando por mi novia.
-Estoy guardando tu carta, fastidiosa.- Respondió desde su
habitación.
-¿Estás removiendo la pared o qué mierda?-
-¡Lenguaje!-
-"Lenguaje"- Me mofé en voz baja.
-Te estoy escuchando, Lara.- Me eché a reír.
-Está oscureciendo, mueve tu preciso trasero.- Justo en ese
momento salió. -¿Ya?, ¿o todavía tienes que ir a si ya pusieron los puercos?- Se
acercó sólo para darme un golpe en el hombro.
-¿Ya pusiste?- Me sorprendió su respuesta y vi el intento que hacía
por no reírse.
-¿Con que así nos llevamos?- Dio un paso más y se sentó en mi
regazo.
-Te amo.-
-No, nada de eso, me acabas de llamar puerco.-
-Pero eres un puerco lindo.-
-Sí, eso lo arregla todo.- Besó mi mejilla. –No, Ana, nada de
sobornos, ni besos, ni tus artimañas.- Nuevamente dejó un sonoro beso en mi mejilla.
-Vamos ya, sensible.-
-Bien, ni dos meses de noviazgo y ya me tratas así.-
-Y espérate a que nos casemos.- Me sonrió con ternura.
-No voy a caer, rubia.- Se echó a reír.
-No me culpes por intentarlo.- Tomé su mochila y la puse sobre mi
hombro. –Oh- sacó un papel de sus jeans- la nota para papá.- La dejó visible sobre la
mesa. –Listo.-
-Bien, majestad, andando.- Comenzamos nuestro camino a casa;
ella llevaba su mochila con ropa y yo la mochila con sus libros, la que pesaba más.
-¿Me vas a decir?- Habló después de unos minutos.
-¿Qué cosa?-
-El significado de majestad.-
-Ya te lo dije- me encogí de hombros- pero babeabas tu almohada
así que no lo recuerdas.-
-No es cierto.-
-Claro que sí, te lo dije.- Vi su carita llenarse de confusión y luego
vio al cielo estrellado.
-Fue eso entonces, no se vale.-
-¿Había reglas?-
-Sabías que no lo recordaría.- Se quejó.
-Justo por eso lo hice.-
-Tramposa.-
-Creí que era un puerco.-
-Puerco tramposo.- Me eché a reír, me acerqué a su oído.
-También te amo.- Llegamos a la casa entre bromas y leves
empujones en cuanto cerré la puerta buscó mis labios con cierta desesperación. La
apreté de las caderas y la arrastré hasta que topamos con el sillón. Se detuvo para
tomar aire.
-Te amo, puerquito.- Aún con la poca luz podía ver su brillante
sonrisa.
-Me lo voy a creer y dejaré de comer.-
-Como si fuera posible.- Dejó un pequeño beso en mi mandíbula.
–¿Quieres cenar algo?-
-Pero por supuesto que sí.- Se echó a reír. -¿Cereal?- Asintió.
La mandé a la cama mientras nos preparaba el cereal; me aseguré
de cerrar bien la puerta y las ventanas de la casa. El doctorcito no me daba muy
buena espina, en absoluto así que tomaba tantas precauciones como se podía. Llegué
a la cama y Ana estaba recostada sobre el lado derecho, su preferido.

-Hola.- Le sonreí.
-Hola, La.- Le pasé el bowl con cereal antes de meterme a la cama
con ella. –Provecho.- Comimos en silencio por varios minutos, Anita tenía mucha
hambre y era raro verla comer con tanto entusiasmo. Dejó su bowl en el buró y
habló. –Se llamaba Elisa.-
-¿Quién?-
-La chica del burdel.-
-No tienes que...-
-Quiero que sepas- tomó un respiro. –cuando él nos vio nos
tomábamos las manos y estábamos muy cerca la una de la otra... no podría decirte a
ciencia cierta si queríamos besarnos o qué simplemente estábamos cerca, él sacó sus
conclusiones.- Sonrió con tristeza. –Esa fue la primera vez que fue muy rudo conmigo
y desde ahí siempre fue agresivo, casi con odio. Decía cosas como que era muy
bonita pero un desperdicio de mujer; que no podía compara una... vagina con un
pene. Me decía que él me prepararía para ser una buena hembra.-
-¡Qué hijo de perra!-
-Lo odio, La- dejé mi bowl y me acerqué más a ella –hoy comprendí
que no pasa nada si lo admito, me lastimó.- Agachó la cabeza. –Cambió mi vida... te
amo, no lo dudes pero a veces me pregunto qué hubiera pasado si él no hubiera
llegado a mi vida. Sé que no estaba en el mejor lugar pero... no sé, a veces mi mente
divaga.-
-También la mía lo hace- la abracé –pienso en mi vida en Texas y lo
que sería de mí si siguiera allá. Quizá ya hubiera caído en la cárcel, otra vez, o ya
hubiera hecho algo de lo que me arrepentiría toda la vida. Creo que es normal pensar
en el qué hubiera pasado...-
-Lo que es malo es vivir entre hubieras y fantasías.- Asentí. –Es
momento de enfrentar mi realidad.-
-¿La querías?- Asintió. -¿Mucho?-
-No la amaba, Lara pero sé que había algo fuerte entre nosotras...
una conexión. No se compara con lo que tenemos nosotras pero había algo.-
-Si la vieras otra vez...-
-No te miento, me gustaría saber de ella pero sólo para saber si
está bien, si es feliz y nada más.- Me mantuve en silencio. -¿Te molesta?-
-No, para nada; hacerlo sería como molestarme por tu forma de
ser. Te preocupas por la gente que no conoces qué de menos con alguien que es
importante para ti.-
-Fue, Lara, fue.-
-Fue.- Susurré.
-¿Celosa?- Me sonrió.
-Un poco.- Suspiré. –Es inevitable.-
-Yo te estoy hablando de tomarnos las manos y de abrazos
esporádicos, tú ya estuviste con otras personas, ya besaste otros labios y me
enloquece.- Buscó mi mano. –Alguien más ya vio lo maravillosa que eres.-
-Lo mejor de mí sólo te lo he dado a ti, Ana- le dije con honestidad
–y no pretendo hacerlo con nadie más.- Apretó mi mano y me sonrió.
-¿Cómo fue tu... primera vez?- Sonreí.
-Parece ser la noche de las confesiones- una pequeña risilla escapó
de sus labios –así que puedo decirte.- Cerré los ojos regresando a ese momento.
–Kevin Youngblood, capitán del equipo de softball, un par de años más grande que
yo; sus papás tienen una fructífera empresa de catering en el sur de Estados Unidos y
tiene mucho viñedos. En mi rol de Regina George- me vio confusa –la abeja reina en
la escuela estaba casi destinada a estar con un chico así por lo que me mantuve con
él. Pasó y unos meses después terminó. No fue lo que esperaba pero tampoco fue
algo terrible.-
-¿Era lindo contigo?-
-Era detallista pero debíamos aparentar... no sé si lo hacía por mí o
por lo que representábamos.-

-¿Te trató mal alguna vez?-


-No. Era un buen chico sólo que no lo sentía cuando estaba con él.-
-¿Besaba bien?- Negué.
-Sentía que a momentos me succionaría el alma, era un poco
bruto.- Se echó a reír.
-¿Seguías en contacto con él?- Negué. -¿Y el otro chico?-
-Estuve con él porque era primo de Regina, un clon de Olivia, ella
me decía que no había mejor partido para mí que él y para que dejara de joderme
salí con él un tiempo. Igual que con Kevin... no sentía una conexión con ellos, ahora
sé por qué.- Me acerqué más a ella y la besé.
-¿Tus amigas aceptaran esto?- Se escuchaba preocupada.
-Me importa una mierda lo que piensen, Ana.-
-Pero te van a hacer a un lado y dejarte...-
-¿Sola? Cariño, no éramos amigas, éramos un grupo de personas
que se sentían con el poder de hacer y deshacer porque el dinero lo permite.
Estábamos "juntas" por mera preservación. No era una linda persona allá.-
-Me cuesta creer eso.-
-Estatus sociales... creía que debía mostrar una cara para ser
respetada y que nadie se metiera conmigo y las personas que estaba a mi alrededor
tampoco eran muy lindas. Un pueblito en un rincón de México me hizo cambiar mi
perspectiva.-
-¿Y si no te respetan?- Reí.
-Oh, lo harán, créeme.- La abracé. –Nunca dejaría que te pase algo
malo lo sabes, ¿cierto?- Asintió. –Aquí o en China tu bienestar es mi prioridad; todo
estará bien.-
-Te creo.- Buscó mi pecho y se recostó. –Gracias por lo de hoy.-
-¿Por llamar a Omara?-
-Sí, por llamarla, por quedarte ahí, por entrar a decirme lo que
siempre me dices, gracias por todo, Lara. Eres lo mejor que me ha pasado.-
-También creo que eres lo mejor que me ha pasado, Ana- busqué
sus labios- te amo.-
-Y yo a ti, ángel.- Se movió hasta quedar sobre mi estómago; por
varios minutos sólo me dediqué a jugar su cabello. -¿Qué es lo que más te gusta de
mí?- Sonreí.
-¿Por qué lo preguntas?- Tenía una leve idea de a dónde iba esta
conversación.
-Quiero entender qué ven en mí, que me hace tan "especial" para
ustedes... porque yo no lo veo.-
-Lo que pasó hace que te veas como una persona indigna de todo lo
bueno del mundo y todo eso forma un tipo de... barrera que impide, incluso ver
dentro de ti pero créeme que hay muchas cosas preciosas dentro de ti. Me alegra que
me preguntes eso, cariño.-
-Quiero verlo, La.- En ningún momento dejé de jugar con su
cabello.
-Es una pregunta sumamente compleja porque amo cada parte de
ti; todo lo que tú eres yo lo amo con locura...- me quedé pensando un momento- lo
haré un poco general porque no podría quedarme con una sola cosa o quizá sí, al
final, cuando tenga el resumen de todo pero es una decisión muy difícil no quiero que
lo tomes a mal- se echó a reír- ¿qué?-
-Estás divagando, La.-
-Perdón.- Me disculpé con una risilla. –Bien, físicamente eres más
que hermosa... recuerdo pensar, cuando estaba descifrando lo que sentía por ti, que
había visto y conocido a gente ridículamente hermosa; piel perfecta, cabello más
cuidado que yo y rostros atractivos pero nada ni nadie me impresionó como lo hiciste
tú. Tu rostro, tu cabello, tus ojos, tus labios, tu nariz hacen, en conjunto, algo
divino... algo sumamente extraordinario. Eres mi novia y puedes pensar que estoy
casi obligada a decir esto pero absorbí tu belleza desde el primer día que te vi. Algo
en ti me cautivó.- La sentí aferrarse más a mi cintura. –No te sonrojes.-

-Es un poco difícil no hacerlo con lo que me dices.-


-Si pudiera elegir elegiría tus labios porque amo su forma, su sabor,
su textura, la forma en como se mueven con los míos. Amo la forma en cómo me
dicen que me amas...-
-Lo hago.- Sonreí.
-Ahora, lo abstracto, lo intangible, lo que hace que cada día me
enamore más y más de ti- dejé de jugar su cabello y comencé a acariciar sus brazos-
admiro tu mente, como trabaja, como constantemente está creando, amo como
percibes al mundo sin maldad y sin malas intenciones. Pero también amo tu corazón,
la pureza de tus sentimientos... yo no sabía de amar al punto de necesitar
desesperadamente el bienestar de alguien hasta que te encontré. Me atrevo a decir
que lo aprendí de ti; lo veo en la forma en como cuidas a tu papá, en tu forma de
dirigirte a la gente y de hacerlos sentir a gusto con ellos mismos. Y claro, lo veo en la
forma en como cuidas de mí. Eso es algo magnífico que confirma que eres una
mensajera de Él... lo que habita en tu corazón escasea en este mundo, mi amor.-
Luchaba, mi princesa estaba en el castillo esperando a ser rescatada pero yo quiero
que se dé cuenta que ella tiene la llave de ese calabozo. Todo está dentro de ella.
–Eso es lo que veo, es lo que percibo y sobre todo es lo que me haces sentir. Me
siento capaz de tocar las estrellas cuando estoy contigo, Ana. Eres magia.-
-¿Soy magia?- Podía palpar la duda en su voz.
-Lo eres, eres una mezcla de lo real, lo más perfecto que puede
haber en el mundo y tienes una pizca de extraordinario, de eso que crees que nunca
vas a encontrar en tu puta vida ni porque lo busques debajo de las piedras. Eso que
te hace sentir la persona más afortunada del mundo; eso que te hace sentir como si
no te hace falta nada más, eso está en ti por eso me niego a vivir sin ti, por eso te
amo de esta incomprensible manera.- La escuché sollozar. –No, Anita no llores, por
favor.- Me senté y la acaricié. –No más lágrimas, cariño.- Se sentó y se abalanzó
sobre mí. –Tranquila, por favor.-
-Te amo, Lara creo que nunca vas a ser capaz de entender lo que
eres en mi vida y lo que has causado en mí.-
-Ni tú, mi amor, ni tú.-
-Nunca me dejes, por favor.- Se aferró fuerte a mí. –Lara,
prométeme que no me vas a dejar.-
-Te lo prometo, Ana, no te voy a dejar.- Besé su cabello. –En tanto
tú me prometas no dejarme.-
-No podría vivir sin ti.-
-Es bueno saber eso.- La besé; se acomodó sobre mi pecho y cerró
los ojos. Nos mantuvimos en silencio por algunos minutos y amaba la sensación de su
pecho latiendo sobre mi costado. Era mi señal de que estaba ahí conmigo; su aliento
sobre mi pecho me decía lo tangible que era en mi vida. Tampoco podría vivir sin ella.
-¿Puedes poner música?-
-Claro, pero necesitas desenredarte de mí para poder ir por la
computadora a la cocina.- Besé su cabello y se soltó de mí. Corrí a la cocina y pasé
por el cargador a la sala antes de regresar donde ahora Ana estaba reclinada sobre la
cabecera de la cama. -¿Qué quiere escuchar, majestad?-
-Yellow.- Sonrió.
-La estuviste escuchando toda la mañana si no me equivoco.- Dejé
la computadora sobre la mesita de mi lado. –Dejemos que el azar nos ayude.- Di play
a la música mientras iba al baño a lavarme los dientes y Ana hizo lo mismo. Cuando
regresemos una canción suave tocaba.
Dejé que el modo random hiciera su trabajo; dejé el volumen de
manera que pudiéramos escuchar pero también que pudiéramos escucharnos a
nosotras platicar. Tenía a Anita frente a mí, ahora recostada de lado y yo en la misma
posición viéndonos de frente. Nunca me cansaré de verla y de decir lo hermosa que
es.

Ella delineaba mi rostro con su dedo índice, deteniéndose momentáneamente en la


cicatriz debajo de mi ojo y en las partes que aún se veían lastimadas. Cerré los ojos y
me dejé llevar por la sensación de su suave piel sobre la mía mientras "The Lonely
Shepher" inundaba la habitación con su dulce sonido.
-¿Quién toca eso?- Preguntó curiosa sin dejar de jugar con mi
rostro.
-Es de una película que se llama "Kill Bill"; cuando estemos en casa,
en Texas, la verás conmigo al menos un par de veces por mes.-
-¿Tan bonita está?- Reí.
-No creo que "bonita" sea el adjetivo para la película.-
-La canción parece muy tranquila.-
-Cuando se trata de Tarantino espera lo inesperado.- Me vio
confundida. -Ya lo verás, cariño.- Abrí los ojos y ella me veía con una enorme sonrisa.
–Tú sí eres muy bonita.-
-Me haces sentir así.-
-Lo eres.- Llevé mi mano a su mejilla. –Anita, Anita, estás
acabando con mi poca cordura.- Simplemente nos veíamos, detallando nuestro futuro
en los ojos de la persona frente a nosotras. Una canción desconocida para mí
comenzó a sonar.
Cuando te vi sentí algo raro por dentro
Una mezcla de miedo con locura
Y tu mirada me juró que si te pierdo
Habré perdido la más grande fortuna
No sé nada de tu historia ni de tu filosofía
Hoy te escribo sin pensar y sin ortografía
Para aprender a quererte
Voy a estudiar como se cumplen tus sueños
Voy a leerte siempre muy lentamente
Quiero entenderte
Cuando te vi tuve un buen presentimiento
De esos que llegan una vez en la vida
Quiero tenerte aunque sea sólo un momento
Y si me dejas tal vez todos los días
No sé nada de tu historia ni de tu filosofía
Hoy te escribo sin pensar y sin ortografía
Para aprender a quererte
Voy a estudiar como se cumplen tus sueños
Voy a leerte siempre muy lentamente
Quiero entenderte
Para enseñarte a extrañarme
Voy a escribirte mi canción más honesta
Darte una vida con más sumas que restas
Si tú me dejas no habrá preguntas sólo respuestas
Ana me veía intensamente, con los ojitos llenos de lágrimas. Alguna
de las ridículas de mis amigas debió bajar la canción y la dejó en mi computadora;
sólo puedo decir que la amo. Jugué la mejilla de mi novia con mi pulgar al momento
que una pequeña lágrima caía por su rostro.
-No preguntas, sólo respuestas, Ana.- Le dije con una sonrisa. Se
acercó más a mí y se escondió en mi cuello. –Descansa, cariño, te tengo.- Besé su
cabello y me recliné sobre su cabeza esperando que Morfeo viniera pronto por ella.

Pasé una gran parte de la noche en vela; temía que alguna pesadilla viniera por ella y
quería estar atenta a cualquier cosa. Ana se mantenía fuertemente aferrada a mí, su
pecho subiendo y bajando lentamente y su rostro tan tranquilo y sereno. Aproveché
para levantar una pequeña plegaria, pidiendo que esto fuera de todos los días y que
ella pudiera al menos dormir una cantidad decente de horas. No sé en qué momento
el sueño venció y la acompañé.
Desperté cuando la sentí moviéndose a mi lado; no dejaba de
moverse, temí una pesadilla y abrí los ojos de inmediato y la busqué.
-¿Qué pasa?-
-Estás sobre la colcha, La y tengo frío.-
-Lo siento, cariño.- Levanté la pierna para que mi novia pudiera
taparse propiamente. Antes de que ella se acomodara me abalancé sobre su pecho.
–Mi turno.- Sin dudarlo enredó sus brazos en mi cuerpo. -¿Pesadillas?-
-Nada, hasta ahora.-
-Bien, las mantendremos alejadas unas horas más.- No dijimos más
y regresamos a dormir plácidamente.
Cuando mi alarma sonó quería tirarla por la ventana. Había
descansado muy bien después de asegurarme que Ana estuviera bien por lo que no
quería ir a la escuela. Me di la vuelta para buscar a mi rubia pero me encontré con la
cama vacía, de inmediato abrí los ojos y la vi entrar a la habitación, unos segundos
después, con una taza de café.
-Buenos días, La.- Me sonrió espléndidamente.
-Buen día, cariño. ¿Qué haces despierta tan temprano?- Se sentó a
mi lado y acarició mi mejilla.
-A las seis en punto mi reloj biológico se activa y me hace abrir los
ojos.-
-No es cierto, nos hemos levantado más tarde.-
-Tú, amor, tú te has levantado tarde y a mí me gusta estar en la
cama junto a ti.- Le sonreí. –Ve a lavarte los dientes.-
-El café sabrá feo, dame.- Sonriente me pasó la taza de café; al
sentir el aroma cerré los ojos. –No sabía que me gustaba tanto el café hasta que
llegué aquí.- Di un sorbo al delicioso elixir. –Gracias, preciosa.-
-Un placer, señorita Orozco.-
-Ven aquí conmigo un rato más, no tengo muchas ganas de
levantarme.-
-Si me meto a la cama contigo no iremos a la escuela.- Se acercó
un poco más y besó mi nariz- iré a prepararnos el desayuno. Si quieres tu beso de
buenos días ve a lavarte los dientes.-
-Chantajista.- Me dedicó una sonrisa pícara y vi su bien formado
trasero salir de la habitación.
Sé muy bien que antes de nuestro encuentro íntimo había una
pequeña pizca de deseo en mí al ver el cuerpo de Ana; sólo un idiota podría ignorar lo
preciosa que es y el generoso cuerpo que Dios le dio. Pero después de ese día el
deseo ha ido en aumento; el tenerla cerca de mí me enloquece y hace que cada
terminación nerviosa de mi cuerpo esté en alerta máxima. He requerido de todo mi
autocontrol para no llevar las cosas más lejos; la del control es ella, ella pondrá las
pautas y la voy a respetar. Ahora mi mente es otra cosa total y completamente
diferente...
-¡Lara, despierta!- La protagonista de mis fantasías me regresaba a
la realidad.
-Estoy despierta.-
-Ve a lavarte los dientes.-
-¡Que mandona amaneciste hoy, rubia tonta!-
-Apúrate o no hay desayuno.-
-Tiene razón, ¿qué mierda será de mí cuando estemos casadas?-
Verbalicé mis pensamientos.
-Una vez más te estoy escuchando, Orozco.- Me eché a reír.

-Ya voy, ya voy.-


Puede que me esperaran muchas "regañadas" cuando estemos
casadas pero también me esperan unos suculentos desayunos como el de hoy.
Definitivamente Ana estaba hecha para la cocina y eso era un extra a lo mucho que
ya la amo. Desayunamos en completa calma y molestándonos un rato; estos
momentos de tranquilidad eran los que más disfrutaba porque con el equipaje de
Anita las tormentas nunca nos faltaban. Sin embargo, la sesión con Omara nos da un
poco de claridad y sobre todo esperanza de que esto puede llegar un añorado final.
Terminamos de desayunar y todavía nos quedaban unos buenos
minutos por lo que yo me dispuse a lavar los trastes mientras Ana tomaba una ducha
rápida. Ana disfrutaba de una ducha fría con singular alegría en tanto yo era más que
puñetas para hacerlo. Aunque he de admitir que he avanzado mucho en ese rubro
aquí.
Al llegar a la habitación mi novia seguía en el baño por lo que yo
comencé a quitarme la pijama para ponerme ropa más adecuada para la escuela.
Tenía puesto los jeans y terminaba de ponerme el sujetador cuando sentí un frío
cuerpo pegarse a mí y aferrarse a mi cintura. Con cuidado deshice su agarre para
girarme y tenerla de frente; veía los tirantes de su sujetador y una toalla envolviendo
su cuerpo, se veía simplemente preciosa.
Me acerqué lentamente a ella hasta que mis labios atraparon los de
ella; mis manos se aferraron a su cuello y los de ella a mi cintura. Cada vez tenía más
necesidad de sentirla cerca de mí, de probar sus labios, sin nada ni nadie a nuestro
alrededor, sólo nosotras. No me equivoqué al decir que sus labios eran mi parte
favorita de su cuerpo, amo la forma en la cual hacen una explosión de emociones
juntos con los míos.
El beso se fue intensificando y consciente o inconscientemente
buscábamos la cama; mi novia cayó sobre mí y su cabello mojado me cubrió pero no
me importó. En un movimiento rápido le di la vuelta para estar encima de ella, la
sentí sonreí sobre mis labios. Mis besos fueron descendiendo sobre su cuello mientras
una de mis manos acariciaba su pierna expuesta. Su respiración errática y la forma
en como se aferraba a mi espalda eran un buen incentivo para continuar con mi
trabajo. Llegué a donde tenía anudada la toalla, llené de besos el límite de la piel de
mi novia y volteé a verla. Se veía ligeramente asustada pero también se veía algo
excitada. Asintió levemente. Regresé a su boca, la besé con delicadeza, quería que
entendiera que esto era tan especial para mí como lo era para ella.
Mis manos buscaban la manera de desprender la toalla sin dejar de
besarla. Su piel sobre la mía; su respiración sobre la mía; sus uñas aruñando
suavemente en mi espalda; todo era más que perfecto. Estaba en el mismísimo
paraíso. Por fin pude quitar la toalla; la fui quitando poco a poco de su cuerpo hasta
que quedó completamente descubierto. Fue en este momento cuando dejé sus labios,
ansiaba este momento. Quería verla sin nada entre nosotras. Me alejé un poco y pude
ver su perfecta piel blanca únicamente cubierta por su lencería negra que hacía un
contraste perfecto.
-¡Mierda!- Hizo un intento por taparse. –No, no, no.... Dios... yo...-
-¿Qué pasa, La?- Se escuchaba tan frágil, tan insegura.
-Eres perfecta, Ana... Maldición, no creo que haya palabras que
puedan describir lo que estoy viendo.- No exageraba, su piel se veía perfecta y suave.
-No puedes comprender lo que mis ojos perciben, lo que mi mente habla, lo que mi
corazón dice ahora mismo.- Sonreí. –Debo ser la persona con más suerte en toda la
puta galaxia.- Me acerqué de nuevo hasta que nuestras frentes quedaron juntas. –Te
amo tanto, cariño siento que un día el corazón me va a explotar... me sobrepasa a
veces, Ana. No lo comprendo, no sé de donde salió esta fuerza para amar.-
-Si no te callas me pondré a llorar y no quieres eso.-
-En los momentos más simples o en los momentos más íntimos
eres libre de hacer lo que se te plazca, mi amor. Yo no voy a limitarte de ninguna
manera; si quieres llorar, hazlo, si quieres bendecir mis oídos y reír, por favor no te
contengas. Me enamoré de tu libertad y de tu forma de ser, por ningún motivo voy a
cambiar eso.- Llevó ambas manos a mi cara.

-Mi ángel.-
-Mi pequeña.- Besé la punta de su nariz. –Se nos hará tarde.- La
besé una vez más y me puse de pie.
Ambas nos cambiamos mientras tarareábamos algunas canciones;
una que otra mirada de complicidad, sonrisas y unos besos robados fueron nuestra
compañía hasta que ambas estuvimos preparadas. Tomamos nuestras mochilas y
justo antes de salir Ana entrelazó nuestras manos. Dejé caer mi mochila y la abracé
tan fuerte como me fue posible.
-Sólo quiero poder tomarte de la mano frente a ellos, La que no nos
juzguen.-
-Estamos pidiendo prácticamente un milagro, Ana. No podemos
hacer eso aquí.-
-Lo sé pero es tan... frustrante. Una parte de mí se enoja por esto.
Yo sólo quiero ser completamente libre.-
-Y lo seremos, cariño. Te prometo que lo seremos.- Cerré los ojos y
me aferré a ella. –Te amo.-
-Y yo a ti, La con todo mi corazón.- Me separé para atrapar
suavemente sus labios por unos segundos.
-¿Lista?-
-Ahora sí.- Justo cuando salíamos Norma también lo hacía. Era raro
verla salir tan "tarde".
-¿Se le pegaron las cobijas, directora?-
-Un poco- sonrió apenada. –Buenos días, chicas.-
-Buenos días, profe.- Respondió mi novia de inmediato.
-Buenos días, mamá.-
-No empieces tan temprano, Lara.-
-Oh, venga es un poco de diversión nada más.- Me alejé de Ana y
abracé a la mujer de ojos expresivos. –Sabes que lo hago porque te quiero mucho.-
-Sí, claro.-
-Cualquier acto que implique molestar a alguien Lara lo justificará
con que lo hace porque le quiere.- Agregó mi novia.
-Falso, cariño te puedo asegurar que no quiero a Olivia ni mucho
menos a Ángel.- Nos echamos a reír y Norma hizo el intento. -¿Crees que regrese a la
escuela?-
-Eventualmente lo harán, Lara y si no lo hacen pues que pena-
sorpresivamente respondió Norma- no voy a estar atrás de dos alumnos que no
aportan nada académicamente, ni mucho menos a la comunidad estudiantil.-
-¿Quién eres?-
-Tu mamá.- Me separé de ella y la quedé viendo. –No que de
muchas bromas y te crees todo a la primera.- Mi novia se echó a reír y Norma la
acompañó.
-Muy graciosa.-
Entre pequeñas bromas llegamos a la escuela, el buen humor nos
acompañó durante el camino creo que el hecho de tener junto a mí a dos de las
personas que más quiero ayudó muchísimo. Nos encontramos a algunos estudiantes
que saludaban cortésmente a la directora y que me dedicaban una sonrisa amable a
mí. Después del episodio con Olivia y con Ángel gané algunos seguidores.
Como usualmente pasaba, cuando Ana y yo llegábamos al salón
éramos las primeras por lo que aprovechábamos el tiempo para tomarnos las manos,
uno que otro abrazo o un beso. Aunque eso no pasaba mucho ya que ambas
temíamos ser descubiertas.
Anita jugaba mi cabello cuando escuchamos a alguien entrar al
salón; como siempre lo ignoré y me concentré en lo que hacía mi novia. Ella tampoco
le dio mucha importancia y de reojo la veía recostada sobre la paleta de la silla. Todo
esto cambio cuando la persona que llegó se paró frente a nosotras. Levanté la cabeza
y contuve la risa al ver a Ángel completamente rapado. Las ganas de reír
rápidamente fueron reemplazadas por la adrenalina, ¿qué mierda quiere?

-¿Qué?- Dije de mala gana. Preparándome para cualquier cosa que pudiera hacer.
-Necesito hablar con Ana, a solas.-
-De ninguna puta manera.- Hice por pararme pero Ana lo impidió.
-Está bien, La.-
-No te voy a dejar a solas con él.-
-Te prometo que no le haré nada, Lara sé lo que ella significa para
ti y aunque no lo creas valoro mi vida.- Ana muy discretamente me dio un apretón de
mano.
-Estaré afuera.- Advertí. Mi novia intentó tranquilizare con una leve
sonrisa.
No sé qué cara me habrán viso mis compañeros de clase que ni
siquiera hicieron el intento por entrar al salón de clases cuando me vieron afuera. Un
león enjaulado estaría más contento que yo ahora mismo. Trataba de mantenerme
tranquila pero de sólo recordar la forma en cómo la trataban, los insultos, los apodos
y todo eso hacía que me hirviera la sangre. Confiaba en mi chica pero en ese hijo de
puta no. Justo cuando creí que ya era demasiado tiempo Ángel salió cabizbajo, de
inmediato entré y me encontré a Ana bastante tranquila en donde la dejé. Caminé
rápidamente a ella, me senté a su lado y esperé a que hablara.
-Se disculpó.-
-¿Qué?- Pregunté incrédula.
-Me pidió disculpas por todo lo que me hizo pasar estos años y me
prometió que no va a volver a pasar. No espera que seamos amigos pero que al
menos no lo odie.- Sonreí.
-¿Qué le respondiste?-
-Que yo no soy nadie para otorgar perdón, mi corazón está en paz
con él. Que se perdone a sí mismo y que no lo vuelva hacer en general porque ya se
dio cuenta que siempre habrá uno más cabrón que él.-
-¿Usaste la palabra "cabrón"- La sonrisa no me cabía en la cara.
-Sí, me pareció muy apropiado para el contexto aparte quería
enfatizar mi mensaje.- Me eché a reír. -¿Hice mal?-
-Claro que no, cariño estuvo perfecto.-
El resto el día pasó en completa calma, al menos tenía uno menos
por quien preocuparme. Ana tenía un poder muy especial con las palabras y con su
forma de ser en general por lo que casi podía asegura que podía quitar al chico de la
belleza abstracta de mi lista negra. Todavía faltaba una que parecía no tener muchas
ganas de reaparecer por la escuela.
Nos topamos a Omara después del receso; ahora la veía de una
manera muy diferente, mucho muy diferente y el sentido de gratitud hacia ella era
enorme. Si eso había hecho con una sola sesión, tengo muchas esperanzas para lo
que está por venir. Quiero la tranquilidad de Ana y cualquiera que la ayude a
conseguir eso está en mi lista de personas favoritas.
Esa tarde cumplí con mis labores en la iglesia mientras Anita estaba
en sesión con Omara y podía decir que Alberto estaba tan expectante como yo
durante ese tiempo. Él mejor que nadie sabe que Ana no abre tan fácilmente con la
gente por lo que estaba atento a cualquier situación. Cuando la sesión terminó la
rubia salió corriendo y se tiró a los brazos de su papá. El hombre alto dejó caer lo que
tenía en las manos y se aferró fervientemente a su hija.
Estuvieron así por mucho tiempo, ninguna de los dos tenía la
intención de soltarse y yo sentía el corazón a punto de estallar por la preciosa escena
que mis ojos veían. Cuando al fin se soltaron pude ver los ojos llorosos de ambos.
Ana un poco desubicada me buscó por todos lados, al enfocarme caminó a mí con un
rostro serio, triste, de alguna manera rota. Se abrazó a mi cintura y se escondió en
mi cuello.
No eran necesarias las palabras, no era necesario un discurso de
aliento, sólo quería sentir que había gente para ella. Que había gente que la ama y se
preocupa por su bienestar. Quería reafirmar que no está sola y que nunca lo estará.
Dejé un prolongado beso en su cabellera y descansé mi cabeza sobre la de ella. Se
alejó un poco de mí y aproveché para limpiar su rostro.

-¿Todo bien, cariño?-


-No, pero confío en Dios en que lo estará.-
-Esa es mi chica.- Regresó de nuevo a mi pecho. Cuando fijé mi
vista a la puerta vi a Omara con una enorme sonrisa en el rostro. Le dije un gracias
silencioso y ella llevó sus manos a su corazón. No tendré cómo pagar lo que hace por
mi rubia.
Después de comer, de aguardar por Ana para que se duchara una
vez más y de que metódicamente arreglara sus cosas del día siguiente di por
concluida mi jornada en la iglesia y de muy mala gana regresé a casa. No era fan de
estar lejos de Ana y menos después de lo que supongo fue una sesión muy difícil para
ella pero no podía olvidar que Ofelia no era muy fan de nuestra relación ahora
mismo.
Llegué a casa, hice mis tareas, limpié un poco y me di una ducha
muy rápida porque el agua estaba muy pinche fría y las labores domésticas siempre
me hacían sudar mucho. Ya estaba en pijamas asegurándome de que todo estuviera
en orden cuando alguien golpeó la puerta. Abrí y una figura conocida entró sin
preguntar.
-Puede que los milagros si existan en este pueblo. Si él fue capaz
de pedirme disculpas y de arrepentirse por lo que hizo puede que en algún momento
acepten que tengo a la mejor novia del mundo.-
-Puede ser pero igual no pondría muchas esperanzas en eso.- Cerré
la puerta y la aseguré bien. -¿Qué haces aquí tan tarde?-
-Escapé de casa para venir a ver a mi novia, ¿no es lo que hacen
los adolescentes enamorados?- Reí.
-Creo que sí.- Me acerqué para abrazarla. –Gusto en verla, señorita
mi cama se siente muy bien con usted ahí.-
-Y mi cuerpo se siente muy bien con el suyo.- Dijo coquetamente.
-¿Intenta seducirme?-
-Intento que termines lo que comenzamos hoy por la mañana.-
Estaba por besarla cuando un enorme bostezo escapó de su boca.
-¿Tanto la aburro?- Contenía la risa.
-Lo siento, La- soltó una risilla- estoy un poco cansada.-
-Pues vamos a la cama, majestad.- Volvió a abrazarme.
-Hueles rico.- Reí.
-¿Estás bien? Algo me dice que vienes media sonámbula.-
-Siento que estoy en automático.- Sonreí y en movimiento la tenía
entre mis brazos para llevarla a la cama.
-Creí que yo era el puerco.- Se echó a reír.
-No peso tanto.-
-Te puedo refutar eso.- Sobreactuaba el esfuerzo que hacía por
llevarla a la cama.
-¿Me cargarás así cuando nos casemos?- Bajé la mirada, luchaba
por mantener los ojos abiertos.
-Sin estar casadas ya lo hago.-
-Eres muy linda.-
-Lo soy.- Medio sonrió.
-¿Y lo seguirás haciendo cuando tengamos hijos?-
-Si puedo cargarte, sí.- Esto era muy divertido.
-Y nos daremos muchos besos.- Oficialmente estaba inconsciente
pero seguía hablando y yo le seguía el juego.
-Los que quieras, cariño.- Llegué a la cama y la puse de su lado.
-Y no nos esconderemos como papá y la profe Norma.-
-¡¿Qué?!- Por suerte ya la había dejado en la cama o la hubiera
tirado. -¿Qué dijiste?-
-Que no... no...-
-¿Ana?- La moví. –Maldición, Ana, ¿qué dijiste?- Convenientemente
se quedó profundamente dormida. -¿Ana?- suspiré –¿por qué siempre me tocan estás
conversaciones reveladoras?-
Con una enorme sonrisa y con una extraña y abrumadora sensación
de felicidad me fui a la cama junto con el amor de mi vida pero mi mente estaba más
enfocada en la última confesión de mi novia. Para bien o para mal en cualquier
situación Norma sería mi mamá. Contuve la risa, apagué las luces y acompañé a mi
parlanchina novia al encuentro con Morfeo.
A/N Buenos días, personas increíbles!! Aquí haciéndome un espacio
para consentirlos un poco ;)
Millones de gracias por sus votos y comentarios los aprecio
muchísimo y gracias también por seguirme y por seguir a @elcirculcolibri gracias
también por sus mensajes y por los mensajes en twitter donde también nos podemos
leer. @Alexita May Sólo recordarles que no proporciono ningún tipo de información
personal ni mucho menos fotos. Me halaga pero no se pasen xD
Casi nos acercamos a los 30 capítulo! :') Así que esperen muchas
sorpresas. Gracias a la personita que me sugirió la canción&#x1F64F;&#x1F3FB;
Espero que tengan un fin de semana tan maravilloso como
ustedes!! Nos leemos muy pronto ;)
Saludos desde mi rincón con olor a café y mole :)
Ale.
Capítulo 28

Por alguna extraña razón decidí dejar de lado la confesión o lo que yo asumí como
una confesión de mi novia. En parte tenía sentido, pasaban mucho tiempo juntos,
hablaban mucho, hay similitudes entre ellos y ambos son atractivos y solteros. Nadie
muere porque formen una pareja pero por alguna razón querían mantenerlo en
secreto. Conflicto de intereses quizá, falta de confianza o ellos tratando de descifrar
que es lo que realmente pasa. Lo que sea lo averiguaré tarde que temprano.
La semana pasó demasiado rápido para mi gusto y estaba a un día
del cumpleaños de Ana, aunque ya tenía todo preparado estaba muy nerviosa. Quería
que fuera lo más cercano a la perfección, Ana merece todo lo bueno del mundo y
quiero poder dárselo. Norma fue mi gran cómplice en esto; me ayudó tanto como
pudo e incluso Ingrid tuvo que ver aunque muchas de sus propuestas fueron
rechazadas, especialmente las que incluían "superficies sólidas".
Digo, no es que no lo quisiera pero no quiero hacer esto para
obtener "eso", sólo quiero que ella sienta lo que significa para mí. Quiero demostrarle
lo importante que es mi vida. Quiero ser capaz de retribuirle, al menos un poco, de lo
mucho que ella me ha dado. Sé que ni una vida entera me daría para hacer eso pero
al menos lo puedo intentar. Quiero verla feliz y si es a mi lado, bendito sea el cielo.
Las sesiones con Omara seguían y a momentos la veía muy
decaída, otros días más animada y otros días donde apenas y hablaba. Me decía que
estaba dejando que las heridas sangraran para poder curarlas. No la he presionado a
hablarme de eso, me ha compartido un poco pero tanto ella como yo sabemos que
entre menos sepa de ese pasado será mejor para mi hígado. Espero algún día Dios
me dé la paciencia suficiente para no alterarme al escucharla hablar de eso. En el
fondo sé que no pasará, todo lo que involucre su bienestar me afecta y lo que ella
pasó no es algo de tomarse a la ligera.
Debo confesar que he querido decirle a Omara que le pida una
descripción y me la dé para poder buscarlo. Cuando estemos de regreso en Texas
contrataré al mejor investigador y haré que lo busquen hasta debajo de las putas
piedras si es necesario. Y para ese putrefacto intento de ser humano va a ser mejor
estar muerto que encontrarse conmigo.
Regresando a los demonios locales, Ángel nos ha regalado una
sonrisa cuando nos ve; Anita se la regresa y yo todavía quiero estamparle la cara en
la pared. No lo odio pero entre menos me cruce con él, mejor. Olivia todavía no había
regresado a clases y muchos dicen, incluida yo, que no lo hará. Quizá fue mucho para
su ego, quizá cree que perdió su súper estatus de perra y ahora le faltaran al
respeto... quien sabe pero esta tranquilidad de ir por los pasillos o de desayunar sin
tener que estar constantemente cuidando de mi Ana es muy reconfortante.
Llevé mis trastes al fregadero al terminar mi desayuno, me lavé los
dientes y tomé mi mochila para ir a la escuela. Agradecía a los cielos porque al fin era
viernes y tendría a Anita para mí todo el día mañana. Casi todo el día, llegué a un
acuerdo con Alberto para compartir las horas de mi chica porque había mucho por
hacer y por mostrar.
Como usualmente pasaba, cuando salía también lo hacía Norma.
Hace poco me dijo que no había necesidad de que fuera tan temprano a la escuela,
confiaba en mí y ya no necesitaba estar detrás de mí como al principio. Pero no
quería porque por fin después de tantos años soy capaz de levantarme a una hora
decente para ir a la escuela. Podía desayunar bien e incluso dejar arreglada mi casa
y, lo más importante, podía pasar tiempo con Norma.
Sí, así de importante se volvió ella para mí que soy capaz de
sacrificar horas de sueño por estar con ella. Amo lo genial que es; amo que siempre
aprendo cosas con ella, creo que es lo que más disfruto. Siempre tiene una opinión,
un punto de vista analítico que le permite expresar su sentir pero sin transgredir los
límites de otros. Era maravillosa. Y algo que me ha hecho acércame más a ella, la veo
como un modelo a seguir. Sería más que increíble ser capaz de ayudar a muchas
personas en un salón de clases o al frente de una escuela. Quizá ella esté influyendo
en lo que quiero estudiar.

-Buenos días, mamá.- Le sonreí.


-Buenos días, Larita.- Extendió los brazos para que la abrazara y de
inmediato lo hice. -¿Cómo dormiste?-
-Bien, creo estoy muy nerviosa por lo de mañana. Quiero que todo
salga muy bien.-
-Tranquila, ya tenemos todo cubierto. Irá de maravilla y a ella le va
a encantar.-
-¿Tú crees?-
-Claro que sí, confío en ti.- Me sonrió con amor.
-Debes estar entre las mejores personas del planeta tierra.-
-Eso es porque estoy rodeada de gente muy increíble como tú,
Lara.-
-Nunca podré agradecerte lo suficiente.-
-Vive feliz y contenta, haz lo que te guste y siéntete cómoda con lo
que eres, ese será mi mejor pago. Tu felicidad.-
-Eres tan noble, Norma.- La abracé mientras caminábamos a la
escuela. –Estoy segura que cuando decidas tener una pareja de nuevo será la
segunda persona más afortunada del mundo.-
-¿Quién es la primera?-
-Yo, por supuesto.- Sonreí orgullosa.
-Algún día.-
-Hay buenos prospectos por acá- sonreí. -el doctor del otro pueblo
te comía con la mirada hace unos días cuando acompañamos a Alberto al hospital.-
-Debe estar casado y está lejos.-
-Veinte minutos caminando o puede prestar la ambulancia para
venir a verte.- Rió. –Sería muy romántico verlo venir con las sirenas encendidas.-
También reí. –O está el profe de algebra, se le fue la mano con el bronceado pero
pasa.-
-No, gracias, Lara no te quiero de cupido.-
-O está Alberto- la sentí tensarse –está simpático y se conserva
muy bien. Harían linda pareja.-
-Ya estás diciendo insensateces, mi pequeña.- Trató de cortar muy
sutilmente.
-¿Vas a negar que es guapo?-
-No lo niego...-
-O sea que te gusta.-
-No dije eso...-
-Pero te parece atractivo.-
-Sí, pero...-
-Así comencé con Ana y mira donde estamos ahora.-
-No...yo...-
-Justo así estaba cuando descifraba mis sentimientos por Anita.-
-¡Ya!- Me eché a reír con fuerza. –Eres terrible, Lara Orozco.- Me
encogí de hombros.
-Está en mi naturaleza, suegra.- Se zafó de mi agarre y me dio un
zape.
-Un día me vas a matar, Lara.-
-Quizá pero admite que no puedes vivir sin mí.- Sonrió.
-Claro que no puedo.- Creo que este fue el día en el cual Norma
sintió que caminaba diez kilómetros para llegar a la escuela. No me contuve en
molestarla el resto del camino, lo disfrutaba porque en cuanto tuviera oportunidad
haría lo mismo conmigo.
La escuché suspirar aliviada cuando por fin me marché a mi salón y
ella fue a su oficina, yo todavía iba riéndome y pensando en las muchas cosas que
podría decirle para joder su existencia. Al menos había logrado que admitiera que le
parece atractivo, es un avance pero sé que hay mucho más. Entré al salón y la
sonrisa se borró de inmediato.

-Te esperaba.- Ángel se veía horrible pelón porque no tenía una cara agraciada pero
parecía que le había hecho un favor a Olivia al cortarle el cabello, realmente se veía
muy bonita. Todavía tenía moretones en algunas partes de la cara pero seguía
viéndose tan atractiva como siempre.
-¿Qué quieres?-
-Hablar.-
-No tenemos nada de qué hablar, Olivia.-
-He meditado y quizá debí hacer las cosas de manera muy
diferente.- Primero Ángel y luego esto, ¿el puto infierno se congeló?
-No sé qué quieras lograr con esto pero no quiero saber nada. Fui
muy clara al decirte que con lo que pasó ese día nuestras cuentas estaban saldadas.-
-Yo no lo veo así, Lara hay cosas que deberían cambiar.- Su voz se
escuchaba muy diferente sin el típico tono altanero y superior que siempre tenía. Algo
de verdad había cambiado.
-Mira, no estás ni cerca de estar entre mis personas favoritas y si te
soy honesta no me interesa en lo absoluto una amistad o una relación cordial entre
nosotras. Te metiste con la persona que más amo en el mundo...- caminó
rápidamente hacia mí y estampó sus labios contra los míos.
Su perfume penetró hondamente en mis fosas nasales, sus manos
sobre mis caderas y sus ojos cerrados... estaba tan sorprendida que no podía
moverme. Cuando pude por fin levantar las manos alguien más la alejaba de mí.
-Quita tus sucias manos de mi novia.- Veía la melena rubia agitarse
mientras empujaba a Olivia lejos de mí. -¿Cómo te atreves a tocarla?- Vi como Ana
levantó la mano y fue ahí cuando reaccioné, la tomé de la cintura y la alejé. -
¡Suéltame!- Manoteaba, pataleaba y por poco me propina un golpe. Tomé su mano y
la apreté contra su estómago.
-Cálmate.- Pedí tan tranquila como pude.
-Eres una hipócrita, me humillaste, me trataste como si fuera un
bicho insignificante, humillaste y golpeaste a mi novia por preferirme a mí y dos
segundos después la besas.- Nunca había visto a Ana así. -¿Qué está mal contigo?-
-Ana, te van a escuchar.-
-¡No me importa!-
-Estoy segura que no tienes ni idea de la chica que tienes a tu
lado.- Dijo la castaña. –Tenemos más en común con Lara de lo que crees.-
-Te voy a arrancar los cabellos.- Comenzó de nuevo a intentar
zafarse de mí por lo que opté por cargarla y llevarla fuera del salón de clases. –Lara,
bájame.-
-No, vaca loca.- Me golpeó la espalda un par de veces.
-No estoy jugando, bájame.-
-No quiero bajarte.- La llevé tan rápido como pude a los baños más
alejados de la escuela; los que generalmente estaban vacíos. Nos metí, bajé a Ana y
aseguré la puerta. Apenas me giré tenía a mi novia devorándome la boca.
Me agaché un poco para tomarla de las piernas, de inmediato
comprendió y enredó sus piernas en mi cintura. Me besaba con desesperación, con
deseo, esto era algo muy nuevo para mí. Definitivamente Ana celosa debe estar en el
top de las cosas que me ponen caliente y por lo visto a ella también. Caminé hasta
que topé con una de las puertas de los baños y la recliné ahí. Sin dejar de besarme
comenzó a mover su pelvis contra la mía lo que me hice soltar un leve gemido. Mis
manos que se aferraban a sus piernas ahora lo hacían en su perfecto trasero, el cual
apreté a mi antojo; también la escuché gemir.
Nos separamos para tomar aire y pude ver la lujuria en sus ojos,
¿quién imaginaría que los celos despertarían esto en ella? Me fui a su cuello y lo besé
suavemente, podía sentir sus precipitadas pulsaciones sobre mis labios y mi lengua.
Ella se aferraba a mi cabello y sus movimientos sobre mí se hacían más fuertes. Tomé
un pequeño riesgo y bajé lentamente una de mis manos hasta casi llegar a la parte
interna de su muslo.

-¿Todo bien?- Asintió.


Un sonoro gemido escapó de su garganta cuando mis dedos se
posaron muy cerca de su sexo y yo sentía que el sol comenzaba a nacer en mi
cuerpo. Este calor nunca lo había sentido. Regresé mis labios a los de Ana para
acallar sus gemidos, no es que no me gustara escucharla pero cualquiera podría
llegar y escucharnos. Ahora sí deliberadamente pasé uno de mis dedos sobre el sexo
de Ana; la sentí temblar, me hacía feliz saber que esto pasaba porque lo estaba
disfrutando y no por miedo. Alejé esos malos pensamientos de mí y me concentré en
la preciosa chica frente a mí.
Busqué el punto exacto; era incómodo por la posición de mi mano
pero las "o" que Anita formaba con su boca, lo entrecortado de su respiración y su
agarre sobre mí hacía que todo valiera la pena. Usé dos de mis dedos para vagar por
su sexo a la par de que ella no dejaba de mover la cadera contra mí, no tardaríamos
mucho. Y así fue. Mis dedos aumentaron su ritmo y también lo hizo el ritmo de mi
novia, segundos después ambas llegábamos a un liberador orgasmo.
Ana se abrazó a mí con fuerza mientras yo me escondía en su
cuello. Mis piernas temblaban por el esfuerzo que estaba haciendo y por lo que
acababa de pasar. Nuestras trabajosas respiraciones era lo único que se escuchaba
en los baños. Aspiré el olor de Ana un par de veces antes de alejarme y buscar sus
ojos.
-Si te vuelva a besar vamos a hacer esto enfrente de ella.- Me eché
a reír sonoramente. –Es en serio, La- me besó suavemente- sólo yo estoy autorizada
a besarte.-
-Sí, cariño, sólo tú.- Desenredó sus piernas y puso los pies sobre el
piso; sentí un gran alivio. –Así que la señorita es celosa.-
-Lara, si me hubieses visto besándome con Olivia de seguro ya no
tendría su cabeza.-
-Tienes razón.- Me encogí de hombros.
-Espero que no lo vuelva a hacer porque no querrá conocerme
enojada.-
-Dios nos libre de eso- sonreí y pegué mi frente a la de ella. –Tenía
mis sospechas de que Olivia tenía sentimientos encontrados pero no conmigo.-
-¿Con quién?-
-Contigo.-
-¿Yo?- Se sorprendió.
-Las pláticas en el bosque fueron algo reveladoras y casi podía jurar
que babeaba por ti.-
-Bueno pues espero que tenga un recipiente donde poner su baba y
vea a otro lado que no sea a donde está mi novia.- Anita se soltó y se acercó al
lavamanos; me puse detrás de ella y la abracé.
-Te ves preciosa sonrojada.- Besé su hombro.
-Te ves preciosa siempre.- Recostó su cabeza sobre mi hombro y
cerró los ojos. -¿Por qué me siento así, La? Una parte de mí la quiere ahorcar y darle
un buen golpe por haberte tocado y que de decir de que se atrevió a besarte. La
quiero dejar como dejaron a Ángel pero con mis propias manos.- Reí. –No creí que
alguna vez llegara a sentirme celosa.-
-Me atrevo a decir que es normal pero nunca he sentido algo tan
fuerte. Gracias a Dios no ha habido una situación donde quiera arrancarle los ojos a
alguien... bueno, con el doctor pero eso no eran celos era enojo.-
-¿Nunca has estado celosa?- Negué.
-Recuerda que mis novios no eran lo más cool del mundo.-
-Sería interesante verte celosa.-
-No lo creo.- Sonrió. -Si te pones así celosa, no quiero saber que
será cuando estés enojada.-
-Tendremos una vida para vernos en todos nuestros escenarios.-
Besé su mejilla.

-Te amo no hay porque estar celosa, soy devota a ti.-


-Pero esa no lo sabe...- Volvía a enojarse.
-Ya bájale, Xena creo que probaste un punto hace un rato.
Tranquila.-
-Más que nunca quiero tomarte de la mano y que todos sepan que
estamos juntas.-
-Todo a su tiempo, cariño- la viré para que quedara frente a mí-
con que lo sepa Dios, las personas que más queremos y nosotras con eso basta.- La
abracé. –Vamos a estar bien.- Asintió. -¿Vamos a clases?-
-Esperaré un rato que no me vea tan...-
-¿Excitada?- Golpeó mi hombro.
-Acalorada.- Reí.
-Sí, Ana como le quieras llamar.-
El resto del día fue más que interesante, Ana en ningún momento
se desprendió de mí. Odiaba que la gente se tratara como "mía" o "mío" porque no
somos un puto objeto pero lo de Ana era muy gracioso de ver. Le mandaba un claro
mensaje a Olivia y de alguna manera marcaba su territorio. Mediante actos le decía
que yo era de ella. Cuando salimos al receso se aferró a mi brazo con fuerza y poco le
faltó para comer el desayuno sentada en mi regazo. Pao nos veía divertida en la
mesa; Ofelia no se veía tan contenta de vernos tan juntas pero no decía nada.
-¿Qué se traen ustedes dos?- Inquirió Pao.
-¿Yo? Nada. Pregúntale a la señorita aquí a mi lado- señalé a Ana.
-Sólo dejo claro un mensaje.- Pao sonreía.
-¿Qué mensaje?-
-Olivia me besó.-
-Ya se había tardado en hacerlo- dijo muy tranquila –siempre
hablaba de ti.-
-Yo creí que quería algo con Ana.- Agregué.
-No, lo de Ana se hizo más fuerte cuando la atrapó viéndote hace
unos meses.- Volteé a ver a mi novia quien de inmediato se sonrojó. –Olivia entendió
que Ana quería de ti lo mismo que ella así que se puso más agresiva y cuando tú
comenzaste a decirle cosas a Ana- rió –nunca la había visto tan feliz pero el tiro le
salió por la culata. No contaba con que tú estuvieras del lado de los buenos.-
-¿Siempre he sido yo?- Pregunté. La chica asintió mientras
acomodaba sus lentes.
-Es una pena que no lo va a conseguir.- Gruñó Ana.
-¿Qué son?- Pao nos veía con una leve sonrisa –y no me digan que
son amigas porque no me lo creo.-
-Es mi mejor amiga- hablé –es mi confidente, mi guía, mi dolor de
cabeza cuando se lo propone, es...-
-Tu pareja.- Concluyó. Asentí con una enorme sonrisa.
-Lo es.-
-Lo sospeché desde hace mucho tiempo y no les mentiré que me
causó confusión y un poco de... resistencia. Eso no es muy común por aquí pero la
forma en cómo se ven; yo no puedo juzgar a dos personas que con una mirada
muestran más amor de lo que mucha gente verá en toda su vida. Se merecen, son
maravillosos seres humanos.- Estiré mi mano sobre la mesa para tomar la de Pao.
-Me alegra que una persona importante para mí entienda lo que
siento por ella y no nos juzgue. Gracias, Pao.-
Gracias a Dios la jornada había terminado con muy buen sabor de
boca. Una persona más mi lista de los favoritos. Y agradecía que podía ir a la casa
para ajustar los detalles finales de la sorpresa que tenía preparada para mi chica.
Alberto me liberó de mis actividades por la tarde pero Ana sospecharía por lo que
comí con ellos e hice lo que me correspondía. Ya no era tanto el trabajo pero la iglesia
necesitaba mantenimiento constantemente.

Dejé la iglesia a eso de las siete de la noche. Anita se resistía a dejarme ir y yo


prácticamente insistía en hacerlo. Vi un dejo de tristeza en su carita, cree que lo he
olvidado. ¿Cómo podría olvidar algo tan importante? La llené de besos cuando al fin
me liberó de sus brazos, jugué con su cabello y le prometí que la noche pasaría
rápido y que vendría a tomar el desayuno con ella. Me sentía mal por mentirle pero
era por algo que, espero, valga la pena para ella.
Al llegar a casa me di una larga ducha; agradecí por el caluroso día
que hizo que el agua estuviera un poco caliente. Necesitaba relajarme, todo estaba
bien planeado sólo era cuestión de la ejecución. Ese fue mi mantra durante la ducha y
mientras me cambiaba. Todo estaba listo pero mis manos no dejaban de sudar y mi
pierna constantemente estaba moviéndose. Estaba recostada cuando escuché que
tocaron la puerta. Corrí a abrir para recibir con una sonrisa a la persona del otro lado.
-¿Por qué mierda debo ser yo quién la lleve?-
-Porque tú aceptaste, amargada.-
-Prácticamente me rogaste y como tengo un noble corazón acepté.-
-¿Un qué?-
-Me puedo arrepentir, mocosa.-
-Sé que no lo harás porque te agrada Ana y porque te agrado.-
-Sí, claro.- Dijo sarcásticamente. -¿Cuánto falta?- Fui a mi
computadora.
-Media hora.- En ese momento entró Norma con una pequeña
canasta.
-Todo listo, Lara.- Me sonrió, dejó la canasta en la mesa y me
abrazó. –No pasa nada, pequeña le va a encantar.-
-Eso espero.-
-Ya dejen esa mierda emocional y muevan el culo, se hará tarde.-
-Ingrid, entiéndela.- Norma y su intento de domar a la fiera.
-Mira, la rubia muere por ella; ésta- me señaló –está más idiota de
lo normal desde que está con ella- reímos –te aseguro que si le hubiera regalado una
iguana tendría el mismo resultado que hacer todo esto.-
-El pedo era conseguir la iguana.- Seguí el juego. –Bien, andando.-
Fui por mi mochila, metí la computadora y las bocinas que Norma había conseguido
para mí y tomé la canasta. Me despedí de Norma y caminé junto a la mujer agria a la
iglesia. –Gracias.-
-Sabes que odio esa mierda, Lara. Quise hacerlo y ya, vive con
eso.-
-Sé que no te gusta eso pero no me impide que te lo diga. Y no me
refiero a sólo esto, me refiero a las veces que has estado ahí para mejor mi ánimo,
para fastidiarme o para defenderme. Gracias.- Suspiró.
-Eres una buena chica, Lara que nadie nunca te haga sentir lo
contrario, ni tú misma.-
-Lo tendré en mente.-
-Ahora ve a preparar tus cursilerías.- Me acerqué a ella y dejé un
sonoro beso en su mejilla el cual de inmediato limpió. –A mí no me va la papaya.- Me
eché a reír.
-Eres una idiota.- Me sonrió ampliamente.
-Ve.- Asentí y caminé con dirección al bosque. Saqué la lámpara
que conseguí en la tienda aunque era innecesario me conocía bien el camino.
Llegué a nuestro lugar; agradecía que la luna estaba de mi lado hoy
pero eso no impidió que encendiera las lámparas de gasolina que conseguí; las puse
en lugares estratégicos para estar bien iluminadas. Sobre la mesa puse el café y los
bocadillos que Norma preparó para nosotras, también puse cerca de nosotras la
computadora y las bocinas y sólo tenía que darle play. Puse las canciones que le
gustan a Ana y las que me hacen pensar en ella. Incluso conseguí una pequeña
colchoneta y frazadas para recostarnos a ver el cielo estrellado. Todo estaba en su
lugar, todo estaba perfecto sólo esperaba que llegara.

No esperé mucho. Escuché los pasos a lo lejos y estoy segura que ellas ya habían
visto el resplandor de las lámparas. Fue aquí cuando toda mi tranquilidad se fue a la
mierda y el sudor de las manos regresó; los tics, todo. Me decía a mí misma que era
Anita, que no había nada que temer. Ella es sencilla así que le va a gustar... espero.
Corté toda la mierda mental que traía cuando la escuché.
-¿La?-
-Bien, mi trabajo terminó.- Habló Ingrid. –Feliz cumpleaños, Ana.-
Se acercó a darle una palmadita en la espalda pero mi novia la abrazó.
-Gracias, Ingrid.- Cuando se soltaron ambas sonreían.
-Ella se ha esforzado mucho pero como es una inútil está nerviosa
así que tenle paciencia.- Ana rió.
-Gracias, amargada justo lo que necesito ahora mismo.-
-Bien, disfruten de las superficies sólidas.- Me hizo un guiño antes
de desaparecer entre los árboles. Me acerqué a mi rubia y estiré mi mano para que la
tomara.
-¿Creíste que lo había olvidado?- Asintió con pena. –Es una de las
fechas más importantes en mi vida no podría olvidarla.- La acerqué más a mí y la
envolví en mis brazos. En ese momento mi computadora anunciaba que era media
noche, ambas nos asustamos por la voz robótica pero de inmediato comenzamos a
reír. –Te amo.-
-También te amo, La más de lo que puedes imaginar.-
-Quisiera poder decirte algo nuevo, algo que se acerque a lo que
me haces sentir pero no he encontrado algo adecuado. Contigo en mis brazos quiero
agradecer a ese hombre del que constantemente me hablas, ese que dices que es
bueno y justo. Hoy le agradezco infinitamente que te haya quitado las alas y te
permitiera venir a la tierra a iluminar con tu infinita luz; le agradezco por, a pesar de
todo, mantenerte con vida y con tu esencia intacta; le agradezco por tu mente, por tu
corazón, por tus palabras, por tus acciones pero sobre todo le agradezco por ponerte
en mi camino. - Sentí sus lágrimas hacerse camino por mi espalda. –Eres mi principio
y mi fin, mi universo, mi felicidad, eres mi persona favorita- tragué –quiero escribir
mi vida junto a ti, Anita.-
-También quiero eso, La- dijo con la voz entrecortada –más que
nada en este mundo quiero estar por siempre contigo.-
-Feliz cumpleaños, amor de mi vida.- Cerré mis ojos y dejé que
algunas lágrimas contenidas fluyeran. No hay manera en la que pueda describir lo
que Ana me hace sentir y lo que siento al tenerla así de cerca con su corazón latiendo
sobre el mío.
Nos costó mucho dejarnos ir, ninguna de las dos quería soltarse
hasta que mi estómago hizo un ruido extraño que provocó que riéramos como locas.
Comí un poco de lo que preparó Norma, Anita se limitó a tomar café diciendo que
estaba demasiado emocionada para poder comer algo. Yo también estaba así pero mi
estómago no entendía de momentos apropiados e inapropiados. Tan pronto como
terminé de comer fui a mi computadora para poner algo de música.
-La noche está preciosa.- Dijo Ana viendo hacia arriba.
-Sí, está perfecta.- La canción comenzó a sonar. -¿Me permites esta
pieza?- Se viró hacia mí un tanto sorprendida.
-No soy muy buena bailando.-
-Déjame guiarte.- Sonreí y moví levemente mi mano para que ella
la tomara. Lo hice después de unos segundos. –Tampoco soy una experta en esto
pero estos son pasos básicos.- Me acerqué a ella. –Pon tu mano sobre mi hombro y la
otra la sostendré yo.- Lo hizo mientras la canción comenzaba a sonar.
So close no matter how far
Couldn't be much more from the heart

Forever trusting who we are


And nothing else matters
Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words I don't just say
And nothing else matters
Trust I seek and I find in you
Every day for us something new
Open mind for a different view
And nothing else matters
Never cared for what they do
Never cared for what they know
But I know
Guiaba a mi pequeña que me veía con una enorme sonrisa que era
un reflejo de mi rostro. Estaba más que feliz de poder festejar con ella esta fecha tan
especial. Ana soltó mi hombro y deshizo el agarre de mi mano para abrazarse a mí.
Cerré los ojos sin dejar de bailar, recliné mi cabeza sobre su hombro. Permanecimos
así hasta que la canción casi acabó.
-Sé que no es el típico vals de las quinceañeras o de los sweet
sixteen pero es lo más cercano que puedo ofrecerte.- Aparentemente era mi día de
suerte, Christina Perri hizo su triunfal aparición y esta canción sí podía ayudarme un
poco más.
Heart beats fast
Colors and promises
How to be brave
How can I love when I'm afraid
To fall
But watching you stand alone
All of my doubt
Suddenly goes away somehow
One step closer
I have died every day
waiting for you
Darlin' don't be afraid
I have loved you for a
Thousand years
I'll love you for a
Thousand more
Bailamos tranquilamente durante la canción, pedía al cielo no
olvidar ni un solo segundo de esta velada. Quería todo en mi memoria, cada olor,
cada sabor, cada textura, cada sonrisa, cada beso. Sólo quería disfrutar a mi rubia y
verla feliz. Se alejó de mí con una enorme sonrisa.
-¿La?-
-¿Sí?-
-¿Podrías hacer algo por mí?-
-Lo que sea, cariño.- Llevó sus manos a mi cuello.
-Hazme el amor- sonrió dejándome ver sus lindos hoyuelos –quiero
experimentar eso que me has hecho sentir un par de veces pero sin ropa de por
medio. Te quiero, La te quiero de todas las formas posibles.- Tomé una de sus manos
y la llevé a mis labios.
-Vamos a casa entonces- negó.
-Aquí.- Valientemente llevó sus manos hasta mi cintura, tomó mi
playera y comenzó a quitármela lentamente. –Sólo nosotras dos y nuestro escondite.-
Me agaché un poco para que pudiera sacármela por completo.

Hice lo mismo con su playera, mejor dicho con mi playera, la quité y la dejé cerca de
nosotras. Poco a poco la fui guiando a donde estaba la colchoneta. Mi rubia se veía
tan preciosa a la luz de la luna; tan pura, tan mágica, tan mía. Me sonreía
tímidamente mientras la tumbaba sobre el acolchonado espacio. Me quedé
suspendida sobre ella acariciando su rostro.
-¿Estás segura?-
-Muy segura, La.-
-Si...-
-Si algo me incomoda te lo haré saber de inmediato pero puedo
jurarte ahora mismo que nunca me voy a sentir incómoda si eres tú quién me toca.
Pondría mi vida en tus manos si fuese necesario porque sé que nunca me vas a
lastimar y porque sé que me amas.- Sonreí ampliamente.
-Ya era hora que fueras consciente de eso, cariño.- Bajé mi cabeza
hasta que mis labios se encontraron con los de ella. El beso era suave, sin prisas,
saboreando la una a la otra aunque ya lo hubiésemos hecho mil veces antes esto, era
muy diferente.
Mi mano derecha comenzó a vagar por el cuerpo semidesnudo de
mi chica, acariciaba su brazo, aruñando levemente para luego pasar por su estómago
hasta la base de sus senos. Fue entonces que caí en cuenta de lo que estaba por
pasar y yo no sabía de esto; también era nuevo para mí. No quería que fuera
incómodo ni mucho menos quería dañarla. Dejé de besarla.
-¿Qué pasa?- Preguntó mi novia un poco preocupada.
-No sé hacer esto... digo, es la primera vez que lo hago con una
mujer y no quiero decepcionarte.-
-La, eres la persona más cariñosa que he conocido, aunque no te
das cuenta eres muy empática y eres intuitiva. Hay una enorme fuerza dentro de ti
que te hace moverte por tus ideales y por lo que amas, esto es lo mismo. Nos
amamos, nos necesitamos y está de más decir que nos deseamos, dejemos que eso
no guíe. Aparte nadie conoce mejor mis necesidades que tú. No me vas a lastimar, lo
sé así que no temas, amor.- Ahora fue ella quién elevó un poco la cabeza para
atrapar mis labios nuevamente.
La danza de nuestras lenguas no se hizo esperar, Ana cada vez era
más audaz y más atrevida. Durante la semana pasada me había dejado más que
excitada con sus sesiones de besos; que implicaban uno que otro roce entre nosotras.
Lo que pasó en el baño era el indicio de que esto estaba por suceder.
Llevé mi mano a su espada para poder deshacerme de su
sujetador, quería verla completamente desnuda y sentir cada parte de su piel.
Cuando liberé el broche fue descendiendo mis labios a su mandíbula, luego a su cuello
donde me quedé unos segundos; es un área muy sensible para ella. Me puse de
rodillas para tener mejor equilibrio; mis besos siguieron bajando por su pecho hasta
el canal que se formaba entre sus senos. Con mi quijada fue bajando el sujetador
poco a poco hasta que dejó al descubierto sus perfectos senos. La ayudé a
deshacerse por completo de la prenda y la arrojé a un lado de donde estábamos.
Vi su rostro excitado, su boca levemente abierta y su pecho
subiendo un poco agitado de lo nerviosa que estaba, al igual que yo. Sus senos
blancos eran adornados por unas areolas rosas pequeñas. Ana era perfección. Bajé de
nuevo al canal de sus senos, comencé a llenar su seno izquierdo de besos, evitando
su areola. Ahora ella respiraba por la boca y la escuchaba susurrar mi nombre. Decidí
dejar la pequeña tortura y atrapé ese botoncito con mi boca para succionarlo
levemente y acariciarlo con mi lengua.
-La...-era apenas un suspiro. Sus manos que estaban quietas ahora
se fueron a mi cabello al cual daba pequeños tirones. Llevé mi mano derecha a su
otro seno para amasarlo y jugar con él.
Mi excitación crecía al sentir como el pezón de Ana se ponía erecto
sobre mi lengua. Lo que hizo que succionara más fuerte y que mi novia levantara las
caderas. Dejé un suave beso antes de irme al otro pezón para darle el mismo
cuidado, ella aprovechó ese momento para deshacer el agarre de mi sujetador y
poder quitármelo; lo hizo en cuestión de segundos con una facilidad increíble. Ahora
en igualdad de condiciones Ana, sin ningún preámbulo buscó mis senos con sus
manos y los apretó lo que hizo que soltara un gemido.

Dejé su pecho y me fui a sus labios una vez más donde nos devoramos con pasión, a
la par que nuestras manos tocaban donde podían. Pasé mi mano por sus senos una
vez más antes de bajar lentamente hasta que quedó sobre la tela de sus shorts. Metí
mi mano y delimité con mis dedos el área que cubría el elástico del short.
-¿Todo bien?- Pregunté sobre sus labios.
-Nunca había estado mejor, La.- Me besó apasionadamente. –Sin
ropa.- Me recordó.
Dejé un beso sobre su nariz antes de ponerme de pie y comenzar a
desabrocharme los jeans. Ana se sostuvo sobre sus codos y con una profunda mirada
me veía deshaciéndome de la ropa. Primero los zapatos, los tines, los jeans y me dejé
únicamente con el bikini rojo que traía puesto. Sin dejar de ver los ojos de mi novia
comencé a bajármelo con calma; sentía que la mirada de Ana en cualquier momento
me iba a traspasar la piel y quemarme. Nadie nunca me había visto así. Por fin quedé
libre de toda prenda y Ana no tenía pudor para ver la pequeña línea de vello púbico
que adornaba mi sexo.
Le sonreí y de nuevo me puse de rodillas entre sus piernas, busqué
el elástico de sus shorts para bajarlos; ella me ayudó levantando sus caderas. Dejé el
short sobre sus rodillas mientras quitaba sus zapatos. Cuando me deshice de ellos
también lo hice de su prenda. Al igual que yo llevaba un bikini pero de color blanco el
cual casi se perdía con su piel.
-Eres hermosa, Ana- dije honestamente –eres lo más hermoso que
he visto.- Levanté levemente su pantorrilla derecha para comenzar un camino de
besos por toda su pierna. Llegó el momento en el que no pudo sostener su mirada y
cerró los ojos.
Los besos llegaron a sus preciosos muslos que mordí suavemente,
alternando entre uno y el otro hasta que llegué a su intimidad. Su olor era exquisito y
podía ver la mancha de humedad en su ropa interior. Estaba tan excitada como yo y
lo estaba disfrutando tanto como yo. Besé la parte interna de sus muslos, mis fosas
nasales absorbían su dulce olor y mis manos vagaban por su estómago. Dejé sus
muslos para esparcir besos por su sexo mojado; un fuerte gemido escapó de la boca
de la rubia.
Llevé mis manos a su ropa interior, enredé mis dedos en el elástico
y me decidí a quitarlo de una vez por todas. Sentí una punzada de placer cuando por
fin pude verla completamente desnuda. Su sexo completamente depilado hacía que
se viera aún más sexy. Dejé de lado la última prenda que se interponía entre
nosotras y busqué su boca. Las manos de Ana se posicionaron sobre mis glúteos y las
mías estaba a lado de sus orejas, como mi único soporte. Ella bajó mi cadera para
que pudiéramos sentirnos como las veces anteriores pero ahora sólo piel contra piel.
No la hice esperar para comenzar el lento vaivén sobre ella. La
sensación era alucinante, nuestros labios juntos y nuestros sexos mojados tocándose
sin pudor alguno. Dejé de besarla y recliné mi frente sobre la de ella sin dejar de
moverme; Ana se aferraba fuertemente a mis glúteos y me pegaba más y más a su
cuerpo, como si quisiera que fuésemos uno. Al abrir los ojos me di cuenta que ella me
veía atentamente.
-Te amo, Anita.- Me dejé suspendida sobre una sola mano y la otra
la bajé hasta que quedó entre nuestros sexos. No tardé mucho en encontrar el
excitado botón de placer de mi novia que estaba inundando en sus jugos y los míos.
Hice círculos sobre su clítoris y ese movimiento me afectaba directamente a mí
también.
Mis dedos siguieron jugando su clítoris por varios segundos más,
deleitándome con las reacciones de Ana que me tenían al borde de un orgasmo, sin
contar sus manos que hacían maravillas con mis glúteos y sus labios que buscaron los
míos fervientemente. Mis dedos dejaron su clítoris para ir más abajo; jugué con sus
pliegues hasta llegar a la entrada de su vagina. No dijo nada, simplemente asintió y
volvió a besarme con fuerza. Sin dificultad entraron dos dedos muy profundo en ella.

-¡Lara!- Me mordió el labio de una manera tan sensual que casi hizo que me corriera.
Inicié una penetración lenta, acompañada del movimiento de
nuestras caderas. Me retiré un poco de su rostro para poder apreciarla mejor. Su cara
reflejaba un éxtasis total, de verdad lo estaba disfrutando. El mete y saca seguía
lento pero ahora con más fuerza. Tanto ella como yo movíamos bruscamente
nuestras caderas buscando más profundidad y más contacto entre nosotras.
Cuando sentí el cuerpo de Ana temblar saqué mis dedos y arremetí
con mi pelvis contra la de ella buscando mi propia liberación. Mis movimientos y la
forma en como Ana levantaba la cadera hicieron que nuestros orgasmos se
encontraran al mismo tiempo. Nos corrimos fuerte diciendo el nombre de la otra
sobre nuestros labios. Sentía el sudor sobre mi espalda y mi frente y el calor por todo
mi cuerpo. Mi sexo palpitaba a la par que el de Ana. Nuestras respiraciones agitadas
que buscaban salir por nuestra boca y el corazón latiendo con tanta fuerza que casi lo
podíamos escuchar.
Me recosté a su lado casi con dolor al no sentir su piel sobre la mía.
Ella de inmediato buscó mi pecho y se recostó sobre él. No dijimos nada por varios
minutos; yo jugaba con su cabello y ella hacía círculos sobre mi estómago.
-Gracias, La.-
-¿Por qué?-
-Por el mejor regalo de cumpleaños.-
-Pero ni siquiera te he dado mi regalo.-
-Ese es un regalo físico que ahora mismo, no lo tomes a mal, no
podría importarme menos.- Suspiró. –Gracias por tirar la barrera más grande que en
mí quedaba. Gracias por enseñarme que esto también es una forma de demostrar
amor cuando estás con la persona adecuada. Gracias, amor.- La abracé fuertemente
a mí y llené su cabello de besos.
-Gracias a ti por dejarme entrar en tu vida y por confiar en mí.-
-Siempre te voy a amar, Lara más que a nada y a nadie en este
mundo.- Se levantó un poco para verme a los ojos. –Nunca olvides que eres lo mejor
de mi vida, mi ángel.- Atrapé sus labios con amor y con un nudo en la garganta ante
lo que me acaba de decir. Se había entregado por completo a mí y me estaba dejando
entrar en su vida sin ningún pero, sin pretextos, sin condiciones, simplemente me
quería a mí tanto como yo a ella.
-Sé que es una locura pero en cuanto ambas seamos legales quiero
que te cases conmigo.-
-¿Es una propuesta?- Me sonrió con ternura.
-No tengo el anillo pero sí, es una propuesta.- Sonreí sobre sus
labios.
-No sonó a una propuesta.- Besé su nariz.
-Ana Cardozo, ¿quieres hacer el favor de hacerme la mujer más
dichosa de mundo y casarte conmigo?- Se inclinó y me besó.
-Sí, Lara quiero casarme contigo. Nada me haría más feliz que estar
a tu lado el resto de mi vida.- Un besó más y se recostó en mi pecho.
Ahora quizá entiendo lo que Ana tanto me dice de Dios y de sus
misteriosas formas de actuar. Ahora entiendo que Él siempre tiene un plan para todo
y ningún plan que yo haya tenido antes de venir aquí se puede comparar a la alegría
que siento de saber que ella me quiere a su lado para siempre. No necesito más que
mi fe y mi amor por ella para luchar cualquier batalla que se nos presente.

A/N Un poco atrasado pero aquí está su oferta del buen fin :) Hola,
mis muy queridos lectores! Tenía toda la intención de publicar el viernes pero como
siempre no pude aguantarme y bueno, aquí estoy.
El capítulo que todo el mundo estaba esperando por fin se dio en el
marco del cumpleaños de Ana; no era la imagen que tenía planeada desde el principio
pero quedé más que satisfecha con el resultado. Espero que les guste a ustedes
también.
Gracias enormes por los votos, los comentarios, los mensajes; no
siempre me da tiempo de responder a todos pero créame que los leo y me alegran el
día con sus lindas palabras o con sus ocurrencias. A los que pedían un maratón, esto
es lo más cercano que tendremos de un maratón así que valórenlo xD
Como siempre pasen por @elcirculcolibri para muchas historias y
otras cosillas por ahí; también visiten a mi compi @xiion17 que tienen historias muy
chingonas. Nos leemos en twitter @Alexita_May para echar desma, adelantos de los
capítulos y demás.
Lean "Twin Flame" mi bebé; lo que hizo que perdiera el miedo a
escribir y me ayudó a llegar hasta acá. Tiene, por supuesto un gran valor sentimental
para mí. Como paso con "Mareas del Tiempo" sufrirá algunas modificaciones pero la
línea original de la historia no cambia (para los que la leyeron en TR) Gracias por sus
comentarios y votos para esas historias también :')
Sin más espero que su semana esté yendo de maravilla; mucho
mejor que la mía y nos leemos muy pronto, como siempre ;)
Saludos desde mi agripado rincón,
Ale :)
Capítulo 29

Permanecimos un buen rato viendo al cielo estrellado, todavía


desnudas y sintiéndonos muy cerca la una de la otra. Decidimos irnos cuando el frío
comenzó a ser una molestia. Nos vestimos en silencio hasta que Ana traviesamente
se acercó a mí y me propinó una nalgada. Definitivamente amaba ver a mi chica
mucho más suelta y más segura de ella. Algunas cosas las dejamos escondidas detrás
de un árbol y sólo nos llevamos la canasta y mi mochila. Hoy no importaba nada así
que llevé a mi rubia de la mano por todo el pueblo hasta llegar a mi casa. Nos
pusimos la pijama y nos echamos a dormir.
Despertamos cuando alguien tocó a la puerta con insistencia. Me di
la vuelta y eché mi pierna sobre el cuerpo de mi novia para seguir durmiendo. Ella,
con mucho trabajo, se deshizo de la trampa y se levantó a abrir. Escuché a lo lejos
los murmullos de varias personas. Sin muchas ganas me levanté y me encontré al
Alberto y a las hermanas González abrazando a mi rubia.
Norma llevaba un discreto ramo de flores al igual que su papá,
Ingrid llevaba algo envuelto con un llamativo moño encima. Un libro. La mujer
constantemente iba al otro pueblo por material nuevo de lectura. No sé cómo le hacía
para conseguir libros tan buenos. Después de las felicitaciones saludé a los tres
adultos antes de que Ingrid y su hermana fueran a la casa de enfrente para ir por el
desayuno que complementamos con lo que nos había sobrado de ayer.
Desayunamos en completa calma hablando de lo que haríamos por
la tarde para celebrar propiamente el cumpleaños de mi rubia. Todos comeríamos en
la iglesia. Ana jugaba con mis dedos por debajo de la mesa mientras los adultos
platicaban. A momentos me perdía de la conversación por ver a la chica a mi lado.
-Ten- Ingrid me arrojó una servilleta.
-¿Estoy manchada?-
-No, es para la baba.- Todos se echaron a reír incluso Ana.
-Creo que eso es muy romántico- agregó Norma –se ven como si
nadie más existiera. Es realmente lindo.-
-Gracias, Norma- dije.
-Parece que no comieron mucho ayer, sobraron muchos bocadillos-
de nuevo la mujer amargada. –Parece que por fin siguieron mis consejos- Alberto se
echó a reír y Norma rodó los ojos.
-¿Simplemente no puedes callarte?-
-No cuando pasó algo tan obvio. Véanlo por el lado bueno, nadie
sale embarazada y eso es genial. El pastor no tendrá que preocuparse por ser abuelo
tan joven- Ana se movió de su silla y se sentó en mi regazo.
-Aléjame de ella- de nuevo todos se echaron a reír.
-Déjala en paz, es su cumpleaños.- Clamé mientras acariciaba su
espalda –pido que un día dejes de ser tú.-
-Pides mucho pero sólo por ella lo haré, no porque tú me lo pides.-
-Y es así como comienza el apocalipsis.- Añadió Norma. –Oh, Lara
necesitas ir a la cancha de voli.-
-¿Sí?- Me extrañé.
-Sí, Mónica me pidió que le llevaras una cosas que están en mi
casa- por fin mi cerebro captó.
-Cierto, lo había olvidado por completo.-
-Entre más rápido vayas más rápido regresas- tomé a Ana de la
cintura antes de ponerme de pie junto con ella. Ana se quedó en mi lugar mientras yo
regresé a mi habitación a cambiarme de ropa. Cuando salí puse mis manos sobre los
hombros de mi rubia y dejé un beso sobre su cabello.
-Nos vemos más tarde.-
-Me iré a casa con papá para estar lista.-
-Bien, cariño, nos vemos allá entonces.-

-No dan más de cursis ustedes- apuntó Ingrid con cara de asco.
-No seas envidiosa- dijo su hermana.
-No es envidia es diabetes de tanta miel- reí, tomé mis llaves y en
el umbral de la puerta le mostré mi dedo medio y ella hizo lo mismo casi a la par.
Corrí a la casa de Norma y encontré rápidamente la caja con las cosas que tenía para
decorar la habitación de Ana. Tuve que rodear la casa para que no se dieran cuenta
que iba con dirección a la iglesia y no a la escuela.
Caminé muy feliz pensando en cómo reaccionaría Ana al ver la
sorpresa. Había muchas cosas que para mí eran comunes que ella no había visto por
el lugar donde vivía y por estar aquí así que quería mostrarle un poco de lo que se ha
perdido. Alberto amablemente me dio su llave para abrir la puerta de la iglesia.
Estaba por entrar cuando escuché que me llamaban. Viré y me encontré con Ofelia.
-Hola- le sonreí.
-Hola-respondió a secas -¿está Ana?- Negué
-Está en mi casa- hizo un intento por irse –Ofelia, espera; sé que
no estás de acuerdo con esto, lo entiendo pero ella no tiene la culpa. Eres su única
amiga y te quiere mucho. La semana pasada estuvo muy triste porque te invitó a
comer a nuestra mesa y la rechazaste- abrió los ojos como platos.
-¿Cómo...-
-No me lo dijo, sabes que ella odia causar conflictos la vi y vi como
declinaste su oferta.-
-Estaba muy lejos de donde estaban ustedes.-
-Te recuerdo que la vigilo constantemente porque me preocupa su
bienestar. Lo que sea que tú pienses de lo que tenemos es incorrecto. Yo la amo y
quiero verla feliz- sonreí –viviría para hacerla feliz. Te pido por favor que medites
esto.-
-También la extraño- confesó.
-Entonces deja esta mierda atrás y ven a comer con nosotras-
sonrió. –Será un lindo regalo de cumpleaños para ella.-
-¿Tú crees?, ¿no estará molesta?- Eché la cabeza a un lado.
-Es Ana de la que hablamos, ella no funciona así.-
-Tienes razón.-
-La comida será a las tres de la tarde, te esperamos- asintió y giró
los talones.
-¿Lara?-
-¿Sí?-
-Esto no significa que apoye lo que tienen...-
-Lo sé, lo haces por ella y te lo agradezco- asintió nuevamente y
ahora sí marchó rumbo a su casa. Hice lo propio hacía la iglesia y puse manos a la
obra.
Tenía mucho por hacer; inflé los globos rojos que me ayudarían a
formar un corazón en el techo justo sobre la cama de mi novia. Pegaba y me
recostaba buscando que se vieran lo mejor posible. Una vez que quedé contenta con
el resultado até los hilos con los mensajes que había escrito para ella y los demás los
esparcí por la cama. De la habitación de Alberto saqué el panda que había comprado
para ella. Fue el más grande y decente que pude conseguir en el otro pueblo por lo
que no podía quejarme. Después el ramo de rosas que dejé sobre su buró.
Justamente tarde hora y media, lo que le había dicho a Alberto que necesitaría para
acabar esto. Como por arte de magia escuché la puerta principal abrirse.
-¡Mierda!- Tomé el iPod que estaba sobre el escritorio y agradecí
que tuviera pila. –Apenas recuerdo que esta mierda tiene cámara- me puse muy
cerca de la puerta del baño y esperé a que entrara.
-Ahora te ayudo... papá- su voz se fue desvaneciendo poco a poco
cuando vi el interior de su habitación. Se acercó a la cama y tomó uno de los
papelitos que colgaba.

-Sorpresa- pegó un pequeño brinco.


-La... ¿qué es esto?-
-Una sorpresa- le sonreí y ella seguía en shock.
-¿Cómo... creí que irías con la profe Mónica.-
-Una mentira piadosa, cariño- levanté el aparato en mi mano y le
tomé una foto. Se veía muy adorable con la carita de confusión. Me acerqué a ella y
la abracé por detrás mientras leía el mensaje, "te amo porque haces que quiera ver el
mundo de diferente manera". Tomó otro papelito y lo leyó en voz alta.
-Te amo porque eres paciente conmigo.-
-Ese debe ser de mis favoritos- sonreí mientras escondía mi cara en
su cabello.
-¿Cuántos escribiste?-
-Cien.-
-¿Qué?-
-Y cada uno es diferente- se giró para abrazarme –feliz
cumpleaños.-
-Eres la mejor novia del mundo.-
-Sólo quiero verte feliz.-
-Lo logras cada día, La te lo juro.- Levanté de nuevo el iPod y nos
saqué una foto, cuando la vi me eché a reír, apenas y se veía mi cabello. Me alejé de
ella y dejé un beso en su mejilla. –Está será nuestra primera foto oficial- ambas
sonreímos cuando presioné el botón de en medio y sonreímos aún más al ver lo
perfectas que nos veíamos juntas. Antes de volver a presionar Ana se acercó a mí y
dejó un beso en mi mandíbula que hizo que cerrara los ojos. Mi foto favorita por
mucho; Ana mostrándome su amor y yo disfrutando de sus labios sobre mi piel.
-Me llevaré el iPod para pasar las fotos a mi computadora.-
-Falta una foto- fue ella quien levantó el aparato y presionó el
botón cuando sus labios estaban sobre los míos. Ambas con una media sonrisa. Dejé
el iPod de lado, la levanté y le di un par de vueltas que hizo que soltara una
carcajada.
-Te amo, Anita.-
-Te amo, La- enredó sus piernas sobre mi espalda, dejó un suave
beso sobre mis labios y se abrazó a mí. –Este es el mejor día de mi vida.-
-¿En serio?-
-Muy en serio- se abrazó más fuerte –tú haces que todo sea muy
especial.-
-Un placer, majestad.-
La dejé para que pudiera arreglarse para la comida y yo hice lo
propio en mi casa. Tenía muchas dudas en cuanto a mi vestuario por lo que opté por
un vestido rojo y mis converse. Un look casual perfecto, según yo, para la ocasión.
Durante la comida le daría otra pequeña sorpresa que espero le guste Norma fue vital
para que saliera decente y mi regalo final.
Faltaban treinta minutos para la hora que pactamos y yo moría por
irme. Esperaba a Ingrid y su hermana para que pasaran por mí e irnos juntas a la
iglesia. Pao ya estaba en mi casa husmeando la música en mi computadora. Y yo
seguía muy nerviosa.
-Le harás un hoyo al piso, Lara.-
-Es inevitable- me agaché para atar mis agujetas –quiero que sea
perfecto para ella.-
-¿La amas?- Sonreí.
-Por supuesto.-
-¿Cómo es?-
-¿Qué cosa?-
-Amar a alguien así con tanto... ímpetu- me puse de pie y me senté
a lado de ella.
-Es diferente para cada persona o eso creo. Mi amor por ella se
forma por todas las cosas que me gustan en ella y por las cosas que admiro de ella.
Creo que es muy importante admirar a tu pareja y no por ponerla en un pedestal sino
por asombrarte por cómo hace las cosas. Y definitivamente amo la forma en como
hace las cosas.-

-Eso es muy lindo, Lara- me regaló una enorme sonrisa.


-No sabía que podía ser tan elocuente hasta que la encontré.-
-Espero algún día alguien me quiera la mitad de lo que se quieren
ustedes.-
-Eres una chica maravillosa, estoy segura que encontrarás a
alguien que te quiera el triple de lo que nos queremos nosotras.-
-Bueno, esperemos el milagro- sonreímos. En eso vimos entrar a
las hermanas y prácticamente corrí a la puerta.
-Ya vámonos.-
-Qué desesperada, de todos modos no te la vas a comer frente a
todos.-
-Eso no lo sabes.-
-Genial, porno en vivo- dijo la amargada mujer; Norma se echó a
reír y Pao se veía incómoda. -¿Qué? Eso no sucede todos los días- me acerqué a
Norma y besé su mano.
-Dios te bendice por soportarla tanto- Ingrid rió. -¿Podemos irnos
ya?- Asintieron y salimos de mi casa.
A medio camino regresé porque no llevaba el regalo y me gané las
burlas de la mujer agria y unas cuantas de Norma, que aunque no lo dijera disfrutaba
molestarme. Las alcancé despacio tratando de no agitarme mucho para no sudar.
Agradecí que no había mucho calor y eso ayudaba a mantenerlo controlado.
Al llegar nos encontramos con que la mesa la habían puesto en el
patio trasero; todo estaba pulcramente acomodado, muy al estilo del pastor.
Ayudamos a pasar las cosas y Anita no salía de su habitación aún. Dejé mi silla y
caminé rumbo a su habitación.
-Recuerda que eso es para el postre, mocosa- me eché a reír.
-Lo tendré en cuenta- tomé la bolsa que tenía para ella y toqué la
puerta de su habitación.
-¿Cariño?- No hubo respuesta –voy a pasar- abrí la puerta y la
encontré sentada encorvada sobre su cama. -¿Ana?- Dejé la bolsa sobre el buró y me
senté a su lado. -¿Qué pasa?-
-Creerás que soy una tonta.-
-Ya lo creo pero dime que pasa- sonrió.
-No lo creo, La- buscó mi mano para entrelazar nuestros dedos –es
demasiado perfecto, tú eres demasiado perfecta y siento que...-
-Esto y más es lo que mereces, Ana ya es hora que disfrutes de la
tranquilidad que Dios te está dando- negó.
-Perdón, lo estoy arruinando.-
-No arruinas nada, mi amor- me puse de rodillas frente a ella- de
alguna forma es entendible que te sientas así después de lo que has pasado. Pero
este puede ser nuestro punto de inflexión, un antes y un después. A partir de ahora
vamos a disfrutar al máximo y a ser tan felices como podamos. Si los demonios
vienen se va a encontrar con tu inquebrantable fe y con la fuerza de mi amor por ti;
los vamos a derrotar...-
-Juntas- complementó viéndome a los ojos con una leve sonrisa.
-Juntas- afirmé. -¿Te parece?- Asintió –bien, ahora mi regalo.-
-¿Más?-
-Tenía muchas cosas planeadas y no me decidía por una sola así
que hice todas- me senté de nuevo a su lado. –Quería una cena romántica donde yo
cocinara para ti pero también quería decorar tu habitación y darte algo. Así que decidí
la cena en el bosque donde fue nuestro primer beso y adorné tu habitación porque se
pegó la gana- rió.
-¿Y la bolsa?- Suspiré.
-Eso es algo simbólico; es algo que significa mucho para mí y que
quiero que tengas- le pasé la bolsa, me observó unos momentos y comenzó a abrirla.
Lentamente sacó una playera negra con el número uno y con mi apellido en la parte
de atrás. –Cuando las cosas con mamá no iban tan bien me refugié en los libros y
cuando eso no bastó busqué algo más que hacer y me encontré con un equipo de voli
que entrenaba en un vecindario en Texas. Las vi entrenar por mucho tiempo y nunca
me atreví a jugar hasta que una chica se acercó y me invitó. Me acogieron sin ningún
pretexto, siempre fueron muy amables conmigo y después de un mes me hicieron
parte del equipo. Este fue el uniforme que me dieron; es mi primer uniforme de voli.-
-La, yo no puedo aceptar esto.-
-Cuando mamá se enteró me prohibió regresar a ese lugar- la
ignoré -me escapaba para poder ir a jugar hasta que contrató a personal de
seguridad para cuidarme... dejé de ir pero me prometí mejorar para poder regresar a
jugar con ellas algún día- viré para verla. –Quiero que mi posesión más preciada la
tenga la persona que más amo en el mundo.-
-La...-
-Quiero que cuando por fin regrese a jugar ahí tú estés
apoyándome, gritando o poniéndote nerviosa pero usando esta playera- con mucho
cuidado la puso sobre la cama para después sentarse en mi regazo y rodear mi
cuello.
-Gracias- besó mi mejilla –deja de hacer estas cosas, La.-
-¿Por qué?-
-Porque a este ritmo mi corazón va a estallar de tanto amor- sonreí
y busqué sus labios.
-Te amo.-
-Te amo, ángel- me abracé fuerte a ella y nos quedamos así por
varios minutos hasta que llegaron a interrumpirnos.
-¿Están vestidas?, ¿debería traer una cámara?- Ambas reímos.
–Puede que ustedes estén comiendo pero nosotros tenemos hambre.-
-Ya vamos- Anita se puso de pie y fue ahora que pude verla por
completo. Llevaba sus sandalias blancas que tanto le gustaban; un vestido floreado
que nunca había visto. Se ceñía muy bien sobre su cuerpo haciendo que sus curvas se
acentuaran más. Su cabello pulcramente levantado con una trenza y se había puesto
un poco de maquillaje. –Te ves preciosa, cariño.-
-También tú te ves muy bonita, La.- Se acercó de nuevo a mí y
tomó mi cabello. –¿Te vestiste decentemente para la ocasión?- Negué.
-Me vestí para impresionarte.-
-Objetivo logrado, señorita Orozco- la tomé de la mano y nos
encaminé al patio.
Los adultos charlaban animadamente, por fin Omara había llegado
y todos veían a Ingrid; seguro estaba diciendo idioteces como todo el tiempo. Pao
hablaba con alguien y para mi grata sorpresa vi que era con Ofelia.
-No creí que viniera- dijo con honestidad.
-¿Le hablaste?-
-La vi hace un rato- no quería confrontaciones o malas caras por lo
que hice por soltarme de la mano de Ana pero lo impidió.
-No, La tiene que lidiar con el hecho de que eres mi novia. No te
voy a esconder y menos de ella- una espléndida sonrisa se colocó en mi rostro.
-Usted manda, majestad.-
Con Ingrid ahí era prácticamente imposible que pudiéramos
aburrirnos. Alberto nos deleitó con una riquísima comida; sopa horneada y pollo en
salsa de champiñones, el hombre tiene muy buenas habilidades. La mayoría, a
excepción de Ofelia, repetimos plato porque estaba simplemente exquisito. Me
sorprendió ver que Omara me seguía mi ritmo para comer. La chica era delgada pero
comía como si la hubieran contratado para hacerlo. Ana se reía porque sabía que
quería seguir comiendo pero me dio un poco de pena levantarme por el tercer plato
de comida. Ella muy discretamente se paró por más para mí.
-Ten, puerquito.-
-Ana...-
-Es de cariño- besó mi mejilla- es más iré por un poco más para
que no te sientas mal.- Literalmente puso media cucharada de sopa en su plato.
-¿Quién va a comer?, ¿Barbie?- Los que nos escucharon se echaron
a reír.
-Ana, ¿segura que quieres mantener a este hipopótamo?- Preguntó
Ingrid.

-Estoy muy segura- respondió sonriente.


-Mira que van a trabajar sólo para alimentarla, quizá la puedas
meter a un zoológico...- ni bien termino cuando le arrojé un pedazo de pan que llegó
directo a su rostro.
-Niñas, dejen de jugar la comida- reprendió Norma. Omara reía
viendo la interacción de la adulta con la adolescente. No sé quién era cual.
-Me ganaste, Lara- decretó Omara.
-En cuanto a comer no he conocido a nadie que coma más que ella-
dijo Ana recostándose sobre mi hombro –simplemente parece que su estómago fuera
un costal sin fondo.-
-Bueno, antes solía hacer mucho ejercicio y necesitaba muchas
calorías para poder quemar.-
-¿Te ejercitas aquí?-
-Sí que se ejercita- como siempre Ingrid metiendo sus narices
donde no le importa.
-¿Qué haces?- Preguntó inocentemente Omara.
-Hay menores de edad que no deberían saber eso- Omara captó y
rió mientras Ana y yo cambiábamos de color.
-Nado y los entrenamientos de voli pero nada de eso en estas
semanas por lo que pasó- desvié de lo que Ingrid insinuaba.
-Espero pronto regreses- me animó.
-Gracias.-
Finalmente dejé de tragar pero faltaba el postre y este sería el
último regalo de Ana; sí, aunque pareciera que el mundo iba a acabar, fui capaz de
hornear un pastel para mi novia. Claro, Norma hizo la decoración y esa mierda pero
yo hice el bizcocho. Requirió de toda mi puta paciencia y en un momento pensé que
declinaría de ese regalo pero Norma insistió hasta que por fin pude lograrlo.
Creo que no quedó nada mal. Había puesto una cantidad exacta de
naranja que hacía que tuviera un buen sabor combinado con la vainilla. Debo decir
que fue más seguir las instrucciones de Norma que otra cosa pero creo que merezco
un poco de crédito. Comíamos el postre cuando Alberto habló.
-Gracias a todos por estar en un momento muy especial para mi
hija. Aprecio mucho que estén aquí y sé que es porque la quieren mucho y eso no
tendré cómo pagárselos. Sólo me queda decirle que Dios los bendiga
abundantemente.-
-Creo que nosotros somos los afortunados de conocer a una
persona tan linda como Ana, ojalá hubieran más seres humanos como ella- dijo Pao
–el placer es nuestro.-
-Acertado comentario de Pao- fue el turno de Omara- cuando la
vida te da la oportunidad de conocer a personas como Ana replanteas muchas cosas
y te hace no perder la fe en la humanidad. Feliz cumpleaños a una extraordinaria
persona- levantamos nuestros vasos con horchata.
-Cuentas conmigo para lo que sea, Anita eso ya lo sabes pero hoy
es un muy buen día para recordártelo. Agradezco a Dios la oportunidad que me dio de
conocerte- agregó Norma.
-Gracias- apenas contestó visiblemente apenada
-Espero que este año mejoren tus gustos- quién más que Ingrid.
Todos reímos.
-Tu turno- dijo Norma viéndome con una enorme sonrisa.
-La amo y creo que eso es lo único que importa. Quiero que sea
feliz y todos aquí formamos parte de eso y es genial tener a alguien que haga que el
mundo parezca un lugar mejor sólo con su sonrisa. Es bueno tener a alguien con
tanta fe que hace que las montañas se muevan y que te haga cree en lo imposible.
Ella es lo más importante en mi vida y así será por siempre... gracias por existir, Ana
y gracias a todos ustedes por estar con ella y cuidarla mientras encontraba mi camino
a sus brazos- Ana tomó con fuerza mi mano, vi a todos en la mesa sonreír, incluida
Ingrid.

-Perdón- Ofelia se puso de pie y caminó en dirección a la iglesia. Exhalé


audiblemente.
-Ahora vuelvo- dijo Ana y caminó tras ella. Nos quedamos en
silencio unos momentos.
-Que pinche- quedé viendo a Ingrid antes de estallar en risas.
–Digo, yo soy muy amargada, lo sé pero no haría un puto teatro después de algo tan
bonito.-
-¿Conoces la palabra bonito?- Pregunté.
-Sí y te lo puedo ejemplificar "bonito trasero"- me sonrió
maliciosamente.
-Te voy a matar- los invitados sonreían aguantando la risa al ver
nuestra interacción.
-Gracias, dulce Lara- habló el hombre alto –lo que dijiste fue muy
lindo.-
-Es la verdad- dije encogiéndome de hombros –es lo que me hace
sentir.-
-Estoy de acuerdo con doña Ingrid- dijo Pao y me eché a reír.
-Doña, ya tienes más en tu clan.-
-Ingrid, a secas, como yo- todos reímos. -¿En qué tengo razón?-
-No había necesidad de arruinar algo tan lindo con un berrinche.-
-No lo entiende- intervino Norma -es muy nuevo para ella.-
-Aun así se comportó media estúpida- fue el turno de Pao. Ingrid se
acercó más a ella.
-Bienvenida a la hermandad.-
Continuamos platicando de varios temas, Pao e Ingrid parecía que
habían encontrado un punto en común y se reían a carcajadas; Omara era una
espectadora más pero intervenía de vez en cuando. Pao tenía un inusual sentido del
humor y a pesar de no ser tan directa como Ingrid tenía una manera muy particular
de decir las cosas. Norma y Alberto hablaban de proyectos de la iglesia y algunos
otros proyectos del pueblo que pudieran ser impulsados con la ayuda de los alumnos.
Sólo me bastó atraparlos sonriéndose una vez para confirmar mis sospechas, hay
algo entre ellos.
Ana aún no volvía y me moría por ir a verla pero no me
correspondía; ella dijo que se haría cargo y yo respetaría eso. Me uní a la charla con
Ingrid y discretamente le hice señas para que viera lo que pasaba con el par al otro
extremo de la mesa. Su lenguaje corporal decía mucho, estaban levemente inclinados
hacia adelante lo que hacía que estuvieran muy cerca; Norma jugaba con sus manos
y Alberto hacía lo mismo, muy impropio de él verse nervioso. La mujer amargada
regresó la vista a mí y me sonrió ampliamente.
-Tenemos material, mocosa- levantó la mano para hacer el típico
high five al cual correspondí de inmediato con una sonrisa burlona.
-No sé qué se traen entre manos pero no debe ser nada bueno y
menos que las dos estén juntas en esto- dijo Pao al ver nuestra interacción. Omara se
dio cuenta de inmediato y volteó a donde estaban mis suegros; sonrió.
-Gonzáles y Orozco contra el mundo- clamó Ingrid.
-Langrid- Nos echamos a reír- hasta suena diabólico- agregó la
chica de lentes.
-Es porque es diabólico- dijo Omara con una sonrisa. Escuché pasos
detrás de mí y por fin vi a Ana regresar con una expresión indescifrable en el rostro.
Se sentó a mi lado.
-¿Todo bien?- Negó.
-Mira, rubia- comenzó Ingrid- puede decir lo que se le pegue su
puta gana pero que eso no arruine tu día. No lo permitas, disfruta tu día y déjala a
ella con su mierda mental.-
-Amén- dijo Pao.
-Muy de acuerdo con eso- se unió Omara.
-No pude decirlo mejor- me acerqué a Ana y besé su frente.

-También concuerdo con Ingrid, hija- intervino Alberto- después lidiaremos con lo que
sea que quiera hacer o decir, hoy es tu día.-
Dicho esto nos dedicamos a disfrutar del resto del día entre
bromas, insinuaciones y sarcasmos por parte de Ingrid. Definitivamente era una
gozada estar con esa mujer, hasta Ana disfrutaba de las idioteces que decía y más
cuando iban dirigidas a mí. La noche cayó pero eso no impidió que siguiéramos
hablando y tomando café. Lo único diferente fue que nos cambiamos al comedor
porque comenzaba a hacer frío y a oscurecer.
-Así que, cuando se casen tendrán hijos y serán más felices de lo
que ya son.- No sé cómo demonios terminamos hablando de matrimonio y por
supuesto fuimos las elegidas para ser molestadas.
-Son tan ridículas que van a juntar sus nombres y su hija se
llamará Alana o una mierda así- escupí el café y poco faltó para ahogarme de tanta
risa. –Se ríe porque es verdad.-
-¿Es malo que suene bonito?- dijo Omara y reímos. Alberto y
Norma en su mundo; definitivamente teníamos material.
Hablamos un rato más y gracias a Dios que desviamos el tema del
matrimonio, primera porque era incómodo y segundo porque terminaría diciendo que
ya le pedí matrimonio a mi rubia y no vería el fin de eso. Muchos minutos pasaron y
Ana se disculpó, la vi caminar rumbo al patio. Segundos después la alcancé.
-Hola- sorpresivamente se giró y me abrazó.
-Por fin te tengo para mí un rato- me dijo al oído.
-Siempre me tienes para ti.-
-Ingrid es divertida pero necesito un tiempo fuera, es muy...-
-¿Hija de puta?- Me dio un beso.
-Lenguaje- sonrió –iba a decir intensa pero parece que tú tienes
otra definición de eso.- Bajé mis labios una vez más para atrapar los de ella
momentáneamente antes de abrazarla una vez más.
-Estás muy fría- acaricié sus brazos.
-Entonces no dejes de abrazarme- sus manos descansaban sobre
mis caderas pero sus dedos prácticamente estaban sobre mis glúteos.
-¿Tanto te gustan?- Rió y asintió. Ahora si bajó completamente las
manos.
-Tienes un lindo trasero, La. Para tu altura tu trasero está muy bien
formado.-
-Gracias, volibol.-
-Millones de gracias al voli.-
Un par de horas después todos iban a casa; había sido el día
perfecto. A final de cuentas decidí pasar el día entero con Ana y los más cercanos a
nosotras. Creo firmemente que fue un día maravilloso, nunca había visto a Ana reír
tanto y estar tan contenta. Era lo único que quería y parecía que lo había logrado.
Llegó la hora de dormir y nada me hacía más feliz que dormir a su
lado y con su ropa. El olor de Ana era tan exquisito que me gustaría guardarlo en un
frasco; vino a mí el libro "El Perfume" y de inmediato deseché la idea. Yo ya estaba
acostada esperando que Ana regresara de darle las buenas noches a su papá;
repasaba el día y no pudo ir mejor. Me satisfizo cómo las cosas se habían dado. Anita
llegó con una enorme sonrisa a la habitación. Se quitó los zapatos y se acomodó en
su lugar.
-¿Todo bien?- Me puse de lado para poder verla de frente.
-Más que bien.-
-¿Te gustó?-
-Me encantó, La muchas gracias.-
-Es un placer serle útil, majestad.-
-Eres más que útil, eres magnífica. No sabes lo mucho que significó
para mí todo esto- se acercó a mí y me besó.

El beso se intensificó y de pronto la tenía sobre mí; mis manos se fueron a su espalda
y las de ella se colaron por mi playera traviesamente. De un movimiento ahora era yo
quien estaba encima de ella devorándole la boca. Eso no tardó mucho, bajé a su
cuello donde besé, lamí y mordí a mi gusto. Comenzó a quitarme la playera y ahí me
detuve.
-No- me separé de ella –aquí no, cariño.-
-Sabía que dirías eso- llevó sus manos de nuevo a mi estómago y
los fue subiendo lentamente pero la detuve.
-Señorita, tenemos a tu papá a unos metros de aquí y usted no es
una persona que se quedé muy callada.-
-¿Eso es malo?- Se veía preocupada. Le sonreí, me agaché para
besarla y me reacomodé de nuevo a su lado.
-Me prende muchísimo escucharte gemir, Ana- de inmediato se
puso como un tomate –por eso no quiero que tengas que contenerte.- Se acercó más
a mí hasta quedar a milímetros de mi cara.
-Me gustó mucho lo que pasó entre nosotras- acarició mi mejilla
–es lo más maravilloso que alguien me ha hecho sentir.-
-Fue exactamente igual para mí, cariño- le sonreí mientras ella
seguía acariciando la mejilla.
-Te veía a lo lejos cuando estabas con el clan, veía tu preciosa
sonrisa, o tus hermosos soles verdes cuando participabas en clases y te veías tan
lejos de mi alcance. Y constantemente me preguntaba qué tenía que hacer para ser
digna de alguien como tú- pegó nuestras frentes –y ahora estamos juntas y parece
un sueño y me cuesta creer que de entre tanta gente me elijas.-
-Y te seguiré eligiendo por el resto de mi días, Ana.-
-Te amo, Lara- besó suavemente mi nariz –te amo tanto que a
veces me sobrepasa.-
-Te entiendo a la perfección, cariño créeme que lo hago.-
Permanecimos platicando por muchos minutos más hasta que el
sueño comenzó a vencerme. Busqué el pecho de Ana y me eché a dormir. Había sido
perfecto, en parte había sido agotador pero había valido la pena. Su sonrisa y sus
lindos hoyuelos adornaron su rostro todo el día y eso era invaluable para mí.
Aunque eso no duró mucho tiempo. Aún con el terrible cansancio
que tenía fui capaz de sentir a mi novia retorciéndose y negando a alguien o algo. De
inmediato la solté, me puse de pie para encender la luz y regresarla a la realidad.
Apenas me paraba cuando comenzó a gritar; corrí a encender la luz y a abrir la
puerta del baño, siempre veía hacia ahí después de una pesadilla.
-Ana, despierta- tomé su mano con mucho cuidado pero de
inmediato se soltó. –Amor, despierta- dos gritos más y Alberto ya estaba parado en la
puerta. –No la puedo despertar- dije desesperada. Era la primera vez que pasaba
algo así. El hombre alto se acercó y la sacudió fuerte.
-Ana, es un sueño, ¡regresa!- Ana dejó de moverse y abrió los ojos
bruscamente. Vio a su papá y se echó a sus brazos.
-Va a regresar, papi- comenzó a llorar –me dijo que va a regresar.-
-No, mi amor él no hará eso.-
-Recordé... dijo que nunca me voy a librar de él... dijo que te
conoce- mi cuerpo se tensó de inmediato.
-Eso no es posible, mi amor muy pocos saben que te tengo
conmigo.-
-Mi mamá le dijo; lo recordé... lo recordé, papi nos va a encontrar-
la desesperación en la voz de mi chica me partió el alma y encendió todas las
alarmas. Conoce a Alberto y...
-¿Es posible?- Pregunté asustada, Alberto volteó a verme con los
ojos abiertos como platos.
-Es imposible, Lara nadie sabe de esto. Sólo tu papá sabe dónde
estoy.-

-¿Y si era alguien de la empresa?- Comencé a dar vueltas por la habitación. –Tiene
lógica, ella trabajó ahí...-
-Necesito hablar con Manuel- besó la frente de Ana y se puso de
pie. –Quédate con ella por favor- asentí sin dudarlo, retomé mi lugar en la cama y
Ana se puso de espaldas. –Puede que estemos contra reloj.- Casi salió corriendo de la
habitación.
-No te escondas de mí, cariño- acaricié su brazo y la vi
estremecerse; encogió su cuerpo al sentir mi piel. Una daga en mi pecho hubiera
dolido menos. -¿Ana?- No contestó pero negó con la cabeza, lo que me dijo que su
acto había sido deliberado. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos a la par que ella
comenzaba a sollozar.
Con mucho cuidado salí de la cama buscando no tocarla y me senté
en el piso mientras ella lloraba desconsoladamente. La última vez que ella se puso así
fue cuando tomé su mano estando en el río, tenía apenas unas semanas aquí. Algo
muy fuerte había recordado para que incluso quisiera protegerse de mí.
Entre llantos Ana se quedó durmiendo, yo simplemente lloré en
silencio y fue imposible dormir. Después de lo que habíamos pasado hace apenas
unas horas atrás sentí que éramos más fuertes que nunca pero subestimé a sus
demonios. Bajé la guardia... algo dejé de hacer, alguna puerta abrió Omara y desató
esto. No lo sé. Sólo nos quedaba esperar al amanecer para hablar con ella y esperar a
Alberto.
A eso de las cinco de la mañana me levanté por café y a tapar a
Ana que seguía hecha bolita en su lado de la cama. Me quedé unos momentos
observándola y aunque me moría por tocarla sabía que no era una idea. Tomé el libro
que Ingrid le había regalado De Profundis leí en la portada. Leí unas hojas pero
simplemente veía garabatos, no entendía nada de lo que decía. Lo dejé de nuevo en
su lugar y regresé a mi lugar en el piso.
Pasaban las horas y no había indicios de Alberto, comencé a
preocuparme, quizá no fue muy buena idea que saliera en medio de la noche a buscar
un teléfono. Si no hubiera sugerido que quizá el que abusó de Ana los conoce o
quizá... quizá, quizá, quizá...
-¡Mierda!- Maldije en voz baja. Salí de la habitación justo cuando
tocaron la puerta. Me apresuré a abrir creyendo que era Alberto pero me encontré
con Norma y su hermana. La primera de inmediato se dio cuenta de mi estado.
-¿Qué pasó?- Me tomó de las mejillas.
-Pesadillas.-
-Lo siento- sentí el nudo en mi garganta de nuevo.
-Recordó en sus sueños que... ya sabes quién, conoce a su papá y
le prometió que vendría por ella- el semblante de Norma cambió por completo y vi a
Ingrid fruncir el ceño.
-Pero eso no es lo que te tiene así, ¿cierto?- Negué.
-No dejó que la tocara- Norma entendió y me abrazó fuerte. Para
mi sorpresa Ingrid puso una mano sobre mi cabello, hizo una pequeña caricia y
caminó al comedor.
-¿Dónde está?- Preguntó la mujer de ojos expresivos.
-Dormida.-
-¿Quieres desayunar, mocosa?-
-No.-
-Me importa una mierda, te prepararé algo y más te vale que lo
comas- simplemente asentí. No estaba de humor para nada.
Jugueteé la comida que Ingrid me preparó pero me bastó que
intentara darme de comer en la boca para que mi apetito se despertara. Se
mantuvieron conmigo hasta que Alberto llegó con el rostro más serio que jamás le
haya visto. Nadie, absolutamente nadie se atrevió a preguntarle algo pero era más
que obvio que las cosas no estaban bien. El grito de Ana hizo que todos regresáramos
del trance en el que estábamos, hice por caminar pero la mano de Ingrid me lo
impidió.

-Quédate aquí, hija- dijo Norma mientras corría detrás de Alberto a la habitación de
mi rubia. Sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos una vez más. Esto
apestaba, me sentía completamente atada de manos.
-Lo siento, Lara- creo que era la primera vez que me llamaba por
mi nombre –pero mejor que nadie sabes que ha pasado por mucho y no sabe cómo
manejarlo.-
-Nunca me había rechazado así... nunca-
-Soy una mierda para esto así que sólo puedo decir que esperes-
asentí.
Estuve tronándome los dedos, moviendo las piernas incesablemente
ya que escuché a Ana gritar varias veces más y moría por entrar a verla pero después
de lo que pasó en la noche no quería que ella se sintiera incómoda y yo no quería
arriesgar lo poco de corazón que me quedaba sin romper.
Ingrid entendía muy bien lo que pasaba o simplemente no sabía
que hacer porque se limitó a pasarme agua o café en el infinito tiempo que tardaron
los adultos dentro de la habitación de Ana. La escuchaba bufar y maldecir de vez en
cuando; aunque no lo admitiera también estaba muy preocupada por la situación que
estábamos viviendo ahora mismo.
No decíamos nada pero los tics lo decían todo. Ella preocupada por
su hermana, por la chica, por Alberto y yo lanzando todo tipo de plegarias para que
mi rubia se mantuviera fuerte y soportara lo que estaba pasando. Dejé de lado el
incidente de la noche y me enfoqué a pensar positivo, como lo haría ella. Fui a la
iglesia y me puse frente al hombre en la cruz y comencé a rezarle, a pedirle que la
cuidara a ella, que le diera fuerza, que hiciera lo posible por ayudarla. Me levanté de
un brinco al ver a Norma entrando a la iglesia junto a Ingrid.
-¿Cómo está?- Cuestioné de inmediato.
-Mal- dijo con mucha honestidad –iré por Omara. Algo está
pasando.-
-Iré yo- dijo Ingrid- deberías quedarte con él por cualquier cosa.-
-Te acompaño- informé a la mujer agria.
-Lara- comenzó Norma –será mejor que no regreses.-
-¿Por qué?-
-Ella no quiere verte- sentí que la tierra se abría y caía en el vacío.
-¿Te dijo por qué?- Negó.
-Lo siento muchísimo, Lara- las pocas lágrimas que quedaban
hicieron su camino por mis mejillas una vez más.
-Estaré aquí y en cuanto sepa algo te lo haré saber- Ingrid se
acercó a mí para poner una mano sobre mi hombro.
-No lo entiendo- dije entre lágrimas.
-Ni nosotros pero...-
-Pero no me interpondré en su sanidad incluso si eso implica que
me aleje de ella- con una enorme tristeza Norma sacó de su bolsa algo y fue mi fin.
-Me pidió que te diera esto- sollocé a la par que estiraba mi mano
para tomar mi iPod y mi cargador. Norma me abrazó y me solté a llorar con fuerza.
Esto no podía estar pasando, apenas hace unas horas nos entregábamos en cuerpo y
alma y ahora no quería ni verme. Me solté de ella e hice mi camino a la salida. Antes
volteé hacia el hombre con el que charlaba hacía un rato.
-Si es por su bienestar, con mucho dolor, lo voy a aceptar- salí de
ahí sin esperar a Ingrid con un nudo en la garganta y el corazón en un millón de
pedazos.
A/N Hola, queridos lectores! Heme aquí con mi inhabilidad de
guardarme los capítulos un poco más. No es por tortura, sino por tener más capítulos
listos y poder actualizar cada semana.
Este capítulo abre el clímax de la historia, se vienen muchas cosas
para las chicas y la gente a su alrededor. No podría decir cuántos capítulos faltan para
el final sin embargo se comienza a ver en el horizonte. Pero faltan muchas cosas
wuuuu! (Mexicanos le van a entender xD)
Fue una semana muy impresionante para mí en muchos aspectos,
lo que pasó con el Chapecoense me pegó terriblemente porque soy deportista, porque
mi hermano es deportista y viajamos con nuestros equipos constantemente y
estamos expuestos al menos un par de veces al mes. El lado "positivo" de esto fue
ver que hay mucha gente buena y hubieron tantos gestos dignos de quitarse el
sombrero. Colombia, te aplaudo de pie por tu calor humano y tu actitud de campeón.
Se acercan las vacaciones *llora de alegría* y espero eso signifique
tener más tiempo para consentirlos como se lo merecen. Gracias por sus votos,
comentarios, mensajes y todo lo demás. Como siempre pasen a @elcirculcolibri para
hartas cosas.
Nos leemos en twitter @Alexita_May aunque me la hayan hackeado
¬¬ Han intentado abrir sesión desde la ciudad de México y desde Veracruz. No sé que
piensan encontrar, honestamente y que mamada que lleguen a estos extremos. Lo
único interesante son los links porno que le envío a @xiioon17 xD De verdad, no van
a encontrar nada.
Espero su fin de semana haya sido tan increíble con ustedes y si no
tienen 24 horas delante esperándolos con los brazos abiertos ;)
Saludos desde mi congelado rincón,
Ale :)
Capítulo 30

Caminé a casa en un tipo de trance, viendo constantemente al


objeto en mis manos para asegurarme de que no fuera un sueño. Para mi desgracia
no lo era, Ana me había rechazado, había evitado mi roce y había pedido que no
verme. Apenas y pude ver mi casa ya que las lágrimas nublaban mi visión. Dejé las
cosas sobre la isla, me fui a la cama y me eché a llorar una vez más.
Estaba muy pero muy dolida, decepcionada, triste, había un puñado
de adjetivos para mí ahora mismo pero prevalecía la de corazón roto. Así lo sentía,
era como una sensación horrible a pesar de sentir mi corazón palpitando fuertemente
no se sentía bien, no era lo adecuado. Latía con fuerza por los motivos incorrectos y
no por todas las maravillosas sensaciones que Ana me hacía sentir cada día de mi
vida.
Trataba de entenderla, de no juzgar su dolor y de aceptar su
decisión sin protestar pero, ¿cómo podría? Sabiendo que es lo más importante en mi
vida y que, según sus palabras, yo era lo más importante para ella. Me hizo a un lado
y eso era lo único que rondaba mi cabeza. La cara de tristeza de Norma y sus
palabras fueron tan tajantes que ni siquiera me atreví a protestar. Creí correcto
dejarlo en manos de Él pero... no lo sé. Esta situación es una premisa en mi vida y no
sé cómo reaccionar.
Lloré tanto más cuando me abracé a la almohada que olía a mi
rubia, olía al amor de mi vida. Trataba de mantener en mente los muchos buenos
momentos que hemos pasado juntas. Tenemos algo muy fuerte, lo sabemos ambas
pero ella está decidiendo pelear sola esta batalla y me lo hizo saber cuando me
mandó el iPod con Norma.
Dormí un muy buen rato, entre el dolor de cabeza, la lloradera, el
sueño y todo lo que se juntó hizo que cayera noqueada. Me levanté a eso de las
nueve de la noche por algo de comer y a darme una ducha. Me puse unos shorts y
una playera sin mangas para estar en casa. Decidí ponerme a limpiar y mantener un
poco ocupada mi mente, ni de chiste hice por poner música en la computadora.
Terminaba de limpiar la cocina cuando tocaron a mi puerta. Con cierto recelo abrí, me
encontré a Norma y a Omara. Hice un ademán para que pasaran, se sentaron en el
sofá e hice lo propio frente a ellas.
-¿Cómo estás?- Comenzó Norma.
-Hecha una mierda, gracias.-
-Lara...-
-¿Qué quieres que te diga?, ¿qué estoy bien? No estoy ni cerca de
estar bien, hay tanto dentro de mí que ni siquiera sé por dónde comenzar.-
-Di que al menos lo comprendes- habló Omara –que muy dentro de
ti sabes que hay algo muy grande para que ella tomé una decisión así.-
-Lo único que tengo claro y que comprendo es que duele como la
mierda- tragué –¿cómo está?-
-Nos ha costado mucho tranquilizarla.-
-¿Qué pasó?-
-No te podemos decir.-
-¿A qué mierda vinieron entonces?-
-A ver cómo estás, por supuesto- habló Norma.
-Bien, ya vieron que estoy jodida se pueden ir.-
-Lara- fue turno de Omara –ya habíamos hablado de la importancia
de dejar salir lo que nos molesta...-
-¡Me duele!, ¡Me duele, maldita sea porque la amo con todo mi
corazón! Porque creí que era su refugio- lloré –porque todos los putos días me decía
que se sentía a salvo conmigo y ahora no quiere ni verme. Justo ahora que la batalla
es más grande ella está decidiendo alejarme- gritaba sin importar si me escuchaban o
no. -¿Eso querían escuchar?- Vi a Norma que tenía los ojos llenos de lágrimas. –Me
importa demasiado como para tratar de comprender qué la orilló a esto; sólo quiero
estar con ella pero parece que estoy pidiendo mucho.-

-No te molestes con ella, Lara todo tiene una razón- prosiguió Omara. –Voy a estar
muy pendiente de ti también, podemos platicar.-
-No- dije tajantemente –enfócate a ella, yo no soy la de las
pesadillas.-
-Cierto, eres la chica que soportado todo por la fuerza de su amor y
ahora duda incluso de eso, ¿cierto?- Callé.
Una de las tantas cosas en las que pensé fue en qué tanto podía
confiar en lo que Ana me había dicho. Su mensaje fue más que claro cuando no
permitió que la tocara y más aún cuando me entregó el iPod. Era como si hubiera
cortado con nuestras conexiones más importantes.
-Ella te ama- dijo Norma.
-Me quiero aferrar a eso. Quiero, al menos, creer que eso es
verdad.-
-Lo es- trató de calmar Omara –eso es muy real, Lara.-
Las mujeres se quedaron conmigo un gran rato, incluso tomamos
café y platicamos de muchas cosas. Les agradecía el que quisieran distraerme pero
todo regresaba a ella, todo el tiempo. Por mi mente rondaba la idea de correr a la
iglesia ahora que sólo estaba con su papá pero no podía, bueno, sí podía pero no
debía. No era adecuado.
-¿Creen que fue mucho?- De pronto escuché mi voz -le pedí que se
casara conmigo cuando fuimos al bosque a cenar- tomé mi cabello. –Creo que la
presioné demasiado; fue mucho para ella.-
-¿Le pediste matrimonio?- Preguntó Norma asombrada.
-Sí, lo hice- levanté las manos exasperada -¡soy una idiota!-
-No- me detuvo Omara –estuvo genuinamente feliz toda la tarde,
nunca dejó de sonreír y nunca dejó de verte con amor. Esto no es por falta de amor a
ti, Lara todo lo contrario.-
-No quiero dudar- escondí mi cara entre mis manos –juro por los
cielos que no quiero dudar de lo que siente por mí pero...-
-Tiempo, hija- Norma cambió de sillón y me abrazó. –Esto
eventualmente pasaría. A veces se te olvida que eres una niña, también estás en
proceso de encontrarte y de descifrar quién eres.-
-Y ahora tomas un rol en donde la estás anteponiendo a ella- se
metió Omara –la estás poniendo como el centro del universo.-
-Ella es lo más importante para mí.-
-¿Incluso más que tú misma?- la firme mirada de Omara estaba
sobre mí. –Es hermoso lo que haces por ella, Lara de verdad que lo es. La forma en la
que proteges y en cómo la quieres es algo que necesitamos en abundancia en el
mundo. Admiro profundamente tu fuerza para amarla pero este dolor se acentúa
porque te estás dejando de lado a ti misma.-
-Esto no es sobre mí...-
-Es sobre ambas; es sobre dos niñas que se aman de una forma
envidiable y que mueren la una por la otra. Sin embargo, tú traes tu propio equipaje,
Lara la relación con tus papás; los problemas que traías de la escuela; tu rebeldía; el
tener que trabajar y responsabilizarte de ti misma; lo que pasó con Olivia y sobre
todo el madurar al enfrentarte a la situación de Ana.-
-Yo elegí eso- calaban profundamente en mí las palabras de la
joven mujer.
-No estoy diciendo que Ana te forzó sino que algo en ti comenzó a
surgir en base a lo que vivías. No es malo, en absoluto pero mi punto principal es que
tú también tienes mucho dentro de ti y estás tan enfocada a Ana que lo estás dejando
de lado y eso eventualmente buscará la forma de ver la luz. Para bien o para mal. Es
hora de que alguien se ocupe de ti.-
-No es la forma menos dolorosa pero es un momento para que
ambas se ocupen de ustedes mismas- completó Norma.
Charlamos un rato más y aunque el ambiente mejoró por mucho las
tres nos veíamos sumamente exhaustas y las miradas de simpatía por parte de ellas
me estaban matando. No quería lastima de nadie, sólo quería comprender y listo. Se
fueron casi a media noche después de que les dije ochenta mil veces que estaba bien
y que no me faltaba nada. Poco faltó para que Norma durmiera conmigo para
asegurarse.

Domingo, infernal domingo que me recordó que todo era real cuando vi el aparato
justo al lado de mi cama. Corrí a la cocina por mi computadora y conecté el aparato
apenas me levanté. Busqué las fotos que nos hicimos, una sonrisa agridulce se instaló
en mi rostro. Acaricié el rostro de Ana a través de la pantalla.
-Nada hará que te ame menos, absolutamente nada- ya no habían
más lágrimas –no puedes esconderte de mí para siempre y no me voy a quedar de
brazos cruzados. Comenzaré todo una vez más de ser necesario. Eres tú, algo dentro
de mí me dice que si no eres tú no será nadie más.-
Vagué por la casa la mayor parte del día pero como ya había
limpiado la noche antes no había mucho por hacer. Me puse a hacer tareas y las
terminé en tiempo record, no había más en qué distraer la mente. Definitivamente no
quería música, ni estar cerca de la computadora donde puse nuestra foto como
protector de pantalla. Hice la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Esto era una mierda.
Con confianza caminé al bosque, sabía que Ana no se atrevería a ir
allá y por las palabras de Norma y de Omara no estaba en muchas condiciones de
salir. Seguí la línea del río como las primeras veces que fui para allá.
Afortunadamente no me encontré con alguien conocido porque no estaba de humor
para hablar con alguien.
Llegué hasta el lugar donde me solía escuchar música antes de
tener mi escondite con la rubia. Con una sonrisa recordé una de las muchas veces
que me espantó al aparecer como un maldito ninja. Como muchas veces la encontré
llorando y como muchas veces escapó de mí. Ahora también escapaba de mí con la
diferencia de que ahora soy plenamente consciente de que la amo con mi vida.
-¡Ah!- Grité frustrada -¡¿qué hice mal?!-
-Nada- escuché una profunda voz.
-¡Mierda!- Pegué un brinco, me di la vuelta y me encontré con
Alberto. –Parece que es de familia- dije mientras ponía la mano sobre mi pecho
tratando de tranquilizarme.
-¿Cómo estás?-
-No me hagas contestarte como lo hice con Norma- suspiré. –Lo
siento, esto... está nublando mi poco juicio- se acercó lentamente y me dio un abrazo
que de inmediato correspondí.
-Lo siento mucho, dulce Lara- todo lo que me guardé desde la
mañana encontró su manera de salir ahora en los brazos del hombre alto. –Sé lo
mucho que significa para ti y sé del dolor que se puede sentir cuando ella te rechaza-
tragó –es como que desprendieran una parte de tu alma... es como si hubieses hecho
algo sumamente malo y no eres digno de ella. Es como si la luz desapareciera y un
terrible vacío llegara y se apoderara de tu cuerpo. Te entiendo perfectamente- ni
siquiera hice por contenerme lloré tanto como me fue posible.
Él lo sabía, por supuesto que lo sabía, ella lo evitó miles de veces.
Él me lo dijo en las muchas veces que hablamos y que cuando creía que habían
avanzado tres pasos regresaban cinco. Él, mejor que nadie, podía entender lo que
pasaba en mi mente y en mi corazón en estos momentos. Acarició mi espalda con
mucho cariño y me sostenía con fuerza como buscando recomponerme; necesitaba
este abrazo de alguien tan cercano a ella.
-¿Cómo está?- Me dio un beso en la frente, con sumo cuidado me
alejó de él y tomó mi rostro con ambas manos.
-La pregunta importante es, ¿cómo estás tú?-
-Mal, muy mal- sollocé –la amo demasiado... no lo entiendo.-
-Lara, no tengo una explicación para darte, de verdad que no la
tengo. No sé qué está pasando y me temo que lo que sea sólo irá empeorando. Me
estoy preparando para la guerra... no sé qué pensar. Sólo sé que necesito mi fe más
que nunca- me estremeció la fuerza con la que Alberto hablaba.

-¿Qué te dijo mi papá?- Agachó la cabeza -¿Alberto?-


-No soy quién para decirte.-
-Me estás asustando.-
-Ve a casa, dulce Lara en el estado en el que te encuentras no creo
que sea buena idea estar vagando sola por el pueblo. Te recuerdo que no eres muy
popular con ciertas personas.-
-No me preocupan ninguno de los dos- recordé el beso que me dio
Olivia y puse cara de asco.
-Sabes, Lara hace algunos años tomé la decisión de servirle a Dios
como forma de agradecerle por mantener a mi Ana viva. Suena a que lo hice obligado
pero créeme que me prometí ayudar a tanta gente como pudiera y me uní a su
ejército, esa decisión salió de mi corazón- sonrió. –Me encontré a Norma y me sugirió
venir para acá para comenzar de nuevo. Me encontré con una vieja iglesia repleta de
imágenes de santos y ese precioso Cristo negro; yo no creo en lo santos, me preparé
para ser un pastor y creer en un sólo salvador. Pero veía la devoción de ellos hacia
sus imágenes, veía sus rituales, sus costumbres, sus rezos entonces me dije, ¿quién
soy yo para quitarles su fe?-
-¿Por qué no todo el mundo es como tú?- Le sonreí -¿en serio no
crees en eso?- Negó.
-Cuando vine me recordaba a todo momento que yo debía
adecuarme a sus usos y costumbres no al revés por eso no he dicho ni una sola
palabra acerca de sus imágenes. Yo sólo me he limitado a predicar la palabra de Él y
de hacer de este lugar algo mejor, un lugar con empatía, esperanza y fe. Este lugar
me ha cambiado también a mí y he comprendido que Dios se manifiesta de muchas
maneras y que la fe sigue siendo fe incluso si no es de las formas que uno conoce.
Cada persona, cada alma, cada corazón vive su contacto con Él de manera diferente.-
-Con sus debidas excepciones- ya no sostenía mi rostro pero seguía
muy cerca de mí.
-Es como en todo, Lara no puedes agradar a todos, no todos
caminan en la misma dirección y no todos quieren encontrarse con Él. Sus demonios
no lo permiten.-
-De verdad que necesitamos más gente como tú aquí, en China y
en todo el mundo. Has logrado muchas cosas conmigo, me has ayudado más de lo
que puedas imaginar y no sabes cómo te quiero por eso.-
-También te quiero, mi dulce Lara- volvió a abrazarme.
-Y te agradezco más por no usar condón- el hombre alto se echó a
reír audiblemente y yo le seguí unos segundos después.
-Nunca dejes de ser tú, que nada ni nadie opaque tu hermosa
esencia. Dios te bendice abundantemente, Lara y Dios bendice abundantemente a mi
familia al ponerte en nuestro camino. Su amor será el ejemplo para muchos, esto es
un pequeño bache.-
-Gracias- me acerqué y dejé un beso en su mejilla.
-Te dije todo eso para ejemplificar que en nuestro camino
encontraremos muchas cosas que no nos gustan pero detrás de ellas pueden haber
agradables sorpresas. Paciencia, mi dulce Lara- volvió a acercarse y dejó un beso en
mi frente. -Ve a casa, por favor- asentí y me puse en marcha.
Hablar con Alberto fue revitalizante por unas horas; en los últimos
días nada ha funcionado. El lunes llegó y me encontré viendo la silla vacía de Ana
todo el puto día. Llegué a casa y me aferré a la almohada que olía a ella, tomé le
genial decisión de poner música y el orden aleatorio creyó oportuno poner "Yellow";
lloré hasta quedarme dormida, sólo para despertar a media noche y pasar en vela
hasta las cinco de la mañana. Ayer fue básicamente lo mismo, mi humor estaba
terrible por lo que decidí hacerle un favor al mundo y aislarme. Hoy estaba en la
misma sintonía, caminaba hacia la cancha de voli para comer sola pero no me lo
permitieron.

-Lara- no volteé y seguí caminando. -¡Lara! Sé que me estás escuchando, espera.-


-¿Qué quieres?- Volteé enojada.
-Saber el porqué de tu rabia.-
-No te incumbe.-
-Eres mi amiga, claro que me incumbe.-
-No somos amigas- la chica de lentes sonrió.
-Esa "mierda", cómo dices tú, no me la creo. Es tu forma de
esconderte pero te voy a joder hasta que me digas que pasa- suspiré.
-Te diré- me acerqué más a ella –no te interesa- remarqué cada
sílaba.
-Bien, no me quieres decir lo acepto pero iré a desayunar contigo.-
-No lo harás.-
-Oh, sí lo haré- comencé a caminar y ella hizo lo mismo.
-Déjame en paz, Paola.-
-No.-
-Vete.-
-No.-
-¡No tengo tiempo para lidiar contigo!- Grité exasperada.
-No tienes que lidiar sólo compartir- cerré los ojos.
-No puedo decirte.-
-¿Es sobre Ana?- No dije nada –sé que ella ha pasado por mucho,
me he dado cuenta que no permite que la toquen a menos que seas tú, o gente
cercana a ella... no quiero ser chismosa sólo quiero ayudarte. Te lo dije alguna vez y
lo repito, eres una buena chica y me apena verte así.-
-Pidió no verme- confesé –y no me permitió que la tocara.-
-Oh- se veía sorprendida –lamento mucho eso, Lara.-
-Yo también- me agaché.
-Lo que sea que necesites que haga para ayudarte considéralo
hecho.-
-Cúbreme en las clases, di que me sentía mal o algo. No quiero
estar aquí.-
-Claro- me sonrió, hice el intento de hacer lo mismo y comencé a
caminar -¿Lara?-
-¿Sí?-
-Ella te ama, se nota en la forma en cómo... se nota incluso a la
distancia la fuerza de su amor por ti. Sólo dale un poco de tiempo para que arregle lo
que tenga que arreglar. No pierdas la fe.-
-Gracias, Pao.-
-De nada, amiga- le sonreí. –Ve.-
Después de llegar a casa decidí ir a nadar hasta que sentí que los
brazos se me iban a desprender en especial el hombro lastimado en la pelea con
Olvia. El calor no era mucho al igual que los días anteriores pero lo suficiente para
dejar un leve bronceado en mi espalda. Me fui a nadar únicamente con short y un
top, quería sentirme lo más ligera posible. Cuando por fin me cansé y levanté la vista
vi a lo lejos a Norma con una expresión extraña. De inmediato salí del agua para
acercarme a ella.
-¿Qué pasa?-
-Pasa que no estabas en clases.-
-No estaba de humor para estar ahí.-
-¿Cuánto tiempo llevas nadando?-
-No lo sé- me acerqué a ella y como una perra traicionera mi pierna
lastimada se resintió y me hizo perder el equilibrio.
-Lara, te vas a lastimar.-
-No me voy a morir.-
-Me preocupo por ti- dijo buscando acercarse a mí.

-Puedo cuidarme, gracias.-


-Lara...-
-Quiero estar sola, por favor- me di la media vuelta y regresé al río
una vez más.
-No ganas nada escondiéndote- gritó.
-Tampoco llorando- dije antes de sumergirme al agua una vez más.
La pierna no aguantó y el hombro tampoco salí prácticamente
bufando del río por el terrible dolor que se apoderó de éstas. Odiaba todo, odiaba
sentirme así de impotente pero no quería refugiarme en la bebida con lo estuve
haciendo las últimas semanas antes de venir aquí, ni mucho menos en el cigarro. Me
había costado tanto alcanzar la condición física en la que me encontraba como para
joderme por no saber cómo manejar esto. Omara tiene razón, hay mucho dentro de
mí que no ha visto la luz y que pide salir.
Llegué a la casa con sólo la fuerza suficiente para echarme al sillón.
Respiraba pesadamente, entre el cansancio y el dolor que sentía. Me recosté y sentí
como las lágrimas escurrían por mis mejillas. Tomé el vaso que estaba en la mesa de
centro y lo arrojé con fuerza a la pared.
-¡Maldición!- vi al techo -¿esta es tu forma de probarme?, ¿quieres
ver hasta dónde puedo soportar? En este tiempo aquí te he sido más útil que en toda
mi puta vida y ahora esto. No lo entiendo... ¡no te entiendo!- rascaba mi cabello
desesperada. –Si crees que me voy a alejar por completo de ella estás muy pero muy
equivocado. Le daré el espacio que necesite pero no me rendiré por nada del puto
mundo. La pusiste en mi camino ahora déjala ahí o cuando nos veamos me vas a
escuchar y no te va a gustar.- Me lo imaginaba jugando con un yo-yo o mascando
chicle mientras escuchaba mis berridos y eso me hacía enojar más. –No verás una
puta bandera blanca de mi lado.-
Naturalmente me quedé dormida en el sillón con el fuerte dolor de
mis extremidades y quería aprovechar que no había dormido mucho en los días
anteriores. Como en estos días, en mis sueños aparecía Ana y su preciosa sonrisa
cuando me pidió que le hiciera en amor estando en el bosque. Me recordaba que ella
me quiere, me sentí tonta al dudar de su amor. Todo lo que ella ha hecho y dicho me
ha gritado que me ama pero hay algo muy fuerte atormentándola. Desperté cuando
tocaron a la puerta, entre maldiciones me levanté y fui a abrir me encontré con una
sonriente Omara.
-Buenas tardes, Lara.-
-Hola, Omara- abrí la puerta por completo para que pasara.
Cojeando llegué hasta el sillón.
-¿Qué te pasó?-
-Nadé.-
-Como desquiciada- se puso de pie y caminó al refri, regresó con
hielo que puso en mi hombro. –Sé que no caminas con el hombro- rió –pero se ve
muy hinchado, no te hagas eso, Lara.-
-Es eso o tomar y fumar.-
-¿Quieres hablar?- Esperé unos segundos y asentí. –Bien, qué
quieres compartirme.-
-No lo sé...-
-No tocaremos el tema de tu novia, ¿te parece?- Asentí
nuevamente. –Hoy nos enfocaremos en ti- cerré los ojos.
-¿Mi infancia?-
-Si eso está bien para ti, adelante- tomé aire y comencé por lo que
creí era lo más relevante.
-Amaba la navidad, era la época más maravillosa para mí porque
podía pasar mucho tiempo con ambos. Papá jugaba mucho conmigo y mamá nos
tomaba muchas fotos... éramos sólo nosotros tres- fijé mi vista en la pared.
–Recuerdo una navidad cuando papá tuvo problemas con la empresa y perdió mucho
dinero; no nos ajustó para el pavo, ni para cosas elegantes por lo que comimos arroz
divinamente preparado. Fue la mejor navidad, jugamos hasta que me quedé dormida
en los brazos de mamá. Santa sólo me trajo una muñeca y se disculpó por no tener el
material suficiente para hacer lo que yo quería pero me prometió que me
recompensaría pronto.-

-¿Fue la última navidad para recordar?- Asentí.


-Meses después la empresa encontró su cauce y se hizo más fuerte
que nunca, fue ahí donde apareció Alberto e hizo que todo fluyera. La siguiente
navidad papá no estuvo en casa, ni la siguiente entonces la bruja comenzó a hacer su
aparición.-
-¿Quién es la bruja?-
-Mi madre. La mujer que hoy se hace llamar mi madre pero dista
mucho de la mujer amorosa que tanto amaba.-
-Que tanto amas- corrigió.
-Que tanto amo- susurré –a veces creo que hice algo mal y por eso
se comenzó a comportar así.-
-Eso dice mucho de ti, Lara pero no eres responsable del accionar
de un adulto que tiene la capacidad plena de tomar decisiones. Ella por alguna razón
cambió y debe haber motivos muy fuertes para eso.-
-Pero si no fue por mí ¿por qué se desquitó conmigo?-
-Penosamente estás en la línea de batalla y en una posición
vulnerable; muchas veces los hijos son los más afectados.-
-Ana me dijo en algún momento comencé mi comportamiento
errático como forma de decirles que me hicieran caso. Es muy perceptiva.-
-Lo es y acertadamente dijo ese comentario. No sabías cómo
hacerles saber que estabas ahí y comenzaste a comportarte de una manera
inadecuada.-
-Mamá comenzó a salir más y más. A ir a bailes, a clubs con sus
estiradas amigas, fueron los momentos donde pasaba más tiempo con las niñeras que
con ella.-
-¿Toma?-
-Nunca llegó borracha pero llegaba muy alegre a la casa.-
-¿Drogas?-
-No lo creo, es mucho para su estatus social. Se muere si la llegan
a fotografiar en estado inconveniente- sonreí amargamente. –De un tiempo para acá
todo es el puto qué dirán. Está más ocupada por aparentar ser perfecta que por
intentar serlo. Me sentí tan orgullosa de mí misma cuando robé su auto y lo estrellé-
ahora sí vi a donde estaba Omara. -¿Quieres saber un secreto?-
-Claro.-
-Ni siquiera estaba borracha cuando choqué el auto, estaba
plenamente en juicio. Después de chocarlo fue que me puse a tomar para tener una
excusa. Sólo quería hacerla enojar un poco... mucho. Ya ebria cuando intenté salir del
auto me caí, choqué contra la acera y fue cuando me rompí las costillas. Fue más cool
decir que me rompí las costillas en el choque.-
-¿Cómo reaccionó?-
-Estaba completamente fúrica, primero porque pasé más tiempo del
debido en detención. Unos fotógrafos estaban en el lugar y momentos precisos. Mi
foto llegando esposada a la comisaría les debió dar de comer por unos cuantos
meses. El enojo de ver su precioso auto destrozado no se comparó al de ver mis fotos
en las revistas de farándulas y uno que otro periódico.-
-¿Te castigaron?-
-Más tardaron en buscar un castigo que yo en chocar el auto de
papá; esa vez sí iba ebria. Decidieron que era mejor encerrarme en casa por lo que
optaron por clases particulares las cuales funcionaron bien un par de meses cuando
mucho. Como que empezaban a medio confiar en mí cuando incendié mi habitación
junto con unas amigas.-
-¿Incendiaste tu habitación?- Preguntó incrédula.
-Debo decir que esto no fue a propósito. Habíamos estado bebiendo
tequila y fumando, una de ellas se quedó dormida con el cigarro encendido y los
pocos de tequila tirados en la alfombra se alegraron al ver el fuego y ¡voila! Días
después aparecí aquí.-

-Creo entender qué es lo que pasa.-


-¿Sí?-
-Todos cojeamos del mismo pie, Lara- la vi extrañada. –Lo que a ti
te hace falta es lo que le hace falta a un gran porcentaje del mundo.-
-¿Qué cosa?- Con lentitud se acercó a mí y rodeó mi cuerpo con sus
brazos.
-Amor- dijo sobre mi oído –saber que eres importante para alguien,
que reconozcan tus logros, que te digan lo orgullosos que están de ti.- Me aferré a
ella mientras un horrible nudo se formaba en mi garganta. –Todo el mundo debería
conocer a una persona como tú, Lara.-
Omara me abrazó con fuerza por mucho tiempo, no podría decir
cuánto y en todo momento resaltó mis virtudes y lo buena chica que era. Muchas de
esas cosas no las comprendí porque anhelaba que fuera mamá y papá los que me
abrazan. Necesitaba a mis padres. Norma tenía razón apenas soy una niña que está
buscando su lugar en el mundo y sobre todo su lugar en su familia. Amaba a mis
padres, a los dos, con sus defectos y virtudes, con los errores del pasado y con los
muchos buenos momentos, Dios me los había mandado por alguna razón. No soporté
más y lloré.
Y por primera vez en estos meses deseé estar con ellos y no aquí.
Por primera vez deseaba oler la colonia de papá y el perfume caro de mamá. Me hizo
llorar aún más el saber que había un enorme hueco en mi corazón, un hueco que
quería llenar con tantos buenos momentos como pudiera al lado de mis papás.
Nosotros disfrutando de nuestra compañía aunque mantenía la esperanza de que
fuéramos cuatro y no tres. No desisto de la idea de llevarme a la rubia conmigo;
confío en lo que dijo Alberto, esto es sólo un pequeño bache que libraremos.
Me separé un poco de Omara para dejar un beso en su mejilla
antes de volverla a abrazar con fuerza. No sé qué tiene esta mujer que hace que hace
que abras tu corazón y tu mente con facilidad. Entendió perfectamente mi necesidad
y me dio un poco de lo que quiero y necesito.
-Creo que por eso me enamoré tan profundamente de Ana- dije
mientras me separaba por completo de ella. –Me ha aceptado sin ningún pero, me ha
dado tanto amor y tantas alegrías que siento que no tendré suficiente tiempo para
devolverle todo. Ella también me ha ayudado en muchas cosas... ha estado ahí para
mí hasta ahora.-
-Ana no quiere que sus demonios te alcancen por eso te está
alejando.-
-¿Qué?- Abrí los ojos.
-Te está protegiendo- una sonrisa triste apareció en el rostro de
Omara. –Eres lo que más ama en el mundo, si algo te llega a pasar la llevaría a la
locura total y el esfuerzo que se ha hecho para librarla de sus cadenas será en vano.-
-Él no me hará nada...-
-Eso no lo sabemos; no sabemos quién es, ni de dónde es y Ana
está segura que sabe que el pastor la tiene. Puede que aparezca aquí como puede
que no aparezca. Esa incertidumbre es lo que la está atormentando por eso cree que
es mejor que estés lejos por si él viene.-
-Si es por amor, ¿por qué duele tanto?-
-Sentimientos tan fuertes siempre vienen acompañados de un poco
de oscuridad. La luz también puede destrozar tu corazón, Lara cuando te dejas de
lado. El amor es un equilibrio entre el amor propio y el amor a la otra persona; entre
la independencia y la dependencia; entre la confianza y los celos. El amor trae
consigo muchas cosas que los contextos distorsionan y causan dolor- suspiró. –Ella
cree que está haciendo lo correcto, deberías respetar sus creencias, al menos por un
tiempo. Quizá para ti no es lo adecuado pero para ella sí. No traspases sus límites-
las últimas palabras de Omara calaron hondo en mí.
Tiene razón, las vivencias de Ana hacen que ella quiera
desprenderse de mí y protegerme de una manera que yo veo absurda pero ¿dónde
está mi respeto hacia ella si pongo aprueba esto? Por otro lado no aguantaré tanto
tiempo, la buscaré para hablar y llegar a un común acuerdo pero así no podemos
vivir. Estoy segura que ella se siente igual de miserable sin mí que yo sin ella.
Estamos destinadas a amarnos y espero por todos los dioses que estemos destinadas
a estar juntas.

-Gracias por lo que has hecho por mí hoy, no tengo cómo agradecértelo.-
-Quiero ayudarte, Lara lo más que pueda. Y por supuesto quiero
ayudar a que Alana venga a la tierra- nos echamos a reír. –Su amor es fuerte,
saldrán de esta.-
Los días siguieron pasando en agónica lentitud, unos más grises
que otros, unos menos llorosos que otros pero por más que buscaba todo regresaba a
ella. De nuevo era lunes, ni por error se había asomado a la escuela, llevábamos ya
más de una semana sin vernos y el pecho me dolía cada vez más. Me recordaba a
cada momento la charla con Omara, no quería pasar sus límites, lo que sí quería era
hablar con ella y que me expliqué lo que pasa en su cabecita. Buscar la manera de
encontrar la solución a esto, juntas. Como lo habíamos hecho anteriormente.
Pao seguía haciéndome compañía en el desayuno y procuraba hacer
equipo conmigo en la mayoría de las tareas. Evitaba que estuviera sola mucho
tiempo, me hablaba incesantemente de cómo era el lugar antes de que yo viniera y
de los cambios que ha habido desde mi llegada. Me decía que se sentía muy feliz de
conocer a una persona como yo que le alegraba los días. Hoy era uno de esos días
donde me hablaba de los maestros que había antes, la tomé de los hombros y la
sacudí.
-Lo siento pero debes callarte- se echó a reír.
-Ya te habías tardado.-
-Ya no puedo más- tomé mi mochila y me puse de pie.
-¿A dónde vas?-
-Necesito al menos hablar con ella- salí corriendo de la escuela con
dirección a la iglesia. Honestamente me alegraban estos ataques de espontaneidad
que tenía y ya me había tardado mucho para este.
Corrí hasta la parte de atrás de la iglesia donde estaba la pequeña
barda que delimitaba el patio del lugar. Quizá no estaba tan preparada para verme
pero al menos podíamos platicar un poco. Rezaba que estuviera en el patio o cerca de
ahí para que me escuchara. Conforme me fui acercando me hinqué, extendí mis
brazos hacia arriba y le di gracias en silencio cuando escuché la voz de mi rubia en el
patio.
Eres como el viento que no avisa
Cuando sopla y trae la brisa
Ven y sopla sobre mí
Y mi corazón vuelve a latir
Y se renueva si estás aquí
Y mi corazón vela por ti
Porque te espera, vuelve a venir
Espíritu de Dios ven a mi vida
Como lluvia que tardó
Y al desierto vida dio
Desciende sobre mí
Como la brisa
Que destile sobre mí
Tu poder en mí haz fluir
-Bonito- dije lo suficientemente alto ya pegada a la barda.
-¿Lara?- Sentí un nudo en la garganta al escucharla decir mi
nombre.
-¿Podemos hablar?-
-Vete, por favor.-
-Ana, no huyas sólo quiero hablar contigo. Por favor, cariño- la
escuché acercarse a la barda.
-Será mejor que te vayas, Lara.-
-¿Qué está pasando, Ana? Háblame, dime qué tengo que hacer y lo
haré.-
-Quiero que te alejes de mí- las lágrimas se acumularon en mi
rostro.

-Estás rompiendo mi corazón- golpeé la pared -¿por qué estás rompiendo mi


corazón?-
-Lo siento- su voz se escuchó frágil como la mía.
-Te amo, Ana incluso si me alejas yo te voy a seguir amando. Nada
cambiará eso.-
-No hagas esto más difícil, por favor- sonreí amargamente.
-¿Difícil? Difícil es saber que la otra mitad de tu corazón está
luchando sola; difícil es sentir tanta impotencia de no poder hacer nada para aliviar su
dolor- la escuché sollozar.
-Ellos te dijeron muchas veces que te alejaras de mí... debiste
escucharlos.-
-No vamos a regresar a eso- las lágrimas fluían por mi rostro.
-Será mejor que continuemos nuestros caminos lejos de la otra.-
-¿Qué?- Dejé de llorar y todas las alertas se encendieron -¿me
estás dejando?-
-Es lo mejor...-
-No me puedes dejar, Ana- volví a golpear la pared –no te atrevas
a hacerme eso.-
-Entiende que es lo mejor- sentí un calor subiendo por todo mi
cuerpo. Era el cúmulo de emociones de toda la semana.
-En tres voy a brincar esta puta barda, Ana tienes tiempo suficiente
para correr si no quieres verme- me quité la mochila antes de comenzar a contar.
–Uno. Si no te veo cuando pase por completo entenderé que no quieres estar más
conmigo- brinqué para poner mis manos sobre el borde- dos- con un poco de dolor
pasé mi pierna al otro lado. –Tres- dije cuando brinqué al lado del patio y me la topé
casi de frente.
Con dolor vi que tenía los pómulos un poco más marcados; unas
enormes ojeras colgaban bajo sus ojos; su cabello levemente alborotado y sus labios
resecos. Se veía tan mal como yo. Sus ojos y nariz estaban de color rojo de tanto que
había llorado. Algunas lágrimas secas surcaban su rostro. Levanté la mano para
limpiar su rostro pero vino a mí el día domingo y de inmediato retrocedí. Sus ojos se
llenaron de lágrimas y se soltó a llorar, segundos después se echó a mis brazos. La
abracé tan fuerte como pude y lloré con ella.
-Lo siento tanto, La- sollozó –no sabes cuánto lo siento.-
-Te amo, Anita- se separó de mí bruscamente, tomó mis manos y
las llevó a su rostro.
-Puedes tocarme, eres la única persona en el mundo que no tiene
que pedir permiso para tocarme. Perdóname por lo que hice esa noche.-
-No tengo nada que perdonarte, Ana.-
-Sí tienes que, porque quería alejarte y lo hice de la única forma en
que lo entenderías sin rechistar- acaricié sus mejillas con mis pulgares. –Perdóname.-
-Te perdono con la condición de que me digas qué está pasando-
dudó un momento.
-Él dijo que trabajaba en la empresa y que conocía bien a papá. Me
dijo que me buscaría y me haría daño a mí y a los que estuvieran conmigo- se
comenzó a alterar por lo que la abracé una vez más.
-Sabes muy bien que te voy a cuidar de todo y de todos.-
-Lo que tú no sabes es de lo que él es capaz- dijo en un susurro
sobre mi cuello. –No tienes idea de lo torcida que es su mente. Si él te llega a hacer
algo nunca me lo perdonaría, La.-
-Tranquila, cariño- acaricié su espalda. –Buscaremos la manera de
protegerte, te lo juro.-
-Nunca quise lastimarte, me odio ahora mismo por hacerte llorar...-
la alejé de mí y tomé su cara.
-Hey, nada de eso. Estamos juntas, ¿cierto?- asintió levemente. –Es
lo único que importa. Nada de cosas malas en tu cabecita, por favor.-
-Perdón- levanté mi meñique para unirlo con el de ella.

-Perdonada- me acerqué y dejé un beso en su frente. –Te amo.-


-Te amo, La- sonreí.
-No sabes lo mucho que amo que me digas así- tomé su mano y la
llevé a mis labios. –No sabes lo mucho que amo a ti.-
-No has dormido mucho, ¿cierto?- Acarició mi rostro. Negué.
-Tú tampoco- en dos segundos la levanté y la eché sobre mis
hombros. –Vamos a recuperar algunas horas de sueño- la escuché soltar una leve
risilla mientras la llevaba a su habitación. La recosté con cuidado sobre su cama, me
quité los zapatos y me acosté junto a ella. De inmediato buscó mis brazos y se
escondió en mi cuello.
-Me has hecho tanta falta- susurró.
-Y tú a mí, cariño- tragué. –Nunca me vuelvas a hacer eso, por
favor. Háblame, dime, grita si quieres pero no me alejes de ti.-
-Lo prometo- se abrazó más fuerte a mí. –Perdóname, Lara.-
-Deja de decir eso, amor sólo dime que no pasara de nuevo.-
-No pasará de nuevo- sonreí.
-Eso es todo lo que quería escuchar. Ahora duerme, por favor- no
pusimos mucha oposición a eso y en unos minutos ambas dormíamos profundamente.
Por fin podía dormir en paz después de muchos días y agradecía al
cielo por eso y más aún porque volvía a dormir con Ana pegada a mi cuerpo. El sólo
sentir su calor y su olor cerca de mí era suficiente para combatir cualquier malestar
que se me presentara. Y ahora más que nunca debía estar bien para mí y para ella;
para poder sobrellevar lo que sea que esté en nuestro camino.
Me desperté un poco aturdida porque no sabía qué hora era y no
recordaba dónde estaba; al ver la melena rubia sobre mí hizo que me asustara pero
luego recordé lo que había pasado por la tarde y me relajé. La atraje más a mí y llene
su cabello de suaves besos. No sé cómo pude estar tantos días sin ella.
Vi como un rayo de luz entró, giré mi cabeza a la puerta y me
encontré a Alberto que se sorprendió al verme ahí, supuse que en cualquier momento
sonreiría pero no lo hizo. Las alarmas que se encendieron cuando Ana me dijo que
quería seguir nuestros caminos separados no se compara a lo que sentí ahora. Algo
iba muy pero muy mal.
Con mucho cuidado me deshice del agarre de la rubia y me
escabullí de la cama. Seguí a Alberto que solemnemente se sentó en su lugar
acostumbrado y veía a la nada. Nunca lo había visto en ese estado. Ni siquiera hice el
intento de sentarme. Nos quedamos en silencio por varios minutos hasta que él se
decidió a hablar.
-Hay tanto en mi mente qué no sé por dónde comenzar.
-¿Alberto?-
-No creí que...-
-¿Qué mierda está pasando?- Fue en ese momento que me vio
directo a los ojos.
-Un auto blanco está fuera de tu casa- sentí como la sangre se me
heló y sentí que mi mundo se tambaleó. La única persona que puede venir con un
carro blanco es la bruja y si es ella apuesto un puto riñón a que viene por mí.

A/N Hola, queridos y queridas una vez más consintiéndolos entre


semana. Pueden tomar esto como un regalo de navidad ;) Capítulo recién salido del
horno. La primera parte me costó mucho por la chilladera y la segunda parte fluyó
maravillosamente y quise compartirlo con mis personas favoritas.

Veo el final pero a la vez no veo el final, ¿tiene sentido eso? Los
capítulos se han ido alargando y lo que parecía corto se ha extendido so, no sé qué
pensar. Sólo sé que estoy tan metida con la historia como ustedes y por eso me
altero levemente cuando creen que no quiero soltar los capítulos o que no "escribo
rápido".
Espero que su semana esté yendo de maravilla y que su fin de
semana sea mucho mejor aún. Sonrían que las vacaciones se aproximan o si ya están
de vacaciones y si no de todos modos sonrían :)
Gracias por los votos, los comentarios, los mensajes y por sus
múltiples teorías sobre la persona que está detrás de lo que le pasó a Ana; me han
entretenido a lo largo de la semana y me hace ver lo metidos que están con la
historia. ¡Millones de gracias!
Lo de siempre, pasen a elcirculcolibri que tendrá algunos cambios y
tendrán más variedad de textos. Nos leemos en twitter @Alexita_May donde se
concentra la mayor horda de drama en el mundo.
Nos leemos muy pronto (I hope so)
Saludos desde mi frío rincón con olor a café y canela,
Ale :)
Capítulo 31

Nos quedamos en silencio por unos momentos, ambos sabíamos lo


que se venía. Pero lo que más me intrigaba era la actitud de Alberto, sí, estaba
sorprendido por verla pero había algo más y no me gustaba la horrible sensación que
producía en mi cuerpo. No mencionó a papá y eso me aterra aún más, ¿qué podría
hacerla venir sola hasta acá?
-¿Te dijo algo?-
-Tenemos que hablar, Lara...-
-¡Lara!- El grito de Ana hizo que se me olvidara la preocupación;
corrí de vuelta a su habitación. Vi a la cama pero estaba vacía hacía por voltearme
cuando su cuerpo chocó contra el mío. –Te llevó... te llevó con él, lejos de mí.-
-Aquí estoy, cariño- sentí sus lágrimas cayendo sobre mi hombro.
La llevé poco a poco hasta la cama, la acosté y me acosté junto a ella.
-Me estoy quedando sin fuerzas, Lara.-
-Aquí estoy contigo para lo que necesites. Sólo tienes que decirlo.-
-Te estoy arrastrando a mi mundo... ya no puedo más.-
-Ahora es cuando más fuertes debemos ser, cariño- la acerqué para
atraerla a mi pecho. –Te amo, Anita eres lo mejor que me ha pasado.-
-Mi Lara que no es mía- recosté mi cabeza sobre la de ella y nos
quedamos un momento en silencio. –Y que nunca será mía...-
-¿Ana?-
-Esto me está matando.-
-Ana, no digas eso, por favor- me senté y la tomé de la cara –no
podemos ir hacia atrás, todo menos eso. ¿Qué puedo hacer? Dime qué hacer y lo
haré, Ana.-
-Sólo quédate aquí conmigo- acomodó su cabeza sobre mi pierna
mientras buscaba una respuesta en mi mente. Algo que me ayudara pero no lo había.
Medité por varios minutos hasta que escuché mi voz una vez más.
-Necesito saber más de él, su apariencia, color de piel, de ojos,
cabello, altura, todo y haré que lo busquen en todo el mundo. No descansaré hasta
que se esté pudriendo en una cárcel o siendo el festín de los gusanos.-
-No digas eso.-
-Es lo que quiero hacer, Ana se metió con la persona que más amo
en el mundo. Tiene que pagar.-
-No quiero que estés cerca de él... no lo quiero cerca de ti, ni
siquiera que te vea- negaba fervientemente con la cabeza.
-Es la única manera de que esto acabé, con él en un lugar donde
sabemos que no podrá lastimarte. Lejos de nosotras- quizá no era tan mala idea lo de
la bruja aquí. Sólo era cuestión de convencerla de llevarnos a Ana con nosotras y ya
estando en la ciudad contratar a alguien para que lo busque. –Tengo que ir a casa,
cariño- me puse de pie lo que hizo que su cabeza cayera graciosamente sobre la
cama. –Hay algo que tengo que resolver.-
-¿Todo bien?-
-Espero que lo esté pronto- dejé un beso sobre su nariz- te amo.-
-Y yo a ti, amor- sonreí como tonta.
-Tendré una vida para acostumbrarme a que me llames así- no
esperé más y salí corriendo ignorando a Alberto que me llamaba.
Me faltaba más de medio camino cuando me vi en la necesidad de
bajar la velocidad, mi pierna no estaba en su mejor forma aún y estos días donde
nadé como loca no habían ayudado mucho. Sentía mi corazón latir fuertemente a la
vez que veía mi casa cada vez más cerca; a lo lejos pude ver el Saab de la bruja. No
sé qué tenía con esos autos pero eran sus favoritos. Pulcramente blanco, reluciente y
descapotable, por supuesto. Para presumir. Vi que la puerta de mi casa estaba
abierta, se la iban a comer los mosquitos, justo cuando estaba por entrar escuché la
voz de Norma. Con cuidado me puse cerca de la puerta para escuchar pero no ser
vista.

-¿Estás loca?- Escuché a la mujer de ojos expresivos –no sé cómo le haces para
siempre superarte, Minerva.-
-Lo dice la que se acostó con mi esposo- extrañaba su refinada voz
pero estaba más intrigada por lo que decían.
-Y diría que tu esposo se tardó en buscar a algo mejor- ¡santa
mierda! Ingrid está ahí también.
-Esto no es sobre nosotras, ni lo que pasó entre Manuel y yo esto
es sobre tu hija.-
-Bien lo has dicho, mi hija yo sé cómo criarla y qué hacer con su
vida.-
-Lara no es un puto juguete, ni mucho menos una pieza para lo que
sea que tu diminuta mente esté maquilando.-
-Tú, ¿quién eres?- Podía escuchar el cambio en el tono de voz de mi
madre.
-Desde ahora tu peor enemiga, no tienes derecho a hacerle eso a
Lara- respondió Ingrid muy molesta.
-Esa niña no ha sido más que un dolor de cabeza para nosotros, es
hora de que haga algo por su familia.-
-No tienes ni la menor idea de la maravillosa hija que tienes. La
mocosa tenía razón, eres una maldita bruja.-
-Ingrid- intervino Norma.
-¿Cómo te atreves a hablarme así?-
-¿Cómo te atreves a hacerle eso a tu hija?- De nuevo Norma.
Sentía mi corazón a punto de salir del pecho. Mamá tenía planes para mí muy
distintos a los que yo tengo para mí misma.
-Le estamos haciendo un favor al juntarla con un chico de buena
familia que también ayudará a nuestras finanzas- ¿juntarme? –Es un simple contrato
de matrimonio...-
-¡¿Qué?!- Entré con los ojos desorbitados a la casa -¿Un contrato de
matrimonio?-
-Lara, ve a mi casa, por favor...-
-No iré a ningún puto lado.-
-Espero que sepas guardar la compostura cuando estemos con los
Youngblood y dejes de hablar como un albañil.-
-¿Youngblood?, ¿me quieres casar con Kevin?-
-Ya se conocen y tu padre y el señor Youngblood tienen un buen
contrato. Con ustedes como pareja ayudarán a ambos negocios.-
-Estás loca- dije completamente fúrica. –Soy menor de edad.-
-Nada que el consentimiento de tus tutores no arregle. Kevin es
mayor y si los casamos aquí en México será más fácil.-
-No haré eso- sentía mi sangre hervir.
-Es una pena que no sea una pregunta, Lara. Te estoy dando una
orden.-
-No iré contigo- di un paso al frente pero de inmediato Ingrid me
tomó del brazo.
-Vete, mocosa nosotras arreglaremos esto.-
-No hay nada que arreglar, ya todo está listo. Si no haces esto tu
padre o yo terminaremos en la cárcel por incumplimiento de contrato.-
-Espero seas tú- espetó Ingrid.
-Te desconozco, Minerva esto raya en lo ridículo- de nuevo Norma.
-Comienza a empacar- ordenó.
-No- la reté –no iré a ningún lugar, mucho menos a casarme
cuando aquí tengo...-
-Aquí tiene paz y tranquilidad- habló Ingrid. Ligeramente negó con
la cabeza.
-Falta una semana para que termine el semestre- agregó Norma.

-Por primera vez en su puta vida hagan algo bien por esta niña y déjenla terminar-
completó Ingrid.
-Yo misma la llevaré- de nuevo la mujer de cabello corto –una
semana es lo que pedimos.-
-No son quién para decidir. Se va ahora.-
-No- agregó tajantemente Ingrid. –Se va en una semana y si te
atreves a siquiera hacer algo para llevártela ahora te voy a arrastrar por todo el puto
pueblo- ambas mujer se lanzaban dardos con la mirada.
-No quiero tonteras o mandaré al ejército si es necesario- amenazó
mi madre, cediendo a la petición. Muy a su manera.
-Lara merece una persona mejor- dijo la mujer amargada antes de
sacarme de la casa, dejando solas a mi madre y a Norma. Ingrid me arrastró a la
casa de Norma y lo primero que hice fue patear la puerta.
-¡Maldita sea!- Otra patada y una más -¿Quién se cree?, ¡¿quién
mierda se cree?!- Estaba totalmente fuera de mí. –Le diré que estoy con Ana- una
vez más Ingrid me jaló.
-Si tenemos esperanza de que te pueda zafar de lo que sea que
hicieron, bajo ninguna circunstancia debe saber que estás con Ana- también ella se
veía molesta.
-Y yo que creí que seguía en algún lugar- sonreí con tristeza. –Ella
ya no está.-
-Nunca creí que fuera tan bruja.-
-Yo sí lo sabía pero nunca me imaginé algo así.-
-El puto infierno se ha de haber congelado pero te pido que
mantengas la calma aquí. Bajo ninguna circunstancia puede saber de ti y de Ana.
Tienes que seguir el juego en lo que buscamos qué hacer.-
-¿Dónde está papá?- Ahora golpeé la mesa -¡Ah! Esto es una
mierda.-
-¿La?- Ambas casi nos desnucamos al voltear a la puerta -¿qué
pasa?-
-Anita, será mejor que vayas a casa.-
-¿Tu papá vino?- Veía a Ingrid y me veía a mí -¿Lara?, ¿es tu
mamá?- Asentí levemente. Su rostro cambió por completo. -¿Vino por ti?- Ninguna de
las dos dijo nada y eso le dio la respuesta. Me acerqué rápidamente a ella y la abracé.

-Encontraremos una manera, lo juro-


-¿Pueden, al menos, darse sus lesbiabrazos lejos de la puta puerta?
Si las ve la loca esa se arma la gorda aquí.- Llevé a Ana hasta la cocina, tomé su
rostro y la besé. Volví a probar sus deliciosos labios después de más de una semana.
-La- bajé mi frente hasta que quedó sobre la de ella.
-Mi Anita.-
-Tu Anita. Siempre- sonreí y la abracé. –Esto me asusta.-
-Algo se me ocurrirá, no me van a alejar de ti.-
-Vienen para acá- avisó Ingrid. Nos separamos justo antes de que
ambas mujeres entraran.
-Lara- llamó mi madre –dormiré aquí, espero que tu cuarto al
menos esté decente.-
-El sillón está más limpio- contesté. Ana puso su mano muy
discretamente sobre mi espalda buscando tranquilizarme. Los ojos de mi madre se
posaron en mi novia, escaneándola de arriba para abajo. –No la veas así- gruñí.
-Eres la hija de Alberto- dijo con voz firme.
-Sí, señora gusto en conocerla. Me llamo Ana.-
-Ana- repitió. Uso esa estúpida sonrisa de superioridad que tanto
odio antes de dirigirse nuevamente a mí. –Estaré esperando, estoy muy cansada-
salió marchando de la casa dejándome con un terrible dolor de cabeza.

-Yo digo que le dejes abierta la ventana de tu cuarto para que la coman los
mosquitos- sonreí ante la sugerencia de Ingrid.
-Puede ser- comencé a caminar pero mi novia me detuvo.
-Iré yo.-
-No te dejaré a solas con ella, cariño.-
-Y yo no permitiré que cometas una locura; quédate aquí- asentí
levemente, dos segundos pasaron antes de que Ingrid hiciera el sonido de un látigo.
Norma y la rubia rieron. –No te metas con mi chica, Ingrid- pidió con dulzura.
-Sólo porque lo pides tú- dijo con una sonrisa. Ana salió y solté el
aire que no sabía que contenía.
-No sé cómo le diré lo que tiene planeado- cerré los ojos –esto no
es bueno.-
-Lo siento muchísimo, Lara- Norma se acercó a mí –quisiera hacer
algo más.-
-Al menos me diste una semana, algo se me tiene que ocurrir en
estos días. Para empezar debo convencerla de llevar a Ana conmigo.-
-¿Y si le dice?- Preguntó Norma.
-Conociéndola, ni le dirigirá la palabra. Ana es de clase inferior a
ella- sonreí –ella es la que no es digna de estar en la misma habitación que mi rubia.-

Platicamos de los posibles escenarios que me encontraría al llegar


de nuevo a casa. Norma enfatizó que bajo ninguna circunstancia debía caer en sus
provocaciones, que debía ser mejor jugadora y armar bien el contraataque. Me llenó
de alegría que usará metáforas de deportes y tenía razón, ahora con un poco más de
cordura, yo debía analizar esto con cabeza fría y adelantarme a lo que ella tuviera
preparado. Pero las sorpresas comenzaban desde ahora. Vi llegar a una cabizbaja
rubia; la tomé de la mano y la llevé a la cocina.
-Te quiere casar.-
-¿Te lo dijo?- Asintió.
-Eso no va a pasar, Cardozo, lo vamos a impedir a toda costa-
intervino Ingrid. –Esa bruja no sabe con quién se metió.-
-Tenemos una semana para hacer algo- dijo la mujer de ojos
expresivos.
-¿Una semana?- Ana me vio intensamente.
-Sí- contesté casi en un susurro –una miserable semana.- La abracé
tan fuerte como pude a mí. –La voy a convencer de llevarte conmigo, de alguna
manera u otra irás conmigo.- No dijo nada. Se soltó de mí y caminó a la puerta.
-A esto me refería cuando te dije que nunca serás mía- dijo con una
sonrisa triste antes de salir de la casa.
-Ana- intenté caminar detrás de ella pero Norma lo impidió.
-Déjala procesar esto un momento- la quedé viendo casi
suplicándole que me dejara ir. –Por favor, Lara, es mucho para ella- asentí derrotada.
-Esto es tan irreal- me senté junto a Ingrid –las pesadillas, ella
alejándome, apenas me recupero de eso y ahora mi mamá con sus estupideces.-
-Estamos de tu lado, mocosa, y como te dije hace un rato la mejor
estrategia es seguirle el juego y tratar de anticipar sus movimientos.-
-¿Qué sabes de esa familia?- Inquirió Norma.
-Tienen mucho dinero o tenían porque si se prestan para algo así es
porque van mal y para que mis padres se presten es porque la situación no es muy
buena para ellos tampoco.- Suspiré. –Salí con Kevin un tiempo, fue el primero, nada
extraordinario sólo cumplíamos con nuestros roles sociales. Él es muy mediático,
tiene mucho carisma, es el típico chico guapo por el que todas mueren.-
-Excepto tú- sonreí al escuchar a Ingrid.
-Excepto yo. Éramos la pareja wow porque él era capitán del equipo
de softball y yo tenía voz de mando en el equipo de voli. Me faltaba poco para ser
capitana pero los incidentes y mis bajas calificaciones hicieron que me quitaran el
uniforme- escuché a Ingrid hacer sonidos como si estuviera llorando –idiota- le di un
golpe. –La cosa es que causábamos mucho impacto, salíamos en el periódico de la
escuela, siempre habían notas de nosotros aunque duró muy poco.-

-Tiene sentido- habló Norma –ya antes habían estado juntos y funcionaron bien. Si se
casan será mucho mejor para sus negocios.-
-Los quiero matar a todos ahora mismo- agregué.
-Te apoyo- dijo Ingrid.
-Mi hermana tiene razón- prosiguió la mujer de cabello corto –será
mejor seguir el juego.-
-Y dejar a Cardozo aquí- volteé a ver a Ingrid con el ceño fruncido.
-¿De qué mierda hablas?-
-De que si de verdad la amas la debes dejar aquí- afirmó con
calma.
-Ingrid, siempre he creído que estás loca pero esto es demasiado.-
-Mocosa, sé que la amas, sé que ella te aman, son tan cursis y me
da diabetes verlas interactuar pero, ¿cómo crees que se sentirá ella al verte de la
mano con alguien más?, o peor aún, ¿qué crees que será de ella cuando te vea
besando a alguien más? Los periódicos no se van a conformar con verlos sonriéndose
el uno al otro menos cuando supuestamente se van a casar.- Contenía las ganas de
llorar.
-Tiene razón, Lara...-
-¡No! Por supuesto que no- mis ojos se llenaron de lágrimas –me
niego a estar lejos de ella.-
-Por eso pedí la semana, Lara, tus calificaciones ya están, ya no es
necesario que vayas a la escuela. Pedí ese tiempo para que te despidas de ella.-
-No digas eso, por favor- supliqué.
-Las quiero demasiado a las dos y estoy pensando en lo mejor para
ambas. Esto es lo mejor.-
-El pastor debe estar en la misma sintonía- dijo Ingrid. –Te quiere
pero ante todo está su Ana y no dejará que sufra.-
-No, no, no- comencé a llorar- esto no puede estar pasando.- Sentí
a Norma cerca de mí y segundos después me abrazó.
-Te doy mi palabra de que haré todo por librarte de eso, te lo
prometo, Lara- me abracé fuerte a ella. –Eres mi familia y a la familia no se deja
sola.-
-Somos- agregó Ingrid antes de sentir su mano sobre mi espalda.
¿Por qué mis padres no eran así?, ¿por qué querían esto para mí?
Ni siquiera me lo consultaron, no me preguntaron, tomaron una decisión sin siquiera
preocuparse por lo que yo tenga que decir a eso. Para mi madre sigo siendo la
horrible hija que dejó aquí hace meses y en parte tiene razón, no me ha visto, no ha
interactuado conmigo pero al menos merezco el beneficio de la duda. Debió darme
una oportunidad, al menos una para demostrarle que puedo hacer bien las cosas.
Ahora venía la parte de mi consciencia que decía que quizá me
dieron muchas oportunidades y nunca las aproveché. Que fueron tantas y las
desperdicié que ellos comenzaron a tomar decisiones por mí. Por más molesta o
dolida que esté no puedo regresar a lo de antes, no puedo ser la chica de hace meses
que sólo se ocupaba de mantener su estatus y de sacarle canas verdes a sus padres.
Pero también debo poner condiciones a esto. Estoy en la posición de hacer ciertas
peticiones y las tienen que cumplir. Me separé de ellas bruscamente y caminé a la
casa. En cuanto entré aseguré bien la puerta, mi madre estaba en el sillón con una
Tablet.
-Tenemos que hablar- dije.
-No hay nada de qué hablar, Lara- dejó el aparato a un lado y me
vio. Antes amaba ser tan parecida a ella pero ahora lo detestaba. Su cabello
pulcramente planchado con luces como le gustaba a ella; su típico labial rojo; sus
gruesas cejas; sus penetrantes ojos verdes como los míos adornados con una
enormes pestañas. Decir que era fea era decir que yo también era fea porque soy su
puto retrato.

-Sí, tenemos y mucho.-


-Primero deberías disculparte por todo lo que nos has hecho
pasar...-
-Lo siento- rió.
-No voy a caer tan fácilmente, Lara, te conozco como a la palma de
mi mano.-
-No tienes idea de quién soy, mamá, ni una pizca.-
-Somos iguales, hija, fuimos cortadas con la misma tijera.-
-Yo nunca le haría algo así a alguien a quien supuestamente amo.-
-Si esa persona que amas te hiciera envejecer en menos de un año
lo reconsiderarías. Tomarías medidas drásticas.-
-¿Quién eres?-
-Soy tu madre y como tal debes respetarme y acatar lo que te
digo.-
-No, mi madre solía cantarme y pasar tiempo conmigo. Tú eres una
desconocida.-
-¿Quieres que te siga tratando como a una niña, Lara?, ¿cómo
podría hacerlo si te comportas como si nos odiaras?-
-¿Comencé a comportarme así a los diez años?- Su expresión era
dura -¿puedes decirme qué hice mal en ese momento?-
-La gente cambia.-
-Esa no es una explicación, mamá y no estás contestando a mi
pregunta.-
-Veo que Alberto ya hizo su magia contigo- sonrió casi como burla.
–No lo vas a entender nunca.-
-Si no me lo dices claro que no.-
-Haz esto más fácil y obedece por primera vez en tu testaruda vida-
nuestras miradas lanzaban fuego.
-Está bien- se sorprendió un poco pero se recompuso de inmediato
–con condiciones- sonrió ampliamente.
-Te dije que estamos cortadas con la misma tijera, Lara- era como
si quisiera probar algo -¿qué quieres?-
-Ana se va conmigo- me vio extrañada.
-Tenemos suficiente personal de aseo en la casa- contuve las ganas
de gritarle. -¿Para qué la quieres allá?-
-Es una amiga y tiene mucho potencial sólo necesita un lugar donde
la exploten- ahora sí rió audiblemente.
-Lara, ¿crees que me voy a tragar el cuento de que quieres ser
amable con alguien?-
-Ellos han sido muy buenos conmigo creí conveniente hacer algo
por ellos- negaba con una sonrisa.
-Alberto es muy bueno manipulando; puedo apostar que los gastos
los tendremos que absorber nosotros.-
-Tengo lo suficiente para que ambas vivamos bien allá.-
-Te lo dije. ¿También nos lo llevaremos a él y le compraremos un
apartamento? Lara, eres demasiado ingenua, ellos no han hecho más que
manipularte. La niña es idéntica a su madre, sólo espero que no sea igual de... común
como ella.-
-No te voy a permitir que te expreses de esa manera de Ana.-
-Bien, nos llevamos a la bastarda, ¿qué más?- Sentí que mis
vísceras estaban por estallar de tanto enojo que estaba conteniendo.
-Regresaré a Texas y regresaré al equipo de voli que estaba en el
vecindario al que me prohibiste ir- frunció el ceño. –No meterás tus narices en lo que
haga concerniente a la escuela o al deporte. Me regresarás mi auto, mi apartamento
y mi tarjeta de crédito.-
-¿Qué me das a cambio?-
-Cero escándalos y seguiré lo que tú me digas.-
-Dudo mucho que no te metas en problemas.-

-Al primer escándalo me lo quitas todo y tienes todo de mí para hacer y deshacer a tu
antojo- lo meditó un momento.
-De acuerdo, ¿ves que podemos entendernos como gente decente?-
-Muérdeme- dije antes de salir de ahí. Corrí tan rápido como mi
pierna lo permitió, sentía muchas ganas de vomitar, de romper todo, me detuve
hasta que vi cerca mi escondite. -¡Ah!- grité tan fuerte como pude y caí de rodillas.
Esto era demasiado para procesar en tan poco tiempo. -¿Qué quieres probar?,
¡Dímelo!- Vi hacia arriba –estoy harta de tus putos acertijos. Si esto es un castigo por
amarla estás en el camino equivocado; sabes perfectamente que no dejaré de
hacerlo. Es mi vida, ella es todo para mí...- no aguanté más y me tiré a llorar
desconsoladamente.
Me hice bolita y dejé salir todo lo que había aguantado durante la
plática con mi madre; quería gritarle que amo a Ana que no quiero estar con nadie
más pero ella nunca lo va a entender. Más allá de todo esto lo que más me dolía era
saber que la mujer que tanto amé ya no está más, la desconocida ha tomado todo el
control de ella y sólo queda esta mujer plástica que creer que todo está a sus pies con
sólo ordenarlo. De nuevo estaba sola. Mi único consuelo era que Alberto no se
arrepintiera de su decisión.
Me senté de nuevo cuando sentí un punzante dolor de cabeza; no
sé cuánto tiempo había estado ahí tirada. Intenté ponerme de pie pero no tenía
fuerzas, vi al horizonte y el sol comenzaba a ponerse; ya había tardado demasiado
tiempo. Escuché un pequeño ruido pero ni siquiera me inmuté, ya sabía quién era o
eso creía.
-Mocosa- volteé de inmediato a ver a Ingrid hacerse su camino
hacia donde estaba yo. No dije nada y regresé mi vista al lago. –Lo siento, sé que es
todo una mierda.-
-Lo es- se sentó a mi lado.
-Es una bendición y una maldición ser la que no tienen pelos en la
lengua para decir las cosas. Es como si no hubiera un filtro entre lo que pienso y lo
que digo, todo sale tal cual nace en mi mente.-
-Quisiera que hubiera más gente como tú en el mundo, Ingrid. Con
todo y tus evidentes problemas mentales eres honesta y eso no se encuentra
fácilmente.-
-No sabes lo que pides, Lara; son un pequeño reflejo, hay
muchísimo más detrás de mí que nadie conoce.-
-Eso no quita que seas buena persona.-
-Estoy muy lejos de ser una buena persona, he cometido pecados
muy grandes.-
-Según Ana si te arrepientes de corazón y no lo vuelves a hacer los
pecados pueden ser exculpados.-
-El problema es que no me arrepiento de lo que hice, nunca lo he
hecho y nunca lo haré.-
-¿Tan malo es?- De reojo la vi sonreír.
-El quinto mandamiento.-
-¿Amarás a Dios sobre todas las cosas?- Intenté adivinar porque no
me sabía ni madre de eso.
-No matarás- confesó con una increíble calma –eres la primera
persona a la que le digo esto.-
-Me estás jodiendo, ¿cierto?- Negó. –No lo creo.-
-Marcos.-
-¡¿Qué?!- El dolor de cabeza se esfumó. –Creí que el papá de Olivia
tenía que ver con eso.-
-Todo apunta a él pero no fue él.-
-No entiendo... ¿por qué?-
-Trataba mal a Norma; engañó a muchas niñas de la escuela para
que se acostaran con él. Yo lo seguía hasta sus escondites... las cosas que hacía, era
un maldito enfermo. Luego Olivia comenzó a ser recurrente para él, fue muy fácil,
demasiado fácil y se aburrió.-

-Era cierto lo de Olivia- me dije a mi misma.


-Claro, era un secreto a voces pero sabía que tenía algo más entre
manos y me hice su sombra, fue cuando dijo el nombre de Ana mientras estaba con
Olivia... el engendró casi se muere de coraje y más cuando Marcos no se disculpó, ni
nada. Tuve un horrible presentimiento y entre más lo seguía más me daba cuenta de
que estaba comenzando a obsesionarse con Ana.-
-¿Por eso fue?- Negó.
-Se suponía que sería un pequeño susto, dejé indicios para que el
idiota supiera que estaba siendo vigilado pero no paró, al contrario, fue más pendejo
incluso obligó a una chica a abortar.- Tomó un pequeño respiro –comenzó a seguir a
la rubia, temía que le hiciera algo por eso decidí actuar pero me pasé de la dosis y lo
maté.- Me quedé en silencio por un instante, muchísima información en muy poco
tiempo. Necesitaba digerir todo esto.
-¿No te arrepientes?-
-En absoluto, no soy Dios pero se lo merecía. Me digo eso todos los
días al despertarme con la culpa de haberle quitado la vida.-
-¿Por qué me lo dices ahora?-
-Porque confío en ti, Lara-.
-¿Gracias?- La vi –tienes una manera muy peculiar de relacionarte
con las personas.-
-He pasado muchas cosas que me marcaron. Veo tu dolor...-
-Y lo comprendes- asintió levemente.
-Fui mamá joven, muy joven, me ganó la calentura y terminé
embarazada. No era lo que quería pero lo acepté gustosa, estaba muy ilusionada. El
inútil del papá desapareció, por supuesto, me valió e hice todo lo adecuado para tener
a mi bebé- tragó y su voz cambió levemente. –Mis padres no lo aceptaron, Norma me
apoyó a regañadientes pero al menos lo hizo... para evitarte todo el puto drama y
partes de la historia innecesarias, mi bebé nació mal. Varios de sus órganos no
estaban propiamente desarrollados y no lo soportó. Sólo la tuve tres meses conmigo,
regresó de donde vino y mi mundo se desmoronó... aún sigue así.-
-Lo lamento muchísimo, Ingrid.-
-Desde que vi a Ana por primera vez sentí casi lo mismo que sentí
al ver a mi hija. Me sentía como la mujer más afortunada sólo con verla. Veo a la
rubia y es imposible no imaginarme a mi pequeña Marian- su respiración se hizo más
pesada. –Por eso no me arrepiento, mil veces pagar condena en el infierno que
permitir que le hiciera daño a Anita.- Me acerqué más a ella y pasé mi brazo sobre
sus hombros.
-Sé que no te va la papaya pero gracias por quererla.-
-Sabes tan bien como yo que es difícil no hacerlo, esa niña es un
ángel.-
-Lo es- medité un momento –con respecto a él no sabría que
decirte.-
-No tienes que decir nada, lo hice por ella y por mi hermana. Lo
haría de nuevo sin pensarlo dos veces- la vi sonreír –lo haría por ti, Lara, porque la
haces feliz y su felicidad es la mía.-
-Gracias.-
-No te voy a dejar sola en esto, te lo prometo.-
-Sé que no lo harás- no sonreímos antes de darnos un abrazo más
adecuado.
-Quizá mi hija hubiera sido como tú- mi sonrisa se hizo más grande
–y para evitarme la pena Dios se la llevó de nuevo.-
-Hija de puta- una sonora carcajada escapó de su boca.
-Vamos, que la bruja pregunta por ti y Norma está preocupada.-
-Nada nuevo- dijimos a la vez y nos echamos a reír.

Caminamos en completa calma, una parte de mí estaba aliviada porque veo que hay
gente que ha cuidado muchísimo de Ana y lo seguirá haciendo; por otro lado la
confesión de Ingrid me tomó por sorpresa y más por lo resignada que está a pagar
por sus actos. Es muy consciente de lo que hizo y como tal sabe que habrá
consecuencias tarde que temprano pero no podría importarle menos. Cuando
llegamos a la mi casa, mi madre estaba en el umbral de la puerta con cara de pocos
amigos.
-¿Dónde estabas?-
-Respirando aire fresco por ahí- contesté.
-Debes avisarme- rodé los ojos.
-He vivido aquí por meses, sé cómo son las cosas aquí. No vengas
en plan de mamá a querer preocuparte por mí porque no te queda.-
-Te tengo que entregar completa- dijo casi con malicia.
-¡Cuidado con eso!- Gritó Ingrid apuntando al piso muy cerca de
donde estaba mi madre quien de inmediato soltó un grito y pegó un brinco. –Ah, era
sólo tu pie. Lo siento- me eché a reír con fuerza.
-Estúpida- escupió mi madre molesta.
-Será mejor que se metan antes de que salgan los alacranes- me
hizo un guiño y desapareció en la casa de Norma.
-Imbécil, ¿quién se cree?-
-La dueña del puto mundo... si se lo proponen pueden ser mejores
amigas- sonreí antes de entrar a la casa. Fue a la habitación por una pequeña
chamarra y una almohada, la de Ana, y me dirigí a la sala a donde sería mi
habitación.
-¿Te sientes confiada porque tienes a Norma de tu lado?-
-¿La hinchazón en mis ojos y mi cara roja te dice que estoy
confiada? Premio a la madre del año.-
-Cuida tu boca, Lara- amenazó.
-Me quieres casar, vienes aquí tratas mal a la gente que quiero y
esperas que te lance rosas; estás muy equivocada, mamá.-
-No sé cómo puedes confiar en una mujer que...-
-¿Qué se acostó con mi padre?- Me vio sorprendida –ella confía
tanto en mí que me lo dijo y sí, aunque no lo creas, se arrepiente porque sabe que
hizo mal. Al menos ella es capaz de reconocer sus errores y darme un poco de
crédito.-
-Es porque ella no te ha tenido que soportarte.-
-Todos estos meses he trabajado para ganarme la puta comida y
donde vivo, he comido cosas que nunca había probado, me he esforzado por ponerme
al corriente en la escuela y recuperar el tiempo perdido-sonreí –me dieron una
monumental madriza por defender mis ideales y Norma no ha hecho más que
apoyarme. La he cagado, sí, muchas veces estando aquí pero ha confiado en mí más
de lo que tú has hecho.-
-Sólo cumplía su labor de cuidarte.-
-No, ella estaba siendo mejor madre de lo que tú has sido- ni bien
terminé sentí la mano de mi madre caer con fuerza sobre mi mejilla derecha.
-No te atrevas a compararme con ella- me tomé la mejilla y
aguanté las ganas de llorar. Era la primera vez que me golpeaba.
-Cierto, ella es mucho mejor que tú- antes de que pudiera hacer
algo más salí de ahí con los ojos llenos de lágrimas rumbo a la iglesia.
La noche ya había caído, los animalitos hacían su aparición y se
dejaban escuchar; un viento húmedo se sentía, llovería pronto. A lo lejos, en uno de
los cerros se podía ver una tormenta eléctrica; quizá no era tan mala idea estar hoy
con Ana. Para cuando llegué las lágrimas habían invadido todo mi rostro, sentía un
horrible vacío en el estómago y el dolor de cabeza regresó. Apenas segundos después
de que toqué Alberto abrió la puerta, al ver mi estado de inmediato me abrazó.

-Lo siento mucho, dulce Lara- me hizo pasar con mucho cuidado. Me dejó en su
asiento y se dispuso a preparar algo de café para ambos. –Sé que será una pregunta
muy tonta pero, ¿cómo estás?-
-No sabría decirte que es lo que predomina ahora mismo- mentiras,
sí lo sabía y muy bien. Un horrible nudo en la garganta me impidió hablar por unos
segundos. –Ella ya no está, ella se ha ido- Alberto se sentó junto a mí y tomó mi
mano con amor.
-Ella está ahí, Lara, está esperando que la encuentres- negué.
-Con lo que le acabo de decir dudo mucho que tenga muchas ganas
de hablar conmigo.-
-¿Qué le dijiste?-
-Que Norma es mejor madre que ella- para mi sorpresa el hombre
rió.
-No podría esperar menos de ti, Lara, pero sabes tan bien como yo
que eso no es correcto- fue mi turno de negar. –Por más mala que pueda llegar a ser
ella es tu madre y lo seguirá siendo por el resto de tu vida. Puedes querer y tener
modelos a seguir femeninos pero la única siempre será ella.-
-Lo sé, sólo quería lastimarla.-
-Y eso, ¿cómo te hace sentir?-
-Mal porque estoy actuando por sentimientos negativos.-
-Ahí está mi Lara de las últimas semanas. Estoy muy orgulloso de
lo mucho que has avanzado aquí.-
-Gracias a ti.-
-Aunque yo me hubiera matado hablándote de muchas cosas si no
hubiese habido disposición por parte tuya, nada se hubiera logrado. Esto también es
una victoria para ti.-
-Gracias- dije tímidamente.
-No es necesario que te diga que esto no puede volver a suceder y
tendrás que hacer algo que no has hecho nunca con ella.-
-Me tengo que disculpar- asintió.
-No lo veas como una obligación, míralo como una forma de
liberarte de malos sentimientos. Cuando odiamos, cuando nos resentimos lanzamos
tanto veneno que según llega a nuestros objetivos pero se queda dentro de nosotros.
Es como tragarse el veneno esperando que el otro se muera. Sentimientos como ese
no hacen más que dañar el alma y envenenar tu mente con pensamientos viles y
vergonzosos. Tú no eres así, tú no eres una persona que odie o que se mueva por
rencor. Tu amor hacia mi hija me ha mostrado que eres un ser amoroso, lleno de
vitalidad que necesita dónde proyectar todo lo bueno que hay dentro de ti. No te
envenenes, dulce Lara- de nuevo mis ojos se llenaron de lágrimas.
-No lo haré- dije apenas en un susurro. -¿Sabes si están mal?-
-Tu padre hizo algunas inversiones que salieron mal y está a dos
pasos de la bancarrota, necesita algo que lo ayude pero nunca creí que hicieran algo
así. De Minerva puedo esperar muchas cosas pero de tu padre, ese hombre que
considero mi hermano, no.-
-Al menos ya le puse algunas condiciones a mi madre para que yo
me vaya.-
-Sobre eso, Lara, tenemos que hablar- dijo en un tono solemne.
-Es sobre Ana- asintió. –Tenemos un trato y tú aceptaste desde el
principio.-
-Lo sé, Lara pero esto no estaba entre nuestros planes. Nada de
esto y me molesta que Manuel no esté aquí porque sabe que lo haría cambiar de
opinión; por eso vino Minerva en su plan de reina del mundo.-
-Ella ya aceptó en llevarme a Ana conmigo, dijo que no había
ningún problema si me la llevaba.-
-El problema es que yo no voy a aceptar eso; Ana se queda
conmigo- me puse de pie.
-¿Por qué?-
-Va a sufrir, Lara, mi hija es mi prioridad y no la mandaré a un
lugar donde la harán pasar muy malos ratos.-
-No puedes hacerme esto, tú no.-
-Si están destinadas, Dios las pondrá de nuevo en el mismo...-
-No me vengas con esa mierda, Alberto, sabes muy bien lo que ella
significa para mí.-
-Lo sé muy bien y tú sabes que ella es el centro de mi universo y
haré todo lo que sea necesario por protegerla. Lo lamento pero ella se queda.- La
firmeza en la voz de Alberto me decía que no había lugar a negociaciones.
Comenzaba la cuenta regresiva; sólo me quedaban unos días junto al amor de mi
vida.
A/N Hola, queridos lectores. Una vez más subiendo algo para
ustedes.
Antes que nada feliz navidad, espero que la hayan pasado
maravillosamente con su familia, amigos y los más cercanos a ustedes. Y sobre todo
espero que Santa les haya traído muchos regalos. Creo que mi locación es súper
secreta que ni él la encontró. xD
Timing, se supone que son épocas lindas y me toca subir los
capítulos más dramáticos hasta ahora. Pero ya vendrán sus regalos de compensación
;)
Este día es muy especial para mí, un día como hoy hace cuatro
años fue la última vez que vi a mi abuelo con vida. Él se reunió con mi abuela un 30
de diciembre. Son épocas muy complejas para mí familia y por eso decidí refugiarme
en la naturaleza unos días para hacer cosas que honren su memoria. Cuiden mucho a
los suyos y apapachenlos tanto como puedan porque no sabemos cuando será la
última vez. Está por demás decir que este capítulo va con todo mi amor al cielo.
Si no nos leemos antes, les deseo un feliz año nuevo y deseo de
todo corazón que cada sueño y meta que tengan encuentre la manera de hacerse
realidad. De nuevo millones de gracias por hacer de este año algo especial para mí y
por ser parte de este sueño. ¡GRACIAS!
Nos leemos en twitter @Alexita_May y pasen a elcirculcolibri para
hartas cosas mamalonas.
Saludos desde mi rincón con olor a vino y a pan francés,
Ale :)
Capítulo 32

Después de regresar de la casa de la profe Norma me eché a llorar


toda la tarde. La madre de Lara fue muy tajante al decir que se la llevaba para
casarla para que hiciera algo bueno por su familia. No sé cómo pude permanecer más
tiempo ahí cuando la señora hablaba sin parar de lo buena que era la familia y de los
beneficios que tendrían al casar a Lara.
Esto era como regresar en el tiempo cuando los padres decidían con
quién casar a sus hijos de acuerdo a sus estatus sociales o a sus beneficios. Una parte
de mí creía que esas cosas ya no existían más en el mundo pero estaba muy
equivocada. Parece que seguimos estando en esa época y para mi desgracia la familia
de mi novia tiene entre manos algo más para ella que lo que nosotras teníamos
planeado para nosotras mismas.
No puedo ni comenzar a imaginar mi vida sin Lara, es inconcebible
para mí no tenerla a mi lado. Ella es fundamental para mí, en muchos aspectos, ella
es mi vida, es mi ángel... ella lo es todo para mí. Y saber que me la quieren quitar fue
lo que acabó conmigo. Sé que Dios tiene un motivo pero no lo quiero ver, no quiero
saber de ese motivo, sólo la quiero a ella conmigo.
Papá me dio mi espacio y si hizo eso es porque ya sabe que va a
pasar y no ha hecho nada para impedirlo. Después de llorar tanto me quedé dormida
y lo único bueno de todo esto fue que él no apareció. Era como si el dolor de perder a
Lara opacara lo que él hace conmigo. Me desperté cuando escuché la voz de mi novia
en la cocina; con mucho cuidado me puse de pie y me acerqué a la puerta para
escuchar lo que decían.
Por el tono de voz de mi padre la estaba regañando y el que Lara se
mantuviera en silencio era indicio de que había hecho algo mal. Escuché a papá
decirle que debía disculparse y que no podía pasar de nuevo; luego dijo que tenía que
hablar sobre mí y ahí fue cuando sentí mi corazón paralizarse. Le dijo solemnemente
que no dejaría que me fuera con ella, que yo iba a sufrir y que no permitiría eso.
Olvidé cómo respirar por un momento... papá no me dejaría irme con Lara. Escuché a
Lara pararse de su asiento, intercambiar unas palabras con mi padre y despedirse,
fue ahí cuando decidí aparecer.
-No te vayas- ella de inmediato volteó a donde estaba –quédate
conmigo, por favor.- Me dolió ver su carita tan triste y tan roja, lloró mucho. Quedó
viendo a papá como pidiendo permiso, él simplemente asintió y vi a mi novia
acercarse a mí con una sonrisa triste en el rostro. La abracé en cuanto la tuve cerca
de mí. –Bonita- Lara dejó escapar un leve sollozo; me separé de ella, tomé su cara
entre mis manos y la vi fijamente. –Vamos a encontrar una manera, lo prometo-
asintió y volvió a buscar mis brazos.
La guié hasta la cama, le quité sus tenis y calcetas, con mucho
cuidado me desabroché su pantalón; ella me ayudó a quitárselo para quedarse sólo
con su ropa interior y su playera. Quedamos en igualdad de condiciones, sólo que yo
llevaba un pequeño short puesto. Me recosté junto a ella y llevé una de mis manos a
su rostro.
-Anita- escuchaba su dificultad para hablar –no te irás conmigo.-
-Es lo que escuché.-
-No sé si voy a poder...-
-Tendremos que hacerlo, amor, son pequeñas pruebas- me acerqué
más a ella. –Nada, escúchame bien, Lara, nada hará que te ame menos, ni siquiera la
distancia. Eres tú. No quiero a nadie más y esperaré lo necesario para tenerte de
vuelta conmigo.-
-¿Cómo puedes estar tan tranquila?-
-No lo estoy, me está matando saber que no te voy a tener a mi
lado pero debemos buscar la forma. Nuestro amor es más grande que todo esto.-
-Estoy muy asustada- me rompía más escuchar a Lara así –no sé
qué hacer.-
-Estoy segura que los adultos resolverán algo, escúchalos y
escúchalo a Él. Sé que tienen una conexión, deja que Él haga su trabajo y tú al tuyo.
Más que nunca debemos estar fuertes- sonreí. –Sé que soy la persona menos
indicada para hablar de esto porque soy una ruina emocional pero sé que no es el
final. Te amo, Lara Orozco, también conocida como el amor de mi vida- vi a mi La
sonreír con ternura.

-Te amo, Ana Cardozo, conocida como mi rubia tonta- le sonreí ampliamente.
-Tuya, La, sólo tuya- me acerqué a ella y besé sus labios unos
segundos. – no llores, me pone muy mal verte llorar. Las veces que te he visto llorar
es porque he tenido que ver con eso.-
-Es porque te amo demasiado y todo lo que te afecta me afecta a
mí- le sonreí antes de buscar sus labios nuevamente.
Mi confianza hacia Lara era algo que a momentos me abrumaba; la
veía y lo único que pasaba por mi mente era que quería abrazarla o que ella me
abrazara y últimamente en lo único que pienso es en sus manos sobre mi cuerpo. Mi
Lara ha hecho que guste de la cosa a la que más le tenía miedo; ella ha encontrado la
llave para hacer que mis miedos salgan de su escondite y se vayan lejos.
En un movimiento me puse encima de ella, estaba prácticamente
sentada sobre su estómago. Hice a un lado mi cabellera para que no nos estorbara,
todo esto sin dejar de besarla. Sus manos buscaron mis caderas por unos instantes
para después apretar suavemente sobre mis glúteos, lo que hizo que soltara un leve
gemido sobre los labios de mi novia.
Dejé sus labios para bajar lentamente por su mandíbula, me
enloquecía cuando Lara me besaba de esa manera y rogaba que le gustara esto que
yo estaba haciendo. Me entretuve en su perfecto mentón por unos segundos antes de
bajar lentamente a su cuello; la respiración de mi chica cambió y los pequeños
apretones en mis glúteos y cadera me indicaban que lo hacía bien.
Como ella, alterné besos, pequeñas mordidas y caricias con mi
lengua por todo el cuello de Lara. Olía tan divinamente bien, era un olor dulce,
penetrante que te mareaba sólo de sentirlo. Por eso me fascina dormir pegada a su
cuello porque su olor me da mucha tranquilidad. Sentí donde su pulso se localizaba,
mordí levemente y segundos después succioné, quizá un poco más fuerte de lo
necesario pero la forma en cual mi nombre escapó de los labios de Lara hizo que mi
cuerpo entrara en calor.
-¿Te gusta?- Pregunté tímidamente mientras escuchaba algunas
gotas de agua caer a lo lejos.
-Me encanta, cariño- subí de nuevo a sus labios para atraparlos con
cierta desesperación. Me separé de ella para ponerme de pie -¿qué pasa?- Caminé
hasta la puerta, la cual aseguré, regresé a la cama y volví a sentarme sobre el vientre
de Lara.
-Te quiero- dije con una sonrisa.
-Y yo a usted, majestad- negué.
-Te deseo, La- su rostro era serio y no decía nada. –Quiero
sentirte- hablaba mientras comenzaba a quitarme la playera. –Quiero sentir tu piel
sobre la mía- desabroché mi sujetador. –Quiero hacerte sentir las cosas maravillosas
que tú me haces- se dibujó una leve sonrisa en su rostro.
-Sí- se separó ligeramente de la cama para quitarse la playera
–quiero que me hagas el amor.- Me incliné hasta quedar cerca de su boca, su caliente
respiración chocaba contra mi nariz. Di un beso sobre su mandíbula antes de
descender a su cuello una vez más y luego a su blanco pecho; olfateé sus senos antes
de llevar mis manos a su espalda para deshacerme de su sujetador.
-Eres tan bonita, La- le dije justo cuando quité el seguro. Poco a
poco llegué a sus hombros hasta que ahí fui bajando lentamente su sujetador hasta
dejarla desnuda. Lancé el sujetador lejos de nosotras, llevé mis manos a su abdomen
y comencé a ascender. –Tan perfecta- sin dejar de verla a los ojos me acerqué a su
seno derecho, dejé un pequeño beso, apenas rocé mis labios con su pequeña aureola
pero lo suficiente para que cerrará los ojos.
Estaba muy nerviosa pero trataba de recordar todo lo que Lara me
había hecho y el cómo me había hecho sentir eso. Abrí la boca y saboreé esa sensible
parte de mi novia. Gimió quedito y llevó sus manos a mi cabello. Era algo nuevo para
mí pero a la vez tan hipnotizante, tan adictivo, tan único; me gustaba lo que estaba
sintiendo y me gustaba que Lara lo estuviera disfrutando tanto. Llevé una de mis
manos a su otro seno y lo apreté levemente; sentí como el pezón de mi novia
cambiaba de forma en mi boca y lo mismo pasó con el otro pezón que cambiaba al
contacto con mis dedos.

-Ana...- suspiraba mi chica. Sin dejar sus senos inicié un leve vaivén sobre la pelvis
de mi novia. Mi mano y mi boca intercambiaron de seno; Lara se aferraba a mi
cabello con cierta fuerza.
-Te amo- dije sobre su piel –amo cada parte de ti, amor.-
-Te amo, Anita- el movimiento era pausado pero un poco más
fuerte; las manos de mi Lara bajaron de mi cabello a mis glúteos, apretó fuerte lo que
hizo que gimiera sobre su seno.
Mi cuerpo era la cuna de las sensaciones más placenteras del
mundo. Cada célula de mi cuerpo estaba en completo éxtasis al sentir la piel de Lara,
al inhalar su olor, al probar sus dulces labios, al ver lo mucho que estaba disfrutando
esto. No sabía el placer que se podía sentir al ver a la persona que amas disfrutando
de algo tan íntimo.
No era lo más importante pero sin dudas esta parte de nuestra
relación era una forma más de decirnos lo mucho que nos amamos. Era nuestra
forma de entregarnos por completo a la otra y sin temor a equivocarme puedo decir
que nadie, absolutamente nadie, podrá hacerme sentir de la misma forma en como lo
hace Lara.
Su pasión, su amor, su toque, su forma de entregarse a mí hacía
que quisiera hacer esto toda mi vida. Sólo con ella. Sólo ella y yo en nuestro mundo.
Este mundo que hemos reconstruido de nuestras piezas rotas. La pueden alejar de mí
pero no me la van a quitar, ella es mía y yo de ella. Nos amamos y nada puede
contra eso. Ni siquiera los ridículos planes de sus padres.
Un abrasante calor se apoderaba de mí mientras seguía disfrutando
los senos de Lara y ella apretaba la parte interna de mis muslos. Dejé un momento lo
que hacía para concentrarme en lo que me hacía; cerré los ojos y me dejé llevar.
Busqué sus labios para comenzar un voraz beso. La lengua de mi novia encontró la
mía y comenzamos una pequeña pelea. Quería sentirla; arañando llevé mi mano
desde sus senos hasta su vientre para luego acceder a su ropa interior. Dejé mi frente
sobre la de ella, nos veíamos atentamente, ella asintió levemente lo que me dio pauta
para ir más abajo.
Sentí el escaso vello que había en su pubis, sentí pequeñas
cosquillas en mi muñeca al entrar en contacto con esa zona. Sentía mi cuerpo
temblar, mis dedos torpemente llegaron a su sexo que se encontraba totalmente
húmedo, igual que el mío. Dos de mis dedos buscaron explorar la parte más íntima de
mi novia. Seguíamos viéndonos con intensidad y con amor, me derretía cuando Lara
me veía de esa forma. Era como si no existiera nadie más y estoy segura que es un
reflejo de mis ojos.
Escuchaba los truenos a lo lejos y la densa lluvia caer sobre el
techo pero nada interfería con esto tan mágico que estábamos sintiendo. Mis dedos
se llenaban del viscoso líquido que desprendía Lara; mientras bajaba mi mano, sobre
la palma sentí una protuberancia que apreté levemente lo que hizo que mi novia
cerrara los ojos.
-¿Lo estoy haciendo bien?- Asintió mordiendo su labio inferior.
-Muy bien, cariño- bajé un poco mi cara para atrapar sus labios una
vez más. Me correspondía a medias porque ahora mis dedos jugaban con esa
protuberancia. Lara gemía sobre mi boca haciendo que mis partes íntimas punzaran
de una manera descomunal.
Lara temblaba debajo de mí, me senté sobre su pierna que elevó
levemente para que hiciera presión justo donde lo necesitaba. Me senté propiamente
sobre su pierna, sin dejar de mover mis dedos y sin dejar de mecerme sobre ella.
Lara también se sentó y casi de inmediato llevó su boca a uno de mis senos. Había
algo más que quería hacer; descendí mis dedos hasta encontrar un pequeña entrada,
sin pensarlo mucho deslicé uno de mis dedos dentro. Lara mordió mi seno con algo de
fuerza y después soltó un gemido. Me frotaba más fuerte contra ella y mi dedo
entraba y salía tanto como la postura me lo permitía.
Ese calor de nuevo, esa sensación de caer al vacío, el nudo en mi
estómago pero uno bueno, un nudo que me indicaba que algo muy grande buscaba
salir de mí. Cerré los ojos, mi mano libre la usé para atraer la cabeza de mi novia más
a mí. Ella también se movía con fuerza y en cuestión de segundos geminamos el
nombre de la otra. Sentí mi mano empaparse de los líquidos que salieron del interior
de Lara y eso hizo que mi orgasmo se prolongara un poco más.

Lentamente saqué mi mano del interior de Lara, brincó un poco, estaba muy sensible,
tomé su rostro y la besé, lento, suave, pausado, sintiendo cada parte de sus
deliciosos labios. Con mucho cuidado ella me recostó sobre la cama y se colocó
encima de mí.
-Te amo tanto, Ana- pegó su frente a la mía –eres lo mejor que me
ha pasado.-
-Te amo, La, no me rendiré. Lo prometo.-
-Ni yo, encontraré mi camino de regreso a ti.-
-¿Quieres ducharte conmigo?- Pregunté mientras acariciaba su
mejilla.
-Por supuesto, cariño- besó mi nariz y bajó de la cama. –La que
llegué al último se baña con agua fría- corrí tras ella y me eché sobre su espalda lo
que la hizo reír. –Bien, pequeño koala, parece que ahorraremos un poco de agua.
La ducha fue muy divertida, claro, con leves toqueteos, caricias y
besos pero Lara también se encargó de hacerme reír. Dios, estoy tan enamorada de
ella y de su encantadora forma de ser. Con mucho amor lavó mi cabello no sin antes
llena mi cara de espuma. Hice lo propio con su cabello y las cosas se calentaron un
poco cuando le di una nalgada cuando volteó a encender la regadera. Dejé mi mano
quizá un poco más de lo debido y acaricié su bien formado trasero. Sus ojos brillaron
en cuanto encontró mis ojos, con un poco de fuerza me pegó a la pared y me comió
los labios por un buen rato.
Ya con las cosas un poco más calmadas regresamos a mi habitación
para cambiarnos; shorts y mis playeras. Lara amaba usar mis playeras y yo amaba
que las usara porque le quedan levemente cortas y me deja ver su definido abdomen.
Secamos nuestro cabello y retomamos nuestro lugar en la cama. La lluvia parecía no
cesar. Busqué el pecho de Lara, ella me abrazó fuerte.
-¿Estás bien?- Asentí -¿segura?-
-Muy segura.-
-Gracias.-
-¿Por qué?-
-Por hacerme feliz de maneras que no creí que existieran-
escuchaba la sinceridad en su voz. –Gracias por corresponder mi amor por ti- me
aferré a su cuello.
-Gracias a ti por amarme- un trueno se hizo escuchar,
automáticamente me pegué más al cuerpo de Lara.
-Tranquila, cariño, estoy aquí.-
-Y no sabes cuánto agradezco a Dios por eso.-
-Dulces sueños, Anita- besó mi cabeza.
-Dulces sueños, mi ángel.-
Lara no tardó mucho en quedarse completamente dormida y yo
pasé mucho tiempo rezando y rezando para que él no apareciera. Para que él se
quedara lejos de nosotras al menos por esta semana. Sólo quiero que tengamos una
semana normal, sin preocupaciones, sin miedos, sin pesadillas, sólo ella y yo. Aunque
la realidad nos pegué en unos días, sólo quiero que se vaya tranquila o al menos sin
tantas preocupaciones.
En algún momento me quedé dormida sin embargo cada cierto
tiempo me despertaba por los truenos o porque no quería dormir tan profundamente
por temor a él. Afortunadamente no llegó, no hizo su aparición; es como si
hubiéramos hecho un pacto, él se aleja unos días y regresamos a lo mismo una vez
que Lara se haya ido. Cuando me desperté había rastros de lágrimas en los ojos de
mi chica, quizá se despertó en algún momento de la madrugada y lloró. Esto va a ser
muy difícil para ambas pero debemos soportarlo, será temporal; tiene que ser
temporal.
Con mucho cuidado me levanté de la cama para evitar despertarla,
necesitaba descansar. Me puse un sujetador, amarré mi cabello y salí a la cocina, ahí
estaba papá con una humeante taza de café y con la cabeza sostenida por sus
manos. Se veía algo cansado también. Me acerqué a él con cuidado y toqué su
hombro.

-Papi- pegó un brinco -¿estás bien?-


-Mi amor, no te escuché venir- lo abracé.
-¿Estás bien?-
-No he podido dejar de pensar en Lara y la ridiculez con la que salió
Minerva. Ayer traté de comunicarme con Manuel pero no tomó el teléfono.-
-No dejaras que me vaya con ella, ¿cierto?- Negó.
-También me duele esa decisión, Ana, no sólo porque no estarás
con alguien que amas sino por la oportunidad académica que pierdes- hizo a un lado
la silla para que pudiera sentarme frente a él. –No la vas a pasar bien.-
-Por ella puedo soportar todo- negó nuevamente.
-Ya conociste a Minerva ahora imagina una dosis de eso todos los
días y unos días más... fuertes que otros. Y Lara ha aceptado parte del trato, con
condiciones, lo que implica que cumplirá con lo que quiere su mamá, salir con un
chico. Ser una pareja formal. No creo que soportes viendo a Lara sonriendo y
abrazando a otra persona- suspiré, ¿podría aguantar algo como eso? Tampoco lo
creo.
-Ella me ama a mí.-
-Sí pero por el bien de su familia debe pretender que ama a
alguien más- sonrió levemente. –Tengo que confesarte un secreto- agachó la cabeza
–cuando me dijo lo que tenía planeado quise darle una bofetada para ver si cambiaba
de opinión.- Reí pero de inmediato me tapé la boca para no despertar a Lara. –Sabes
lo mucho que estoy en contra de la agresión pero me molestó tanto que fue lo único
que pasó por mi mente.-
-¿Sabes algo?- Le sonreí –también pasó eso por mi cabeza. Nuestra
conexión es increíble, papi- ambos reímos.
-Si tuviera opción se quedaría, yo lo sé.-
-Yo también, ella me ha demostrado lo mucho que me ama... esto
es una prueba.-
-Una prueba que van a superar sin ningún problema, mi amor. Lo
que ustedes tienen es algo muy especial, Ana y créeme que he sido testigo de
muchas cosas especiales pero esto, tú y ella, es algo que no se ve todos los días.- Me
eché a sus brazos y aguanté las ganas de llorar –se encontrarán de nuevo y nada las
podrá separar.-
-Es lo único que le pido a Dios.-
Hicimos el desayuno con papá, nos divertimos tanto como pudimos
pero ambos teníamos a la chica de ojos verdes en nuestros pensamientos. Me
preocupa que Lara pierda la cabeza y haga una tontera que la envíe a miles de
kilómetros de mí, más. Ha sido menos impulsiva últimamente pero su mecha sigue
siendo muy corta, es como parte de su ser y eso sí me preocupa. Y no por ella sino
por la persona que sea la desafortunada de estar frente a ella cuando se moleste.
El desayuno estaba preparado, sólo faltaba mi novia. Le preparé
una taza de café y regresé a mi habitación para buscarla. Estaba acostada con las
manos sosteniendo su cabeza, su mirada fija en el techo y sus ojos brillosos. Dejé el
café sobre el buró y me acosté junto a ella.
-Buenos días, La.-
-Buenos días, preciosa- de inmediato buscó mi pecho y se aferró a
mí.
-El desayuno está listo- jugué con su cabello.
-Sólo quiero estar unos minutos aquí contigo.-
-Sabes que amo, ¿verdad?-
-Es lo único que sé ahora mismo y es lo único que me interesa.-
-Bien, guarda muy bien esto que estamos sintiendo ahora mismo.
Cierra los ojos, siente mi olor, el olor de mi habitación, la sensación de nuestra piel
junta, mis dedos jugando tu cabello. Estos momentos serán nuestra salvación cuando
sintamos que la fuerza se nos va. Viviremos de estos maravillosos momentos hasta
que estemos juntas para crear más- tomé aire. –Lara, ya te lo había dicho pero te lo
repetiré mil veces más cada día, eres tú, tú eres la que yo elijo para vivir el resto de
mis días. Y si no eres tú no será nadie más. Yo te amo, La, de una forma tan única,
tan apasionada, tan grande y con la fuerza de mil tornados. Amo cada parte de ti,
cada pensamiento, cada sentimiento, cada locura... estoy tan enamorada de ti y me
sentiré así hasta el día que tenga que entregarle cuentas a Dios.- Sentí una gota caer
sobre mi pecho –Mi Lara que es mía porque Él te envió para mí- tragué el horrible
nudo que se formaba en mi garganta. -Muy en lo profundo de mí sé que eres mi
destino y el destino te encuentra tarde que temprano. Nos vamos a encontrar y esta
vez será para toda la eternidad.-

-Amén- susurró contra mi pecho.


-Te amo, La- recliné mi cabeza contra la de ella, como ella suele
hacerlo.
-Te amo, Anita, con todo mi corazón.-
Esperé a que Lara se tranquilizara aunque sentía su corazón
latiendo fuertemente sobre mi costado izquierdo. Sabía que no se quedaría dormida,
seguí jugando con su cabello y jugando con su mano que estaba sobre mi estómago.
Esta Lara es muy nueva para mí, es la que está detrás de la chica ruda y con un
temperamento fuerte. Y confía lo suficiente en mí para dejar que la vea. Es una
promesa para ella y para mí, no dejaré de luchar, no hasta tenerla de vuelta conmigo.
Por fin se sintió bien para ir a desayunar; aún con la cara roja,
arrastró los pies para ir a lavarse la cara y los dientes para después ir a la cocina. En
la puerta la esperé con la taza de café y mi mano para guiarla a la mesa; con una
sonrisa triste pegó su frente a la mía, dejó un beso en mi nariz, tomó la taza y mi
mano. Susurró un te amo muy cerca de mi oído antes de acercarse a papá y darle un
leve abrazo. Ya todo estaba servido por lo que nos sentamos a desayunar. Papá
comenzó con la oración.
-Dios, gracias por los alimentos que pones en nuestra mesa,
bendice las manos que lo prepararon y los animales que fueron sacrificados para
poder degustar esto. Te pido, hoy más que nunca, fuera para combatir el día malo y
que las acechanzas del diablo sean derrotadas con la fuerza de Tu palabra y de
nuestra fe en ti, amén.-
-Amén- dijimos con Lara a la vez. Recién comenzábamos a comer
cuando tocaron a nuestra puerta.
-Estoy segura que es una de las acechanzas de Satán- dijo Lara
cuando papá se paró a abrir. Segundos después apareció su madre y la profe Norma.
Me eché a reír y ella simplemente me hizo un guiño con una sonrisa en el rostro.
-Eres terrible- rápidamente me cambié de lugar para quedar a su
lado.
-Pudiste al menos decirme a dónde ibas, estaba muy preocupada-
la refinada voz de la madre de Lara me daba miedo. Era como escuchar el leve
zumbido de una abeja pero llena de veneno como la cola de un alacrán. No sé cómo
puede ser eso pero era raro. La mujer era rara.
-Olvidé enviarte un whats- respondió.
-Muy graciosa, Lara- me quedó viendo inquisitivamente.
-Buenos días, señora.-
-Buen día, Ana- no me gustaba como decía mi nombre. –Parece
que te irás con nosotras. No entiendo la acción de caridad de Lara- vi a mi chica
tensarse.
-No se preocupe, no será necesario. Me quedo aquí con papá.-
-Perfecto- dijo con una sonrisa fingida. Vaya mujer tan pedante.
–¿No son demasiadas calorías? No te quiero fuera de forma para cuando...-
-Minerva, Lara tiene una envidiable figura- se metió la profe Norma.
-La cual perderá si sigue comiendo tantas porquerías.-
-Basta- dijo Lara entre dientes.
-No es momento para tus cosas; déjala ser al menos esta semana-
papá se veía molesto. Tenía el ceño fruncido eso era inusual de ver.
-Tú no tienes derecho a meterte en esto. No sé por qué Manuel
confía tanto en ti.-
-¡Basta!- Pegué un brinco cuando Lara golpeó la mesa
audiblemente -¡basta, madre! Sólo quiero tomar mi puto desayuno en paz, ¿puedes
callarte un rato? No me interesa la grasa que puedo ganar de esto, ni mi figura, ni
nada. Sólo quiero un poco de comida después de más de medio día sin tragar algo-
Lara estaba más que molesta.

-¿Cómo te atreves a hablarme así?-


-¿Cómo te atreves a arruinar mi vida?- Empujó la silla y salió al
patio.
-¿Era necesario eso? Ya tú estúpido plan está en marcha, déjala en
paz- de nuevo la profe Norma.
-No son nadie, ustedes no significan nada para ella.-
-Me apena tanto que no conozcas a tu hija...- hablaba papá pero lo
interrumpí.
-Somos tan insignificantes que prefiere pasar el tiempo aquí con
nosotros que con usted- dije antes de salir tras de Lara.
Lara estaba en la parte más alejada del patio, casi pegada a la
barda donde brincó hace unos días. Tenía la cabeza enterrada entre las rodillas; no
me iba a matar la distancia, me iba a matar verla así tan vulnerable. Con cuidado me
acerqué a ella y me senté a su lado, nuestros hombros chocaban; levanté mi mano,
acaricié su espalda, a la par soltó un leve sollozo.
-Ayúdame a aclarar esto- dijo sin verme –tengo algo tan único,
maravilloso y bendito como tú y tu luz. Estoy enamorada de la persona más increíble
del mundo y esa persona me ama a mí también. Debo ser la cabrona con más suerte
del mundo; me siento especial al saber que me amas.- No dejaba de llorar –y luego
está ella, luz y oscuridad, amor y dolor, dulce y amargo... tú lo viste, yo no la
provoqué, yo no hice nada- se echó a llorar con fuerza. –No entiendo qué quiere
decirme Dios con esto.-
Las palabras simplemente se atoraron en mi garganta, lo que no
tardó fue mi propio llanto. Silenciosas lágrimas recorrieron mi rostro al ver a mi Lara
así. Quisiera poder darle la respuesta a su pregunta, quisiera decirle qué sé por qué
Dios lo hace pero no tengo nada. Las palabras de Omara venía como cascada a mí;
había aprendido tanto de ella y de mí en los días de terapia y me alegra muchísimo
saber que voy a tener a alguien con quién trabajar cuando ella no esté.
-Omara dice que todo tienen solución siempre y cuando tengas una
bolsa de basura lo suficientemente grande- Lara rió.
-¿Qué mierda significa eso?-
-No lo sé, creo que era una broma pero me pareció apropiado
decirlo ahora- volvió a reír. –Ya en serio, ella dice que todo evento en nuestra vida es
neutro, nuestro pasado, nuestros estados emocionales y el contexto hace que lo
veamos con algo negativo o como algo positivo. También me dijo que es imposible
ser siempre optimista porque somos seres muy emocionales y hay cosas que nos
hacen tambalear. Pero no podemos ser personas que se quejan de todo y de todos;
que sólo ven lo malo de las cosas o que quieran siempre tener la razón o ser un
mártir que crea que el mundo está en su contra por las cosas que suceden como los
accidentes, la enfermedad o la muerte misma. Todo vamos para allá y la gente se
resiente con la vida, como si no supieran lo que pasa al final- reí –me estoy desviando
un poco del tema.-
-Me encanta escucharte hablar de tus ideas- seguía sin verme.
-A lo que voy es que creo que hay una razón enorme para esto, La,
realmente lo creo. Pero eso no implica que no me duela o que no esté triste. Tampoco
creo que sea un castigo de Dios el separarme de ti por un tiempo; sólo estoy tratando
de encontrar un equilibrio emocional entre todo lo que estamos viviendo- a tientas
buscó mi mano para entrelazar nuestros dedos. –Lo que prevalece es mi amor por ti y
el lastre de mi pasado. Lastre que he ido soltando desde que te conocí y no hay
manera más grande de honrar ese amor que venciendo mis demonios. Te pido que
hagas lo mismo, amor, lo que haya cambiado aquí no dejes que se vaya. Honremos
nuestro amor siendo las personas que somos cuando estamos juntas; se gentil, se
amable, se creativa, se responsable, todo lo que has demostrado aquí. Así
encontraremos lo que Él tiene en mente con esto- después de unos segundos asintió.

-Lo prometo- levantó la cabeza y me sonrió levemente. –Honrare esto defendiendo


mis ideales, sin máscaras... bueno, dejando de lado lo que mi madre quiere que haga
pero en más, lo haré.-
-Mi Lara- acaricié su rostro.
-Gracias, Anita, necesitaba oír algo así.-
-Un placer servirle.-
-Te amo, cariño.-
-También te amo, puerquito- me sonrió ampliamente antes de
reclinarse sobre mi hombro.
Estuvimos ahí por varios minutos, muchísimos, sólo nos dedicamos
a sentirnos más juntas que nunca. El cómodo silencio fue irrumpido por el sonido del
estómago de Lara; dejé un beso en sobre su sien y me puse de pie para ir por su
comida. Me paralicé al vislumbrar a la mamá de Lara viéndome atentamente. Le
regalé una leve sonrisa que no me devolvió.
-¿Qué quieres de mi hija?-
-Nada.-
-Por favor, ¿me dirás que te preocupas por ella?-
-Las personas que nos movemos por el corazón todavía existimos,
señora- en ningún momento dejé de verla a los ojos que se encendieron de enojo al
escucharme. –Con permiso- pasé de largo a la cocina; calenté la comida y el café de
Lara, minutos después regresaba a donde estaba. Ni siquiera me di cuenta si la mujer
seguía ahí –ten, amor- le sonreí mientras le entregaba su plato.
-Eres un ángel.-
-No, mi ángel eres tú.-
-No puedo comerte a besos porque la bruja está viendo.-
-¿Cómo sabes?-
-Lo sé. Le gusta estar en control- estaba por agregar algo más
cuando volvió a hablar. –Ingrid me dijo que si quiero zafarme de lo que sea que tenga
planeado no puede saber que estoy contigo. Eso la pondría más loca; no quiero que
pienses que te estoy escondiendo.-
-No, en absoluto- agregué de inmediato –lo entiendo, La. –Me
sonrió -nada de cosas desagradables mientras comes.-
-¿Estás llamando a mi madre desagradable? Me encogí de
hombros; me sonrió –esa es mi chica.-
Y evitamos el tema de su madre mientras desayunaba, hablamos
de que el jueves nos darían las boletas de calificaciones y estoy muy segura de que
Lara me va a ganar. A pesar de que me ayudó a practicar para las pruebas de
educación física no pude. Eso no es lo mío y para suerte de Lara eso la divertía
muchísimo. La profe Mónica trató de ayudarme hasta donde pudo pero era como si yo
misma me saboteara. Lara me confesó una noche que venía con promedio de seis,
apenas y pasaba las materias y se va con un promedio arriba de ocho punto cinco.
Puso un esfuerzo extra en las materias que nos habíamos propuesto pasar con diez.
Lo hizo en química pero no con matemáticas. Me llenaba de orgullo ver lo mucho que
ha avanzado aquí mi chica de ojos verdes.
Terminamos el desayuno y regresamos abrazadas a la cocina, para
nuestra fortuna la madre de Lara ya se había ido; me sentía un poco mal por tener
emociones un poco negativas hacia la mujer pero era casi inevitable; ella es, como
dice Lara, un dolor de culo. Por inercia llevé mis manos a la boca.
-¿Qué pasa?- Preguntó mi novia un poco confundida.
-Nada.-
-¿Segura?- Asentí, Lara enchinó los ojos. -¿Qué pasa?-
-Pensé en algo que... no es muy común en mí.-
-¿Quieres compartir?-
-Pensé que tu mamá es un dolor de culo- la sonora carcajada de La
no se hizo esperar y se prolongó por varios segundos. –Creo que no te ofendiste- de
nuevo se echó a reír.

-Cada día eres más perfecta- me abrazó y volvió a reír. –Sabes que un pensamiento
no puede bloquearse si pones tu mano sobre tu boca, ¿cierto?- Le di un golpe en el
hombro.
-Lo sé- no tuvimos más tiempo porque papá apareció.
-Señoritas- nos separamos lentamente -¿cómo estás, dulce Lara?-
Se encogió de hombros.
-Bien, supongo. Gracias por querer contenerla aunque sepas que es
más necia que mandada a hacer.-
-Sigo sin entender qué pasa por su mente- papá negó. –Si es
necesario viajaré a la ciudad a hablar con tu padre, esto es inaceptable.-
-Si después de unos meses no regreso ve, por favor. Seré parte de
su estúpido circo por un tiempo pero en cuanto tenga la oportunidad escaparé.-
-Todos sabrán que vendrás para acá- dije.
-Estoy acomodando todo aún pero no se saldrán con la suya. De
momento tengo que ir y pretender se la hija perfecta y la novia perfecta del heredero
de la fortuna Youngblood.-
-¿Youngblood?- Pregunté -¿tu primer novio?- Asintió, sentía mi
cabeza girar. –Disculpen- me solté de Lara y corrí a mi habitación. Me tiré sobre la
cama con la cabeza a punto de estallar.
-Créeme que a mí tampoco me hace mucha gracia, Ana- la seria
voz de Lara se escuchó por la habitación. –No tengo mucho poder sobre esto, puse
algunas condiciones que me ayudarán a conseguir dinero. Lo ahorraré y vendré por ti,
lo prometo- se acercó a la cama y se acostó. Acarició mi brazo unos segundos –lo
último que quiero es estar lejos de ti, Anita, pero debo resolver esto incluso si implica
dejar mi apellido o renuncia a mi herencia.-
-No...-
-No soy feliz con ellos, Ana, no soy yo cuando estoy con ellos, ¿por
qué quería ser parte de un círculo lleno de mentiras y máscaras? Sólo quiero ser yo
sin que me juzguen, sin tener que cumplir con roles sociales, sin tener que llenar
expectativas más que las propias. Así que perdóname por querer huir de la jaula para
regresar al lugar donde por primera vez he sentido que tengo alas y las puedo usar
para volar.- Me giré para poder verla de frente.
-Lo siento, es sólo que- ¿qué?, ¿qué tenía? Ni yo lo sabía; sí lo
sabía pero no estaba acostumbrada a esa emoción.
-Estás celosa- sonrió. Después de unos segundos asentí. –Mi primer
beso lo di en un bosque a unos minutos de aquí bajo la lluvia y mi primera vez fue en
ese mismo bosque hace unos días. Él no tiene nada de mí, tú lo tienes todo- llevé mi
mano a su mejilla, cerró los ojos. Busqué sus brazos y me acurruqué en ellos dejando
que sus palabras se grabaran en mi mente.
Los días transcurrían rápido, demasiado rápido para mi gusto.
Disfrutamos tanto como pudimos; gracias a Dios su madre se fue el día del altercado
en la cocina. La mujer no daba más de inoportuna. Lara visiblemente se relajó cuando
su madre al fin consiguió irse. Y qué decir de la profe Norma y de Ingrid que también
rezaban para que se marchara. Ingrid nos confesó cuando el auto se fue que había
puesto una iguana en la cajuela del auto. Nos echamos a reír y Lara lamentó no estar
en casa para ver la reacción de su madre. Como forma de celebración hicimos el amor
esa noche en casa de Lara. No me canso de sentir su piel contra la mía.
El día de la entrega de boletas llegó y con una enorme sonrisa vi
que, efectivamente, Lara había ganado la apuesta. No había sacado diez en ambas
materias pero tenía mejor promedio en ambas y su promedio general de ocho punto
nueve, ¿pueden creerlo? La chica rebelde que le importa un comino todo y todos
realmente es súper inteligente y aprende rápido. No puedo poner en palabras lo
orgullosa que estoy de ella y de lo que consiguió. La profe Norma la felicitó olvidando
por completo el protocolo y le dio un enorme abrazo que Lara correspondió de
inmediato. Se querían demasiado esas dos mujeres.

Regresábamos de la escuela, Lara seguía contemplando la copia de su boleta sin


poder creerlo. Me llenaba de ternura verla así, genuinamente estaba emocionada por
sus calificaciones y lo que había logrado en el tiempo aquí. Si sus padres vieran más
allá de sus narices también estarían muy orgullosos de los logros de La. Entonces
recordé que no sólo era ganarnos la una a la otra, esto implicaba un regalo el cual no
tenía para ella.
-No tengo un regalo- dije en voz alta.
-¿Para qué quieres un regalo?- Preguntó confundida.
-Ganaste la apuesta, mereces un regalo.-
-Oh, cariño, no te estreses por eso. No me importa, te tengo a ti,
es lo único importante.-
-Eres muy dulce, La, pero quedamos en que la que perdiera le daría
algo a la otra.-
-Puedes hornearme un pastel- dijo quitando importancia.
-¿Quieres un pastel?-
-Sería un buen regalo- se encogió de hombros. Llegamos a casa
más rápido de lo que me hubiera gustado. Lara dejó un beso en mi frente cuando me
dejó en la puerta. –Debo regresar a casa para... empacar- terminó en un susurro.
-Está bien- volteé rápido a todos lados y al no ver a nadie
rápidamente di un beso en sus labios. -¿Quieres que llegue más tarde?- Negó.
-Yo vendré por ti.-
-Te estaré esperando- la abracé rápidamente –te amo.-
-Y yo a ti, mi rubia tonta- la vi hacerse camino a su casa con los
hombros caídos.
-También yo odio todo esto, amor- con un aura gris sobre mí entré
a casa. Papá había ido al otro pueblo una vez más tratando de contactar al papá de
Lara. Parecía que el hombre se había esfumado o que estaba evadiendo a papá.
Entré a mi habitación, tomé la playera que Lara me había regalado
y la llevé a mi nariz. Me tengo que aferrar a los buenos momentos, son muchos, miles
con ella en este tiempo. Tengo que sobrevivir para poder estar con ella nuevamente.
Me necesita entera, completa y lúcida; puedo hacerlo, debo hacerlo por ella pero
principalmente por mí. Abrí el cajón de mi buró buscando un libro pero me topé con el
regalo de Lara, mi diario.
Ahí tenía plasmado todo, desde que vine hasta que la vi a ella por
primera vez, cuando la besé, cuando me dijo que me amaba, todo. No eran entradas
constantes pero escribía en los días que pasaba algo sumamente relevante. Muchos
de las últimas entradas eran sobre ella, como los últimos días.
Alrededor de las seis de la tarde Lara llegó por mí a la casa, tenía
sus ojos rojos de tanto llorar. Ahora los roles se cambiaban, yo buscaba por todos
lados fuerza y ella estaba totalmente desmoronada. Inmediatamente extendí mis
brazos para que viniera a mí, lo hizo y un leve suspiro escapó de sus labios. No
dijimos nada, era como una despedida silenciosa, mañana partiría a su nueva vida y
sólo Dios sabe qué le tienen preparado. Lo único que pido y por lo que rezo es porque
no la lastimen y porque se contenga. Pido mucho, lo sé pero algo debo hacer.
Abrazadas llegamos a su casa; llevaba el diario en mi mano pero en
ningún momento preguntó que era, se limitó a caminar. La realidad me pegó cuando
entramos a su casa y vi todo en la enorme maleta con la que vino, aparte de las
cosas que tenía en su mochila de la escuela y otras bolsas. Lara prácticamente me
empujó hasta su cuarto donde se echó a la cama e hice lo mismo.
-Ten- extendí la pequeña libreta.
-¿Qué es esto?-
-Tu regalo- lo abrió curiosa y me hubiera gustado captar su
reacción al ver de lo que se trataba.

-No, esto es un rotundo no, Ana. No lo tomaré.-


-Es un regalo, es de mala educación rechazar un regalo –negó.
–Quiero que lo tengas, esa será nuestra conexión.-
-Anita...-
-No seas mula y tómalo, por favor- suspiró resignada.
-Gracias.-
-De nada- le sonreí, mientras acercaba mis labios a los de ella.
Besarla era cada vez más adictivo, era casi como una necesidad. La amaba y la forma
en la cual ella me correspondía me decía que ella también me ama.
Lara llevó sus manos a mis glúteos una vez que estuve encima de
ella, mis manos se aferraron a su cuello. Fue casi imposible contener el gemido
cuando apretó fuertemente en la parte baja de mi cuerpo. Una de sus manos vagó
por mi espalda debajo de mi playera; cortó el beso y me vio intensamente.
-¿Puedo...-
-No tienes que preguntarlo, también lo quiero.-
La noche fue simplemente mágica. Lara y yo alcanzamos una
conexión increíble; todo el mundo desapareció sólo fuimos nosotras dos en nuestro
pequeño mundo. Fue en ese momento cuando confirmé que es ella, tiene que serlo.
Mi piel ardía con su toque, mi cuerpo convulsionó cuando ella me hizo ver las
estrellas. Nunca creí que podría llegar a sentir este tipo de placer. Disfruté, me sentí
segura de mí misma, me sentí segura con ella, me sentí amada y deseada. El ver los
ojos de Lara recorriendo mi cuerpo es una sensación de la que nunca me cansaré.
Nos entregamos la una a la otra completamente, como las otras veces sólo que esto
era especial porque tenía un leve sabor a despedida.
Acariciaba el cabello de mi novia que estaba acostada sobre mí
totalmente desnuda. Se veía preciosa, tan tranquila y en calma con sus labios
levemente abiertos. Vi las marcas que dejó sobre mi piel y por primera vez no sentí
nauseas o me sentí sucia por tenerlas en mí. No tenía ganas de bañarme y refregar
mi piel hasta que se cayera; esto quería que se quedara en mí siempre.
Ya casi era la hora. Comencé a llenarla de besos pero simplemente
se abrazó más fuerte a mí. Sonreí. Dios sabe cuánto me duele esto pero me sigo
diciendo que es temporal.
-Es hora, amor- besé su frente. Sí, ya es hora.
Nos dimos una ducha rápida con uno que otro beso pero nuestro
humor había cambiado considerablemente a lo que pasó dos veces por la madrugada.
Ambas perdidas en nuestros pensamientos y tratando de mantener a raya nuestras
emociones para no hacerlo más difícil de lo que ya era. Desayunamos en silencio; la
profe Norma, papá e Ingrid llegaron a eso de las nueve de la mañana. Incluso Pao se
tomó el tiempo de ir a despedirse de Lara y le dio una playera con mensajes de todo
el equipo de voli. Vi el enorme esfuerzo que hizo por no llorar.
Sentí mi corazón romperse cuando el auto llegó; un elegante auto
negro, como esos que se ven en las películas. Papá subió las cosas de Lara mientras
ella se despedía de Ingrid. Nunca había visto una mueca de tristeza en la mujer,
hasta hoy. Aunque le cueste admitirlo, la quiere y se preocupa por ella. No dijeron
nada, esperaba un perspicaz intercambio de palabras pero no hubo absolutamente
nada, sólo un abrazo que resumía lo que todos sentíamos.
El abrazo con papá fue muy largo, bastante largo; papá le decía
muchas cosas al oído a Lara y ella se limitó a asentir ante todo lo que escuchaba. En
algún momento hizo su agarré más fuerte y soltó un leve sollozo. Dejó un beso en la
mejilla de papá y casi de inmediato se echó a mis brazos. Me repetía que debía ser
fuerte, que debía ayudarla a irse tranquila pero el pandemonio que había en mi mente
y en mi corazón me llevaba en dirección contraria.
-Te amo, La- susurré.
-Y yo a ti, mi amor- tragó –eres mi vida entera y siempre lo serás.-
Tomé su rostro para que me viera.
-Es temporal, recuerda que esto es sólo por un tiempo. Después
estaremos juntas y nada ni nadie nos va a separar- asintió levemente. Sus ojos se
llenaron de lágrimas –no llores, por favor- se abrazó nuevamente a mí. Vi a la profe
Norma limpiándose las lágrimas.
-Es hora, pequeña- anunció la mujer de cabello corto. Lara me jaló
dentro de la casa una vez más y estampó sus labios contra los míos. Correspondí
llevando mis manos a su cuello y atrayéndola más a mí. Se separó dejando nuestras
frentes pegadas.
-Podemos hacer esto, La, somos más que esto.-
-Tienes todo de mí, Ana, no lo olvides.-
-No lo haré- dejé un beso en su mandíbula. –Te amo, fastidiosa.-
-Te amo, mi rubia tonta- acarició mi mejilla antes de abrazarme
para salir de nuevo. Le di un abrazo a la profe Norma que no la vería por algunos días
también. Lara abrazó una vez más a papá y a Ingrid y antes de meterse al carro
corrió para abrazarme de nuevo. No dijimos nada sólo nos mantuvimos juntas unos
segundos, tomé su mano y entrelacé nuestros dedos. Renuente los soltó y sin mirar
atrás se metió al coche. Segundos después lo hizo la profe Norma; el auto arrancó y
con el corazón en un millón de pedazos vi al amor de mi vida alejarse de mí.
-Por favor, déjame que la vuelva a tener en mis brazos- imploré
hacia arriba con las lágrimas escurriendo por mi rostro. Esto era un final o un
comienzo, lo que fuere sólo el tiempo lo dirá.

A/N Sniff, sniff aquí estoy de nuevo con un capítulo que me dolió
mucho escribirlo pero, como todo lo que ha pasado, es parte de la trama para llegar
al punto que quiero. Entiendo que muchos dicen que ya es "demasiado" drama y que
comienza a perder sentido. Su opinión es respetable así como espero respeten que
esta es mi historia y yo sé cómo manejarla.
Ahora vienen los capítulos de Lara de nuevo en la ciudad y su
convivencia con las personas que solía estar y la veremos a ella más inmiscuida en la
cuestión de la empresa de su padre lo cual le traerá muchas alegrías pero muchos
dolores de cabeza. No habrá adelanto de tiempo como alguien dijo, que se vuelven a
ver después de quinientos años, no. Espero esto calme un poco su corazón.
Mil gracias por seguir a elcirculcolibri y por leer las historias que hay
ahí. Y gracias por la enorme aceptación que ha tenido "Almas Capturadas" es un
proyecto muy especial para mí y me alegra mucho que les guste.
Nos leemos en twitter @Alexita_May, gracias a los que se toman la
molestia de enviarme sus mensajitos e imágenes de las chicas :) Muchas, muchas
gracias.
Como se portaron muy bien, les traigo su regalo de Reyes Magos ;)
Nos leemos muy pero muy pronto. Saludos desde la oficina de un
rincón de México (que huele a café),
Ale :)
Capítulo 33

Reconocí el jet de uno de los amigos de papá que nos esperaba en el hangar privado
del aeropuerto de la gran capital del estado. Por fin supe dónde demonios estuve
metida todos estos meses. La azafata y el piloto nos saludaron amablemente pero
sólo Norma fue la que correspondió el saludo. El chofer fue el encargado de llevar
nuestras maletas; lo único que llevaba en mano era el diario que me había regalado
mi novia.
Fue como estar en estado de shock durante las casi cinco horas que
nos llevó llegar hasta aquí, sentía las lágrimas acumuladas en mis ojos pero
simplemente no encontraban la salida. Se quedaron ahí, atoradas, esperando el
momento adecuado para buscar su camino a mis mejillas. Norma también estuvo en
silencio la mayoría del viaje y el chofer sólo nos veía de vez en cuando. Como si le
hubieran dicho que llevaría a dos peligrosas prisioneras de una cárcel a otra.
Apenas llegamos el avión despegó, sigo creyendo que les dijeron
que veníamos con armas o con material peligroso y que en cualquier momento nos
escaparíamos. El lugar olía a coco y a piel. El avión era muy bonito pero ahora mismo
la mente no me daba para mucho. Norma se sentó frente a mí, me veía preocupada;
hice un intento de sonrisa que era más una mueca y volteé a la ventana.
Después de unos minutos la azafata se acercó a nosotras con un
carrito lleno de comida. Una parte de mí extrañaba esto; salmón ahumado, ensalada,
pan, mantequilla, jugo de naranja, coca colas enlatadas y burbujeante limonada
mineral. Cubiertos en los que podía ver el reflejo de mi miserable estado y todo
prolijamente acomodado. El pequeño avión tenía una recamara, y elegantes asientos
de piel, prácticamente todo el lugar estaba alfombrado y los detalles y acabados del
baño eran más caros que toda la escuela en la que estuve.
-Señora- dijo acomodando la comida frente a Norma.
-Gracias, señorita- dijo amablemente.
-Señorita Orozco- me sonrió.
-Gracias.-
-Si les hace falta algo sólo díganlo- anunció antes de retirarse.
-Provecho- dijo la mujer de cabello corto.
-No tengo mucha hambre.-
-Come algo, vas a necesitar muchas energías al llegar allá. Come-
simplemente asentí; me bastó probar un bocado de eso para acabarlo en un
santiamén. Estaba riquísimo.
La ciudad de México estaba a poco más de un par de horas de ahí.
Hablamos muy pero muy poco durante el viaje. Yo veía por la ventana y podía sentir
la mirada de Norma sobre mí. Me dolía esta situación, me dolía que tendría que ser
un títere pero no quería llorar, por ahora. Abrí el diario de Ana, sonreí al ver el dibujo
de un oso en la primera página. La segunda tenía fecha de junio del dos mil catorce.
Muchísimo tiempo antes de que nos conociéramos.
Nadie sabe que hoy es mi cumpleaños y espero que nunca lo sepan
pero Livy se portó muy bien conmigo. Me invitó a desayunar con ella e incluso compró
mi desayuno; platicamos animadamente de cosas de la escuela. Ella ha mostrado ser
una buena persona. Es bueno pasar el cumpleaños con alguien más que papá aunque
no sepan lo que significa hoy para mí.
Cerré de golpe la libreta, no estoy lista para esto. Esto es muy
íntimo, muy personal y no creo que sea el lugar apropiado para leerlo. Intenté dormir
un poco, pero sólo estaba con los ojos cerrados y con la mente yendo a mil kilómetros
por hora. Necesito acomodar toda la mierda que me está inundando ahora mismo o
me voy a volver completamente loca.
-Lara, debes tranquilizarte- negué. Norma se dio cuenta que estaba
haciendo de todo menos dormir.
-Ahora mismo no sé qué significa esa palabra... ¿y si no puedo?-

-Pequeña, si pudiera me quedaría aquí contigo para que no tengas que vivir todo esto
sola pero si hay alguien que puede sobrellevar esto eres tú. Tu carácter, tu temple,
tus habilidades harán que puedas con esto. Haré todo por venir a verte tanto como
me lo permitan y estar pendiente de ti- le pedí a la azafata que me trajera papel y un
bolígrafo; cuando los tuve anoté mi viejo número de teléfono.
-Este el número del cual mis padres no tienen idea. Lo usaba
cuando me castigaban, sólo espero que no hayan revisado en medio de mi colchón o
no tendremos cómo comunicarnos. Lo tendré siempre conmigo... siéntete libre de
hablarme cuando puedas.-
-Lo haré- me sonrió –y le daré el número a Ana.-
-Gracias- susurré.
Apenas divisé la ciudad y sentí como mi cuerpo comenzaba a
tensarse; no era un pesadilla, era mi nueva realidad sacada de un puto cuento donde
una madre malvada cegada por el poder arruina la vida de la gente a su alrededor.
Fue entonces que mis pensamientos volaron a mi padre, ¿dónde mierda estaba
metido ese hombrecito?, ¿por qué no fue por mí? Honestamente creí que papá había
aceptado, a duras penas, mi relación con Ana. Creí y confié en que entendía lo que
estoy sintiendo. Me vio con ella y me vio feliz y si eso no le bastó para detener esta
locura entonces no sé quién mierda sea mi padre y he estado viviendo con un
completo extraño toda mi vida.
Norma notó mi tensión cuando aterrizamos, me sonrió cálidamente
muy a su estilo. Me dio cierta fortaleza el hecho de que ella esté conmigo, al menos
por unos días. Hoy más que nunca le pido al hombre en quién tanto confía Ana para
que me ayude a salir de esto porque es más que obvio que lo voy a necesitar.
De nuevo un elegante carro nos esperaba a Norma y a mí; corrí a
abrazar a Eddy, el chofer de la familia. Se ganó mi confianza cuando me ayudó a
escapar algunas veces de la casa para ir a jugar voli al lugar prohibido por la bruja.
Es un hombre maravilloso, increíblemente atento y paciente. Yo que él hacía mucho
hubiese ahorcado a mi madre.
-Lara- dijo mientras nos fundíamos en un fuerte abrazo.
-¿Me extrañaste?-
-Pero por supuesto, todo ha estado demasiado tranquilo sin ti- le di
un golpe –a eso me refería.- Me tomó de las mejillas y me examinó –no estás muy
feliz de estar de regreso.-
-Larga historia, Ed, ya tendremos tiempo de platicar de eso-
recordé que mamá número dos venía conmigo. –Ella es Norma, una espléndida mujer
que considero mi amiga. Norma, él es Ed, amigo mío.-
-Mucho gusto- se escucharon en coro.
-Si es amiga de Lara es amiga mía.-
-Lo mismo digo- constó amablemente la mujer de ojos expresivos.
-Sólo esperaremos que tu sombra regrese con tus maletas.-
-¿Mi sombra?-
-Tendrás una persona de seguridad veinticuatro siete contigo.-
-No puedo imaginarme de quién habrá sido la brillante idea- rodé
los ojos.
-De hecho fue idea de tu papá.-
-¡¿Qué?!- Casi se me salen los ojos -¿Mi papá?- Asintió.
-Las cosas han cambiado, Lara- su rostro decía que no para bien.
–Ayudaré hasta donde pueda pero esto es... diferente.-
-Gracias, amigo- vi a Norma que se notaba tan preocupada como
yo. –Sin ti aquí ya hubiera comenzado a quemar todo esto- sonrió.
-Lo sé pero no lo harás incluso si no estoy- un hombre alto, güero,
como decimos aquí, de cabello casi rubio y ojos azules se acercaba con parte de mi
equipaje y el de Norma. Otra persona de ahí le ayudaba con el resto. Cuando estuvo
frente a mí, muy cortésmente me tendió la mano.

-Rick Green para servirle, señorita Orozco.-


-Si quieres empezar bien este desmadre no me llamarás señorita
Orozco- Norma y Eddy rieron.
-Te lo dije- Eddy se encogió de hombros.
-Me sentiría muy incómodo llamándola de otra forma.-
-Mira, mientras estemos por nuestra cuenta, sin mis padres o
alguien cercano, me puedes llamar Lara- pensé un momento. –Espera, te ordeno que
me llames Lara cuando estemos en situaciones que no involucren a las personas que
te pagan.- El hombre vio a Eddy como consultándolo.
-Ella es tu encargo, tú ves cómo lidias con ella- sin más se metió al
auto y Norma hizo lo mismo.
-De acuerdo, Lara- le sonreí.
-Eres muy obediente- le hice un guiño y me metí al auto. Él lo hizo
unos segundos después.
La primera parte del camino fue un poco tediosa; llegamos casi a
las seis de la tarde y había un poco de tráfico. Rick nos veía constantemente por el
retrovisor al igual que Eddy pero éste último sonreía mientras el otro tenía cara de
que le esperaba una tortura.
-¿De dónde eres, Rick?-
-De Estados Unidos, señorita- puse los ojos en blanco pero lo dejé
pasar.
-¿Eres casado?-
-No, señorita.-
-¿Tienes hijos?-
-Sí.-
-¿Has matado a alguien?-
-Preferiría no contestarle.-
-Bien, eso es un sí- Norma me dio un pequeño codazo.
-Me dirás que tienes excelentes credenciales y que cuidaste a
Obama y fuiste Marine o cosas así.-
-Fui SWAT por un tiempo, señorita, después trabajé para el FBI y
ahora aquí.-
-¿Por qué lo dejaste?-
-Lara, deja de ser tan invasiva- Norma intervino.
-Está bien, señora, no me incomoda.-
-Díselo a tu cara- susurró la mujer y me eché a reír.
-No has contestado mi pregunta, Rick.-
-La seguridad de mi hijo y la mía se vio comprometida y decidí
salirme de ese mundo. Quiero vivir un poco más.-
-Trabajo equivocado y persona súper equivocada para decidir vivir
más- su semblante cambió ligeramente; segundos después no pude aguantar la risa
al igual que Ed que estaba acostumbrado a mí.
-Lo que te haya dicho mi madre lo exageró mil veces más. No te
preocupes, no te daré muchas molestias.-
-Nada respecto a usted me causa molestias, señorita- rodé los ojos
por enésima vez y se di cuenta- Lara. No me molesta, Lara.-
-¿Ves? Hasta podremos ser mejores amigos- vi de reojo a Norma
quien sonreía. -¿Qué?-
-Sigues siendo tú.-
-Le hice una promesa, no la voy a romper- suspiré. -Ella debe ser
mi cordura entre todo esto.-
Llegamos al primer hotel que papá construyó, con lo que comenzó
todo. Mi estómago no estaba muy a gusto, ni ninguna parte de mí pero especialmente
mi estómago. Era como si un enorme vacío hubiese sido puesto ahí; era como mi
sentido arácnido que me decía que algo grande estaba por suceder. Generalmente lo
sentía en las finales o en partidos importantes pero este era muy pero muy diferente.

Apenas entré al lobby del hotel y supe por qué me sentía así; frente a mí los
Youngblood y la bruja platicaban pero la única que veía a la puerta era mi madre;
Kevin incluido; un exuberante arreglo de rosas rojas que tenía forma de L. Mi madre
platicaba con los mayores mientras Kevin me veía atentamente. Sentí mi sangre
hervir, una parte de mi creía que hubiera sido mejor llorar pero ya era demasiado
tarde. Aunque me llevaba algunos muchos centímetros de altura, prácticamente corrí
a él y lo tomé de la camisa.
-Debes estar muy feliz por toda la puta atención que vas a recibir-
Se vio bastante sorprendido por mi actitud. -¿Disfrutabas tanto estar en los periódicos
que te prestaste a esto?, ¿ya no tienes fama y no puedes vivir?- Un cuadro casi cae
cuando su espalda chocó con la pared. Dos segundos después era levantada del suelo
y me alejaban de él -¡¿qué demonios?!- Vi las blancas manos de Rick alrededor de mí.
-Te estoy ahorrando una buena regañada- dijo pero apenas me
bajó tenía a la bruja frente a mí.
-¿Esa es tu forma de mostrar que te vas a portar bien?- Gruñó.
-Vengo de estar con el culo aplastado por muchas horas, no he
comido y estoy con mi ciclo premenstrual, es normal que esté de muy mal humor.- Vi
a Norma acercase discretamente a mí.
-Pues cambia la cara porque vas a hablar con ellos.-
-Pues cambia tu discurso y diles que tendrán mucho tiempo para
conocerme después. Me voy a mi habitación- como si quisiera tener la última palabra,
vi a Norma con desprecio.
-Gracias, ya tus servicios no son necesarios- escupió
-Sabes muy bien que esa fachada de reina del mundo no me la
trago, ni me afecta, Minerva. Dirige tu veneno a otro lado o canalízalo en algo mejor.-
-Se queda o acabo este puto teatro- ni siquiera di pauta a una
respuesta. –Rick, la llave, por favor.-
-Suit C, señorita. La guío- tomé a Norma del brazo y la arrastré
conmigo al elevador. Ahí un botones dejó nuestras maletas y salió por órdenes de
Rick. Así que sólo quedamos los tres.
-Lara, no estás iniciando muy bien- dijo la mujer de cabello corto.
-Le estoy diciendo que no cambio mi postura; primero lo que
prometió y luego lo que prometí. Negocios- se podía escuchar mi pesada respiración
en el elevador. –Ahora sólo falta hablar con papá. Voy a necesitar un galón de agua
para mantener mi garganta humectada con todo lo que tengo que decirle.-
-Preferentemente si es agua bendita- vi a Norma con ojos
entrecerrados- por si acaso- sonrió.
-Chistosa- sonreí también. –Tienes estos momentos donde
pareciera que te posee Ingrid- se echó a reí. –Es gracioso- me encogí de hombros.
-Realmente estaba afectada por tu partida. No lo dijo en alto pero
lo pude ver en su semblante.-
-También me duele, la quiero mucho aunque sea un puto dolor de
cabeza.-
-Y ella te quiere a ti tanto como quiere a...- se detuvo.
-A Ana- la vi y fui testigo del cambio en su rostro.
-¿Cómo lo sabes?-
-Me lo dijo; me dijo que significa Ana para ella y el porqué- la
mujer inhaló profundamente.
-La vi sonreír nuevamente hasta que conoció a Ana, más de quince
años después de lo que le pasó a su hija. Lo que Ana provocó en ella creí que nunca
más lo vería.-
-Ana- dije más para mí misma –ella y sus misteriosas formas de
iluminar el mundo.-
-Regresaras a ella, Lara, lo sé- puso su hombro sobre el mío.

-Eso espero.-
-Estamos aquí- anunció Rick. Llevó el carrito con nuestras maletas;
sacó la tarjeta que pasó por la ranura de la puerta. La luz verde indicó que podíamos
pasar. Dejó el carrito dentro y se paró solemnemente en la puerta –estaré afuera
para lo que necesite.-
-No es necesario. Ve a comer o lo que tengas que hacer; con ella
aquí no hay manera de que yo pueda escapar.-
-No la dejaré hacer una locura- dijo Norma. No se veía muy
convencido.
-Mira, esta es como mi prueba, si te miento te tendré sobre mí todo
el día. Si soy firme a lo que te digo sabrás que no soy un dolor de culo como te
dijeron.-
-¿Y si sólo quieres ganar la confianza para luego hacer algo loco?-
Reí.
-Vaya que has trabajado con el FBI- sonrió.
-Estaré en el lobby.-
-Gracias, Rick- asintió y salió del lugar.
-Siento que debes bajar y presentarte nuevamente. Comienza esto
diplomáticamente, Lara, por tu propio bien.-
-Odio que tengas razón- se acercó a mí y cariñosamente tomó mis
mejillas.
-Y yo odio decirte que hagas cosas que no quieres hacer pero por el
momento es lo mejor. No olvido lo que te prometí, Lara, voy a buscar la manera de
sacarte de esto y Alberto está en sintonía conmigo- sonreí.
-¿Qué tan en sintonía?-
-Muy en sintonía- o entendió muy bien y lo confirmaba o no
entendió en absoluto.
-¿Mucho?, ¿sólo con mi caso o sobre algo más?-
-Sobre muchas cosas pero principalmente por ti. Él te quiere
mucho, siempre lo ha hecho pero lo tuyo con Ana sólo ha hecho que te haga más
espacio en su corazón.-
-Así que tú y él- sonrió; se alejó de mí y se sentó en la cama.
-Perdí al hombre que más he amado en mi vida, cometí un pecado
y cometí uno más grande al querer ocultar mi soledad con un hombre que no era
bueno conmigo. Muchas cosas han salido estrepitosamente mal en mi vida amorosa.
No sé qué tan adecuado sea involucrarme con un hombre que está entregado a Dios.-
-¿Te sientes a gusto con él?-
-Mucho.-
-Es todo lo que importa- le sonreí –tú no tienes que nadar contra
corriente porque te gusta alguien de tu mismo sexo y que es hija del pastor.- Se echó
a reír.
-No dejas de sorprenderme, Lara.-
-He aprendido bien de ti- me encogí de hombros.
-Eres especial, Lara, nunca dejes de ser así.-
-Tengo una muy buena motivación para no dejar de ser así.-
-Realmente estás enamorada- asentí.
-Como nunca creí sentirme... ella es diferente a cualquier persona
que haya conocido.-
-Sabes que las cosas pueden ir de maneras que no son las que
nosotras queremos.-
-Sé que es ella, Norma, lo sé- suspiré. –Ahora a conocer a mi
nueva familia.-
-¿Quieres que baje contigo?- Negué.
-Eres mi as bajo la manga, no quiero que sepan de ti, por ahora.-
Pasé al baño a lavarme los dientes, acomodar mi cabello y buscar
por todos los cielos que mi cara de culo no me delatara. Debo seguir el juego, y en
cuanto tenga la oportunidad salir corriendo aunque eso implique dejarlo todo atrás. Mi
mundo, mi vida y mi corazón se quedaron con Ana a muchos kilómetros de aquí; mi
misión es regresar por ellos y por mi chica. Ya un poco más decente y perfumada salí
de la habitación para tomar el elevador. Para mi sorpresa Rick estaba sentado al lado
del elevador con un libro y gafas de lectura.

-Así que no confías en mí- rápidamente se quitó las gafas y se puso de pie.
-Señ... Lara, ¿a dónde vas?-
-A presentarme con mis suegros y hacer mi vida miserable,
¿quieres ir?- Sonreí exageradamente.
-Por supuesto.- El elevador no tardó mucho y agradecía que sólo
fuésemos nosotros dos.
-¿Qué sabes de mi caso?-
-Lo suficiente para saber que debo estar pendiente de ti todo el día.
Cárcel, incendios, reportes, borracheras, escapadas de la escuela y manía por chocar
autos- reí.
-El reporte completo entonces.-
-Así es- asintió con una leve sonrisa.
-Gracias por lo que hiciste hace rato allá abajo. Voy a necesitar a
alguien que controle mis ataques de locura.-
-Estoy para servirte.- El resto del camino no hablamos mucho y
cuando las puertas del elevador se abrieron en el lobby vi a los Youngblood saliendo
del lugar. Corrí para alcanzarlos.
-Kevin- los adultos y mi, ahora, novio voltearon.
-Lara, qué gusto verte- dijo con una sonrisa fingida la mamá de
Kevin.
-Igualmente, señora Y- odiaba que le dijeran así pero, como
siempre, me importa una mierda. Tendí mi mano –señor Youngblood, mucho gusto de
verlo.-
-Digo lo mismo, Lara, te ves muy bonita.-
-Gracias, señor- esta pareja me recordaba mucho a mis padres; la
mujer era el dolor de culo y el señor era el más rescatable. –Lamento haberlos hecho
esperar pero el viaje fue sumamente cansado.-
-No te preocupes, nos alegra que ya estés en casa.-
-Y a mí; no podría estar más emocionada de estar de regreso.-
-Lara- comenzó el hombre.
-Mire, hagamos de cuenta como que todos queremos esto y nos
evitemos conversaciones incómodas, por el bien común.-
-De acuerdo- vi la mirada de complicidad de la bruja y la madre de
Kevin.
-Kevin, ¿puedo hablar contigo?- Asintió.
-Gusto en verlos a ambos- dije con una sonrisa menos fingida y me
dirigí al lobby donde ya Kevin me esperaba.
-No sé qué mierda les pasa pero que sepas que odio esto- escupí.
-Yo tampoco estoy muy feliz con esto, Lara.-
-Lamento mi ataque de hace un rato.-
-No hay problema.-
-No espero nada de ti, Kevin, espero que hagas lo mismo conmigo.
Esto se da por las decisiones fumadas de nuestros papás- sonrió levemente.
-Me da gusto verte de nuevo, Lara.-
-Al menos te conozco- pensé en voz alta.
-En un par de días nos iremos juntos a Texas o eso fue lo que
dijeron ellos, para que comiencen a vernos juntos de nuevo.-
-Bien.-
-Lamento mucho esto, Lara, de verdad.-
-Y yo también, no sabes cuánto.-
-Espero tomes las rosas porque nos veríamos muy mal si no
aceptas mi regalo de bienvenida- se acercó a mí y dio dejó un beso en mi mejilla.
–Hay ojos por todos lados- susurró. Asentí y le sonreí, hizo lo mismo antes de ir tras
sus padres. Estaba por tomar el arreglo cuando Rick apareció.

-Lo tengo.-
-Gracias- ni idea de cómo podré soportar esto.
Los dos días pasaron más rápido de lo que hubiera querido; Norma
se fue ayer con lágrimas en los ojos y sintiéndose culpable. Aunque sabe que no tiene
mucha autoridad sobre mí cree que puede hacer más que darme golpecitos en la
espalda para animarme. Con mi mejor cara le dije que mi mejor arma es apegarme a
lo que ellos me enseñaron allá. Ese será mi contraataque. No me rebajaré al nivel de
mi madre, no lo haré.
Ayer cumplió con su parte, tengo de vuelta la tarjeta de crédito y
mi auto me espera en las afueras de mi apartamento en Texas. Faltaban algunas
semanas para el inicio del nuevo semestre y no sé qué tan bueno fuera eso ya que
implicaría tiempo con Kevin, mucho tiempo con él. Quizá ir a las empresas porque
aparentemente quieren dar la imagen de que soy la hija que cuida de las finanzas de
sus padres y que se reformó después de su errático comportamiento.
Kevin esperaba por mí en el lobby del hotel, Rick se hizo cargo de
mis maletas junto con Ed. Llevaba un vestido y unas sandalias porque el calor era
terrible o así lo sentía. En cuanto salí por el elevador Kevin se acercó a mí y besó mi
mejilla.
-Hola.-
-Hola- respondí a secas.
-¿Lista?-
-No, pero no tengo opción- asintió y galantemente ofreció su brazo
para que lo tomara, un poco renuente lo hice.
-El auto está listo, señorita Lara- apareció Rick.
-Gracias, Rick- caminamos hasta ahí; Ed abrió la puerta para que
entrara primero y después lo hizo Kevin. Comenzamos el camino al aeropuerto; el
silencio era abismal. Rick me veía constantemente al igual que Ed pero su cara
denotaba mucha preocupación.
-¿Cómo te fue allá?- Preguntó el chico a mi lado.
-Bien.-
-¿Qué tal la escuela?-
-Normal.-
-¿Hiciste amigos?-
-No.-
-Lara, quiero hacer esto lo menos incómodo posible. Podemos
hablarnos, no soy tu enemigo.-
-No me apetece hablar- volteé mi vista hacia la ventana antes de
que una lágrima cayera. Son apenas tres días y todos mis sueños han sido sobre Ana.
Incluso hoy por la mañana sentí su olor al despertarme e instintivamente miré al
baño. Ya no estoy más en el lugar olvidado por Dios, ya no estoy más con ella, estoy
en un nuevo lugar y debo acostumbrarme.
Acariciaba la pequeña libreta en mis manos, nuestra única conexión
ahora. Me aterra pensar que algo le pase, que Olivia regrese a su plan de loca y la
quiera lastimar. Ese ha sido el pensamiento más recurrente y ha sido parte de mis
sueños también.
-Lara- pegué un brinco al escuchar mi nombre. Volteé al asiento de
al lado y estaba vacío. Sólo tenía a Eddy viéndome intensamente por el retrovisor. -
¿Qué pasa, pequeña?-
-Nada.-
-Nunca te había visto llorando por algo que no involucre el voli,
¿qué pasa?-
-Dejé a alguien especial allá- susurré. Su rostro se suavizó
bastante.
-Sí que debe ser especial- me sonrió. –Lamento mucho lo que está
pasando, mi pequeña.-
-Sólo quiero estar allá de vuelta- susurré.
-No dudes ni un segundo que estoy de tu lado, Lara.-
-Gracias, Eddy, eres un amor.-
-Sólo con la gente que vale la pena.-

Kevin llevó mi maleta y se portó muy caballeroso; para no estar de acuerdo con esto
estaba actuando muy pero muy bien. Apenas y nos murmuramos algunas cosas
durante el viaje pero nada extraordinario. Lo único que llevaba en mano era el diario
de Ana. Cuando bajamos del avión Kevin tomó mi mano pero de inmediato me
deshice de su agarre.
-¿Qué mierda haces?-
-Tomo de la mano a mi novia.-
-No- levantó la mano para que guardara silencio.
-Sí, Lara, aunque no queramos tenemos que fingir por el bien de
los dos. Lo que te dije en el hotel es cierto, hay orejas y ojos por todos lados y si
queremos salir bien parados de esto tenemos que ser la pareja perfecta.-
-Sólo avísame cuando quieras hacer este tipo de cosas, por favor.-
-No te haré daño, Lara.-
-Lo sé, sólo que odio las sorpresas- sonrió.
-De acuerdo. Ahora te daré un beso en la mejilla- se inclinó y lo
hizo- ahora tomaré tu mano- sonrió una vez más y tomó mi mano. Kevin era
realmente el chico perfecto para las chicas que sueñan con el tipo que destaca en los
deportes, tiene buenas calificaciones y viene de buena familia.
Él es alto, con piel levemente bronceada y cuerpo tonificado por el
deporte que practica. Sonrisa de comercial, ojos oscuros, casi negros adornados con
unas enormes pestañas y cejas no muy gruesas que hacen buen juego con sus ojos.
Labios delgados, deliciosos labios delgados como dicen las chicas que han tenido la
oportunidad de besarlo. Yo sigo creyendo que es un dementor que te succiona la vida
cuando te besa. Los labios más perfectos y deliciosos pertenecen a una preciosa rubia
que está a kilómetros de mí.
Para muchos tengo al novio perfecto, el tipo ideal que destaca en
todo lo que hace, el chico prodigo. Y pienso en todas esas parejas que se ven
perfectas, que parece que su vida ha sido sacada de un cuento de hadas, ¿estarán
pasando por lo que yo? Sé que puedes llegar a ser ridículamente feliz porque así me
hace sentir Ana pero mi situación actual me pone a pensar en las muchas personas
que están en las mismas condiciones que yo; aparentando ser feliz para hacer felices
a otros. Siendo miserables para que otros sonrían; muriendo lentamente para que
otros vivan.
Apreté el diario a mi pecho; Kevin constantemente me veía
mientras caminábamos a la entrada del aeropuerto. Su mano firmemente agarrando
la mía y su leve sonrisa iluminando por los pasillos. Apenas era consciente de lo que
pasaba hasta que llegamos al auto que nos esperaba. No sé en qué momento fuimos
por las maletas o si alguien fue por ellas; no sé cómo pasamos inspección... no sé
nada.
-¿Estás bien?- Preguntó una vez que subió el cristal que divide la
cabina del conductor con la nuestra.
-Sí.-
-Lara, sólo quiero hacer las cosas bien para no tener a mamá y a
papá sobre mí todo el puto día. Y estoy seguro que tú estás en la misma sintonía. No
somos enemigos, Lara.-
-Pero tampoco amigos, ni novios.-
-Para el mundo exterior sí y así lo será hasta que nuestros padres
hagan lo que tengan que hacer para salir de embrollo en el que están.-
-¿Qué les pasó?-
-Mi papá hizo malas inversiones y tu papá ha estado teniendo fugas
de dinero.-
-¿Fugas?- Se encogió de hombros.
-Es lo poco que sé- puede que Kevin tenga un punto, no somos
enemigos.
-Bien- medité –tendremos que ponernos de acuerdo para nuestras
actividades públicas.-
-Estás cansada y yo también, iré a tu apartamento mañana a
mediodía para ponernos de acuerdo, ¿te parece?- Asentí. Minutos después
aparcábamos frente al edificio que albergaba mi apartamento. Texas ahora se sentía
como el malo de la película, mi vida y todo lo que importaba se había quedado en
México.

Rick ayudó con mis maletas; saludé a la persona encargada del edificio que estaba
muy feliz de verme de nuevo. Quizá yo lo hubiera estado también en otras
circunstancias. Ya en el elevador no podía contener las lágrimas. Este no era mi
hogar, esta no era yo, no es aquí donde quiero estar. Limpié rápidamente mis
lágrimas antes de entrar a mi lugar. Todo estaba como lo había dejado; mi
apartamento era de dos plantas, abajo tenía mi sala, la cocina y el comedor. En la
parte de arriba tenía dos habitaciones, dos baños y un estudio que rara vez utilizaba.
No podía quejarme vivía bien. Rick aseguró ventanas antes de regresar al sofá donde
me había echado.
-Estaré afuera, Lara.-
-¿Por qué estás aquí?-
-¿Perdón?-
-¿Por qué estás aquí?-
-Para cuidarte.-
-¿De qué o de quién me debes cuidar?-
-No me corresponder decirte eso- negué frustrada.
-Creen que soy una mocosa que no puede con la verdad o que no
me sé cuidar sola.-
-Cortaron los frenos de la camioneta de tu papá- abrí los ojos. –No
sabemos contra quién va dirigido pero todos estamos tomando precauciones. Dormiré
en la habitación de arriba y si necesitas estar sola sólo tienes que decirlo y dormiré en
mi auto afuera.-
-Confío en ti y no creo que tenga ganas de estar sola en mucho
tiempo- hizo una mueca y de la bolsa de su pantalón sacó una tarjeta.
-Mi número de teléfono, puedes ingresarlo desde el teléfono que
tienes en tu colchón.-
-¿Le dijiste a alguien de eso?- Negó y suspiré aliviada.
-Iré a comer, si necesitas algo no dudes en decirme.-
-¿Me soltaras la correa?- Le sonreí.
-Un poco para ver hasta donde corres- no dijo más y salió del lugar.
-Para tu suerte la madriza y el corazón roto me tienen sin ganas de
correr- dije ya completamente sola. Tomé el diario de Ana y leí su segunda entrada.
Es la primera vez que escribo sobre él; no me gusta hacerlo porque
todo regresa a mí, porque le tengo miedo. Hoy fue pesadilla tras pesadilla. Hace una
semana que dejé de ir con la psicóloga y no me he sentido bien. He estado más
ansiosa de lo normal, viendo contantemente sobre mi hombro, evitando hablar con la
gente o que se me acerquen y me toquen. La idea del diario fue de papá. Él me dice
que es bueno escribir las cosas buenas porque se vuelven recuerdos pero también las
cosas malas para que salgan. No creo que haya una forma de que todo lo que pase
salga de mí.
La psicóloga en varias ocasiones me dijo que debía intentar hablar
con alguien, sólo para conocer voces diferentes a las conocidas y dejé de pensar en la
voz del hombre que abusó de mí. Pero, ¿quién podría fijarse en alguien como yo?,
¿qué pueden ver de bueno en mí? Soy una persona sucia, marcada, el único amor
que conoceré es el de papá y el de Dios. Nadie nunca podría amar a una persona que
odia que la toquen.
Regresando a las pesadillas, sentí sus manos en mi cuello, como
muchas veces me tomó. Literalmente sentía como me asfixiaba y por más intentos
que hacía por respirar o gritar no podía. Hasta que tiré mi lámpara y el ruido hizo que
papá viniera a verme. Pobre hombre, ¿qué estará pagando para que me tenga a su
cargo? Quizá debería huir y así él podrá regresar a la vida tranquila que llevaba.
Habla de Manuel que es como su hermano y creo que en algún momento mencionó a
una niña pero no lo recuerdo bien. Como muchas cosas. La vida, los momentos, los
recuerdos se me están resbalando entre los dedos. Esto no es vida... quizá haya
alguna solución para el bien de todos.
No habrá nadie que me extrañe. Está papá pero hace apenas unos
años que me conoce, se olvidará fácilmente de mí. No hay una persona especial, no
hay nadie que me quiera lo suficiente para extrañarme. Sólo espero que el sueño
eterno no tenga pesadillas o estaré en muchos problemas. Sería terrible que huya de
los monstruos de mi realidad sólo para encontrar con otros mientras descanso en
"paz".
He llegado a la conclusión de que nací para ser la ejemplificación de
la miseria y el dolor. Soy una muestra de lo que un ser humano es capaz de hacerle a
otro. Las perversiones y la mente retorcida de algunos, de él, no tiene límites, ni
nunca los tendrá. No hay cielo, no hay infierno todo está aquí, al alcance de la mano
y más tangible como el sol mismo.
Una gota cayó sobre la hoja, una de mis lágrimas. Mi rubia pensó
en matarse y no es de extrañarse pero sí era nuevo para mí ver esta forma tan
oscura de ella. Sabía que había cosas que trabajar y que superar pero la forma de
verse era simplemente muy diferente a la de la mujer de la que estoy enamorada. Ha
sido una montaña rusa la vida de mi chica pero voy a hacer lo posible por darle
estabilidad. Y esto va a comenzar cuando lo encuentre. Algo me dice que sigue vivo,
esperando por mí, por alguien que lo ponga en su lugar y yo muero por ponerle las
manos encima.
-Tenemos mucho que platicar, maldito enfermo- cerré la pequeña
libreta y corrí a mi habitación. Olía a coco, amaba ese olor y busqué tantos
aromatizantes como pude de este olor. Extrañaba mi enorme cama pero en lugar de
echarme, busqué mi teléfono y para mi fortuna estaba donde lo dejé. De inmediato lo
puse a cargar, quizá Norma ya intentó contactarme o Ana. Alguien de allá. Tengo
muchas cosas que me impiden pensar que esto fue un sueño. Lo principal es la fuerza
con la que late mi corazón al pensar en la cálida sonrisa de mi novia o en sus labios
sobre los míos.
Busqué mi computadora en mi mochila; mientras encendía fui a
encender la impresora y rezaba porque todavía tuviera el papel especial para las
fotos. Afortunadamente todavía había un par; acerqué mi computadora e imprimí la
foto donde ambas sonreímos ampliamente y donde los hoyuelos de mi rubia resaltan.
¿Cómo puede ser tan bonita? Ana es increíble en toda la extensión de la palabra y
como se lo dije alguna vez, la presentación es un extra. Por donde se le vea,
literalmente, hace que se te olvide como respirar.
Escuché que abrían la puerta, si quería ayuda a encontrar a este
maldito Rick podría ser un buen aliado aunque eso implique que le diga toda la
historia y obviamente lo de mi relación con Ana. No importa, necesito ganarme su
confianza. Dejé la foto en el buró cerca de mi cama y corrí para hablar con Rick de
mis planes y para llenar los espacios de información que debe tener.
-Rick, ¿podemos hablar?- Dije mientras bajaba pero mi sorpresa
fue que no vi la silueta del chico rubio sino una silueta que conocía a la perfección.
Una silueta que he visto muchos días de mi vida. Y que ahora mismo tenía
sentimientos encontrados de verlo. Una parte de mí quería correr y abrazarlo porque
lo extrañaba pero la otra parte quería ahorcarlo o golpearle la cabeza para que
recapacite.
-No soy Rick.-
-Ya lo veo- descendí lentamente las escaleras.
-Tenemos que hablar- dijo con un tono serio pero su mirada
reflejaba culpa. Mucha culpa. Y sí que tenía motivos para sentirse así.
-Sí, Manuel, tenemos un millón de cosas de qué hablar- frente a mí
tenía un desconocido que tomó la decisión de joder mi vida. Y vaya que me va a
escuchar.
A/N Hola, queridos, espero estén muy pero muy bien :) Después de
algunos días estoy de vuelta. Ah, volví a perder en el voli, ¿alguno de Catemaco por
aquí? xD
Entramos a los capítulos donde sabrán si sus conjeturas y teorías
son o no ciertas :) Algunos se han acercado pero otros están muy pero muy perdidos
jajaja sin embargo aprecio el hecho de que se tomen el tiempo de leer y pensar a
futuro sobre las chicas.
Pasen por donde encontrarán muchas cosas mamalonas. Lean
"Almas Capturadas" si no lo han hecho, en serio. y yo estamos disfrutando mucho de
escribirla así que denle una oportunidad. Nos leemos en twitter al menos ya
conocieron como es mi compu jajajaja
Espero su semana haya ido mejor que la mía y que su fin de
semana esté lleno de mucha buena vibra y puedan recargar baterías.
Lo volví a subir porque aparentemente hubieron algunos problemas.
Saludos enormes desde mi rincón lleno de rubrícas, exámenes, mucho bendito café y
algo de frío xD (Sigo igual que hace nueve horas)
Ale :)
Capítulo 34

-Lo siento- se disculpó y casi por inercia comencé a reírme.


-¿Por qué te disculpas exactamente?, ¿por cuál de todas las razones
que te estoy odiando debo tomar esa disculpa?- Bajé por completo de las escaleras y
me paré frente a él. Papá era levemente más alto que yo y siempre se vio muy
imponente hasta ahora.
-De verdad que lo siento.-
-Sí de verdad lo sintieras no me harías pasar por esto. Creí que
comprendías lo mío con Ana. Eso es lo que más me duele papá, creí que estabas de
mi lado- agachó la cabeza.
-Lo siento.-
-Yo también lo siento porque moría por quedarme allá con mi novia.
Con la persona que amo.-
-No creas que esto me hace muy feliz pero...-
-¿Pero qué?, ¿es necesario?, ¿era el último recurso?, ¿no había más
por hacer?- Se veía sorprendido porque nunca me había dirigido a él de esa manera.
-No sigas, hija.-
-¿Que no siga?, ¡¿qué no siga?! Creí que me amabas, papá, creí
que yo te importaba lo suficiente pero me equivoqué. ¿Tienes una mínima idea de
cuánto me duele esto? Son muchas cosas pero dos sobresalen, me arrancaste el
corazón al alejarme de ella y lo destrozaste cuando me hicieron parte de un trato que
me hace sentir como un juguete suyo. Perdón por no ser la hija que ustedes querían,
perdón por todo lo que les hice pasar...-
-Cállate, Lara, cállate por favor- dijo con voz quebrada –no me
digas nada más.-
-¿Por qué? Dime al menos por qué demonios estoy haciendo esto-
negó.
-No puedo.-
-Sí puedes pero no quieres, hay una gran diferencia.-
-Estamos mal, he hecho malas inversiones y ha desaparecido
dinero.-
-¿Y es mi culpa?-
-No, pero...- esto no llevaría a ningún puto lado.
-Deja la llave sobre la mesa, papá y no vuelvas más por aquí- no di
pauta a más charla porque corrí de nuevo escaleras arriba a mi habitación.
No me lo podía creer, no podría creer que mi padre fuera parte de
todo este circo y que hubiera accedido a usarme como moneda de cambio. Necesito
saber el porqué de esto, así no puedo estar en paz. Necesito saber a qué me estoy
enfrentando y cuáles son mis posibilidades para salir librada de esto. Entre más
información tenga mejor, así podré manejar bien mis cartas. El teléfono comenzó a
vibrar y de inmediato corrí a responderlo sin ver el número.
-¡Mi zorra favorita ha vuelto!-
-Hola, Regina- la abeja reina del colegio de alguna forma se enteró
que estoy de vuelta.
-¿Cuándo me ibas a decir que estás saliendo otra vez con el chico
de las nalgotas?-
-¿Cómo supiste?-
-Hay fotos de ustedes en el aeropuerto muy tomados de la mano.
Están Facebook y en Twitter- esto era una mierda pero Kevin tenía razón, hay ojos
por todos lados; quizá no sea tan malo después de todo –voy para tu apartamento.-
--No. Kevin está aquí y tenemos cosas que hablar.-
-Claro, hablar. No olviden usar un condón mientras hablen- rodé los
ojos.
-Bye, Regina- no esperé y colgué. Segundos después volvió a sonar
el teléfono -¿qué mierda quieres?-
-Te llamo después mejor-

-Norma, lo siento muchísimo, recién terminé de hablar con un dolor de culo.-


-¿Más que tú?-
-Mucho más que yo- la escuché reír.
-¿Cómo estás?-
-Confundida, dolida, básicamente igual que cuando te fuiste. Papá
vino hace rato pero sólo se disculpó y me dijo que no tenía opción.-
-¿Te dijo por qué lo hizo?-
-El dinero comienza a escasear y la bruja se muere sin eso.-
-Estamos ideando algo con Alberto, ya veremos.-
-¿Cómo está mi rubia?- Guardó silencio –dime la verdad, por
favor.-
-No ha dormido mucho estos días, las pesadillas han sido terribles-
suspiré.
-Temía eso.-
-Lara...-
-Lo sé, tengo que enfocarme a hacer las cosas aquí. Por favor,
cuídala, no le quites la vista de encima. Te lo ruego.-
-No tienes que pedirlo, Lara, también es mi prioridad al igual que
tú.-
-Gracias, mamá- sonreí.
-De nada, hija- sabía que sonreía –trataré de hablarte una vez a la
semana y aunque no esté ahí sabes que cuentas conmigo.-
-Gracias, Norma- tragué –dile que la amo con mi vida.-
-Lo haré, pequeña.-
-Te quiero.-
-También te quiero, Lara. Te hablo en unos días.-
-Está bien.-
-Cuídate- al igual que hace un rato colgué; caminé a mi cama y
tomé la foto que había dejado sobre mi buró.
-Resiste, rubia tonta- acaricié la foto –resiste, por favor.-
Al igual que los últimos días había dormido muy pero muy poco,
Ana era muy recurrente en mis sueños y para mi desgracia las miles de
preocupaciones hacían que sólo la soñara teniendo pesadillas. Preferí no dormir;
encendí mi enorme televisión y me paré a poner una película. Jennifer Lawrence
aparecía en pantalla con su arco y flechas en mano, definitivamente estaba entre mis
películas favoritas.
Todo iba bien hasta que comencé a sentir sed y me vi en la
necesidad de bajar a la cocina. Lo hice con calma, tratando de acostumbrarme a este
lugar en el cual, no me sentía cómoda. Cuando llegué a la nevera la vi llena,
aparentemente se habían tomado el tiempo de hacer las compras para que nada me
hiciera falta. Tomé una botella de agua e hice mi camino de vuelta a la habitación
pero el diario de mi rubia llamó mi atención.
Fui hasta el sofá, bebí un poco de agua y tomé la pequeña libreta.
Las únicas dos entradas que había leído hasta ahora me tenían con un nudo en la
garganta. Lo plasmado ahí reflejaba el pobre estado emocional de Ana; mostraba a la
chica que recién comenzaba a asimilar lo que pasaba con y me duele. Me duele saber
que tuvo todos esos terribles pensamientos y nadie estaba con ella para apoyarla.
Tomé un suspiro y busqué la tercera entrada.
Julio 24,
Susurros vienen de mi alma muerta
Gritos se desvanecen en mi perturbado espíritu
Lágrimas cayendo de mi corazón roto
Y sangre brotando de mis recuerdos
El dolor está por todos lados cambiando mi perspectiva

La pena llena está llenando los espacios vacíos de mi corazón


La culpa llevándose la luz que yace en mí
Las sombras de la soledad me atormentan
La desesperación me recuerda que todo fue real
La esperanza me muestra que todo fue una mentira
Los colores se convierten en gris, gris tristeza
Las pesadillas controlando mi vida
¿Qué sigue después de la soledad?
¿Qué viene después del abandono y la desesperación?
¿El gris es brillante o el amarillo es oscuro?
¿El día es noche y la noche es más noche?
Buscando respuestas debajo de las piedra,
Inhalando recuerdos y exhalando dolor
Un instante más, un abrazo más hubiera sido suficiente
Sólo sé que no quiero olvidar
Pero también sé que quiero seguir con mi vida
Quiero las respuestas a las eternas preguntas
Quiero la paz que tanto desean y añoran
¿Brillaré de nuevo? No hoy
¿Está mal que la oscuridad se sienta tan bien?
Habitando un cuerpo que no tiene alma
Un corazón consignado a vivir en el olvido
Olvido que desaparecerá cuando me perdone
Cuando tus manos no sean cuchillos lastimando mi piel
Cuando tu voz no infunda miedo
Y cuando mirada no aplaste mi inocencia
Dejé de lado la libreta y me eché a llorar desconsoladamente, era
demasiado. A veces me cuesta dimensionar lo que él le hizo, lo que causó en ella. Mi
rubia estaba herida, dolida, con demasiados sentimientos que de alguna forma u otra
siguen siendo parte de su vida. Y yo aquí, a miles de kilómetros lejos de ella sin poder
hacer nada más que conocerla mediante esto pero no sé qué tanto pueda resistirlo.
Apenas y escuché los suaves pasos que descendieron por las
escaleras. No había que ser un genio para saber quién era, sin embargo no me
contuve. Él estaba metiéndose en mi momento de desahogo y de dolor. Él era el
intruso, no yo. Me hice bolita sobre el sofá y seguí llorando. Entre lágrimas lo vi
sentarse en el piso frente a mí con servilletas en mano. Tomé una para limpiar mi
cara y mi nariz. Me recompuse y me senté, él se veía muy serio y me veía
atentamente.
-Nunca me hablaron de tu tendencia a llorar- sin querer me hizo
reír.
-Es porque no era así- bueno, quizá no era tan intruso y podía
comenzar a hacerlo parte de esto.
-Sé que soy nuevo para ti, sé que no confías plenamente en mí y
sobre todo sé que no me compete pero, ¿estás bien?- Negué -¿qué puedo hacer por
ti?-
-Escucharme y ayudarme.-
-Puedo hacer ambas- le pasé el diario.
-Como sabrás mis padres me enviaron lejos para darme una
lección. Ahí conocí a alguien especial, en muchos aspectos. Me hizo cambiar la forma
de ver mi vida, hizo cosas que ni yo he hecho por mí... lee la quinta página, por
favor- sus ojos nunca dejaron los míos hasta que le pedí el favor. Hizo lo que le pedí y
cuando terminó sus ojos regresaron a los míos.

-¿Cuántos años tiene?-


-Recién cumplió dieciséis.-
-¿Por qué un chico de dieciséis años quiere matarse?- Sonreí con
tristeza.
-Porque esa chica de dieciséis años fue violada- su rostro se
endureció en milésimas de segundos.
-¿Saben quién fue?- Negué.
-Me dio una leve descripción de la apariencia de la persona,
recuerda rasgos particulares pero no recuerda su nombre. Muchas cosas han sido
bloqueadas por su mente para protegerse pero algo me dice que fue alguien de la
empresa.-
-¿Por qué?-
-Por su mamá trabajó en la empresa y su papá también. El hijo de
puta que le hizo eso le dijo que conocía bien a su papá y que la encontraría y acabaría
con toda su familia. Y quizá no es tan relevante pero tengo una corazonada de que es
alguien cercano- Rick se quedó meditando por unos momentos.
-¿Tu padre conoce al papá de la chica?-
-Fueron socios mucho tiempo, cuando Alberto encontró a Ana
decidió enfocar su vida sólo a ella y dejó la empresa.-
-Lamento mucho lo que le pasó, Lara.-
-Está de más decirte que quiero que me ayudes a encontrar a ese
maldito para hacerlo vivir el infierno en la tierra.-
-Lo haré con la condición de que sigas mis reglas. Si hay alguien
peligroso muy cercano a donde tú estarás no puedes ser imprudente. Necesitamos
estar en comunicación constante, incluso lo más mínimo importa.- Tomó aire -pondré
un par de cámaras en las afueras de la casa y una aquí en la primera planta. Más que
nunca debemos tomar medidas extremas.-
-Haré lo que tú me digas siempre y cuando estén en mis límites-
sonrió.
-No bajas nunca la guardia, Lara, eso me agrada muchísimo- me
encogí de hombros.
-Gracias, Rick- le sonreí –ah, esto es nuestro secreto. Ni papá, ni
mucho menos la bruja pueden saber de esto.-
-Desde luego. Esto es entre nosotros- extendió la mano para sellar
el compromiso. -Necesitaré que me digas a detalle todo lo que sepas. Absolutamente
todo.-
-Ana...- levantó la mano.
-Mañana, ahora ve a descansar. Una persona que no duerme y que
no tiene suficientes energías es un blanco fácil. No quiero eso. Duerme, Lara- con una
leve sonrisa asentí.
-Buenas noches.-
-Buenas noches- respondió con voz profunda. Después de todo no
fue tan malo.
Pude dormir unas cuantas horas que supieron a gloria. Necesitaba
esto pero mi mente estaba muy ocupada con un millón de ideas. Cuando desperté
escuché un pequeño alboroto en la primera planta; Rick cumplía y ponía las cámaras
que me dijo. Me saludó alegremente, le respondí casi de igual manera antes de ir a la
cocina y prepararnos algo de desayunar. Durante éste le di a Rick los detalles que
Ana me había dicho, le dije que leería el diario y que en cuanto supiera más se lo
haría saber de inmediato. Esto del guardaespaldas no va nada mal. Nuestra charla fue
interrumpida cuando tocaron el timbre, Rick fue a abrir y segundos después regreso
con Kevin detrás de él.
-Estaré arriba, señorita- dijo el rubio. Gracioso, al menos tenía a un
rubio cerca de mí. –Gracias por el desayuno.-
-Un placer, Rick- le sonreí. Kevin veía atento nuestra interacción.
Cuando Rick se fue él se sentó frente a mí.
-No sabía que se te daba la cocina.-
-Ni yo hasta que no tuve de otra que hacerlo.-
-¿Qué tal tu noche?- Preguntó.

-Más o menos. Gracias, ¿qué tal tú?-


-Estuvo bien- sonrió.
-¿Por qué mierda estás tan tranquilo?-
-Porque no tengo de otra y ponerme en contra de mis padres sólo
hará que gaste energía que necesito para convencerte de que no estoy en contra
tuya.-
-Es mucho para digerir, no esperes que lo acepte sin más en un dos
por tres.-
-Te entiendo, sólo quiero que sepas que no soy el malo.-
-Bien- hice un intento de sonrisa.
-¿Te parece salir hoy a cenar a algún lugar?-
-¿Tengo opción?-
-No mucha pero quise ser amable al preguntarte- sonreímos.
-¿A las siete?-
-Me parece muy bien- no recordaba a Kevin así. –Creen que es
bueno que nos mostremos en lugares muy públicos. Así que lleva ropa cómoda y tu
mejor sonrisa.-
-Pides mucho.-
-No mucho- recordó algo -tendremos a los choferes a disposición y
por lo que entendí iremos a nuestras respectivas empresas de vez en cuando.
Juntos.-
-Qué bueno que mis papás te estén usando de mensajero porque
ya hubiera matado a cualquiera de los dos- rió.
-Esa es mi señal para irme- se puso de pie y caminó a la puerta. -
Recuerda, no soy el enemigo.-
-Ya lo veremos, Youngblood.-
-Te veo a las siete- apenas salió de la casa tenía a Rick conmigo
una vez más.
-¿Tu novio?-
-El que mis padres eligieron para mí- suspiré –mi novia está en
México.-
-¿Tus padres saben de eso?- Negué.
-Papá se enteró cuando fue a visitarme, mamá no tiene ni la más
mínima idea.-
-¿Cómo lo tomó tu papá?-
-Bien pero no lo suficiente para evitar esto- Rick se veía pensativo.
–Hoy saldré a cenar con Kevin a las siete.-
-¿A dónde?-
-No me dijo.-
-Estaré detrás de ustedes.-
-Gracias.-
-Es mi trabajo, Lara.-
-No, tu trabajo es protegerme no ser parte de un drama de amor
adolescente- sonrió.
-También fui adolescente, sé que es estar enamorado pero sobre
todo sé de la impotencia que se siente al presenciar una injusticia. Y lo que tu novia
pasó no debería pasarle a nadie. Soy papá y mataría si alguien le hiciera eso a mi
hijo. Haré todo lo posible, Lara.-
Rick era ahora mi mejor amigo y mi único aliado, la única persona
en la que podía confiar. Seguía cada una de sus órdenes sin rechistar. Era mi sombra
y conforme encontraba pistas en el diario de Ana se lo decía. Él se mantenía
hermético en cuanto al tema pero era muy comprensivo cuando mis noches se
llenaban de lágrimas y de tristeza. Sin ser parte de su trabajo se quedaba conmigo
hasta que me dormía. Hablaba muy poco, se limitaba a decirme que el sol siempre
vuelve a salir después de las noches más oscuras.
Kevin se estaba portando muy pero muy bien, entendía que esto
era muy difícil para mí y se aseguraba de decirme cada uno de sus movimientos.
Hasta ahora no había más que abrazos, besos en la mejilla, sonrisas, él tomándome
la mano o haciendo cariños pero nada de besos apasionados. No sé cómo voy a
responder a eso si llega a pasar. Estoy evitándolo tanto como puedo.

He regresado a la mayoría de mis actividades; incluso me he puesto a estudiar antes


de entrar a clases. No quiero sufrir otra vez, ni tener tareas extras. Regresé al voli y
eso hizo que mi humor mejorara considerablemente. La coach de inmediato me hizo
sentir como en casa; ella era la única que sabía porque me había ido y cuando me vi
me recibió con tanto amor que casi me pongo a llorar.
Estaba en buena forma, me ayudó que estuve constantemente
haciendo ejercicio pero lo que no ayudaba eran las pocas horas de sueño. Rick tenía
razón, me sentía débil, con muy poca energía. La coach de inmediato me ordenó
tomar vitaminas y si no dormía al menos cinco horas antes de llegar a la cancha que
mejor no fuera. Se alegraba de verme pero no me expondría.
Cada vez estaba más y más en el foco público; fotos mías y de
Kevin rondaban las redes sociales y alguna que otra revista de chismes. Sabían de la
importancia de nuestra relación y de la influencia de esto en los negocios de nuestros
padres. Muchos hablaban de mí, de como parecía que alguien me hubiera cambiado
por completo y cuando me preguntaban sobre eso moría de ganas de hablarles de
Ana y de lo que hizo y sigue haciendo por mí. Aunque no ha hablado conmigo desde
que regresé. Todo lo que sé de ella ha sido a través de Norma.
Me encontraba en un estúpido centro comercial con las estúpidas
que decían ser mis amigas. Hoy hacía ya un mes aquí y seguía sintiéndome extraña.
Rick me veía de reojo y reía porque sabía muy bien de mi entusiasmo por esto que
estaba pasando. Las últimas veces que salimos él me ayudó a zafarme pero después
de rechazarlas tres veces creo que una cuarta se vería muy mal. No tuve de otra más
que venir y hacer como si me importara que su cabello, sus uñas o su estúpido
maquillaje no se veían tan perfectos como querían.
-¿Lara?- Regresé de mi trance cuando Regina pasó una mano frente
a mi cara. -¿Qué te pasa?, ¿vienes drogada?-
-No, es sólo que... pensaba.-
-No me digas que estás enamorada y no te lo puedes quitar de la
cabeza.-
-Sí, estoy enamorada y no puedo pensar en alguien más- que no
sea Ana.
-Lara, con esa enorme cantidad de dinero que tiene yo también
estaría enamorada de él- dijo Regina. –Aunque mi primo era buen partido también.-
-No quiero a nadie relacionado contigo- creo que lo dije demasiado
seria porque todas me quedaron viendo. Comencé a reír y para mi fortuna ellas
también lo hicieron. –Lo siento pero tu primo no tenía mucha... magnitud- de nuevo
las risas.
-Nos hacías mucha falta, Lara- dijo Simone, la perra de las
porristas, bueno, una de ellas.
-También las extrañé, chicas- sonreí. Giré a donde Rick y lo vi
tapándose la boca conteniendo la risa.
-Sarah se veía como un cerdo en su uniforme, alguien necesita
ponerla a dieta- dijo Simone.
-No todos tienen la tendencia a vomitar después de cada comida-
agregué y Regina comenzó a reír.
-Deberíamos ponerle laxantes a su comida o algo. No podemos
tener a un cerdo en el equipo.- Hablaba como si tener diez gramos de más fuera un
pecado. –Quizá tú puedas ocupar su lugar, Lara.-
-Tengo demasiadas neuronas para ser porrista, lo siento- las chicas
comenzaron a reír a excepción de Simone, claro. Está por demás decir que la pelirroja
no está entre mis favoritas.
Todo iba relativamente bien, estar con ellas era como estar de
alguna forma con Olivia. Sólo salían idioteces de su boca y parecía que no tenían fin.
Criticaban absolutamente todo lo que se movía. Nadie, literalmente nadie llenaba sus
estándares, todos tenían un defecto y eso los hacía indignos de ellas. ¿Qué diría mi
rubia si estuviera aquí? Estoy segura que ya las hubiera hecho meditar sus palabras.

Sin querer, sonreí. Mi Ana. Sólo la persona en la que tanto confía ella sabe cuánta
falta me hace. Todas estas horribles noches sin ella le he dado las buenas noches y
he besado su foto. Imagino su brillante sonrisa a mi lado, cierro los ojos y muchas
veces puedo sentir su olor o puedo escuchar su voz y no, no es locura, es amor. Un
amor que nos une a pesar de la distancia y de las situaciones. No puedo dejar que la
esperanza muera; es una prueba, sé que sí. Es ella. Tiene que ser ella.
Rick se acercó a mí y amablemente me recordó que hoy debía ir a
la empresa. Las oficinas estaban en el centro de la ciudad y estábamos un poco
retrasados. Kevin nos encontraría ahí así que sería mejor comenzar nuestro camino.
Agradecí a Dios cuando mi jornada con ellas terminó.
-No sé por qué debo seguir pretendiendo que me agradan-
pregunté cuando íbamos en camino a la oficina.
-Porque se supone que todo regreso a la normalidad.-
-Incluso antes de irme no las soportaba- Rick rió.
-Puedes practicar tu paciencia y son un lindo reflejo de lo que no
quieres ser.-
-Para practicar mi paciencia primero necesitaría tenerla y en cuanto
a lo segundo tienes un punto. Te doy eso.-
-Vaya, primera vez que me das la razón en algo.-
-No te acostumbres- sonrió por el retrovisor.
-Fue buena movida eso de mandar a Eddy con tu mamá para
recabar información.-
-Me subestiman, soy más que una chica rica que era un imán de
problemas.-
-Lo eres, Lara; supe que no debía subestimarte desde la primera
vez que te vi. Hice bien.-
Como siempre puntual, Kevin nos esperaba a las afueras de la
oficina. Apenas vi mi auto llegar se acercó para abrirme la puerta y deslumbrarme
con una enorme sonrisa. En este tiempo aprendía a leer sus movimientos para poder
predecir ciertas cosas. En cuanto bajé me acerqué y dejé un beso en su mejilla, él
correspondió con un abrazo que duró más de lo que hubiera deseado. Y mi sorpresa
fue cuando se soltó del abrazo y dejó un beso en la comisura de mis labios.
-Te ves muy bonita, como todos los días- le dediqué una mirada de
pocos amigos.
-Gracias, Kev, tú te ves muy tú- él sonrió y yo intenté no matarlo.
-Es lo mejor que me han dicho- tomó mi mano y me guió a la
entrada.
No teníamos ni dos segundos adentro cuando reconocí una silueta,
me solté de Kevin y corrí hacia el hombre que al escuchar los agitados pasos se
volteó justo a tiempo para darme un gran abrazo.
-Mi Lara- me dio una vuelta en el aire. –La última vez no pesabas
tanto.-
-¿Por qué no sabía que venías?-
-Era una sorpresa- me dejó de nuevo en el piso –aunque sé que no
te gustan.-
-¿Cómo has estado?-
-Muy bien aunque un poco decepcionado porque me enteré que no
te estuviste portando muy bien- sentí que las mejillas me ardían.
-No había quien me controlara.-
-Pero ya estoy aquí y eso no pasará de nuevo- lo volví a abrazar.
-Me alegra tanto verte, Hank, ¿qué tal Alemania?-
-Llena de cerveza como siempre- tomó mis mejillas –unos años y te
conviertes en toda una señorita.-
-Te extrañé mucho.-
Hank era el encargado de la publicidad del hotel, el hombre es un
completo genio. Cuando se fue lo hizo porque su madre estuvo muy delicada de salud
y ya estando allá decidió hacerse cargo del negocio de su familia por un tiempo. Al
igual que Alberto era de los socios de papá que me consentían y cuidaban de mí como
si fuera su propia hija. A él lo veía más porque la cuestión de publicidad se veía
directamente con la bruja y yo siempre estaba con ella. Recuerdo haber llorado un día
entero al saber que se iba y no había sabido nada de él hasta ahora.

-También yo, unartig, pero ahora tu padre nos espera en la sala de reuniones.- Me
abrazó y me guió hasta el elevador, fue cuando recordé que Kevin venía conmigo.
Con una sonrisa saludó al hombre alto y nos acompañó en el viaje que se llenó de
preguntas entre nosotros para ponernos al día.
Poco a poco me reencontraba con gente que valía la pena. Quién
sabe, quizá él pueda ayudarme en cuanto a mi situación con Ana. Siempre ha sido
muy amable, de mente abierta y sobre todo tolerante, digo, soportó a la bruja por
mucho tiempo. Eso le da puntos extras. Y era gente que impediría que hiciera una
locura como abofetear a mi padre y mandar todo a la mierda.
Lo de Kevin y yo aquí era publicidad pura; era como proyectarnos a
futuro como los dueños y amos de las empresas de nuestros padres. La gente del
medio amaba esto, chica problemática y chico popular o viceversa. Esto de los
contrastes vende y mucho. Pero puedo apostar que si hablara de que hice el amor
con la hija del pastor a unos metros de una iglesia vendería aún más y atraería más
gente que con este noviazgo ficticio.
La junta comenzó en cuanto papá y la bruja aparecieron; mi
contacto con ellos había sido prácticamente nulo desde que llegué. Acertaron al hacer
de Kevin su mensajero, ambas partes nos evitábamos terribles dolores de cabeza.
Mamá simplemente me vio de reojo como asegurándose de que estuviera usando la
ropa adecuada. El vestido había estado por mucho tiempo en mi clóset y por fin
encontró el día para salir. No por ella sino porque el clima lo ameritaba.
Ya estaba harta de estar ahí; daban un balance de todo lo que
habían hecho este primer semestre del año y no podría importarme menos pero,
como ya era la heredera tenía que estar ahí, cuidando de mi patrimonio. Hank me
veía y sonreía antes de regresar la vista a papá, la bruja veía a Hank y luego a papá,
Kevin a momentos se quedaba embobado viendo a mi lugar y luego estaba Rick que,
apenas visible, cumplía con su trabajo.
Comenzaba a tener una extraña sensación en cuanto a Kevin, sí era
muy amable pero a veces sentía que se pasaba de amable. Los abrazos, como el de
hace un rato, duraban más de lo necesario. Las sonrisas eran demasiadas al igual que
los roces y los besos en la mejilla. Es parte de pero es mucho. Y cada vez me sostiene
es inevitable pensar en Ana y es lo que hace esto un poco más llevadero.
No aguanté más y salí de ahí excusándome con ir al tocador un
momento. Como en estas últimas semanas apenas me movía ya tenía a Rick a mi
lado. Con una sonrisa y sin decir nada me escoltó hasta que me detuve en los baños.
-¿Todo bien?- Negué.
-Ya no soportaba más escucharlos hablar de números y de las
presentaciones públicas que debemos hacer. Es una mierda- Rick llevó su mano a su
bolsillo trasero y sacó mi viejo teléfono. Me lo pasó y al ver el número de inmediato
una sonrisa se instaló en mi rostro. –¿Todo bien? Apenas hablamos hace unos días- la
línea se quedó muda un rato. -¿Norma?-
-La- mi corazón se alteró, sentí como las piernas se me aguaron. La
voz con la que he soñado los últimos días. La voz que escuchó incluso en la lucidez
del día. Me recliné sobre la pared para no caer.
-Anita- mi voz se quebró. No había sabido nada de ella en este
tiempo más que por Norma. Se había negado a hablarme. Rick me tomó del brazo y
me metió al baño. Se aseguró de que no hubiera nadie y volvió a salir. No
hablábamos sólo nos escuchábamos respirar; buscaba tragar el nudo en la garganta
para poder hablar con ella.
-¿Cómo estás?- Su voz se escuchaba tan quebrada como la mía.
-Extrañándote como loca cada día de mi vida- suspiré –¿cómo estás
tú?-
-Las cosas podrían ir mejor- de nuevo el silencio.
-¿Por qué no has querido hablar conmigo?-

-Porque no puedo, La, porque es lo mejor.-


-La última vez que me dijiste eso querías terminar nuestra
relación.-
-¿Lo has besado?-
-No- dije de inmediato. –Lo he evitado tanto como puedo- de nuevo
silencio. –Te amo.-
-También te amo, La- no soportó más y se soltó a llorar; no podía
hacer nada más que mantenerme en la línea. Las lágrimas comenzaron a escurrir por
mi rostro mientras escuchaba como lloraba incesantemente. –No puedo, no puedo
más.-
-Es temporal, cariño...-
-Creí que lo peor de mi vida serían las pesadillas... Olivia consiguió
una foto tuya y de él. Te ves tan feliz...-
-No, pretendo verme feliz pero soy miserable.-
-Es guapo.-
-No tanto como tú.-
-¿Es lindo contigo?-
-Me agrada, pero mi corazón es tuyo. Te lo dije antes de irme y te
lo reafirmo ahora, tienes todo de mí. Haz conmigo lo que quieras.-
-Ven a mí- de nuevo el nudo en la garganta.
-Si fuera por mí sabes que estaría ahí contigo, Anita. No deseo
nada más en esta vida que tenerte a mi lado.-
-¿Y si me olvidas?-
-Eso es imposible, eres el amor de mi vida, ¿cómo olvidas al amor
de tu vida?-
-Me haces tanta falta, La- susurró –no puedo acostumbrarme a
estar sin ti.-
-No te acostumbres porque no será por mucho. Conocí a alguien
que puede ayudarme, le he hablado mucho de ti y cree que tu paciencia debería ser
venerada- rió. –Dice que espera conocerte.-
-Si es amigo tuyo quiero conocerlo.-
-Es mi único amigo- sonreí. -¿Con quién fuiste al pueblo?-
-Con Ingrid pero no quiere hablar contigo, sigue triste. Con decirte
que ni ha molestado a Olivia o a Ángel.-
-Extraño a esa loca pero no tanto como te extraño a ti.- Tomé aire
–no creas en lo que dice Olivia, ni caigas en sus provocaciones. Querrá lastimarte con
cualquier cosa.-
-Al principio me defendí pero cuando llevó la foto me quebré.
Aunque creo que lo hizo por lo que le dije- sonreí.
-¿Y qué le dijiste?-
-Me decía que te habías ido porque no era lo suficientemente buena
para ti y que no eras feliz conmigo. Le dije que te veías muy triste las muchas veces
que me hiciste el amor- me eché a reír. La sonora carcajada debió escucharse en la
sala de reuniones y también mi rubia reía. –Me hartó y pensé, "¿qué diría mi chica en
estas situaciones?" Y bueno, eso salió- estaba acostumbrada a su inocencia al decir
este tipo de cosas.
-Estoy tan orgullosa de ti, cariño.-
-Ayer fue un mal día- comenzó –fue entonces que decidí que debía
escucharte, aunque sea un rato. Hay días en que mi fe no es suficiente, La y eso me
hace sentir mal.-
-Sólo eres una chica, se te olvida eso... se nos olvida eso.
Queremos poner el mundo sobre nuestros hombros pero apenas estamos
comenzando a vivir. Lo único que debería hacerte sentir mal es no ser tú; tener que
pretender. Justo como me pasa a mí. Me avergüenzo de lo que estoy haciendo.-
-Te están obligando.-
-No estoy poniendo mucha resistencia.-
-No hay más opción. Sé que no eres una persona mal intencionada
o interesada. Eres el alma más bonita y noble que he conocido.-
-Necesitaba escuchar eso, Anita- cerré los ojos y reclina mi frente
en la pared. –No imaginas cuanto te amo y te extraño.-
-¿Sigo siendo yo?- Preguntó con voz temblorosa.
-Claro, tonta. Hoy, mañana y la eternidad. Sólo tú, Anita.-
-Perdón por no llamarte antes.-
-Pero lo hiciste, es lo que importa. Hazlo más seguido, por favor,
quiero saber de ti, quiero escucharte.-
-Lo haré- estaba por agregar algo cuando Rick irrumpió.
-Tengo que irme, cariño, la bruja está cerca y no quiero levantar
sospechas. Espero escuchar tu linda voz pronto.-
-Lo harás- juro que podía ver su sonrisa. –Te amo, ángel.-
-La amo, majestad- Rick dibujó una ligera sonrisa. –Hablamos
pronto, ¿sí?-
-Sí- sonreí –te amo.-
-Lo sé. También yo te amo. Hasta pronto, cariño.-
-Adiós, amor- sonreí como tonta una vez más y terminé la llamada.
Le pasé el teléfono a Rick justo a tiempo antes de que mi madre entrara.
-¿Qué haces aquí?- Se dirigió a Rick.
-Revisando que nadie más estuviera en el baño, señora.-
-Vete- el hombre asintió y salió de ahí. -¿Qué haces?-
-Estaba por hacer pipí, ¿qué haces tú?-
-No estoy para tus idioteces, Lara, sabes que debes estar ahí.-
-Sí, lo sé pero sucede que no quiero estar ahí. Nadie muere porque
tome un pequeño descanso después de escucharlos hablar puras idioteces.-
-Esas idioteces son las que te mantendrán con la vida que llevas
ahora.-
-Noticia de último momento, odio la vida que estoy llevando. Si por
mí fuera estaría allá donde me fueron a dejar, sin dinero, sin tener que pretender que
me agradan todos y los más importante, sin ser su conejillo de indias.-
-No sabes lo que dices.-
-Quizá no, quizá sí- mis ojos llenos de chispas nunca dejaron los de
ella. –Se me fueron las ganas de ir al baño. Con permiso- sólo se hizo a un lado y salí
marchando del lugar. Pido a Dios cada día más fuerzas para no ahorcarla.
Rick me esperaba a unos pasos de la puerta del baño; como solía
hacerlo veían constantemente a todos lados. Después de mi confesión acerca de lo
que pasó con Ana en ningún momento me ha quitado la vista de encima. Una vez me
dio a entender que tiene fuertes sospechas de que la persona que hizo eso sigue aquí,
muy cerca de nosotros.
Me guió de nuevo a la sala de juntas. Kevin me sonrió ampliamente
y yo hice lo mismo pero por la emoción de haber hablado con Ana una vez más.
Aunque la llamada me alegró también me dejó con la incertidumbre del estado de
Ana, sigue desconfiando y en parte es entendible. La distancia, el no vernos, el no
hablar tanto como quisiéramos hace que las cosas cambien, para bien o para mal.
Pero eso no cambia el hecho de quiera regresar a ella; es lo único en lo que pienso.

Gracias a Dios la junta terminó, Kevin era el que hacía la parte


diplomática y hablaba con Hank y papá. Mientras yo esperaba en la puerta desde un
ángulo que me permitía ver a las personas que salían del elevador. No sé qué mierda
esperaba ver pero constantemente veía a la gente de ahí. Bromeaba con Rick acerca
de llevarlo al spa junto con las bratz, como él las había bautizado. El hombre declino
la invitación al decirme que no es fan de tener rodajas de pepino en la cara.
Reíamos alegremente cuando algo llamó poderosamente mi
atención. Dejé de reír inmediatamente, Rick hizo lo mismo y se volteó a donde mi
foco de atención estaba. Saliendo del elevador, un hombre, no muy alto, blanco, que
ya había visto en algún momento de mi vida pero era uno más hasta ahora. Intenté
caminar pero Rick me jaló bruscamente del brazo impidiendo que caminara más.
-¿Qué pasó?- Preguntó con voz ronca.
-Mira que trae puesto- en ese momento el hombre giró y pude ver
perfectamente su corbata azul con anclas rojas y blancas distribuida en patrones.
–Hijo de perra- el hombre que he estado buscando.

A/N Hola, queridos :) Aquí con un nuevo capítulo para ustedes.


Gracias enormes por los votos y por las lecturas que tiene la
historia; me cuesta creerlo. Nunca podré agradecerles lo suficiente por esto.
He estado lidiando con mucho estrés y ansiedad, derivado de
muchas situaciones personales y por eso casi no he respondido mensajes, ni
comentarios. Casi no abro la app porque comienzo a sentirme presionada para
escribir. Y eso no tiene nada que ver con ustedes sino con mi misma situación. Dentro
de todo no he perdido las ganas de escribir, ni la inspiración pero los tiempos se han
visto considerablemente reducidos porque ahora sí estoy durmiendo xD Así que
paciencia, por favor. El que escriban "actualiza" no hace que las cosas vayan más
rápido (comprobado por las mamás de los doctores)
Como siempre, pasen por elcirculcolibri para muchas historias y
mucho contenido muy bueno. El equipo está preparando muchas sorpresas así que
stay tune ;)
Follow me on twitter @Alexita_May para muchas cosas wuuuu xD
No me queda más que desearles un buen inicio de semana y de
mes. Que todo fluya a su favor. Toda la buena vibra para ustedes, hermosas
criaturas.
Saludos desde mi congelado rincón con olor a café y galletas de
coco :3
Ale :)
Capítulo 35

-Lo voy a matar- Rick rápidamente me jaló del brazo evitando que
siguiera avanzando. Poco me importó, me jalé de su agarré y caminé con paso rápido
a donde el hombre estaba.
-No- dijo serio.
-Cállate- intenté zafarme pero esta vez me tomó fuertemente de
ambos brazos.
-Te he dicho que no.-
-Si no me estás dejando ir es porque lo vas a ir a matar tú- volteé a
verlo totalmente enojada.
-No podemos ser impulsivos, puede ser una simple coincidencia-
negué.
-Tú no crees eso.-
-¿Crees que pueda ser el único con una corbata así aquí?- Me veía
serio –contesta- guardé silencio. –Dijiste que acatarías mis reglas. Este es un muy
buen momento para obedecer.-
-No me quedaré de brazos cruzados.-
-Si es él y sospecha que estamos siguiendo su pista puede
desaparecer y será peor. Lo haremos a mí manera, ¿entendido?- No respondí -
¿entendido?- Preguntó de nuevo un poco más enérgico.
-Está bien- dije entre dientes.
-Y no seas condescendiente, Lara, es de vital importancia que esto
se haga con suma delicadeza.-
-Está bien, está bien- vi como el hombre desapareció al doblar por
el pasillo ignorando lo que pasaba a metros de él.
-¿Qué pasa?- Escuché la voz de mi padre detrás de mí.
-Nada. Rick, ¿me acompañas a mi auto?-
-Claro, señorita. Permiso, señor Orozco- ambos comenzamos a
caminar.
-Lara- volteé -¿podemos hablar?-
-No hablo con extraños; eso me lo enseñó mi papá- no esperé
respuesta e hice mi camino a los elevadores.
-Está sufriendo, ¿sabes?- El rubio se hizo escuchar en cuanto
estuvimos solos en el elevador.
-Yo me la estoy pasando de maravilla-
-No lo justifico pero...-
-No lo hagas. No me des motivos para odiarte, Rick. La jodió
monumentalmente y para su desgracia lo hizo en el momento en que por fin le di un
poco de dirección a mi vida. Si lo hubiese hecho hace meses, lo hubiera aceptado sin
rechistar. Hasta lo hubiera tomado como un tipo de broma pero esto y con ella allá
simplemente no me hace su fan.-
-No hay coincidencias, Lara, quizá regresarte para atrapar a ese
hijo de puta.-
-No así- negó.
-¿De qué otra forma? Si de por sí es difícil controlarte con ella aquí
sería una locura. Ella es debilidad para ti y en un tema tan delicado sería una
desventaja. Eres pieza clave de esto, Lara porque casi nadie sabe que te fuiste con
Cardozo.-
-No soy buena fingiendo- sonrió.
-Lo has hecho bien todo este tiempo.-
-Quiero golpearte- rió.
-Sabes que no lo digo con la intención de herirte.-
-Lo hago por ella, porque entre menos problemas tenga más
probabilidades de regresar a sus brazos.-
-¿Tanto te gusta?-
-Tanto la amo. No me importaría dejar todo atrás si al final me
quedo con ella. No tienes idea de lo maravillosa que es.-
-Si te cautivó debe ser muy especial- me sonrió con ternura.
-Lo es.-
-¿No deberías esperar a tu novio?-

-Sólo iré a recepción, no tengo ganas de lidiar con mi padre.-


-No lo evitaras por siempre.-
-Lo sé, sólo no quiero esto ahora. Menos después de haber hablado
con ella.-
-Entendible.-
El tiempo que Kevin tardó en bajar lo pasamos contando chistes y
hablando de banalidades; sé que era su forma de distraerme porque lo veía
analizando a cada persona que entraba al edificio. Como tomando notas mentales de
cada uno de ellos. Algo me dice que puedo confiar en él y lo hago. Confío en que me
ayudará a darle un cierre al capítulo de Ana y el hijo de perra que abusó de ella.
Ambos volteamos al escuchar el murmullo detrás nuestro, mi novio
y mi padre hablaban animadamente. Cuando pasaron por donde está la chica de
recepción, Kevin tomó una rosa de las muchas que había en el florero y con una
radiante sonrisa me la entregó al llegar a mí.
-Esto es por verte muy bonita hoy- me sentía desconcertada pero la
atención que recibía de todos ahí hizo que sonriera.
-Gracias, Kev, es muy lindo de tu parte.-
-Sólo quiero verte sonreír- dejó un pequeño beso en mi mejilla y se
reunió nuevamente con papá para seguir caminando a la salida. Quedé viendo la rosa
en mi mano por unos segundos antes de voltear a ver a Rick.
-Esto no está bien- susurré.
-¿Por qué?-
-Porque me quiere y yo no lo quiero a él.-
-Pero eso no lo puede saber nadie así que sonríe como si ella te la
hubiera dado y ve a buscarlo- suspiré. Tenía razón pero eso no significaba que no me
preocupara el hecho de que Kevin se está involucrando de más. Llegué a donde
estaban ellos, esperé a que papá se distrajera para tomar el brazo de Kevin.
-Hola- dijo alegremente al verme.
-Hola- le sonreí –gracias por la rosa.-
-No tienes que agradecer- acarició mi mejilla.
-¡Qué lindos se ven!- La voz de mi madre se hizo escuchar. Rodé
los ojos –esto es lo que queremos para ambas empresas, unión. Que la familia sea la
base de todo.-
-No mam...-
-Sí, es lo que queremos- Kevin interrumpió mis pensamientos, los
cuales últimamente se verbalizaban sin quererlo. -¿Nos vamos? Tienes práctica hoy-
asentí. –Minerva, la veo después.-
-Oh, pero por supuesto, Kevin. Te esperamos en la cena de hoy en
nuestra casa.-
-Lara ya me había dicho, claro que nos veremos ahí- se dieron un
abrazo. Yo los esperaba a una distancia considerable. -¿Lista?- Preguntó cuando llegó
de nuevo a mí.
-Eso creo- me guió gentilmente al auto donde Rick nos abrió la
puerta. Antes de entrar su teléfono sonó; leyó algo en la pantalla y su cara cambió
levemente.
-Tengo que hacer algo, paso por ti a tu apartamento, ¿te parece?-
Asentí levemente; se acercó a mí, tomó mi mano y la besó. –Te veo más tarde-
sonrió y cerró la puerta cuando lo hizo solté el aire que contenía.
-O finge muy bien o el idiota se está enamorando.-
-No quiero ser la persona que te diga que es lo segundo- la voz de
Rick retumbó en el auto.
-Lo acabas de hacer- eché la cabeza para atrás y cerré los ojos -
¡mierda!-
Apenas llegué a casa cambié mi ropa y corrí a mi entrenamiento.
Ahora que dormía un poco más y que la coach me veía con más color decidió
incluirme nuevamente. A la mayoría de chicas ya las conocía pero había una buena
parte que no pero mis últimas apariciones en las revistas hacían que me conocieran.
Mi mente estuvo en blanco por un par de horas el problema fue cuando terminó el
entrenamiento.

El resto del día fue infernal, no podía dejar de pensar en el hombre de la corbata, en
Kevin, en las palabras de mi madre diciendo que querían vender el concepto de
familia y de unión. Tenía sentido que nos quisieran juntar. Al menos descubrí que el
problema en sí no fue la familia de Kevin sino mi papá, sus bajas ganancias y el
dinero que desaparecía. Se juntaron y el contrato favorece a los Youngblood; claro,
también a mi familia pero ellos ganan más. Papá tomó medidas desesperadas y me
llevó entre las patas a mí.
Decidí que no quería nada de esa mierda así que tomé el diario de
mi rubia. Hasta ahora lo que he leído ha hecho que el corazón se rompa cada vez
más. El dolor, la soledad y la tristeza de Ana son cosas que no podré entender porque
no he pasado algo así. La forma en cómo se veía a sí misma hace que se me revuelva
el estómago. La forma en cómo habla de él, el cómo lo describe hace que quiero
matarlo de la forma más lenta y dolorosa que existe. No habla más que de la corbata,
el lunar, el olor fuerte a colonia y sus manos blancas. Creo que mucha de la
información vital ha sido bloqueada por su cerebro para evitar revivir el dolor. Llegué
a la entrada del día que llegué al pueblo.
Marzo 5,
Hoy me levanté más temprano de lo normal y para mi enorme
sorpresa no tuve pesadillas. Dormí seis horas ininterrumpidas. Me levanté a rezar
para dar gracias a Dios por este milagro. Quizá las cosas comiencen a cambiar.
Quería escribir antes de desayunar; este es un acontecimiento digno de ser
recordado. Puede ser el día que lo cambie todo.
Creo que es la primera vez que escribo dos veces en un día pero es
NECESARIO; primero las pesadillas que no aparecieron pero lo que sí apareció fue un
ángel mal hablado. No creo haber visto a chica más hermosa que ella. Es alta, muy
alta, fácil me lleva una cabeza. Tiene un precioso cabello negro y unos vibrantes ojos.
No distinguí su color porque los tenía casi cerrados tratando de protegerse del sol. Le
pregunté a papá quién era y dijo que era hija de un viejo amigo suyo; creo que ya me
había contado de ella pero nunca creí que fuera tan hermosa.
Sé que no tengo ni la más mínima oportunidad, ella es perfecta y
yo... yo estoy construida de miedo y dolor. Si alguien se llegara a fijar en mí me
gustaría que fuera ella; la observé por varios minutos y se mueve con mucha fineza y
con una enorme seguridad, como si supiera que el mundo está a sus pies. ¿Quién no
estaría a sus pies? Yo lo haría pero esto es la vida real y sólo un milagro haría que
ella me viera entre las sombras.
Después de mucho tiempo por fin me armé de valor para hablar
con ella y cuando me acerqué la escuché maldiciendo; en cuestión de segundos decidí
que sería mejor alejarme de ella y busqué mi versión más molesta para alejarla de
mí. Funcionó. Cuando me alejé de ella tenía el ceño fruncido y podía apostar que
estaba molesta. Es lo mejor. Le evito las penas de una vida como la mía y yo dejó de
hacer cuentos en mi mente. Ella no se fijaría en alguien como yo.
-Que equivocada estabas, rubia- giré a mi buró donde tenía mi foto
con ella. –El mejor cuento del mundo, cariño, ese es el que estamos escribiendo-
continúe con la siguiente página.
Marzo 6,
Se llama Lara, un nombre muy bonito para una chica más que
bonita. No he podido dejar de pensar en ella; su rostro apareció mientras rezaba,
luego mientras comía y cuando llegó la hora de dormir inundó mis pensamientos. Su
piel blanca contrasta con el negro de su cabello y quisiera saber de qué color son sus
ojos. Estoy segura que son los más bonitos del mundo.
Pienso en la maravillosa sensación que se sentirá al ser observada
por ella, ¿qué será tener la atención de semejante chica? Me sigo preguntado cómo es
que alguien puede transmitir tanta seguridad. Está tan segura del suelo en el que pisa
y yo cada que intento avanzar me tropiezo. Definitivamente estoy muy lejos de ella.
¿Por qué la mandaste, Dios?, ¿Por qué has puesto un ángel en mi camino? Quizá el
tiempo me dé la respuesta.

Sonreí como tonta al leer la última parte. Muchas veces me hice esa pregunta sólo
que no era a Él directamente; le preguntaba a la vida, al universo, al cielo, a las
estrellas, a todo el porqué de su presencia en mi vida. Era yo la que se sentía indigna
de alguien como ella. Soy un puto desastre y ella me eligió. Ahora comprendo que
nuestras vidas se cruzaron para darle sentido a nuestro concepto de amor. Ella me
está enseñando a amar de un millón de maneras incluso a la distancia. Tomé la foto
una vez más y la llevé a mis labios.
-Amor de mi vida y de las que siguen- me quedé con la foto en el
pecho por algunos segundos antes de que tocaran a la puerta -¿sí?-
-En dos horas viene Kevin, deberías prepararte.-
-Gracias, Rick- sonreí. El hombre se estaba tomando muchas
molestias para conmigo. Era mi guardaespaldas pero también era mi confidente y
hacía funciones que mi padre estaba dejando de hacer. Creo, no, aseguro que eso es
lo que más me hace confiar en él.
Quería llevar jeans sólo para enojar a mi madre pero no tenía ganas
ni para eso. Elegí un vestido color turquesa con un lindo escote en la espalda. Me
gustó mucho desde que lo vi. Unas zapatillas plateadas y accesorios que combinaran.
El clima era bastante agradable así que podía estar destapada por un buen tiempo.
Justo a la hora Kevin llegó por mí. Me fui con él en su auto mientras
Rick nos seguía. Error. Me la pasé escuchándolo decirme cuan hermosa me veía y que
el color me sentaba muy bien. Su personal de seguridad también iba así que no pude
decirle que cerrara su puta boca porque se vería muy mal. Llegamos a mi casa y
casualmente teníamos a algunos fotógrafos esperando por nosotros. Kevin de
inmediato me acercó a él y desplegó sus mejores sonrisas; lo intenté, juro que lo
intenté pero puedo apostar que salgo con cara de estar aguantando un bostezo.
La cena era con motivo de las nuevas alianzas que se estaban
construyendo con otros inversionistas y por el regreso de Hank. Era una persona muy
querida por el personal de la empresa. Estas cenas siempre fueron muy buenas
porque hay música y gran pista de baile. Las esposas se juntan para hablar de
idioteces y los hombres juegan cartas y hablan de negocios. A mí me importaba una
mierda ambos. Kevin tomó mi mano lo que hizo que regresara a la realidad.
-¿Quieres ir afuera?- Asentí. Cuando un mesero pasó con
champagne no dudé en tomar una copa. Voy a necesitar mucha fuerza para salir
airosa esta noche.
Platiqué con el señor Younglblood por varios minutos. El hombre no
es desagradable pero después de saber cómo quedó el trato con papá entendí que a
final de cuentas es un empresario que busca el bienestar de lo suyo,
independientemente de quién o qué se le atraviese en su camino. La señora Y es una
versión menos perra de mi madre pero van por la misma línea. Las copas de alcohol
seguían llegando a mí y yo seguía gustosa tomándolas. Kevin fue por mí y me invitó a
bailar.
-Realmente te ves preciosa, Lara- rodé los ojos.
-Ya no hay nadie a nuestro alrededor, puedes dejar de fingir-
levantó la ceja inquisitivamente.
-¿Quién dice que estoy fingiendo? Te digo lo que veo- negué.
-No deberías.-
-¿Por qué no?-
-Porque no- de reojo vi a mi madre observándonos.
-Si ella está viendo es porque alguien más nos está viendo- dijo.
-Lo sé.-
-Les demos algo de qué hablar y se irán- lentamente se acercó a mí
hasta quedar a centímetros de mi boca. –No lo pienses mucho- dio el paso final y
dejó sus labios sobre los míos. Unos segundos y comenzaba a moverlos, torpemente
correspondí colgándome de su cuello; él se aferró más a mi cintura y nos unió tanto
como fue posible. Esto está terriblemente mal.

-No- susurré rompiendo el beso.


-¿Qué pasa?-
-Tengo a alguien- tratando de disimular me guió de nuevo a mi silla
y se fue a la parte de atrás de la casa. En cuando se perdió de mi vista llamé al
mesero para que me trajera más vino o champagne o lo que tuviera a la mano.
-Ya fue suficiente- escuché la profunda voz de Rick detrás de mí.
-Déjame en paz- me levanté y caminé a la oficina de papá; nunca
cambiaba de lugar sus cosas así que sabía a donde ir por el whiskey. Destapé la
botella y engullí tanto como pude. -¡Agh! Esta mierda es lo que necesito ahora-
caminé a la ventana y vi como el hombre de la corbata hablaba animadamente con
Hank y con el papá de Kevin. Apreté la botella con tanta fuerza que sentía el cristal
atravesando mi mano; de un momento a otro tenía lágrimas en mi rostro. -Tú, hijo
de perra, tú vas a pagar por lo que le hiciste. Te voy a matar- llevé la botella a mis
labios una vez más y bebí. Mi Ana. Cuánta falta me hace; no pido mucho sólo verla
unos minutos, poder tocarla y abrazarla y decirle lo mucho que la amo.
Perdí la noción del tiempo; no sé cuánto tiempo estuve ahí; tiré la
botella lejos de mí cuando acabé con el líquido que contenía. Recuerdo haberme
tambaleado hasta donde estaban las demás bebidas de mi padre. Tomé una botella al
azar, bebí y casi me ahogo al tomar tanta cantidad de tequila. No recordaba a papá
tomando tequila pero bueno, teniendo a alguien como la bruja de esposa yo tendría
tequila en cada puta habitación de mi casa.
Me senté en el piso, seguía llorando, seguía enojada, seguía
restregando mis labios deseando que el beso de Kevin se borrara. No eran los dulces
labios de Ana; no era el amor de mi vida. Todo estaba terriblemente mal. Tomé, tomé
y tomé hasta que caí dormida. A lo lejos recuerdo un olor a colonia inundando mi
nariz y unos brazos fuertes sosteniéndome sin dificultad y cargándome fuera de la
oficina.
Desperté con un punzante dolor de cabeza, el más terrible en
mucho tiempo. La luz que entraba por la ventana me molestaba muchísimo; me paré
a cerrar las persianas pero en el intento perdí el equilibrio y caí. Entonces supe que
estaba en mi habitación en la mansión de mis padres. Me quedé tendida sobre la
alfombra por varios minutos hasta que fui capaz de ponerme de pie y cerrar. Como
pude regresé a mi cama y me eché. Me quedaba nuevamente dormida cuando
escuché que entraban a mi habitación. Moví levemente mi cabeza para ver quién era.
En cuanto la reconocí volví a cerrar los ojos.
-Mi pequeña Lara buscando problemas- sentí su cuerpo sentándose
muy cerca de mí.
-Nana, no estoy para sermones ahorita y, ¿podrías bajar el nivel de
tu voz?- Con mucho amor hizo círculos en mi espalda.
-Te traje jugo y pastillas para aliviar la terrible resaca que debes
traer- me senté y tomé lo que me llevó la dulce mujer. Antes de volverme a acostar
tomó mi cara entre sus manos. -¿Cómo estás?-
-Media borracha, ¿y tú?-
-Feliz de verte de nuevo; no tan feliz con las circunstancias.-
-Lo siento muchísimo, nana.-
-¿Por qué tomabas ayer?-
-¿Tenía ganas?-
-¿Me preguntas o me afirmas?- Me encogí de hombros -¿quién te
apagó, mi niña?-
-¿De qué hablas?-
-No hay chispa en tus ojos.-
-Si tus padres te usaran entenderías, nana.-
-Sé de lo que hicieron tus papás pero hay algo más- sonreí.
-¿Puedes deducir eso de mi mirada o tienes una bola de cristal?-

-Lara, te conozco desde que saliste del vientre de la señora Minerva, sé muy bien qué
clase de persona eres- negué.
-Nadie me conoce.-
-Yo veo más allá de la rebeldía y el mal temperamento. Yo sigo
viendo a la niña que trepaba árboles porque quería volar. Esa es la verdadera Lara.-
-Por eso siempre te he querido más a ti que a ellos- acarició mi
rostro con sus ásperas manos por unos segundos. Las canas ya hacían acto de
presencia en su cabeza; su piel levemente bronceada; alguna que otra arruga
adornando su rostro, especialmente sus ojos. Sus profundos ojos café que muchas
veces me regañaban en silencio y muchas otras veces me hicieron sentir querida.
Amaba a esta mujer.
-¿No es un buen chico?- Preguntó suavemente.
-Me enamoré, nana y no de él- tome aire –me enamoré estando
allá.-
-¿Estando con el señor Cardozo?- asentí.
-Conocí a la mejor persona del mundo- me veía atentamente.
-Oh, mi niña- dijo con cierta simpatía.
-La distancia... no es buena, ¿sabes?-
-¿Lo quieres?-
-Más que a nada en el mundo- sonreí.
-¿Cómo se llama?- Dios, ayúdame, por favor.
-Ana.-
-¿Ana?- Me vio extrañada –es un nombre raro para un chico.-
-Es porque no es un chico. La chica se llama Ana.-
-¿Ana?, ¿Chica?- La mujer me veía sumamente desconcertada.
-Sé que quizá no lo comprendas pero...-
-La hija del señor Cardozo se llama Ana.-
-¿La conoces?- Pregunté incrédula.
-¿Es ella?- Preguntó aún más sorprendida. Asentí.
-Es ella- guardó silencio por varios segundos.
-¿Cómo es posible? La niña no podía ni verme a los ojos cuando la
conocí. Prácticamente se escondía en la espalda de su padre.-
-Pasó por dificultades antes de que Alberto... el señor Cardozo la
encontrara. La conociste cuando aún se adaptaba a su nueva vida.-
-Entonces tú te enamoraste de ella- asentí -¿por qué?- Suspiré.
-Porque es el alma más pura y buena que jamás he conocido. Hay
tanto amor y tanta fe dentro de ella que es imposible no amarla- sentí un horrible
nudo en la garganta. –Pero ahora yo estoy aquí mientras mi corazón y ella están
allá.-
-Lo siento mucho, mi niña.-
-No quiero vivir aquí, nana. Odio mi vida aquí, odio lo que me
obligan a hacer, odio tener que abrazar a otra persona que no sea ella... me odio a mí
por no poder hacer nada- tomó mi mano y la acarició con las suyas.
-Tomar no hará que dejes de sentir eso.-
-Lo sé.-
-No vuelvas a hacerlo, por favor- pidió.
-Te lo prometo- le sonreí –entonces, ¿qué piensas sobre mi relación
con ella?-
-Lara, cuando te conocí supe que debía prepararme para los días
más soleados como para los días de tormenta. Dios sabe cuánto te quiero y sabe que
no hay nada que puedas hacer que me decepcione- sin pensarlo mucho me eché a
sus brazos. –Con cuidado, una vieja como yo no puede soportar mucho peso- me
solté y llené su cara de besos.

-Gracias, nana- vi mi teléfono en el buró, lo tomé y busqué la foto con Ana. –Mira- se
la mostré. Graciosamente se hizo para atrás para poder distinguir mejor.
-Es una preciosura- dijo genuinamente.
-Lo es- sonreí –muero de ganas porque la conozcas y veas de lo
que te hablo- nuevamente acarició mi rostro.
-También quisiera conocerla- no hay manera en la cual pueda
describir la calidez de esta mujer. -Me duele ver tus preciosos ojos sin luz, Lara- una
mueca de tristeza apareció en su rostro. –No te metas en problemas, por favor-
apreté más su mano contra mí.
-No lo haré- lentamente se soltó y sin decir nada más salió de mi
habitación.
Ahora entendía lo que me decía Alberto de estar alerta a todo a mi
alrededor; había tanta gente buena a mi lado y siempre me enfoqué a lo negativo; a
lo que me molestaba y buscaba formas de lastimar para no sentirme herida. Ella es
un claro ejemplo de que hay personas maravillosas conmigo. Mi teléfono sonó y al ver
el nombre de Regina rodé los ojos.
-¿Qué puedo hacer por ti, Regina?-
-Para empezar decirme dónde compraste el vestido turquesa que
tenías ayer.-
-En... ¿qué?, ¿Cómo mierda sabes que llevaba un vestido
turquesa?-
-Tus fotos besándote con Kevin son furor en las redes. No sé quién
esté a cargo de la imagen en tu familia pero lo quiero.- Tenía que recordarme que me
besé con ese idiota.
-Te paso después el número.-
-Tienes voz adormitada, ¿noche intensa?-
-Súper intensa, ahora vete a la mierda- apagué el teléfono. -¡Ah!-
Exclamé sobre la almohada. -¿Ya dije que odio esto?- Como por arte de magia la
puerta se abrió nuevamente dejando ver la perfecta silueta de mi madre.
-Al menos ya estás despierta- chilló.
-Habla más despacio, por favor- tapé mis oídos con una almohada.
-La de ayer no puede volver a suceder, Lara, bajo ninguna
circunstancia.-
-¿Qué cosa?-
-¡¿Qué cosa?!- Gritó haciendo que mi cabeza retumbara –primero el
alejar a tu novio justo después de que te besara. Agradece que ya nadie tomaba fotos
de eso. Y segundo, al menos tuviste la decencia de encerrarte a tomar en la oficina de
tu padre. Creí que habías dicho que cero escándalos- me veía con su típico aire
altanero.
-Con Kevin estamos bien sólo fue un pequeño momento que
tuvimos.-
-Eso fue lo que me dijo. Espero realmente que las cosas estén bien
entre ustedes.-
-Lo están- nos veíamos fijo ahora.
-Agradece que ningún medio te vio tomando o...-
-O hubieran escuchado por qué lloraba y hubiera sido peor que sólo
el estar ebria. Cierra la puerta cuando salgas- me metí de nuevo entre mis cobijas y
le di la espalda. Dios me dé el hígado necesario para soportar a mi madre.
Una agónica semana pasó; semana en la cual retomé el vicio de
fumar. Cada vez dormía menos y cuando lo hacía el hombre de la empresa aparecía.
Rick había estado muy hermético con el tema pero se veía cada vez más atento a mi
alrededor. La angustia y la desesperación me estaban carcomiendo muy lentamente.
No iba a aguantar mucho así.
Para mi buena o mala fortuna Kevin estaba en un torneo regional y
él siendo la estrella era la cara de la escuela. Así que generalmente se iba antes y
regresaba después. Más ahora con esta cuestión de nuestra relación las cosas eran
más intensas para él en las entrevistas. Gracias a Dios yo no tenía que hacer porque
era un desmadre; quizá a media entrevista pediría ayuda para que me saquen de
este infierno en el que estoy viviendo.

Ayer fui un día particularmente malo, la coach sintió que hedía a cigarro y me corrió
del entrenamiento. Es más me dio de regalo una semana para medio purificar mis
pulmones antes de regresar a la cancha. Ahora lo entendía, lo hace por mi bien pero
no estoy para estas cosas ahora. Regresando a casa quebré la puerta principal
cuando mi llave quedó atorada. La patada que propiné tensó a Rick quien
simplemente me mandó a mi habitación. Tenía apenas unos cuantos minutos ahí
cuando mi teléfono clandestino sonó. Era Norma, preguntándome acerca de mi día y
tratando de mantener fuerte la conexión entre nosotras. Mi día se fue por completo a
la mierda cuando me dijo que las pesadillas de Ana eran cada vez peor. La semana
había sido extenuante para todos, incluso para Ingrid quién tomó también parte en
los roles de cuidar a mi rubia por las noches.
Estoy comenzando a llegar al punto entre la desesperación y la
locura. Me quedo sin fuerzas, sin ganas. No sé qué mierda estoy haciendo con mi
vida. Es como si fuera una máquina programada a hacer las mismas cosas todos los
putos días. Tengo unas cuantas horas de descanso y regreso a la monotonía de esto
que llamo vida. No sé por qué hago lo que hago a momentos pierdo el enfoque,
pierdo la fe, pierdo mi energía.
-¿Quién soy?-
-Una chica que quiere morir joven si sigue fumando así- me asusté
al escuchar a Rick detrás de mí. –Eres un blanco muy fácil estando aquí- me encogí
de hombros.
-Siempre me gustó la azotea de este edificio. Puedo fumar sin
activar alarmas, puedo pensar y veo una parte de la ciudad.-
-Lara, estoy preocupado.-
-¿El hombre planea escapar?- Pregunté de inmediato.
-No, estoy preocupado por ti. No eres la chica que conocí hace casi
dos meses. Te estás apagando.-
-Tú también con eso- regresé a mi posición original.
-Sabes que no estás bien.-
-¡Claro que no estoy bien! estoy viviendo una puta mentira. Estoy
siendo todo, menos yo. Cada vez me siento más y más frustrada conmigo, con mi
vida, con las cosas que digo. No estoy honrando mi promesa; no le estoy siendo fiel a
ella; ni siquiera me estoy siendo fiel a mí misma- sentí las lágrimas correr por mis
mejillas. –A este punto llegué, a llorar porque estoy atada de manos y es lo único que
puedo hacer.- Rick cautelosamente se acercó a mí.
-Lara, aléjate de la orilla-cuando volteé estaba parada a unos
centímetros del borde del edificio. Giré totalmente mi cuerpo para estar de frente al
vacío.
-La libertad, el libre albedrío, todo eso que nos venden, al final es
mentira. Siempre, siempre estamos a expensas de alguien más, llámese padres,
amigos, esposo, pareja, incluso Dios mismo.-
-Lara, estás hablando por lo que estás viviendo. Eso no es una
verdad absoluta.-
-¡Mírame!, ¡Mira mi miserable vida, Rick!-
-Tu vida no es miserable, te sientes así porque estás lejos de una
persona que amas; una chica que nadie, absolutamente nadie te obligo a amar. Esa
fue decisión tuya, así como es tu decisión honrar su amor y esperar por ella. Estás a
expensas de tu propia frustración, Lara- tomó mi mano. –Lara, voy a atrapar a ese
mal nacido y te ayudaré a regresar. Lo prometo- viré y me abracé fuerte a él antes de
echarme a llorar.
Soy víctima de mis propias emociones, de mi frustración, de mi
dolor al tener a Ana lejos. Me mata la incertidumbre de no saber cuándo la voy a ver
de nuevo. Me mata saber que Kevin está siendo un buen chico pero no hay manera
de que yo le corresponda porque mi corazón entero es de ella. Creí que al regresar la
relación con mis papás sería mejor pero he estado más distanciada de ellos que
nunca. Nada está saliendo como yo quiero pero, ¿quién tiene la fortuna de hacer todo
lo que quiere y le salga bien? Quizá deba trabajar más y verdaderamente honrar mi
amor hacia Ana dando un poco de amor. Y debo comenzar con mis padres.

-Llévame a la mansión, por favor- Rick se separó de mí y dejó un beso en mi frente.


Era la primera vez que era afectivo conmigo.
-No estás sola, mientras yo viva no vas a estar sola- lo abracé
nuevamente. –Bien, Lara, vamos a lo que sea que estés planeando.-
El camino fue en silencio, muy inusual en nosotros pero estaba tan
sumida en mis pensamientos que no sabía si en algún momento me habló y lo ignoré.
Mi corazón latía a mil por hora, estaba muy nerviosa y a la vez ansiosa. Este era algo
que tengo que hacer para mí; no puedo vivir cargando tantos sentimientos negativos.
Al sentir que nos acercábamos sentía la adrenalina correr por todo mi cuerpo. Puedo
hacerlo, son mis papás; he conocido las buenas versiones de ambos, puedo y quiero
quedarme con eso.
-Aquí vamos- susurré.
-Lo que sea que estés pensando hacer sé que saldrá bien. Tú estás
en control de lo que tú digas, lo que ellos piensen o sienten acerca de eso no te
compete.-
-Gracias, Rick, de verdad gracias.-
-Un placer, Lara- bajé del auto. Creo que nana me vio llegar por el
largo jardín. Cuando llegué a la puerta ya me esperaba.
-¿Está papá?-
-No, mi niña pero la señora Minerva está en el estudio- exhalé
audiblemente.
-Voy a necesitar todas tus bendiciones, nana.-
-No harás ninguna locura, ¿cierto?- La abracé.
-No, nana, sólo quiero hablar con mi mamá- me sonrió y con su
pulgar dibujó una cruz en mi frente.
-Como dije, siempre estaré orgullosa de ti- me separé de ella, le
sonreí y con paso firme caminé al estudio.
-Puedo hacerlo, estoy en control- me repetía mientras caminaba al
lugar. Cuando estuve frente a la gran puerta de madera me recompuse antes de
tocar.
-Adelante- pasé. Cuando estuve adentro cerré bien la puerta lo que
hizo que mi madre girara su silla. –Lara- quedó viendo mi semblante por varios
segundos -¿qué pasa?-
-¿Podemos hablar?- Dejó los papeles sobre la mesa y se quitó las
gafas.
-¿Qué puedo hacer por ti?-
-Sólo quiero que me escuches y no interrumpas, por favor- su
rostro se mostraba confundido.
-Bien.-
-Sé que estoy lejos de ser la mejor hija del mundo, sé que lo he
arruinado más veces de las que puedo contar, los he decepcionado, me he
decepcionado a mí misma. Sólo quiero pedirte perdón por las cosas que te he hecho
pasar. No busco que cancelen sus planes; tienen razón, debo hacer algo por mi
familia y si ustedes creen que esta es mi forma de poder ayudarlos, lo haré.-
-¿Por qué me dices esto?-
-Porque tengo la necesidad de hacerlo, mamá- sus facciones se
fueron suavizando lentamente. –De nuevo, no espero nada con esto sólo quiero que
sepas que me arrepiento de todo lo que hice mal antes. Espero que puedas
perdonarme.-
-Yo también fui joven y... no hay necesidad de que te disculpes.-
-Sólo quiero tener mi corazón en paz contigo. A final de cuentas
eres mi madre. Yo sé que dice que madre es la que cría, la que se lo gana y esa
mierda pero el vínculo de sangre y los momentos que pasamos juntas cuando estuve
en tu pancita nos unen para siempre. Lamento haberte dicho eso estando allá quería
herirte pero no lo dije en serio. Valoro los buenos momentos que hemos tenido y los
extraño- mamá soltó una audible exhalación. Sostenía su bello rostro con una mano
mientras me veía fijamente.

-Puedes tener tu corazón en paz, Lara, no hay resentimientos de mí hacia ti- asentí
con una sonrisa.
-Gracias.-
-No son necesarias- caminé de regreso a la puerta -¿Lara?-
-¿Sí?-
-Gracias por venir- hizo un intento de sonrisa.
-No son necesarias- le sonreí de nuevo y salí de ahí. Rick me
esperaba en la sala, platicaba alegremente con mi nana. Ambos guardaron silencio en
cuanto me vieron.
-¿Todo bien?- Preguntó el rubio.
-Eso espero.-
Me despedí de mi nana y caminamos en silencio hacia el auto; no
sé si era yo o Rick se veía cada vez más estresado. Veía atentamente a todos lados, a
donde íbamos, incluso en la escuela. No se ha despegado mucho de mí y eso me
aterra. Quizá ya tiene información de alguien y teme por mí. Lo que sea más que
nunca debo ser obediente. Una vez en el auto, me vio por el retrovisor y sonrió.
-Tu semblante cambió.-
-Le pedí disculpas por lo que les he hecho pasar.-
-Admiro tu valentía, Lara- sonreímos.
De regreso a mi apartamento me puse ropa más cómoda, tomé el
diario de mi novia y subí de nuevo a la parte más alta del edificio. Leía las entradas
de cuando me conoció, mis favoritas; me llenaba de ternura leer la forma en la cual
se refería a mí. Dejaba salir el humo por mi nariz cuando apareció una canción que
hacía mucho no escuchaba.
I'm lying on the moon
My dear, I'll be there soon
It's a quiet and starry place
Time's we're swallowed up
In space we're here a million miles away
There's things I wish I knew
There's no thing I'd keep from you
It's a dark and shiny place
But with you my dear
I'm safe and we're a million miles away
We're lying on the moon
It's a perfect afternoon
Your shadow follows me all day
Making sure that I'm
Okay and we're a million miles away
-Si estuvieras aquí de seguro ya me habrías dado la regañada de mi
vida por estar fumando tanto.-
-Y tendría razón para hacerlo- de nuevo brinqué al escuchar una
voz detrás de mí. -¿Puedo acompañarte?-
-Claro- le sonreí y se acercó más a mí. -¿Qué tal el torneo?-
-Muy bueno, me fue mejor de lo que creí.-
-Siempre te va mejor de lo que crees. Tienes millones de
universidades tras de ti con una beca deportiva.-
-Pero eso no me interesa ahora, ¿cómo estás?- Me encogí de
hombros.
-Supongo que bien.-
-¿Supones?-
-Siempre hay cosas o situaciones que te hacen tambalear, ¿no
crees?-
-Especialmente personas que te hacen tambalear- me veía
intensamente. -¿Puedo preguntarte algo?-
-Seguro.-
-Pero tienes que contestarme con la verdad- fruncí el ceño.
-No soy virgen- sonrió.
-No hagas eso. Siempre dices alguna tontera para despistar a las
personas- cada vez afirmaba más y más que Kevin estaba sintiendo cosas por mí.
Estoy segura que me ve de la misma forma en la que yo veo a Ana.
-¿Siempre?-
-He aprendido a leerte en este tiempo, Lara- me sonrió.
-Puede que sí.-
-Entonces, ¿lo prometes?-
-Está bien.-
-¿Quién es Ana?-
A/N Feliz día del amor y la amistad, queridos :)
Espero estén disfrutando el día en el trabajo, en casita, en la
escuela, o donde quiera que estén. Aquí mi regalo para ustedes con todo mi corazón.
Gracias por sus mensajitos preguntándome por mi condición,
afortunadamente me siento mejor, un poco más tranquila pero no bajo la guardia. De
verdad, si sienten ansiedad, o insomnio o sienten que las cosas no están bien pidan
ayuda. El mundo no acaba por pedir ayuda o busquen con quien hablar. Yo que soy
una persona que habla mucho (cuando estoy en confianza) me busqué esto por
embotellar lo que sentía. Por eso estoy muy en contra del "no te enojes" o "no hagas
corajes" a mi muy particular punto de vista es mejor dejar salir la frustración del
momento que guardarlo y ser una olla de presión que cuando estalla es mucho peor.
Gracias por sus votos, comentarios, mensajes y todo lo demás. Lo
aprecio enormemente. Gracias por ser un motor para seguir escribiendo.
Me disculpo por dejar a medias "Twin Flame" pero de verdad que
intento escribir y sólo vienen a mi mente Ana y Lara, así que cuando pueda me
enfocaré a esa novela y tendrán capítulos nuevos. Por fin terminé "Mi Profe de Piano"
y quedé muy contenta con esa saga. Para más cosas vayan a elcirculocolibri y
deleitense con las cosas que escriben mis talentosos compañeros. Y si se quieren
deleitan con pendejadas pasen a @Alexita_May en twitter xD
Tengan un maravilloso día, si nadie les dio nada vayan a un espejo
y vean el regalo más bonito, su vida. Nos leemos muy pero muy pronto :)
Saludos desde mi rincón con olor a rosas y café,
Ale :)
Capítulo 36

Ok, esperaba muchas cosas menos que me preguntara por la rubia.


¿Qué debía decirle? No he decidido si confío o no en él. No me agrada el hecho de que
se esté apegando a mí y el que sepa de Ana puede ir de dos maneras: que sienta
simpatía por mí y de alguna manera ayude o que se ponga como loco y le diga a mi
madre sobre ella. La primera opción parece utópica y la segunda hace que sienta un
nudo en el estómago.
-¿Qué Ana?-
-La chica a la que llamabas mientras dormías- fruncí el ceño.
-¿Cuándo me viste dormir?-
-Cuando te llevé a tu habitación mientras estabas totalmente
ebria.-
-¿Fuiste tú?- Asintió.
-Tenía miedo de que algo te pasará; te vi entrar a la oficina pero
nunca te vi salir por eso me atreví a entrar. No parabas de llamarla- agaché la
cabeza.
-No puedo decirte.-
-No confías en mí, ¿cierto?-
-Lo siento, Kevin.-
-Lara, odio la forma en la cual nos juntaron y no lo digo por ti; una
parte de mí se alegra por esto. Me gustas, Lara, siempre me sentí atraído a ti. Tienes
algo que te hace diferente a las chicas huecas que tienes de amigas.-
-No son mis amigas- rió.
-¿De lo que te dije sólo respondes a que ellas no son tus amigas?-
-También odio esto.-
-De nuevo, no es por ti pero no es esta la forma en la cual quería
conquistarte. Dame una oportunidad, por favor.-
-No puedo.-
-¿Por qué?-
-No puedo, Kevin, no puedo decirte más...-
-¿Es ella?, ¿La chica a la que llamabas?-
-Deja esto de lado, por favor.-
-Haré lo que quieras, Lara, quiero estar contigo- buen momento
para declararse.
-Estoy con alguien.-
-Alguien que no está aquí; sólo te pido una oportunidad. Déjame
demostrarte que puedo hacer bien las cosas. La distancia cambia las cosas, Lara, aquí
puedo darte lo que tú quieras.-
-No puedo romper su corazón- susurré.
-¿Por qué?-
-Porque yo vivo ahí- me puse de pie –y sí, es Ana. Estoy
completamente enamorada de ella. Puede que tengas razón con lo de la distancia
pero sigo sintiendo las mariposas cuando pienso en ella- se mantenía callado
viéndome atentamente. –Eres un buen tipo pero no para mí.-
-Voy a luchar, Lara- negué.
-Si quieres decirle a mi madre puedes hacerlo pero no cambiaré de
opinión.-
-¿Crees que haría algo tan bajo como eso? Te lo dije antes y te lo
digo ahora, estoy de tu lado y quiero que tú estés del mío.-
-Lo siento, Kevin- no esperé más de él e hice mi camino a la
puerta. Bajé las escaleras tan rápido como pude y corrí a mi apartamento. Cerré la
puerta tras de mí y me deslicé sobre ésta hasta llegar al suelo.
-¿Qué pasa?- Preguntó Rick mientras bajaba de las escaleras.
-Kevin, eso es lo que pasa.-
-¿Qué hizo?-
-Me dejó claro que le gusto y que va a luchar por mí. Le dije de
Ana.-
-Mal hecho- negué –no confío en él.-

-Lo siento pero no sabía cómo quitármelo de encima. Aparte me escuchó llamándola
cuando estaba inconsciente.-
-Veré qué hace con esa información y podré corroborar si realmente
es de fiar.-
-¿Has encontrado algo?- Negó.
-No tiene el perfil, Lara, algo está mal.-
-O quiere dar señales confusas.-
-Pero eso no te compete a ti, ya tienes suficientes problemas. Yo
me ocupo.-
-¿Qué hago con Kevin?-
-Soportarlo- dijo serio–o sucumbir.-
-Jamás.-
-Ya veremos.-
-¿Quieres decirme algo?-
-No, sólo amplío tu panorama.-
-No necesito que amplíen mi maldito panorama, Rick. Si tú también
eres de los que creen que es una fase o una mierda así puedes ir despidiéndote de tu
trabajo porque no te quiero conmigo.-
-Los adolescentes suelen aferrarse a caprichos- me puse de pie y lo
alcancé.
-Me da mucha pena que no hayas sentido algo tan grande como lo
que siento por ella. Si dices que me conoces sabrías muy bien que no me aferro a
nada ni a nadie.-
-Muchas veces no se dan cuenta de esto hasta que ya es muy tarde
y están aferrados a alguien que no los quiere o que los hace infeliz.-
-No proyectes tu puta vida amorosa conmigo- estaba muy molesta
con sus estúpidos comentarios.
-Sólo digo lo que he visto durante tantos años.-
-Esto que tenemos nosotras se ha visto muy pocas veces. No sabes
de lo que hablas.-
-Eres muy joven, Lara, demasiado joven y todavía te estás
descubriendo.-
-Te creí diferente- espeté con cierta triste –otro adulto
decepcionándome, debería acostumbrarme a esta mierda.-
-Estoy de tu lado.-
-Pareciera que no- nunca dejamos de vernos –le diré a papá que
me asigne a alguien más. Gracias por todo- no dijo nada, ni yo esperé que dijera
más. Caminé con paso firme a mi habitación. Tomé mi teléfono y marqué a mi padre.
-¿Todo bien, hija?-
-No, quiero que Rick se vaya. No confío en él.-
-¿Hizo algo mal?-
-No. Simplemente ya no confío en él; espero me entiendas.-
-Por supuesto. Mañana tendrás su remplazo.-
-Gracias- colgué de inmediato. No quería que su record se
manchará sólo quería quitármelo de encima.
Al bajar a cenar sólo vi la luz de su habitación encendida, no tenía
muchas ganas de hablar con él. Me dolía, tanto el alejarme de él, ya estoy
acostumbrada a su compañía pero no puedo más y sí, lo que dijo me dolió porque
confiaba en él. Todavía repasaba nuestra charla y me sorprendía que tuviera esa
percepción de mí. Una muy equivocada percepción.
Casi no dormí, no podía porque una parte de mí se sentía mal por lo
que le hice a Rick pero es un mal necesario tanto para él como para mí. No puedo
andar con él ahora que sé su pensar acerca de lo mío con Ana, ¿cómo podría confiarle
que atrape a ese hombre?, ¿y si no lo ha investigado y sólo me hizo creer que sí? El
diario de mi novia fue mi compañía durante la densa noche que tuve. Y las entradas
que leí no fue necesariamente agradable, todo lo contrario.

Marzo 8
El contacto con alguien es simplemente insoportable para mí. No
puedo. El corazón comienza a brincar como si fuera a salirse de mi pecho; comienzo a
sudar y mi cuerpo se paraliza por completo. No es algo que pueda controlar. Papá,
Ofelia y la profe Norma son los únicos que me han tocado y hasta eso se limitan
mucho, saben que no es bueno para mí.
Me hubiera gustado sentir su piel, me habría hecho muy feliz pero
mi mecanismo de defensa me traicionó. Sentí que el aire me faltaba, a pesar de las
enormes ganas que tenía de tocarla. Corrí tan lejos como pude a mi lugar, detrás del
domo. Me senté en el pasto y yo lloré por ser incapaz de controlar mis miedos, por no
ser normal... y luego ella llegó. Se sentó tranquilamente frente a mí y me dijo que
dejara salir lo que sentía. Por primera vez me sentí segura en mucho tiempo y me
dejé llevar. Lloré por todo lo que estaba pasando, ella no dijo nada pero me
sorprendió cuando se quitó la sudadera y me la dio para que me limpiara la cara.
Nadie nunca había sido amable conmigo.
Puede que Dios la haya enviado para hacerme sentir menos sola.
Las lágrimas invadían mi rostro cuando terminé de leer la entrada.
Mi pequeña. Ahora me siento tan mal conmigo por haber pensado mal de ella por
evitar que la tocara cuando no tenía ni la menor idea de lo que ella había pasado. Me
sentía culpable por no haberme dado cuenta antes y no haber ayudado antes.
Marzo 11
Amo ir al bosque, es el único lugar donde me siento libre y es el
único lugar donde siento que puedo conectarme completamente con Él. Suena tonto e
irresponsable pero prefiero ir de noche. Los extraños no entrar porque se pierden
fácilmente y la gente de aquí no es muy dada a ir; sólo los jóvenes que buscan
divertirse un rato. Desearía no haber ido hoy.
Escuché la algarabía a lo lejos, algo me decía que debía alejarme
pero hice lo contrario y caminé hasta que pude escuchar claramente a las personas
que estaban ahí. Reconocí la voz de Ángel y la de Liz, hablan de ponerse retos, de
cerveza y de tener relaciones con maestros. Para mi sorpresa también escuché a
Lara, quien reía de las cosas que decían los chicos que la acompañaban.
Reí cuando Lara se burló de Olivia por haber besado a otra chica
pero mi corazón se estrujó cuando propusieron que Lara me besara. La forma en la
cual desechó la idea rompió el poco de corazón que tengo. Sonaba casi con asco,
como si fuera un castigo besarme. Puede que lo sea. Entonces entendí que el gesto
de darme su sudadera para que me limpiara no era más que lástima por una niña que
no deja de llorar.
Ella no es para mí.
Solté un sollozo; nunca antes había sentido tanta repulsión por mí
como ahora mismo. Odio el hecho de haberla hecho sentirse así. Odio que ella se
sintiera tan mal por lo que dije. Eso no era asco o repulsión, era confusión. No podía
controlar mis emociones y no sabía cómo sentirme respecto a Ana así que me puse a
la defensiva. Error. Terrible error.
-Lo siento tanto, cariño- entre sollozos y dolor de cabeza me quedé
profundamente dormida. Cuando desperté todavía no había luz de sol. Escuché que
cerraban la puerta principal de mi apartamento. Salí de mi habitación para
encontrarme con la puerta de la habitación de Rick abierta. Al entrar estaba vacía.
–Algún te encontraré y te pediré perdón por esto pero ahora no puedo tenerte cerca.-
Esperé a que la luz del sol hiciera acto de presencia para salir a
correr. Tomé un pequeño desayuno, tomé mi teléfono, mis audífonos y salí. Espero
que Ana ya haya ido a la casa y haya encontrado el iPod en mi cama. Espero que lo
esté utilizando y nos mantengamos unidas al menos por ese medio.
Era sábado, quizá debería ir a la empresa y vigilar más de cerca a
ese hombre. Lo vi ahí dos veces en fin de semana así que tengo altas probabilidades.
También creo que es el momento de hacer las paces con papá. Después de hablar con
mamá he recibido algunos textos invitándome a comer a la mansión o simplemente
para preguntar por mi día. No es algo que no haya hecho antes pero siento que es
levemente diferente.

Cuando regresé a casa encontré a un chico alto en la puerta de mi apartamento.


Tenía todo el look de los hombres de negro. Estos no son nada discretos. No tenía esa
aura que tenía Rick. Ojalá no sea tan listo como él porque no me lo podré quitar de
encima. Me acerqué a él con una sonrisa que correspondió a medias.
-Señorita Orozco, gusto en conocerla. Soy el agente Curtis, estaré a
cargo de su seguridad.-
-Un gusto, agente.-
-Seré su sombra y ni sentirá que estoy con usted- rodé los ojos,
otra vez con esos formalismos.
-Gracias- asentí, saqué mis llaves y entré a mi apartamento.
Caminé al refrigerador busqué algo de tomar y regresé a la sala; estando ahí escuché
mi teléfono clandestino sonar. Corrí tan rápido como pude. Prácticamente me lancé
sobre la cama para tomar la llamada. –Hola-
-La- cerré los ojos.
-Cariño...- no me dejó continuar.
-Lo besaste- no me reprochaba pero se escuchaba levemente
decepcionada.
-No tenía mucha opción.-
-Me ha rondado eso en la cabeza todos estos días. Olivia se ha
encargado de que todo el mundo sepa de ti pero lo hace más para fastidiarme pero
me aferro a lo que me has dicho y mostrado tantas veces.-
-Estúpida, Olivia. De verdad que lo siento muchísimo, mi amor y
créeme que me vi casi obligada... no le correspondí. Lo siento.-
-No, yo lo siento, no es así como debería comenzar una
conversación con mi novia- sonreí. –Buenos días, La, ¿cómo estás?-
-Buenos días, preciosa. Estoy bien- suspiré -¿y tú?-
-Altos y bajos pero estoy sobreviviendo.-
-Extrañaba tu voz.-
-Te extraño a ti- hubo un momento de silencio.
-¿Cómo vas con Omara?-
-Creo que hay avances... hay días buenos como cuando estabas
aquí.-
-Estoy buscando la manera, Anita, lo juro.-
-Yo también- suspiró –te amo, amor.-
-También te amo, tonta- me recosté propiamente.
-Ingrid ya no trabaja en la escuela- dijo después de unos segundos.
-¿Por qué?-
-Alcanzó su límite cuando Olivia me mostró la foto donde... ya
sabes. Así que Olivia esperó a que estuviera sola para decírmelo pero no contó con
que Ingrid estuviera conmigo. Esperó a que terminara de decir sus cosas antes de
aparecer y decirle que si se volvía a acercar a mí la arrastraría por todo el pueblo.-
-¿Por eso salió?-
-No- rió – renunció después de llenar la mochila de Olivia de popo
de vaca- me eché a reír –y de poner una rata muerta en su casillero.-
-Amo a esa mujer- dije todavía riendo.
-Te extraña.-
-Y yo a ella.-
-Me ha cuidado muy bien.-
-Le pedí que cuidara de mi persona favorita- casi podía ver sus
lindos hoyuelos. –Le pedí perdón a mamá.-
-¿En serio?-
-Sí. Estaba muy sorprendida, creo que tan sorprendida como yo
cuando tomé la decisión de hacerlo- tomé aire –pero me sentí muy bien. Sentía que
el puto corazón se me saldría del pecho.-

-Lenguaje- sonreí.
-Me debes un beso.-
-Los que quieras.-
-¿Estás coqueteando conmigo?-
-¿Quién no lo haría? Eres tentación- me sorprendí.
-¿Ana?- Se echó a reír.
-No puedes culparme por caer ante tus encantos.-
-Oh, preciosa, puedo decir exactamente lo mismo de ti.-
-Anhelo sentir tus manos sobre mí- mi cuerpo reaccionó
inmediatamente ante su petición. –Es tan extraña esta sensación porque muchas
veces pienso en la textura de tus manos y lo que provocan en mi piel.-
-También quiero tocarte, cariño y que tú me toques.-
-Extraño ese enorme trasero tuyo- reí.
-Sabía que dirías eso, pervertida- ella reía también.
-¿Qué extrañas de mí?- Escuché un extraño ruido al otro lado del
teléfono.
-Todo.-
-Ya te dije que no me va la papaya- mi alegría se multiplicó.
-Amargada- la sonrisa no me cabía en el rostro.
-Mocosa, ¿cómo te va sin mí?-
-De las mil maravillas.-
-Eres una mierda mintiendo- necesitaba esto –eres miserable sin
mí.-
-Lo soy, mi vida no es la misma.-
-Tampoco la mía- respondió honestamente –espero que estés
luchando y que estés siendo un dolor de culo para esos hijos de puta que te llevaron.-
-Lo estoy haciendo, Ingrid. Gracias por cuidar de ella.-
-Sabes muy bien que no tienes que agradecer, quiero hacerlo.-
-Aún así, gracias.-
-No hay de qué. Cuídate, mocosa y prepárate para vernos pronto.-
-¿Es una amenaza?-
-No, es un mensaje para la bruja- sonreí.
-Se lo haré saber- de nuevo el sonido y unos segundos después
volví a escuchar la voz de mi chica.
-Cuídate, La, por favor.-
-También tú, cariño. Te extraño muchísimo.-
-Y yo a ti. Te amo- sonreí.
-No me quedaré a escuchar esta mierda- ambas reímos.
-¿Ya se fue?-
-Ya y yo debería hacer lo mismo. Es temporal, ángel.-
-Lo sé, Anita, lo sé. Dale un abrazo a Norma de mi parte, por favor
y también a tu papá.-
-Lo haré. Hablamos pronto.-
-Te amo.-
-Te amo más- sonreí.
-Si tú lo dices.-
-Te lo puedo firmar en un papel, si gustas.-
-Es una de mis metas en la vida, cariño.-
-Ten un buen día.-
-Créeme que ya es mejor. Te amo.-
-Y yo a ti, La- segundos después colgó el teléfono. Le agradecía
porque yo me hubiera quedado escuchando su respiración unas horas más.

Mi humor cambió enormemente después de la llamada. Tomé una ducha e incluso


canté mientras lo hacía. Definitivamente Ana era una fuerza muy positiva en mi vida
y hacía que viera las cosas de manera muy distinta. Claro, fue un plus escuchar a
Ingrid; me llenó de ternura el saber que está cuidando a mi Ana. Sé que lo hace
porque la ama pero también sé que lo hace porque sabe qué significa ella para mí y
no tendré vida suficiente para agradecerle eso. El es temporal de mi novia me rondó
por la cabeza todo el tiempo. Si quiero que sea temporal debo trabajar sobre ello.
Me puse ropa un poco elegante porque iría a supervisar mis
dominios. No sabía ni mierda pero al menos podía ir a hacerme la interesada
preguntando por la cuestión de marketing y lo de la imagen. Necesito encontrar a ese
hombre, verlo más de cerca, escuchar su voz, saber más de él, estudiarlo y atacar
cuando sea el momento adecuado. Le avisé a Curtis que iría a la empresa y le pedí de
favor que esperara por mí en recepción o afuera porque no quiero que mis próximos
trabajadores crean que me protejo de ellos. Aceptó gustoso. Bueno, puede que gane
algo con este chico aquí, libertad. La cual voy a necesitar abundantemente.
Cuando llegué, el guardia abrió la puerta con una enorme sonrisa
que correspondí. En recepción también me encontré con lo mismo; aparentemente ya
no tengo el aire altanero y ególatra que me caracterizaba o es lo que dicen las
revistas. Mientras subía el elevador vi al hombre llegando a la oficina. Justo detrás de
mí. Lamenté no haber esperado más así hubiéramos platicado un poco estando en el
elevador. Cuando llegué al piso donde fue la sala de reuniones me quedé entre las
sombras esperando al hombre.
-¿Todo bien, señorita?- Pegué un brinco al escuchar una voz detrás
de mí.
-Sí- vi su identificación –Lilian, todo bien- escuché el timbre que
anunciaba la llegada del elevador. El hombre salió de ahí. Agradecí por los dos
elevadores, lo que hizo que esperara menos. –En realidad, puedes hacer algo por mí.-
-Claro, señorita.-
-¿Quién es él?-
-Es el señor Ray, trabaja muy pegado con el sector de finanzas y de
marketing. Tiene toda la confianza de su padre.-
-¿En serio?-
-Así es.-
-Gracias, Lilian, aprecio tu ayuda.-
-Para servirle, señorita Orozco- la mujer desapareció así como
llegó.
-Bien, amigo Ray, tenemos que conocernos- antes de ir a él pasé a
refrescarme al baño y a tratar de controlarme. Debo estar tranquila y serena para
poder obtener información o lo voy a arruinar. Respiré profundo un par de veces y
salí de ahí a buscarlo.
Era como adentrarse a una cueva sin saber que esperar, sin saber
si vas a salir a la luz del sol nuevamente. Sin provisiones, sin armas, sólo yo y mi
vasta necesidad de venganza y de buscar muy dentro de su mente. Quiero saber por
qué lo hizo y una vez que haya confesado lo haré conocer el infierno mismo. Sacudí
mi cabeza, no puedo dejar que me sobrepase esto, Rick tiene razón, cautela. Cerré
los ojos, respiré tan profundo como pude y toqué la puerta anunciándome antes de
entrar. El hombre encendí su computadora, me vio levemente extrañado.
-Buenos días- dije amablemente. Su oficina olía a coco o algo así.
Era un olor muy peculiar; gracias a Dios no llevaba puesta la corbata o lo hubiera
ahorcado con ella.
-Señorita Lara, buenos días.-
-Lamento presentarme sin avisar.-
-Es, prácticamente, su empresa, puede venir cuando guste.-
-Gracias- me sonrió.
-¿Gusta algo de tomar?-
-Agua, por favor- volteó a su pequeño freezer y casi me desnuco al
tratar de buscar el lunar en la parte de atrás de su oreja. Nada; al menos del lado
derecho. Se dio la vuelta con una leve sonrisa y me dio la botella. Busqué que
nuestras manos chocaran y pude notar que eran algo suaves. Sentí mi mandíbula
tensarse.

-¿Qué puedo hacer por usted?-


-Nada. Simplemente quiero conocer a todo el personal, parece que
pasaré mucho tiempo aquí así que sería bueno saber con quienes voy a trabajar.-
-Entiendo- se sentó frente a mí –me encargo de los números y de
vez en cuando ayudo a Hank y, ahora, también al señor Youngblood con lo de la
publicidad.-
-¿Tienes familia?-
-No, señorita. Me divorcié hace un tiempo.-
-Lo lamento.-
-Yo no, fue lo mejor- le sonreí.
-¿Algún inconveniente con la justicia?- Se tensó.
-Alguna que otra multa de tránsito; el manejar no es mi fuerte,
señorita.-
-Bueno, no te irás al infierno por pasarte el alto o por estacionarte
donde no debes.-
-Creo que no, señorita- el hombre parecía que había salido de un
sauna. Sudaba y mucho.
-¿Se encuentre bien?-
-Lo... lo siento mucho, soy algo penoso.-
-Nada de que avergonzarte, Ray. De verdad lamento aparecerme
de la nada.-
-No se preocupe, señorita, para eso estoy.-
-Te dejo trabajar en paz. Espero volver a platicar contigo pronto.-
-Igualmente. Tenga un buen día- le sonreí y salí de ahí con las
piernas temblando. Manos suaves, corbata, aromatizante fuerte quizá para ocultar su
colonia. Me tomé la cabeza.
-Voy a morir- me recliné sobre la pared.
-¿Lara?- Abrí los ojos al escuchar la voz de Kevin. Genial -¿qué
haces aquí?-
-Vine a buscar a papá.-
-Pudiste decirme y con gusto te hubiera traído.-
-Tengo chofer, gracias.-
-Lara...-
-Lo siento, no es un buen día.-
-¿Qué pasa?-
-Dolor de cabeza pero ya pasará- le sonreí. –Nos vemos pronto-
intenté caminar pero me tomó del brazo.
-Ve a desayunar conmigo- propuso con una radiante sonrisa.
–Aprovechemos que te ves más preciosa de lo normal hoy.-
-Sólo hablo con papá, ¿de acuerdo?- Bien, podía aprovechar su
invitación ya que la plática con el hombre me había dejado con un vacío en el
estómago.
-Perfecto- dijo muy entusiasmado para mi gusto –te busco en un
rato- tomó mi mano y la besó. Esperé a que se diera la vuelta para limpiarme.
-Puedes ser el mejor partido, amigo pero contra Ana no tienes ni
una sola oportunidad.-
Caminé con paso rápido a la oficina de papá; conociéndolo debe
estar aquí desde las seis de la mañana incluso en sábado. Y con la crisis ha estado
más metido que nunca con la empresa. Le indiqué a su secretaria que quería verlo,
amablemente me dejó pasar.
-Lara- se sorprendió -¿qué pasa, hija?-
-Nada. Sólo quiero hablar contigo.-
-Claro- levantó el teléfono y presionó una tecla –no estoy para
nadie.- Colgó y fijó su atención en mí. –Soy todo oídos.-
-Sólo vengo a decirte que lo lamento.-
-No, no lo hagas- se puso de pie –no voy a permitir que te
disculpes por algo que no has provocado.-

-No sólo hablo de eso, pa, hablo de las muchas veces que te hice pasar penas y uno
que otro bochorno. Lamento no ser la hija que tú quieres.-
-Yo me disculpo por no ser el padre que mereces, Lara- se sentó en
el enorme escritorio y agachó la cabeza. –No sé en qué momento accedí a lo que... él
propuso- negó. –No puedes confiar en una persona tan nerviosa y calculadora a la
vez, ¿cierto?-
-No sé de qué demonios hablas, papá- rió. –Lo siento, estoy
dispuesta a ayudar.-
-Tu madre me dijo... estoy muy orgulloso de ti.-
-Gracias.-
-Lara, ¿qué pasó con la hija de Cardozo?-
-Se quedó allá, lejos de esta mierda- volvió a negar.
-Perdóname- soltó un audible suspiro. Levantó la cara y me vio –es
lo que me está matando, Lara. Sé que es muy importante para ti.-
-Y aún así lo hiciste- fue mi turno de negar –espero que encuentres
lo que buscas. Que recuperes tu empresa y tus finanzas porque en cuanto lo hagas yo
renuncio a todo y me largo a buscarla.-
-¿En serio?-
-No hagas como si no lo supieras. Viste lo que ella ha hecho
conmigo- sonreí –ella es lo mejor que me ha pasado, papá y no voy a renunciar a
ella. La amo.-
-Lo sé. No podría esperar menos de mi pequeña, Lara.-
-No te entiendo, papá.-
-Ni yo me entiendo, hija- me puse de pie.
-Ya hice lo que quería hacer, será mejor que me vaya- me puse de
pie y caminé a la puerta.
-Si algún día me perdonas y sólo cuando estés lista, ve a buscar tu
cuento favorito en la biblioteca de la mansión. Te está esperando- su rostro era serio.
Caminé de vuelta a él y le di un abrazo. –Te amo, Lara, sé que no lo estoy
demostrando pero lo hago.-
-También te amo, papá aunque ahora mismo quiera arrancarte la
cabeza- rió. Me tomó del rostro, besó mi frente y quedó contemplándome un rato.
-Gracias a Dios no eres como tu madre o como yo, tu carácter
debió ser forjado por algún dios...- volvió a besarme. –No te alejes de tu gente de
seguridad, mi amor, por favor.-
-No lo haré- lentamente me deshice de su agarre y salí de ahí.
Necesitaba tiempo para descifrar qué mierda quiso decir mi padre con todo eso,
¿estaba obligado? Una muy pequeña parte de mí quiere justificarlo pero otra parte
quiere azotarlo.
Al llegar a recepción Kevin ya me esperaba con una enorme sonrisa
y un enorme ramo de rosas. Sonríe, sonríe, sonríe... mierda, Lara una puta sonrisa no
te va a matar. Mi subconsciente me animaba tanto como podía. Al final de cuentas
pude sonreír e incluso lo abracé fuertemente después de que me dio el ramo. Sin
previo aviso se inclinó y dejó un beso muy cerca de mis labios. Kevin y sus ganas de
morir.
Llegamos a un lujoso restaurant en el centro de la ciudad; la
empresa del señor Y proveía de vinos a este lugar y era una gran ventaja al siempre
tener una mesa reservada para la familia. Íbamos acompañados de un equipo de
seguridad algo grande lo cual me seguía pareciendo una estupidez. Curtis me seguía
de cerca y éste estaba más paranoico que Rick. Sólo le faltó revisar a cada persona
que estaba ahí.
Aparentemente Kevin se adelantó a pedir porque en un santiamén
teníamos todo servido en nuestra mesa. El mozo poco le faltaba para darnos de
comer en la boca. Entiendo que tienen que ser amables pero era demasiado.
-¡Basta!- Dije ya irritada –ambos sabemos usar un tenedor y el
cuchillo- Kevin aguantaba la risa. –Puedes descansar o lo que sea que hagas, estamos
bien.-

-Lamento incomodarla, señorita.-


-No lo haces, sólo queremos privacidad- sonrió.
-Oh, lo entiendo. Estoy para...-
-Servirnos, sí, ya nos dimos cuenta. Gracias- se retiró; por fin
respiré y Kevin se pudo reír plenamente.
-Eres todo un caso, Lara.-
-No necesita hacer cosas de más sólo porque eres tú.-
-Ouch, eso dolió.-
-Sabes a lo que me refiero, no te hagas el ofendido.-
-Quisiera tener un poco más de esa determinación tuya- me veía
muy atento.
-Venga, eres capitán del equipo de softball, convocado a las
nacionales y buscado por millones de universidades, creo que tienes mucha
determinación.-
-Sé mi novia- casi me caigo de la silla –dame una oportunidad. Mi
energía está enfocada a ti por completo, Lara- de su blazer sacó una cajita y me la
entregó. –Aunque me digas que no me haría mucha ilusión que la uses- la abrí y
había una preciosa pulsera de plata con balones de voli alrededor.
-Es preciosa- fui honesta porque era divina.
-No tanto como tú- se puso de pie y se puso de cuclillas cerca de
mí; tomó la pulsera para ponérmela justo encima de la que Ana me había dado. Los
balones y la forma hacían que la que tenía apenas y se viera –se te ve muy bien-
sonrió.
-Gracias, Kev, me gustó mucho.-
-Me alegra que te haya gustado.-
-Kevin, sabes que...-
-No, no sé nada, sólo quiero que recibas el regalo. Como te dije, lo
voy a intentar cada día, Lara y te haré creer en lo que yo siento por ti.-
-Gracias- rió.
-No son necesarias.-
-¿Por qué ella?- Preguntó curioso -¿qué hizo tan bien para
merecerte?-
-Ella es maravillosa, es la persona más increíble que he conocido...
te deja sorprendido en muchos sentidos.-
-¿La quieres?-
-La amo- sonreí a mi plato y luego volteé la vista a él. –No me lo
tomes a mal pero no hay forma en la cual yo elija a alguien más teniéndola a ella.-
-¿Cómo sabes que te va a esperar?-
-Lo sé.-
El resto del desayuno fue bastante tranquilo; evitamos el tema de
Ana y el de nosotros y nos enfocamos a hablar de nuestras respectivas disciplinas.
Kevin me dijo que había escuchado a la coach diciendo que me quería de vuelta en el
equipo y que estaba muy impresionada por mi cambio de actitud. Ojalá sea verdad
porque muero por regresar al equipo y probarme a mí misma que puedo hacerlo y
que puedo hacerlo bien. Sólo tengo que enfocarme.
-¿Quieres postre?-
-¿Me estás albureando?- Se echó a reír y segundos después lo hice
yo.
-No, realmente te preguntaba si quieres algo más. La tarta de limón
es riquísima.-
-Bien, confiaré en ti.-
-Es lo que pido- lo dejé pasar. Llamó al mozo quien en dos
segundos estaba parado junto a nosotros. Los dejé hablar y cerré los ojos un
momento. De pronto escuché una voz que ya me es familiar ahora. Sonreí. Estaba a
punto de pararme a saludarle cuando lo que dijo me dejó helada en mi asiento.
-Tienes un precioso cabello- discretamente me volteé y pude ver
que estaba junto a una rubia.
-No puede ser una coincidencia- dije con el corazón a punto de
salirse de mi pecho. Todo comienza a encajar.

A/N Hola, queridos! Estoy de vuelta con ustedes :)


Ya nos acercamos al final de la historia :'( Las cosas comienzan a
encajar, los ciclos comienzan a cerrarse y ya va siendo hora de cerrar todo. Me llena
de emoción terminarla pero a la vez me da tristeza porque estoy tan acostumbrada a
las chicas y no sé qué será de mí después de ellas (sí sé pero es demasiado para mi
corazón)
Gracias por sus votos, comentarios y mensajes. Aunque no me da
tiempo de contestarles todo los leo y me gusto que tengan sus teorías sobre lo que va
pasar, algunos se acercan otros no y otros son muy certeros pero habrán sorpresas.
Espero en estos días actualizar Twin Flame porque ya me pasé de
ñonga xD y ya comencé a trabajar con mi nuevo proyecto sólo que ese verá la luz
hasta que tenga escrito unos diez capítulos para no tenerlos esperando tanto :)
Gracias a los que han pasado por twitte y me han enviado
imágenes, ediciones y cosas de las chicas; lo aprecio enormemente y les agradezco
que lo hagan. Significa mucho para mí.
Twitter: Alexita_May
Pasen a @elcirculcolibri se viene "Almas Capturadas" ;)
Que tengan un maravilloso fin de semana y las cosas fluyan a su
favor. Nos leemos muy pronto (I hope so) xD
Abrazos de oso desde mi frío rincón con olor a canela,
Ale :)
Capítulo 37

-¡No!- me levanté estrepitosamente de la cama. Mi pecho subía y


bajaba violentamente, cerré los ojos y me volví a acostar. Tomé la playera que me
dio en mi cumpleaños y la llevé a mi pecho para abrazarla. Su olor se ha ido
desvaneciendo así que mi mente ha ayudado un poco a sentirlo como el primer día.
Sólo necesito cerrar los ojos para sentirla a mi lado y sólo necesito abrirlos para
regresar a la realidad en la cual ella no está.
Hoy se cumplen dos meses desde la última vez que le hablé y casi
cinco de que nos separaron. Me duele no hacerlo pero es más difícil para mí. Después
de que cuelgo el teléfono siento que mi corazón se rompe un poco más y ya no
puedo. Ya estoy harta de esa sensación de vacío. Estoy harta de conformarme sólo
con su voz, de no poder tocarla o al menos verla. He estado enojada, he estado
resentida, he llorado tanto por ella, por lo que nos hicieron. Como dice mi ángel, es
una mierda.
Y Olivia no ayuda, trato de ignorarla pero la mujer sabe por dónde
herir y no se cansa de hacerlo. Incluso con las amenazas de Ingrid no ha parado de
hacerlo pero al menos ya no es tan obvia. La profe Norma también ha adoptado un
papel protector conmigo; constantemente me vigila y vigila a Olivia. Aunque ya no
tiene a sus secuaces, eso no la hace menos peligrosa, todo lo contrario. He aprendido
a ver sobre mi hombro en estos meses, a ser más precavida, a ser más consciente de
todo a mi alrededor. Lo que Lara hacía he aprendido a hacerlo por mi cuenta: cuidar
de mí.
Ahora entiendo a mi Lara y el porqué de su necesidad de darle una
lección a Olivia pero ni eso la detuvo. Primero lo que supuestamente pasó con Marcos
y mi relación con Lara no ha ayudado a que sea muy fan mía. El que la escuela o al
menos el equipo de voli esté de mi lado tampoco le cae muy en gracia. La gente ha
estado un poco menos tolerante ante sus abusos y con orgullo puedo decir que en eso
tiene mucho que ver mi novia. Estoy llegando a un punto donde todo me está
rebasando y ya no puedo más. Siento que en cualquier momento voy a explotar y lo
más seguro es que lo haga con Olivia; una parte de mí espera que lo haga con ella.
Vi el reloj en mi buró marcaba pasadas de las seis de la mañana;
fui por algo de café. Me levanté descalza, al llegar a la mesa vi una pequeña nota con
la letra de papá: Voy al otro pueblo. Regreso antes del anochecer. Te amo. Las
salidas al otro pueblo eran cada vez más constantes y él cada vez estaba más
estresado al igual que la profe Norma. Sé que tiene que ver con mi Lara. La única que
ha permanecido como siempre ha sido Ingrid quien se ha convertido en mi sombra.
Ha estado tan pegada a mí como ha podido y lo agradezco. Es maravillo sentirse
protegida y querida.
El amanecer me encontró entre pensamientos y café. Desde la
última vez con Lara los días eran más malos que buenos. La ansiedad y las pesadillas
comenzaban a tomar control otra vez. Cerré los ojos, solté el aire que no sabía que
contenía y me recliné sobre la silla. Le estoy fallando; no estoy cumpliendo con
nuestra promesa; no esto siendo la persona que era como cuando estaba con ella.
Corrí a mi habitación, me puse lo primero que encontré, tomé la llave que estaba en
el cajón de mi buró y salí de la iglesia.
Recuerdo esta sensación de hacer las cosas de manera mecánica,
sin emociones, sin importarme nada, sin motivación, sin ánimos. Recuerdo este
amargo sabor a soledad. Sólo quería esconderme de la gente y esperar a la noche
para que él apareciera. Luego ella llegó e iluminó mi vida y luego se fue de nuevo.
Dios, mi único consuelo hasta ahora también era un conspirador y todavía no decido
si está a favor o en contra de nosotras y si no está a favor de nosotras haré todo lo
que pueda para hacerlo cambiar de opinión. No quiero motivos para enojarme con Él.
Me mantuve frente a la puerta de la otra casa de papá. Agradecí
que fuera sábado y que no había posibilidades de encontrarme con alguien tan
temprano en la mañana, no quiero dar explicaciones. Estoy harta de las miradas casi
con lástima; estoy harta de las palmaditas en la espalda como si fueran a hacer que
me sienta mejor. Tomé un largo respiro, puse la llave en la cerradura y la hice girar;
abrí lentamente, el olor a humedad me pegó de inmediato. Mi Lara estaría muriendo
de alergia aquí.

Saqué la llave y cerré la puerta; el vacío del lugar, la soledad que reinaba ahí me
golpeaba fuerte. No estaba acostumbrada a esto, esperaba ver los llamativos tenis de
Lara, su mochila tira, algo de ropa en los sillones, su computadora sobre la mesa,
algo de ella. Tragué el nudo que se formaba en mi garganta. Cautelosamente caminé
a la que era su habitación, me quedé en el umbral de la puerta, todavía tenía puesta
la ropa de cama; me acerqué. Estuve de pie unos segundos antes de decir acostarme.
Sentía su olor que comenzaba a opacarse por el de la humedad. Tome la almohada y
la llevé a mi pecho.
-Me haces tanta falta, ángel mío- sentí las lágrimas acumularse en
mi rostro –y no sé cuánto más pueda soportarlo.-
Volteé a un lado y vi su iPod, el cargador y un pedazo de papel
donde estaba la almohada. Me sorprendió muchísimo esto. No recuerdo en qué
momento Lara regresó y dejó eso aquí. Tomé el papel y de inmediato reconocí su
letra.
Anita,
Escribí esto mientras empacaba y ha sido lo más doloroso que he
hecho hasta ahora; me cuesta creer que tenga que dejarte aquí. Me niego a aceptarlo
pero es necesario. Creo que este tiempo lejos nos ayudará a ambas a fortalecernos
individualmente, a aprender a estar sin la otra, viviendo con esa llama que quema en
nuestros corazones. Nuestro amor. No sé cómo puedo escribir esto mientras mi
corazón se rompe al saber que no te tendré a mi lado.
Te escribo desde el rincón más iluminado de mi alma, ese lugar que
se hizo tuyo con cada una de tus acciones, de tus sonrisas, de tus besos, de tus
miradas. Y te puedo decir que te amo como nunca he amado a alguien; contigo a mi
lado conocí las profundidades de mi corazón y supe de lo que era capaz. Lo que tú
provocas en mí no tiene forma de ser descrito. Y si por alguna ácida broma del
destino nunca volvemos a cruzar nuestros caminos o nos volvemos a ver después de
diez, quince, veinte o cincuenta años te puedo asegurar que seguiré diciendo lo
mismo. Te amo, Ana y eres el amor de mi vida.
Te dejo una parte de mí, algo muy importante, algo que de alguna
manera nos conectó y nos acercó más de lo que pudiéramos imaginar. Te dejo la
música que ha hecho que mi piel se erice; te dejo las voces que me han hecho viajar
a otras dimensiones; te dejo un parte de mi corazón. Yellow, Aprender a Quererte,
Nothing Else Matters, A Thousand Years, Make You Feel My Heart, todo lo que
escuchamos juntas nos conectará para siempre. Agregaré a esto una de mis
canciones favoritas, Memento Mori; hay una frase en particular que me define mi
situación "te esperaré hasta que cierre los ojos".
Siempre serás tú, rubia tonta. Tienes todo de mí y así será en esta
vida...
-Y las que siguen- complementé con mi rostro bañado en lágrimas.
Tengo que hacer que pase. Tomé lo que Lara me dejó y salí de la casa tan rápido
como pude pero casi me muero de un susto al ver a Omara parada afuera de la casa
de Lara.
-¿Todo bien?- Preguntó tranquilamente.
-Sí- respondí –no- negué –nada está bien.-
-Vamos adentro- asentí, fui al sillón ella hizo lo mismo segundos
después de cerrar la puerta. -¿Qué quieres compartir?-
-¿Está mal amar tanto a alguien?-
-Sí- me sorprendió su respuesta. –Está mal para los que tenemos
que ser testigos de eso, ponen la vara muy en alto. Ustedes dos hacen que pongamos
las expectativas muy altas en el amor- le sonreí. –No es malo, Anita, en absoluto. Es
maravilloso que puedas sentir algo así de intenso.-
-A momentos eso que hay aquí- señalé mi pecho –me hace sonreír
y a momentos me ahoga, me asfixia... me mata la incertidumbre, me mata saber que
quizá no pueda verla de nuevo. Eso es lo que no soporto.-

-¿Y si no la vuelves a ver?-


-Oscuridad... una vez más- negaba lentamente –no puedo
permitirme eso otra vez.-
-No puedes- me veía intensamente.
-Lo hemos platicado muchas veces en estos cinco meses, no es
dependencia. Sé que me quiero, lo hago, estoy en un lugar muy diferente ahora...
ella hace que todo sea mejor, es mi complemento. Sólo siento que no estoy haciendo
lo suficiente.-
-¿En qué sentido?-
-No estoy peleando, no estoy buscando maneras como ella lo hace.
Creo que es eso lo que me tiene en este estado catatónico, necesito extender mis
alas, Omara- la joven mujer se acercó más a mí y tomó mis manos.
-¿Qué te detiene, Anita?- Sonreí con lágrimas en los ojos.
-Nada.-
-Estás en lo cierto- me aventé a sus brazos –nada te detiene,
maravilloso ser humano- me abracé a ella tan fuerte como pude.
-Iré a recuperar al amor de mi vida- dije con la voz entrecortada
–iré por mi Lara.-
-Sigue tu corazón.-
-Mi corazón está donde está ella. Ella es mi brújula- se separó de
mí y tomó mi rostro con mucho amor.
-Dios las mandó especialmente la una para la otra. Se merecen. Ve
y haz lo que tengas que hacer para recuperarla- asentí.
La plática con Omara fue una inyección de energía que necesitaba.
Nada me detiene y nada lo hará; voy a recuperar a Lara. Apenas llegué a la iglesia
corrí a la habitación de papá y busqué en donde tenía nuestros papeles importantes;
busqué mi pasaporte y para mi suerte aún tenía vigencia. Recuerdo que papá pensó
en algún tiempo en irnos a otro país pero las terapias y todo hizo que papá decidiera
que nos quedáramos aquí.
Tomé una pequeña mochila y fui a mi habitación a empacar un poco
de ropa, lo necesario. Mientras lo hacía pensaba en lo que diría, en lo que debía
hacer, en cómo debía comportarme. Creo que lo primero sería hablar con Manuel, si
es que existe aún sino tendría que hablar con la bruja y eso me intimidaba un poco...
quizá mucho. No sé de lo que puede ser capaz esa mujer.
-¡La puta carta!- Me llevé las manos a la frente –perdón, Señor
pero estoy muy emocionada, ¿crees que puedes dejar pasar esto? Sólo por esta vez,
por favor- fui a mi armario una vez más y busqué la carta que Lara había escrito
meses atrás; esta podría ser mi arma secreta. Cuando estuve contenta con lo que
tenía en la mochila busqué mi caja de ahorros; no era mucho. Fui de nuevo a la
habitación de papá y fui directo al colchón. Sí, bastante predecible. –Lo siento mucho,
papá pero te juro que te devolveré todo.-
Dejé todo pulcramente arreglado y salí de la iglesia una vez más;
casi por inercia mis pies me guiaron a esta casa. Lo único que no me gustaba de venir
para acá era la cercanía con la casa de Olivia. Nadie podía saber nuestros planes.
Caminé tan rápido como pude prácticamente ignorando a todo el que se me cruzaba.
Apenas llegué toqué atropelladamente. Unos pasos apresurados se acercaron.
-¿Quién mierda... oh, Ana, ¿qué pasa?- Entré sin pedir permiso y
comencé a dar vueltas por su pequeña sala. -¿Ana?-
-Iré por Lara.-
-¿Qué?-
-Iré por Lara- repetí un poco más enérgica.
-¿Con quién?-
-Contigo- me sonrió ampliamente. Creo que es la primera vez que
la veo sonreír de esta manera tan esplendida.
-Conmigo, ¿eh?-

-Sí, no puedes negarte.-


-¿Cómo sabes que no lo haré?-
-Porque me quieres- le sonreí.
-¿Cuándo nos vamos?- Esta era su forma de decirme que me
quiere; yo también la quiero.
-Hoy. Aprovechando que papá no está aquí, no puede saberlo- la
mujer asentía.
-Bien, iré por ti a la iglesia en un hora, ¿te parece?-
-Perfecto- me acerqué a ella y le di un fuerte abrazo. –Gracias,
Ingrid.-
-Cualquier cosa por ti, Anita- sonreí. Dejé un rápido beso en su
mejilla y salí de ahí.
Sentía que mi corazón saldría de mi pecho mientras caminaba de
regreso a la iglesia; era una extraña mezcla de emoción, alegría, miedo, adrenalina.
Había tanto dentro de mí y no sabía cómo canalizarlo. Quizá por primera vez en mi
vida, no quiero canalizar nada, ni razonar, ni nada, sólo me dejaré llevar. Y me dejé
llevar tanto que de pronto estaba en el piso.
-Pequeña zorra, tiempo sin verte- la odiosa voz de Olivia retumbó
en mis oídos.
-¿Qué quieres, Livy?-
-¡No me llames así, idiota!- Me puse de pie rápidamente y me alejé
de ella tanto como pude.
-¿Qué quieres?-
-Recordarte que tu amada está revolcándose con otro.-
-¿Qué ganas tú al decirme esto?-
-Verte infeliz.-
-¿Tan triste es tu vida que te enfocas tanto en la mía? Te
compadezco.-
-No te hagas la valiente, te está matando el no tenerla aquí como
tu esclava. Desviviéndose por ti.-
-¿Celosa?-
-Ni en un millón de años- sonreí.
-Yo creo que sí.-
-Sé que la cara de culo está en su casa así que no hay nadie para
defenderte.-
-No es necesario, Olivia porque nada va a pasar- tragué –sé que
estás celosa porque ella me eligió a mí.-
-Se entretuvo contigo aquí- "corrigió".
-Y aunque haya sido eso me eligió sobre ti y eso te mata. Yo pude
probar sus labios, yo sentí su piel sobre la mía, yo la veía sonreír, yo podía dormir a
su lado y tú, tú sólo soñaste con eso y te consume.- Su rostro era completamente
serio –y yo tengo su corazón y ella el mío y nada ni nadie lo cambiará, Olivia, ni
siquiera tu veneno y resentimiento con el mundo.-
-Cállate- negué.
-Estoy harta de callar. Ya no más- siempre sostuve la mirada. –Ella
me ama, lidia con eso- se acercó rápidamente a mí y me dio una bofetada pero
apenas me había tocado cuando yo le respondía con todas mis fuerzas. Sentí que mi
mano se dobló del ímpetu con el que impacté su mejilla. –Yo no más Ana estúpida, si
me haces algo ten por seguro que te lo voy a devolver. Estoy harta de vivir
escondiéndome de ti y temiéndote. No eres mejor que yo, no eres superior a mí.-
-Eres patética- dijo sobándose la mejilla.
-Tan patética que la chica más maravillosa del mundo me eligió.-
-Por lástima- escupió.
-Pero ni eso inspiraste en Lara; como sea salgo ganando, Olivia.-
-¿Crees que tienes el apoyo de todos?-
-No tengo el apoyo de todos pero de los que lo tengo es más que
suficiente. Lara te lo dijo una vez y te lo repito ahora, deja esto de lado, por el bien
de ambas.-

-Nunca- sus vibrantes ojos azules buscaban quemarme.


-Entonces sigue viviendo llena de ira y de rencor- retomé mi
camino a casa.
-No eres importante para ella- me giré bruscamente y paré a
centímetros de su cara. Se veía bastante sorprendida.
-¿Sabes qué me pidió el día de mi cumpleaños después de hacerme
el amor?- Comencé –me pidió que me casara con ella, así que técnicamente somos
prometidas. La próxima vez que regrese será con un anillo en mi mano izquierda y
con su apellido- la incredulidad reinaba en su rostro. –Así que por favor deja de
meterte en mi vida y en la de mi futura esposa o afronta las consecuencias- no
esperé respuesta y salí de ahí.
-No es cierto...-
-No podría importarme menos si lo crees o no.-
Tenía ganas de vomitar, nunca me había portado así con alguien,
no estaba acostumbrada pero una parte de mí lo disfrutó y me decía que era
necesario. Por fin exploté, después de tantos años lo hice y nunca me sentí tan
orgullosa de mí misma como ahora. Muero por decirle a Lara lo que hice. Sonreí.
Lara. Espero en Dios pronto tenerla en mis brazos.
El tiempo que pasé esperando a Ingrid fue agónicamente largo,
constantemente veía el reloj y parecía que las manecillas no se movían. Daba vueltas
de un lado, los pensamientos iban a mil kilómetros por hora en mi mente. No estaba
muy segura de lo que haría pero algo en mí me dice que debo hacerlo, por ella y por
mí. Casi me tropiezo cuando escuché la puerta de la iglesia ser golpeada. Al abrir me
encontré con la sorpresa de que la profe Norma estaba frente a mí. Mis ojos se
abrieron y creo que mi piel quedó sin color.
-Vamos adentro- dijo solemnemente. La dejé pasar, cerré la puerta
y la seguí a la cocina. Muy tranquilamente se sentó y esperó a que hiciera lo mismo-
así que, ¿qué planeas hacer?-
-Ir por Lara- me veía atentamente –profe, no espero que lo
entienda pero espero al menos no interfiera.-
-Te entiendo muy bien, Ana y por eso estoy aquí, para ayudar- me
sorprendió mucho. –Cada vez escucho más apagada a Lara, más estresada... me
cuesta reconocerla. Algo le está pasando o le están haciendo. No puedo permitirlo
más.-
-¿Cuándo fue la última vez que habló con ella?-
-Hace un par de días- sacó una pequeña bolsa y me la pasó. –Lo
vas a necesitar- lo abrí y había dinero. Mucho dinero.
-Profe, ¿en serio?-
-Por supuesto. Tengo dinero suficiente y no me importaría venderlo
todo por verlas felices.-
-No sé cómo podré pagarle por todo lo que hace por nosotras.-
-Sean felices- le sonreí.
-Gracias, mil gracias.-
-Ahora a esperar que tu padre no me mate cuando sepa lo que
hiciste y que yo ayudé.-
-No lo hará- la mujer se sonrojó un poco.
-En caso de que lo haga sé que estoy haciendo bien.-
-¿Cómo pueden ser tan maravillosas ambas?-
-Anita, quizá te cueste creerlo pero sacas lo mejor de las personas.
Tienes algo especial que hace que queramos dar más.-
-Gracias- la mujer se paró para tomar mis manos.
-También la amo y mucho. Esa niña es una bendición, mi
bendición... sólo quiero verla feliz y sé que dónde está no lo es.-
-Estoy muy contenta- las lágrimas comenzaban a juntarse en mis
ojos –puede que esto sea el final a nuestra agónica espera.-
-Haremos que así sea.-

Ingrid llegó a casa unos minutos después con una pequeña maleta; creo que ninguna
de las dos sabía a ciencia cierta qué es lo que iba a pasar pero nos veíamos
emocionadas. Tomé una libreta y le escribí una pequeña nota a papá, espero que la
lea cuando ya estemos llegando a Texas.
Pa,
Perdóname por esto pero si algo he aprendido contigo es a seguir
mi corazón y es lo que estoy haciendo. De verdad discúlpame, la profe Norma no
tiene la culpa, no le di muchas opciones. Al menos voy con Ingrid y sé que no dejará
que nada malo me pase.
Espero puedas perdóname.
Te amo,
Tu niña.
Era muy temprano todavía como para que papá regresara pero
podía correr el riesgo de que me reconocieran en el otro pueblo. Lo único en lo que
pensé fue en tomar una sudadera de las que Lara me dejó y me puse el gorro. Al
menos no verían mi cabellera dorada, la única en no sé cuántos kilómetros a la
redonda, y la que me identifica como la hija del pastor.
Me despedí de la profe Norma con un gran abrazo; no se cansó de
repetirme lo orgullosa que estaba de mí. Me pidió que me cuidara mucho y que por
nada del mundo creyera lo que venga de los labios de los padres de Lara, más de su
madre. Ellos buscan sólo su bienestar y están cegados por la parte económica. Me
entregó un papel con la información más relevante de mi novia, como el nombre de
su escuela, su número de teléfono y la dirección de la casa de sus padres. Tengo lo
suficiente para poder encontrarla.
-¿Estás segura?- Preguntó Ingrid después de mucho tiempo.
Llevábamos un buen tramo de camino en silencio.
-No pero algo me dice que debo hacerlo.-
-La vaca loca realmente te cautivó, ¿eh?-
-Sabes muy bien que la amo y que es lo mejor de mi vida. Sólo
quiero verla. Incluso si no regresa conmigo, sólo quiero abrazarla aunque sea un
segundo.-
-Eso debe ser lo más romántico que he escuchado- me sonrió.
-¿Por qué no eres siempre así de linda?-
-Sé que tú te manejas muy diferente pero yo no doy lo mejor de mí
a todos.-
-Yo tampoco- agregué de inmediato.
-Eres tan genial que ni siquiera te das cuenta que das tanto a la
gente- volteó a verme –yo no soy así, Anita. Yo no quiero ser así, la gente se va, te
deja un vacío y una miseria que te marcan toda la vida.-
-¿Alguien te dejó?- Pregunté.
-Algo así... no es una historia que quiera compartir ahora.-
-Lo siento.-
-No, no es por ti es sólo que te veo muy emocionada por ir con ella
y esto lo va a arruinar. No quiero hacer eso.-
-Gracias- le sonreí.
-No tienes que hacerlo.-
-Gracias por cuidarme.-
-Me nace hacerlo y Lara me lo pidió.-
-Es maravilloso que sigas órdenes de mi Lara.-
-Hey, nunca dije que estaba siguiendo sus órdenes; es más como
un favor- riñó.
-Sí, lo que digas- sonreíamos –la quieres.-
-No.-
-Claro que sí pero crees que admitirlo hará que se te caiga un brazo
o algo.-
-No voy a admitir algo que no siento.-
-Ella te quiere mucho.-
-Se jodió- me eché a reír mientras ella sonreía. –También quiero a
la mocosa... es especial.-

-Muy especial- sonreí –Lara hace que todo sea mejor, de muchas maneras. –Levanté
mi vista al cielo –cuando encuentras a gente como ella es cuando te das cuenta que
hay alguien más allá arriba cuidando de ti y que por más malo que sea el panorama,
siempre hay una recompensa- cerré los ojos. –Lara es mi retribución divina.-
-Apuesto mi vida a que ella piensa exactamente lo mismo de ti; son
perfectas juntas- me acerqué a Ingrid y la abracé.
-Muero por verla.-
-Pronto, mi niña. Muy pronto.-
Al ser un pueblo un poco más grande, la gente no se detenía mucho
a ver a los foráneos. Mucha gente usaba este pueblo como conexión y era el más
grande en muchos kilómetros a la redonda y el único con transporte para la capital.
Pasábamos el hospital cuando Ingrid me empujo y arrojó su mochila; antes de que
pudiera decirle algo escuché una voz muy familiar.
-Ingrid, ¿qué haces por acá?-
-Vengo por algunas cosas.-
-¿Necesitas ayuda?-
-No creo que puedas ayudarme con estas... necesidades- papá se
echó a reír.
-Bien, no me meto en eso.-
-Pero agradezco la oferta aunque no creo que le agrade a ya sabes
quién- me imaginaba la sonrisa malvada de Ingrid.
-No pierdes oportunidad, ¿eh?-
-Son un par de hipócritas porque alentaron a las niñas a seguir su
corazón y ustedes están haciendo todo menos eso.-
-Es diferente.-
-Sabes tan bien como yo que es más factible que perdonen que el
pastor se case y tenga veinte hijos a que dos mujeres se amen como ellas lo hacen.-
-Tienes razón- me encantaba la forma en como papá era tan
tolerante con las personas. Nunca las contradecía, ni les refutaba aunque no estuviera
de acuerdo con ellos. Él siempre dice que no podemos ver todo con el mismo cristal.
-No es que me afecte o me beneficie pero si hay algo, no pierden
nada con intentarlo. Creo que serías el único al que aceptaría- papá rió de nuevo.
-Gracias por el incentivo, Ingrid, lo tendré muy en cuenta.-
-Tomemos un poco de ellas y sigamos nuestro corazón. Yo lo estoy
siguiendo hasta donde me lleve y lo cuidaré hasta mi último aliento- tuve la extraña
sensación de que Ingrid estaba implicando algo más.
-Me alegra saber eso.-
-No te interrumpo más, seguro tienes cosas que hacer.-
-Sí, un par de enfermos que visitar, quizá llegue hasta muy noche.-
-Bien. Nos vemos allá.-
-Con cuidado.-
-Como siempre, pastor- escuché los pasos alejándose y a Ingrid
acercándose al enorme contenedor donde me había escondido. –Necesito ir al baño a
ver si todo está limpio, estuvo muy cerca- la mujer sudaba a mares.
-Tranquila, lo hiciste muy bien.-
-¿Ingrid?- Volteamos a ver ambas.
-¡Héctor! ¿Cómo estás?- Se acercaron y se dieron un breve abrazo
–tiempo sin verte.-
-Oh, ha sido una mierda eso de ser chofer, nunca estás en un puto
lugar- entiendo porque se llevan.
-¿Estás de servicio?-
-Sí, necesito llevar paquetería a la capital.-
-¿Tienes espacio?-
-Sí, ¿vas para allá?-

-Vamos- con la cabeza señaló a donde estaba.


-¿Está enferma?, ¿por qué usa ropa de invierno en el infierno?- Me
descubrí un poco la cara. -¡Mierda! No voy a ser parte de un secuestro.-
-No, idiota, no la estoy secuestrando. Tenemos asuntos que
arreglar allá. Pero nadie puede saberlo o usaré tu cerebro para alimentar a mis
peces.-
-Entiendo, secreto. Andando entonces antes de que las vean.-
Dicen que cuando lo pides con todo el ahínco y la fe que puedas
tener, Dios, la vida, el universo y todo hace que pase. Y creo que nunca he querido
tanto algo como el poder ver a mi Lara una vez más. Creo que Él está del lado de
nuestro amor.
Los adultos platicaban animadamente durante el camino; sus ácidas
bromas me hacían reír a mí también. Ingrid constantemente me veía como buscando
indicios de duda o de arrepentimiento pero eso no pasará. Los dejé sumergirse en un
mundo y yo hice lo propio. Tomé el iPod de mi novia y busqué la lista de reproducción
que hizo para mí. Saqué la libreta que tomé de remplazo por mi diario y busqué las
últimas notas que he estado escribiendo.
Yo era pena y dolor, yo era vacío y oscuridad. Yo me sentía nada;
yo creía que era nada. Hasta ti. Tú llegaste e hiciste que me viera desde otro ángulo.
Hiciste que me encontrara; hiciste que fuera visible. Gracias a ti volví a ver un reflejo
en el espejo, no más sombras, no más oscuridad. Me mostraste el camino y ahora lo
único que pido es ser el tuyo así como tú lo eres para mí.
Pido ver tu sonrisa todos los días; tus radiantes ojos viéndome con
amor. Quiero que seas testigo de todo lo que has causado en mí... quiero pasar mi
vida sintiendo que yo también puedo hacer eso por ti y darte lo mejor. Lo que nunca
le he dado a nadie, lo que no he descubierto de mí todavía.
Ya no más demonios, ya no más temor que el de no tenerte a mi
lado. Tu ausencia pesa más que él. Él por fin entendió que eres más grande que su
suciedad. Se ha ido, La, pero tú no estás... no por mucho. Pido a Dios que no sea por
mucho más.
Te dije que era un hasta pronto, que era temporal, ángel mío, un
amor así no puede ser destruido; es puesto a prueba pero nunca se rompe. Así que
prepárate para una eternidad juntas porque no te dejaré ir en esta vida... ni en las
que siguen.
Llegamos a la capital, el hombre amablemente nos acercó al
aeropuerto y nos deseó suerte en lo que fuera que tuviéramos planeado. Nuestro
vuelo salía en unas horas, las cuales aprovechamos para comer, refrescarnos un poco
y platicar. Ingrid era tan genuina, tan graciosa y tan sincera que es casi imposible
aburrirte con ella. Agradezco a Dios por ponerla en mi camino y por el cariño que me
tiene. Sentí mis piernas temblar cuando anunciaron nuestro vuelo; Ingrid tomó mi
mano y me dio un apretón.
-¿Segura?-
-Más que nunca- le sonreí nerviosamente.
He añorado esto desde el día que se fue, he querido verla otra vez,
tenerla en mis brazos, besarla, verla, sentirla cerca de mí, aspirar su olor, que me
toque... y ahora estoy aquí a horas de verla. Comienza la cuenta regresiva para ver al
amor de mi vida, para aclarar las cosas y para pelear con uñas y dientes por ella. De
mi pequeña mochila saqué la carta que Lara me dio, nunca la leí, creí que era muy
invasivo aunque ella me dio la opción de hacerlo; siento que hoy es un buen
momento para saber más de ambas.
Mami,
No sé cómo comenzar esto... hay tanto desbordando mi mente y mi
corazón en estos momentos. Si pudiera te llevaría todas las lágrimas que he
derramado por ti, por mí, por lo que fuimos, por lo que dejamos de ser y por la
sombra de lo que somos ahora. Nunca me he atrevido a decirlo pero he sido todo
menos una hija digna de ti. Me enfrasqué en mi mundo de rebeldía que no me
permitió ver que perdía a la persona que más amo en el mundo.

Sí, después de todos estos años eres tú y seguirás siendo tú la única a la que quiero
recurrir cuando las cosas no están bien; a la que le quiero contar mis secretos.
Quiero, con todo mi corazón, decirte que me enamoré, que encontré a mi persona,
quiero decírtelo, mamá y que me aconsejes cuando no sepa que hacer, para cuando
pierda el rumbo o simplemente que te platique de lo maravillosa que es. No me
equivoqué al escribirlo, es una chica; la chica más increíble del mundo y la amo. Pero
aunque ella tiene mucho de mí, la mujer a la que siempre amaré más eres tú.
Te necesito, mamá, me hace falta el tiempo a tu lado. Escuchar tu
voz sin el tono de regaño o el tono arrogante que a veces usas conmigo. Te prometo
cambiar, te prometo que haré todo para que las cosas vayan bien y podamos ser las
mejores amigas como lo éramos antes. Sólo te quiero de vuelta, por favor.
Gracias por la decisión de enviarme para acá, la conocí, aprendí,
valoré y entendí que ambas tenemos nuestra parte de culpa. Esta soy yo sacando la
bandera blanca y pidiendo una tregua. Más que nunca desearía ver tu precioso rostro
y poder decirte esto. Si antes refunfuñaba por mi parecido a ti, ahora comprendo que
seré afortunada si llego a ser la mitad de lo que tú eres.
Te amo, mamá y perdóname por no decirlo, ni mostrarlo lo
suficiente.
Ni siquiera hice el intento de contener las lágrimas al leer parte del
corazón de Lara. El mundo no la merece; su corazón es tan vasto y noble que no se
da cuenta de ello. Supongo que ambas no nos damos cuenta de muchas cosas y por
eso congeniamos tan bien. Le pasé la carta a Ingrid quien me veía intensamente.
Después de leerla me la devolvió sin verme.
-Si esto no la hace recapacitar, ni el tártaro lo hará.-
-Esperemos que esto sea más que suficiente.-
El tiempo voló o yo me perdí, no sé lo que pasó pero cuando
reaccioné estábamos en el imponente aeropuerto en Dallas; Ingrid se comunicaba con
la gente de ahí sin ningún problema usando inglés muy fluido, ¿cómo podía hacer
eso? Hay mucho de ella que no conozco. El hombre que hablaba con ella se me
acercó y me hizo unas preguntas y me pidió el papel que llevaba en la mano, ¿cuándo
tomé el papel? Lo vi y me sorprendí aún más de ver que estaba lleno. No sé qué pasó
en este tiempo. Finalmente pudimos salir del tumulto del aeropuerto, Ingrid
constantemente volteaba verme, se veía preocupada.
-¿Ana?-
-¿Sí?-
-¿Estás bien?-
-Eso creo- me tomó del brazo y me arrastró lejos de las personas
que estaban ahí.
-¿Crees?-
-Estoy... no sé hay algo en mi pecho que... sólo quiero verla-
sonreí.
-Bien, vamos por el puerco- me sonrió de igual manera –pero
mañana. Ahora debemos descansar un poco, es de noche y nos exponemos.
Buscaremos un hotel y mañana a primera hora vamos, ¿te parece?- Asentí.
Nos recomendaron un hotel cerca del aeropuerto, era bastante
económico y muy seguro por lo que nos dijo la persona que nos ayudó. Ella se había
quedado ahí un par de veces y le había dejado un buen sabor de boca. Tomamos un
taxi y le pedimos que nos llevara al lugar. Ingrid se encargó de registrarnos y en
minutos subíamos a nuestra habitación. La primera en tomar una ducha fue ella,
mientras yo seguía con los audífonos pegados a los oídos. La vi salir, me sonrió y fue
mi señal para entrar.
Me tomé mi tiempo, dejé que el agua se deshiciera de todas mis
dudas, miedos, inseguridades y todo lo que pudiera obstaculizarme. Por mi mente
rondaban miles de cosas, ¿qué le diría a la mamá de Lara? Conozco parte de su
historia, sé que ha pasado a grandes rasgos pero no creo que se tome a bien el que le
diga que estoy ahí porque amo a su hija. Hice mis respiraciones más pausadas y oré;
le pedí a Dios la serenidad para hacer bien las cosas. Él sabe que sólo quiero que ella
esté bien.

Creí que tendría problemas para dormir pero creo que era demasiado para mi cuerpo
y quedó completamente rendido. Ingrid hizo lo mismo y en cuestión de minutos
soltaba pequeños ronquidos, después le seguí yo. Recuerdo soñar con la vez que Lara
me llevó al bosque y me preparó una linda comida. Fue antes de que nos hiciéramos
novias, llevaba el vestido blanco con el que la había conocido y muchas veces contuve
el decirle que me gustaba. Fue una noche maravillosa, ella se portó estupendamente
y creo que fue ahí donde acepté que estaba completamente enamorada de ella. Lo
acepté pero me daba tanto miedo porque una parte de mí sabía que nunca me
correspondería.
Por la mañana, me puse ropa cómoda y dejé mi cabellera suelta, no
había tanto calor por lo que opté por eso. Me puse un poco de rímel y algo de brillo
en los labios, si la veía quería impresionarla. La sonrisa no se quitó de mi rostro en
todo el desayuno e Ingrid estaba en la misma sintonía. Terminó el desayunó y
salimos de ahí.
Tomamos un taxi, Ingrid dio las indicaciones correspondientes para
llegar a la casa de Lara. Me puse los audífonos, escuchaba Yellow y en mi mano
llevaba la carta que Lara le había escrito a su madre. No podía permitir que Ingrid
entrara conmigo, esto era entre nosotras; hablaríamos de nuestra Lara con total
honestidad e Ingrid no cuadra ahí y porque no quiero que la mamá de Lara muera.
Una imponente edificación se divisaba en una pequeña colina;
mucha vegetación, una cancha a lo lejos, grandes árboles; conforme nos
acercábamos más preciosa se veía la casa. Vaya que eran ricos; era el castillo digno
de un cuento de hadas. Ingrid pagó cuando nos dejaron frente al enorme portón con
una gran O dorada enfrente.
Un sonriente señor se acercó a nosotros. Vestía todo de azul pero
no llevaba ningún arma, sólo un gran manojo de llaves y una gorra que tenía una
estrella azul con bordes blancos. Nos examinó un momento, abrió la puerta y se paró
frente a nosotras.
-Buenos días, ¿qué puedo hacer por ustedes, señoritas?-
-Buenos días, necesito hablar con la señora Minerva.-
-¿Las espera?-
-Me temó que no- contesté de nuevo.
-Somos viejas amigas- dijo Ingrid –dígale que Cardozo y la
bibliotecaria están aquí- regresó a la pequeña caseta de donde salió; tomó un
teléfono e hizo su trabajo.
-¿Crees que nos deje entrar?-
-Eso espero porque no creo poder brincar la barda- el hombre se
acercó de nuevo.
-Pueden pasar- anunció alegremente.
-Gracias- respondió Ingrid.
La entrada era grande. A lo lejos podía ver el estacionamiento
donde habían siete carros aparcados; los jardines estaba pulcramente arreglados; los
arbustos elegantemente podados, esto era un palacio. La casa era de color coral que
hacía que se viera aún más bonita. La fachada tenía un estilo muy moderno y
elegante. Los padres de Lara tienen muy buen gusto.
-¿Puedo saber de dónde conocen a la señora Minerva?-
-En realidad a la que conozco bien es a Lara- hablé –ella estuvo
conmigo cuando estuvo lejos y quiero darle unas cosas a su madre.-
-Oh, la señorita Lara, nos hacía falta.-
-¿Ella está aquí?-
-No, pero no debería tardar en venir. Hasta donde sé ha estado
viniendo los últimos cinco domingos a desayunar con su mamá.-
-Bien- sonreí. Mi corazón se aceleró cuando vi a la guapa mujer en
la puerta de la casa viéndonos caminar a ella.
-Buenos días- dijo el hombre cuando estuvimos cerca.

-Buen día, Alejandro. Gracias por acompañarlas.-


-Para servirle, señora. Permiso- sólo atiné a asentir con la cabeza.
-Creí que era Alberto.-
-Lamentamos venir de improviso, señora- veía a Ingrid.
-No te preocupes, vengo con bozal, estás a salvo- regresó su
mirada a mí.
-Necesito hablar con usted, a solas- asintió.
-Sígueme- su silueta era abrazada por ropa deportiva
completamente negra que la hacía ver más delgada todavía. Sólo su melena iba
levantada en una cola de caballo. –Nana- gritó y una señora algo grande salió de
algún lugar.
-Señora- sus ojos se abrieron grandes como platos cuando me vio.
-Atienda a la señorita Ingrid.-
-Como diga, señora- se dirigió a mi acompañante –sígame- Ingrid
me vio con cierta duda.
-Estaré bien- le sonreí. Asintió y se fue con la mujer. Yo hice lo
propio con la madre de Lara quien me llevó a una gran oficina. Olía a madera y a
vainilla. Muchos libros pulcramente acomodados adornaban ahí.
-Siéntate- señaló al pequeño juego de sala que había ahí. Esperó a
que me sentara para ella sentarse frente a mí. -¿En qué puedo ayudarte, Ana?-
Necesito toda la ayuda divina.
-Hay muchas cosas que ni siquiera sé por dónde comenzar.-
-Por el principio- sonreí al verla sonreí levemente. Verla a los ojos
era como ver a Lara su parecido era impresionante.
-Yo... vine porque... yo- aparté la mirada.
-¿Hace cuánto que están juntas?- Dijo con calma.
-¿Qué?-
-Tú y Lara, ¿hace cuánto que están juntas?- El rastro de la sonrisa
se borró.
-Unos meses después de que llegó allá comenzó.-
-¿Qué quieres de ella?-
-Todo- levantó una ceja –en el plano emocional... a mí no me
interesa el dinero que puedan tener. Yo la conocí sudando y maldiciendo para pagarse
su comida y el lugar donde dormía. De esa chica me enamoré y esa chica es la que
quiero.-
-A pesar de todo lo que Lara proyecta es una niña hasta cierto
punto ingenua, noble y muchas veces no se da cuenta de las intenciones de la gente-
sonreí y vi hacía abajo.
-Creo que el señor Manuel ya le habrá dicho mi historia... soy la
persona más insegura del mundo y sólo Lara me ha hecho sentir que soy visible. No
tengo más intenciones que pasa mi vida con Lara.-
-No sé nada de tu historia, niña- su rostro se suavizó levemente.
-Abusaron de mí, por eso papá se fue de la empresa para llevarme
lejos.-
-Tu papá se fue porque se metió a una religión y ya no se le
permitía tener cargos ostentosos- negué –todo el mundo sabe eso.-
-Es lo que papá quería que ustedes supieran pero no fue por eso.-
-¿Sabes quién fue?- Negué -¿tu padre metió una demanda?-
-No lo recuerdo, señora...-
-Lo lamento tanto- su tono cambió drásticamente.
-Yo no, de otra manera no hubiera conocido a Lara- saqué de la
bolsa de mi pantalón la carta. –Eso lo escribió ella para usted hace algunos meses,
creí conveniente que la leyera. Lara es una chica estupenda y lo mejor que me ha
pasado.-
-¿Qué quieres decir?-
-Que vine a pelear por ella, por su felicidad, por nuestra felicidad.
Si la conoce sabe que sus ojos no brillan de la misma manera que lo hacía antes. Y
no, no es rebeldía, es un grito de ayuda porque la extraña tanto como usted la
extraña a ella.-
-¿Te dijo?-
-Mi hombro bebió sus lágrimas muchas veces. Está arrepentida y
sólo quiere hacer las cosas bien pero como su novia no puedo permitir que la
consuman. Ella no lo merece. Usted lo sabe tan bien como yo- la mujer sonreía
ampliamente.
-Para ser una chica insegura tienes muchos pantalones para venir a
mi casa y declararme una guerra.-
-Se metió con lo que más amo en el mundo, cualquiera sacaría las
garras.-
-Puedo comprender porque Lara te eligió.-
-¿Lo sabe?-
-La mirada no miente y sé que su tristeza no es por haber dejado a
Norma o Alberto allá. Su tristeza es por ti. Tienes razón, sus ojos no brillan igual que
antes- fue su turno de ver a otro lado.
-Entonces libérela, por favor- me puse de pie –déjela ser feliz.
Podemos regresar allá y no le daremos lata, se lo prometo- me veía intensamente.
-Te admiro, Ana, eres valiente- a lo lejos escuché el sonido de
carros acercándose. -¿Dónde se están quedando?-
-En un hotel cerca del aeropuerto- tomó el teléfono y marcó un solo
digito.
-Dile a Eddy que lleve a la señorita Cardozo y a Ingrid por sus cosas
a su hotel y las regresan para acá. Ya- colgó -quédense aquí, tenemos mucho que
platicar con Manuel y Lara, los cuatro- asentí. –Gracias por venir.-
-Gracias por escucharme, señora.-
-Minerva.-
-Minerva- repetí en un susurro.
-Puedes buscar a la nana y comer, si así lo deseas. Siéntete como
en casa.-
-Gracias nuevamente- salí del lugar con las piernas temblorosas
pero con el corazón lleno de esperanza. De pronto un nudo en mi estómago y unas
manos sobre mí tan pronto caminé lejos de la oficina. Me arrastró, pasó su brazo
sobre mi cintura y me atrajo a su cuerpo.
-Sigues igual de hermosa que la última vez que te vi- su nariz se
enterró en mi cabello.
-No- susurré. El olor a colonia era el mismo, no podía ser cierto.
-Te dije que te encontraría- se fue la pesadilla pero tomó su lugar el
infierno.

A/N Hola, queridos lectores!


Simplemente puedo decir que a mi parecer este es mi mejor
capítulo, disfruté mucho escribirlo y siempre me mantuve con el corazón acelerado,
con lágrimas en los ojos, lo viví, lo sufrí y espero que les guste tanto como a mí.
Como ya les venía anunciando la historia está a un par de capítulos
de su final y me da tristeza pero a la vez alegría porque he crecido mucho con esto y
estoy más que orgullosa de lo que he podido plasmar. Claro todo esto de la mano con
su invaluable apoyo y paciencia con los capítulos. Tengo en mente cada voto, cada
comentario, cada mensaje; no habrá manera suficiente de retribuirles por lo que han
hecho por la historia.
Aprovecho para aclarar que NO habrá segunda parte del libro.
Cierro el ciclo y comienzo con otro. A como tengo planeado que vayan las cosas los
39 o 40 capítulos de esto son más que suficientes para contar lo que yo quería
contar.
Gracias por su paciencia. Nos leemos y escribimos en twitter donde
la horda del drama y la desesperación no tienen comparación @Alexita_May y para
los agónicos adelantos de los últimos capítulos. Ya casi llego a los 500 seguidores,
¡Hurray!
Besos y abrazos desde mi rincón con olor a café (en algún lugar del
mundo son las siete de la mañana),
Ale
Capítulo 38

Desperté muy temprano en la mañana, más temprano que de


costumbre. Hoy era domingo y con mamá habíamos adoptado la tradición de
desayunar juntas; muchas veces no hablábamos de temas de mucha relevancia pero
al menos compartíamos el espacio y eso era más que suficiente para mí. El
acercamiento estaba logrando que ambas comenzáramos a bajar la guardia. Tenían
razón, está ahí sólo busca como salir a flote.
Me metí a la ducha con cierto entusiasmo, papá por fin nos podría
acompañar y Kevin no. Mamá al principio insistía en que lo llevara a la casa y eso
provocó ciertas discusiones pero afortunadamente dejó de hacerlo. Su actitud cambió
completamente y desde entonces no volvió a molestar más con el tema. Es más,
cuando estábamos juntas ni siquiera lo mencionábamos y agradecía al cielo por eso.
Poco a poco veía de nuevo a la mujer de la cual estaba
completamente enamorada cuando era pequeña. A la que veía y pedía a los cielos ser
como ella. No sólo por ser hermosa sino por sus acciones y la forma amorosa en la
cual me trataba. Muy a pesar de los pesimistas pronósticos de muchos mi mamá
seguía ahí y tenía tanta disposición como yo para enmendar las cosas.
Casi terminaba la ducha cuando sentí una horrible sensación en el
pecho que hizo que me detuviera en la pared. Era como si lo oprimieran de una forma
violenta. Quizá era un sexto sentido. Fue extraño tomé la bata y salí corriendo del
baño para verificar que todo estuviera bien. Revisé todas las habitaciones, la cocina,
la sala, incluso el pequeño estudio un par de veces para corroborar que seguía siendo
sólo yo en casa. Aunque la sensación no se disipó lo dejé pasar y regresé a mi
habitación a cambiarme.
Me di cuenta que aún faltaba un poco para la cita con mamá por lo
que me detuve un momento en mi buró. Saqué la pequeña libreta que ya era familiar
para mí y busqué donde me había quedado. Al pasar las hojas las acaricié
suavemente; era un deleite ver de cerca la mente de mi Ana. Había tanta genialidad y
elocuencia que estoy segura que si quisiera vender lo que escribe le iría muy bien.
Abril 15
Este día será marcado como el mejor de toda mi vida. Mi primer
beso con la chica más maravillosa del planeta. Me besó con tal amor que siento que
las piernas todavía me tiemblan. Sus labios más suaves que la seda misma y más
deliciosos que cualquier néctar habido y por haber.
Todavía me siento mal por haber corrido así de su casa pero el
miedo era enorme. No creo ser suficiente para ella, ¿y si la decepciono? No sé qué
pasaría si ella se va... a pesar de que no somos nada me aterra pensar en ella lejos
de mí. Me gusta tanto que me duele.
Cuando estaba en el bosque repasaba lo que había acontecido con
Livy y la forma en la cual ella me defendió. Sus ojos verdes llenos de ira y de rencor
se suavizaron cuando llevó mi cara muy cerca de la suya. Nadie nunca me había visto
de tal forma. Me hizo sentir segura con ella y eso no lo ha logrado nadie más que
papá.
Me dijo que me quiere y nunca vi tanto brillo en sus ojos como en
ese momento, sé que era honesta. Pero mis miedos son más grandes. Sólo el triste
reflejo de un ser humano que conoció el infierno desde muy chica. Ella no merece una
carga como la mía. Lo voy a disfrutar y guardaré este momento en mi memoria para
siempre. Porque sé que ella se irá al ver que estoy construida de pesadillas.
Ahora comprendo que Dios la mandó para que supiera como se ve
la luz. Ella es luz; ella es un ángel.
-¿Yo? Mi amor, tú eres la luz más grande del planeta- guardé la
libreta de nuevo con un nuevo en la garganta. –También es mi día favorito.-
Tonteé un rato más por la casa, vi el reloj me terminé de alistar,
tomé mis llaves y salí de casa. Como siempre Curtis me esperaba a las afueras del
edificio, por fin había conseguido que no estuviera tan cerca de mí y accedió a que
usara mi propio auto.

Sentía un poco más de libertad y eso me había ayudado a conectar muchas pistas
desde lo que pasó en el restaurante. Desde que comencé a unir los puntos dejé de
lado la parte emocional, sólo mi parte racional estaba trabajando. No me importaba si
dejaba a una familia sin comer, a una mujer sin su esposo, a padres sin su hijo, sólo
quería ver a ese maldito pudriéndose en la cárcel.
Saludé alegremente al portero del edificio, era un chico muy
agradable y que se limitaba a hacer su trabajo sin miradas extrañas, ni preguntas
innecesarias. Saludaba cordialmente; recuerdo las últimas semanas de lluvia donde él
me esperaba con una sombrilla para ayudarme a bajar del auto y evitar que me
mojara. La que no era muy fan mía era su novia y es que nos encontró cuando
hablábamos del voli y el que estuviera con licra corta no ayudó mucho.
Llegué al audi deportivo que papá me dio, saludé a Curtis con un
ligero movimiento de la cabeza, el cual respondió con una leve sonrisa. Se acercó
rápidamente a abrir la puerta de mi auto.
-Estaré detrás de usted, señorita.-
-Como siempre- le sonreí –gracias, Curtis.-
-Un placer- me metí al auto, cerró la puerta y esperé a que llegara
a su auto para poner en marcha. Llevé mi mano a mi pecho un par de veces, la
sensación seguía ahí. Quizá por fin mamá y yo tendríamos un digno domingo. Encendí
la radio para tratar de olvidar un poco lo que sentía; sonreí. Mi rubia estaba en todos
lados.
So I find a reason to shave my legs
Each single morning
So I count on someone
Friday nights to take me dancing
And then to church on Sundays
To plant more dreams
And someday think of kids
Or maybe just to save a little money
You're the one I need
The way back home is always long
But if you're close to me
I'm holding on
You're the one I need
My real life has just begun
Cause there's nothing like
Your smile made of sun
In a world full of strangers
You're the one I know
So I learn to cook
And finally lose my kitchen phobia
So I've got the arms to cuddle in
When there's a ghost or a muse
That brings insomnia
To buy more thongs
And write more happy songs
It always takes a little help from someone
-Lo que daría por tenerte en mis brazos- suspiré.
Cada día se me hacía más difícil respirar, sobrevivir, salir a la calle
y fingir que todo iba de maravilla cuando mis latidos estaban a miles de kilómetros de
mí. Y el comenzar a conectar los puntos para dar con el hijo de perra que abusó de
ella me estaba consumiendo. Regresé al cigarro y un par de veces al alcohol; moría
lentamente. Necesitaba un cierre a esto pero ya. Me aferraba al calor en mi corazón
al pensar en ella.

Aunque muchas más canciones pasaron me quedé con la letra de esa canción en
particular. Amaba la manera en que Ana me ha hecho sentir a pesar de la distancia y
amo el hecho de que no ha salido de mi mente en ningún momento durante estos
meses. Me dolía que no se hubiera puesto en contacto conmigo, extrañaba su voz. Al
menos sentía que la tenía cerca cuando me hablaba y me alegraba la existencia pero
sus motivos tendrá y no la culpo. Eso no quita que la extrañe.
Reconocí a lo lejos la camioneta de Ray y la de Hank saliendo de la
casa de mis padres; era raro verlos tan temprano aquí pero dadas las condiciones en
las que nos encontrábamos todo era posible y las rutinas comenzaban a romperse.
Estacioné mi auto, mientras lo hacía vi a mamá en el estudio. Eso sí era raro. Veía
fijamente por la ventana en dirección contraria de donde llegaba. Estaba con su ropa
deportiva lo que indicaba que no había ido al gimnasio o si lo hizo fue muy temprano.
Saludé a Alejandro antes de ir directamente al estudio.
-¡Lara!- Escuché a mi nana pero la ignoré. Quería saber qué pasaba
con mamá. Di un par de golpes a la puerta antes de abrirla. Se viró para verme y con
mucha sorpresa vi lágrimas en sus ojos.
-¿Qué pasa, ma?- Negó suavemente ; me acerqué a ella y me
aprisionó en un abrazo que no correspondí al principio. Suavemente subí mis manos
hasta abrazarla también. Sollozaba levemente sin decir ni una sola palabra y sentía
que su agarre se hacía cada vez más fuerte. Estábamos casi de la misma altura por lo
que dejé un beso en su cabello lo que hizo que llorara más. –Me estás preocupando,
mamá.-
-Lo siento- balbuceó. La guié al sofá y tomé agua del pequeño
frigorífico que hay ahí.
-Ten- me veía; mentiría si dijera que no me mataba verla así. Tomé
su mano -¿mejor?- Asintió. Dejó el envase de lado y regresó sus ojos a mí.
-Lo siento- dijo una vez más –de verdad lo siento mucho, Lara.-
-Mamá, no sé de qué demonios me hablas.-
-Por todo- tomó aire –todo lo que hice para que te alejaras de mí;
todo lo que ha pasado entre nosotras.-
-No tienes que pedir disculpas, ambas fuimos culpables.-
-Sí tengo y mucho- nunca dejó de verme a los ojos. -No he sido
una buena madre...-
-Mamá...-
-Escúchame, por favor- me interrumpió –necesito hacerlo por tu
bien y por el mío.-
-Bien.-
-No he sido la mejor madre del mundo y no me voy a escudar bajo
nada, asumo la responsabilidad de todo. No sé en qué momento comencé a dejar mi
corazón detrás. Te amo, Lara, más que a nada en este mundo. Eres mi hija y mi vivo
retrato- tomó mi mejilla.
-Gracias por ser bonita- sonrió.
-Eso se acaba, Lara, se va con el tiempo pero lo que viene del
corazón nunca envejece y yo no lo he hecho bien- agachó la cabeza –soy yo la que no
merece una hija como tú.-
-No digas eso...- negó.
-Mira dónde y cómo te tengo, Lara, y tú no has hecho nada más
que intentar arreglar las cosas y fluir con la corriente. Y yo sigo encima de ti, viendo
sobre tu hombro cada paso que das. No he sido más que un estorbo. No te he dado la
libertad de ser quien realmente eres. Te he hecho un espejismo de mi vida.-
-Me tengo merecidas muchas cosas- sentía un nudo en mi
garganta.
-No digo que no pero no podemos cargarte con todo- volvió su
penetrante mirada a mí. –Necesito escuchar que me perdonas, pequeñita.-
-No tienes que pedirlo, mamá, te perdono- me arrojé a sus brazos
mientras las lágrimas acumuladas en mi rostro encontraban su camino a mis mejillas.

-Perdóname, mi cielo, perdóname- insistía.


-Ya lo hice, mamá, lo juro- me abracé más fuerte a ella.
-Te amo.-
-También te amo, mamá y mucho.-
Nos quedamos abrazadas por un buen rato disfrutando de la
necesaria cercanía. Extrañaba a mi mamá y ella a mí; ambas nos necesitábamos y
añoraba este momento. Ella acariciaba mi cabello con suma tranquilidad, también
disfrutaba de esto. Me separé para sonarme la nariz y para ir por agua; me quedé
paralizada al ver el papel sobre el escritorio.
-Ella me lo trajo- dijo al ver dónde tenía mi mirada.
-¿Quién?- Susurré.
-Ana- me giré bruscamente –vino a hablar conmigo.-
-¿Dónde está?-
-Debe estar con tu nana y la bibliotecaria- apenas escuché lo que
dijo porque ya corría fuera de la oficina. Mi corazón latía fuertemente mientras me
acercaba a la cocina; la nana siempre llevaba a los invitados ahí. Lo primero que vi
fue la silueta de Ingrid, de inmediato corrí a ella y la abracé.
-Estás aquí- me abrazaba con fuerza.
-Teníamos que hacer algo- cerré los ojos –no vine sola.-
-¿Dónde está?- Pregunté separándome de ella.
-Hablando con tu madre.-
-Recién estuve con ella.-
-Quizá te está buscando- salí corriendo de la cocina.
-¡Ana!- Con enormes zancadas llegué al segundo piso en un
santiamén y busqué por todos lados. -¡Ana!- Por una de las ventanas vi el auto de
papá entrando a la casa... se me heló la sangre; había estado aquí... al igual que Ana.
-¡No!- Así como subí bajé a la oficina de donde salía mamá. -¿Dónde está?-
-¿Quién?-
-Ana, ¿a dónde fue?-
-No lo sé- me vio confundida –le dije que buscara a tu nana
mientras leía la carta.-
-¡Mierda!- Me tomé el cabello.
-¿Qué tienes?-
-Alguien de la empresa la violó- la cara de mamá palideció.
-¿De qué hablas?-
-Por eso se fueron...- levantó la mano.
-Eso ya me lo dijo pero, ¿cómo que alguien de la empresa?-
-Estoy segura que fue...-
-Buen día- la voz de papá retumbó en el recibidor; su leve sonrisa
desapareció cuando vi la cara de mamá y la mía. -¿Qué pasa?-
-¿Por qué nunca me dijiste lo que le había pasado a la hija de
Cardozo?- Comenzó mamá.
-¿Qué?-
-La niña fue abusada, Manuel, ¿por qué no lo sabía?-
-No lo creí relevante...-
-¡Eso no importa ahora!- Grité desesperada –ella está con él, ¡la
tiene!- Sentía que el aire me faltaba. Escuché pasos y de pronto una mano sobre mi
espalda. –La tiene- me abracé a ella.
-La encontraremos, mocosa. Te lo juro- prometió muy cerca de mi
oído.
-Es hora- volteé a ver a papá que estaba al teléfono. –Tenemos que
hablar- dijo en cuanto colgó. Nos llevó al comedor en un sepulcral silencio.
-Espero sea algo bueno porque debería estar buscando a mi chica-
de inmediato volteé a ver a mamá.
-Hablaremos de eso luego- asentí.

-Quiero que no juzgues lo que te voy a decir, por favor- volteó a vernos a todas
–ninguna. Yo no quería que nada de esto pasara.-
-Explícate- me sentía tan impaciente y sólo tenía a Ana en mi
mente.
-Sí, teníamos muchos motivos para mandarte lejos de aquí por tu
comportamiento pero no fue por eso que lo hice- por la cara de sorpresa de mi madre
ella tampoco lo sabía. –Desde mucho antes de eso sabía de la malversación de
fondos. Alguien quería jodernos y en grande. Contraté a un investigador después de
que cortaron los frenos de mi camioneta un par de veces y recibir amenazas.-
-Manuel...-
-Lo siento, Minerva pero no podía decirte nada de esto. No quería
preocuparte, a ninguna de las dos. De pronto supe que si querían mi cabeza irían tras
lo que más amo; el que Cardozo se atravesara fue un golpe de suerte porque no
sabía con quién enviarte o a dónde. Le dije lo que pasaba, después de todo lo que
pasamos sigue siendo mi mejor amigo, mi hermano. Me ayudó dándome una vía de
escape para ti.-
-¿Alberto sabe todo esto?- Pregunté incrédula.
-Cada paso que doy- mi cabeza daba vueltas. –El investigador
encontró cosas raras en varios de los empleados de la empresa; tráfico de personas,
pedofilia, drogas, un interesante coctel. En cuanto dijo eso sabía que debía enviarte
lejos de aquí, al menos hasta saber qué estaba pasando y quién lo estaba
orquestando. No podía cuidar de ti y de mamá a la vez; confío tanto en Alberto que le
pedí que custodiara mi tesoro más grande- papá tomó aire. –Creemos que es la
misma persona que abusó de Ana- empuñé mis manos.
-¿Por eso no dejó que viniera conmigo?- Asintió.
-Lara, cuando te envíe para allá nunca en la vida imaginé que te
enamorarías de ella. Sólo te quería lejos de todo esto.-
-¿Todo fue un plan?-
-Sólo te quería a salvo- me tomé la cabeza y cerré los ojos tan
fuerte como pude.
-¿Qué pasa con los Youngblood?-
-Van a ganar mucho si sabemos quién está haciendo todo esto- se
puso de pie. –Todo ese circo es una carnada para atraerlo más al dinero y al poder.
Todavía no decidimos si es uno o dos o más, sólo sabemos que estamos cerca.-
-No puedo creer esto, Manuel- nunca había visto a mi madre así.
-Fue para protegerlas, nunca he tenido otra intención más que su
seguridad.-
-A expensas de mi Ana- también me puse de pie. –Debiste decirme
cuando supiste de lo mío con Ana.-
-¿Ya sabías?- Mamá casi se desnuca al ver a papá. El hombre
asintió.
-Cuando fui para la inauguración de la iglesia.-
-¿Algo más que quieras confesar?-
-¡De haber sabido ni en un puto millón de años hubiera accedido a
traerla!- exclamó Ingrid que había estado muy callada.
-Lo lamento muchísimo. Haré todo para enmendar la situación.-
-Lo que me dijiste en tu oficina cuando llegué a hablar contigo; que
no debías confiar en una persona así...-
-Estaba comenzando a tener mis dudas con todo esto. Me refería al
investigador, él me dijo exactamente que hacer pero después de tanto tiempo sin
muchas respuestas comenzaba a perder la fe en su efectividad.-
-Por tu bien, papá espero que no la toque o nunca en mi vida te lo
voy a perdonar- sentía las lágrimas acumularse. Comencé a caminar a la puerta.
-No saldrás de esta casa, Lara, estamos por dar el golpe final y no
te expondré a ti o tu madre. Ninguna sale de aquí- regresé fúrica a donde estaba.

-Si crees que me voy a quedar de brazos cruzados estamos muy equivocado, papá.-
-No era una pregunta, te estoy ordenando que te quedes aquí- si
mis ojos lanzaran dagas papá estaría muerto.
-Será mejor que hagas lo que dicen, Lara- agregó Ingrid –sería
como buscar una aguja en un pajar. Ellos saben qué hacer- me guardé que ya tenía
una gran sospecha de quién era. Simplemente asentí mientras Ingrid me arrastraba a
la cocina.
-¡Ah!- el vaso que estaba sobre la encimera se hizo añicos al
estrellarse con la pared. -¿Por qué?-
-Después de la tormenta viene la calma- dijo mi nana –fe, mi niña.-
-¿Y si le hace algo?- Vi a Ingrid –no me lo perdonaría nunca.-
-Nunca más verá la luz del día, te lo puedo asegurar.-
-Mi Ana...- apenas escuché mi voz. Quedamos varios minutos en un
sepulcral silencio; cada una en su propio mundo pero las tres pensando en la rubia.
Mamá llegó a la cocina y con una mirada me invitó a que la siguiera. Un poco
temblorosa lo hice. Como hacía unos minutos atrás estaba en el sofá esperando a mi
llegada.
-¿Quieres decirme de la chica?- Su voz era tranquila, pausada, no
había enojo; eso no quitaba que tuviera miedo.
-Ana es mi novia.-
-¿Por qué no me habías dicho?-
-No éramos las mejores amigas hace unos meses y no sabía cómo
lo ibas... lo vas a tomar.-
-¿La quieres?-
-La amo, mamá- sonreí –ella es lo mejor que me ha pasado en la
vida- amagó con decir algo. –Antes de que hables de mi edad, de las condiciones
sociales o lo que sea déjame decirte que eso no me importa. A lo mejor no tuvimos el
mejor comienzo, creo que disfrutábamos el molestar a la otra entonces comencé a
tratarla más; supe lo que había pasado con ella, fue cuando algo se activó en mí. Me
prometí cuidarla y protegerla de todo y de todos. Te juro que no sé cómo pero un día,
una noche con ella en mis brazos acepté que me gustaba y lo demás fluyó.-
-Pequeñita- mamá tomó mis manos.
-Ella odia que la toquen por lo que pasó- mi sonrisa se agrandó
–creí que el corazón me explotaría cuando ella me abrazó por primera vez; cuando
me dejó que la tocara; cuando me dijo que confiaba en mí y que yo era su refugio.
Me enamoré por completo de ella. No puedes comenzar a imaginar lo increíble que
ella es, mamá- negué –ella es mi universo. Ella es la más fuerte de las dos, aunque
parezca lo contrario. Ella ha lidiado con tanto y parece que nunca se cansará. Ha
hecho tanto por mí, es una energía sumamente positiva en mi vida. Hace que quiera
ser mejor- me acerqué a mamá -¿quieres saber un secreto?-
-Claro- respondió con una sonrisa.
-Fue ella la que me alentó a hablarte; algo que hizo ella fue lo que
me motivó a escribir la carta y constantemente me decía que debía buscarte.-
-No debí ser su persona favorita cuando fui por ti- negué.
-No, para nada pero entre todo intentó buscar algo bueno.-
-¿Lo encontró?-
-No- ambas reímos –puede que no lo entiendas pero lo que si
puedes comprender es que ella me hace feliz. Mucho muy feliz. Hemos avanzado
tanto con las pesadillas, su autoestima, sus miedos, todo y temo que retrocedamos
con esto. Ella no dormía bien a menos que estuviera conmigo y aun así a veces las
pesadillas la acechaban.-
-Hice que tu padre jurara que la encontraría, no se lo tuve que
pedir dos veces.-
-Voy a enloquecer si algo le pasa.-

-No pasará nada- no observamos un momento.


-¿Qué piensas?-
-Pienso que no cometeré el mismo error dos veces, hija- con lo
sensible que estaba de nuevo las lágrimas se hicieron presente.
-Gracias- bajé la mirada a nuestras manos entrelazadas. Un nuevo
comienzo y esperaba en Dios que un cierre estuvieran vislumbrándose en el
horizonte.
El resto de la mañana la pasé con Ingrid recorriendo toda la casa;
Curtis no me dejaba ni a sol ni sombra y me ponía muy nerviosa. Lo quería lejos de
mí. Ingrid notaba mi humor y trataba de hacerme sentir mejor aunque ella también
estuviera muriendo por dentro. Sabía quién era, no podía estar equivocada; en estos
meses conecté muchas pistas. No podía estar equivocada.
-Entonces, puse la rata en el casillero- regresé de mis
pensamientos. -¿Lara?-
-Lo siento- me dio un zape.
-¿Sabes cuánto deseé decirte esto y tú ni en cuenta? Eres una
mierda escuchando.-
-En serio lo siento es sólo que...- ¿podría hacerlo? –necesito que
me quites de encima a Curtis. Sé quién fue.-
-Estás loca si crees que te dejaré ir sola.-
-No creo que puedas brincar la barda.-
-De ninguna manera te dejaré ir sola, Lara.-
-No iré sola, le hablaré a alguien- asintió.
-Si no vuelves en un pieza te daré la madriza de tu vida,
¿entendido?-
-Tan claro como el agua.-
-Ahora mueve el culo a lo que tengas que hacer, me desharé de él-
asentí y salí de la habitación. Curtis estaba del otro lado del pasillo, se acercó en
cuanto me vio pero se paralizó al escuchar un pequeño grito que Ingrid soltó.
-Iré por agua, no sé qué le pasa- fingí prisa.
-Yo me quedo con ella- sentí y fui hacia abajo. Afortunadamente
todo estaba libre y nadie me vio entrar al despacho de papá. Me sabía bien la
combinación de la caja fuerte, fui ahí y saqué la pistola que había visto muchísimos
meses atrás cuando buscaba dinero.
-Espero en Dios no tener que usarla- la metí en la bolsa delantera
de mi sudadera y salí de ahí con la misma cautela con la que entré. Subí a mi
habitación justo cuando Ingrid arrastraba a Curtis al baño.
-¡Mierda!- Exclamó cuando abrí estrepitosamente la puerta -¿no te
enseñaron a tocar?-
-¿Qué demonios le hiciste a Curtis?-
-No está muerto, si es lo que piensas. Sólo lo mandé a dormir un
rato- suspiré.
-Gracias a Dios estás de mi lado- se acercó a mí dejando caer
estrepitosamente las manos del hombre al suelo.
-¿Segura?-
-Jódete- tomé mi teléfono y marqué un conocido número –venga,
Rick, por favor- saltó al buzón. –Hola- Ingrid no podía saber que iría sola –Rick,
¿podemos vernos en mi apartamento? Hay algo que debemos hablar urgentemente-
hice un dramática pausa –bien.- Colgué de inmediato. –Controla a mi madre también
pero a ella no la quiero noqueada, por favor.-
-No te preocupes, no haremos trencitas en el pórtico de tu casa y
platicaremos de Madonna- reí. –Cuídate, por favor.-
-Lo haré- salí de ahí con cuidado buscando mi escondite; el lugar de
donde me escapaba hasta hace unos meses. Antes de irme fui a mi auto donde tenía
una foto de Ana. Me serviría. Fue fácil salir y tomar un taxi para ir a su apartamento.
Tiene que ser él.

Miles de escenarios pasaban por mi mente a la par de que nos acercábamos al lugar.
Tenía unas enormes ganas de vomitar, me comenzaba a ganar la ansiedad y la rabia
de saber que tocó a mi majestad. Me asqueaba saber que alguien así trabajara para
nosotros. A pesar de lo que pasaba debía calmarme o terminaría cometiendo una
locura y de eso nada me podría salvar.
Al llegar le dije al portero que estaba preocupada por la persona
que iba a ver ya que habíamos quedado de vernos y no se presentó. No tomaba el
teléfono y se había sentido mal así que decidí ir a verlo. Era una inocente chica que
estaba preocupada por un trabajador. Un poco renuente me dejó pasar y me abrió la
puerta del lugar. Al parecer recién llegaba a su guardia por lo que no sabía si él
estaba ahí o no. Las piernas me temblaban cuando entré ahí pero el silencio reinaba.
Entré a su habitación y fingí, una vez más.
-Está dormido, me quedaré aquí con él- anuncié al hombre
–gracias- asintió y salió. –Creo que nunca había dicho tantas mentiras en un día-
solté un suspiro.
Dejé el arma sobre el buró porque tenía miedo de accionarla y me
puse a revisar la casa. Todo parecía normal, en orden, nada fuera de lo común. En el
refrigerador había muy pocas cosas y café. Mucho café. Tomé un poco y seguí con mi
inspección; en su escritorio tenía una computadora pero tenía clave. Los cajones
estaban llenos de papeles de la empresa y otras cosas pero nada relevante. Sin
embargo el último estaba con llave. Busqué debajo del escritorio y cerca de ahí pero
no encontré nada.
-Huellas- me dije. No había traído guantes y me reproché por ser
tan tonta. Fui al baño para ver si había algo que pudiera ayudarme cuando escuché la
puerta abrirse. Corrí a la habitación por el arma y salí a mi encuentro con él.
-¡Por todos los demonios!- Dijo al verme -¿me quieres matar de un
susto?-
-Lo lamento tanto- se llevó las manos al pecho.
-¿Qué haces aquí?-
-Necesito ayuda.-
-Claro, ¿qué puedo hacer?-
-Verás- los latidos de mi corazón eran ahora un zumbido de lo
rápido que iban –no estoy muy de acuerdo con lo que mis papás eligieron para mí.-
-Eso he visto.-
-La cosa es que me enamoré estando donde papá me envío y ahora
quisiera regresar con ella.-
-¿Ella?-
-Sí, es mujer, ¿te molesta?-
-Para nada- había cierto dejo de confusión en su rostro.
-¿Te gustaría verla?-
-Desde luego, unarting- saqué la foto y se la pasé. La confusión
pasó a ser total sorpresa pero se recompuso de inmediato.
-Se llama Ana y es el amor de mi vida. La conocí cuando papá
decidió llevarme con Alberto Cardozo, de seguro te acuerdas de él. Trabajaron unos
meses juntos antes de que renunciara- se acomodó la corbata. –Fue violada por un
hijo de perra que hizo que tuviera miedo de toda persona que se le acercaba.-
-Oh- mi respiración comenzaba a acelerarse.
-Sí, oh- repliqué -pero a la vez estoy orgullosa de que ella porque
sigue siendo un alma noble y pura a pesar de lo que le hicieron...-
-Lo siento- bajé la foto.
-¿De verdad lo sientes?, ¿De verdad te arrepientes de lo que le
hiciste?-
-¿Qué?-
-Todo encaja, el tiempo en el que te fuiste, tu colonia, las manos
suaves e incluso el puto lunar.-

-¿Cómo sabes del lunar?-


-Te abracé, con asco, una vez que llevaba una blusa de manga
larga de color blanco; me dejaste manchada de maquillaje- una macabra risa
retumbó por el piso.
-Eres muy inteligente, Lara, muy pero muy inteligente.-
-Lo único que no entiendo es el que Ray tuviera tu corbata.-
-Fácil, necesitaba deshacerme de la evidencia. En cuanto supe que
te habías ido con Cardozo actué.-
-¿Por qué?- apretaba con fuerza el arma en mi bolsillo -¿por qué
ella?-
-Es un delicioso manjar- fríamente se sentó en el sofá frente a mí
–y estoy seguro que sigue estando igual de estrecha.-
-¡Cállate!-
-Es deliciosa, ¿cierto? Su melena rubia y sus pecho preciosos...-
-No sigas.-
-Sólo porque Cardozo apareció si no la tendría bien domada en el
ático de mi apartamento. Es un ejemplar precioso- las palabras salían de una forma
asquerosamente natural de su boca. –Aprendió quedarse callada cuando le dije a la
puta de su madre que la dejara sin comer.-
-Me das asco, Hank.-
-Por fortuna la dejé muy bien guardadita para esta noche.-
-De ninguna puta manera.-
-La haré gritar tanto que la dejaré afónica- sonreía malvadamente.
-¡Te dije que te callaras!- Saqué el arma y el hombre estalló de
nuevo en risas.
-¿Me vas a matar, Lara? No tienes las agallas para hacerlo.-
-Pero yo sí- pegué un brinco cuando una voz masculina muy
conocida se escuchó detrás de mí. Volteé para ver a Rick, completamente vestido de
negro, entrar a la sala. El semblante de Hank cambió levemente.
-¿Qué me hará un guardaespaldas fracasado?- De su bolsillo sacó
una pequeña grabadora y repitió parte de lo que Hank me había dicho.
-Más la evidencia en cámara y lo que los micrófonos hayan
captado- veía el perímetro –ah, y no olvidemos la preciosa computadora.-
-Nunca la van a encontrar- Rick negó.
-No lo esperabas por lo que tuviste que actuar de inmediato, fuiste
descuidado- los ojos del rubio ardían con odio -¿la cabaña cerca del lago White Rock?-
Hank se tensó. –No eres más inteligente que nosotros- Rick corrió a la habitación y
regresó con una pequeña laptop, la puso frente a Hank. –Ahora antes de podrirte en
el infierno harás una generosa donación a una casa de mujeres maltratadas.-
-No- el rubio sacó una pistola y la puso sobre su cabeza.
-No lo diré de nuevo.-
-¿Cuánto?- Preguntó.
-La mitad de tu fortuna.-
-¡¿Qué?!-
-Créeme que no vas a necesitar ese dinero en la cárcel- por fin
encontré mi voz.
-Lo que hacen no es justo.-
-¿Justo? Abusabas de una niña de once años, no vengas a hablarme
de la puta justicia, unarting- dije sarcásticamente. Un ligero sonido metálico indicó
que la transacción estaba hecha.
-La otra mitad será para Anita- dijo Rick quien seguía,
prácticamente, enterrando la pistola en la sien de Hank. –Los refuerzos no tardan,
Lara, vete.-
-No...-
-Vete, ella debe estar en el Baylor. Estoy seguro que querrá verte
cuando despierte- asentí. Cuando pasé cerca de ellos volvió a hablar.

-Siempre se acordará de mí y cuando salga las encontraré- ahora Rick rió.


-Me aseguraré de que nunca salgas, maldito enfermo. Y me voy a
asegurar de que todos en prisión sepan que eres un pedófilo; dicen que no son muy
queridos en las cárceles. No te preocupes, podrás comprobarlo- me veía con furia.
-Que Dios te bendiga, Hank, vas a necesitar mucha ayuda para no
colgarte en los barrotes de tu celda después de que te hagan lo que le hiciste a ella.-
-Debí empezar contigo- levanté el arma e intenté disparar pero no
funcionó.
-Gracias a Dios no distingues entre un arma cargada y una vacía-
dijo Rick.
-Pero aun así puede servir- agarré el arma y la arrojé directamente
a sus bolas –ahora que lo pienso mejor, púdrete en el infierno, malnacido.-
-Pequeña perra- chilló mientras caía al piso retorciéndose de dolor.
-A mucha honra- Rick me hizo un guiño y salí de ahí. Agradecí por
la maceta cerca del elevador porque fui directamente ahí y vomité. Todas las
emociones acumuladas encontraron la manera de salir. Segundos después varios
hombres armados entraron corriendo; el último llevaba una placa colgando de su
cuello.
-¿Está bien, señorita Orozco?- Asentí –Jonh- otro oficial se le acercó
–dale agua a la señorita y llévala a casa.-
-No- dije de inmediato –al hospital, con mi novia, por favor.-
-Haz lo que dice- me dio un pequeño apretón en el hombro. –Está
en una línea muy delgada entre la increíble valentía y la estupidez.-
-Tomaré eso como un cumplido, oficial- rió.
-Lo que le convenga más- apoyada del oficial Jonh llegué a la calle
y amablemente me escoltó a la patrulla. Saqué la foto de Ana y la acariciaba mientras
hacíamos el eterno viaje al hospital.
No lo podía creer, había terminado. El monstruo había caído y no se
iba a levantar más. Nunca más. Éramos libres al fin. Mis ojos se llenaron de lágrimas,
por lo que acababa de pasar; porque quería a Hank y nunca lo creí capaz de algo así
de horripilante. Confiaba en él y también mis padres.
-Ha terminado, señorita, no se preocupe- dijo el oficial con una
cálida sonrisa.
-No sabe cuánto agradezco al cielo por eso- el hombre apenas y
tuvo tiempo de aparcar cuando yo intentaba abrir la puerta.
-Se abre por fuera, señorita- sonrió. Apenas abrió salí corriendo
adentro del hospital. Vi a mamá, papá, Ingrid e incluso Kevin ahí. Al verme mamá
salió disparada a abrazarme.
-¿Estás loca? Pudo hacerte algo.-
-Pero no lo hizo- vi a papá acercándose.
-Eres imposible, Lara Orozco.-
-Dejaría de ser yo si siguiera las reglas- tomé un respiro -¿cómo
está?-
-Bien, aunque sigue muy aturdida por la droga que le puso.-
-¿Puedo verla?- Asintieron ambos. Con cierto recelo mamá me dejó
libre.
-Yo te llevo- me abrazó y me guió. –Hija, prométeme que no harás
nada igual otra vez, casi me matas de un susto.-
-Tenía que hacerlo.-
-Aunque Ingrid tomó responsabilidad, el agente Curtis está también
aquí con una leve contusión. Pero algo me dice que tuviste que ver.-
-Esa fue ella, te lo aseguro- negó.
-Es una irresponsable por dejarte ir sola.-
-Le hice creer que iba acompañada, sólo por eso me dejó ir- cerró
los ojos.
-Es aquí- por la ventana vi la melena de Ana esparcida sobre la
almohada. –Hablaremos de tu castigo después- dijo con una sonrisa que correspondí.
Entré con sumo cuidado para no despertarla, se veía tan tranquila y preciosa. Como
siempre. Me acerqué a ella y dejé un beso en su frente. Abrió lentamente los ojos.
-La...-
-Aquí estoy, Anita- tomé su mano y la llevé a mis labios. –Todo
terminó, somos libres.-
-La- su voz se escuchaba aletargada. Tomé una silla y me senté tan
cerca de ella como fue posible.
-Descansa, cariño, estaré aquí cuando despiertes. Lo prometo.-
Sin soltarla puse mi cabeza sobre la cama, sintiéndome más libre,
sin ese horrible peso sobre mi espalda, sin cadenas. No más oscuridad, ni sombras, ni
monstruos. Con toda la fe de mundo di gracias a Él por ayudarnos a terminar con
esta pesadilla, por estar ahí y por tenerme paciencia. Y le prometí que pasaría mi vida
entera cuidando al pedazo de cielo que me mandó.

A/N Hola, queridos lectores!


Ni siquiera voy a mencionar el hecho de que falta un sólo capítulo
para que esto termine. Como ya les había expresado antes estoy abrumada por el
alcance que ha tenido la historia y por esto les estaré eternamente agradecida. Estoy
muy satisfecha con lo que he hecho y quiero seguir probando mis límites.
Sé que no quieren que termine (y una parte de mí tampoco) pero
hay más escenarios y amores que plasmar. Más historias que contar, más enseñanzas
y remembranzas que plasmar.
Como siempre, gracias por sus votos, mensajes, comentarios y su
buena vibra. Que el universo se los multiplique.
Nos leemos en twitter @Alexita_May :) y les súper recomiendo una
canción que se llama "Speak to Me" de Amy Lee <3 Estoy obsesionada con la letra y
algo de inspiración ha llegado para los nuevo proyectos.
Mi nota es corta porque si sigo me pondré a chillar.
Que tengan un maravilloso fin de semana, hermosas criaturas de la
creación.
Besos y abrazos desde mi frío rincón con olor a café (soprendente,
¿cierto?),
Ale :)
Capítulo 39

Contemplé a mi rubia por varios minutos o quizá fueron horas, no


lo sé. Miles y miles de plegarias pasaban por mi mente. Agradecía infinitamente que
no la hubiera tocado o estaría rumbo a la cárcel por homicidio. Contantemente
llevaba su mano a mis labios y la dejaba ahí por unos segundos. La tenía conmigo,
sana y salva. En algún momento comenzó a ganarme el sueño y me quedé
profundamente dormida con su mano entre las mías.
Regresé a la consciencia cuando alguien jugaba con mi cabello,
inmediatamente abrí los ojos y vi a Ana con ojos llorosos. Me recompuse y me senté
en la cama tan rápido como pude, se arrojó a mis brazos y lloró a mares. No me
contuve, lloré con ella de alivio, de ira, de coraje, de dolor, de todo lo que nos
acompañó en las últimas horas. Por fin todo había terminado; ahora la tenía en mis
brazos y por nada del mundo la dejaría ir.
Besaba su cabellera dorada buscando transmitirle paz y esperando
que esto la calmara aunque necesitaba el desahogo. Su agarre sobre mí nunca aflojó
creo que se hizo más fuerte con el tiempo. Con sumo cuidado tomé su rostro entre
mis manos; quité unos cuantos mechones rebeldes que se habían pegado a su mejilla
y limpié su rostro.
-Se acabó, Anita- sollozó más fuerte y buscó de nuevo mi pecho.
–Ya no nos molestará más, te lo juro. Estará muy pero muy lejos de nosotras o de
cualquier persona indefensa.-
-¿Lo prometes?-
-Lo prometo, mi amor, lo prometo- atientas busqué su meñique y lo
entrelacé con el mío. –Te tengo- era imperioso que supiera que estaba a salvo.
Costó muchísimo controlarla, ni siquiera pudieron hacerle el
chequeo de rutina porque se rehusaba a soltarme. Pedí por favor que nos dejaran
solas y que cuando estuviera lista se los haría saber. Un poco renuente la enfermera
aceptó. Creí que se había arrepentido cuando regresó momentos después pero sólo
nos llevaba papel de baño y agua. Prácticamente la obligué a que tomara algo y
después hicimos ejercicios de respiración porque a este punto tenía miedo que algo le
pasara. Lo logré, se quedó sentada viendo a la nada mientras acomodaba su cabello
en un intento de trenza.
-¿Lo conocías?- Preguntó después de muchos inquietantes minutos
en silencio.
-Por desgracia sí.-
-¿Cómo se llama?-
-Hijo de perra- contesté de inmediato –no creo...-
-Para poder enterrarlo al menos debo saber cómo se llama mi
monstruo.-
-Hank- se tensó.
-Hank- susurró –Hank- cerró los ojos y pequeñas lágrimas volvieron
a escurrir. –Hank... ahora lo recuerdo tan claro como el día- tomé sus manos lo que
hizo que abriera sus ojos de nuevo.
-Se ha ido y esta vez es para siempre.-
-¿Y si...- se veía aterrada.
-Hay suficiente evidencia para encarcelarlo y que nunca más salga;
incluso algo que se puede tomar como una confesión. No estará más en las calles- la
mirada, esa mirada que vi cuando hicimos el pacto de las calificaciones... cuando me
entregó mi iPod, ni una pizca de brillo. No la iba a perder de nuevo –le dije que a
pesar de lo que hizo eres la persona más maravillosa del mundo y tu nobleza no tiene
comparación.-
-¿Le dijiste?- Asentí.
-Claro que le dije; debía saber que ni una persona tan asquerosa
como él fue capaz de apagar tu luz.-
-¿Sabías?-
-Tenía algunos meses atando cabos... lo vi salir de mi casa y tú no
estabas... me volví loca y fui por él.-

-¿Por qué harías semejante estupidez?- Su rostro era serio.


-Porque te amo; porque eres lo más importante en mi vida y si algo
te pasaba me iba a morir- sus ojos se aguaron –no iba a permitir que te hiciera
daño.-
-La- buscó mis brazos una vez más.
-Te amo tanto, Ana- susurré conteniendo las lágrimas –una vida no
me será suficiente para probártelo.-
-No me dejes, por favor.-
-Nunca, cariño, nunca- con cuidado la recosté e hice lo mismo
sobre su pecho –eres cada parte de mí; todo lo que soy te pertenece por el tiempo
que lo quieras tener. E incluso si no lo quieres seguirá siendo tuyo.-
-Mi ángel- recostó su cabeza sobre la mía y así nos quedamos hasta
que el sueño nos venció.
A lo lejos escuchaba a mi rubia suplicando que no me despertaran,
que no le estaba haciendo daño, al contrario que sin mí no se habría calmado. Otra
voz le contradecía, intentaba e intentaba pero parecía imposible abrir mis ojos. Mis
parpados se sentían muy pesados y simplemente no pude.
La siguiente vez que escuché a alguien si me desperté pero no abrí
los ojos; necesitaba escuchar esta conversación. Escuché sus tacones moverse detrás
de mí y luego el sonido de la silla arrastrándose. Por un momento ninguna dijo nada
pero fue la invitada la que rompió el silencio.
-¿Cómo estás?-
-Bien, gracias a Dios.-
-Me alegra eso- mamá no estaba muy contenta con algo.
-Señora...-
-Me quedé un buen rato observándolas desde que Lara entró a la
habitación y- tomó una pausa –estaban en su propio mundo. Nunca había visto así a
Lara; las vi interactuar por mucho tiempo, lo suficiente para... ninguna de las dos se
inmutó de mi presencia.-
-Con todo respeto, cuando tengo a Lara conmigo no me importa lo
demás.-
-Es lo que vi.-
-Ya habíamos hablado pero si tiene dudas de esto le diré que no
voy a desistir; amo a Lara con todo lo que soy y bajo ninguna circunstancia voy a
renunciar a ella- la niña asustada de hace no sé cuánto había sido devorada por esta
mujer que parecía que marcaba territorio. –Ella me hace feliz y sé que la hago feliz;
nos complementamos a la perfección. Es como si nos conociéramos de hace muchas
vidas...ya se lo había dicho pero se lo repito por si se le había olvidado, no me iré sin
ella- casi podía ver la sonrisa de mamá.
-No hay necesidad de amenazas, Ana; ya hablé con Lara y es mi
turno de redimirme contigo. Lamento la forma en la cual me comporté, me aliviaría
saber que aceptas mis disculpas- mi rubia dudó.
-Cla... claro- creo que no esperaba esto de mamá.
-Lara y yo hemos encontrado nuestro camino y viendo que tú eres
muy importante para ella creí conveniente hacer las paces y comenzar de nuevo.-
-Gracias.-
-No, gracias a ti por la carta y ella me dijo que tú le sugeriste que
hablara conmigo. Te estaré infinitamente agradecida y esto es apenas una pizca de
agradecimiento por esto.-
-Sólo hice lo que creí adecuado para mi novia- escuché a mamá
ponerse de pie.
-Gracias por cuidar de ella...-
-La detendré ahí, no me agradezca por algo que es casi instintivo
en mí aunque he de decir que ella es la que constantemente me anda levantando.-
-No, la has ayudado de maneras que ni te imaginas, Ana. Gracias
por hacerla brillar de nuevo.-
-Hagamos que no se opaque otra vez- dijo mordazmente.

-Totalmente de acuerdo contigo- habló mi madre con voz dulce. Sentí su mano sobre
la de Ana, le dio un leve apretón y se puso de pie -bien, he terminado. Las puertas de
la casa siguen abiertas, Ana.-
-Gracias, señora.-
-Minerva, ya te había dicho- sentí la sonrisa de Ana. –Ah, por si
acaso, si le rompes el corazón a mi hija, olvidaré que conozco a tu padre y olvidaré
esta conversación, ¿entendido?- tenía ganas de saltar y sacudir a mi madre pero
dejaría de ser ella si no hubiera hecho algo así.
-Más que entendido, Minerva- no dijo más y salió del lugar. –Ya
puedes abrir los ojos- me dijo.
-Perdón por eso.-
-Es entendible, te ama. Yo haría exactamente lo mismo- estaba por
hablar cuando la puerta se abrió. En cuanto vi quién era salté de la cama para
abrazarlo.
-No te conocía tan efusiva- dijo sin soltarme.
-Te debo la vida, te abrazaría por un mes entero.-
-Eso suena bien pero tengo trabajo.-
-Gracias.-
-Un placer, Lara- lo solté y lo arrastré cerca de la cama –cariño, él
es Rick, nuestro salvador.-
-Mucho gusto, señor.-
-Es un gusto conocer la personificación de Afrodita- le tendió la
mano a mi rubia quién un poco temerosa la aceptó. –Lara nunca dejó de hablarme de
ti.-
-Chismoso- dije detrás de ellos –él era mi guardaespaldas pero
supongo que eso también era mentira.-
-Técnicamente no lo era porque cuidaba de ti. Realmente no estoy
retirado, soy un agente activo del FBI y teníamos algunos años rastreando a Hank y
al círculo en el que se mueve. Por penosos azares del destino llegué a ti y a tu novia.-
-Lamento haberte despedido- se echó a reír.
-Es justamente lo que esperaba que hicieras porque él ya
sospechaba de mí así que tenía que salir del panorama.-
-¿Lo despediste?- Preguntó incrédula Ana.
-Le dije que lo de ustedes era una fase y se enojó- le restó
importancia.
-Te debía dar una cachetada y luego despedirte- ambos rieron. –Por
lo que haya sido, muchas gracias, Rick... sí te llamas Rick, ¿cierto?- asintió riendo.
-Para ustedes siempre seré Rick. Mi trabajo está cumplido, sólo
quería ver que estuvieran bien.-
-Estoy en deuda contigo- lo abracé de nuevo y correspondió
gustoso.
-Sean felices y aléjense de los problemas, con eso me basta.-
-Dios te bendiga- dijo mi rubia –gracias por encerrarlo.-
-Gracias a Dios que lo encerraron; yo lo hubiera matado- agregó sin
rastro de humor. Estaba por salir cuando regresó su vista a mí –tenías razón, Lara,
estaba proyectando mi vida amorosa contigo. Y también tenías razón en que el
mundo no ha visto nada como esto- se dirigió a Ana –lo que ella hizo le gritó al
mundo lo mucho que te ama. No la dejes ir.-
-Ni loca- respondió de inmediato. Me sonrió y salió de ahí.
-Rick que no es Rick, mucha gente bueno en nuestro camino.-
-Es un buen augurio para lo que viene- le sonreí.
-¿Y qué viene?- Cuestioné.
-Tú y yo juntas en esta vida...-
-Y en las que siguen- me acerqué más a ella y después de más de
cinco tortuosos meses probé nuevamente sus labios. Fue apenas un pequeño beso
que significó el mundo para ambas.

-Te amo, ángel.-


-También te amo, rubia tonta- dejé mi frente sobre la de ella.
Donde sea que esté ella será mi refugio. En esta vida y en las que siguen, por
supuesto que sí.
Alberto y Norma llegaron casi al anochecer; el pobre hombre
envejeció veinte años en unas horas. Ingrid parecía perrito regañado pero eso cambió
cuando Norma llegó a abrazarla. Por supuesto que no esperaba que algo así pasara.
No sabían que tan cerca teníamos al maldito de Hank. Ana volvió a llorar al ver a su
papá; hablaron por un largo rato. En cuanto Alberto salió con los ojos hinchados
buscó a papá y lo abrazó agradeciéndole por lo que había hecho. Después se volvió a
mí e hizo lo mismo. Ya tenía en mente como quería que retribuyera a lo que pasó.
Pedimos el alta para mi rubia; no quería que pasara la noche ahí.
Alberto firmó una responsiva, ya que al doctor no le parecía que se fuera.
Argumentamos que vivíamos cerca y que la necesitábamos en un ambiente familiar
para poder tranquilizarla. Eddy se llevó una parte de los adultos mientras Ana y yo
nos fuimos en el auto de papá. Al llegar a casa sentí que se tensó bastante.
-Todo está bien, cariño. La casa fue revisada varias veces- dejé un
beso en su frente –y ya estoy aquí contigo- asintió.
Sin siquiera preguntar la llevé a mi habitación y le di ropa cómoda.
Le indiqué donde estaba el baño y cómo funcionaba; estaba por salir cuando me tomó
del brazo y me abrazó fuertemente.
-No te vayas.-
-No me voy- la dejé sentada en la orilla de la tina mientras
preparaba el baño. -¿Fresas o vainilla?-
-Fresas- dejé un beso sobre su frente.
-¿Ya te dije lo mucho que te amo?- Se sonrojó. Sentí que el corazón
se me saldría al verla así. –¿Por qué se sonroja, majestad?-
-Después de cinco meses...-
-Te tendré que acostumbrar a esto de nuevo.-
Hablamos muy poco mientras preparaba su baño, me dediqué a
llenarla de mimos y a tratar de que olvidara el mal trago. Cuando estuvo todo listo,
muy cuidadosamente quité su ropa y la ayudé a meterse. Me quité los zapatos y me
subí los pantalones tanto como pude para sentarme en la orilla de la bañera detrás de
ella. Lavé su cabello y la ayudé a enjabonar su cuerpo. No había nada sexual en esto,
absolutamente nada, sólo mi necesidad de cuidar del amor de mi vida. Ella me dijo
que era suficiente, así que salí y busqué toallas para secarla; la ayudé a salir y dejé la
ropa cerca de ella.
-Yo puedo pero no te vayas- susurró.
-Bien- me alejé un poco y me senté en el piso. Observaba
detalladamente el rostro de Ana, se veía tensa, nunca la había visto así. Pero
tampoco había estado en los primeros días después de que la alejaron de él. Sintió mi
mirada y volteó a mí.
-¿Qué pasa?-
-Nada, sólo veo lo preciosa que eres.-
-Tú eres más preciosa- replicó con una leve sonrisa.
-Podemos debatir eso, cariño- sus blancos senos fui cubierto por
una de mis playeras, luego se sentó frente a mí.
-Al final siempre me das la razón- se encogió de hombros –siempre
me dejas ganar- la vi sorprendida.
-Que sepa el poder que tienes sobre mí es un arma de doble filo,
señorita Cardozo.-
-No tengo malas intenciones con usted, señorita Orozco, sólo quiero
tenerla a mi lado toda mi vida.-
-Acepto ese castigo- se acercó más y dio un golpe.
-¿Castigo?-
-Broma, mi amor- llevó su mano a mi mejilla.

-Te puedo jurar que eres la persona más hermosa que he visto- sus ojos se veían
muy claros. –Dios te mandó para mí y sólo para mí- me apoyé sobre su mano.
-Sólo para ti- aseguré -¿quieres comer algo?-
-Quizá un poco de café pero no quiero nada de comida- me puse de
pie y tendí mi mano para que la tomara. Por un momento no estábamos en mi baño,
estábamos detrás del domo de la escuela cuando corrí tras ella y le di mi suéter para
que se limpiara. Cuando habíamos avanzado desde esa vez. La vez que ella hizo que
algo en mí se despertara. -¿La?- Moví la cabeza.
-Lo siento, pensaba en...-
-¿La vez que me diste tu suéter?- Asentí; ella tomó mi mano, se
puso de pie y quedó muy pegada a mí. –El día que comencé a sentirme visible otra
vez.-
Salíamos del baño cuando mamá entraba a la habitación, vio mi
atuendo brevemente y el de Ana. Contenía la risa; no podía imaginar lo que pasaba
por su mente. Ana le sonrió, se acercó para tomar la pequeña maleta que llevaba mi
madre en su mano.
-La cena está servida, nos gustaría que estuvieran con nosotros-
anunció un poco seria.
-Ahora bajamos, mamá- apenas salí comencé a reír. –Espero que
no sea muy imaginativa o que nunca haya visto porno lésbico.-
-¡Lara!-
-¿Qué? Es la verdad- simplemente negó con una sonrisa, puso la
maleta en la cama antes de dirigirse de nuevo a mí.
-¿Puedes cepillar mi cabello cuando regresemos?-
-Por supuesto, cariño- caminé unos pasos, la abracé –me cambiaré
rápidamente- asintió. Quité mis pantalones y playera a una velocidad increíble antes
de regresar con mi rubia. La tomé de la mano y la dirigí a la puerta. –Debemos ir a
un lugar antes del comedor- nos llevé a la biblioteca, a donde papá me había
mandado cuando estuviera preparada. Ahora lo estaba. Ana nunca soltó mi mano.
-¿A dónde vamos?-
-Nos vamos a escapar para ir a casarnos.-
-¡¿Qué?!- Me eché a reír.
-Debí grabar tu cara- me burlé.
-No es gracioso.-
-Sí lo es y mucho- me controlé y seguimos; la biblioteca estaba al
final del pasillo de mi habitación. Una vez ahí encendí las luces y caminé de inmediato
al estante donde estaba mi cuento.
-¿Ali Babba?-
-Siempre me gustó- abrí el cuento y no había nada raro. Ana se
agachó y me entregó un papel.
-Cayó de ahí- con cierto nerviosismo lo abrí y casi me voy de boca -
¿qué pasa?-
-Acceso total a mi fideicomiso, un extra y un apartamento en
Toronto... lo que siempre quise.-
-¿El fideicomiso?-
-No, vivir en Toronto.-
-¿Te irás?-
-Sólo si tú vas conmigo.-
Bajamos al comedor, no sin antes dejar el hallazgo en mi
habitación, y en mi vida imaginé la escena frente a mis ojos cuando llegamos; mamá
al lado de papá como siempre, junto a ella Ingrid y frente a ella Alberto y Norma. Las
personas más importantes en mi vida junto a la chica que llevaba de la mano. Un
poco temerosa Ana se pegó más a mi cuerpo.
-Niñas, que bueno que vinieron- dijo alegremente papá. Saqué una
silla para que Ana se sentara junto a Ingrid y yo junto a ella.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó Alberto.

-Bien, el baño ayudó mucho- antes de decir algo mi nana se acercó a mí con
quesadillas, plátanos fritos y papas a la francesa. Amo a esta mujer.
-¿Lo mismo para usted, señorita?- Se dirigió a Ana.
-¡Dios, no! Sólo café, por favor- los adultos rieron.
La cena fue bastante tranquila y agradecía a todos por eso, no
quería dramas ni platicas de él ni de nada que pudiera disgustar a Ana quien con el
paso de los minutos se sintió más relajada. A final de cuentas mi novia terminó
comiéndose la mitad de mi cena y las pocas caras que veía de Norma me decía lo
mucho que Ingrid quería molestarme por eso.
Apenas Ana tocó la almohada cayó en un profundo sueño.
Aproveché para darme una ducha rápida y para ir a la biblioteca por algo para leer.
No quería quedarme completamente dormida y ser incapaz de escuchar a mi rubia si
algo pasaba. Lo cerca que estuvimos... no debo torturarme con esto pero no dejo de
pensar en qué hubiera pasado si la hubiera tocado. Las lágrimas se hicieron presentes
segundos después; me acerqué lentamente a la cama y observé a mi rubia.
-¿Qué me has hecho, niña?- Sabía que era cuestión de tiempo para
que una pesadilla apareciera. Regresé al sofá donde estaba y mis sospechas se
hicieron realidad cuando mis ojos no podían más, a eso de las dos de la mañana.
-¡No!- Comenzó a manotear -¡Lara, no!- Corrí a ella tan rápido
como pude, encendí las luces.
-Anita, despierta- la sacudí -¡Ana!- Abrió los ojos de golpe y vi a su
alrededor. –Estamos en mi casa y estás a salvo.-
-Estabas con él- negué.
-Está donde debe estar, cariño- la abracé –tranquila.-
-¿Se fue?, ¿Eso es real?-
-Sí, Anita, lo atraparon- me recosté a su lado, como de costumbre
buscó mi pecho.
-Me cuesta creerlo... después de tanto tiempo creí que sería algo
permanente en mi vida.-
-Nos tomará tiempo pero como siempre podremos contra esto...-
-Juntas- complementó. Hizo que me tumbara junto a ella para
buscar su lugar en mi pecho y así ambas pudimos descansar.
La parte de convencer a Alberto de permitir que Ana se mudara
conmigo no fue muy difícil, lo que fue difícil fue que aceptara dejarla ya. Él
argumentaba que debía ir por sus cosas y por los papeles de la escuela, yo ofrecí a
Eddy como tributo para hacer eso. No quería que ella se fuera, por nada del mundo.
En defensa de mi caso les dije que mi ropa le quedaba bien y que no tendría
problemas en comprarle algo nuevo. Para mi grata sorpresa mi mayor apoyo fue mi
mamá. Sí, mi madre y entre las dos logramos el cometido.
Me sentía triste porque Alberto, Norma e Ingrid tenían que regresar
y después de varios días daba por sentado que se quedarían con nosotras siempre
pero no. Disfruté mucho al tenerlos por varios días aquí, especialmente a Ingrid que
nunca dejó de joderme la existencia. Incluso por fin fui testigo de lo que Ana me
confesó una noche, la relación entre Alberto y Norma; desde la ventana de la
biblioteca los vi caminando por el jardín detrás de la casa, tomados de la mano e
incluso vi como Alberto se agachó un poco para atrapar los labios de mi otra mamá.
Sonreí al verlos así. Se merecían un final feliz y que mejor que el uno al otro. Hacían
una muy linda pareja.
Muy a pesar de los peros de mis padres, decidimos irnos a mi
apartamento después de estar más de dos semana en la mansión. Tan pronto salía de
la escuela corría a casa para estar con Ana quien creó buenos lazos con las
trabajadoras de la casa; especialmente con mi nana. Ella no tardó en hacerle saber
todas las cosas que hice en mis primeros años de vida e incluso le mostró fotos. Lo
más humillante de mi infancia se le fue enseñado a mi novia.

La sonrisa de la rubia no se quitaba, estaba genuinamente feliz; las pesadillas todavía


estaban ahí pero era entendible, la herida era muy fresca. Sin embargo se le veía
más suelta, más en confianza y debo decir que la gente a mi alrededor se ha
empeñado a hacerla sentir cómoda y sobre todo querida. A esto me refería cuando
alguna vez le dije que todos deberían tener la oportunidad de conocer a alguien tan
maravillosa como ella.
-¿Es tu auto?- Preguntó mientras manejaba rumbo a mi
apartamento.
-Sí, un regalo de papá.-
-¿Es difícil manejar?-
-No, es cuestión de práctica. Cuando quieras puedo enseñarte a
manejar.-
-¿Lo harías?-
-Por supuesto que lo haría, cariño.-
La cara de sorpresa de Ana al ver el auto fue nada cuando vi el
complejo en el que vivía. Estaba en uno de los vecindarios más acomodados de la
ciudad y era bastante moderno. A decir verdad lo eligieron por la cercanía con la
escuela. Muy pocas veces he reparado acerca del lugar donde vivo y el auto que
manejo. He dado por sentadas muchas cosas pero ahora entiendo que he sido
afortunada de no adolecer en la parte económica; no me ha faltado techo, ni comida
e incluso tenía muchos extras y eso era algo de agradecer.
La cara de sorpresa no desapareció cuando aparqué y menos
cuando la ayudé a salir del auto para que seguir nuestro camino. De la mano la llevé
hasta mi apartamento. La cara de incredulidad del chico no tenía precio. Una parte de
mí esperaba que su paranoica novia estuviera ahí para dejar de lado las películas que
se armaba. Le indiqué a Ana los botones que debía presionar para llegar a nuestro
destino. Saqué mi llave y la hice pasar.
-¡Wow!, ¿Esto es tuyo?-
-Ahora también es tuyo- sonreí. Vi un sobre amarillo en el piso,
tenía el nombre de Ana en él. –Para ti- al escucharme volteó sorprendida.
-¿Para mí?- Asentí. Un poco temerosa lo abrió, después de leer un
poco abrió los ojos tan grandes como pudo. –Una cuenta de banco con muchísimo
dinero- me pasó el papel.
-Úsalos sabiamente. Con cariño, Rick- bajé el papel –espero me
disculpe por haber querido matarlo cuando dijo lo que dijo.-
-¿Esto es un sueño?- Negué.
-No, Anita, esto es lo que mereces. Todo lo bueno del mundo- se
acercó a abrazarme.
-Todo esto son complementos, extras, lo único que pido es tenerte
conmigo.-
-Estamos en sintonía, rubia- unos segundos después rompí el
abrazo -¿tienes hambre?-
-Un poco.-
-No esperes mucho, quizá sólo haya cereal y jugo.-
-Con eso basta, La.-
Fuimos a la cocina y rastreamos todo el lugar, encontramos lo
suficiente para hacer waffles. Nos entretuvo bastante la elaboración, reímos, jugamos
y de vez en cuando unos besos. Ella estaba sentada sobre la encimera con su plato y
yo reclinada sobre el refrigerador frente a ella. Había un par de metros de distancia
entre nosotras.
-¿Qué te parecen?-
-Son muy bueno, podría acostumbrarme a comer esto todos los
días- respondió.
-El efecto de los waffles- dejé mi plato de lado y me acerqué hasta
quedar en medio de sus piernas. Donde estaba sentada hacía que estuviera de mi
altura. –Anita- también dejó su plato de lado para poner ambas manos sobre mi
cuello y atraerme más a ella.
-La- pegó nuestras frentes –me haces tan feliz...-
-Y tú a mí- tomé su rostro –eres lo mejor de mi vida- agónicamente
bajo sus labios hasta chocar con los míos.

-Te amo, mi ángel.-


-Te amo, amor de mi vida- sonreí levemente antes de juntar
nuestros labios. Nos separamos cuando escuché el timbre sonar. Dejé un beso en la
quijada de mi novia y caminé a la puerta; tras ella, una sorpresa. –Kevin.-
-Hola, Lara- me hice a un lado para que pasara.
-¿Cómo estás?-
-Un poco triste porque no he sabido de mi novia en semanas.-
-Creí que mi padre te pondría al tanto- rió.
-Te estoy tomando el pelo, sé que pasó y de todo corazón me
alegra que todo haya ido bien. Aunque déjame decirte que estás loca.-
-No es la primera vez que oigo esto.-
-Ni la última- ambos volteamos al escuchar la voz de Ana detrás de
nosotros. Caminó hasta quedar al lado mío.
-Ana, él es Kevin Youngblood. Kevin ella es Ana mi...-
-Novia- completó la rubia firmemente.
-Eres más bonita en persona que en fotos- dijo Kevin tendiéndole la
mano.
-Gracias.-
-Es la verdad- un silencio incómodo se propagó por la sala.
-¿Qué quieres, Kevin?-
-Sólo quería ver que estuvieras bien y despedirme de ti.-
-¿Te vas?- Asintió.
-Uno de los reclutamientos funcionó realmente bien y me voy a
New York. Te pediría que fueras conmigo de no ser porque estás con alguien- mostró
su deslumbrante sonrisa.
-Sé que te irá muy bien- me acerqué y le di un abrazo que
correspondió de inmediato.
-Ten una buena vida, Lara Orozco, la mereces- asentí con una
sonrisa. –No la descuides porque hay muchos detrás de ella- se dirigió a Ana
–incluido yo.-
-Me tiene bien atada y yo a ella, puedes poner tu mirada hacia otro
lado- la sonrisa no me cabía en el rostro al escuchar la fuerza del mensaje de mi
novia.
-Llámame cuando pases a las nacionales y te estés cagando de
miedo- rió.
-Lo haré. Cuídense, chicas- no dijo más y salió de mi apartamento.
Abracé a mi rubia.
-Atada, ¿eh?-
-Si alguien coquetea contigo no esperes que me quede callada o
que no dé batalla- se veía levemente molesta.
-De nuevo, no me equivoqué al llamarte Xena.-
El resto de la tarde la pasamos en total calma, cumplí mi promesa
de hacerla ver Kill Bill y el resultado fue... bueno o eso creo. Está demás decir que las
escenas sangrientas no fueron sus favoritas pero le gustó el concepto de toda la
película en general. Después de las horas sentadas y comiendo palomitas quedamos
dormidas en el enorme sofá. Ana prácticamente sobre mí y yo aferrada a su cintura.
Desperté cuando sentí una pequeña presión sobre mi pecho, al abrir los ojos tenía la
preciosa cara de mi novia frente a mí.
-Hola- le dije sonriente. No contestó y juntó sus labios con los míos,
correspondí de inmediato. Llevó sus manos a mi cuello para atraerme más a ella; mi
agarre sobre su cintura se hizo más fuerte mientras sus besos subían de intensidad.
-Te he echado mucho de menos- dijo sobre mis labios.
-Y yo a ti, cariño- dejó mi boca y descendió a mi cuello,
arrancándome varios suspiros. Mordió mi sensible piel.
-Mía- y no sé qué me calentó más, si la forma en la cual lo dijo o su
respiración sobre mi cuello.
-Completamente tuya- se sentó a horcajadas sobre mi pelvis y de
un momento a otro vi la playera que tenía puesta volar lejos de nosotras. Llevé mis
manos a sus piernas, luego las subí a su abdomen hasta llegar a la base de sus
senos. –Eres preciosa.-

-Hazme el amor, La- pidió con un brillo especial en sus ojos –lo necesito.-
-Será un placer, majestad- me incorporé hasta llevar mis labios al
canal de sus senos y los dejé ahí unos segundos. Sus manos se enredaron en mi
cabello –te amo tanto, Ana- moví mis labios a uno de sus senos y di un leve mordisco
sobre la tela de su sujetador.
-La- me jaló el cabello. Lo hice un par de veces más antes de que
ella dejara mi cabello. Segundos después vi porque lo había hecho. Se quitó el
sujetador para dejar sus suaves senos a mi disposición.
Atrapé uno de ellos con mi mano y el otro con mi boca, succionando
fuerte sin lastimarla. Los gemidos de Ana me hacían saber que le estaba gustando.
Entonces recordé los días de "investigación" que tuve. Muchas noches, más de las que
me gustaría admitir, soñé con Ana y lo que estábamos haciendo ahora mismo; quería
saber más sobre las forma de dar placer a una mujer y encontré muchas cosas pero
temía traspasar algún límite de mi rubia. Lentamente la empujé hasta que quedó
recostada y yo sobre ella.
-Si algo no te gusta...- llevó su dedo índice hasta mi boca para
callarme.
-¿Todavía no comprendes que eres la única persona que tiene todo
de mí? Te amo, Lara, de millones de maneras y nada me hace sentir tan plena, tan
amada y deseada como cuando tu piel está sobre la mía. He esperado por esto
muchos meses, no te detendré por nada del mundo. Confío en ti y sé que no me
harás daño- le sonreí.
-También he esperado por esto.-
-Dejemos de esperar entonces- bajó su mano a mi cintura y me
levantó la playera –estorba.-
Como ello lo hizo me quité la playera y la arrojé lejos e hice lo
mismo con mi sujetador. Ahora estábamos en igualdad de condiciones. Llevé mis
labios a su cuello e inicié mi descenso por su cuerpo. Una vez más me detuve sobre
sus senos para besarlos y chuparlos a placer; de vez en cuando levantaba la vista
para encontrarla con los ojos cerrados y su labio inferior entre sus dientes. Se veía
tan preciosa y más deseable de lo normal.
Dejé sus senos para seguir bajando por su vientre donde también
repartí besos hasta llegar a donde comenzaba su falda. Sin dejar de verla busqué el
cierre para deshacerme de la prenda; mis nervios hicieron que tardara más de lo
necesario pero lo logré. Levantó la cadera para que su falda saliera con facilidad y así
quedar únicamente con sus bragas blancas, como ella. La he visto muchas veces así
pero no deja de impresionarme lo hermosa que es.
Una vez más besé su vientre y más abajo, los besos y suaves
soplidos llegaron a su monte de venus que era parcialmente cubierto por el único
pedazo de tela que quedaba. No me detuve ahí; fui más abajo guiada por mis labios.
Besé su sexo muy suavemente esperando por si ella me detenía pero no lo hizo.
Tomé su ropa interior para quitárselo tan lento como pudiera; aunque mi excitación
quería que lo hiciera rápido.
Al igual que antes, levantó la cadera para que pudiera deshacerme
de su ropa y poder así contemplarla completamente desnuda. Su sexo
completamente depilado, como nuestra primera vez. Levanté mi vista para
encontrarme con sus preciosos ojos viéndome atentamente, así sin dejar de verla y
con el corazón a mil por hora, mis labios rozaron su sensible piel. El audible gemido
hizo que lo hiciera una vez más y otra y otra... sobre mi mentón podía sentir la
humedad de Ana y lo bien que estaba reaccionando a esto.
Di un paso más y saqué mi lengua para poder saborearla, la forma
en la cual dijo mi nombre y el cómo jaló mi cabello me dio a entender que estaba
muy complacida. Esto era muy nuevo para mí pero me dejaba guiar por las
reacciones de mi rubia. Ella levantó la cadera y empujó mi cara más a ella haciendo
que sus agridulces fluidos se propagaran por una buena parte de mi cara; no desistí.
Seguí lamiendo con fuerza, con ímpetu a la par que los gemidos de Ana se hacían
más fuertes y seguidos.

-Lara... no te detengas- dijo entre gemidos.


-No lo haré- estaba cerca lo sentía, al igual que sentía mi propia
humedad esparciéndose en mis pantalones.
Era el momento, una de mis manos llegó a la parte interna de sus
muslos y apretó antes de posicionarse en la entrada de su vagina. Deslicé un dedo
dentro de ella sin dejar de darle placer con mi lengua. La sentí temblar; el calor que
sentí era enorme. Como pude me deshice de mis pantalones y llevé mi mano libre a
mi clítoris para masajearlo. Solté un gemino cuando presioné en el lugar exacto.
-La...- Ana estaba completamente entregada a mí y yo estaba
entregada a darle tanto placer como pudiera.
Aumenté el ritmo de ambas manos y el de mi lengua, Ana estaba,
prácticamente despegada del sofá arqueando de una manera, casi atlética su espalda.
Entonces explotó en un sonoro orgasmo y segundos después la seguí yo. No dejé de
penetrarla hasta que regresó su espalda abajo y mis espasmos no me permitieron
coordinar mis movimientos adecuadamente.
Quedé recostada sobre sus piernas por varios minutos hasta que fui
capaz de trepar por su cuerpo y quedar sobre su pecho. De inmediato llevó sus
manos a mi espalda y me acarició con amor. Puse mi mano sobre su cuello mientras
un agradable silencio regía nuestra sala. Su corazón estaba un poco alocado aún pero
su respiración era más tranquila.
-¿Cómo estás?- Pregunté tiempo después.
-Feliz, satisfecha, contenta, complacida- tomó una pausa –hay
muchos adjetivos para lo que me hiciste sentir.-
-¿Te gustó?-
-Me encantó, La.-
-Estuve haciendo algo de investigación- mis mejillas ardían –eres la
primera mujer con la que estoy...-
-Y la última- reí.
-Y la última- corroboré –así que creí conveniente saber un poco
más de las formas de complacer a tu pareja.-
-Déjame decirte que eres una excelente investigadora- ambas
reímos. –Misión más que cumplida, señorita Orozco.-
-Su placer es el mío, señorita Cardozo.-
Integrarla a la escuela no fue muy difícil pero sí lo fue alejarme de
todas las idiotas que se hacían llamar mis amigas. Nunca escondí a Ana, nunca me
sentí avergonzada por amarla como lo hago y fue entonces que un día, aparecí por la
escuela de la mano de la rubia. Todas las cabezas se viraron a nosotras, mi pobre
rubia parecía un venado rodeado de hienas; la solté y la abracé para tenerla más
cerca de mí. La primera en dignarse a preguntar fue Regina y preguntó si era día de
los inocentes. Mi respuesta fue un beso a mi novia y un "aléjate de nosotras".
Las semanas consecutivas fueron bastante complejas; la gente
seguía viéndome como si fuera un alien. Al menos mi reputación me precedía y nadie
se había metido con Ana. Después vino nuestro espacio en la cafetería, obviamente
no podía sentarme con las huecas para mi sorpresa fueron mis antiguas compañeras
de equipo quienes nos acogieron de muy buena manera. Varias de ellas se mostraron
felices de tenerme de vuelta y sobre todo estaban felices de que estaba lejos de las
idiotas.
Ana no tardó en llamar la atención de la profesora de matemáticas
y el de química. Aunque la carga de trabajo era considerablemente mayor que en el
pueblo, se adaptó rápido. Adquirimos un buen ritmo de vida en los primeros dos
meses que comenzamos a vivir juntas. Como de costumbre ella me ayuda con mis
tareas y yo la hacía un poco más coordinada con los deportes. Los fines de semana
salíamos a correr y dos veces al mes comprábamos la despensa. Nos turnábamos
para cocinar y para lavar la ropa. Todo iba más que bien.

Navidad llegó, nuestra primera navidad juntas y la mejor de mi vida. Esa semana la
pasamos en la mansión con mis padres y junto con unas cuantas sorpresas: Alberto,
Norma, Ingrid y Pao. Me alegró muchísimo ver a la chica menuda al igual que mi
novia; en mi ausencia se hicieron muy amigas y encontraron un punto en común, la
tolerancia. Cosa que no fluyó tan bien con Ofelia.
Íbamos de la mano por el jardín disfrutando de los pocos copos de
nieve que caían sobre nosotras. Simplemente caminábamos buscando desentumir las
piernas después de estar viendo un maratón de Harry Potter. Llegamos a los rosales
de mamá que ahora lucían sin vida; Ana se agachó y las contempló.
-La vida y sus ciclos.-
-Donde hay vida, hay muerte.-
-Pero también hay renacer; nuevos ciclos se abren para seguir
dando vida.-
-Las clases de filosofía han dado frutos, ¿eh?- Rió.
-Muchos- se incorporó para ponerse frente a mí. –Hoy amanecí con
la imperiosa necesidad de decirte lo agradecida que estoy por este tiempo juntas-
tome su mano y la llevé a mis labios.
-No tienes que agradecer, cariño.-
-Lo sé pero quiero hacerlo. Me haces muy feliz, La, me siento muy
afortunada cuando te tengo a mi lado y eso no lo cambio por nada del mundo.-
-Me siento de la misma manera, Anita, revolucionaste mi mundo y
pusiste todo patas para arriba.-
-¿Eso es bueno?-
-Es lo mejor que me ha pasado.-
-Te amo, La con todo mi corazón.-
-También te amo, preciosa, con cada parte de mí- se colgó de mi
cuello.
-¿Alguna vez le bajan a la calentura?- Rodé los ojos al escuchar la
voz de Ingrid.
-¿Qué quieres, amargada?-
-Que traigan su tortillero trasero para acá y ayuden con los
preparativos- nos echamos a reír.
La noche fue maravillosa, la cena junto con las personas más
especiales en mi vida es mi momento favorito. Mamá, Alberto y Norma fueron los
encargados de preparar la deliciosa cena, mientras Ingrid, Ana y yo poníamos la
mesa; obviamente eso estuvo lleno de muchas risas, sarcasmo y comentarios con
doble sentido. Muchos de los cuales mi novia no captó. Cerré la noche con mis labios
sobre los de Ana debajo del muérdago.
La feria de regalos fue increíble; todos se esforzaron al máximo.
Mientras yo ya había conseguido el regalo de mamá, papá y Ana desde semanas atrás
tuve que improvisar con lo de mis invitados. Papá me dio pases dobles para toda la
temporada de los Cowboys y casi me desmayo de la emoción. Mamá me dio un par
de tenis personalizados, con mi número, mi nombre y una L y una A grabados en la
parte de atrás. Maravilloso regalo. Ana me maravilló con su regalo que en realidad
fueron dos; el primero era una libreta con nuestras memorias, todo lo que habíamos
pasado juntas en este tiempo y había muchas hojas en blanco para seguir llenando.
El segundo fue una almohada con tres fechas grabadas con números romanos: la
fecha de nuestro primer beso, cuando nos hicimos novias y su fecha de cumpleaños,
cuando hicimos el amor por primera vez. Las fechas que más nos marcaron.
Papá le dio a Ana un vale por treinta horas que decía "valido para
clases de manejo". Y es que ahora que me habían aceptado de nuevo en el equipo de
voli mi tiempo era más que reducido por lo que agradecí enormemente el gesto de
papá. Mamá no se quedó atrás y le di una pulsera con pequeños jades incrustados. El
color verde claro representaba el color de mis ojos; el abrazó que Ana le dio a mamá
nos puso emotivos a todos. Ahora venía mi turno y estaba nerviosa. Tomé una
servilleta y comencé a tallar mi muñeca, debajo de mi dedo meñique, los adultos me
veían extrañada pero después de unos segundos el maquillaje se quitó y se descubrió
el tatuaje que me había hecho. Una cruz y una A en medio, simbolizándola a ella
como mi fuerza y mi fe.

Y debo decir que este no era mi regalo original; me acobardé sobre la hora y me sentí
sobrepasada por el hecho de dárselo en público. Sabía que nos apoyarían pero no
podría hacer con tanta audiencia, ese sería mi regalo principal y se lo daría llegando a
casa. Y ese día llegó apenas cuarenta y ocho horas después de abrir nuestros regalos.
Estábamos más que bien en la mansión pero quería tiempo a solas con mi novia y
extrañaba mi cama. Cuando llegamos al apartamento Ana también mostró su alegría
de regresar.
-¡Por fin!- Corrió a echarse al sillón.
-Te entiendo, cariño- me senté junto a ella, dejando a un lado la
almohada que me regaló; de inmediato se buscó mi regazo.
-Tu familia es maravillosa pero amo estar aquí contigo. Sólo
nosotras y nuestro mundo- tomó mi mano derecha y besó sobre el tatuaje –poco me
faltó para comerte a besos. Ha sido un regalo maravilloso.-
-Me alegra que te haya gustado tanto.-
-Me encantó- acomodé su cabello detrás de sus pequeñas orejas.
-Puede que Santa haya venido para acá también- sonrió.
-Claro que no.-
-Puede que sí- le sonreí también. Se puso de pie inmediatamente y
corrió al árbol que pusimos muy cerca de las escaleras. Había una caja grande.
-¿Para mí?-
-No lo sé, deberías abrirlo- como si fuera una pequeña niña rompió
la envoltura y abrió la caja, para encontrarse con otra, la cual abrió con igual
emoción. Su carita se transformó cuando vio una pelota de voli dentro de ella.
-Es para ti- negué. Le hice una seña con la cabeza para que la
girara, tenía su nombre. La giró una vez más y vi la pequeña abertura. –Está rota,
La- con el corazón a punto de salirme del pecho me acerqué a ella.
-Puede que sea funcional aún- la arrojó hacia arriba y algo dentro
de la pelota se movió haciendo que hiciera ruido.
-Hay algo dentro- sonreí al ver lo sorprendida que estaba por todo
esto.
-Quizá debas husmear- con cuidado buscó la abertura y la hizo más
grande con sus manos. Una pequeña caja cayó de ahí. Al verla sus ojos
inmediatamente buscaron los míos.
-La...-
-Abre la caja, mi amor- me acerqué más a ella. Lo hizo y al ver su
interior se llevó una mano a su boca de la impresión. –Esto es un poco más formal-
tomé el anillo de platino con forma de una rosa. Pasé semanas buscándolo por todo
Texas hasta que me convenció y sabía que era el indicado. –No hay discurso bonito,
no hay palabras rimbombantes que adornen mi mensaje. Te amo, Ana, eres la
casualidad más hermosa de mi vida y estaré por siempre agradecida con Dios por
esto. Sé que no podré encontrar a alguien que me haga sentir de la manera en la cual
tú me haces sentir y honestamente no quiero, sólo quiero ser de ti... mejor dicho sólo
soy de ti y para ti, en esta vida y en las que siguen así que- puse una rodilla en el
piso –Ana Cardozo, ¿te gustaría ser mi compañera de aventuras?- mi rubia lloraba
–seré más clara- dije con una sonrisa nerviosa -¿quieres ser mi esposa?-
-Sí, La, quiero ser tu esposa- tomé su mano y acomodé el anillo
donde corresponde –nada me haría más feliz que estar contigo toda mi vida- me
levanté de un brinco y busqué sus labios. Fue aquí que comprendí lo que Ana dijo
cuando estábamos en el jardín de mamá; un horrible ciclo había llegado a su final. El
ciclo de la oscuridad, de las pesadillas, de los malos tragos, el círculo que de una
manera u otra nos unió y nos hizo más fuerte. Pero ese círculo dio paso a este
maravilloso momento. Ese círculo dio paso al resto de nuestras vidas, juntas como
nos prometimos alguna vez.
Lo que creí era el peor castigo en mi vida, lo que creí como la
humillación más grande para mí fue lo que me hizo conocer el amor más grande que
he sentido y que sentiré. En ese rincón olvidado conocí a un ángel sin alas, a una
chica con una luz tan grande como su nobleza; conocí a la hija del pastor y cambió mi
vida. Ahora sólo me queda retribuirle el haber cosido cada parte de mi alma y de mi
corazón; ambas completamente de ella, en esta vida y en las que siguen.
A/N Hola, queridos lectores, aquí estoy por penúltima vez con esta
historia (violines tristes de fondo)
La historia que vino a mí después de un sueño loco que atribuí a la
indigestiones decembrinas se convirtió en algo que me unió a muchas almas y que
me hizo conocer a mucha gente maravillosa como ustedes. Ese sueño loco se
tomando forma con la gente a mi alrededor y con un sentimiento enorme que
desbordaba mi corazón y mi mente. Quizá mi cuento no tuvo el final feliz que yo
quería pero eso me ayudó a plasmar un amor puro y desinteresado como el de Lara y
Ana, como muchos que hay por aquí.
Gracias por ser parte de ese sueño y por alimentarlo con su
ingenio, con sus perspectivas y una que otra sandez. Gracias por sus palabras que
fueron motivación extra para seguir escribiendo, para desvelarme, para dar un poco
más cada capítulo.
Uno que otro comentario y mensaje me hablaba del drama
"excesivo" pero, la vida real está repleta de dramas que rayan en lo absurdo. Lo que
quise plasmar es la jornada que muchas personas tienen que pasar para poder estar
finalmente juntos; la vida de los que no viven en una burbuja de plástico y que no les
pasa absolutamente nada. Quise plasmar, más allá de descubrir la orientación sexual
de un par de chicas, quise plasmar una jornada de vida; un camino emocional. Si no
les agradó, ni modos, he aprendido que no se puede complacer a todo el mundo y a
final de cuentas esto lo hice para mí y probarme que puedo hacerlo. Y los que
comprendieron, son los que han atravesado más dificultades de las que han creído y
hoy están de pie y saben del enorme esfuerzo para pararse de nuevo y sonreír.
Todos esperamos una Lara o una Ana, o quizá una Norma, una
Ingrid, un Alberto que nos guíe, que nos ilumine, que nos ame y todas y cada una de
esas personas llegaran a nosotros en el justo momento. Cuando menos lo esperamos,
cuando más lo necesitemos llegaran y le darán un sabor diferente a la vida. Mientras
tanto enterremos nuestros demonios, amemos a la persona que vemos frente al
espejo que al final de cuentas es la única que tenemos al final del día.
Millones de gracias por todo. Ahora una parte de mi corazón y de
mi mente les pertenece y les pertenecerá con esta y lo que sea que mi mente cocine
en los próximos días, meses, años o lo que sea. El universo les multiplique todos sus
buenos deseos y nos leemos pronto con el epilogo ;)
Todo mi amor desde mi caluroso rincón con olor a café y
chocolates,
Ale
Capítulo 40

Estaba frente al altar más nerviosa que nunca, mi pierna no dejaba


de moverse rítmicamente mientras esperaba a mi chica. El patio de la mansión había
sido elegido como el lugar para nuestra boda, dos años después de que Ana me diera
el sí. Alisaba mi vestido, aunque no estaba arrugado. Gracias a Dios que elegimos
atuendos sencillos porque el calor era insoportable o quizá eran mis nervios.
Había dormido muy poco y sin Ana. Después de dos años habíamos
dormido separadas; a pesar de mis protestas, mamá dijo que sería de mala suerte.
Que debíamos seguir la tradición. Yo sólo quería dormir con mi rubia y nada más.
Desde hacía días sentía el nudo en el estómago. Muevo la cabeza y busco
concentrarme pero alguien me arroja algo y volteo. Es Ingrid.
-Creo que ya se arrepintió.-
-Cállate- se echó a reír.
-No la culparía.-
-No estás ayudando- Norma le da un golpe en señal de advertencia.
-No te preocupes, hija, de seguro ella también está nerviosa-
agrega, entonces el cuarteto de cuerdas que papá eligió comenzó a tocar la marcha
nupcial.
Todos se pusieron de pie mientras el corazón estaba a punto de
salir de mi pecho. Entonces apareció ella, deslumbrante como siempre, con el vestido
blanco con el que la conocí; su cabello en una media cola y levemente rizado en las
puntas, se ve preciosa. Un ramo de girasoles en su mano mientras la otra se aferra al
brazo de Alberto. Quien lleva una biblia en la mano libre ya que él oficiará nuestra
boda. Todo pasa en cámara lenta mientras en mi mente recuerdo cuando la conocí,
cuando le di mi suéter, cuando me abrazó por primera vez, nuestro primer beso,
todo. Y ahora estábamos aquí a punto de darnos el sí para toda la vida.
Veo su sonrisa nerviosa cuando se acerca a mí; creo que yo estoy
babeando porque nunca, nunca la vi tan radiante como hoy. Es como si un aura
adornara su dorada cabellera y toda ella. Dios, es tan bonita y está a nada de ser mi
esposa y eso me eriza la piel de tanta emoción. Una vez que está lo suficientemente
cerca estiro mi mano para que la tome, antes de hacerlo abraza a Alberto con fuerza
y el hombre le responde de igual manera. Al separarse deja un beso en la frente de
Ana y me regala una enorme sonrisa. Anita toma mi mano y creo que estoy a punto
de desmayarme. Esto es tan irreal.
-Hola- me dice tímidamente.
-Hola, cariño- aprieta mis dedos que están entrelazados con los de
ella. –Te ves preciosa.-
-También tú, La.-
-¿Estás segura?-
-¿De querer pasar el resto de mi vida contigo? Muy segura.-
-Bien, porque ya no te librarás de mí, rubia tonta.-
-Tú eres la que no se librará de mí, fastidiosa- nos sonreíamos
ampliamente.
-Te amo- susurré.
-Te amo más, amor- respondió de inmediato con una sonrisa aún
más grande. Ambas volteamos a la vez que la voz de Alberto se hace escuchar.
El tiempo es relativo, depende de nuestro estado anímico, de
nuestro humor, de nuestra percepción de la vida y la muerte e incluso de nuestros
pecados y penitencias. Para mí el tiempo ha sido benévolo, ha sido paciente, ha sido
tolerante y ha llenado de recompensas mi vida y la de mi esposa. Hace ya siete años
de ese día que cambió mi vida para siempre. Casi por inercia bajo la mirada a mi
mano donde yace el anillo de platino con una A formada de pequeños diamantes.
Salgo del trance cuando veo por el rabillo del ojo, el marco negro de los lentes de Pao
asomarse por mi puerta.

-Lara, tu cita de las cinco ya llegó.-


-Que pase, por favor- asintió con una sonrisa y la vi desaparecer.
Segundos después apareció Marlyn, una joven mujer que recién había terminado una
relación de diez años y sentía el mundo derrumbarse a su alrededor.
-Doctora, ya no sé qué hacer- sollozó y se aventó a mis brazos.
–Volvió a buscarme y cada vez me confunde más- con cuidado la llevé al sofá y me
senté frente a ella.
-¿Qué le dijo?-
-Que estaba arrepentido y que quería regresar- bien dicen que para
que hayan hombres perros deben haber mujeres sumisas y viceversa. Todos
aportamos algo para que los surcos en los que nos metemos se vuelvan pozos.
-Eso le dijo cuando lo descubrió con otra mujer la primera vez, la
segunda, la tercera, la cuarta y la quinta- apenas era su segunda sesión pero desde la
primera se soltó a hablar y vaya que lo necesitaba.
-¿Y si de verdad está arrepentido?-
-¿Y si sólo extraña el hecho de tener comida y techo y el pase libre
para acostarse con quien quiera?-
-¿Perdón?- Se veía ofendida.
-Marlyn, es una mujer muy bonita con algo muy feo en su vida.-
-¿Qué?-
-Su marido- hizo una mueca. –Él no está arrepentido de engañarla,
está arrepentido de haberse ido de la casa a vivir, prácticamente, a la calle.-
-Pobre Paul, ¿y si está pasando hambre?-
-Se lo buscó.-
-¿Y si algo le pasa?-
-Se lo buscó.-
-¿Qué clase de psicóloga es usted?-
-Una con mucha hambre y con cero filtros.-
-Nunca debí venir con usted.-
-Claro, busque a alguien que la reconforte y le diga la verdad a
medias. Alguien que le diga que una paliza de vez en cuando no le hace daño a nadie.
Es más que es su rol como mujer ser golpeada por su marido.-
-Yo nunca le dije de las palizas.-
-No fue necesario.-
-Usted es joven, no sabe nada de matrimonios.-
-Llevo casada unos años menos que usted.-
-¿Se casó a los quince?- Reí.
-Me casé a los diecinueve.-
-¿Y cómo ha...?-
-No manipulando a mi esposa, ni pasándole mujeres en la cara,
siendo fiel a lo que nos prometimos en el altar- se puso a llorar de nuevo.
-Quizá no soy suficiente mujer para él- odio cuando llegan al punto
de culparse por todo.
-Quizá él no sea suficiente hombre para usted y no sepa qué hacer
con una mujer como usted- me quedó viendo como si hubiera dicho una sandez.
-No me haga reír, por favor.-
-Veo a una mujer muy atractiva con un problema de autoestima.
Marlyn, puede tener a la persona que quiera en su vida- amagó con decir algo –pero
no a su esposo. Hay muchas personas que morirían por estar con alguien como usted.
Le queda de tarea verse al espejo y hacer una lista de todo lo bueno que ve en usted,
emocional y físicamente. Partiremos de ahí- asintió.
-¿Y si no escribo nada?-
-Sé que lo hará- me puse de pie –dígale a la señorita de recepción
que no le cobre. Hablaremos la próxima sesión.-

-Gracias, doctora- con una sonrisa salió del consultorio. Por fin viernes y por fin libre
para descansar. Levantaba mis cosas cuando oí la voz de Pao.
-Es la cuarta persona a la que no le cobras en la semana, a este
paso te quedas en quiebra.-
-Lo haría gratis si pudiera, Pao, me hace feliz poder ayudar a la
gente.-
-Pues a tu secretaria le hace feliz comer y pagar sus deudas así que
ponte las pilas- reí. -Ana llamó y dijo que saldría a las seis.-
-Gracias. Puedes irte, yo cierro todo- negó.
-Tú vete, sé que se han visto muy poco en esta semana.-
-¿Y tu novio?-
-En Ohio, con su familia, ya te lo había dicho.-
-Lo siento, esta semana fue algo mala. Creo que me desquité con la
paciente.-
-Creo que la enganchaste para que venga una vez más- me
acerqué a la chica y le di un abrazo.
-Gracias, Pao.-
-Salúdame a Anita, por favor.-
-Lo haré.-
Tenía mi consultorio en un exclusivo edificio en el downtown de
Toronto; estaba en el quinto piso junto a un par de clínicas de especialidad,
rehabilitación y un spa. Todos nos conocíamos, después de años aquí la gente se
vuelve cotidiana. Casi corrí a mi auto y lo puse en marcha para ir por mi preciosa
esposa.
Una de las condiciones para que se casara conmigo era que
viniéramos para acá. Más guiada por mis confesiones de querer vivir aquí que por
convicción propia pero no me quejaba. Nos adaptamos muy rápido a nuestra vida de
pareja y luego como esposas llegamos aquí con muchas ilusiones de seguir
escribiendo nuestra historia.
Ana trabajaba en un hospital muy reconocido aquí, a final de
cuentas se inclinó por enfermería, lo que siempre quiso y lo hacía de las mil
maravillas. No lo digo porque sea mi esposa sino porque su equipo de trabajo lo decía
y a su corta edad le auguraban un muy buen futuro. Regresé a la conversación en el
consultorio; siete años de casadas y diez de conocernos. Pareciera precipitado pero
nunca estuve tan segura de algo, era, es y será Ana.
Hemos crecido tanto, en tantos aspectos, nos hemos conocido más
a fondo, también en muchos aspectos y no me canso de ella. Las cosas no han sido
miel sobre hojuelas, hemos tenido nuestros momentos pero los hemos superado
juntas. Las pesadillas desaparecieron poco antes de que nos casáramos. En ese
tiempo nunca dejamos de asistir a terapia y fue clave para poder dejar eso atrás.
También ayudó la sentencia de por vida a Hank; fue un gran alivio para todos.
Los turnos de Ana y mis pacientes nos habían tenido separadas
toda la semana. Apenas nos vimos para comer un día y cuando yo llegaba a casa ella
dormía porque entraba muy temprano al otro turno. Al principio fue muy difícil porque
era la primera vez en muchos años que nos separábamos por muchas horas y luego
por días. Eventualmente encontramos el equilibrio en esta nueva rutina que teníamos.
Me detuve en un pequeño establecimiento para comprarle chocolates y rosas. Su
combinación favorita.
Llegué al hospital y esperé en el estacionamiento con los presentes.
Era gracioso pero después de todo este tiempo todavía me emociono al saber que la
voy a ver; siento una sensación extraña en el estómago y no es nada más que la
alegría de tenerla en mis brazos una vez más. Vi su melena dorada aparecer, siempre
hacía eso y se veía sexy. Apenas terminaba su turno dejaba caer su cabello; aunque
ya no lo tenía tan largo como cuando la conocí, se sigue viendo espectacular. Ya
estaba con su ropa de civil y se despedía de alguien dentro del lugar.
Primavera, bendita primavera que tenía mucho frío aún pero algo
de sol; estábamos en el intermedio del frío calador y el calor abrasivo. La rubia me
vio y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro lo que hizo que mi corazón se
acelerara. Estaba por caminar hacia mí cuando una mano tomó su antebrazo; ella
toleraba mucho mejor el contacto físico pero yo no. Vi la melena castaña de su
compañera, me la presentó hace unos meses pero estaba tan absorbida por los celos
que no recuerdo su nombre pero recuerdo el azul profundo de sus ojos. Ojos que
veían con deseo a mi esposa. Nunca he dicho nada de esto a Ana para evitar
conflictos pero no me agrada. Los mensajes y las llamadas entre ellas han sido más
recurrentes; a momentos lo ignoro y a momentos me consume. Se dicen un par de
cosas y se despiden con un beso en la mejilla. Respiro profundamente.

-No voy a arruinar mi noche por esto- prefiero esperar en el auto hasta que mi chica
se acerca pero cuando está a unos metros corro para encontrarme con ella. Se lanza
a mis brazos y le doy un par de vueltas por el aire –por fin te tengo.- Ana se aferró a
mí con fuerza.
-Te extrañé tanto, amor.-
-Y yo a ti, cariño- besé su cabello.
-¿Qué tal estuvo tu día?-
-Ahora está completo- le digo feliz de tenerla en mis brazos.
-¿Qué te parece si vamos a cenar?- Se separó de mí -¿no estás
cansada?-
-Para mi esposa nunca estoy cansada.-
-Y con frases como estas caí en tus redes- sonreímos.
-Gracias a Dios que caíste o hubiera buscado a otra rubia.-
-Nada con esta calidad- a tientas buscó mi mano y la puso sobre su
trasero el cual exprimí levemente. Sonrió.
-Muy de acuerdo con eso- la bajé y busqué sus labios -¿a dónde me
quiere llevar, majestad?-
-¡Sushi!-
-Mi amor, comimos sushi hace un par de días.-
-¿Por favor?- Suplicó.
-No.-
-Sí.-
-No, Ana- se acercó más y llenó mi cara de besos –juegas sucio.-
-¿Por favor?- Insistió.
-No- metió sus manos debajo de mi suéter –está bien o terminarás
desnudándome a medio estacionamiento- besé su frente y a lo lejos vi a su
compañera viéndonos con mala cara. –Vamos- la abracé y la guié al auto. –Para ti- le
di lo que había comprado para ella y la sonrisa en su rostro me decía lo mucho que le
había gustado.
Llegamos al lugar relativamente rápido; en estas épocas las calles
se ven vacías, prácticamente. Siempre usábamos una mesa diferente cuando íbamos;
a veces escondidas de la gente, a veces frente a la ventana, a veces en las mesas de
afuera, como ahora. Mi rubia se veía muy contenta y eso siempre llenaba mi corazón
de júbilo.
-Estás cansada, ¿cierto?- Dijo con un tono apenado –deberíamos
pedirlo para llevar- negué.
-Ambas necesitamos el aire fresco. Las últimas semanas hemos
pasado mucho tiempo en casa- se estiró para tomar mi mano.
-Lo sé pero no quiero cansarte más.-
-Está bien, tonta, de verdad- me sonrió. –Hace rato recordaba
nuestra boda.-
-¿Sí?- Asentí.
-Pareciera que fue ayer cuando nos conocimos... hemos llegado tan
lejos, cariño.-
-Los mejores diez años de mi vida y sé que los que vienen serán
mucho mejores. Mientras te tenga conmigo no temo a nada- se puso de pie para
buscar mi regazo. –No imaginas lo feliz que me haces- acarició mi rostro –ni lo mucho
que te amo.-
-Lo mucho que te amo sigue siendo un secreto entre Dios y yo,
señora de Orozco- bajó sus labios para conectarlos con los míos. –Nunca me dejes.-
-Nunca, La- alguien tosió muy cerca de nosotras, era el mesero con
nuestra orden. Ana regresó a su lugar con una pícara sonrisa.
Como de costumbre ella disfrutaba de su comida mientras yo barrí
con lo que había en mi plato. Platicábamos de todo un poco, de nuestro día, de lo que
habíamos desayunado; por alguna extraña razón sentía que Ana estaba guardando
algo pero lo dejé pasar. Estábamos por comer el postre cuando mi teléfono vibró. Lo
tomé al ver que era Pao.

-¿Qué pasa, Pao?- Lo primero que escuché fue un sollozo -¿Pao?-


-Mamá murió- susurró. Sentí un horrible hueco en el estómago pero
tomé una rápida decisión.
-Haz tus maletas, nos vamos tan pronto como podamos- no dijo
más y colgó.
-¿Qué pasa?- Preguntó preocupada mi rubia.
-Murió la mamá de Pao- sus ojos se aguaron. –Me iré con ella.-
-Yo también voy- agregó –hablaré para que me cubran.- Tomó su
teléfono y comenzó a marcar, yo hice lo propio. Esperé unos segundos antes de
escuchar la familiar voz.
-Pequeña- casi podía ver su sonrisa.
-Lamento informarte que la mamá de Pao murió.-
-¡¿Qué?!- Su tono cambió de inmediato.
-En un rato tomamos el vuelo a México, deberías avisarle a tu
marido.-
-Le va a doler mucho, era una señora muy cercana a él- nos
quedamos en silencio unos instantes -¿va Anita?-
-Sí, está arreglando para que la cubran pero está determinada.-
-Avísame cuando salgan aunque creo que Alberto y yo llegaremos
antes.-
-Nos vemos allá, Norma.-
-Sí, pequeña- un dejo de tristeza nos invadía. Cuando levanté la
vista mi rubia estaba de pie y lloraba.
-Ven aquí, mi amor- también me puse de pie y la abracé.
Pagué y nos llevé a nuestro apartamento tan rápido como pude.
Ana preparaba nuestras maletas mientras yo compraba los boletos de avión. Estaba
cansada y esto había puesto diez kilos más sobre mis hombros. Tenía sentimientos
encontrados ya que íbamos por la muerte de alguien cercano a mi esposa y mi mejor
amiga pero me alegraba regresar al lugar que me hizo ver la vida de otra manera.
Cuando entré a la habitación, Ana cerraba la maleta y la ponía al lado de otra de igual
tamaño. Me acerqué a ella y la abracé.
-Aun cuando sabemos que va a pasar es muy difícil aceptar que
alguien se vaya.-
-Sonará horrible y egoísta pero cuando llegue la hora espero ser yo
la que se vaya primero porque me voy a volver loca sin ti- dije con mis labios sobre
su cabellera.
-Las pocas veces que he pensado en eso he dicho lo mismo. No
imagino mi vida sin ti, Lara- sentí las lágrimas acumularse en mis ojos.
-Nos vamos en dos horas; ya le avisé a Pao que paso por ella en
unos minutos, ¿estás lista?- Asintió.
El viaje estuvo lleno de lágrimas y muchos recuerdos. Escuché a las
dos mujeres hablar sobre los tantos momentos que vivieron junto a la mamá de Pao;
poco después de despegar me eché sobre el regazo de Ana y me quedé
completamente dormida. Desperté cuando mi esposa me llenaba la cabeza de besos,
anunciado que estábamos por aterrizar. Poco recuerdo del viaje hasta el pueblo, mi
mente estaba procesando lo que había vivido aquí. Diez largos años pasaron para que
regresara. El camino era menos largo y toda la carretera estaba pavimentada; para
mi sorpresa mi teléfono estaba funcional. Por fin la tecnología había llegado para acá.
La iglesia era más grande ahora, al igual que la casa contigua, la
cual Alberto ordenó que se ampliara para los visitantes. Aunque tenía más de cinco
años que se había marchado, estaba muy al pendiente de todo. Se fue cuando decidió
casarse con Norma y aceptó la propuesta de papá de regresar a la empresa.
Llevamos nuestras cosas a la antigua habitación de Ana; lo único diferente era el
color porque todo lo demás estaba igual. Olía muy bien, parecía que se esforzaban en
tenerlo siempre limpio. Apenas desempacábamos cuando Norma llegó y abrazó a mi
mujer y luego a mí.

-¿Qué tal el viaje?-


-Triste- contestó la rubia.
-¿Y Pao?-
-Se quedó en su casa con la señora que la cuidaba- fue mi turno de
contestar –se sentía culpable de no haber podido venir antes.-
-Norma- la voz de Alberto se escuchó.
-Ahora vuelvo- le sonreí.
-Tu papá tiene a Norma como tú me tienes a mí- la rubia sonrió
acercándose a mí.
-¿Disculpa?-
-Me tienes de una puta ala, siempre ha sido así- se puso de
puntitas y me besó.
-Lenguaje- la abracé fuerte.
-Me daré una ducha.-
-Iré a ayudar a papá- se soltó de mí pero la jalé del brazo antes de
que se fuera para darle un beso.
-Te amo.-
-También te amo, esposa.-
Antes de salir de la ducha Ana me informó que se adelantarían a la
casa de Pao. Cuando salí su perfume inundaba la habitación. Me puse unos jeans, una
blusa negra y unas sandalias. Caminaba a la salida cuando algo me interrumpió.
-Pecadora.-
-¡Mierda!- Volteé a donde se escuchaba la voz y pude ver a Ingrid
riéndose -¿quieres que me cague?-
-Debiste ver tu cara- caminé y la abracé.
-Te he extrañado- correspondió a mi abrazo.
-También yo, mocosa- algunas arrugas adornaban sus ojos y una
que otra cana aparecía en su cabeza. –Lamento que tengamos que vernos en estas
circunstancias.-
-Lo sé- caminamos a la salida. La llevaba abrazada mientras mis
ojos absorbían los cambios que había en el pueblo que ahora era más grande. Las
calles principales estaban pavimentadas; giré mi vista y creo que el bosque era más
grande.
-¿Extrañas este lugar?- Ingrid me sacó de mis pensamientos.
-No mucho. Tengo a Ana conmigo, a Pao cerca de mí y a ustedes
tres en Texas; la gente que me importaba de este pueblo está cerca de mí.-
-¿Cómo está mi Anita?-
-Nos va bien- medité un momento- aunque...-
-¿Qué pasa?-
-Se ha hecho muy amiga de alguien en el hospital- comencé.
-¿Estás celosa?-
-Un poco... he visto cómo la ve. La desea.-
-Sólo un ciego ignoraría lo hermosa que es Ana.-
-Lo sé es sólo que...-
-Lara, Ana te ama más que a nada en el mundo. Tú eras la que
quería que viera el mundo y ahora que lo ve no te agrada. Es normal que conozca
gente y cree lazos.-
-Hemos sido las dos por tanto tiempo que es difícil.-
-Eres una inútil por creer que ella va a cambiarte o al menos pensar
en engañarte. Es devota a ti así como tú lo eres de ella.-
-Tienes razón.-
-Mocosa, si alguna vez vuelves a insinuar algo así te daré una
cachetada, ¿de acuerdo?-
-De acuerdo. Gracias, Ingrid.-
-Idiota- me abrazó más fuerte.
Muchas caras conocidas me encontré en el lugar, algunas no. La
más conocida era la de Omara a quien corrí a abrazar tan pronto la vi. Debo admitir
que la forma en como nos trató fue lo que me inspiró a elegir la carrera que elegí. Mi
gran sorpresa llegó cuando a lo lejos vi a Olivia con el vientre levemente abultado.
Tenía el cabello más largo que antes y se veía muy guapa, debo admitir. Le sonreía
levemente pero no me correspondió, segundos después vi porque. Ana me abrazó por
detrás; estaba acostumbrada a sus mimos a lo que no estaba acostumbrada era a la
forma en la cual estaba presumiendo su anillo de compromiso y nuestro anillo de
bodas.

-¿Qué mosca te picó?- Pude ver la cara de asombro de Olivia quien caminó lejos de
nuestra vista.
-Le dije que la próxima vez que nos viéramos sería con tu apellido y
un anillo en mi mano- me llevé la mano a la boca para evitar reír audiblemente.
-¿En serio?- Asintió –mi esposa es una maravilla- Omara nos veía
ahora a lo lejos con una sonrisa.
Muy temprano fue el entierro al día siguiente. Había pasado mucho
tiempo desde que había estado en uno y este particularmente estrujaba mi corazón
por lo cercano que era a los míos. Regresamos todos a la iglesia; algunos fueron al
comedor mientras que yo me quedé en una de las bancas con Omara poniéndonos al
día con nuestras vidas. Muchas cosas cambian en diez años. Tenía una nena de dos
años la cual se había quedado con su papá en el otro pueblo donde se hacía cargo de
una primaria. La vida de había sonreído y sé que es sólo la cosecha de todo lo bueno
que ha sembrado a su alrededor.
Después de despedirme de ella e intercambiar números me di a la
tarea de buscar a mi esposa pero se había esfumado. Una enorme sonrisa apareció en
mi rostro al imaginarme donde estaría. La vereda que usualmente tomábamos ahora
no estaba tan marcada, parecía que la gente no iba al bosque. El aire fresco del lugar
hizo que mi piel se erizara, esto si lo extrañaba. Caminé hasta que a lo lejos escuché
la voz de mi rubia.
Rain turns the sand into mud
Wind turns the trees into bone
Stars turning high up above
You turn me into somebody loved

Nights when the heat had gone out


We danced together alone
Cold turned our breath into clouds
We never said what we were dreaming of
But you turned me into somebody loved
-Bonito- volteó a verme.
-Te esperaba- extendió su mano; caminé hasta ella y la tomé. –Mi
primer beso; mi primera vez; mi primer y único amor. Este lugar nos pertenece- los
rayos del sol iluminaban maravillosamente el lago.
-Deberíamos hacerlo inmortal- saqué mi teléfono para tomarnos
una foto con el lago de fondo.
-¿Sabes qué día es hoy?- Asentí.
-No quise mencionar nada por todo lo que está pasando pero me
gusta este día.-
-Hace diez años aquí, bajo la lluvia me atreví a besarte y lo único
que pasaba por mi mente era que no me rechazaras- llevó sus manos a mi cara.
-Hace diez años cambiaste mi vida... creo que ya te amaba- bajé
mi cabeza hasta dejar mis labios sobre los de ella.
-Lo supe desde el momento en que te vi... sabía que serías tú.-
-Gracias por elegirme, gracias por amarme como lo haces, gracias
por hacerme feliz, Ana- se acercó y dejó sus labios sobre los míos -¿qué haces?-
Sonreí.
- Lo que debí haber hecho cuando me dijiste que me querías-
recordó sus propias palabras antes de unir sus labios a los míos. Diez años y sigo
sintiendo mariposas cuando me besa; diez años y sigo sintiendo una revolución
dentro de mí cuando la tengo cerca. Sólo pido a Dios sean muchos años más.
Ana me besaba lentamente, disfrutando del momento; sus manos
estaban firmes sosteniendo mi cara con amor mientras las mías estaban aseguradas
en la parte baja de su espalda. Casi podía sentir la lluvia sobre nosotras como esa
vez y el dolor en mi costado. Mi esposa sonrió sobre mis labios.
-Anita, ¿qué me estás haciendo?-
-Lo mismo que tú me has hecho a mí estos últimos años- estaba
por atrapar sus labios cuando su teléfono sonó. Se separó de mí, vi su móvil y
caminó lejos de mí. Esto me extrañó muchísimo porque nunca hace eso.

Ese mismo día regresamos a Toronto, ambas teníamos trabajo, sin embargo Pao se
quedó al igual que Norma, Alberto e Ingrid. Hablamos muy poco durante el trayecto
de regreso. Algo había cambiado después de la llamada que había recibido. No le
pregunté sobre eso, si era importante me lo diría aunque sabía que lo era. Apenas
llegamos a casa se metió a la ducha y yo hice lo propio en la ducha de abajo. Cuando
regresé ella secaba su cabello. Era raro pasar tiempo sin hablar.
-¿Todo bien?- Pregunté cautelosa.
-Todo bien- respondió viéndome por el espejo.
Hice el intento de dormir pero no pude; en algún momento de la
noche opté por irme a la sala a ver televisión porque no quería molestarla aunque
sabía que ella tampoco dormía. Muy pocas veces se había cerrado como lo estaba
haciendo ahora. Eventualmente me quedé dormida pero no duró mucho. Preparé
waffles para desayunar; unos minutos después bajó Ana y me susurró un buenos
días. Le pasé un plato con su comida y café.
-Anita, ¿estás bien?-
-Sí.-
-¿Segura?-
-¡Sí, Lara!- Me sorprendió la forma de contestarme.
-Siento mucho el preocuparme por ti.-
-A veces creo que me siento que me sigues viendo con la niña
indefensa que conociste.-
-Sabes que eso no es cierto.-
-¡Pareciera que sí! Me sé cuidar sola, Lara, no necesito que estés
atrás de mí todo el tiempo- estaba en shock por el repentino cambio de actitud de mi
esposa.
-Tranquila- pedí asombrada.
-Ya estoy grande, espero que entiendas eso.-
-No sé qué demonios pasa pero no tienes porqué desquitarte
conmigo, sólo quiero saber si puedo ayudar.-
-No necesito nada de...- se detuvo.
-No te preocupes, sé cómo termina eso- me puse de pie.
-Lara...-
-Ten un buen día- tomé mi teléfono, mi suéter y mis llaves para salí
de mi apartamento con lágrimas en los ojos.
Era la primera vez que peleábamos de esa forma y la primera vez
que ella me decía algo tan hiriente. Temía por esto, temía por el día en el que ella no
necesitara más de mí, el día en que ella conociera a alguien más que le hiciera
desplazarme. Y si mi instinto no fallaba la chica de ojos azules tenía que ver en esto.
Volví a fumar después de mucho tiempo, me sentía dolida, desesperada y preocupada
por lo que pasaba con mi rubia. Deambulé por la ciudad no sé por cuanto tiempo pero
al tener la mente ocupada temí causar un accidente así que decidí regresar.
Cuando llegué al apartamento estaba vacío. Ana había lavado los
platos pero no había comido nada. Si al caso tomó su café. Me di una ducha y me
vestí para ir al consultorio más para pasar el tiempo porque había cancelado mis citas
de hoy. Hacía algunas anotaciones pero mi mente regresaba a mi rubia. Hice una que
otra cosa y para mi sorpresa eran casi las seis de la tarde. No lo pensé mucho y salí
de ahí para ir por mi esposa. Necesitábamos hablar y pronto.
Iba levemente nerviosa, aparqué en un lugar diferente al que
normalmente lo hacía. Estaba cerca de urgencias y había muy pocos carros. Desearía
no haberlo hecho; apenas había estacionado el auto cuando mi vista se posó en las
dos mujeres que se abrazaban fuertemente. El corazón se me quebró al ver la silueta
de mi esposa.
-Emily- recordé. Tragué el nudo en la garganta y limpié las lágrimas
que comenzaban a caer. Se separaron y entraron una vez más. Caminé hasta donde
habitualmente sale y la vi aparecer varios minutos después.

-Lara- dijo sorprendida.


-¿Lista?- Asintió. La chica de ojos azules apareció detrás de mi
esposa, no me agradaba y se lo hice saber en el momento en el que nos quedamos
viendo.
-Te veo mañana, Ana- odié la forma en la que dijo su nombre.
Agradecí que no la tocara porque la hubiera golpeado ahí mismo.
-Sí, claro- respondió nerviosamente. No dije más y caminé al auto.
-Ponte el cinturón, por favor- pedí cuando estuvimos adentro.
El camino fue tenebrosamente silencioso. La notaba viéndome de
reojo pero lo ignoraba; en la cabeza solo tenía la imagen de ella abrazada a la
enfermera. Apreté el volante con fuerza hasta que mis nudillos quedaron blancos. Al
aparcar frente al apartamento Ana bajó sin decir nada. Esto era tan desesperante
porque no sabía qué pasaba. Corrí para alcanzarla antes de que llegara al elevador y
tomé su mano, la cual retiró de inmediato. Lo que faltaba.
-Lara...-
-No digas más- pedí a punto de romper en llanto. Ella no se
contuvo y lágrimas silenciosas no llevaron al apartamento. Tan pronto llegamos me
encerré en la habitación de invitados y me eché a llorar. La estaba perdiendo.
Los siguientes días fue básicamente lo mismo, ella apenas me
hablaba y casi podía decir que me estaba esquivando. Era inútil. Pao regresó y se dio
cuenta de mi cambio de humor. No quise decirle nada pero sabía que algo malo
pasaba. Había estado durmiendo en el cuarto de invitados y nos veíamos muy pocas
veces. Me consumía saber que ella estaba cerca de esa mujer.
Hoy había decidido cancelar mis citas de la mañana; desayunaba
mientras escuchaba "A Thousand Years" nuestra canción de boda. No podía perder a
mi mujer, no así. Alguien tocó a la puerta, fui a abrir y me encontré con Ingrid frente
a mí.
-Mocosa- la abracé y me eché a llorar.
-La estoy perdiendo- dije entre sollozos.
-Pao me habló; vine tan pronto como pude.-
-No sé qué pasa, no me habla, me evita...-
-¿Le has preguntado?-
-No tiene caso, evade todo.-
La hice pasar y le conté todo lo que había acontecido en estos
últimos días con todos los detalles. Ella me escuchó atentamente y no dijo nada hasta
que terminé. Me abrazó una vez más cuando las lágrimas volvieron a fluir. Odiaba
estar lejos de Ana y me mataba el saber que alguien más estaba ocupando sus
pensamientos. Me sobresalté al escuchar la llave en la cerradura.
-Vete- dijo determinada la mujer –hablaré con ella- asentí y me fui
a la habitación de invitados. Me puse los audífonos y me dejé llevar por la música
ignorando lo que pasaba afuera; no quería saber lo que pasaba, al menos no por
ahora. Escuchaba la canción que Ana cantaba en el bosque unas semanas atrás y
después apareció "Yellow". De nuevo las lágrimas se hicieron presentes. Me quedaba
dormida cuando una mano se pasó por mi vientre y me abrazó con fuerza. Me quité
los audífonos de inmediato.
-Perdóname, mi amor- susurró con la voz quebrada. Me giré para
verla de frente.
-¿Qué está pasando?-
-Prométeme que no me dejarás- se veía afligida –por favor.-
-Me estás asustando.-
-Promételo.-
-Te lo prometo.-
-Hace unos meses conocí a una chica en el hospital, es muy joven,
casi de la edad en la que nos conocimos- mi estúpida cabeza comenzaba a sacar
conjeturas.

-¿Una chica?- No me digas que...-


-Está embarazada- cortó.
-¿Y?-
-No quiere al bebé.-
-¿Por eso te molestaste conmigo?- Estaba confundida
-Yo la he estado atendiendo.-
-No te estoy siguiendo, Ana- tomó un largo respiro.
-Me dijo que le gustaría mucho que yo me quedara con el bebé y a
mí me encanta la idea- mis ojos se abrieron como platos –a esto le temía. No estaba
enojada contigo, estaba, estoy tan llena de miedo de que tú no lo quieras.-
-No sé qué decir- estaba completamente anonadada.
-Sé que lo debí consultar contigo...-
-Por supuesto que debiste consultarme esto.-
-Quiero esto, La pero no a costa de nuestro matrimonio- la cabeza
comenzó a dolerme.
-Honestamente no sé qué decir- sentía que el aire me faltaba.
-Ella está perfectamente sana al igual que el bebé...-
-¿Por qué abrazas a la enfermera ese día en el hospital?- La
interrumpí.
-Fue el día en que hicimos el pacto con la chica de... quedarme con
el bebé.-
-¿Ya tomaste la decisión?- Asintió. La culpa estaba por toda su
cara.
-Estaba muy feliz pero triste por la forma en cómo te traté. Tenía
miedo de tu rechazo y me puse a la defensiva. Supongo que ella quiso
reconfortarme.-
-Puede reconfortar mi trasero si quiere pero no me gusta eso-
ahora la sorprendida era ella.
-¿Estás celosa?-
-Tengo motivos.-
-¿Yo te he dado motivos?-
-No, pero ella sí y muchos.-
-Ella sólo es amigable, La.-
-Demasiado, he visto esa mirada antes...- negué –no soy quién
para prohibirte cosas y nunca lo haría. Sólo quiero que sepas que no me agrada.-
-Lo tendré en cuenta- se veía triste. –Perdón.-
-Creí que habíamos superado eso, Ana, puedes decirme las cosas.-
-En el tiempo que llevamos juntas nunca has mencionado nada
acerca de tener hijos, eso también es una señal.-
-Sabes muy bien dónde residen mis miedos e inseguridades sobre
eso pero no implica que no quiera.-
-¿En serio?-
-Ambas sabemos que esto eventualmente pasaría pero no así. No a
escondidas.-
-De verdad lo siento mucho, Lara, lo último que quiero es
lastimarte.-
-Lo que dijiste ese día...- llevó su mano a mi boca.
-Esa era mi frustración y mi miedo, te voy a necesitar toda mi vida.
Te necesito incluso para dormir, ¿sabes lo horribles que han sido mis noches?-
-Lo sé, me pasa lo mismo.-
-Eres mi vida entera, La, eres mi mundo y lo que más amo. Me
muero sin ti. Perdón por no saber manejar esto.-
-Perdón por ser tan intrusiva.-
-No, el que cuides tanto de mí es una de las cosas que más amo de
ti y sé que harás lo mismo con el bebé.-

-¿Niño?-
-Asumo que es niño pero no quiere decirme el sexo.-
-¿Cuándo nacerá?-
-En un par de semanas.-
-¡¿Qué?!- Casi me da un infarto -¿hace cuánto que sabes de esto?-
-Más de un mes- me puse de pie.
-Tengo días para asumir que...- las palabras se quedaron atoradas
en mi boca.
-Vamos a ser mamás- podía notar la emoción en su voz; una parte
de mí también estaba muy emocionada pero mi sorpresa era más grande.
Dentro de todo no me había engañado sólo me había ocultado un
bebé. Un jodido bebé que será nuestro. Nuestro. Una sonrisa se forma en mis labios.
Las formas no eran las más adecuadas pero si algo he aprendido en los años con ella
es que con nosotras no hay formas, las cosas se nos han dado de manera espontánea
y esta era una más. ¿Estaba lista para este paso?, ¿Podría ser una buena madre?,
¿Sería lo suficientemente buena? De nuevo sentí los brazos de Ana a mi alrededor.
-¿Y si no puedo?- Verbalicé.
-Eres la mujer más increíble del mundo, Lara. Eres amorosa,
protectora y tienes un carácter fuerte. Amarás al bebé con la fuerza de un huracán
pero sabrás poner límites. Si alguien puede esa eres tú.-
-Pero...- llevó su mano a mi boca.
-Si te pierdes estaré a tu lado y si yo me pierdo sé que te tengo a
ti. Podremos con esto- sonreía.
-Juntas- complementé.
-Como lo hemos hecho estos últimos años- mi mirada seguía sobre
la pared. –Podemos posponer esto si tú no- fue mi turno de detenerla.
-No- la vi a los ojos –por algo el universo está poniendo esto en
nuestro camino, no lo voy a ignorar.-
-Eres un ángel, Lara- se abrazó fuerte a mí –mi ángel- besé su
cabello.
-Sólo tuyo.-
-Perdón.-
-Está bien, cariño- volví a besarla –no pasa nada.-
-A veces me cuesta creer lo increíblemente paciente que eres
conmigo.-
-El poder del amor- dije con mis labios sobre su frente.
¿Han sentido que necesitan tiempo para algo y el tiempo pasa más
rápido? Bueno, justo fue lo que me pasó en estos últimos días. Había dormido poco,
muy poco y de la nada estaba a un par de días de conocer a mi bebé. Mi bebé. La
frase me seguía causando escalofríos, miedo y emoción a la vez. Había meditado
tanto en estos días sobre lo que estaba por acontecer. Rezaba para entender que era
lo que estaba pasando pidiendo a Dios para que me guiara como alguna vez se lo
pedí con Ana. No sabía su nombre, ni le conocía, no sabía cómo era pero de algo
estaba segura, daría lo mejor de mí para verle feliz.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando una preciosa silueta
apareció por la puerta del baño. Su curvilínea figura estaba frente a mí, con su
cabello dorado suelto, haciéndola ver hermosa. Como siempre. Olvidé cómo respirar
cuando vi que Ana únicamente llevaba puestas bragas de encaje negro. Caminó
lentamente hacia mí.
-Te veo tensa- susurró mientras se ponía a horcajadas sobre mí
dejándome a la mano sus desnudos senos.
-Ahora me preocupa recordar como respirar- tomó mis manos y las
colocó sobre sus senos.
-Amo sentir tu piel sobre la mía- di leves apretones. Cerró los ojos
en éxtasis –justo así.- Fue cuestión de tiempo para que ella se sintiera más y más
cómoda conmigo hasta llegar al punto en que ella tomaba las riendas en la cama.

-Eres hermosa.-
-Sólo para mi ti, amor, sólo para ti- de un movimiento la puse
debajo de mí. Besé sus senos por un buen rato mientras ella aruñaba suavemente mi
espalda, suspirando audiblemente. -¿La?-
-¿Sí?- Dejé mi tarea un momento.
-Hazme el amor- le sonreí.
-Será un placer, majestad.-
Le avisé a mis padres esa misma noche después de la sesión
extenuante de sexo con mi esposa. Era muy receptiva, muy abierta a nuevas ideas e
insaciable. Después del cuarto orgasmo le pedí para porque sentía que me
desmayaría en cualquier momento. Ver su cara de satisfacción, sus mejillas
levemente sonrojadas y el brillo en sus ojos era lo que necesitaba para una ronda
más. Asustamos a nuestros respectivos padres por la hora en que decidimos hacer la
llamada pero al menos les daría un día para que decidieran si venir o no.
Daba vueltas en el pasillo, no había conocido a la chica y no sé si
quería conocerla pero de nuevo me vi en la posición de hacerlo. Tenía preguntas. A
pesar de que fue su elección me sentía mal de quitarle algo de ella. Alguien que
estuvo con ella todo este tiempo. Ana salió de la habitación con una sonrisa y con
lágrimas en los ojos.
-Quiere hablar contigo- me rasqué la cabeza; asentí unos segundos
después y entré a donde la mujer esperaba por la cirugía. Me quedó viendo un
momento y una enorme sonrisa apareció en su rostro.
-Hola- saludó tímida. La chica definitivamente hacía ejercicio, sus
brazos se veían levemente tonificados y sus ojos profundamente verdes se veían muy
cansados. Su cabello negro esparcido sobre sus hombros y sus mejillas mostraban
unos lindos hoyuelos con la sonrisa que me regaló.
-Hola- respondí. Tomé la silla y me puse al lado de ella. -¿Querías
verme?-
-Quería conocer a la mujer maravilla- le sonreí. –Tu esposa habla
de ti como si fueras de otro planeta.-
-Por eso me casé con ella- rió.
-Sé que cuidaran bien del bebé- comenzó sin rodeos -Ana es un
increíble ser humano con un corazón tan grande para amarle- se frotó la panza –y sé
que tú harás lo mismo.-
-¿Por qué?-
-Fue un desliz. No debió pasar pero eso no significa que sea una
asesina; no podría vivir con la culpa. Hace tiempo vengo buscando a una buena
familia para el bebé, Dios me mandó a Ana y a ti. Me dijo que no te lo había dicho de
inmediato pero que también te hace ilusión- sentí que mis ojos se aguaron.
-Todavía lo estoy asimilando pero lo quiero tanto como ella.-
-Son una bendición.-
-¿Estás segura?- Asintió feliz.
-Yo no puedo darle mucho pero ustedes lo harán. No te preocupes,
una vez que le tengan no volverán a saber de mí.-
-Puedes visitarnos- negó.
-Si no voy a dar no voy a interferir.-
-De acuerdo.-
-Gracias por aceptar cuidar al angelito.-
-¿Cómo te llamas?-
-Nicole.-
-Gracias, Nicole por el enorme regalo que nos haces.-
-Es un placer, Lara- me sonrió espléndidamente.
Ni en los partidos de los nacionales que jugué durante la
universidad sudé tanto como ahora. Ni en mi boda había estado tan nerviosa.
Simplemente no podía conmigo. Hacía ejercicios de respiración para la diversión de
mis padres, Pao, Norma y Alberto. Sorprendentemente la más comprensiva fue Ingrid
que constantemente hablaba con mi rubia y conmigo para tranquilizarnos.
Cuando el momento llegó sólo Ana entró, yo no podía, las piernas me fallaban y las
manos me temblaban. Estaba a nada de ser madre. Papá llegó a abrazarme mientras
me susurraba que todo estaría bien. Casi hago un surco en el pasillo de la sala de
partos. Cada vez más desesperada. Hacía más de una hora que habían entrado y no
había ninguna señal. Pao se acercó a mí con una taza de café. Le sonreí y estaba a
punto de tomarla cuando un llanto se hizo escuchar dentro del lugar. Segundos
después otro grito, seguido de mi propio llanto.
-Felicidades- dijo Pao sobre mi oído. Sentí cerca el perfume de
mamá quien fue la siguiente en abrazarme y luego Ingrid. Creo que ella entendía muy
bien de la emoción. Los ahí presentes se dedicaron a ponerme más sentimental con
palabras de felicitaciones. Si supieran cuando tiempo tuve para asimilar esto.
Minutos después una enfermera me pidió que pasara. Aún
temblorosa pasé; vi cómo se llevaban a la chica por otra puerta y a lo lejos vi a mi
esposa viendo fijamente a una pequeña cuna. Cautelosamente me acerqué hasta
quedar a un lado de ella. Solté un sollozo al ver lo que Ana veía. Abrí la boca pero
ningún sonido salía.
-Es hermosa- dijo mi esposa abrazándose fuertemente a mí.
-¿Hermosa?-
-Somos mamás de una preciosa niña que mide cincuenta y dos
centímetros y pesa tres kilos y medio- con que así se siente el amor a primera vista,
pensé sin dejar de ver a la preciosa criatura en la cuna.
-Soy mamá- no podía dejar de llorar –somos mamás.-
-¿Puedes creerlo?- Negué. Se soltó de mí y con ojos llorosos
regresó su vista a la bebé que dormía. –Hola, mi amor, mamá Lara y yo estamos más
que emocionadas de tenerte en nuestra vida.-
-Mamá Lara- repetí –mamá Ana- sonreí –se escucha bien.-
-Más que bien- la sonrisa no abandonaba mi rostro. –Gracias por
aceptar esto, La.-
-También lo quería, lo quiero. Es un complemento a nuestra vida-
volteó de nuevo a la cuna.
-Es tan bonita.-
-¿Puedes enamorarte de alguien así de rápido?- Ana asintió con
lágrimas y una sonrisa.
-Fue justo lo que pensé- acarició la pancita de la bebé –hola,
preciosa- me acerqué más y la toqué. Sentí que mi corazón estallaba de alegría, de
nuevo las lágrimas.
-Otra princesa a mi vida.-
-¿Otra?- Ana me vio confundida pero de inmediato lo descifró -¿por
eso me llamas majestad?- Asentí.
-Ahora tengo a mi reina y a mi princesa- la rubia buscó mis labios.
-Te amo tanto, a ti y a...-
-Alana- susurré.
-¿Qué?- me vio asombrada.
-Alana- repetí –nuestra pequeña se llama Alana.- Ana se echó a
reír.
-Alana, te vas a reír mucho cuando sepas de donde salió tu
nombre- Ana se inclinó y dejó un beso en su frente.
-Tía Ingrid va a estar muy feliz- abracé a mi esposa.
-¿Lista para esta nueva aventura, amor?-
-Me estoy cagando de miedo pero quiero hacerlo- golpeó mi boca.
-Lenguaje- con una sonrisa comprendí que con ella nunca pararían
las sorpresas. Ahora no seríamos dos, seríamos tres y mi corazón saltaba de alegría.
-Mías- tomé la mano de la bebé sin dejar de abrazar a Ana –en esta
vida- sonreí.
-Y en las que siguen- completó mi esposa. Después de diez años
juntas supe que mi vida apenas comenzaba y que nuestro libro de vida tendría
muchos capítulos más todavía.
No hay mal que por bien no venga y agradezco infinitamente al
universo por la gente que hizo que mi camino se desviara y me llevara directo a los
brazos de Ana. Cada día, cada noche, lanzo una plegaria agradeciendo a mis padres
por querer protegerme y a la vez darme una lección de vida. Sin saber que ahí
encontraría la razón de la vida misma y las respuestas a las preguntas que ni siquiera
sabía que existían. Gracias a Dios por la hija del pastor.

A/N Hola, queridos lectores. Heme aquí por última vez con estás
maravillosas chicas.
Creo que todo lo que tenía que expresar lo puse en el capítulo
anterior. Sólo me resta agradecerles una vez más por lo que hicieron con esta obra.
Recuerdo que cuando terminé Mareas del Tiempo era un mar de llanto pero ahora
siento mi corazón a punto de explotar de tanto orgullo. Me siento muy feliz y plena
con lo que logré. Y más que emocionada por lo que el destino tenga para mí y para
mi inspiración. Que espero sea mucho.
Alguien en twitter me decía que dejo el listón muy en alto para mis
próximas novelas pero yo creo que mientras siga saliendo de mi corazón y pueda
conectar con ustedes es más que suficiente. Incluso si no llega a tener las mismas
lecturas que ésta -a nada de llegar a medio millón- Sólo disfruto hacerlo y espero que
así siga en la o las próximas novelas.
Nos leemos quizá no tan pronto pero tengan por seguro de que nos
leeremos de nuevo ;)
!G-R-A-C-I-A-S-!
Quería esperar un par de días para liberarlo en una fecha especial
para mí pero ya saben, no me lo puedo guardar por mucho ;)
Abrazos enormes desde el rincón que vio a mis chicas nacer, por
supuesto, acompañada de una taza con café
Ale :)
Epílogo

Veía a mi hija dormir, como casi todas las noches desde que la tuve
en mis brazos por primera vez. Quedé embelesada con ella desde el mismo momento
en que mis ojos aterrizaron en ella. Tan hermosa y perfecta. Sé que los bebés son
masas amorfas cuando recién salen de la panza de su madre pero ella, ella se veían
radiante, preciosa y lista para ser amada con locura.
Y si que me tenía completamente loca por ella. He estado loca por
ella por cinco años; años en los que las risas, las alegrías e incluso una que otra
preocupación han reinado nuestra vida. Aunque no tenía ni puta idea de qué hacer
con un bebé. Algunos tienen noción porque tienen hermanos pequeños o sobrinos o
algún bebé cerca pero yo no y me costó mucho acostumbrarme a esta vida.
Cuando caí en cuenta de lo que estaba por pasar, cuando
comprendí la magnitud de esto hice una enorme rabieta con Ana por haberme dejado
de lado en algo tan importante para nuestra vida. Eso fue unos días después de que
Alana llegó a la casa; pintaba su habitación y fue cuando entendí todo. Asusté a mi
esposa porque nunca me había visto así de enojada y menos con ella. Simplemente
saqué mi molestia por haberme escondido algo por tanto tiempo. Estuve lejos de ella
algunos días, necesitaba despejarme antes de poder hablar con ella como
normalmente lo hacíamos.
No me disculpé porque tenía muchos motivos para enojarme, Ana
comprendió eso e incluso me dio mi tiempo para asimilar todo esto. Lo cual agradecí
enormemente porque no quería lastimarla de ninguna manera. Ana, en cambió, volvió
a disculparse mil veces más por lo que había pasado. Muchas palabras y una
maratónica sesión de sexo cerraron el ciclo de enojo.
Los primeros meses fueron una locura, mientras para Ana esto era
algo casi natural para mí no. Mientras a Ana le tomaba unos cuantos minutos cambiar
un pañal, yo terminaba haciendo un desastre todo. Mientras ella le daba de comer a
la bebé sin ningún problema, yo terminaba tirando el biberón y de milagro no tiré a
mi hija. Mi hija. A momentos todavía me cuesta creer esto pero este pedazo de gente
y mi mujer me han dado lo mejor de mi vida.
Aparté unos cabellos dorados que caían sobre su precioso rostro. La
niña era casi tan rubia como Ana y se le hacían unos adorables hoyuelos como a mi
Ana pero lo que las hacía diferentes eran los profundos ojos grises de mi hija,
levemente rasgados que hacía que se enchinara graciosamente cuando se reía.
Asumo que era una réplica de su padre porque no veía a Nicole por ningún lado. La
chica que cumplió su promesa y nunca volvió a aparecer en nuestras vidas.
Alana siempre se dormía antes de que Cassim, el hermano de Ali
Babba, fuera al bosque. Al igual que yo, tenía una fascinación con ese cuento en
particular, quizá tiene que ver el hecho de que se lo leía todos los días. Ana intentaba
con Blanca Nieves, Cenicienta y otras pero no era del completo agrado de mi hija.
Escuché la puerta abrirse y segundos después el sonido de llaves.
-Te amo, mi cielo- me acerqué y le di un beso en la frente antes de
salir al encuentro con mi esposa. Iba casi a media sala cuando bajaba las escaleras.
-Hola- saludó, unas enormes ojeras adornaban su rostro.
-Hola, rubia tonta- la abracé y la sentí rendirse en mis brazos -
¿todo bien?-
-Cansada- le di un beso en el cabello –¿la niña?-
-Durmiendo.-
-¿Y ese milagro? Apenas van a dar las nueve.-
-Jugamos voli en la tarde después de los deberes. Quedó
exhausta.-
-A ese ritmo será una increíble jugadora.-
-Es lo que espero- volví a besar su cabello -¿quieres recostarte?-
-No, aquí estoy bien- dijo hundiendo la cara en mi cuello. De un
movimiento la tenía en mis brazos y la cargaba a la habitación. -¿Por qué compramos
esta casa con tantas escaleras?-

-Porque tú querías una casa con un enorme jardín para Al.-


-Necesitamos un elevador- rió.
-Llevo cuatro años escuchando eso, La- le sonreí y no dije más. La
dejé en nuestra cama, una vez en la habitación, y besé su frente.
-Listo, majestad.-
-Gracias, amor.-
-Un placer- ella me tomó de la playera, me jaló hacia ella y
estampó sus labios con los míos.
-Mi Lara.-
-Tu Lara- respondí pegando nuestras frentes. –Me daré una ducha-
asintió.
Ni los extenuantes entrenamientos me prepararon para aguantar el
ritmo de una niña de cinco años. Parecía que el voli la cansaba y si eso ayudaba la
tendría entrenando todos los días. Ana a veces tenía doble turno, lo que implicaba
quedarme con mi hija todo el día y sentía mucho alivio cuando por fin se dormía. No
es que no disfrutara el tiempo con mi pequeña pero a veces me pregunto de dónde
demonios sacaba tanta energía.
El agua caliente comenzó a caer por mi cuerpo; pasé mis manos
por mi cabello que seguía casi tan largo como cuando conocí a Ana. Ella ya se lo había
cortado un par de veces, sin embargo yo no me atrevía. Amaba mi cabello. Me asusté
cuando unas manos se abrazaron a mi cintura.
-¿Quieres compañía?-
-No realmente- Ana mordió mi espalda -¡ouch!-
-¿Qué dijiste?-
-Me escuchaste perfectamente bien, dije que no quiero compañía-
otra mordida -¡Ana!-
-De nuevo, por favor.-
-Dije que no- me zafé de su agarre antes de que me mordiera de
nuevo –bien- levanté las manos en señal de rendición. Salí de la ducha.
-¿Qué pasa?-
-Pondré seguro- dije mientras cerraba la puerta –Alana casi nos
encuentra en una posición... interesante- le sonreí.
-No es mi culpa- levanté la cejas.
-"Lara, quiero hacerlo en el baño"- le recordé mofándome.
-No pusiste resistencia- se defendió.
-Si vieras lo que yo veo todos los días- recorrí con mi vista su
cuerpo desnudo –entenderías porque no puedo decir que no.-
-Lo que yo veo es mucho más bonito, te lo aseguro- me acerqué
más a ella hasta quedar a centímetros de su cuerpo.
-Date la vuelta- sonrió y lo hizo. Apagué la regadera –bonito- le di
una nalgada. –Pégate a la pared, mi amor- reaccionó de inmediato. –Eres hermosa-
me pegué a ella y llevé mis manos a sus senos para masajearlos suavemente.
–Permíteme que te quite el estrés- besé su cuello.
-La- llevó sus manos a mi cabello y me apretó más a ella. Llené su
cuello de besos antes comenzar.
-Desde el primer momento que decidiste compartir conmigo tu más
grande secreto me juré que te protegería de todo y de todos- una de mis manos fue
descendiendo lentamente sobre su vientre sin despegar mis labios de su cuello.
–Cuando te vi llorar detrás del domo mi corazón se rompió aunque yo no lo sabía- mi
mano llegó a su pubis –cuando entrelazaste tu meñique con el mío.-
-El mundo se detuvo- susurró mi esposa; sonreí y bajé más la
mano.
-Cuando me abrazaste por primera vez, me juré nunca dejarte
sola- mi dedo índice y anular exploraban los pliegues más íntimos de mi rubia.
–Cuando dormiste sobre mi pecho la primera vez fue cuando lo supe, me habías
hechizado- sentí los fluidos de mi esposa lubricar mi dedos. Jugué un rato ahí antes
de subir a su clítoris y hacer círculos sobre él. –Cuando...-

-Dormiste por primera vez en mi cama- suspiró –supe que estaba enamorada de ti-
gimió fuertemente.
-Cuando me besaste aquel día bajo la lluvia, supe qué era la locura
y el amor desmesurado- Ana echaba su cabeza hacia atrás, aproveché para lamer su
cuello sin dejar de atender su hinchado clítoris. –Cuando me dijiste que también te
gustaba, me sentí la persona más afortunada del mundo entero- susurré sobre su
cuello.
-La... por favor- la mano que acariciaba sus senos bajó hasta su
entrada; puse dos dedos en posición y la penetré cuando comencé a hablar.
-Cuando te entregaste a mí todo tuvo sentido, todo encajó, fuiste
hecha para mí y yo para ti- el vaivén era lento acompañado de las caderas de Ana.
–Ese momento que cambió nuestra vida para siempre- volví a atacar su cuello.
-Sigue- pidió entre jadeos.
-Cuando me separaron de ti sentí el mundo derrumbarse; el dolor
que nunca quisiera volver a experimentar- aumenté el ritmo –pero encontraste tu
camino a mí, con obstáculos pero los venciste. Como siempre- el movimiento de las
caderas de Ana hacía que su firme trasero hiciera fricción con mi centro. Esto era
alucinante –entonces te pedí ser mi esposa y supe que ahora sí sería para siempre.
Mía en cuerpo y alma, en esta vida y en las que siguen.-
-¡Lara!- Subí más el ritmo hasta que ambas llegamos a un
satisfactorio orgasmo mientras ella no para de decir mi nombre. Me quedé sobre su
espalda unos segundos. Nuestras trabajosas respiraciones era lo único que se
escuchaba en el baño. Jalaba aire por la boca tratando de controlar lo que pasaba en
mi cuerpo –recitar tus votos para excitar a tu esposa... bien hecho, Lara- dijo
agitadamente después de unos segundos. Reí.
-Soy una chingona, te lo dije desde que éramos novias- se viró.
-Lenguaje- sus labios lentamente buscaron los míos y se
mantuvieron ahí un rato.
-Te amo.-
-Te amo, ángel- sonreí.
-Mi corazón sigue saltando de emoción cuando me dices así- besé
su frente. –Vamos a la cama, necesitas descansar, mi amor- asintió levemente no sin
antes darme otro beso.
-Gracias- la vi extrañada.
-¿Por qué?-
-Por quitarme el estrés.-
-Oh, yo también salgo ganando- le hice un guiño.
Mi mujer cayó rendida apenas tocó la almohada; días como estos
eran cada vez más seguidos por lo que aprovechábamos cada momento juntas. Me
quedé leyendo un rato aunque sabía que no aguantaría mucho más. Mis ojos
comenzaban a cerrarse cuando la puerta de mi habitación se abrió.
-¿Mami?-
-¿Qué pasa, mi cielo?- Su labio inferior temblaba, estaba a punto de
llorar. Corrió a mi lado y se echó a mis brazos.
-Hay algo en mi ventana- me puse de pie, la cargué y caminé con
ella hasta su habitación.
-¿Dónde?- Apuntó hacia la ventana más alejada de su habitación. Vi
la sombra y de inmediato entendí. –Son los árboles- se aferró a mi cuello. –Si me
sueltas lo podrás ver- negó –confía en mí, Al, está bien.- Algo renuente volteó a
donde le indicaba y otra sombra se hizo presente. -¿Ves? Son sólo las ramas de los
árboles- la acerqué más a la ventana –ahí está tu columpio.-
-¿Sólo es el árbol?-
-Sí, pequeñita- se abrazó de nuevo a mí.
-¿Puedo dormir contigo?-
-Claro que sí, mi cielo- la llevé de nuevo a la habitación donde Ana
ni se había inmutado.
-¿Está cansada?- Apuntó a donde yacía la otra rubia.

-Bastante.-
-Bájame, por favor- lo hice; mi pequeña se acercó a su mamá y
dejó un beso en su frente. –Te amo, mamá- mi corazón se derritió al ver la escena.
Alana era muy cariñosa con ambas y siempre ha presentado con orgullo a sus dos
mamis. Lo que más le gustaba presumir era que su parecido con Ana. Casualidad,
destino, lo que haya sido lo agradezco. Me acosté y segundos después mi hija se
colocaba a mi costado.
-Buenas noches, Al- besé su cabello para después hacer una
pequeña cruz en su frente con mi pulgar.
-Buenas noches, mami- la atraje a mí con una mano sobre su
pequeña cintura; su cabello me hacía cosquillas pero me ayudaba a dormir.
Como siempre desperté abrazando las pompas de mi hija, con un
pie en mi garganta y el otro sobre mi cara. De alguna manera se las arreglaba para
ser aún más loca para dormir que yo. De puro milagro no me ha sacado un diente de
una patada. Me quité el pie de la cara, al voltear Ana me veía con una sonrisa.
-Se ven tan dulces juntas- llevó una mano a mi rostro y me
acarició.
-Somos dulces- respondí.
-Sólo cuando duermen porque cuando andan en plan Orozco ni
quién pueda con ustedes- estaba por contestar cuando mi hija despertó.
-¿Mamá?-
-Buenos días, angelito- dijo mi esposa con dulzura. Alana se movió
para quedar encima de Ana. -¿Cómo amaneciste?-
-Mami, alejó los monstruos de la ventana y los convirtió en ramas-
dijo entre bostezos.
-Mami es muy buena alejando monstruos, me consta- su sonrisa,
maldición, esa sonrisa que era todo para mí. Esa sonrisa que sólo me mostraba a mí.
Más de diez años juntas y esa sonrisa sigue haciendo que me tiemblen las piernas. -
¿Qué quieren desayunar?- Preguntó.
-Waffles- respondió Alana.
-Bien, a lavarse la cara, los dientes y a la cocina.-
-Sí, mamá- contestamos al unísono lo que hizo que me ganara un
almohadazo.
-No sé quién es peor, si tú o Alana- me encogí de hombros con una
sonrisa.
Cargué a la pequeña al baño donde hicimos nuestra higiene
matutina. Si yo tardaba diez segundos lavándome la cara, también ella lo hacía; si yo
tardaba dos minutos cepillándome los dientes también ella lo hacía. Se veía tan
adorable y amaba pasar tiempo con ella, incluso cuando parecía el demonio de
Tasmania.
-¿Por qué no tengo un papá?-
-¿Qué?- Me sorprendí.
-¿Por qué tengo dos mamis?- Ya se había tardado en preguntar
eso.
-Hay muchos tipos de familia, pequeñita. Hay familias con una
mami y un papi, hay familias con dos mamis, como nosotras, hay familias con dos
papis e incluso hay familias con un papi o con una mami únicamente.-
-¿Es malo tener dos mamis?- Fruncí el ceño.
-¿Eres feliz con nosotras?- Asintió enérgicamente. -Si tú eres feliz
no hay nada de malo en ello- la veía pensativa. -¿Por qué lo preguntas?-
-Escuché a una señora diciendo que era malo tener dos mamás así
como yo y como Ali.-
-¿Ali?-
-Mi amiga de otro salón. Ella también tiene dos mamis y se ve muy
feliz.-
-No hay nada de malo con nuestra familia, mi cielo, absolutamente
nada. Amo a mamá con locura y a ti también. Ustedes me hacen muy feliz y alegran
mi vida. Mamá te ama y me ama a mí y ella también es feliz.-
-Yo también soy muy feliz con ustedes- se aventó a mis brazos –pero no me gusta
que digan que está mal- hizo un puchero.
-A veces la gente no entiende la forma en la cual otras personas
aman y se asustan, por eso dicen esas cosas- llevó sus manitas a mi cara y aplastó
mis mejillas.
-Entonces, ¿ella no lo entiende?-
-No, no lo entiende pero no podemos dejar que eso nos afecte. Tú y
mamá son lo mejor de mi vida y siempre las voy a proteger.-
-¿Lo prometes?- Me mostró su meñique.
-Lo prometo, mi cielo- entrelacé mi meñique con el de ella y le di
un beso en la mejilla. –No me habías contado sobre Ali.-
-La acabo de conocer y es muy buena conmigo. Dice que cuando se
enferma su mami la cura.-
-¿Qué te parece si el lunes voy a hablar con la señora que dice esas
cosas y de paso conozco a Ali?-
-¡Sí! Le dije que mi mami es muy bonita y que juga voleibol y que
mi mamá es enfermera- mientras Alana me contaba sobre la tal Ali nos llevé a la
cocina donde mi mujer nos preparaba todo. Dejé a Alana en la encimera y me
acerqué a mi otra rubia.
-¿Te ayudo?-
-¿Puedes poner la cafetera y hacerle algo de tomar a Al?-
-Claro, cariño- le di un beso en el hombro y me puse a trabajar.
El desayuno con ellas siempre era un deleite; más cuando Alana
siempre tenía preguntas a todo. Era una niña muy curiosa, muy juguetona pero muy
respetuosa y ordenada. Eso más debido a Ana que a mí. Casi nos mata cuando nos
preguntó cómo era que dos mujeres podían tener un bebé. Le dimos una explicación
a grandes rasgos para no tratar de confundirla pero nos dejó sudando a su mamá y a
mí.
Alana me ayudaba a lavar los trastes cuando el timbre sonó. Ana
abrió y escuché voces en el recibidor, voces que mi hija reconoció de inmediato. Dejó
con cuidado el vaso que secaba y salió corriendo.
-¡Abuelito!- Sonreí. También dejé mi tarea y caminé para
encontrarme a Alberto sosteniendo a la pequeña rubia y a Norma llenándola de
besos. Alberto ya canoso encajaba bien con la descripción de abuelito pero Norma no.
Se veía muy bien todavía pero para Alana era su abu y al igual que mis padres se
empeñaban en consentirla tanto como podían. Mi sonrisa se hizo más grande cuando
vi a alguien más entrar -¡tía Ingrid!- Alana se zafó del abrazo del abuelo para correr a
los brazos de Ingrid. Sí, ella era la favorita de Alana, por mucho.
-Princesa- Ingrid se agachó para tomarla en brazos y darle una
vuelta.
-Bienvenidos- dije acercándome a Ana para abrazarla. –No es que
me queje pero, ¿qué los trae por acá?-
-Tu cumpleaños, inútil.-
-Lenguaje- regañó mi hija poniendo la mano en la boca de Ingrid.
Nos echamos a reír.
-¿Tú también?- Me llevé una mano a la frente –como que con una
rubia no fuera suficiente.-
-Ya que el año pasado ustedes fueron a Texas creímos conveniente
venir este año- habló Alberto.
-Son más que bienvenidos- alegremente respondí haciéndoles
señas para que pasaran.
Nos pusimos al día, como siempre. Aunque hablábamos por
teléfono regularmente nada como tenerlos cara a cara. El negocio con papá estaba
estable y vaya que el hecho de que Alberto regresara ayudó. Con Hank cayó Ray y
dos personas más que estaban desviando recursos. Papá recuperó una buena parte
de su dinero, sin embargo más de la mitad fue destinado a casas que apoyaban a
mujeres maltratadas. Norma e Ingrid abrieron una librería muy cerca de la mansión y
les iba bien. Al menos estaban entretenidas haciendo algo.

La tradición de los domingos de desayuno en familia siguió sólo que sin mí y mi


familia. Ahora era de mamá, papá, Ingrid, Norma y Alberto, quienes con el paso de
los años aprendieron a estrechar los lazos por el bien común. Especialmente por el
mío y el de mi esposa y ahora de Alana. La pequeña se había vuelto el foco de
atención de toda la familia. Platicábamos alegremente cuando me di cuenta de algo
inusual; fruncí el ceño.
-¿Qué pasa?- Preguntó Norma.
-Está muy tranquilo- respondió mi esposa.
-Iré a verlas- después de unos minutos de charla, Ingrid decidió ir a
jugar con Alana a su habitación pero era muy raro tener a ese par en silencio. Cuando
llegué a su habitación las encontré sentadas en el piso; Al sostenía su cara con sus
manos, viendo atentamente a Ingrid mientras ella le leía algo. Enchiné los ojos para
alcanzar a ver; cuando lo descifré reí.
-Memín Pinguín, ¿en serio?-
-Literatura clásica, mocosa, cultívate un poco- Ingrid no despegó
los ojos de la lectura.
-Mami, no interrumpas a tía Ingrid.-
-Ya escuchaste a la princesa, largo- usualmente Alana me
defendería pero al estar con su tía Ingrid yo pasaba a segundo término. Sintiéndome
intrusa en esa bella estampa decidí regresar donde los demás estaban.
El fin de semana fue maravilloso con los abuelos y la tía Ingrid aquí.
La más emocionada era Alana por pasar tiempo con Ingrid; mi otra rubia estaba más
que feliz de tener a su papá por varios días y yo disfrutaba de hablar con Norma.
Nuestra conexión sigue intacta después de tantos años y sigue siendo mi confidente.
Me encontraba manejando rumbo a la escuela de mi hija para aclarar el malentendido
de las dos mamis. Entré a la escuela y esperé por la profesora. Veía a mi hija
levantar sus cosas con destreza, justo al dar un paso hacia atrás golpeé a alguien
más.
-Disculpe- giré y me encontré con unos profundos ojos verdes.
-No pasa nada- dijo con una media sonrisa.
-¡Mami!- De pronto tenía a mi rubia pegada a mi pierna.
-Hola, mi cielo, ¿qué tal te fue?-
-Bien- volteó a ver a la persona a mi lado. –Mami, ella es la mamá
de Ali- sonreí.
-¿Tú eres Alana?- Mi pequeña asintió –mi hija no deja de hablar de
ti- agregó la mujer.
-Así que se llevan muy bien, ¿eh?- Tendí mi mano –Lara Orozco-
ella la tomó con una sonrisa.
-Christina Sanders.-
-Un gusto.-
-Lo mismo digo- respondió –iré por mi hija.-
-Hasta pronto- la vimos desaparecer por el pasillo y aproveché para
hablar con la profesora de mi hija.
Hablé con ella por varios minutos, exponiendo lo que mi hija me
había dicho. Para mi sorpresa me dijo que ella se había percatado y estaba por tomar
cartas en el asunto. De hecho esperaba encontrarme a mí o a mi esposa para
hacernos saber de la situación. Dejé que ella se hiciera cargo de la situación y le pedí
que me mantuviera al tanto de todo. Regresé a casa con mi hija contándome sobre su
día y las actividades que habían hecho.
En casa nos esperaba una suculenta comida preparada por Alberto
y Norma. De las cosas que más amaba era a ellos cocinando. En lo que esperábamos
para ir por mi esposa tomamos café y los ponía al tanto de lo que había pasado en la
escuela con mi hija. Los dejé media hora antes de la salida de mi rubia. El tráfico no
era muy pesado pero me moría de ganas de tenerla en mis brazos. Como todos los
días. Tarareaba "Sweetest Devotion" de Adele en el camino. Se había convertido en
mi favorita junto con "Remedy" y a pesar de que mi mujer se quejaba de mi voz no lo
pensaba para cantársela.

Aparqué lejos de la entrada porque había mucha gente por lo visto. Caminé a donde
usualmente salía mi rubia. Me senté debajo de un árbol con las manos escondidas en
mi sudadera. El frío era soportable pero no impedía que las manos se me congelaran.
Vi a mi esposa salir y detrás de ella Emily. Que sigue estando detrás de ella y cada
día me colma más la paciencia. Los mensajes seguían, al igual que las llamadas de
vez en cuando y Dios sabe lo mucho que quiero estrellar a esa mujer en la pared.
Últimamente estaba más atenta que de costumbre e incluso podía
ver a mi rubia más y más incómoda. No la presioné en ningún momento, si hay algo
realmente mal ella me lo dirá. Quién diría que hoy sería el día que colmaría todo. Con
enorme rabia vi que le daba una rosa a mi esposa y regreso adentro. Corrí en
dirección opuesta a donde estaba mi esposa y entré por la puerta de emergencias.
Mis zancadas me acercaban a la mujer de ojos azules. Antes de que se metiera al
elevador la jalé del hombro.
-Tenemos que hablar- se sorprendió al verme.
-No hay nada de qué hablar.-
-Oh, pero por supuesto que hay mucho de qué hablar.-
-Te escucho- dijo cínicamente.
-Sabes perfectamente que está casada conmigo. Se conocen desde
hace muchos putos años y sigues sin entender que no le interesas.-
-No sé de qué hablas.-
-Nos vamos a ahorrar mucho si te guardas esa mierda de hacerte la
loca.-
-Convivimos mucho...-
-Aun así la rosa es muy extra.-
-Es un cariño.-
-Sé cariñosa con alguien más- nos lanzábamos dagas con la
mirada.
-Nos llevamos muy bien- no sé si intentaba insinuar algo más pero
no le iba a funcionar.
-Pero es en mi cama donde duerme, son mis brazos los que busca
cuando se siente mal.-
-¿Segura?- Reí.
-Somos pocas las personas que tenemos el privilegio de abrazarla.
Estoy segura que lo único que ha permitido es que le toques el brazo o que pongas
tus manos sobre su espalda. Nada más- su silencio me dio la respuesta. –Eres más
estúpida de lo que creí- me dio un leve empujón lo que desató a Hulk. Arremetía
contra ella cuando me jalaron de la cintura.
-Hey, tranquila- volteé y de nuevo esos ojos verdes -¿Lara?-
-¿Christina?-
-¿Qué haces aquí?-
-Arreglo un asunto- vi de reojo a Emily -¿qué haces tú?-
-Es mi hospital.-
-Te adelanto que si las cosas siguen como van, quizá te quedes sin
un miembro de tu personal.-
-¿Me estás amenazando?- Se acercó de nuevo a mí la chica de ojos
azules.
-Sí. Te estoy diciendo que si no te alejas de mi esposa la vas a
pasar muy mal- vi que ya teníamos cierto público. –Lamento las molestias, Christina
pero no podía dejarlo pasar.-
-Yo haría lo mismo por mi esposa, no te preocupes- sus
penetrantes ojos se dirigieron a Emily.
-No lo diré dos veces- sentencié y salí de ahí echa una furia. Ana
veía a todos lados, estaba parada frente al auto. Sonrió pero de inmediato esa sonrisa
se borró al ver mi semblante.
-¿Qué pasa?- Noté que no llevaba nada en las manos más que su
teléfono.
-Vi cuando te dio la rosa.-

-¿Y?-
-Hablé con ella.-
-La, no debiste hacer eso.-
-Si fuera al revés la mujer estaría arrepentida de haber nacido.-
-Nunca haría algo así- volteó a otro lado. Sonreí.
-La antigua maestra de Alana que era muy "tocona" renunció a su
trabajo después de que hablaste con ella.-
-¿Y? La gente renuncia.-
-¿No la amenazaste?-
-No.-
-Ahora dímelo a los ojos- una chispa de diversión brillaba en su
mirada cuando volteó a mí.
-Era una zorra que tenía los ojos en lo que es mío- sonreí.
-Bueno, pues una zorra vestida de blanco le da regalos innecesarios
a mi mujer- me acerqué más a ella y la tomé por la cintura. –Odio la forma en que te
ve. No puede ser una buena persona si va tras alguien que tiene pareja.-
-Creo que ha confundido las cosas. Yo sólo soy amigable.-
-Lleva confundía por mucho tiempo, Ana.-
-Te juro que- levanté la mano.
-Mi confianza en ti siga intacta, mi amor, ella es la del problema.-
-Tiré la rosa- suspiró y se abrazó mí –se sentía incorrecto. No me
gustó. Mañana hablaré con ella. No podemos ser amigas si ella busca algo más.-
-Creo que le di un aliciente para no acercarse más.-
-Lara, ¿qué le dijiste?-
-Me conoció en plan Orozco.-
-Dios nos libre.-
Llegué a casa más tranquila y Ana también. Durante el camino me
dijo que le preocupaba que las cosas se salieran de control. Y por nada ni por nadie
iba a perder la estabilidad de casa. Desde lo de Alana nuestra comunicación fue mejor
que lo de siempre. Procurábamos hablar de lo más mínimo y exponer lo que nos
molestaba. Incluso tomamos la decisión de tener un diario con nuestras memorias.
Idea de Ana. Si alguna enfermedad atacaba o si algo pasaba tendría esas hojas para
recordar sus momentos a mi lado.
-¡Mamá!- Alana se echó a los brazos de mi esposa tan pronto nos
vio llegar.
-Hola, angelito, ¿qué tal tu día?-
-Estoy armando un rompecabezas con mis abuelos y tía Ingrid,
¿quieres venir?-
-Claro, hija, sólo llevo mis cosas arriba.-
-Mami siempre te las lleva- abrí la boca de asombro.
-¿Disculpa?- Entrecerré los ojos viendo a la pequeña rubia.
-Siempre haces cosas por mamá- se encogió de hombros –es
porque la amas mucho y ahora yo amaría jugar con mamá.-
-¿Yo no estoy invitada?- Negó.
-Tía Ingrid dijo que no y ella manda. Lo siento- reí.
-Dile a tu tía Ingrid que le voy a...-
-Lenguaje- advirtió mi esposa. –Ahora te alcanzo, cariño- le dio un
beso en el cabello y mi hija salió disparada a su habitación.
-Hasta mi hija se da cuenta que estoy de una ala- se abrazó a mí.
-Eso habla muy bien de ti- bajó mi cuello para besarme unos
segundos. –Te amo, mi amor.-
-También te amo, rubia, con todo mi corazón- dejó un beso más.
-¿Qué te parece un baño más tarde?- Dijo metiendo sus manos en
el bolsillo trasero de mis pantalones. –Le diré a Ingrid que se quede con Al.-

-No la vamos a soportar mañana.-


-Valdrá la pena. Te lo aseguro- me hizo un guiño, besó mi
mandíbula y siguió los pasos de mi hija. –Deja de verme el trasero- volteó a verme
juguetona.
-Deja de tenerlo tan bueno.-
-Mira quién habla.-
La hora de la cena llegó y Alana se ofreció a poner la mesa siempre
y cuando tía Ingrid la ayudara. Dios, esta niña no le daba un respiro a Ingrid y ella no
se quejaba en absoluto. Era muy feliz con Alana y siempre pienso que Marian hubiera
sido muy feliz con ella como su madre. En cuestión de minutos Alberto decía la
oración antes de comer.
-Esto está delicioso- alabé después de unos minutos comiendo.
-¿Por qué mamá y yo somos rubias y abuelita Norma no?- Preguntó
mi hija.
-Amm... porque...- comencé.
-Porque yo le pedí a Dios que quería una hija rubia y me mandó a
tu mamá- contestó Norma. Nunca hemos hablado de esto realmente. Ana no le dice
mamá a Norma pero hay una conexión muy fuerte entre ellas. Vi que los ojos de mi
esposa se aguaron.
-¿Querías una rubia?- Preguntó de nuevo mi hija.
-No, esa es tu mami- contestó Ingrid. Guardaba mis respuestas
para cuando Al no estuviera presente.
-Quería la hija más hermosa del mundo. La tuve y también la nieta
más linda del mundo.-
-Eso es porque me parezco a mamá- dijo la pequeña aferrándose a
mi rubia.
-Son las más hermosas- hablé.
-Entonces, ¿si le pido algo a Dios lo cumple?- Veía a mi pequeña
muy pensativa.
-Una parte la hace Dios y otra la hacemos nosotros para que las
cosas se den, hija- fue el turno de Alberto.
-¿Qué tendría que hacer para tener una hermanita?- El fantasmas
que ahorca volvió a aparecer en mi vida después de muchos años. Todos me asistían
porque me estaba ahogando mientras Ingrid se atascaba de risa.
-¿Quieres una hermanita?- Preguntó Ana dulcemente.
-Sí o un hermanito. Abu Manuel y abue Mine me dan muchas cosas
que yo podría compartir con una hermanita. Tendría con quién jugar- jaló mi suéter
–mami, ¿puedes darme una hermanita? Y que sea tan hermosa como tú.-
-Eh, sí, supongo sólo que eso lleva tiempo, mi cielo- rasqué mi
cabeza.
-¿Cuánto?-
-Casi un año.-
-¿Contando desde hoy?- Se veía muy entusiasmada con la idea de
otro bebé.
-¿De dónde viene esta algarabía, princesa?- Intervino Ingrid.
-Ali recién tuvo una hermanita y dice que es muy bonita y
juguetona. Me dijo que debía pedirle una a mis mamis- gracias, Ali, dije para mí.
-Platicaremos de esto con calma, cuando tu mami no esté a punto
de desmayarse- todos rieron. El teléfono de Alberto sonó, se disculpó y se alejó para
tomar la llamada.
-No creo que abuelita Norma esté muy contenta con otro niño-
intenté.
-Lara, a mí ni me metas que yo encantada tengo cinco nietos más-
respondió con una enorme sonrisa.
-¿Se pueden cinco?- Mi hija casi se para en la mesa.
-¡Dios, no!- dije de inmediato –uno por uno, mi amor y después
vemos- Ingrid era la más divertida con esto. –Estoy muy contenta ahora mismo sólo
contigo y con mamá.-
-Pero a mí me haría feliz otra persona más en nuestra familia- hizo
un puchero. Pucheros no porque no tengo inmunidad contra ellos.
-Ya hablaremos de esto con tranquilidad, angelito- insistió mi
esposa; tomó a Al de las mejilllas -¿de acuerdo?-
-Sí, mamá- respondió no muy convencida. Alberto regresó muy
serio. Todos lo notamos.
-¿Qué pasa?- Preguntó de inmediato Norma.
-Hank- susurró. Sentí mi cuerpo tensarse.
-¿Qué con él?- Mi mandíbula estaba tan tensa que podía quebrarse
en cualquier momento.
-Lo encontraron muerto en su celda- una oleada de alivio se
apoderó de mí.
-Gracias a Dios- dijo Ingrid.
-¿Quién es Hank?- Cuestionó mi hija.
-Un monstruo- replicó Norma.
-Un monstruo que ahora está aún más lejos de nosotras- busqué la
mano de mi rubia y entrelacé nuestros dedos.
Había pensado muy poco en esto pero tenía miedo de que escapara
o algo así y regresara a nosotras. No, no puedo alegrarme de la muerte de alguien
pero esto es un gran respiro para mi familia y para mí. Sé que Dios es grande pero
dudo que una basura como él sea capaz de entrar al reino de los cielos.
Por fin se ha ido y para siempre. Ahora mi hija nos da el empujón
para ir aumentando el número de integrantes en esta familia y como la primera vez
sigue asustando como la mierda. Las manos de Ana acariciaban mi sudado cuerpo.
Recién regresábamos a la cama después de una ducha muy interesante. El
entusiasmo que pusimos tenía que ver con lo que pasó en el hospital y con la noticia
que Alberto nos dio.
-Te amo- besó mi mandíbula.
-Te amo, Anita- guardamos silencio unos momentos. Mi corazón
latía a mil por hora. Tenía que hacerlo -¿cariño?-
-¿Sí, mi amor?- Escondió su cara en mi cuello.
-Quiero llevar el bebé- con ella a mi lado nada puede salir mal. Se
lo dije cuando apenas comenzábamos a salir, quiero todo con ella y esto es sólo un
paso más para afirmar nuestro amor. Otra aventura está a la vista. Mis rubias y yo
contra lo que la vida nos depare.

A/N You're the f*cking best!!!


Saludos desde mi rincón con olor a canela,
P.S &#x1F5E3; NO HABRÁ SEGUNDA PARTE &#x1F5E3;
Ale :)
Buenas nuevas

Hola, queridos lectores


Esperando todos estén muy bien. Vengo a ustedes con noticias que les harán la noche
(espero).
Después de meditarlo y tomando en cuenta los requisitos que LitNet
me pide, he decidido subir la versión editada de 'La Hija del Pastor' gratis.
Si ustedes consideran que es digno de unos cuantos dólares,
pueden condecorar la historia. Esa condecoración hace que la historia suba de ranking
y por ende pone a la historia en el radar de la muchas editoriales que ronda por la
plataforma y quién sabe, chance y pega xD
Pueden invertir desde .30$ hasta 5$ así que ya es de ustedes si
quieren aportar algo a la noble causa.
No le pondré la restricción de 18 años, esperando que no tengamos
ningún tipo de problema con las políticas internas de la plataforma. Esto con la
finalidad de que todos tengan acceso a leer esta versión de la cual estoy súper
encariñada.
También aprovecho para anunciar que las próximas actualizaciones
de 'Lost and Damned' serán exclusivas de LitNet; con la finalidad de tener más
lectores asiduos. Así que si quieren saber qué pedo con Maddie, vayan para allá. De
hecho hace unos minutos subí el cap 5.
Así que estén pendientes este fin de semana para esta versión
limpia con cambios que sé que les van a agradar (I hope so).
Mi user en LitNet es Ale May o pueden buscar las historias: Lost and
Damned/ Mareas del Tiempo/ Mi Profe de Piano &#x1F60F;
Mucho amor desde mi rincón con olor a café,
Ale &#x1F49C;

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