La Trama de La Desigualdad Educativa - Guillermina Tiramonti
La Trama de La Desigualdad Educativa - Guillermina Tiramonti
La Trama de La Desigualdad Educativa - Guillermina Tiramonti
GUILLERMINA TIRAMONTI
BREVE INTRODUCCIÓN
Diferentes autores han acuñado nuevas categorías para explicar las transformaciones estructurales
de la sociedad contemporánea. M. Castells (1998) habla de la sociedad de red; A. Giddens (1995),
de modernidad reflexiva; U. Beck (1997), de sociedad de riesgo, y N. Luhmann (1998), de sociedad
mundial. Más allá de las diferencias en la conceptualización, todos estos autores coinciden en
marcar una reestructuración de las relaciones sociales y de los marcos regulatorios de la acción de
individuos e instituciones.
Es evidente que las transformaciones vuelven cada vez más obsoleto el instrumental conceptual
con que los cientistas sociales hemos tratado de introducir orden en el caos de los datos de la
realidad para hacerla inteligible. Muchos de los fenómenos que se nos presentan no encuentran un
referente conceptual y, a la inversa, muchos de los conceptos que utilizábamos habitualmente en
nuestros análisis carecen de referentes empíricos.
Las distancias entre los diferentes estratos sociales no sólo no han desaparecido sino que han
alcanzado niveles impensados para una Argentina que se identificaba a sí misma como una sociedad
de ciudadanos en la que las distancias en los ingresos y el reconocimiento social de sus integrantes
eran sustancialmente menores que las del resto de América latina. Sin embargo, las manifestaciones
escolares de esta nueva realidad social no se pueden expresar sólo en términos de desigualdades
socioeconómicas, aunque ellas sin duda condicionan fuertemente la vida de las escuelas y de los
sujetos que por ella transitan. Así, las diferencias no pueden medirse en términos de distancias sino
de impactos diferenciados en los que se mezclan la memoria de las situaciones previas con la
lectura de las actuales condiciones socioculturales en las que se desenvuelven las instituciones y los
sujetos.
Investigaciones recientes muestran los procesos de re definición del mundo social a los que están
sometidos aquellos que han sido desplazados de sus antiguas posiciones. La desorganización
personal y de orden social que atraviesan las percepciones de estos sujetos los obliga a una _
permanente redefinición de sus estrategias y prácticas sociales, para las cuales no siempre les son-
útiles el capital social y cultural que habían acumulado en las posiciones anteriores (Kessler, G.,
2000).
Los cambios estructurales desorganizan el mundo en que se mueven las instituciones y los sujetos, y
generan una diversidad de posicionamientos y estrategias que no necesariamente se diferencian por
estrato social, sino que, en más de una ocasión, las diferenciaciones se construyen en los grupos
provenientes de distintos sectores sociales. Al mismo tiempo, en el interior de estas nuevas
agrupaciones se reconocen diversidad de sentidos que sí aparecen asociados a los antiguos estratos
sociales organizados según la pertenencia socioeconómica de sus miembros. Como diría A. Gorz
(1991), las categorías han explorado y nos ayudan muy poco en nuestra tarea de hacer inteligible los
fenómenos sociales.
La primera parte de este capítulo es una breve introducción de los nuevos marcos estructurantes de
la acción; la segunda parte presenta los resultados de la investigación y los articula con esos
procesos más generales.
PARTE 1
El modelo societario con el que se organizaron las sociedades latinoamericanas desde fines
del siglo XIX hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX tuvo al Estado como eje articular del
conjunto de la sociedad. En este modelo, que M. Cavarozzi (1999) denominó estado céntrico, el
Estado fundó nuevas sociedades y organizó mercados nacionales al mismo tiempo que interfirió
activamente en esos mercados.
El proceso de globalización rompe esta matriz societal y deshace el entramado institucional que lo
sostenía y, con ello, el campo común al que se integran y se articulan individuos e instituciones. El
Estado, y por ende la acción política y los criterios que esta definía para la organización del campo
nacional, pierden centralidad en favor de una presencia fuerte del mercado y la competencia en la
definición del orden societal. Son numerosos los posicionamientos respecto del nuevo lugar del
Estado. Para algunos autores se trata de un estrechamiento de los grados de autonomía de la política
y de la capacidad del Estado de controlar el conjunto de variables que impactan el campo nacional
(Held, D., 1997) como resultado de la primacía de las corporaciones multinacionales que prefieren
un mundo con Estados disminuidos o sin Estados.
El nuevo tipo societario está acompañado por una serie de cambios en las instituciones que
estructuraban la sociedad industrial y enmarcaban la existencia de los sujetos: Para U. Beck (1997)
asistimos a una descomposición de la sociedad industrial como entramado de experiencias: Según
esta postura, las personas han quedado libres de las seguridades y de las formas de vida
estandarizadas. Así como la constitución de la sociedad industrial implicó el desencaje (Giddens,
A., 1994) de las relaciones sociales del contexto local de interacción y las incorporó a un nuevo
entramado relacional en el que el sexo, la familia y la clase definían un modo de vida y, por lo
tanto, las condiciones de existencia, la sociedad postindustrial provoca la descomposición de ese
entramado de experiencias y des regula la existencia de los individuos que están condenados a ser
ellos mismos (Sennett, R., 1978). Se trata de la pérdida del sistema de referencias que
proporcionaba la sociedad industrial y de la constitución de un sujeto autorreferencial.
Los cambios en este sentido son tan importantes que hay autores que hablan de la
“declinación de la sociedad” o de la muerte de lo social (Dubet, F. Martucelli, D. 19989. Según este
razonamiento, las instituciones habrían perdido la capacidad de marcar las subjetividades y estamos
asistiendo al paso de una sociedad que integraba mediante un proceso de súper socialización de los
agentes a través de diferentes agencias socializadoras, entre las cuales se destaca la familia, la
escuela y la iglesia, a una sociedad de individuos subsocializados y anómicos. Se trataría de un
proceso de desinstitucionalización que acompaña la crisis de la sociedad como concepto y como
realidad (Tenti Fanfani, E., 2002).
Sin adscribir a posicionamientos tan radicales, es evidente que la red institucional que
caracterizó a la sociedad moderna se está modificando y que esto cambia los marcos estructurantes
de la acción y el terreno en que se mueven las instituciones escolares.
Es evidente que el modelo societal integrado por la acción política de un Estado con
capacidad de articular e incluir material y simbólicamente el conjunto de la población -y de
construir de este modo un lazo comunicante entre todos los miembros de la sociedad, y un campo
común en la que se inscribían desigualdades y diferencias- está roto. Es claro también que el
conjunto de las instituciones que caracterizaron la sociedad industrial están atravesando por
profundas modificaciones, y que esto, a su vez, nuestra una sociedad que está reconfigurando sus
dispositivos de control y reproducción social. La pregunta es ¿cuánto y de qué modo se hace
presente esto en los agentes e instituciones escolares?
El modo en que nuestro país se incorporó al orden globalizado generó una brutal
reestructuración social que modificó la tradicional fisonomía de una sociedad de clases medias con
bajos niveles de pobreza en la que las distancias socioeconómicas eran moderadas. Este cambio se
articula con los procesos anteriores y genera condiciones muy diferentes y cambiantes para el
desenvolvimiento de las instituciones escolares y para la construcción de las estrategias de los
sujetos.
Ya en los inicios de la década de 1990 A. Minujin (1992) planteaba que la estructura social
del país había sido seriamente afectada por un proceso de empobrecimiento general y por la
incorporación de nuevos grupos al universo de la pobreza. Para ellos, la investigación sociológica
ha construido una nueva categoría, la de los "nuevos pobres", para diferenciarlos de los "pobres
estructurales" que están instalados en esa categoría desde siempre. A su vez, con las categorías de
"desafiliado" (Castel, R., 1995), excluido o expulsado se intenta mostrar la heterogeneidad de
situaciones por las que atraviesan aquellos que se incluyen en la antigua categoría de pobre.
Nos detendremos brevemente en el derrotero de las clases medias, que fueron una pieza
clave en la construcción del mito igualitario argentino, que entró en crisis a partir de la brutal
desigualdad generada por la implantación de un nuevo modelo de acumulación. Este sector,
conformado en general por hijos de inmigrantes, se desacoplo de su situación de origen a través de
una estrategia que combinaba la obtención de credenciales educativas con la incorporación a un
mercado de trabajo que se diferenciaba y ampliaba como consecuencia de la beneficiosa
articulación del mercado nacional con el intercambio internacional.
Sin duda, las clases medias aspiraron a recrear un estilo de vida que tenía como referencia
el comportamiento de los sectores más altos de la población, pero a su vez incorporaron prácticas
culturales y consumos que les son propios y que no tienen presencia entre los sectores de elite.
Esta breve digresión sobre las clases medias se justifica para fundamentar la tesis de que
lejos de ser un grupo con escasa autonomía y atado a la imitación de estrategias de los sectores más
altos de la población, las clases medias argentinas se han constituido a partir de estrategias que les
son propias y conforman un sector con capacidad de innovación y de uso oportuno de los recursos
que tienen a su disposición. Por supuesto, que se trata de una capacidad democráticamente
distribuida entre las diferentes capas de las antiguas clases medias, sino que esa capacidad se
presenta sólo en algunos grupos reducidos que logran actualizar el capital simbólico acumulado a
favor del diseño de innovadoras estrategias con las que intentan neutralizar la dinámica social
descendente.
Las estrategias innovadoras, que explicaremos más adelante, solo están presentes en grupos
muy reducidos e identificables de los sectores medios, y contrastan con la perplejidad con la que el
conjunto de los miembros de este sector enfrentan las nuevas condiciones de su existencia. La
disparidad de posicionamientos en el interior de lo que tradicionalmente llamamos clases medias
obliga a interrogarse muy seriamente sobre la pertenencia del uso de conceptos como una categoría
que diferencia a los grupos de la sociedad. Si bien hemos intentado superar esta categorización, no
lo hemos logrado del todo, en parte porque no fuimos capaces de dar el salto epistemológico que
esto requiere y también porque es muy difícil despegar las actuales estrategias de este grupo, de su
historia pasada y del capital que ella les proporcionó.
Lo que nos interesa señalar aquí es que la sociedad salarial a la vez que arraigaba y fijaba y
fijaba a los individuos a un entramado institucional los comprometía con una ética y un conjunto de
normas que regulaban sus conductas y los incorporaban funcionalmente al orden social. En ese
marco, el trabajo se constituyó en el r eferente obligado para la constitución de las identidades y el
tipo de inserción laboral que se lograba en el parámetro que definía la posición social y marcaba el
estilo de vida que se correspondía con esta inserción. La desafiliación implica la expulsión del
individuo de ese entramado institucional que contenía y regulaba su existencia, y transforma en
obsoletos o incoherentes los principios éticos y el paquete normativo que hasta ese momento le
marcaba los parámetros de su conducta. Por ejemplo, la ética del traba jo6 fundó una nueva,
concepción de la relación entre necesidades y esfuerzo personal, redefinió las relaciones entre
necesidades personales y trabajo, determinó los alcances de la asistencia social y marcó los límites
de una vida digna. En definitiva, la ética del trabajo construyó una cosmovisión del mundo y con
ello una determinada racionalidad a partir de la cual se organizaba la vida individual y social, o lo
que es lo mismo, definió el patrón civilizador con el que se moldearon las subjetividades.
Ahora bien, ¿qué efectividad puede tener en una sociedad que genera desocupación un
cuerpo normativo fundado en una ética que tenía como supuesto la incorporación de los individuos
a la sociedad a través del trabajo; ¿cómo mantener como marco regulat9rio las normas que
proceden de este principio ético entre individuos que no tienen acceso al trabajo? El derrumbe de la
sociedad salarial supone también la caída de sus marcos normativos. La estética del consumo, que
ha reemplazado la ética del trabajo en la función de articular a los individuos al orden social, es
impotente a la hora de establecer .una norma para aquellos que carecen de capacidad de consumo y
son interpelados por el nuevo mandato a través de los medios de comunicación: En la sociedad de
consumo no parecería existir un referente ético común para el conjunto de la población. ¿Cuál es
entonces el criterio para diferenciar lo bueno de lo malo, la vida digna de aquella que no lo es?
Como veremos en la segunda parte de este texto, esta problemática tiene una presencia fuerte en los
discursos de los diferentes agentes y en las prácticas institucionales.
LAS MODIFICACIONES EN LA RELACIÓN ENTRE SOCIEDAD E INDIVIDUO
La crisis de la sociedad salarial y los cambios en la organización del trabajo entrañan una
renovada individualización tanto de las relaciones laborales como sociales que impacta de un modo
contrastante sobre los diferentes grupos a los que afecta. Así, la individualización de las tareas
permite que algunas personas se liberen de los grilletes colectivos y expresen mejor su identidad a
través del empleo y que otras, por el contrario, sufran precariedad laboral, aislamiento y falta de
protección.
A su vez, F. Robles (1999) señala que los modelos de construcción de la individualidad así
como los paradigmas de reconstrucción, interpretación y observación de la sociología respecto de
ellos no pueden ser idénticos en las sociedades del capitalismo desarrollado y en las sociedades de
la periferia. Por ello es que mientras Beck y Giddens aplican indistintamente los conceptos de
individuación e individualización y los consideran equivalentes, Robles establece diferenciaciones
importantes entre ambos. Por individuación este autor entiende la forma históricamente específica
que asume la construcción de la individualidad en las sociedades de riesgo del capitalismo
periférico, caracterizada por la masificación y la generalización de la exclusión". El proceso de
individuación tiene para Robles dos aspectos diferentes. Por un lado, y desde el punto de vista de
las instituciones, los sujetos sociales se ven sistemáticamente presionados a modos de vida
conscientes, dotados de creciente autonomía y responsabilidad, pero por el otro, ese proceso recarga
al yo sobre individualizado que debe soportar un proyecto biográfico en el que se encuentra
progresivamente solo y carente de toda red institucionalizada de apoyo.
La investigación que estamos introduciendo con este capítulo proporciona indicios claros
acerca de este proceso de individuación que tiene características distintas en los diferentes grupos, a
los cuales el contexto social, económico y cultural les otorga un acceso muy diferenciado a las redes
de inclusión social y al intercambio de bienes y servicios. La angustia de ser uno mismo nos
atraviesa a todos; sin embargo, las distintas condiciones de vida generan procesamientos diferentes
de este imperativo.
En la sociedad del control de la cual hablan G. Deleuze (1991), M. Hard y A. Negri (2000),
el poder se ejerce a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros a través de los
sistemas de comunicación y las redes de información. La sociedad del control podría caracterizarse
por una intensificación y una generalización de los aparatos normalizadores del poder que animan
internamente nuestras prácticas comunes Y cotidianas, pero, a diferencia de la disciplina, se trata de
un control que se extiende mucho más allá de los lugares estructurados de las instituciones sociales
a través de redes y flujos. Para Deleuze, a travesamos una crisis generalizada de todos los lugares de
encierro. Son los interiores familiares, escolares profesionales, etcétera, los que están en crisis. Los
encierros son moldes, módulos distintos; en cambio, los controles son modulaciones que cambian
continuamente como un tamiz cuya malla cambiaría de un punto a otro. No es necesario explicitar
demasiado para comprender el impacto que esta mutación genera en la definición funcional de la
escuela y en la potencialidad de esta institución para regular los comportamientos de los jóvenes.
PARTE II
Esos trabajos pensaban el espacio social como un todo integrado pero diferenciado
jerárquicamente en relación con el origen social de sus miembros. A su vez, esto era leído como una
consecuencia de la pérdida de la capacidad homogeneizadora de la escuela, lectura en la que
subyace la “ilusión” de la potencialidad transformadora de esta institución.
En las estrategias escolares confluyen las demandas de las familias, las historias
institucionales y la particular lectura que las instituciones hacen de su función en relación con los
grupos que atienden. A continuación presentamos una caracterización de los diferentes perfiles
institucionales.
Son escuelas cuya meta explícita es fijar a los alumnos en la posición de privilegio que
gozan sus familias. Se trata de instituciones que atienden a los sectores medios o altos de la
sociedad, cuyo desafío es encontrar una pedagogía que posibilite la conservación y/o renovación de
los capitales culturales y sociales· aportados por las familias. Este espacio es compartido por
familias que desarrollan estrategias muy diferentes para lograr su propósito, y por instituciones que
construyen pedagogías acordes con esas estrategias familiares.
Para este grupo de instituciones es importante desarrollar un perfil institucional claro; que
se construye interpelando una tradición de la cual rescata un conjunto de valores que se expresan en
su propuesta pedagógica. La apelación a la tradición es central para sostener una identidad
institucional acorde con la comunidad que la escuela atiende. Así, la institución se erige como
guardián (Giddens, A., 2000) de las tradiciones en las que se inscribe el grupo familiar y en las que
basa su pretensión de poder.
Para algunas de estas instituciones se trata de preservar los valores de la tradición religiosa
y los símbolos asociados con la distinción de clase y de linaje familiar. El disciplinamiento del
carácter a través de un control permanente de los espacios escolares, el sometimiento a la autoridad
como una forma de aceptación de las asimetrías de las relaciones de poder y la legitimación del
mando caracterizan a estas instituciones. Se trata de espacios fuertemente regulados y custodiados
que pretenden preservar a las familias de los riesgos de la libre elección de sus hijos. Esta
socialización de los valores de la Clase debe estar acompañada por una adecuada preparación para
el ingreso de los alumnos a la universidad. Para este grupo institucional, posibilitar un ingreso
exitoso a la universidad constituye la medida del valor de la prestación académica de la institución.
Más allá de las incertidumbres que generan los cambios en el orden social y en las
demandas que estas transformaciones proyectan sobre las nuevas generaciones, la estrategia de este
grupo es la preservación de identidades acordes con sus tradiciones, a lo que se le agrega la
adquisición de un título universitario.
Dentro de este grupo, también hay diferenciaciones porque en algunos casos el eje está
puesto en el desarrollo de la creatividad de los alumnos y, en otros, en la inclusión lisa y llana en
una tradición intelectual. En los primeros hay un fuerte impacto de la cultura psi; en los segundos,
se privilegia la conformación de personalidades ilustradas con vacación de "elite".
Existe una amplio sector de las clases medias -muchos de sus integrantes son víctimas de
las dinámicas del descenso social que reestructuraron la sociedad argentina; otros están congelados
en sus posiciones y amenazados por las tendencias expulsivas del campo laboral- que está asociado
a una heterogénea gama de actividades entre las que se incluyen profesionales liberales,
comerciantes y empleados para quienes la escuela, ya sea pública o privada, debe reunir estas
condiciones: cercanía geográfica, contención afectiva, socialización en los valores de la convivencia
y solidaridad e instrucción, entendida esta última como incorporación de conocimientos útiles para
la inserción laboral o para proseguir estudios de nivel superior.
Sin embargo, se pueden distinguir diferencias en el interior de este grupo: en algunos casos
hay una opción educativa religiosa; en otros, parecerían prima1: los valores de la tradicional ética
ciudadana, que explican la presencia de proyectos colectivos en la proyección de futuro de los
alumnos; también hay otros casos en los que las escuelas presentan un perfil ambiguo puesto que
aparecen mimetizadas con una parte de los sectores medios que habita la perplejidad de la
desorganización de su hábitat social, el desmoronamiento de sus referencias sociales, y que espera
de la escuela un espacio que sostenga su identidad de clase media, pero que a la vez incluya y
considere su situación de vulnerabilidad.
Las instituciones que habitan este espacio están atadas a una función que ellas mismas
califican de "contención", concepto abarcador de una amplia gama de propuestas institucionales que
se articulan con las estrategias de supervivencia del sector que atienden. Están las instituciones
religiosas cuya propuesta tiene un claro componente pastoral a partir del cual se propone regular las
conductas. Son escuelas que contienen una promesa de "protección tutelar" contra las tendencias a
la desintegración del medio. En estas instituciones se reconoce aún una intención "civilizatoria" y
cierta confianza en la potencialidad de la socialización escolar.
Hay otras escuelas que tienen como propuesta generar un espacio para habitar el derrumbe,
esto es, se trata de proporcionar una asistencia material y pedagógica, y de marcar un ámbito de
"comprensión " y de "convivencia entre pares" para aquellos que participan activamente de la
cultura del margen. Estas instituciones no tienen voluntad "civilizatoria", no pretenden cambiar la
vida de sus alumnos, sino que se proponen ayudar a soportar el presente. Se saben instituciones de
frontera: consuelan, asisten, escuchan, pero saben de la fuerza performativa de las condiciones
socioeconómicas y culturales en la que transcurre la vida de sus alumnos.
Y lo que más gratificaciones me da es el trato con los chicos, con los docentes y padres.
Que tiene sus cosas también. El viernes pasado murió un chico (ya es el quinto chico que muere a
tiros) porque en un asalto un cana le metió tres tiros; tiene esto también. Pero, por un lado, es lo más
grato y, por otro, creo que es lo más útil del trabajo nuestro. El sábado yo estaba por otra actividad
cultural que hay acá, y pasaba el cortejo fúnebre del chico, eran como veinte coches, camionetas,
me subí a una y me fui al entierro; un entierro de un joven de aquí es una cosa como para ir y mirar;
yo creo que había más de doscientos pibes en el cementerio de Flores. El año pasado murió un
profesor de acá (le estalló la carótida, lo que le pasó a Menem, pero Menem zafó), y había más
alumnos en el entierro que en el velatorio; desconocía eso yo, valoran más estar en el entierro que
en el velatorio. En este entierro del sábado, antes o después de acompañar a este chico, pasaron por
la tumba del profesor.
Acá, no sé si viste, en el hall tenemos una imagen de la virgen, y suele haber una vela
prendida; yo aunque renegué bastante de la religión, al venir acá y ver este tema de la cantidad de
muertos y que el rito religioso es lo único que le da un consuelo al que afronta ese momento me
pareció perfecto que estuviera la virgen. El cura de la villa fue el que donó la imagen. Ahora en el
aniversario de la muerte del profesor hicimos un acto en su memoria y la de los alumnos fallecidos.
Pregunta: ¿Los alumnos fallecidos casi siempre tuvieron que ver con problemas con la ley?
Respuesta: Tres fueron por robo, a una chica la mató su mejor amiga en una discusión, y
otro estaba en un grupito de chorritos, pero fue jugando con un arma que se disparó y murió. En
éste estaba presente el tema del robo y en la discusión de la chica tenía que ver con la droga, ellas se
drogaban y una quedó embarazada y dejó de drogarse, la otra iba a ser la madrina del bebé,
entonces le insistía a la amiga que también dejara de drogarse, y en esa discusión, la chica
embarazada sacó un arma y la mató. La piba estuvo dos años en un instituto y salió a fines del año
pasado; el bebé ya tiene tres años. Las chicas tenían diecisiete años, creo, en ese momento.
Pregunta: En esta comunidad el tema que vos nombras del rito relacionado con la muerte,
¿está también vinculado a que estas personas murieron por causas que tienen que ver, por ejemplo,
con pelearse con una institución tan importante como la policía?
Respuesta: Eso es parte, el cura dice "son entierros de combatientes". El año pasado dos
fueron a robar, uno murió y el otro quedó muy grave, pero sobrevivió, y este año fui con él y otro
más a la tumba del otro, y en la tumba fuman un porro y se lo dejan ahí, en vez de flores o velas, es
un rito.
Los discursos de docentes y directivos están atravesados por una denuncia de la baja
sintonía de las regulaciones familiares. Según estos agentes, la socialización familiar es tan débil
que no alcanza para incorporar a sus hijos a los patrones de conducta socialmente aceptados; en
consecuencia, las familias interpelan a la escuela para que ocupe su lugar.
Muchas veces los papis nos demandan que pongamos los límites que ellos no pueden poner
en casa ( ... ).Yo no sé, pero me da la sensación de que hoy en día cuesta más que antes ser padre,
saber decirle que no a un hijo; entonces la escuela tiene que tomar esta función. Me demandan: "Por
favor, póngale límites, hagan ustedes lo que no podemos hacer nosotros".
Hay otro grupo de escuelas, que atienden fundamentalmente a chicos de sectores medios,
que buscan el consenso de los alumnos para establecer los marcos disciplinares con suertes muy
diversas en cuanto a hacer efectivas las reglas pactadas. En el caso de las escuelas de los sectores
populares hay un amplio espectro de estrategias que van desde la "mano dura y los gritos" a la
formación de consejos de disciplina, pasando, en el caso de las escuelas religiosas, por la pastoral
de la catequesis.
Las investigaciones que han analizado los modos en que se regulan internamente las
instituciones escolares (Seoane, V., 2003 Y Narodosky, M., 1990), fundamentalmente de clase
media, dan cuenta de la existencia de una red de pactos y acuerdos entre las partes que están en
permanente redefinición y que actúan como un marco regulatorio siempre precario, arbitrario y
transitorio.
Esta precariedad normativa de las escuelas es una expresión más de las tendencias de
desinstitucionalización que atraviesan nuestra sociedad.
En la primera parte de este capítulo presentamos brevemente las nuevas condiciones que
estructuran y enmarcan la vida en nuestra sociedad. Éstas obligan a una redefinición de las
estrategias de las familias, de las instituciones y de los individuos para reproducir o modificar sus
posicionamientos sociales. La capacidad, la oportunidad y la disposición para conformarse de
acuerdo con estos procesos de cambio estructural determinan los ganadores y perdedores en la
distribución de los lugares sociales.
R. Braun (1996) analiza las estrategias desplegadas en la Europa del 1200, en un momento
de fuertes cambios estructurales, y muestra que los grupos aferrados a las ideas tradicionalistas y
con una fuerte referencia en el honor familiar y la distinción del linaje no pudieron dominar la
situación adversa y fueron desplazados de sus posiciones sociales por los "ministeriales", los que se
asociaron a las ambiciones territoriales de los Habsburgos y se prepararon para hacerse cargo de las
nuevas exigencias de la administración de la dominación.
En la tradición nacional, la educación constituye un bien socialmente valorado en la lucha
por los posicionamientos sociales. Así, en el discurso de los agentes entrevistados durante nuestra
investigación la educación sigue estando asociada a la creación de oportunidades laborales y
sociales.
De modo que es pertinente suponer que tanto en la definición de las instituciones escolares
como en la ideación de trayectorias futuras que hacen padres y alumnos subyace una estrategia con
la que se enfrentan las nuevas condiciones en las que se desenvuelve la disputa por los lugares
sociales.
Las preguntas, entonces, son dos: ¿qué otros recursos se proponen transferir padres y
escuelas a los jóvenes para la construcción de sus trayectorias? y ¿qué presencia tienen las nuevas
condiciones en la definición de los recursos para transferir?
Es difícil establecer articulaciones claras entre sectores sociales y las estrategias que
aparentemente se están desplegando. Por una parte, es evidente que los sectores más altos de la
escala social construyen circuitos muy protegidos y regulados para la socialización de sus hijos. En
efecto, los chicos de este grupo social transitan su adolescencia dentro de medios
institucionalizados, donde los adultos controlan la población con la que se relacionan y las
actividades que realizan. En las escuelas que atienden a estos chicos hay fuerte presencia de las
familias. Las escuelas han institucionalizado organismos de representación de padres y éstos tienen
intervención en las decisiones y un cierto poder de policía sobre las acciones de la escuela. En estos
grupos la elección escolar está en manos de la familia y en esta selección se valora la tradición
escolar de los mayores.
Es frecuente que los chicos de este sector social concurran a la escuela donde fueron sus
padres y que la conservación ele esta tradición sea una razón esgrimida por padres y alumnos corno
fundamento de la elección realizada.
En los sectores más conservadores, observamos que las estrategias de los padres y las
instituciones contienen un elemento de reacción a las tendencias desinstitucionalizantes que
atraviesan la sociedad y los procesos de individualización. En una de las entrevistas del trabajo de
campo, una madre señaló que ya estaba decidida la carrera universitaria y la institución a la que
asistiría su hijo, y que éste ya estaba haciendo el ingreso, propósito declarado por la madre de este
tránsito tan regulado era evitar que el hijo pasara por el momento de duda que suelen atravesar los
chicos cuando tienen que definir la carrera a seguir. Además, se puede decir que la elección de
determinadas instituciones incluye una definición de trayectorias futuras, más allá de que éstas se
concreten o no.
Por su parte, los grupos de elite asociados a sectores más dinámicos de la economía
desarrollan estrategias destinadas a transferir a sus hijos, a través de la escuela, los recursos que se
requieren para competir en el mundo de los negocios. Esta estrategia apuesta a formar un criterio en
sus hijos que les permita adoptar las decisiones adecuadas en la competencia por las posiciones de
jerarquía. Puede decirse que los procesos de individualización son, en estos casos, reconocidos y
tutelados a partir de una estrategia de conformación de criterios que aseguren el éxito en la
competencia.
En el otro extremo de la escala social, la existencia de los chicos transcurre por ámbitos
informales y por lo tanto desregulados. La escuela es casi la única institución por la que transitan
los chicos. No hay una clara ideación de las trayectorias futuras, no hay tutela, ni claridad sobre los
caminos a seguir. Para padres, jóvenes y docentes, la vida futura es azarosa cuando no
predeterminada por la condición social. El futuro aparece como un deseo impreciso que depende de
acontecimientos externos, por ejemplo, de lo que suceda en el país. Son -como dice Robles-
procesos de "individuación" obligados, forzados y sin presencia de redes institucionalizadas.
En el interior del amplio espectro de los grupos que tradicionalmente pertenecieron a las
clases medias hay un claro quiebre entre aquellos que concretan una reproducción de las
trayectorias clásicas (carrera profesional clásica y luego trabajo acorde con esta profesión), y otros
grupos que piensan un futuro en el que combinan aspiraciones con el análisis de los medios con que
cuentan y las posibilidades de llevarlos adelante. Hay una des estandarización (EGRIS, 2000) de las
trayectorias posibles que da cuenta del desarrollo de un proceso de individualización en el cual
estos jóvenes movilizan y recrean el capital cultural familiar, así como los recursos que les
transfiere la escuela para el diseño de alternativas que se construyen a la luz de un análisis de las
actuales condiciones y de las oportunidades que la institución escolar les brinda para mantener o
mejorar su posicionamiento social. Son hijos de los sectores más educados de la clase media,
provienen de familias con relaciones horizontales entre sus miembros, para las cuales la expectativa
está puesta en la capacidad de innovación y creación de los hijos y no en la reproducción de las
trayectorias de sus padres. Los docentes de las escuelas a las que concurren participan de esta
confianza en la capacidad creadora de los chicos, y las instituciones se proponen aportar a la
construcción de un capital cultural que alimente la capacidad creativa de los jóvenes y amplíe el
espectro de posibilidades futuras.
Estas familias presentan menos temores que el resto respecto de la posibilidad de vidas
descarriadas; los porcentajes más altos se concentran en las respuestas que muestran el miedo a una
vida poco gratificante, carente de interés o de un proyecto que le dé sentido. Hay entre estos padres
influencias claras del discurso psi que tanta penetración ha tenido en las clases medias ilustradas de
nuestro país. Éstos son los grupos más innovadores en la ideación de trayectorias futuras y que más
claramente articulan sus propuestas con el análisis de oportunidades.
En cuanto al tipo de trabajo, hay un quiebre que diferencia a aquellos que lo piensan como
un medio de satisfacción y crecimiento personal, y los que lo consideran como el único medio
posible para vivir una "vida digna".
Los primeros organizan sus relaciones con el trabajo desde la estética del consumo; los
segundos desde los principios de la tradición política del trabajo, que fue el fundamento moral de la
organización de la sociedad industrial.
Z. Bauman (2000) sostiene que la estética del consumo gobierna hoy allí donde anees lo
hacía la ética del trabajo. Para los consumidores el mundo es una inmensa matriz de posibilidades,
de sensaciones cada vez más intensas, de experiencias y vivencias cada vez más profundas. Desde
este lugar, el mundo es juzgado por las sensaciones que provoca, " la brújula más usada para
moverse en él es siempre estética, no cognitiva ni moral" . El status concedido al trabajo está
profundamente afectado por los criterios estéticos, puesto que se lo juzga por su capacidad de
generar experiencias placenteras.
Así, el valor estético del trabajo se ha transformado en un poderoso factor de estratificación.
El trabajo como "vocación" o realización personal, el trabajo que da sentido a la vida como fuente
de notoriedad y autoestima está presente en las aspiraciones de un sector bien definido del universo
de alumnos. Allí se incluyen algunas fracciones de la elite y claramente la fracción más dinámica de
las clases medias que está ideando, como ya señalamos anteriormente, trayectorias innovadoras en
las que justamente sus miembros combinan gratificación con análisis racional de las oportunidades.
Se trata, en general, de opciones que combinan en forma flexible diferentes ocupaciones en la que
se articulan saberes o conocimientos disciplinares con hobbies, de modo que no hay fronteras
claramente delimitadas entre el entretenimiento y el trabajo, tal como lo demuestra este comentario:
Voy a estudiar Letras porque esto es lo que me gusta y no es cierto que sea una carrera de
la que no se puede vivir. Por el contrario, hay muchas cosas interesantes que se pueden hacer, por
ejemplo, escribir guiones para televisión, dar clases, hacer periodismo, etcétera.
Desde este paradigma, para padres y alumnos "el hacer un trabajo rutinario", "poco
gratificante" que no lo ayude a desarrollar sus "potencialidades", que no despierte su "interés"
resulta ser la posibilidad más temida. El trabajo como "vocación" es la aspiración de este grupo de
los sectores medios que está ensayando estrategias diferenciadas que le permitan mantenerse dentro
del polo superior de la estructura social.
Para los jóvenes ele la elite que integra los sectores más modernos de la economía, el
trabajo aparece asociado a determinada estética que marca un estilo de vida exitoso, cosmopolita y
donde las opciones de consumo son muy amplias. Estos jóvenes piensan el futuro desde una estética
propia del consumo, donde el deseo y las vivencias placenteras constituyen el eje que da sentido a la
existencia. El trabajo es parte de esta ideación que se construye sobre la base de la combinación de
objetos que son visualizados como signos de una vida placentera y plena de emociones.
Del otro lado de la frontera están aquellos para los cuales el trabajo está asociado a una
determinada posición jerárquica dentro de la sociedad o a una condición de vida digna. Se trata de
referencias propias de una sociedad donde los individuos se integran a través del trabajo y donde
esta incorporación marca la divisoria de aguas entre los dignos trabajadores e indignos "vagos". Al
mismo tiempo, la inserción laboral es pensada como la forma de asignación de lugares sociales de
diferente prestigio. Para los sectores de elite más tradicionales, la profesión y el futuro desempeño
laboral no están relacionados con la gratificación personal y mucho menos con el deseo que no goza
de ninguna legitimidad como fundamento de las elecciones. La aspiración es un trabajo acorde con
el status social y familiar, lo que se logra a través de la confluencia de un título universitario
profesional y un desempeño en el ámbito del círculo social de referencia.
De este lado de la línea de fractura también están los chicos que se proponen acceder a
través del trabajo a una vida digna. La apelación a la "dignidad" está claramente referenciada en la
ética del trabajo a partir de la cual se organizó la sociedad industrial y que asocia esfuerzo
productivo con dignidad.
En los albores de la sociedad industrial, la ética del trabajo tuvo la doble función de resolver
la demanda laboral de la industria naciente y proporcionar una alternativa compatible con esa
demanda para aquellos que no se adaptaban a los cambios y eran incapaces de ganarse la vida en las
nuevas condiciones. El precepto de trabajar, única forma decente y moralmente aceptable de
ganarse el derecho a la vida, fue el fundamento de la moral pública y de las políticas con las que se
abordó la mendicidad.
La ética afirmaba la superioridad moral de cualquier tipo de vida, siempre que se sustentara
en el salario del propio trabajo. Desde esta regla, se justificaba el principio del menor derecho de
aquellos que requerían de la asistencia para sobrevivir. Del mismo modo, hoy como ayer este
precepto de la ética del trabajo abona la asociación entre marginalidad y criminalidad.
Esta última relación está patéticamente presente en los dichos de los agentes que interactúan
en lo que ha dado en llamarse el margen. Para ellos, el trabajo y la familia se constituyen en el
anclaje en una vida "digna" y "respetable"; su falta, por el contrario, augura un futuro delictivo.
La forma en que los jóvenes operan en el espacio globalizado constituye otro factor de
estratificación que está presente en los resultados de la investigación. El corte divide a aquellos que
se sienten en libertad de desplazarse y movilizarse, eligiendo los escenarios más interesantes para el
desarrollo de su vida, y a aquellos que están anclados en la frontera nacional u obligados a emigrar
por la adversidad de la vida en el país. Los primeros piensan el mundo como un espacio por el que
se puede deambular libremente; aprovechando oportunidades; para los otros, el mundo es el espacio
del exilio, de la emigración, por el fracaso o la imposibilidad de realización en el ámbito local.
Para estos sectores, lo nacional no condiciona la vida de los jóvenes, el horizonte está
globalizado y ese es el contexto para el desenvolvimiento de la vida de los jóvenes. El mundo es
como un gran supermercado que pone a disposición cursos, títulos de posgrado, aventuras turísticas,
amigos y oportunidades laborales. No hay un irse o un quedarse, no existe la posibilidad del exilio;
hay un ir y venir según los dictados de los deseos y de los intereses.
A esta reducción del espacio se le agrega una percepción del tiempo futuro "saturado de
actividades"; estos jóvenes se imaginan a sí mismos constantemente ocupados, con una agenda
colmada hasta los bordes, según la expresión que utiliza Bauman para dar cuenta de la situación de
los que viven en un primer mundo donde se ha abolido el paso del tiempo y las restricciones del
espacio.
En el interior de este grupo se distinguen clivajes y diferencias. No hay una sola manera de
habitar la condición cosmopolita. Están los casos casi "puros" de cosmopolitismo en los cuales no
está presente el anclaje local. Se pertenece al espacio globalizado donde las identidades nacionales
están diluidas. Se transita por el mundo de los negocios, de las finanzas, de la diplomacia, y la
pertenencia a estos circuitos no está relacionada con el lugar en que se habita. Al mismo tiempo,
hay otros jóvenes para los cuales el espacio nacional es el ¡narco necesario para la realización de
sus aspiraciones elitistas. Son grupos que han construido una estrategia centrada en la distinción
intelectual y en una formación humanista que legitime posiciones de poder en el campo nacional.
Estos jóvenes cuentan con el capital cultural y simbólico para desplazarse en el mundo, pueden
idear estudios en el extranjero y experiencias interesantes fuera del país, pero su aspiración de
poder los ata a las fronteras del país.
Las palabras del director de una institución encarnan bien esta vocación de dirigencia local:
Yo les digo siempre a los chicos: "Cuando uno de ustedes sea ministro de la Corte
Suprema, el otro sea ministro del Interior, y el de más allá sea arzobispo de Buenos Aires[…]",
ellos se matan de risa pero así va a ser fatalmente, y uno de pronto cae en la cuenta de que se
curca con el futuro presidente de la República [...].
Del otro lado de la frontera están los anclados al espacio y al tiempo de lo local, para los
cuales irse es el exilio y quedarse es atar su suerte a los vaivenes de la economía local. Para ellos, el
exilio no es una opción libre sino una compulsión a la que los enfrenta el estrechamiento del campo
laboral nacional. Muchos de los jóvenes de clase media están en esta categoría. Se proponen
estudiar una carrera de nivel superior y probar suerte en el país, pero si no logran una inserción
laboral están dispuestos a emigrar. Para estos jóvenes "irse" es emprender un viaje de vuelta al
origen de sus abuelos, que se aborda sólo ante la amenaza del fracaso.
Hay otros jóvenes que comparten este mismo espacio socioeconómico para los cuales "irse"
no es una opción. Son los que apuestan a las salidas colectivas y a la posibilidad de modificar la
situación nacional. Son como sobrevivientes de una época donde las vidas de los jóvenes se
definían alrededor de los proyectos de cambio y de la militancia a favor de estos cambios. Estos
jóvenes asisten todos a escuelas públicas. Las escuelas privadas no albergan proyectos colectivos.
Es de suponer que hay un elemento ideológico que se construye en la confluencia de las
convicciones familiares y las instituciones escolares, que recrean en este grupo de jóvenes la
vocación de participar en la construcción de un mundo mejor.
En relación con esto, se podría formular la hipótesis de que en la elección del circuito
privado para la escuela de los hijos subyace una estrategia familiar que apuesta a las salidas
individuales.
Por su parte, los chicos más pobres habitan la globalización anclados en lo local; para ellos
el futuro está amarrado a la suerte del país y a las políticas nacionales. Serán lo que el país les
depare. No hay escapatoria.
Para los localmente sujetos, para los que están impedidos de desplazarse, para los que
tienen que soportar la localidad a la que están atados, el espacio real se constituye en una frontera
cerrada. Lo que sigue muestra esa frontera en la que confluyen los horizontes de alumnos, docentes
y directivos:
Si la Argentina administra bien, creo que va a haber posibilidades para estos chicos y para
otros y para nosotros mismos, para nuestros hijos. Yo tengo hijos también y estoy esperando que el
país cambie (frase de un director).
Para estos grupos, el espacio global tampoco está a disposición por la vía virtual sólo el
40% de ellos tiene acceso ocasionalmente a la tecnología informática. Su patrón de consumo
televisivo tiene un tinte latino, en el que se combinan las series nacionales con el fútbol y las
telenovelas latinoamericanas.
El grado de movilidad, la libertad para elegir el lugar o los lugares por los que se transita la
vida y la posibilidad de gratificarse con el trabajo vocacional constituyen los ingredientes de una
vida plena en el contexto globalizado. Nuevos factores de diferenciación para reproducir la antigua
experiencia de la desigualdad.