Priestley J B El Tiempo y Los Conway
Priestley J B El Tiempo y Los Conway
Priestley J B El Tiempo y Los Conway
Personajes:
Actrices: actores:
Señora Conway Alan
Madge Robín
Hazel Ernest Beevers
Kay Gerald Thornton
Carol
Joan Herlford
Primer cuadro
Un salón de estar en casa de los Conway. Una sala independiente del resto de las habitaciones, muy
acogedora, con un gran ventanal al fondo. Un sofá de tres cuerpos, dos poltronas. Paredes empapeladas.
Algunos cuadros. Una mesa de centro y mesas donde reposan lámparas de luz indirecta. Todo es muy
acogedor y de moda en los años treinta. A excepción de los vestidos, nada nos dará que estamos en
1945.
Segundo cuadro
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La misma habitación. Han cambiado los muebles y las cortinas. El vestuario de algunos personajes no
debe ser a la moda de los sesenta ni tampoco muy anterior. La habitación sigue siendo acogedora, pero
quizá un poco más impersonal.
Cuadro tercero
Exactamente igual que el cuadro primero.
CUADRO PRIMERO
Fiesta en casa de los Conway, pero solamente la oímos. Son voces jóvenes que ríen, conversan
muy animadamente. Se oye música al piano. Luego de un momento algunas voces entonan la
canción que se oye. Todo es lejano, desde otra habitación. El escenario aún en penumbras, sólo
iluminado por la luz indirecta que entra por el ventanal del fondo.
Hazel (en off): ¿Dónde colocamos las cajas mamá?
Madre (en off): En el cuarto del fondo. Las representaremos aquí.
Entra Hazel cargada de cajas con disfraces, pelucas, sombreros, etc. Detrás viene Carol, quien
trae sacos y vestidos antiguos. Enciende la luz. No sólo la lámpara del centro, sino también las de
las mesas. Dejan las cajas y los trajes sobre los muebles. Están cansadas por el esfuerzo y muy
excitadas por la actividad que van a realizar.
Carol: Encontré algunas cosas extraordinarias… ya verás…
Hazel: Es una suerte poder contar con todas estas cosas.
Carol: ¡Mira!
Hazel: Estos bigotes son para mí… ¡Mira este sombrero!
Carol: Espera Hazel, Kay y Madge también tienen derecho a elegir. Es más, Kay debería ser la
primera en elegir, es su cumpleaños, ¿no crees? -Entra Alan. Carol encuentra unos anteojos y una
bufanda. Imita a alguien.- “Le voy a decir la verdad señorita Conway… Se arrepentirá de haber
colocado la silla en ese rincón…”-Hazel y Alan ríen.
Alan: Igualito al señor Pennyman… Carol, tú deberías ser actriz…
Carol: Me gustaría muchísimo… Hazel, deberíamos meter al señor Pennyman en la tercera sílaba…
¿No crees? Yo podría representarlo…
Alan: Estoy totalmente de acuerdo…
Hazel: Kay ya debería estar aquí ordenando las cosas.
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Madge: Simpático.
Carol: Jugará con nosotros.
Madge: No creo, es bastante serio. Creo que no tiene el menor sentido del humor. Parece más bien
tímido y muerto de miedo ante mamá. Se llama Ernest Beevers.
Hazel: ¿Casado?
Madge: No lo sé.-Entra Kay- Hermanita, creo que deberíamos empezar.
Kay: A eso vengo.
Madge: Bien, ¿y qué vamos a hacer?
Hazel: ¿Cuál era la palabra?
Kay: Hazel, por favor, te la he dicho mil veces: “Misterio” Mis. Té. Río. Y luego la hacemos completa.
Madge: Cuatro escenas es demasiado. La van a adivinar enseguida.
Kay: Mejor. Así se sienten importantes.-Entra la señora Conway-
Madre: Al fin. Ya estoy lista. ¡Qué desorden! A ver qué me voy a poner…-Busca entre las ropas-Aquí
está. Seré una belleza española. Hasta me sé una canción. –Comienza a disfrazarse.-
Hazel: Yo lo sabía. Por más que pensáramos en otra cosa, tú harás tu número español.
Madre: ¿Y por qué no?
Kay: Es que no tienen nada que ver con lo que hemos planeado.
Madre: Pues a ver qué haces… Tú eres demasiado inteligente. Justamente de eso estaba hablando hace
un momento con los padres de Joan. Se sorprendieron un poco, no sé por qué.
Madge: Bueno, Kay, indica qué tenemos que hacer.
Kay: Correcto. La primera escena se llama “mis” representa una anciana que ha perdido a su gato.
Carol: Yo seré la anciana.-Busca ropa, un chal viejo, una peluca blanca.-
Kay: Mamá, tú y Hazel serán sus dos hijas que han ido a visitarla.
Hazel: Ya lo sé. Yo debo decir varias veces: “¿Dónde está ese terrible gato tuyo mamá?” ¿Y qué me
pondré?-Busca ropas adecuadas. Quizá algún sombrero.
Madre: Perfecto, yo seré la hija que vive en España.
Kay: No tiene ninguna hija viviendo en España, mamá…-La señora Conway la mira curiosa- Pero
bueno, supongo que no tiene importancia…
Madre: Por supuesto que no. No debo aparecer en todas las escenas, pues luego me pedirán que cante.
¡Qué lástima que no haya llegado Robin! Se pierde esta hermosísima fiesta. Con lo que a él le gustan
las fiestas. Es como yo. En cambio al padre de ustedes le aburrían. Siempre decidía irse en el mejor
momento. Nunca lo entendí.
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Joan: Si yo hubiese nacido hombre, lucharía por ser alguien importante. ¿Sigues trabajando en la
Municipalidad, Alan?
Alan: Sí. Soy un simple funcionario del gobierno.
Joan: Me parece tan aburrido, gris.
Alan: No te equivocas, lo es. Gris, muy gris.
Kay: Alan no aspira a divertirse en su trabajo, tiene demasiada imaginación.
Joan: Como tú, Kay. ¿Es verdad que estas escribiendo una nueva novela?
Kay: Sí.
Joan: Te envidio. Yo no sabría ni como escribir la primera línea. Y la novela anterior, ¿qué la hiciste?
Kay: La quemé.
Joan: ¿Por qué?
Kay: Por mala.
Joan: Pero, ¿no crees que has perdido muchísimo tiempo, escribiendo algo que al final no sirve para
nada?
Kay: Supongo que sí.
Alan: Creo que tú y yo perdemos mucho más tiempo, Joan.
Joan: ¡Ah, no! Yo siempre tengo algo que hacer.-Madge ríe.- No te burles Madge, tú sabes
perfectamente que soy una muchacha ocupada. No seré tan inteligente como tú o como Kay, pero tengo
mis asuntos que atender. –Regresa Hazel y se oyen ruidos y aplausos fuera.-
Hazel: Por supuesto sucedió lo que tenía que suceder. Mamá, como siempre transformó toda la escena
en una fiesta española. No creo que alguien recuerde la palabra “mis” ¿Y tú Joan, de qué estas vestida?
Joan: No lo sé muy bien. Posiblemente de vendedora ambulante.
Hazel: Estás horrible.- A Kay.- Carol quiere imitar al señor Pennyman, en la última escena.
Kay: Imposible. Es una escena entre un general y un soldado. Es más había pensado en Gerard
Thornton para el general.- Regresa Carol, quitándose la ropa.-
Carol: Mamá sigue actuando. ¡Uf que calor da toda esta ropa!
Kay: ¿De verdad quieres hacer al señor Pennyman en la tercera sílaba?
Carol: ¡Ay, me había olvidado! Sí, por favor, Kay.
Kay: Está bien. Pero que sea un soldado. –Entra la señora Conway, con una copa de vino en la
mano.
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Madre: Aunque parezca una tontería, se divirtieron, la pasaron muy bien y eso es lo importante. Quien
estuvo estupenda fue Carol. ¿La viste Kay? Bueno, y ahora necesito descansar. En las próximas no
participaré, sobre todo si quieres que luego cante.
Kay: Está bien, mamá, siéntate y descansa. Ahora les toca a ustedes.- Conduce a Madge, Alan y Joan
hacia la puerta.
Joan: Kay, tú no sabes lo que estas haciendo. Voy a estar horrorosa…
Kay: No importa, trata de divertirte y nada más…
Hazel: ¿Y ese vino, mamá? ¿De dónde lo sacaste?
Madre: Me lo dio Gerald… Pero no quiero más, toma.
Carol: Mamá, ¿tú querías ser actriz o cantante?
Madre: Carol, querida, yo canté como profesional durante muchos años, en varios programas de radio.
Y también me tocó representar algunas escenas en el teatro. Siempre fui una cantante - actriz.
Hazel: Adoro ir al teatro. Hace tanto que no vamos…
Madre: En cuanto regrese Robin iremos… Seguramente él querrá llevarnos.
Carol: Hoy en el periódico decía que ahora que ha acabado la guerra debemos dejar de divertirnos
tanto y consagrarnos más a nuestro trabajo.
Hazel: ¿De qué diversión hablan? Decir eso es verdaderamente injusto. Creo que este es el momento
de comenzar a divertirnos un poco después de tantos años de guerra. Y ¿a qué trabajo debemos
consagrarnos?
Carol: Al trabajo de levantar nuevamente un mundo destruido es lo que decía.
Madre: Pues el trabajo de ustedes consistirá en encontrar a alguien simpático que quiera casarse y
formar una hermosa familia.
Carol: Que Hazel se dé prisa, quiero ser su madrina de boda. Ya que Kay dice que no se casará ni en un
siglo, porque su novela… es lo que más le importa en la vida.
Madre: Que no digas tonterías, ya verás que en cuanto aparezca alguien que le fleche el corazón, se le
olvidan todos esos escritos y sus aspiraciones de gran novelista
Carol: Por ahora está muy aferrada a su idea. En cuanto a Madge, si lo hace será con algún socialista
de esos, que sólo se casan por el civil y sin ninguna ceremonia ni fiesta de bodas. Lo hará casi en
secreto.
Hazel: No estoy tan segura de eso…
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Gerald: Por favor Hazel, no es tan horrible. Me dijo que quería conocer a esta familia, lo consulté con
tu madre y a ella le pareció bien. No sabía que tú…
Hazel: Yo nada Gerald, yo nada… Es simplemente detestable todo esto… Una incomodidad.
Joan: Te dije que ese hombre estaba enamorado de ti, Hazel.
Hazel: Deja las bromas estúpidas Joan. No seas necia. – Entra Kay acompañada de Alan-
Kay: No ha sido gran cosa. Un desastre todo.- Viendo a Carol que entra por la otra puerta vestida
de hombre y a su vez a Gerald quien tiene puestos los bigotes y la gorra. Estupenda Carol y tú
también Gerald. Bueno les toca a ustedes. Recuerden que deben hablar sobre algunas marchas y
ejercicios militares que harán por las montañas y el “río”. No olviden mencionar varias veces el “río”.
Alan, vístete también con algo. Serás otro soldado, junto con Carol.
Gerald: ¿Carol y Alan serán los únicos soldados?
Kay: No, por ahí mamá esta convenciendo a otro. Creo que aún no han adivinado nada. Están un poco
confundidos. Ya estos juegos no me gustan como antes. Papá era extraordinario para inventarlos…
Siempre representaba hombres gordos. Se ponía almohadones en la barriga… Se oye un piano. Ernest
Beevers entra suave y tímidamente. Su posición en la escala social es algo inferior a la de los
Conway, sin embargo hay algo en él que sugiere una creciente fuerza y confianza en sí mismo.
Tendrá unos treinta años. Evidentemente se siente atraído por Hazel.
Ernest: Disculpen… la señora Conway me sugirió que viniera…
Kay: Ah, sí. Usted será uno de los reclutas en la próxima escena…
Ernest: No, yo no sirvo para estas cosas… es decir… yo…
Gerald: Ernest, discúlpenme. Les presento a Ernest Beevers, acaba de llegar a nuestra ciudad. Bueno
todos son Conway, excepto Joan.
Ernest: Mucho gusto.
Gerald: Kay es la que cumple años y la culpable de todo esto.
Ernest: Felicidades, Kay.
Kay: Muchas gracias. Aunque debo decirle que no soy culpable de que usted haya venido a participar
en nuestros juegos. En todo caso, lo sería mi madre, que es quien lo envió.
Gerald: Era una broma, Kay. Déjame decirte que Kay es una excelente promesa literaria. Esa que está
allí es Madge, no te descuides o intentará convertirte al socialismo.
Ernest: Dudo que tenga éxito. Encantado, Madge.
Gerald: La más joven de la familia, Carol.
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Kay: Eso es verdad. Bueno, ahora debemos prepararnos para la escena final. La palabra completa:
“Misterio” .
Joan: Conmigo no cuenten. Yo paso pena sólo una vez.
Kay: Pues lamentablemente tendrás que volver a salir. Todo sucede en una fiesta y sólo actuaremos las
muchachas. Pero no hay que disfrazarse. Podemos hacerlo así como estamos.
Hazel: ¿Y qué haremos?
Kay: Muy fácil, se han acabado las bebidas. Sólo hay que actuar lo mejor posible. Yo diré la palabra en
el momento oportuno. Regresan Alan, Gerald y Ernest, acompañados de Carol quien comienza a
quitarse el disfraz.
Gerald: Bueno, todavía hay mucha ganancia usuaria.
Ernest: Es verdad. Hay que esperar a que los negocios recobren su nivel natural. Cuanta más
interferencia será peor.
Alan: ¿Peor? Lo dudo mucho, Ernest.
Kay: ¿Cómo estuvieron?
Alan: Creo que no los divertimos para nada.
Carol: Estuvieron espantosos. Imagínate que se pusieron a hablar de política y de economía, en medio
de la actuación.
Kay: Bien, no importa. Ahora vamos las muchachas solamente.
Gerald: Está bien, nos echan, ¿entonces?
Kay: No necesariamente. Pueden descansar.
Gerald: Nos merecemos una copa, ¿verdad Alan?- Salen los tres. Una pausa en la que las
muchachas ordenan la habitación. Se oye un grito de sorpresa. Luego voces confusas y risas.
Todos miran hacia la puerta. De pronto entra Precipitadamente, Robin. Un joven de veintitrés
años, vestido de militar. Trae consigo un paquetico.
Robin: ¡Hola hermanitas! ¡Hazel! ¡Kay, feliz cumpleaños! ¡Carol, estás preciosa! ¡Me costó pero aquí
estoy! No fue nada fácil llegar. Pero era imposible faltar a tu fiesta Kay. Toma. –Le da el paquetico.
Kay lo abre y descubre el regalo.- ¿Te gusta?
Kay: Me encanta, Robin, me encanta.
Robin: Bueno, ya estoy de regreso y para siempre.
Hazel: ¿Viste a mamá?
Robin: La primera. Me abrió la puerta y casi se desmaya. Bueno, a divertirnos… A bailar, música.
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Madre: Me parece maravilloso. ¿Y cómo has encontrado a tus hermanas? ¿Verdad que están muy
bien?
Robin: Bellísimas. Sobre todo Hazel. Ya está hecha toda una mujer.
Madre: ¡Por supuesto que sí! ¿Y Kay? Ya con veintiún años… Parece mentira… Pero ha madurado
mucho. Insiste en eso de la literatura… Por favor, Robin, no le hagas bromas con eso, la mortificaría
muchísimo.
Robin: Tranquila mamá, también yo creo que Kay tiene talento.
Madre: Hazel no piensa igual. Y yo los conozco a ustedes, de pronto se unen y comienzan a fastidiarla.
Madge está muy dedicada a la enseñanza. Está intentando encontrar una escuela mejor.
Robin: La buena Madge. Creo que iré a la capital a comprarme ropa, tengo que tener por lo menos dos
trajes buenos, si me voy a dedicar a vender autos no puedo estar mal vestido. –De pronto repara en su
madre- ¿Qué es eso mamá? ¡Vamos! No hay motivo para llorar.
Madre: Es de felicidad. No estoy acostumbrada a estos momentos. Primero la pérdida de tu padre,
luego la guerra…Tu ausencia… ¡Por favor Robin! Ahora que has regresado, no te vuelvas a ir. No nos
dejen mi muchachito, por favor. Es necesario que estemos todos juntos y muy contentos. –Entra Joan
y se detiene al verlos juntos. La ven y e quedan un momento en silencio. La escena debe durar lo
máximo posible en silencio.
Joan: ¡Oh! Perdone, señora Conway… Es que ya terminaron en el salón… y algunas personas se están
marchando… Madge me pidió que le dijera que la están esperando para que les lea algo…
Madre: ¿Y por qué no vino ella?
Joan: Están sirviendo tragos y pasa palos…
Robin: Hola Joan.
Joan: Hola Robin… Bienvenido…
Madre: -Interrumpiendo nerviosa e irritada – Este cuarto está hecho un desastre. Por favor Joan, ve
y dile a Carol y a Kay que vengan a arreglarlo un poco. Y quizás tú quieras ayudarlas, también.
Joan: Sí, claro, como no. Sale y antes de hacerlo le sonríe a Robin.
Robin: ¿Qué pasa mamá?
Madre: Es muy graciosa Joan, ¿no te parece?
Robin: Yo diría que es preciosa.
Madre: No es demasiado inteligente, ni ambiciosa, ni alocada. Es… encantadora.
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Robin: “Muy encantadora” –Entra Hazel y comienza a recoger ropa y elementos que han usado en
el juego. Se deberá hacer todo con la mayor rapidez posible.
Hazel: Todos quieren oírte cantar, mamá.
Madre: Entonces tendré que cantar, que más remedio. –Entran Carol y Joan. Hazel sale con una
caja. Robin ayuda a Joan. La señora Conway observa todo.
Madre: ¿Robin quieres acompañarme? Tendrás que ayudar a Alan a mover el piano. –Salen la señora
Conway y Robin. Luego Carol y Joan con el resto de las cosas. La sala queda un momento vacía.
Fuera se oye el ruido de la fiesta. Entra rápidamente Kay, toma un cuaderno y un lápiz. Se
concentra y piensa, escribe algunas notas. Comienza a oírse el piano. De pronto entra Carol a
revisar el cuarto. Ve a Kay sentada.
Carol: ¿Inspirada?
Kay: Más o menos. Sólo algunas ideas. Impresiones, sentimientos…
Carol: A veces me sucede lo mismo… Pero a mí me sería imposible empezar a escribirlas…
Kay: No es difícil… deberías intentarlo…
Carol: Eres maravillosa, hermanita…
Kay: La vida es maravillosa, Carol.
Carol: Es verdad, la vida, la juventud, todo el futuro que tenemos por delante son maravillosos. –Carol
sale apresurada. Kay deja de escribir. Se sienta en el sofá y mira por la ventana. Claramente se
oye la canción al piano y la voz de la señora Conway. La luz va descendiendo lentamente. Hasta
hacerse el black out.
CUADRO SEGUNDO
Un breve instante, la música del piano es reemplaza por una melodía radial y comienza a
encenderse la luz en otro escenario que representa la misma sala de los Conway pero veinte años
después. Todo es más moderno. Sentada en el mismo sitio que en la escena anterior vemos a Kay,
ya mayor, con otro peinado y otra ropa. Todo sigue en penumbras. Entra Alan y enciende más
luz. También para él han pasado los años. Se lo ve mayor. Estamos en plenos sesenta. La
decoración de la sala es moderna de muy buen gusto.
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Kay: Está bien, pero como las dos estamos aquí, tratemos que todo transcurra de la mejor manera
posible, ¿si?
Alan: Por supuesto.
Madge: ¿Vieron a Joan? El que no creo que asista es Robin. Y ojalá sea así. La última vez llegó medio
borracho, dispuesto a insultar a todo el mundo… Joan lloraba furiosa. Discutieron los dos de una forma
tan desagradable… Todos los temas de su vida privada, expuestos frente a nosotros de una manera tan
descarada… No me gustaría que presenciaras esas cosas, Kay…
Kay: Tampoco a mí me gustaría que eso sucediera. Pero somos tus hermanos Madge y así nos
queremos. No te comportes como una maestra de escuela de señoritas, frente a sus alumnos. Esta es tu
vida también. ¿Comprendes?
Madge: Claro que sí, Kay. Aunque mi verdadera vida es esa que ustedes no ven, la vida de la escuela.
Así es como realmente soy, no la hermana que viene a verlos de vez en cuando y disimula el fastidio
que le produce escuchar siempre las mismas historias y los mismos cuentos.
Kay: ¿Sabes que puedes ser realmente odiosa, Madge?
Alan: No te creo nada de lo que dices, son tus mecanismos de defensa…
Madge: Ya lo hemos discutido, Alan. Otras personas piensan lo mismo que ustedes, pero no me
interesa, soy feliz así y punto.
Kay: Está bien, si tu lo prefieres no discutamos sobre eso… Pero por lo menos, el tiempo que estés
aquí, trata de no ser tan neurótica.
Madge: De acuerdo. ¿Y tu Kay, además de ese periodismo rosa, has empezado a escribir algún otro
libro?
Kay: No.
Madge: Lástima.
Kay: ¿Y tú Madge, sigues con tu proselitismo de izquierda?
Madge: Probablemente no. Pero intento enseñar un poco de historia y sentido común en las cabezas de
ciento cincuenta niñas de clase media. Es un trabajo difícil y muy interesante. Nada de lo cual tenga
que avergonzarme.
Kay: ¿Y de que sientes vergüenza, entonces?
Madge: De nada.- Entra Hazel. Muy bien vestida, no ha perdido su belleza, pero hay algo de
sometimiento en su actitud.
Hazel: ¡Hola Madge! ¡Kay! ¡Qué sorpresa!
Kay: Hazel, estás cada día más hermosa.
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Hazel: Gracias, hermanita. Tú también te ves muy bien. Para ti no pasan los años. ¿Está Joan?
Alan: Sí, arriba, con mamá. ¿Viene Ernest?
Hazel: No lo sé aún.
Madge: Pues te diré, mamá lo espera.
Hazel: Pues no lo sé…
Madge: Me parece absurdo todo esto. Nos hacen viajar kilómetros y kilómetros a Kay a mí y no
sabemos si tu marido puede cruzar la acera, para asistir a la reunión.
Hazel: No sé de qué te asombras, Ernest es así. Anoche lo hablamos, hoy en el almuerzo se lo volví a
recordar, pero insistió en que no sabía. Y no me pareció…
Madge: ¡No te pareció! ¡Por favor, Hazel… te tiene sometida! –La mira con lástima y sale de muy
mal humor. Una pausa muy incómoda. Hazel se sienta.
Kay: ¿Y los niños, Hazel?
Hazel: Bien. Peter que anda con un poquito de catarro. Está siempre resfriado. Y Margaret muy bien.
Está estudiando ballet. Ay, Kay, no sabes lo afortunada que eres por no haberte casado.
Kay: Yo también lo he creído, sobre todo cuando veo lo que padecen algunas mujeres en el mundo
entero. A pesar de su revolución y su movimiento feminista.
Hazel: Pero por lo menos conoces gente interesante, artistas importantes, una vida distinta a la nuestra
en este pueblo que no quiere salir de abajo. ¿No crees Alan?
Alan: Creo que los que nos quedamos en el pasado somos nosotros.
Hazel: No hables por los demás Alan. Aunque alguien me comentó el otro día que te veían un poco
raro últimamente. Es decir, no te preocupas por las cosas que se ocupan los demás. A veces me
pregunto si eres feliz o si eres indiferente a todo. Dime Alan, ¿eres feliz? ¿Qué dices tú Kay? Tú que
eres un poco más inteligente que todos nosotros, que escribes, que conoces otro mundo. ¿Qué dices de
todo esto? No sé si te he contado, teníamos una muchacha de servicio que era una maravilla, Jessie.
Feliz, alegre, cantaba todo el día. Enamorada de un muchacho extraordinario que venía a buscarla todos
los domingos. Tenían planes para casarse… Y un buen día se tomó un montón de pastillas. Llamamos
al médico. Se salvó y luego me confesó que lo había hecho porque no podía soportar más. Que tenía
demasiado de todo… ¿No te parece extraño?
Kay: No lo sé… ¿A ti no te pasa lo mismo?
Hazel: Sí. Pero lo extraño es cuando le sucede a otros. –Se acerca a Kay, en tono confidencial- Ayer
me llamó Robin por teléfono… Ya no vive con Joan, no sé si lo sabías… Le dije de la reunión de esta
noche y dijo que vendría, que no pensaba quedar fuera del asunto.
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sensación de esperar a nadie.-Hola Gerald, buenas tardes Ernest. ¿Quieren comer algo o beber antes
de comenzar?
Gerald: No, gracias. ¡Hola Kay!
Hazel: ¡Qué bueno que pudiste venir, Ernest!
Ernest: ¿Te alegra, verdad?
Hazel: Tú sabes que sí. Por favor sé amable con todos, especialmente con mamá. Podrías ayudar
mucho si tú quisieras.
Ernest: ¿De verdad lo crees? No sé de qué hablas… -Madge ha escuchado la conversación. Los
mira despectivamente. Hazel se da cuenta y se corta. Ernest la observa fijamente y luego le da la
espalda. Hazel la mira suplicante.
Madge: Es mejor que no hables más Hazel, sólo empeorarías las cosas.
Madre: Bien, por favor hagan silencio. Esta es una reunión de negocios, ¿verdad Gerald? Me alegro
que hayas podido venir Ernest. Bien, Gerald, puedes explicar lo que sucede.
Gerald: Bien, sabiendo que todos iban a estar en esta reunión, elaboré un pequeño informe sobre la
situación financiera actual de la señora Conway… Debo notificarles que no estoy aquí como amigo de
la familia, sino como administrador de los bienes de la misma.
Madre: No, Gerald, por favor, primero que todo tu eres un amigo de la familia, que administra los
bienes. No te pongas tan solemne. Se volvería demasiado frío y no sería posible el diálogo. Creo que
sería mejor si nos dijeras las cosas de una forma más sencilla y amistosa. En fin, dinos la situación y no
todo ese montón de cifras y fechas que me imagino que a Ernest le gustará revisarlas luego.
Ernest: Es posible. Adelante Gerald.
Gerald: Muy bien, entonces, les diré que la situación es la siguiente: Durante mucho tiempo, la señora
Conway obtuvo sus ingresos de las acciones de Farrow y Conway Limitada y de las dos casas que se
encuentran al final de esta calle, junto a la iglesia y que todo el mundo conoce. Farrow y Conway han
sufrido mucho la baja de valores y todavía no se han recobrado. En cuanto a las propiedades, no valen
nada al lado de lo que valieron y la única posibilidad de revalorizarlas es derrumbarlas y construir en
sus terrenos edificios de apartamentos. Para lo cual deberían contar con mucho capital. Se ha recibido
una oferta de compra, pero es realmente muy baja. No alcanzaría, la venta de una de ellas, para cubrir
la modificación de la otra. En este momento esas propiedades pueden ser un pasivo en vez de activo.
De modo que, en dos platos, la situación es sumamente grave.
Madge: Estoy muy sorprendida. Siempre creí que mamá había quedado con amplios recursos.
Madre: Y así es Madge, tu padre se preocupó porque así fuera.
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Gerald: Tanto las acciones como las propiedades han perdido valor, ya lo he dicho.
Madge: Aún así, sigo sorprendida. Mamá tiene que haber gastado muchísimo para que esto suceda.
Gerald: Bueno, diríamos que, no ha sido todo lo cuidadosa que pudo haber sido.
Madre: Recuerden que eran seis a quienes debía criar y educar.
Madge: No me refiero a eso. Sé perfectamente lo que costamos nosotros. Pero desde entonces en
adelante se ha malgastado el dinero. Y también podría decir que Robin ha llevado la mayor parte.
Madre: Por favor Madge… Ese dinero era mío.
Madge: No, mamá, no lo era. Se te había confiado a ti, pero era nuestro. Era la herencia de nuestro
padre y la debías administrar tú hasta nuestra mayoría de edad. Alan, tú has vivido siempre en esta casa
¿Por qué no hiciste nada?
Alan: Nunca me preocupé demasiado de esas cosas. Tengo mi empleo, gano mi dinero…
Madge: - Con creciente intensidad- Pues me parece muy mal de tu parte. Tengo veinte años
trabajando muy duramente para ganarme la vida, confiando tener alguna vez la parte que me
corresponde de lo que mi padre me ha dejado y resulta que ahora veo que de eso no queda nada. Que
todo se ha malgastado, entre Mamá y Robin.
Madre: Debería darte vergüenza de la forma en que estás hablando Madge. ¿Por qué no podía ayudar a
Robin? Lo necesitaba y yo soy su madre. Si lo hubieses necesitado tú, también te hubiera ayudado.
Madge: No es verdad mamá. Hace unos años te dije que tenía la posibilidad de adquirir una
participación en una escuela privada y te burlaste de mí.
Madre: Tú estabas muy bien donde estabas, no tenías necesidad de comprar ninguna participación.
Madge: Y supongo que Robin sí, ¿verdad?
Madre: Robin es un hombre con un hogar, una mujer y dos hijos que mantener. Siempre igual Madge.
Muy socialista, muy de ideas de avanzada, acusando a la gente que demuestra interés por el dinero,
pero cuando llega el momento pareces una mercenaria.
Madge: Las ideas políticas no tienen nada que ver con esto.
Ernest: ¿Esto durará mucho? Tengo otras cosas que hacer.
Madre: Es verdad Ernest. Mira lo que has logrado Madge, que Joan se ponga a llorar…
Joan: Lo siento mucho… Yo…
Gerald: Las cuentas del banco se encuentran en rojo, en este momento. Ahora bien, hay dos posibles
soluciones. Uno de ellos es vender las propiedades por lo que den y conservar las acciones de Farrow y
Conway. Aunque estemos claros, las casas no producirán mucho. El otro camino, sería vender las
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acciones y luego obtener un préstamo para poder convertir el terreno donde se encuentran las casas en
edificios de apartamentos.
Madre: Nos entregaron unos proyectos muy atractivos. Podríamos construir unos treinta
apartamentos. Luego los alquilaríamos y bueno… ¿Que te parece la idea, Ernest? – Ernest la mira y
no contesta. Ella sonríe incómoda.- Bueno, este es el motivo de la reunión, poder discutir
amigablemente y encontrar una solución. – Nueva situación de tensión. Intenta romper el hielo
cambiando la conversación- La semana pasada fui al cementerio… hacía tanto tiempo que no iba… y
me extrañó de sobremanera encontrar la tumba de Carol… tan cuidada, con flores… Me desconcerté un
poco, lo reconozco… Pero quise creer en la bondad de la gente… quizá algún alma caritativa se ocupa
de ponerle flores…
Madge: No seas ingenua, mamá… Seguramente se le debe estar pagando a una persona para que la
cuide…
Kay: ¡Por supuesto, mamá! – Voltea hacia Alan- ¿Eres tú quien paga, verdad Alan?
Alan: Sí, desde la municipalidad me encargo para que alguien…
Hazel: ¡Por Dios, ninguno nos acordamos de Carol, jamás! Ya han pasado diez y siete años…
Madre: Yo nunca la he olvidado. Que no me guste visitar tumbas no quiere decir que no la recuerde
cada día. Como recuerdo cada día la operación y lo irremediable de aquella intervención.
Ernest: Carol era la mejor de todos. Valía más que todos ustedes juntos.
Hazel: ¡Ernest!
Ernest: Es verdad, no te molestes por ello. Yo me enamoré de ti, es verdad. Pero siempre supe que
Carol era la mejor. Por eso se fue tan rápido. Demasiado buena para permanecer aquí.
Madre: Entiendo a Ernest y comparto su apreciación, por supuesto que Carol era la mejor. ¡Dios mío,
si estuviera Robín aquí! –Se levanta y sale de la habitación llorando. Breve silencio incómodo.
Madge: Bien, retomando el tema, también me parece absurdo que Mamá y Alan continúen viviendo en
esta casa, es demasiado grande para ellos. Deberíamos pensar en la posibilidad de venderla y que ellos
se instalaran en uno de esos apartamentos que dicen que podrían construir.
Gerald: Es una buena opción, aunque verdaderamente no creo que den mucho por esta casa.
Hazel: Recuerdo que a mamá le habían ofrecido una buena suma, hace algunos años.
Ernest: Las cosas han cambiado, Hazel. Creo que deberíamos aceptar lo que dieran por ella. Es una
casa muy grande, pero también es muy vieja. Seguramente quien la compre lo hará para demolerla,
porque el verdadero valor está en el terreno.
Kay: Bueno, creo yo, que si mamá necesita ayuda, para eso estamos nosotros…
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Madge: Me resulta un poco difícil entender todo esto. Mamá ha derrochado el dinero que nos
pertenecía, sin saberlo nosotros y ahora resulta que tenemos que ayudarla.
Kay: Pero Madge, si no tiene dinero, creo que es un deber de los hijos…
Gerald: Un momento, tampoco la situación ha llegado al límite… -Se interrumpe al sonar el timbre
de la calle. Se hace un profundo silencio. Luego de una pausa, entra Robin. Su aspecto revela lo
que es, un desaliñado, bebedor, un fracasado a los cuarenta y dos años.
Robin: ¡Bien, pero si están todos! ¿Y mamá?
Alan: Ya viene.
Robin: Hola Joan. ¿Cómo están los retoños?
Joan: Bien.
Robin: ¿Continúas destruyendo la imagen de su padre?
Madge: Esta no es una reunión para hablar de tus problemas matrimoniales, Robin.
Robin: Por supuesto, hermanita… - Va hacia el sitio de las bebidas y se sirve un trago.- ¿Alguien
quiere acompañarme? Hola Kay. ¿Esta vez tuviste tiempo para asistir a una de las insoportables
reuniones familiares?
Kay: Así parece.
Robin: Bueno, pero no interrumpan el negocio por mí. O ¿están esperando a mamá?
Madge: Te aseguro que estamos mejor sin ella.
Robin: Suave Madge, suave… No te olvides que se trata de “su” dinero. _Entra la señora Conway
muy sonriente.
Madre: ¡Robin! ¡Qué alegría! –Lo besa y abraza con efusividad, con cierta actitud de desafío hacia
los demás- ¿Te quedarás esta noche?
Robin: No lo había pensado, pero si tú lo quieres…
Madge: Antes de toda esta interrupción, estábamos diciendo que nos parecía absurdo que tú y Alan
siguieran viviendo en esta casa tan grande. Pensamos que sería bueno venderla y que se mudaran a una
más pequeña.
Robin: Es una decisión de mamá, no de nosotros.
Madre: Y es cierto, Robin, la casa es demasiado grande para nosotros dos. Podría venderla e invertir el
dinero en la construcción de los apartamentos
Ernest: No sería suficiente.
Madre: Pero Ernest, recuerdo que hace algunos años me ofrecieron un buen dinero por esta casa.
Ernest: Lo hubiera aceptado entonces. En este momento está bastante devaluada.
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Gerald: Eso es verdad, señora Conway. Y la idea de ir a vivir a una casa más pequeña sería un gran
ahorro.
Robin: Relativamente, pues en la nueva casa debería pagar alquiler y esta es de su propiedad.
Gerald: Es que los impuestos por mantener esta casa son muy altos. Yo no sé si se ha entendido que la
situación es verdaderamente delicada. Podemos cancelar la deuda con el banco, si vendemos algunas
acciones o alguna de las propiedades, pero entonces la señora Conway quedará peor que antes. Sin
deudas, pero con menos entradas y menos activos. Lo ideal sería conseguir un préstamo para la
construcción sin tener que sacrificar nada.
Madre: Sí, debemos construir. Yo misma podría vivir en uno de esos apartamentos y en otro Alan.
Gerald: No se si me he explicado, aunque se venda la totalidad de las acciones, aún así, habría que
pedir un préstamo bastante grande al banco.
Madre: Perfecto, hipotecamos las propiedades
Gerald: Ya lo he averiguado y no aceptan en garantía propiedades que serán demolidas para
reconstruir.
Hazel: Ernest… tú podrías…
Ernest: ¿Qué?
Madre: Es verdad, Ernest, tu situación en este momento es realmente floreciente… Parece que fue ayer
cuando llegaste por primera vez a esta casa… Tímido, apocado… Un hombre llegado de quien sabe
dónde.
Ernest: Hace exactamente veinte años. Y así era yo, un hombre tímido… que venía quien sabe de
dónde. Pero cuando llegué a esta casa, pensé que al fin había encontrado un lugar.
Robin: Bueno, Ernest, no vas a contarnos la historia de tu vida. Ya la conocemos de memoria.
Madre: Robin, por favor…
Ernest: No, querido cuñado, no pensaba aburrirlos con eso… Yo también conozco perfectamente la
historia de cada uno de ustedes. Y ya que estamos en posición de hacernos los odiosos, quiero decirles
que sí podría prestarles el dinero que necesitan, pero que no lo voy a hacer. No pienso prestarles ni un
solo centavo de mi dinero.
Hazel: ¡Ernest, es mi familia! ¡Qué vergüenza!
Ernest: ¿Vergüenza? ¿Y por qué? ¿Quieres que les diga a “tu” familia porqué sientes vergüenza,
Hazel? Dímelo Hazel. O quizá prefieres decírmelo más tarde, cuando estemos hablando “un par de
cosas tu y yo”- Hazel llora.
27
Robin: Te recuerdo que esta es mi casa… No sé cómo me contengo y no te saco a patadas ahora
mismo.
Ernest: ¿Sí? Hazlo, me encantaría. Hace mucho tiempo que le dije a Hazel que ninguno de ustedes
obtendría ni un centavo de mí. Y no es por egoísmo, ni por falta de generosidad. No. Pregúnteselo y
verán que es verdad. Pero fue después de aquella famosa noche, cuando nos vimos por primera vez.
Todos eran tan altivos, tan soberbios. Sobre todo tú Robin. Me trataron tan mal, que juré que nunca,
pero nunca obtendrían nada de mí y muchísimo menos dinero.
Robin: Bueno…
Ernest: ¿Cómo?- Mira a Hazel, quien ha dejado de llorar y se entrecruza su mirada con la de
Robin.
Hazel: ¡Robin!
Ernest: Hazel, tú… le diste de “mi dinero” a tu hermano… a espaldas mías…
Robin: ¿Y? ¿La vas a matar por eso?
Ernest: Vamos, Hazel…- Ernest sale rápidamente.
Madge: No tienes por qué irte, Hazel.
Kay: Hazel, no tengas miedo.
Hazel: Sí lo tengo. Un miedo horrible. Robín, no tenías porqué desafiarlo, no debiste descubrirme…
Robin: No seas tonta, Hazel… ¿Qué te puede hacer?
Hazel: No lo sé… no lo sé…
Ernest: -Regresando- ¿No me has oído Hazel? Dije que nos vamos.
Madre: -Hazel camina lentamente hacia su marido. La señora Conway se pone de pie y se
enfrenta a Ernest- Desde el primer momento que entraste a esta casa, Ernest Beevers, de algún modo
persuadiste o amenazaste a Hazel para que se casara contigo.
Hazel: ¡Mamá, por favor!
Madre: Pero te voy a decir ahora lo que siempre quise decirte. Fui una tonta. Mi esposo jamás hubiera
permitido en su casa a una rata mezquina y extorsionadora como tú. Jamás regreses a esta casa. Y
espero no tener que verte nunca más. –Llevada por la furia lo abofetea- Ahora puedes irte, ya no
haces falta en esta reunión.- Lo mira desafiante. Ernest se pasa la mano por la mejilla.
Ernest: Usted siempre ha hecho muchas tonterías, señora Conway, pero no tardará en descubrir que
esta es la más grande de todas.- Gira y va hacia la puerta al llegar se voltea y mira a Hazel- ¡Vamos!
Hazel: ¡Mamá!- Sale lentamente. Silencio tenso. La señora Conway se ha quedado petrificada
mirando fijamente la puerta por donde han salido. Luego regresa a su lugar.
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Lo cierto es que algo voló para siempre. Si supieras cuánto me alegro de no haber sido madre. Nunca
me hubiera perdonado si hubiese llegado a ser una mala madre.
Madre: ¿Entonces piensas eso de mí? ¡Egoístas, eso son, unos verdaderos egoístas! ¡Sólo piensan en
ustedes! Ahora que las cosas están mal, se vuelven en mi contra. ¡Jamás pensaron en mí, jamás! Nunca
se detuvieron un momento y se pusieron en mi lugar. Cuando los veía de niños me sentía tan orgullosa
de ustedes. Siempre soñé con verlos convertidos en seres maravillosos, admirables. Me veía a mí
misma, a esta edad, rodeada de mis hijos, de mis nietos. Todos juntos y felices, en la misma casa donde
habían crecido. Pero la realidad es otra. Madge se ha convertido en una maestra seca, agria, resentida,
envejecida antes de tiempo. Hazel, una muchacha hermosa, la más hermosa, diría yo, casada con un
hombre insignificante, un cavernícola que la ha llenado de miedos. Kay, lejos, viviendo su propia vida,
llena de secretos y con una amargura como si todo hubiera sido frustraciones. Carol, la más feliz y la
mejor de todos, muerta antes de cumplir los veinte años. Robin…, ya sé, ya sé, querido no te culpo,
pero debo decir la verdad alguna vez…, casado con una mujer a la que nunca quiso y sin una posición
asegurada en la vida. Y Alan, el mayor, el muchacho adorado por su padre y de quien esperaba que
llegara a ser alguien… ¿qué es ahora? –Entra Alan y se detiene en la puerta a escuchar sin ser visto
por su madre.- Un miserable empleado, sin perspectivas, sin ambiciones, sin el mínimo respeto por sí
mismo, un pequeño hombre al que nadie miraría dos veces.
Kay: ¡Cómo puedes decir eso, mamá! ¡Cómo puedes decir eso de Alan!
Alan: Gracias Kay. No te preocupes, creo que mamá está diciendo la verdad. O por lo menos
expresando, por primera vez, sus sentimientos más auténticos. Es cierto, mamá, no soy más que un
funcionario de la municipalidad, una verdadera desilusión.
Madre: Y tú Robin, has sido demasiado egoísta y débil, casi un inútil para todo.
Robin: Gracias mamá, te quedan bien las confesiones. Puedo agregar además que siempre he tenido
mala suerte.
Madre: De acuerdo, tampoco tuviste suerte, es verdad. Pero a pesar de todo, tú eres mi tesoro. Mi
muchacho, el único que me consuela. Vente, vamos para arriba que necesito conversar contigo.
Robin: Nuevamente gracias mamá-
Madge: - Suavemente- ¡Mamá! – La señora Conway y Robin se detienen al llegar a la puerta,
pero no voltean a ver.- Hemos dicho lo que queríamos decir. No hay nada que agregar. Ahora, cuando
decidan realizar otra de estas amenas reuniones familiares, no se molesten en invitarme, porque no
pienso regresar jamás. Sé que me he quedado sin la herencia de papá y que no puedo contar con eso.
Tampoco tú mamá, contarás nunca con un centavo de los míos.
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CUADRO TERCERO
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Se escucha nuevamente cantar a la señora Conway y el piano que la acompaña. Cuando regresa
la luz nos encontramos en el final del primer cuadro, con Kay, vestida, peinada y sentada
exactamente igual. Volvemos veinte años atrás. Finaliza la canción, algunos aplausos. Voces de
aprobación. Entra Alan, enciende las luces. Nada ha cambiado.
Alan: ¡Kay! ¿Qué haces aquí solita?
Kay: Alan…
Alan: ¿Qué?
Kay: No… nada… nada.
Alan: ¡Qué bien! Mamá cantando en el salón y tú durmiendo aquí.
Kay: No, no dormía… Apagué las luces y la escuchaba… Aunque quizá sí me dormí… Pero debe
haber sido sólo un segundo…
Alan: Ya se han marchado casi todos.
Kay: Debo bajar a saludar. –Entra Hazel. Sale Kay.
Hazel: No te muevas. Todavía sigue ahí el horroroso amigo de Gerald. Alan, por si te interesa, tampoco
Joan se ha ido… -Entra Ernest, con abrigo y sombrero.
Alan: Ya regreso… -Sale rápidamente. Hazel se coloca de Espaldas a Ernest, quien nervioso juega
con el abrigo y el sombrero.
Ernest: Subí solamente a despedirme, Hazel.
Hazel: Ah, ¿sí?
Ernest: Ha sido un verdadero placer venir a esta casa y conocerlos a todos.
Hazel: Ah, pues bueno, gracias…
Ernest: Sobre todo a usted, a ti. Hace muy poco que llegué a la ciudad. Quiero que sepas que desde el
primer momento que te vi, es decir, cuando nos cruzamos en esas oportunidades… reparé mucho en
ti…
Hazel: ¿Verdad?
Ernest: Sí. Hazel, eres la persona más bella de toda la ciudad. He pensado mucho en este instante. –La
mira fijamente. Hazel se siente verdaderamente incómoda.- ¿Te podría invitar a salir uno de estos
días?
Hazel: Bueno, yo… Debo consultarlo con mi madre…
Ernest: ¿Debo interpretar eso como una negativa? Sólo te proponía ir a un cine, a tomar un helado…
algo simple, para conversar y empezar a conocernos. – Entra Madge, seguida de Robin. Vienen
discutiendo.
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Madge: No creo que romper una huelga se divertido. Para ellos es una cosa muy seria, ¿entiendes? La
clase media tiene que darse cuenta de los sufrimientos del proletariado.
Ernest: - Con ironía- La clase media está demasiado ocupada de sus propios problemas, como para
prestarle atención a las aflicciones de los obreros. Además tampoco los obreros necesitan de la clase
media, se valen por sus propios medios. Es muy sencillo si la clase obrera consigue más, la clase media
tendrá menos.
Hazel: ¿Van a discutir mucho tiempo sobre el tema social? Porque me resulta terriblemente aburrido.
Ernest: Perdón, Hazel…
Hazel: Hasta otro momento, señor Beevers.
Ernest: Encantado Hazel –Sale Hazel. Situación incómoda, Robin sonríe.
Madge: ¿A qué vine yo a este cuarto? – Sale sin mirar a nadie.
Robin: Así son mis hermanas. ¿Estuviste en el ejército?
Ernest: Sí, por dos años.
Robin: ¿Dónde?
Ernest: En la contaduría. –Entra Carol.
Robin: Te habrás divertido mucho me imagino.
Carol: Señor Beevers, creí que ya se había ido. – Sale Robin- ¡Dios mío! ¡Qué cara tan seria!
Ernest: No, ni tanto…
Carol: ¿Estaba discutiendo con mi hermano Robin?
Ernest: No lo sé, en realidad.
Carol: Pues déjeme decirle que no vale la pena ponerse furioso por discusiones tontas. Ah, gracias por
ayudarnos en nuestro juego. Estuvo maravilloso. Esperamos que vuelva usted por aquí. Es muy
agradable recibir visitas.
Ernest: Gracias. Eres muy amable. –Se oye en off la voz de la Madre: “Supongo que ya se fue,
¿verdad?-
Carol: Todos somos amables en esta casa, aunque a veces no lo parezcamos. Recuerde esto, siempre.-
Entra la señora Conway acompañada de Gerald. Se sorprende al ver a Ernest.-
Ernest: Ya me iba, señora Conway. Me estaba despidiendo de Carol, una muchacha muy simpática.
Encantadora, diría yo. ¿Tú también te vas, Gerald?
Madre: No, Gerald y yo tenemos que hablar asuntos de negocios.
Ernest: Perfectamente. Buenas noches, entonces, señora Conway. Me alegra mucho haberla conocido.
Madre: Ha sido un placer. Carol, ¿tú podrías acompañar al señor?
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Carol: Con muchísimo gusto.- Le ofrece su brazo y ambos salen. Gerald mira sombrado a la
señora Conway. Esta lo invita a sentarse. Una pausa.
Madre: Lamento muchísimo, si tu amigo pensó que lo echábamos, pero las niñas se sentían
sumamente incómodas con su presencia.
Gerald: Bueno, por lo visto no ha sido un éxito.
Madre: Evidentemente no. Es que quizá es un poco… ¿extraño?
Gerald: Estaba muy ansioso por conocer a los famosos Conway.
Madre: ¿A los Conway o a Hazel?
Gerald: A todos y a ella en especial.
Madre: Bien, ya pasó. Quería comentarte que he recibido una oferta muy buena para la compra de
esta casa. Pero ni sueño en venderla. Lo importante es saber que vale tanto. Y me han preguntado si
quería vender mi participación en las acciones de Farrow y Conway. ¿Qué opinas?
Gerald: No hay ningún motivo para vender la participación en la firma. En este momento están
produciendo un quince por ciento y subirán más, sin duda alguna.
Madre: Magnífico entonces. Todos mis hijos en casa y dinero en abundancia para poder ayudarlos a
instalarse. No hay de qué preocuparse. Por cierto creo que Robin hará negocios muy pronto. Tiene
proyectos muy buenos sobre venta de carros. ¡Es tan encantador!-Pausa. Transición.- ¿Sabes, Gerald?
Hasta hace muy poco me sentía muy desdichada. Si no hubiera sido por mis hijos la vida hubiera
perdido todo interés para mí. A veces, sin él… era como si… hubiese un vacío en mis días. Y ahora,
aunque no vuelva a ser la de antes, siento que hay nuevas motivaciones para seguir viviendo. Todos en
casa, todos a salvo, todos felices. Se oye fuera la voz de Robin: “Juguemos a las escondidas. Vale
toda la casa”.
Gerald: Es verdad.
Madre: ¿Dijo toda la casa?
Gerald: Así es.
Madre: ¡En mi cuarto no!- Robin grita desde afuera: ¡Prohibido el cuarto de mamá!- Joan
pregunta: “¿Quién busca?” Robin con testa: “Yo. ¡Ven Mamá! ¿Dónde está Gerald?”
Madre: Oírlo gritar otra vez, como cuando era un niño, me colma de felicidad.-Salen ambos. La
Madre apaga la luz al salir y todo queda en penumbras un momento. Se oye nuevamente la voz
de Robin:” Voy a contar hasta cincuenta. Vamos escóndanse todos” Comienza a contar. Luego
entra Joan feliz y jadeante. Mira todo el lugar y escoge el escondite detrás del sofá. Tan pronto se
esconde entra Alan quien decide ir a esconderse en el mismo sitio. Ella se asoma y lo ve.
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Robin: Espera Carol… Sale detrás de ella. Joan Mira a Madge y a Gerald, sonríe incómoda y sale
detrás de Robin.
Madge: Bien, Gerald, lo que quise decir es que tú no te ocupas lo suficiente de ti. No te ocupas hasta el
“límite” como deberías. Y eso, te lo digo en serio, me haría sentir muy “orgullosa”
Gerald: Bueno, bueno, eso viniendo de ti es muy duro.
Madge: ¿Por qué viniendo de mí?
Gerald: Porque tú tienes un sentido muy justo de las cosas. Y eso me asusta un poco.
Madge: Supongo que estás hablando en broma.
Gerald: Ni tanto. Es que a veces me siento como si de verdad fuéramos amigos. Y deseo ser muy
sincero. Pocas veces tengo la oportunidad de demostrártelo.
Madge: Tengo un carácter demasiado autoritario. Pero yo te tengo mucho afecto, Gerald. –Se miran
un momento. Son interrumpidos por la entrada de la señora Conway, que llega acompañada de
Hazel.
Madre: Madge, mírate en un espejo, estás toda despeinada. Arréglate por favor, y no molestes al pobre
Gerald con tus largos e interminables discursos.- Madge mira a su madre con odio por la
intervención. Mira a Gerald quien desvía la mirada y sale molesta sin decir una palabra.- ¡Pobre
Madge!
Hazel: ¡Mamá!
Madre: ¿Qué Hazel?
Hazel: ¡Tú “sabes”!- Señala disimuladamente a Gerald.-
Gerald: Bueno, creo que se ha hecho un poco tarde. Debo irme. –Ya no es el mismo del comienzo.-
Madre: No, Gerald, no te vayas. Kay y Carol están preparando un café. Nos sentaremos a conversar
aquí.
Gerald: Muchas gracias, señora Conway. Pero realmente se ha hecho un poco tarde.-Hazel sale.-
Mañana muy temprano tengo una cita en tribunales y debo revisar algunos elementos del caso.- Entra
Kay con una bandeja con servicio de café. La coloca sobre una mesa.- Tu fiesta estuvo magnífica
Kay. Ya eres toda una mujer.
Kay: Gracias, Gerald. Aunque cumplir la mayoría de edad no siempre te convierte en mujer.
Gerald: Pero no es tu caso, te lo aseguro.
Kay: ¿De verdad piensas así?
Gerald: Bueno, me marcho. Buenas noches – Tropieza con Hazel que trae unas galletas para
acompañar el café.- Buenas noches Hazel.
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Madre: Te acompaño, Gerald.- Salen ambos. Hazel y Kay se sirven café, se instalan a conversan.
Hazel: Estoy convencida que es mucho más divertido ser mujer que hombre.
Kay: No lo sé, a veces los hombres parecen de madera, incurablemente insensibles. Y en otros
momentos tengo la impresión que son los únicos capaces de divertirse.
Hazel: En este momento quisiera ser hombre. Uno de esos hombres de bigotes, mirada tosca y voz
gruesa. Uno de esos hombres que no se preocupan en absoluto de lo que diga la gente de ellos.
Kay: ¿Y por qué?- Entran Carol y Alan.
Carol: Kay, Alan quiere irse a dormir.
Kay: ¡No Alan! Este es el mejor momento de la fiesta, cuando todos se han ido y nos quedamos los
mejores. Los más queridos.
Carol: Tú eres el hermano preferido. No te puedes ir a dormir. Si vieran a Robin y a Joan, están en el
comedor de lo más románticos. Creo que serán muy fastidiosos como novios.
Kay: Si te enamoraras de alguien, te gustaría que te ocurriera en casa o en otra parte.
Hazel: Por Dios, en casa no. Prefiero en cualquier sitio. En una fiesta, en un barco, a la luz de la luna.
No sé, algo más romántico.
Carol: ¡Qué ambiciosa!
Hazel: Soy ambiciosa.
Kay: No debe haber nada peor que sentirse infeliz fuera de tu casa… -De pronto un presentimiento le
oscurece el rostro. Se queda en silencio.
Carol: ¿Qué te pasa Kay?
Kay: Nada, nada…
Carol: Tienes una cara…Entra la señora Conway.
Madre: Café, qué maravilla. Y ¿Robin?
Carol: Haciéndose arrumacos con Joan, en el comedor.
Madre: ¿Aún sigue aquí esa muchacha? Alguien debería sugerirle que es hora de retirarse, necesitamos
quedarnos en familia. ¿Qué tienes Kay?
Carol: Está en trance…-Kay reacciona y sonríe a su madre.
Madre: Así me gustas más. ¿Tú eres un poco rarita, verdad?
Kay: No, mamá. ¿Dónde está Madge?
Alan: En su habitación.
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Madre: Dile que venga, que estamos todos reunidos. Dile, sobre todo, de mi parte, que me gustaría
que nos acompañara. –Sale Alan a buscarla. La señora Conway sirve café. –Otra vez como en los
viejos tiempos… Debería echarles las cartas, ¿no les parece?
Hazel: Sí, mamá, por favor.
Kay: No. No me gustan esas cosas.
Madre: No seas tonta. Además recuerda que soy bastante buena en eso. Predije que Madge conseguiría
la beca, y la consiguió. Insistí en el regreso de Robín y aquí lo tenemos. Y todo eso lo vi en las cartas. –
Entran Joan y Robin-
Joan: Señora Conway, vengo a despedirme. Se ha hecho demasiado tarde. Kay, gracias, ha sido una
fiesta muy linda.-Se ha acercado a la señora Conway quien la toma de la mano y la mira fijamente
a los ojos.
Madre: ¿Es en serio lo que leo en tus ojos?- Joan mira a Robin buscando auxilio.
Robin: Sí mamá, muy en serio.
Madre: Bien, entonces siéntate y toma una taza de café con nosotros.-Joan abraza a la señora
Conway con muchísima alegría.
Joan: Gracias, gracias. Me hace tan feliz.- Entra Alan
Alan: Dice Madge que está muy cansada, mamá.
Madre: Disfrutaremos sin ella. ¿No te gustaría leernos algún capítulo de tu novela Kay?
Kay: ¡No, por Dios!
Madre: ¿Por qué? Siempre tan reservada. ¿Te da vergüenza?
Kay: No, no es eso… Es que… Bueno, de alguna manera es respeto por mi trabajo. Aún no tiene
forma, son sólo frases, ideas…
Joan: Eso es lo que te gusta, ¿verdad? Escribir novelas.
Kay: Sí. Pero escribir solamente no significa nada. Lo importante es escribir bien, escribir para decir
algo. Escribir lo que sientes. Y eso es lo que quiero conseguir. Jamás podría escribir algo que no quiera
escribir, algo que sólo sirviera para complacer a los tontos o para ganar dinero…-De pronto hace
silencio. Todos la miran esperando que continúe.
Madre: Bien, ya sabemos que Kay será una famosa y honesta escritora. ¿Y tú Hazel? Te casarás con
alguien importante, un capitán, un mayor del ejército.
Hazel: ¡Por favor Mamá!
Robin: Hazel aspira a algo mejor, Mamá.
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Hazel: Por supuesto que sí, alguien muy buen mozo, con muchísimo dinero, que me ame y que me
lleve a recorrer el mundo. Tendré una hermosísima casa en la que haré muchísimas fiestas y
recepciones para mi hermana, la famosa novelista Kay Conway.
Robin: ¿Y dónde quedo yo en todo esto? Porque también seré famoso, no sé en qué pero seré famoso.
Joan: ¿Qué quieres ser, Robin?
Robin: Importante. Pero no voy a esperar, ni a luchar poco a poco. No, comenzaré desde arriba, como
un verdadero triunfador. Espérenme y verán.
Carol: Muy bien, yo sé que Hazel siempre tendrá dinero. Robin, aún no lo sé con seguridad, Kay,
trabajará mucho, siempre con tesón. Y Alan será muy feliz.
Alan: ¿Tú crees? ¿De verdad lo ves así?
Madre: No, no niñita, No puedo tolerar esto, la única pitonisa en esta familia soy yo. Por lo tanto
hagan silencio.- Cierra los ojos y se concentra. Se hace silencio.- Veo a Robin triunfando, ganando
mucho dinero, convirtiéndose en alguien importante y ayudando a su familia, al lado de una esposa
joven y cariñosa. Hazel, con una vida maravillosa al lado de un hombre alto y muy guapo. Bondadoso,
cariñoso y rodeada de muchísimos hijos. En cambio no veo a Madge casada, pero sí directora de una
importante escuela. La veo feliz y triunfadora. En cuanto a Carol, siento que se quedará unos cuantos
años a mi lado.
Carol: Aún no he decidido lo que quiero ser.
Joan: Creo que deberías dedicarte al teatro.
Carol: Me encantaría. También me gusta la pintura. O diseñar ropa. O ser chef. No lo sé. Lo
importante es vivir. No me interesa el dinero, ni la posición social, ni los maridos buen mozos, lo que
me importa es vivir, vivir, vivir…
Madre: Todo está muy bien, pero no se olviden que donde quieran que los lleve la vida, deben venir a
verme de vez en cuando, recuerden que soy su madre y que los quiero muchísimo. También podré ir a
visitarlos algunas veces. Lo único que me interesa es que sigamos siendo una verdadera familia, una
familia unida y cada vez más numerosa, con maridos, esposas y nietos, muchos nietos. Me parece que
los estoy viendo.
Kay: ¡No!-Ha sido un grito conmovedor. Todos voltean a verla. Se pone de pie y va hacia la
ventana.
Madre: ¿Qué tienes Kay? Está muy fatigada, todo esto de su cumpleaños, la gente, los juegos. Creo
que lo mejor sería que te acostaras, Kay.
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Kay: No, ya estaré bien, les aseguro que ya estaré bien… fue como si… Nada, no fue nada… No se
preocupen… Pensaba en el tiempo… Sólo en el tiempo… Algo que Alan me dijo alguna vez… No me
hagan caso… No me hagan caso.
Madre: Ven conmigo Robin, ven conmigo. Ya sé lo que haremos.- Salen ambos apresuradamente.
Joan: Bueno, será mejor que me vaya. Adiós Kay. –Sale también rápidamente.
Carol: Van a cantar. Estoy segura que van a cantar.- Carol apaga las luces, se torna todo en
penumbras. Se sienta junto a Hazel. Comienza a oírse el piano y luego la voz de la señora
Conway acompañada de Robin. Kay sentada en el sofá igual que al final del primer cuadro, mira
hacia la ventana. Carol y Hazel la acompañan. Alan se acerca a ella.
Alan: Kay…
Kay: ¿Qué Alan?
Alan: No recuerdo qué te dije sobre el tiempo… Pero algún día sabré algo que podré decirte. Trataré de
saberlo, te lo prometo. –Sube la música y las voces que cantan la canción. La luz se va yendo muy
lentamente.