7 Lecciones de La Cruz
7 Lecciones de La Cruz
7 Lecciones de La Cruz
HORA SANTA
2.- CANTO
SALMO 32
LECTOR 1 A dos coros (de pie)
IZQUIERDA DERECHA
Alabe todo el mundo, alabe al Señor,
alabe todo el pueblo, alabe a nuestro Dios.
¡Nosotros, amigos tuyos, gritamos de júbilo, oh Dios!
Con un corazón limpio y sincero queremos alabarte.
Para Ti, Señor, Dios nuestro, este cántico de acción de gracias.
Con nuestras voces juntas, te decimos que eres grande y maravilloso;
juntos proclamamos tu bondad en este cantar nuevo;
lo mejor de nuestro corazón, oh Dios cercano, para Ti.
Tu palabra es sincera y llena el corazón de alegría;
tus obras son grandiosas y están inundadas de verdad.
Tú amas, oh Dios nuestro, la justicia y el derecho
y toda la tierra está rociada con la lluvia de tu bondad.
Tu plan de salvación penetra el mundo entero
y hace vanos los proyectos de los pueblos.
Tu proyecto, Señor, se va realizando en la historia, paso a paso,
aunque el hombre ciego no la descubra desde su pobre corazón.
(TODOS)¡Somos felices, porque somos tu Pueblo y Tú eres nuestro Dios!
¡Somos felices, Señor, porque nos has elegido como heredad tuya!
Tú contemplas nuestro suelo desde la altura de tus cielos;
tu corazón de Padre ama, uno a uno, a todos los hombres.
Desde tu morada te alegra el bien del hombre y su progreso;
desde tu morada te entristece el mal del hombre y su retroceso.
Tú has formado nuestro corazón de frágil arcilla,
y contemplas las acciones de cada hombre en la tierra.
Tus ojos, llenos de amor y ternura, cuidan de la obra de tus manos,
y todos los que esperamos en el triunfo de tu amor, tendremos respuesta.
Tú, oh Dios, has librado nuestra alma de la muerte,
entregando en la Cruz al Hijo amado, al Enviado,
Él nos ha dado vida nueva y en Él te decimos: Abba, Padre.
Juntos te cantamos y juntos esperamos en nuestra fe,
la llegada de nuevos cielos y nueva tierra; la llegada de tu Reino.
Sé, Tú, Padre nuestro, Señor Jesucristo, Dios de misericordia,
socorro y escudo, baluarte y defensa en el proceso de la historia.
En Ti confiamos y creemos en la presencia viva
de Jesús Resucitado.
1
Sea tu amor, Señor, Dios nuestro, como flor de primavera sobre nosotros;
Pá gina
LECTOR 3
“PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (Lucas 23:34)
Dos niños jugaban cuando por casualidad uno de ellos golpeó al otro con un palo. Esa noche, la madre del
muchacho herido dijo: “Hijito, debes perdonar a Enrique antes de irte a dormir”. De mala gana, él contestó: Bien,
pero a no ser que me muera antes de que me despierte, ¡que se prepare mañana por la mañana…!”. ¿Te das
cuenta? Cuando la gente nos hace daño, es difícil de creer que podría haber sido involuntario o por ignorancia. Y
sin embargo, asombrosamente, después de haber recibido latigazos, ser humillado y clavado en una cruz, Jesús
dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Perdonar significa negarte a seguir
siendo una víctima. No por sostener rencores o tomar represalias, te liberas del control que ejercen sobre ti los
2
que te ofenden. Jesús dijo: “…orad por los que os ultrajan…” (Mateo 5:44b). “Dios no promete que cuando
Pá gina
bendigamos a nuestros enemigos, no nos van a utilizar con desprecio. Lo harán. Pero esto no nos puede dañar ni
vencer mientras que oramos por ellos. Cuando así actuamos, hacemos por ellos lo que no pueden hacer por sí
mismos”.
La palabra de Dios dice: “Amad a vuestros enemigos” (Lucas 6:27b). Más que nada, este mandato destaca la
diferencia entre un discípulo de Jesús y uno que no lo es. El Señor dijo: “…de gracia recibisteis, dad de gracia”
(Mateo 10:8). El practicar el perdón procede de una gratitud profunda a Dios por borrar una deuda grandísima
que nunca hubiéramos podido pagar.
LECTOR 4
“DE CIERTO TE DIGO QUE HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO” (Lucas 23:43)
La Biblia dice, que cuando Jesús estaba clavado en la cruz, “uno de los malhechores que estaban colgados lo
insultaba… Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo: “¿Ni siquiera… temes tú a Dios. Nosotros… justamente
padecemos…; pero éste ningún mal hizo”. Y dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”.
Entonces Jesús le dijo: “…hoy estarás conmigo en el paraíso”(Lucas 23:39-43). Mientras que uno se burlaba de
Él, el otro reconocía sus pecados y recibía su gracia. La verdad es que aunque esto les fastidie mucho a las
personas criticonas- que Dios dice: “…el que confiesa sus pecados y se aparta de ellos alcanzará misericordia”
(Proverbios 28:13b). Y esta promesa es para todos nosotros, porque no hay uno solo que no sea pecador.
Si Jesús hubiera estado tan concentrado en su propio dolor, fácilmente no hubiera visto el sufrimiento de
aquéllos que estaban a su alrededor. Pero en lugar de esto, “extendió la mano” en amor, identificándose con el
sufrimiento del otro. En la profundidad de su propia agonía, no sólo prometió vida eterna al ladrón en la cruz,
sino también lo consoló con estas palabras asombrosas: “…hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
Aquí hay una lección para nosotros que el patriarca Job aprendió. Él perdió a todos sus hijos y a su fortuna en un
solo día, y aun así encontró sanidad y pasó a cosas más grandes. ¿Cómo? “Cuando Job hubo orado por sus
amigos, el Señor le quitó la aflicción; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. Después de
esto… Job… vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación” (Job 42:10,16). Tendiendo la
mano a otros, es como nosotros mismos somos sanados.
ENSÉÑAME JESÚS
LECTOR
La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida,
3
buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto bienes materiales como cualidades
Pá gina
y talentos. Formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de sí, contrarresta los efectos
del egoísmo. Salir de sí mismos experimenta la felicidad que proporciona el donarse a los demás y vivir el valor
del servicio, implica una participación y solidaridad profunda con el otro.
TODOS
Enséñame Jesús a Dar con alegría. –A Compartir de buen modo. - A Dar algo que es valioso para mí. – A Guardar
parte de mi dinero o de mis cosas para ayudar a quien lo necesite. – A Compartir con una sonrisa aunque me
sienta mal.- A Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme.– A Estar siempre
pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías. – A Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí
ante las necesidades de los demás. A Ayudar sin que nadie me lo pida. – A Compartir mi tiempo ayudando aunque
tenga que dejar de hacer otras cosas que me gustan. –A Estar pendiente de las necesidades de los demás. –A
Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de hacerlo, dando siempre
lo mejor de mí. AMEN
CANTO
LECTOR 5
“MUJER, HE AHÍ TU HIJO” (Juan 19:26-27)
Al perder a su hijo María se quedaba más desprotegida. De manera que, aparte de tener que hacer frente a su
pena como madre, es posible que se preguntara qué le depararía el futuro. Jesús se apercibió de esto. En medio
del caos, cuando “…vio… a su madre y al discípulo a quien Él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
‘Mujer, he ahí tu hijo’. Después dijo al discípulo: ‘He ahí tu madre’” (Juan 19:26-27). Cuando los demás
discípulos huyeron por miedo, Juan siguió a Jesús todo el camino al monte Gólgota, y fue aun “más lejos”. La
Biblia nos dice (y la historia lo confirma) que una vez que Jesús encomendó a María a su cuidado, Juan realizó ese
encargo, y “…desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:27).
Aquí hay algo que debemos aprender. Nunca dejes que tu propio sufrimiento te ciegue a las necesidades de los
que dependen de ti. Cuando estés envuelto en tus propios problemas es fácil asumir que tus seres queridos
entiendan tu situación automáticamente, pero eso no es así necesariamente. Mientras esté bien que les dejes
ayudarte, nunca viertas tus asuntos sobre ellos, o esperes que sufran porque tú sufres. La Biblia dice: “Nada
hagáis… por vanidad…, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro
propio provecho, sino el de los demás” (Filipenses 2:3-4). Jesús siempre estaba más preocupado por las
necesidades de la gente que por las suyas, y nosotros deberíamos seguir su ejemplo.
LECTOR 6
“DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?” (Mateo 27:46b)
¿En el Gólgota, Jesús hizo una de las preguntas más desgarradoras que hayan sido registradas alguna vez: “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46b). Estas palabras se encuentran en el Salmo 22:1,
donde David derramó su alma en desesperación, preguntándole al Señor: “¿Por qué me has echado fuera? ¿Es
que no te importo?”. ¿Alguna vez te has sentido así? La Biblia dice que en el monte Gólgota, Dios, “Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en Él” (2 Corintios
5:21). Para romper el eslabón que nos ata al pecado y hacer posible nuestra salvación, Jesús sufrió una separación
temporal de su Padre. En aquel preciso momento Él se sintió dejado de la mano de Dios. Si alguna vez te has
sentido abrumado y abandonado, sabes por experiencia que no hay otro ser viviente que tenga una respuesta
satisfactoria a tu “¿por qué?”. Con la mejor intención del mundo, nuestros seres queridos solamente pueden
entendernos hasta cierto nivel. Tan sólo Dios puede derramar su “bálsamo” de sanidad sobre tu corazón
destrozado y ayudarte a entender (o por lo menos aceptar) lo que está pasando. Es por eso que debes acudir a Él
para recibir las respuestas.
Pero aquí tienes la otra cara de hacerle esas preguntas tan difíciles al Señor: es preciso que estés dispuesto a
aceptar la respuesta y a hacer lo que Él te diga. La Biblia dice que “…es imposible que Dios mienta…” (Hebreos
6:18b); en el caso de no recibir la contestación que estás esperando, da por sentado de que Él te escucha.
También puedes estar seguro de otra cosa: el que hace que “…todas las cosas (los) ayudan a bien…” (Romanos
8:28), siempre envía la respuesta que es mejor para ti. ¡De manera que puedes confiar en Él!
CONFÍO EN TI
TODOS
Señor, una vez más siento la necesidad de decirte que confío en Ti en todo momento. Sé que nunca dejas de
pensar, en mí, de amarme y de preocuparte por mí.
En el Evangelio, me has revelado como el Padre y Tú, respetáis mi libertad, y no te impones pero, al mismo
tiempo, nunca dejas de amarme y de ofrecerme la ayuda de tu Espíritu.
Tú Palabra es fuente de sabiduría para mí, me enseña, me corrige y me educa en el bien; me ayuda a adquirir la
madurez y el juicio y suscita en mí el deseo de ser mejor.
Que como Tú, con mis palabras y con mis actitudes de amor y respeto, haga conocer a los demás tus enseñanzas
para que seas para todos Camino, Verdad, y Vida. Amen
CANTO
LECTOR 7
“¡TENGO SED!” (Juan 19:28b)
Combina la tortura de ser crucificado con la pérdida de fluidos corporales en el clima de Judea, y puedes entender
por qué Jesús tuvo sed. Sin embargo, la Biblia dice que cuando le ofrecieron “…vino mezclado con mirra,… Él no
lo tomó” (Marcos 15:23b). ¿Y por qué no? Porque le hubiera adormecido su percepción y quiso quedarse alerta.
No te equivoques, Jesús podría haber llamado a una multitud de ángeles para rescatarle. Pero Él eligió morir por
nuestros pecados. Dijo: “Nadie me quita la vida, sino que Yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:18). Esto también
explica por qué Juan escribió: “…sabiendo Jesús que… todo estaba consumado [Él cumplió todas las profecías
acerca de su crucifixión], dijo…: ‘¡Tengo sed!’” (Juan 19:28). Su próxima declaración cambiaría tanto a la historia
que Él quería que su voz fuera alta y clara: “¡Consumado es!” (versículo 30).
Cuando te encuentres en un valle oscuro como Jesús en aquel día lo estuvo, puede nublar tus pensamientos y
hacer que pierdas todas las perspectivas a no ser que expreses tus necesidades a aquéllos a tu alrededor.
5
Reconociendo su sed física, Jesús quiso recordarnos a cada uno de nosotros que hay veces cuando no somos
Pá gina
autosuficientes y que necesitamos la ayuda de otros. Si no fuera así, ¿por qué dejaría Pablo escrito: “Sobrellevad
los unos las cargas de los otros, y cumplid… la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). David escribió: “Como el padre se
compadece de los hijos,… el Señor… se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:13,14b). Dios nos recuerda
que somos simplemente seres humanos; ¡nosotros somos los que lo olvidamos! Lo esencial es que Jesús era lo
bastante humilde para reconocer su humanidad, y nosotros tenemos que aprender a hacer lo mismo.
LECTOR 8
“¡CONSUMADO ES!” (Juan 19:30)
En el tabernáculo (del Antiguo Testamento) había diferentes objetos, como la mesa para el pan de la proposición
que representa nuestra necesidad de compañerismo, el candelabro que simboliza nuestra necesidad de luz y
entendimiento (lee Éxodo 25:30-31), etc. Pero no había ninguna silla. ¿Por qué? Porque el trabajo del sumo
sacerdote nunca se terminó y por eso no podía sentarse. Pero después de que Jesús exclamó: “¡Consumado es!”
(Juan 19:30b), Él volvió al Cielo y se sentó a la diestra de su Padre; la obra de nuestra redención había terminado.
Las palabras griegas por ‘¡Consumado es!’ literalmente significan ‘pagado íntegramente’. Es lo que la gente de
aquél entonces escribía en un recibo cuando se había pagado la cuenta. La muerte de Cristo cubre cada uno de
tus pecados -desde la cuna hasta la tumba
Está en nosotros cuidar ese precio que pago Jesús por cada uno, nuestro actuar y obrar darán el valor humano en
esta vida, a la redención, como retribución al amor que Él tiene por nosotros.
LECTOR 9
“…EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU” (Lucas 23:46b)
Algunas ansiedades con las que luchamos parecen ser interminables, como las preocupaciones por el dinero,
problemas familiares e inquietudes acerca de la salud. Incluso cuando tenemos unos días libres y debiéramos
descansar nos quedamos en vela esperando lo peor y preguntando: “¿Cuánto tiempo más, Señor?”. El único
modo de tener verdadera paz es cuando cometemos el desenlace de todo ello al Señor. Cuando Jesús exclamaba:
“…Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46b), no era un grito de derrota o de resignación. No,
era un acto de confianza que significaba que Él entregaba el control a su Padre. La sangre reconciliadora había
sido vertida y finalmente la obra de nuestra salvación se había completado. Pero antes de que Jesús pudiera
hacer esa oración tuvo que orar: “…no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42b), en otras palabras:
“Padre, te dejo a Ti el resultado”.
En Filipenses 3:10-11 Pablo escribió: “Quiero conocerlo a Él y el poder de su resurrección, y participar de sus
padecimientos hasta llegar a ser semejante a Él en su muerte, si es que en alguna manera logro llegar a la
resurrección de entre los muertos”. Todos queremos gobernar y reinar con Cristo un día, solamente no
queremos someter nuestra voluntad a la suya hoy. Pero esto no funciona así. “El camino a seguir… ha sido
siempre… el ‘camino de la cruz’. Ella no sólo nos lleva hacia Jesús, sino también hacia la vida y hacia la sabiduría
de los caminos de Dios en todas nuestras relaciones y búsquedas… conforme al modelo de Jesús… frente a
nuestras luchas más intensas”. De manera que, no importa con lo que estés luchando hoy, ponlo en las manos de
Dios de una vez por todas. Cuando lo hagas, experimentarás su paz y ¡no estarás descontento con el resultado!
Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.
Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad. Qué más puedo desear ¡Gracias, Padre!
No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.
Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme. Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces
me confundo, se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.
No siempre es fácil saber qué es lo que tú quieres, qué es lo que más me conviene.
No quiero atormentarte, no quiero hacer daño a las personas. Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la
vida eterna. Quiero obedecerte porque quiero agradarte. Quiero lo que Tú quieras porque te quiero. Y si hago lo
que tú quieres me irá siempre bien. Quien hace tu Voluntad se salva.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad.
Tú amas a los que cumplen tus mandamientos:
"Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana." (Mt 12, 49-50)
Tu Voluntad es que cumpla tus mandamientos. Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,
no es tan sencillo y no siempre sé cuál es tu voluntad.
Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir, pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.
Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní, me abandono en tus brazos con absoluta confianza
y te digo: No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42)
Que se haga tu voluntad en mí. Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.
Padre Santo, hágase tu voluntad. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
"Que en la tierra reine la paz como en el cielo." (San Ambrosio)
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles, los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes apenas oyen la voz de su
palabra! ¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos, sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)
Así como los ángeles te obedecen, que así también yo lo haga. Que, como ellos ven con claridad el modo de
agradarte, y hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe, que así también yo te obedezca y te bendiga.
7
TODOS
OREMOS A NUESTRA MADRE
(PAPA FRANCISCO)
Ella nos muestra a Jesús “camino, verdad y vida” (Jn 14,6) y nos entrega al Hijo; ella será la mediadora que nos
recordará siempre que tenemos a Jesús como centro de nuestra vida y fijar la mirada en Él (Hb12,2).
LECTOR
Oh, Jesús, hemos pedido Tu Reino. No es necesario que pida nada para mí, tendré todo el resto por añadidura. Tú
conoces lo que necesitamos; mira y haz lo que Tu Corazón Te sugiera. Nos confiamos a Tu Corazón, nos
abandonamos en Tu dulce Providencia y Te damos gracias por el don de estas horas de intimidad Contigo. Te
agradecemos desde ya, unidos a María, por todos los beneficios que Tu Amor nos reserva aún en el tiempo y en la
eternidad. Amen.