La Narrativa de Los Años 40-50
La Narrativa de Los Años 40-50
La Narrativa de Los Años 40-50
PREGUNTAS DE EXAMEN
1. La narrativa de los años 40
2. La narrativa de los años 50
3. Camilo José Cela. Explicación de alguna obra representativa
CONTENIDOS MÍNIMOS SEGÚN CRITERIOS PBAU- UIB
- Breve contexto histórico-social
- Narrativa de los 40: la novela existencial. Características y citar, al menos, La familia de Pascual
Duarte de Camilo José Cela y Nada de Carmen Laforet.
- Narrativa de los 50: la novela social. Características temáticas y estilísticas. Citar, al menos, La
Colmena de Cela (precursora).
ESQUEMA AUTOR-OBRA
AUTOR OBRA
Camilo José Cela La familia de Pascual Duarte. La colmena.
Carmen Laforet Nada
Miguel Delibes El camino, La hoja roja, Las ratas
Ana Mª Matute Pequeño teatro
Ignacio Aldecoa El fulgor y la sangre
Jesús Fernández Santos Los bravos
Juan Goytisolo Duelo en el paraíso
Rafael Sánchez Ferlosio El Jarama
Camilo José Cela La colmena
Carmen Martín Gayte Entre visillos
Juan García Hortelano Nuevas amistades
Luis Martín Santos Tiempo de silencio
0. Introducción al tema
La Guerra Civil supuso una fractura traumática en todos los ámbitos de la vida
hispánica. El desolado clima de los primeros años de posguerra contrasta con el rico
ambiente cultural de la República. Entre 1940 y 1960 se distinguen dos etapas:
Años cuarenta. La pobreza intelectual de los primeros años de posguerra se debe
tanto a la muerte y al exilio de numerosos escritores como al clima de censura,
aislamiento y desconfianza hacia la cultura. En la década de 1940 conviven una
literatura oficial triunfalista y otra de tono pesimista y existencial, a veces ligada
al tema religioso.
Años cincuenta. España empieza a salir de su aislamiento y se incorpora a
algunos organismos internacionales. El incipiente desarrollo turístico e industrial
conlleva cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida
(migraciones del campo a la ciudad, difícil inserción de estas personas en los
suburbios urbanos, etc.). al mismo tiempo, en círculos obreros y universitarios,
los jóvenes que han vivido la guerra siendo niños o adolescentes consideran la
contienda y el país desde otra perspectiva diferente. En este sentido, aparecen
actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y
vencidos. A mitad de la década, la literatura realista y testimonial, recoge esta
nueva sensibilidad, ya que muestra la realidad conflictiva y un compromiso
social.
1 Ramón J. Sender (1901-1982) completó una copiosa obra literaria en el exilio. Entre sus obras
destacan Crónica del alba (colección de nueve novelas escritas entre 1942 y 1966) y Réquiem por un
campesino español (1960), entre otras.
Francisco Ayala (1906) es reconocido como uno de los mejores cuentistas de este siglo, con
narraciones cortas como las recogidas en Los usurpadores. Escribió además dos novelas relacionadas
entre sí Muertes de perro(1958) y El fondo del vaso (1962), que son complementarias.
Max Aub (1903-1972) es autor de una obra muy extensa y variada, entre las que se podrían
destacar Jusep Torres Campalans (1958) y El laberinto mágico, que es un ciclo de novelas sobre la Guerra
Civil.
Se suelen señalar dos fechas como indicativas de un nuevo arranque del género:
1942, con La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela2 y 1945, con Nada de
Carmen Laforet3, aunque en esos momentos o poco después aparecen autores de
relevancia, como Miguel Delibes4, Gonzalo Torrente Ballester o José María Gironella.
El reflejo amargo de la vida cotidiana es una nota constante en la novela de
posguerra. Su enfoque se hace desde lo existencial. De ahí que los grandes temas sean la
soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte. Es sintomática la abundancia de
personajes marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados. Todo ello revela
el malestar del momento, de un malestar social. Sin embargo, la censura hace imposible
cualquier intento de denuncia y limita los alcances de su testimonio. Por eso, en
conjunto no puede hablarse aún de novela social; lo que resulta característico de los
años 40 es la transposición del malestar social a la esfera de lo personal.
Esta desazón escapa, sin embargo, a aquellos autores que adoptan un aire
triunfalista o conformistas con el Régimen (Rafael García Serrano, La fiel infantería;
Ignacio Agustí, Mariona Rebull; GonzaloTorrente Ballester, Javier Mariño).
Como balance del panorama narrativo de los años 40, se puede decir que no son
muchas las novelas de aquellos años que siguen vivas y que, salvo las excepciones
señaladas, domina la pobreza creadora. Sin embargo, algunos de los autores surgidos en
este momento, demostrarán su valía en la década siguiente, como es el caso de Cela,
Delibes y Torrente Ballester.
2 La familia de Pascual Duarte, con su agria visión de la realidad, inauguró una corriente que se llamó
tremendismo y que consistía en una selección de los aspectos más duros y truculentos de la vida, en este
caso de su protagonista, Pascual Duarte.
3 Nada, que fue Premio Nadal, causó un fuerte impacto. Su autora, una estudiante de veintitrés años,
presentaba, sin el menor tremendismo, a una muchacha como ella que había ido a estudiar a Barcelona,
donde vive con unos familiares en un ambiente sórdido de mezquindad, de histeria, de ilusiones
fracasadas, de vacío… Se trata de una muestra de la triste realidad cotidiana del momento.
4 En su primera novela, La sombra del ciprés es alargada, Delibes habla también de tristezas y de
frustración, aunque con el contrapeso de la religiosidad.
La noria de Luis Romero, también de personaje colectivo, pero con Barcelona como
marco. Cabe señalar otras dos novelas, de Delibes: El camino (1950) y Mi idolatrado
hijo Sisí (1953); ambas muestran con ojos críticos parcelas concretas de la realidad
española: un pueblo castellano o una familia burguesa.
1954 es el año inaugural de la novela social en sentido estricto. En este año y en
los que inmediatamente le siguen se dan a conocer Ignacio Aldecoa, Fernández
Santos, Sánchez Ferlosio, Ana Mª Matute, Juan Goytisolo. Les seguirán otros
como Juan García Hortelano, Carmen Martín Gaite, Caballero Bonald, etc. El
conjunto de estos autores, nacidos entre 1925 y 1931, ha recibido el nombre de
Generación del Medio Siglo.
Entre ellos hay evidentes rasgos comunes. Ante todo, la solidaridad con los
humildes y oprimidos, la disconformidad ante la sociedad española, el anhelo de
cambios sociales. Pronto aparecerán ensayos que se convertirán casi en manifiestos,
como los de José Mª Castellet o Juan Goytisolo. Se piensa que el escritor debe ponerse
al servicio de una voluntad para transformar la sociedad; debe comprometerse ante la
injusticia social, por lo que el deber de la novela es denunciar precisamente esas
injusticias.
Dentro del realismo dominante (que algunos críticos llaman neorrealismo)
predominan dos enfoques: el objetivismo y el realismo crítico.
El objetivismo se propone un testimonio escueto, sin aparente intervención del
autor. Su manifestación extrema fue el conductismo, que consiste en limitarse a registrar
la conducta externa de individuos o grupos (personaje colectivo) y a recoger sus
palabras, sin comentarios ni interpretaciones. Sería el caso de El Jarama, de Sánchez
Ferlosio. El realismo crítico, en cambio, no se limita a reflejar la realidad, sino que
pone de relieve las injusticias con ánimo de denuncia, como en el caso de Goytisolo. Se
suele considerar como una evolución del objetivismo.
Aparte de estos enfoque estéticos, hay otros, como el realismo lírico de Ana Mª
Matute.
(Otros narradores)
Entre los años 50 y 60 no todo fue realismo social. La línea existencial se siguió
cultivando (problemas religiosos y vitales) en las obras de José Luis Castillo Puche. Por
otro lado, la independencia creadora mantuvo a Gonzalo Torrente Ballester en un
segundo plano en los 50 mientras que hoy ocupa uno de los primeros puestos de nuestra
literatura. Además, la línea más imaginativa cuenta con nombres como Álvaro
Cunqueiro o Francisco García Pavón.
3. Camilo José Cela. Explicación de alguna obra representativa
[En otro documento. Cela con la explicación de La colmena]
5 En El Jarama domina completamente el diálogo: nunca en nuestra literatura se había recreado el habla
coloquial con una fidelidad tan asombrosa. El Jarama es una novela que lleva hasta sus últimas
consecuencias la técnica objetivista. Presenta a un grupo de chicos y chicas tarbajadores que van a pasar
un domingo a orillas del Jarama. Salvo un triste incidente al final (una chica muere ahogada), apenas pasa
nada: charlan, se divierten, comen, se aburren… El autor se limita a transcribir con precisión los distintos
momentos de aquel día. Esta estampa nos hace entrar en la alienación de la vida cotidiana: estos chicos
resultan conmovedores porque sin saberlo, intentan escapar de una vida que los aplasta durante a semana.