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Primera nación independiente

de América Latina

Luis Vitale

Biblioteca Omegalfa
2020

Haití: Primera nación independiente de América Latina
Luís Vitale

Fuente:
Revista Todo es Historia, nº. 245
Buenos Aires, Novbre,1987

Maquetación actual:
Demófilo, 2020

Libros Libres
para una Cultura Libre

















____________________

Biblioteca Omegalfa
2020

Índice

08 Estructura social y económica de la Colonia

17 Causas de los primeros aprestos independentistas de


la sacarocracia

22 La revolución social de los esclavos

31 Toussaint de Lourverture y el primer gobierno de ex-


esclavos

34 La liberación de los esclavos se propaga a Santo Do-


mingo español

39 La invasión de las fuerzas napoleónicas

42 La proclamación de la independencia

-3-
L
A HISTORIOGRAFÍA tradicional ha ocultado lo que
fue una verdad tangible para quienes participaron acti-
vamente en el proceso de la independencia latinoameri-
cana. No hay más que revisar los documentos relevantes de la
época para darse cuenta que la revolución haitiana tuvo una
honda repercusión en los hombres que fraguaron la Indepen-
dencia de las colonias hispano-lusitanas.
La clase dominante crio-
lla —sobre todo la del
Brasil, Venezuela, Co-
lombia. Cuba y Puerto
Rico— enriquecida con la
explotación del trabajo
esclavo, fue la primera en
alarmarse por aquella
rebelión que conquistó no
sólo la independencia
sino también la liberación
de los esclavos. La deci-
sión de los esclavócratas criollos fue evitar, a toda costa, que el
proceso independentista se transformara en revolución social,
impidiendo una nueva Haití, aunque se retardara la indepen-
dencia, como ocurrió en Cuba y Puerto Rico.
Tan honda fue la repercusión de la revolución haitiana que va-
rios precursores de la independencia latinoamericana visitaron
la isla para ver en el terreno como fue posible que un país tan
pequeño venciera a las mejores tropas de Napoleón e instaurara
la primera nación independiente de América Latina, el primer
país negro no monárquico del mundo, en que por primera vez
los esclavos lograban un triunfo definitivo en la historia uni-
versal, superando la gesta de Espartaco contra el imperio ro-
mano.

-4-
Este fenómeno, tan evidente para sus contemporáneos, fue pos-
teriormente relegado al olvido por los historiadores. Es sobra-
damente conocido por todos que las Historias de América Lati-
na —respaldadas por las Academias Nacionales— abren el
capítulo de la Independencia con las revoluciones de 1810,
omitiendo deliberadamente a Haití.
Hasta se ha llegado a ocultar que Haití prestó una ayuda ines-
timable a la independencia de los países de tierra firme. En su
calidad de primera nación libre de América Latina, fue visitada
por Francisco de Miranda el 20 de Febrero de 1806, bajo el
pseudónimo de George Martin, con el fin de solicitar ayuda
para su expedición a Venezuela. Después de seis semanas en la
tierra liberada por Dessalines, donde pudo apreciar el profundo
significado social de la revolución antiesclavista, partió a su
patria con la generosa ayuda de los haitianos que no sólo le
proporcionaron armas sino también hombres como Fequiere,
Gayot y Gastram. No por azar, Miranda propuso la libertad de
los esclavos cuando fue Presidente de la Junta de Gobierno de
Venezuela en 1811.
Una de las ayudas más decisivas que dio Haití a la revolución
latinoamericana fue la de Petion a Bolívar en 1815 (2.000 fusi-
les) y en 1816: 4.000 fusiles, 15.000 libras de pólvora, otras
tantas de plomo, una imprenta, 30 oficiales haitianos y 600
voluntarios. La influencia ideológica y social de Haití sobre
Bolívar fue decisiva para su decisión irrevocable de luchar por
la abolición de la esclavitud y la servidumbre en las colonias
hispanoamericanas.
La ayuda haitiana para el logro de nuestra independencia polí-
tica no se limitó a Venezuela. Antes de Bolívar, prestó colabo-
ración a los hermanos Miguel y Fernando Carabaño que orga-
nizaron, desde los Cayos, una expedición de 150 hombres con-
tra Cartagena, hecho que trajo como consecuencia fuertes pro-
testas de las autoridades españolas contra Petion, acusándolo
de romper la neutralidad. No obstante, los haitianos siguieron

-5-
solidarizándose activamente con otros revolucionarios latinoa-
mericanos, como los mexicanos Toledo y Herrera, con quienes
colaboró el corsario haitiano Bellegarde en el ataque a Tampi-
co y Veracruz. Otro patriota, Francisco Javier Mina, también
estuvo en Haití preparando una invasión a México colonial,
siendo acompañado por varios marineros haitianos. (1)
Ante pruebas tan evidentes acerca de la relevancia del proceso
haitiano, sólo cabe pensar que la cortina de silencio ha sido
tendida por los historiadores recargados de prejuicios raciales o
por investigadores temerosos de abordar la única revolución
social triunfante que se dio en el ciclo de los movimientos in-
dependentistas.
La ignorancia sobre la historia de Haití es inclusive notoria en
su país vecino. Cuando visitamos República Dominicana nos
llamó la atención la falta de conocimiento e información que
había acerca de Haití, observación que luego encontramos rati-
ficada por un escritor de Santo Domingo: “Es doloroso tener
que admitirlo, pero aquí se conoce la historia de cualquier na-
ción europea o latinoamericana, más que la haitiana”. (2)
Algunos autores han llegado a argumentar que no se ha anali-
zado este país porque no era colonia hispanoamericana sino
francesa, como si Haití no hubiera sido culturizada por los
mismos aborígenes que habitaron otras islas del Caribe y luego,
colonizada por los españoles. La ulterior colonización francesa,
también de raigambre latina, aunque de distinta lengua, no alte-
ra el hecho objetivo de que Haití formó y forma parte de Amé-
rica Latina.
Lo insólito es que la mayoría de los historiadores marxistas no

1
Centro de documentación e Información sobre Haití: Petion-
Bolívar, p. 5 Caracas, 1981.
2
Prólogo de Franklin J. Franco al libro de JOSE LUCIANO FRAN-
CO: Historia de la Revolución de Haití, Editora Nacional, Santo
Domingo, 1971.

-6-
han hecho nada por desenmascarar la mistificación fabricada
por la historiografía tradicional, aceptando la falsificación his-
tórica y reafirmando en sus libros la falacia de que la revolu-
ción por la independencia comenzó en 1810.
Nosotros nos permitiremos
empezar con una caracteri-
zación global para poner de
relieve la trascendencia uni-
versal del movimiento acae-
cido en ese pequeño territo-
rio. La revolución haitiana
fue, a nuestro juicio, el esce-
nario de uno de los procesos
de lucha más ricos y multi-
facéticos de la historia. Fue una guerra por la independencia
combinada con una guerra social por la liberación de los escla-
vos, en la que se entrelazó una guerra civil y una guerra inter-
nacional.
Comenzó con un proceso independentista impulsado por la
“sacarocracia” u oligarquía azucarera criolla de origen francés
en contra de la monarquía de Luis XVI, que se transformó, en
1791, en contra de la voluntad de los iniciadores, en una revo-
lución social por el término de la esclavitud y en una guerra
civil entre negros y mulatos. Todo ello, cruzado por una guerra
internacional en la que los insurgentes debieron enfrentar la
invasión de las tropas españolas e inglesas y, al final, lo más
granado del ejército napoleónico, instaurado con Dessalines en
1804 no sólo la primera nación independiente de América La-
tina, sino también el primer país negro independiente republi-
cano del mundo a través de un proceso en que por primera vez
en la historia universal triunfa una insurrección de esclavos en
forma definitiva hasta implantar una nación soberana y autó-
noma.

-7-
Estructura social y económica de la Colonia

Habitada y culturizada durante centurias por los Tamos —uno


de los pueblos agroalfareros más notables del Caribe— la isla
que Colón bautizó con el nombre de La Española fue arrasada
por los conquistadores, a pesar de la resistencia de los caciques
Caonabo y Cotubanama. A raíz del exterminio de toda la po-
blación indígena —más de 100.000 personas— los españoles
se vieron obligados a importar negros esclavos para explotar el
oro, y cuando éste se agotó en 1525, la caña de azúcar, las ma-
deras preciosas y el ganado.

Interesada más en la parte oriental de la isla, la corona española


desmanteló y despobló en 1603 el territorio actual de Haití, sin
tomar en cuenta las advertencias de numerosos colonos. El
Cabildo de Santo Domingo elevó, entonces, al Rey un memo-
rial el 26 de agosto de 1604, donde manifestaba:
“Quedando los pueblos marítimos despoblados, y siendo como
son de tan buenos puertos y disposición, los ocuparán los

-8-
enemigos.”(3)
Efectivamente, muy pronto desembarcaron los bucaneros en
pos de ganado y, luego, los filibusteros, contrabandistas y reos
fugados, que fundaron Saint Domingue. La colonización fran-
cesa se hizo desde la isla de La Tortuga, por intermedio de la
“Compagnie des isles d‟Amerique” y la “Compagnie des Indes
Occidentales”, Para profundizar la colonización, el ministro
Colbert escogió al gentilhombre aventurero Bertrand d‟Ogeron,
amigo de los bucaneros y filibusteros. En 1670, Saint Domin-
gue comenzó a funcionar como una verdadera colonia, impor-
tando “engagés” o trabajadores contratados en Europa, espe-
cialmente campesinos bretones y normandos, a los cuales se les
prometía tierras y casas. Posteriormente fueron reclutados a la
fuerza y con engaños obreros y marineros cesantes, hugonotes
y calvinistas, vagabundos y prostitutas. A estas relaciones ser-
viles de producción, pronto se sumaron las esclavistas con la
compra masiva de negros. En 1681, había 6.648 personas, de
las cuales 2.970 franceses y 2.000 africanos, ocupados en unos
treinta ingenios azucareros; el resto eran mestizos dedicados al
comercio y la agricultura.
La prosperidad de esta economía primaria exportadora comen-
zó hacia 1720. Treinta años después, Saint Domingue había
desplazado del mercado azucarero a Brasil, Jamaica, Barbados
y Martinica, convirtiéndose en la principal colonia de Francia
en el Caribe. El auge se acentuó con la necesidad que tuvo Es-
tados Unidos de comprar azúcar a Saint Domingue, a raíz de la
orden dada por Inglaterra a sus colonias azucareras de las Anti-
llas de no venderle productos al país que acababa de indepen-
dizarse. Norteamérica, cuya industria se basaba en gran medida
en las destilerías, se vio obligada a comprar masivamente azú-
car a Saint Domingue que pasó a convertirse en la colonia

3
AMERICO LUGO: Historia de Santo Domingo. Edad media de la
Isla Española. Desde 1566 hasta 1608, Santo Domingo, 1952.

-9-
francesa más rica del mundo.
La inversión metropolitana sobrepasaba los 1.600 millones de
francos, de los cuales más de la mitad correspondía a los co-
merciantes de Burdeos. “Para comprender la importancia eco-
nómica de la colonia, basta señalar que en 1789 las exportacio-
nes francesas totalizaron I 7 millones de libras esterlinas. de las
cuales 11 millones estuvieron dedicados al comercio colonial
de Saint Domingue” (4)

La “sociedad hatera” o ganadera del Santo Domingo español


pasó a depender en gran medida del mercado haitiano, que era
el principal comprador de ganado para los ingenios. Esclavos y
maquinarias necesitaban alimentos y animales de tracción en
una cantidad que sólo podía suministrarla la parte oriental de la
isla. Este comercio, al principio de contrabando, fue oficializa-
do en 1760. A su vez, los colonos franceses revendían al Santo
Domingo español manufacturas y otros productos, establecién-
4
EMILIO CORDERO MICHEL: La Revolución Haitiana y Santo
Domingo, p 22. Santo Domingo, 1968.

- 10 -
dose entre ambas colonias un importante mercado regional que,
de hecho, quebraba en alguna medida los monopolios comer-
ciales francés y español. Un testigo de la época, M. Duclos,
decía de los colonos franceses: “es ventajoso para ellos tener
vecinos españoles que les proveen de todo lo que necesitan,
dándoles la oportunidad de sembrar sus terrenos de azúcar o
índigo y sacarles mayor partido que empleando una parte para
criar animales.” (5)
Como resultado de la tendencia ascendente de esta economía
de plantación, en 1789 se exportaron 163 millones de libras de
azúcar, 68 millones de libras de café y cerca de un millón de
libras de añil. El comercio de Francia “con su colonia represen-
taba cerca de dos tercios de su economía general.” (6). Esta
importancia económica llegó a expresarse en términos de ran-
gos aristocráticos: “La nobleza de Saint Domingue contaba
con los más grandes nombres de Francia, y un colono imperti-
nente podrá en Versalles decir al rey Luis XVI: Señor, vuestra
corte es criolla”.(7)
Efectivamente, más de medio millón de esclavos explotados en
800 ingenios y miles de añilerías y cafetales habían arrojado un
plusproducto tan fabuloso que contribuyó ostensiblemente al
proceso de acumulación originaria para el despegue de la Re-
volución lndustrial, al mismo tiempo que generaba en Saint
Domingue uno de los sectores más ricos de la burguesía fran-
cesa.
Este sector, integrado por los “Grandes Blancos”, se componía
en 1789 de unos 30.000 franceses, que levantaron una ciudad
ostentosa, “Cap Français”, el París de las Antillas. La capa más
ilustrada de esta sacarocracia leía a Voltaire, D‟Alembert,

5
Citado por FRANK MOYA PONS: Manual de Historia Domini-
cana, p. 122, Univ. Católica, Santo Domingo, 1977.
6
L. FRANCO: op. cit. p. 147.
7
Ibid. p. 147.

- 11 -
Montesquieu y Diderot, preparándose para el día del adveni-
miento del autogobierno, que ya se incubaba en los roces coti-
dianos con la metrópoli y su sistema monopólico de comercio.
En el Cabo existían varias logias masónicas y un círculo fila-
delfiano, influido por las ideas de la independencia norteameri-
cana, donde se discutía de política y literatura. Numerosos
dueños de plantaciones vivían en París, los absentistas, que
luego de amasar grandes fortunas con el trabajo de los demás
se marchaban a la metrópoli, dejando sus ingenios a cargo de
otros compatriotas menores, los “petit blanc”.
Estos “pequeños blancos”, en número de 10.000, constituían
una fuerte capa media integrada por medianos y pequeños pro-
ductores de azúcar, café y añil, artesanos (peluqueros, zapate-
ros, panaderos, etc.), notarios, pequeños comerciantes y fun-
cionarios del estado colonial.
Muchos de ellos eran criollos, con cierto rechazo a la “madre
patria”, actitud que los condujo a conspirar desde temprano en
favor de la independencia.
El otro sector medio estaba formado por unos 30.000 mulatos
muchos de los cuales eran propietarios de esclavos y de media-
nos ingenios. Estos “sang-melé” eran denominados “gente libre
de color”. El acelerado proceso de mulatizacion fue producto
de la escasez de mujeres blancas y de la cruza de franceses con
esclavas negras, cuyos hijos pasaron en muchos casos a la con-
dición de libres. “Nosotros no vemos en este país —escribía M.
d‟Aquyan en 1713— nada más que negras y mulatas a quienes
sus amos han dado la libertad a cambio de su doncellez. Y el
Intendente Montholon declaraba, en 1724, que si no se toma-
ban medidas, los franceses han de ser rápidamente como los
españoles, sus vecinos, de los que las tres cuartas partes son
mestizos.” (8)

8
Ibíd., p. 98

- 12 -
Los mulatos eran abiertamente discriminados por la sociedad
blanca. No gozaban de derechos cívicos y eran obligados a
servir en la milicia encargada de perseguir a los cimarrones.
Estaban excluidos de las profesiones de médico o abogado y de
todos los empleos públicos. En las iglesias, teatros y lugares
selectos de diversión tenían asientos separados de los blancos.

Importantes franjas de mulatos lograron acumular sustanciosas


fortunas a base de la explotación de los esclavos en las planta-
ciones, especialmente en la parte sur y occidental de la isla.
“Una fértil parroquia del sur (Jéremie) se hallaba casi entera-
mente en sus manos (...) Los menos ambiciosos se dedicaban a
la vida de los negocios en las ciudades (...) Algunos dicen que
en 1791 poseían la tercera parte de toda la tierra de la colonia y
la cuarta parte de los esclavos; otros, afirman que sólo eran

- 13 -
dueños de un quinto, tanto de aquélla como de éstos.(9) Duran-
te un tiempo lograron enviar a sus hijos a educarse a Francia;
pero en 1777 se les prohibió entrar a la metrópoli, a solicitud
de los colonos. También se les prohibió contraer matrimonio
con blancos en 1778, reivindicación que habían logrado déca-
das antes por vía consuetudinaria. “Puede suponerse —anota
Franco— el odio que engendró esta teoría interminable de dis-
criminaciones e injusticias sociales en los mulatos ricos e ins-
truidos en Europa.” (10)
Como expresión de resentimiento social, los mulatos acentua-
ron el odio racial y de clase hacia los negros libres y, sobre
todo, a los esclavos.
Los esclavos negros y los libertos mulatos se odiaban. Estos no
cesaban de demostrar por la palabra, por sus triunfos en la vida
y mayor parte de sus actividades, la falsedad de la pretendida
superioridad racial (...) Los libertos negros eran menos nume-
rosos, pero su piel era objeto de tal desprecio que un esclavo
mulato se consideraba superior a un negro libre y se hubiera
matado antes de ser esclavo de un negro.” (11)
La clase social más explotada estaba constituida por los escla-
vos, que en 1789 sobrepasaban el medio millón. Sus condicio-
nes de vida eran infrahumanas:
“Desde las cinco de la mañana, la campana los despertaba, y
eran conducidos a golpes de látigo a los campos o a las fábricas
donde trabajaban hasta la noche (...) diez y seis horas diarias
(...) Abatidos por el trabajo de todo el día, a veces hasta la me-
dia noche, muchos esclavos dejaban de cocinar sus alimentos y
lo comían crudos (...) Inclusive las dos horas que les concedían
en medio de la jornada, y las vacaciones del domingo y días de

9
JAMES G. LEYBURN: El Pueblo Haitiano, Buenos Aires, 1946
10
J.L. FRANCO: op. cit. p. 161
11
Ibíd., p. 161

- 14 -
fiesta, no estaban consagradas al descanso, pues debían atender
al cultivo de pequeños huertos donde trataban de encontrar un
suplemento a las raciones regulares (...) Se interrumpían los
latigazos para aplicar al negro castigado un hierro candente en
el cuello; y sobre la llaga sangrienta se le rociaba sal, pólvora,
limón, cenizas (...) La tortura del collar de hierro se reservaba a
las mujeres sospechosas de haberse provocado un aborto, y no
se lo quitaban hasta no producir un niño (...) Un género de
suplicio frecuente aún —dice Vassiére, testigo de la época— es
el entierro de un negro vivo, a quien ante toda la dotación se le
hace cavar su tumba a él mismo, cuya cabeza se le unta de azú-
car a fin de que las moscas sean más devoradoras. A veces se
varia este último suplicio: el paciente, desnudo, es amarrado
cerca de un hormiguero, y habiéndolo frotados con un poco de
azúcar, sus verdugos le derraman reiteradas cucharadas de
hormigas desde el cráneo a la planta de los pies, haciéndolas
entrar en todos los agujeros del cuerpo.” (12)
Los que lograban fugarse de este infierno se integraban a los
grupos de cimarrones que se gestaron durante 80 años de resis-
tencia. El llamado despectivamente “marronage” obligó a los
refinados esclavócratas franceses a firmar en 1782 un tratado,
por el cual se les reconocía la libertad, luego de sucesivas insu-
rrecciones armadas, como las de 1704, 1758 y 1781.
NoeI fue el negro que encabezó una de las luchas más impor-
tantes de los cimarrones de Fort Dauphin. Otro jefe cimarrón
sobresaliente fue François Macandal, que hacia mediados del
siglo XVIII logró huir del trapiche de Lenormand de Mezy, en
el Norte. En las montañas, nucleó a sus compañeros alrededor
del Vodu o Vudú. Era un gran orador, con fama de inmortal,
iluminado y profeta. Un día, metió tres pañuelos en un vaso.
Sacó el amarillo y dijo: “He aquí, los primeros habitantes de
Saint Domingue eran amarillos. He aquí, los habitantes actua-

12
Ibíd., pp 137a41.

- 15 -
les, y enseñó el pañuelo blanco. He aquí, en fin, los que serán
los dueños de la isla; era el pañuelo negro.” (13) Su influencia
se extendió por todo el norte, que era la zona de mayor concen-
tración esclava. En las veladas y prácticas mágicas se relataban
las hazañas de Macandal, que finalmente fue apresado en enero
de 1758. No obstante ser quemado en la hoguera, sus hermanos
negros quedaron convencidos de que François no había muerto
y que reaparecería para
redimir a su gente.
La mezcla de etnias dio
lugar a nueva lengua, el
“creole”, y a un sincre-
tismo religioso llamado
Vodú, que ha sido mo-
tivo de diferentes inter-
pretaciones, como reli-
gión o como práctica
mágica traída de África
y adaptada a la realidad esclavista de Saint-Domingue. El Vo-
dú, a través de sus concreciones sincretistas, fue un medio de
resistencia de los negros a la explotación, facilitando la crea-
ción de “sociedades secretas cuyas reuniones se hacían en el
fondo de los bosques (...) Sin duda, esas reuniones tomaron con
el tiempo un carácter francamente político, pero puede asegu-
rarse que fueron ante todo culturales.” (14) Por eso, el Vodú fue
perseguido tenazmente por la administración colonial.
El Estado Colonial francés fue tan represivo, autoritario y mo-
nopólico como el español y, en algunos aspectos, fue más rígi-
do, pues prohibía la organización municipal. No permitía Ca-
bildos ni estructuras institucionales provinciales. Recién con el

13
Ibíd., p. 171
14
JEAN PRICE-MARS: Ansi Parle l‟Oncle. Essais d‟Ethnographie,
Portau-Prince, 1928.

- 16 -
advenimiento de la Primera República Francesa se autorizó la
formación de municipios.

A la cabeza de la administración colonial de Saint-Domingue


estaba el Gobernador, quien centralizaba prácticamente todas
las actividades, desde las económicas hasta las de Justicia, pa-
sando por el nombramiento de los militares y empleados públi-
cos, la concesión de tierras, la fijación de impuestos, etc. Su
labor era complementada por el Intendente, que se encargaba
de las finanzas, de los servicios públicos y del mantenimiento
de las Fuerzas Armadas, con la cual colaboraban una milicia de
blancos y otra de mulatos y libertos.

Causas de los primeros aprestos independentistas


de la sacarocracia

Al igual que en el proceso independentista de las colonias his-


panoamericanas, hubo en Saint-Domingue causas de estructura
y de coyuntura. Entre las primeras cabe destacar el descontento
de los colonos por los términos desiguales de intercambio, los
elevados precios de los artículos manufacturados en contraste
con los bajos precios de los productos de exportación mediante
un sistema cerrado de monopolio mercantil, que impedía a los
esclavócratas comerciar libremente, en especial con Estados
Unidos. La apertura de ocho puertos libres con este país, en
1784, no hizo más que acrecentar los apetitos de la sacarocra-
cia criolla, produciendo un efecto similar al de las Reformas
Borbónicas en hispanoamérica. En 1789 entraron 684 barcos
norteamericanos con harina y manufacturas a precios más ren-
tables llevándose en cambio toneladas de azúcar para las desti-
lerías estadounidenses.
Asimismo, los colonos protestaban contra los comerciantes

- 17 -
monopolistas que hacían el tráfico negrero porque solamente
vendían al contado y a precios especulativos. Paralelamente, a
los productores de Saint Domingue no se les permitía refinar el
azúcar, cuya producción debía destinarse totalmente a las refi-
nerías de Burdeos, Nantes y Marsella. “Si a las colonias se les
autorizaba a fabricar azúcares blancos, las refinerías metropoli-
tanas se hubieran estimado amenazadas.” (15) Más aún, los mo-
nopolistas de Nantes se opusieron a que los colonos transfor-
maran el cacao en chocolate.
El monopolio comercial era tan rígido que impedía el comercio
libre entre un puerto y otro de la misma colonia. Demás está
decir que no se permitía a los colonos el tráfico negrero directo
con África. “Desde 1748, una memoria del comercio de Nantes
se opone a que la Compañía de Indias permita ese tráfico a los
antillanos, y pide se exija a los gobernadores que no toleren se
vulnere esa prohibición. Aún después de 1763, cuando el co-
mercio negrero tomó la iniciativa de pedir la apertura de nue-
vos puertos al tráfico de esclavos, no consintió el monopolio
nantés en que ese favor se extendiera a las colonias antilla-
nas.”(16) Ni siquiera se dejó a los colonos hacer el comercio de
cabotaje que solicitaron en 1755. Otro motivo de descontento
de los criollos era que no tenían ningún tipo de representación
en las instituciones del Estado Colonial.
En ese clima de opresión colonial se encontraba la sacarocracia
criolla cuando ocurrió un fenómeno político de extraordinaria
importancia: la independencia de Estados Unidos, que demos-
traba a escasas millas de distancia la posibilidad de romper el
nexo colonial. En tal sentido, la influencia de la independencia
norteamericana fue decisiva para que los colonos de Saint-
Domingue se decidieran a luchar por el autogobierno. Pero no
tenían claro si convenía implantar una república o un gobierno

15
GASTON MAR FIN: L‟Ere des Négriers(1714-1774), París 1931.
16
J.L. FRANCO: op. cit. p. 135.

- 18 -
monárquico constitucional, legitimado por el Rey de Francia.
Los más moderados aspiraban a cierto grado de autonomía
similar al de las islas británicas del Caribe.
Entretanto, acaeció otro hecho coyuntural —la Revolución
Francesa de 1789— que trastornó todos los planes y obligó a
formular otros. Los esclavócratas de Saint-Domingue aprove-
charon la situación para presentar, ante los Estados Generales
de 1789, sus quejas por el poder absoluto de los Gobernadores
y el monopolio comercial, siendo sus portaestandartes los pro-
pietarios absentistas, organizados en un club secreto de París
llamado „Massiac”.
Sin embargo, temían a la dinámica social y al programa de la
Revolución Francesa, aún del período moderado de los giron-
dinos, sobre todo la expropiación y distribución de tierras de la
nobleza y los vientos igualitarios que corrían en la metrópoli,
porque atentaban contra el régimen esclavista y la discrimina-
ción étnica.
Este fenómeno no ha sido debidamente evaluado en su dimen-
sión histórica. Las aspiraciones autonomistas de los residentes
en la colonia se enfrentaron a un hecho inesperado y sin prece-
dentes: una revolución social en la capital del imperio. Un
acontecimiento que no era un mero cambio de gobierno sino
una revolución que liquidaba todo un sistema social, económi-
co y político, terminando definitivamente con un modo de pro-
ducción e implantando otro en una nueva Formación Social
que, inclusive, cambiaba el carácter del Estado. En fin, una
revolución social que sacudía todos los cimientos del Antiguo
Régimen y que, por consiguiente, afectaba desde sus raíces las
relaciones de propiedad y de producción.
Era la primera vez en la historia que las colonias se encontra-
ban frente a una revolución social acaecida en el corazón mis-
mo del imperio. Este fenómeno no se había producido en nin-
gún imperio anterior, ni en el inglés y holandés, ni tampoco se

- 19 -
iba a dar con España y Portugal. El hecho de que la burguesía
norteamericana no tuviera que enfrentar una situación como la
de Francia, le permitió conservar las relaciones esclavistas de
producción, ya que no fue afectada por una metrópoli sacudida
por corrientes igualitarias. Del mismo modo, la oligarquía crio-
lla de las colonias hispano-lusitanas de América no se vio
conmovida por puntuales procesos revolucionarios en las me-
trópolis, hecho que facilitó la perpetuación de relaciones servi-
les y esclavistas y, sobre todo, el monopolio de la propiedad
territorial. En cambio, la revolución social de la metrópoli
francesa hizo entrar en crisis el sistema de dominación de los
esclavócratas de la colonia de Saint Domingue, obligándolos a
reajustar sus planes de autonomía política.
La Asamblea de Francia accedió en gran parte a la autonomía
solicitada por los colonos blancos de Saint Domingue, pero
insinuó la necesidad de otorgar derecho de voto a los mulatos,
proposición que fue rechazada por la sacarocracia. Los grandes
propietarios de plantaciones continuaban, en el fondo, siendo
monárquicos, al igual que los militares y altos empleados de la
burocracia colonial, alarmados por la radicalización y el carác-
ter plebeyo que adquiría la revolución francesa al pasar Robes-
pierre y Marat a los puestos de comando. De este modo, se
produjo un proceso de diferenciación política entre los colonos
blancos. Un sector, “los pequeños blancos”, era partidario de la
Primera República y de un gobierno autónomo en la isla. Otro,
era abiertamente contrarrevolucionario. Un tercer grupo, mino-
ritario pero poderoso, representaba al nuevo gobierno francés,
aspirando a contar con el apoyo de los mulatos ricos.
La situación hizo crisis cuando llegó en 1791 la noticia de que
la Asamblea Francesa había otorgado el derecho de voto a los
mulatos. El representante mulato, Julien Raymond, dijo en esa
Asamblea un discurso en el que se entrecruzaban los intereses
de clase con los políticos. Ante todo, ofreció al gobierno fran-
cés el apoyo de los mulatos para combatir cualquier rebelión de

- 20 -
los esclavos negros. “Supondréis a los mulatos bastante locos,
poseyendo, como poseen, la cuarta parte de los esclavos y la
tercera parte de las tierras (...) ¿Qué importa que seáis blancos?
¿Qué importa que nosotros seamos mulatos? Unos y otros so-
mos propietarios, unos y otros poseemos esclavos y tierras, y
somos, por consiguiente, aliados naturales.” (17)
No obstante, la mayoría aplastante de los blancos criollos se
opuso violentamente a la resolución de la Asamblea Francesa,
planteando de hecho la ruptura con la metrópoli y amenazando
con solicitar la protección inglesa. Para neutralizar a los mula-
tos, un sector de grandes propietarios blancos trató de hacer un
acuerdo con ellos, ofreciéndoles participación política en las
asambleas locales y la posibilidad de casarse con blancas.
Se produjo entonces la siguiente paradoja: de criollos que des-
conocían el poder central del imperio colonial, en pos de la
autonomía política, pero que objetivamente jugaban un papel
contrarrevolucionario al oponerse a las medidas progresistas e
igualitarias proclamadas por el gobierno republicano surgido
de la Revolución Francesa. Más todavía, la sacarocracia plan-
teó sin embargo su decisión de formar el Partido Realista para
luchar por el restablecimiento de la monarquía, que se resistía a
morir en la Francia de la Vendée. Al comentar las acciones
contrarrevolucionarias de los plantadores de Saint-Domingue,
Jean Jaurés decía: “Desde 1789, la gran isla de Santo Domingo
fue como una Vendée burguesa, capitalista y esclavista.” (18)
La segunda paradoja fue que los esclavócratas, viéndose perdi-
dos y carentes de fuerzas, tuvieron que recurrir al apoyo de sus
esclavos, prometiéndoles reducir las jornadas de trabajo, en
nombre del Rey. De este salto al vacío ni siquiera alcanzaron a
arrepentirse, porque pronto se iniciaba la gran rebelión negra

17
JEAN JAURES: Historia Socialista de la Revolución Francesa.
Tomo II, Buenos Aires, 1946.
18
(Ibid.

- 21 -
que iba a terminar con sus cabezas.

La revolución social de los esclavos

Los esclavos, que hasta ese momento estaban a la expectativa,


aprovecharon las contradicciones entre los blancos y entre és-
tos y los mulatos. Con sapiencia táctica, al servicio de su estra-
tegia de liberación, aceptaron el ofrecimiento de sus amos, que
era lo más tangible, pues no se tenía ninguna noticia de Francia
sobre la abolición concreta de la esclavitud. Se dio, así, la ter-
cera gran paradoja: que los esclavos lucharon por un tiempo
junto a sus amos, a favor de la monarquía.
La insurrección negra fue iniciada por Boukman, esclavo ori-
ginario de Jamaica, en la rica y poblada zona norte de la isla.
Esa noche, en medio de danzas y del ritual Vodú, recitó en
“creole”:
“El Dios de los blancos ordena el crimen,
el nuestro solicita acciones.
Pero ese Dios tan bueno (el nuestro),

- 22 -
nos ordena la venganza.
Él va a conducir nuestros brazos
y darnos asistencia.
Destruyamos la imagen del Dios de los blancos
que tiene sed de nuestras lágrimas,
escuchemos en nosotros mismos
el llamado de la libertad.(19)

A la rebelión de Boukman, acompañado por Jean François y


Biassou que arrasó con ingenios y cafetales, pronto se sumó
Toussaint Louverture, descendiente de familia negra esclava,
liberto, curandero de campo y cochero; de vasta cultura pues
conocía a Plutarco y otros clásicos griegos, las teorías humanis-
tas del abate Reynal y estaba informado de los avances de la
“Société des Amis des Noirs‟‟ ,integrada por Mirabeau, Con-
dorcet y otros humanistas que bregaban por el término de la
trata de negros.
La insurrección ganó nuevos líderes con la incorporación de
Jean Jacques Dessalines, antiguo esclavo, carpintero, y Henri
Christophe, camarero negro de un hotel de la isla. Pronto se
generalizaba y consolidaba en la parte norte, donde existía la
mayor concentración de esclavos. Un documento enviado a las
autoridades francesas, manifestaba alarmado: “Cien mil negros
se han sublevado en la parte norte; más de doscientas haciendas
“(20)
Los curas se dividieron: unos, a favor de los blancos; y otros,
junto a los negros, entre ellos el abate de la Haya, cura de Don-
don, y los padres Sulpice y Phillipe, quienes colaboraron con
los revolucionarios negros en la redacción de documentos y
proclamas. A la acción de los curas de avanzada, se sumaba la

19
J.L.. FRANCO: op. cit. p. 208.
20
J.L. FRANCO: Documentos para la Historia de Haití, Archivo
Nacional, La Habana. 1954.

- 23 -
influencia del Vodú, que agitaba a los negros, “exaltando su
acometividad y audacia por medio de amuletos y objetos reli-
giosos, Los que caían en los combates, morían sin pensar, con
la esperanza de revivir en África.”(21)

La insurrección negra, combinada con la rebelión de los blan-


cos monárquicos, llevaba ya cerca de dos años cuando en 1793
llegaron Comisionados del gobierno francés para pacificar la
isla, ratificar las leyes a favor de los hombres libres de color y
reprimir la insurrección de los negros. Entonces, los esclavos
redoblaron su oposición al gobierno republicano, que quería
perpetuar su miserable condición. Por su parte, la sacarocracia
realista enfrentó abiertamente a dichos comisionados, desenca-
denando una guerra que produjo graves pérdidas en el Cabo, la
ciudad más importante de la isla.
Cuando llegó la noticia de la ejecución del rey Luis XVI y el
consiguiente estallido de la guerra de Inglaterra y España con-
tra Francia, “los blancos de .todos los partidos cesaron de com-
batirse y se coligaron para entregar el territorio al extranje-

21
Ibíd., p. 228

- 24 -
ro.”(22) Los españoles de la parte este de la isla entregaron ví-
veres y armas a los negros, con el objeto de enfrentar el des-
embarco de los ingleses. Un nuevo ingrediente se agregaba al
ya multifacético proceso de esta colonia francesa: una guerra
internacional.
Ante la perspectiva de una irremediable derrota, los Comisio-
nados del gobierno republicano francés solicitaron el apoyo de
los esclavos, prometiéndoles la libertad. Un sector de negros
acudió al llamado, pero otro se mantuvo transitoriamente al
lado de los monárquicos. Los mulatos, a su vez, estaban entre
dos fuegos porque como dueños de esclavos no les convenía la
medida abolicionista, pero por otro lado respaldaban la Repú-
blica por haberles concedido el derecho a voto y formulado
otras promesas igualitarias.
Con el objeto de definir drásticamente una situación que se
hacía insostenible, los Comisionados decidieron decretar la
abolición de la esclavitud el 29 de agosto de 1793, medida rati-
ficada seis meses después por la Convención de la Primera
República francesa, entonces liderada por Robespierre. En
marzo de 1794, los esclavos dirigidos por Toussaint se pasaron
a las filas republicanas, sin renunciar a la lucha por la indepen-
dencia política. El delegado francés en Saint-Domingue, Polvé-
rel, escribía alborozado: „Toussaint Louverture, uno de los tres
jefes de los africanos realistas coligados con el gobierno espa-
ñol, ha conocido al fin sus verdaderos intereses y los de sus
hermanos, ha sentido que los reyes jamás podrían ser amigos
de la libertad y de la igualdad. Combate ahora por la República
al frente de un fuerte ejército.”(23)
Se demuestra así que la posición de Toussaint de apoyar a uno
u otro sector de blancos —o mejor dicho, de aprovecharse de la

22
Ibíd., p. 228
23
HORACE PAULEUS SANNON: Historie de Toussaint-
Louverture, Portau-Prince, 1938.

- 25 -
pelea entre blancos— estuvo siempre motivada por un objetivo
estratégico: la liberación de sus hermanos negros. Años des-
pués, el delegado francés Laveaux opinaba sobre Toussaint “no
peleaba más que por la libertad de los negros; se le había dicho
que sólo un rey podía conceder esta libertad general. Cuando,
en esa época, yo pude probarle que la Francia Republicana
concedía esta libertad, él se colocó bajo el pabellón trico-
lor.”(24)

Paralelamente, los mulatos en su gran mayoría continuaban


apoyando a la administración colonial, ahora remozada y bar-
nizada con las ideas Grabado del rey Henri I Christophe de una
metrópoli republicana y, por momentos, jacobina y plebeya.
Los mulatos, dirigidos por Bauvais, Rígaud, Petion y Villate
lograron rechazar la invasión inglesa en el sur y oeste de la isla.
En compensación por estas acciones, los comisarios franceses,
Sonthonax y Polverel, delegaron el mando de la ciudad del

24
(24) J.L. FRANCO: Historia (...) op. cit. p. 240.

- 26 -
Cabo a Villate, quien logró de este modo atraer a esa zona a
gran parte de los mulatos de Saint-Domingue. Cuando La-
veaux, Gobernador general de la isla, partidario de Toussaint,
quiso controlar el poder de Villate, los mulatos lo apresaron.
Entonces, comenzó un nuevo proceso en el ya complejo esce-
nario de la revolución haitiana: una violenta hacha de clanes
entre negro, y mulatos que adquirió los caracteres de guerra
civil. Aunque este enfrentamiento tuvo matices étnicos, la con-
tradicción principal fue clasista, porque los mulatos eran en su
mayoría propietarios de plantaciones y aspiraban a seguir ex-
plotando a los esclavos, mientras que estos habían roto con un
pasado que se resistía a morir.
En marzo de 1796, Toussaint, apoyado por Dessalines, se puso
al frente de un poderoso ejército que aplastó rápidamente a
Víllate, liberando al gobernador Laveaux, quien nombró a
Toussaint como segunda autoridad de la isla. Varios mulatos,
entre ellas Villate, fueron deportados, mientras otros, liderados
por Rígaud, continuaron oponiéndose al Gobernador, sobre
todo en la zona sur, y protestando por la designación de un
negro, como Toussaint, en tan alto cargo.
El ejército mulato, que se componía de unos 8.000 hombres,
cometió una masacre de negros, que obligó a Toussaint a reini-
ciar la ofensiva, aplastando nuevamente a Rigaud.(25) En febre-
ro de 1799 volvió a estallar la guerra civil entre negros y mula-
tos, que no fue una guerra por el color de la piel, sino por pro-
fundas contradicciones de clase. “Tanto Rigaud como Tous-
saint negaron vigorosamente que la guerra tuviera un carácter
racial. „„(26)
Petion reforzó el ejército mulato de Rigaud, pero Toussaint,
Dessálines, Christophe y otros jefes lograron un triunfo decisi-

25
VICTOR SCHOELCHER: Vie de Toussaint-Louverture, París
1889.
26
J.L. FRANCO: Historia (...) op. cit. p. 271.

- 27 -
vo el 1º de agosto de 1800. Miles de mulatos huyeron a Cuba y
Francia, facilitando sin proponérselo la tarea de Toussaint. Los
blancos habían sido exterminados u obligados a salir fuera del
país: “En Filadelfia, Baltimore y New York se contaban más de
10.000(...) otros se habían puesto a salvo en Francia, Louisiana
y Antillas.”(27)
Sin embargo, los blancos monárquicos no cejaban en sus pro-
pósitos, que ya no se limitaban a la restauración de la reyecía,
sino que también aspiraban a derrotar al ejército negro para
reimplantar las relaciones esclavistas de producción en sus an-
tiguos ingenios.
Para llevar adelante ese plan contrarrevolucionario, reafirma-
ron su decisión de entregar la isla a Inglaterra con la condición
de obtener ayuda militar. Los británicos, que estaban en guerra
con Francia, otorgaron prestamente la colaboración. Más aún,
se pusieron al frente de una escuadra con miles de soldados,
que invadieron la isla por la parte occidental. Las tropas ingle-
sas, comandadas por almirantes que habían derrotado a la “In-
vencible” y a los batallones españoles y franceses, fueron
aplastados por la capacidad militar y el odio ancestral de
48.000 negros, comandados por Toussaint.
Fue una guerra internacional —nuevo factor que se entrelazó
con otros en el proceso haitiano— que demostró la entereza y
habilidad de un pueblo oprimido, capaz de derrotar a la poten-
cia naval más importante de la época. Una guerra internacional
en la que también participó España, junto a Inglaterra, tanto
para derrotar a la Francia Republicana como para restaurar el
régimen esclavista de una isla que podría contagiar al resto de
las colonias, también sometidas a las relaciones de producción
esclavistas. Los ingleses tenían mucho que perder en Jamaica,
Barbados y otras islas antillanas, si sus esclavos imitaban el

27
Padre A. GABON: Notes sur l‟Histoíre Religicuse d‟Haiti, Portau-
Prince. 1933.

- 28 -
ejemplo de Saint-Domingue. El mismo riesgo corrían los espa-
ñoles en Cuba, Puerto Rico, Venezuela y otras colonias, cuyas
riquezas se basaban en el trabajo esclavo. Ni qué decir de Por-
tugal que se apropiaba del plusproducto que generaban los in-
dios del Brasil.
Por consiguiente, estas potencias internacionales se coaligaron
para tratar de aplastar la revolución anticolonial social más
relevante de esa época y una revolución de carácter social co-
mo la francesa. Pero mientras ésta respetaba —dentro de sus
profundos cambios— la propiedad privada, los esclavos cris-
tianos estaban liquidando, por primera vez en la historia, las
relaciones de propiedad.
Los imperios coordinaron su acción en un intento desesperado
por ahogar en sangre la revolución social de los esclavos. Por
el lado este de la isla estaban las tropas españolas acantonadas
en la colonia de Santo Domingo, a pesar del Tratado de Paz
con Francia (1797), alarmadas por la posibilidad de extensión
del proceso revolucionario. El gobernador español de Santo
Domingo, Joaquín García, sostenía que Toussaint quería pro-
pagar la revolución “a Jamaica, Cuba y al seno mexicano.”(28)
Los ingleses invadieron por el lado oeste, tratando de ganar el
apoyo de un sector de los mulatos. Pero se encontraron con
tropas tan disciplinadas como las que comandaba Whitelocke,
el mismo que más tarde dirigiera la invasión inglesa del Río de
la Plata. En menos de una semana, Dessalines y Morner “toma-
ron por asalto siete campamentos fortificados de los ingleses.
Estos evacuaron completamente los distritos del Oeste a cam-
bio de la protección de las vidas y propiedades de los habitan-
tes franceses que se encontraban bajo la dominación británi-
ca.(29) Toussaint, ahora apoyado por el mulato Rigaud, inició la
ofensiva final.

28
J.L.. FRANCO: Documentos... op. cit.
29
J.L. FRANCO: Historia... op. cit. P 259.

- 29 -
En enero de 1798 los ingleses se batían en retirada ante la arro-
lladora campaña del ejército negro, pidiendo clemencia no obs-
tante las atrocidades que habían cometido contra la población.

El 31 de agosto de ese mismo año se firmaba la paz entre


Toussaint y el general inglés Maitland, sobre la base de la eva-
cuación total de las tropas invasoras, que en un comienzo cre-
yeron haber sido enviadas a un paseo militar en aquella isla de
negros. El paseo les costó miles de hombres muertos y heridos
y una pérdida de 5 millones de libras esterlinas, según el inves-
tigador inglés Fortescue en su libro History of the British

- 30 -
Army(30), en una guerra que se prolongó cerca de cinco años.

Toussaint de Lourverture y
el primer gobierno de ex-esclavos

Toussaint emergió de la guerra contra los ingleses como un


líder nacional y social, que no sólo había derrotado a un ejérci-
to invasor extranjero sino también consolidado la libertad de
los esclavos, que constituían al 90% de la población de Saint-
Domingue. Nunca proclamo formalmente la independencia
política, pero las iniciativas autonomistas tomadas por Tous-
saint convirtieron de hecho a Saint-Domingue en un país inde-
pendiente, hecho que pronto suscitó la intervención armada de
la metrópoli francesa.
Toussaint impuso medidas de emergencia para reorganizar la
economía devastada por una década de guerra y, al mismo
tiempo, una política económica de largo alcance que permitiera
remontar la grave crisis del país que nada. Para solucionar el
problema inmediato de la hambruna, solo recurrió a una regre-
siva forma de producción heredada de la colonia, dictando un
decreto que hacía obligatorio el trabajo de los ex-esclavos en
sus antiguas plantaciones, para lo cual hizo un llamado a cier-
tos propietarios blancos en un contradictorio y retrógrado in-
tento de conciliación nacional de clases. En la base de esta acti-
tud de Toussaint estaba su carácter de líder de los libertos que,
antes del estallido revolucionario hablan constituido una capa
intermedia entre los esclavócratas y los esclavos. De ahí tam-
bién sus vacilaciones políticas ante el pedido francés y su falta
de decisión para reclamar formalmente la independencia políti-
ca.
Toussaint no permitió que se parcelaran las grandes plantacio-
nes, con el fin de que los campesinos trabajaran allí por la ali-

30
J.L. FRANCO: Historia... op. cit. p. 258

- 31 -
mentación y un cuarto del producto de la cosecha. Las otras
partes del sobreproducto social se la apropiaban los propieta-
rios de los ingenios y el Estado. En la política económica de
Toussaint, el Estado jugaba un papel relevante en la produc-
ción, práctica novedosa en aquella época librecambista del “de-
jar hacer, dejar pasar”.
Los ex-esclavos quedaron adscritos a las antiguas propiedades
donde hablan trabajado, pero ahora en calidad de campesinos
libres. Se abrió así una fase de transición entre el modo de pro-
ducción esclavista y un capitalismo incipiente, caracterizado
por el papel dinámico del Estado en la economía y un sector de
propietarios blancos y mestizos que daban trabajo a campesi-
nos que percibían una forma de salarios en especies, evaluado
en la cuarta parte de la producción total por ingenio o empresa.
Otra relación de producción impuesta por Toussaint fue el
arrendamiento de tierras por los ex-esclavos.
La venta de tierras debía hacerse con previa autorización de los
municipios para evitar la subdivisión incontrolable de los gran-
des ingenios azucareros, proceso que podía conducir a la brus-
ca disminución de la producción y a la proliferación de mini-
fundios improductivos.
Se ha criticado a Toussaint por haber hecho concesiones a un
sector de propietarios blancos y por imponer el trabajo obliga-
torio de los campesinos.
El hecho objetivo es que bajo Toussaint el trabajo fue regla-
mentado y hasta vigilado militarmente, pero pagado en un
monto igual a la cuarta parte del producto de la hacienda. Esta
forma de pago ha sido calificada por algunos autores como
relación servil o feudal de producción, tesis que tampoco com-
partimos porque los propietarios del ingenio o el Estado no
eran señores feudales ni exigían a los campesinos un trabajo
servil no remunerado.
De todos modos, se fue generando una elite militar de negros y

- 32 -
mulatos que lentamente se iba apropiando de parte del exce-
dente por vía de la centralización económica del Estado. Tous-
saint tampoco pudo liquidar los latifundios en manos de los
grandes propietarios blancos y mulatos. Su objetivo inmediato
era reconstruir la economía sobre las cenizas dejadas por el
conflicto armado.
En medio de la guerra social e internacional, Toussaint procu-
raba mantener ciertos niveles de producción, prohibiendo el
pillaje y la devastación. “Los ingenios de los campos del Cabo
notablemente trabajaban bien. Cuarenta y ocho fueron en 1797
valorados al precio de 545.050 libras por año (...) Los comer-
ciantes reabrieron sus establecimientos y almacenes y los ne-
gocios se reiniciaron en el norte.”(31) En 1800, ya estaban en
plena producción algunos rubros fundamentales de exporta-
ción, como lo demuestra el siguiente cuadro comparativo.

1789 1800

Azúcar bruto 93.573.000 libras 62.382.200 libras

Azúcar terre 47.516.331 libras 31.677.688 libras

Café 76.835.219 libras 51.223.478 libras

Algodón índigo 7.004.274 libras 7 405.450 libras

El periódico francés, “Press”, admitía que “más de treinta mi-


llones de productos colonialistas, almacenados o en plena reco-
lecta, testimoniaban la buena administración de Toussaint.”(32)
En síntesis, Toussaint fue capaz de levantar con el esfuerzo de

31
Ibid. p. 252.
32
Ibíd., p. 293.

- 33 -
sus hermanos negros al país de la ruina de un decenio, aproxi-
mándose en algunos rubros a los dos tercios y en otros a más
de la mitad de lo producido en el momento de auge de la eco-
nomía colonial.

La liberación de los esclavos se


propaga a Santo Domingo español

Casi al final del siglo XVIII, el Santo Domingo español era


sacudido por una rebelión de esclavos, fuertemente influencia-
dos por los sucesos de la parte francesa de la isla. A cinco años
del levantamiento de Toussaint, en diciembre de 1795, los es-
clavos de la colonia española comenzaron a rebelarse. En octu-
bre de 1796, doscientos esclavos de la principal hacienda, “el
llamado ingenio de Roca de Nigua, propiedad de don Juan de
Oyarzábal, se levantaron en armas haciendo huir a su propieta-
rio, destrozando e incendiando los cañaverales y los edificios. y
matando los animales que encontraron.”(33)
El ejército colonial, reforzado con un contingente de Puerto
Rico, masacró centenares de esclavos; el resto se atrincheró
“aprovechando las fortificaciones del ingenio contra los piratas.
Es significativo que, como en años posteriores, fueron esclavos
de plantaciones los que se rebelaran intentando extender el
proceso de Haití.”(34) Esto demuestra que las condiciones esta-
ban preparadas para que los esclavos de la colonia española
recibieran con entusiasmo a sus hermanos de la parte francesa
recién liberados, hecho que comenzaba a rumorearse luego del
Tratado de Basilea (1795), por el cual España había cedido
Santo Domingo a Francia.
Los opositores a este Tratado eran los esclavócratas, la buro-
cracia colonial española y los comerciantes. Los comisionados

33
FRANK MOYA PONS: op, cit p. 173.
34
R. CASSA: op. cit. Tomo I p. 192.

- 34 -
franceses tampoco querían que se aplicara de inmediato porque
temían que la revolución social negra tomara el poder en toda
la isla. Ante un pedido de Toussaint para que se pusiera en
práctica el Tratado de Basilea, los delegados franceses se nega-
ron: “el gobierno francés no quería que los negros de Saint
Domingue pasaran a la parte española encabezados por Tous-
saint, quien de una manera u otra se las ingeniaría para conso-
lidar también su jefatura en esta parte de la isla y sería más
difícil todavía arrancar de sus manos un liderazgo que, aunque
ejercido en nombre de Francia, resultaba inconveniente para
los planes imperiales de Napoleón Bonaparte y la burguesía
francesa. Tanto Roume como el general Antonio Chanlatte,
quien quedó en Santo Domingo en su lugar como Comisionado
francés, tenían órdenes de no ocupar la parte española a menos
que no fuese con tropas especialmente enviadas desde Francia
para ello.”(35)
Así se dio el caso paradójico de que los Comisionados france-
ses se enfrentaron militarmente a quienes querían llevar a la
práctica el Tratado de Basilea que favorecía a Francia. Cuando
Toussaint dio un paso más en pos de la liberación de los escla-
vos, organizando una expedición para tomar posesión de La
parte española de la isla, en nombre de Francia, se encontró
con que los primeros enemigos eran los franceses, liderados
por Chanlatte y Kerverseaux, al frente de 900 hombres.
En enero de 1801, Toussaint ocupó Santo Domingo, decretan-
do de inmediato la abolición de la esclavitud. El grueso de la
clase dominante huyó a Venezuela, Cuba y Puerto Rico, a pe-
sar de que Toussaint en su primera proclama garantizó la vida
de todos los habitantes, instándolos a volver a sus trabajos ha-
bituales. El esclavócrata Gaspar de Arredondo y Pichardo, es-
cribió en su Memoria de 1805: “El negro Toussaint hizo publi-
car un indulto para que se restituyesen a sus hogares, prome-

35
F. MOYA PONS: op. cit. pp. 187 y 188.

- 35 -
tiéndoles seguridad y protección del gobierno. Con esto ya po-
co a poco fueron volviendo los vecinos a ocupar sus casas.”(36)
A continuación destilaba su resentimiento: “En un baile que
dieron para celebrar la entrada de Moyse, antes de la venida de
la armada francesa, se me hizo la gran distinción por el basto-
nero de sacarme a bailar con una negrita esclava de mi casa,
que era una de las señoritas principales del baile, porque era
bonita, y no tuvo otro título ni otro precio para ganar su liber-
tad, que la entrada de los negros en el país con las armas de la
violencia (...) En ese gobierno el primero de los delitos era ser
blanco y haber tenido esclavos.(37)
Toussaint implementó un plan de emergencia, decretando que
el peso fuerte español pasara de ocho reales a once; obligó a los
habitantes a trabajar en sus antiguas tierras, limitando la parce-
lación de las haciendas, como había propuesto en Saint Do-
mingue. Puso énfasis en los cultivos de exportación, eliminan-
do todos los impuestos de exportación establecidos por el Esta-
do colonial español. Al decir de Moya Pons: “la política agraria
de Toussaint tendía a erradicar el sistema laboral tradicional
dominicano.”(38)
Después de suplantar los Cabildos por los municipios. Tous-
saint “se retiró por Azua y San Juan colmado de las bendicio-
nes de los dominicanos, sensibles entonces a sus beneficios
como más tarde lo fueron a las crueldades de Dessalines y a las
perfidias y vejaciones de Boyer. Así se estableció en este terri-
torio bajo la bandera francesa la dominación „del primero de

36
GASPAR DE ARREDONDO Y PICHARD: Memoria de mi salida
de la isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805, en Invasiones
Haitianas de 1801, 1805 y 1822, Academia Dominicana de la His-
toria. Ed. del Caribe p. 129, República Dominicana 1955.
37
Ibíd., PP. 132 y I 34.
38
E. MOYA PONS: op. cit, p. 194

- 36 -
los negros‟ como él mismo se apellidaba.”(39)

A su vez, el gobernador de Santo Domingo, Joaquín García,


comunicaba al Rey el 24 de febrero de 1801, desde el exilio en
Maracaibo, que los pueblos se intimidaron ante Toussaint, “se
fueron entregando sucesivamente. El alentó su marcha siempre
adelante sin esperar reconvenciones, y aunque se le opuso al-
guna resistencia de que resultó alguna sangre, no pudo ser sino
con respecto a una cortísima guarnición y ningún apoyo del
País que sólo aspiraba a asegurar sus posesiones de la rapaci-
dad de una negrada que así lo ofrecía (...) Cada día se propaga-
ban más y más sus pretensiones (...) alargó sus ideas hasta
comprender todos los caudales del Rey, libros y papeles, siem-
pre con apariencias de violencia, pero prestándose a condicio-
nes regulares para lograrlo; en términos que a cada cuerpo, y
aun a mí mismo me fijó el día de salir porque convenía, antes

39
ALEJANDRO LLENAS: Invasión de Toussaint-Louverture, en
Invasiones Haitianas... op cit. PP. 187 y 188. Ver también JUAN
BOSCH: Composición Social Dominicana. pp. 118 a 120. Ed. Al-
fa y Omega, Santo Domingo. 1978.

- 37 -
de que se alterase la buena inteligencia (...) según me ofreció el
Negro, si es que puede esperarse de él cumplimiento de cosa
alguna.”(40)
Estos documentos, además de expresar el odio y la discrimina-
ción racial de los blancos respecto del “negro y la negrada”,
muestran claramente que el ejército de ex-esclavos derrotó de
manera aplastante a las fuerzas españolas, respaldadas por los
generales franceses, y al mismo tiempo la capacidad de Tous-
saint para reactivar la producción de la zona española ocupada
por sus huestes, en colaboración con los esclavos y demás ex-
plotados de esa parte de la isla.
Toussaint reorganizó, con gran visión de estadista, la Adminis-
tración de la isla unificada. Normalizó las finanzas y organizó
una policía marítima para combatir el contrabando. Quebró de
facto el monopolio francés al estimular el libre comercio con
Inglaterra y, sobre todo, con Estados Unidos, aspiración larga-
mente acariciada por los colonos. Abrió escuelas para educar a
sus hermanos ex-esclavos. Hizo un monumento conmemorati-
vo de la abolición de la esclavitud. Se preocupó de garantizar la
tolerancia religiosa. Y dio los primeros pasas para fomentar la
in- dustria nacional.
El 9 de julio de 1801 convocó una Asamblea Constituyente,
que aprobó la primera Constitución de la isla unificada. Al re-
frendar esta Constitución, que lo nombro Gobernador vitalicio,
sin consultar a Francia, Toussaint estaba de hecho implantando
la autonomía política, aunque no lo declarara de modo expreso.
De ahí, a la independencia política no faltaba más que la pro-
clamación formal de la ruptura del nexo colonial.

40
FRAY CIPRIANO DE UTRERA: Toussaint-Louverture aniquila
el Batallón Fijo de Santo Domingo, en Invasiones Haitianas... op.
cit. Pp. 228 y 229.

- 38 -
La invasión de las fuerzas napoleónicas

La respuesta colonialista no se hizo esperar. En 1802, en repre-


sentación del gobierno francés, Napoleón envió una poderosa
expedición integrada por 86 barcos y cerca de 30.000 veteranos
de guerra, a los cuales pronto se sumaron otros 20.000 hom-
bres, al mando de su cuñado, el general Carlos Víctor Manuel
Leclerc.
El ataque de Napoleón a Santo Domingo francés y español
formaba parte de un vasto plan de dominio de otras islas anti-
llanas, el sur de los Estados Unidos y México. España había
cedido la Louisiana a Francia, hecho que inquietó al Presidente
de Estados Unidos, Jefferson, quien notificaba a Livingston,
ministro norteamericano en París: “La cesión de la Louisiana y
ambas Floridas que España le hace a Francia afecta muy gra-
vemente a Estados Unidos. En el globo no hay sino un punto
cuyo poseedor es nuestro enemigo natural y habitual. Hablo de
Nueva Orleans, por donde la producción de las tres octavas
partes de nuestro territorio tiene necesariamente que pasar para
llegar a los mercados”. (41)
Napoleón pretendió hacer creer a los ingleses que la expedición
a Santo Domingo era en interés no sólo de Francia sino tam-
bién de Gran Bretaña. En nota de Talleyrand, dictada por Bo-
naparte, se decía: “Haga saber a Inglaterra que en la resolución
que he tomado de aplastar en Saint Domingue el gobierno de
los negros, me he guiado menos por consideraciones de comer-
cio y finanzas que por la necesidad de ahogar en todas partes
del mundo toda especie de inquietud y desórdenes (...) la liber-
tad de los negros, reconocida en Saint-Domingue y legitimada
por el gobierno francés, sería, en todos los tiempos, un punto
de apoyo para la República en el Nuevo Mundo. En ese caso, el

41
CHARLES Y MARY BEARD: Historia de la Civilización de los
Estados Unidos de Norteamérica, Buenos Aires, 1946.

- 39 -
cetro del nuevo mundo caería tarde o temprano en manos de
los negros; la sacudida que resultaría para Inglaterra seria in-
calculable, mientras que la sacudida del imperio de negros,
relativamente a Francia, se confundiría con la revolución”. (42)
El general Leclerc se posesionó de las costas, mientras el Ejér-
cito haitiano se retiraba ordenadamente al interior. La táctica de
Toussaint “consistió en eludir toda batalla campal, en quemar
el suelo bajo las propias plantas del enemigo y en atraerlo a los
lugares donde la disposición topográfica del terreno significaba
alguna ventaja para la defensa... predominó en todo el país la
táctica de las guerrillas”.(43) No obstante el apoyo de los jefes
mulatos Rigaud, Petion, Villate y Jean Pierre Boyer al ejército
invasor, las milicias de los libertos batieron ampliamente a las
tropas napoleónicas que se habían paseado triunfalmente por
Europa. Toussaint cometió el error de negociar. Pronto Leclerc
le tendió una celada y lo hizo prisionero, deportándolo a Fran-
cia, donde murió en las montañas del Jura el 7 de abril de 1803.
Leclerc restauró la esclavitud, hecho que motivó una masiva
reacción de los negros. Los mulatos ricos apoyaron al principio
a Leclerc, pero pronto comenzaron a dudar, sobre todo de sus
métodos de exterminio. Las atrocidades cometidas por estos
adalides de la “civilización europea” fueron peores que las de
los conquistadores españoles, como lo atestigua un militar
francés de la época, Lemonnier Delafosse: “Fusilamientos,
anegados, ahorcamientos, autos de fe, víctimas que se entrega-
ban a los perros para que los devoraran, tales fueron los medios
que se creyó deber emplear para someter al país (...) Muy pron-
to llegó su turno a los negros para vengarse. Después de nues-
tra salida, todos los blancos que quedaron fueron degollados; y
las atrocidades que se habían cometido allí eran suficientes

42
J.L. FRANCO: Historia... op. Cit. pp. 293 y 294.
43
JEAN PRICE-MARS: La República de Haití y la República Do-
minicana, pp. 34 y35, Puerto Príncipe, 1953.

- 40 -
para legitimar las venganzas (...) Es preciso haber estado en
guerra para conocer su audacia” .(44)
El terror y los crímenes cometidos por Leclerc no hicieron más
que incrementar el odio al invasor francés. Miles de ex-
esclavos y otros sectores de la población se incorporaron acti-
vamente a la resistencia.
Jean Jaeques DESSALINES se puso al frente del ejército de los
libres, reemplazando la bandera francesa por otra azul y roja
con el lema “Libertad o Muerte”. A medida que avanzaba, re-
partía tierras. Sus principales lugartenientes eran Christophe y
Belair. Además fue muy dúctil para lograr el apoyo de un fuer-
te sector de mulatos, pues no sólo luchaba por la liberación de
los esclavos sino también por un gran proyecto político: la in-
dependencia nacional, en la cual también estaba interesado un
grueso sector de mulatos.
La mayoría de los historiadores magnífica la epidemia que su-
frió el ejército francés con el fin de minimizar el avance del
ejército negro. Sin dejar de considerar la importancia de la epi-
demia, en la cual pereció Leclerc, creemos que la derrota del
ejército napoleónico fue en último análisis el resultado del en-
frentamiento con un ejército superior en moral y en táctica mi-
litar. El 29 de noviembre de 1803, Rochambeau tuvo que capi-
tular en toda la línea. Las invictas tropas napoleónicas habían
perdido en los campos de batalla de esa pequeña isla de las
Antillas, más de 62.000 hombres y 225 millones de libras ester-
linas. Los tan menospreciados y discriminados negros habían
batido sin apelación a los mejores espadas del Estado Mayor
del Ejército de Napoleón.

44
R. CASSA: op. cit. tomo 1. p. 187.

- 41 -
La proclamación de la Independencia

Después de la invasión napoleónica se cancelé la fase de las


conciliaciones con la administración francesa. Victoriosos en
una guerra de liberación, entrecruzada con la guerra social y
étnica, sólo faltaba la declaración formal de ruptura con la me-
trópoli. Consciente del paso histórico que iba a dar, Dessalines
proclamé el 1º de enero de 1804 la independencia política de
Saint-Domingue, a la que bautizó con el nombre de Haití, pri-
mer país independiente de América Latina. Por eso, el inicio de
la revolución por la independencia no comienza en 1810, como
se ha repetido falsamente, sino el primer día del año nuevo de
1804.

La Constitución aprobada el año siguiente estableció que “nin-


gún blanco, sea cual fuere su nacionalidad, pisara este territorio
con el título de amo o de propietario ni podrá en lo porvenir
adquirir propiedad alguna. Art. 13: El artículo precedente que-
dará sin efecto así con respecto a las mujeres blancas que han
sido naturalizadas haitianas por el gobierno como con respecto
a los hijos que de ellas han nacido o están por nacer. Art. 14:

- 42 -
Los haitianos serán tan sólo conocidos bajo la denominación
genérica de negros”.(45) El artículo 1º de esta Constitución,
aprobada el 20 de mayo de 1805, expresaba claramente la deci-
sión de consolidar la unificación de la isla: “El pueblo que ha-
bita esta isla llamada Santo Domingo ha convenido que forma-
rá un Estado libre, soberano e independiente de cualquier otra
potencia del universo y se llamará el Imperio de Haití”. (46) Se
estableció, asimismo, que el mal de Haití era el color blanco,
como expresión de repudio a la explotación centenaria de los
esclavócratas.
Dessalines se propuso desde cl primer momento extender a
Santo Domingo la influencia de la revolución social haitiana.
Cuando las tropas francesas evacuaron a principios de 1804 las
ciudades de Santiago, La Vega y Cotuí, el gobierno haitiano las
incorporó de inmediato. Dessalines impuso un millón de pesos
de contribución a los propietarios, medida que provocó la fuga
masiva de los esclavócratas a Cuba, vía Puerto Plata.
El objetivo de Dessalines era expulsar definitivamente a los
franceses, que al mando del general Ferrand controlaban Santo
Domingo. Aunque esta decisión se tomó con retardo, la estra-
tegia era correcta por cuanto la existencia de tropas francesas
en una región tan cercana podía poner en peligro la indepen-
dencia de Haití. El general Ferrand había ordenado tomar pri-
sioneros a los niños negros menores de 14 años, con el fin de
exterminar la raza africana.
En su proclama del 8 de mayo de 1804 a los habitantes de la
parte española, Dessalines manifestaba: “Para mayor prueba de
mi solicitud paternal en los lugares sometidos a mi autoridad,
no he nombrado jefes sino a hombres tomados y escogidos de
entre vosotros mismos”. (47) Poco después, Dessalines, junto

45
JEAN PRICE-MARS: La República.. -op. cit. p. 52.
46
Ibid. p. 52
47
J.J. DESSALINES: Proclama a los habitantes de la parte Española.

- 43 -
con Petion y Christophe, atravesaron la isla hasta poner sitio a
Santo Domingo. (48) Luego de tres semanas, tuvo que retirarse
ante la presencia de una flota francesa que amenazaba con in-
vadir también las costas haitianas. En su alocución al pueblo,
en la que rendía cuentas de su expedición a Santo Domingo,
reafirmaba su decisión de luchar por la unificación de la isla:
“resolví ir a apoderarme de la porción integrante de mis Esta-
dos y borrar allí hasta los últimos vestigios del ídolo europeo.
En consecuencia, una fuerza armada fue desplazada contra la
parte española. Nuestra marcha fue rápida, y nuestros pasos
fueron señalados por otros tantos éxitos felices (...) En cual-
quier punto que el destino de este país haga un llamado a mí
firmeza, recibiréis de mi el ejemplo de vivir o de morir como
hombres libres (..) Y si fuere necesario perecer víctimas de la
más justa de las causas, dejamos tras nosotros cl honroso re-
cuerdo de lo que puede la energía de un pueblo que lucha con-
tra la esclavitud, la injusticia y el despotismo. (49)
Dessalines nacionalizó los bienes de los colonos franceses,
colocándolos bajo la administración del Estado, con lo cual se
convirtió en el primer gobernante de América Latina en nacio-
nalizar la tierra y otorgar un papel relevante al Estado en los
asuntos económicos.
El Estado quedó encargado de distribuir la tierra entre los anti-
guos esclavos. “Es cierto que Dessalines no pudo conseguir
este reparto efectivo de las tierras a todos, pero si se considera
la época en la cual fueron emitidas sus concepciones económi-
cas es preciso elogiar el genio intuitivo y práctico de este revo-
lucionario. El papel asignado a la Administración de los Domi-

Cuartel General del Cabo. 8 de mayo de 1804. en Invasiones Hai-


tianas... op. cit. p. 97.
48
ALONSO RODRIGUEZ DEMORIZI: Dessalines y la Independ-
encia de Santo Domingo, en “Hélices” Santiago. Nº 6, noviembre
1934.
49
J.J. DESSALINES: op. cit. pp. 105 y 108.

- 44 -
nios era la forma más avanzada, concebible en la época, de la
intervención del Estado en la vida económica”. (50)
En síntesis, Toussaint y Dessalines llevaron adelante la revolu-
ción social más trascendente de la América Latina del siglo
XIX, fundaron la primera nación de nuestro continente y se
convirtieron en los primeros gobernantes en liberar a los escla-
vos y nacionalizar la tierra.



50
EMILIO CORDERO MICIHEL: La Revolución Haitiana.. op. cit
p. 79.

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