2 Aborigenes y El Teatro
2 Aborigenes y El Teatro
2 Aborigenes y El Teatro
Teatro precolombino
Allí se conoce entonces cómo el teatro cumplía una función importante en cuanto a la
difusión de la identidad de la tribu. En los andes venezolanos, los Timoto-cuica, Muku y
Jirapoya sí realizaban teatro propiamente dicho. Este era utilizado con un fin educativo y
religioso, y llegó a tener tal importancia dentro de sus sociedades, que fueron los únicos
en Venezuela que llegaron a desarrollar una estructura de madera para su realización.
Este teatro era ritual, trasmitido por tradición oral y esencialmente igual a lo largo del
tiempo. Su estructura era diferente a la que formalmente es conocida hoy en día, y los
espectadores eran parte activa del mismo. Además, se solía improvisar según el ritmo
que la misma representación impusiera sobre intérpretes y público.
Lope de Vega
En 1747 las proclamaciones de Fernando VI y en 1760 las de Carlos III fueron motivo
para numerosas representaciones de aficionados en varias ciudades del país como San
Felipe, El Tocuyo y Barquisimeto, con obras teatrales que reflejaban la influencia del
teatro barroco español pero en una época ya muy tardía. La actividad teatral estuvo en
manos de aficionados entusiastas durante todo el siglo XVII y hasta que se construyó el
Coliseo de Caracas a finales del siglo XVIII, que se valían de las festividades religiosas, la
coronación de un monarca, de un matrimonio real o de la creación de un virreinato para
realizar obras. Al principio, las plazas mayores eran los sitios escogidos para la
celebración de los actos teatrales; pero a mediados del siglo XVIII se abrieron patios o
corrales de comedias. También en algunas mansiones particulares de la élite social y
cultural se escenificaban piezas representadas por familiares y amigos para un auditorio
selecto. A pesar de esto, estas actividades teatrales abiertas a todo el público no
eliminaban las diferencias étnicas y sociales entre la población, y más bien servían como
medio de homogeneización cultural y de transmisión de los valores de la sociedad
hispánica y luego criolla, sobre todo si se considera que para entender y apreciar una
obra teatral no era indispensable saber leer.
El siglo XVIII vería la expansión del teatro a La Guaira y Maracaibo. A finales de 1766,
principios de 1767, se representan en Caracas las dos primeras piezas que pueden
atribuirse a un autor venezolano: Auto Sacramental de Nuestra Señora del Rosario y Loa,
pieza que le precede. En ambas obras se podían apreciar la mezcla de elementos
clásicos, hispanos, americanos, locales, sagrados y profanos, así como de personajes
mitológicos y simbólicos que dialogan entre sí. A mediados de este siglo, habían llegado a
Venezuela, principalmente a Caracas, La Guaira y Maracaibo, los primeros cuerpos
regulares del ejército español. Los militares contribuyeron a una mayor promoción de la
afición por el teatro; no obstante, las representaciones teatrales fueron motivo frecuente
de disputas entre las autoridades militares o civiles y las autoridades eclesiásticas.
Ejemplo de ello es un dictamen de Carlos III, recibido en Caracas en 1777, donde se
establecía que la decisión sobre la representación o no de determinadas obras dramáticas
residía en la autoridad seglar, no religiosa, ni militar.
Siglo XIX
Andrés Bello fue primer venezolano autor de una obra de teatro, Venezuela consolada.
En 1804 fue estrenada en Caracas la obra teatral más antigua conocida escrita por un
autor venezolano, Andrés Bello: Venezuela consolada, una pieza breve de 344 versos, en
la cual participan tres personajes alegóricos: Venezuela, el Tiempo y Neptuno. El tema
central era la llegada de la vacuna antivariólica a Venezuela. Bello continuó produciendo
para la escena caraqueña diversas obras originales, además de traducir del francés una
tragedia de Voltaire, Zulima.
Antiguo Teatro Guzmán Blanco inaugurado en 1881 por el presidente Antonio Guzmán
Blanco, actualmente el Teatro Municipal de Caracas.
Teresa Carreño fue una invitada especial del Teatro Guzmán Blanco
En Caracas proliferaban los sitios destinados a las representaciones. Entre 1831 y 1836
funcionó un teatro muy amplio entre las esquinas de Veroes y Jesuitas de Caracas
llamado Teatro de los Jesuitas. Años más tarde, a partir de 1835 y hasta finales del siglo
XIX, la pasión venezolana por el teatro daría origen a más de cuarenta pequeños teatros
ocasionales y permanentes en la capital, y se registra la constante llegada de compañías
europeas atraídas por la afición teatral de los caraqueños.
Uno de los destacados grupos actorales fue el del cómico y actor catalán José Robreño,
quien en 1837 ofreció al público piezas ajenas como La misantropía y Ángelo, tirano de
Padua. Según una anécdota de la época, en una pequeña obra humorística suya titulada
Excelentísimo señor, se satirizaba con la figura del entonces vicepresidente encargado de
la presidencia de la república, Carlos Soublette. Enterado del asunto, mandó a llamar a
Robreño y le hizo leer el libreto frente a él. Luego de escuchar todo el texto, Soublette se
dirigió a Robreño y le señaló:
Efectivamente, veo que usted se burla un poco de mí, pero no está mal; yo esperaba
algo peor. Venezuela no se ha perdido, ni se perderá nunca, porque un ciudadano se
burle del presidente. Venezuela se perderá cuando el presidente se burle de los
ciudadanos...
En 1863, una antigua edificación para comedias, que existía en la esquina de Maderero,
fue restaurada y rebautizada como Teatro Unión y se especializó en la presentación de
zarzuelas, que por esos años comenzaba a tener popularidad. Durante este tiempo la
crítica teatral se difundió extensamente en periódicos como el Diario de Avisos y
Semanario de las Provincias y El Porvenir, ambos de Caracas. En términos generales, la
misma consistía en una amplia gama de conceptos, desde los comentarios más o menos
bien documentados hasta aspectos referidos a la crónica social o a detalles del vestuario.
Entre 1870 y 1888, durante la época de Antonio Guzmán Blanco, se llevaron a cabo
numerosas representaciones teatrales: comedias, zarzuelas, operas, sainetes. En enero
de 1881, la inauguración del Teatro Guzmán Blanco (actualmente el Teatro Municipal de
Caracas Alfredo Sadel), con la pieza El Trovador, de Verdi, le da un nuevo impulso a la
afición por las representaciones dramáticas. Durante el guzmanato se escribieron,
publicaron y representaron producciones teatrales de numerosos autores nacionales,
algunos de los cuales escribían con orgullo, en el título de sus obras impresa, la mención
“Teatro venezolano”.
Además de Caracas, en la segunda mitad del siglo XIX se construyeron nuevos teatros en
otras ciudades. En 1883 abre sus puertas el Teatro Baralt en Maracaibo; el de Puerto
Cabello se inaugura en 1886 y el de Valencia en 1894. En el teatro Guzmán Blanco de
Caracas, invitada especialmente por el presidente Joaquín Crespo, dará varios conciertos
en 1885 y 1886 la pianista venezolana Teresa Carreño.
En las dos últimas décadas del siglo XIX, además de dramas históricos, abundan las
comedias de costumbres, alguna de ellas truculentas, como Crimen y arrepentimiento, de
Antonio Lizarraga, estrenada en 1872 en el Teatro de la Zarzuela de Caracas (Maderero).
Algunos de los autores que escriben y estrenan obras en estas décadas son Celestino
Martínez, José Antonio Arvelo, José María Reina, Francisco Tosta García, Bernardino
Mera y Elías Calixto Pompa. Más adelante otros autores nacionales o activos en el país
que continuaron presentando obras teatrales fueron Casto Ramón López, Vicente Micolao
Sierra, Felipe Esteves, Octavio Hernández, Eduardo Gallegos Celis. Entre todos destaca
José María Manrique por el tratamiento que da a temas como Un problema social (1880) y
El divorcio (1885). Algunos de estos autores continuarán escribiendo hasta finales del
siglo XIX y principios del siglo XX.
Siglo XX
El “sainete”, una pieza dramática jocosa normalmente de carácter popular, que junto al “a
propósito” conforma la manera cómico-satírica de considerar el teatro criollo durante las
primeras décadas del siglo XX. La otra manera era la dramático-cómica, que fue menos
popular. Los primeros exponentes de este teatro criollo fueron Leoncio Martínez y Rafael
Guinand y la trilogía de actores cómicos formada por el propio Guinand, Antonio Saavedra
y Jesús Izquierdo. Dentro de las características del mercado criollo debe destacarse la
obra de Leopoldo Ayala Michelena, no solo porque su obra fue extensa y variada sino
también porque fue un decidido y perseverante propulsor del teatro nacional. Más tarde
surge Teatro para leer cuyos autores más representativos fueron Aquiles Nazoa,
Francisco Pimentel, Miguel Otero Silva y Andrés Eloy Blanco.
La puesta en escena de los saineteros se convierte en una crónica de la época; la
sociedad venezolana se ve reflejada a través de la gente de teatro, quienes hacen una
crítica solapada de la realidad nacional. En las décadas de los años 10 y 20 el sainete se
caracterizó por pintar costumbres y satirizar vicios y errores pero en las décadas de los
años 30 y 40, este se torna más crítico, tocando temas relacionados con el petróleo y el
poder, donde se resalta la caricatura política, especialmente hacia ministros y
congresistas; como ejemplos se incluyen las obras Yo también soy candidato (1939) de
Rafael Guinand y Venezuela güele a oro (1942) escrita por Andrés Eloy Blanco y Miguel
Otero Silva en honor a Rafael Guinand.
Rómulo Gallegos también fue un reconocido narrador y escribió varias obras de teatro
entre 1910 y 1915: El motor, El milagro del año, Los ídolos, La esperada, La doncella, Los
predestinados y El último patriota. En 1945 prepara su versión dramática de Doña
Bárbara.
La década de 1960 es propicia para el surgimiento de nuevos grupos teatrales, entre ellos
el Teatro de Bolsillo, el Centro de Investigación y Desarrollo del Teatro de UCV, el Teatro
Universitario, el Teatro Experimental de Arquitectura y el grupo del Ateneo de Caracas. En
1967 nace El Nuevo Grupo y Rajatabla. Carlos Giménez, director de teatro argentino,
cambió la historia del teatro venezolano. Él, con su Grupo de Teatro Rajatabla y Festival
Internacional de Teatro de Caracas rompieron muchos paradigmas de la época. También
marcó su época mediante el Taller Nacional de Teatro (TNT).
Teatro lírico
La historia del teatro lírico profesional en Venezuela se inicia en 1808, a partir de la visita
realizada por la Compañía de Ópera Francesa de Monsieur Espenu cuando se empieza a
cantar profesionalmente. Antes, la enseñanza del canto estaba en manos de la iglesia y
su práctica consistía en acompañar los servicios religiosos. A su llegada a Caracas, esta
compañía lírica de cantantes profesionales ofreció al público selecciones y arias de
óperas de diversos autores, entre ellos Amadeus Mozart. Desde entonces, el gusto por el
arte lírico se convierte en una verdadera afición en Caracas.
En 1834 se forma en Caracas una compañía dramática dirigida por el actor Andrés Juliá
García y se le da continuidad a la lírica. En 1936 se comienza a escribir crítica operática
en la prensa caraqueña. En 1843 se presenta en el Coliseo de Caracas la Compañía
Italiana de Alessandro Galli y un enorme entusiasmo y gusto en el público. Entre los años
1852 y 1872 se suceden distintas temporadas de ópera italiana y zarzuela que
continuaron siendo lo más notable del quehacer musical nacional y desde 1873,
anualmente se alternaban obras italianas y españolas consagradas con obras nuevas de
músicos nacionales.
En 1887 Teresa Carreño trajo al Teatro Municipal de Caracas una compañía operática
con mucho éxito. Las compañías tomaron la costumbre de visitar la provincia cuando
terminaban sus actuaciones en Caracas, brindando una o dos funciones en las ciudades
del interior más grandes o más cultas. En 1904 se inaugura el Teatro Nacional de
Venezuela que se utilizaría con preferencia para realizar las operetas y zarzuelas y desde
1915 en adelante, las temporadas anuales de ópera en el Teatro Municipal eran
subsidiadas completamente por el gobierno nacional. Entre 1933 y 1955 hay varias
temporadas operáticas dispersas, en cambio, las temporadas de zarzuelas se sucede con
regularidad hasta el año 1981.
En 1977 y durante cuatro meses, el productor teatral español Juanjo Seoane viaja a
Venezuela con toda la compañía Isaac Albéniz. En el Teatro Nacional de Venezuela se
realizan veintiún títulos de repertorio lírico.
A partir de 1983, con la inauguración del Teatro Teresa Carreño, las temporadas
operáticas contaron con coro profesional y un elenco mayoritariamente nacional.