Teoria de Las Posiciones - Klein

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CAPITULO II

TEORIA DE LAS POSICIONES

Las posiciones constituyen polos entre los cuales oscila la vida psíquica; se
definen a través, justamente, de la posición del niño en relación al objeto:
características del objeto, características de la ansiedad, métodos defensivos en
relación a dicha ansiedad.

Esta teoría implica el abandono del esquema de las fases libidinales para pasar a
una conceptualización en la que la angustia, las defensas, el amor y la agresión se
articulan con problemas de organización y estructuración del mundo objetal.

Posición Esquizo-paranoide

La existencia de temores persecutorios fantasmáticos en los niños pequeños y la


capacidad de los mismos de disociar el objeto. Un estado paranoide rudimentario
como una etapa precoz del desarrollo situado en la fase anal primaria . Se
considera el primer tipo de relación de objeto de la fase oral, con aspectos ideales
y aspectos persecutorios.
Las relaciones de objeto parcial, la escisión y la ansiedad persecutoria se
presentan juntas y preceden a la integración.
Klein sostiene que la ansiedad se origina en la acción interna del instinto de
muerte. La alteración del equilibrio pulsional es inaugurada por el nacimiento y se
repite cada vez que privaciones de origen interno o externo intensifican las
pulsiones agresivas.
Klein considera que el niño está en un conflicto pulsional entre la libido y la
agresividad desde los inicios, conflicto que encara a través de la deflexión del
instinto de muerte y la constitución de un objeto escindido.

Supone la existencia de un yo temprano, débil y no integrado pero no obstante


capaz de instrumentar, bajo la acción de las pulsiones de vida, los primeros
mecanismos de defensa: escisión, proyección, introyección. Estos mecanismos
son de defensa ante la ansiedad de aniquilamiento. Ese yo incipiente registra la
angustia, se relaciona con un primer objeto y opera mecanismos de defensa
primitivos y, por lo tanto, extremos. Dicho de otro modo, opera con fantasías
relacionadas con un objeto.

Un yo que posee ciertos rudimentos de integración y cohesión y progresa


constantemente en esa dirección. También realiza desde el comienzo de la vida
postnatal algunas funciones fundamentales; por ejemplo usa los procesos de
escisión y la inhibición de deseos instintivos como algunas de sus defensas contra
la ansiedad persecutoria, vivenciada por el yo a partir del nacimiento.
A partir de las primeras experiencias el lactante se relaciona con un objeto parcial
bueno, resultante de la proyección de la pulsión de vida (pecho bueno) y con un
objeto parcial malo, resultante de la proyección de la pulsión de muerte (pecho
malo). Cuando la disociación se realiza bajo predominio de la pulsión de muerte
encontramos que las características del objeto viran de bueno a idealizado y de
malo a persecutorio, terrorífico. Las características de tales objetos están, por lo
tanto, íntimamente relacionadas con las características de los impulsos que sobre
ellos se proyectan. El pecho como primer objeto, y los objetos que se internalizan
posteriormente, adquieren en los momentos en que el bebé atraviesa estados de
frustración y odio las características oral-sádico, sádico-uretrales y sádico-anales
de las pulsiones del lactante.

La introyección del pecho bueno constituye el núcleo del yo. El interjuego de


proyección-introyección lleva en un segundo momento a la internalización del
pene paterno.

Se trata de objetos parciales tanto por constituirse a partir de una parcialidad del
objeto causada por el dominio de la pulsión oral como por tener sólo una cualidad:
bueno o malo. Puede decirse que el objeto parcial es totalmente bueno o
totalmente malo.

Las privaciones, al intensificar las pulsiones agresivas, generan la voracidad con el


consiguiente aumento de la frustración y, por lo tanto, de la ansiedad persecutoria.
La voracidad es una emoción básicamente oral, muy vinculada con la envidia.
Los detalles de sus fantasías sádicas determinan el contenido de su temor a los
perseguidores internos y externos y, en primer lugar, el pecho retaliativo
(malo).Como los ataques fantaseados dirigidos contra el objeto son
fundamentalmente influidos por la voracidad, el temor a la voracidad del objeto ,
debido a la proyección, constituye un elemento esencial de la ansiedad
persecutoria: el pecho malo devorará al bebé con la misma voracidad con que él
desea devorarlo. Sin embargo, aún durante el estadio primitivo, la ansiedad
persecutoria es en cierta medida contrarrestada por la relación del lactante con el
pecho bueno.
El pecho gratificador que ha sido internalizado bajo el dominio de la libido de
succión es sentido como completo y actúa como núcleo del yo, contrarrestando los
procesos de escisión y dispersión y favoreciendo la integración. O sea que la
introyección estable del objeto bueno es una precondición para el desarrollo
normal.
La escisión como movimiento fundante va intrínsecamente acompañada de la
deflexión (desviación) del instinto de muerte, inaugurando la dialéctica proyección-
introyección.
La escisión es la defensa más primitiva contra la angustia generada por la
operancia del instinto de muerte; el objeto de las pulsiones eróticas y destructivas
es escindido en un objeto bueno y en un objeto malo, los que tienen una
autonomía relativa entre sí.
La escisión del objeto se realiza principalmente los impulsos y su proyección,
secundariamente por las características de gratificación o frustración de la relación
con el objeto. En la medida que el interjuego de introyección y proyección está en
el origen del yo, la escisión del objeto implica la escisión del yo.
Es el principal mecanismo que, junto a la proyección e introyección, va
organizando un mundo interno diferenciado a partir de la indiscriminación inicial.
Su modalidad va cambiando acorde a la complejidad del mundo interno y al
predominio del instinto de muerte o no en su aplicación.

Existen grandes variaciones en la fuerza, frecuencia y duración de los procesos de


escisión (no solamente en individuos distintos sino en un mismo niño en distintos
momentos). La rápida alternancia, o incluso, según parece, simultaneidad, de una
multitud de procesos, es parte de la complejidad de la vida emocional temprana.
Con la escisión del pecho en dos aspectos, amado y odiado(bueno y malo) existe
una escisión de distinta naturaleza que origina la sensación de que el yo, así como
su objeto, está despedazado; estos procesos subyacen a los estados de
desintegración. Estos estados alternan con otros en los que va en aumento el
grado de integración del yo y la síntesis del objeto.

Klein considera la represión un procedimiento más exitoso para detener y


modificar las ansiedades. Aparecería en el segundo año de vida sobre las bases
de diferenciación e integración logradas a través de mecanismos más tempranos.
En relación a la idealización se relaciona, por un lado, con la gratificación
alucinatoria de deseos que sustentaría la creencia en un pecho gratificador en
forma ilimitada y, por otro, en la necesidad de defenderse del pecho perseguidor.
En este mecanismo intervienen, además, la negación y el control omnipotente.
Durante la posición esquizo-paranoide hay momentos de integración del objeto y
del yo, que implican un comienzo de la ambivalencia, aunque en relación a objetos
parciales.

El progreso en los procesos de síntesis atenúa la escisión objeto bueno-objeto


malo y lleva a que el niño se relacione con su madre como una totalidad. Esto
inaugura la posición depresiva e inicia el Complejo de Edipo temprano.

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