ARRIANISMO
ARRIANISMO
¿QUÉ ES?
Por otro lado, el Verbo no podía ser vinculado con Dios-Padre ya que no es
consustancial con el Padre, ni las Tres Personas Divinas, y por lo tanto
surgen diferencias entre ellos.
En principio, esta herejía fue apoyada, y las doctrinas fueron difundidas por
el Imperio romano, norte de África, Palestina, Asia Menor, Siria. Sin embargo,
existió una alta tensión entre los católicos y arrianos, ya que para los
primeros Cristo es verdaderamente el Hijo y verdaderamente Dios, y nunca
aprobarían en separarlo.
ARRIANISMO Y SEMIARRIANISMO
El semiarrianismo es una doctrina intermedia entre el arrianismo y el Primer
Concilio de Nicea (325) que establece que Cristo era similar al Padre en
esencia, pero no consustancial con él.
ALGUNOS CONCEPTOS:
Arrianismo y nestorianismo
Arrianismo y monofisismo
Historia
Aunque no exista una iglesia arriana desde que Recaredo y con él todos los
Visigodos se convirtiesen a la fe Católica en el III Concilio de Toledo, la
disputa que hubo entre arrianos y católicos ha llegado hasta nuestros dias en
el saber popular. La expresión española armarse la de Dios es Cristo,
indicando que va a haber un problema muy grande, hace referencia a las
disputas tanto en el plano teológico como en el político y militar que hubo
entre Arrianos y Católicos entre los siglos V y VII.
Origen de la herejía.
Arrio negó que el Hijo fuera de la misma sustancia (griego homoousios) del
Padre y le redujo al rango de una criatura, aunque preexistente antes del
mundo. Ninguna herejía cristológica del cristianismo antiguo fue más tenaz y
ampliamente aceptada. Durante una parte del siglo cuarto fue el credo
dominante en la Iglesia oriental, aunque hubo vigorosas y constantes
protestas por parte ortodoxa. Fue también la forma de cristianismo a la que
la mayoría de los bárbaros se convirtieron al principio.
Estallido de la controversia.
El credo niceno.
No mucho después del concilio de Nicea tuvo lugar una reacción arriana y
semi-arriana, teniendo durante un tiempo ascendencia en el imperio. El
arrianismo entró ahora en la fase de su poder político. Comenzó un periodo
de gran excitación en la Iglesia y el Estado: concilio tras concilio se
celebraban; se elaboraba credo contra credo; se pronunciaba anatema
contra anatema. "Los caminos" dice el historiador pagano imparcial, Amiano
Marcelino, "estaban llenos de obispos viajeros." Las iglesias, teatros,
hipódromos, fiestas, mercados, calles, baños y tiendas de Constantinopla y
otras ciudades estaban saturados de disputas dogmáticas. En intolerancia y
violencia los arrianos incluso excedieron a los ortodoxos. La interferencia de
los emperadores y sus tribunales únicamente echó leña al fuego e
incrementó el enconamiento de la lucha, al añadir la confiscación y el exilio
al castigo espiritual de la excomunión. El indomable líder de la facción
ortodoxa era Atanasio, un carácter puro y sublime, quien había estado en el
concilio de Nicea cuando era un joven archidiácono en compañía de
Alejandro, a quien sucedió como obispo (326); pero una y otra vez fue
depuesto por el despotismo imperial, pasando 20 años en el exilio. Lo
sacrificó todo por su convicción y tuvo el valor de enfrentarse al imperio (de
ahí el lema: Athanasius contra mundum). Fue un hombre de una idea y una
pasión, la divinidad eterna de Cristo, que él consideraba la piedra angular del
sistema cristiano. El líder político-eclesiástico de la facción arriana fue
Eusebio de Nicomedia, quien probablemente debido a la influencia del
emperador Constantino (Sócrates, i. 25 etc.), fue llamado del exilio y bautizó
a Constantino en su lecho de muerte. Constantino se inclinaba
favorablemente hacia Arrio, aceptando una confesión que éste preparó y
llamándolo del exilio, ordenando que fuera solemnemente restaurado a la
comunión de la Iglesia católica en Constantinopla e incluso exigiendo su
restauración en Alejandría por Atanasio; pero, en la víspera de su planeada
restauración, el hereje murió súbitamente (336). Al año siguiente
Constantino mismo murió y su hijo Constantino II llamó a Atanasio de su
primer exilio. En el oeste la declaración nicena halló aceptación universal
pero en el este, donde Constancio, el segundo hijo de Constantino el Grande,
gobernó, la oposición a la fórmula nicena fue casi universal y se mantuvo
con celo fanático por la corte y por Eusebio de Nicomedia, quien fue
trasladado a Constantinopla en 338. Atanasio fue atacado con acusaciones
personales con gran vehemencia por los eusebianos, quienes procuraban
sustituir la doctrina del homoousios por métodos indirectos. Fue desterrado a
la Galia en 335. Eustacio de Antioquía, un ayudante de Atanasio, había sido
destituido en un sínodo en Antioquía en 330 (Sócrates, i. 23) por la acusación
de defender el sabelianismo. Marcelo de Ancira, otro vigoroso defensor de la
fe nicena, fue también destituido en un sínodo en Constantinopla. La muerte
de Arrio sucedió un poco después, pero la tarea de castigar a sus oponentes
siguió adelante. Atanasio fue destituido por segunda vez (339), hallando
refugio en Julio de Roma, quien, con el conjunto de la Iglesia occidental lo
estimó como un mártir.
Vindicación de la ortodoxia.
Por otro lado, los defensores del credo niceno, Atanasio, y, tras su muerte en
373, los tres obispos capadocios, Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzo y
Gregorio de Nisa, vindicaron triunfalmente la doctrina católica contra todos
los argumentos de la oposición. Los capadocios hicieron del homoousios el
punto de partida de sus discusiones, como se desprende de la
correspondencia de Basilio con Apolinar. Dámaso, el obispo romano, fiel a la
política general de sus predecesores y de Julio en particular, había
condenado al arrianismo en dos sínodos romanos, 369 y 377. Cuando
Gregorio de Nacianzo fue llamado a Constantinopla en 379 sólo había una
pequeña congregación nicena que no se había hecho arriana, pero sus
capaces y elocuentes sermones sobre la deidad de Cristo, que le ganaron el
título de "el teólogo", contribuyeron poderosamente a la resurrección de la fe
católica. La influencia del monasticismo, especialmente en Egipto y Siria, se
alió con la causa de Atanasio y de los capadocios y la porción más
conservadora de los semi-arrianos se aproximó gradualmente a la ortodoxia,
a pesar de las persecuciones del violento emperador arriano Valente.
El arrianismo posterior.
La enseñanza arriana.
Por otro lado, el arrianismo fue refutado por pasajes bíblicos que enseñan
directa o indirectamente la divinidad de Cristo y su igualdad esencial con el
Padre. La concepción de un creador creado, que existía antes del mundo, y
que sin embargo comenzó a existir, quedó demostrado que era
contradictoria e insostenible. No puede haber ser intermedio entre el creador
y la criatura; ni tiempo antes del mundo, ya que el tiempo mismo es una
parte del mundo, o la forma bajo la cual existe sucesivamente; ni puede la
inmutabilidad del Padre, sobre la cual Arrio puso gran énfasis, ser
mantenida, salvo sobre la base de la eternidad de su paternidad, que, por
supuesto, implica la eternidad del Hijo. Atanasio acusó al arrianismo de
diteísmo e incluso de politeísmo y de destruir toda la doctrina de la
salvación. Pues si el Hijo es una criatura, el hombre todavía permanece
separado, igual que antes, de Dios, pues ninguna criatura puede redimir a
otras criaturas ni unirlas a Dios. Si Cristo no es Dios, mucho menos puede
hacernos partícipes de la naturaleza divina y en ningún sentido verdadero
hacernos hijos de Dios.
'Dios no fue siempre Padre, sino que hubo un tiempo en que Dios no era
Padre. El Verbo de Dios no existió siempre; fue hecho de la nada: el que es
Dios formó al que no existía de la nada; hubo, pues, un tiempo en que El no'
era. El Hijo es una criatura, un producto; no es semejante al Padre en cuanto
a substancia; ni es el Verbo verdadero y natural del Padre; ni es su
verdadera Sabiduría. Es uno de los tantos seres creados y hechos. Se le
llama Verbo y Sabiduría por abuso de lenguaje, puesto que El mismo ha sido
creado por el verdadero Verbo de Dios y por la sabiduría que está en Dios,
con la cual le creó Dios como creó los restantes seres. Por lo tanto, por
propia naturaleza, puede variar y cambiar, igual que los demás seres
racionales. El Verbo es también extraño, ajeno y distinto de la substancia del
Padre. El Padre es inefable para el Hijo; pues el Verbo no puede conocer
perfecta y adecuadamente al Padre, ni le puede ver perfectamente. El Hijo ni
siquiera conoce su propia substancia tal como es. Fue creado por causa
nuestra para 'que Dios nos creara por El como por un instrumento; y no
hubiera existido de no haber querido Dios crearnos a nosotros. Alguien les
preguntó si el Hijo de Dios podría cambiar, como cambió el demonio; no
tuvieron reparo en afirmar que sí puede; siendo un ser creado y hecho, está,
por naturaleza, sujeto a cambios.
Como los que rodean a Arrio dicen estas cosas y las sostienen
desvergonzadamente, reunidos los obispos de Egipto y Libia en número de
cien aproximadamente, los hemos anatematizado junto con sus seguidores.'
SECTAS ARRIANAS
SEMIARRIANISMO
¿QUÉ ES?
Siguieron luego otros sínodos y concilios: Milán, 345; Sirmio, 351; Arlés, 353;
Milán, 355. Se da a conocer la primera fórmula de Sirmio, parecida a la
cuarta de Antioquía y en cierta manera ortodoxa; mientras tanto, un nuevo
pontífice, el tan discutido papa Liberio (352-366; v.), ocupa la sede de S.
Pedro. Sigue creciendo la reacción antinicena y los máximos exponentes de
la ortodoxia han de salir camino del destierro. Este triunfo de los antinicenos
se debía al apoyo imperial y a la táctica usada por ellos de limitarse en las
discusiones a combatir la palabra homousios como sabeliana, con lo que
daban la sensación de querer salvar la unidad.
Algo parecido ocurre en Seleucia, sólo que allí la lucha fue más bien entre los
arrianos rígidos y los semiarrianos. Unos y otros acuden también al
Emperador y todos vienen a suscribir al fin la citada fórmula. S. Hilario de
Poitiers, residente entonces en la capital, no puede menos de dolerse de
aquella escena en la que hasta los mismos obispos occidentales, a quienes él
alabara tan ardientemente, dejaban ahora el símbolo niceno para acogerse a
una fórmula amañada en circunstancias tan sospechosas. En el a. 360 un
nuevo sínodo de Constantinopla vuelve a sancionarla, mandándose a todos
los obispos del Imperio que so pena de destierro la suscriban. Sólo unos
pocos osaron resistir a la orden, entre ellos el papa Liberio, S. Atanasio, S.
Hilario de Poitiers, S. Cirilo de Jerusalén. En la Iglesia reina la desorientación,
como lo atestigua S. jerónimo: «todo el orbe gime y da la sensación de
haberse vuelto arriano» (Dial. adv. Luci/. 19). En rigor, los vencedores fueron
los semiarrianos u homeístas. Precisamente por entonces, y bajo esta forma
mitigada, empezó a predicarse el arrianismo entre las tribus germanas de
orillas del Danubio, principalmente entre los visigodos. El obispo Ulfilas, su
predicador, había estado presente, formando grupo con los semiarrianos, en
el sínodo de Constantinopla.