Castilla Del Pino. Cap. 1. La Naturaleza Del Saber.

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CASTILLA DEL PINO. CAP. 1. LA NATURALEZA DEL SABER.

CAP. EL HUMANISMO IMPOSIBLE.

¿Qué se quiere decir con esto del humanismo como imposibilidad? y sobre todo ¿qué se
entiende aquí por humanismo?

El humanismo surge en el renacimiento no sólo como una decidida atención erudita a la


antigüedad clásica, sino como una rebelión. La rebelión se hace aquí frente al pensamiento
cristiano, dominante en toda la Edad Media, pensamiento que incluye una servidumbre del
hombre frente a un ser divino. El humanismo renacentista es el redescubrimiento del hombre
en cuanto hombre, y ello, entraña, ciertamente, la desacralización y paganización de la
concepción que de ello se deriva. Empero, todavía en el renacimiento no se puede prescindir
de Dios. Hay que andar algunos siglos más para que ello se verifique. No se puede decir que
entre los ideales humanistas del renacimiento haya una consciente negación de Dios, pero sí
un práctico prescindir que lleva a la edificación de un ideal de vida terrena en el que Dios
queda de alguna manera marginado.

El humanismo se ofrece, pues, inicialmente, como un movimiento de apertura del hombre en


cuanto ser de posibilidades imprevisibles. Es decir, como un redescubrimiento de la libertad y
de las posibilidades que el uso de la libertad lleva consigo. Claro está que entonces no cabe
otro uso de la libertad que en el ámbito del pensamiento, y, aun así, dentro de muy estrechos
márgenes. La praxis de la libertad no cabe aún ni tan siquiera soñarla bajo otras formas. La
libertad es intuida en repúblicas ideales.

Pero esta definición del humanismo como apertura de las posibilidades del hombre va
adquiriendo luego perfiles más precisos. Me parece indudable que ello va ligado a la aparición
del moderno pensamiento científico. La ciencia es obra del hombre. Lo que la ciencia significa
es la adquisición por el hombre mismo de la consciencia de su poder. Con la aparición del
pensamiento científico moderno, que yo caracterizaría no sólo en lo que respecta a la
mensuración, sino a la predicción de los fenómenos, el hombre se va desprendiendo
paulatinamente de ese sentimiento de criaturiedad y desvalimiento que hasta entonces
compone un radical del pensamiento cristiano propiamente dicho, es decir, del determinismo
providencialista. Cuando el hombre hace ciencia, o, mejor dicho, cuando comienza a hacer
ciencia, se hace dueño virtual, pues, del fenómeno que comprende y analiza.

Antihumanismo:

Frente a este natural proceso de esto que hemos llamado pensamiento humanista, se han
alzado dos formas distintas, extremas y antagónicas entre sí, de una forma de discurso que
debemos denominar antihumanista. Por una parte el pensamiento cristiano tradicional, que ha
seguido dando amplio margen, pese al reconocimiento de la conciencia del hombre por el
hombre mismo.

La otra forma de antihumanismo es, el extremo de la anterior, de un antihumanismo ateo, y


está representado fundamentalmente por Heidegger. Todo humanismo, viene a decir
Heidegger, es metafísico, por cuanto presupone la determinación de la esencia del hombre al
margen de la pregunta por lo que es el ser.
Y si el humanismo, como tal realismo, no es algo dado de una vez, sino un proceso obtenido y
siempre móvil, es porque históricamente el acercamiento del hombre a la realidad no es algo
que de una vez por siempre sea obtenible, sino algo que ha de irse aprehendiendo en
sucesivas aproximaciones y desvelamiento. El humanismo, para decirlo en otras palabras, es la
conciencia de la realidad del hombre en cuanto tal hombre y de las cosas en cuanto tales cosas
y de las relaciones del hombre con los otros hombres y las cosas, es decir, de su operatividad
con ellas. En resumen: de lo que el hombre, por lo que es, puede hacer consigo mismo y con
las cosas con las cuales coexiste. Todo pensamiento humanista es un pensamiento confiado y
confiable en las imprevisibles posibilidades que el hombre tiene de hacer para sí mismo,
mercede a la toma de consciencia de su capacidad para domeñar la irracionalidad de la
naturaleza, de la cual es él ismo parte y elemento.

Así, pues, el humanismo, la afirmación del hombre en su realidad, la consciencia de lo que es


él, para, a partir de ella, darse cuenta de lo que hay que hacer y de las posibilidades que el
hombre tiene de hacer, es de alguna manera progresismo; y en la medida en que éste se
convierte en tarea exclusiva del hombre, el humanismo es también ateísmo, o si se quiere,
agnosticismo. No es algo sin sentido que el humanismo haya sido acogido con las mayores
reservas y como intrínsecamente peligroso por y para todo pensamiento religioso. Para el
modo humanista, lo que el hombre haya de hacer para sí ha de hacerlo por sí.

El humanismo se ofrece así, como advertimos al principio, como apertura del hombre y de sus
posibilidades de tal. Puede pensarse que en estos primeros estadios el humanismo no se
presenta como una praxis real y efectiva, sino como teoría. Nada más lejos de la verdad, sin
embargo. Aun cuando, en apariencia, en tales momentos no cuenta en su haber con hechos
tales como para ofrecerse en realizaciones patentes, es un hecho que la propia teoría del
hombre como ser natural y sólo natural supone ya que la tensión dialéctica, antes proyectada
hacia una mística sobrenatural, se dirige ahora hacia esta realidad, la realidad concreta, como
la única realidad es.

Quiere decir todo esto que el pensamiento antihumanista es una forma de alienación. Porque
al limitar al hombre, merced a la admisión de que no es el hombre el único sujeto de razón,
sino a su vez un objeto supeditado a razones superiores y últimas, no sólo deja al hombre tal
cual es, sino que le insufla una consciencia de su impotencia que la historia misma se encarga
de mostrar que es de todo punto infundada.

Entre tanto el humanismo es, para nosotros, liberación, o, si se quiere una precisión mayor,
instancia hacia una cada vez más acentuada liberación, cualquiera que sea el sentido y
amplitud que a este término quiera dársele.

Miedo a la racionalidad. pdf 9

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