Lectura Qué Es El Materialismo Filosófico
Lectura Qué Es El Materialismo Filosófico
Lectura Qué Es El Materialismo Filosófico
Más adelante, la filosofía se desdobló entre dos vertientes: el idealismo filosófico (la
contraparte del materialismo) asomó la cabeza por vez primera sobre la historia.
Pitágoras y Platón fueron sus representantes más destacados. Toda concepción
filosófica que se sitúe fuera del punto de vista materialista, pese a la diversidad de
formas que pueda revestir es, en resumidas cuentas, idealismo filosófico. [2]
Leucipo (quien hace más de 2000 años habría descubierto el átomo) veía ya la
generación del universo como el producto de la interacción de fuerzas naturales
actuantes desde toda la eternidad; [3] un principio en líneas generales sagazmente
acertado. Demócrito, continuador de su doctrina, negaba la eternidad de los
mundos y afirmaba la eternidad del universo, [4] pensaba que todo estaba sujeto a
la causalidad [5] y que, por tanto, podía ser explicado racionalmente. Era partidario
de la democracia esclavista, en oposición a las abiertas ideas aristocráticas
expresadas por Pitágoras o por Platón, sólo para poner un par de ejemplos. De aquí
que señale acertadamente Engels a propósito del originario pensamiento filosófico
griego:
Tenemos ya aquí, pues, todo el originario y tosco materialismo, emanado de la
naturaleza misma y que, del modo más natural del mundo, considera en sus
comienzos la unidad dentro de la infinita variedad de los fenómenos de la
naturaleza como algo evidente por sí mismo, buscándola en algo corpóreo y
concreto, en algo específico, como Tales en el agua. [6]
Uno de los pensadores en el que las consecuencias sociales salen a relucir con gran
fuerza es Epicuro. Este filósofo fue también desarrollador de las ideas atomísticas
de Demócrito, sin embargo, centra la especial atención de su saber en liberar a los
hombres de la ignorancia, conduciéndolos fuera de la infeliz condición a la cual tal
estado los condena. Su fin es lograr la ataraxia («ausencia de turbación») del
pensamiento, identificando el mayor de los males con el temor hacia los dioses en
el que los sacerdotes educan a los hombres, así como con el miedo a la muerte. El
que los hombres se liberen del temor a la muerte, parece ser el principio moral
supremo para este filósofo:
Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y
mal reside en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el
recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la
condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada,
sino porque elimina el ansia de inmortalidad. [7]
Este pensamiento ejemplifica muy bien las consecuencias implícitas al interior del
materialismo; es en la finitud del ser humano donde reside su propia grandeza, es
en esta vida donde los hombres pueden y deben ser felices; las perspectivas en una
vida de ultratumba resultan más bien aterradoras y sólo sirven para perturbar y
atemorizar los corazones, privándolos de su felicidad. En la religión el hombre se
desvaloriza al poner sobre él a un ser superior y todopoderoso que le obliga a
servirle, se ve obligado a renunciar a su propia vida terrenal en favor de una vida en
el más allá. Por el contrario, si prescindimos de esto, nos vemos obligados no a
negar la única vida con la cual contamos, sino a afirmarla.
Somos así capaces y tenemos el deber de cifrar nuestras esperanzas sobre esta
tierra y así luchar para transformarla y forjar un mundo mejor y esperanzador. De
aquí el optimismo inherente al materialismo. En pensadores como Tales o
Demócrito esto se traducía en su fe en la perfecta cognoscibilidad del mundo,
en Epicuro, en la capacidad del ser humano para dirigirse a sí mismo.
Durante toda la Edad Media, las tendencias materialistas desaparecieron casi por
completo, se mantuvo viva la llama, por lo menos, aunque sea bajo formas místicas.
Al final del periodo medieval, poco antes de alborear la moderna sociedad
burguesa, el materialismo irrumpía nuevamente con fuerza. Hasta la misma
teología se vio obligada en su momento a predicarlo, [9] la Iglesia se dio cuenta
rápidamente de la amenaza que esto significaba, persiguiendo y condenando a las
mentes más brillantes de este periodo.
He aquí, pues, como son los mundos y como es el cielo. El cielo es como lo vemos
en torno a este globo, el cual, no menos que los otros, es un astro luminoso y
excelente […] Ahora bien, estos son los mundos habitados y cultivados con sus
animales […] y cada uno de ellos no está menos compuesto de cuatro elementos
que éste en que nos encontramos. [10]
Notas: