Rudolf Kjellen Robert Setuker1864 1922 08

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CODIGO PE/GP - 08

RUDOLF   KJELLEN

Robert Steuckers
1864-1922

Nacido el 13 de Junio de 1864 en la pequeña isla de Torsoe en medio de un


gran lago sueco de Voenern, Kjellen crece en una atmósfera totalmente
impronta de luterismo. Se inscribe en la Universidad de Uppsala, donde lo
marca la influencia del Profesor Oscar Alin, una de las cabezas pensantes del
movimiento conservador sueco. En mayo de 1891, Kjellen es diplomado de
ciencias políticas y recibe un puesto de profesor en la nueva universidad de
Goeteborg. Más tarde, además de las ciencias políticas, enseña geografía.
Esta circunstancia permitió el surgimiento, de esta síntesis entre las ciencias
políticas y la geografía que es geopolítica. Influenciada por el geógrafo alemán
Friedrich Ratzel, aplica sus teorías a la realidad sueca (cf. Inledning till Sveriges
geografi, 1900) y modifica sus cursos de ciencias políticas en Goeteborg en un
sentido geopolítico. En 1904, visita los Estados Unidos con sus alumnos y es
golpeado por la calidad del espacio norteamericano, diferente y más
desmesurado que el espacio europeo. En 1905, Kjellen es elegido en el
parlamento de Estocolmo. Después, en su carrera de investigador y profesor,
se suma una carrera paralela de hombre político. Kjellen lucha por que la Unión
que unió desde 1814 a Noruega y a Suecia no se disloque. En vano. El resto
de su carrera política, la consagró a luchar contra la burocracia y el socialismo
y a aprobar las leyes sobre demografía, la política económico-social y la
defensa. De 1909 a 1917, deja la Cámara para ocupar un escaño en el
Senado.

Su interés por el Japón no hace más que crecer con el transcurso de estos
años; lo visita al mismo tiempo que China en 1909. Prestado del transiberiano,
físicamente se da cuenta de la inmensidad territorial siberiana y centro-asiática.
En Pekín, constata que los días de dominación europea en China están
contados. Comparando en seguida las mentalidades china y japonesa, Kjellen
escribe en su diario de viaje: “El alma del Japón es romántica mientras que la
de China es realista-clásica; el alma de Japón es progresista mientras que la
de China es burocrática-conservadora.” Asimismo, la creciente función del
Estado en el Japón induce a Kjellen a sentenciarla “socialista” mientras que el
Estado chino, poco intervensionista en el dominio social, genera una sociedad
que, a fin de cuentas, es liberal.

En 1913, mientras se anuncia la primera guerra mundial Kjellen formula un


balance de potencias que rodean Suecia. Conclusión: Alemania es la aliada
natural de los suecos, mientras que rusia es su adversario después de los
siglos. En los debates que van a seguir, Kjellen opta por Alemania. Con un
buen número de profesores y de filósofos alemanes, afirma que las ideas de
solidaridad nacional, nacidas en 1914, rechazan las ideas
liberales/individualistas/universalistas de 1789. En el slogan revolucionario de
“libertad, igualdad, fraternidad”, Kjellen y sus homólogos alemanes se oponen a
otra tríade, nacionalista y patriótica: “orden, justicia, fraternidad.”
Es nombrado profesor en Uppsala, en la cátedra triplemente centenaria de
Johan Skytte. Al mismo tiempo, sus tesis geopolíticas y sus comentarios de la
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actualidad tienen un creciente éxito en Alemania. En Uppsala, Kjellen redacta


su obra maestra Staten som livsform (El Estado como forma de vida) que
aparece en alemán en abril de 1917 y tienen inmediatamente un gran éxito. Es
en este libro donde inventa el término de “geopolítica”. Antes, se hablaba,
según Ratzel, de “geografía política”. Cuando la guerra toma fin en 1918,
Kjellen ve el surgimiento de dos potencias planetarias: Inglaterra y Rusia,
“además gobernada por una aristocracia de forma degenerada, ya sea una
oligarquía” y por una ideología bastarda, hegeliana en su forma y rousseauísta
en su contenido. En la misma época aparece una segunda obra maestra
teórica de Kjellen: Undersoekningar till politikens system (Trabajos sobre el
sistema de la política), recapitulación completa de sus ideas en geopolítica.
Durante los cuatro últimos años de su vida, Kjellen visita varias universidades
alemana. Sufriendo de una angina de pecho, muere el 14 de noviembre de
1922 en Uppsala. Sus teorías tuvieron un impacto muy importante en
Alemania, principalmente en la escuela de Haushofer, de Otto Maull, etc. En
Suecia, su principal discípulo fue Edvard Thermaenius y, en Finlandia, Ragnar
Numelin (1890-1972)

LAS IDEAS DE 1914. UNA PERSPECTIVA SOBRE LA HISTORIA MUNDIAL,


1915

Este folleto importante no nos descubre a un Kjellen como teórico de la


geopolítica o de las ciencias políticas, sino una reflexión general sobre los
hechos de 1914, que tomarán en cuenta los teóricos de la geopolítica alemana
de los años 20 y 30 y los protagonistas de la “Revolución conservadora”.
Kjellen basa su demostración en dos obras: una de Werner Sombart (“los
comerciantes y los héroes”), la otra de Johann Plenge (“La guerra y la
economía política”). Con Sombart, critica la tríada de 1789, “Libertad, igualdad,
fraternidad”, instrumento ideológico de la “burguesía degenerada por el
comercio.” La guerra en curso es desventaja que una guerra entre potencias
antagonistas: revela el enfrentamiento de dos Weltanschauungen, la de 1789
contra la nueva e innovadora de 1914. Francia y Gran Bretala defienden con
sus armas los principios políticos (o más bien, anti-políticos) de la modernidad
liberal. Para Kjellen, en 1914 comienza el crepúsculo de los antiguos valores.
La afirmación que retoma del danés Fredrik Weis (“LA caída de los ideales”),
por quien las carnicerías del frente señalan el crepúsculo del idealismo, la
caída de todos los valores que la civilización europea había llevado al pináculo.
Kjellen y Weis constatan la caída cinco juegos de valores fundamentales:

1. la idea de paz universal.


2. el ideal humanista de cultura.
3. el amor a la patria, que, de valor positivo, se ha transformado en odio a
la patria de los otros.
4. la idea de fraternidad internacional llevada por la social-democracia;
5. el amor cristiano al prójimo.

Este quíntuple colapso sella la bancarrota de la civilización cristiana,


transformada por los aportes de 1789. Pero la primera ideología arruinada por
la conflagración de 1914 es de hecho el denominador común de todos estos
ideales: el cosmopolita, obligado a ser eliminado en beneficio de los hechos
nacionales. Los nacionalismos prueban por la guerra que son realidad
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inevitables. Su existencia puede provocar la guerra pero también la


cooperación internacional. El internacionalismo no excluye, a los ojos de
Kjellen, la existencia de las naciones, contrariamente al cosmopolitismo. El
internacionalismo es una cooperación entre las entidades nacionales
orgánicas, mientras que el cosmopolitismo es inorgánico, del mismo modo que
su corolario, el individualismo. Este último conoce igualmente la quiebra
después que las hostilidades se desencadenaron. 1914 inaugura la era de la
organización y termina la de la anarquía individualista, iniciada en 1789.
Además, el individuo ya no tiene solo intereses privados, debe servir. Su
orgullo estéril es derribado, lo que no puede decir que las cualidades
personales/individuales deben dejar de aparentarse: las que sirven bien al
orden o a la colectividad continuarán y serán llamados a renforzarse. Romain
Rolland dijo, señala Kjellen, que la guerra descubrió las deficiencias del
socialismo y el cristianismo. En efecto, los soldados de todas las potencias
beligerantes se valen de Dios y no de Cristo. Aquel Dios invocado por los
nuevos guerreros es nacionalizado; es totémico como Jehová a los principios
de la historia judía o como los dioses paganos (Thor/Wotan). Este Dios
nacionalizado ya no es el Nazareno con su mensaje de amor. Este panteón de
dioses únicos nacionalizados y antagonistas reemplaza así al Mesías universal.
A pesar de esta fragmentación del divino, queda no obstante algo poderoso.
La paz había sido peligrosa por Dios: los hombres políticos habían asentado la
irreligión en los programas que se esforzaban por explicar. Y si la guerra
suscita la aparición de dioses nacionales que siembran el odio entre las
personas, construyen simultáneamente los odios internos que se oponen a los
diversos componentes sociales de las nacionales. La guerra transplantó el odio
del interior hacia el exterior. La paz social, la fraternidad, la ayuda mutua, los
valores fraternales del cristianismo progresa, del cual se puede decir que la
guerra incrementó en toda Europa el amor por el prójimo. En consecuencia, lo
que se derriba, son los seudo-ideales, esta es la armadura de una época rica
en formas pero pobre en sustancia, de una época que quiso evacuar el
misterio de la existencia.

La caída que anuncia una nueva aurora. La guerra es periodo de


efervescencia, de futuro, o se recomponen de nuevos valores. La tríada de
1789, “Libertad, igualdad, fraternidad”, está sólidamente anclada en la mente
de las antiguas generaciones. Será difícil de expulsarla. Los jóvenes, por el
contrario, deben adherir a otros valores y no interiorizarse más en las de 1789,
lo que impediría aprehender las nuevas realidades del mundo. La libertad,
según la ideología de 1789, es la ausencia/rechazo de las ataduras. Así la
negación más pura que impide distinguir el bien y el mal. Ciertamente, explica
Kjellen, 1789 despejó la humanidad europea de los vínculos anacrónicos del
antiguo régimen (Estado absoluto, etiqueta social, iglesia estéril). Pero luego de
los hechos revolucionarios, la idea del ochenta y nueve de libertad se fijó en la
abstracción y el dogma. El proceso de disolución que inició terminó por
disolverlo todo, para convertirse en sinónimo de anarquía, de libertinaje y de
permisividad. Hay que meditar el adagio que quiere que la “libertad sea la
mejor de las cosas para aquellos que saben servirse ellos. De allí el imperativo
de la hora, es el orden. Esto es impedir a las sociedades de caer en la anarquía
permisiva y disolvente. Kjellen es consciente que la idea de orden puede ser
mal utilizada, tanto como la idea de libertad. La historia está compuesta de una
serie de sístole y diástole, de un ritmo sinusoidal donde juegan la libertad y el
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orden. El ideal sugerido por Kjellen es el de un equilibrio entre estos dos polos.
Pero el orden que está naciendo en las trincheras no es un orden paralizado,
austero y formal. No es un corsé exterior y no exige una obediencia absoluta e
incondicional. Es un orden interior que exige a los hombres dosificar sus
pasiones en beneficio de un todo. Kjellen no niega así el trabajo positivo de
idea y liberta del siglo XIX pero critica la degeneración y el desequilibrio. La
idea de orden, nacida en 1914, debe trabajar para corregir el desequilibrio
provocado por la libertad convertida en permisiva al final de los decenios. La
idea de igualdad ha dirigido a un combate justo contra los privilegiados del
antiguo régimen, procedentes de la edad Media. Pero su hipertropía condujo a
otro desequilibrio: el que confina la humanidad en un término medio, o los
pequeños son engrandecidos y los grandes aminorados por decreto. De hecho,
solo los grandes son disminuidos y los pequeños quedan tal cuales. La
igualdad es por tanto “la decapitación de la humanidad”. Kjellen defiende la
idea nietzcheniana de la sobrehumanidad no porque es orgullo sino más bien
porque es humildad: procede del balance que el tipo humano medio actual es
incapaz de cumplir todas las virtudes. Ahora bien estas virtudes deben ser
revivificadas y reencarnadas: tal es la marca de la sobrehumanidad que se
educa por encima de los promedios impuestos. Kjellen acepta el tercer término
de la tríada de 1789, la fraternidad, y se estima que será reforzada por la
camaradería entre los soldados. Kjellen expone luego la declaración de los
derechos del hombre a una crítica severa: conduce al subjetivismo puro,
escribe, y entreve las relaciones humanas desde la “perspectiva de la rana”.
Explica: el hombre del ochenta y nueve, como lo demostró Sombart, quiere
recibir de la vida y no darle sus esfuerzos. Estas ganas de recibir, consignada
in nuce en la declaración de los derechos humanos, transforma el actuar
humano en búlgaro comercialismo (obtener en beneficio del orden económico)
y en eudemonismo (tener satisfacciones sensuales). Desde el principio del
siglo XIX, Francia y Gran Bretaña vehiculan esta ideología
comercial/eudemonista, poniendo en marcha así el proceso de anarquisación y
de permisividad, mientras que Prusia, después de Alemania, agregan a la idea
de los derechos del hombre la idea de los deberes del hombre, insistiendo en el
Pflicht y el “imperativo categórico” (Kant). El mixto germánico de derechos y
deberes eleva a la humanidad por encima de la “perspectiva subjetivista de la
rana”, ofreciendo una perspectiva supra-individual, separada de una estrategia
de don, de sacrificio. La idea de deber implica inmediatamente la pregunta:
“¿qué puede dar a la vida, a mi pueblo, a mis hermanos, etc.? En conclusión,
Kjellen explica que 1914 no es la negación pura y simple de 1789; 1914
impulsa nuevas direcciones de la humanidad, sin negar la precisión de las
disputad libertarias de 1789. No hay problema, a los ojos de Kjellen y de
Sombart, para rechazar sin más las nociones de libertad y de igualdad sino
rechazar sus avatares exagerados y pervertidos. Entre 1914 y 1789, no existe
antinomia como existe entre el antiguo régimen y 1789. Estos dos mundos
axiológicos se prohíben totalmente. Si el antiguo régimen es la tesis, 1789 es
su antítesis y la

Weltanschauung liberal que deriva vigilancia en ellas todos los límites de una
antítesis. Este liberalismo habrá sido entonces solo una antítesis sin nunca ser
una síntesis. 1914 y la ética germano-prusa del deber son, síntesis fructuosas.
Por lo tanto, los mundos liberal y del antiguo régimen son igualmente hostiles a
esta síntesis ya que las hace desaparecer a los dos, recalcando su caducidad.
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Esto se debe a que las potencias liberales francesa y británica se alían con la
potencia rusa del antiguo régimen para derribar las potencias germánicas,
portadoras de la síntesis. La tesis y la antítesis unen sus esfuerzos para
rechazar la síntesis. Los partidarios de la opresión y los de la anarquía se
oponen con un interés similar al orden, porque el orden significa su fin. Las
potencias liberales amenazan menos al absolutismo del antiguo régimen
porque esta es susceptible de invertirse bruscamente en anarquía. En la
antigua constelación de valores de 1789, sucederá una nueva constelación, la
de 1914, “deber, orden, justicia”.

LOS PROBLEMAS POLÍTICOS DE LA GUERRA MUNDIAL, 1916

En la introducción de esta obra que analiza el estado del mundo en plena


guerra, Kjellen nos expone una reflexión sobre los mapas geográficos de los
atlas usuales: estos mapas nos muestran entidades estáticas fijas, capturadas
en un momento proceso de su futuro histórico. Por tanto toda potencia puede
crecer y superar el cuadro que le asignan los atlas. Al mismo tiempo en que
crece el Estado A, el Estado B puede, disminuir y dejar el espacio en desierto,
vacío que cita las energías desbordantes en otra parte. Kjellen concluye que
las proporciones entre el suelo y la población varían sin cesar. Los mapas
políticos reflejan así las realidades, que, a menudo, ya no lo son. La guerra que
estalló en agosto de 1914 es un hecho conmovedor, un movimiento que atrapa
al individuo de espanto. Este temor del individuo proviene del hecho que la
guerra es una colisión entre los Estados, es decir, entre las entidades que
tienen las dimensiones cuantitativas que sobrepasan la perspectiva
fuertemente reducida del individuo. La guerra es un fenómeno específicamente
estático/político que nos fuerza a concebir el Estado como un organismo
viviente. La guerra revela bruscamente las verdaderas intenciones, los pulsos
vitales, los instintos del organismo estado, mientras que la paz las oculta
generalmente detrás de todos los tipos de convenciones. En la línea de la obra
que está preparando desde hace muchos años y que se publicará en 1917,
Kjellen repite su credo vitalista: El Estado no es un esquema constitucional
variable a merced de las elecciones y de los humores sociales ni un simple
sujeto de derecho sino un ser viviente, una personalidad supra-individual,
histórica y política. En sus comentarios sobre los hechos de la guerra, Kjellen
no oculta su simpatía por Alemania de Guillermo II, sino que desea sin
embargo seguir objetivo. El libre aborda luego los grandes problemas
geopolíticos de la hora. Tres potencias mayores se enfrenta, con su clientela,
las potencias de segundo orden. Esta Alemania (con sus clientes: Austria-
Hungría, Turquía, Bulgaria), luego Inglaterra (con Francia, Italia, Bélgica, y, en
una menor medida, el Japón); al final, Rusia, con dos clientes minúsculos,
Serbia y Montenegro. Tres exigencias geopolíticas mayores se imponen a los
Estados y a sus extensiones coloniales: 1) la extensión del territorio; 2) la
libertad del movimiento, 3) la mejor cohesión territorial posible. Rusia tiene la
extensión y la cohesión territorial pero no la libertad de movimiento (no el
acceso a los mares cálidos y a las grandes vías de comunicación oceánica).
Inglaterra tiene la texnsión territorial y la libertad de movimiento pero no
cohesión territorial (sus posesiones están dispersas en el conjunto del globo).
Alemania no tiene ni la extensión ni la libertad de movimiento (la flota inglesa
bloquea el acceso al Atlántico en el Mar del Norte), su cohesión territorial es un
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hecho en Europa pero sus colonias no están encadenadas a África.


Retomando las ideas de su colega alemán Arthur Dix, Kjellen constata que las
tendencias de la época consistían, para los Estados, en encerrarse sobre ellos
mismos y juntar su territorio haciendo un todo coherente. Inglaterra es así
pasado de una política de la “puerta abierta” a una política que se enfoca en el
surgimiento de las zonas de influencia cerradas, luego de haber reunido sus
posesiones africanas de Egipto a África del Sur (del Cairo al Cabo). Es tentada
luego de situar toda la región entre Egipto y el actual Pakistán bajo su copa,
enfrentándose a los proyectos germano-turcos en Mesopotamia (ferrocarril
Berlín-Bagdad-Golfo Pérsico). Alemania que no tiene ni la extensión ni la
libertad de movimiento ni la cohesión territorial sobre el plano colonial (cuatro
colonias dispersas en África más la Micronesia en el Pacífico). Tentó, con
Inglaterra, de reunir sus colonias africanas en perjuicio de las colonias belgas y
portuguesas: un proyecto que nunca fue concretizado. Para Kjellen, el destino
de Alemania no está ni en África ni en el Pacífico. El Reich debe reforzar su
cooperación con Turquía según el eje Eñba-Eufrates creando una zona de
intercambios económicos desde el Mar del Norte hasta el Golfo Pérsico y el
Océano Indico, casería conservada de los británicos. Los proyectos germano-
turcos en Mesopotamia son la principal manzana de la discordia entre el Reich
e Inglaterra y, en efecto, la verdadera problemática de la guerra, dirigida por los
Franceses intermediarios. La política inglesa busca fraccionar la diagonal que
divide el Mar del Norte para acabar en el Golfo Pérsico, poniendo a Rusia
contra Turquía y prometiéndole los Dardanelos que no tiene de todos modos la
intención de dárselos ya que una presencia rusa en la Bósfora amenazaría la
ruta de las Indias a la altura del Mediterráneo oriental.

A estos problemas geopolíticos, se añaden los problemas etnopolíticos: en


líneas generales, la cuestión de las nacionalidades. El objetivo de la guerra de
Entente, es rehacer el mapa de Europa sobre la base de las nacionalidades.
Inglaterra ve el medio de fraccionar la diagonal Mar del Norte-Golfo Pérsico
entre Viena y Estambul. Los poderes centrales, reevalúan la función del Estado
agregado y anunciante, por la voz de Meinecke, que la era de las
especulaciones políticas había terminado y que conviene por tanto hacer la
síntesis entre el cosmopolitismo del siglo XVIII y el nacionalismo del siglo XIX
en una nueva forma de estado que era supranacional y atenta a las
nacionalidades que abarca. Kjellen, por su parte, fiel a sus principios vitalistas y
biólogos, estima que todo Estado sólido debe ser nacional por tanto
étnicamente y lingüísticamente homogéneo. El principio de las nacionalidades,
lanzado en el debate por la Entente, hará surgir una “zona crítica” entre la
frontera lingüística alemana y la frontera de la Rusia rusa, lo que abarca los
Países Bálticos, la Bielorrusia y Ucrania. A los problemas de órdenes
geopolítico y etnopolítico, se debe añadir los problemas socio-políticos. Kjellen
aborda los problemas económicos de Alemania (desarrollo de su marina,
programa de Levant, línea de ferrocarril Berlín-Bagdad) luego los problemas de
Rusia en materia de política comercial (la competencia entre el campesinado
alemán y ruso que impide a Rusia exportar sus productos agrícolas hacia
Europa). Rusia quiere hacer saltar el cerrojo de los Dardanelos para poder
exportar sin obstáculos su trigo y sus cereales de Ucrania, única manera de
asegurar del resto a su balanza comercial.
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Kjellen aprueba la política conservadora del Ministro británico Chamberlain que,


en 1903, evocó una Unión Comercial autárquica, protegida por la potencia
marítima inglesa. Tres grandes zonas de repartirían así el mundo: 1) Inglaterra,
con Canadá, Australia y Africa del Sur, 2) Alemania, con Austria-Hungría, la
Federación balcánica y Turquía; 3) la “Panamérica”. En Inglaterra, la política es
guiada por una paradoja: son los conservadores que defienden esta idea hacia
la autarquía imperial que implica también la no intervención en las otras zonas.
La derecha, es conservadora: prefiere una política intervensionista en las zonas
de otros. Kjellen explica esta caída: el proyecto de autarquía es poco atractivo
sobre el plano electoral mientras que el de la pantarquía (del control total del
mundo por Inglaterra) estimula la demagogia jingoísta. Chamberlain, sugiriendo
sus planes de autarquía imperial, es conciente de las debilidades del Imperio y
del enorme costo de la máquina militar que se debe mantener para poder
dominar el mundo.

Vienen en seguida los problemas de ordenes constitucionales y culturales. La


guerra en curso es igualmente la confrontación entre dos modelos de Estado,
entre el ideal político inglés y el ideal político alemán. En Inglaterra, el individuo
prima al Estado mientras que en Alemania el Estado prima al individuo. En
Inglaterra, el objeto de la cultura, es formar caracteres; en Alemania, producir
del saber. A esto, los alemanes responden que la autonomía de los caracteres
fuertes se equivocan, sobre el espacio cultural inglés, en un mundo de
convenciones fijas y paralizantes. Los ingleses y franceses afirman que
Alemania es una nación muy joven para tener un estilo. Los alemanes replican
que su masa de saber permite la inspección de un barco más exacto del
mundo y su cultura, en consecuencia, tienen más sustancia que form (DE
ESTILO). Inglaterra forma caballeros alineados en un promedio, afirman los
alemanes, mientras que su sistema de educación forma personalidades
extremadamente diferenciadas refiriéndose a una cantidad de parámetros
heterogéneos. Alemania siendo el país de los particularismos persistentes, es
normal, escribe Kjellen, que recomienda un federalismo en los “círculos” de
Estados aparentemente culturales y ligados por intereses comunes o
“aparentemente” organizados por fuerzas étnicas homogéneas contra las
esferas de dominación” (Alfred Weber). La idea alemana, prosigue Kjellen, es
el respeto de la especificidad de los pueblos, cualquiera que fuera su
importancia numérica. Esta es la igualdad en derecho de las naciones al
interior de una estructura política de nivel superior, organizada por una
nacionalidad dominante (como en Austria-Hungría). Kjellen conecta esta idea
inquieta del tipo de especificidades a la idea protestante militante del rey sueco
Gustavo Adolfo, campeón del protestantismo, por el cual “se debía salvar la
tolerancia”.

El juego entonces se juega de tres: los Occidentales, los rusos y los centrales.
O, como lo había escrito en Las ideas de 1914, entre la antitesis, la tesis y la
síntesis. La guerra es igualmente el enfrentamiento entre las ideas de Jean-
Jacques Rousseau y las de Immanuel Kant, entre la insistencia excesiva sobre
los derechos y el sentido equilibrado de los derechos y los deberes. A las ideas
de Rousseau se unen las de Herbert Spencer, “comercialistas” y
“eudemonistas”, y las reaccionarias de Pobiedonostev, tutor de los Zares
Alejandro III y Nicolás II. El individualismo puro y la opresión del puro
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absolutismo hacen causa común contra el orden equilibrado de los derechos y


deberes, postulado por la filosofía de Kant y la praxis prusiana del Estado.

EL ESTADO COMO FORMA DE VIDA, 1917

La obra principal del autor, donde él utiliza por primera vez el vocablo de
“geopolítica”. Kjellen trabaja con la ayuda de dos conceptos mayores: la
geopolítica propiamente dicha y la geopolítica especial. La geopolítica
propiamente dicha es la entidad geográfica simple y natural, circunscrita en las
fronteras precias. Kjellen analiza las fronteras naturales montañosas, fluviales,
desérticas, pantanosas, forestales, etc, y las fronteras culturales/políticas
creadas por la acción de los hombres. El territorio natural de las entidades
políticas pueden pertenecer tipos diferentes: tipos potámicos o “circunfluviales”
o “circunmarinos”. Una de las principales constantes de la geopolítica práctica,
es la voluntad de las naciones insulares o litorales de forjar un país similar al
que está frente a sus costas (ejemplo: la voluntad japonesa de crear un Estado
manchú en su devoción) y apropiarse un conjunto de territorios insulares, de
cabos o de franjas territoriales como paradas en las principales rutas
marítimas. Kjellen estudia el territorio natural desde el punto de vista de la
producción industrial y agrícola y la organización política y administrativa.
Kjellen subraya la interacción constante entre la nación, el pueblo y el poder
político, interacción que confiere al estado una dimensión decididamente
orgánica.

Además de la geopolítica propiamente dicha, Kjellen se preocupa de la


geopolítica especial, es decir de las cualidades particulares y circunstanciales
del espacio, que inducen a tal o tal estrategia política de expansión. Kjellen
luego examina la forma geográfica del estado, su apariencia territorial. La forma
ideal, para un Estado, es la forma esférica como para Islandia o Francia. Las
formas longitudinales, como las de Noruega o Italia, implican la extensión de
las líneas de comunicación. Los enclaves, las exclaves y los corredores tienen
una importancia capital en geopolítica: Kjellen las analiza en detalle. Pero de
todas las categorías de la geopolítica, la más importante es la de la posición.
Para Kjellen, se trata no solo de la posición geográfica, de la vecindad, sino
también de la posición cultural, actuando sobre el mundo de las
comunicaciones.

El sistema de la geopolítica, según Kjellen, puede estar dividido como sigue:


I. La Nación: objeto de la geopolítica.
1. La posición de la nación: objeto de la topopolítica.
2. La forma de la nación: objeto de la morfopolítica.
3. El territorio de la nación: objeto de la fisiopolítica.

II. El establecimiento nacional: objeto de la ecopolítica.


1. La esfera del establecimiento: objeto de la emporopolítica.
2. El establecimiento independiente: objeto de la autarquipolítica.
3. El establecimiento económico: objeto de la economipolítica.

III. El pueblo portador del Estado: objeto de la demopolítica.


1. El núcleo de la población: objeto de la pletopolítica.
2. El alma del pueblo: objeto de la psicopolítica.
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IV. La sociedad nacional: objeto de la sociopolítica.


1. La forma de la sociedad: objeto de la filopolítica.
2. La vida de la sociedad: objeto de la biopolítica.

V. La forma de gobierno: objeto de la cratopolítica.


1. La forma de Estado: objeto de la nomopolítica.
2. La vida del Estado: objeto de la praxiopolítica.
3. El poder del Estado: objeto de la arcopolítica.

El método de clasificación elegido por Kjellen, es subdividir cada objeto de


investigación en tres categorías: 1. medio ambiente; 2. la forma; 3. el
contenido.

LOS GRANDES PODERES Y LA CRISIS MUNDIAL, 1921

Ultima versión de sus estudios sucesivos sobre los grandes poderes, esta
edición de 1921 añade una reflexión sobre los resultados de la primera guerra
mundial. La obra empieza por un panorama de los grandes poderes: Austria-
Hungría, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, los Estados Unidos, Rusia y
Japón. Kjellen analiza la ascensión, la estructura estática, la población, la
sociedad, el régimen político, la política extranjera y la economía. Sus análisis
de las políticas extranjeras de los grandes poderes, destacan claramente las
grandes líneas de fuerza, incluso actualmente guardan una concisión operativa
tanto por el historiador como por el observador de la escena internacional.

Al final de la obra, Kjellen nos explica cuáles son los factores que hacen que
una potencia sea grande. Ni la superficie ni la población son necesariamente
factores multiplicadores de poder (Brasil, China, India). La entrada del Japón en
el club de las grandes potencias prueba por otro lado que el status de grande
ya no están reservada a las naciones de raza blanca y de religión cristiana. Por
tanto, no existe ninguna forma privilegiada de constitución, de régimen político,
que concede automáticamente el status de gran potencia. Existen grandes
potencias de todos tipos: cesaristas (Rusia), parlamentarias (Inglaterra),
centralistas (Francia), federalistas (Estados Unidos), etc. La Gran Guerra no
obstante ha probado que una gran potencia ya no puede desplegarse y florecer
en las formas puramente anti-democráticas. El concepto de gran potencia no
es un concepto matemático, étnico o cultural sino un concepto dinámico y
fisiológico. Ciertamente, una gran potencia debe disponer de un vasto territorio
de masas demográficas importantes, de un grado de cultura elevado y de una
armonía de su régimen político, pero cada uno de sus factores tomados por
separado es insuficiente para hacer acceder una potencia al estatus de grande.

Para ello, es la voluntad la determinante. Una gran potencia es por tanto la


voluntad servida por los medios importantes. Una voluntad que quiera
acrecentar el poder. Las grandes potencias son en consecuencia Estados
extensivos, que se tallan en zonas de influencia sobre el planeta. Estas zonas
de influencia demuestran el status de grande. Todas las grandes potencias se
sitúan en la zona temperada del hemisferio septentrional, único clima limpio
para el florecimiento de fuertes voluntades. Cuando la voluntad de expansión
muere, cesa el hecho de querer participar en la competencia, la gran potencia
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decrece, retrocede y fallece políticamente y culturalmente. Se reincorpora a


este los Naturvoelker, que no ponen el mundo en forma. China es el ejemplo
clásico de un Estado gigantesco situado en la zona temperada, dotada de una
población muy importantes y a las potencialidades industriales inmensas que
pierde los privilegios al rango de la pequeña potencia, ya que muestra un déficit
de voluntad. Este tipo parece prever Alemania y Rusia desde 1918.

Existen dos tipos de grandes potencias: las económicas y las militares.


Inglaterra y los Estados Unidos son grandes potencias más bien económicas,
mientras que Rusia y Japón son grandes potencias más bien militares. Francia
y Alemania presentan una mezcla de dos categorías: el mar privilegiado, el
comercio y la tierra, el despliegue del poder militar, creando la oposición entre
nacionales marítimas y naciones continentales. Inglaterra es puramente
marítimo y Rusia puramente continental, mientras que Francia y Alemania son
una combinación de talasocracia y de poder continental. Los Estados Unidos y
el Japón transgreden la regla, de modo que unos dispongan de un continentes
y que el otro, insular, sea llevado más bien hacia el industrialismo militarista (en
Manchuria). Las grandes potencias marítimas son con frecuencia metrópolis
que dominan a un grupo diseminado de colonias, mientras que las grandes
potencias continentes buscan una expansión territorialmente conectada a la
metrópolis. Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania han elegido la
expansión diseminada, mientras que Rusia y el Japón (extendiéndose a zonas
contiguas situadas alrededor de su archipiélago metropolitano) incrementan su
territorio conquistando o sometiendo países vecinos de su centro.

La historia parece probar que los imperios dispersos son más frágiles que los
imperios continentales contiguos: los ejemplos de Cartago, Venecia, Portugal y
Holanda. La autarquía, la autosuficiencia, parece ser una condición de estatus
de gran poder que representan mejor los imperios continentales, sobretodo
desde que el ferrocarril incrementó la movilidad sobre la tierra y le confirió la
misma velocidad que en el mar. Las lecciones de las guerras mundiales son
por tanto las siguientes: la talasocracia británica ganó la batalla notablemente
porque hizo uso del arma del bloqueo. Pero esta victoria de la potencia
marítima no significa la superioridad de la talasocracia: una Alemania más
autárquica sería mejor resistida y, a fin de cuentas, son las masas compactas
de territorios dominados por Inglaterra que han permitido a los Aliados
oponerse a los Centrales. El factor determinantes por tanto fue la Tierra, no el
Mar. El ideal es entonces combinar factores marítimos y factores continentales.

¿Se debe concluir de este análisis de las grandes potencias que los pequeños
Estados están condenados por la historia a no ser más que los vasallos de los
grandes? No, responde Kjellen. Los pequeños estados pueden convertirse en
grande o volver a convertirse o incluso mantenerse honorablemente en la
escena internacional. Exactamente de la misma forma que los pequeños
talleres se mantuvieron frente a la competencia de las grandes fábricas. Los
fuertes absorben con mucha frecuencia a los débiles pero no siempre. La
resistencia de los débiles pasa por la conciencia cultural y la fuerza espiritual.
La pulsión centrífuga es tan fuerte como el poder centrípeto: el ideal, una vez
más, reside en el equilibrio entre estas dos fuerzas. La idea de la Sociedad de
las Naciones la suministrará sin duda, concluye, Kjellen.
CODIGO PE/GP - 08

BIBLIOGRAFIA: 
 Para una bibliografía casi completa, v. Bertil Haggman, Rudolf Kjellen,
Geopolitician, Geographer, Historian and Political Scientist. A Selected
Bibliography,  Helsingborg, Center for Research on Geopolitics, 1988 (adresse:
Box 1412, S-25.114 Helsingborg, Suède). 

OBRAS DE RUDOLF KJELLEN: 

Hvad har Sverige vunnit genom unionen med Norge? Ett vøktarerop till svenska
folket af Hbg, 1892; Underjordiska inflytelser pa jordytan - Om nivaf?røndringar,
jordbøfningar och vulkaniska f?reteelser, 1893; Om den svenska grundlagens
anda. Røttspsykologisk unders?kning, 1897; Den sydafrikanska fragan, 1898;
Ur anteckningsboken. Tankar och stømningar, 1900; Inledning till Sveriges
geografi, 1900; Kunna i var tid diplomati och konsulatvøsen skiljas?, 1903;
Stormakterna. Konturer kring samtidens storpolitik, I-II, 1905, I-IV, 1911-1913
(avec nouvelle éd. des tomes I et II); Mellanpartiet. En fraga f?r dagen i svensk
politik, 1910; Sveriges jordskalf. Foersoek till en seismik landgeografi, 1910;
Sverige och utlandet, 1911; Den stora orienten. Resestudier i oestervøg, 1911;
Den ryska faran, 1913; "Peter den stores testamenta". Historisk-politisk studie,
1914; Die Großmaechte der Gegenwart, 1914; Politiska essayer. Studier till
dagskroenikan (1907-1913), 1914-1915; Die Ideen von 1914. Eine
weltgeschichtliche Perspektive, 1915; Vørldskrigets politiska problem, 1915;
Den endogena geografins system, 1915; Hvadan och hvarthøn. Tva f?
reløsningar om vørldskrisen, 1915; Politiska handbœcker, I-IV, 1914-1917
(nouvelle éd., 1920); Die politischen Probleme des Weltkrieges, 1916; Staten
som livsform, 1917; Studien zur Weltkrise, 1917; Schweden. Eine politische
Monographie, 1917; Stormakterna och vørldskrisen, 1920; Grundriss zu einem
System der Politik, 1920; Vørldspolitiken i 1911-1919 i periodiska oeversikter,
1920; Die Grossmaechte und die Weltkrise, 1921; Dreibund und Dreiverband.
Die diplomatische Vorgeschichte des Weltkriegs, 1921; Der Staat als
Lebensform, 1924; Die Grossmaechte vor und nach dem Weltkriege, 1930
(réédition posthume, commentée et complétée par Haushofer, Hassinger,
Maull, Obst); Jenseits der Grossmaechte. Ergønzungsband zur Neubearbeitung
der Grossmaechte Rudolf Kjellens, 1932 (réédition posthume patronnée par
Haushofer); "Autarquìa", in Coronel Augusto B. Rattenbach, Antologia
geopolitica, Pleamar, Buenos Aires, 1985. 

SOBRE RUDOLF KJELLEN: 

W. Vogel, "Rudol Kjellen und seine Bedeutung f?r die deutsche Staatslehre", in
Zeitschrift f?r die gesamte Staatswissenschaft, 1925, 81, pp. 193-241; Otto
Haussleiter, "Rudolf Kjelléns empirische Staatslehre und ihre Wurzeln in
politischer Geographie und Staatenkunde", in Archiv fuer Sozialwissenschaft
und Sozialpolitik, 1925, 54, pp. 157-198; Karl Haushofer, Erich Obst, Hermann
Lautensach, Otto Maull, Bausteine der Geopolitik, 1928; Erik Arrhén, Rudolf
Kjellén och "unghoegern": Sammanstøllning och diskussion, Stockholm, Seelig,
1933; E. Therm?nius, Geopolitik och politisk geografi, 1937; A. Brusewitz, Fran
Svedelius till Kjellén. Nagra drag ur den skytteanska lørostolens senare hist,
1945; Nils Elvander, Rudolf Kjellén och nationalsocialismen, 1956; Mats
Kihlberg & Donald Suederlind, Tva studier i svensk konservatism: 1916-1922,
Stockholm, Almqvist & Wiksell, 1961; Nils Elvander, Harald Hjørne och
CODIGO PE/GP - 08

konservatismen: Konservativ idédebatt i Sverige, 1865-1922,  Stockholm,


Almqvist & Wiksell, 1961; Georg Andrén, "Rudolf Kjellen", in David L. Sills (éd.),
International Encyclopedia of the Social Sciences, vol. 8, The Macmillan
Company & The Free Press, 1968; Ruth Kjellén-Bj?rkquist, Rudolf Kjellén. En
mønniska i tiden kring sekelskiftet, 1970; Bertil Haggman, Rudolf Kjellen.
Founder of Geopolitics, Helsingborg, 1988. 

VER TAMBIEN: 

Lucien Maury, Le nationalisme suédois et la guerre 1914-1918, Perrin, Paris,


1918; Richard Henning, Geopolitik. Die Lehre vom Staat als Lebewesen, 1931;
Otto Maull, Das Wesen der Geopolitik, 1936; Robert Strausz-Hupé,
Geopolitics. The Struggle for Space and Power, G.P. Putnam's Sons, New
York, 1942; Robert E. Dickinson, The German Lebensraum, Penguin,
Harmondsworth, 1943; Adolf Grabowsky, Raum, Staat und Geschichte.
Grundlegung der Geopolitik, 1960; Hans-Adolf Jacobsen, Karl Haushofer -
Leben und Werk -, 2 vol., Harald Boldt, Boppard am Rhein, 1979; Robert
Steuckers, "Panorama théorique de la géopolitique", in Orientations, 12, 1990;
Michel Korinman, Quand l'Allemagne pensait le monde. Grandeur et
décadence d'une géopolitique, Fayard, Paris, 1990. 

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