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K. G.

MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

AL OESTE DE LA NADA
(WEST OF NOWHERE)
POR K.G. MACGREGOR

TRADUCIDO POR: MARTHA LO 2017

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO UNO
Amber Halliday sacó su silla de la larga, bulliciosa mesa mientras la agobiada camarera
limpiaba sus platos de desayuno. Sosteniendo su teléfono celular por encima de su
cabeza, giraba de un lado a otro. "Esto es tan extraño. No puedo obtener una señal en
absoluto. ¿Alguien más tiene problemas?

Había notado el mensaje de Sin Servicio anoche, pero no tenía tiempo para preocuparse
por ello, ya que todo lo que le había preocupado por los últimos tres días era empacar y
cargar el autobús para su salida de las 5 a.m.. Gus Holley y su banda estaban iniciando
una gira por treinta y cuatro ciudades en Estados Unidos y Canadá, y por primera vez, ella
iba a ayudar a vender mercancía. La mayoría de la banda había dormido las primeras tres
horas de Nashville a Louisville, pero ahora se preparaban para tocar algo de música esta
noche en la Feria del Estado de Ohio en Columbia.

Su novio de los últimos tres años, Corey Dobbins, tocaba el bajo para Gus, y había
utilizado su influencia para que ella se uniera a la gira. Él incluso habló con Gus para que
le dejara traer a Skippy, su mezcla de Chihuahua-spaniel de un año de edad, para que no
tuviera que entregarlo al refugio de animales. Dado que la gira estaba programada para
durar cinco meses, habían reducido sus posesiones y dejado su apartamento de alquiler,
con la esperanza de encontrar un lugar más agradable cuando regresaran a Nashville.

Amber y Corey formaban parte del segundo autobús, en su mayoría músicos y técnicos de
instrumentos. Los otros encargados del equipo — de escenario, sonido e iluminación —
viajaron un día antes y ya se estaban instalando en la feria.

"No te preocupes por tu teléfono," Corey dijo. "El mío funciona. ¿A quién llamarías de
todos modos? Prácticamente todos los que conoces están aquí en esta mesa."

"Eso no es cierto. Me mensajeó con Harmony todo el tiempo," ella respondió, mirando al
baterista de la banda, Wayne. Su esposa dirigía la guardería donde Amber había trabajado
durante los últimos dos años.

Wayne giró su teléfono hacia ella. "Acabo de recibir un texto de ella hace unos
minutos. Se queja de una mujer que siempre deja a su hijo con un pañal lleno."

"Sé exactamente de quién está hablando. Le dije que lo guardara y lo devolviera a él justo
antes de que su madre viniera a recogerlo, pero Harmony dice 'No puedo hacer eso' y le
dije 'Bueno, vas a tener un pañal cagado todos los días.’ No puedes dejar que la gente
salga con esa clase de mierda."

Corey resopló. "Nunca mejor dicho. Hey, Amber, ¿no estamos bastante cerca de donde
creciste?"

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Amber hizo una mueca y se estremeció. Había visto el letrero de Shelbyville cuando
salieron de la interestatal a la parada del camión. "Supongo que eso explica por qué el
vello en mi nuca está erizado. Me da escalofríos sólo de pensar en ello."

Varios de los chicos de su grupo de repente se pusieron de pie, dejaron caer unos cuantos
dólares en la mesa para la camarera y regresaron al autobús, pero Corey sostuvo su taza
de café para rellenarla, sin prisa aparente. "¿No te has preguntado qué es lo que están
haciendo tus padres estos días? Entiendo que tuviste una infancia dura, pero ni siquiera
sabes si todavía están vivos."

"Sé todo lo que quiero saber."

Él le tendió su teléfono. "En serio, deberías llamar ya que estás muy cerca."

Ella le apartó la mano.

"Eres demasiado obstinada para tu propio bien a veces, Amber."

"¿Qué? ¿Crees que debería ir corriendo allí toda sonriente con Skippy y decir que todo
está bien ahora? Estoy segura de que mamá se desmayaría y lloraría, y papá se desviviría
por decir cuán arrepentido está."

"¿Cómo sabes lo que harán si nunca les das una oportunidad? Ni siquiera has llamado a
casa una sola vez desde que te fuiste. Ni una vez, Amber. Podrían estar enfermos de
preocupación por todo lo que sabes."

"Créeme, no lo están."

Corey suspiró y sacó su cartera del bolsillo de su cadera, sacando un billete de cinco
dólares para la camarera. Luego le entregó a Amber cinco billetes de veinte. "Toma, coge
parte de este dinero. No es una buena idea que lleve todo en un solo lugar."

Su novio tenía muchos defectos — beber en exceso y ser un ojos pícaros principalmente
— pero era generoso, pagaba toda la renta y las facturas del hogar, e incluso le daba un
poco de dinero cuando estaba sin trabajo. Su propensión a dormir con otras mujeres de
vez en cuando era algo que había aprendido a aceptar, porque él siempre volvía a casa con
ella. La suya no era la historia de amor más grande de todos los tiempos —
probablemente era más hábito que amor para ambos — pero era confiable.

A través de la amplia ventana del restaurante ella vio a Wayne inclinando la cabeza hacia
el autobús para indicar que era hora de salir.

"Parece que todo el mundo está listo para irse," ella dijo.

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Corey sostuvo su taza como si se estuviera calentando las manos. "Voy a terminar esta
última taza de café. Deberías ir al baño aquí antes de que volvamos a la carretera porque
probablemente no nos detendremos entre aquí y Columbus. Nos vemos en el autobús."

El baño de damas de tamaño completo era definitivamente preferible al pequeño


compartimento que pasaba como un lavabo en el autobús, sobre todo porque no podía
poner su maquillaje mientras el autobús estaba meneándose por la carretera.

Amber se inclinó sobre el fregadero hacia el espejo, con cuidado de no absorber el agua
que había salpicado en el mostrador al lavarse las manos. Con un cepillo de cerdas duras,
desenredo los rizos rubios y rizados que casi llegaban hasta sus hombros y los jaló
estirados hacia una cola de caballo. Con mano experta entonces metódicamente se delineó
los ojos con un lápiz gris pizarra, dando vida a su rostro por primera vez desde que se
había levantado de la cama a las 4 a.m. Sombra de ojos azules, rubor cremoso y labial
rojo complettaban su aspecto y retrocedió un paso para tener su apariencia general.

Su minifalda de mezclilla, estirada de hace tres días desde su último lavada, colgaba de
sus caderas. Un par de camisetas de tirantes — una roja y otra negra — abrazaban su
delgado cuerpo, sin ocultar el contorno de sus pechos y pezones rígidos. Corey se burlaba
de que ella tenía un pecho como un chico adolescente, pero ella siempre pensaba que una
copa B era abundante. Apreciaba el compromiso de no tener que usar un sujetador. Corey
no hizo ningún secreto de su preferencia por las mujeres voluptuosas. Tres o cuatro veces
al mes él dormía con Rachelle, que estaba más cerca de su edad a los treinta y dos
años. Amber nunca había estado realmente celosa, pero se sintió aliviada cuando Corey la
había elegido a ella y no a Rachelle para unirse a la gira.

Una mujer entró en el baño y, antes de entrar en una cabina, se detuvo para recoger varias
toallas de papel tiradas en el suelo y meterlas en la papelera. Por su vestimenta — shorts
de color verde oscuro, una camiseta amarilla brillante y zapatos de senderismo resistentes
— no era una empleada del área de servicio limpiando, sino una fanática de la limpieza.

Sintiéndose culpable por el hecho de que un par de esas toallas errantes habían sido suyas,
Amber se tomó un momento para limpiar el exceso de agua del mostrador y eliminar
cuidadosamente los desechos. Luego guardó su maquillaje en su bolso y sacó un paquete
de Marlboro Lights, sabiendo que sólo tendría tiempo para un par de rápidas caladas antes
de regresar al autobús. Era un hábito desagradable, que apenas podía permitirse incluso
cuando estaba trabajando, pero le había resultado imposible dejar de fumar cuando estaba
rodeada de tantos otros en la banda que fumaban.

Cuando salió del baño de damas, lo primero que notó fue un camarero separando las
mesas que habían juntado. Corey ya se había ido y el autobús se había movido a la parte
de enfrente del restaurante, lo que significaba que su cigarro tendría que esperar porque

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estos chicos estaban obviamente ansiosos por volver a la carretera. Cuando salió, el
autobús entró en el tráfico y dio un giro inmediato a la derecha por la rampa interestatal.

"¡Oh, muy gracioso!" Gritó. Todos los chicos estaban aullando probablemente al verla
parada en el estacionamiento. Su viaje a la siguiente salida para dar la vuelta
probablemente tomaría diez minutos o más, y todos ellos se reirían a su costa cuando
regresaran para recogerla.

El sol de Agosto ya estaba azotando el asfalto y Amber se giró para buscar un lugar
sombreado para esperar. Fue entonces cuando vio a Skippy sentado pacientemente en la
esquina del edificio, con su correa atada a su maleta.

***

Aquí tienes, cariño. Dos huevos sobre livianas, papas fritas y salchichas. Hay mermelada
en la mesa para tus bollos, y traeré tu taza de café en mi próximo viaje."

"Gracias, señora," Joy Shepard contestó alegremente, a pesar de haber ordenado sus
huevos revueltos con tocino. Ese grupo de catorce había hecho correr a la pobre camarera
cansada, y Joy se consideraba afortunada que le estaba sirviendo. Afortunadamente, ella
no era delicada.

Al parecer, la multitud de la larga mesa formaba parte de la banda de Gus Holley — al


menos eso era de lo que se había enterado por el autobús de la gira afuera y las voces
entusiasmadas de los que la rodeaban. Joy nunca había sido fanática de la música country,
pero conocía a alguien que lo era, y había enviado un par de fotos del autobús a través de
su smartphone. No se sorprendió cuando se escuchó una solicitud para la aplicación de
video chat que ella y su ahijada de nueve años usaban.

"¡Ese es Gus Holley!" Madison exclamó. "¿Dónde estás?"

"Estoy en Louisville, Kentucky," ella respondió, manteniendo la voz baja para no


molestar a los que la rodeaban. "No creo que Gus Holley estuviera aquí. La camarera me
dijo que era sólo su banda de reserva."

Después de dejar a Madison en su casa en Newport News, Virginia, sólo un día antes, Joy
ya la estaba extrañando como loca. Ella colocó su teléfono junto al servilletero para poder
seguir comiendo, y notó que Madison estaba llamando desde una cocina que no era la
suya.

"¿Dónde estás tan temprano en la mañana? Pensé que dormirías tarde el último día antes
de que empiece la escuela."

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"Syd me dejó en casa de Tara. Se supone que debemos ir a la piscina." Ella hizo una
mueca ante la mención de la niña de seis años que vivía un par de cuadras por la
calle. "Ella no me dejó quedarme en casa sola. Tú lo harías, ¿verdad?"

"Lo dudo, nena. Creo que prefiero que estés con una niñera por unos cuantos años más."
Madison estaba creciendo demasiado rápido como era. Casi no parecían nueve años desde
que Joy había sostenido la mano de su amiga Carrie Larson en la sala de partos mientras
daba a luz a esta hermosa niña. Cuando Carrie murió dos años después de una reacción a
la anestesia durante la cirugía de hernia, los formularios del hospital que había bromeado
sobre tener que firmarlos la golpeó, concediendo a Joy y su pareja Sydney Koehler el
derecho y la responsabilidad de criar a Madison.

No había resultado así. Joy había sido desplegada en el mar durante gran parte de los
siguientes cuatro años, volviendo a casa a Norfolk para encontrar a Syd no solo viendo a
otra persona, sino que ya estaba casada con él. Aunque no había sido una sorpresa total—
Syd había luchado durante mucho tiempo con su sexualidad y con los desafíos que
enfrentaban como pareja lesbiana — ciertamente había alterado la vida tal como la
conocían. Ya que el Estado de Virginia no reconocía los derechos paternales de dos
mujeres, Joy había hecho lo imposible desde entonces para mantener una relación cordial
con el fin de mantener su lugar en la vida de Madison. Eso se hizo mucho más difícil
cuando Joy regresó a Oakland, California, para ayudar a cuidar a su madre en las últimas
etapas de la COPD (Enfermedad de Obstrucción Pulmonar Crónica) después de toda una
vida de trabajo en una planta textil.

"Ojalá estuviera contigo, Joy. Voy a preguntarle a Syd si me dejará ir contigo durante
todo el verano del próximo año."

Era curioso que Syd nunca hubiera insistido en que Madison la llamara mamá, ni siquiera
después de la adopción formal. Si hubiera sido Joy, habría sido música para sus oídos.

"Bien por mí si quieres volver por todo ese tiempo, pero probablemente estarás atascada
en casa con el abuelo Shep mientras estoy en el trabajo. ¿Segura que no preferirías estar
jugando en la piscina con Tara?"

En realidad, podría haber matriculado a Madison en un campamento de verano para


actividades al aire libre y artesanía si Syd le hubiera avisado de que enviaría a Madison
durante un mes entero. Llamando en el último minuto dejando a Joy peleando para
extender su tiempo de vacaciones para que ellas pudieran tomar un viaje a campo traviesa
de regreso a Newport News en el camper.

La camarera rellenó la taza de café de Joy y sonrió por encima de su hombro ante la foto
de Madison en la pequeña pantalla. El cabello largo de la niña era ondulado castaño con
mechas doradas, como si cada una de sus mechas fuera de cada uno de sus padres, su

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mamá de piel clara de Georgia y su padre afroamericano. La cremosa piel bronceada


resaltando sus grandes ojos azules, haciendo que todo el mundo mirara dos veces a su
extraordinaria belleza.

"Syd tiene un nuevo novio ... Mitch Hildebrand. A ella le gusta que sea teniente, así que
supongo que eso significa que se supone que es mejor que Johnny."

"¿Lo has conocido?"

"Sí, se queda con nosotras ahora. Todas sus cosas están aquí."

Eso probablemente explicó el repentino cambio de actitud de Syd por entragarle a


Madison por cuatro semanas enteras en lugar de dos. Al menos Johnny estaba fuera de la
imagen para siempre. Ese matrimonio había durado sólo dieciséis meses, y él no había
hecho ningún esfuerzo por adoptar a Madison.

"¿Te gusta? ¿Él es agradable?"

"Está bien. Sólo desearía que Syd hubiera conseguido una novia en vez de un novio."

"¿Qué diferencia hace eso?"

"Sólo que ella se pone desamparada y tonta siempre que está cerca de chicos. Tú nunca
haces cosas así."

Joy tuvo que reírse de eso. Para ser una niña, Madison tenía una increíble comprensión de
lo que significaba ser gay o lesbiana, pero el concepto de butch y fenne era probablemente
demasiado de entender. "Eso no tiene nada que ver con que ella tenga un novio o novia. A
ella sólo le gusta ser de cierta manera y a mí me gusta ser de otra. Eso es lo que nos hace
muy interesantes. No querrías que todos fueran iguales, ¿verdad?"

"Supongo que no, pero todavía desearía que Syd tuviera una novia ... y desearía que
fueras tú."

Por mucho que le doliera escuchar el deseo de Madison, Joy sabía profundamente lo que
realmente significaba que ella quería que las dos personas que más amaba estuvieran con
ella todo el tiempo. Ella y Syd hicieron todo lo posible para no decir nada negativo sobre
la otra, pero ni siquiera había una chispa de amor entre ellas.

"No creo que eso vaya a suceder, nena. Pero tienes suerte porque siempre tienes dos casas
donde la gente te quiere como una loca." Miró su cuenta y sacó un par de billetes de uno
de su cartera para una propina. "Tengo que ponerme en camino para poder llegar a casa
del abuelo Shep. ¿Lo llamaste anoche como te dije?"

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"Sí. Estaba malhumorado, pero quería que yo volviera y lo impulsara hasta que su
hombro se recuperara."

"Apuesto a que lo hizo. Es probable que las enfermeras estén listas para echarlo a la
calle."

Su padre, en silla de ruedas después de perder las dos piernas en un accidente hace más de
veinte años, había sufrido una caída de su silla el día después de que ella y Madison
salieron de Oakland de regreso a Virginia. Con el brazo lesionado después de la cirugía
para fijar el hombro, no tenía forma de valerse por si mismo.

"¿Estarás en casa esta noche? Te llamaré desde Kansas."

"Sí, pero no es fin de semana y tengo que ir a la cama a las ocho y media."

"Haré una hora yendo hacia el oeste así que me aseguraré de parar en un área de descanso
antes de que sea demasiado tarde. Te quiero."

"Yo también te quiero, Joy."

Ella parpadeó conteniendo las lágrimas mientras caminaba hacia la caja registradora. La
visita desde la costa oeste de Madison había sido una bendición, especialmente los
últimos diez días, cuando habían atravesado el país juntas, a través del Grand Canyon,
Monument Valley y Rocky Mountain National Park. Lo único que había enfriado su viaje
era el saber que terminaría dejando a Madison en Virginia, seguida por Joy en un largo y
solitario viaje a casa.

"Gracias, señora," Joy dijo mientras recogía su cambio. El desayuno era mucho más
divertido en una mesa de picnic con Madison, pero era agradable de vez en cuando dejar
que otra persona lo cocine y limpie. Sin embargo, el lujo de un desayuno en un
restaurante le había dejado una hora de retraso, lo que significaba un largo día de meneo a
Abilene, donde planeaba acampar para pasar la noche.

La joven que había visto en el baño — del grupo de Gus Holley — estaba parada en la
esquina del edificio, una maleta y un perro pequeño a su lado. Sus ojos estaban vigilantes
en el cruce elevado como si esperara a alguien. Al parecer, ella no era parte de la banda
después de todo, sólo una mujer que pidió un aventón a Louisville.

Joy había enviado un mensaje a su padre pidiéndole que la llamara cuando se levantara, y
su teléfono sonó mientras entraba en su camioneta.

Antes de que ella pudiera siquiera saludar, su voz grave gritó, "¿Cuánto tardarás en llegar
aquí y sacarme de este infierno?"

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"¿Quién quiere saber? ¿Tú o las enfermeras?"

"Estos payasos no me dejan hacer nada ... dicen que no puedo salir de la cama sin el
terapeuta aquí, pero cuando él entra, me hace hacer todo en la cama. Tengo que orinar en
una jarra de plástico, por el amor de Dios, y ni siquiera quieres saber cómo me hacen
hacer lo otro. La comida es pura mierda. Comí mejor en Big John." Eso decía mucho,
porque su papá se había quejado todo el tiempo que ella podía recordar acerca de la
horrible comida en el USS John F Kennedy.

"Estoy en Louisville ahora mismo, papá. Parece que voy a llegar el Sábado, pero eso no
deja mucho tiempo para averiguar cómo vamos a hacer esto, porque tengo que estar en el
trabajo a primera hora el Lunes por la mañana."

"Sólo sácame de aquí. Me las arreglaré desde allí."

A veces su padre era demasiado independiente para su propio bien. Desde el día en que
llegó a casa desde el hospital de VA (Virginia) en una silla de ruedas, estaba decidido a
tener una vida sin límites, y sin que la gente se preocupara por él. Sólo rara vez se
encontraba a merced de los demás, y cuando lo hacía, se retorcía como un mustango
salvaje (caballo) con su primer jinete.

"Si te conozco, intentarás salir con el hombro malo y lo empeorarás."

Aunque había un riesgo considerable para el personal en el centro de rehabilitación si se


quedaba allí mucho más tiempo. "Miré algunos de esos servicios de atención médica en
casa en línea anoche. Veré si puedo arreglar con alguien, pero tendrás que quedarte donde
estás hasta que lo tenga todo arreglado. Y a quienquiera que consiga, no puedes ser un
idiota y echarlos el primer día."

"Si me sacas de este lugar, prometo besarles sus rosados traseros."

El accidente de su padre sin duda haría a todos ellos miserables durante semanas. De lo
que le había dicho su médico, necesitaría un acompañante a tiempo completo para
ayudarlo en la casa, más dos visitas semanales de un fisioterapeuta. Joy podía manejar
todos los deberes durante las noches pero tendría que contratar a alguien para cubrir las
horas que estaba en el trabajo. Cualquier pobre criatura que tomara el trabajo tendría que
soportar la irritación de su padre por su pérdida de independencia, y posiblemente no
podría hacer nada para complacerlo.

"¿Ha ido alguien a verte? ¿Los chicos de la Legión?"

"Tienen sus propios problemas. Barbara viene todos los días, sin embargo. Probablemente
habría matado a alguien ahora si ella no hubiera estado aquí."

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Joy se rió ante la mención de Barbara Rodgers, una vieja amiga de la familia que vivía al
otro lado de la calle. La pérdida de su esposo Hank en una explosión en la sala de
máquinas del USS Midway la había traído cerca de todos los Shepard, especialmente
después del accidente que discapacito al padre de Joy. Ella era prácticamente de la familia
y Joy incluso se preguntó si el romance podría florecer un día entre Barbara y su papá
ahora que su madre se había ido. Era extraño pensar en él estando con otra persona, pero
reconfortante que pudiera encontrar la felicidad otra vez.

"Haré algunas llamadas esta noche y veré lo que puedo hacer. Trata de no conducir a
todos los de allí a la bebida."

Joy reconocía a regañadientes que estaría atada a la casa todas las noches hasta que su
padre volviera a su antiguo ser. Aunque él había insistido en que podía manejarse por su
cuenta, sabía que era su orgullo hablando. Había dicho lo mismo cuando su madre se
enfermó hace tres años, pero estaba visiblemente aliviado cuando Joy dejo la marina para
regresar a Oakland para ayudarlo a controlar su deteriorada salud.

Un resquicio de esperanza — si había tal cosa — era que conseguir que su padre fuera
rehabilitado podría hacer que el tiempo pasara más rápido hasta el regreso de Madison
para las vacaciones de Navidad.

Giró el encendidó y esperó para asegurarse de que todos sus indicadores funcionaban
correctamente, un hábito de sus días en la marina, entonces probó y calibró su equipo de
comunicaciones antes de cada uso. En la cubierta ocupada de un portaaviones, no había
margen de error. A medida que se alejaba de su espacio del estacionamiento, se
sorprendió por la aparición repentina de la joven con el perro haciendo señas.

CAPÍTULO DOS
"¿Estás bien?"

Una mirada más atenta reveló que la joven había estado llorando. "Perdí mi auto. Me
preguntaba ... ¿podría usar tu teléfono para hacer una llamada rápida? Te prometo que no
usaré muchos de tus minutos."

Joy era lo suficientemente inteligente como para ser cautelosa acerca de las estafas, pero
también sabía de la angustia cuando la veía. Esta mujer — apenas más que una chica, en
realidad — estaba en problemas y estaba arriesgándose por su cuenta por tender la mano a
una extraña. Rechazarla significaba dejarla a merced de alguien que pudiera aprovecharse
de ella. Le pasó el teléfono por la ventana. "Lo que sea que necesites."

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Antes de marcar, la mujer encendió un cigarro, su humo flotando por la ventana


abierta. Demasiado tarde, Joy se dio cuenta de que el teléfono se había conectado
automáticamente al dispositivo inalámbrico en su camioneta, lo que significaba que podía
oír cada palabra.

"Corey, ¿qué estás haciendo?"

"Vuelve a Shelbyville, Amber. Estás a sólo quince millas de distancia. Simplemente no


vas a lograrlo por tu cuenta."

"Te dije que no quería volver a verlos. Siempre dijiste que lo entendiste. Me da pesadillas
sólo pensar en ello. Vuelve y recógeme."

"No puedo hacerlo." Él suspiró pesadamente. "Se acabó para nosotros. No es nada que
hayas hecho ... simplemente ya no funciona. Pensé que sería un buen borrón y cuenta
nueva."

Amber, claramente nerviosa, golpeó su mano contra el lado del camper. "Mira, Corey. Si
esto es sobre tu y yo, bien. Voy a conseguir mi propia casa para vivir cuando regresemos
a Nashville, pero ustedes todavía me necesitan para vender mercancía. Dormiré en el
autobús."

"Gus ya tiene un comerciante para manejar la mercancía. Es la misma compañía que usa
todo el tiempo."

"¿Me estás diciendo que todo esto fue una trampa?" Su voz temblaba y sus mejillas
estaban enrojecidas. "¿No podías simplemente romper conmigo como una persona
normal? No, tuviste que traerme hasta aquí y arrojarme a un lado de la carretera?"

"No estás del lado de la carretera. Sólo llama a tus padres. Están a quince minutos. Tu
mamá está esperando saber de ti. "

"¿La llamaste?"

"Amber, no soy un tipo malo. No iba a echarte y hacerte dormir en la estación de


autobuses. Quería estar seguro que tu— "

La línea se cortó.

En su espejo lateral, Joy podía ver a Amber apoyada contra el camper, con los brazos a
los lados y la cara hacia el cielo con los ojos cerrados. Conocía ese sentimiento, la
contundente comprensión de que la fe que tenías en alguien estaba mal colocada. Aunque
estaba ansiosa por volver a la carretera, podía disponer de unos minutos para que esta

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chica recuperara sus sentidos y decidiera lo qué tenía que hacer. Era demasiado delgada,
Joy pensó, y llevaba demasiado color en el maquillaje de sus ojos, rubor y labial. Su
omóplato derecho tenía un tatuaje de lo que parecía un bajo.

"¿Una llamada más?"

"Por supuesto." No había forma de evitar escuchar sin decir que había oído la totalidad de
la primera llamada.

"Harmony ... soy yo, Amber. Mira, no funcionó para mí ir en la gira y tengo que volver a
Nashville. ¿Hay alguna manera de recuperar mi trabajo en la guardería?"

La mujer del otro extremo gimió. "Escucha, muchacha. No puedo aceptarte de


regreso. Wayne dice que Corey quiere un borrón y cuenta nueva, ¿sabes?"

"Corey no tiene nada que ver con esto. Ni siquiera voy a verlo. Sólo necesito un trabajo ...
y un lugar para quedarme un par de semanas hasta que pueda instalarme en otro lugar."

"No puedo hacerlo, Amber. Ojalá pudiera, pero Wayne y Corey ... son la banda. Tú sabes
cómo es. Todo es siempre lo mejor para la banda. Lo siento, chica."

Amber cortó la llamada y se desplomó de nuevo contra el camper durante unos


segundos. Como si recordara de repente que no estaba sola, se enderezó y volvió a la
ventana del conductor con el teléfono. "Gracias."

Joy observó cómo arrojó la colilla del cigarro al suelo y regresó al edificio donde su
diminuto perro comenzó a bailar con emoción. Colocó al cachorro en su regazo mientras
se sentaba desamparadamente en su maleta. Si esas llamadas eran alguna indicación, la
pobre chica no tenía más remedio que llamar a su familia, que vivía cerca. Al menos
Corey — quienquiera que fuese — le había parecido que estaría bien.

Empezó a retirarse y se dio cuenta de que Amber sollozaba. Dejarla en algún sitio
probablemente se llevaría una hora de su día, pero Joy sabía que nunca dormiría esta
noche si se acostaba preocupada por cómo resultaría esto.

"¿Necesitas un aventón a alguna parte?"

La chica negó con la cabeza. "No sé a dónde ir."

Con el motor todavía en marcha, Joy caminó y abrió la puerta del pasajero. "Entra. Lo
averiguaremos."

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Amber dudo unos segundos, pero se puso de pie, lo que permitió a Joy agarrar su maleta y
arrojarla en la cabina detrás del asiento delantero. "¿En que dirección vas?"

"Me dirijo al oeste por la I-64, pero puedo dejarte donde quieras. Estoy segura de que hay
una estación de autobuses por aquí, y si necesitas ayuda con un boleto, puedo dar unos
cuantos dólares." Joy se subió a su lado y se abrochó el cinturón de seguridad, indicando a
Amber para hacer lo mismo.

"¿Vas a ir a algún lugar cercano a Limon, Colorado?"

"¿Colorado?"

"Tengo un amiga allí. Puedo quedarme con ella mientras busco trabajo."

Ella no había pensado que su gesto amistoso pudiera resultar en un pasajero por los
próximos dos días. "¿Te oí decir que tenías familia cerca de aquí?"

"No voy a volver allí ... nunca. Tengo algo de dinero para ayudar a pagar la gasolina. Si es
demasiado problema, estoy segura de que encontraré a alguien más yendo en esa
dirección." Ella comenzó a desabrochar su cinturón.

"No ... no, está bien." Una chica tan desesperada como esta probablemente entraría en un
auto con alguien, y podría no estar a salvo. "Voy a pasar por Limon en algún momento
mañana por la tarde. Puedes venir."

El alivio en el rostro de Amber era inconfundible. "Soy Amber ... Amber Halliday."

"Joy Shepard. ¿Quién es tu amigo?" El cachorro negro y canela, casi la mitad del tamaño
de un gato típico, se encorvó en el regazo de Amber, aterrorizado ya sea con Joy o con la
camioneta.

"Skippy. Él es parte Chihuahua. Lo conseguí el año pasado en el refugio de Nashville "

Ella extendió la mano para darle una caricia, provocando un gruñido bajo que la hizo
quitar la mano de vuelta a toda prisa. Iba a ser un largo día.

***

"... Soy jefe de equipo de tierra en el aeropuerto de Oakland. Sabes, una de esas personas
con los chalecos anaranjados que guían los aviones hacia la puerta y se aseguran de que
sean atendidos."

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Amber asintió con la cabeza, aunque no tenía ni idea de lo que Joy estaba hablando. Ella
nunca había estado en un avión en su vida. "¿Y tú estás de vacaciones?"

"Sí, más o menos. Mi ahijada Madison — ella tiene nueve años — voló a California hace
unas semanas para visitarnos a mi papá y a mí. La llevé a su casa cerca de Norfolk y
tuvimos un buen viaje de campamento por el camino ... fuimos a Yosemite y al Grand
Canyon, luego a través de las Rocallosas."

"Norfolk ... eso es en Carolina del Norte, ¿verdad?"

"Virginia."

A Amber nunca se le dio bien la geografía. Al igual que la mayoría de los otros temas de
la escuela secundaria, no podía imaginar por qué lo necesitaría. Todas esas lecciones
acerca de la lectura de mapas eran innecesarias cuando tenías un GPS en tu teléfono
diciéndote por donde girar.

Casi todo el mundo que ella conocía en Nashville conducía una camioneta pickup, pero
ninguna era tan bonita como esta, con su camper unido. Tenía asientos de piel de color
marrón con adornos de madera en el tablero, un sistema de navegación de pantalla
panorámica, reproductor de CD y radio por satélite, y controles táctiles para todo en el
volante.

"Bonita camioneta ... un montón de cosas de lujo."

"Gracias. Técnicamente, pertenece a mi papá, pero él nunca la conduce. La compró hace


cuatro años cuando mi mamá se enfermó para poder hacer algunos viajes juntos. Ella
murió poco después de eso y ... bueno, él y yo nos llevamos bien la mayoría del tiempo,
pero no lo suficientemente bien como para pasar tiempo juntos en un pastillero como
este."

Las mujeres de California no eran como las que Amber conocía en Tennessee y
Kentucky. En primer lugar, no conocía a una sola que recogería y conduciría todo el
camino por el país sola. Prácticamente todas sus amigas tenían novios o esposos, y eran
los chicos los que se marchaban y hacían una mierda como esta. En segundo lugar, ella
parecía fuerte y físicamente en forma, con músculos en sus brazos y piernas. Su
apariencia era meticulosa, como si hubiera salido del camino para perfeccionar todos los
detalles. Su camiseta amarilla brillante, con un logotipo en el bolsillo que decía Big Stick,
estaba metida en sus shorts. Ambos habían sido obviamente planchados.
¡Planchados! ¿Quién plancha shorts y camisetas? La obsesión de Joy con la limpieza se
extendía mucho más allá de recoger toallas de papel en el baño. No había una mota de
polvo en el tablero o incluso una mancha en el parabrisas.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Qué clase de trabajo haces, Amber?"

Amber suspiró, deseando poder tener otro cigarrillo. "Un poco de esto, un poco de
aquello. Mi último trabajo fue en una guardería. Antes de eso trabajé en el Friendly Mart
... eso es una tienda de conveniencia en Nashville, Pero no te dejes engañar por el
nombre. El dueño es un idiota. He volteado hamburguesas, hecho tacos, vendido
vitaminas por teléfono ... sentarme con ancianos. Me hubiera gustado hacer la promoción
para Gus Holley, pero eso fue todo una gran broma para mí."

"Es una pésima manera de tratar a alguien. Siento que te hayan hecho eso."

"Sabes lo que dicen ... acuéstate con perros y tendrás pulgas." Estaba acostumbrada a la
decepción. Todos los trabajos que había mencionado había terminado siendo despedida o
renunciando porque no podía trabajar bajo condiciones ridículas con jefes que le gritaban
todo el tiempo sin ninguna razón. Habría hecho un gran trabajo para Gus si sólo él le
hubiera dado una oportunidad.

"¿Así que conoces a Gus Holley? Mi ahijada me dice que es un nombre bastante grande
en la música country."

"Sí, es un buen tipo ... mucho mejor que esos idiotas en su banda. Apuesto a que estará
furioso cuando escuche lo que Corey me hizo."

Estaba cansada de pensar en Corey y giró sus pensamientos a Molly, una de las primeras
amigas que había hecho en Nashville después de separarse de Archie, su novio de la
escuela secundaria. Ella y Molly habían compartido un apartamento con otras dos chicas
durante un año, durante el cual Amber descubrió que le gustaba dormir con mujeres
mucho más que con hombres. Aunque lo habían mantenido casual — sin mencionar el
secreto — se había sentido decepcionada cuando Molly se marchó de repente para ocupar
un puesto de secretaria en el motel de su primo en Limon. Incluso había dado vueltas con
la idea con mudarse allí cuando Molly dijo que había un trabajo de limpieza de
habitaciones, pero para ese momento había empezado a ver a Corey y parecía más fácil
quedarse.

Pasaron una señal de área de descanso y Amber decidió que ya no podía esperar más por
un cigarrillo. "¿Podemos detenernos aquí?"

Ella fue primero al baño y luego utilizó el tiempo paseando a Skippy para fumar. Desde la
ladera sobre el estacionamiento, observó cómo Joy tomaba un paño y limpiaba el
parabrisas y los faros delanteros antes de limpiar la rejilla de la camioneta. Nunca había
visto a alguien tan quisquilloso por una estúpida camioneta.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy se reunió con ella en la puerta del pasajero con una bolsa de plástico. "Ten, pensé que
podrías necesitar esto para limpiar lo que hace Skippy."

Amber se la metió en el bolsillo. "Él no hizo nada esta vez." En realidad lo había hecho,
pero no tenía ninguna intención de regresar para subir la colina y recoger mierda de
perro. El hecho de que Joy era obsesiva-compulsiva no significaba que ella tenía que
serlo. Algunos gérmenes aquí y allá se supone que eran buenos para uno, ayudando a
evitar los resfriados o la gripe.

Cuando regresaron en la carretera, Amber pasó la siguiente hora fingiendo dormir,


todavía sumida en pensamientos de cómo había sido engañada por Corey y la banda. En
retrospectiva, había un montón de pistas y tontamente las había omitido todas. Corey
había movido sus pertenencias a un almacén mientras la animaba a vender todo lo que no
necesitaba absolutamente. Cuando ella casi había salido de la gira porque no quería
renunciar a Skippy, él regreso con la gran noticia de que Gus dijo que podía
llevarlo. Entonces su teléfono dejó de funcionar de repente — porque Corey había
cancelado su servicio — y él incluso le dio un poco de dinero como un beso de despedida.

Lo que realmente dolía era darse cuenta de que todos sus supuestos amigos habían estado
en esto. Todo el mundo había seguido su señal y se levantaron para ir al autobus cuando
él mencionó por primera vez llamar a sus padres. Incluso Harmony sabía sobre eso y
estaba lista cuando llamó para decepcionarla. Ya era bastante malo ser traicionada por un
bastardo como Corey, pero todo el mundo!

En el lado más lejano de St. Louis se detuvieron en otra zona de descanso, donde Joy
entró en el camper para hacer el almuerzo. Ella había estado bastante callada también,
probablemente preguntándose en que se había metido al recoger a una extraviada en el
lado de la carretera, una que se enfurruñaba como una mocosa.

"Necesitas ayuda, Joy?"

"Puedo manejarlo. Te gusta la mostaza?"

"Claro." A ella no le importaba lo que comía — o incluso si comía — pero necesitaba


espabilarse y ser agradable. Todavía tenían un día completo para llegar a Limon, y ella no
iba a conseguir un viaje mejor que esto, no con comida y un lugar para dormir lanzado.

Joy salió por la estrecha puerta equilibrando dos platos apilados con sándwiches, papas
fritas y trozos de sandía. "¿Quieres traer nuestras bebidas? Deje dos vasos en la
encimera. Hay té helado en el refrigerador, pero asegúrate de volver a colocarlo en la
ranura de la puerta."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber no se sorprendió al descubrir el interior del camper tan ordenado como el resto de
la camioneta. Era un espacio pequeñito pero eficientemente dispuesto. Un baño del
tamaño de un armario con una ducha estaba a su izquierda al otro lado de un comedor que
parecía lo suficientemente grande para cuatro personas muy delgadas. Junto estaba un
fregadero, una estufa con microondas montado encima de ella, y un pequeño
refrigerador. Más allá de la zona de la cocina estaba un escalón a un compartimento para
dormir que se extendía sobre la cabina de la camioneta. Naturalmente, sus sábanas y
mantas estaban perfectamente ajustadas. Un televisor estaba montado sobre un pivote
para que pudiera ser visto ya sea desde la cama o el comedor. Cada pulgada cúbica que no
era claramente visible parecía ser almacén.

Esperando sentir claustrofobia en un espacio tan estrecho, se sorprendió de encontrarlo


agradable y acogedor. Si ella tuviera el dinero para un equipo como este, nunca tendría
que preocuparse acerca de dónde vivir. En un día como hoy, podría haber estacionado a
este bebé bajo la sombra de un árbol y relajarse.

"Esto es realmente genial. ¿Cuánto cuesta uno de estos equipos?"

Joy estaba sentada en una mesa de picnic de concreto a la sombra, ya comiendo. "Creo
que el camper unos veinte mil y la camioneta otros treinta y cinco. Estás buscando?"

"Sí claro. Más probablemente estaré durmiendo en un sofá mañana por la noche."

"¿Eso es lo que te espera en Limon?"

"Probablemente. Mi amiga Molly se mudó allí cuando su primo se hizo cargo de uno de
los moteles. Ella trató de conseguir que yo fuera y trabajara para ella, pero había
empezado a salir con el pendejo así que le dije que no. Sólo espero que todavía tenga una
vacante."

"¿Y si no tiene nada en este momento? Hay mucha más gente por ahí que puestos de
trabajo en estos días."

"Lo solucionaremos. Ella es prácticamente mi mejor amiga así al menos me dará


alojamiento hasta que encuentre algo."

"Es una buena sensación tener amigos así."

"Sería aún mejor si tuviera uno de estos," ella dijo, indicando el camper.

"Sé lo que quieres decir. A veces me siento como una tortuga cargando mi casa."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Cuando Joy terminó su almuerzo, estiró su largo cuerpo hacia arriba para agarrar el
travesaño de su refugio para picnic, y en un repentino estallido, hizo tres rápidas flexiones
antes de sacudirse el polvo de las manos y arrojar la basura en el bote.

Amber casi se rió fuerte al darse cuenta de la mayor diferencia entre Joy y las otras chicas
con las que siempre andaba — ninguna de ellas hacía flexiones por capricho. Joy era
probablemente gay.

CAPÍTULO TRES
"Lo siento mucho, Joy."

"Está bien. Iba a tener que limpiar en poco tiempo." Joy había abierto el refrigerador para
un desastre porque Amber se olvidó de asegurar el té helado en el compartimiento de la
bebida.

Todavía había otra media hora de luz del día, pero le gustaba revisar en el parque de casas
rodantes antes de que oscureciera. Era más fácil de manejar las conexiones eléctricas y de
agua, y aclimatarse a los servicios, como la red Wi-Fi y la tienda. El servicio que más
importaba era la ducha, y estaba esperando una caliente antes de acostarse.

Amber estaba sentada en la mesa de picnic afuera desplazándose a través de la


computadora portátil de Joy para encontrar una lista de moteles en Limon. La correa de
Skippy estaba enredada en su banco.

"Averiguaste cómo ponerte en contacto con tu amiga?"

"Parece que tienen unos diez moteles pero no puedo decir cuál es el suyo. No creo que sea
una de las cadenas."

"Deberías empezar a llamarlos y preguntar si ella trabaja allí. Puedes usar mi teléfono."

Joy cortó una cebolla pequeña para dorar con carne molida, y luego mezcló un paquete
congelado de brócoli picado, una lata de sopa de champiñones, agua y arroz. El sabroso
platillo tomó sólo doce minutos en la estufa. Era una receta simple en el costado de la
bolsa de arroz, pero Madison había sugerido un toque final — queso rallado encima. Joy
lo roció alrededor y cubrió el sartén para que se derritiera a través del platillo.

"Tengo que ir hasta la tienda del campamento por un par de cosas. ¿Quieres que traiga
algo de comida para perros?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Iré contigo," Amber dijo. Desató rápidamente la correa de Skippy del banco y se puso a
caminar con Joy.

"Sabes, probablemente deberías colocar la computadora portátil dentro del camper y


cerrar." Incluso Madison, una estudiante de cuarto grado, sabía que no debía dejar objetos
de valor al aire libre. "Podría ser que no sea una mala idea poner a Skippy allí también, ya
que no permiten perros en la tienda."

En la tienda, reabasteció sus provisiones para el desayuno, lo suficiente para durar el resto
de su viaje, ya que estaría dejando a Amber en Limon al día siguiente. Comer fuera del
camper en lugar de un restaurante le ahorraría al menos una hora al día, lo suficiente para
que si se esforzaba, podría llegar a Oakland el Viernes por la noche. Eso le daría dos días
completos para arreglar el cuidado en la casa de su padre.

Amber dio golpecitos con el pie con impaciencia mientras la empleada, una mujer de cara
adusta en pantalones elásticos y blusa floral sin combinar, se tomó su tiempo
reabasteciendo un exhibidor de humectante labial junto a la caja registradora.

"¿Algo más?," la mujer preguntó bruscamente mientras hacia sonar la caja de comida para
perros.

"Un paquete de Marlboro Lights." Amber cogió la caja mientras se deslizaba por el
mostrador después de la aventada descuidada de la mujer. Su voz cargada de sarcasmo,
agregó, "Si no es mucha molestia."

Joy le lanzó un guiño cuando ella se giró y puso los ojos en blanco.

"Eso es todo?" la empleada ladró a Joy.

"Sí, señora. Muchas gracias." Joy contó el cambio exacto y ayudó a embolsar sus
compras. Luego se unió a Amber en el porche, donde ya había encendió un cigarro.

"No puedo creer que fueras tan amable con esa mujer. Que gruñona!"

"Cuando creces en una casa militar, el respeto por los mayores se inculca desde el
momento en que aprendes a hablar."

"Mis padres intentaron eso conmigo, pero no funcionó. El respeto es algo que tienes que
ganar."

"Por lo general trato de dar a todos el beneficio de la duda. Se requiere mucho menos
energía. Tal vez me sentiría diferente si tuviera que soportarlo todo el tiempo, pero

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

calculo que estaremos saliendo de aquí a las ocho de la mañana, por lo que en realidad no
conseguiré nada con ser grosera."

"Lástima que ella no lo ve de esa manera." Amber arrojó lo último de su cigarro al suelo,
sus chispas dispersándose. "¿A qué hora crees que llegaremos a Limon?"

"Alrededor de las dos, creo." Joy trató de seguir caminando pero no pudo superar el
impulso de aplastar la colilla y recogerla para su adecuada eliminación en el cubo de la
basura del campamento. "Vi a algunos niños caminando descalzos antes. No quisiera que
uno de ellos pisara esto."

"Eres una especie de intensa de la limpieza, ¿verdad? Tus padres deben haber sido
bastante estrictos."

"En comparación con algunos, supongo que lo eran. Aunque mi verdadero entrenamiento
vino cuando estaba en la marina. Créeme, se aprende muy rápido para no dejar ni una
arruga en la arena. Cada detalle tiene que ser perfecto."

"Es por eso que planchas tus camisetas?"

Joy notó la sonrisa burlona y se observó antes de responder defensivamente. "Te haré
saber que no plancho mis camisetas. Pero si las sacas de la secadora cuando todavía están
un poco calientes y las doblas perfectamente, no van a tener arrugas. ¿Alguna pregunta
más?"

"Así que si alguien quisiera torturarte, todo lo que tendrían que hacer es arrugar tu ropa y
dejar caer colillas de cigarros por todas partes."

"Estoy segura de que podría manejar ... no vas a hacer eso, verdad?"

Amber se rió por primera vez en el día. "Puedo ver el titular ahora. Cuerpo arrojado a un
lado de la carretera en Kansas, la ropa lavada y planchada. Te asegurarías de que mi pelo
estuviera peinado también, ¿verdad?"

"Tal vez. Pero no importaría si tu cabeza faltara, ¿verdad?"

"Ttrataré de ser más limpia, ya que has sido tan agradable." Sonrió a Joy, mostrando los
dientes muy blancos. "Lo digo en serio, por cierto. Has sido realmente genial. No sé lo
que habría hecho si no me hubieras dado un aventón"

Joy decidió no admitir que su conciencia no le habría permitido solamente irse. No quería
que Amber pusiera a prueba sus límites.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Cuando regresaron al camper, Skippy bailó con entusiasmo sobre sus patas traseras
mientras Amber llenó un pequeño recipiente con trozos secos. Joy repartió su cena y
colocó los platos en el pequeño comedor.

Aunque las circunstancias eran inusuales, tenía que admitir que apreciaba la
compañía. Amber parecía un poco inmadura, pero probablemente había visto tiempos
difíciles en su joven vida.

"¿Has pensado algo más acerca de lo que vas a hacer si las cosas no salen bien en
Limon?"

"Tienen que," Amber dijo con tristeza. "No hay nada para ir a casa en Nashville. Sin
trabajo, sin lugar para vivir, ni siquiera un amigo que me ayude. Esa es la forma en que es
con la banda. O estás dentro o fuera, y una vez que estás fuera, es como si ni siquiera
existieras. He visto sucederles a otras chicas una y otra vez. No sé por qué pensé que yo
sería diferente."

Joy no quería decir que había escuchado toda la conversación con Corey, pero sentía
curiosidad por la brecha entre Amber y su familia. "Y volver a casa no es una opción?"

"De ninguna manera. Tu padre pudo haber sido estricto, estar en el ejército y todo, pero el
mío ... es el mayor hijo de puta que jamás haya existido." Ella recogió a Skippy y lo
acomodó en su regazo mientras comía. "Me gritaba por todo ... la escuela, lo que llevaba,
quienes eran mis amigos. Mamá, también. No podía hacer nada bien en lo que a ellos
respecta. Tenía esta perrita, Coco. Una de mis amigas me la dio. Era en su mayoría
caniche, del tamaño aproximado de Skippy aquí ... dulce como podría ser. Una noche me
quedé más tarde de lo que se suponía ... no mucho, tal vez media hora. Cuando llegué a
casa, Coco estaba tirada en el camino, atropellada por un coche. Mamá dijo que era mi
culpa ... que papá la arrojó por la puerta cuando no llegue a casa a tiempo. No se
arrepintieron ni nada."

"Increíble."

"No jodas. Mi novio Archie estaba en la electrónica y un amigo suyo quería que viniera a
Nashville y trabajar en el equipo de sonido con Rascal Flatts. Ese era un muy buen
concierto, así que salimos. Dejé una nota básicamente diciendo a mis padres que se fueran
a la mierda, y eso fue lo último que supe de ellos."

"Wow, eso es algo bastante pesado." A pesar de que Joy no podía identificarse con sus
sentimientos, entendía perfectamente por qué Amber había cortado sus lazos
familiares. "¿Tienes hermanos o hermanas?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Un hermano, seis años mayor. Lo último que supe es que estaba en la cárcel por preparar
metanfetamina. Eso fue hace unos tres años."

"Parece que salir de allí era una buena idea."

"Lo fue para mí." Amber apartó su plato a pesar de haber comido sólo la mitad de lo que
Joy había servido. Con una sonrisa que ahora era familiar, le preguntó, "Entonces cuál es
tu historia? Supongo que no tienes novio."

"No es exactamente lo mío."

"Eso es porque están todos asustados a morir sobre lo que sucederá si se cae
accidentalmente una miga en el suelo. Tal vez si te soltaras un poco, no estarían tan
asustados."

Al parecer, Amber no había captado su mensaje. "No tengo novio porque no quiero un
novio. Nunca he querido uno y nunca lo querré. Ahora una novia ... eso es diferente. No
me importaría tener una de esas."

"Sí, me di cuenta de eso cuando te vi hacer esas flexiones. No muchas de mis amigas
hetero hacen eso." Una vez más, lo dijo bromeando.

"Parece como que necesitas salir más. Deberías ver algunas de esas mujeres en la marina
haciendo flexiones. Algunas lesbianas ... algunos hetero, pero a todas les gusta demostrar
que pueden hacerlo. "

"Nunca sería capaz de poner mi barbilla sobre una barra de esa manera. Apenas puedo
meterme en tu camioneta." Amber flexionó su bícep, que apenas se notó.

"Apuesto a que te desmayarías en la carrera de obstáculos en el campamento de


entrenamiento. Todos los fumadores estaban echando las tripas."

Amber hizo girar el paquete de cigarros alrededor de la mesa. "Voy a dejar de fumar uno
de estos días. Eso podría venir más pronto que tarde si no consigo un trabajo
enseguida. Estos cabroness son cada vez más caros."

Joy estaba contenta por la reacción de Amber ante la noticia de que era lesbiana, o más
bien, su falta de reacción. Un aspecto de la marina que no se perdió fue la regla opresiva
‘No preguntes, no digas’, especialmente cuando se encontró trabajando alrededor de
personas que la entregarían si les diera la menor cantidad de munición por hablar de su
novia allá en casa. La revocación de la política había llegado demasiado tarde para ella,
pero al menos ahora podía proclamar con orgullo su condición de veterana gay.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Voy a aprovechar el baño y luego tengo que hacer algunas llamadas a la Costa
Oeste. Dejaré mi teléfono en caso de que quieras llamar a esos moteles de Limon."

Quitó su bolsa de artículos de aseo ordenada, una toalla y una muda de ropa. Su cartera y
las llaves estaban en el bolsillo, así que la laptop y el teléfono eran los únicos objetos de
valor no encerrados o almacenados donde sería difícil de encontrar. No era que no
confiara en Amber, pero no había ninguna razón para tentarla.

A pesar de que había tenido dudas al principio, tener a Amber en el viaje había hecho que
el día pasara más rápidamente. Su fascinación por el campo era muy parecida a la de
Madison, y estaban a mitad de camino a través de Missouri cuando Amber confesó que
nunca había estado al oeste de Kentucky. Había estado deseando ver el país en gira con
Gus Holley. Ahora ella se dirigía a un choque cultural en Limon.

***

"... Correcto, Molly Jackson, de Tennessee."

Le había costado seis llamadas, pero finalmente encontró un motel propiedad de una
familia de apellido Jackson — el Gateway Lodge. La recepcionista dijo que Molly
trabajaba en el turno de día.

"No, ningún mensaje. Yo podría estar pasando por ahí mañana, pero quiero darle una
sorpresa."

Había estado pensando en la observación de Joy que los trabajos no eran fáciles de
conseguir, y pensó que era mejor aparecerse de repente. No quería arriesgarse a que
Molly le dijera que no fuera. De esta manera Molly estaría tan contenta de verla que
encontraría una manera de dejarla que se quede, sobre todo cuando descubriera que
Amber había dejado Nashville para bien y no tenía otro lugar a donde ir.

Ella levantó a Skippy sobre la mesa de picnic y encendió otro cigarro, su tercero desde
que Joy se había ido a la ducha. En poco tiempo, se irían a la cama y tendría que
prescindir hasta mañana, incluso si no pudiera conciliar el sueño. Los arreglos para
dormir esta noche parecían interesantes. Una cama, dos personas. Y Joy era gay. Amber
ya había decidido que no importaba. Si Joy tenía algo en mente para compensar por el
aventón, ella estaba bien con eso. No era como si tuviera problemas para dormir con
chicas.

Por otra parte, con el pésimo día que había tenido, Joy probablemente esperaría que ella
durmiera en la camioneta o en el suelo junto al fregadero de la cocina. Lo que sea ... era
sólo por una noche. Tal vez mañana a esta hora, estaría metiéndose en la cama con Molly
de nuevo. En lo que a ella se refería, podrían retomarlo justo donde lo habían dejado,

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

siempre y cuando consiguiera un lugar para quedarse. Esa era la historia de su vida —
averiguar quién podría ayudarla y cómo podía darles todo lo que necesitaban para
mantener su lugar seguro. No estaba orgullosa de eso, pero no había muchas
oportunidades para las mujeres que no tenían capacitación y habilidades.

Harmony dijo que lo mejor de casarse con Wayne era que ya no se sentía como una
prostituta. Amber nunca pensó en su situación con Corey como prostitución. Para ella, era
supervivencia. No tenía relaciones sexuales con personas que le repugnaban. Corey estaba
bien cuando no estaba borracho, y Archie la había tratado bien hasta todo ese fiasco con
el bebé.

Si tuviera que hacerlo de nuevo, habría seguido el ejemplo de Harmony y habría abierto
un negocio propio. Con la guardería, Harmony tenía una manera de proveer para ella y su
hijo si su matrimonio con Wayne no funcionaba, y porque manejaba el negocio en su
casa, siempre decía que tendría que conservar la casa si tuvieran un divorcio. Amber
debería haber aprovechado su tiempo con Corey y empezar su propio cuidado de
mascotas o servicio de entrega de abarrotes. Entonces habría tenido un trabajo al cual
volver en vez de subir a una camioneta con una total desconocida y dirigirse hacia el oeste
en medio de la nada.

Joy regresó, con el oscuro pelo mojado peinado hacia atrás detrás de las orejas y la toalla
cuidadosamente doblada sobre el brazo. Usando shorts de punto gris y una camiseta de
los Atléticos de Oakland — obviamente con la que dormía porque su camiseta no estaba
metida — era mucho menos intimidante. "¿Hubo suerte?"

"Sí, creo que la encontré. Trabaja de día por lo que debe estar allí mañana por la tarde."

Amber la estudió desde atrás mientras entraba en el camper, pensando de nuevo acerca de
cómo reaccionaría si Joy esperaba algo a cambio del viaje. Ella era el tipo de persona por
la que Amber normalmente se sentía atraída. No eran sus rasgos físicos, aunque no había
nada en ella que fuera un desencanto. Era su fuerza e independencia. Parecía que podía
cuidar de sí misma ... y tal vez incluso a otra persona si tuviera la intención. Excepto que
Joy la volvería loca con todos esos hábitos quisquillosos.

Cuando entró en el camper para conseguir ropa y artículos de higiene personal para la
ducha, encontró el comedor doblado hacia abajo y los cojines del respaldo en una
posición para hacer una segunda cama. Sábanas frescas y una almohada estaban apiladas
ordenadamente en medio. Joy estaba guardando el último de los platos.

"Lo siento. Podría haber hecho eso."

"No es gran cosa. Encontrar a tu amiga era más importante."

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"Apuesto a que estás lista para deshacerte de mí mañana."

"Yo no diría eso, pero creo que serás más feliz una vez que estés de nuevo con gente que
conoces."

"Espero que me guste Colorado. Siempre me han gustado las montañas."

Si Molly no pudiera lograr contratarla como recamarera, iba a tratar de conseguir trabajo
por turnos en algún lugar de la noche, tal vez en un restaurante. Eso la liberaría para ir de
excursión y explorar durante el día. Después de todos sus años en una ciudad como
Nashville, sería agradable estar cerca de la naturaleza por un cambio.

"No creo que Limon tenga alguna montaña," Joy dijo. "Pasé por allí cuando me mudé a
California hace tres años. Si recuerdo correctamente, es muy parecido a Kansas ...
realmente plana con tormentas eléctricas y tornados. Una vieja ciudad de ferrocarril,
creo."

"Debes estar pensando en un lugar diferente. Molly dijo que había un montón de moteles
allí, así que tiene que ser algún tipo de ciudad turística."

"Lo dudo. Varias autopistas se cruzan allí. Eso es probablemente por qué tienen tantos
moteles. Beberías buscarlo en mi computadora portátil mientras termino."

"Está bien. Voy a ir a la ducha y prepararme para la cama." Si Limon resultaba ser un
infierno, prefería no saberlo esta noche.

CAPÍTULO CUATRO
Joy odiaba molestar a Amber, que estaba durmiendo pacíficamente con Skippy bajo el
brazo, pero eran las 7 a.m. — tiempo para desayunar y ponerse en marcha. Limon estaba
casi a seis horas de camino bajo las mejores condiciones, pero estaban conduciendo en
una tormenta masiva que retrasaría el tráfico y tendría a Joy luchando con vientos
cruzados. Ante el temor de que Skippy pudiera intentar morderla, optó por despertar a
Amber con su voz en lugar de empujarla. Le tomó varios gritos antes de que finalmente se
moviera.

"Dios, esta cama ... esta fue la mejor noche de sueño que he tenido en años. Tal vez es
porque no tuve que dormir con Corey. Espero que haya conseguido chinches en su hotel
anoche."

Cuando jaló de las mantas y pasó las piernas desnudas al suelo, Joy se apartó por impulso,
dándose cuenta de que Amber sólo llevaba una camiseta larga sin nada debajo. Ella estaba

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practicada en tal evasión de sus años en la marina, donde una mirada persistente podría
llevar a una baja deshonrosa.

"¿Bebes café?"

"Galones," Amber respondió atontada. Se puso la falda de mezclilla desteñida que había
usado el día anterior y puso la correa de Skippy a su cuello.

Joy se había ido a la cama anoche tratando de pensar a quién le recordaba Amber y se
sorprendió cuando se trató de ella — su ex pareja Syd. No tenía nada que ver con la
apariencia que tenía, ya que no podían haber sido más diferentes. Syd era una mujer
grande, no gorda sino de huesos grandes, y tenía el pelo negro lacio. Amber parecía una
deteriorada Tinkerbell.

No, la principal similitud era la forma en que ambas trataban de enganchar sus vagones a
cualquiera que pudiera llevarlas. Syd era abiertamente sexual en su búsqueda,
dependiendo de sus tristes ojos castaños y labios carnosos cada vez que quería algo, un
acto que por lo general había dado lugar a que Joy cayera por todas partes para
complacerla. La mirada de Amber era de auténtica desesperación, pero provocó el mismo
tipo de reacción emocional en Joy — la necesidad de acudir al rescate.

Sabiendo que su tendencia a responder a las mujeres en peligro no era lo mismo que
aceptarlas. Durante los últimos cuatro años se había reprendido a sí misma por ser el
chivo expiatorio de Syd, especialmente desde que prácticamente se había dado la vuelta y
abandonado todo derecho sobre Madison. Syd la tenía sobre un barril porque no podía
luchar por la custodia sin que sus detalles personales salieran a la luz, un movimiento que
habría puesto fin a su carrera en la marina. Si hubiera sabido que lo estaría dejando sólo
unos meses después para ayudar a cuidar de su madre, habría soportado más de una
pelea. Al día de hoy, se sentía culpable por poner a la marina por delante de Madison.

El desayuno era comida sencilla, cereales con plátanos y café. Joy quería salir a la
carretera rápidamente. Después de dejar a Amber en Limon, esperaba esforzarse durante
ocho horas más todo el camino hasta Evanston, Wyoming, lo que la pondría en una
distancia sorprendente de llegar a casa el Viernes por la noche.

Para acortar su largo día, estableció el control de crucero a ochenta, cinco millas por
encima del límite. Eso la pondría en el parque de casas rodantes alrededor de las ocho de
la mañana, gracias a la hora extra que ganaría cruzando en Mountain Time.

Amber se quitó los zapatos y apoyó los pies en el tablero, haciendo que Skippy se parara,
girara dos veces, y se acomodara de nuevo en la misma posición en el regazo. "Sabes, mi
amiga Molly es gay también. De hecho ... bueno, cuando vivíamos juntas, compartimos

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una habitación ... y una cama. Así que podrías no ser la única persona gay en esta
camioneta. ¿Qué hay sobre eso?"

"Hmm." Eso explicaba la actitud de vive y deja vivir de Amber, pero Joy dudaba que
alguien que ha vivido sobre todo en relación con hombres era ambivalente acerca de su
sexualidad. "La mayoría de las lesbianas que conozco no suelen tener novios."

"No sé nada de eso, pero apuesto a que yo habría sido mucho más feliz si hubieran sido
mujeres. Corey tenía esta otra novia, una mujer llamada Rachelle. A veces ella se quedaba
también y una vez todos — "

"¡Oh no! Demasiada información. " Joy comenzó a cantar ‘Home on the Range’ en voz
alta cuando se hizo evidente que Amber estaba disfrutando el efecto tortuoso que sus
detalles personales estaban teniendo.

"¿Qué? Nunca hiciste un trío? "Amber estaba prácticamente aturdida.

"No. Una a la vez, gracias, y nunca, jamás con un hombre. Esa es la definición de una
lesbiana."

"Si tú lo dices. Pero apuesto a que hay una gran cantidad de lesbianas por ahí que
terminan con chicos sólo porque es más fácil. O puede que nunca se sintieron como si
tuvieran una opción. No quiere decir que no sean lesbianas."

Joy sabía eso de primera mano, gracias a Syd, que no podía hacer frente con el estrés del
secreto y anhelaba encajar con todos los demás. Ella nunca había aprendido a definir su
vida con su propia identidad, eligiendo en cambio ser un reflejo de con quién
estuviera. "Ser lesbiana no es sólo con quién decides dormir. Es quién eres."

"No es eso lo que acabo de decir?"

Joy reconoció en silencio que era, pero dio una mirada escéptica a Amber de igual
manera. Un viaje de autodescubrimiento era una cosa. Incursionar en ambos mundos
cuando te convenía era otra.

"¿Tuviste ese problema con tu padre resolviéndolo anoche? Parecía como que estabas
peleando con alguien."

Joy gimió. "No puedo creerlo de esta gente. He encontrado cuatro agencias diferentes que
hacen cuidado de salud a domicilio, pero todos ellos dicen que no permiten a sus
trabajadores alzar. Algo acerca de que su seguro no cubre lesiones en la espalda. Les dije
que mi papá no tenía necesidad de ser levantado. Él sólo necesita a alguien para

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proporcionarle un poco de apalancamiento para que pueda levantarse a sí mismo sin tener
que utilizar el hombro malo."

"¿Qué le pasó?"
"Ha estado en una silla de ruedas desde hace veinte y tantos años, pero tiene buena fuerza
en la parte superior del cuerpo, por lo que puede hacer casi todo por su cuenta. De hecho,
él absolutamente odia cuando tiene que pedir ayuda." No añadió que se había vuelto aún
más testarudo desde que su madre murió, y fue empeorando cada año. "La semana pasada
fue a su noche de póquer en la Legión Americana y se dio un cabezazo cuando la silla
cogió un bache en la rampa. Se rompió el hombro y tuvo que someterse a una
operación. Sucedió un día después de que me fui con Madison, pero no siquiera me dijo
sobre eso durante tres días porque sabía que yo daría la vuelta y volvería."

"¿Por cuánto tiempo va a estar así?"

"El médico dijo que tenía que dejar que se cure durante ocho semanas y seguir recibiendo
terapia física durante un par de meses después de eso. Si conozco a papá, tratará de
recortarlo por la mitad, y se lastimará aún peor. En este momento, está atrapado en el
centro de rehabilitación hasta que pueda conseguir a alguien programado para que vaya a
la casa mientras estoy en el trabajo. Y esa es la otra cosa. Tengo que estar en el trabajo a
las cinco en punto de la mañana y dicen que es difícil programar a alguien para venir tan
temprano. La única manera de que pueden garantizarlo es si contratamos dos turnos — de
medianoche a las ocho, y de ocho a cuatro."

"Eso es jodidamente ridículo."

"No me digas. Eso es el doble de dinero sólo para cubrir tres miserables horas."

"No, quiero decir tener que estar en el trabajo a las cinco en punto. Eso es una locura."

Joy le dirigió a Amber una mirada de soslayo y sólo quedó medio sorprendida al darse
cuenta de que no estaba bromeando.

Amber dijo, "Lo mejor que he conseguido eran las ocho y media en el Friendly Mart y la
mitad del tiempo llegue tarde."

"Tuviste suerte de que no fuiste despedida."

"Yo." Con eso, se rió. "En serio, ¿cómo vas a trabajar a las cinco en punto de la mañana?
¿Eres un vampiro o algo así?"

"Nuestro primer avión sale a las seis. Tengo que tenerlo cargado y abastecido de
combustible."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"En tu pequeño chaleco naranja."

"Ahora te estás burlando de mí." Joy no tenía ningún problema siendo objeto de burla
mientras estuviera segura de que eso es lo que era. "No querrías que me aplastara un 737,
¿verdad?"

"No creerías el atuendo que me hicieron usar cuando trabajaba en el Taco Loco ... era uno
de esos sarapes mexicanos. Parecía como una manta con un agujero para mi cabeza. Y en
el Friendly Mart, me dieron este blusón azul con la mitad de los broches de presión
rotos. Tenía manchas de café y de grasa por todas partes que no querían salir. Tan
desagradable."

"Mi chaleco naranja cada vez parece mejor."

"¿Cómo acabaste trabajando en un aeropuerto? Eso en realidad suena bastante divertido, a


excepción de la parte de las cinco en punto."

La mano de Joy se acercó para acariciar a Skippy, que la miraba con nerviosismo pero por
primera vez no gruñó. "Yo era controladora de avión en la marina. Pasé nueve años
trabajando en la cubierta de un portaaviones, el USS Theodore Roosevelt. Lo llamamos el
Big Stick, porque ese era el lema de TR. 'Caminar suavemente y llevar un gran
garrote‘. Era mi trabajo tener todos los aviones en posición de lanzamiento y luego volver
a ponerlos en el hangar."

"Viviste en un barco durante nueve años?"

Ella se encogió ante lo que la mayoría en la marina consideraba un epíteto. "El TR no era
un barco. Era un portaaviones Clase Nimitz de propulsión nuclear. Pero sí, nos
desplegaron al menos seis meses al año todo el tiempo que estuve en la marina. Más de
cinco mil personas a bordo. Era como una ciudad flotante."

"No sé cómo lo hiciste." Amber sacudió la cabeza con vehemencia. "Me volvería loca
mirando a la nada todo el tiempo."

"Eso es sólo si tenías la suerte de mirar hacia fuera. Algunos de esos chicos de la
tripulación del barco se quedaron debajo de la cubierta durante semanas a la vez. Ellos
perdieron todo sentido del día y de la noche. Al menos los que estamos en la escuadra
aérea salimos casi todos los días."

"Sí, probablemente me mataría si nunca llegara a salir."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Había un montón de días que salir a la cubierta no era muy divertido. Teníamos mares
agitados y vientos tan fuertes que tuvimos que usar correas de sujeción en el cinturón para
evitar que nos lanzara de la cubierta. Hombre, era otra cosa."

"Más poder para ti, pero no hay manera de que jamás conseguirían mi culo en una de esas
cosas. Me gusta mis pies secos, muchas gracias. "Amber movió los dedos de los pies, los
cuales lucían un esmalte de uñas rojo oscuro.

"No es para cualquiera." Se estremeció al pensar en lo rápido que alguien como Amber
fracasaría en el campamento de entrenamiento en los Great Lakes. Apenas habría logrado
bajar del autobús antes de que la enviaran a casa.

La conversación murió cuando el cielo se oscureció y la fuerte lluvia comenzó a golpear


el parabrisas. Durante más de una hora, se deslizaron a lo largo de la carretera con todos
los demás, apenas manteniéndose al día con las luces traseras del de enfrente. Todo el
tiempo que Joy había acumulado haciendo ochenta estaba perdido, y algo más, poniendo
Evanston fuera del alcance para la noche. Cuando la tormenta finalmente cedió, se
encontraron cruzando la frontera del estado de Colorado.

Joy reanudó su charla, pero Amber había perdido el interés en la conversación. Por la
mirada de preocupación en su rostro, estaba llegando a enfrentarse con la realidad de la
vida en medio de la nada. Cuando se detuvieron para almorzar en el Centro de Bienvenida
de Colorado en Burlington, se paró delante de la camioneta con Skippy, mirando hacia el
horizonte. Sólo setenta y nueve millas hasta Limon y todavía ni una montaña a la vista. Y
apenas un árbol, para el caso.

"Estás entusiasmada de ver a tu amiga?"

"Creo," dijo, sin dejar rastro de entusiasmo. "¿De verdad crees que Limon es tan plano
como esto? Es como un gigantesco lote baldío por ahí."

"Puede haber una o dos colinas, pero en su mayoría ... sí, es muy parecido a esto."

"Supongo que los mendigos no pueden elegir. Sólo necesito pasar el tiempo suficiente
para recuperarme ... conseguir un poco de dinero ahorrado. Tal vez entonces me compraré
uno de estos y veré todo el país."

Joy sintió una punzada de compasión pero asintió igual. Amber probablemente sabía que
esos sueños eran una difícil posibilidad para alguien en su posición. Por otra parte, eso es
lo que los hacía sueños.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

"Ahí está, el Gateway Lodge," Amber dijo, su voz tranquila con aprensión.

El motel Lodge, un edificio en forma de L de una sola planta pintado de color verde
pálido con acabados blancos, ubicado a escasas cincuenta yardas de la rampa de salida
interestatal. A la vuelta de la esquina de la oficina había una oxidada casa rodante amplia,
y estacionado entre las dos estructuras en un pedazo de grava y polvo estaba una
camioneta roja descolorida, su defensa delantera de un gris opaco. Era, sin lugar a dudas,
el lugar más miserable que Amber había visto nunca.

Joy se detuvo en el estacionamiento, se dio la vuelta y retrocedió en un espacio frente a la


oficina. Aunque puso el vehículo en ‘Estacionar’, dejó el motor en marcha, y con él, el
bajo zumbido del aire acondicionado.

"Bienvenida a Limon, Colorado."

Amber no podía obligarse a moverse. La idea de trabajar aquí — y tal vez incluso vivir en
el trailer de afuera con la familia Jackson — era casi tan deprimente como volver a
Shelbyville. No importa lo feliz que Molly estuviera de verla, no sería suficiente para
hacer que este lugar fuera soportable.

Pasaron los minutos mientras se armaba de valor para abrir la puerta, pero Joy se sentó
pacientemente, sin moverse ni hablar.

Toda la vida de Amber estaba llena de decisiones imprudentes como la que la había
llevado hasta allí. Dejando Shelbyville sin un plan para su futuro la había hecho
dependiente de Archie, dos años de su vida que habían quedado en nada. Luego estaba el
trabajo de tacos en el que había renuncido porque no podía tomarse el día libre para ir a
una fiesta. Y había pagado casi mil dólares a una empresa de comercialización de
vitaminas con la promesa de que podría ganar cuatro veces más a través de ventas por
teléfonos que nunca se materializaron. Ingenua, y con cero control de impulso.

Éste se llevaba las palmas, y en el momento en que saliera de esta camioneta, necesitaba
comenzar a hacer un plan real para conseguir su vida de nuevo en marcha, que no iba a
suceder en Limon. Joy había rechazado su oferta para ayudar a pagar la gasolina, por lo
que todavía tenía unos doscientos dólares en el bolso. Eso podría llevarla a casa en un
autobús, pero probablemente no sería capaz de llevar a Skippy, así que estaba
descartado. Lo más probable es que tendría que encontrar a alguien en su camino de
regreso al este y esperar que fuera tan agradable como Joy.

Pero ¿dónde estaba su casa? Corey había hecho un gran esfuerzo para asegurarse de que
no fuera bienvenida de nuevo en Nashville. No había un alma ahí que la aceptara hasta

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

que pudiera solventarse, y no podía dormir en el parque. Todo el plan de él había sido
encasillarla en volver con sus padres en Shelbyville, probablemente las únicas personas
en el mundo que podrían poner un techo sobre su cabeza.

Excepto tal vez Molly, a quien no había visto ni hablado en más de tres años. Limon
apestaba, pero no era Shelbyville, y si esas eran sus únicas opciones ...

Luego, sin decir una palabra Joy deslizó el cambio de velocidades en ‘Conducir’ y salió
de la zona de estacionamiento. En la intersección giró hacia la carretera y se fusionó con
el tráfico en dirección oeste, poniendo su regulador de velocidad en setenta.

A Amber no le importaba si Joy la ataba arriba en un caja, siempre y cuando no la dejara


en Limon.

***

Joy nunca había hecho nada tan loco en toda su vida. Una cosa era recoger personas
desamparadas a un lado de la carretera, pero otra muy distinta llevar una a casa.

"Muy bien, Amber, tengo esta idea." Por razones que no podía comprender, estaba
nerviosa. Era presuntuoso pensar que Amber iría por su plan, pero tenía que ser una
alternativa mejor que quedarse atrás en un lugar que hizo que el Bates Motel parezca un
complejo de cinco estrellas. "Mi papá necesita un poco de ayuda por los próximos tres o
cuatro meses. Supongamos que vienes conmigo a Oakland ... inténtalo durante una
semana o dos. Si funciona, tienes un lugar donde vivir mientras te recuperas y averiguas
lo que quieres hacer entonces. Si no es así, te daré un boleto de avión para cualquier lugar
al que quieras ir. Skippy también."

Amber no perdió un instante. "En primer lugar, sí. En segundo lugar, ¿qué es exactamente
lo que tengo que hacer?"

"Sólo estar allí para ayudarlo. Él no será capaz de entrar o salir de la silla por sí mismo, y
no puede empujarse con un solo brazo."

"¿Crees que seré capaz de levantarlo? Soy bastante fuerte. Solía ayudar a Corey a
transportar sus amplificadores por todo el lugar, y créeme, esa mierda es pesada."

Su voz había cobrado vida con entusiasmo, Joy notó, un dramático contraste con la
pesadumbre que había mostrado hacía sólo unos momentos en el Gateway Lodge. En el
próximo par de días, Joy tendría que trabajar en marcar de nuevo ese entusiasmo porque
su padre no sería capaz de soportarlo.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No deberías tener que levantarlo en absoluto. Sólo ayudar a estabilizarlo para que él
pueda balancearse dentro y fuera de la silla."

"Lo entiendo. ¿Estás diciendo que puede valerse por sí mismo sólo si lo estabilizo."

La pregunta la sacudió y mentalmente reprodujo todo lo que le había dicho a Amber sobre
la condición de su padre. "No, él es un amputado bilateral por encima de la rodilla ... él no
tiene piernas."

"Oh."

Joy estaba acostumbrada a tratar con el malestar inicial de la gente acerca de su


padre. Sus amigos de la infancia se habían quedado mirándolo con curiosidad a los
pantalones fijados arriba, y un par de potenciales novias habían desaparecido después de
su primer encuentro, sin duda disuadidas por la perspectiva de tener algún día un suegro
inválido. Lo que ninguno de ellos comprendió era lo absolutamente normal que era su
vida, con sólo la más pequeña de las limitaciones.

"¿Eso te molesta?"

"No, es que ... nunca he estado cerca de alguien así. Pero haré lo que sea que él necesite
— cocinar, limpiar ... puedo incluso bañarlo. Todo lo que tienes que hacer es enseñarme
cómo. Aprendo rápido."

Joy se alegró de que no había estado bebiendo nada porque habría sido arrojado en su
tablero de instrumentos. "No mencionaría el baño si fuera tú. Le podría gustar la idea por
todas las razones equivocadas. Pero se alegrará de que alguien le limpie la casa. Eso no
quiere decir que él no mirara por encima de tu hombro y gritarte por hacerlo mal."

"Y pensé que conseguiste todas esas cosas de fanático de la limpieza en la marina."

"Lo hice, pero antes de eso, lo obtuve de él, y él lo obtuvo de la marina. Me han gritado
tanto, que finalmente decidí que era simplemente más fácil hacer las cosas bien la primera
vez."

Amber gimió. "Genial, probablemente me va a arrancar la cabeza cada vez que me de la


vuelta. Pero como dije, voy a aprender."

"No te preocupes por eso. Hazlo lo mejor que puedas. Él estaría más molesto si fueras
perfecta y que no tuviera nada de qué quejarse."

"Parece como alguien especial. Pero puedo manejarlo."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy tenía sus dudas acerca de los dos. Su papá probablemente echaría un vistazo a Amber
y preguntaría quien era la mocosa malcriada . Y Amber ... después de una de las diatribas
de su padre, se disolvería en lágrimas o estallaría en malas palabras.

Al menos Joy no tendría que estar allí mientras trabajaban sus diferencias. Lástima que la
aerolínea no permitía horas extras.

CAPÍTULO CINCO
Con los ojos abiertos apenas una rendija, Amber estudió el perfil de Joy mientras
conducía hacia el oeste, a la luz menguante. Desde este ángulo, parecía mucho más suave
de lo que había demostrado en el travesaño, pero aún estaba muy lejos de cualquier cosa
que Amber llamaría femenino. Diminutos pendientes de oro se asomaban por debajo de
su pelo oscuro, el cual estaba cortado incluso con la parte de arriba de su cuello, y lo que
primero había pensado era un cutis suave era en realidad una ligera capa de maquillaje
perfectamente aplicado, apenas lo suficiente para notarse.

"Estás usando maquillaje!"

"No estoy."

Amber pasó un dedo por la mejilla de Joy y comprobó, descubriendo una mancha de color
beige. "Ciertamente estás. No me dejaste poner nada porque estábamos con prisa por
salir."

"No es maquillaje. Es protector solar." Ella abrió el espejo en la parte inferior de su


parasol y se frotó la mancha de la mejilla. "Lo llevo a todas partes. Tu también deberías."

"Debería haberlo sabido."

"¿Que se supone que significa eso? No tengo ningún problema en usar un poco de
maquillaje cuando la situación lo requiere, pero eso no incluiría viajar en un camioneta a
través de Wyoming."

"No hay necesidad de ponerse tan a la defensiva. No estaba tratando de insinuar que
nunca te arreglas ni nada de eso. "Aunque era difícil imaginar a Joy saliendo de su modo
de parecer ‘bonita’ en el sentido normal, no importa cuál sea la situación. "No me
sorprende que siempre uses protector solar ... y el cinturón de seguridad, y zapatos
cómodos. Porque nunca entras en la camioneta sin caminar todo alrededor para revisar los
neumáticos."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Qué hay de malo con eso? ¿Alguna vez has tenido una llanta ponchada en una
camioneta de este tamaño? Es un dolor en el trasero."

"Todas las llantas ponchadas son un dolor en el trasero. Créeme, he tenido mi parte."

"Tal vez si las revisaras antes de ponerte en camino, no tendrías tantas." Su voz no era
particularmente regañona, e incluso llevaba una pequeña sonrisa en la comisura de la
boca.

Joy era disciplinada sobre prácticamente todo, y comenzó a darse cuenta Amber que su
nuevo trabajo con el padre de Joy podría ser más difícil de lo que había pensado. Corey
siempre dijo que lo único peor que su cocina era su limpieza, y había algo de verdad en
eso. Por supuesto, él era un vago que esperaba que la hamburguesa supiera como bistec,
así que no lo hubiera complacido si ella lo hubiera intentado. Pero ella no quería echar a
perder esta oportunidad en California, y sobre todo no quería defraudar a Joy, no después
de haber hecho tanto por ella.

"Así que eres una mocosa militar. Supongo que lo de gay no fue bien."

Joy resopló ... casi una risa, pero no del todo. "Podría haber sido mejor, pero resultó bien.
Estaban esperando un montón de nietos."

"Los niños están sobrevalorados. Creo que los mejores padres son los que tienen que
adoptar. Aprecian a sus hijos más porque tienen que pasar por tantos obstáculos para
obtenerlos. No es como que puedas omitir un par de píldoras, y accidentalmente adoptar
uno."

"No sé acerca de eso. Obtener a Madison fue una especie de accidente, pero no podría
amarla más de lo que lo hago. Daría cualquier cosa por adoptarla."

Mientras Joy describía su relación con su ahijada, Amber trató de imaginarse a una de sus
amigas designándola como tutora para su hijo. Eso nunca ocurriría ni en un millón de
años, no sólo porque nadie en su sano juicio podría confiar en ella con un hijo, sino
también porque ella nunca estaría de acuerdo.

Criar hijos requería algo especial. Por lo menos, necesitaba una vida familiar estable y un
buen trabajo, por no hablar de un modelo medio decente de sus propios padres.

"Tuve un bebé una vez," Amber anunció rotundamente. "Un niño. Hace cinco años,
cuando tenía diecinueve años. Le di en adopción y nunca he tenido la tentación de volver
a verlo."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy no respondió, pero sus amplios ojos sugirieron que estaba algo desconcertada. No es
de extrañar, ya que la elección de las palabras de Amber probablemente la hicieron sonar
fría e indiferente. Nada más lejos de la verdad.

"Mira, me quedé embarazada cuando estaba con Archie y eso lo asustó totalmente. Yo
también, para el caso. No estaba lista para un bebé más de lo que él estaba, pero pensé ya
que lo fastidiamos entonces era hora de empezar a actuar responsable. La idea de él de ser
responsable era que yo tuviera un aborto. Lo seguí postergando porque pensé que
cambiaría de opinión cuando empezara a dar patadas y esas cosas. En cambio, se marchó,
y después de sentirlo moverse dentro de mí ... bueno, decidí que estaba vivo y no podía
simplemente matarlo. Mi amiga, Molly, quien se mudó a Limon ... ella me conectó con un
abogado que encontró a esta pareja en Arkansas para pagar todos mis gastos médicos si
les daba al bebé tan pronto como naciera."

Ella recordó la reunión en la oficina del abogado. La mujer había pasado a través de algún
tipo de cáncer tenebroso que la dejó incapaz de tener hijos, y parecía que era un bebé era
lo que ella y su esposo más deseaban en el mundo. Fue la primera vez que Amber podía
recordar a la gente siendo tan amable con ella, preguntando por su salud y bienestar, y si
necesitaba algo para estar cómoda. Ella sabía desde el primer momento que estaban más
preocupados por el bebé, y con permanecer en su lado bueno para que no cambiara de
opinión. Le daba consuelo saber que él iba a una familia que lo amaría y lo proveería de
una manera que ella no podía.

"Ofrecieron hacer una de esas adopciones abiertas, donde podría enviar tarjetas de
cumpleaños y regalos y me enviarían fotos mientras crecía, pero todo eso sonaba como si
fuera para mí, no para él. Pensé que todo estaría mejor si yo simplemente saliera del
camino."

"Hmmm."

Todavía no había reacción, pero al menos no estaba siendo crítica, Amber pensó.

"¿Qué, crees que fue malo? Harmony lo pensó. Ella era como, '¿Cómo puedes abandonar
a tu propio hijo?' No es como si lo hubiera dejado en un umbral. Me aseguré de que fuera
a un buen hogar."

"Nunca es malo cuando se pone el bienestar de un hijo en primer lugar. Eso es lo que se
supone que los adultos responsables deben hacer. Tienes suerte de sentirte bien acerca de
dónde terminó. Pensé que dejar a Madison con Syd era lo mejor para ella, pero no estoy
tan segura."

"¿Cómo es que ella terminó con ustedes? No tenía abuelos?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Realmente no. Su padre era afroamericano y eso no resultó muy bien con los padres de
Carrie. Ella dejó de tener algo que ver con ellos y ni siquiera vinieron a buscar a Madison
después de su muerte."

"Suena como algo que mis padres hubieran hecho."

"Eso es lo que quería decir acerca de que hiciste lo correcto para tu bebé. No siempre
confió en que Syd pone las necesidades de Madison primero."

"Y esa es la razón principal por la que no quiero ver a mi niño. Quiero pensar en él como
feliz y saludable ... porque no hay nada que pueda hacer al respecto ahora si no lo es. No
es como si pudiera convertirme en una gran madre de repente y recuperarlo. Es todo lo
que puedo hacer para cuidar de Skippy, y aceptémoslo — ni siquiera podría hacer eso si
no nos hubieras recogido. Y si me hubieran dejado en un estacionamiento con un niño de
cinco años?"

Joy sacudió la cabeza. "No creo que eso hubiera sucedido. Tener un hijo te hace más
sensata si estás preparada para ello o no."

"Tendré que aceptar tu palabra de eso."

***

Joy colocó su portátil para que estuviera directamente delante de la webcam y se tronó sus
nudillos.

"No me gusta cuando haces eso!" Madison gritó desde la pantalla, tapándose los
oídos. "No puedo creer que siempre me hagas eso."

"Porque sé que te vuelve loca," dijo con una sonrisa maliciosa. "¿Como fue tu primer día
de escuela? Te gusta tu maestro?"

Amber se había ofrecido para lavar la ropa, dando a Joy un poco de tiempo de atrapar a
Madison antes de que se fuera a la cama. Había tenido cuidado de no decirle a su ahijada
sobre cómo había recogido a alguien al lado de la carretera, ya que no estaba de acuerdo
con las lecciones acerca de ser cautelosos con desconocidos.

"Estoy en Cheyenne, Wyoming ... un poco más de la mitad del camino a casa. Mi trasero
se va a sentir raro la próxima semana, cuando no tenga este asiento de la camioneta
pegado."

"Lo sé. Cierro los ojos y todavía se siente como si estuviera viajando. Ojalá estuviera."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No, es mejor que estés en la escuela con tus amigos. Apuesto a que Syd se alegra de
tenerte en casa."

"Si tú lo dices."

Joy no podía decir si eso era una respuesta típica de tener deberes en casa, las tareas y las
normas de la hora de dormir de nuevo, o algo en particular en relación con Syd y tal vez a
su nuevo novio. Cualquiera que sea la causa, hizo que Joy quisiera darse la vuelta y
regresar por ella, especialmente después de su conversación con Amber hoy. No parecía
correcto dejar a Madison yendo a pique donde claramente no estaba feliz.

"¿Estás conociendo a Mitch?"

"Supongo. Él sube las escaleras después de la cena y cierra la puerta. Syd también va pero
luego regresa después de un rato ... para asegurarse de que me vaya a la cama." Las
últimas palabras las murmuró tristemente. "Ella estaría enojada conmigo por contartelo
sin embargo. Me dijo anoche que lo que hacemos en casa es privado, y no se supone que
deba hablar de ello en la escuela y esas cosas."

No es de extrañar que Syd quisiera mantener su nueva situación de vida en secreto, sobre
todo desde que Mitch — como todos los demás — probablemente sería historia en unos
meses. Pero a Joy no le gustaba la idea de hacer que Madison se sintiera avergonzada de
su vida en casa.

"Todas las familias son así, cariño. Nos gusta mantener ciertas cosas en privado, pero no
tienes que preocuparte de lo que me dices. Soy de la familia también, sabes."

"Ni siquiera se supone que debo decirle a la gente acerca de ti, ni siquiera del abuelo
Shep. Nuestro profesor quiere que escribamos una historia sobre lo que hicimos durante el
verano, y tendré que decir cosas estúpidas como ir a la piscina con Tara." Madison debe
haber sabido que sus palabras serían hirientes porque las dijo con genuino desprecio.

Joy logró una leve sonrisa en beneficio del video, que era lo único que le impedía estallar
de ira. La única razón de que Syd le dijera a Madison que mantuviera sus visitas en
secreto se debía a que era lesbiana, y era un claro incumplimiento de su acuerdo de
mantener una actitud positiva cuando hablaban la una de la otra.

"Eres una chica inteligente. Apuesto a que puedes encontrar la manera de escribir sobre
las cosas divertidas."

Unos pasos fuera de la puerta del camper anunciaron el regreso de Amber de la


lavandería.

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"Ok, dulzura. Tengo que irme y tú también. Podría ser mañana por la tarde cuando llegue
al campamento, así que si espero a llamar cuando llegue a casa? ¿Está bien?"

"No lo olvides."

"De ninguna manera. Te amo."

Apenas había desconectado la llamada cuando Amber entró con el cesto de la ropa.

"Yo ... uh, me encontré con algún problema con algunas de nuestras cosas. Creo que
podría haber sido esa camiseta roja que tenía ayer. Olvidé que nunca había sido lavada
antes."

Joy miró tristemente sobre una pequeña pila de ropa interior pintada de rosa. Metió la
mano en el cesto — esperando contra toda esperanza — y retiró su amada camiseta
amarilla del USS Theodore Roosevelt, ahora manchada de rojo. No es que el color
importase ... ya que ahora era dos tallas más pequeña.

"Parece que lavaste todo junto.... en agua caliente."

"Sí, no creía que hubiera suficiente para dos cargas, y quería estar segura de que todo
estuviera limpio."

"Parece que lo hiciste," dijo en voz baja. Sus sujetadores rosados todavía debían caber, ya
que eran de poliéster, pero las bragas de algodón eran una causa perdida.

"Lo siento mucho. Tal vez se quite lavando la próxima vez."

"Hmmm." Joy esperaba que la gente realmente pequeña que frecuentaban Goodwill le
gustara el rosa.

***

"¿Estás tan frío como yo, Skippy chico?" Amber levantó las rodillas contra el pecho en el
banco de la mesa de picnic y se frotó las piernas desnudas enérgicamente. El tipo de la
tienda del parque de RV (Casas rodantes) que le vendió un paquete de cigarros, dijo que
la temperatura en Cheyenne caía por la noche, porque la altitud era casi de seis mil
pies. Había una sudadera con capucha en su maleta, pero no quería entrar hasta la hora de
acostarse. Permanecer fuera del camino de Joy parecía una buena idea debido al accidente
de la lavandería.

Esta no era la marca de la ley del hielo a la que estaba acostumbrada, donde Corey
golpeaba cajones y subía el volumen del televisor cada vez que ella intentaba hablar con

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

él. Joy estaba hablando con ella, pero su voz era abatida. Comprensiblemente, estaba
decepcionada por tener su camisa favorita arruinada por el descuido. Amber incluso había
ofrecido comprar otra, pero parece que sólo estaban disponibles en la tienda del navío. Tal
vez todo sería perdonado si ella y Skippy murieran congelados.

Joy de repente abrió la puerta del camper y gritó, "¡Hey, probablemente deberíamos
acostarnos. Mañana será otro largo día."

Se empujó adentro para encontrar su cama ya instalada, y con una manta extra. "Gracias
por hacer esto. Hubiera venido antes si ... pensé que todavía estarías un poco enojada
conmigo."

"No estaba enojada," Joy dijo. "Sólo un poco disgustada por la camisa porque era
especial. Pero envíe un correo electrónico a una amiga mía que todavía está en el barco y
me va a enviar un par nuevas. Todo irá bien."

"Aw, eso es genial. Pagaré por los dos. Lo prometo."

"No te preocupes por eso." Joy ya estaba vestida para acostarse y no perdió el tiempo
subiéndose a su altillo, donde se puso de lado y se cubrió con las mantas hasta la
barbilla. "Pero debo advertirte ... si cambias los calzoncillos de mi papá a rosados, él
podría decidir no usar ninguno, y eso será una mala noticia para todos en el desayuno."

Tomó un momento para que las palabras de Joy se registraran, y luego Amber tuvo una
visión de un viejo desnudo en una silla de ruedas. "Ewww."

Fue sólo cuando Joy se rió que Amber finalmente soltó la tensión que había tensado sus
interacciones durante toda la tarde. Andar con pies de plomo no era por lo general su
estilo, pero no le gustaban sus posibilidades en un conflicto frontal con Joy. Alguien tan
disciplinada no iba a ceder ni un ápice de todas formas, y no valía la pena el riesgo de
fastidiarlo. Además, le gustaba Joy. Más que eso, respetaba a cualquier mujer que se
ocupaba de si misma de la forma en que ella lo hacía y tomaba sus propias decisiones.

Amber encendió la pequeña lámpara de lectura sobre su cama y apagó la luz del techo,
dejando el resto del pequeño espacio en la oscuridad. Mientras se inclinaba para sacar su
camisón del cajón debajo del asiento, se preguntó si Joy podría estar observándola desde
las sombras. Poco probable para alguien tan honorable. Aún así ... fue muy emocionante
pensar que sí, y Amber se tomó su tiempo para vestirse, a propósito estirando su cuerpo
desnudo mientras dejaba caer el camisón por encima de su silueta.

Podría ser divertido tener relaciones sexuales con alguien como Joy, pensó, sonriendo
para sí misma mientras extendía la manta sobre sus pies y colocaba a Skippy en el hueco

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de su brazo. Gracias a Molly y Rachelle, había tenido mucha práctica satisfaciendo a


mujeres — lo suficiente para que pudiera mostrarle a Joy una cosa o dos.

***

Joy cerró los ojos con fuerza, pero no antes de obtener una vista de Amber mientras se
desnudaba y se preparaba para acostarse.

Necesitaba una novia — esta noche si era posible — y cualquiera excepto


Amber. Durante la mayor parte de su permanencia en la marina había estado involucrada
con Syd, y había funcionado como un interruptor de apagado cuando se trataba de interés
sexual en otras mujeres. Lo más cercano que había estado de salir con alguien desde que
regresó a California fue con Danielle Hatcher, ella a veces tenía una aventura siempre que
se deprimía por no tener compañía femenina. A pesar de que Joy encontró a Dani
interesante y atractiva, no estaban bien adaptadas para una relación seria ya que Dani
estaba atada a sus costumbres — costumbres que no incluían estar alrededor de niñas
como Madison o viejos individuos malhumorados en sillas de ruedas. Una trabajadora
social educada en la Universidad de California en Berkeley, era una feminista orgullosa
que organizaba regularmente a mujeres por una causa política o por otra, y parecía
conocer a todas las lesbianas en East Bay.

Tan pronto como Joy volviera a casa e instalara a Amber con sus deberes domésticos,
llamaría a Dani para cenar. O a Jeannie, o Cassie o quienquiera que fuese esa chica que
conoció en la cena informal de Dani, donde todos tenían que donar al centro de mujeres.
Cualquiera menos Amber.

Había docenas de razones para mantenerse alejada de su acompañante, no menos


importante de los cuales era el factor de sordidez. Amber estaba desesperada, y
probablemente estaba dispuesta a hacer casi cualquier cosa con tal de salir adelante,
incluyendo el intercambio sexual. Sólo un cretino se aprovecharía de una situación como
esa, y el hecho de que Amber la diera tan libremente significaba que no valoraba la
intimidad de la misma manera que Joy lo hacía.

Luego estaba la cuestión de la juventud de Amber. A pesar de que tenía veinticuatro —


sólo cinco años más joven que Joy — apenas era un adulto maduro. Por su
comportamiento egoísta e impulsivo, era casi como si hubiera sido criada por
adolescentes en un hogar donde no quedaba nadie a cargo. Por el contrario, Joy había sido
tan responsable como cualquier adulto a los dieciséis años, incluso antes de que la marina
se apoderara de ella. No estaba interesada en convertirse en padre de alguien que tenía
edad suficiente para cuidar de sí misma y había regalado un hijo propio.

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Y si todo esto no fuera suficiente, estaba el hecho de que Amber, aunque había insinuado
la posibilidad de ser lesbiana, era probablemente sólo una oportunista, buscando refugio
dondequiera que lo encontrara. En otras palabras, era Syd todo de nuevo.

Joy se estremeció y puso la sábana sobre su cabeza, deseando que sus ojos tuvieran un
botón de retroceso. Si tan sólo pudiera sobrevivir una noche más de compartir espacios
cerrados, al menos tendría su privacidad de vuelta ... y con ello, una oportunidad de
liberar sus frustraciones sexuales.

CAPÍTULO SEIS
"Estoy pensando en una persona," Amber dijo.

Joy se quejó. "No otra vez. No conozco a ninguna de esas personas de la música
country. Tug esto, Yank lo otro."

"¿Quién dijo que era una persona de música country?"

"¿Lo es?"

Amber sonrió. "Sí."

Joy sonó la bocina dos veces. "Bienvenida a Utah."

Las Montañas Rocosas se había desvanecido detrás de ellas, dando paso a un paisaje
marrón rodante, una mezcla sin rasgos de tierra, rocas y hierba seca. Demasiado parecido
a Limon para el gusto de Amber.

"No puedo imaginar qué tipo de personas viven en un lugar como este," dijo,
respondiendo a su propia pregunta con la comprensión de que no había una vivienda a la
vista. "Por cierto, no te he dado las gracias hoy por no dejarme en el Gateway Lodge. No
creo que alguna vez me haya sentido tan desesperada en toda mi vida."

"Sí, en cierto modo me di cuenta de eso cuando no saliste de la camioneta."

"¿Crees que permitan fumar en Utah? Me vendría bien un cigarro, y Skippy


probablemente podría hacer en un arbusto ... si tienen alguno."

Joy encendió su luz intermitente y salió hacia el Centro de Bienvenida. "Papá va a


empezar a acosarte en cuanto obtenga su primera bocanada de humo de cigarro en su
ropa. Segura que no preferirías estar sin fumar cuando llegues allí? Dijiste que tenías que
dejar de fumar de todos modos."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"He sido acosada por el mejor de ellos. Supongo que puedo esperar hasta que él me
regañe, y entonces puede tomar el crédito por ello cuando deje de fumar." Ella encendió
un cigarro al segundo que saltó de la camioneta. "Además, todavía tengo cigarros. Un
fumador no puede dejarlo hasta que no queden."

"Puedo arreglar eso," Joy dijo, de repente agarrando el paquete de su mano.

"No lo harías."

"Podría."

Skippy gruñó amenazadoramente a Joy.

"A ella, chico."

Joy se lo devolvió. "Ten, guarda tus apestosos viejos palitos cancerígenos. Y llama a tu
perro de ataque."

Ella tomó la correa y llevó a Skippy a la zona de paseo de mascotas.

"Todo el mundo tiene vicios," Amber dijo en voz alta antes de moverse para alcanzarlo.

"Yo no. Me gusta una cerveza fría de vez en cuando, pero eso es todo."

"Apuesto a que tu ex-novia podría llegar a una lista mejor que eso." Amber había pasado
gran parte de la mañana preguntándose qué tipo de novia Joy había sido. "¿Has
almidonado su ropa interior? Patear sus neumáticos cada vez que iba a alguna parte?"

"Muy graciosa. Ella era de la marina también así que no tuve que lidiar con tus hábitos
descuidados. Puede que no lo sepas — por supuesto que no — pero la gente responsable
limpia los lugares que ocupan."

"Dios, apuesto que una miga nunca se cayó al suelo en tu casa."

Amber disfrutó el efecto de sus bromas sobre Joy, que seguía la corriente como si
estuviera consintiendo a un niño travieso. Era tentador aterrorizarla con más historias
sucias sobre sus aventuras sexuales sólo por escandalizar, pero le molestaba un poco
pensar que Joy pudo no haber estado exagerando su disgusto sobre la idea de que ella se
había acostado libremente tanto con Corey y Rachelle. Si tuviera que hacerlo de nuevo, se
habría mantenido los detalles para sí misma, pero pensar antes de hablar nunca había sido
uno de sus puntos fuertes. No podía contar las veces que su boca la había metido en
problemas.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Joy se apoyó en el capó de su camioneta y sonrió al ver la expresión de asombro en el


rostro infantil de Amber. El Great Salt Lake, con sus rayas blancas, bancos de arena y
picos distantes, se extendía por millas ante ellas.

"Hombre, me gustaría que mi teléfono funcionara. Tomaría una foto de esto."

"El mío funciona," Joy respondió, tomando un foto del lago con Amber en primer plano.

Amber dio una última mirada por encima del hombro y volvió a subir a la
camioneta. "Gracias. Guardala por mí, ¿quieres? Tal vez uno de estos días pueda volver a
recibir el servicio telefónico y puedas enviarme eso."

"Contigo cuidando de papá, definitivamente quiero que tengas un teléfono. Ese es uno de
los detalles que tenemos que resolver."

Joy había pasado una hora la noche anterior investigando las directrices de los
trabajadores de atención de salud en vivo, que lo había encontrado mucho más
complicado que lo que había pensado. Ahora que había ofrecido el trabajo a Amber,
parecía tonto molestarse con una verificación de antecedentes, algo que la mayoría de los
sitios web aconsejaban. Pero todavía quedaba la cuestión de llenar todos los formularios
de impuestos apropiados y negociar un salario adecuado y un horario de trabajo.

"Hablé con papá de nuevo ayer por la noche. Él está listo para salir de la rehabilitación,
por lo que queremos asegurarnos de que todo esté listo para que vuelva a casa pasado
mañana."

"Cualquier cosa que necesites, sólo dímelo."

Los ojos de Amber brillaron cuando Joy pasó por los recovecos de cuales servicios su
padre necesitaba y quién pagaba por qué. La conclusión fue que la asistencia en el hogar
no estaba cubierta, por lo que tendrían que pagar de su bolsillo.

"¿Qué dirías de alojamiento y comida, y quinientos dólares a la semana durante los


próximos tres meses? Tendríamos que retener parte de los impuestos, pero no tendrías
ningún gasto propio ... sobre todo porque vas a dejar de fumar."

Su oferta fue recibida con el silencio, no del todo sorprendente, ya que el salario estaba en
el extremo más bajo de lo recomendado. Joy había pensado que eso era razonable, ya que
su padre no requería mucho cuidado personal, pero ahora no estaba tan segura. "¿Qué
piensas?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber logró sacudir y asentir la cabeza al mismo tiempo, un gesto que Joy tomo que
significaba que probablemente tendría que empezar a negociar.

"Es bueno ... de hecho, es más de lo que he hecho en mi vida. Tengo algunos amigos que
hacen este tipo de cuidado de salud de cosas en el hogar y no hacen mucho, así que ...
genial."

Sin duda los amigos de Amber trabajaban por hora con agencias que proporcionaban
beneficios y vínculos, junto con el apoyo administrativo. Joy esperaba que este trabajo de
doce semanas ayudara a Amber en un camino hacia un empleo estable. Todo eso
dependía, por supuesto, de hacer un buen trabajo.

"Sabes, hay un montón de puestos de trabajo por ahí para personas que hacen este tipo de
trabajo. La mayoría de las personas con las que hablé en las agencias dijeron que todos
sus técnicos estaban certificados, así que tal vez podrías tratar de conseguir un
certificado. Si tienen clases por la noche o los fines de semana, puedes inscribirte de
inmediato. Puedo sentarme con papá durante tu ausencia."

"Eso sería genial, y entonces — " Ella resopló y sacudió la cabeza. "Excepto cómo voy a
llegar allí? No tengo coche, y no confías en mí para conducir éste, incluso contigo sentada
a mi lado."

"Eso es porque nunca has conducido algo tan pesado. Es peligroso si no sabes cómo
manejarlo. Pero serías capaz de conducir el coche de papá."

"Tu padre tiene coche?"

"Te lo dije. Él puede hacer prácticamente todo excepto caminar. Es por eso que se esta
volviendo loco en el centro de rehabilitación, porque está acostumbrado a cuidar de sí
mismo."

"Sí, bueno será mejor que se acostumbre a ser cuidado en casa. Voy a cocinar. Voy a
limpiar. Voy a hacer toda su ropa ... pensándolo bien, tal vez él debería manejar la ropa."

Era bueno escuchar a Amber reír, y sobre todo escuchar el entusiasmo en su voz cuando
hablaba de ir a trabajar. A la larga, esto probablemente resultaría ser no sólo el trabajo
mejor pagado que había tenido nunca, sino también el más fácil. Y si comenzaba su
camino hacia un empleo remunerado a largo plazo, tanto mejor. Ser arrojada en una
parada de camiones en Louisville, Kentucky, podría terminar siendo la mejor oportunidad
que ha tenido nunca.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Después de un deprimente comienzo, Utah había resultado ser el estado más interesante
hasta ahora. Las colinas grises se habían vuelto cañones sinuosos que conducían a Salt
Lake City, y las cegadoras salinas habían dado paso a una profunda puesta de sol roja
sobre los escarpados picos del oeste. Siete estados en tres días, con solamente Nevada y
California quedando.

Amber esperó en la camioneta con Skippy mientras Joy se registraba en la oficina del
campamento. "Un día más, muchacho. Entonces tenemos que ir a trabajar."

A pesar de que había tratado de aparentar confianza sobre el cuidado del padre de Joy, no
era tan segura de poder llevarlo a cabo. Siempre había sido un motivo de orgullo personal
que ella no le soportaba nada a nadie. Cada vez que uno de sus jefes se le puso insolente,
por lo general se daba la vuelta y algo más. Pero eso fue cuando todavía tenía un techo
sobre su cabeza en caso de que la despidieran.

Por la forma en que Joy hablaba de su padre, que bien podría ser un flamante idiota, y no
tenía más remedio que aguantar. Incluso más que eso, estaba preocupada por meter la pata
y ser despedida de nuevo, sólo que esta vez, estaría a dos mil millas de todos los que
conocía.

Joy regresó a la camioneta y colocó un permiso en el tablero. "En cualquier lugar de la


tercera fila, él dijo."

Se deslizaron lentamente por el pavimento a través de un cañón de casas rodantes y


autocaravanas, todos estacionados en diagonal y separados por una mesa de picnic,
parrilla al aire libre y contenedor de basura.

"Hay un lugar," Amber dijo.

Tan pronto como las palabras salieron de los labios la puerta se abrió en la autocaravana
adyacente. Un hombre cayó prácticamente fuera riendose de otro que apareció sin camisa
detrás de ellos, volteándolo y gritandole que era un hijo de puta. Cada hombre tenía una
lata de cerveza, y varios más estaban apilados en una pirámide en la mesa de picnic.

"Pensándolo bien…"

Joy estacionó al final de la fila y, después de conectar el agua y la electricidad, se puso a


trabajar preparando la cena, que era conchas de pasta con guisantes, tomates y atún.

"Esto es realmente bueno," Amber dijo. "¿Dónde aprendiste a cocinar?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Esto no es cocinar. Esto se llama hacer la cena. Estoy segura que la gente que realmente
cocina entiende la diferencia."

"Tal vez para ti, pero esto sería gourmet en mi casa."

Joy colocó la caja de pasta sobre la mesa y la giró hacia ella. "Casi todo lo que hago viene
en la receta en el lado de la caja, o en la bolsa o en la lata. Si quiero algo más complicado
que eso, salgo a comer."

Amber deslizó un tenedor de atún a Skippy, que había estado observando cada bocado
con anticipación. "Estaba segura de que ibas a decirme que les enseñan a cocinar en la
marina. Ellos te enseñaron todo lo demás."

"Una de las chicas con las que fui al campamento de entrenamiento estudiaba cocina ...
especialista culinario, ella lo llamaba. Adivina que está haciendo ahora."

"Llevando un sarape en Taco Loco?"

Joy se rió entre dientes. "Está trabajando en la cocina en la Casa Blanca."

"Ese es un trabajo que me gustaría."

"Ella tuvo que trabajar su camino hasta eso, incluyendo cerca de seis años cocinando bajo
la cubierta de un portaaviones."

"Al diablo con eso. Tú y tus barcos locos."

"Buques."

"Eso es lo que dije." Amber recogió sus platos y se retorció en su asiento para ponerlos en
el fregadero.

"Voy a limpiar si quieres darte una ducha."

"Buen trato. Probablemente deberíamos regresar temprano. Diez horas en la carretera


mañana nos llevaran a casa."

Para el momento en que Amber tenía los platos lavados, secados y guardados en donde no
rebotaran, Joy estaba de vuelta.

"Es posible que desees pasar por alto a la fila cuatro para caminar a la baños
públicos. Esos dos chicos que vimos en el camino están borrachos, y se están metiendo

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

con la pareja de ancianos al lado de ellos. No me sorprendería que los policías aparezcan
pronto."

"Me pregunto por qué el propietario no sólo los echa sin más?"

"Debería pero alguien que bebe no tiene por qué salir manejando de aquí, especialmente
en un vehículo tan grande como una casa rodante."

"Buen punto."

Joy y su padre eran técnicamente sus jefes ahora, y tenía que acostumbrarse a seguir sus
ódenes. Sin embargo, no pudo resistir ver la emoción estridente y caminó por la fila
esperando oír la pelea entre los dos borrachos y sus vecinos. Lo que sea que se había
suscitado había terminado. El campamento estaba relativamente tranquilo y la mayoría de
los campistas parecía estar acostandose. Otras dos personas salían de los baños públicos,
una mujer mayor y una niña pequeña que podría haber sido su nieta.

Amber se tomó su tiempo, saboreando el vapor de la ducha mientras se afeitaba las


piernas y acondicionaba su cabello espeso y rizado. El hecho de que no planchara sus
camisas sin mangas no significaba que no podía hacerse presentable. Una buena primera
impresión en el viejo probablemente haría su trabajo mucho más fácil.

Eran casi las once cuando finalmente salió de los baños públicos, su ropa sucia enrollada
dentro de su toalla húmeda, y se sintió mal por tomar tanto tiempo. Joy estaba
probablemente esperando levantada, ya que nunca se iba a dormir sin cerrar la puerta del
camper.

"Mira lo que tenemos aquí, Jerry." El borracho sin camisa estaba justo fuera de la puerta
orinando en el lado de los baños públicos. "Ésta no es tan fea como todas las demás por
aquí."

"No es tan gorda, tampoco," Jerry dijo mientras daba la vuelta a la esquina a la vista.

Después de siete años de salir con bandas, Amber había estado alrededor de bastantes
borrachos, lo suficiente para darse cuenta de cuáles eran simplemente un caso perdido, y
cuáles eran problemas. El hecho de que estos chicos ya se habían enzarzado con los
vecinos sugería que estaban en el último grupo, y decidió ignorarlos.

"Ven a tomar una cerveza con nosotros. Tenemos algo de licor también. Te gusta el
licor?"

Jerry se hizo a un lado hasta que estaba bloqueando su camino. "Apuesto a que le gusta el
licor, Ray."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No, gracias, chicos. Es hora de ir a la cama ... dormir la mona."

"Tengo una agradable cama grande en mi casa," Ray dijo, deslizando su brazo alrededor
de la cintura de Amber, y sus dedos dentro de la parte de atrás de su cintura. "Te gustaría
mi cama. Me aseguraría de eso."

Cuando ella se giró fuera de su alcance, Jerry la cogió y puso una mano sobre su boca por
detrás. Ella respondió con varias patadas hacia atrás a las espinillas, ineficaces con sólo
sandalias. El enorme brazo de él clavó ambos de sus codos a los costados, mientras que
Ray envolvió sus piernas en un abrazo de oso. Juntos, la llevaron pasando dos
autocaravanas a la de ellos.

Amber pateó violentamente cuando Ray aflojó su agarre para abrir la puerta, y ella vio la
cabeza echarse hacia atrás mientras su talón dio un golpe afortunado contra su mandíbula.

"¡Perra!" Con la sangre brotando de su labio partido, él echó hacia atrás el puño.

"Sueltala." La voz temblorosa de Joy resonó detrás de ellos, seguida de un chasquido


metálico.

Ray, con los ojos abiertos por el miedo, se limpió la sangrante barbilla. "Jerry, está
apuntando con una pistola directo en tu cabeza."

Jerry liberó los brazos de Amber de inmediato, haciéndola caer sobre su trasero con un
ruido sordo. Luego él se lanzó hacia Joy, balanceando un codo con fuerza contra su
pecho. El golpe la hizo tambalearse hacia atrás y perdió momentáneamente el agarre
sobre el arma.

Por suerte para ellas, Jerry estaba demasiado borracho para tomar ventaja de la
apertura. La sacudida lateral le hizo perder el equilibrio y caer sobre el banco de la mesa
de picnic.

Desde su posición sentada, Amber pateó de nuevo a Ray, esta vez cogiendo la rótula en
ángulo recto para que aullara de dolor.

Joy se recuperó y movió la pistola de un hombre a otro. "Amber, vuelve a la camioneta."

"Jodida dique," Jerry murmuró, todavía enroscado en el suelo.

Amber siguió a Joy de regreso a la camioneta, checando sobre su hombro para asegurarse
de que los dos borrachos no estaban persiguiéndolas. "Eso fue lo más impresionante que
he visto en toda mi puta vida. Estuviste increíble!"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Empaca. Nos vamos de aquí."

"¿Por qué? Tenías a esos chicos meando en los pantalones. Ellos saben que no deben
meterse con nosotras ahora."

"¿Estas loca? Casi nos matan a las dos. Si ese tipo no hubiera estado tan borracho, habría
estado sentada en el lado equivocado de mi propia pistola."

Amber aseguró los objetos sueltos en el interior del camper, mientras que Joy
desenganchó el agua y la energía. En menos de cinco minutos salieron por la puerta
delantera y de regreso a la Interestatal 80.

"Ni siquiera sabía que tenías un arma. ¿Donde la guardas?"

"Encerrada. Esta es la primera vez en mi vida que le he apuntado a una persona real." La
voz de Joy todavía temblaba, y sus manos se agitaban alrededor sobre el volante. "No
puedo creer que haya hecho eso."

"No sólo lo hiciste, estuviste jodidamente increíble. Créeme, si tuviera una de esas, nadie
volvería a joderme de nuevo."

"¿Tienes que decir joder todo el tiempo?"

Amber estaba sorprendida por la agudeza de su voz. Claramente, Joy estaba sacudida por
la experiencia.

"Lo siento. ¿Estás bien?"

Su primera respuesta fue un profundo suspiro y una mano temblorosa por el pelo. "Estoy
asustada por lo que podría haber ocurrido si no hubiera venido a buscarte. Podrías haber
sido ... "

Amber terminó la frase en su cabeza. Ella habría sido violada. A pesar de que ambos
hombres estaban borrachos, estaba totalmente indefensa cuando la recogieron y la
llevaron a su caravana. Y quién sabe lo que podrían haber hecho después para cubrir su
crimen. Pero no lo habían hecho, y tenía más que suficientes malos recuerdos que eran
reales sin torturarse por algo que no había ocurrido.

Una señal en el camino de otro modo estéril decía Elko, Nevada, estaba a noventa y ocho
millas de distancia, y Joy metódicamente ubico tres campamentos diferentes en su sistema
de navegación. A pesar de que era casi medianoche, Amber estaba demasiado hiperactiva
para preocuparse por dormirse, y por la forma nerviosa de los dedos de Joy siguiendo
toqueteando el volante, ella también estaba tensa. Probablemente tendrían un comienzo

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

más tarde de lo habitual mañana, pero por lo menos estarían un par de horas más cerca de
Oakland.

Ella estudió a Joy en el brillo azulado del tablero de instrumentos. A la lista de rasgos que
ya había compilado para describirla — responsable, ordenada, independiente, capaz —
añadiría valiente. Y no importa lo que ella había dicho acerca de casi conseguir que las
mataran, Amber todavía pensaba que era jodidamente increíble.

CAPÍTULO SIETE
Después de un largo y tranquilo día en la carretera, Amber dio la bienvenida a la creciente
alegría en la voz de Joy cuando se acercaron a casa. Ambas habían estado positivamente
sombrías cuando recién despertaron en el campamento en Nevada, lo más probable es que
aún estuvieran inquietas de los acontecimientos de la noche anterior.

"Siempre le digo a todo el mundo que vivo en Oakland porque nadie sabe dónde está
Alameda," Joy explicó animadamente mientras conducía a través de la red residencial.

Varias de las calles tenían nombres de presidentes, Amber observó, pero no en el orden
que ayudaría a cualquier persona a encontrar su camino. Giraron en Garfield Avenue,
donde casas modestas, pequeñas se encontraban a sólo diez o doce pies de la acera. No
había dos que parecieran iguales, y sin embargo, todas eran similares, de un solo piso con
largas calzadas estrechas que desaparecían a través de una valla o corrían todo el camino
hasta llegar a una casa de huéspedes en la parte trasera.

Joy estacionó en la acera frente de un bungalow ordenado, de color gris claro con adornos
blancos, y escalones color carbón y persianas. El porche delantero estaba cubierto y
cerrado por una media pared con dos columnas en cada lado.

"Bienvenida a tu nuevo hogar ... por un tiempo, al menos."

Ansiosa por un cigarro, Amber saltó de la camioneta y se esclareció antes de que Joy
pudiera recordarle que ella había prometido dejar de fumar cuando llegaran aquí. Todavía
tenía tres dejados y planeaba saborear cada uno.

"Parece que Rocky podó el césped," Joy dijo, señalando con la cabeza hacia el patio
delantero, que no era más grande que una sala de estar media. "Él es el chico de al lado."

Amber furiosamente caló su cigarro mientras llevaba a Skippy por el patio, y luego lo
apagó en la acera de hormigón. En los escalones, captó la mirada severa de Joy y se
apresuró a regresar para recoger la colilla.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Cuántos más?"

"Dos." Ella siguió a Joy en el porche, notando sólo una pequeña pendiente biselada en la
puerta principal.

"¿Dónde está la rampa de la silla de ruedas?"

"En la parte de atras. Papá pensó que podría invitar a los ladrones."

"Siempre podrías dispararles." La dureza en la mirada que Joy le dio hizo a Amber desear
que se hubiera tragado ese chiste en vez de decirlo. Pensar primero no era su punto fuerte.

Joy la llevó dentro. En el lado derecho de la casa, la sala de estar, comedor y cocina
estaban abiertos todo el camino hasta el porche trasero. Era inmediatamente obvio de los
desgastados pisos de madera, el espacio abierto en la mesa de comedor y encimeras a la
altura de la cadera que una persona con discapacidad vivía allí.

"La habitación de papá está aquí."

Caminaron a través de una amplia puerta en el lado izquierdo de la casa a una habitación
que tenía una cama individual ajustable, mesita de noche y una cómoda. No había puerta
en el baño adyacente, donde el habitáculo del inodoro, lavabo y ducha habían sido hechos
a medida para el acceso en silla de ruedas. En el pasillo exterior había amplias puertas que
conducían a un baño más pequeño, y luego a un segundo dormitorio.

"Y esta es tu habitación?," Amber preguntó. Había una cama doble empujada hasta la
ventana, un tocador, y un pequeño escritorio y una silla.

"En realidad, es tuya."

Amber regresó a la sala de estar principal y miró a su alrededor. No más puertas. Podía
ver todo el patio trasero a través de las ventanas de la cocina, y no había una casa de
huéspedes — sólo una cobertizo que cubría un Ford sedán blanco y un jeep de color verde
oscuro con una lona encima.

"Está bien, me rindo. Vives aquí, ¿verdad?"

"Sí, pero mi habitación está todavía estacionada en el frente. Tengo que abrir la puerta
para que pueda tirar de ello y conectar el agua y la electricidad."

"Vives en ese ca — es decir ese raro camper todo el tiempo?" No es de extrañar que Joy
fuera tan peculiar.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Me gusta mi espacio."

"Y llamas a eso espacio."

Joy se rió mientras sacaba un par de cervezas del refrigerador. "Algún día te voy a
mostrar algunas fotos de la vida en un portaaviones. Verás porque ese camper se siente
como un palacio. La mejor parte es que no tengo que compartirlo con otras siete
personas."

Amber tomó un complaciente trago de cerveza fría de la botella. "La cerveza va con los
cigarros, ya sabes. Podría tener que ir a buscar otro paquete sólo para ayudarme a pasar
esta botella." Ella lo jaló cuando Joy trató de agarrarlo. "En serio, puedo fumar afuera si
prometo no tirar mis colillas en el suelo? Y cerraré las ventanas para que no entre el
humo."

"No soy tu madre," Joy respondió, sin ocultar su decepción. "Tú eres la que dijo que
querías dejar de fumar porque era caro. Son cinco dólares por paquete, en California, así
que un paquete al día te costará más de mil dólares al año."

Dicho de otra manera, significaba dos semanas en este trabajo pagado por su hábito de
nicotina durante todo un año.

"Puedes poner tus cosas en los cajones y el armario." Ella comenzó a salir, pero se detuvo
en la puerta trasera. "Oh, y tenemos que compartir ese baño, pero voy a mantener mis
cosas afuera, así que no estará en tu camino. Siéntete como en casa."

Amber recorrió todas las habitaciones, tratando de imaginarlo como su casa. No se


parecía a ninguuno de los otros lugares que había vivido desde que salió de la casa de sus
padres. Todos habían sido apartamentos, no casas con patios, habían estado en diferentes
etapas de deterioro. Además de eso, todos y cada uno había sido un desastre de arriba a
abajo, porque Amber se negó a recoger los desechos de otros, y no vio ninguna necesidad
de recoger los desechos de sí misma si nadie más lo hizo. Ella y Corey habían perdido el
depósito de seguridad en su última casa debido a la suciedad que dejaron atrás,
especialmente en la cocina y el baño.

Llamar a esta casa ordenada sería un euferismo. Dentro de los gabinetes de la cocina, los
platos y alimentos estaban alineados como soldados, y no había una migaja que se pudiera
encontrar en ningún lado. Incluso el contenido del refrigerador estaba perfectamente
colocado.

En la sala de estar había un sillón reclinable de cuero desgastado, presumiblemente del


padre. También un sofá con dos mesas en los extremos, y una TV de pantalla plana
montada en la pared. Le tomó un momento darse cuenta de lo que faltaba — una mesa de

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café, que habría ocuupado demasiado espacio y hubiera hecho difícil andar en una silla de
ruedas.

Un aparador detrás del sillón reclinable tenía varias fotos enmarcadas. Sus ojos se
dirigieron de inmediato a una de Joy, una foto del rostro tomada en su uniforme de la
marina — una chaqueta oscura con una camisa blanca y pequeña corbata y un sombrero
blanco y negro. Su mirada era cautivadora, suficiente para hacer que Amber admitiera que
tenía algo por las mujeres en uniforme. A juzgar por la edad de Joy en la foto, fue tomada
poco después de que entró en la marina hace más de una década. Su pelo era exactamente
igual que hoy, escondido detrás de las orejas hasta su cuello, pero la delgada cara en la
foto se había llenado desde entonces.

Justo al lado estaba una foto similar de un hombre joven, sus colores desteñidos
sugiriendo que fue tomada hace muchos años. El padre de Joy, sin duda, ya que tenían los
mismos afilados ojos azules. Al lado estaba lo que parecía una foto de familia
relativamente reciente, con el padre y la madre de Joy sentados y Joy parada detrás, de
nuevo viéndose elegante en su uniforme, esta vez con hileras de cintas en su pecho.

"Mira esto, Skippy," murmuró en tono burlón. "Esto es lo que una familia feliz parece."

El resto parecía ser fotos secuenciales escolares de una niña, una hermosa niña mestiza,
obviamente la ahijada, Madison.

Joy entregó su maleta en la puerta trasera y Amber se puso a trabajar organizando el


contenido en la cómoda. Cualquier otro día, eso podría haber significado rellenar cosas
donde quiera que encajaran, pero se encontró doblando y apilando sus pertenencias en
montones ordenados, y ordenandolos perfectamente derechos en los cajones, temiendo de
que alguien viniera y revisara.

Una vez hecho esto, exploró un poco más, pasando por el estante de revistas junto al
sillón reclinable en la sala de estar. La Legión Americana, anuncios de televisión de hace
dos semanas y un libro sobre la Operación Tormenta del Desierto. En el aparador por las
fotos estaba un libro ilustrado de los portaaviones. Sólo un veterano militar encontraría tal
trivialidad interesante.

El botón de encendido para el control remoto de la televisión no hizo nada — sin imagen,
sin sonido. ¿Por qué eran siempre tan complicadoss? Siempre había que pulsar este
primero y luego este, y sólo si también tenía otro control remoto para el cable o antena
satelital.

Estaba oficialmente aburrida, y casualmente, casi sin cigarros. Si Joy pudiera señalarle la
dirección de una tienda de conveniencia, podría llevar a Skippy para dar un paseo. Eso
mataría una hora más o menos. El problema con eso era que no quería molestar a Joy, que

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probablemente estaba disfrutando de su soledad en la parte trasera, o posiblemente


incluso durmiendo después del largo viaje.

"Tonta de mi ... por supuesto, no está durmiendo," le dijo a Skippy mientras miraba por la
ventana de la cocina para ver a Joy lavando el camper. "Nunca descansaría mientras
hubiese una mota de polvo en alguna parte."

El camper estaba estacionado en una plataforma de concreto junto a la parte trasera de la


casa, la puerta estaba a unos pasos de la terraza trasera, que tenía una larga rampa que
conduce a la calzada de concreto que corría hasta la cochera.

"Necesitas ayuda con eso?"

"No, ya casi termino."

"Pensé que estarías aquí descansando. Debería haberlo sabido mejor."

Joy cerró el agua y enrolló la manguera alrededor de su carrito. "Tengo que ir a ver a papá
al centro de rehabilitación y hacerle saber lo que hemos resuelto."

Amber la siguió hasta la casa. "Estaba pensando en dar un paseo con Skippy. Ya sabes ...
checar el vecindario. ¿Hay una tienda a la que pueda ir?"

"Cigarros?"

"Comida de perro ... y sí, cigarros."

La única respuesta de Joy fue una suave risa, por lo que Amber se sintió aliviada. Lo
último que necesitaba por encima de todo el estrés de un nuevo hogar, un nuevo trabajo y
conseguir ser abandonada por su novio de tres años era dolor por fumar. Había sólo tantos
problemas que una persona puede hacer frente al mismo tiempo.

"Aquí está la llave de la puerta principal," Joy dijo, garabateando instrucciones para un
almacén a pocas cuadras de distancia.

De repente cruzó la sala de estar y levantó la botella de cerveza que Amber había dejado
en el aparador. "No puedes poner bebidas en muebles de madera, Amber. Deja un anillo."

Lo único que podía hacer era ver como Joy limpió enérgicamente la zona dañada. Con su
suerte, el aparador era el mueble favorito de su padre ... probablemente lo hizo el mismo
en el taller de carpintería en su adolescencia.

"Lo siento."

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Joy suspiró y renunció a sus esfuerzos. "No te olvides de cerrar cuando te vayas."

Amber recorta la correa de Skippy en su sitio y comprobó cuidadosamente la puerta de


entrada para asegurarse de que estaba cerrada. "¿Qué te parece, muchacho? Hemos estado
aquí menos de una hora y ya arruinados algo. Será mejor empezar a buscar en los
anuncios clasificados."

CAPÍTULO OCHO
"No la recogí a un lado de la carretera. Es más complicado que eso." Joy sabía que
conseguiría nada más que dolor por llevar a una completa extraña a su casa,
especialmente una con cero capacitación en asistencia de salud en el hogar. Espera hasta
que él se diera cuenta de que ella tenía aún menos en las labores de limpieza.

"Ah, ¿qué demonios ... me importa una mierda si es Lizzie Borden, siempre y cuando
salga de aquí."

Llevar a su padre a casa era tanto una cuestión de su salud como su cordura. En tan sólo
una semana desde su accidente, la pérdida de peso fue notable en la cara, cuello y
pecho. Era importante no perder masa muscular, ya que su fuerza era lo que le permitía
mantener su independencia.

"Que les tomo tanto tiempo? ¿Por qué no puedo simplemente irme?," él gruñó.

"Sabes cómo estos lugares son acerca de las reglas. Ellos insisten en empujar a todo el
mundo en una silla de ruedas."

Ella esquivó una caja de pañuelos volando.

"Listilla."

Su padre, recostado en la cama, ya estaba vestido con shorts de color caqui y una camisa
blanca holgada, que Barbara había traído de casa. Por debajo de su camisa estaba un
soporte de hombro atado con velcro, y por fuera, una honda. Sus únicos otros efectos
personales era la ropa que llevaba puesta cuando se resbaló en la rampa en el salón de la
Legión Americana. Estaba bien afeitado, y sus cortos cabellos grises con la raya
cuidadomente, pero en el lado equivocado.

Ella no podía creer que él se había sentado quieto para que alguien hiciera eso. Él ya
había despotricado sobre las indignidades del baño, pero ahora que ella había visto su
incisión quirúrgica, estaba claro por qué estaban teniendo cuidado de no dejar que hiciera
demasiado.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Tu fisioterapeuta se supone que debe reunirse con nosotros en la casa para realizar todos
los ejercicios."

"Es un estúpido. Él me tiene enrollando toallas en la mano y girando el cuello de lado a


lado. Sigo diciéndole que mis manos y cuello están bien. Todo lo que necesito es una
forma de entrar y salir de la silla, y rodar yo solo. Dice que eso no está en sus órdenes."

Joy revisó a través de las páginas de ejercicios sobre la mesilla de noche. "Supongo que
debería llevarme todo esto a casa para que Amber pueda estudiarlos."

"Entonces como es esta Amber como persona? Me imagino que tiene que ser linda o no la
habrías recogido." Por su tono burlón, él estaba convencido de que había algo entre ellas
dos, pero Joy estaba segura de que cambiaría una vez que tuviera su primer vistazo de
ella. Él la conoce lo suficiente como para pensar que iría trás alguien tan inmadura e
irresponsable, y con un tatuaje, nada menos. Y entonces él le daría su infierno por traer a
casa a alguien así para cuidar de él.

"Ella tiene veinticuatro años, pero sigue siendo básicamente una niña que está sin suerte,
papá. Sus padres se excedieron sobre la disciplina y se fue de casa hace unos años sin un
verdadero plan." Ella compartió su idea acerca de que Amber consiguiera la certificación
de la asistencia sanitaria en sus horas libres. "Un poco de experiencia y responsabilidad en
su haber podrían ser justo lo que necesita."

"¿Cómo sabes que no va a escapar con la plata?"

"Bueno, en primer lugar está el hecho de que no tenemos ninguna plata. Pero
honestamente, no me parece que sea una persona que haría eso." Lo qué Joy veía era una
joven vulnerable, pero decirle a su padre eso le induciría a burlarse de ella sobre su
favorito escenario imaginario cuando niña de rescatar damiselas en apuros. "Fui clara
acerca de lo que esperamos. Si no funciona, ella está en un avión de regreso a Nashville,
pero eso va para ella también ... lo que significa que si eres un idiota, ella se ira y tú
tendrás que volver aquí. No puedo cuidar de ti e ir a trabajar también."

Una morena alta que llevaba una colorida bata de enfermera pasó por la puerta, y él gritó
en voz alta, "Si ella puede cocinar mejor que un marinero tuerto drogado, será una mejora
con respecto a este infierno!"

Desconcertada, la mujer le enseño el dedo detrás de su espalda y siguió por el pasillo.

"Tu nueva novia?"

"Ella no es tan mala," él respondió engreídamente. "Al menos esa tiene sentido del
humor. Eso es más de lo que puedo decir sobre el resto de estos imbéciles."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Un corpulento afroamericano con una etiqueta que decía Roderick apareció en la puerta
con una silla de ruedas. Miró sus papeles y preguntó, "Oliver Shepard?"

"Llámame Shep, y traje mis propias ruedas. Custom V-8 bajo el capó."

Joy tiró de su brazo sano. "Pórtate bien. Sería una pena si Roderick olvidara poner el
freno."

Roderick vaciló, claramente inseguro en cuanto a qué tipo de ayuda debía prestar.

"Déjame," Joy dijo. Rodó la silla de su padre a su lado, bloqueó las ruedas y bajó la cama
eléctrica de manera que estaba junto a la silla. Mientras él agarró el brazo de la silla con
su brazo sano, ella agarró el cinturón en el lado lesionado y le dio suficiente elevación
para que él pudiera girar en el asiento. "Está bien, es todo tuyo."

Su padre levantó la vista hacia el camillero mientras salían por la puerta. "Oye, Roderick
... ayudame con este reposapiés, quieres?"

***

Amber dejó caer su cigarro en una lata de refresco en cuanto oyó el coche en la entrada en
el lado de la casa. Mientras Joy se adentraba hacia la cochera al lado del jeep, contempló
si salía y se reunía con ellos o esperaba en el porche fuera de su camino. Decidiendo que
era mejor demostrar que estaba ansiosa por ponerse a trabajar, se reunió con Joy en el
lado del pasajero mientras abría la puerta para su padre.

"Encantada de conocerlo, Sr. Shepard."

"Por favor ayúdame, niña," él declaró. "Necesito estar en un hospital pero mi hija no
pagará."

Sobresaltada, Amber miró con recelo a Joy.

"Ya basta, papá, o te llevo de vuelta allí y te dejó en la puerta."

Él miró ansiosamente a Amber y juntó las manos como suplicando. "No me pegaras como
lo hace ella, ¿verdad?"

Joy suspiró y empujó su silla contra el asiento del coche. "Ignoralo, Amber. Necesito
mostrarte cómo hacer una transferencia. ¿Estás lista?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber se acercó más, observando los fuertes músculos del antebrazo del hombre
mientras se agarraba al brazo de la silla.

"Agarra el cinturón y los pantalones justo aquí en la cadera y jala hacia arriba." Mientras
ella demostraba, él se balanceó dentro de la silla.

"Asegúrate de agarrar el costado y no la espalda," él dijo. "De lo contrario jalaras de mis


calzoncillos."

"Puedes sentirte libre de hacer eso si te causa algún problema," Joy continuó, recogiendo
una pila de ropa sucia del asiento trasero. "¿Por qué no sigues adelante y lo metes?"

Amber casi lo tiró de la silla cuando lo empujó hacia adelante sin soltar primero el
freno. "Lo siento."

Joy caminó hacia la casa.

A medio camino a través del patio trasero, él dijo, "Hey, muñeca. Creo que Joy dejó mis
zapatos en el asiento trasero. ¿Los agarras por mí?"

"Por supuesto."

Ella puso el freno de nuevo y volvió al coche, buscando por todos lados. "No los veo,"
dijo.

"Tal vez están en la cajuela. Hay un botón en el asiento del conductor."

Después de liberar accidentalmente el capó, Amber finalmente localizó el pestillo


correcto y reviso el contenido de la cajuela. Había una caja fuerte etiquetada Kit de
terremotos, cables de arranque, una caja de herramientas y una silla de ruedas de repuesto,
pero ningunos zapatos. "No hay nada aquí. Joy debe haberlos recogido."

"No, estoy seguro de que no lo hizo. ¿Has mirado debajo del asiento?"

Ella volvió y registró el coche. "No."

"Tal vez los dejó caer por debajo del coche."

Ella estaba en su vientre en el suelo cuando Joy apareció en la puerta trasera. "¿Te pidió
que buscaras sus zapatos?"

"Sí, los tienes?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Amber ... él no tiene pies."

Al darse cuenta de lo que significaba, el padre de Joy estalló en carcajadas. Ella regresó a
la silla y la empujó hacia delante, de nuevo sin soltar el freno. Él estaba riendo tan fuerte
que casi se deslizó del asiento. Ella se habría disculpado excepto que no lo lamentaba ni
un poco.

"Entren aquí, los dos. El fisioterapeuta está aquí."

"Te daré veinte dólares si empujas mi silla en el frente y alrededor de la cuadra."

Este tipo estaba resultando ser peor que todos los niños de tres años juntos en la guardería
de Harmony. "Estoy empezando a darme cuenta por qué Joy me ofreció tanto dinero por
este trabajo."

"¿Cuánto?"

"Quinientos a la semana."

"¡Santo cielo! Me levantaría y caminaría por eso."

***

Joy cerró la puerta detrás del terapeuta y se volvió hacia su padre, quién puso los ojos en
blanco. "Ya lo has oído, papá. Tres veces al día todos los días."

"Es un montón de basura. Hago más ejercicio limpiando mis — "

"Por favor, no—"

"— encimeras." él dijo, sonriendo. "Hablando de eso, alguna posibilidad de que podría
conseguir algo de comer? Cualquier cosa comestible servirá."

Joy se dio cuenta de que Amber había estado manteniendo las distancias, claramente
intimidada por la hosca disposición de su padre. "Amber, tal vez tú y papá podrían
practicar el movimiento de su silla de ruedas al sillón reclinable y de regreso. Si lo dejas
caer un par de veces, estará bien. Es por eso que lo llamamos práctica."

Observó los dos primeros intentos y se alegró de oír que su padre había marcado de nuevo
su actitud por el bien de Amber. Era bastante fácil de manejar cuando él no estaba
actuando como un niño de dos años. Lo curioso de él — y la razón por la que se estaba
comportando ahora mismo — era que no era un idiota en absoluto, sólo un bromista que a
veces iba demasiado lejos. No estaba en su naturaleza ser realmente cruel.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Tener un almuerzo comestible resultó más difícil de lo que pensaba, ya que había tirado la
mayor parte del contenido del refrigerador anoche. Había tocino pero no huevos, y hot
dogs pero no bollos. Mirando a través de los alimentos enlatados, recordó una de las
recetas de su madre. Veinte minutos después, llamó a los otros para almorzar.

"Guiso Hawaiano!" Su padre proclamó mientras Amber lo rodaba hasta la cabecera de la


mesa. "Ahora eso es lo que llamo comestible."

"Me parece como beanie weenies para mí," Amber dijo.

"Pero tiene piña y tocino," Joy explicó. "Esta era mi comida favorita cuando era
niña. Nunca lo he superado."

El guisado Hawaiano de su madre siempre la ponía nostalgica por su infancia. No era sólo
el recuerdo de su madre en la cocina. Se daba cuenta a medida que crecía cómo su madre
siempre arreglaba una sencilla comida para hacer que pareciera como un banquete. Tal
era la vida en el salario de la fábrica de su madre y la pensión de invalidez de su padre,
pero Joy habían aprendido a arreglárselas con menos, un hábito que le había servido bien
en la marina.

Como de costumbre, su padre devoró su comida, pero luego se sentó pacientemente


mientras ella y Amber terminaban. Amber empujó la comida alrededor del plato,
comiendo algunos hot dogs, tocino y, finalmente la piña, pero no los frijoles.

Joy no podía ser molestada con un comensal quisquilloso delicado. Si Amber quería
despreciar la cena, ella podía prescindir.

"Joy me dice que eres de Nashville," su padre dijo, su voz agradablemente educada por
primera vez en todo el día. "Tenía un compañero maquinista de allí ... Wally o algo
así. Comía frijoles como si fuera caviar."

Amber se removió y desanimadamente se comió un bocado de frijoles, pareciéndose


mucho a Madison cuando le animaron a comer verduras.

"Juegas al backgammon?"

"Ni siquiera sé que es eso."

Él se frotó las manos y sonrió. "No te preocupes, chica. Te enseñaré todo lo que necesitas
saber."

"Y entonces él tomará tu dinero," Joy agregó.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Jugaremos por cacahuetes. Tráeme algunos, ¿quieres? Hay una caja entera en la puerta
del refrigerador."

"Es adicto a los cacahuetes," Joy explicó mientars se levantaba de la mesa.

"Es todo lo que podía pensar de las últimas dos semanas. Si cerraba mis ojos casi podía
probarlos."

"¿Dónde dijiste que están?"

"Allí mismo en la puerta."

"Cacahuetes ... no te refieres a esos cacahuetes cubiertos de chocolate?," Amber preguntó,


sus ojos se ensancharon.

Él estaba prácticamente lamiéndose los labios. "Las malditas cosas son peores que las
papas fritas. Te comes uno, tienes que comerte toda la caja."

Joy tuvo una sensación de hundimiento cuando oyó el tono de la pregunta de Amber, y
ella casualmente levantó la tapa en el bote de basura. Efectivamente, allí estaba la caja de
cacahuates vacía. No es de extrañar que Amber no tuviera hambre.

"Sabes, papá ... creo que pude haberlos tirado accidentalmente anoche. Voy a conseguir
algunos más en el supermercado. ¿Por qué no voy ahora y dejo a Amber limpiando?"

Dejando a la pareja a solas les obligaría a llegar a conocerse. Más importante aún, daría a
Joy un descanso de ambos.

***

Amber tenía vagos recuerdos de su infancia de quedarse con una niñera que la asustó casi
hasta la muerte. La Srita. Hodges era del vecindario, la clase de mujer que gritaba cuando
los niños caminaban cruzando su césped, o cuando alguien estacionaba frente a su
casa. Era vieja, su casa era vieja y todas las baratijas en su interior eran viejas. Amber
había estado aterrorizada de moverse, temerosa de que rompiera algo y fuera sometida a
su ira.

Quince años misericordiosos habían pasado desde la última vez que pensó en la Srita.
Hodges. Si la vieja bruja hubiera criado un hijo, se habría convertido en alguien como
Shep Shepard.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Estaba segura de que él sabía que se había comido sus cacahuetes, a pesar de que no había
salido y lo había dicho. Estaba en sus ojos, la forma en que la miraba desde su sillón
reclinable mientras pretendía ver un partido de béisbol.

Una minúscula, diminuta parte en realidad deseaba haber salido de la camioneta en


Limon. A estas alturas ya estaría de regreso a Nashville con —

"Skippy!" Ella saltó del sofá hacia su dormitorio, donde lo había encerrado hace horas
para que estuviera fuera del camino cuando la silla de ruedas de Shep entrara. Así que
mucha emoción lo habría partió en un frenesí de ladridos e incluso podría haber quedado
atrapado debajo de una de las ruedas.

"¿Quién es Skippy?" Shep la llamó.

Ya era demasiado tarde. El mal olor de su accidente la golpeó al momento de abrir la


puerta, y al instante se extendió por toda la pequeña casa.

"Jesús, tienes un elefante ahí?"

No, pero había diarrea de perro en varios lugares, incluyendo la alfombra delante de la
cama. Skippy estaba acurrucado en la cama, temblando de evidente miedo, las orejas
planas como si supiera que había hecho algo mal.

"Está bien, muchacho." Ella probablemente no debería haberlo alimentado con esos
cacahuetes. Corey le había dicho una vez que el chocolate era como veneno para los
perros, pero él siempre estaba exagerando. Al menos le había dado sólo tres o cuatro.

Ella iba y venía entre su dormitorio y el baño limpiando el desastre, notando el interés de
Shep. Con lo peor limpiado, finalmente salió con Skippy en sus brazos.

"Este es Skippy. Lo encerré en la habitación para que no pudiera hacer un alboroto


cuando llegaras aquí, pero luego se me olvidó."

"No me gustan mucho los perros."

"No será ningún problema. Lo prometo."

"Sí, puedo decirlo ... ningún problema en absoluto. Lo bueno es que no tengo ninguna
planta o ya habrían zozobrado por ahora."

La mayoría de la gente que echaba una mirada a Skippy se derretían. Era pequeño,
esponjoso y lindo. No había nada que no gustara. Y sin embargo, Shep no lo quería. Pero

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

entonces Shep no parecía querer nada excepto sus preciosos cacahuetes. Estaba resultando
ser el idiota que había temido.

Dejó a Skippy de vuelta en la cama, pero antes de que incluso ella llegara a la puerta, él
había corrido pasandola de regreso en la sala de estar. Sus uñas chasqueando en el piso de
madera mientras saltaba de un lado a otro frente a Shep, ladrando fuertemente, como si
exigiera atención.

"¿Qué demonios?" Shep agarró sus pinzas de mango largo, las pinzas que utilizaba para
recoger cosas en el suelo. "¿Quieres una parte de mí?"

"Skippy, no!" Ella se apresuró a atraparlo, deteniéndose para dar a Shep una mirada
amenazante. "Hijo de puta ... no se te ocurra lastimar a mi perro."

Amber estaba en la habitación con la puerta cerrada antes de darse cuenta de lo que había
hecho. Sería despedida en el momento en que Joy llegara a casa. Volver a Nashville con
nada, ni siquiera un lugar para pasar unas cuantas noches. Su boca la había metido en
problemas otra vez. Cada vez que algo así pasaba, siempre se aseguraba de tener la última
palabra antes de salir furiosa, incluso sólo una frase de despedida gritaba por encima del
hombro después de ser despedida. Sus últimas palabras a Shep fueron llamarlo un hijo de
puta.

Al menos ella y Skippy estaría a salvo, y no tendría que lidiar con ese idiota. Le
molestaba, sin embargo, cuanto decepcionaría a Joy, que era casi la única persona que
había mostrado alguna fe en ella — basada en prácticamente nada. Lo que le molestaba
más — ahora que ya era demasiado tarde para retirar lo que dijo — era que este trabajo
era su única oportunidad para valerse por ella misma. Sin importar lo que sentía por Shep
Shepard, tenía que salir y disculparse, y esperando como el infierno que él aceptara.

"Deséame suerte, muchacho."

Cuidando esta vez de mantener a Skippy encerrado en el dormitorio, regresó a la sala de


estar, con la cabeza colgando de vergüenza. "Lamento haberte insultado."

"Me han llamado cosas peores," Shep dijo, sin rastro de su habitual humor sarcástico. "No
habría lastimado a tu perro, sabes. Es sólo que los perros nunca me han gustado, no desde
que era un niño. Y ahora con esta silla, me siento un poco ... no sé, impotente. Creo que si
los asusto, ellos me dejaran en paz."

"Skippy no es así. Nunca le haría daño a nadie."

"La gente siempre dice eso de su perro ... justo antes de comerse al bebé."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Parece Skippy como si se comería un bebé?"

"Supongo que no. Al menos no tengo tobillos para morder." Había vuelto su morboso
sentido del humor. "Ve a buscarlo. Vamos a ver si podemos ser amigos."

***

Si Joy no lo hubiera visto con sus propios ojos, nunca habría creído que su padre estaría
compartiendo su sillón con un perro. Skippy estaba tendido junto a él, con la cabeza
metida debajo de la mano de su padre.

Menos sorprendente fue el hecho de que los platos del almuerzo estaban todavía sin lavar,
apilados en el fregadero. Por un momento, jugó con la idea de lavarlos, pero las
diligencias del día — inmediatamente después de un largo viaje manejando ayer — la
habían agotado. Por mucho que odiaba dejar un desastre, lidiar con eso era tan simple
como caminar hacía la puerta trasera de su camper, subir a su desván y cerrar los ojos.

CAPÍTULO NUEVE
Los equipos de mantenimiento en el Aeropuerto Internacional de Oakland realizaron
barridos regulares en las puertas de embarque, asfalto y pistas de aterrizaje por los
artículos y desechos que podrían pinchar neumáticos o ser arrastrados por el motor de un
avión. Daños por Objetos Extraños (FOD), se le llamaba. Joy hizo su propio FOD
caminando varias veces al día sobre el área de cuatro puertas que supervisaba, y esperaba
lo mismo de su equipo. Había visto con que facilidad los pequeños objetos como las
cremalleras del equipaje y los plásticos de los camiones de servicio de alimentos podrían
caer sobre la pista, y sabía que incluso la más pequeña chatarra podría paralizar un avión.

Ella estaba emocionada de estar de regreso en el trabajo — hasta que encontró un informe
de incidente, el primero de un equipo de tierra Starwest en Oakland desde que se había
unido a la línea aérea hace tres años. Uno de los últimos empleados de la aerolínea, un
maletero llamado Thomas Epley, había girado un tren de carros demasiado cerca de un
avión, cortando su motor. Los mecánicos finalmente autorizaron a la aeronave para la
salida, pero no antes de arruinar los planes de viaje de 132 pasajeros.

Thomas, un estudiante de veinte años de tecnología aeronáutica en la Universdad de


Alameda, había parecido natural para el trabajo. Como todos los demás en su equipo, él
era fuerte, trabajador y confiable, pero había algo más que le había gustado de él —
siempre llevaba su camisa de polo del uniforme metida. Era un detalle menor para los
demás, uno que nunca se molestó en mencionar en las evaluaciones porque incluso los
otros jefes de equipo llevaban la camisa afuera la mayor parte del tiempo. Para ella, la

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

apariencia era una cuestión de orgullo personal y le gustaba que Thomas se preocupaba
del aspecto que tenía cuando llegaba a trabajar.

Lastima que no se hubiera preocupado en la forma en que conducía. Cortar un motor era
un gran problema, y él tendría treinta días de suspensión sin sueldo para mejorar su
concentración. Ella esperaba que no usara ese tiempo para encontrar un nuevo
trabajo. Perseverar cuando el trabajo se ponía difícil mostraba carácter y dedicación.

Joy estaba tomando un raro descanso, una pequeña oportunidad antes de las prisas del
mediodía que sucedió en los días en que todos sus vuelos estaban funcionando según lo
previsto. Las cuatro puertas Starwest estaban despejadas, pero la ST 413 estaba
aproximándose de Chicago, mientras que la ST 644 de San Diego estaba en el rango. Eso
daría inicio a una ráfaga que duraría hasta que su turno terminara a la una y media.

Angie Low, una agente de rampa asiático-estadounidense que también sirvió en la


Guardia Nacional, se subió en el remolcador junto a ella, lamiéndose los dedos del bollo
pegajoso que acababa de terminar. "Me alegro de que estés de vuelta, Joy. Punch tenía a
todos listos para marcharse la semana pasada después de aquella pelea con
Thomas. Corrió para supervisar todos los cinturones, los carritos de equipaje, los
remolcadores ... todo. Él trató a todos como si fuera nuestro primer día en el trabajo."

"Probablemente habría hecho lo mismo," Joy dijo. Le gustaba pensar que el incidente no
habría ocurrido en su vigilancia, pero no podía estar en todas partes a la vez. Cualquiera
que sea la falla que Thomas hubiera sufrido probablemente habría ocurrido con ella en su
turno como jefe de equipo. "Me alegro de no haber estado aquí cuando ocurrió."

"¿Como estuvo tu viaje?"

"Madison fue una ráfaga." Ella relató los aspectos más destacados de su aventura a campo
traviesa, pero no ofreció nada sobre el viaje de regreso, ni el accidente de su padre. Llevar
a Amber Halliday a casa fue probablemente una de las cosas más estúpidas, más
impulsivas que jamás había hecho, y no quería que nadie más lo supiera.

"Apuesto a que el viaje de vuelta tu sola fue largo," Angie respondió.

La radio en el cinturón de Joy crujió y tomó su posición encima del remolcador para
señalar el avión en la puerta. "El espectáculo ha comenzado, gente! Cuatro-Uno-Tres está
en tierra."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Amber cerró los ojos y disfrutó de la sensación del sol de la mañana en su piel. El norte
de California era muy caluroso en Agosto, pero sin la humedad no era casi tan opresivo
como Nashville. Le encantaba que el patio trasero de Joy y Shep estuviera cercado con
una puerta lateral. Eso significaba que Skippy podía correr libremente en el césped y ella
no tenía que vigilarlo. No es que hubiera tenido que hacerlo, de todos modos. Shep, cuya
silla de ruedas estaba estacionada debajo de un paraguas en la terraza, mordisqueó un
cacahuete y observaba cada uno de sus movimientos.

"Supongo que debería entrar y hacer mis ejercicios de nuevo," él dijo. "No me gustaría
perder todo el control muscular en el meñique. ¿Cómo voy a beber el té? "

Amber le había conducido a través de un régimen matinal usando las notas del
fisioterapeuta. Todo el ejercicio parecía una tonta pérdida de tiempo, ya que Shep podía
hacer todos los ejercicios con facilidad y sin dolor. La única razón por la que se molestó
era porque Joy le había ordenado que se asegurara de que los hiciera tres veces al día,
quisiera o no.

Ella lo condujó de vuelta a la mesa de comedor y extendió la toalla que él tenía que
enrollar con una mano. "Diez veces, y luego los giros del cuello." No había mucho que
supervisar, pero ella sentía que debía sentarse con él mientras hacía las repeticiones.

"¿Alguna idea sobre el almuerzo?," él preguntó. "Queso a la plancha sabría bastante bien
ahora."

La idea del almuerzo ni siquiera había pasado por la cabeza. Su tarifa habitual era una
bolsa de papas fritas y una barra de chocolate, y la versión de hoy de eso era palomitas
sobrantes de anoche y dos puñados de cacahuetes de Shep.

Harmony hacía sándwiches de queso a la parrilla para los niños en la guardería al menos
una vez a la semana, pero Amber nunca había observado para ver exactamente cómo los
hacía. No podía ser tan difícil ... pan y queso, cocinados en una sartén en vez de una
tostadora. Su primer indicio de que era más complicado de lo que pensaba era el sonido
penetrante de la alarma de humo, que se disparó mientras estaba contando las repeticiones
de Shep.

"Déjame adivinar," él dijo. "Nunca has hecho uno de estos antes, ¿verdad?"

Ella arrugó la nariz y sacudió la cabeza, examinando los restos carbonizados de su primer
esfuerzo.

"Voy a darte una lección de queso a la parrilla. Lava ese sartén."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Ella reunió todos los ingredientes y utensilios que él pidió — no tenía idea de que un
sándwich de queso a la parrilla debía tener mantequilla — y estaba sentada en un taburete
en un rincón de la cocina, sintiéndose como una niña de tres años en
aislamiento. Torpemente, él demostró con su brazo sano lo básico de asar sin quemar. La
lumbre baja era la clave, él dijo, lo que le pareció una contradicción idiota. El fuego se
suponía que era caliente. Además, era queso a la parrilla, no costilla de primera. Pero
cuando vio cómo funcionaba, tuvo sentido.

Doce semanas de clases de cocina con un individuo con un solo brazo en una silla de
ruedas. Ella podía soportarlo. Por lo menos no estaba fregando baños en Limon.

***

Joy casi atravesó la puerta, sin esperar que estuviera cerrada. Tenía sentido, se dio cuenta,
que Amber quisiera dejar que Skippy vagara en el patio trasero, pero necesitaban una
señal para cuando ella estuviera en camino a casa. Sería devastador para todos ellos si el
perro quedaba bajo sus ruedas cuando conduciera atravesando.

La medio enloquecía que Amber nunca parecía pensar en cómo sus acciones — o
inacciones — afectaban a otros. Ella no tomaba muy bien las indirectas, ciertamente no la
que Joy había dejado caer sobre mantener sus artículos de higiene personal fuera del
camino de Amber. Había esperado la misma cortesía, pero en cambio había encontrado el
baño una ruina esta mañana. Los cosméticos de Amber, con algunas de las botellas y
tubos todavía abiertos, alineaban el fregadero, y las toallas colgadas al azar sobre la barra
de la ducha. Joy se preguntó que parte de ‘compartir el baño’ no había entendido.

Ella recogió sus bolsas de compras y entró por la puerta principal, despertando tanto a
Skippy y su padre de una siesta en el sillón reclinable. La parte posterior de la cabeza de
Amber — rodeada por un remolino de humo de cigarros — era visible a través de la
ventana de la cocina.

"Hola, papá"

"Llegas tarde."

Eran casi las cuatro de la tarde, dos horas después de la hora habitual en que llegaba a
casa.

"Tenía algunas cosas que recoger." Ella levantó una de las bolsas. "Incluyendo comida
china para la cena. ¿Tú y Amber tuvieron un buen día?"

Él giró la cabeza para asegurarse de Amber estuviera fuera del alcance del oído. "¿Estás
segura de que tiene veinticuatro? Madison tiene más sentido común que ésta."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

A Joy no le sorprendió escuchar sobre el sándwich quemado porque había olido al


momento en que entró por la puerta.

"Si no le hubiera preguntado por el almuerzo, creo que ella me hubiera dejado morir de
hambre. ¿No dijiste que iba a manejar toda la cocina y la limpieza? Ella dejó toda esa
basura apilada en el fregadero. Todavía estuviera allí si Barbara no hubiera venido y
limpiado."

Era dolorosamente claro que Joy había hecho un pobre trabajo de comunicar sus
expectativas. Amber no era el tipo de persona que podría tomar la iniciativa para hacer lo
que había que hacer. Joy tendría que explicarle en detalle cada tarea. No era de extrañar
que la chica no había sido capaz de mantener un trabajo.

"Voy a hablar con ella. ¿Algo más?"

Él suspiró. "No seas demasiado dura con ella, pero por Dios... quinientos dólares a la
semana por jalar de mis shorts varias veces al día, y eso sólo si puedo conseguir su
atención."

Cuando Joy salió a la terraza, Amber se levantó rápidamente y cerró la revista Country
Update, una deteriorada que había estado leyendo una y otra vez desde que se conocieron.

"No sabía que estabas en casa."

"Sí, la puerta estaba cerrada. Te traje algo." Joy le entregó una pequeña bolsa de compra.
"Tu propio teléfono celular. Por ahora, estás en mi plan … llamadas y mensajes
ilimitados."

"Wow!" Su entusiasmo se atemperó cuando vio que era un teléfono con tapa básico, no
uno sofisticado con juegos, fotos y navegación por internet.

"Pensé que podrías estar haciendo mandados para papá y necesitar un teléfono para
emergencias. Tuve al tipo de la tienda programando el teléfono de la casa y mi celular, y
puse algunos otros números que puedas necesitar, como el terapeuta y el médico de papá
en la VA (Asociación de veteranos)."

"Está bien ... genial."

Joy preguntó, "Entonces, ¿cómo te fue hoy?"

"Un poco difícil, si quieres saber la verdad." Ella se dejó caer en su silla y miró
sombríamente hacia el patio trasero. "No sé si estoy hecha para esto."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy no estaba tan segura tampoco, pero al menos los dos habían sobrevivido el primer día
juntos. Ella quería que esto fuera una buena experiencia para Amber, la oportunidad de
aprender a ser responsable y prepararse para un trabajo estable que le permitiera cuidar de
sí misma. Pero lo que más importaba era el cuidado de su padre. Si Amber no estaba a la
altura, Joy necesitaba encontrar a alguien de inmediato.

"¿Por qué dices eso?"

"Siento que no puedo hacer nada bien. No estoy diciendo que tu papá sea crítico ni nada
de eso ... solo que no soy muy buena en esas cosas ... como cocinar. Y creo que lo saco de
quicio. He estado aquí casi todo el día tratando de mantenerme fuera de su camino."

Así que eso era. Amber se sentía intimidada, y en vez de estar pegada a su padre y
ayudarlo, lo estaba evitando.

"Mira, sé que papá puede ser difícil. Es sobre todo la marina hablando. Siempre fue una
especie de tipo duro, y mamá dijo que su accidente lo hizo actuar aún más duro. Pero de
eso se trata. La mayoría de eso es un acto." Cuando él se preocupaba por alguien que le
importaba, era una de las personas más suaves, amables que conocía. "Deberías verlo con
Madison. Esos dos — cielos, se adoran el uno al otro. No debes tener miedo de él, no
siempre y cuando estés trabajando duro y haciendo lo que hay que hacer. Él va a respetar
eso."

Ella asintió. "Al menos le gusta Skippy."

"Eso me recuerda." Joy buscó en su otra bolsa y sacó un rollo de bolsas de plástico de
color azul, diseñada específicamente para los desechos de las mascotas. "Te agradecería
que mantuvieras limpio el patio. Tuve una sorpresa desagradable esta mañana cuando
salí."

"Lo siento."

Por mucho que odiaba acumular, aprovechó la oportunidad de pedirle a Amber que
mantuviera limpio el baño y la cocina, y que comprobara a su padre con regularidad. El
desayuno a las ocho, el almuerzo al mediodía.

"Me preocupa que papá va a tratar de hacer las cosas por sí mismo, y vaya a lastimar su
hombro. No quiero que él mire alrededor y vea pequeños trabajos que hay que
hacer. ¿Crees que puedes encargarte de todo eso?"

"Claro." Amber se inclinó sobre la barandilla de la terraza para dejar caer su cenicero
improvisado en el bote de basura. "Voy a limpiar el patio y los platos. ¿Estaría bien si voy
a la tienda después de eso?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Más fumar. Amber sonaba igual que Madison, negociando privilegios a cambio de hacer
las tareas y deberes. Cómo diablos lo había logrado en los últimos años era un
misterio. Gracias a Dios que había sido lo suficientemente inteligente como para darse
cuenta de que no estaba preparada para ser madre. Lástima del pobre niño que pudo haber
criado.

***

Amber lavó el último de los platos después de la cena, con cuidado de no hacer
demasiado ruido. Joy y Shep estaban a pocos pies de distancia en la mesa de comedor
usando la computadora portátil para pláticar por vídeo con Madison antes de irse a la
cama. De la historia que Joy había dicho acerca de conocerla desde que nació, era fácil
entender su afecto. Shep era el que la fascinaba — sin ninguna relación en absoluto y sin
embargo, era obvio que amaba a la niña como a una nieta.

Era raro pensar en el bebé al que había renunciado, pero cuando lo hacía, era para
imaginar a su familia adoptiva amandolo de la misma manera que Joy y Shep amaban a
Madison. Si ella hubiera tenido un abuelo simpático o tíos, podría haber sido capaz de
alejarse de sus padres antes de que su relación se pusiera tan mal. Tal vez podría haber
resistido la tormenta.

Pero entonces ella no estaría aquí, y mientras ‘aquí’ no era exactamente el paraíso, era
interesante. Había algo místico en California, un mundo entero de lugares como Kentucky
y Tennessee. Aquí ellos no agitaban la Biblia en tu cara como si fuera una navaja de
afeitar, o te hacen sentir como una paria si no piensas como todos los demás. Al menos
Joy y Shep no hicieron eso.

Cuando terminaron su llamada, ella trajo la toalla a la mesa y la extendió. "Una vez más,
Shep."

"Oh, Cristo," él se quejó.

"Suena como si tuviera tu número, papá."

Amber fue contando las repeticiones y ayudó a Shep a sentarse en su sillón reclinable
para que pudiera ver el partido de béisbol. En cuanto se instaló, Skippy estaba en el sillón
con él.

"Has robado a mi perro."

"Él es mi pequeño amigo," él respondió, acariciando a Skippy mientras se acurrucaba en


su regazo. "Creo que le gusta que no me muevo mucho, y no le soplé humo en la cara."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Ella bufó. "No soplo humo en la cara tampoco. Además, voy a dejar de fumar pronto."

"Fumé durante unos veinte años ... empecé cuando era un adolescente punk porque pensé
que me hacía parecer genial. Cindy — que era mi esposa — no le gustaba mucho, pero
me toleró."

"¿Cómo dejaste de fumar?" No es que Amber tenía la intención de dejar de fumar en


cualquier momento pronto, pero uno de estos días, lo haría.

"El estúpido viejo en VA tenía una política de no fumar. Pasé ocho semanas allí después
de perder las piernas."

Tanto Joy y Shep hablaron de su lesión de una manera informal, casi como si no fuera la
gran cosa. Ella no podía imaginar tener que lidiar con tal trauma día tras día. Por lo
menos, estaría amargada — ciertamente hacia la marina, si no a todos los demás.

"¿Puedo preguntar qué pasó?"

"Joy no te lo dijo?"

Ella sacudió la cabeza, contenta de que por fin había tenido el valor de tocar el tema. Era
curioso que Joy no le hubiera contado ningún detalle. Tal vez era demasiado horrible para
hablar de eso.

"¿Sabes algo de los portaaviones?"

"Sólo que son realmente grandes y planos en la parte superior para que los aviones
puedan aterrizar en ellos. Oh, y se supone que no tengo que llamarlos barcos."

"Joy te jaló las orejas hacia atrás en eso, verdad?" él se rió. "Yo era una camisa verde en
el Carl Vinson. Eso significa que trabajé en la catapulta y el equipo de engranaje. Pásame
ese libro de ahí."

Ella fue a buscar el libro de los portaaviones y siguió junto con las imágenes de aviones
siendo lanzado por la catapulta y luego atrapados por los cables cuando aterrizaron.

"Mira, ahí estamos — los camisas verdes. Las camisas de color púrpura hacían lo del
combustible ... las camisas rojas eran bombas y las balas. Las camisas amarillas eran los
que manejaban los aviones."

"Joy era un manejador de avión." Ahora tenía sentido por qué estaba tan unida a su
camiseta amarilla.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Es cierto. Nuestro puerto base solía estar aquí en Alameda en la Estación Aérea Naval,
pero la cerraron en el noventa y siete." Él cerró el libro y esbozó una débil
sonrisa. "Recuerdo el día en que ocurrió como si fuera ayer, pero sólo hasta el
accidente. Todo después de eso es un gran borrón, y espero que siga siendo así. Algunos
de los chicos que estaban allí dicen que todavía les da pesadillas."

Amber ya había oído la historia de cómo Hank el esposo de Barbara había muerto
quemado en un incendio en la sala de máquinas. Era difícil imaginar algo más horrible
que eso.

"Estábamos en maniobras de entrenamiento con el Cuerpo de Marines de San Diego. Era


después del atardecer y el último hombre en salir fue un F-14 Tomcat. El aterrizó muy
rápido y captó el tercer cable, por primera vez en todo el día. Lo tensó y lo frenó, pero
entonces de repente se rompió. Se fue en picada de inmediato al final de la cubierta."

De las fotos que él le había mostrado y de la manera en que su mano se deslizaba a lo


largo del brazo de la silla, ella podía imaginárselo como si estuviera sucediendo ante sus
ojos.

"El asiento del piloto voló antes de que él cayera al agua, por lo que todo el mundo sabía
que estaba bien. Pero estábamos mirando en la proa cuando ese cable roto de repente
azotó detrás de todos nosotros allí sobre la cubierta ... como una serpiente de acero que
viene hacia ti a cien millas por hora. Y estaba casi oscureciendo, así que podíamos oír
mejor de lo que podíamos ver. Lo creas o no, yo fui el afortunado. Dos de los camisas
amarillas murieron."

Amber estaba atónita, no sólo en el horror del accidente de Shep, sino al darse cuenta de
que lo mismo pudo haberle ocurrido a Joy. No es de extrañar que ella fuera tan
disciplinada. En el barco, era una cuestión de vida o muerte.

"¿Cómo pudiste soportar que tu hija se uniera a la marina y luego tomar un trabajo
peligroso como ese? No estabas asustado? "

"Claro, pero estaba orgulloso también. Siempre supe qué tipo de persona era Joy, y esa es
a quién yo querría ahí si trajera uno de esos aviones."

Ella sabía qué clase de persona era Joy también. Por primera vez desde que llegó a
California, pensó en la noche en que Joy se había enfrentado a sus atacantes con una
pistola. A pesar de que casi había terminado en desastre, al menos había sabido qué hacer
y tuvo el valor de hacerlo.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Cuando Shep cerró el libro y volvió su atención al juego de pelota, Amber salió para otro
cigarro. Viendo la luz encendida en el camper, se sintió tentada de llamar a la puerta para
ver si Joy quería una cerveza, o tal vez sólo un poco de compañía.

Su opinión de Joy — y de hecho, todos sus pensamientos acerca de Joy — habían dado un
giro completo desde el momento en que hace casi una semana la había recogido en
Louisville. Había estado agradecida al principio, luego cada vez más cautelosa mientras
tomaba todos los meticulosos hábitos y rutinas. En secreto se había reído de sus
peculiaridades, incluso lanzando las colillas de los cigarros en el suelo para ver cómo le
molestaba. Todo empezó a cambiar cuando Joy se retiró del estacionamiento en Limon,
su compasión eclipsando a sus excentricidades. A partir de ahí, se había convertido en una
protectora galante, y luego la figura gallarda de su foto en uniforme. Una mujer como esa
tenía que ser una poderosa amante.

CAPÍTULO DIEZ
Joy soltó el pestillo debajo de la cabina del 737 y sujetó el cable de alimentación,
permitiendo que el jet apagara sus motores. Entonces desenrolló el tubo de aire
acondicionado de su carrito y lo arrastró a lo largo de la base del avión a su enchufe. Con
cada paso, contó en voz baja para calmar su temperamento abrasador.

Robbie Pascal, quién fue contratado en StarWest dos años antes que ella, estacionó el
transportador de equipaje en el compartimiento trasero y abrió la pesada puerta hacia
arriba. Aunque él se había enojado un poco el año pasado cuando ella fue ascendida a jefe
de equipo por encima de él, era un trabajador concienzudo y orgulloso de ser parte del
equipo que obtuvo la puntuación más alta por mejor desempeño casi cada
trimestre. También era divertido trabajar con él.

Demasiado divertido hoy, Joy pensó. Como sólo tenían veinticinco minutos para girar
alrededor de este avión, ella se subió a la bodega de carga en lugar de llamarlo a él en la
pista.

"Mira, Robbie. No sé lo que tú y Freddie estuviera jugando hoy, pero un puntero de ala
tiene un trabajo, y eso es ver el avión dentro y fuera de la puerta, sin cortar algo. No
puedes hacer eso cuando estás haciendo tonterías.

Por su mirada de asombro, su reprimenda fue inesperada. "Joy ... estábamos sólo — "

"No me importa lo que estabas haciendo. Me importa lo que no estabas haciendo. Estos
aviones cuestan millones de dólares y estos pasajeros tienen mejores maneras de gastar su
tiempo que sentarse y esperar que nosotros arreglemos un lío que no debería haber
ocurrido en primer lugar."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Ella no esperó una réplica, saltando a la pista para cargar las bolsas que Robbie ya había
enviado por la cinta. Cuando el otro encargado del equipaje llegó, ella regresó a la parte
delantera del avión para preparar la barra de enganche para retroceso.

Freddie trabajaba bajo otro jefe de equipo en la próxima puerta, y era todo lo que ella
podía hacer para evitar reportarlo. Incluso después de una semana, todavía estaba dolida
al enterarse sobre el incidente de Thomas. Informes como ese llamaban la atención desde
arriba, lo que significaba que todo su equipo estaría sujeto bajo un intenso escrutinio por
los jefes de StarWest y las autoridades del aeropuerto hasta que estuvieran satisfechos de
que ella tenía control sobre la disciplina.

La parte ridícula era que ella confiaba en Robbie para hacer su trabajo, incluso mientras él
bromeaba de vez en cuando con sus compañeros de trabajo. Cada uno de los miembros de
su equipo era cuidadoso, eficiente y confiable. Tenían toda la disciplina del TR sección
aérea. La persona en la que había perdido la confianza era Joy Shepard y no tenía nada
que ver con su personal de tierra, o su trabajo en Starwest para el caso. Era que su mente
vagaba todo el día.

Amber Halliday era la que no podía manejar su trabajo, sin importar cuántas veces Joy
había tratado de entrenarla. Tomó recordatorios diarios para conseguir que recogiera los
asuntos de Skippy en el patio, para mantener la cocina limpia y colgar sus toallas en el
baño. Si esto no fuera suficiente, había blanqueado las sábanas azul oscuro del padre y
colocó otra bebida helada en el aparador para dejar un ruinoso anillo.

Conjuntamente, los contratiempos y trabajos sin hacer eran tan frustrantes que incluso se
preguntó si Amber estaba tratando intencionalmente de sacarla de sus casillas. Joy no
quería pensar que ella haría eso, pero prácticamente admitió una historia de
intencionadamente irritar a sus jefes. Su gracia salvadora era que parecía genuinamente
gustarle a su padre, y el sentimiento era claramente mutuo. Él le había enseñado a jugar al
backgammon y ella le había presentado un par de sus telenovelas favoritas. Por tonto que
fuera, por lo menos eran diligentes sobre la terapia física y él se distrajó de acciones que
pudieran lesionar su hombro.

Joy consideró la ironía de que acabara de reprender a Robbie por no concentrarse en su


trabajo, y allí estaba sumida en pensamientos de Amber. Necesitaba quitársela y
concentrarse. Y tenía que disculparse con Robbie por haber sido tan dura.

***

Amber estiró el cuello para ver el parachoques delantero del gran sedán, mientras
despejaba el espacio de estacionamiento. Ella no estaba acostumbrada a conducir un
vehículo de este tamaño, ya que Corey casi nunca dejaba a nadie más al volante de su
‘bebé’, un negro y cromado Chevy Silverado.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Todavía tenía la agenda del camino de Gus Holley que el encargado le había
entregado. La banda estaba trabajando en camino hacia East Coast, tocando en Baltimore
esta noche y Raleigh dos noches después. Ellos no estaban previstos en California hasta
mediados de Noviembre. Shep le dijo que debía conseguir boletos en la primera fila para
que pudiera sostener un cartel que le dijera a Corey que le besara el culo.

Después de una semana de preocuparse todo el tiempo acerca de ser despedida,


finalmente se sentía cómoda y segura en su nuevo trabajo. Si sólo se llevara bien con Joy
así como lo hizo con Shep. Shep no la regañaba por cosas triviales de la manera en que
Joy lo hacía. En realidad la trataba como a una persona en lugar de sólo la ayuda
contratada, tomando el tiempo para contar historias sobre la marina y como Joy fue
creciendo, así como preguntar sobre su vida en Kentucky y Nashville. Joy entraba en la
casa durante un par de horas alrededor de la cena, pero luego desaparecía en su cueva
durante el resto de la noche. Prácticamente la única vez que le dijo algo a ella fue para
señalar algo que Amber no había hecho bien.

Este era el tercer viaje de Amber en el coche de Shep. Los otros dos habían sido para
comestibles y comida para perros, pero esto era un mandado especial a la tienda de
artículos deportivos para recoger las pesas y bandas de estiramiento que Shep necesitaba
para su siguiente fase de terapia física.

Ella no había tenido problemas para encontrar el lugar, ya que estaba en el extremo
opuesto del centro comercial de Safeway, donde iba de compras. La parte difícil era salir
del estacionamiento. Se encontró en un carril de Giro Sólo a la Derecha, sabiendo que
tenía que ir en la otra dirección. Un enjambre de tráfico le impidió llegar a donde ella
podía dar la vuelta, y antes de darse cuenta estaba en una carretera llamada Nimitz
Freeway dirigiéndose hacia el aeropuerto internacional de Oakland y San José.

"¡Mierda!"

Ella no estaba tan lejos de casa, porque Joy le dijo que le tomaba sólo diez minutos para
llegar a casa desde el aeropuerto. Pero entonces la salida del aeropuerto daba vuelta a
través del reclamo de equipaje y volvía a salir a la autopista, donde no tenía idea de que
rampa tomar para volver al vecindario.

Cuando vio el gran escenario en su espejo retrovisor — aquel donde Gus Holley tocaría
en Noviembre — se dio cuenta de que había adivinado mal. En la siguiente salida, le
preguntó a un dueño de la gasolinera para orientarla hacia el Safeway.

"¿Cúal?"

"Alameda."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Él no sabía nada de Alameda Safeway pero la puso de vuelta en la autopista en lo que


esperaba que fuera la dirección correcta. Una señal de salida le señaló hacia Alameda,
pero cuando la salida se bifurcó, no había ninguna indicación en cuanto a cual camino
debía girar. Nada parecía familiar, o incluso remotamente parecido a una zona residencial.
Un claxón sonó detrás de ella y avanzó lentamente hacia adelante, girando a la derecha ya
que parecía la menos mala de los dos. Había avanzado sólo unas yardas cuando el coche
comenzó a fallar. Era la primera vez durante todo el día que se había fijado en el
indicador de gasolina. Estaba en WWPE, como Molly solía decir — camino, camino por
delante vacío.

No había una gasolinera a la vista, sólo los edificios industriales y almacenes cubiertos de
graffiti. Los coches estaban estacionados a ambos lados de la calle, pero la única manera
de llegar a cualquiera de los edificios era a través de puertas que estaban cerradas con
llave.

No tenía sentido llamar a Shep. Incluso si pudiera ayudarla a encontrar su camino a casa,
no podía llegar allí sin gasolina, y no había nada que él pudiera hacer al respecto. Salió y
agitó la mano hacía un vehículo que pasaba, dos hombres que parecían ser mexicanos y
que no hablaban Inglés. Tenía que llamar a Joy, porque no tenía opciones.

"¿Está todo bien?," Joy preguntó, su voz ansiosa.

"Sí." Excepto que no lo estaba. "No, en realidad no. Tú papá está bien, pero fuí a recoger
algunas cosas que necesitaba para sus ejercicios y ahora estoy perdida ... y sin gasolina."

Amber prácticamente podía oírla echar humo mientras pasaba por una serie de preguntas
para determinar dónde estaba. Entonces Joy dio instrucciones explícitas a lo que ella
pensaba que era la gasolinera más cercana— a media milla de distancia.

Fue entonces cuando Amber le dijo el otro problema. "No creo que pueda caminar tan
lejos. Estaba saliendo a este pequeño mandado y yo ... no llevo zapatos."

"Oh, por el amor de Dios!" Joy suspiró profundamente y se quedo en silencio durante
varios segundos. "Sólo quédate donde estás. Tengo que encontrar a alguien para
cubrirme."

Amber no tenía otra opción. Podrían ser veinte minutos o dos horas, pero una cosa era
segura — Joy estaría furiosa cuando llegara allí.

***

Joy atravesó la puerta trasera, más tarde de lo habitual debido a que se había quedado para
ayudar a Punch con sus registros de equipajes perdidos. Esa era su recompensa por él

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

haber renunciado a su hora de almuerzo para supervisar a su equipo mientras ella salía
corriendo para entregar un galón de gasolina a Amber. ¿Qué clase de idiota pasa por
delante de una media docena de gasolineras en su camino para quedarse sin gasolina? Al
parecer era la misma clase que iba a la tienda sin zapatos.

Amber estaba en su habitación con la puerta cerrada. Ese era el lugar más seguro para
todos los interesados, Joy pensó. Había estado tan enojada cuando llegó al coche que sólo
habló para darle indicaciones a Amber hacia la casa — a la izquierda en High Street todo
el camino hasta Garfield. Un ratón ciego podría encontrarlo.

"Escuché que tuviste una pequeña aventura," su padre dijo, sin molestarse en ocultar su
diversión.

"No fue gracioso. Todo mi equipo está bajo el microscopio y en vez de estar allí para
supervisarlos, tengo que jugar a la niñera por alguien que ni siquiera tendría suficiente
sentido común para refugiarse de la lluvia."

Joy se estremeció al darse cuenta de que su padre, sus ojos muy abiertos y su frente
arrugada, estaba mirando más allá de ella en dirección de la puerta de
Amber. Efectivamente, los pasos cruzaron la habitación detrás de ella hasta la cocina, y se
giró para ver a Amber enjuagar un vaso y ponerlo en el lavavajillas.

Exasperada, Joy salió a la terraza trasera, donde plantó ambas manos sobre la barandilla y
respiró hondo. Una disculpa estaba en orden, pero sólo sería para decir algo insensible, no
por pensarlo. Amber vería a través de ello, y probablemente empeoraría las cosas. Ya
había desperdiciado bastante tiempo preocupándose por Amber. No había ninguna
cantidad de instrucción, demostración o recordatorio que pudiera entrenar a alguien para
hacer incluso las tareas más básicas cuando ella era demasiado perezosa o descuidada
como para seguir adelante.

A Joy le gustaba. Evidentemente a su papá le gustaba, y tuvo que encontrar su ineptitud


tan molesta como ella lo hizo. Eso probablemente significaba que dependía de Joy
cambiar su actitud, no de Amber cambiar su comportamiento.

Todavía no está lista para volver a entrar y pedir disculpas, Joy entró en el camper y se
cambió su ropa de trabajo por pantalones de chándal grises y una camiseta sin mangas
negra. Una buena sesión de ejercicios en el gimnasio era justo lo que necesitaba para
descargar su frustración. Ella salió por la puerta trasera, gritando a nadie en particular que
iba a recoger la cena ... algo que no ensuciaría más platos.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Amber se apoyó en la puerta del baño, mirando hacia la toalla que había arrojado sobre la
barra de la ducha esta mañana. Sólo había una barra en el pequeño baño y era para una
toalla de mano que compartía con Joy, así que no era como si no tuviera más remedio que
colgarla allí. Dicho esto, estaba seca ahora así que la agarró y la dobló junto con su
toallita.

De vuelta en el dormitorio, despejó un cajón de la cómoda para todos sus artículos de


baño, y cuidadosamente los alineó. Después regresó a la cocina y limpió todas las
encimeras y barrió el suelo. Luego sacó la basura, haciendo un esfuerzo especial para
vigilar el patio por cualquier cosa que podría haber dejado Skippy.

"Hey, chica. Ven y siéntate un minuto," Shep dijo. Shep silencio el televisor, cogió una de
las pesas y comenzó una serie de lentas flexiones de bíceps con el brazo herido.

Renunciando a su habitual asiento en el sofá, Amber arrastró un taburete al lado del


reclinable de Shep para que pudiera apoyar el brazo como el terapeuta le había mostrado
mientras levantaba la pesa.

"Joy está lidiando con algunos problemas en el trabajo en este momento. Uno de su
equipo tuvo un accidente mientras ella no estaba y ellos escribieron un informe sobre
él. Eso es algo muy importante en su línea de trabajo, y se siente responsable porque era
su chico. Eso es lo le está calando hondo en este momento, no tú."

"¿De verdad crees todas esas mierda que salen de su boca?"

Shep se rió y, con la mano buena, revolvió el pelo hasta que se soltó y cayó de su lazo en
todo su rostro. "Déjame ponerlo de esta manera," él dijo. "Tú eres sólo una parte del
problema, y ahora mismo está en alguna parte sintiéndose mal por lo que dijo. La
conozco. Se ha ido para sacarlo en un montón de máquinas de pesas, y para cuando
vuelva, todo habrá terminado."

Hasta la próxima vez, Amber pensó. Sólo tenía a ella misma para culpar. Joy había dejado
claro desde el primer día que se conocieron que era una perfeccionista, y mientras Amber
tenía una especie de trato para mantener la casa y el patio limpio, no se había esforzado lo
suficiente. Siempre estuvo claro que su trabajo principal era cuidar a Shep, y se concentró
en eso mientras se desentendió de lo demás. Así era como funcionaba en cada trabajo —
haciendo lo mínimo que pudiera hacer.

"No, ella tiene razón, Shep. Si hubiera hecho lo que me pidió que hiciera, no se habría
puesto tan molesta por lo que pasó hoy. No la culpo. Ella me dio una oportunidad y la
decepcioné. Todo eso va a cambiar ... a partir de ahora."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Empapada de sudor y oliendo mal por su ejercicio, Joy entró por la puerta trasera y
depositó pollo, ensalada de papas, col y galletas en la prístina encimera. Su padre estaba
viendo la televisión con Skippy en su regazo, y podía oír el agua corriendo en el baño.

"La cena está aquí. Voy a tomar una ducha. Tú y Amber adelantense y comiencen sin mí
si tienen hambre."

Ella recogió ropa y artículos de tocador del camper, y regresó para encontrar el baño
limpio de arriba a abajo, y los artículos personales de Amber ya no estaban. Un cepillo de
dientes colgando en el portacepillos era la única señal que no había empacado para
mudarse.

Joy no estaba infeliz en absoluto de encontrar el baño limpio para un cambio, pero
lamentaba la forma en que se había producido. Ella nunca tuvo la intención de que Amber
se sintiera como una esclava de la casa. Cuando salió, dos lugares estaban puestos en la
mesa — el de ella y de su padre. La puerta de la habitación de Amber estaba cerrada.

"¿Qué pasa, papá?"

"Parece que alguien está tratando de no tentar a su suerte."

Había esperado barrer los eventos del día bajo la alfombra sólo por ser amable y optimista
en la cena, pero al parecer se necesitaría una disculpa en toda regla para superar
esto. Después de unos segundos de danzar de un pie al otro afuera de la puerta de Amber,
llamó a la puerta y esperó una respuesta.

"Hola ... tengo suficiente pollo para todos. Ven y únete a nosotros."

Amber estaba en su cama con una revista, y su habitación estaba tan limpia y ordenada
como el resto de la casa. "Gracias, pero pensé en darle a tu papá un descanso. Él tiene que
aguantarme todo el día."

Una disculpa en toda regla. "Amber, lo siento mucho. Podría inventar una excusa acerca
de tener un mal día, pero eso no hace que las cosas que dije estuvieran bien. Fui grosera ...
y estuve mal."

"No sé, Joy. Es cierto que he estado afuera bajo la lluvia antes."

Joy se rió suavemente, agradecida de obtener una respuesta alegre, pero todavía no estaba
segura si su disculpa fue aceptada. "Apuesto a que si preguntas entre mis compañeros de
la marina, probablemente descubrirás que yo también."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber finalmente sonrió pero no hizo ningún movimiento para levantarse.

"Por favor, únete a nosotros. Papá realmente te quiere allí." Ese era su estúpido, terco
orgullo hablando, y estaba desmoronando su prevista disculpa. "Y te quiero allí también."

Fueron unos desgarradores segundos antes de que Amber finalmente


respondiera. "Bueno."

Joy colocó otro lugar en la mesa, mientras Amber ayudaba a su papá a entrar en su silla
de ruedas y lo rodó hasta la mesa.

"¿Ustedes dos se besaron e hicieron las paces?"

De todas las palabras que él pudo haber elegido, eso estaba en el fondo de la lista de
deseos de Joy, y ella respondió con una mirada feroz.

"Fue sólo una forma de hablar," él dijo, sonriendo como un duende travieso.

CAPITULO ONCE
Un beso húmedo tomó a Amber por sorpresa cuando se tendió en el suelo de su
dormitorio.

"¿Qué pasa contigo, Skippy? Estaba empezando a pensar que ya no me amabas." Ella lo
sabía mejor, ya que él todavía se acostaba con ella todas las noches, pero a esta hora del
día solía estar afuera compartiendo el reclinable de Shep.

Ella estaba experimentando con la cómoda de cerezo oscuro, en la parte inferior de la pata
cerca de la pared, que había intencionadamente humedecido con un paño hasta que
apareció una pequeña mancha blanca. Usando una camiseta suave y seca como un
amortiguador para la madera, presionó un hierro caliente en contra de eso por varios
minutos hasta que la mancha se desvaneció. Entonces ella entró de puntillas en la sala de
estar pasando a un Shep durmiendo la siesta y aplicó la misma técnica a las dos marcas
que había hecho en el aparador.

Enormemente orgullosa de sí misma, recompensó sus buenas acciones con un cigarro


mientras Skippy deambulaba por el patio trasero. Los últimos tres días habían sido los
más laboriosos de su vida. Además de su rutina normal de ayudar a Shep dentro y fuera
de su silla de ruedas, y con su terapia, había asumido las tareas monumentales de lavar
todas las ventanas de la casa y limpiar su coche por dentro y por fuera. Habría hecho lo
mismo por Joy, excepto que Joy nunca dejaba que las cosas se ensucian en primer

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

lugar. Además, a pesar de que había viajado por todo el país en el camper, era la
habitación de Joy ahora, y se sentía mal ir allí cuando ella no estaba en casa.

Lo que más fascinaba a Amber acerca de su transformación era la sensación de


satisfacción que obtuvo de ver los frutos de su trabajo, y de saber que Joy y Shep estaban
impresionados. No era como si nunca hubiera trabajado duro antes, pero por lo general lo
había hecho de mala gana bajo la atenta mirada de un jefe exigente. Una vez que comenzó
a asumir la responsabilidad de los deberes que Joy le había asignado, la necesidad de ir
más allá era todo suya. Por eso, no podía evitar sentirse orgullosa.

Su teléfono celular, el cual apenas usaba, sonó en su bolsillo trasero. Sólo podía ser una
persona en el otro extremo, pero lo comprobó dos veces sólo para estar segura. Joy
normalmente llamaba al teléfono de la casa, pero desde su estallido el otro día había
comenzado a enviar mensajes de texto amistosos sólo para comprobar y ver si había algo
que pudiera llevar en su camino a casa. Amber apreciaba el gesto, sobre todo porque
aliviaba la ansiedad que sentía por haber metido la pata tanto.

"Hola, Joy. ¿Todo bien?"

"Sí, estaba llamando para que sepan que llegaré un poco tarde hoy. Tengo una reunión
sindical después del trabajo y luego tengo que llevar mi Jeep para el servicio. Debería
estar en casa a las seis. ¿Quieres que lleve la cena?"

"No, tenemos cosas aquí. Puedo improvisar algo."

Joy hizo un sonido que era casi una risa, pero luego pareció pensarlo mejor. "Supongo
que nos veremos entonces. Que está haciendo papá? Está viendo sus novelas?"

"Está roncando como una motosierra en este momento, pero las estoy grabando para más
tarde. Estará molesto si se pierde algo bueno."

"Ustedes me sorprenden." Hubo un ruido confuso en el fondo, como un anuncio de


intercomunicación. "Muy bien, tengo que irme. Envíame un mensaje si cambias de
opinión acerca de la cena."

Amber sonrió mientras guardaba el teléfono en el bolsillo de su cadera. Tan mal como se
había sentido el otro día cuando oyó las crueles palabras de Joy a su padre, el resultado
valió la pena. Por primera vez desde que salió de Kentucky, el aire entre ellas era claro, y
en realidad empezó a pensar que podrían ser amigas.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Joy tamborileó con los dedos en el volante, esperando su oportunidad de deslizarse sobre
el carril de salida. Si había una ventaja de iniciar su jornada laboral a las cinco de la
mañana, era evitar todo este caótico tráfico de la hora pico. Se alegró de que Amber había
declinado su oferta para recoger la cena, ya que habría significado esperar en otra fila.

Sin embargo, sonrió al pensar en la oferta de Amber para preparar la cena. De acuerdo
con su papá, finalmente había dominado el arte del sándwich de queso a la plancha pero
había mostrado poca aptitud para mucho más. En cualquier caso, Joy se esforzaría en
demostrar su agradecimiento por lo que sea que arreglara aunque sólo sea por el hecho de
que Amber lo había intentado.

El último par de días habían sido interesantes, por decir lo menos. Todavía sintiéndose
culpable por las palabras hirientes que Amber había oído, había hecho todo los posible de
ser más amigable. Como resultado, había mucha menos tensión en la casa, tanto que paso
el rato con todo el mundo en la noche antes de ver un programa de talentos en la
televisión y animar al favorito de Amber, la cantante de música country.

Amber también había respondido al cambio, o eso parecía. No sólo había reforzado y se
hizo cargo de todas las tareas del hogar, lo había hecho con una dosis de humor,
reprendiéndolos durante el programa la noche anterior por tirar palomitas de maíz en su
suelo después de que había trabajado sin descanso para limpiar eso. Todo el incidente
había dado lugar a una hilarante batalla de palomitas de maíz, después de la cual Joy
había gentilmente limpiado.

El tráfico disminuyó cuando salió de la autopista, y se alegró de encontrar la puerta


abierta para que pudiera conducir todo el camino hasta el garage. Lo siguiente que notó
fue el brillo en el sedán de su padre. Un vistazo al interior reveló que había sido aspirado
y limpiado también. Ella no sabía si sentirse agradecida o culpable. Era agradable que
Amber estauviera haciendo algunos trabajos que debían hacerse, pero Joy nunca había
tenido la intención de hacerla sentir que todos esos extras eran esperados.

En la puerta de la cocina, fue recibida por el sabroso olor de la cena, y se contuvo


esperando que Barbara hubiera traído estofado para todos. La mesa estaba puesta para
tres, pero no había nadie a la vista.

"¿Alguien en casa?"

Las ruedas de su padre resonaron en el piso de madera al salir de su habitación con


Amber empujando su silla. "Madison llamó," él dijo bruscamente. "Está en algún tipo de
problema en la escuela."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Qué?" Joy miró su reloj — un cuarto después de las seis, eran nueve y cuarto en East
Coast, pasada la hora de acostarse de Madison. "¿Por qué no me llamó a mi teléfono
celular?"

"No habría hecho ninguna diferencia. Estuviste en esa reunión sindical."

"¿Qué tipo de problemas es?"

"Tareas. Dice que es demasiado difícil y que su maestra es mala."

Madison se había quejado la semana pasada de que Syd casi nunca la ayudaba con sus
tareas ahora que Mitch estaba allí todo el tiempo. "Dios, me gustaría poder hablar con Syd
acerca de esto. Ella tiene que dar a Madison más ayuda en casa."

"¿Por qué no puedes?," Amber preguntó.

Joy suspiró. "Porque tengo que andar con pies de plomo a su alrededor. Si genero
problemas, podría no dejar que Madison venga a visitar."

"¿Qué perra!"

Eso lo resumía perfectamente en lo que a Joy se refería, pero ella no tenía el lujo de
ponerse así. La última vez que llamó a Syd — acerca de dejar a Madison ver una película
de clasificación R que le dio pesadillas — la pobre chica había perdido sus privilegios
telefónicos durante dos semanas. Syd nunca dijo que era porque Joy se quejaba, pero
sabía que tenía que ser más que una coincidencia.

"La llamaré por la mañana. Si está teniendo problemas con su trabajo escolar, tal vez
pueda ayudarla en las tardes cuando llegue a casa."

"Wow, mira esto," su papá dijo, lamiéndose los labios mientras Amber colocaba un tazón
humeante sobre la mesa.

Joy se lanzó hacia la encimera de la cocina por un salvamanteles y lo deslizó por debajo
del tazón caliente, lo que parecía ser una mezcla de carne de res molida, arroz y
guisantes. "¡Se ve muy bien! ¿Qué es?"

"Hice lo que dijiste," Amber respondió con orgullo. "Tome la receta justo en el lateral de
la lata de sopa de champiñones. Fue fácil."

"Bien por ti." Joy mordió algo crujiente ... el arroz, por desgracia. En su segundo bocado,
se dio cuenta de que los guisantes todavía estaban fríos, y levantó la vista para encontrar a
su padre mirándola con recelo desde el otro lado de la mesa.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Qué te parece?," Amber preguntó. Ella todavía tenía que probarlo.

"Estos ingredientes ... van muy bien juntos."

"Sí, sabroso," su papá dijo, dejando su tenedor para tomar un trago de agua.

Amber tomó un bocado, se detuvo a medio masticar y pronunció, "No están hechos. Mis
guisantes siguen congelados."

Joy supuso que omitió la parte donde dice descongelar antes de cocinar. También puede
haber pasado por alto la línea que le dio instrucciones para cocinar el arroz antes de
revolverlo en la olla. Ella se puso de pie y recogió el plato de su padre. "Sé cómo arreglar
esto."

Removiéndolo en agua y salteando la mezcla en el microondas, hizo la cena comestible.

"Probablemente debería ser excluida de futuros detalles de la cena," Amber dijo


malhumorada.

Joy se mordió la lengua, y lo mismo hizo su papá, lo que provocó que los tres se echaran
a reír.

"Deberías haber visto a Joy la primera vez que hizo panqueques."

"Oh! dame un descanso. ¡Tenía diez años!"

Él levantó la mano en forma de C "Eran como gigantes esponjas redondas, quemadas


hasta achicharrarse pero espesas por denrtro. Y esta " — él señaló a Joy — "estaba
cubierta con harina de pies a cabeza, y la arrastró por toda la casa."

Joy resopló con fingido fastidio. "Eso es lo que obtienes dejando a una niña de diez años
sin supervisión."

"Como si hubiera hecho alguna diferencia. Siempre hiciste lo que quisiste. Tu madre
también. He estado a merced de una u otra por casi cuarenta años."

Joy miró a Amber y puso los ojos en blanco." ¿Crees algo de eso?"

"Ni una palabra."

Su papá tenía un tesoro de historias, en su mayoría mentiras y exageraciones acerca de


cómo ella y su madre le habían perseguido toda su vida, y se lanzó en una tras otra
mientras ella limpiaba la cocina y Amber escuchaba. La risa y la tontería eran una

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

reminiscencia de sus tiempos con Madison, tanto que la hizo desear que estuviera allí
también. Esta noche, la risa de Ambar era la que era contagiosa.

***

Amber sostuvo la puerta mosquitera para que se cerrara silenciosamente detrás de ella y le
susurró a Skippy estar quieto mientras ataba su correa. Eran casi las diez en punto, lo que
significaba que Joy probablemente dormía profundamente.

"No necesitas la correa. Cerré la puerta." La voz desde la oscuridad la sobresaltó.

"Pensé que estarías durmiendo."

"Mañana es Sábado. Planeó dormir hasta tarde, probablemente hasta las siete y media."

"No sé cómo lo haces, levantarte a las cuatro de la mañana." A medida que sus ojos se
adaptaron a la oscuridad, distinguió a Joy acostada en una tumbona junto al camper. "Te
ves relajada. ¿Puedo traerte una cerveza?"

"Tengo algo aquí en el refrigerador. ¿Quieres una?"

"Por supuesto."

Joy fue a buscar una botella y estiró la mano debajo de la terraza por otra tumbona como
la suya. "¿Está papá viendo el juego de A?"

"Sí, desde la cama. Pensó que todas esas historias en la cena me harían olvidar sus
ejercicios pero estaba equivocado. Ahora se está quejando de que lo agoté."

"Ese es papá. Siempre tiene que quejarse de algo." Ella chocó su botella con la de Amber.
"Salud."

"Lo mismo te digo." Amber encendió un cigarro y movió su tumbona para que el humo
no soplara hacia Joy.

"Es muy tranquilo aquí. Allá en Tennessee, todo lo que oyes por la noche son los grillos y
ranas."

"Usualmente los escuchamos en la autopista." Joy se rió entre dientes. "Hablando de


autopistas ... ahora que has estado aquí un par de semanas, ¿qué opinas de California?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Bueno, no estoy demasiado loca por la falta de señales de tráfico." Amber se abrazó a sí
misma y se frotó los brazos enérgicamente. "O el hecho de que hace tanto frío después de
que el sol se pone. Es sólo Septiembre y ya estoy congelándome."

"Tal vez deberías pensar en llevar más ropa." Joy, que tenía unos jeans y un jersey de
lana, desapareció en el interior del camper. Cuando regresó, envolvió una manta mullida
sobre Amber en su silla. "Los suéteres son muy parecidos a los zapatos. Por aquí, nunca
debes ir a ninguna parte sin ellos."

"Gracias, he aprendido mi lección sobre los zapatos. Sabes, no lo dije en ese momento —
sobre todo porque estaba demasiado asustada para hablar — pero realmente agradezco
que no me dejaste colgada allí toda la tarde hasta que salieras del trabajo. Ya estaba
asustándome por ese vecindario. Todos los edificios tenían puertas de hierro alrededor de
ellos y la mayoría de los coches tenían esos seguros en el volante." Casi dijo que nunca
había estado tan contenta de ver a alguien, pero luego pensó en la noche en que los dos
tipos la habían agarrado en el campamento. "Sólo por curiosidad ... ¿qué hubieras hecho
ese día si hubieras sido yo?"

"Bajo estas circunstancias, probablemente lo mismo que tú — llamar para pedir ayuda."

"Pero la diferencia es que no te habrías quedado sin gasolina en primer lugar."

"Probablemente no, pero me podría haber averiado ó un neumático desinflado. Todos


podemos quedarnos atascados a veces."

"Sí, claro. ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?"

"Veamos, papá ya te contó la historia de los panqueques."

"Tenías diez malditos años de edad. ¿Me estás diciendo que no la has cagado desde
entonces? "

Joy se rió maliciosamente y finalmente confesó, "Bueno, hubo una vez en el aeropuerto
de Dulles en Washington, donde metí un poco la pata."

"Continua." Skippy se subió al regazo de Amber y olfateó su camino debajo de la manta.

"Syd y yo conseguimos salir al mismo tiempo cerca de Acción de Gracias un año y la


convencí de que volara hasta aquí para conocer a mamá y papá. Ella no quería realmente,
por decirlo suavemente. Su forma de castigarme era no levantar un dedo para ayudar, y
cuando ibamos a subir al avión, accidentalmente agarró la bolsa de otra persona en lugar
de la de ella. Salió de aquí sin nada que usar excepto la corbata y bóxer cortos de un tipo."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

A Amber le encantaba escuchar la risa de Joy, sobre todo porque venía a expensas de
Syd. "Sabes, por todo lo que has dicho acerca de esa mujer, me cuesta imaginarte con una
cascarrabias así."

Joy se encogió de hombros. "Lo encuentro un poco difícil de imaginar también, pero hubo
algunos buenos momentos. Nos conocimos en el campamento de entrenamiento en Great
Lakes y llegamos a ser amigas. Luego fui a la escuela de aviación A en Pensacola y ella
fue a Georgia para los cuerpos de abastecimiento. Ambas terminamos en Norfolk unos
meses más tarde, yo en el TR y ella en la base. Empezamos a salir porque no conocíamos
a nadie más. Creo que si nos hubiéramos esperamos un rato, podríamos haber conocido
gente que nos gustara mucho más. Syd me dijo desde el principio que no estaba ni
siquiera segura de que era gay. Lo que debería haber sido una gran alerta, pero estaba
segura de que podría convencerla con mi encanto."

"Y con tus camisetas planchadas." Ella sonrió, a pesar de que dudaba que Joy pudiera
verla en la oscuridad. "Es curioso cómo caemos en las relaciones sólo porque son
convenientes. Nunca me habría fugado con Archie si no hubiera sido mi única forma de
salir de la ciudad. En cuanto a Corey ... vamos a llamarlo un error de tres años ... o tal vez
una lección de tres años, porque nunca volveré a hacer eso."

No hace mucho tiempo, lo habría descartado como la necesidad de su hábito de conectar


con la gente solo porque le pusieran un techo sobre su cabeza. Incluso hubo un momento
en su primera noche con Joy cuando había considerado meterse en la cama con ella si lo
hubiera pedido. Ahora la idea era un vergonzoso recordatorio de que necesitaba empezar
a asumir responsabilidad por sí misma para que no tuviera que tomar relaciones que en
realidad no quería.

"Probablemente no lo he dicho suficiente, pero realmente agradezco que me dieras esta


oportunidad. No me refiero sólo ha recogerme al lado de la carretera. Siento que
finalmente estoy haciendo algo que vale la pena y tengo la oportunidad de valerme por mí
misma."

"Estás haciendo un buen trabajo, Amber." No dijo que de hecho ella había estado
haciendo un pésimo trabajo antes de su estallido. "¿Has pensado en qué tipo de trabajo
quieres hacer después de esto?"

"Un poco." Hasta hace unos días, había estado buscando un trabajo para reemplazar a
éste, ya sea cuando fuera despedida o renunciara en un arrebato. "Me meto en la
computadora de Shep a veces cuando duerme y miro qué tipo de trabajos están ahí fuera
para alguien como yo. No hay mucho. La mejor parte de este trabajo es que viene con
alojamiento y comida, y no necesito un coche para ir a trabajar. Encontré un par de esos
trabajos de acompañante para residir ahí, pero todos dicen certificados solamente. Ni
siquiera sé de qué tipo de certificación están hablando."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Probablemente CNA, Auxiliar de Enfermería Certificada. Uno de los chicos de mi


equipo dice que su esposa necesitaba eso para su trabajo. Creo que ella trabaja en un asilo
de ancianos."

El problema con trabajar en asilos de ancianos o lugares como ese era que no pagan lo
suficiente para sobrevivir, al menos no si vives sola. También había buscado por
apartamentos, y casi no había nada por menos de mil dólares al mes, desde luego nada
que le permitiera llevar a Skippy.

"No puedo creer lo mucho que la gente de aquí quiere sólo por un apartamento."

"Sí, bienvenida a California. La propiedad es indignante, y también lo son los impuestos."

"Y si buscas un trabajo en un lugar que puedas permitirte el lujo de vivir ... demonios, no
te pagan tanto, así que estás jodida de cualquier manera."

"Siempre hay escuelas, ya sabes. Alameda College está justo al final de la calle."

"¿Qué podría incluso estudiar?"

"Eso depende de ti," Joy dijo. "Hablamos de esto en el camino, recuerdas? Vas a estar
aquí por lo menos diez semanas más con papá, probablemente hasta Diciembre. Eso es
más que suficiente tiempo para inscribirte en un programa que puedes terminar por la
noche o los fines de semana. Puedes utilizar el coche de papá, y me quedaré con él el
Sábado si tienes que estar allí."

Cuanto más Amber pensaba en ello, más la idea de tomar clases despertaba su
interés. Conseguir una formación especializada significaba que tendría la oportunidad de
trabajar para gente inteligente en lugar de los habituales tontos que dirigían puestos de
tacos o tiendas de conveniencia — y por un mejor sueldo.

"Supongo que podría mirar su página web. Me pregunto cuánto costaría algo así?"

"No sé, pero piensa en ello como una inversión. Tienes que poner dinero en él si quieres
sacar dinero." Joy se puso de pie y se estiró, una señal de que estaba lista para terminar la
noche. "Y piensa en todo el dinero extra que tendrías si tú — " Palmeó una mano sobre su
boca.

"Escuché eso." Amber sacó a Skippy de su regazo y dobló la manta. "Más vale que veas
por donde pisas mañana por la mañana. No vi a dónde se fue Skippy."

"Oh, no te preocupes. Si me dejó algún regalo, estoy segura de que los encontraré."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber se rió ante la imagen mental, que era más fácil de hacer ahora que estaba bastante
segura de que si Joy pisara la caca de perro no la convertiría en una maníaca furiosa. Sus
interacciones habían cambiado y eran definitivamente más relajadas. Parte de eso se debía
a que Joy se sentía mal por perder los estribos y básicamente llamarla una idiota. La otra
parte, admitió, era porque finalmente había conseguido mover su culo.

CAPÍTULO DOCE
Joy devolvió la señal de los pulgares arriba a Robbie, que acababa de desenganchar la
barra de remolque del 737. Cuando él saltó a la parte trasera de su remolcador, ella dio
marcha atrás para obtener una visual con el capitán del avión y le dijo a través de su
auricular de radio que estaba listo para la salida. Con ese visto bueno, ST 1114 a Dallas
ahora pertenecía oficialmente a la torre.

Las cosas volvieron a la normalidad con su equipo, que había recibido una sorpresa de
inspección de seguridad por el jefe de la aerolínea esta mañana.

"Hombre, no puedo creerlo," Robbie dijo mientras volvían a la puerta. "¿Has visto a la
azafata que sacó las bolsas de gran tamaño? Candace ... vaya!"

"No puedo decir que lo hice," Joy dijo.

"Deberías hacerlo, porque ella estaba segura de mirarte."

"Me gustaría que me hubieras empujado. Habría conseguido su número." Un poco de


coqueteo se sentiría muy bien ahora, sobre todo si le quitaba de la mente a una cierta
invitada.

Justo allí era parte del problema. Amber no era una invitada. Ella era un empleada, y
había todo tipo de razones de pensar en ella tanto que estaba mal. Los instintos de Joy
siempre le pidieron que salvara a la damisela en apuros, pero salvar a Amber significaba
ayudarla a aprender a ser independiente, no aprovecharse de su vulnerabilidad. Ya estaba
mostrando los cambios que había hecho solo en la última semana, las cuales —
coincidentemente — sucedió justo cuando Joy había comenzado a encontrarla más
interesante.

El bolsillo de Joy había vibrado mientras estaba en la pista y esperaba encontrar un


mensaje de texto de Amber. En cambio, era un correo de voz de Dani Hatcher, una
invitación para tomar un café la semana siguiente en el aeropuerto. Ella confirmó su cita
con un mensaje, sonriendo por imaginar la pena que Dani le daría por recoger a una
extraviada en su camino a casa desde Virginia.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Hablando de esa extraviada, Amber estaba llevando a su papá al médico hoy. Con sus
cuatro puertas despejadas, Joy se metió en la sala de descanso para llamar por una
actualización.

"Le quitaron las puntadas," Amber dijo. "Él gimió como un niño de cuatro años con una
rodilla raspada."

"Ese es su movimiento de simpatía. Debe haber estado una bonita enfermera cerca."

"No, esa era la doctora. Ojalá pudieras haber visto su cara. Ella miró a su hombro, luego
sus piernas, y dijo, ‘¿En serio? ' Entonces él me dijo que cerrara mi pico porque no podía
dejar de reír. ¿Quién dice pico de todos modos?"

Joy deseó haber sido una mosca en la pared para eso. "¿Qué hay con el hombro?"

"Mejorando, ella dijo. No más cabestrillo, pero tiene que mantener la abrazadera. Y, por
supuesto, cuando ella terminó, él le preguntó si estaba bien usar su mano ahora para atar
sus zapatos. Ella se fue con eso, así que estaba contenta de ver que no era la única idiota
por caer en eso."

"Tienes un espíritu positivo." Ella se rió ante el recuerdo de Amber tirada sobre su
estómago mirando bajo el coche. "Mira, voy llegar un poco tarde. Tengo que recoger
algo. Nos vemos cerca de las cuatro."

Se dirigió hacia el remolcador, donde Robbie le entregó un par de conos de señal de color
naranja. "Sea-Tac llegando doce minutos antes y LAX está a tiempo para un cambio," él
dijo.

"Estupendo. Esperemos que no se pelean por un lugar de estacionamiento."

"Tengo un reclamo en la azafata," gritó mientras se dirigía a su posición en la ala. "Con


suerte, será Martin."

Joy aullaba de risa al recordar a Robbie esconderse para evitar los coqueteos de la azafata
gay. "Podrías hacerlo mucho peor que un buen tipo como Martin!"

Fue un gran alivio tener los días de trabajo de vuelva a la normalidad con su equipo. Con
las cosas funcionando bien en casa también, eso dejó solamente a Madison para
preocuparse. No era como si fuera mal en la escuela, y Joy esperaba que el problema se
enderezara cuando se acostumbrara a su nueva maestra.

Al menos Syd se había intensificado como madre cuando llegó la nota de la


maestra. Según Madison, había establecido tiempo cada noche para repasar las tareas. Syd

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

usualmente hacía lo mejor por Madison llegado el momento, pero Joy no podía entender
por qué las cosas tenían que salirse del camino antes de prestar atención a lo que la chica
necesitaba. Un buen padre tenía que estar al tanto de la situación y anticipar cuando
llegara el momento de intervenir.

Gruñó en voz alta, sabiendo que nadie podía oírla dado el estruendo de los motores del
avión mientras rodaba hacia la puerta. Aquí estaba de nuevo, dejando que su mente
vagara por algo distinto de su trabajo. Si uno de los de su equipo hubiera hecho eso, ella
estaría encima de ellos.

***

Los gritos comenzó en el momento en que Joy entró por la puerta trasera.

"¿Le dirás a esta mujer que son mis cacahuetes y puedo comerlos cada vez que me dé la
gana?" Su papá estaba sentado en su silla de ruedas con una pesa en su regazo.

"Puedes tener tus estúpidos cacahuetes cuando termines tus estúpidos ejercicios," Amber
dijo indignadamente.

"¿Oíste eso? Me lo está diciendo como si yo fuera una especie de foca amaestrada." Su
voz excéntrica habitual estaba teñida de humor, haciendo que Joy se preguntara si todo el
juego en realidad había sido idea de él.

"Date prisa y termina, papá. Necesito hablar con Amber de algo."

"Ya escuchaste a la mujer," Amber dijo. "Diez repeticiones más y ya está,"

Con el codo apoyado contra su costado para inmovilizar el hombro, dobló la pesa diez
veces, gruñendo los números como si estuviera agonizando. Cuando terminó, ella
diligentemente contó diez cacahuetes y dejo los otros dentro del refrigerador.

"Papá, ¿estás bien tú solo si vamos al camper por un rato? Tendré mi teléfono celular si
necesita algo."

"Tráeme una camisa limpia y un peine antes de irte. Barbara va a venir a ver el partido de
los A."

Amber lo ayudó a instalarse y bromeó con él con el control remoto del televisor antes de
darse la vuelta y seguir a Joy afuera a la terraza. "¿Tengo tiempo para agarrar un cigarro?"

"Por supuesto. Él es así todo el día?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Todo el día todos los días. Afortunadamente, tengo experiencia con niños de tres años en
la guardería."

"Le gustas. Él no lo haría así si no lo hiciera"

"Me gusta también, y yo tampoco lo haría." Encendió un cigarro y giró la cabeza para
ahuyentar el humo. "¿Que pasa? Quieres mostrarme algo?"

"Sí." Joy sostuvo una pila de folletos. "Fui a la universidad de la comunidad y recogí
algunos catálogos y folletos. Pensé que querrías revisar los programas."

"Oh, déjame ver." Ella tomó el más grueso y empezó a hojearlo.

"Ven adentro cuando hayas terminado con ese desagradable — quiero decir, con tu
cigarro — y veremos unos cuantos otros en la web."

Mientras esperaba por Amber, se quitó los pantalones de color caqui del uniforme y los
reemplazó con los jeans. Luego abrió el paquete que había llegado en el correo hoy, dos
camisetas amarillas con Big Stick estampado en el bolsillo. Estaba a punto de ponerse una
cuando Amber entró en el camper.

"Lo siento. No sabía que te estabas vistiendo."

Durante nueve años, Joy había compartido duchas y más con cientos de mujeres, por lo
que no tenía ningún sentido en absoluto de repente sentirse modesta por ser vista por
Amber en su sujetador. También provocó el recuerdo de la noche en Wyoming cuando
había visto en secreto a Amber desnudarse mientras se preparaba para acostarse.

Se deslizó la camisa sobre su cabeza y se sentó en el banco detrás del comedor, haciendo
un gesto para que Amber se sentara a su lado. "No importa."

"Veo que tienes tu nueva camisa. Prometí pagar por eso, ¿recuerdas?"

"Y yo te dije que lo olvidaras, recuerdas?"

"Está bien, pero lo menos que puedes hacer es dejarme lavarla por ti. Creo que tengo una
camisa azul barata de Malasia que aún no ha sido lavada."

"Has estado alrededor de papá mucho tiempo." Joy extendió los folletos sobre la
mesa. "Un par de estas escuelas ofrecen clases de formación profesional y certificación, y
no están tan lejos. El Colegio de Alameda tiene un montón de programas de dos años,
pero eso es un compromiso a largo plazo. No digo que no deberías hacerlo, pero es difícil
ir a la escuela a tiempo completo y trabajar encima de eso."

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"No creo que haya durado dos años en nada." Por su tono, parecía más que estaba
expresando dudas que descartar la idea por completo. "¿Tienen una clase que podría hacer
en unas semanas mientras estoy aquí? Ya sabes, algún tipo de certificación como la que
hemos hablado."

"Unas cuantas. Ahí está el programa de la CNA — Auxiliar de Enfermera


Certificada. Diez semanas, tres horas cada noche y todo el Sábado. Eso es perfecto para tu
horario aquí."

Amber estudió el folleto, su rostro iluminado con interés. "Dice que los CNA están
calificados para el cuidado en el hogar. Eso significa que estaría calificada para otro
trabajo igual que éste, tal vez incluso uno con beneficios."

"Eso es cierto. Y el salario promedio en el condado de Alameda para los CNA es de


treinta y seis mil. Probablemente no ganarías mucho al principio ... más como veinte mil,
pero cuanto más tiempo trabajes, más dinero ganarás."

"Podría hacer esto." Cuando volteó a la última página, su cara cayó. "Pero tal vez
no. ¿Qué más tienen?"

La repentina falta de interés de Amber fue desconcertante, especialmente teniendo en


cuenta su entusiasmo sólo un momento antes.

"Bueno, tienen un programa de auxiliares administrativos."

"Eso es como una secretaria, ¿verdad? Creo que no soy muy buena en ese tipo de cosas."

"Pero la idea de ir a la escuela es aprender a ser buena en algo."

Esta vez Amber volteó todo hasta la última página del folleto y comenzó a sacudir la
cabeza.

"No, ellos quieren personas que son organizadas y no soy así. Me despedirían el primer
día."

Joy tenía más fe en Amber que eso, especialmente después de ver de lo que era capaz
cuando ponía su mente en ello.

"Está bien, ¿qué hay de servicio de alimentos? Hay este curso de seguridad alimentaria
que puedes tomar para ser un certificado de manipulador de alimentos. Cada negocio en
California, que sirve comida tiene que tener al menos una persona con este tipo de
certificación."

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"¿Qué tendría que hacer?"

"Parece que son sólo veinte horas de clase y luego tomar un examen. Yentonces después
de que trabajes durante unos años, puedes ir más alto que eso y obtener la certificación
como inspector de seguridad alimentaria."

Amber recogió todos los folletos en una pila en el centro de la mesa. "No puedo hacer
ninguno de estos cursos, Joy. Todos dicen que se necesita un diploma de escuela
secundaria. No la terminé. Me escapé en Febrero de mi último año, y nunca obtuve mi
GED (Examen de Desarrollo de Educación General)." Mientras hablaba, su voz comenzó
a temblar, y sus ojos se empañaron de lágrimas. "Nunca voy a conseguir un trabajo
decente."

Eso explicaba su repentina falta de interés cuando hojeaba cada folleto. Todo estaba fuera
del alcance sin un diploma. Joy tecleó unas cuantas palabras en el motor de búsqueda en
su portátil y giró los resultados hacía Amber.

"Aquí tienes — educación de los adultos. Clases GED dos veces por semana en la
biblioteca, además de la instrucción en línea."

"¿Por cuanto tiempo?"

"Tu decides. Haces el examen cada vez que te sientas preparada." Se desplazó a través de
la visión general. "Dice que los instructores tratan a todos como un individuo y trabajan
con ustedes hasta que estén preparados."

"Apuesto a que no tomaría mucho tiempo. Sacaba principalmente B en la escuela ... y


algunas C. Pero una vez me dieron una A en historia, y tuvimos un maestro muy duro."

Joy tenía la sensación de que las C eran la norma. Era fácil imaginar a Amber luchando en
la escuela, pero era más una cuestión de falta de auto-disciplina que de su
inteligencia. Ella y Madison probablemente podrían compartir un montón de historias de
tareas que nunca hicieron.

"Deberías hacer este GED, Amber. Sacarlo de en medio, mientras puedas para que
empieces a planificar para lo que sea que venga."

"Pero incluso si lo consigo, no tendré tiempo suficiente para ir a cualquier otra cosa."

"No sabes eso. Puede que tengas suerte y encuentres otro trabajo como este. Papá conoce
a muchos veteranos. Ahora que tienes un poco de experiencia, él podría ser capaz de
ayudarte a encontrar otro trabajo de inmediato. O tal vez el fisioterapeuta conoce a
alguien." Joy hizo algo que no había hecho antes — tomó la mano de Amber y la

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apretó. "Lo importante es estar preparada. Puedes incluso hacer que papá te ayude a
estudiar."

Amber se rió y apretó la mano de Joy en respusta. Estaba claro que la idea estaba
tomando fuerza. "Sí, y cada vez que tenga una pregunta correcta, él me lanza un
cacahuate."

"Se escucha perfecto. Vamos a decirle."

Joy empezó a levantarse, pero Amber, sin soltar su mano, tiró de ella.

"Gracias. De nuevo. Un millón de veces."

"De nada," Joy respondió, sonriendo mientras notaba las lágrimas a punto de caer.

"En serio, no sé lo que hice para merecer todo esto, pero voy a hacer todo lo necesario
para pagarte."

"No tienes que pagarnos. Sigue haciendo un buen trabajo. Ambos te apoyamos."

Por un momento fugaz, Joy quería atraerla en un abrazo. Todo lo que la detuvo fue otro
recuerdo de Amber parada desnuda a los pies de su cama.

***

Amber necesitaba muchas cosas en su vida, pero una hermana mayor no estaba en su
lista. Sin embargo, eso es lo que Joy parecía decidida a ser, impartiendo su sabiduría de
adulta a la joven que aún no había salido del nido.

Probablemente estaría mortificada al saber dónde los pensamientos de Amber se


desviaban cada noche después de irse a la cama — de las visiones imaginarias del
poderoso físico de Joy goteando mojada de la ducha o extendiéndose desnuda a través de
las sábanas frescas en su guarida privada. Definitivamente no pensamientos fraternales.

Sólo una persona había desencadenado alguna vez las fantasías sexuales de Amber así —
Michelle la esposa de Gus Holley. Prácticamente todo el mundo tenía esos sueños sobre
ella. Ella era dulce y encantadora, como la chica de al lado, pero sólo si vives al lado de
una agencia de modelos.

Joy no era tan hermosa como Michelle Holley, pero tenía un aura de fuerza y confianza
que Amber encontraba fascinante. Esa fascinación era estimulada aún más por la
proximidad, sabiendo que Joy estaba sólo a unos pocos pies afuera de su ventana,
separadas por dos tenues barreras. Si se esforzaba por escucharla, casi podía imaginar las

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profundas y constantes respiraciones de Joy mientras dormía, una sensación que la hacía
rodar sobre su lado y agarrar la almohada.

Ese momento en el camper cuando Joy había tomado su mano, casi había sentido una
chispa entre ellas. Pero Joy no había estado expresando sentimientos de atracción
romántica o sexual. Ella había estado dando consejos y aliento ... como una hermana
mayor.

Incluso si hubiera habido un indicio de más — que era casi risible dado el
comportamiento distante y serio de Joy — actuar sobre eso no sería una buena idea. No
hacía falta ser un genio para saber que la forma más rápida de estropear su trabajo era
dormir con el jefe. Además, Amber tenía más en juego que un simple trabajo. Joy había
establecido una oportunidad delante de ella que nunca había tenido antes, una oportunidad
de obtener algún tipo de formación que podría darle un gigante paso en el frente
laboral. No estaba acostumbrada a aplazar el aquí y el ahora para el futuro, pero Joy le
ayudó a ver que era posible si invertía el esfuerzo.

Hasta donde podía recordar, nunca había habido nadie — ni un maestro, ni un amigo y
definitivamente ni un miembro de la familia — que la haya hecho sentir como si pudiera
hacer lo que se propusiera. No es de extrañar que se enamorara de Joy. Era la primer
persona que creía en ella.

CAPÍTULO TRECE
Joy abrió tres paquetes de azúcar y los dejó caer en su humeante café con leche, sonriendo
al darse cuenta de que esto podría haber sido el vicio el cual confesó cuando pinchó a
Amber sobre el hecho de fumar.

El café no era bebible sin azúcar — montones de ello — y la vida no valía la pena vivir
sin café. Desde una pequeña mesa en la esquina de la cafetería observó a Dani, que volaba
a una conferencia en Denver. Dado que los miembros de la tripulación de tierra estaban
fuera de lugar en el vestíbulo, disfrazó su uniforme con un jersey negro, aunque el lazo
que colgaba de su cuello la identificaba como una empleada del aeropuerto.

Su último encuentro con Dani había sido hace un par de meses — cena en un bar
deportivo, seguida de una conferencia sobre la política feminista en la literatura
moderna. Dani siempre la estaba llevando hacia causas y filosofías que le extendían la
mente, y mientras Joy a menudo lo reflexionaba durante varios días, no exactamente
anhelaba más. Lo que hacía a Dani tan interesante era cómo tomó esas teorías y las aplicó
a la vida cotidiana de sus amigos. Ella era un flautista de Hamelín cuando se trataba de
reunir a las mujeres a sus diversas causas porque nadie había descubierto la manera de
decir que no.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Dani irrumpió en la pequeña zona de asientos y estacionó su maleta junto a la mesa. En


sus 4-11.5 (altura), todavía conseguía llenar cada habitación con su personalidad
optimista y voz aguda, entusiasta. Un besito amistoso en los labios pasó como un saludo
mientras se quejaba sobre su experiencia de pasar por la seguridad. "Me irrita saber que
en realidad puede ver mi tampón en esa estúpida máquina de rayos X. Cuida mis cosas
mientras agarro algún café."

Joy soportó la peor parte de todo el mundo de las quejas de los viajes aéreos una vez que
supieron que trabajaba para una aerolínea. No se atrevió a mencionar que no estaba
sometida a los mismos procedimientos de seguridad intrusivos a pesar de tener acceso sin
restricciones a los aviones.

"Entonces qué está sucediendo en Denver?," Ella preguntó cuando Dani volvió a la
mesa. "¿Hay una variante especial de la teoría feminista que se aplica sólo a diez mil
pies?"

A los treinta y nueve años, Dani llevaba el pelo corto, prematuramente canoso y gafas
bifocales como insignias de honor.

"Ríete todo lo que quieras, chica voladora. Sucede que voy a una conferencia de
redes. Estamos creando un banco nacional de recursos para lesbianas que necesitan
servicios profesionales —médicos, terapeutas, abogados, planificadores financieros —
todo el asunto."

Joy asintió con aprobación. "Si alguien puede lograr la organización de muchas personas,
eres tú."

"No es tan fácil como podrías pensar, pero tenemos algunas chicas inteligentes en el
comité directivo. Todos a los que nos hemos acercado quieren aparecer en la lista porque
todos piensan que son expertos. Pero trabajar con lesbianas requiere especial habilidad y
conocimiento. Nuestros problemas no son como todos los demás." Dani hojeó los
condimentos para un paquete de edulcorante artificial. "Lo bueno es que no me gusta el
azúcar. Así que, suficiente sobre la conferencia ... quería compartir algunas noticias
contigo. Al parecer tengo una novia."

"Al parecer?"

"Parece de esa manera. He estado tratando de convencerme de lo contrario, pero nuestra


relación empieza a caminar muy parecida como a zambullirse. Su nombre es Clara Lewis
y sucede que vive en Denver."

"Imagínate eso." La perspectiva emocionó a Joy, no sólo porque quería que su amiga
fuera feliz, sino también porque significaba el fin de toda la especulación de sus amigos

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

de que ella y Dani terminarían juntas cuando ambas sabían que nunca ocurriría. "Cuando
voy a conocerla?"

"Ella estuvo aquí la semana pasada, pero yo todavía estaba en negación. Y ahora voy a
visitarla."

"Estoy muy feliz por ti, Dani. Va a ser difícil mantenerse impasible delante de todas
nuestras amigas. Van a asumir que tengo el corazón roto."

"Sí, pero tengo una solución para eso. ¿Qué tal si tú y yo nos casamos para que pueda
usar tu descuento de empleada para viajar de ida y vuelta a Denver?" Ella tomó un sorbo
de café y miró a Joy por encima de sus lentes bifocales. "Estoy bromeando, por supuesto
... a menos que estés dispuesta a ir a por ello."

"No hay problema. Estás libre el Martes?"

Dani tenía media hora más libre, así que Joy la puso al corriente con lo que estaba
pasando con su papá. Su esfuerzo por ocultar la historia de cómo había llegado a contratar
a Amber fue recibida con un chillido.

"¿Hiciste qué?"

"Sólo sucedió."

"Es linda?"

Joy dudó. "Sí."

"Entonces no sucedió simplemente. Estás merodeando."

"¡No estoy! Ella estaba en un apuro y sólo funcionó para las dos."

Dani le dio un guiño. "Estás acostandote con ella, ¿verdad?"

Joy dio una palmada en la mesa, lo que llamó la atención de los clientes cercanos. "Eso
es. La boda se cancela. Si no podemos confiar la una en el otra, no tenemos ningún asunto
en casarnos."

"Me matas."

Bajando la voz, Joy dijo, "No estamos acostándonos, pero admito que la idea podría ser
un poco intrigante si ella no tuviera veinticuatro pareciendo de dieciséis."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

También estaba la cuestión de la sexualidad de Amber, pero Joy no quería hablar de eso
con Dani. Ella tenía sus propios pensamientos. El hecho de que Amber estuviera abierta a
las mujeres, o incluso que le gustaban de alguna manera más que los hombres, no la hacía
lesbiana. Ni siquiera la hacía bisexual. Joy había aprendido de Syd que las mujeres que
sentían que tenían una opción generalmente eligieron el camino de menor
resistencia. Amber añadió un giro diferente, eligiendo el que ofrecía la mejor oportunidad.

"No te hagas ilusiones por que pase algo en ese frente," Joy le dijo. "Pero si ella decide
quedarse en Oakland cuando su tiempo con papá se acabe, la llevaré a uno de tus eventos
para que pueda cobrar más conciencia."

"Eso está bien, compláceme." Dani se paró en el anuncio de su embarque. "Ahora


deseame un buen viaje."

"No tengo que hacerlo. Inspeccioné tu avión personalmente."

"Eso es aún mejor."

Compartieron otro beso en los labios y Joy la acompañó hasta la puerta. "Dile a Clara que
estoy deseando conocerla."

"¡Ja! Dile a Amber lo mismo."

***

Fumar solía ser mucho más divertido, Amber pensó. Ahora cada cigarro estaba
contaminado con el espectro de lo mucho que deseaba dejar de fumar. No era sólo el
gasto, o incluso las razones de salud, que todos los que no fumaban le inculcaban en cada
oportunidad. Era el hecho de que esta adicción a la nicotina la poseía, invadiendo sus
pensamientos a intervalos predecibles y exigiéndole que la alimentara.

Las opiniones de otras personas acerca de fumar nunca la habían molestado mucho, pero
le importaba lo que pensaban Joy y Shep. A pesar de que ninguno le puso las cosas
difíciles sobre ello, su desaprobación era inconfundible. La forma en que lo veían, era una
cuestión de autodisciplina. No era como si alguno de ellos entregara el control de su
cuerpo. Fue por eso que Shep nunca había cedido a la facilidad de una silla de ruedas
motorizada, y por qué Joy se mantenía en óptimas condiciones físicas.

A Amber le encantaría sentir ese tipo de confianza en sí misma acerca de su ser físico,
pero la realidad de que estaba tan lejos se sentía fuera de alcance. Hacer ejercicio en el
gimnasio parecía una pérdida de tiempo. Para aquellos que ella sabía que lo hacían, era
tan adictivo como la nicotina. Si sólo fuera una cuestión de intercambiar un vicio por otro,
ella también podría fumar.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

El Jeep de Joy crujió por el camino de entrada y entró en la cochera, enviando una oleada
de emoción a través de ella. Era una tontería sentirse tan ansiosa por algo tan ordinario,
pero esperaba todos los días a que Joy regresara a casa del trabajo. El hecho de que fuera
más tarde de lo habitual creó aún más anticipación por saber dónde había estado.

Como un vaquero al final de un largo paseo a caballo, Joy paseó perezosamente por los
escalones y se dejó caer en una silla de la terraza, donde inmediatamente apoyó los pies
en la barandilla superior.

"Llegas tarde, señorita. Será mejor que tengas una nota de tu jefe."

Joy se rió. "No le digas a mi jefe, pero salí del trabajo un par de minutos antes. Me reuní
con una amiga para tomar café."

"Agradable." Excepto que agradable no era exactamente lo que estaba sintiendo


Amber. Por supuesto, Joy tenía amigos, pero ni siquiera había mencionado alguno de
ellos antes. ¿Podría ser que esto fuera en realidad una cita? "Estaba empezando a
preguntarme si tenía amigos."

"Resulta que pensé en eso cuando estábamos regresando de Kentucky. Si me encontrara


sin hogar el día de mañana, podría ser muy difícil encontrar un sofá para dormir durante
más de una o dos noches. De vez en cuando puedo conseguir a alguien que venga para
tomar un café."

"No lo entiendo. Has estado de regreso en la ciudad por qué, tres años? Deberías tener
una novia." Ella podía imaginar varias razones, y la principal de ellas era el
comportamiento militar firme de Joy, pero aún así ... Joy era agradable a la vista, tenía un
trabajo y trataba a las mujeres con respeto. Amber conocía a decenas de chicas en
Tennessee que estaban buscando un esposo con todo eso, y la mayoría de ellas se
conformaría con uno de cada tres. Seguramente había lesbianas que querían eso en una
amante también.

"Salí con Dani unas cuantas veces — ésa es la mujer con la que me reuní hoy — pero
simplemente no conectamos. Ella me gusta sin embargo. Es simplemente demasiado
turbulenta para mí ... siempre va a conferencias o reuniones, recaudar dinero para esto o
aquello. Me gusta salir de vez en cuando, pero me gusta dormir de vez en cuando
también."

"Sí, tienes un horario de trabajo brutal. Es difícil salir cuando tienes que estar en casa a las
siete y media para ir a la cama."

"Ocho y media, pero lo suficientemente cerca."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

El teléfono celular de Amber sonó, y con Joy sentada junto a ella, la única otra persona
que podría ser era Shep. "Te dije que nunca me llames aquí."

"¿Qué tiene que hacer un tipo para conseguir un taco en este lugar?"

Ella miró a Joy. "Tacos?"

"Excelente idea ... Juanita," dijo, golpeando sus muslos mientras se levantaba. "Dile que
él los compra."

***

Pasando por el espacio para discapacitados cerca de la puerta, Joy seleccioó un lugar en el
extremo más alejado de la zona de estacionamiento en Juanita. Aunque su padre tenía un
permiso especial, él siempre optó por dejar los espacios azules alineados a los que tenían
problemas para caminar. Todo lo que necesitaba era suficiente espacio de costado para
maniobrar su silla dentro y fuera del coche. Si podía hacer eso, no importa lo lejos que
tenía que rodar.

Joy abrió la puerta trasera para Barbara, que se había unido con entusiasmo. Amber sacó
la silla de ruedas de la cajuela, y en cuestión de segundos, la preparó y esperaba junto a la
puerta del pasajero.

"Espero que llegue a quedarme el tiempo suficiente para ver que haces esto por tí mismo,
Shep," ella dijo, "sobre todo la parte de conducir. No puedo esperar a ver que haces todo
eso con sólo tus manos."

Papá se balanceó en su silla mientras Amber tiró de sus shorts. "Ojalá pudiera manejar
con comandos de voz. Así tendría las manos libres para gestos obscenos."

Joy intercambió rodar de ojo con Barbara, quien dijo, "Recuerdo que tu madre me dijo
que trató de hacer que hiciera eso por él."

"Puedes imaginar a mi madre — Cindy Shepard, de todas las personas — insultando a un


desconocido en la carretera? Papá hizo eso antes de que ella lo hiciera." Ella gritó por
delante en Amber, "Ojalá pudieras haber estado allí cuando lo detuvieron y el oficial le
dijo que saliera del coche."

"Le pregunté al chico si me estaba tomando el pelo. Él no pensó que eso fuera divertido,
tampoco."

Aunque su madre se había ido, Joy todavía sentía cálidos sentimientos de familia entre los
cuatro esta noche. Barbara había sido un pilar en sus vidas durante décadas, y en sólo

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

unas pocas semanas Amber se había metido también. Ella pudo haber aterrizado en
Oakland totalmente no preparada para este trabajo, pero había atrapado los aspectos del
trabajo bastante bien y había compensado sus defectos con una alegre personalidad.

Puesto que eran clientes habituales en Juanita, el anfitrión les dio la bienvenida y le indicó
a Cristina para llevarlos a su mesa.

"Hola, cariño," su papá dijo. "¿Qué tal si comenzamos con lo habitual — cerveza fría,
cálidas papas fritas y salsa picante."

"Creo que ustedes son habituales," Amber dijo.

"Este es el hogar de papá fuera de casa. Probablemente están preparando su burrito


mientras hablamos."

Cuando la cerveza llegó, ellos hicieron sus pedidos. Entonces su papá levantó la
botella. "Por salir de la casa."

"Salud," contestaron.

Barbara, que casi había empujado a Amber a un lado para tomar el asiento junto a Shep,
le dijo, "Puedes salir de la casa cualquier noche que quieras. Si estas chicas no te traen,
simplemente agarra el teléfono e iré a buscarte."

"Créeme, Barbara. Puedes tener a papá cualquier noche que quieras."

"Apoyo eso," Amber añadió.

A pesar de su insistencia en que sólo eran amigos, Joy vio una dulzura en los ojos de su
padre cuando miraba a Barbara. No era la mirada de devoción que había mostrado a su
madre todos esos años, pero había interés y genuina amistad, suficiente para sugerir que
podría haber más para ellos en el futuro.

"Ves cómo me tratan? Deberían avergonzarse." Él se giró hacia Amber. "¿Le dijiste a Joy
sobre tu examen?"

Examen ... le tomó a Joy unos segundos para darse cuenta de que se refería al examen de
práctica de GED que Amber había realizado la noche anterior en la biblioteca. "Se me
olvido preguntar. Estaba durmiendo cuando llegaste a casa."

"Anoche fue la parte de matemáticas. Increíble! Todo el examen duró casi dos
horas. Probablemente regrese y me diga que debería estar en el sexto grado."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Cuándo lo sabrás?" Con una mirada mordaz, Joy tomó la canasta de papas fritas de las
manos de su padre y se las pasó a Amber y Barbara.

"Tendrán el resultado para mañana. Tengo que hacer el examen de gramática y escritura
despues. Luego el Sábado hacer el de ciencias, estudios sociales y lectura."

"¿Ese va a ser tu horario, tres días a la semana?"

"Más o menos. Martes y Jueves de cinco a nueve, y luego los Sábados de nueve a
tres. Pero sólo tendré que estudiar las partes que no pase."

Joy asintió, calculando en su cabeza que podría estar en casa con su papá durante esas
horas. "Eso debería estar bien."

"Lo que me preocupa es que no llegaré a casa hasta cerca de las nueve y media. Y no
puedes quedarte hasta tan tarde, Joy."

"Puedo venir si me necesitas," Barbara dijo.

"No es gran cosa," su padre dijo. "Normalmente estoy viendo la televisión en ese
momento, y ambas tienen teléfonos celulares si necesito algo ... pero eres bienvenida a
venir y sentarte siempre que quieras. Es probablemente una buena idea que alguien del
mundo exterior compruebe mi bienestar todos los días."

La cena llegó y su papá pidió otra ronda de cervezas.

"Qué el mío sea té helado," Joy dijo. "Estoy manejando."

"Qué el mío sea té helado también," Amber le dijo al camarero.

"¿Que demonios? No estoy manejando."

"No, pero estás tomando un medicamento anti-inflamatorio que hace que te duela el
estómago. Leí en el paquete que el alcohol hace que sea aún peor. No necesitas una úlcera
por encima de lo que ya tienes."

"Ella tiene razón, papá." Joy estaba inmensamente impresionada, no sólo porque Amber
había leído las etiquetas de advertencia, sino que había enfrentado a su padre delante de
todos. Era difícil creer que esta era la misma chica que, hace sólo un par de semanas, ni
siquiera limpiaba tras de si.

Con una mirada hosca, su padre accedió. "No más cacahuetes para ti."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

En un movimiento que había llegado a ser rutina, Amber tiró de los shorts de Shep para
ayudarlo a meterse en la cama. Luego entró a su baño para recoger las toallas, dándole
privacidad para quitarse sus boxers y camiseta para la noche. Ella no tenía ningún
problema cuando él necesitaba ayuda para vestirse o secarse después de la ducha, pero
eso no quería decir que estuvieran casados.

"Se cayó salsa en tu cabestrillo. Voy a echarlo en el lavado con estas toallas esta noche."

"¡Bien! Puedo dormir hasta tarde."

"Como si eso fuera a suceder. Joy apenas te gana en levantarse de la cama y ella se
levanta a las cuatro en punto." Comenzó a lavar y regresó para ver si había algo más que
él necesitara antes de irse a la cama.

"Esperemos que el burrito se duerma," él dijo.

"Gracias por esa imagen mental. Digamos, tú y Barbara parecían bastante amistosos
allí. Algo que quieras compartir?"

"¿Qué es lo que parezco, una de esas Kardashians? Me guardo mis asuntos para mí."

"Interesante ... tienes algín asunto, ¿verdad?"

"Me gusta Barbara," él confesó. "Hemos sido amigos durante treinta y tantos años. Su
esposo Hank era un buen hombre. Sé que está sola. Supongo que lo estoy también, pero
estoy llevando un montón de problemas aquí."

"Me parece que ella ya lo sabe."

"Sí, bueno ..." Sus palabras eran desdeñosas, pero la expresión de su rostro delataba su
interés. "Diré esto por ella. Ella pasa todas las pruebas."

"Qué pruebas?"

"Ya sabes, todas esas cosas que pones en tu lista de lo que importa. A ella le gusta
Joy. Ella y Hank nunca tuvieron hijos, pero le encanta Madison " — él chasqueó los
dedos — "sólo así. Y como esta noche ... ella encaja como de la familia."

"Creo que es dulce que Madison te llame abuelo Shep."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Dios, esa chica ... recuerdo la primera vez que Joy le trajo para visitar. Ella tenía sólo
cinco años y casi esperaba que se asustara al ver la silla de ruedas. Una vez que se dio
cuenta que yo todavía tenía un regazo, estaba bien."

"Como Skippy."

Él se echó a reír. "Sí, no me dolió que guarde unos cacahuetes en el bolsillo ... o en el
caso de Skippy, trocitos de tocino."

"Has estado sobornando a mi perro durante todo este tiempo? Pensé que simplemente ya
no le gustaba yo." Cogió una manta extra del armario y la extendió a través de la parte
inferior de la cama en la que fácilmente él podría jalarla si fuera necesario. "En caso de
que tus pies se enfríen."

"¡Ja! Bien. Voy a robar eso. Entonces qué acerca de tú y Joy? Algo pasando allí que deba
saber?"

"¿Que demonios? ¿Por qué incluso lo preguntas? "La idea de que él había detectado su
interés la hizo sonreír, sin importar lo mucho que intentó no hacerlo.

"No me vengas con esa mierda. He estado observándolas."

A Amber no le importaba que él la hubiera notado mirando a Joy. Estaba mucho más
intrigada por lo que él había visto que le hizo pensar que Joy la había estado
mirando. "Creo que estás viendo cosas. Quizá deberíamos dejar atrás esos
medicamentos."

"Estoy viendo cosas, de acuerdo. Estoy viendo que Joy pasa todos sus fines de semana en
casa en lugar de salir con mujeres."

"Tal vez es porque su viejo es cojo y ella piensa que debería estar en casa con él. Y
además, tuvo una cita esta tarde, alguien llamada Dani."

"Pfft. Dani no tiene citas. Ella vino con nosotros una vez al Great America — que es uno
de esos parques de atracciones — y todo lo que hizo fue mirar a todos los demás
pasear. Apenas habló con Madison. Joy no va a ir por alguien así."

La manera en que Shep y Joy hablaban sobre esa niña, Amber se imaginó que debería
andar con cuidado. "Esa chica significa mucho para ustedes."

"La familia es la familia."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber no sabría nada de eso. Pero si sus sentimientos por Joy iban a ir a alguna parte,
comprendió que tendría que enamorarse de esta chica Madison también.

CAPÍTULO CATORCE
Joy alcanzó el equilibrio perfecto entre su embrague y acelerador para sostener la
pendiente en Filbert y Hyde. Cuando el tráfico se despejó, giró a la izquierda detrás de un
tranvía y empezó lentamente hacia abajo, hacia la bahía.

"No puedo creer que hayas hecho eso," Amber dijo. "Si hubiera estado conduciendo con
una palanca de cambios en esa pendiente, habríamos rodado todo el camino de regreso a
Oakland."

"Te acostumbras. ¿Qué te dije sobre San Francisco? ¿No es la ciudad más hermosa que
has visto nunca?"

Amber no podía discutir con eso. Las películas y las guías de viaje no le hacían justicia,
especialmente cuando se habían ido hasta Twin Peaks y observaron la niebla fluyendo
sobre el puente Golden Gate. "Nunca he visto nada parecido. Tiene mucho carácter. Es
más como una persona que como una ciudad."

Joy asintió pensativa. "Una buena manera de describirlo."

Habían cenado en Chinatown y estaban haciendo un último recorrido a través de la ciudad


al atardecer antes de unirse a lo que Joy había descrito como una multitud de viajeros
hacia el este a través de Bay Bridge. Pasar la tarde juntas de esta manera había sido un
regalo inesperado, que fue posible cuando Shep y Barbara decidieron asistir a una película
de matiné y después cenar.

Durante todo el día, Amber se había centrado en cualquier señal de que Joy estaba
interesada en ella. Sea lo que sea que Shep había visto entre ellas era todavía un misterio
en lo que a ella se refería. Joy era la misma de siempre amable y atenta, pero no más de lo
habitual, y apenas más de lo que era para todos los demás.

Una señal alentadora había ocurrido por accidente. A Amber se le cayó su bolso cuando
se disponía a salir del coche en Twin Peaks, y antes de que pudiera recoger todo, Joy se
había acercado para abrir la puerta. Podría haber sido simple impaciencia, pero entonces
había hecho eso cuando regresaron también, y eso la hizo parecer caballerosa.

"Volveremos algún fin de semana cuando tengamos tiempo para caminar. Hay mucho
más que ver."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Desde que era niña, asociaba a San Francisco con los terremotos. ¿Nunca te preocupas
por ellos?"

"¿Quieres decir como el que tuvimos en el ochenta y nueve? Uno de los amigos de mi
madre murió."

"Ahora estás tratando de asustarme."

"Si hubiera estado tratando de asustarte habría añadido que ella estaba en la Nimitz
Freeway, que es el camino que tomamos para llegar hasta aquí. Ahí es donde la mayoría
de las víctimas mortales estaban." Empezaron a cruzar Bay Bridge. "Y toda una sección
de este puente se cayó."

"Oh, mierda." Amber se estremeció. "Ahora me estás volviendo loca. No sé cómo pueden
soportarlo."

"Cada lugar tiene sus problemas. ¿No se han inundado hace unos años en
Nashville? Recuerdo haber visto imágenes de Opryland bajo el agua."

"Dios, eso fue horrible. El río Cumberland seguía subiendo y subiendo. No llegó a nuestro
apartamento porque vivíamos en el segundo piso, pero el coche de Molly casi flotaba."

"Ves, prefiero tener terremotos que inundaciones cualquier día. Sucede y termina en
menos de un minuto. Estaría enloqueciendo si tuviera que ver el agua subiendo por mi
casa y no saber qué tan alto pudiera llegar. Y la otra cosa sobre los terremotos es que no
tienes que temerles. Simplemente hay mucho que puedes hacer para prepararte. No es
como esos huracanes que tienes que vigilar durante tres o cuatro días hasta que están
encima de ti. Dame terremotos en cualquier momento."

Amber todavía no podía ver cómo ella no vivía con un miedo mortal por su vida. Pero
entonces, las historias que Joy y Shep habían contado sobre los aterrizajes de aviones en
un portaaviones en mares agitados decía mucho acerca de ambos. "Los marinos no se
asustan fácilmente, ¿verdad?"

"Hay mucho que temer en la marina, pero sólo haces tu trabajo y confías en que todos los
demás hagan el suyo." Joy se quedó en silencio, diirigiéndose hacia Alameda cuando
salieron de debajo de la cubierta superior del puente. "Tengo miedo de perder a la gente
que me importa."

"¿Como tu mamá?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Mi mamá, mi papá ... y siempre me preocupo por la gente que soy responsable en los
aviones, o cuando estaba en el portaaviones. La que me mantiene despierta por las noches
es Madison."

"¿No está Syd cuidando bien de ella?"

"Supongo, pero prefiero estar haciéndolo yo misma. Creo que podría hacer un mejor
trabajo."

"¿De verdad quieres ser mamá tanto?"

"No sólo una mamá. Quiero ser la mamá de Madison. Si tuviera que hacerlo de nuevo, no
me habría dado por vencida tan fácilmente. Pensé que era lo mejor para ella en ese
momento, pero ahora creo que estaría mejor conmigo y papá."

Amber había renunciado a su bebé para que tuviera una vida convencional — dos padres
con buenos trabajos, una casa bonita y suficiente dinero del que nunca tendría que
prescindir. Joy era un montón de cosas, pero convencional no era una de ellas. Antes de
que se diera cuenta, dejó escapar un gemido.

"¿Que se supone que significa eso?"

"Sólo ... yo estaba ..." Ella fue atrapada sin una mentira decente. "¿De verdad crees que es
una buena idea traer a una niña a un hogar en donde duermes en el patio trasero?"

"Por Dios, no es permanente. Normalmente me quedo en la casa, pero me mudé allí


cuando Madison vino a visitarme, así que no la despertaría a las la 4 a.m. Y en caso de
que no lo hayas notado, estoy ahí afuera ahora porque alguien tiene mi habitación." Había
un borde burlón en su voz.

"No tenías que hacer eso por mí. Te dije que dormiría por ahí."

"Oh, no. Eres a la que le pagan por cuidar de Cascarrabias en medio de la noche."

"Él no es tan malo si tienes suficientes cacahuetes."

Salieron de Nimitz Freeway y hacía el vecindario, donde Joy ralentizó considerablemente


el Jeep. "No tengo la intención de vivir con papá para siempre, pero puede ser que quiera
estar cerca por si me necesita. Le eché el ojo a una casa en Fountain Street el año pasado
pero me acorrale y dude demasiado y alguien más la compró."

"No me preocuparía por tu papá si fuera tu. Escuucho las campanas de boda en su futuro."

110
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Sí, quizás. Barbara me gusta."

"Entonces estarías desenganchada."

"No se siente como un gancho, pero sé lo que quieres decir. Nunca me preocupé por papá
mientras estaba en Norfolk hasta que mi madre se enfermó." Se metió a la cochera en la
parte trasera. "Pero si se casa de nuevo, estaría bien. ¿Y quien sabe? Yo podría pedir una
transferencia al este para estar cerca de Madison de nuevo."

Eso sería sin duda un giro irónico, Amber se dio cuenta. Incluso si recibiera
entrenamiento y un buen trabajo aquí, no tendría nada en absoluto invertido en California
si Joy se fuera.

***

Eran más de las once en East Coast, demasiado tarde para llamar a Madison. Joy tenía la
intención de llamarla a la mañana siguiente, pero hablar de ella con Amber le hizo querer
conectarse ahora, aunque sólo sea por unos segundos. En lugar de llamar hizo la segunda
mejor opción, que era ver un video que había tomado de Madison gritando en Grand
Canyon con la esperanza de escuchar un eco.

¿Cómo Madison pensaría de Amber? Joy había sido renuente al principio de hacerle saber
que había recogido a una extraña al lado de la carretera, y cuanto más tiempo pasara sin
decir algo haría que fuera mucho más difícil de abordar el tema. Una vez que lo hiciera,
Madison probablemente se pondría tonta y diría que Amber era su nueva novia.

La idea hizo que su rostro se calentara, no porque fuera descabellado, sino porque podría
imaginarse a sí misma trabándose de la lengua tratando de responder. Por supuesto que
Amber no era su novia, pero eso sólo conduciría a más preguntas, como por qué no lo
era?

Porque ... a Amber no le gustaban las chicas de esa manera. Joy no estaba totalmente
segura de que fuera cierto. La única vez que Amber mencionó su ex novio fue para
llamarlo un idiota, y ella no era tímida en absoluto acerca de su gusto sexual por las
mujeres. Si prefiería a uno u otro ni siquiera era el verdadero problema. Amber parecía
preferir lo que necesitaba en un día determinado, y eso hizo que Joy no estuviera
dispuesta a arriesgarse. Syd había sido de esa manera también — lo admitiera o no — y se
fue al momento en que llegó una mejor oportunidad.

Luego estaba la observación de su padre que siempre estaba buscando una damisela en
apuros. Joy amaba ciertamente la sensación que consiguió de venir al rescate. Fue una de
las razones por las que Dani no hubiera recurrido a ella, porque Dani no necesitaba a
nadie, al menos no en el sentido desesperado. Era una mujer fuerte e independiente, e

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incluso la única vez que tuvieron relaciones, Joy se había quedado con la sensación de
que no había traído nada especial a la fiesta. Cualquiera que sea la experiencia que Amber
había tenido tonteando con sus amigas, no era nada en comparación con cómo Joy podía
hacer sentir a una mujer cuando había amor entre ellas. Un chasquido de trueno la asustó
y cerró su portátil.

"Vamos, Skippy. Está bien." Era la voz de Amber justo afuera de la puerta de su camper.

Aunque el patio estaba iluminado sólo por la luz del porche, Joy podía ver su figura en
cuclillas debajo de la terraza. "¿Necesitas ayuda?"

"Tiene miedo de los truenos. Corrió ahí abajo."

Enormes gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellas mientras Joy intentó persuadirlo
con una galleta. Amber agarró el cuello en el momento en que estuvo a su alcance. Un
relámpago iluminó el patio y corrieron hacia la puerta del camper con Joy gritando,
"Entremos aquí."

Una vez dentro, se secó y le entregó a Amber una toalla.

"Gracias. ¿De dónde diablos salió eso? He estado aquí casi seis semanas y no he visto una
gota de lluvia, y luego de repente se cae el cielo."

"Bienvenida al otoño en el área de Bay. Una vez que comienza, puede durar
semanas. Alégrate de que no trabajes afuera como yo."

"Hablando de donde trabajo, espero que Shep no se haya quedado atrapado en esto."

"Es un niño grande. No creo que se derrita."

"Tal vez está refugiado con Barbara haciendo algunos rayos por su cuenta."

Joy puso las manos sobre sus oídos y sacudió la cabeza. "Si lo está, bien ... pero por favor
no me hagas pensar en ello."

Amber dejó la toalla a un lado y se apoyó en el cojín del asiento del comedor, sus pezones
se tensaron contra la tela húmeda de su camiseta sin mangas. "Apuesto a que no sabes que
él ha estado pensando acerca de tu vida amorosa. Me preguntó la otra noche si había algo
entre tú y yo."

Una respiración profunda ... y luego otra. "¿Qué le dijiste?"

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"Qué pienso que todo estaba en su cabeza porque yo no había visto nada ... y créeme, he
estado buscando." Ella se inclinó sobre la mesa hasta que estaba a pulgadas de la cara de
Joy. "Así que si estás tratando de decirme algo, estás siendo demasiado sutil."

Joy trató de tragar y no encontró nada más que aire. "No estaba ... yo no ... probablemente
no sería inteligente."

La bravuconería de Amber se disipó al instante y se echó hacia atrás de nuevo, cruzando


los brazos sobre el pecho.

"Eso es muy malo. Me gustaba la idea, pero puedo ver por qué tendrías problemas con
eso. Quieres a alguien con un mejor historial que puede cuidar de sí misma."

"No es eso, Amber." Sólo escuchar su menosprecio de sí misma hizo que Joy quisiera
extender la mano y demostrar que estaba equivocada. "Me gustas ... y por supuesto que te
he notado. ¿Cómo no iba a hacerlo? Eres una bonita chica, eres divertida ... pero no quería
que dijeras que sí sólo porque tengo poder sobre tu trabajo. No sería correcto que
presionara en ti."

Antes de darse cuenta lo que estaba pasando, Amber estaba a su lado, presionando contra
su pecho y forzándola hacia atrás en el sofá. "¿Y si dijera que estaba bien para que
presionaras?"

Joy se rindió a su beso, encendiendo todas las sirenas de alarma en su cabeza. Amber era
una adulta, capaz de tomar sus propias decisiones, y después de seis semanas en el trabajo
tenía que estar lo suficientemente segura como para saber que no tenía que hacer esto. Eso
hizo que estuviera bien disfrutar, y Joy se retorció en el estrecho espacio para tirar de
Amber en su regazo, sin romper el beso. Fue sólo cuando la mano de Amber se deslizó
hacia arriba para ahuecar su pecho que las campanas se hicieron oír.

"No ... no." Ella agarró la mano y la mantuvo a raya. "No puedo hacer esto contigo,
Amber."

"Me pareció que lo estabas haciendo bien."

Con un suave rechazo, apartó a Amber de su regazo y la sentó en el banco a su lado. En


tan sólo esos pocos instantes, era como si la temperatura en el pequeño camper hubiera
subido veinte grados.

"No es tan simple como eso, no para mí." Había una gran cantidad de cosas que podía
desempacar para explicar lo que la detenía, pero esos seis años que había perdido con Syd
no eran culpa de Amber. Las lecciones que había aprendido, sin embargo, eran las que
nunca olvidaría. "Soy lesbiana. Nunca he tomado la decisión de ser así. Sólo lo descubrí

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

en mí misma y lo acepte. Necesito estar con alguien que entiende eso, y que sienta de la
misma manera."

"Así que no soy lo suficientemente gay." Amber estaba claramente ofendida.

Joy suspiró. "Ser gay no es sólo sobre el sexo. Es todo un estilo de vida. Vemos el mundo
de manera diferente."

Amber se levantó bruscamente y envolvió la toalla alrededor de Skippy. "Lo tengo. Tal
vez pueda tomar un curso y obtener la certificación."

Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta mientras corría hacía la casa bajo un aguacero.

***

Joy probablemente tenía razón después de todo, Amber se dio cuenta. Lo único que había
logrado con su atrevido beso fue poner su trabajo en peligro. Había una distribución
desigual de poder entre ellas — Joy lo tenía todo. Y como de costumbre, no podía
simplemente aceptar las reservas de Joy con madurez, o incluso una dosis de humor, lo
que habría apaciguado la torpeza. No, ella hizo lo que siempre hacía, que era conseguir un
último comentario que hacía una discusión racional imposible. No es de extrañar que
habia sido despedida de casi todos los trabajos que había tenido.

Después de asegurarse de que Shep no estaba en casa todavía, se quitó la camisa mojada y
pantalones y los colgo sobre la barra de la ducha para secarse. Si a Joy no le gustaba su
desastre en el baño, eso era demasiado malo. Envuelta solo en una toalla, se dirigió a su
habitación cuando la puerta trasera se abrió de repente.

"Acabo de recibir una llamada de papá. Está en el hospital con Barbara. Ella tuvo una
reacción a algo que comió en la cena." Joy estaba todavía en sus jeans, pero ahora con una
camisa seca y un impermeable. "Necesito que vengas conmigo para que puedas traer a
papá a casa. Voy a esperar hasta que veamos lo que está pasando con Barbara y luego
conduciré su coche a casa ... con ella dentro, espero."

La preocupación por Barbara triunfó sobre todo lo demás en el corto trayecto hasta el
hospital, y ninguna de ellas mencionó el incidente en el camper o cómo había degenerado
en una discusión. Joy adoptó su habitual personaje de hacerse cargo, asegurándose de que
Amber sabía estacionar junto a la rampa cuando llegaran a casa si seguía lloviendo en
lugar de en el garaje. Luego escaneó la disposición del hospital e indicó el mejor lugar
para transferir a su padre al coche para que no se mojara.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

En la sala de espera de urgencias, Shep estaba sentado al final de una larga fila de sillas,
con el pelo y la chaqueta todavía humedecidos por la lluvia. Estaba claramente
angustiado.

"Ella está bien, papá?"

"Jesús, me alegro de que estés aquí. Sí, le dieron una inyección. Ellos quieren mantenerla
un poco más, pero ya está mejor."

"Eso es bueno, Shep," Amber dijo, poniendo su brazo alrededor de su hombro mientras se
sentaba en una silla junto a él. Independientemente de su situación con Joy, Shep era su
principal responsabilidad, y ahí era donde tenía que poner su energía y
concentración. "¿Qué hay de tí? ¿Estás bien?"

"Un maldito inútil es lo que soy," se quejó. "Allí estaba ella — poniéndose morada, por el
amor de Cristo — y tuvo que ayudarme a entrar en el coche antes de que pudiera conducir
ella misma a la sala de emergencias."

Joy se puso en cuclillas frente a él y le tomó la mano. "No eres inútil, papá. Sabes que
esto es sólo temporal hasta que tu hombro se mejore. Entonces volveras a hacer todo para
todos nosotros de nuevo, como siempre lo has hecho."

"Ella tiene razón, Shep. En cualquier otro momento, habrías tenido todo bajo control. Ya
te encuentras mucho más fuerte de lo que estabas hace unas semanas y sólo serán un par
de meses más antes de que vuelvas a tu antiguo yo."

Si él se apaciguó en absoluto, no lo demostró. En cambio, miró a Joy e inclinó la cabeza


en dirección a la estación de enfermeras. "Ve a checarla de nuevo, ¿quieres?"

Mientras desestimaba sus palabras tranquilizadoras, el corazón de Amber se rompió por el


viejo individuo. Por primera vez desde que lo conoció, parecía estar sintiendo lástima de
sí mismo.

"¿Te gustaría ir a casa? Puedo llevarte. Joy dijo que esperaría y traería el coche de
Bsrbara."

"Creo que prefiero quedarme si está bien contigo. Quiero asegurarme de que está bien."

"Eso está bien también. ¿Qué tal si cuando lleguemos a casa, me quedo en casa de
Barbara esta noche sólo para cuidarla? Joy podría dormir en mi habitación."

Él miró hacia arriba y asintió, mostrando finalmente un poco de entusiasmo. "Eso es


bueno. Y quizás debería quedarme allí también. Ella tiene un sillón reclinable en la sala

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

de estar en el que puedo dormir, pero necesitaré algo de ayuda para subir esta silla por la
escalera de atrás."

Joy regresó visiblemente aliviada. "El médico dijo que el antihistamínico hizo
exactamente lo que se suponía que debía hacer, y ella lo está haciendo muy bien. Ellos
quieren tenerla en observación durante otros treinta minutos más o menos y luego puede
venir a casa con nosotros."

Amber se dirigió con Joy a un área privada del vestíbulo y la puso al corriente de sus
planes para la noche, esperando un rechazo. Joy probablemente querría a su padre en su
propia cama, y sería tan inflexible acerca de ser el que se haga cargo de Barbara ... ya que
ella siempre se hizo cargo de todo lo demás.

"Él realmente quiere hacer esto, Joy. Será fácil. Puedo dormir en el sofá allí en caso de
que alguno de ellos necesite ayuda."

"Ese fue un buen pensamiento. Estaría despierto toda la noche si no estuviera allí
vigilándola. Esto pondrá su mente a gusto, y pondrá la mía a gusto si estás allí con los
dos."

Había algo diferente en la expresión de Joy, y era más que gratitud. Era respeto.

"Mira, Joy ... sobre lo que pasó antes. Lamento lo que dije. Cualquiera que sean las
razones que tienes ... están bien, y no tienes que explicármelas. Ustedes han sido muy
agradables y debería haber dejado las cosas como estaban."

Joy puso su mano en el hombro de Amber — como una hermana mayor. "No te
preocupes por eso."

"No lo haré. De aquí en adelante, sólo voy a centrarme en hacer mi trabajo."

CAPÍTULO QUINCE
"No lo entiendo, Madison. Siempre has sacado buenas calificaciones en matemáticas. Qué
hay de diferente este año?"

"Lo odio," la niña se quejó de la pantalla de la computadora. Joy nunca la había visto tan
descontenta con la escuela. "Es muy difícil y mi profesor deja mucha tarea."

A pesar de que Joy se sentía mal por darle a Madison inconvenientes por la escuela,
especialmente en un Sábado por la mañana, era obvio que Syd no la estaba ayudando en

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

este momento difícil. Desde donde estaba sentada, ni siquiera estaba segura de que Syd
estaba haciendo algo en absoluto.

"Se supone que la escuela es difícil, cariño. Si no lo fuera, ya lo sabrías todo y no tendrías
que ir."

"Pero no es justo. Incluso cuando lo intento muy duro, sigo teniendo las respuestas
incorrectas. Luke dice que soy estúpida porque soy medio negra."

Joy se mordió la lengua para no decir algo obsceno de Luke, que había estado en la clase
de Madison desde el segundo grado. "Algún día Luke crecerá y se avergonzará de sí
mismo por decir eso. Mientras tanto, todo lo que tienes que recordar es que te conozco
mucho más tiempo que él, y creo que eres muy inteligente."

Ella se animó visiblemente por el elogio, sonriendo a la cámara de su tableta. "Tengo una
B + en ortografía. Fallé en ‘proteínas’ porque pensé que se suponía que era ‘i’ antes de ‘e’
excepto después de 'c'. Cuál es el punto de memorizar todas las reglas si sólo vas a
romperlas?"

"Buena pregunta. Si supiera la respuesta sería un genio." Joy no quería pasar más tiempo
molestando a Madison sobre la escuela. "¿Qué vas a hacer hoy? Está el sol brillando?"

"Sí, pero no puedo salir a la calle. Mamá y Mitch fueron a buscar algunos neumáticos
nuevos para su Camaro. Él ama ese coche como si fuera una persona."

"Estás en casa sola?"

"Está bien," ella dijo, haciendo hincapié en la palabra. "No soy un bebé. Además, es sólo
por un par de horas y no se me permite hacer otra cosa que jugar con mi tableta y ver la
televisión."

A Joy no le gustaba mucho, pero no era totalmente irrazonable dejar a una niña de nueve
años sola por un rato en un casa familiar. "Muy bien, pero qué se supone que debes hacer
si hay una emergencia?"

"Te llamo."

"Estoy demasiado lejos para ayudar. ¿Qué pasa si el inodoro no funciona y no puedes
conseguir que se detenga?"

"Ewww!"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Esto era exactamente lo que le preocupaba —Syd ni siquiera la había preparado para los
problemas más simples.

"Está la madre de Tara en casa?"

"Supongo."

"Y tienes su número?"

"Sí!" Madison hizo una mueca y gimió.

"Está bien, está bien, está bien." Excepto que no lo estaba, y Joy haría el seguimiento con
Syd para asegurarse de que había un montón de procedimientos en su lugar si algo salía
mal. El truco sería hacerlo sin llegar a ser crítico, ya que Syd trataría con eso diciéndole a
Madison que no la llamara más cuando ella no estuviera en casa. La pieza importante era
la seguridad de Madison, no su espinosa relación.

Madison preguntó, "¿Dónde está el abuelo Shep?"

"Está en casa de Barbara." Ella relató la historia de la noche anterior, incluyendo el hecho
de que su padre se había quedado para cuidar a su amiga. Eso le permitió proseguir en la
introducción de Amber. "¿Te he dicho acerca de la ayudante del abuelo Shep? Su nombre
es Amber Halliday, y es de Kentucky."

"Cuando llegó ella?"

"Uh ... justo cuando él salió de rehabilitación." Ella no quería provocar demasiadas
preguntas, con la esperanza de evitar toda la historia. "Él necesita ayuda para moverse en
su silla, porque no puede usar su hombro malo. ¿Qué pasaría si tratara de rodar con un
solo brazo?"

Madison puso un dedo en su barbilla mientras pensaba en ello. "Giraría en círculos!"

"Y perforaría un agujero hasta China. Asi que Amber lo ayuda a entrar y salir de la silla, y
lo empuja donde quiera que tenga que ir."

"Es por eso que siempre estás en el camper cuando me llamas."

"Correcto-o! Amber duerme en tu habitación para que pueda levantarse si el abuelo


necesita algo. Y le ayuda con todos sus ejercicios, lo que significa que está al pendiente
de él y saca el látigo hasta que los hace como se supone que debe hacer."

"¿Es mala?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No, es agradable. Él le enseñó a jugar al backgammon, como a ti."

"Vaya, me dan ganas de estar allí. Intente enseñarle a Mitch cómo jugar, pero no le
gustó. Él sólo juega videojuegos estúpidos donde los soldados disparan a la gente o los
hacen explotar."

La aversión de Joy a Mitch estaba ahora cimentada, al igual que su pérdida de respeto por
Syd. Lo que sea que los dos estaban haciendo juntos, no era propicio para criar a una niña,
especialmente una que estaba luchando en la escuela.

"Sabes, no he hablado con tu madre por un tiempo. ¿Qué tal si le pides que me llame?"

"No me vas a meter en problemas, ¿verdad?"

"¿Como podría hacerlo?"

"Se supone que no te diga cosas sobre Mitch ... y no puedo decir nada acerca de ti cuando
él está aquí. No creo que él sepa que mamá solía tener una novia."

Esa era Syd en todo su glorioso autoaborrecimiento. Por supuesto que ella no le había
dicho a Mitch sobre la naturaleza de su relación. "No voy a meterte en problemas. Sólo
quiero preguntar si puedes venir en Acción de Gracias, y tal vez Navidad también. ¿Te
gustaría eso?" Puesto que Syd estaba loca por Mitch, probablemente daría la bienvenida a
la oportunidad de más tiempo a solas con él, y Joy no estaba por encima de aprovecharse
de ello.

"¡Por favor … por favor! Eso sería genial."

"Sólo dile que me llame cuando llegue a casa." Era todo lo que podía hacer para mantener
una agradable sonrisa en su cara mientras su ira hacia Syd se agitaba. "Supongo que tengo
que ir a ver al abuelo Shep y Barbara. Quiero que tengas el número de Tara en este
momento y que lo mantengas junto al teléfono en caso de que lo necesites."

"Okayyyy," dijo ella, poniendo los ojos en blanco. "Si voy, puedo dormir en el camper
también?"

"Eso depende. ¿De verdad quieres levantarte a las cuatro de la mañana, cuando estás de
vacaciones?"

"Pensándolo bien ... Amber puede dormir contigo y tomaré su cama."

"Piensas eso, ¿verdad?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Necesitas una novia, Joy."

Esperaba que la pantalla de Madison no mostrara cuán profundamente se había


sonrojado. "Me aseguraré de advertirle que te gusta hacer de casamentera. Te amo."

En su acostumbrada despedida, ella se besó la mano y tocó la pantalla, y Madison hizo lo


mismo. Mientras cerraba su portátil, oyó voces afuera de la puerta del camper. Barbara,
con aspecto descansado en un traje pantalón de punto casual, estaba empujando la silla de
ruedas por la rampa.

"¿Hola, cómo estás hoy? ¿Desapareció esa reacción?"

"Bien como nueva," Barbara respondió. "El restaurante olvidó dejar que sus clientes
supieran que el ingrediente secreto de la sopa de papa del Viernes era la sopa de langosta
sobrante del Jueves. Al menos sólo la había probado antes de empezar a tener la
reacción."

"Me alegro de que estés bien." Joy mantuvo la puerta trasera abierta. "¿Dónde está
Amber?"

"Tenía clases hoy," respondió su padre. "No es que no tenga clases en otros días. Ella es
una chica con clase."

Joy miró atrás hacia la cochera. "Pero el coche todavía está aquí."

"Ella tomó el autobús ... no es el movimiento más brillante teniendo en cuenta que se
supone que lloverá de nuevo esta tarde, pero que no quería tomar mi coche en caso de que
yo tuviera que ir a alguna parte. Algunas personas son demasiado tercas para su propio
bien."

Terca, de hecho. Este repentino destello de independencia probablemente no tenía nada


que ver con dejar el coche en caso de que lo necesitaran. Probablemente fue dejado sobre
su episodio de anoche en el camper, y llevaba el sello habitual de Amber de inmadurez. Si
no podía tener la relación que quería, quería demostrarle a Joy cuán lejos podía ir en la
dirección contraria.

***

El instructor Lee Bowman era guapo para un tipo de ídolo adolescente, pelo castaño corto
con un bigote a juego y barba de candado, y las pestañas más largas que Amber había
visto nunca en un chico. Era fácil imaginar a las chicas de su clase de estudios sociales de
la escuela secundaria estar babeando por él. Él desde luego parecía gustarle a las jóvenes
mujeres en la clase de educación de adultos, inclinándose para ayudarlas con problemas

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

en sus cuadernos de trabajo, mientras que permanecía en posición vertical para ayudar a
los hombres.

Había pasado dos veces para revisar el trabajo de Amber, pero no había hablado con ella
porque estaba en medio de un examen de práctica cronometrado. Ahora había terminado y
estaba esperando que él le dijera cómo lo había hecho en las partes que había tomado a
principios de semana. Los examenes de hoy eran difíciles pero se sentía bien acerca de su
trabajo. El único tema que realmente le preocupaba era matemáticas, el examen que había
hecho el Martes.

Había pasado los últimos siete años olvidando casi todo lo que ella había aprendido
acerca de los números distintos de lo que se necesitaba para hacer el cambio. Le
molestaba ver a Lee colgando sobre Wendy, una chica de unos veinte años que ya había
fallado el examen GED dos veces. Aún más, se molestó por la respuesta coqueta de
Wendy, como si absorbiendo a Lee le ayudaría a hacerlo mejor en un examen
estandarizado. Si era tan tonta como para pensar eso, no era de extrañar que no pudiera
pasar.

Considerando lo que le había contado a Joy sobre sus relaciones anteriores con Archie,
Molly y Corey, Joy probablemente había tenido razón al preocuparse por lo que estaba
detrás del avance de Amber la noche anterior. No hace mucho tiempo podría haber sido
como Wendy, intentando cualquier cosa para conseguir una ventaja en forma de ayuda
adicional. Los chicos eran especialmente fáciles de manipular. Wendy no tenía más que
sonreír y cruzar una bonita pierna sobre la otra, y Lee prácticamente se sentaría y haría el
libro de trabajo por ella.

Joy no era tan ingenua, y no respondía a los impulsos sexuales de la forma en que lo
hacían los chicos. Ella sólo se daba a sí misma por la bondad de su corazón. Nadie había
ofrecido nunca a Amber seguridad de la misma manera sin esperar un pedazo de ella a
cambio. Era una de las principales razones por las que sus sentimientos habían crecido de
la forma que lo habían hecho. Lo que quería de Joy estaba libre de cualquier tipo de
compensación.

"Por lo tanto, Amber," Lee dijo, sonriendo de una manera que ella decidió que era
sórdida. "¿Como lo llevas?"

"No está mal, creo. Estoy más preocupada por el examen que hice la otra noche."

"Sí, mucha gente tiene problemas con las matemáticas, y parece que tenemos algo que
hacer. Pero la buena noticia es que lo hiciste muy bien en las secciones de gramática y
escritura, así que no creo que tengamos que trabajar en eso. Debes ser capaz de pasar esa
parte del examen en el primer intento."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Al menos había una cosa de la que no tenía de qué preocuparse. Pero la otra ... "¿Qué tan
malo fue mi puntaje de matemáticas?"

"Lo hiciste bien en las partes básicas ... de suma, resta, multiplicación y división. No tan
bien en álgebra y geometría. Podemos empezar la próxima semana, pero mientras tanto,
debes tomar el libro y pasar todo hasta el capítulo seis. Eso es sólo cinco capítulos que
tienes que dominar."

Cinco capítulos en realidad parecían manejables. "Esperemos que lo haya echo bien en
los examenes que hice hoy."

"Voy a tenerlos calificados cuando regreses el Martes. Si no puedes esperar tanto tiempo,
podríamos tomar un café el Lunes."

Su desagradable invitación no fue una gran sorpresa, pero la creciente ira de ella lo
fue. Una persona en su posición no debería ligar a un estudiante, no cuando él tenía el
poder de retener su ayuda, a pesar de que era su trabajo. Pero por una vez, controló su
temperamento.

"Puedo esperar hasta el Martes," dijo tan agradablemente como pudo.

"Vaya, probablemente debería haber preguntado si tenías novio."

"No, realmente no me gustan los chicos."

"Oh." Él parecía herido por un segundo, y luego ligeramente divertido, como si su


declaración fuera la única manera de reconciliar su rechazo. "Nos vemos el Martes
entonces."

Lee Bowman era oficialmente un culo.

***

A pesar de la sudadera con capucha que Amber llevaba sobre su cabeza mientras salía de
la Biblioteca Libre de Alameda, Joy la reconoció por los jeans rasgados, ajustados y
sandalias endebles. Alguien necesitaba un viaje a la zapatería antes de que comenzara el
húmedo invierno.

Ella había estado ligeramente sorprendida cuando Amber aceptó su ofrecimiento de un


viaje una vez que empezó a llover, pero sabía que no debía asumir que las cosas entre
ellas eran de color de rosa de nuevo. El intercambio de mensaje había sido breve y al
grano, no el juguetón de ida y vuelta que por lo general compartían.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Una vez en el coche, incambiaron algunas bromas torpes, con Joy preguntando acerca del
examen y Amber preguntando por su padre. Estaba tenso y apagado, no muy diferente de
la llamada que había recibido de Syd, que no quería hablar de los días de fiesta hoy,
probablemente porque Mitch estaba allí. Había prometido volver a llamar más tarde en la
semana, y Joy se estaba preparando para una confrontación sobre perder aún más tiempo
con Madison. Sus problemas con Syd esperarían, sin embargo. Necesitaba aclarar las
cosas de una vez por todas con Amber.

"Me gustaría hablar un poco más sobre lo que pasó ayer."

Amber se encogió de hombros y miró hacia la puerta del coche, como si enfatizara su
presencia cautiva. "No voy a ninguna parte."

El instinto de Joy era retroceder, para exigir que en realidad intentara tener una
conversación madura para un cambio, sin sus apariciones infantiles y actitud
indiferente. Todo lo que la detuvo fue la suposición de que causaría que Amber podría
cavar aún más profundo. "Mira, siento que necesito explicar lo que estaba sintiendo,
porque no tiene nada que ver contigo. Quería ese beso tanto como tú, tal vez incluso
más. Las otras cosas que estaba diciendo sin embargo, todo eso sobre la necesidad de
estar con una lesbiana ... es verdad. No quiero ser abandonada de nuevo. Invertí mucho de
mi vida con una mujer que me dejó por un hombre porque nunca realmente consideró que
nuestra relación fuera permanente. Fue sólo hasta que lo que ella realmente quería
llegó. Resulta que creo que Syd es lesbiana, pero ella no quiere serlo, y eso es todo lo que
importa al final."

"Oh ya entiendo. Syd no sabía lo que quería, así que tampoco yo."

"Creo que sabes lo que quieres ahora, Amber. Tienes sentimientos por mí, pero por
cuánto tiempo? No quiero involucrarme con una mujer sólo para esperar mi turno o
perder mi tiempo. Si no hay una posibilidad de que pueda convertirse en algo serio,
entonces es sólo una pérdida de tiempo para todos."

"Todos? ¿Qué te da el derecho a decidir lo que es una perdida de mi tiempo?"

Amber, al parecer, tenía una necesidad reflexiva de tratar cada palabra como una crítica,
desafío o amenaza. "¿Puedes intentar simplemente por un minuto no estar tan a la
defensiva sobre cada palabra que digo? No estoy tratando de atacarte o apartarte. Como
he dicho, se trata de lo que siento por mí, no por ti. Si realmente no estás interesada en
eso, me callo y podemos simplemente fingir que nada de eso pasó."

Durante casi un minuto, parecía que Amber se había decidido por esa ruta. Entonces
respiró hondo y se aclaró la garganta. "¿Quieres saber lo que parece desde donde estoy
sentada? Dices que es acerca de ti y que no estás intentando atacarme, pero ya has

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

decidido acerca de quién soy y lo que quiero. No me estás dando ningún crédito en
absoluto por tener sentimientos propios. Y también dijiste que no querías que esto fuera
sobre el poder, pero lo es ... porque no me estás dando ninguno. Quieres estar a cargo de
todo."

"Pero no estoy tratando de estar a cargo de ti. Sólo estoy cuidando de mi misma, como
cualquier otra persona lo haría. Tú lo has hecho también." Tan pronto como las palabras
salieron de sus labios, Joy sabía que había elegido el punto equivocado para
enfatizar. Antes de que Amber pudiera devolver el fuego, se puso junto a la acera, empujó
la palanca de cambios en punto muerto y tiró del freno de emergencia. "No he venido aquí
para discutir así. Sólo quería que supieras que me gustas, pero no quiero salir lastimada de
nuevo."

Esa era la manera más sencilla, más directa que Joy podría pensar en mostrarse. Ella
quería tener una oportunidad, pero necesitaba oír a Amber decir que tenía sentimientos
por ella, no sólo los deseos sexuales. Si había una oportunidad para una relación seria y
duradera, estaba más que dispuesta a intentarlo. Amber se estremeció y envolvió sus
brazos alrededor de su cintura, lo que llevó a Joy a encender el calentador.

"Mira, Joy. Sé tanto acerca de ser tirada como tú. Me dejaron en un estacionamiento con
una maleta, por el amor de Dios. Y antes de eso, Archie se marchó y me dejó embarazada
de cuatro meses, sabiendo malditamente bien que no podía criar a un niño sin él. Así que,
sí ... trato de cuidar de mi misma, y no voy a permitir que me hagas sentirme avergonzada
de cómo lo hice."

"No deberías. No me refería a nada de eso." Probablemente no tenía mucho sentido


alargar esta conversación por más tiempo, ya que sólo había empeorado las cosas. Puso el
jeep en marcha, pero antes de salir, añadió una última cosa que esperaba aliviar cualquier
resentimiento. "Sólo para que conste, nunca sentí como si estuvieras tratando de
aprovecharte de mí. Has ganado cada centavo del trabajo que has hecho con papá, y no
podríamos haberlo logrado sin ti. Me gustas mucho, muchisimo. También te respeto, y si
no estuviera tan asustada de conseguir mi corazón devuelto con una pica atravesada, esto
no sería ni siquiera un problema."

Amber apartó la mirada, y por un momento pensó que Joy todavía estaba molesta por
donde la discusión había terminado. Luego esnifó y se limpió la cara con el dorso de la
mano. Lágrimas ... pero ¿por qué?

Por muy tentador que era extender la mano y consolarla, Joy se resistió, no queriendo
arriesgarse a sacar otra respuesta defensiva. Tal vez era mejor, pensó, dejar que todo se
calme para que pudieran volver a la normalidad y dejar esta desconfianza en el umbral de
la puerta. Entonces trataría de hablar de ello de nuevo porque en su corazón ella quería
encontrar una manera de hacer esto.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO DIECISÉIS
"Estás haciendo trampa," Amber gritó. "No sé cómo, pero nadie rueda dobles cuatro veces
seguidas."

"Es mi vida honrada," Shep contrarrestó, moviendo la última de sus fichas fuera del
tablero de backgammon.

"Honrada, mi culo. Apuesto a que tus amigos de la Legión Americana están disfrutando
de este pequeño descanso de tener sus bolsillos robados." Ella contó los peniques por las
fichas que había dejado en el tablero y los empujó a través de la mesa de comedor.

"Oigo el Jeep. Mi hija ha venido a salvarme de tus acusaciones difamatorias."

Amber miró más allá de él por la ventana trasera para ver a Joy entrar en el
camper. Después de casi una semana, el ambiente volvió a la normalidad entre ellas, en la
medida en que lo normal era fingir que nunca se habían besado o expresaron algún tipo de
atracción por la otra.

En cambio, la nueva normalidad también incluía a Joy mostrando un lado de sí misma que
había mantenido oculto — no sólo amistosa, sino dulce e increíblemente de apoyo. El
Domingo había insistido en que Amber se tomara el día libre simplemente para mimarse
— y para comprar zapatos y ropa de invierno que había dejado atrás al empacar para el
viaje en autobús. Luego, el Lunes y Miércoles, no sólo se había encargado de la cena y la
limpieza, sino también había ahuyentado a Amber hacia el camper para que pudiera hacer
sus tareas sin las interrupciones de la televisión y la charla. Añadir a eso un espontáneo
helado para cada uno y dos largos paseos con Skippy, y parecía que Joy estaba haciendo
todo lo posible por complacerla.

Cualquiera que sea la razón detrás de la nueva perspectiva de Joy, Amber estaba más que
feliz de verlo, y se encontró acostada despierta en la noche pensando en formas de
devolver el sentimiento. Una noche después de que Joy se había ido a la cama, ella hizo
bizcochos de chocolate y los metió en su bolsa de almuerzo. Entonces el Miércoles — el
día habitual de lavar ropa de Joy — quitó las sábanas en el camper y las lavó, junto con
todo lo que había en el cesto, asegurándose de doblar cuidadosamente todas las camisas
recién salidas de la secadora para que no se arrugaran.

El resultado de toda esta sacarinidad mutua no era más que el retorno a una buena
relación de trabajo sobre el tema del cuidado de Shep. Tampoco era simplemente una
renovación de su amistad. Ambas de esas habían ocurrido, pero para Amber también
había un trasfondo latente de tentación que amenazaba con estallar en cualquier
momento. Ella quería salir allí en este momento y exigir otro beso.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Si esta era la idea de Joy de cuidar de sí misma, era enloquecedor. ¿Cómo podía actuar así
sabiendo cuánto la quería Amber? Era como si estuviera haciendo alarde de eso, diciendo,
‘Mira, pero no toques.’ Todo porque Amber no era lo suficientemente gay.
¡Enloquecedor!

"Hola, chicos!" Joy se había cambiado su uniforme en jeans y una camisa de mezclilla de
manga larga. "¿Me he perdido algo importante en The High-Strung y the Useless?"

"Jesús, casi se me olvida!," su padre dijo. "The Final Countdown es a las cuatro."

Joy miró a Amber y puso los ojos en blanco. "Es una vieja película de ciencia ficción
sobre un portaaviones. Fue filmada en el Nimitz, que es uno de los transportes donde papá
trabajó durante un tiempo cuando estaba en el puerto. Él tiene el DVD pero todavía la ve
cada vez que pasa en la televisión."

Con la ayuda de Joy, él se cambió a la tumbona, donde Skippy saltó a su regazo


inmediatamente. "Mirala conmigo."

"Lo siento, papá. Ya la he visto sobre veintitrés veces. Creo que encontraré alguna otra
manera de divertirme."

"Madison sigue castigada?"

"Sí, hasta el Domingo, dijo. Sin llamadas, ni mensajes de correo electrónico." Miró a
Amber e inclinó la cabeza en dirección de la puerta trasera. "Si quieres algo de paz y
tranquilidad, ven al camper. Puedes traer tus cosas de la escuela."

Amber miró a Shep, que estaría instalado y contento durante las dos horas
siguientes. Después de un par de minutos, ella siguió a Joy afuera con su libro, pero se
detuvo en la terraza por un cigarro.

La música intermitente y la conversación emanaba del camper, lo que significaba que Joy
estaba viendo TV o navegando por la web. Era posible que en realidad no quería
compañía, pero Amber no pudo resistirse pasar. Si había incluso una diminuta
oportunidad, quería tomar la conversación donde la habían dejado el pasado fin de
semana, y se comprometió a sí misma para apartar la actitud y escuchar realmente para un
cambio.

Joy tenía derecho a sus dudas, y si Amber quería más de su relación, le tocaba a ella poner
esas dudas en reposo, no cuestionar su validez. Tan pronto como entró en el camper, Joy
cerró su portátil y la puso en la papelera debajo del comedor.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Puedes tomar la mesa." Todavía dulce y de apoyo, como había sido durante toda la
semana.

"No tengo que tomarla. Pensé que tal vez podríamos dar otra oportunidad para hablar de
ese asunto."

"Hablar de ese asunto?" Joy sonrió suavemente.

"Sí, he estado pensando mucho acerca de por qué me molestó tanto la semana pasada. La
principal razón, supongo, es porque esa es mi reacción normal cuando no me salgo con la
mía."

Joy, que no había hecho ningún movimiento para sentarse, se apoyó en la puerta del baño
y cruzó los brazos, aparentemente satisfecha de dejar que Amber hiciera ‘el asunto de
hablar’ por su cuenta.

"La otra razón fue porque no me creíste. Pensé que si te decía algo — como cuando dije
esa vez que me gustan las chicas más que los chicos — deberías simplemente creerme. Lo
que pasa es que no puedo volver atrás y deshacer todas las malas decisiones que he hecho
con tipos como Archie y Corey. Pero puedo cambiar de opinión sobre como me sentía."

"¿Estás diciendo que esto no es sólo una sensación temporal? Que eres lesbiana después
de todo?" Su tono no era tan escéptico como lo había sido la semana pasada, pero todavía
había rastros de duda.

"Honestamente no sé acerca de todas las etiquetas, Joy. No crecí alrededor de una gran
cantidad de personas homosexuales." Al segundo de decirlo, recordó los rumores
susurrados sobre algunos de sus compañeros de clase en la escuela secundaria. "La verdad
es que probablemente sí, pero todos los chicos en mi región de Kentucky se canalizan en
cualquier tipo de vida que otras personas piensan que se supone deben tener. Si quieren
ser diferentes, tienen que quererlo lo suficiente como para salir. Es la única forma. Me fui
de casa antes de que tuviera que lidiar con lo que pensaran de mí estando con otra
mujer. De hecho, no tengo que responder a nadie de esa manera nunca más. Tengo
veinticuatro años, y si quiero una novia, no necesito permiso ... y no tengo que
esconderme sobre ello. No habrá nadie jalandome en otra dirección y no lo voy a
mentener en secreto por algún otro tipo de vida. Puede que no esté lista para casarme esta
semana, pero no estaba tonteando contigo por diversión. Tengo sentimientos."

Parecían horas antes de que Joy finalmente respondiera con un suspiro de


exasperación. "Bueno, si no puedes comprometerte a una boda esta semana, entonces
olvídalo."

Con la risa suave que siguió, toda la tensión entre ellas se evaporó.

127
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Quiero una boda judía tradicional," Amber dijo.

"No eres judía!"

"¿Qué tiene eso que ver con algo? Me gusta la forma en que llevan a las personas
alrededor en sillas sobre sus hombros."

Joy se acercó y deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Amber. "¿Quiere decir esto
que podemos besarnos de nuevo?"

Si tuviera que hacerlo de nuevo, se habría saltado el cigarro. "Dios, espero que sí."

El recuerdo de su primer beso se desvaneció al instante mientras experimentaba la


deliciosa sensación de la boca de Joy cerrandose sobre la de ella. La diferencia esta vez
fue que Joy se hiciera cargo y desprendiera todo ese poder que Amber había fantaseado
acerca del sentimiento. Todo lo que podía pensar era en Joy moviendo sus pies y
metiéndola en la cama a tres pies de distancia.

Su atención se lanzó entre la lengua suave y cálida que incitaba su boca y las deslizantes
manos que exploraban su trasero. El enfoque de Joy parecía cambiar también,
alternativamente urgente y en retroceso, como si cambiara de opinión acerca de si debía
continuar o no.

"Desearía que tuvieramos más tiempo," Joy gimió. Aunque parecía que estaba tratando de
contenerse, sus manos se deslizaron bajo la sobrecamisa y la camiseta de Amber y se
elevaron lentamente hasta que su pulgar rozó el costado de su pecho. "No creo que pueda
esperar."

"Entonces no lo hagas." Amber se desprendió de su abrazo y no perdió el tiempo en


despojarse de toda su ropa, dejándola en un montón en el suelo.

Los ojos de Joy la dejaron sólo para quitar las sábanas de la cama.

Amber se subió en la guarida y se acostó de lado para observar a Joy desnudarse. Los
músculos de los hombros y el pecho no se parecían a ninguno que hubiera visto en una
mujer. Sus delgadas caderas y poderosos muslos la hacían parecer una atleta de clase
mundial, y cuando se quitó las bragas y se puso en toda su altura, Amber ardió en la
anticipación de estar debajo de un cuerpo tan duro.

"Eres algo," pronunció. No era sólo la belleza que veía. Era la fuerza.

Para alguien que nunca había sido capaz de pronunciar lo que quería de un amante, la
respuesta comenzó a formarse en su cabeza tan pronto como Joy se presionó contra ella

128
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

encima de las sábanas de algodón fresco. Este momento la excitó como nada que jamás
hubiera sentido — músculos delgados, duros en un empaque perfecto de suave piel con
un toque femenino, tierno. Sin romper el beso, se retorcían una contra la otra, como
acariciándose con todo el cuerpo.

Amber abrió las piernas para dejar que Joy se acomodara entre ellas. Mientras se
balanceaban lentamente, se hizo más consciente de su excitación. En pocos minutos, su
centro podría explotar sin que Joy ni siquiera la tocara. Como si hubiera leído sus
pensamientos, Joy se movió un poco más abajo, rompiendo la cálida fricción entre sus
montículos. Sus labios entonces pintaron besos deliberados en la parte superior de los
pechos de Amber.

La pérdida de contacto contra su centro fue atenuada por el hormigueo de su pezón


cuando Joy lo rastrilló con los dientes. Justo cuando Amber pensó que no podía soportarlo
más, Joy se pasó al otro, dejando un rastro húmedo, fresco sobre su pecho.

"Me estás volviendo loca," Amber murmuró, sosteniendo la cabeza de Joy en sus manos,
incapaz de decidir si atraerla de nuevo para besarla o instarla hacia abajo para lo que sabía
que la acabaría. La decisión fue quitada de sus manos cuando Joy volvió a bajar, esta vez
deteniéndose en el hueco justo dentro de su cadera. Con los ojos cerrados, rozó sus labios
por la piel sensible hasta el ápice de las piernas de Amber, donde se detuvo para respirar
hondo, como si saboreara el aroma. Después de unos insoportables largos segundos,
finalmente bajó los labios para provocar el centro palpitante de Amber.

Amber alzó sus brazos por encima de su cabeza en total entrega, disfrutando de la
sensación de la cálida lengua de Joy, mientras se deslizaba a través de sus pliegues. Abrió
los ojos para difundir las sensaciones con la esperanza de que duraran más. En vez de eso,
se intensificaron mientras momentáneamente miró a los ojos de Joy, que llevaba una
mirada de lujuria pura. Fue sólo unos segundos antes de que las vibraciones aumentaran y
un fuerte gemido escapara de sus labios.

Joy desaceleró pero nunca rompió el contacto, trabajando suavemente hasta que otro
orgasmo estalló, y luego más. Fue sólo cuando Amber sacudió la cabeza y se quedó inerte
que se arrastró hacia arriba y la envolvió en un fuerte abrazo. "No podría haber esperado
más para eso."

Metiendo la cabeza de Joy debajo de la barbilla, Amber permaneció inmóvil, dejando que
su cuerpo volviera a la tierra en un espasmo pulsando a la vez. El techo del
compartimiento para dormir estaba apenas a dos pies por encima de su cabeza. Este era el
dominio privado de Joy, y había algo profundo acerca de que finalmente se le permitiera
compartirlo después de todo este tiempo.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Sus dedos se deslizaron sin prisa a través de los anchos hombros de Joy. "Si eso fue una
muestra de lo que nos hemos estado perdiendo, yo diría que hemos perdido mucho
tiempo."

"Tenemos un montón de tiempo delante de nosotras," Joy susurró.

Amber apreció su elección de palabras. No había dicho que no había tiempo que quedara,
implicando que su relación podría terminar cuando se terminara el cuidado de Shep.
Haciendo aún más claro lo qué Joy había querido decir cuando dijo que quería algo
serio. Habían cruzado un puente importante. O por lo menos estaban a mitad de camino.

Ella empujó a Joy sobre su espalda y dejó que sus manos vagaran por su torso. Incluso
relajada, los músculos eran firmes y definidos. El orgullo que Joy tomaba en su cuerpo
valía más que simples puntos de vanidad para Amber. Era un símbolo de la envidiable
autodisciplina que impregnaba toda su vida.

"Joy Shepard ... tienes el cuerpo más increíble."

"Y es todo tuyo."

"Bien, porque planeo tomarlo." Ella comenzó deslizando un dedo entre las piernas de Joy
y lo sostuvo entre sus caras. Luego lamió por un lado, se lo ofreció a Joy y lo retiró en el
último segundo para terminar de limpiarlo con los labios. "Mía."

Con una mirada que esperaba que fuera sensual, bajó su boca al pezón rosado de Joy,
chupandolo hasta que estaba duro como roca. Luego lo golpeó varias veces con el dedo.

"¿Te sorprendería saber que soy una terrible provocadora?"

"Cuidado ... tengo muy buena memoria," Joy dijo.

"Eso es bueno. No quiero que olvides nada de esto."

Con deliberada atención hasta el más mínimo detalle, Amber exploró el cuerpo de Joy,
prestando especial atención cuando un beso o un toque resultaba en un gemido o
retorcimiento. Aunque aún no había llegado a los lugares más íntimos, había traído una
excitada respuesta al rastro de besos desde el interior de la rodilla de Joy hasta la parte
superior de su muslo.

Joy estaba lista, pero Amber no. Ella pasó por alto los lugares que clamaban por atención
para encontrarse cara a cara otra vez, donde se besaron con una pasión aún más profunda
que antes. Esta era la rara parte de la intimidad que disfrutaba, donde se trataba de la
persona y no sólo de su cuerpo.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Voy a hacer todo lo que quieras, como quieras. Sólo déjame quederme aquí por ahora
para poder besarte cuando te vengas."

Joy respondió atrayéndola hacía otro beso mientras arqueaba su cuerpo hacia arriba bajo
la mano de Amber. Ella estaba resbaladiza e hinchada, y Amber fácilmente deslizó dos
dedos dentro, sólo para sacarlos y rodear su nudo endurecido. Cada vez que trazaba el
recorrido dentro y fuera, Joy se ponía más excitada, meciendo sus caderas en un ritmo de
escalada hasta que de repente apretó los muslos y gimió.

Amber buscó sus labios para un beso, al mismo tiempo enterrando sus dedos en el interior
para sentir las contracciones. No sólo fortaleció su conexión, sino que también le dio una
sensación embriagadora de confianza y autoestima. Ella era lo suficientemente buena
como para hacer el amor con alguien tan decente como Joy Shepard.

"Nunca volveré a cuestionar tus credenciales de lesbianas," Joy dijo, apretando su abrazo
mientras acariciaba el mentón de Amber. "Si no eras una antes, responderé por ti en la
próxima reunión oficial de miembros."

"No estoy cerca de haber terminado contigo." Ella quería enterrar su cara en ese centro
cálido, húmedo y sentir todas esas mismas sensaciones con su lengua. El distintivo timbre
del teléfono celular de Amber surgió de la pila de ropa en el suelo.

"Alguien tiene un tremendo sentido del tiempo," ella dijo mientras se alejaba de la cama.

"Podría haber sido mucho peor."

"Operadora ... ¿cuál es su emergencia?" Podía oír la televisión en el fondo, un tintineo


para el seguro de coche.

"No creo que pueda aguantar mucho más tiempo sin una hamburguesa y papas fritas de
Pearl," él afirmó graciosamente.

Amber sostuvo el teléfono contra su pecho y repitió su demanda.

"Iré," Joy dijo, añadiendo con un susurro, "suponiendo que todavía pueda caminar."

"Algo más, Su Majestad?"

"No me importaría una cerveza, si crees que mi pobre sistema pueda tolerarlo."

"Está bien, estaré allí en un minuto."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy estaba vestida en su mayor parte en el momento en que terminó la llamada, pero
Amber no pudo resistir el impulso de presionar su cuerpo desnudo en los brazos de Joy
una última vez antes de que terminara su tarde mágica.

"¿Esto significa que somos novias?," Preguntó.

"Lo que significa es que todo ha cambiado." Joy tomó la cara de Amber con las dos
manos y le dio un tierno beso en la frente. "Podemos tener esto sólo mientras ambas
cuidemos de ello. Depende de nosotras."

Donde Amber había estado esperando una respuesta trillada había recibido mucho
más. Nadie le había hablado nunca con tal profundidad de pensamiento y sentimiento, y le
dio un renovado sentido de esperanza de que esta vez había conseguido algo correcto.

CAPÍTULO DIECISIETE
"Por el amor de todo lo que es sagrado, duele como un hijo de puta!" Shep gimió cuando
levantó su brazo hasta la altura del hombro. Su incisión se había curado, y su doctor
estaba satisfecho de que el clavo en su hombro era ahora lo suficientemente resistente
como para comenzar la serie de ejercicios de movimiento.

Joy sintió pena por su dolor, pero su emoción predominante fue el alivio por no ser la
responsable de presionarlo a través de su rutina todos los días. En cambio, observó desde
la comodidad de la mesa del comedor donde el almuerzo era un plato de cereal con fresas
que Amber había lavado y rebanado.

"Eso es lo que sucede cuando sostienes una posición durante dos meses," Amber
dijo. "Sonreír y aguantar. El terapeuta dijo diez veces, tres veces al día."

"El bastardo aparece una vez por semana como el Hada del Dolor y luego se larga
después de decirle a todo el mundo qué hacer." Él dejó caer su brazo inerte a su
lado. "Estoy harto de esta mierda. Voy a hacer un poco más cuando deje de doler como un
hijo de puta."

"Está bien, ambos lo dejaremos. No más ejercicios para ti. No más vaciar tu jarra de orina
para mí."

Él gruñó y reanudó sus débiles elevaciones del brazo, gritando aún más fuerte para
asegurarse de que ambas sabían lo mucho que le dolía.

Joy tuvo que admirar la tenacidad y resolución de Amber. Ya sea que su papá lo admitiera
o no, estaba cada vez más fuerte debido a su firme negativa de dejarlo pasar. Era difícil

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

creer que era la misma persona que, hace sólo dos meses, no tenía sentido de la disciplina
o responsabilidad. Igualmente sorprendente fue cómo los sentimientos de Joy por ella
habían pasado de la duda a la admiración y más.

"Tres más y tienes un puñado de cacahuetes," ella se burló, parada justo fuera de su
alcance mientras sacudía la caja.

"¿Qué tal si empujamos esos cacahuetes hasta tu — "

"Dime, papá ... ¿qué dijo Madison esta mañana?" Joy se había perdido la llamada cuando
se había ido al gimnasio. Con Amber ahora estudiando íntimamente su cuerpo de pies a
cabeza, se sentía especialmente motivada para mantenerlo en plena forma.

"Apenas una palabra. Es casi como si tuviera miedo de hablar. ¿Sobre qué demonios es
todo eso?"

"No estoy segura, pero al parecer Syd le dijo que no hablara con nadie acerca de su nuevo
novio — cualquiera que probablemente significo yo — o sobre cualquier cosa en casa,
incluyendo el hecho de que su supuesta madre no la ayuda con sus tareas ahora que tiene
cosas mejores que hacer." Este era el único lugar en donde Joy pudo desahogar su ira. "Y
no se supone que Madison diga algo de mí delante de Mitch. Creo que Syd tiene miedo de
que él la deje si descubre que ella es en realidad lesbiana, y está asegurándose de que
Madison sepa lo vergonzoso que es eso."

"Tengo una idea de cómo solucionar eso— tres helicópteros y un equipo de extracción
Seal de la marina."

"Desearía."

Amber repartió diez cacahuetes y puso la caja de nuevo en el refrigerador. "Deberías


llamar al tipo y decírselo. Acabar con eso, y quitar la presión de Madison."

"Nunca la volvería a ver." Joy explicó cómo funcionaba la ley en Virginia. Su única
conexión con Madison era por la bondad del frío corazón de Syd.

"Eso es jodido. ¿Cómo se siente Madison al respecto?"

"Es una niña. Nos ama a las dos y no le gusta tener todas estas estúpidas reglas."

Era más complicado que eso, pero Joy no quería hablar de lo que pensaba que sería la
solución ideal, lo que implicaba su regreso a Newport News para poder ver a Madison
varias veces a la semana. En última instancia, podría hacer eso, pero había ahora otros dos
a considerar en su vida, además de Madison.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Voy a ir al camper para llamarla."

Cuando estuvo segura de que su padre estaba mirando hacia otro lado, lanzó un rápido
guiño a Amber. Era irónico estar hablando de los secretos de Syd cuando ella y Amber
estaban manteniendo los suyos, pero habían accedido a dejar que la noticia de su relación
emergiera gradualmente y sin fanfarria.

Con una recien taza de café infundida de azúcar, encendió su ordenador portátil y pulsó
sobre el icono para llamar a Madison, la única persona en su lista de contactos de
vídeo. Su sonrisa se desvaneció al instante cuando la cara de Syd apareció en la pantalla.

"¿Que pasa? ¿Dónde está Madison?"

"Necesitamos hablar. Te iba a llamar más tarde hoy, pero le dije a Madison que viniera a
buscarme si llamabas primero."

"¿Sigue castigada?" Joy hizo lo posible para mantener el hielo fuera de su voz.

"No, puedes hablar con ella en un minuto, pero tengo que contarte un poco acerca de lo
que está pasando." Syd se giró y le dijo a alguien — al parecer, Madison — para que
cerrara la puerta detrás de ella. "Madison esta saliéndose de control. Ella comenzó dando
guerra en la escuela, y aquí en casa también. No hace sus tareas, e incluso cuando las
hace, es como si no lo intentara en absoluto. La he atrapado en no sé cuántas mentiras, y
luego la semana pasada entré y la encontré hurgando en mi mesita de noche. Ella sabe
muy bien que no debe hacerlo, pero ya no me escucha. Simplemente empezó hace
aproximadamente un mes y no me dice por qué."

Joy estaba segura de que sabía la razón, pero no se atrevía a decir su nombre. Era natural
que Madison estuviera celosa de un nuevo novio cuando su madre dejaba de pasar tiempo
con ella. "¿Quieres que hable con ella?"

"Es mucho más allá de eso, Joy." Syd sacudió la cabeza y suspiró. "Mitch acaba de recibir
ordenes de la Sexta Flota." Con sede en Nápoles, Italia. Eso ciertamente solucionara el
problema. "Probablemente estará allí tres años, tal vez incluso más, por lo que pensé que
esta era una buena oportunidad para que Madison pudiera empezar de nuevo."

Era como si una piedra cayera en la boca del estómago de Joy mientras la implicación la
golpeaba, y sintió que las lágrimas corrían de sus ojos. La idea de no ver a Madison
durante tres años era suficiente para ponerla enferma.

"Realmente creo que necesita un cambio de escenario, Joy. ¿Cómo te sentirías acerca de
que ella fuera a California por un tiempo?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy estaba tan aturdida que apenas podía respirar. Seguramente había escuchado
mal. "¿Quieres que venga aquí? ¿Por cuanto tiempo?"

"No sé ... depende. Ya sabes cómo es la marina. Si queremos vivir en una vivienda de la
base, tenemos que casarnos. Pero incluso si vivimos fuera de la base, no me gustaría
llevar a Madison a un lugar como Italia a menos que ella sea dependiente de la marina, y
Mitch simplemente no está allí todavía, especialmente con su actuar de esta manera."

Era clásico de Syd, centrada exclusivamente en lo que quería para sí misma. Sin
conciencia, ella estaba ofreciendo renunciar a su propia hija con el fin de ir a Italia con
Mitch. Lo que lo hizo surrealista era que Joy no se preocupaba por sus motivos en
absoluto, siempre y cuando se quedara con Madison.

"¿Cuándo?"

"Él tiene que estar allí para el 3 de Diciembre. Sería más fácil si pudiéramos conseguir
que la marina nos moviera a todos a la vez."

Eso eran menos de seis semanas de distancia. "Puedo estar allí el próximo fin de
semana. ¿Puedes tenerla lista para entonces?"

"No lo sé. Tendría que tener el Viernes libre para retirarla de la escuela."

"Apuesto a que puedo hacerlo por teléfono después de que la inscriba aquí," Joy ofreció
con entusiasmo. "Pero tienes que ver a un abogado y obtener el papeleo terminado el
Sábado. Si vas a estar de camino en Italia, yo debería ser su tutora legal."

"Todavía tienes los papeles del hospital de Carrie, ¿verdad? Esos deberían estar bien."

"No lo creo, Syd. Esa fue Carrie dándonos a ambas los derechos de paternidad, pero ahora
que Madison es tu hija adoptiva, creo que vamos a necesitar algún tipo de transferencia
temporal de tutela."

"Yo no ..." Syd miró por encima del hombro en dirección a la puerta, y luego bajó la
voz. "Nunca seguí adelante con la adopción legal debido a Johnny, porque él no quería
asumir el hijo de alguien más. Lo bueno, supongo, ya que él era escoria."

Y de alguna manera, se había deslizado de su mente desde hace más de tres años para
compartir esa pizca de crítica información? Joy quería gritar obscenidades a la narcisista,
saco de mierda centrada en sí misma, pero aún así logró tragarse su furia. Lo que ella
sentía por Syd no importaría en absoluto una vez que tuviera a Madison, especialmente si
Syd no había hecho ningún esfuerzo formal de adopción.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Una vez que lleguemos a Italia, si seguimos adelante y nos casamos y Mitch acepta
adoptar, entonces probablemente querrá que Madison venga a vivir con nosotros. Y, por
supuesto, siempre hay la posibilidad — tanto como odio decirlo — que las cosas no
funcionen con Mitch. Si termino volviendo a los Estados Unidos antes, quiero que ella
regrese conmigo a Newport News."

"Por supuesto." Por supuesto eso es lo que Syd quería, pero Joy no estaba de acuerdo con
nada, sobre todo porque acababa de darse cuenta que tenía tanto derecho a Madison como
Syd, y siempre lo había tenido.

"Hagámoslo. Voy a conseguir reservas de avión para el próximo fin de semana y tú ten
sus cosas empacadas."

Syd asintió y miró detrás de ella otra vez. "No quiero decírselo todavía. Ha estado tan
perturbaba que no estoy segura de cómo va a reaccionar."

"¿Qué, quieres aparezca de la nada y le diga que se viene conmigo?"

"Lo sé, suena ridículo, pero creo que sería más fácil para ella si no tuviera mucho tiempo
para pensar en ello. Está loca por ti y Shep, y creo que estará emocionada."

En otras palabras, Syd no quería hacer frente con las consecuencias de Madison al darse
cuenta de que estaba siendo botada.

"Haremos como si fuera una gran sorpresa," Joy dijo.

Syd estaba tan concentrada en sí misma que probablemente no se dio cuenta de la


falsedad en sus palabras, o si lo hizo, no le importaba. Tras ponerse de acuerdo en
conectarse más adelante en la semana cuando Joy tenga sus planes de vuelo confirmados,
ella giró el teléfono hacia Madison.

"Estoy en problemas?," la chica preguntó.

"¿Por qué lo preguntas?"

"Porque tú y Syd nunca hablan, y ella ha estado enojada conmigo acerca de todo."

"Enojada no es la palabra correcta, cielo. Las dos estamos preocupadas por cómo lo estás
haciendo en la escuela."

Joy apenas podía contener su vértigo al saber cuáles eran los cambios que estaban a la
vuelta de la esquina. No más sufrimiento sin Madison porque Syd estaba de mal hunor, y
no más tener que adular sólo por el privilegio de verla. Se acabaron las contemplaciones.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Después de pegar un beso en la pantalla, se desconectó y marcó un número en su teléfono


celular, el cual fue a correo de voz.

"Dani, soy Joy. Recuerdas esa red nacional de profesionales de la que me


hablaste? Necesito el número de un abogado de adopción en Virginia."

***

Amber apoyó la cabeza en el muslo de Joy y utilizó su dedo para delinear el triángulo de
vello púbico. Aunque Joy estaba obviamente agotada, Amber aún no estaba lista para
dejar el sensual lugar. Algo tenía que ceder pronto. Era más de las diez — bien pasada de
la hora en que Joy necesitaba estar dormida para estar levantada a las cuatro — pero no
había ningún otro momento privado en el que pudiera escapar al camper, especialmente
bajo la apariencia de Amber haciendo sus tareas escolares. No mucho después de la cena
esta noche, Shep se había ido a acostar temprano para ver una película y se había quedado
dormido. Eso creó esta rara oportunidad, pero Joy pagarían el precio por ello mañana.

"Debería irme y dejarte dormir un poco."

"Ven aquí." Joy abrió los brazos. "Esto será más fácil una vez que Madison llegue
aquí. Entonces tendrás una excusa para estar aquí conmigo en la cama."

La noticia sobre la inminente llegada de Madison había sido una conmoción. El hecho de
que Joy ni siquiera hubiese hablado con ella antes de aceptar le dijo todo lo que
necesitaba saber acerca de las prioridades, pero hablando en términos realistas, ¿qué podía
haber dicho? Que quería a Joy para ella sola? La pobre chica tenía suficiente de su mamá
y el novio. Lo que más preocupaba a Amber era que no encajaría una vez que Joy, Shep y
Madison estuvieran juntos de nuevo. Era sólo su suerte enamorarse de alguien que estaba
de repente siendo jalada en una dirección diferente.

Amber quería ser parte de esa dirección también. De hecho, quería ser parte de la familia,
y claramente eso significaba la bienvenida a Madison con los brazos abiertos y esperando
lo mismo.

"Uno de estos días, tenemos que decirle a tu papá que estamos durmiendo juntas. Apuesto
a que te pregunta que podrías ver en alguien tan cruel."

"Él debe saber ahora lo que veo en ti," Joy dijo suavemente, sus manos acariciando la
espalda de Amber de una tierna manera que amenazaba con poner a ambas a dormir. "Lo
hablaré con él el Martes por la noche cuando te vayas a la escuela. Si conozcó a papá, lo
único que va a decir es que te tomo tanto tiempo."

"Y que va a decir Madison?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy se rió y le dio un apretón. "Ella me ha estado diciendo que busque una novia. Creo
que su parte favorita será tener tres personas que le presten atención. Eso será un gran
cambio después de ser invisible."

Amber deseaba compartir el optimismo de Joy. Ella nunca había sido tan buena con los
bebés y niños pequeños en la guardería de Harmony, pero se había sorprendido
últimamente. Si podía manejar a un viejo cascarrabias como Shep, probablemente podría
manejar a cualquiera.

"Mi camisa está por aquí en alguna parte," Amber dijo, tanteando en la tenue luz que
entraba por la ventana junto a su cama. Su mano se posó en una caja de hierro. "¿Qué es
esto? ¿Es aquí donde guardas las revistas sucias?"

Joy sacó su camisa de debajo de la almohada. "Esa es mi pistola a salvo."

"Genial." Pasó la mano por el compartimento. "Está la clave aquí también?"

"Es una cerradura de combinación ... siete-uno-dos, que es el cumpleaños de Madison."

"Es bueno saber que lo mantienes tan cerca. Tendré cuidado de no molestarle durante un
mal sueño. Podrías volarme la cabeza."

"No es divertido. Tan inútil como fui la única vez que traté de usarla, también podría
deshacerme de ella."

"No sé cómo puedes decir eso. Prácticamente me salvaste la vida."

"Podría haber hecho eso igual de bien con un bate de béisbol en la parte trasera de las
rodillas de ese bastardo. Al menos no habría corrido el riesgo de recibir un disparo."

"Estás siendo muy dura contigo misma."

"Lo que es tan extraño es que me entrené durante nueve años en la marina para estar
preparada para una situación como esa, y no hizo una diferencia. Ves a alguien que te
importa en problemas y todo lo que sabes no sirve." Joy la abrazó con fuerza. "No podría
soportarlo si algo te pasara."

"No sucedió." Amber se desenredó de mala gana y se bajó de la cama para vestirse.

Joy se puso los shorts y una camiseta que pasaba por pijama justo cuando sonó el celular
de Amber.

"¿Qué pasa, Shep?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No puedo ... respirar."

"Estaremos ahí!" Amber estaba a medio camino de la puerta cuando los pies de Joy
golpearon el suelo detrás de ella.

Se precipitaron por la terraza y atravesaron la casa hasta su dormitorio en la parte


delantera de la casa, donde él estaba pasando los canales con el control remoto mientras
acariciaba a un dormido Skippy. "La película no debe haber sido muy buena. Creo que me
quedé dormido."

"¿Estás bien?," Joy preguntó, sus ojos moviéndose alrededor de la habitación.

"Por supuesto," él respondió. "Dime, ¿cómo llegaste aquí tan rápido? Pensé que estarías
dormida."

Fue entonces cuando Amber notó la sonrisa en su rostro. Todo el episodio había sido un
ardid para que ambas vinieran corriendo. Ella le dio un golpe con su propia
almohada. "Eres un idiota."

"¿Yo? Llamé por Amber y nadie respondió, así que cogí el teléfono. ¿Qué pasa con los
secretos? Y no me jodas. Sé que no estabas allí estudiando a esta hora."

"Ibamos a decírtelo, papá. Estábamos hablando sobre ello, de hecho. Sólo queríamos un
poco más de tiempo para nosotras, eso es todo." Joy se dejó caer en el extremo de la
cama, haciendo que Skippy levantara la cabeza, pero sólo por un par de segundos. "Oh, lo
siento ... me senté en tu pie?"

"Sabelotodo." Él metió la almohada detrás de la cabeza. "No me importa lo que hagas,


pero no soy idiota."

"Bien," Amber dijo. "Pero la próxima vez que vuelvas a hacer algo así, quiero que
recuerdes lo que pasó con el niño que gritó lobo."

"Aw, no dejarás que alguien venga aquí y se coma mis ovejas, ¿verdad?"

"No, pero voy a mezclar la mierda de Skippy con tus estúpidos pequeños cacahuetes,
viejo malhumorado." Ya no preocupada acerca de cómo ocultar sus afectos, Amber le dio
unas palmaditas a Joy en la espalda. "Deberías irte a la cama. Me ocuparé de este
delincuente."

"No te tengo miedo," Shep gruñó juguetonamente después de que se hubiera ido. "La
única manera en que tendrás mis cacahuetes es sacarlos de mis manos frías y muertas."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Podría cortarte las manos también!"

Sus ojos se abrieron como platos. "Eso es muy cruel."

"Así que estabas fingiendo un infarto, y casi nos das a las dos uno. ¿Qué diablos estabas
pensando?" Ella deslizó una silla cerca y se sentó, apoyando sus pies descalzos en su
cama. "¿Estás bien con Joy y conmigo?"

"¿Seguro, por qué no? Estás bien para una pueblerina. Simplemente no vayas a
arruinarlo. Y si no sabes lo que eso significa, es mejor que lo averigües rápido. Joy no
necesita ese tipo de mierda. Ella es una buena chica."

"Sé eso. Ella es la mejor persona con la que he estado en toda mi vida." Con su secreto al
aire libre, se sentía lo suficientemente valiente como para compartir los temores que se
habían acumulado durante todo el día. "¿Qué hay de Madison? Crees que va a estar bien
con ella?"

"Ella es inteligente. No pienses que vas a esconder algo de ella, porque ella estará atrás de
ti."

"No voy a andar a escondidas. Sólo quiero que me quiera. Si no lo hace, entonces estoy
jodida, porque puedo ver lo que ella significa para Joy, y para ti también."

"Sólo sé tú misma, Amber. Los niños ven a través de la mierda falsa, que es
probablemente por qué está comportándose mal en torno al novio de Syd. Probablemente
estará celosa porque está acostumbrada a ser el centro de atención por aquí. Tendrás que
ceder un poco porque eres la adulta."

Ella estaba dispuesta a ceder un poco, siempre y cuando no fuera la que se volviera
invisible. Inclinó la cabeza hacia Skippy. "Y no olvides que siempre es bueno tener un
poco de tocino en tu bolsillo."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO DIECIOCHO
Con un cremoso, dulce café en la mano, Joy entró en el vestíbulo del edificio de oficinas
casi vacío. Una revisión rápida del directorio por el ascensor confirmó que estaba en el
lugar correcto. Allí en el tercer piso estaba la persona con la que debía reunirse, Lynne
Pierce, Sra. Evitando el ascensor por dos tramos de escaleras, encontró la puerta
entreabierta y entró.

"Soy Joy Shepard. ¿Alguien en casa?"

"Maldito pedazo de basura sin valor!" La diatriba fue seguida por lo que sonaba como una
patada a un objeto inanimado.

Joy siguió la voz femenina en auge a una habitación en la zona de recepción donde una
mujer de redonda figura de unos sesenta años estaba peleando con una
fotocopiadora. "Lynne Pierce?"

La mujer se volvió, y en ese momento, su ceño fruncido desapareció, reemplazado por


una sonrisa. El pelo corto gris y lentes de montura metálica enmarcaban su cara, y estaba
vestida casualmente con una camisa tropical con pantalones Capri y sandalias. "Tuviste
algún problema para encontrar el lugar?"

"No, las indicaciones eran buenas. Gracias por recibirme esta mañana. No pude llegar
aquí desde California hasta tarde anoche."

"No hay problema." Ella caminó por el corto pasillo hasta una oficina. A juzgar por los
libros, papeles y notas adhesivas en prácticamente todos los rincones de la habitación,
estaba haciendo malabares con varios casos diferentes.

"Entonces, Srita. Pierce ... ¿tuvo tiempo para revisar mis preguntas?"

"Llámame Lynne, por favor. Y sí, lo hice. Dani Hatcher es la rueda más ruidosa que he
conocido. Si alguna vez necesito a alguien para atravesar el ruido y conseguir que se haga
algo, voy directamente a ella." Alzó una pila de libros y documentos y los dejó caer
ruidosamente en el borde de su escritorio. "Recuperé una copia del testamento de Carrie
Larson del juzgado, y parece bastante claro que tenía la intención de que ambas fueran las
tutoras de Madison."

"Estábamos en una relación en ese entonces."

"Es cierto, pero contigo regresando a California, creo que la Sra. Koehler podría hacer un
buen caso de que tu eres la que abandonó sus responsabilidades."

141
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Eso no es lo que pasó," Joy gruñó. "Sólo dejé Newport News porque tenía que ayudar a
cuidar de mi madre. Habría regresado después de su muerte, pero Syd ya había pedido
que iniciara los trámites de adopción porque se iba a casar. Supuestamente este tipo
adoraba a Madison. Odiaba la idea de renunciar a ella pero quería lo mejor para ella, y
pensé que eso era una familia. Sin importar qué, Syd no puede decir que no he sido
responsable porque he enviado dinero cada mes para su manutención, y la veo al menos
tres o cuatro veces al año."

"Interesante. ¿Sabías que Syd también estaba recaudando los beneficios de sobreviviente
de la marina para Madison? Eso podría explicar por qué no ha seguido con la
adopción. Esos se habrían detenido." Típico de Syd — todo a su favor. "¿Alguna vez
firmó algún documento renunciando a la tutela?"

Joy sacudió la cabeza enfáticamente. "Nada. Ella me dijo después de su divorcio que esa
parte de su ex-marido de la adopción nunca se finalizó, pero no dijo nada acerca de la
suya. Siempre asumí que se realizó, pero evidentemente era sólo un engaño así que yo
pensaría que ella tenía todo el poder para tomar decisiones sobre Madison."

"Posiblemente. El testamento de Carrie fue todo lo que encontré que se registró en el


estado de Virginia. Si ella alguna vez llenó papeles de adopción, nunca llegó a
presentarlos, lo que significa que no valen nada. Además, nada habría pasado sin que
renunciaras a la tutela."

Estaba impresionada de que Lynne había hecho tantos deberes en su caso en un corto
período de tiempo. "¿Estás diciendo que no podría haber adoptado a Madison sin mi
permiso?"

"Correcto. Un tutor legal tiene ya sea que renunciar a los derechos o hacer que sea
terminado por un tribunal."

En otras palabras, sus propios planes para adoptar a Madison eran castillos en el aire
porque Syd nunca firmaría sobre la tutela. "Así que realmente no hay nada que pueda
hacer para conseguir a Madison."

"No diría eso en absoluto." Lynne estiró los brazos por encima de su cabeza, inclinándose
hacia atrás tanto en la silla que Joy temió que se cayera. "La adopción puede ser
complicada, pero tienes el mismo derecho a la custodia física de Madison como ella lo
tiene. Lo que funciona en nuestra contra es el hecho de que la Sra. Koehler podría
presentar un argumento muy sólido para el resultado menos perjudicial, lo que significa
que Madison se queda con ella aquí en Virginia."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"De eso se trata, sin embargo. Syd no piensa quedarse aquí. Ella quiere ir a Italia con su
nuevo novio, y Madison se convierte en un inconveniente obstáculo ... por ahora, de todos
modos."

Lynne dejó caer un bloc de notas amarillo en su escritorio y empezó a garabatear. "Dime
todo lo que sabes sobre eso."

Joy relató la historia de que Mitch estaba siendo trasladado a Nápoles y las esperanzas de
Syd de casarse algún día, con sus reservas sobre Madison. "No quiero que el futuro de
Madison dependa de lo que este tipo Mitch quiere. Todo lo que sé de él es que juega
videojuegos violentos y no parece tener nada que ver con ella, y ambas cosas lo
convierten en un perdedor en lo que a mí respecta. Y estoy muy segura de que no quiero a
Madison apartada de mí un año o dos a partir de ahora cada vez que Syd regrese
contoneándose a la ciudad después de que la dejen. Madison necesita un hogar
permanente donde alguien siempre estará ahí para ella. Creo que eso es conmigo, no con
Syd."

"¿Qué pasa si Syd cambia de opinión y decide quedarse aquí con Madison?"

"Sí, he pensado en eso." Era tentador simplemente seguir tranquilamente con el plan
actual de Syd, ya que significaría que Madison podría irse con ella esta noche. Por lo
menos, tendrían tal vez un año juntas, y ella siempre podía negarse a renunciar a la
custodia. "El problema es que va a suceder de nuevo con el próxima novio y el siguiente
después de eso. Puede que no trate de dejar a Madison con otra persona, pero la hará a un
lado como lo está haciendo ahora, y probablemente castigarla si le dice a alguien que su
mamá solía tener una novia."

Lynne apartó los libros a un lado y se echó hacia atrás de nuevo, cruzando los
brazos. Entonces una lenta sonrisa cruzó su rostro. "Tal vez podamos utilizar algo de esa
paranoia a nuestro favor."

***

Joy atravesó la zona residencial, verificando para asegurarse de que Lynne tenía el Chevy
Malibu detrás de ella. A pesar de que todas las calles parecían iguales, conocía el
vecindario como la palma de su mano de sus años compartiendo esta casa con
Syd. Estacionó su coche de alquiler junto a la acera, dejando suficiente espacio para el
sedán de Lynne detrás de ella. La abogada había hecho una rápida parada en su casa para
ponerse un elegante traje de negocios. Estaba allí para hacer una fuerte impresión.

"¿De verdad piensas que esto va a funcionar?," Joy preguntó.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Qué puedes perder? Vas a presentar una solicitud de adopción de todos modos,
¿verdad? Por lo que me has contado de esta mujer, toma decisiones críticas en el calor del
momento, y pone sus propias necesidades primero. La única manera en que puede hacer
eso hoy es firmar esta forma de liberación tutelar. Cualquier otra cosa significa que
vayamos a los tribunales durante mucho, mucho tiempo. Dejar el país con su novio no va
a ser una opción, y su vida como lesbiana será un libro abierto."

"¿No podría argumentar más tarde que firmó bajo coacción?"

"Quizás. Pero después de hoy Madison estará contigo en California y la carga estará en
ella para presentar una demanda por ahí. Apuesto a que no se molestara en hacer eso."

Joy deseaba compartir la confianza de la abogada, pero Syd era tan impulsiva que no
había forma de predecir lo que haría. No sorprendería a Joy en absoluto saber que había
tenido una pelea con Mitch en los últimos dos días y cambió de opinión acerca de todo
esto. Lo que Joy tenía a su favor era la determinación de ver todo esto hasta el final. Si
Syd estaba realmente dispuesta a luchar por ello, significaba que Madison era más
importante para ella de lo que Joy pensaba. Al menos eso sería bueno para Madison, y
acabaría de una vez por todas con la vergonzosa negación de Syd. Cualquiera que sea el
resultado, Joy estaba dispuesta a ejercer más autoridad sobre las decisiones acerca de la
educación de Madison.

Syd se reunió con ellas en el porche. Su cabello oscuro había crecido y se veía como si
hubiera empezado a hacer ejercicio de nuevo. Ella era esclava de cualquier hombre que
intentara impresionar, así que era fácil deducir que a Mitch le gustaban las mujeres en
buena forma física con el pelo largo. Nada de ella agitó la más mínima chispa de interés
para Joy. Mitch podía quedarsela.

Con una mirada sospechosa hacia Lynne, Syd dijo, "Madison está en casa de Tara. No
sabe nada acerca de esto todavía. Quería que fuera una sorpresa."

Sorpresa, nada, Joy pensó. La intención de Syd era orquestar la transferencia de una
manera que minimizara la cantidad de tiempo que en realidad tenía que enfrentarse a las
consecuencias.

"Syd, me gustaría presentarte a Lynne Pierce. Ella es mi abogada y ha traído unos papeles
para que los firmes."

"Realmente no creo que nada de eso sea necesario. Como te dije por teléfono, los
documentos que Carrie firmó nos dieron a ambas la tutela."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Precisamente," Lynne dijo. "Estos documentos renunciarían a la suya. Mi cliente, la Sra.


Shepard, quiere adoptar formalmente a Madison, y teniendo firmada tu renuncia haría un
proceso más rápido."

La boca de Syd se abrió en sorpresa mientras miraba de una a otra. "Olvídalo. Nunca dije
que la abandonaría permanentemente. Es sólo hasta que me instale con Mitch."

Joy sintió que su mandíbula temblando de ira y respiró hondo para mantenerse firme. "No
hay trato, Syd. Madison no es un cachorro que puedes enviar a la perrera mientras
arreglas las cosas con tu novio. Si la quieres, vas a tener que luchar por ella ahora
mismo. Tengo tanto derecho legal a ella como tú, y no puedo esperar a decirle al juez que
trataste de dejarla para que pudieras irte a Italia con Mitch."

Lynne buscó en su maletín y extrajo una pila de papeles. "La Sra. Shepard quiere que
Madison tenga un hogar permanente y una familia estable. De acuerdo con sus derechos
como tutora legal, estará presentando la adopción inmediatamente. Si desea impugnar eso,
tendrá que estar presente para las audiencias de la corte."

"Maldita puta!" Syd estaba temblando de furia. "Esto no es ni siquiera sobre Madison en
absoluto. Se trata de vengarte de mi por irme porque no puedes aceptar el hecho de que no
soy como tú."

"Esto no tiene nada que ver con su anterior ... relación... lesbica," Lynne dijo, su lenta
cadencia sugiriendo un antagonismo deliberado. "Se trata de lo que es mejor para una
niña de nueve años."

"Y lo que es mejor es poner sus necesidades delante de las tuyas para variar," Joy agregó.

"¿Cómo te atreves!" Syd hervía. "Amo a Madison y lo sabes muy bien. Yo soy la que se
hizo cargo de ella cuando apenas había salido de los pañales y tuviste que salir al mar la
mitad del tiempo. Si te preocupabas tanto como yo, habrías dejado la marina por ella en
lugar de esperar a que tu madre se enfermara."

La acusación picó, pero Joy había crecido en una familia naval y sabía que era posible ser
padre y marinero. Además, ya no tenía esas obligaciones. "Madison siempre supo dónde
estaba y por qué. ¿Qué vas a decirle sobre por qué no puede ir a Italia? Alguna mentira
acerca de que vas allí primero para instalarte? Ella no es estúpida. Firma los papeles y
vamos a hacer que se sienta bien acerca de esto."

Syd estaba claramente luchando con la inmediatez de las demandas de Joy, tal como
Lynne había predicho que lo haría. Perderse el glamour de mudarse a Italia era un precio
muy alto en efecto. Con el labio inferior temblando, miró sobre la forma de liberación. "Si
firmo esto, ¿seguiré viéndola? Quiero fiestas y vacaciones como tienes ahora."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No es un acuerdo de custodia compartida," Lynne aclaró. "Es una liberación."

"Quiero que sea mi hija, Syd ... mi familia. No haré nada para disuadirla que te visite si
eso es lo que quiere, pero merece pertenecer a alguna parte. Tuviste la oportunidad de
adoptarla y no lo seguiste. Deberías preguntarte por qué."

Lynne tiró de la manga de Joy. "Te dije que era una posibilidad remota. Tenemos que
volver a mi oficina y terminar el papeleo para impugnar la tutela antes de que tengas que
coger el avión. Quiero presentarlo a primera hora de la mañana."

Esas fueron las palabras mágicas y Syd enojadamente firmó en la parte inferior del
formulario. "Eres despreciable, Joy Shepard. Espero que te pudras en el infierno."

No había manera de sentirse bien acerca de lo que acababa de hacer. No obstante, era todo
lo que Joy podía hacer para no sonreír.

***

A medida que los acontecimientos de los últimos días llenaron sus pensamientos, Joy no
pudo reunir una pizca de arrepentimiento por la manera tan pesada con que había
manejado a Syd. Durante cuatro años, había ido de puntillas alrededor de mal humor y
pequeños agravios de su ex, pensando que no tenía poder para hacer valer sus derechos de
tutora. No le molestaba en lo minimo ver el zapato en el otro pie ahora, y esta vez de
verdad. Fue un proceso largo y complicado para finalizar la adopción, pero al menos el
camino estaba despejado.

En el momento en que Syd firmó los papeles, se confirmaron las sospechas de Joy por su
ambivalencia hacia Madison. Syd la amaba, pero no lo suficiente como para sacrificar sus
propios sueños por una vida glamorosa como la esposa de un oficial de la marina. Si ella
y Mitch se casaban, que era lo más probable ahora, Madison podría dejar su radar por
completo, especialmente si tenían hijos propios.

"¿Qué hora es?" Madison murmuró mientras levantaba la cabeza del regazo de Joy.

"8:27 hora del Pacífico." Joy había estado dando seguimiento de su descenso durante los
últimos veinte minutos y calculó que estaban a sólo unos minutos de aproximación final
al Aeropuerto Internacional de Oakland.

Madison había llorado debidamente cuando salieron de la casa que había conocido
durante los últimos seis años, pero sus lágrimas se detuvieron antes de que salieran del
vecindario. Desde entonces había estado vertiginosa con el entusiasmo por volver a
Oakland y su abuelo Shep. Sin ninguna instigación en absoluto, había prometido estar en
el cuadro de honor y mantener su cuarto limpio, haciendo que Joy se preguntara si Syd

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

había amenazado antes de enviarla lejos. Nada de eso importaba ahora. Madison nunca
volvería a sentirse indeseada de nuevo.

"Siéntate un minuto. Quiero hablar contigo sobre algo." Las luces de la cabina eran tenues
pero podía ver que Madison estaba escuchando. "¿Estás bien sobre lo que pasó hoy?"

Ella asintió. "Supongo."

La historia que ella y Syd habían acordado compartir era que su verdadera madre había
tenido la intención de que ambas fueran sus tutoras. Ahora que Mitch iba al extranjero,
Joy había insistido en que era su turno para cuidar de Madison, y Syd había aceptado a
regañadientes. De esa manera Madison se sentía amada por ambas, y estaba claramente
eufórica de mudarse a California.

"¿Recuerdas cuando te conté sobre Amber, la mujer que está cuidando al abuelo
Shep? Dijiste que debía hacer que fuera mi novia, así que adivina qué?"

"Pero no necesitas una novia ahora. Quiero que estés conmigo."

"Lo estaré, y ella también. Ella está emocionada por conocerte. Le he contado acerca de
tus excéntricas canciones y juegos. Es tan tonta como tú a veces."

Por el pliegue en su frente, Madison estaba lejos de entusiasmarse con la noticia. En todo
caso, estaba angustiada, y Joy creía saber por qué.

"Cariño, sé que Syd pasaba mucho tiempo con Mitch y a veces te sentías excluida. Eso es
normal para los adultos y sé que es difícil de entender. Pero no va a suceder con Amber y
conmigo. Eres la número uno, chica, y todos queremos pasar tiempo contigo."

"Quiero dormir en el camper contigo."

"No, tengo que levantarme demasiado temprano. Si te despierto, te quedarás dormida


durante tu clase de matemáticas."

"Me duermo entonces de todos modos," dijo con una sonrisa.

Joy le revolvió el pelo y guió su cabeza hacia atrás en su regazo mientras el tren de
aterrizaje bajaba. Ella tenía algunas preocupaciones leves acerca de su hogar no
convencional, pero no acerca de su capacidad de ser un buen padre.

Amber había demostrado su habilidad para adaptarse a casi cualquier cosa, por lo que Joy
confiaba en que resolvería su relación con Madison. Incluso podrían unirse para tener que
hacer la tarea juntas en las tardes, y sin duda unirían fuerzas para burlarse de su

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

padre. Una vez que Madison se mudara al dormitorio, Joy tendría a Amber para sí toda la
noche, todas las noches. No es un mal arreglo, aunque era hora de considerar construir un
dormitorio extra — uno grande con un baño privado y armarios.

A pesar de que todo parecía estar cayendo en su lugar, no quería adelantarse. Traer a una
niña de nueve años a la casa no era la manera ideal de comenzar una relación romántica
que esperaba perduraría, pero Joy tenía fe que pudieran resolverlo.

"Vamos a aterrizar pronto, pero tengo un par de cosas más que contarte. ¿Me escuchas?"

Madison le apretó la mano sin levantar la vista.

"Me gustaría adoptarte. Eso significa que el abuelo Shep sería tu verdadero abuelo, y yo
sería tu verdadera madre. Nunca tendrías que preguntarte acerca de quién es tu familia, o
quien te quiere sin importar que. ¿Estarías de acuerdo con eso?"

"Pensé que ya era adoptada."

"Sí, yo también, pero resulta que es más difícil en Virginia que en California." Otra
mentira que ella y Syd había preparado para suavizar el golpe de la separación. "Es por
eso que es mejor que estés conmigo."

"¿Eso significa que te llamaría mamá en lugar de Joy?"

"Me gustaría que lo hicieras, pero podría ser difícil acostumbrarte. Claro que me gustaría
decirle a todos que eras mi hija en lugar de mi ahijada."

"Eso sería genial."

Las ruedas tocaron la pista, pero el corazón de Joy se elevó al escuchar que a Madison le
gustaba la idea. "Y hay algo más en lo que podrías estar interesada ... Amber tiene un
perro, y él simplemente ama a tu abuelo."

Madison se sentó de repente, claramente más emocionada por este chisme que con casi
cualquier cosa que había sucedido hoy. "¿Qué tipo de perro?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO DIECINUEVE
Era otra mañana húmeda, del tipo que helaba a Amber hasta el hueso. Cómo Joy trabajaba
fuera en un clima como este todo el día era un misterio para ella. Apenas podía soportar la
caminata de media milla hasta la escuela primaria y de regreso, y ni siquiera era
Noviembre.

"Espera, Madison," Amber dijo mientras jalaba suavemente de la correa de Skippy.

La chica se veía muy linda en los ajustados jeans rosa oscuro que Joy le había comprado
como regalo de bienvenida a California. A pesar de que había llegado con un montón de
ropa, muchos de ellos eran demasiado cortos o demasiado ajustados — no una
declaración de moda, sino una señal de que Madison estaba creciendo
rápidamente. Incluso los tenis de color púrpura que Shep le había comprado para su
cumpleaños hace sólo tres meses ahora le apretaban los dedos.

"Conozco el camino por mí misma," musitó sin mirar hacia atrás.

Amber maldijo en voz baja. Madison la había conocido durante cuatro días y ya se había
dado cuenta de como sacarla de quicio. Era Jueves, su tercer día caminando juntas a la
escuela, una tarea que Amber había ofrecido como una oportunidad para vincularse con
Madison. Lástima que la unión no iba bien. Joy le había advertido que Madison podría
desconfiar al principio debido a su experiencia con Mitch. No había duda de que estaba
celosa, a pesar de que Amber había sido muy cuidadosa de no mostrar afecto por Joy cada
vez que Madison estaba cerca ... que resultó ser prácticamente todo el tiempo, ya que
ambas se acostaban a las ocho y media. Al menos tenía a Joy para sí misma mientras
dormían, junto con algunos momentos de aturdidas caricias cuando Joy se despertaba a
las 4 a.m. El fin de semana no podía llegar lo suficientemente rápido.

"Sé que puedes llegar allí sola, pero a Skippy y a mí nos gusta caminar contigo."

"¿Cómo sabes lo que le gusta a Skippy?"

¿Por qué esta niña siempre era tan antagónica? Ella se negaba a beber algo si Amber ya
había vertido en un vaso, incluso si en última instancia, sirvió un segundo vaso para
ella. Sin falta, volvía a su habitación para cambiarse de ropa si Amber se atrevía a felicitar
lo que llevaba puesto. Luego estaba su desafiante respuesta a prácticamente todas las
preguntas o declaraciones. ¿Cómo diablos se supone entablarían una conversación?

"Porque él siempre mueve la cola y tiene las orejas planas cuando estás cerca. Él no hace
eso a menos que le guste alguien."

"Apuesto a que pone las orejas hacia abajo cuando está asustado."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Tal vez, pero no mueve la cola."

Skippy eligió ese momento para hacer honor a su nombre, saltando felizmente al final de
su correa a un grupo de hierba que se veía claramente para él como el perfecto inodoro de
perro. Giró alrededor un par de veces antes de encontrar el lugar justo mientras Amber
buscaba en el bolsillo por una bolsa de plástico para limpiar. Madison siguió por la acera.

"Espera un segundo!" el grito de Amber fue en vano. En todo caso, su petición hizo que la
niña caminara más rápido. "Apúrate, Skip."

En el momento en que había recogió el desorden, su carga juvenil había doblado la


esquina fuera de la vista. Amber se apresuró para alcanzarla, sólo para darse cuenta de
que Madison estaba corriendo casi una cuadra completa por delante de ella. Las patas
cortas de Skippy no podían seguirla así que lo colocó bajo el brazo y empezó a correr
desesperadamente. Había una calle muy transitada en el extremo al final de la siguiente
cuadra — demasiado transitada para que una obstinada niña de nueve años cruzara sola.
Jadeando por el esfuerzo, Amber se detuvo cuando llegó al cruce de peatones y
frenéticamente escaneó la zona. Cómo Madison había desaparecido tan rápidamente?

El súbito ladrido y retorcimiento de Skippy le alertaron de una presencia sobre su


hombro. La niña riéndose salió de detrás de un coche estacionado, llenándose Amber con
alivio y furia. "Eso no fue gracioso."

"No puedes correr muy rápido porque fumas," la chica se burló.

Amber pasaba por un momento difícil detrás de Madison con un cambio pero se las
arregló para mantener su temperamento bajo control, ya que una reacción de enojo sólo
daría a Madison más estímulo para sacarla de sus casillas.

"Eso fue peligroso. ¿Qué pasa si un perro grande hubiera empezado a perseguirte? No
habría sido capaz de ayudar."

Había muchas consecuencias más graves que eso, pero no podía soportar pensar en ellas,
y no quería llenar la cabeza de la niña con tales pensamientos aterradores.

"No tengo miedo de los perros. Si me detuviera a acariciarlo, él no me mordería."

"Pero algo aún peor podría haber sucedido. Joy y tu abuelo Shep me pidieron que te
acompañara a la escuela, y no van a estar felices de saber que huiste de mí."

"Aw, no seas soplona. Sólo estaba jugando. No lo haré de nuevo," suplicó. Fue la única
vez que había mostrado alguna inclinación a comportarse.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Excepto que las amenazas de soplón daban una ventaja terrible, Amber reconoció a
regañadientes. Podrían hacerla más obediente en el corto plazo, pero la animosidad
resultante anularía cualquier efecto bueno. Esta mocosa era el centro del universo
Shepard, y Amber necesitaba llevarse bien con ella, incluso si eso significa ser el blanco
de sus bromas.

"Está bien, chica. Tienes un trato. No diré nada de tí y tú no huirás mientras estoy
ocupada haciendo Deber de Perrito."

"Deber de Cachorro."

"Deber de Perrito Cachorro."

Lo que fuera necesario, Amber encontraría una manera de conectar con Madison. Sólo la
semana pasada, había empezado a sentirse como parte de la familia de Joy y Shep. Ahora
era la extraña.

***

"Estoy orgullosa de ti por terminar tu tarea de matemáticas," Joy dijo. "Sé que es difícil,
pero eres muy inteligente y vas a entenderlo pronto."

Ella tiró de la manta hasta la barbilla de Madison y alisó el pelo rebelde contra la
almohada. Dejado sin decir fue su decepción de que Madison le había dicho que la tarea
estaba terminada sólo para confesar cuando Joy le pidió que la revisaría que había hecho
sólo la mitad. Habían tenido una breve charla sobre la honestidad y la importancia de
trabajar duro en la escuela, seguido de un esfuerzo centrado por parte de Madison para
resolver los problemas de matemáticas hasta que finalmente entendió el concepto de
redondear los remanentes al número entero más cercano.

Haría falta paciencia para superar esta etapa de mentirijillas, y Joy no pudo evitar culpar a
Syd por dejar que esto fuera tan mal. Una vez que Madison se acomodara en su nueva
rutina y se sintiera segura de que todos los adultos en su vida se preocupaban por ella,
dejaría de actuar por la atención.

"Tal vez puedas trabajar con Amber mañana. Ella por lo general tiene tarea de
matemáticas también."

"Me gusta cuando tú me ayudas. Además, Amber no es tan inteligente como tú."

Joy ya se había dado cuenta de un tinte de celos con respecto a Amber y lo culpó a la
sobrante ansiedad de Syd y Mitch excluyendola. Para disipar los temores de Madison,

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

había hecho un esfuerzo especial para pasar mucho tiempo con ella cada noche hasta que
ambas se fueron a la cama.

Amber era la que desapareció casi todas las noches. En las noches que no estaba en clase,
se unió a ellos sólo para cenar y pasaba el resto de su tiempo estudiando en el camper. Joy
esperaba que eso cambiara cuando terminara su GED, aunque probablemente se
inscribiría para algo más después de eso.

"Sabes, Amber es inteligente sobre un montón de cosas. Deberías preguntarle en algún


momento sobre Gus Holley. De hecho, ella lo conoce."

"No me importa Gus Holley. Su música es una mierda."

Joy sacudió la cabeza. "Esa no es una palabra agradable. ¿Puedes elegir una forma
diferente de decir eso, por favor?"

"No me gusta."

"Eso es mejor. Iba a ver como conseguir entradas para las tres para ir al concierto de Gus
Holley el próximo mes, pero parece que sólo necesito dos."

"¡Quiero ir! Me encanta Gus Holley. Sólo estaba bromeando. Conozco todas sus
canciones."

Joy se rió y le hizo cosquillas a través de las mantas. "Dulces sueños. Te amo."

Firmaron con un beso a las yemas de los dedos y un toque y regresó a la sala de estar.

"Me voy a la cama, papá. ¿Necesitas algo?"

Él inclinó la cabeza en un gesto para que se acercara. En voz muy baja para que Madison
no escuchara, le preguntó, "¿Qué hay con todas estas mentiras? Ella le dijo a Amber esta
mañana que tú dijiste que podía ir a la escuela sola. Eso no sonaba bien para mí así que
use mi autoridad y dije que no podía."

"Nunca le dije eso." Se dejó caer en el sofá y se pasó las manos por el pelo. "Creo que
sólo está probando sus límites, viendo con que puede salirse con la suya. Retrocede de
inmediato cuando le hablas de eso. Por cierto, Syd también me dijo que la había atrapado
hurgando en sus cajones."

"En serio. Encontré uno de mis viejos alfileres de sombrero de la marina en su mochila
esta mañana. No me importaba que lo tuviera, pero no después de que lo hubiera sacado
de mi tocador, así que lo regrese."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Voy a hablar con ella sobre eso mañana. Quien sabe todo lo que tenía que hacer para
llamar la atención de Syd? Puede tomar un tiempo para derribar todos esos malos
hábitos."

Por ahora, tenía que darle a Amber un aviso de que Madison era propensa a alterar la
verdad, y debe utilizar su mejor juicio si había alguna duda. Tener levantada a Madison
por la mañana y lista para la escuela estaba por encima y más allá del trabajo del cuidado
de su padre, pero las circunstancias eran diferentes ahora que estaban tratando de ser una
familia.

Joy preguntó, "¿Cómo está tratando con Amber? ¿Se están llevando bien?"

"No se están golpeando entre sí," su padre dijo sin expresión.

"No es exactamente un apoyo rotundo."

"Madison puede ser contraria sobre cosas triviales, pero Amber mantiene la calma. Les
puede tomar un tiempo para llegar a ser amigas, pero eso no será culpa de Amber."

"Parece que necesito hablar con ella también."

"No te preocupes demasiado. Nunca pensé que me gustaría Amber tanto cuando llegó
aquí, pero le coges cariño a la pequeña bribona. Ellas lo resolverán."

Gran parte de Joy lo entendía. Amber era una persona totalmente diferente de la
desdichada miserable que había recogido en Louisville, todo porque ella y su papá habían
mostrado fe en ella y le dieron una oportunidad. Madison necesitaba la fe ahora, pero ella
también vendría eventualmente. Amber la ganaría de la forma en que se había ganado a
todos los demás.

***

Una ligera luz brillaba a través de la ventana del camper mientras Amber cerraba
lentamente la puerta trasera para que no hiciera ruido. No sólo estaba preocupada por
despertar a Joy, sino también estaba el asunto de Madison, cuya habitación estaba a unos
pocos pies de distancia. Era más tarde de lo habitual llegando a casa pero tenía una gran
noticia. Por desgracia, esa noticia tendría que esperar a mañana.

En la sala de estar Shep roncaba suavemente en su sillón. Un partido de fútbol


universitario zumbaba en el fondo. Lo más silenciosamente que pudo, llevó a Skippy al
patio delantero para una escapada rápida, y luego dirigió a un somnoliento Shep a la
cama. Este solía ser su tiempo privado, la única oportunidad del día que era sólo suya.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Siempre había disfrutado llevando una merienda al dormitorio con una revista de
supermercado de estrellas de la música country, examinando minuciosamente las
imágenes de Gus Holley en el escenario o fuera con su hermosa esposa Michelle. La
nostalgia de sus días en Nashville era un simple remanente ahora. Su nueva vida estaba en
Oakland y su tiempo privado estaba en los brazos de Joy.

De camino a la cama no podía resistirse a tomar un momento para mirar a la niña


dormida, cuya expresión inocente era tan suave como un pétalo de rosa — el polo opuesto
de la espina que sería cuando apareciera por la mañana para el desayuno. Amber enderezó
la manta y metió el conejo de peluche debajo. En el camper, se metió en su camisón y se
deslizó en la cama junto a Joy, que de inmediato se dio la vuelta y la besó en la frente.

"Pensé que nunca llegarías."

"Ni siquiera estás despierta."

"Mmm ... estoy lo suficientemente despierta."

Suficiente para qué, Amber se preguntó. Siempre lista para una aventura sexual, alcanzó
bajo la camisa de Joy para hacerle cosquillas en el estómago.

"No tan despierta. Pero te extraño en las noches que vas a clase."

"Estoy segura de que Madison aprecia tenerte para ella sola de vez en cuando. Sé que lo
haría." Incluso en la oscuridad, podía decir que su declaración había llamado la atención
de Joy. "No lo tomes por el camino equivocado. No estoy diciendo que estoy celosa ni
nada ... sólo que tengo ganas de estar aquí a solas contigo cuando estamos despiertas."

"Yo también, cariño. No tuvimos mucho tiempo para nosotras antes de que Madison
llegara. Lamento eso."

"No se pudo evitar." Fue la respuesta benévola, y técnicamente cierta. Eso no quería decir
que le gustaba tener a Madison alrededor. De hecho, le molestó que Joy ni siquiera había
hablado con ella antes de marcharse para traerla de vuelta a California. No es que hubiera
presentado alguna verdadera resistencia — aparte de recordar a Joy que su experiencia en
el cuidado de los niños dejaba mucho que desear, pero habría sido agradable si se
hubieran considerado sus sentimientos.

Los brazos de Joy se tensaron a su alrededor y otro beso cayó sobre su cabeza. "Estoy tan
contenta de que entiendas eso. No sé lo que haría si no lo hicieras."

Amber lo sabía pero no quería pensar en ello. De ninguna manera Joy le daría la espalda a
Madison, ciertamente no por un romance apenas despegando.

154
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Nunca soñé que iba a despertar algún día y ser madre de alguien," Joy dijo. "Tuve ocho
semanas de campamento de entrenamiento en la marina y eso fue como crecer durante la
noche. Ahora me siento como una recluta de nuevo, pero ocho semanas de entrenamiento
con Madison no será suficiente. Me tomara meses acostumbrarme a esto."

"Más bien como años," Amber dijo. "Piense en todo lo que te espera ... licencia de
conducir, tatuajes, control de natalidad ..."

"Oh, por favor. Me pregunto cuántos padres realmente rezan por que sus hijas sean
lesbianas."

"No sé, pero me sorprendo de vez en cuando agradeciendo a Dios por el hecho de que lo
eres."

"Lo mismo digo. Lo que me recuerda ... tengo un plan para mañana por la noche. Es
Viernes, así que voy a dejar que Madison se quede una media hora extra, pero cuando
sean las nueve en punto, vamos a poner al viejo en la cama y salir de aquí para
redescubrirnos, incluso si nos lleva toda la noche."

Sólo su suerte, Amber se dio cuenta sombríamente. "No estoy tan segura de la parte de
toda la noche."

"Ya estás cansada de mí?"

"Iba a decirlo mañana. Pasé el examen previo de matemáticas que hice el Martes pasado,
por lo que Lee piensa que estoy lista para tomar el verdadero GED el Sábado. Es un
examen de todo el día, pero no tendré que volver a clase otra vez hasta que consiga los
resultados. Eso debería ser alrededor de dos semanas."

"Vaya, ni siquiera has estado en clase un mes. Le dije a Madison que eras
inteligente. Deberías ser la que la ayude con su tarea. He olvidado casi todas las
matemáticas que he aprendido."

En primer lugar, Amber se había ofrecido a ayudar, sólo para ser rechazada por Madison,
que sospechaba que podría ser un engaño con el fin de conseguir más de la atención de
Joy. Y en segundo lugar, estaba sentada para el GED el Sábado. Esa era su gran noticia, y
le molestaba la forma en que Joy había cambiado de tema y lo había hecho sobre
Madison.

Esta mierda estaba haciéndose vieja.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Joy buscó a tientas en la oscuridad el zumbido de la alarma que ocupaba el mismo estante
que su caja fuerte del arma. Después de un bostezo y un estiramiento, colocó sus brazos
alrededor de Amber, que se había enrollado en su pecho para acurrucarse. Las últimas
semanas habían traído cambios rápidos para las dos. Apenas habían tenido tiempo para
establecer su relación antes de que Madison se mudara, pero Amber lo había tomado todo
con calma. Joy se sentía afortunada de haber encontrado una pareja amorosa que pudiera
ayudar con los desafíos de la paternidad.

"Hola cariño. Despierta un minuto."

Amber se retorció fuera de su alcance y se sentó. "¿Qué sucede?"

"Nada, relájate." Ella guió a Amber de vuelta a la almohada y la besó. "Han sido un par
de semanas locas. He estado tan ocupada que me olvidé de decirte algo importante. Te
amo."

Varios segundos de silencio pasaron antes de que Amber reaccionara, y no con una
sonrisa esperada o un abrazo. En cambio, sus ojos se llenaron de lágrimas y sacudió la
cabeza con lo que parecía incredulidad. "Eso no es algo que he oído mucho en mi vida."

Por supuesto no lo era, no con una familia cruel o chicos que la habían utilizado y echado
a la calle. Era imposible saber lo mucho que Amber podía dar a alguien que le devolviera
la lealtad y la confianza.

"Vas a escucharlo mucho más ahora," Joy dijo. "Estoy muy orgullosa de ti, y estoy
agradecida por todo lo que has hecho por mi papá, y ahora lo están haciendo por Madison
también. Eres una buena persona y tengo suerte de haberte encontrado."

"Yo también te amo. Eres la única que alguna vez ha creído en mí."

De todas las cosas que podría haber dicho, nada más habría hecho que Joy se sintiera tan
orgullosa. Poniendo su fe en alguien que había mostrado tan poca aptitud e iniciativa
había sido un riesgo enorme, pero sabía por la marina que dar una responsabilidad más
floja era por lo general todo lo que se necesitaba para sacar lo mejor de si. "Esto es porque
me has hecho creer en tí. No puedo esperar a ver lo que haces después."

"Si tuviera quince minutos más, no tendrías que esperar."

Joy extendió la mano bajo las mantas y comenzó a acariciar la cálida piel en el interior del
muslo de Amber. "El desayuno es tan sobrevalorado."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO VEINTE
El sudor salió de la frente de Shep mientras se giraba en su silla en la calzada de
hormigón entre la cochera y la terraza. "¿Cuanto es eso?"

"Nueve abajo, seis más para ir." Amber observó su esfuerzo con admiración. Sólo tres
días después de obtener la autorización para empezar a rodar por sí mismo, él estaba
arriba por quince vueltas, con el objetivo de añadir cinco más cada día. "¿Qué hay de las
treinta y tres vueltas que hacen que sea tu número mágico?"

"La ruta del desfile es de una media milla de largo," él respondió, resoplando. "He estado
llevando un extremo de la bandera de la Legión American Puesto Número Nueve durante
los últimos veintiún años. De ninguna manera voy a dejar que Brady Hawes tome mi
lugar. Su silla es eléctrica, por el amor de Dios."

Ese orgullo obstinado corría en la familia Shepard, Amber señaló. Joy se había asustado
cuando había encontrado sus pantalones de vestir demasiado apretados, lo suficiente
como para añadir una hora al final de cada día para que pudiera detenerse en el
gimnasio. Al parecer, este desfile del Día de los Veteranos era muy importante en
Alameda.

Mientras Shep se acercaba a ella para la vuelta, ella le tendió un puñado de cacahuetes y
los dejó caer en su boca abierta. "Lástima que no pueda correr junto a tí en el
desfile. Harías cualquier cosa por cacahuetes. Me di cuenta de que a Madison le gustan
estos también. Tuve que esconderlos en el cajón de verduras. No hay posibilidad de que
los encuentre allí."

"Ella es tremenda, eso es," él susurró. "Nunca vi un niño adaptarse tan rápido para estar
en un nuevo lugar."

Por supuesto que se había adaptado, Amber pensó. ¿Quién no lo haría con ese tipo de
tratamiento de alfombra roja?

Shep hizo una pausa para recuperar el aliento. "Debe haber sido duro para ella con esa
madre inútil de ... probablemente le habla más ahora en la computadora que cuando
vivían juntas. Y esa lamentable excusa por novio ... ¿cómo terminó la marina con un
sinvergüenza así? Es justo el tipo de caraculo quien se antepone en un barco cuando se
mete en un lío."

Amber se apoyó en la rampa de la terraza, ahuecando la mano para encender un


cigarro. Segundos después, saboreó la precipitación vertiginosa de la nicotina golpear su
torrente sanguíneo.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Shep se giró hacia la cochera y se dirigió hacia ella. "Hey, me he dado cuenta que es la
primera vez que te he visto encender uno hoy."

Había estado tratando de dejarlo, pero no lo había contado a nadie en caso de que no
pudiera. "Eso es porque lo he reducido. He bajado a solamente cinco al día, pero estas
ansias me están volviendo loca. Voy a tener que posponer esto hasta que termine con
todas mis cosas de la escuela. Esto hace que sea difícil concentrarse."

"Eso es una locura! Ya tienes la parte más difícil de dejar detrás. ¿Por qué demonios
querrías volver a pasar por esto?"

"Porque es una mierda. La parte más difícil es cuando llegas a cero." Ella tomó otra
calada profunda y sopló lejos de él mientras se acercaba. "Todavía estoy tratando de
entender a Madison. No puedo decir si le agrado o no."

"Probablemente no, pero no es personal,"

"Ella te dijo eso?" Amber preguntó con ansiedad.

"No." Él se limpió la cara con una toalla antes de girarse y comenzar de nuevo hacia la
cochera. "Alteras el orden de las cosas. Esa niña me ama a pedazos, pero prácticamente
caigo de la faz de la tierra cuando Joy entra por la puerta. Eso es a lo que te enfrentas."

"Lo sé, y por eso es que me salgo del camino. Ni siquiera muestro mi cara hasta que es
hora de la cena. Luego limpio la cocina y me escondo en el camper hasta que se va a la
cama. ¿Qué más puedo hacer?"

"Podría ser que eso es parte del problema. Tienes que dejar que Madison sepa que
perteneces aquí también. Quédate y ve la TV con nosotros después de la cena, o tal vez
todos podríamos jugar un juego de cartas. No dejes que te empuje fuera de la imagen. La
mejor manera de mostrar que no eres una amenaza es pasar el rato con nosotros."

"Pff! No veo lo que va a lograr. Cada vez que ando alrededor, ella se engancha a Joy
como un imán."

"Sí, pero tienes que darle a Joy la oportunidad de decirle a Madison lo que quiere. Es su
trabajo equilibrar todas las partes."

"Joy no necesita ese tipo de estrés al final del día."

"Que barbaridad. Joy maneja el estrés muy bien. Además, ¿de que otra manera la niña...
va a aprender que el que tú estés aquí esta bien?," él dijo, jadeando mientras giraba sus
ruedas hacia adelante. "Joy tiene que mostrarle ... y tiene que establecer algunas reglas

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

sobre cómo comportarse. Ella no puede ... enseñarle nada de ti si estás aquí en el camper
con la cabeza en el culo."

Shep seguro tenía una habilidad con las palabras. Afortunadamente, era una forma de que
Amber entendiera. "Bien, saldré esta noche y veré qué pasa." Ella fumó lo último de su
cigarro — hasta el filtro — y lo dejó caer en una lata de refresco vacía en la terraza.

"Eso son quince vueltas," él dijo, haciendo acopio de fuerzas para una última carga por la
rampa. "Madison no hará que sea fácil ... pero sigue intentando y va a entrar en
razón. Superas esto y ... renunciar a los cigarros será fácil."

Amber contestó una llamada telefónica de Joy y le dijo, "Tu papá ha estado haciendo
vueltas por el patio trasero. Haces ejercicio tan duro en el gimnasio?"

"Ni siquiera me he puesto a sudar aún. Es por eso que estoy llamando. Me colgué después
del trabajo hablando con uno de los otros jefes de equipo, y ahora se me ha hecho un poco
tarde. ¿Puedes ir a reunirte con Madison?"

Amber puso los ojos en blanco a nadie en particular y reviso su reloj — tiempo de sobra
para llegar a la escuela antes de la campana final, pero Madison no sería feliz por
ello. "Por supuesto. Shep y Barbara quieren pedir una pizza de Bowzer, así que no
tenemos que preocuparnos por cocinar la cena. Tómate tu tiempo."

"Gracias. Oh, y he estado dejando a Madison caminar el primer par de cuadras sola. La
espero en la esquina de Lincoln y Versalles, justo al lado del hidrante de incendios."

"Sé dónde está." Era una de las paradas regulares de Skippy en la mañana. "Nos vemos de
nuevo aquí en un rato."

Con Shep volviéndose más independiente cada día, Amber no tenía que preocuparse por
dejarlo ducharse por su cuenta. Su mayor preocupación era lo que sucedería en un par de
semanas cuando fuera liberado de la terapia por completo. Ella debería tener sus
resultados de GED para entonces, y si pasaba, tendría algunas opciones más en el frente
de trabajo. Ninguna de ellas pagaba tan bien como éste, pero incluso unos pocos cientos
de dólares a la semana serían suficientes para conseguir mientras buscaba obtener el tipo
adecuado de capacitación para el trabajo.

Trabajar con Shep en sus ejercicios había sido a la vez divertido e interesante. Viendo su
progreso cada día la hacía creer en la terapia física, tanto que había buscado lo que se
necesitaría para obtener la certificación como auxiliar de terapia física — dos años de
universidad. Sin embargo, el salario promedio en Oakland era de más de $50.000, y más
importante, había un montón de ofertas de trabajo. Un trabajo a tiempo parcial además de
la escuela haría volar esos dos años, siempre y cuando Joy este de acuerdo en que vale la

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

pena la inversión. Ella no quería aprovecharse de su situación en la casa — como siempre


lo había hecho en el pasado.

Salir de la casa de los Shepard todo el día para trabajar y estudiar tenía muchas
ventajas. Principalmente, la sacaba de desempeñarse como la niñera en jefe de Madison,
un trabajo que nunca había querido en primer lugar. Por un generoso alojamiento y
comida, sin embargo, le debía a Joy y Shep prestar ayuda donde pudiera.

Skippy tiró de ella hacia el hidrante de incendios y comenzó su rutina de oler, rocíar y
oler un poco más. A lo lejos, los niños comenzaron a aparecer desde la escuela. Por un
momento, pensó que había visto a Madison, que llevaba sus brillantes pantalones de color
rosa de nuevo con una camisa blanca y una mochila azul. Ella agitó la mano, pero a
medida que los niños se acercaban, no había rastro de la desgarbada chica en trenzas.

Durante más de quince minutos, Amber esperó, cada vez más impaciente hasta que el
último grupo de niños escolares pasó por delante. Luego tiró de la correa de Skippy hacia
la escuela, sus ojos recorriendo cada dirección por un grupo de niñas que jugaban en una
calzada o en un porche. Sólo un puñado de rezagados permanecieron en el patio del
colegio, ninguno de ellos era Madison. El pánico se extendió y con ansiedad llamó a
Shep.

"Dos minutos antes y me habrías pillado en mis calzoncillos."

"¿Has visto a Madison?"

"No está contigo?"

"Ella nunca pasó por el lugar de reunión. Llegué aquí antes que cualquiera de los niños,
esquina de Lincoln y Versalles, como Joy dijo. Pensé que la vi en la distancia, pero
cuando los niños llegaron, quienquiera que fue desapareció."

"¿No crees que se metió en un coche con alguien?" él sonaba tan inquieto como
ella. "Espera un segundo. Creo que escucho a Joy entrando."

Amber esperó unos segundos más frenéticos antes de que Joy se pusiera al teléfono.

"¿Qué quieres decir con que nunca la viste? ¿No fuiste a donde te dije?"

"¡Por supuesto que lo hice! Ella nunca apareció." Ella explicó una vez más sobre la chica
que vio a lo lejos. "Pero luego se mezcló con los otros niños y cuando pasaron, ella no
estaba con ellos."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Ella no solo desapareció en el aire. Voy a conducir por el vecindario. Regresa a la


esquina y espera."

Amber se encogió ante la agitación en la voz de Joy, pero esto no se trataba de ninguna de
ellas. Una niña de nueve años había desaparecido y sólo tenían un par de horas de luz del
día para encontrarla.

***

Antes de que Joy incluso llegara al final de Garfield, vio una pequeña figura caminando
por la acera hacia la casa. Una mirada más cercana confirmó que era Madison, y dejó
escapar un enorme suspiro de alivio. Ella orilló su jeep y tocó la bocina mientras que
llamaba al mismo tiempo a su padre informándole que todo estaba bien.

"¿Dónde has estado?," ella preguntó, todavía más preocupada que enojada.

"Tuve que caminar a casa sola. ¿Por qué no veniste a buscarme?"

"Estaba en el gimnasio y le pedí a Amber que te esperará en la esquina. ¿No la viste?"

"Ella no estaba allí. Me quedé allí durante unos minutos, pero luego me dio miedo de
estar sola, así que caminé a casa."

La casa estaba a menos de media cuadra de distancia. "Lo siento, cariño. Amber debe
haber ido al lugar equivocado. Vete a casa y comienza tu tarea. Tengo que ir a recogerla."

"Voy contigo," Madison dijo con ansiedad, y empezó a subir en el asiento del pasajero.

"No, te quiero en casa. El abuelo Shep estaba preocupado, y necesito averiguar cómo
ocurrió esto."

"Yo estaba ahí esperando y ella nunca llegó. Debe haber ido al lugar equivocado, como
dijiste."

Joy estaba casi decepcionada de encontrar a Amber en el hidrante de incendios. Si hubiera


estado en la esquina equivocada, habría explicado cómo ambas no se habían encontrado.

"Madison está en casa."

Amber entró y se dio unas palmaditas en el pecho, como para ralentizar su ritmo cardíaco.

"Ella dijo que no estabas aquí y se asustó y caminó a casa sola."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Eso es una locura. La hubiera pasado en la acera. Te lo digo, yo estaba aquí, pero ella
nunca pasó."

"Eso no tiene ningún sentido." Madison había estado jugando tira y afloja con la verdad
últimamente, pero a Joy le resultaba difícil creer que podría haber encontrado su camino a
casa en otra calle. "¿Has caminado hasta Versalles por un camino diferente? Northwood,
tal vez?"

"No, vine directamente hasta Lincoln como siempre lo hacemos. La única vez que fui a
Northwood estaba en el coche contigo."

Tal vez Madison estaba solo confundida acerca de dónde se dirigía. Por otro lado, tal vez
Amber se había entretenido para fumar, o girado para charlar con alguien.

"Había estado pensando en dejar a Madison ir a la escuela y regresar sola," Joy


dijo. "Algunos de los otros niños en nuestra calle lo hacen, pero después de lo que pasó
hoy, estoy bastante segura de que no está lista para eso."

"Estoy de acuerdo. Ella me asusta casi hasta la muerte a veces cuando corre por delante
de Skippy y yo. Me preocupa que trate de cruzar la calle donde no hay un guardia
peatonal. El tráfico está bastante concurrido por la mañana con todas las personas que
conducen hasta la escuela."

"Dejas que corra por adelante?"

"No la dejo," Amber espetó. "Ella hace lo que quiere, y si digo algo, sólo lo empeora. De
la única manera que puedo conseguir que me escuche es amenazando con decirte que está
portandose mal. Me hace sentir como una soplona de tercer grado."

"Entonces por qué no me has dicho nada de esto? ¿Te detuviste a pensar que podría haber
sido capaz de enderezarla? Ella es una niña inteligente y puedo hacer que entre en
razón. No puedes ocultarme estas cosas, Amber."

Por su barbilla salida y los brazos cruzados, Amber estaba echando humo por
dentro. Probablemente tenía toda una serie de maldiciones y diatribas que se estaba
muriendo por dejar volar, pero en las últimas semanas había aprendido a controlar su
temperamento explosivo. Sin duda se sentía impotente debido a su situación, y mientras
Joy odiaba tener ese tipo de autoridad sobre ella, la cuestión de la seguridad de Madison
no era negociable.

Ella entró en el garaje y apagó el motor. "Amber, mira ... no estoy enojada. Sólo me
asuste mucho cuando no sabíamos dónde estaba. Si algo le pasa a esa niña ... Dios, me
mataría."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber espero unos segundos más antes de abrir su puerta. "Para que lo sepas, yo también
estaba asustada. Disfruta de tu cena. Tengo cosas que hacer en el camper."

Una rabieta. Que agradable.

***

Distraída por los gruñidos de su estómago, Amber trató de darle sentido al Manual de
Conducir de California. Su licencia de Tennessee era buena por dos años más, pero la
mayoría de los empleadores potenciales probablemente querrían probar que era una
residente del estado. Aún dolida por su enfrentamiento con Joy, trató de averiguar cómo
había estropeado las cosas.

Joy tenía razón de que Madison probablemente no podría haber encontrado su camino a
casa en otra calle. Tal vez su reloj estaba mal, o había estado tan envuelta en sus
pensamientos que no vio a Madison pasarla al otro lado de la calle. Lo que sea que había
sucedido, una cosa era muy clara: Ella no era lo suficientemente responsable como para
ser dejada a cargo del hijo de alguien, y si Joy no sabía eso antes sin duda lo sabía ahora.

La puerta trasera golpeó a las ocho, media hora antes de la hora habitual de acostarse de
Joy. Entró en el camper con una rebanada de pizza en un plato de papel. "Envié a
Madison a la cama un poco más temprano esta noche. Pensé que podrías tener hambre."

El aroma del pepperoni y las cebollas llegó al cerebro de Amber inmediatamente,


haciéndole agua la boca. Era todo lo que podía hacer para no arrebatar el plato y tragarla
entera. "Gracias, podría usar un estimulante. No puedo creer cuantas reglas de tránsito
tienen ustedes. ¿Voy a tener que saber que es una multa de cien dólares por fumar con un
niño en el coche? No puedo simplemente prometer no hacerlo?"

"Para la primera pregunta, sí. Para la segunda, no creo que eso te ayude en la prueba."

Joy se deslizó a su lado en el comedor y le pasó un brazo por los hombros mientras
comía. "Hablé con Madison acerca de escuchar mejor y hacer lo que le digas."

Amber había esperado que todos dejaran el tema y continuaran sus asuntos. "Grandioso,
ahora sabe que la delate. Probablemente me odia aún más."

"Ella no te odia. Celosa, sí. Pero creo que eso es normal para una niña que ha pasado por
lo que tuvo que aguantar de Syd. Ella sabe que estoy loca por ti, y esa racha celosa debe
pasar cuando se de cuenta de que no tendrá ningún efecto sobre lo que siento por
ella. Además, no dije nada de lo que me dijiste. Cuando la vi en la acera esta tarde, le dije
que fuera directamente a la casa y comenzara su tarea, y en cambio llegó a casa y

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

consiguió que papá jugara un juego con ella. Era el día equivocado para desobedecer y se
lo hice saber."

Amber no estaba orgullosa de sus sentimientos en este momento, pero estaba contenta de
escuchar que Madison no caminaba totalmente sobre el agua. Tal vez ser puesta con los
pies en la tierra por alguien que ella idolatraba haría el truco. Ciertamente lo hacía para
Amber.

"Lamento lo que pasó hoy, Joy ..."

"Todo salió bien y eso es lo que importa." Ella empujó el pelo de Amber hacia atrás y
acarició su cuello. "En realidad, eso no es todo lo que importa. Tú importas, y yo debería
ser la que se disculpara por lo de hoy. Estaba asustada y reaccioné exageradamente."

Amber rara vez había estado en este extremo de una disculpa. En los tres años que había
pasado con Corey, la palabra ‘lo siento’ nunca había salido de sus labios. Lo mismo pasó
con sus padres, y ni un solo jefe loco para el que había trabajado se había disculpado por
su mierda. Ella francamente no estaba acostumbrada a que alguien más aceptara la culpa,
y las dulces palabras de Joy casi la hicieron llorar.

Se permitió relajarse en el abrazo de Joy, lamentó haber desperdiciado la noche sola en el


camper cuando podía haber seguido el consejo de Shep y unirse a la familia. "Lo entiendo
cariño. Fue aterrador. Totalmente eres perdonada por eso. Siento haber sido una idiota por
la cena."

"Está bien. Había más pizza para nosotros."

Amber sólo consiguió una risa débil. Suavizar los eventos del día arregló sólo algunos de
los síntomas, no la causa subyacente. "Estoy preocupada por las cosas entre Madison y
yo. ¿Cómo voy a vivir aquí contigo si no puedo conseguir que me acepte?"

"Estás buscando dificultades, corazón. Ella siempre ha sido el centro de atención en esta
casa, así que va a tomar un poco de tiempo para que se acostumbre a tener a alguien más
por allí. Pero lo hará, sobre todo cuando vea cuánto te amo. Creo que sólo tenemos que
empezar a hacer más actividades juntas."

"Eso es lo que dijo tu papá."

"El tiene razón. Tienes un descanso de las clases ahora mismo. Ven a pasar el rato con
nosotros."

Amber asintió animosamente.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Y por cierto, estaba guardando esto para una sorpresa, pero ..." Sacó tres entradas. "Gus
Holley, el próximo Sábado. Décima fila."

"Oh, Dios mío!" Ella abrazó el cuello de Joy. La décima fila probablemente no estaba lo
suficientemente cerca para que Corey pudiera ver una señal de Jodete, pero ya no le
importaba Corey. Lo que tenía con Joy borró toda la porquería con la que había tenido
que lidiar.

"Mira, sé que no esperabas ninguno de estos dolores de cabeza con Madison, y estoy
segura de que ha cruzado por tu mente correr por tu vida mientras puedas. No te culparía
si lo hicieras, pero espero que le des un poco de tiempo. Y no tengas miedo de hablar
conmigo acerca de cómo te sientes. No eres la única que es nueva en esto."

"Está bien." Al menos puso fin a su temor de que Joy se diera cuenta de que esto no iba a
funcionar y tirar la toalla. Con su declaración de que quería que Amber aguantara — y las
entradas para Gus Holley — el día no podría haber terminado mucho mejor. A menos
que... "Supongo que hay más de pizza."

CAPÍTULO VEINTIUNO
Con una sonrisa burlona, Madison pusó junto a la última carta, un seis rojo, en la cima de
la pila. Amber comprobó el abanico de cartas en la mano, se inclinó hacia delante, y con
una voz apenas un susurro, dijo con calma, "Se te olvidó decir UNO."

"Aaaaaaay!" Madison gritó antes de mala gana sacar dos cartas más de la pila. "Este juego
nunca va a terminar."

Era un milagro que estaban jugando un juego solas, pero Shep y Joy habían tenido razón
al animar a Amber a pasar más tiempo dentro de la casa con el resto de ellos. Mientras
que Madison no había hecho exactamente un cambio drástico, su comportamiento se
había suavizado hasta el punto de que ya no volvió a su forma de ser maleducada. No era
lo mismo que ser cálida y amistosa, pero cualquier cosa era una mejora sobre la abierta
hostilidad que había mostrado en su primer par de semanas.

Skippy ladró de repente al oír el sonido de la puerta abriéndose del dormitorio de Shep,
pero luego su cola giró de emoción mientras la silla de ruedas entraba en la sala de estar.

Con un inesperado sentimiento de reverencia, Amber se puso de pie ante la vista de su


uniforme de color gris oscuro, los pantalones perfectamente colocados debajo de sus
muslos, y una chaqueta adornada con cintas y una trenza dorada en el hombro. En su
mano tenía un gorro de la guarnición doblado con su número de la Legión en él.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Ella asintió con la cabeza hacia Madison, que estaba sentada de espaldas a la sala de
estar. "Echa un vistazo a tu abuelo Shep. Se ve bastante condenado guapo."

Madison saltó de la silla y en su regazo. "Quiero estar en el desfile también."

"Lo siento, calabaza. Éste es sólo para los veteranos. Vas a tener que esperar hasta que
crezcas y te unas a la Marina."

"No quiero estar en la marina. Quiero estar en los infantes de marina. Sus pantalones son
de color azul con una larga raya roja."

"Una infante de marina, ¿eh? Está bien, pero es mejor que seas amable con los marineros,
o te van a dejar pasar el rato allí sin ningún tipo de apoyo aéreo."

"Podría estar en la fuerza aérea."

"Apuesto a que puedes ser lo que quieras," Amber ofreció. La chica no tenía idea de lo
afortunada que era estar creciendo en una casa donde había nobles modelos de conducta
como Shep y Joy.

Shep rodó su silla hacia la ventana delantera. "Alguna señal de Barbara?"

"Llamó mientras estabas en la ducha," Amber explicó. "Debería estar aquí en cualquier
momento."

El Desfile del Día de los Veteranos era uno de los eventos más importantes en
Alameda. Más de cien mil veteranos, la mayoría de ellos de la marina, vivían en la
comunidad, después de haber pasado gran parte de su carrera trabajando en la ahora
cerrada Estación Aérea Naval Alameda. Los eventos de hoy incluían un desfile de media
milla por Hornet Avenue seguido de un programa a bordo del USS Hornet, un
portaaviones retirado que ahora era un Sitio Histórico Nacional. Si el clima cooperaba,
terminarían con un picnic familiar en Franklin Park.

Amber había preparado la nevera llena de bebidas, pero Barbara llevaba el almuerzo para
todos — pollo frito, ensalada de papas y alubias. Casi era suficiente para que Amber
tuviera nostalgia de Nashville.

Shep hizo girar su silla hacia la puerta principal, con Madison todavía en su
regazo. "Salgamos al porche y esperemos a Barbara."

La vista de Shep en su uniforme de la Legión Americana había provocado una inusual


oleada de patriotismo para Amber. Siempre sentía una mezcla de orgullo y sentimiento
cuando músicos del país, incluyendo a Gus Holley, cantaron tributos a los militares. Los

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

soldados y sus familias eran más de un tema que una presencia en el círculo de la música
de Nashville, mientras que Shep y Joy eran el verdadero reparto.

El sacrificio que Shep había hecho por su país era extraordinario, y aún más profundo
porque había permitido — animado, de hecho — a su hija a seguir sus peligrosos
pasos. Los Shepard vivieron sus vidas como si la deuda patriótica fuera lo más importante
en el mundo. Amber no entendía eso exactamente, pero, no obstante envidiaba su
convicción. Ella nunca había creído en algo tan grande.

"Todo el mundo esta listo para irse?"

La voz de la cocina la sorprendió y se dio la vuelta, jadeando ante la vista de Joy en


uniforme. Sus pantalones azul oscuro estaban perfectamente plegados hacia abajo en la
parte superior de sus relucientes zapatos, y su chaqueta a juego cubrió sus anchos
hombros. En su pecho había tres hileras de cintas de colores debajo de impresionantes
alas plateadas.

"Guau."

"Ves algo que te gusta?"

"Te ves increíble. Si te acostaras vestida así, no habría manera de que dejaría que te lo
quites."

"Es bueno saberlo." Joy miró más allá de ella a los demás en el porche antes de jalarla en
un abrazo. "Tengo que admitir que estaba nerviosa por lo que podrías pensar."

"¿Estás bromeando? ¿Por qué?"

Se encogió de hombros. "No lo sé. Algunas personas son muy extrañas sobre los
militares, como si todos fueramos sólo un montón de belicistas, por eso no podía imaginar
de dónde vendrías. Todo lo que has dicho sobre lo tonto que es planchar mi camisetas."

"No es eso." Amber trazó sus dedos a lo largo de la espiga con alas, que irónicamente
leyó Air Warface (Combate Aéreo). "He hablado mucho con tu papá sobre la
marina. Pasamos por ese libro de portaaviones allí y me contó todo acerca de lo que era
trabajar en un buque. Nota que no use la palabra B."

"Todavía hay esperanza para ti."

Aunque ambas habían lanzado un par de frases frívolas, había un trasfondo mucho más
serio de lo que Amber estaba sintiendo. "También le pregunté cómo evito preocuparse
sobre ti, cuando te alistaste, especialmente cuando tomaste un trabajo tan peligroso. Dijo

167
K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

que eras la clase de persona que él querría en la cubierta del portaaviones si estuviera allí
... y yo sabía exactamente lo que quería decir. Me sentí de esa manera la noche que
apareciste de la nada para salvar mi lamentable culo."

Joy la estrechó y le dio un beso justo encima de la oreja. "Eres mi doncella,


Amber. Nunca voy a dejar que nada te pase, no durante el tiempo que me permitas
compartir tu vida."

Vaya, otra vez. Eso sonaba casi como una especie de propuesta. "Seré tu doncella, pero
quiero aprender a cuidar de ti también. Y quiero que estés orgullosa de mí."

"Ya lo estoy."

Madison entró por la puerta principal y abrazó a Joy posesivamente. "Barbara necesita
ayuda con nuestro picnic."

"Lo haré," Amber dijo desenredándose de los brazos de Joy. "No me gustaría que
consigas algo en ese fantástico uniforme."

Joy empujó a Madison para que la siguiera. "Ve con ella, cariño. Podrían utilizar tu
ayuda. Llevaremos el coche al frente."

"Quiero estar contigo y el abuelo Shep," la chica gimoteó.

Agachándose al nivel de los ojos de Madison, Joy le tomó la barbilla y repitió


severamente, "Ve. Ayuda."

Hace unos días, Madison habría puesto mala cara y refunfuñado, pero el regaño que había
recibido de Joy por no escuchar parecía haber causado una impresión duradera. En
comparación con la semana pasada, estaba casi alegre. Aún más sorprendente fue cómo se
aferraba a Amber cuando llegaron a casa de Barbara.

Joy y Shep siempre ganaban la atención de Madison si estaban cerca, pero a Amber le
gusta saber que podría llegar en tercer lugar bajo ciertas circunstancias. Ellos sacaron una
nevera y dos bolsas de supermercado a la acera y esperó a que el coche saliera del patio
trasero. Cuando lo hizo, Amber se sorprendió al ver a Shep detrás del volante. "Oh, Dios
mío!"

Joy salió para ayudar a cargar los suministros en la cajuela y dirigió a Amber para tomar
el asiento del acompañante. "Quiero que veas cómo lo hace."

Una barra con asideros a ambos lados había sido colocada al centro del volante con
tuercas. Esto conducía a un par de varas — una para el freno, la otra para el acelerador —

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

permitiendo que Shep dirigiera con una mano y controlara la velocidad del coche con la
otra.

"Estoy un poco fuera de práctica, así que mejor abróchense bien."

A pesar de su advertencia, condujo tan suavemente que incluso Amber cerró los ojos para
ver si podía sentir alguna diferencia entre Shep y una persona sana. La idea misma de que
él era cualquier cosa menos capaz era absurda. Había muy poco que no podía hacer por sí
mismo, y el hecho de que ahora podía conducir oficialmente significaba que ya no
necesitaba su ayuda.

Ella se giró para mirar a Joy en el asiento trasero. "Parece que ha llegado el momento para
buscar un nuevo trabajo."

Shep resopló. "Hey, nunca se sabe. Tal vez alguien más se caerá sobre su culo hoy."

Un veterano con un uniforme de la Legión Americana como el de Shep estaba guiando a


los coches en un amplio estacionamiento cerca del comienzo de la ruta del desfile, donde
se separaron. Amber caminó con Barbara y Madison a un lugar soleado a lo largo de la
amplia avenida que conducía al puerto, donde extendieron una pequeña manta y se
sentaron a esperar. Pasaron veinte minutos antes de que el sonido de una banda de música
marcara el inicio de las festividades.

Una colorida guardia marchó primero, trayendo a los observadores a pararse. Los
veteranos en la multitud saludaron, y Amber imitó a Barbara colocando su mano sobre su
corazón. Detrás de los portadores de la bandera, un destacamento en servicio activo de
jóvenes marineros marcharon en una formación elegante, recortada, la mayoría vestidos
con uniformes azul marino con cuello ancho y lazos anudados-cuadrados. El puñado de
mujeres en el grupo llevaba uniformes como el de Joy.

La banda, que resultó ser de una escuela secundaria local, incitó a la multitud con un
entusiasta ‘Anchors Aweigh’ justo delante del Gran Mariscal, una Almirante retirada,
Amber señaló con orgullo. Los aplausos que estallaron cuando su Humvee convertible
pasó por delante de Amber se acrecento con orgullo de género, y no pudo resistir señalar
a la mujer a Madison. "Esa podrías ser tú uno de estos días."

La multitud aclamó con entusiasmo la primera plataforma, un camión plano decorado que
llevaba un par de docenas de veteranos de la Segunda Guerra Mundial que agitaban
diminutas banderas de Estados Unidos y lanzaban dulces a los niños. Amber se aseguró
de que Madison agarrara algunos, pero se aferró a su chaqueta como una correa para
evitar que se alejara demasiado en la calle.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Uno tras otro, los grupos de veteranos presentaron el pasado, la mayoría de uniforme
como Joy y Shep, pero algunos vestidos de civil. Pancartas, banderas y gorras
identificaban las diversas campañas — Corea …Vietnam … Tormenta del Desierto.

"Aquí viene el abuelo Shep!" Madison gritó con entusiasmo.

Todos los veteranos en su grupo, American Legion Post 9, llevaban el mismo sombrero
de la guarnición, si no todo el uniforme. Él sonrió todo el camino mientras rodaba su silla
con orgullo. "Espero que hayas traído los cacahuetes!," él gritó.

Sólo había unos pocos grupos más por venir. La USO (Organización de Servicios Unidos)
... la Cruz Roja. ¿Dónde estaba Joy?

Entonces el contingente más grande de la jornada estuvo a la vista entre los atronadores
aplausos, un grupo de hombres y mujeres relativamente jóvenes que marchaban detrás de
la bandera unificada de Operaciones Libertad Iraquí y Libertad Duradera. La vista de
varias sillas de ruedas agrupadas cerca de la parte delantera envió un estremecimiento en
Amber mientras pensaba de nuevo en los peligrosos deberes de Joy. Los uniformes del
grupo iban desde vestimenta de gala azul de la Infantería de Marina hasta los caqui y los
trajes azules de faena de camuflaje como los que Joy decía que llevaban en el
barco. Amber la vio justo a mitad de camino, gracias a su blanco sombrero con visera.
Cuando Joy pasó por delante, dejó caer su comportamiento sombrío para guiñar un ojo a
Amber y saludar a Madison.

El grupo final fue un programa Junior ROTC (Cuerpo de Entrenamiento para Oficiales de
la Reserva) de la misma escuela secundaria que proporcionó la banda. Sus líneas de
expresión eran tan rectas como las de los marineros en servicio activo, y sus pasos tan
definidos.

Todo alrededor de Amber, la gente estaba plegando sus sillas y dispersandose, algunos de
regreso hacia el estacionamiento y otros en dirección al enorme portaaviones en el muelle
al final de la calle. Se preguntó si alguno de ellos estaba sintiendo las mismas emociones
que ella. Había sin duda orgullo y gratitud, pero para ella, la más notable impresión
dejada por el conjunto de soldados — pasados, presentes y futuros, era la admiración y el
respeto.

Por primera vez, se dio cuenta de que era el fundamento de su amor por Joy, y aunque
había sido desanimada anteriormente por su naturaleza rígida, compulsiva, estaba claro
que la autodisciplina de Joy era lo que había hecho capaz de realizar el peligroso trabajo
que había tenido en la marina. Shep tenía razón, era exactamente la persona que te
gustaría tener alrededor si tuvieras que depender de alguien.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

***

Joy y su papá esperaban cerca de la pasarela al USS Hornet mientras los espectadores del
programa entraban por la ruta del desfile. "Acabo de darme cuenta de algo,"
dijo. "Cuando Amber llegue aquí, puedo caminar a bordo con ella sosteniendo mi brazo al
igual que todas estas otras personas. Nunca pensé que vería el día."

"Si alguien te da alguna mierda, envíamelos. Les patearé el culo."

"¿Con qué?," Preguntó con una sonrisa. "Sabes, he hecho este desfile cuatro años
seguidos, y me doy cuenta de lo que lo hace especial no es marchar con todos los
demás. Es tener a alguien en la multitud viéndote pasar."

"Sé lo que quieres decir. Siempre me emocionaba cuando sabía que tú y tu madre estaban
en algún lugar por delante esperando por mí. Tuve esa pequeña emoción de nuevo hoy."

"De Madison o de Barbara?"

La llegada de su grupo lo salvó de tener que responder, pero la sonrisa en su rostro fue
suficiente para confirmar que podría haber sido cualquiera.

"¿Qué les llevó tanto tiempo?," Joy preguntó. "Probablemente vamos a tener que estar en
la parte de atrás."

Amber tiró del hombro de su padre. "¿Estás bien con eso?"

"Bien! ¿Qué tal si me llevas a la pasarela? Estoy agotado, y tengo que guardar algo para
las carreras de sacos en el picnic."

Joy apenas podía contener su orgullo mientras empujaban la silla de ruedas a bordo del
barco. Era obvio que Amber estaba impresionada por la enorme cubierta gris.

"No puedo creer que esta monstruosidad realmente flota."

"Éste es sólo un clase Essex. Los portadores Nimitz como el Teddy Roosevelt son incluso
más grandes."

Amber miraba en todas direcciones, sacudiendo la cabeza. "Recuérdame que nunca te


lleve a un recorrido por cualquiera de los lugares en que solía trabajar. Créeme, nadie
quiere ver la parte de atrás de un Taco Loco."

Madison se retorció entre ellas y tomó la mano de Joy. "He cambiado de opinión otra
vez. Quiero estar en la marina como tú y el abuelo Shep."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Esa es mi chica," Joy dijo. "¿A dónde fue tu abuelo?"

"Está con Barbara." Ella señaló las sillas frente a la plataforma de un altavoz, donde
Barbara estaba sentada en el extremo de una fila al lado de la silla de ruedas. "Vamos a
sentarnos."

Aunque Joy disfrutó de la oportunidad de mostrar la grandeza del buque a Amber, no


quería que Madison se sintiera excluida. "Amber y yo vamos a estar en la parte de atrás y
dejar que algunos de los otros tomen las sillas. Puedes quedarte con nosotras, o puedes ir
a sentarse con el abuelo Shep, pero hagas lo que hagas, tienes que quedarte allí hasta que
el programa termine, y tienes que estar quieta y en silencio."

La perspectiva de sentarse ganó, probablemente porque Madison sabía que se escaparía


con más movilidad si se sentaba con su abuelo.

Joy enganchó el brazo de Amber con el suyo otra vez y asintió en silencio hacia dos
mujeres en la última fila que se habían girado para sonreír. Estaba claro que ellas también
eran pareja, y también estaban celebrando quizá la primera oportunidad de llevar el
uniforme de su país sin tener que ocultar su amor la una por la otra. Amber no tenía idea
de la profunda libertad que Joy sentía de ser capaz de hacer eso.

Después de la invocación, los dedos de Amber de repente se apretaron alrededor de su


antebrazo, y se inclinó para susurrarle, "Gracias."

"De nada. ¿Qué hice?"

"Esto ... nueve años de esto. No creo que realmente he agradecido a un veterano antes."
Su voz tembló y se limpió las comisuras de los ojos con las yemas de los dedos.

Joy estaba demasiado emocionada para responder, temiendo que también se viera
dominada por la emoción. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo importante
que era que Amber verdaderamente respetara quién era ella, y lo que había hecho con su
vida.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO VEINTIDOS
Desde su escondite detrás de un árbol, Amber vio que Madison se acercó al hidrante de
incendios en la esquina, estirando el cuello para mirar para buscar a Joy. Podía ver todas
las ruedas girando en la cabeza de la niña cuando la vio, como si estuviera considerando
un rápido retroceso antes de que la vieran.

"Hey, chica."

"¿Dónde está Joy?" No era exactamente un saludo amistoso, pero al menos no había
corrido en la dirección opuesta.

"Reunión de la Unión. Ella estará en casa dentro de una hora." Ella libró a Madison de la
mochila mientras se dirigían hacia la casa.

"¿Por qué no trajiste a Skippy?"

"Estaba dormido con tu abuelo."

Un muchacho de pelo oscuro zigzagueó a lo largo de la acera en su bicicleta, haciendo


que ambas saltaran en el patio de alguien para escapar de ser atropelladas. "Hey, ustedes,"
él gritó, su voz un acento exagerado, evidentemente con la intención de burlarse del
acento sureño de Madison.

"Ojete!," ella gritó.

"Whoa, cuida los insultos." Amber habría dicho algo mucho peor. "¿Quien era ese?"

"Jason Perini. Él cree que es ruedas calientes, pero es sólo un moco frío."

No se atrevió a señalar que los chicos de esa edad normalmente se burlaban de las chicas
que les gustaban. "Vamos a jugar un juego, Madison. ¿Alguna vez has jugado a Verdad o
Reto? Escoge lo que quieras, y luego o bien tienes que hacer lo que te desafío a hacer, o
tienes que responder a mi pregunta con la verdad."

"Hazlo tú."

"Está bien, voy primero. Escogo Reto. Me retas a hacer algo y lo haré."

Madison se detuvo en la acera y se rascó la barbilla, pensativa. De repente sus ojos se


iluminaron y señaló al bolsillo de Amber. "¡Lo sé! Te reto a que te comas un cigarro."

"Ew! Eso es asqueroso."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¡Te reto!"

Esto probablemente la haría enfermar, pero valía la pena si podía conseguir que Madison
jugara el juego.

"Está bien." No era como si nunca hubiera encendido el extremo equivocado de un


cigarro y hubiera conseguido manchas de tabaco en su lengua. Preparó su boca con una
gran cantidad de saliva para poder tragarla con facilidad y cortó una pulgada de
tabaco. "Sólo un bocado, sin embargo. Desplomarme muerta quitaría toda la diversión del
juego, y tendrías que arrastrar mi cuerpo a casa como un saco de papas."

Madison se rió. "Esto va a ser tan asqueroso."

"Está bien, aquí va." El sabor amargo de las hojas de tabaco llenó su boca mientras
empapaba el amasijo con saliva y se lo tragaba entero. "Creo que me voy a enfermar."

"¡Qué asco! Eso es peor que las verduras."

Amber chasqueó los labios para librar la boca del sabor desagradable. "Eso fue
repugnante, pero ahora es tu turno. ¿Verdad o reto?"

"Verdad!" Obviamente cautelosa de someterse a un reto vengativo, Madison entró


directamente en la trampa de Amber.

"Está bien, entonces te haré una pregunta y me tienes que decir la verdad. Ninguna
mentira."

"Mientras no tenga que comer un caracol o algo así."

"Entonces ... ¿dónde fuiste realmente la última vez que vine a buscarte en la esquina? Te
estaba esperando justo donde se suponía que debía estar, y te vi venir por la calle, pero
luego te diste la vuelta y te fuiste por otro camino." Amber no estaba absolutamente
segura acerca de todo eso, pero pensó que podría obligar a Madison a sincerarsen si era lo
bastante contundente sobre su versión de los hechos.

"Yo también estaba allí, pero no me viste."

"No, no estabas. Y acabo de comer un desagradable viejo cigarro" — tosió para el efecto
e hizo una mueca — "así que tienes que decirme la verdad."

Madison avanzó unos pasos y luego se detuvo y se dio la vuelta. "Caminé con Melanie.
Ella vive en la otra calle y dijo que podía llegar a casa de esa manera. Pero entonces me
perdí y me fui por el camino equivocado alrededor en círculo."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Cómo encontraste el camino a casa?"

"Un guardia de tránsito ... ella me dijo cómo llegar a Garfield."

Eso explicaba por qué le había tomado quince minutos adicionales llegar a casa, pero no
por qué se había ido de esa manera en primer lugar. "¿Poqué no querías caminar conmigo
y con Skippy?"

La chica se encogió de hombros, probablemente dándose cuenta de que una respuesta


honesta en este caso le mostraría que no era muy agradable. "¿Vas a decirle a Joy? Se
enojara conmigo."

"No, pero apuesto a que estaría decepcionada porque le dijiste una mentira sobre mí que
no estaba allí para buscarte." Por no hablar del hecho de que se había metido en
problemas Amber, lo que probablemente había sido su única intención.

"Eso es aun peor. Prefiero que se enoje conmigo a que este decepcionada. Pero prometiste
no decirle."

Amber había esperado limpiar su nombre, pero no podía hacer eso sin contarle a
Joy. Podría, sin embargo, aprovecharlo para hacer que Madison se comportara en el
futuro. "No lo haré, pero tienes que hacer una promesa también — que nunca volverás a
hacer algo así. Los amigos no se meten en problemas, y ahora somos buenas
amigas. ¿Cierto?"

La cabeza de Madison se balanceaba arriba y abajo en un asentimiento ansioso. Si se


trataba de un pacto de amistad genuino o simplemente un esfuerzo por evitar ser delatada
a Joy, a Amber no le importaba. Todo lo que realmente quería era poner fin a las
travesuras.

Jason Perini apareció de nuevo en la esquina en su bicicleta y Amber jaló de Madison de


la acera, a pesar de que había estado tentada de mantenerse firme, sabiendo que él las
habría esquivado en el último segundo en lugar de arriesgarse a estrellarse.

"Eres un mocoso apestoso!" Madison gritó. "No lo puedo soportar. Quiero hacer que se
detenga."

"¿Te molesta en la escuela también?"

"Él molesta a todo el mundo. Es un matón."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Los matones actúan duro solo para hacer que todos tengan miedo. A veces sólo tienes
que enfrentarte a niños como Jason y hacerles saber que no está funcionando. Si se da
cuenta de que no tienes miedo, tal vez te dejará en paz."

"¿Qué pasa si no lo hace?"

"Si llega a ser un gran problema, debes decirle a Joy. Podría hablar con tu profesor sobre
esto, y tal vez tu profesor hablara con los padres de Jason."

"Pero eso es ser soplón."

"Decirlo no es siempre algo malo." Amber no se atrevió a compartir el hecho de que le


había partido la cara a un matón en sexto grado que sus compañeros aplaudieron, pero
esperaba que por el bien de Madison que una de las otras víctimas de Jason fuera lo
suficientemente valiente como para enfrentarse a él. "Tan sólo trata de enfrentarte a él y
ve si funciona. Si no es así, hablaremos de nuevo y trataremos de pensar en otra cosa."

Cuando se acercaron a la casa, Madison preguntó, "Se supone que debo llamar a Syd
hoy. ¿Puedo utilizar el ordenador portátil de Joy en el camper?"

Joy era generosa con su computadora, por lo que Amber estuvo de acuerdo. "Puedes
traerla al comedor si quieres."

"La televisión del abuelo hace mucho ruido."

No podía discutir con eso. "Bueno. Joy debe estar en casa dentro de una hora más o
menos, y tu abuelo quiere hacer espaguetis para la cena."

"Yum!" Madison atravesó la puerta principal y saludó a su abuelo y a Skippy antes de


desaparecer en el camper con su mochila.

"Ella está de buen humor," Shep dijo. "Me pregunto de qué tipo de humor estarás cuando
abras esto?"

La emoción y el temor la llenaron al ver el sobre del servicio de pruebas. O bien ella era
ahora una graduada de la escuela secundaria o una lacaya condenada a sufrir otra ronda de
clases antes de que pudiera volver a tomar el examen. Si era de este último, podría anular
la mayoría de los trabajos que había visto anunciados.

Nerviosa, abrió el sobre. Arte del lenguaje, matemáticas, ciencia ... sólo una calificación
importaba. Estado general: Aprobado.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Woo!" Amber arrojó los papeles al aire mientras Skippy corría a esconderse. "Soy
oficialmente una graduada de la escuela secundaria."

"Bien hecho! Déjame ver."

Vieron los resultados de nuevo. Como era de esperar, la mayoría de sus calificaciones
eran bastante altas, pero apenas había pasado de milagro matemáticas. Cerca no
importaba.

"Necesito escribirle a Joy." Sus manos todavía temblando, dio la noticia por teléfono. En
cuestión de segundos, sonó.

"¡Eso es fantástico! Debemos salir a cenar para celebrar, sólo tú y yo. Estoy en camino a
casa ahora."

"Wow, una cita con mi novia." Amber habría sido igual de feliz de celebrar su hazaña con
los espaguetis de Shep, pero una cita real con Joy lo hacía extremadamente
especial. "Hey, Shep. Me voy a meter en la ducha durante unos minutos. Puedes vigilar a
Madison? Ella está afuera en el camper hablando con Syd."

"Espero que le este diciendo que salte en el lago."

Amber se dirigió al camper por sus artículos de tocador y ropa, deseosa de compartir sus
noticias pero esperaba que Madison se molestara por no poder venir a su cita. "Pasé el
examen y Joy me llevará a cenar para celebrar. Eso significa que tú y tu abuelo Shep
tendrán todos los espaguetis para ustedes."

Claramente sorprendida por su repentina presencia, Madison apresuradamente ocultó algo


en su mochila. No estaba la computadora portátil en la mesa del comedor para sugerir que
había estado charlando por video con Syd.

Los ojos de Ambr se dirigieron inmediatamente a la cama, que estaba arrugada por
alguien que se había arrastrado por ella. Desde luego no la había dejado de esa manera, y
cuando se movió para enderezarla, vio que la caja de seguridad de Joy había sido movida
de su lugar habitual en el estante junto a la almohada. "Madison, ¿Por qué te metiste en la
cama?"

"No estaba."

Una mentira. Obviamente había estado jugando con la caja de seguridad del arma, y
Amber no iba a dejar pasar esto. Los niños no tenían ningún asunto con las armas, incluso
si estaban bajo llave. "¿Estabas jugando con la caja de seguridad de Joy?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Madison no respondió, lo cual era tan bueno como una confesión en lo que se refería a
Amber.

"No debes meterte en las cosas de los demás." Cuando Amber volvió a colocar el estuche
en su lugar, se sorprendió al darse cuenta que sin lugar a dudas estaba más ligero de lo
habitual. Lo cogió y lo sacudió — nada se agitó por dentro. "Oh, Dios mío ... has abierto
esta caja?" Una vez más, sin respuesta. "Por favor dime que no ..." Ella tiró de la mochila
del agarre de Madison y miró en su interior.

Efectivamente estaba la pistola de Joy. La espantosa imagen de un niño siendo disparado


por otro, mientras que otros gritaban corrió por su cabeza. "Oh, Dios mío ... oh, Dios mío,
Madison!"

"Sólo iba a pedirla prestada. Quería enseñársela a Jason para que se asustara y me dejara
en paz. Eso es lo que me dijiste que hiciera. Dijiste que debería enfrentarme a él."

Abrumada por el horror, Amber gritó, "Nunca amenazas a alguien con un arma! Eres una
niña, por Dios. Joy va a enloquecer."

"No puedes decirle! Se enfadara conmigo y me castigara."

"Mereces ser castigada. No puedo creer que hayas hecho esto! Entraste en sus cosas
privadas y abriste una caja que tenía un seguro en ello. ¿Cómo hiciste ...? " Con manos
temblorosas, metió la mano en la mochila, envolvió su palma alrededor de la empuñadura
y sacó la pistola. ¡Bang!

"¡Joder!" Amber dejó caer el arma en el suelo y se agarró el pulgar, segura de que estaba
roto debido a la reculada.

En el mismo instante, Madison gritó y se tapó los oídos, instintivamente levantando sus
pies sobre el banco.

"¿Estás bien?"

Madison asintió rápidamente, con los ojos muy abiertos.

De repente la puerta se abrió de golpe y Joy apareció. "¿Qué demonios acaba de pasar?"

"Sólo estaba—"

"Amber me estaba mostrando tu arma y se disparó!"

"Madison!" Amber ladró.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy ordenó bruscamente a la chica ir a su habitación y volvió su mirada hacia


Amber. "¿Qué diablos estabas pensando? Podrías haber matado a alguien. No tenías
derecho a— "

"No tenía derecho a que? Sarcar el arma de su mochila?"

"¿Cómo la agarró en primer lugar? Eres la única que sabía la combinación."

"Sí, claro," Amber dijo, colocada en el sarcasmo. "De ninguna manera podría una niña tan
brillante ser capaz de darse cuenta de que tu código secreto es su cumpleaños. Ella iba a
llevarla a la escuela y asustar a un matón. Tienes suerte que me di cuenta de que se había
trepado en la cama."

Joy respiraba tan rápido, que Amber pensó que iba a hiperventilar. "¿Qué estaba haciendo
aquí sola? Se suponía que la vigilabas."

"Esperas que la siga dondequiera que vaya? Tiene nueve años, por el amor de Dios, no
dos. ¿Quién la está vigilando en su habitación ahora mismo?" Ella no culpaba a Joy por
estar molesta, pero no iba a cargar con la culpa por Madison, no esta vez. "Odio tener que
decirte esto, pero Madison miente, y se escabulle y revisa las cosas de la gente. No puedes
confiar en ella."

"No puedo confiar en nadie," Joy gritó. "¿Por qué no la envíaste adentro y esperaste a que
llegara a casa? No sabes cómo manejar un arma mejor que ella."

Amber contó hasta diez —consiguiendo solamente hasta tres — y tan uniformemente
como le fue posible, respondió, "Todo lo que podía pensar era en quitarsela."

"Increíble." Ella se puso en cuclillas y tocó el agujero en el suelo. "De todas las cosas
irresponsables que has hecho, esta se lleva el premio."

Amber se dio la vuelta y agarró su chaqueta impermeable y su bolso. Había tenido


suficiente de esto. "Es bueno saber que estás llevando una lista."

"No estoy llevando una lista. No seas tan — "

"¿Sabes que? Sólo deja de decirme como ser. Mi trabajo consistía en cuidar de tu padre,
no de tu hija. Si hubiera querido uno de esos, no habría dado el mío." Empujó a Joy y
salió disparada por la puerta, insegura de hacia dónde se dirigía. Todo lo que quería era
escapar.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO VEINTITRÉS
"Quiero la verdad, Madison," Joy dijo con severidad. Todavía estaba aturdida por oír el
disparo mientras caminaba hacia el camper.

"Amber me la estaba mostrando y se disparó."

"¿Quién de ustedes la sacó de la caja?"

"Ella lo hizo. Me estaba diciendo la forma en que necesitaba hacer frente a Jason
Perini. Él me llama un conejito de la selva porque soy medio afroamericana." Madison
sobresalió el labio en una jugada descarada de simpatía.

"Amber dijo que querías llevarla a la escuela y asustarlo con ella."

Ni una palabra de eso podría ser verdad. Incluso en su mayor inmadurez, Amber nunca
habría sido tan imprudente como para jugar con una pistola delante de una niña de nueve
años.

Joy suspiró y se dirigió hacia la puerta de la habitación. "Esto es tan decepcionante ...
especialmente porque tuvimos una larga charla sobre mentir hace tan solo unos días. Creo
que necesitas quedarte aquí y pensar en ello un poco más. Volveré más tarde y tal vez
estarás lista para decirme la verdad."

Cerró la puerta detrás de ella y entró en la sala, donde su padre silenció el televisor para
que pudieran hablar.

"¿Has sacado algo más de ella?," él preguntó. Había escuchado la conmoción antes y salió
a la terraza, justo a tiempo para ver a Amber salir.

"Sólo una mentira tras otra. Me dan ganas de llamar a Syd y disculparme por todas las
cosas desagradables que dije sobre ella. Madison es una niña problemática, de
acuerdo. No me extraña que Syd quería un descanso."

"Lo que no entiendo es cómo el arma se disparó en primer lugar. Esas malditas cosas no
sólo se disparan."

"No sé, papá. Eso es lo que me enloquece tanto sobre Amber. Si ella no sabía lo que
estaba haciendo, no tenía porque recogerla para empezar." Ella resopló ironicamente al
darse cuenta de que literalmente habían esquivado una bala. "Lástima que no se quedara
para explicar su versión. Sólo nos dejó para limpiar el desastre."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"No se puede decir que la culpo por salir corriendo," su papá dijo. "Si estás segura de que
Madison es la que está mintiendo, entonces eres muy dura con ella. Ella ha estado dando
tumbos por ayudar desde Madison llegó aquí."

Tal vez sea así, pero había dicho fuerte y claro que ya no estaba interesada en hacer
eso. Eso era un factor decisivo en lo que a Joy se refiere.

***

"!Ow" Amber murmuró para sí misma, masajeando suavemente su pulgar hinchado


después de sacudir los restos de su cigarro en la calle húmeda. Independientemente de lo
que se había permitido creer en formar una vida con Joy, su relación aparentemente no era
lo suficientemente profunda como para alterar la versión de cuento de hadas de Madison
como una niña perfecta. La chica había conseguido exactamente lo que quería— había
abierto una brecha entre ellas y obligó a Joy a elegir un bando. Desde el primer día en que
apareció en California, Amber nunca tuvo una oportunidad.

Probablemente era lo mejor. Joy había mostrado su verdadera cara hoy, un rasgo
controlador que desplazaba la culpa donde ella quisiera que cayera. En su centro, seguía
siendo un suboficial o un jefe de personal de tierra que solía dar órdenes, no muy
diferente de alguien como Corey que dictó los términos porque él tenía todo el poder. Ya
sea si Joy lo admitía o no, había hecho exactamente eso también.

Mientras que una ligera lluvia se convirtió en una llovizna constante, Amber hizo señas al
primer autobús urbano que vio. No importaba a dónde se dirigía ya que no se dirigía a
ninguna parte en particular. Éste resultó ser un expreso a San Francisco, que tomaría al
menos una hora hasta el atardecer. Todos los pasajeros de San Francisco y Oakland
parecían cambiar de lado al final del día. Al menos ella estaba seca y cálida por el
momento y su pase de autobús era bueno para ocho paseos más, lo suficiente para matar
toda una noche hasta que averiguara qué hacer con ella misma.

Esa pregunta no era sólo retórica. Su situación actual no era tan diferente de ser
abandonada en una parada de camiones en Kentucky con una maleta, excepto que esta
vez más o menos se había abandonado ella misma, de la forma en que normalmente lo
hacía cuando estaba harta de un jefe grosero e irrazonal. Ahora necesitaba no sólo un
trabajo, sino también un lugar donde quedarse, y tenía que ser un lugar que le permitiera
mantener a Skippy. O tal vez debería simplemente dejar a Skippy con Shep. Si pudo
renunciar a un bebé para que tuviera una vida mejor, seguramente podría hacer lo mismo
por un perro, especialmente uno que prefiere el regazo de otra persona de todos modos.

Las dificultades prácticas de encontrar un trabajo y un lugar donde vivir era todo lo que le
impedía revolcarse en la desesperación. Hace sólo unas horas atrás estaba volando en las
nubes, su futuro tomando forma y su corazón finalmente realizado con alguien tan

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

maravilloso como Joy. Esta relación se suponía que era la duradera. Si pudo
desmoronarse en sólo unos minutos sobre lo que era claramente un accidente, entonces
nunca había sido real en primer lugar.

Ella se bajó en el Embarcadero, cogió un par de periódicos y se subió a un autobús de


vuelta a través de Bay Brige, este se dirigía a Berkeley. No había muchos anuncios de
empleo para personas con prácticamente ninguna habilidad o estudios, pero había un
montón de apartamentos en alquiler, y varias personas que buscaban compañeros de
habitación. Un par de esas ofertas eran razonables e incluyó los servicios públicos, pero
necesitaba ese elusivo trabajo primero.

Había un trabajo de cuidador en casa, pero cuando llamó al número, ya había sido
ocupado. En este punto era dudoso que pudiera depender de Joy para una referencia de
todos modos. A pesar de que había hecho un buen trabajo con Shep, un empleador
potencial le preguntaría si ella era responsable, y Joy había hecho su opinión sobre eso
muy claro.

En retrospectiva, era estúpida por meter la mano en una mochila oscura y sacar una
pistola sin siquiera saber si estaba o no cargada y disparar. Si sólo la hubiera dejado en la
mochila y enviado adentro a Madison como Joy dijo, nada de esto habría sucedido. Por
desgracia, el buen juicio no era su punto fuerte.

Cuando se bajó del autobús en Berkeley, una de las primeras cosas que notó fue un
anuncio de Se Solicita Personal en la ventana de un restaurante chino. Tres puertas más
abajo estaba un centro de copiado también solicitando personal.

Así es como había encontrado trabajo antes, ya sea de boca-en-boca o caminando hasta el
mostrador y pidiendo una solicitud. Podría hacerlo ahora ... pero no aquí. Berkeley estaba
lleno de estudiantes y los apartamentos eran caros. Los únicos lugares donde podía
permitirse el lujo de vivir y trabajar eran Oakland o Alameda.

Abordando su último autobús de regreso a Alameda, se felicitó por tener un plan. A partir
de mañana recorrería algunos de los vecindarios decentes de la zona y buscaría anuncios
de Se Solicita Personal. Con más de tres mil dólares en el banco de su trabajo con Shep,
podía alquilar un apartamento o una habitación cercana y estar totalmente de pie dentro de
unos días.

Tendría que tener un nuevo teléfono de inmediato, uno de prepago. La batería de éste
estaba casi muerta, y además, estaba en la cuenta de Joy. Lo devolvería cuando regresara
a recoger su ropa. La idea de ver la cara enojada de Joy de nuevo trajo una oleada de
lágrimas, y luchó por mantener sus dulces recuerdos de sus semanas juntas de romperle el
corazón. ¿Cómo iba a ser capaz de confiar en sus sentimientos otra vez?

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

El autobús la dejó delante de la biblioteca justo cuando Lee Bowman estaba saliendo.
"¡Amber! Me preguntaba si alguna vez volvería a verte. Deberías estar recibiendo tus
resultados de los exámenes cualquier día."

"Llegaron hoy, de hecho. Soy oficialmente una graduada de la escuela secundaria."

"Felicitaciones." Como ella, él llevaba puesto un impermeable, pero no llevaba un


paraguas. "¿Qué tal si te invito una cerveza para celebrar?"

Consciente de sus maneras coquetas, Amber vaciló antes de decidir que una cerveza en un
bar agradable, cálido era mejor que caminar bajo la lluvia. Además, aún no había
descubierto dónde iba a dormir esta noche. Si tuviera el valor suficiente para ir a casa a
Garfield, tendría que ser después de las diez cuando todos se hubieran ido a la cama.

En el Hobnob, un pub local, se deslizó en una mesa frente a Lee, quien ordenó cervezas
para los dos.

"Esta es una celebración para mí también," él dijo. "Cada vez que uno de mis estudiantes
pasa el examen, me hace sentir como si hubiera hecho algo que vale la pena."

"Mereces celebrar. Creo que cualquiera que ayuda a las personas a alcanzar sus objetivos
está haciendo algo que vale la pena. He estado trabajando con un hombre que se lesionó
el hombro." Ella le contó acerca de la condición y la lesión de Shep, y toda la terapia que
había hecho para recuperar su independencia. "Él hizo todo el trabajo, pero me sentí bien
porque le ayude"

"Vamos a brindar por eso también." Lee levantó la botella y tintineó la suya. "Entonces,
¿qué haces fuera en una noche tan lluviosa?"

Ella se encogió de hombros y empezó a quitar la etiqueta de su botella. Aunque dispuesta


a admitir que había juzgado mal a Lee — en realidad estaba resultando ser un tipo
agradable — eso no significaba que quería compartir sus problemas personales con
él. "Estoy buscando algo para mi próximo trabajo."

Después de tres cervezas, se las había arreglado para contar la mayor parte de su historia,
incluyendo el hecho de que se había marchado enfadada y ni siquiera estaba segura de
tener un lugar para pasar la noche.

"Mira, no quiero que te preocupes por eso. Tengo un montón de espacio en mi casa." Él le
palmeó el brazo, no como una coqueto lascivo ... más como un amigo. "No ofrecería eso a
cualquiera pero me gustaste de inmediato porque eras muy trabajadora y centrada en
mejorar. Y mucho más madura que la mayoría de los otros que se presentan a las clases
de GED, debo añadir. Yo respeto eso en las personas."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber conocía el lenguaje — un lugar para quedarse a cambio de ...

***

Cada vez que Madison contaba su historia, los detalles se volvían más extraños. Era
fascinante escuchar su mentira tan descaradamente, y Joy podía ver lo frustrante que
debió haber sido para Amber. No es de extrañar que se hubiera marchado enfadada.

Eran casi las nueve, muy pasada de la hora de dormir de Joy. Lo más probable era que
Amber estaba en la biblioteca, el único lugar que conocía bien y se sentía cómoda. Estaba
abierto hasta las diez y Joy no estaría sorprendida si se quedaba fuera tan tarde por lo que
no tendría que lidiar con nadie cuando regresara a casa. Después de sentirse molesta todo
este tiempo, probablemente no vendría a meterse en la cama más tarde de todos modos. Si
ella fuera Amber, colapsaría en el sofá dentro de la casa. Se necesitaría tiempo y
paciencia para reconstruir la confianza entre ellas.

Por otro lado, tal vez Amber era el tipo de persona que se asentaba y ponía peleas detrás
de ella rápidamente. Nunca habían tenido una pelea tan grande antes, así que Joy no tenía
idea de qué esperar.

Cuanto más pensaba en lo que había dicho su padre, más se daba cuenta que le debía a
Amber una disculpa. Fue sólo un accidente, a lo máximo un simple error de juicio. Joy
había estado tan molesta en el momento que apenas podía recordar lo que había dicho ...
algo acerca de no ser responsable. Llamar a Amber irresponsable era probablemente lo
más insultante que pudo haber dicho. Además, no era justo, no considerando los grandes
avances que Amber había dado desde que había llegado a California.

Sus llamadas al teléfono celular de Amber fueron directamente al buzón de voz,


probablemente porque estaba apagado. Si hubiera querido hablar, no se hubiera ido en
primer lugar. Joy no tuvo más remedio que dejar que la ira siguiera su curso. Se encontró
acostada despierta y escuchando por el regreso de Amber. Después de dos horas, se
levantó y se metió furtivamente en la casa, pensando que la encontraría en el sofá. Para la
medianoche, aceptó que Amber había encontrado otro lugar para quedarse.

Esta brecha era un asunto muy grande para Amber más de lo que había pensado.

***

Mareada ... no borracha. Aún así, era bueno que no estaba conduciendo. Amber aplastó su
cigarro en la acera y arrojó la colilla en el cubo de la basura que Joy había sacado a la
acera para la recogida de mañana. El desafío y la ira que había sentido cuando salió de la
casa esta tarde habían pasado, reemplazados por la tristeza y una profunda sensación de
pérdida. A pesar de que apenas había tenido suficiente de Joy para llamarlo amor, lo que

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

habían tenido era, con mucho, la más especial de todas sus relaciones. Joy era a la que ella
quería cuidar y mantener. Ahora era como si un sueño hecho realidad hubiera sido
colgado a su alcance y de repente arrebatado. Sin importar lo que lograra en su vida, Joy
siempre la vería como la jodida inútil que alguien más había desechado.

Por lo menos había tenido suficiente orgullo para evitar caer de nuevo en sus viejos
hábitos. Podría haber estado profundamente dormida en la cama de Lee en este momento,
sin ningún sentido de urgencia sobre encontrar un trabajo u otro lugar para vivir. Había
terminado por dominarse a sí misma. La próxima vez que se mudara con alguien, sería en
sus condiciones.

Una lámpara había sido dejada encendida en la sala de estar, una probable señal de que
era bienvenida a regresar. Mientras que eso estaba bien y bueno, fue negado por el hecho
de que, desde el porche, podía ver una almohada y una manta colocada para ella en el
sofá. En otras palabras, no tenía que molestarse en salir al camper. Ese barco había
navegado sin ella.

No es que estuviera sorprendida. Pero todavía le dolía. Después de cuatro meses de hacer
exactamente lo que se suponía que debía hacer con Shep — e incluso ir más allá con
Madison — Joy le debía más respeto que esto. Pero Amber no iba a rogar por ello, y no
iba a conformarse con los restos dejados al final del día después de que todos los demás
obtuvieran lo que necesitaban. La próxima vez que viera a alguno de ellos, planeaba tener
un trabajo y un lugar propio.

Lo más silenciosamente que pudo, abrió la puerta lateral y se asomó por la esquina de la
casa donde un foco en la terraza iluminaba todo el patio trasero. Caminando sobre el
césped para suavisar sus pasos, se coló a la cochera y se metió en el asiento trasero del
sedán de Shep. Allí se hizo un ovillo y extendió su chaqueta impermeable para cubrir la
mayor parte de su cuerpo como pudo. No era exactamente acogedor, pero lo
suficientemente cálido.

Joy no la vería en absoluto desde el lado del conductor del jeep cuando se fuera a las
cuatro y media, y podría meterse en el camper y cambiarse antes de que alguien estuviera
levantado. Podía manejar esto por un par de días, tres como máximo. Por entonces
esperaba estar instalada en otro lugar. Tal vez si se mantenía ocupada, no dolería tanto.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

CAPÍTULO VEINTICUATRO
Joy entró por la puerta trasera y miró alrededor de la casa, viendo sólo a su padre, que
estaba sentado en su sillón reclinable con Skippy. "¿A qué hora llegó Amber?"

"Nunca la vi."

"Ella estuvo aquí, muy bien. Encontré la ropa que llevaba puesta ayer en la bolsa de
lavandería en el camper, por lo que debe de haber pasado para cambiarse." Se sintió
aliviada al encontrar las otras pertenencias de Amber todavía en los cajones, pero
decepcionada al darse cuenta de que todavía no se sentía lista para quedarse y hablar con
alguien. "Parece como si realmente lo he estropeado, papá."

"La mierda sucede, ya sabes," él dijo.

"Sí, y esta vez fui la que abrió la boca. ¿Qué te parece como ironía?"

"Recuerdo una vez cuando le grite a tu madre, me pegó en la mano con una cuchara de
madera y me recordó que no todo el mundo estaba en la marina. Esa era su manera de
decirme que yo no era su jefe."

Eso era exactamente lo que Amber había temido todo el tiempo, que Joy tenía todo el
poder en su relación. "No quise salir como una mandona. Estaba molesta por Madison y
ni siquiera me detuve a pensar en cómo la estaba haciendo sentir. Ahora ella no toma mis
llamadas o responde a cualquiera de mis mensajes."

"Ella regresara. Tengo a su perro como rehén."

Joy comprobó el reloj de la cocina, y notando que era casi la hora de buscar a
Madison. "¿Tuviste algún problema para llevar a Madison a la escuela?"

"No, Barbara caminó con nosotros. Fuimos hasta medio camino de Lincoln, y luego
Madison fue el resto del camino con algunos de los otros niños. Tienen guardias viales
prácticamente todo el camino."

"Si lo se. Supongo que puedo dejar que empiece a caminar sola." Se puso una sudadera
azul marino y salió por la puerta principal. "Tal vez hablaré de eso con ella en el camino a
casa. Si Amber aparece, por favor pidele que se quede."

Joy no se detuvo en su esquina habitual, continuando en cambio todo el camino hasta la


escuela, donde Madison la saludó con una mirada aprensiva. No habían hablado desde la
noche anterior, cuando todavía era obvio que no estaba diciendo la verdad.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¿Cómo estuvo la escuela?," Preguntó. Había llegado a la conclusión de que sólo había
una manera de hacer frente a esta problemática inclinación por mentir.

"Bien. Dije mis sietes hoy ... tablas de multiplicar."

"Bien por ti." Joy tomó la mano de Madison mientras caminaban por la acera. "Cariño, he
estado pensando mucho acerca de lo que pasó ayer. Me molesta que todavía no me has
dicho la verdad, pero no voy a preguntar más. Sólo quiero que sepas que no te creo. Le
grité a Amber ayer por algo que no era su culpa y eso me hace sentir avergonzada."

Madison apartó la mirada, pero Joy estaba decidida a que esto sería más que una
reprimenda. Quería poner fin a estas mentiras de una vez por todas. Después de ralentizar
hasta que los otros niños estaban fuera del alcance del oído, se detuvo y se inclinó,
colocando sus manos en sus rodillas para mirar Madison a los ojos. "Te quiero mucho y
sé que me amas también, pero lastimas mis sentimientos cuando me mientes. Te perdono
esta vez, pero eso es todo. No más mentiras. ¿Lo entiendes?"

La niña asintió, conteniendo las desgarradoras lágrimas. "Lo siento."

"Agradezco que digas eso. Ahora tenemos que disculparnos con Amber también, las dos."

"Está bien," dijo dócilmente.

Joy no tenía idea de si eso sería suficiente para persuadir a Amber para que regresara. Su
arrebato de no querer niños sólo pudo haber sido la frustración hablando, pero era
innegable que se había retirado desde la llegada de Madison. Eso fue culpa de Joy por no
hacer más para que ambas se sintieran amadas y queridas, y eso es lo que tenía que
arreglar. Si Amber realmente no estaba interesada en ayudar a criar a Madison, había poca
esperanza para su relación.

***

"... Y esta es una dirección temporal. Estoy quedandome con amigos en este momento,"
Amber dijo, señalando una línea en el formulario que acababa de llenar.

El gerente de la tienda, un hombre alto afroamericano que llevaba una camisa polo gris y
pantalones negros holgados, miró su solicitud de ayuda de mostrador en la tienda Postal
Plus. "Pero el número de teléfono esta bien?"

"Sí, señor." Conseguir un teléfono celular pre-pago había sido su segunda parada esta
mañana, justo después de un viaje al banco para retirar doscientos dólares para
arreglarselas en los próximos días. Entre el teléfono y un nuevo pase de autobús, ya
llevaba gastados ochenta dólares.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Tengo que mostrar esto al dueño cuando venga a cerrar. Probablemente escogerá a
alguien hoy o mañana."

"Bien, excelente. Muchas gracias. Fue maravilloso conocerte." Ella sonrió mientras
caminaba saliendo por la puerta, su mejor cara de servicio al cliente firmemente fijada.

Este trabajo de Postal Plus era con mucho lo mejor de todo lo que había encontrado hasta
ahora. Sería bueno para un cambio trabajar en un lugar donde el personal llevaba
uniformes ordinarios que no olieran a cebolla o mierda de bebé. Le gustó especialmente
que la tienda estaba bien organizada y el suelo estaba limpio, lejos de la tienda de
conveniencia en la que había trabajado donde los empleados abarrotaban las existencias
en los estantes donde quiera que encajaban, y el suelo de baldosas estaba tan sucio que
podría tener cultivos brotado. Este trabajo — de siete a cuatro, cinco días a la semana —
sería perfecto.

Había una fila de tiendas más en este, su quinto centro comercial hoy. Además de estar
físicamente agotada, sus pies estaban hinchados y gritando a cada paso, pero había
solicitado trabajo en ocho lugares diferentes. Uno de esos — cajera a tiempo completo en
una ajetreada tienda de descuentos — era una sólida oferta si se presentaba para la
capacitación el Lunes, pero el trabajo era bueno sólo para la temporada navideña. Aún así,
era bueno tener algo seguro en caso de que nada más resultara.

Menos segura era su situación de vida. Ayer había estado empeñada en encontrar un lugar
propio, cualquier cosa para salir debajo del techo de los Shepard. A medida que su enojo
se disipaba y sus perspectivas de empleo aumentaban, todo el peso de perder a Joy le
había golpeado como una ola de desesperación. A diferencia de sus relaciones pasadas,
este romance no había salido de la necesidad. Había crecido de gratitud a la admiración al
amor, y por primera vez en toda su vida, era libre de tener sexo con alguien sin sentir que
era una obligación. Joy era la única persona que alguna vez la había tratado con respeto, y
junto con su padre, le habían mostrado lo que significaba ser fuerte, capaz y, sobre todo,
honorable.

Si hubiera querido un hijjo, no habría dado el mío.

Con clase. Eso hizo parecer como si no quisiera a Madison en absoluto. No era así ...
exactamente. Claro, quería tiempo privado con Joy, pero lo que más importaba era
demostrar que se podía confiar en ella con responsabilidad. Eso resultaba casi imposible
si Madison no escuchaba una palabra de lo que decía.

Una vez más, había hecho algo precipitado en el calor del momento. ¿Cuántos vínculos
había quemado en el trabajo o con sus amigos sólo por que tuviera la última odiosa
palabra? Joy nunca le había parecido una persona con una alta tolerancia por pendejadas

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

así. Era dudoso que ttuviera la capacidad de perdonar estupideces. Pero tal vez no era
demasiado tarde.

A Amber le gustaban sus posibilidades mucho más si pudiera ir a casa con un trabajo. El
trabajo que la llevaría lejos de la casa la mayor parte del día resolvería muchos problemas,
sobre todo si se metía en las clases nocturnas también.

Ahora que Shep era su viejo yo de nuevo, él podría hacerse cargo de la tarea de manejar a
Madison, y Joy no tendría que preocuparse de que ella volviera a joder las cosas.

Un trabajo ... un trabajo ... un trabajo. Nada importaba más. Tres tiendas más y tendría
que dejarlo por hoy. Estaría oscuro antes de llegar al siguiente centro comercial y los
anuncios de Se Solicita Personal serían difíciles de ver.

Luego vino la pregunta de dónde iba a dormir esta noche. No la mataría acampar en el
coche de nuevo, pero el sofá era una opción más cómoda. Y tal vez Joy se había calmado
lo suficiente como para hablar. Amber lo hizo.

***

La puerta de la habitación de Madison se abrió un cuarto de pulgada y su voz débil llamó,


"¿Puedo salir y mostrarte algo? Es importante."

Joy estaba guardando los últimos platos de la cena. Todavía no había decidido el pleno
castigo de Madison por agarrar la pistola, pero por ahora ella estaba confinada en su
habitación. "No deberias. Iré allí cuando termine."

La puerta se cerró y Joy miró a su papá, quien asintió sombríamente. "Mantente firme."

Era más difícil de lo que había imaginado — un delicado acto de equilibrio para enseñarle
el bien del mal de una manera amorosa y solidaria. Hasta ahora, el tiempo que habían
pasado juntas había sido siempre durante las alegres vacaciones de la monotonía de la
tarea y sus obligaciones. Más importante aún, Madison nunca había tenido que
compartirla con nadie más.

Su celular sonó con una llamada de un número desconocido, y estuvo a punto de dejar
que fuera al correo de voz, pero ya que era un código de área local, respondió.

"Hola, soy Amber."

Joy de inmediato salió a la terraza por privacidad. "¿Dónde estás?"

"Esperando un autobús. Me preguntaba si estaba bien que regresara a casa."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"¡Por supuesto! Quedate ahí y voy a buscarte."

"No, está bien. Es en línea recta desde aquí hata la esquina. Estaré allí en poco tiempo."

"No tenías que irte, sabes. Esta es tu casa. Es el lugar donde perteneces." Tenía tanto que
decir y no sabía por dónde empezar. "Lo siento mucho, Amber. Sé que me estabas
diciendo la verdad y todo fue sólo un accidente. Nunca debí haberte gritado. Estaba tan
molesta que no estaba pensando bien."

"Dije algunas cosas estúpidas también ... aquello de no querer a Madison. Realmente
siento haber dicho eso."

Joy miró hacia arriba y dijo una silenciosa oración de agradecimiento. "Me alegro
tanto. No sé lo que habría hecho si realmente te sintieras de esa manera."

"Sé lo que habrías hecho, pero no vayamos allí," Amber dijo con una suave
risa. "Conseguí un trabajo."

Así que eso es lo que había estado haciendo. "Eso es fantástico, cariño. Sé que vas a ser
buena en eso, sea lo que sea." Lo decía en serio. Amber se había probado a sí misma,
borrando todas las dudas que Joy había albergado la primera vez que la tomó como una
autoestopista desafortunada. "Ven a casa. Prometo que nos sentaremos y hablaremos
todo. No voy a dejar que Madison se interponga entre nosotras. Ella tendrá que aceptar lo
que significas para mí."

"Entiendo lo que hace, pero estoy empezando a pensar que todo saldrá bien."

Eufórica, Joy volvió a entrar. "Amber está rgresando a casa. Dice que consiguio un
trabajo."

Shep sonrió y rascó las orejas de Skippy. "Escuchaste eso, muchacho? Tu mamá esta de
regreso." Miró a Joy. "Un buen trabajo es exactamente lo que necesitaba. Ella ha estado
encerrada demasiado tiempo aquí con mi lamentable culo de todos modos. Le hará bien
salir de la casa."

También marcaba el final de su acuerdo que había traído a Amber aquí en primer
lugar. Ella ya no tenía que sentir que estaba pagando su deuda como un trabajador no
remunerado. Ella estaba aquí ahora porque quería estar, y porque Joy la quería aquí
también.

No hay duda que habría más obstáculos con Madison — Joy recordó de repente que
Madison había querido mostrarle algo. Llamó a la puerta y la abrió un poco. "¿Puedo
pasar?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Por el desorden en la habitación, Madison había estado ocupada con las tijeras y
marcadores de colores. "Hice esto para Amber," dijo. Era una cartulina amarilla, doblada
en cuartos con tres ventanas oscilatorias en el frente.

Joy abrió las ventanas de una en una para formar un simple mensaje: Lo siento. "Esto está
bien, Madison. Estoy segura de que lo apreciará, pero puede llevar un poco de tiempo
para que ella confíe en ti otra vez. Tendrás que demostrarle que lo dices en serio."

"Voy a caminar a Skippy y limpia tu desorden ... y te dejaré escoger todos los programas
de televisión."

Le complacía que Madison hubiera estado pensando en cómo compensar los problemas
que había causado, pero Joy quería que los sentimientos cambiaran junto con el
comportamiento. "¿Recuerdas lo que te dije esta tarde de lo mucho que te quería?"

Madison asintió.

"Nada va a cambiar eso, lo prometo." Se sentó en la cama y puso a Madison en su rodilla.


"También quiero a Amber, y a veces quiero estar a solas con ella, como salir a una cita o
algo así. Eso no significa que no te queremos, o que no nos guste estar contigo. Los
adultos necesitan tiempo privado juntos de vez en cuando, pero prometo que no será
como lo fue con Mitch y Syd. No tienes que etar celosa. Somos una familia ahora, y eso
significa que los cuatro nos importamos los unos a los otros." Ella jaló a Madison
suavemente de la barbilla. "Así que es mejor que te acostumbres, chica."

"¿Amber va a ser mi mamá como tú?"

Joy quería decir que sí, pero sabía que tendría que persuadir a Amber sobre esto. "Ya
veremos sobre eso. Pero sí, creo que si dejan que Amber y yo nos casemos algún día,
entonces ambas seremos tus mamás."

La idea era lo suficientemente novedosa como para que Madison se emocionara, aunque
no era precisamente la palabra que Joy usaría para describir lo que sentía. Los dos últimos
días le habían hecho darse cuenta de cuán preparada estaba para un paso así.

Las voces en la sala de estar señalaron la llegada de Amber, y Joy guió a Madison por la
puerta primero para que pudiera presentar su tarjeta.

Por su cara cansada y los hombros caídos, Amber parecía que había estado ausente mucho
más de dos días. Su cabello estaba lacio, su maquillaje de ojos manchado, y la ropa
mojada necesitaba una metida en la secadora. La expresión de su cara, sin embargo era
satisfacción pura, si no triunfo. Encontrar un nuevo trabajo era obviamente justo lo que
necesitaba para un sentido de la autodeterminación y libertad. Era bueno para Joy

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

también, ya que significaba que Amber estaba aquí porque quería estar, y no porque no
tuviera otro lugar a donde ir.

Ella nunca había sido una de muestras públicas de afecto, sobre todo delante de su padre,
pero no pudo resistir el impulso de darle un abrazo de bienvenida. Para su alivio, fue
devuelto con tanto entusiasmo, y tomó un esfuerzo consciente para poner sus emociones a
un lado el tiempo suficiente para separarse y darse cuenta de los demás en la
habitación. "Madison tiene algo para ti."

"Te hice una tarjeta," ella dijo, su pequeña voz claramente contrita. Dio un paso adelante
y se la presentó. "Lamento haberte culpado por las cosas. Tenía miedo de meterme en
problemas."

Amber leyó la tarjeta y sonrió suavemente. "Esto esta muy bien. Agradezco tu disculpa."
Sincera pero reservada, exactamente lo que uno esperaría hasta que Madison se ganara su
confianza de nuevo. "Estaba mucho más preocupada por que estuvieras jugando con el
arma de Joy que con la mentira. Espero que nunca vuelva a suceder."

"No lo haré."

Joy asintió con la cabeza y se dirigió a Madison. "Sé que no lo hará porque me deshice de
ella esta tarde ... la entregué en la comisaría. Todavía hay un asunto de castigo, pero
hablaremos de eso este fin de semana. Ahora toma un baño y ve a la cama."

"Pero mañana es Sábado."

"Baño y cama," repitió con firmeza. "Iré más tarde para darte las buenas noches."

Madison, viéndose avergonzada y preocupada, echó los brazos alrededor de la cintura de


Joy. "Te quiero."

"Yo también te quiero, cariño."

Ella siguió con un abrazo a su abuelo, y luego sorprendió a todos abrazando a Amber
también. "Lo siento," dijo de nuevo.

"Lo sé. Está bien. "Amber le besó la parte superior de su cabeza. "Duerme bien."

Cualquiera que sea el examen de conciencia que Amber había hecho durante los dos
últimos días había producido un cambio notable. Atrás quedó la cabeza caliente inmadura
que atacaba cuando se sentía amenazada o desafiada. En su lugar había una mujer joven
tranquila, reflexiva, que parecía estar en paz consigo misma y con el mundo que la
rodeaba. O tal vez sólo estaba cansada.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Vamos a hablar," Joy dijo, tendiéndole la mano. En el momento en que llegaron al


camper, compensó su anterior moderación, tirando de Amber en un beso largo y
profundo. "Por favor, no vuelvas a salir corriendo así de nuevo. He estado preocupada
casi hasta la muerte."

"Estaba bien."

"Deberías haberme llamado."

"Mi teléfono murió y no tenía manera de cargarlo."

Joy podría haber presionado — si Amber hubiera querido llamar, habría encontrado una
manera — pero estaba contenta sólo de tenerla de vuelta en casa y no quería pelear
más. "Ahora estás aquí. Eso es lo que importa."

"Te amo." Con las dos manos ahuecando la cara de Joy, Amber la volvió a besar. "Nadie
ha creído en mí antes, y significa el mundo para mí que lo hagas. Sólo quiero que estés
orgullosa de mí."

"Ya lo estoy, y deberías estar orgullosa de tí misma también." Ella ayudó a Amber a
quitarse su abrigo húmedo y la llevó hasta la cama. "Ven acuéstate conmigo. Quiero
escucharlo todo. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Dónde te quedaste anoche?"

Amber se rió entre dientes mientras se quitaba los zapatos. "Sobre todo anduve en toda el
área de la bahía en el autobús expreso sólo para mantenerme fuera de la lluvia. Luego
volví a casa y vi el sofá hecho en la sala de estar. Supuse que no me querías en el camper
así que pasé la noche en el asiento trasero del coche de tu padre."

Joy se sorprendió al escuchar que su amable gesto de dejar la manta y la almohada en el


sofá había sido malinterpretado. "Estabas tan enojada cuando te fuiste, pensé que no
querrías dormir conmigo.Te lo juro por Dios, si te hubieras metido en esta cama anoche,
te hubiera abrazado así."

"Sí, bueno ... no soy exactamente famosa por tomar decisiones racionales, pero todo eso
va a cambiar ahora. Esta es la nueva yo."

"No cambies demasiado, porque estoy bastante loca por la vieja tú."

Miró a los ojos de Amber y apartó el pelo de la cara. Cualquier otra noche, acostadas
juntas en la cama de esta manera la habría llevado a hacer el amor, pero esta noche era
acerca de sanar sus palabras punzantes y sentimientos heridos, y reafirmar el tipo de vida
que querían juntas.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Amber, realmente, realmente te amo."

CAPÍTULO VEINTICINCO
Amber terminó la ardua tarea de secar su espeso pelo y recogió sus artículos de higiene
personal para llevarlos de regreso al camper. Ella y Joy casi se habían dejado llevar antes,
pero la promesa de Joy de dar un beso a Madison de buenas noches le dio la oportunidad
de tomar una ducha muy necesaria antes de regresar para acostarse.

"Gracias por cuidar de Skippy," dijo a Shep, que estaba viendo un partido de fútbol de la
universidad desde su sillón reclinable.

"A quién estamos engañando? Ahora es mi perro."

"Puedo ver eso."

"Entonces qué es este nuevo trabajo tuyo? Encontraste algún otro vejestorio malhumorado
en una silla de ruedas? "

Ella se rió y se inclinó para rascar a Skippy. "No, pregunté específicamente si había algún
vejestorio malhumorado antes de entregar mi solicitud. Te lo contaré todo mañana."

Cuando llegó al camper, Joy ya estaba en la cama, pero la lámpara de noche seguía
encendida. Amber dejó caer su bata y se deslizó desnuda entre las sábanas, atraída de
inmediato a la piel suave, caliente de Joy. "Te extrañe."

"Siempre estuve aquí ... y siempre lo estaré."

Siempre era otra palabra que Amber se había perdido en su vida, y su corazón se hinchó
al pensar envejecer con alguien tan maravilloso como Joy.

"Así que cuando vas decirme acerca de este nuevo trabajo?"

Toda la noche, Amber se había estado muriendo por compartir sus grandes noticias, pero
estaba esperando el momento justo. Rodó a Joy sobre su espalda, y con partes iguales de
miedo y orgullo, le dio la noticia mayor noticia de su vida. "Me uní a la Marina."

El rostro de Joy parpadeaba primero con diversión, entonces con confusión. "No hablas
en serio."

"Oh, lo estoy. Fui a un montón de centros comerciales hoy y puse solicitudes en todo el
lugar. El último de ellos resultó ser una oficina de reclutamiento y sentí como si una mano

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

invisible me empujó a través de la puerta. Voy a las pruebas y asesoramiento de carrera el


Lunes, y luego tengo que hacer un examen físico."

"Pero no has firmado un contrato todavía, ¿verdad?" Joy preguntó ansiosamente,


retorciéndose para sentarse. "Amber, no puedes simplemente decidir algo como esto en el
calor del momento. Hay mucho que entra en un compromiso como este. Tenemos que
hablar de esto."

"Lo sé, eso es lo que me dijo el reclutador, y eso es lo que estamos haciendo ahora." Ella
instó a Joy de vuelta a la cama. "Fue raro. Estaba temblando toda cuando él me entregó la
carta de intención, pero en el momento en que la firmé, era como ... sí, esto es
exactamente lo que quiero hacer con mi vida."

"Con tu vida? ¿Qué pasa con nuestra vida? La marina tiene al menos un compromiso de
cuatro años. Es eso lo que necesitas? Alejarte de nosotros por tanto tiempo?"

"Lo que necesito ... lo que necesito es sentirme tan bien conmigo como lo haces tú, y para
ir a trabajar todos los días sabiendo que lo que hago es importante. Hasta ahora siempre
he buscado a otra persona para que cuide de mí, pero no más. En el Día de los Veteranos
... Dios, verte así vestida en tu uniforme y caminando a través de esa cubierta del
portaaviones como si lo poseyeras ... estaba muy orgullosa de ti. Quiero que alguien se
sienta del mismo modo por mí. Quiero que te sientas así por mí."

Los ojos de Joy se llenaron de lágrimas, pero luego una amplia sonrisa cruzó su
rostro. "No puedo creer que estés haciendo esto ... pero sí, voy a estar muy orgullosa de ti
también."

"Es buen momento para esto, Joy. Madison ha tenido un momento difícil y necesita
mucha atención en este momento. Más importante, lo necesita de ti. Es mejor para todos
si no interfiero con eso."

"Pero qué pasa contigo y conmigo? Ya le dije que somos una familia ahora, y tiene que
aceptar eso. Ella lo hará."

"Y yo también, pero necesito que me respete en mi propio derecho, no sólo porque soy tu
novia."

"Dios, Amber." Joy la apretó con tanta fuerza que su columna reventó en dos lugares. "No
sé si encerrarte en el armario o volver a alistarme. ¿Cómo se supone que voy a dormir por
la noche, cuando todo lo que puedo pensar es que estaras rodeada de bonitas mujeres en
uniforme?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Amber la picó en las costillas. "¿Por qué debería mirar a alguien más cuando sé lo que me
espera en casa? Yo podría preocuparme por ti también, pero no lo haré, no si prometemos
mutuamente que esto es lo que queremos."

"Esto es tan salvaje," Joy dijo. "Te fuiste de aquí ayer por la tarde más enojada que un
gato mojado, y ahora suenas como si acabaras de bajar de un retiro budista. ¿Cómo
sucedió esto tan rápido?"

"La respuesta estuvo allí todo el tiempo. No lo sabía hasta que me estaba mirando a la
cara." Amber se arrastró por encima y dejó que sus cálidos cuerpos se fundieran bajo las
mantas. "Eres mi héroe, Joy. Te miro y soy engullida por estas olas de amor y
admiración. No puedo evitar querer ser como tú."

"Cariño, te amo y te admiro también."

"Pero no me siento de esa manera acerca de mí misma, y de eso se trata. Necesito


respetarme antes de que pueda llegar a creer que otras personas lo hacen. Estoy lista para
madurar y asumir la responsabilidad, y así es como quiero hacerlo. Pero necesito tu
apoyo. No iré si no piensas que estoy a la altura, y no iré si va a poner nuestro amor en
riesgo." Eso fue difícil para Amber incluso pensarlo, o incluso decirlo. Ella quería la
bendición de Joy, pero también necesitaba la seguridad de que esta sería su casa y su
familia pase lo que pase. "Tienes todo el fin de semana para pensar en ello antes de que
firme el contrato, y en serio, no voy a ir si eso significa perderte."

Joy tiró de ella en un beso que no dejó ninguna duda acerca de sus sentimientos. "No
necesito pensar en esto todo el fin de semana. Unirte a la marina es una locura. También
es impresionante ... y valiente, y te apoyo en un ciento diez por ciento."

"¿Quieres decir?"

Ella se rió suavemente. "No puedo creerlo. Esto es tan salvaje. Crecí soñando con ser
como papá y trabajando en un portaaviones. Ahora puedo ser como mi mamá también,
una esposa de la marina."

"Me gusta como suena eso."

"Bien, porque no te voy a dejar salir de aquí sin una promesa. Este país va a actuar en
conjunto uno de estos días, y espero que te pongas de pie conmigo y hacerlo oficial. Soy
anticuada de esa manera."

Hace sólo unas horas, Amber había pensado que no tenía nada — ni trabajo, ni casa y sin
nadie que la llamara su familia. Ahora tenía un futuro con la mujer que amaba y una

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

carrera potencial que le traería orgullo y satisfacción. Eso hizo que fuera el mejor día de
su vida. "Voy a decir que sí a todo si regresas con ese uniforme."

***

"Ocho semanas de entrenamiento básico en Great Lakes," Amber dijo mientras todos
trabajaban juntos para desayunar en la mesa. "Eso suena frío."

"Sólo si te dan la oportunidad de salir," Joy dijo, estremeciéndose ante el recuerdo de sus
dos primeros meses de vida en la marina. "Casi todo tu entrenamiento es en el interior,
porque la mayor parte del tiempo que estás en la marina, estás debajo de la cubierta de un
barco."

"El interior es bueno porque estoy programada para entrar en Enero."

Shep, que estaba volteando panqueques de una gran plancha a un plato, se rió con
altivez. "Hice lo básico en San Diego, pero recuerdo un chico de Great Lakes diciendo
que el RDC sacó su culo de la cama en medio de la noche para quitar la nieve."

"¿Qué es un RDC?," Madison preguntó.

"Un Comandante de División de Reclutamiento. Él es el jefe en el entrenamiento básico,"


Joy explicó. Luego miró a su papá. "¿Podrías cuidar tu lenguaje, por favor?"

"¿Por qué? Madison sabe que no debe decir 'culo' en la escuela. ¿No es así, chica? Hay
una razón por la que lo llaman tener una boca como un marinero. Tú eres la que está
hecha un desastre."

"Eso es porque tenía la influencia de mamá, y Madison va a tener la mía."

"No me gustan las malas palabras," Madison dijo delicadamente. "¿Qué edad debo tener
para poder unirme a la marina?"

"Dieciocho," Amber dijo. "El reclutador dijo que probablemente sería una de las más
viejas de mi unidad. ¿Eso es bueno o malo?"

Joy y su padre respondieron simultáneamente, cada uno dando una respuesta diferente.

Shep puso el plato en su regazo y se dirigió a la mesa de comedor, donde Amber y


Madison habían puesto platos y cubiertos. "Es bueno porque el RDC se cansa de todos
esos adolescentes inexpertos. Se alegrará de tener a alguien que ya ha tenido experiencia"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Y es malo porque ellos probablemente esperaran más de ti y te gritaran aún más fuerte si
no se los das," Joy dijo, siguiéndolo con una bandeja de tocino. "Pero encontrarán una
razón para gritarte de todos modos, porque esa es la idea de un campamento de
entrenamiento."

"No me gustaría eso," Madison dijo. "Probablemente me pondría a llorar."

Shep le revolvió el pelo. "Eso sólo empeorará las cosas. Es como un tiburón oliendo
sangre en el agua."

"La parte más difícil para algunas personas" — Joy empujó a Amber con el codo — "es
mantener la calma cuando el RDC les está reprendiendo de nuevo por algún detalle
microscópico, como escribir una plantilla torcida en tu ropa interior."

"Está bien, recibí el mensaje. Va a ser una experiencia humillante y tengo que mantener la
boca cerrada. Sólo tengo que sobrevivir ocho semanas de abuso, entonces enviada a la
escuela para entrenamiento en mi campo."

Joy tuvo que admitir, ahora que la sorprendente noticia del alistamiento de Amber se
había asentado, era emocionante pensar en lo que su futuro prometía. "¿Qué le dijiste al
reclutador que te interesaba?"

Amber miró a Shep y sonrió. "Le dije que quería ser una auxiliar de terapia física."

"¡Hah! Pobre del marinero que se lastime en tu cuidado," dijo. "Será mejor que no me
llamen por referencias."

"Le dije que tenía un poco de experiencia, y que no te había matado ... todavía."

"Sólo está bromeando," Joy susurró a Madison. "El Hospital Naval entrena en el Fort Sam
Houston en San Antonio."

"Eso es lo que él dijo. Y después de eso probablemente vaya a uno de los centros médicos
para obtener experiencia, como en San Diego o Bethesda. Podría quedarme allí
permanentemente o terminar en una de las bases, o incluso en un barco."

"Ahí tienes," Shep dijo, sacudiendo un espátula hacia ella. "Tu primer error es creer una
sola palabra de lo que diga tu reclutador. Al segundo que saliste de allí, él probablemente
se rió y te arrojó sobre la pila de la tripulación del barco. Esos son los gruñones, pero son
la columna vertebral de la marina. Sin esos tipos, los barcos no navegan."

"Por favor, dime que estás bromeando," Amber dijo. "Dijo que tenía que tomar algún tipo
de prueba de nivel de trabajo la próxima semana."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"El está bromeando ... más o menos. La primera prioridad de la marina es


lo que necesitan. La mejor manera de obtener la capacitación que deseas es mostrar una
aptitud para ello. Puedes estudiar con antelación para la prueba de la próxima semana
para asegurarte de que cumple con los requisitos para lo que quieres, pero todavía no es
una garantía de que lo obtendrás. "

Amber se apartó de la mesa. "No puedo estar perdiendo mi valioso tiempo charlando con
ustedes. Tengo que ir a estudiar, o terminaré cargando torpedos en un acorazado. Ese no
es el tipo de habilidad que te consigue un trabajo en el mundo real."

"No sé nada de eso," Joy dijo. "Si puedes cargar torpedos, probablemente puedas cargar el
equipaje también."

"No, ella sería demasiado cuidadosa."

"No puedo discutir contigo allí, papá." Joy empezó a recoger los platos. "Madison y yo
limpiaremos la cocina para que puedas empezar a estudiar."

"Está bien, pero tengo que pedirte un favor primero. Tendrás que venir al camper."

Un favor privado? No era como si Amber hiciera alarde de su relación frente a los demás,
pero las cosas estaban cambiando tan rápido que no sabía qué esperar.

Una vez dentro del camper, Amber fue directamente por la laptop. "Creo que tengo que
descargar algunos artículos para estudiar."

"¿Necesitas ayuda?"

"No, quería preguntarte si reconsiderarías dejar que Madison venga al concierto esta
noche."

Joy sacudió la cabeza. "De ninguna manera. Está castigada."

"Lo sé, pero esto es realmente especial. Tal vez puedas darle dos semanas más sin
televisión o ir a la cama a las siete y media. Es sólo que a ella realmente le gusta Gus
Holley y esa es una de las pocas cosas que tenemos en común. Eso contribuiría mucho a
ayudarnos a ser amigas."

"La primera vez que tengo que ser dura con ella, y ahora me estás pidiendo que ceda."

"Puede ser Badass Mama después de que me haya ido. ¿Por favor?"

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Por favor era la palabra mágica que venía de Amber, sobre todo porque no pedía
mucho. La parte después de que me haya ido, sin embargo ... eso tomaría algún tiempo
acostumbrarse.

***

"Agarra el teléfono celular de Joy," Amber gritó. Gus había hecho ya una salida al
escenario, pero ella sabía que habría otra, ya que todavía no había cantado su éxito
clásico, ‘In the Doghouse’.

Madison agitó el teléfono iluminado alto en el aire, cantando Gus! Gus! Gus! con quince
mil personas más. Su primer concierto era uno que nunca olvidaría, y Amber estaba
encantada de ayudar a darle un recuerdo especial.

"Aquí viene otra vez!" Joy gritó. Era dolorosamente claro durante toda la noche que no
era mucho de uma fan de Gus Holley, pero resueltamente aplaudió y vitoreó cuando todos
los demás lo hicieron. También saltó por tres camisetas y el nuevo CD de Gus. La mayor
sorpresa de la noche para Amber fue ver a Sammy Donahue en el bajo. No es que le
importara, pero dónde demonios estaba Corey?

Estoy en la perrera por ligar!

Amber y Madison cantaron cada palabra a todo pulmón y se volvieron locas cuando la
canción terminó.

"Eso fue genial," Joy dijo.

"Oh vamos. No es lo tuyo."

"No, pero verlas a ustedes dos tenerlo es tan divertido."

"No has visto nada todavía," Amber dijo, tomando la mano de Madison. "Sígueme."

Eso era más fácil decirlo que hacerlo, ya que estaban luchando contra el flujo de la
multitud para llegar a la puerta lateral al lado del escenario. El poderoso Mack Wilburn,
jefe de seguridad de toda la vida de Gus vigilaba la puerta de bastidores. "Amber
Halliday! ¿Eres realmente tú?"

Ella se precipitó en un abrazo de oso, sus musculosos brazos la levantaron del suelo. Ver
a Gus y a la banda en el escenario había removido cálidos recuerdos de sus días en
Nashville, especialmente desde que Corey no había estado allí para recordarle la fea
manera en que esos días habían terminado.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Mack, quiero que conozcas a un par de amigas. Esta es Joy y su hija Madison, que
resulta ser una gran fan de Gus Holley. Michelle dejo a mi nombre pases para los
bastidores?"

Los ojos azules de Madison se ampliaron como platos.

"Claro que sí." Él colgó pases para los bastidores alrededor de sus cuellos. "Pueden ir
atrás. Están todos en la habitación verde."

Joy y Madison entraron por la puerta, pero Amber se quedó atrás para obtener
información sobre Corey.

"¿Porqué Sammy está en el bajo? ¿Qué pasó con Corey?"

"Hombre, eso fue feo," Mack dijo. "Él fue atrapado en Dallas con una chica de dieciséis
años en su cama. El viejo no estaba contento. Gus lo despidió ahí afuera en el vestíbulo
del hotel. Lo último que supimos, es que estaba repartiendo invitaciones de boda."

"Me estás jodiendo," dijo en voz baja.

"Era eso o ir a la cárcel por violación legal."

Corey nunca pudo rechazar una chica fácil, y él no era lo suficientemente inteligente
como para comprobar la ID. Era satisfactorio saber que su imprudencia finalmente lo
había alcanzado. Es probable que ni siquiera sabía el nombre de la chica esa noche, pero
sería difícil de olvidar como la Sra. De Corey Dobbins.

Amber entró y tomó la mano de Madison de nuevo. "¿Estás lista para conocer a Gus
Holley en persona?"

La chica estaba prácticamente congelada de la emoción — ojos vidriosos y una amplia


sonrisa. Joy parecía nerviosa también, lo que Amber encontró divertido ya que era su
primera vez. En la habitación verde, serpentearon a través de todas las admiradoras a un
grupo de personas que incluía a Gus, sudoroso y enrojecido por su actuación, y su
hermosa esposa. Amber miró por encima del hombro de Gus para saludar a Michelle.

"Mira quién está aquí, Gus! Es Amber Halliday."

Eran la gente dulce, realista que siempre habían sido, lo mejor de Nashville en lo que a
ella se refería. El momento culminante de toda la noche fue ver como Gus se alboroto
sobre Madison, diciéndole que era un tipo afortunado que tenía una admiradora tan
bonita. Joy tomó docenas de fotos, y Gus firmó sus entradas y el CD.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

El inmenso estacionamiento en el Oracle Arena estaba casi vacío en el momento en que


finalmente salieron. Joy le tomó de la mano mientras Madison se adelantaba al Jeep. "Así
que esto es lo que tenías planeado cuando pediste un favor especial. ¿Quién sabía que
podías ser tan astuta?"

"Sólo recibí el correo electrónico de Michelle esta mañana. Quería que fuera una
sorpresa."

"Lo fue. Creo que hiciste el día de Madison... semana, año, vida. Pero ya habías
solidificado tu lugar en su lista de ídolos después de que le dije que fue tu idea para que
viniera esta noche."

"Yo sabía que le encantaría."

"Fuiste dulce al hacerlo, especialmente después de que ella te culpó. Pero ahora que eres
su mejor amiga, ¿te hace pensar en quedarte en lugar de salir corriendo y unirte al circo ...
quiero decir, la marina?"

"Sabes, lo curioso es que ya estoy empezando a sentir un cambio en mí misma. Cuando le


dije a todos los chicos de la banda que me uní, estaba tan orgullosa. Todo el mundo me
felicitó y fue el sentimiento más grande que he tenido. Sé que esto probablemente suena
estúpido — ni siquiera he hecho nada todavía — pero esto se siente tan bien."

Llegaron al Jeep, pero se quedaron afuera mientras Madison se abrochaba el cinturón de


seguridad en el asiento trasero.

"No es estúpido. Sé exactamente a que te refieres."

"¿De verdad?"

"Firmé mi carta de intención cuando estaba en el último año de la escuela


secundaria. Todo ese año fue como ... sí, me sentí como si ya estuviera en la marina."

Incluso con Madison cerca, Amber no pudo resistir un rápido beso mientras se apoyaba
en el abrazo de Joy.

"Voy a hacerte sentir orgullosa."

"No tengo duda. Tu cabeza está en el lugar correcto, y estoy empezando a creer que estás
haciendo esto por las razones correctas. Yo solo ... " Suspiró y tiró de la cabeza de Amber
contra su hombro. "Me preocupa que salgas allí y encuentres una vida mejor que la que te
espera aquí en Alameda. No podría culparte si lo hicieras ... pero espero que no lo hagas."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Joy, si supiera que algo así sucedería, nunca me iría. Lo que tengo contigo es todo lo que
podría querer. Pero no puedo ir por la vida preocupada por encontrar a alguien
mejor. Quiero ser ese alguien."

"Tú lo serás. Diablos, ya eres. Has llegado tan lejos en tan sólo los últimos meses que no
puedo ni imaginar quién serás cuando tengas a la marina en ti."

"Todavía seré tuya, Joy. Esto es todo lo que necesitas saber."

Día franco (Día que se tiene libre o de descanso.)

Joy avanzó en la línea, deseando haber pagado por un coche de alquiler más grande que
un Toyota Yaris, ya que su sombrero se mantenía rozando contra el forro del techo. A
pesar de que había llegado antes de las seis de la mañana, había por lo menos cincuenta
coches delante de ella y ahora más de un centenar detrás. Cuando finalmente llegó a la
puerta se preparó para el viento frío, húmedo y bajó la ventana para presentar el
Formulario DD 214 que probaba su servicio militar, su licencia de conducir y la
documentación requerida para su vehículo.

El aprendiz de marinero estudió sus papeles, los devolvió y lanzó un elegante saludo.
"Jefe Shepard."

Ella le devolvió el saludo y se dirigió hacia la estructura de estacionamiento sonriendo. Su


enlistado rango no había requerido un saludo formal, pero apreciaba la cortesía,
recordando uno de los lemas favoritos de la marina: Si se mueve, salúdalo; Si no se
mueve, recogelo; si no puedes recogerlo, pintalo.

Nunca en un millón de años Joy habría adivinado que se encontraría de vuelta en la


Estación Naval de Great Lakes. Dada la nueva fascinación de Madison con la marina,
incluso podría haber otra visita en un futuro lejano.

Cuando entró en el cavernoso salón donde se llevaría a cabo la ceremonia de graduación


del campamento de entrenamiento, fue llevada de vuelta a un día hace casi catorce años
cuando había marchado con su división, hinchándose con orgullo de saber que su madre y
su padre estaban arriba en el galería no muy lejos de donde ahora estaba parada. Era
excitante entender las emociones que los habían atrapado en aquel entonces.

La pompa de la línea de tambor y los portadores de la bandera estimuló a la multitud con


entusiasmo patriótico mientras esperaban a que los graduados aparecieran. Entonces la
enorme puerta de la bahía se abrió para revelar la primera de las ocho divisiones que
marchaban en el lugar, vestidos con uniforme azul con prendas exteriores colgando de sus
brazos. Uno tras otro, entraron en el salón en formación.

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

Joy vio a Amber en el tercer grupo, en la segunda fila detrás del marinero llevando la
bandera Batallón ‘E’, que significaba el logro excepcional para su división. Su pelo rubio
rizado, más corto por más de seis pulgadas, apenas se asomaba por la parte de atrás de la
gorra. Cuando su grupo tomó su posición en el piso, Joy cambió de asiento para que
pudiera tomar una cuantas fotos directamente de frente.

Las familias exuberantes aplaudían desde las gradas, pero ninguno podría haber estado
más orgulloso de su marinero que Joy. En cuestión de meses, Amber había dejado atrás
una vida sin objetivo de dependencia de otros para convertirse en una mujer capaz con
propósito. Al final de la tarde se iría a Texas para iniciar el codiciado entrenamiento como
enfermera de hospital, un trabajo dedicado a ayudar a otros que le serviría a lo largo de su
carrera militar y más allá.

Después de más de una hora de marcha, tocar, cantar y hablar, el Pase a Revisión
concluyó con el anuncio que todos habían estado esperando: Día Franco, Día Franco!

Joy se apresuró a bajar las escaleras y se abrió paso entre la multitud de celebrantes para
encontrar a Amber, quien estaba extendiendo felicitaciones a los demás en su
división. "Hola, marinera."

La cara de Amber se iluminó con una amplia sonrisa mientras se lanzaba a los brazos de
Joy. "Lo hice. Realmente lo hice."

"Nunca dude de ti. Una vez que te decidiste, sabía que lo harías. Eres demasiado terca
para no terminar."

Joy estaba casi superada por la emoción, no sólo en su orgullo por Amber, sino también
por el hecho de que podían estar aquí entrelazadas delante de todo el mundo sin opresión
y miedo a las consecuencias. Amber nunca podría apreciarlo de la forma en que Joy lo
hizo, esta libertad de estar con la persona que amaba.

"Estoy tan orgullosa de ti, podría estallar."

"No eres la única," Amber dijo, los ojos nublados de lágrimas. "Esta es la primera vez en
mi vida que he logrado algo donde tenían una ceremonia para celebrarlo. Y debo cada
pedacito de ello a un alma bondadosa que me recogió a un lado de la carretera y dijo que
ésta podría merecer la pena salvar. Te amo con todo mi corazón y siempre lo haré."

"No me debes nada por esto. Tú eres la que hizo el compromiso y luego viniste aquí y lo
lograste todo por tu cuenta."

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

"Tal vez sea así, pero siempre me ha ayudado saber que había alguien ahí afuera que le
importaba. Cada vez que se ponía demasiado difícil, o cuando no tenía más ganas de
estudiar ... pensé en lo bien que se sentiría hacerte sentir orgullosa."

"Segura que lo hiciste." Ahora fue el turno de Joy de luchar contra las lágrimas.

A medida que las jubilosas familias a su alrededor se colocaban para las fotos, Joy tomó
una a cierta distancia de ellas dos. Entonces Amber regresó con su división a su ‘barco’,
las barracas similares a un barco donde dormían. Treinta minutos más tarde estaba en la
puerta, donde Joy le hizo un gesto hacia el Toyota.

"Tengo que estar de regreso a las dos porque estamos volando esta tarde. Mañana
comienzan las catorce semanas de escuela. Probablemente no volveré a tener un día
franco de nuevo por lo menos en un mes."

"Trabajar para una aerolínea tiene sus ventajas, ya sabes. Todo lo que necesito es un día
de antelación." Joy abrió la puerta del pasajero para Amber. "Así que tenemos cuatro
horas, y resulta que tengo una habitación en un motel de mala muerte a una media hora de
aquí."

"¿Qué tienes en mente? Mis reglas de libertad dicen claramente que debo permanecer en
uniforme en todo momento."

Joy cerró la puerta y caminó hacia su lado del coche, riéndose mientras entraba. "Creo
que lo que querían decir era si llevas algo en absoluto tiene que ser un uniforme."

Amber tocó el plegue de los pantalones de Joy, dejando que su mano se sumergiera entre
sus piernas. "Siempre y cuando tengas un montón de perchas. Si hay algo que no tolero,
son las arrugas."

De hecho, cuando llegaron a la habitación del motel, ambas meticulosamente colgaron sus
uniformes en el armario antes de unirse en un abrazo caliente. Al caer sobre las frías
sábanas de la cama queen-sized, Joy agarró el hombro de Amber. "Wow, mira estos
músculos. Todo eso en tan sólo ocho semanas."

"Ocho semanas sin un cigarro también, podría añadir," ella respondió, pasando sus manos
sobre las caderas de Joy.

"Mmm ... déjame ver cómo sabe eso." Joy cubrió su boca y empujó la lengua suavemente
dentro.

Este sentimiento — el intercambio sensual de sus cuerpos — era cálido y familiar, una
afirmación del amor que ella y Amber habían prometido que soportarían sin importar

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K. G. MacGregor – Al Oeste de la Nada Traducción: Martha Lo 2017

cuánto tiempo estuvieran separadas. Pero todo lo demás sobre Amber había cambiado —
su cuerpo, su pelo, y sobre todo, su actitud.

Había un nuevo orgullo y confianza en su comportamiento, del tipo que venía de haberse
probado a sí misma contra extenuantes desafíos. Ya no es una damisela en apuros, se
había convertido en exactamente el tipo de persona que Joy quería a su lado cuando la
responsabilidad verdaderamente importaba.

"Te he echado mucho de menos," Amber murmuró, guiando la mano de Joy a su cálido
centro. "Necesito sentirte dentro de mí."

Joy se deleitó en la suavidad del húmedo calor de Amber mientras se deslizaban juntas en
un ritmo de escalada. Incapaz de resistirse, bajo la cara hacia la fuente y siguió las señales
del cuerpo de Amber hasta posicionarse para que pudieran saborear la una de la otra al
mismo tiempo. Ralentizando los movimientos de los labios, permitiéndose ser llevada
casi al orgasmo antes de cambiar su enfoque para empujar a Amber sobre el borde.

Fue un minuto antes de que Amber reanudara sus movimientos, aprovechando su posición
para usar tanto la boca y los dedos para el placer de Joy por dentro y por fuera. El instinto
de Joy había sido provocar otro orgasmo de Amber, pero estaba perdiendo rápidamente la
concentración. Tomó todo su autocontrol para no gritar a través de las delgadas paredes
del motel cuando su cuerpo estalló.

"No tienes idea de lo maravilloso que se siente," Amber jadeó.

"Oh, creo que sí." Ella se acurrucó y tiró de la colcha hasta la barbilla. "No tenía idea de
lo mucho que te necesitaba hasta que te fuiste. Estas últimas ocho semanas parecieron
como un año."

"Dímelo a mí. Me quedaba despierta algunas noches preguntándome que estarían


haciendo todos. Fue difícil no poder llamar pero la peor parte a terminado ... espero."

"Vas a amar la escuela, Amber. Hay un montón de información viniendo toda a la vez,
pero es fascinante. Sólo sigue con ello y lo harás muy bien. Todos estamos de pie detrás
de ti ... excepto papá, por supuesto. Él está sentado detrás de ti comiendo cacahuetes."
Ella se rió. "Como dije, puedo volar a San Antonio con un día de antelación. Estoy segura
de que tienen lujosos moteles como éste cerca de la base."

"Y luego qué, Joy?" Su voz estaba teñida de ansiedad. "¿Cómo demonios vamos a lograr
tener una relación si salgo al mar por seis meses? Pensé que podía manejarlo pero voy a
volverme loca si no te veo por tanto tiempo."

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"No, no lo harás." Joy apoyó un par de almohadas y se sentó, acurrucando a Amber bajo
su brazo. "En primer lugar, estarás muy ocupada cuando estés en el mar que no tendrás
mucho tiempo para extrañarme. Y puedo intentar aparecer en el puerto cada vez que
tengas un día franco, ya sea en Hawai, Key West o San Diego. Esa es la forma en que la
vida militar es para miles de parejas, pero la mayoría de las otras novias no tienen el lujo
de trabajar para una aerolínea. Nos las arreglaremos."

"Pero que pasa si me ubican permanentemente en el otro lado del país, como Norfolk o
Jacksonville? Eso podría ser por dos o tres años."

"Hablamos de esto, lo recuerdas? Puedo hablar para un traslado con StarWest. Esa es la
forma en la marina también. Papá estará bien, sobre todo ahora que ha estado pasando
tanto tiempo con Barbara. Sólo tienes que asegurarte de que estás lista para Madison y
para mí. Ella puede ser un poco difícil a veces, pero todo ese incidente con el arma la ha
calmado mucho."

"Ella ha tenido un camino difícil. Yo era un poco difícil también pero resultó bien ... con
el tiempo. Estoy segura de que voy a estar preparada para ella."

Joy le creyó. En las cuatro semanas entre el momento en que se alistó y cuando se reportó
en Great Lakes, Amber y Madison se había acercado más, superando su rivalidad cuando
Amber se concentró para clasificar para el Hospital Naval y preparándose para el
campamento de entrenamiento. Ella había tenido razón al insistir en permitir que Madison
fuera al concierto de Gus Holley, ya que ganó miles de puntos ‘genial’ y fortaleció su
amistad. No era exactamente la paternidad, pero mostró sabiduría y preocupación
sorprendentes, lo suficiente para que Joy estuviera segura de que podían ser felices juntas
como una familia.

"No te preocupes por lo que se avecine, Amber. Todo va a salir bien. Simplemente
centrate en lo que tienes que hacer ahora y superalo. Te estaremos esperando cuando
hayas terminado."

Sus labios a sólo unas pulgadas del pezón de Joy, Amber plantó un beso
inesperado. "¿Quién habría pensado que ser lanzada de un autobús en Louisville,
Kentucky, resultaría ser lo mejor que me ha pasado?"

Joy guió la boca de Amber de nuevo a su pecho y preparó su cuerpo para otra ronda de
hacer el amor. Sólo dos horas más de libertad, pero una vida de momentos como estos. "Y
lo mejor para mí también," dijo.

FIN

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