Señores de Los Reinos de La Luna
Señores de Los Reinos de La Luna
Señores de Los Reinos de La Luna
El género y el poder:
San José de Moro
Luis Jaime Castillo
Carlos E. Rengifo
I
dentidad y poder entre los mochica. En los últimos años la arqueología mochica
ha experimentado un enorme avance debido a la impresionante cantidad de inves-
tigaciones y excavaciones.1 Buena parte de este progreso se debe al estudio de las
costumbres funerarias, puesto que ellas contienen claves para interpretar la estructura
social y para reconstruir las prácticas ceremoniales y la religión de esta cultura.2
Hoy sabemos que los mochica se distinguieron por su organización social muy jerar-
quizada, y las diferencias entre las personas parecen haber sido cuantitativas y sobre
todo cualitativas. No solo algunos tenían más que otros, sino que una minoría tenían
acceso a productos y materia prima, como el oro o las plumas, que estaban restringi-
dos para los demás.3 Las diferencias sociales determinaban las funciones y roles de los
individuos, sus lugares de residencia4 e incluso los productos que podían consumir
en su dieta.5 Empero, si bien las principales diferencias entre los individuos parecen
haber estado relacionadas en primera instancia con su actividad productiva, las iden-
tidades y las jerarquías de los miembros de las clases altas habrían sido definidas por
su función en los sistemas rituales, es decir, qué papel cumplían en las ceremonias y
A partir de los trabajos llevados a cabo por el Proyecto Arqueológico San José de Fig. 3. Ajuar de la tumba de una tejedora en
Moro,7 en las páginas siguientes reflexionaremos acerca de la naturaleza del poder en San José de Moro. Las ofrendas de cerámica son
sencillas, abundan agujas y peines de hueso,
la sociedad mochica8 —con énfasis en el poder ideológico que devenía de las prácticas
alfileres de metal, collares de cuentas, piruro,
religiosas—,9 en la construcción de la identidad de ciertos individuos relevantes,10 así pigmentos minerales y conchas. Programa Ar-
como en el rol desempeñado por un grupo privilegiado de mujeres a quienes llamamos queológico San José de Moro.
las «sacerdotisas».11
Las grandes tumbas de cámara descubiertas en Sipán, Dos Cabezas, La Mina, San José
de Moro, y las Huacas de la Luna, El Brujo y de la Cruz, albergaban individuos con
identidades mucho más complejas. Sus riquísimos ajuares, que incluyen ornamentos
de oro, plata y cobre dorado, tocados de plumas y finísimas vestimentas de algodón y
lana, así como artefactos de cerámica de gran belleza y muchas ofrendas más, llevaron
Antes de que continúe aumentando el número de personajes a los que se pueda atri-
buir un álter ego en el panteón de esta cultura, es necesario reflexionar acerca de la
naturaleza de este fenómeno. También sería conveniente discutir por qué existió una
relación tan estrecha entre los individuos de la élite mochica y personajes del panteón
divino. ¿Acaso el fin de estas relaciones no era solo materializar los ritos y mitos propios
de las sociedades mochica, sino exteriorizar el fervor hacia ciertos individuos en parti-
cular? Cabe contemplar la posibilidad de que la iconografía no aluda a los mitos sino
a los grandes espectáculos escenificados en las huacas. En ellos se habrían legitimado
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LOMA NEGRA
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MOCHICA
DEL NORTE posible que cada una de estas regiones haya influido en el desarrollo de las otras. El
La Le
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Mochica
de Lambayeque
periodo de tiempo en que ocurrió esta transformación es bastante largo, con fechas
que
Lambaye
que abarcan el rango comprendido entre 200 y 500 d. de C.33 Los gallinazo parecen
haberse transformado en mochicas gracias a una oportunidad de desarrollo económico
SIPÁN
Zaña Mochica
PAMPA GRANDE
LA MINA
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CERRO CHEPÉN
ASCOPE
MOCHICA Hay muchas razones para pensar que la aparición de la cultura de élite que llamamos
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EL BRUJO he
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MOCOLLOPE Y MAYAL SUR
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GALINDO
Mochica, al menos en el valle de Jequetepeque, coincidió con la ampliación de la
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HUANCHACO
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HUACAS DEL SOL Y DE LA LUNA
frontera agrícola por medio de sistemas de irrigación más extensos.35 En esta época, la
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HUANCACO
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HUACA DE LA CRUZ
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TANGUCHE Sa primera mitad del primer milenio de nuestra era, se iniciaron y completaron los gran-
ña
GUADALUPITO
8
irrigación, y el desarrollo de estrategias de control y administración de los recursos
crearon las oportunidades y condiciones para que la diferenciación social, económica
y política fuese cada vez más pronunciada. Una nueva clase social, que se benefició
de esta novedosa fuente de riqueza, parece haber emergido en el seno de la sociedad
gallinazo. Las relaciones sociales y económicas cada vez menos equitativas requirieron
una superestructura ideológica que justificara y legitimara el nuevo orden social.37 Una
revolución paralela ocurría en el ámbito ritual y ceremonial, y en la producción de
bienes que materializarían estas nuevas ideas.38
Siendo estrictos con la definición, los mochica desarrollaron las primeras sociedades
estatales en los Andes Centrales, por tanto fueron los primeros en exhibir estratificación
social, tendencia a la centralización y especialización política, así como en desarrollar
urbes e infraestructura de edificios de uso común y especialización productiva. Todo
esto en un territorio relativamente amplio que abarcaba numerosas comunidades
preexistentes.42 Sin embargo, como todos los estados tempranos o arcaicos, los estados
mochica iniciales fueron inherentemente débiles43 y pendía sobre ellos la amenaza de
regresar a una etapa de organización menos desarrollada. Entre las razones se cuentan
el poder limitado sobre sus súbditos, algunos de los cuales habrían aprovechado
12
edificios donde se escenificó el gran teatro del mundo, no solo lo hicieron porque el
costo de oponerse era considerable; sino porque a cambio de su adhesión obtuvieron
beneficios tangibles y duraderos. Es decir, el orden y la legitimidad que construyen
el discurso y la práctica ideológica, en última instancia, no interesan solo a los que
tienen (el poder, la riqueza, el control de la tierra y la infraestructura productiva), sino
también a los que desean tener.49 El estado finalmente no es más que otra construcción
ideológica en la que la necesidad de orden y estabilidad se asocia con la acción de
un grupo y abarca un territorio específico.
Clifford Geertz,54 en su estudio sobre el estado balinés en el siglo XIX, acuñó el concepto
de «estados teatrales», en los que la performance de rituales y espectáculos de gran
escala es lo que permite su existencia, en lugar de la coerción y el control económico.
Estos rituales son a la vez «modelos de» un orden prefigurado por los dioses en un tiempo
mítico, en el que se configuran las relaciones entre los diferentes ordenes jerárquicos, y
«modelos para» la sociedad del presente, patrones a seguir con el afán de asegurar su
existencia. En los rituales se construyen los arquetipos paradigmáticos para la sociedad,
vale decir, los modelos de comportamiento, lo que «debe ser» y la forma que debe
adoptar. Los personajes que interpretan los rituales, y los reyes y seres poderosos que
personifican y representan a las divinidades, son modelos de los dioses pero también
modelos para la gente. Es presumible entonces que los roles que se representan en
los rituales se extiendan a la vida fuera de ellos, particularmente para aquellos que
volverán a desempeñar estos roles año tras año. También es posible inferir que este
mismo efecto de la teatralización haya ocurrido en las comunidades y los pueblos de
menor tamaño. En los estados teatrales el orden social y político parece construirse con
base en la materialización de la ideología y las prácticas culturales.
En sus fases tempranas, la sociedad mochica parece corresponder muy bien al modelo
del estado arcaico, donde el poder se deriva de la acción ideológica. Pero creemos
que se relaciona aún mejor con los estados teatrales, donde una buena parte de este
poder deviene de la representación de rituales, y consecuentemente de la personifica-
ción de roles ceremoniales bajo el control del las élites. Uceda55 ha planteado que la
secuencia ocupacional del sitio Huacas del Sol y de la Luna se puede dividir en dos
periodos. En el Primer Periodo Moche, entre los años 100 y 600 d. de C., la sociedad
mochica habría estado regida por una clase de sacerdotes guerreros que impuso un
estado teocrático. Los sacerdotes guerreros habrían sido los propietarios de la Huaca
de la Luna, el gran escenario ritual de la sociedad mochica sureña, donde se habrían
escenificado los grandes rituales en los que la élite tuvo siempre el rol protagónico,
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cambiante a lo largo del tiempo. Los arqueólogos deben buscar evidencias que validen
estos modelos, y que les den una dimensión real, enriquecida en la práctica social. Los
contextos funerarios de las sacerdotisas nos ofrecen esta posibilidad.
Hacia la tercera semana de excavaciones los trabajos continuaban en el sector en Fig. 16. Máscara de cobre recuperada en la
el que se encontraron importantes tumbas de cámara en las semanas anteriores. tumba de una de las sacerdotisas de San José de
Moro. Estas máscaras pueden haber cubierto el
Entre ellas se halló el entierro de una niña acompañada de seis niños más y un gran ataúd, junto con otras piezas de metal. Programa
número de ofrendas. Uno de los objetos que se encontró en esta tumba era un botella Arqueológico San José de Moro.
de asa estribo con la representación de la Sacerdotisa sobre la balsa de totora que
Fig. 17. Representación de la ceremonia del
se transforma en luna creciente,58 el diseño más popular y frecuente en la cerámica
entierro en la iconografía mochica. El ataúd
Mochica Tardía de Línea Fina (Figs. 14, 15).59 Asimismo, en un profundo pozo de ubicado en el extremo inferior tiene una máscara
sondeo ubicado al pie de la Huaca la Capilla se encontraron maderos carbonizados, y tocado, como ocurre en las tumbas de San
José de Moro. Además, un grupo de mujeres
que por hallazgos anteriores se sabía que eran la techumbre de una cámara funeraria.
forma parte del cortejo funerario (Donnan y
Esta vez las dimensiones (aproximadamente 3 por 5 metros) y la profundidad de la McClelland 1999: 145).
cámara (unos 7 metros) eran mucho mayores.
Fig. 18. Copa de cerámica de la tumba de la
La cámara funeraria M-U41 contenía el entierro de una mujer de estatura pequeña sacerdotisa principal de San José de Moro. El
y de complexión gruesa, que tenía aproximadamente 40 años al momento de su uso de esta copa y otras características del ajuar
funerario permitieron vincular a estas mujeres
muerte, y estaba flanqueada por dos ancianas cuyos esqueletos estaban incompletos, con la diosa de la iconografía mochica. Progra-
por lo que se infiere que habían muerto muchos años antes (véase p. 288, Fig. 2).60 ma Arqueológico San José de Moro.
Los objetos asociados, particularmente las copas y los tocados, así como el sexo de la
ocupante de la cámara, nos llevaron a plantear que se trataba de la tumba de una Sacer-
dotisa,66 personaje femenino67 identificado en la iconografía mochica y que está presente
en varias escenas como miembro importante del panteón de divinidades.68 La mujer de
la tumba M-U41 fue enterrada con algunos elementos de adorno personal y del ataúd,
así como artefactos —las copas— que en la iconografía mochica aparecen asociados a
este personaje. Sin embargo, quedaba la duda si esta mujer vivió como la Sacerdotisa
de la iconografía, o si solo había muerto como ella. Parecería razonable presumir que si
alguna persona de la sociedad mochica de San José de Moro personificó a la divinidad
que llamábamos «Sacerdotisa» en rituales donde se escenificaban los mitos, la mujer
encontrada en esa tumba, robusta y con buena salud —como otros representantes de la
élite—, era la mejor candidata para este papel. No dejaba de llamar la atención que en
su sepultura estuviese acompañada por un cortejo de mujeres, como ocurre con la mujer
sobrenatural que aparece sepultada en las Escenas de Entierro.69
En los tres lustros que siguieron al hallazgo de la tumba de la Sacerdotisa, las inves-
tigaciones en San José de Moro y en la región circundante continuaron y se hicieron
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cada vez más extensas y articuladas; sin embargo no se encontró otra tumba como
Es momento de plantear dos preguntas: ¿Por qué ciertos personajes de le élite mochica
fueron enterrados con atuendos y artefactos que caracterizan a seres del panteón de
divinidades representado en la iconografía? ¿Por qué se otorgaron identidades rituales
femeninas a algunas mujeres de San José de Moro? Ambas preguntas, si bien cubren
áreas que se intersecan, tocan aspectos potencialmente independientes. Mientras que la
primera pregunta se relaciona con un proceso común a todos los estados mochica de la
costa norte, la segunda concierne a un fenómeno que hasta el momento parece haber
estado circunscrito a San José de Moro. Con base en la performance de la Ceremonia
del Sacrificio (Fig. 19), Christopher Donnan72 ha planteado que pudo haber existido
una suerte de «religión de estado». Evidencias de esta ceremonia, probable expresión
material de la ideología dominante73 mochica, se han encontrado desde las fases más
tempranas hasta las más tardías de la secuencia cronológica, así como en todos los
valles que ocuparon, desde Pañamarca, al sur, hasta Loma Negra, al norte.
En las páginas anteriores hemos argumentado a favor del énfasis otorgado a la ideología
y a la performance del ritual para la creación y el sostenimiento de los estados mochica.
No sorprende que algunos individuos hayan tenido a su cargo la personificación de
divinidades, héroes o seres sobrenaturales en estos rituales. Con este fin, estos indivi-
duos debieron ser dotados de la parafernalia (vestimentas, adornos, artefactos) nece-
saria para desempeñar su papel. Hemos mostrado también cómo la evidencia parece
inclinarse, aunque no de manera concluyente, en favor del carácter permanente de
estas asignaciones, y cómo estaban reservadas para algunos individuos privilegiados
desde su nacimiento.
Página siguiente:
Fig. 1. Botella de doble pico y asa puente
de estilo Lambayaque elaborada en oro. En el
asa se encuentra el rostro del personaje típico
de este estilo, asociado con Naymlap. Cuatro
nadadores se deslizan sobre el cuerpo de la
vasija. Museos Oro del Perú-Armas del Mundo,
Fundación Miguel Mujica Gallo, Lima.
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de historia. ¿Pudieron ser las sacerdotisas de Moro una suerte de lideresas políticas
de sus sociedades? En el estado actual de los conocimientos, no podemos confirmar
esta suposición. Por otro lado, la información sobre las capullanas es incidental puesto
que no revela aspectos importantes, en particular cómo obtuvieron el poder y cuán
extendida estaba su existencia.75
Fueran o no líderes políticos de sus sociedades, las sacerdotisas de San José de Moro
estuvieron asociadas en el momento de su muerte con el personaje de la Mujer Mítica
que aparece constantemente en las representaciones iconográficas propias del estilo
de San José de Moro. A partir de ellas, podemos asumir que algunas mujeres tuvieron
una posición de enorme importancia y para acceder a ella no habrían dependido de la
mediación de un hombre. Las ofrendas funerarias no las señalan como la hija, hermana,
madre o esposa de alguien, sino como personajes independientes e importantes por sí
mismas, que presumiblemente tuvieron una estrecha relación con el sistema de creencias
a través de su rol ritual como la mujer a la que llamamos la Sacerdotisa.