Señores de Los Reinos de La Luna

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164 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA

El género y el poder:
San José de Moro
Luis Jaime Castillo
Carlos E. Rengifo

I
dentidad y poder entre los mochica. En los últimos años la arqueología mochica
ha experimentado un enorme avance debido a la impresionante cantidad de inves-
tigaciones y excavaciones.1 Buena parte de este progreso se debe al estudio de las
costumbres funerarias, puesto que ellas contienen claves para interpretar la estructura
social y para reconstruir las prácticas ceremoniales y la religión de esta cultura.2

Hoy sabemos que los mochica se distinguieron por su organización social muy jerar-
quizada, y las diferencias entre las personas parecen haber sido cuantitativas y sobre
todo cualitativas. No solo algunos tenían más que otros, sino que una minoría tenían
acceso a productos y materia prima, como el oro o las plumas, que estaban restringi-
dos para los demás.3 Las diferencias sociales determinaban las funciones y roles de los
individuos, sus lugares de residencia4 e incluso los productos que podían consumir
en su dieta.5 Empero, si bien las principales diferencias entre los individuos parecen
haber estado relacionadas en primera instancia con su actividad productiva, las iden-
tidades y las jerarquías de los miembros de las clases altas habrían sido definidas por
su función en los sistemas rituales, es decir, qué papel cumplían en las ceremonias y

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 165


con qué seres del panteón se relacionaban. Durante su periodo de vida, los miembros Fig. 2. Botella asa estribo de estilo Mochica.
Representa una escena de sacrificio humano en
de la élite podían representar y relacionarse con corredores, danzantes o guerreros
la que las personas son despeñadas y descuar-
rituales, así como identificarse con dioses principales o secundarios dependiendo de tizadas bajo la mirada de un ser sobrenatural.
su posición en la jerarquía social.6 Museo Larco, Lima.

A partir de los trabajos llevados a cabo por el Proyecto Arqueológico San José de Fig. 3. Ajuar de la tumba de una tejedora en
Moro,7 en las páginas siguientes reflexionaremos acerca de la naturaleza del poder en San José de Moro. Las ofrendas de cerámica son
sencillas, abundan agujas y peines de hueso,
la sociedad mochica8 —con énfasis en el poder ideológico que devenía de las prácticas
alfileres de metal, collares de cuentas, piruro,
religiosas—,9 en la construcción de la identidad de ciertos individuos relevantes,10 así pigmentos minerales y conchas. Programa Ar-
como en el rol desempeñado por un grupo privilegiado de mujeres a quienes llamamos queológico San José de Moro.

las «sacerdotisas».11

Roles e identidades en el espejo del ritual funerario


Los mochica no consideraban a la muerte como el fin de la existencia de las personas,
sino como el paso de un estado a otro, y por tanto, los roles y las funciones desempe-
ñadas en vida debían de extenderse más allá de la muerte.12 Esta inferencia se despren-
de de los hallazgos pues los artefactos encontrados en las tumbas permiten entrever
que se atribuían roles e identidades precisas a algunos individuos. En el caso de los
hombres y las mujeres del pueblo, estas atribuciones eran simplemente una extensión
de las labores que realizaron en vida, pero para los miembros de la élite enterrados
en las grandes tumbas de cámara significaban un acercamiento a los dioses, héroes y
gobernantes que pueblan la iconografía de las piezas de cerámica, metales, textiles y
pinturas murales (Fig. 1).

El Señor de Sipán fue el primero en ser


asociado con el personaje sobrenatural
masculino, ataviado como guerrero,
que preside la Ceremonia del Sacrificio
y recibe una copa con la sangre de los
prisioneros vencidos en batallas rituales.13
Luego siguieron las mujeres encontradas
en las tumbas de cámara de San José
de Moro, que fueron asociadas con las
sacerdotisas míticas que aparecen en la
representación iconográfica de la Ce-
remonia del Sacrificio presentando una
copa, o también sobre balsas cargadas
de ofrendas y prisioneros para los rituales
de sacrificio.14 Posteriormente distintos
investigadores plantearon asociaciones
del mismo orden para otros individuos
enterrados en tumbas mochicas excep-
cionales,15 y reconocieron a personajes
menores de la Ceremonia del Sacrificio,
a sacerdotes y oficiantes de diversos tipos.
2
Incluso un conjunto de cadáveres encon-

166 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


3

trados en la Plaza 3 de la Huaca de la Luna fue identificado como víctimas de rituales


de sacrificios humanos que son comunes en el arte mochica (Fig. 2).16

A pesar de estos avances, adjudicar identidades en sociedades ágrafas como las de la


costa norte peruana sigue siendo un tema complejo, aun cuando se dispone de tumbas
muy ricas en las que presumiblemente se intentó retratar a personajes determinados.
Las identidades de los individuos o de los segmentos sociales no siempre se reconocen
en el registro arqueológico, o solo se registra una imagen muy incompleta de ellas. La
identidad de una persona comprende la suma de aspectos y detalles de su vida, entre
los que se incluyen su origen territorial, sus padres y demás ancestros, las circunstancias
de su nacimiento, su formación desde la niñez hasta la adultez, sus relaciones familiares
y sociales, su estatus económico y social, sea adscrito o adquirido, el oficio que
desempeñó hasta su muerte y la coyuntura de la misma, entre otros.17 El gran problema
que enfrentamos los arqueólogos cuando intentamos reconocer la identidad de un
individuo es que todos estos aspectos, o parte de ellos, probablemente fueron alterados,
ocultados, desaparecieron con el paso del tiempo o se encuentran ausentes.18 Y es
que las tumbas, en su condición de productos intencionales que fueron resultado de
decisiones tomadas por las personas involucradas en las exequias, no son el reflejo fiel
de una realidad pasada, sino más bien de un momento particular en el tiempo.

Algunos aspectos generales de las identidades de los individuos sepultados se reflejan


en las características (forma, orientación y disposición del cuerpo, y cantidad, calidad
y ordenamiento de las ofrendas) de las tumbas de San José de Moro; y estas los

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 167


asocian a un determinado grupo social Fig. 4. Entierros de mujeres junto a las
chicherías en San José de Moro. Las tumbas
y estamento jerárquico. En algunos
tenían poca profundidad y estaban cerca de los
casos especiales los objetos encontrados grandes cántaros utilizados para la preparación
en ellas han permitido afirmar que en de esta bebida.

vida pudieron haber sido oficiantes


Fig. 5. Collar de cobre dorado con cuentas
religiosos, incluso de género femenino,19 que representan cabezas cercenadas. Es parte
o artesanos especializados, dedicados a del ajuar del Sacerdote de Sipán. Museo Tumbas
Reales de Sipán, Lambayeque.
realizar determinados oficios, tal como
se muestra en las representaciones Fig. 6. Tocado de oro laminado en forma de
iconográficas. Los restos arqueológicos media luna del Señor de Sipán. Su semejanza
con el tocado del Guerrero Radiante o Guerrero
de sus actividades fueron encontrados del Águila de la iconografía mochica llevó a
en los talleres de la Huaca de la Luna,20 identificarlo con este personaje. Museo Tumbas
Pampa Grande,21 Mayal22 y Vicús.23 Sin Reales de Sipán, Lambayeque.
4

embargo, la división de trabajo entre


géneros ha sido poco documentada. En San José de Moro se excavaron tumbas de
metalurgistas,24 una tejedora (Fig. 3)25 y una posible talladora de quenas de hueso.26
Se hallaron también varias tumbas de mujeres de clase baja del periodo Mochica
Tardío, enterradas en fosas poco profundas y muy irregulares en un área destinada a la
preparación de chicha, junto con los grandes recipientes que se usaban para macerar
esta bebida (Fig. 4).27 Es probable que el tratamiento preferencial —reflejado en un
patrón funerario recurrente— haya sido concedido a los especialistas ligados con la
producción de objetos de alta calidad con el fin de resaltar su actividad artesanal u
oficio. Fraresso28 considera que estos individuos no pertenecían a la élite mochica, más
bien eran «especialistas incorporados»29 que abastecían a ese grupo de parafernalia
de culto, vestidos, armas y tocados.

Las grandes tumbas de cámara descubiertas en Sipán, Dos Cabezas, La Mina, San José
de Moro, y las Huacas de la Luna, El Brujo y de la Cruz, albergaban individuos con
identidades mucho más complejas. Sus riquísimos ajuares, que incluyen ornamentos
de oro, plata y cobre dorado, tocados de plumas y finísimas vestimentas de algodón y
lana, así como artefactos de cerámica de gran belleza y muchas ofrendas más, llevaron

168 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


6

a considerarlos como Señores y Señoras, Sacerdotes y Sacerdotisas, de diversos tipos


y jerarquías (Figs. 5, 6). El hallazgo de estas tumbas dio lugar a un acalorado debate
entre los investigadores en torno a la identidad de estas personas y la dedicación que
dieron en vida a sus labores rituales.30 Actualmente no hay consenso respecto del
carácter permanente o circunstancial de la encarnación de las divinidades por estos
personajes. ¿Los representaron en determinadas ceremonias o solamente asumieron
esta identidad en sus exequias? Este debate, aunque apasionante y controversial, nos
distrae de las preguntas que consideramos más relevantes para entender la función de
estas asociaciones y del ritual mochica.

Antes de que continúe aumentando el número de personajes a los que se pueda atri-
buir un álter ego en el panteón de esta cultura, es necesario reflexionar acerca de la
naturaleza de este fenómeno. También sería conveniente discutir por qué existió una
relación tan estrecha entre los individuos de la élite mochica y personajes del panteón
divino. ¿Acaso el fin de estas relaciones no era solo materializar los ritos y mitos propios
de las sociedades mochica, sino exteriorizar el fervor hacia ciertos individuos en parti-
cular? Cabe contemplar la posibilidad de que la iconografía no aluda a los mitos sino
a los grandes espectáculos escenificados en las huacas. En ellos se habrían legitimado

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 169


las relaciones sociales y las diferencias económicas. Así las ceremonias contribuían a Fig. 7. Conjunto de cerámica moche y gallina-
zo procedente de una misma tumba de San José
mantener el orden social y eran esencialmente expresiones materiales de un sistema
de Moro. Este hallazgo comprueba no solo la
ideológico de poder. convivencia de los estilos, sino que ambos eran
producidos por la misma sociedad. Programa
Arqueológico San José de Moro.

De los cacicazgos gallinazo a los estados mochica


Fig. 8. Mapa de la costa norte y las distintas
La presencia conjunta de cerámica gallinazo y mochica en la Huaca de la Luna, regiones en las que se desarrollaron los grupos
mochica.
Pampa Grande, Sipán y San José de Moro permite afirmar que la tradición mochica
tuvo una base gallinazo y de que ambas tradiciones coexistieron al menos hasta el
final de Moche (Fig. 7).31 Desde esta base común las sociedades mochica se habrían
diversificado en varias unidades políticas, al menos una por valle y en algunos casos
más de una, por tanto es evidente que los procesos que conectan ambos desarrollos
fueron muchos y muy diferentes entre sí y que resultaron de causas, condiciones,
oportunidades e influencias especificas de cada región de la costa norte. En todos los
casos los materiales gallinazo son más frecuentes en las fases tempranas del desarrollo
mochica, lo que permite interpretar que Moche evolucionó de Gallinazo, a diferencia
del supuesto anterior de que ambos se desarrollaron simultáneamente de un ancestro
común.32 Los valles de Lambayeque, Jequetepeque, Chicama y Moche, localizados en
el centro del territorio mochica, parecen haber sido los focos originales, aunque es

170 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


Mochica
Chira de Piura N
PERÚ

Oc
VICÚS
ra

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Piu

no
LOMA NEGRA

Pa
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ico
MOCHICA
DEL NORTE posible que cada una de estas regiones haya influido en el desarrollo de las otras. El
La Le
che
Mochica
de Lambayeque
periodo de tiempo en que ocurrió esta transformación es bastante largo, con fechas
que
Lambaye
que abarcan el rango comprendido entre 200 y 500 d. de C.33 Los gallinazo parecen
haberse transformado en mochicas gracias a una oportunidad de desarrollo económico
SIPÁN
Zaña Mochica
PAMPA GRANDE

SAN JOSÉ DE MORO de Jequetepeque


PACATNAMÚ
DOS CABEZAS
Jequetepeque
que permitió el surgimiento de la élite.34
a
Chicam
O

LA MINA

CERRO CHEPÉN
ASCOPE
MOCHICA Hay muchas razones para pensar que la aparición de la cultura de élite que llamamos
an

EL BRUJO he
Moc
MOCOLLOPE Y MAYAL SUR
o

GALINDO
Mochica, al menos en el valle de Jequetepeque, coincidió con la ampliación de la
ú
Vir
Pa

HUANCHACO
ao
Ch
HUACAS DEL SOL Y DE LA LUNA
frontera agrícola por medio de sistemas de irrigación más extensos.35 En esta época, la

HUANCACO
fi

HUACA DE LA CRUZ
nta
co

TANGUCHE Sa primera mitad del primer milenio de nuestra era, se iniciaron y completaron los gran-
ña

CASTILLO DEL SANTA


pe
Ne

GUADALUPITO

Región Mochica Norte


des programas de irrigación, particularmente la extensión del valle hacia el norte con
PAÑAMARCA
Región Mochica Sur

Sitio arqueológico excavado


Casma
la construcción como mínimo de cuatro enormes canales de irrigación en la cuenca
Sitio arqueológico no excavado ras
leb
0
Kilómetros
100
Cu
del río Chamán.36 El acceso a nuevas tierras, el control del agua y de los sistemas de
ey
Huarm

8
irrigación, y el desarrollo de estrategias de control y administración de los recursos
crearon las oportunidades y condiciones para que la diferenciación social, económica
y política fuese cada vez más pronunciada. Una nueva clase social, que se benefició
de esta novedosa fuente de riqueza, parece haber emergido en el seno de la sociedad
gallinazo. Las relaciones sociales y económicas cada vez menos equitativas requirieron
una superestructura ideológica que justificara y legitimara el nuevo orden social.37 Una
revolución paralela ocurría en el ámbito ritual y ceremonial, y en la producción de
bienes que materializarían estas nuevas ideas.38

Estado arcaico y poder ideológico


Hacia el 400 d. de C. la costa norte del Perú estaba fragmentada en pequeñas unidades
políticas, estados territoriales y ciudades-estado, cuya élite y cultura material, tanto
mueble como inmueble, reconocemos como mochica (Fig. 8).39 Es tentador pensar en
la existencia de una de estas unidades en cada valle, pero no se puede descartar la
posibilidad de que varias de ellas puedan haber coexistido en cada uno de estos en
relación con los segmentos de la red de riego.40 Este mosaico de pueblos y unidades
políticas no tuvieron necesariamente un grado de organización equivalente, ni
evolucionaron hacia los mismos niveles de centralización e integración. Esto significa
que si algunas de estas unidades políticas evolucionaron hacia formaciones estatales
incipientes, con un alto grado de centralización, urbanismo y administración burocrática,
otras permanecieron como cacicazgos o generaron formas alternantes y oscilantes de
integración, como «estados oportunistas».41 Por tanto, resulta indispensable reflexionar
acerca de la naturaleza del poder en las sociedades mochica.

Siendo estrictos con la definición, los mochica desarrollaron las primeras sociedades
estatales en los Andes Centrales, por tanto fueron los primeros en exhibir estratificación
social, tendencia a la centralización y especialización política, así como en desarrollar
urbes e infraestructura de edificios de uso común y especialización productiva. Todo
esto en un territorio relativamente amplio que abarcaba numerosas comunidades
preexistentes.42 Sin embargo, como todos los estados tempranos o arcaicos, los estados
mochica iniciales fueron inherentemente débiles43 y pendía sobre ellos la amenaza de
regresar a una etapa de organización menos desarrollada. Entre las razones se cuentan
el poder limitado sobre sus súbditos, algunos de los cuales habrían aprovechado

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 171


cualquier circunstancia para apoderarse Fig. 9. Botella escultórica mochica. Representa
un personaje sobrenatural con cinturón de
del estado o para disolverlo en aras
serpientes y el rostro arrugado. La ideología,
de recuperar su posición política, y centrada en las deidades del panteón mochica,
la inestabilidad del medioambiente, sirvió como ente unificador de la sociedad
y permitió el control por parte de la élite
que se acrecienta a medida que se gobernante. Programa Arqueológico San José
constituyen asentamientos más extensos. de Moro.
Los estados tempranos carecían de las
Fig. 10. Cántaro mochica que representa una
capacidades para mantener una fuerza
deidad con colmillos felínicos. En el cuerpo de
coercitiva permanente, un verdadero la vasija se representó un lobo marino con atri-
ejército profesional, por lo que imponerse butos y tocado semejante a los de los guerreros.
Programa Arqueológico San José de Moro.
por la fuerza resultaba imposible. Por otro
lado, la economía de estas sociedades era Fig. 11. Excepcional botella procedente de la
más bien autárquica, cada una de ellas tumba de una de las sacerdotisas de San José de
Moro. En el anverso y reverso se representa un
era casi autosuficiente y la intervención
felino con alas que destaca sobre una superficie
del estado no habría redundado en mayor calada. Sin embargo, la botella podía contener
eficiencia. La reducida escala de muchos líquidos. Programa Arqueológico San José de
Moro.
9 estados arcaicos hacía impracticable
la complementariedad económica y la
asistencia mutua en casos de crisis. A falta de esos mecanismos de centralización, la
mayor amenaza para los estados tempranos era la descomposición en comunidades
autónomas que se reunirían bajo la autoridad del estado. En el caso de los estados
mochica tempranos, su fragilidad residía en la falta de un elemento económico
o coercitivo que mantuviese unidos a todos los componentes, una especie de
«pegamento social».

A falta de dependencias económicas y de un ejército profesional que mantuviera la


integridad del estado —aspectos que se desarrollaron en las fases finales mochica—,
la ideología es quizá la única alternativa para explicar la capacidad de integración
presente en los estados tempranos (Fig. 9). Con este término nos referimos a las
ideas materializadas a través de formas simbólicas que se movilizan al servicio de
los intereses de ciertos individuos y grupos con el fin de crear y mantener estructuras
sociales complejas.44 Ellas pueden neutralizar las fuerzas centrífugas naturales en este
tipo de sociedades, acentuando y reiterando los valores comunes a una sociedad, los
elementos benéficos de la asociación y el origen divino de una nación, anclando una
jerarquía social desigual y tendiente a la dominación en un pasado mitológico, en la
vida de los héroes y los dioses, constantemente reproducido en la teatralización del
tiempo.45 Vale la pena hacer la distinción entre lo que Thompson llama una «ideología
neutra», cuyo fin es el beneficio del conjunto de la sociedad pero no de un segmento
particular, de lo que constituye una ideología política, cuyo propósito en fundar o
mantener relaciones de poder, control y dominación.46 La primera engloba conceptos
cosmológicos, mitologías, narrativas sociales y mucho de lo que llamamos «religión
mochica», cuya razón de ser no fue muy diferente de la «cultura mochica», es decir
que estas ideas y prácticas permitían una correlación entre los individuos y su medio,
y ordenaban la convivencia social de la que se beneficiaron todos los miembros de
esta sociedad. Su fin último no era otorgar poder a unos sobre otros sino permitir la
10
reproducción social.

172 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


11

La segunda concepción, en la que la ideología es una fuente de poder social, engloba


las mismas ideas, prácticas y expresiones a través de formas simbólicas, pero en este
caso con el propósito de crear y mantener relaciones sociales estructuradas que
generan poder. Los mismos objetos, rituales y monumentos que antes eran meramente
religiosos, ahora son expresiones de un sistema cuyo fin es construir y repetir un
orden social y político en el que una minoría controla a la sociedad y la dirige de
acuerdo a sus propósitos e intereses. El control y la manipulación de las expresiones
materiales de estas ideas a través de artefactos, rituales, monumentos y paisajes47
constituyeron una fuente de poder innegable en manos de un segmento social, que en
el caso de los mochica es claramente distinguible. Pero el poder que se obtuvo a partir
de esta estrategia ideológica no significó solamente beneficios para los poderosos y
opresión para los menesterosos, tampoco fue un sistema de mentiras inculcadas a una
incauta población. Como bien advierte Mann,48 si la gente se adhirió a estas ideas y
fervorosamente elaboró objetos preciosos para sus lideres (Figs. 10, 11), participó en
rituales de sacrificios humanos o colaboró en la construcción de los monumentales

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 173


Fig. 12. Fina botella de estilo foráneo encon-
trada en la tumba de la Sacerdotisa. El perso-
naje principal cubre su boca con una mano
y lleva una llama sobre la espalda. Programa
Arqueológico San José de Moro.

Fig. 13. Botella asa estribo mochica con deco-


ración en relieve de deidades que visten el
atavío típico de los guerreros y que interactúan
en una ceremonia. Programa Arqueológico San
José de Moro.

12

edificios donde se escenificó el gran teatro del mundo, no solo lo hicieron porque el
costo de oponerse era considerable; sino porque a cambio de su adhesión obtuvieron
beneficios tangibles y duraderos. Es decir, el orden y la legitimidad que construyen
el discurso y la práctica ideológica, en última instancia, no interesan solo a los que
tienen (el poder, la riqueza, el control de la tierra y la infraestructura productiva), sino
también a los que desean tener.49 El estado finalmente no es más que otra construcción
ideológica en la que la necesidad de orden y estabilidad se asocia con la acción de
un grupo y abarca un territorio específico.

En un trabajo previo50 planteamos que la ideología, meramente como ideas, es


peligrosamente débil e incontrolable. Solo cuando las ideas que fundan un estado y su
orden social se materializan pueden otorgar poder de manera duradera. La capacidad
de producir, poseer y manipular las expresiones materiales de la ideología es lo que
permite a un segmento social tener poder sobre otros. La dominación no es sinónimo
de explotación, puesto que quienes dominaron a estas sociedades no lo hicieron para
expoliarlas sino para beneficiarse en un estado de orden general. Es evidente que el poder
estriba también en la capacidad de impedir que otros segmentos sociales puedan tener
el mismo tipo de acceso a las materializaciones de la ideología. En última instancia,
es el uso que se da a los artefactos, a la ejecución de los rituales, y a la capacidad de
escenificar las narrativas culturales en los templos o los paisajes sagrados lo que genera
poder para ciertos miembros de la sociedad. Es decir, tan importantes como el control
de la producción de las expresiones materiales de la ideología son las condiciones y
reglas que permiten su manipulación. En el caso de la sociedad mochica, la estrecha
asociación entre las élites y las expresiones materiales del sistema ideológico son
innegables. Es en las tumbas de los ricos donde aparecen los artefactos rituales51 y son
ellos quienes tienen a su cargo la interpretación litúrgica de los mitos (Figs. 12, 13).

Numerosos críticos de la eficacia de la ideología reaccionaron frente a las formulacio-


nes anteriores que otorgan una gran eficacia al ideario dominante. Abercrombie, Hill
y Turner,52 en un estudio fundamental, cuestionaron el carácter dominante de la ideo-

174 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 175 13
logía puesto que ella no logra sojuzgar a Fig. 14. Botella asa estribo de línea fina mo-
chica. La Sacerdotisa navega sobre las olas. Esta
los potenciales sujetos de la misma, ya
representación abunda en el periodo Tardío de
que ellos desarrollan estrategias de resis- San José de Moro y confirma la gran importancia
tencia o aceptan parcialmente la validez de los personajes femeninos. Programa Arqueo-
lógico San José de Moro.
de sus contenidos.53 Así, de todo lo que
se intenta legitimar a través de la acción Fig. 15. Detalle de la representación en una
ideológica, las clases dominadas aceptan botella de línea fina mochica de una mujer que
navega con una vara en la mano. El navío de la
e incorporan solo aquello que les interesa
Sacerdotisa podía transformarse en una media
o concuerda con sus propósitos. Es la élite, luna en algunos casos. Programa Arqueológico
el grupo social que intenta dominar, la San José de Moro.

que resulta articulada, justificada y cohe-


sionada por su propia doctrina. En cierto
sentido la ideología genera un estado de
autocomplacencia en el cual quien tiene
14 que dominar encuentra una justificación
legítima para su función social. Esta limi-
tación a la eficacia de las ideas dominantes es obviamente aplicable a las sociedades
precolombinas en general y a la sociedad mochica en particular.

Clifford Geertz,54 en su estudio sobre el estado balinés en el siglo XIX, acuñó el concepto
de «estados teatrales», en los que la performance de rituales y espectáculos de gran
escala es lo que permite su existencia, en lugar de la coerción y el control económico.
Estos rituales son a la vez «modelos de» un orden prefigurado por los dioses en un tiempo
mítico, en el que se configuran las relaciones entre los diferentes ordenes jerárquicos, y
«modelos para» la sociedad del presente, patrones a seguir con el afán de asegurar su
existencia. En los rituales se construyen los arquetipos paradigmáticos para la sociedad,
vale decir, los modelos de comportamiento, lo que «debe ser» y la forma que debe
adoptar. Los personajes que interpretan los rituales, y los reyes y seres poderosos que
personifican y representan a las divinidades, son modelos de los dioses pero también
modelos para la gente. Es presumible entonces que los roles que se representan en
los rituales se extiendan a la vida fuera de ellos, particularmente para aquellos que
volverán a desempeñar estos roles año tras año. También es posible inferir que este
mismo efecto de la teatralización haya ocurrido en las comunidades y los pueblos de
menor tamaño. En los estados teatrales el orden social y político parece construirse con
base en la materialización de la ideología y las prácticas culturales.

En sus fases tempranas, la sociedad mochica parece corresponder muy bien al modelo
del estado arcaico, donde el poder se deriva de la acción ideológica. Pero creemos
que se relaciona aún mejor con los estados teatrales, donde una buena parte de este
poder deviene de la representación de rituales, y consecuentemente de la personifica-
ción de roles ceremoniales bajo el control del las élites. Uceda55 ha planteado que la
secuencia ocupacional del sitio Huacas del Sol y de la Luna se puede dividir en dos
periodos. En el Primer Periodo Moche, entre los años 100 y 600 d. de C., la sociedad
mochica habría estado regida por una clase de sacerdotes guerreros que impuso un
estado teocrático. Los sacerdotes guerreros habrían sido los propietarios de la Huaca
de la Luna, el gran escenario ritual de la sociedad mochica sureña, donde se habrían
escenificado los grandes rituales en los que la élite tuvo siempre el rol protagónico,

176 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


mientras que el pueblo participaba dando servicios o como víctimas en los sacrificios
humanos. A partir de 600 d. de C., durante el Segundo Periodo Moche, se produjo una
suerte de revolución en la que el poder se transfirió del templo al palacio y a la urbe,
y en la que se sentaron las bases para una sociedad más secularizada. Para entonces la
sociedad mochica habría transitado de un estado arcaico a uno territorial y expansivo,
dotado de una fuerza militar considerable y económicamente muy diversificado.

Las identidades funerarias de las sacerdotisas


de San José de Moro
Luego de la discusión precedente, donde se ha enfatizado que el poder en las sociedades
mochica debió ser fundamentalmente ideológico, nos centraremos en la identifica-
ción de las Sacerdotisas de San José de Moro. Como se ha discutido, el problema del
«pegamento social» que mantenía unidas a las partes que conformaban las unidades
políticas mochica es de extrema complejidad. No basta con afirmar que, según su grado
de desarrollo, estas sociedades estatales tempranas debieron ser «estados teatrales» o
«estados arcaicos», estos conceptos no son recetas sino modelos teóricos que permiten
abstraer los elementos fundamentales ya que cada sociedad es distinta a las otras y

15

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 177


16

cambiante a lo largo del tiempo. Los arqueólogos deben buscar evidencias que validen
estos modelos, y que les den una dimensión real, enriquecida en la práctica social. Los
contextos funerarios de las sacerdotisas nos ofrecen esta posibilidad.

A principios de agosto de 1991, Christopher Donnan y Luis Jaime Castillo estaban a


punto de cerrar una exitosa temporada de campo en San José de Moro, un pequeño
pueblo situado en el kilometro 701 de la carretera Panamericana, al norte de Chepén.
El lugar era conocido entre los arqueólogos del norte como posible fuente de origen de
la cerámica Mochica Tardía de Línea Fina, las llamativas vasijas pintadas con recargados
diseños figurativos56 que representan escenas o temas en los que casi no se incluyen
seres humanos, sino divinidades que interactúan. Una de las peculiaridades de estas
finas botellas57 es que son muy escasas en comparación, por ejemplo, con las botellas
Mochica IV del sur, y casi todas las piezas conocidas de este tipo parecían provenir
solamente de San José de Moro.

Hacia la tercera semana de excavaciones los trabajos continuaban en el sector en Fig. 16. Máscara de cobre recuperada en la
el que se encontraron importantes tumbas de cámara en las semanas anteriores. tumba de una de las sacerdotisas de San José de
Moro. Estas máscaras pueden haber cubierto el
Entre ellas se halló el entierro de una niña acompañada de seis niños más y un gran ataúd, junto con otras piezas de metal. Programa
número de ofrendas. Uno de los objetos que se encontró en esta tumba era un botella Arqueológico San José de Moro.
de asa estribo con la representación de la Sacerdotisa sobre la balsa de totora que
Fig. 17. Representación de la ceremonia del
se transforma en luna creciente,58 el diseño más popular y frecuente en la cerámica
entierro en la iconografía mochica. El ataúd
Mochica Tardía de Línea Fina (Figs. 14, 15).59 Asimismo, en un profundo pozo de ubicado en el extremo inferior tiene una máscara
sondeo ubicado al pie de la Huaca la Capilla se encontraron maderos carbonizados, y tocado, como ocurre en las tumbas de San
José de Moro. Además, un grupo de mujeres
que por hallazgos anteriores se sabía que eran la techumbre de una cámara funeraria.
forma parte del cortejo funerario (Donnan y
Esta vez las dimensiones (aproximadamente 3 por 5 metros) y la profundidad de la McClelland 1999: 145).
cámara (unos 7 metros) eran mucho mayores.
Fig. 18. Copa de cerámica de la tumba de la
La cámara funeraria M-U41 contenía el entierro de una mujer de estatura pequeña sacerdotisa principal de San José de Moro. El
y de complexión gruesa, que tenía aproximadamente 40 años al momento de su uso de esta copa y otras características del ajuar
funerario permitieron vincular a estas mujeres
muerte, y estaba flanqueada por dos ancianas cuyos esqueletos estaban incompletos, con la diosa de la iconografía mochica. Progra-
por lo que se infiere que habían muerto muchos años antes (véase p. 288, Fig. 2).60 ma Arqueológico San José de Moro.

178 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


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A los pies de la ocupante principal aparecieron dos mujeres jóvenes, aparentemente


sacrificadas durante las exequias y colocadas rápidamente en la tumba. Las ofrendas
incluían los huesos de un perro y de camélidos,61 maquetas de edificios hechas con
barro crudo, millares de «crisoles», adornos de cobre y un conjunto de implementos
de textilería. La tumba contenía más de setenta piezas de cerámica,62 que incluían
tanto finas botellas como una gran cantidad de ollas y cántaros para uso doméstico.
La botella más fina tenía como motivo figurativo a la Sacerdotisa sobre la balsa de
totora, ataviada con su vistoso y peculiar tocado.63 La mujer principal había sido
enterrada en un ataúd de cañas, muy semejante a los que se encontraron años antes
en Pacatnamú,64 pero decorado con grandes piezas de cobre en forma de brazos,
piernas y una máscara (Fig. 16). Las ofrendas más significativas eran dos copas con
pedestal cónico, una de cobre y la otra de cerámica (Fig. 18), muy semejantes a las
copas que figuran en la Escena del Entierro (Fig. 17; véase p. 291, Fig. 6),65 y dos
grandes tocados en forma de plumas con los bordes aserrados. Los análisis de an-
tropología física confirmaron que todos los esqueletos de la tumba correspondían a
mujeres de diferentes edades, lo que era un rasgo peculiar. Debemos recordar que
hasta entonces, los investigadores asumíamos que todos los entierros mochica de
élite correspondían a individuos de sexo masculino.

Los objetos asociados, particularmente las copas y los tocados, así como el sexo de la
ocupante de la cámara, nos llevaron a plantear que se trataba de la tumba de una Sacer-
dotisa,66 personaje femenino67 identificado en la iconografía mochica y que está presente
en varias escenas como miembro importante del panteón de divinidades.68 La mujer de
la tumba M-U41 fue enterrada con algunos elementos de adorno personal y del ataúd,
así como artefactos —las copas— que en la iconografía mochica aparecen asociados a
este personaje. Sin embargo, quedaba la duda si esta mujer vivió como la Sacerdotisa
de la iconografía, o si solo había muerto como ella. Parecería razonable presumir que si
alguna persona de la sociedad mochica de San José de Moro personificó a la divinidad
que llamábamos «Sacerdotisa» en rituales donde se escenificaban los mitos, la mujer
encontrada en esa tumba, robusta y con buena salud —como otros representantes de la
élite—, era la mejor candidata para este papel. No dejaba de llamar la atención que en
su sepultura estuviese acompañada por un cortejo de mujeres, como ocurre con la mujer
sobrenatural que aparece sepultada en las Escenas de Entierro.69

En los tres lustros que siguieron al hallazgo de la tumba de la Sacerdotisa, las inves-
tigaciones en San José de Moro y en la región circundante continuaron y se hicieron
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cada vez más extensas y articuladas; sin embargo no se encontró otra tumba como

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 179


M-U41. Hemos tenido la fortuna de excavar numerosas tumbas muy complejas, y
generalmente de cámara, cuyos ocupantes principales eran mujeres acompañadas
por ofrendas relacionadas con la iconografía o la parafernalia ritual vinculada con
la Sacerdotisa.70 Estas tumbas databan del periodo Mochica Tardío (cuatro casos) y
también del periodo Transicional (tres casos), que sigue al anterior y en el que los
rasgos que caracterizan a los mochica comienzan a desaparecer. Sin embargo, en
este periodo de cambio el culto a los ancestros femeninos como la Sacerdotisa parece
haber continuado.71

Es momento de plantear dos preguntas: ¿Por qué ciertos personajes de le élite mochica
fueron enterrados con atuendos y artefactos que caracterizan a seres del panteón de
divinidades representado en la iconografía? ¿Por qué se otorgaron identidades rituales
femeninas a algunas mujeres de San José de Moro? Ambas preguntas, si bien cubren
áreas que se intersecan, tocan aspectos potencialmente independientes. Mientras que la
primera pregunta se relaciona con un proceso común a todos los estados mochica de la
costa norte, la segunda concierne a un fenómeno que hasta el momento parece haber
estado circunscrito a San José de Moro. Con base en la performance de la Ceremonia
del Sacrificio (Fig. 19), Christopher Donnan72 ha planteado que pudo haber existido
una suerte de «religión de estado». Evidencias de esta ceremonia, probable expresión
material de la ideología dominante73 mochica, se han encontrado desde las fases más
tempranas hasta las más tardías de la secuencia cronológica, así como en todos los
valles que ocuparon, desde Pañamarca, al sur, hasta Loma Negra, al norte.

En las páginas anteriores hemos argumentado a favor del énfasis otorgado a la ideología
y a la performance del ritual para la creación y el sostenimiento de los estados mochica.
No sorprende que algunos individuos hayan tenido a su cargo la personificación de
divinidades, héroes o seres sobrenaturales en estos rituales. Con este fin, estos indivi-
duos debieron ser dotados de la parafernalia (vestimentas, adornos, artefactos) nece-
saria para desempeñar su papel. Hemos mostrado también cómo la evidencia parece
inclinarse, aunque no de manera concluyente, en favor del carácter permanente de
estas asignaciones, y cómo estaban reservadas para algunos individuos privilegiados
desde su nacimiento.

Con la segunda pregunta abordamos el tema de las identidades femeninas y su relación


con el poder en las sociedades mochica. Cabe preguntarse también si esta posición
fue un aspecto común a todas las sociedades mochica o si fue exclusiva de San José
de Moro, único lugar donde hasta la fecha se han encontrado tumbas de mujeres
prominentes con estas características. Asimismo, es lógico indagar por qué las mujeres
tuvieron estas posiciones privilegiadas y cuál era la fuente de su poder. La costa
norte del Perú, y en particular su región más septentrional, abunda en documentos
que hablan de mujeres poderosas, las capullanas o tallaponas, que habrían tenido
tanto o más poder que sus contrapartes masculinas. En relatos tempranos, como el
de Cieza de León,74 al igual que en posteriores litigios judiciales y noticias sobre
repartimientos, se menciona a mujeres que gobernaron curacazgos en la zona más
septentrional del Perú y se destaca su rol como guerreras, así como su riqueza, el
matriarcado y la poliandria. Es posible tratar de establecer correspondencias entre las
capullanas y las sacerdotisas enterradas en San José de Moro, sin dejar de tomar en
cuenta que las fuentes escritas y las tumbas mochica están separadas por 1000 años

180 SEÑORES DE LOS REINOS DE LA LUNA


Fig. 19. Botella asa estribo de línea fina
mochica. Representa la escena de la Presentación
de la Copa, ritual importante del ciclo litúrgico
mochica. Museo Larco, Lima.

Página siguiente:
Fig. 1. Botella de doble pico y asa puente
de estilo Lambayaque elaborada en oro. En el
asa se encuentra el rostro del personaje típico
de este estilo, asociado con Naymlap. Cuatro
nadadores se deslizan sobre el cuerpo de la
vasija. Museos Oro del Perú-Armas del Mundo,
Fundación Miguel Mujica Gallo, Lima.

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de historia. ¿Pudieron ser las sacerdotisas de Moro una suerte de lideresas políticas
de sus sociedades? En el estado actual de los conocimientos, no podemos confirmar
esta suposición. Por otro lado, la información sobre las capullanas es incidental puesto
que no revela aspectos importantes, en particular cómo obtuvieron el poder y cuán
extendida estaba su existencia.75

Fueran o no líderes políticos de sus sociedades, las sacerdotisas de San José de Moro
estuvieron asociadas en el momento de su muerte con el personaje de la Mujer Mítica
que aparece constantemente en las representaciones iconográficas propias del estilo
de San José de Moro. A partir de ellas, podemos asumir que algunas mujeres tuvieron
una posición de enorme importancia y para acceder a ella no habrían dependido de la
mediación de un hombre. Las ofrendas funerarias no las señalan como la hija, hermana,
madre o esposa de alguien, sino como personajes independientes e importantes por sí
mismas, que presumiblemente tuvieron una estrecha relación con el sistema de creencias
a través de su rol ritual como la mujer a la que llamamos la Sacerdotisa.

EL GÉNERO Y EL PODER: SAN JOSÉ DE MORO 181

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