Palti Elias Jose - Verdades Y Saberes Del Marxismo PDF
Palti Elias Jose - Verdades Y Saberes Del Marxismo PDF
Palti Elias Jose - Verdades Y Saberes Del Marxismo PDF
VERDADES Y SABERES
DEL M ARXISM O
ISBN 978-950-557-657-1)
ISBN: 978-050-557-657 9
Comentarios y sugerencias:
editorial(a;fce.com.ar
9
10 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
1Véase Joan Coraminas, B reve diccion a rio etim ológico d e la lengua castellana,
Madrid, Gredos, 1996, p. 179.
2Véase Reinhart Koselleck, “Krise”, en: Otto Brunner, Werner Conze y Keinhart
Koselleck (comps.), G eschichtliche G rundbegriffe, Stuttgart, KJelt-Cotta, 1982, t. ni,
pp. 617-650.
14 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
3Véase John Ayto, A rcade D ictionary ofW ord Origins, Nueva York, Arcade, 1990,
p. 532.
4 Reinhart Koselleck, “Krise”, op. cit., t. III, p. 619.
5Véase Edgar Morin, “Para una crisiología”, en: Randolph Starn e ta l., E lconcepto
d e crisis, Buenos Aires, Megípolis, 1979, pp. 275-299 [textos originalmente apareci
dos en C om m unications, núm. 25, París, Seuil, 1976].
‘ Véase Pierre Gaudibert, “Crisis y dialéctica”, en: Randolph Starn et al., E lcon
cepto d e crisis, op. cit., pp. 217-255.
INTRODUCCIÓN 15
(José Sazbón, “Una lectura sinóptica de la ‘crisis’”, op. cit., pp. 52-53). Para Étienne
Balibar, el origen del marxismo se encuentra, precisamente, en una crisis, a saber, la
resultante de la derrota de las revoluciones de 1848 (véase Étienne Balibar, La filo so
fía d e M arx [1993], Buenos Aires, Nueva Visión, 2000).
‘'José Sazbón, “‘Crisis del marxismo’: un antecedente fundador”, op. cit., p. 22.
'"José Sazbón, “Un lectura sinóptica de la ‘crisis’”, op. cit., p. 53.
INTRODUCCIÓN 17
11 En Las ondas largas d e l desarrollo capitalista (México, Siglo XXI, 1986), Ernest
Mandel propone una nueva tipología que mina la oposición entra ambos tipos de
crisis definidas por Marx. Para él, las crisis sistémicas habrían sido superadas por el
capitalismo mediante una revolución productiva (la emergencia de la máquina a
vapor para la etapa del capitalismo nacional, la electricidad y el motor a combustión
para el imperialismo, etc.). Así, las crisis originariamente extrasistémicas habrían
sido reconducidas y convertidas en intrasistémicas. Esta tesis permitirá a Eredric
Jameson, a su vez, establecer un vínculo entre crisis capitalistas y crisis del marxismo.
Según afirma, la percepción de una “crisis del marxismo” siempre habría coincidido
con estos períodos de revolución productiva capitalista; véase Frcdric Jameson, “Cinco
tesis sobre el marxismo realmente existente. El Marx de Derrida”, en: El Rodaballo,
núm. 4, 1996, pp. 2-6.
18 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
12“El sitio de Tenochtitlin” [1528], Cantar mexicano, en: León Portilla (comp.),
La visión d e los vencidos, México, unam , 1992, p. 166.
INTRODUCCIÓN 19
***
' Véase al respecto Elias José Palti, “Posmodernismo”, en: Carlos Altamirano (dir.),
D iccionario crítico d e térm inos d e sociología cultural, Buenos Aires, Paidós, 2 001, pp.
191-194.
2 Véase Alex Callinicos, Contra e l posm odernism o, Bogotá, El Áncora, 1993.
3Véase A. Heller y F. Fehér, The Posm odern P olitical Condition, Cambridge, Polity
Press, 1988.
23
24 VERDADES Y SABERES DF.E MARXISMO
4 Perry Anderson, Los orígenes d e la posm odern idad, trad. Luis Andrés Bredlow,
Barcelona, Anagrama, 2000.
SABER SIN VERDAD 25
8 Alain Badiou, ¿Se p u ed e pen sar la p olítica ?, trad. Jorge Piatigorsky, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1990, p. 33.
28 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
ticos por la que pretende dar cuenta del triunfo final del capitalismo como resultado
de la evolución cósmica. Sobre las incoherencias relativas al debate entre moderni
dad y posmodernidad, véase Elias José Palti, “Tiempo, modernidad e irreversibilidad
temporal”, en: Aportas. Tiempo, m odernidad, historia, sujeto, nación, ley, Buenos Ai
res, Alianza, 2001, pp. 21-81.
13 Según señala Anderson, la obra de Habermas representa, en realidad, menos
una reacción ante el libro de Lyotard (al que todavía Habermas no conocía) que ante
la Bienal de Venecia que se realizó ese mismo año.
14 Perry Anderson, Los orígenes d e ¡a posm odem idad, op. cit., p. 59. Según mues
tra, es claramente abusivo señalar a todos los autores que Habermas inscribe entre
los cultores del posmodernismo (como Dcrrida y Foucault) como suertes de reaccio
narios que se desconocen, así como, inversamente, tampoco es evidente que todos
los defensores de la modernidad gocen de títulos democráticos irreprochables.
32 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
15 Para una buena síntesis, véase Barry Smart, Posm odernity, Londres y Nueva
York, Routlcdgc, 1994.
S/l/tf7?SIN VERDAD 33
feras, que diluye tanto las fronteras disciplinarias como las que se
paran el arte “alto” del arte “bajo”.
Su síntesis es un nuevo concepto de la posmodernidad, no como
lo opuesto a la modernidad sino como su triunfo completo. Lo que
distingue a la modernidad clásica es la pervivencia de resabios de modos
precapitalistas de producción y de culturas y tradiciones aristocráti
cas, lo que le confería a aquélla un aspecto progresista y crítico. La
posmodernidad, en cambio, habría barrido ya todo vestigio de Natu
raleza (hasta entonces encarnada en el Inconsciente y en el Tercer
Mundo), abriendo las puertas a un “capitalismo ilimitado” en el que
toda alternativa a éste habría sido finalmente eliminada. Encontra
mos aquí, dice Anderson, el “movimiento más radical” de Jameson:
evitar la simple condena de la alianza entre arte y mercado. Aceptar la
realidad del capitalismo ilimitado es la condición para encontrar “una
salida de ese espacio cerrado y repetitivo”.16 Su “logro” o “proeza”
(achievem ent) fue recuperar el término para “la causa de la izquierda
revolucionaria”.
18 IbitL, p. 99.
36 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
22 Frcdric Jamcson, The P olitical U nconscious, op. cit., p. 81. “El gradual eclipse
[de lo Im aginario en Lacan] en su obra tardía no es extraño a una sobreestimación de
lo Sim bólico, que puede llamarse lo propiamente ideológico’’ (Frcdric Jameson, The
Ideologies ofT heory. Essays 19/1-1986, Minneapolis, University of Minnesota Press,
1989, vol. l,p . 95).
23 Fredricjamcson, The P olitical Unconscious, op. cit., p. 287. Foucault sería, entre
los autores contemporáneos, quien más radicalmente niega o ignora esta dimensión
inherente al orden del lenguaje. Iat suya, dice Jamcson, es “una fantasía de totalitaris
mo futuro según la cual los mecanismos de dominación [...] son comprendidos
como tendencias irrevocables y crecientemente expansivas cuya misión es colonizar
los últimos vestigios y restos vivientes de libertad humana; ocupar y reorganizar, en
otras palabras, lo que aún perdura de la Naturaleza objetiva y subjetiva (muy esque
máticamente, el Tercer Mundo y el Inconsciente)” (ibid., p. 92).
24 “Este es el sentido en que el pasado nos habla de nuestras ‘potencialidades
humanas’ virtuales y no realizadas. No se trata de una lección edificante o de un
asunto ocioso de enriquecimiento’ personal o cultural, sino de una lección de priva
ción, la cual pone radicalmente en cuestión la vida cotidiana mcrcantilizada, los
espectáculos reificados, y las experiencias simuladas de nuestra sociedad de plástico y
celofán. [...] Pero es en la misma experiencia de la producción lingüística y formal
en donde la primacía de lo ritual colectivo, o el esplendor del valor no mcrcantilizado,
e incluso la transparencia de las relaciones inmediatas personales de dominación,
estigmatizan la monadización, el habla privatizada c instrmnentalizada y la rcificación
de la mercancía en nuestra forma contemporánea de vida’’ (Fredric Jamcson. The
Ideologies o f Theory, op. cit., vol. 2, p. 175).
SABER SIN VERDAD 39
En la década que acaba de terminar pero que es todavía nuestra, las pro
fecías de Adorno de un “sistema total” se han vuelto finalmente reales,
aunque en formas totalmente inesperadas. Adorno seguramente no ha
sido el filósofo de los años treinta (lamentablemente, podemos decir hoy
que, retrospectivamente, éste ha sido Heidegger), ni el filósofo de los
años cuarenta y cincuenta, ni siquiera el pensador de los años sesenta (los
cuales han sido Sartre y Marcuse, respectivamente), y, debo decir que,
29 Perry Anderson, Los orígenes d e la posm odem idad, op. cit., p. 125-
50 “Se trata de un período transicional entre dos fases del capitalismo, en el que las
formas anteriores de lo económico están en proceso de reestructuración en una escala
global, incluidas las formas más antiguas del trabajo y sus instituciones y conceptos
organizativos tradicionales. No hace falta un profeta que pronostique que de este cataclis
mo convulsivo resurgirá un nuevo proletariado internacional (que adoptará formas que
todavía no podemos imaginar): nosotros mismos estamos aún en la depresión, sin em
bargo, y nadie puede decir durante cuánto tiempo vamos a permanecer en ella” (Fredric
Jameson, “Marxismo y posmodernismo” [1989],en: Elgiro cultural Escritos seleccionados
sobre elposm odem ism o. 1983-1998, Buenos Aires, Manantial, 1999, p. 73).
42 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
El triunfo universal del capital significa algo más que una simple derrota
de todas las fuerzas que antaño se le opusieron, aunque sea también esto.
Su sentido más profundo reside en la cancelación de las alternativas polí
ticas. La modernidad toca a su fin, como observa Jameson, cuando pier
31 Fredric Jameson, Late Marxism. Adorno, or the Persistence o f the D ialectic, Lon
dres, Verso, 1990, p. 5.
32 En algunos pasajes, Anderson intenta explicar este desfasaje por una suerte de
efecto inercial. “Situar el fin del arte moderno después de 1945, suponía ciertamente
un corte demasiado abrupto [...]. El legado de las vanguardias de antes de la guerra
no se podía extinguir de la noche a la mañana, ya que seguía en pie necesariamente
como memoria y como modelo interno, por poco favorables que fuesen las condi
ciones externas para su reproducción” (Perry Anderson, Los orígenes d e la p osm od er
nidad, op. cit., p. I 14).
33 Fredric Jameson, l.ate Marxism, op. cit., p. 27.
AVIfl/tfSIN VERDAD 43
A¡ Ib id , p. 178.
43 Vemos aquí replicarse, en Anderson, ese movimiento característico en Jameson
por el que se traslada permanentemente entre los niveles político, económico-social
y estético.
44 Fredric Jameson, El posm odernism o o la lógica cu ltu ral d e l capitalism o avanzado,
Barcelona, Paidós, 1991, p. 298.
45 Perry Anderson, Los orígenes d e la p osm od em id a d , op. cit., p. 178.
46 Ib id , p. 179.
46 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
En 1974, Anderson inicia la serie de escritos que dos años más tarde
serían reunidos bajo el título C onsideraciones sobre el marxismo o cci
dental. Para entonces, él ya había completado -siendo aún muy jo
ven- la serie de sus obras históricas mayores.47 Su producción se con
centrará, a partir de ese momento, crecientemente en la crítica cultu-
<7Sus.dos libros más importantes aparecen ese mismo año (1974): Transiciones d e
Lt an tigü edad a l feuda lism o y El estado absolutista.
5/1M/?SIN VERDAD 47
51 Perry Anderson, Tras las huellas d e l m aterialism o histórico, Madrid, Siglo XXI,
1986, p. 110. “La clase obrera -concluye- está actualmente confusa, inmersa en una
de esas tremendas recomposiciones que desde la revolución industrial han marcado
su historia periódicamente; pero está mucho menos vencida y dispersa que durante
la última gran depresión” (ib id ., p. 112). Como señala Elliott, la operación política
que realiza Anderson en esos años resulta demasiado transparente: construir el re
chazo en el medio académico a la reacción conservadora deThatcher y Reagan como
prueba de la radicalización de la sociedad (Gregory Elliott, op. cit., p. 196). Esta fe
habría de persistir a lo largo de toda la década. En una carta a Bobbio de 1988
todavía confiaba en que “había fundamentos para el optimismo”, aunque es cierto
que las expectativas de un cambio radical se irían desplazando cada vez más hacia el
futuro: “por supuesto -aclaraba- estamos hablando de siglos antes que de décadas;
demasiado tiempo también para alguien como yo” (citada por Gregory Elliott, op.
cit., p. 140).
50 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
54Por otro lado, el triunfo final del capitalismo no significa que éste haya resuelto
o pueda resolver las contradicciones que genera. “Si el fin de la historia ha llegado, es
esencialmente porque la experiencia socialista está terminada (Perry Anderson, A
Zone ofE ngagcm cnt, op. cit., p. 351-352).
” T. J. Clark va incluso más allá, señalando que la idea de un “fin de la historia"
es, precisamente, un gesto típicamente “modernista (I. J. Clark, Origins of the
Present Crisis”, op. cit., p. 93).
56 De hecho, es Jameson quien reintrodujo el concepto sartreano del marxismo
como “horizonte intrascendible” en el debate contemporáneo e hizo de él el eje de su
proyecto intelectual y su consigna.
52 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
55
56 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
cialista de los Trabajadores ( pst) y alcanza importante difusión tras el regreso del
peronismo al poder en 1973. Luego del golpe militar de 1976, sus militantes fueron
duramente reprimidos, pero el partido se mantuvo activo en la clandestinidad, y en
1983 formó el núcleo del Movimiento al Socialismo ( mas). Hacia 1987, cuando
Moreno muere, dicho partido se convertiría en la mayor organización trotskista del
mundo, para terminar desintegrándose poco después, en 1991.
2 Según afirma, dicha dirección, impresionista y antimarxista, encandilada por
fenómenos circunstanciales, como la Guerra fría, la Revolución Cubana, el
guerrillerismo o, luego, el eurocomunismo, seguiría una trayectoria errática que la
aleja de la tarea central de construir una dirección obrera revolucionaria y claudicar
sucesivamente ante el stalinismo, al castrismo, al sandinismo, etc. Moreno identifica
al revisionismo de la “mayoría” como la causa última de la marginalidad del trotskis
mo en la segunda posguerra.
3 “La crisis histórica de la humanidad”, señalaba 'lrotski en su Programa d e tran
sición (1938), “se reduce a la crisis de dirección revolucionaria” (León Trotski, El
program a d e transición para la revolución socialista, Buenos Aires, Crux, 1986, p. 31).
58 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
5 Elliott muestra las analogías entre las posturas de Anderson y las de Isaac
Deutchcr, conocido ex colaborador y biógrafo de Trotski (de quien se aleja cuando
decide romper con el stalinismo y fundar la iv Internacional) y una de las figuras
más respetadas por Anderson. Elliott define dicha posición, retomando las pala
bras que el propio Anderson utiliza en sus C o n s id e r a c io n e s , como incipientemente
“polarizada hacia el comunismo oficial como la única encarnación histórica del
proletariado internacional en tanto clase revolucionaria” (Grcgory Elliott, op. cit.,
p. 149).
El.TROTSKISMO COMO 1A VERDAD IMPLÍCITA DEL MARXISMO 61
7 Este punto fue materia de debate en las filas del morenismo. Algunos interpre
tarían posteriormente que Moreno había anticipado la restauración del capitalismo
en la URSS en una nota de 1984 (publicada en Correo Internacional, núm. 2), en la
que señala tal posibilidad. En una entrevista que le hacen en 1986, ante la pregunta
de si “puede haber restauración capitalista”, incluso afirma: “No sólo puede sino que
habrá, a menos que se derrote al capitalismo mundial. Socialismo con democracia
obrera o triunfo del imperialismo: no veo otra alternativa. Y si sucediese esto último,
los Estados obreros pasarán a ser colonias del imperialismo” (Nahuel Moreno, Con
versaciones..., op. cit., p. 89). Sin embargo, él mismo aclara el punto: nunca pensó
que la restauración pudiese darse como resultado de la lucha obrera en dichos países,
sino, por el contrario, de su derrota. En una charla que mantiene con algunos mili
tantes, y ante la insistencia de éstos, responde: “¡De vuelta con el Correo N° 2! En mi
artículo digo exactamente lo opuesto. Digo que no hay absolutamente ningún peli
gro de que un proceso revolucionario antiburocrático origine la vuelta de la burgue
sía, aunque haya una dirección burguesa” (Nahuel Moreno, Escuela d e cuadros. Vene
zuela, 1982. Nuestra experiencia con el lam bertism o, Buenos Aires, Crux, 1991, p.
109).
ELTROTSKISMO COM O LA VERDAD IMPLÍCITA DEL MARXISMO 63
'Por otro lado, si bien ambos hechos (la disolución de la URSS y la desintegración
del morenismo) estuvieron relacionados, no habría entre ellos un vínculo de causalidad
directa.
64 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
todo caso, ésta debería desplegarse no a partir de la negación de la teoría del valor,
sino, por el contrario, de su misma afirmación; es decir, debería poder demostrarse
en qué sentido la teoría del valor, en su propio concepto (más allá de que la conside
remos correcta o no), representa aquella instancia necesaria y destructiva al mismo
tiempo del discurso marxista.
13 El caso paradigmático al respecto para Laclau y MoufFe es el de Eduard Bernstein.
Éste, dicen, vio mejor que ninguno las consecuencias de la entrada del capitalismo
en su fase monopolista. Desde entonces, la clase obrera habría de fragmentarse. Su
unificación pasaría a ser producto de una intervención política. De este modo, rom
pe con el esquema base-superestructura y la instancia política cobra autonomía pro
pia. Sin embargo, al inscribir su concepto revisionista dentro de un marco evolutivo-
histórico, la vaciaría inmediatamente de contenido (véase Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe, op. cit., pp. 61-62). Slavoj Zizek le opone una interpretación opuesta. La
política del marxismo nace, justamente, de la ca tá strofeá c la Segunda Internacional,
cuando, en 1914, haciéndose eco del ascenso nacionalista en Europa, se suma al
esfuerzo bélico en cada Estado que termina conduciendo a la Primera Guerra (Slavoj
Ziiek, “A Plea for Leninist Intolcrance”, en: C ritical Inquiry, núm. 28, 2002, pp.
542-566).
68 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
17 “Puede ser que el capitalismo cambie y logre una nueva forma de explotación.
La escuela semimarxista de Wallerstein señala esta posibilidad, que en mi opinión no
está descartada" (NahucI Moreno, C onversaciones, op. cit., p. 2).
‘"Zizek señala algo similar con relación a I.enin y sus Tesis d e Abril, que deciden el
destino de la Revolución en Rusia (Slavoj Zizck, “A Pica for Leninist Intolcrance”,
op. cit., pp. 542-566).
ELTROTSKISMO COMO LA VERDAD IMPLÍCITA DEL MARXISMO 73
La crisis abierta en 1974-1975 no es una crisis cíclica más, sino que se profun
diza año a año, avanzando hacia un salto cualitativo. [...] Esta crisis económica se ha
tornado crónica y abarca a todos los países capitalistas y al conjunto del mercado
mundial. [...] Las crisis del imperialismo tiene expresiones continuas en el ascenso
revolucionario” (Nahuel Moreno, “Proyecto de tesis”, op. cit., p. 28).
23 Nahuel Moreno, Elpa rtid o y la revolución. Teoría, program a y política. Polém ica
con Ernest M a n del Buenos Aires, Antídoto, 1989, p. 395.
24 Nahuel Moreno, “Proyecto de tesis”, op. cit., p. 50.
25 Nahuel Moreno, El partido y la revolución, op. cit., p. 397.
2,1 Nahuel Moreno, “Proyecto de tesis”, op. cit., p. 49.
27 Ibid., p. 25-
EL TROTSKISMO COM O IA VERDAD IMPLICI TA DHL MARXISMO 77
311Ni siquiera se podría intentar fijar algún criterio objetivo para determinar esto.
Ello es fácil de demostrar. Supongamos que se acordara algún parámetro al respecto,
por ejemplo, que se estableciera un cierto piso en el número relativo de obreros
industriales, una cierta masa crítica por debajo de la cual la causa socialista habría
perdido sus anclajes materiales en la sociedad. Si esto pudiera hacerse, a partir de ese
momento la tarea central de los militantes no sería ya organizar huelgas, distribuir la
prensa partidaria, etc., sino con ta r obreros - dado que, tan pronto como su número se
redujera por debajo del límite fijado, sólo cabría abandonar la empresa revoluciona
ria y disolverse como partido-. Lo mismo ocurriría con cualquier otro criterio que se
quisiera establecer. Su sola fijación haría supeditar la práctica revolucionaria a una
instancia ajena e incontrolable para ella. En definitiva, la instancia que es su condi
ción de posibilidad (la hipótesis de una inflexión cualitativa) es al mismo tiempo
inarticulable dentro del universo de ideas marxistas, ya que su sola formulación re
sulta destructiva de éste.
31 Indudablemente, sería absurdo siquiera imaginar que un partido trotskista mi
litante pudiera reunirse para proclamar oficialmente algo así como “la muerte del
proletariado”. En realidad, no es necesario imaginar las consecuencias de tal intento.
La trayectoria del morenismo posterior a la muerte de Moreno ofrece un ejemplo de
ello. Uno de los grupos en que se fracturó el Movimiento al Socialismo, encabezado
por Andrés Méndez, comenzó a estudiar el llamado toyotism o (el que vendría a reem
plazar el sistema fordista-taylorista de producción) y a explorar la posibilidad de la
inexistencia actual del proletariado, tal como lo definiera el marxismo, lo que, como
era imaginable, condujo inmediatamente a su desintegración como grupo. Cierta
mente, como afirmaba Moreno, el planteamiento mismo de tal discusión, más allá
de los resultados a los que hayan arribado, era ya “liquidacionista”.
80 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
sería ya absurdo apelar a ellos). JJegado a este punto, sólo cabría ad
mitir francamente que el modo como el marxismo concebía el fun
cionamiento del mundo y de la historia era falso (algo que, obvia
mente, ningún marxista en tanto q u e tal puede hacer).
Vemos aquí también hasta qué punto el hallazgo de aquella fisura
que abre el campo a la política, dislocando la lógica estructural, aún
la presupone. La irrupción de la temporalidad, la introducción de un
elemento de contingencia en el seno del pensamiento marxista no
conlleva la resolución de la contradicción entre los dos principios
motores de la historia (relaciones de producción y lucha de clases), el
descubrimiento de un tercer término en el que ambos puedan conci
llarse, sino, por el contrario, su exacerbación. La política marxista se
despliega en el borde de su propia imposibilidad. El trotskismo afir
ma sim ultáneam ente la necesidad y la imposibilidad de pensar un or
den poscapitalista que no sea socialista.323Éste es su presupuesto siem
pre presente e inconcebible a la vez. Del trotskismo se puede decir, en
fin, lo que Luden Goldmann (uno de los autores preferidos de Mo
reno) respecto del pensamiento trágico: éste “nunca dice sí o no, sino
que siempre dice sí y no. El Dios oculto es para Pascal un Dios p resen
te y ausente, y no presente unas veces y ausente otras, sino siem pre
presente y ausente".33 Tras la perspectiva de Moreno subyace, en efec
to, una cierta dialéctica trágica.34
32 La “solución” (definitivamente precaria, catastrofista) que encuentra Moreno,
en los años en que Reagan anunciaba la inminencia de la lucha final contra el “Impe
rio del Mal", es la de traducir la fórmula de “socialismo o barbarie” en la de “trotskis
mo u holocausto”. Identificar la barbarie -esto es, la posibilidad de ese quiebre en
que el socialismo dejaría de estar planteado como alternativa histórica- con el h olo
causto nuclear, es decir, la destrucción lisa y llana de la especie humana, le permitiría
preservar la idea de una indeterminación respecto de la meta histórica y, al mismo
tiempo, asegurarse de su no ocurrencia. Así planteada la alternativa, diluye su senti
do original, implica que, desde el mismo momento en que todavía existimos, la
posibilidad del socialismo seguiría abierta.
33Luden Goldmann, El hom bre y lo absoluto. El Dios oculto, Barcelona, Península,
1985, p. 51.
34 La relación entre marxismo y tragedia fue motivo de debate y dio lugar a un
amplio espectro de posturas. En un extremo se ubica George Steiner, quien afir-
82 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
Dice Moreno:
da como horizonte. El punto es que al respecto no hay lugar para medias tintas.
Dios, la Verdad o la Revolución existen o no existen: no existen un poco, a veces,
hasta cierto punto.
43 Luden Goldmann, El h om bre y lo absoluto, op. cit., p. 261.
44 “La grandeza del hombre trágico -señala Goldmann- consiste en verlos [los
elementos contradictorios] y conocerlos en su más rigurosa verdad, y en no aceptar-
86 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
los jamás. Porque aceptarlos sería precisamente eliminar la paradoja’’ (ibid., p. 78).
III. LA VERDAD COMO POSTULADO
(ERNESTO LACLAU Y SLAVOJ ZlZEK:
LO REAL Y LO IMAGINARIO DEL MARXISMO)
1 Los autores que analizamos en este tercer capítulo, sin embargo, tambi n segui
rían, incidentalmente este patrón. Ernesto Laclau, aunque ciertamente ya no se de
fine trotskista, tiene una larga trayectoria y deuda intelectual con el trotskismo. Su
gestivamente, también Slavoj Zizek tendería hoy a gravitar en torno de esa misma
tradición. En uno de sus últimos artículos afirma, en un gesto claro de definición
política, que “quizás el significante Trotski sea la designación más apropiada de lo
que vale la pena redimir en el legado leninista” (Slavoj Zizek, “A Plea for Leninist
Intolerancc", op. cit., p. 565). Como veremos, esta definición tiene importantes con
secuencias teóricas en su pensamiento (y explica, en última instancia, sus desavenen
cias con Laclau).
87
88 VERDADES Y SABERES DEE MARXISMO
E l deconstruccionismo y la inflexión
POSTFSTRUCTURAI.ISTA DEL MARXISMO
''“Althusser quiere hacernos creer que la crítica del sujeto es la ‘revolución teórica
marxista’. Como si de esta liquidación del sujeto la filosofía no hubiera, desde hace
dos siglos, sacado tajada” (Jacqucs Ranciére, I.a lección d e Althusser, op. cit., p. 43).
7Scgún señalaba el propio Althusser, detrás de cada cambio filosófico se pueden
descubrir las huellas de alguna transformación científica que opera una suerte de
recomposición del sistema de los saberes, instala nuevas problemáticas, produce, en
fin, una “ruptura epistemológica”. “De la misma forma en que la fundación de las
matemáticas por Tales ‘provocó’ el nacimiento de la filosofía platónica; [...] la fun
dación de la física por Galilco ‘provocó’ el nacimiento de la filosofía cartesiana, etc.”
(Louis Althusser, “Prólogo a la segunda edición ”, en: La revolución teórica d e Marx,
México, Siglo xxi, 1985, p. xi). Hay que suponer, pues, que lo mismo se podría
afirmar de su propia teoría. Al respecto, véase filias José Palti, “fil retorno del sujeto’.
Subjetividad, historia y contingencia en el pensamiento moderno”, en: Prismas. Re
vista d e H istoria Intelectual, núm. 7, 2003, pp. 27-50.
94 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
* Pensar lo contrario es suponer que pueden traerse sin más al presente modos de
conciencia o formas de saber una vez que se ha quebrado el suelo de presupuestos en
que éstos se sostenían; en fin, equivale a afirmar que la historia intelectual carece de
historicidad propia, abriendo así las puertas a toda suerte de anacronismos concep
tuales. Parafraseando a Quentin Skinner, podemos definir esto como “mitología de
la retrolepsis” (una suerte de inversión de su concepto de “mitología de la prolep-
sis”). Véase Quentin Skinner, “M eaningand Understanding in the History of Ideas”,
en: H istory a n d Theory, núm. 8, 1969, 489-509.
9 Este es el tema de un trabajo actualmente en preparación, cuyo título tentativo
es Una breve historia d el sujeto m oderno.
LA VERDADCOMO POSTULADO 95
del carácter relacional de las identidades colectivas, es decir, que las defi
niciones subjetivas son de naturaleza discursiva y, por lo tanto, contin
gentemente articuladas. Esto no significa que sean arbitrarias, sino que
su necesidad emana tí nicamente del orden de relaciones sistemáticas que
define los valores diferenciales a partir de los cuales los sujetos pueden
constituirse como tales. Tampoco implica negar la existencia de realida
des sociales extradiscursivas. Sí conlleva, sin embargo, el reconocimien
to de que la prioridad dada a la instancia económica, por ejemplo,
supone ya una determinada red conceptual dentro de la cual tal postu
lado resulta concebible, que se trata sólo de un modo posible de articu
lación de lo social. En definitiva, la propia distinción entre el ámbito de
lo discursivo y lo extradiscursivo es siempre, ella misma, también una
construcción discursiva. Como señalan estos autores, “si se analizan los
presuntos complejos no-discursivos -instituciones, técnicas, organiza
ción productiva, etc.—solamente nos encontraremos con formas más o
menos complejas de posiciones diferenciales entre objetos, que no bro
tan de una necesidad exterior al sistema que las estructura”.16
El hecho de que los supuestos complejos no-discursivos no sean
más que sistemas de posiciones relaciónales implica, inversamente,
que tampoco lo discursivo participa del orden puramente lingüísti
co, sino que designa un ámbito de prácticas materiales efectivas, cons
titutivas de lo social. Según la entienden estos autores, la totalidad
discursiva incluye, pues, elementos tanto lingüísticos como extralin
güísticos; indica un ámbito de realidad “anterior a su distinción” y
dentro de la cual tal distinción se produce.17 En síntesis:
minos mutuamente incompatibles (Ernesto Laclau y Chantal MoufFe, op. cit., pp.
164-170). En ambos casos, a diferencia de lo que ocurre con el antagonismo, las que
se enfrentan son entidades plenamente constituidas, con anterioridad al sistema de
sus interacciones agonales.
28 Ernesto laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, op. cit., p. 14.
2'' Ibid., p. 52.
IA VERDAD COM O POSTULADO 105
30 Ernesto Laclau, M isticismo, retórica y política, op. cit., p. 19-20. El espacio mítico
tiene, en definitiva, un carácter genérico, es decir, sirve para sostener un determinado
orden social, pero también, en tanto que ámbito de proyección utópica, para su diso
lución (véase Ernesto Laclau, N uevas reflexiones sobre la revolución d e nuestros tiempos,
op. cit., p. 77). Acerca de los “conceptos genéricos”, véase el capítulo cinco de este libro.
3' “Lo u niversal es un lu gar vacío, una fa lta q u e sólo p u ed e llenarse con lo particular,
p ero que, a través d e su m ism a vacuidad, p ro d u ce una serie d e efectos cru ciales en la
estructuración/desestructuración d e las relaciones sociales” (Ernesto Laclau, “Identidad
y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de lógicas políticas”, en:
Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 64).
32 Ernesto Laclau, E mancipación y diferencia, Buenos Aires, Ariel, 1996, pp. 31-34.
33 Ernesto Laclau, N uevas reflexiones sobre la revolución d e nuestros tiempos, op. cit.,
p. 104. “La imposibilidad de un fundamento universal no elimina su necesidad: tan
sólo transforma este fundamento en un lugar vacío que puede ser colmado por una
variedad de formas discursivas” (Ernesto Laclau, E mancipación y diferencia, op. cit.,
p. 108).
106 VKRDADES Y SABERES DEL MARXISMO
36 Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución d e nuestro tiem po, op. cit.,
p. 121. Desde esta perspectiva, “las tendencias más deterministas dentro del marxis
mo son también las más idealistas, ya que basan sus análisis y predicciones en leyes
inexorables que no son inmediatamente legibles en la superficie de la vida histórica:
ellas deben basarse en la lógica interna de un modelo conceptual cerrado y transfor
mar a esc modelo en la esencia (conceptual) de lo real” (ibid., p. 108).
37Dicho debate fue recogido en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, Contin
gencia, hegemonía, universalidad. Aquí nos ocuparemos centralmente de las intervencio
nes de Laclau y de Zizek, y sólo marginalmente nos referiremos a Butler, puesto que un
tratamiento más detallado de sus posturas no obligaría a desviarnos de nuestro eje.
3* Como veremos en el capítulo siguiente, éste es el concepto de Derrida de p er-
form a tiv id a d Toda auténtica performatividad, dice Zizek, retomando esta idea de
Derrida, “es retrospectiva: redefinc la red de sus presupuestos” (Slavoj Zizek, Porque
no saben lo que hacen, h l g o ce com o un fa cto r p olítico, Buenos Aires, Paidós, 1998).
Para Laclau, la performatividad del discurso condensa la problemática marxista pos-
testructuralista: la paradoja de que “mediante la acción política, tenemos que cons
truir las mismas entidades sociales que deben ser emancipadas” (Ernesto Ijclau,
“Construyendo la universalidad", en: Judith Butler, Ernesto Ijclau y Slavoj Zizek,
op. cit., p. 305).
108 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
w Alain Badiou, ¿Se p u e d e p e n s a r la p olítica ? , Buenos Aires, Nueva Visión, 1990, p. 10.
*° Según señala Laclau en el prefacio del que será el primero de una verdadera
avalancha de escritos de Zizek, E l s u b lim e o b je to d e ia id e o lo g ía (1989), su contribu
ción específica consiste en “su esfuerzo por vincular lo Real lacaniano con lo que en
H e g em o n ía y estr a teg ia so cia lista Mouffe y yo llamamos el 'carácter constitutivo de los
antagonismos”', contribución de la que la propia teoría de Laclau y Mouffe habría
de nutrirse (Ernesto Laclau, “Prefacio", en: Slavoj Zizek, E l s u b lim e o b je to d e la id eo lo
gía , Madrid, Siglo XX!, 1992). Cabe señalar que Zizek ganó notoriedad internacional a
partir de la publicación de su obra en inglés en la colección P h ron esis, que dirigen
Laclau y Mouffe en la editoral Verso (luego dirigiría en esa misma editorial su propia
colección: Wo Es War).
■" Slavoj Zizek, “Más allá del análisis del discurso", en: Ernesto Laclau, N u eva s
reflex io n es s o b r e la r e v o lu ció n d e n u estro tiem p o , op . cit., p. 257.
IA VERDAD COM O POSTUIADO 109
propone Laclau tendría lugar siempre dentro de los límites del capitalis
mo; estos mismos límites aparecerían, en cambio, como intangibles.
46 Slavoj Zizek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor en: Judith
Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 106. Laclau y Butler, dice Zizek, “en
su crítica del viejo marxismo ‘esencialista’, [aceptan], si bien calladamente, un con
junto de premisas [.] N unca cuestionan los principios fundamentales de la economía
capitalista de mercado ni el régimen político dcmocrático-liberal; n unca contemplan
la posibilidad de un régimen político-económico completamente diferente. De esa
forma, p a rticipan p len a m en te en el abandono de esas cuestiones por parte de la iz
quierda ‘posmoderna’: todos los cambios que proponen son cambios d entro de\ régi
men político-económico” (Slavoj Zizek, “Da capo Scnza Fine”, en: Judith Butler,
Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 225).
112 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
47 Slavoj 2izek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Judith
Butlcr, Ernesto Ijclau y Slavoj 2izek, op. cit., p. 98.
U VERDAD COM O POSTU1.ADO 113
50 Slavoj Zizek, “Mantener el lugar”, en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj
Zizek, op. cit., p. 319.
51 Ernesto Laclau, “Estructura, historia y lo político”, en: Judith Butler, Ernesto
Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 202. Esto, por otro lado, le plantea a Laclau un
problema en lo relativo a la definición del estatus específico de la teoría marxista.
Zizek dice que “su respuesta a mi crítica de que él no explica el estatus de su teoría de
la hegemonía propiamente dicha” no explica aun si “es una teoría de la constelación
histórica contingente específica de hoy, de modo que, en tiempos de Marx, el
‘esencialismo de clase’ era apropiado” (Slavoj Zizek, "Mantener el lugar”, en: Judith
Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 318).
En definitiva, como señala Zizek, para Laclau, “la propia ‘generalización de la
forma hegemónica de política’ depende de cierto proceso socioeconómico: es el ca
pitalismo global contemporáneo con su dinámica de ‘desterritorialización’, el que
creó las condiciones para la desaparición de la política ‘csencialista’” ( ib id ., p. 319).
LA VERDAD COM O POSTULADO 115
53 Ibid., p. 319.
53 La aporía puede formularse del siguiente modo. Si la idea de práctica hegemónica
es ella misma sólo un intento entre otros de articulación de lo social, deberíamos
entonces admitir que no toda articulación social sería necesariamente resultado de
una práctica hegemónica. En tal caso, habría que aceptar la posible objetividad de lo
social, lo que destruiría esa teoría. A fin de evitarlo, debemos suponer que la idea de
práctica hegemónica indica un horizonte objetivo, es decir, no hegemonizable, con
lo que también se destruiría en su propio concepto. Se trataría, en fin, de una varian
te de la vieja falacia relativista.
55 Slavoj Zizek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Judith
Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 115.
1 16 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
antagonismos, por el contrario, para Zizek implica que “en cada cons
telación concreta hay un punto nodal de contención .56Para decirlo
en términos gramscianos, toda lucha hegem ónica conlleva un acto de
dom inación primitivo. Es en él que un orden dado encuentra su Ver
d a d (como dice Laclau, “entender la realidad social no consiste, por
lo tanto, en entender lo que la sociedad «sin o aquello que le im pide
ser’).v En suma:
5,1 Slavoj Zizek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Judith
Butlcr, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 125. “Este rechazo justificado de la
totalidad de la Sociedad posrevolucionaria no justifica la conclusión de que debemos
renunciar a un proyecto de una transformación social global y limitarnos a los pro
blemas parciales que deben resolverse: el salto de una crítica de la ‘metafísica de la
presencia’ a una política gradualista ‘reformista’ antiutópica constituye un cortocir
cuito ilegítimo” (ibid., 109-110).
57 Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, op. cit., p. 61.
5* Slavoj Zizek, “Mantener el lugar”, en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj
Zizek, op. cit., p. 320.
H Slavoj Zizek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Judith
Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 119.
Ij \ VHRDADCOUO POSTUI.ADO 1 17
“ Zizek está trabajando aquí la distinción establecida por Lacan, en “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de una psicosis” (1957-1958) (Jacques
Lacan, E scritos, pp. 513-564), entre “represión” y “forclusión” (según traduce Lacan
el término freudiano de V erw erfu n g; en la edición castellana de los E scritos, el traduc
tor, Tomás Segovia, adopta el término “perclusión”). La fo r c lu s ió n , para él, no es la
represión de un significante cualquiera sino de un significante primordial, portador
de la ley. Véase Jean-Claude Maleval, La fo r c lu s i ó n d e l N o m b re d e l P adre. El c o n c e p t o
y su c lín ica , Barcelona, Paidós, 2002.
Slavoj Zizck, E l esp in o s o s u jeto , op. cit., pp. 243-244.
118 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
‘■7 Ernesto Laclau, “Estructura, historia y lo político , en: Judith Butler, Ernesto
Laclau y Slavoj Zizek, op. cit.
'•* Ernesto Laclau, “Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitu
ción de lógicas políticas”, en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek. op. cit., p. 58.
Ibid.
70 Ernesto Laclau, “Estructura, historia y lo político”, en: Judith Butler, Ernesto
Laclau y Slavoj ?.izck, op. cit., p. 210.
LA VERDAD COMO POSTULADO 121
75 Judith Butler, Bodies that M atter, Nueva York, Routledge, 1993, p. 207 [trad.
csp.: Cuerpos q u e im portan: sobre los lim ites m ateriales y discursivos d e l sexo, Buenos
Aires, Paidós, 2002].
7<‘ Judith Butler, "Conclusiones dinámicas", en: Judith Butler, Ernesto I.aclau y
Slavoj 7.\icV, op. cit., pp. 272-273.
77 Ib id ., p. 276.
I.A VERDAD COM O POSTUI.ADO 123
Hlí Así, sus críticas respectivas aparecen como una suerte de espejos que se reflejan
mutuamente; ambos autores apelan al mismo argumento para esgrimirlo en contra
del otro. De hecho, la distinción entre dos órdenes de lo Real que propone 1-aclau,
siguiendo a Eink, es estrictamente simétrica a la que establece Zizek, retomando los
términos de Lacan, entre el objet p etit a y el Significante Amo.
81 Ernesto Laclan, "Construyendo la universalidad , en: Judith Butler, E.rnesto
Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 281.
LA VERDAD COMO POSTULADO 125
pectivas, dice, indican que “estamos ante algo Real: la distancia que
nos separa a los tres es imposible de definir de una forma neutral —es
decir, la formulación misma del modo en que diferimos ya implica
‘tomar partido’—”."2
Lo cierto es que, más allá (o más acá) de las dificultades para preci
sar la raíz conceptual de sus diferencias, aún persiste el hecho de que,
para Laclau, al contrario que para 2,izek, “no existe ningún lugar par
ticular dentro de un sistema que disfrute a priori de privilegio alguno
en una lucha antisistema”; que el único modo como aquello que yace
más allá de un orden dado se hace manifiesto es en la expansión del
juego de las diferencias;83 que la postulación de un “punto nodal” no
deja de ser un postulado, sólo una de las formas posibles de articula
ción de lo social. En definitiva, aquello que hace fracasar todo discur
so es, paradójicamente, también lo que no nos permite escapar del
ámbito discursivo. Esto, como vimos, es una consecuencia lógica in
evitable de su teoría. Aun así, sin embargo, es igualmente cierto que,
como señala 2,izek, el concepto laclauiano de práctica hegem ón ica tie
ne implícita como premisa la existencia de un punto nodal tal (la
huella del acto primitivo de exclusión que instaura el campo de dis-
cursividad delimita el sistema de valores diferenciales en cuyo inte-
1,2Slavoj 2izek, “Da Capo Senza Fine”, en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj
2izek, op. cit., pp. 215.
83 En esto Laclau coincide con Butler. La idea de la interpenetración de lo R ca ly
lo Sim bólico, de que la brecha constitutiva es inherente al orden instituido significa,
para Butler, como para Laclau, que el juego de inclusiones y exclusiones que se des
pliega dentro de un cierto orden simbólico no es extraño al modo como ese orden
mismo se define; es decir que la distinción de 2izek entre dislocación del marco y
desplazamiento de elementos particulares sería ilegítima; ambas instancias no po
drían concebirse como exteriores entre sí, como refiriendo a dos niveles yuxtapues
tos, sin conexión interna alguna (véase Judith Butler, “Universalidades en competen
cia", en: Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizck, op. cit., pp. 146-147). Así, la
dislocación de un orden dado no supondría, pues, ningún “punto nodal”, “siendo
toda identidad contingente esencialmente relacional respecto de sus condiciones de
existencia, ningún cambio en estas últimas puede dejar de afectar a aquella" (Ernesto
Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución ele nuestro tiem po, op. cit., p. 47).
126 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
*7 Ernesto Lidau, Nuevas reflexiones sobre Li revolución (Je nuestro tiempo, op. cit., p. 119.
128 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
n e g a t i v i d a d m is m o q u e i m p i d e a la S o c i e d a d a l c a n z a r su p l e n a r e a li z a c i ó n
o n to ló g ica -m
88 Slavoj Zizek, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Judith
Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, op. cit., p. 109. Zizek se refiere allí a su afirma
ción anteriormente señalada, relativa al supuesto “cinismo”, por parte de los actores,
implícito en el concepto de Laclau. Aquél, como vimos, sería sintomático de un
problema fundamental en dicho concepto. La pregunta última que el concepto de
Laclau plantea es: ¿cómo aceptar que la dislocación del orden existente se trata de un
mero postulado, necesario pero imposible al mismo tiempo, y aun así persistir en su
consecución?, ¿cómo insistir en una práctica una vez que se nos ha revelado su Ver
dad, que su sinsentido originario, el carácter “mítico” (la naturaleza contingente de
sus fundamentos), se nos ha vuelto manifiesto? En definitiva, como el propio Laclau
señala, un mito (Dios, la Libertad, la Revolución, la Diferencia) sólo es efectivo en la
medida en que se niega como tal. El mito, de hecho, no es sino el gesto de negarse
como tal. “El mito mismo niega su carácter de tal, ya que al presentarse como orden
social necesario establece una relación de continuidad esencial con las reivindicacio
nes sociales que el mismo, desde su interior, determina como legítimas, y con esto
anula toda distancia entre las dislocaciones de la estructura y la superficie mítica que
ha de inscribirlas” (Ernesto laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo,
op. cit., pp. 92-93).
130 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
1 Al respecto, véase Jacques Derrida, “Marx & Sons”, en: Michael Sprinker (comp.),
Ghostly Demarcations. A Symposium on Jacques Derridas Specters o/Marx, Londres, Verso,
1999, pp. 213-269 [trad. esp.: D emarcaciones fantasmales. En tom o a Espectros de Marx
d e Jacques Derrida, Madrid, Akal, 2002]. En dicho texto, en respuesta a las críticas a su
trabajo sobre Marx, Derrida desmonta las pretensiones de autoridad de quienes creen
poder dictaminar cuáles son los hijos auténticos de Marx y cuáles son los bastardos.
131
132 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
7 Tom Rockmore, por ejemplo, señala que “Marx ha sido siempre estudiado a
través del marxismo, es decir, de un modo que distorsiona profundamente sus ideas
filosóficas. Si desprendemos el 'filtro' marxista, encontramos un pensador diferente,
más filosófico y más interesante filosóficamente, el más importante discípulo de
Hegel, un miembro pleno del idealismo alemán, que se acercó más que ningún otro
a entender la naturaleza del mundo industrial moderno. [...] El marxismo está obso
leto y debe ser abandonado, pero Marx está y seguirá estando vigente mientras per
sista la sociedad industrial avanzada” (Tom Rockmore, On Recovering Marx after
Marxism", en: Philosophy a n d S ocial C riticism , vol. 26, núm. 4, 2000, pp. 96-105).
Para muchos, en cambio, el aspecto que Rockmore ve aún vivo del pensamiento de
Marx es, justamente, lo que lo vuelve obsoleto. Como vimos en capítulos anteriores,
precisamente, la persistencia de la sociedad industrial es lo que hoy se encuentra en
cuestión. Por otro lado, su hegelianismo suele aparecer como el costado más proble
mático de su pensamiento. En definitiva, no se trata meramente de discernir, sino de
discernir entre diversos modos de hacerlo.
* En última instancia, toda empresa de discernimiento, como vimos en el primer
capítulo con relación a Anderson y Jameson, no es más que un intento de salvar al
marxismo, si no en el plano político (como horizonte histórico-práctico), sí en el
plano discursivo (como saber).
'' Alain Badiou, ¿Se p u ed e pensar la política?, op. cit., p. 37.
LA VERDAD COM O PROMESA 135
Ese espíritu, que como tal es indiscernible, ese problema al que hoy
designa el marxismo (que lo hace aún resistente a su reducción a
mero objeto de debate académico), Derrida lo identifica con la ju s ti
cia.'0 Ésta remite aquí a aquello que desarticula todo ordenamiento
social, que “hace agujero” en el espacio reglado de la situación estruc
tural. Indica ese más allá, inasible, que su Ley presupone, pero que
escapa a su ámbito, y la niega como tal." Su huella política es la
dem ocracia, entendida no como una determinada forma de gobierno,
sino en su sentido original, esto es, como designando a la “soberanía
popular”. D em ocracia -como ju sticia —no sería más que el nombre
puesto a un problema, el índice de la propia imposibilidad de lo po
lítico-jurídico, esa brecha ineliminable que impide la clausura de todo
ordenamiento institucional, abriendo el espacio a un trabajo, que es
el de la p olítica propiamente dicha.
Rousseau es el autor moderno que reveló la idea de soberanía popu
lar como indicadora de esa contradicción inherente a todo régimen
político postradicional. Como señaló el ginebrino (Balibar es, entre los
autores de esta corriente marxista postestructuralista, quien analizó más
detenidamente este aspecto en el pensamiento de Rousseau),1012 la ins-
10 Sobre este concepto, véase Jacques Derrida, “Forcé of Law: The ‘Mystical
Foundation of Authority ”’, en: Drucilla Cornell, Michel Rosenfeld y David Gray
Carlson (comps.), D econstruction a n d th e Possibility ofju stice, Nueva York, Routledge,
1992, pp. 3-67.
11 La justicia se define aquí como aquello a lo que siempre se puede apelar para
impugnar un orden jurídico positivo (y, en efecto, siempre se puede argumentar que
un fallo, por ejemplo, es legal pero no es justo).
1J Véase Étienne Balibar , “Citizen Subjcct”, en: Eduardo Cadava, Peter Connor
yJean-Luc Nancy (comps.), Who Comes A fter the Subject?, Nueva York y Londres,
Routledge, 1991, pp. 33-57; “Subjection and Subjcctivation", en: Joan Copjec,
136 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
Supposing the Subject, landres, Verso, 1994, pp. 1-15; y Masses. Classes, Ideas. Studies
and Philosophy B efare an dA fter Marx, Nueva York y Londres, Routlcdgc, 1994.
13Véase F.rnst Kantorowicz, The K in gs Two Bodies. A Study ¡n M ediaeval P oíitical
Theology, Princeton, Princcton Univcrsity Press, 1981.
LA VERDAD COM O PROMESA 137
18 Ibid., p 50.
19 Jacques Derrida, La hospitalidad, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2000 y
Adiós a E m m anuel Lévinas, Madrid, Trotea, 1998. Véanse también Mustafa Dike^,
“Pera Peras Potos. Longings for Spaces of Hospitality”, en: Theory, C ulture& Society,
núm. 19,2002, pp. 227-247 y A. Gorman, “La Question de l’hospitalitéaujourd’hui”,
en: C om m unications, núm. 65, 1997, pp. 5-19.
“ Jacques Derrida, Espectros d e Marx, op. cit., p. 42.
142 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
Somos herederos, eso no quiere decir que tengamos o que recibamos esto o
aquello, que tal herencia nos enriquezca un día con esto o con aquello,
sino que el ser d e lo que somos es, ante todo, herencia, lo queramos y lo
sepamos o no. Y que, Hólderlin lo dice muy bien, no podemos sino
testimoniarlo. Testimoniar sería testimoniar lo que somos en tanto que
heredamos de ello.22
do, ese tiempo paradójico, out o fjo in t, acosado (haunted) por el espec
tro de esa figura del pasado, que está, sin embargo, siempre-por-venir,
que regresa sin regresar verdaderamente. Ésta es la diferencia, precisa
mente, entre espíritu (Geist) y espectro ( Gespenst): “El espectro no sólo
es la aparición carnal del espíritu, su cuerpo fenoménico, su vida de
caída y culpable, sino que también es la impaciente y nostálgica espe
ra de una redención, a saber, asimismo, de un espíritu”.25
La primera de las cuestiones —los modos de figuración del espec
tro- Derrida la rastrea en dos textos de Marx. El primero es el capítu
lo uno de El capital, donde discute el fetichismo de la mercancía (el
hecho de que el objeto producido se revele contra su productor, co
brando así, de alguna forma, vida propia e imponiéndole su imperio
a su mismo creador).
33 Ibid., p. 191.
34 Ibid., p. 46.
35 Ibid., p. 44.
148 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
45 Jacqucs Derrida, “Marx &C Sons”, en: Michacl Sprinkcr (comp.), Ghostly
D em arcations, op. cit., p. 246.
4Í Tcrry Eagleton, “Marxism without Marxism”, en: Michael Sprinkcr (comp.),
Ghostly D emarcations, op. cit., p. 84.
LA VERDAD COM O PROMESA 153
48 Jacques Derrida, “Marx & Sons”, en: Michael Sprinker (comp.), Ghostly
D em arcations, op. cit., p. 259.
49 Ibid., p. 258.
w Jacques Derrida, Espectros d e Marx, op. cit., p. 104. La Nueva Internacional,
dice, “es un lazo intempestivo y sin estatuto, sin título y sin nombre, apenas públi
co aunque sin ser clandestino, sin contrato, ou t o fjo in t, sin coordinación, sin par
tido, sin patria, sin comunidad nacional”, y cuyo objetivo consiste en “la crítica
(teórica y práctica) del estado de derecho internacional, los conceptos de Estado y
nación, etc.” (ibid., p. 100). Según señala Critchley, “un lazo extraño, pues: sin
referencia a las figuras de la comunidad, la clase, el partido, la nación o de cual
quier otro medio de identificación colectiva o hegemonización”. La pregunta que
dicho concepto plantea es: “¿cóm o habrá d e ser h egem on iz ada la N ueva In tern a cio
n a l? ¿Qué formas y medios habrá de emplear? ¿Alrededor de qué figuras debería
agitar? ¿A quiénes habrá de incluir? ¿A quiénes habrá de oponerse? ¿H abrá de
oponerse? ¿Habrá de excluir?" (Simón Critchley, Ethics, Politics, S ubjectivity, Nue
va York y Londres, Verso, 1999, pp. 165-166). Al respecto, véanse también Richard
LA VERDAD COM O PROMESA 155
Beardsworth, D errida a n d the P olitical, Nueva York, Routledge, 1996, y F ran gís
Debrix, “Specters of Postmodernism: Derrida’s Marx, the New International and
the Return of Situationism”, en: P hilosophy a n d S ocial C riticiim , vol. 25, núm. 1,
1999, pp. 1-21.
156 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
51 “Si este mundo ha de existir, será un mundo bajo las condiciones de la prome
sa, de su añoranza y de su hacerla posible; será, por lo tanto, un mundo aporético
cuya idea yace en el conflicto infinito con toda realización singular y en conflicto
con su siempre posible anulación. FJ conflicto es tan inevitable como la promesa de
la que surge. Aquello que no puede conclusivamente evitarse, pero, ciertamente, a lo
que puede uno oponerse- d e b e oponerse- es la posibilidad contenida en la tendencia
de la promesa de no ser una promesa sino, en cambio, un programa totalitario, una
prescripción inmutable, un plan, o, simplemente, no serlo en absoluto. A lo que
debe uno oponerse es a la organización del futuro” (Werner Hamacher, “Lingua
Amissa”, en: Michael Sprinker (comp.), Ghostly D em arcatiom , op. cit., p. 209).
Ibid., p. 196.
I-A VERDAD COM O PROMKSA 157
el uso que ésta deba no cumplirse (su imposible realización), que es,
justamente, lo que abre el espacio al juego de la performatividad
(Spielraum ), de la realización-traición (la p erverform a tivid a d ) por la
cual la promesa se vuelve efectiva como acto. Lo que señala
Hamacher supone que no se puede siquiera in ten ta r realizar la pro
mesa nunca; no puede darse un solo paso hacia su realización sin
traicionarla, sin traer consigo, sin movilizar también ipso fa c t o todo
aquello que la niega, que la destruye como tal (como bien señalaba
Eagleton: “sin organización, aparatos, doctrinas y programas razo
nablemente bien formulados , sin aquello “tan desagradablemente
sistemico o monótonamente ortodoxo’ como una oposición, un
disenso , no se puede nunca pretender efectivizarla), sin remover
todo aquello que debe permanecer enterrado; en fin, sin volverse
una ontología revolucionaria”54 (“¿qué pasa—se pregunta Derrida—
si el don estuviera siempre envenenado?”).55
En suma, Derrida no puede aceptar la ontologización de la justi
cia, repolitizar a Marx, sin destruir todo su argumento, pero tampoco
puede evitar hacerlo sin también destruirlo. Encontramos aquí la se
gunda apona de la promesa. La primera tenía que ver con su conteni
do: que ella deba prometer aquello que nunca puede traer o prometer
(la justicia). La segunda, en cambio, refiere a la promesa como acto:
la paradoja de que ésta pueda ser efectiva únicam en te a l p recio d e su
radical in efectivid a d (de no poder dar siquiera un solo paso hacia su
realización). Así, la perverform ativida d, que es la condición de posibi
lidad de la promesa, es también, al mismo tiempo, su condición de
imposibilidad: una promesa, como señala Derrida, aunque no pueda
nunca realizarse, a fin de que sea efectiva aun —y justamente—en su
imposible realización, debería poder siempre mantenerse, es decir,
debería p rod u cir acontecim ientos.
Una promesa debe prometer ser cumplida, es decir, no limitarse sólo a ser
“espiritual” o “abstracta”, sino producir acontecimientos, nuevas formas
de acción, de práctica, de organización, etc. Romper con la “forma de
partido” o con esta o aquella forma de Estado o de Internacional no
significa renunciar a toda forma de organización práctica o eficaz. Es
precisamente lo contrario lo que nos importa aquí.56
5<1Jacques Derruía, Espectros de Aíttrx, op. cu., p. 103- Esa vacilación mesianica
no paraliza ninguna decisión, ninguna afirmación, ninguna responsabilidad. Por el
contrario, les brinda su condición elemental. Aquélla constituye la experiencia mis
ma de éstas” (i b i d p. 189).
LA VERDAD COMO PROMESA 159
Hay que olvidar el espectro y la parodia, parece decir Marx, para que la
historia continúe. Pero si nos contentamos con olvidarlo, topamos con la
simpleza [platitude] burguesa, o sea, con la vida. Por consiguiente, no
hay que olvidarlo, hay que recordarlo aunque olvidándolo, en esa memo
ria misma, lo suficiente como para “recuperar el espíritu de la revolución
sin hacer volver su espectro" [^ewGeist der Revolutionwiederzufinden, nicht
ihr Gespenst wieder ungehen].™
lfD
164 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
1Véase Carlos Marx y Federico Kngcls, " Ia cuestión judía”, en: La sagrada fa m i
lia, México, Grijalbo, 1967, pp. 16-44.
2 Claudc Lefort, “Derechos del hombre y política”, en: La in ven ción dem ocrática,
Buenos Aires, Nueva Visión, 1990, pp. 24-25.
LA VERDAD COM O APUESTA 165
identifica así como el lugar én que ese derecho o ese valor viene a
encarnar.3
El concepto de dem ocracia de Lefort, en definitiva, es una traduc
ción del concepto de ju sticia de Derrida. Como en ésta, dice, su pre
misa reside “en la irreductibilidad de la conciencia del derecho a cual
quier objetivación jurídica”.4 En fin, la democracia para Lefort, como
la justicia para Derrida, se sitúa en el borde de su propia imposibili
dad.
El que sueña con una abolición del poder conserva en secreto la referen
cia del Uno y la referencia de lo Mismo; imagina una sociedad que con
cordaría espontáneamente consigo misma, una multiplicidad de empre
sas que serían transparentes las unas a las otras y se desplegarían en un
tiempo y en un espacio homogéneos; una manera de producir, habitar,
comunicarse, asociarse, pensar, sentir, enseñar, que traduciría una única
manera de ser. Sin embargo, ¿qué cosa es esta perspectiva sobre todo y
sobre todos, este amoroso abrazo de la buena sociedad sino un equivalen
te de la fantasía de omnipotencia que el ejercicio concreto del poder tien
de a engendrar? ¿Qué es el reino imaginario de la autonomía sino un
reino gobernado por un pensamiento despótico?5
3 Ibid., p. 26.
AIbid., p. 27.
5 Ibid., p. 35.
I66 VKRDADKS Y SABRRKS DRI. MARXISMO
los diversos tipos de relaciones entre los hom bres, pero tam bién d e los
m odos de v id a, creencias, o p in io n es; y lo que se niega es, m ás p ro fu n
d am en te, el p rin cip io m ism o de un a d istin ció n entre lo que correspon
de al orden del poder, al orden de la ley y al orden del co no cim iento . Se
opera entonces en la p o lítica una suerte de im b ricació n lo económ ico,
de lo ju ríd ic o , lo c u ltu ral. Fenóm eno característico, ju stam en te, del to
talitarism o/'
'' Claude Lefort, "La lógica totalitaria”, en: La in ven ción d em ocrá ctica , op. cit.,
pp. 42-43.
168 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
El planteo básico de Lefort, más allá de los modos por los cuales él
mismo lo traduce a fin de extraer consecuencias políticas precisas, se
articula en torno de esta aporía. Sin embargo, su teoría de la demo
cracia como atopología de los valores deja todavía pendiente la cues
tión fundamental implícita en aquel planteo: cómo invocar un prin
cipio genérico (la justicia, la Verdad, la democracia)8 sin destruirlo de
este modo como tal, es decir, sin reducir ipso fa cto la justicia a dere
cho, la Verdad a saber y la democracia a una mera forma de gobierno.
Nos encontramos aquí, en realidad, ante una aporía insoluble, pues
to que es constitutiva de la política. De lo que se trataría, en todo
caso, es de desplegarla. Y ello supone analizar concretamente la trama
de intervenciones por las que se pone eventualmente en circulación
la Verdad en una situación dada, esto es, los modos de producción de
un acontecim iento. Llegamos aquí al objeto en torno del cual gira la
producción teórica reciente de Alain Badiou, tal como plasma, fun
damentalmente, en El ser y e l acontecim iento (1988). Ésta se instalará
así en aquella problemática que Lefort deja pendiente; es decir, su
reflexión se desplegará en aquel territorio ante el cual Lefort se abis
ma sin animarse a trasponer. Su resultado es la teoría del (no-)sujeto.
Para comprender cómo llega Badiou a ella es necesario antes, sin
embargo, internarse en su trayectoria intelectual previa, acompañar
lo en la serie de reformulaciones sucesivas que le permitirían, final
mente, si no resolver tal aporía, al menos tematizarla, esto es, diseñar
un conjunto de categorías y herramientas conceptuales que hicieran
posible rodear significativamente ese núcleo inabordable, por defini
ción, en que se afinca la política.
8 Como vimos, desde su propia perspectiva, toda acción política presupone nece
sariamente la invocación-localización de la Verdad, es decir, la apropiación, por par
te de un sujeto particular, de un valor genérico universal (en los términos de Ladau
y MoufFe, un “proceso hegemónico"), del mismo modo que la articulación de lo
social conlleva necesariamente una topológica, esto es, una cierta distribución de los
espacios y roles.
170 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
9 Según vimos en el tercer capítulo, fue Ranciére quien finalmente hizo girar la
problemática del legado althusseriano en torno del concepto de ideología. Badiou lo
retoma, desde una perspectiva decididamente “maoísta”, en el volumen titulado De
l'ideologie, que escribe junto con Francjois Bal mes para la colección, que co-dirige con
S. Lazarus, Yenan (suerte de foro teórico del la U niondes CommunistesdeFranceM arxiste-
Léniniste, ucfm- l).
1,1Según señalaría luego Balibar, “la más fundamental de todas las aporías, que en
verdad ordena toda la suerte del marxismo, como lo había perfectamente visto e
indicado Althusscr, es la aporía del concepto de ideología” (citado por Yves Duroux,
“Inactuel Marx, remarkes sur le noeud politique”, en: Critique, núm. 601-602, 1997,
p. 527). Este tema es retomado y desarrollado por Étienne Balibar en N ombres y
lugares d e la verdad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1995.
11 En un artículo de 1966, “Del sujeto por fin cuestionado”, que seguramente
tuvo influencia decisiva en Badiou, Lacan no sólo señala el vínculo entre verdad,
entendida como aquello que fractura el saber, y sujeto, sino que ve en él la base de
una concepción materialista de este. Según afirma allí: “Es difícil no ver introducida,
desde antes del psicoanálisis, una dimensión que podría denominarse del síntoma,
que se articula por el hecho de que representa el retorno de la verdad como tal en la
falla de un saber. No se trata del problema clásico del error, sino de una manifesta
ción concreta que ha de apreciarse ‘clínicamente’, donde se revela no un defecto de
representación, sino una verdad de otra referencia que aquello, representación o no,
cuyo bello orden viene a turbar [...]. En este sentido, puede decirse que esa dimen
sión, incluso no estando explicitada, está altamente diferenciada en la crítica de Marx.
Y que una parte del vuelco que opera a partir de Hegel está constituida por el retorno
(materialista, precisamente por darle figura y cuerpo) de la cuestión de la verdad”
(Jacques lacan, Escritos, Buenos Aires, Siglo xxi, 1988, p. 224).
172 VERDADES Y SABERES DEI. MARXISMO
l5Aunque Badiou, hasta lo que sé, nunca lo hace explícito, su concepto de torsión
remite claramente a la idea de Heidegger, cuando refiere a la “torsión ( Verwindung)
de la metafísica”, entendido como un volver a lo impensado en la metafísica. Lo
mismo podría decirse de la idea de acontecimiento, que guarda reminiscencias evi
dentes de la noción heideggeriana de Ereignis, término cuyo uso corriente se traduce
como “evento”, “acontecimiento”, y que en Heidegger indica el momento de adve
nimiento al lenguaje de la verdad (aquello impensado en la metafísica).
LA VERDAD COM O APUESTA 175
al teorema del punto de exceso, que afirma que para todo conjunto a hay al menos
un conjunto que es elemento del conjunto de las partes de a, pero no de a.
” Según señala Badiou, el m últiple gen érico únicamente puede definirse como un
conjunto que sólo se tiene a sí mismo como elemento. Esto lo llama un singleton, el que
representa como {ct|. Sin embargo, el “axioma de la fundación’’ impide la autopertenencia.
Esto significa, dice Badiou, que la ontología desconoce al acontecimiento.
LA VERDAD COM O APUESTA 177
“ Ibid.
26 Ibid., p. 430.
27 Alain Badiou, ¿Se p u ed e p en sar la p olítica ?, op. cit., p. 68.
180 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
29 Ib id., p. 297.
311 Ibid., p. 205.
31 Ibid., p. 231.
32 Ibid., p. 206.
182 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
33 Alain Badiou, F.l ser y el acontecim iento, op. cit., pp. 382-383.
34 “El sujeto es la autonimia [autonym ie] de una lengua vacía” (ibid., p. 440).
LA VERDAD COM O APUESTA 183
E l U ltra - U no co m o “ apuesta ”
3' Si bien evaluar la justeza de las lecturas que Badiou ofrece de los autores que
analiza no resulta aquí relevante, es de todos modos sugestivo observar que su inter
pretación del concepto hegeliano de sujeto como fuerza es muy obviamente errada.
Hegel rechazó explicitamente en su Lógica este concepto. La fuerza, para Hegel,
supone una definición aún genérica de la vida. Ésta no contiene ningún fin dentro
de sí, que es precisamente lo que define, para él, los procesos orgánicos, y, por exten
sión, también al sujeto. Haber tomado a la fuerza (Krafí) como modelo de sujeto,
aseguraba Hegel, fue, precisamente, lo que habría impedido a Herder y al romanti
cismo articular una auténtica filosofía de la historia. Al respecto, véase Elias José
Palti, “La metáfora de la vida. Herder, su filosofía de la historia y los desarrollos
desiguales en las ciencias naturales de la Ilustración tardía”, en: Aporías, op. cit., pp.
133-192.
111Alain Badiou, Théorie du sujet, op. cit., p. 229.
184 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
No cabe duda de que sólo el acontecim iento, figura aleatoria del no-ser,
funda la posibilidad de la intervención. Pero tam bién es cierto que si
186 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
abusivo decir que una verdad es una producción subjetiva, más bien,
un sujeto está capturado en Lafid elid a d a l acontecim iento y supeditado
a la verdad, de la que está siempre separado por el azar”.42 De este
modo, sin embargo, la ruptura de la circularidad entre interpretación
y nominación termina conduciendo a un regreso al infinito. Toda
interpretación supone ya un acontecimiento; pero ello aún no expli
ca cómo se produjo éste. Un acontecimiento, hay que pensar, presu
pone, a su vez, la ocurrencia de otro acontecimiento anterior, y así
sucesivamente. El (no-)sujeto de Badiou, por lo tanto, no precede
al acontecimiento; éste se identifica con la misma red de interven
ciones acontecimentales. Sin embargo, la carencia de un fundamen
to último hace que dicha red se proyecte indefinidamente hacia atrás
(y del mismo modo el sujeto, que siempre refiere a una intervención
anterior, siempre-ya-ocurrida). Esto determina, en última instancia,
la naturaleza abierta de la temporalidad, en la cual el sujeto aparece
como un operador de conexión entre acontecimientos indiscernibles.
Sin embargo, el carácter problemático de este permanente diferimiento
hacia atrás se complica desde el momento en que ello inevitablemen
te se traduce, a su vez, en una proyección infinita análoga hacia de
lante de aquella segunda intervención subjetiva que vendría a dar
sentido retrospectivo a la primera.
En efecto, el despliegue de la trama de intervenciones tampoco
resuelve aún el problema de la adscripción (la conexión a j . Ello se
debe al hecho de que, desde el punto de vista de la intervención, la
relación entre interpretación y acontecimiento replica la misma estruc
tura de aquella otra entre nominación y sitio, esto es, su conexión re
sulta indecidible desde la situación. A fin de asegurar esta conexión
habría que postular, a su vez, la necesidad de una segunda interven
ción interpretante (o tercera intervención) que conecte ahora la in
tervención de interpretación con la intervención interpretada (el acto
de nominación original). En síntesis, la indecidibilidad del aconteci
miento obliga a que el círculo originario entre interpretación y hecho
Iba/., p. 447.
188 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
44 Ibid., p. 7.
190 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
Badiou anuncia así el tema de una nueva obra, Ser, aparecer, verdades
(algo de la cual, como veremos, anticipa en B reve tratado d e ontología
transitoria, de 1998).45De todos modos, lo que Badiou señala aquí es
una aporía inherente a su modelo que ninguna reelaboración subsi
guiente podría resolver: el Ultra-Uno, lo que media entre sí y el vacío
y hace advenir al Ser al acontecimiento, no es algo d efin ib le dentro d e
dicho modelo, tornando así indecidible la distinción entre aconteci
miento y seudoacontecimiento (como señala Laclau, “la distinción
entre Verdad y simulacro no puede, en definitiva, formularse por
que no tiene lugar de enunciación dentro del sistema de Badiou”).46
El Ultra-Uno es, en última instancia, sólo el nombre puesto a un
problema, un índice dirigido a aquello que el sistema de Badiou
presupone pero que no puede pensarse desde el interior de sus mar
cos (en sus palabras, se trata de una “invención”, es decir, “una para
doja convertida en un concepto”). Y es en él también que dicho
sistema revela su sentido último.
Esto se expresa en la presencia implícita, pero nunca articulada, de
una segunda torsión en su modelo. En efecto, tras las fisuras del con
cepto de Ultra-Uno, es decir, tras lo que llama “la segunda de las para
dojas de la acción” (la de un acontecimiento que se engendra a sí mis
mo), que genera la primera torsión, subyace una segunda torsión que
indica la autorreferencialidad acontecimental desplegada del sujeto. “Por
una suerte de inversión de las categorías, yo ubicaría al sujeto del lado
del Ultra-Uno —pese a que él mismo sea el trayecto de múltiples (las
indagaciones)-, el vacío del lado del ser, y la verdad del lado de lo
indiscernible”.47 Este desdoblamiento de la noción de torsión puede
observarse más claramente en su Breve tratado d e ontología transitoria.
En dicha obra, Badiou vuelve a Spinoza (esa suerte de padre tute
lar para los althusserianos). Su obra, dice, contiene la clave para com-
3° acontecimiento 1° acontecimiento
(sicmprc-por-vcnir) (advenido)
podrían conducir al tipo de transformación radical que defiende en sus escritos teóri
cos (ni tampoco cuál es el vínculo entre ambos: no parece necesario, por ejemplo,
apelar al teorema de Cantor para justificar la defensa de los derechos de los inmigran
tes). En definitiva, de Badiou se puede decir lo mismo que Ijclau dice de Zizck: “Zizck
toma una posición manifiestamente anticapitalista y asevera que los que proponen el
posmodernismo 'como regla, omiten la resignación que implica -la aceptación del
capitalismo como la única opción, la renuncia a todo intento real de superar el régimen
capitalista liberal existente-’ [...]. id problema de aseveraciones como ésa es que no
significan absolutamente nada. Yo entiendo lo que Marx quiso decir por superar el
régimen capitalista porque él lo ha hecho explícito muchas veces, l’or la misma razón,
puedo entender también lo que dicen Lcnin y Trotski al respecto. Pero en el trabajo de
Zizck tal expresión no significa nada, salvo que el autor tenga un plan estratégico
secreto acerca del cual tiene mucho cuidado en no dar ninguna información” (Ernesto
Iaiclau, “Estructura, historia y lo político”, en: Judith Butler, Ernesto Ijclau y Slavoj
Zizck, op. cit., p. 207).
” Véase la cita del epígrafe, p. 163
5,1 Alain Badiou, El ser y e l acon tecim iento, op. cit., p. 437.
57 Nos referimos aquí a lo que Luden Goldmann definió como "visión trágica del
mundo ”, según se discutió en el segundo capítulo de esta obra.
LA VERDAD COM O APUESTA 197
va, no hace más que elevar el orden existente al estatus de una Verdad
intangible).58
Tal reformulación-radicalización de la idea de la apuesta es sintomá
tica del profundo quiebre conceptual producido. Perseverar en el mar
xismo aun después de que se lo reconoce como históricamente destrui
do, “mantenerse en la inmanencia de la crisis”, conlleva un tipo de
experiencia trágica distinta de la de Pascal, según vimos en el capítulo
1L La form a del pensamiento de Badiou trasunta lo que llamaremos,
siguiendo a Blanchot, una “experiencia del desastre”, que no es tanto la
tragedia misma como su secuela.
La experiencia del desastre se asocia a la sensación de situarse al
borde de un abismo, que no es la misma que la de enfrentar una
catástrofe, sino, más bien, similar a la de la calma que le sigue, al
estado de ruina no únicamente material que deja un derrumbe, hue
lla inconfundible de una tragedia acaecida, es decir, ya pasada pero
que, sin embargo, nos deja la sospecha o la promesa presentida de
encerrar una amenaza futura infinita (que es tal precisamente porque
nunca llega, porque es siempre eso, una amenaza sospechada -o pro
mesa presentida-: la de que quizás no exista ningún futuro y que, sin
embargo, aún hay que seguir viviendo).
El desastre arru ina todo m ientras deja todo intacto. [ ... ] El desastre no se
alcanza. Fuera de su alcance está aquel a quien am enaza, sea de lejos o de
cerca, es im posible decirlo: la in fin itu d de la am enaza ha roto todo lím i
te. Nos encontram os al borde del desastre sin ser capaces de situarlo en el
futuro: el es más bien siem pre pasado, y, sin em bargo, estam os en el
abism o o ante la am enaza, form ulaciones todas que im plicarían el futuro
- lo que está por venir—si el desastre no fuera lo que no llega, lo que ha
puesto un freno a todo arrib o .59
“ I b id , p. 28.
6'El término experiencia está tomado aquí en un sentido filosófico, como Erlebnis,
esto es, como presencia inmediata a sí del Sentido.
62 Maurice Blanchot, The W riting o f the Disaster, op. cit., p. 51.
MComo señala Derrida, el “hay” ( i i y a) es el horror supremo, algo peor aun que la
muerte: la experiencia de la imposibilidad de la muerte (véase Jacques Derrida, Aporias.
M orir-esperarse (en) "los lim ites d e la verdad", Barcelona, Paidós, 1998). “M orir-decía
Blanchot- a veces nos da la sensación (sin dudas, equivocada) no de abandonarnos al
desastre, sino de que, si muriésemos, escaparíamos de él” (Maurice Blanchot, The Writing
o f the Disaster, op. cit., p. 2).
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Lyotard, Jcan-Fran^ois: 29-32, 35, Palti, Elias J.: 23 n., 31 n., 73 n.,
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Mandel, Ernest: 17 n., 33, 40, 57, Pocock, John G. A.: 73 n.
58, 59 n„ 60, 74-80, 92. Popper, Karl: 63-
Marcuse, Herbert: 41. Portilla, León: 18 n.
Marx, Carlos: 14, 17 n., 36, 58, 64,
65, 66 n., 70-72, 73 n„ 74, 77 n„ Racinaro, Roberto: 15 n.
90-92, 114 n., 118, 131 n., Ranciére, Jacques: 90, 91 n., 93,
132-134,138,139,141, 144-146, 136, 138, 139, 171 n„ 176.
148, 150-154, 157, 159, 163, Rawls, John: 132.
164 n., 171 n., 183, 196 n„ 206. Reagan, Ronald: 49 n., 60, 81 n.
Masaryk, Thomas: 1 5. Rinesi, Eduardo: 82 n.
Méndez, Andrés: 79 n. Ríos, Rubén FL: 198 n.
Merleau-Ponty, Maurice: 23, 92. Rockmore, Tom: 134 n.
Mills, Charles Wright: 28. Rorty, Richard: 132.
Moreno, Nahuel: 20-22, 54-61, Rosenfeld, Michael: 135 n.
62 n„ 64, 67, 68 n„ 69-72, 73 n„ Rousseau, Jean-Jacques: 135, 138,
74-78, 79 n., 81,82 n„ 83-85, 139, 182.
87-89, 150, 189.
Mouffc, Chantal: 65, 67, 68, 73, Salazar, Antonio de Oliveira: 47.
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230 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO
Agradecimientos............................................................................................9
Prefacio. La pregunta por el marxismo hoy....................................... 11
Introducción. Crisis de las ideas e ideas de la crisis:
El marxismo como laboratorio............................................................. 13
“Crisis” y “experiencia abismal” ..................................................... 18
231
232 VERDADES Y SABERES DEL MARXISMO