Ciencia Infusa
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Ciencia Infusa
“El mundo está lleno de cosas obvias a las que nadie observa ni por casualidad.”
Sherlock Holmes, en El sabueso de los Barkerville, según Sir Arthur Conan Doyle,
1902.
Loud utilizaba un cilindro con la tinta, una bola metálica gruesa en el extremo para
escribir y otras dos bolas de menor diámetro para que, junto a la grande, se
deslizaran y no se atascaran. A estas últimas bolas las llamaba “anti-fricción”. Era
difícil fabricar estas bolas y Loud fabricó algunos ejemplares de su invento pero
nunca lo comercializó.
En los años siguientes, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se
presentaron varias patentes con el mismo sistema de bolas e, incluso, se fabricaron
algunos de estos instrumentos de escritura, pero todos ellos tuvieron poco éxito.
Las patentes se presentaron en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania,
Checoslovaquia y otros países.
En los años treinta se empieza a conocer al húngaro Laszlo Jozsef Biro, nacido en
Budapest en 1899 y un verdadero “hombre del Renacimiento” tal como lo
considera Henry Gostony, experto norteamericano en bolígrafos. Había estudiado
medicina, era escultor, practicaba la hipnosis, pintaba, y era escritor y periodista y,
además, inventor, que es lo que aquí nos interesa. Habían desarrollado una
lavadora, un cambio automático para coches, la levitación magnética para trenes,
un explosivo inflamable que luego sería el napalm, un método de separación de
isótopos,… y, así, hasta 32 patentes.
Era 1938 y, en principio, a los hermanos Biro no les interesó el viaje a Argentina,
pero se veía venir la guerra en Europa y eran judíos. Huyeron a París en 1940 pero,
cuando los nazis llegaron a la ciudad decidieron marchar a Argentina. En París
habían conocido a un financiero, también húngaro, Johann Georg Meyne, dedicado
a negocios de importación y exportación, que les ayudó a escapar y les acompañó a
Argentina. Trabajaron juntos en el desarrollo del invento de Biro y se convirtió en
uno de sus mejores amigos.
En Buenos Aires, Laszlo Jozsef Biro se convirtió en Ladislao José Biro, su hermano
György fue Jorge Biro, y a Johann Georg Meyne se le conoció como Juan Jorge
Meyne. Ladislao José Biro fundó la empresa Biro-Mayne-Biro, con su socio y su
hermano.
Para 1943 ya tenían un modelo que funcionaba y al que
llamaron Eterpen. Los hermanos presentaron la patente en Estados Unidos y se les
concedió la certificación el 11 de diciembre de 1945 con el número 2390636. Antes,
desde Hungría, habían patentado el invento en su país y en Suiza en 1938, en
Francia en 1939, y, más tarde, desde Argentina, en ese país en 1940 y 1947.
Pero volvamos a 1943, en plena guerra mundial. Henry Martin, que había ayudado
en la financiación del invento de Biro, le compró los derechos y contrató la venta de
miles de bolígrafos a la RAF, la Real Fuerza Aérea inglesa, para usarlos en sus
bombarderos. Funcionaban bien en altura, no les afectaban los cambios del clima y
llevaban tinta que no se secaba y duraba mucho tiempo. Eran evidentes sus
ventajas para el uso militar.
Entonces entra en nuestra historia Milton Reynolds, de Chicago. Unos seis meses
después de la decisión del Departamento de Guerra, Reynolds se interesó por el
invento. Era un empresario, nacido en Minnesota, que había invertido en muchos
negocios e inventos, y se había hecho millonario y, también, se había arruinado
unas cuantas veces. Por ejemplo, fue uno de los primeros inversores en Syntex, la
empresa pionera en la píldora anticonceptiva.
Mientras tanto, en Argentina y en 1944, Biro había cedido los derechos del
bolígrafo o, mejor, del biro, para Estados Unidos a las compañías Eversharp y
Eberhard Faber por dos millones de dólares. Comercializaron el invento con la
marca Birome, de Biro y Meyne, y lo llamaron esferográfica.
Cuando Eversharp empezó a vender sus bolígrafos con licencia Biro, era mediados
de 1946 y el mercado ya era de Reynolds. Además, llegaron al mercado más de 150
firmas vendiendo cada una sus propios bolígrafos. Los compradores pronto
detectaron que los bolígrafos Biro de Eversharp no eran tan buenos como los de
Reynolds. Lo mismo pasaba con muchos de los bolígrafos de otras marcas: eran
malos, las ventas cayeron y el precio comenzó a bajar desde aquellos
extraordinarios $12.50 del primero de Reynolds. Sin embargo, las ventas, en
número de bolígrafos vendidos crecían vertiginosamente: casi nada en 1949, 50
millones en 1951, 300 millones en 1957, 475 millones en 1958, 650 millones en
1959, 900 millones en 1061, y 1000 millones en 1962.
Pronto Reynolds comenzó a exportar sus bolígrafos a todo el mundo y, sobre todo,
a Europa donde había dinero para comprarlos. Pero fue en Francia, en concreto,
donde apareció el que conseguiría colocar un bolígrafo en el bolsillo de casi todos
los habitantes de nuestro planeta. Se llamaba Marcel Bich y, con Edouard Buffard,
fundó en Clichy, Francia, una empresa que fabricó un bolígrafo de plástico en 1948.
Lo comenzaron a vender en Francia en 1953 con la marca, ahora famosa, de BiC,
pensada solo con quitar la h del final del apellido del fundador. Era de plástico
transparente y de sección hexagonal, lo que facilitaba el agarre y escribir con
precisión por el usuario. La bola es de tungsteno según una patente sueca. Las
bolas del bolígrafo de Biro eran de acero inoxidable y se fabricaban según técnicas
de los relojeros suizos. El BiC escribe entre tres y cinco kilómetros de tinta.
Referencias:
Hilton, O. 1957. Characteristics of the ball point pen and its influence on
handwriting identification. Journal of Criminal Law and Criminology 47: 606-613.
Jiménez Cano, A. 2018. Historia del bolígrafo. Bolígrafos con Propaganda Blog. 21
febrero.
Por César Tomé
5 comentarios
Publicado el 13 de mayo, 2018 en
Ciencia infusa
tecnología
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