APOCALIPSIS
APOCALIPSIS
Indice
Primera parte
HECHOS Y CARACTERISTICAS DEL APOCALIPSIS
Segunda parte
PERSONAJES Y ESCENAS DEL APOCALIPSIS
Tercera parte
LAS DEMAS REALIDADES DEL APOCALIPSIS
PRIMERA PARTE
Puesto que ésta es una revelación de Cristo, uno espera que el libro esté lleno de El … ¡y lo
está! La Persona y obra de Jesucristo dominan sus páginas. El doctor G. Campbell Morgan
observa con toda razón que “cualquier estudio del Apocalipsis que no se concentre en
Cristo y que no vea todas las demás cosas en torno a El, puede conducir al lector al más
confuso laberinto”. Vea el siguiente análisis:
2. Su Persona gloriosa
Se le atribuyen atributos y nombres divinos a Jesús, en quien mora toda la plenitud de Dios.
El es divino y humano; es poseedor de dos naturalezas (5:5; 22:16).
El es el Primero y el Ultimo, y todo lo demás (1:17; 2:8).
El es la Palabra viva de Dios (19:13).
El es el que escudriña los corazones (2:23).
El es el anciano de días (1:14).
El es el Señor de los ángeles (1:1; 22:16).
El es objeto de adoración y alabanza (5:8–14; 7:12).
Interpretaciones y lecciones
El Apocalipsis ha sido siempre campo de batalla entre los diferentes sistemas de
interpretación. Muchos de los aparentes misterios de Apocalipsis sólo podrán ser resueltos
y entendidos cuando tengan su cumplimiento final. Las siguientes son las principales en
que se agrupan los intérpretes de este libro.
Los preteristas
Los preteristas relegan al pasado todo lo que hay en el Apocalipsis y creen que todas la
profecías que hay en él ya se cumplieron totalmente. (La mayor parte de las profecías son
relegadas a la destrucción de Jerusalén y la caída de Roma durante los primeros siglos de la
era cristiana.) Sin embargo, cuando la profecía se convierte en historia, deja de ser profecía.
El Apocalipsis es considerado clara y distintamente como un libro de profecía.
Los historicistas
Los historicistas interpretan el Apocalipsis como un estudio progresivo de la existencia de
la Iglesia desde su inicio hasta su consumación. Los que sostienen este punto de vista
histórico-continuo aseguran que las profecías se han cumplido parcialmente, pero que hay
en ellas algo que todavía no se ha cumplido. Algunas de éstas, ellos afirman, se están
cumpliendo ante nuestros propios ojos.
Los futuristas
Hay dos grupos principales en esta escuela de intérpretes. Primero están los simples
futuristas, quienes enseñan que los tres primeros capítulos del libro ya se cumplieron, pero
que el resto se refiere al aparecimiento futuro de Cristo. Luego están los futuristas
extremos, quienes consideran que todo el Apocalipsis se refiere a la segunda venida del
Señor, y que los tres primeros capítulos son una predicción referente a los judíos después de
la primera resurrección.
También están los tribulacionistas. Algunos tribulacionistas creen que la Iglesia no será
arrebatada al final de lo que se describe en el capítulo 3, sino que se quedará sobre la tierra
durante los primeros tres años y medio de la Tribulación y no será raptada sino hasta
cuando suene la séptima trompeta de 11:15. Los defensores de esta interpretación enseñan
que debemos seguir a la Iglesia a través de los sellos y las trompetas. La Iglesia visible debe
pasar por toda la Tribulación, pero la invisible deberá ser arrebatada antes de que empiece
la segunda mitad de la Tribulación, que será un período de juicios y castigos terribles que
se derramarán sobre los pecadores de la tierra.
Otros tribulacionistas creen que la Iglesia pasará por toda la Tribulación. Creen que Cristo
no regresará por los suyos sino hasta que regrese con poder y gran gloria. Sin embargo,
puesto que los sellos, las trompetas y las copas están relacionados a los juicios venideros, y
se aplican solamente a judíos y gentiles, en realidad la Iglesia no puede estar sobre la tierra
después de Apocalipsis 3, porque la Iglesia no está sujeta a juicio. Nuestra posición en esto
es que el Señor salvará a los suyos de los horrores de la Tribulación. “Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha
de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran en la tierra” (Apocalipsis 3:10;
vea también 1 Tesalonicenses 1:10).
Los idealistas
Los idealistas le niegan todo significado histórico o profético al Apocalipsis y en lugar de
eso, lo ven simplemente como una presentación simbólica del conflicto entre el bien y el
mal y de la victoria final del bien (aplicable a todos los tiempos y épocas).
Los moderados
Quizá la verdad esté en medio de los puntos de vista extremos, ya que la profecía es
frecuentemente progresiva o acumulativa. Por lo tanto, es posible combinar el sistema
interpretativo histórico con el futurista. Los que vivieron en la época de Juan y fueron
objeto de persecución y sufrimientos a manos de los emperadores romanos experimentaron
algo del cumplimiento de lo que Juan profetizó. Pero las persecuciones del primer siglo no
agotaron las predicciones de Juan, porque éstas señalan hacia un cumplimiento más
completo, tal como el mismo Juan parece indicarlo en la guía de interpretación que nos da
en las propias palabras de Cristo:
“Escribe las cosas que has visto” (refiriéndose a la visión gloriosa que tuvo Juan y describe
en el capítulo 1);
“Las que son” (la historia de la Iglesia, tal como está bosquejada en los capítulos 2 y 3);
“Las que han de ser después de estas” (todo lo que ha de suceder después del rapto de la
Iglesia, como se presenta en los capítulos 4–22).
Por lo tanto, el cumplimiento total de esta sección está todavía en el futuro. Entonces serán
realizadas todas las predicciones y las promesas de los profetas, y el reino del Mesías será
establecido.
J. B. Phillips bosqueja cinco lecciones importantes que podemos aprender del Apocalipsis:
1. La soberanía absoluta de Dios tiene por resultado su decisión final de destruir todas las
formas del mal.
2. Los inevitables juicios de Dios serán derramados sobre el mal, especialmente la
adoración de los dioses falsos, entre los cuales se hallan las riquezas, el dominio y la fama.
3. La necesidad de una espera paciente está basada en la seguridad de que Dios controla
toda la historia.
4. La existencia de la realidad (representada bajo símbolos como la Nueva Jerusalén, segura
y alejada de todas las batallas y tribulaciones de la vida terrenal) les promete seguridad
espiritual completa a aquellos que son fieles a Dios y a Cristo.
5. La contemplación de la adoración dirigida constantemente a Dios y al Cordero demuestra
lo que será el reconocimiento final de la personalidad de Dios por parte del hombre, cuando
éste lo vea tal como El es.
SEGUNDA PARTE
Personajes y escenas del Apocalipsis
EL NUMERO SIETE se repite con mayor frecuencia que cualquier otro número en el
Apocalipsis, pues el libro completo está construido alrededor de series de sietes. Tal como
se usa aquí, el número siete es rico en significado y representa la plenitud. Este número
ocupa un lugar muy importante en toda la Biblia y a menudo sugiere perfección espiritual.
La palabra hebrea de la cual viene la palabra siete, tiene una raíz que significa “estar
completo”, “estar satisfecho,” “tener suficiente.” La primera vez que aparece el número
siete en las Escrituras es en un pacto: “E hicieron ambos pacto.” Y el pacto estaba basado
sobre “siete corderas” (Génesis 21:27–31). Fue la idea de la perfección de un vínculo la que
hizo que se usara la misma palabra para hablar de un voto y para mencionar el número
siete.
Es un libro de bendiciones
El Apocalipsis empieza y termina con una bendición. Esa bendición es nuestra si lo leemos
en constante oración y obedecemos lo que leemos (1:3). Esa bendición es nuestra si
vivimos a la luz de la verdad revelada (22:21). Las palabras “bendición” y
“bienaventurado” aparecen siete veces en Apocalipsis, y hay bendiciones y
bienaventuranzas dispersas a través del libro.
Es un libro de esperanza
La desesperación cuelga como una nube negra sobre las aspiraciones de los hombres,
porque las nuestras son las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. Con el
despliegue actual de las fuerzas revolucionarias, somos testigos del suicidio de la
civilización. Los valores de la civilización están pereciendo. La barbarie y el crimen son el
orden del día. Nuestro mundo ha sido quebrantado y ensangrentado por el odio humano.
Pero el mensaje claro e inequívoco del Apocalipsis es el triunfo final del bien sobre el mal.
En esto no hay dudas: los lamentos de la tierra han de cesar, porque viene un Rey que
establecerá un reino universal de paz y de justicia. Es aquí, en este maravilloso libro, donde
podemos respirar el aire tranquilo de la victoria decisiva del bien sobre las fuerzas del mal.
A. Divinidad
El apóstol Juan habla repetidas veces del Espíritu diciendo que es “de Dios”: “los siete
Espíritus de Dios”. El apóstol también asocia al Espíritu con el Cordero inmolado (5:6), y
descendió en Pentecostés como “el Espíritu de Cristo”. El era el Don prometido, tanto por
el Padre como por el Hijo, y era igual a los dos en substancia. El Espíritu Santo no sólo
procede de Dios, sino que es parte integral de la Trinidad. Lucas se refiere a El llamándolo
Dios (Hechos 5:3, 4). Por lo que nosotros amamos, adoramos y obedecemos al Espíritu
Santo como a Dios el Espíritu.
B. Autoridad
En vista de que la palabra “trono” aparece más de treinta veces en el Apocalipsis, no hay
duda de que este es “el libro del trono” y nos viene con toda la autoridad del terrible
tribunal de Dios. Se dice que el Espíritu Santo está delante de ese trono y que viene a Juan
desde él (4:5). Junto con los ángeles y los seres vivientes que están alrededor y en medio
del trono, el Espíritu Santo comparte su asociación con la autoridad judicial de Dios. En el
libro de los Hechos vemos la energía y la gracia del Espíritu Santo en los individuos; en las
epístolas vemos su presencia en la Iglesia. Pero el pensamiento principal en el Apocalipsis
es la proclamación que hace el Espíritu de que el hecho de que Dios gobierne la tierra está
totalmente de acuerdo con la justicia de su trono. Como procedente del trono, el Espíritu
Santo gobierna la tierra, llegando a ella desde el cielo.
No lo vemos en el Apocalipsis como el Consolador que mora en todo creyente (aunque eso
fue El para Juan en la soledad de su celda en la prisión y también para todos los santos que
sufrían persecución en ese tiempo), sino más bien se nos presenta como “el Señor, el
Espíritu”, ejerciendo la prerrogativa divina de la autoridad. Cristo dijo que cuando el
Espíritu viniera a la tierra en su plenitud, El no hablaría de su propia iniciativa o autoridad,
sino únicamente declararía lo que oyera (Juan 16:13–15). Y aquí Juan escribió que el
Espíritu funciona de esa manera; llega a él procedente del trono, con el mensaje autorizado
de Dios.
C. Santidad
Otro atributo de la deidad que comparte el Espíritu es el de la santidad inmaculada.
“Nuestro Dios es fuego consumidor”, y por lo tanto no puede tolerar ninguna cosa ajena a
su naturaleza tres veces santa. ¿Cómo podría El soportar algo contrario a su propio ser?
Ocurre lo mismo con el Espíritu, quien es uno con el Padre y con el Hijo en su
aborrecimiento del pecado. Este es el significado de la descripción simbólica del Espíritu
como “siete lámparas de fuego” ardiendo delante del trono (4:5). Como el símbolo de las
siete lámparas de fuego, El posee la perfección de la santidad representada por el trono
(Salmo 89:14; 6:1–3); una santidad que escudriña y destruye todo aquello que es contrario a
la santa naturaleza de la Trinidad.
Walter Scott observa que el símbolo que se usa aquí denota “la plenitud del Espíritu en su
acción gubernativa. Aquí no se ve al Espíritu salvando a los hombres por medio de la
predicación del Evangelio, ni a través de ninguno de sus diversos ministerios en la Iglesia,
sino que es presentado en armonía moral con el trono mismo. Las lámparas hablan de
iluminación, y el fuego sugiere un elemento vigorizante de limpieza y purificación. Por ser
la llama inextinguible, el Espíritu ilumina, purifica y destruye. El posee un discernimiento
activo y perfecto de todos los asuntos y elementos que están en juicio.
D. Omnisciencia
En latín, omni significa “todo” y scientia, “conocimiento.” Sólo la Deidad posee
omnisciencia o conocimiento total. El conocimiento perfecto, el discernimiento, el saber
retrospectivo, anticipado e introspectivo; todas estas son virtudes exclusivas de la Trinidad.
En un pasaje especial, el número siete se menciona tres veces en conexión con el Espíritu,
el “que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios” (5:6). Si
la frase “los siete espíritus de Dios” implica la plenitud del gobierno divino, entonces la
expresión “siete ojos” sugiere una perfecta inteligencia. (Vea Zacarías 3:9; 4:10.) El
Espíritu séptuple representa “los siete ojos del Señor que recorren la tierra de un extremo a
otro”, escudriñando todo aquello que merece juicio divino. (Vea Daniel 2:19–30.)
Los ojos son símbolo de conocimiento y sabiduría internos, como se demuestra en Efesios
1:18, cuando Pablo oraba para que los ojos del entendimiento de los efesios pudieran ser
iluminados. De igual manera Pablo no tenía ninguna duda acerca de la omnisciencia del
Espíritu, quien es capaz de escudriñarlo todo, aun las cosas más profundas de Dios (1
Corintios 2:10, 11). Ninguna cosa puede esconderse de El, quien lo discierne todo. ¡Qué
serio es pensar que esos siete ojos del Espíritu pueden escudriñar todos los pensamientos
del corazón suyo y el mío!
E. Omnipotencia
Los cuernos representan reyes o poderes reales (Daniel 7:8; Apocalipsis 13:7) y también
poder, fuerza y gloria (Salmo 75:10; 132:17; 1 Samuel 2:1). En los siete cuernos asociados
con el Espíritu Santo, tenemos la verdad del poder y la fortaleza perfectos (5:6). Job declaró
que él sabía que Dios podía hacerlo todo, y Jesús proclamó que todo poder le había sido
dado en el cielo y en la tierra. El libro de los Hechos es elocuente en cuanto a la
omnipotencia del Espíritu Santo; y en el Apocalipsis, donde se destaca su autoridad
judicial, el Espíritu aparece investido con la perfección del poder para aplicar cada edicto
divino pronunciado en contra de los poderes aparentemente grandes de la tierra.
En estos días en que se ve la impotencia de los gobernantes terrenales, debemos
consolarnos con la gloriosa verdad de la omnipotencia y soberanía divinas. Aun en la
reducida esfera de nuestra propia vida, cuando las dificultades parecen ser insuperables y
surgen necesidades que creemos que no podrán ser saciadas jamás, recordemos al Espíritu
Santo con sus “siete cuernos” y confiemos en El como “el Espíritu de poder”, quien
manifestará su omnipotencia en favor nuestro. El poderoso Espíritu de Dios no falla en
ningún aspecto.
Oh Santo Espíritu, poseedor de un séptuple poder,
Todas las gracias provienen de ti.
F. Omnipresencia
La omnipresencia es la capacidad de poder estar en todo lugar al mismo tiempo. Nuestra
mente finita no es capaz de entender el misterio de este atributo de la Trinidad. Sin
embargo este es un hecho que jamás podremos dejar a un lado al considerar al Espíritu,
presente en todo lugar. Esto era lo que David quería decir cuando preguntaba:
“¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?”
Aun si él hubiera podido tomar las alas del alba para que lo condujeran hasta las últimas
partes de la tierra, ¿qué ocurriría cuando llegara allí? ¡Aun allí estaría el Espíritu para
guiarlo y protegerlo! (Vea el Salmo 139:9, 10.) Los siete ojos con los cuales el Espíritu
transita la tierra de un extremo hasta el otro nos traen hasta otra frase usada por Juan: “Los
siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (5:6).
Hay dos frases combinadas en este versículo: “enviados por toda la tierra” y “en medio del
trono”, las cuales están relacionadas con las actividades del Espíritu Santo. En esta era el
Espíritu se relaciona con la Iglesia, pero durante los juicios indicados en el Apocalipsis, El
estará asociado con el gobierno de la tierra desde los cielos. Sus ojos escudriñarán entonces
a todos aquellos que merezcan castigo divino, no importa quiénes sean, en el mundo entero,
y por medio de su poder velará para que los dictados del trono sean obedecidos. Las rocas a
las cuales ellos clamarán para que los escondan de la venganza del Espíritu no les darán
ninguna protección. ¡Ay de los habitantes de la tierra pecaminosa cuando el Espíritu salga
del trono pata destruir las fuerzas malignas del mundo!
G. Personalidad
Casi todas las referencias que se hacen al Espíritu Santo en el Apocalipsis tienen que ver
con lo que El dice: “El Espíritu dice a las iglesias”; “Sí, dice el Espíritu”; “El Espíritu y la
esposa dicen: Ven.” Que el Espíritu no es una mera influencia o una emanación de Dios, se
prueba por el hecho de que puede hablar expresa o específicamente, como lo declara Pablo
en 1 Timoteo 4:1. la articulación de mensajes sólo es posible donde hay personalidad.
Puesto que el Espíritu Santo posee todos los verdaderos elementos de la personalidad, El
controló los pensamientos y las emociones de Juan y los utilizó como medios de expresión.
¡Oh, si la gente de este tiempo pudiera responder a la suplicante voz del Espíritu cuando
llama a los pecadores para que se reconcilien con Dios!
A. El agente de la resurrección
Habiendo participado en la resurrección de Cristo de entre los muertos, el Espíritu Santo es
el agente de la resurrección de los santos. El Espíritu de aquél que levantó de los muertos a
Jesús (Romanos 8:11) también levantará de entre los muertos a aquellos que son del Señor.
Esto nos trae a la resurrección de los dos testigos después de que han sido sacrificados
exactamente en el mismo lugar en el cual Jesús fue crucificado y volvió a vivir.
La muerte de los dos últimos grandes profetas de Dios, por causa de sus pronunciamientos
sobre el juicio divino, causará gran regocijo entre los inicuos. Como lo expresa William
Newell: “Se desata después un verdadero tiempo de regocijo infernal que casi parece una
celebración navideña,” porque los moradores de la tierra se regocijaron en la muerte de los
dos testigos y se enviaron regalos unos a otros (11:1–12). La identidad de estos dos testigos
(sobre la cual hay muchas conjeturas) no nos interesa mucho por el momento. Lo que nos
impresiona es su valiente testimonio antes de que la tierra sea entregada a Satanás y al
anticristo. Las multitudes, que los escucharon predicar en contra de las maldades de los
humanos en su propia cara, fueron las que mataron a los valientes heraldos y dejaron sus
cuerpos mutilados en las calles de la ciudad por tres días y medio. Se hicieron excursiones a
la ciudad de Jerusalén para ver los cuerpos insepultos de estos dos profetas de Dios y
recrearse ante ellos.
Pero cuando los hombres hacen lo peor contra los hombres, entonces interviene Dios y hace
lo mejor por aquellos que sufren por su causa. Así leemos que “entró en ellos el espíritu de
vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies”. Luego fueron arrebatados al cielo
mientras sus enemigos presenciaban asombrados su ascensión. Tal resurrección y ascensión
acabaron con la alegría infernal de los rostros de aquellos que asesinaron a los dos testigos
y se llenaron de espanto. Aquellos dos hombres, muertos en Cristo, se levantaron de la
muerte y fueron arrebatados: un cuadro de lo que ocurrirá cuando Jesús vuelva por su
Iglesia verdadera (1 Tesalonicenses 4:13–18).
Pablo proclamó que Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de
santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4). Es este mismo Espíritu
de santidad el que habrá de resucitar con vida y energía divinas a aquellos dos cuerpos
muertos y abandonados en las calles de Jerusalén. Lo que nos impresiona con relación a
esta particular actividad del Espíritu Santo es el hecho de que El resucita a los dos testigos
después de tres días y medio exactamente. Otro medio día más y la corrupción se habría
apoderado totalmente de sus cadáveres. Dios, sin embargo, no permitió que sus santos
sufrieran corrupción. Jesús también resucitó al tercer día. Seguramente, usted recordará que
Marta pensaba que la resurrección de su hermano Lázaro ya era imposible, porque dijo:
“Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11:39). Sin embargo, Dios tiene poder
para resucitar a los muertos, no importa cuánto tiempo lleven en la tumba.
La visión séptuple
El cuadro de Cristo dibujado en el cielo
Apocalipsis 1:12–18
Entre los diversos aspectos del Apocalipsis, es prominente el hecho de que este es un libro
que trata sobre una Persona, Cristo mismo, quien es su tema central. El doctor G. Campbell
Morgan observa: “Cualquier estudio de Apocalipsis que no se centre en Cristo y que no vea
todo lo demás en relación con El, conducirá al lector a un laberinto sin salida.” Así las
primeras cuatro palabras de Apocalipsis declaran su naturaleza y su propósito: “La
revelación de Jesucristo.” No es “la revelación de Juan el teólogo”, sino la manifestación de
Uno a quien Juan amaba tiernamente.
Tampoco se trata aquí de “las revelaciones”. Es el singular, no el plural el que se usa. Es “la
Revelación”, en la cual hay muchas facetas. En el Apocalipsis, Cristo es más plenamente
revelado y exaltado que en cualquier otro libro de la Biblia. Abundan las alusiones a Cristo,
como en las veinte o más referencias a El como “el Cordero”. Una división amplia del libro
sería esta:
Cristo y sus santos (Capítulos 1–3)
Cristo y el mundo antiguo (Capítulos 4–19)
Cristo y el mundo nuevo (Capítulos 20–22).
En los evangelios vemos a Cristo sirviendo y sufriendo. En el libro de los Hechos lo vemos
vivo para siempre, obrando a través de su Iglesia. En el Apocalipsis, es el Héroe supremo,
que derrota a todos sus enemigos.
Al observar la lucha entre el bien y el mal y los puntos más críticos de este drama,
recibimos con profundo aprecio la imagen de Jesús como el futuro ejecutor de la justicia
divina y el dispensador de la retribución y de las recompensas. Aquí se hace la presentación
del Rey y su reino, y de cómo el Rey toma por la fuerza lo que le corresponde.
Cristo es la clave del libro; el Espíritu Santo es nuestro guía y nuestra propia espiritualidad
es la medida de la manera en que podemos apreciar el retrato de cuerpo entero de nuestro
Salvador.
En muchos sentidos, el primer capítulo es uno de los más importantes del libro, puesto que
en él se da un sumario de todo lo que va a ocurrir. Los nombres, títulos y símbolos que se
dan de Cristo en este capítulo inicial son distribuidos y ampliados a través del libro.
Ningún otro libro de la Biblia descubre la presencia, la Persona y el poder del Señor
Jesucristo como lo hace el Apocalipsis, que se declara como un panorama maravilloso de
nuestro Señor mismo y no meramente de los sucesos relacionados con su triunfo. El libro se
abre con Cristo como el revelador de sí mismo (1:1–3). Puesto que es la revelación de
Jesucristo, el libro adquiere un significado superior y se hace inmensamente importante.
Aquí El es descrito como la figura central, que posee las llaves del destino. A pesar de los
demonios y los hombres malvados, Cristo avanza invencible a través del fascinante y veloz
drama del libro. Tome nota de las presentaciones autoritativas de Cristo en los “Yo soy” del
primer capítulo y compárelas con los “Yo soy” que da Juan en su evangelio.
Una de las características especiales de este primer capítulo es el cuadro auténtico que nos
da de Jesucristo. Hay aquí un retrato que ningún artista ha sido capaz de pintar. El capítulo
abunda en títulos y superlativos y los utiliza para describir a Aquél que no tiene
comparación.
1. El prólogo (1:1–3)
No simpatizamos con el sistema modernista de interpretar el Apocalipsis. Su falsa
afirmación de que Juan tomó la visión de su libro de la antigua literatura apocalíptica y que
sólo nos da una mezcolanza del folklore pagano, es claramente contradicha por la
declaración que hace Juan acerca del origen y el orden de lo que vio y escribió. El apóstol
no nos ha legado una colección de visiones paganas cristianizadas. Al contrario: Cristo nos
presenta un sumario de su triunfo final sobre todas las fuerzas que se le oponen. Como esta
revelación es dada por Dios, es nuestra solemne obligación inclinarnos reverentemente
mientras la estudiamos.
En el Apocalipsis encontramos lo que bien podríamos llamar una escalera con cinco
peldaños:
Dios
Cristo
el ángel
Juan
los siervos de Dios
Dios le dio la revelación a Jesucristo, puesto que ésta se refiere a El. Cristo, a su vez se la
dio a su ángel, después de lo cual los ángeles son prominentes en el libro. El mensajero
angelical le comunicó la revelación a Juan. Juan entonces puso por escrito todo lo que
recibió para la iluminación y edificación de los santos de todas las edades. Ese es el orden
que se sigue hasta la conclusión: “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el
Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus
siervos las cosas que deben suceder pronto” (22:6).
Nadie estaba mejor calificado que Juan para actuar como el canal autorizado de esta
sublime revelación. Esto es evidente por lo que los evangelios relatan acerca de la
intimidad de este apóstol con Cristo. Juan fue amigo íntimo de Cristo y muy amado por El.
También se dice que él se recostaba sobre el pecho de Jesús. Y fue Juan quien escribió las
palabras de Jesús concernientes a la capacidad del Espíritu para revelarles a los siervos de
Cristo las “cosas que sucederán.”
Antes de seguir adelante en nuestro estudio es esencial que hagamos una pausa y nos
preguntemos: “¿Estoy yo preparado espiritualmente para recibir bendición del Señor a
través de la lectura de este gran libro?” Nuestra actitud humilde debe ser: “Enséñame tú lo
que yo no veo; si hice mal, no lo haré más” (Job 34:32).
Para poderle transmitir esta revelación a Juan por medio de su ángel, Jesús utilizó símbolos
(1:1). Es decir, usó figuras y señales para impartirle su conocimiento. En nuestro estudio de
estos símbolos, debemos tratar de interpretarlos a la luz de su uso en otras partes de las
Escrituras. Debemos comparar símbolo con símbolo y así protegernos de las extravagancias
de interpretación en las que caen muchos expositores.
Debemos también considerar cuándo fue que Juan vio todas las cosas que escribió
posteriormente en el Apocalipsis. El indica que se encontraba en la isla llamada Patmos
(1:9) y que la revelación le fue dada allí durante cierto día del Señor, mientras El estaba en
el Espíritu (1:10). Dos frases constituyen aquí una interesante combinación: “en la isla” y
“en el Espíritu.” Evidentemente, las limitaciones geográficas de Juan no eran un obstáculo
para su visión espiritual. Su oscuro calabozo no era capaz de cautivar su libre espíritu. ¿Así
ocurre con nosotros? Cuando nos encontramos atrapados y confinados en circunstancias
que nos aíslan de un mundo libre que se halla alrededor de nosotros, ¿nos sentimos más
capacitados espiritualmente para comunicarnos con el cielo? En nuestra isla de
restricciones, ¿estamos nosotros también en el Espíritu?
Hay dos maneras de interpretar “el día del Señor”. La interpretación común y corriente es
que este día en particular era un domingo o primer día de la semana, el cual observaba Juan
cuando le llegó la visión. Y ciertamente esta es una designación apropiada del día que se
conoce como “domingo”, aunque dicho día no se designa así en ningún otro lugar de la
Biblia. El primer día de la semana es el día de Cristo: el día de la resurrección, el día que el
Señor ha separado para la adoración de su nombre y la predicación de su Palabra. Y en este
día, el mejor de todos, cuando tenemos la oportunidad de hacer a un lado las cosas del
mundo, podemos escuchar la voz de Dios y dedicarnos a la comprensión espiritual de su
Palabra.
Otros eruditos creen que esa frase no se refiere al primer día de la semana, sino que
significa “el día del Señor”, quizá con un sentido más profético. Estar “en el Espíritu”
puede referirse a alguna clase de preparación por medio de la cual el Espíritu Santo
proyectó la mente de Juan hacia el futuro, como lo declaraban los profetas del Antiguo
Testamento cuando profetizaban acerca del día del Señor. Isaías 2:10–22, por ejemplo, es
considerado como un resumen general de los capítulos 4 al 19 del Apocalipsis. Juan fue
llevado hacia el futuro por el Espíritu hasta el terrible día de los juicios y se le hizo
describir detalladamente lo que Daniel y otros profetas habían visto en general.
Puede ser que la solución se encuentre en armonizar ambos puntos de vista sobre el día del
Señor. Mientras Juan meditaba un primer día de la semana, el Espíritu Santo capacitó a
Juan para que pudiera ver el panorama del futuro y distinguir allí el día venidero del Señor.
Antes de dejar el prólogo debemos considerar dos frases más. Juan recibió una revelación
de “las cosas que deben suceder pronto” (1:1). Esta palabra “pronto” lleva en sí el sentido
de presteza o inminencia. Una vez que comience la acción habrá una sucesión rápida de
eventos. No existe aquí la idea de que Juan esperara que todo lo que él predijo se cumpliría
casi inmediatamente.
La misma idea está asociada con la declaración “el tiempo está cerca” (1:3). Afirma Walter
Scott: “La profecía aniquila el tiempo y todas las circunstancias que intervienen, aun las
opuestas, y lo coloca a uno en el umbral de su cumplimiento.” De acuerdo con nuestra
manera de pensar, parece como si Dios estuviera deteniendo el cumplimiento de sus
últimos propósitos esbozados en el Apocalipsis, pero tal demora no significa más que
gracia a favor de un mundo condenado.
3. Su Persona (1:12–18)
En esta sección, Juan presenta una impresionante descripción de Aquél cuya voz él
escuchó. Los símbolos de cargo y de personalidad dados aquí, se identifican con el Hijo del
Hombre, quien es poseedor de una plena y completa divinidad. Las siete partes del retrato
de cuerpo entero de Cristo son fáciles de discernir y todas las características (como lo
indicaremos más detalladamente en nuestra próxima sección) están distribuidas entre las
iglesias. Al seguir adelante, debemos observar que hay una vasta diferencia entre los
sufrimientos pasados de nuestro Señor y su soberanía futura. ¡Al fin vemos al Cristo
escarnecido coronado para siempre como Rey de reyes y Señor de señores!
El Apocalipsis trata sobre la Persona y el poder de Jesucristo, con múltiples símbolos sobre
sus actividades, funciones y carácter. Aquí vemos a Jesús relacionado con el tiempo y con
la eternidad, con judíos, con gentiles y con la iglesia de Dios. La parte del primer capítulo
en la que queremos detenernos, es la que muestra a Cristo como el personaje celestial con
apariencia humana. En El están combinadas la deidad y la humanidad y están
maravillosamente mezclados lo celestial y lo terreno (1:9–18). ¡Qué enorme diferencia hay
entre los pasados sufrimientos de nuestro Señor y su futuro reinado! Al fin vemos a Jesús
(quien fue una vez objeto de vergüenza, escarnio y contradicción), coronado de honra y
gloria.
Es concebible, ciertamente, que un obispo o pastor principal sea señalado como ángel o
mensajero de Dios o de Cristo, pero difícilmente podría ser reconocido como un ángel de la
iglesia a la cual administra.
La figura que Juan usa aquí se aplica en otros lugares también a los maestros, ya sean
verdaderos o falsos (Daniel 12:3; Judas 13; Apocalipsis 8:10; 12:4). Es una gran esperanza
saber que todos los que sirven al Señor en posiciones de responsabilidad están en su mano
derecha, el lugar de posesión y protección (Juan 10:28–30). Walter Scott dice lo siguiente
en cuanto a “las siete estrellas que están en su mano derecha”:
Se declara que las estrellas son los ángeles o representantes de las iglesias. El ángel de la
iglesia es el representante simbólico de la asamblea, como lo son todos aquellos que tienen
responsabilidades en ella (1:20). Las estrellas, como símbolo, son la expresión de:
1. Incontables multitudes (Génesis 15:5).
2. Las personas eminentes en puestos de autoridad civil y eclesiástica (Daniel 8:10;
Apocalipsis 6:13; 12:4).
3. Los poderes inferiores o subordinados en general (Génesis 37:9; Apocalipsis 12:1).
Toda autoridad eclesiástica, todo ministerio y todo gobierno espiritual en toda iglesia ha
sido investido por Cristo. Su capacidad de dar o retener, de preservar y sostener a todo
verdadero ministro de Dios es la idea fundamental que expresa el que las estrellas estén en
su mano derecha. Cuando se duda acerca de la eterna seguridad de los creyentes, se dice
que éstos están en su mano y en la mano de su Padre, de donde nadie los puede arrebatar.
Pero allí no se dice que ellos están “en su diestra”, como se indica aquí.
Los líderes espirituales no nos referimos a los oficiales, porque no todos ellos han sido
establecidos en la iglesia de Dios son sostenidos y mantenidos en la mano derecha del Hijo
del Hombre. La mano derecha habla de suprema autoridad y honor (Salmo 110:1; Efesios
1:20). Qué posición tan responsable y a la vez honorable ocupa todo gobernante de la
iglesia. Daniel 12:3 señala hacia el futuro, a una clase de ministros o gobernantes judíos.
Judas 13 se refiere a una clase de cristianos apóstatas.
Cuando Jesús andaba por el mundo haciendo el bien a todos, sus manos estaban siempre
activas aliviando las necesidades físicas y materiales de los hombres. Sin embargo, la única
recompensa que recibió por todos los beneficios que obró con sus santas manos fue que
éstas fueran horadadas por los clavos. Pero ahora, aquellos que son redimidos por la sangre
que El derramó están seguros en esas manos, las cuales son suficientes para preservar,
proteger y proveer para todos los que están en ellas. ¿Estamos nosotros entre las estrellas
que El tiene en su mano derecha? Si es así, entonces la responsabilidad de las estrellas es
brillar. Esta es la noche de la ausencia del Señor en esta tierra y nosotros, los santos,
colectiva e individualmente somos la luz del mundo. Como portadores de luz en medio de
la oscuridad debemos reflejar algo de su gloria.
Esto demuestra su absoluta autoridad sobre la muerte y el Hades, los carceleros de los
muertos, quienes ejecutan su soberana voluntad. Satanás ya no posee poder de muerte
(Hebreos 2:14). En cuanto al hecho de que las llaves son símbolo de indisputada autoridad,
vea Isaías 22:22 y Mateo 16:19.
A. Efeso (2:1–7)
La Iglesia del primer amor (Siglo I d.C.)
El nombre “Efeso” significa deseada o primer amor y describe adecuadamente el primer
siglo de historia de la Iglesia, el cual se caracterizó generalmente por un profundo amor y
un ardiente celo por Cristo y también por una inflexible oposición a los falsos maestros y a
las doctrinas erradas. Efeso era el centro de una densa población cristiana y gracias a los
esfuerzos de Juan, el cuerpo principal de los pastores de la región se mantuvo firme contra
toda herejía y unánime en la exclusión de los maestros falsos de las iglesias. Sin embargo,
la iglesia que Juan más conocía y amaba había dejado el celo del principio. Las flores
habían caído del árbol. La primera luz se estaba convirtiendo en lobreguez. (Vea Hechos
20:17–31.)
Efeso, la famosa capital del estado jónico, era conocida como “la luz de Asia”. Era famosa
por su riqueza, su sabiduría y su perversión. La adoración de Diana (vea Hechos 19) se
extendió de allí a todo el mundo entonces conocido. Pero la iglesia de Efeso (madre de
todas las iglesias de Asia) se alza sobre las demás como la más espiritual de todas ellas,
según lo expresa el relato sagrado. Sin embargo, como el doctor Campbell Morgan nos
recuerda, “el origen de la iglesia de Efeso está descrito en Hechos 18–20; el ministerio
elocuente pero parcial de Apolos fue suplementado y ampliado por el de Pablo. La carta a
Efeso describe la situación de la iglesia unos treinta y cinco años más tarde.”
Efeso estaba entregada a la idolatría y una de las herejías prevalecientes consistía en
afirmar que los cristianos podían participar de las inmoralidades de los festivales paganos.
Por esta razón, muchos cristianos dejaron su primer amor. ¿Somos nosotros tan ardientes y
fervorosos en el Señor hoy como lo fuimos en los primeros días de nuestra vida cristiana,
cuando todo lo llevábamos al altar? Aunque quizá todavía nos quede un lenguaje teológico,
¿no podría ocurrir que nuestro corazón haya dejado de palpitar con el amor a Jesús que
manifestamos en los primeros años de nuestra vida cristiana?
B. Esmirna (2:8–11)
La Iglesia perseguida (92–315 d.C.)
Esta última fortaleza de la cristiandad antes de la conquista musulmana, constituía un serio
rival para Efeso, la cual estaba situada a unos sesenta kilómetros al norte de ella. Esmirna
llegó a ser una de las ciudades más grandes y más importantes de Asia Menor. Muy
atractiva en la época de Juan, era llamada “la bella”. Esmirna también es famosa por haber
sido el lugar de nacimiento de Homero (el poeta griego) y por ser la ciudad de Policarpo
(obispo de Esmirna). Fue aquí donde Policarpo sufrió el martirio a los ochenta y seis años
de edad, en el año 155 d.C.
Puesto que no se menciona a Esmirna en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, nada se
sabe acerca de la fundación de su iglesia. La idolatría abundaba en la ciudad y la férrea
persecución que se enfurecía contra la cristiandad en ese tiempo tenía su centro en Esmirna.
El nombre “Esmirna” significa “mirra,” una palabra usada tres veces en los evangelios
(Mateo 2:11; Marcos 15:23; Juan 19:39). La mirra era también uno de los ingredientes del
ungüento sagrado (Exodo 30:23–25) y era igualmente usada para embalsamar muertos.
Seiss indica en su excelente comentario sobre el Apocalipsis: “El nombre describe muy
bien a una iglesia perseguida a muerte, postrada y embalsamada en las preciosas especias
de sus sufrimientos, tal como ocurría con la iglesia de Esmirna. Esta era la iglesia de mirra
o amargura que, no obstante, fue agradable y preciosa ante el Señor.”
Así como la mirra debe ser molida para que despida su fragancia, el testimonio de esta
iglesia molida por la persecución produjo una dulce fragancia que fue muy agradable para
el Señor. La sangre de los mártires de este período se convirtió en semilla para las iglesias
venideras. Durante estos 250 años tenemos el período del martirio bajo la Roma Imperial.
Desde Nerón hasta Constantino hubo una era sangrienta para la Iglesia. Los “diez días”
pueden representar los diez distintos intentos a través de edictos imperiales para destruir a
la joven Iglesia. La última persecución duró exactamente diez años. El número “diez”
puede significar también que Dios reconocía que aun el sufrimiento tiene sus límites. Las
diez grandes persecuciones del Imperio Romano pueden ser enumeradas de la manera
siguiente:
1. Bajo Nerón 64–68 d.C.
2. Bajo Domiciano 90–95 d.C.
3. Bajo Trajano 104–117 d.C.
4. Bajo Aurelio 161–180 d.C.
5. Bajo Severo 200–211 d.C
6. Bajo Máximo 235–237 d.C
7. Bajo Decio 250–253 d.C.
8. Bajo Valeriano 257–260 d.C.
9. Bajo Aureliano 270–275 d.C.
10. Bajo Diocleciano 303–312 d.C.
C. Pérgamo (2:12–17)
La Iglesia estatal (315–350 d.C.)
Esta ciudad era la capital política de Asia y era famosa por su saber, su cultura y su ciencia.
Se jactaba de tener la biblioteca más grande, después de la de Alejandría. Walter Scott nos
recuerda: “Fue aquí donde se perfeccionó el arte de preparar pieles de animales para
escribir y es de este nombre de donde se deriva nuestra palabra pergamino. Así que el
nombre de esta ciudad de mal recuerdo escrituralmente hablando (Apocalipsis 2:12–17) ha
sido perpetuado a través de las edades cristianas e indudablemente muchos manuscritos
literarios de valor han sido escritos en pergamino preparado en Pérgamo.”
La ciudad era el asiento de la adoración al emperador y era preeminente por su idolatría. De
aquí las alusiones bíblicas al “trono de Satanás” y “donde Satanás mora”. Pérgamo es ahora
un insignificante páramo repleto de imponentes ruinas. Como muchas otras ciudades
históricas, su gloria ha pasado. Debido a su entrega a la adoración de la naturaleza, lo cual
siempre conduce a la corrupción y a la extinción, Pérgamo ya ha desaparecido como una
ciudad habitable.
El Nuevo Testamento no registra la fundación de la iglesia aquí por ninguno de los
apóstoles. Ya en el tercer siglo, la Iglesia había pasado la época del martirio y se encontraba
disfrutando de los favores imperiales. El emperador Constantino la había unido con el
Estado, haciendo del cristianismo la religión estatal en lugar del paganismo.
Evidentemente, el emperador pensó que la religión cristiana haría avanzar su imperio, por
lo que fue bautizado él e introdujo el bautismo para todos (incluyendo a los niños). Fue en
este tiempo cuando el “bautismo de infantes” fue conocido por primera vez.
El Concilio de Nicea (325 d.C.) fijó el credo oficial trinitario. Los nicolaítas, palabra que
significa “vencedores sobre el pueblo”, ganaron influencia dentro de la Iglesia a través del
surgimiento del sacerdocio. Fue en este tiempo cuando el sistema babilónico hizo su
aparición en la Iglesia.
La palabra pérgamo, que significa “totalmente casada”, describe perfectamente la
desastrosa unión entre la Iglesia y el mundo. A partir de este matrimonio fatal, la Iglesia y
el sistema mundial nunca han podido separarse. La decadencia espiritual ha tenido por
consecuencia un aumento de favores mundanos. Este tipo de unión ilícita paraliza la
eficacia espiritual de la Iglesia en muchas partes del mundo en el día de hoy.
D. Tiatira (2:18–29)
La Iglesia papal (500–1500 d.C.)
Los viajeros aseguran que el camino entre Tiatira y Pérgamo es uno de los más bellos del
mundo. Tiatira, puesto militar de Pérgamo, era famosa por su industria de teñido de
brillantes telas escarlata, las cuales eran muy usadas en toda Asia y Europa. Dentro de la
ciudad había un magnífico templo de Diana. También era el pueblo de Jezabel, la notable e
influyente maestra, quien abierta y militantemente apoyaba la vida inmoral.
G. Campbell Morgan sugiere que “la historia de la iglesia de Tiatira podría trazarse
retrospectivamente hasta las reuniones de oración a orillas del río mencionadas en Hechos
16, puesto que Lidia, cuyo corazón fue abierto por el Señor en aquella ocasión, era nativa
de Tiatira. ¿Qué cosa más apropiada que suponer que ella fue el instrumento para la
fundación de aquella iglesia cuando regresó a su ciudad natal?”
Tiatira significa “sacrificio continuo.” La palabra implica que es “un sacrificio cuyo
transcendente resplandor queda opacado por la repetición”. Ahora llegamos al surgimiento
del papado, con la introducción de la mariolatría. Durante el siglo séptimo, el obispo de
Roma ascendió al lugar de cabeza de la Iglesia entera. La adoración de la virgen María
como Reina del Cielo fue introducida en la Iglesia procedente del paganismo babilónico y
casi todos los templos paganos fueron transformados en “iglesias cristianas” por el mero
hecho de pintar los nombres de los apóstoles sobre los viejos ídolos y adorar al sacerdote
con una cruz. Apareció el sacerdocio, junto con el altar y el sacrificio. Este período también
se caracterizó por un avance consecutivo y progresivo de la apostasía.
E. Sardis (3:1–6)
La Iglesia reformada (1500–1700 d.C.)
En el siglo VI, Sardis llegó a ser una de las ciudades más importantes y prósperas que había
en el mundo antiguo. Era la capital del reino de Lidia. El nombre actual de esta ciudad,
antes rica y orgullosa, es Sart. Su lugar se halla desolado por completo actualmente.
“Sardis” significa “remanente” o “piedra preciosa” o “cosas que quedan de antes”. El
sardio, sardónice o sardónica, un bello tipo de ágata, lleva el mismo nombre. En la iglesia
de Sardis, la mayoría de los miembros estaban entregados completamente a las prácticas
paganas. Tenían nombre de vivos, pero en realidad estaban muertos. Unos pocos de ellos,
sin embargo, permanecían fieles al Señor y a si Palabra. Mientras que por una parte
tenemos en Sardis un nueve principio, por ser éste el período en el cual se dejó atrás la
historia asociada con Jezabel, por la otra, las fuerzas de la Reforma no duraron lo suficiente
como para evitar la caída en un frío formalismo religioso. Satanás detuvo la Reforma a
medio camino, y la Iglesia nunca se ha recuperado. Hoy, en muchos lugares, la Iglesia es
ortodoxa, pero legalista, y lleva una ortodoxia muerta y estéril. Es como un cuerpo bien
vestido, pero carente de vida.
F. Filadelfia (3:7–13)
La Iglesia misionera (1700–1900 d.C.)
Acerca de esta influyente ciudad, escribió el escéptico Gibbon: “Entre las colonias griegas
y las iglesias de Asia, Filadelfia todavía permanece en pie, como una columna en una
escena repleta de ruinas, un agradable ejemplo de que los senderos del honor y la seguridad
a veces son el mismo.” La ciudad heredó el nombre de su fundador, Atalo Filadelfo, rey de
Pérgamo. Su nombre moderno es Allah Shehr, o “la ciudad de Dios”. Los turcos, sin
embargo, no la miran (hay en ella muchos cristianos griegos) con ninguna veneración.
La iglesia de Filadelfia en los días de Juan era una iglesia fiel, la cual constantemente
aprovechaba las buenas oportunidades. Walter Scott dice: “La ausencia de acusación en el
contenido del mensaje enviado a su ángel es digna de notarse en conexión con el hecho de
que ésta es la de más larga duración entre las siete ciudades mencionadas.” Aquí nos
encontramos con una Iglesia verdadera en medio de una iglesia profesante.
El nombre “Filadelfia” significa “amor fraternal”, y en esa forma se usa en griego en
Hebreos 13:1: “Permanezca el amor fraternal”. En Filadelfia vemos la iglesia evangelista y
misionera del siglo diecinueve. A partir de los grandes avivamientos de Wesley surgieron
los movimientos de misiones foráneos, seguidos por la aparición de poderosas empresas
evangelísticas.
G. Laodicea (3:14–22)
La Iglesia rechazada (Siglo XX d.C.)
Laodicea recibió su nombre de Laodice, esposa de Antíoco II, el monarca Sirio. Quedaba
cerca de Colosas y los cristianos de allí recibieron una carta de Pablo. Cuatro referencias en
Colosenses (2:1–3; 4:13, 15, 16) prueban que el apóstol Pablo estaba familiarizado con la
iglesia de Laodicea. La ciudad misma era un gran centro bancario; también era famosa por
la ropa de lana negra satinada que se fabricaba y tenía una gran escuela de medicina,
notable por su polvo utilizado en curas oftálmicas (vea 3:18). Sin embargo, la fama y el
esplendor de Laodicea han caído hasta el polvo, porque la ciudad es ahora un escenario de
ruinas y desolación.
El nombre “Laodicea” es altamente sugestivo. Significa “Derecho del pueblo”, “gobierno
del pueblo” o “democracia”. Se dice que la iglesia es “de ellos”. No sólo es la iglesia que
está en Laodicea, sino que es propiedad de Laodicea. Era una iglesia de ellos, no del Señor:
“La iglesia de los laodicenses.” La autoridad de Cristo había sido puesta a un lado y
sustituida por la decisión de una membresía no regenerada, lo que sugiere el estado de la
Iglesia profesante antes del rapto.
A continuación se da un sumario del significado general de las siete iglesias:
Efeso indica pretensiones eclesiásticas y abandono del primer amor, y caracteriza el final
del período apostólico.
Esmirna nos hace pensar en el período del martirio, el cual concluyó con la última
persecución bajo Diocleciano.
Pérgamo revela el empobrecimiento espiritual y el aumento de lo mundano que tuvo lugar
durante el gobierno del emperador Constantino, resultado de su patrocinio público a favor
de la Iglesia.
Tiatira representa la Edad Media, con la cruel persecución de los santos de Dios por la
Iglesia papal.
Sardis fue la intervención de Dios por medio de la Reforma, cuya luz todavía sigue
ardiendo.
Filadelfia está relacionada con el siglo diecinueve y su vasta expansión de actividades
misioneras.
Laodicea retrata el estado general presente de la Iglesia profesante, la cual debido a su
tibieza, le produce náuseas a Cristo.
Se ha opinado que la historia de las primeras tres iglesias es consecutiva, mientras que las
cuatro restantes se superponen, transcurriendo paralelamente hasta el rapto. El elemento
divino (sugerido por el número tres) es dominante en el primer grupo de iglesias; mientras
que el elemento humano (sugerido por el número cuatro) domina en el segundo grupo.
En su introducción a la valiosa obra de Cosmades, “Las Siete Iglesias”, W. Stuart Harris
señala:
Cuánto nos entristece el saber que no hay ni un creyente cristiano en Efeso en el día de hoy
y que esto se aplica a todas las regiones de las siete iglesias, con la excepción de la iglesia
de Esmirna, donde hay ahora unos cuantos cristianos. El candelero ha sido quitado de su
lugar, como Cristo anunció.
a. La descripción de Cristo
En la mayoría de estas cartas existe la repetición de uno o más títulos o descripciones de
Cristo contenidos en el primer capítulo: un título adecuado al estado de la iglesia en
cuestión, que presente a Cristo con todo poder, como Juez lleno de autoridad.
e. La exhortación al arrepentimiento
Nos sentimos muy alentados al leer estas valiosísimas joyas de la literatura, porque
contienen la fragancia de la gracia de Cristo. El se presenta a sí mismo como alguien lleno
de deseos de restaurar. Se notará que la primera, tercera, quinta y séptima iglesias son
llamadas al arrepentimiento. La segunda y la sexta no tienen nada de qué arrepentirse ya
que han sido purificadas por la persecución. La cuarta estaba reprobada y ya había ido más
allá del arrepentimiento.
f. La declaración de juicio
Puesto que Cristo es siempre fiel en declarar la verdad, advierte el peligro que entraña
continuar en desobediencia. ¡Bienaventurada la iglesia o el cristiano que atiende la voz de
alerta de Cristo! El anuncio de juicio lo dio Cristo a todas las iglesias, a excepción de la
segunda y la sexta.
g. La proclamación de la recompensa
Cada recompensa prometida está de acuerdo con un atributo de Cristo. La conclusión de
cada carta consiste en una bendición de victoria personal y un llamamiento individual. Hay
una promesa en cada carta para el vencedor. Para mayor comprensión y edificación,
examinemos estas cartas a la luz de su séptuple plan.
El séptimo sello contiene las siete trompetas y las siete copas. La séptima trompeta contiene
las siete copas.
Como lo indicamos previamente, algunos expositores bíblicos le dan un sentido “histórico”
a los capítulos 6 al 20 (sugiriendo que los juicios cubren desde la apertura de la era cristiana
hasta el tiempo presente). Pero nuestra posición es que la Iglesia no estará sobre la tierra
cuando estos juicios apocalípticos se derramen, y que están relacionados con los judíos
como nación y con los gentiles también como naciones. Puesto que la Iglesia no es judía ni
gentil, sino “un nuevo hombre” (y por lo tanto no está sujeta a los juicios), se encontrará
fuera de la tierra cuando llegue el día de la visita de juicio. Con este sexto capítulo empieza
la ministración divina del Cordero y no terminará hasta que haya puesto a todos sus
enemigos por estrado de sus pies (Salmo 2).
Una queja muy común en el día de hoy es: “¿Por qué Dios no interviene y hace algo para
remediar el estado pecaminoso y caótico de este mundo?” Si los que hablan en estos
términos leyeran el Apocalipsis, sus preguntas quedarían inmediatamente contestadas y sus
interrogantes acerca de la no intervención divina quedarían resueltas. Aquí el Señor está a
punto de manifestar su mano.
¡Y qué acción será aquella! En los capítulos 4 y 5 se afirma el trono. En el capítulo 6
empieza a cumplirse la última semana de Daniel (Daniel 9:26, 27). Daniel no fue invitado a
subir al cielo, pero Juan lo fue. Daniel lo vio todo en visiones nocturnas, pero no
comprendió el significado completo de sus visiones. De esta manera, el Apocalipsis
complementa el libro de Daniel. Actualmente, un usurpador controla al mundo, pero ya
pronto viene el día de Cristo. Esta corrupta tierra está lista y madura para el juicio. Las
fuerzas del mal, que por tanto tiempo han permanecido invictas, están ahora a punto de
enfrentarse a su Señor. Los instrumentos humanos y materiales de venganza ya van a
ejecutar la tarea que Dios les ha asignado.
Dios algunas veces podrá parecer muy lento en arreglar cuentas, pero siempre lo arregla
todo al final. Si bien nos parece que los molinos de Dios muelen muy despacio, podemos
estar muy seguros de que ciertamente molerán. Durante este tiempo, El ha estado
extendiendo su gracia para con los habitantes de la tierra. Es lento para reprender, pero
cuando la vara caiga, ¡ay de las hordas de la tierra!
Juan ve ahora todos los horrores de la guerra. En su tiempo los ejércitos de caballería eran
las fuerzas más terribles, y él ve esto en primer lugar. Pero cuando ve bien se da cuenta de
que no son caballos ordinarios, sino monstruos extraños que destruyen con el humo que
sale de su boca, como también de otras bocas situadas al final de sus colas, que son como
serpientes. No hay duda de que a Juan se le permitió ver los instrumentos destructores en
forma de artillería. Bajo la inspiración de Satanás, el hombre hace que todas las cosas se
tornen para su destrucción, y una guerra sucede a otra.
Las referencias bíblicas sobre las cualidades del caballo son numerosas, pero poco se dice
de su uso como bestia de carga o para propósitos de agricultura. A los judíos se les prohibía
multiplicar los caballos por el riesgo de que éstos hicieran apartar los corazones de los
hombres de Jehová (Deuteronomio 17:16). Egipto era muy famoso por sus caballos de
guerra, y en las Escrituras el caballo es reconocido como símbolo de guerra, mientras que el
asno simboliza la paz. El poder del triunfo y la conquista se asocia con los caballos que
Juan describe (Apocalipsis 6:1–8; Zacarías 6:1–8). Bajo esta sexta trompeta, las langostas
con su destrucción y agonía ceden el paso a los caballos: temibles y espantosos, agentes
militares agresivos de rapiña y mortandad.
Los caballos tenían como cabezas de leones (9:17). ¿Alguna vez se ha detenido usted a
estudiar la cabeza de un león en un zoológico o en una fotografía? ¡Qué majestad, coraje,
fuerza y valor se describen en su estampa! Con razón se dice que el león es el rey de la
selva. Estos caballos de juicio con cabezas como de león son investidos con todas las
cualidades de temeridad de los leones.
De sus bocas salían fuego, humo y azufre (9:17). Satanás equipará a sus cuadrúpedas
huestes con una trinidad de fuerzas ofensivas y destructoras: fuego, humo y azufre. Estos
elementos, salidos de las bocas de los caballos, darán a los impíos una prueba de lo que será
el lago de fuego. Expidiendo gases infernales, los caballos manifestarán gran placer en
cumplir su diabólica tarea. Pueden hallarse referencias adicionales a estos símbolos de
angustia en 2:18; 14:10; 19:20.
Tenían colas semejantes a serpientes (9:19). En las Escrituras la cola es símbolo de los
falsos profetas y las falsas enseñanzas (Isaías 9:14, 15). Tal como se usa aquí en el
Apocalipsis, la cola es símbolo de la influencia maligna de Satanás, su falsedad y su engaño
(12:4). “Tenían cabezas, y con ellas dañaban” (9:19), lo cual demuestra que las artimañas
de Satanás son dirigidas inteligentemente. La cabeza es emblema del asiento del gobierno
moral, de la inteligencia y de poder (Isaías 7:8, 9; Zacarías 6:11; 1 Corintios 11:3–10).
¿Qué esperanza tiene un pecador en sí mismo contra tal combinación de sutileza satánica y
sabiduría engañosa?
El hecho de que la tercera parte de los hombres sean muertos por el fuego, el humo y el
azufre que salen de las bocas de los caballos, no surte efecto positivo en el resto de los
hombres. La paciencia divina ha llegado a su límite y así es como Dios permite que
aquellos que merecen su ira cosechen lo que han sembrado. El persistente olvido o desafío
a Dios termina en el abandono al destino merecido. Los apóstatas sobrevivientes persisten
en la dureza de su corazón, a pesar de los terribles horrores de los jinetes infernales. Dos
veces leemos: “Y ellos no se arrepintieron.” Por esta razón, al pecado se le permite elaborar
su propia ruina.
Describiendo el período final de la era de los gentiles, Jesús declaró que “la iniquidad
abundará”. Aquí hacemos un resumen de algunas de las horrendas formas de iniquidad que
existirán durante aquellos últimos días.
Adorarán demonios. El demonismo, la adoración a Satanás y la magia negra están
diseminados hoy. Vivimos en un mundo demonizado. Juan predice el tiempo en el cual las
huestes demoníacas serán adoradas abierta y universalmente.
Adorarán ídolos. El resto de los hombres poseen ídolos muertos, de acuerdo con su
posición en la vida. Los ricos tienen dioses de oro y plata. Los de la clase media tienen
ídolos de bronce y de piedra. Los pobres tienen ídolos de madera. De esta doble forma de
idolatría, Satanás y los ídolos, surgen las obras malignas.
Serán homicidas. “Y no se arrepintieron de sus homicidios.” El Señor dijo que Satanás ha
sido un homicida desde el principio; él fue el instigador del asesinato de Abel por Caín su
hermano. Desde aquel primer asesinato en el mundo, incontables millones de seres
humanos han sido asesinados incluyendo a una vasta hueste de creyentes, martirizados por
su fe. En nuestro tiempo la cantidad de asesinatos es alarmante, pero en el tiempo que Juan
describe aquí, cuando los hombres actúen por la energía directa de Satanás, el asesinato
será practicado aun más habitualmente.
Serán hechiceros. La hechicería y el trato ilícito con los espíritus (que son parte integral del
espiritismo o espiritualismo) han tenido un avance rápido durante los pasados cincuenta
años y arrojan una espantosa sombra sobre el futuro. La hechicería, fuertemente condenada
en las Escrituras, llega a su ruina cuando descienden los juicios sobre todos los que trafican
con “espíritus familiares”. Un hecho interesante que debemos observar es que nuestra
palabra “hechicería” viene del original griego fármakon, de donde viene la palabra
“farmacia”. A partir de una raíz que significa “encantamiento”, se formó la palabra que
significa actualmente “medicamento”.
A. T. Robertson, en su obra Word Pictures (Análisis de palabras) dice: “Nuestra palabra
farmacia, aplicada a las drogas y medicinas ha tenido una larga trayectoria para salir de su
mal ambiente, pero todavía les queda cierto olor desagradable a las medicinas.”
Ciertamente, hemos llegado a una época en la que numerosos tipos de drogas están
perjudicando la mente de multitudes de personas, especialmente muchos de los jóvenes de
nuestro tiempo. El arrepentimiento estará lejos de los adictos a los narcóticos de la era de la
Tribulación.
Serán fornicarios. Cuando Dios y la justicia son rechazados y cuando prevalece la maldad
en general, ¿qué más puede esperarse sino indulgencia en las formas más viles de placeres
desenfrenados? La facilidad de los divorcios hace mofa del principio de salvaguardar y
defender el lazo matrimonial. Las uniones se rompen casi con la misma facilidad con que se
hacen. Nuestras bajas normas morales son una sombra del estado corrupto del mundo
cuando se toque la sexta trompeta.
Serán ladrones. (Vea el 9:21.) Nunca antes en la historia del mundo se había propagado
tanto el robo como en nuestros días. Los ladrones de tiendas, de bancos y de otros tipos de
negocios han llegado a un número espantoso. La masa de los hombres no muertos por
aquellos jinetes infernales tendrá muy poco respeto por los derechos de los demás. El
evangelio del día será: “Cada cual a lo suyo y el diablo que se encargue de los demás.” El
hombre vivirá para enriquecerse a sí mismo a expensas de su prójimo. Los ladrones
internacionales que no reconocen los derechos de nadie, aumentarán en gran manera
conforme la época vaya empeorando. Sin embargo, su ruina está más que segura.
Antes de entrar al paréntesis que hay entre la sexta trompeta y la séptima, hagamos un
repaso del significado de las primeras seis trompetas:
Las primeras cuatro trompetas nos muestran al hombre como ciudadano de un mundo
arruinado en el pecado; todo lo que está por encima y alrededor de él pone de manifiesto la
maldición que ha traído la caída del hombre. La quinta trompeta presenta al hombre como
un pecador en todo el sentido de la palabra y nos muestra al mundo entero hundido en el
engaño del diablo. El hombre peca; por lo tanto es del diablo y esto le trae como
consecuencia los tormentos del infierno.
La sexta trompeta nos advierte claramente que los juicios vienen sobre los pecadores en
virtud de la ley establecida de que el pecado debe inevitablemente traer sufrimiento. Los
juicios divinamente aplicados nos hacen recordar la verdad de que “Dios está airado contra
el impío cada día”. Bajo esta trompeta la aplicación segura de los juicios de Dios sobre el
hombre es simbolizada. Puesto que el hombre queda sin excusa, es imposible que escape
del castigo.
G. El interludio (10:1–11:14)
Entre la sexta trompeta y la séptima tiene lugar un impresionante y significativo paréntesis,
el cual contiene una de las secciones más profundas y a la vez más sencillas del
Apocalipsis, en la cual Juan vio al Angel poderoso, al librito, la vara de medir, los dos
testigos y el terremoto.
Ahora todo está señalado al final. La primera mitad de la septuagésima semana de Daniel
está casi cumplida, pero los últimos días muestran al mundo en abierta rebelión contra Dios
y su pueblo, contra quienes la bestia y el anticristo derraman toda su furia. Pero antes de
que los apóstatas gentiles y judíos y sus seguidores beban el residuo de la venganza de
Dios, aparece esta consoladora visión en medio de la obscura nube de los juicios. Este es un
severo recordatorio al mundo de que, a pesar de la furia de los inicuos, el gobierno del
mundo le pertenece en toda justicia al Creador, y esto será demostrado con poder. Pero la
visión también está destinada a fortalecer y consolar a los creyentes, especialmente a los
que están sufriendo, porque el mismo poder que aplastará al enemigo, exaltará el honor de
los que sufren.
La bestia había subido del abismo para perpetrar su obra mortal y ahora Cristo desciende
del cielo para asumir su gran poder como el bendito y único Potentado. ¡Qué escena tan
dramática la que se nos presenta dentro del panorama de Dios para el futuro y los
acontecimientos finales!
En cuanto al ángel que toca la séptima trompeta, algunos escritores opinan que se trata de
Gabriel, cuyo nombre está compuesto de El (“Dios”) y Geber (“hombre fuerte”) y quien
precisamente anunció a María el advenimiento del poderoso Dios-hombre. Sería muy
apropiado que este arcángel anunciara también el triunfo final del Cristo de Dios.
Las grandes voces en el cielo están en contraste con el silencio en el cielo de 8:1. Resuenan
abundantes alabanzas de triunfo por el establecimiento de la soberanía del cielo sobre la
tierra en forma visible, la cual cuando se ha ejercido en forma invisible, siempre ha sido
rechazada por los gobernantes de la tierra hasta este momento. Es la expectación anticipada
por el Reino (antes que su verdadero establecimiento) lo que motiva el regocijo celestial en
este pasaje.
Esta séptima trompeta se asemeja al séptimo sello en el sentido de que no se anuncia
ningún juicio inmediato. No se registra ninguna cosa como resultado inmediato del toque
de la trompeta. Simplemente se nos da un resumen de las fases finales, que nos lleva al
portal de la nueva creación. El establecimiento del reino universal se da como un hecho,
como puede apreciarse en las palabras de 11:15: “Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo.”
Y por supuesto, esta es la lección cumbre del Apocalipsis. La absoluta soberanía de Cristo
es la segura y gloriosa consecuencia del conflicto de toda una era. El Señor no quiso
compartir con Satanás el gobierno del mundo y ahora está a punto de ejercer sus derechos
soberanos y reinar como emperador mundial. La tierra está por entrar a sus últimos dolores
de agonía y pronto llegará el amanecer del milenio sobre ella, con Cristo como Rey de
todos. ¡Su benéfico gobierno producirá un feliz contraste con los sistemas de gobierno
pasados y presentes! Un reino universal cubrirá todo el globo, teniendo a Cristo como único
Monarca.
Una perspectiva tan sublime como ésta demanda la adoración de parte de los ancianos. Una
actitud de profunda adoración es su respuesta a las jubilosas voces celestiales. Sigue una
doxología en la cual los veinticuatro ancianos glorifican a Dios y a Cristo por haberse unido
para tomar el reino. Walter Scott llama la atención al hecho de que hay siete doxologías en
el curso de estas visiones apocalípticas, de las cuales ésta es una. Son introducidas
solamente en ocasiones de profundo interés: 5:12–14; 7:12; 11:15; 12:10–12; 14:2, 3; 15:2–
4; 19:1–3.
La ira del cielo será tan fuerte como lo ha sido la de la tierra. Se observa un temible
progreso en estas palabras, porque la desatada furia de las naciones será aplastada por el
enojo divino. Observe la diferencia que hay en los tiempos de los verbos: las naciones se
airaron, mientras que la ira de Dios ha venido. ¡Cuán insignificante es la impotente ira del
hombre puesta aquí frente a frente con la ira de Dios! (Vea Exodo 15:9–16; 2 Reyes 19:26,
28; Salmos 2 y 99:1, pasajes en los que se hacen alusión a esta doble ira.)
El “juicio” al cual se hace referencia en 11:18 es el juicio de los incrédulos. Ahora se nos
lleva hasta la conclusión del reino, con el gran trono blanco. Entre los muchos juicios, estos
cuatro deben destacarse:
El juicio de la tierra durante todo el curso de su historia (Hechos 17:31).
El juicio de los creyentes en la “bema” (1 Corintios 3:12–15).
El juicio de las naciones al principio del reinado de Cristo (Mateo 25:32).
El juicio de los muertos impíos al final del reinado de Cristo (Apocalipsis 20:11, 12).
Se otorgarán recompensas a todos los santos de Dios que las merezcan. En el reino habrá
una variedad de grados y posiciones de honor. Si bien habrá reposo y gloria para todos los
santos, se otorgarán coronas especiales únicamente a aquellos que las hubieren ganado. Los
creyentes fieles de todas épocas de la historia de la Iglesia serán generosamente
recompensados.
La retribución aguarda a todos los destructores. Satanás, la bestia, el falso profeta y todos
aquellos que los hayan seguido, deberán recibir la recompensa que merecen sus iniquidades
(Daniel 7:14–18; Lucas 19:27; Apocalipsis 16:5–7). Les llegará la destrucción a todos los
destructores. Es aquí donde podremos entender muchos de los salmos imprecatorios.
“El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”
(11:19). Este “templo” es una señal de que Dios estará haciendo suyos la causa y los
intereses de Israel y que será en el cielo donde estará ocupado con su pueblo, que para
entonces estará en la tierra. El arca de su pacto es un símbolo de la presencia de Jehová
entre su pueblo terrenal y su fidelidad inmutable hacia ellos. Dios se acordará de su pacto
con Israel.
Es interesante observar las siete grandes “aperturas” que hay en Apocalipsis:
1. Una puerta es abierta en el cielo (4:1).
2. Los sellos son abiertos (6:1–9).
3. El abismo es abierto (9:2).
4. El templo de Dios es abierto (11:19).
5. El tabernáculo del testimonio es abierto (15:5).
6. El cielo es abierto (19:11).
7. Los libros son abiertos (20:12).
Los juicios de las trompetas concluyen con una acción de juicio sobre toda la tierra. Aquí es
donde aparece la tormenta de ira divina que se ha originado en el cielo. Por la combinación
de elementos destructivos se indica juicios cortos, severos y decisivos. Las fuerzas
naturales son desencadenadas por su Creador para aplicar su justa ira sobre todos los que
insisten en resistirse a su mensaje. Dios opera ahora en terrible poder y majestad. A través
de la séptima trompeta aprendemos que las advertencias de Dios son perfectas y completas,
para que el hombre no tenga ninguna excusa cuando la condenación final e irreversible
caiga sobre él.
Lo que sigue en 13:5–7 es una extensión de lo que se implica en “un nombre blasfemo” y
“su boca como boca de león” (13:1, 2). El antiguo imperio romano fue culpable de
blasfemia en que asumió nombres divinos en documentos públicos. El menosprecio y la
burla de cualquier cosa divina serán practicados libremente cuando la adoración del diablo
sea reconocida ampliamente. La jactancia y la blasfemia se incluyen entre las “grandes
cosas” que salen de la boca de león de la bestia: “Una boca que hablaba grandes cosas”
(Daniel 7:8). La bestia maldice a Dios mismo, incluyendo su nombre y su lugar de
habitación con todos sus habitantes. Podemos comprender la blasfemia contra los que están
en el cielo, ya que ellos se regocijaron por la expulsión del dragón desde el cielo (12:10).
Los santos fieles sobre la tierra serán entregados al poder de la bestia, a quien le será
permitido infligir su venganza sobre ellos y vencerlos. Su autoridad para matar o perdonar
será ilimitada en alcance y extensión, como se ha visto en la mención de las tres divisiones
de la raza humana (13:7). La furia del dragón por su derrota en la guerra del cielo se
derrama ahora sobre los santos de la tierra.
Los adoradores de la bestia se definen claramente como aquellos cuyos nombres no están
en el registro divino que pertenece al Cordero inmolado. Los elegidos “moran en el cielo”
(13:6) y son celestiales; los adoradores de la bestia “moran en la tierra” y son terrenales. El
humanismo, ampliamente proclamado en la actualidad, es simplemente autoadoración y
sólo está a un paso de la adoración al diablo. Para un estudio del “libro de la vida del
Codero” (13:8), vea nuestro comentario posterior en este libro, al hablar del gran trono
blanco (20:11–15). En la exhortación personal “Si alguno tiene oído, oiga”, tenemos las
propias palabras de admonición de Cristo, usadas tanto en los evangelios como en
Apocalipsis. Tal como se emplea aquí, este es un llamado a entender completamente los
juicios apocalípticos que están a punto de desatarse.
El castigo y la retribución adecuada son los principios indicados para amigos y enemigos
por igual. Seamos santos o pecadores, de cierto cosecharemos lo que hemos sembrado. Los
santos sometidos bajo el dominio de la bestia no se deben resistir. Aquí se ve la paciencia
de los santos. Deberán soportar los sufrimientos que les hubieren sido asignados y triunfar
por medio de ellos. Puesto que sus nombres están escritos en el cielo y el cielo es su
morada, las armas que esgrimen no son carnales sino espirituales. Como disfrutarán de una
seguridad eterna, no habrá guerra infernal ni poder humano que pueda despojarnos de sus
victorias. Confiados en la venganza de Dios, los santos de la Tribulación usarán su
cautividad como un medio de gracia, sabiendo que la eterna cautividad en el lago de fuego
será la porción de la bestia. Todos los que causen sufrimiento al pueblo de Dios deberán
enfrentarse a la justicia retributiva. Con la medida con que midan se les medirá (Mateo 7:2;
Jeremías 15:2).
Concluimos este estudio de la bestia del mar con varios contrastes sugeridos por Ralph
Brown:
Cristo
El anticristo
Hijo del Hombre
Hijo de pecado
Hijo de Dios
Hijo de Satanás
Hijo de la justicia
Hijo de perdición
Sobrehumano
Superhombre
Verdadero Dios
Pretende ser Dios
Redentor
Destructor
Rey de reyes
Dictador mundial
Agente de Dios
Agente de Satanás
Humilde
Altivo
Sacrificial
Tiránico
Primera bestia
Segunda bestia
Sale del mar (desorden)
Sale de la tierra (gobierno ordenado)
Instrumento de Satanás
Instrumento de la primera bestia
Vice-regente de Satanás
Vicario de la bestia
Poder secular
Poder espiritual
Tiene diez cuernos
Tiene dos cuernos
¿Un gentil?
¿Un judío?
Supremo en autoridad
Subordinado a la primera bestia
Se glorifica a sí mismo
Desafía a la primera bestia
Aparece primero
Segunda en surgir
Gobierna desde Roma
Gobierna desde Palestina
Notable por su poder brutal
Notable por su sabiduría astuta
Cabeza política
Cabeza eclesiástica
Falsa deidad
Falso profeta
A. Su Salvador
Se le da prominencia al Cordero en el monte de Sion, y alrededor de El se congrega esta
multitud de cantores. El Apocalipsis es esencialmente un libro del Cordero. El Señor es
presentado como tal unas veintisiete veces. Y es visto como el Cordero inmolado. Por las
heridas que hay en su cuerpo le será otorgada la soberanía. Aquí en este capítulo nos
encontramos con una visión anticipada de la venida de Cristo en poder. El cordero
ensangrentado es ahora el Cordero que marcha hacia su última victoria. Sus escogidos han
sido como corderos en medio de lobos, y el rebaño ha sido hostigado por la “bestia
salvaje”. Pero ellos vencieron por la sangre del Cordero y ahora se encuentran felices a su
lado.
B. Su ubicación
Esta distinguida multitud se encuentra de pie sobre el monte de Sion, el lugar elegido como
sede del glorioso reino de mil años de Cristo y sus santos. El Cordero ha dejado su posición
en medio del trono y se encuentra ahora en el monte de Sion. Aquí se encuentra el asiento
del poder real, de la intervención de Dios en gracia, de la soberanía de Dios, todo lo
relacionado con Israel. El nombre “Sion” sólo se menciona una vez en el Apocalipsis y es
un término extremadamente interesante. Así lo expresaba un escritor: “De las ciento diez
veces que se menciona a Sion, noventa de ellas se refieren al gran amor y el afecto del
Señor por ella, por lo que el lugar tiene un significado muy grande.” Para el judío, Sion es
rica en recuerdos sagrados (Isaías 2, Salmo 2:6). ¡Después de tanta espera, el Rey de Dios
se encuentra por fin sobre el monte de Sion y alrededor de El están sus redimidos como
súbditos y servidores amantes y fieles!
C. La cantidad de redimidos
Aquí se menciona un número específico de redimidos. Nos encontramos con otras 144.000
personas y la pregunta es: “¿Quiénes son estos cantores sellados?” ¿Es esta gran multitud el
mismo grupo de 144.000 del capítulo 7? Un expositor ha sugerido que este grupo del
capítulo 14 representa solamente una parte de la gran cosecha de los santos redimidos de la
Tribulación, una “primera entrega” distinguida por sus excelentes servicios espirituales. Se
pueden trazar similaridades entre estas dos compañías. En cada una tenemos el mismo
número, 144.000. Ambos grupos se encuentran en el monte Sion, son sellados en sus
frentes y se encuentran felizmente a salvo de la prueba.
La repetición del número, sin embargo, no prueban que estas dos corporaciones sean una
misma. Walter Scott opina que “los 144.000 aquí descritos son de Judá; una compañía de
número similar de todo Israel (7:4) forma una visión separada. Estos son los judíos que se
mantuvieron firmes con respecto a los derechos de Dios y el Cordero; ahora son declarados
públicamente como posesión de El. Son 144.000 judíos santos que ocupan los puestos de
mando en el reino terrenal del milenio.” El 144.000 indica plenitud y número de gobierno.
D. Su sello
En contraste con los 144.000 del capítulo 7, quienes fueron sellados como los “siervos de
nuestro Dios”, estos 144.000 del capítulo 14 son sellados en sus frentes con el nombre del
Cordero y el nombre de su Padre. El sello, por supuesto, constituye una señal de propiedad
y de garantía o preservación. En cuanto a su bello emblema de bienaventuranza, William
Newell asegura que declara a quién pertenecen, describe su persona y anuncia su destino.
Es evidente que el sello de estos confesores de Cristo está en contraste con la marca de la
bestia en cada uno de sus adoradores. “Se nos ocurre,” dice Newell, “que la presencia de
ese sello celestial sobre las frentes de los del remanente del capítulo 7 en adelante es tan
evidente para los hombres, que Satanás se ve obligado a intervenir para contrarrestar su
influencia demandando el sello opuesto en la frente de sus devotos. Esto es más
significativo especialmente cuando nos damos cuenta de que Dios cuida (como se ve en
9:4) de aquellos que tienen su sello, el cual los preserva de los ayes a los cuales los demás
están expuestos.
E. Su canto
Las voces que Juan escuchó en el cielo eran como el estruendo de muchas aguas y como la
voz de un gran trueno. Como es la voz de Dios, así es la de los arpistas celestiales, quienes
están en armonía con los que están sobre el monte de Sion. La multitud de los arpistas-
cantores del cielo y la compañía preservada de Judá forman un gran coro. Las arpas
asociadas con los cantores componen la alabanza coral de los redimidos y las huestes
celestiales. Los cantos y la música de arpas están tan bellamente combinados, que se los
describe como voz majestuosa de muchas aguas y poderosa como un gran trueno.
La canción que sabían los arpistas celestiales y que solamente los 144.000 sellados podían
aprender es descrita como “un cántico nuevo”. El cántico viejo estaba relacionado con la
creación: “Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de
Dios” (Job 38:7). Este cántico nuevo tiene como tema central la redención. Es la razón por
la cual se hace referencia a él como el cántico de Moisés y del Cordero. Dios está unido al
cántico viejo. Mientras que es el Cordero quien está unido al cántico nuevo. Las
manifestaciones del poder de Dios para Israel, combinadas con su gracia actual para con su
pueblo judío y para con nosotros parece ser el pensamiento tanto en el cántico de Moisés
como en el del Cordero (Apocalipsis 15:3).
A. R. Fausset, en su comentario sobre este cántico nuevo dice: “Este es un cántico de
victoria después del conflicto con el dragón, la bestia y el falso profeta; nunca había sido
entonado porque nunca se había librado semejante conflicto; así que es nuevo: hasta hoy el
reino de Cristo sobre la tierra ha sido usurpado. Ellos cantarán el cántico nuevo
anticipándose al acto mediante el cual Cristo tomará posesión con sus santos del reino que
compró con sangre.” La palabra en griego es “cantan”, lo cual indica la acción continua de
cantar.
No debemos olvidarnos de que los 144.000 se regocijaban porque habían sido “redimidos
de entre los hombres”. Tenemos aquí una doble frase: “redimidos de entre los hombres de
la tierra” (un lugar de pecado) y “redimidos de entre los hombres” (una raza pecadora).
Algunas versiones usan la palabra “comprados” en lugar de “redimidos”. Esta elevada
posición es un privilegio de los 144.000, porque han sido redimidos, no porque hayan
obtenido la victoria contra la bestia. Los ángeles no pueden cantar este cántico nuevo
porque ellos no saben personalmente lo que es venir de la gran Tribulación y estar vestidos
de ropas lavadas en la sangre del cordero (7:14).
F. Su separación o santidad
En 14:4, 5 se nos da una maravillosa descripción de la vida y el testimonio de esta parte
victoriosa de Judá, los que han salido de la gran Tribulación y están ahora de pie triunfantes
con el Cordero en el monte de Sion, el asiento del reino y de la gracia soberana. Han pasado
a través de una terrible prueba. La más vil corrupción, la idolatría pública, el orgullo
vanidoso, la blasfemia irreverente y la más escandalosa iniquidad los han estado
circundando. Sin embargo, al igual que los judíos de Sardis, estos 144.000 logran escapar
con sus vestidos no contaminados.
Eran vírgenes. Esto debemos entenderlo en sentido espiritual (Mateo 25:1), en contraste
con la iglesia apóstata (14:8), la cual era espiritualmente una “ramera” (17:1–5; Isaías 1:21
en contraste con 2 Corintios 11:2; Efesios 5:25–27). El hecho de que “no se contaminaron
con mujeres” significa que ellos no fueron extraviados de la fidelidad al Señor por los
tentadores, quienes en conjunto constituyen la ramera espiritual. William Newell sugiere
que estos son “nazareos completos para Dios en cuanto a sus relaciones con las mujeres”.
Pero una interpretación de esta naturaleza restringiría esta compañía descrita al sexo
masculino solamente. ¿No implica el lenguaje usado que los 144.000 representan a aquellos
que vivieron y anduvieron en pureza espiritual en un mundo entregado a todo lo vil? “se
conservaron a sí mismos limpios del mundo.” El amor virginal un afecto de todo corazón
por el Cordero era su actitud, entre tanto que el resto de los moradores de la tierra seguían a
la bestia. Ellos experimentaron una separación completa e inexplicable de sus pecaminosos
contornos. Eran almas vírgenes, revestidas de pureza inmaculada.
Seguían al Cordero. Estar cerca del Cordero en el monte de Sion era la recompensa
apropiada por su lealtad a El mientras estaban en la tierra. Por todos lados los rodeaban
aquellos que habían andado tras la bestia y su falso profeta, pero la obediencia de los
144,000 era tan completa e indudable como su absoluta separación del mundo. Habiendo
seguido al Cordero en su rechazo, ahora participan de su reino. El verbo “siguen” está en el
tiempo presente, lo que indica una obediencia incesante.
Eran las primicias. Si bien es cierto que aquí se usa un lenguaje similar al que se usa en
cuanto a la iglesia, no debemos confundir las “primicias” aquí mencionadas con los
redimidos que formarán la nueva creación. “Primicias para Dios y para el Cordero” son
palabras del reino, no meras palabras de salvación. Por haber sido “redimidos de entre los
hombres”, estos 144.000 constituyen una compra simbólica una prenda de entre los
hombres para el reino de los cielos sobre la tierra. Ellos representan una demostración de lo
que será la cosecha plena y final.
Eran sinceros. En varias versiones antiguas se lee la palabra “falsedad” en el versículo 5,
“Y en sus bocas no fue hallada mentira.” Las falsas maravillas y las mentiras caracterizarán
los días del anticristo. “La mentira” (que Satanás es dios y que la bestia es su cristo y que
por lo tanto debe ser adorada) fue aceptada generalmente, pero en las bocas de los 144.000
no fue hallada ninguna mentira. Ellos eran veraces en palabra y en hechos. A pesar de la
más feroz persecución, confesaron al verdadero Mesías (1 Juan 2:21–27) y permanecieron
fieles a su Palabra.
Eran sin mancha. En su conducta externa y en su modo de ser ante los hombres, estos
santos eran sin falta alguna en la tierra. Varias versiones omiten las palabras “delante del
trono de Dios”. Este apropiado y condensado epítome de su carácter y de su vida práctica
se refiere a su vida sobre la tierra. Se negaron a acatar los edictos de la bestia en todos los
aspectos. En lo que respecta a la sinceridad de su fidelidad al Cordero, no tenían defecto
alguno. No es que fueran absolutamente intachables en sí mismos; sin embargo, así fueron
reconocidos sobre la base de la justicia del Cordero, el único en quien ellos confiaban y a
quien seguían y servían con toda fidelidad. ¡Cuánta alegría les da este remanente a Dios y
al Cordero!
A. Un anuncio feliz
No debemos olvidar que este ángel no viene proclamando condenación sino Evangelio, lo
cual significa buenas nuevas. Anuncia las buenas nuevas del sempiterno reino de Cristo, el
cual empezará inmediatamente después del juicio sobre las fuerzas del mal (anunciado
como inminente en 14:7). Mientras que por una parte los predicadores humanos del
Evangelio del reino serán judíos convertidos, por la otra, habrá también ángeles que serán
comisionados para llevar a todos los rincones de la tierra providencialmente la declaración
de las buenas nuevas durante los últimos días de la semana profética.
En un lenguaje inconfundible, este poderoso ángel apremia a todos los humanos para que se
aparten de la bestia y vuelvan a Dios. La hora del juicio divino ha llegado y los hombres
deben arrepentirse de su crasa idolatría si no quieren sufrir la ira de las copas. Aquí nos
encontramos con un llamado urgente a temer a Dios, lo cual es el principio de la sabiduría,
y a darle gloria a El en lugar de dárselas a la bestia y a su imagen. El Creador de todas las
cosas reclama por última vez la adoración. Así como la raza humana se describe en cuatro
fases naciones, tribus, lenguas y pueblos así también la creación es designada aquí en
cuatro términos: cielo, tierra, mar y fuentes.
A. La adoración de la bestia
En seis distintas partes del Apocalipsis se describe la adoración de la bestia, el diablo
encarnado, como dirigida a su imagen. Cristo vino como “el resplandor de su gloria (de
Dios), y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3). Pero ahora les sobrevendrá un
tormento inagotable a todos los que han escogido deliberadamente al falso cristo de
Satanás, quien ordenaba a todas las gentes de la tierra que adoraran a su imagen. Esta
retribución justa e inevitable tendrá que ser individual. La justicia retributiva será aplicada
por igual a cada una de las personas que han seguido a la bestia y que llevan su marca.
B. La ira de Dios
No será permitida ninguna circunstancia de alivio. Con una fuerte voz, para que todos
puedan oírlo, el ángel declara que el derramamiento de la ira va a ser sin ninguna mezcla.
A. R. Fausset escribe: “El vino era mezclado con agua con tanta frecuencia que en griego se
usa la expresión ‘mezclar vino’ en igual sentido que ‘echar vino’; pero este vino de la ira de
Dios no se diluye; no hay ni una gota de agua que pueda enfriar su calor. Nada de gracia o
esperanza se mezclará con él. Esta terrible amenaza puede elevarnos sobre el temor a las
amenazas de los hombres. Esta copa de vino puro ya ha sido mezclada y preparada para
Satanás y los seguidores de la bestia.”
A. El segador de la cosecha
El segador celestial a quien Juan vio, no cabe duda de que era el Señor Jesucristo, quien es
designado aquí como “el Hijo del Hombre”. Bajo este título es como Cristo trata con el
estado de cosas que hay sobre la tierra y juzga a los inicuos (Mateo 25:31–33; Juan 5:22–
27). Debido a su relación con la raza humana, Cristo pone en ejercicio todas aquellas
características que lo capacitan para el dominio universal.
Para introducir la visión del segador, Juan utiliza otro “he aquí”, ya que está a punto de
tratar sobre asuntos de interés especial. El primer objeto en atraer la atención del apóstol
fue una nube blanca, lo cual es algo muy familiar en las tierras mediterráneas. Esta nube era
similar a la nube resplandeciente de la transfiguración de Cristo (Mateo 17:5). Las nubes
simbolizan la presencia divina (Ezequiel 10:4; Apocalipsis 10:1). El color blanco constituye
un color prominente en Apocalipsis e indica la pureza y la absoluta justicia del segador en
sus acciones.
El Creador de todas las nubes está sentado sobre una nube blanca. Con una nube como
carroza, el Señor se dirige a su cruel tarea. El estar sentado sobre lo blanco sugiere calma y
juicio deliberativo. Con la debida precisión, el segador recoge su cosecha.
La corona de oro que lleva sobre su cabeza es una guirnalda de victoria, y no su diadema de
Rey. La victoria completa de Cristo se describe en detalle en 19:11–21, cuando muchas
coronas ceñirán su frente. Su dignidad y sus derechos reales son sugeridos por sus coronas
de oro“ como coronas de oro” (9:7) pero la corona de oro de Cristo expresa la justicia
divina en sus acciones victoriosas y no se trata de meras imitaciones de coronas. El hecho
de que estas coronas le son conferidas por Dios, hace que ejerza autoridad real.
La aguda hoz que está en la mano del segador celestial es un símbolo de sus derechos sobre
la siega. La ley mosaica ordenaba: “No aplicarás hoz a la mies de tu prójimo.” Cristo con
su hoz quiere decir que El segará el campo sobre el cual tiene autoridad. Lo “agudo” de la
hoz indica que la acción de la siega será hecha de prisa y será completa. Es muy
significativo que el emblema nacional de la Unión Soviética esté formado por el martillo y
la hoz, los cuales está usando con temible eficacia para recoger una gran cosecha para el
credo ateo del comunismo. Pero Dios usará su martillo su Palabra (Jeremías 23:29) para
aplastar las hordas de la confederación del norte (Ezequiel 38; 39; Apocalipsis 19:15).
Entonces su hoz recogerá una siega de juicios.
Otro ángel, distinto de los que ya han sido mencionados, sale del templo y llama a acción
inmediata al segador. Este ángel no le da una orden al Hijo del Hombre, sino que es
solamente un mensajero que anuncia al Hijo la voluntad del Padre Dios, en cuyas manos
están los tiempos y las sazones. Todo el tiempo había estado esperando Cristo este mensaje,
y ahora lo escucha (Hebreos 10:12, 13; Salmo 2:7–9). Dios comienza a actuar y el ángel
sale del templo; el Segador del juicio está a punto de invadir la tierra. El templo y el trono,
términos usados con mucha frecuencia en Apocalipsis, representan la presencia y la
autoridad de Dios.
B. La cosecha madura
El Hijo del Hombre actúa con presteza, porque la cosecha está madura, “más que madura”
o “seca”. William Newell nos dice: “La palabra griega usada aquí es la misma que se usa
para la higuera de Marcos 11:20; mientras que en Lucas 23:31 se usa la forma adjetival:
‘¿En el seco, qué no se hará?’ refiriéndose a lo terrible de los últimos días de Israel.”
“La hora de segar ha llegado” es una terrible declaración que nos hace retroceder a los
profetas del Antiguo Testamento, quienes nos describen el tiempo de la siega de los obreros
de iniquidad, ya maduros al final del período del dominio gentil. Joel 3:13 dice: “Echad la
hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan
las cubas; porque mucha es la maldad de ellos.” Esto solo puede indicarnos que la mies
madura no son los santos salvos, maduros para la gloria, sino los impíos, quienes están ya
listos para el juicio.
1. La ira de Dios
Los siete ángeles y las siete plagas constituyen el medio por el cual se expresa la ira de
Dios. Esta expresión, “la ira de Dios,” la cual aparece seis veces en el Apocalipsis (14:10,
19; 15:1, 7; 16:1, 19), es en realidad una frase terrible, que debería causar terror en los
corazones de los no salvos que viven hoy en esta tierra.
“Los siete ángeles” (diferentes de aquellos siete altamente honorables, relacionados con las
trompetas) salen del templo (15:6), la residencia inmediata de Dios y de los ángeles. Del
templo antiguo salían los sacerdotes como ministros de gracia. Pero ahora los ángeles
emergen como ministros de juicio.
“Templo” o “tabernáculo del testimonio” es una frase muy sugestiva. Para Israel esto
representaba una garantía de la presencia de Dios con el pueblo, y de su providencia para
con él. Pero ahora la santidad de Dios demanda el castigo de los malvados, y por lo tanto
tenemos el “testimonio” de juicio, de acuerdo con la naturaleza de Dios, contra la bestia y
contra todos los enemigos de su pueblo. David Brown dice: “El tabernáculo del testimonio
surge a la vista aquí apropiadamente, porque la fidelidad de Dios está tomando venganza
por su pueblo con juicios que están ya para ser ejecutados sobre sus enemigos. Necesitamos
echar una mirada dentro del Lugar Santo para comprender los propósitos y los planes
secretos de los rectos juicios de Dios.”
Los siete ángeles estaban vestidos en forma apropiada para el carácter justo de su misión y
también para aparecer en la misma forma en que estaba vestido el Señor (1:13). Si
comparamos esto con 19:8 nos daremos cuenta de que el lino puro es indicativo de justicia,
mientras que el cinto de oro alrededor del pecho (no de los lomos) sugiere que la obra de
juicio es compatible con la naturaleza santa de Dios.
Las “siete plagas postreras” o “siete últimas plagas” sugieren algo definitivo y terminado;
por lo tanto, la aparición de los siete es especialmente apropiada. Hemos llegado al ciclo
final de la visitación de los juicios. Por supuesto, las copas no constituyen el final de la ira
divina, ya que caerán nuevos golpes de venganza cuando Cristo venga en persona (19:11–
21). Lo que vemos aquí es la conclusión de los juicios providenciales de Dios. Estas copas
se encuentran “llenas de la ira de Dios”. “Llenas” significa completas o consumadas. Para
Dios el futuro es tan cierto como si fuera ya pasado; así de firme en su cumplimiento es su
Palabra.
3. La gloria de Dios
La última sección de este interesante capítulo (15:5–8) es introducida por otro “he aquí”
(omitido por algunas versiones). Este párrafo empieza con la morada de Dios y concluye
con la gloria de Dios. Como todo el contenido del párrafo está relacionado con la gloria de
dios, examinemos estos versículos teniendo esto en cuenta.
William Newell opina a favor de un templo real de Dios en el cielo, pero nosotros creemos
que la palabra “templo” es usada debido a lo que representa simbólicamente; es decir, el
lugar de la morada de Dios, en donde se le debe buscar y adorar. Del templo salen los siete
ángeles, los cuales tienen las siete plagas, la última visitación de juicios de parte de Dios
sobre las naciones.
El hecho de que uno de los seres vivientes les haya entregado las copas a los ángeles indica
que estos seres vivientes son los ejecutores del gobierno judicial de Dios. Por estar “llenas
de ojos”, estas magníficas criaturas poseen un profundo entendimiento acerca de los
propósitos de Dios y por lo tanto preparan a los ángeles para la ejecución de los temibles
acontecimientos. Se ha indicado que hay tres pasos en la operación de los juicios de Dios:
1. Los ángeles reciben órdenes y vestiduras adecuadas en el santuario (15:6).
2. Reciben las copas llenas de la ira de Dios de parte de uno de los seres vivientes (15:7).
3. No pueden dar ni un paso en el proceso del juicio hasta que Dios les da la orden de
hacerlo (16:1).
Todo esto sugiere que las obras y los caminos de Dios aun en la aplicación de sus juicios
son realizados con calma y mesuradamente. Y es ésto precisamente lo que nosotros
esperaríamos de Dios, quien “vive por los siglos de los siglos.” Es el Dios eterno quien está
a punto de inundar la inicua tierra con las plagas de su ira. Nunca debemos olvidar que El
es glorificado tanto en juicio como en gracia.
Antes de dejar este capítulo preparatorio, se nos introduce a la cortina de humo de Dios que
lo cubre todo en el santuario momentáneamente. El humo, por supuesto, es un símbolo de
la presencia de Dios (Exodo 19:18; Isaías 6:4). Nadie podía entrar en el templo debido a la
presencia de Dios en la manifestación de su gloria y poder durante la ejecución de los
juicios de las copas. El humo de la gloria y el poder de Dios llenaba el templo. Moisés no
podía entrar al tabernáculo del testimonio (ni los sacerdotes podían entrar en el templo)
cuando se manifestaba la gloria del Señor (Exodo 40:34, 35; 1 Reyes 8:10, 11). Lo que
vemos aquí no es la gloria misma, sino humo que provenía de la gloria. No es que el
incienso haya llenado el templo, sino él humo que es la gloria de Dios manifestada en
juicio. Ciertamente, en torno a esta escena completa que llena nuestros corazones de temor,
hay una finalidad. Dios está a punto de tratar con los rebeldes de la tierra.
El versículo inicial del capítulo 16 es rico en significado. En primer lugar está la “gran voz
del templo”, la cual ha sido interpretada de varias maneras. Es posible que se trate de la voz
de Dios, ya que nos trae a las copas de la ira de Dios. Cristo no es mencionado sino hasta
después de que Dios haya ejecutado personalmente sus juicios. Como lo hemos señalado
con anterioridad, el Apocalipsis es el libro de las voces y siempre que se encuentra una
“voz” esto implica una comprensión inteligente del asunto en cuestión. Leemos acerca de
una gran voz, sonora y fuerte. Tales adjetivos describen el carácter de la voz y también la
naturaleza de lo que anuncia.
Aquí la gran voz sale del templo, del lugar santísimo. Debido a que la santidad de Dios
demanda la ejecución de los juicios sobre este mundo apóstata, la ira de Dios arde
furiosamente: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.” Un
mandamiento muy diferente provino de Cristo cuando El estaba a punto de dejar a los
suyos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Pero ahora la gracia
es retirada. Ya no se habla más de la copa de salvación sino de la copa de la ira de Dios.
Pentecostés fue testigo del derramamiento del Espíritu Santo, y con tal efusión vino la
manifestación de las bendiciones. Pero ahora hemos llegado a otro tipo de derramamiento:
el enojo puro está ya a punto de descender sobre la tierra. La plenitud de la ira divina es
vaciada en cada una de las copas, las cuales en su debido orden serán derramadas sobre este
mundo pecador. El clamor del remanente judío sufriente es contestado en las siete plagas
terribles que están por caer: “Y devuelve a nuestros vecinos en su seno siete tantos de su
infamia con que te han deshonrado, oh Jehová” (Salmo 79:12).
En las copas de oro podemos vislumbrar de nuevo el furor de Dios. La palabra de donde
viene el término “copas” es “tazones” o “redomas” y representa los recipientes redondos
que se usaban en el santuario, donde eran llenados con el incienso fragante. Ahora los
recipientes consagrados para uso y servicio del templo están llenos con la justa ira de Dios
y son dedicados al juicio. Y la forma de la boca de estos tazones permite que su contenido
sea derramado todo de una vez, lo que indica la asombrosa rapidez de los ayes.
B. La batalla de Armagedón
¡Cómo temblamos al tratar de imaginar lo que ocurrirá con las naciones que se hayan
confabulado con odio insaciable contra Dios y contra su Cristo cuando sean reunidas por
los espíritus inmundos para la batalla de aquel día del Dios Todopoderoso! ¡La mortandad
será universal! La historia testifica que hay ocasiones en que las naciones están entregadas
a la guerra con una pasión tal, que los historiadores son incapaces de explicarla. Esta será la
manera en que tendrá lugar esta guerra contra Dios.
¡Cuán ciegamente las hordas de la tierra serán conducidas contra Aquel que las ha creado!
(Vea el Salmo 2; Apocalipsis 17:14 y 19:19.) La frase: “Y los reunió” (16:16) puede ser
traducida: “Ellos (los espíritus inmundos de los versículos 13 y 14) los reunieron.” Si se
mantiene el pronombre personal “él” se entenderá que se trata de Dios, y es El
efectivamente quien los pone a las órdenes de los espíritus inmundos. Nadie puede leer el
Apocalipsis en su totalidad sin darse cuenta de que Dios está detrás de la escena y de los
actores en todo el proceso judicial del libro. En un acto de justa retribución, El permite a los
apóstatas gobernantes de la tierra que aglomeren a las multitudes en las montañas de
Meguido.
Debido a que el Armagedón será testigo de la batalla más sangrienta de toda la historia,
debemos considerar brevemente el significado histórico y profético del campo de batalla
más terrible de la tierra. El Armagedón está situado al pie del monte Carmelo, el escenario
de la mayoría de las matanzas del pasado. Armagedón significa “montaña de la
destrucción” o “matanza” y el nombre está bien puesto. En realidad, su nombre es Har
Magedon: “Har”, que significa “montaña”, y Magedon o Meguido, de una raíz que tiene el
significado de “cortar” o “matar”. La limitada zona de Meguido no permitirá la presencia
de un vasto número de hombres, pero este nombre puede también referirse a la más extensa
vecindad de Israel, donde por medio de la actividad satánica las naciones de la tierra
vendrán para ser aplastadas.
Meguido fue el escenario de la derrota de los reyes cananeos por la interposición milagrosa
de Dios bajo la dirección de Débora y Barac. Como aliado de Babilonia, Josías fue
derrotado y muerto en Meguido. Las lamentaciones de los judíos un poco antes de que Dios
intervenga a favor de ellos contra todas las naciones que se han juntado contra ellos, es
semejante a los lamentos por Josías en Meguido (Jueces 5:19, 20; Zacarías 12:11; 2
Crónicas 35:22–25).
Sin embargo, se puede hacer la pregunta: “¿Por qué es escogido Armagedón como el lugar
de reunión?” Bueno, ¡las naciones se reunen allí para atacar y destruir a Israel! “Contra tu
pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus
protegidos. Han dicho: Venid y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más
memoria del nombre de Israel. Porque se confabulan de corazón a una, contra ti han hecho
alianza” (Salmo 83:3–5). Dios, sin embargo, domina e interviene. Aunque las naciones se
arrojan en un esfuerzo combinado contra el Señor y contra su pueblo, el furor divino se
desata y la destrucción invade a las hordas arrogantes. Israel es liberado y sus crueles
enemigos son destruidos. En esta derrota total de las naciones se decide la soberanía de la
tierra, así como el derecho de Israel a poseer su propia tierra.
El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado … a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová (Isaías 61:1, 2).
Entonces El cerró el libro en este punto, sin terminar la cita. Es decir, sin leer la parte que
dice: “Y el día de venganza del Dios nuestro.”
“El año de la buena voluntad de Jehová” abarca la venida del Señor como Salvador y la
dispensación de gracia durante la era de la Iglesia (Apocalipsis, capítulos 1 al 3). “El día de
venganza del Dios nuestro” tiene que ver con lo que sigue al día de salvación: el día del
juicio durante la gran Tribulación (Apocalipsis, capítulos 4 al 20). Con llamas de fuego, el
Dios justo toma venganza sobre los inicuos (2 Tesalonicenses 1:8). Esta es la razón por la
cual se menciona el amor en esta sección judicial del Apocalipsis. Puesto que el amor del
Cordero ha sido rechazado, el día de su ira viene sobre todos los que aman y practican la
mentira. Su amor por los suyos es mencionado en la sección de gracia (1:5; 3:10; vea
también 2:4; 12:11).
Sofonías fue uno de los profetas que testificaron anticipadamente por medio del Espíritu
Santo (1 Pedro 1:11) sucesos que estaban muy distantes de su propio tiempo. Describiendo
“el gran día del Señor”, dijo que sería:
Día de ira y de angustia,
Día de aprieto y de alboroto,
Día de asolamiento y de tiniebla,
Día de nublado y de entenebrecimiento,
Día de trompeta y de algazara,
Día de la ira de Jehová (Sofonías 1:15–18).
En el capítulo 17 hallamos:
En el capítulo 18 hallamos:
la Babilonia mística;
la Babilonia material.
un sistema corrupto;
una ciudad condenada.
un cristianismo apóstata;
un comercialismo impío.
la ramera y la bestia;
a Dios y Babilonia.
el fingimiento religioso;
el orgullo mundano.
el deleite de los reyes
los gobernantes y mercaderes de la tierra con la de la tierra lloran y se ramera borracha,
lamentan por la destrucción
“El misterio de Babilonia”
de la Babilonia comercial.
Es muy apropiado que uno de los siete ángeles encargados de derramar las siete copas de la
ira sea quien le explique a Juan el juicio que acaba de pronunciar sobre Babilonia (14:8;
16:19). Dos frases muy significativas parecen dividir este capítulo 17:
“Te mostraré la sentencia” (17:1);
“Te diré el misterio” (17:7).
El doble desarrollo de este capítulo es de por sí claramente manifiesto:
La gran ramera controla a la bestia (17:1–7);
La bestia destruye a la gran ramera (17:7–18).
La verdadera Iglesia
La madre de las rameras
Virgen casta
Gran ramera
Sujeta a Cristo
Sujeta a Satanás
Pertenece al cielo
Pertenece a la tierra
Adornada divinamente
Adornada satánicamente
Preservada por Cristo
Destruida por la bestia
Le espera la gloria eterna
Le espera eterna ruina
Verdadera novia
Imitación de iglesia
Tiene un llamamiento celestial
Codicia posesiones terrenales
La obra maestra de Cristo
La obra maestra de Satanás
Habitada por el Espíritu Santo
Poseída por el mal espíritu
Misterio de los siglos
Misterio de iniquidad
Sumisa a Cristo
No se sujeta a nadie
Arrebatada al aire
Lanzada a la perdición
Ejerce poder espiritual
Busca poder secular
Exhibe la gloria de Cristo
Se gloría en lo sensual
La mujer y la bestia son tratados separadamente, ya que son distintos (a pesar de que son
compañeros en iniquidad y en apostasía). La mujer da la idea de poder eclesiástico,
mientras que la bestia personifica el poder civil. Cuatro fases de la historia de la bestia
(17:7–14) le son explicadas a Juan. En cuatro breves y enérgicas expresiones, Juan conoce
el curso y la consumación del imperio más grande del mundo:
“Era”
“No es”
“Está para subir del abismo”
“Ir a perdición”
“La bestia que has visto, era” (17:8), refiriéndose al pasado. Aquí tenemos el antiguo
imperio romano como existió en la forma imperial hasta el tiempo de Juan y hasta su
destrucción en 476 d.C. Bajo una larga sucesión de gobernantes imperiales, la bestia existió
como un vasto y consolidado imperio. Aunque la bestia será una persona real, también se
usa como la cabeza figurada de un sistema apóstata, así como la mujer. De esta manera, la
bestia (o el imperio que ella representa) es una parte integral de la profecía bíblica.
“La bestia que has visto, no es” (17:8), refiriéndose al presente. Aunque los países
incorporados al antiguo imperio de fama mundial todavía permanecen, el imperio
consolidado como tal ya no existe. Fragmentos de la antigua vida y las leyes romanas
caracterizan a muchas de las naciones que una vez fueron parte de este poderoso imperio.
“La bestia que has visto está para subir del abismo e ir a perdición” (17:8), refiriéndose al
futuro. Al levantar el telón, Dios capacita a Juan para que vea a través del corredor de los
siglos y observe el avivamiento satánico del imperio romano. Dando un salto en el tiempo,
Juan puede ver en forma de visión el atardecer de dicho avivamiento: “Está para subir del
abismo.” La bestia misma se levanta al principio de la septuagésima semana profética. Su
imperio surge a la mitad de la semana. La esposa del Cordero viene del cielo, mientras que
el imperio de la bestia (para sorpresa de todos los hombres) surge de en medio del abismo.
En este maravilloso panorama histórico del futuro de la bestia se nos dan nociones de la
fase final del apóstata poder civil de los gentiles. La hora de la venganza ha llegado. La
bestia y su Babilonia están a punto de ser destruidos. Se hace mucho énfasis en su ruina
perdurable en la repetida frase: “Va a la perdición” (17:8, 11). En 17:11 se hace énfasis en
el griego en “la bestia”. Peculiar y preeminentemente, es ella la que está señalada para la
destrucción. Este cuerno pequeño, con ojos como de hombre y con una boca que habla
grandes cosas, va a ser lanzado vivo al lago de fuego; vivo y acompañado de sus socios en
el crimen (19:20). La frase “va a la perdición” se usa también con respecto a otro individuo:
Judas (Juan 17:12). Esto ha inducido a algunos escritores a afirmar que la bestia es la
encarnación de Judas. El imperio mismo será destruido por Cristo en su venida, cuando El
aparezca para tomar todos los reinos del mundo y los convierta en su imperio mundial.
Dos veces se nos dice que el malvado y engañado mundo se asombrará por la aparición de
la bestia (13:3; 17:8). Pero tan asombroso fenómeno no sorprenderá a los escogidos,
quienes entienden con exactitud la personalidad de la bestia. Serán únicamente aquellos
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida quienes contemplarán con asombro
las artimañas de Satanás. Los escogidos poseen una mente dotada de sabiduría y por lo
tanto entienden el significado profético de todo lo que está escrito.
Entre las características prominentes de la bestia destacan su historial político y su guerra
en contra del Cordero. Ya hemos escrito algo acerca de las siete cabezas. Los diez cuernos,
se nos dice, representan a diez reyes o sus reinos. Las siete cabezas expresan formas
sucesivas de gobierno, mientras que los diez reyes son contemporáneos, y se ve como si
estuvieran dominando un territorio real durante el período de la bestia. Los diez reyes son
coexistentes con la bestia e indican la apariencia de su imperio, el cual existirá en forma de
diez reinos.
Las respectivas cabezas de estos reinos reciben poder como reyes, lo cual significa que
conservan sus derechos reales. Tienen un poco de reyes, pero no son poseedores del poder
total de sus reinos. Inclinándose en obediencia total ante la voluntad de la bestia, estos
reyes le darán todo su poder y su fuerza a ella. Con un mismo sentir, llevan a cabo la
voluntad de la bestia y se convierten en sus aliados dependientes.
Estos diez reyes reinarán por “una hora” con la bestia. La duración de los reyes es medida
con relación al reino de la bestia. “Una hora” representa un tiempo definido de corta
duración. La bestia, aunque se establecerá a sí misma como un rey de reyes, será depuesta
muy en breve por el verdadero Rey a su venida. La victoria del Cordero sobre la bestia y su
coalición de reyes será violenta y completa.
En el versículo 17:14 se anticipa la victoria final y completa de Cristo en el mensaje del
ángel, una victoria que se describe más detalladamente en 19:19–21. Esta guerra y la ira del
Cordero son específicamente: contra el anticristo y sus reyes, congregados con el doble
propósito de destruir a Israel para que deje de existir como nación (Salmo 83:4) y hacer
guerra contra el Cordero como una expresión de su odio hacia El.
Note que el Cordero es visto como el Señor de señores y Rey de reyes. La palabra griega de
la cual viene el término “cordero” es el diminutivo arníon, “el corderito.” En contraste con
la arrogancia y la malignidad de la bestia tenemos la mansedumbre y la inocencia del
Cordero. Sin embargo, el Cordero Todopoderoso triunfa sobre la bestia. Los títulos que se
usan para designar a nuestro Señor combinan su mansedumbre con su poder, su ternura con
su fuerza.
El Apocalipsis es esencialmente un libro del Cordero. El libro en su totalidad gira en torno
de Cristo como Cordero.
¡Cuán cierto será que “el Cordero será la gloria en toda la tierra de Enmanuel”!
Este decimoséptimo capítulo del Apocalipsis está lleno de “señales”. Podría elaborarse otro
bosquejo del libro con referencia a la palabra “señal”:
Las tres características de aquellos que participan en la victoria del Cordero las poseen
también todos sus santos: “Ellos están con El.” Así como la bestia comanda sus ejércitos,
así también Cristo cuenta con sus huestes militantes que lo asisten. Los ejércitos celestiales,
constituidos por el cuerpo completo de los santos redimidos, acompañan a Cristo cuando El
desciende del aire a la tierra. ¡Qué escena! La bestia y sus ejércitos están a un lado, y el
Cordero con sus ejércitos al otro, y del resultado de esto no hay ninguna duda. Cristo será
exaltado entre las naciones. Será exaltado sobre la tierra.
En “las aguas donde se sienta la ramera” (17:15–18) puede verse que las fuerzas del mal
montan una blasfema parodia de Jehová sentado sobre el diluvio. Las aguas que vio Juan
(17:1) tipifican, según se le explicó, “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”. Aquí
podemos ver la inmensa influencia moral de un cristianismo apóstata sobre las vastas masas
de la humanidad.
“Estos aborrecerán a la ramera” (17:16). ¡Qué abyecta desolación la que le espera a la
iglesia apóstata! Habiendo determinado liberarse a sí mismo y a su imperio de la influencia
sutil y empobrecedora de la ramera, la bestia se torna ahora contra ella y la desmonta de su
exaltado trono. Los gobernantes del imperio confederado despojan a la ramera de todos sus
ornamentos vistosos y seductivos. Las naciones confederadas con su cabecilla principal se
confabularán aborreciendo a la ramera. La caída de la gran ramera ocurre debido a un
cambio repentino ocurrido en los pueblos esclavizados. No sólo habrá repugnancia hacia la
ramera y pillaje sobre sus riquezas y adornos, sino que también su carne será devorada. La
expresión “sus carnes” en plural como se da aquí tiene el sentido de grandes cantidades: las
posesiones terrenales, la plenitud de la carnalidad. Pero la bestia y los diez reyes, antes
admiradores y esclavos de la ramera, son ahora sus más crueles y amargos enemigos y se
hartan con todas las posesiones de la ramera.
Después la ramera será quemada “con fuego”. En todo este proceso gradual de castigo
puede hacerse referencia al castigo legal de la abominable fornicación. En tiempos
antiguos, a veces las rameras eran quemadas. La voluntad permisiva de Dios es enfocada
nuevamente en el perfecto acuerdo que hacen los reyes con la bestia. En el fondo de la
alianza de las naciones y su unión con la bestia (y la destrucción final de la ramera) está la
voluntad de Dios. El ha decretado la destrucción del dominio gentil y del cristianismo
apóstata, y triunfará. Dios puede usar aun a hombres malos para hacer que sus propósitos se
cumplan. La ira del hombre puede servir para glorificarlo a El.
Estamos de acuerdo con lo que dice Walter Scott: “Dios obra en forma invisible pero no
menos real, en todos los cambios políticos del día de hoy. El estadista astuto y el
diplomático inteligente son simplemente agentes en las manos del Señor, aunque ellos no lo
sepan. El egoísmo y las tendencias en la política pueden influir en la acción, pero Dios está
obrando firmemente hacia un fin: manifestar las glorias celestiales y terrenales de su Hijo.
O sea que, en lugar de estorbar los planes de Dios, los legisladores y los gobernantes mas
bien los llevan a cabo inconscientemente. Dios no es indiferente, sino que está tras la
escena de las acciones humanas. Los hechos de los diez reyes del futuro en relación con
Babilonia y la bestia—el poder eclesiástico y el secular—no solo están bajo el control
directo de Dios, sino que todo es realizado en cumplimiento de su Palabra.” En un tiempo
tan crítico como este, debemos mantener nuestros ojos atentos a las evidencias de que la
mano gobernante de Dios se halla entre las naciones.
Seguidamente dirigimos nuestra atención a la destrucción de la Babilonia material. Tanto la
historia bíblica como la secular nos proveen una descripción adecuada de la antigua ciudad
de Babilonia, la cual alcanzó su mayor gloria y magnificencia durante el reinado de
Nabucodonosor (604–562 a.C.). Con sus altas murallas, sus torres, avenidas, jardines y
palacios, la antigua Babilonia debe haber sentido la fascinación de ser dominante e
insuperable. Que sus fortunas han sido objeto tanto de maravilla como de desgracia es un
hecho que enfatizan profetas e historiadores por igual. Actualmente no existe Babilonia, lo
cual ha hecho que algunos expositores afirmen que todas las profecías del Antiguo
Testamento relacionadas con la destrucción de esta ciudad ya se cumplieron y que, por lo
tanto, ya no podrá ser reedificada. En la actualidad, el territorio que cubría la Babilonia de
la Biblia es conocido con el nombre de Hillah.
Babilonia, donde Alejandro Magno se embriagó hasta morir, fue el tercer reino mundial
que oprimió a Israel en los tiempos de la supremacía gentil. El nombre “Babilonia”,
derivado de “bab-el”, que significa la puerta de Dios, se convirtió en “Babel”, que significa
confusión. De manera que la puerta de Dios vino a convertirse en el lugar de reunión de
rebeldes pecadores donde, para detener la creciente apostasía, Dios intervino con la
confusión de las lenguas.
La historia y la profecía de Babilonia pueden ser bosquejadas brevemente:
1. Nimrod fue su fundador (Génesis 10:10, 11). Su primera reina (y símbolo de una
ciudad y un sistema malvados) fue Semíramis I. Babilonia, por ser la primera de todas las
ciudades idólatras, es el emblema más apropiado para declarar la enorme maldad y la
influencia extensa y abrumadora del cristianismo apóstata.
2. Como reino secundario bajo el dominio de Asiria, Babilonia ayudó a esta última a atacar
a Israel y Judá (2 Reyes 17:24–31; 2 Crónicas 33:11).
3. Se profetizó que Babilonia sería la captora de Judá (2 Reyes 20; Jeremías 25:9–14).
4. Fue escogida por Dios para castigar a Judá (1 Crónicas 9; Jeremías 25:9).
5. Tendría que ser castigada severamente por sus maldades (Jeremías 25:9–14; Daniel 5).
6. Babilonia fue la opresora de Israel, como se simboliza en Daniel capítulos 2 y 7 bajo “la
cabeza de oro” y “el león”.
7. Babilonia volverá a ser prominente otra vez como símbolo bajo el anticristo
(Apocalipsis 17:5, 18).
Después de la destrucción de Nínive, la gran metrópoli del mundo vino a ser Babilonia, la
cual, de acuerdo con el gran historiador Herodoto, tenía cien puertas de bronce sólido, con
muros de más de diez metros de altura y tan anchos que bien podían correr sobre ellos seis
carrozas a la par. Los profetas anunciaron la destrucción de Babilonia (Isaías 13:1–22;
Jeremías 50:9–46). Alejandro Magno trató de restaurar a Babilonia, pero Dios había
declarado: “La barreré con escobas de destrucción” (Isaías 14:24), y desde entonces ha
permanecido en ruinas.
Babilonia fue el instrumento divino de juicio sobre Egipto, Judá, Edom, Moab, Amón, Tiro,
Sidón, Asiria, Hazor y Nínive. Isaías, Jeremías y Ezequiel son notablemente claros en sus
declaraciones sobre Babilonia en su relación con Judea.
La Babilonia del Apocalipsis ocupa la misma relación con respecto a la Babilonia de los
profetas del Antiguo Testamento que la que ocupa la Nueva Jerusalén con respecto a la
Jerusalén de los profetas. En el Apocalipsis, ambas ciudades son usadas en un sentido
místico, mientras que en los profetas las ciudades deben ser tomadas en su significado
literal. Debido a que no tenemos informes de una iglesia cristiana en medio de las ruinas de
la antigua Babilonia, entendemos que la Babilonia desde la cual Pedro envió su primera
epístola debe haber sido Roma (1 Pedro 5:13), donde su hijo espiritual, Marcos, estaba con
Pablo (Filemón 24).
La restauración de Babilonia como una verdadera ciudad es una cuestión muy discutida.
Hay muchos eruditos bíblicos que afirman que todas las referencias del Apocalipsis a
Babilonia deben entenderse simbólicamente. La Biblia anotada de Scofield, por ejemplo,
dice: “La idea de que Babilonia será reedificada literalmente en el sitio de la antigua
Babilonia se halla en conflicto con Isaías 13:19–22. El profeta ve de cerca y de lejos a la
vez, y predice la destrucción de la Babilonia literal, la cual existía en aquel entonces, con la
advertencia adicional de que una vez destruida, Babilonia nunca sería reconstruida. Todo
esto se ha cumplido ya al pie de la letra.”
No cabe duda de que el anticristo se nos presenta aquí como “el rey de Babilonia”, sobre el
cual triunfará Israel.
Regresando a las profecías, descubrimos de la misma manera que Jeremías presenta una
doble profecía acerca de Babilonia. Vemos por una parte la invasión de la ciudad por parte
de los medos y persas, pero también está la profecía acerca de un futuro enemigo (Jeremías
50:1–7). La referencia aquí concerniente a la repartición de Israel y Judá es futura
definitivamente. En Jeremías 50:8–16 las plagas son similares a las de Apocalipsis 18. El
pasado y el futuro de Babilonia vuelven a presentársenos en Jeremías 50:21–46. En
Jeremías 51:5–10 encontramos un lenguaje idéntico al que se usa en Apocalipsis 14:16;
16:17–21; 18:1–24.
La antigua Babilonia, con todo su misticismo y paganismo será destruida repentinamente
con el derramamiento de la séptima copa (Apocalipsis 14:8; 18:1–24; Isaías 21:9).
Zacarías es otro de los profetas del Antiguo Testamento que predijeron el retorno del
babilonianismo. El significado figurado del lenguaje usado en Zacarías 5:5–11 puede ser
expresado en esta forma:
El “efa”, una medida equivalente a unos 37 litros, se refiere al comercio que se mueve a
través de toda la tierra.
La “tapa de plomo”, de un peso como de 72 kilogramos, simboliza lo pesado del tráfico y
las riquezas del comercio.
La “mujer” se interpreta aquí como representando la maldad dentro del efa. La palabra
hebrea rasha significa agitación, la naturaleza caída del hombre tal como se manifiesta en
toda ilegalidad y desenfreno (Job 3:17; Isaías 57:21).
Las alas “como de cigueña” (un ave inmunda) y el “viento” que traían las alas representan
los rápidos logros y el desarrollo de la Babilonia material como el gran centro comercial del
mundo.
A Juan se le dio una completa y detallada revelación sobre la destrucción de una ciudad real
(18:1–3). Las profecías del Antiguo Testamento acerca de Babilonia presentan una mezcla
de los destinos pasado y presente, pero Juan presenta una declaración completamente
profética de ruina. La frase de apertura, “después de esto” (19:1), implica un nuevo
principio y nos introduce a una revelación distinta. El capítulo 17 nos da la descripción del
poder y de la perdición de la Babilonia mística. En el capítulo 18 continúa la séptima
trompeta (16:17–21), interrumpida por el paréntesis sobre la Babilonia mística o
eclesiástica. La frase introductoria enfatiza la unidad total de los temas revelados. Mientras
que el tema de Babilonia es traído desde el capítulo 17, el capítulo 18 ofrece una revelación
distinta y subsecuente. Después de la perdición de la Babilonia mística o eclesiástica viene
la destrucción de la Babilonia material o comercial.
Evidentemente, el ángel autoritativo que anuncia la ruina de Babilonia no es el guía de Juan
del 17:1, 7, 15. Varias características de este importante, mensajero angélico deben ser
consideradas. En primer lugar, él desciende “del cielo”, lo cual sugiere el carácter celestial
del juicio de Babilonia y el interés que demuestra el cielo por los asuntos de la tierra. No
importa quiénes sean los agentes humanos de la destrucción de Babilonia; es el cielo el que
la juzga en última instancia.
El “gran poder” del ángel de la destrucción sugiere que existen órdenes y grados entre las
huestes angélicas. Algunos ángeles son más distinguidos que otros, y algunos reciben
autoridad para actuar por Dios en circunstancias especiales. Que este no es un ángel
ordinario, se demuestra claramente por el hecho de que “la tierra fue alumbrada con su
gloria” o “a causa de su gloria”. Tan poco tiempo hace que este ángel salió de la presencia
de Dios, “que al pasar arroja una ancha ráfaga de luz a través de la oscura tierra”. Pero,
¿existe aquí la noción de una gloria inherente, además de una gloria recibida? Walter Scott
sugiere que este ángel no puede ser nadie más que Cristo mismo (como en 8:3 y 10:1).
Combinando estos pasajes encontramos a:
Cristo, el Angel-Sacerdote, intercediendo a favor de su sufrido remanente (8:3);
Cristo, el Angel-Redentor, tomando posesión de su herencia (10:1);
Cristo, el Angel-Vengador de su pueblo, tomando venganza sobre Babilonia (18:1–19:5).
Puesto que los ángeles son “poderosos en fortaleza” (Salmo 103:20), el fuerte clamor de
este ángel anunciando el juicio de Babilonia no es prospectivo sino retrospectivo. Desde el
punto de vista del ángel, el poderoso e inicuo sistema ya está destruido (18:2). La repetición
es como el solemne canto fúnebre de los condenados: “¡Ha caído! ¡Ha caído!”
Un estado degenerado se ha convertido en bestia.
Una iglesia apóstata se ha convertido en ramera.
Un cristianismo apóstata, incapaz de cambiar, debe ser destruido.
En el capítulo 17, un sistema religioso corrupto es despojado de sus posesiones y riquezas,
las cuales a su vez son transferidas a los tesoros de los gobernantes del imperio. Pero las
autoridades civiles apóstatas que hayan triunfado sobre la gran ramera enfrentarán días más
terribles que los que impusieron sobre la mujer del capítulo 17, ya que tendrán que rendirse
ellos mismos y sus reinos ante la voluntad bestial y brutal del anticristo.
El vocabulario usado en esta sección inicial nos presenta la razón por la cual Babilonia es
destruida. Las relaciones ilícitas sostenidas con naciones y reyes bajo la dirección de la
religión del capítulo 17 se convierten en relaciones ilícitas en el ámbito del comercio en el
capítulo 18. Casi no podemos creer que se pueda concebir a una ciudad que se ha
convertido en habitación de demonios y cuyo hogar definitivo sea el abismo del mundo
infernal. Babilonia es también centro de inigualable maldad y degradación y capital del
demonismo. Por “espíritus inmundos” y “aves inmundas y aborrecibles”, podemos entender
los diversos agentes de Satanás de una naturaleza altamente perniciosa que cooperarán para
hacer que Babilonia se hunda en un fango de iniquidad y abominación ante los ojos del
Dios santo.
También se incluye en esta grave acusación contra Babilonia el juicio sobre aquellas
naciones (extendidas por una zona geográfica considerable) que caerán como presa fácil
bajo los encantos y la seducción de una metrópoli atea. “Los reyes de la tierra” no deben
confundirse con los representantes personales de los diez reinos. Ofreciendo un bocado
tentador a todos aquellos que quieran asociarse con Babilonia con el objetivo de adquirir
ganancias meramente mundanas, los mercaderes de la tierra trafican con sus riquezas. Su
abundancia le había sido arrebatada a la gran ramera por la fuerza civil apóstata que la
codiciaba. Pero tal desarrollo de intereses personales será de corta duración, porque estos
mismos comerciantes llorarán y se lamentarán por la pérdida de sus fuentes de riqueza.
De todas las plagas que consumirán la tierra, las que caerán sobre Babilonia serán las
peores debido a que, en toda su intensidad, invadirán la ciudad “en un día” (18:4–8). Las
plagas de Egipto vinieron por etapas, pero aquí la muerte, el llanto, el hambre y el fuego
reciben autorización de parte del fuerte Juez para llegar juntas y repentinamente (16:19–
21).
La voz celestial que llama al pueblo de Dios para que salga de la ciudad es diferente de
aquella voz angelical de 18:1. Posiblemente es Dios mismo quien invita a su pueblo a dejar
los pecados y las plagas de Babilonia (Jeremías 50:4–9; 51:5–8, 45). Semejante llamado a
la separación es válido en todo momento y lugar donde existe la presencia del espíritu y los
principios babilónicos (2 Corintios 6:17). “No seáis partícipes de sus pecados” significa:
“No tengáis comunión con Babilonia, y no recibiréis sus plagas.” Así le ocurrió a la mujer
de Lot que se detuvo cerca de la ciudad contaminada y condenada y pereció por detenerse y
volverse a mirar. Este solemne llamado también sugiere que Dios tiene su propio pueblo,
aun en una ciudad apóstata, pero que la única seguridad que puede haber para ellos sólo la
pueden obtener separándose del mundo.
Por “sus pecados” debemos entender la evidente y terrible corrupción del estado moral de
Babilonia, un estado que requiere el severo juicio de Dios: “Porque sus pecados han llegado
hasta el cielo.” La primera confederación de Babel fue atea: la torre de piedras se proponía
alcanzar el cielo (Génesis 11:4). Pero aquí es una torre de pecados la que ha llegado al
cielo. ¡Qué monumento de vergüenza! Aquí tenemos una torre de Babel, no de piedras sino
de pecados. Tan horrendos e impíos que provocan el juicio severo y total del cielo.
Los ejecutores de la ira de Dios recibieron órdenes de darle a Babilonia la medida completa
de juicio que se merece: “Pagadle doble según sus obras.” La copa de destrucción debe
llenarse al “doble”. La copa de lujuria y prominencia debe ceder el paso a la de tormento y
humillación. La muerte debía tomar el lugar de la vida; el lamento debía destronar a la
exaltación; el hambre sustituiría la abundancia de deliciosas comidas; el fuego debía
consumir todas las ostentosas obras de Babilonia. “El doble” significa una porción
completa, una doble recompensa de acuerdo con la ley levítica. La venganza aquí va mucho
más allá del antiguo “ojo por ojo”. En la justicia retributiva de Dios, la medida es
duplicada. Sin embargo, estos terribles juicios no serán una mera venganza rencorosa.
Como todos los juicios divinos, este será justo y bien merecido.
Aquí se nos presenta una descripción peculiar de la confiada jactancia de seguridad de
Babilonia en las palabras “Ella se ha glorificado y vivido en deleites.” La presunción es
otro crimen más que se le achaca a Babilonia. La ciudad no es juzgada únicamente por su
conducta sino también por su carácter. El orgullo interno se indica por el pretencioso estado
de reina. Pero cualesquiera que sean las esperanzas que tenga de recuperar su antigua
grandeza, la destrucción de Babilonia ya está sellada: “Será quemada con fuego.” Su juez
será el Dios Todopoderoso. Su destrucción es segura debido a la justicia y el poder de Dios.
Uno no puede leer Apocalipsis 18:9–19 sin reconocer la concentración de lujos y riquezas
en la gran ciudad de Babilonia. La riqueza de las naciones aumenta y por doquiera se siente
la gran influencia de dicha capital. Los potentados, los regentes del comercio y todos los
que transitan el mar en embarcaciones mercantes participan de la prosperidad económica de
Babilonia, pero también, como ella, serán tomados por sorpresa en el holocausto de
destrucción. Se pueden ver separadamente tres clases de personas a las que afecta la ruina
de Babilonia.
Los reyes sobresalen en los lamentos, ya que ellos eran los que se estaban beneficiando de
la influencia económica mundial de Babilonia (18:9, 10). Y esta expresión “reyes de la
tierra” se entiende como la designación de jefes y gobernantes en general; no sólo los diez
reyes confederados a los cuales se refiere el capítulo 17 como asociados con la bestia.
Todos los gobernantes asociados con la lujuria y el libertinaje de la Babilonia material hasta
la hora de su derrocamiento se lamentarán y llorarán al presenciar su incendio. Bajo el
impacto del gran terremoto (16:17–21) estos reyes corruptos huirán de la arruinada ciudad
en un estado de frenesí, clamando: “¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad
fuerte; porque en una hora vino tu juicio!” (18:10). Así es como los juicios de Dios
provocan temor aun en los más impíos.
Debido a que el comercio juega un papel de gran importancia en la grandeza de la ciudad,
los comerciantes aparecen también entre los que más se lamentan (18:11–16). La gran
variedad de mercancías mencionadas especialmente en los versículos 12–14 demuestran
que Babilonia llega a ser una gran metrópoli comercial en un período como de tres años
después de que la ramera ha sido destruida. En los días del anticristo, el mercado será
controlado desde este centro comercial de las naciones. En esta encrucijada del mundo
estará centralizado todo el negocio mundial. El lenguaje de este pasaje sugiere un lujo
extremo. Todo lo que una persona pudiera desear existe en este emporio universal. Joyas
carísimas, muebles muy costosos, perfumes exóticos, suculentos banquetes, centros
comerciales llenos de gente, ropa muy fina todo se encuentra allí. Compra y venta, pasiones
desbordadas, placeres, centros de deleite musical que reproducirán los días de Noé y Lot.
En total se especifican unos 29 artículos comerciales, indicando que una gran parte del
mercado mundial será afectada seriamente por la ruina de Babilonia. Todos los artículos
vendidos en este almacén mundial podrían agruparse en siete categorías:
Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada
(18:21).
Volviendo a Jeremías, vemos que Dios le da instrucciones al profeta para que ate al libro
una piedra y lo eche a la mitad del río Eufrates, y luego dice:
Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo traigo sobre ella (Jeremías
51:64).
Al estudiar la profecía de Daniel referente al último imperio mundial, observamos al
profeta prediciendo el momento en que es cortada una piedra, sin la intervención de la
mano del hombre. Esta destruye completamente la imagen que representa la gran era de los
gentiles (Daniel 2:44, 45). El mar es un símbolo de la intranquilidad y la turbulencia de las
naciones gentiles y sabemos que la “gran ciudad, Babilonia” es la expresión final de la
dominación de la monarquía gentil. Por esto no es difícil ver en Cristo la Piedra que sale de
la montaña de Dios para realizar la destrucción de la civilización pagana.
Comparando un pasaje bíblico con otro, podemos hacer un resumen de las diversas causas
de la ruina absoluta de Babilonia:
1. Por el orgullo de su corazón y por su posición (Isaías 13:19; 14:4; Jeremías 50:29–34;
Apocalipsis 18:7, 8).
2. Por la opresión y supresión de Israel (Isaías 14:2–22; Jeremías 51:24, 25).
3. Por su lujuria y sus deseos mundanos (Isaías 47:8–11; Apocalipsis 14:8; 18:3, 9).
4. Por sus hechicerías y su demonismo (Isaías 47:12, 13; Apocalipsis 18:2, 23).
5. Por la idolatría (Jeremías 50:2; 51:47; Apocalipsis 18:6–24).
6. Por la persecución de los santos (Apocalipsis 18:6–24).
Las Escrituras designan a Babilonia como sujeta a la venganza de Jehová, en vista de que
es prominente como enemiga y esclavizadora de su pueblo Israel. El martirio de los justos,
que empezara con la muerte de Abel y sigue aumentando en intensidad con el correr de los
siglos, llega a su punto máximo cuando se convierte en la concentración final de los
martirios y el centro de terror en Apocalipsis 17 y 18. Pero la destrucción de ambas
Babilonias constituye la venganza de la sangre de los santos y también la culminación de la
ira de Dios (18:24).
La orden divina de destruir a Babilonia es seguida por un llamado divino a los santos para
que se deleiten en la destrucción total de dicha ciudad (18:20–19:6). La expresión “Alégrate
sobre ella” se usa en el sentido opuesto al regocijo de la compañía de 11:10, donde
observamos el gozo de los inicuos por la muerte de los dos testigos. Al fin Dios ha dado su
aprobación a este hecho celestial. Regocijarse por tan terrible ruina no parecería muy
celestial, pero la ejecución de la justicia divina siempre evoca la aprobación del pueblo de
Dios. El cielo se regocija por la venganza contra la gran ramera y la bestia. Es aquí donde
llegamos a entender algo sobre los salmos imprecatorios, llenos de expresiones de gozo de
parte de los santos por el juicio ejecutado sobe los impíos. Una traducción literal del
versículo 18:20 diría: “Regocíjence sobre ella cielos y santos y ustedes los profetas, porque
Dios ha llevado a cabo el juicio que ustedes deseaban sobre ella.”
En 18:24 vemos que la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que fueron
martirizados sobre la tierra, clama por venganza. Tras la caída de Babilonia son vindicados
todos los que han sido perseguidos. Este coro de aleluyas entre el primer juicio y el
segundo es una extensión del 18:20. Lo que les ha producido dolores y lamentaciones a los
hombres notables de la tierra, causa gran regocijo en el cielo. Es muy interesante notar que
el primer aleluya en el Nuevo Testamento es el que surge ante el juicio de la gran ramera
(19:12). Los cuatro aleluyas que pronuncian la gran multitud, los cuatro seres vivientes y
los 24 ancianos constituyen una exclamación de victoria en la cual se atribuye alabanza y
gloria a Dios. Al fin llega la desolación eterna para Babilonia, tal como fue profetizada en
el Antiguo Testamento (Isaías 13:1–22; Jeremías 50:13, 23, 29–40; 51:26, 37, 62).
El humo que de ella sube por los siglos de los siglos es una señal de la ruina de Babilonia,
como testimonio permanente del justo juicio de Dios derramado sobre todas las
fornicaciones y la persecución contra el pueblo de Dios realizada por ella. El término
“sube”, con referencia al humo del 19:3, viene de una palabra que tiene un significado
diferente al que se da en el caso del incienso de 8:4. Algunos escritores aseguran que el
significado de este pasaje que señala que el humo continúa subiendo por los siglos de los
siglos, puede implicar que el lago eterno de fuego y azufre estará expuesto a la vista de los
moradores de la tierra en la nueva creación después del milenio (Isaías 62:22–24;
Apocalipsis 14:9–11).
La frase inicial del capítulo 19: “Después de esto”, describe una secuencia de
acontecimientos y el punto culminante de los capítulos anteriores. Por fin, la venganza de
Dios entra en acción. La destrucción de Babilonia anunciada en 14:18 es cumplida
totalmente aquí. Las razones por las cuales son derramados los juicios de Dios se dan en
15:3 y 16:7.
Al repasar brevemente esta sección de los aleluyas, la cual celebra la eterna y definitiva
ruina de Babilonia, nos damos cuenta de que la misma destrucción es considerada desde
puntos de vista distintos en el cielo y en la tierra. En la tierra se escucha una lamentación de
dolor y tristeza; en cambio en el cielo lo que se oye es una exclamación de triunfo y
alabanza. La bella palabra “aleluya” significa “alabado sea Jehová”, y ése es el sonido que
se desborda en el cielo. Debe hacerse énfasis también en el hecho de que en el original
griego hay un artículo definido antes de cada una de las posesiones divinas mencionadas en
19:1, como sigue:
La salvación liberación divina del juicio.
La gloria gloria moral divina en el juicio.
El poder la potencia divina manifestada en el juicio.
La base del triunfo de los redimidos y de los ejércitos celestiales es la verdad divina y la
justicia de Dios: “Sus juicios son verdaderos y justos.” Un principio fundamental es que
todos los tratos de Dios con sus criaturas, ya sea en gracia o en juicio, son realizados en
medio de la manifestación de sus atributos esenciales, tal como se ve en estos capítulos de
juicio.
El segundo aleluya está relacionado con lo definitivo y perpetuo que es un juicio ejecutado
divinamente. Otros dos aleluyas incrementan el volumen de la alabanza. Dios es el Juez de
Babilonia, así como Cristo es el Juez de la bestia. Finalmente una voz angélica exhorta a
todos los siervos de Dios a que se unan en la alabanza antifonal a Dios, y sus voces unidas
son como el rugido estruendoso de muchas aguas. Del trono de Dios, el verdadero centro y
fuente de toda acción judicial, sale el llamado a alabar al Señor Dios Todopoderoso:
“¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”
Detengámonos a considerar este título dado a Dios: “El Señor nuestro Dios.” El es el Señor
de la creación, de la compasión y de la perfección. El es nuestro Dios. Cuando el apóstol
Juan escribió estas palabras había cientos de dioses falsos en Roma, pero este es “nuestro
Dios”. Este es el canto final en la Biblia y lo más correcto es que este sea el canto del
triunfo total de Dios sobre sus enemigos. Este canto tiene mucha relación con el primer
canto bíblico, especialmente el de Exodo 15:11: “¿Quién como tú, oh Jehová?” Hay un
desafío en estos cánticos. En el Salmo 43:3, 10 la incredulidad pregunta: “¿Dónde está tu
Dios?” Esta es una pregunta que muchas personas se hacen hoy. Pero en aquel día habrá
gran estruendo y alboroto cuando todo el mundo reconozca que Dios está sobre su trono y
reina por toda la eternidad.
Nuestro Dios es todopoderoso; frente a El no existe ninguna limitación. Esa es una de sus
atribuciones supremas. Ni el diablo ni ningún otro dictador puede reclamar estas
características; tampoco podrá reclamarlas el anticristo. La omnipotencia le pertenece
solamente a nuestro Dios. En Efesios 1:19, 20 el apóstol Pablo escribe acerca de “la
supereminente grandeza de su poder la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales.” Entonces procede a hablar de la
supremacía de Cristo “sobre todo principado y autoridad”.
El amor de Dios es tan omnipotente como eterno (Jeremías 31:3). Sus planes son también
omnipotentes; no pueden ser frustrados, no importa cuánto lo intenten los humanos o las
fuerzas malignas espirituales e invisibles. La voluntad de Dios también es omnipotente. La
voluntad de Dios es la fuerza más grande en todo el universo. Nabucodonosor declaró,
después de haber estado por siete años con los bueyes y las bestias: “El hace según su
voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su
mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35). Lo más que podemos hacer en estos días de
sufrimientos trágicos sobre la tierra es exclamar: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios
todopoderoso reina!”
Nuestro Dios ejerce dominio también sobre todo el universo. No solamente existe, sino que
existe y reina. Cuando nos enteramos de esta realidad suprema, todo lo demás no importa
nada. El trono de nuestro Dios está intacto; el apóstol Juan escuchó a una gran multitud que
decía: “Gocémonos y alegrémonos.” A pesar de todo lo que está trayendo desolación y
muerte sobre los que moran en la tierra, mantengamos los ojos de nuestra fe puestos en el
trono de Dios, un trono que jamás podrá ser conmovido.
El capítulo 19 del Apocalipsis es un interludio en el cual Juan se desvía para enfatizar la
descripción de todo lo que oyó y vio como reacción del cielo ante la manifestación de la
venganza divina. En cierto sentido este es uno de los capítulos más impresionantes de todo
el Apocalipsis, pues empieza con el cielo abierto y Cristo descendiendo como el Juez-
Guerrero, para concluir con su tarea de juicio final. En el bautismo de Jesús hubo un cielo
abierto, y Ezequiel inició su ministerio en una manera similar (Mateo 3:16; Ezequiel 1:1).
En este paréntesis hay tres secciones claramente marcadas:
Los cuatro aleluyas (19:1–6)
La cena de bodas del Cordero (19:7–10)
El regreso del Redentor en gloria (19:11–21).
En cuanto a los cuatro aleluyas, es interesante notar que este es el único lugar en el cual se
usa esta palabra en el Apocalipsis. La repetida frase del Antiguo Testamento “Alabado sea
el Señor”, viene de la palabra hebrea aleluya, un término favorito para los judíos de la
antigüedad. El primer “aleluya” o “alabado sea el Señor” se usa aquí para celebrar el
castigo de Dios sobre los inicuos (Salmo 104:35), y los cuatro aleluyas surgen como
respuesta a los ejércitos celestiales y los santos de la tierra ante la destrucción de Babilonia.
Los dos primeros aleluyas son una extensión de la sección anterior, en la cual el cielo se
regocija por la caída de Babilonia. Vienen de un poderoso ejército celestial que alaba y
glorifica a Dios por sus juicios justos y verdaderos. El tercer aleluya es prolongado por el
eco de los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes, quienes agregan un fuerte amén a su
tributo de alabanza. El cuarto aleluya proviene de la multitud de la tierra y de la creación al
bendecir éstos a Dios por su omnipotencia.
La fiesta de bodas del Cordero es una preciosa revelación de Dios a los corazones de sus
hijos. ¡Qué gran momento será aquél cuando “la Iglesia de los primogénitos” se una para
siempre con Aquél que la redimió con su propia sangre! Esa será la fiesta de bodas del
Cordero. Nuestra presencia allí será posible solamente por su gracia, y únicamente aquellos
que hayan sido lavados por la sangre del Cordero estarán presentes en esa celebración
nupcial.
Esta cena será de delicias, mientras que “la cena del gran Dios” (19:17) será de destrucción.
En esta última cena las aves de rapiña vendrán y comerán carne de reyes, mientras que en la
cena de la boda del Cordero los santos comerán con Cristo, el Rey de reyes. Nuestros bellos
vestidos de bodas representan la justicia, que el Cordero atribuye e imparte a sus santos.
En cuanto al regreso del Redentor en gloria, no hay ninguna duda sobre quien será el jinete
del caballo blanco. Sus nombres corresponden a todo lo que El es en sí mismo, y también a
la naturaleza de sus juicios. El es llamado:
Fiel y verdadero
El Verbo de Dios
Rey de reyes
Señor de señores.
Las diademas que ciñen su frente son diademas reales, totalmente diferentes en carácter a
las coronas falsas que lleva en la cabeza el anticristo. En cuanto a la conmovedora frase
“vestiduras teñidas en sangre,” entendemos que se refiere a la sangre de los enemigos de
Cristo, los que no han sido lavados en la sangre del Calvario. Uno de los nombres de Cristo,
EL VERBO DE DIOS, ofrece uno de los más fuertes argumentos a favor de su encarnación
(Juan 1:1–3, 14). Jesús mismo es la revelación definitiva y perfecta de Dios (Hebreos 1:1–
4).
Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la
bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi
un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el
cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida;
y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus
obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el
Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10–15).
Este juicio tendrá lugar después del milenio y la condenación final de Satanás, y después de
que hayan sido desechados los cielos y la tierra actuales. Será el más solemne y terrible que
jamás se haya visto. Por fin llega el momento en que el Juez eterno arregla todas las
cuentas. Después de eliminar a Satanás, el dios de este siglo, Cristo ahora se prepara para
tratar con todos los pecadores de este mundo. Aquí llega al fin del mundo, porque la
creación huye de delante de la faz de Aquél que está sentado sobre el trono. Hay muchos
que se refieren a esto como un juicio “universal”, pero el Apocalipsis no habla de ningún
juicio “universal”. Todo juicio descrito aquí es particular. En este juicio no comparecerán
todos los hombres de toda la historia de la humanidad. Aquí sólo estarán los impíos
muertos, así como ante el juicio de Cristo sólo comparecerán los creyentes.
La visión de Juan se divide en dos partes, indicadas por la frase “Y vi”
20:11 Y vi al trono y a su Juez
20:12–15 Y vi a los muertos y su juicio.
B. El Juez
El Juez es el Señor nuestro Dios, el Salvador, quien declaró que su Padre le había dado toda
“autoridad de ejecutar juicio” (Juan 5:27). En vista de que la salvación fue planeada por
Dios, adquirida por Cristo y aplicada por el Espíritu Santo, es probable que las tres
Personas de la Trinidad estén presentes en el juicio de aquellos que hayan menospreciado
tal salvación. Sin embargo, Cristo será quien pronunciará el solemne juicio contra los
perdidos. (Vea Juan 5:22; Hechos 10:42; 17:31; 2 Timoteo 4:2.)
Con sus ojos como llamas de fuego, Cristo escudriñará y abrasará a los que estén frente a El
(1:14; 19:12). Todo y todos se marchitarán ante su penetrante y ardiente mirada de justicia
y juicio. Esos ojos no parpadearán con misericordia en esos momentos, porque con
ilimitada majestad, el dueño de esa mirada penetrante ha adquirido el derecho de disponer
del destino de sus voluntariosas criaturas. Puesto que el Juez es el justo, su juicio estará de
acuerdo con su naturaleza. “¿El juez de toda la tierra, no hará lo que es justo?” Por supuesto
que sí lo hará, como lo hace siempre. “Con justicia juzga y pelea.” “Tus juicios son
verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:11; 16:7).
La mención del rostro del Juez es digna de notarse. En 12:13–16 Israel se ve forzado a huir
“delante de la serpiente”, pero aquí “la tierra y el cielo” tienen que huir de delante del rostro
del Señor, que es ahora el juez. Una vez ese rostro fue escupido, abofeteado y desfigurado,
pero ahora luce adornado con una temible majestad. Y será en este rostro donde los inicuos
verán su terrible sentencia de condenación.
¡Cuán diferente será la mirada de la Iglesia hacia aquel rostro! “Y verán su rostro, y su
nombre estará en sus frentes” (22:4). Los santos del Señor tendrán el honor de participar en
el juicio. “Para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos.
Aleluya” (Salmo 149:9; compare con 1 Corintios 6:2, 3).
C. El juicio
Los tribunales de los países democráticos tratan de ofrecer a los criminales un juicio justo.
Este tribunal del cielo no se ha establecido para discutir sobre los pros y los contras en el
caso de un pecador, sino para llevar a cabo una sentencia ya declarada. Los incrédulos del
mundo de hoy ya están condenados, porque no han creído (Juan 3:18). En aquel día los
muertos resucitarán y comparecerán ante el juez, no para juicio que compruebe su
culpabilidad o su inocencia, sino para recibir la ratificación de una condenación ya
pronunciada.
D. Los juzgados
Son varios los objetos de juicio que se mencionan en el terrible relato del juicio del gran
trono blanco, y es muy importante notar sus respectivos juicios.
La tierra y los cielos. Ocurrirá una desaparición instantánea de la antigua creación, porque
el que está sentado en el trono fue su Creador. Por eso mismo, obedece inmediatamente a
su mandato. ¿Por qué se desvanecerá la tierra? Porque fue el escenario del pecado y la
rebelión, y sobre ella se derramó la sangre del Juez. Los hombres se aferraron a ella por
muchos siglos, pero ahora desaparece. ¿Por qué desaparece el cielo también? Los cielos
aéreos no pueden permanecer porque fueron contaminados por Satanás, el príncipe de la
potestad del aire. ¿Cómo pueden permanecer los cielos si no son puros ante Dios? Entre las
nuevas criaturas tendremos los nuevos cielos y la tierra nueva (Apocalipsis 21:11). (Vea
también Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:7, 10–13; Hebreos 1:10–12).
Los ángeles caídos. Como ya se decidió la suerte del principal rebelde (20:10), Cristo
procede ahora a tratar con todos aquellos sobre quienes influyó Satanás. Si bien no tenemos
pruebas en esta narración de que las huestes satánicas hayan de comparecer ante este trono,
creemos que será en esta ocasión cuando serán juzgados todos los espíritus malignos. “Y a
los ángeles que no guardaron su dignidad sino que abandonaron sus moradas, los ha
guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 6). Si,
como Pablo afirma, nosotros hemos de juzgar a los ángeles (es decir, a los caídos), entonces
tal parece como que los santos estarán en este tribunal realizando una labor judicial. No es
difícil entender por qué Satanás aborrece tanto el Apocalipsis y lucha por hacer que los
creyentes no lo lean ni lo estudien. El no quiere que sepamos cómo va a ser su terrible
juicio, y el severo castigo que les aguarda a sus aliados angélicos y humanos.
Los muertos. En este grupo debemos agrupar a todos los muertos en pecado, ya sea que
estén muertos espiritual o físicamente. Los impíos que estén en la tierra en estos momentos
serán transferidos inmediatamente a este juicio, mientras que los muertos que se encuentren
en el infierno serán levantados para que comparezcan con los otros ante este tribunal. Aquí
comparecen ellos como prisioneros, esperando su sentencia de condenación eterna. Los
muertos en Cristo fueron resucitados cuando el Señor regresó por su Iglesia (1
Tesalonicenses 4:16, 17). Pero esta resurrección no será “de entre los muertos” (para los
creyentes), sino la resurrección de todos los muertos impíos para su juicio final. Todos los
que murieron en pecado antes de que Cristo viniera al mundo serán juzgados de acuerdo al
libro de la ley (Romanos 2:12; 3:19). Todos los que murieron después de Cristo serán
juzgados de acuerdo con el Evangelio eterno. No se verán allí infantes ni débiles mentales,
porque ellos no tuvieron conciencia de responsabilidad. Por esto, la sangre de Cristo, que
cubre el pecado adánico, garantiza su presencia en el cielo.
Ante este trono terrible comparecerán pecadores de todas las categorías, como se indica en
la frase “grandes y pequeños”, expresión que aparece cinco veces en el Apocalipsis.
Actualmente existen varias clases y distinciones, sociales y raciales. Pero toda distinción
será eliminada cuando el Juez se siente en su trono, porque no hay acepción de personas en
El. Los grandes y poderosos, igual que los pobres y los insignificantes, entrarán al lago de
fuego y azufre.
Los cobardes. Estos son los que vivieron en la tierra llenos de temores. Siempre tuvieron
miedo de confesar a Cristo, de identificarse con el Evangelio y vivir para el Señor. Les
fallaba el corazón debido al miedo. Aunque quizá fueran valientes y fuertes en otros
aspectos, cuando se trató de recibir a Jesucristo como su Salvador, fueron cobardes.
Los incrédulos. Aquí tenemos a la clase más numerosa, que se encuentra en todos los
grupos sociales. Jesús mismo declaró que los que andan por la senda ancha son muchos. Es
triste pensar que la mayoría de los seres humanos son incrédulos. Muchos de nuestros
centros de educación secular producen paganos pulidos. La mente natural simplemente no
está dispuesta a recibir y creer el mensaje del Salvador crucificado y resucitado.
Los abominables. En este grupo se encuentran todos los moral y físicamente depravados.
Aquí se ve nuevamente la corrupción de los días de Noé. Las guerras han dado oportunidad
de que se liberen distintas clases de pecados detestables.
Los homicidas. Las estadísticas nos informan que los homicidios están aumentando. Jesús
llamó a Satanás homicida. El es el padre de todos los que destruyen las vidas de otros. ¡Qué
día tan terrible el que les aguarda a todos los asesinos y verdugos del mundo que han
matado a hombres, mujeres y niños inocentes!
Los fornicarios. La Escritura usa la palabra “fornicación” para referirse a la inmoralidad
sexual de toda clase. El adulterio, el incesto y la idolatría son considerados como
fornicación (Mateo 5:32; 1 Corintios 5:1; 2 Crónicas 21:11). También las doctrinas no
bíblicas se consideran como fornicación espiritual (Apocalipsis 19:2).
Los hechiceros. Anteriormente hicimos mención del hecho de que esta palabra está
conectada con la palabra “farmacia”. En el pasado las drogas jugaban un papel muy
importante en la hechicería. Una vez más nos encontramos en una sociedad alcohólica,
drogada y esclava de toda clase de estimulantes y calmantes. En esta categoría podemos
colocar a todos los que se identifican con el espiritismo y el demonismo.
Los idólatras. La interpretación general de esta clase es que representa a los paganos
adoradores de ídolos de madera o de piedra. Sin embargo, no todos los idólatras están en
Africa o en la India; hay incontables multitudes de idólatras alrededor de nosotros en
nuestros países “cristianos”. Estos se adoran a sí mismos, su dinero, sus negocios, sus
deportes. ¿Qué es un ídolo? Un ídolo es cualquier cosa o persona que toma el lugar de Dios
en la vida de un individuo.
Los mentirosos. Toda clase de mentirosos deberán comparecer ante el trono de Dios.
Satanás, el padre de la mentira, ya estará en el lago de fuego, y ahora sus hijos van al
mismo lugar. Todos los que niegan o contradicen a Dios y a su Palabra son mentirosos.
Ninguno de los condenados podrá apelar en contra del juicio que pesa sobre ellos. Todos
estarán totalmente conscientes de su culpabilidad. Si bien los castigos serán proporcionales
en intensidad, es decir, según la culpa de cada uno, la duración del castigo será por toda la
eternidad en todos los casos.
El mar. Al describir la nueva creación, Juan declara que el mar no existe más. Esto era muy
significativo para Juan, quien en su prisión de Patmos sabía que el mar Egeo lo separaba de
aquellos a quienes deseaba ver y ministrar. Pero, ¿cual es el sentido total de la frase que
indica que el mar entregará a los muertos que están en él? ¿Debemos interpretar aquí “mar”
como símbolo de la intranquilidad y agitación de la humanidad, y por tanto, un anuncio de
que las masas y todos los alborotadores serán apaciguados en el juicio? ¿O debemos aceptar
la interpretación común: que todos los que han muerto ahogados en el mar deberán salir de
su tumba submarina? A nuestro parecer la siguiente frase, la cual indica que “la muerte”
entregó “los muertos” que estaban en ella incluye a todos los que han muerto y han sido
sepultados en la tierra y en el mar.
George Pember, en su interesante libro Earth’s Earliest Ages (Las edades primitivas de la
Tierra), sugiere que el mar es la prisión de un vasto número de demonios que siguieron a
Satanás en su expulsión del cielo, y quienes, cuando fue formado el mar, quedaron
aprisionados en él. Es probable que a estos se refiera el versículo 6 de Judas al indicar que
Dios “los ha guardado en obscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
Cuando pasen el cielo y la tierra, también el mar pasará. Por lo tanto, todos los seres que se
encontrasen allí tendrían que comparecer ante el que creó los mares.
La muerte y el infierno. La muerte o la tumba encerraba los cuerpos de los perdidos,
mientras que el Hades encerraba sus espíritus. Ahora se unen los espíritus a los cuerpos y
en esos cuerpos eternos de perdición y en esos espíritus eternos de condenación salen a la
muerte de la muerte. Pronto este monstruo será destruido: “El último enemigo en ser
destruido será la muerte.” El Hades o infierno es la morada actual de los pecadores
muertos. Pero esa habitación temporal desaparecerá y en su lugar existirá el lago de fuego,
que será un sitio de sufrimientos terribles y eternos. Se habla de esta resurrección como de
vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2); de los injustos (Hechos 24:15); de
condenación (Juan 5:29). ¡Cuán diferente será la resurrección de los creyentes cuando
Cristo venga por su Iglesia! (Vea 1 Tesalonicenses 4:16, 17; Filipenses 3:21; 1 Corintios
15.)
La muerte y el infierno siguieron inmediatamente a sus anteriores ocupantes en el lago de
fuego (Apocalipsis 20:14). Puesto que existen como consecuencia de la introducción del
pecado en el mundo por obra de Satanás, ahora lo siguen al lugar de eterna condenación.
Ya que las llaves del infierno y de la muerte cuelgan del cinto de Cristo, El puede actuar
como quiera con ellos. “Yo soy el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los
siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17,
18). El lago de fuego viene a ser el depósito final de todos los que fueron desobedientes a
Dios y Cristo Jesús. El terrible nombre “lago de fuego” aparece cinco veces en el
Apocalipsis, y debiéramos considerar el significado de esta morada final de Satanás, la
bestia y el infierno. ¡Indudablemente, tan terrible expresión nos hace ver que este
indescriptible castigo es eterno y definitivo! Hay quienes aseguran que aquí el lenguaje es
figurado solamente y que no se refiere a llamas verdaderas. Si esto es así, entonces la
realidad simbolizada debe ser aún más terrible que la figura. “Hay que recordar,” dice
Broadus, “que el lenguaje puede ser altamente figurado sin ser ficticio. Solamente es
necesario entender qué se quería decir con las figuras de las Escrituras, y dicho significado
será tan real y verdadero como si se dijera en lenguaje común y corriente. De manera que el
fuego que nunca se apaga puede ser considerado como una figura, si así se prefiere; sin
embargo, siempre significará que en el infierno habrá algo tan terrible como el fuego; tan
cruel y atormentador como lo es el fuego ai cuerpo material. Es más: la realidad del
infierno, como la del cielo, sobrepasa enormemente a los cuadros imaginativos que las
cosas y figuras terrenales puedan evocar.” A esto podemos agregar el hecho de que Cristo
jamás hizo una falsa amenaza, de modo que al hablar del fuego eterno, El estaba
previniendo al hombre contra un castigo real descrito con unas figuras tan vivas, que
indican el más extremo sufrimiento.
Este juicio de fuego fue preparado para el diablo y sus ángeles: “Entonces dirá también a
los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mateo 25:41). Ellos serán los primeros en sufrir el tormento de las llamas.
El lenguaje usado para describir la morada eterna de los perdidos es suficiente para
horrorizar el corazón del pecador. El lago de fuego; la muerte segunda; tinieblas; abismo y
obscuridad para siempre; llanto y crujir de dientes. La enseñanza de Cristo indica
claramente que el tormento será eterno (Lucas 16:24–26). En el lago de fuego los
condenados estarán totalmente conscientes, lo cual hará su angustia más intensa aún. No
existe un purgatorio, ni medio de escape alguno. “Además de todo esto, una gran sima está
puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros,
no pueden, ni de allá pasar para acá” (Lucas 16:26). Todos los condenados serán
atormentados para siempre jamás (Apocalipsis 20:10).
La repetida frase la muerte segunda se explica muy fácilmente. La primera muerte es física:
la separación del espíritu y el cuerpo. La segunda muerte es eterna: la separación definitiva
entre espíritu y Dios. Esta segunda muerte no tendrá potestad sobre los salvos (Apocalipsis
20:6). Donald G. Barnhouse, en su libro God’s Last Word (La última palabra de Dios)
afirma: “Como para darles una palabra final de consolación a aquellos cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida del Cordero y a la vez, una palabra final de advertencia a
aquellos que no conocen a Dios, se presenta una vez más la distinción: ‘Todo aquel que no
fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.’ ”
“Los libros” es un plural. Hay más de un libro en los registros que se llevan en el cielo. Hay
por lo menos dos libros relacionados con los que han creído en el Señor Jesucristo. Existe
uno que es el rollo de los escogidos en Cristo y es conocido como “el libro de la vida del
Cordero” (Apocalipsis 21:27) o simplemente “el libro de la vida” (Filipenses 4:3;
Apocalipsis 13:8). De esto estaba hablando el Señor Jesucristo cuando les dijo a sus
discípulos que debían regocijarse de que sus nombres estuvieran escritos en el cielo (Lucas
10:20). Hay otro libro que también tiene que ver con los creyentes. Contiene el registro de
todos sus pensamientos y meditaciones relacionadas con su Señor. Esto lo leemos en el
bello pasaje de Malaquías 3:16 que dice: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada
uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memorias delante de El
para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre.” Es muy posible que
este libro sea el que contiene la diferencia entre aquellos que son salvos y reciben la
recompensa y la corona y aquellos que son salvos como por fuego, cuyas obras serán
quemadas (1 Corintios 3:14, 15).
En el pasaje que estamos considerando en el Apocalipsis se hace evidente que también hay
libros que tienen que ver con los no salvos. El más fácil de describir es el libro que recoge
la vida y las obras de los que no serán salvos. Aquí leemos en términos nada dudosos que
las obras de los incrédulos están registradas en los cielos. Cómo se realiza todo esto, no
pretendemos saberlo ni nos arriesgamos a adivinarlo. Está en el secreto de Dios, pero no
resulta difícil creerlo, ya que los mismos hombres han alcanzado la capacidad de grabar en
discos grandes sinfonías y elocuentes discursos, y han podido reducir enormes bibliotecas y
conservarlas en microfilms. Aquí se nos presenta una realidad. Dios la declara. El incrédulo
puede mofarse de ella, pero por este mismo registro tendrá que ser juzgado.
Tal parece que en el “libro de la vida” habrá algo así como el registro de un censo, en el
cual se encontrarán todos los nombres de los humanos que han existido, y que los nombres
de los que no han creído en Cristo serán borrados del libro, dejando la lista de los escogidos
en Cristo. Ya hemos visto (Apocalipsis 3:5) que una de las promesas hechas a los que
vencieren es que sus nombres nunca serán borrados del libro de la vida. Esto indicaría que
algunos si han sido borrados; indudablemente, son los nombres de los perdidos. Esto se
indica con mayor énfasis en la declaración que se hace en el último párrafo de la Biblia
(Apocalipsis 22:19). Los nombres de aquellos que quiten algo de la revelación de Dios en
las Escrituras, serán quitados a su vez del libro de la vida.
¿Qué necesidad habrá de templo? Dios en la grandeza de su ser y como el que ha estado
activo y gobernado al mundo por los siglos, es revelado ahora en gloria por el Cordero. La
presencia divina se difunde por igual a todas partes. Dios y el Cordero se harán manifiestos
en todos los rincones de la enorme ciudad de oro.
Dios ha reconocido a su pueblo como templo, pero ahora él es su templo vivo y verdadero,
la verdadera arca y el eterno maná escondido. Así como hubo relámpagos y truenos en la
cumbre santa del monte Sinaí, donde fue erigido el primer tabernáculo—señales divinas a
favor de la ley santa que el poder del mundo había desafiado—también la morada de Dios
estará siempre abierta como un santuario de la fe, pero al mismo tiempo será un Sinaí
cubierto de nubes y fuego consumidor para todos los que rechacen a Dios (Hebreos 12:18–
24).
Apocalipsis 22:8–21
El Génesis es el libro de las primeras cosas, y el Apocalipsis es el de las cosas postreras. Es
muy importante comparar los principios con las conclusiones. En esta última sección del
último libro de la Biblia hay siete cosas últimas que deben ser consideradas.
TERCERA PARTE
Las demás realidades del Apocalipsis
Los números en el Apocalipsis
El simbolismo de los números en la Biblia es uno de los aspectos más fascinantes del
estudio de las Escrituras. Sin embargo, pasa inadvertido para muchos. Desde tiempos muy
antiguos, las personas instruidas han hallado gran deleite en el estudio de los números. Las
supersticiones y filosofías del antiguo mundo pagano están relacionadas con extrañas
fantasías y extravagantes especulaciones en cuanto a su uso. Muchas de sus declaraciones
en cuanto a los significados de los números eran completamente falsas. En cambio, la
numerología bíblica nos proporciona una gran ayuda en los descubrimientos de las glorias
morales, dispensacionales y proféticas. No hay lugar para la especulación en el uso que el
Espíritu Santo hace de los números.
Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de Dios es el poder, y tuya, oh Señor, es la
misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra (Salmo 62:11, 12).
Ellicott observa que este es el modo habitual hebreo de enfatizar una declaración numérica.
Va aumentando en intensidad natural sobre la estructura misma del versículo, hasta llegar a
su punto culminante. La unión del poder y el amor queda comprobada ante el poeta por la
mención hecha en la última cláusula acerca de la misericordia y la justicia.
Salomón también usa la culminación numérica cuando enumera las seis cosas que Dios
aborrece y la séptima que abomina su alma (Proverbios 6:16–19). Limitándonos
únicamente al libro de Apocalipsis, busquemos el significado literal y simbólico de los
números empleados por Juan para expresar muchas facetas de la verdad.
1. El uno
Existe un acuerdo universal sobre el significado de este número. En todos los idiomas es el
símbolo de la unidad, y en las Escrituras es considerado como el signo de la unidad divina y
su supremacía absoluta: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Esta orden
da a entender que en Dios hay una suficiencia absoluta y una independencia que no necesita
de nadie más. En Efesios 4:3–6, el apóstol Pablo describe un círculo completo, que consta
de siete unidades distintas: un cuerpo, un espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios.
El tres es el signo de la manifestación divina, y el siete es símbolo de perfección espiritual.
Las primeras tres unidades son manifestaciones internas de Dios; mientras que las tres
siguientes son sus manifestaciones externas. La unidad y la supremacía de la divinidad de
todas es afirmada por Dios, quien es “sobre todo”, “por todo” y “en todo”.
Bullinger, en su obra erudita Numbers in Scripture (Los números en la Biblia) dice: “Como
número cardinal, el uno denota unidad; como ordinal, denota primacía. La unidad es
indivisible, y no está constituida por otros números. Por lo tanto, el uno es independiente de
todos los demás. El uno excluye toda diferencia, porque no hay segundo con el cual entre
en armonía o en conflicto. El primero es el único. No puede haber dos primeros.”
La unidad de los atributos gubernamentales de Dios se puede ver en los querubines de oro,
que eran de un mismo tamaño y de una misma hechura (1 Reyes 6:25). ¿No necesita la
Iglesia profesante recordar el significado de este número divino? ¿No es verdad que se está
apartando gradualmente del sacrificio único de Cristo y del altar único, su unidad en la
adoración?
Entre las referencias al número uno en el Apocalipsis, mencionamos a continuación las
siguientes frases sobresalientes:
“Uno semejante al hijo del hombre” (1:13).
“Por una hora recibirán autoridad con la bestia” (17:12).
“Tienen un mismo propósito” (17:13).
“En una hora vino tu juicio” (18:10).
“En una hora han sido consumidos” (18:17).
“En una hora ha sido desolada” (18:19).
Parece como si la “una hora” de los tres pasajes últimos no se limitara a una hora de sesenta
minutos exactos. Es probable que el repetido clamor mencionado aquí sea el mismo período
designado como un “breve tiempo” o “un día” (17:10; 18:8). La brevedad de dicho período
indica lo terrible y repentino del juicio de Dios.
La expresión “un mismo propósito” se refiere a la unidad de los reyes que estarán en
sujeción a la autoridad y voluntad de la bestia.
Cada una de las doce puertas estaba hecha de una perla (21:21). Aunque cada perla era
distinta, había unidad en la variedad: unidad, pero no uniformidad.
2. El dos
Mientras que el número uno afirma que no hay otro, el dos indica que sí lo hay. Es un
número que tiene un doble colorido, de acuerdo con su contexto. Un escritor sugiere que
esa cifra puede significar responsabilidad, debilidad o gracia. Dos pueden ser uno en
compañerismo y en testimonio, aunque sean diferentes en personalidad. Nos sentimos
tentados a prestarles más atención a los pares que se hallan en las Escrituras, a partir de las
dos tablas de piedra del pacto (Deuteronomio 4:13) y de esta manera probar que en la
mayoría de referencias a este número existe la expresión de un testimonio amplio y
competente.
Considere el ministerio de los dos profetas (Elías y Eliseo) y los dos soldados (Josué y
Caleb), quienes son reconocidos como fieles testigos de la verdad de la Palabra de Dios. En
los días de la gran Tribulación, darán testimonio de los derechos reales y sacerdotales de
Cristo un par de valientes mensajeros que son descritos como:
“Dos testigos” (11:3).
“Dos olivos” (11:4).
“Dos candeleros” (11:4).
“Dos profetas” (11:10).
Los dos corazones de estos aguerridos heraldos laten como uno solo en su testimonio total
por la causa de Cristo. Cuando dos seres humanos se unen en santo matrimonio, hablamos
de ellos como una sola carne. Los dos testigos martirizados serán uno en su testimonio, en
los malos tratos en la muerte, la resurrección y la ascensión.
3. El tres
Este número tiene una asociación sagrada, porque representa la Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo (Mateo 28:19). Pablo usa la frase estas tres cuando se refiere a las virtudes
cristianas: la fe, la esperanza y el amor (1 Corintios 13:13). El número tres, que aparece con
tanta frecuencia en las Escrituras, ofrece al expositor de la Biblia una inmensa riqueza de
material para usarlo en el púlpito o en el aula. Aquí, por ejemplo, se dan algunos de sus
usos, para despertar el apetito de los estudiosos:
Tres hombres se le aparecieron a Abraham (Génesis 18:2).
Tres ciudades de refugio (Deuteronomio 4:41).
Tres veces al año (Deuteronomio 16:16).
Triple bendición sacerdotal (Números 6:24–26).
Triple clamor del serafín (Isaías 6:3).
Tres llamamientos a la tierra (Jeremías 22:29).
Tres veces al día oraba Daniel (Daniel 6:13).
Tres veces negó Pedro a Cristo (Marcos 14:72).
Tres medidas de harina (Mateo 13:33).
Tres días y tres noches (Mateo 12:40).
Tres veces vio Pedro la visión (Hechos 10:16).
Tres veces rogó Pablo al Señor con respecto al aguijón en su carne (2 Corintios 12:18).
La tríada es una parte muy importante de las Escrituras y dondequiera que se encuentre
puede ser considerada como símbolo numérico de lo divino (como en el caso del frecuente
saludo de Pablo: gracia, misericordia y paz). Con este número también se enfatizan el
testimonio divino y la perfección divina. Sin embargo, hay algunos pasajes en los cuales el
número tres puede ser considerado como el símbolo de la resurrección moral, física y
espiritual, como en:
El tercer día de la creación.
El tercer día en la resurrección de Cristo.
Puesto que se necesitan las tres dimensiones largo, ancho y alto para formar un objeto
sólido, el número tres puede ser considerado como el símbolo del cubo, y por lo tanto,
representativo de todo lo sólido, real, substancial, completo y entero. En total hay cuatro
números perfectos que sugieren la idea de algo acabado y completo en las Escrituras:
El tres, que representa la perfección divina.
El siete, que representa la perfección espiritual.
El diez, que representa la perfección en el orden.
El doce, que representa la perfección en el gobierno.
La sección introductoria del Apocalipsis, la Revelación de Jesucristo, está señalada
especialmente por este gran sello divino del tres que se halla estampado en ella.
Esta revelación es
dada por Dios
enviada por Dios
declarada por Dios (1:1).
Juan dio testimonio de
la divina Palabra de Dios
el divino testimonio (el testimonio de Jesucristo)
la divina visión (todo lo que vio—1:2).
La bienaventuranza es para
el lector
el oyente
el que guarda las cosas escritas (1:3).
El ser divino,
el que era
el que es
el que ha de venir (1:4, 8).
El Señor que vendrá se presenta como
el profeta divino (el testigo fiel)
el sacerdote divino (el primógenito de entre los muertos)
el rey divino (el soberano de los reyes—1:5).
El pueblo de Dios es
amado
lavado
oronado (1:5, 6).
Cristo es representado como el
divinamente eterno
divinamente vivo
divinamente poderoso (1:17, 18).
La revelación divina fue triple:
las cosas que has visto
las cosas que son
las cosas que serán después (1:19).
4. El cuatro
Debido a que los acontecimientos mundiales son tan prominentes en el Apocalipsis, el
número cuatro se usa unas treinta veces. Al contemplar el mundo o la escena completa de la
creación, cuando se tienen en perspectiva lo largo y lo ancho, el cuatro es el número que se
usa para describirlo, ya que este número está relacionado con la tierra, con sus cuatro
puntos cardinales y sus cuatro estaciones. En cuanto a los que moran en la tierra, éstos han
formado parte de las cuatro monarquías que describió Daniel. La plenitud de las
bendiciones materiales en la tierra se describe de esta cuádruple forma:
en vez de bronce traerá oro,
y por hierro plata,
y por madera bronce,
y en lugar de piedras hierro (Isaías 60:17).
Si el tres es la marca de Dios, el cuatro es la marca del mundo, el cual está constituido en
cuatro divisiones: naciones, tribus, pueblos y lenguas (7:9). El cuatro es la señal del hombre
y la creación material. Hay un antiguo proverbio judío que indica que hay cuatro cosas que
ocupan el primer lugar en el mundo:
el hombre entre las criaturas,
el águila entre las aves,
el buey entre el ganado,
el león entre las bestias (Compare con Apocalipsis 4:7, 8.)
5. El cinco
Aunque no se usa con la frecuencia con que se usan otros números, el cinco tiene su propio
significado. Hay varios casos en los cuales se hace un contraste entre la debilidad y la
fuerza usando el número cinco: David usó cinco piedras lisas para vencer al gigante Goliat;
cinco perseguirán a cien; cinco panes para alimentar a cinco mil. Sin embargo, otros pasajes
como Números 5:7 y Mateo 25:2, implican la idea de la responsabilidad humana. El
número cinco y sus múltiplos ocupan un lugar prominente en las medidas y la distribución
de aquellas partes del tabernáculo y el templo que expresan responsabilidad humana y
testimonio ante los hombres. Hay cinco grandes misterios:
el misterio de Dios
el misterio del Hijo
el misterio del Espíritu
el misterio de la creación
el misterio de la redención en la cruz
6. El seis
El hombre fue creado en el sexto día de la creación, por lo tanto está sellado con el número
seis. Seis días son dados al hombre para que trabaje y seis es el número estampado en todas
las cosas que están conectadas con las actividades humanas. Las frecuentes referencias a
seis días de trabajo muestran lo incompleto de la obra humana, que jamás podrá alcanzar un
resultado pleno y definitivo. El trono de Salomón tenía seis gradas (1 Reyes 10:19) y,
debido a la imperfección de su gobierno, su reino fue dividido. Su gloria era imperfecta. El
sexto mandamiento está relacionado con el asesinato, el peor pecado del hombre contra el
hombre.
Puesto que seis es siete menos uno, y el siete es el número de la perfección, el seis tiene que
ver con el hombre, e implica la idea de su imperfección. Este es el número del hombre sin
Dios. Las seis tinajas de piedra llenas de agua (Juan 2:6) hablaban de la imperfección del
hombre y la incapacidad de sus normas para producir bendición. De manera que el seis
indica la limitación del hombre: lo mejor que él puede hacer sin Dios.
7. El siete
El constante uso en las Escrituras del número siete, demanda un estudio cuidadoso de parte
de todos los amantes de la Palabra de Dios. El papel tan importante que este número
desempeña en el Apocalipsis se comprueba con el hecho de que Juan lo usa no menos de
cincuenta veces en sus veintidós capítulos. El siete tiene gran significado; se usa en la
Biblia con referencia a lo completo y lo perfecto, más que cualquier otro número simbólico.
El siete también aparece en varios múltiplos, como en “setenta veces siete”. En la creación,
Dios reposó de su obra el día séptimo: el sábado o día de reposo.
Como se indicó anteriormente, la palabra siete viene en hebreo de una raíz que significa
“estar completo, satisfecho, tener suficiente” y da la idea de perfección o plenitud, ya sea de
lo bueno o de lo malo. Pablo enumera siete dones y siete unidades asociadas con la
verdadera iglesia (Romanos 12:6–8; Efesios 4:4–6). Había siete fiestas de Jehová (Levítico
23). Además de los sietes ya señalados, queremos presentar una lista de perfecciones que
aparecen en el libro y están asociadas con el número siete.
Los siete espíritus de Dios las perfecciones de la divinidad.
Los siete candeleros de oro la perfección de la luz y la verdad y del testimonio dado por
Cristo.
Las siete estrellas la perfección en el gobierno y la supervisión.
Las siete lámparas la perfección en la iluminación del Espíritu.
Los siete sellos la perfección de seguridad y autoridad.
Los siete cuernos la perfección del poder divino.
Los siete ojos la perfección del discernimiento.
Las siete trompetas la perfección de jurisdicción
Los siete truenos la perfección del juicio.
Las siete plagas la perfección de la ira divina.
Las siete copas la perfección de la destrucción.
Los siete montes la perfección del poder terrenal.
Los siete reyes la perfección de la realeza terrenal.
8. El ocho
El origen de este número sugiere en hebreo la idea de superabundancia. Viene de una raíz
que significa “engordar”, “sobreabundar”. De esta forma da la idea de “fertilidad
superabundante” o “satisfacción”. Debido a que Cristo se levantó de entre los muertos el
primer día de la semana, que es también el octavo, este número representa la resurrección.
El ocho también es símbolo de la eternidad y de una nueva época. Vea Génesis 21:4;
Levítico 14:23; 1 Pedro 3:20; 2 Pedro 2:5.
9. El diez
El cinco indica nuestra responsabilidad hacia los hombres, y dos veces cinco mide nuestra
responsabilidad hacia Dios, como se comprueba por el uso del diez en muchas partes del
tabernáculo. La misma idea existe en los diez mandamientos. Las caídas de Israel en el
desierto se dice que fueron diez. Este fue el número de veces que el pueblo tentó a Dios
(Números 14:22, 23). Faraón endureció su corazón diez veces y experimentó el juicio de las
diez plagas.
Puesto que es uno de los números perfectos de las Escrituras, el diez significa la perfección
del orden divino: no falta nada; el cielo está completo y terminado. Así en los diez
mandamientos encontramos la revelación completa de las exigencias de Dios sobre el
hombre. En lo que respecta a nuestro físico, ¡qué bien nos sentimos con diez dedos en las
manos y diez en los pies!
Cuando hablamos acerca de las siete iglesias, presentamos la sugerencia de que los “diez
días” de extrema tribulación de los que se le habla a la iglesia de Esmirna, tenían relación
con los diez períodos de persecución sufridos bajo diez emperadores romanos. El
significado inmediato de esta frase, sin embargo, es que el Señor sabía cuánto era lo más
que sus santos podían soportar y de acuerdo con eso limitó la duración de sus sufrimientos.
“Con medida lo castigarás en sus vástagos. El los remueve con su recio viento en el día del
aire solano” (Isaías 27:8).
10. El doce
Este número, o sus afines, aparece más de cuatrocientas veces en toda la Biblia. Dios lo
escogió para expresar la administración perfecta del gobierno divino en el mundo, Israel y
la Iglesia (Mateo 19:28; Apocalipsis 21:12–21). A la edad de doce años, Jesús anunció
públicamente su relación celestial y su misión en un mundo necesitado (Lucas 2:42). Doce
legiones de ángeles eran señal de la perfección de los poderes angélicos (Mateo 26:53). En
el Antiguo Testamento también encontrará el lector mucho material para meditar sobre el
frecuente uso del número doce:
Las doce tribus de Israel.
Los doce panes de la proposición (Levítico 24:5).
Las doce Fuentes de agua (Exodo 15:27).
Las doce piedras preciosas del pectoral (Exodo 28:21).
Los doce patriarcas (Hechos 7:8).
Las doce piedras (Josué 4:8, 9).
Los doce bueyes (1 Reyes 7:25).
Las doce puertas (Ezequiel 48:31–34).
Este número, que aparece unas veinte veces en el Apocalipsis, tiene que ver con el gobierno
patriarcal, el apostólico y el nacional. Así hallamos:
Las doce estrellas (12:1).
Los doce ángeles (21:12), que representan a la jerarquía del cielo.
Las doce tribus (21:12), que representan a Israel como nación.
Los doce fundamentos (21:14), que representan la fe.
Los doce apóstoles (21:14), que representan a la Iglesia de Cristo.
Los doce Frutos (22:2), que representan la bondadosa provisión del cielo.
Las doce puertas (21:12, 21), que representan la libertad para entrar.
Las doce perlas (21:21), que representan la gloria de la ciudad. Entre los múltiplos del
número doce tenemos:
Doce mil estadios (21:16), las dimensiones de la nueva ciudad.
Doce mil sellados (7:5–8): 12.000 de cada tribu; 144.000 en total.
Mucho de lo que se relaciona con Israel está indicado por medio de este número: los
144.000 señalados (7:4; 14:1) es un número constituido por doce veces doce mil, y sugiere
la perfección y la plenitud del propósito de Dios con relación a su pueblo.
Veinticuatro es dos veces doce y significa la plenitud de autoridad y representación.
Los veinticuatro ancianos (4:4, etc.), son los representantes de la luz y la gracia.
Los veinticuatro tronos (4:4; 11:16) representan el lugar de poder y de juicio.
1. Grandes señales
En su libro Heroes and Hero-Worship (Los héroes y el culto al héroe), Carlyle usa la
impresionante frase “La adoración es el asombro trascendente”. Sin embargo, no hay
mucha adoración relacionada con los objetos de asombro en el Apocalipsis. En las primeras
tres referencias, la palabra “señal” es la que presenta estos motivos de asombro, en
consonancia con el término “manifestar” de Apocalipsis 1:1.
La señal de la existencia y conservación de Israel (12:1).
La señal de la persona y el poder del diablo (12:3).
La señal de los hechos milagrosos del falso profeta (13:13).
En las siguientes referencias se usa una palabra griega que significa “maravilla”. Esta es
una palabra que expresa asombro o perplejidad.
La maravilla de la resurrección de la bestia (13:3).
La maravilla de la destrucción de la ramera eclesiástica (17:6).
La maravilla del final trágico del poder mundial gentil (17:8).
2. Pruebas y tribulaciones
Hay que tener mucho cuidado en distinguir entre las tribulaciones y la gran Tribulación.
Jesús dijo que todos sus santos están sujetos a las pruebas y tribulaciones mientras luchan
en este mundo tan lleno de dificultades. Pablo, quien sufrió muchas tribulaciones, se
gloriaba en ello (Romanos 5:3) y experimentaba la consolación divina en lo que había
sufrido (2 Corintios 1:4). También se regocijaba en todo ello (2 Corintios 7:4). Pero, si bien
las tribulaciones han aquejado a los justos, la gran Tribulación es un período profético
específico (Mateo 24:15, 21, 29), cuyos terribles acontecimientos cubren tres años y medio
(Daniel 7:25; 9:25–27) y afectarán tanto a judíos como a gentiles.
La tribulación de Juan y los santos de su tiempo bajo Nerón (1:9).
La tribulación de la iglesia de Esmirna bajo la Roma pagana (2:9, 10).
La tribulación extrema sufrida por los apóstatas de Tiatira (2:22).
La gran Tribulación, el período de sufrimientos nunca vistos predichos por los profetas y
por Jesús como “el tiempo de congoja de Jacob” (Jeremías 30:7; Apocalipsis 7:14; 11:2, 3).
7. Las doxologías
Aunque la mayor parte del Apocalipsis está saturada de juicios, es sorprendente lo mucho
que habla sobre la alabanza, los cantos y el regocijo. Entre los clamores de angustia surgen
los aleluyas. La serie de cánticos del Apocalipsis puede servir para desarrollar una bella y
valiosa meditación.
La doxología que exalta el poder y el dominio del Cordero (5:11–14).
La doxología del ejército del cielo por la salvación de Dios (7:10–12).
La doxología por el dominio universal de Dios y de Cristo (11:
La doxología por la victoria sobre Satanás (12:7–12).
La doxología del cielo y la tierra ante la nueva canción (14:2–5).
La doxología de los santos ante el Rey de los santos (15:3, 4).
La doxología de los pequeños y los grandes ante la omnipotencia divina (19:1–6).
8. Un libro de tronos
Las palabras silla, asiento, trono y tronos son términos sinónimos y tienen un mismo
equivalente griego, thronos, que significa “un trono”. En la mayoría de los casos esta
palabra está asociada con el cielo e indica autoridad, poder y juicio divinos. También puede
indicar dominio satánico.
El trono de Satanás (2:13).
El trono del Padre (3:21).
El trono puesto en el cielo (4:1–11).
El trono que debe ser temido (6:16).
El trono de la bestia (13:2; 16:10).
Los tronos de los redimidos (20:4).
El gran trono blanco (20:11–15).
El trono eterno (22:1).
9. El lago de fuego
Mientras que el hades es la morada presente de todas las almas perdidas, el lago de fuego
será el depósito final de todo lo que sea ajeno al pensamiento y la voluntad de Dios. Los
ocupantes de este terrible lugar son mencionados específicamente:
La bestia (19:20; 20:10).
El falso profeta (19:20; 20:10).
El diablo (20:10).
El último enemigo, la muerte (20:14).
El hades (20:14).
Todos los incrédulos (20:15; 21:8).
Las naciones representadas por los cabritos (Mateo 25:31–46).
Los ángeles del diablo (Mateo 25:41).