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APOCALIPSIS

Este documento resume el libro bíblico del Apocalipsis en tres partes: 1) Detalla la autoría, fecha, propósito y características del libro, incluyendo su forma apocalíptica y esquema narrativo. 2) Describe a los personajes y escenas clave del libro, incluyendo los siete sellos, trompetas y copas. 3) Menciona otras realidades simbólicas en el Apocalipsis como números y símbolos. En resumen, este documento ofrece una introducción general al contenido y estructura del libro del Ap

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APOCALIPSIS

Este documento resume el libro bíblico del Apocalipsis en tres partes: 1) Detalla la autoría, fecha, propósito y características del libro, incluyendo su forma apocalíptica y esquema narrativo. 2) Describe a los personajes y escenas clave del libro, incluyendo los siete sellos, trompetas y copas. 3) Menciona otras realidades simbólicas en el Apocalipsis como números y símbolos. En resumen, este documento ofrece una introducción general al contenido y estructura del libro del Ap

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APOCALIPSIS

el drama de los siglos

Indice

Primera parte
HECHOS Y CARACTERISTICAS DEL APOCALIPSIS

Canonicidad, autor y título


Lectores, fecha y propósito
Forma, relaciones y esquema
Palabras clave y pasaje central
Sus características y su Cristología
Interpretaciones y lecciones

Segunda parte
PERSONAJES Y ESCENAS DEL APOCALIPSIS

Los siete espíritus (1:4)


La visión séptuple (1:12–18)
Los siete candeleros de oro (1:20–3:22)
Los siete sellos (4:1–8:5)
Las siete trompetas (8:6–11:19)
Los siete personajes (12:1–13:18)
Las siete intervenciones divinas (14:1–20)
Las siete copas (15:1–16:21)
Los siete juicios (17:1–20:15)
Las siete cosas nuevas (21:2–22:1)
Las siete cosas últimas (22:8–21)

Tercera parte
LAS DEMAS REALIDADES DEL APOCALIPSIS

Los números en el Apocalipsis


Los símbolos en el Apocalipsis
Bosquejos de predicaciones sobre el Apocalipsis

PRIMERA PARTE

Hechos y características del Apocalipsis

Canonicidad, autor y título


El Apocalipsis es una grande y valiosa consumación de las Escrituras. Bien puede ser
considerado como un segundo Génesis: el principio del nuevo mundo de la vida espiritual
perfecta en la ciudad de Dios. Así como el Génesis es el libro de las primeras cosas, el
Apocalipsis es el libro de las últimas.
Este libro fue admitido en el canon de las Escrituras por sus propios méritos y, con
excepción de las dudas sobre su autor, fue aceptado con muy poca oposición. Como parte
integral de las sagradas Escrituras, Apocalipsis no debería ser evadido debido a su
naturaleza predominantemente simbólica.
Aunque los teólogos liberales disputan sobre la paternidad literaria juanina de Apocalipsis,
sus objeciones no nos apartan de la seguridad de que Juan, el discípulo amado (el que
escribió el cuarto evangelio y las tres epístolas que llevan su nombre), fue también el autor
de este último libro de la Biblia. No se puede ignorar el testimonio de la Iglesia primitiva en
cuanto a la paternidad de Juan. El Apocalipsis es citado con el nombre de su autor en fechas
aun más antiguas que cualquier otro libro del Nuevo Testamento, con excepción de 1
Corintios. En su evangelio, como también en sus epístolas, Juan escribe en tercera persona,
mientras que en el Apocalipsis se menciona a sí mismo cinco veces y escribe en primera
persona (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8).
En la mayoría de los casos, los escritores de las sagradas Escrituras no les asignaron títulos
a sus libros. El título de este libro no es como ponen algunas traducciones antiguas, El
Apocalipsis o Revelación de San Juan el divino, como si se le atribuyera al apóstol alguna
santidad o cualidad especial.
Este libro contiene la revelación de Jesucristo, que le fue dada a Juan (1:1–3). Juan fue el
que recibió la revelación; no su autor. Aunque a menudo se hace referencia a este libro
como “el libro de las revelaciones”, y a pesar de que contiene varias visiones que recibió
Juan mientras estaba en el Espíritu, éstas fueron esencialmente una sola que recibió en un
solo día, “el día del Señor” (1:10). La unidad del libro se expresa en sus primeras dos
palabras: La revelación.

Lectores, fecha y propósito


Los lectores originales de Apocalipsis fueron los miembros de las iglesias de Asia Menor,
la cual era notable por el número y la riqueza de sus ciudades. Las siete iglesias
mencionadas en el libro fueron centros importantes de los cuales se extendió el Evangelio
al este y al oeste. El Apocalipsis es para la Iglesia de todo el mundo y de todas las
generaciones. Aquí Cristo se manifiesta así mismo a todas las iglesias (2:23; 22:16). ¡Qué
poderoso avivamiento espiritual experimentarían las iglesias de hoy si vivieran a la luz de
este último libro de la Biblia!
Efeso era el centro desde el cual Juan supervisaba las iglesias de Asia Menor en lo que se
refería a asuntos espirituales. La escritura del libro ocurrió mientras Juan era prisionero de
Roma en la isla de Patmos ya casi al final del gobierno del emperador Domiciano
(probablemente cerca del año 90 d.C.) Sin embargo, Tertuliano, uno de los padres de la
Iglesia primitiva, opinaba que este libro había sido escrito durante la persecución de Nerón,
alrededor del año 64 d.C. Los eruditos modernos suelen preferir esta fecha más temprana.
El propósito del Apocalipsis queda indicado en su prólogo. El libro fue escrito para
mostrarnos “las cosas que deben suceder pronto”. Entre las actividades del Espíritu Santo
debemos distinguir las dos siguientes:
Guiarnos a toda verdad;
Manifestarnos las cosas que vendrán (Juan 16:31).
La primera se encuentra especialmente en los evangelios y en las epístolas; la segunda de
estas actividades se halla especialmente en Apocalipsis. En este libro de profecía práctica,
el pueblo del Señor recibe aliento para soportar las pruebas y se siente motivado a ser fiel a
Dios, gracias a la visión de la derrota final del mal y el triunfo eterno de la justicia divina.
Forma, relaciones y esquema
En cierto sentido, el Apocalipsis es una visión de filosofía cristiana sobre la historia del
mundo. Sus páginas están repletas de entusiasmo poético y profético. Es un libro de
guerras, pero también lo es de una paz triunfante y eterna. Apocalipsis significa revelación,
descubrimiento, la acción de descorrer un velo para manifestar algo que ha estado oculto o
encubierto. De manera que el libro contiene secretos revelados por Dios a Cristo y por El a
Juan y a la Iglesia.
Por las figuras, el enfoque y las expresiones, el Apocalipsis es muy parecido al libro de
Daniel. Tanto, que muchos lo han llamado “el Daniel del Nuevo Testamento”. En su
evangelio y en sus epístolas, Juan presenta la misma idea dominante de Apocalipsis, es
decir, el conflicto entre la fe y la incredulidad y la victoria final de la fe. Las enseñanzas
básicas del Apocalipsis pueden encontrarse en Mateo 24. El lenguaje usado para la apertura
del sexto sello (Apocalipsis 6:12–17) es el mismo que utilizan los profetas del Antiguo
Testamento en su descripción del día del Señor.
Apocalipsis es un todo unificado y provee un bosquejo profético del curso de la historia de
la Iglesia desde el período apostólico hasta el arrebatamiento al efectuarse la segunda
venida de Cristo, y también de los juicios subsecuentes para mostrar la culpabilidad de un
mundo impío y sin Dios. El estilo de este libro es apocalíptico y las escenas de su
incomparable drama se desarrollan en una escala de grandeza sin par. La tierra se estremece
bajo el impacto de la batalla y bajo los golpes de los juicios de Dios. Son expuestos a la
vista los horrores interminables del abismo y los goces eternales de los cielos. El orden de
los acontecimientos es como sigue:
1. La presente dispensación culminará en una apostasía y un período de tribulación sin
precedentes.
2. El hombre de pecado se manifestará, asumirá la supremacía política y reclamará
adoración y homenaje religioso.
3. La verdadera Iglesia de Cristo será arrebatada al cielo y el hombre de pecado establecerá
un pacto con los judíos. Pero él violará este tratado con el pueblo de Israel, reunirá fuerzas
de otras naciones contra los israelitas y luchará por exterminar totalmente al antiguo pueblo
de Dios.
4. Cristo aparecerá con gran poder y gloria y destruirá al hombre de pecado y al falso
profeta. Lanzará al diablo que los había estado inspirando, al abismo sin fin, por un período
de mil años.
5. El período milenial será inaugurado entonces. El pecado será suprimido, pero no
exterminado. Cristo regirá con vara de hierro, disfrutándose entonces de una paz universal
y de la constante bendición de Dios.
6. La liberación temporal de Satanás tendrá por consecuencia el engaño y el reclutamiento
de las naciones que seguirán al enemigo de Dios en la última revuelta de la tierra. Esta
revuelta será aniquilada por medio de castigos desastrosos que caerán sobre los rebeldes y
sobre su líder.
7. El juicio final será establecido y Cristo, como Juez supremo, presidirá la condenación
definitiva de los impíos.
8. La eternidad futura, con sus destinos permanentes, se iniciará inmediatamente después de
que Cristo le haya entregado el reino al Padre. Entonces Dios será todo en todos.

Palabras clave y pasaje central


Juicio. Apocalipsis es un libro que está repleto de juicios, que empiezan en la casa de Dios
y continúan hasta que los impíos son debida y definitivamente castigados. Las palabras juez
y juicio aparecen quince veces en el Apocalipsis.
Profecía. Esta palabra se usa siete veces, demostrando que el contenido del libro es
dedicado al futuro, más bien que al pasado histórico.
Testigo. Este término se usa seis veces: cuatro veces como testigo y dos como mártir.
(Estas dos palabras son traducidas de la misma palabra griega.) El testimonio de Jesús es
dado, ya por El o por otros acerca de El. Las palabras testimonio y testificar aparecen doce
veces en el Apocalipsis.
El pasaje central o versículo clave del libro es “He aquí que viene” (1:7). La repetición de
la frase “Yo vengo pronto” nos recuerda que el Cristo resucitado, el que vive para siempre,
viene como el Vindicador para tomar para sí mismo el poder y el reino. Esta esperanza nos
garantiza la aplicación final de la ineludible justicia de Dios. La clave para el futuro está en
la mano horadada de Cristo Jesús, en quien tenemos “nuestro tesoro, el verdadero valor de
lo que aún no somos capaces de imaginar

Sus características y su Cristología


El Apocalipsis está marcado con la señal de la cruz, con el conflicto concerniente a la
Persona de Jesucristo, como el Cordero inmolado desde antes de la fundación del mundo. A
través de todo el libro persiste una nota de paciencia, de fe y de sufrimiento, de amor
fraternal y de esperanza firme. La cruenta batalla entre la luz y las tinieblas se describe en
vívidos colores. Se hace muy poca mención del amor en Apocalipsis; se habla más de la ira.
Cualesquiera que sean los eventos que marquen los cambios y el desarrollo del conflicto, el
resultado final no es incierto. La rivalidad de los poderes de las tinieblas se ilustra por
medio de una serie de contrastes:

Los siervos de Dios son sellados; el anticristo sella a sus seguidores.


La Iglesia es descrita como una mujer vestida con el sol; la iglesia apóstata del anticristo se
ve adornada con joyas.
El Cordero fue inmolado y volvió a vivir; la bestia recibe una herida mortal, pero vuelve a
la vida.
Jehová será adorado; el anticristo reclamará adoración.
Cristo tiene testigos verdaderos; el anticristo tiene su falso profeta.

Puesto que ésta es una revelación de Cristo, uno espera que el libro esté lleno de El … ¡y lo
está! La Persona y obra de Jesucristo dominan sus páginas. El doctor G. Campbell Morgan
observa con toda razón que “cualquier estudio del Apocalipsis que no se concentre en
Cristo y que no vea todas las demás cosas en torno a El, puede conducir al lector al más
confuso laberinto”. Vea el siguiente análisis:

1. Los nombres que recibe


Jesucristo (1:1; etc.)
Jesús (22:16; etc.)
Señor Jesús (22:20; etc.)
Señor Jesucristo (22:21; etc.)
Cristo (20:4, 6)
El Cristo de Dios (11:15; 12:10)
El Cordero (más de veinte veces)
El Rey de reyes (19:16; etc.)
El Fiel y Verdadero (19:11)
La Palabra de Dios (19:13)
El nombre desconocido (19:12)
La raíz y linaje de David (22:16)
La estrella de la mañana (22:16)

2. Su Persona gloriosa
Se le atribuyen atributos y nombres divinos a Jesús, en quien mora toda la plenitud de Dios.
El es divino y humano; es poseedor de dos naturalezas (5:5; 22:16).
El es el Primero y el Ultimo, y todo lo demás (1:17; 2:8).
El es la Palabra viva de Dios (19:13).
El es el que escudriña los corazones (2:23).
El es el anciano de días (1:14).
El es el Señor de los ángeles (1:1; 22:16).
El es objeto de adoración y alabanza (5:8–14; 7:12).

3. Sus múltiples obras


El es fiel en su testimonio de Dios y su Palabra (1:5; 3:14).
El es el conquistador de Satanás (3:21; 5:5; 20:10).
El es el Crucificado (5:6, 12; 7:14; 13:8).
El es el Resucitado (1:18; 2:8; 3:21; 22:1, 2).
El es el Rey exaltado (1:5; 3:7; 17:14).
El es el que viene (1:7; 19:11, 19; 22:20).

Interpretaciones y lecciones
El Apocalipsis ha sido siempre campo de batalla entre los diferentes sistemas de
interpretación. Muchos de los aparentes misterios de Apocalipsis sólo podrán ser resueltos
y entendidos cuando tengan su cumplimiento final. Las siguientes son las principales en
que se agrupan los intérpretes de este libro.

Los preteristas
Los preteristas relegan al pasado todo lo que hay en el Apocalipsis y creen que todas la
profecías que hay en él ya se cumplieron totalmente. (La mayor parte de las profecías son
relegadas a la destrucción de Jerusalén y la caída de Roma durante los primeros siglos de la
era cristiana.) Sin embargo, cuando la profecía se convierte en historia, deja de ser profecía.
El Apocalipsis es considerado clara y distintamente como un libro de profecía.

Los historicistas
Los historicistas interpretan el Apocalipsis como un estudio progresivo de la existencia de
la Iglesia desde su inicio hasta su consumación. Los que sostienen este punto de vista
histórico-continuo aseguran que las profecías se han cumplido parcialmente, pero que hay
en ellas algo que todavía no se ha cumplido. Algunas de éstas, ellos afirman, se están
cumpliendo ante nuestros propios ojos.

Los futuristas
Hay dos grupos principales en esta escuela de intérpretes. Primero están los simples
futuristas, quienes enseñan que los tres primeros capítulos del libro ya se cumplieron, pero
que el resto se refiere al aparecimiento futuro de Cristo. Luego están los futuristas
extremos, quienes consideran que todo el Apocalipsis se refiere a la segunda venida del
Señor, y que los tres primeros capítulos son una predicción referente a los judíos después de
la primera resurrección.
También están los tribulacionistas. Algunos tribulacionistas creen que la Iglesia no será
arrebatada al final de lo que se describe en el capítulo 3, sino que se quedará sobre la tierra
durante los primeros tres años y medio de la Tribulación y no será raptada sino hasta
cuando suene la séptima trompeta de 11:15. Los defensores de esta interpretación enseñan
que debemos seguir a la Iglesia a través de los sellos y las trompetas. La Iglesia visible debe
pasar por toda la Tribulación, pero la invisible deberá ser arrebatada antes de que empiece
la segunda mitad de la Tribulación, que será un período de juicios y castigos terribles que
se derramarán sobre los pecadores de la tierra.
Otros tribulacionistas creen que la Iglesia pasará por toda la Tribulación. Creen que Cristo
no regresará por los suyos sino hasta que regrese con poder y gran gloria. Sin embargo,
puesto que los sellos, las trompetas y las copas están relacionados a los juicios venideros, y
se aplican solamente a judíos y gentiles, en realidad la Iglesia no puede estar sobre la tierra
después de Apocalipsis 3, porque la Iglesia no está sujeta a juicio. Nuestra posición en esto
es que el Señor salvará a los suyos de los horrores de la Tribulación. “Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha
de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran en la tierra” (Apocalipsis 3:10;
vea también 1 Tesalonicenses 1:10).

Los idealistas
Los idealistas le niegan todo significado histórico o profético al Apocalipsis y en lugar de
eso, lo ven simplemente como una presentación simbólica del conflicto entre el bien y el
mal y de la victoria final del bien (aplicable a todos los tiempos y épocas).

Los moderados
Quizá la verdad esté en medio de los puntos de vista extremos, ya que la profecía es
frecuentemente progresiva o acumulativa. Por lo tanto, es posible combinar el sistema
interpretativo histórico con el futurista. Los que vivieron en la época de Juan y fueron
objeto de persecución y sufrimientos a manos de los emperadores romanos experimentaron
algo del cumplimiento de lo que Juan profetizó. Pero las persecuciones del primer siglo no
agotaron las predicciones de Juan, porque éstas señalan hacia un cumplimiento más
completo, tal como el mismo Juan parece indicarlo en la guía de interpretación que nos da
en las propias palabras de Cristo:
“Escribe las cosas que has visto” (refiriéndose a la visión gloriosa que tuvo Juan y describe
en el capítulo 1);
“Las que son” (la historia de la Iglesia, tal como está bosquejada en los capítulos 2 y 3);
“Las que han de ser después de estas” (todo lo que ha de suceder después del rapto de la
Iglesia, como se presenta en los capítulos 4–22).
Por lo tanto, el cumplimiento total de esta sección está todavía en el futuro. Entonces serán
realizadas todas las predicciones y las promesas de los profetas, y el reino del Mesías será
establecido.
J. B. Phillips bosqueja cinco lecciones importantes que podemos aprender del Apocalipsis:
1. La soberanía absoluta de Dios tiene por resultado su decisión final de destruir todas las
formas del mal.
2. Los inevitables juicios de Dios serán derramados sobre el mal, especialmente la
adoración de los dioses falsos, entre los cuales se hallan las riquezas, el dominio y la fama.
3. La necesidad de una espera paciente está basada en la seguridad de que Dios controla
toda la historia.
4. La existencia de la realidad (representada bajo símbolos como la Nueva Jerusalén, segura
y alejada de todas las batallas y tribulaciones de la vida terrenal) les promete seguridad
espiritual completa a aquellos que son fieles a Dios y a Cristo.
5. La contemplación de la adoración dirigida constantemente a Dios y al Cordero demuestra
lo que será el reconocimiento final de la personalidad de Dios por parte del hombre, cuando
éste lo vea tal como El es.

SEGUNDA PARTE
Personajes y escenas del Apocalipsis

EL NUMERO SIETE se repite con mayor frecuencia que cualquier otro número en el
Apocalipsis, pues el libro completo está construido alrededor de series de sietes. Tal como
se usa aquí, el número siete es rico en significado y representa la plenitud. Este número
ocupa un lugar muy importante en toda la Biblia y a menudo sugiere perfección espiritual.
La palabra hebrea de la cual viene la palabra siete, tiene una raíz que significa “estar
completo”, “estar satisfecho,” “tener suficiente.” La primera vez que aparece el número
siete en las Escrituras es en un pacto: “E hicieron ambos pacto.” Y el pacto estaba basado
sobre “siete corderas” (Génesis 21:27–31). Fue la idea de la perfección de un vínculo la que
hizo que se usara la misma palabra para hablar de un voto y para mencionar el número
siete.

Los siete espíritus


La séptuple manifestación del Espíritu Santo
Apocalipsis 1:4
Sin lugar a dudas, el Apocalipsis es uno de los más fascinantes y valiosos de los libros de la
Biblia, ya que en él Juan pudo divisar el transcurso del tiempo y revelar el programa divino
de las edades. Si bien hay muchas cosas que nosotros podemos entender, no podremos tener
un conocimiento completo del libro hasta que los sucesos futuros esbozados en él tengan su
cumplimiento total.

Es un libro salido de una prisión


¡Cómo ha enriquecido la vida de la Iglesia la literatura carcelaria (incluyendo las epístolas
carcelarias de Pablo y El Progreso del Peregrino, de John Bunyan)! Desterrado en la isla de
Patmos por el emperador Domiciano cerca del año 96 d.C., en la soledad de aquel paraje
inhóspito, Juan recibió la revelación más maravillosa que jamás se haya dado a la
humanidad.
Roma, la ciudad de las siete colinas, quedaba al oeste de la isla de prisión de Juan, y
Palestina, el río Eufrates y Babilonia estaban al oriente. Fue en esta situación geográfica
donde el apóstol Juan recibió la visión. Todos estos lugares figuran prominentemente en
Apocalipsis.
Es un libro de profecía
Los dos grandes libros proféticos de la Biblia—Daniel y Apocalipsis—deben ser estudiados
juntos, porque el uno es la contraparte y el complemento del otro. Por eso el Apocalipsis ha
sido llamado “el Daniel del Nuevo Testamento.” El Apocalipsis es predominantemente
profético. La palabra “profecía” aparece siete veces en él; por tanto, lleva el sello de la
profecía, cuya raíz se encuentra en casi todo el resto de la Biblia y cuyo fruto se halla en
este último libro sagrado.
La profecía representa una verdad declarada que no ha sido cumplida todavía. Cuando una
profecía en particular se cumple, se convierte en historia. Por supuesto, en cierto sentido la
profecía es historia anticipada. Se les hacen solemnes advertencias a aquellos que traten en
alguna manera de adulterar las profecías contenidas en el Apocalipsis. Vea Apocalipsis
22:18, 19.

Es un libro de bendiciones
El Apocalipsis empieza y termina con una bendición. Esa bendición es nuestra si lo leemos
en constante oración y obedecemos lo que leemos (1:3). Esa bendición es nuestra si
vivimos a la luz de la verdad revelada (22:21). Las palabras “bendición” y
“bienaventurado” aparecen siete veces en Apocalipsis, y hay bendiciones y
bienaventuranzas dispersas a través del libro.

Es un libro que debe ser entendido


Algunas personas piensan que debemos considerar el Apocalipsis como un enigma de la
Iglesia. Como dice un crítico: “Mientras más se estudia, menos se sabe de él.” Sin embargo,
este es un libro de Revelación no de misterio, ni de cosas encubiertas. El nombre
“Apocalipsis” significa revelar, descubrir, correr una cortina, revelar algo que ya no puede
estar encubierto. Es verdad que el Apocalipsis es un libro altamente simbólico, pero es
difícil hallar un símbolo en él que no esté explicado en alguna otra parte de las Escrituras.
Por lo tanto, debemos tratar de entender un pasaje de la Escritura relacionándolo con otro (1
Corintios 2:13). El Apocalipsis contiene unas 300 alusiones a otras partes de la Biblia.
Lo que le fue revelado a Daniel, iba a ser revelado en el período final de la época de los
gentiles: “Los entendidos comprenderán” (Daniel 12:9, 10). Sucesos que sólo fueron
mencionados por Daniel, han sido completamente revelados ahora por Dios a sus siervos. A
la mente sin discernimiento, buena parte del Apocalipsis puede parecerle oscura,
inexplicable, imposible de comprender; pero para aquellos que confían en el Espíritu que
inspiró a Juan para escribir el libro, su plan y su propósito son muy claros. No obstante, en
nuestros esfuerzos por entender el Apocalipsis debemos tener presente el sabio comentario
del obispo Newton: “Explicar este libro a la perfección no es el trabajo de un hombre ni de
una época, y probablemente no llegará a ser entendido claramente hasta que se haya
cumplido.”

Es un libro de esperanza
La desesperación cuelga como una nube negra sobre las aspiraciones de los hombres,
porque las nuestras son las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. Con el
despliegue actual de las fuerzas revolucionarias, somos testigos del suicidio de la
civilización. Los valores de la civilización están pereciendo. La barbarie y el crimen son el
orden del día. Nuestro mundo ha sido quebrantado y ensangrentado por el odio humano.
Pero el mensaje claro e inequívoco del Apocalipsis es el triunfo final del bien sobre el mal.
En esto no hay dudas: los lamentos de la tierra han de cesar, porque viene un Rey que
establecerá un reino universal de paz y de justicia. Es aquí, en este maravilloso libro, donde
podemos respirar el aire tranquilo de la victoria decisiva del bien sobre las fuerzas del mal.

Este libro tiene un plan


Juan declara que recibió órdenes divinas de presentar los hechos concernientes a Uno
que es presente
que era pasado
que ha de venir futuro
Juan escribe acerca de:
las cosas que ha visto pasado
las cosas que son presente
las cosas que han de ser después de éstas futuro.
Vea Apocalipsis 1:4, 19; 4:1. El libro está estampado con el número siete, que se repite
cuarenta y cinco veces, lo cual sugiere que su estructura se compone de una serie de sietes.
El Apocalipsis no es un libro compuesto de símbolos indescriptibles y fantásticos, sino que
contiene el único plan digno de confianza sobre los siglos venideros (vea 1:3; 19:10; 22:7,
10, 18, 19).
Ahora concentraremos nuestra atención en el aspecto más necesario y sin embargo más
descuidado del Apocalipsis: su énfasis en la realidad y las actividades del Espíritu Santo,
quien es figura prominente del libro, especialmente en conexión con la Iglesia que El trajo a
existencia el día de Pentecostés. Parecería como si se estuviera presentando una misma
relación en siete aspectos diferentes a través de los 22 capítulos del libro.

1. Su relación con la inspiración


Si bien es cierto que Jesús no dejó un mensaje escrito directamente por El, y que el mismo
Espíritu Santo nunca compuso directamente una epístola; sin embargo, tanto Cristo como el
Espíritu Santo inspiraron a los profetas y a los apóstoles para que presentaran las verdades
que ellos querían que la Iglesia y el mundo conocieran. Así fue cómo unas mentes humanas
recibieron y unas manos humanas pusieron por escrito la voluntad y la Palabra divina.
Como sabemos, el Espíritu Santo es preeminente como inspirador de la verdad: “El Espíritu
habló por mí” (2 Samuel 23:1–3); “El Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual
anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1
Pedro 1:11); “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo” (2 Pedro 1:21).
El apóstol Pablo, más que cualquier otro escritor del Nuevo Testamento entendió,
experimentó y declaró el multiforme ministerio del Espíritu Santo. Pablo se refirió a El
como: “el Espíritu de sabiduría y de revelación” (Efesios 1:17). Es el Espíritu Santo quien
descorre la cortina para manifestar el conocimiento de Cristo. En el cumplimiento de esta
función, El obró en el corazón y en la mente del apóstol Juan, capacitándolo para darnos la
“revelación de Jesucristo.” Juan fue el escritor de este libro, pero el Espíritu Santo fue su
verdadero autor. De ahí que la Trinidad divina esté involucrada en varias partes del libro. El
Apocalipsis procede del Trino Dios:
Dios (Padre) (1:1)
Cristo (1:5)
el Espíritu (1:4).
Juan recibió una orden: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que
están en Asia” (1:11). Como hombre santo, escribió mientras era dirigido por el Espíritu
Santo. Es imperativo tomar nota de los verbos de experiencia usados aquí y en varias partes
del libro:
Lo que ves
Escribe lo que ves
Escribe lo que ves y envíalo.

A. ¡Lo que ves!


Frases como “yo oí,” “yo vi,” “yo miré” y “yo presencié” abundan en las páginas de
Apocalipsis y a la vez indican las verdaderas experiencias de Juan. Las visiones que él puso
por escrito no fueron producto de su propia imaginación, sino revelaciones de personas y de
sucesos que el Espíritu Santo le dio. El secreto de las revelaciones simbólicas que recibió
Juan se halla en una repetida frase: en el Espíritu (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Como creyente
de mucha experiencia, Juan ya estaba “en el Espíritu” en contraste con su previo estado no
regenerado, cuando estaba “en la carne”. (El ya no estaba “en Adán”, sino “en Cristo”
Romanos 8.)
Pero en el sentido en que Juan usa esta frase en cuatro ocasiones distintas, “en el Espíritu” o
“yo estaba en el Espíritu” implica un control sobrenatural de todas sus facultades humanas
por el Espíritu Santo. Se encontraba fuera de toda conciencia de espacio, sentidos y tiempo
y transportado a otro estado de la existencia que no era visible para los demás. Durante los
momentos mencionados por Juan, él sentía que todo su ser interno estaba absorto por las
visiones celestiales. Se sentía abstraído de la conciencia inmediata de las formas de la vida
externas y terrenas.
Se dice que Sócrates tenía la facultad de desligarse de la influencia de su vida exterior y
concentrarse en pensamientos profundos por horas y hasta por días, inconsciente del calor
del día o de las burlas de sus asombrados amigos. Otros hombres de alma noble,
preocupados por el bienestar espiritual de la humanidad, han sido capaces de practicar este
tipo de separación; pero en el caso de Juan, fue el Espíritu Santo quien le dio el poder para
lograr esa abstracción espiritual.
Ciertamente, Juan era un hombre santo y estaba habituado a largos períodos de comunión
con Dios y meditación, y fue en uno de esos períodos de reflexión espiritual, un día del
Señor, cuando se halló transportado por el Espíritu a lugares celestiales. Así fue como su
naturaleza meditativa y los dulces y preciosos recuerdos de Cristo lo prepararon para
aquellas visiones extraordinarias. Esta trasposición del ser interno a otro mundo también
fue experimentada por otros santos de la Biblia, los cuales también recibieron visiones y
revelaciones procedentes de un poder sobrenatural, distinto de sus propias facultades
mentales. Sus poderes naturales eran suspendidos mientras se encontraban controlados por
el Espíritu Santo. Vea 1 Reyes 18:12; Isaías 6; Ezequiel 3:12, 14; 37:1; Hechos 8:39; 2
Corintios capítulo 12.
La combinación de las dos frases “en la isla de Patmos” y “en el Espíritu” (1:9, 10) prueba
que las limitaciones geográficas no son un estorbo para las visiones espirituales. Patmos era
la esfera, pero el Espíritu era la atmósfera. La extremadamente triste e inhóspita isla de
Patmos en el mar Egeo, no constituyó una barrera para que Juan recibiera la revelación de
Cristo.Todo lo que Juan vio mientras se encontraba en aquel estado extático, tenía
autoridad divina. De ahí el frecuente uso de la expresión “Estas palabras son fieles y
verdaderas” (19:9; 22:6–10).
B. ¡Escribe lo que ves!
Juan tenía que escribir lo que estaba experimentando. Dirigido por el Espíritu, puso por
escrito aquella revelación sublime. Doce veces se le dijo que escribiera. Es probable que
nosotros no seamos capaces de escribir volúmenes, pero lo que escribimos puede decir
tanto como esos volúmenes si somos fieles en escribir lo que recibimos del Espíritu Santo.
Ezequiel tuvo que escribir para decir todo lo que había visto en visión (Ezequiel 12:21–25).
Fue diferente el caso de las revelaciones celestiales de Pablo: cuando él fue arrebatado al
paraíso, escuchó palabras inefables, pero sus labios fueron sellados para que no dijera lo
que había visto y oído (2 Corintios 12:1–7). El aguijón que tenía en su carne le evitaba
exaltarse sobremanera en cuanto a la abundancia de sus revelaciones. Pero en el caso de
Juan, una y otra vez se nos amonesta guardar esas cosas que él recibió y escribió
(Apocalipsis 1:3, etc.).

C. ¡Escribe y envía lo que ves!


¡Cuán desafortunada hubiera sido la Iglesia si Juan no hubiera aceptado la misión de
registrar la Revelación otorgada a él por el Espíritu Santo! Pero el apóstol obedeció la voz
divina y les dio a las iglesias de su tiempo esta preciosa revelación, con la exhortación de
que hay que leerla y con la promesa de que una bendición divina vendrá sobre todo aquel
que lea el libro sagrado y obedezca sus instrucciones.

2. Su relación con la profecía


A través de la revelación bíblica sobre el ministerio del Espíritu Santo, nosotros sabemos
que El se identifica particularmente con la profecía. El Señor declaró que la doble misión
del Espíritu Santo sería guiar a los apóstoles a toda verdad y enseñarles las cosas que
habrían de venir. El resultado de lo primero son los evangelios y las epístolas, mientras que
el resultado de lo último es el Apocalipsis, en el cual se nos muestra la consumación hacia
la cual apuntan anticipadamente otras secciones de la Biblia. Fue el mismo Espíritu Santo
quien inspiró a los profetas del Antiguo Testamento para “testificar de antemano” acerca de
los sufrimientos y de la gloria de Cristo. El Apocalipsis está estampado con el sello de la
profecía, porque esta palabra aparece siete veces en sus páginas. De esta manera, las raíces
de la profecía están en los demás libros de la Biblia, pero su fruto se ve en este último libro.
En la misma orden de escribir, Juan recibió instrucciones para bosquejar las principales
divisiones de la revelación que había recibido. Escribe:
las cosas que has visto
las cosas que son
las cosas que han de ser después de estas.
(Vea Apocalipsis 1:19.) Las cosas pasadas se refieren a la visión de Patmos del Cristo
glorificado, su Persona y su posición (1:4, 18, 19).
Las cosas presentes se refieren a la historia de la Iglesia desde el día de Pentecostés hasta el
rapto (capítulos 1, 2, 3).
Las cosas futuras se refieren a todo lo que ocurrirá desde el traslado de la Iglesia, cuando
Cristo venga en las nubes (capítulos 4 al 22).
La mayor parte del Apocalipsis es material profético; contiene la consumación de todas las
tradiciones pasadas y es el único libro del Nuevo Testamento que encierra tanto material de
naturaleza profética. Como miembro de la Trinidad divina, el Espíritu Santo conoce el fin
desde el principio y pudo por lo tanto darle a Juan un panorama de los sucesos futuros.
Aquí tenemos una profecía práctica, en la cual el pueblo del Señor es exhortado a
permanecer fiel, por medio de las visiones simbólicas de la derrota final de todo lo malo. La
victoria final de Jesucristo está profetizada y nuestros corazones reposan tranquilos ante la
seguridad de que la mano horadada del Cordero tiene la llave de todo el futuro.

3. Su relación con la plenitud


Una frase que asombra a muchos, “los siete Espíritus,” aparece cuatro veces en el
Apocalipsis: 1:4; 3:1; 4:5; 5:6. Esto indica la plenitud del poder del Espíritu y también la
diversidad de sus actividades. No hay siete Espíritu Santos, sino sólo uno “un Espíritu”
(Efesios 4:4). Siete es el número de la perfección, y el Espíritu Santo reúne en sí mismo
todos los atributos de la Deidad. El es el Espíritu de la unción, y como tal, imparte sus
dones séptuples, posee un poder séptuple y derrama su séptuple gracia. El Espíritu Santo
estaba en el profeta Isaías cuando él se sintió impulsado, en Isaías 11:2–5, a testificar de
antemano que cuando Cristo volviera como Rey, el Espíritu reposaría sobre El,
capacitándolo para ejercer su función gubernamental en una forma séptuple:
1. como el Espíritu de Jehová
2. como el Espíritu de sabiduría
3. como el Espíritu de entendimiento
4. como el Espíritu de consejo
5. como el Espíritu de poder
6. como el Espíritu de conocimiento
7. como el temor de Jehová
En Zacarías leemos sobre la operación gubernamental del Espíritu, quien a través de su
séptuple ministerio hará que la tierra se regocije (Zacarías 4:6, 10). La frase apocalíptica
“los siete Espíritus” es por lo tanto otra manera de expresar la plenitud, la perfección y los
diversos atributos del Espíritu Santo, que es uno, y quien debe ejercer su diversificada
acción de gobierno bajo la autoridad del trono de Dios. (Vea Lucas 4:18, 19.)

4. Su relación dentro de la Trinidad


La tercera Persona de la Trinidad divina es igual, coexistente y coeterna con el Padre y con
el Hijo: “tres en uno, bendita Trinidad”. Por ser Dios, el Espíritu posee todos los atributos
divinos, algunos de los cuales son puestos de relieve en el Apocalipsis.

A. Divinidad
El apóstol Juan habla repetidas veces del Espíritu diciendo que es “de Dios”: “los siete
Espíritus de Dios”. El apóstol también asocia al Espíritu con el Cordero inmolado (5:6), y
descendió en Pentecostés como “el Espíritu de Cristo”. El era el Don prometido, tanto por
el Padre como por el Hijo, y era igual a los dos en substancia. El Espíritu Santo no sólo
procede de Dios, sino que es parte integral de la Trinidad. Lucas se refiere a El llamándolo
Dios (Hechos 5:3, 4). Por lo que nosotros amamos, adoramos y obedecemos al Espíritu
Santo como a Dios el Espíritu.

B. Autoridad
En vista de que la palabra “trono” aparece más de treinta veces en el Apocalipsis, no hay
duda de que este es “el libro del trono” y nos viene con toda la autoridad del terrible
tribunal de Dios. Se dice que el Espíritu Santo está delante de ese trono y que viene a Juan
desde él (4:5). Junto con los ángeles y los seres vivientes que están alrededor y en medio
del trono, el Espíritu Santo comparte su asociación con la autoridad judicial de Dios. En el
libro de los Hechos vemos la energía y la gracia del Espíritu Santo en los individuos; en las
epístolas vemos su presencia en la Iglesia. Pero el pensamiento principal en el Apocalipsis
es la proclamación que hace el Espíritu de que el hecho de que Dios gobierne la tierra está
totalmente de acuerdo con la justicia de su trono. Como procedente del trono, el Espíritu
Santo gobierna la tierra, llegando a ella desde el cielo.
No lo vemos en el Apocalipsis como el Consolador que mora en todo creyente (aunque eso
fue El para Juan en la soledad de su celda en la prisión y también para todos los santos que
sufrían persecución en ese tiempo), sino más bien se nos presenta como “el Señor, el
Espíritu”, ejerciendo la prerrogativa divina de la autoridad. Cristo dijo que cuando el
Espíritu viniera a la tierra en su plenitud, El no hablaría de su propia iniciativa o autoridad,
sino únicamente declararía lo que oyera (Juan 16:13–15). Y aquí Juan escribió que el
Espíritu funciona de esa manera; llega a él procedente del trono, con el mensaje autorizado
de Dios.

C. Santidad
Otro atributo de la deidad que comparte el Espíritu es el de la santidad inmaculada.
“Nuestro Dios es fuego consumidor”, y por lo tanto no puede tolerar ninguna cosa ajena a
su naturaleza tres veces santa. ¿Cómo podría El soportar algo contrario a su propio ser?
Ocurre lo mismo con el Espíritu, quien es uno con el Padre y con el Hijo en su
aborrecimiento del pecado. Este es el significado de la descripción simbólica del Espíritu
como “siete lámparas de fuego” ardiendo delante del trono (4:5). Como el símbolo de las
siete lámparas de fuego, El posee la perfección de la santidad representada por el trono
(Salmo 89:14; 6:1–3); una santidad que escudriña y destruye todo aquello que es contrario a
la santa naturaleza de la Trinidad.
Walter Scott observa que el símbolo que se usa aquí denota “la plenitud del Espíritu en su
acción gubernativa. Aquí no se ve al Espíritu salvando a los hombres por medio de la
predicación del Evangelio, ni a través de ninguno de sus diversos ministerios en la Iglesia,
sino que es presentado en armonía moral con el trono mismo. Las lámparas hablan de
iluminación, y el fuego sugiere un elemento vigorizante de limpieza y purificación. Por ser
la llama inextinguible, el Espíritu ilumina, purifica y destruye. El posee un discernimiento
activo y perfecto de todos los asuntos y elementos que están en juicio.

D. Omnisciencia
En latín, omni significa “todo” y scientia, “conocimiento.” Sólo la Deidad posee
omnisciencia o conocimiento total. El conocimiento perfecto, el discernimiento, el saber
retrospectivo, anticipado e introspectivo; todas estas son virtudes exclusivas de la Trinidad.
En un pasaje especial, el número siete se menciona tres veces en conexión con el Espíritu,
el “que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios” (5:6). Si
la frase “los siete espíritus de Dios” implica la plenitud del gobierno divino, entonces la
expresión “siete ojos” sugiere una perfecta inteligencia. (Vea Zacarías 3:9; 4:10.) El
Espíritu séptuple representa “los siete ojos del Señor que recorren la tierra de un extremo a
otro”, escudriñando todo aquello que merece juicio divino. (Vea Daniel 2:19–30.)
Los ojos son símbolo de conocimiento y sabiduría internos, como se demuestra en Efesios
1:18, cuando Pablo oraba para que los ojos del entendimiento de los efesios pudieran ser
iluminados. De igual manera Pablo no tenía ninguna duda acerca de la omnisciencia del
Espíritu, quien es capaz de escudriñarlo todo, aun las cosas más profundas de Dios (1
Corintios 2:10, 11). Ninguna cosa puede esconderse de El, quien lo discierne todo. ¡Qué
serio es pensar que esos siete ojos del Espíritu pueden escudriñar todos los pensamientos
del corazón suyo y el mío!

E. Omnipotencia
Los cuernos representan reyes o poderes reales (Daniel 7:8; Apocalipsis 13:7) y también
poder, fuerza y gloria (Salmo 75:10; 132:17; 1 Samuel 2:1). En los siete cuernos asociados
con el Espíritu Santo, tenemos la verdad del poder y la fortaleza perfectos (5:6). Job declaró
que él sabía que Dios podía hacerlo todo, y Jesús proclamó que todo poder le había sido
dado en el cielo y en la tierra. El libro de los Hechos es elocuente en cuanto a la
omnipotencia del Espíritu Santo; y en el Apocalipsis, donde se destaca su autoridad
judicial, el Espíritu aparece investido con la perfección del poder para aplicar cada edicto
divino pronunciado en contra de los poderes aparentemente grandes de la tierra.
En estos días en que se ve la impotencia de los gobernantes terrenales, debemos
consolarnos con la gloriosa verdad de la omnipotencia y soberanía divinas. Aun en la
reducida esfera de nuestra propia vida, cuando las dificultades parecen ser insuperables y
surgen necesidades que creemos que no podrán ser saciadas jamás, recordemos al Espíritu
Santo con sus “siete cuernos” y confiemos en El como “el Espíritu de poder”, quien
manifestará su omnipotencia en favor nuestro. El poderoso Espíritu de Dios no falla en
ningún aspecto.
Oh Santo Espíritu, poseedor de un séptuple poder,
Todas las gracias provienen de ti.

F. Omnipresencia
La omnipresencia es la capacidad de poder estar en todo lugar al mismo tiempo. Nuestra
mente finita no es capaz de entender el misterio de este atributo de la Trinidad. Sin
embargo este es un hecho que jamás podremos dejar a un lado al considerar al Espíritu,
presente en todo lugar. Esto era lo que David quería decir cuando preguntaba:
“¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?”
Aun si él hubiera podido tomar las alas del alba para que lo condujeran hasta las últimas
partes de la tierra, ¿qué ocurriría cuando llegara allí? ¡Aun allí estaría el Espíritu para
guiarlo y protegerlo! (Vea el Salmo 139:9, 10.) Los siete ojos con los cuales el Espíritu
transita la tierra de un extremo hasta el otro nos traen hasta otra frase usada por Juan: “Los
siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (5:6).
Hay dos frases combinadas en este versículo: “enviados por toda la tierra” y “en medio del
trono”, las cuales están relacionadas con las actividades del Espíritu Santo. En esta era el
Espíritu se relaciona con la Iglesia, pero durante los juicios indicados en el Apocalipsis, El
estará asociado con el gobierno de la tierra desde los cielos. Sus ojos escudriñarán entonces
a todos aquellos que merezcan castigo divino, no importa quiénes sean, en el mundo entero,
y por medio de su poder velará para que los dictados del trono sean obedecidos. Las rocas a
las cuales ellos clamarán para que los escondan de la venganza del Espíritu no les darán
ninguna protección. ¡Ay de los habitantes de la tierra pecaminosa cuando el Espíritu salga
del trono pata destruir las fuerzas malignas del mundo!

G. Personalidad
Casi todas las referencias que se hacen al Espíritu Santo en el Apocalipsis tienen que ver
con lo que El dice: “El Espíritu dice a las iglesias”; “Sí, dice el Espíritu”; “El Espíritu y la
esposa dicen: Ven.” Que el Espíritu no es una mera influencia o una emanación de Dios, se
prueba por el hecho de que puede hablar expresa o específicamente, como lo declara Pablo
en 1 Timoteo 4:1. la articulación de mensajes sólo es posible donde hay personalidad.
Puesto que el Espíritu Santo posee todos los verdaderos elementos de la personalidad, El
controló los pensamientos y las emociones de Juan y los utilizó como medios de expresión.
¡Oh, si la gente de este tiempo pudiera responder a la suplicante voz del Espíritu cuando
llama a los pecadores para que se reconcilien con Dios!

5. Su relación con la Iglesia


Si bien es cierto que la mayor parte del Apocalipsis se ocupa del control gubernamental de
Cristo sobre la tierra y de la asociación del Espíritu con dicho control, vemos por otra parte
que en las cartas a las siete iglesias se repite siete veces la frase “El Espíritu dice a las
iglesias” (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). La mayor parte de las referencias al Espíritu se
hallan en estas siete cartas.
Desde que obró para el nacimiento de la Iglesia, la cual es el Cuerpo del Señor, el día de
Pentecostés, el Espíritu Santo ha sido el administrador de todos sus asuntos. En el libro de
los Hechos, donde hallamos la fundación y la expansión de la Iglesia, la presencia y
presidencia del Espíritu dominan la escena. Si la Iglesia se encuentra espiritualmente
impotente en la actualidad, es porque ha perdido la verdad concerniente al señorío del
Espíritu Santo, quien distribuye sus dones entre sus miembros como El quiere.
Después de Apocalipsis 2 y 3, el Espíritu realiza desde el trono una labor judicial sobre
toda la tierra. Pero cuando el Señor vuelve a la Iglesia con sus exhortaciones finales, el
Espíritu se identifica nuevamente con la Iglesia, la cual es presentada como la novia.
Proclama con ella el deseo de que Cristo ejecute su promesa de tomar a la novia para sí: “El
Espíritu y la esposa dicen: Ven” (22:17). Esta es la última visión del Espíritu Santo que se
nos da en la Biblia, ¡y qué visión tan gloriosa!

6. Su relación con los individuos


Mientras se prepara el camino para el reino universal de Cristo durante la Gran Tribulación,
el trato con los hombres es corporativo. Se trata con iglesias, pueblos, lenguas y naciones
en conjunto. Sin embargo, en la sección eclesiástica del Apocalipsis, una característica muy
notable en cada una de las siete cartas es la manera en que el Espíritu está ligado a los
creyentes individualmente. Las cartas son dirigidas por Cristo a las iglesias, pero es
responsabilidad de cada miembro de esas iglesias atender a lo que El les dice. Puesto que el
ministerio del Espíritu Santo consiste en tomar la verdad y revelárnosla a nosotros aclarar
en nuestra mente el significado íntimo de la misma en cada carta leemos: “El que tiene oído
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
En el día de Pentecostés, el Espíritu se relacionó con los hombres en forma conjunta y
como resultado de su derramamiento, salvó millares de personas a la vez. Pero con la
necesidad de la rectificación espiritual de las siete iglesias, la responsabilidad de escuchar
la voz de reprensión y de arrepentirse recae sobre los miembros como individuos. Al fin y
al cabo, cualquier iglesia está compuesta de individuos y si cada uno de estos individuos
trata de andar en el Espíritu y experimentar su poder, la Iglesia como un todo será
bendecida. ¿Siente usted que sus oídos están atentos a la voz del Espíritu Santo cuando El
les habla a las iglesias hoy? Esta misma responsabilidad personal es señalada tanto al
principio como al final del libro: “Bienaventurado el que lee” (1:3; 22:17, 18, 19). ¡Que la
gracia nos haga responder inmediatamente al llamamiento vivo y privado que hace el
Espíritu a cada oído abierto!

7. Su relación con la eternidad


Cuán inspirador es saber que el Espíritu Santo es el heraldo de la resurrección y de nuestra
eterna bienaventuranza y gloriosa recompensa. Las dos últimas vislumbres del Espíritu, de
las cuales nos ocuparemos ahora, tienen un significado sumamente valioso.

A. El agente de la resurrección
Habiendo participado en la resurrección de Cristo de entre los muertos, el Espíritu Santo es
el agente de la resurrección de los santos. El Espíritu de aquél que levantó de los muertos a
Jesús (Romanos 8:11) también levantará de entre los muertos a aquellos que son del Señor.
Esto nos trae a la resurrección de los dos testigos después de que han sido sacrificados
exactamente en el mismo lugar en el cual Jesús fue crucificado y volvió a vivir.
La muerte de los dos últimos grandes profetas de Dios, por causa de sus pronunciamientos
sobre el juicio divino, causará gran regocijo entre los inicuos. Como lo expresa William
Newell: “Se desata después un verdadero tiempo de regocijo infernal que casi parece una
celebración navideña,” porque los moradores de la tierra se regocijaron en la muerte de los
dos testigos y se enviaron regalos unos a otros (11:1–12). La identidad de estos dos testigos
(sobre la cual hay muchas conjeturas) no nos interesa mucho por el momento. Lo que nos
impresiona es su valiente testimonio antes de que la tierra sea entregada a Satanás y al
anticristo. Las multitudes, que los escucharon predicar en contra de las maldades de los
humanos en su propia cara, fueron las que mataron a los valientes heraldos y dejaron sus
cuerpos mutilados en las calles de la ciudad por tres días y medio. Se hicieron excursiones a
la ciudad de Jerusalén para ver los cuerpos insepultos de estos dos profetas de Dios y
recrearse ante ellos.
Pero cuando los hombres hacen lo peor contra los hombres, entonces interviene Dios y hace
lo mejor por aquellos que sufren por su causa. Así leemos que “entró en ellos el espíritu de
vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies”. Luego fueron arrebatados al cielo
mientras sus enemigos presenciaban asombrados su ascensión. Tal resurrección y ascensión
acabaron con la alegría infernal de los rostros de aquellos que asesinaron a los dos testigos
y se llenaron de espanto. Aquellos dos hombres, muertos en Cristo, se levantaron de la
muerte y fueron arrebatados: un cuadro de lo que ocurrirá cuando Jesús vuelva por su
Iglesia verdadera (1 Tesalonicenses 4:13–18).
Pablo proclamó que Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de
santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4). Es este mismo Espíritu
de santidad el que habrá de resucitar con vida y energía divinas a aquellos dos cuerpos
muertos y abandonados en las calles de Jerusalén. Lo que nos impresiona con relación a
esta particular actividad del Espíritu Santo es el hecho de que El resucita a los dos testigos
después de tres días y medio exactamente. Otro medio día más y la corrupción se habría
apoderado totalmente de sus cadáveres. Dios, sin embargo, no permitió que sus santos
sufrieran corrupción. Jesús también resucitó al tercer día. Seguramente, usted recordará que
Marta pensaba que la resurrección de su hermano Lázaro ya era imposible, porque dijo:
“Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11:39). Sin embargo, Dios tiene poder
para resucitar a los muertos, no importa cuánto tiempo lleven en la tumba.

B. El heraldo de las bendiciones eternas


¡Qué visión más preciosa nos da Juan acerca del ministerio del Espíritu Santo en conexión
con la bienaventuranza de todos los santos que han muerto! (Vea Apocalipsis 14:13.) La
voz amorosa del cielo le dijo a Juan: “Escribe:
Bienaventurados de aquí en adelante
los muertos que mueren en el Señor.
Sí, dice el Espíritu,
descansarán de sus trabajos,
porque sus obras con ellos siguen.”
El Espíritu fue enviado para que fuera el Consolador legado a los cristianos, y la Iglesia
primitiva supo lo que era andar “en el temor del Señor” (Hechos 9:31). En su calidad de
Consolador, el Espíritu Santo dirige su mensaje a todos los santos un mensaje que contiene
una triple seguridad.

C. El regocijo de los muertos


“Bienaventurados (dichosos) de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor.”
¿Hay algún significado en las palabras de aquí en adelante? Creemos que sí. La expresión
“de aquí en adelante” un indicador definitivo de tiempo implica la inminencia del fin y que
aquellos que se enfrentan a los más terribles sufrimientos en toda la historia humana están a
punto de entrar en la bendición. Pero este mensaje tiene la misma validez para todos los que
mueren en el Señor en cualquier tiempo. Sólo aquellos que mueren en el Señor tienen
derecho a regocijarse, porque ellos saben que aunque sus restos reposen en la tumba hasta
el día de la resurrección, su espíritu pasará de la muerte a la presencia del Señor para
disfrutar de vida eterna. Tan pronto como se separan del cuerpo, llegan a su hogar, junto al
Salvador. ¡Cuán diferente es para aquellos que mueren en sus pecados! Para éstos no hay
regocijo; sólo habrá amargura eterna.

D. El descanso de los muertos


“Descansarán de sus trabajos.” Entre “las nubes de testigos” en el cielo, ninguno brillará
con más fulgor que los santos de la gran Tribulación, quienes servirán y sufrirán bajo las
más terribles circunstancias. ¡Cuánto apreciarán las palabras de rica consolación del
Espíritu los santos de la Tribulación, que después de andar en el vigor de su fe entrarán a su
reposo perdurable! La fatiga y las lágrimas, el dolor y el sufrimiento, habrán pasado para
siempre jamás. Descansarán de su trabajo cargado de tribulación, dolor y muerte al ser
trasladados al cielo para disfrutar de un oficio más bienaventurado: el de servir al Señor día
y noche para siempre.

E. La recompensa de los muertos


“Sus obras con ellos siguen.” Las obras de aquellos santos resucitados y arrebatados no van
después de ellos, sino más bien los acompañan de manera que reciban por ellas una
recompensa. El Juez justo analizará el verdadero valor de sus obras y recompensará a cada
santo de acuerdo con su servicio. Como se notará en las cartas a las siete iglesias, el
Espíritu Santo estará definitivamente relacionado con las recompensas otorgadas a los
vencedores (capítulos 2 y 3). Por supuesto, todos los que están en Cristo disfrutarán el
descanso eterno que llega a través de la muerte. Nuestra esperanza es que todavía estemos
vivos cuando El venga y que por lo tanto tengamos la dicha de ser trasladados al cielo sin
tener que morir. Pero, ya estemos entre los muertos o entre los vivos cuando Cristo vuelva,
nuestras obras seguirán con nosotros y lo que hayamos servido será la base de nuestra
recompensa. “Las obras de cada uno serán probadas por el fuego para determinar de qué
clase son.” (Vea Romanos 14:10, 12; 1 Corintios 3:12–15; 2 Corintios 5:9, 10.) ¡Algunos
serán salvos como por fuego! Porque están en Cristo, estarán en el cielo, pero será con un
alma salva y una vida perdida. Ningún crédito se les otorgará cuando el Juez recompense el
servicio abnegado de sus santos. ¡Dios garantiza que habrá una justa recompensa para cada
uno de nosotros! Ojalá sea nuestra la bienaventuranza: “¡Bien hecho, buen siervo y fiel.
Entra en el gozo de tu Señor!”

La visión séptuple
El cuadro de Cristo dibujado en el cielo
Apocalipsis 1:12–18
Entre los diversos aspectos del Apocalipsis, es prominente el hecho de que este es un libro
que trata sobre una Persona, Cristo mismo, quien es su tema central. El doctor G. Campbell
Morgan observa: “Cualquier estudio de Apocalipsis que no se centre en Cristo y que no vea
todo lo demás en relación con El, conducirá al lector a un laberinto sin salida.” Así las
primeras cuatro palabras de Apocalipsis declaran su naturaleza y su propósito: “La
revelación de Jesucristo.” No es “la revelación de Juan el teólogo”, sino la manifestación de
Uno a quien Juan amaba tiernamente.
Tampoco se trata aquí de “las revelaciones”. Es el singular, no el plural el que se usa. Es “la
Revelación”, en la cual hay muchas facetas. En el Apocalipsis, Cristo es más plenamente
revelado y exaltado que en cualquier otro libro de la Biblia. Abundan las alusiones a Cristo,
como en las veinte o más referencias a El como “el Cordero”. Una división amplia del libro
sería esta:
Cristo y sus santos (Capítulos 1–3)
Cristo y el mundo antiguo (Capítulos 4–19)
Cristo y el mundo nuevo (Capítulos 20–22).
En los evangelios vemos a Cristo sirviendo y sufriendo. En el libro de los Hechos lo vemos
vivo para siempre, obrando a través de su Iglesia. En el Apocalipsis, es el Héroe supremo,
que derrota a todos sus enemigos.
Al observar la lucha entre el bien y el mal y los puntos más críticos de este drama,
recibimos con profundo aprecio la imagen de Jesús como el futuro ejecutor de la justicia
divina y el dispensador de la retribución y de las recompensas. Aquí se hace la presentación
del Rey y su reino, y de cómo el Rey toma por la fuerza lo que le corresponde.
Cristo es la clave del libro; el Espíritu Santo es nuestro guía y nuestra propia espiritualidad
es la medida de la manera en que podemos apreciar el retrato de cuerpo entero de nuestro
Salvador.
En muchos sentidos, el primer capítulo es uno de los más importantes del libro, puesto que
en él se da un sumario de todo lo que va a ocurrir. Los nombres, títulos y símbolos que se
dan de Cristo en este capítulo inicial son distribuidos y ampliados a través del libro.
Ningún otro libro de la Biblia descubre la presencia, la Persona y el poder del Señor
Jesucristo como lo hace el Apocalipsis, que se declara como un panorama maravilloso de
nuestro Señor mismo y no meramente de los sucesos relacionados con su triunfo. El libro se
abre con Cristo como el revelador de sí mismo (1:1–3). Puesto que es la revelación de
Jesucristo, el libro adquiere un significado superior y se hace inmensamente importante.
Aquí El es descrito como la figura central, que posee las llaves del destino. A pesar de los
demonios y los hombres malvados, Cristo avanza invencible a través del fascinante y veloz
drama del libro. Tome nota de las presentaciones autoritativas de Cristo en los “Yo soy” del
primer capítulo y compárelas con los “Yo soy” que da Juan en su evangelio.
Una de las características especiales de este primer capítulo es el cuadro auténtico que nos
da de Jesucristo. Hay aquí un retrato que ningún artista ha sido capaz de pintar. El capítulo
abunda en títulos y superlativos y los utiliza para describir a Aquél que no tiene
comparación.

1. El prólogo (1:1–3)
No simpatizamos con el sistema modernista de interpretar el Apocalipsis. Su falsa
afirmación de que Juan tomó la visión de su libro de la antigua literatura apocalíptica y que
sólo nos da una mezcolanza del folklore pagano, es claramente contradicha por la
declaración que hace Juan acerca del origen y el orden de lo que vio y escribió. El apóstol
no nos ha legado una colección de visiones paganas cristianizadas. Al contrario: Cristo nos
presenta un sumario de su triunfo final sobre todas las fuerzas que se le oponen. Como esta
revelación es dada por Dios, es nuestra solemne obligación inclinarnos reverentemente
mientras la estudiamos.
En el Apocalipsis encontramos lo que bien podríamos llamar una escalera con cinco
peldaños:

Dios
Cristo
el ángel
Juan
los siervos de Dios

Dios le dio la revelación a Jesucristo, puesto que ésta se refiere a El. Cristo, a su vez se la
dio a su ángel, después de lo cual los ángeles son prominentes en el libro. El mensajero
angelical le comunicó la revelación a Juan. Juan entonces puso por escrito todo lo que
recibió para la iluminación y edificación de los santos de todas las edades. Ese es el orden
que se sigue hasta la conclusión: “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el
Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus
siervos las cosas que deben suceder pronto” (22:6).
Nadie estaba mejor calificado que Juan para actuar como el canal autorizado de esta
sublime revelación. Esto es evidente por lo que los evangelios relatan acerca de la
intimidad de este apóstol con Cristo. Juan fue amigo íntimo de Cristo y muy amado por El.
También se dice que él se recostaba sobre el pecho de Jesús. Y fue Juan quien escribió las
palabras de Jesús concernientes a la capacidad del Espíritu para revelarles a los siervos de
Cristo las “cosas que sucederán.”
Antes de seguir adelante en nuestro estudio es esencial que hagamos una pausa y nos
preguntemos: “¿Estoy yo preparado espiritualmente para recibir bendición del Señor a
través de la lectura de este gran libro?” Nuestra actitud humilde debe ser: “Enséñame tú lo
que yo no veo; si hice mal, no lo haré más” (Job 34:32).
Para poderle transmitir esta revelación a Juan por medio de su ángel, Jesús utilizó símbolos
(1:1). Es decir, usó figuras y señales para impartirle su conocimiento. En nuestro estudio de
estos símbolos, debemos tratar de interpretarlos a la luz de su uso en otras partes de las
Escrituras. Debemos comparar símbolo con símbolo y así protegernos de las extravagancias
de interpretación en las que caen muchos expositores.
Debemos también considerar cuándo fue que Juan vio todas las cosas que escribió
posteriormente en el Apocalipsis. El indica que se encontraba en la isla llamada Patmos
(1:9) y que la revelación le fue dada allí durante cierto día del Señor, mientras El estaba en
el Espíritu (1:10). Dos frases constituyen aquí una interesante combinación: “en la isla” y
“en el Espíritu.” Evidentemente, las limitaciones geográficas de Juan no eran un obstáculo
para su visión espiritual. Su oscuro calabozo no era capaz de cautivar su libre espíritu. ¿Así
ocurre con nosotros? Cuando nos encontramos atrapados y confinados en circunstancias
que nos aíslan de un mundo libre que se halla alrededor de nosotros, ¿nos sentimos más
capacitados espiritualmente para comunicarnos con el cielo? En nuestra isla de
restricciones, ¿estamos nosotros también en el Espíritu?
Hay dos maneras de interpretar “el día del Señor”. La interpretación común y corriente es
que este día en particular era un domingo o primer día de la semana, el cual observaba Juan
cuando le llegó la visión. Y ciertamente esta es una designación apropiada del día que se
conoce como “domingo”, aunque dicho día no se designa así en ningún otro lugar de la
Biblia. El primer día de la semana es el día de Cristo: el día de la resurrección, el día que el
Señor ha separado para la adoración de su nombre y la predicación de su Palabra. Y en este
día, el mejor de todos, cuando tenemos la oportunidad de hacer a un lado las cosas del
mundo, podemos escuchar la voz de Dios y dedicarnos a la comprensión espiritual de su
Palabra.
Otros eruditos creen que esa frase no se refiere al primer día de la semana, sino que
significa “el día del Señor”, quizá con un sentido más profético. Estar “en el Espíritu”
puede referirse a alguna clase de preparación por medio de la cual el Espíritu Santo
proyectó la mente de Juan hacia el futuro, como lo declaraban los profetas del Antiguo
Testamento cuando profetizaban acerca del día del Señor. Isaías 2:10–22, por ejemplo, es
considerado como un resumen general de los capítulos 4 al 19 del Apocalipsis. Juan fue
llevado hacia el futuro por el Espíritu hasta el terrible día de los juicios y se le hizo
describir detalladamente lo que Daniel y otros profetas habían visto en general.
Puede ser que la solución se encuentre en armonizar ambos puntos de vista sobre el día del
Señor. Mientras Juan meditaba un primer día de la semana, el Espíritu Santo capacitó a
Juan para que pudiera ver el panorama del futuro y distinguir allí el día venidero del Señor.
Antes de dejar el prólogo debemos considerar dos frases más. Juan recibió una revelación
de “las cosas que deben suceder pronto” (1:1). Esta palabra “pronto” lleva en sí el sentido
de presteza o inminencia. Una vez que comience la acción habrá una sucesión rápida de
eventos. No existe aquí la idea de que Juan esperara que todo lo que él predijo se cumpliría
casi inmediatamente.
La misma idea está asociada con la declaración “el tiempo está cerca” (1:3). Afirma Walter
Scott: “La profecía aniquila el tiempo y todas las circunstancias que intervienen, aun las
opuestas, y lo coloca a uno en el umbral de su cumplimiento.” De acuerdo con nuestra
manera de pensar, parece como si Dios estuviera deteniendo el cumplimiento de sus
últimos propósitos esbozados en el Apocalipsis, pero tal demora no significa más que
gracia a favor de un mundo condenado.

2. Las prerrogativas (1:4–11)


Con un estilo autoritativo, el apóstol Juan empieza esta sección con su propio nombre:
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia.” Igualmente enfática es la expresión que se
encuentra en el versículo 9: “Yo Juan.” La palabra griega apostello significa “enviar” y
describe a un mensajero comisionado para cumplir una misión importante. En este sentido
se aplica este término a Cristo (Hebreos 3:1). Cuando Juan inicia la comunicación de la
revelación enviada a él (1:1), trata de afirmar su autoridad como apóstol, o “enviado”. Lo
que él está a punto de anunciar, no procede de su propia creación. Como mensajero enviado
por Dios, Juan va a describir “todas las cosas que ha visto” (1:2). Con la expresión “Yo
Juan” del versículo 9, el apóstol proclama la apertura del libro que contiene la segunda
venida de Cristo. En la frase “vengo en breve” de 22:20, Cristo anuncia su propia venida.
El Señor Jesucristo se presenta en el versículo 4 como el “que es y que era y que ha de
venir”. “El que es” se refiere al presente y nos recuerda la inmutabilidad de Dios. Por ser el
Dios Inmutable, Cristo está capacitado para actuar con independencia en un presente
cambiadizo y fugaz. “El que era” retrocede hacia el pasado y nos hace volver millares de
años atrás. “El que ha de venir” nos lleva hacia adelante y nos hace recordar que lo que el
Señor ha sido, continuará siéndolo para siempre. El es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
Hay otra importante verdad en la salutación de Juan (1:4, 5). La preposición “de” se usa
tres veces: de El (1:4), es decir, de Dios, el independiente, el que existe por sí mismo; de los
siete espíritus los cuales están delante del trono (1:4). Por la designación “siete espíritus”
podemos entender (como ya lo hemos explicado) la plenitud de poder y la diversidad de
actividades del Espíritu Santo; de Jesucristo (1:5). De esta manera, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo están ligados en la comunicación de esta revelación. Aquí, como en los
demás lugares de las Escrituras, el Dios trino está obrando en perfecta unidad.
“Jesucristo, el testigo fiel” (1:5), le imparte fuerza al mandamiento del Señor a la iglesia de
Esmirna: “Sé fiel hasta la muerte” (2:10). Su vida mostraba sus enseñanzas y
mandamientos gráficamente. La descripción “Jesucristo el testigo fiel” demuestra la
relación de Jesús con el Padre mientras el Salvador estaba en esta tierra. Como verdadero
profeta, El nunca dejó de declarar todo el consejo de Dios. La palabra “testigo” describe a
alguien que ve, sabe y por lo tanto habla, y es una palabra característica de Juan (quien la
usa más de setenta veces en sus escritos).
“Jesucristo primogénito de los muertos” (1:5) es un título maravillosamente descriptivo.
“Cristo es tanto las primicias como el primogénito de los muertos,” dice Walter Scott. “El
primer título indica que El es el primero en tiempo de la futura cosecha de los que duermen
(1 Corintios 15:20, 23). El último título significa que El es el primero en rango de todos los
que se levantarán de entre los muertos. ‘Primogénito’ es una expresión de supremacía, de
preeminente dignidad, y no de tiempo o de secuencia cronológica (Salmo 89:27). Sin
importar dónde, cuándo ni cómo entró Cristo en el mundo, necesariamente tomará siempre
el primer lugar en virtud de lo que El es.” Dicho título también señala hacia la obra
sacerdotal de Cristo.
“Jesucristo el soberano de los reyes de la tierra” (1:5) retrata el aspecto de realeza dentro de
la obra de Cristo. Los reyes de la tierra han sido siempre monarcas orgullosos y poderosos,
y hasta el momento de la aparición de Cristo, ejercerán una fuerte influencia. Pero cuando
Cristo venga para poner en función sus derechos soberanos, El tendrá el supremo dominio
de todo. Todos los cetros imperiales serán destruidos y todas las autoridades opositoras
serán desmanteladas. Como el Señor de señores, Cristo dominará sobre todos aquellos que
ejerzan autoridad; como Rey de reyes, reinará sobre todos los que reinen. ¡Qué gobierno
soberano le espera a esta caótica tierra!
“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin” aparecen en 1:8, 11, pero muchos eruditos
sostienen que la primera parte del versículo 11 no aparece en el texto original tal como lo
escribió Juan. (El título habría sido tomado del versículo 8 y la frase “el primero y el
último” vendría del versículo 17. Aquí nos encontramos con uno de esos divinos “Yo soy”
que hacen resaltar la dignidad y la autoridad de Cristo. Alfa y omega, primera y última
letras del alfabeto griego, sugieren que Cristo es el principio y el final de todo lo referente a
los planes de Dios con relación a la humanidad. El es el primero y el último y todo lo que
llena el intermedio.
Cristo aparece nuevamente en el versículo 8 como el Ser de los tres tiempos (como aparece
en el versículo 4), pero esta vez, con dos adiciones: “el Señor”, “el Todopoderoso”. Estos
títulos constituyen una conclusión apropiada para esta sección tan abundante en ellos. Con
la manifestación del juicio sobre las fuerzas antagónicas del infierno y de la tierra y todo el
odio que se había amontonado sobre los justos, es de mucha consolación contar con la
revelación de la autoridad omnipotente del Señor, y otros recursos en los cuales apoyarnos
desde el principio del libro.
Como veremos más tarde, las circunstancias en que vivirán los necesitados los obligarán a
hacerle constantes demandas a tan poderoso nombre. Grandes poderes malignos tratarán de
hundir al pueblo de Dios, pero el Todopoderoso estará presto a defenderlo. ¡La
omnipotencia se enfrentará a esas fuerzas arrogantes y soberbias … ¡y triunfará! La gran
pregunta del Apocalipsis es “¿Quién reinará?” Sólo hay una respuesta a esta pregunta
crítica: El Señor Todopoderoso.
La revelación y la enumeración de las dignidades de Cristo figuran en la triunfante
doxología de los redimidos (1:5, 6). Nuestros sentimientos son conmovidos profundamente
y asciende nuestra adoración cuando meditamos en todo lo que el Señor es en sí mismo y
de qué manera son aplicados sus atributos a favor de todos los suyos.
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (1:5). La liberación está ya
realizada, pero el amor de Dios continúa para siempre. “Como había amado a los suyos los
amó hasta el fin” (Juan 13:1). ¡Qué gran fortalecimiento trae a los redimidos de todos los
tiempos el amor inconmovible y siempre presente del Redentor! Durante el período de la
Tribulación, cuando el fuego de la persecución se amontone alrededor del pueblo de Dios
que haya quedado sobre la tierra, ¡qué cantos de triunfo y de victoria entonarán los
redimidos al descansar confiadamente en el amor de su Libertador!
“Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (1:6). Juan no olvida celebrar la alta
dignidad de los redimidos. Cristo, cuya sangre y amor constituyen la base de nuestra
confianza y descanso, ha hecho a su pueblo “un reino para ser sacerdotes para su Dios, su
Padre”. La palabra original de la cual viene el término “reyes” aparece en singular: “reino”,
lo cual está completamente de acuerdo con todo el libro, e indica que los redimidos no
serán únicamente sujetos gobernados, sino que también ejercerán soberanía. Los santos han
de reinar como sacerdotes. Ahora todos los creyentes ejercen las funciones sacerdotales
aquí en la tierra (Efesios 2:18; Hebreos 13:15), pero el Apocalipsis prevé el ejercicio de un
sacerdocio real.
Walter Scott pregunta: “¿Cuál es el significado de la dignidad real y la gracia sacerdotal?
Zacarías 6:13 establece exactamente esta posición: ‘Se sentará y dominará en su trono, y
habrá sacerdote a su lado.’ Como nosotros hemos de reinar con Cristo, el carácter de su
reino determinará la naturaleza del nuestro. Nunca olvidemos nuestro elevado rango, ni
actuemos por debajo de él en la práctica. Pensar en ello constantemente nos impartirá
dignidad de carácter y nos mantendrá por encima del espíritu de ambición por el dinero que
reina en nuestro tiempo (1 Corintios 6:2, 3).” ¡Sí, y notemos el orden: reyes y sacerdotes! Si
queremos interceder con eficacia, debemos reinar constantemente en la vida. Cuando
triunfemos sobre el mal interno y externo como reyes, entonces tendremos libertad y poder
como sacerdotes para interceder por la causa de los perdidos y de las almas en pecado.
“A él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (1:6). En esta atribución de eterna
gloria y dominio a Cristo, vislumbramos el cumplimiento de su gloria visible y su extenso
dominio tal como lo anunciaran los santos del pasado. Conforme se va desarrollando la
revelación, esta doxología aumenta en plenitud. Aquí es doble; en 4:11 es triple; en 5:13 es
cuádruple; y en 7:12 es séptuple.
En el versículo 7 hallamos un testimonio sobre la segunda venida de Cristo. William
Newell designa con toda razón este versículo como el primer gran texto del Apocalipsis. En
21:5 encontramos el segundo: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” El glorioso
advenimiento de nuestro Señor es presentado con la exclamación “¡He aquí!” de pie como
centinela en el umbral mismo del libro.
Aquí Juan está haciendo énfasis en el regreso de nuestro Señor a la tierra. Esto es, su
manifestación pública ante el mundo entero, que terminará con el establecimiento de su
reino. Y todo ojo, en un momento u otro, presenciará su manifestación personal en público.
Por la expresión “los que le traspasaron” podemos entender los judíos y también los
gentiles. Es Juan quien nos hace recordar que fue un soldado gentil quien abrió el costado
del Salvador (Juan 19:33–37).
Así lo expresa Walter Scott: “El vacilante y débil representante de Roma degradó la
grandeza imperial su jactanciosa reputación de justicia inflexible al ordenar cobardemente
que su augusto prisionero, a quien había declarado inocente tres veces, fuera azotado y
crucificado.” Pero, ¿hay aquí una referencia especial a los judíos, ya que ellos aguijonearon
a Pilato para que crucificara al Salvador (Zacarías 12:10)? Cuando el pueblo de Israel vea
aparecer a Cristo, creerá en El, y cuando el verdadero amanecer haya llegado para los
judíos que moren en la tierra, el pueblo experimentará su nuevo nacimiento como nación.
El gemido general de angustia por la venida del Hijo del Hombre no se debe perder de
vista. No debemos limitar el terror a las dos tribus de Judá y Benjamín, ni tampoco a las
otras diez tribus. La expresión usada aquí no es “las tribus de la tierra de Israel”, sino
“todas las tribus de la tierra”. El anuncio profético que describe a los hombres
escondiéndose en las cuevas de la tierra para no presenciar la ira del Señor, llega hoy a su
realización (Isaías 2:19; 1 Tesalonicenses 5:2, 3; Lucas 21:34, 35). Entonces viene el doble
asentimiento al testimonio profético: “Sí” y “amén”. Cristo viene, tanto para los judíos
como para los gentiles, y para ambos grupos la Palabra de Dios permanece para siempre.

3. Su Persona (1:12–18)
En esta sección, Juan presenta una impresionante descripción de Aquél cuya voz él
escuchó. Los símbolos de cargo y de personalidad dados aquí, se identifican con el Hijo del
Hombre, quien es poseedor de una plena y completa divinidad. Las siete partes del retrato
de cuerpo entero de Cristo son fáciles de discernir y todas las características (como lo
indicaremos más detalladamente en nuestra próxima sección) están distribuidas entre las
iglesias. Al seguir adelante, debemos observar que hay una vasta diferencia entre los
sufrimientos pasados de nuestro Señor y su soberanía futura. ¡Al fin vemos al Cristo
escarnecido coronado para siempre como Rey de reyes y Señor de señores!
El Apocalipsis trata sobre la Persona y el poder de Jesucristo, con múltiples símbolos sobre
sus actividades, funciones y carácter. Aquí vemos a Jesús relacionado con el tiempo y con
la eternidad, con judíos, con gentiles y con la iglesia de Dios. La parte del primer capítulo
en la que queremos detenernos, es la que muestra a Cristo como el personaje celestial con
apariencia humana. En El están combinadas la deidad y la humanidad y están
maravillosamente mezclados lo celestial y lo terreno (1:9–18). ¡Qué enorme diferencia hay
entre los pasados sufrimientos de nuestro Señor y su futuro reinado! Al fin vemos a Jesús
(quien fue una vez objeto de vergüenza, escarnio y contradicción), coronado de honra y
gloria.

A. Su vestidura y su cinto (1:13)


En medio de los siete candeleros,
uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies,
y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
La posición de Cristo en medio de la Iglesia (simbolizada por los siete candeleros) lo
declara como la Cabeza y el centro de poder de la Iglesia.
El título de Cristo el Hijo del Hombre lo identifica con la humanidad y con el juicio.
La vestimenta y el cinto de Cristo declaran su autoridad real y también la majestad de su
sacerdocio. Es una alusión a las bellas vestimentas de los sumos sacerdotes bajo el orden
levítico e indican las cualidades personales y la posición oficial del Sacerdote.
La vestidura de Cristo le “llegaba hasta los pies”, pero no se los cubría. De otro modo, Juan
no hubiera podido distinguirlos para inclinarse a adorar a su Señor, cuya forma glorificada
estaba debidamente vestida. En el Calvario, Jesús fue desvestido y sobre su ropa echaron
suertes, pero ahora aparece vestido con su bella túnica, como el gran Sumo Sacerdote. “Y
sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2).
Cristo también estaba “ceñido por el pecho con un cinto de oro”. Cuando el cinto está
alrededor de los lomos es indicación de preparación para el servicio (como en Juan 13:4, 5),
pero cuando está ciñendo el pecho implica dignidad sacerdotal y juicio. El hecho de que el
cinto es de oro, indica la divinidad de Cristo y su legítima dignidad real. El pecho bien
puede implicar calma y reposo, o preparación para el juicio.
Juan no ve a Cristo vestido como Rey-Sacerdote ante el altar de oro con el incensario y el
incienso ardiendo, sino que lo ve entre los candeleros con la despabiladera, como si
estuviera revisando las lámparas del santuario para ver si pueden seguir alumbrando o si se
veía en la necesidad de quitarlas de su lugar pronto. Todas las figures del lenguaje que
siguen son una expresión de juicio; una revelación del Sacerdote, no en el altar con el
incienso, ni siquiera junto a la lámpara con el aceite, para ver si era necesario llenarla, sino
con la despabiladera en su mano para juzgar y limpiar los candeleros.
Esta visión inicial recibida por Juan, no se refiere a la gracia pastoral de Cristo, sino a su
autoridad judicial. Esta es la razón por la cual el Apocalipsis debe ser visto como un libro
de juicios. Las palabras “Juez” y “juicios” aparecen quince veces en todo el libro. Las siete
iglesias se presentan como si estuvieran en el lugar de este juicio, el cual debe siempre
empezar por la casa de Dios (1 Pedro 4:17). Si quiere una enumeración de los diversos
juicios del Apocalipsis donde Cristo es Juez, tome nota del siguiente sumario:
1.Juicio de la historia terrena de la Iglesia (capítulos 2 y 3).
2.Juicio de las naciones rebeldes, especialmente las que adoraron a la bestia (capítulos 4–
16).
3. Juicio del sistema de idolatría en la tierra (capítulos 17 y 18).
4.Juicio de la bestia, el falso profeta, los reyes y los ejércitos del Armagedón (19:19–21).
5.Juicio de la actuación que se le ha permitido al diablo sobre la tierra (20:1–3)
6.Juicio de las naciones salvadas (bajo equidad, paz y justicia impuestos) durante el milenio
(20:4–6).
7.Juicio de los que se rebelan en la tierra al ser suelto Satanás (20:7–9).
8.Juicio de Satanás en el lago de fuego para siempre (20:10).
9.Juicio de los no salvos ante el gran trono blanco (20:11–15).
Cada uno de estos juicios venideros presenta un rasgo especial de Cristo en cada etapa.

B. Su cabeza y su cabello (1:14)


Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve.
La cabeza blanca de Cristo, descubierta, distinguía fácilmente a la Persona glorificada que
era revelada. La blancura de la lana y de la nieve, usada por Isaías para describir la limpieza
del corazón de las manchas del pecado (Isaías 1:18), simboliza aquí la pureza absoluta y
también la existencia eterna del Salvador, cuya sangre derramada puede limpiarnos de lo vil
del pecado y prepararnos para caminar con El en ropas blancas.
La majestuosa cabeza descubierta del Hijo del Hombre da la idea de experiencia madura y
de sabiduría perfecta, acompañadas de una santidad inmaculada. Daniel tuvo una visión
similar. Un “como anciano de días” estaba vestido de ropa blanca como la nieve y su
cabello era como la lana limpia (Daniel 7:9).
La transfiguracón Cristo fue una anticipación de la visión de Patmos. Pedro, Santiago y
Juan fueron testigos presenciales de la majestad de Cristo y se espantaron al ver que
“resplandeció su rostro como el sol” (Mateo 17:2). Por un momento, ellos vieron su gloria,
gloria como del unigénito del Padre.
Para nosotros, el cabello blanco es indicio de mucha edad, decadencia y proximidad a la
tumba, pero eso no es lo que implica aquí el Apocalipsis, porque el que tenía la cabeza
blanca en la visión de Juan es el inmutable, inmortal y eterno. Desde la eternidad hasta la
eternidad, Jesucristo es el mismo y sus años no tienen fin.
Cristo siempre retiene la frescura y el vigor de su juventud. No obstante, siempre ha sido
venerable en la eterna sabiduría y gloria que ha tenido con el Padre desde antes de la
fundación del mundo. Juan, quien una vez contempló la cabeza y los cabellos de su Señor
coronados con espinas, ahora los ve coronados con la diadema de la gloria del cielo.

C. Sus ojos como llama de fuego (1:14; 19:12)


Sus ojos eran como llama de fuego.
La Biblia dice mucho acerca de los ojos del Señor, “porque los ojos de Jehová contemplan
toda la tierra” (2 Crónicas 16:9) y están en todo lugar (Proverbios 15:3). Los ojos y la
lengua tienen una connotación especial; los ojos del Señor, observando lo malo y lo bueno
indican el discernimiento divino, su profunda penetración e íntimo conocimiento. En lo que
respecta a la “llama de fuego,” representa el atributo del entendimiento perfecto y la
capacidad de escudriñar los pensamientos, las intenciones y las motivaciones del corazón.
Todas las cosas están expuestas ante aquellos ojos penetrantes y nadie puede escapar de su
escrutinio.
Todos aquellos que vean al Señor a su regreso en gloria, verán sus ojos centelleantes como
llamas de fuego (Apocalipsis 19:12). El Apocalipsis es un libro de fuego, porque en él se
encuentra diecisiete veces la palabra “fuego”. Los llameantes ojos de Cristo siempre están
fijos en las escenas de la vida humana; no se cansan de escudriñar los corazones de los
hombres y el verdadero significado de todos los sucesos y las acciones de los seres
humanos. Por eso quemarán todo lo que sea extraño y contrario a su mirada santa, cuando
su poseedor vuelva a la tierra vestido con ropas ensangrentadas. “Todas las cosas están
desnudas y descubiertas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos
4:13).
Cuando Cristo estaba en la tierra, sus amorosos ojos a menudo se empapaban en lágrimas a
causa de los pecados y sufrimientos de aquellos que lo rodeaban. Seguramente no hay
ningún pasaje tan conmovedor en las Escrituras como aquel que describe la compasión de
Jesús por la muerte de uno a quien El amaba: ¡Jesús lloró!
Pero los ojos que vio Juan aquí en Apocalipsis, no estaban rojos de llorar sino de juicio.
Cuán agradecidos debiéramos estar de que a través de la gracia no tendremos que sufrir la
mirada abrasadora de aquellos ojos que escudriñan y consumen todo aquello que se opone a
la voluntad divina.

D. Sus pies refulgentes como en un horno (1:15)


Sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno
Aunque el Hijo del Hombre glorificado estaba vestido con una ropa “que llegaba hasta los
pies”, no los tenía ocultos sino visibles, brillantes como bronce pulido. Aquellos pies
estaban descalzos, así como los sacerdotes de Israel ministraban con los pies descalzos. Los
pies del Señor eran como metal fino bien lustrado. Como lo traduce Phillips: “Sus pies
brillaban como brilla el bronce más fino en el horno.” La idea aquí es la blancura que
adquiere el latón blanco cuando está en un horno ardiente. Es casi intolerable para la vista
humana.
El bronce es simbólico, no solo de fuerza y duración (Salmo 107:16; Zacarías 6:1; Miqueas
4:13) sino también de firmeza y juicio divino, como se puede deducir del altar de bronce y
la serpiente de bronce (Exodo 27:1–7; Números 21:8, 9). Al ser una aleación de metales
producida por el fuego, el bronce es símbolo de la ira de un Dios tres veces santo sobre el
pecado de los hombres. Lo que sugieren los pies es su caminar libre y santo, y también su
poderoso triunfo en el juicio. Aquellos benditos pies que anduvieron por las calles de
Jerusalén impartiendo misericordia, los mismos que María lavó con sus lágrimas y que
después fueron perforados con clavos por hombres crueles en el Calvario, son ahora los
pies del Vengador, el que viene a pararse sobre sus enemigos. Vea Ezequiel 22:17–22.

E. Su voz y su boca (1:10, 12, 15, 16)


Su voz como estruendo de muchas aguas
De su boca salía una espada aguda de dos filos.
Agrupamos la voz y la boca en un solo conjunto porque van juntas, puesto que la una es
necesaria para que exista la otra. Las palabras voz y estruendo del versículo 15 son ambas
traducidas de la misma palabra griega, foné. El Apocalipsis es un libro de voces, término
que Juan usa no menos de cincuenta veces. La voz estruendosa que escuchó, corresponde a
la voz del “Anciano de días” descrita por Daniel como “la voz de una multitud” (Daniel
10:6). Las aguas son símbolo de las naciones furiosas y turbulentas (Apocalipsis 16:4, 5;
17:15). Cuando Cristo aparezca para juicio, su voz clara, distinta y autoritaria calmará los
clamores de la tierra. Nadie será capaz de resistirse al poder conmovedor y la firmeza de
sus palabras. Cuando El haga resonar su voz, se derretirá la tierra.
Cuando Cristo estuvo en la tierra, “nunca habló un hombre como ese hombre”. A menudo
era escuchada esa voz divina con fuertes lamentos y lágrimas, y sólo en la cruz sus
enemigos lograron hacerlo callar, matándolo. Pero ahora todo es diferente, porque esa voz
irresistible, clara y autoritaria hace silenciar las ruidosas e insistentes voces de los poderes
inicuos y de las autoridades malignas de la tierra. Así como esa vibrante voz calló las
estruendosas aguas del mar de Galilea, así también ahora esa misma voz resuena como las
ondas del mar, fuerte y majestuosa, y hace callar “el alboroto de las naciones” (Salmo 65:7;
93:4).
Las imágenes de la Biblia son muy explícitas al identificar la espada de dos filos que
procede de la boca de Cristo como “la espada del Espíritu”, que es la totalidad de la Palabra
infalible de Dios (Apocalipsis 2:12, 16; Isaías 49:2; Efesios 6:17; Hebreos 4:12). La
Palabra que proclama esa voz será el fundamento del juicio y de la sentencia divina cuando
Cristo venga para juzgar al mundo. Al ser más aguda que toda espada de dos filos, esa
palabra penetrará y descubrirá los pensamientos y las intenciones de aquellos que se
atreven a hacer guerra contra el Cordero y contra sus santos. Ninguna arma carnal será
usada para dominar a sus adversarios (Apocalipsis 19:13, 15). Sin embargo, El los matará
con “las palabras de su boca” (Oseas 6:5).
La espada con la cual Tú gobiernas
Está en tu boca, no en tu mano.
Como espada de dos filos, la Palabra puede servir para salvar o para matar y es poderosa,
ya sea para la disciplina o para la destrucción. Los dos filos de esta espada el Antiguo y el
Nuevo Testamento tienen poder para quitar el pecado del hombre, o para quitar al hombre
que continúa en sus pecados (Apocalipsis 2:12, 16; 19:15, 21; Isaías 11:4; 2 Tesalonicenses
2:8). La palabra griega que se traduce por espada, aparece seis veces en el Apocalipsis. En
este período de la Iglesia cristiana, todos aquellos que usen otra arma para hacer avanzar la
causa de Cristo, perecerán con las mismas armas que hayan tomado (Apocalipsis 13:10;
Mateo 26:52). Pero los que usen esta espada, descubrirán que es poderosa en Dios (2
Corintios 10:4).

F. Su mano derecha (1:16, 17, 20)


Tenía en su diestra siete estrellas
El puso su diestra sobre mí
El misterio de las siete estrellas
que has visto en mi diestra.
“Su diestra” (la mano derecha) es una expresión muy común en las Sagradas Escrituras y
denota una posición de autoridad suprema o divina, así como protección y fuerza (Efesios
1:20; Hebreos 1:3). A menudo oímos hablar acerca de una persona con cualidades
especiales como “mi mano derecha”, lo cual significa que dicha persona es alguien en
quien se ha delegado autoridad y que por lo tanto es indispensable. Por el hecho de estar a
la diestra del Padre, Cristo siempre actúa como su Padre lo haría. Que El nos sostiene con
su diestra significa que estamos dotados de poder para servir como El lo haría si todavía
estuviera sobre la tierra.
¡Qué gran sensación de seguridad y consuelo ha de haber experimentado Juan al
contemplar la impresionante visión de su Señor glorificado, sentir su mano derecha sobre sí
y escuchar su tierna voz diciendo: “No temas”! Esta era la misma voz que el apóstol Juan
había escuchado cuando una vez se encontraba con los otros discípulos en el mar, luchando
contra las olas, y Jesús le ordenó que no temiera. Juan sabía mucho acerca de esa poderosa
mano derecha de su Maestro. ¿Acaso no vio él cuando esa mano sanó al leproso, salvó a
Pedro de las aguas, sanó la oreja herida de Malco y partió y alzó el pan para bendecirlo?
Ahora esa misma mano se había extendido para tocar a Juan y asegurarle que el Maestro a
quien él amaba tanto, vivía para siempre y tenía en su mano las llaves del infierno y de la
muerte.
Las siete estrellas que están en la mano derecha de Cristo son los ángeles de las siete
iglesias. ¿Quiénes o qué son estas siete estrellas? Algunos han creído que se refieren a los
ángeles guardianes, pero es muy difícil reconciliar esta explicación con las advertencias y
los reproches (2:4, 5) y con las promesas y exhortaciones de los ángeles (2:10). Otros
toman la posición de que las estrellas o ángeles son la personificación ideal de las fuerzas
de la Iglesia, así como las fuerzas de la naturaleza simbolizan a los mensajeros de Dios.
La interpretación más común y más ampliamente aceptada en cuanto a las estrellas o
ángeles de las iglesias es que éstas representan a los ministros principales y ancianos que
presiden una congregación, el equivalente a los obispos o ancianos (los supervisores
espirituales de la Iglesia primitiva). Algunos eruditos sugieren que el término tiene su
origen en los funcionarios de la sinagoga judía, donde la posición reconocida del mensajero
era expresada por medio del título “ángel de la sinagoga”. Lightfoot hace este comentario:

Es concebible, ciertamente, que un obispo o pastor principal sea señalado como ángel o
mensajero de Dios o de Cristo, pero difícilmente podría ser reconocido como un ángel de la
iglesia a la cual administra.

La figura que Juan usa aquí se aplica en otros lugares también a los maestros, ya sean
verdaderos o falsos (Daniel 12:3; Judas 13; Apocalipsis 8:10; 12:4). Es una gran esperanza
saber que todos los que sirven al Señor en posiciones de responsabilidad están en su mano
derecha, el lugar de posesión y protección (Juan 10:28–30). Walter Scott dice lo siguiente
en cuanto a “las siete estrellas que están en su mano derecha”:

Se declara que las estrellas son los ángeles o representantes de las iglesias. El ángel de la
iglesia es el representante simbólico de la asamblea, como lo son todos aquellos que tienen
responsabilidades en ella (1:20). Las estrellas, como símbolo, son la expresión de:
1. Incontables multitudes (Génesis 15:5).
2. Las personas eminentes en puestos de autoridad civil y eclesiástica (Daniel 8:10;
Apocalipsis 6:13; 12:4).
3. Los poderes inferiores o subordinados en general (Génesis 37:9; Apocalipsis 12:1).
Toda autoridad eclesiástica, todo ministerio y todo gobierno espiritual en toda iglesia ha
sido investido por Cristo. Su capacidad de dar o retener, de preservar y sostener a todo
verdadero ministro de Dios es la idea fundamental que expresa el que las estrellas estén en
su mano derecha. Cuando se duda acerca de la eterna seguridad de los creyentes, se dice
que éstos están en su mano y en la mano de su Padre, de donde nadie los puede arrebatar.
Pero allí no se dice que ellos están “en su diestra”, como se indica aquí.
Los líderes espirituales no nos referimos a los oficiales, porque no todos ellos han sido
establecidos en la iglesia de Dios son sostenidos y mantenidos en la mano derecha del Hijo
del Hombre. La mano derecha habla de suprema autoridad y honor (Salmo 110:1; Efesios
1:20). Qué posición tan responsable y a la vez honorable ocupa todo gobernante de la
iglesia. Daniel 12:3 señala hacia el futuro, a una clase de ministros o gobernantes judíos.
Judas 13 se refiere a una clase de cristianos apóstatas.

Cuando Jesús andaba por el mundo haciendo el bien a todos, sus manos estaban siempre
activas aliviando las necesidades físicas y materiales de los hombres. Sin embargo, la única
recompensa que recibió por todos los beneficios que obró con sus santas manos fue que
éstas fueran horadadas por los clavos. Pero ahora, aquellos que son redimidos por la sangre
que El derramó están seguros en esas manos, las cuales son suficientes para preservar,
proteger y proveer para todos los que están en ellas. ¿Estamos nosotros entre las estrellas
que El tiene en su mano derecha? Si es así, entonces la responsabilidad de las estrellas es
brillar. Esta es la noche de la ausencia del Señor en esta tierra y nosotros, los santos,
colectiva e individualmente somos la luz del mundo. Como portadores de luz en medio de
la oscuridad debemos reflejar algo de su gloria.

G. Su rostro como el sol (1:16)


Su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Juan estaba maravillado al contemplar “el resplandor de su gloria” (compare 2
Tesalonicenses 2:8; Hebreos 1:3). Todas las cosas de la tierra han de haber quedado
extrañamente opacas para el apóstol al ver la reluciente gloria de Cristo Jesús, de la cual la
transfiguración había sido solamente una vislumbre. (“Resplandeció su rostro como el sol”
Mateo 17:2). Mientras Cristo estuvo en la tierra, su eterna majestad estuvo velada, pero
ahora, Juan pudo presenciar su gloria y su magnificencia imperiales. La apariencia del
rostro es la ventana del alma, y ahora, todo lo que Cristo es dentro de sí mismo irradia en
bella y maravillosa gloria.
Existe, por supuesto, una vasta diferencia entre la gloria del sol y la de los planetas (1
Corintios 15:41). El sol no necesita tomar luz de ninguna otra fuente, sino que es fuente de
luz y energía en sí mismo. En cambio, todos los planetas no son más que meros reflectores
de lo que reciben del sol. Jesús posee una gloria trascendental que proviene totalmente de
El mismo y que se manifiesta en forma triple:
Para el mundo, El es la Luz (Juan 8:12).
Para Israel, El es el Sol de justicia (Malaquías 4:2).
Para la Iglesia, El es la estrella resplandeciente de la mañana (Apocalipsis 22:16).
En la humillación de Cristo, su rostro fue desfigurado más allá de toda apariencia humana.
En un momento dado, su rostro fue escupido y abofeteado (Mateo 26:67), pero ahora una
gloria no creada, más brillante que el sol tropical a mediodía, despide fulgor desde su
rostro. ¡Que la gloria de aquel bendito rostro esté siempre sobre nosotros! (Vea Números
6:25, 26; Salmos 31:16; 80:3, 7, 19.)
¿Cuál fue la reacción de Juan ante esta resplandeciente visión de Cristo? “Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies” (1:17). Las Escrituras registran los poderosos efectos de la visión
gloriosa del Señor en la experiencia de otros santos. Moisés, Josué, Job, Isaías, Daniel y
Pedro; todos supieron lo que era contemplar su gloria; y al contemplarla, se dieron cuenta
de su pecado y de su debilidad, cayendo postrados a los pies del Señor. Isaías dijo: “¡ Ay de
mi! porque siendo hombre inmundo de labios han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos.” Juan había reclinado frecuentemente su cabeza sobre el pecho de su Maestro; sin
embargo, ahora cayó a sus pies como muerto. Aunque Juan había sido el más amoroso y el
más amado de los discípulos, nada le servía ahora ni siquiera la fuerza de los afectos
humanos a la luz de la magnífica y resplandeciente gloria de su Maestro. Muchas cosas
tienen que morir en nuestras vidas cuando somos bañados por esa gloria divina.
Después de que Juan hubo caído como muerto a los pies de Cristo, el Señor lo consoló con
las palabras “No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (1:17, 18).
Aquella bondadosa mano de Jesús levantó a Juan de donde se encontraba postrado y
entonces escuchó la voz como el sonido de muchas aguas, en un tono consolador. Hay tres
amenes en este primer capítulo, cada uno de los cuales está lleno de significado espiritual:
Al que ha muerto en la cruz (1:5, 6)
Al que vive por los siglos (1:18)
Al que viene en gloria (1:7).
Tres doctrinas cardinales de la Palabra de Dios están implicadas en estos tres amenes:
El murió
El vive
El viene otra vez.
La orden del Maestro, “No temas”, tan repetida por El, cae otra vez sobre los oídos del
apóstol Juan, confortándolo con el hecho de que su Señor no había cambiado que el
corazón que latía tierna y amorosamente en Galilea, todavía palpita con amor hacia los
suyos aunque ahora El está en su gloria. Como “el primero y el último”, Jesús reafirma su
divinidad, su eternidad y su absoluta supremacía. El es el principio y el fin, y también es
todo lo que ocurre en el intermedio (1:8). Como el que está vivo, El se proclamó a sí mismo
como la fuente de vida. La vida de Cristo no comenzó en Belén; su nacimiento solamente
reveló al que ya existía desde la eternidad.
Como el que estuvo muerto, Jesús indicó el aspecto voluntario de su muerte, puesto que su
vida no le fue quitada, sino que El la puso voluntariamente. Y como tenía poder para poner
su vida, El fue quien entregó su espíritu (Mateo 27:50).
Como el que vive por los siglos, Jesús proclamó que El nunca más sentiría los dolores de la
muerte. “He aquí que vivo por los siglos de los siglos.” Por medio de su propia muerte,
Cristo destruyó el poder de la muerte sobre todos los que creen y sacó a luz la vida y la
inmortalidad. Nuestra gloriosa esperanza es que nosotros también participaremos de su
inmortalidad: “Poique yo vivo, y vosotros también viviréis.”
El hecho de que Cristo tenga en su mano las llaves de la muerte y del Hades, denota su
dominio completo sobre los cuerpos y sobre las almas de todos los hombres, con el derecho
y la autoridad de abrir y cerrar (Apocalipsis 3:7, 8). Walter Scott dice:

Esto demuestra su absoluta autoridad sobre la muerte y el Hades, los carceleros de los
muertos, quienes ejecutan su soberana voluntad. Satanás ya no posee poder de muerte
(Hebreos 2:14). En cuanto al hecho de que las llaves son símbolo de indisputada autoridad,
vea Isaías 22:22 y Mateo 16:19.

Al haber vencido a la muerte, el enemigo a quien el hombre siempre ha temido, y haberse


proclamado a sí mismo Señor de las regiones de oscuridad a donde son enviados los
hombres cuando mueren, Jesús se nos presenta ahora como el Señor de la vida y de la
libertad. Como verdaderos creyentes, vivimos hoy y viviremos siempre, porque El, dador
de la vida no puede volver a ser atado por la muerte.
Ya entremos al cielo a través de la tumba o que seamos trasladados con la Iglesia, habrá
muy poca diferencia, porque salamos que por la gracia de Jesucristo vamos a compartir con
El su vida interminable por los siglos de los siglos.

Los siete candeleros de oro


Apocalipsis 1:20–3:22
La parte más importante para los cristianos en el estudio de Apocalipsis es la sección de las
cartas a las siete iglesias (capítulos 2 y 3 del Apocalipsis). Estas interesantes cartas abarcan
casi la octava parte del libro. Que Dios nos dé de su gracia para prestarle atención reverente
al mensaje de las mismas. Aunque estemos muy ansiosos por entrar a la parte
especialmente profética y más espectacular de Apocalipsis (del capítulo 4 en adelante), no
caigamos en el error de querer dominar otras dispensaciones sin prestarle la debida atención
a la dispensación de la gracia, que es la nuestra en la era actual o era de la Iglesia. Siempre
tenemos una gran tendencia a tratar sólo superficialmente con “las cosas que son”.
Las cartas de Cristo dictadas desde el cielo a las siete iglesias forman una sección sobre la
cual se ha escrito más que sobre cualquier otro pasaje del Apocalipsis. Debe hacerse
mención especial de la clásica obra monumental escrita por William Ramsay, titulada The
Seven Churches (Las siete iglesias). También debemos mencionar el libro de estudio de
Thomas Cosmades, titulado Nothing Beside Remains (No queda nada más). Entre los
excelentes expositores que han estudiado específicamente el Apocalipsis están Abraham
Kuyper, Walter Scott, William Newell, A. Rice y Christina Rossetti. Ellicott y Matthew
Henry hacen un buen estudio del Apocalipsis en sus presentaciones bíblicas generales.
Hay varias características comunes esenciales en las cartas a las siete iglesias. En primer
lugar, los diversos aspectos del retrato de Cristo que se nos presenta en el primer capítulo,
están parcelados y distribuidos entre las iglesias, con la adaptación de una designación
específica para cada una de las iglesias. Cristo habló de “mi Iglesia” en Mateo 16:18, y sus
siete cartas comprueban que efectivamente, El es la cabeza de la Iglesia y por este motivo
está interesado en su bienestar espiritual.
Otra característica notable es el abundante uso del número siete. No sólo tenemos siete
iglesias, sino que las declaraciones y las exhortaciones dirigidas a ellas se repiten también
siete veces. Encontramos un séptuple yo sé y un séptuple el Espíritu dice. También hay un
séptuple mensaje para los vencedores, que es suficiente para satisfacer a cualquier creyente
que tenga el deseo de aplicar la verdad a su propio corazón. Las aplicaciones generales y
personales de cada carta están indicadas con dos frases: “a la iglesia” y “el que tenga
oídos”.
Estas cartas fueron enviadas a iglesias reales de la época de Juan. Si bien ellas representan a
la Iglesia universal, cada una de estas asambleas es considerada como una entidad con sus
propias bases y suficientemente diferente como para que el Señor la visite y examine. Estas
iglesias no eran siete en una (como los atributos multiformes del Espíritu Santo,
presentados como los siete Espíritus); por el contrario, cada iglesia era responsable
independientemente ante el Señor, quien gobierna y controla a la Iglesia como un todo.
Cada iglesia estaba obligada a andar en la luz, como El está en la luz. Toda la revelación
iba dirigida no sólo a las siete iglesias mencionadas por nombre sino a todas las iglesias
existentes en ese tiempo (2:23) y hasta el rapto.

1. El alcance de las cartas


Los lectores inmediatos del Apocalipsis iban a ser los miembros de las siete iglesias de
Asia Menor, desde donde se había extendido el Evangelio hacia el oriente y hacia el
occidente. No es que los miembros de estas iglesias supieran algo acerca de los períodos
sucesivos de la historia de la Iglesia, como nosotros. Estas cartas fueron dirigidas a ellos y
han de haber tenido un efecto humillante.
¿Por qué fueron seleccionadas estas siete iglesias? Sólo dos de ellas se mencionan en las
epístolas de Pablo (Efeso y Laodicea). Se excluyen del grupo las iglesias prominentes que
Pablo fundó en Roma, Galacia, Colosas, Filipos, Corinto y Tesalónica. Puesto que el siete
es el número de la perfección, quizá debamos entender que particularmente estas siete
iglesias representan a la Iglesia de Dios durante toda la era de la Iglesia.
Las ciudades en las cuales estaban ubicadas estas iglesias, quedaban todas junto a la gran
vía internacional del imperio Romano. Los emperadores romanos a menudo les dirigían
cartas a las ciudades del imperio y en la época de Juan, Efeso, Esmirna y Sardis eran
ciudades de importancia mundial. Por lo tanto, estas siete iglesias no fueron escogidas
porque hayan sido las más grandes o las más importantes de aquel período, sino porque
cada una de ellas era una iglesia representativa.
Geográficamente, estas siete iglesias formaban aproximadamente un círculo, lo cual está de
acuerdo con lo que se dice de la visión de su Señor caminando en medio de ellas. Sin
embargo, la revelación en su conjunto es para toda la Iglesia (22:16). Pablo les dirigía sus
epístolas a las iglesias en particular; sin embargo, todo lo que él escribió era para todas las
iglesias de todos los tiempos. Todo lo que contiene la Biblia fue escrito para nuestra
enseñanza “a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos
esperanza” (Romanos 15:4).
Como candeleros (o, más correctamente, como lámparas) su luz se estaba apagando y era
incierta; de manera que el Señor, quien es justo en sus palabras y recto en sus juicios, se
dirigió a estas iglesias para corregirlas. Siete iglesias bastaban para demostrar dichos
juicios, ya que este número indica la séptuble y perfecta expresión de la Iglesia. Algunas de
entre las siete fueron consideradas por Cristo como en mejores condiciones que otras, pero
una no era juzgada por el estado de las otras; cada una era responsable por sí misma. Si
bien algunas de estas iglesias mantuvieron su pureza de vida y doctrina por más tiempo que
las otras, el sentido general de esta sección de la iglesia en el Apocalipsis lleva un mensaje
sobre lo que va a suceder al final.
¿Por qué fueron seleccionadas y mencionadas estas iglesias en el orden en que un viajero
las visitaría? Una respuesta, sugerida por Walter Scott es digna de ser considerada: “Las
siete asambleas seleccionadas forman un símbolo de la Iglesia en su universalidad en los
distintos períodos sucesivos de su historia, como también en cualquier momento hasta su
rechazo final como testigo infiel de Cristo.” Las siete cartas pueden tomarse, entonces,
como una especie de bosquejo de historia de la Iglesia. Las siete iglesias en particular
formaban un círculo; y quizá esto representara el círculo completo de la historia de la
Iglesia.
Sin embargo, nunca debemos perder de vista el significado original de estas siete cartas.
Estas fueron enviadas a verdaderas iglesias, dentro de una región específica indicada por
Juan y por lo tanto tienen una aplicación local. No obstante, el espíritu medular de su
instrucción sobrepasa un mero uso local, reducido o restringido. Las verdades y los
principios incorporados en estas cartas han sido dados para todas las iglesias y todos los
creyentes a través de los siglos.
Estas cartas también pueden tener un significado profético. Algunos intérpretes creen que el
cumplimiento final de las cartas tendrá lugar en las sinagogas o asambleas que existan en
Asia Menor después de que la verdadera Iglesia haya sido arrebatada al cielo. Esta idea
puede ayudar a explicar algunas referencias judías en las cartas. Tanto los elogios como los
reproches citados en ellas han tenido un valor profético a lo largo de esta era de la iglesia.
Siempre ha habido
Iglesias que dejan su primer amor (Efeso).
Iglesias que sufren persecución y pruebas (Esmirna).
Iglesias mundanas en la práctica (Pérgamo).
Iglesias culpables de dar falsas enseñanzas (Tiatira).
Iglesias que toleran el pecado (Sardis).
Iglesias con sólo un poco de fuerza (Filadelfia).
Iglesias que niegan la deidad de Cristo (Laodicea).
La oposición satánica mencionada por Juan en los mensajes a las siete iglesias, nunca ha
cesado. Satanás es mencionado en total ocho veces en el Apocalipsis y cinco de ellas están
en conexión con las iglesias (seis veces, si incluimos el nombre “diablo” de 2:10). La
iglesia profesante a través de toda la historia ha sido tentada por Satanás de muy diversas
maneras.
Explorando la idea de considerar las siete iglesias como un sumario de las siete épocas de la
historia eclesiástica, damos a continuación los períodos y fechas aproximados.

A. Efeso (2:1–7)
La Iglesia del primer amor (Siglo I d.C.)
El nombre “Efeso” significa deseada o primer amor y describe adecuadamente el primer
siglo de historia de la Iglesia, el cual se caracterizó generalmente por un profundo amor y
un ardiente celo por Cristo y también por una inflexible oposición a los falsos maestros y a
las doctrinas erradas. Efeso era el centro de una densa población cristiana y gracias a los
esfuerzos de Juan, el cuerpo principal de los pastores de la región se mantuvo firme contra
toda herejía y unánime en la exclusión de los maestros falsos de las iglesias. Sin embargo,
la iglesia que Juan más conocía y amaba había dejado el celo del principio. Las flores
habían caído del árbol. La primera luz se estaba convirtiendo en lobreguez. (Vea Hechos
20:17–31.)
Efeso, la famosa capital del estado jónico, era conocida como “la luz de Asia”. Era famosa
por su riqueza, su sabiduría y su perversión. La adoración de Diana (vea Hechos 19) se
extendió de allí a todo el mundo entonces conocido. Pero la iglesia de Efeso (madre de
todas las iglesias de Asia) se alza sobre las demás como la más espiritual de todas ellas,
según lo expresa el relato sagrado. Sin embargo, como el doctor Campbell Morgan nos
recuerda, “el origen de la iglesia de Efeso está descrito en Hechos 18–20; el ministerio
elocuente pero parcial de Apolos fue suplementado y ampliado por el de Pablo. La carta a
Efeso describe la situación de la iglesia unos treinta y cinco años más tarde.”
Efeso estaba entregada a la idolatría y una de las herejías prevalecientes consistía en
afirmar que los cristianos podían participar de las inmoralidades de los festivales paganos.
Por esta razón, muchos cristianos dejaron su primer amor. ¿Somos nosotros tan ardientes y
fervorosos en el Señor hoy como lo fuimos en los primeros días de nuestra vida cristiana,
cuando todo lo llevábamos al altar? Aunque quizá todavía nos quede un lenguaje teológico,
¿no podría ocurrir que nuestro corazón haya dejado de palpitar con el amor a Jesús que
manifestamos en los primeros años de nuestra vida cristiana?

B. Esmirna (2:8–11)
La Iglesia perseguida (92–315 d.C.)
Esta última fortaleza de la cristiandad antes de la conquista musulmana, constituía un serio
rival para Efeso, la cual estaba situada a unos sesenta kilómetros al norte de ella. Esmirna
llegó a ser una de las ciudades más grandes y más importantes de Asia Menor. Muy
atractiva en la época de Juan, era llamada “la bella”. Esmirna también es famosa por haber
sido el lugar de nacimiento de Homero (el poeta griego) y por ser la ciudad de Policarpo
(obispo de Esmirna). Fue aquí donde Policarpo sufrió el martirio a los ochenta y seis años
de edad, en el año 155 d.C.
Puesto que no se menciona a Esmirna en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, nada se
sabe acerca de la fundación de su iglesia. La idolatría abundaba en la ciudad y la férrea
persecución que se enfurecía contra la cristiandad en ese tiempo tenía su centro en Esmirna.
El nombre “Esmirna” significa “mirra,” una palabra usada tres veces en los evangelios
(Mateo 2:11; Marcos 15:23; Juan 19:39). La mirra era también uno de los ingredientes del
ungüento sagrado (Exodo 30:23–25) y era igualmente usada para embalsamar muertos.
Seiss indica en su excelente comentario sobre el Apocalipsis: “El nombre describe muy
bien a una iglesia perseguida a muerte, postrada y embalsamada en las preciosas especias
de sus sufrimientos, tal como ocurría con la iglesia de Esmirna. Esta era la iglesia de mirra
o amargura que, no obstante, fue agradable y preciosa ante el Señor.”
Así como la mirra debe ser molida para que despida su fragancia, el testimonio de esta
iglesia molida por la persecución produjo una dulce fragancia que fue muy agradable para
el Señor. La sangre de los mártires de este período se convirtió en semilla para las iglesias
venideras. Durante estos 250 años tenemos el período del martirio bajo la Roma Imperial.
Desde Nerón hasta Constantino hubo una era sangrienta para la Iglesia. Los “diez días”
pueden representar los diez distintos intentos a través de edictos imperiales para destruir a
la joven Iglesia. La última persecución duró exactamente diez años. El número “diez”
puede significar también que Dios reconocía que aun el sufrimiento tiene sus límites. Las
diez grandes persecuciones del Imperio Romano pueden ser enumeradas de la manera
siguiente:
1. Bajo Nerón 64–68 d.C.
2. Bajo Domiciano 90–95 d.C.
3. Bajo Trajano 104–117 d.C.
4. Bajo Aurelio 161–180 d.C.
5. Bajo Severo 200–211 d.C
6. Bajo Máximo 235–237 d.C
7. Bajo Decio 250–253 d.C.
8. Bajo Valeriano 257–260 d.C.
9. Bajo Aureliano 270–275 d.C.
10. Bajo Diocleciano 303–312 d.C.

C. Pérgamo (2:12–17)
La Iglesia estatal (315–350 d.C.)
Esta ciudad era la capital política de Asia y era famosa por su saber, su cultura y su ciencia.
Se jactaba de tener la biblioteca más grande, después de la de Alejandría. Walter Scott nos
recuerda: “Fue aquí donde se perfeccionó el arte de preparar pieles de animales para
escribir y es de este nombre de donde se deriva nuestra palabra pergamino. Así que el
nombre de esta ciudad de mal recuerdo escrituralmente hablando (Apocalipsis 2:12–17) ha
sido perpetuado a través de las edades cristianas e indudablemente muchos manuscritos
literarios de valor han sido escritos en pergamino preparado en Pérgamo.”
La ciudad era el asiento de la adoración al emperador y era preeminente por su idolatría. De
aquí las alusiones bíblicas al “trono de Satanás” y “donde Satanás mora”. Pérgamo es ahora
un insignificante páramo repleto de imponentes ruinas. Como muchas otras ciudades
históricas, su gloria ha pasado. Debido a su entrega a la adoración de la naturaleza, lo cual
siempre conduce a la corrupción y a la extinción, Pérgamo ya ha desaparecido como una
ciudad habitable.
El Nuevo Testamento no registra la fundación de la iglesia aquí por ninguno de los
apóstoles. Ya en el tercer siglo, la Iglesia había pasado la época del martirio y se encontraba
disfrutando de los favores imperiales. El emperador Constantino la había unido con el
Estado, haciendo del cristianismo la religión estatal en lugar del paganismo.
Evidentemente, el emperador pensó que la religión cristiana haría avanzar su imperio, por
lo que fue bautizado él e introdujo el bautismo para todos (incluyendo a los niños). Fue en
este tiempo cuando el “bautismo de infantes” fue conocido por primera vez.
El Concilio de Nicea (325 d.C.) fijó el credo oficial trinitario. Los nicolaítas, palabra que
significa “vencedores sobre el pueblo”, ganaron influencia dentro de la Iglesia a través del
surgimiento del sacerdocio. Fue en este tiempo cuando el sistema babilónico hizo su
aparición en la Iglesia.
La palabra pérgamo, que significa “totalmente casada”, describe perfectamente la
desastrosa unión entre la Iglesia y el mundo. A partir de este matrimonio fatal, la Iglesia y
el sistema mundial nunca han podido separarse. La decadencia espiritual ha tenido por
consecuencia un aumento de favores mundanos. Este tipo de unión ilícita paraliza la
eficacia espiritual de la Iglesia en muchas partes del mundo en el día de hoy.

D. Tiatira (2:18–29)
La Iglesia papal (500–1500 d.C.)
Los viajeros aseguran que el camino entre Tiatira y Pérgamo es uno de los más bellos del
mundo. Tiatira, puesto militar de Pérgamo, era famosa por su industria de teñido de
brillantes telas escarlata, las cuales eran muy usadas en toda Asia y Europa. Dentro de la
ciudad había un magnífico templo de Diana. También era el pueblo de Jezabel, la notable e
influyente maestra, quien abierta y militantemente apoyaba la vida inmoral.
G. Campbell Morgan sugiere que “la historia de la iglesia de Tiatira podría trazarse
retrospectivamente hasta las reuniones de oración a orillas del río mencionadas en Hechos
16, puesto que Lidia, cuyo corazón fue abierto por el Señor en aquella ocasión, era nativa
de Tiatira. ¿Qué cosa más apropiada que suponer que ella fue el instrumento para la
fundación de aquella iglesia cuando regresó a su ciudad natal?”
Tiatira significa “sacrificio continuo.” La palabra implica que es “un sacrificio cuyo
transcendente resplandor queda opacado por la repetición”. Ahora llegamos al surgimiento
del papado, con la introducción de la mariolatría. Durante el siglo séptimo, el obispo de
Roma ascendió al lugar de cabeza de la Iglesia entera. La adoración de la virgen María
como Reina del Cielo fue introducida en la Iglesia procedente del paganismo babilónico y
casi todos los templos paganos fueron transformados en “iglesias cristianas” por el mero
hecho de pintar los nombres de los apóstoles sobre los viejos ídolos y adorar al sacerdote
con una cruz. Apareció el sacerdocio, junto con el altar y el sacrificio. Este período también
se caracterizó por un avance consecutivo y progresivo de la apostasía.

E. Sardis (3:1–6)
La Iglesia reformada (1500–1700 d.C.)
En el siglo VI, Sardis llegó a ser una de las ciudades más importantes y prósperas que había
en el mundo antiguo. Era la capital del reino de Lidia. El nombre actual de esta ciudad,
antes rica y orgullosa, es Sart. Su lugar se halla desolado por completo actualmente.
“Sardis” significa “remanente” o “piedra preciosa” o “cosas que quedan de antes”. El
sardio, sardónice o sardónica, un bello tipo de ágata, lleva el mismo nombre. En la iglesia
de Sardis, la mayoría de los miembros estaban entregados completamente a las prácticas
paganas. Tenían nombre de vivos, pero en realidad estaban muertos. Unos pocos de ellos,
sin embargo, permanecían fieles al Señor y a si Palabra. Mientras que por una parte
tenemos en Sardis un nueve principio, por ser éste el período en el cual se dejó atrás la
historia asociada con Jezabel, por la otra, las fuerzas de la Reforma no duraron lo suficiente
como para evitar la caída en un frío formalismo religioso. Satanás detuvo la Reforma a
medio camino, y la Iglesia nunca se ha recuperado. Hoy, en muchos lugares, la Iglesia es
ortodoxa, pero legalista, y lleva una ortodoxia muerta y estéril. Es como un cuerpo bien
vestido, pero carente de vida.

F. Filadelfia (3:7–13)
La Iglesia misionera (1700–1900 d.C.)
Acerca de esta influyente ciudad, escribió el escéptico Gibbon: “Entre las colonias griegas
y las iglesias de Asia, Filadelfia todavía permanece en pie, como una columna en una
escena repleta de ruinas, un agradable ejemplo de que los senderos del honor y la seguridad
a veces son el mismo.” La ciudad heredó el nombre de su fundador, Atalo Filadelfo, rey de
Pérgamo. Su nombre moderno es Allah Shehr, o “la ciudad de Dios”. Los turcos, sin
embargo, no la miran (hay en ella muchos cristianos griegos) con ninguna veneración.
La iglesia de Filadelfia en los días de Juan era una iglesia fiel, la cual constantemente
aprovechaba las buenas oportunidades. Walter Scott dice: “La ausencia de acusación en el
contenido del mensaje enviado a su ángel es digna de notarse en conexión con el hecho de
que ésta es la de más larga duración entre las siete ciudades mencionadas.” Aquí nos
encontramos con una Iglesia verdadera en medio de una iglesia profesante.
El nombre “Filadelfia” significa “amor fraternal”, y en esa forma se usa en griego en
Hebreos 13:1: “Permanezca el amor fraternal”. En Filadelfia vemos la iglesia evangelista y
misionera del siglo diecinueve. A partir de los grandes avivamientos de Wesley surgieron
los movimientos de misiones foráneos, seguidos por la aparición de poderosas empresas
evangelísticas.

G. Laodicea (3:14–22)
La Iglesia rechazada (Siglo XX d.C.)
Laodicea recibió su nombre de Laodice, esposa de Antíoco II, el monarca Sirio. Quedaba
cerca de Colosas y los cristianos de allí recibieron una carta de Pablo. Cuatro referencias en
Colosenses (2:1–3; 4:13, 15, 16) prueban que el apóstol Pablo estaba familiarizado con la
iglesia de Laodicea. La ciudad misma era un gran centro bancario; también era famosa por
la ropa de lana negra satinada que se fabricaba y tenía una gran escuela de medicina,
notable por su polvo utilizado en curas oftálmicas (vea 3:18). Sin embargo, la fama y el
esplendor de Laodicea han caído hasta el polvo, porque la ciudad es ahora un escenario de
ruinas y desolación.
El nombre “Laodicea” es altamente sugestivo. Significa “Derecho del pueblo”, “gobierno
del pueblo” o “democracia”. Se dice que la iglesia es “de ellos”. No sólo es la iglesia que
está en Laodicea, sino que es propiedad de Laodicea. Era una iglesia de ellos, no del Señor:
“La iglesia de los laodicenses.” La autoridad de Cristo había sido puesta a un lado y
sustituida por la decisión de una membresía no regenerada, lo que sugiere el estado de la
Iglesia profesante antes del rapto.
A continuación se da un sumario del significado general de las siete iglesias:
Efeso indica pretensiones eclesiásticas y abandono del primer amor, y caracteriza el final
del período apostólico.
Esmirna nos hace pensar en el período del martirio, el cual concluyó con la última
persecución bajo Diocleciano.
Pérgamo revela el empobrecimiento espiritual y el aumento de lo mundano que tuvo lugar
durante el gobierno del emperador Constantino, resultado de su patrocinio público a favor
de la Iglesia.
Tiatira representa la Edad Media, con la cruel persecución de los santos de Dios por la
Iglesia papal.
Sardis fue la intervención de Dios por medio de la Reforma, cuya luz todavía sigue
ardiendo.
Filadelfia está relacionada con el siglo diecinueve y su vasta expansión de actividades
misioneras.
Laodicea retrata el estado general presente de la Iglesia profesante, la cual debido a su
tibieza, le produce náuseas a Cristo.
Se ha opinado que la historia de las primeras tres iglesias es consecutiva, mientras que las
cuatro restantes se superponen, transcurriendo paralelamente hasta el rapto. El elemento
divino (sugerido por el número tres) es dominante en el primer grupo de iglesias; mientras
que el elemento humano (sugerido por el número cuatro) domina en el segundo grupo.
En su introducción a la valiosa obra de Cosmades, “Las Siete Iglesias”, W. Stuart Harris
señala:
Cuánto nos entristece el saber que no hay ni un creyente cristiano en Efeso en el día de hoy
y que esto se aplica a todas las regiones de las siete iglesias, con la excepción de la iglesia
de Esmirna, donde hay ahora unos cuantos cristianos. El candelero ha sido quitado de su
lugar, como Cristo anunció.

2. La estructura de las cartas


Una característica notable e impresionante de estas siete cartas es la similaridad de su
formato. Dirigidas desde el cielo por Cristo a su Iglesia, estas cartas tienen todas una misma
forma, variando sólo en ciertos detalles para adaptarse a cada iglesia. Los encabezamientos
de todas las cartas son similares. La estructura de cada carta parece tener naturaleza
séptuple.

a. La descripción de Cristo
En la mayoría de estas cartas existe la repetición de uno o más títulos o descripciones de
Cristo contenidos en el primer capítulo: un título adecuado al estado de la iglesia en
cuestión, que presente a Cristo con todo poder, como Juez lleno de autoridad.

b. La revelación del estado de la iglesia


Las reiteradas frases “yo conozco”, “quitaré”, “daré”, “vendré” y todas las expresiones con
sentido de futuro implican el conocimiento completo que tiene Cristo de la situación y su
autoridad gubernamental, así como su poder para descubrir lo íntimo del corazón de cada
iglesia. Cristo revela su conocimiento íntimo de la vida y obra de cada asamblea. Por ser
Dios omnisciente, ninguna cosa se puede esconder de El.

c. El elogio de las virtudes


Todo lo que es agradable es generosamente ensalzado por el Maestro. El tiene cuidado de
encomiar antes de reprobar. Cristo alaba a cada una de las iglesias (excepto la última) por
sus obras y otras características virtuosas.

d. La condenación de los errores


Cristo sería injusto y cruel si no hiciera mención de todo aquello que le desagrada, así como
habla de lo que le agrada. De manera que estas cartas llevan en sí mismas una fiel
exposición de errores. Cada iglesia, excepto la segunda y la sexta, es más corrupta que la
que le antecede; la última es la más corrupta de todas. Tanto, que no hay ninguna virtud que
alabar. Cristo censura a cada una de ellas, excepto la segunda y la sexta.

e. La exhortación al arrepentimiento
Nos sentimos muy alentados al leer estas valiosísimas joyas de la literatura, porque
contienen la fragancia de la gracia de Cristo. El se presenta a sí mismo como alguien lleno
de deseos de restaurar. Se notará que la primera, tercera, quinta y séptima iglesias son
llamadas al arrepentimiento. La segunda y la sexta no tienen nada de qué arrepentirse ya
que han sido purificadas por la persecución. La cuarta estaba reprobada y ya había ido más
allá del arrepentimiento.

f. La declaración de juicio
Puesto que Cristo es siempre fiel en declarar la verdad, advierte el peligro que entraña
continuar en desobediencia. ¡Bienaventurada la iglesia o el cristiano que atiende la voz de
alerta de Cristo! El anuncio de juicio lo dio Cristo a todas las iglesias, a excepción de la
segunda y la sexta.

g. La proclamación de la recompensa
Cada recompensa prometida está de acuerdo con un atributo de Cristo. La conclusión de
cada carta consiste en una bendición de victoria personal y un llamamiento individual. Hay
una promesa en cada carta para el vencedor. Para mayor comprensión y edificación,
examinemos estas cartas a la luz de su séptuple plan.

A. La carta a Efeso (2:1–7)


Veíamos anteriormente que por “ángeles” podemos entender los representantes espirituales
de cada iglesia. Walter Scott considera al “ángel de la iglesia” como “representante
simbólico de la asamblea en su presente estado moral. La idea está en la representación …
Podríamos hacer mucho énfasis en que no hay una representación oficial sino moral en la
idea derivada de la palabra ‘ángel’, tal como se usa en conexión con las siete iglesias”.
En cada una de las cartas, el que habla es el Señor resucitado y la revelación de sí mismo es
adaptada a la necesidad de cada iglesia. Como lo hemos indicado ya, Cristo se presenta a sí
mismo en términos simbólicos tomados del capítulo 1. Así es como conectamos el
versículo 1 del capítulo 2 con los versículos 12, 13, y 20 del capítulo 1. Se ve a Cristo
caminando como Juez en medio de las iglesias. Cada acto es controlado por Aquél que
nunca se descuida ni duerme. Y siendo El quien sostiene en su mano los siete candeleros de
oro, puede quitar de su lugar cualquiera de ellos. Realmente es una cosa muy seria pensar
en que el Señor conoce exactamente lo que cada uno de nosotros está haciendo. El sabía
que los efesios no toleraban a aquellos que hacían lo malo. ¿Los podemos tolerar nosotros?
¿Aborrecemos nosotros todo aquello que es malo?
Había muchas cosas por las cuales alabar a esta iglesia casi intachable. Su paciencia fue
altamente elogiada (esta palabra aparece dos veces). En el versículo 2 se refiere a la
paciencia en el servicio, mientras que en el 3 se habla de la paciencia en el sufrimiento. En
total, el Señor expresó ocho elogios para la iglesia de Efeso.
Sin embargo, hay un triste “pero” en el mensaje de Cristo a esta iglesia. El primer amor
matrimonial con Cristo había sido abandonado. Había una doctrina pura y un perfecto
orden eclesiástico, pero también existía una lamentable falta de amor.
El amor a Cristo es la única motivación para todo servicio aceptable (Juan 21:15–17). ¿No
afirmó Pablo en 1 Corintios 13 que el mejor de los servicios tiene poco valor cuando no hay
amor? Otros amores había surgido allí y la iglesia de Efeso estaba en peligro de caer.
A esta iglesia se le ordenó recordar de dónde había caído y volverse a sus primeras obras.
Con el primer amor se habían ido las primeras obras. El amor anhela amor, porque donde
hay verdadero amor hay también verdadero servicio.
La exhortación “el que tenga oído” se encuentra en la conclusión de cada carta. En las
primeras tres iglesias esta expresión aparece antes del mensaje de Cristo al que venciere. En
las últimas cuatro, se halla después de la promesa al vencedor.
El Espíritu Santo es el administrador de los asuntos de la iglesia a través de todo este
período, como se indica en la séptuple repetición de la frase “el Espíritu dice a las iglesias”.
Al vencedor de estas iglesias, Cristo le ofrece la provisión del árbol de vida, lo cual puede
indicar exención de deterioro corporal. El árbol era muy significativo para los griegos,
como símbolo del poder divino, dador de vida. “Paraíso” significa “un jardín delicioso” y
representa la suma de todos los goces espirituales.

B. La carta a Esmirna (2:8–11)


Esta carta tiene la peculiaridad al (igual que la carta a Filadelfia) de no contener ninguna
denuncia de culpa. Estas dos iglesias también eran similares en su experiencia de
tribulación a manos de los paganos (instigados por los judíos), “los que se dicen ser judíos
y no lo son, sino sinagoga de Satanás”. ¡De igual manera, hoy hay muchos que dicen ser
cristianos, pero no lo son!
Hay algunas características muy interesantes que deben ser consideradas en esta carta, la
más corta de todas. Primero, cuán apropiado es el título de Cristo como, el que estuvo
muerto y vivió”. Muchos de los miembros de esta iglesia iban a morir por su Señor. A éstos
les aguardaba un martirio cruel y terrible, pero el que había vencido a la muerte, Cristo, les
prometía una gloriosa resurrección (2:10, 11).
Luego viene un breve pero valioso paréntesis: “(pero tú eres rico).” Aquellos perseguidores
sin corazón habían reducido a los santos a la mendicidad. Pero aunque los cristianos eran
pobres materialmente, en fe eran muy ricos. En medio de la creciente oscuridad surge el
bondadoso y reanimador “No temas”. Debían cobrar ánimo, porque la tribulación tendría
sus límites y el atador finalmente atado. (20:1–3).
Para esta iglesia heroica no había condenación ni palabras de censura o reproche. La
persecución tiene su modo de mantener a los cristianos cerca del corazón de Dios. Como
habían permanecido en la verdad, a los cristianos de Esmirna no se les ordena que se
arrepientan, ni se emite contra ellos ningún juicio.
Cicerón describió a Esmirna como “la ciudad de nuestros más fieles aliados” y es
interesante observar que la única carta, entre las siete, en la cual Cristo usa el término fiel
es la que se dirige a la iglesia situada en una ciudad tan alabada por su fidelidad patriótica.
Así como Esmirna era leal a su monarca, la iglesia de allí lo era a su Señor, a pesar de los
intensos sufrimientos. Esmirna fue llamada “la puerta de los mártires”, ya que muchos de
ellos pasaban por sus puertas cuando eran conducidos a Roma y al martirio. Policarpo,
obispo de Esmirna, fue ejecutado allí en el año 155 d.C., a la edad de 86 años.
Como recompensa, recibirían una corona de vida, que era el emblema de realeza y triunfo.
La posibilidad de escapar de la segunda muerte (lo cual implica una muerte distinta de la
física) puede ser un mensaje a los hombres malvados de Esmirna, quienes estaban
empeñados en destruir a los santos. Es probable que sean reprendidos aquí para ver si
atienden el mensaje y se arrepienten. La recompensa de los de Esmirna está contenida en
los versículos 8 y 10. A través de la carta hay un intercambio entre la vida y la muerte. Para
alentar a los perseguidos, el Señor les hace recordar que hay algo más terrible que la muerte
física. Está la muerte segunda, la cual no tendrá potestad sobre ellos, porque han recibido la
corona de la vida.

C. La carta a Pérgamo (2:12–17)


Cristo es presentado a la iglesia de Pérgamo como el que tiene una espada aguda de dos
filos, lo cual es símbolo de juicio y de ejecución de la verdad. Una comparación entre los
versículos 12 y 16 demuestra claramente cuán bien se adaptaba este título a la iglesia de
Pérgamo. La espada aguda penetra, divide, separa, ordena, descubre, escudriña y vence. La
profecía de Isaías es muy apropiada para Cristo en este punto: “Puso mi boca como espada
aguda” (Isaías 49:2). El cónsul romano en Pérgamo llevaba la espada como símbolo de su
oficio y de poder militar y poseía “el poder de la espada”: la autoridad de pronunciar la
pena de muerte. Pero la espada del Señor es más grande que todas las espadas de los
césares, y cuando El la use finalmente (Apocalipsis 19:15), será para dominar los imperios
de la tierra.
Evidentemente, Satanás tenía su centro de operaciones en esta ciudad, un hecho que
contribuía a que la posición de los creyentes fuera más peligrosa. El “trono” permanente de
Satanás está en el aire, mientras que sus centros de actividad pueden cambiar
constantemente. La Biblia lo describe como el que “anda en derredor, buscando a quien
devorar”. (Compare 2:9 con 2:12, 24).
A pesar de la oposición satánica, los santos de Pérgamo son elogiados por su lealtad al
“nombre”, lo cual significa el carácter o la Persona de Cristo, y “a la fe”, que significa las
enseñanzas y la obra de Cristo. La fidelidad de estos santos, a pesar de tener frente a ellos la
amenaza del martirio, es ilustrada con el fiel Antipas, quien murió por su Señor, a quien
tanto amaba. Pérgamo era uno de los centros importantes de la adoración al emperador y la
tentación de caer en el error de dar a otro la adoración que sólo le corresponde a Dios era
grande. Cuando los cristianos sucumbían, triunfaba Satanás; cuando ellos eran firmes en la
fe, casi siempre el martirio era el precio que debía pagar por su lealtad a Cristo.
Aunque Antipas quizá pasó inadvertido y desconocido entre los millares de personas de
Pérgamo, y quizá sin una tumba que guardara sus restos, Cristo, sin embargo, menciona el
nombre de este mártir con un amor y con un vislumbre de gloria únicos en este libro de
Apocalipsis. El nombre Antipas significa “uno contra muchos”; este valiente cristiano se
atrevió a salir al frente solo y sellar con su propia sangre el testimonio de su alma.
Desafortunadamente, aunque en general la iglesia de Pérgamo era buena, entre sus
miembros se había tolerado el error. La falta de disciplina se hace claramente notable al ver
cómo algunos habían seguido a Balaam y a los nicolaítas: “Pero tengo unas pocas cosas
contra ti.” Este triste reclamo se encuentra tres veces (2:4, 14, 20). ¿Tiene el Señor alguna
cosa contra usted? El doctor Campbell Morgan dice que el balaamismo y el nicolaísmo
“parecen describir lo que posteriormente llegó a conocerce como el ‘antinomianismo’, la
terriblemente errónea enseñanza de que los propósitos del pacto de Dios se realizarán con
toda seguridad y por lo tanto no importa la forma en que los sujetos a dicho pacto se
conduzcan”.
Balaam fue el profeta mercenario que amó las riquezas injustas. Representa la unión de la
Iglesia con el mundo, lo cual es equivalente a la corrupción espiritual. La doctrina de los
nicolaítas representa a aquellos que tratan de dominar a la membresía e iniciaron el negocio
del clero. La preponderancia sacerdotal es detestable ante Cristo, quien es el Gran Sumo
Sacerdote.
En el llamado al arrepentimiento tenemos lo que podríamos llamar “el ataque sorpresivo de
Cristo”: “Vendré a ti pronto.” Y cuando El venga, la base del juicio será su Palabra. Para
los vencedores habrá “maná escondido” provisto divinamente y una piedrecita blanca de
triunfo.
Muchas han sido las interpretaciones que se han dado acerca de la piedra blanca. Se dice
que se daba una piedrecita blanca al triunfador en los juegos olímpicos. Esta llevaba en sí
ciertas distinciones y privilegios. También se daba una piedra como evidencia de
absolución y llevaba inscrito el nombre de la persona absuelta. J. A. Robertson dice que en
las cortes de justicia se utilizaban pequeñas piedras: una piedra negra era señal de que el reo
era condenado, mientras que una blanca era indicación de absolución. La piedra blanca
también era símbolo de amistad: la piedra se quebraba en dos pedazos y cada uno de los
dos amigos se quedaba con la parte que contenía el nombre de la otra persona, en prueba de
unión y comunión permanentes.
El mensaje dado a la iglesia de Pérgamo es muy necesario para la Iglesia de hoy. “El
descuido y las concesiones en cuanto a doctrina y por ende en cuanto a conducta, hacían
indispensable la disciplina en las iglesias,” dice G. Campbell Morgan. “Parece ser que el
verdadero enriquecimiento se adquiere a través de restas y no de sumas.”

D. La carta a Tiatira (2:18–29)


Es más que seguro que esta iglesia tuvo su origen en aquella reunión de oración a la orilla
del río en la cual Lidia, nativa de Tiatira, fue convertida cuando el Señor le abrió el corazón
(Hechos 16). Quizá ella misma fuera el instrumento para fundar la iglesia allí a su regreso.
En Apocalipsis 1, Juan vio a Cristo como el Hijo del Hombre, pero un Hombre investido
con todos los atributos y actividades de la deidad. Aquí el Mensajero divino se introduce a
sí mismo como el Hijo de Dios, y como tal revela su omnisciencia y autoridad. La
descripción de sus ojos y sus pies, tomada de 1:14, 15, ilustra el aspecto terrible de juicio
que El asume hacia esta iglesia. Los poderes más penetrantes e impresionantes de Cristo
están frente a nosotros en 2:23, 27, lo cual es un desarrollo del versículo 18.
Afortunadamente, el que “conoce” de grados de importancia, piensa primero en las cosas
en que sobresale esta iglesia. Si aquellos que hacen juicios tan equivocados de los cristianos
siguieran este ejemplo divino, ¡cuán diferente sería el mundo! El servicio, el amor, la fe y la
paciencia son sus virtudes y son justa y equitativamente elogiadas.
Luego viene el reproche por permitir el mal en la iglesia; es un mal personificado en una
mujer real. (La Jezabel del Antiguo Testamento es mencionada como prototipo de esta
mujer en cuanto al pecado.) Esta es la única carta en la que se menciona a una mujer. El
nombre “Jezabel” significa “casta”, ¡pero qué contrariedad había entre su conducta y su
propio nombre! La Jezabel del Antiguo Testamento era una mujer brillante, atrevida e
inescrupulosa, quien reconocía a Dios, pero realmente servía a Baal. En la carta anterior el
Señor comparó a los falsos maestros con Balaam, quien les enseñó a los israelitas a
participar en festivales idolátricos. Ahora los compara con Jezabel, la esposa pagana de
Acab, quien estableció la idolatría en Israel. La forma particular del mal en Tiatira era el
espiritismo: aquella Jezabel afirmaba que recibía revelación divina en sus actividades
ocultistas. Su malvada influencia era multiplicada por el hecho de que enseñaba e inducía a
los siervos de Cristo a que la imitaran.
En esta carta, la más larga de las siete, se da una solemne advertencia a aquellos que
insistentemente toleran y participan en la prostitución espiritual. Si no se arrepienten, ellos
también participarán de la condenación de Jezabel. Pero el Señor es muy bondadoso, aun
con los más malvados: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta.” El arrepentimiento es
el camino de salida que Dios ofrece.
A aquellos de Tiatira que no se habían dejado influir por Jezabel y sus fornicaciones
(unidas a sus profundidades satánicas), se les promete tener parte en el reino de Cristo
(2:26). Las obras basadas en la fe ocupan una parte prominente en esta carta (2:19, 26). Las
obras de maldad y las profundidades (2:22, 24) pertenecen a Satanás. La Estrella de la
mañana es Jesucristo mismo y todos los que vencieren tendrán completa posesión de El.
¡Qué gran futuro les aguarda a todos aquellos que tienen a Cristo en su corazón como el
heraldo de ese glorioso día que vendrá, y a todo aquel que venciere! Si somos fieles,
sabremos lo grande que será participar en el reino de nuestro Señor.
Efesios 2:6 nos recuerda que Cristo nos ha hecho participar ya del poder de su reino
celestial, pero el Salmo 2:8, 9, el cual es citado aquí por el Señor resucitado, todavía espera
su cumplimiento. Cristo es la Estrella de la mañana (22:16), cuya resurrección anuncia el
amanecer de Dios cuando su pueblo se levante con El. Los lectores de este mensaje que
estén tentados a sucumbir en las profundidades de Satanás, deberían recordar lo que se dice
del diablo en Isaías 14:12, como el lucero caído del cielo. También nosotros debemos
escoger entre lo alto y las profundidades.
Se reserva la autoridad sobre las naciones para todos los verdaderos vencedores, quienes
participarán del reino de Cristo sobre el mundo. Como lo expresa Alexander Maclaren: “La
vida moldeada de acuerdo con el modelo de Cristo es aquella que es capaz y digna de
participar con El en su reino.”

E. La carta a Sardis (3:1–6)


En esta quinta carta parecería como si Cristo estuviera empezando de nuevo. Y Sardis en
realidad marca un notable cambio en la serie. En las cartas anteriores lo bueno era la regla y
lo malo la excepción. Pero aquí en Sardis es todo lo contrario: sólo un pequeño remanente
merecía los elogios de Cristo, cuyo “yo conozco” consiste ahora en escrutinio y
condenación.
Tanto el Espíritu como los líderes espirituales están bajo el control de Cristo y son sus
canales de operación. Toda la plenitud de poder y sabiduría, de las cuales carecía Sardis,
estaban en posesión de Cristo. Aunque esta iglesia parecía perfecta a los ojos de los
hombres, no lo era ante los ojos de Dios. Tenía un nombre y una reputación en lo que
respecta a organización y ortodoxia, pero se encontraba desposeída de vida espiritual.
¡Tenía obras sin vida!
Dice G. Campbell Morgan: “Es muy probable que existiera en ella conformidad con el
modelo de la Iglesia según Hechos 2:41, 42 en lo que respecta a reglamentos y adherencia a
la doctrina. La forma de adoración y la generosidad estaban libres de reproche. Pero ante
los ojos del Señor todo era un mero andamiaje, como un sepulcro blanqueado, o como las
flores artificiales.”
En vista de la segunda venida, la iglesia recibe la exhortación al arrepentimiento. Como un
ladrón, Cristo les quitaría todo lo que poseían si no hacían caso y no se volvían de su
ortodoxia muerta y estéril. Dos veces había sido conquistada la ciudad de Sardis por no
estar alerta. Cristo le dice a la iglesia cual sería el resultado de que no estuviera atenta a su
llegada.
Sin embargo, aún había unos pocos en Sardis que no habían contaminado sus vestiduras y
constituían la manifestación de la justicia en victoria. El nombre “Sardis” significa
“remanente” y viene de una raíz hebrea que tiene el sentido de “aquellos que escapan o han
escapade”. En la iglesia de Sardis se podían encontrar unos pocos creyentes que habían
escapado de la contaminación que les rodeaba, que tenían un nombre al cual hacían honor
valientemente, con su vida por Cristo.
¿Estamos nosotros entre los pocos que se han separado para el Señor y mantienen una
perfecta fidelidad a El? Si es así, entonces también participaremos de las recompensas que
El tiene para aquellos que son dignos. Debe aclararse que el “borrar el nombre” (3:5) tiene
que ver con la profesión de la fe de la persona, y aquél en quien ha creído. Compare esto
con 13:8; 17:8; 20:15.
Sardis era una iglesia de títeres muertos, que realizaban todas las acciones del cristianismo,
pero producían únicamente obras muertas, porque los miembros no eran animados por la
vida que fluye de Dios. De manera que el Señor les habla como Aquél en quien se
encuentra avivamiento. El está dispuesto a derramar su Espíritu en su séptuple plenitud, y el
gobierno de las iglesias está en sus manos (1:20).
A Sardis se le da un mandamiento similar al que se le dio a Efeso en 2:5. Esta iglesia debía
volverse a aquellas cosas que le habían sido de estima en los primeros tiempos. A la luz de
lo que antes era vida para ella, debía dejar de hacer lo que estaba haciendo actualmente,
para que la chispa de luz que todavía tenía no llegara a morir definitivamente. La condición
para mantenerse con vida era velar, mantenerse despiertos; la otra alternativa eran el sueño
de la muerte y el repentino e inesperado juicio del Señor.
Todo cristiano verdadero tiene la seguridad de que su nombre está en el libro de la vida
(Lucas 10:20). Sin embargo, aquellos que adulteren o falsifiquen la autoridad y veracidad
de la revelación, verán su parte quitada del libro de la vida (22:19). Aquí la palabra “parte”
significa “herencia.” Todos tenemos una herencia o recompensa, que nos puede ser quitada.
La maravilla de maravillas es que Cristo va a confesar el nombre de sus santos victoriosos
delante del Padre y sus ángeles. ¡Y qué gran día será para nosotros si somos hallados
cubiertos de vestiduras blancas, que son la justicia de los santos!

F. La carta a Filadelfia (3:7–13)


Esta iglesia comparte con la de Esmirna la distinción de no ser acusada de ninguna culpa.
Aquí el mensajero divino, quien se manifiesta a sí mismo como el “Santo y Verdadero”, es
descrito como el poseedor de la llave de David. Si a alguien se le entregan las llaves de una
ciudad, eso significa que esta persona está investida de libertad y de privilegios. Y aquí la
llave es símbolo del derecho indisputable a entrar y ejercer toda la autoridad necesaria.
Puesto que la revelación como un todo mira hacia el reino, Cristo hace destacar sus
derechos reales como el Señor y Cabeza de la casa de David. Todas las promesas davídicas
serán cumplidas por El.
La iglesia de Filadelfia es alabada por su fidelidad de acuerdo con sus capacidades. Había
sido fiel en lo poco. Y aunque no parecía de gran importancia a los ojos del mundo a pesar
de su obediencia y su fe, el administrador divino, quien abre y cierra las puertas, abunda en
alabanzas por la manera en que la iglesia de Filadelfia había entrado por la puerta de la
oportunidad que El había abierto.
Filadelfia es una de las dos iglesias que solamente recibieron alabanzas y aliento; porque
sus miembros fueron fieles, se les dan a realizar nuevos trabajos. Mientras estemos sobre
esta tierra, la recompensa por ser fieles no es la inactividad sino la entrega de mayores
responsabilidades. Aquellos que se encuentran ya desocupados y sin hacer nada, deben
volver a la comunión con Dios antes de que El pueda usarlos. Por esto, el Señor le habla a
la iglesia de Filadelfia como el que abre las puertas de la oportunidad.
Cristo habla de su “poca fuerza” en un sentido no condenatorio. Humanamente hablando,
su fuerza era pequeña, porque ellos eran una pequeña minoría entre judíos y paganos. No
obstante, puesto que su fuerza estaba basada en el nombre de Cristo, ellos podían entrar por
la puerta abierta. No dice exactamente a qué puerta se refiere. Consecuentemente, este
versículo ha sido muy precioso para muchas generaciones de cristianos en todas las esferas
de servicio en las cuales se han abierto nuevas puertas.
A esta iglesia se le hace la promesa de que será guardada de la hora de la prueba, lo cual
puede significar estar libre de la gran Tribulación. La palabra “de” significa “fuera de” y
lleva en sí la idea de que será guardada fuera de la tribulación (no únicamente a través de
ella, como algunos afirman). No será sino hasta el tiempo en que esta prueba invada a la
tierra, cuando se entenderá o se experimentará la importancia de este mensaje de
preservación.
En esta carta también la segunda venida de Cristo es usada como un incentivo para
mantenerse firme. ¡Ojalá estemos determinados a retener nuestra corona! Los vencedores
serán hechos columnas en el templo de Dios. Aunque en la tierra tienen poca fuerza, serán
tallados como pilares fuertes y gloriosos en el cielo y participarán en la victoria final de
Cristo. Entonces, la identificación con el Rey será completa. Aunque en este mundo no
tengan nombre, tendrán un nombre nuevo y secreto en el cielo. También se promete a los
vencedores una completa libertad en la Nueva Jerusalén: “Y nunca más saldrá de allí.” ¿por
qué? Porque Cristo es la llave y guarda a sus santos en eterna seguridad. Todos los que son
vencedores, verdaderamente salvos por gracia, están en el registro de los vivientes, porque
son poseedores de vida eterna.

G. La carta a Laodicea (3:14–22)


Esta última carta es la más triste entre las siete. Contiene la severa desaprobación de Cristo
contra una iglesia apóstata; sin embargo, nos trae una revelación del corazón del Señor
como no puede hallarse en ninguna de las otras cartas. Para describirse a sí mismo, Cristo
no utiliza aquí ningún símbolo. Se declara como “el Amén”, un título tan expresivo de su
gloria como “el Verdadero”. Como testigo fiel y verdadero, se revela en perfecta armonía
consigo mismo. “El principio de la creación de Dios” indica la autoridad del mensaje de
Cristo, el cual es interpretado en Colosenses 1:15: “El es la imagen del Dios invisible, el
primogénito (el preeminente) de toda creación.” Todo lo que va implicado en estos títulos
había sido negado por los laodicenses, quienes por lo tanto merecían el desagrado y la
condenación de parte del Señor.
El nombre de “Laodicea” viene de dos palabras griegas que significan “pueblo” y “juicio” o
“costumbre”. Este nombre implica que la iglesia de este lugar era gobernada por las
decisiones, los juicios y las costumbres de la gente, en lugar de ser gobernada por la Palabra
de Dios.
El estado de esta iglesia era completamente desfavorable, por lo que no se elogia ninguna
virtud. ¡Cuan trágico es que no existan buenos hechos que permitan elogiar a una iglesia!
Por supuesto, los laodicenses poseían cantidades de cosas buenas, cosas que podían decir
de sí mismos. Tenían confianza en sí mismos y se sentían orgullosos y satisfechos. Sin
embargo, para el Señor eran tibios y le causaban náuseas. La primera iglesia había dejado
su primer amor, pero esta última era considerada como tibia.
La iglesia laodicense no estaba cargada de deudas, pues tenía abundancia de riqueza
material; sin embargo, Cristo la declaró miserable y en bancarrota. Aquí encontramos la
expresión “tú eres”, refiriéndose a la tibieza espiritual y “tú dices,” refiriéndose a la
autocomplacencia (esta iglesia carecía de pasión y de emoción), y finalmente hallamos el
“tú eres” de la terrible e infalible denuncia del Señor. Como muchas de las iglesias
modernas, Laodicea era correcta, pero sin conciencia. El disgusto que le causaba a Cristo
dicho estado se ve en su forma drástica de tratar a la iglesia: “Te vomitaré de mi boca.” El
contagio de la iglesia con el mundo es nauseabundo para Cristo.
Aun para el que lea el Apocalipsis superficialmente, es obvio que el tema básico de este
libro es la segunda venida de Cristo. En su valiosa obra titulada Interpreting Revelation
(Interpretación del Apocalipsis). Merrill C. Tenney hace esta iluminadora observación:
La creciente inminencia de la venida del Señor se refleja en sus mensajes de corrección a
estas iglesias:
Efeso: “Pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar” (2:5).
Pérgamo: “Pues si no, vendré pronto a ti” (2:16).
Tiatira: Retenedlo hasta que yo venga” (2:25).
Sardis: “Vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (3:3).
Filadelfia: “He aquí, yo vengo pronto” (3:11).
Laodicea: “Yo estoy a la puerta y llamo” (3:20).
La visión de las siete cartas gira en torno a la segunda venida de Cristo y el efecto que este
suceso tendrá sobre las iglesias.
Pero la gracia también se manifiesta en el juicio, porque el juicio es el resultado del amor
de Cristo. Al mismo tiempo que exhorta a la iglesia hacia un nuevo celo espiritual, está
buscando a un hombre, posiblemente de poca importancia para la iglesia; alguien que esté
dispuesto a recibir al Señor. Para tal persona existe la gran recompensa de participar de la
provisión de Cristo y de su trono. El huésped divino se convierte en el divino anfitrión y
prodiga sus dones gloriosos entre aquellos que voluntariamente vienen y cenan con El
(3:20).
En el oro, las vestiduras blancas y el colirio para los ojos, los cuales la iglesia debe comprar
de Cristo según su consejo, encontramos ilustraciones o símbolos que eran conocidos para
los laodicenses, cuya ciudad tenía la fama de poseer tales cosas. (Vea “Las siete iglesias”
por Sir William Ramsey.)
Al final del capítulo 3 nos encontramos con que los santos son arrebatados, mientras que
los practicantes son vomitados. Aunque Juan no describe el rapto, lo da por sentado, puesto
que ya no vuelve a mencionar la palabra iglesia hasta que termina la revelación en sí y llega
a las exhortaciones finales (22:16, 17). En estas cartas a las siete iglesias, el Señor divide a
los miembros en dos clases: los que vencen y los que no vencen. En cada carta hay un
llamado, una advertencia y una promesa:
Un llamado para que se vuelvan al Señor mientras El se presenta a sí mismo a cada iglesia.
Una advertencia si se desatiende el llamado.
Una promesa si dicho llamado es obedecido.
Desde el 22:6 hasta el 22:21, Juan reanuda lo que ha dejado en los primeros tres capítulos
del libro. Después del capítulo 3 ya no se ve a Cristo entre los candeleros, sino como
Sacerdote-Juez sobre el trono, actuando desde el cielo hasta que regresa a la tierra.

Los siete sellos


Apocalipsis 4:1–8:5
1. El lugar del trono (4:1–11)
Para estudiar los siete sellos es necesario conocer la atmósfera y la presentación de la
verdad que hay en los capítulos 4 y 5. Cuando finalizan los juicios del sexto sello, las
aterrorizadas multitudes claman en 6:16 que quieren ocultarse “del rostro de aquél que está
sentado sobre el trono” (el Señor Dios Todopoderoso del capítulo 4) y de “la ira del
Cordero” (Aquél que es retratado vivamente en el capítulo 5).
El Apocalipsis es una de las partes más dramáticas de la Biblia. Como literatura simbólica y
como una demostración del triunfo del bien sobre el mal, los capítulos del último de los
libros de la Biblia son inigualables. Por fin vemos a Jesucristo echando abajo y
destruyendo, hasta que toma el poder que le corresponde legitimamente y reina sobre todas
las cosas.
El capítulo 4 empieza con el arrebatamiento de Juan al cielo para recibir los planes de Dios
para el futuro. Al finalizar el capítulo tres, vimos que se invitaba al hombre para que le
abriera su puerta a Cristo; ahora una puerta se abre en el cielo para que entre el hombre.
Con esta puerta abierta comienza la parte realmente profética del libro, aunque la verdadera
acción profética no empieza sino hasta en el capítulo 6. Los capítulos 4 y 5 con sus escenas
celestiales parecen ser una introducción a la primera serie de juicios, los cuales son
descritos detalladamente en el capítulo 6.
La frase inicial “después de esto” o “después de estas cosas” (4:1) se refiere a lo que se
acaba de estar considerando en los capítulos 2 y 3. Ahora nos encontramos con un nuevo
principio. Juan pasa de los asuntos de las iglesias a un tema enteramente diferente. La
escena también es diferente, porque ahora Juan está en el cielo. Desde lo alto se le hace
entender lo que va a ocurrir abajo. Puesto que la profecía tiene su origen en el cielo, por
encima de la niebla y de las nubes, Juan debía recibir de la mente de Dios todo lo
relacionado con los sucesos futuros. Cuando estamos parados en la tierra no podemos ver
muy lejos. Pero ¡qué panorama se despliega ante nosotros cuando subimos a un sitio
elevado! Esto también es verdad en lo relacionado con las cosas de Dios. Los asuntos
celestiales, aun cuando se refieran a la tierra, sólo pueden ser entendidos cuando se
consideran desde un punto de vista celestial.
Doce veces es mencionada la palabra “trono” en este capítulo. En total, este término
aparece 38 veces en todo el Apocalipsis, haciendo de éste “el sitio del trono” en la Biblia.
Los “tronos” del Apocalipsis pueden proporcionarnos un estudio bíblico de mucha
importancia. El libro empieza (1:4) y termina (22:3) con un trono. El trono de 4:2 es una
preparación para los juicios que se inician en el capítulo 6 y terminan en el capítulo 20. Y
de esa manera vamos desde el juicio de los impíos vivos hasta el juicio de los impíos
muertos. El trono que estamos considerando estaba en el cielo (4:2), para significar los
juicios justos y santos. “El Señor ha preparado su trono en el cielo” (Salmo 103:19). De
este trono no emana más que juicio perfecto y sin engaños.
Por la “primera voz” (4:1) entendemos la voz del Señor ya escuchada (1:10). Ahora esta
voz habla desde el cielo como una trompeta. Hay seis referencias a trompetas en el
Apocalipsis, que están asociadas con tronos y juicios. En el Antiguo Testamento, las
trompetas eran usadas para convocar asambleas. Aquí en el Apocalipsis parecen preparar el
camino para el juicio. El divino ocupante del trono, que no tenía forma física y nunca antes
había sido visto, es llamado “el Señor Dios Todopoderoso” (4:8). Dos piedras preciosas, el
jaspe y la cornalina, son usadas para describir las cualidades de este maravilloso personaje
que estaba sentado en el trono. Consideradas en conjunto, las piedras son emblemas de las
diversas excelencias de la personalidad y la perfección de Dios. El jaspe es translúcido y es
el emblema de la luz, mientras que la cornalina o ágata de color rojo, es el emblema del
amor. De esta manera, el que está sentado en el trono está caracterizado tanto por los
principios como por los sentimientos.
El arco iris que estaba alrededor del trono (4:10) nos hace recordar que Dios será fiel a su
pacto y que una tormenta está a punto de desatarse. Aquí tenemos un arco iris
completamente circular, no semicircular como los que estamos acostumbrados a ver. Y en
lugar de los múltiples colores del arco iris común, este arco iris celestial lleva el bello color
verde de la esmeralda. El color verde nunca cansa la vista y puede simbolizar el hecho de
que no nos cansaremos jamás de mirar la gloria de Dios manifestada. El arco iris completo
es símbolo de esperanza.
La identificación de los veinticuatro ancianos (4:4) es asunto de disputa entre los teólogos.
Algunos aseguran que estos ancianos son los líderes de un sacerdocio angélico. Por tener
coronas y vestiduras blancas probablemente sean sacerdotes y reyes de un orden
gubernamental. Otros comentaristas identifican a estos ancianos como santos del Antiguo y
del Nuevo Testamento; por el número se cree que tengan que ver con las doce tribus y los
doce apóstoles.
Walter Scott dice que resulta incongruente “imaginar espíritus sentados, vestidos y
coronados, y por lo tanto deben representar al cuerpo general de los redimidos en el cielo”
(5:9). Notaremos que estos “tronos” están subordinados al trono del versículo 2. El número
venticuatro está asociado con la adoración y con el gobierno en el cielo. Doce es el número
gubernamental en la tierra. Si los ancianos son los redimidos y Juan dice que sí lo son (5:9)
entonces las coronas de oro señalan la dignidad real y la autoridad que todo santo va a
compartir.
El trono es el centro de acción e interés y señala el desencadenamiento de las fuerzas
naturales como precursoras del juicio venidero. El perfecto ministerio escrutador del
Espíritu está simbolizado por las siete lámparas de fuego (4:5). Presentado como “los siete
Espíritus de Dios”, el Espíritu Santo se presenta ante nosotros en la perfección de su ser,
inteligencia y actividad. Identificándose con los justos juicios del trono, El pondrá al
descubierto todo aquello que es ajeno a la pureza absoluta del trono. El “mar de vidrio
semejante al cristal” declara la santidad eterna y la pureza del divino ocupante del trono.
Los “cuatro seres vivientes” (4:6) equivalen a los querubines del Antiguo Testamento. (La
palabra traducida como seres viene del griego zoon, que significa “ser vivo”.) Estos cuatro
seres simbolizan los atributos judiciales y la autoridad del que está sentado sobre el trono y
están conectados con Cristo, el que está vivo. Los “seres vivientes” son presentados
también como poseedores de perfecta sabiduría y se encuentran rindiendo incesante
adoración y servicio. Además proclaman la santidad y la eternidad de Aquel que está
sentado en el trono.
Como representantes de este trono y ayudantes del tribunal, están listos para ejecutar la
voluntad del Juez. Son seres reales, llenos de vida. El cuatro es el número de la creación;
por lo tanto, los cuatro seres vivientes son representantes de la creación animal de este
mundo. Los “seres vivientes” son descritos como poseedores de plena inteligencia; están
“llenos de ojos delante y detrás” (4:6). Ven hacia adelante y hacia atrás. Tanto el pasado
como el futuro están expuestos ante ellos como un pergamino abierto. También pueden ver
introspectivamente (“llenos de ojos”).
En el simbolismo de los rostros, Cristo es presentado como Rey, Siervo, Hombre y Dios
(4:7). El rostro de león sugiere omnipotencia y majestad; el rostro de becerro simboliza
servicio paciente a favor de os hombres; el rostro de hombre manifiesta inteligencia y
compasión y el de águila denota visión penetrante y rápida acción. Estas maravillosas
criaturas también rinden incesante servicio y constante alabanza. Nunca dejan, ni de día ni
de noche, de actuar y de rendir adoración. Este capítulo del trono termina con el himno de
los ancianos (4:10, 11). La alabanza que asciende al Señor lo proclama como el Creador de
todas las cosas. En el siguiente capítulo, Cristo, como Redentor, recibe la honra merecida.
Al rendir sus coronas ante el trono, los ancianos indican que únicamente el Señor es digno
de reinar.

2. El libro de los siete sellos (5:1–14)


Especialmente en los tiempos en que estamos viviendo, este libro final de la Biblia debería
estar en nuestras manos continuamente. Los sucesos de hoy, pletóricos de significado
profético, deben cotejarse con el programa divino. El comunismo totalitarista, con su
pasión por el dominio mundial, cobra un profundo significado para nosotros al iniciar el
estudio de esta sección del Apocalipsis, con la manifestación de Aquel que es el único
poseedor del derecho a gobernar al mundo entero.
En el capítulo 5 tenemos el desarrollo del dominio del gobierno celestial sobre la tierra. El
libro no abierto contiene el programa divino, pero está “sellado”. Esto no significa que
dicho libro no pueda ser leído, sino simplemente que no se ha hallado a nadie capaz de
llevar a cabo el programa celestial.
En lo que respecta a este libro de siete sellos, en primer lugar estaba “en la mano derecha
del que estaba sentado en el trono” (5:1). La Biblia habla mucho acerca de “la mano
derecha”, una posición de autoridad y poder. También el libro estaba “sellado” (5:1). ¿Por
qué sellado? El sello es señal de finalidad y privacidad. También requiere autorización legal
para ser roto. ¿Quién podría estar autorizado para abrir este libro? ¿Tendría que fracasar el
drama de la historia en este preciso momento crucial? Hay algo verdaderamente humano en
la referencia a las lágrimas de Juan. Su tristeza fue abrumadora al darse cuenta de la
incapacidad total de la creación, aun para mirar el libro (5:3). Nadie, arriba, abajo ni más
abajo, era digno de abrir los sellos y poner en acción aquellas fuerzas de liberación del
reino largamente esperado. Así fue como Juan prorrumpió en un llanto de angustia, porque
parecía como si Satanás y el pecado fueran a seguir controlando todos los asuntos del
mundo.El libro estaba sellado con “siete sellos”, que simbolizan el plan perfecto de Dios
con relación al mundo. Cada porción estaba sellada individualmente y el séptimo sello
sujetaba la parte exterior del rollo entero. Sin embargo, las lágrimas de Juan fueron
enjugadas muy pronto, porque uno de los ancianos clamó diciendo: “¡No llores!” Con gozo
ilimitado, Juan mira ahora a Aquél que puede y quiere abrir el libro (5:5, 6). Los sellos del
juicio divino, que no pueden ser abiertos por el hombre, únicamente pueden ser rotos por
Aquél en cuya mano horadada yace el título de propiedad del dominio mundial. La apertura
de los sellos es una de las prerrogativas del Cordero y ninguna otra cosa puede suceder
fuera de su voluntad gubernativa.
En respuesta a aquella exhortación, Juan alza sus ojos para contemplar al león descrito por
el anciano, pero en lugar de eso, lo que ve es un cordero (5:6). ¡El león y el cordero! El
Señor Jesucristo es ambas cosas. En lo que respecta a su humanidad, El es el león de la
tribu de Judá, la raíz de David. “El cordero” es su designación más frecuente en el
Apocalipsis, donde el término aparece más de veinte veces. Juan usa aquí una palabra que
significa “el corderito”, sugiriendo así la inocencia y la ternura de Cristo. Esta palabra es
usada para hacer ver el contraste con la malévola “bestia.” Nótese también el énfasis que se
hace sobre el cordero inmolado, que está en pie (5:6). De modo que Cristo es presentado
aquí como vivo y resucitado. El león vence en forma de cordero inmolado. La soberanía
está basada sobre el sacrificio. La corona viene desde la cruz. La centralidad de la figura de
Cristo reaparece en la frase en medio (5:6). En los siete cuernos y los siete ojos
encontramos la sabiduría y el poder perfectos como atributos tanto del Cordero como del
Espíritu Santo.
Una escena dramática se realiza en el acto de tomar el libro de la mano de Dios (5:7).
Cristo es descrito aquí como si estuviera tomando el poder gubernamental profetizado:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un
hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días y le hicieron acercarse delante de él. Y le
fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será
destruido” (Daniel 7:13, 14). Como lo veremos muy pronto, la apertura de cada sello revela
el cumplimiento de un propósito divino en Cristo y por medio de El.
Después de que tomó el libro, hubo un acto de adoración de parte de los 24 ancianos, cada
uno de ellos con un arpa de alabanza y con copas de oro llenas del incienso de la
intercesión (5:8). La adoración de los ancianos está basada en la redención (5:5, 9, 12).
Cristo fue el único que pudo morir, porque El mismo no necesitaba de un salvador; ahora
estaba siendo enaltecido como Redentor. No se pudo encontrar ningún pariente-redentor
entre los humanos, ni entre los ángeles; ni siquiera en el mundo de los muertos (5:3). El uso
de arpas nos habla de una celebración de victoria (5:8). En el Antiguo Testamento unas 43
veces se observa el uso del arpa, uno de los instrumentos más dulces que se conocen y
siempre está conectado con el canto. Las arpas colgadas en los sauces eran demostración de
que la cautividad anulaba el canto del pueblo (Salmo 137:2). Las oraciones de los santos
(5:8) son mencionadas por Juan porque ellas contribuyen a la investidura de Cristo como
Juez y Señor de todos. Sólo basta pensar en los millones de oraciones acumuladas todas en
torno a la petición de los siglos: ¡Venga tu reino!
El canto de la redención es llamado nuevo (5:9) porque nunca ha existido nada semejante.
Todo el grupo de adoradores le rinden homenaje al Cordero y bendice su sagrado nombre.
¡Qué maravilloso coro de aleluyas!
Este cántico de los glorificados contiene tres temas. Está el tema de la redención: Con tu
sangre nos has redimido para Dios; está el tema de la realeza: Nos has hecho para nuestro
Dios reyes; y también está el tema de la consagración: y sacerdotes. Los santos han de
reinar en la tierra y sobre ella (5:10). El Cordero es el centro del místico y resplandeciente
libro del Apocalipsis, como se hace notar en la séptuple nota de triunfo (5:12). Aquí en este
capítulo tenemos el plan divino para el juicio. Todos los juicios empiezan ahora con este
himno universal. Se ha agotado la paciencia de Dios y el castigo de los sellos está a punto
de empezar. La paciencia divina llega a su fin y la hora de Dios ha venido. Los capítulos 4
y 5 forman una impresionante introducción a los sellos. Son terribles los sucesos que van a
tomar lugar en breve. El capítulo concluye con el cántico nuevo y miríadas de ángeles se
unen al reverente tributo de alabanza. La creación entera también se une en el acto de
adoración al Cordero, siendo ésta la consumación de sus gemidos de angustia.

3. Los siete sellos (6:1–8:5)


Al entrar a esta parte estrictamente profética del Apocalipsis, hallamos lo que ha sido
denominado como “el proceso que precede a la victoria”. Una de las características del
capítulo 6 es que Juan escribe como un testigo ocular intensamente observador. “Yo vi” y
“Yo oí” son expresiones de experiencia personal que no podemos pasar por alto al estudiar
todo el libro. En los capítulos 4 y 5, todo ocurre en el cielo, donde tenemos el privilegio de
ver los secretos de la presencia de Dios y la preparación del juicio venidero. Pero del
capítulo 6 en adelante, nuestra atención se dirige a la tierra, con el inicio de sus juicios.
Cristo, el Cordero, por derecho de compra y poder de redención, ahora ejerce un control
total. La soberanía basada en el sacrificio está a punto de manifestarse.
El período total de juicios se extiende desde el capítulo 6 hasta el 20, y es muy importante
notar la conexión entre los sellos, las trompetas y las copas. Los juicios de los sellos y las
trompetas no son simultáneos, sino sucesivos. Los sellos cubren una zona más amplia que
las trompetas, pero éstas son más severas. El Cordero abre los sellos, los ángeles tocan las
trompetas y Dios derrama las copas. Los siete sellos, por tanto, incluyen el período total de
juicio.
De los sellos surgen las trompetas; de las trompetas, las copas. Las trompetas y las copas
presentan en detalle todo lo que los sellos denotan en general. Se podría usar la ilustración
de un telescopio de tres secciones. La sección exterior o cubierta contiene a la segunda
sección interior, la central. Esta sale de la primera y la tercera sale de ella, como se ve en el
siguiente diagrama:

El séptimo sello contiene las siete trompetas y las siete copas. La séptima trompeta contiene
las siete copas.
Como lo indicamos previamente, algunos expositores bíblicos le dan un sentido “histórico”
a los capítulos 6 al 20 (sugiriendo que los juicios cubren desde la apertura de la era cristiana
hasta el tiempo presente). Pero nuestra posición es que la Iglesia no estará sobre la tierra
cuando estos juicios apocalípticos se derramen, y que están relacionados con los judíos
como nación y con los gentiles también como naciones. Puesto que la Iglesia no es judía ni
gentil, sino “un nuevo hombre” (y por lo tanto no está sujeta a los juicios), se encontrará
fuera de la tierra cuando llegue el día de la visita de juicio. Con este sexto capítulo empieza
la ministración divina del Cordero y no terminará hasta que haya puesto a todos sus
enemigos por estrado de sus pies (Salmo 2).
Una queja muy común en el día de hoy es: “¿Por qué Dios no interviene y hace algo para
remediar el estado pecaminoso y caótico de este mundo?” Si los que hablan en estos
términos leyeran el Apocalipsis, sus preguntas quedarían inmediatamente contestadas y sus
interrogantes acerca de la no intervención divina quedarían resueltas. Aquí el Señor está a
punto de manifestar su mano.
¡Y qué acción será aquella! En los capítulos 4 y 5 se afirma el trono. En el capítulo 6
empieza a cumplirse la última semana de Daniel (Daniel 9:26, 27). Daniel no fue invitado a
subir al cielo, pero Juan lo fue. Daniel lo vio todo en visiones nocturnas, pero no
comprendió el significado completo de sus visiones. De esta manera, el Apocalipsis
complementa el libro de Daniel. Actualmente, un usurpador controla al mundo, pero ya
pronto viene el día de Cristo. Esta corrupta tierra está lista y madura para el juicio. Las
fuerzas del mal, que por tanto tiempo han permanecido invictas, están ahora a punto de
enfrentarse a su Señor. Los instrumentos humanos y materiales de venganza ya van a
ejecutar la tarea que Dios les ha asignado.
Dios algunas veces podrá parecer muy lento en arreglar cuentas, pero siempre lo arregla
todo al final. Si bien nos parece que los molinos de Dios muelen muy despacio, podemos
estar muy seguros de que ciertamente molerán. Durante este tiempo, El ha estado
extendiendo su gracia para con los habitantes de la tierra. Es lento para reprender, pero
cuando la vara caiga, ¡ay de las hordas de la tierra!

A. El sello del caballo blanco (6:1, 2)


En el sonoro llamamiento que sirve de introducción a los sellos hay un punto muy
significativo que debe ser considerado. Juan oyó algo como con “voz de trueno”. La
palabra “como” indica que está usando un lenguaje figurado. Lo que él oyó fue una voz
fuerte y estruendosa que llamaba su atención a la apertura de los sellos. Algunas versiones
suprimen con mucha razón las palabras “y mira” de los versículos 1, 3, 5 y 7, (pues en el
texto griego no aparecen). Retener dichos términos hace que se conviertan en un llamado a
Juan para que venga y mire los caballos.
Pero, ¿a quién se dirigía tal llamado? No a Juan, por cierto, ya que él no necesitaba la
sonora voz como de trueno. ¿Para quién era la orden de venir? No era para Juan, porque él
estaba cerca y había presenciado la apertura de los sellos. ¡Fueron los jinetes de los cuatro
caballos quienes vinieron en obediencia al llamado de uno de los seres vivientes: “Ven”!
Este es el llamado (a los instrumentos humanos empleados en estos castigos terrenales) a
venir y actuar. Y el mandamiento imperativo del ser viviente fue instantáneamente
obedecido.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis son símbolos del poder divino en el juicio. Los caballos
son usados figurativamente en Zacarías 1 y 6; el Apocalipsis casi nunca usa nada que no
sea bíblico. Casi todos los símbolos de este libro nos son interpretados en alguna otra parte
de las Escrituras. Debemos tener presente una regla de oro enunciada por Walter Scott: “De
ninguna manera trate de hallar la interpretación de ninguna parte del Apocalipsis fuera de
su Biblia. El significado de cada símbolo debe ser buscado en la misma Palabra.”
Comparando pasaje con pasaje de la Biblia, llegamos a la conclusión de que los caballos
son símbolos proféticos de las fases finales del dominio mundial por el hombre y también
anuncian los instrumentos humanos que utilizará Dios en sus juicios providenciales sobre la
tierra.
Hay todavía otros dos importantes pensamientos al acercarnos a los sellos: primero, el
Cordero abre los sellos mientras todavía está en el cielo en medio del trono. Oficial y
gubernativamente, Cristo está ya a punto de empezar a ejercer el dominio que su muerte,
resurrección y ascensión le otorgaron. La apertura de los sellos es una de las prerrogativas
del Cordero, porque nada puede suceder sin su voluntad gubernamental. En segundo lugar,
los cuatro seres vivientes están conectados con la ejecución del juicio divino. Debido a su
pleno conocimiento de la voluntad divina, están en la capacidad de ayudar en este juicio.
La identidad del jinete del caballo blanco es un asunto de exposición controversial. Algunos
dicen que lo que tenemos aquí es una visión de las huestes santas y los ejércitos celestiales,
y que el jinete está simbolizando la totalidad de los ejércitos celestiales que se oponen a la
corrupta tierra. Otros ven en los jinetes fuerzas impersonales que se lanzan a sus tareas. Las
ideologías anticristianas se expresan en varias fuerzas y movimientos. De manera que aquí
en el capítulo 6, se ve al primer jinete como símbolo de guerra espiritual, mientras el
segundo representa una guerra real y sangrienta. Pero nuestra respuesta a esta posición es
que una figura generalmente antecede a una fuerza, y detrás de todos los poderes existe una
personalidad dominante. Otros escritores afirman que el jinete es Cristo mismo y relacionan
los versículos 1 y 2 con 19:11.
Pero creemos que el jinete de este primer sello no es la misma persona que aparece como
Rey de reyes y Señor de señores en 19:11–16. Estos dos jinetes no tienen nada en común,
excepto el color del caballo. El hecho de que ambos caballos sean blancos, no es prueba
evidente de que sean simbólicos de Cristo, como tampoco lo son los caballos blancos que
menciona Zacarías en Zacarías 1:8 y 6:3–6. No cabe duda de que el caballo blanco siempre
ha sido símbolo de realeza y poder triunfador (Napoleón siempre montó un caballo blanco),
y esta característica es una realidad, tanto para el jinete del primer sello como para Cristo.
El jinete del capítulo 6 no tiene nombre ni título. En cambio, el del capítulo 19 es llamado
“Fiel y Verdadero” y “la Palabra de Dios” y además ostenta el título de “Rey de reyes y
Señor de señores.” Cristo, como Cordero, es el que abre los sellos y por lo tanto no puede
ser ninguno de los jinetes de los cuatro primeros sellos. El jinete del caballo blanco tiene
una corona, la cual le ha sido dada (no sabemos por quién). El hecho de que posea una
corona indica meramente su subida al poder como uno de los diez reyes que reinarán por
medio de la operación de los poderes satánicos (Daniel 8:25; 11:36–39; 2 Tesalonicenses
2:8–10; Apocalipsis 13:1–4). A Cristo no se le da ninguna corona; muchas diademas
adornan su frente, las cuales ha adquirido por derecho divino y por conquista (Apocalipsis
19:2).
Otros contrastes que notar: el jinete del primer sello viene de la tierra, mientras que Cristo
desciende de los cielos abiertos (13:1; 19:11). El primer jinete provoca guerra, hambre,
epidemias, muerte y terror y es seguido por ellos. Estos horrores siempre acompañan el
gobierno de un conquistador ambicioso y cruel. Cristo, en cambio, es seguido por los
ejércitos del cielo cubiertos con finas vestiduras, blancas y puras. También leemos acerca
del primer jinete, que sale venciendo y para vencer. Los dictadores conquistan y adquieren
territorios y posesiones por medio de guerras e invasiones. Pero Cristo no viene para
conquistar. Cuando El aparezca, tomará para sí el poder y el reino que por derecho legítimo
le pertenecen. El no irá cabalgando hacia la victoria sino desde la victoria que alcanzó en el
Calvario cuando exclamó “¡Consumado es!” Su autoridad judicial y su reino, presentados
en el Apocalipsis, son los frutos de su obra consumada en la cruz.
Creo poder afirmar que el jinete del caballo blanco es el anticristo (la primera bestia de
Apocalipsis 13:1–10). A través de los siglos, el espíritu del anticristo se ha manifestado en
individuos que han tenido un poder grande y terrible. Ahora llega a su culminación el
persistente conflicto. Cristo y las mayores obras satánicas se enfrentarán. En el primer
jinete vemos la primera manifestación del hombre de pecado, el líder aceptado por las diez
naciones confederadas. La corona dada al anticristo representa su reconocimiento como jefe
del imperio revivido. Otros pasajes que se deben comparar con éste son Salmo 110:6;
Daniel 7:8; Isaías 14:16, 17; y Apocalipsis 13:1–10.
El color blanco del caballo denota el poder victorioso del jinete. Los ejércitos de Persia
siempre eran acompañados por caballos blancos sagrados. El anticristo, un gran líder
político y estratega militar, tendrá la habilidad de producir una serie de conflictos sin
derramar sangre. Con su genio para tratar con los conflictos y las conquistas, este dictador
universal tendrá la sabiduría suficiente para controlar todos los levantamientos y
desórdenes nacionales e internacionales. Entonces los hombres clamarán: “¡Paz y
seguridad!” Pero en lugar de eso, los rodeará terrible destrucción, como lo indica el
segundo jinete: “Y le sucederá en su lugar un hombre despreciable, al cual no darán la
honra del reino; pero vendrá sin aviso y tomará el reino con halagos” (Daniel 11:21). Todo
lo que se relaciona con este jinete del caballo blanco está caracterizado por una autoridad
falsa.
A mediados del período de los siete años, esta brillante figura se convierte en la bestia, la
cual será responsable por muchas atrocidades. Entonces la espada tomará el lugar del arco,
y cuando la espada sea tomada, los seguidores de la bestia perecerán por ella (13:10; 19:20,
21). Ya hay bestias entre nosotros, y están destruyendo los fundamentos de la sociedad. El
aumento del alcoholismo, las drogas, la legalización de la sodomía y el aborto, y la
indulgencia carnal, todo es anticipo del tiempo que vendrá, cuando la iniquidad estallará sin
control.

B. El sello del caballo bermejo (6:3, 4)


Los diferentes colores de los caballos simbolizan los distintos agentes utilizados en la
ejecución de los juicios divinos. Los seres vivientes y los caballos únicamente están
conectados con los cuatro primeros sellos. El color rojo representa figurativamente la
pérdida de la vida, seguido por los colores negro y amarillo.
Así como el caballo blanco anunciaba victorias sin derramamiento de sangre, el bermejo
(rojo) trae victorias sangrientas. El rojo tiene el significado de juicio, sangre y venganza
(Jeremías 25:15–33). Con el segundo jinete viene una guerra global, una horrible sombra de
lo que experimentó el mundo durante la Segunda Guerra Mundial. El rojo, por ser el color
de la sangre es simbólico de luchas, violencia y guerra. El arco cede el paso a una enorme
espada. Todas las guerras pasadas y presentes son únicamente un anticipo de la terrible
carnicería que habrá bajo el segundo sello. En este tiempo presente hay Alguien que
“detiene” tales acontecimientos y mantiene restringido el desbordamiento de las pasiones
humanas (2 Tesalonicenses 2:7), pero con el caballo bermejo vendrá un derramamiento de
sangre sin paralelo. Ahora la espada es desenvainada para venganza, no meramente para
victoria.
La frase “le fue dado poder” nos presenta la voluntad permisiva de Dios. Este terrible jinete
tiene el mandato divino de “quitar la paz de la tierra”: la paz ficticia que él mismo había
instituido. Dios le prometió la paz a Israel si era obediente, y espada, si era desobediente.
La guerra (“espada”) es uno de los cuatro furiosos juicios de Dios (Ezequiel 14:21; Joel 3:9,
10). La devastación de las guerras modernas es asombrosa, y si el mundo experimentara
una guerra nuclear, la destrucción de vidas y propiedades sería colosal. Los tratados, pactos
y convenios serán rotos como hojas de papel. La vida humana será terriblemente barata,
porque los hombres serán considerados como basura o estiércol para la tierra, útil
únicamente para fertilizarla (vea Ezequiel 39).

C. El sello del caballo negro (6:5, 6)


Este jinete del caballo negro tiene “una balanza en la mano” con el propósito de pesar los
alimentos; es el símbolo de un hambre espantosa. En Lamentaciones 4:8 y 5:10
descubrimos que el color negro es la descripción que usa el Antiguo Testamento para el
hambre y la indigencia. Un agotamiento y una desolación terribles son el resultado de las
conquistas del príncipe romano. Durante la guerra no hay tiempo para sembrar, de manera
que lo negro sigue a lo rojo.
El hambre es el resultado natural de los actos de esos conquistadores ambiciosos que quitan
la paz de la tierra. La política de devastar la tierra introducida por los chinos y practicada
por los ejércitos en retirada en años recientes es otro ejemplo de pillaje y saqueo a
consecuencia del hambre que todavía le espera a la humanidad. Este estado simboliza la
lamentación y el llanto que se oirán de parte de aquellos que sufrirán hambre durante la
gran Tribulación, cuando se venda una libra de trigo por el precio del salario de un día de
un obrero o soldado romano.
Muchos de los ricos, según parece, podrán protegerse por un poco de tiempo. El castigo
aquí es particularmente para la mayoría, para los que apenas tienen para vivir (de ahí la
mención del trigo, un artículo de primera necesidad para los pobres). La gente pobre es la
que primero sufre cuando viene una revolución. Los más solventes o ricos son los últimos
en sufrir: “No dañes el aceite ni el vino.” (El aceite y el vino, como artículos de lujo sólo
aparecen sobre las mesas de los ricos.) El pan, el vino y el aceite a menudo se mencionan
juntos en la Biblia para dar la idea de abundancia (Proverbios 21:17; Jeremías 31:12; Salmo
104:15). (Las amarguras de los ricos vienen más tarde; vea Santiago 5:1–5.)
Nadie escapará de la retribución que todos merecen. Los príncipes y los pobres estarán
juntos en el juicio (Mateo 24:6, 7). A menudo Dios utiliza el hambre como instrumento de
juicio. Así leemos, por ejemplo, sobre el hambre en Egipto, y también cuando los
babilonios tenían sitiada la ciudad de Jerusalén, y otra vez más cuando Tito conquistó a
Jerusalén en el año 70 d.C. Ezequiel nos recuerda que el hambre es usada como juicio sobre
aquellos que han pecado (Ezequiel 14:13).
En contraste con esto, observe la diferencia que hay en Ezequiel 36:29, 30: “Y os guardaré
de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo multiplicaré, y no os daré hambre.
Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de los campos, para que nunca más
recibáis oprobio de hambre entre las naciones.” (Creemos que la Iglesia estará fuera de la
tierra antes de que los sellos sean abiertos.)
Si los sucesos del futuro son anunciados por algunos ejemplos de la actualidad, entonces las
terribles condiciones en las que se encuentran las regiones del mundo azotadas por el
hambre, donde miles de personas mueren diariamente por la falta de alimentos, son un
presagio de los trágicos sucesos de la Tribulación. Entonces, cuando se manifieste el
caballo negro, grandes multitudes perecerán de hambre.

D. El sello del caballo amarillo (6:7, 8)


Estos juicios iniciales aumentan en severidad, como lo implican estos nuevos presagios de
juicio. Aquí por primera vez se da el nombre del jinete. ¡Y qué nombre más terrible el que
se le da: muerte, con el hades actuando como “carroza fúnebre,” como lo expresa Bengel!
Estrictamente hablando, el “amarillo” sería “pálido”, “incoloro”, con el mismo sentido con
el que describimos un rostro como “pálido como la muerte.” Es el color amarillo-verdoso
de un semblante cadavérico, de aspecto enfermizo, agonizante, o de un cuerpo muerto.
La muerte y el infierno o hades son los custodios respectivos de los cuerpos y las almas de
los hombres. La muerte se adueña de los cuerpos, mientras que el hades recibe las almas.
(Vea 1:18; 6:8; 20:13 y también Isaías 5:14.) Bajo este sello, los cuatro juicios predichos en
Ezequiel 14:21 son manifiestos: “Por lo cual así ha dicho Jehová el Señor: ¿Cuánto más
cuando yo enviare contra Jerusalén mis cuatro juicios terribles, espada, hambre, fieras y
pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias?” Los días más amargos para Israel,
anunciados mucho tiempo atrás, han llegado.
Uno de los horrores de la Tribulación será la espantosa ola de muerte. La guerra, el hambre,
la persecución, la peste y los terremotos aportarán su cuota al reino del rey de los terrores.
El caballo amarillo y su jinete se convertirán en la figura central cuando las sombras de los
juicios finales se amontonen sobre un mundo condenado. La peste de la Edad Media era
conocida como “la muerte negra”. (Vea Deuteronomio 28:1; Salmo 49:14; Salmo 91:6).
Todo castigo enviado sobre Israel a causa de su desobediencia se repetirá en la Tribulación
y será reconocido como enviado por Dios (Levítico 26:22). En este sello de la muerte, hasta
las bestias salvajes se convertirán en instrumento de muerte y juicio (Jeremías 5:6; 8:7).
D. M. Panton nos hace recordar que “aun en este tiempo de gracia, los animales son
mantenidos en sujeción por el pavor que les tienen a los hombres, y que Dios puso en ellos
en el pacto de Noé. Lo que ha de ocurrir durante la Tribulación es obvio. El hambre traerá
escasez de alimentos tanto para los hombres como para las bestias y éstas estarán furiosas
de hambre. La despoblación también les dará más auge, porque siempre que los hombres
desaparecen, las bestias del campo se multiplican; y Dios, incrementando el número de
ellas y desencadenando su ferocidad, tratará de razonar con los hombres carnales con los
únicos argumentos que los carnales entienden. Lo que podrá ocurrir cuando sea quitado de
los animales el temor que tienen del hombre, aun del buey y del perro, es inimaginable.
Dios ha advertido una vez por todas en la historia de Israel cómo puede usar esta terrible
arma (Daniel 6:16–24).
El color cadavérico del caballo está de acuerdo con las obras del jinete. La muerte y el
hades o infierno son compañeros inseparables y ahora operan juntos como instrumentos de
juicio y también para dividirse los despojos. El infierno, como consorte y compañero de la
muerte, se encarga de recibir a aquellos que la muerte elimina.
Las bestias de la tierra (6:8) son las bestias salvajes que completarán la destrucción. Todas
estas bestias hallan la culminación de su crueldad en “la bestia”. En medio de su ira, Dios
se acordará de su misericordia, por lo que la autoridad del jinete es limitada. El jinete del
caballo amarillo, con el hades como compañero, estará limitado a la “cuarta parte de la
tierra”, es decir, el imperio político. El cuarto imperio mundial fue el imperio romano y
abarcó una gran parte de la tierra. En el mundo romano de aquel entonces se hablaba de
“una tercera parte”. Espada, hambre, muerte y bestias: ¡Qué medios de juicio tan terribles!
¡Ojalá esto hiciera despertar a los no cristianos, al conocer los días tremendos que les
aguardan! Finalmente, la muerte y el hades han de ser lanzados al lago de fuego para
siempre, lo cual es realmente un apropiado y merecido fin para este jinete y su
acompañante (Apocalipsis 20:14).

E. El sello de los mártires (6:9–11)


Ahora pasamos de los caballos a los héroes; de corceles a santos. La escena se obscurece y
la intervención pública de Dios en los asuntos de los hombres se hace más obvia. En los
tres últimos sellos encontramos la expresión plena de la ira de Dios sobre una humanidad
culpable.
¿Quiénes son estos santos mártires? Algunos expositores afirman que este grupo está
compuesto de dos clases de personas: judíos y cristianos. Pero difícilmente puede estar
incluida la Iglesia aquí, puesto que, para este tiempo los creyentes estarán con el Señor, y
habrán recibido un nuevo cuerpo en el rapto. Estos mártires serán principalmente judíos,
aunque habrán muchos mártires gentiles también. En la pregunta “¿Hasta cuándo, Señor?”
del versículo 10, encontramos el clamor de los mártires de la Tribulación pidiendo
venganza por su sangre, actitud judía que está en armonía con los salmos imprecatorios.
(Vea Salmo 13; 74:9, 10; 79:5; 89:46; 94:1–3. Vea también Deuteronomio 32:40–43.)
Esta petición de juicio sobre los asesinos prueba que los mártires han sido ejecutados
recientemente y que sus verdugos están vivos todavía. El clamor por venganza, que no
estaría en consonancia con esta época de gracia, sí será adecuado entonces. Lo que tenemos
aquí es el remanente pidiendo venganza. A los mártires se les responde que esperen
sosegadamente hasta el momento correcto del juicio, ya que muchos otros mártires tendrán
que agregarse a ellos. Dios acepta su actitud y le pone un sello de aprobación.
El término “alma” del versículo 9 se usa a veces como una figura para referirse a la persona
entera, como ocurre en el texto griego de Hechos 7:14: “Y enviando José, hizo venir a su
padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco almas (personas).” El
blanco ha sido llamado “el uniforme del cielo” y es un color que figura prominentemente
en Apocalipsis.
Las almas de los que habían sido muertos fueron vistas debajo del altar, el lugar de los
sacrificios. “Bajo el altar” significa que estaban cubiertos por los sacrificios. El clamor
antiguo: “¿Hasta cuándo triunfará el impío?” había permanecido sin respuesta hasta cuando
le fue dada a Juan esta visión de los que estaban debajo del altar. El escuchó la pregunta
“¿Hasta cuándo?” y también recibió la respuesta en las vestiduras blancas. En días de
triunfo militar, los ciudadanos romanos caminaban por las calles de la ciudad vestidos de
blanco siguiendo a algún general que había regresado del campo de batalla con trofeos. ¿No
es verdad que Cristo prometió a sus vencedores que caminarían con El vestidos de blanco?
Las “vestiduras blancas” nos hacen volver al Antiguo Testamento, en el cual se nos habla
de las vestiduras en relación con honores y recompensas.
La “Tribulación” mencionada en 2:10 solamente puede entenderse a la luz de este sello. La
persecución de los judíos que está profetizada en Mateo 24:9–14 alcanzará una fuerza
terrible bajo la bestia, de la misma manera en que millones de judíos fueron asesinados en
masa por Adolfo Hitler. Sin embargo, aun en este sello se pone a la vista la paciencia de
Dios.
Este quinto sello cierra los primeros tres años y medio de la Tribulación. Aún quedan por
realizarse las formas más terribles de tribulación, cuando las multitudes que se nieguen a
rendir adoración a la bestia sean muertas, completándose con ellas la lista de los mártires.

F. El sello de la ira (6:12–17)


La escena que se describe ahora es tan terrrible como excelsa. Cuando se abre el sexto sello
tenemos el presentimiento de que habrá nuevos sucesos: convulsiones en la naturaleza y
consternación entre los hombres. Como un cuadro de caos social en el cual la naturaleza
sufre una violenta desorganización, catástrofe general y terror universal, estos versículos no
tienen paralelo. ¿Este lenguaje, es literal o simbólico? Es probable que ambos modos estén
entretejidos en la descripción de Juan sobre el colapso moral y gubernamental y sobre
desastres y disturbios tanto en lo social como en lo material.
En este horripilante cuadro de los terribles resultados de la apostasía, se observa a los reyes
tratando de conducir a los agonizantes ejércitos de la tierra. Ahora hemos llegado a la ira
del Cordero, en el momento en que está produciendo terror sin límites entre los hombres.
Los disturbios en los cielos y en la tierra traen como resultado la completa destrucción y el
desmoronamiento de todo el orden civil y moral. La estructura completa se desploma. Los
truenos y los terremotos son símbolos de levantamientos en las esferas sociales,
eclesiásticas y políticas. El color negro de la tela de cilicio (ropa de lamentación) representa
el poder obscurecedor de Satanás. El sol representa completa o plena autoridad de
gobierno, la luna simboliza la autoridad dependiente y las estrellas denotan unas
autoridades de rangos más inferiores aún. ¡Cómo fallarán los corazones de los hombres, a
consecuencia del temor!
Ahora está a punto de empezar la gran Tribulación. “El guarda enojo para sus enemigos”
(Nahum 1:2). Los días de revoluciones y masacres en los que estamos viviendo, son
solamente un anticipo del trágico tiempo de la Tribulación. Los hombres clamarán, pero no
a Dios, de cuyo rostro huirán las aterrorizadas multitudes. Por el contrario, la gente clamará
a las montañas (6:16). Su única protección sería esconderse en el Cordero, no de El. Hay
solamente un Refugio: la Roca de los Siglos, pero El no ofrecerá refugio al no arrepentido y
ya el tiempo de gracia habrá pasado. No es un clamor de arrepentimiento el que se oye de
parte de estas atemorizadas multitudes; no hay una súplica por su liberación del pecado y
de la condenación venidera. Sólo les preocupa pedir por su seguridad física.
Siete clases de personas son mencionadas en el versículo 15. En ellas están incluidas todas:
los reyes y grandes de la tierra (los gobernantes)
los capitanes (los militares)
los ricos y poderosos (la clase influyente)
los siervos (los oprimidos)
los libres (el resto de la humanidad).
El impulso de esconderse del rostro de Dios fue el resultado de la primera desobediencia.
Adán trató de ocultarse de Dios detrás de los árboles del huerto del Edén. Tal como trató de
hacerlo Adán, así ocurrirá con este mundo pecador cuando el Señor se prepare para venir en
gloria. (Observe cómo este sexto sello corresponde con la profecía de Isaías 2:12, 17–22;
13:6–13; 24:1–6. Note también el Salmo 2.)
¿Quién permanecerá delante de su ira?
¿Quién quedará en pie en el ardor de su enojo?
Su ira se derrama como fuego,
Por él se hienden las peñas (Nahum 1:6).
Las oraciones de los mártires son ahora parcialmente contestadas. Al fin, el Rey Guerrero
está empapado en sangre. Con razón Walter Scott concluye este capítulo diciendo que todo
lector debiera sentir pavor ante “la magnificencia y sublimidad” de la escena que está a
punto de empezar, la cual se revela en términos tan claros, que su significado difícilmente
podrá ser malentendido.

G. Un paréntesis de gracia (7)


El capítulo 7 del Apocalipsis es un paréntesis de gracia. En este capítulo tenemos dos
visiones diferentes: la primera visión está relacionada con Israel (7:1–8) y la segunda, con
los gentiles (7:9–17). Hay aquí dos grupos de santos redimidos. No todo es juicio en estos
días de tribulación que estamos considerando. Juan nos da un episodio profundamente
interesante de bendición tanto para judíos como para gentiles. El curso de los juicios es
suspendido y se corre la cortina para que podamos ver el corazón de Dios. Exactamente
cuándo ocurre esta visitación de bendición, no lo sabemos. Pero sí sabemos que el regreso
de Cristo por su Iglesia producirá una profunda impresión en el mundo y que después del
arrebatamiento y traslado de los santos, Dios obrará en gracia con su pueblo antiguo, los
judíos y también con los gentiles. Muchos serán salvos después del rapto y éstos tendrán
que soportar la hostilidad activa y cruel de la gente incrédula que los rodea. Muchos de
estos convertidos, se encontrarán entre el primer grupo de testigos que predicará el
Evangelio del reino venidero por todo el mundo romano (Mateo 24:14). También serán los
primeros mártires.
Este paréntesis en medio de los juicios de Dios ocurre para que pueda haber una emanación
de la gracia de Dios. Cuatro ángeles aparecen ahora ante nuestra vista. Estos cuatro ángeles
están relacionados con las cuatro direcciones principales de la brújula (Isaías 11:12;
Apocalipsis 20:8). Controlan los cuatro vientos, lo que implica que a través de ellos, Dios
puede retener y desatar juicios. El quinto ángel, el del sello del versículo 2, no puede ser
Cristo, como algunos lo han sugerido. El ángel-sacerdote de 8:3–5 y el ángel fuerte de
10:1–10 sí se refieren a Cristo, porque los términos usados y las acciones descritas
verdaderamente no podrían ser aplicadas a ningún ser creado, ni siquiera por estar exaltado.
El ángel del sello evidentemente es un ser espiritual distinguido, que está autorizado para
sellar a los siervos de Dios. Aparece por el este, la dirección desde donde Dios se
manifiesta a sí mismo.
En Apocalipsis 7:4–8 los judíos sellados (distintos de la multitud gentil) son numerados y
las tribus son distinguidas cuidadosamente. En números precisos, hay 144.000 judíos
sellados. Estos judíos son salvados antes de la gran Tribulación y son sellados para pasar a
través de ella. Cualquier alteración de un sello oficial lleva en sí la responsabilidad del
castigo. De manera que este sello habla de la protección que tendrán para no ser
molestados. Doce es el número de Israel y tenemos aquí en este acto de sellar, un número
completo pero limitado de los hijos de Israel: el remanente judío preservado del martirio.
Este grupo de 144.000 no es idéntico con el número de personas mencionado en
Apocalipsis 14. Aquí tenemos 144,000 de todo Israel. En el capítulo 14 tenemos 144.000 de
Judá solamente, quienes salen de los horrores de la hora de prueba que vendrá.
No se nos indica cuándo tiene lugar el acto de sellar a ese número específico de gente de las
doce tribus de Israel. Pero en vista de que el sello lleva el nombre del Cordero y el nombre
del Padre, los judíos numerados que son descritos aquí ya habrán aceptado al Cordero como
Mesías y ahora son protegidos debido a la decisión que han tomado. Aquellos israelitas que
fueron fieles a Dios a pesar de las abominaciones cometidas por otros en medio de su
nación, fueron protegidos por una marca en su frente (Ezequiel 9:4). De manera que los
144,000 están entre aquellos a los cuales se refiere Daniel cuando dice que están “escritos
en el libro” (Daniel 12:1). Vea también Malaquías 3:16, 17. Un sello representa
reconocimiento y posesión oficiales y cualquier violación del mismo está sujeta a la
penalidad de la ley y del gobierno. Dios tendrá un pueblo sellado al cual El protegerá y
librará a través de los trágicos acontecimientos que invadirán toda la tierra. Este sello
también protegerá a aquellos que lo posean, de los demonios que serán liberados del
abismo (Apocalipsis 9:4).
La vasta e innumerable multitud de gentiles de Apocalipsis 7:9–17 está en contraste total
con el número más limitado y exactamente definido de israelitas. Esta multitud de gentiles
con palmas en las manos no debe ser confundida ni con la Iglesia ni con Israel. Esta es la
grandiosa reunión de almas que predijo Joel cuando dijo que en el día del Señor, todo aquel
que lo invocara sería salvo (Joel 2:30–32). La incontable compañía representa los frutos de
un extenso trabajo de gracia iniciado inmediatamente después del traslado de la Iglesia y
continuado a lo largo de la siguiente semana profética de siete años. Anteriormente, Juan
había descrito el tributo de alabanza de parte de aquellos redimidos de toda nación
(Apocalipsis 5:9, 10). Esta gran multitud es identificada claramente en el versículo 14 como
los salidos de “la gran tribulación”. Tres preguntas surgen en torno a esta extención de la
obra de gracia:
a. ¿Qué ocurrirá con los paganos? La suerte de millones de personas no evangelizadas es un
asunto de seria preocupación. ¿Será condenada toda esta gente una vez que la Iglesia se
haya ido al cielo en el momento del rapto? Es alentador descubrir que grandes multitudes
serán salvas: la “gran multitud” que vendrá de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas.
Y de esta manera, aunque la Iglesia haya fracasado seriamente en su obra misionera durante
esta dispensación, los confínes de la tierra podrán ser alcanzados con el mensaje de la
sangre de Cristo.
b. ¿Se salvarán algunas almas después del rapto? Cuando la verdadera Iglesia se haya ido,
¿se habrá terminado toda oportunidad para los perdidos? ¿Tenemos nosotros suficiente base
para decir que los no salvos estarán fuera de toda esperanza de salvación cuando el día de
gracia, tal como lo entendemos actualmente, haya terminado? Todos los que tengamos
seres queridos no salvos cuando Cristo vuelva para el rapto, podemos pensar que es posible
que estén entre el número de aquellos que saldrán de la gran Tribulación, lavados por la
sangre del Cordero.
Pasajes como 5:8 y 8:3, los cuales tienen que ver con las oraciones acumuladas, pueden
significar que aquellas oraciones por los seres queridos que ahora no son salvos, serán
contestadas en ese tiempo. Tal esperanza, sin embargo, no debe crear indiferencia acerca de
los perdidos. Si a los perdidos se les hace difícil responder al Salvador en estos días de luz
y libertad, será mucho más difícil que crean en el Señor cuando el anticristo esté en acción.
Pensando en las multitudes que han de ser destruidas por la guerra, el hambre, la peste y la
anarquía en los días del hombre de pecado, es imperativo que luchemos por que los
perdidos se arrepientan y sean salvos mientras la puerta de la misericordia permanece
abierta y las condiciones circundantes todavía contribuyen para una decisión por Cristo.
c. ¿Se irá el Espíritu Santo con la Iglesia? Algunos enseñan que el Espíritu Santo será
retirado completamente de la tierra una vez que la Iglesia sea arrebatada para encontrarse
con el Señor en el aire. Pero en vista de que el Espíritu Santo siempre está conectado
vitalmente con la salvación de los humanos, El deberá ser el Agente activo en el gran
avivamiento entre los que estén en la tierra después del rapto. En 7:14, la expresión “han
venido” es traducida de una palabra que denota una acción continua, no pasada, y estos que
siguen viniendo de la gran Tribulación están lavados en la sangre del Cordero, de manera
que el Espíritu Santo debe estar cerca, ya que es El quien siempre aplica la sangre eficaz del
Cordero de Dios.
La frase “en la sangre del Cordero” debe entenderse como “por medio de la sangre del
Cordero,” implicando el sentido de causa. Ninguna cosa puede quedar blanca lavándola en
sangre. Todos los que se encuentran delante del trono de Dios están cubiertos con la justicia
de Cristo y están eternamente seguros debido a todo lo que El hizo por ellos y porque lo
han aceptado como Salvador personal.
Esta gran multitud salva no formará parte de la Iglesia, pero tendrá un lugar delante del
trono. C. I. Scofield enfatiza que, “no serán parte del sacerdocio, la Iglesia, con la cual
tendrán una relación muy parecida a la relación que tenían los levitas con los sacerdotes
bajo el pacto mosaico.” Tampoco podemos reconocer a esta compañía de salvos como una
compañía celestial, porque lo que se nos presenta aquí es una escena terrenal. Las
bendiciones del milenio han de ser compartidas también por esta multitud vestida de blanco
(7:15, 17). Para estos santos de la Tribulación habrá múltiples recompensas, como lo indica
Juan con toda claridad. Entre ellas están las siguientes:
Estar delante del trono de Dios
Servir a Dios continuamente en su templo
Tener a Dios para siempre en medio de ellos
Ser guardados de hambre y sed en el futuro
Estar protegidos del sol y del calor
Tener al Cordero como Pastor para alimentarlos y guiarlos
Gozar de que Dios enjugue todas sus lágrimas
Experimentar el descanso de sus obras
Ser alabados por su fiel trabajo
Estar en pie sobre el mar de vidrio con las arpas de Dios
Reinar con Cristo para siempre (7:14–17; 14:13; 15:2–4; 20:4).

H. El sello del silencio (8:1)


¿Por qué razón hay un capítulo entero entre el sexto y el séptimo sellos? ¿Por qué este
paréntesis interrumpe la secuencia ordenada de sucesos? Una respuesta a esto sería que el
sexto sello (6:12–17) anuncia juicios tan espantosos, que la gente podría pensar que este
horror es el gran día de la ira del Cordero. Pero no lo es. Así, cuando es abierto el séptimo
sello, el cual es una preparación para la aplicación de más juicios y mucho más severos, se
corre el velo para permitir que dos grandes grupos de gente redimida sean introducidos al
escenario como el resultado de una obra de extensión de la gracia llevada a cabo aun en el
tiempo en que los juícios están desolando la tierra.
Cuando se abre este séptimo sello y todo lo que está descrito en los seis sellos anteriores se
ha cumplido, entonces se observa un período de silencio en el cielo, no en todo lugar. Este
sello del silencio es asombroso, ya que no se observa mucho silencio en el libro en general.
Apocalipsis es un libro de mensajes, truenos, voces y acciones de rápido movimiento.
¿Cuál es el significado de este silencio, el único contenido del sello? Esto representa una
breve pausa durante la cual los juicios divinos son suspendidos. Dios no quisiera herir, por
que El no se complace en la muerte de los impíos. El silencio también indica una pausa
entre dos series. Este séptimo sello es una conclusión especial de todos los juicios de los
otros sellos y constituye un apropiado interludio entre éstos y los terribles sucesos de las
siete trompetas que están a punto de llegar. Es la calma que precede a la tormenta, la
quietud antes de la catástrofe. Es una señal solemne de que el Señor está a punto de dejar su
lugar santo para castigar a la tierra. Esto anuncia la terrible naturaleza de la angustia que ha
de venir.
Este silencio tiene lugar en el cielo, indicando que la fuente y origen de todos los juicios de
la tierra está en el trono establecido en el cielo. En cuanto a “la media hora”, algunos
expositores se preguntan si este período de tiempo es literal o simbólico. Es suficiente decir
que representa un breve período durante el cual la acción judicial es suspendida. Media
hora será un tiempo suficiente. ¡Este período parecerá como si fueran siglos para aquellos
que esperan sin respiración a que el Señor empiece a herir la tierra! Al terminarse el
silencio, su obra de juicio será breve. “El Señor es lento para la ira” (Nahum 1:3).

Las siete trompetas


Apocalipsis 8:6–11:19
El hecho de que la palabra ángel aparezca más de setenta veces en el Apocalipsis prueba
cuán prominente es el ministerio de los ángeles en el proceso de la revelación de los
propósitos finales de Dios para el mundo. Sus ángeles son los instrumentos para la
realización de sus múltiples operaciones. Mientras que en esta época de la Iglesia, no
tenemos que depender de los ángeles (ya que el Espíritu Santo es el Administrador de los
asuntos de la Iglesia y el ejecutivo de la Divinidad, el verdadero Vicario de Cristo), después
del rapto de la Iglesia, los ángeles nuevamente sobresalen en la ejecución de los edictos
divinos. Aquellas “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” serán ahora entendidas
perfectamente por ellos, cuando sean enviados para llevar a cabo la misión que les ha sido
dada en el cielo, y que deberán realizar entre los hombres. Mientras más leemos el
Apocalipsis, más nos impresiona y nos asombra la obediencia, dignidad y autoridad de
estos seres angélicos, que son más mencionados en el Apocalipsis que en cualquier otro
libro de la Biblia.
La palabra griega de la cual viene el nombre “ángel” significa simplemente mensajero y se
usa tanto para hablar de heraldos humanos como para hablar de los celestiales. Las siete
estrellas (1:20) se usan para simbolizar a los ángeles de las siete iglesias, y estos ángeles no
describen la naturaleza sino el oficio de los líderes espirituales de las iglesias, quienes eran
responsables de mantener brillando la luz gloriosa del Evangelio durante la obscura noche
de la historia de la Iglesia.
El contexto en el cual se usa la palabra “ángel” ayuda a determinar si se aplica a seres
humanos o celestiales. Vea Lucas 7:24; 9:52; 2 Corintios 12:7; y Santiago 2:25. En estos
pasajes la palabra “mensajero” la misma palabra griega traducida “ángel” se usa para
designar a aquellos que son enviados con mensajes de varias clases. Cuando el término es
usado para designar específicamente a los seres celestiales, implica a la vez sus
características especiales de servicio (Salmo 103:20, 21; Hebreos 1:13, 14). Hay otras
referencias en las cuales la palabra “ángel” lleva en sí la idea de “representación” o
“guardianía” como en el anuncio de nuestro Señor acerca de sus pequeñitos, quienes tienen
ángeles para que los representen en el cielo. “Su ángel” en Hechos 12:15 y Apocalipsis 1:1
era un ser celestial de gran prominencia dentro de las jerarquías del cielo, quien en
cumplimiento de su misión representaba al Señor de los ángeles.
En esta era del Evangelio, los ángeles son espíritus ministradores, enviados para ministrar a
aquellos que serán herederos de la salvación (Hebreos 1:13, 14). En Apocalipsis,
particularmente en la parte más prominente del libro, la cual trata sobre la preparación para
la ejecución de la autoridad judicial de Cristo, casi cada frase tiene su ángel o ángeles,
como se demuestra en este breve sumario:
Un ángel fue el intermediario entre Cristo y Juan para la transmisión del Apocalipsis (1:1–
4).
Son ángeles los representantes morales de las siete iglesias (1:20; capítulos 2 y 3).
Un ángel desafía al universo para ver si hay Alguien con suficiente competencia como para
cumplir los justos designios de Dios con relación al mundo (5:2).
Los ángeles, en multitud innumerable, adoran y glorifican a Cristo como el Cordero
inmolado (5:11, 12).
A los ángeles se les ha dado el poder de controlar los elementos naturales (7:1).
Los ángeles tienen autoridad para sellar a aquellos que son verdaderos siervos de Dios (7:2,
3).
Los ángeles tocan las siete trompetas, cada una de las cuales tiene su ángel respectivo
(capítulo 8).
Los ángeles se identifican con las siete copas de la ira divina (capítulo 16).
Los ángeles aparecen como aliados de Dios en la guerra celestial contra las fuerzas
infernales (capítulo 12).
Un ángel proclama el Evangelio eterno (14:6).
Un ángel anuncia las terribles noticias de la caída de Babilonia (14:8).
Un ángel proclama a gran voz la terrible sentencia contra los adoradores de la bestia (14:9).
Un ángel sale del templo (14:15), y otro sale del altar (14:18).
Un ángel es el guardián de las aguas, símbolo de las muchedumbres de la tierra, las cuales
son controladas por él bajo la mano gobernadora de Dios (17:15). Este ángel está de
acuerdo con los juicios divinos.
El término “otro ángel” se usa tres veces en el Apocalipsis (8:3; 10:1; 18:1) y le daremos
especial atención cuando nos encontremos con él en nuestra exposición de las referencias
aquí mencionadas.
Hay dos grupos diferentes de siete ángeles, a los cuales se refiere Juan como “los siete
ángeles”. Se enfatiza el artículo en el texto original para indicar su alta y honorable
posición ante el trono de Dios. Están los siete ángeles asociados con los juicios de las
trompetas (capítulos 8–14) y los siete ángeles relacionados con la ira divina, o las últimas
plagas (15:1; 16:1). En vista de que a los ángeles de las plagas no se les pone artículo
definido, es probable que no sean del mismo orden de los que tocan las trompetas, quienes
tienen el honor de estar delante de Dios (8:2). Otros dos grupos numerados de ángeles son
los cuatro ángeles de 7:1 y los doce ángeles de 21:12.

1. Los ángeles de las siete trompetas


Si bien es cierto que el trono de Dios está rodeado por un ejército incontable de
ángeles“Millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de El”
(Daniel 7:10), tal pareciera que estos siete ángeles de la trompetas son ángeles presenciales,
o “ángeles de su faz” (Isaías 63:9) y pertenecen, por lo tanto, a un orden exaltado. Cuando
Gabriel describió su posición, dijo que él estaba “delante de Dios” (Lucas 1:19). ¿Será
posible que estos siete ángeles sean todos arcángeles?
El número siete indica que estos seres angélicos de tan alto rango representan la plenitud
del poder Dios en asuntos judiciales y que ellos son los ejecutores de la voluntad de Dios
respecto a los juicios. Detrás de sus pronunciamientos y acciones está la autoridad del
trono, ante cuyo Ocupante divino están siempre ellos. Que hay distinciones entre los
ejércitos angelicales, es algo que indica Pablo en Efesios 6:12. Pero aunque los ángeles de
Dios están distribuidos en varias órdenes y rangos ninguno de ellos deberá usurpar jamás la
posición de los demás, sino que ofrecen conjuntamente a Dios obediencia total y actividad
en su servicio.

2. Las siete trompetas


Las siete trompetas de cuernos de carnero que tocaron los siete sacerdotes en siete días
consecutivos, anunciaron y lograron la destrucción y toma de Jericó (Josué 6). Aquellos
siete sacerdotes tocaron sus trompetas todos juntos, pero los siete ángeles no las tocan al
unísono, sino uno por uno. Pareciera como si un ángel fuera el equivalente de siete
sacerdotes, y por lo tanto, “mayor en fuerza y poder”, como lo expresa Pedro. Las
trompetas servían para muchos propósitos en los tiempos del Antiguo Testamento y eran
utilizadas para los viajes, los llamados de alarma, los anuncios públicos y la preparación de
los ejércitos de Dios en contra de sus enemigos (Números 10:1–9; Jeremías 1:14–18; 4:19;
Joel 2:1; Mateo 24:31). Walter Scott afirma: “Las siete trompetas significan un anuncio
perfecto y completo. Las trompetas místicas de Apocalipsis no deben ser confundidas con
las trompetas del Antiguo Testamento.” Cuando los hombres escuchen estos sonidos de
trompetas, no serán confundidos con el significado de sus terribles mensajes. ¿No se piensa
en algo majestuoso y solemne cuando estos trompetistas angélicos se preparan para tocar?
Ellos están en pie, trompeta en mano, esperando el momento de ejecutar sus respectivos
juicios (8:6).
De lo profundo del silencio impresionante del séptimo sello, emergen estas siete trompetas
con su misión de carácter judicial, y la serie de siete va aumentando en severidad. Respecto
a los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas, no son juicios idénticos ejecutados al
mismo tiempo. Más bien representan tres series diferentes de juicios experimentados
durante la gran tribulación, o la septuagésima semana de Daniel. Los juicios realizados bajo
los sellos, trompetas y copas no serán contemporáneos sino sucesivos.
Las primeras cuatro trompetas describen el estado civil y eclesiástico del Imperio Romano
Occidental resucitado. La quinta trompeta, o primer ay, está relacionada con el judaísmo
apóstata. La sexta trompeta o segundo ay, está asociada con los habitantes inicuos y
pecadores del mundo romano. La séptima trompeta o tercer ay sugiere los efectos
universales de los juicios de Dios.
Antes de examinar más de cerca los anuncios de los siete ángeles, debemos identificar al
ángel separado“ otro ángel” que aparece en compañía de ellos (8:3–5). ¿Es simplemente
otro ángel, o es alguien en particular? Siempre que se usa la frase “otro ángel” en el
Apocalipsis, la palabra griega “allós” es traducida como “otro de la misma clase”. Muchos
comentaristas creen que la frase “el ángel del Señor”, no importa dónde aparezca, lleva
implícita la idea de la presencia de la Deidad en forma angélica y algunas veces aun en
forma humana (Génesis 18:1–14, etc). Se hace referencia a esto como las apariciones
teofánicas de Cristo antes de su encarnación. Cristo es como los ángeles con respecto a su
ser espiritual y celestial, pero también es infinitamente mejor que los ángeles porque El es
el Hijo de Dios y Señor de los ángeles, que para poder salvar a la humanidad se hizo un
poco inferior a los ángeles.
Algunos expositores del Apocalipsis afirman que el ángel especial que aparece ministrando
ante el altar es simplemente uno de los ángeles de las huestes celestiales, y no el Señor
Jesucristo. Sostienen que El es el Cordero que abre los sellos y dirige el proceso de los
juicios y que su misión durante la Tribulación no es interceder sino aplicar su programa de
condenación. Además explican que a este ángel prominente se le da el incienso, pero que
Cristo no habría tenido necesidad de que se le diera ningún incensario.
Sin embargo, estamos convencidos de que ningún ángel está capacitado, no importa cual
sea su rango, para interceder en el altar celestial delante de Dios a favor de los hombres y a
ninguno se le confiere el derecho de ejercer funciones sacerdotales. Ningún querubín podría
dar su corazón, sus manos o su cuerpo por nosotros. Sólo las manos de Jesús fueron heridas
por nuestro bien.
Como hay solamente un Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre, quien se
dio a sí mismo en precio del rescate por todos, estamos convencidos de que este Angel-
Sacerdote, cuya acción ante el altar tiene un carácter de intercesión, es Cristo, nuestro Gran
Sumo Sacerdote.
La gloria del Angel de Jehová que desciende se ve de tres maneras:
Como el Angel-Sacerdote que intercede en favor de su remanente que sufre (capítulo 8).
Como el Angel-Redentor que toma posesión de su heredad (capítulo 10).
Como el Angel-Vengador de su pueblo que toma venganza sobre Babilonia (capítulo 18).
Las descripciones del Angel-Redentor no son las de un ángel común y corriente. Esto se
prueba por el hecho de que El se refiere a los dos profetas martirizados como “mis dos
testigos” (11:3), lo cual no se podría escribir acerca de ningún ángel. Además de esto, el
arco iris nunca se usa en la Biblia separado de Dios. Por lo tanto, este ángel debe ser el Hijo
de Dios (10:1). La frase “como ruge un león” se refiere a El como “el león de la tribu de
Judá” (5:5).
Este Angel-Sacerdote debe ser el Mediador, Cristo Jesús, porque nadie más puede agregar
eficacia a las oraciones de los santos. En la escena celestial que recibió y puso por escrito
Juan, aparecen las características inteligibles de un simbolismo judío. Por ejemplo,
solamente los sacerdotes servían tanto en el altar de bronce como en el de oro. El altar de
las ofrendas quemadas o del holocausto, el cual estaba en el atrio del templo, es el
representado en el lenguaje que usa Juan.
Las oraciones de los santos inspiradas por el Espíritu Santo nunca son olvidadas. Si tales
oraciones no reciben respuesta mientras viven los que las han hecho, a menudo son
contestadas después de que sus intercesores se han ido al cielo. El Señor jamás olvida a
ninguno de los suyos. Ellos siempre están en su memoria delante de El.
El incienso representa la vida y las obras del Salvador. Su dulzura es el incienso y junto con
su muerte y su resurrección eficaces hacen aceptables delante de Dios nuestras oraciones
inspiradas por el Espíritu. El altar es el lugar de la redención sustitutiva, mientras que el
fuego habla del juicio divino sobre el pecado (y el juicio sobre la tierra es lo que anuncian
los ángeles de las trompetas: 8:5, 6). Debe observarse que los ángeles únicamente anuncian
el juicio; ellos no lo ejecutan ni lo administran. En cambio el Angel-Sacerdote realiza los
juicios (8:5).

A. La primera trompeta (8:7)


En los días de la Tribulación se volverán a ver las plagas de Egipto que experimentaron
Faraón y sus huestes. Los agentes de la destrucción están a punto de invadir la tierra, y lo
que ocurre después de que suena la primera trompeta corresponde a la séptima plaga del
tiempo de Israel (Exodo 9:18–26). Las Escrituras no guardan silencio acerca del significado
simbólico de las figuras que usan. A. T. Robertson, eminente conocedor del griego,
escribió: “En las visiones y a través de todo el Apocalipsis hay un constante uso de
símbolos. Estos símbolos eran entendidos por los primeros lectores del libro, aunque su
clave no ha llegado hasta nosotros.” Pero con todo el respeto que se merece este sabio
expositor, nosotros no hemos perdido dicha clave, porque las Escrituras se interpretan a sí
mismas.
El granizo que viene de arriba prueba que es Dios el ejecutor de esos severos juicios que
causarán una calamidad repentina, cruel y abrumadora. (Vea Josué 10:11; Isaías 28:2, 17;
30:30; Ezequiel 13:13, etc.)
El fuego, que se usa simbólicamente para representar a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo, se
emplea frecuentemente como una expresión de la ira de Dios sobre el hombre a causa de su
pecado. (Vea Deuteronomio 32:22; Isaías 34:14; Mateo 25:41.) El fuego también se refiere
a la influencia purificadora de la Palabra de Dios (Vea Jeremías 23:29; Malaquías 3:2.) La
sangre se refiere a una terrible matanza, vidas corrompidas por el pecado y ajusticiadas por
un Dios santo, debido a la apostasía y la separación de Dios y de la verdad. (Vea Levítico
3:17; 17:10–14; Apocalipsis 14:20; 16:3.)
El granizo y el fuego combinados con la sangre hacen una horrorosa combinación. Dicha
trinidad expresa una terrible manifestación de la ira divina sobre la tierra y sus habitantes.
En cuanto a los juicios de las siete trompetas, los primeros cuatro caen sobre lugares, cosas
materiales y las cosas secundarias de la vida. Los tres últimos juicios son derramados sobre
las personas: sobre la gente y sobre la vida misma.
Bajo el primer juicio, una tercera parte de los árboles será quemada. En distintas partes del
mundo se han visto devastadores incendios forestales, pero la historia no registra un suceso
como éste, en el cual la tercera parte de los árboles del mundo entero será destruida por el
fuego. Por lo tanto, la interpretación histórica del Apocalipsis queda eliminada de acuerdo
con este dato. Las doce repeticiones de la frase “una tercera parte” es impresionante. La
forma en que Juan usa esta frase parece hacerla equivalente al poderío romano revivido.
Walter Scott afirma: “La parte occidental de la tierra profética se designa aquí como la
tercera parte.” No debemos olvidar que la sombra de Roma, pasada y futura se proyecta
sobre el Apocalipsis. Las doce referencias a la tercera parte pueden representar la venganza
de Dios sobre Roma, puesto que el 12 es el número gubernamental de Dios concerniente a
la parte más pecaminosa de la tierra.
Los árboles simbolizan la grandeza y el orgullo humanos. (Vea Ezequiel 31; Daniel 4;
Apocalipsis 8:7.) Nuestro Dios justo aborrece el orgullo del hombre y derribará la grandeza
y la fuerza de la tierra con sus juicios.
La hierba, que simboliza la prosperidad de carácter temporal (y por lo tanto la fragilidad y
debilidad humanas) describe aquí la desolación de muchísima gente, aunque se trate de
“hierba verde” en muy prósperas condiciones. (Vea Isaías 40:6, 7; Santiago 1:10; 1 Pedro
1:24; Apocalipsis 8:7.)

B. La segunda trompeta (8:8, 9)


Comparando entre sí los pasajes de las Escrituras encontramos que el mar se usa para
describir la inquietud e intranquilidad de la naturaleza humana. También representa a los
pueblos en un estado de anarquía y confusión (Isaías 57:20; Apocalipsis 8:8; 13:1).
Las naves representan el transporte y el comercio (Génesis 49:13; Apocalipsis 8:9; 18:19).
Las frases como una, o como de, u otras frases similares, aparecen con mucha frecuencia en
el Apocalipsis e indican que se está hablando en lenguaje figurado. (Vea Jeremías 51:25,
donde una montaña es el símbolo de un reino. Vea también Salmo 46:2 y Zacarías 4:7.)
Todo el mundo gentil deberá sufrir la justa venganza de Dios.
El mar convertido en sangre es correspondiente con la plaga que azotó al río Nilo (Exodo
7:17–21). Así como el intranquilo mar representa las masas de la humanidad en constante
rebelión por la ausencia de una mano fuerte que las gobierne, el mar de sangre representa la
terrible destrucción que les sobrevendrá. Si se hace al mar intransitable, la vía principal de
comercio en el mundo quedará en ruinas. Pero los usos y los productos del mar están
indeleblemente estampados con el signo de la muerte. El símbolo de una montaña ardiendo
lanzada al mar, denota que esta destrucción no es causada por ninguna cosa que esté dentro
de las capacidades del hombre, sino que viene directamente de Dios como una advertencia
de juicio.
La destrucción de la tercera parte de las naves revela cómo el comercio y las
comunicaciones se sentirán afectadas por el juicio divino. Las exportaciones e
importaciones serán seriamente reducidas. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo
pérdidas colosales en hundimientos; cerca de la tercera parte de todas las naves de las
naciones involucradas en la guerra se fueron al fondo del mar. Un tremendo programa de
construcción de barcos reemplazó esta terrible pérdida de naves hundidas. En los días de la
Tribulación, en cambio, cuando hombres y materiales haya sido destruidos, tal reposición
de pérdidas no será posible.

C. La tercera trompeta (8:10, 11)


Los ríos y los manantiales de agua sugieren las fuentes de placer y también simbolizan a las
naciones que actúan bajo influencias turbulentas (Apocalipsis 16:4, 5; 17:15; Jeremías 2:13;
Joel 3:18). Pero cuando el tercer ángel toque su trompeta, habrá llegado a las fuentes del
placer en la tierra la orden de levantarse en guerra contra los hombres rebeldes. El meteoro,
con sus vapores gaseosos que cubrirán las fuentes de agua fresca, será absorbido por una
tercera parte de las aguas, ríos y manantiales y nos recuerda lo que ocurrió en la primera
plaga de Egipto.
En este juicio de terrible severidad, cae del cielo una gran estrella, la cual simboliza el
instrumento del poder de Dios.
Esta estrella en particular no debe ser confundida con la estrella que cae bajo la quinta
trompeta (9:1). Sin embargo, estas dos estrellas distintas son gobernantes espirituales y son
vistos como moralmente caídos de su alta posición. El cielo es el centro y origen de toda
autoridad divina (“El cielo gobierna” Daniel 4:26) y estos distinguidos gobernantes
apóstatas están sujetos a este gobierno. Quién será ése de rango elevado, nosotros no
tenemos información para saberlo. (Pero lea Isaías 14:12.)
El término ajenjo no es tanto el nombre de la persona a la que se refiere, sino más bien la
descripción de su maligna influencia. Algunos escritores identifican a la gran estrella con
Satanás o el anticristo. El ajenjo es una planta de la familia de la salvia y es la fuente de un
aceite esencial, que se obtiene de las hojas secas y las puntas de la planta. Como tal, el
ajenjo es símbolo de amargura (Deuteronomio 29:18; Jeremías 23:15). El uso continuo de
este líquido produce el deterioro mental y hasta la muerte (Lamentaciones 3:15, 19).
Salomón habla del fin de una mala mujer el cual viene a ser “amargo como el ajenjo”
(Proverbios 5:4).
La tierra deberá cosechar los frutos amargos del pecado, ya que esta planta habrá
contaminado toda materia prima y toda fuente de producción. En tiempos de guerra, las
naciones han experimentado el detrimento que resulta de que sus manantiales y lugares de
abastecimiento de agua para el uso de sus comunidades, sean contaminados o cortados.
Como lo expresa Willliam Ramsey: “Cuando observamos que estos ingredientes amargos
son diluidos y mezclados con el agua por la caída de esta gran estrella, lo realmente
asombroso no es cuántos mueren, sino más bien cuántos quedan con vida.”
Todas las cosas comestibles agradables al paladar estarán contaminadas con el amargo
ajenjo. Durante los juicios de la Tribulación una tercera parte de la tierra, en lugar de hallar
vida en las fuentes del preciado líquido, el agua, encontrará la muerte. A la inversa, Dios
puede hacer que las aguas amargas se conviertan en aguas dulces (Exodo 15:25–27). La
zona geográfica afectada por la plaga de la substancia amarga es la tercera parte de la tierra,
lo cual sugiere que los pasos de Dios de la misericordia al juicio son siempre lentos,
tomados con renuencia y muy mesurados.”

D. La cuarta trompeta (8:12, 13)


El juicio de la cuarta trompeta será terrible para aquellos que aman la astrología y creen que
su vida está regulada por el movimiento del sol, la luna y las estrellas. Las declaraciones de
los horóscopos en lo que concierne a nuestra vida presente y futura son puras ocurrencias.
¡Nuestro tiempo no está envuelto en las estrellas, sino que está en las manos de Aquel que
hizo las estrellas! La astronomía es un estudio más fascinante y legítimo, pero la astrología
es un mero asunto de artimañas y suposiciones de necrománticos inspirados por el amor al
dinero.
El hombre habla acerca de la estabilidad de las leyes de la naturaleza, pero el mando que
Dios ejerce sobre los astros y los cuerpos celestiales declara que El es el Señor del
universo. Cuando se trata de luz o tinieblas, sólo Dios puede hacer lo que le place, como lo
descubrieron los egipcios cuando sufrieron una terrible obscuridad mientras veían que los
israelitas tenían luz en sus moradas. Cuando fueron creados el sol, la luna y las estrellas,
fueron comisionados para proveer luz a la tierra. Su poder ha sido grande para bien del
universo. Sin embargo, ahora el beneficio que viene de ellos sufre una disminución de la
tercera parte, porque el edicto de Dios ordena que sea destruida una tercera parte de ellos.
Durante la Segunda Guerra Mundial los británicos llegaron a acostumbrarse a los apagones
durante las desastrosas incursiones aéreas. Pero todo lo que el hombre puede hacer es
extinguir las luces artificiales. El no puede hacer que las luces celestiales dejen de brillar.
Durante un apagón parecería irónico escuchar a un guardia ordenando al dueño de casa:
“¡Apaga esa luz!” mientras encima de ellos está una luna más brillante que nunca
derramando su radiante luz y dejando todo visible ante los incursores. Pero un apagón
divino está por llegar, y cuando Dios retire los rayos del sol, la luna y las estrellas, la tierra
experimentará una obscuridad aterradora.
El último versículo de este capítulo contiene el anuncio sonoro y universal de tres ayes que
han de ser traídos por las tres últimas trompetas. Estos solemnes ayes indican la severidad
de los juicios restantes y sus aterrorizantes efectos. Estas tres últimas trompetas presentarán
una nueva calidad y grado del disgusto divino con sus consecuentes desastres. Aquí
tenemos un triple ay, porque los que han de venir son los tres juicios peores con sus
terribles efectos. Al sonido de las primeras cuatro trompetas, el hombre es revelado en sus
relaciones terrenales. Los hombres podrán buscar las cosas que son para placer personal o
su sostenimiento donde ellos quieran, pero tendrán que ver por todas partes las marcas del
juicio divino que han merecido sus propios pecados.

E. La quinta trompeta (9:1–12)


Al sonido de las tres últimas trompetas pasamos de lo visible a lo invisible. En las
trompetas anteriores el hombre era visto en su ambiente material y relacionado con cosas
vistas por el ojo humano, pero ahora en esta quinta trompeta ya no estamos en el ámbito
material, sino en el espiritual. Un panorama triste se presenta bajo este juicio, pero lo peor
está todavía por venir. En los versículos que estamos considerando tenemos las
descripciones más horrorosas jamás escritas, concernientes a lo que ocurrirá cuando el
quinto ángel salga para ejecutar su terrible misión.
Aquí también, la estrella que cae a la tierra ha sido identificada de varias maneras. Algunos
dicen que representa a Satanás cuando éste fue lanzado del cielo, o al anticristo, o al falso
profeta, o a algún sistema político o religioso. Por alguna razón, creemos que esta estrella
caída es el anticristo, el instrumento escogido por Satanás para provocar tales escenas de
crueldad y de derramamiento de sangre como las que describe Juan. A este personaje
expulsado “se le dio la llave del pozo del abismo,” el lugar de prisión de los demonios. La
posesión de “la llave” significa la concesión de poder y autoridad para ejecutar muerte. Del
humo que sale del abismo sale el más devastador de los ejércitos de langostas. Por el humo
podemos entender el efecto de confusión y ceguera causado por el engaño satánico. El
retrato de la imitación demoníaca presentado por Pablo en 2 Tesalonicenses 2:9–12
corresponde al poder que Satanás le confiere a este ejército de langostas.
Las langostas con poder como el de los escorpiones simbolizan aquellas hordas de agencias
diabólicas que traerán venganza sobre los condenados, descritos como “los hombres que no
tuviesen el sello de Dios en sus frentes” (9:4). Así como son sellados los 144,000 de Israel
y por dicho sello son preservados del juicio (7:3, 4), son las multitudes gentiles no selladas
las que deberán beber de la copa de la venganza. Como lo explica Swete: “Así como escapó
Israel en Egipto de las plagas que castigaban a sus vecinos, de la misma manera el nuevo
Israel estará exento del ataque de las langostas del abismo.”
La descripción de estas langostas está llena de significado. Esta plaga de langostas está
basada en plagas similares en el Exodo y en Joel, donde se nos hace recordar la terrible
naturaleza de los estragos producidos por las langostas sobre el reino vegetal. Pero bajo la
quinta trompeta, las langostas son símbolo de la horrible naturaleza del juicio que les
sobrevendrá a los hombres. Las langostas reales devastaron el reino vegetal de Egipto bajo
la mano de Moisés, pero aquí vemos un cuadro del juicio de estas langostas abismales sobre
los hombres no sellados.
A las langostas se les dio poder como el de los escorpiones (9:3). Los que viajan al oriente,
donde los escorpiones son muy comunes, les temen a estos animales que se mantienen
debajo de las piedras sueltas y bajo las ruinas y que pican aguda y fuertemente cuando se
los provoca. Estos escorpiones tienen una apariencia similar a las langostas y segregan
veneno por la cola. Sus terribles armas producen un atormentador dolor, acompañado de
sufrimiento mental y en muchos casos aun de muerte. Los nativos les temen a sus picaduras
por el terrible dolor que provocan. El Señor asociaba a las serpientes y los escorpiones con
el poder de Satanás (Lucas 10:19).
A las langostas se les dio orden de no dañar la hierba (9:4). ¿Cuál fue la razón de esta
prohibición específica? Dios, como Creador, interviene en las leyes naturales nuevamente y
suspende el hábito natural de las langostas por la comida. Normalmente, estos insectos se
alimentan de hierba, cosas verdes y hojas de árboles. Esta preservación del mundo vegetal
sugiere una protección temporal de los artículos de mayor necesidad. Bajo la octava plaga
egipcia las langostas devastaron toda cosa verde (Exodo 10:12–15). Pero ahora sus deseos
de consumir cosas verdes están suspendidos y sólo se dedican a herir a los hombres que no
pertenecen a Dios.
A las langostas se les dio poder para atormentar a los hombres por cinco meses (9:5). ¿Por
qué sólo cinco meses? Este límite de tiempo implica que el juicio de esta trompeta no
separará a los inicuos de Dios para siempre y es dada principalmente con el objeto de
advertir a los pecadores acerca de la condenación final que les aguarda a menos que se
arrepientan. El número específico de meses está igualmente relacionado al tiempo de vida
de las langostas mismas, porque esta es la duración de la vida adulta de dichos animales
(desde mayo hasta septiembre). El tiempo total de su duración normal va en relación con
los límites de la angustia en los hombres. Aquí tenemos un breve pero determinante período
del ay para aquellos designados para la tortura. ¡Qué alivio para los atormentados al ver que
las langostas no viven más de cinco meses! Durante la actividad de estas criaturas la
angustia humana será tan indescriptible, como imposible su alivio. Será una terrible plaga
que carcomerá y que será temida en extremo. En esos días los hombres buscarán la muerte
y no la hallarán (9:6). El pecado produce tormento, destruye todo el placer de vivir y a
menudo hace que los pecadores deseen la muerte. Pero aquellas fuerzas autorizadas para
causar tormento físico no tendrán permiso para causar la muerte total de los hombres. Esta
prevención es un llamado al arrepentimiento. La muerte sería bien recibida para alivio de
los hombres que sean tan gravemente afligidos, pero huirá de ellos. El suicidio no será
posible, y el poder de matar será retirado de las mismas langostas, pues su función es
únicamente torturar. ¡Qué gran desesperación tendrán aquellos que deseen poner fin a su
angustia quitándose la vida, pero no lo lograrán!
Las langostas tenían forma de “caballos preparados para la guerra” (9:7). El pecado trae
siempre su propio castigo y siempre hay fuerzas listas para atacar al hombre cuando peca,
como se hace destacar en esta descripción adicional de las langostas. Como caballos
preparados para la guerra, las langostas permanecen en formación y listas para obedecer el
mandato de su rey. Los ejércitos hostiles, especialmente de caballería, son simbolizados por
una invasión de langostas en Jeremías 51:27 y Joel 2. En Italia y otros países donde
abundan las langostas, éstas son llamadas caballitos, por la forma de sus cabezas, parecidas
a las de los caballos. “Su aspecto, como aspecto de caballos, y como gente de a caballo
correrán” (Joel 2:4).
Las langostas tenían en sus cabezas como coronas de oro (9:7). La característica frase
“como coronas” sugiere una soberanía supuesta. Las “coronas” representan victoria y
dominio; el “oro” denota divinidad. El hombre nunca será capaz de pecar sin tener que
sufrir, porque por decreto divino siempre le será aplicada la pena por el pecado. Una corona
conferida por Dios lucirá sobre la cabeza de Cristo (Apocalipsis 14:14), pero aquí la
dignidad y la pretensión de autoridad real son falsas. Satanás siempre ha sido un imitador
de lo real.
Las langostas tenían caras como de hombres (9:7). Aquí aparece nuevamente la palabra
“como”. Estos animales no tenían verdaderas caras humanas, sino una mera imitación. Esta
descripción está subrayada con la idea de que el dolor que estas langostas infligen no es
indiscriminado, sino regulado inteligentemente de acuerdo con el pecado cometido. Las
caras con apariencia humana de estas hordas demoníacas sugieren la inteligencia y
capacidad del hombre, lo cual las hará objeto de más terror. Sin embargo, como les falta la
inteligencia humana, no pueden apelar a la razón, sino que son manejadas mecánicamente.
Las langostas tenían “dientes como de leones” (9:8). ¿Qué cosa sugiere mejor la idea de
destrucción que los dientes de los leones? Cuando el pecado es cometido con todas las
fuerzas, termina por destruir al pecador como si su cabeza fuera molida literalmente entre
las mandíbulas de un león. El significado de todo este simbolismo es que esas langostas
nacidas del humo del abismo serán crueles, salvajes e implacables en los tormentos que
causarán.
Las langostas tenían corazas “como corazas de hierro” (9:9). Estos agentes infernales de
tortura serán inmunes a la destrucción material. Por carecer de sentimientos, atacarán sin
piedad. Los hombres no serán capaces de defenderse. Cualquier esfuerzo para hacerlas
retirarse resultará inútil. Ningún arma que el hombre pueda fabricar será lo suficientemente
fuerte para ahuyentarlas. Pero para el hijo de Dios hay siempre una protección contra todas
las fuerzas de las tinieblas. Pablo se refiere a esta protección como “la coraza de justicia”
(Efesios 6:14).
Las alas de las langostas hacían un ruido como de carrozas en batalla (9:9). ¡Qué vívido es
el símbolo en este punto! “El ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de
caballos corriendo a la batalla.” El hombre nunca podrá vencer o hacer que retrocedan sus
merecidos juicios y castigos con la fuerza de sus propias armas, ni será capaz de evadir
dichos juicios o escapar de ellos, porque los ejércitos del terror se lanzarán sobre él de todas
partes. Joel emplea una descripción similar para la desesperación y la resistencia contra las
huestes venideras de destrucción (Joel 2:5).
Las langostas tenían aguijones en sus colas (9:10). Los naturalistas nos dicen que los
escorpiones usan la cola para picar y que el dolor causado por las picaduras de estos
animales es muy fuerte. En Apocalipsis 9:10 dice además: “También aguijones, y en sus
colas tenían poder para dañar a los hombres.” Atraído alevosamente hacia su pecado, sólo
para ser destruido por los dientes del león, el pecador de seguro recibirá también una
picadura como de escorpión.
Las langostas tenían un rey (9:11). Salomón, uno de los más grandes naturalistas del pasado
nos dice que las langostas ordinarias no tienen rey (Proverbios 30:27). En cambio los
horribles escorpiones descritos por Juan tienen un líder cruel. En Joel aprendemos que las
huestes invasoras no andarán errantes, sino que cada una se dirigirá por la ruta que se le
señale. Las fuerzas destructivas que Juan describe están bajo el control del diablo, quien es
el rey de los poderes infernales del abismo. Mientras que el anticristo será la
personificación de Satanás y su influencia maligna, el comandante del ejército de langostas
es Satanás mismo, descrito como Abadón y Apolión (nombres que son similares en
significado).
Abadón significa “perdición” y es un nombre dado al lugar de destrucción. “El Abadón (del
hebreo, destrucción) no tiene cobertura.” Esto es, delante de Dios (Job 26:6). Vea también
Proverbios 15:11.
Apolión es la forma griega que traduce el nombre hebreo y significa “destructor”. Satanás
es el rey de estas hordas de langostas y es el espíritu de destrucción que inspira a estas
terribles huestes. Este vívido cuadro retrata a Satanás como “el destructor de los gentiles”
(Jeremías 4:7). No únicamente del cristianismo corrompido, sino también del judaismo
apóstata.
Cuán significativa es la declaración “el primer ay pasó”. ¡Qué gran alivio será salir de
aquella noche oscura de terrores y tormentos! Pero aquellos que hayan rechazado a Dios no
tendrán tregua; lo peor les aguarda todavía: “He aquí, vienen aún dos ayes después de
esto.”

F. La sexta trompeta (9:13–21)


El juicio de esta trompeta del segundo ay, aunque es parecido al juicio de la trompeta
anterior, es de una naturaleza mucho más grave. Aquí se agregan nuevas fuerzas
desoladoras a las numerosas huestes, a la fuerza de los caballos, al león y a los escorpiones.
Las multitudes son más numerosas y las cabezas de los caballos son como cabezas de
leones. Cuando el sexto ángel tocó su trompeta, Juan escuchó “una voz de entre los cuatro
cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios” (9:13). El altar de oro estaba en la
presencia inmediata de Dios y recibía el incienso ofrecido, el cual era símbolo de las
oraciones y la adoración del pueblo de Dios. Aquí el altar de oro nos recuerda que los
juicios que siguen vendrán en respuesta al clamor de los santos perseguidos y martirizados:
“¿Hasta cuándo, Señor?”
El cuarteto especial de ángeles tiene una ominosa tarea que cumplir y su voz unificada y
autoritativa llevaba la respuesta de Dios a los clamores de sus sufrientes hijos. Ahora van a
ser vindicados. El número cuatro es significativo, porque es el número de la tierra y sugiere
universalidad. Hay cuatro estaciones en el año y la tierra tiene cuatro ángulos. Los cuatro
metales y las cuatro bestias de Daniel 2 y 7 representan los cuatro imperios mundiales:
Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Las cuatro divisiones de la raza humana son
naciones, tribus, pueblos y lenguas (Apocalipsis 7:9).
El cuerno simboliza fortaleza y poder (Salmo 132:17) y el altar de oro habla del privilegio
de la adoración y la comunión que únicamente eran posibles a través de la sangre que era
derramada sobre el altar de bronce. Habiendo estado encadenados al altar en obediencia de
amor hasta que se necesitara de ellos, los cuatro ángeles (esclavos de Dios por amor) ahora
son liberados para llevar a cabo su tarea mortal. Este cuarteto angélico es diferente de
aquellos cuatro ángeles que detenían los cuatro vientos en 7:1–3, donde su misión consistía
en detener las fuerzas del mal y mantenerlas bajo control. Aquí los cuatro ángeles liberan
poderes destructivos y operan en la región cercana al río Eufrates.
El río Eufrates es digno de ser llamado grande, porque tiene cerca de 2850 kilómetros de
largo y es el río más largo e importante de toda el Asia occidental. En la frontera nordeste
de Palestina, este famoso río constituía una línea de defensa contra los poderosos enemigos
de Israel, los asirios. Algunas veces sus aguas se desbordaban, barriendo todo lo que
tuvieran por delante. Por esto, Isaías lo usó como símbolo de las fuerzas destructivas de los
asirios, que ejecutaban los juicios divinos sobre Israel (Isaías 8:5–8). De acuerdo con la
manera en que lo usa Juan, este mismo río es el sitio de los juicios de Dios sobre el mundo
no salvo, aunque el elemento destructivo estará limitado a “la tercera parte”. El Eufrates fue
el lugar donde empezó el pecado humano y donde dominó Satanás por mucho tiempo.
Ahora ese lugar sufre el azote divino (Apocalipsis 9:14; 16:12).
Los ministros angélicos de retribución no pueden actuar sin la señal de Dios. Están bajo
control para “una hora, día, mes y año”. Estos períodos de tiempo se refieren al control de
los ángeles, y no a la duración del ministerio de destrucción. No sabemos por qué fueron
mantenidos bajo control por tanto tiempo. Todo lo que sabemos es que no podrían actuar
hasta la hora fijada en el programa de Dios. Siempre estuvieron listos para realizar su tarea,
pero no se les soltó hasta que llegó el momento exacto, señalado en la mente de Dios
(9:15). Los juicios de Dios son mantenidos dentro de las limitaciones por El impuestas.
Este sexto juicio será agudo y abrumador. Se ve por el hecho de que “una tercera parte de
los hombres” será exterminada. Bajo el tercer sello, una cuarta parte fue muerta (6:8), y
ahora perece una tercera parte de las tres cuartas partes restantes. ¡Qué baño de sangre el
que les aguarda a los habitantes de todo el territorio asociado con el Eufrates!
En 9:16–19 Juan describe doscientos millones de jinetes. Dios envía sus reservas para la
terrible matanza de los impíos, y esas huestes invasoras y vengadoras no están constituidas
por seres humanos, sino por encarnaciones demoníacas. Las guerras globales nos han
acostumbrado a hablar y actuar por millones y también a ver morir millones de personas.
¡Piense en los millones y millones de muertes asociadas con la Segunda Guerra Mundial!
En el tiempo que ve Juan en su visión, Dios permitirá que un vasto y sobrecogedor ejército
invada la tierra de aquellos que por mucho tiempo han estado en contra de El. Uno de cada
tres seres humanos caerá bajo estos jinetes infernales, cuyas armas del infierno son una
combinación de fuego, zafiro y azufre, símbolos de tormento perdurable. Como lo expresa
J. Stafford Wright:

Juan ve ahora todos los horrores de la guerra. En su tiempo los ejércitos de caballería eran
las fuerzas más terribles, y él ve esto en primer lugar. Pero cuando ve bien se da cuenta de
que no son caballos ordinarios, sino monstruos extraños que destruyen con el humo que
sale de su boca, como también de otras bocas situadas al final de sus colas, que son como
serpientes. No hay duda de que a Juan se le permitió ver los instrumentos destructores en
forma de artillería. Bajo la inspiración de Satanás, el hombre hace que todas las cosas se
tornen para su destrucción, y una guerra sucede a otra.

Las referencias bíblicas sobre las cualidades del caballo son numerosas, pero poco se dice
de su uso como bestia de carga o para propósitos de agricultura. A los judíos se les prohibía
multiplicar los caballos por el riesgo de que éstos hicieran apartar los corazones de los
hombres de Jehová (Deuteronomio 17:16). Egipto era muy famoso por sus caballos de
guerra, y en las Escrituras el caballo es reconocido como símbolo de guerra, mientras que el
asno simboliza la paz. El poder del triunfo y la conquista se asocia con los caballos que
Juan describe (Apocalipsis 6:1–8; Zacarías 6:1–8). Bajo esta sexta trompeta, las langostas
con su destrucción y agonía ceden el paso a los caballos: temibles y espantosos, agentes
militares agresivos de rapiña y mortandad.
Los caballos tenían como cabezas de leones (9:17). ¿Alguna vez se ha detenido usted a
estudiar la cabeza de un león en un zoológico o en una fotografía? ¡Qué majestad, coraje,
fuerza y valor se describen en su estampa! Con razón se dice que el león es el rey de la
selva. Estos caballos de juicio con cabezas como de león son investidos con todas las
cualidades de temeridad de los leones.
De sus bocas salían fuego, humo y azufre (9:17). Satanás equipará a sus cuadrúpedas
huestes con una trinidad de fuerzas ofensivas y destructoras: fuego, humo y azufre. Estos
elementos, salidos de las bocas de los caballos, darán a los impíos una prueba de lo que será
el lago de fuego. Expidiendo gases infernales, los caballos manifestarán gran placer en
cumplir su diabólica tarea. Pueden hallarse referencias adicionales a estos símbolos de
angustia en 2:18; 14:10; 19:20.
Tenían colas semejantes a serpientes (9:19). En las Escrituras la cola es símbolo de los
falsos profetas y las falsas enseñanzas (Isaías 9:14, 15). Tal como se usa aquí en el
Apocalipsis, la cola es símbolo de la influencia maligna de Satanás, su falsedad y su engaño
(12:4). “Tenían cabezas, y con ellas dañaban” (9:19), lo cual demuestra que las artimañas
de Satanás son dirigidas inteligentemente. La cabeza es emblema del asiento del gobierno
moral, de la inteligencia y de poder (Isaías 7:8, 9; Zacarías 6:11; 1 Corintios 11:3–10).
¿Qué esperanza tiene un pecador en sí mismo contra tal combinación de sutileza satánica y
sabiduría engañosa?
El hecho de que la tercera parte de los hombres sean muertos por el fuego, el humo y el
azufre que salen de las bocas de los caballos, no surte efecto positivo en el resto de los
hombres. La paciencia divina ha llegado a su límite y así es como Dios permite que
aquellos que merecen su ira cosechen lo que han sembrado. El persistente olvido o desafío
a Dios termina en el abandono al destino merecido. Los apóstatas sobrevivientes persisten
en la dureza de su corazón, a pesar de los terribles horrores de los jinetes infernales. Dos
veces leemos: “Y ellos no se arrepintieron.” Por esta razón, al pecado se le permite elaborar
su propia ruina.
Describiendo el período final de la era de los gentiles, Jesús declaró que “la iniquidad
abundará”. Aquí hacemos un resumen de algunas de las horrendas formas de iniquidad que
existirán durante aquellos últimos días.
Adorarán demonios. El demonismo, la adoración a Satanás y la magia negra están
diseminados hoy. Vivimos en un mundo demonizado. Juan predice el tiempo en el cual las
huestes demoníacas serán adoradas abierta y universalmente.
Adorarán ídolos. El resto de los hombres poseen ídolos muertos, de acuerdo con su
posición en la vida. Los ricos tienen dioses de oro y plata. Los de la clase media tienen
ídolos de bronce y de piedra. Los pobres tienen ídolos de madera. De esta doble forma de
idolatría, Satanás y los ídolos, surgen las obras malignas.
Serán homicidas. “Y no se arrepintieron de sus homicidios.” El Señor dijo que Satanás ha
sido un homicida desde el principio; él fue el instigador del asesinato de Abel por Caín su
hermano. Desde aquel primer asesinato en el mundo, incontables millones de seres
humanos han sido asesinados incluyendo a una vasta hueste de creyentes, martirizados por
su fe. En nuestro tiempo la cantidad de asesinatos es alarmante, pero en el tiempo que Juan
describe aquí, cuando los hombres actúen por la energía directa de Satanás, el asesinato
será practicado aun más habitualmente.
Serán hechiceros. La hechicería y el trato ilícito con los espíritus (que son parte integral del
espiritismo o espiritualismo) han tenido un avance rápido durante los pasados cincuenta
años y arrojan una espantosa sombra sobre el futuro. La hechicería, fuertemente condenada
en las Escrituras, llega a su ruina cuando descienden los juicios sobre todos los que trafican
con “espíritus familiares”. Un hecho interesante que debemos observar es que nuestra
palabra “hechicería” viene del original griego fármakon, de donde viene la palabra
“farmacia”. A partir de una raíz que significa “encantamiento”, se formó la palabra que
significa actualmente “medicamento”.
A. T. Robertson, en su obra Word Pictures (Análisis de palabras) dice: “Nuestra palabra
farmacia, aplicada a las drogas y medicinas ha tenido una larga trayectoria para salir de su
mal ambiente, pero todavía les queda cierto olor desagradable a las medicinas.”
Ciertamente, hemos llegado a una época en la que numerosos tipos de drogas están
perjudicando la mente de multitudes de personas, especialmente muchos de los jóvenes de
nuestro tiempo. El arrepentimiento estará lejos de los adictos a los narcóticos de la era de la
Tribulación.
Serán fornicarios. Cuando Dios y la justicia son rechazados y cuando prevalece la maldad
en general, ¿qué más puede esperarse sino indulgencia en las formas más viles de placeres
desenfrenados? La facilidad de los divorcios hace mofa del principio de salvaguardar y
defender el lazo matrimonial. Las uniones se rompen casi con la misma facilidad con que se
hacen. Nuestras bajas normas morales son una sombra del estado corrupto del mundo
cuando se toque la sexta trompeta.
Serán ladrones. (Vea el 9:21.) Nunca antes en la historia del mundo se había propagado
tanto el robo como en nuestros días. Los ladrones de tiendas, de bancos y de otros tipos de
negocios han llegado a un número espantoso. La masa de los hombres no muertos por
aquellos jinetes infernales tendrá muy poco respeto por los derechos de los demás. El
evangelio del día será: “Cada cual a lo suyo y el diablo que se encargue de los demás.” El
hombre vivirá para enriquecerse a sí mismo a expensas de su prójimo. Los ladrones
internacionales que no reconocen los derechos de nadie, aumentarán en gran manera
conforme la época vaya empeorando. Sin embargo, su ruina está más que segura.
Antes de entrar al paréntesis que hay entre la sexta trompeta y la séptima, hagamos un
repaso del significado de las primeras seis trompetas:
Las primeras cuatro trompetas nos muestran al hombre como ciudadano de un mundo
arruinado en el pecado; todo lo que está por encima y alrededor de él pone de manifiesto la
maldición que ha traído la caída del hombre. La quinta trompeta presenta al hombre como
un pecador en todo el sentido de la palabra y nos muestra al mundo entero hundido en el
engaño del diablo. El hombre peca; por lo tanto es del diablo y esto le trae como
consecuencia los tormentos del infierno.
La sexta trompeta nos advierte claramente que los juicios vienen sobre los pecadores en
virtud de la ley establecida de que el pecado debe inevitablemente traer sufrimiento. Los
juicios divinamente aplicados nos hacen recordar la verdad de que “Dios está airado contra
el impío cada día”. Bajo esta trompeta la aplicación segura de los juicios de Dios sobre el
hombre es simbolizada. Puesto que el hombre queda sin excusa, es imposible que escape
del castigo.
G. El interludio (10:1–11:14)
Entre la sexta trompeta y la séptima tiene lugar un impresionante y significativo paréntesis,
el cual contiene una de las secciones más profundas y a la vez más sencillas del
Apocalipsis, en la cual Juan vio al Angel poderoso, al librito, la vara de medir, los dos
testigos y el terremoto.
Ahora todo está señalado al final. La primera mitad de la septuagésima semana de Daniel
está casi cumplida, pero los últimos días muestran al mundo en abierta rebelión contra Dios
y su pueblo, contra quienes la bestia y el anticristo derraman toda su furia. Pero antes de
que los apóstatas gentiles y judíos y sus seguidores beban el residuo de la venganza de
Dios, aparece esta consoladora visión en medio de la obscura nube de los juicios. Este es un
severo recordatorio al mundo de que, a pesar de la furia de los inicuos, el gobierno del
mundo le pertenece en toda justicia al Creador, y esto será demostrado con poder. Pero la
visión también está destinada a fortalecer y consolar a los creyentes, especialmente a los
que están sufriendo, porque el mismo poder que aplastará al enemigo, exaltará el honor de
los que sufren.

a. El ángel fuerte (10:1–7)


¿Quién es este ángel glorioso que ocupa el cielo, la tierra y el mar? Dios pone las nubes por
su carroza (Salmo 104:3) y envía a este ángel que viene con gloria. Algunas versiones
hablan de él como “un ángel fuerte”. Algunos escritores ven en él el heraldo angélico que
anuncia la solemne crisis que vendrá bajo el tercer ay o séptima trompeta (11:15–19). En
vista de que la palabra “ángel” no denota exactamente a un miembro de la raza angélica,
sino que a menudo denota una cosa o persona en servicio activo, ¿pudiera ser que este
“ángel fuerte” se refiera a Cristo mismo, que sale para actuar a favor de su pueblo fiel?
Observemos las diferentes características del Personaje maravilloso que domina el
universo.
Cristo no sólo deja el cielo como punto y lugar de partida, sino que “desciende del cielo”,
que es su hogar natural (10:1). Los tratos de la Providencia con la tierra están por
terminarse, así que el Señor deja su habitación celestial para establecer su reino universal
una vez su programa de juicios esté consumado. ¡Cómo le alabarán las huestes de
redimidos y de ángeles cuando El salga de la presencia de ellos para tomar el poder para sí
mismo y reinar!
Cristo está “envuelto en una nube” (10:1). La nube es un símbolo que requiere poca
interpretación, ya que en las Escrituras las nubes figuran mayormente como indicación de
la presencia y majestad de Jehová. ¡Cómo dependía Israel de la nube, la shekina de gloria!
El estar vestido de una nube, entonces, es una señal pública y visible de la majestad del
Señor. Cristo tiene un arco iris sobre su cabeza (10:1). El arco iris, descrito como “la
cumbre de la divinidad” que rodeaba el trono (4:3), ahora circunda la cabeza del ángel
fuerte. Simboliza que hay un pacto en vigencia y por medio de él, el remanente fiel de Dios
recibe garantías de que aun en medio del cruel conflicto estará seguro y no tiene qué temer.
Cristo viene como el Mensajero del Dios que guarda sus pactos y convocará a la tierra para
que sea testigo de que a causa del rechazo del hombre, El está a punto de romper su pacto
con el mundo. ¡Qué aspecto tan glorioso presentará el Señor con su cabeza coronada con un
esplendoroso arco iris!
El rostro de Cristo es como el sol y sus pies como el fuego (10:1). Aquí nos encontramos
con una repetición de lo que vimos en la visión de Patmos (1:15, 16). La doble metáfora del
sol y el fuego nos habla del carácter supremo, penetrante y firme del mensaje que se va a
dar. Tomados en conjunto, el rostro como el sol y los pies como columna de fuego pueden
sugerir la suprema majestad de Cristo y su estabilidad eterna al experimentar la tierra la
inflexible santidad de su misión judicial.
Cristo tenía un librito en su mano (10:2). La palabra “libro” viene de biblos, de donde
sacamos también la palabra Biblia. Aquí tenemos una “pequeña Biblia”, una versión
amplificada de la cual es el libro de los siete sellos del capítulo 5. El “librito” estaba
abierto, mientras que aquel libro grande estaba sellado y fue abierto por el Cordero. Este
está abierto para que todos lean su mensaje inconfundible.
El pie derecho de Cristo estaba sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra (10:2). En esta
descripción clara y gráfica que nos da Juan acerca del ángel fuerte, El es presentado como
una figura colosal que está de pie, y abarca tanto la tierra como el mar. Como Señor de la
creación, El domina la escena completamente. Se ha preguntado si acaso hay algún
significado especial en la posición de los pies. ¡Ciertamente lo hay!
El mar turbulento, agitado e intranquilo representa el estado caótico y revolucionario de las
naciones.
La tierra, la cual ha estado dominada parcialmente por el hombre, simboliza el gobierno
organizado de la gente educada y civilizada. Tres veces se dice que el ángel estaba parado
sobre mar y tierra (10:2, 5 y 8) y esta repetición denota énfasis divino. La fuerte y firme
pisada de los pies de bronce bruñido de Cristo significa la sujeción completa de todos los
pueblos y fuerzas del mundo a El. Los hombres y las fuerzas naturales de todo el universo
reconocerán su dominio cuando El ejerza tanto su derecho como su poder.
La voz de Cristo era como rugido de león (10:3). Aquí tenemos otra característica de la
“voz como de muchas agues”. Ninguna voz es más temida por el hombre y por las bestias
en la selva que el rugido de un león. Las voces fuertes y rugientes no siempre son
inteligibles. Sin embargo, no habrá ningún malentendido en el significado del rugido del
león de la tribu de Judá, pero causará intenso terror y desesperación entre los hombres
(Salmo 68:33; Oseas 11:10; Joel 3:16). En el maravilloso Salmo de las voces, se nos dan
siete descripciones de la majestuosa voz del Señor (Salmo 29).
Si el rugido de león es indicativo de poder irresistible, los siete truenos (10:3) hablan del
terror que producirá el Señor en toda su plenitud cuando venga para aplicar juicio. Cuál
será la naturaleza de este juicio, no se nos dice, porque a Juan se le dio orden de sellar lo
que oyó y no escribirlo (10:4). Diez veces aparecen los truenos en el Apocalipsis, y como
los estruendos proceden del trono, contienen un mensaje y un mandato divinos. Job habla
del “trueno de su poder” (Job 26:14), y mientras Jesús estaba aquí en la tierra, la voz de
Dios les parecía voz de trueno a los que la oyeron (Juan 12:28, 29). El trueno es la voz de
Dios en el juicio y la expresión de su autoridad para juzgar.
Como las visiones de Daniel, el contenido de estos siete truenos tenía que ser cerrado y
sellado. Juan los entendió y sabía que significaban la perfección de la intervención de Dios
en juicio, pero el mandamiento divino en cuanto a la naturaleza de los truenos fue: “No las
escribas.” Gran parte de la sección profética del Apocalipsis no podrá ser entendida
completamente hasta que los sucesos predichos tengan cumplimiento.
Cuando Jesús ascendió al cielo, levantó sus manos en un acto de bendición sacerdotal sobre
su pueblo. Ahora, cuando asciende, levanta las manos al cielo (10:5) como jurando que
cumpliría con los justos juicios del trono de Dios. La mano levantada al cielo era el gesto
acostumbrado para hacer un juramento (Génesis 14:22; Deuteronomio 32:40; Daniel 12:7).
Aquí tenemos una de las visiones más sublimes del Apocalipsis. Trate de visualizar la
escena: El Angel fuerte de Jehová, con el mar y la tierra bajo sus pies; el volumen de la
profecía final en su mano izquierda y su mano derecha levantada al cielo, jurando por el
Dios de los siglos y Creador del universo que el juicio sobre los inicuos sería inmediato.
¿Cómo debemos entender la frase “que el tiempo no sería más”, o como traducen algunas
versiones, “no se demoraría más”? ¿Podría ser que el clamor de toda una vida por
venganza, “¿hasta cuándo, Señor?” (Salmo 13:1, 2; Apocalipsis 6:10), está a punto de ser
contestado y que el día del hombre terminará ahora en un fuerte y severo juicio? Como
hemos visto, el número siete sugiere perfección, y las siete trompetas y los siete truenos
significan la plenitud perfecta de las advertencias de juicio de parte de Dios. No queda
lugar para que ocurra ninguna cosa antes del juicio final, del cual todos los juicios
anteriores han sido un anticipo. En virtud de su derecho natural y su obra redentora, Cristo
vuelve ahora para consumar el juicio que le ha sido comisionado por el Padre (Juan 5:22,
27).
La palabra revelación (griego, apokálipsis) implica el descubrimiento de un misterio, y en
este acto del drama el misterio de Dios (10:7) que fue predicho por los profetas y apóstoles
está a punto de ser consumado (Romanos 16:25, 26; Efesios 1:9, 10, etc.). Ahora vemos
muchas cosas por espejo oscuramente (por ejemplo, el misterio del aparente silencio de
Dios cuando sus santos son maltratados y cruelmente perseguidos). Puesto que es un Dios
de justicia, ¿por qué permite El que los terribles pecados de los hombres queden sin castigo,
y por qué no interviene El para corregir los errores de la tierra?
El misterio del cual habla Juan puede ser el brutal martirio de los santos de la Tribulación y
el silencio del cielo hacia este terrible mal que se está perpetrando. Pero el misterio está
llegando al final. Cristo aparece para arrebatar el gobierno mundial de la mano de Satanás,
para expulsar al diablo, al usurpador, y poner fin a su tiranía sobre la tierra. El misterio de
la paciencia divina por más de seis milenios está ahora a punto de terminar. La hora del
juicio ha llegado para que Dios vengue completa y definitivamente a sus elegidos, que han
estado clamando a El día y noche.
Cuán conmovedor es el elocuente tributo de Hervey a la descripción inigualable de Juan
acerca del “ángel fuerte” (del libro de Hervey llamado Meditaciones):
Observe el aspecto de este augusto personaje. Toda la brillantez del sol resplandece en su
rostro y toda la furia del fuego arde en sus pies. ¡Vea sus vestiduras! Las nubes forman su
túnica y las cortinas del cielo ondulan sobre sus hombros; el arco iris forma su diadema y
toda la redondez de los cielos con un círculo de gloria es el ornamento de su cabeza.
¡Contemple su actitud! Un pie descansa sobre el océano y el otro sobre la tierra. La ancha y
extensa tierra y el mundo de las aguas sirven de pedestal a aquellas columnas poderosas.
¡Considere su acción! Su mano está alzada hasta la altura de las estrellas; El habla y las
regiones del firmamento hacen eco con poderoso acento, como resuena el desierto a media
noche con el rugido del león. La artillería de los cielos se descarga como señal; el estrépito
de siete truenos propaga la alarma y prepara al universo para recibir sus órdenes. Para
terminar, y darle un toque de la más sublime grandeza y de la más profunda solemnidad a la
representación, jura por el que vive por los siglos de los siglos.

b. El libro amargo (10:8–11)


Ahora Juan recibe la orden de tomar y comer el librito que ha visto en la mano del ángel
fuerte. Podemos suponer con toda confianza que el contenido de este volumen eran las
advertencias y profecías del resto de las Escrituras, desde Génesis hasta Judas. Ha llegado
el tiempo de declarar el consejo divino a los pueblos, naciones, lenguas y gobernantes. Juan
debía digerir mentalmente el mensaje del libro y luego declararlo.
Varias veces se compara en las Escrituras la Palabra de Dios con el alimento que debe ser
asimilado. Ezequiel, igual que Juan, experimentó el sabor agridulce de una profecía
(Ezequiel 2:8; 3:1–3). Jeremías, de la misma manera, tuvo que comerse la palabra divina
(Jeremías 15:16). El primer efecto de la comunicación profética fue tan dulce como la miel
en la boca y le produjo a Juan un enorme placer el ver que las predicciones del pasado
estaban ya para ser cumplidas. Fue dulce a su paladar el reconocer que al fin el gobierno de
la tierra iba a pasar de Satanás a Cristo, que una época mala estaba a punto de terminar y
una nueva empezaría.
Pero luego, el apóstol meditó en el efecto de los juicios sobre las multitudes sin Dios y
pensó en la ira final bajo las siete copas y los terrores del Señor que estaban ya para ser
derramados sobre los impíos. Mientras analizaba la ruina final de los perdidos, la angustia
se apoderó de su corazón. Aquello que era dulce a su paladar tendría un efecto amargo
sobre los rebeldes moradores de la tierra. Se había renovado su misión y ahora tenía que
salir a profetizarles a las multitudes acerca del juicio que vendría.
Para todos los predicadores de este tiempo de gracia está en pie el mismo principio. Un
mensaje dado por Dios debe primero ser recibido y absorbido en su propio ser. Una verdad
de segunda mano, no experimentada, nunca puede ser dinámica. Tanto lo dulce como lo
amargo del Evangelio revelado por Dios deben ser parte del entrenamiento espiritual de los
heraldos. Las verdades que ellos se complacen en recibir exigen que muera el yo personal y
que experimenten la amargura que viene de los sufrimientos y las desilusiones que se
sufren cuando se testifica de verdad.

c. La caña de medir (11:1, 2)


La caña, un instrumento de medir de cerca de tres metros de largo, es mencionada
frecuentemente por los profetas del Antiguo Testamento. Ezequiel habla de aplicar al
templo la vara de medir (Ezequiel 40:3; 42:16–20). En la Nueva Jerusalén un ángel mide a
la Iglesia glorificada con una vara de oro (21:15) y aquí Juan usa una caña de madera para
medir el templo. Este acto de medir sugiere que Dios se apropia, preserva y acepta el
templo, el altar y a los adoradores. La expresión “como una vara” (o medida firme) puede
significar la firmeza y estabilidad de las acciones mencionadas.
Lo que es medido pertenece a Dios y será preservado por El. La orden consistía en medir
no sólo el templo, sino también a aquellos que adoraban allí. ¿Qué implica esta
extraordinaria expresión? Seguramente no eran la estatura y el grueso de estas personas lo
que él tenía que medir. La palabra usada para “templo” es naos y significa “el lugar
santísimo”, la parte más interna del santuario, “el templo de Dios, el cual sois vosotros,”
dice Pablo en 1 Corintios 3:16, 17; 2 Corintios 6:16; Efesios 2:21. Medir a aquellos que
adoran allí significa medir a los hijos de Dios que creen en El, aquellos en los cuales El
mora. En cuanto a los gentiles impíos, la orden era: “No los midas.” Ellos serán rechazados.
La mención del “patio” y el “templo” revela que nos estamos acercando a campo judío. De
hecho, todo el capítulo es de carácter preventivo. Los judíos estarán ya de regreso en su
propia tierra y el templo ya estará reconstruido. En general, las trompetas están
relacionadas con la devastación de naciones y pueblos gentiles cristianizados, pero ahora
los juicios están a punto de ser transferidos de los gentiles a los judíos.
Los tratos de Dios con la parte apóstata del mundo gentil están por concluirse. Los tiempos
de los gentiles ya habrán terminado su curso. Ahora nos estamos acercando a la segunda
mitad de la septuagésima semana de Daniel, la cual es la última parte de la era de la
Tribulación. El hombre de pecado hace un pacto de siete años con los judíos, pero se
convierte en un traidor a medio camino de dicho período. Lo que aquí se describe es la
agonía de la hora final de incredulidad de Israel durante este tiempo.
Este período que cubre la devastación de los gentiles se presenta en cuatro diferentes
formas. Cuarenta y dos meses de treinta días cada uno, lo cual corresponde a los 1260 días
de los dos testigos. Estos cuarenta y dos meses o 1260 días hacen tres años y medio, lo cual
es equivalente a un “tiempo” (un año), “tiempos” (dos años) y “la mitad de un tiempo”
(medio año), como se da en Daniel 12:7. (Vea también Apocalipsis 11:3; 12:6, 14; 13:5.)
Este período se usa para describir la duración de la blasfemia y el poder de la bestia.
También es designado como “la mitad de la semana” (Daniel 9:27). La agonía venidera de
Israel, entonces, estará limitada a cuarenta y dos meses. Y este será un período
suficientemente largo para que el pueblo beba la copa de la indignación del Señor.

d. Los dos testigos (11:3–14)


En el capítulo que estudiábamos sobre los siete Espíritus de Dios nos referimos brevemente
a estos dos profetas martirizados, que fueron resucitados por el Espíritu de vida. Ahora los
veremos más detalladamente, teniendo en cuenta que estamos pasando de los adoradores
del santuario a los testigos en la ciudad y que, tanto los adoradores como los testigos, dan
testimonio del sacerdocio y de la realeza de Aquél de quien se dijo: “Se sentará y dominará
en su trono, y habrá sacerdote a su lado” (Zacarías 6:13).
En cuanto al número e identidad de los dos testigos, muchas explicaciones han sido
propuestas. Algunos expositores son de la opinión de que debemos interpretar a estos dos
testigos como un número competente de siervos fieles de Cristo. El número dos, se dice,
representa testimonio: “Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la
acusación” (Deuteronomio 17:6; 19:15). Por lo tanto, con el número de testigos lo que se
pretendería es que hubiera un testimonio completo y adecuado. Sin embargo, nosotros
rechazamos esta suposición. El lenguaje usado aquí señala a dos personajes bien conocidos.
Los términos son definitivos y enfáticos: “Mis dos testigos.” Por lo tanto, éstos deben haber
sido conocidos por lo menos para Juan. Además de esto, las palabras “testigos” y
“profetizar” se aplican de ordinario a individuos, no a abstracciones.
Los dos inspirados testigos, quienes han de ser resucitados para administrar consolación a
los afligidos, han sido identificados de varias maneras: como Moisés y Elías, Enoc y Elías,
el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Ley y el Evangelio, judíos y gentiles, etc. Si los dos
testigos son Enoc y Elías, esto les haría evadir la dificultad de morir por segunda vez,
porque estos dos santos del Antiguo Testamento nunca han muerto y por lo tanto quizá
pudieran ser los testigos muertos por la bestia. (Vea Hebreos 11:5.)
Juan no nos da ninguna clave en cuanto a su identidad, sino simplemente los describe como
testigos, olivos, candeleros, profetas. (Un testigo podría ser el mismo Juan. Vea 10:11.)
“Los dos olivos” nos hacen recordar a Josué y Zorobabel (Zacarías 4:3, 12), quienes
ministraron al pueblo judío, tal como las dos ramas de olivo vertían de sí el aceite en el
depósito de la lámpara. Los “dos testigos” en el período de la tribulación serán como
canales de aceite que alimentarán al remanente, y como símbolos de la paz venidera. El
Espíritu Santo será el aceite que habrá dentro de ellos, el cual hará que su ministerio de
consolación sea posible. Como “candeleros” o “lámparas”, estos testigos deberán dar un
testimonio claro y firme. El ministerio de ellos se llevará a cabo a la luz clara de Dios,
porque están en pie delante del Señor de la tierra.
Como portadores de luz típicos, estos testificarán que aquél que ha sido negado por doquier
está ahora a punto de ser reconocido universalmente como el legítimo Rey sobre todos.
Como “profetas” (11:10), predicarán en forma tan fiel que harán que las conciencias de los
hombres sean sacudidas. El pecado con sus consecuencias trágicas es un tema atormentador
aun para las conciencias más duras y cauterizadas. De manera que estos testigos tendrán un
ministerio de tormento por medio de las plagas que podrán infligir y también por el
testimonio que darán en contra de su ambiente humano.
Los dos testigos deberán profetizar vestidos de cilicio. Esto es, con un vestido de acuerdo
con su mensaje (Mateo 11:21). El cilicio era el vestido que usaban los profetas cuando
llamaban al pueblo a arrepentirse de sus pecados. Su apariencia externa iba de acuerdo con
sus palabras (Joel 1:13; 1 Reyes 20:31). Puede ser que el vestido de cilicio de los testigos
sea una expresión clave, para conectar este episodio bajo la sexta trompeta con el sol
ennegrecido como tela de cilicio (en un acto de justa retribución contra los apóstatas que
rechazan la justicia de Dios), bajo el sexto sello (6:12).
Los días de su profecía, o predicación bajo la inspiración del Espíritu (un mensaje de juicio
contra los apóstatas) serán mil doscientos sesenta. En estos días ellos ejecutarán su misión
profética. La duración de su misión ya está establecida. No darán un testimonio
intermitente. Predicarán todos los días hasta que el período aludido se termine. Según
creemos, cubrirá la última mitad de la semana de Daniel, o la gran Tribulación propiamente
dicha.
También es evidente que a estos testigos se les otorgará un poder ilimitado. Estarán
capacitados para realizar milagros “cuantas veces quieran” (11:6) y aplicar con juicio
inexorable su misión sobre los rebeldes (Salmo 68:18). Estos testigos repetirán los milagros
que Moisés y Elías realizaron contra la esclavitud y la apostasía. Tal como lo hizo Elías, la
lluvia será detenida (Santiago 5:17, 18) y como lo hizo Moisés, las aguas se convertirán en
sangre (Exodo 7:17).
Pero los dos predicadores vestidos de cilicio serán “inmortales hasta que su trabajo haya
terminado”. La garantía inmediata del cumplimiento de su misión se indica con las frases
“si alguno quiere dañarlos”, “si alguno quiere hacerles daño” y “cuando hayan acabado su
testimonio”. Profetizarán en Jerusalén, el centro de interés profético y político durante los
últimos tres años y medio de la Tribulación y serán invencibles hasta que hayan terminado
su dinámica y espectacular tarea.
La conclusión del ministerio profético de los dos testigos les vendrá a través de una muerte
violenta. “Acabado su testimonio” es una frase en la que se usa el mismo verbo usado en la
descripción del final del ministerio de Pablo, también por muerte violenta. “La bestia (o
bestia salvaje, como aparece en el original) sube del abismo.” Sólo el anticristo, quien es
mencionado aquí por primera vez en el Apocalipsis, encaja en este cuadro. Esta bestia es
descrita detalladamente en Daniel 7:8, 11 y Apocalipsis 13:1, prueba innegable de la unidad
de las Escrituras. El triunfo de esta bestia, quien excede en crueldad y blasfemia a toda
maldad que haya aparecido jamás sobre la tierra, evidentemente es total, porque logra callar
y matar a los dos testigos. Todo el martirio y la masacre de santos de todas las generaciones
alcanzan su punto cimero aquí. Con la muerte de aquellos testigos revestidos de poder
divino, aparecen fuerzas brutas para triunfar sobre la verdad y la justicia.
Para aumentar la humillación y el menosprecio hacia los dos testigos, se permitirá que sus
cuerpos permanezcan en la calle un número de días igual al número de años que duró su
ministerio. Por tres días y medio los espectadores se regocijan al ver los cadáveres de los
testigos con un deleite infantil y diabólico a la vez.
Los nombres “Sodoma y Egipto” se aplican a Jerusalén para simbolizar la opresión y la
esclavitud. “Sodoma” representa la inmundicia y la maldad (Génesis 18:20, 21; Judas 7; 2
Pedro 2:6–8). “Egipto” fue la nación donde Israel fue oprimido.
La jubilosa celebración por haber cesado las actividades de los dos profetas fue universal;
los términos “pueblos, tribus, lenguas y naciones” indican la cuádruple distribución de la
familia humana. Los hombres se envían regalos entre sí como si se tratara de un alegre
festival. La causa del regocijo público es la muerte de la verdad. Sin embargo, la venganza
divina estaba a la puerta. Pronto, el regocijo sería reemplazado por el remordimiento. El día
de la risa de Dios estaba por llegar.
El envilecimiento público ahora cede el paso a la vindicación pública. El Espíritu de vida
de parte de Dios hace revivir los huesos muertos de los testigos y entre los espectadores
cunde el pánico. Muchas similaridades pueden trazarse con los huesos secos de Israel
(Ezequiel 37:10, 11; Oseas 6:2) y la resurrección de nuestro Señor después de tres días.
La ascensión de Cristo tuvo lugar en presencia de sus amigos (Hechos 1:9). Y lo mismo
ocurrió con Elías (2 Reyes 2:11). Pero la ascensión de estos dos testigos resucitados se
llevó a cabo a plena vista de sus enemigos. (Compare 11:12 con 4:1.) Ahora, la justicia
retributiva se derramará muy pronto sobre el pueblo y la ciudad para el malicioso y
perverso derramamiento de la sangre de los dos testigos. Un terremoto, calificado como
“grande” debido a la asombrosa destrucción que ocasiona, al hacer que se derrumbe la
décima parte de la ciudad y que siete mil personas pierdan la vida. En el número partitivo
“décimo” tenemos la idea de juicio completo, porque el diez es símbolo de perfección en
cuanto al orden divino. En los siete mil muertos vemos la lista negra de Dios. Estos
hombres estaban designados ya como muy merecedores del justo castigo de Dios. En forma
de contraste, recordemos a los siete mil que Dios había reservado para sí mismo en Israel (1
Reyes 19:18). En este número definido de la gente que perece nos encontramos con los dos
números perfectos y comprensivos siete y mil, que implican así la destrucción plena y total
de los no arrepentidos.
Haciendo un resumen del valiente ministerio de los dos testigos, vemos que declaran que
Cristo, a quien los impíos habían rechazado, es el Señor de toda la tierra. Denuncian
severamente la iniquidad humana, por lo cual incurren en el odio de los pecadores.
Proclaman el carácter justo del Juez, haciendo ver a la gente la justa retribución que estaba
por llegarles, deplorando las blasfemas pretensiones de la bestia salvaje y predicando contra
Jerusalén (la cual, aunque santa según el propósito de Dios, está corrompida y en
destrucción).
De “los demás” (es decir, los israelitas que habían sobrevivido) se dice que están
aterrorizados y dan gloria al Dios del cielo, a donde son llevados los dos testigos. Después
de tanto, el Dios del cielo es reconocido también como Dios de la tierra.

H. La séptima trompeta (11:15–19)


Ahora llegamos al tercer ay el cual corresponde a la última trompeta. El seis está muy cerca
del siete, pero no lo alcanza. Los juicios mundiales se terminan en el seis, pero para cuando
el siete queda cumplido, todos los reinos mundiales pasan a poder de Cristo. El número seis
es el número del mundo cuando éste es dado al juicio. Es la mitad de doce, el número de las
tribus de Israel y también de los apóstoles, así como tres y medio es mitad de siete, el
número de la plenitud divina.
Los expositores que afirman que la Iglesia continúa a través de la mayor parte del
Apocalipsis, conectan esta última trompeta con la que Pablo menciona en 1 Tesalonicenses
4:16 y 1 Corintios 15:51, 52. De esa manera, se dice, el rapto de la Iglesia coincide con el
retorno de Cristo, ocurrido en este momento. Pero Donald G. Barnhouse ha refutado con
toda habilidad esta interpretación.

El doctor es muy conocido por sus meditaciones profundamente espirituales y ahora ha


escrito un libro tratando de interpretar el Apocalipsis. Desafortunadamente, su
interpretación gira en torno a la teoría de que el rapto de la Iglesia tendrá lugar a la mitad de
la septuagésima semana de Daniel, y no al principio de ella. El ha explicado, por supuesto,
la falacia de la teoría post-tribulacionista, pero creemos que comete un gran error y que su
libro pierde casi todo su valor por el hecho de colocar el rapto en el capítulo 10 del
Apocalipsis y no al principio del capítulo 4. Su error se hace mayor cuando trata de hacer
que la trompeta de 1 Corintios 15:52 concuerde con la séptima trompeta de la serie
apocalíptica. Pregunta: “¿Qué quiere decir ‘última trompeta’? ‘Ultima’ puede significar una
de estas dos cosas: última en relación con el tiempo, o última en secuencia.” Sin embargo,
el doctor no se ha dado cuenta de que “última” puede significar una tercera cosa, es decir,
última en cualquier serie. Tanto Malaquías como Apocalipsis son “últimos” en la Biblia.
Deuteronomio también es último e igualmente el evangelio de Juan. De manera que, así
como puede haber muchos “últimos” libros (el significado debe ser interpretado de acuerdo
con el contexto), así también la trompeta final para reunir a la Iglesia y la última de las siete
trompetas de los juicios son dos cosas completamente diferentes.

La bestia había subido del abismo para perpetrar su obra mortal y ahora Cristo desciende
del cielo para asumir su gran poder como el bendito y único Potentado. ¡Qué escena tan
dramática la que se nos presenta dentro del panorama de Dios para el futuro y los
acontecimientos finales!
En cuanto al ángel que toca la séptima trompeta, algunos escritores opinan que se trata de
Gabriel, cuyo nombre está compuesto de El (“Dios”) y Geber (“hombre fuerte”) y quien
precisamente anunció a María el advenimiento del poderoso Dios-hombre. Sería muy
apropiado que este arcángel anunciara también el triunfo final del Cristo de Dios.
Las grandes voces en el cielo están en contraste con el silencio en el cielo de 8:1. Resuenan
abundantes alabanzas de triunfo por el establecimiento de la soberanía del cielo sobre la
tierra en forma visible, la cual cuando se ha ejercido en forma invisible, siempre ha sido
rechazada por los gobernantes de la tierra hasta este momento. Es la expectación anticipada
por el Reino (antes que su verdadero establecimiento) lo que motiva el regocijo celestial en
este pasaje.
Esta séptima trompeta se asemeja al séptimo sello en el sentido de que no se anuncia
ningún juicio inmediato. No se registra ninguna cosa como resultado inmediato del toque
de la trompeta. Simplemente se nos da un resumen de las fases finales, que nos lleva al
portal de la nueva creación. El establecimiento del reino universal se da como un hecho,
como puede apreciarse en las palabras de 11:15: “Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo.”
Y por supuesto, esta es la lección cumbre del Apocalipsis. La absoluta soberanía de Cristo
es la segura y gloriosa consecuencia del conflicto de toda una era. El Señor no quiso
compartir con Satanás el gobierno del mundo y ahora está a punto de ejercer sus derechos
soberanos y reinar como emperador mundial. La tierra está por entrar a sus últimos dolores
de agonía y pronto llegará el amanecer del milenio sobre ella, con Cristo como Rey de
todos. ¡Su benéfico gobierno producirá un feliz contraste con los sistemas de gobierno
pasados y presentes! Un reino universal cubrirá todo el globo, teniendo a Cristo como único
Monarca.
Una perspectiva tan sublime como ésta demanda la adoración de parte de los ancianos. Una
actitud de profunda adoración es su respuesta a las jubilosas voces celestiales. Sigue una
doxología en la cual los veinticuatro ancianos glorifican a Dios y a Cristo por haberse unido
para tomar el reino. Walter Scott llama la atención al hecho de que hay siete doxologías en
el curso de estas visiones apocalípticas, de las cuales ésta es una. Son introducidas
solamente en ocasiones de profundo interés: 5:12–14; 7:12; 11:15; 12:10–12; 14:2, 3; 15:2–
4; 19:1–3.
La ira del cielo será tan fuerte como lo ha sido la de la tierra. Se observa un temible
progreso en estas palabras, porque la desatada furia de las naciones será aplastada por el
enojo divino. Observe la diferencia que hay en los tiempos de los verbos: las naciones se
airaron, mientras que la ira de Dios ha venido. ¡Cuán insignificante es la impotente ira del
hombre puesta aquí frente a frente con la ira de Dios! (Vea Exodo 15:9–16; 2 Reyes 19:26,
28; Salmos 2 y 99:1, pasajes en los que se hacen alusión a esta doble ira.)
El “juicio” al cual se hace referencia en 11:18 es el juicio de los incrédulos. Ahora se nos
lleva hasta la conclusión del reino, con el gran trono blanco. Entre los muchos juicios, estos
cuatro deben destacarse:
El juicio de la tierra durante todo el curso de su historia (Hechos 17:31).
El juicio de los creyentes en la “bema” (1 Corintios 3:12–15).
El juicio de las naciones al principio del reinado de Cristo (Mateo 25:32).
El juicio de los muertos impíos al final del reinado de Cristo (Apocalipsis 20:11, 12).
Se otorgarán recompensas a todos los santos de Dios que las merezcan. En el reino habrá
una variedad de grados y posiciones de honor. Si bien habrá reposo y gloria para todos los
santos, se otorgarán coronas especiales únicamente a aquellos que las hubieren ganado. Los
creyentes fieles de todas épocas de la historia de la Iglesia serán generosamente
recompensados.
La retribución aguarda a todos los destructores. Satanás, la bestia, el falso profeta y todos
aquellos que los hayan seguido, deberán recibir la recompensa que merecen sus iniquidades
(Daniel 7:14–18; Lucas 19:27; Apocalipsis 16:5–7). Les llegará la destrucción a todos los
destructores. Es aquí donde podremos entender muchos de los salmos imprecatorios.
“El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”
(11:19). Este “templo” es una señal de que Dios estará haciendo suyos la causa y los
intereses de Israel y que será en el cielo donde estará ocupado con su pueblo, que para
entonces estará en la tierra. El arca de su pacto es un símbolo de la presencia de Jehová
entre su pueblo terrenal y su fidelidad inmutable hacia ellos. Dios se acordará de su pacto
con Israel.
Es interesante observar las siete grandes “aperturas” que hay en Apocalipsis:
1. Una puerta es abierta en el cielo (4:1).
2. Los sellos son abiertos (6:1–9).
3. El abismo es abierto (9:2).
4. El templo de Dios es abierto (11:19).
5. El tabernáculo del testimonio es abierto (15:5).
6. El cielo es abierto (19:11).
7. Los libros son abiertos (20:12).
Los juicios de las trompetas concluyen con una acción de juicio sobre toda la tierra. Aquí es
donde aparece la tormenta de ira divina que se ha originado en el cielo. Por la combinación
de elementos destructivos se indica juicios cortos, severos y decisivos. Las fuerzas
naturales son desencadenadas por su Creador para aplicar su justa ira sobre todos los que
insisten en resistirse a su mensaje. Dios opera ahora en terrible poder y majestad. A través
de la séptima trompeta aprendemos que las advertencias de Dios son perfectas y completas,
para que el hombre no tenga ninguna excusa cuando la condenación final e irreversible
caiga sobre él.

Los siete personajes


Apocalipsis 12:1–13:18
El final de Apocalipsis 11 nos dejó con la tragedia y el triunfo de los dos testigos fieles. Los
capítulos 12 y 13 nos traen al surgimiento y reinado de las dos horribles bestias. Se notará
que casi cada versículo de estos dos capítulos altamente dramáticos comienza con la
conjunción “y” (31 en total), mostrando la unidad prevaleciente a través de esta sección del
Apocalipsis. Los capítulos 12, 13 y 14 forman una sola profecía enlazada.
Llegamos ahora al corazón del Apocalipsis. El escenario está arreglado y el drama de los
siglos va a comenzar. Vamos ahora a presenciar el choque de las fuerzas celestiales,
humanas e infernales. Cristo recibe autoridad y adoración en los capítulos 4 y 5, donde
tenemos el escenario divino para juicio. Aquí, en los capítulos 12 y 13, Satanás recibe la
adoración del hombre, y tenemos el escenario diabólico del juicio.
Dos veces tenemos la palabra “maravilla” (12:1, 3), que en el griego significa “señal”. Las
señales que fueron antes profetizadas están ahora aquí. El término significa verdades y
sucesos portentosos. La palabra aparece de nuevo en 13:3 (“y se maravilló toda la tierra en
pos de la bestia”) y en 13:13 (“También hace grandes señales”). Maravilla significa “señal”
y está asociada con el significado y la naturaleza de la obra realizada. A Juan le fueron
dadas estas señales desde el cielo (1:1). Por supuesto el elemento de maravilla está en la
cosa misma. (Vea Mateo 24:3, 24; Juan 4:48; Hechos 2:22; 5:12.) Las dos señales
aparecieron en el cielo, para indicar que todas las intenciones de Dios son conocidas allí.
Aparecieron no simplemente en el espacio sino en el cielo, más allá (11:19). El adjetivo
grande, una palabra característica del Apocalipsis, se usa seis veces en el capítulo 12, y lo
revela como un capítulo de grandes temas.

1. La mujer vestida del sol (12:1, 2)


La primera aparición de una figura femenina en el Apocalipsis es en 2:20. En total tenemos
cuatro mujeres representativas en el Apocalipsis, cada una de las cuales es la expresión de
una corporación de personas dentro de un sistema.
1. Jezabel (2:20) La iglesia corrupta del pasado.
2. La mujer investida con la plenitud de autoridad gubernamental (12:1) Israel.
3. La gran ramera (17:1) La iglesia corrupta del futuro.
4. La novia, la esposa del Cordero (19:7) La Iglesia glorificada en el cielo.
Se proponen varias identidades para “la mujer vestida del sol.” Algunos dicen que es María.
(María fue de hecho la mujer judía que dio a luz al Hijo Varón, Jesús.) Otros identifican a
la mujer vestida del sol como la Iglesia, la madre de todos nosotros. También hay quienes
dicen que lo que se indica aquí es la cristiandad.
Pero nosotros creemos que la mujer es Israel. La nación de Israel es designada a menudo
como una mujer casada (Isaías 54:1–6; Jeremías 3:1–11; Oseas 2:14–23). Jesús procedía de
la tribu de Judá. Es verdad que tanto Israel como la Iglesia están íntimamente relacionados
con Cristo: Israel como madre y la Iglesia como esposa. Fue Israel, sin embargo, quien
llegó a ser la madre del Mesías (Isaías 9:6; Miqueas 5:2; Romanos 9:5; etc.). Un pasaje
como Isaías 54:1 es muy expresivo: “Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta
canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la
desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.” Sostener que la mujer es la Iglesia,
significaría que ella habría dado a luz a Cristo. Pero, ¿no fue la angustia de El la que hizo
nacer a la Iglesia? “El la compró con su sangre.”
El simbolismo del sol, la luna y las estrellas sugiere un sumario de la historia de Israel,
como se da en Génesis 37:9, donde la familia completa es representada en forma similar.
En las luminarias celestiales tenemos la presentación de un completo sistema de gobierno.
Estas luminarias simbolizan las doce cabezas tribales vistas en la perspectiva de la
restauración nacional.

A. Vestida del sol


Aquí tenemos a la nación de Israel descrita como portadora de luz y autoridad divinas y
sobrenaturales. Aún será “Israel mi gloria”. O bien, el sol puede representar a Cristo, a
quien Israel reconocerá como el Sol de justicia.

B. La luna debajo de sus pies


Así como la luna está subordinada al sol y deriva su luz de él, toda la gloria e influencia de
Israel se derivan de Aquél que le dio existencia. La luna brilla en la noche, e Israel va a dar
su luz, su brillante testimonio, en medio de la oscuridad mundial de la Tribulación.

C. Una corona de doce estrellas sobre su cabeza


Por las doce estrellas nosotros entendemos las doce tribus de Israel. En el sueño de José
(Génesis 37:9) la futura gloria de estas tribus está simbolizada en la misma forma. La gloria
y el gobierno futuros de Israel, por consiguiente, están representados aquí. La nación
israelita será investida con el esplendor y la plenitud de la autoridad gubernamental sobre la
tierra. El doce, como sabemos, es el número referente al gobierno.

D. Los dolores de parto


La metáfora del nacimiento de un niño es común en las Escrituras (Juan 16:21; Gálatas
4:19; etc.). El dolor, tal como es usado por Juan, no es literal, porque la mujer es un
símbolo. Con un pasaje como Isaías 66:7 ante nosotros, no tenemos dificultad en
reconciliar la angustia maternal como la que se aplica a Israel.
“La angustia y el dolor se refieren a la hora de prueba que vendrá sobre Israel,” dice Walter
Scott. “Pero antes de la gran Tribulación, nace el Mesías, el Hijo varón. El profeta Miqueas
confirma esto en un pasaje claro e inequívoco. Después de referirse al nacimiento del
Mesías (5:2), añade: ‘Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el
resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel’ (5:3). El dolor de parto de la mujer
tiene lugar por lo menos dos mil años después del nacimiento del Mesías y se refiere a su
angustia en la Tribulación venidera. Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le
viniesen dolores, dio a luz un hijo.”
Las angustias de Israel han sido numerosas en su historia pasada y presente y culminarán en
la peor angustia jamás experimentada. Terrible dolor será el suyo después de que el hombre
de pecado rompa el pacto de siete años que garantizaba su protección.
¿Por qué, entonces, está la angustia de la mujer relacionada de esta manera especial con el
nacimiento del Mesías?
Primero, notemos que el largo período presente del rechazo de Israel, el cual tiene lugar
entre el nacimiento y la angustia, pasa desapercibido en el capítulo que estamos estudiando.
Este es un paréntesis cuya historia no se da en la profecía, pero se encuentra en otras partes.
Segundo, muestra el profundo interés que el Mesías tiene por su pueblo. El preparó la
Tribulación e hizo provisión para que se conociera con claridad desde hace siglos (Mateo
24:15–22).
Tercero, en los tiempos en que los sucesos de nuestro capítulo tengan lugar, la nación judía
sufrirá su terrible dolor, y el objeto de volver en la historia al nacimiento de Cristo es
conectarlo con ella. La angustia, por tanto, señala los sufrimientos de Israel durante la
Tribulación. Los judíos han sido y son cruelmente perseguidos, pero días todavía más
oscuros esperan al pueblo escogido de Dios.

2. El dragón escarlata (12:3, 4)


Sin duda este gran dragón escarlata representa a Satanás en sus peores características. Juan
identifica expresamente al diablo como el dragón en 20:2. Tanto a Faraón como a
Nabucodonosor, se les llama “grandes dragones” a causa de su crueldad y arrogante
independencia (Ezequiel 29:3; Jeremías 51:34). (Es posible que en el Antiguo Testamento
el reptil descrito sea el cocodrilo o leviatán.) La palabra “dragón” aparece diez veces en el
Apocalipsis y es un símbolo apropiado del principal adversario de Dios en su papel de
implacable perseguidor y asesino de multitudes de santos y pecadores. Job nos da una
descripción más notable de un dragón: “Un rey sobre todos los hijos de soberbia” (Job
41:1–34; vea también Isaías 27:1). El término se usa para Satanás solamente en el
Apocalipsis y sugiere la fealdad y el horror de su gobierno (12:9). En el Salmo 74:13
tenemos una referencia a “cabezas de monstruos (dragones)” porque verdaderamente
Satanás dirigirá toda la violencia insaciable representada por el dragón.
El escarlata, por ser el color de la sangre, indica la naturaleza asesina del diablo, porque él
ha sido un homicida desde el principio (Juan 8:44). El color escarlata también puede
representar la falsa santidad: “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha
pisado en lagar?” (Isaías 63:2). El que una vez fue el más hermoso de los seres angélicos,
Satanás, es ahora objeto de aversión. Es el imitador de Cristo, quien como Vencedor llevará
muchas diademas; por eso, Satanás está adornado con sus coronas o diademas. Las siete
cabezas coronadas significan el cruel y despótico ejercicio de poder y autoridad terrenales,
mientras que los diez cuernos sin coronas pueden significar los límites futuros del imperio,
distribuidos entre diez reinos. (El gobierno de Satanás tendrá la forma de diez reinos.)
Satanás delega su poder y autoridad en la primera bestia, que será descrita también en 13:1.
La cola representa la parte más dañina de un dragón, es como un gran cometa en este
monstruo (Daniel 8:10). Así como un profeta mentiroso es igualado a una cola por Isaías
(9:15), el poder e influencia malignos de Satanás como mentiroso y engañador se describen
similarmente. Combinando el poder y la sabiduría, Satanás causará la completa ruina moral
de una tercera parte de las estrellas del cielo, las que quizá representen a eminentes líderes
en lugares de autoridad. Puede haber también en las palabras de Juan una referencia a todos
aquellos ángeles que se rebelaron con Satanás.
Como a un perro amarrado, al diablo le son permitidas ciertas operaciones prescritas. El
solamente puede producir colapso moral en este tiempo entre aquellos “de la tercera parte”,
identificados por algunos escritores como la parte occidental del imperio Romano. El acto
de arrastrar las estrellas con su cola, que agita a uno y otro lado en su furia, implica que
Satanás trata de persuadir hacia la apostasía.
El terrible espectáculo del dragón parado ante la mujer, esperando para devorar a su niño
recién nacido, es interpretado fácilmente. No era a la mujer, sino a su simiente a quien el
monstruo estaba resuelto a destruir, tal como Faraón trató de asesinar a todos los niños
varones de Israel (Exodo 1:15–22). ¡Qué fascinante estudio es seguir la huella de los
esfuerzos de Satanás para destruir a Israel, la simiente real que iba a producir a Cristo, y
después destruir al mismo Cristo! Tan pronto como Jesús nació, hubo un esfuerzo satánico
por destruirlo durante la matanza de los inocentes (Mateo 2:16).

3. El Hijo varón (12:5, 6)


El hijo varón o niño varón (“un hijo, un varón” como lo expresa el original) seguramente
representa a Cristo, quien nació para regir (Génesis 3:15; Salmos 2:9; 110:1, 5; Daniel 4:26;
Apocalipsis 12:5; 19:15). Sin embargo, hay maestros que ven en el hijo varón a un grupo
que sale de Israel, las primicias de Israel para Dios, que salen de la Tribulación. Los
144,000 judíos sellados, por ejemplo, se identifican con Cristo en una forma especial y,
debido a su relación con la persecución, se piensa algunas veces que ellos son el niño aquí
mencionado.
Pero la siguiente profecía de un gobierno universal nulifica tal interpretación. Fue la virgen
quien dio a luz al Hijo varón prometido, que respecto a la carne procede de Israel
(Romanos 9:4, 5; Gálatas 4:4, 5). A El fue a quien Herodes trató de matar cuando tenía
menos de dos años de edad. Los persistentes enemigos de Cristo—los escribas y fariseos—
también trataron de destruirlo. Cristo, nacido como Rey, vino al mundo con un dominio
universal que todavía está por ejercer (Salmo 8).
El gobierno de hierro de las naciones será quebrado por El, que viene a pastorearlas con
una vara de hierro. Aquí la palabra “gobernar” significa “cuidar como un pastor”, y en esta
capacidad, Cristo romperá los poderes consolidados de la tierra reunidos contra El mismo y
contra su pueblo. Con poder irresistible, emitirá juicio contra los reyes culpables y los
pueblos del occidente (Apocalipsis 19) y después tratará con los del norte y el este (Isaías
10). Además, el acto de gobernar con una vara (porque la prolongada obstinación se
convertirá al fin en sumisión y obediencia) revela la naturaleza del reino de Cristo. La
revuelta al final del milenio manifiesta el involuntario sometimiento que caracterizará a
grandes segmentos de la humanidad durante su reinado.
La ascensión de Cristo es expresada en estas palabras: “Y su hijo fue arrebatado para Dios
y para su trono” (12:5). (Vea Marcos 16:19; Lucas 24:50, 51; Hechos 1:9; 7:56.) Nada se
dice aquí de la muerte del Hijo varón, en vista de que El está relacionado con Israel y con el
gobierno de todas las naciones, que dependen de su nacimiento y su ascensión al trono. Y
sin embargo, en esa mano de pastor que sostiene la vara estarán las marcas de los clavos. El
reina como el Cordero inmolado.
Rechazamos la interpretación que ve en este versículo el rapto de aquellos que sean
suficientemente santos cuando Jesús venga. Aquellos que sostienen la teoría del “rapto
parcial” algunas veces emplean la última parte de este quinto versículo para enseñar la
doctrina errónea de un rapto de selectos. Todos los que son de Cristo, sin importar su
estado, serán arrebatados para encontrarse con el Señor. Si no estuvieran en las mejores
condiciones, sufrirán pérdida con relación a su recompensa. Entre los versículos 5 y 6
tenemos todo el período de la historia que va desde la ascensión de Cristo hasta la
Tribulación (el tiempo de la congoja de Jacob).
Por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, un lugar de seguridad y
sustento es provisto para el remanente. Hay quienes sugieren que este lugar de refugio es
Petra, en el monte de Seir, en la tierra de Edom y Moab. Petra o Sela significa “roca” o
“sostén fuerte” y como tal puede acomodar miles de personas. La rápida huida y el viaje de
la mujer perseguida reciben también ayuda de Dios.
Entre el relato interrumpido del versículo 12:6 y su nuevo inicio en el versículo 12:14
tenemos el episodio de la batalla en el cielo, y el regocijo celestial por su triunfo. La
cuidadosa enumeración de días, mil doscientos sesenta, testifica del tierno cuidado de Dios
por su afligido pueblo. Esta última mitad de la semana de profética aflicción de Israel,
despertará el cuidado y la provisión del Señor. El desierto se usa algunas veces para
designar un estado desprovisto de recursos naturales, un lugar de aislamiento. En Ezequiel
20:35, 36 encontramos el desierto empleado no literalmente y localmente sino
espiritualmente, como un estado de disciplina y prueba entre los pueblos gentiles. Fue en un
desierto donde nuestro Señor fue tentado por el diablo.

4. Miguel y sus ángeles (12:7–12)


Después del cuadro completo de los seis primeros versículos dado bajo las dos señales,
llegamos al punto culminante del antagonismo de toda una era. El Apocalipsis es un libro
de batalla y aquí en la batalla del cielo tenemos una de las más dramáticas. Finalmente, la
palabra profética de Isaías está por cumplirse: “Acontecerá en aquel día, que Jehová
castigará al ejército de los cielos en lo alto y a los reyes de la tierra sobre la tierra” (Isaías
24:21).
La batalla más significativa en toda la historia del mundo, está ahora por escenificarse.
¡Qué espectáculo! Las fuerzas celestiales y las infernales van a chocar en este fiero
conflicto. Las ideologías opuestas formarán dos grupos. Juan presenta a los Aliados
(Miguel y sus ángeles) y al Eje (Satanás y sus ángeles). Del desenlace no hay duda. La
declaración de victoria final contra Satanás fue dada por Cristo en Lucas 10:18 y Juan
12:31. ¡Ciertamente, tal esperanza nos debiera impulsar al trabajo de ayudar a salvar almas!
La frase “batalla en el cielo” es algo sorprendente. Después del “silencio en el cielo” (8:1),
tenemos “batalla en el cielo.” Por “cielo” no debemos entender la presencia inmediata de
Dios, sino la esfera que Satanás ha ocupado desde que fue arrojado de la morada de Dios a
causa de su rebelión. El es el príncipe de la potestad del aire, y los cielos atmosféricos están
habitados por multitudes de seres celestiales e infernales. En alguna parte, entre la tierra y
el cielo, Satanás tiene su lugar de operaciones y es aquí donde se librará la batalla que
terminará con su expulsión a la tierra, desde la cual Satanás será consignado al abismo sin
fondo por mil años y finalmente al lago de fuego.

A. Miguel y sus ángeles


Miguel es el príncipe o ángel que preside a la nación judía. Este gran líder de los ángeles
guerreros no caídos, quien echará al usurpador de los cielos, es mencionado cinco veces en
la Escritura (Daniel 10:13, 21; 12:1; Judas 9; Apocalipsis 12:7). Este líder de la jerarquía
angélica está siempre relacionado con los santos del Antiguo Testamento. Su nombre
significa ¿Quién como Dios? A Miguel le es asignada la seguridad del pueblo de Dios y en
el fiero conflicto descrito en este capítulo del Apocalipsis, él se encargará de que Israel no
perezca. Miguel y sus ángeles, cuyas fuerzas son superiores, vencerán al dragón y a sus
ángeles en una sola batalla.

B. El dragón y sus ángeles


Nuestro Señor se refiere a Satanás y los ángeles rebeldes que se hallan bajo su comando en
Mateo 25:41, mientras que Pablo nos recuerda la habilidad de Satanás para aparecer como
un ángel. El es el arcángel de los ángeles caídos (2 Corintios 11:14). Se ha indicado que los
movimientos de las naciones sus guerras, su política y sus normas sociales son
condicionados y dictados por poderes superiores espirituales. Hay ángeles buenos y malos
que influyen constantemente sobre hombres y gobiernos, y Daniel 10 es un claro ejemplo
de esto. Las guerras y las contiendas en la tierra son meramente el reflejo de la lucha entre
poderes espirituales opuestos en los cielos inferiores. Debido a que estos cielos son la
morada de Satanás, “el príncipe de la potestad del aire,” Dios tiene que declarar que “las
estrellas no son puras a sus ojos”.
Las luchas invisibles entre los poderes de la luz y de las fuerzas de obscuridad son reales y
serias (1 Samuel 16:13–15; 1 Reyes 22:19–23) y el mundo es gobernado sobrenaturalmente
por la influencia de estos seres espirituales. Con esta “batalla en el cielo” se llega al punto
culminante de la lucha entre fuerzas invisibles y visibles y el desenlace de esta batalla es el
derrocamiento del dragón y sus ángeles. Satanás sufre una derrota ignominiosa y es
expulsado de los cielos con la rapidez de un relámpago. Frustrado y vencido, el dragón
entonces vagará por este escenario arruinado y vomitará su ira contra el remanente judío.
La séptuple descripción que se da de Satanás y su obra es digna de especial atención. Se le
dan por lo menos seis nombres prominentes:
El gran dragón. Este enemigo diabólico siempre ha sido notable por su crueldad sin
remordimiento. La leyenda pinta al dragón como un monstruo de forma y apariencia fuera
de los límites del reino animal; una combinación de destreza superhumana y crueldad. ¡Qué
día tan triste será éste para los habitantes de la tierra, cuando el enemigo infernal ande
suelto!
Aquella serpiente antigua. Aquí se hace alusión a Génesis 3:1 y 4, donde tenemos el relato
del primer y exitoso atentado de Satanás en su intento por destruir los propósitos de Dios y
estropear la felicidad del hombre. “Vieja” o “antigua” se refiere a la primera intervención
histórica de Satanás en la rama humana. El título serpiente habla de la sutileza, el engaño,
la sagacidad y la astucia de nuestro enemigo (2 Corintios 11:3). La degradación de la
serpiente, aun en los días del milenio se sugiere en Isaías 65:25.
El diablo. Este nombre personal viene de diábolos, uno que hace daño, que calumnia, que
tienta. Tal nombre representa todo lo que el diablo significa. El diablo derriba, pervierte y
destruye, pero Cristo eleva del muladar a una posición entre los príncipes.
Satanás. “Diablo” es el término griego, mientras que “Satanás” es el término hebreo que
lleva la idea de adversario, especialmente en un tribunal de justicia. Esta doble designación,
griega y hebrea, marca el objeto de su acusación, que incluye a los gentiles escogidos y a
los judíos escogidos. Ambos nombres prueban que Satanás es un ser real e histórico.
El engañador. Aquí el trabajo especial de Satanás queda al descubierto. Con la sabiduría
acumulada y la astucia de milenios, es capaz de engañar la tierra habitada. Actuar como el
principal engañador es la meta y ocupación del diablo. Acertado en su seducción, triunfa a
menudo al lograr que nos engañemos a nosotros mismos (1 Juan 1:8). En los días de la
Tribulación, tratará de engañar a los escogidos con señales milagrosas (Mateo 24:24; 2
Tesalonicenses 2:7–12). La última imagen de Satanás en la Biblia lo presenta como el
engañador (Apocalipsis 20:7, 8).
El acusador. En alguna forma misteriosa, Satanás es capaz de presentar sus acusaciones
contra los santos ante Dios (Job 1:6; 2:1). A menudo nos acusa ante nuestra propia
conciencia, pero podemos apelar a la sangre eficaz de Jesús (1 Juan 2:1, 2).
El es el acusador que ruge, recordándonos nuestras maldades. Ciertamente, las conocemos
muy bien. Sin embargo, si fueron lavadas en la sangre del Cordero, ya Dios no las
encontrará.
Nuestra solemne obligación es vivir de tal forma que nunca demos a Satanás alguna causa
de queja o base para acusarnos.
En la escena descrita en 12:9, Satanás está completamente vencido y destronado. Nunca
jamás sus acusaciones, justas o injustas, serán escuchadas en los tribunales del cielo. Los
tres elementos decisivos en la victoria sobre Satanás se ponen de relieve en 12:11: la sangre
del Cordero, la palabra del testimonio de ellos y su sacrificio personal. La preciosa sangre
de Cristo es el fundamento y medio de la victoria. Por medio de su sangre tenemos libertad
ante Dios, lo que a su vez produce libertad ante los hombres. El testimonio aquí es de
naturaleza profética. El espíritu del testimonio reta al diablo para que haga lo peor que
pueda, ya que una gloriosa resurrección aguarda a todos los que están dispuestos a arriesgar
su vida por amor a Cristo.
Todos los redimidos en el cielo y todos los santos sobre la tierra se unen ahora en regocijo
por la completa expulsión de Satanás. “Ahora ha venido la salvación de su Cristo.”
Surgen los aleluyas más profundos porque la derrota del diablo ha sido consumada
completa y finalmente.
Aunque la doxología de 12:10–12 anuncia que el reino ha venido, es solamente en un
sentido anticipatorio. Un paso necesario y preliminar en el establecimiento del reino
milenial de Cristo es lanzar a Satanás de los cielos; el derrocamiento del príncipe de la
potestad del aire. Ahora que el poder del reino ha sido tan gloriosamente vindicado en el
cielo, todo se anuncia “allí” como ya hecho. Con el encarcelamiento de Satanás en el
abismo, el reino será establecido en la tierra. Los postmilenialistas (quienes dicen que
nosotros los cristianos seremos los que haremos surgir el reino) debieran recordar que no
puede haber reino sin Rey y que el reino no será inaugurado hasta que el Rey aparezca en
poder y gloria y tome el poder por la fuerza. En la actualidad, está completando su Iglesia,
su cuerpo místico.
El contraste en la derrota de Satanás es extraordinario: música en el cielo contra miseria en
la tierra: “Alegraos, cielos” contra “ay de los moradores de la tierra”. Sabiendo que su
tiempo en la tierra es corto, Satanás manifiesta gran furia, excediendo hasta la ira de las
naciones que él mismo ha inspirado (11:18). “Ira” aquí significa “furia hirviente”. Gran
enojo hay en Satanás a causa de su exilio de la región celestial y porque su espacio de
tiempo permitido para hacer daño sobre la tierra está ahora drásticamente limitado. ¡No es
extraño que el diablo odie el Apocalipsis, el libro que estamos considerando, ya que su
destino está escrito prominentemente en sus páginas!

5. El remanente y su simiente (12:13–17)


Después del episodio de 12:7–12 continuamos el hilo del discurso en 12:6. Con su esfera de
operación ahora restringida a la tierra, Satanás se entrega a la destrucción de la mujer, el
linaje de Judá del cual vino el Hijo varón. La amarga persecución de la última mitad de la
semana profética de Daniel comienza ahora (Daniel 7:25). Ahora que está confinado a la
tierra, el dragón busca ejecutar venganza sobre Judá, ya restaurado a su tierra y
representante de toda la nación de Israel ante Dios. (Efraín y las diez tribus perdidas desde
hace mucho tiempo, todavía no aparecen.)
Perseguida ferozmente, la mujer se ve obligada a huir (12:6, 14) pero es ayudada en forma
milagrosa en su huida. Recibe “las dos alas de la gran águila”. Nosotros no podemos estar
de acuerdo con aquellos que interpretan estas alas de águila como los poderes mundiales de
Babilonia y Egipto (Ezequiel 17:3, 7). El águila simboliza la protección de Dios para con su
propio pueblo. Su cuidado y liberación en el pasado de peligros inminentes se indican de
esta forma en Exodo 19:4 y Deuteronomio 32:11, 12. “Vosotros visteis lo que hice a los
egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.” “Como el águila que
excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus
plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño.”
Las alas dan la idea de movimiento rápido y protección garantizada y nosotros atribuimos
esto sólo a Dios. Las dos alas pueden significar ayuda y seguridad. Sugerir que las “alas”
simbolizan las partes remotas de la tierra y que las “dos” alas simbolizan las divisiones este
y oeste del Imperio Romano es destruir el aspecto providencial de esta parte del capítulo.
Recibe la providencia divina por mil doscientos sesenta días (12:6) o “un tiempo, y
tiempos, y la mitad de un tiempo,” lo que expresa la misma duración de tiempo que
cuarenta y dos meses (o tres años y medio). Todas estas expresiones cubren la última mitad
de una semana de angustia, el tiempo de aflicción de Jacob.
Respecto al desierto (el lugar preparado por Dios donde El ejercerá su cuidado por la mujer
y su simiente), los eruditos presentan diferentes opiniones. La interpretación más sensata es
que el remanente tiene un destino terrenal y por lo tanto se le provee un refugio terrenal.
Sale Harrison, en su magnifica exposición The Great Unfolding (“La gran revelación”),
tiene un interesante capítulo que describe a Petra, la ciudad en las rocas que es una de las
maravillas del mundo (situada al suroeste del mar Muerto), como un escondite posible. Con
su capacidad para acomodar un cuarto de millón de personas, sus maravillosos edificios
cavados en la roca podrían darles una excelente protección.
La huida de “delante de la serpiente” (12:14) ofrece un fuerte contraste con la tierra y el
cielo, los cuales huyen de la presencia del que se sienta en el gran trono blanco (20:11). La
naturaleza astuta de Satanás se pone de manifiesto en el esfuerzo de la serpiente por
destruir a la mujer por medio de una inundación. El hecho de que la tierra se trague al río
puede representar aquellas naciones amistosas dispuestas a amparar a los judíos, que
neutralizan y burlan así el método astuto de Satanás de reforzar a otras naciones en contra
de los judíos. Estas naciones que protejan al remanente judío serán las “naciones ovejas” en
el juicio de las naciones (Mateo 25:31–46).
Estas frustraciones sobrenaturales que harán nulo el plan diabólico, despertarán la furia del
dragón, haciendo que en su frustrado enojo, haga guerra contra el remanente fiel en
Palestina. Guardar los mandamientos de Dios y tener el testimonio de Jesucristo es algo que
siempre agita la ira del diablo. La frase “hacer guerra” puede implicar todas las formas de
ataque contra los santos, ya sea por persecución o por guerra. Bajo esta expresión técnica se
hace referencia al daño físico y toda clase de mal de que el diablo es capaz. (Vea 11:7;
16:14; 17:14; 19:19). Pero tanto el Hijo varón como los judíos temerosos de Dios serán
librados del odio asesino del diablo.

6. La Bestia del Mar (13:1–10)


Todo Apocalipsis 13 está dedicado a una descripción de la naturaleza y actividades de dos
bestias temibles y aterradoras. La tierra es ahora el escenario de las operaciones satánicas, y
los judíos y gentiles temerosos de Dios se convierten en objeto de las intenciones homicidas
de Satanás. Sus principales ministros de engaño y crueldad son dos bestias, hombres reales
que usan eficientemente sus poderes delegados a favor de su infernal maestro.
La primera bestia la bestia del mar es aparentemente un gentil, y ejerce un gobierno
caracterizado por la fuerza bruta. La segunda bestia la bestia de la tierra (13:11–18) es
probable que sea un judío apóstata y será notable debido a su sutil influencia religiosa. Más
tarde, estos ciegos e incautos se levantarán en orden de batalla contra Cristo y sus ejércitos
celestiales (19:11–19).
Debido a que la palabra “bestia” se usa para designar un poder o reino (o el jefe personal de
un poder o reino), el término es usado indiferentemente para un imperio o para su
representante personal. Por lo que dice la Escritura, parecería como si el concepto bestia
llevara un doble significado: primero, la necedad de actuar sin sentimiento de
responsabilidad hacia Dios (Daniel 4:16; 1 Corintios 15:32), y segundo, el error del poder
imperial actuando sin referencia a Dios (Daniel 7). El término del cual viene la palabra
“bestia” en este capítulo no es zoon, “ser viviente” (como en el capítulo 4), sino zerión,
“bestia salvaje”, y es por consiguiente descriptiva del reino de terror bestial, demoníaco y
lleno de rencor de parte de las dos bestias.
Con la aparición de la primera bestia, tenemos la obra maestra de Satanás y el más
horroroso personaje jamás aparecido en la tierra. Será una mezcla de todas las bestias que
han existido antes, la encarnación de lodo desgobierno y anarquía, la personificación de la
iniquidad. Cada detalle de su retrato es pintado en el Salmo 10 y Daniel 7:3, 7. Con la
aparición de esta bestia salvaje y feroz vendrá la última batalla por el dominio del mundo,
el choque final de ideologías opuestas. Tratemos de entender la persona y prestigio de este
superhombre satánicamente inspirado como Juan lo vio en Patmos, desde su lugar
estratégico sobre la arena de la orilla.
En primer lugar, esta bestia surge del mar, lo que puede representar el desordenado estado
de la humanidad. El mar se usa de una manera figurativa, para representar una gran
multitud (Génesis 22:17) y es empleado por Juan como un símbolo de las fuerzas caóticas
revolucionarias que operan cuando la bestia aparece, que serán dirigidas por él como fuerza
bruta. Del colapso general de toda autoridad gobernante (bajo el sexto sello, 6:12–17)
surgirá la bestia. Un escritor sugiere que puede ser el mar Mediterráneo, ya que los cuatro
grandes imperios del mundo surgieron de los alrededores de sus aguas (Daniel 7:1–3). Las
naciones gentiles, o pueblos, están simbolizadas en la Biblia por las muchas aguas o el mar
(Isaías 57:20; Apocalipsis 17:15).
No debemos perder de vista el hecho de que esta bestia es una persona real, y no un mero
principio o fuerza. Prueba adicional de este hecho es su presencia en el lago de fuego
(19:20; 20:10). Esta primera bestia es una personalidad tan definida como Jesús, a quien ál
busca imitar. Siendo inspirada y apoyada satánicamente, la bestia será también
satánicamente sostenida y controlada por el diablo y será el último rey de la forma final de
gobierno gentil. Entre los muchos títulos que lo identifican, es descrito como “el cuerno
pequeño”, “el blasfemador”, “el rey del Norte, de Siria”, “el gran Asirio” y “el hombre de
pecado”, en quien el pecado del hombre alcanzará su punto culminante. Esta bestia que será
revelada después del rapto de la Iglesia, es “el príncipe que ha de venir” (Daniel 9:26, 27; 2
Tesalonicenses 2:6–8).
El será el último gobernante mundial antes de Cristo. En cuanto a su origen y nación, el
énfasis de Daniel sobre este último gobernante de los gentiles y opresor de Israel se
concentra en la provincia de Siria (del antiguo imperio griego, que comprende Asiria, e
incluso Babilonia, más antiguas aún). Surgiendo de esta provincia con ayuda judía,
desplazará a tres gobernantes de la confederación de los diez y revivirá la Grecia clásica.
Llegando al simbolismo de las cabezas y los cuernos de la bestia, la identificación exacta de
éstos será bastante simple cuando Dios en su plan sobrenatural los lleve a su cumplimiento.
Ralph Brown, en su Outline of Bible Prophecy. (Bosquejo de profecía bíblica), nos dice
que las siete cabezas representan siete naciones gentiles que han gobernado o gobernarán
en el mundo bíblico e Israel. “Cinco han caído,” desde Abraham hasta Cristo. Estas cinco
que se han levantado y caído son Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persia, y Grecia. “Uno
es:” Roma, que gobernaba cuando Juan escribió. “El otro aún no ha venido:” la
confederación de las diez naciones, simbolizada por los “diez dedos de los pies” y los “diez
cuernos”. Las siete coronas significan falsa supremacía y los diez cuernos significan falsa
fuerza. “La bestia es también el octavo; y es de entre los siete” (Apocalipsis 17:11) se
refiere al renacimiento de uno de los siete que también será el último gobierno gentil. “El es
el octavo” implica que usurpa la autoridad y forma un gobierno distinto de los diez reyes.
Pasajes que ayudan para el estudio cuidadoso de Apocalipsis 13:1–8 serían Daniel 7:7, 8,
23–26; Apocalipsis 17:8–18.
La forma de la primera bestia es parecida a un leopardo, un oso y un león (opuesto al orden
de Daniel 7). Daniel ve hacia adelante, a través de las edades, mientras que Juan ve hacia
atrás. El anticristo reunirá en sí mismo las características opuestas a Dios de los tres reinos
precedentes, asemejándose respectivamente al leopardo, al oso y al león. La vigilancia
alerta del leopardo, el poder lento y aplastante del oso y la temible fuerza del león son
rasgos distintivos familiares a los pastores en Palestina.
Combinadas en esta temible criatura están la infamia y la ferocidad de imperios pasados:
Macedonia, rapidez y estrategia para conquistar; Persia, tenacidad y poder masivo;
Babilonia, voracidad y el más autocrático dominio gentil nunca conocido. Todo el poder
civil y legal será conferido a esta despótica cabeza, cuyo trono será de iniquidad (Salmo
94:20). Los nombres de blasfemia que están sobre su cabeza, o cabezas, hablan de su
expreso desafío a Dios. Los títulos blasfemos asumidos por los emperadores romanos de los
siglos primero y segundo (y ciertos líderes romanos subsiguientes) son anticipo de los
nombres que la bestia ostentará orgullosamente. Nerón, por ejemplo, era saludado como “el
eterno”. La desafiante y notoria oposición a Dios y su Cristo ante los ojos de los hombres se
nos presenta en la conducta blasfema de la bestia.
El dragón delega a la bestia el gobierno constitucional. Por encarnar toda la fuerza y
brutalidad de los imperios babilónicos y medo-persa, la bestia es un agente apropiado para
el uso de Satanás. La soberanía que le fue ofrecida a Cristo por el príncipe del mundo (Juan
12:31) fue rechazada por El (Lucas 4:5, 8). Aquí se le ofrece a la bestia, quien la acepta.
Aquí se habla de la muerte y la resurrección de la bestia, que provoca una adoración
universal. Aunque fue “herida de muerte”, la herida mortal fue sanada. La expresión “como
muerta” se usa en otras siete ocasiones en el Apocalipsis.
El milagro de traer a la bestia de la muerte y de que lleve en sí las marcas de su
resurrección, prueba cuán tremendo será el poder de la bestia y cuán fácilmente será
engañado el mundo.
En la sanidad de la cabeza herida de muerte, algunos escritores ven la muerte política y
resurrección de la bestia. El imperialismo, representado por el dominio mundial de los
césares, ha estado bajo la amenaza de una muerte política desde 476 d.C. Pero Dios
permitirá que surja un imperio de en medio de la pasión y el conflicto revolucionarios.
Faber explica la sanidad de la herida de muerte como el resurgimiento de la dinastía
napoleónica, después de su derrocamiento en Waterloo. Pero, puesto que la mayor parte del
Apocalipsis es profética, la interpretación histórica debe ser excluida (excepto como medio
de ilustración). Juan ve aquí como un hecho consumado una forma imperial revivida del
imperio romano, el cual desapareció hace más de un milenio y medio. Es fascinante
observar el hilo de los acontecimientos del día actual, e investigar en los movimientos de
las naciones de hoy la preparación del mundo para la influencia universal y dominante de la
bestia. La falta de capacidad para gobernar adecuadamente está preparando el camino para
este dictador satánicamente inspirado.
En la adoración del dragón y de la bestia, vemos otro aspecto de imitación. Satanás quería
que Cristo se postrara y lo adorara, pero el Maestro no dobló su rodilla ante ninguno, sino
ante Dios. En contraste con “¿Quién como Tú, oh Señor?” tenemos “¿quién como la
bestia?” Miguel y sus ángeles hacen guerra con el diablo y sus ángeles y los vencen, pero
aquí un pueblo engañado desafía: “¿Quién podrá luchar contra la bestia?” ¡Esta bestia, con
su herida de muerte sanada, seguramente es inmune a la destrucción! Aunque él reinará
solamente sobre uno de los diez reinos durante la primera mitad de la semana profética,
reinará sobre todos ellos hasta el fin de los últimos tres años y medio.
La bestia criatura superhumana y satánica, el “voluntarioso rey” de Daniel 11:36 será
cruelmente antisemita y actuará en el poder superhumano del dragón. Manifestará una
proeza bélica que no perdona ni conoce compasión. La presencia de tan terrible dictador,
con el destino de millones en sus manos, será la señal de que se precipita el juicio para
todos los que lleven su marca.
Fines Jennings Dake resume el poder multiplicado de la bestia como sigue. Tiene poder
para:
1. Blasfemar contra Dios. Apocalipsis 13:5, 6; Daniel 7:8, 11, 20, 25; 11:36.
2. Vencer a los judíos. Apocalipsis 13:7, 15; Daniel 7:21; 12:7.
3. Atribular a los santos. Apocalipsis 7:9–17; 14:13.
4. Conquistar muchas naciones y gobernarlas como él desea. Ezequiel 38; Daniel 7:8, 20–
24; 11:36–45.
5. Destruir la Babilonia misteriosa. Apocalipsis 17:12–17.
6. Vencer y matar a los dos testigos. Apocalipsis 11:7.
7. Cambiar tiempos y leyes. Daniel 7:25.
8. Entender misterios. Daniel 8:23.
9. Proteger o castigar a los judíos por un tiempo. Daniel 9:27; 2 Tesalonicenses 2:4;
Apocalipsis 11:1, 2.
10. Obrar señales y maravillas. Daniel 8:24; 2 Tesalonicenses 2:8, 9; Apocalipsis 13.
11. Causar la prosperidad del engaño. Daniel 8:25.
12. Controlar el dinero y las riquezas en su propio dominio. Daniel 11:38–43.
13. Causar grandes engaños. Daniel 8:25; Juan 5:43; 2 Tesalonicenses 2:10–12.
14. Obrar de acuerdo a su voluntad. Daniel 11:36.
15. Controlar la religión y la adoración. Daniel 9:26; 2 Tesalonicenses 2:4; Apocalipsis 13.
16. Controlar la vida de todos los hombres en su dominio. Apocalipsis 13:12–18.
17. Controlar a los reyes como él quiera. Apocalipsis 17:12–17.
18. Hacer que todas las otras naciones le teman. Apocalipsis 13:4.
19. Inducir a los hombres a pelear contra Cristo. Apocalipsis 19:14, 19–21.
20. Continuar en completo control del poder cuarenta y dos meses. Daniel 7:25;
Apocalipsis 13:5.
El autor arriba mencionado da este resumen de la persona de la bestia y sus cualidades:
Será un hombre que poseerá el talento y el atractivo de todos los conquistadores y líderes
anteriores. Además de estos dones naturales, poseerá el milagroso poder de atraer gente de
toda clase, fascinándola con su maravillosa personalidad, éxitos, sabiduría superhumana y
capacidad administrativa y ejecutiva, poniéndola bajo su control por medio de unas
adulaciones bien dirigidas y una diplomacia magistral. Estará dotado con el poder de
Satanás en el ejercicio de estos dones; tanto, que el mundo se maravillará de él y lo adorará
como a un dios.

Lo que sigue en 13:5–7 es una extensión de lo que se implica en “un nombre blasfemo” y
“su boca como boca de león” (13:1, 2). El antiguo imperio romano fue culpable de
blasfemia en que asumió nombres divinos en documentos públicos. El menosprecio y la
burla de cualquier cosa divina serán practicados libremente cuando la adoración del diablo
sea reconocida ampliamente. La jactancia y la blasfemia se incluyen entre las “grandes
cosas” que salen de la boca de león de la bestia: “Una boca que hablaba grandes cosas”
(Daniel 7:8). La bestia maldice a Dios mismo, incluyendo su nombre y su lugar de
habitación con todos sus habitantes. Podemos comprender la blasfemia contra los que están
en el cielo, ya que ellos se regocijaron por la expulsión del dragón desde el cielo (12:10).
Los santos fieles sobre la tierra serán entregados al poder de la bestia, a quien le será
permitido infligir su venganza sobre ellos y vencerlos. Su autoridad para matar o perdonar
será ilimitada en alcance y extensión, como se ha visto en la mención de las tres divisiones
de la raza humana (13:7). La furia del dragón por su derrota en la guerra del cielo se
derrama ahora sobre los santos de la tierra.
Los adoradores de la bestia se definen claramente como aquellos cuyos nombres no están
en el registro divino que pertenece al Cordero inmolado. Los elegidos “moran en el cielo”
(13:6) y son celestiales; los adoradores de la bestia “moran en la tierra” y son terrenales. El
humanismo, ampliamente proclamado en la actualidad, es simplemente autoadoración y
sólo está a un paso de la adoración al diablo. Para un estudio del “libro de la vida del
Codero” (13:8), vea nuestro comentario posterior en este libro, al hablar del gran trono
blanco (20:11–15). En la exhortación personal “Si alguno tiene oído, oiga”, tenemos las
propias palabras de admonición de Cristo, usadas tanto en los evangelios como en
Apocalipsis. Tal como se emplea aquí, este es un llamado a entender completamente los
juicios apocalípticos que están a punto de desatarse.
El castigo y la retribución adecuada son los principios indicados para amigos y enemigos
por igual. Seamos santos o pecadores, de cierto cosecharemos lo que hemos sembrado. Los
santos sometidos bajo el dominio de la bestia no se deben resistir. Aquí se ve la paciencia
de los santos. Deberán soportar los sufrimientos que les hubieren sido asignados y triunfar
por medio de ellos. Puesto que sus nombres están escritos en el cielo y el cielo es su
morada, las armas que esgrimen no son carnales sino espirituales. Como disfrutarán de una
seguridad eterna, no habrá guerra infernal ni poder humano que pueda despojarnos de sus
victorias. Confiados en la venganza de Dios, los santos de la Tribulación usarán su
cautividad como un medio de gracia, sabiendo que la eterna cautividad en el lago de fuego
será la porción de la bestia. Todos los que causen sufrimiento al pueblo de Dios deberán
enfrentarse a la justicia retributiva. Con la medida con que midan se les medirá (Mateo 7:2;
Jeremías 15:2).
Concluimos este estudio de la bestia del mar con varios contrastes sugeridos por Ralph
Brown:
Cristo
El anticristo
Hijo del Hombre
Hijo de pecado
Hijo de Dios
Hijo de Satanás
Hijo de la justicia
Hijo de perdición
Sobrehumano
Superhombre
Verdadero Dios
Pretende ser Dios
Redentor
Destructor
Rey de reyes
Dictador mundial
Agente de Dios
Agente de Satanás
Humilde
Altivo
Sacrificial
Tiránico

7. La bestia de la tierra (13:11–18)


Para iniciar nuestro estudio de esta segunda bestia, el monstruo como cordero (o el que
pretende ser cordero), consideremos los contrastes que hay entre las dos bestias de
Apocalipsis 13:

Primera bestia
Segunda bestia
Sale del mar (desorden)
Sale de la tierra (gobierno ordenado)
Instrumento de Satanás
Instrumento de la primera bestia
Vice-regente de Satanás
Vicario de la bestia
Poder secular
Poder espiritual
Tiene diez cuernos
Tiene dos cuernos
¿Un gentil?
¿Un judío?
Supremo en autoridad
Subordinado a la primera bestia
Se glorifica a sí mismo
Desafía a la primera bestia
Aparece primero
Segunda en surgir
Gobierna desde Roma
Gobierna desde Palestina
Notable por su poder brutal
Notable por su sabiduría astuta
Cabeza política
Cabeza eclesiástica
Falsa deidad
Falso profeta

Ambas bestias son de abajo, no de arriba.


Ambas bestias son fieles aliadas. Actúan como una.
Ambas bestias van a sufrir la misma condenación.
Ambas bestias son imitadoras del Cordero.
Ambas bestias son personas reales.

Hagamos un resumen de la enseñanza de las Escrituras acerca de esta segunda bestia, la


cual por ser una bestia religiosa es más peligrosa que la primera. Aunque esta segunda
bestia es mencionada después de la que sale del mar, esto no significa que el tiempo de su
existencia será después de la primera bestia. La forma en la que la bestia de la tierra obra
para exigir la adoración de la primera bestia, prueba que aparecen juntas y ejecutan poderes
similares y simultáneos. En cuanto la bestia del mar toma el escenario, inmediatamente es
seguida por su compañera.

A. El origen de la bestia de la tierra


La segunda bestia que vio Juan salió del caos y de la revolución, pero rápidamente produjo
un estado social civilizado, consolidado y ordenado. El jinete del caballo blanco pronto se
sobrepone a las agitaciones y disturbios y logra victorias sin derramar sangre entre los
distintos pueblos. Es de este orden establecido de gobierno civil y político de donde surge
este peligroso agente ejecutivo del diablo.
Con su aparición se completa la atrevida y arrogante imitación de la santa Trinidad, porque
opuestos a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo tenemos al dragón, el anticristo y el falso
profeta. La expresión griega usada para designar al falso profeta es pseudoprofetés (16:13;
19:20; 20:10). Ambas bestias son falsos profetas; el segundo es el que lleva a cabo lo que
dice el primero. Las palabras “tierra” o “mundo” son términos simbólicos de los pueblos
que están sobre la tierra. Si la parte de la tierra de donde surge esta segunda bestia es Israel,
entonces es muy probable que se trate de un judío apóstata.
“Subía de la tierra” identifica a este personaje con la gente ordinaria. El surgimiento de la
segunda bestia coincide con la sanidad de la herida mortal de la primera bestia y su
resurrección. Con la aparición de la bestia como cordero, quedan pervertidos los tres oficios
de Cristo. La primera bestia es el falso reinado; la ramera representa el falso sacerdocio; la
segunda es el falso profeta. Auberlen observa que la bestia es el poder corporal, el falso
profeta el intelectual y la ramera es el poder espiritual del anticristianismo.

B. Las características de la bestia de la tierra


Los “dos cuernos semejantes a los de un cordero” señalan a esta bestia como el falso
Mesías. Las dos bestias imitan al Cordero de Dios: la primera, en que fue herida de muerte
y resucitó y la segunda, en que tiene dos cuernos semejantes a los de un cordero (difiere del
Cordero de Dios en que éste tiene siete cuernos, 5:6). El cordero se encontraba afuera,
mientras que el dragón estaba adentro. Al verdadero profeta le pertenece la plenitud del
poder, mientras que el falso profeta tiene un poder limitado. Un escritor del siglo sexto dice
del falso Mesías: “Finge ser un cordero para poder agredir al Cordero, el cuerpo físico de
Cristo.” Sin embargo, sus actividades están confinadas a los seguidores del Cordero sobre
la tierra, ya que antes de su aparición, la Iglesia habrá sido arrebatada al cielo.
El cuerno es símbolo de poder físico, moral o real, por lo que los dos cuernos de la bestia
de la tierra representan la combinación de rey y profeta. Estos dos cuernos pueden
significar también el poder combinado de las religiones naturales y aquellas que operan
milagros. Este falso Mesías tiene sólo dos cuernos, en contraste con los diez cuernos de la
primera bestia. Su autoridad cubre dos ámbitos, el religioso y el milagroso. En ambos
campos observamos el lenguaje de la bestia con apariencia de cordero, pero con un
engañador poder satánico. Los cuernos también le proporcionarán al falso profeta una
fuerte atracción religiosa y será capaz de reunir a todos los grupos religiosos en conflicto,
en una sola iglesia universal.
Mencionado específicamente como “falso profeta” (16:13), desempeñará el papel de siervo.
Un profeta es alguien que habla en lugar de otro y actúa en nombre de otro. De esta manera,
el falso “cristo” de Satanás tendrá su falso “Elias”. Como lo expresa Ralph Brown, el falso
profeta será “el Elías del anticristo”. Malaquías anunció que Elías vendría entes del día del
Señor (Malaquías 4:5). (Veremos más acerca de esto cuando lleguemos a los milagros de la
bestia.)
El carácter multiforme de este falso profeta es sugerido por nuestro Señor en su descripción
de los últimos días: “Y muchos falsos profetas se levantarán” (Mateo 24:11, 24). Bajo este
título, el falso profeta (16:13; 19:20; 20:10) ejercerá gran autoridad espiritual entre los
judíos y en general entre los que estén relacionados con el cristianismo.
En su papel de falso profeta, está siempre al lado del anticristo. Estos dos inicuos son
inseparables. El dragón le confiere su poder externo a la primera bestia (13:2) y le da su
espíritu a la segunda bestia, porque ésta “habla como dragón” (13:11). Empleará la misma
sutileza y el mismo engaño que utilizó Satanás cuando engañó a Eva y utiliza actualmente
para engañar a un mundo impío. Si bien es cierto que el falso profeta tendrá la apariencia de
un cordero, sin embargo lo delatarán sus palabras como ministro de Satanás. En vista de
que el objetivo principal del dragón lo constituyen la ruina moral y la física, él utiliza a la
bestia para cumplir sus propósitos políticos y civiles, mientras que por otra parte utiliza al
falso profeta para sus fines morales y espirituales. De manera que las dos bestias serán los
subalternos inmediatos de Satanás al acercarse al final.

C. Las actividades de la bestia de la tierra


Comparando un pasaje con otro nos encontramos con las siguientes características en las
actuaciones de la bestia terrenal:
Ejerce el poder de la bestia.
Lleva a cabo la voluntad de la bestia.
Le da poder a la imagen de la bestia.
Demanda absoluta adoración para la bestia.
Participa de la condenación de la bestia.
Ejerce el poder de la bestia. Aquí tenemos una expresión muy específica, pero también muy
temible: “Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella” (13:12). La
frase “en presencia de ella” implica “delante de ella”, como sirviendo y apoyando a la
bestia. El falso profeta es un servidor activo de la bestia y ejerce un poder subordinado. El
lenguaje utilizado aquí no da la impresión de que la primera bestia sea solamente una mera
autoridad pasiva y que todo el poder esté concentrado en la segunda bestia. La primera
bestia es la cabeza titular y plenipotenciaria de una fuerte confederación de naciones (17:9–
13) y como gobernante imperial, seguirá siendo atrevido y blasfemo hasta ser derrotado por
Cristo, el más fuerte.
El ejercicio del poder de la primera bestia por el falso profeta consistirá en el empleo de la
fuerza y el prestigio de la autoridad de aquella para hacer que la gente de todo lugar la
adore. El falso profeta es la peor de las dos bestias, porque influye sobre los hombres en el
aspecto religioso. Como un lobo con piel de oveja, logrará que lo engañoso de sus
actividades le produzca grandes victorias. En su descripción del “cuerno pequeño”, Daniel
dice que “tenía ojos como de hombre” y también una boca blasfema (Daniel 7:8). La frase
“ojos como de hombre” simboliza ingenio y cultura intelectual, las mismas características
que poseía el falso profeta.
Con todo tipo de persuasión, logrará el triunfo de su pretensión de recibir adoración
exclusiva para sí mismo en la tierra de Israel, dentro de cuyos límites será desafiado y
menospreciado en forma blasfema. Reclamará para sí mismo adoración divina y se sentará
en el templo que será construido por la nación incrédula. Se constituirá a sí mismo como
por encima de toda autoridad, divina o humana, y tomará el lugar de Dios hasta donde le
sea posible. Fuera de la Tierra Santa, el falso profeta también ejercerá autoridad, forzando a
las naciones para que adoren a su gran confederado, la primera bestia.
Lleva a cabo la voluntad de la bestia. Suscitado para representar a la bestia, de manera que
recibe su misión de esta criatura inspirada por el dragón, el falso profeta vivirá, se moverá y
rendirá todo su ser a la voluntad de la bestia. Desempeñará el papel de un sirviente devoto.
Posteriormente, como veremos, inspirará a las naciones para que se unifiquen y den todo su
poder y su fuerza a la bestia (17:13). Y en ésto estará remedando a Cristo, quien podía
referirse a su entrega a la voluntad de su Padre diciendo lo siguiente: “Mi deleite es hacer tu
voluntad, oh mi Dios.” El falso profeta hallará sumo placer en obedecer a los deseos de la
bestia e imponer esos deseos sobre todo el mundo en general.
La entrega de Cristo a la voluntad de Dios fue recompensada de muchas maneras. Por
ejemplo, su milagroso ministerio es evidencia de su identificación con los fines y
propósitos de Dios: “Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.”
Y aquí tenemos al falso profeta realizando grandes maravillas a la vista de los hombres. Las
señales que ejecuta son milagros de naturaleza satánica, no trucos únicamente. Por medio
de la ayuda de los demonios son hechas maravillas y “señales”, las cuales están preparadas
para engañar a las mentes terrenales, aunque no engañará a los escogidos en esta precisa
ocasión. Los seguidores del verdadero Cordero sabrán que un milagro no es suficiente para
garantizar la creencia en una revelación profesada, a menos que dicha revelación esté en
armonía con la voluntad ya revelada de Dios.
Públicamente, “delante de los hombres”, produce fuego del cielo el falso profeta y de esa
manera engaña a los hombres. Otros milagros, que son realizados “a la vista de la bestia” o
“delante de la bestia”, producirán el mismo engaño. Con tal usurpación de las prerrogativas
divinas, el juicio retributivo debe empezar y empezará a derramarse sobre aquellos que ya
han sido entregados por Dios. Esos que hayan sido dados al “poder engañoso” para que
crean “la mentira” (2 Tesalonicenses 2:11) serán culpados de adorar al diablo en una forma
triuna, y por lo tanto, estarán maduros para el juicio.
Le da poder a la imagen de la bestia. En la fabricación de una notable imagen de la bestia,
tenemos el establecimiento de una representación real y literal de la misma, por medio de la
cual será adorada. Esta imagen será tan real como la que erigió Nabucodonosor en las
llanuras de Dura, al principio de la supremacía gentil, cuando los hombres eran obligados
bajo pena de muerte a adorar a una imagen que representaba el poder y la majestad del
primer gran imperio mundial (Daniel 3). Ahora vemos el final del dominio gentil con el
rechazo de la adoración a la imagen. El falso profeta le da vida o aliento a la imagen de la
bestia. Nadie puede dar verdadera vida sino Dios; por lo tanto, la imagen recibe energía de
una fuente de vitalidad espuria. Se le da aliento para que pueda hablar, produciendo un
ventriloquismo similar al de Hechos 16:16, 17. Hasta la ciencia puede ahora imitar la voz y
la apariencia del hombre por medio de robots mecánicos.
Demanda absoluta adoración para la bestia. Los tres jóvenes hebreos fueron lanzados al
horno ardiente por negarse a adorar la imagen de Nabucodonosor. Plinio, en su carta a
Trajano, declaró que él había hecho castigar a aquellos cristianos que se oponían a adorar la
imagen del emperador con incienso y vino. Estas y muchas otras imágenes que han sido
erigidas a través de la historia como prueba de lealtad secular y espiritual son un mero
anticipo de la adoración de la imagen de la bestia que demandará el falso profeta bajo pena
de muerte. Así como el Espíritu Santo en la actualidad dirige nuestra atención a Cristo
como objeto de nuestra adoración y honra, de igual manera el falso profeta dirigirá a las
multitudes para que adoren a la bestia y todos los que rehusen doblar la rodilla ante la
imagen serán asesinados.
También será impuesta la sujeción universal a la bestia por medio del control comercial
más rígido que haya sido jamás practicado. El boicot más estupendo que jamás haya sido
instituido sobre los alimentos y el comercio operará universalmente. Nadie podrá comprar
ni vender, sea rico o pobre, a menos que tenga la marca oficial de ración: el emblema del
reino del hombre de pecado. Entonces tendrá que tomarse una decisión entre la idolatría y
el hambre. Y el falso profeta será el encargado de ver que no haya mercado negro o
contrabandistas. Será establecido entonces el cuerpo policial secreto más temible para
aplicar las normas económicas de la confederación, tanto para el comercio como para la
vida diaria. La más despreciable sumisión a la más vil tiranía jamás experimentada se hará
evidente por medio de una marca mística en la mano derecha o en la frente, en la misma
forma en que han sido marcados los animales y los esclavos con el nombre de sus amos.
La carencia de la marca de la bestia tendrá como resultado un inexorable ostracismo o
exclusión de la vida social. Esta marca será indispensable para la vida y para toda relación
social y comercial. En efecto, será una licencia comercial diabólica. La marca estará a plena
vista en la mano, indicando que la persona marcada es esclava activa de la bestia. Una
manera romana de saludar es levantar la mano abierta; cuando las manos se levanten hacia
la imagen, inmediatamente se verá si aquellos que saludan a la bestia son sus verdaderos
adoradores y si están calificados para comprar y vender. La marca sobre la frente será la
señal de la más miserable sumisión a la bestia.
El nombre de la bestia es otra fase de imitación satánica. Cristo tiene un nombre que
verdaderamente es sobre todo nombre, pero el falso profeta luchará por hacer que el
nombre de la bestia sea honrado por sobre cualquier otro nombre. Un nombre, como bien lo
sabemos, puede llegar a ser un emblema de lealtad. Los fieles que creen en Cristo, sin
embargo, se negarán a llevar dicho nombre. En un acto de protesta firme y solemne, se
negarán a ser marcados con ningún símbolo de sumisión a la bestia. Antes escogerán morir
que inclinarse hacia ella. Habiendo sido sellados por Dios, aborrecerán toda imitación. En
aquellos días el Salmo 23 será extremadamente precioso, porque a pesar de la inminente
escasez de alimentos, el Señor preparará una mesa para sus siervos fieles en presencia de
sus enemigos y, aunque anden en valle de sombra de muerte, no temerán ningún mal. El
buen pastor preservará a las suyas de las crueles decepciones del “pastor inútil” (Zacarías
11:15–17).
Se necesitará mucha sabiduría espiritual para poder resolver el misterio de la iniquidad y no
ser engañado por él. El significado pleno del nombre y número de la bestia sólo se les dará
a conocer a aquellos santos que estén sobre la tierra cuando ésta se manifieste en persona.
De una cosa sí estamos seguros: nadie en el presente posee tanta sabiduría como para
entender el número de la bestia. Lo que significa esa trinidad de seises ha sido tema de
mucha investigación y mucho debate. Muchos nombres griegos y hebreos tienen un valor
numérico correspondiente con el número 666. Muchas ingeniosas interpretaciones han sido
sugeridas para este número simbólico.
Ellicott en su muy valioso comentario, dedica mucho espacio al significado de este número
simbólico, pero muy sabiamente concluye su exposición del mismo diciendo: “Yo estoy
dispuesto a interpretar el número seicientos sesenta y seis como símbólico, representativo
de todo aquello que es posible para la sabiduría y el poder humanos cuando son dirigidos
por un mal espíritu, e indicador de un estado de maravillosa perfección terrenal, cuando el
poder de la bestia haya alcanzado su máximo desarrollo; cuando la cultura, la civilización,
el arte, la música, la ciencia y la razón se hayan combinado para producir una época muy
cercana a la perfección una época de oro al grado de que los hombres empezarán a decir
que la fe en Dios es una impertinencia y que la esperanza de una vida futura es una
difamación de la felicidad de la vida presente. Entonces el poder mundanal habrá llegado al
cenit de su influencia; cuando solamente la sabiduría venida de arriba será capaz de detectar
la infinita diferencia entre un mundo con fe y un mundo sin fe, y el enorme golfo de
diferencia que puede haber entre una edad y otra por el desesperado deseo de un poquito de
amor celestial.”
Los expositores han hecho uso de destreza, erudición y en varios casos mucha investigación
sobre la posible respuesta a la pregunta: “¿Qué significa el número 666?” Hay mucha
sabiduría divina encerrada en este número simbólico (el único caso en que aparece en las
Escrituras) y requiere entendimiento espiritual para descubrir el misterio que hay en él. No
cabe duda de que su solución completa, precisa y final será bien clara para los sabios y los
santos durante los días de la Tribulación, cuando el poder de la bestia bajo el artificio de
Satanás exhibirá lo más elevado del desarrollo humano en orgullo, en impiedad y en
oposición político-religiosa combinada contra Dios y su Ungido. En general este es el
significado moral del número 666. El significado completo será obvio para los santos de la
Tribulación y provocará el repudio inmediato de la bestia y sus pretensiones en su papel de
ministro político de Satanás, en blasfema oposición a Dios.
El número 666 es número de hombre, ya que la unidad seis fue impresa sobre él en su
creación y en su historia subsiguiente. El hombre fue creado en el día sexto. Sus días
señalados de fatiga son seis a la semana. El esclavo hebreo debía servir por seis años. La
tierra debía ser cultivada por seis años. Bajo el sexto sello en el sexto capítulo del
Apocalipsis tiene lugar un asombroso deterioro universal de toda autoridad y poder de
gobierno, que se llevará a cabo durante los días de la Tribulación.
El número siete es número de Dios y generalmente denota lo que es perfecto o completo,
pero el seis queda incompleto y significa la imperfección y las dificultades humanas. En el
desarrollo de la historia del hombre, éste va de mal en peor, y seis combinado con seis
aumenta en significado moral hasta que el ser humano llega a oponerse abierta y
directamente a Dios.
Hay una conexión obvia entre el primero y el último de los cuatro principales poderes
mundiales. Son idénticos en carácter, con la excepción de que el último es el peor de los
cuatro. La imagen de oro hecha por Nabucodonosor para su propia gloria medía sesenta
codos de alto y seis de ancho (Daniel 3). No cabe duda de que la imagen de la llanura de
Dura tenía el propósito de consolidar y unificar las numerosas y diversas religiones del
poderoso imperio babilónico. Bajo amenazas y crueles asesinatos, la imagen de oro tenía
que ser adorada. Ciertamente Daniel 3 es un anticipo del mal más profundo y totalmente
satánico de Apocalipsis 13.
Participa de la condenación de la bestia. Ambas bestias reciben la misma condenación al
mismo tiempo. Habiendo existido juntas en su terrible reino, ahora son consignadas juntas
al infierno y finalmente al lago de fuego. Ambas son derrotadas en Armagedón cuando
aparece Cristo con poder y ahora son echadas de la tierra para ir a sufrir el tormento que
merecen sus crímenes (Apocalipsis 17:13, 14; 19:19–21). Cuando lleguemos a las siete
condenaciones, tendremos más qué decir sobre el destino final de la trinidad del mal. ¡Qué
limpieza la que ocurrirá cuando Cristo tome para sí su poder y reine! Si el regreso de Cristo
por los suyos no está muy lejos, entonces estas bestias ya deben estar vivas hoy en la tierra.
Pero antes de que sean reveladas totalmente al mundo, nosotros seremos arrebatados para
recibir al Señor en el aire. ¡Gloria a Dios; la Iglesia no verá la adoración de la bestia ni la
agonía de la gran Tribulación! Nuestro deber ahora es buscar y salvar a los perdidos que
nos rodean para librarlos de los horrores de la hora que viene y del destino eterno más
terrible.

Las siete intervenciones divinas


Apocalipsis 14:1–20
Este capítulo de Apocalipsis es en su mayor parte un paréntesis de carácter anticipatorio.
Los capítulos 14 al 16 describen los preparativos para el juicio mesiánico y ofrecen una
mezcla de cantos y lamentos, música y miseria, gozo y juicio, gloria y abatimiento, cielo e
infierno. El capítulo 14 contiene una serie de siete intervenciones divinas de gracia y juicio
y constituye una respuesta al clamor del remanente: “¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te
escondes en el tiempo de tribulación?” (Salmo 10:1). El repetido lamento “¿Hasta cuando,
oh Señor?” encuentra aquí una respuesta, una nota de consuelo al corazón, pensando en la
mortandad, la miseria y la angustia que sufrimos en nuestros días abrumados por la maldad
y destrozados por la guerra. ¿Será posible que Dios nunca muestre su mano? ¿Estará
siempre la victoria de parte de las fuerzas de iniquidad? ¿Ha abandonado Dios a sus santos
a la voluntad del enemigo? ¿Cuándo intervendrá el Señor?
Este capítulo prueba que Dios tendrá su día. Es probable que los molinos de nuestro Dios
parezcan demorarse en triturar, pero podemos estar totalmente seguros de que sí triturarán.
El capítulo está bien ubicado en el libro, ya que sirve como preludio a los juicios
sobrenaturales de Dios. Los capítulos 12 al 14 forman un episodio de interés dramático; una
sola profecía enlazada. Los capítulos 12 y 13 describen los hechos del dragón y las bestias.
La verdad ha caído hasta las calles; la sangre de los mártires corre abundantemente como el
agua; el desafío público a Dios es el orden del día. El bien está casi eliminado de la tierra
(Salmo 4:6) y la fe ha desaparecido (Lucas 18:8). La escena profética en su totalidad se ha
convertido en el campo de juego de Satanás.
Pero se respira con mucha más libertad en el capítulo 14. El segador divino está a la puerta.
La horripilante iniquidad de la tierra está por terminar. Por encontrarse entre las trompetas
y las copas, este capítulo catorce contiene el sonido del toque de muerte para gobernantes y
hombres crueles, arrogantes y blasfemos. La carga acumulada de angustia y desesperación
desaparecerá ahora del corazón del pueblo perseguido de Dios.
Este capítulo, como un todo, contiene un contraste entre el Cordero y los 144.000 judíos
sellados, las naciones y el anticristo, los seis ángeles y los mensajes que anuncian y las dos
hoces y su vendimia.

1. Los cantores y su canto (14:1–5)


En estos cinco versículos tenemos una de las escenas más notables del Apocalipsis. Esta es
una vista brillante y encantadora, una calma después de la tempestad: ¡De la tiranía de la
bestia al triunfo con el Cordero! Es en verdad una transición bienvenida. Consideremos
ahora a estos santos, quienes no estarán más expuestos a la prueba, sino que se les hará
sentar en una posición de realeza.

A. Su Salvador
Se le da prominencia al Cordero en el monte de Sion, y alrededor de El se congrega esta
multitud de cantores. El Apocalipsis es esencialmente un libro del Cordero. El Señor es
presentado como tal unas veintisiete veces. Y es visto como el Cordero inmolado. Por las
heridas que hay en su cuerpo le será otorgada la soberanía. Aquí en este capítulo nos
encontramos con una visión anticipada de la venida de Cristo en poder. El cordero
ensangrentado es ahora el Cordero que marcha hacia su última victoria. Sus escogidos han
sido como corderos en medio de lobos, y el rebaño ha sido hostigado por la “bestia
salvaje”. Pero ellos vencieron por la sangre del Cordero y ahora se encuentran felices a su
lado.

B. Su ubicación
Esta distinguida multitud se encuentra de pie sobre el monte de Sion, el lugar elegido como
sede del glorioso reino de mil años de Cristo y sus santos. El Cordero ha dejado su posición
en medio del trono y se encuentra ahora en el monte de Sion. Aquí se encuentra el asiento
del poder real, de la intervención de Dios en gracia, de la soberanía de Dios, todo lo
relacionado con Israel. El nombre “Sion” sólo se menciona una vez en el Apocalipsis y es
un término extremadamente interesante. Así lo expresaba un escritor: “De las ciento diez
veces que se menciona a Sion, noventa de ellas se refieren al gran amor y el afecto del
Señor por ella, por lo que el lugar tiene un significado muy grande.” Para el judío, Sion es
rica en recuerdos sagrados (Isaías 2, Salmo 2:6). ¡Después de tanta espera, el Rey de Dios
se encuentra por fin sobre el monte de Sion y alrededor de El están sus redimidos como
súbditos y servidores amantes y fieles!

C. La cantidad de redimidos
Aquí se menciona un número específico de redimidos. Nos encontramos con otras 144.000
personas y la pregunta es: “¿Quiénes son estos cantores sellados?” ¿Es esta gran multitud el
mismo grupo de 144.000 del capítulo 7? Un expositor ha sugerido que este grupo del
capítulo 14 representa solamente una parte de la gran cosecha de los santos redimidos de la
Tribulación, una “primera entrega” distinguida por sus excelentes servicios espirituales. Se
pueden trazar similaridades entre estas dos compañías. En cada una tenemos el mismo
número, 144.000. Ambos grupos se encuentran en el monte Sion, son sellados en sus
frentes y se encuentran felizmente a salvo de la prueba.
La repetición del número, sin embargo, no prueban que estas dos corporaciones sean una
misma. Walter Scott opina que “los 144.000 aquí descritos son de Judá; una compañía de
número similar de todo Israel (7:4) forma una visión separada. Estos son los judíos que se
mantuvieron firmes con respecto a los derechos de Dios y el Cordero; ahora son declarados
públicamente como posesión de El. Son 144.000 judíos santos que ocupan los puestos de
mando en el reino terrenal del milenio.” El 144.000 indica plenitud y número de gobierno.

D. Su sello
En contraste con los 144.000 del capítulo 7, quienes fueron sellados como los “siervos de
nuestro Dios”, estos 144.000 del capítulo 14 son sellados en sus frentes con el nombre del
Cordero y el nombre de su Padre. El sello, por supuesto, constituye una señal de propiedad
y de garantía o preservación. En cuanto a su bello emblema de bienaventuranza, William
Newell asegura que declara a quién pertenecen, describe su persona y anuncia su destino.
Es evidente que el sello de estos confesores de Cristo está en contraste con la marca de la
bestia en cada uno de sus adoradores. “Se nos ocurre,” dice Newell, “que la presencia de
ese sello celestial sobre las frentes de los del remanente del capítulo 7 en adelante es tan
evidente para los hombres, que Satanás se ve obligado a intervenir para contrarrestar su
influencia demandando el sello opuesto en la frente de sus devotos. Esto es más
significativo especialmente cuando nos damos cuenta de que Dios cuida (como se ve en
9:4) de aquellos que tienen su sello, el cual los preserva de los ayes a los cuales los demás
están expuestos.

E. Su canto
Las voces que Juan escuchó en el cielo eran como el estruendo de muchas aguas y como la
voz de un gran trueno. Como es la voz de Dios, así es la de los arpistas celestiales, quienes
están en armonía con los que están sobre el monte de Sion. La multitud de los arpistas-
cantores del cielo y la compañía preservada de Judá forman un gran coro. Las arpas
asociadas con los cantores componen la alabanza coral de los redimidos y las huestes
celestiales. Los cantos y la música de arpas están tan bellamente combinados, que se los
describe como voz majestuosa de muchas aguas y poderosa como un gran trueno.
La canción que sabían los arpistas celestiales y que solamente los 144.000 sellados podían
aprender es descrita como “un cántico nuevo”. El cántico viejo estaba relacionado con la
creación: “Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de
Dios” (Job 38:7). Este cántico nuevo tiene como tema central la redención. Es la razón por
la cual se hace referencia a él como el cántico de Moisés y del Cordero. Dios está unido al
cántico viejo. Mientras que es el Cordero quien está unido al cántico nuevo. Las
manifestaciones del poder de Dios para Israel, combinadas con su gracia actual para con su
pueblo judío y para con nosotros parece ser el pensamiento tanto en el cántico de Moisés
como en el del Cordero (Apocalipsis 15:3).
A. R. Fausset, en su comentario sobre este cántico nuevo dice: “Este es un cántico de
victoria después del conflicto con el dragón, la bestia y el falso profeta; nunca había sido
entonado porque nunca se había librado semejante conflicto; así que es nuevo: hasta hoy el
reino de Cristo sobre la tierra ha sido usurpado. Ellos cantarán el cántico nuevo
anticipándose al acto mediante el cual Cristo tomará posesión con sus santos del reino que
compró con sangre.” La palabra en griego es “cantan”, lo cual indica la acción continua de
cantar.
No debemos olvidarnos de que los 144.000 se regocijaban porque habían sido “redimidos
de entre los hombres”. Tenemos aquí una doble frase: “redimidos de entre los hombres de
la tierra” (un lugar de pecado) y “redimidos de entre los hombres” (una raza pecadora).
Algunas versiones usan la palabra “comprados” en lugar de “redimidos”. Esta elevada
posición es un privilegio de los 144.000, porque han sido redimidos, no porque hayan
obtenido la victoria contra la bestia. Los ángeles no pueden cantar este cántico nuevo
porque ellos no saben personalmente lo que es venir de la gran Tribulación y estar vestidos
de ropas lavadas en la sangre del cordero (7:14).

F. Su separación o santidad
En 14:4, 5 se nos da una maravillosa descripción de la vida y el testimonio de esta parte
victoriosa de Judá, los que han salido de la gran Tribulación y están ahora de pie triunfantes
con el Cordero en el monte de Sion, el asiento del reino y de la gracia soberana. Han pasado
a través de una terrible prueba. La más vil corrupción, la idolatría pública, el orgullo
vanidoso, la blasfemia irreverente y la más escandalosa iniquidad los han estado
circundando. Sin embargo, al igual que los judíos de Sardis, estos 144.000 logran escapar
con sus vestidos no contaminados.
Eran vírgenes. Esto debemos entenderlo en sentido espiritual (Mateo 25:1), en contraste
con la iglesia apóstata (14:8), la cual era espiritualmente una “ramera” (17:1–5; Isaías 1:21
en contraste con 2 Corintios 11:2; Efesios 5:25–27). El hecho de que “no se contaminaron
con mujeres” significa que ellos no fueron extraviados de la fidelidad al Señor por los
tentadores, quienes en conjunto constituyen la ramera espiritual. William Newell sugiere
que estos son “nazareos completos para Dios en cuanto a sus relaciones con las mujeres”.
Pero una interpretación de esta naturaleza restringiría esta compañía descrita al sexo
masculino solamente. ¿No implica el lenguaje usado que los 144.000 representan a aquellos
que vivieron y anduvieron en pureza espiritual en un mundo entregado a todo lo vil? “se
conservaron a sí mismos limpios del mundo.” El amor virginal un afecto de todo corazón
por el Cordero era su actitud, entre tanto que el resto de los moradores de la tierra seguían a
la bestia. Ellos experimentaron una separación completa e inexplicable de sus pecaminosos
contornos. Eran almas vírgenes, revestidas de pureza inmaculada.
Seguían al Cordero. Estar cerca del Cordero en el monte de Sion era la recompensa
apropiada por su lealtad a El mientras estaban en la tierra. Por todos lados los rodeaban
aquellos que habían andado tras la bestia y su falso profeta, pero la obediencia de los
144,000 era tan completa e indudable como su absoluta separación del mundo. Habiendo
seguido al Cordero en su rechazo, ahora participan de su reino. El verbo “siguen” está en el
tiempo presente, lo que indica una obediencia incesante.
Eran las primicias. Si bien es cierto que aquí se usa un lenguaje similar al que se usa en
cuanto a la iglesia, no debemos confundir las “primicias” aquí mencionadas con los
redimidos que formarán la nueva creación. “Primicias para Dios y para el Cordero” son
palabras del reino, no meras palabras de salvación. Por haber sido “redimidos de entre los
hombres”, estos 144.000 constituyen una compra simbólica una prenda de entre los
hombres para el reino de los cielos sobre la tierra. Ellos representan una demostración de lo
que será la cosecha plena y final.
Eran sinceros. En varias versiones antiguas se lee la palabra “falsedad” en el versículo 5,
“Y en sus bocas no fue hallada mentira.” Las falsas maravillas y las mentiras caracterizarán
los días del anticristo. “La mentira” (que Satanás es dios y que la bestia es su cristo y que
por lo tanto debe ser adorada) fue aceptada generalmente, pero en las bocas de los 144.000
no fue hallada ninguna mentira. Ellos eran veraces en palabra y en hechos. A pesar de la
más feroz persecución, confesaron al verdadero Mesías (1 Juan 2:21–27) y permanecieron
fieles a su Palabra.
Eran sin mancha. En su conducta externa y en su modo de ser ante los hombres, estos
santos eran sin falta alguna en la tierra. Varias versiones omiten las palabras “delante del
trono de Dios”. Este apropiado y condensado epítome de su carácter y de su vida práctica
se refiere a su vida sobre la tierra. Se negaron a acatar los edictos de la bestia en todos los
aspectos. En lo que respecta a la sinceridad de su fidelidad al Cordero, no tenían defecto
alguno. No es que fueran absolutamente intachables en sí mismos; sin embargo, así fueron
reconocidos sobre la base de la justicia del Cordero, el único en quien ellos confiaban y a
quien seguían y servían con toda fidelidad. ¡Cuánta alegría les da este remanente a Dios y
al Cordero!

2. El primer ángel y su Evangelio (14:6, 7)


Ahora llegamos al testimonio público de Dios por medio de seis ángeles contra el reino del
anticristo y en relación con el inminente juicio que éste se merece. La expresión “otro
ángel” implica una nueva escena en este drama revelador, cuyos acontecimientos coinciden
con la aparición de cada ángel (7:2; 8:3, 13; 10:1). Este ángel-evangelista en particular fue
visto “por en medio del cielo”, lo cual significa que fue visto y oído por toda la gente de la
tierra. Otro ángel había sido visto anteriormente volando “por en medio del cielo” (8:13) y
anunciando ayes, mientras que éste anuncia gozo. Este ángel que volaba por en medio del
cielo era un mensajero de misericordia y manifestaba la gracia en medio del juicio.
Representaba el último llamado al arrepentimiento para los que moran en la tierra.

A. Un anuncio feliz
No debemos olvidar que este ángel no viene proclamando condenación sino Evangelio, lo
cual significa buenas nuevas. Anuncia las buenas nuevas del sempiterno reino de Cristo, el
cual empezará inmediatamente después del juicio sobre las fuerzas del mal (anunciado
como inminente en 14:7). Mientras que por una parte los predicadores humanos del
Evangelio del reino serán judíos convertidos, por la otra, habrá también ángeles que serán
comisionados para llevar a todos los rincones de la tierra providencialmente la declaración
de las buenas nuevas durante los últimos días de la semana profética.
En un lenguaje inconfundible, este poderoso ángel apremia a todos los humanos para que se
aparten de la bestia y vuelvan a Dios. La hora del juicio divino ha llegado y los hombres
deben arrepentirse de su crasa idolatría si no quieren sufrir la ira de las copas. Aquí nos
encontramos con un llamado urgente a temer a Dios, lo cual es el principio de la sabiduría,
y a darle gloria a El en lugar de dárselas a la bestia y a su imagen. El Creador de todas las
cosas reclama por última vez la adoración. Así como la raza humana se describe en cuatro
fases naciones, tribus, lenguas y pueblos así también la creación es designada aquí en
cuatro términos: cielo, tierra, mar y fuentes.

B. Una gran audiencia


El ángel que volaba en medio del cielo predicaba su evangelio sobre toda la tierra y toda
clase de gente escuchaba su mensaje. No se nos dice, sin embargo, si hubo algún tipo de
respuesta al llamado angelical. Nuestro Señor declaró que algunos estarían tan abandonados
en su rechazo de Dios que no creerían ni aun cuando alguien se levantara de los muertos y
fuera a ellos con un mensaje de gracia. Un gran predicador como Noé tuvo poco éxito en
que las multitudes se percataran del juicio que vendría. Los humanos, absortos en sus
propias cosas, siguieron viviendo en sus maneras corruptas hasta que vino el diluvio y se
los llevó a todos.

3. El segundo ángel y la caída de Babilonia (14:8)


La prominencia de los ángeles en este capítulo indica que ellos desempeñan un papel de
primera importancia en la economía u orden providencial y gubernamental no sólo antes,
sino también durante el reino milenial de Cristo. En 14:8 aparece un prefacio de los
acontecimientos que están a punto de ocurrir. Este es un anuncio preliminar y preparatorio
del juicio descrito en los capítulos 17 y 18. La destrucción de Babilonia es celebrada en el
cielo, donde el juicio se considera como ya consumado.
La intensidad de las palabras en la repetición “ha caído, ha caído” no es un mero
hebraísmo, sino habla de un doble juicio. Babilonia va a ser destruida no sólo como
sistema, sino también como ciudad. La expresión “ha caído” considera la caída de
Babilonia como una destrucción segura. Desde el punto de vista del cielo, Babilonia ya ha
caído, aunque su destrucción real no ha ocurrido todavía.
El babilonianismo, como lo demostraremos detalladamente más tarde, representa un vasto
sistema que esclaviza a los cristianos profesantes. Está caracterizado por el orgullo
mundano, la idolatría y el adulterio espiritual. La razón por la cual cae Babilonia se expresa
en estas palabras: “Porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su
fornicación.” El vino de la ira de Dios es la consecuencia de esta fornicación de Babilonia.
Debido a que ella ha embriagado a las naciones con el vino de su fornicación, ella misma
será embriagada con el vino de la ira de Dios. Aquí se nos da el cumplimiento final de
Isaías 21:9: “Y he aquí vienen hombres montados, jinetes de dos en dos. Después habló y
dijo: Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra.”
William Newell dirige su atención hacia los tres distintos elementos de esta terrible frase:
vino, ira y fornicación. El vino de Babilonia: “Copa de oro fue Babilonia en la mano de
Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos, se aturdieron, por
tanto, las naciones” (Jeremías 51:7). La ira de Babilonia: “Porque asi me dijo Jehová Dios
de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las
naciones a las cuales yo te envío” (Jeremías 25:15). La fornicación de Babilonia: “Porque
todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra
han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de
sus deleites” (Apocalipsis 18:3). Los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella.
La ardiente ira de Dios, reservada a través de los siglos, está ahora a punto de desatarse
sobre la corrupción acumulada.

4. El tercer ángel y la condenación (14:9–12)


La terrible condenación para los adoradores de la bestia, tal como se anuncia en estos
versículos, es temible en extremo. Un juicio inigualable en su severidad, y en proporción
con las maldades y la horrenda iniquidad que se ha practicado abiertamente, está ahora a
punto de derramarse. Con gran voz, este tercer ángel anuncia el interminable tormento que
han de sufrir todos aquellos que han seguido a la bestia.

A. La adoración de la bestia
En seis distintas partes del Apocalipsis se describe la adoración de la bestia, el diablo
encarnado, como dirigida a su imagen. Cristo vino como “el resplandor de su gloria (de
Dios), y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3). Pero ahora les sobrevendrá un
tormento inagotable a todos los que han escogido deliberadamente al falso cristo de
Satanás, quien ordenaba a todas las gentes de la tierra que adoraran a su imagen. Esta
retribución justa e inevitable tendrá que ser individual. La justicia retributiva será aplicada
por igual a cada una de las personas que han seguido a la bestia y que llevan su marca.

B. La ira de Dios
No será permitida ninguna circunstancia de alivio. Con una fuerte voz, para que todos
puedan oírlo, el ángel declara que el derramamiento de la ira va a ser sin ninguna mezcla.
A. R. Fausset escribe: “El vino era mezclado con agua con tanta frecuencia que en griego se
usa la expresión ‘mezclar vino’ en igual sentido que ‘echar vino’; pero este vino de la ira de
Dios no se diluye; no hay ni una gota de agua que pueda enfriar su calor. Nada de gracia o
esperanza se mezclará con él. Esta terrible amenaza puede elevarnos sobre el temor a las
amenazas de los hombres. Esta copa de vino puro ya ha sido mezclada y preparada para
Satanás y los seguidores de la bestia.”

C. El lamento de los condenados


El fuego y el azufre son símbolos de una inefable angustia (Isaías 30:33; Apocalipsis 20:10)
y este castigo eterno va a ser aplicado a los impenitentes o no arrepentidos. “El azufre,”
dice William Newell, “es la sustancia más terrible … en su acción sobre la carne humana,
en el tormento que produce al tener contacto con el cuerpo. Cuando se combina con el
fuego, el azufre es una absoluta agonía, una angustia indescriptible. Y ese es su propósito,
porque esa será la ejecución de la venganza divina ilimitada.”
El tormento eterno de los adoradores de la bestia queda descrito en el terrible lenguaje de
14:11: “El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.” Se hace mención ahora
de una multitud entera: “su tormento.” La angustia será continua e interminable. La
expresión “por los siglos de los siglos”, con el sentido de “edades eternas”, se usa en el
Apocalipsis para hablar de:
La existencia eterna de Dios (4:9, 10; 5:14; 10:6; 15:7).
La gloria eterna del Cordero (5:13).
El reino eterno de los creyentes (22:5).
El castigo eterno del diablo (20:10).
El castigo eterno de los perdidos (14:11).
Para aumentar el dolor de los atormentados, existe el hecho de que no tendrán “reposo de
día ni de noche”. No podrán morir ni dormir. Habrá tormento para ellos día y noche
(20:10); no podrán buscar tregua ni alivio a su angustia. Tan interminable horror y tan
incesante agonía aturden nuestra comprensión. ¡Que Dios nos dé gracia y poder para
persuadir a los pecadores para que se libren del inevitable y eterno castigo que aguarda a
todos los que no están cubiertos con la sangre del Cordero!
Sumándose al horror sentido por los inicuos, está además el hecho de saber que los santos
ángeles y el Cordero los están observando. Esto intensificará lo repugnante que resultará la
maldición. Estos testigos santos que presenciarán los tormentos de la condenación no
estarán regocijándose acerca de los sufrimientos por los que pasarán los condenados. Su
presencia allí solamente indicará la terrible y santa aprobación de la sentencia divina. Los
santos ángeles, una vez testigos de los espantosos actos de maldad de la bestia y sus
seguidores, ahora presenciarán la venganza de Dios. Cada una de las personas atormentadas
estará consciente de que los ángeles están observando su angustia. También los observará el
Cordero, a quien ellos una vez menospreciaron y cuya sangre rechazaron perversa y
maliciosamente. La asociación de los santos ángeles con el Cordero indica que operan
conjuntamente en la ejecución de la venganza del Dios santo.

D. El bienestar de los santos


En contraste con los rebeldes que se han buscado su propia condenación tenemos a los
pacientes escogidos de Dios, quienes claman ser librados del adversario (Lucas 18:1–8). La
doble marca del remanente fiel en un período de inigualable tribulación es el guardar los
mandamientos de Dios y mantenerse en la fe de Jesús. Ahora su fe y su paciencia son
recompensadas abundantemente.

5. El cuarto ángel y su bienaventuranza (14:13)


¡Qué agradable alivio el que trae esta bienaventuranza! Viene como una tregua en medio de
tanto juicio y tormento. Nos detenemos y respiramos aire fresco después de que se nos ha
revelado tan indecible tormento. Pero tan pronto como dejamos esta bella descripción del
eterno reposo de los santos, nos encontramos nuevamente en la terrible atmósfera de ira y
venganza.
La meditación de Juan fue interrumpida por la orden de escribir. La bienaventuranza de los
fieles debía ser registrada y conservada para siempre. Lo que el apóstol dejó escrito, debe
ser atesorado en el corazón. La orden de escribir se repite doce veces en el Apocalipsis para
indicar que todas las cosas a las cuales este libro se refiere son asuntos de gran importancia.
Aunque el mensaje que Juan escuchó tiene aplicación para todos los santos, tiene una
relación muy especial con aquellos que han de ser martirizados por su fe. En muchos
manuales para ceremonias fúnebres se da este alentador versículo como uno de los pasajes
escriturales apropiados para la recitación en el sepelio de los cristianos. Sin embargo, en
esta bienaventuranza se tiene en consideración una clase especial de santos mártires en un
período particular de la historia humana. “De aquí en adelante” es una expresión que indica
un fin inminente, y que se está a punto de entrar a la bienaventuranza expresa. El tema
central es el martirio bajo la bestia. Lodos los que mueran en el Señor, es que estaban
dispuestos a morir por el Señor.
Pero después de todas estas torturas que sólo la bestia es capaz de inflingir a aquellos que
no le quieran rendir adoración, vendrá el descanso. Llegará a través de la muerte. Para los
adoradores de la bestia no habrá descanso de día ni de noche; en cambio, para los que sean
fieles hasta la muerte, habrá vida y descanso eterno. El descanso de los trabajos, de las
preocupaciones y de la oposición satánica no incluye el descanso de la actividad para
aquellos que pasan del martirio al cielo. El lugar de descanso no será un lugar de pereza,
sino que ofrecerá la forma más sublime de servicio espiritual. Todos los creyentes que no
tienen oportunidad de trabajar aquí o que no son apreciados en su servicio cristiano aquí en
la tierra serán ampliamente utilizados por el Señor en el cielo.

6. El quinto ángel y la siega (14:14, 15)


El Armagedón está a punto de empezar y se nos da aquí un breve resumen que es
amplificado en los capítulos que siguen. Para introducir este pasaje, Walter Scott escribe:
“El juicio divino está a punto de barrer a la inicua tierra con la escoba de la destrucción
para limpiarla del mal. La siega y la vendimia son figuras familiares empleadas para
expresar las últimas operaciones de Dios. La primera representa el juicio por
discriminación; la segunda se refiere a la ira indiscriminada. En la siega, el trigo es
separado de la cizaña. En la vendimia, la cizaña queda sola en la escena profética y es
sujeto de la justa venganza del Señor.”

A. El segador de la cosecha
El segador celestial a quien Juan vio, no cabe duda de que era el Señor Jesucristo, quien es
designado aquí como “el Hijo del Hombre”. Bajo este título es como Cristo trata con el
estado de cosas que hay sobre la tierra y juzga a los inicuos (Mateo 25:31–33; Juan 5:22–
27). Debido a su relación con la raza humana, Cristo pone en ejercicio todas aquellas
características que lo capacitan para el dominio universal.
Para introducir la visión del segador, Juan utiliza otro “he aquí”, ya que está a punto de
tratar sobre asuntos de interés especial. El primer objeto en atraer la atención del apóstol
fue una nube blanca, lo cual es algo muy familiar en las tierras mediterráneas. Esta nube era
similar a la nube resplandeciente de la transfiguración de Cristo (Mateo 17:5). Las nubes
simbolizan la presencia divina (Ezequiel 10:4; Apocalipsis 10:1). El color blanco constituye
un color prominente en Apocalipsis e indica la pureza y la absoluta justicia del segador en
sus acciones.
El Creador de todas las nubes está sentado sobre una nube blanca. Con una nube como
carroza, el Señor se dirige a su cruel tarea. El estar sentado sobre lo blanco sugiere calma y
juicio deliberativo. Con la debida precisión, el segador recoge su cosecha.
La corona de oro que lleva sobre su cabeza es una guirnalda de victoria, y no su diadema de
Rey. La victoria completa de Cristo se describe en detalle en 19:11–21, cuando muchas
coronas ceñirán su frente. Su dignidad y sus derechos reales son sugeridos por sus coronas
de oro“ como coronas de oro” (9:7) pero la corona de oro de Cristo expresa la justicia
divina en sus acciones victoriosas y no se trata de meras imitaciones de coronas. El hecho
de que estas coronas le son conferidas por Dios, hace que ejerza autoridad real.
La aguda hoz que está en la mano del segador celestial es un símbolo de sus derechos sobre
la siega. La ley mosaica ordenaba: “No aplicarás hoz a la mies de tu prójimo.” Cristo con
su hoz quiere decir que El segará el campo sobre el cual tiene autoridad. Lo “agudo” de la
hoz indica que la acción de la siega será hecha de prisa y será completa. Es muy
significativo que el emblema nacional de la Unión Soviética esté formado por el martillo y
la hoz, los cuales está usando con temible eficacia para recoger una gran cosecha para el
credo ateo del comunismo. Pero Dios usará su martillo su Palabra (Jeremías 23:29) para
aplastar las hordas de la confederación del norte (Ezequiel 38; 39; Apocalipsis 19:15).
Entonces su hoz recogerá una siega de juicios.
Otro ángel, distinto de los que ya han sido mencionados, sale del templo y llama a acción
inmediata al segador. Este ángel no le da una orden al Hijo del Hombre, sino que es
solamente un mensajero que anuncia al Hijo la voluntad del Padre Dios, en cuyas manos
están los tiempos y las sazones. Todo el tiempo había estado esperando Cristo este mensaje,
y ahora lo escucha (Hebreos 10:12, 13; Salmo 2:7–9). Dios comienza a actuar y el ángel
sale del templo; el Segador del juicio está a punto de invadir la tierra. El templo y el trono,
términos usados con mucha frecuencia en Apocalipsis, representan la presencia y la
autoridad de Dios.

B. La cosecha madura
El Hijo del Hombre actúa con presteza, porque la cosecha está madura, “más que madura”
o “seca”. William Newell nos dice: “La palabra griega usada aquí es la misma que se usa
para la higuera de Marcos 11:20; mientras que en Lucas 23:31 se usa la forma adjetival:
‘¿En el seco, qué no se hará?’ refiriéndose a lo terrible de los últimos días de Israel.”
“La hora de segar ha llegado” es una terrible declaración que nos hace retroceder a los
profetas del Antiguo Testamento, quienes nos describen el tiempo de la siega de los obreros
de iniquidad, ya maduros al final del período del dominio gentil. Joel 3:13 dice: “Echad la
hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan
las cubas; porque mucha es la maldad de ellos.” Esto solo puede indicarnos que la mies
madura no son los santos salvos, maduros para la gloria, sino los impíos, quienes están ya
listos para el juicio.

C. Los segadores de la cosecha


Cinco palabras son suficientes para describir el terrible fin de todo aquello en lo cual se ha
gloriado el hombre: “Y la tierra fue segada.” ¡Qué siega! Esta es la temible segunda venida
del Rey de reyes en el gran día de su ira.
El Hijo del Hombre usa a los ángeles como segadores directos (Mateo 13:39), y ellos
actúan con rapidez y presteza en su tarea de segar. Un proceso de separación tiene lugar: se
observa la discriminación entre el trigo y la cizaña y entre los peces buenos y los malos. No
se habla de una ejecución de castigos en esta siega, porque eso se llevará a cabo durante la
vendimia. En esta siega se verificará un proceso de juicio discriminativo, previo al
establecimiento del reino. Aunque se describen como un solo acto de segar, estos
acontecimientos tienen lugar durante un período considerable y emplean varios agentes de
parte de Dios.

7. El sexto ángel y la vendimia (14:17–20)


Hay dos ángeles en la visión de la viña de la tierra y su juicio. En 14:17 tenemos al ángel
del templo con su hoz aguda. En relación con la descripción que se da sobre el Hijo del
Hombre en 14:14, este “ángel de venganza” significa la asociación de los ángeles con
Cristo en su obra judicial. Y así es como tenemos al “ángel que sale del altar” (14:18).
Qué clase de altar sea éste, no se dice. Si representa al altar de bronce (el altar de los
juicios), entonces la idea que se quiere dar es el juicio puro, no mezclado: el juicio divino
sobre la viña de la tierra (Deuteronomio 32:31–35). Pero si este altar está representando
aquí el altar del incienso (8:3–5; 9:13), entonces tiene un significado diferente. Fue sobre
este altar donde se ofreció el incienso acompañado de las oraciones de los santos, lo cual
trajo los terribles juicios de Dios sobre sus enemigos. El clamor de las almas de los que
habían sido martirizados y que estaban debajo del altar (6:9) va a ser contestado
completamente ahora. El falso profeta hizo grandes maravillas e hizo caer fuego del cielo,
pero ahora el ángel del altar, que tiene poder sobre el fuego, sale y se dirige hacia los
inicuos de la tierra. La cizaña será lanzada ahora al horno de fuego (Mateo 13:40–42).
El recipiente del juicio es “la viña de la tierra”, porque sus uvas no fueron lo que el Creador
esperaba, considerando todo el cuidado con el cual El la cultivó. La expresión “viña de la
tierra” cubre el sistema religioso en su totalidad durante la visitación venidera de la ira de
Dios. Las uvas de la apostasía mundial son “uvas silvestres”. Al gran lagar de la ira de Dios
deberán ser lanzados los apóstatas judíos y también los apóstatas gentiles. Este es el día de
la venganza de nuestro Dios y no habrá esperanza de misericordia (Isaías 63:1–3; Jeremías
25:15, 16; Joel 3). Cristo, la verdadera viña, trata directamente con las uvas de iniquidad
producidas tras siglos de cultivo y cuidado. Dichas uvas están completamente maduras para
ser quemadas. La frase “las uvas están maduras”, tal como se usa en 14:18 significa “han
llegado a su colmo”.
La expresión “fuera de la ciudad” indica la esfera donde será derramada la plenitud de la
venganza de Dios. Jerusalén es la ciudad, y el valle de Josafat (donde se verificará la batalla
de Armagedón) queda inmediatamente fuera de la ciudad. “Muchos pueblos en el valle de
la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión” (Joel 3:14).
“Fuera de la ciudad” también puede implicar que el escenario del derramamiento de la
sangre de Cristo y de su pueblo será el mismo donde se verificará el juicio divino sobre
todos los que rechazaron a Cristo.
Hay algo terriblemente repulsivo en la descripción que nos da Juan acerca de que los ríos
de sangre humana llegan hasta los frenos de los caballos, por una distancia de casi
trescientos kilómetros. La frase “del lagar salió sangre” es un lenguaje simbólico que
describe la terrible matanza de los inicuos cuando el Señor los aplaste en su furia. Cuando
Dios manifieste su poder, aplastará vastas multitudes, reduciéndolas a una pulpa sangrante.
La bestia y el falso profeta juntamente con todos sus engañados seguidores y adoradores
serán exterminados para siempre.
En la actualidad, cuando observamos el movimiento de ejércitos contrarios, nos parece
como si el oriente estuviera preparándose para convertirse muy pronto en un importante
teatro de guerra. Alrededor de Israel se están reuniendo gigantescas fuerzas militares. ¿Es
esta conglomeración de poderes un anticipo de lo que sucederá cuando el Libertador de
Israel aplaste a todas las naciones de la tierra que estén involucradas en la batalla? Sin lugar
a dudas, la tierra está llegando a su punto de maduración para la vendimia de Dios en su
forma más fuerte. A medida que nosotros observemos que ese día se acerca, se nos hace
más imperativo que persuadamos a los pecadores para que huyan de la ira que vendrá. Hoy
todavía estamos en el día de la gracia, y cada día que ésta se extienda debemos usarlo para
rogarles a los incrédulos que nos rodean que se reconcilien con Dios.

Las siete copas


Apocalipsis 15:1–16:21
Ahora llegamos a dos capítulos de horror excepcional. Después de haber considerado a los
instigadores de la horrenda iniquidad de la tierra, ahora llegamos a los terribles juicios de
las copas. Están a punto de ser aplicados una serie de juicios severos y definitivos en una
sucesión rápida y precisa. Como el pecado del hombre llegó a su punto máximo en el
hombre de pecado, así ahora los juicios divinos van a descender del Dios de Justicia sobre
la inicua tierra. Dentro de estos capítulos que tenemos por delante se encuentran los detalles
concernientes a los juicios de Dios previos al gran día de su ira. Como lo veremos, el
derramamiento de la séptima copa completa la ira de Dios. Luego sigue la ira del Cordero.
Con relación a esta doble ira, William Newell dice lo siguiente: “Recuerde siempre que
Cristo debe venir personalmente al final y pisar el lagar solo, en su furor (Isaías 63:3–5). La
ira de Dios es general, mundial y tiene como punto de mira la iniquidad del hombre y su
idolatría. La ira del Cordero es particular, contra el anticristo y su rey y contra los ejércitos
reunidos con el doble propósito de destruir a Israel como nación (Salmo 83:4) y hacer la
guerra contra el Cordero (Apocalipsis 19:19; Zacarías 12:10) para evitar que rescate al
asediado Israel.”
Estos dos capítulos deben estudiarse juntos, porque proporcionan los detalles de lo que se
dice en términos generales en las palabras introductorias de 11:18: “Y se airaron las
naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos ” En el capítulo 15 se nos
da la preparación para las copas, pero en el capítulo 16 tenemos el derramamiento de las
copas.
La señal o milagro del capítulo 15 se extiende hasta el final del capítulo 16. De hecho, 15:1
es un resumen de todo lo que sigue. Los ángeles propiamente no reciben las copas sino
hasta el 15:7, pero aquí en el versículo introductorio se ven anticipadamente como si ya las
tuvieran. En esta gran maravilla que vio Juan encontramos la consumación de un trío de
señales. La “gran señal” de la mujer (Israel) es presentada en 12:1. “Otra señal,” la del
dragón, el antagonista de Cristo se presenta en 12:3. Y aquí tenemos “otra señal en el cielo,
grande y admirable”. Las tres señales son vistas en el cielo, el lugar inmediato de la morada
de Dios. Esta tercera señal (más solemne que las dos anteriores debido a su asociación con
la ira de Dios sobre la bestia) es “grande” porque algo de trascendental importancia va a ser
revelado. La palabra “admirable” indica que la paciencia divina ya se ha agotado, y que la
terrible visitación de los juicios divinos está a punto de caer sobre los apóstatas de la tierra.
Parece como si el contenido del capítulo 15 girara alrededor de tres expresiones muy
fuertes: la ira de Dios (15:1, 7), las arpas de Dios (15:2) y la gloria de Dios (15:8).

1. La ira de Dios
Los siete ángeles y las siete plagas constituyen el medio por el cual se expresa la ira de
Dios. Esta expresión, “la ira de Dios,” la cual aparece seis veces en el Apocalipsis (14:10,
19; 15:1, 7; 16:1, 19), es en realidad una frase terrible, que debería causar terror en los
corazones de los no salvos que viven hoy en esta tierra.
“Los siete ángeles” (diferentes de aquellos siete altamente honorables, relacionados con las
trompetas) salen del templo (15:6), la residencia inmediata de Dios y de los ángeles. Del
templo antiguo salían los sacerdotes como ministros de gracia. Pero ahora los ángeles
emergen como ministros de juicio.
“Templo” o “tabernáculo del testimonio” es una frase muy sugestiva. Para Israel esto
representaba una garantía de la presencia de Dios con el pueblo, y de su providencia para
con él. Pero ahora la santidad de Dios demanda el castigo de los malvados, y por lo tanto
tenemos el “testimonio” de juicio, de acuerdo con la naturaleza de Dios, contra la bestia y
contra todos los enemigos de su pueblo. David Brown dice: “El tabernáculo del testimonio
surge a la vista aquí apropiadamente, porque la fidelidad de Dios está tomando venganza
por su pueblo con juicios que están ya para ser ejecutados sobre sus enemigos. Necesitamos
echar una mirada dentro del Lugar Santo para comprender los propósitos y los planes
secretos de los rectos juicios de Dios.”
Los siete ángeles estaban vestidos en forma apropiada para el carácter justo de su misión y
también para aparecer en la misma forma en que estaba vestido el Señor (1:13). Si
comparamos esto con 19:8 nos daremos cuenta de que el lino puro es indicativo de justicia,
mientras que el cinto de oro alrededor del pecho (no de los lomos) sugiere que la obra de
juicio es compatible con la naturaleza santa de Dios.
Las “siete plagas postreras” o “siete últimas plagas” sugieren algo definitivo y terminado;
por lo tanto, la aparición de los siete es especialmente apropiada. Hemos llegado al ciclo
final de la visitación de los juicios. Por supuesto, las copas no constituyen el final de la ira
divina, ya que caerán nuevos golpes de venganza cuando Cristo venga en persona (19:11–
21). Lo que vemos aquí es la conclusión de los juicios providenciales de Dios. Estas copas
se encuentran “llenas de la ira de Dios”. “Llenas” significa completas o consumadas. Para
Dios el futuro es tan cierto como si fuera ya pasado; así de firme en su cumplimiento es su
Palabra.

2. Las arpas de Dios


Este prefacio a los últimos juicios devastadores de Dios incluye una bella descripción de los
mártires victoriosos que están con el Señor. El párrafo del 15:2 al 15:4 está repleto de
victoria, alabanza y adoración. Las alabanzas corales del cielo están representadas por el
arpa, la cual, con su combinación de notas profundas y solemnes y melodías tiernas y
suaves, representa la alabanza y adoración a Dios (1 Crónicas 25:6). Las arpas de Dios
(esto indica que los instrumentos, los músicos y los cantos son suyos) eran parte de los
instrumentos del cielo, usados exclusivamente para la alabanza de Dios. Parece como si los
dos grupos de arpistas cantores mencionados en 14:2 y 15:2 representaran la misma hueste
victoriosa.
La tribuna sobre la cual están de pie los arpistas es parecida a un mar de vidrio mezclado
con fuego. En el mar de vidrio Walter Scott ve un estado inalterable de santidad, de pureza
interior y exterior. El mar sugiere inmensidad y el vidrio sugiere una calma sólida y estable,
una paz serena y permanente. Dice Wordsworth: “El mar de vidrio expresa tranquilidad y
brillantez; y este mar celestial es de vidrio (4:6) para declarar que la calma del cielo no es
como los mares de la tierra, encrespados por los vientos, sino que éste se halla cristalizado
en una eternidad de paz.” Al describir a los mártires en pie sobre el mar de vidrio, se está
sugiriendo que esta compañía de santos ya ha llegado a su reposo y a su nueva posición
como vencedores y adoradores.
El mar de vidrio mezclado con fuego introduce otro elemento. Estos santos han salido
victoriosos de su terrible prueba. Tenemos tres enemigos a los cuales enfrentarnos: el
mundo, la carne y el diablo. Pero estos músicos tenían un cuarto enemigo con el cual
pelear: la bestia. Se alcanzó la victoria sobre la bestia, sobre su imagen, sobre su marca y
sobre “el número de su nombre”, y ahora ellos triunfan, porque su victoria es completa y
definitiva.
El canto que acompaña a las arpas tiene en sí un toque de gran poesía. Es un canto de
victoria como el de Moisés después de cruzar el mar Rojo. Dos cánticos se combinan aquí:
el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero. El cántico de Moisés es de
triunfo sobre el mal por medio de los juicios de Dios. Este es un cántico que celebra la
derrota de Faraón y sus ejércitos en el mar Rojo (Exodo 15). (Este canto mosaico no debe
confundirse con el canto profético de Deuteronomio 32:1–44.) El cántico de Moisés,
aunque muy hermoso, solamente celebraba una redención terrenal. La gracia y gloria del
canto que fue entonado en la orilla oriental del mar Rojo estaban asociadas con el poder
sobre los enemigos de Israel en Egipto, a través de los juicios de Dios.
El cántico del Cordero, en cambio, es de una naturaleza muy diferente. Este canto, dirigido
por el Cordero como Capitán de nuestra salvación, lleva implicada la exaltación del Mesías
rechazado, del Mesías sufriente. Al ser entonado por el remanente fiel y martirizado en
medio del Israel infiel y apóstata, este cántico celebra a Dios y al Cordero de parte de
aquellos que sufrieron pero que ahora se encuentran en el cielo.
Al estudiar el contenido de este doble canto, nos damos cuenta de que en él se glorifica a
Dios de varias maneras. En primer lugar son alabadas sus obras. La frase “grandes y
maravillosas” se repite en 15:1, 3, para señalar la vindicación de la justicia de Dios de
manera que El sea glorificado al final de sus tratos con los hombres. En el título divino
combinado Señor Dios Todopoderoso tenemos una inmensa reserva de fortaleza y de
consolación para los santos, pero de malos presagios para los enemigos de Dios.
Los caminos de Dios son ensalzados como “justos y verdaderos” o “rectos y verdaderos”.
En el acto de castigar a sus enemigos, Dios actuará de acuerdo con su propia personalidad.
El juicio equitativo será ejecutado por el “Rey de las naciones” (no “el Rey de los santos,”
como lo traduce RV). Algunas versiones traducen esta expresión como “el Rey de los
siglos.” El punto importante en la controversia del Señor con la tierra es dilucidar quién es
el rey de las naciones, El o la bestia que es agente de Satanás. En la víspera del
derramamiento de las copas sobre el reino de la bestia, los cantantes victoriosos alaban al
Señor como el verdadero Rey de las naciones.
La adoración a Dios también forma parte de este estupendo cántico. Las tres veces que
aparecen las razones por la cuales el Señor debe ser glorificado se hallan en este mismo
versículo:
“Pues sólo tú eres santo.” Los cantores, de pie sobre el mar de vidrio, celebran la santidad
de Dios. Le temen y lo glorifican como el único digno de ser llamado santo. La bestia se
había puesto a sí misma como dios, pero el coro de victoriosos escogió la santidad frente a
este mundo lleno de pecado, y ahora se encuentran donde reina la verdadera santidad.
“Por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán.” Los juicios de Dios llenarán de
temor a sus enemigos. Anticipándose al dominio universal del Señor, los santos se
dedicarán a celebrar con regocijo el reconocimiento universal de la supremacía divina.
Aquí vemos que tiene lugar el cumplimiento definitivo de profecías tales como Salmo 148;
Isaías 2:2–4; 56:6, 7; Zacarías 14:16, 17.
“Porque tus juicios se han manifestado.” Otra traducción dice: “Porque tus justicias han
sido manifestadas.” El plural “justicias” indica la manifestación de los actos justos de su
juicio. Puesto que El es justo, aun mientras está aplicando juicio y venganza, debe ser
glorificado. Estas son palabras verdaderamente bellas, que son expresadas por aquellos que
han pasado a través de los horrores de los tormentos de la bestia.
Al comentar esta excepcional escena, F. B. Meyer dice: “Aquellos que existieron bajo la
dispensación de Moisés, los seguidores del cordero en la presente dispensación, y con ellos
todas las almas de los santos que han vencido, constituirán un inmenso coro. Pero por más
que escudriñe el cántico de Moisés, no se encontrará en él ni siquiera una nota que se iguale
con éste en sublimidad. Aquí tenemos a los santos de Dios, que han aprendido a distinguir y
apreciar lo bueno de la justicia y de una conducta y gobierno santos, capacitados por su
posición ventajosa en relación con la eternidad para considerar la historia completa del
programa divino, adorándolo a El como el Rey de los siglos, y reconociendo que todos sus
caminos han sido justos y verdaderos. ¡Qué confesión! ¡Qué reconocimiento!”

3. La gloria de Dios
La última sección de este interesante capítulo (15:5–8) es introducida por otro “he aquí”
(omitido por algunas versiones). Este párrafo empieza con la morada de Dios y concluye
con la gloria de Dios. Como todo el contenido del párrafo está relacionado con la gloria de
dios, examinemos estos versículos teniendo esto en cuenta.
William Newell opina a favor de un templo real de Dios en el cielo, pero nosotros creemos
que la palabra “templo” es usada debido a lo que representa simbólicamente; es decir, el
lugar de la morada de Dios, en donde se le debe buscar y adorar. Del templo salen los siete
ángeles, los cuales tienen las siete plagas, la última visitación de juicios de parte de Dios
sobre las naciones.
El hecho de que uno de los seres vivientes les haya entregado las copas a los ángeles indica
que estos seres vivientes son los ejecutores del gobierno judicial de Dios. Por estar “llenas
de ojos”, estas magníficas criaturas poseen un profundo entendimiento acerca de los
propósitos de Dios y por lo tanto preparan a los ángeles para la ejecución de los temibles
acontecimientos. Se ha indicado que hay tres pasos en la operación de los juicios de Dios:
1. Los ángeles reciben órdenes y vestiduras adecuadas en el santuario (15:6).
2. Reciben las copas llenas de la ira de Dios de parte de uno de los seres vivientes (15:7).
3. No pueden dar ni un paso en el proceso del juicio hasta que Dios les da la orden de
hacerlo (16:1).
Todo esto sugiere que las obras y los caminos de Dios aun en la aplicación de sus juicios
son realizados con calma y mesuradamente. Y es ésto precisamente lo que nosotros
esperaríamos de Dios, quien “vive por los siglos de los siglos.” Es el Dios eterno quien está
a punto de inundar la inicua tierra con las plagas de su ira. Nunca debemos olvidar que El
es glorificado tanto en juicio como en gracia.
Antes de dejar este capítulo preparatorio, se nos introduce a la cortina de humo de Dios que
lo cubre todo en el santuario momentáneamente. El humo, por supuesto, es un símbolo de
la presencia de Dios (Exodo 19:18; Isaías 6:4). Nadie podía entrar en el templo debido a la
presencia de Dios en la manifestación de su gloria y poder durante la ejecución de los
juicios de las copas. El humo de la gloria y el poder de Dios llenaba el templo. Moisés no
podía entrar al tabernáculo del testimonio (ni los sacerdotes podían entrar en el templo)
cuando se manifestaba la gloria del Señor (Exodo 40:34, 35; 1 Reyes 8:10, 11). Lo que
vemos aquí no es la gloria misma, sino humo que provenía de la gloria. No es que el
incienso haya llenado el templo, sino él humo que es la gloria de Dios manifestada en
juicio. Ciertamente, en torno a esta escena completa que llena nuestros corazones de temor,
hay una finalidad. Dios está a punto de tratar con los rebeldes de la tierra.
El versículo inicial del capítulo 16 es rico en significado. En primer lugar está la “gran voz
del templo”, la cual ha sido interpretada de varias maneras. Es posible que se trate de la voz
de Dios, ya que nos trae a las copas de la ira de Dios. Cristo no es mencionado sino hasta
después de que Dios haya ejecutado personalmente sus juicios. Como lo hemos señalado
con anterioridad, el Apocalipsis es el libro de las voces y siempre que se encuentra una
“voz” esto implica una comprensión inteligente del asunto en cuestión. Leemos acerca de
una gran voz, sonora y fuerte. Tales adjetivos describen el carácter de la voz y también la
naturaleza de lo que anuncia.
Aquí la gran voz sale del templo, del lugar santísimo. Debido a que la santidad de Dios
demanda la ejecución de los juicios sobre este mundo apóstata, la ira de Dios arde
furiosamente: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.” Un
mandamiento muy diferente provino de Cristo cuando El estaba a punto de dejar a los
suyos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Pero ahora la gracia
es retirada. Ya no se habla más de la copa de salvación sino de la copa de la ira de Dios.
Pentecostés fue testigo del derramamiento del Espíritu Santo, y con tal efusión vino la
manifestación de las bendiciones. Pero ahora hemos llegado a otro tipo de derramamiento:
el enojo puro está ya a punto de descender sobre la tierra. La plenitud de la ira divina es
vaciada en cada una de las copas, las cuales en su debido orden serán derramadas sobre este
mundo pecador. El clamor del remanente judío sufriente es contestado en las siete plagas
terribles que están por caer: “Y devuelve a nuestros vecinos en su seno siete tantos de su
infamia con que te han deshonrado, oh Jehová” (Salmo 79:12).
En las copas de oro podemos vislumbrar de nuevo el furor de Dios. La palabra de donde
viene el término “copas” es “tazones” o “redomas” y representa los recipientes redondos
que se usaban en el santuario, donde eran llenados con el incienso fragante. Ahora los
recipientes consagrados para uso y servicio del templo están llenos con la justa ira de Dios
y son dedicados al juicio. Y la forma de la boca de estos tazones permite que su contenido
sea derramado todo de una vez, lo que indica la asombrosa rapidez de los ayes.

4. La primera copa sobre la tierra (16:2)


Hay algo muy expresivo en relación con la ejecución de estas siete plagas. Las copas en su
totalidad implican acción violenta. Con un leve ataque destruyen el reino de la bestia, la
cual se había investido a sí misma con el poder mundial. La destrucción repentina les
sobrevendrá a la bestia y a sus adoradores y no escaparán.
Los juicios de las trompetas estarán limitados más o menos al mundo romano, pero los
juicios de las copas cubrirán toda la tierra y constituirán la guerra total de Dios sobre el
mundo. Las trompetas son la respuesta de Dios a Satanás, cuyo imperio será aplastado.
Durante las trompetas, el poder de Satanás es desatado para alcanzar nuevos objetivos.
Durante las copas, en cambio, es Dios quien desata su poder para concluir con su cruel
operación. A los ángeles se les otorga el control directo sobre todas las fuerzas de la
naturaleza y ellos a su vez ejecutan el juicio que está escrito.
En la primera copa o tazón de ira vemos una plaga muy parecida a la sexta plaga egipcia
(Exodo 9:8–12), la cual fue la primera plaga en afligir los cuerpos de los egipcios. David
Brown recalca: “La razón por la cual la sexta plaga egipcia viene a ser la primera aquí es
porque fue dirigida contra los magos egipcios Janes y Jambres para que no pudieran
competir contra Moisés; de la misma manera esta plaga es enviada sobre aquellos que en la
adoración de la bestia habían practicado hechicería. Puesto que se sometieron a la marca de
la bestia, ahora también deberían llevar la marca de la venganza de Dios.”
En conexión con esto, nos preguntamos si acaso la “úlcera maligna y pestilente” no afectará
el lugar exacto del cuerpo donde los hombres llevaban la marca de la bestia, es decir, la
frente y la palma de la mano. “Los sufrimientos físicos indudablemente se sumarán a la
angustia sufrida por los hombres, pero la característica principal y predominante será lo
judicial, lo que tendrá que ver con el alma y la conciencia, un sufrimiento que excede en
gran manera a cualquier aflicción física.” ¡Pero seguramente no podrán huir de las úlceras
reales: heridas malignas, pestilentes y supurantes!
La palabra traducida “úlcera” significa una fea llaga que supura en una forma terriblemente
maloliente. En Exodo 9:8, Moisés y Aarón esparcieron las cenizas de un horno hacia el
cielo a la vista de Faraón, y descendieron sobre hombres y animales en forma de horribles
llagas. Tanto aquellas plagas como éstas deben ser interpretadas literalmente, como se
prueba por el hecho de que las terribles heridas de la primera copa todavía atormentaban a
los hombres durante la quinta copa, la de la obscuridad, donde leemos “dolores y úlceras”
(16:11). Estas llagas no curadas implican desesperación y espanto. Estas heridas son
incurables (Deuteronomio 28:27, 35) y deberán ser sufridas como un anticipo de las
angustias del infierno.

5. La segunda copa Sobre el mar (16:3)


Una característica sobresaliente de las copas es que no sólo se parecen a las plagas de
Egipto, sino también a las plagas de las trompetas. Con las copas, sin embargo, no existe la
limitación de juicio, como con las trompetas. En esta segunda copa de ira se nos da el
cuadro de un hombre asesinado en medio del charco formado por su propia sangre. El mar
y todo lo que está en él se convirtió en sangre, “como de muerto”. Bajo la tercera trompeta,
sólo la tercera parte del mar se convirtió en sangre (8:8), mientras que aquí la destrucción
no es parcial sino completa. Cuando los juicios se hayan terminado, solamente quedarán
unos pocos humanos vivos para entrar en el milenio.
Debido a que el mar cubre la mayor parte de la tierra, esta será una plaga que extenderá su
poder mortífero universalmente. La bestia hizo derramar sangre en abundancia, lo cual es la
marca distintiva de la muerte. Pero esa sangre de mártires es ahora vengada. La bestia está
empezando a cosechar todo lo que ha sembrado.
¡Sangre por sangre! Faltan palabras para describir lo terrible que será que millones de
animales del mar mueran y cubran la superficie de los océanos. La hediondez será
desesperante. ¡Con todos los animales del mar muertos, qué putrefacción y enfermedades
podrá contener semejante mar empapado en sangre!

6. La tercera copa Sobre los ríos (16:4–7)


El tercer ángel, que preside las aguas, derrama su copa sobre los ríos y las fuentes de agua.
Es decir, las fuentes del mar. Todas las fuentes del progreso y del bienestar nacional caen
en crisis, ya que el comercio y la vida en general dependen en gran manera de ríos, canales
y corrientes. Rechazamos la aplicación totalmente simbólica de “ríos” como si se refiriera a
la vida ordinaria de una nación caracterizada por principios de gobierno conocidos y
aceptados, y “fuentes de agua” como las fuentes de prosperidad y bienestar convertidas en
sangre (moralmente contaminadas). Sostenemos que el ángel guardián que controla las
aguas las contamina instantáneamente.
Dos ángeles se combinan en esta declaración de los juicios rectos, recíprocos y retributivos
de Dios. Primero, el ángel de las aguas (16:4) usa el lenguaje peculiar que describe la
eternidad de Dios: “El que eres y que eras.” Como Dios es justo, nunca descuida en el
menor grado la medida correcta de la más estricta justicia. Los apóstatas han derramado la
sangre de los santos y de los profetas, pero ahora opera la justicia retributiva al hacer que
los asesinos del pueblo de Dios beban agua hecha sangre. Una condenación terrible es la
que se merecen. Son dignos de una muerte terrible, la cual les viene ahora como un anticipo
de lo que será la muerte segunda en el lago de fuego.
El segundo ángel es descrito como el ángel que sale del altar (16:7). Más propiamente, es el
mismo altar el que habla; “que sale” es una frase omitida en los mejores manuscritos.
Podríamos traducir esta oración: “También oí al altar (personificado) que decía.” Sobre este
altar se han ofrecido las oraciones de los santos, presentadas a Dios, y debajo de él están las
almas de los mártires clamando venganza sobre sus enemigos y los enemigos de Dios. De
esta manera el ángel y el altar, que representan la totalidad del cielo, están de acuerdo en
que los juicios de Dios son justos y verdaderos. Todos los que se encuentran dentro del
templo celestial están de parte de Dios mientras El actúa como el gran Vengador por los
suyos. Los lamentos desde los altares desde el tiempo de Abel en adelante son vindicados
ahora para siempre jamás (Mateo 23:35).

7. La cuarta copa Sobre el sol (16:8, 9)


Bajo la cuarta trompeta se obscurece la tercera parte del sol (8:12), pero aquí el poder
abrasador del sol es intensificado. Le fue dado poder al sol para quemar con gran calor.
Esto va a ser cuando Dios libere su bomba H. No interpretamos al sol simbólicamente en
este pasaje (como la autoridad gobernante suprema, representada por el mundo romano
revivido), sino como el mismo sol natural, de cuyo calor nada escapa (Salmo 19:1–6).
Puesto que Dios tiene control sobre todas sus obras creadas, El intensifica el calor del sol y
por ese medio causa una terrible mortandad. El profeta Joel, al describir el día grande y
terrible del Señor, declaró: El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su
resplandor (Joel 2:10).
Bajo la primera trompeta, los árboles y la hierba verde fueron quemados, pero ahora Dios
aplica su castigo abrasador a los cuerpos de los hombres. ¿Podemos imaginar la terrible
angustia que experimentarán las multitudes mientras son quemadas por este gran calor? “Y
los hombres se quemaron con el gran calor.” Es decir, los que se mencionan en 16:2, de
quienes se dice que tenían la marca de la bestia. Así como ocurrió con las plagas de Egipto,
también en estos juicios el pueblo de Dios será inmune. En la misma forma en que los tres
jóvenes hebreos fueron preservados mientras permanecieron en el horno ardiente, así el
remanente fiel será guardado por Dios (Apocalipsis 7:16; Daniel 3:27).
Así como el corazón de Faraón fue endurecido a pesar de la demostración del poder
absoluto de Dios sobre su creación, de igual manera aquí el sufrimiento físico extremo no
es capaz de producir ningún cambio en los corazones: “Y no se arrepintieron para darle
gloria.” En lugar de estar amedrentados por los juicios de Dios y clamar a El por su
misericordia, estos hombres solamente blasfemarán del nombre de Dios. El castigo
merecido entorpece los labios y endurece el corazón; el fuego del juicio no puede purificar.
Puesto que es la bondad de Dios la que conduce al arrepentimiento (Romanos 2:4), los
hombres que no sean ganados por la gracia, jamás podrán serlo.
Solamente podemos especular sobre lo que podría haber ocurrido si hubiera habido un
verdadero arrepentimiento de parte de estos hombres cuya carne ardía. Con la autoridad que
Dios tiene sobre las plagas, ¿hubiera detenido la tormenta de su ira para bendecir una vez
más a los arrepentidos con su gracia? La tragedia será la absoluta ausencia de humildad y
dolor de parte del hombre con relación a su pecado. Este doble juicio de calor ardiente y
falta de agua limpia para tomar no será suficiente para producir algún cambio de corazón.
Como toda esta gente es totalmente reproba, Dios la abandona totalmente.

8. La quinta copa Sobre el trono de la bestia (16:10, 11)


En esta quinta copa de la ira, el juicio se derrama sobre el trono de la bestia, el cual había
sido establecido en una imitación arrogante del trono de Dios. El dragón le dio su trono a la
bestia (13:2). La obra maestra de Satanás es herida ahora en el centro y base de su poder.
La bestia como una persona real está condenada, por ser el instrumento de Satanás. Y es
evidente que los súbditos de este falso reino y también su cuerpo ejecutivo sentirán el
impacto de la venganza divina. William Newell sugiere que el trono de la bestia es la
Babilonia reconstruida sobre la ribera del río Eufrates, la antigua capital de Satanás en la
tierra de Sinar, donde será puesta la maldad “sobre su base” al final de los tiempos
(Zacarías 5:5–11).
Al fin el impío e insolente desafío “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra
ella?” (13:4) es contestado para siempre. Usando a la bestia, Satanás construye un vasto
imperio, pero Dios no será superado: Ahora hiere el reino de la bestia con obscuridad.
Puesto que ellos aman las tinieblas más que la luz, unas tinieblas físicas tan negras como la
plaga egipcia (Exodo 10:21–23) caen ahora sobre los seguidores de la bestia. Esta terrible
obscuridad sugiere que la negrura y las tinieblas han de permanecer para siempre.
Esta densa obscuridad hará que los hombres se muerdan la lengua en su angustia. Este
juicio parece realizarse simultáneamente con los efectos de otras plagas anteriores. Los
dolores y las úlceras de la primera copa quedan de manifiesto en forma más asombrosa por
la obscuridad. William Ramsey nos recuerda que la expresión “mordían de dolor sus
lenguas” es la única de su clase en toda la Biblia, e indica la más intensa y aguda agonía.
Tal acción sugiere furia y enojo a causa de la frustración de sus esperanzas y el
derrocamiento de su gobernante y de su reino. Inmediatamente quieren vengarse, pero no
pueden realizarlo; de allí su furia. Se morderán los labios y la lengua debido a su
sufrimiento mental y su agonía física.
Es interesante notar que la parte del cuerpo con la cual estos rebeldes pecaron es ahora el
lugar donde están siendo atormentados con terrible angustia. Blasfemaron del nombre del
Dios del cielo, el que controla la luz y las tinieblas. Terribles expresiones brotaron de sus
labios contra Dios y contra su nombre. ¡Ahora estos blasfemos se muerden la lengua!
Ni siquiera la acumulación de plagas, en lugar de una mera sucesión, logra producir un
cambio en el corazón de ellos, porque como dice la Escritura, ellos no se arrepintieron de
sus hechos. Su voluntad permanece endurecida. No se derrama ninguna lágrima de
arrepentimiento. Como han sido abandonados a sus malas acciones, golpes aún más fuertes
deben descender de parte de Dios para quebrantar su soberbia voluntad.
Debe señalarse que esta copa de oscuridad no debe ser confundida con el oscurecimiento de
los cuerpos celestes poco antes de la aparición de Cristo en 19:11–16. Lo que vemos en esta
quinta copa es una de las señales que el Señor dio en su descripción del período de la
Tribulación (Lucas 21:8–38). Para el remanente fiel sobre la tierra habrá abundancia de luz,
de la misma manera en que Israel tuvo luz en sus moradas durante las plagas egipcias.

9. La sexta copa Sobre el río Eufrates (16:12–16)


Los eruditos difieren en cuanto a la interpretación de este pasaje. Un comentarista sugiere
que al hablar de que se seca el río Eufrates se está hablando en figura de Babilonia, la cual
está ubicada al lado de dicho río. Pero nada se adapta mejor al contexto que el río Eufrates
mismo, cuyo ancho cauce es difícil de ser atravesado por individuos o por ejércitos. El acto
de secar este río antiguo permitirá a los ejércitos asiáticos (como se describe en el capítulo
19) marchar sin estorbos hacia la Tierra Prometida, de la cual el Eufrates es la frontera
oriental.
El asunto más importante a recordar aquí es que tanto el río Nilo como el río Eufrates han
de quedar total y realmente secos (Isaías 11:15). De manera que tanto la frontera occidental
como la oriental de Israel serán abiertas a los invasores e Israel quedará al descubierto para
ser atacado por los cuatro ángulos. Cuando el río Eufrates haya quedado seco, los ejércitos
orientales bajo sus respectivos reyes podrán alcanzar su objetivo.
Estos reyes, procedentes de “donde sale el sol” (una bella expresión oriental que se usa para
hablar del este u oriente), marcharán sin que nada se lo impida hacia la Tierra Prometida.
Puesto que el emblema nacional de Japón es el sol naciente, pudiera ser que esta nación
participara en el avance de las hordas del Asia. ¿No es terrible pensar en que millones
incontables de asiáticos van a cruzar el cauce seco del río Eufrates y unirán sus fuerzas con
la bestia contra Israel? Una avalancha unida de naciones como ésta antes del gran día de la
ira es temible en gran manera. Estos se lanzarán ciegamente para realizar una matanza en
grande, hasta que la sangre suba a la altura de los frenos de los caballos.
Note el frecuente uso de la palabra “grande” en este capítulo. A través del ministerio
milagroso de la bestia, las multitudes terminarán acostumbrándose a las cosas grandes. El
sensacionalismo estará de moda entonces. Grandes acontecimientos ocurrirán cada día con
su influencia atractiva y engañadora. Dios personalmente le va a dar a la gente unas pocas
cosas “grandes,” pero no para divertirla, sino para disciplinarla:
Gran voz (16:1)
Gran calor (16:9)
Gran río (16:12)
Gran día (16:14)
Gran voz (16:17)
Gran temblor de tierra (16:18)
Gran ciudad (16:19)
Gran Babilonia (16:19)
Gran granizo (16:21)
Gran plaga (16:21)
En el 16:13–16, que algunos escritores consideran como un paréntesis, encontramos la
trinidad satánica dirigiendo la más gigantesca combinación de fuerzas enemigas jamás
reunida sobre la tierra. Los grandes poderes mundiales, supervisados directamente por
Satanás, se habrán reunido para su propia desgracia.
Dentro de esta copa de ira tenemos una trinidad maligna el dragón, la bestia y el falso
profeta supervisando a todos los reyes de la tierra para su batalla, no sólo para luchar contra
Israel, sino también para tratar de derrocar a Dios mismo. “Se levantarán los reyes de la
tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo:
Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas” (Salmo 2:2, 3).

A. Las tres ranas


La trinidad maligna del misterio de iniquidad está ligada a tres espíritus inmundos como
ranas (16:13). Aunque aparecían tres ranas en el escudo de armas original de Francia, un
país que ha sido centro de infidelidad, socialismo y espiritismo, no creemos en la
interpretación exclusivamente histórica de esta sección (ni de ninguna otra sección) de los
capítulos 4 al 22. Debido a que la profecía frecuentemente es progresiva o acumulativa,
existe un punto de vista moderado en cuanto a los principios de interpretación, que busca la
manera de combinar el sistema histórico con el futurista. En esa forma puede haber un
cumplimiento parcial de algunas secciones del Apocalipsis sin agotar todo su significado.
Secciones así señalan hacia el futuro para su cumplimiento total. Los intérpretes que
pertenecen a este doble punto de vista ven en el nazismo, el facismo y el comunismo las
tres ranas que vio Juan.
Muchos de los mejores manuscritos dicen “como ranas”. Aquí tenemos el antitipo de la
plaga de ranas enviada a Egipto, un milagro que los magos egipcios fueron capaces de
duplicar (Éxodo 8:7). Una característica sobresaliente del ministerio de la bestia serán las
grandes señales y maravillas realizadas por medios satánicos. El dragón, la bestia y el falso
profeta están ligados con toda justicia a estas horribles ranas. Así como las ranas croan por
las noches en pantanos y cenagales, también estos espíritus inmundos en la obscuridad del
error enseñan mentiras en el fango de los deseos impuros. Alford habla de “la inmundicia y
el ruido pertinaz de las ranas”. Las ranas eran consideradas por los escritores y poetas
griegos como los habitantes apropiados del lago Estigio, o río del infierno. Estos espíritus
salen de las bocas de los tres inicuos que forman la trinidad infernal (la boca, por ser el
asiento principal de la influencia). De acuerdo con varios pasajes de la Biblia, deducimos
que la boca es la fuente y el medio de destrucción (Apocalipsis 1:16; 2:16; 9:17; 19:15;
Isaías 11:4). El dragón será consumido con el espíritu de la boca del Señor (2
Tesalonicenses 2:8).
El espíritu inmundo salido de la boca del dragón simboliza la arrogante infidelidad contra el
Señor y contra su Ungido (Cristo). El espíritu inmundo que sale de la boca de la bestia
representa el espíritu del mundo en la política de los hombres, ya se trate de una
democracia sin ley o del despotismo en el cual el hombre se sienta en lugar de Dios o por
encima de El. El espíritu inmundo que sale de la boca del falso profeta describe al
espiritualismo mentiroso y las religiones falsas muy de moda en los días de la falacia
satánica.
En esta trinidad satánica con su ministerio de obrar milagros tenemos una combinación de
poder infernal directo, la fuerza apóstata bruta y una terrible influencia maligna con el
odioso propósito de reunir a los millones de hombres de la tierra para la guerra. Entrará
entonces en efecto el último esfuerzo del infierno por destruir el cielo, cuya consecuencia
final será la toma de posesión de parte de Cristo sobre el dominio del mundo (19:17–21). A
su regreso, El tratará con eficacia con estos tres espíritus inmundos, tal como lo hiciera con
aquellos que se opusieron a El cuando estuvo en la tierra.
Puesto que la reunión de los reyes del mundo con la bestia es una señal de la venida de
Cristo para destruir a sus enemigos, los santos reciben una exhortación para que velen su
venida. Un mensaje de aviso y aliento se envía al remanente fiel: “He aquí, yo vengo como
ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean
su vergüenza” (16:15). Aquí nos encontramos con un paréntesis de suma importancia
espiritual. Debe entenderse claramente que este no es un mensaje para la Iglesia; sin
embargo, los principios contenidos en él acerca de la bienaventuranza asociada con la
actitud de velar (y la vergüenza para los que vivan descuidadamente) es aplicable a los
santos de todas las generaciones.
Las expresiones “he aquí” y “bienaventurado” están relacionadas definitivamente con los
santos de la Tribulación. Alrededor de ellos, las multitudes estarán durmiendo en
obscuridad moral y espiritual. Estarán viviendo en un estado de seguridad falsa y se
congratularán a sí mismos por el aparente estado de “paz y seguridad”. Pero repentina e
inesperadamente, el Señor, como un ladrón en la noche sorprenderá y destruirá a todas las
gentes congregadas por la actividad satánica contra el Señor y contra su Ungido. Aquellos
que creen que la Iglesia deberá pasar a través de la gran Tribulación, hacen mucho alarde
sobre este versículo. Pero Cristo no vendrá por su Iglesia como un ladrón. El regresa por su
Iglesia como un novio, ya que la Iglesia es su novia. Con la llegada de un ladrón hay pánico
y miedo, puesto que viene a despojarnos de nuestras posesiones y a destruir nuestras
propiedades (1 Tesalonicenses 5:2, 4; Mateo 24:43; 2 Pedro 3:10). Nosotros no somos de la
noche ni de las tinieblas y por lo tanto no tenemos miedo del regreso de nuestro Señor.
Por supuesto, en lo que concierne a nuestro andar, debemos esforzarnos siempre por tener
nuestras vestiduras sin mancha y llevar una vida en la que no haya nada de qué
avergonzarnos y sin estar expuestos a desnudez moral. El peligro que confrontarán aquellos
que vivan durante el tiempo en que los espíritus inmundos estén operando, será el de
descuidar la esperanza venidera y por lo tanto exponerse a la mirada de los ángeles y de un
mundo impío “desnudos”: carentes de dirección y protección divinas.
El obispo Lightfoot sugiere que bien puede haber en esta exhortación a velar, una alusión a
una costumbre judía en el servicio del templo. Veinticuatro turnos o compañías de guardia
eran nombrados día y noche para vigilar las diversas entradas a los atrios sagrados. Uno era
nombrado como capitán o jefe de los demás y era conocido como el “hombre del monte de
la casa de Dios”. Su deber era hacer ronda por las diversas puertas durante la noche para
ver que sus subordinados fueran fieles a su cargo. Era precedido por otros hombres que
llevaban antorchas encendidas, y se esperaba que cada centinela que estuviera despierto lo
saludara con la contraseña “¡Hombre del monte de la casa de Dios, la paz sea contigo!” Si
por descuido o por dormitar, alguien no cumplía con esto, era azotado, sus vestidos eran
quemados y quedaba marcado por la vergüenza.

B. La batalla de Armagedón
¡Cómo temblamos al tratar de imaginar lo que ocurrirá con las naciones que se hayan
confabulado con odio insaciable contra Dios y contra su Cristo cuando sean reunidas por
los espíritus inmundos para la batalla de aquel día del Dios Todopoderoso! ¡La mortandad
será universal! La historia testifica que hay ocasiones en que las naciones están entregadas
a la guerra con una pasión tal, que los historiadores son incapaces de explicarla. Esta será la
manera en que tendrá lugar esta guerra contra Dios.
¡Cuán ciegamente las hordas de la tierra serán conducidas contra Aquel que las ha creado!
(Vea el Salmo 2; Apocalipsis 17:14 y 19:19.) La frase: “Y los reunió” (16:16) puede ser
traducida: “Ellos (los espíritus inmundos de los versículos 13 y 14) los reunieron.” Si se
mantiene el pronombre personal “él” se entenderá que se trata de Dios, y es El
efectivamente quien los pone a las órdenes de los espíritus inmundos. Nadie puede leer el
Apocalipsis en su totalidad sin darse cuenta de que Dios está detrás de la escena y de los
actores en todo el proceso judicial del libro. En un acto de justa retribución, El permite a los
apóstatas gobernantes de la tierra que aglomeren a las multitudes en las montañas de
Meguido.
Debido a que el Armagedón será testigo de la batalla más sangrienta de toda la historia,
debemos considerar brevemente el significado histórico y profético del campo de batalla
más terrible de la tierra. El Armagedón está situado al pie del monte Carmelo, el escenario
de la mayoría de las matanzas del pasado. Armagedón significa “montaña de la
destrucción” o “matanza” y el nombre está bien puesto. En realidad, su nombre es Har
Magedon: “Har”, que significa “montaña”, y Magedon o Meguido, de una raíz que tiene el
significado de “cortar” o “matar”. La limitada zona de Meguido no permitirá la presencia
de un vasto número de hombres, pero este nombre puede también referirse a la más extensa
vecindad de Israel, donde por medio de la actividad satánica las naciones de la tierra
vendrán para ser aplastadas.
Meguido fue el escenario de la derrota de los reyes cananeos por la interposición milagrosa
de Dios bajo la dirección de Débora y Barac. Como aliado de Babilonia, Josías fue
derrotado y muerto en Meguido. Las lamentaciones de los judíos un poco antes de que Dios
intervenga a favor de ellos contra todas las naciones que se han juntado contra ellos, es
semejante a los lamentos por Josías en Meguido (Jueces 5:19, 20; Zacarías 12:11; 2
Crónicas 35:22–25).
Sin embargo, se puede hacer la pregunta: “¿Por qué es escogido Armagedón como el lugar
de reunión?” Bueno, ¡las naciones se reunen allí para atacar y destruir a Israel! “Contra tu
pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus
protegidos. Han dicho: Venid y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más
memoria del nombre de Israel. Porque se confabulan de corazón a una, contra ti han hecho
alianza” (Salmo 83:3–5). Dios, sin embargo, domina e interviene. Aunque las naciones se
arrojan en un esfuerzo combinado contra el Señor y contra su pueblo, el furor divino se
desata y la destrucción invade a las hordas arrogantes. Israel es liberado y sus crueles
enemigos son destruidos. En esta derrota total de las naciones se decide la soberanía de la
tierra, así como el derecho de Israel a poseer su propia tierra.

10. La séptima copa En el aire (16:17–21)


Todo lo que se ve durante la copa anterior es preparatorio para el derramamiento final de la
ira de Dios, el gran día de la ira de Apocalipsis 19:11–16. Entonces y sólo entonces, los
rebeldes serán destruidos y quitados de la tierra (Mateo 13:40–43). En la sexta copa
tenemos la reunión de las naciones de la tierra en Israel para realizar una verdadera guerra
contra Dios y contra el remanente de su pueblo (Isaías 11:15, 16). Ahora se acerca una
destrucción que excederá en magnitud a todo lo que se ha experimentado desde que el
hombre inició su triste historia fuera del jardín del Edén.
El séptimo ángel derramó su copa en el aire. Debido a que todos los hombres respiran aire,
el cual es esencial para la vida, tenemos aquí un juicio divino que afectará el aliento de vida
de la gente. Además, puesto que Satanás es descrito como el príncipe de la potestad del aire
(Efesios 2:2), también vemos en esta copa la consumación del juicio sobre todas las
influencias perniciosas del diablo. El mundo de Satanás sufre bajo esta terrible plaga. La
“gran voz” es la voz de Dios, como la del 16:1, con la excepción de que aquí se unen el
templo y el trono. En el templo es donde El reside, mientras que en el trono es donde reina.
La voz divina clama diciendo: “¡Hecho está!”, refiriéndose a toda la serie de plagas que
ahora queda completa. ¡Hecho está! Ya ocurrió. Compare la voz de Dios en esta
consumación final con la voz de Cristo sobre la cruz, cuando fue consumada la obra de la
redención: “¡consumado es!” Aquel “Consumado es” del Salvador fue rechazado, así que
ahora viene el Juez con su exclamación “Hecho está” con relación a la retribución divina.
El final de la ira de Dios ha llegado. Un poco más tarde vendrá la terrible exhibición de la
ira del Cordero. Bajo esta séptima copa, Dios le está dando a Babilonia “la copa del vino
del furor de su ira”. Esta frase sugiere tanto ira hirviente como enojo reposado, dos ideas
que están implicadas en Jeremías 30:23, 24. Aquí ya se da por realizada la destrucción de
Babilonia. En los capítulos 17 y 18 tenemos una descripción separada del breve resumen
que se nos ha dado bajo esta copa. Dios es el Creador y por lo tanto puede producir
convulsiones de tal magnitud que pueden lanzar a la tierra al estado caótico previo a la
creación del hombre.

A. Tres símbolos de ira


En los “relámpagos y voces y truenos” (siempre simbólicos de poder grandioso en el juicio)
tenemos una fórmula de visitación divina preparada para llevar el terror a los corazones de
los hombres. Estas señales y representaciones de enojo retributivo son enviadas a la tierra
en la forma del más fuerte terremoto que la tierra haya jamás experimentado. Todos los
terremotos ocurridos hasta ese momento parecerán insignificantes frente a este inigualado
temblor de tierra. (Vea Hebreos 12:25, 26.)

B. Las tres partes de la ciudad


Tan destructivo será este terremoto, que la ciudad de Jerusalén se dividirá en tres partes.
Roma y todas las grandes ciudades de la tierra son reducidas a ruinas. Toda la soberanía
sobre los reyes de la tierra que Roma y Babilonia habían representado es destruida para
siempre. La “gran Babilonia” es descrita como madura y lista para un “gran terremoto” y
una “plaga extremadamente grande”. Su lugar y su grandeza son condenados a eterna
destrucción (Jeremías 51:62–64), destrucción que es celebrada en el cielo según
Apocalipsis 19:1–4.
Además del terror de esta hora, viene el desplomamiento de islas y montañas. Bajo el sexto
sello éstas fueron removidas “de su lugar” (6:14). Aquí se dice que “toda isla huyó, y los
montes no fueron hallados”. ¡Será una gigantesca catástrofe!
El acto que sirve para coronar los juicios es el descenso de enormes granizos sobre la tierra.
El granizo, como lo veíamos anteriormente, es un símbolo de la ira divina (Isaías 28:2;
Ezequiel 38:22). (Con respecto a otras granizadas, vea Apocalipsis 8:7 y 11:19.) Nadie se
puede imaginar con exactitud cómo serán los efectos de esta violenta y desastrosa tormenta
de granizo. La destructiva y asombrosa naturaleza de este juicio se nos hace más evidente
cuando recordamos que los granizos son “como del peso de un talento” cada uno. Un
talento tiene entre 47 y 82 kilogramos, de manera que la severidad del juicio reservado para
el día de la batalla y la guerra “en los tesoros del granizo de Jehová”, es temible en extremo
(Job 38:22, 23; Salmo 105:32).
¡Pero estos juicios solamente provocan blasfemia en lugar de provocar arrepentimiento! El
endurecimiento de la conciencia es el resultado de la persistencia en el pecado. La tragedia
consistirá en que los hombres no se sentirán quebrantados para arrepentirse, sino que
permanecerán sin cambio alguno. Con tal demostración del poder judicial de Dios, los
hombres deberían sentirse arrepentidos y glorificarlo a El, pero en lugar de eso, perecerán
maldiciendo a Dios. Qué diferente es el efecto que produce la manifestación del poder de
Dios sobre los suyos: estos dan gloria al Dios del cielo (11:13)

Los siete juicios


Apocalipsis 17:1–20:15
En los capítulos altamente trágicos que vamos a considerar ahora, Cristo actúa rápidamente
como conquistador y somete a todos sus enemigos. ¡Qué acción tan rápida y precisa la que
tenemos en esta sección! ¡Cuán majestuosa es la escena en que nuestro omnipotente Señor
toma para sí todo poder y reina por encima de todos! Una vez que El se levante para tratar
contra todas las fuerzas antagónicas, nadie será capaz de soportar su poderío. Con una vara
de hierro, desmenuzará aun al más poderoso enemigo. Los gobernantes orgullosos y
arrogantes, tanto infernales como humanos, han de ser despedazados como vaso de
alfarero. Ya se trate de sistemas, ciudades, o ciudadanos, todas las cosas y todas las
personas contrarias a su voluntad y gobierno han de caer ante su mirada y sus juicios
poderosos. Aunque es el amante Cordero, Cristo ahora revela su poder como león.
Los tronos de la tiranía y los santuarios idolátricos son destruidos. El Salvador entra en su
reino y se ciñe la corona de este pobre mundo.
Fue una ocasión memorable aquella cuando Jesús llegó a la sinagoga de Nazaret, tomó el
rollo del Antiguo Testamento de la mano del ministro y leyó del profeta Isaías un pasaje
que relacionó con su propio ministerio:

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado … a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová (Isaías 61:1, 2).

Entonces El cerró el libro en este punto, sin terminar la cita. Es decir, sin leer la parte que
dice: “Y el día de venganza del Dios nuestro.”
“El año de la buena voluntad de Jehová” abarca la venida del Señor como Salvador y la
dispensación de gracia durante la era de la Iglesia (Apocalipsis, capítulos 1 al 3). “El día de
venganza del Dios nuestro” tiene que ver con lo que sigue al día de salvación: el día del
juicio durante la gran Tribulación (Apocalipsis, capítulos 4 al 20). Con llamas de fuego, el
Dios justo toma venganza sobre los inicuos (2 Tesalonicenses 1:8). Esta es la razón por la
cual se menciona el amor en esta sección judicial del Apocalipsis. Puesto que el amor del
Cordero ha sido rechazado, el día de su ira viene sobre todos los que aman y practican la
mentira. Su amor por los suyos es mencionado en la sección de gracia (1:5; 3:10; vea
también 2:4; 12:11).
Sofonías fue uno de los profetas que testificaron anticipadamente por medio del Espíritu
Santo (1 Pedro 1:11) sucesos que estaban muy distantes de su propio tiempo. Describiendo
“el gran día del Señor”, dijo que sería:
Día de ira y de angustia,
Día de aprieto y de alboroto,
Día de asolamiento y de tiniebla,
Día de nublado y de entenebrecimiento,
Día de trompeta y de algazara,
Día de la ira de Jehová (Sofonías 1:15–18).

1. La condenación de Babilonia (17:1–18:24)


Se necesitan unas palabras de introducción sobre la relación íntima que hay entre los
capítulos 17 y 18, ya que ambos tratan sobre Babilonia, pero desde distintos ángulos. Se
dan breves informes sobre la destrucción de Babilonia en 14:8 y 16:19, pero los capítulos
17 al 19 están llenos de todos los detalles del juicio de Dios sobre un sistema religioso
pecador. Es esencial tomar todos estos pasajes en conjunto y leerlos como si fueran uno
solo.

En el capítulo 17 hallamos:
En el capítulo 18 hallamos:
la Babilonia mística;
la Babilonia material.
un sistema corrupto;
una ciudad condenada.
un cristianismo apóstata;
un comercialismo impío.
la ramera y la bestia;
a Dios y Babilonia.
el fingimiento religioso;
el orgullo mundano.
el deleite de los reyes
los gobernantes y mercaderes de la tierra con la de la tierra lloran y se ramera borracha,
lamentan por la destrucción
“El misterio de Babilonia”
de la Babilonia comercial.

Es muy apropiado que uno de los siete ángeles encargados de derramar las siete copas de la
ira sea quien le explique a Juan el juicio que acaba de pronunciar sobre Babilonia (14:8;
16:19). Dos frases muy significativas parecen dividir este capítulo 17:
“Te mostraré la sentencia” (17:1);
“Te diré el misterio” (17:7).
El doble desarrollo de este capítulo es de por sí claramente manifiesto:
La gran ramera controla a la bestia (17:1–7);
La bestia destruye a la gran ramera (17:7–18).

A. La gran ramera domina a la bestia (17:1–7)


Una mujer y una ciudad son usadas ambas como símbolos de la Iglesia (2 Corintios 11:2;
Apocalipsis 21:2, 9, 10) y ambas figuras son usadas en esta descripción del cristianismo
apóstata. En 17:18 la mujer es identificada como la ciudad: “Y la mujer que has visto es la
gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.” La mujer vestida de escarlata, una de las
maravillas profundas de las Escrituras, es la obra maestra de falsificación de Satanás. ¡Qué
gran farsa y falsificación de la verdadera Iglesia es la madre de las rameras!
La verdadera Iglesia es una virgen casta;
la iglesia apóstata es una ramera.
La Iglesia está desposada con un solo esposo;
la iglesia apóstata se enreda en actos promiscuos con los reyes de la tierra.
La verdadera Iglesia es el misterio de la santidad;
la iglesia apóstata es el “misterio de Babilonia”.
La verdadera Iglesia es “columna y apoyo de la verdad”;
la iglesia apóstata es llamada Babilonia: “confusión.”
La verdadera Iglesia ofrece la copa de la salvación;
la iglesia apóstata sostiene la copa de oro llena de abominaciones.
La verdadera Iglesia ha sido comprada con la sangre de Cristo;
la iglesia apóstata está ebria con la sangre de los mártires de Jesús.
Se dice que la mujer está “sentada”. Por lo tanto, nos llama la atención el asiento de ella.
“Está sentada sobre muchas aguas” (17:1); “siete montes, sobre los cuales se sienta la
mujer” (17:9). El hecho de estar “sentada sobre muchas aguas” recibe la siguiente
exposición de parte de Juan en 17:15: “Las aguas que has visto donde la ramera se sienta,
son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.” Las “muchas aguas” tipifican las vastas
multitudes de la raza humana sobre quienes la mujer ha lanzado sus hechizos. La antigua
Babilonia poseía una riqueza que provenía del río Eufrates y sus numerosos canales de
irrigación. La iglesia apóstata se alimenta de las naciones que gobierna.
El estar “sentada sobre muchas aguas” (Jeremías 51:13) indica que la gran ramera gobierna
y domina a las naciones religiosamente, así como la bestia sobre la cual ella va montada,
gobierna políticamente. Como representante de un vasto sistema religioso, la mujer tiene un
séquito universal de seguidores. La gran ramera y la bestia son compañeras en iniquidad y
apostasia. Combinadas, representan el poder eclesiástico y el gubernamental.
Que esté sentada “sobre la bestia” (17:3) significa que la ramera cabalga sobre la bestia.
Ella no sólo ejerce dominio religioso sobre las multitudes, sino que también es capaz de
manejar y dirigir a la bestia. Todos los reyes vasallos y los gobernantes humanos,
especialmente los que estén dentro del imperio romano revivido, estarán bajo su control.
Los poderes políticos y civiles estarán sujetos a su gobierno y supremacía. Y tal dominio
total y completo sobre el vasto poder imperial apóstata encabezado por la bestia ya se está
formando.
Dos ideas contradictorias están representadas en la mujer y en la bestia. Podríamos expresar
los dos contrastes de la manera siguiente:
La mujer personifica la corrupción de la verdad;
la bestia representa el desafío abierto a Dios.
La mujer incorpora todo aquello que es licencioso;
la bestia incorpora todo lo cruel y despiadado.
De esta manera, la corrupción y la violencia que ocasionaron el diluvio (Génesis 6:11) han
de alcanzar su punto culminante en la mujer y en la bestia. La expresión “sentada sobre una
bestia” es una profecía de que la iglesia apóstata será llevada y sostenida por las naciones, y
que reinará y gobernará con poder temporal.
Los siete montes sobre los cuales la mujer se sienta (17:9) representan siete reyes o siete
formas sucesivas de gobierno político. De los siete emperadores romanos, “cinco han
caído” (lo cual puede referirse a muerte por medios violentos) antes del tiempo de Juan.
Estos cinco casi siempre se enumeran de la manera siguiente: Julio César, Tiberio,
Calígula, Claudio y Nerón. El sexto, el cual reinaba cuando Juan escribió el Apocalipsis,
era el blasfemo Domiciano, quien terminó siendo asesinado. Puede ser considerado como el
“uno es”. El otro emperador, el cual todavía no había reinado hasta el tiempo de Juan, será
el séptimo cabecilla romano. La bestia será el octavo, “y es también de entre los siete”.
Mientras que por una parte la bestia será distinta en carácter y obras, por la otra continuará
la forma de gobierno autocrático del séptimo rey. Y es la mujer quien dominará esta última
expresión soberana de todo movimiento y secta anticristiana que exista en ese momento,
bajo la consolidación y el control de Satanás. Los siguientes contrastes pueden ser útiles:

La verdadera Iglesia
La madre de las rameras
Virgen casta
Gran ramera
Sujeta a Cristo
Sujeta a Satanás
Pertenece al cielo
Pertenece a la tierra
Adornada divinamente
Adornada satánicamente
Preservada por Cristo
Destruida por la bestia
Le espera la gloria eterna
Le espera eterna ruina
Verdadera novia
Imitación de iglesia
Tiene un llamamiento celestial
Codicia posesiones terrenales
La obra maestra de Cristo
La obra maestra de Satanás
Habitada por el Espíritu Santo
Poseída por el mal espíritu
Misterio de los siglos
Misterio de iniquidad
Sumisa a Cristo
No se sujeta a nadie
Arrebatada al aire
Lanzada a la perdición
Ejerce poder espiritual
Busca poder secular
Exhibe la gloria de Cristo
Se gloría en lo sensual

La bestia va a ser la cabeza de un imperio confederado. El poder ejecutivo, que comenzó


con Nimrod ha de concluir con la bestia, y ambos están relacionados con Babilonia. Dios
va a permitir que la tierra profética posea poder ejecutivo. Esta tierra profética estará
constituida por las naciones que encierran al mar Mediterráneo con aliados del imperio de
los césares. Todos estos formarán la confederación de la bestia. Todas estas naciones “que
moran en la tierra” tendrán una mente terrenal. El dominio de la bestia es tanto externo
(porque se extenderá a todas las naciones) como interno (que se conformará al mundo).
El sistema pagano babilónico era una doble mezcla de la unión de los poderes civiles y
religiosos y de las costumbres y formas externas. Se usaban ritos secretos de iniciación y
los adoradores eran consagrados por ceremonias de purificación, aun cuando fueran
culpables de cometer maldades. La mujer, el misterio de la iniquidad, es el símbolo de una
religión pagana con un sacerdocio que ejercía dominio sobre toda autoridad civil. Sus
maquinaciones son secretas e internas, mientras que las de la bestia son manifiestas a todos.
En el conflicto por la autoridad y el control supremos, la bestia sale victoriosa.
Quitar a la ramera equivaldrá a quitar de sobre las naciones una carga espiritual, mental,
política y económica. Aunque todas las naciones se regocijarán por la destrucción de la
ramera, sin embargo, todas cometieron fornicación con ella y le tributaron reverencia.
La palabra misterio implica un hecho espiritual intrínseco escondido e imposible de ser
descubierto por el mero uso de la razón, pero que ahora es revelado. La unión entre Cristo y
su Iglesia es un misterio. En contraste con el misterio de la piedad estará el misterio de
iniquidad. Esta parte del nombre místico estampado indeleblemente en la frente de la mujer
describe perfectamente al terrible sistema que ella representa: una falsificación de la Iglesia
verdadera. El lugar de supremacía de Cristo sobre las naciones es usurpado. En lugar de ser
la depositaria de todo lo que es verdadero y santo, la mujer es descrita como la
materialización del error y la maldad.
“Babilonia la grande” es llamada grande debido a su reputación terrible y por ser la
representación personal de la confusión general. Esta descripción de la mujer sugiere un
extendido sistema de maldad espiritual que representa la culminación de todos los males
que operan en contra de la verdadera Iglesia mientras ésta esté en la tierra.
El babilonianismo del capítulo 17 es el sistema eclesiástico de la iglesia apóstata. Esa es la
religión de la bestia. Dicho sistema es llamado “Babilonia la grande” para distinguirlo de la
Babilonia de Nabucodonosor, conocida como “la gran Babilonia”. La palabra “Babilonia”
significa confusión y está asociada con Babel y su torre inconclusa. Usado para designar a
la mujer, el nombre Babilonia representa el cristianismo apóstata desde el punto de vista
divino. Desde este punto de vista, dicho babilonianismo es el misterio de la abominación.
El cristianismo profesante, sin miembros nacidos de nuevo, y totalmente sin Dios se va a
expandir hasta completar el plan de la mujer babilónica vestida de escarlata. Este
babilonianismo será una religión que los reyes de la tierra considerarán como una pesada
carga, por lo que finalmente se unirán a la bestia en un esfuerzo por liberarse de un sistema
que los ha convertido en esclavos.
¿Cuál es el significado de la expresión “la madre de las rameras y de las abominaciones de
la tierra”? En la antigua Roma las rameras llevaban en la frente un rótulo con su nombre.
Vale la pena describir y comparar nombres en la frente. En 19:16, Cristo tiene un nombre
sobre sus vestiduras y en su muslo. Los redimidos tienen el nombre de Dios en sus frentes.
El nombre de la ramera en su frente es otro ejemplo de la farsa de Satanás. Todos los
nombres que lleva la mujer están en agudo contraste con la mitra del sumo sacerdote con su
inscripción “Santidad a Jehová”. La descendencia de esta madre de las rameras será
numerosa. El cristianismo apóstata será el padre de toda suerte de religiones, idolatrías y
artes usados por Satanás para apartar a los hombres de Dios. Bajo la figura de la madre de
las rameras encontramos lo peor de la religión y la fuente de todo lo que es moralmente
repugnante.
El cristianismo apóstata será una abominación sobre la tierra y a los ojos del Señor debido a
la amalgama que ofrecerá, la parábola de la mujer que mezcla la levadura hasta que toda la
masa está bien leudada, podría describir también el veneno de un sistema maligno que está
a punto de permear el mundo religioso. Babilonia, como ya lo hemos hecho notar, significa
mezcla o confusión. “Ba-bel,” que significa “la puerta hacia Dios”, fue un lugar donde se
dieron cita los pecadores sin ley. Sin embargo, Dios intervino con la mezcla y confusión de
lenguas y desparramó a la gente por doquier. Abraham fue llamado de una civilización
apóstata para fundar una nueva raza. De manera que Babilonia, la principal de las ciudades
idolátricas es un emblema apropiado de la monstruosa maldad y de la extendida influencia
de cristianismo apóstata de los últimos días. Pero la destrucción de este malévolo sistema
ocurrirá cuando la bestia rechace y desafíe las exigencias de la mujer que tiene la autoridad
y el control supremos.
Dos frases describen la abominable naturaleza de la gran ramera: “El vino de su
fornicación” (17:2) y “la inmundicia de su fornicación” (17:4). Fornicación es una relación
ilícita, y la fornicación espiritual es el equivalente a la idolatría. “Han fornicado con sus
ídolos” (Ezequiel 23:37). La solemne acusación contra los habitantes de la tierra es que
ellos sucumbieron ante la brillantez seductora y la atractiva exhibición de la ramera. Se dice
que los reyes y los pueblos fueron atrapados por los encantos corruptos y licenciosos de la
mujer escarlata. Pero todos los que hayan bebido de su copa, sin importar que sea de oro,
deberán perecer junto con ella.
Juan presenta a la mujer sentada sobre una bestia vestida de escarlata, con una copa de oro
en su mano, llena de las abominaciones e inmundicias de su fornicación (17:4). Ocurrió lo
mismo con la Babilonia antigua. Mientras todavía disfrutaba de toda su gloria, su ruina fue
proclamada por Jeremías: “Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó
a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones”
(Jeremías 51:7).
Como la bestia escarlata está llena de nombres de blasfemia (17:3), así la copa de oro está
“llena de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación”. La última fase de la religión
apóstata estará caracterizada por la idolatría y la corrupción, y la influencia mundial de esta
monstruosa ramera se puede deducir del hecho de que ella hace que otros se embriaguen
con el vino de su fornicación.
Se dice de la bestia de color escarlata que estaba llena de nombres de blasfemia y que tenía
siete cabezas y diez cuernos. Aquí tenemos al último rey, el caudillo federal de las
naciones, un rey de reyes y señor de señores. Que está lleno de nombres de blasfemia
implica que todo el dominio de la bestia es totalmente corrupto, caracterizado por la
blasfemia abierta y escandalosa (13:1–10). En los diversos nombres tenemos las varias
formas de rebelión y de obstinación. De manera que tanto la bestia como su imperio son
blasfemos e impíos.
“Llena de nombres” también puede significar por dondequiera; no sólo en las cabezas sino
por todas partes. En las “siete cabezas” se nos da la idea de poder administrativo total,
(13:1) cubierto por medio de formas o sistemas efectivos de gobierno. Los “diez cuernos”
representan personajes reales, quienes reinan con autoridad real con la bestia, el cuerno
pequeño de Daniel 7:8, 20. Esta bestia de color escarlata es identificada con la cuarta bestia
de la visión de Daniel (Daniel 7:23, 24).
Para poder ver a la mujer montada en la bestia, Juan nos dice que el ángel lo tuvo que
transportar al desierto, esto es, a un lugar de soledad y de evidente desolación. ¿Qué era lo
que Juan quería decir con el término “desierto”? Una explicación dice que el esplendor de
la mujer y de la bestia cautiva el corazón y los sentidos físicos de toda la gente, con
excepción de los del remanente fiel, para quienes esta atractiva exhibición no es más que un
desierto, porque Dios no está en ella.

B. La bestia destruye a la gran ramera (17:7–18)


La expresión “te mostraré” de 17:1 es modificada en el “te diré” de 17:7. Ahora se le da a
Juan la interpretación divina del misterio de la mujer y de la bestia que la lleva. El apóstol
se había maravillado por esto con el asombro de una horrible sorpresa; pero ahora era la
tierra la que se maravillaba al ver el juicio de Dios derramándose sobre la mujer y sobre la
bestia (17:18). Aquí se revela un doble misterio:

El misterio de la bestia (17:7–14)


El misterio de la ramera (17:15–18).

La mujer y la bestia son tratados separadamente, ya que son distintos (a pesar de que son
compañeros en iniquidad y en apostasía). La mujer da la idea de poder eclesiástico,
mientras que la bestia personifica el poder civil. Cuatro fases de la historia de la bestia
(17:7–14) le son explicadas a Juan. En cuatro breves y enérgicas expresiones, Juan conoce
el curso y la consumación del imperio más grande del mundo:
“Era”
“No es”
“Está para subir del abismo”
“Ir a perdición”
“La bestia que has visto, era” (17:8), refiriéndose al pasado. Aquí tenemos el antiguo
imperio romano como existió en la forma imperial hasta el tiempo de Juan y hasta su
destrucción en 476 d.C. Bajo una larga sucesión de gobernantes imperiales, la bestia existió
como un vasto y consolidado imperio. Aunque la bestia será una persona real, también se
usa como la cabeza figurada de un sistema apóstata, así como la mujer. De esta manera, la
bestia (o el imperio que ella representa) es una parte integral de la profecía bíblica.
“La bestia que has visto, no es” (17:8), refiriéndose al presente. Aunque los países
incorporados al antiguo imperio de fama mundial todavía permanecen, el imperio
consolidado como tal ya no existe. Fragmentos de la antigua vida y las leyes romanas
caracterizan a muchas de las naciones que una vez fueron parte de este poderoso imperio.
“La bestia que has visto está para subir del abismo e ir a perdición” (17:8), refiriéndose al
futuro. Al levantar el telón, Dios capacita a Juan para que vea a través del corredor de los
siglos y observe el avivamiento satánico del imperio romano. Dando un salto en el tiempo,
Juan puede ver en forma de visión el atardecer de dicho avivamiento: “Está para subir del
abismo.” La bestia misma se levanta al principio de la septuagésima semana profética. Su
imperio surge a la mitad de la semana. La esposa del Cordero viene del cielo, mientras que
el imperio de la bestia (para sorpresa de todos los hombres) surge de en medio del abismo.
En este maravilloso panorama histórico del futuro de la bestia se nos dan nociones de la
fase final del apóstata poder civil de los gentiles. La hora de la venganza ha llegado. La
bestia y su Babilonia están a punto de ser destruidos. Se hace mucho énfasis en su ruina
perdurable en la repetida frase: “Va a la perdición” (17:8, 11). En 17:11 se hace énfasis en
el griego en “la bestia”. Peculiar y preeminentemente, es ella la que está señalada para la
destrucción. Este cuerno pequeño, con ojos como de hombre y con una boca que habla
grandes cosas, va a ser lanzado vivo al lago de fuego; vivo y acompañado de sus socios en
el crimen (19:20). La frase “va a la perdición” se usa también con respecto a otro individuo:
Judas (Juan 17:12). Esto ha inducido a algunos escritores a afirmar que la bestia es la
encarnación de Judas. El imperio mismo será destruido por Cristo en su venida, cuando El
aparezca para tomar todos los reinos del mundo y los convierta en su imperio mundial.
Dos veces se nos dice que el malvado y engañado mundo se asombrará por la aparición de
la bestia (13:3; 17:8). Pero tan asombroso fenómeno no sorprenderá a los escogidos,
quienes entienden con exactitud la personalidad de la bestia. Serán únicamente aquellos
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida quienes contemplarán con asombro
las artimañas de Satanás. Los escogidos poseen una mente dotada de sabiduría y por lo
tanto entienden el significado profético de todo lo que está escrito.
Entre las características prominentes de la bestia destacan su historial político y su guerra
en contra del Cordero. Ya hemos escrito algo acerca de las siete cabezas. Los diez cuernos,
se nos dice, representan a diez reyes o sus reinos. Las siete cabezas expresan formas
sucesivas de gobierno, mientras que los diez reyes son contemporáneos, y se ve como si
estuvieran dominando un territorio real durante el período de la bestia. Los diez reyes son
coexistentes con la bestia e indican la apariencia de su imperio, el cual existirá en forma de
diez reinos.
Las respectivas cabezas de estos reinos reciben poder como reyes, lo cual significa que
conservan sus derechos reales. Tienen un poco de reyes, pero no son poseedores del poder
total de sus reinos. Inclinándose en obediencia total ante la voluntad de la bestia, estos
reyes le darán todo su poder y su fuerza a ella. Con un mismo sentir, llevan a cabo la
voluntad de la bestia y se convierten en sus aliados dependientes.
Estos diez reyes reinarán por “una hora” con la bestia. La duración de los reyes es medida
con relación al reino de la bestia. “Una hora” representa un tiempo definido de corta
duración. La bestia, aunque se establecerá a sí misma como un rey de reyes, será depuesta
muy en breve por el verdadero Rey a su venida. La victoria del Cordero sobre la bestia y su
coalición de reyes será violenta y completa.
En el versículo 17:14 se anticipa la victoria final y completa de Cristo en el mensaje del
ángel, una victoria que se describe más detalladamente en 19:19–21. Esta guerra y la ira del
Cordero son específicamente: contra el anticristo y sus reyes, congregados con el doble
propósito de destruir a Israel para que deje de existir como nación (Salmo 83:4) y hacer
guerra contra el Cordero como una expresión de su odio hacia El.
Note que el Cordero es visto como el Señor de señores y Rey de reyes. La palabra griega de
la cual viene el término “cordero” es el diminutivo arníon, “el corderito.” En contraste con
la arrogancia y la malignidad de la bestia tenemos la mansedumbre y la inocencia del
Cordero. Sin embargo, el Cordero Todopoderoso triunfa sobre la bestia. Los títulos que se
usan para designar a nuestro Señor combinan su mansedumbre con su poder, su ternura con
su fuerza.
El Apocalipsis es esencialmente un libro del Cordero. El libro en su totalidad gira en torno
de Cristo como Cordero.

Capítulo 1: la visión del Cordero


Capítulos 2 y 3: el mensaje del Cordero
Capítulos 4 y 5: la adoración del Cordero
Capítulos 6 al 19: la ira del Cordero
Capítulo 19:7–10: las bodas del Cordero
Capítulo 19:11–22: el reino del Cordero.

El nombre “cordero” aparece veintisiete veces en el Apocalipsis y se presta para un estudio


extremadamente valioso:

El Cordero inmolado (5:6; 7:14)


El Cordero adorado (5:8; 21:22)
El Cordero digno (5:12)
El Cordero eterno (5:13, 14)
El Cordero revelador (6:1)
El Cordero airado (6:16, 17; 14:10)
El Cordero reinante (7:10)
El Cordero sustentador (7:17)
El Cordero que escribe (13:8; 21:27)
El Cordero que vendrá (14:1)
El Cordero que es seguido (14:4)
El Cordero victorioso (12:11; 14:10; 17:14)
El Cordero desposado (19:7–9; 21:9)
El Cordero iluminador (21:23–25)
El Cordero que refresca (22:1)
El Cordero obedecido (22:3, 4).

¡Cuán cierto será que “el Cordero será la gloria en toda la tierra de Enmanuel”!
Este decimoséptimo capítulo del Apocalipsis está lleno de “señales”. Podría elaborarse otro
bosquejo del libro con referencia a la palabra “señal”:

La señal en el cielo (12:1)


La señal de la personalidad de Satanás (12:3; 13:3)
La señal del poder de la bestia (13:13)
La señal de la iglesia ramera (17:6)
La señal de un mundo inicuo (17:8).

Las tres características de aquellos que participan en la victoria del Cordero las poseen
también todos sus santos: “Ellos están con El.” Así como la bestia comanda sus ejércitos,
así también Cristo cuenta con sus huestes militantes que lo asisten. Los ejércitos celestiales,
constituidos por el cuerpo completo de los santos redimidos, acompañan a Cristo cuando El
desciende del aire a la tierra. ¡Qué escena! La bestia y sus ejércitos están a un lado, y el
Cordero con sus ejércitos al otro, y del resultado de esto no hay ninguna duda. Cristo será
exaltado entre las naciones. Será exaltado sobre la tierra.
En “las aguas donde se sienta la ramera” (17:15–18) puede verse que las fuerzas del mal
montan una blasfema parodia de Jehová sentado sobre el diluvio. Las aguas que vio Juan
(17:1) tipifican, según se le explicó, “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”. Aquí
podemos ver la inmensa influencia moral de un cristianismo apóstata sobre las vastas masas
de la humanidad.
“Estos aborrecerán a la ramera” (17:16). ¡Qué abyecta desolación la que le espera a la
iglesia apóstata! Habiendo determinado liberarse a sí mismo y a su imperio de la influencia
sutil y empobrecedora de la ramera, la bestia se torna ahora contra ella y la desmonta de su
exaltado trono. Los gobernantes del imperio confederado despojan a la ramera de todos sus
ornamentos vistosos y seductivos. Las naciones confederadas con su cabecilla principal se
confabularán aborreciendo a la ramera. La caída de la gran ramera ocurre debido a un
cambio repentino ocurrido en los pueblos esclavizados. No sólo habrá repugnancia hacia la
ramera y pillaje sobre sus riquezas y adornos, sino que también su carne será devorada. La
expresión “sus carnes” en plural como se da aquí tiene el sentido de grandes cantidades: las
posesiones terrenales, la plenitud de la carnalidad. Pero la bestia y los diez reyes, antes
admiradores y esclavos de la ramera, son ahora sus más crueles y amargos enemigos y se
hartan con todas las posesiones de la ramera.
Después la ramera será quemada “con fuego”. En todo este proceso gradual de castigo
puede hacerse referencia al castigo legal de la abominable fornicación. En tiempos
antiguos, a veces las rameras eran quemadas. La voluntad permisiva de Dios es enfocada
nuevamente en el perfecto acuerdo que hacen los reyes con la bestia. En el fondo de la
alianza de las naciones y su unión con la bestia (y la destrucción final de la ramera) está la
voluntad de Dios. El ha decretado la destrucción del dominio gentil y del cristianismo
apóstata, y triunfará. Dios puede usar aun a hombres malos para hacer que sus propósitos se
cumplan. La ira del hombre puede servir para glorificarlo a El.
Estamos de acuerdo con lo que dice Walter Scott: “Dios obra en forma invisible pero no
menos real, en todos los cambios políticos del día de hoy. El estadista astuto y el
diplomático inteligente son simplemente agentes en las manos del Señor, aunque ellos no lo
sepan. El egoísmo y las tendencias en la política pueden influir en la acción, pero Dios está
obrando firmemente hacia un fin: manifestar las glorias celestiales y terrenales de su Hijo.
O sea que, en lugar de estorbar los planes de Dios, los legisladores y los gobernantes mas
bien los llevan a cabo inconscientemente. Dios no es indiferente, sino que está tras la
escena de las acciones humanas. Los hechos de los diez reyes del futuro en relación con
Babilonia y la bestia—el poder eclesiástico y el secular—no solo están bajo el control
directo de Dios, sino que todo es realizado en cumplimiento de su Palabra.” En un tiempo
tan crítico como este, debemos mantener nuestros ojos atentos a las evidencias de que la
mano gobernante de Dios se halla entre las naciones.
Seguidamente dirigimos nuestra atención a la destrucción de la Babilonia material. Tanto la
historia bíblica como la secular nos proveen una descripción adecuada de la antigua ciudad
de Babilonia, la cual alcanzó su mayor gloria y magnificencia durante el reinado de
Nabucodonosor (604–562 a.C.). Con sus altas murallas, sus torres, avenidas, jardines y
palacios, la antigua Babilonia debe haber sentido la fascinación de ser dominante e
insuperable. Que sus fortunas han sido objeto tanto de maravilla como de desgracia es un
hecho que enfatizan profetas e historiadores por igual. Actualmente no existe Babilonia, lo
cual ha hecho que algunos expositores afirmen que todas las profecías del Antiguo
Testamento relacionadas con la destrucción de esta ciudad ya se cumplieron y que, por lo
tanto, ya no podrá ser reedificada. En la actualidad, el territorio que cubría la Babilonia de
la Biblia es conocido con el nombre de Hillah.
Babilonia, donde Alejandro Magno se embriagó hasta morir, fue el tercer reino mundial
que oprimió a Israel en los tiempos de la supremacía gentil. El nombre “Babilonia”,
derivado de “bab-el”, que significa la puerta de Dios, se convirtió en “Babel”, que significa
confusión. De manera que la puerta de Dios vino a convertirse en el lugar de reunión de
rebeldes pecadores donde, para detener la creciente apostasía, Dios intervino con la
confusión de las lenguas.
La historia y la profecía de Babilonia pueden ser bosquejadas brevemente:
1. Nimrod fue su fundador (Génesis 10:10, 11). Su primera reina (y símbolo de una
ciudad y un sistema malvados) fue Semíramis I. Babilonia, por ser la primera de todas las
ciudades idólatras, es el emblema más apropiado para declarar la enorme maldad y la
influencia extensa y abrumadora del cristianismo apóstata.
2. Como reino secundario bajo el dominio de Asiria, Babilonia ayudó a esta última a atacar
a Israel y Judá (2 Reyes 17:24–31; 2 Crónicas 33:11).
3. Se profetizó que Babilonia sería la captora de Judá (2 Reyes 20; Jeremías 25:9–14).
4. Fue escogida por Dios para castigar a Judá (1 Crónicas 9; Jeremías 25:9).
5. Tendría que ser castigada severamente por sus maldades (Jeremías 25:9–14; Daniel 5).
6. Babilonia fue la opresora de Israel, como se simboliza en Daniel capítulos 2 y 7 bajo “la
cabeza de oro” y “el león”.
7. Babilonia volverá a ser prominente otra vez como símbolo bajo el anticristo
(Apocalipsis 17:5, 18).
Después de la destrucción de Nínive, la gran metrópoli del mundo vino a ser Babilonia, la
cual, de acuerdo con el gran historiador Herodoto, tenía cien puertas de bronce sólido, con
muros de más de diez metros de altura y tan anchos que bien podían correr sobre ellos seis
carrozas a la par. Los profetas anunciaron la destrucción de Babilonia (Isaías 13:1–22;
Jeremías 50:9–46). Alejandro Magno trató de restaurar a Babilonia, pero Dios había
declarado: “La barreré con escobas de destrucción” (Isaías 14:24), y desde entonces ha
permanecido en ruinas.
Babilonia fue el instrumento divino de juicio sobre Egipto, Judá, Edom, Moab, Amón, Tiro,
Sidón, Asiria, Hazor y Nínive. Isaías, Jeremías y Ezequiel son notablemente claros en sus
declaraciones sobre Babilonia en su relación con Judea.
La Babilonia del Apocalipsis ocupa la misma relación con respecto a la Babilonia de los
profetas del Antiguo Testamento que la que ocupa la Nueva Jerusalén con respecto a la
Jerusalén de los profetas. En el Apocalipsis, ambas ciudades son usadas en un sentido
místico, mientras que en los profetas las ciudades deben ser tomadas en su significado
literal. Debido a que no tenemos informes de una iglesia cristiana en medio de las ruinas de
la antigua Babilonia, entendemos que la Babilonia desde la cual Pedro envió su primera
epístola debe haber sido Roma (1 Pedro 5:13), donde su hijo espiritual, Marcos, estaba con
Pablo (Filemón 24).
La restauración de Babilonia como una verdadera ciudad es una cuestión muy discutida.
Hay muchos eruditos bíblicos que afirman que todas las referencias del Apocalipsis a
Babilonia deben entenderse simbólicamente. La Biblia anotada de Scofield, por ejemplo,
dice: “La idea de que Babilonia será reedificada literalmente en el sitio de la antigua
Babilonia se halla en conflicto con Isaías 13:19–22. El profeta ve de cerca y de lejos a la
vez, y predice la destrucción de la Babilonia literal, la cual existía en aquel entonces, con la
advertencia adicional de que una vez destruida, Babilonia nunca sería reconstruida. Todo
esto se ha cumplido ya al pie de la letra.”
No cabe duda de que el anticristo se nos presenta aquí como “el rey de Babilonia”, sobre el
cual triunfará Israel.
Regresando a las profecías, descubrimos de la misma manera que Jeremías presenta una
doble profecía acerca de Babilonia. Vemos por una parte la invasión de la ciudad por parte
de los medos y persas, pero también está la profecía acerca de un futuro enemigo (Jeremías
50:1–7). La referencia aquí concerniente a la repartición de Israel y Judá es futura
definitivamente. En Jeremías 50:8–16 las plagas son similares a las de Apocalipsis 18. El
pasado y el futuro de Babilonia vuelven a presentársenos en Jeremías 50:21–46. En
Jeremías 51:5–10 encontramos un lenguaje idéntico al que se usa en Apocalipsis 14:16;
16:17–21; 18:1–24.
La antigua Babilonia, con todo su misticismo y paganismo será destruida repentinamente
con el derramamiento de la séptima copa (Apocalipsis 14:8; 18:1–24; Isaías 21:9).
Zacarías es otro de los profetas del Antiguo Testamento que predijeron el retorno del
babilonianismo. El significado figurado del lenguaje usado en Zacarías 5:5–11 puede ser
expresado en esta forma:
El “efa”, una medida equivalente a unos 37 litros, se refiere al comercio que se mueve a
través de toda la tierra.
La “tapa de plomo”, de un peso como de 72 kilogramos, simboliza lo pesado del tráfico y
las riquezas del comercio.
La “mujer” se interpreta aquí como representando la maldad dentro del efa. La palabra
hebrea rasha significa agitación, la naturaleza caída del hombre tal como se manifiesta en
toda ilegalidad y desenfreno (Job 3:17; Isaías 57:21).
Las alas “como de cigueña” (un ave inmunda) y el “viento” que traían las alas representan
los rápidos logros y el desarrollo de la Babilonia material como el gran centro comercial del
mundo.
A Juan se le dio una completa y detallada revelación sobre la destrucción de una ciudad real
(18:1–3). Las profecías del Antiguo Testamento acerca de Babilonia presentan una mezcla
de los destinos pasado y presente, pero Juan presenta una declaración completamente
profética de ruina. La frase de apertura, “después de esto” (19:1), implica un nuevo
principio y nos introduce a una revelación distinta. El capítulo 17 nos da la descripción del
poder y de la perdición de la Babilonia mística. En el capítulo 18 continúa la séptima
trompeta (16:17–21), interrumpida por el paréntesis sobre la Babilonia mística o
eclesiástica. La frase introductoria enfatiza la unidad total de los temas revelados. Mientras
que el tema de Babilonia es traído desde el capítulo 17, el capítulo 18 ofrece una revelación
distinta y subsecuente. Después de la perdición de la Babilonia mística o eclesiástica viene
la destrucción de la Babilonia material o comercial.
Evidentemente, el ángel autoritativo que anuncia la ruina de Babilonia no es el guía de Juan
del 17:1, 7, 15. Varias características de este importante, mensajero angélico deben ser
consideradas. En primer lugar, él desciende “del cielo”, lo cual sugiere el carácter celestial
del juicio de Babilonia y el interés que demuestra el cielo por los asuntos de la tierra. No
importa quiénes sean los agentes humanos de la destrucción de Babilonia; es el cielo el que
la juzga en última instancia.
El “gran poder” del ángel de la destrucción sugiere que existen órdenes y grados entre las
huestes angélicas. Algunos ángeles son más distinguidos que otros, y algunos reciben
autoridad para actuar por Dios en circunstancias especiales. Que este no es un ángel
ordinario, se demuestra claramente por el hecho de que “la tierra fue alumbrada con su
gloria” o “a causa de su gloria”. Tan poco tiempo hace que este ángel salió de la presencia
de Dios, “que al pasar arroja una ancha ráfaga de luz a través de la oscura tierra”. Pero,
¿existe aquí la noción de una gloria inherente, además de una gloria recibida? Walter Scott
sugiere que este ángel no puede ser nadie más que Cristo mismo (como en 8:3 y 10:1).
Combinando estos pasajes encontramos a:
Cristo, el Angel-Sacerdote, intercediendo a favor de su sufrido remanente (8:3);
Cristo, el Angel-Redentor, tomando posesión de su herencia (10:1);
Cristo, el Angel-Vengador de su pueblo, tomando venganza sobre Babilonia (18:1–19:5).
Puesto que los ángeles son “poderosos en fortaleza” (Salmo 103:20), el fuerte clamor de
este ángel anunciando el juicio de Babilonia no es prospectivo sino retrospectivo. Desde el
punto de vista del ángel, el poderoso e inicuo sistema ya está destruido (18:2). La repetición
es como el solemne canto fúnebre de los condenados: “¡Ha caído! ¡Ha caído!”
Un estado degenerado se ha convertido en bestia.
Una iglesia apóstata se ha convertido en ramera.
Un cristianismo apóstata, incapaz de cambiar, debe ser destruido.
En el capítulo 17, un sistema religioso corrupto es despojado de sus posesiones y riquezas,
las cuales a su vez son transferidas a los tesoros de los gobernantes del imperio. Pero las
autoridades civiles apóstatas que hayan triunfado sobre la gran ramera enfrentarán días más
terribles que los que impusieron sobre la mujer del capítulo 17, ya que tendrán que rendirse
ellos mismos y sus reinos ante la voluntad bestial y brutal del anticristo.
El vocabulario usado en esta sección inicial nos presenta la razón por la cual Babilonia es
destruida. Las relaciones ilícitas sostenidas con naciones y reyes bajo la dirección de la
religión del capítulo 17 se convierten en relaciones ilícitas en el ámbito del comercio en el
capítulo 18. Casi no podemos creer que se pueda concebir a una ciudad que se ha
convertido en habitación de demonios y cuyo hogar definitivo sea el abismo del mundo
infernal. Babilonia es también centro de inigualable maldad y degradación y capital del
demonismo. Por “espíritus inmundos” y “aves inmundas y aborrecibles”, podemos entender
los diversos agentes de Satanás de una naturaleza altamente perniciosa que cooperarán para
hacer que Babilonia se hunda en un fango de iniquidad y abominación ante los ojos del
Dios santo.
También se incluye en esta grave acusación contra Babilonia el juicio sobre aquellas
naciones (extendidas por una zona geográfica considerable) que caerán como presa fácil
bajo los encantos y la seducción de una metrópoli atea. “Los reyes de la tierra” no deben
confundirse con los representantes personales de los diez reinos. Ofreciendo un bocado
tentador a todos aquellos que quieran asociarse con Babilonia con el objetivo de adquirir
ganancias meramente mundanas, los mercaderes de la tierra trafican con sus riquezas. Su
abundancia le había sido arrebatada a la gran ramera por la fuerza civil apóstata que la
codiciaba. Pero tal desarrollo de intereses personales será de corta duración, porque estos
mismos comerciantes llorarán y se lamentarán por la pérdida de sus fuentes de riqueza.
De todas las plagas que consumirán la tierra, las que caerán sobre Babilonia serán las
peores debido a que, en toda su intensidad, invadirán la ciudad “en un día” (18:4–8). Las
plagas de Egipto vinieron por etapas, pero aquí la muerte, el llanto, el hambre y el fuego
reciben autorización de parte del fuerte Juez para llegar juntas y repentinamente (16:19–
21).
La voz celestial que llama al pueblo de Dios para que salga de la ciudad es diferente de
aquella voz angelical de 18:1. Posiblemente es Dios mismo quien invita a su pueblo a dejar
los pecados y las plagas de Babilonia (Jeremías 50:4–9; 51:5–8, 45). Semejante llamado a
la separación es válido en todo momento y lugar donde existe la presencia del espíritu y los
principios babilónicos (2 Corintios 6:17). “No seáis partícipes de sus pecados” significa:
“No tengáis comunión con Babilonia, y no recibiréis sus plagas.” Así le ocurrió a la mujer
de Lot que se detuvo cerca de la ciudad contaminada y condenada y pereció por detenerse y
volverse a mirar. Este solemne llamado también sugiere que Dios tiene su propio pueblo,
aun en una ciudad apóstata, pero que la única seguridad que puede haber para ellos sólo la
pueden obtener separándose del mundo.
Por “sus pecados” debemos entender la evidente y terrible corrupción del estado moral de
Babilonia, un estado que requiere el severo juicio de Dios: “Porque sus pecados han llegado
hasta el cielo.” La primera confederación de Babel fue atea: la torre de piedras se proponía
alcanzar el cielo (Génesis 11:4). Pero aquí es una torre de pecados la que ha llegado al
cielo. ¡Qué monumento de vergüenza! Aquí tenemos una torre de Babel, no de piedras sino
de pecados. Tan horrendos e impíos que provocan el juicio severo y total del cielo.
Los ejecutores de la ira de Dios recibieron órdenes de darle a Babilonia la medida completa
de juicio que se merece: “Pagadle doble según sus obras.” La copa de destrucción debe
llenarse al “doble”. La copa de lujuria y prominencia debe ceder el paso a la de tormento y
humillación. La muerte debía tomar el lugar de la vida; el lamento debía destronar a la
exaltación; el hambre sustituiría la abundancia de deliciosas comidas; el fuego debía
consumir todas las ostentosas obras de Babilonia. “El doble” significa una porción
completa, una doble recompensa de acuerdo con la ley levítica. La venganza aquí va mucho
más allá del antiguo “ojo por ojo”. En la justicia retributiva de Dios, la medida es
duplicada. Sin embargo, estos terribles juicios no serán una mera venganza rencorosa.
Como todos los juicios divinos, este será justo y bien merecido.
Aquí se nos presenta una descripción peculiar de la confiada jactancia de seguridad de
Babilonia en las palabras “Ella se ha glorificado y vivido en deleites.” La presunción es
otro crimen más que se le achaca a Babilonia. La ciudad no es juzgada únicamente por su
conducta sino también por su carácter. El orgullo interno se indica por el pretencioso estado
de reina. Pero cualesquiera que sean las esperanzas que tenga de recuperar su antigua
grandeza, la destrucción de Babilonia ya está sellada: “Será quemada con fuego.” Su juez
será el Dios Todopoderoso. Su destrucción es segura debido a la justicia y el poder de Dios.
Uno no puede leer Apocalipsis 18:9–19 sin reconocer la concentración de lujos y riquezas
en la gran ciudad de Babilonia. La riqueza de las naciones aumenta y por doquiera se siente
la gran influencia de dicha capital. Los potentados, los regentes del comercio y todos los
que transitan el mar en embarcaciones mercantes participan de la prosperidad económica de
Babilonia, pero también, como ella, serán tomados por sorpresa en el holocausto de
destrucción. Se pueden ver separadamente tres clases de personas a las que afecta la ruina
de Babilonia.
Los reyes sobresalen en los lamentos, ya que ellos eran los que se estaban beneficiando de
la influencia económica mundial de Babilonia (18:9, 10). Y esta expresión “reyes de la
tierra” se entiende como la designación de jefes y gobernantes en general; no sólo los diez
reyes confederados a los cuales se refiere el capítulo 17 como asociados con la bestia.
Todos los gobernantes asociados con la lujuria y el libertinaje de la Babilonia material hasta
la hora de su derrocamiento se lamentarán y llorarán al presenciar su incendio. Bajo el
impacto del gran terremoto (16:17–21) estos reyes corruptos huirán de la arruinada ciudad
en un estado de frenesí, clamando: “¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad
fuerte; porque en una hora vino tu juicio!” (18:10). Así es como los juicios de Dios
provocan temor aun en los más impíos.
Debido a que el comercio juega un papel de gran importancia en la grandeza de la ciudad,
los comerciantes aparecen también entre los que más se lamentan (18:11–16). La gran
variedad de mercancías mencionadas especialmente en los versículos 12–14 demuestran
que Babilonia llega a ser una gran metrópoli comercial en un período como de tres años
después de que la ramera ha sido destruida. En los días del anticristo, el mercado será
controlado desde este centro comercial de las naciones. En esta encrucijada del mundo
estará centralizado todo el negocio mundial. El lenguaje de este pasaje sugiere un lujo
extremo. Todo lo que una persona pudiera desear existe en este emporio universal. Joyas
carísimas, muebles muy costosos, perfumes exóticos, suculentos banquetes, centros
comerciales llenos de gente, ropa muy fina todo se encuentra allí. Compra y venta, pasiones
desbordadas, placeres, centros de deleite musical que reproducirán los días de Noé y Lot.
En total se especifican unos 29 artículos comerciales, indicando que una gran parte del
mercado mundial será afectada seriamente por la ruina de Babilonia. Todos los artículos
vendidos en este almacén mundial podrían agruparse en siete categorías:

1. Valores y adornos Oro, plata, piedras preciosas y perlas.


2. Indumentaria costosa Lino fino, púrpura, seda y escarlata. Es interesante notar el
contraste que hay entre el lino fino mencionado aquí y el de la novia según (19:8).
3. Muebles suntuosos Muebles fabricados con madera olorosa, marfil, metales, etc. Es
probable que la madera olorosa mencionada aquí sea el gálbano aromático, árbol de Cirene
cuya resina es uno de los ingredientes del incienso.
4. Olores fragantes Canela, especias aromáticas, incienso, mirra y ungüentos. Aquí se ve
que los ingredientes del sagrado aceite de la unción son profanados por usos viles.
5. Vida abundante Vino, aceite, harina, trigo, animales, ovejas, etc.
6. Espectáculos triunfantes Caballos y carros. Abundarán los vehículos más veloces en la
tierra y en el aire.
7. Infame tráfico humano Esclavos (“cuerpos”) y almas de hombres.

A los traficantes de esclavos se les llama a veces “comerciantes de cuerpos”, y Babilonia va


a tener su propio mercado de esclavos. Las mujeres venderán su cuerpo y los hombres
venderán su alma para la satisfacción de su concupiscencia. Indudablemente serán esclavos
voluntarios, atraídos por el esplendor y la influencia seductora de la ciudad de Babilonia.
Sin embargo, en el término de una hora todas esas grandes riquezas serán destruidas. Con
razón, los millonarios de la tierra, cuyo poder comercial venía del oro, la plata, las piedras
preciosas, los animales, los esclavos y las almas, llorarán y se lamentarán por la destrucción
de todas las fuentes de sus riquezas. Toda la mercadería quedará completamente arruinada.
Todo aquello que alimentaba el orgullo y la prosperidad perecerá al movimiento repentino
e inesperado de la mano divina.
Como centro mundial de finanzas y comercio, Babilonia estará involucrada en un intenso
movimiento mercantil en los mares. Naves repletas de toda suerte de mercaderías entrarán y
saldrán de sus puertos. Los patéticos lamentos de los pilotos y marineros nacen del hecho
de que la desolación de Babilonia significa el fin del tráfico marino y por ende, el final de
su único modo de ganarse la vida (18:17–19). ¡Con razón, todos aquellos que se han
enriquecido por medio de las naves en el mar lloran, se lamentan y echan polvo sobre sus
cabezas! Su testimonio es el siguiente: “¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?”
Para todos los navegantes, nada se podía comparar con Babilonia. Ella era el emblema del
prestigio y el poder mundanos. Su influencia universal había sido ganada a través de la
política, la diplomacia y los medios deshonestos. Su dominio se había extendido amplia y
extensamente por medio de la espada y el dinero. Pero toda esa grandeza inicua es barrida y
destruida repentinamente por Aquél que es capaz de lanzar a los poderosos de sus tronos de
poder.
Al considerar conjuntamente las lamentaciones de los monarcas, los mercaderes, los
marineros y los músicos (18:22), nos damos cuenta del terror que caracteriza al juicio de
Babilonia.
El doble ay de los monarcas termina con la expresión: “En una hora vino tu juicio” (18:10).
Aquí nos damos cuenta de lo repentino de la acción divina. El golpe de venganza de la
mano del Señor será rápido e inesperado.
El doble ay de los mercaderes da su punto de vista sobre la ruina de Babilonia: “En una
hora han sido consumidas tantas riquezas” (18:17). Indica el desvanecimiento total de toda
prosperidad material orgullosa.
El doble ay de los navegantes nos describe otra fase de la angustia experimentada a causa
de la caída de la ciudad: “En una hora ha sido desolada” (18:19). Se encontraba repleta de
grandes riquezas en un momento, pero en pocos instantes fue dejada totalmente despojada
de todas sus posesiones.
En la absoluta ruina que le sobreviene a la Babilonia literal (18:21–24), la violencia
destructora ejecutada por el ángel poderoso es descrita en las siguientes palabras: “Con el
mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada.” Esta es
una frase que aparece seis veces en el Apocalipsis. La desaparición de la ciudad es el
cumplimiento de todas las declaraciones proféticas que se refieren a su destrucción. Dos
capítulos, Jeremías 51 y Apocalipsis 18, deben ser estudiados y comparados
cuidadosamente. El fuego y el terremoto serán los medios por los cuales será destruida la
ciudad desde su centro hasta las orillas, y esto ocurrirá sin previo aviso. (Compare Isaías
13:19 con Apocalipsis 18:8, 9, 18).
Debido a una visitación directa de Dios, Babilonia será destruida completamente. Los
mejores cantantes y músicos del mundo quedarán silenciosos, pues no se oirá nada más que
gritos de angustia y dolor. Los artistas que prostituyeron el arte para perfeccionar la
adoración sensual del cristianismo apóstata no podrán reparar el mal. Ni siquiera la luz de
una lámpara podrá encontrarse.
En esta notable sección del Apocalipsis nos encontramos con un excelente ejemplo de la
interpretación de las Escrituras por medio de las mismas Escrituras. Leemos acerca de un
poderoso ángel que toma una piedra, como una gran piedra de molino y la arroja en el mar
clamando:

Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada
(18:21).

Volviendo a Jeremías, vemos que Dios le da instrucciones al profeta para que ate al libro
una piedra y lo eche a la mitad del río Eufrates, y luego dice:

Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo traigo sobre ella (Jeremías
51:64).
Al estudiar la profecía de Daniel referente al último imperio mundial, observamos al
profeta prediciendo el momento en que es cortada una piedra, sin la intervención de la
mano del hombre. Esta destruye completamente la imagen que representa la gran era de los
gentiles (Daniel 2:44, 45). El mar es un símbolo de la intranquilidad y la turbulencia de las
naciones gentiles y sabemos que la “gran ciudad, Babilonia” es la expresión final de la
dominación de la monarquía gentil. Por esto no es difícil ver en Cristo la Piedra que sale de
la montaña de Dios para realizar la destrucción de la civilización pagana.
Comparando un pasaje bíblico con otro, podemos hacer un resumen de las diversas causas
de la ruina absoluta de Babilonia:

1. Por el orgullo de su corazón y por su posición (Isaías 13:19; 14:4; Jeremías 50:29–34;
Apocalipsis 18:7, 8).
2. Por la opresión y supresión de Israel (Isaías 14:2–22; Jeremías 51:24, 25).
3. Por su lujuria y sus deseos mundanos (Isaías 47:8–11; Apocalipsis 14:8; 18:3, 9).
4. Por sus hechicerías y su demonismo (Isaías 47:12, 13; Apocalipsis 18:2, 23).
5. Por la idolatría (Jeremías 50:2; 51:47; Apocalipsis 18:6–24).
6. Por la persecución de los santos (Apocalipsis 18:6–24).

Las Escrituras designan a Babilonia como sujeta a la venganza de Jehová, en vista de que
es prominente como enemiga y esclavizadora de su pueblo Israel. El martirio de los justos,
que empezara con la muerte de Abel y sigue aumentando en intensidad con el correr de los
siglos, llega a su punto máximo cuando se convierte en la concentración final de los
martirios y el centro de terror en Apocalipsis 17 y 18. Pero la destrucción de ambas
Babilonias constituye la venganza de la sangre de los santos y también la culminación de la
ira de Dios (18:24).
La orden divina de destruir a Babilonia es seguida por un llamado divino a los santos para
que se deleiten en la destrucción total de dicha ciudad (18:20–19:6). La expresión “Alégrate
sobre ella” se usa en el sentido opuesto al regocijo de la compañía de 11:10, donde
observamos el gozo de los inicuos por la muerte de los dos testigos. Al fin Dios ha dado su
aprobación a este hecho celestial. Regocijarse por tan terrible ruina no parecería muy
celestial, pero la ejecución de la justicia divina siempre evoca la aprobación del pueblo de
Dios. El cielo se regocija por la venganza contra la gran ramera y la bestia. Es aquí donde
llegamos a entender algo sobre los salmos imprecatorios, llenos de expresiones de gozo de
parte de los santos por el juicio ejecutado sobe los impíos. Una traducción literal del
versículo 18:20 diría: “Regocíjence sobre ella cielos y santos y ustedes los profetas, porque
Dios ha llevado a cabo el juicio que ustedes deseaban sobre ella.”
En 18:24 vemos que la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que fueron
martirizados sobre la tierra, clama por venganza. Tras la caída de Babilonia son vindicados
todos los que han sido perseguidos. Este coro de aleluyas entre el primer juicio y el
segundo es una extensión del 18:20. Lo que les ha producido dolores y lamentaciones a los
hombres notables de la tierra, causa gran regocijo en el cielo. Es muy interesante notar que
el primer aleluya en el Nuevo Testamento es el que surge ante el juicio de la gran ramera
(19:12). Los cuatro aleluyas que pronuncian la gran multitud, los cuatro seres vivientes y
los 24 ancianos constituyen una exclamación de victoria en la cual se atribuye alabanza y
gloria a Dios. Al fin llega la desolación eterna para Babilonia, tal como fue profetizada en
el Antiguo Testamento (Isaías 13:1–22; Jeremías 50:13, 23, 29–40; 51:26, 37, 62).
El humo que de ella sube por los siglos de los siglos es una señal de la ruina de Babilonia,
como testimonio permanente del justo juicio de Dios derramado sobre todas las
fornicaciones y la persecución contra el pueblo de Dios realizada por ella. El término
“sube”, con referencia al humo del 19:3, viene de una palabra que tiene un significado
diferente al que se da en el caso del incienso de 8:4. Algunos escritores aseguran que el
significado de este pasaje que señala que el humo continúa subiendo por los siglos de los
siglos, puede implicar que el lago eterno de fuego y azufre estará expuesto a la vista de los
moradores de la tierra en la nueva creación después del milenio (Isaías 62:22–24;
Apocalipsis 14:9–11).
La frase inicial del capítulo 19: “Después de esto”, describe una secuencia de
acontecimientos y el punto culminante de los capítulos anteriores. Por fin, la venganza de
Dios entra en acción. La destrucción de Babilonia anunciada en 14:18 es cumplida
totalmente aquí. Las razones por las cuales son derramados los juicios de Dios se dan en
15:3 y 16:7.
Al repasar brevemente esta sección de los aleluyas, la cual celebra la eterna y definitiva
ruina de Babilonia, nos damos cuenta de que la misma destrucción es considerada desde
puntos de vista distintos en el cielo y en la tierra. En la tierra se escucha una lamentación de
dolor y tristeza; en cambio en el cielo lo que se oye es una exclamación de triunfo y
alabanza. La bella palabra “aleluya” significa “alabado sea Jehová”, y ése es el sonido que
se desborda en el cielo. Debe hacerse énfasis también en el hecho de que en el original
griego hay un artículo definido antes de cada una de las posesiones divinas mencionadas en
19:1, como sigue:
La salvación liberación divina del juicio.
La gloria gloria moral divina en el juicio.
El poder la potencia divina manifestada en el juicio.
La base del triunfo de los redimidos y de los ejércitos celestiales es la verdad divina y la
justicia de Dios: “Sus juicios son verdaderos y justos.” Un principio fundamental es que
todos los tratos de Dios con sus criaturas, ya sea en gracia o en juicio, son realizados en
medio de la manifestación de sus atributos esenciales, tal como se ve en estos capítulos de
juicio.
El segundo aleluya está relacionado con lo definitivo y perpetuo que es un juicio ejecutado
divinamente. Otros dos aleluyas incrementan el volumen de la alabanza. Dios es el Juez de
Babilonia, así como Cristo es el Juez de la bestia. Finalmente una voz angélica exhorta a
todos los siervos de Dios a que se unan en la alabanza antifonal a Dios, y sus voces unidas
son como el rugido estruendoso de muchas aguas. Del trono de Dios, el verdadero centro y
fuente de toda acción judicial, sale el llamado a alabar al Señor Dios Todopoderoso:
“¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”
Detengámonos a considerar este título dado a Dios: “El Señor nuestro Dios.” El es el Señor
de la creación, de la compasión y de la perfección. El es nuestro Dios. Cuando el apóstol
Juan escribió estas palabras había cientos de dioses falsos en Roma, pero este es “nuestro
Dios”. Este es el canto final en la Biblia y lo más correcto es que este sea el canto del
triunfo total de Dios sobre sus enemigos. Este canto tiene mucha relación con el primer
canto bíblico, especialmente el de Exodo 15:11: “¿Quién como tú, oh Jehová?” Hay un
desafío en estos cánticos. En el Salmo 43:3, 10 la incredulidad pregunta: “¿Dónde está tu
Dios?” Esta es una pregunta que muchas personas se hacen hoy. Pero en aquel día habrá
gran estruendo y alboroto cuando todo el mundo reconozca que Dios está sobre su trono y
reina por toda la eternidad.
Nuestro Dios es todopoderoso; frente a El no existe ninguna limitación. Esa es una de sus
atribuciones supremas. Ni el diablo ni ningún otro dictador puede reclamar estas
características; tampoco podrá reclamarlas el anticristo. La omnipotencia le pertenece
solamente a nuestro Dios. En Efesios 1:19, 20 el apóstol Pablo escribe acerca de “la
supereminente grandeza de su poder la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales.” Entonces procede a hablar de la
supremacía de Cristo “sobre todo principado y autoridad”.
El amor de Dios es tan omnipotente como eterno (Jeremías 31:3). Sus planes son también
omnipotentes; no pueden ser frustrados, no importa cuánto lo intenten los humanos o las
fuerzas malignas espirituales e invisibles. La voluntad de Dios también es omnipotente. La
voluntad de Dios es la fuerza más grande en todo el universo. Nabucodonosor declaró,
después de haber estado por siete años con los bueyes y las bestias: “El hace según su
voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su
mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35). Lo más que podemos hacer en estos días de
sufrimientos trágicos sobre la tierra es exclamar: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios
todopoderoso reina!”
Nuestro Dios ejerce dominio también sobre todo el universo. No solamente existe, sino que
existe y reina. Cuando nos enteramos de esta realidad suprema, todo lo demás no importa
nada. El trono de nuestro Dios está intacto; el apóstol Juan escuchó a una gran multitud que
decía: “Gocémonos y alegrémonos.” A pesar de todo lo que está trayendo desolación y
muerte sobre los que moran en la tierra, mantengamos los ojos de nuestra fe puestos en el
trono de Dios, un trono que jamás podrá ser conmovido.
El capítulo 19 del Apocalipsis es un interludio en el cual Juan se desvía para enfatizar la
descripción de todo lo que oyó y vio como reacción del cielo ante la manifestación de la
venganza divina. En cierto sentido este es uno de los capítulos más impresionantes de todo
el Apocalipsis, pues empieza con el cielo abierto y Cristo descendiendo como el Juez-
Guerrero, para concluir con su tarea de juicio final. En el bautismo de Jesús hubo un cielo
abierto, y Ezequiel inició su ministerio en una manera similar (Mateo 3:16; Ezequiel 1:1).
En este paréntesis hay tres secciones claramente marcadas:
Los cuatro aleluyas (19:1–6)
La cena de bodas del Cordero (19:7–10)
El regreso del Redentor en gloria (19:11–21).
En cuanto a los cuatro aleluyas, es interesante notar que este es el único lugar en el cual se
usa esta palabra en el Apocalipsis. La repetida frase del Antiguo Testamento “Alabado sea
el Señor”, viene de la palabra hebrea aleluya, un término favorito para los judíos de la
antigüedad. El primer “aleluya” o “alabado sea el Señor” se usa aquí para celebrar el
castigo de Dios sobre los inicuos (Salmo 104:35), y los cuatro aleluyas surgen como
respuesta a los ejércitos celestiales y los santos de la tierra ante la destrucción de Babilonia.
Los dos primeros aleluyas son una extensión de la sección anterior, en la cual el cielo se
regocija por la caída de Babilonia. Vienen de un poderoso ejército celestial que alaba y
glorifica a Dios por sus juicios justos y verdaderos. El tercer aleluya es prolongado por el
eco de los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes, quienes agregan un fuerte amén a su
tributo de alabanza. El cuarto aleluya proviene de la multitud de la tierra y de la creación al
bendecir éstos a Dios por su omnipotencia.
La fiesta de bodas del Cordero es una preciosa revelación de Dios a los corazones de sus
hijos. ¡Qué gran momento será aquél cuando “la Iglesia de los primogénitos” se una para
siempre con Aquél que la redimió con su propia sangre! Esa será la fiesta de bodas del
Cordero. Nuestra presencia allí será posible solamente por su gracia, y únicamente aquellos
que hayan sido lavados por la sangre del Cordero estarán presentes en esa celebración
nupcial.
Esta cena será de delicias, mientras que “la cena del gran Dios” (19:17) será de destrucción.
En esta última cena las aves de rapiña vendrán y comerán carne de reyes, mientras que en la
cena de la boda del Cordero los santos comerán con Cristo, el Rey de reyes. Nuestros bellos
vestidos de bodas representan la justicia, que el Cordero atribuye e imparte a sus santos.
En cuanto al regreso del Redentor en gloria, no hay ninguna duda sobre quien será el jinete
del caballo blanco. Sus nombres corresponden a todo lo que El es en sí mismo, y también a
la naturaleza de sus juicios. El es llamado:
Fiel y verdadero
El Verbo de Dios
Rey de reyes
Señor de señores.
Las diademas que ciñen su frente son diademas reales, totalmente diferentes en carácter a
las coronas falsas que lleva en la cabeza el anticristo. En cuanto a la conmovedora frase
“vestiduras teñidas en sangre,” entendemos que se refiere a la sangre de los enemigos de
Cristo, los que no han sido lavados en la sangre del Calvario. Uno de los nombres de Cristo,
EL VERBO DE DIOS, ofrece uno de los más fuertes argumentos a favor de su encarnación
(Juan 1:1–3, 14). Jesús mismo es la revelación definitiva y perfecta de Dios (Hebreos 1:1–
4).

2. El juicio de reyes y ejércitos (19:17, 21)


La promesa y la profecía dadas a Cristo por su Padre fueron que cuando El viniera para
reinar, sus enemigos serían desmenuzados (Salmo 2:9). Aquí en la batalla del Armagedón
con su carnicería, se ve el cumplimiento de la terrible profecía concerniente a la catástrofe
que desmoronará los poderes gentiles en el mundo entero. Tenemos ante nosotros el día
terrible del Señor predicho por los profetas (Joel 2:11; Miqueas 1:6). También debemos
considerar en relación con esto aquellos dos capítulos que tratan acerca del período final del
dominio gentil: Ezequiel 38 y 39.
En la reunión para la cena del gran Dios, Juan nos presenta un cuadro claro y fuerte del
campo de batalla después de la victoria de Cristo: “Un festín sacrificial ofrecido en la mesa
de Dios para todos los buitres de la tierra.” (Para una descripción de los hábitos de los
buitres, vea Mateo 24:28). En este terrible conflicto hay algunos contrastes muy
interesantes que deben ser considerados.
Las aves del cielo se comerán la carne de los hombres grandes y poderosos de la tierra. Para
hacer frente a los ejércitos de la bestia y de los reyes de la tierra, aparecen las huestes de
aquel jinete que cabalga en su caballo blanco. No hay ni asomo de duda de lo que resultará
(19:14–19). Aun los pocos que escapen de aquí, serán capturados por Aquél que está
sentado sobre su caballo blanco. En contra de los desesperados esfuerzos de Satanás por
destruir al resto de los judíos, Dios protegerá al remanente de la simiente de Israel (12:17),
mientras que los pocos que hayan quedado de los ejércitos de los reyes no serán protegidos
por nadie, sino que serán destruidos por la venganza del Rey de reyes.

3. La condenación de la bestia (19:20; 20:10)


Por fin este “desolador” (Daniel 9:27), la “abominación desoladora” (Mateo 24:15) y
“hombre de pecado” (2 Tesalonicenses 2:3–10) recibirá su recompensa por el odio
diabólico que ha desplegado contra Dios y contra sus santos. Como el último y el más
terrible de todos los tiranos de la tierra, recibirá su castigo bien merecido. Leemos: “La
bestia fue apresada.” Esta expresión es distinta a otras expresiones griegas. Tiene el sentido
de tomar por la fuerza, prender (como lo hace un policía cuando captura a un criminal y lo
lleva obligadamente y por la fuerza a la prisión). ¿Quién es ese que captura a la bestia y su
compañero de crimen, el falso profeta? ¡Nada menos que el poderoso y triunfante Hijo de
Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, que irradian su justo enojo!
“Estos dos serán lanzados vivos a un lago de fuego que arde con azufre” (19:20). A estos
no se les permite morir ni ser inmolados (como ocurre con sus aliados), sino que son
lanzados vivos al castigo eterno. Los tres jóvenes hebreos del libro de Daniel fueron
lanzados vivos al horno ardiente, pero Dios detuvo la acción del fuego y preservó con vida
a los tres valientes jóvenes. En cambio, la bestia y el falso profeta son echados vivos al lago
de fuego del cual nunca se podrán librar.
En lo que respecta al lago de fuego, no pretendemos saber todo lo que está implicado en
dicho castigo eterno. Suponiendo que el lenguaje sea simbólico, la realidad tendría que ser
mucho más terrible que la figura presentada aquí. Jesús era un predicador que hablaba del
fuego del infierno. Para El, el castigo eterno era una terrible realidad y no le agradaba nada
el sufrimiento eterno de los pecadores. El dio su vida en la cruz para que los hombres no
tengan que ser condenados, sino que tengan vida eterna. Es nuestra tarea urgente exhortar a
los perdidos a huir de la ira que vendrá.

4. El juicio del falso profeta (19:20; 20:10)


Estos dos poderosos y perniciosos aliados que se unieron una vez en una lucha inicua
contra Dios, ahora van también unidos hacia un mismo castigo. Aunque será responsable de
asesinato y persecución contra las multitudes que no querrán adorar a la imagen de la
bestia, al falso profeta no se le permitirá morir. Ni su pretendido poder de obrar milagros lo
podrá librar de ser lanzado vivo al lago de fuego. No cabe duda de que el castigo eterno del
falso profeta será terrible, debido a su fingimiento religioso. La condenación de la bestia y
del falso profeta representará el final de las falsedades políticas y de un falso sacerdocio.
Estos dos personajes sufrirán juntos, porque pelearon juntos contra el Cordero.

5. El juicio del diablo (20:1–3, 10)


Por fin la cabeza de la serpiente es totalmente aplastada (Génesis 3:15). La victoria ganada
sobre el diablo en el Calvario al fin es puesta en total operación. El que fue una vez lanzado
del cielo por su rebelión y luego echado del aire a la tierra (12:9), ahora es lanzado al
abismo sin fin por mil años (Apocalipsis 20:3). Su libertad de andar alrededor viendo a
quién devorar (1 Pedro 5:8) será abolida cuando un ángel del cielo lo encadene y lo ate,
confinándolo al abismo por un milenio. Juan dice que el dragón fue aprisionado “para que
no engañe más a las naciones hasta que mil años sean cumplidos”.
Los mil años de permanencia de Satanás en el abismo no producirán ningún cambio en su
malévola personalidad. Cuando sea nuevamente suelto, demostrará que sigue siendo el
mismo diablo antiguo. Pero mientras él se encuentre atado, la tierra respirará un aire más
puro y el reino milenial de Cristo hará que la tierra se cubra de paz y justicia, como las
aguas cubren la mar. Seis veces se menciona la frase “mil años”, y este período será la
época gloriosa del establecimiento del reino de Cristo predicha por los profetas, por Cristo
mismo y por los apóstoles.
Después de su obra postmilenial de engañar y seducir, el diablo será lanzado (como se
indicó anteriormente) “al lago de fuego y azufre” en donde se reunirá con sus frustrados
seguidores, que ya habrán experimentado las mismas llamas por mil años. Allí entrará para
sufrir juntamente con ellos el tormento eterno (20:10). Al fin la trinidad satánica, que ha
estado tratando de imitar a la trinidad divina, recibe su castigo implacable. El diablo, la
bestia y el falso profeta quedarán confinados eternamente al lago de fuego y azufre. ¡Con
cuánta razón el diablo trata de hacer que la gente no lea este último libro de la Biblia, fuerte
y claro en describir su merecida ruina y su castigo! No quiere que aquellos a quienes él ha
engañado, sepan cuál será su terrible futuro.

6. La condenación de Gog y Magog (20:7–9)


La mención de Gog (el príncipe) y Magog (la tierra) nos lleva a Ezequiel 38, donde Gog
representa a todas las naciones que forman la gran confederación del norte. Llegamos ahora
a la revuelta final de las naciones y su destrucción. Algunos se preguntan por qué soltará
Dios a Satanás del abismo sin fin después del glorioso reino milenial de Cristo, durante el
cual este león rugiente ha estado encadenado. ¿Por qué soltar al diablo, aunque sea por un
breve período, para que forme una revuelta? La única respuesta es que el Señor quiere
probar hasta dónde llega la depravación de la humanidad.
Cualquiera supondría que después de mil años de disfrutar de ese bendito y glorioso reino
de Cristo, nadie en la tierra querrá hacer guerra contra Dios. Pero así como Adán pecó en el
ambiente más perfecto del huerto del Edén, así también grandes multitudes de estos
participantes del milenio se rebelan contra Cristo a pesar de la paz y la abundancia que
acompañarán al gobierno del Rey. Por supuesto que El los gobernará con vara de hierro y
ellos se postrarán ante El. Sin embargo, su respuesta instantánea al llamado de Satanás
demuestra que esa obediencia a Cristo era fingida. Reconocían el poder de Cristo y se
doblegaban ante El, sólo porque tenían que hacerlo.
Pero el juicio será tan instantáneo como la revuelta de las naciones de los cuatro ángulos de
la tierra; descenderá fuego de Dios desde el cielo y devorará a las multitudes (20:9). El
fuego, como sabemos, está relacionado con todos los juicios de Dios, incluso el juicio de
los creyentes ante el trono de Cristo (en el cual nuestras obras tendrán que ser probadas por
fuego: 1 Corintios 3:13). En este conflicto final no habrá batalla; no se peleará. Dios
Todopoderoso, que es fuego consumidor, destruirá instantáneamente a las engañadas y
embrutecidas naciones. El último ataque del hombre contra Dios y contra “el campamento
de los santos sobre la santa ciudad” termina en un completo fracaso, y el infierno abrirá su
gigantesca boca para tragarse las hordas terrestres que el diablo haya engañado y conducido
a la revuelta. ¡Por eso leemos después acerca de una tierra nueva libre del diablo para
siempre!

7. La condenación de los perdidos (20:11–15)


Los tribunales de justicia de la tierra han presenciado algunas escenas tensas y terribles,
pero aun los juicios más famosos palidecen en significado al ser comparados con las
asombrosas escenas del juicio final que estamos a punto de considerar. Antes de entrar a
estudiar el sombrío escenario de este gran juicio, familiaricémonos con el lenguaje usado en
la narración.

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la
bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi
un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el
cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida;
y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus
obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el
Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10–15).

Este juicio tendrá lugar después del milenio y la condenación final de Satanás, y después de
que hayan sido desechados los cielos y la tierra actuales. Será el más solemne y terrible que
jamás se haya visto. Por fin llega el momento en que el Juez eterno arregla todas las
cuentas. Después de eliminar a Satanás, el dios de este siglo, Cristo ahora se prepara para
tratar con todos los pecadores de este mundo. Aquí llega al fin del mundo, porque la
creación huye de delante de la faz de Aquél que está sentado sobre el trono. Hay muchos
que se refieren a esto como un juicio “universal”, pero el Apocalipsis no habla de ningún
juicio “universal”. Todo juicio descrito aquí es particular. En este juicio no comparecerán
todos los hombres de toda la historia de la humanidad. Aquí sólo estarán los impíos
muertos, así como ante el juicio de Cristo sólo comparecerán los creyentes.
La visión de Juan se divide en dos partes, indicadas por la frase “Y vi”
20:11 Y vi al trono y a su Juez
20:12–15 Y vi a los muertos y su juicio.

A. El trono del juicio


Este libro tan especial que es el Apocalipsis, es un libro de tronos y juicios. En 19:11–21
tenemos el juicio de Cristo contra las personas vivas. Aquí en 20:11–15 aparece el juicio
sobre los muertos. En 4:2 vemos el trono desde donde es gobernada la tierra. Mateo 25:31
nos habla del “trono de su gloria”, el cual está relacionado con el juicio de Cristo sobre las
naciones vivas. Pero entre todos los tronos de las Escrituras, el que se conoce como “el gran
trono blanco” es el más terrible y severo.
¿Qué clase de trono es este que no será establecido ni en la tierra ni en el cielo? No es el
trono de un soberano a punto de reinar y dar órdenes, sino el de un juez que está a punto de
pronunciar juicio sobre los culpables. Es un trono establecido con un propósito específico;
no es un trono permanente, porque deja de operar tan pronto como son aplicados los juicios
sobre los condenados. En este trono las posiciones serán opuestas a las del juicio de Pilato.
Allá el Creador fue juzgado por una criatura, pero ahora, la criatura comparece ante el
Creador para recibir su sentencia. En la sala de Pilato, Dios permanece callado ante el
hombre; pero aquí, el hombre queda en silencio delante de Dios. Aquél que un día fue
condenado ante un tribunal de la tierra, ahora será quien tendrá que decidir los destinos de
la raza humana y revelar los principios del gobierno divino.
Por haber rechazado la gran salvación ofrecida por Cristo, ahora los pecadores tienen que
comparecer ante el gran trono blanco. Este será un trono grande por muchas razones:
Por la dignidad del juez mismo.
Por la grandeza e inigualable solemnidad de la ocasión.
Por lo grandioso de la escena: aquí amanece la eternidad.
Por las eternas consecuencias del juicio.
Por los grandes destinos determinados allí.
El color blanco del trono corresponde a la personalidad del que lo ocupa. El es quien “ha
dispuesto su trono para juicio. El juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con
rectitud” (Salmo 9:7, 8). El infinito ante quien los finitos deben comparecer, es santo y
justo en “el día de la ira y el justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). No se tratará a nadie con
injusticia o ingratitud, como le sucedió a El a manos de Pilato. La blancura del trono
simboliza la pureza y rectitud de los juicios del Juez. Aquí vemos el fulgor de la santidad,
justicia y pureza divinas. ¡Cuán terrible será para los pecadores tener que enfrentarse al
resplandor irresistible de la presencia del Señor!

B. El Juez
El Juez es el Señor nuestro Dios, el Salvador, quien declaró que su Padre le había dado toda
“autoridad de ejecutar juicio” (Juan 5:27). En vista de que la salvación fue planeada por
Dios, adquirida por Cristo y aplicada por el Espíritu Santo, es probable que las tres
Personas de la Trinidad estén presentes en el juicio de aquellos que hayan menospreciado
tal salvación. Sin embargo, Cristo será quien pronunciará el solemne juicio contra los
perdidos. (Vea Juan 5:22; Hechos 10:42; 17:31; 2 Timoteo 4:2.)
Con sus ojos como llamas de fuego, Cristo escudriñará y abrasará a los que estén frente a El
(1:14; 19:12). Todo y todos se marchitarán ante su penetrante y ardiente mirada de justicia
y juicio. Esos ojos no parpadearán con misericordia en esos momentos, porque con
ilimitada majestad, el dueño de esa mirada penetrante ha adquirido el derecho de disponer
del destino de sus voluntariosas criaturas. Puesto que el Juez es el justo, su juicio estará de
acuerdo con su naturaleza. “¿El juez de toda la tierra, no hará lo que es justo?” Por supuesto
que sí lo hará, como lo hace siempre. “Con justicia juzga y pelea.” “Tus juicios son
verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:11; 16:7).
La mención del rostro del Juez es digna de notarse. En 12:13–16 Israel se ve forzado a huir
“delante de la serpiente”, pero aquí “la tierra y el cielo” tienen que huir de delante del rostro
del Señor, que es ahora el juez. Una vez ese rostro fue escupido, abofeteado y desfigurado,
pero ahora luce adornado con una temible majestad. Y será en este rostro donde los inicuos
verán su terrible sentencia de condenación.
¡Cuán diferente será la mirada de la Iglesia hacia aquel rostro! “Y verán su rostro, y su
nombre estará en sus frentes” (22:4). Los santos del Señor tendrán el honor de participar en
el juicio. “Para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos.
Aleluya” (Salmo 149:9; compare con 1 Corintios 6:2, 3).
C. El juicio
Los tribunales de los países democráticos tratan de ofrecer a los criminales un juicio justo.
Este tribunal del cielo no se ha establecido para discutir sobre los pros y los contras en el
caso de un pecador, sino para llevar a cabo una sentencia ya declarada. Los incrédulos del
mundo de hoy ya están condenados, porque no han creído (Juan 3:18). En aquel día los
muertos resucitarán y comparecerán ante el juez, no para juicio que compruebe su
culpabilidad o su inocencia, sino para recibir la ratificación de una condenación ya
pronunciada.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha


creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:18). El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él (Juan 3:36).
Este juicio es llamado “eterno” (Hebreos 6:2), porque sus consecuencias son eternas.
También sirve como garantía de que el pecado nunca invadirá la nueva creación de Dios. El
cristiano se regocijará al saber que no tendrá que enfrentar jamás tal condenación: “Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Por
haber aceptado a Jesús, que llevó nuestra condenación, y haber permanecido en El, somos
salvos del pecado y de su justo castigo.

D. Los juzgados
Son varios los objetos de juicio que se mencionan en el terrible relato del juicio del gran
trono blanco, y es muy importante notar sus respectivos juicios.
La tierra y los cielos. Ocurrirá una desaparición instantánea de la antigua creación, porque
el que está sentado en el trono fue su Creador. Por eso mismo, obedece inmediatamente a
su mandato. ¿Por qué se desvanecerá la tierra? Porque fue el escenario del pecado y la
rebelión, y sobre ella se derramó la sangre del Juez. Los hombres se aferraron a ella por
muchos siglos, pero ahora desaparece. ¿Por qué desaparece el cielo también? Los cielos
aéreos no pueden permanecer porque fueron contaminados por Satanás, el príncipe de la
potestad del aire. ¿Cómo pueden permanecer los cielos si no son puros ante Dios? Entre las
nuevas criaturas tendremos los nuevos cielos y la tierra nueva (Apocalipsis 21:11). (Vea
también Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:7, 10–13; Hebreos 1:10–12).
Los ángeles caídos. Como ya se decidió la suerte del principal rebelde (20:10), Cristo
procede ahora a tratar con todos aquellos sobre quienes influyó Satanás. Si bien no tenemos
pruebas en esta narración de que las huestes satánicas hayan de comparecer ante este trono,
creemos que será en esta ocasión cuando serán juzgados todos los espíritus malignos. “Y a
los ángeles que no guardaron su dignidad sino que abandonaron sus moradas, los ha
guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 6). Si,
como Pablo afirma, nosotros hemos de juzgar a los ángeles (es decir, a los caídos), entonces
tal parece como que los santos estarán en este tribunal realizando una labor judicial. No es
difícil entender por qué Satanás aborrece tanto el Apocalipsis y lucha por hacer que los
creyentes no lo lean ni lo estudien. El no quiere que sepamos cómo va a ser su terrible
juicio, y el severo castigo que les aguarda a sus aliados angélicos y humanos.
Los muertos. En este grupo debemos agrupar a todos los muertos en pecado, ya sea que
estén muertos espiritual o físicamente. Los impíos que estén en la tierra en estos momentos
serán transferidos inmediatamente a este juicio, mientras que los muertos que se encuentren
en el infierno serán levantados para que comparezcan con los otros ante este tribunal. Aquí
comparecen ellos como prisioneros, esperando su sentencia de condenación eterna. Los
muertos en Cristo fueron resucitados cuando el Señor regresó por su Iglesia (1
Tesalonicenses 4:16, 17). Pero esta resurrección no será “de entre los muertos” (para los
creyentes), sino la resurrección de todos los muertos impíos para su juicio final. Todos los
que murieron en pecado antes de que Cristo viniera al mundo serán juzgados de acuerdo al
libro de la ley (Romanos 2:12; 3:19). Todos los que murieron después de Cristo serán
juzgados de acuerdo con el Evangelio eterno. No se verán allí infantes ni débiles mentales,
porque ellos no tuvieron conciencia de responsabilidad. Por esto, la sangre de Cristo, que
cubre el pecado adánico, garantiza su presencia en el cielo.
Ante este trono terrible comparecerán pecadores de todas las categorías, como se indica en
la frase “grandes y pequeños”, expresión que aparece cinco veces en el Apocalipsis.
Actualmente existen varias clases y distinciones, sociales y raciales. Pero toda distinción
será eliminada cuando el Juez se siente en su trono, porque no hay acepción de personas en
El. Los grandes y poderosos, igual que los pobres y los insignificantes, entrarán al lago de
fuego y azufre.
Los cobardes. Estos son los que vivieron en la tierra llenos de temores. Siempre tuvieron
miedo de confesar a Cristo, de identificarse con el Evangelio y vivir para el Señor. Les
fallaba el corazón debido al miedo. Aunque quizá fueran valientes y fuertes en otros
aspectos, cuando se trató de recibir a Jesucristo como su Salvador, fueron cobardes.
Los incrédulos. Aquí tenemos a la clase más numerosa, que se encuentra en todos los
grupos sociales. Jesús mismo declaró que los que andan por la senda ancha son muchos. Es
triste pensar que la mayoría de los seres humanos son incrédulos. Muchos de nuestros
centros de educación secular producen paganos pulidos. La mente natural simplemente no
está dispuesta a recibir y creer el mensaje del Salvador crucificado y resucitado.
Los abominables. En este grupo se encuentran todos los moral y físicamente depravados.
Aquí se ve nuevamente la corrupción de los días de Noé. Las guerras han dado oportunidad
de que se liberen distintas clases de pecados detestables.
Los homicidas. Las estadísticas nos informan que los homicidios están aumentando. Jesús
llamó a Satanás homicida. El es el padre de todos los que destruyen las vidas de otros. ¡Qué
día tan terrible el que les aguarda a todos los asesinos y verdugos del mundo que han
matado a hombres, mujeres y niños inocentes!
Los fornicarios. La Escritura usa la palabra “fornicación” para referirse a la inmoralidad
sexual de toda clase. El adulterio, el incesto y la idolatría son considerados como
fornicación (Mateo 5:32; 1 Corintios 5:1; 2 Crónicas 21:11). También las doctrinas no
bíblicas se consideran como fornicación espiritual (Apocalipsis 19:2).
Los hechiceros. Anteriormente hicimos mención del hecho de que esta palabra está
conectada con la palabra “farmacia”. En el pasado las drogas jugaban un papel muy
importante en la hechicería. Una vez más nos encontramos en una sociedad alcohólica,
drogada y esclava de toda clase de estimulantes y calmantes. En esta categoría podemos
colocar a todos los que se identifican con el espiritismo y el demonismo.
Los idólatras. La interpretación general de esta clase es que representa a los paganos
adoradores de ídolos de madera o de piedra. Sin embargo, no todos los idólatras están en
Africa o en la India; hay incontables multitudes de idólatras alrededor de nosotros en
nuestros países “cristianos”. Estos se adoran a sí mismos, su dinero, sus negocios, sus
deportes. ¿Qué es un ídolo? Un ídolo es cualquier cosa o persona que toma el lugar de Dios
en la vida de un individuo.
Los mentirosos. Toda clase de mentirosos deberán comparecer ante el trono de Dios.
Satanás, el padre de la mentira, ya estará en el lago de fuego, y ahora sus hijos van al
mismo lugar. Todos los que niegan o contradicen a Dios y a su Palabra son mentirosos.
Ninguno de los condenados podrá apelar en contra del juicio que pesa sobre ellos. Todos
estarán totalmente conscientes de su culpabilidad. Si bien los castigos serán proporcionales
en intensidad, es decir, según la culpa de cada uno, la duración del castigo será por toda la
eternidad en todos los casos.
El mar. Al describir la nueva creación, Juan declara que el mar no existe más. Esto era muy
significativo para Juan, quien en su prisión de Patmos sabía que el mar Egeo lo separaba de
aquellos a quienes deseaba ver y ministrar. Pero, ¿cual es el sentido total de la frase que
indica que el mar entregará a los muertos que están en él? ¿Debemos interpretar aquí “mar”
como símbolo de la intranquilidad y agitación de la humanidad, y por tanto, un anuncio de
que las masas y todos los alborotadores serán apaciguados en el juicio? ¿O debemos aceptar
la interpretación común: que todos los que han muerto ahogados en el mar deberán salir de
su tumba submarina? A nuestro parecer la siguiente frase, la cual indica que “la muerte”
entregó “los muertos” que estaban en ella incluye a todos los que han muerto y han sido
sepultados en la tierra y en el mar.
George Pember, en su interesante libro Earth’s Earliest Ages (Las edades primitivas de la
Tierra), sugiere que el mar es la prisión de un vasto número de demonios que siguieron a
Satanás en su expulsión del cielo, y quienes, cuando fue formado el mar, quedaron
aprisionados en él. Es probable que a estos se refiera el versículo 6 de Judas al indicar que
Dios “los ha guardado en obscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
Cuando pasen el cielo y la tierra, también el mar pasará. Por lo tanto, todos los seres que se
encontrasen allí tendrían que comparecer ante el que creó los mares.
La muerte y el infierno. La muerte o la tumba encerraba los cuerpos de los perdidos,
mientras que el Hades encerraba sus espíritus. Ahora se unen los espíritus a los cuerpos y
en esos cuerpos eternos de perdición y en esos espíritus eternos de condenación salen a la
muerte de la muerte. Pronto este monstruo será destruido: “El último enemigo en ser
destruido será la muerte.” El Hades o infierno es la morada actual de los pecadores
muertos. Pero esa habitación temporal desaparecerá y en su lugar existirá el lago de fuego,
que será un sitio de sufrimientos terribles y eternos. Se habla de esta resurrección como de
vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2); de los injustos (Hechos 24:15); de
condenación (Juan 5:29). ¡Cuán diferente será la resurrección de los creyentes cuando
Cristo venga por su Iglesia! (Vea 1 Tesalonicenses 4:16, 17; Filipenses 3:21; 1 Corintios
15.)
La muerte y el infierno siguieron inmediatamente a sus anteriores ocupantes en el lago de
fuego (Apocalipsis 20:14). Puesto que existen como consecuencia de la introducción del
pecado en el mundo por obra de Satanás, ahora lo siguen al lugar de eterna condenación.
Ya que las llaves del infierno y de la muerte cuelgan del cinto de Cristo, El puede actuar
como quiera con ellos. “Yo soy el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los
siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17,
18). El lago de fuego viene a ser el depósito final de todos los que fueron desobedientes a
Dios y Cristo Jesús. El terrible nombre “lago de fuego” aparece cinco veces en el
Apocalipsis, y debiéramos considerar el significado de esta morada final de Satanás, la
bestia y el infierno. ¡Indudablemente, tan terrible expresión nos hace ver que este
indescriptible castigo es eterno y definitivo! Hay quienes aseguran que aquí el lenguaje es
figurado solamente y que no se refiere a llamas verdaderas. Si esto es así, entonces la
realidad simbolizada debe ser aún más terrible que la figura. “Hay que recordar,” dice
Broadus, “que el lenguaje puede ser altamente figurado sin ser ficticio. Solamente es
necesario entender qué se quería decir con las figuras de las Escrituras, y dicho significado
será tan real y verdadero como si se dijera en lenguaje común y corriente. De manera que el
fuego que nunca se apaga puede ser considerado como una figura, si así se prefiere; sin
embargo, siempre significará que en el infierno habrá algo tan terrible como el fuego; tan
cruel y atormentador como lo es el fuego ai cuerpo material. Es más: la realidad del
infierno, como la del cielo, sobrepasa enormemente a los cuadros imaginativos que las
cosas y figuras terrenales puedan evocar.” A esto podemos agregar el hecho de que Cristo
jamás hizo una falsa amenaza, de modo que al hablar del fuego eterno, El estaba
previniendo al hombre contra un castigo real descrito con unas figuras tan vivas, que
indican el más extremo sufrimiento.
Este juicio de fuego fue preparado para el diablo y sus ángeles: “Entonces dirá también a
los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mateo 25:41). Ellos serán los primeros en sufrir el tormento de las llamas.
El lenguaje usado para describir la morada eterna de los perdidos es suficiente para
horrorizar el corazón del pecador. El lago de fuego; la muerte segunda; tinieblas; abismo y
obscuridad para siempre; llanto y crujir de dientes. La enseñanza de Cristo indica
claramente que el tormento será eterno (Lucas 16:24–26). En el lago de fuego los
condenados estarán totalmente conscientes, lo cual hará su angustia más intensa aún. No
existe un purgatorio, ni medio de escape alguno. “Además de todo esto, una gran sima está
puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros,
no pueden, ni de allá pasar para acá” (Lucas 16:26). Todos los condenados serán
atormentados para siempre jamás (Apocalipsis 20:10).
La repetida frase la muerte segunda se explica muy fácilmente. La primera muerte es física:
la separación del espíritu y el cuerpo. La segunda muerte es eterna: la separación definitiva
entre espíritu y Dios. Esta segunda muerte no tendrá potestad sobre los salvos (Apocalipsis
20:6). Donald G. Barnhouse, en su libro God’s Last Word (La última palabra de Dios)
afirma: “Como para darles una palabra final de consolación a aquellos cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida del Cordero y a la vez, una palabra final de advertencia a
aquellos que no conocen a Dios, se presenta una vez más la distinción: ‘Todo aquel que no
fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.’ ”

E. Los libros del juicio


Ahora llegamos a la complicada cuestión de los diversos registros que según la declaración
de Juan están delante del Juez cuando El juzga a los condenados que estarán de pie delante
del trono. “Los libros,” “otro libro,” “el libro de la vida” y “el libro de la vida del Cordero”
son términos que deben ser distinguidos e interpretados.
“Los libros” (20:12) es una expresión que implica la existencia de más de un registro en el
cielo. Se puede entender claramente que son el registro de las obras de todos los que están a
punto de ser juzgados. “Y fueron juzgados los muertos por las cosas que están escritas en
los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20:12). El Señor mantiene un registro fiel de todos
los pensamientos, obras y palabras de los pecadores. Nada es tan insignificante como para
que no sea registrado.
Este no será un juicio general; los méritos de cada persona serán considerados: “cada uno
según sus obras”. El rico de Lucas 16, cuando murió y fue al Hades, clamaba: “Estoy
atormentado en esta llama.” Pero Abraham respondió: “Hijo, acuérdate.” Entonces el rico
empezó a recordar las oportunidades pasadas y perdidas. Recordó lo que Moisés y los
profetas habían dicho. Se acordó del mensaje de la Santa Palabra de Dios. ¡Se acordó, pero
ya era demasiado tarde!
Aunque una persona tenga un buen historial de vida, es evidente que lo único que realmente
cuenta es si Cristo ha inscrito su nombre en “el libro de la vida” (Apocalipsis 20:12). “Pero
no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres
estén escritos en los cielos” (Lucas 10:20). La base para la condenación no es que haya
ausencia de obras, sino que sus nombres estén ausentes. “Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo
7:22, 23).
Cristo ejerce autoridad sobre este registro, como se indica en Apocalipsis 3:5. (Vea también
13:8; 21:27). El libro de la vida del Cordero es el registro dorado de aquellos que
pertenecen al Señor. Esos nombres fueron escritos en estos libros mucho tiempo antes de
los acontecimientos del gran trono blanco. Donald G. Barnhouse señala los puntos
siguientes sobre los diversos libros que hay en el cielo:

“Los libros” es un plural. Hay más de un libro en los registros que se llevan en el cielo. Hay
por lo menos dos libros relacionados con los que han creído en el Señor Jesucristo. Existe
uno que es el rollo de los escogidos en Cristo y es conocido como “el libro de la vida del
Cordero” (Apocalipsis 21:27) o simplemente “el libro de la vida” (Filipenses 4:3;
Apocalipsis 13:8). De esto estaba hablando el Señor Jesucristo cuando les dijo a sus
discípulos que debían regocijarse de que sus nombres estuvieran escritos en el cielo (Lucas
10:20). Hay otro libro que también tiene que ver con los creyentes. Contiene el registro de
todos sus pensamientos y meditaciones relacionadas con su Señor. Esto lo leemos en el
bello pasaje de Malaquías 3:16 que dice: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada
uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memorias delante de El
para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre.” Es muy posible que
este libro sea el que contiene la diferencia entre aquellos que son salvos y reciben la
recompensa y la corona y aquellos que son salvos como por fuego, cuyas obras serán
quemadas (1 Corintios 3:14, 15).
En el pasaje que estamos considerando en el Apocalipsis se hace evidente que también hay
libros que tienen que ver con los no salvos. El más fácil de describir es el libro que recoge
la vida y las obras de los que no serán salvos. Aquí leemos en términos nada dudosos que
las obras de los incrédulos están registradas en los cielos. Cómo se realiza todo esto, no
pretendemos saberlo ni nos arriesgamos a adivinarlo. Está en el secreto de Dios, pero no
resulta difícil creerlo, ya que los mismos hombres han alcanzado la capacidad de grabar en
discos grandes sinfonías y elocuentes discursos, y han podido reducir enormes bibliotecas y
conservarlas en microfilms. Aquí se nos presenta una realidad. Dios la declara. El incrédulo
puede mofarse de ella, pero por este mismo registro tendrá que ser juzgado.
Tal parece que en el “libro de la vida” habrá algo así como el registro de un censo, en el
cual se encontrarán todos los nombres de los humanos que han existido, y que los nombres
de los que no han creído en Cristo serán borrados del libro, dejando la lista de los escogidos
en Cristo. Ya hemos visto (Apocalipsis 3:5) que una de las promesas hechas a los que
vencieren es que sus nombres nunca serán borrados del libro de la vida. Esto indicaría que
algunos si han sido borrados; indudablemente, son los nombres de los perdidos. Esto se
indica con mayor énfasis en la declaración que se hace en el último párrafo de la Biblia
(Apocalipsis 22:19). Los nombres de aquellos que quiten algo de la revelación de Dios en
las Escrituras, serán quitados a su vez del libro de la vida.

Las siete cosas nuevas


Apocalipsis 21:2–22:1
Cuando Satanás y los pecadores hayan sido echados de la tierra, cuando la muerte y el
infierno hayan sido derrotados y Cristo haya sido reconocido y venerado como el Señor de
todos, dará inicio una nueva era en la cual Dios será el todo en todo. ¡Por fin, la eternidad!
Las sombras habrán pasado y la gloria empezará. Un eterno y glorioso amanecer anunciará
una nueva creación, porque el último día oscuro del mundo habrá terminado. La historia del
hombre estará consumada y empezará el nuevo orden de Dios.
Estos últimos capítulos del Apocalipsis contienen una conclusión perfecta de los planes
eternos de Dios y su maravillosa providencia por su pueblo (Efesios 2:7). ¡Habremos
llegado a la meta de toda la revelación! El deseo y los esfuerzos de Satanás a través de los
siglos han sido dirigidos a separar a Dios del hombre, pero al final es Dios quien hace su
voluntad. Por fin, los planes divinos para el eterno bienestar del hombre son realizados y
toda promesa divina es cumplida.
Con sublime e inigualable lenguaje, Juan describe la transición de los glorificados al
pináculo de la paz eternal. La competencia moral del apóstol para presenciar y entender las
glorias de la eternidad no venía de él mismo, sino del Espíritu Santo. Bajo el control
absoluto del Espíritu de Dios, Juan vivió y se movió en otro ámbito de la existencia y fue
preparado así para recibir la visión de las realidades del cielo.
Sentimos que estos capítulos invitan a la contemplación más que a la interpretación; a la
reverencia más que a la investigación. Nos vemos invadidos del deseo de que se supiera
mucho más acerca de nuestra morada eterna. Una de las razones por las cuales escasean los
detalles acerca del estado eterno, es la limitación del lenguaje para expresar lo que Juan vio
y vivió. Las mejores palabras son únicamente palabras, un medio inadecuado de expresión
cuando se trata de la gloria eterna. Una vez en el cielo, en medio de aquel esplendor
maravilloso, haremos nuestra la exclamación de la reina de Sabá: “Ni aun se me dijo la
mitad” (1 Reyes 10:7).
La frase clave en la sección final del Apocalipsis está en 21:5: “He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas.” Algunos sugieren que aquí se confunden la época milenial y la eternidad
para constituirse en un cuadro perfecto de la gloria interminable. (Cronológicamente,
Apocalipsis 21:9–27 podría preceder a 21:1–8. Los versículos 7 y 8 apuntan hacia un
período previo al amanecer de la era eterna.) La escena presentada es magnífica en verdad.
Por fin Cristo es el héroe de los siglos y está a punto de entregar el reino a su Padre. ¡Qué
conmovedor va ser éste acto de rendimiento, tanto para el Padre como para el Hijo! ¡Cuán
necesario es que vivamos más el futuro! Como lo hizo el apóstol Pablo, aprendamos a
equilibrar el triste “ahora” con el glorioso “mañana”.

1. Un cielo nuevo (21:1)


“Vi un cielo nuevo el primer cielo pasó” (Apocalipsis 21:1). Al comparar todo este
versículo con el 20:11, encontramos el orden invertido. Delante del gran trono blanco la
tierra y el cielo huyeron. Este cambio de orden es significativo. En la creación antigua, que
termina en 20:11, Dios estaba íntimamente relacionado con la tierra, sobre la cual El tenía
un templo para su pueblo. Pero ahora que su pueblo mismo es el templo (21:3), todo tiene
naturaleza celestial.
Por “cielos” en 21:1 no se quiere dar a entender la presencia inmediata de Dios, sino los
cielos aéreos; es decir, todo lo que está entre la tierra y la morada de Dios. El cielo antiguo
es el lugar desde donde operaba Satanás, por lo que no era limpio ante los ojos de Dios. El
cielo nuevo habrá de ser constituido de una manera tan diferente, que el sol, la luna, las
estrellas y todas las propiedades atmosféricas actuales no serán necesarios. Por fin habrá un
amanecer sin que haya anochecer.
En las Escrituras se mencionan tres cielos:
1. El tercer cielo, o cielo verdadero, es el lugar al cual fue arrebatado Pablo en la presencia
inmediata de Dios. Esta es la región de la gloria divina y también es la morada de los
ángeles y los santos (2 Corintios 12:1–5).
2. El segundo cielo o cielo astronómico, es la zona donde se encuentran el sol, la luna y las
huestes de estrellas y demás cuerpos celestes (Job 38:31–33).
3. El primer cielo o cielo atmosférico, es el aire que está alrededor de nosotros y sobre
nosotros. Se dice que Satanás es el príncipe de esta región (Efesios 2:2).
Puesto que el tercer cielo (la morada de Dios) es eterno, no estará sujeto a cambio alguno.
“Los cielos nuevos” nos sugieren una transformación de los cielos atmosféricos y
astronómicos. Con nuestro cuerpo celestial, podremos recorrer el nuevo cielo y la nueva
tierra.
Es necesario un nuevo cielo intermedio debido a que el actual ha sido contaminado por la
presencia de Satanás, el príncipe de la potestad del aire. Esta es la razón por la cual las
estrellas no son limpias a los ojos de Dios (Job 25:5). El espacio situado entre nosotros y la
morada de Dios ha sido invadido también con cohetes, satélites y toda clase de desechos
espaciales lanzados por los hombres del siglo XX.

2. Una tierra nueva (21:1)


“Una tierra nueva la primera tierra pasó” (Apocalipsis 21:1). Realmente pasará sin que lo
lamentemos mucho. La tierra antigua debe desaparecer porque ha sido escenario del pecado
y la violencia del hombre. También se ha empapado con la sangre de millones de mártires y
ha sido teñida con la sangre del Redentor. Además ha sido inundada con mares de lágrimas
por los hombres y las mujeres de Dios. La tierra nueva nunca experimentará el pecado, el
dolor ni la muerte. Algunos eruditos creen que el cielo nuevo va a ser la habitación de los
santos redimidos en gloria, mientras que la tierra nueva será la morada de los redimidos que
serán salvos durante la Tribulación, quienes pasarán por el milenio.
Una notable omisión en la nueva creación de Dios serán los océanos: “El mar ya no existía
más” (21:1). ¡Cuánto ha de haberse consolado el corazón de Juan con tal revelación, ya que
en la isla de Patmos el apóstol sufría la separación más triste que el mar puede causar! En el
cielo, sin embargo, nada nos podrá separar de nuestros seres queridos. Todos los que son
del Señor estarán unidos para siempre.
Hay una diferencia de opinión entre los eruditos bíblicos en cuanto a si la nueva creación
(la cual no aparecerá antes que desaparezca la antigua) va a ser totalmente nueva, o si sólo
será una renovación de la antigua. Algunos señalan que el fuego no simboliza aniquilación,
sino sólo purificación y que Dios únicamente va a purgar la creación vieja para convertirla
en un lugar de habitación adecuado para sus santos glorificados. Otros escritores dicen que
el lenguaje usado por el Nuevo Testamento es claro y enfático, y que habrá una
desaparición total de la antigua creación. Esta huirá, “pasará con gran estruendo” y será
quemada, lo cual implica (según ellos) no una mera transformación, sino una destrucción.
La vieja creación será desechada como ropa inservible, como andrajos completamente
inútiles.
Pero, ¿no hay una forma de hacer que la ropa vieja reaparezca como nueva? Cuando Dios
dijo: “He aquí yo hago nuevas todas las cosas” (21:5), la palabra que usó para “nuevas” no
fue la que tiene el significado de nuevo en cuanto a tiempo o de aparición reciente, sino
nuevo en forma o calidad, de una naturaleza diferente a la antigua. Así es como se usa esta
misma palabra en el “hombre nuevo” de Efesios 4:24, que implica un hombre totalmente
distinto del primer Adán. Pablo describe el nuevo carácter del hombre, el cual es espiritual
y moral de acuerdo con el modelo de Cristo. Y así ocurrirá con el cielo nuevo y tierra
nueva, los cuales diferirán completamente en forma y calidad de los originales.
Sin importar cuál sea nuestro punto de vista, el período que transcurre entre la primera y la
antigua creación es el que está incluido en la Biblia. La primera creación es la esfera y
escenario de las primeras cosas. El pecado, iniciado en el cielo por Lucifer, ha devastado a
la primera creación. La nueva creación será totalmente diferente, como puede verse a través
de un estudio de los males que no existirán más, según Juan. Al describir las bendiciones de
la nueva creación, Juan sólo pudo usar una serie de frases negativas:
No habrá más enfermedad
No habrá más dolor
No habrá más hambre
No habrá más sed
No habrá más tristeza
No habrá más lágrimas
No habrá mar
No habrá más muerte
No habrá más pecado
No habrá más noche
Y no estando presente Satanás, tampoco habrá tentación. A las puertas de las edades
eternas, alcanzaremos un mundo sin tragedias, sin tribulación y sin maldad. Allí morará “la
justicia” (2 Pedro 3:13). Compárese esto con los pasajes de Mateo 24:35; Hebreos 1:1–12;
12:25–29; 2 Pedro 3; Isaías 34:4; 65:17; 66:22. Con tan gloriosa perspectiva, ¿no
deberíamos luchar por llevar una vida de acuerdo a los principios y valores de la eternidad?
Las pruebas y desilusiones del presente no pueden compararse con la gloria que será
manifestada en aquel dichoso e interminable día.

3. La nueva Jerusalén (21:2, 9–21)


En su descripción perfecta sobre la unidad perfecta, Juan nos hace ver la relación de
gobierno que hay entre la Iglesia y todo lo demás. (Aquí también debemos tomar nota de
los verbos que usa Juan para describir su experiencia: Vi y oí.) Aquí se hace un contraste
entre la nueva Jerusalén y la antigua. La presente Jerusalén terrenal, la llamada “Ciudad
Santa” es una ciudad que tiene poco de santa, mientras que la nueva Jerusalén será una
ciudad perfecta procedente del cielo. Como una esposa ataviada con su bella vestidura
nupcial, la Iglesia desciende con toda su gloria. Formada por el solícito afecto del Espíritu
Santo en el desierto de este mundo, fue raptada por el Esposo al cielo y ahora, después de
sus bodas con El, aparece adornada con todos los encantos de la eternidad.
Algunos escritores creen que Apocalipsis 21:1 tiene relación con la cena de bodas del
Cordero (19:7). La primera boda de la Biblia (Génesis 2:18–24) puede ser usada como un
cuadro típico del origen de la Iglesia y su relación con Cristo. La novia falsa, la ramera
(17:5), lucía una gloria terrenal, pero la novia del Cordero resplandece por la belleza y la
gloria que proceden de Dios. Aun en su estado eterno la Iglesia no posee ninguna gloria
inherente, “teniendo la gloria de Dios” (21:11). (Véase también Filipenses 3:20, 21).
Juan también compara a la Iglesia con una ciudad (vea también 3:12). William Newell tiene
una útil exposición de la sociedad de los redimidos como una ciudad. A continuación se da
un resumen adaptado de algunos de sus puntos:
Será una ciudad verdadera. En este pasaje se da una descripción literal de todas las cosas:
oro, calles, medidas, piedras, etc. Esta ciudad desciende del cielo, porque sería imposible
construir una ciudad santa aquí. En esta nueva morada de la Iglesia todos los materiales son
provistos por Dios. (La ramera y la ciudad de Babilonia son una falsificación que había
hecho Satanás de 21:2, que es un sumario de 21:9–11.)
Será una ciudad celestial. Esta ciudad desciende del cielo porque es para un pueblo
celestial. Sin una naturaleza celestial (la cual es provista por el Espíritu Santo en la
regeneración), no se podría vivir en ese ambiente eterno. “Pero anhelaban una mejor, esto
es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha
preparado una ciudad” (Hebreos 11:16).
Será una ciudad residencial. La ciudad que Juan describe con lujo de detalles será la
residencia eterna de Cristo y de los suyos, cuyos cuerpos glorificados serán semejantes al
de Cristo. Los demás, por supuesto, también compartirán esta gloria (21:24–26), pero la
iglesia será como una esposa en su casa. La palabra morar (Salmo 23:6) significa estar en
su casa. ¡Qué gloriosa esperanza: estar en nuestra propia casa con el Señor para siempre!
Será una ciudad enorme. La descripción de las medidas de esta ciudad sorprende a la
imaginación humana. La longitud, la anchura y la altura de esta ciudad son exactamente
iguales: 12.000 estadios (cerca de 3.300 kilómetros). La perfección de gobierno se sugiere
en la constante repetición del número doce. Hay doce puertas, doce ángeles, doce tribus,
doce fundamentos, doce apóstoles, doce piedras preciosas y doce perlas. Las doce puertas
están relacionadas con Israel (Mateo 19:28) y los doce fundamentos, con la Iglesia (Efesios
2:20).
Será una ciudad gloriosa. La gloria de Dios será la luz de esta ciudad: “Teniendo la gloria
de Dios; y su fulgor será semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe,
diáfana como el cristal” (21:11). El Cordero será su lumbrera; es decir, la fuente de toda la
iluminación necesaria. No habrá necesidad de luz natural. La mención de “una caña de
medir” (21:15), implica que cuando Dios mide una cosa es porque le pertenece y la quiere
usar. Todo será medido para que esté de acuerdo a sus requisitos para bien de sus santos
glorificados; su Iglesia estará adornada con todos los encantos eternos del cielo.
Será una ciudad capital. La eterna morada de Dios se encontrará en esta ciudad capital y
será más resplandeciente que todas las capitales modernas del mundo. Este será el centro de
la presencia y el gobierno divino en el universo de Dios y del Cordero. Cada vez que se
habla de la ciudad, se menciona el nombre del Cordero, y las siete referencias que se hacen
de El (21:9, 14, 22, 23, 27; 22:1, 3), indican que, aunque Cristo le entrega el reino al Padre,
El lo comparte también con los redimidos.

4. La nueva comunión (21:3–7)


Por fin aquella comunión que fue rota en el huerto del Edén (Génesis 3), es restaurada
plena, total y eternamente. Nunca jamás podrán ni Satanás ni el hombre romper dicha
comunión. ¿Qué es el cielo? ¿No es una sociedad de almas completamente restauradas en
comunión espiritual ininterrumpida con Dios? Entonces aquí tenemos un cielo que
desciende del cielo.
Pero Dios no descenderá a morar con los hombres hasta que la antigua creación
desaparezca. La tierra actual está muy corrompida para ser la morada de Dios. La frase
“con los hombres” aparece tres veces, sugiriendo que habrá una eterna y bendita comunión
entre Dios y los hombres. El deleite de Dios es habitar con los hijos de los hombres
(Proverbios 8:31). El resultado de esta preciosa comunión será un mundo sin lágrimas,
porque sólo Dios puede enjugar nuestras lágrimas: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos
de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni dolor, ni clamor; porque las
primeras cosas pasaron” (21:4). ¡Qué glorioso día!
5. El nuevo templo (21:22)
Por fin las sombras y figuras ceden el paso a la realidad, a la substancia (Hebreos 9:23, 24).
Todas las cosas que estaban relacionadas con el tabernáculo y el templo solamente tenían el
propósito de tipificar a Jehová Dios y al Cordero. El templo milenial de Ezequiel era el
centro de adoración en la ciudad terrenal, pero ahora todo está centralizado en torno al
trono, al cual todos tienen acceso. En tiempos antiguos, Dios tenía un templo para su
pueblo y durante la época de la Iglesia, tiene un cuerpo de redimidos como templo. Juan
describe ahora la edad eterna, en la cual Dios se ofrecerá a sí mismo como templo para su
pueblo.
Cuando Juan habla de que el templo de Dios está abierto en el cielo, usa la palabra griega
que significa “el lugar más santo”, el lugar santísimo, al cual sólo el sumo sacerdote entraba
una sola vez al año. Dios manifestará su gracia inmutable en medio de su pueblo. Su trono
y su santa presencia sobrepasarán gloriosamente al arca del pacto que estaba en el
tabernáculo y en el templo. Esta referencia, junto con la anterior acerca de la maldición del
templo (11:1, 2), indica que será en ese momento cuando se revelará la morada secreta de
los hijos de Dios.
En medio de la demolición de imperios y la desaparición del mundo antiguo, Juan nos
asegura que todos los santos estarán bajo la sombra del Omnipotente y que habrá acceso
inmediato a Dios sin la intervención de un sacerdote o mediador. La ausencia de templo
implica pleno y libre acceso para todos los verdaderos adoradores. Walter Scott lo expresa
apropiadamente:

¿Qué necesidad habrá de templo? Dios en la grandeza de su ser y como el que ha estado
activo y gobernado al mundo por los siglos, es revelado ahora en gloria por el Cordero. La
presencia divina se difunde por igual a todas partes. Dios y el Cordero se harán manifiestos
en todos los rincones de la enorme ciudad de oro.

Dios ha reconocido a su pueblo como templo, pero ahora él es su templo vivo y verdadero,
la verdadera arca y el eterno maná escondido. Así como hubo relámpagos y truenos en la
cumbre santa del monte Sinaí, donde fue erigido el primer tabernáculo—señales divinas a
favor de la ley santa que el poder del mundo había desafiado—también la morada de Dios
estará siempre abierta como un santuario de la fe, pero al mismo tiempo será un Sinaí
cubierto de nubes y fuego consumidor para todos los que rechacen a Dios (Hebreos 12:18–
24).

6. La nueva luz (21:23–25; 22:5)


La ciudad eterna y santa tendrá un sistema especial y sobrenatural de iluminación. Ahora
tenemos la luz natural que proviene del sol, la luna y las estrellas. El sol es la fuente de vida
y luz para todo lo que existe sobre la tierra. La luna y las estrellas son sólo reflectores de su
luz. Pero estos cuerpos celestes que fueron creados para desempeñar ciertas funciones,
habrán pasado con los cielos antiguos y ya no existirán. En la actualidad también tenemos
una iluminación artificial, porque la tecnología ha logrado producir nuevas fuentes de luz
para iluminar la oscuridad de la noche. Pero en la nueva Jerusalén, Dios y el Cordero
emanarán toda la luz que sea necesaria. Cristo declaró que El era la luz del mundo, y será la
luz del mundo eterno también. Juntamente con el Padre, El será la luz del nuevo mundo
como lo es del antiguo. En esa gran ciudad no habrá más noche; será un eterno amanecer,
un día sin final.
Las puertas de la ciudad nunca se cerrarán. No habrá necesidad de policías para que cuiden
a los moradores de la ciudad, porque tampoco habrá ladrones. Las naciones podrán salir y
entrar libremente. Todo lo que pertenece al pecado y a las tinieblas habrá desaparecido.
Todo lo natural y artificial se habrá desvanecido. ¡Verdaderamente, la perspectiva de algo
tan perfecto nos asombra! En medio de este mundo, debemos resplandecer como antorchas
(Filipenses 2:15), pero en aquel mundo brillaremos más al reflejar la eterna gloria de Cristo.

7. El nuevo paraíso (22:1–5)


Hay muchas características importantes que debemos tener en cuenta al estudiar este
capítulo.
1. Un libro sólo posee valor en proporción al valor de la verdad que revela. “Y me dijo:
Estas palabras son fieles y verdaderas” (22:6). Aquí tenemos una solemne afirmación de la
veracidad de las Escrituras. Un ángel del cielo viene a autenticar las profecías del
Apocalipsis. Todos los profetas de antaño actuaron bajo el control del Espíritu de verdad.
2. Un libro siempre está íntimamente relacionado con su escritor. El nombre de Juan
aparece cinco veces en el Apocalipsis, mencionándolo como su escritor: “Escribe en un
libro lo que ves” (1:11), y todo este dramático libro fue escrito por Juan, quien estaba
acostumbrado a escribir (2 Juan 12; 3 Juan 13). La “alta crítica” niega que Juan haya escrito
el Apocalipsis y lo atribuye a otro Juan que no era el apóstol, pero como bien dice
Hilgenfield: “Un Juan desconocido, cuyo nombre ha desaparecido de la historia, dejando
escasos rastros de sí, difícilmente pudo haber sido el que escribiera mandamientos expresos
en el nombre de Cristo y del Espíritu Santo para las siete iglesias.” Las cinco veces que se
usa el nombre de Juan demuestran que quien escribió el cuarto evangelio y las tres epístolas
que llevan su nombre, fue también el que escribió el Apocalipsis, tal como se le ordenó que
lo hiciera (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8).
3. Un libro no sellado no es más que un libro que está abierto para que pueda ser leído y
usado. Lo que fue había estado sellado desde el tiempo de Daniel (Daniel 12:4) queda ahora
expuesto. No olvidemos que Apocalipsis significa revelación, y esto es justamente lo que
contiene todo el libro. Mientras más nos acercamos a los acontecimientos que se registran
en él, más claras nos parecen sus profecías (22:10).
El punto culminante de la redención, que se alcanza aquí, es el milagro de un huerto del
cual han sido excluidos para siempre la serpiente y el pecado. Observemos brevemente
alguna característica del glorioso futuro del pueblo de Dios. En la antigua creación todos
los ríos corrían hacia el mar, pero aquí tenemos un río sin mar; un río que proveerá la
fertilidad y la vegetación de la nueva creación. Los ríos abren la Biblia (Génesis 2:10) y la
cierran (22:11). Este río corre desde el trono, el cual es su origen y manantial. El agua de
este río divino es clara como el cristal, es decir, completamente pura. No requerirá ningún
tratamiento para purificar. Todos los tronos ceden su lugar al trono de Dios y del Cordero
(1 Corintios 15:24–28).
La Biblia también empieza con un árbol de vida y termina con otro. Este estará en medio de
una calle, lo cual significa que no habrá aislamiento ni exclusión. Todos podrán tener
acceso a este árbol de sanidad. Las hojas de este árbol producen salud y vida. Los frutos
son para los santos (Ezequiel 47:12). Puesto que toda enfermedad y muerte han
desaparecido (21:4), la sanidad provista por ese árbol no está asociada con el cuerpo. Como
la existencia de sanidad implica la de la enfermedad, la traducción “para la salud de las
naciones” es preferible.
En Génesis 2:8–15 Dios creó un hogar material para el hombre en el huerto. Pero aquel
huerto original presenció la rebelión de Satanás y la transgresión del hombre (Génesis 3:1–
7). Ahora tenemos aquí un huerto que sobrepasa al primero en todo sentido. Nada se
marchitará ni morirá jamás. Habrá desaparecido para siempre la maldición que Dios
pronunció sobre el primer huerto de la tierra. La calamidad del Edén nunca volverá a
ocurrir, ya que ha desaparecido el pecado para siempre y tampoco habrá más maldición. La
última palabra del Antiguo Testamento es maldición: “El hará volver el corazón de los
padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y
hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:6). Pero el Nuevo Testamento empieza con
Jesucristo, el que vino para llevar la maldición sobre sí mismo (Gálatas 3:13). En el
glorioso final de la Biblia encontramos una bendición en lugar de una maldición
(Apocalipsis 22:3, 21).
El triunfo de Cristo puede ser presentado de la manera siguiente:
En el Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
En el Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva.”
En el Génesis: “A las tinieblas llamó noche.”
En el Apocalipsis: “Allí no habrá noche.”
En el Génesis: “De cierto morirás.”
En el Apocalipsis: “No habrá allí más muerte.”
En el Génesis: “Multiplicaré en gran manera tus dolores.”
En el Apocalipsis: “Ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor.”
En el Génesis: “Maldita será la tierra por tu causa.”
En el Apocalipsis: “No habrá allí más maldición.”
En el Génesis: Fueron apartados del árbol de la vida.
En el Apocalipsis: Aparece el árbol de vida.
En el Génesis: Aparece Satanás.
En el Apocalipsis: Desaparece Satanás.
En el Génesis: “Abraham buscaba la ciudad con fundamentos.”
En el Apocalipsis: Se ve una ciudad de perfección y gloria definitivas.
Juan sigue declarando que en la nueva creación los siervos de Dios estarán activos
incesantemente. Nosotros reinaremos para siempre jamás con El: “Y reinarán por los siglos
de los siglos” (22:5). Esto significa que los santos no permanecerán sentados locando arpas
todo el tiempo. Provistos de cuerpo y mente perfectos y glorificados, tendremos el gozo de
servir al Señor como no lo podemos hacer ahora debido a la perturbadora influencia del
pecado. Tendremos privilegios nunca imaginados en aquella tierra que será más
esplendorosa que el mismo día: allí veremos su rostro. ¿El rostro de quién? ¡El del Cordero
(22:3, 4)! ¿Estamos viviendo ya en la esperanza gozosa de ese momento conmovedor,
cuando por primera vez contemplemos con nuestros ojos al Rey en toda su belleza y
resplandor?
Inefable maravilla la que contemplaremos al ver la faz ante la cual han huido el cielo y la
tierra. Pero el mayor portento ocurrirá cuando seamos transformados a su semejanza. “Su
nombre,” dice Juan, “estará en sus frentes” (Apocalipsis 22:4). Por el término “nombre”
debe entenderse al carácter y la naturaleza de Dios. El sello, por supuesto, es un distintivo
de propiedad y seguridad. Pero, ¿por qué la referencia a la frente? El sello estará en un
lugar donde todos puedan verlo con facilidad. Vamos a reflejar perfecta y públicamente el
carácter de Dios (7:3). ¡Cuán impresionante es pensar que nuestra frente será sellada por El
y luciremos ese sello para siempre!
Antes de terminar su maravillosa descripción de la resplandeciente herencia de los santos,
“la Jerusalén de arriba,” Juan dice algo más sobre su radiante gloria y su incomparable luz:
“No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque
Dios el Señor los iluminará” (22:5). No habrá noche, ni lámpara ni sol: una gloriosa ciudad
de luz que se yergue en contraste con el presente mundo de densas tinieblas. Ahora sólo la
mitad del mundo puede tener luz a la vez, pero cuando el Señor irradie su luz, ésta brillará
en todo lugar al mismo tiempo. Esta luz eterna está fuera del alcance de toda investigación
científica; trasciende nuestra comprensión humana y limitada. ¡Qué ciudad! ¡No habrá allí
noche con sus tinieblas y su terror; no habrá necesidad de servicio de iluminación; no habrá
más amanecer ni anochecer!
La revelación de Cristo se ha consumado. Su gloriosa manifestación como el Cordero
omnipotente no sólo es ratificada, sino también aplicada. Después de mostrar el maravilloso
panorama de su gloria, gracia y gobierno, el Apocalipsis concluye con una doxología
sumamente sencilla, tierna y breve. Tanto en el prólogo como en el epílogo del Apocalipsis,
se habla de la segunda venida (1:7; 22:20). En el epílogo (22:6–21) encontramos un estilo
conciso y breve que le da una impresionante conclusión a este extraordinario libro. Al hacer
un análisis cuidadoso de las palabras, nos damos cuenta de que encierran un resumen de los
temas de primordial importancia tratados a través de todo el libro. Esto es, la certeza del
cumplimiento de la profecía y la inminencia de dicho cumplimiento.
El ángel que aparece, habla de sí mismo en tercera persona y agrega una bienaventuranza a
la promesa del regreso de Cristo (22:6). Existe un admirable paralelismo entre estas
palabras y las del prólogo (1:1–8).
Juan queda tan sobrecogido al contemplar la santa ciudad, la nueva Jerusalén que cae
postrado sobre su rostro a los pies del heraldo angélico para rendirle adoración. Sin
embargo, éste le recuerda que la alabanza y la reverencia pertenecen exclusivamente a
Dios.
Entonces se le indica con toda claridad que considere muy cercana la segunda venida de
Cristo. Las cosas que se le manifestaron no eran para ser guardadas en secreto, como si el
día de su cumplimiento estuviera todavía lejos. Estas visiones pertenecen al presente,
porque Cristo está a punto de aparecer.
Hay una solemne declaración sobre el destino fijo e inalterable de la decisión humana
deliberada. El carácter humano sigue produciendo su inevitable desarrollo y su fruto; la
condenación está sellada para los impíos (22:10, 11).
En la repetida declaración “Yo soy el Alfa y la Omega” (1:8, 11; 22:13), tenemos una
contundente evidencia de la divinidad de Cristo. En lo que respecta a los perros, éstos
simbolizan la repugnante y ofensiva inmundicia de todos aquellos que rechacen la limpieza
de la sangre del Cordero y queden fuera de la Ciudad Santa (22:15).
La estrella resplandeciente de la mañana brilla con más intensidad un poco antes del
amanecer. Es un símbolo perfecto del regreso de Cristo, quien traerá el amanecer de una era
de luz radiante (22:16).
De la misma manera en que se pronuncia una bendición para los que hagan un uso
apropiado de este libro, así también hay una solemne advertencia para los que abusen del
mismo. Se pronuncia un ay contra todos los que adulteren cualquiera de estas enseñanzas.
Esta advertencia se refiere a aquellos que voluntariamente y a sabiendas distorsionan y
pervierten sus grandes verdades. Todos los que amen el Libro de Dios deberán velar por su
integridad (22:18, 19) y declarar todo el consejo de Dios
Las siete cosas últimas

Apocalipsis 22:8–21
El Génesis es el libro de las primeras cosas, y el Apocalipsis es el de las cosas postreras. Es
muy importante comparar los principios con las conclusiones. En esta última sección del
último libro de la Biblia hay siete cosas últimas que deben ser consideradas.

1. E1 último testimonio de que la visión es cierta (22:8)


Los verbos que denotan experiencia son prominentes en este versículo: “Yo … soy el que
oyó y vio … Me postré.” Es probable que esta sea una referencia a la suprema visión del
nuevo paraíso (22:1–7). Pero estos verbos que describen experiencias también confirman la
autenticidad del Apocalipsis como un todo.

2. La última bienaventuranza apostólica (22:14)


Anteriormente describimos todas las bienaventuranzas del Apocalipsis. Aquí se nos
recuerda que la obediencia a todo lo que Dios ha revelado trae consigo ricas recompensas
(Juan 13:17). Los creyentes debemos caminar sobre dos pies: la confianza y la obediencia.

3. El último testimonio divino (22:16, 18, 20)


Cristo, quien vive para siempre jamás, confirma todas las profecías del Apocalipsis, salidas
de la mente divina para revelarlo a El en toda su gloria y majestad. Tres veces encontramos
la expresión “dar testimonio”, “testifico”. La expresión “Yo, Jesús”, declara que El es el
Jesús de toda la historia. ¡Qué declaración tan sobria, pero a la vez tan enfática: Yo, Jesús!
El pronombre personal es enfático. El Apocalipsis es el libro de la revelación de Jesucristo
y El es el tema central de todo su mensaje. La raíz pertenece a la tierra y simboliza su
humanidad, pero la estrella es del cielo y simboliza su divinidad. Puesto que las palabras de
Jesús significan exactamente lo que dicen, entonces la falsificación de cualquier parte de
este libro sublime tiene que ser algo trágico. La mutilación de una parte de este libro (o de
la Biblia) merece el juicio divino.

4. La última invitación celestial (22:17)


Para entender correctamente las tres formas en que Juan usa el verbo venir, debemos
examinarlas a la luz del contexto. Las primeras dos veces realmente significan “¡Ven!” El
primer ven es doble: El Espíritu y la esposa dicen “¡Ven!” ¿A quién se dirigen? Al que dice
tres veces en el capítulo: “Yo vengo pronto” (22:7, 12, 20). El Espíritu Santo habla a través
de la esposa de Cristo, la Iglesia, y se une a ella en respuesta a la voz del que viene como la
estrella de la mañana. Entonces cada cristiano, tanto individual como colectivamente, dice:
“¡Ven!” ¿Tenemos nosotros el deseo ferviente de dar la bienvenida al Señor a su regreso?
El tercer ven está relacionado con el pecador que como alma sedienta, debe buscar el agua
de vida antes de que sea demasiado tarde.

5. La última promesa de su venida (22:20)


Antes de su muerte, resurrección y ascensión, el Señor prometió regresar por su Iglesia
verdadera (Juan 14:1–3). Aquí, por última vez, confirma su promesa con las palabras “Yo
vengo pronto”. La Biblia está llena de promesas, como lo he demostrado en mi libro
titulado Toaos las promesas de la Biblia. Pero ésta es la promesa más bienaventurada entre
todas.

6. La última oración sincera (22:20)


La Biblia está inundada de oraciones. Esta es la última. Juan se hace eco del anhelo de los
santos a través de todas las edades en su corta pero sincera súplica: “Sí, ven, Señor Jesús.”

7. La última bendición (22:21)


El último libro de la Biblia, tan lleno de juicios, termina en gracia y no en maldición, como
terminaba el Antiguo Testamento. “Amén.” Así sea. La certeza absoluta de la verdad queda
confirmada, y toda la gloria de la eternidad será nuestra solamente a través de su gracia.
El Apocalipsis empieza con “la revelación de Jesucristo” y termina con “la gracia de Cristo
Jesús”. Así lo expresa Christina Rossetti: “Todo lo que hay entre estas dos frases no cumple
su propósito en nosotros, a menos que le demos culminación a todo en la gracia que nace
del temor de Dios y de la obediencia a sus mandamientos.”
Se está haciendo tarde y el tiempo está a punto de vencerse. ¡Ojalá el Señor nos encuentre
viviendo como hijos del día, con nuestro rostro vuelto hacia el eterno amanecer! ¡Que todas
las cosas de este mundo se nublen ante la luz de semejante gloria! En medio de las sombras,
caminemos con la seguridad de que tenemos una herencia de dicha que aún no podemos
ver. Las mismas manos que se dejaron clavar en una cruz por nosotros, esperan el momento
de podérnosla entregar.

TERCERA PARTE
Las demás realidades del Apocalipsis
Los números en el Apocalipsis
El simbolismo de los números en la Biblia es uno de los aspectos más fascinantes del
estudio de las Escrituras. Sin embargo, pasa inadvertido para muchos. Desde tiempos muy
antiguos, las personas instruidas han hallado gran deleite en el estudio de los números. Las
supersticiones y filosofías del antiguo mundo pagano están relacionadas con extrañas
fantasías y extravagantes especulaciones en cuanto a su uso. Muchas de sus declaraciones
en cuanto a los significados de los números eran completamente falsas. En cambio, la
numerología bíblica nos proporciona una gran ayuda en los descubrimientos de las glorias
morales, dispensacionales y proféticas. No hay lugar para la especulación en el uso que el
Espíritu Santo hace de los números.
Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de Dios es el poder, y tuya, oh Señor, es la
misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra (Salmo 62:11, 12).
Ellicott observa que este es el modo habitual hebreo de enfatizar una declaración numérica.
Va aumentando en intensidad natural sobre la estructura misma del versículo, hasta llegar a
su punto culminante. La unión del poder y el amor queda comprobada ante el poeta por la
mención hecha en la última cláusula acerca de la misericordia y la justicia.
Salomón también usa la culminación numérica cuando enumera las seis cosas que Dios
aborrece y la séptima que abomina su alma (Proverbios 6:16–19). Limitándonos
únicamente al libro de Apocalipsis, busquemos el significado literal y simbólico de los
números empleados por Juan para expresar muchas facetas de la verdad.

1. El uno
Existe un acuerdo universal sobre el significado de este número. En todos los idiomas es el
símbolo de la unidad, y en las Escrituras es considerado como el signo de la unidad divina y
su supremacía absoluta: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Esta orden
da a entender que en Dios hay una suficiencia absoluta y una independencia que no necesita
de nadie más. En Efesios 4:3–6, el apóstol Pablo describe un círculo completo, que consta
de siete unidades distintas: un cuerpo, un espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios.
El tres es el signo de la manifestación divina, y el siete es símbolo de perfección espiritual.
Las primeras tres unidades son manifestaciones internas de Dios; mientras que las tres
siguientes son sus manifestaciones externas. La unidad y la supremacía de la divinidad de
todas es afirmada por Dios, quien es “sobre todo”, “por todo” y “en todo”.
Bullinger, en su obra erudita Numbers in Scripture (Los números en la Biblia) dice: “Como
número cardinal, el uno denota unidad; como ordinal, denota primacía. La unidad es
indivisible, y no está constituida por otros números. Por lo tanto, el uno es independiente de
todos los demás. El uno excluye toda diferencia, porque no hay segundo con el cual entre
en armonía o en conflicto. El primero es el único. No puede haber dos primeros.”
La unidad de los atributos gubernamentales de Dios se puede ver en los querubines de oro,
que eran de un mismo tamaño y de una misma hechura (1 Reyes 6:25). ¿No necesita la
Iglesia profesante recordar el significado de este número divino? ¿No es verdad que se está
apartando gradualmente del sacrificio único de Cristo y del altar único, su unidad en la
adoración?
Entre las referencias al número uno en el Apocalipsis, mencionamos a continuación las
siguientes frases sobresalientes:
“Uno semejante al hijo del hombre” (1:13).
“Por una hora recibirán autoridad con la bestia” (17:12).
“Tienen un mismo propósito” (17:13).
“En una hora vino tu juicio” (18:10).
“En una hora han sido consumidos” (18:17).
“En una hora ha sido desolada” (18:19).
Parece como si la “una hora” de los tres pasajes últimos no se limitara a una hora de sesenta
minutos exactos. Es probable que el repetido clamor mencionado aquí sea el mismo período
designado como un “breve tiempo” o “un día” (17:10; 18:8). La brevedad de dicho período
indica lo terrible y repentino del juicio de Dios.
La expresión “un mismo propósito” se refiere a la unidad de los reyes que estarán en
sujeción a la autoridad y voluntad de la bestia.
Cada una de las doce puertas estaba hecha de una perla (21:21). Aunque cada perla era
distinta, había unidad en la variedad: unidad, pero no uniformidad.

2. El dos
Mientras que el número uno afirma que no hay otro, el dos indica que sí lo hay. Es un
número que tiene un doble colorido, de acuerdo con su contexto. Un escritor sugiere que
esa cifra puede significar responsabilidad, debilidad o gracia. Dos pueden ser uno en
compañerismo y en testimonio, aunque sean diferentes en personalidad. Nos sentimos
tentados a prestarles más atención a los pares que se hallan en las Escrituras, a partir de las
dos tablas de piedra del pacto (Deuteronomio 4:13) y de esta manera probar que en la
mayoría de referencias a este número existe la expresión de un testimonio amplio y
competente.
Considere el ministerio de los dos profetas (Elías y Eliseo) y los dos soldados (Josué y
Caleb), quienes son reconocidos como fieles testigos de la verdad de la Palabra de Dios. En
los días de la gran Tribulación, darán testimonio de los derechos reales y sacerdotales de
Cristo un par de valientes mensajeros que son descritos como:
“Dos testigos” (11:3).
“Dos olivos” (11:4).
“Dos candeleros” (11:4).
“Dos profetas” (11:10).
Los dos corazones de estos aguerridos heraldos laten como uno solo en su testimonio total
por la causa de Cristo. Cuando dos seres humanos se unen en santo matrimonio, hablamos
de ellos como una sola carne. Los dos testigos martirizados serán uno en su testimonio, en
los malos tratos en la muerte, la resurrección y la ascensión.

3. El tres
Este número tiene una asociación sagrada, porque representa la Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo (Mateo 28:19). Pablo usa la frase estas tres cuando se refiere a las virtudes
cristianas: la fe, la esperanza y el amor (1 Corintios 13:13). El número tres, que aparece con
tanta frecuencia en las Escrituras, ofrece al expositor de la Biblia una inmensa riqueza de
material para usarlo en el púlpito o en el aula. Aquí, por ejemplo, se dan algunos de sus
usos, para despertar el apetito de los estudiosos:
Tres hombres se le aparecieron a Abraham (Génesis 18:2).
Tres ciudades de refugio (Deuteronomio 4:41).
Tres veces al año (Deuteronomio 16:16).
Triple bendición sacerdotal (Números 6:24–26).
Triple clamor del serafín (Isaías 6:3).
Tres llamamientos a la tierra (Jeremías 22:29).
Tres veces al día oraba Daniel (Daniel 6:13).
Tres veces negó Pedro a Cristo (Marcos 14:72).
Tres medidas de harina (Mateo 13:33).
Tres días y tres noches (Mateo 12:40).
Tres veces vio Pedro la visión (Hechos 10:16).
Tres veces rogó Pablo al Señor con respecto al aguijón en su carne (2 Corintios 12:18).
La tríada es una parte muy importante de las Escrituras y dondequiera que se encuentre
puede ser considerada como símbolo numérico de lo divino (como en el caso del frecuente
saludo de Pablo: gracia, misericordia y paz). Con este número también se enfatizan el
testimonio divino y la perfección divina. Sin embargo, hay algunos pasajes en los cuales el
número tres puede ser considerado como el símbolo de la resurrección moral, física y
espiritual, como en:
El tercer día de la creación.
El tercer día en la resurrección de Cristo.
Puesto que se necesitan las tres dimensiones largo, ancho y alto para formar un objeto
sólido, el número tres puede ser considerado como el símbolo del cubo, y por lo tanto,
representativo de todo lo sólido, real, substancial, completo y entero. En total hay cuatro
números perfectos que sugieren la idea de algo acabado y completo en las Escrituras:
El tres, que representa la perfección divina.
El siete, que representa la perfección espiritual.
El diez, que representa la perfección en el orden.
El doce, que representa la perfección en el gobierno.
La sección introductoria del Apocalipsis, la Revelación de Jesucristo, está señalada
especialmente por este gran sello divino del tres que se halla estampado en ella.
Esta revelación es
dada por Dios
enviada por Dios
declarada por Dios (1:1).
Juan dio testimonio de
la divina Palabra de Dios
el divino testimonio (el testimonio de Jesucristo)
la divina visión (todo lo que vio—1:2).
La bienaventuranza es para
el lector
el oyente
el que guarda las cosas escritas (1:3).
El ser divino,
el que era
el que es
el que ha de venir (1:4, 8).
El Señor que vendrá se presenta como
el profeta divino (el testigo fiel)
el sacerdote divino (el primógenito de entre los muertos)
el rey divino (el soberano de los reyes—1:5).
El pueblo de Dios es
amado
lavado
oronado (1:5, 6).
Cristo es representado como el
divinamente eterno
divinamente vivo
divinamente poderoso (1:17, 18).
La revelación divina fue triple:
las cosas que has visto
las cosas que son
las cosas que serán después (1:19).

4. El cuatro
Debido a que los acontecimientos mundiales son tan prominentes en el Apocalipsis, el
número cuatro se usa unas treinta veces. Al contemplar el mundo o la escena completa de la
creación, cuando se tienen en perspectiva lo largo y lo ancho, el cuatro es el número que se
usa para describirlo, ya que este número está relacionado con la tierra, con sus cuatro
puntos cardinales y sus cuatro estaciones. En cuanto a los que moran en la tierra, éstos han
formado parte de las cuatro monarquías que describió Daniel. La plenitud de las
bendiciones materiales en la tierra se describe de esta cuádruple forma:
en vez de bronce traerá oro,
y por hierro plata,
y por madera bronce,
y en lugar de piedras hierro (Isaías 60:17).
Si el tres es la marca de Dios, el cuatro es la marca del mundo, el cual está constituido en
cuatro divisiones: naciones, tribus, pueblos y lenguas (7:9). El cuatro es la señal del hombre
y la creación material. Hay un antiguo proverbio judío que indica que hay cuatro cosas que
ocupan el primer lugar en el mundo:
el hombre entre las criaturas,
el águila entre las aves,
el buey entre el ganado,
el león entre las bestias (Compare con Apocalipsis 4:7, 8.)

5. El cinco
Aunque no se usa con la frecuencia con que se usan otros números, el cinco tiene su propio
significado. Hay varios casos en los cuales se hace un contraste entre la debilidad y la
fuerza usando el número cinco: David usó cinco piedras lisas para vencer al gigante Goliat;
cinco perseguirán a cien; cinco panes para alimentar a cinco mil. Sin embargo, otros pasajes
como Números 5:7 y Mateo 25:2, implican la idea de la responsabilidad humana. El
número cinco y sus múltiplos ocupan un lugar prominente en las medidas y la distribución
de aquellas partes del tabernáculo y el templo que expresan responsabilidad humana y
testimonio ante los hombres. Hay cinco grandes misterios:
el misterio de Dios
el misterio del Hijo
el misterio del Espíritu
el misterio de la creación
el misterio de la redención en la cruz

6. El seis
El hombre fue creado en el sexto día de la creación, por lo tanto está sellado con el número
seis. Seis días son dados al hombre para que trabaje y seis es el número estampado en todas
las cosas que están conectadas con las actividades humanas. Las frecuentes referencias a
seis días de trabajo muestran lo incompleto de la obra humana, que jamás podrá alcanzar un
resultado pleno y definitivo. El trono de Salomón tenía seis gradas (1 Reyes 10:19) y,
debido a la imperfección de su gobierno, su reino fue dividido. Su gloria era imperfecta. El
sexto mandamiento está relacionado con el asesinato, el peor pecado del hombre contra el
hombre.
Puesto que seis es siete menos uno, y el siete es el número de la perfección, el seis tiene que
ver con el hombre, e implica la idea de su imperfección. Este es el número del hombre sin
Dios. Las seis tinajas de piedra llenas de agua (Juan 2:6) hablaban de la imperfección del
hombre y la incapacidad de sus normas para producir bendición. De manera que el seis
indica la limitación del hombre: lo mejor que él puede hacer sin Dios.

7. El siete
El constante uso en las Escrituras del número siete, demanda un estudio cuidadoso de parte
de todos los amantes de la Palabra de Dios. El papel tan importante que este número
desempeña en el Apocalipsis se comprueba con el hecho de que Juan lo usa no menos de
cincuenta veces en sus veintidós capítulos. El siete tiene gran significado; se usa en la
Biblia con referencia a lo completo y lo perfecto, más que cualquier otro número simbólico.
El siete también aparece en varios múltiplos, como en “setenta veces siete”. En la creación,
Dios reposó de su obra el día séptimo: el sábado o día de reposo.
Como se indicó anteriormente, la palabra siete viene en hebreo de una raíz que significa
“estar completo, satisfecho, tener suficiente” y da la idea de perfección o plenitud, ya sea de
lo bueno o de lo malo. Pablo enumera siete dones y siete unidades asociadas con la
verdadera iglesia (Romanos 12:6–8; Efesios 4:4–6). Había siete fiestas de Jehová (Levítico
23). Además de los sietes ya señalados, queremos presentar una lista de perfecciones que
aparecen en el libro y están asociadas con el número siete.
Los siete espíritus de Dios las perfecciones de la divinidad.
Los siete candeleros de oro la perfección de la luz y la verdad y del testimonio dado por
Cristo.
Las siete estrellas la perfección en el gobierno y la supervisión.
Las siete lámparas la perfección en la iluminación del Espíritu.
Los siete sellos la perfección de seguridad y autoridad.
Los siete cuernos la perfección del poder divino.
Los siete ojos la perfección del discernimiento.
Las siete trompetas la perfección de jurisdicción
Los siete truenos la perfección del juicio.
Las siete plagas la perfección de la ira divina.
Las siete copas la perfección de la destrucción.
Los siete montes la perfección del poder terrenal.
Los siete reyes la perfección de la realeza terrenal.

8. El ocho
El origen de este número sugiere en hebreo la idea de superabundancia. Viene de una raíz
que significa “engordar”, “sobreabundar”. De esta forma da la idea de “fertilidad
superabundante” o “satisfacción”. Debido a que Cristo se levantó de entre los muertos el
primer día de la semana, que es también el octavo, este número representa la resurrección.
El ocho también es símbolo de la eternidad y de una nueva época. Vea Génesis 21:4;
Levítico 14:23; 1 Pedro 3:20; 2 Pedro 2:5.

9. El diez
El cinco indica nuestra responsabilidad hacia los hombres, y dos veces cinco mide nuestra
responsabilidad hacia Dios, como se comprueba por el uso del diez en muchas partes del
tabernáculo. La misma idea existe en los diez mandamientos. Las caídas de Israel en el
desierto se dice que fueron diez. Este fue el número de veces que el pueblo tentó a Dios
(Números 14:22, 23). Faraón endureció su corazón diez veces y experimentó el juicio de las
diez plagas.
Puesto que es uno de los números perfectos de las Escrituras, el diez significa la perfección
del orden divino: no falta nada; el cielo está completo y terminado. Así en los diez
mandamientos encontramos la revelación completa de las exigencias de Dios sobre el
hombre. En lo que respecta a nuestro físico, ¡qué bien nos sentimos con diez dedos en las
manos y diez en los pies!
Cuando hablamos acerca de las siete iglesias, presentamos la sugerencia de que los “diez
días” de extrema tribulación de los que se le habla a la iglesia de Esmirna, tenían relación
con los diez períodos de persecución sufridos bajo diez emperadores romanos. El
significado inmediato de esta frase, sin embargo, es que el Señor sabía cuánto era lo más
que sus santos podían soportar y de acuerdo con eso limitó la duración de sus sufrimientos.
“Con medida lo castigarás en sus vástagos. El los remueve con su recio viento en el día del
aire solano” (Isaías 27:8).

10. El doce
Este número, o sus afines, aparece más de cuatrocientas veces en toda la Biblia. Dios lo
escogió para expresar la administración perfecta del gobierno divino en el mundo, Israel y
la Iglesia (Mateo 19:28; Apocalipsis 21:12–21). A la edad de doce años, Jesús anunció
públicamente su relación celestial y su misión en un mundo necesitado (Lucas 2:42). Doce
legiones de ángeles eran señal de la perfección de los poderes angélicos (Mateo 26:53). En
el Antiguo Testamento también encontrará el lector mucho material para meditar sobre el
frecuente uso del número doce:
Las doce tribus de Israel.
Los doce panes de la proposición (Levítico 24:5).
Las doce Fuentes de agua (Exodo 15:27).
Las doce piedras preciosas del pectoral (Exodo 28:21).
Los doce patriarcas (Hechos 7:8).
Las doce piedras (Josué 4:8, 9).
Los doce bueyes (1 Reyes 7:25).
Las doce puertas (Ezequiel 48:31–34).
Este número, que aparece unas veinte veces en el Apocalipsis, tiene que ver con el gobierno
patriarcal, el apostólico y el nacional. Así hallamos:
Las doce estrellas (12:1).
Los doce ángeles (21:12), que representan a la jerarquía del cielo.
Las doce tribus (21:12), que representan a Israel como nación.
Los doce fundamentos (21:14), que representan la fe.
Los doce apóstoles (21:14), que representan a la Iglesia de Cristo.
Los doce Frutos (22:2), que representan la bondadosa provisión del cielo.
Las doce puertas (21:12, 21), que representan la libertad para entrar.
Las doce perlas (21:21), que representan la gloria de la ciudad. Entre los múltiplos del
número doce tenemos:
Doce mil estadios (21:16), las dimensiones de la nueva ciudad.
Doce mil sellados (7:5–8): 12.000 de cada tribu; 144.000 en total.
Mucho de lo que se relaciona con Israel está indicado por medio de este número: los
144.000 señalados (7:4; 14:1) es un número constituido por doce veces doce mil, y sugiere
la perfección y la plenitud del propósito de Dios con relación a su pueblo.
Veinticuatro es dos veces doce y significa la plenitud de autoridad y representación.
Los veinticuatro ancianos (4:4, etc.), son los representantes de la luz y la gracia.
Los veinticuatro tronos (4:4; 11:16) representan el lugar de poder y de juicio.

11. El cuarenta y dos


Seis veces siete es un número de significado profético que lleva la idea de limitación.
Hollarán la ciudad cuarenta y dos meses (11:2).
Autoridad por cuarenta y dos meses (13:5).
Este período que representa 2.260 días, tres años y medio, o tiempos (dos años), tiempo (un
año) y medio tiempo (seis meses), está asociado con el anticristo y el tiempo de la congoja
de Jacob. Esta es la segunda mitad de la semana de Daniel (Daniel 9:24, 27). La duración
de la persecución de Israel ha sido fijada. Bullinger hace notar: El cuarenta y dos debe tener
alguna conexión con la perfección espiritual, porque es un múltiplo de siete. Pero es el
producto de multiplicarlo por seis. Por lo tanto, como el seis es el número de la oposición
del hombre a Dios, el cuarenta y dos cobra un significado muy importante en lo
concerniente al resultado final de la oposición del hombre hacia Dios.

Los símbolos en el Apocalipsis


En nuestro estudio del Apocalipsis hemos tratado de explicar muchos de los símbolos que
se usan en este libro. En esta sección queremos indicar el valor del simbolismo y dar
algunos principios que orienten en cuanto a su interpretación. También queremos presentar
una clasificación de los numerosos símbolos usados por Juan.
Nunca debemos olvidar que la Biblia fue escrita en el Oriente, donde el lenguaje es más
colorido y pintoresco que en el occidente. Esta es la razón del uso de símbolos, tipos y
metáforas. Puesto que la Biblia es un libro inspirado por Dios y sus escritores fueron
dirigidos por el Espíritu de verdad, tuvieron su asistencia al escoger el simbolismo y el
estilo que usaron.
Debido a que es infinito, Dios tuvo que recurrir a un lenguaje que nosotros pudieramos
entender. Esta es la razón para el amplio y variado uso de ilustraciones tomadas del mundo
que nos rodea para iluminar y reforzar las verdades divinas. Por ejemplo, Dios que es
“inmortal, invisible y el único sabio,” parece estar fuera del ámbito de nuestra comprensión
y nuestro entendimiento. Nuestra mente, débil y deficiente, no puede penetrar tal
sublimidad. Pero cuando utiliza los símbolos para decirnos todo lo que El es en sí, entonces
nuestro corazón es bendecido y nuestra mente recibe iluminación.
¡Cuán cerca de nosotros sentimos a Dios cuando nos dice que El es “sol y escudo”! (Salmo
84:11.) No podríamos vivir sin la luz, el calor y la energía del sol. La tierra depende en gran
manera de esta fuente celestial de energía. De la misma manera, nosotros vivimos, nos
movemos y somos en Dios. Así como no podemos vivir sin los beneficios del sol, tampoco
podemos subsistir ni somos nada sin Dios.
Para el salmista el escudo significaba una sola cosa: defensa o protección en la guerra.
Cuando el escudo se interpone entre el luchador y el enemigo, lo defiende del filo de la
espada y las puntas de las flechas. En verdad, Dios es el escudo de su propio pueblo; se
coloca entre él y el enemigo de su alma. Con mucha frecuencia, es presentado en las
Escrituras como la defensa de aquellos que confían en El. Israel estaba seguro de que
Jehová estaba alrededor de él, como las montañas rodean a Jerusalén.
Los símbolos son ventanas que dan luz; sugieren las verdades y las ideas de acuerdo con su
relación o asociación. La palabra símbolo viene de dos palabras griegas: Syn, que significa
“con”, y ballein, que significa “lanzar,” y en combinación sugieren “lanzar juntos”.
A menudo los símbolos son una señal visible de una cualidad o idea invisible. Por ejemplo,
el león es símbolo de coraje; la paloma, de paz; el cordero, de humildad. Los símbolos
representan personas, cosas y atributos, gracias a algún rasgo de parecido entre el símbolo y
el objeto simbolizado.
No siempre es fácil determinar la diferencia entre lo literal y lo figurado. El Espíritu Santo,
sin embargo, proporciona el entendimiento espiritual necesario para interpretar como es
debido este bello y expresivo lenguaje simbólico de la Biblia. Un principio muy seguro que
debe ser observado, es tomarlo todo literalmente, a menos que se indique lo contrario en el
texto. Las langostas tenían en sus cabezas como coronas de oro (9:7). No eran coronas
verdaderas, sino que sólo tenían la semejanza de coronas.
Otra cosa que debemos tener presente en la interpretación de un símbolo es averiguar cuál
es su uso a través de las Escrituras y luego comparar los pasajes entre sí para determinar su
pleno significado. Si tomamos como ejemplo una figura usada con mucha frecuencia, como
el fuego, descubriremos que representa a Dios, a Cristo, al Espíritu, a la Palabra, a la
autoridad profética, al juicio, etc.
Al agrupar los símbolos del Apocalipsis, tomando en cuenta que hay casi trescientas citas
del Antiguo Testamento en él, nos damos cuenta de que las raíces de este último libro de la
Biblia se hunden en el pasado y de que el pasado puede ayudar a interpretar el presente y el
futuro.

1. Símbolos procedentes de la creación animal


a. El águila Las invasiones repentinas hechas por los reyes (Ezequiel 17:2–7). También es
tipo de Cristo (4:7). Representa seguridad, bondad y cuidado para con Israel (12:14).
b. Las aves Agentes veloces para hacer bien o mal (18:2). A veces representan la maldad
espiritual.
c. El becerro Símbolo de vigor, juventud y actividad (Salmo 29:6; Oseas 14:2). Es un tipo
de Jesús, quien sirvió tanto a Dios como al hombre (4:7).
d. La bestia Del griego zeríon, “bestia salvaje”. Este término aparece unas treinta y cinco
veces (6:8; 11:7, etc.). Se aplica a los poderes imperiales que actúan sin sometimiento a
Dios (Daniel 4:16).
e. El caballo Los caballos están relacionados con guerras y conquistas (6:1–8; 19:19).
Tipifican el poder y la fuerza (Salmo 66:12; Oseas 1:7).
f. El cordero Este es un animal manso, frágil y apacible (Isaías 11:6; Lucas 10:3). Es
mencionado cerca de treinta veces, principalmente refiriéndose a Cristo (5:6, etc.).
g. El dragón El cruel poder de Egipto (Ezequiel 29:3). El dragón es tipo del poder de
Satanás (12:7; 13:2–4; 20:2).
h. Las langostas Tipifican a los enemigos destructores permitidos por Dios (Isaías 33:4).
Son usados como agentes para la ejecución de los tormentos sobre los impíos (9:3, 7).
i. El león Símbolo de gobernantes, justos o injustos (5:5; 13:2; 1 Pedro 5:8); la grandeza
imperial de Babilonia (Daniel 7:4).
j. El leopardo Símbolo de ferocidad, violencia, tenacidad y venganza (Jeremías 5:6; Daniel
7:6). Este animal representa al último tirano cruel de la tierra (13:2).
k. El oso Una criatura de pelo largo y tosco (13:2). Vea Proverbios 17:12. Es un enemigo
fuerte y destructor; el imperio persa (Daniel 7:5).
l. Las ovejas Tipo del pueblo de Dios. Se usan en relación con Cristo en el Salmo 79:13 e
Isaías 53:6, 7. Se mencionan también entre las mercaderías codiciables destruidas en
Babilonia (18:13).
m. El perro Esta es una expresión de fuerte repulsión (Mateo 15:27; Filipenses 3:2). Los
perros representan a los perdidos, quienes carecen de sentimientos y de conciencia (Salmo
22:16; Apocalipsis 22:15).
n. La rana Los egipcios fueron castigados con una plaga de ranas porque creían que los
reptiles eran inspirados por los dioses (Exodo 8:2). Las ranas son tipo de los espíritus
inmundos (16:13).
o. Los seres vivientes Del griego zóon. Aparece dieciocho veces en el Apocalipsis (4:6–9,
etc.) para referirse a seres angélicos de alto rango.
p. La serpiente En hebreo, de una palabra que significa “siseo, silbido”. Es griego de una
raíz que significa “astucia”, “ardid”. Simboliza el artificio y la astucia satánicas y la
sabiduría meramente humana (19:9; 20:2, 3).

2. Símbolos procedentes de los colores


a. El amarillo Este color representa la palidez del rostro, como en Isaías 29:22 y Jeremías
30:6. Es símbolo de la muerte y de los “ayes” futuros (6:8).
b. El blanco Este color es mencionado diecisiete veces en el Apocalipsis. Se aplica a Cristo
y a los santos. El blanco es símbolo de justicia y de victoria (19:14).
c. El negro Usado para el luto y la lamentación personales y nacionales (Jeremías 4:28).
Símbolo del hambre y la miseria bajo el hombre de pecado (6:5, 12).
d. El púrpura El color de la realeza y las riquezas (Exodo 25:4; Lucas 16:19; Juan 19:2). En
la vestimenta de la gran ramera es símbolo del cristianismo apóstata.
e. El rojo El color de la sangre representa la furia con la que se llevarán a cabo las terribles
guerras que ensangrentarán a la humanidad. Este es también el color correspondiente a
Satanás (12:3; 17:4).

3. Símbolos tomados del reino mineral


a. El bronce (cobre) Soporta la prueba de fuego, por lo que simboliza la resistencia
(Deuteronomio 33:26) y la fuerza. Representa el juicio sobre el pecado (Números 21:4–9;
Apocalipsis 1:15).
b. El hierro Da la idea de fuerza y poder irresistibles (Salmo 2:9; Daniel 7:7). El hierro es
símbolo de una conciencia y de un poder endurecidos y difíciles de quebrantar (2:27; 9:9;
12:5).
c. El oro El más precioso de los metales. Se relaciona especialmente con la deidad. El oro
también simboliza la riqueza y el reinado (4:4; 9:7; 18:9–12).
d. Las piedras preciosas Se encuentran entre los minerales de la tierra. Las piedras preciosas
y las perlas adornan la ciudad eterna (12:11; 19:21). A menudo se usan para referirse al
pueblo de Dios, su tesoro especial (17:4; 18:12; Malaquías 3:17).
e. La plata Este material era utilizado en el dinero de redención (Exodo 30:12–16; Levítico
5:15). La plata aparece entre las cosas corruptoras e idolátricas que Babilonia perdió a
causa del juicio (9:20; 18:12).

4. Símbolos tomados de las luminarias


a. El candelero Símbolo de la Biblia, del conocimiento y de la salvación (Salmo 119:105;
Isaías 62:1). Representa el testimonio y el mensaje proclamados (1:12–20; 2:1, 5; 11:4).
b. Las estrellas Las luminarias menores simbolizan los gobiernos subordinados (Daniel
8:10–12). Tipifican a los seres celestiales, buenos y malos (1:16–20; 3:1; 22:16).
c. La luna Refleja la luz del sol. Se habla de luna nueva en el Salmo 81:3 y en Ezequiel
46:1. Simboliza el testimonio del pueblo de Dios (Cantares 6:10; Apocalipsis 6:12; 8:12;
12:1; 21:23).
d. El relámpago Símbolo de la obediencia relacionada con el poder judicial de Dios
(Ezequiel 1:13, 14; Nahúm 2:4). Simboliza también la majestad de Dios (Daniel 10:6), la
venganza y la ira divina (4:5; 8:5; 11:9; 16:18).
e. El sol La supremacía en el cielo. El término hebreo equivalente significa “brillante”
(Malaquías 4:2; Hechos 26:13; 1 Corintios 15:41).
5. Símbolos tomados del cuerpo humano
a. La boca Parte del cuerpo relacionada con la respiración, con el habla y con la
alimentación (Job 33:2; Exodo 4:11). Se usa conreferencia a Cristo, a los santos, al
anticristo y Satanás (1:16; 3:16; 9:17; 12:15; 14:5).
b. El cabello Los nazareos tenían el cabello largo (Jueces 16:17). El cabello corto era
distintivo de energía y dignidad masculinas (Números 6:18; 1 Corintios 11:14). Simboliza
la humanidad glorificada de Cristo y su edad incalculable (1:14).
c. El corazón Es el asiento de los sentimientos, los afectos, la pureza (Salmo 40:8–12; 1
Timoteo 1:5). Dios puede escudriñar las motivaciones, los deseos y las emociones (2:23;
17:17; 18:7).
d. La mano La mano derecha implica posición y prestigio. Las manos representan el
trabajo. Son símbolos de posición, fuerza, acción y servicio (1:16; 9:20; 10:5; 14:9, 14).
e. La mente—La parte perceptiva y pensante de la conciencia (Ezequiel 11:5). Es símbolo
de unidad de decisión (17:13) y de sabiduría celestial (17:9).
f. Los ojos Las ventanas del alma. Representan el conocimiento y la comprensión
(Números 10:31; Salmo 123:2). Es símbolo de la dirección, la percepción y la inteligencia
divinas (1:14; 4:6, 8; 21:4).
g. El pecho El término hebreo significa “parte firme”. Es representativo de salud física,
vigor, fuerza (Job 21:24). El pecho tipifica el afecto de Cristo y nuestro amor por El (1:13;
15:6).
h. Los pies Nos permiten detenernos, caminar, correr. La expresión “bajo los pies” significa
sujeción (Efesios 1:22). Simboliza el caminar como Cristo y el carácter y la conducta
cristianas (Efesios 6:15; Juan 13:1–10; Apocalipsis 1:15, 17; 3:9; 11:11; 12:1; 13:2).
i. El rostro Indicador de carácter o expresión (Génesis 3:19; Proverbios 21:29). Simboliza
la gloria, la inteligencia y la omnisciencia reflejadas (1:16; 4:7; 21:4).
j. La voz Se encuentra cuarenta y seis veces en Apocalipsis. Es una de las grandes
maravillas del cuerpo. Representa principalmente las amonestaciones divinas (4:5; 8:13;
etc.).

6. Símbolos tomados de la naturaleza


a. El ajenjo Una planta que representa la amargura y la depresión (Jeremías 9:15;
Lamentaciones 3:15; Amós 5:7). Es símbolo de la maldición divina que provoca la
amargura de los enemigos (8:11).
b. Los árboles Hay tantas aplicaciones y significados como de veces se mencionan en la
Biblia. Son símbolo de sustento eterno (2:7; 7:1, 3; 8:7; 22:2, 14).
c. La cebada La harina de cebada hecha pan (Jueces 7:13; Números 5:15; Ezequiel 13:19).
Es símbolo de pobreza, humillación y escasez (6:6).
d. Los frutos las cosas materiales que anhela el alma (18:14). Son símbolos de riqueza,
ganancias y bendiciones celestiales (Salmos 21:10).
e. La harina La palabra hebrea viene del verbo “moler”. La harina es molida y pulverizada
(Números 28:20) y tipifica a Cristo en sus sufrimientos (Números 28:28). Se encuentra
entre las mercaderías que Babilonia pierde en el juicio (Apocalipsis 18:13).
f. La hierba En hebreo, “heno verde”. Simboliza la fragilidad de la carne (Salmo 90:5;
Isaías 40:6–8). Es símbolo del juicio como parte integrante de la vida (8:7; 9:4).
g. La higuera Es símbolo de la vida nacional y política de Israel (Mateo 21:19–21; 24:32,
33). Simboliza también la seguridad, la prosperidad y la paz (Zacarías 3:10; Apocalipsis
6:13).
h. La madera La provisión abundante de la naturaleza. Observe alrededor de usted los usos
de la madera. Es símbolo de idolatría y juicio (9:20; 18:12).
i. Los olivos Tipo de Israel (Salmo 52:8; Romanos 11). Vea también Jueces 9:8, 9 y
Jeremías 11:16. Describen los frutos y el testimonio de los testigos (11:4).
j. Los olores La fragancia de la adoración ofrecida a Dios (Levítico 26:31; Filipenses 4:18).
Simbolizan el perfume de las oraciones que ascienden hacia Dios (5:8; 18:13).
k. Las palmas En hebreo su nombre significa “erecta”. Símbolo del florecimiento de los
justos (Salmo 92:12; Cantares 7:7, 8).
l. El trigo Es una figura usada para representar a Cristo, la Palabra de Dios y la profesión de
los santos (Jeremías 23:28; Mateo 13:24–30). Este artículo de primera necesidad para la
vida estaba asociado con el juicio (6:6; 18:13).
m. Las uvas Sangre, o fruto de la vid (Génesis 49:11); representa a Israel (Jeremías 2:21).
Simboliza el juicio de los apóstatas (14:18).
n. El vino En hebreo, “exprimido”. En Apocalipsis el vino es símbolo del juicio divino
(14:8, 10; 16:19; 19:15).

7. Símbolos tomados de las fuerzas de la naturaleza


a. El abismo Hebreo, “prisión”. Se usa en relación con el seol, o lugar a donde van los
espíritus (Isaías 14:15; 24:22). Es símbolo de la morada de los malos espíritus y de la
prisión de Satanás por mil años (9:1, 2; 20:1).
b. Las aguas El término aparece unas dieciocho veces en el Apocalipsis. Se usa para
referirse a las influencias buenas y malas (Salmo 1:3). Es símbolo de bendición y también
de las naciones agitadas satánicamente (8:11; 16:4, 5; 17:15; 21:6; 22:1).
c. El arco iris En hebreo, “arco en las nubes” (Génesis 9:3). Está entre el cielo y la tierra. Es
símbolo de gracia y misericordia y representa la fidelidad de un Dios que guarda su pacto
(4:3; 10:1).
d. Los cielos Palabra que aparece cincuenta y siete veces en el Apocalipsis. Tiene un triple
significado: el cielo atmosférico, el cielo de los astros y el cielo espiritual. Es símbolo de
Fuente de autoridad y de luz (6:13; 8:10; etc.).
e. El diluvio En hebreo, “inundación”. Se asocia con el juicio de Dios en la época de Noé
(Génesis 6:17). Es símbolo del odio de Satanás contra Israel (12:15, 16).
f. El granizo Azote usado para describir el poder de Dios en su actuación como Juez (Isaías
30:30). Símbolo de la destrucción de las obras de los malvados (8:7; 11:9; 16:21).
g. El lago La frase “lago de fuego” aparece cinco veces en el Apocalipsis. Vea también
Números 16:32–34; Isaías 5:14. Es símbolo de la inmersión en una agonía interminable
(19:20; 20:10, 15).
h. El mar Se hace mención del mar unas veinticinco veces en el Apocalipsis. Se usa literal y
simbólicamente. Es símbolo de transparencia celestial y también de pueblos en estado de
confusión (4:6; 5:13; 8:8; 21:1).
i. La montaña Representa estabilidad y grandeza política y moral (Daniel 2:35; Salmo
125:1, 2). Simboliza el derrocamiento de la prominencia nacional (6:14, 16; 8:8; 14:1; 17:9;
21:10).
j. Las nubes Debido a su naturaleza transitoria, las nubes representan los movimientos
divinos (Salmos 18:11; 104:3). También simbolizan la presencia divina, la majestad y la
gloria encubierta de Dios (1:7; 10:1; 11:12; 14:14–16).
k. El río Símbolo de dones y bendiciones espirituales (Salmo 36:8; Juan 7:38, 39).
Simboliza el refrigerio eterno de los santos (8:10; 9:14; 16:4; 22:1).
l. Los terremotos En hebreo, “vibración”. Representan las calamidades y tragedias
repentinas (1 Reyes 19:11). El terremoto simboliza la convulsión y el trastorno en el orden
establecido en la tierra (6:12; 11:13; 16:18).
m. El trueno En hebreo, “choque”. Es evidencia de poder divino (1 Samuel 2:10). Es
símbolo de la voz de Dios en el juicio. Aparece diez veces en el Apocalipsis (4:5; 6:1; 14:2;
etc.).
n. El viento Usado para representar el poder invisible y grandioso de Dios (Isaías 11:15;
Juan 3:8; Hechos 2:2). El viento simboliza las operaciones divinas, invisibles pero
poderosas (6:13; 7:1).

8. Símbolos tomados de Personalidades


a. El anciano Este término se usa en total unas doce veces en el Apocalipsis. Se aplica a los
líderes y supervisores, tanto judíos como cristianos. Es símbolo de edad, experiencia y
sabiduría (1 Pedro 5:1–3) y de los santos del cielo en su carácter de sacerdocio real (4:4;
etc.).
b. El hijo varón Una frase usada para indicar el sexo de un niño (Levítico 12:2; Job 3:3;
Isaías 66:7). Representa a Cristo como el hijo nacido de María (12:5, 13).
c. El juez Administrador de justicia y de veredictos (1 Reyes 3:9). Representa los justos
juicios que vendrán sobre santos y pecadores (16:10; 18:8; 19:2, 11; 20:13).
d. El profeta Los profetas presentan los mensajes y las advertencias de Dios. Este término
se usa doce veces en el Apocalipsis, tanto para designar a los verdaderos profetas como a
los falsos (2:20; 10:7; 16:13; 20:10).
e. La ramera En griego, porne, de donde viene la palabra pornografía. Simboliza la
corrupción religiosa y el adulterio espiritual (17:1–16; 19:2; 21:8).
f. El rey En hebreo, “gobernante”. Se usa veintiún veces (como “reino”, seis veces).
Poseedor del poder supremo y la autoridad (1 Timoteo 1:17). Este título es símbolo de la
dignidad de Cristo y de sus santos (1:5, 6; 17:14; 19:16).
g. El sacerdote En el orden sacerdotal de Aarón sólo habían varones; esto es tipo de Cristo
(Hebreos 3:1). Todos los redimidos, hombres y mujeres, están incluidos en el sacerdocio
real de los creyentes (1:6; 5:10; 20:6).

9. Símbolos tomados de los objetos inanimados


a. La coraza Usada para la defensa (Exodo 25:7; Isaías 59:17; Efesios 6:14). Simboliza la
protección y la seguridad para el corazón y la conciencia (1 Tesalonicenses 5:8;
Apocalipsis 9:17).
b. Los cuernos Representaban el poder y la gloria de los reyes (Salmo 75:10; 132:17; 1
Samuel 2:1). También simboliza el poder y la autoridad del hombre de pecado (5:6; 13:1;
17:12, 16).
c. La espada Representa la autoridad y el poder de los magistrados (Romanos 13:4). Es
símbolo de la Palabra de Dios, del juicio administrado por Cristo y también de la guerra
(1:16; 2:12, 16; 6:8; 19:15–21).
d. Los libros Representan un relato o un registro escrito o impreso. Aparece el término unas
veintiocho veces en Apocalipsis. En los libros mencionados se incluyen registros de
hechos, decisiones y recompensas (1:11; 10:2; 17:8; 20:12; 22:18).
e. El lino fino En hebreo, “cardado, blanqueado, torcido” (Génesis 41:42). Simboliza la
justicia de Cristo y la pureza nuestra.
f. Las llaves Las llaves sugieren el derecho a ejercer autoridad y simbolizan la posesión de
conocimiento (Isaías 22:22; Mateo 16:19; 18:18). Simbolizan además conocimiento,
autoridad y gobierno divinos (1:18; 3:7; 9:1; 20:1).
g. Las puertas En hebreo, “aperturas”. Una puerta abierta denota seguridad y acceso (Isaías
60:11). Las puertas no sólo son símbolo de gobierno (Génesis 19:1), sino también de
entrada libre en la ciudad (21:12–14).
h. El sello En hebreo, procede del verbo “cerrar”. Casi siempre se usa para referirse a una
transacción consumada (Ester 8:8; Efesios 1:13). El sello es símbolo de seguridad,
conservación y juicio (5:1–10; 6:1–17; 7:2; 9:4).
i. El tabernáculo Una estructura temporal (2 Corintios 5:1, 4; 2 Pedro 1:14) y la morada
corporal de Jesús (Juan 1:14). Representa el lugar donde Dios hace sentir su presencia
(13:6; 15:5; 21:3).
j. El Templo Morada permanente, separada para la adoración (1 Reyes 6:1–14; Salmo
68:29). Este término aparece dieciséis veces en el Apocalipsis. Simboliza la habitación
eterna de Dios en medio de su pueblo (3:12; 7:15; 11:19; 21:22).
k. La trompeta Las trompetas se usaban por múltiples razones en las actividades y
reuniones públicas (Isaías 27:13; Zacarías 9:14). La trompeta es símbolo del rapto de la
Iglesia y del juicio (1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 1:10; 8:2; 9:14).

Bosquejos de predicaciones sobre el Apocalipsis


Aquí presentamos algunos esquemas para que usted los elabore. En general, el Apocalipsis
está lleno de material homilético, como se puede notar de nuestra exposición sobre los
sietes.

1. Grandes señales
En su libro Heroes and Hero-Worship (Los héroes y el culto al héroe), Carlyle usa la
impresionante frase “La adoración es el asombro trascendente”. Sin embargo, no hay
mucha adoración relacionada con los objetos de asombro en el Apocalipsis. En las primeras
tres referencias, la palabra “señal” es la que presenta estos motivos de asombro, en
consonancia con el término “manifestar” de Apocalipsis 1:1.
La señal de la existencia y conservación de Israel (12:1).
La señal de la persona y el poder del diablo (12:3).
La señal de los hechos milagrosos del falso profeta (13:13).
En las siguientes referencias se usa una palabra griega que significa “maravilla”. Esta es
una palabra que expresa asombro o perplejidad.
La maravilla de la resurrección de la bestia (13:3).
La maravilla de la destrucción de la ramera eclesiástica (17:6).
La maravilla del final trágico del poder mundial gentil (17:8).

2. Pruebas y tribulaciones
Hay que tener mucho cuidado en distinguir entre las tribulaciones y la gran Tribulación.
Jesús dijo que todos sus santos están sujetos a las pruebas y tribulaciones mientras luchan
en este mundo tan lleno de dificultades. Pablo, quien sufrió muchas tribulaciones, se
gloriaba en ello (Romanos 5:3) y experimentaba la consolación divina en lo que había
sufrido (2 Corintios 1:4). También se regocijaba en todo ello (2 Corintios 7:4). Pero, si bien
las tribulaciones han aquejado a los justos, la gran Tribulación es un período profético
específico (Mateo 24:15, 21, 29), cuyos terribles acontecimientos cubren tres años y medio
(Daniel 7:25; 9:25–27) y afectarán tanto a judíos como a gentiles.
La tribulación de Juan y los santos de su tiempo bajo Nerón (1:9).
La tribulación de la iglesia de Esmirna bajo la Roma pagana (2:9, 10).
La tribulación extrema sufrida por los apóstatas de Tiatira (2:22).
La gran Tribulación, el período de sufrimientos nunca vistos predichos por los profetas y
por Jesús como “el tiempo de congoja de Jacob” (Jeremías 30:7; Apocalipsis 7:14; 11:2, 3).

3. Una lista de cosas eternas


La mente finita del hombre no puede entender a plenitud todo lo que significa la eternidad.
El hombre considera todas las cosas como temporales, porque él es mortal. No obstante,
como existirá más allá de la tumba, debería vivir bajo la impresión de las realidades
eternas. La expresión “por los siglos de los siglos” significa “por siempre”, “por todas las
edades”, y traduce una expresión hebrea: “de eternidad a eternidad” (1 Corintios 16:36).
El poder y la gloria eterna de Dios (1:6; 7:12).
La existencia eterna de Dios (4:9, 10; 10:6; 15:7).
La adoración eterna del Cordero (5:13, 14).
El reino eterno de Dios (11:5).
El Evangelio eterno (14:6).
El tormento eterno de los condenados (14:11; 19:3; 20:14; Judas 6:14).
La condenación eterna de la trinidad satánica (20:10).
El reinado eterno de los redimidos (22:5).

4. El contraste entre varias cenas


Todos los verdaderos cristianos deben anhelar sentarse a la cena que instituyó el Señor en
su “Ultima Cena”.
La cena de comunión (3:20).
Uno de los preciosos aspectos de la fiesta de la cual habló Jesús aquí es que en este
banquete íntimo con el creyente, El se presenta a la vez como visitante y como anfitrión.
El es nuestro visitante: “Yo cenaré con él.”
El es nuestro anfitrión: “El cenará conmigo.”
La cena de bodas del Cordero (19:7).
Sólo aquellos que han sido llamados tendrán el privilegio de sentarse a comer de esta mesa
(19:8).
La cena del gran Dios (19:17, 18, 21).
A la cena de bodas son invitados todos los santos, pero a esta terrible cena del gran Dios, el
Creador llama a todas las aves del cielo para alimentarse con la carne de los impíos,
traspasados por su afilada espada (19:15). ¡Qué escena tan terriblemente sangrienta será
ésta!

5. Los sellos: rotos e intactos


Shakespeare, en Antonio y Cleopatra, habla del “sello real” y usa la frase “Sella entonces, y
todo quedará hecho.” Aquí tenemos las ideas de seguridad, de algo definitivo y de prueba
legal que sugiere el sello (2 Timoteo 2:19; 1 Corintios 9:2; Efesios 4:30).
El libro de los siete sellos (5:1–7; 6:1–17; 8:1).
Los santos sellados por Dios (7:2, 4–8). Todos los sellados por Dios pasan a ser propiedad
suya especial.
El ay de los no sellados (9:4). Así como los sellados son marcados para bendición y
preservación, así los no sellados son separados para su justo castigo.
Los truenos sellados (10:4).
El abismo sellado (20:3). De la misma manera en que la tumba fue sellada indicando que
Jesús no podría levantarse otra vez (Mateo 27:66), así también Satanás será sellado y no
podrá salir del abismo por el termino de mil años (20:1–3).
Las profecías no selladas del Apocalipsis (22:10).

6. Una galaxia de estrellas


Las luminarias, tanto las reales como las simbólicas, tienen un lugar prominente en este
último libro de la Biblia.
Las siete estrellas (1:16–20; 2:1; 3:1).
La estrella de la mañana (2:28; 22:16).
Las estrellas del cielo (6:13).
La gran estrella (8:10, 11; 9:1).
La tercera parte de las estrellas (8:12; 12:4).
Las doce estrellas (12:1).

7. Las doxologías
Aunque la mayor parte del Apocalipsis está saturada de juicios, es sorprendente lo mucho
que habla sobre la alabanza, los cantos y el regocijo. Entre los clamores de angustia surgen
los aleluyas. La serie de cánticos del Apocalipsis puede servir para desarrollar una bella y
valiosa meditación.
La doxología que exalta el poder y el dominio del Cordero (5:11–14).
La doxología del ejército del cielo por la salvación de Dios (7:10–12).
La doxología por el dominio universal de Dios y de Cristo (11:
La doxología por la victoria sobre Satanás (12:7–12).
La doxología del cielo y la tierra ante la nueva canción (14:2–5).
La doxología de los santos ante el Rey de los santos (15:3, 4).
La doxología de los pequeños y los grandes ante la omnipotencia divina (19:1–6).

8. Un libro de tronos
Las palabras silla, asiento, trono y tronos son términos sinónimos y tienen un mismo
equivalente griego, thronos, que significa “un trono”. En la mayoría de los casos esta
palabra está asociada con el cielo e indica autoridad, poder y juicio divinos. También puede
indicar dominio satánico.
El trono de Satanás (2:13).
El trono del Padre (3:21).
El trono puesto en el cielo (4:1–11).
El trono que debe ser temido (6:16).
El trono de la bestia (13:2; 16:10).
Los tronos de los redimidos (20:4).
El gran trono blanco (20:11–15).
El trono eterno (22:1).

9. El lago de fuego
Mientras que el hades es la morada presente de todas las almas perdidas, el lago de fuego
será el depósito final de todo lo que sea ajeno al pensamiento y la voluntad de Dios. Los
ocupantes de este terrible lugar son mencionados específicamente:
La bestia (19:20; 20:10).
El falso profeta (19:20; 20:10).
El diablo (20:10).
El último enemigo, la muerte (20:14).
El hades (20:14).
Todos los incrédulos (20:15; 21:8).
Las naciones representadas por los cabritos (Mateo 25:31–46).
Los ángeles del diablo (Mateo 25:41).

10. Una colección de libros


En el Apocalipsis se hace mención de varios libros y registros.
El libro que escribió Juan (1:11, 19).
El libro de los vencedores (3:5).
El libro sellado con siete sellos (5:1–7).
El librito (10:2, 8–11).
El libro de la vida (20:12–15; 21:27).

11. Las bienaventuranzas de los amados


Todos estamos familiarizados con las bienaventuranzas de Cristo en el sermón del monte
(Mateo 5:1–12), pero muy pocos les prestan atención a las bienaventuranzas del
Apocalipsis. Dispersas a través del libro hay bienaventuranzas y bendiciones que pueden
muy bien ser agregadas a aquellas que el Maestro pronunció ante sus oyentes reunidos en
torno a la montaña.
La bienaventuranza de los que lean y obedezcan (1:3).
La bienaventuranza de los justos muertos (14:13).
La bienaventuranza del santo vigilante (16:15).
La bienaventuranza de la esposa (19:9).
La bienaventuranza de los resucitados (20:6).
La bienaventuranza de los que aman las profecías (22:7).
La bienaventuranza de la recompensa eterna (22:14).

12. Las cosas que no habrá en el cielo


Juan se dio cuenta de que el lenguaje humano era muy inadecuado para describir todo lo
que había visto en el cielo. Las mejores palabras resultan inadecuadas cuando se trata de
revelar la gloria de lo invisible. Para él era más fácil decir qué cosas no existían en el cielo
en lugar de decir lo que encontraríamos en él.
No habrá más hambre ni sed (7:16).
No habrá más sol ni calor (7:16; 21:23; 22:5).
No habrá más lágrimas ni llanto (7:17; 21:4).
No habrá más mar (21:1).
No habrá más muerte (21:4).
No habrá más clamor (21:4).
No habrá más dolor (21:4).
No habrá más templo (21:22).
No habrá más luna (21:23).
No habrá más noche (21:25; 22:5).
No habrá más pecado (21:27; 22:15).
No habrá más maldición (22:3).
No habrá más lámparas (22:5).

13. La frecuente exclamación “He aquí”


La frecuente exclamación bíblica “He aquí”, que significa que “hay que mirar intensamente
y considerer”, aparece unas cuatrocientas veces en toda la Biblia y se usa en los tres
tiempos: pasado, presente y futuro. Además aparece como anuncio de esperanza y también
de horror. Esta expresión se encuentra unas treinta veces en el Apocalipsis. Estas son las
principales:
El “he aquí” de la majestad venidera (1:7).
El “he aquí” de la inmortalidad (1:18).
El “he aquí” de la oposición satánica (2:10).
El “he aquí” de la gran Tribulación (2:22).
El “he aquí” de la oportunidad (3:8).
El “he aquí” de la adoración falsa (3:9).
El “he aquí” de la pronta venida (3:11).
El “he aquí” de la visita divina (3:20).
El “he aquí” del acceso al cielo (4:1).
El “he aquí” de la soberanía (4:2).
El “he aquí” del triunfo (5:5).
El “he aquí” del sacrificio (5:6).
El “he aquí” de la adoración universal (5:11).
El “he aquí” de la paz ficticia (6:2).
El “he aquí” de la desolación (6:5).
El “he aquí” de la muerte (6:8).
El “he aquí” de la ira divina (6:12–17).
El “he aquí” de la salvación (7:9).
El “he aquí” de los ayes (8:13; 9:12; 11:14).
El “he aquí” del odio satánico (12:3).
El “he aquí” de las bestias (13:1, 11).
El “he aquí” del Armagedón (14:14).
El “he aquí” de la preparación (16:15).
El “he aquí” del jinete glorioso (19:11–16).
El “he aquí” de la nueva creación (21:5).

14. Los misterios revelados


Algunos expositores bíblicos interpretan la palabra “misterio” como algo que sólo
entienden los iniciados. Todos los que han comenzado una vida según el Espíritu, pueden
entender muchos de los misterios de las Escrituras (1 Corintios 13:9–12). Esta palabra se
usa exclusivamente en el Nuevo Testamento (unas veintisiete veces), y Juan la usa en el
Apocalipsis cuatro veces:
El misterio de las siete estrellas (1:20).
El misterio de Dios (10:7).
El misterio de Babilonia la grande (17:5).
El misterio de la mujer (17:7).

El que estudia el Apocalipsis se encuentra a veces perplejo al darse cuenta de la abundancia


de riqueza en lo que respecta a material de exposición. El contenido teológico del libro es
casi inagotable. ¡Sin embargo, qué triste es admitir que este es un libro que ha sido olvidado
y descuidado! Muchos predicadores no se atreven a predicar sobre su contenido. Pero la
experiencia del autor, con más de cincuenta años de ministerio en la predicación, es que las
audiencias responden positivamente y con entusiasmo cuando se les predica sana y
correctamente sobre el Apocalipsis. Anuncie una serie de sermones y exposiciones sobre
las profecías del Apocalipsis y verá que los amantes de la Biblia se reunirán en la iglesia
como abejas sobre un plato de miel.

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