Juan Carlos Onetti - Prologo Al Juguete

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Prólogo al JUGUETE RABIOSO de Roberto Arlt busca de Arlt no hubo más remedio que comprar El Mundo todos los

o más remedio que comprar El Mundo todos los días, del mismo modo
Juan Carlos Onetti: que se persiste en apostar al mismo número de lotería con la esperanza de acertar. 
El triunfo periodístico de los “Aguafuertes” es fácil de explicar El hombre común, el
Quiero aclarar desde el principio que estas páginas se escriben, misteriosamente, pequeño y pequeñísimo burgués de las calles de Buenos Aires, el oficinista, el dueño de un
porque el editor y el autor estuvieron de acuerdo respecto a su tono. Yo no podría negocio raído, el enorme porcentaje de amargos y descreídos podían leer sus propios
prologar esta novela de Arlt haciendo juicios literarios, sino sociológicos; tampoco pensamientos y tristezas, sus ilusiones pálidas, adivinadas y dichas en su lenguaje de todos
podría caer en sentimentalismos fáciles sobre, por ejemplo, el gran escritor los días. Además, el cinismo que ellos sentían sin atreverse a confesión: y, más allá, intuían
prematuramente desaparecido. No podría hacerlo por gustos e incapacidades nebulosamente el talento de quien les estaba contando sus propias vidas, con una sonrisa
personales; pero, sobre todo, imagino y sé la gran carcajada que le provocaría a burlona pero que podía creerse cómplice. 
Roberto ArIt cualquier cosa de ese tipo. Oigo su risa desfachatada, repetida en los Hablando de cinismo el mencionado Muzzio Sáenz Peña —a quien Arlt entregaba
últimos años por culpa de exegetas y neodescubridores.  normalmente sus manuscritos para que corrigiera los errores ortográficos— se alarmó
Por ese motivo no releí a Roberto ArIt, anuncio que esta precaución es excesiva porque el escritor habla estado publicando crónicas en revistas de izquierda. Esta inquietud
porque lo conozco de memoria, tantos persistentes años pasados. Tampoco quise mirar o capricho de ArIt preocupaba a la Administración del diario, temerosa de perder avisos de
lo que se publicó sobre él y tengo en mi biblioteca. Supuse más adecuado un encuentro Ford, Shell, etcétera, encaprichada en conservarlos, Muzzio llamó a ArIt y le dijo, no era
cara a cara, sin mentir ni tolerarle trampas. Creo que es una forma indudable de la pregunta: 
amistad, si es que Roberto Arlt tuvo jamás un amigo. Estaba en otra cosa. En -¿Te imaginás en qué lío me estás metiendo? 
consecuencia, quiero pedir perdón por fechas equivocas, por anécdotas ignoradas, tal -¿Por eso? No te preocupés que te lo arreglo mañana
vez ya contadas.  (Jorge Luis Borges, el más importante de los escritores argentinos de la época, dijo en
En aquel tiempo, allá por el 34, yo padecía en Montevideo una soltería o viudez en una entrevista reciente que Roberto Arlt pronunciaba el español con un fuerte acento
parte involuntaria. Había vuelto de mi primera excursión a Buenos Aires fracasado y germano o prusiano heredado del padre). Es cierto que el padre era austriaco y un
pobre. Pero esto no importaba en exceso porque yo tenía veinticinco años, era austero y redomado hijo de perra: pero yo creo que la prosodia aritiana era la sublimación del hablar
casto por pacto de amor, y sobre todo, porque estaba escribiendo una novela “genial” porteño: escatimaba las eses finales y las multiplicaba en mitad de las palabras como un
que bauticé Tiempo de abrazar y que nunca llegó a publicarse, tal vez por mala, acaso, tributo al espíritu de equilibrio que él nunca tuvo 
simplemente, porque la perdí en alguna mudanza  Y al día siguiente, después de corregir Muzzio los errores gramaticales, las
Además de la novela yo tenía otras cosas, propias de la edad, entre ellas un amigo, “Aguafuertes” dijeron algo parecido a esto: “Me acerqué a los problemas obreros por
Italo Constantini, que vivía en Buenos Aires y jugaba por entonces al Stavroguin.  curiosidad. Lo único que me importaba era conseguir más material literario y
Entre el 30 y 34 yo había leído, en Buenos Aires, las novelas de Arlt —El juguete más lectores”. 
rabioso, Los siete locos, Los lanzallamas, algunos de sus cuentos—, pero lo que daba al La anécdota no debe escandalizar a deudos, amigos ni admiradores. El problema ArIt
escritor una popularidad incomparable eran sus crónicas. “Aguafuertes porteñas”, que persona en este aspecto es fácil de comprender. Arlt era un artista (me escucha y se burla) y
publicaba semanalmente en el diario El Mundo.  nada había para él más importante que su obra. Como debe ser. 
Los aguafuertes aparecían, al principio, todos los martes y su éxito fue excesivo Ahora volvemos a Italo Constantini, a Tiempo de abrazar y a otra temporada en
para los intereses del diario El director, Muzzio Sáenz Peña, comprobó muy pronto que Buenos Aires. Harto de castidad, nostalgia y planes para asesinar a un dictador, busqué
El Mundo, los martes, casi duplicaba la venta de los demás días. Entonces resolvió refugio por tres días de Semana Santa en casa de Italo (Kostia); me quedé tres años. 
despistar a los lectores y publicar los “Aguafuertes” cualquier día de la semana. En Kostia es una de las personas que he conocido personalmente, hasta el límite de
intimidad que él imponía, más inteligentes y sensibles en cuestión literaria.
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Desgraciadamente para él leyó mi novelón en dos días y al tercero me dijo desde la Por fin dijo: 
cama -reiterados gramos de ceniza de Player’s Mediurn en la solapa.  -Assi que usted esscribió una novela y Kostia dice que está bien y yo tengo que
-Esa novela es buena. Hay que publicarla. Mañana vamos a ver a Arlt.  conseguirle un imprentero. 
Entonces supe que Kostia era viejo amigo de Arlt, que había crecido con él en (En aquel tiempo Buenos Aires no tenía, prácticamente, editoriales. Por desgracia.
Flores, un barrio bonaerense, que probablemente haya participado en las aventuras Hoy, tiene demasiadas, también por desgracia.) 
primeras de El juguete rabioso.  Arlt abrió el manuscrito con pereza y leyó fragmentos de páginas, salteando cinco,
¿Pero quién y cómo era Arlt? Lo imaginé como un compadrito porteño, definición salteando diez De esta manera la lectura fue muy rápida. Yo pensaba: demoré casi un año
que no puede ser traducida, que llevaría horas para ser explicada y tal vez sin acierto en escribirla. Sólo sentí asombro, la sensación absurda de que la escena hubiera sido
posible.  planeada. 
Por ahora, en la víspera de una entrevista que me parecía inverosímil, supe que Finalmente Arlt dejó el manuscrito y se volvió al amigo que fumaba indolente sentado
Kostia, por lo menos, conocía a muchos protagonistas de Los siete locos y Los lejos y a su izquierda, casi ajeno 
lanzallarnas. Claro que Erdosain continuaba invisible, impalpable, porque era el -Dessime vos, Kostia -preguntó-, ¿yo publiqué una novela este año? 
fantasma hecho personaje del mismo Arlt.  -Ninguna. Anunciaste. Pero no pasó nada 
Siempre en la víspera, intentaba sondear mi futuro inmediato:  -Es por las “Aguafuertes”, que me tienen loco Todos los días se me aparece alguno
-Pero lo que yo escribo no tiene nada que ver con lo que hace Arlt. ¿Y si no le con un tema que me jura que es genial. Y todos son amigos del diario y ninguno sabe que
gusta? ¿Con qué derecho vas a imponerle que lea el libro?  los temas de las ‘Aguafuertes” me andan buscando por la calle, o la pensión o donde menos
-Claro que no tiene nada que ver -sonreía Kostia con dulzura. Arlt es un gran se imaginan. Entonces, si estás seguro que no publiqué ningún libro este año, lo que acabo
novelista. Pero odia lo que podemos llamar literatura entre comillas. Y tu librito, por lo de leer es la mejor novela que se escribió en Buenos Aires este año. Tenemos que
menos, está limpio de eso. No te preocupes -vasos de vino y la solapa aceptando publicarla.
pacientes la misión de cenicero-; lo más probable es que te mande a la mierda.  La amnesia fue fingida tan groseramente que mi única preocupación era desaparecer. 
La entrevista en El Mundo resultó tan inolvidable como desconcertante. Arlt tenía -Te avisé -dijo Kostia. 
el privilegio, tan raro en una redacción, de ocupar una oficina sin compartirla con -Sos como yo, no te equivocás nunca con los libros. Por eso no te muestro los
nadie. Por lo menos en aquel momento, las cuatro de la tarde. Saludó a Kostia.  originales, porque no quiero andar dudando. 
-Que hacés, malandra.  Suspiró, puso la mano abierta encima del manuscrito y se acordó de mí. 
Y después de las presentaciones Kostia se dedicó a divertirse en silencio y aparte -Claro, usted piensa que lo estoy cachando y tiene ganas de putearme. Pero no es así.
El original de la novela quedó encima del escritorio. Roberto Arlt se adhirió a la Vea: cuando me alcanza el dinero para comprar libros, me voy a cualquier librería de la
quietud de su amigo, apenas movió la cabeza para desechar mi paquete de cigarrillos. calle Corrientes. Y no necesito hacer más que esto, hojear, para estar seguro de si una
Tendría entonces unos treinta y cinco anos de edad, una cabeza bien hecha, pálida y novela es buena o no. La suya es buena y ahora vamos a tomar algo para festejar y
saludable, un mechón de pelo negro duro sobre la frente, una expresión desafiante que divertirnos hablando de los colegas. 
no era deliberada que le había sido impuesta por la infancia, y que nunca lo Arlt entró al café Rivadavia y Río de Janeiro, haciendo cruz con el edificio de El
abandonaría.  Mundo. Era un hombre alto y por aquellos días jugaba a la gimnasia y la salud. 
Me estuvo mirando, quieto, hasta colocarme en alguno de sus caprichosos Acaso fuera aquél el mismo cafetín donde la mujer de Erdosain espiara el perfil
casilleros personales. Comprendí que resultaría inútil, molesto, posiblemente ofensivo inmóvil y melancólico de su marido, a través de los vidrios mugrientos, hundido en el
hablar de admiraciones y respetos a un hombre como aquél, un hombre impredecible humo del tabaco y la máquina del café. 
que “siempre estaría en otra cosa”  Hablamos de muchas cosas y aquella tarde, hablaba él. 
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Desfilaron casi todos los escritores argentinos contemporáneos y Arlt los citaba noche, por casualidad pura me mezclé con Arlt y otros conocidos en un cafetín. El
con precisión y carcajadas que resonaban extrañas en aquel café de barrio, en aquella monstruo, antónimo de sagrado, recuerdo, no tomaba alcohol. 
hora apacible de la tarde  Tarde, cuatro o cinco de nosotros aceptamos tomar un taxi para ir a comer. Entre
-Pero mirá, un tipo que es capaz de escribir en serio una frase como ésta: Y venían nosotros iba un escritor, también dramaturgo, al que conviene bautizar Pérez Encina. En el
la frase y la risa. Pero las burlas de Arlt no tenían relación con las previsibles y rituales viaje se habló, claro, de literatura. Arlt miraba en silencio las luces de la calle Cerca de
de las peñas o capillas literarias. Se reía francamente, porque le parecía absurdo que en nuestro destino -una calle torcida, un bodegón que se fingía italiano- Perez Encina dijo 
los años treinta alguien pudiera escribir o seguir escribiendo con temas y estilos que -Cuando estrené La casa vendida...
fueron potables a principios del siglo. No atacaba a nadie por envidia: estaba seguro de Entonces ArIt resucitó de la sombra y empezó a reír y siguió riendo hasta que el taxi
ser superior y distinto, de moverse en otro plano.  se detuvo y alguno pagó el viaje. Continuaba riendo apoyado en la pared del bodegón y,
Evocándolo, puedo imaginar su risa frente al pasajero trucho del boom, frente a sospecho, todos pensamos que le había llegado un muy previsible ataque de locura. Por fin
los que siguen pagando, con esfuerzo visible, el viaje inútil y grotesco hacia un todo se acabó la risa y dijo calmoso y serio: 
que siempre termina en nada. Arlt, que solo era genial cuando contaba de personas, -A vos, Pérez Encina, nadie te da patente de inteligencia. Pero sos el premio Nobel de
situaciones y de la conciencia del paraíso inalcanzable.  la memoria. ¡Sos la única persona en el mundo que se acuerda de La casa vendida! 
Un recuerdo que viene al caso, para confundir o aclarar. Alguna vez nos dijo y lo La numerosa tribu de los maniqueos puede elegir entre las dos anécdotas. Yo creo en
publicó. Cuando aparece por la redacción (del diario en que trabajaba), un tipo con su la sinceridad de una y otra y no doy opinión sobre la persona Roberto Arlt. Que, por otra
manuscrito o me piden que lea un libro de un desconocido que tiene talento, nunca parte, me interesa menos que sus libros. 
procedo como mis colegas. Estos se asustan y le ponen mil trabas -muy corteses, muy A esta altura pienso que hay bastantes recuerdos y es, sería, necesario hablar del libro.
respetuosos y bien educados- al recién venido Yo uso otro procedimiento Yo me dedico Pero siempre he creído, además, que a los lectores, lo único que importa de verdad -y esto
a conseguirle al nuevo genio toda clase de facilidades para que publique. Nunca falla: es demostrable- no son niños necesitados de que los ayuden a atravesar las tinieblas para
un año o dos y el tipo no tiene ya más nada que decir. Enmudece y regresa a las cosas esquivar las zanjas o llegar al baño. Ellos, los lectores, son siempre los que dicen la última,
que fueron su vida antes de la aventura literaria.’  definitiva palabra después de la verborragia-crítica que se adhiere a las primeras ediciones. 
Como el prólogo amenaza ser más largo que el libro cuento dos Esto no es un ensayo crítico -sería incapaz de hacerlo seriamente-, sino una simple
“aguafuertearitianas”  semblanza, muy breve en realidad si la comparo con lo que recuerdo ahora mismo, esta
1) Una mañana sus compañeros de trabajo lo encontraron en a redacción (era otro noche de mayo en un lugar que ustedes no conocen y se llama Montevideo. Una semblanza
diario, Crítica, donde Arlt estaba encargado de la sección “Policiaies”) con los pies sin de un tipo llamado Roberto ArIt, destinado a escribir. 
zapatos sobre la mesa, llorando, los calcetines rotos Tenía enfrente un vaso con una Y el destino, supongo, sabe lo que hace. Porque el pobre hombre se defendió
rosa mustia. A las preguntas, a las angustias, contestó. ¿Pero no ven la flor? ¿No se dan inventando medias irrompibles, rosas eternas, motores de superexplosión, gases para
cuenta que se está muriendo?  concluir con una ciudad. 
Otra mañana estaba calzado pero semimuerto, el mechón de pelo en la cara, Pero fracasó siempre y tal vez de ahí irrumpieran en este libro metáforas industriales,
negándose a conversar. Acababa de ver el cuerpo de una muchacha, sirvienta, que se químicas, geométricas. Me consta que tuvo fe y que trabajó en sus fantasías con seriedad y
había tirado a la calle desde un quinto o séptimo piso. Fue mudo y grosero durante métodos germanos. 
varios días. Después escribía su primera y mejor obra de teatro Trescientos millones o Pero había nacido para escribir sus desdichas infantiles, adolescentes, adultas. Lo hizo
cifra parecida, basado en la supuesta historia de la muchacha muerta.  con rabia y con genio, cosas que le sobraban. 
2) En aquel tiempo, como ahora, yo vivía apartado de esa consecuente Todo Buenos Aires, por lo menos, leyó este libro. Los intelectuales interrumpieron los
masturbación que se llama vida literaria. Escribía y escribo y lo demás no importa. Una dry martinis para encoger los hombros y rezongar piadosamente que Arlt no sabía escribir.
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No sabía, es cierto, y desdeñaba el idioma de los mandarines: pero sí dominaba la Las objeciones siguen pero éstas son las principales y bastan. Los anteriores cuatro
lengua y los problemas de millones de argentinos, incapaces de comentarlo en artículos argumentos del abogado del diablo son, repetimos, irrebatibles. Seguimos profunda,
literarios, capaces de comprenderlo y sentirlo como amigo que acude —hosco, definitivamente convencidos de que si algún habitante de estas humildes playas logró
silencioso o cínico— en la hora de la angustia.  acercarse a la genialidad literaria, llevaba por nombre el de Roberto ArIt. No hemos podido
Arlt nació y soportó la infancia en ese límite fijo que los estadígrafos de todos los nunca demostrarlo. Nos ha sido imposible abrir un libro suyo y dar a leer el capítulo o la
gobiernos de este mundo llaman miseria-pobreza: soportó a un padre de sangre pura página o la frase capaces de convencer al contradictor. Desarmados, hemos preferido creer
que le decía, a cada travesura mañana a las seis te voy a dar una paliza. Arlt trató de que la suerte nos había provisto, por lo menos, de la facultad de la intuición literaria. Y este
contarnos, y tal vez pudo hacerlo en su primera novela, los insomnios en que miraba la don no puede ser transmitido. 
negrura de una pequeña ventana, viendo el anuncio de la mañana implacable  Hablo de arte y de un gran, extraño artista. En este terreno, poco pueden moverse los
Supe que leyó Dostoyevski en miserables ediciones argentinas de su época. gramáticos, los estetas, los profesores. O, mejor dicho, pueden moverse mucho pero no
Humillados y ofendidos, sin duda alguna. Después descubrió Rocambole y creyó. Era, avanzar. El tema de Arlt era el del hombre desesperado, del hombre que sabe -o inventa-
literariamente, un asombroso semianalfabeto. Nunca plagió a nadie; robó sin darse que sólo una delgada o invencible pared nos está separando a todos de la felicidad
cuenta.  indudable, que comprende que es inútil que progrese la ciencia sí continuamos
Sin embargo, yo persisto, era un genio. Y, antes del final, una observación: por si manteniendo duro y agrio el corazón como era el de los seres humanos hace mil años’. 
todavía quedan lombrosianos es justo decir que los huesos frontales del genio muestran Hablo de un escritor que comprendió como nadie la ciudad en que le tocó nacer. Más
una protuberancia en el entrecejo. En Roberto Arlt el rasgo era muy notable; yo no lo profundamente, quizá, que los que escribieron música y letra de tangos inmortales. Hablo
tengo.  de un novelista que será mucho mayor de aquí que pasen los años -a esta carta se puede
Y ahora, por desgracia, reaparece la palabra “desconcertante’ Pero, ya que está apostar- y que, incomprensiblemente, es casi desconocido en el mundo 
expuesta, vamos a mirarla de cerca. Como viejos admiradores de Arlt, como antiguos Dedicado a catequizar, distribuí libros de Roberto Arlt. Alguno fue devuelto después
charlatanes y discutidores, hemos comprobado que las objeciones de los más cultos de haber señalado con lápiz, sin distracciones, todos los errores ortográficos, todos los
sobre la obra de Roberto Arlt son difíciles de rebatir. Ni siquiera el afán de ganar una torbellinos de la sintaxis. Quien cumplió la tarea tiene razón. Pero siempre hay
polémica durante algunos minutos me permitió nunca decir que no a los numerosos compensaciones; no nos escribirá nunca nada equivalente a La agonía del rufián
cargos que tuve que escuchar y que sin embargo, curiosamente, nadie se atreve a melancólico, o El humillado o a Haffner cae. 
publicar. Vamos a elegir los más contundentes, los más definitivos en apariencia  No nos dirá nunca, de manera torpe, genial y convincente, que nacer significa la
1) Roberto Arlt tradujo a Dostoyevski al lunfardo, La novela que integran Los aceptación de un pacto monstruoso y que, sin embargo, estar vivo es la única verdadera
siete /Locos y Los lanzallamas nació de Los demonios. No sólo el tema, sino también maravilla posible. Y tampoco nos dirá que, absurdamente, más vale persistir. 
situaciones y personajes. Maria Timofoyevna Lebiádkikna, “la coja”, es fácil de Y, en otro plano del arltismo: ¿quién nos va a reproducir la mejilla pensativa, el perfil
reconocer, se llama aquí Hipólita, Stavroguin es reconstruido con el Astrólogo; y otros; desgraciado y cínico de Roberto Arlt en el sucio boliche bonaerense de Río de Janeiro y
el diablo, puntualmente se le aparece tantas veces a Erdosain como a Iván Karamázov.  Rivadavia, cuando se llamaba Erdosain? ■ 
2) La obra de Arlt puede ser un ejemplo de carencia de autocrítica. De sus nueve
cuentos recogidos en libro, este lector envidia dos: Las fieras, Ester Primavera y
desprecia el resto. 
3) Su estilo es con frecuencia enemigo personal de la gramática. 
4) Las “Aguafuertes porteñas” son, en su mayoría, perfectamente desdeñables. 

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