Nuevas Dramaturgas Argentinas Entrevista A Jazmin Sequeira Dramaturga y Directora de Los Guerfanos
Nuevas Dramaturgas Argentinas Entrevista A Jazmin Sequeira Dramaturga y Directora de Los Guerfanos
Nuevas Dramaturgas Argentinas Entrevista A Jazmin Sequeira Dramaturga y Directora de Los Guerfanos
Marcelo F. Ponce
(crítico teatral)
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Los Güérfanos es una obra teatral original escrita y dirigida por Jazmín Sequeira. La fecha de estreno fue el
17 de julio del 2009. Desde entonces ya lleva 20 representaciones y continuará en cartel en el 2010, en la
misma sala. He asistido a dos puestas en escena en agosto y septiembre del 2009 en la sala de
DocumentA/Escénicas, Lima 364, Ciudad de Córdoba, Argentina. La pieza teatral fue diseñada para ser
representada por seis actores. El elenco actoral estuvo compuesto, en orden alfabético, por Adrián Azáceta
(Esteban), Carolina Cismondi (Olga), Sandra Criolani (Gaby), Daniel Maffei (Javi), Estefanía Moyano (Mirtu),
y Martín Suárez (el Titi). Realización escenográfica: Sebastián Olmos y Jorge Garay. Postproducción
fotográfica: Emilio Díaz Abregó. Fotografía: Gerardo Repetto. Diseño de Arte: Luciano Delprato. Asistencia
de Dirección: Santiago Merchant. La obra participó en la VIIª edición del Festival Internacional de Teatro del
Mercosur 2009, en la 25ª Fiesta Provincial de Teatro de Córdoba y también fue seleccionada para participar
en la Fiesta Nacional de Teatro a realizarse en el 2010. A su vez, contó con el apoyo del Instituto Nacional
del Teatro de Argentina (INT).
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J: Fue muy colectivo. Para la mayoría era
la primera vez que trabajábamos juntos y
comenzamos los ensayos sin un a priori
estético. Lo único que sabíamos y que nos
organizaría en la búsqueda de la obra fue
nuestro interés en un proceso de
investigación escénica en torno a la
problemática del actor como dramaturgo,
como generador de sentido y de mundo Jazmín Sequeira
poético... Y que sería un espacio para experimentar. Para mí, el proceso estuvo
dividido en tres etapas: primero, un trabajo de laboratorio de seis meses,
aproximadamente, en el que exploramos variables técnicas que nos permitieron
conocer nuestros mutuos imaginarios y la potencialidad teatral de estar juntos en
escena. Esta instancia de entrenamiento y búsqueda actoral fue clave para descubrir el
mundo de la obra, a la vez que nos permitió discutir qué vínculo ético queríamos
establecer con el material. La segunda etapa vino luego de descubrir los
procedimientos actorales y dramatúrgicos que nos interesaban y que contenían en su
lenguaje las matrices de sentido de Los güérfanos. Fue allí cuando, al cabo de un mes,
escribí un texto dramático a partir de imágenes, puntas de personajes, tópicos
temáticos y resonancias del material que había surgido en los ensayos. Finalmente, en
un tercer momento que duró cuatro meses, montamos la obra reescribiendo en la
escena, con el trabajo actoral, el texto que yo escribí en casa.
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Y ¿por qué la desvirtuación de su ortografía? Acaso, la orfandad de (y en) Los
Güérfanos es, por alguna razón, diferente a la orfandad a secas, la de los
huérfanos?
J: Los huérfanos me habla de los huérfanos del mundo. En cambio, estos güérfanos
me hablan de una particularidad. Esa aberración ortográfica los particulariza y los
singulariza, a la vez que les ofrece un lugarcito en el mundo para poder estar, a pesar
de su aberración, de su condición marginal de estar contra la regla. Y lo curioso es que
recién cuando lo particular se configura, cuando me vinculo afectiva e intelectualmente
con Gabi, Olga, etc., se nos revelan todos los huérfanos, se nos revela la masa
inmensa constituida por millones de güérfanos de padres, Estado, historia, amor... En
este sentido relaciono lo líquido en los vínculos de estos personajes. No hay padre. No
hay quien nos ampare en una lectura del mundo para nosotros poder ir más allá y
discutirla. No hay puntos fijos, solo vacío, hueco, ausencia. En los 70, teníamos un
padre autoritario y castrador. En los 90, uno liberal, y hoy estamos sufriendo la
desolación de no creer en nadie más. Entonces vivimos en la tiranía del presente
absoluto, sin revisión del pasado ni proyección de futuro. Pero éste, si se quiere, es
sólo un aspecto de la orfandad, que también tiene otras reminiscencias, para mí,
relacionadas a un sentido místico y existencial.
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M: En una entrevista previa que tuvimos, decías que la obra pone en escena
algo que es inherente al ser humano, esto es, “la imposibilidad de una lectura
plena del otro”, aún cuando el otro sea nuestro conocido, nuestro cercano,
nuestro íntimo… ¿es imprescindible, o es un requisito para la convivencia,
poder hacer una lectura plena del otro? O justamente es esa imposibilidad la
que hace a la convivencia tan rica, tan interesante, tan inesperada y, además,
la que la hace posible (como exploración)?
J: Para mí es un hecho que el otro sea un enigma. Partiendo de que siente, piensa y
percibe el mundo desde otro cuerpo, desde otro punto cardinal, desde un cúmulo
amorfo de imágenes y sensaciones que trae encima desde que nació y que vaya a
saber uno cómo funcionan… Entonces, el mayor desafío político consiste en suspender
la voluntad de verdad y completud, las consideraciones dadas de una vez y para
siempre. Lo interesante del arte es que nos enseña a relacionarnos con lo oscuro e
incomprensible. No me acuerdo quien decía: “tendrás religión o tendrás arte”. Claro,
es necesario un espacio para procesar los grandes absurdos de la vida, los
inexplicables: dios, la muerte, la fatalidad. Si creemos encontrar la lectura del otro que
nos revelará la verdad podemos caer en malentendidos que se pagan caro. Es un
espanto cuando construyendo un personaje nos encontramos diciendo: “este tipo es un
hijo de puta” y, claro, el personaje termina siendo un estereotipo que nada tiene que
ver con la complejidad escalofriante y exquisita del ser humano. Muchas veces a los
actores nos cuesta entender cómo justificar un gesto solidario en un personaje que
demostró ser un patán. Sin embargo, todo el tiempo encontramos esas paradojas si
miramos a nuestro alrededor. Pero justamente, los móviles que hacen a esa paradoja
no son simples de encontrar o entender. Son oscuros, opacos, como las personas. Por
supuesto que uno está haciendo lectura todo el tiempo… Pero justamente, el desafío es
ser solidarios y darle crédito a lo que no comprendemos para poder llegar al otro desde
el amor.
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M: En la obra interactúan tres personajes (Olga, Javier y Gaby) que tienen
lazos familiares entre sí y tres que son (como los definiste en un encuentro
preparatorio a esta entrevista) “los periféricos” (Mirtu, Ernesto y el Titi), ya
que si bien no tienen relación familiar de sangre con los otros, sin embargo,
así y todo, buscan pertenecer, permanecer y se esfuerzan por ser aceptados.
Aún ante las más diversas (sutiles y no tan sutiles) formas del rechazo y del
desprecio. Esta dinámica entre el-nosotros y el-ellos, con una línea de
demarcación que es, por momentos, difusa, o porosa o lábil, ¿qué papel juega
en el armazón (si estuviéramos en la década del 60 hubiera dicho, la
estructura) de la obra y en la intención autoral?
M: La obra también está representada por tres mujeres que con-viven o inter-
actúan con tres hombres. Hay, podemos decir, un reparto equitativo de
género. Así es que, a lo largo de la obra, van apareciendo vínculos de a pares,
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y entrecruzamientos de afectos y de polaridades atracción-repulsión, por
ejemplo: (1) madre-hija, (2) hermano-hermana, (3) sobrina-tío, (4) padre-
hija, (5) amante-amada, (6) los mayores-los menores, sólo por nombrar
algunos. ¿Cómo juega en estos pares oposicionales lo propio de la feminidad y
lo propio de la masculinidad en la composición de Los Güérfanos?
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confirma como dentro o fuera de lo real. Como si el marco del televisor
pudiera delimitar aquello que porta cualidad de real y aquello que no. Que
puede sintetizarse en la frase “si no sale en la tele no existe”. O en el “quiero
llegar a estar (d)en(tro de) la tele, para que me vean. Para ser visto/a.
Entonces: ¿cómo juega la (omni)-presencia de este medio de comunicación en
el plano de la comunicación micro, la intra-familiar, en Los Güérfanos?
J: Esta familia no tiene un padre, pero tiene la tele… Parece ser su principal referente
de realidad, lo que personalmente juzgo, al menos, inquietante. Este es un tópico
dentro de la obra con el que me relaciono muy personalmente, me siento tocada, me
inquieta. Hay algo de ese hábito tan extendido y transversal a casi todas las familias
argentinas que me entristece, me da bronca, me provoca hablar de eso. No sólo por el
contenido de la TV, sino también por el mismo hábito de pasar horas y horas sentados
juntos, pero solos frente al aparato. No quiero demonizarla, pero sí creo que es, en
muchísimos casos, estupidizante. Si la tele fuera un padre tendríamos que aprender a
discutir con él críticamente, emanciparnos.
J: Creo que responde a la noción de identidad como algo incompleto, inacabado, que
siempre se está configurando a partir del otro, su relato de mí. Y por supuesto,
aparece la lucha de poder por el sentido: No quiero ser Olga, quiero ser tu madre; no
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quiero ser (un ridículo) Tití, quiero tener un nombre como todos”. Se juegan deseos,
intereses, campos de acción, en esa lucha.
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acostumbrados a su mito-micro, que además de darlo por cierto, no lo
reconocen como lesivo, y, por ende, no sólo lo sostienen, sino que se
sostienen en él. ¿Pone Los Güérfanos en escena esto que, como sociedad, nos
ancla o que nos hace no-querer salir, de una vez, de la minoría de edad
mental?
J: Creo que caben varias lecturas relacionadas con la operación de los mitos en las
configuraciones sociales y personales. Pienso que todo el tiempo estamos avanzando a
través de un tejido complejísimo de mitos, creencias, relatos con los que discutimos,
nos enredamos, nos peleamos, aceptamos ingenuamente… No creo que el problema
sea descubrir dónde está la realidad-real, sino descubrir qué relatos ayudamos a tejer
y con qué repercusiones en nuestras vidas. No veo que el mito per se sea nocivo, lo
cuestionable es el cosmos que está consagrando. No juzgo negativo que esta familia
haya generado una mentira consensuada para sobrevivir al dolor del abandono; lo que
considero nocivo es un conjunto de valoraciones que ellos aceptan naturalmente de la
construcción social que para mí redundan en sufrimiento. En nombre del amor muchas
veces castramos, en nombre de la justicia matamos, en nombre de la realidad
oprimimos subjetividades. La carencia de pensamiento crítico y de responsabilidad
colectiva es lo que no nos deja superar esa minoría de edad.
J: Tiene que ver con prometer una cosa y terminar dando otra. Es decir: ofrecer en
apariencia una historia de telenovela de las tres de la tarde, pero que, al querer
narrarla, caemos en la cuenta de la complejidad de los hechos; o, hacer reír pero luego
sentir lo siniestro de esa risa; o, prometer entretenimiento, liviandad y dar sinsabor,
crueldad. Generalmente, la gente piensa que viene a ver una comedia porque el afiche
gigante que se encuentra en la vidriera de DocumentA/Escénicas muestra una fiesta de
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cumpleaños feliz que remite a la vecindad del chavo del ocho. Y un poco lo es, pero
también es otra cosa. Pero, no es que uno encuentre placer en decepcionar. Los
señuelos son procedimientos formales que contienen conceptualmente la premisa las
cosas no son lo que parecen ser. Ahí el teatro es un gran maestro de vida, nos alerta
sobre la condición siniestra del sentido.
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J: Queríamos multiplicar las caras de los personajes e introducir una grieta de
ambigüedad en el hábitat natural de esta familia, justamente, para desnaturalizarla y
verlos de otra forma, en otra faceta. A su vez, nos permitía tender distintas líneas de
sentido que se van conectando con diversos momentos de la obra para abrir nuevos
campos semánticos. Pero también es una confesión al público, un llamado de s.o.s.
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increpa a los gritos a Mirtu: ―“Calláte!! Si vos hace tres meses que no pagás
el alquiler!”. Y de ese modo la silencia, ya que Mirtu, por eso, enmudece. Los
Güérfanos pone en escena (en espejo) un hecho muy presente en la sociedad
contemporánea: parece ser que el derecho a hablar está condicionado, de
algún modo, a la posesión o a la disponibilidad propia de bienes, ¿no?
M: También las relaciones entre lo uno y lo otro parecen ser cruciales en LG.
En otras palabras, el hecho ―como decías citando a Baruch Spinoza― que
“nos componemos con el otro y también nos descomponemos con o por medio
de la presencia/ausencia del otro”. La pregunta entonces que parece
atravesar o sobrevolar la obra es, en tus mismas palabras: ¿cómo vos, sin
dejar de ser vos, podés estar conmigo sin dejar de ser vos?...
J: Quizá ya no esté tan de acuerdo con esa manera de formularlo. La identidad es algo
con límites muy profusos, que se encuentra en permanente cambio (por suerte) y
tiene más lugares opacos que luces. Es decir, aceptar la constante movilidad y
mutación del mundo y de sus sentidos vitales requiere estar en consonancia con ese
principio para no ser erosionado por sus movimientos, permanecer permeables, como
una maya abierta de sentido. Por lo tanto, no hay hazaña en resistir en lo que creemos
somos nosotros mismos, sino pensar que sólo estamos (somos) en relación, y trabajar
por una composición con el otro y no un envenenamiento. Me interesa más la idea de
acoplarse con el otro que de mantenernos inmunes para una sana relación. El
problema no está en las partes, está en la relación y composición.
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M: ¿Qué querías expresar por medio de Los Güérfanos?
M: ¿Y lo lograste?
J: En lo que a mí respecta, creo que sí. Pero no es más que especulación incierta.
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