Clij Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil 38 PDF
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Hans
Christian
Andersen
00044
8 "480002"035132
NOVEDAD,
URIDICOS REVISTA MENSUAL DE DERECHO
YA ESTÁ
A LA VENTA
Publicación general de información jurídica
* Cada mes especialistas de todas las
disciplinas jurídicas reflexionan sobre
cuestiones vinculadas al mundo del Derecho.
* En los sumarios de
CUADERNOS JURÍDICOS se dan cita
distintos especialistas que con sus
trabajos inteligibles y rigurosos permiten al
lector estar informado puntualmente de todas
aquellas materias y cuestiones
de imprescindible conocimiento jurídico.
GARANTÍA DE SUSCRIPCIÓN
Si en el período de 60 días el contenido
de la revista no es de su agrado, le devolveremos
el importe de la suscripción.
5 46
EDITORIAL
Libros en la tele
44
SUMARIO
Los ilustradores
de Andersen
Montserrat Castillo
7
MONOGRÁFICO
HANS CHRISTIAN ANDERSEN 52
Presentación Andersen viajero
8
El cuento de mi vida
Hans Christian Andersen
Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil 58
Andersen: el artista total
Pilar Lorenzo
26
Cronología de
Hans Christian Andersen
Hans
64
Andersen en España
Christiaii
Andersen Selección bibliográfica
28
La vida de Andersen
reflejada en sus cuentos
65
Enrique Bernárdez LIBROS
NUESTRA PORTADA
Fotografía de Hans Christian
38
El más feo era el más hermoso
Teresa Maña
Andersen aparecida en el número
monográfico de la revista
Informaciones Danesas
(Copenhague: Ministerio de
82
EL ENANO SALTARÍN
La pregunta fatídica
Relaciones Exteriores, 1975),
realizado con ocasión del primer
centenario de la muerte del autor.
^\1 PRIM£# CLIJ
Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil
Directora
Victoria Fernández
LIBRO Coordinador
Fabricio Caivano
Redactor
Carlos G. Barcena
Secretaria
M. Ángels Rodríguez
Correctora lingüística
* Ma Vinyet Carmona Modolell
Diseño gráfico
Antoni Martos
1 LIBRO DE 1 Ilustraciones portada
Hans Christian Andersen (Informaciones
» COCINA f Danesas, Copenhague: Ministerio de Rela-
ciones Exteriores, 1975).
Han colaborado en este número:
Enrique Bernárdez, Montserrat Castillo,
Centro de Documentación de la Biblioteca
Infantil Santa Creu (Barcelona), Aurora
Díaz-Plaja, Pilar Lorenzo, Begoña Llamo-
so, Teresa Maña, Teresa Mas, Ana ¡VIa Ma-
tute, Miguel Rodríguez, Blas Usariaga, M a
José Vaquero.
Edita
• ••-•>•;> ...•«••'i Editorial Fontalba, S.A.
i * •^ SUPKttff.* á» Valencia 359, 6 o I a .
* - '
08009 Barcelona (España)
Ú UliKODr, LIBRO DE Tel. (93) 458 55 08 / Fax (93) 458 66 02
X F\SIKlKkl\ f ECOLOGÍA Director General
José Gili Casáis
¡f LIBRO PE
1 •f$«
Sofía Seiferheld
Valencia 359, 6 o Ia
Tel. (93) 458 55 08 / Fax (93) 458 66 02
S FIESTAS 08009 Barcelona
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Jefes de zona
Amparo Álvarez, Luis A. Griffo.
Distribución
Marco Ibérica, S.A.
Tel. (91) 652 42 00 Madrid
Fotocomposición
Montserrat Altimira, Marta Casóliva,
Montse Martín.
Impresión
Litografía Roses, S.A.
Cobalto 7. Barcelona. España
Depósito legal. B-38943-1988
^Disponible con un vídeo de ISSN: 0214-4123
© Editorial Fontalba, S.A. 1989
cuarenta minutos de duración.
CLIJ no hace necesariamente suyas las opi-
niones y criterios expresados por sus cola-
EDITORIAL MOLINO boradores. No devolverá los originales que
no solicite previamente, ni mantendrá co-
rrespondencia sobre los mismos.
Calabria, 166 - Apartado 25 - 08015 Barcelona
El precio para Canarias es el mismo de por-
tada incluida sobretasa aérea.
EDITORIAL
Libros en la tele
F „e_scri-
I bir este editorial, está a
Francia y su ya modélico —y
acabado, de momento— pro-
la destinada a niños y jóvenes.
Sus formatos van desde el tra-
! • " • punto de comenzar La grama Apostrophes, un espacio dicional comentario crítico, una
/¿•/a <ie/ tesoro. Se trata, según cultural de calidad y alto nivel, mera recensión leída por al-
sus creadores, de un programa centrado en los libros y que al- guien más o menos conocido,
diario «que pretende llegar al canzó audiencias especta- hasta algunos, los menos, con
público poco adicto a la lectu- culares. formatos ágiles, atractivos y
ra o a aquel que ha perdido el En la mayoría de países euro- que utilizan a fondo los múlti-
hábito de leer». Es decir, y se- peos existe, en las cadenas pri- ples recursos que el medio po-
gún todos los datos oficiales al vadas o en las públicas, este tipo sibilita.
respecto, que trata de hacer me- de espacios sobre las novedades Deseamos desde estas pági-
lla en la mayoría de la pobla- editoriales, con atención espe- nas que el programa La isla del
ción adulta de este país, ya cífica a la literatura «menor»: tesoro, que empieza justamen-
europeo pero bajo mínimos en te este mes, con sus cinco esca-
lo que se refiere a las infraes- sos minutos diarios (en TV 2 y
tructuras culturales que propi- a las 16.45) cumpla su ambicio-
cian la lectura pública. Desea- so objetivo de suscitar el deseo
mos que esta nueva incursión Victoria Fernández de acercarse a los libros, de ha-
del libro en la pequeña panta- cer de la lectura un placer ase-
lla tenga mejor fortuna que las quible, enriquecedor y sano. Y
anteriores, de carácter más mi- que sean los no-lectores quienes
noritario, que ensayó la misma sientan esa irresistible atracción
Televisión Española y que, a pe- hacia el libro, ese desconocido
sar de la buena voluntad, mu- amigo que les espera con su te-
rieron por extenuación ante los soro escondido. La televisión,
continuos cambios y reformu- con su capacidad de alcanzar y
laciones del contenido. En algu- persuadir a las grandes audien-
nas cadenas autonómicas se cias, puede dar un necesario im-
mantienen unos miniespacios pulso a la normalización de la
sobre libros, no muy logrados, lectura como conducta cultural
fugaces, y, en general, en fran- generalizada. Son muchos los
jas horarias de relleno, pero que que podrían descubrir que un
suelen tener una pequeña y se- libro, un buen libro, es lo úni-
lecta audiencia: los ya contagia- \Ñ^V±*Z^ co que elegirían para llevarse a
dos por el solitario vicio de leer. una isla desierta. Tan desierta
Hay que hacer una referencia, que no tuviera ni tele. Que así
desde la envidia más cordial, a sea.
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Si te gusta...
Stalky & Cía.
Rudyard Kipling
Peter Pan
y Wendy LUICIONES GAVIOTA
giStólONES CAMOTA
.3
James M, Barrie
, sentir la emoción y la
El signo El L i b r o
de los cuatro . de las Maravillas i
Arthur Conan Doy!
Marco Polo
Colección Trébol A
- T ^ ^ EDICIONES GAVIOTA, S. A. Manuel Tovar, 8 - 28034 Madrid - Tel. (91) 358 01 08-Fax (91) 729 38 58
€>¥*$• GOmtsL4rt> e ^ .
Monográfico
Hans Christian Andersen
C^ ^ ^ i existe algún escritor que pueda ser
I considerado como clásico de la litera-
^ ^ ^ / tura infantil, ése es, sin lugar a dudas,
el caso del danés Hans Christian Andersen,
autor que este mes ocupa las páginas de CLIJ.
Andersen no fue un literato de escritorio, úni-
camente. En total realizó veintinueve viajes al
extranjero, incluida España, de los cuales ex-
trajo no pocos motivos de inspiración para sus
obras. Además de sus afamados cuentos, cien-
to cincuenta y seis en total, y de su obra poéti-
ca, redactó seis novelas, un puñado de libros de
viajes y numerosas piezas teatrales que abarcan
los más variados géneros.
Ése es su legado literario y en él han bucea-
do los especialistas que este mes se han dado
cita en CLIJ. Su tarea ha sido analizar no sólo
la prolífica obra de Andersen y la huella que
ésta ha dejado, sino también su compleja per-
sonalidad y la historia de su vida, un cuento de
hadas tan curioso como los que brotaron de su
pluma.
Enrique Bernárdez, Pilar Lorenzo, Montse-
rrat Castillo y Teresa Maña se aproximan, des-
de puntos de vista diferentes, al vivir y al que-
hacer literario de este «patito feo», al que todos
debemos algunas de las páginas más hermosas
y entrañables jamás escritas.
CLIJ les invita a disfrutar con la lectura de este
número monográfico sobre un autor que dirige
a la infancia de todos los tiempos el fascinante EDMUND DULAC (1911), FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION, 1992
regalo de sus obras: Hans Christian Andersen.
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
El cuento
de mi vida*
por H.Ch. Andersen
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KÁ i vida es un bello
f W m 1 cuento, ¡tan rica y
V • dichosa! Si de niño,
cuando salí a recorrer el mundo, solo
y pobre, me hubiese salido al paso un
hada prodigiosa que me hubiera di-
cho: «Escoge tu camino y tu meta,
que yo te protegeré y te guiaré confor-
me a las facultades de tu entendimien-
to y conforme es razón que se haga
en este mundo», no pudiera mi suer-
te haber sido más feliz. [...]
En el año 1805 vivía en Odense, en
una habitación pequeña y pobre, una
pareja de recién casados que se que-
rían muchísimo; eran un joven zapa-
tero y su mujer; él tenía apenas veinti-
dós años, una inteligencia asombro-
sa y un temperamento poético de ver-
dad; ella era unos cuantos años ma-
yor, ignorante de la vida y del mundo,
pero de gran corazón. El hombre aca-
baba de establecerse por su cuenta
como maestro zapatero y él mismo se
había fabricado el taller y la cama de
matrimonio, utilizando para ello unas
tablas de madera donde poco antes
había estado expuesto el ataúd con los
restos del difunto conde Trampe;
como recuerdo habían quedado las
listas de tela negra que adornaban el
catafalco.
El 2 de abril de 1805, en lugar del
cadáver del conde, rodeado de flores Andersen en 1874, fotografía de Georg E. Hansen.
y candelabros, nos encontramos allí
berreando a un niño lleno de vida, y Mi madre no se cansaba de repetirme de Lafontaine, Holberg y Las mil y
ese niño era yo, Hans Christian An- la suerte que había tenido, compara- una noches; sólo en esas ocasiones, le-
dersen. [...] do con ella. ¡Pero si vivía como un yéndonos, recuerdo haberle visto son-
príncipe! A ella de pequeña la man- reír, pues no era feliz ni en su trabajo
La infancia en Odense daban sus padres a la calle a pedir li- ni en su vida. [...]
mosna, y como no podía, se había pa- Uno de mis primeros recuerdos, tan
El hogar de mi infancia lo consti- sado un día entero llorando debajo de insignificante de por sí pero para mí
tuía una sola habitación de reducidas un puente del río de Odense. Yo, con tan importante por la fuerza con que
dimensiones que llenaban casi por mi fantasía de niño, me la imaginaba se quedó grabado en mi alma infan-
completo el taller de zapatero, la cama como si la estuviera viendo y lloraba til, fue una fiesta familiar. Y no os
y el banco donde yo dormía. Pero las de pensarlo. imagináis dónde. Pues nada menos
paredes estaban cubiertas de cuadros, Mi padre, Hans Andersen, me con- que en un lugar que yo miraba con el
sobre la cómoda había bonitas tazas, sentía siempre que hiciera lo que qui- mismo espanto con el que me imagi-
cristalería y otros objetos de adorno siera; yo era el dueño de todo su cari- no que un niño parisino habrá mira-
y del lado del taller, arrimada a la ven- ño, vivía para mí y por eso los do la Bastilla: el penal de Odense. Mis
tana, una estantería con libros y can- domingos empleaba todo su tiempo padres conocían al portero, estaban
ciones. [...] libre en hacerme juguetes y cuadros. invitados a una reunión familiar y yo
Yo era hijo único y muy mimado. Muchas tardes nos leía La excéntrica fui con ellos. Era todavía tan peque-
9
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
ño que al volver a casa tuvieron que naturalmente, y había oído cómo can- en alumbrado, agua potable y Dios
llevarme en brazos. El penal de Ocíen- taban hombres y mujeres mientras hi- sabe cuántas cosas más; por aquel en-
se era para mí una especie de esas gua- laban en la rueca. [...] tonces yo diría que llevaba cien años
ridas de bandidos y ladrones de los En los días de mi infancia, Odense de retraso; se estilaban todavía una se-
cuentos. Muchas veces me había que- era una ciudad muy distinta de lo que rie de usos y costumbres que ya hacía
dado parado fuera, a gran distancia es ahora, que aventaja a Copenhague tiempo que se habían perdido en la ca-
pital. [...]
El lunes de carnaval los carniceros
recorrían las calles con un buey ceba-
do adornado con guirnaldas de flo-
res; montado a su lomo iba un chico
con una camisa blanca y unas alas. En
cuaresma los marineros salían tam-
bién por las calles con música y todas
sus banderas, y al final los dos más
valientes echaban una pelea en un ta-
blón tendido entre dos barcas. El que
no caía al agua era el ganador.
Pero el recuerdo que más claramen-
te se me quedó grabado en la memo-
ria, avivándose cada vez que de ello
se habla, es la llegada de los españo-
les a Fionia en 1808. Dinamarca se ha-
bía aliado con Napoleón, a quien Sue-
cia había declarado la guerra, y antes
de que se pudiera uno dar cuenta, te-
níamos en Fionia un ejército francés
y tropas auxiliares españolas para
marchar a Suecia bajo el mando del
mariscal Bernardotte, Príncipe de
Pantecorvo. No tendría yo entonces
más de tres años, pero todavía me
acuerdo muy bien de aquellos hom-
bre oscuros que iban por la calle ha-
ciendo estrépito y de los cañones que
disparaban en la plaza y delante del
obispado. [...] Se comentaba que los
soldados franceses eran altaneros, los
españoles, en cambio, bondadosos y
amables; se tenían un profundo odio
los unos a los otros; los pobrecillos es-
pañoles eran los que daban más lásti-
v. __ ' . l ^ - ' -— ma. [...]
Tan viva impresión como la de los
españoles a mis tres años, me produ-
jo más tarde otro acontecimiento a la
edad de seis. Fue el paso del gran co-
meta en 1811; mi madre me había di-
cho que iba a hacer añicos la tierra o
que se avecinaban cosas horribles,
como ponía en las Profecías de la Si-
bila. Yo daba crédito a todas aquellas
MABEL LUCIE ATTWELL, FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION, 1992. habladurías supersticiosas, que para
mí valían tanto como los preceptos
más sagrados de la fe. Desde la plaza
que hay delante del cementerio de San
Knud, mi madre, yo y unas vecinas es-
tuvimos viendo pasar la tan temida e
impresionante bola de fuego con su
gran cola brillante. Todos hablaban
de malos presagios y del Día del Jui-
cio. [...]
La abuela venía a casa de mis pa-
dres todos los días, aunque sólo fue-
ra un ratito, y era sobre todo por ver
a su nieto, el pequeño Hans Christian.
Yo era toda su alegría y felicidad. Era
una anciana silenciosa y encantado-
ra, de dulces ojos azules y buen por-
te. Había padecido mucho en esta
vida. De ser la mujer de un agricul-
tor rico había pasado a la mayor po-
breza. Vivía con el marido perturba-
do en una casita que se habían
comprado con los últimos residuos de
su fortuna. [...]
Al abuelo loco le tenía mucho mie-
do. Sólo me había hablado una vez y
me había llamado de usted, cosa tan
rara para mí. Tallaba en madera figu-
ras extrañas: hombres con cabeza de
caballo, animales con alas y pájaros
raros. Los metía en una cesta y se iba
por los pueblos; en todas partes los
campesinos le daban de comer y has-
ta grano y tocino para llevarse a casa,
a cambio de los extraños juguetes que
les regalaba a ellos y a sus hijos. [...]
EDMUND DULAC. FAIRY TALES FROM HANS ANDEBSEN. LONDRES: PAVILION. 1992
Un niño solitario y soñador
Casi nunca me juntaba con los arbusto y la tapia. [...] Era un niño se cohibía en hacer uso de él con sus
otros chicos, ni participaba en sus jue- singularmente soñador y andaba a alumnos, que principalmente eran ni-
gos en la escuela, sino que me queda- menudo con los ojos cerrados, con lo ñas pequeñas. Era costumbre en la es-
ba sentado dentro; en casa tenía ju- que la gente terminó creyéndose que cuela decir las sílabas a coro, gritan-
guetes de sobra, que me había hecho estaba mal de la vista, cuando preci- do todo lo que se podía. A mí la
mi padre; tenía cuadros que cambia- samente la he tenido y sigo teniendo maestra no se atrevía a tocarme; mi
ban de figura con sólo tirar de un cor- asombrosamente buena. madre había puesto expresamente esa
dón, una noria que cuando se accio- Una vieja maestra, que daba clase condición al traerme a la escuela. Por
naba se ponía a bailar el molinero; de párvulos a niñas, me enseñó las le- eso un día que me dio a mí también
tenía un cosmorama y graciosos ten- tras y a leer de corrido. Se sentaba en con el escobón, me levanté volando de
tetiesos. Además me encantaba hacer un sillón de respaldo alto al pie del re- mi sitio, cogí mi libro y me marché di-
ropa a los muñecos o sentarme en el loj, que tenía unos muñecos mecáni- recto a casa con mi madre. Exigí que
jardín al pie de la única mata de gro- cos que, al dar las horas, salían a ha- me llevara a otra escuela y así lo hizo.
sellas, con el delantal de mi madre cer su representación. La maestra Mi madre me metió entonces en el co-
tendido del palo de la escoba entre el tenía a mano un gran escobón y no legio de chicos del señor Carsten, a
11
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
mumm
donde no obstante iba una niña muy mano, para que los otros no me tira- po, creo, para la compañía del conde
pequeña pero algo mayor que yo. En- ran al suelo. Me quería mucho, me re- Trampe o del conde Hahn. Las prime-
seguida hicimos buenas migas; ella galaba pasteles y flores, me daba ca- ras funciones a las que asistí eran en
hablaba de lo conveniente que era en- chetes cariñosos en las mejillas. [...] alemán. El director se llamaba Franck
contrar un buen empleo y decía que Salí piadoso y supersticioso; nada y ponía óperas y comedias; la pieza
iba a la escuela principalmente para echaba de menos, que aunque mis pa- favorita del público era La sirena del
aprender cuentas, pues su madre de- dres no tenían más que lo que se dice Danubio; la primera representación
cía que así podría llevar la lechería de lo justo, a mí me resultaba sobrado y que yo vi fue El politicastro de Hol-
una gran finca. [...] Yo era el más pe- abundante; en cuanto a la ropa se po- berg, adaptada para la ópera. No con-
queño del colegio y por eso, mientras día decir hasta que iba elegante. [...] sigo recordar quién puede haber sido
los otros chicos jugaban, el señor Odense tenía su teatro sólidamente el autor de la música, lo que es segu-
Carsten me llevaba siempre de la edificado, mandado hacer en su tiem- ro es que habían hecho una adapta-
ción en alemán del texto. Por lo de-
más la primera impresión que el teatro
y el público me produjeron no era
como para pensar que tuviera yo algo
de poeta. Según mis padres, lo prime-
ro que dije al ver el teatro y los mu-
chos espectadores, fue: «Anda, que si
tuviéramos tantos cuarterones de
manteca como gente hay aquí, ¡me-
nudo atracón que me iba a llevar!».
Y, sin embargo, el teatro se converti-
ría pronto en mi gran pasión, pero
como no podía ir más que una vez
cada invierno, me hice amigo de Pe-
ter Junker, que era el que llevaba los
carteles, y él me daba el cartel del día,
a cambio de que me comprometiera
a repartir los últimos que quedaban
en mi barrio, tarea que yo cumplía es-
crupulosamente. Si no podía ir al tea-
tro, al menos podía sentarme en casa
en un rincón con mi cartel e inventar-
me mi propia obra con el mismo títu-
lo y los mismos personajes; sin saber-
lo estaba haciendo mi primera obra
literaria. [...]
Mi padre no se trataba casi con na-
die; prefería pasar el tiempo libre a so-
las o conmigo en el bosque. Su ma-
yor deseo era vivir en el campo y daba
la casualidad de que en una de las
grandes fincas de Fiona se buscaba un
zapatero, que habría de establecerse
en el pueblo de al lado y que tendría
derecho a casa, un pequeño huerto y
pasto para una vaca; con esto y con
el trabajo asegurado de la finca debe-
ría poder salir adelante. Mi padre y mi
madre soñaban con la idea; a mi pa-
dre le encargaron un trabajo de prue-
Louise, hija menor de Jonás Collin, bienhechor de Andersen. ba: le mandaron de la finca un peda-
12
CLU44
zo de seda, él tenía que poner el
cuero y hacer un par de zapatos de
baile. [...].
Las salidas de mi padre al bosque
se hicieron cada vez más frecuentes;
no tenía un momento de calma. La
guerra en Alemania, que seguía con
la máxima atención, era lo que más
le interesaba por aquel entonces. Su
héroe era Napoleón, la forma en que
había llegado a la gloria le parecía
digna de ser imitada. Dinamarca se
alió entonces con Francia, no se ha-
blaba de otra cosa que de la guerra y
mi padre se alistó en el ejército con la
esperanza de volver a casa de tenien-
te. [...]
La mañana en que partía la com-
pañía de mi padre, le oí cantar y ha-
blar muy animado, pero por dentro
estaba muy conmovido; lo noté por
la fuerza con que me besó al despe-
dirse. Yo estaba en cama con saram-
pión y me quedé solo en el cuarto
cuando se oyó el redoble de tambores
y mi madre salió a acompañarle llo-
rando hasta las puertas de la ciudad.
[...] Es una de las primeras mañanas
de dolor que recuerdo.
Pero el regimiento en el que servía
mi padre no pasó de Holstein. Se fir-
mó la paz y el guerrero voluntario re-
gresó a su taller. Todo parecía volver
a la normalidad. [...]
Su salud había sufrido mucho con
las marchas, a las que no estaba acos-
tumbrado, y la vida de campaña. Una
mañana se despertó delirando, ha-
blando de campañas militares y de
Napoleón; se imaginaba recibir órde- Andersen en 1845, pluma de J.G. Gertner.
nes suyas y dar instrucciones a la tro-
pa. [...] dolé ropa a los muñecos y leyendo tea- Ser poeta
Tres días más tarde moría mi pa- tro.': Según me han contado, por aquel
dre. [...] entonces yo era larguirucho y desgar- De ella [la anciana hermana de
Le enterraron en el cementerio de bado, tenía abundante cabellera rubia, Bunkeflod] aprendí que el ser poeta
San Knud, al pie de la puerta lateral iba descubierto y casi siempre llevaba era algo grande, maravilloso; allí leí
del lado izquierdo del altar. [...] zuecos. también por primera vez a Shakespea-
A partir de la muerte de mi padre En la vecindad vivían la señora re, en una mala traducción, bien es
me quedé como quien dice abando- Bunkeflod, viuda del pastor, y su cu- verdad; pero las aventuras emocionan-
nado a mi propio albedrío; mi madre ñada; me cogieron cariño y me invi- tes, los sucesos sangrientos, las bru-
iba a lavarle la ropa a la gente, yo me taban a su casa; me pasaba con ellas jas y los fantasmas que en ellas apa-
quedaba solo en casa con el teatrito el día entero. Fue la primera casa de recían, era justo lo que a mí me
que mi padre me había hecho, hacién- gente culta en que hallé acogida. [...] fascinaba. Enseguida empecé a repre-
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
sentar las tragedias de Shakespeare en «No es por lo que gane —decía—, bía cantar algo, enseguida me lancé y
mi teatro de títeres. [...] sino porque así sé dónde anda». [...] tuve mucho éxito. Los otros chicos,
El hijo de la vecina trabajaba en Tenía yo por aquel entonces una voz mientras, tenían que hacer mi traba-
una fábrica de paños y ganaba un pe- de soprano muy alta y asombrosa- jo. Después les dije que también sa-
queño sueldo a la semana; yo, en cam- mente bonita que conservé hasta cum- bía hacer teatro; me acordaba de
bio, decían todos que sólo sabía ha- plidos los quince años. Sabía que a la escenas enteras de Holberg y de Sha-
cer el vago. Por eso mi madre decidió gente le gustaba oírme cantar y cuan- kespeare y me puse a declamarlas. [...]
que entrara también en la fábrica; do en la fábrica me preguntaron si sa- Mi afición por la lectura, la canti-
dad de escenas dramáticas que me sa-
bía de memoria y mi voz argentina y
sonora despertaron una especie de in-
terés por mí entre varias familias
importantes de Odense, que me man-
daron llamar, intrigadas por lo extra-
vagante de mi personalidad. Entre las
muchas personas a las que fui a ver,
el coronel Ho'egh-Guldberg y su fami-
lia fueron los que dieron muestras de
más sincera simpatía. [...]
Pasé entonces algún tiempo en
casa, creciendo y convirtiéndome en
un chico muy largo, al que, como de-
cía mi madre, no se le podía dejar se-
guir haciendo el vago por ahí. Por eso
empecé en la escuela de pobres.
Allí sólo se aprendía religión, a es-
cribir y a hacer cuentas y ni siquiera
bien; yo casi no había palabra en que
no hiciera faltas; en casa casi nunca
me estudiaba la lección, puede decir-
se que me la aprendía en el camino de
la escuela a casa y mi madre presumía
de mi extrema facilidad. [...]
Iba a cumplir los catorce años y mi
madre tenía pensado que hiciera la
confirmación para que pudiera entrar
de aprendiz de sastre y me dedicara
a algo de provecho. Me quería con
toda su alma pero no comprendía mis
deseos y ambiciones, aunque he de de-
cir que ni yo mismo los entendía. [...]
El traje de confirmación me lo hizo
una vieja costurera de la levita de mi
difunto padre; a mí me parecía el tra-
je más elegante que había llevado
nunca y por primera vez en la vida me
iba a poner botas; me hacía una ilu-
sión tan enorme que temía que la gen-
te no se diera cuenta de que eran
botas, así que me metí los pantalo-
nes por dentro para entrar en la igle-
sia. [...]
ín CH. ANDERSEN, CHRISTINE'S PICTURE BOOK, LONDRES: KINGFISHER, 1984. El verano antes de mi confirmación
había estado en Odense un grupo de
la compañía de actores y cantantes del
Teatro Real, representando una serie
de óperas y obras de teatro; la ciudad
no se había recuperado todavía de la
emoción. Yo, gracias a mi amistad con
el chico de los carteles, no sólo había
visto todas las funciones desde basti-
dores, sino que hasta había salido a
escena haciendo de paje y pastor, e in-
cluso había tenido un mínimo papel
en La Cenicienta. [...] La visita de los
actores de Copenhague a Odense su-
puso un acontecimiento importante
en la vida de muchos y especialmente
en la mía. [...]
En el momento en que más desola- taza de café por las mañanas. Fueron había un aroma, una frescura, la hier-
do me sentía, tratando de pensar en tiempos difíciles, sombríos. [...] ba estaba tan crecida y los pájaros
qué hacer o a quién acudir, me acor- Desde la más temprana niñez había cantaban de tal forma que yo, embria-
dé de pronto de que aquí en Copen- tenido la idea de que según le fuera gado por todo aquello, me puse tam-
hague vivía el poeta Guldberg, herma- a uno el día primero de año, así iba bién a dar muestras de júbilo, y abra-
no de aquel coronel de Odense que a ser todo el año. Mi mayor deseo zando uno de aquellos troncos
había sido tan amable conmigo. [...] para el año entrante era que me die- empecé a besarle la corteza. En aquel
Me asignó los ingresos que sacara de ran un papel en alguna obra y salir a momento me sentía fundido con la
la publicación de un pequeño escrito, escena, que ya vendrían después los naturaleza. «¡Está loco!», dijo un
un discurso en ocasión del cumplea- honorarios. Era primero de año y el hombre muy cerca mío. Era uno de
ños de Federico VI, creo, y como la teatro estaba cerrado, no así la entra- los guardas del palacio y yo salí co-
gente sabía el destino que iba a tener da al escenario mismo. [...] rriendo asustado y volví a la ciudad
el dinero, tengo entendido que se sa- Pasaron los meses y no me daban muy callado y formal. [...]
caron más de cien escudos reales [...]. papel alguno; llegó la primavera y ya Sentía como nunca antes mi depen-
Me encontraba rodeado de los mis- iba para el tercer año que andaba por dencia del favor de los demás; care-
terios de Copenhague, pero no sabía Copenhague; en todo aquel tiempo no cía de lo más necesario; en ciertos mo-
descifrarlos. [...] había estado más que una vez en el mentos me asaltaban negros pensa-
Ya he dicho que no tenía un real, bosque. [...] mientos sobre mi futuro, otras veces
que la patrona se quedaba con todo. Un día de primavera había estado en cambio recuperaba toda mi des-
Pero a veces iba a hacerle algún reca- en Frederiksberg; de pronto me en- preocupación infantil.
do lejos y entonces me daba ocho rea- contré en el parque bajo las primeras La viuda del célebre estadista danés
les; decía que me los había ganado y hayas que habían empezado a retoñar. Christian ColbjoTnsen y su hija, dama
que no quería hacer injusticias con El sol ponía las hojas transparentes y de honor de la princesa Carolina, fue-
nadie; con el dinero me compraba pa-
pel de escribir o viejos libros de tea-
tro. Pronto empecé a sacar gran can-
tidad de lectura amena de la
biblioteca de la universidad [...].
Por aquella misma época el señor
Dahlén había escrito el ballet Armi-
da y yo tenía que salir haciendo de
duende con una máscara horrenda.
Johanne Louise Heiberg, que era en-
tonces muy niña, aparecía en el mis-
mo ballet. Es el primer recuerdo que
tengo de ella. En el programa de Ar-
mida figura también su nombre im-
preso por primera vez como el mío.
Fue uno de los momentos más emo-
cionantes de mi vida, la primera vez
que veía mi nombre impreso; lo veía
ya rodeado de un halo de inmortali-
dad. [...]
Era mi segundo año en Copenha-
gue; el dinero que me pasaban Guld-
berg y Weyse había disminuido. Yo me
había hecho mayor ese año o por lo
menos más pudoroso. Sufría tenién-
dole que hablar a alguien de mis ne-
cesidades y mis apuros. Me había ido
a vivir a casa de la viuda de un pa-
trón de barco y allí, aparte del aloja-
miento, no me daban más que una Andersen según Arthur Rackham.
16
CLIJ44
ron las dos primeras personas de la viera en mi lugar y tuviera que empe-
clase alta que acogieron amablemen- zar a ir al instituto. Era sencillamen-
te al niño pobre; me escuchaban con te espantoso. Sin embargo, yo iba con-
interés y yo las visitaba asiduamen- tento. Le había escrito a mi madre una
te. [...] carta rebosante de felicidad y lo úni-
La gente seguía diciéndome que de- co que sentía es que mi padre y mi
bería estudiar; me hablaban continua- abuela no vivieran ya para ver que por
mente de lo importante y hasta nece- fin iba a estudiar en el instituto. [...]
sario que era; me animaban a que me Yo no había vuelto a mi ciudad na-
dedicara al estudio e incluso había al- tal desde que saliera a correr aventu-
gunos que me reñían por no hacerlo, ras; mientras tanto había muerto la
diciéndome que era mi deber y que si abuela y también el abuelo. Mi ma-
no, no iba a llegar nunca a ninguna dre me había hablado muchas veces
parte, pero que se veía que yo prefe- de pequeño de la fortuna que me es-
ría hacer el vago. Lo decían en serio, peraba cuando heredara al abuelo,
pero nadie movía un dedo para ayu- que tenía casa propia; se trataba de
darme. Yo pasaba grandes apuros, te- una casa de maderas entramadas, pe-
nía grandes dificultades para salir queña y pobre, que se vendió a su
adelante. Un día se me ocurrió escri- muerte y enseguida se derribó. La ma-
bir una tragedia, llevarla al Teatro yor parte del dinero se fue en pagar
Real y con el dinero que me dieran por impuestos pendientes. [...]
representarla empezar a estudiar. Charles Dickens habla en sus nove-
Después de seis semanas en las que as de las penalidades de los niños po-
me dediqué a alimentar las ilusiones bres. Si hubiera visto lo que yo esta-
más descabelladas, me llegó la res- INFORMACIONES DANESAS, COPENHAGUE ba pasando y sufriendo, no lo hubiera
MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES, 1975.
puesta, devolviéndome la obra con encontrado menos duro o menos dig-
una carta en la que decía que en un no de un relato humorístico. Hay co-
futuro me abstuviera de mandar obras bía tenido a bien asignarme por algu- sas en la vida de uno que están tan en-
como aquella que mostraban tal gra- nos años un tanto para mi sustento de lazadas con la vida de otros, que uno
do de incultura. [...] los fondos del erario público, y la Di- no tiene derecho sobre ellas, como si
rección de Escuelas de Bachillerato no fueran propias; por eso no quiero
La amistad de Jonás Collin me había concedido una beca para el hablar, como no quise hablar ni que-
instituto de Slagelse, donde acababan jarme en aquel tiempo, de ninguna de
También de aquella época viene mi de poner a un rector nuevo, que tenía las personas que me rodeaban, sino
amistad con el hombre que habría de fama de ser muy enérgico. Me quedé únicamente de mí mismo, que, y de
ser como un padre para mí, con unos mudo de la sorpresa, jamás hubiera ello estaba convencido, había elegido
hijos que considero como hermanos pensado que mi vida fuera a tomar ese un camino totalmente equivocado,
míos; una familia en la que puede de- rumbo; me sentía raramente impresio- pues sólo servía como objeto de con-
cirse que me he criado. Basta con que nado y no podía imaginarme muy miseración y de burla. Mis cartas de
diga su nombre, pues bien sabe la gen- bien el futuro que me esperaba. [...] entonces a Collin reflejaban un esta-
te de alguna edad lo que este hombre Un bello día de otoño salí de Co- do de ánimo tan sombrío y desespe-
ha hecho al servicio de la patria, en penhague en la diligencia para empe- rado, que le conmovieron profunda-
beneficio de todos en general y de zar la vida de colegial en Slagelse, mente. [...]
cada uno en particular; una de las per- donde también habían estudiado Bag- En septiembre de 1828 terminé el
sonas de más valía en el mundo de los gesen e Ingemann. A mi lado iba sen- bachillerato; precisamente ese año era
negocios, con el corazón más noble tado un joven estudiante que acaba- decano Oehlenschláger, que me dio la
y generoso, unido a la voluntad más ba de pasar su examen y que viajaba bienvenida al mundo universitario con
férrea. Se trata del Consejero Priva- a Jutlandia para presumir de bachi- un cordial apretón de manos; a mí me
do Jonás Collin. Entre sus muchas y ller y visitar a parientes y amigos, y emocionó como si fuera un acto de
diversas ocupaciones se contaba tam- estaba que se moría de la ilusión de una importancia enorme; tenía ya
bién la de ser director del Teatro pensar en la nueva vida que le espe- veintitrés años pero era todavía muy
Real. [...] Collin había hablado de mi raba; me aseguró que se sentiría el ser infantil en mi manera de ser y de ha-
caso con el rey Federico VI, que ha- más desgraciado del universo si estu- blar Í...1.
17
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Vivía en plena euforia juvenil de observaba la Revista Mensual de Li- aplaudieron con gran regocijo, dan-
poeta, con todo me reía, a todo le sa- teratura, incurría en el tremendo error do «vivas» al autor. [...]
caba punta; en aquel estado de frene- de hacer una sátira de algo que para Me sentía la criatura más dichosa
sí escribí mi primera obra dramática, todo el mundo estaba ya más que pa- de la tierra, pensaba bien de todo el
un enredo heroico en verso, a la que sado de moda, como eran las grandes mundo, tenía entusiasmo de poeta y
di el título Amor en la Torre de Nico- tragedias. A pesar de todo, cuando la espíritu juvenil; empezaban a abrírse-
lai o lo que dice el público, que, como obra se estrenó mis condiscípulos la me todas las puertas, me pasaba el día
de reunión en reunión, muy satisfecho
de mí mismo; pero en medio de todas
aquellas emociones fuertes seguía
aplicándome celosamente en mis es-
tudios y me preparé solo, sin la ayu-
da del preceptor, para lo que llaman
segundo examen, que es una prueba
de Filosofía y Letras en la univer-
sidad, y lo aprobé con la nota más
alta. [...]
f*>
Un viaje crucial
19
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
que eran como las describe Baggesen regalé mis poemas y él fue el primero zo simple pero certero cuadros y pai-
en El laberinto. [...] que me tradujo, la persona que intro- sajes que, si a veces no nos dicen tan-
0rsted me había dado una carta de dujo mi obra en Alemania. Esto de- to, es por no estar suficientemente fa-
presentación para Chamisso, que vi- cía de mí: «Además de tener ingenio, miliarizados con la tierra natal del
vía en Berlín. Me abrió la puerta él un gran sentido del humor y la inge- poeta. Quizá las traducciones no ha-
mismo. Era un hombre alto, con as- nuidad del pueblo, Andersen domina gan del todo honor a su obra».
pecto serio, la mirada franca y un pelo también un tono que despierta reso- Chamisso se convirtió desde enton-
que le caía en grandes bucles por los nancias más profundas. Tiene una ces en un fiel amigo. [...]
hombros. [...] Chamisso leía danés, le enorme facilidad para crear con tra- Mis amigos de Copenhague tuvie-
ron que admitir que el viajecito por
Alemania me había sentado muy
bien. Me apresuré a poner por escri-
to mis impresiones del viaje y las pu-
bliqué en un libro que titulé Sombras
chinescas de un viaje por el Harz y la
Suiza sajona, que más adelante se tra-
dujo al alemán y al inglés. [...]
De finales de 1828 hasta 1839 tuve
que vivir exclusivamente con lo que
sacaba escribiendo. No me pagaban
mucho y tenía que hacer unos esfuer-
zos enormes, especialmente porque te-
nía que poner cuidado en vestirme
como correspondía a los círculos que
frecuentaba. No se ganaba nada con
las colaboraciones en las revistas y
uno no podía pasarse la vida produ-
ciendo a toda mecha. Traduje un par
de obras para el Teatro Real y escribí
unos libretos de ópera. [...]
Groseros anónimos
20
CLIJ44
personal como literaria. Uno era la se-
ñora Lassso'e, hija de aquel Abraham-
sen que había escrito Quieres, hijo
mío, prosperar en el mundo [...].
Otra persona de gran valor para mí
era uno de los hijos de Collin, el jo-
ven Eduard, que hoy ostenta el cargo
de Consejero de Estado. [...] Como
no había tenido amigos en la juven-
tud ni en la infancia, deposité en él
toda la ternura de mi alma. [...]
Salí de Copenhague el lunes 22 de
abril de 1833. Al momento de partir
estaba terriblemente emocionado y
rogué a Dios con el mayor fervor que
me permitiera sacar tanto provecho
del viaje, que fuera capaz de produ-
cir una gran obra literaria, y si no, que
no volviera nunca y que muriera
en tierra extraña, lejos de Dinamar-
ca. [...]
Algún tiempo después escribí una
tragedia que llevaba por título La
mora, esperando acallar así las malas
lenguas y demostrar que tenía talen-
to dramático. Además, con lo que sa-
cara por esta nueva obra, unido a al-
gún dinero que había ahorrado, tenía
el proyecto de viajar otra vez al extran-
jero, incluso hacer un viaje bastante
Jenny Lind, «El Ruiseñor Sueco». Andersen la conoció en 1840. largo, no sólo ya a Italia, sino llegar
hasta Grecia y Turquía. Todo el mun-
educado en la más ferviente venera- pedían una beca; si no presentaba al- do reconocía que mi primer viaje ha-
ción por el monarca danés, el rey Fe- guna recomendación especial, iba a bía sido de gran provecho para mi de-
derico VI, y no veía otra forma de ex- ser difícil que me tuvieran en cuenta. sarrollo intelectual y también yo
presarle mi reconocimiento que Conseguí reunir las recomendacio- sentía que la vida y el mundo eran mi
llevándole un libro mío, que su Ma- nes necesarias. Debo haber sido el mejor escuela; tenía verdaderas ansias
jestad había consentido en que le de- único poeta en la historia de Dina- de viajar, de enriquecer mis conoci-
dicara. [...] marca que ha tenido que presentar un mientos acerca del hombre y de la na-
La gente pensaba que yo había certificado declarando que de verdad turaleza. En mi forma de pensar
dado ya de sí lo que podía, que más es poeta. Que yo sepa, ningún otro y sentir era todavía como un mucha-
arriba no iba a llegar nunca, así que había necesitado recomendación algu- cho. [...]
si quería viajar, tenía que ser ahora. na para que se le concediera una ayu-
Yo me daba cuenta de que los viajes da de viaje. [...] Por segunda vez en Italia
eran para mí la mejor escuela. Pero Las recomendaciones surtieron su
me habían dicho que si quería que se efecto y se me concedió la bolsa de Era el mes de octubre de 1840. Iría
atendiera mi solicitud, tenía que lle- viaje. [...] por segunda vez a Italia y pasaría des-
var una especie de recomendación de En el momento de la partida me de allí a Grecia y Constantinopla. Este
nuestros escritores más importantes y vino a la memoria el recuerdo de los viaje lo he contado a mi manera en
hombres de ciencia más doctos, acre- amigos. Entre otros ya mencionados El Bazar de un Poeta. [...]
ditando que era verdaderamente un tengo que referirme a dos en especial, Por aquel tiempo se observaba una
poeta, pues precisamente aquel año que en aquel tiempo tenían gran im- gran animación en la vida política da-
había muchos jóvenes excelentes que portancia para mi formación tanto nesa, cosa que tenía sus ventajas pero
21
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
22
CLIJ44
Mi deuda con Andersen
Ocurrió en 1970. No fui culpable villa del cuento real, para añadirle
del tremendo gazapo, pero podía algo tan lejos de El patito feo, que
parecerlo. Era en mi emisión «Bi- realmente era un cisne, con una cursi
blioteca Joven», cuyo guión litera- hada? Llamé a Prado del Rey, vomi-
rio y organización llevaba yo desde té insultos, y dije que debía arreglar- globan tranquilamente el nombre de
hacía tres años en TVE, tras haber- se enseguida. Me calmaron dicién- Andersen con los de Grimm y Pe-
conseguido mi propuesta de hablar dome que a veces una enmienda rrault. Y repito treinta mil veces que
de libros infantiles en el programa complicaba las cosas. «Mejor no tanto el académico francés Charles
Con vosotros. El 2 de abril de 1970, menearlo», etcétera. Total, que de- Perrault, como los bibliotecarios ale-
planeé un buen homenaje a Ander- seaba que nadie hubiera visto tal manes Jacob y Wilhelm Grimm,
sen, aprovechando para explicar por emisión. Pero no fue así, y tuve que eran excelentes recopiladores de los
qué la fecha del nacimiento de An- asegurar muchas veces que no había cuentos populares de las tradiciones
dersen —el 2 de abril— había sido sido culpa mía. Nadie que me cono- orales de Francia y Alemania, tal
la elegida por el IBBY (Internatio- ciera podía culparme, pero pasé un como Giacomo Basile lo fue de las
nal Board on Books for Young Peo- año entero con aquel tremendo narraciones italianas antes de los fol-
pie) para celebrar el Día del Libro trauma. cloristas citados. Pero Hans Chris-
Infantil. Conseguí que el 2 de abril de 1971 tian Andersen fue el auténtico crea-
Haciendo una síntesis de su obra, me hicieran la más bella de las dis- dor de sus cuentos. Todos ellos eran
expliqué cómo el gran escritor danés culpas. Montaron la emisión con originales, y únicamente El vestido
se reflejaba personalmente en sus una aparición de Andersen enfurru- nuevo del emperador está inspirado
cuentos y en especial en El patito ñado, «agradeciendo» con su para- en El paño maravilloso que encon-
feo, y luego le di al guionista técni- guas a la presentadora y al guionis- tramos en los cuentos de El Conde
co una buena edición del cuento de ta: «¿Son ustedes los culpables de Lucanor, de nuestro Don Juan Ma-
El patito feo para que lo represen- aquella monstruosidad de hacer sa- nuel. Los demás, sólo los copió de
taran. Y aquí fue mi choque tremen- lir una hada en mi Patito feol». Se su propia vida, puesto que en casi
do. Estaba viendo la representación le pidió perdón y se representó un todos encontramos fragmentos de su
del bello cuento, cuando, de pron- precioso Patito feo con auténtico fi- biografía. Empezando, naturalmen-
to, ante el patito lloroso, veo salir nal feliz. te, por El patito feo, ya que el ma-
una reluciente hada con su varita y Desde entonces, y desde mi pro- ravilloso cisne que fue como escri-
convertir el pato en cisne. No me fesión de crítica de libros infantiles, tor surgió gracias a la fealdad que
desmayé porque no sabía cómo ha- siempre he lanzado mi espada a fa- le impidió ser actor, una de sus pri-
cer para desmayarme, pero lancé un vor de Andersen, para censurar a los meras vocaciones.
bramido. editores, e incluso a los adaptado-
¿Cómo podían destrozar la mara- res de cuentos populares, cuando en- Aurora Díaz-Plaja.
mo de complacencia que algunos ha- madas de las que estábamos tan har- gente de todas las edades; lo que más
bían mostrado con los cuentos de mi tos. [...] divertía a los niños era lo que podía-
propia invención, hizo que me anifna- Como ya he dicho, para que los lec- mos llamar los adornos; a los mayo-
ra a escribir más [...].' Todas las navi- tores no se esperaran otra cosa, había res, en cambio, lo que les interesaba
dades salía uno y pronto se convirtie- titulado mis primeras narraciones eran las ideas que había detrás. Los
ron en el típico regalo de Pascuas; Cuentos para niños; las había escrito cuentos pasaron a ser lectura de niños
había un ejemplar debajo de cada ár- en el mismo lenguaje y con las mis- y mayores y yo creo que ésa es la meta
bol: Incluso se empezó a contarlos en mas expresiones con que se las con- a que debe aspirar todo narrador de
escena, lo que por lo menos no era tan taba de palabra a los pequeños y es- cuentos. Empezaba a ganarme el co-
aburrido como aquellas obras decla- taba convencido de que gustaban a razón de la gente; entonces suprimí el
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Cronología de
Hans Christian Andersen
1805 El 2 de abril nace Hans Chris-
tian Andersen en Odense, isla de
Fionia (Dinamarca).
1816 Muere su padre, un zapatero re-
mendón.
1819 A los 14 años de edad va a Co-
penhague con la intención de
«llegar a ser famoso».
1820-1822 Tras los persistentes fraca-
sos en las artes y las letras, lo-
gra una beca para cursar estu-
dios de bachillerato.
1822-1827 Alumno en la escuela latí-
nica, en Slagelse y Elsinore, a so-
licitud de la Dirección del Teatro
Real, especialmente del señor
Collin, Consejero de Estado,
para concederle la posibilidad de
obtener «cierta educación».
1828 Concluye sus estudios de bachi-
llerato en Copenhague.
1829 Se costea la edición de su pri-
mera obra, Viaje a pie del canal
Holmen hasta la punta este de
Amager.
1830 Se enamora, en Faaborg (isla de «El hogar de mi infancia lo constituía una habitación de reducidas dimensiones.»
Casa
Fionia), de «los dos ojos par- donde Andersen pasó su infancia.
dos» de Riborg Voigt. Ella, fi-
nalmente, acaba casándose con primer librito de cuentos titula- 1840-1841 Viaja por Italia, Grecia,
otro hombre. do Cuentos de hadas para ni- Turquía y Austria.
1831 Viaja a Alemania. ños, que contenía entre otros 1842 Publica el libro de viajes El Ba-
1833-1834 Realiza su primer gran via- «La caja de yesca» y «La prin- zar de un Poeta.
je al extranjero, merced a una cesa y el guisante». 1843 Viaja a París, donde conoce a
suculenta bolsa de viaje de dos 1837 Es reconocido en Alemania Balzac, Dumas padre, Heine,
años. Visita Francia, Suiza, Ale- como un gran escritor. Víctor Hugo, Lamartine, Alfred
mania, Austria y, principalmen- 1838 Se le concede una «paga anual de Vigny y la actriz Rachel.
te, Italia. En Roma recibe la no- de escritor». 1844 Es huésped de los reyes de Di-
ticia del fallecimiento de su 1840 Traba amistad con la cantante namarca en la hacienda de Fóhr.
madre. sueca Jenny Lind, quien consi- 1845-1846 Viaja por Italia, Suiza,
1835 Se da a conocer en serio con la derará al escritor como un Francia, Austria y Alemania,
novela El improvisador y con el hermano. país este en el que visita a Jakob
Grimm. Problemas de salud le
impiden visitar España, tal
como tenía planeado.
1847 Aparece su primera autobiogra-
fía en alemán, en la editorial
Lorck, de Leipzig, bajo el título
El cuento de hadas de mi vida
sin ficciones.
Viaje por Inglaterra y Escocia.
1849 Recorre toda Suecia. Su libro de
viajes En Suecia aparece en 1851.
1851 Es nombrado catedrático de uni^
versidad.
1855 Aparece en Dinamarca una ver-
sión ampliada de su autobiogra-
fía El cuento de hadas de mi
vida.
1857 Huésped en Inglaterra, durante
varias semanas, de Charles
Dickens.
1862-1863 Viaja a España y realiza vi-
sitas al Norte de África. Ese
mismo año de 1863 aparece el li-
bro de viajes En España.
1866 Visita Holanda, Francia, Portu-
gal y nuevamente España. Una
visita a Portugal aparece en 1868.
1867 Es nombrado hijo predilecto de 1869, fotografía tamaño tarjeta de visita hecha por Thora Hallager.
su ciudad natal, Odense. Reci-
be, asimismo, el nombramiento
de Consejero de Estado. Visita
dos veces la Exposición Mundial
de París.
1872 Aparecen publicados sus últi-
mos cuentos.
1873 Realiza su última salida al ex-
tranjero, concretamente a Suiza.
1874 Recibe el nombramiento de
Consejero de Conferencias.
1875 Hans Christian Andersen falle-
ce en casa de la familia Mel-
chior, cerca de Copenhaghe, a
causa de un cáncer hepático.
Su tumba está en el cementerio
de Assistenskirkegaarden de la
capital danesa. •
La vida de Andersen
reflejada en sus cuentos
por Enrique Bernárdez 4
Los cuentos de
Andersen recogen,
con mayor o menor
disimulo, aquellos
acontecimientos más
relevantes de su vida.
Entre el material
literario en el que se inspiró,
figuran sus preocupaciones, sus
deseos y todo cuanto conformaba
su intrincada personalidad. El siguiente
artículo rastrea, en primer lugar, la huella
autobiográfica en los cuentos de Andersen,
y, reflexiona, después,
acerca de las versiones
de dichos cuentos y ^*^
cómo en muchos casos
éstas han traicionado
el verdadero
espíritu del autor.
28
CLIJ44
como suele suceder en los cuentos tra-
dicionales (o escritos «a la manera tra-
dicional»), sino que se introduce a sí
mismo en la narración como un per-
sonaje más, incluso como el personaje
principal. Así sucede en «Los fuegos
fatuos están en la ciudad», dijo la mu-
jer del pantano, donde «un hombre
que sabía muchos cuentos nuevos»
andaba sin embargo a la busca de al-
guno porque los sufrimientos de la
guerra habían hecho que «se le esca-
paran». No hace falta demasiada
perspicacia para adivinar quién es ese
VILHELM PEDERSEN, CUENTOS COMPLETOS, MADRID: ANAYA, 1989. hombre, aunque desconozcamos los
traumas personales que la guerra con
Alemania por el dominio de Slesvig
provocó en el escritor danés.
| _ |
|! ans Chnstian Andersen está contando cosas que él mismo ha Ciertamente, estos cuentos, donde
I ] era un niño de provin- sufrido y presenciado. lo autobiográfico —o por lo menos la
! ! cias, de familia pobre y En general, todos estos elementos presencia del autor mismo dentro del
sin aparentes perspectivas en la vida, desdicen un tanto de lo habitual en los cuento— es fácilmente detectable, no
a quien su talento condujo a la fama cuentos de tipo tradicional, aunque son los que más gozan del favor de los
y el éxito, tanto en su país como en sean de autor y no populares: en to- lectores. No son El patito feo ni El va-
prácticamente todo el mundo. No es dos ellos, la acción prima siempre so- liente soldadito de plomo ni El encen-
extraño que una vez alcanzada la glo- bre las descripciones de ambientes. Y dedor de yesca, La pequeña cerillera
ria le gustara recordar su trayectoria es que muchos de los cuentos son más o Los zapatos rojos. Los cuentos que
vital y mostrársela a sus millones de bien narraciones breves muy alejadas han tenido más éxito suelen ser los
admiradores. Así lo hizo en sus varias de los cánones habituales de los cuen- menos realistas, los más próximos a
autobiografías, escrita la primera de tos populares o los de autor. Baste la narrativa popular, y en ellos no re-
ellas en alemán en atención a su enor- comparar los de Perrault con los de sulta tan sencillo adivinar a la perso-
me éxito en ese país. Pero así lo hizo Andersen, por no mencionar los na de nuestro autor: nada nos haría
sobre todo en sus cuentos. En éstos cuentos populares alemanes adapta- pensar que el patito feo es Andersen,
podemos hallar, más o menos disfra- dos por los hermanos Grimm. mucho menos aún la niña indebida-
zados, los principales acontecimien- mente orgullosa por sus zapatos de
tos de su vida, pero también sus preo- Cuentacuentos baile. Y, sin embargo, en la inmensa
cupaciones y sus intereses. mayoría de estos cuentos se encuen-
El elemento autobiográfico de los También es posible imaginar a An- tran también muchos elementos auto-
cuentos es en ocasiones incluso ma- dersen en las diversas figuras de cuen- biográficos y es en ellos, muy a
nifiesto. El lector atento puede iden- tacuentos que van apareciendo en su menudo, donde encontramos la per-
tificar en ellos muchas cosas que pa- obra. El lector puede darse cuenta fá- sonalidad misma de Andersen y no
recen claramente tomadas de la propia cilmente de que todos esos persona- sólo su apariencia externa, que pare-
vida del autor. Hay cuentos narrados jes, habitualmente ancianos, que sa- cería limitada a sus cuentos más «de
en primera persona, como La dríada, ben numerosos cuentos y que son autor».
que parecen narrar vivencias auténti- capaces de hacer felices a los niños na- Sin embargo, la inmensa mayoría
cas. Menos evidentes, pero también rrándolos, son el autor mismo. Parte de los cuentos son «de autor», desde
claras, son las referencias a viajes, con de la fama de Andersen se debía pre- el tema y el argumento, al último de-
sus minuciosos paisajes y sus vividas cisamente a las sesiones, en Dinamar- talle de su redacción. El encendedor
sensaciones: las descripciones de los ca y Alemania sobre todo, en las que de yesca, El traje nuevo del empera-
Alpes suizos, las incomodidades del narraba en alta voz sus cuentos, fue- dor o La maleta voladora son elabo-
viaje en diligencia, los horrores de una ra ante una audiencia infantil o ante raciones de cuentos populares de dis-
mala fonda o los calores de Ñapóles, los reyes daneses, alemanes o suecos. tinto origen (danés, español y oriental
hacen pensar al lector que Andersen En sus cuentos, el autor no se oculta respectivamente), pero El patito feo y
29
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
El valiente soldadito de plomo son extrañar que también en esos cuentos sencia del autor, aunque fuera una
fruto única y exclusivamente de la aparezca algo suyo; precisamente la presencia tan sólo superficial. Claro
imaginación y el talento de nuestro lejanía impuesta por los personajes y que como Andersen se tenía a sí mis-
autor. Y si Andersen tenía afición, los temas permitía introducir en ellos mo en tan alta consideración como a
probablemente incluso necesidad de elementos más íntimos y personales sus cuentos, no pudo menos que ex-
introducirse a sí mismo en práctica- que en los cuentos «realistas», donde plicar en sus autobiografías el origen
mente todo lo que escribía, no es de cualquiera podía percatarse de la pre- personal y anecdótico de muchas de
sus historias, aunque calló otras mu-
chas cosas, demasiado íntimas y que
no debían satisfacerle en demasía.
Y es que Andersen escribió muchos
de sus cuentos a partir de pequeñas
o grandes vivencias propias, de sim-
ples anécdotas o de grandes preocu-
paciones de su vida. Hacer un breve
repaso de algunos de esos cuentos nos
puede servir para comprender mejor
al autor, pero también para entender
más profundamente la forma de com-
posición de sus cuentos.
32
CLIJ44
que no sería otra que el mismo An- una persona incomprendida, perse- escondía el alma del gran artista. No
dersen. Sombra, porque socialmente guida y rechazadas Pero es cierto que fue el suyo el único caso, sin embar-
no había comparación entre el hijo de nació en un hogar humilde y muy ale- go, y Andersen dedica varios cuentos
un pobre zapatero y el rico aristócra- jado del mundo del arte. Es cierto que a la vida, parecida a la suya, de un
ta; subordinación, porque Andersen se marchó de casa muy joven para gran artista danés que también tuvo
les debía mucho a los Collin. Pero fue buscar una vida mejor, igual que el una humildísima cuna: el escultor
la sombra, y no su amo de carne y patito, y que sufrió mucho hasta con- neoclásico Bertil Thorvaldsen, admi-
hueso, quien consiguió un atisbo al vertirse en el escritor más famoso de rado y respetado amigo suyo.
menos de la Poesía. Y la poesía per^ su país y uno de los más populares de Todo el mundo está de acuerdo en
mitió a Andersen, igual que a la som- Europa y de todo el mundo de su que El patito feo es una especie de
bra del cuento, independizarse y con- tiempo. Porque sus primeros años en autobiografía disfrazada. Pero pare-
vertirse también en persona de carne Copenhague, intentando abrirse paso ce que para él mismo era otro el cuen-
y hueso. Aunque eso sí, bastante más primero como cantante y actor, lue- to que reflejaba más profundamente
flaca (Andersen era muy delgado). go como dramaturgo y novelista, fue- sus preocupaciones vitales: El abeto,
Este cuento nos permite comprobar ron realmente difíciles, aunque reci- insatisfecho siempre con el momento
la complejidad del reflejo de los ele- bió mucha más ayuda que el presente, siempre a la espera de algo
mentos autobiográficos de Andersen desdichado patito. Podemos pensar aún mejor. Aunque, alcanzado su má-
en sus cuentos. No se trata simple- incluso que Andersen es injusto con ximo momento de gloria, el abeto
mente de reflejar paisajes, sensacio- sus favorecedores —tuvo varios en acaba en la basura y muere en el fue-
nes, lugares, hechos, anécdotas, sino esos primeros años— si nos fijamos go mientras que el cisne dice —en pri-
de combinar elementos de los más di- en los escasos favores que le hicieron mera persona— al acabar el cuento:
versos orígenes, muchos de ellos, qui- al patito feo sus sucesivos compañe- «¡Jamás soñé tanta felicidad cuando
zá la mayoría, procedentes de la pro- ros y, en algún caso, sus bienintencio- no era más que un patito feo!». Qui-
pia vida del autor, hasta crear nados protectores. En el hijo del za- zás esta contradicción refleje las con-
complejas obras de arte de las que no patero, como en el pato feo, se tradicciones personales del autor mis-
se puede decir, sin más, que sean
«autobiográficas».
Pero, además, Andersen cuenta su
vida en algunos cuentos. El ejemplo
paradigmático es El patito feo, uno de
esos cuentos en los que a primera vis-
ta nada parece recordar a su autor.
Veamos brevemente las similitudes en-
tre el cuento y la realidad.
En un nido de patos aparece un
huevo distinto, más grande que los de-
más y del que sale algo parecido a un
pato. Rechazado por todos, el patito
feo escapa al ancho mundo y tras in-
numerables penalidades, causadas las
más de las veces por la incomprensión
de los otros, descubre que es un her-
moso cisne; no sólo eso: es el más be-
llo de todos.3 Ni el humilde origen ni
los sufrimientos pudieron impedir esa
transformación, la culminación del
destino. Andersen no fue rechazado
con tanta brutalidad como el patito
del cuento, aunque ciertamente algu-
nas críticas a sus dramas fueron real-
mente demoledoras, y Andersen, con
un sentido un tanto victimista de su
propia vida, gustaba de verse como VILHELM PEDEÜSEN CUENIOS COMPLETOS. MADRID ANAYA 1<J89
33
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
mo, que cambiaba de humor con ex- ración al general.4 Georg llegó muy cia de clase y sus propias escasas pers-
cesiva frecuencia. alto, igual que Andersen, aunque hay pectivas, en aquel momento, de alcan-
El patito feo o El abeto están entre una diferencia: el hijo del portero se zar una buena posición económica
los primeros cuentos de Andersen, casa por fin con la hija del general y con la literatura.
pero el elemento autobiográfico está hasta tienen hijos y viven felices, Y es que la misma vida de
presente hasta el final. La llave del mientras que el autor del cuento si- H.Ch. Andersen le hizo difícil el
portal desarrolla un entretenimiento guió soltero hasta su muerte: es lo úni- amor: sus orígenes fueron muy humil-
«esotérico» —similar al juego adivi- co que le faltó para el éxito completo des, algo de lo que jamás podría li-
natorio del vaso, popular aún hoy— en esta vida. berarse. Aun siendo un escritor famo-
que Andersen llegó a practicar, y Tía so, no podía tener esperanzas de
Dolor de Muelas recoge los padeci- Fracasada vida amorosa casarse, por ejemplo, con la hija de
mientos dentales del poeta. El come- su mecenas, pues los separaba un
ta se basa en la aparición de un co- Y esto nos lleva a otro elemento de abismo social. Su timidez y su inse-
meta en dos ocasiones durante la vida su biografía que aparece reiterada- guridad le causaron nuevas dificulta-
de Andersen: una vez cuando tenía mente, siempre con los mismos tonos des: la que seguramente fue su gran
6 años, la otra casi al final de su vida. sombríos, a lo largo de todos los cuen- amor platónico, la cantante sueca
Vale la pena fijarse en cómo Ander- tos. Un elemento menos evidente, que Jenny Lind, no quiso ser más que «su
sen imagina en este cuento su propia puede confundirse con una simple hermana», lo que Andersen aceptó
muerte, pues no es nada raro que en convención literaria, pero que resulta porque le permitía al menos conser-
los que desarrollan uno u otro aspec- manifiesto si recordamos los conti- var una estrecha amistad con ella.
to de su vida el fin sea trágico y aun nuos fracasos amorosos del poeta da- De modo que unas veces por las ba-
terrible, como en El abeto. nés. Andersen, en efecto, no llegó a rreras sociales, otras por timidez,
También en su última época «rees- casarse nunca, pero es que ni siquie- Andersen siempre estuvo solo. Y esta
cribe» su vida en forma de cuento. El ra llegó a tener una relación amorosa soledad, seguramente origen de nu-
hijo del portero es un buen ejemplo con la mínima estabilidad. Sus amo- merosas frustraciones, la reflejó en
de ello: Georg es el hijo del pobre por- res, muy escasos por lo que sabemos, muchos de sus cuentos, aunque aña-
tero de una casa de vecinos. Su arte se quedaron en lo platónico o en mera diendo una tercera causa, muy en con-
le hará llegar a lo más alto, más arri- relación fraternal. Una vez, en los cordancia con su idea general de las
ba aún que la familia del general que principios de su carrera, se enamoró mujeres: el rechazo motivado por el
lo apreciaba, pero al mismo tiempo lo de una joven que probablemente ni indebido orgullo de la amada. Vea-
rechazaba por su baja extracción so- siquiera llegó a saberlo. Andersen re- mos algún ejemplo.
cial. Un conde será el mentor de nunció a ella movido —según él mis- En Ib y la pequeña Christine en-
Georg, que al final llenará de admi- mo escribió después— por la diferen- contramos, junto a elementos propios
del cuento fantástico popular, como
los misteriosos regalos de la gitana o
el hallazgo del tesoro, un motivo que
se repite con frecuencia en los cuen-
tos: dos niños crecen juntos y se quie-
ren como hermanos, pero al llegar a
la adolescencia el muchacho se ena-
mora perdidamente de la niña. Aquí,
la pequeña Christine lo rechaza por-
que prefiere una boda con mejores
perspectivas económicas, aunque es
en realidad el mismo Ib quien la em-
puja a ello, si bien movido precisa-
mente por su limpio amor y su deseo
de lo mejor para la amada.. La carta
que le escribe Ib recuerda algunas pa-
labras del propio Andersen en su
autobiografía, en las que explica su re-
nuncia a su primer gran amor. Claro
VILHELM PEDERSEN, CUENTOS COMPLETOS, MADRID: ANAYA, 1989
que la decisión de la muchacha ten-
drá su castigo: mientras Ib halla un pero como hemos tenido oportunidad nación de una larga serie de sufri-
tesoro, Christine muere en la pobre- de ver en estos pocos ejemplos la mientos. Claro que la tragedia puede
za. No sólo por este cuento, parece aportación de Andersen a las anécdo- serlo para nuestros ojos, pero no
como si Andersen quisiera vengarse tas, propias o ajenas que sirven de pri- siempre para los de Andersen. El que
de sus amores frustrados: al final, él mer origen de los cuentos suele ser de muere descansa, como en Bajo el sau-
llegará más lejos que aquellas que lo un carácter más bien pesimista. Cier- ce, o incluso alcanza la culminación,
rechazaron, siempre, claro está, por tamente hay cuentos que terminan lo que parece suceder en Los zapatos
motivos interesados y poco altruistas. bien, como El patito feo o El hijo del rojos o El sapo. Y estos finales tris-
Aunque no siempre es así. Un cuen- portero, pero son una minoría. Lo tes, pero en cierto modo gloriosos,
to que recuerda mucho la relación de normal es un fin trágico como culmi- son quizá los favoritos del autor. •
Andersen con Jenny Lind, Bajo el
sauce, termina con la felicidad de ella
y la muerte del infeliz enamorado.
Nuevamente encontramos aquí el mo-
tivo de los niños que crecen juntos y
el amor que despierta por fin en el
muchacho. Pero ahora se introduce
algo nuevo que, con toda seguridad,
Notas sobre
refleja la timidez del mismo autor: el
niño, Knud, no se atreve a declararle
su amor a Johanna. Ésta seguirá que-
riéndolo siempre, igual que Jenny
las versiones
Lind, pero cuando Knud se decide por
fin a comunicarle su pasión, ella lo re-
chaza porque sólo desea una relación
fraternal entre los dos... la misma que
de los cuentos
existió durante años entre Andersen
y Lind. Al igual que ésta, Johanna es
una gran cantante que triunfa en todo
de Andersen
el mundo.
Seguramente, este emotivo cuento
sitúa en el marco habitual de los cuen- Naturalmente, para la sensibilidad co, pero que habrá de concluir en la
tos la relación de Andersen con la actual los finales de la mayoría de los muerte, sus cuentos no podían ser de
cantante sueca. Como siempre que cuentos resultan quizá demasiado ne- otra forma.
nuestro autor introduce un elemento gativos, da la sensación de que el su- En algunos casos las versiones, in-
de su vida en sus cuentos, cambia algo frimiento sólo lleva al dolor, y que cluso para niños, no han podido eli-
para dar mejor sentido a lo que a él (casi) nunca encuentra reparación. Ni minar esos elementos pesimistas. Tal
mismo le había sucedido o, en térmi- estamos en el siglo xix ni somos An- sucede con La pequeña cerillera o El
nos más simples, para «justificarse»: dersen, de manera que no nos senti- valiente soldadito de plomo: estos
aquí viene a ser algo así como «nun- mos ya tan partidarios de esas formas cuentos difícilmente tendrían justifi-
ca le declaré mi amor, pero si lo hu- de acabar un cuento, sobre todo cuan- cación sin el trágico final. Pero se han
biera hecho me habría rechazado do éste va dirigido a los niños.5 De introducido algunas modificaciones,
igual que Johanna a Knud, y yo ha- ahí que las versiones más para niños sin embargo: la cerillera vuela a reu-
bría muerto lleno de desesperación». de los cuentos de Andersen opten nirse con su madre —y no con su
Como vemos, la imaginación de An- muy a menudo por aliviar el dolor y, abuela—, que es lo único que desea
dersen no solía ir en una dirección sobre todo por introducir finales me- la pobre niña. El elemento positivo
muy positiva, pero no podía ser de nos dramáticos. Claro que al hacerlo que introduce Andersen («No hacía
otro modo si él se veía a sí mismo se pierden algunos rasgos que, como frío, el hambre y el miedo habían de-
como el abeto de su cuento. hemos visto, son fundamentales en saparecido») se refuerza en muchas
Es más que probable que el tono Andersen: si él mismo era pesimista, versiones modernas para convertir la
trágico de tantos cuentos sea el refle- si veía incluso su propia vida como muerte de la niña en un suceso más
jo de la personalidad del autor. Cier- una carrera de sufrimiento aliviada jubiloso aún que en Andersen. Y por
tamente existe un factor de época, sólo por el éxito y el favor del públi- supuesto no es raro que desaparezca
.35,
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
el padre dispuesto a castigar a la niña por lo bajo, pero al fin le dio pena la
si no traía a casa suficiente dinero, Princesa y le contó quién era él en rea-
sustituido por un tío o un padrastro. lidad, lo cual le consoló mucho. ¡Y
Por cierto, no es nada habitual que todo fue felicidad desde aquel día!».
Andersen presente un padre negativa-
mente, pues suele introducir en sus Múltiples versiones
cuentos sólo padres buenos y abnega-
dos, como lo fue el suyo. Naturalmente, las modificaciones
En El valiente soldadito de plomo que se introducen en las infinitas ver-
es muy poco lo que se puede cambiar; siones de los cuentos tienen su justi-
el trágico fin da al cuento una belleza ficación, pues los más conocidos de
que desaparecería si el soldadito y la éstos han pasado a formar parte del
bailarina de papel se reunieran de al- acerbo de los cuentos populares y
guna forma más feliz y prosaica. Se cualquiera puede hacer con estas his-
introducen cambios, sin embargo; por torias de Andersen lo mismo que ha-
ejemplo, haciendo que no sea un niño cía él con las anécdotas o las viven-
malo sino una inocente corriente de cias que usaba como embrión de sus
aire la que arroje al fuego al soldadi- narraciones. Como hemos visto, An-
to, con lo que se pierde ese elemento dersen lo hacía siguiendo el camino
de maldad (pero, ¿inocente quizá, y sombrío y pesimista que su manera de
guiada por alguna mano misteriosa VILHELM PEDERSEN, CUENTOS COMPLETOS, MADRID:
ser —y su época— le inspiraba. Hoy
más pérfida aún?). ANAYA, 1989. día podemos tomar el cuento mismo
Significativas son las alteraciones como anécdota y desarrollarlo por el
que encontramos en una reciente ver- Egipto, de eso estaba seguro. [...] El camino que a nosotros y a nuestra
sión de El sapo. Aparte de «adaptar- cuerpo estaba muerto, habían mata- época pueda parecer preferible. Natu-
lo para niños» convirtiéndolo en El do al sapo». La muerte en el pico de ralmente, no tendríamos el derecho de
sapito y de estar muy abreviado, se la cigüeña es al mismo tiempo la ga- decir que esa versión de El sapo es
conservan las principales aventuras rantía de un viaje mucho más intere- «un cuento de Andersen».
del feo protagonista. Pero el final, sante que todos los anteriores: ¡nada
como hemos visto que suele suceder menos que hasta Egipto! Las adaptaciones: cambios
con los cuentos, resulta demasiado El celibato de Andersen se refleja en el estilo de Andersen
«fuerte» para los niños de hoy, y al en muchos cuentos, como hemos vis-
sustituirlo por un final feliz se cam- to, y presta a gran número de ellos un Otra modificación que se realiza
bia también un elemento fundamen- matiz especial. Algunas versiones in- habitualmente en los cuentos, más
tal de las historias de Andersen: la im- fantiles cambian también esto. Una aún que la que acabo de comentar,
portancia del viaje, la idea de que adaptación de El porquero (titulada afecta al estilo. Éste suele ser uno de
siempre es mejor viajar aun a costa de El cuidador de cerdos) recoge algunos los mayores obstáculos para la traduc-
peligros y penalidades, el rechazo a las de los sucesos más importantes del ción, frecuentemente por motivos se-
perezosas comodidades del hogar. cuento, aunque curiosamente elimina mejantes a los que hicieron llover crí-
Esta versión termina en la siguiente el «cotilleo»: la olla mágica produce ticas sobre Andersen. El autor danés
forma: «Cuando se le acercó una ci- en esta adaptación una preciosa mú- escribió la mayoría de sus cuentos
güeña ya no habló de ir a ver mundo, sica, pero ya no permite ver lo que se —la excepción está formada por lo
sino que, en el último momento, dio guisa en cada cocina de la ciudad. El que son más «narraciones cortas» que
un gran salto que le libró de ser co- caso es que al final del todo, avergon- cuentos propiamente dichos— en un
mido. Y ya no paró hasta llegar a su zada la orgullosa princesa, el príncipe- estilo plagado de rasgos orales y enor-
tranquilo y seguro pozo». El sapo de porquero, descubierta ya su persona- memente descuidado, para los cáno-
Andersen acaba de forma muy dife- lidad para horror de la princesa, «en- nes literarios y estilísticos de su épo-
rente: «En ese mismo instante llegó la tró en su reino, cerró la puerta y echó ca... y aun de la nuestra. Desde el
cigüeña. Había visto al sapo en la el cerrojo. Y ella, que se quedara fue- punto de vista de la lengua escrita, los
hierba, descendió y cogió al animali- ra cantando...». Una princesa no pue- cuentos están llenos de repeticiones,
to sin ninguna consideración. El pico de ser mala hasta el final y su castigo de oraciones aparentemente mal cons-
se cerró, el viento silbó, no era nada debe acabar, de modo que la adapta- truidas, de un exceso de expresiones
cómodo, pero subió y subió; hacia ción concluye así: «El Príncipe se reía idiomáticas populares. El traductor
36
CLIJ44
explica el cuento, sino que se transfor-
ma buena parte de su sentido. Para
Andersen no se trata de simples suce-
sos «lógicos», sino que pretendió
mostrar cómo los vulgares y los me-
diocres acosan al que destaca porque
es diferente y mejor, y cómo el que lle-
va el genio dentro de sí llega mucho
más alto que los que intentaron cor-
tarle el paso. En esa versión «para ni-
ños», todo se convierte en una sim-
ple historia «lógica» que tiene, no
podría ser de otro modo, su conclu-
sión igualmente «lógica».
Las adaptaciones, como hemos te-
nido ocasión de ver en estas pocas no-
tas, modifican muchas veces elemen-
tos fundamentales de los cuentos: el
estilo por un lado, por otro buena
^e/^ parte de los elementos pesimistas y
trágicos que, en su mayoría, eran de-
bidos a la plasmación de la propia
que se arriesga a seguir el estilo del sentido del lector del cuento. La ma- personalidad de Andersen en sus
origen será acusado de mal estilista, yoría de los traductores introduce ne- cuentos. Claro que todo esto quiere
de desconocedor de su propio idioma, xos, incluso «completa» los textos decir que los cuentos se han converti-
como también le sucedió a Andersen. añadiendo frases enteras que sirven do en «propiedad pública», en «cuen-
De ahí que la inmensa mayoría de las para explicar, por ejemplo, una moti- tos populares» en el mismo plano que
traducciones existentes, al español vación. Un ejemplo bastará, aunque muchos de origen realmente popular.
pero también a otros idiomas, y no sea un tanto exagerado por pertene- Lo que no hace sino poner aún más
sólo en versiones «adaptadas para ni- cer a una de esas versiones adaptadas de relieve el valor de las narraciones
ños» sino en las que presuntamente para niños.6 El final de una adapta- del gran escritor danés. •
son reflejo fiel del original, realizan ción de El patito feo elimina las sen-
lo que podríamos llamar una «nive- saciones del cisne y la admiración de * Enrique Bernárdez es traductor de la obra de
lación» (más aún, un «allanamiento» quienes lo ven, pero añade una com- Hans Christian Andersen.
en todos los sentidos) del estilo origi- pleta explicación del cuento: «Admi-
nal, para adaptarlo a lo que se consi- rado y perplejo, quiso comprender lo
dera «buena lengua escrita». Se evi- ocurrido, pero hubo de conformarse
tan repeticiones, se introducen con su nueva belleza y gracilidad de Notas
movimientos. Anque nacido en un co- 1. Que en los países protestantes es el equiva-
«elegantes» subordinaciones donde el lente de nuestra Primera Comunión.
original danés presenta series de ora- rral de patos, ocas, gallinas y gallos, 2. Naturalmente, en el cuento es una niña. En
ciones coordinadas e incluso simple- procedía de un huevo de cisne llega- un varón no sería de esperar tan gran soberbia
mente yuxtapuestas, se seleccionan do allí por casualidad. Era lógico que e inconsciencia (de acuerdo con la radical mi-
su presunta madre lo encontrase tan soginia de Andersen, claro).
formas de expresión menos populares, 3. Por lo menos de Dinamarca. A este país se
más cultas. Pero sobre todo se expli- distinto a los demás patitos, y era ló- dedica un cuento patriótico: El nido de cisnes.
ca. El estilo de Andersen en sus cuen- gico también que su instinto le hubiese ¿Casualidad?
tos es extraordinariamente elíptico: si impulsado al encuentro de su verda- 4. Me inclino a ver a Jonás Collin como una
el lector es capaz de descubrir por sus dera especie». Un niño no debería ha- combinación del conde y el general.
5. Desde luego no quiero entrar en valoracio-
propios medios la causa de un hecho, ber podido comprender nada del nes de si esta postura es o no la más adecuada
o la relación entre dos frases y, en con- cuento, de ahí la necesidad de esta desde el punto de vista educativo.
secuencia, entre los sucesos que éstas prolija y repetitiva explicación, refor- 6. Parece que pensamos que los niños son ton-
reproducen, no hay necesidad ningu- zada además por la frase final: «¿En- tos. Andersen debía pensar que son suficiente-
mente listos para entender las cosas. Y alguno
na de expresarlo verbalmente. Tam- tendéis ahora este azaroso relato, ami- de sus cuentos presenta ejemplos de niños muy
bién la moraleja suele dejarse al buen guitos?». En realidad no sólo se inteligentes y avispados.
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€$^$- <X¿>?ycGL4f5 €s?.
21L
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
T. VAN HOIJTEMA (1894), FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION, 1992
JOHN HASSALL (1932), FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION, 1992. MARÍA RIUS, L'ANEGUET LLEIG, BARCELONA: LA GALERA, 1981
TORNE ESQUÍUS, CONTES D'ANDERSEN. BARCELONA: CATALANA, 1918
4¿ 43
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
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HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Los ilustradores de
Andersen
por Montserrat Castillo"
La articulista repasa
la lista de ilustradores
—Pedersen, Frólich y
Arthur Rackham,
entre otros— que han
dado imagen gráfica a
las páginas escritas
por Andersen.
Finalmente, reseña las
principales ediciones
barcelonesas y la
aportación de los
ilustradores catalanes.
ARTHUR RACKHAM (1932), FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION, 1992.
46
CLIJ44
p. „,..-
I ma, rostro y color a los
¡ cuentos tradicionales signi-
fica asumir un reto complejo y la
oportunidad de reflejar los sueños y
pesadillas personales y colectivos.
Una de estas oportunidades doradas,
sugerentes y plenas lo constituyen las
obras de Hans Christian Andersen.
Basándose en cuentos tradicionales,
Hans Christian Andersen escribió sus
propias narraciones entre 1835 y 1872.
Nos referimos, particularmente, a la
serie de cuentos maravillosos Eventyr.
Los ilustradores daneses fueron los
primeros en dar imagen y forma a la
fantasía de su compatriota, elevado,
ya en vida, a la categoría de gloria na-
cional.
El primer ilustrador de los cuentos
de Andersen del cual tenemos noticia
es Vilhelm Pedersen, con ilustraciones
publicadas en 1847. Vilhelm Pedersen
(nacido en Kóge en 1820 y fallecido
en Copenhague en 1859) ilustró nue-
vamente Eventyr en 1850, con 125 di-
bujos, de características tradicionales
y realistas, muy dentro del gusto de
la época, en una edición que ocupa
522 páginas, realizada en Copenha-
gue. Cinco años más tarde, ilustra con
55 dibujos Andersen's Historier, un
volumen de 167 páginas editado en la
misma localidad.
Nuevamente se reproducen las ilus-
traciones de ambas historias, junta-
mente con las ilustraciones de Lorenz
Frólich (Copenhague, 1820-1908), en
una edición realizada en Copenhague
en 1874, que consiste en la primera
edición completa de los Cuentos de
Andersen.
Heinrich Lefler, el refinado ilustra-
dor austríaco muy influido por el Ju- EDMUND DULAC (1911), FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION. 1992
gendstil y que trabajó para editores
alemanes, decora e ilustra con sus di-
bujos altamente sofisticados DiePrin- La sensibilidad de tación de lo maravilloso. Arthur
zessin und der Schweinehirt, editado Arthur Rackham Rackham un hombre pequeño, metó-
en Viena en 1897. También encontra- dico, gris y de aspecto común, estaba
mos, en 1900, Eventyr, ilustrado por Otras de las ilustraciones históricas dotado de una imaginación tan pro-
Hans Tegner (Copenhague, 1853- que se hicieron célebres fueron las del digiosamente poética que creó un
Fredensborg, 1932), quien realizará ilustrador británico Arthur Rackham, mundo de fantasía jamás visto. Sus
otra versión en 1929. dotado como pocos para la represen- creaciones se apropiaban de las narra-
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
ANNE ANDERSON (1924), EAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: 199?
ciones que ilustraba y creó por sí solo versión en catalán, además de la de tacó por su capacidad extraordinaria
una tradición de ilustración que influ- castellano, a cargo de los poetas Jo- a la hora de representar las narracio-
yó en generaciones de dibujantes de sep Carner y Mariá Manent. Esta ver- nes maravillosas, ambientes fantásti-
los más variados países. Su ilustración sión, de la que se han hecho múltiples cos y, sobre todo, exóticos.
es rica en recursos, con dibujos a toda ediciones —aún actualmente—, se Las ediciones de las ilustraciones de
página, a la pluma y en acuarelas, pe- inscribe dentro de un proceso edito- Dulac tienen siempre una gran cali-
queñas ilustraciones a la pluma y las rial ocurrido en los años treinta cuan- dad. Edmund Dulac no dibujaba a la
delicadas siluetas que llenan sus li- do se editaban numerosas traduccio- pluma como Rackham, lo que permi-
bros. Ilustrador de los cuentos de nes de autores de otros países que tía incluir ilustraciones entre el tex-
Grimm, de cuentos de hadas ingleses, incluyen, además, las mismas carac- to. Sus procedimientos artísticos eran
de Peter Pan, deAlice in Wondeiiand, terísticas de edición e ilustraciones. muy complejos; su gran arte se basa-
su nórdica sensibilidad para el trata- Otro gran ilustrador histórico que ba en el dominio del color, median-
miento del color, su línea sinuosa ca- dejó una figuración memorable de los te el cual creaba todos los ambientes,
paz de transformar animales, árboles cuentos del escritor danés fue Ed- sugerentes, reales y al mismo tiempo
y flores en criaturas fantásticas, pro- mund Dulac, el gran dibujante fran- indefinidos. Sus modelos femeninos
porcionaron una de las mejores ilus- cés que realizó toda su obra en Ingla- son bastante semejantes a los de
traciones de los cuentos de Andersen. terra y que tomó la nacionalidad del Rackham en su estilización y calidad
De esta versión se hicieron nume- país que le había acogido y proyecta- etérea.
rosas ediciones extranjeras. Así, en do internacionalmente. Se hicieron Dentro de los ilustradores alemanes
España, las encontramos editadas por ediciones de su versión en otros paí- hay que destacar a Hugo Steiner que
Juventud, edición que reproducía, no ses. No conocemos ninguna edición ilustró Ausgewcihlte Marchen, dentro
solamente las ilustraciones de Rack- española, pero sí una alemana, reali- de la prestigiosa e impecable colec-
ham, sino que además era una copia zada en 1913 por Georg W. Dietrich, ción, una de las técnicamente mejor
de la lujosa edición británica. Así de los dos cuentos Die Schenelkóni- realizadas del mundo, Gerlach's Ju-
pues, en el año 1934 apareció con una gin y Marchen. Edmund Dulac des- gendbüchesei, editada en Viena y
48
CLIJ44
en Leipzig por Gerlach y Wiedling
en 1905.
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CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
.v/i
Andersen viajero
ballos un poco deprisa, mientras que
allá lejos, cerca del horizonte, bien pa-
rece que el paisaje se mantenga inmó-
vil. Uno tiene absolutamente la visión
e impresión completas de todo el
paisaje.
Se cuenta una buena anécdota so-
bre un norteamericano que viajaba en
Hans Christian un carruaje de vapor por primera vez
y, viendo constantemente que una pie-
Andersen fue uno de dra miliar seguía a la otra tenía la im-
presión de viajar por un cementerio
los escritores más con un monumento funerario tras del
viajeros del siglo XIX. otro. Solamente lo recuerdo por el he-
cho de que perfectamente da una im-
Cuando viajaba, ya presión de la velocidad alcanzada, y
fuese por Italia, VILHELM PEDERSEN, EL CUENTO DE MI VIDA, MADRID: DE LA TORRE, 1987 es por ello que lo recuerdo a pesar de
que no veo en este viaje ninguna pie-
Turquía o España, dra miliar; en cambio puedo citar los
rojos banderines de los hombres de se-
portaba consigo
siempre una larga Viajando en tren * ñales. Viéndolos, ese mismo nortea-
mericano se hubiera dicho: «¿Por qué
hay tanta gente por ahí con un ban-
soga con la que poder derín rojo en la mano?».
salvarse por una ... La primera sensación es la pro-
ducida por el no muy fuerte tirón a
fuera tirado por caballos al galope. La
velocidad aumenta y a uno le parece
Debo hacer notar, de todas mane-
ras, que cuando a mucha velocidad
ventana en caso de los vagones y que pone tirantes las ca- que está volando. pasamos una tablilla que vi afianza-
¿Qué fue eso rojo que voló tan cer- da a un tablón, un hombre sentado
incendio. denas que los unen. Se oye de nuevo
la señal del pito y el convoy se pone ca, como un relámpago? Era uno de junto a mí me dijo: «Mire, ahora es-
El autor danés dejó en marcha, pero despacio; en los pri- los hombres de señales parado con su tamos en el Principado de Cóthen».
Después el hombre se tomó un rapé
meros momentos se va despacito, banderín. Uno mira por la ventanilla
constancia de sus idas como si fuera la mano de un niño la y hasta diez o viente metros de distan- y me ofreció. Yo asentí con la cabeza,
y venidas en algunos que tirara del pequeño vagón. Imper-
ceptiblemente aumenta la velocidad
cia los campos aparecen como si fue-
ran una corriente tan veloz como una
tomé una pizca, estornudé y pregun-
té: «¿Cuánto tiempo estaremos en
libros, como El Bazar mientras uno lee en su libro o estudia flecha. La hierba y las plantas pasan Cóthen?». Y el hombre contestó:
un mapa, de forma que no se presta en revoltijo, dando la sensación de «Verá, salimos de allá mientras usted
del Poeta, al que demasiada atención a lo que sucede que uno está a distancia de la tierra estornudaba».
pertenecen los ahora que ha comenzado la jornada, y viéndola girar. Hace daño a la vista He oído gentes que aseguraban que
puesto que el vagón se desliza como el mirar demasiado rato en una mis- con el ferrocarril se ha perdido toda
dos fragmentos un trineo sobre un llano campo neva- ma dirección, y unas docenas de me- la poesía que había en el viajar, y que
que a continuación do. Uno mira por la ventanilla y se da
cuenta de que se va deprisa, como si
tros más allá se ve el paisaje moverse
como cuando uno va en coche de ca-
el viejo y acumulante sombrero de
copa muy alta era hermoso. Respec-
les ofrecemos.
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
i*r Kismbaím-I'oj
Granada* Andersen nunca viajó sin
llevar consigo una larga
cuerda con la cual poder
mía: cada cámara, cada patio, es una
página distinta de la misma historia,
en la misma lengua y, sin embargo,
salvarse por una ventana siempre como un nuevo capítulo.
en caso de incendio.
La Sala de los Embajadores, don-
Aquello era delicioso, pero muy pe- de los monarcas árabes recibían a los
queño. No hallé la grandeza y espa- legados extranjeros, conserva todavía
cio que había imaginado; sin embar- la mayor parte de su antigua suntuo-
go, según iba avanzando por debajo sidad... Mas, ¿cómo reproducirla en
de aquellos arcos y a través de palabras? ¿Qué más da que os cuente
aquellos patios y salas, tenía la que la parte baja de las paredes está
sensación de que el espacio se revestida de azulejos verdes? ¿O que
dilataba. Era como transitar , toda la pared, de arriba a abajo, es se-
por un maravilloso bazar de mejante a un tul extendido sobre bro-
caprichosos encajes de piedra, cado de oro y púrpura? ¿Y que dicho
donde el agua cristalina salta- tul no es sino piedra labrada, labor
ba en los surtidores, fluía su- maravillosa de filigrana, iluminada
surrante por los canalillos la- por la luz que penetra por los ajime-
brados en el mármol de los ces en forma de herradura, cuyos ar-
suelos y llenaba los grandes es- cos reposan sobre airosas columnas de
tanques en los que nadaban mármol? ¿Y que rosetones abiertos
peces dorados. La parte infe- sobre las ventanas acentúan la lumi-
rior de las paredes, hasta la nosidad, permitiendo ver, como se
altura del pecho, estaba com- merece, el suntuoso artesonado de los
puesta por azulejos polícro- techos? Una fotografía, no palabras,
mos; la parte de arriba era toda podría reproducir semejante cuadro;
una superficie de cerámica co- mas con la fotografía quedaríamos
lor amarillo muy pálido, sin supeditados a su vista desde un ángu-
pulir, de apariencia marmórea, lo determinado. Hay que vagar de un
tan artísticamente cincelada, lado a otro, absorber toda la belleza,
que daba la impresión de un acercarse a la ventana abierta y mirar,
velo de encaje extendido sobre abajo, el romántico y angosto valle
el fondo rojo, verde y dorado. bañado por el Darro; después, volver-
Allí la tracería e inscripciones se para mirar a través del amplio za-
se entrelazaban formando ara- guán los ligeros y airosos arcos, cu-
bescos que confunden el ojo yos ornamentos asemejan plantas
con sus entradas y salidas; aun- trepadoras enredadas en los recovecos
que, fijándonos bien, se pue- de los arabescos.
den apreciar las formas regu-
lares y concretas. Las paredes El Patio de los Leones ostenta el
declaman versos de alabanza a mismo esplendor. Encajes de Bruse-
Dios y a su profeta Mahoma; las tejidos en porcelana; arcos de tul
y pregonan asimismo las gr bordado en piedra, sustentados por
Carta Je Andersen escrita en el papel de cartas del ferrocarril Leipzig-Dresden. des hazañas y la ca- esbeltas columnas de mármol que,
balleresca valentía de aquí, forman paredes divisorias, ar-
to a lo último tengo que decir que los reyes moros, y el cos, pabellones y alcobas. En cambio,
ta, pequeños y donde uno tenía que
todo el mundo puede bajar en cual- poder de la belleza. los leones de la fuente, en el centro del
apretarse, donde no existía, extingui-
quier estación y esperar allí el próxi- La Alhambra es patio, están malamente esculpidos,
da para uno en la mejor temporada
mo tren, si lo prefiere así por respeto como un antiguo li- son torpes y pesados. En el lado iz-
del año gracias al polvo y al calor; y
a esa prenda. Y por lo que respecta bro de leyendas, lleno quierdo, mirando al Darro, está la
en invierno, gracias a los malos cami-
a la dicha poesía del viajar, que se dice de signos de escritura Sala de las Dos Hermanas, así llama-
nos, puesto que en esos coches de pos-
perdida, mi opinión es completamente fantásticos trazados da por las dos enormes losas gemelas
ta no se puede sentir el ambiente de
la contraria: era en los coches de pos- sobre oro y policro- de mármol que cubren el suelo. Afa-
la Naturaleza.
nábanse allí los obreros en decorar
54 55_
CLIJ44 CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
—como ellos se empeñaban en lla- rar la magnitud del buen gusto origi- las; pasamos por reducidos patios, en-
marlo— la sala ya de por sí bellamen- nal. En el centro de la estancia se al- tramos en magníficas salas de baño,
te decorada. De las paredes pendían zaba el enorme pilón de mármol, aún a cuya entrada esperaban ninfas de
ahora pesados tapices de damasco y coloreado con la sangre inocente de mármol y sátiros rientes. Una luz te-
terciopelo rojo con bordes y flecos de los abencerrajes, la cual, habiendo pe- nue caía por las aberturas en forma
oro, que ocultaban en exceso cuanto netrado la piedra, sigue acusando a de estrella, iluminando aquel lugar
era realmente bello; tan sólo el rico ar- través de las generaciones al desdicha- donde grandes estanques de mármol
tesonado original del techo podía ad- do Boabdil. Según cuentan, se relacio- invitaban a darse un baño. En los mu-
mirarse en toda su magnitud. Alzar la na con dicha sala la última historia de ros pueden aún verse las tuberías de
mirada era como contemplar la coro- fantasmas conocida en España; aún hierro que conducían hasta aquí el
la de una hermosísima flor. suenan aquí por las noches los lamen- agua fría y la caliente. Volviendo a su-
Por el lado opuesto del Patio de los tos y estremecedores gritos y amena- bir un par de escalones, salimos a
Leones, se entra a la Sala de los Aben- zas de ánimas en pena. unas galerías formadas por delicadas
cerrajes. Todavía no había sido «ador- Fuimos conducidos a través de todo columnas de mármol que sustentan
nada» y por lo tanto se podía admi- un recinto de galerías, pabellones y sa- los arcos, desde donde se dominan los
jardincillos de flores y patios pobla-
dos de esculturas. A continuación es-
taba el pabellón llamado «el mirador
de Lindaraja»; es lo más lindo y ele-
gante que jamás se ha visto. Tal mi-
rador es un balcón volante, suspendi-
do en el aire, cual si flotase sobre la
fronda que trepa por la cima de la
montaña, sobre álamos y cipreses;
desde él se domina una parte de la ciu-
dad con sus viñedos y lomas cercanos.
Aquí estuvimos poco, porque ensegui-
da llegaron los trabajadores que te-
nían que «adornar y decorar» el re-
cinto. Tanta preparación era un
embrollo. Digamos que podía uno
perdonarles que pusieran más mace-
tas de flores en el patio de arrayanes
para aumentar la densidad del follaje
entre los estanques de mármol; pero,
¡que se utilizase de adorno palmeras
de papel en un país donde crecen las
palmeras! A mi entender, aquello era
tan fatal como enroscar serpentinas
de carnaval en torno a una preciosa
escultura antigua.
Hacklánder ha llamado muy acer-
tadamente a la Alhambra «un sueño
arquitectónico». El sueño acababa de
convertirse en una realidad que jamás
olvidaría. Sintiéndome edificado y
pleno regresé a Granada.
.1M, r-f
fantasía y la imaginación eran valores supremos.
A partir de 12 años / Cuento ilustrado
T i t u l o : Fugitivos
A u t o r : DAVID SKIPPER
Tim no se imaginaba que dentro de aquel disco prestado estaba toda *"*P>
la información sobre una importante operación de tráfico de drogas.
Comienza una aventura a muerte...
A panir de 14 años / Realismo-delincuencia
V-&¿//
í¥
Título: Como saliva en la arena
A u t o r : KLAUS KORDON
El diario de la joven Mundi y sus aventuras a lo largo de sus tres
etapas vitales: la vida en la aldea, la vida con los bandidos y la
vida en la ciudad
A partir de 14 años / Relaciones sociales
GRUPO
Santularia
«í>^ ^ . ü>^cú¿^S es? •
58
CLIJ44
L
WILLIAM HEATH ROBINSON, FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION,
os turistas que visitan Copen- tima etapa de su vida. Como museo dos por Andersen, lo que incluye el
hague en este año de 1992 se no presenta mucho más interés que la privilegio de echarse una siestecita so-
encuentran con una novedad: reproducción de la habitación desde bre los siete colchones de aquella prin-
unos autobuses pequeños, de color donde Andersen contemplaba el tra- cesa a la que, por ser tan princesa, un
amarillo, especialmente pensados siego de los barcos que entraban y sa- diminuto guisante no dejó conciliar el
para llevarlos a visitar los lugares de lían del puerto de Copenhague. Lo sueño.
mayor interés turístico de la ciudad. importante son las actividades que se Con esta casa de Andersen, Copen-
Desde hace algunos meses uno de los desarrollan a diario en el centro, como hague viene a saldar una cuenta pen-
lugares obligados es la casa de Ander- lectura de los famosos cuentos del es- diente con el escritor de Odense, que
sen, en el céntrico barrio marinero de critor, recitales de sus canciones, en- vivió en la capital la mayor parte de
Nyhavn. trañables para todo danés, además de su vida. Aunque sus huellas son visi-
La casa es un museo y centro cul- exposiciones relacionadas con su bles en muchos otros lugares de la ciu-
tural dedicado a la memoria del escri- obra. A los más pequeños se les ofre- dad, y muy especialmente en su sím-
tor, que se ha abierto en el edificio ce además la posibilidad de moverse bolo más universal, que es esa sirenita
contiguo al que éste habitara en la úl- en el mundo de los personajes crea- abandonada en una roca al borde del
59
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
60
CLIJ44
abuelo tallaba en madera animales de
fábula que regalaba a los niños, y el
padre construía los juguetes más pro-
digiosos para el pequeño Hans Chris-
tian. Entre ellos un teatro de guiñol
que tenía embelesado al niño, y en el
que el futuro escritor podía dar rien-
da suelta a su imaginación. Padre e
hijo juntos ideaban historias y perso-
najes, diseñaban decorados y un ri-
quísimo vestuario para los muñecos.
Andersen mostraba ya desde peque-
ño tal destreza con las tijeras, que su
madre tenía pensado que fuera sastre.
Los sueños del muchacho, sin embar-
go, iban mucho más lejos.
El teatro le fascinaba precisamente
porque era el compendio de todas las
artes para las que él se consideraba
con aptitudes. Tenía una bonita voz,
entretenía a las visitas recitando com-
posiciones propias y ajenas, y hasta
soñaba con bailar, a pesar de lo des-
garbado de su figura. Y fue para pro-
bar fortuna en el teatro y el ballet pol-
lo que decidió abandonar Odense a
los 14 años y marcharse solo a la
capital.
61
CLIJ44
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
tos no están destinados sólo a los ni- Así aprovechaba, por ejemplo, componía toda clase de historias, in-
ños—, lo cierto es que el escritor sin- cualquier ocasión para regalar a hijos tercalando entre tan variopinto mate-
tió siempre que los niños le entendían de amigos libros originalísimos que él rial siluetas y dibujos suyos allí don-
mejor y que sabían apreciar también mismo fabricaba aprovechando todo de era necesario para dar un sentido
estas otras expresiones artísticas suyas lo que pasaba por sus manos: recor- al conjunto. Una serie de estos cua-
que los mayores consideraban puro tes de periódico, fotografías, estam- dernos, dedicada a la niña Agnete
juego. pas, programas de teatro, con los que Lind, la titula Andersen Libro de es-
tampas del padrino. En la dedicato-
ria se leen estas líneas, que nos hablan
de las muchas aficiones del autor: «El
padrino sabía contar historias, mu-
chas y muy largas, sabía recortar fi-
guras y hacer dibujos, y por Navidad
sacaba un cuaderno de hojas blancas
y pegaba estampas de libros y perió-
dicos, y si no bastaban para la histo-
ria que quería contar, las dibujaba
él».
Los dibujos fueron efectivamente
otra de las cosas que empezó a hacer
jugando con los niños. Entre los ob-
jetos robados del museo de Odense se
encuentran dos cuadernos de dibujos,
en su mayoría a lápiz, hechos por el
autor para Otto Zink, un niño de seis
años, el pequeño de la casa donde An-
dersen estuvo yendo a comer todos los
jueves durante los años 1830-1833.
El escritor estaba invitado varias ve-
ces a la semana en casa de diferentes
personalidades de la burguesía de Co-
penhage, que en parte se compadecían
de su soledad y en parte encontraban
interesante la compañía de Andersen.
Éste se sentía tremendamente halaga-
do por su trato con tan distinguidas
familias, pero los enormes complejos
sociales que arrastró toda su vida ha-
cían que experimentara al mismo
tiempo cierta incomodidad en esas
ocasiones. Buscaba entonces refugio
en los niños de la casa, entretenién-
dolos y obsequiándolos como mues-
tra de agradecimiento a sus padres.
Así fueron surgiendo también estos
dibujos para el pequeño Otto, que se-
guramente servirían para ilustrar his-
torias que el escritor le contaba. Los
dibujos son una expresión muy inte-
resante del mundo interior de éste. Al-
gunos parecen viajes a través de las
fantasías que luego poblarían sus
WILLIAM HEATH ROBINSON, FAIRY TALES FROM HANS ANDERSEN, LONDRES: PAVILION. 1992. cuentos: flores con cabeza humana,
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CLIJ44
brujas que se dirigen al aquelarre, se- Este dibujito
hecho a pluma
res prodigiosos que parecen sacados de una capilla
de un cuadro de El Bosco. Otros pue- bañada de sol
den interpretarse como expresión de en un bosque,
la soledad del artista creador ante la muestra el genio
pictórico de
angustia que le produce ese torrente Andersen. El
de imaginación que lleva dentro, des- motivo lo pudo
bordándose en todas direcciones y sin haber sacado de
hallar forma definitiva en qué em- Suiza, el sur de
Alemania o de
plearse. Austria.
Ése debía ser precisamente el esta-
do de ánimo del escritor por aquellos
años. Su vocación ya entonces la te-
nía clara, pero lo que escribía no aca-
baba de ser satisfactorio. Se le acha-
caba sobre todo un subjetivismo y
sentimentalismo excesivos, una inca-
pacidad de salir de las nebulosas de
su propio mundo interior y dar for-
ma a una creación objetiva.
Viaje a Italia
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CLIJ44
HANS CHRIST1AN ANDERSEN
Andersen en España
Selección bibliográfica
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CLIJ44
Rosemary Wells
Buenas noches, Lucas
Buenas noches, fe v i v a n ^nxiO'•••
Lucas
Rosemary Wells.
Ilustraciones de la autora.
Traducción de Vivian Samudio.
Colección Austral Infantil.
Editorial Espasa-Calpe.
Madrid, 1992.
450 ptas.
65
CLIJ44
LIBROS/NOVEDADES
que son los que a la postre hacen que Colección Titelles, 8. ••••~.\
67
CLIJ44
LIBROS/NOVEDADES
!
u
DE 8 A 10 AÑOS El misterio de
los eucaliptos
Contes per a un Paul Cox.
Ilustraciones del autor.
món millor Traducción de J.G. López Guix.
Caligrafía de M. Dolores Alcalá.
Enric Larreula. Colección Álbumes, 1.
Ilustraciones del autor. Serie Las Aventuras de Archibaldo el 1&2 rfrvMeAJuo de.
Colección El Petit Esparver, 41. koala en la isla de Rastepap.
Editorial J.J. de Oiañeta.
£&> 4uca£¿p£o4
Editorial La Magrana.
Barcelona, 1992. Palma de Mallorca, 1992.
600 ptas. 2.000 ptas.
Edición en catalán. tico personaje, Archibaldo, detecti-
El editor mallorquín J.J. de Ola- ve de profesión, esta primera entre-
Siete son los cuentos que componen neta añade a su ya amplio abanico ga narra las peripecias del susodicho
el presente volumen. Ambientados en literario una nueva colección de ál- personaje allá por la isla de Raste-
lugares tan dispares entre sí como bumes ilustrados destinados al pú- pap, en medio del Pacífico.
Norteamérica o el continente africa- blico infantil y juvenil. La colección Dos álbumes más, El enigma de
no —el titulado París-Dakar se sitúa Álbumes arranca con un primer vo- la isla flotante y El caso del libro con
en pleno rally automovilístico—, to- lumen, muy atractivo, por cierto, del manchas, están en preparación. En
dos ellos guardan una cierta simetría escritor e ilustrador francés Paul su momento daremos cuenta de
formal y un mismo trasfondo ideoló- Cox. Protagonizada por un simpa- ellos.
gico que ocupan valores como la
amistad, la solidaridad y la justicia.
El autor pone el acento en la denun-
cia de algunas de las lacras de nues-
tro siglo, como son la explotación y
Los cuentos de
el colonialismo. Nana Bunilda 2 ° NANA °'
Enric Larreula obtuvo el pasado
año el Premio Lola Anglada con esta Avelino Hernández, Fernando Lalana BUNILDA i
interesante colección de cuentos que y Joles Senell. )?
incluye ilustraciones realizadas por el Ilustraciones de Mercé Aránega, Manuel
propio autor. Boix y Javier Serrano.
Colección Los Cuentos de Nana
« *
d|&
i L IT. 111 E5FARVEK
Bunilda, 2.
- '- JjM mi '""™ >
• ; . : -!-
I 'i£5&¿¿^'¿&¿&&F r
•
Editorial Toray-RTVE.
Barcelona, 1992.
875 ptas.
I %• Segunda entrega de Los cuentos de
rtvE H9 H i :
BDK30KS HE LA MAORAHA . 68
CLIJ44
LWfBiCCwOR
69
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LIBROS/NOVEDADES
DE 10 A 12 AÑOS Un Monstruo
en el Armario
Carmen Vázquez-Vigo.
Ilustraciones de Gustavo Otero.
(íttstmcidns • l i n o i'Vrnánder Colección El Barco de Vapor.
Serie Oro, 3.
Dúas bágoas Ediciones SM.
Madrid, 1992.
por Máquina 945 ptas.
Filia Casalderrey
Editado por vez primera en febre-
ro del pasado año, el presente volu-
men está gozando de una vida pú- la cuarta edición ya— en la cuidada
blica, cuando menos, ajetreada, a Serie Oro de la colección El Barco
pesar de lo breve de su existencia. de Vapor.
Hace unos meses, su autora, Car- Se trata de un buen libro, narra-
men Vázquez-Vigo, fue galardona- do con justeza y sensibilidad, en el
da con el Premio Nacional de Lite- que se evoca esa curiosa chispa emo-
ratura Infantil por él, y SM poco tiva que salta con frecuencia en la re-
después lo reeditó —el libro va por lación entre los niños y sus abuelos.
Dúas bágoas
por Máquina
Los nonovios
Fina Casalderrey.
Ilustraciones de Lino Fernández. de Olivia
Colección Merlín. LOS Braulio Damero.
Editorial Xerais.
Vigo, 1992.
NONOVIOS j/? Ilustraciones de AVI.
750 ptas. DE OLIVIA m Colección Catamarán, 36.
•^t\ Editorial SM.
Edición en gallego.
Madrid, 1992.
390 ptas.
Máquina es el nombre de un perro.
Le llaman así porque siempre está en
movimiento de aquí para allá. Duran- Olivia es muy guapa. Tiene once
te unos días Máquina se ausenta de años, aunque aparenta algunos más,
casa. Todos están preocupados, espe- y es una ligona. Todos los chicos de
Braulio Harnero
cialmente la pequeña Xusta. la clase están coladitos por ella. Lo
Lugar común en la literatura infan- malo es que Olivia no quiere novios
til es la relación amistosa entre niños por el momento, sólo amigos, o me-
y animales. El presente volumen sigue jor aún, «nonovios».
las coordenadas habituales que impo- Desenfadado relato que tiene como
ne dicho tipo de relatos. Narrado con telón de fondo las simpáticas relacio-
ternura y sensibilidad, el libro, en el nes entre niños y niñas. Narrado con
que las ilustraciones no están a la al- desenvoltura y mucho desparpajo, so-
tura de las circunstancias, le valió a bresalen los diferentes personajes que
su autora el Premio Merlín de Litera- recorren unas páginas, sin duda, muy
tura Infantil 1991. estimulantes y divertidas.
^f
ENEIDA VIRGILI
Aiaptsüó ¡le Migad ocít
¡! lusrrjücns tJc ,'jumc M.inal
tOS ÉRLñíTES
DEM « i
Eneida
Gianni Rodari Virgilio.
GIP Adaptación de Miquel Dole.
Ilustraciones de Jaume Marzal.
EN EL TELEVISOR Colección El fanal de Proa, 21.
Editorial Proa.
Barcelona, 1992.
Eilitvms /Vai
1.450 ptas.
Edición en catalán.
caminado a ensalzar las virtudes ro-
La última de las adaptaciones in- manas, especialmente encarnadas en
cluida en la colección El fanal de Proa la personalidad de Eneas, arquetipo
es el clásico de Virgilio La Eneida, de moralidad y valentía.
poema épico que evoca los albores del Una oportunidad inmejorable para
pueblo de Roma, al que hace descen- el público infantil de acercarse a uno
der directamente de los dioses y hé- de los clásicos de la literatura univer-
roes homéricos Venus y Eneas. La sal. Como es habitual en El fanal de
obra rezuma un profundo sentimien- Proa, la presentación es pulcra y es-
to tanto patriótico como religioso, en- merada.
71
CLIJ44
LIBROS/NOVEDADES
LA ANTORCHA
JILL PATÓN WALSH
DE 12 A 14 AÑOS La antorcha
Jill Patón Walsh.
Ilustraciones de Juan Carlos Eguillór.
Traducción de Javier Lacruz.
Colección Las Tres Edades, 15.
Editorial Siruela.
Madrid, 1992.
2.500 ptas.
Cal y Dio están a punto de con- riada con suma pasión y vigor, en
traer matrimonio, tal como rigen las la que merece especial elogio la at-
ancestrales leyes de su aldea. Ése mósfera simbólica y mítica construi-
será el primer paso tan sólo de una da por la autora.
fascinante aventura, que llevará a Las ilustraciones del libro perte-
Dio, protector del más precioso te- necen a Juan Carlos Eguillór, uno
soro de su pueblo, y al resto de sus de nuestros ilustradores más dados
amigos a vivir un viaje que les reve- a la experimentación y que mejores
lará los secretos del pasado, del pre- resultados ha obtenido, como que-
sente y del futuro también. da de manifiesto en las cuidadas pá-
Excelente novela de iniciación, na- ginas de La antorcha.
72
CLIJ44
mmmmMmmmmmaaamámm
José Luis Olaizola
El hijo del quincallero
MÁS DE 14 AÑOS
W BARCANOVA
73
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LIBROS/NOVEDADES
••:':'y^!-yrn
El disfraz
Ulf Stark
El disfraz
Ulf Stark
Traducción de Jesús Pardo de
Santayana.
Colección Alfaguara Juvenil, 457.
Editorial Alfaguara.
Madrid, 1992.
i1
800 ptas.
74
CLIJ44
LIBROS/DE AULA
(-:. TIluMPSoN SKTlA > J.M M-:0>\
LA TRADICIÓN
DEL INDIO NORTEAMERICANO
SOCIALES CIENCIAS
La tradición del
indio norteamericano
E. Thompson Seton y J.M. Seton.
Traducción de Bartolomé Gilí.
Colección Hesperus, 31.
Editorial J.J. de Olañeta. En sus páginas se estudian las
Palma de Mallorca, 1992. creencias, tradiciones, organización
1.300 ptas. social y costumbres de unos hombres
y mujeres con los que la historia no
El presente volumen fue publicado ha sido del todo justa. Así pues, un
originariamente en 1937. En él, los libro interesante para desmontar fal-
dos autores trazan, a partir, principal- sos mitos y para indagar en otras cul-
mente, de muchos testimonios perso- turas y en otras formas de vivir, ocu-
nales, una semblanza del pueblo in- pación esta última de lo más
dio norteamericano, que huye, como edificante, espiritualmente hablando,
cabía esperar, del tópico que les redu- que uno pueda desarrollar.
ce a meros salvajes. • A partir de 12 años.
¿A qué distancia
Del cali a la sinagoga está el cielo?
Vicenc Villatoro. Peppo Gavazzi.
Colección Biblioteca Básica d'História Traducción de Antonio Carrasco
de Catalunya. Santana.
Editorial Barcanova. Editorial Akal.
Barcelona, 1992. Madrid, 1992.
775 ptas. 1.375 ptas.
Edición en catalán.
De la mano de Peppo Gavazzi, as-
Interesante aproximación a la vida trónomo de profesión, podrá el lector
de los judíos catalanes de la Edad Me- acercarse un poquito más a los mis-
dia y a su relación con el resto de la terios que encierra el universo. Gra-
población, relación que fue de convi- cias a su potente telescopio, la luna,
vencia o persecución según la época el sol y los planetas están a tiro de pie-
y según aumentara o disminuyera la dra y es más fácil entender sus movi-
fiebre antisemita de las autoridades mientos y la función que desempeñan.
católicas del momento. Las excelentes fotografías y las ilus-
Escrito por el periodista y narrador traciones (realizadas éstas por el pro-
Vicenc Villatoro, cuya obra de crea- pio autor) realzan un libro, cuidado-
ción literaria está fuertemente impreg- más denostadas, y al tiempo más samente editado en formato álbum,
nada por los ambientes judíos, el li- atractivas, de cuantas han echado raí- que hará las delicias de los amantes
bro permite al lector joven un primer ces en suelo catalán. de la astronomía.
acercamiento a una de las culturas D A partir de 14 años. • A partir de 10 años.
75
CLIJ44
PROSES DE VIATGE
£dició de Joan de Déu Doménech LIBROS/DE AULA
LITERATURA VARIOS
Proses de viatge
Autores Varios.
Edición de Joan de Déu Doménech.
Colección Tinell, 4. El volumen que ahora presentamos
Editorial Bruño.
Madrid, 1992.
ofrece un excelente puñado de prosas
de viaje, como reza en el mismo títu-
El transporta
750 ptas. lo, de autores tan diversos como
Edición en catalán. Aurora Bertrana —una de las muje-
res más intrépidas de la Península—,
La reciente colección Tinell, pues- Josep M. de Sagarra y Santiago
ta en circulación por Bruño en cata- Rusiñol.
lán, ofrece al estudiante una serie de Libro interesante, a todas luces, que
obras literarias de innegable calidad, le deja a uno con tan buen sabor de
pertenecientes a todas las épocas. boca como para no resistirse a com-
Cada volumen se acompaña de las pletar las lecturas que, por razones ob-
pertinentes notas y actividades, des- vias, en él aparecen en dosis muy pe-
tinadas a un mejor aprovechamiento queñas.
del libro por parte del lector. D A partir de 12 años.
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CLIJ44
Es tu Tierra JOSEP ROSELL • X A N LÓPEZ DOMÍNGUEZ
¡Cuídala!
Josep Rosell.
Ilustraciones de Xan López Domínguez.
Ediciones B.
Barcelona, 1992.
1.200 ptas.
77
CLIJ44
LIBROS/ENSAYO
El cuarto
de las hadas
Madame d'Aulnoy.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Traducción de Emma Calatayud.
Colección La Edad de Oro, 2.
Editorial Siruela.
Madrid, 1991.
2.900 ptas.
78
CLIJ44
LOS MÁS LEÍDOS
Barcelona, 1992
LA MAGRANA En Teo es vesteix i juga
Disfresses
Violeta Denou
Barcelona, 1992 Hansel i Gretel
50 Poemes (Antología) Tony Ross
Lluís Alpera Frankenstcin insólito
Brian Aldiss y otros
MEDITERRÁNIA XERAIS
Barcelona Vigo, 1992
Petita historia de Josep
Tarradellas Na grande Roma dos Papas
Fiona MacDonald
Albert Arbós
II. Nick Harris/John James
II. Pilarín Bayés
Na Francia de Carlomagiio
Fiona MacDonald
II. John James
MOLINO Na Babilonia de Hammurabi
Fiona MacDonald
II. Gerald Wood
Barcelona, 1992 En París co Rei Sol
Ambiente hostil Fiona MacDonald
JON ZABALETA, KATIXA ETA KROKO, SAN SEBASTIÁN: ELKAR, 1992. Francine Pascal II. Mark Bergin
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CLIJ44
Cisuscz/Berer
) PU60ES QU60ÁZ
Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil L, ENCANTUSO.
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EL ENANO SALTARÍN
La pregunta fatídica
M e mandan mu-
chas cartas y
postales. Mi casa
está en medio del bosque, y lle-
gar hasta aquí, sobre todo
cuando hace mal tiempo, no es
criba al «señor
ministro de las escue-
las» para que construyan
en la suya un campo de fútbol
fácil. Por eso mi cartero, que «de verdad».
está a punto de jubilarse y ya no ¿Para qué sirve leer? Ésa pa-
va en bicicleta, está un tanto rece una buena pregunta. Pero
amoscado conmigo. Hemos no lo es en absoluto. Cuando
quedado que sólo vendrá una alguien se la hace —como mi
vez cada quince días, salvo ur- amigo Rubén—, quiere decir
gencias. Hoy se ha ido más que hemos llegado tarde, que
tranquilo y me ha dado la car- no hemos sabido evitar que se
ta de Rubén. hagan esa pregunta tan utilita-
Rubén es un niño de ocho ria y pragmática, tan «adulta».
años que tiene una endemonia- Los libros no sirven... Ellos se
da letra y escribe los renglones sirven de nosotros para hacer-
muy pegados al principio y los nos crecer, para multiplicarnos
va abriendo al final, como una y ensancharnos. También para
tijera. Me dice que a él no le conocer y comprender mejor el
gustan los libros y que leer se mundo real —y el otro—. Para
le hace pesado y aburrido. Lo impulsar firmemente nuestros
que más le gusta del mundo es sueños y quimeras, como la de
jugar al fútbol. En su escuela ser un famoso futbolista. Si Ru-
tienen «un patio para enanos bén no lee —o lee lo imprescin-
como tú, de tierra y con dos dible—, probablemente sea por-
porterías viejísimas, de esas de que nosotros, la sociedad, la
balonmano». Es un delantero escuela, la familia, todos, pre-
nato —afirma— y tiene las ro- guntamos, a destiempo y com-
dillas peladas y relucientes de pulsivamente: ¿para qué sirve
mercromina. Me adjunta una MABEL LUCIE ATTWELL, PETER PAN AND WENDY,
HODDER ESTOUGHTON, LONDRES Isa.]. Rubén? Y ya se sabe que los ni-
lista con los nombres de sus hé- ños aprenden por imitación. No
roes y el número de goles que me la pregunta que le movió a le contestaré. Así el cartero ten-
ha marcado cada uno. Después escribirme: «¿Para qué me sir- drá menos trabajo.
de contarme todas esas intere- ve leer libros y más libros?». Fi-
santes cosas, acaba por hacer- naliza ordenándome que le es- El Enano Saltarín.
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80 títulos en busca de lector JÍIHTÍIW Edgar A. Poe por J.J. .Millas ,UHUI!I!I MUjiici Obiols en Tinta Fresca Finta Fresca: Paco Martín .l¡
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