Monografía de Descartes

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTIN

GESTION DE PROYECTOS

TRABAJO DE INVESTIGACION:
Descartes

ALUMNO : Dueñas Colque Harol Howard


DOCENTE :
MATERIA : Filosofía y Lógica

AREQUIPA - PERU

2020
Dedicatoria
Esta monografía está dedicada a
mi padre, quien me enseñó que el
mejor tipo de conocimiento es el
que se aprende por sí mismo.
También está dedicado a mi
madre, quien me enseñó que
incluso la tarea más grande se
puede lograr si se hace paso a
paso.
Índice
Introducción.........................................................................................................................................4
Biografía...............................................................................................................................................5
Obras..................................................................................................................................................10
1.1 A) Obras publicadas durante la vida de Descartes..........................................................10
1.2 B) Obras publicadas tras la muerte de Descartes............................................................12
Pensamiento del Autor......................................................................................................................13
Conclusión..........................................................................................................................................15
Bibliografía........................................................................................................................................16
Introducción
"Para vivir bien debes ser invisible"

(R. Descartes)

Al margen de sus méritos como matemático y como científico, desde hace ya tiempo se
considera a René Descar-tes (1596-1650) como el creador de la corriente racionalista de los
siglos XVII y XVIII, como el fundador de la Filosofía moderna y como un filósofo de
extraordinaria valía por haber liberado al pensamiento filosófico de su férrea dependencia de
la tradición anterior y, en especial, de la Filosofía Esco-lástica. Sin embargo, en
este trabajo no se va a hablar de los muy discutibles méritos que hayan podido hacerle
acreedor a tales títulos sino de una serie de aspectos de su obra que muestran el sorprendente
y lamentable uso que hizo de esa razón que en teoría tanto valoró, defendiendo absurdas
doctri-nas, que en una gran medida o bien se correspondían con prejuicios religiosos
asumidos por el pensador francés como consecuencia de su formación en un entorno religioso
ligado al catolicismo, o bien eran razonamientos en círculo, de cuya falta de valor el pensador
francés debió de ser consciente, o bien se trataba de teorías absurdas que debió de construir
como consecuencia, entre otros motivos, de la frivolidad de que más adelante se hablará, la
cual debió de conducirle a una ausencia de rigor científico, cuando no se ocupaba de temas
relacionados con las Matemáticas.

Tanto el método como el sistema cartesiano están vicia-dos ab initio por la subordinación que


mantienen respecto a las doctrinas de la iglesia católica, hasta el punto de que el completo
fracaso en la justificación de su método y de su sistema tienen como causa más importante la
de haber preten-dido fundamentar en el dios católico tanto el uno como el otro, proyectando
construir el segundo desde el supuesto de una inmutabilidad divina de la que tuvo la osadía
de preten-der haber deducido las leyes del Universo. Por ello, si al pensador francés se le ha
considerado como "padre del Racionalismo" y como "padre de la Filosofía Moderna", con
mucho mayor motivo habría que considerarlo como padre del irracionalismo
teológico moderno y como hijo póstumo del fideísmo medieval, porque, entre otros muchos
motivos, se atrevió a defender la Revelación como fundamento de todas las verdades por
encima de toda razón, y porque tuvo la frivolidad de defender el círculo vicioso según el
cual:
"Es preciso creer que hay un Dios porque así se enseña en las Sagradas Escrituras, y […] es
preciso creer las Sagradas Escrituras porque vienen de Dios".

Biografía
René Descartes (1596-1650) nació en La Haye de Turena. Su padre, Joachim Descartes, tuvo
cinco hijos[8]de su primer matrimonio: Pierre, nacido y fallecido en 1589, Jeanne, nacida en
1590, Pierre, nacido en 1591 y bautizado con el mismo nombre que el primer hijo, René,
nacido en 1596, y otra hermana nacida en 1597 y fallecida a los pocos días de nacer –a la vez
que fallecía su madre-; tuvo además otro hijo, Joachim, nacido de su segundo matrimonio.

Cuando Descartes tenía un año, su madre murió como consecuencia del parto de una hija,
fallecida igualmente a los pocos días, aunque de manera extraña el filósofo francés comentó
posteriormente a la princesa Elisabeth de Bohemia que su madre había muerto al día
siguiente de nacer él. Sus primeros años transcurrieron con un tío abuelo en Châte-lerrault,
pues su padre, por motivos laborales relacionados con su cargo de consejero en el parlamento
de Bretaña le impidieron, al parecer, mantener una adecuada relación afec-tiva con sus hijos.
A los diez años ingresó en el colegio de jesuitas de La Flèche, uno de los centros educativos
más importantes de Europa en aquel momento, colegio destinado especialmente a la nobleza,
aunque lo suficientemente grande como para admitir en él a otra clase de alumnado. En este
colegio recibió una formación muy completa en cultura clásica, en filosofía aristotélica y
escolástica y en otras disci-plinas de carácter científico. Sin embargo, en el Discurso del
método criticó la formación recibida, no porque en otro colegio hubiera podido ser mejor sino
porque consideró que los conocimientos recibidos estaban mal fundamentados y carentes de
una sólida base, con la única excepción de las Matemáticas, ciencia en la que más adelante
Descartes brillaría por méritos propios.

Posiblemente influido por las críticas de los pensadores escépticos de la segunda mitad del
siglo XVI (M. Montaigne, P. Charron, F. Sánchez), Descartes manifestó en el Discurso del
método una profunda decepción respecto a la Filosofía al observar que, a pesar de que había

"sido cultivada por los más excelentes espíritus, […] sin embargo no [había] todavía en ella
nada que no [fuera] tema de disputa".
y, en cuanto las demás ciencias derivaban de la Filosofía,

"juzgaba que no se podía haber construido nada que fuera sólido sobre fundamentos tan poco
firmes".

Acabados sus estudios secundarios, ingresó en la univer-sidad de Poitiers, donde realizó dos
cursos de Derecho obteniendo una licenciatura en 1616.

En 1618 marchó a Holanda y, cumpliendo con la tradi-ción de la nobleza, se alistó al ejército,


concretamente al de Mauricio de Nassau. Allí conoció a I. Beeckman, un matemá-tico algo
mayor que él con quien tuvo una amistad especial-mente intensa y cuya influencia fue
decisiva para su dedica-ción posterior al estudio de las Matemáticas, para las que demostró
tener unas facultades extraordinarias. Un año después, en 1619, marchó a Frankfurt a la
coronación del emperador Fernando II y a continuación se alistó en el ejér-cito de
Maximiliano de Baviera. Según cuenta A. Baillet, primer biógrafo de Descartes, estando en
Alemania Descartes tuvo tres sueños que debían ser determinantes para un cambio radical en
su vida, en cuanto debían de conducirle al aban-dono del oficio de militar para dedicarse a "la
búsqueda de la Verdad". Sin embargo, tales sueños –al margen de lo que pueda haber de
verdadero en el relato de Baillet- no surtieron el efecto deseado, al menos durante nueve
años, que fueron los que tardó Descartes en retirarse a Holanda para dedicarse a la Filosofía y
a la Ciencia. Durante los años que siguieron a tales sueños, Descartes vivió algún tiempo en
París, donde adquirió fama de ser el mejor matemático de su tiempo y donde se relacionó con
la corriente de los Libertinos o librepensadores, cuya actitud crítica inquietaba y desagradaba
profundamente a la jerarquía católica.

En 1621 recibió la herencia de los bienes maternos. No se dispone de muchos datos acerca de
la vida de Descartes durante los años que vivió en París, pero Baillet cuenta que, al margen
de esta dedicación a las Matemáticas y a reunirse con sus amigos para discutir acerca de
cuestiones científicas y filosóficas, durante algún tiempo se dedicó al juego –y se-guramente
debió de ganar algún dinero de ese modo-, pero finalmente consiguió abandonar esa afición
que le alejaba de su actividad como pensador y como científico.

Durante esos años su padre le planteó la conveniencia de obtener un cargo como el de


"comisionado general" para comenzar a ganarse la vida. Y, de hecho, en 1623 viajó a Italia
con la finalidad de comprar dicho cargo, vacante por defunción del familiar que lo ocupaba.
Sin embargo, Des-cartes no sentía ningún interés por el ejercicio del derecho y por eso
regresó de Italia sin haber cumplido con el objetivo del viaje. Hacia el año 1625 se estableció
en París. En ese año escribió a su padre para tratar nuevamente de la compra de un puesto de
comisionado general, en este caso el de Châtellerault, que había ocupado anteriormente un tío
abuelo suyo. En principio y con la finalidad de adquirirlo se vendieron algunas propiedades
familiares, pero al final desistió nueva-mente de la idea de ocuparlo y con el dinero de esas
ventas marchó a París. Allí se relacionó con algunos personajes importantes del clero
católico, pero, al parecer, sus ideas, su convicción a la hora de defenderlas y probablemente
algún serio contratiempo con el cardenal Bérulle determinaron que un buen día del año 1628
abandonase Francia de manera precipitada y se instalase en Holanda, cambiando frecuente-
mente de domicilio y procurando mantener en secreto cada una de las sucesivas residencias
que iba ocupando, con la explicación poco creíble de que buscaba la soledad para poder
dedicarse mejor a su labor como pensador y como científico. En este punto parece acertada la
opinión de R. Watson, que considera que Descartes se sentía amenazado y que ése fue el
motivo de que cambiase continuamente de residencia. Hay además algo que sugiere que el
temor de Descartes pudo estar relacionado de manera especial con el cardenal Bérulle, pues,
justo cuando éste falleció –un año después de la marcha de Descartes-, el pensador francés
dejó de mantenerse oculto y apareció en Amsterdam, olvidando de inmediato aquella
aparente obsesión por la soledad. Parece, pues, muy probable que la causa de su marcha a
Holanda debió de estar relacionada con una dura amenaza o con el temor a una inminente
detención por parte del cardenal Bérulle, cuyo poder político era especialmente importante.

Una vez en Holanda y comprendiendo el peligro repre-sentado por el poder de la jerarquía


católica, especialmente decisiva en Francia, donde el cardenal Bérulle había sido consejero de
la reina María de Médicis, madre de Luís XIII, y donde el cardenal Richelieu llegó a ser
primer ministro de Luís XIII desde el año 1624, Descartes, escarmentado al parecer por la
situación que le obligó a emigrar a Holanda, decidió quedarse en ese país, permaneciendo en
él durante el resto de su vida con la única excepción de los pocos meses que pasó en
Estocolmo, invitado por la reina Cristina, lugar donde murió el 11 de febrero de 1650.

Dado el carácter pendenciero y orgulloso del pensador francés, aunque sus primeros años en
Holanda fueron produc-tivos en su tarea como filósofo y como científico, sin embargo fue
creándose enemigos entre los teólogos protes-tantes, hasta el punto de que sus
enfrentamientos con ellos determinaron finalmente la prohibición de que su filosofía se
explicase en las universidades holandesas.

En el año 1635 fue padre de una hija, Francine, de quien procuró ocuparse durante el corto
tiempo de vida de la niña, la cual murió a los cinco años. Sin embargo, Descartes trató de
mantener en secreto la existencia de esa hija, a quien llamaba "su sobrina". También se ocupó
de la madre, Helena Jans, actuando posteriormente al parecer como su padrino de boda,
cuando se casó en el año 1644.

En el año 1640, al fallecer su padre, Descartes se apresuró a recoger la herencia que le


correspondía, pues ya había agotado la de su madre. El dinero recibido le sirvió para seguir
manteniendo un tren de vida muy poco austero, hasta el punto de que pocos años después se
encontraba ya escaso de recursos económicos y tuvo que intentar obtener otra fuente de
ingresos. Por este motivo buscó conseguir del gobierno de Luis XIV una pensión, que
efectivamente consi-guió durante un año posiblemente gracias a la mediación de su "amigo"
Jean de Silhon.

En 1642 conoció a la princesa Elisabeth de Bohemia de quien se enamoró profundamente,


hasta el punto de dedicarle sus Principios de la Filosofía, con un escrito al comienzo de la
obra en el que su enamoramiento se mostraba con absoluta claridad. Su relación con la
princesa tuvo el interés añadido de que hubo entre ellos una interesante correspondencia
desde el punto de vista filosófico, pues en sus cartas la princesa le planteó objeciones
relacionadas con el problema de la libertad y con el de la interacción entre el cuerpo y el
alma, que Descartes intentó responder como supo, aunque de un modo deplorable, como no
podía ser de otro modo tratándose de estas cuestiones y teniendo en cuenta el compromiso del
filósofo con las doctrinas católicas.

Más tarde, en 1644, conoció a Pierre Chanut y a partir de 1646, momento en que éste fue
nombrado embajador en la corte sueca, fomentó de manera fría y calculadora una amis-tad
especialmente interesada con dicho embajador, con la finalidad de conseguir que éste
mediase ante la reina Cristina para que le llamase a su corte, lo cual le serviría para escapar
de sus conflictos y tensiones con los teólogos holandeses y para solucionar los problemas
económicos que ya estaba teniendo. Finalmente Descartes consiguió que la reina le invi-tase
y partió para Suecia en octubre de 1649, pero las condiciones climáticas del país y el capricho
de la reina Cristina de citarle a las cinco de la mañana determinaron que en febrero de 1650
contrajese una pulmonía, falleciendo el día once de ese mismo mes.

Descartes destacó en diversas materias, como Matemá-ticas, Óptica y Física, en las que
realizó aportaciones impor-tantes. Sus incursiones en Filosofía tuvieron el interés de plantear
la necesidad elaborar un método para su recons-trucción rigurosa y para la superación del
aristotelismo y de la filosofía escolástica, todavía dominantes en su tiempo. Sin embargo, su
método, muy útil para las Matemáticas, apenas lo era para el progreso en los demás
conocimientos, y mucho menos teniendo en cuenta que para entonces tanto Bacon como
especialmente Galileo habían elaborado métodos que, combinando la razón con la
experiencia, determinaron el incesante desarrollo de la ciencia desde entonces hasta el
momento actual. Pero además, el método cartesiano tenía el defecto fundamental de basarse
en algo tan subjetivo como la evidencia, tan distinta entre las distintas personas. De hecho,
Descartes debió de ser consciente de este problema y parece que por ello dedicó bastantes
páginas de su obra a funda-mentar esa regla, la primera y más esencial del método, pero sin
lograr otros resultados que razonamientos en círculo de los que, al parecer y a pesar de las
críticas, no llegó a ser consciente –o lo disimuló muy bien-.

Igualmente, su sistema filosófico y científico, aunque tuvo algunos aspectos valiosos, como
de manera especial su comprensión y formulación precisa del principio de inercia o su
defensa del mecanicismo, en su conjunto fue lamentable en cuanto, al margen de toda una
serie de errores parciales, tuvo el gravísimo despropósito de pretender fundamentar la
Filosofía, como Ciencia Universal, a partir de la divinidad de la religión católica, afirmando
de manera explícita que él so-metía todas sus opiniones a la autoridad de la Iglesia, retro-
cediendo así a la Edad Media desde el punto de vista filosófi-co, cuando la Filosofía se
definía como "ancilla Theologiae". Pero en este terreno su actitud fue todavía más lejos, pues
no se conformó con someterse a las doctrinas de la teología católica sino también y de
manera especial a las autoridades de la jerarquía católica.

Su filosofía fue contradictoria con las exigencias de su método en cuanto, de acuerdo con éste
y con la duda metó-dica, debía haber sometido a dicha duda, supuestamente uni-versal, las
doctrinas de la religión católica, en lugar de aceptarlas por haber sido adoctrinado en ellas; de
manera que el temor que le infundía el poder despótico y la crueldad de la iglesia católica
influyeron más en sus teorías filosóficas que su interés por la búsqueda de la verdad.
Obras
El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas, consiste en
descomponer los problemas complejos en partes progresivamente más sencillas hasta hallar
sus elementos básicos, las ideas simples, que se presentan a la razón de un modo evidente, y
proceder a partir de ellas, por síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada nueva
relación establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas.

Los ensayos científicos que seguían, ofrecían un compendio de sus teorías físicas, entre las
que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de su método para las
matemáticas. Los fundamentos de su física mecanicista, que hacía de la extensión la principal
propiedad de los cuerpos materiales, los situó en la metafísica que expuso en 1641, donde
enunció así mismo su demostración de la existencia y la perfección de Dios y de la
inmortalidad del alma. El mecanicismo radical de las teorías físicas de Descartes, sin
embargo, determinó que fuesen superadas más adelante.

Pronto su filosofía empezó a ser conocida y comenzó a hacerse famoso, lo cual le acarreó
amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades académicas y
eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. En 1649 aceptó la invitación de la
reina Cristina de Suecia y se desplazó a Estocolmo, donde murió cinco meses después de su
llegada a consecuencia de una neumonía.

Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por su


planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del conocimiento que
garantice la certeza de éste, y como el filósofo que supone el punto de ruptura definitivo con
la escolástica.

1.1 A) Obras publicadas durante la vida de Descartes

1637. "Discours de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la Verité dans les
sciences. Plus la Dioptrique, le Météores et la Géometrie, qui sont des essais de cette
méthode". ("Discurso del método", seguido de la "Dióptrica", los "Meteoros" y la
"Geometría"), editada en Leyden por Jean Maire.
1641. "Renati Descartes Meditationes de Prima Philosophia", editada por Michel Soly en
París. En esta primera edición en latín de las "Meditaciones metafísicas" se incluyen sólo las
seis primeras series de objeciones y respuestas.

1642. "Renati Descartes Meditationes de Prima Philosophia", segunda edición en


Amsterdam, a cargo de Louis Elzevier, en las que se incluyen las séptimas objeciones y la
carta al P. Dinet.

1643. "Epistola Renati Descartes ad celeberrimum virum D. Gisbertum Voetium", también


editada por Louis Elzevier, en la que Descartes responde a un escrito denigratorio editado por
Voetius.

1644. "Renati Descartes Principia Philosophiae", primera edición de los "Principios de la


filosofía", a cargo de Louis Elzevier en Amsterdam, obra dedicada a Elisabeth de Bohemia.

1644. Edición en latín del "Discurso del método", traducido por Et. de Courcelles y revisado
por Descartes, con la "Dióptrica" y los "Meteoros", pero no la "Geometría", (que será editada
en latín en 1649 por Schooten en traducción no revisada por Descartes.)

1647. "Les Méditations métaphysiques de René Descartes", traducidas por el duque de


Luynes son la primera edición en francés de las "Meditaciones", editadas en París por Veuve
Jean Camusat y Pierre Le Petit. Se incluyen las respuestas a las primeras, segundas, terceras,
cuartas y sextas objeciones, traducidas por Clerselier. Ambas traducciones fueron revisadas
por Descartes.

1647. "Les principes de la philosophie", primera edición en francés, en París, a cargo de


Henri Le Gras. La traducción del abate Picot fue revisada por Descartes, quien añade una
carta prefacio.

1649. "Les Passions de l'âme", (más conocida entre nosotros como el "Tratado de las
pasiones"), publicada por varios editores: en Holanda por Louis Elzevier y en Francia por
Henri Le Gras, entre otros.
1.2 B) Obras publicadas tras la muerte de Descartes

El principal editor de Descartes es su cuñado Claude Clerselier. A la muerte de Descartes en


Estocolmo el embajador de Francia Hector-Pierre Chanut se hace cargo de sus escritos, que
envía a Clerselier, quien procede a editar algunas de sus obras y gran parte de su
correspondencia:

1657. "Lettres de Descartes", editadas por Charles Angot y Henri Le Gras, en París. Un
segundo volumen será editado en 1659, con traducciones más o menos afortundas de su
correspondencia en latín.

1664. "L' homme de Descartes" (el Tratado del hombre) y el "Traité de la formation du
foetus", ambas editadas por Charles Angot y Théodore Girard.

1667. "Le Monde", según el texto original, editado por Michel Bobin y Nicolas Le Gras,
junto a una nueva edición del Tratado del hombre .

1668. Ediciones del "Tratado de mecánica" y del "Tratado de música", así como de nuevas
entregas de la correspondencia cartesiana, a cargo de varios editores.

El resto de las obras inéditas de Descartes se publicaron esporádicamente a lo largo de los


siglos XVIII y XIX, culminando en la edición de sus obras completas por Charles Adam y
Paul Tannery entre los años 1897 y 1909, convertida en la obra de referencia de la
bibliografía cartesiana.
Pensamiento del Autor
Descartes parte de la crítica a la filosofía de su tiempo, en donde todo era dudoso y objeto de
disputas. Admiró la matemática porque nos presenta verdades que poseen certeza: unas (los
axiomas) porque se captan directamente gracias a la intuición, y otras (los teoremas) porque
se deducen de los axiomas. El Racionalismo cree que la matemática es un saber modélico, e
intentará renovar la filosofía imitando las características de su método: simplicidad de los
principios, deducción y certezas. La crisis de la filosofía no le afecta únicamente a ella pues
como las restantes ciencias toman sus principios de la filosofía (todo el saber humano forma
un sistema unitario y es como un árbol del que las raíces son la metafísica), resultan también
dudosas. Por ello, el objetivo del método y la duda de Descartes será sanear las raíces del
árbol del saber y no admitir ninguna opinión como verdadera sin antes ajustarla a lo que
exige la razón. Los modos de conocimiento con los que podremos alcanzar el saber estricto
son consecuencia de la experiencia intelectual: la intuición, acto intelectual, simple y
evidente, es la base del conocimiento; y la deducción, movimiento de la mente que consiste
en la captación de una verdad por seguirse de otra cosa conocida con certeza. El método es un
conjunto de reglas ciertas y fáciles con las que llegar al conocimiento; la más importante es la
regla de la evidencia: admitir como verdadero sólo aquello que se conozca con evidencia, con
claridad y distinción; esta regla da lugar al llamado criterio de verdad. Por la regla del análisis
dividimos cada dificultad hasta llegar a los elementos simples; por la regla de la síntesis
conducimos nuestro pensamiento de lo más fácil (de los elementos simples) a lo más difícil
(al problema complejo); y por la regla de la enumeración revisamos todo el proceso hasta
estar seguros de no omitir ningún paso ni de cometer errores.

Descartes sabe de su existencia, que es un ser pensante y que tiene pensamientos (que
imagina, juzga, quiere, duda, siente…), pero nada más; ignora si tiene cuerpo, si existe la
totalidad del mundo que antes de la duda creía existente y si existen otros seres humanos; en
este momento de la duda está solo y “ha perdido el mundo”. Para "recuperar" el mundo y a
las demás subjetividades, sólo le cabe mostrar que en él hay algo que remite necesariamente a
otra cosa distinta de él mismo. Para esta tarea realiza un análisis de lo que encuentra en su
interior, de las ideas. Las ideas son como imágenes de las cosas, son todo lo que está en la
conciencia: sensaciones, actos de memoria, de imaginación, de pensamiento, de sentimiento...
Se clasifican en adventicias (las que parecen provenir de nuestra experiencia externa),
facticias (construidas por la mente) e innatas (las posee el pensamiento en sí mismo, y no
pueden entenderse como proviniendo del mundo exterior ni como siendo construidas por la
imaginación); la más importante idea innata es la idea de Infinito o Dios.

Descartes piensa que es más fácil probar que hay algo distinto a él mismo demostrando que
existe Dios que demostrando que existe el mundo físico, y para ello ofrece varios
argumentos. La idea de un ser perfecto: la idea de Dios es la más perfecta pues es la idea de
la sustancia más perfecta y reúne las ideas de todas las perfecciones en las que podamos
pensar, pero la idea de perfección absoluta no se puede explicar a partir de nuestras
facultades, luego debe estar en nuestra mente porque un ser más perfecto que nosotros nos la
ha puesto; debe ser innata, y ese ser es Dios. La imperfección y dependencia de mi ser: me
doy cuenta de mi limitación pues veo que soy ignorante; tampoco puede ocurrir que dependa
de algo menos perfecto que Dios pues en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto
y si soy un ser pensante sólo un ser pensante puede haberme creado; si ese ser pensante no es
la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo creado, y lo mismo con este segundo... pero
la serie no puede ser infinita, luego Dios existe. La idea de un ser perfecto implica su
existencia (argumento ontológico): la existencia de Dios está comprendida en la idea de un
ser infinitamente perfecto del mismo modo que en la idea de triángulo está comprendido que
sus tres ángulos son iguales a dos rectos. La existencia de Dios es tan inseparable de su
esencia como lo es de la esencia del triángulo el que sus ángulos valgan dos rectos, y del
mismo modo que es evidente ese teorema matemático, es evidente que Dios existe.

Dios incluye en su esencia su existencia, pero también su bondad y veracidad, y Dios sería
mentiroso y poco bondadoso si nos hiciese errar cuando creemos estar ante la verdad. Esto
quiere decir que ahora podemos estar seguros de la verdad de las matemáticas y de todo
aquello que concebimos con "claridad y distinción". Además, y si Dios no es falaz, no puede
ocurrir que los sentidos nos engañen al punto de que todo sea sueño; por lo tanto, los cuerpos
existen. Descartes "recupera" de ese modo el mundo que había perdido tras la aplicación de la
duda metódica, y del que ahora tiene auténtico saber. El "mundo recuperado" no es del todo
igual al perdido: existe Dios, existen los hombres con sus almas, existen los cuerpos, pero
éstos no poseen todas las características que les atribuye el sentido común, pues Descartes
rechazará las “cualidades secundarias” como el color, el sabor, los olores, el calor o el frío,
por ser subjetivas y no reales. Las propiedades objetivas son las llamadas "cualidades
primarias": extensión, figura y movimiento, propiedades que permiten un tratamiento
matemático, como el de la física de Galileo. El mundo físico no es tal y como se muestra a la
percepción sino al pensamiento.

Conclusión

Sin duda rene descartes fue el precursor de la filosofía de la mente y la filosofía moderna ya
que sus tesis permitieron desarrollar un nuevo concepto acerca de la mente del ser humano en
la que se toman aspectos de la razón de este y como sirve para deducir aspectos de interés
además de que su ideología ayudo a darle un mayor grado de entendimiento a la relación de
empirismo con el racionalismo.

Descartes se caracteriza ya que sus tesis permitieron tener un concepto hacer la de la


mentalidad del hombre ya que establece sus dos sustancias además de que en el campo
matemático realizo varios postulados que hasta la actualidad se utilizan y sirvieron como base
para grandes científicos como Stephen Hawking y grandes pensadores Karl Popper, David
Hume.

Yo creo que es un gran pensador ya que debido a sus largas meditaciones desarrolla varios
postulados que permitieron llevar a la filosofía a un nuevo nivel por lo cual permitió entrar a
un nuevo tiempo para la filosofía moderna.
Bibliografía

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