Exp Los Mejores Libros Taller Espantapájaros
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VOLVER A LA BIBLIOTECA.
Lucía Liévano
Octubre 19 de 2011
Entonces, ¿no hay respuesta? Más bien no hay una receta. O, tal vez,
podría haber una: Para dar de leer a un niño, sólo hay que saber leer.
¿Leer cómo? ¿Leer qué?
Quiénes son y qué les gusta. Qué nos dicen todos los días, no sólo con
lo que hablan, sino con lo que no hablan. Qué lo desvela y qué los hace
soñar. A qué juegan, de qué se ríen, por qué lloran. Qué sienten con los
libros que ven en la casa, en la biblioteca, en la librería o en la clase. Por
cuáles se inclinan. Así sean hermanos gemelos o compartan el mismo
pupitre en el salón, pueden ser totalmente distintos. Ningún especialista
sabe lo que usted sabe sobre ese niño concreto que espera un libro
justo, en un momento justo de su vida. Confíe en esa sabiduría
instintiva. Sus propios niños son su primer texto de lectura.
Como lee las vitaminas en la caja del cereal: usando su criterio. Usted
no compra el cereal sólo por la caja más vistosa o porque tiene un
muñeco de Walt Disney. Tampoco compra un disco sin mirar la carátula
y las canciones que trae. Incluso, muchas veces pide que se lo dejen oír.
Eso mismo que hace en la tienda de discos o lo que hace en la librería,
antes de comprar un libro para usted, debe hacerlo con los libros para
sus niños. No compre el primero que le ofrecen en la supertienda. Antes
de fijarse si tiene pasta dura o troquelados, pregúntele al libro:
4. Busque asesoría.
El campo de la literatura para niños es enorme. Muchos autores,
ilustradores, géneros y tendencias que no conocimos cuando éramos
niños han enriquecido notablemente las opciones de lectura. No se
limite a lo que usted leyó en su infancia. Aproveche que tiene hijos para
descubrir nuevas obras y no pretenda saberlo todo. Busque un librero o
un bibliotecario que conozca de literatura infantil. Consulte las listas de
libros recomendados, las publicaciones periódicas sobre el tema y las
instituciones que promueven la lectura. Se sorprenderá con los
descubrimientos y encontrará libros, no sólo para leer con sus hijos, sino
también para usted.
Así como usted busca mucho más que enseñanzas explícitas cuando lee
una novela de García Márquez, su hijo busca en la literatura mucho más
que una moraleja. La literatura se mueve en el campo de lo simbólico y
apela a la experiencia profunda de los seres humanos. Desconfíe de los
mensajes explícitos y de las moralejas obvias. El mercado está lleno de
libros infantiles que "disfrazan" bajo el rótulo de "cuento" las intenciones
didácticas de los adultos. Aprenda a diferenciar los manuales de
autoayuda de las obras literarias. La literatura no pretende explicar
valores, letras del alfabeto, normas de urbanidad o mensajes ecológicos.
Lea entre líneas y no escoja un libro sólo por su tema sino por la forma
como un autor construye una voz y un mundo propios. Desconfíe de ese
lenguaje pseudo infantil, lleno de diminutivos y de esas historias "light"
en las que los protagonistas son tan perfectos como ositos de peluche.
(Su hijo será el primero en "no tragarse el cuento"). Los libros para
niños pueden ser atrevidos, transgresores, irreverentes, sutiles,
inteligentes, tristes, o miedosos. Todos esos matices, que constituyen la
infinita variedad de la experiencia de un ser humano, alimentarán el
mundo interior de su hijo y le irán dando claves secretas para descifrar
mucho sobre su propia vida y sus emociones, sobre sus sueños y sus
pesadillas; sobre la fantasía y la realidad.