El Mono y La Tortuga

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El mono y la tortuga

CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

Había una vez un y una que se


llevaban estupendamente y eran muy amigos. Formaban una
pareja peculiar que llamaba la atención allá donde iban, pero
pertenecer a distintas especies nunca había sido un problema
para ellos. Su amistad era sincera y se basaba en el respeto
mutuo. Bueno, al menos eso parecía…

Cierto día iban paseando y charlando de sus cosas cuando se


encontraron tirados en el suelo. La , muy
sorprendida, exclamó:

– ¡Oh, amigo qué pena me da ver esos

Tengo la impresión de que los ha tumbado el . ¿No


sería genial plantarlos de nuevo? Seguro que volverían a crecer
con fuerza y nosotros tendríamos para comer a
cualquier hora.

El dio un salto de alegría y empezó a . ¡No


había ser en este más fanático de las
que él!
– ¡Me encanta tu idea! ¡Venga, vamos a ponernos manos a la
obra!

Con mucho esfuerzo los animales levantaron las


pesadas plantas y cubrieron sus raíces con tierra húmeda para
que quedasen bien sujetas. Cuando terminaron la tarea se
fundieron en un fuerte abrazo, orgullosos de la fantástica labor
que acababan de realizar.

——

El tiempo les dio la razón y los empezaron a dar en


abundancia.  Una tarde, el detectó que estaban
amarillitos, en el punto justo de madurez, y sin dar explicaciones
trepó por la planta y se puso a comer uno tras otro como si no
hubiera un mañana. La quiso hacer lo mismo, pero
como no podía subir, tuvo que quedarse abajo mirando cómo su
colega se atiborraba.

Al cabo de un rato, extrañada de que no se dignara a bajarle


alguno para ella, empezó a mostrar inquietud.

– ¡Eh, amigo, deben estar buenísimos porque ya te has comido


más de veinte!

Desde lo alto, el mono le replicó:

– ¡Están exquisitos! La pulpa es dulcísima y se deshace en la


boca como si fuera mantequilla.
– ¡Oh, se me hace la boca agua!… Estoy deseando probarlos,
pero ya sabes soy una y las tortugas no tenemos el don
de escalar. ¡Necesito tu ayuda, compañero! ¿Serías tan amable
de coger alguno para mí?

– Tranquila, querida amiga, hay un montón. En unos minutitos te


bajo unas cuantas docenas.

La tortuga sonrió y le dijo:

– ¡Ah, está bien! Come tranquilo, no tengo prisa.

¡Pasó una hora hasta que por fin vio bajar al con
las manos vacías!

– Pero… ¿dónde están mis plátanos?

El simio, inflado como un globo de tanto engullir, le contestó:

– Lo siento, amiga, al final me los he comido todos. Ahora mismo


debo tener el potasio por las , pero es que estaban tan
ricos que no me pude contener.

– ¿Cómo dices?… ¡Eres un caradura y un abusón! ¡La mitad de los

eran míos!

– Ya, pero entiende que me entusiasman y que como dice el


refrán “comer y rascar todo es empezar”.

Ante semejante injusticia, la tortuga se vio obligada a tomar una


decisión tajante.
– ¡Nuestra amistad se termina aquí y ahora! No quiero volver a
verte, así que lo mejor es que uno de los dos haga las y
se largue para siempre.

El mono, mirándola por encima del hombro, respondió con aires


de superioridad:

– ¡¿Pues sabes qué te digo?! Me parece muy buena idea porque


empiezo a estar muy harto de ti. ¡Ya estás tardando en irte a vivir
a otro sitio!… ¡Fuera de aquí!

La apretó las mandíbulas y soltó un gruñido que


mostraba verdadero enfado.

– ¡Grrr! ¡De eso nada, monada! Te reto a una carrera por la orilla
hasta el final del Quien obtenga la victoria se
quedará con los plataneros, y quien pierda se irá a
vivir a otro

Como te puedes imaginar, el mono soltó una carcajada y


respondió en tono burlón.

– ¡Ja, ja, ja! ¡¿Estás de broma?! ¿Tú, uno de los animales más
lentos del , pretendes que nos lo juguemos todo en
una carrera? ¡Ay, que me muero de la risa! ¡Ja, ja, ja!

– Si tan seguro estás de tu superioridad, no sé a qué esperas para


aceptar mi desafío. ¡Acabemos con esto de una vez!

———-
Un un y un pequeño roedor actuaron
como testigos del evento para que constara en acta el resultado.
Ellos fueron también quienes fijaron el punto de salida y la línea
de meta. Cuando todo estuvo en orden, el búfalo gritó con su
potente voz:

– Tres… dos… uno… ¡ya!

En un abrir y cerrar de ojos el logró sacar una


tremenda ventaja a la tortuga pues la pobre, cargada con su
pesado caparazón y dando pasitos cortos, avanzaba muy
despacio, casi a ritmo de Sabiéndose claro ganador, a
mitad de camino frenó en seco.

– ¡Vaya aburrimiento! Me sobra tanto tiempo que voy a descansar


un poco antes de retomar la carrera.

Iba a ser un ratito nada más, pero su plan falló porque había
comido tantos plátanos que cayó en un profundo sueño. En
cuanto se sentó empezó a bostezar, y segundos después estaba
roncando como un

horas estuvo durmiendo a pierna suelta, y más


habrían sido si no fuera porque un mosquito muy pesado le
despertó justo en el momento en que la pasaba por su
lado. El mono, indignado, se puso en pie de un salto y le dijo: ¡Eh,
tú! ¿A dónde crees que vas? Pensabas adelantarme
aprovechando que me estaba echando un sueñecito ¿verdad?…

En un ataque de locura, el insensato animal dio un empujón a la


tortuga y la lanzó al

¿Quieres saber cómo termina esta historia?… No te preocupes,


tiene un final feliz gracias a que la tortuga tuvo la gran suerte de
encontrarse con la corriente a favor, en dirección a la meta. Por
mucho que el corrió como un loco por la orilla, le
resultó imposible llegar antes que ella, que solo tuvo que ponerse
boca arriba y dejarse arrastrar para proclamarse vencedora con
todos los honores.

Al mono le invadió una sensación horrible cuando se dio cuenta


que por culpa de su egoísmo y mal comportamiento había perdido
a su mejor amiga, pero ya era demasiado tarde: antes de caer la
noche, abandonó el en busca de otro lugar donde
vivir. La tortuga, por su parte, regresó a su hogar.

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