La Formación de Masculinidades Hegemónicas en La Clase Dominante
La Formación de Masculinidades Hegemónicas en La Clase Dominante
La Formación de Masculinidades Hegemónicas en La Clase Dominante
R E V I S TA L AT I N OA M E R I C A N A
ISSN 1984 - 64 87 / n. 22 - abr. / abr. / apr. 2016 - pp.369 -398 / Madrid, S. / w w w.sexualidadsaludysociedad.org
Sebastián Madrid
Universidad Católica de Chile
Instituto de Sociología
Santiago, Chile
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Introducción
1
Todas las citas textuales de textos en inglés corresponden a una traducción libre del autor.
culum gerencial. En una sexta sección se examina como la sexualidad articula las
relaciones de clase y género a partir de la práctica sexual denominada “chaneo”.
Finalmente, se presentan las conclusiones, enfatizando el papel de las paradojas en
el estudio contemporáneo del poder y del privilegio.
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Y, ciertamente, entre estos conceptos y la blancura racial.
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El foco en la experiencia y en las vidas no quiere decir que las clase sociales sean solo “flujo y
mutabilidad” como algo opuesto a las estructuras sociales (Greenhalgh-Spencer et. al., 2015),
sino que existe una relación continua entre estructuras y prácticas sociales.
solo patrón de masculinidades asociado con cada clase social (v.gr. Tolson, 1977;
Olavarría, 2001). Sin embargo, los cambios en la estructura de clase, como su
fragmentación, implican que distintos patrones de masculinidades pueden encon-
trarse en una clase social, como han demostrado los estudios con hombres de la
clase trabajadora en México (Gutmann, 1996) y con hombres en la clase media en
Colombia (Viveros, 2002).
Si tomamos en serio la idea de que es posible encontrar distintos patrones de
masculinidades dentro de la clase dominante, podemos pensar en estudiar múlti-
ples patrones de masculinidades hegemónicas. Esto permite superar la sensación de
homogeneidad y falta de conflicto interno presente en estudios previos (Carrigan et
al., 1985; Donaldson & Poynting, 2007). Nos permite entonces estudiar el proceso
de legitimación de relaciones jerárquicas entre masculinidades y feminidades, entre
hombres y mujeres, y entre hombres, como también, el estudio de la relación entre
masculinidades hegemónicas y no hegemónicas (Messerschmidt, 2010), en la clase
dominante y en relación a otras clases sociales.
La posibilidad que existan múltiples masculinidades hegemónicas es un tema
que ha sido planteado por distintas perspectivas teóricas, en cuanto es uno de los
puntos que generan controversia sobre el concepto original de masculinidad hege-
mónica (Hearn & Morrell, 2012). Desde una perspectiva postestructuralista, se
ha enfatizado el carácter discursivo de la masculinidad hegemónica, criticando el
énfasis desmedido en la dimensión material. De este modo, se argumenta que esta
masculinidad sería dependiente de la situación o contexto específico. Por ejemplo,
Jefferson (2002:72) sugiere que lo que podemos encontrar es un conjunto de “es-
trategias hegemónicas” que varían según el contexto.
Desde una perspectiva estructural, se han planteado tres formas en que la
masculinidad hegemónica podría variar. Por un lado, a partir de distintas cate-
gorías sociales, como la raza. Morrell (1998), por ejemplo, sugiere para Sudáfrica
la existencia de una masculinidad hegemónica blanca y otra negra urbana; a la
vez, a partir de distintas posiciones geográficas, donde existirían masculinidades
hegemónicas distintas a nivel local, regional y global (Connell & Messerschmedt,
2005); por otro lado, en diferentes contextos institucionales, como por ejemplo, en
una prisión juvenil (Reich, 2010).
Finalmente, existen autores que proponen la existencia de masculinidades he-
gemónicas múltiples a partir de un enfoque que podemos llamar “híbrido”, en
cuanto combina elementos de las dos perspectivas anteriores. Aboim (2010) des-
taca que en el proceso de cambio social la masculinidad hegemónica combina
un bricolaje de patrones emergentes y antiguos. Messner (2007:462) señala que
la masculinidad hegemónica “está siempre en movimiento con los cambios en el
contexto social”. El sociólogo destaca su carácter híbrido al definirla como una
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El material es parte de mi tesis de doctorado, cuyo objetivo fue examinar la emergencia de
nuevas formas de masculinidades en la clase dominante chilena, con especial énfasis en el
papel de los colegios privado de elite y de las mujeres en este proceso (Madrid, 2013a).
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Estas fracciones no son categorías preestablecidas sino que fueron reconstruidas a partir del
análisis de las historias de vida.
ban casados, y dos tercios tenían hijos/as. Todos, excepto un entrevistado, tenían
servicio doméstico –“nanas”– muchas de ellas viviendo en sus mismas casa. Al
igual que sus padres, todos vivían en el “barrio alto”. Todos/as, excepto uno, se
presentaron como heterosexuales.
La dinámica de estas entrevistas es diferente a la que ocurre cuando se entre-
vista a los grupos sociales, a los que las ciencias sociales estudia mayoritariamente,
donde el poder está en manos de los/as investigadores/as. Por ejemplo, en muchos
casos, el entrevistado me interrogaba durante mucho tiempo, antes de comenzar.
También era común la evaluación o cuestionamiento de la entrevista. Los lugares
en que se hacían las entrevistas reflejaban el poder y privilegio de ellos/as, como El
Club de Golf de Santiago, amplias oficinas gerenciales o grandes casas en el “ba-
rrio alto”, a los pies de la cordillera de los Andes (Madrid, 2013b).
El análisis de estas historias de vida fue realizado a través de la elaboración
de casos de estudio (Madrid, 2015a). Mi interés estaba en lo que estas vidas re-
presentaban en términos colectivos e históricos. Para analizar la producción con-
junta de la clase dominante y las masculinidades hegemónicas, se examinaron las
distintas estructuras donde se conforman las masculinidades (Connell, 2005). De
este modo, se estudiaron prácticas sociales, individuales y colectivas, a nivel de las
familias, de los colegios, de los grupos de pares y de las organizaciones donde tra-
bajaban, poniendo foco en las relaciones de poder, de producción y sexuales. Los
casos contenían distintas fuentes de información, pero también “cruzaban” histo-
rias de vida (Bertaux, 2011) relacionadas, como por ejemplo, de ex-compañeros de
colegio, de sus parejas, y de personas trabajando en instituciones similares. En este
artículo se presentan fragmentos de algunos de los casos de estudio.
Venidos de los mismos papás, que habían estado en colegios buenos. Todos vivían
en barrios más o menos buenos. Los papás ganaban más o menos buena plata, ¿me
cachai? [entiendes]7 Todos los hueones [hombres] tenían el mismo nivel educacio-
nal, no solamente porque estuvieran dentro del colegio sino que por los abuelos.
Las tradiciones familiares súper arraigadas, ¿me cachai? Como súper poco hete-
rogéneo el colegio.
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Todos los nombres de personas son pseudónimos.
7
Entre corchetes se entrega una definición de los distintos modismos chilenos.
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En Chile, la educación secundaria va de 1º a 4º medio, correspondiente a los años 9 a 12 en
otros sistemas educativos. A este ciclo se le llama educación media.
Esta diversidad también está presente en los relatos de hombres y mujeres, tan-
to entre colegios como al interior de los mismos. En el primer caso, se expresa en
los distintos énfasis en lo que llamo el curriculum gerencial (Madrid, 2015b). Este
curriculum está vinculado a las orientaciones predominantes en una sociedad de
mercado, y refleja las transformaciones de la clase dominante chilena, en especial,
el empresariado (véase Undurraga, 2014). Se caracteriza por distintos elementos,
como la tensión entre racionalidad y creatividad, la promoción de la competencia
y del cosmopolitismo, y el disciplinamiento de los cuerpos.
A la vez, al interior de estos establecimientos también existe una percepción
de diversidad, lo que es más fuerte, pero no exclusivo, entre los ex-estudiantes de
colegios no católicos. Germán, un ingeniero civil industrial, de casi 40 años y con
una amplia experiencia en gerencias de empresas nacionales y transnacionales, nos
entrega una excepcional idea de lo que significa diversidad en estos colegios:
Voy a ocupar una palabra que suena un poco paradójica, pero yo encuentro
que [nombre del colegio] dentro de… por supuesto que estamos hablando
de una parte muy reducida de la sociedad, pero dentro de esa pequeña,
de ese 2% arriba de la pirámide social, si se puede hablar de eso, es súper
diverso, comparado con otros colegios de gente con recursos. Porque tenía,
en mi caso por ejemplo, hijos de papás profesionales sin una historia de
fortunas familiares, teniai gente con mucha plata, más plata que la cresta.
Teniai católicos súper practicantes, teniai católicos no practicantes, teniai
anglicanos, mucho extranjero, teniai los turcos, los turcos y los judíos,
árabes, no turcos. Entonces encontrabai gente muy diversa y poco estereo-
tipada comparada, por ejemplo, con un colegio donde son todos católicos
o todos italianos o todos judíos, o todos turcos.
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En Chile, la educación primaria va de 1º a 8º grados. A este ciclo se le llama educación básica.
mente fuera del espacio escolar, haciendo uso de recursos no siempre disponibles
y, muchas veces, contrarios al proyecto de estos colegio.
Además, al ser patrones de prácticas colectivas, y no simples rasgos o carac-
terísticas de una masculinidad, evidentemente existe traslape entre una y otra.
Por ejemplo, el líder de los Death Row era el capitán del equipo de futbol de su
colegio. Adicionalmente, estos patrones están lejos de ser estáticos; los distintos
individuos pueden encarnar uno u otro dependiendo del contexto institucional o
biográfico. Así, Kurt encarna un patrón cuando está con los Death Row, y otro
patrón cuando está con los Golden Boys. Kurt no es un caso aislado. Él refleja
una transición en distintos tiempos. En otros casos, las transiciones ocurren en
un mismo tiempo: ya sea dentro del mismo establecimiento, o entre el estableci-
miento y otras instituciones.
Esto es lo que llamo la inestabilidad de la masculinidad hegemónica en un
contexto neoliberal (Madrid, 2013a). A primera vista podría verse como un de-
bilitamiento de la hegemonía masculina. Sin embargo, se relaciona menos con
cambios en el orden de género o de la estructura de clase que con los nuevos estilos
gerenciales, requeridos en el sector privado y público (Proctor, 2011). Entonces,
esta inestabilidad puede entenderse como una estrategia de adaptación para la
conservación del privilegio.
A pesar de las diferencias entre ambos patrones de masculinidad, un elemento
estabilizador –y que le da sentido de género a la disputa por la hegemonía– es la
subordinación de mujeres y de hombres que no cumplían con alguno de los dos
patrones ideales. Estos patrones subordinados de masculinidades eran “devorados
por la máquina”, como señala Charles, un corredor de bolsa con alrededor de 30
años, que creció en una familia de la oligarquía tradicional chilena. Es decir, eran
subordinados por los patrones hegemónicos.
Sin embargo, en ambos patrones existía otro elemento común: la subordi-
nación de las mujeres era diferente, dependiendo de la clase social de éstas. Es
decir, la sexualidad no sólo articulaba las relaciones de género, sino también las
de clase. En esta diferenciación, las prácticas institucionales de los colegios juegan
un papel central.
¿A una mujer?
Sí. Era mujer. Y sabí que, dentro de lo mal que pudo haber salido, salió
relativamente bien.
Porque éramos animales poh. Éramos animales que nunca nos habían ha-
blado, iba una mujer, además con esta distinción entre hombres y mujeres.
Básicamente era un colegio de hombres, y que llegara a hablarnos una mu-
jer de lo sexual, podría haber pasado cualquier descalabro. Pero dentro de
todo, salió bien creo yo. No me acuerdo que yo haya aprendido nada, era
una pincelada de todo el tema.
prácticas promovidas por estos colegios para generar espacios de encuentro, como
exclusivas fiestas o competencias deportivas. Sin embargo, como vimos más arri-
ba, los varones no se relacionan con estas mujeres de la misma manera, sino que
depende del tipo de masculinidad que encarnen. Estas son las mujeres para formar
familia. No por nada, todas las parejas de los entrevistados, excepto una, eran de
colegios privados de elite.
Por otro lado, está la otra-diferente, mujeres que no son parte de la clase domi-
nante, que no asisten a los mismos colegios y que no viven en los mismos barrios.
La relación con estas mujeres no involucra ni respeto ni compromiso. En las narra-
tivas de los entrevistados hay dos tipos de prácticas sexuales comunes en relación
a este tipo de mujeres: el sexo pagado y el “chaneo”. La mitad de los entrevistados
contó algún episodio relacionado a alguna de estas prácticas, generalmente de una
manera sexista y clasista.
El “chaneo” refiere a la práctica sexual que ocurre cuando estos varones se
aproximan a mujeres de clases subalternas (la “chana”), tomando ventaja de su
posición de clase (dominante) y de género (hombres), para obtener relaciones se-
xuales. Es un término utilizado exclusivamente por varones de la clase dominante.
Esta práctica no involucra un pago (como la prostitución), pero sí seducción, y
lleva a una relación de corta duración –un par de horas durante una noche– gene-
ralmente en un contexto festivo. Es una práctica “secreta” que sólo se hace pública
para alardear en el grupo de pares. De cierta forma, esta práctica puede ser vista
como una continuidad de la relación entre el patrón y las mujeres que trabajaban
como inquilinas en la hacienda colonial.
El “chaneo” toma distintas formas y se puede realizar en distintos espacios.
La más común es que ocurra fuera del “barrio alto”, donde los varones van a dis-
cotecas en busca de mujeres que ellos consideran “fáciles”. Es un momento que
coincide con el descubrimiento de la ciudad fuera del “barrio alto”. Oscar –un
ex-estudiante de un colegio no católico de casi 40 años, ingeniero comercial y con
una vasta experiencia gerencial en empresas trasnacionales–, recordando su época
escolar señala:
[Las mujeres] Eran más fáciles, te pescaban más, llegabai en auto, éramos
los choros [audaces] de la discoteca, éramos los bacanes. Ehm, y nada nos
creíamos la raja [lo máximo] en ese entorno poh hueón.
Tenía un grupo de amigos muy, muy cercanos, bien afiatados, somos ami-
gos hasta ahora. Uno de mis amigos era como el ídolo del grupo. Éramos
más o menos chicos, estaba en primero, segundo, tercero medio, y este
cabro [niño, joven] tenía unas nanas [empleadas domésticas] muy espec-
taculares. Él nos contaba sus experiencias [sexuales] con sus nanas. Él lo
contaba en una onda como positiva, y entonces aparecía como el héroe del
grupo, pero era bastante lejana la cosa. Era como una película digamos.
Claro, este cabro nos contaba sus arrancadas a la pieza de la nana, y las
invitaciones de la nana. Probablemente, yo mirándolo ahora pa atrás, este
cabro debe haber sido seducido por la nana. Se hizo famoso por eso. Pero
en lo personal, yo no tuve ese tipo de experiencias.
Esta narrativa nos provee de elementos para entender con mayor profundidad
la subordinación y marginación de las mujeres de clases subalternas. En su relato,
la nana es solo carne, “un cuerpo espectacular”. Hay también una normalización
de esta práctica al señalar que el amigo contaba la historia “de una manera positi-
va”, casi inocente. Pero aquí no hay nada de positivo, el compañero aparece sin res-
ponsabilidades. Esta idea se refuerza cuando señala que fue la nana quien sedujo al
compañero, y no al revés. El relato también invisibiliza la posición de privilegio y
de poder de su compañero. Además, se cumple lo señalado por Charles en cuanto
a que el compañero no pudo controlar su sexualidad, la “animalidad”. Así, este
compañero se convirtió en un “héroe”, en un “ídolo”.
Al mismo tiempo, la sexualidad con las otras-diferentes es una fuente de pe-
ligro. John, que tienen muchos amigos que estudiaron en colegios de elite no ca-
tólicos, señala que entre éstos es común –o por lo menos, no es condenado– que
hombres casados tengan relaciones sexuales con otras mujeres o con prostitutas.
John en cambio, ex-estudiante de un colegio de nuevos movimientos católicos, está
en contra de esto, porque a él le inculcaron, en el colegio y en su familia, los valores
de la fidelidad. Sin embargo, detrás de este argumento valórico, y al igual que en el
caso de Alejandro, hay una racionalidad económica.
A pesar que muchas veces tengo ganas de ponerle el gorro [ser infiel] a mi
señora, puta, no po hueón, hay un valor de fidelidad que valoro más […] Es
mucho más el castigo que el beneficio en tirarme [tener sexo penetrativo]
En esta narrativa queda clara la distinción entre las otras-iguales y las otras-
diferentes. Mientras las primeras son puras, las segundas están contaminadas, pa-
rafraseando a Mary Douglas (2003). Esta asociación es realizada por otros tam-
bién. Por ejemplo, Alejandro señala que sus amigos del colegio iban a prostíbulos
regularmente, pero que él nunca se involucró en eso porque tenía miedo de “las
enfermedades de transmisión sexual”. La referencia a los valores es algo notable.
Porque si bien es una estrategia para distinguirse de otros dentro de la misma clase
social, de los que no tienen los “valores” propios de la clase dominante, esos que
se inculcan en la familia y el colegio, finalmente, la lógica que predomina es eco-
nómica: el costo-beneficio. Eventualmente, podríamos suponer que de ser menores
los costos (condena social, infección transmisión sexual), John lo podría hacer.
El relato de John nos muestra que las prácticas sexuales con las otras-diferen-
tes no sólo generan bordes externos, con las clases subalternas y con las mujeres,
sino también bordes internos, es decir, dentro de la clase dominante. El caso que
ejemplifica el relato de John apoya la idea de que, en una sociedad de mercado,
las estructuras sociales como la clase social y el género se producen en un doble
movimiento, de unidad y fragmentación. Esta situación se puede encontrar en el
relato de distintos entrevistados. Francis complementa lo indicado por John, pero
en el caso del sexo pagado.
estratos sociales un poquito más bajitos, cachai. Era mal visto en mi cole-
gio, esa es la verdad.
¿Cuándo tu deci estratos sociales un poquito más bajitos, de qué estas ha-
blando? ¿Padres no profesionales?
No, no, no. Sí, yo creo que sí padres profesionales, pero valores en la casa
más de eso poh hueón, ¿te fijai? Mi colegio, en mi época, era bien cuiquito
[diminutivo de cuico, persona adinerada, que vive privilegiadamente] en
ese sentido era, era poco abierto… vivíamos en un submundo.
Este pasaje de la entrevista resume varios de los elementos que hemos aborda-
do. Al igual que John, Francis también genera una distinción respecto a sus com-
pañeros que sí tuvieron relaciones sexuales pagadas. Él circunscribe estas prácticas
a “un grupito”, de “estratos sociales un poquito más bajitos”. Lo interesante es que
el elemento central de esta distinción vuelven a ser “los valores”. Francis señala que
estos valores son inculcados “en la casa”, pero también, son parte del colegio, en
cuanto ir a prostíbulos “era mal visto” en un colegio “cuiquito” donde los estu-
diantes vivían “en un submundo”; en una burbuja.
Recibido: 16/09/2015
Aceptado para publicación: 13/02/2016
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