La Izquierda Posmoderna y Su Afinidad Neoliberal
La Izquierda Posmoderna y Su Afinidad Neoliberal
La Izquierda Posmoderna y Su Afinidad Neoliberal
El presente texto trata de ser una réplica al artículo La izquierda conservadora y el fantasma
del neoliberalismo, de Nuria Alabao, publicado en CTXT el día 20 de Julio de 2020.
1- La autora señala que esta cuestión aparece en los momentos de debilidad, algo que no
es cierto, ya que esta cuestión ha estado abierta, por lo menos, desde los años 80 a
partir de que varios autores (que citaré más adelante) señalasen claramente la
afinidad ideológica entre los planteamientos posmodernos y el neoliberalismo como
orden económico, político y social, dominante en la actualidad. La propia autora señala
que no se sabe muy bien que es el posmodernismo y desde luego demuestra que, en
su caso, es cierto. Pero ésta es una omisión interesada por parte de quienes no han
querido atender a los numerosos autores que han tratado la mencionada cuestión,
demostrando en reconocidas obras la afinidad entre posmodernismo y neoliberalismo.
La autora nos quiere convencer de que los que cuestionan el posmodernismo son poco
más que reaccionarios izquierdistas resentidos, como si este debate hubiese
empezado con David Bernabé (al que se atacó rabiosamente desde posturas tan
deleznables como la de Alberto Garzón, en lo que podemos entender como momento
culmen de la infamia academicista en la izquierda española), cuando autores de la
talla de David Harvey, Hobsbawm, Zizek, Jameson, y un largo etcétera, han señalado
esto mismo desde hace décadas. La omisión de estos autores en el debate por parte
de los posmodernistas es lógica: así se ahorran tener que dar argumentaciones con las
que no cuentan.
Al otro lado del charco tenemos a Hilary Clinton, cuya principal baza electoral fue la de
ser la primera mujer que podía llegar a la Casa Blanca, como si eso hubiera servido
para que la maquinaria militar estadounidense dejase de provocar guerras y matanzas
a lo largo del mundo (siendo ella la principal responsable de las mismas durante la
presidencia de Obama) o para detener el empobrecimiento y precarización neoliberal
de la clase trabajadora estadounidense. Ambas posibilidades no hubieran ocurrido en
ningún caso y, lo peor, es que su llegada a la presidencia tampoco hubiera servido para
mejorar la situación de las mujeres estadounidenses, al igual que la presidencia del
primer hombre negro, Barak Obama, no sirvió para sacar de la pobreza a los millones
de negros que viven en ella, ni para evitar que sigan siendo asesinados como perros a
manos de las fuerzas del estado. Y es éste uno de los grandes vacíos del
posmodernismo: lo fía todo a lo simbólico, a lo estético, es una ideología que vende
humo, que hace pasar por transformadores y revolucionarios cambios que son sólo
meros lavados de cara, invirtiendo, de paso, el esquema materialista marxista que
propone la importancia de los hechos materiales, los reales.
También podemos señalar los intentos por parte del posmodernismo progre de
presentar una descripción de la realidad que siempre pretende desplazar la atención
del capitalismo como fuente de los acuciantes problemas que sufre nuestra sociedad.
Esto sucede cuando nos tratan de convencer de que Ser mujer es la principal causa de
pobreza, que es posible un capitalismo verde o que éste sería maravilloso si fuese
dirigido por mujeres. Proposiciones que llegan al nivel de magufadas que sirven para
legitimar la pervivencia de un sistema tan destructor como el capitalismo, haciendo de
él una especie de normalidad que ya no puede ser discutida.
Este lógico y cada vez mayor rechazo popular al posmodernismo será capitalizado por
la extrema-derecha (lo está haciendo ya) si la izquierda no reacciona a tiempo. Y
precisamente lo que menos necesitamos son artículos como el de Nuria Alabao,
reacción pueril propia de los círculos académicos que rechazan con desdén intelectual
(y, en el fondo, clasista) cualquier tipo de crítica contra el posmodernismo, sin ser
capaces de entrar en un debate honesto y sereno.
4- En el mismo sentido, esta cuestión hoy es más pertinente que nunca, más importante
que ninguna. Sufrimos un momento histórico de crisis sistémica, periodo de enorme
inestabilidad potencial que servirá para definir las bases de un nuevo régimen
económico, político y social que dominará las próximas décadas y para el que toda
previsión honesta es, por lo menos, pésima. Es imposible no advertir que estamos
abocados a crisis económicas y conflictos políticos, militares y sociales sin precedentes
(por no hablar de las consecuencias ecológicas catastróficas) hasta el punto de que
todo parece apuntar a que nos estamos asomando a un colapso civilizatorio sin
parangón. Un momento histórico crítico, pero también una única oportunidad de
cambio para el que la izquierda hegemónica, atiborrada de planteamientos
posmodernos, no tiene propuesta, no tiene planteamiento ni proyecto que sirva de
alternativa para el capitalismo más descarnado que está por llegar (si es que no es algo
peor: un neo-feudalismo plutocrático).
5- Es la propia autora quien finaliza el artículo proponiendo una crítica para poder
posibilitar un frente amplio. No puedo estar más de acuerdo, pero conviene señalar
que en dicha crítica debe estar presente un cuestionamiento del desastroso devenir de
la izquierda durante las últimas décadas. Es urgente un cuestionamiento serio de los
planteamientos ideológicos, discursivos y prácticos que nos han llevado a cuatro
décadas de retrocesos severos en cuestiones básicas y que, en la actualidad, nos
empujan a un desastroso panorama. Esto implica una crítica seria a los planteamientos
posmodernos dominantes en la izquierda, esto es, al entramado ideológico del
neoliberalismo. Cuestionamiento que no debe confundirse (como interesadamente se
hace), en ningún caso, con una crítica per se al feminismo, al ecologismo, al anti-
racismo, ni a las reivindicaciones de los colectivos LGTBI, sino a su instrumentalización
para fines ajenos a éstos mismos (fines tanto ideológicos como políticos, pero también
de beneficio personal).
Señalaré, a modo de conclusión, que perder de vista el carácter crucial del concepto
posmodernidad para entender la era en la que estamos (concepto que explica de
forma sencilla fenómenos tan ajenos y divergentes como del fracaso de la izquierda y
el de la aparición de posturas extravagantes pero cada vez con más fuerza como las
teorías del Nuevo Orden Mundial y el terraplanismo) es una negligencia que devendrá
en un crimen histórico por sus consecuencias.
Por último, es necesario añadir que un marxismo (paradigma desde el que escribo) que
no incorpore y defienda decididamente la lucha feminista, ecologista, antirracista,
decolonial y antipatriarcal es un marxismo completamente incompleto, y en tanto que
tal, debe ser rechazado. Pero la misma norma deberíamos exigir a todo colectivo que
pretenda reclamar cambios justos para sí mismas/os, pero no para las/os demás: no
podemos tolerar discursos que omitan el mayor oprobio de todos, el de la explotación
y opresión de clase, y que ignoren el capitalismo como el sistema que configura el
mundo y que supone la principal amenaza para la Humanidad y para todas las
personas. No debemos admitir a anti-feministas/ecologista/LGTBI en nuestras
trincheras, pero tampoco podemos hacerlo con quienes son subrepticiamente anti-
socialistas (única alternativa al capitalismo) o anti-marxistas (único método planteado),
cuando no abierta y descaradamente. Sólo hay una postura científica y política que
puede aunar estas reivindicaciones y plantear una alternativa real frente al desastre
actual: el socialismo.