Bellamy. Crisis de La Transmision y Fiebre de La Innovación

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

ISSN: 1130-3743 - e-ISSN: 2386-5660

DOI: https://doi.org/10.14201/teri.25407

CRISIS DE LA TRANSMISIÓN
Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN1

Transmission Crisis and Innovation Fever

François-Xavier BELLAMY
Asociación Philia
https://www.philia-asso.fr/

Fecha de recepción: 20/11/2020


Fecha de aceptación: 27/01/2021
Fecha de publicación en línea: 01/03/2021

Cómo citar este artículo: Bellamy, F.-X. (2021). Crisis de la transmisión y fiebre de la
innovación. Teoría de la Educación. Revista Interuniversitaria, 33(2), 169-178. https://
doi.org/10.14201/teri.25407

RESUMEN
Este artículo propone destacar las potencialidades educativas propias de la
escuela vivida como una comunidad educativa. Toda escuela debería asumir el
sentido más profundo de su etimología griega. La tesis principal del texto es que no
hay destino para nosotros, no hay novedad, no hay innovación, no hay verdadero
cambio, no hay libertad, sin recibir primero de la historia, a veces de la historia más
antigua, aquello que puede alimentar nuestra capacidad de inventar y de crear. Esta
es la razón por la que, en realidad, la misma oposición entre el pasado y el futuro
no puede tomarse en serio.
Palabras clave: Bellamy; tradición; trasmisión; herencia; permanencia; cambio;
humanismo.

1.  Este texto es la transcripción de la conversación pública mantenida, vía internet, con el profesor
Bellamy el 20 de noviembre de 2020 dentro de la actividad «Diálogos sobre educación» organizada por la
revista Teoría de Educación. Revista Interuniversitaria. Agradecemos al profesor Bellamy su generosidad
para participar en esta conversación. Agradecemos a la profesora Tania Alonso-Sainz la organización de
este evento y a la profesora Bianca Thoilliez haber realizado la traducción simultánea. Transcripción:
Laura Suárez Gil. Disponible en: https://revistas.usal.es/index.php/1130-3743/dialogos

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
170 FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN

ABSTRACT
This article proposes to highlight the educational potentialities of the school lived
as an educational community. Every school should assume the deepest meaning of its
Greek etymology. The main thesis of the text is that there is no destiny for us, there
is no novelty, there is no innovation, there is no true change, there is no freedom,
without first receiving from history, sometimes from the oldest history, what can feed
our ability to invent and create. This is the reason why, actually, the very opposition
between the past and the future cannot be taken seriously.

Key words: Bellamy; tradition; transmission; heritage; permanence; change;


humanism.

Buenas tardes, estoy muy feliz de poder participar y compartir esta tarde con
vosotros este momento de intercambio, a pesar de la distancia. Es un gran honor
para mí poder encontraros y espero que podamos alargar esta conversación con
un encuentro más real cuando las circunstancias lo permitan. Me siento muy
honrado de haber recibido esta invitación y, querida Tania, muchas gracias por
tus palabras de presentación con las que podemos iniciar este intercambio. Estoy
muy contento de que Los desheredados y Permanecer haya podido acompañar
vuestras reflexiones2.
Querría hoy, muy modestamente, volver sobre la intuición que traté de desa-
rrollar en estos dos textos. He recibido un cierto número de preguntas que me
habéis compartido. Lamento no poder responder en vuestra bella lengua y perdón
por tener que hacerlo en francés. Agradezco mucho a Bianca Thoilliez que haya
aceptado a hacer este trabajo de interpretación.

1. El milagro de la libertad

En las cuestiones que habéis planteado, uno de vosotros escribía «¿es nece-
sario preferir el futuro o el pasado?» y me parece que el trabajo que he intentado
hacer tanto en Los desheredados como en Permanecer, consiste en demostrar que,
al contrario de lo que la modernidad querría, estas dos dimensiones de la existen-
cia no pueden darse de manera opuesta. En Los desheredados buscaba entender
por qué durante toda mi formación como profesor había escuchado decir que no
había que transmitir una herencia, que había que dejar a los estudiantes inventar
su propio futuro. Como si, en el fondo, escribir nuestro destino futuro consistiese
necesariamente en deshacerse de nuestro pasado.

2.  F.-X. Bellamy, Los desheredados. Por qué es urgente transmitir la cultura. Encuentro, 2018.
Permanecer. Para escapar del tiempo del movimiento perpetuo. Encuentro, 2020.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN
171

En realidad, creo que es, exactamente, todo lo contrario. Cuando hablo ahora,
en este momento, cuando hablamos, cuando pensamos también, lo hacemos utili-
zando palabras que nos vienen a veces de la historia más antigua. Las primeras
palabras que hemos aprendido a pronunciar, la palabra ‘papá’ o ‘mamá’, que son
prácticamente comunes en nuestras dos lenguas, tienen raíces que se remontan
hasta el indoeuropeo. Esas palabras tienen, por lo tanto, varios miles de años de
historia.
Cuando hemos aprendido a hablar con esas palabras, cuando hemos aprendido
a pensar con esas palabras, no se nos ha impedido inventar nuestra propia libertad.
Muy al contrario, nunca habríamos podido pensar libremente sin esas palabras que
hemos recibido. Y quienes nos las han transmitido tampoco podrían predecir qué
íbamos a hacer con la lengua que aprendíamos. Con esas palabras podemos hacer
el bien y podemos hacer el mal. Estamos abiertos por esas palabras al vértigo de la
libertad. Podemos utilizar la lengua en una diversidad infinita de usos. Y el milagro
de la libertad, el milagro de la educación es que una libertad nueva nace porque
es alimentada, nutrida, fecundada, por esta herencia del pasado.
No hay destino para nosotros, no hay novedad, no hay innovación, no hay
verdadero cambio, no hay libertad, sin recibir primero de la historia, a veces de la
historia más antigua, aquello que puede alimentar nuestra capacidad de inventar y
de crear. Esta es la razón por la que en realidad creo, en el fondo, que esta misma
oposición entre el pasado y el futuro no puede tomarse en serio. Políticamente
no existen, por un lado, los progresistas, que sería el campo del futuro, contra los
conservadores, que sería el campo del pasado. Una oposición así simplemente esta
desprovista de toda significación.
Y lo que me ha parecido esencial en la crisis que atravesamos, es que nace
precisamente de esta ficción. Nace de la idea que nos hacemos, de que podemos
inventar nuestra libertad de mañana a cambio de nuestra herencia y del sacrificio
de nuestra historia, de nuestro pasado, de nuestras raíces, de nuestros principios,
de todo aquello que permanece en el fondo, de aquello que queda idéntico en el
interior de una sociedad.
Hannah Arendt en La condición del hombre moderno escribía que la educación
es esencialmente conservadora. Pero para ella esto no es una forma de decir que
la educación debe de encerrarnos en la repetición del pasado, en la repetición
de lo mismo. Lo que Hannah Arendt quiere decir es que el milagro de la libertad,
que nos hace posible introducir una novedad en la historia, a través del juego de
la acción; el milagro de la libertad por el cual inauguramos algo nuevo, no podría
nacer si no se fundase en la recepción de una herencia a través del trabajo de la
educación. Y es así como la educación, es conservadora y al mismo tiempo la única
ocasión posible para una renovación del mundo. La única manera de ofrecer al
mundo lo que Hannah Arendt llamaba la natalidad, es decir, la novedad de cada
generación, que aporta a lo real su capacidad de inventar.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
172 FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN

Para poder escribir el futuro, escribe Hannah Arendt, debemos inspirarnos en


la única cosa de la que disponemos, dado que el futuro no nos da nada puesto
que todavía no existe. El futuro no nos aporta nada, somos nosotros quienes
debemos aportarle y para poder darle algo debemos primero recibir, y lo que
podemos recibir viene de quienes nos preceden, de aquello que permanece. Al
escribir Permanecer no buscaba afirmar que habría, por un lado, el campo del
movimiento, del cambio y de la libertad y, por otro lado, el partido del inmovi-
lismo y de la estabilidad.
El debate entre Parménides y Heráclito ha estructurado toda la civilización
occidental. Pero si lo miramos bien, veremos que la única cosa que puede salvar
al movimiento es la existencia de una permanencia. Si nada es inmóvil, entonces
nada puede permitir percibir el movimiento. Y eso es así también en la misma
dimensión física de este término.
Heráclito, que encarna la filosofía del cambio, afirma que todo fluye, que nunca
nos bañamos dos veces en el mismo río. Pero para ver que el río fluye, hace falta
estar cerca del río y mirarlo pasar. Si todo es líquido, si todo es móvil, entonces el
mismo movimiento resulta imposible, imperceptible y no puede ser salvado. No
puedo haber progreso sin la condición de que el progreso esté orientado hacia el
mundo estable que le dé su significación.
Cuando nos comprometemos en el campo político no debemos buscar sola-
mente estar a la última, estar a la moda, a seguir la tendencia del momento. Lo que
da sentido al esfuerzo político para el progreso es la búsqueda de un ideal que no
varía con el tiempo. Es la búsqueda del bien, de la justicia, y esta es una búsqueda
eterna y podemos progresar si los cambios de nuestra época nos acercan a esos
objetivos. No porque algo sea nuevo es necesariamente mejor.
Así, sobre las cuestiones que me planteabais y sobre las que podemos volver
ahora, creo que hay una llamada a superar las contradicciones que demasiado a
menudo nos trampean, tanto en el trabajo pedagógico como en el compromiso
político. Y estos dos terrenos hacen eco en la experiencia que vivo. Me parece que
no buscamos, no debemos buscar, fijar nuestro mundo en un pasado idealizado,
como tampoco deberíamos mostrar resentimiento hacia la realidad buscando siste-
máticamente cambiarlo todo, transformarlo todo.
Lo que da sentido al trabajo educativo es la experiencia maravillosa de suscitar
en nuestros estudiantes una libertad nueva de la que no podemos predecir los frutos,
y que no podremos medir, permitiendo que sus espíritus se vean aumentados por
el encuentro con aquello que hemos heredado.
Lo que da sentido a la política es buscar apoyarnos sobre esta sabiduría, el
punto fijo que orienta nuestro esfuerzo, para permitir un progreso auténtico.
Esta superación del enfrentamiento entre el pasado y el futuro, que yo he
tratado de abordar en estos dos libros y que estoy muy contento esta tarde de tener
la suerte y el privilegio de poder evocar con vosotros, son cuestiones que creo

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN
173

cruciales para superar la crisis de la modernidad que vivimos y que atravesamos


hoy juntos, más allá de la frontera entre nuestros dos países, en el destino común
de la civilización europea.

2. Hacer frente a la realidad con lucidez y esperanza

En el fondo no soy pesimista. Un gran escritor francés, Georges Bernanos,


muy cercano a España, escribía que el optimismo y el pesimismo son las dos caras
de un mismo error, que «El optimista es un imbécil feliz, el pesimista es un imbécil
infeliz». Me parece que lo que cuenta es hacer frente a la realidad con lucidez para
poder encontrar la fuerza de reaccionar con esta virtud esencial que es la espe-
ranza. La esperanza es totalmente distinta al optimismo, supone aceptar la dificultad
del momento que atravesamos, dado que si no hay dificultades no hay necesidad
de esperanza. Pero la esperanza es la apuesta de que, a pesar de las dificultades,
podemos encontrar otra aurora, dice Bernanos, podemos avanzar hacia otro día y es
lo que creo que está en el corazón del trabajo educativo. Todo educador auténtico
se encuentra animado por la esperanza.
Hoy no soy más optimista que hace algunos años, no hay realmente muchas
razones para serlo, vemos que nuestras sociedades se encuentran profundamente
fracturadas. En Francia, en particular, la educación se ha visto directamente afec-
tada por el atentado contra un profesor recientemente decapitado a causa de una
de sus clases. No hay muchas razones para ser optimista, y, sin embargo, sigo
estando convencido de que, si somos capaces, de nuevo, de transmitir lo que hemos
recibido, encontraremos en nuestros estudiantes la sed infinita de aprender. Y es
esta esperanza la que anima, lo veo a mí alrededor entre muchos de quienes se
embarcan en la misión educativa, la preocupación de preparar un mundo mejor
para el futuro.

3. Multiculturalismo, pluralismo y bien común

Me parece que debemos distinguir entre pluralismo y multiculturalismo. Una


sociedad siempre estará hecha de la pluralidad de las personas que la constituyen,
de la riqueza que representan la singularidad de nuestras representaciones del
mundo, de nuestras maneras de percibirlo y de acercarnos a él. Y es justamente
la experiencia extraordinaria de la educación, que cuando das la misma clase a 30
estudiantes, cada uno saca cosas diferentes. Cuando transmites la misma lengua a
niños, dirán cosas diferentes con las mismas palabras aprendidas. Esta es la riqueza
de una sociedad. Aristóteles escribió en Ética a Nicómaco que todo hombre tiene
algo de particular que aportar a la verdad, y creo que es una de las afirmaciones
filosóficas más bellas: todo hombre tiene algo particular que aportar a la verdad. No
se trata, por lo tanto, en ningún caso, de ser relativista pues nos podemos aproximar
a la realidad desde miradas variadas que no son, necesariamente, contradictorias.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
174 FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN

Cuando surge una contradicción, lo cual forma parte de la vida de toda sociedad,
puede suscitar un diálogo, una conversación. Para ello es necesario, sin embargo,
que haya una lengua común, hace falta también que haya una cultura común y el
pluralismo en una sociedad no puede vivirse más que cuando tenemos en común
algo que nos reúna.
Vivimos hoy el fracaso de un modelo multicultural, ese modelo que ha visto
comunidades yuxtaponerse unas a otras, alejarse cada vez más unas de otras, sin
reconocerse vínculos. El trabajo de la educación tiene justamente este elemento de
decisivo: al mismo tiempo que hace crecer la libertad de aquellos que aprenden,
también suscita la conciencia de ese vínculo común. No queremos una autoridad
que viniese a uniformar, que tratase de repetir en moldes la vida, que buscase que
todos nos adaptásemos a un mismo modelo, a hacernos a todos iguales porque,
gracias a la transmisión de una herencia y a la autoridad de los autores que
podemos leer, descubrimos lo que alimenta nuestra libertad, al mismo tiempo que
se funda en nosotros el sentido de ese vínculo común. Esta es la razón por la que
creo que el modelo del multiculturalismo que hemos querido imponer a nuestras
sociedades, no tiene futuro. Hay, evidentemente, un lugar, en nuestros países, en
nuestras sociedades, en nuestras culturas, para la libertad, para la singularidad de
cada persona con su historia, con sus talentos y su sensibilidad. Pero lo que hace
de esta singularidad un enriquecimiento es la posibilidad del diálogo, que viene
de una cultura común.

4. Crecer lejos de las nuevas tecnologías

Me parece que la clave para preparar el mundo del mañana y para preparar a
los niños a ese mundo de las nuevas tecnologías consiste, precisamente, en permi-
tirles crecer lejos y apartados de esas tecnologías; y asegurar para ellos una distancia
que permite la libertad. De hecho, si lo miramos bien, aquellos que han inventado
las nuevas tecnologías no habían aprendido en la escuela el código informático
o los fundamentos de la industria numérica. Quienes inventaron Google o Apple
no habían sido primero educados en esas técnicas contemporáneas. Al contrario,
habían estudiado Matemáticas —aprendiendo de ellas conocimiento con una anti-
güedad de miles de años— lo que les permitió desarrollar una capacidad intelectual
para inventar algo nuevo. Del mismo modo, cuando Steve Jobs desarrolló Apple,
siempre contó que el sentido del diseño, del grafismo tan particular de sus produc-
tos, le había venido por el aprendizaje de la caligrafía finesa, un arte con más de
seis mil años de historia. Sería un error creer que para que nuestros alumnos sean
competitivos mañana en el mundo digital, hay que enseñarles el código informático
en el colegio. Les cambiará diez veces antes de que puedan ser empleados en el
mercado del trabajo.
Al contrario, debemos estructurar en ellos el espíritu lógico, la capacidad
de análisis, debemos construir en sus espíritus una capacidad de reflexión que

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN
175

mañana hará de ellos personas creativas e imaginativas, incluido en el ámbito de


las nuevas tecnologías. Lo sabemos bien, los niños no necesitan que les enseñemos
a utilizar un smartphone, y de hecho el smartphone se compra y se adquiere sin
instrucciones de uso, no hace falta tener una competencia particular, actualmente,
es una experiencia universal. Cuando los adultos pretenden enseñar a los niños a
utilizar un smartphone o un ordenador, se dan cuenta de que a menudo son los
niños quienes saben más que ellos. Lo propio de la revolución digital es que son a
menudo los jóvenes quienes enseñan a los más viejos, lo cual es totalmente inédito
en la historia de la técnica. Los niños no necesitan que se les enseñen a usar un
smartphone, se sienten espontáneamente inclinados hacia el universo de lo digital.
En cambio, el mundo en el que vivimos es uno en el que tienen más necesidad
que nunca de que la escuela les permita reencontrarse con ese objeto decisivo para
hacer nacer en ellos la libertad y que se llama el ‘libro’. Cuando empiezas a hacer
una investigación en Google, ya sabe uno lo que quiere encontrar y el objetivo es
ir lo más rápido posible al resultado de la búsqueda. El mundo de lo numérico es
el mundo de la inmediatez, el mundo de la aceleración. Hemos paso de la 2G, a la
3G, a la 4G y a la 5G, y tenemos teléfonos y ordenadores cada vez más eficientes
para ir cada vez más y más deprisa, de la pregunta a la respuesta y del deseo a
su consumación. La lógica de lo digital, la lógica de la inmediatez es exactamente
al revés de la lógica de la lectura y es, sin duda, la razón por la que el mundo de
los teléfonos ha hecho tan difícil para nosotros la paciencia del libro. Cuando uno
abre un libro, por definición, uno no sabe lo que se va a encontrar y acepta seguir
un camino que todavía no conoce. Lo que cuenta no es llegar lo antes posible a la
última página, sino el tiempo mismo de la lectura del libro, su espesor, su sustancia.
El encuentro con un autor puede así aumentarte, puede llevarte a conocer cosas que
no conocías, cosas que ni siquiera pensabas desear. La palabra ‘autor’ viene del latín
auctor que, a su vez, viene del verbo aumentar. El libro aumenta mi libertad, me
aumenta a mí mismo. A diferencia de lo digital, que es un juego de círculo cerrado,
el libro es una experiencia que me conduce a encontrar aquello que no buscaba.
Así, la paciencia del libro despierta la libertad y es más necesaria que nunca en el
mundo de las nuevas tecnologías.
Por supuesto, los niños de hoy vivirán en un mundo numérico, pero me parece
que para prepararlos, para garantizar su libertad frente a estas herramientas, para
garantizar que mañana no estemos poseídos por aquello que poseemos, para que
mañana no estemos dominados por nuestras propias herramientas, tenemos que
poder madurar esta libertad que el libro puede darnos. La palabra libro viene del
latín liber y su etimología misma remite a la libertad y creo que la Pedagogía más
adaptada al mundo contemporáneo es aquella que, justamente, sabrá apartarse
de las últimas novedades para volver a esta fuente de libertad interior. Heidegger
escribió «aquellos que no saben envejecer molestan siempre a los jóvenes con las
últimas novedades, los que saben envejecer devuelven a los jóvenes a lo esencial»
y creo que es una buena máxima para la Pedagogía de hoy.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
176 FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN

5. Escuelas públicas y educación densa

Soy profesor en la enseñanza pública. He sido profesor durante más de 10 años


y me parece que la libertad de enseñanza es por supuesto fundamental en demo-
cracia. Soy un antiguo alumno de la enseñanza privada y creo que la libertad de
enseñar debe ser defendida absolutamente. Pero creo que también, como profesor,
debemos preocuparnos de todos los alumnos y poder acompañar a los niños, con
independencia del lugar donde estudien.
A pesar de que solo soy un profesor de Filosofía, me parece que la crisis que
vivimos hoy tiene de manera innegable una dimensión espiritual. No es solo una
crisis de la Pedagogía. Charles Péguy, en El dinero, escribió «que una sociedad que
no sabe enseñar es una sociedad que no sabe enseñarse a sí misma». Las crisis de la
enseñanza, escribía él, son crisis de la vida. Las crisis de la enseñanza son crisis de
la vida. La crisis educativa actual, en mi país en particular, no es solo un problema
técnico, pedagógico o social, es una crisis de la vida y es una crisis espiritual. Pero
tenemos que poder tratar de responder en todos los lugares donde se desarrolle un
trabajo educativo y la enseñanza pública forma parte, por su puesto, tanto como
la enseñanza privada. Me parece que sería demasiado triste apartar de nuestras
preocupaciones todo un sector de la enseñanza donde se vive ya un trabajo de
transmisión, allí donde la llama de la vinculación a este esfuerzo educativo está
todavía viva y es alimentada.

6. La capacidad de maravillarse

No es en absoluto una cuestión sencilla preguntarse por el modo de llevar a


cabo, en el contexto actual, la formación ideal de un futuro profesor. Si hay algo
todavía más difícil que formar estudiantes es formar a profesores. Y no pretendo
poder daros un método, un camino a seguir o una especie de instrucciones de uso.
Pero diría, simplemente, que el mejor modo de buscar ser un buen profesor es
seguir toda la vida siendo un estudiante. Lo que es, sin duda, más esencial para un
profesor es seguir aprendiendo, seguir descubriendo, mantener viva la curiosidad y
preservar la capacidad de maravillarse. Si nuestros estudiantes nos escuchan, si les
pedimos silencio, no es porque seamos genios ni más inteligentes que ellos, sino
porque estamos tan maravillados por aquello que hemos aprendido que queremos
compartirlos con ellos y que lo puedan, a su vez, escucharlo. Y, desde este punto
de vista, el mejor profesor es aquel que todavía sigue estando lo bastante animado
por la búsqueda de la verdad que continúa siempre aprendiendo. No es un ejercicio
fácil porque el trabajo de la enseñanza es un esfuerzo exigente, a menudo árido,
y en el que es muy fácil ponerse a repetir, a volver a decir, otra vez, siempre lo
que ya uno sabe. Es muy difícil volver a ponerse en camino. Es muy exigente no
contentarse con volver a hacer lo que ya hemos hecho, con lo que ya sabemos. En
el fondo, el principio fundamental de la filosofía —que es el de reconocer que la

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN
177

verdad está siempre más allá de aquello que podemos decir y que la búsqueda será
el camino de la existencia—, es también la mejor manera de continuar formándose,
no para ser un día el profesor perfecto y completo, sino para buscar convertirse
siempre en el mejor profesor posible, siendo siempre un alumno y dejándose elevar
por aquello que seguimos aprendiendo.

7. La urgencia de la transmisión

No querría entrar en una discusión sobre la enseñanza en Francia. Creo que


la última reforma me parece reprochable porque sigue disminuyendo el número
de horas de enseñanza en las asignaturas dedicadas a la cultura general y a las
humanidades. Francia tenía hasta ese momento un programa escolar específico
de 3 itinerarios dentro de la enseñanza general, así como la enseñanza técnica
y la enseñanza profesional, y en lugar de esos itinerarios, que aseguraban una
coherencia y una enseñanza completa, vemos hoy multiplicarse un liceo hecho
de opciones a la carta, al que le falta la unidad de esta enseñanza general. Yo
creo que cedemos a una forma de fascinación hacia el modelo anglosajón que
es el de la especialización. El modelo de la especialización precoz que consiste
en renunciar a la idea continental de la cultura general. Blaise Pascal, el filósofo,
escribió «es mucho más bello saber un poco de todo que saber todo sobre una
cosa». Después las revoluciones pedagógicas, me parece que renunciamos a
esta idea, que preferimos un modelo anglosajón, americano, orientado hacia la
competición económica para hacer alumnos que estén muy preparados en un
solo ámbito y creo que perderemos mucho, desgraciadamente, en el plano del
desarrollo humano, intelectual y espiritual, que permitía el enraizamiento en esta
cultura general.
Es un tema preocupante, y terminaré con esto. Una sociedad puede cometer
muchos errores que pueden ser reversibles. Si has sido demasiado laxo en materia
de seguridad, un día puedes volver a poner policías en las calles y restablecer el
orden. Si has gastado demasiado dinero público, un día puedes volver a ahorrar
y reorganizar las cuentas. Pero si has fallado en el trabajo de la enseñanza, habrá
saberes que no se han transmitido y, ¿quién podrá enseñarlos? La enseñanza es, sin
duda, el único ámbito donde podemos cometer errores definitivos. Si hemos dejado
de transmitir determinados saberes, por ejemplo, en Francia, el Latín y el Griego,
lenguas antiguas que son tan fundamentales para entender el mundo y nuestra
propia vida interior, si hemos dejado de transmitirlas, ¿quién podrá dar testimonio de
que son fecundas para el espíritu? Con los tesoros que no transmitimos, perdemos
hasta la conciencia de que son tesoros. Y no digo esto para parecer pesimista, sino
solo para que tomemos conciencia de que la misión de la enseñanza se encuentra
hoy marcada por una forma de urgencia esencial, esta urgencia de transmitir que
es, creo, el mayor desafío político de hoy.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178
178 FRANÇOIS-XAVIER BELLAMY
CRISIS DE LA TRANSMISIÓN Y FIEBRE DE LA INNOVACIÓN

Quiero decir de corazón a todos aquellos que enseñáis, a todos aquellos que
contribuís a esta maravillosa empresa de la enseñanza —que yo he dejado unos
años, ahora estoy en el Parlamento Europeo, pero espero regresar pronto—, a todos
aquellos que compartís esta bella misión, mi más profundo reconocimiento por el
trabajo esencial que hacéis, por hacer nacer en los niños a los que acompañáis,
toda la libertad y creatividad de la que el mundo de mañana necesitará.

Ediciones Universidad de Salamanca /  cc by-nc-nd Teri. 33, 2, jul-dic, 2021, pp. 169-178

También podría gustarte