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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

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Tecnoculturas: perspectivas
Conclusiones abiertas (2009)

Hacia una nueva comprensión del mundo


Durante los últimos doscientos años la humanidad ha asistido a
una aceleración de los procesos de innovación tecnológica en distintas
áreas de actividad que han modificado las condiciones materiales de
vida. Estos cambios se han producido a ritmos e intensidades diferentes
entre los países y dentro de cada país. Más allá del acceso desigual a los
beneficios directos (y en ocasiones perjuicios) ocasionados por muchas
de estas innovaciones en el campo de las comunicaciones y de otras
áreas como los medios de transporte, la ingeniería civil, la medicina, la
electromecánica, etc., su influencia alcanza a prácticamente todos los
habitantes de la Tierra. En este marco la tecnocultura empieza a
constituirse en uno de los rasgos principales del imaginario
contemporáneo. Un espacio compartido en el que ricos y pobres se
encuentran en la ilusión de control y de dominio de la naturaleza que le
proveen las tecnologías, algunos disfrutándolas directamente, otras
fascinados por la cercanía de los prodigios que esta promete y en
apariencia realiza. El telégrafo primero y el teléfono después
permitieron enviar mensajes a distancia sin necesidad de desplazarse
físicamente, la fotografía registró la memoria en imágenes, el cine le dio

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movimiento a esas imágenes y el fonógrafo conservó voces y sonidos, el


tren y automóvil acercaron las distancias, y el avión permitió volar sobre
mares y montañas, la radio y la televisión llevaron al hogar sonidos una
e imágenes en movimiento la otra, los satélites artificiales permitieron
comunicarnos instantáneamente con cualquier lugar del mundo y la
medicina consiguió vencer enfermedades que durante siglos mataron
tempranamente a millones de personas. Y la informática, nacida en la
década de 1940, se ha desarrollado veloz e intensamente alcanzando,
gracias a la capacidad de cálculo conseguida, una versatilidad tal que ha
hecho de computadoras y otros dispositivos informáticos objetos de
adoración, cuan tótems u oráculos contemporáneos, capaces de ofrecer
respuestas a todas nuestras necesidades materiales y también
espirituales (desde la inteligencia artificial al posthumanismo de quienes
postulan una superación del ser humano a través de su integración con
la máquina, el imaginario tecnocultural es pródigo en misticismo e
inquietudes metafísicas) .
Una de las preguntas que quedan en el aire es el modo en que
las innovaciones tecnológicas inciden en los miedos y los deseos
profundos de los seres humanos, en nuestra cosmovisión del mundo, en
la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestros
semejantes. ¿Somos diferentes a nuestros abuelos o participamos de las
mismas pulsiones, de las mismas angustias que ellos? ¿Acaso tenía
razón Antonin Artaud (1896-1948) cuando en El Teatro y su Doble
(1938) proclamaba que las obras maestras del pasado son buenas para
el pasado pero no para nosotros, porque no corresponden a la
“sensibilidad actual”? Si así fuera ¿Cuáles son las especificidades de la

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“sensibilidad actual” respecto a las sensibilidades antiguas? ¿Podemos


hablar de una nueva racionalidad derivada directa o indirectamente del
desarrollo tecnológico? El entorno material cambió ¿Y nosotros?
Al margen de diferencias en su formulación, los grandes temas
que han preocupado a la civilización judeocristiana desde tiempos
pretéritos perviven en muchos de los deseos, temores e inquietudes (y
en los comportamientos) de nuestro tiempo. Si así no fuera, ¿cómo
explicar el interés vivo que nos provoca el pensamiento filosófico y
religioso nacido hace siglos, capaz de darnos indicios de lo que sucede
en nuestro presente? ¿Cómo comprender la emoción que nos producen
poemas y novelas venidos de todos los tiempos, que tantas veces nos
hablan de nuestros propios sentimientos? ¿Y qué decir de la vigencia, a
través de los siglos, de mitos ancestrales? ¿Y sobre la violencia y otras
formas de ejercer e imponer el poder por la fuerza?
Todo aquello que permanece en nosotros a través de los siglos,
muchas veces bajo nuevas formas, convive con nuevas pulsiones y
deseos que colectiva e individualmente se van conformando a partir de
la experiencia cotidiana, modificando paulatinamente el modo en que
nos relacionamos con el universo. En las tecnoculturas se integran
elementos constitutivos provenientes del pasado, propios de cada
civilización y cultura, con concepciones del mundo y de la vida derivadas
de los cambios producidos a partir del inicio de la revolución industrial y
en particular durante el siglo XX por las distintas innovaciones sociales y
tecnológicas que acompañaron a la electrificación masiva de los
hogares, al desarrollo de la industria automotriz, de la radiotelevisión,
de la aviación comercial, de la telefonía y ,hacia el final del siglo, a los

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grandes avances de las tecnologías informáticas y las


telecomunicaciones.
En este marco las tecnologías de la información y la
comunicación no sólo inciden en nuestras condiciones de vida
materiales sino que empiezan a modificar algunos aspectos de nuestro
imaginario social y personal, cambios cuya verdadera dimensión es aún
pronto para evaluar por ser demasiado próximos en el tiempo. Edgar
Morin observa que la tecnología modifica las relaciones entre las
personas y las relaciones de las personas con el mundo, pues objetiviza,
racionaliza y despersonaliza. Joel Rosnay (1995), por su parte, sostiene
que el uso de la informática provocará el nacimiento de una nueva
forma de comprender la naturaleza, es decir el mundo, basada más en
la síntesis que en el análisis. Para Alberto Munari (1990) las mutaciones
culturales en curso son muy importantes pues tocan aspectos profundos
del comportamiento comunicativo humano y por la velocidad con la que
se manifiestan. Pero estas mutaciones no son de diferente naturaleza a
las que siempre han guiado la evolución cultural. Se trata de pasar a
niveles de representación cada vez más refinados. Los cambios más
profundos, afirma este autor italiano, conciernen a la relación que el
individuo establece y elabora respecto a la misma noción de cultura. El
mundo contemporáneo - uniformatizado y mediatizado - resulta difícil
de comprender y de vivir para quienes conservan una relación con el
saber basada en la búsqueda de la separación definitiva entre sujeto y
objeto, entre naturaleza y cultura, entre realidad y representación,
entre verdad y ficción, añade Munari

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Lejos de significar una amenaza general para el saber, la


ausencia de certidumbres puede significar, en ciertos casos, la apertura
de una nueva vía hacia las raíces del conocimiento, más allá de las falsas
evidencias que muchas veces nos provee nuestra percepción sensorial
inmediata, tan proclive a dejarse engañar por las sensaciones.
El panóptico digital
Sucesivamente, la fotografía, el cine, la televisión, la infografía y
la simulación digital se han aprovechado de nuestra tendencia a
considerar real aquello que percibimos como tal, confundiendo
apariencia con naturaleza, contribuyendo a una paulatina, pero
implacable, disolución de la realidad en una representación en la que se
confunden verdad y ficción. Abrumados por las imágenes insomnes que
se apoderan de las mil y una pantallas que nos acompañan
constantemente (la Pantalla ubicua que nos acecha), muchas veces nos
sentimos fuera de nuestras vidas, espectadores perplejos de
escenificaciones ajenas a nuestras inquietudes e intereses y que sin
embargo, paralizados, asumimos como propias (pienso en particular en
la fascinación que producen ciertos programas y personajes de cine y
televisión) Ajena al palpitar de la vida, la realidad que se construye en la
Pantalla se nutre y refugia primordialmente en sí misma, neutralizando
toda otra realidad.
“(...) de hecho, la intensificación de las posibilidades de
información sobre la realidad en sus más diversos aspectos vuelve
cada vez menos concebible la idea misma de una realidad. Quizá se
cumple una “profecía” de Nietzsche: el mundo verdadero, al final,
se convierte en fábula. Si nos hacemos hoy una idea de la realidad,
ésta (...) no puede ser entendida como el dato objetivo que está

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por debajo, o más allá, de las imágenes que los media nos
proporcionan” (Vattimo 1994:81)

Las TIC extienden nuestro entramado sensorial, integrando el


cuerpo en el campo mediático (Fernández Vicente 2006). La progresiva
miniaturización de los dispositivos tecno-comunicacionales, su
ubicuidad, hace que de algún modo terminemos fusionando nuestro ser
con la Pantalla, la pantalla del televisor, de la computadora, del teléfono
celular. Pero vivir y sentir la vida a través de una pantalla trae
consecuencias. Perdido el carácter subjetivo del cuerpo, en tanto límite
que nos separa del entorno, la realidad experimentada se confunde con
la realidad moldeada por medios tecnológicos en una simulación
(representación) dentro de la cual tenemos absoluta libertad, siempre y
cuando no salgamos de los marcos preestablecidos. Pues, tal como
afirman Deleuze y Virilio, los poderes tienen menos necesidad de
reprimirnos que de angustiamos y de administrar y organizar nuestros
pequeños terrores interiores. Generar desasosiego (e inseguridad) para
inmovilizarnos, esta es la verdadera naturaleza del control social y la
vigilancia en la sociedad contemporánea.
En nombre de la “seguridad” aceptamos ser vigilados
permanentemente, sin cuestionarnos cual es el verdadero fin de este
control. Restringir la libertad de pensamiento o de movimientos,
consolidar un determinado sistema político, imponer un credo o una
estética, eliminar la diversidad cultural, justificar guerras y conquistas
territoriales, perpetuar las desigualdades o sencillamente garantizar el
crecimiento del consumo, es lo mismo, lo único importante para al
poder es asegurarse que intuimos que está ahí para mantenernos

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paralizados por el miedo en nombre de la democracia y la libertad.


Inevitables reminiscencias del modelo de Estado imaginado por Orwell
en su novela 1984:
“(...) en el pasado ningún Estado tenía el poder necesario para
someter a todos sus ciudadanos a una vigilancia constante. Sin
embargo, el invento de la imprenta facilitó mucho el manejo de la
opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a
acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el
adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir
simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada....)
Por primera vez en la Historia existía la posibilidad de forzar a los
gobernados, no sólo a una completa obediencia a la voluntad del
Estado, sino a la completa uniformidad de opinión.” (Orwell 1948)

Estando o no conectados a una red telemática vivimos


expuestos a una mirada externa que controla nuestras actividades
privadas y públicas. Los viejos lugares de encierro abren paso a la
deslocalización que impulsa el tecnomadismo digital, caracterizado por
la multiplicación de espacios intercambiables y en continua mutación.
Las computadoras, los teléfonos celulares, los sistemas personales de
localización satelital, las tarjetas de crédito y de débito, las cámaras de
vigilancia que inundan calles, comercios y oficinas, los servicios públicos
que contratamos para nuestro hogar, son algunas de las piezas del gran
panóptico tecnológico que se extiende sobre nosotros y en el que
transcurre nuestra vida.
Si uno se detiene en la arquitectura técnica y en la estructura
de funcionamiento de Internet y demás redes telemáticas observa que,
a modo de panóptico, no están concebidas para ser vistas sino para
hacer visibles a sus usuarios y a quienes los acompañan. Nada, o casi

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nada queda fuera de su alcance. En numerosas ocasiones, ni siquiera


ideas y sentimientos. De este modo, el ciberespacio, otrora ilusión
libertaria, se constituye en núcleo de un gran sistema de ordenamiento
social y de homogenización ideológica. Leamos lo que señala Foucault
acerca de las funciones del panóptico:
“una arquitectura que habría de ser un operador para la
transformación de los individuos: obrar sobre aquellos a quienes
abriga, permitir la presa sobre su conducta, conducir hasta ellos los
efectos del poder, ofrecerlos a un conocimiento, modificarlos (...) El
viejo esquema simple del encierro y de la clausura –del muro
grueso, de la piedra sólida que impiden entrar o salir – comienza a
ser sustituido por el cálculo de las aberturas, de los plenos y de los
vacíos, de los pasos y de las transparencias “ (Foucault 2002:177)

Es indistinto que a veces se hable de globalización y otras de


sociedad de la información o del conocimiento, que alternativamente la
llamemos sociedad red, informacional, postmoderna, digital o liberal o
que lleguemos a caracterizarla como sociedad de control ni que a
menudo nos olvidemos de hablar de imperialismo, el modelo que
impone la sociedad de la Pantalla se expande sin un verdadero centro,
sin lideres, inarticulado, casi indeleble, en constante mutación, viscoso,
difícilmente aprehensible, de apariencia indestructible. Sin embargo,
nada es para siempre, todo sistema de poder tiene sus puntos ciegos.
Los cimientos son más endebles de lo que parecen. La
versatilidad de las tecnologías de la información y la comunicación y la
naturalización de su presencia y uso en la vida cotidiana, unido al origen
contracultural de gran parte de las tecnoculturas favorecen el desarrollo
de prácticas alternativas a las que buscan imponer los abanderados del
tecnopositivismo falsamente desideologizado de los adalides de la

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sociedad global de la información, mascaron de proa del “Mundo Feliz”


del individualismo exaltado, el consumismo compulsivo y el
entretenimiento permanente.
Las TIC son sobretodo un gigantesco y formidable negocio para
las empresas de los sectores implicados. No son varitas mágicas ni
proveedoras por sí mismas de bienestar ni de mejor educación.
Tampoco son la razón de las desigualdades y de la violencia, ni la causa
de la precariedad laboral ni de la insolidaridad social. No son el poder
sino una herramienta de poder. Más allá de promesas y profecías y de
las expectativas creadas por campañas propagandísticas 68, son también
un extraordinario medio de comunicación y de cooperación entre las
personas y un magnífico instrumento para la creación artística y la
investigación científica.

Saltar, derribar el muro


Los medios digitales impulsan una actitud activa de los usuarios.
Los videojuegos son emblemáticos de esta característica propia de la
interactividad que permiten y proponen los sistemas informáticos. Jugar
a videojuegos (una forma de simulación digital) es una experiencia en la
que se participa y no un espectáculo que se mira y se escucha. En los
espacios simbólicos generados por computadoras u otros dispositivos
informáticos, el cuerpo es neutralizado por su representación protésica

68
Estas campañas, promovidas por lo general por las propias compañías
informáticas y de telecomunicaciones y los gobiernos e instituciones públicas de
los países más poderosos del planeta, no alcanzarían mayor repercusión si el
contenido de sus mensajes no incidiera directamente en el imaginario de nuestro
tiempo, hecho de la fusión de deseos y fantasías recientes con la conjunción de
distintos mitos y aspiraciones que han ido sedimentando durante siglos.

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(p.e s el ratón de la computadora actúa como una extensión de la mano)


que nos permite desenvolvernos en los entornos digitales. Los
videojuegos, como otras actividades realizadas con dispositivos
informáticos, se desarrollan en un contexto atemporal y
desterritorializante (el lugar físico en donde se juega tiene muy poca o
ninguna incidencia en el desarrollo del juego).
Estas características son coherentes con la endogamia
tecnocrática de las sociedades de la información a las que hemos
dedicado parte de nuestro análisis. Esta ausencia de marcas espacio-
temporales nos aleja de la presencia física de nuestros semejantes.
Inmersos (atrapados, prisioneros) en la Pantalla, estamos solos,
siempre, desprovistos de toda calidez de vida a causa de un simulacro
perpetuo -e imperfecto- de comunicación al que nuestro cuerpo, a
pesar de todo y afortunadamente, se resiste. No podemos
desprendernos del cuerpo pues somos nuestro cuerpo; el cerebro es un
órgano físico, no metafísico, y como tal, parte esencial del cuerpo al que
pertenece.
Del otro lado de la Pantalla, allá donde la sociedad global de la
información sólo tiene ojos y oídos cuando espera obtener una renta
económica, se encuentra la inmensa soledad que impone el desamparo
material que comparten los millones de desterrados de su propia vida,
los ignorados que no aparecen en ninguna encuesta de hábitos de
consumo ni en los análisis sociales de los promotores de la tecnocultura,
los que no veranean en la playa, ni hacen cola para comprar la última
consola de videojuegos, los que no recorren las tiendas comprando las
últimas novedades de la moda, los que no compran computadoras

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portátiles. Aquellos que necesitan un mundo mejor en el cual vivir.


Aquellos para quienes su cuerpo es todo lo que tienen.
Para ellos, para todos, en la espesura de un mundo marcado por
la exclusión y la discriminación, las tecnologías de la información y la
comunicación ofrecen una oportunidad sin precedentes para extender
el conocimiento y favorecer el entendimiento entre las personas. Pero
no serán las grandes corporaciones industriales y financieras
interesadas en incrementar a toda costa sus tasas de beneficios las que
impulsen el aprovechamiento de este potencial de libertad.
La sociedad contemporánea se debate entre el pensamiento
globalizador y narcisista generado por los centros hegemónicos de
poder político y económico, y la necesidad de encontrar formas de
relación humana y organización social capaces de asegurar la libertad, el
bienestar, y la dignidad de todos los habitantes del planeta.
No viviremos mejor por el sólo hecho de disponer de más
imágenes, más informaciones, más juegos y espectáculos, más pantallas
y más canales de comunicación, si estos están concebidos con el sólo
objeto de mediatizar mercantilmente el conjunto de nuestra vida. El
funcionamiento descentralizado y no comercial de Internet durante
años muestra que existen alternativas al actual modelo socio-
comunicativo. Explorar y desarrollar estas posibilidades establece
perspectivas de transformación social y cultural al alcance de los
ciudadanos, colectiva e individualmente. Nuestra es la responsabilidad
de aprovechar esta ocasión.

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Epílogo (a la 3ª edición)

Una visita a la Sociedad de la Pantalla (en 2019)

La sociedad de la Pantalla
Uno de los principales rasgos de la sociedad contemporánea, tal
como venimos señalando desde hace más de 20 años, es la presencia
ubicua de la pantalla electrónica en nuestras vidas. La Pantalla media
nuestra relación con el mundo y con nuestros semejantes, incidiendo
profundamente en nuestra experiencia vital y en nuestra percepción de
la realidad espacio-temporal, dando lugar a lo que podemos caracterizar
como sociedad de la Pantalla, concepto que proponemos como
alternativo a “sociedad de la Información”.
La pantalla electrónica, en tanto dispositivo de orden visivo (y
auditivo), participa directa o indirectamente en la práctica totalidad de
nuestras actividades y relaciones cotidianas. Incluso antes de nacer
somos imágenes en una pantalla.
Pero las pantallas no son autónomas. Delante de cada una hay
una persona que mira y actúa y detrás un sistema informático regulado
y administrado por humanos que prediseña, registra y procesa lo que
hacemos en y con la pantalla. De tal modo, las pantallas generan una
situación de tensión entre la promesa de pluralidad que ofrecen y la
expansión de la concentración empresarial, la creciente homogenización

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cultural y la naturalización de mecanismos de control social y de


condicionamiento cultural que en efecto producen.
En la actualidad, es habitual que cualquiera sea la actividad y el
lugar en el cual ocupemos nuestro tiempo, esté presente una pantalla,
escenario/mundo en el que se desarrolla gran parte de la vida privada y
profesional de un número creciente de personas. Un mundo efímero
que en la Pantalla aparece libre e ilusoriamente personalizado,
controlable y modificable, al alcance de la mano. Como si bastara pulsar
enter o delete para controlar, a modo de un videojuego, los hechos que
suceden en nuestro entorno. Así la Pantalla genera en el individuo una
ilusoria sensación de poder y autosuficiencia.
Casi paralelamente a la expansión social y cultural de la Pantalla,
la vieja sociedad industrial se ha ido disolviendo dando lugar a nuevos
modos de producción y de organización del trabajo. En los países con
mayor protección social (regulación del empleo y de las condiciones de
trabajo, sistema de previsión social, sindicatos organizados, etc.) se
impulsa la inversión en sectores estratégicos con alto valor agregado y
mano de obra altamente cualificada (nanotecnología, aeroespacial,
etc.), relegando a un segundo plano a las industrias con alto
componente de mano de obra. En este marco, durante las últimas
décadas el trabajo fabril con un alto componente de mano de obra
(indumentaria, juguete, enseres, etc.) y/o insalubre se ha ido
desplazando hacia regiones y países con nulo o bajo desarrollo social o,
en los grandes centros urbanos de Occidente, se reserva a personas de
sectores sociales desprotegidos (básicamente inmigrantes
indocumentados) dando lugar a formas de sobreexplotación análogos, o

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peores, a los existentes en Europa durante el siglo XIX, en los albores de


la sociedad industrial (salarios paupérrimos, trabajo infantil, jornadas
laborales de 12hs, o más, sin las mínimas condiciones sanitarias y de
seguridad, etc.). Condiciones de trabajo cuya posterior (y lenta) mejora
a lo largo del siglo XX fue resultado, recordemos, de intensas luchas
obreras y no de concesiones empresariales, dando lugar a la creación
del estado del bienestar, hoy en situación de desguace. En tal sentido, la
sociedad de la Pantalla se podría considerar como una fase avanzada del
capitalismo, en la que a los ojos de los centros de poder económico, el
trabajo humano se desvaloriza día a día a medida que aumenta el
volumen de los flujos financieros (y la especulación) 69
El modelo de organización del trabajo que se impulsa en la
sociedad de la Pantalla, al que podríamos caracterizar como “trabajo
ciberista” en oposición o alternativa al “trabajo taylorista”, tiende a
borronear los límites entre el espacio-tiempo laboral y el espacio-
tiempo privado que estaban claramente diferenciados en el empleo del
tiempo establecido por la sociedad industrial 70. Las pantallas y las redes
cumplen, en tal sentido, un papel fundamental, reafirmado en
publicidades y artículos periodísticos referidos a las transformaciones
sociales atribuibles apresuradamente al uso de sucesivas innovaciones
69
El trabajo humano, en la visión del tecno-capitalismo contemporáneo está
llamado a ser progresivamente reemplazado por máquinas y mecanismos
automatizados controlados por sistemas “inteligentes”. Un último ejemplo
concreto de está tendencia es el desarrollo de vehículos de conducción
automática que podrían llevar a prescindir de chóferes humanos en el
transporte de mercancías y/o de pasajeros. Esta ambición se expresa hace
décadas en el imaginario creado alrededor de los robots humanoides.
70
El concepto “ciberista” fue introducido por la autora franco-catalana Divina
Frau-Meigs (2011) para caracterizar un cambio de paradigma que rompe con el
modernismo y el posmodernismo, como consecuencia de la incorporación
masiva de los medios digitales interactivos en las prácticas sociales.

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tecnológicas en el campo de las Tecnologías de la Información y la


Comunicación (TIC). La disminución de las dimensiones y el peso de las
pantallas y el aumento de las prestaciones y versatilidad de las mismas,
sumado a la expansión de redes inalámbricas de creciente capacidad de
trasmisión han generalizado la deslocalización e intemporalización 71 de
gran parte de las actividades mediadas por pantallas en particular,
aunque no sólo, en el ámbito de la comunicación y el entretenimiento.
Tecnomadismo que afecta de manera profunda la división del empleo
del tiempo y del espacio establecida (y normalizada) en la Sociedad
industrial (tiempo y lugar para el trabajo, otro para comer y dormir, y un
tercero libre destinado al ocio), tal como hemos señalado en páginas
anteriores de este libro.
Las pantallas portátiles de celulares, tabletas y otros dispositivos
informáticos de tamaño y peso reducidos acrecienta la tendencia
iniciada a mediados de la década de 1980, con la entrada en el hogar de
la computadora personal y posteriormente de Internet, a unificar en un
mismo aparato trabajo y entretenimiento, hasta entonces, salvo pocas
excepciones, claramente diferenciados72.

La promesa cibernética

71
Nos referimos a la tendencia a utilizar los recursos telemáticos para diluir los
límites entre el (espacio) tiempo de trabajo y el (espacio) tiempo libre o
personal.
72
Los aparatos domésticos de acceso a la información, la cultura y el
entretenimiento coinciden cada vez más con los utilizados en el trabajo y en la
educación formal. Esto hace que sea difícil distinguir entre la utilización de las
redes y de los servicios multimedia con fines culturales y de esparcimiento
personal y su utilización para el estudio o para una actividad profesional. En “La
pantalla ubicua” (Levis, 1999/2009) hemos desarrollado ampliamente el tema del
empleo del tiempo en la sociedad de la Pantalla.

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Desde sus orígenes a finales de la década de 1940, el desarrollo


de la informática fue vista alternativamente como una amenaza para las
libertades individuales y civiles y como una herramienta capaz de
mejorar las condiciones de vida de los seres humanos (consultar
capítulos.3, 4 y 5 de este libro). Estas propuestas, de carácter más
propagandístico (o profético, si se prefiere) que científico, insisten en
atribuir a las TIC poderes lenitivos, casi prodigiosos, que supuestamente
permitirán superar carencias y “brechas” de orden primario, en tanto
hacen a la supervivencia de las personas, derivadas de la miseria (falta
de agua potable, sanidad, vivienda, alimentación, etc.), evitando indagar
las causas de la desigualdad, la marginalización y la pobreza extrema.
Asimismo, se olvida u omite que las dinámicas de apropiación social de
las tecnologías rara vez son lineales y que la existencia de anclajes
culturales en el pasado (prácticas sociales, creencias, tradiciones, etc)
hace necesario establecer articulaciones entre lo nuevo y lo viejo.
Ningún cambio ni transformación social sucede por fuera de la
sociedad, ni los usos de ninguna tecnología se imponen por imperativo
legal. (Levis 1999)
Han pasado más de 25 años desde los primeros anuncios institucionales
del advenimiento de la Sociedad de la Información de la mano de las
TIC73. Desde entonces el uso de dispositivos digitales conectados a redes
73
Tomamos como punto de partida de la “institucionalización” de la promesa
cibernética el Libro Blanco publicado en 1993 por la Comisión de las
Comunidades Europeas (1993): Crecimiento, competitividad, empleo. Retos y
pistas para entrar en el siglo XXI. Libro blanco Suplemento 6/93 del Boletín
de las CE Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades
Europeas. A esto podemos añadir la propuesta del vicepresidente de EEUU en
1994 de construir una Infraestructura Global de Información (proyecto
popularizado como “Superautopistas de la Información”). En este contexto no se
puede olvidar el antecedente del Informe Nora – Minc sobre la informatización

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telemáticas no ha dejado de crecer. A inicios de 1996, los usuarios de


Internet apenas superaban los 20 millones en todo el mundo mientras
que en junio de 2019 se calculaba que más de 4.500 millones de
personas tenían algún tipo de acceso a la Internet, aproximadamente el
60% de la población de la Tierra (Fte. Internet World Stats, consultado el
9/2019). En algunas regiones del planeta como Norteamérica y gran
parte de Europa el número de usuarios alcanza al 90% de la población
mientras que en Sudamérica alcanza más del 65% de los habitantes
(90% en la Argentina, 83% en Uruguay , 75 % en Chile y 70% en Brasil) 74.
En gran medida, estas cifras unidas al rápido desarrollo de la telefonía
celular (o móvil) confirman el cumplimiento una de las principales metas
que se había marcado la CMSI para 2015: “asegurar que el acceso a las
TIC esté al alcance de más de la mitad de los habitantes del planeta”
(ITU 2005).
Alcanzada esta meta, cabe preguntarnos si el conjunto de seres
humanos tenemos más y mejor democracia, menos desigualdad, mejor
educación, menos pobreza y demás mejoras en nuestras vidas por el
hecho de disponer masivamente de dispositivos digitales de uso
personal y de acceso a Internet y otras redes telemáticas tal como
aseguran (quizás cabría decir profetizan) desde hace más de cuatro
décadas los divulgadores de la promesa cibernética.
La respuesta es clara, la promesa cibernética no se ha cumplido,
ni nada indica que vaya a cumplirse en un futuro cercano. La realidad
política, cultural y económica en ningún caso parece aproximarse al

de la Sociedad, escrito en 1978 por encargo del presidente francés en la época ,


Valery Giscard d’Estaing.
74
. Fte. Internet World Stats, consultado el 9/2019

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mundo anunciado por los tecnoutopistas. No se observan logros


remarcables en la construcción de la sociedad más equitativa, solidaria
y libre que prometían y siguen prometiendo documentos e informes de
organismos multilaterales, expertos del ámbito empresarial y
numerosos autores del mundo académico al referise al proceso de
informatización de la sociedad. Por el contrario, durante las ultimas
décadas los índices de concentración de riqueza y de desigualdad no han
dejado de aumentar, mientras paralelamente se produce el
desmantelamiento del estado del bienestar. Al contrario de lo
anunciado por los adalides de la digitalización de masas, la presencia
ubicua de la Pantalla no ha impedido que la miseria, la violencia, la
insolidaridad, la explotación laboral, la discriminación, la desesperanza,
la intolerancia y la exclusión social, cultural y económica sean flagelos
que, en lugar de disminuir, avanzan. Nuestro planeta sigue siendo
inhóspito para la gran mayoría de los seres humanos, en especial para
aquellos que viven en países del Tercer Mundo (asimismo se observa un
progresivo deterioro de la condiciones de vida de amplios sectores de la
población de Estados Unidos y de Europa). En este sentido la
psicoanalista franco-argentina Janine Puget advertía a comienzos de
siglo en un artículo periodístico titulado sugerente e inquietantemente
“Los (des) existentes” que “Las nuevas sociedades que ha generado la
globalización neoliberal envía afuera del sistema a grandes sectores de
la población a sobrevivir de las sobras y migajas en poblados primarios y
villas de emergencia”.75

Janine Puget, “Los (des) existentes” en Página 12, 1 de abril de 2001


75

https://www.pagina12.com.ar/…/ps…/01-04/01-04-26/psico01.htm

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Según un informe de OXFAM de 2016, el 1% más rico de la


población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las
personas que habitan el planeta y siete de cada diez personas vive en un
país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años, es
decir durante el proceso de expansión de la sociedad de la Pantalla.
“Desde el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población
mundial sólo ha recibido el 1% del incremento total de la riqueza
mundial, mientras que el 50% de es a “nueva riqueza” ha ido a parar a
los bolsillos del 1% más rico” (OXFAN 2016). Informes recientes de
Oxfam International muestran que “8 personas (8 hombres en realidad)
poseen ya la misma riqueza que 3.600 millones de personas, la mitad
más pobre de la humanidad” (2017, pág. 1) y que el “82% del
crecimiento de la riqueza mundial del último año ha ido a parar a manos
del 1% más rico, mientras que a la mitad más pobre de la población
mundial no le ha llegado nada de ese crecimiento” (Informe PNUD 2018:
4).
El acceso masivo a Internet y otras TIC no tenido el efecto
lenitivo que se prometía. La desigualdad entre las personas y entre los
países no deja de incrementarse. No se han producido las
transformaciones estructurales anunciadas, ni mucho menos un cambio
civilizatorio que conduzca a la desaparición de los conflictos armados
(en 2014, según el informe anual del PNUD una quinta parte de la
población mundial vivía en zonas afectadas por conflictos armados).
Consideramos que es tiempo de dejar atrás la fascinación
iniciática por las utopías cibernéticas y asumir que ninguna tecnología
por si misma tiene (ni nunca tuvo en el pasado) la capacidad de

400
(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

solucionar los problemas sociales, culturales, económicos y éticos que


tiene planteados la humanidad en su conjunto (y cada comunidad en
particular). “Las cuestiones sociales son sobre todo cuestiones humanas
de relaciones entre de seres humanos integrados cada uno de ellos en su
ambiente” (Ippolita 2012:19) para las que no existen soluciones
exógenas impuestas por ningún centro de poder.

Conectados y expuestos

Aunque lejos de los parabienes anunciados por la promesa


cibernética, el uso de pantallas y de servicios telemáticos permite, no
obstante, realizar múltiples actividades de distinta índole, inimaginables
hasta hace pocas décadas, modificando (y en muchos casos facilitando)
de forma significativa muchos aspectos de la vida cotidiana de una gran
parte de la humanidad. Los dispositivos portátiles como celulares
“inteligentes”, tabletas y netbooks brindan a cada usuario, entre muchas
otras opciones vinculadas con el trabajo, el entretenimiento y las
relaciones personales, la posibilidad de conectarse en todo momento y
lugar con multitud de personas (conocidas y desconocidas) en un
continuo fluir de mensajes fútiles o no, y de recibir a través de la
pantalla un aluvión de contenidos y servicios de todo tipo y origen
(noticias, juegos, fotografías, videos, música, guías de turismo, etc) que,
a modo de enorme vidriera de doble faz, por un lado estimulan el
consumismo (de objetos, de información, de productos culturales, etc) y
por otro lado expone a cada usuario a la mirada escrutadora de
empresas (y gobiernos) que con fines comerciales, propaganda política
y/o control social hacen un permanente seguimiento de las acciones y el
comportamiento de cada persona en la red. En tal sentido el colectivo

401
(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

Ippolita advierte que “las tecnologías de perfilación de Facebook,


Google & Co., pueden ser usadas indistintamente para mejorar la
publicidad y el consumismo personalizados, o bien para reforzar la
censura y la represión personalizadas” (Ippolita 2012;156). En este
contexto de control y vigilancia digital los perfiles y los
comportamientos personales de los usuarios en las redes adquieren un
valor comercial transable (y políticamente controlable) que es una
importante fuente de beneficios económicos para las principales
empresas de servicios de la red. “En la sociedad expuesta cada sujeto es
su propio objeto de publicidad. Todo se mide en valor de exposición”
(Byung-Chul Han 2015:29)
Las esperanzadores espacios de libertad que abrió la primigenia
Internet han sido ocupados mayormente por intereses mercantiles y
políticos. Tal como afirma el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han,
retomando una idea ya expresada por Guy Debord en La Sociedad del
Espectáculo (1967), “el exceso de exposición hace de todo una
mercancía” precisando que “la economía capitalista lo somete todo a la
coacción de la exposición” (Byung-Chul, 2015:29)
Durante el último medio siglo el avance del individualismo y del éxito
personal medido en dinero y capacidad de consumo fue disolviendo en
gran medida las redes de pertenencia comunitaria y los proyectos
colectivos de transformación política, social y cultural que precedieron y
acompañaron el conflictivo desarrollo de la sociedad industrial. En la
actual sociedad de la Pantalla, “el individuo debe asumirse de forma
completamente autónoma y al mismo tiempo en interrelación

402
(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

permanente con los otros, éste es el modelo del individualismo en red.”


(Flichy 2006)
El poder económico y político promueve con éxito la idea de
que cada individuo es en sí mismo un agente autónomo de cambio y
mejora de su propia vida. Este presupuesto actúa como factor de
naturalización de las condiciones sociales de desigualdad y de los
valores consumistas propuestos. Tendencia ilustrada perfectamente
en el auge en los países occidentales de los libros de autoayuda y de las
técnicas orientales de meditación, la popularidad creciente de los
superhéroes de ficción y del deporte y en la promoción del
emprendurismo empresarial como modelo de superación personal (y
social). “Impulsados por la esperanza de lograr la felicidad y el éxito,
millones de jóvenes trabajadores altamente formados han aceptado
trabajar en condiciones de un espantoso estrés, de sobre-explotación,
incluso con salarios muy bajos, fascinados por una representación
ambigua en la que el trabajador es descrito como un empresario de sí
mismo y la competición es elevada a regla universal de la existencia
humana” (Bifo 2003:10).
Este ideal conduce a lo que Byung-Chul denomina
autoexplotación, “Ya no trabajamos para nuestras necesidades, sino
para el capital. El capital genera sus propias necesidades que nosotros,
de forma errónea, percibimos como propias” (2015b:19). El objetivo es
conseguir que cada sujeto sienta que su destino personal y su bienestar
se desarrollan al margen del devenir de los Otros. Lo individual se
impone a lo comunitario. Los gobiernos recortan la inversión en salud,
educación y previsión social que son presentadas como un gasto

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

prescindible. En cuanto al consumo de bienes y servicios es hora de los


productos personalizados, de distinción a través de objetos y marcas de
prestigio. Curioso e inédito elitismo de masa que nos separa de la masa,
conjunto amorfo al cual nadie desea ni reconoce pertenecer .
Coincidiendo con esto, se pasa de la pantalla familiar del
televisor a la pantalla de uso individual y portátil de netbooks, tabletas y
celulares “inteligentes” que permite la recepción personalizada de
contenidos producidos (o no) por las industrias culturales. Ilusión vana
en un mundo crecientemente homogeneizado.”El individuo,
profundamente narcisista, se centra en la exclusiva satisfacción de sus
deseos y se limita a medir su vida por el rasero de sus propios derechos
e interés” (Frommer, en Serrano 2015:178)
En un contexto caracterizado por la presencia ubicua de la
Pantalla, el tipo de mediación que se establece entre las personas y los
nuevos medios digitales adquiere un creciente carácter simbiótico. La
Pantalla aparece integrada a la persona, cuan prótesis senso-cognitiva,
trastocando nuestra percepción espacio-temporal y transformando
nuestro modo de pensar el mundo y muchas veces de pensarnos a
nosotros mismos. Lo social se diluye en una progresiva y definitiva
disolución de todo vestigio de comunidad, en el sentido convencional
del concepto, dando lugar a un nuevo tipo de relaciones sociales,
caracterizadas por la fragmentación, el ocultamiento del cuerpo, la
deslocalización y la intemporalidad, cuyas formas definitivas no
terminan de definirse.
Con la Pantalla nadie está solo, al menos no del modo en que se solía
estar solo hace apenas unos años. La Pantalla ofrece la gratificación de

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

cierto tipo de compañía y complicidades sin las exigencias de la


intimidad ni del compromiso que la presencia física imponía a las
antiguas relaciones personales. Aunque la conexiones se multiplican
gracias al uso de nuevos medios, las personas se relacionan menos. En la
Red las relaciones entre las personas surgen como consecuencia de un acto
de voluntad consciente. En las relaciones de este tipo, la interacción entre
los individuos se desarrolla de forma menos espontánea que los casos en
que el inicio de la relación se produce casualmente. Como consecuencia de
esto los vínculos personales, a falta de la presencia física del otro, se
vuelven más frágiles, etéreos y efímeros.
Alimentadas por un imaginario propio, en la red las vivencias
personales que hasta no hace mucho quedaban en el ámbito de la vida
privada se integran en un espectáculo ininterrumpido de contenidos
diversos en el que es difícil distinguir la verdad de la mentira, la ficción
de lo real y del que a muchas personas les resulta casi imposible
desvincularse. Habituados a percibir el mundo, a realizar distintas tareas
y a comunicarnos utilizando medios digitales cada vez nos cuesta más
ver lo que nos rodea, reconocer nuestro entorno, mirar a nuestros
semejantes. El cuerpo deja de ser el límite de nuestra experiencia. Todo
parece posible en la Pantalla. Imágenes y sonidos, para un espectáculo
que se imbrica en el tejido de lo real .
Sin embargo, aún cuando no siempre tenemos plena conciencia
de ello, la Pantalla forma parte de la realidad y aquello que hacemos
utilizando un dispositivo de comunicación en red, tiene (o puede tener)
múltiples consecuencias sobre distintos aspectos de nuestra vida
cotidiana y/o en la de otras personas, cercanas o no a nosotros. En este

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

contexto, la lógica técnica impone sus reglas. Reglas que en el caso de los
dispositivos informáticos, condicionan lo que está permitido hacer y el
modo de hacerlo. En la medida que la lógica que impone la informática se
erige como hegemónica, impregna todos los ámbitos de la vida. “Un
mundo ganado por la técnica es un mundo perdido para la libertad”
advierten los pensadores franceses G.Pollycarpe y P.Forget (1990:14),
quienes añaden que “la visión técnica del mundo posee todos los rasgos
del totalitarismo” (1990:145). ¿Es así?

La mirada de los otros: exhibicionismo en Red

Uno de los ingredientes fundantes de la libertad es la privacidad


de los actos, ideas y emociones de cada persona. El control electrónico
de nuestras vidas al que nos somete el uso de distintas aplicaciones tele-
informáticas va minando poco a poco los espacios de libertad. Nosotros,
voluntariamente contribuimos a esto sin percibir el alcance simbólico y
material (político, cultural y económico) de nuestras acciones en la Red.
“Hasta tal punto deseamos disfrutar de experiencias online gratuitas que
aceptamos gustosamente no recibir ninguna compensación económica,
ni ahora ni nunca por la información que generamos” (Lanier 2015:47)
Informaciones que son fuente de ganancias de las empresas que nos
brindan dichos momentos de disfrute y simultáneamente son utilizadas
por distintos centros de poder ecónomico y/o político para condicionar
nuestras formas de pensar, nuestros valores y hábitos de consumo e
incluso nuestras decisiones políticas (y también personales) mediante el
cruce masivo de datos (Big Data) combinados con sistemas expertos de
inteligencia artificial. Los usos que hacemos de las redes sociales, las
consultas que realizamos en buscadores web, las operaciones de compra

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

y venta en línea y muchas otras actividades que efectuamos utilizando


los nuevos medios, así como nuestros desplazamientos físicos
registrados por los sistemas de geolocalización que llevamos encima en
los celulares, permiten que empresas e instituciones especializadas en el
procesamiento automático de datos conozcan de forma instantánea
nuestros intereses y los de otros millones de personas, los estímulos a
los que respondemos, cuándo y porque nos conectamos y con quiénes
interactuamos, adonde y qué compramos, entre otros datos de utilidad
o interés para quienes los registran y procesan (Magnani, 2017). Según
los expertos en big data y data mining (minería de datos), al cruzar esa
enorme cantidad de datos con los que tienen, por ejemplo, bancos,
centros de salud y agencias estatales se puede medir (y predecir) casi
todo e influir en las decisiones y comportamientos de las personas. Es
importante tener presente “la amplitud inconmensurable de los datos
(…) inhibe de facto toda aprehensión humana y manual, dando por
sentada su penetración y utilización solo por parte de sistemas
deductivos” (Sadin 2017:80)
Cuanto más datos de nosotros releven y gestionen las aplicaciones en
red, el sistema informático conoce más sobre nuestras vidas,
inquietudes y preferencias, reduciéndonos a meros patrones
estadísticos. Como resultado de esto, además de controlarnos
permanentemente, las aplicaciones telemáticas influyen en la
conformación de nuestras decisiones y deseos, al permitirnos delegar
en ellas distintas tareas cotidianas tales como, por ejemplo, seleccionar
noticias que respondan a nuestro centro de interés, sugerirnos películas
y otros contenidos audiovisuales, asistirnos en la elección hoteles y

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

restaurantes acordes a nuestras preferencias y presupuesto, entre otros


productos y servicios que podamos necesitar (y concuerden con los
intereses del proveedor del servicio).
Se propone ( y establece) un modelo una vida signada por el
entretenimiento y el espectáculo perpetuo. El objetivo es evitar el
aburrimiento manteniéndonos siempre distraídos y de este modo
dificultar cualquier cuestionamiento al modelo de vida que se nos
propone y al lugar que ocupamos en la sociedad pues, tal como sugiere
el pensador español Santiago Alba (2009) “hay dos formas de impedir
pensar a un ser humano: una obligarle a trabajar sin descanso; la otra,
obligarle a divertirse sin interrupción”.
Mediante estas y otras técnicas de condicionamiento se
conforma un nuevo poder disciplinario que en lugar de prohibir, seduce
y es complaciente; que “en lugar de hacer hombres sumisos, intenta
hacerlos dependientes” (Byung-Chul, 2015b: 29)
La privacidad en la sociedad de la Pantalla aparece como un
asunto del pasado. Todo lo que que hacemos utilizando un dispositivo
telemático queda expuesto a la mirada de amigos, familiares,
compañeros de trabajo y de estudio; y también de jefes laborales, de
instituciones privadas y públicas, de empresas y de autoridades
gubernamentales. En la Red, unos y otros nos exhibimos y vigilamos
rutinariamente. Indiferentes al control y a la vigilancia a los que nos
entregamos, la escena se repite. Una, dos, infinitas veces en cualquier
momento y lugar, en ámbitos públicos y privados, registramos imágenes
fijas o en movimiento de lo que estamos viviendo y dejamos constancia
de nuestros logros, alegrías y enfados. “En la sociedad expuesta cada

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

sujeto es su propio objeto de publicidad. Todo se mide por su valor de


exposición” (Byung-Chul 2015:29).
La sociedad de la Pantalla se congratula de la auto-exposición
pública voluntaria, consensuada y permanente de sus integrantes. Así,
en las redes sociales encontramos intercambios de mensajes a modo del
diálogo de una novela u obra de teatro, breves relatos de transgresiones
y pequeñas aventuras, opiniones sobre hechos diversos, denuncias
varias, informaciones reales y falsas, confesiones, declaraciones
públicas de amor, preferencias, deseos, tristezas, angustias y alegrías
otrora reservadas a los amigos más cercanos o, eventualmente, al
psicoanalista. Además podemos ver multitud de fotos y videos que
muestran situaciones y actividades personales diversas (fiestas, viajes,
eventos académicos, nacimientos de hijos, etc), todo lo cual contribuye
a construir un relato sin inicio ni final, fragmentado y parcial de la vida
cotidiana de los usuarios de las redes, exhibida en continuado. Un
espectáculo ad continum con un sin fin de protagonistas devenidos
“objetos” de “consumo” para el resto de usuarios/actores de la red.
Así, quedamos expuestos al juicio y al control social (y
gubernamental y empresarial) permanente. “La potente exigencia de
transparencia indica (…) que el fundamento moral de la sociedad se ha
hecho frágil, que los valores morales (…) pierden cada vez más su
significación” (Byung-Chul 2015:92). La era digital, subraya el filósofo
alemán Boris Groys (2016), es antes que nada una época de vigilancia en
tiempo real .
El control y la vigilancia no sólo invaden el espacio-tiempo
público y el privado sino también las ideas, emociones y deseos de las

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personas ante nuestra indolencia y, en muchos casos, incluso con


nuestra anuencia. “La vigilancia externa ya no es tan necesaria. En gran
medida la sustituye a vigilancia interna. El Control, sólo funciona si uno
es cómplice de él”, nos recuerda Mark Fischer (2016:51).
Un estudio exploratorio realizado en febrero de 2015 entre
usuarios de Facebook, mayormente argentinos, confirma la tendencia a
mostrar/compartir hechos relevantes de la vida personal con personas a
las que muchas veces apenas se conoce a través de la pantalla y a
mirar / leer publicaciones de esas mismas personas, haciendo de dicha
red social un escenario preferente para representar un espectáculo
individualizado (y al mismo tiempo colectivo) realizado con episodios
fragmentados e imágenes seleccionados de la vida personal 76.

A pesar de lo que estos datos indican, paradójicamente el 71 %


de quienes respondieron al cuestionario manifestaron que la privacidad
de sus actos tiene un valor alto o muy alto. Esta aparente contradicción

76
“Usos de Facebook” Autor: Diego Levis. Cuestionario auto-administrado.
Fecha de relevamiento de las respuestas: del 18 al 25 de febrero de 2015,
respuestas válidas: 1000 (mil) Muestra aleatoria: 70% mujeres 30% hombres.
Avance completo de resultados en: http://wp.me/p30Fn1-z1

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

entre dichos y hechos posiblemente se deba, en cierta medida, a que las


las prácticas sociales en la red, en muchos casos, están condicionadas
por un “deber ser” que impele hacia el exhibicionismo y el espectáculo.
“La sociedad está hecha de cuerpos, de personas que actúan,
comunican, sufren y se rebelan. Pero la red de vínculos, restricciones y
automatismos producidos por el desarrollo del capital hace que esos
cuerpos sean cada vez más dependientes -lo sepan o no- del
funcionamiento de la red global.” (Bifo 2003: 178)
De tal modo, la Pantalla, a modo de flautista de Hamelín, nos
conduce hacia un hiperconsumismo de vocación totalitaria,
administrado a través de sofisticados sistemas de control y
77
condicionamiento cibernético del comportamiento humano . “La
transparencia, en el orden cibernético, implica quedar reducidos a
“perfiles”. Convierte la experiencia en estadística. Pero no somos
perfiles, sino singularidades con tonos, vibraciones y acentos propios”
(Fernández-Savater 2015). Los repetidos errores de encuestas y estudios
similares en la predicción de resultados electores parecieran confirmar
los límites de la exploración y codificación matemáticas del
comportamiento humano y el subyacente control del entorno social.
Extremo, que en su momento fue advertido, entre otros, por el propio
Wiener.
77
Totalitario en tanto la mayoría de las actividades sociales públicas y privadas
están en gran medida reguladas, condicionadas y/o administradas de acuerdo
a la lógica que imponen los sistemas informáticos (o computacionales). A esto
se añade, y no son hechos menores, la concentración y control de las
infraestructuras que hacen posible el funcionamiento de la red por parte de
Estados Unidos y sus principales aliados, y la homogenización creciente del
uso cotidiano de servicios y aplicaciones mayoritariamente provistos por
empresas estadounidentes (Google, Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram,
Netflix, etc)

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

Un espacio para el optimismo

Precisamente, dado que los seres humanos no somos “perfiles”,


nos permitimos pensar que ”otro mundo es posible”, tal como proclama
el Foro Social Mundial desde su primera edición en 2001 78. Debemos
imaginar y construir un mundo alternativo al que se va conformando en
la sociedad de la Pantalla al amparo del mito tecnodigital. Una vida en la
que la libertad deje ser la libertad de las grandes corporaciones
empresariales y la de buscar el interés propio a costa de los otros. Un
mundo en que el interés común prime sobre los intereses individuales.
Es primordial recuperar el verdadero sentido y el valor de la libertad
dentro de su marco natural, la comunidad. Los procesos sociales,
culturales y económicos son complejos y dependen fundamentalmente
de las acciones de las personas, no de los dispositivos tecnológicos
utilizados en dichas acciones. Los nuevos medios, paradójicamente,
pueden cumplir un rol importante en el logro de los propósitos
enunciados. Pero no será de la mano de las empresas de informática y
de telecomunicaciones ni de los gobiernos que ofrecen amparo a la
mercantilización de la vida de las personas y al avance del tecno-
totalitarismo, muchas veces sin hacer respetar leyes nacionales ni
acuerdos y tratados internacionales79
78
El Foro Social Mundial (FSM) es un espacio abierto de encuentro de grupos y
movimientos de la sociedad civil que se oponen a la globalización neoliberal.
Se celebra anualmente desde 2001. La primera edición se celebró en Porto
Alegre (Brasil) con una asistencia de 12.000 personas provenientes de todo el
mundo. Para saber más, https://fsm2016.org/es/sinformer/a-propos-du-forum-
social-mondial/
79
En tal sentido, aunque la defensa de la privacidad de las personas está
contemplada en distintos acuerdos y tratados internacionales y en numerosas
constituciones nacionales, entre ellas la Argentina, las empresas de Internet y
de telefonía celular, entre otras, utilizan con fines comerciales los datos
personales de sus usuarios, sin recibir sanciones legales por este tipo de

412
(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

El uso de medios digitales puede contribuir a transformar la


realidad social facilitando la creación de formas novedosas de
integración ciudadana que establezcan lazos culturales y de solidaridad
entre las personas y entre grupos de personas pertenecientes a
comunidades nacionales, étnicas o religiosas diferentes, prácticas que
alejen a unos y a otros del modelo endógamico e hiperconsumista que
promueve el infocapitalismo contemporáneo. “Internet solo será un
aliado de la democracia de la mano de actores sociales que porten
nuevos valores democráticos. Solo la alianza cada vez más evidente
entre movimientos emancipadores y las nuevas tecnologías hará de
éstas un instrumento liberador.” (Candón Mena, 2017:10)
Los nuevos medios digitales, pensamos, pueden contribuir a detener los
procesos de atomización individualista que perpetúan y acentúan la
discriminación y la exclusión social, cultural y económica de cerca de la
mitad de la población mundial. Miles de millones de mujeres y
hombres de todas las edades, semejantes, recordemos, a cada uno de
nosotros.
Conmovernos ante la imagen de un niño muerto ahogado
intentando llegar a las costas de Europa, tierra prometida de los
desesperados de la Tierra o de indignarnos al enterarnos de las
condiciones de vida de los recolectores de yerba mate, de algodón o de
café de nuestra América Latina es insuficiente. Es necesario que nos
decidamos, como especie, a facilitar la vida de todas las personas
arrancando de raíz los motivos que generan el hambre, la miseria y las
guerras. Debemos entender que todos los seres humanos tenemos

acciones.

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

derecho a vivir dignamente y, obrando en consecuencia, hacer lo


(im)posible para conseguirlo. No tenemos que resignarnos a vivir en
permanente alerta temerosos ante la presencia de los otros, cerrando
los ojos ante la ignominia del hambre, de la falta de agua corriente y de
condiciones sanitarias mínimas de centenares de millones de personas,
dándole la espalda a las víctimas de la guerra y sosteniendo con nuestra
complacencia la sobrexplotación laboral y el trabajo semiesclavo.
El uso masivo de dispositivos digitales en red abre perspectivas
de transformación de las prácticas socioculturales. Todo sistema de
control, por más perfeccionado que sea, ofrece resquicios de
vulnerabilidad. La resignación que se observa en amplias capas de la
sociedad que rechazan las consecuencias visibles del hiperconsumismo
sobre el planeta, puede revertirse mediante el desarrollo de formas
colaborativas de acción comunitaria que permitan la superación del
individualismo mercantilista y de toda modalidad de exclusión. Es
imprescindible eliminar el malestar, el miedo y el desencanto que
avanzan sobre gran parte de la humanidad, incluso de muchos de
aquellos que tienen acceso al confort material que brinda el dinero. “El
triste hecho de que la oposición al sistema sea incapaz de articularse en
forma de una alternativa realista, o al menos de un proyecto utópico
significativo, y sólo pueda tomar forma de un estallido absurdo, es una
seria denuncia de la situación en que nos encontramos” (Zizek 2016:47).
Las redes telemáticas son, en su origen, la expresión de valores
socioculturales que revelan distintas modalidades de colaboración. En
tal sentido, el acceso masivo y la versatilidad de los nuevos medios
permite imaginar el surgimiento de movimientos emancipadores, cuyas

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(c) Diego Levis 1999/2019 La Pantalla Ubicua

propuestas transformadoras trasciendan los límites de la Pantalla y la


mera protesta testimonial. Propuestas que contribuyan a construir los
cimientos de un mundo en que la igualdad y la libertad sean más que
meros enunciados, en donde la miseria, el hambre, la discriminación y la
guerra sean un recuerdo del pasado. ”La utopía no es una pura fantasía.
Es un no-lugar que puede, potencialmente, convertirse en un lugar.”
(Groys 2016:91)
El primer paso para comenzar a darle forma concreta a este
lugar, es relacionarnos con el mundo desde fuera de la Pantalla y volver
a la Pantalla para unirnos con nuestros semejantes creando redes
duraderas entre personas que discutan sobre problemas comunes,
establezcan objetivos y desarrollen planes de acción que favorezcan el
desarrollo de nuevas condiciones de producción simbólica y material
que permitan construir un mundo mejor, en el que quepamos todos los
seres humanos, sin ningún tipo de distinciones. Como nos recuerda el
colectivo Ippolita (2012), utilizar juntos una tecnología convivencial
significa transformarse y transformar la realidad que nos rodea. La
tecnología sólo puede servir para facilitar o acelerar algunos procesos,
no es un fin en sí misma. Es este el papel reservado a los nuevos medios:
devenir una herramienta social valiosa para mejorar la vida de las
personas, no un demiurgo. Confiemos en que así será.

Diego Levis, Julio de 2017/ septiembre de 2019

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