La Parábola Del Sembrador

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La parábola del Sembrador

La pará bola del Sembrador


General

Lucas 8.4–15; Mateo 13.1–9; Marcos 4.1–20

Introducción:
Lucas escribe a Teofilo y a los creyentes que está n en Roma.
Ellos está n enfrentando retos importantes como Cristianos en medio un
imperio que cada vez intensificaba má s su oposició n al Cristianismo. Era
natural que tuvieran temor e incertidumbre por las circusntancias, ellos
como seguidores del Mesías seguramente se estarían preguntando si
habían hecho una buena elecció n al seguir a Cristo, ¿Porque el Señ or
estaba permitiendo tanta aflicció n para la iglesia? ¿porque la iglesia en
vez de crecer, decrece a causa del martirio?
Lucas quiere fortalecer al fe de estos hermanos, quería que Teofilo y los
creyentes en Roma pudieran conocer bien la verdad acerca del mesías y
su reino.
Lucas les cuenta sobre el nacimiento glorioso del Mesías anunciado por
los profetas:
Jesus nació de una virgen, los Angeles le adoraran, los pastores le
adoraron, María le adoró y agradeció a Dios por el redentor que llevaba
en su vientre, Elisabet le adoró , Juan desde el vientre se regocijo con su
llegada, Simeó n le reconoce al circuncidarlo como el salvador que tanto
estaba esperando y Ana alaba a Dios al verle y reconoce que este niñ os
redimirá a Israel de sus pecados. Todas estas personas que reflexionaban
en la palabra, reconocieron al rey, le sirvieron y le adoraron.
A la edad de treinta añ os Juan da testimonio de que él es el Mesías
prometido a Israel, luego el Padre con voz audible en su bautizo dice que
Jesus es su enviado, su hijo en quien tiene complacencia.

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Lucas luego demuestra con la genealogía de María que Jesus es hijo de
David, hijo de Abraham, Hijo de Adan, pero ademá s es el Hijo de Dios.
Jesus es Dios con nosotros.
Pero Lucas continua narrando no solo como Jesus es reconocido, adorado
y servido por los Angeles, María, Elizabeth, Juan, Simeon y Ana, como es
reconocido y amado desde la eternidad por el Padre. Lucas narra en la
tentació n, como Jesus es en verdad lo que dicen que era: El vence la
tentació n de sataná s en el desierto, triunfando donde fracaso Adan, el
vence donde fracaso Israel. Su victoria da testimonio de que él es el
que vino a vencer por su pueblo a satanas.
Luego Lucas narra que Jesus también da testimonio de si mismo. En
la sinagoga mientras lee Isaías 61 dice que en él las promesas de Dios se
han cumplido. El inicia su ministerio publico de predicació n y con señ ales
portentosas demuestra ser el que vino a traer el reino de Dios a la tierra
por el poder de su palabra. Por su palabra echa fuera demonios, sana
enfermos, resucita a los muertos, ordena que los peces entre en una red
de pesca y dice que todo el que confía en su palabra y la pone por obra
“esta edificado sobre un terreno estable” no importan las circusntancias.
Lucas dice que Juan el bautista estaba lidiando con las luchas que
seguramente tenían los creyentes de Roma, el pregunta ¿eres tu el Mesías
o esperamos a otro? (7:20 ) - El asunto es, si eres el rey esperado ¿Porque
estoy en la cá rcel?
Jesus no estaba cumpliendo con las expectativas mesiánicas de los
Judíos.
Ellos pensaban que vendría el hijo de David a quitar de ellos el yugo
opresor del imperio Romano y a permitirles en libertad hacer los rituales
de la ley sin problema, ni oposició n en el templo. Ellos estaban esperando
que la circusntancias cambiaran, que sus enemigos fueran vencidos y que
ellos pudieran vivir tranquilos.
Entonces Jesus le explica a Juan la naturaleza del reino de Dios:
El Rey vino no a expulsar a Roma, no vino a realizar ceremonias rituales
de purificació n para ofrecer justicia temporal y no vino a mejorar nuestra
vida, no, el vino a vencer la tentació n de satanas por su pueblo y
expulsarlo, el vino a quitar una vez y para siempre el pecado de su pueblo
muriendo en la cruz como sustituto y vino a darnos vida nueva por su

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Espíritu, de manera que el amor de Dios al ser derramad en el corazó n,
venza el afecto de su pueblo por las cosas del mundo.
El vino a vencer a enemigos mas poderosos que Roma “satanas, el mundo
y la carne (pecado)” y para lograr esto estaba actuando, no con un cambio
de circusntancias, sino con una transformació n del Corazon obrado por la
palabra. La palabra esta siendo sembrada en los corazones y de esta
manera es que el reino de Dios estaba viniendo a la tierra. Vidas
estaban siendo transformadas con la predicación del evangelio.
Así que en nuestro texto, Lucas esta mostrando que Jesus vino primero,
no como un poderoso Rey a destruir a sus enemigos y dar libertad a
Israel. El vino primero como un humilde sembrador, su ministerio inicia
proclamando las buenas nuevas del reino a los hombres (8:1), su palabra
tiene un poder transformador, produce fruto con perseverancia (8.15) en
la vida de aquellos que la retienen. Es así como es introducido el reino
en este mundo.
• El reino de Dios no viene por medio de los sacramentos. Claro que el
bautismo y la cena son importantes en nuestra adoració n, pero ellos
no salvan ni transforman.
• El reino no viene por medio de reformas políticas o de la armas, un
movimiento no salva, no trasforma vidas.
• El reino no viene por medio de actos de justicia social, ayudar a los
pobres esta bien, pero esta ayuda no les cambia el corazó n.
El reino vino por medio de la proclamació n de la palabra. Jesus vino
proclamando las buenas nuevas de salvació n, lo vemos aquí hablando a
las multitudes, sin mú sica, sin una gran templo, en el campo, sentado en
una barca, así esta trayendo el reino.
• Cada vez que alguno proclama su palabra esta unido a él como un
sembrador: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado
Dios.” (1 Corintios 3.6)
• Cada vez que nos reunimos el domingo y predicamos la biblia, estamos
expuestos al instrumento por medio del cual el reino de Dios viene a la
tierra. Cada predicador fiel es una respuesta a a oració n “Venga tu
reino oh Dios” -

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• Así que lo que esta sucediendo cada domingo aquí es mas importante y
significativo que cualquier evento al que asistas. Cada vez en una
iglesia es cantada la palabra, leída la palabra, predicada la palabra,
Jesus esta sembrando y Dios esta trayendo su reino.
• No necesitamos de un gran edificio, la mú sica llamativa, decoració n
ostentosa y ropas extravagantes para traer el reino de Dios y
convencer a los hombres, solo predicar y enseñ ar la palabra con
fidelidad. Por esto las ultimas palabras de Pablo a Timoteo fueron: !
Predica la Palabra!. Esto es lo mas importante si queremos ver el reino
de Dios extendiéndose.
Que nunca se borre de tu mente la imagen de un humilde carpintero,
hablando misterios, sentado en una barca… sembrando, sembrando
la preciosa semilla.
Teofilo, los discípulos perseguidos en Roma, podía estar seguros que
habían echo la elecció n correcta, no importan las circusntancias, el
pecado de ellos estaba perdonado por su arrepentimiento y fe en el
Mesías, su destino eterno estaba asegurado por que Jesus venció la
tentació n de sataná s por ellos, pago con su sangre el castigo que merecían
sus pecados y derramó su E.S. para quitar su amor por el mundo y darle
deseo por las cosas eternas.Y nosotros como ellos, podemos estar
seguros, si hemos puesto toda nuestra confianza en Cristo, el reino ha
venido y esta en nosotros:
“Habiéndole preguntado los fariseos cuándo vendría el reino de Dios, Jesús
les respondió, y dijo: El reino de Dios no viene con señales visibles, ni dirán:
“¡Mirad, aquí está!” o: “¡Allí está!” Porque he aquí, el reino de Dios dentro de
vosotros” (Lucas 17.20–21)

A la luz de que nos enseña el Señor sobre como viene el


reino, la pregunta obvia es: ¿Porque no cambia toda la
gente a la luz del poder de la palabra que esta siendo
sembrada en el corazón?
Jesus responde a esto con una pará bola.
Las pará bolas son comparaciones extendidas, que enseñ an una verdad
espiritual ilustrada con acontecimientos cotidianos. Para que una
pará bola sea entendida, necesita ser explicada.

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Con las pará bolas Jesus quería oscurecer la verdad de las multitudes que
le buscaban con motivaciones incorrectas, personas como Simó n que
invito a Jesus a su casa solo porque quería tener la visita de un personaje
famoso. Pero con las pará bolas Jesus y también quería bendecir a las
personas que le seguian porque etendían su necesidad de un salvador y le
reconocieron, como sus discipulos, las mujer pecadora, la mujer
endemoniada y las mujeres marginadas que le adoraron, le sirvieron y
quería estar con él para conocerle. Las pará bolas abrían su apetito por el
Señ or y sus misterios.
Veamos la enseñ anza de Jesus. ¿porque no toda la gente cambia?
Contexto de la parábola (era algo cotidiano):
Los sembradores en Israel se aseguraban de tener buenas semillas,
araban el campo y luego la esparcían aventando con una excelente tá ctica
de manera que todos los surcos estuvieran sembrados. Pero a causa del
terreno ellos esperaban de 8 a 10 veces el valor de la inversió n.
Como los terrenos estaban separados por caminos, no por cercas como
los actuales, algunas semillas caían en ellos y las aves la comían o la gente
la pisaba, esta semilla no germinaba.
A pesar de que el terreno se araba, el arado no alcanzaba a tocar la roca
caliza que estaba a diez pulgadas de profundidad - y cada terreno
palestino abundaba este suelo - la semilla brotaba, no podía echar raíz, la
humedad no podía nutrir la raíz y entonces la planta se secaba rá pido. -
crecía y se hacía frondosa pronto, pero no daba fruto y se secaba.
Los agricultores aunque se aseguraban de quemar el terreno y limpiarlo
de maleza, esta maleza siempre crecía, quedaba alguna raíz, alguna
semilla y crecía junto con la cosecha, cuando lo hacía era tanta que
ahogaba la planta y no la dejaba crecer, ni dar fruto.
Solo una cuarta parte de la siembra que no caía en el camino, ni en
terreno rocoso, ni entre espinos, sino en buena tierra preparada y arada,
producía abundante fruto - el caso de esta semilla, el terreno fértil en la
pará bola dio 100 veces el valor de la inversió n, algo inusual, pero los que
escuchaban podían recordar la memorable historia de Isaac: “Y sembró
Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo
Jehová.” (Génesis 26.12) - Jesus esta enfatizando la bendició n del Señ or
sobre este campo.

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CONCLUSION NATURAL:
La razó n de porque la semilla no da fruto siempre, no esta en la calidad
semilla, ni en la técnica del sembrador diligente que hace su trabajo, sino
en la calidad del terreno que recibe la semilla.
Jesus dice: “El que tenga oídos, que oiga” Todos son invitados a examinar
la pará bola, a investigar, a reflexionar y venir a él para preguntarle. Pero
de la multitud, solo sus discípulos quisieron oír y preguntaron. Solo ellos
son beneficiados con la explicació n.
La explicació n tiene que ver con la pregunta, ¿porque no toda la gente
cambia, porque no todos responden igualmente a la palabra con fe?
Jesus quiere que entendamos que la respuesta de una persona a la
palabra de Dios, depende de la condició n de su corazó n.
Su pará bola ilustra que cada terreno es una clase de corazó n, y que hay
cuatro clases de corazones, esta:

El Corazón endurecido. (vencido por satanás)


Es comparado con el camino duro por donde la gente transita.
Este oye, como Herodes se siente convicto de pecado y puede hasta oír de
buena gana. Pero su mente se esta defendiendo, se esta excusando. Los
fariseos acusaban al Señ or de tener demonio, así es el corazó n endurecido
hoy: acusa al predicador de ser muy duro, de no entenderlo, de hablar
muy severo, o de hablar con un tono muy alegre:
“Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís:
Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un
hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.” (Lucas 7.33–35)
Felix escucho a Pablo hasta que le hablo del juicio, de la justicia: “Pero al
disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero,
Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te
llamaré.” (Hechos de los Apó stoles 24.25, RVR60)
Por que han endurecido su corazó n, Sataná s viene y arrebata la semilla,
satanas siempre esta con sus demonios merodeando cada lugar donde la
palabra esta siendo sembrada, el no desea el bien de nadie y se ocupa de

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quitar la palabra de los corazones endurecidos, para que no crean y se
salven.
Estas personas como Herodes y los fariseos eran religiosas, asistían a
cultos, pero no escuchaban sino su propios corazó n, estaban endurecidos
de orgullo. Pierden su tiempo al ir a la iglesia, van solo para criticar y
juzgar, jamas se les ocurre que lo que se predica es para ellos.
Deliberadamente endurecen su corazón para no oir, el problema no
esta en el sermón, sino en ellos.

El Corazón Impulsivo. (Vencido por el engaño de sus


propios impulsos)
Es como el terreno superficial que tiene piedra debajo. La semilla brota,
tiene hojas, pero se ceca a causa de que la raíz no puede aferrarse a la
tierra.
Sienten que encontraron una respuesta para su vida y se ponen
contentos, pero no entienden por completo el evangelio. Piensan que la
vida cristiana se trata de portarse bien, para que a uno le valla bien. Por
esto, tan pronto vienen los problemas propios a los seguidores de Cristo,
se apartan. Ellos jamá s está n dispuestos a sufrir con Cristo:
“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en
él, sino también que padezcáis por él,” (Filipenses 1.29)
No son como Job que en medio de su fragilidad y tribulació n se aferro
mucho má s a su fe. Sujel dice que el creyente a veces juega con su
cristianismo, pero cuando viene la tribulació n, un creyente verdadero se
aferra a su fe como un perro se aferra su hueso “lo ves jugando con él,
pero si tratas de quitarlo, el se aferra”.
Dios envía las aflicciones para purificar a la iglesia de falsos
hermanos. La aflicció n santifica al creyente y santifica la iglesia.
“confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que
permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hechos de los Apó stoles
14.22, RVR60)

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Así que estas personas no entienden el llamado del evangelio, no entiende
lo que significa morir con Cristo y vivir para él. Solo se entusiasman por la
reunió n, por los amigos, por que estan rodeados de personas que le caen
bien. Como Simó n ruegan a Cristo que venga a su mesa, pero se
incomodan cuando el Señ or recibe a los pecadores - No pueden dar fruto,
no pueden ofrecer misericordia, no entienden que el evangelio se trata de
recibir pecadores y que se trata de sufrir la afrenta, de ser perdonadores,
misericordiosos.
En resumen, quieren la bendició n, pero no la cruz del evangelio. Muchas
hojas, mucha emoció n, pero nada de fruto. Su propio corazó n les engañ a,
solo piensan en su comodidad y las aficiones, la prueba, acaban con sus
intenciones. No pueden perdonar, no pueden soportar, no pueden ofrecer
misericordia.
Lo importante no es la hoja, sino el fruto. El fruto es la evidencia de
alguien que a oido la palabra de Dios correctamente. Estas personas,
aunque oyen la palabra, nunca viven a la luz de sus implicaciones, jamá s
se les ve obedientes. No viene con un corazó n quebrantado, dispuestos a
conocer, amar y servir al Señ or, como las mujeres a las que Jesus perdonó
sus pecados.

El corazón Distraído. Vencido por el mundo


Es como el terreno donde crecen espinos. Este corazó n aunque esta
preparado, tiene muchas impurezas que crecen mas rá pido que la semilla
plantada y la ahogan.
Todos tenemos deseos y disfrutamos de las cosas creas, pero el problema
con el corazó n de estas personas, es que en lugar de disfrutar de la
creació n y dar gracias a Dios, ponen su esperanza en en ella. Para ellos
las cosas se convierten en la fuente de su seguridad, bienestar e
identidad. El mundo termina por controlar sus corazones y la semilla que
oyeron se ahoga por los afanes del mundo.
Estas personas no tiene lugar para la meditació n calmada y seria en la
Palabra del Señ or. Si de todos modos hiciera un intento de entrar en un
estudio y reflexió n en forma seria, lo vería inmediatamente sofocado por
el afá n mundano. Son como los hombres que describe Santiago 1.8 “El
hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” “¡Oh
almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra

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Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios.”
Recordemos el ejemplo del joven rico que se fue triste después de estar
interesado en Jesus, a causa de que tenia su esperanza puesta en su
tesoro, en las cosas temporales de esta vida. O recordemos a Judas quien
era uno de los que estaban escuchando la revelació n del misterio, estaba
interesado en el Señ or y al igual que Demá s apostato de la fe. “porque
Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica”
(2 Timoteo 4.10)
Todos ellos pensaron “seré feliz, sin tan solo tuviera, esto o aquello…
nunca pudieron estar contentos y su falta de contentamiento cerro sus
oídos para reflexionar y terminaron en la apostasía.
Cada una de estas personas oyó, pero deliberadamente decidieron
cerrar sus oídos. La semilla no es la culpable, tampoco el sembrador,
sino su corazó n incrédulo, que como el teflon que nada se le pega, no
quisieron retener, reflexionar y meditar en la palabra.
Es responsabilidad de toda persona tener un corazó n preparado y listo
para recibir la semilla del evangelio: “Por lo cual, desechando toda
inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” (Santiago 1.21, RVR60)
- Los hombres deben dejar la malicia de un corazó n endurecido
para que satanas no gane ventaja, deben ser mansos para retener la
palabra sembrada, sin superficialidad, sin distracció n, sino con
meditació n y reflexió n, solo asñ i podrá n salvar sus almas, solo así el poder
del reino que obra por la palabra transformará sus vidas para que den
fruto.
La gente no da fruto, porque no dispone su corazó n para oir, para buscar
al Señ or: “Roboam... hizo lo malo, porque no dispuso su corazón
para buscar a Jehová.” (2º Cró nicas 12.14) Dios le dice a Israel antes
de que venga su juicio y sean dejados en la dureza de su corazó n:
“Porque así dice Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo
para vosotros, y no sembréis entre espinos. Circuncidaos a Jehová, y quitad
el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén;
no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la
apague, por la maldad de vuestras obras.” (Jeremías 4.3–4)

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Es deber de cada persona oír. El asunto es que por naturaleza nadie
quiere, ni puede a causa de la maldad… “Por cuanto los designios
de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de
Dios, ni tampoco pueden;” (Romanos 8.7, RVR60)
El ultimo terreno es uno que ha sido arado y preparado pro Dios… si es
receptivo un corazó n, debe dar gloria a Dios que lo hizo receptivo por el
poder de su Palabra.
“Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de
Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de
ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.” (Hechos de los
Apó stoles 16.14, RVR60)
Solo un corazón receptivo puede experimentar el poder
transformador del reino de Dios que viene por medio de la palabra.
Un corazó n puede estar receptivo solo por la gracia de Dios:
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras
inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo,
y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36.25–27, RVR60)
Dios es soberano en la salvació n de los hombres, el ara el corazó n para
que reciba la palabra y fructifique - pero el hombre es responsable por su
condenació n, es llamado a oír y a preparar su corazó n para oir. Gran
misterio.
Eres responsable por tener un terreno fértil y si lo tienes es Dios
quien lo labro.
Este corazó n arado por el Señ or, no es duro, ni superficial, ni está
ocupado con las cosas de este mundo. Es un corazón bueno (limpio,
justificado, que ha experimentado la gracia del perdó n, ha recibido el gozo
de la salvació n y se esta unido a Cristo) y es recto (que no se oculta del
Señ or, que reconoce su maldad y confía en el para salvació n, es un
corazó n que retiene la palabra la asimila, cuando la palabra lo acusa, no se
excusa o se defiende, sino que se arrepiente; cuando la palabra le exige,
por cuanto ama a su Señ or anhela vivir para obedecerle y ruega por ayuda
y auxilio para hacerlo, y sirve al Señ or en gratitud y fe.

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Estos oyen con expectació n, como las mujeres del ver. 1-3:
• Son convencidas de pecado, y o reconocen
• Entienden su necesidad de un salvador
• Se arrepienten y Ponen sus esperanza en él y le sirven.
• No estaban viendo cuan pecadores son los demá s como lo hizo Simó n,
no escuchaban y decían “si fulano oyera esto” ellas entendía su
necesidad de la palabra y seguían al Señ or como sus discípulas,
ademas ellas no son pre-juiciosas, entienden que todos los hombres en
Adan está n muertos como lo estaba ellas antes de oír la palabra y
entienden la necesidad que la gente tiene de oír para tener vida, así
que invierten lo que tienen para la que la palabra de Dios corra y
sea glorificada.
Dios abra el corazón para oír y el oír viene por la palabra de Dios y el
oir la palabra de Dios transforma. ¿Como estas oyendo?
Hermanos y amogos, cuando vengan a la iglesia:
• Vengan con animo para oír atentamente a la palabra de Dios.
Entendiendo que estas en medio de unan guerra por tu alma. Así que
no jueges con tu periodico o con las noticias y con conversaciones
vanas al venir a oir la escritura. Ni te dejes persuadir para dejar de
asistir a tu encuentro con el rey. Ven con un corazó n dispuesto.
• Lean el orden de culto y mediten en los textos para preparar el
corazó n.
• Oren para que Dios are el terreno de tu corazó n, pide que quite tu
orgullo, que quite las piedras y la maleza.
• Cuando este por comenzar el culto, abre tu biblia reflexiona en el
salmo, entiende que Dios te esta hablando a ti personalmente y te
hablara a ti la palabra que tu necesitas oír para arrepentirte, creer y
obedecer.
• Concéntrese en las palabras de la llamada a la adoració n. Concéntrese
en las palabras que se leen y se cantan en el culto. Ama la palabra,
reten la palabra, deja que ella te acusa, te hiera, te sane y te restaure
para que produzcas fruto. Pronto veras brotar: El amor, la alegría, la

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paz, la paciencia, la bondad, la bondad, la fidelidad, la dulzura, el
autocontrol , todo esto por preparar tu corazó n para oír.
Este corazó n sediento por la palabra es el distintivo de un corazó n
labrado por Dios, de una persona que pertenece a la familia de Dios “Él
entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen
la palabra de Dios, y la hacen.” (Lucas 8.21)
Para terminar, quisiera recordar a todos mis hermanos, el punto de
Lucas:
El Señ or esta trayendo su reino por medio de su palabra, no dejes de
enseñ arla a tus hijos, no dejes de declararla a los hombres, si no obtienes
resultado, recuerda que no debes cambiar el mensaje, debes confiar en la
misma palabra cambie el corazó n para que la gente crea y se salve - el
éxito o el fracaso en nuestro intento por evangelizar, no depende de
nuestra habilidad como sembradores, ni de la semilla que esparcimos,
sino del corazó n de los oyentes - así que oremos por ellos a Dios.
Recordemos que la iglesia y el reino de Dios son establecidos y
construidos con el fundamento de la Palabra. Predica, siembra la semilla y
deja los resultados a Dios.

Oremos:
Omnipotente Dios y muy misericordioso Padre, nos presentamos y nos
postramos humildemente ante tu majestad, y te pedimos desde el fondo de
nuestro corazón que esta semilla de tu Palabra, sembrada ahora entre
nosotros, pueda echar raíces profundas, para que ni el calor ardiente de la
persecución haga que se seque, ni los cuidados espinosos de la vida la
ahoguen, sino que como semilla sembrada en buena tierra, pueda producir
fruto a treinta, a sesenta o a ciento por uno, de acuerdo con lo que tu
sabiduría celestial haya determinado. Y ya que hay muchas cosas en tus
manos que necesitamos implorar de continuo, te pedimos humildemente, oh
Padre celestial, que nos concedas que tu Espíritu Santo dirija nuestras
peticiones, para que procedan de una mente tan fervorosa que puedan ser
agradables a tu santísima voluntad.
JOHN KNOX

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