La Parábola Del Sembrador
La Parábola Del Sembrador
La Parábola Del Sembrador
Introducción:
Lucas escribe a Teofilo y a los creyentes que está n en Roma.
Ellos está n enfrentando retos importantes como Cristianos en medio un
imperio que cada vez intensificaba má s su oposició n al Cristianismo. Era
natural que tuvieran temor e incertidumbre por las circusntancias, ellos
como seguidores del Mesías seguramente se estarían preguntando si
habían hecho una buena elecció n al seguir a Cristo, ¿Porque el Señ or
estaba permitiendo tanta aflicció n para la iglesia? ¿porque la iglesia en
vez de crecer, decrece a causa del martirio?
Lucas quiere fortalecer al fe de estos hermanos, quería que Teofilo y los
creyentes en Roma pudieran conocer bien la verdad acerca del mesías y
su reino.
Lucas les cuenta sobre el nacimiento glorioso del Mesías anunciado por
los profetas:
Jesus nació de una virgen, los Angeles le adoraran, los pastores le
adoraron, María le adoró y agradeció a Dios por el redentor que llevaba
en su vientre, Elisabet le adoró , Juan desde el vientre se regocijo con su
llegada, Simeó n le reconoce al circuncidarlo como el salvador que tanto
estaba esperando y Ana alaba a Dios al verle y reconoce que este niñ os
redimirá a Israel de sus pecados. Todas estas personas que reflexionaban
en la palabra, reconocieron al rey, le sirvieron y le adoraron.
A la edad de treinta añ os Juan da testimonio de que él es el Mesías
prometido a Israel, luego el Padre con voz audible en su bautizo dice que
Jesus es su enviado, su hijo en quien tiene complacencia.
Oremos:
Omnipotente Dios y muy misericordioso Padre, nos presentamos y nos
postramos humildemente ante tu majestad, y te pedimos desde el fondo de
nuestro corazón que esta semilla de tu Palabra, sembrada ahora entre
nosotros, pueda echar raíces profundas, para que ni el calor ardiente de la
persecución haga que se seque, ni los cuidados espinosos de la vida la
ahoguen, sino que como semilla sembrada en buena tierra, pueda producir
fruto a treinta, a sesenta o a ciento por uno, de acuerdo con lo que tu
sabiduría celestial haya determinado. Y ya que hay muchas cosas en tus
manos que necesitamos implorar de continuo, te pedimos humildemente, oh
Padre celestial, que nos concedas que tu Espíritu Santo dirija nuestras
peticiones, para que procedan de una mente tan fervorosa que puedan ser
agradables a tu santísima voluntad.
JOHN KNOX