Escena 2 Hermanas Roberto Zucco

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ROBERTO ZUCCO de Bernard-Marie Koltés

ESCENA 7 / DOS HERMANAS


En la cocina. La chiquilla, con una bolsa. Entra la hermana.

LA HERMANA: Te prohíbo que te marches.

LA CHIQUILLA: Tú no puedes prohibirme nada. De ahora en adelante soy mayor


que tú.

LA HERMANA: ¿Qué dices? Eres un gorrioncillo posado en una rama. Y yo soy tu


hermana mayor.

LA CHIQUILLA: Tú eres una virgen perenne, no sabes nada de la vida, bien que has
cuidado de ti misma, bien que te has protegido. Yo soy mayor, he sido violada, estoy
perdida, tomo mis decisiones yo sola.

LA HERMANA: ¿No eres tú mi hermana pequeña, la que me contaba todas sus


confidencias?

LA CHIQUILLA: ¿No eres tú una solterona que no sabe nada de nada, y debería
callarse ante mi experiencia?

LA HERMANA: ¿De qué experiencia hablas? La experiencia de la desgracia no sirve


de nada. Sólo sirve para que la olvidemos lo antes posible. Tan sólo la experiencia de la
felicidad sirve de algo. Siempre recordarás las hermosas veladas tranquilas que has
pasado con tus padres, tu hermano y tu hermana; las recordarás hasta que seas vieja.
Mientras que la desgracia que nos ha caído encima, esa la olvidarás pronto, pajarillo
mío, bajo la mirada de tu hermana, de tu hermano y de tus padres.

LA CHIQUILLA: Olvidaré y ya olvido, a mis padres, a mi hermano y a mi hermana;


pero no olvidaré mi desgracia.

LA HERMANA: Tu hermano te protegerá, mi pequeño vencejo: te querrá como


nadie te quiso nunca, porque siempre te ha querido como no ha querido a nadie. El
sólo será todos los hombres que tú puedas necesitar.

LA CHIQUILLA: No quiero que me quieran.

LA HERMANA: No digas eso. No hay ninguna otra cosa en la vida que valga la pena.

LA CHIQUILLA: ¿Cómo te atreves a decir eso? Nunca has tenido un hombre. Nunca
te han querido. Te has quedado sola toda tu vida, y has sido muy desgraciada.

LA HERMANA: Nunca he sido desgraciada hasta tu desgracia.

LA CHIQUILLA: Sí, yo sé que has sido muy desgraciada. Te he pillado a menudo


llorando detrás de las cortinas.
LA HERMANA: Lloro sin motivo, siempre a la misma hora, para ganar ventaja, y ahora,
nunca volverás a verme llorar; yo he sacado mucha ventaja. ¿Por qué quieres marcharte?

LA CHIQUILLA: Quiero encontrarlo.

LA HERMANA: No lo encontrarás.

LA CHIQUILLA: Lo encontraré.

LA HERMANA: Imposible. Sabes que tu hermano lo ha intentado durante días y


noches, para vengarte.

LA CHIQUILLA: Pero como yo no quiero vengarme, lo encontraré.

LA HERMANA: ¿Y qué harás cuando lo encuentres?

LA CHIQUILLA: Le diré una cosa.

LA HERMANA: ¿Cuál?

LA CHIQUILLA: Una cosa.

LA HERMANA: ¿Dónde piensas encontrarlo?

LA CHIQUILLA: En el Pequeño Chicago.

LA HERMANA: ¿Por qué quieres perderte, paloma inocente? No, no me abandones,


no me dejes tan sola. No quiero quedarme sola con tu hermano y con tus padres. No
quiero quedarme sola en esta casa. Sin ti mi vida no valdrá nada, y nada tendrá
sentido. No me abandones, te lo suplico, no me abandones. Detesto a tu hermano, y a
tus padres, y esta casa; sólo te quiero a ti, paloma, paloma; sólo existes tú en mi vida.
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LA HERMANA: No quiero que seas desgraciada.

LA CHIQUILLA: Soy desgraciada y soy feliz. He sufrido mucho, pero ese sufrimiento
me ha dado mucho placer.

LA HERMANA: Y yo moriré si me abandonas.

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