La Naciente República Boliviana. Un Período de Continuidad en La Estructura Económica y Fiscal (1825-1855) - Marcelo Rolón Scampino
La Naciente República Boliviana. Un Período de Continuidad en La Estructura Económica y Fiscal (1825-1855) - Marcelo Rolón Scampino
La Naciente República Boliviana. Un Período de Continuidad en La Estructura Económica y Fiscal (1825-1855) - Marcelo Rolón Scampino
Resumen:
Este trabajo busca las continuidades del sistema económico e impositivo boliviano durante sus primeros
treinta años de vida. Así, muchas de las estructuras económicas, circuitos comerciales, unidades de
producción, conductas, instituciones y mecanismos impositivos de recaudación previos a la independencia
perduran hasta la segunda mitad del siglo XIX. Se destaca aquí la hegemonía de la economía agrícola sobre
la minera, al igual que los regímenes de subsistencia sobre los comerciales.
Palabras claves: Bolivia, economía, independencia, fiscalidad, impuestos
Abstract:
This work seeks the continuities of the Bolivian economic and tax system during its first thirty years of
life. Thus, many of the economic structures, commercial circuits, production units, conducts, institutions
and tax collection mechanisms prior to independence last until the second half of the 19th century. The
hegemony of the agricultural economy over the mining one is highlighted here, as well as the subsistence
regimes over the commercial ones.
Keywords: Bolivia, economy, independence, taxation, taxes
Para este objetivo, importantes grupos de la élite de Charcas tuvieron que dar la
espalda a numerosos preceptos liberales que adornaban al proceso revolucionario que se
estaba llevando a cabo en Latinoamérica y también en Europa.
Pero ¿con qué país nos encontramos? Una Bolivia arrasada por la guerra y con un
contexto internacional que la dejaba en una situación extremadamente débil, incluso
comparándola con sus flamantes vecinos. Para colmo de males, el crédito real al que la
región estaba acostumbrada ya no era accesible.
La minería no estaba exenta de este momento complicado. Desde el año 1803 que
entró en una fase de descapitalización (Klein, 2010: 120), con una situación internacional
que contribuía a ese estado de las cosas.
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No es menor tener en cuenta este último punto porque el desgaste de las relaciones
con Lima y la crisis del comercio con el norte de la actual Argentina (no era una entidad
política unificada para ese entonces) y con Chile, afecta duramente a la economía boliviana.
El puerto de Cobija, que se encontraba a 600 km. de los centros mineros y que representaba
una dura travesía por el desierto de Atacama, era la única salida nacional posible por mar
hacia el exterior. Un relieve y clima muy áspero para poder considerarla como la opción más
viable de intercambio. Y encima, un transporte terrestre que estaba en manos de extranjeros
y que demandaba altos costos. El resultado fue que reunió en su mejor etapa apenas a la
tercera parte del comercio internacional por mar (Klein, 2010: 121).
La otra opción marítima era Arica. Su disputa con el Perú trajo como resultado el
pago de aranceles, como también lo significaría el uso de algunos puertos chilenos. Pero
en definitiva terminó siendo la más accesible.
Desde ahora, Bolivia pasaba a ser, a criterio de Bonilla, “un espacio de gran
vulnerabilidad económica y precariedad política” (Bonilla, 1980: 109). Su geografía
la mostraba en terreno de aislamiento. La vinculación con el exterior, luego de la
Independencia de España, era muy limitada.
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De todas maneras, si algo es cierto, es que el Estado tuvo graves problemas para
recaudar y las élites no la pasaron nada bien. En efecto, libraron una dura batalla
por su continuidad como tales. En lo fiscal, conservaron muchas de las instituciones
de exacción… y no sólo por necesidad, sino por presiones sectoriales que terminaron
perjudicando a las que estaban en una posición desfavorable en la colonia. En lo socio-
político, las instituciones de esta naturaleza apenas si se modificaron. ¿la revolución?
Hasta ahí nomás.
Otra estadística que nos muestra este trabajo saca a la luz la caída en la importancia
de la región como centro minero argentífero. Potosí, ciudad que centralizaba gran parte
de la producción de plata, y clave en la etapa colonial, mostró un marcado descenso
poblacional: los 75.000 habitantes con los que contaba al finalizar el siglo XVIII,
quedan grandes en este año, cuando se estimaba a la población potosina hacia los 9.000
habitantes.
La producción de plata que la República mostró en los dos primeros años es muy
magra comparada con otras etapas, sin siquiera tener que recurrir a los años de auge:
hacia 1825 ascendía a 244.780 marcos, y en 1826, a 295.202 marcos, cifra que no se
superaría hasta entrada la segunda mitad del siglo.
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para hablar sólo de la región potosina, apenas 6 minas de plata estaban en actividad, con
1450 obreros (Serrano Bravo, 2004: 96-97).
Las producciones más comercializables resultaban ser la quina y la coca, mientras que
el maíz, el higo y la papa se encontraban entre los ejemplos más importantes dedicados
a la subsistencia. Pero pensemos en los números estimativos que nos da Pentland: Entre
la coca, el maíz y el trigo (producciones cercanas a La Paz y Cochabamba) su producto
conjunto oscilaba por las 210.000 libras esterlinas. Sin embargo, la exportación de plata
seguía siendo clave: en el mismo año, se estimaba su valor por encima de las 300.000 libras.
¿Qué ocurría con la industria? Este sector, en especial el textil, comenzó a ser
vulnerado en la etapa de las Reformas Borbónicas, en el siglo XVIII. El proceso de
liberalización del comercio condujo a que, de las etapas de auge, con una producción de
200.000 lbs, se disminuyera rotundamente al valor de 1826 de 16.000 lbs. Sin embargo,
esto es un proceso, y no algo que sucedió de un día para el otro. No obstante, el momento
en el que estamos parados también muestra políticas activas aperturistas y sin interés por
la protección de la manufactura local: son estos años iniciales, los sucristas, los que son
testigos de un aumento indiscriminado de los ingresos del extranjero de textiles de lana
y algodón. La relación con las tarifas aduaneras para la importación de estos productos,
que oscilaban solamente entre un 2 y un 10%, es evidente (Safford y Jacobsen, 1999:
47). Es importante saber que con excepción de algunos períodos de protección, como el
de Santa Cruz, desde 1829, y especialmente el de Belzu a partir de 1848, dicho proceso
continuó de manera irreversible.
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Sin embargo, los circuitos coloniales internos regionales (excluyendo los que
desembocaban en Lima) se habían debilitado notoriamente, pero todavía resistían a su
desaparición. Para mostrar un ejemplo, es importante destacar el comercio con el Perú:
Bolivia recibía del país vecino grandes cantidades de algodón, vinos y aguardientes por
un valor de 82.240 libras, mientras que en contrapartida, diferentes bienes agrícolas
cruzaban la frontera hacia el Perú por un monto de 30.640 lbs.
Es interesante relacionar al debilitado proceso industrial con estos datos: el 70% por
ciento de dichas importaciones tenían que ver especialmente con telas inglesas, mientras
que las francesas, holandesas y alemanas englobaban a la mayor parte del remanente
(Bonilla). Sin dudas que para esta época tuvimos a una clase comerciante vinculada al
mundo ultramarino muy interesada en que el proceso revolucionario tuviera éxito.
Es muy importante señalar el gasto público que la República mostraba para ese
momento. En promedio, Pentland estimaba que en los años 1825 y 1826 rozaban las
400.000 lbs. de promedio, mientras que en 1827 alcanzaban los 350.254 lbs.
Hay que tener en cuenta otros puntos, como que por ejemplo existía una deuda
con Perú por 40.000 lbs, y con el ejército, por un monto de 140.000 lbs. También existía
la llamada “deuda española”, que son compromisos asumidos por la República de la
etapa independentista y también de antes, por diferentes conceptos. Hasta en las deudas,
la colonia dejaba “herencias”.
Si bien el gasto militar fue inmenso durante muchísimo tiempo, Bonilla destaca
que se decidió recurrir poco al crédito externo para paliar esta situación. En 1826, como
en 1829, se emitieron bonos respaldados con bienes estatales (Bonilla, 1980: 114).
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La pregunta es: ¿qué bienes eran estatales? En primer lugar, se declaran nacionalizadas
las minas abandonadas durante la etapa independentista (1809-1825). Pero no podemos
dejar pasar que en 1826 Sucre avanza sobre propiedades eclesiásticas, confiscándolas.
En una de las medidas que más éxito tuvieron durante su gestión, el Estado asumió el
patronazgo nacional (como sucedía por ejemplo en Buenos Aires con Rivadavia). Sin
embargo, hay que aclarar que si bien cuantiosos grandes tenentes de tierras de carácter
eclesiástico perdieron sus privilegios, muchos de estos inmuebles pasaron a engrandecer
el patrimonio de otros terratenientes y numerosos comerciantes: de hecho, fueron ellos
quienes compraron los bonos mencionados anteriormente a un precio muy escaso. Esto
está en consonancia con la tesis de Grieshaber, que ubica a las élites paceñas en un
momento de engrandecimiento de su hacienda a partir de la llegada al poder (Grieshaber,
1990: 34). Por lo demás, algunas tierras siguieron en posesión de los eclesiásticos, pero ya
no en situación de propiedad, sino de arrendamiento al fisco.
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A fines de 1825, durante la breve presencia de Bolívar, fue abolido el tributo indígena,
como también se intentó dar un paso hacia la titulación individual de la propiedad de
los indígenas: no sólo que la estructura de haciendas no se modificó (Peñaloza, 1946:
121), sino que la idea de una Contribución Directa General que gravaba a la propiedad,
a los ingresos y a las cabezas de familia sin importar su origen, con un monto exigido
que disminuía considerablemente, fue resistido tanto por los no indígenas, como por
aquellos que sí lo eran pero que pertenecían a las capas terratenientes (Peñaloza, 1946:
122). Así, a mediados de 1826 Sucre restablecía el tributo segmentado por estamentos al
mejor estilo colonial. En cuanto a las comunidades no se disgregaron, pero comenzaron
a ser objeto de continuos ataques que minaron su integridad, proceso que continuó con
Ballivián en los 40´ y sus proyectos enfitéuticos, y que tuvo un punto bisagra en la etapa
de Melgarejo, ya fuera de nuestro objeto de estudio, en los años 60´. Es clave entender
que la preservación de la comunidad era fundamental para un Estado que a partir de ese
momento subsistiría principalmente del tributo indígena. Era necesario, para Klein, que
el estado las proteja de la amenaza blanca y chola (Klein, 2010: 124).
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1845 39 8 23 7 23
1846 37 9 26 10 18
1847 36 7 17 14 26
1848 30 7 23 12 28
1849 34 9 28 10 19
1852 41 7 15 22 14
1853 34 11 13 30 12
1854 38 8 14 28 11
1855 35 10 21 20 14
1856 33 9 21 22 15
1862 26 10 18 13 33
1863 36 14 23 15 12
1866 31 5 19 16 28
1867 17 6 13 13 51
1868 10 4 17 18 51
1869 8 5 19 14 52
1871 14 8 30 6 4 37
1873 21 11 21 4 24 18
1880 22 11 14 1 31 20
Fuente: E.P. Grieshaber
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Otro recurso que se tomó para tal efecto fue la acuñación de moneda feble.
Iniciada durante el gobierno de Santa Cruz (1829-1839), y de base transitoria, terminó
por hacerse permanente durante las demás gestiones. Para explicar de qué se trata: esta
medida fue un intento de obtener recursos mediante la puesta en circulación de moneda
con menor valor en plata, comparándola con la fuerte existente desde la colonia. Esta
moneda tomó un valor y una trascendencia fundamental en la región (incluyendo al sur
peruano y al norte argentino-ver cuadro), pero fue vital para el Estado, en cuanto fue
utilizada cada vez más para el pago de los rescates de plata al sector minero. Sin duda
que era una medida perjudicial para ese sector (llegaron a recibir hasta los 2/3 del pago
en esta moneda, que les ocasionaba pérdidas de hasta el 20%, si se lo sumamos al 5%
del impuesto y la diferencia de precio del rescate respecto al precio internacional), pero
no lo fue tanto como se cree, ya que muchos de los costos internos que debían afrontar
(entre ellos, la mano de obra) lo pagaban con esta misma moneda. Lo único que hacían
era trasladar estas desventajas al sector trabajador.
Años % feble/acuñado
1830-1834 14
1835-1839 19
1840-1844 40
1845-1849 50
1850-1854 80
1855-1859 90
Cuadro extraído de Mitre, Antonio “Los patriarcas de la plata”
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Sin embargo, esto no hizo más que deteriorar la situación de Cobija, que perdió
preeminencia durante la etapa de la Confederación y luego pagó las consecuencias, que-
dando detrás de Arica definitivamente en las preferencias a la hora del comercio exterior,
incluso con las dificultades que conllevaban las cargas impositivas impuestas por Chile
(en especial en Valparaíso) y el Perú.
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Entre otras causas importantes se encuentran los altos costos de obtención de los
insumos: el mercurio, necesario para el beneficio y difícil de conseguir desde principios
de siglo cuando España entró en conflicto con Inglaterra (1802/03), sumada a la
paralización de las minas de Huancavelica, le dieron un golpe a la producción minera.
Sólo hacia 1850 hubo a disponibilidad una mayor cantidad de mercurio (proveniente de
las minas descubiertas en California, Estados Unidos), lo que produjo una baja notable
de su precio.
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Los efectos de estos trabajos se comenzaban a notar: las minas de Huanchaca, que
por esta fecha producían 15.000 onzas de plata, pasaron al número (que incluso fue
ampliamente superado) del millón de onzas en 1895. Sin embargo, los datos que nos
ofrecen Safford y Jacobsen muestran un contraste grande con la etapa colonial: En 1850
se producía el 52,3% que en 1790.
Los costos de otros materiales y del combustible también resultaban onerosos para
emprender una producción gananciosa de la plata.
Hay una conclusión que puede extraerse fácilmente de esto: un gran volumen
de plata salía de manera ilegal: la minería, muy vinculada a los intereses de la costa
del Pacífico y a otras regiones fronterizas, eludió así muchos controles estatales, que a
pesar de generar medidas punitorias (primera infracción, decomiso de la carga + 25%
extra; segunda infracción, exilio) y de traslado de parte del negocio al sector privado (un
gran ejemplo es la privatización parcial o total de los bancos de rescate para que estos
grupos pasen a controlar), no tuvo demasiado éxito en evitar la salida ilícita de la plata.
Los medios para realizar tales controles eran prácticamente inexistentes. Acá queda al
descubierto otro problema del naciente Estado: la falta de un aparato administrativo,
burocrático y de control que supliese la ida de los españoles.
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¿Hubo intentos por atraer capitales extranjeros? Desde ya que sí. Desde la etapa
de Sucre que podemos observarlo. Hubo dos grandes intentos de conformación de
sociedades. Una era la “Chilean and Peruvian Mining Company” y la otra la “The
Potosí, La Paz and Peruvian Mining Association”. Lo que ocurrió es que ambos proyectos
naufragaron. Apenas si la segunda logró reunir una pequeña porción del capital inscripto
para insumos, que fueron embargadas por autoridades de Arica (Mitre, 1981). Así, la
primera etapa fue transcurrida solamente con capital nacional. ¿Cuál fue su proveniencia?
Fundamentalmente de la esfera del comercio. Los primeros capitales provinieron de
Cochabamba o de La Paz en su conexión con Arica. Estos primeros años republicanos
consolidaron un proceso de concentración del comercio, que les permitió a algunos
potentados obtener posesiones mineras. Este fue el caso del propio Arce y Aramayo.
Por otra parte, el oro era un complemento a la plata, que también le daba un respiro al
Erario nacional. El cobre comenzó a explotarse en la costa en los años 40´, principalmente a
partir de capitales chilenos, franceses, españoles e ingleses. El estaño, por fin, fue marginado
en esta estructura. Recién se le daría importancia en la etapa de Belzu.
También, nuevamente se recurrió al crédito público, en este caso para pagar las
jubilaciones de soldados. En un intento de reducir los gastos militares, Ballivián se
encuentra con que también debía pagarle las jubilaciones a los soldados jubilados. Esta
toma de deuda también se garantizó, como las anteriores, con tierras. Muy probablemente
a esto apuntaba la medida de la enfiteusis.
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Teniendo en cuenta la cifra poblacional del país, observemos los siguientes datos y
podremos vislumbrar por omisión, cuánta gente se dedicaba a las tareas agrícolas.
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Así, lejos de avanzar, las comunidades lograron mantenerse estables a pesar de los
avances del gobierno de Ballivián, e incluso de Melgarejo. Esto obedecía también, en
parte, a la falta de una demanda que pudiera absorber el total del producto de dichas
haciendas.
¿Qué nos dice Tristán Platt? Que las comunidades continuaban para esta fecha
produciendo trigo, harinas, y otros productos agrícolas. No sólo alcanzaba para la
subsistencia, sino que se podían ver también en el comercio: se asemeja así a los datos
de Pentland de 1826, que alcanzaban al sur peruano (y al norte chileno) como parte de
un circuito de intercambio. Y hay más: en las primeras décadas republicanas “Chayanta
(perteneciente al depto. Potosí) fue el centro de producción triguera más importante del
país”, ubicándolo incluso por encima de Cochabamba (Platt, 1981: 82).
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traspasaban las fronteras bolivianas y llegaban hasta las naciones vecinas de Perú, Chile
y Argentina.” (Deustua, 2004: 88). El hecho de que dicha moneda cruzaba los límites
nacionales, sosteniendo otras economías, lo podremos encontrar también en el trabajo
de Nicolini acerca de Tucumán. Lo que nos va a decir, por un lado, es que no hay una
ruptura en términos cuantitativos con décadas anteriores, pero que a partir de 1840, con
la mayor emisión de feble, la presencia de esta moneda en Tucumán se hizo más evidente.
En efecto, el circuito había sido vulnerado por las guerras de Independencia, pero luego
de 1830 el espacio económico recobra vitalidad, dejando a la ciudad de Tucumán en un
rol de importante relevancia. Esto se manifestó especialmente durante la gobernación
provincial de Heredia, a partir de 1832.
Esto no quiere decir que haya sido la única moneda: en el actual territorio argentino
habían sido lanzadas otras que estaban en circulación y que en su mayoría surgieron
durante la crisis del espacio económico tratado aquí. Es el caso del “federal”, que coexistió
con el feble boliviano.
Sin embargo, Tucumán era uno de los ejes más nuevos. Silvia Rivera Cusicanqui,
al referirse en un prólogo al trabajo de Tristan Platt “Estado boliviano y ayllu andino.
Tierra y tributo en el norte de Potosí”, destacará un “modelo cacical de mercantilismo
agrario” que comenzó antes de la caída de la colonia, que tenía como protagonistas a los
curacas, que ponían en circulación los excedentes comunitarios tras la paga de la “tasa”
a la administración metropolitana, y que aceitaban un eje comercial de carácter regional
con base en el norte de Potosí.
El mismo Platt nos muestra a través de sus fuentes obtenidas, como la del intendente
de Potosí que declaraba en 1787 que los indios del pueblo de Chayanta
“Bajan a los valles de Micami, San Pedro y Carasi, en que poseen tierras, y con las
harinas y granos que conducen a La Paz, Yungas y Oruro, retornan coca, algodón y agí,
extendiéndose algunos hasta la costa, de donde regresan con aguardientes” (Platt, 1981: 67)
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Dicho eje, dirá, se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XIX. Y Platt añadirá
que los actores centrales aquí no eran los hacendados, sino los indios de los ayllus. Este
fue entonces uno de los elementos dinamizadores que también llevó a la diferenciación
tributaria antes mencionada en el documento de Dalence entre originarios, forasteros y
agregados.
Vislumbrando el futuro
El futuro ya se mostraba diferente para Bolivia. El peso de las comunidades en la tributación
decaería de manera sustancial. La minería reemergería como factor económico clave, con
la introducción de capitales y técnicos (bolivianos, chilenos y peruanos), de maquinarias
modernas pero baratas (a diferencia de las de los 20´), de la baja del precio del mercurio.
Estos elementos, entre otros, contribuirían a la exigencia de un cambio en la estructura,
tanto económica, como política e institucional del país. Mientras tanto, las primeras tres
décadas de la República mostraron que los principios liberales estaban muy verdes para
aplicar por las clases dirigentes, que estaban demasiado lejos de estar preparadas para
modificar su organización. La mantención del tributo indigenal (y de la diferenciación
social al estilo colonial), de los modos de extraer el excedente minero, la permanencia
del Monopolio sobre la exportación de plata, como así también de otros tributos propios
de la etapa de dominación española, son sólo algunos ejemplos de lo que marcó a estos
primeros treinta años de república, pero que eran también un espejo del sistema al que
se pretendía eliminar.
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Bibliografía
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