Cuaderno Historico Edicion 9 PDF

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Academia Colombiana de Historia Policial

Cuaderno Histórico
No. 9

Mayo de 2003
Academia Colombiana de Historia Policial
Símbolos
Resolución No. 002
( Abril 23 del 2003)

Lema: Memoria et Fides

Resolución No. 003


(Abril 23 del 2003)

Academia Colombiana de Historia Policial

Cuaderno Histórico
Número 9

9
Fundado en 1993

Presidente Honorario
Mayor General Teodoro R. Campo Gómez

Presidente
Mayor General ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes

Asesor Ejecutivo
Especialista Jaime Arturo Meneses Martínez

Bogotá D.C., mayo de 2003

Junta Directiva

(2003 - 2005 )

Presidente

10
Mayor General ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes

Vicepresidente
Brigadier General ( r) Guillermo León Diettes Pérez

Secretario – Tesorero
Mayor Jorge Iván Toro Carmona

Revisor Fiscal
Coronel ( r) Gilberto Antonio Fernández Castro

Vocales Titulares
Brigadier General (r ) Fabio Arturo Londoño Cárdenas
Brigadier General ( r) Edgard Peña Velásquez
Coronel (h) Bernardo Echeverri Ossa

Vocales Suplentes
Coronel ( r) Ramiro Efraín Rincón Rincón
Teniente Coronel (r) Lino Arturo Girón Trujillo
Doctor Leonel Olivar Bonilla

EDITORIAL

Conocer lo acontecido en el pasado para comprender el desarrollo del presente y


futuro, es quizá una de las sabias estrategias de cada institución o persona
visionaria. Es por ello, que la Academia Colombiana de Historia Policial, cumple un

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papel fundamental en el devenir de la Policía Nacional a través de la investigación,
recolección, difusión y preservación de su patrimonio histórico.

En cumplimiento a esta gran labor, anualmente la Academia hace entrega del


Cuaderno Histórico; este año tenemos la novena edición. EN ella se destaca la
creación de capítulos, constituidos con el objeto de conocer antecedentes y hechos
históricos que han marcado época en diferentes regiones de nuestra patria.

Estos capítulos y los recién creados en el Meta y Boyacá son un importante marco
de referencia y base sobre la cual todos construimos el porvenir de la Policía
Nacional.

Esta difusión es el resultado del intenso trabajo y compromiso permanente con el


pasado, presente y futuro de la Policía Nacional, en cabeza de los señores mayor
general ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes y coronel ( r) Bernardo Echeverri Ossa,
pensadores destacados con la sabiduría necesaria para escribir la historia que se
dejará como legado, a quienes en el porvenir tendrán la tarea de recoger los aportes
para construir acertadamente el futuro institucional.

En nombre de la Policía Nacional, gracias a todos los miembros de la Academia, su


trabajo constituye al engrandecimiento de una institución, cuyos integrantes día a día
luchan por cumplir con la gigantesca misión constitucional de proteger a la
ciudadanía de la inseguridad, bajo condiciones adversas pero siempre con deseo de
servir más y mejor.

Es para mí, un singular honor recibir en la sesión solemne de la Corporación, el


nombramiento como Presidente Honorario de la Academia Colombiana de Historia
Policial, precisamente cuando la institución celebra el centésimo undécimo
aniversario de su creación. La designación causa en mí un gran orgullo al hacer
parte de una Academia que con tanto sentido de pertenencia y decisión, mantiene
vivo el glorioso pasado construido por millones de héroes y mártires.

Expreso mis mejores votos por el éxito de la Academia y mi compromiso en la


conservación del patrimonio histórico de nuestra Policía Nacional.

Mayor General Teodoro R. Campo Gómez


Director General de la Policía Nacional
Presidente Honorario Academia Colombiana de Historia Policial

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Miembros Honorarios

MG. Bedoya Bedoya Aldemar


Dr. Cacua Prada Antonio
Gr. Campo Gómez Teodoro
Dr. Chávez Cuevas José Ignacio
Gr. Delgado Mallarino Víctor Alberto
MG. Durán Quintanilla Tobías
BG. García Guzmán Héctor
Gr. Gilibert Vargas Luis Ernesto
Gr. Gómez Padilla Miguel Antonio
Gr. Naranjo Franco Francisco José
Dr. Navas Talero Carlos Germán
MG. Páez Guerra Víctor Manuel
Dr. Posada Díaz Jaime
Gr. Rosas Guarín Pablo Alfonso
Em. Rubiano Sáenz Pedro
Gr. Serrano Cadena Rosso José
Em. Suescun Mutis Fabio
MG. Trujillo Polanco Ismael
Gr. Vargas Silva Octavio
Gr. Valderrama Núñez Luis Humberto
Gr. Valencia Tovar Àlvaro
Dr. Velandia Rodríguez Roberto

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Miembros de Número

Cr. Alfonso Cepeda Hugo


Cr. Álvarez Mendoza Héctor
My. Aparicio Navia Humberto
Gr. Camacho Leyva Bernardo
Dr. Dorado Daza Audberto Flavio
BG. Diettes Pérez Guillermo León
Cr. Echeverri Ossa Bernardo
TC. Galeano Gómez Jorge Alfonso
Dr. Gómez Porras Gustavo
TC. Girón Trujillo Lino Arturo
Sr. González Parra Jaime
Te. Lara Neira Armando
BG. Londoño Cárdenas Fabio Arturo
BG. Murcia Florián José Domingo
BG. Peña Velásquez Edgard
MG. Pulido Barrantes Carlos Alberto
Cr. Rincón Rincón Ramiro Efraín
Dr. Vera Jiménez Darío

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Miembros Correspondientes

Dr. Bentzinger Jacky Paúl


My. Camargo Rodríguez Emiliano
Cr. Fernández Castro Gilberto Antonio
Em. Giraldo Rojas Javier
Dr. Gómez Aristizabal Horacio
Dr. Olivar Bonilla Leonel
Va. Ospina Cubillos Carlos Enrique
My. Rincón García Víctor Manuel
Dr. Rivero Ángel Guillermo
Ct. (s) Suárez Hernández Silverio Ernesto
My. Toro Carmona Jorge Iván

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CONTENIDO

DOS HECHOS HISTÓRICOS POLICIALES DE GRAN TRASCENDENCIA


Coronel ( r) Gilberto Antonio Fernández Castro………………………………………………..……..13

50 AÑOS DE LA ESCUELA DE CARABINEROS ALEJANDRO GUTIÉRREZ


Mayor general ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes……………………………………………….…..23

HITOS HISTÓRICOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE POLICIA GENERAL SANTANDER


Coronel Héctor García Guzmán…………………………………………………………27

ESCUELA DE CARABINEROS ALEJANDRO GUTIÉRREZ: BODAS DE ORO


Teniente Coronel Sergio Alfonso Vargas Colmenares……………………………………………….35

GÉNESIS…PASADO Y PRESENTE DE LOS CARABINEROS DE LA POLICIA NACIONAL


Teniente coronel ( r) Luis Eduardo Altamar Valdivia………………………………………………....44

ACADEMIA SUPERIOR DE INTELIGENCIA DEL DAS “Su historia ante el futuro”


Coronel ( r) Rafael Jiménez Salamanca……………………………………………………………….53

EL INPEC CUENTA SU HISTORIA


Brigadier general ( r) José Domingo Murcia Florián………………………………………………….65

REFLEXIONES SOBRE EL ESCUDO DE LA POLICÍA NACIONAL “DIOS Y PATRIA”


Monseñor Fabio Suescun Mutis, Obispo castrense de Colombia…………………………………..74

LAS FUERZAS ARMADAS Y LA DEMOCRACIA


Doctor Horacio Gómez Aristizabal………………………………………………………………………80

EL FUERO PENAL MILITAR PARA LA POLICÍA NACIONAL


Doctor Leonel Olivar Bonilla……………………………………………………………………………..90

DE REGRESO AL UNIFORME
Brigadier general ( r) Guillermo León Diettes Pérez…………………………………………………109

CREACIÓN CAPÍTULO META DE HISTORIA POLICIAL


Mayor general ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes………………………………………………….118

ESCUELA NACIONAL DE CARABINEROS 42 AÑOS DE GLORIOSO SERVICIO


Brigadier general Enrique Gallego Hernández……………………………………………………….123

ESCUELA DE POLICÍA GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA


Coronel Juan Nepomuceno Jaramillo Nieto…………………………………………………………..126

CASUR, 107 AÑOS DE HISTORIA


Mayor general ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes…………………………………………………..131

LA VIOLENCIA POLÍTICA EN COLOMBIA Y LA POLICÍA NACIONAL


Mayor ( r) Víctor Manuel Rincón García……………………………………………………………….154

MEMORIAS ESCUELA DE POLICÍA RAFAEL REYES


Coronel Luis Alberto Guevara Díaz…………………………………………………………………….162

LA POLICIA Y EL 13 DE JUNIO DE 1953


Doctor Darío Vera Jiménez……………………………………………………………………………...167

Resolución N. 002 (Abril 23 del 2003)………………………………………………………………..178

Resolución N. 003 (Abril 23 del 2003 )……………………………………………………………….179

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Himno de la Escuela de Cadetes de

Policía General Santander

Coro

Adalides, gallardo marchemos


en la senda del gran Gilibert,
nuestra fúlgida espada es la ley
con que Patria nos dio Santander (Bis).

I
Santander, de las leyes el hombre,
De orden, paz y justicia baluarte,
A la Escuela legó lustre y nombre
y es su numen y norte radiante.

I
Alma mater tus hijos te aclaman
Invencibles, unidos y grandes,
Y por cumbres de luz tu bandera
Es cual cóndor audaz de los Andes

I
Caballero del orden, yo juro
democráticamente luchar,
vigoroso del cuerpo y de mente,
por Dios, por Colombia y mi hogar.

IV
El deber y el honor son las normas,
Que en las lides o en paz y bonanza
por los ámbitos patrios pregonas,
¡Oh bandera del sol y esperanza!

Letra: Ernesto Recamares (Seudónimo)


Música: Maestro Pedro Heriberto Morán Vivas.

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DOS HECHOS HISTÓRICO POLICIALES
DE GRAN TRASCENDENCIA

Discurso de Orden, pronunciado por el coronel ( r)


Gilberto Antonio Fernández Castro, para tomar
posesión como Miembro Correspondiente de la
Academia Colombiana de Historia Policial,
sesión especial realizada en la sede de la
corporación el día 24 de abril de 2002.

“Las revoluciones serían el azote de los pueblos si no las hubieran hecho


necesarias los tiranos” Juan Donoso Cortés.

DOS DE MAYO DE 1958

Absteniéndome de entrar a dirimir sobre las razones que originaron este frustrado
golpe, nos detendremos sobre algunos hechos:

El jefe del dos del Ejército, mayor Silvio Carvajal, ante insistentes rumores, realiza
una visita a los distintos comandos de brigada regresando a Bogotá pare presentar
su informe ante el comando del Ejército, sobre la inconformidad de la oficialidad con
la Junta de Gobierno y los rumores sobre un posible golpe; éste le ordena
presentarlo al Comandante de las Fuerzas Militares, quien a la vez le señala
presentarse al general Navas Pardo, miembro de la Junta Militar para que
personalmente le expusiera los hechos y guardar así la reserva.

El general Navas decide convocar a una reunión de la alta oficialidad del Ejército, les
llama la atención sobre estos rumores, los desestima y termina diciéndoles: “no se
metan en política que no es de su incumbencia, métanse únicamente en sus botas”,
terminando la reunión, sin órdenes o consignas especiales de naturaleza alguna
sobre la materia.

El primero de mayo, la Dirección General de la Policía es visitada alrededor de las


nueve de la noche por el general Villamizar, comandante de la Brigada de Institutos
Militares, en compañía de su hermano, coronel, igualmente del Ejército, y después
de cerca de media hora de atención por parte del Director General, abandonan sus
oficinas, permaneciendo en ellas el coronel Quintín Gustavo Gómez, quien media
hora más tarde recibe la visita del teniente coronel Forero Gómez, comandante de la
Policía Militar, también por un espacio de media hora aproximadamente. Esta visita
y la anterior lógicamente inusuales, dadas las horas y fuera de orden, sospechosas,
por cuanto pocas horas después se iniciarían los hechos históricos del dos de mayo.

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Tras el objetivo de la sustitución de la Junta Militar de Gobierno, según los golpistas
por su calificada mala gestión de gobierno y consecuente deshonra y humillación
constante para las Fuerzas Militares, mandos de éstas y de la Policía Nacional,
acordaron un golpe, que el 2 de mayo al amanecer, tres de la madrugada, resuelven
poner en práctica bajo el rótulo de “Operación Cobra”, pero que ante la inactividad de
la mayoría de los mandos comprometidos, que resuelven esperar resultados para de
acuerdo con ellos tomar la bandera de la victoria, fracasa, pues sólo la Policía Militar
al mando del teniente coronel Hernando Forero Gómez y algunos pocos integrantes
de la Policía de Bogotá, bajo la dirección del capitán Armando Becerra, cumplen sus
compromisos.

Golpe por demás anunciado, pues desde los pasillos de Palacio hasta los del último
cuartel se rumoraba, lo cual señalaba claramente la responsabilidad de los altos
mandos militares, que por acción u omisión, dejaron de tomar medidas preventivas
para evitarlos, si no estaban comprometidos, tácitamente lo aceptaron; calificándolos
así jurídicamente, fueron encubridores.

Golpe, cuya autoría intelectual se atribuyó incluso a dos miembros de la misma Junta
Militar, dada la personalidad y actitudes asumidas por los generales Navas y
Ordóñez, quienes fraguaron cada uno su propia conspiración y llegaron a tal punto
de desconfianza mutua, que mantenían su grupo de espías cada uno sobre el otro,
pues aisladamente aspiraban en el fondo a unificar su poder, contra quienes se
presentaron posteriormente graves acusaciones en el Congreso de la República,
para ratificar aún más mis conceptos, por diferentes delitos y faltas contra los
reglamentos internos de las Fuerzas Militares que cometieron durante su vida milita,
además de otras contra el coronel Powels y el general Gómez Arenas, quienes
parece aspiraban el primero a reforzar el golpe con despliegue aéreo sobre Bogotá y
el segundo, marchando desde el Cantón Norte para la toma del poder. El uno como
comandante de la Fuerza Aérea y el otro de las Fuerzas Militares.

Para Bogotá su planificación y ejecución estuvo a cargo de los “Tres Monos”,


coroneles Forero, Navia y Medina, comandante de la Policía Militar, Escuela de
Infantería y Escuela de las Armas Blindadas respectivamente, y del capitán Armando
Becerra García en la Policia Nacional, quien además presidía internamente las
reuniones, coordinaba y dirigió el plan.

Así, la Policía Militar cumplió con la retención de los generales Navas, Ordóñez,
París y Fonseca de la Junta Militar, y del general Berrío. El almirante Piedrahita no
pudo ser localizado en su residencia, pues esa noche el ministro Mejía Salazar, su
paisano y amigo, le recogió para departir un rato: la suerte al fin y al cabo lo salvó y
con ello al gobierno del cual hacía parte.

Es de anotar un detalle: cuando la Policía Militar al mando del cabo primero José
Cedial se presentó en la casa del general Ordóñez, éste ya se encontraba listo,
preguntando a sus captores si ya el Mono Forero se había levantado y todo
marchaba.

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A la Policía, es decir al capitán Becerra, comandante de la VI Estación le
correspondió la toma de las radiodifusoras, interrumpir el servicio telefónico e
inmovilizar a políticos prestantes, incluido lógicamente el doctor Lleras Camargo,
orden que el capitán Medina Fernández delegó en el Teniente Amaya Casanova,
oficial sin conocimiento de causa, quien equívocamente no lo condujo a la sede de la
Policía Militar en Puente Aranda, sino a la compañía de la misma, apoyo del Batallón
Guardia Presidencial, ubicada en la esquina oriental del Palacio, por donde al pasar
en su carro-patrulla fue detenido por el teniente Guillermo León Alfaro, junto con otro
oficial y pensando que también estaban comprometidos, le entregó, quedando en la
práctica en libertad y bajo la custodia y seguridad del Guardia Presidencial.

El general Navas, quien logró burlar la acción del teniente Alberto Cendales
Campuzano, fue conducido posteriormente a la estación 100 de la Policía por el cabo
segundo Pedro Martínez, quien se encontraba patrullando en su turno de vigilancia,
a donde se presentó el teniente Camacho de la Policía Militar a recogerlo, para
conducirlo a la Policía Militar.

Lo ocurrido con el almirante Piedrahita y el doctor Lleras, decisivamente cambió el


rumbo del golpe. Este hábil político asesoró en las primeras medidas de gobierno
desde el mismo Palacio al almirante Piedrahita, mientras en el ministerio de Guerra
la situación era resuelta por el mayor Silvio Carvajal, dando la sensación con sus
circulares y comunicados, con la posfirma de sus superiores, de que la situación
estaba controlada, que el golpe había fallado, procurando hacer uso de su amistad
con el teniente coronel Forero para influenciar en él y lograr que depusiera las armas
y entregara a sus prisioneros.

Una circular elaborada por el mayor Carvajal Muñoz en algunos de sus apartes
incluía: “… stop, Ejército unido rechaza actitud tropas Policía Militar stop Movimiento
Policía Militar difunde especies tendientes desorientar opinión contra Fuerzas
Armadas las cuales deben contrarrestadas sentido Fuerzas Armadas inclusive
Policía Nacional están listas restituir autoridades dar garantías imponer orden todo el
territorio stop general Villamizar Comdejército”, pero realmente firmada por el mayor
Carvajal. Mensaje de tipo político, que correspondió a la redacción de un hombre y
no de los mandos responsables, pero que una vez se definió la situación, sí se
hicieron presentes a asumir sus funciones y recibir el reconocimiento de la nación,
como si ellos hubieran sido los responsables de este final.

“Los que hacen revoluciones a medias no han


Hecho más que cavarse su tumba” Luis Antonie Sain – Just.

El mayor Carvajal, jefe del departamento 2 del Ejército, en la práctica, durante estas
horas inmediatas a la iniciación de la operación Cobra, tomó las medidas
conducentes a obtener la solución de la anormal situación, se comunicó
telefónicamente con su amigo el teniente coronel Forero para tratar de obtener su
desistimiento en sus objetivos, haciéndole creer en su fracaso y abandono de los
demás comprometidos en su plan. Pide así autorización al general Villamizar para
trasladarse hasta el Batallón de Policía Militar y entrevistarse con el coronel Forero y

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personalmente continuar con esta labor de convencimiento en procura de solucionar
esta situación en forma favorable al gobierno.

Utilizando su amistad, convence al teniente coronel Forero, le hace creer que


realmente se encontraba solo, por lo que éste accede a la solicitud y consejos del
mayor Carvajal y decide poner en libertad a los miembros de la Junta Militar, cerca
ya del medio día, bajo las condiciones de “…siempre y cuando la Junta me prometa
que respetará mi batallón y no tomará contra él ninguna represalia, que yo soy el
único responsable y como tal, asumo las consecuencias que puedan venir…”, su
tercera condición obviamente no le fue aceptada: el cambio inmediato de la Junta.

El mayor Carvajal le solicita autorización para entrevistarse con los miembros de la


Junta, pasa al salón contiguo, les informa del compromiso por él adquirido, a lo cual
de inmediato el general Ordóñez expresa un “acepto”, rotundo y categórico, el
general Navas exclama “es imperdonable lo que han hecho estos hombres”,
mientras que el general París justifica el pedido del teniente coronel Forero y da un
“acepto” e insta al general Navas diciéndole en tono enérgico “acepta o no acepta,
aquí no vinimos a llorar”, ante lo cual también da su aceptación, junto con el general
Fonseca.

El teniente coronel Forero, conociendo a sus retenidos, pidió al mayor Carvajal


constancia escrita sobre el acuerdo, pero éste los excusa, aduciendo su calidad de
presidentes.

Tenía razón: no sólo le incumplen al teniente coronel Forero, sino que el mismo
mayor Carvajal debió defenderse posteriormente ante la acusación del general
Navas, de que durante esa entrevista lo que le había dado era la orden de arrestar al
teniente coronel Forero y no otra; la incumplió y por tanto debería ser sancionado por
un Consejo de Guerra. ¿Se imaginan al mayor Carvajal en la boca del lobo,
capturando a Forero, y por en medio de todos sus subalternos y fieles seguidores del
batallón saliendo con él y su grupo de prisioneros? Ese era en particular este
miembro de la Junta Militar.

Los otros dos “Monos”, no actuaron, la aurora con los primeros rayos del sol
destellan hacia otros horizontes y otro es el tren de la victoria; la Escuela Blindada
sale con todos su tanques a una toma simbólica de la ciudad, no puede ser más,
pues en la calle tan solo se encuentra la policía de vigilancia normal, el único cuartel
sublevado es el de la Policía Militar, a donde sólo llegan dos tanques que se vararon
y rezagados, sin órdenes ni misión, entran y son tomados prisioneros.

“El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo” Johann Goethe

Esa noche también observamos otro acto más de heroísmo: el general Navas,
haciendo gala de su hombría, se presenta en la estación 100, respaldado
lógicamente por un pelotón de soldados, se toma sus instalaciones y embriagado,
con el peor vocabulario, les increpa y desafía.

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El coronel Saulo Gil Ramírez es destinado como comandante de la División Bogotá
al día siguiente, orden que a los pocos días es modificada, en el sentido de recibir
como titular la Dirección General de la Policía, por ser en ese momento el oficial de
policía de mayor graduación y antigüedad y ante el fracaso de los mandos del
Ejército en la Policía, al haber permitido la realización de estos hechos y tanto su
Director como el Comandante de la División Bogotá, estar muy seriamente
comprometidos y como jugada política para obtener con ello una mayor lealtad de
esta institución.

El coronel Bernardo Camacho Leyva es destinado en su reemplazo como


comandante de la División Bogotá quedando como jefe del Estado Mayor el coronel
Puerto Rodríguez, quien días antes del golpe había sido trasladado de la División
Cundinamarca a la del Magdalena, según parece por no haberse plegado al grupo
golpista.

Este hecho llevó a que un grupo de oficiales superiores de la Policía, los de mayor
grado y antigüedad encabezados por el coronel Trujillo Fernández, se desplazaran
hasta la finca del general Fonseca, en El Espinal, quien en la práctica era
considerado como el representante de la Policía en la Junta Militar, por ser su último
Director antes de la creación de ésta, en donde se encontraba en reposo, pidiéndole
que este cargo, el de Director General de la Policia, continuara en manos de oficiales
del Ejército y por ningún motivo de la Policía, con quienes se preveía un total
fracaso.
Y traicionando su palabra, los honorables Miembros de la Junta Militar disponen la
captura y reclusión de todos los posibles participantes y de quienes en una u otra
forma, por acción u omisión, directa o accidental, se vieron comprometidos en el
fallido golpe y la iniciación de los trámites jurídicos, que deberían concluir en un
inmediato Consejo de Guerra, con 65 oficiales y suboficiales y dos civiles, el cual, a
pesar de la apelación interpuesta a fin de que se cesara todo procedimiento, por el
teniente coronel Hernando Torres Quintero, defensor de uno de los acusados, por el
motivo antes mencionado, es negada por el general París Durán, presidente del
Consejo de Guerra, continuando hasta fallar.

Consejo de guerra, que después de condenar a diez y absolver al resto, es anulado


por el Tribunal Superior Militar el jueves 19 de noviembre de 1959, ya sin las
presiones de la Junta Militar.

Para la Policía representó un paso más que histórico en su desarrollo, en la década


de su renacer, reorganización y tecnificación, en la de otro de los cambios (sin
slogan comercial, por demás ofensivo par estas y las anteriores generaciones), su
hermano mayor la libera y le permite asumir sus responsabilidades, dirección y
mandos en todos los niveles, de acuerdo con sus objetivos y doctrinas propias de
policía, década en la que se labraron los cimientos, pilares y baluarte de lo que es
hoy nuestra institución.

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21 DE ABRIL DE 1970

El 19 de abril de 1970 el pueblo colombiano acude a las urnas para elegir su nuevo
presidente. Son los candidatos el general Gustavo Rojas Pinilla, Belisario Betancur,
Misaél Pastrana Borrero y Evaristo Surdís. Los datos primarios de todo el país
señalan como presidente al general Rojas Pinilla desde las primeras mesas
escrutadas y a medida que los conteos avanzan, en igual forma crece su ventaja
sobre su inmediato seguidor, el candidato del Frente Nacional Pastrana Borrero.

Esa noche sus seguidores comienzan a celebrar su victoria en todo el país, hasta
cuando de improviso, la libre información de la prensa queda suspendida por el
ministro de gobierno, Carlos Augusto Noriega. El tiempo y los escrutinios avanzan,
pero los datos comienzan entonces a señalar otros horizontes, la ventaja se
transforma en pérdida al amanecer.

Aquella noche la prensa, tanto nacional como internacional, conocedora directa de


los escrutinios, se traslada a la residencia del general Rojas, quien en rueda de
prensa hacia las diez de la noche y con el trato para él de “señor Presidente”, les
recibe y da a conocer sus planes inmediatos de gobierno. Como tal, como
Presidente, pasa al reposo, para despertarse como el gran derrotado al día siguiente:
Pastrana Borrero 1.368.981 Rojas Pinilla 1.366.364, de 785 municipios.

Los votantes analistas (de la Alianza Nacional Popular, el partido de Rojas Pinilla) no
conciben esta derrota, y célebres políticos y altos oficiales en retiro de las Fuerzas
Armadas, como el senador Gilberto Echeverri Mejía, los representantes Ciro Ríos
Nieto, Ignacio Vives, Israel Santamaría, Gilberto Zapata Isaza, los sacerdotes René
García y Alberto Vanegas, el general Zurriago, acuden a su residencia en la carrera
15 No. 38-45 para tratar de obtener una solución, así sea de facto, para la conquista
del poder.
El pueblo Rojista, como era de esperarse, emerge a las principales vías y plazas de
las distintas ciudades, enardecido, para expresar un lógico rechazo y reclamar su
victoria.

El general es invitado por sus seguidores a marchar sobre Palacio para la toma del
poder, pero él se pronuncia con un enérgico rechazo, enfático, radical y definitivo,
pues su personalidad, creencias y doctrinas le impedían asumir esta grave
responsabilidad ante la historia, el derramamiento de sangre no daría espera y con
ello la turbación del orden en todos sus planos, a nivel nacional.

La organización militar y disciplinaria de sus seguidores, por estar integrados en una


mayoría por reservistas en Bogotá, los lleva a realizar desfiles a marchas de protesta
adoptando formaciones militares de pelotones y con paso marcial, se desplazan por
la carrera 7, desde la plaza de Bolívar hasta la residencia del general Rojas,
imprimiendo respeto y temor dentro del as autoridades civiles, especialmente en la
Presidencia de la República, de acuerdo al planteamiento que el día 21 hiciera por la
televisión.

23
En Bogotá, el 20 de abril, al ser detenidas estas marchas en la avenida Jiménez
esquina de la carrera séptima por la Policía Militar, cuando aún quien tomaba las
decisiones en materia de orden público era el comandante de la Brigada de Institutos

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militares, se formó gran tumulto, los ánimos llegaron a su límite, por lo que siguiendo
instrucciones de su padre, para evitar que su presencia en el lugar fuera
equívocamente aprovechada, María Eugenia, acompañada entre otros por la viuda y la
hija de Jorge Eliécer Gaitán, los conduce al parque Santander y en breve discurso les
exhorta a retirarse y disolverse pacíficamente, no sin que antes un soldado dejara
escapar un tiro, dando casi al traste con las consignas impartidas.

La Presidencia que desde el primer día dio la orden al comando de la policía de Bogotá
de disolver estas manifestaciones, insistía en su cumplimiento, contra la oposición de
quien escribe estas líneas, como segundo comandante, pues de una parte la plana
mayor del movimiento había adquirido ante nosotros el compromiso de control, orden y
respeto, lo cual se venía cumpliendo y de otra, por tratarse de pequeños grupos y su
paso de marcha militar, el tránsito se reestablecía regresando el orden a la carrera
séptima de inmediato.

Me asaltaba el temor de que al cumplir esta orden de la Presidencia, los vándalos,


vagos, gamines etc., aprovecharían esta situación para apedrear vitrinas y pescando un
río revuelto producir un nuevo 9 de abril. Los informes del F-2 confirmaban el
desplazamiento desde diferentes barrios ocupados por este tipo de personas hacia el
centro de la ciudad.

“Si el Estado es fuerte nos aplasta;


Si es débil, perecemos” Paul Valery

El 21 de abril el presidente de la República declara turbado el orden público, decreta el


estado de sitio y dentro de estos parámetros, la detención de todos los jefes de la
Anapo, incluyendo al propio general Rojas y su familia en su residencia.

Las marchas de protesta, descritas ya, continúan dentro de un orden normal; el


presidente Lleras Restrepo en forma terminante ordena al general Manuel López
Gómez, comandante del Departamento su disolución (son aproximadamente las cuatro
de la tarde), orden que me es trasmitida y en la misma forma la comunico a través de la
estación 100 a mis oficiales, para cumplir de acuerdo a los planes ya predeterminados y
la ocupación previa de la ciudad que habíamos realizado desde las primeras horas,
obteniendo como resultado sólo unas pocas vitrinas rotas y el restablecimiento del orden
en breves instantes

“El Estado llama ley a su propia violencia,


y crimen a la del individuo” Max Stirner
El Presidente se dirige a la nación cerca de las ocho de la noche, y en uno de apartes
dice: “…en cuanto al caso de Bogotá, advierto lo siguiente: son las ocho de la noche. A
las nueve no debe haber gentes en las calles. El toque de queda se hará cumplir de
manera rigurosa, y quien salga a la calle lo hará por su cuenta y riesgo, con todos los
azares que corre el que viola en estado de guerra una prescripción militar…

…advierto que si es necesario, porque se quieren hacer paros ilegales que perturbarían
la vida económica del país, decretaré el reclutamiento obligatorio de quienes se
declaren en paro, y quien no obedezca el llamamiento a filas, será considerado como
desertor y juzgado en consejo de guerra… no se permitirá la formación de grupos
mayores de cinco personas en las calles, la Policía y el Ejército tienen orden de
disolverlos…”.

Un escalofrío y un sabor amargo recorrió mi cuerpo, me sentí frustrado en mi labor,


pues el orden era normal, se desenvolvía dentro de los parámetros manejables por la
Policía, el control era total en la ciudad, ni siquiera el Alcalde requería de intervenir y
mucho menos el Presidente, como lo demuestran todas nuestras experiencias, hasta las
más recientes; la situación para los días siguientes tendería a la normalidad cotidiana, a
pesar de que con la disolución de esas marchas, sí se hubiera podido perturbar el orden
en gran escala, pero si ese fue un objetivo, el de alterar el orden para respaldar
posiciones presidenciales de alta política, la policía no lo permitió.

Las condiciones no estaban dadas para llegar a esos extremos, pero al asumirse y
tomar esas medidas, con el paisaje presentado ante las cámaras de televisión de la
situación de orden público, la figura presidencial se tornó como en la salvadora de
Colombia, la autoridad legítima se encontraba en manos poderosas, de manera que la
nación continuaría en su transcurrir normal, ya previsto dentro del rumbo de las altas
estrategias político-gubernamentales.

He aquí el nacimiento del M-19: ¿Cuánto le costó ello al país?, ¿quién fue el
responsable?, ¿cuándo la historia juzgará a los responsables de las causas originales
de estas hecatombes, una de las cuales es la incineración del palacio de Justicia con
todos sus célebres juristas?

Pero sí se coronaron de gloria unas sienes son los laureles de la victoria y un reloj se
inmortalizó…
50 AÑOS DE LA ESCUELA DE CARABINEROS
ALEJANDRO GUTIÉRREZ

Palabras del mayor general (r) Carlos Alberto Pulido Barrantes,


presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, en la
sesión conmemorativa del quincuagésimo aniversario de
fundación de la Escuela de Carabineros Alejandro Gutiérrez,
acto realizado en el teatro del instituto docente en la ciudad de
Manizales, el día 3 de mayo de 2002.

La presencia de la Academia Colombiana de Historia Policial en estos claustros del


saber, tan profundamente ligados a la sociedad manizalita, no es otra que la de
testimoniar la fecunda labor académica realizada en este medio siglo de existencia y
rendir homenaje de gratitud y admiración a sus fundadores y directores quienes hicieron
posible que la juventud colombiana de esta bella comarca del gran Caldas, se formara
bajo los estrictos cánones de la disciplina, el estudio y el servicio a la comunidad y a
Colombia.

El gran Caldas ha sido objeto de elogios abundantes, de estudios enjundiosos y de


análisis que se seguirán haciendo debido a su atmósfera culta y a su carácter espiritual
y humanístico. La conformación de la identidad gran caldense es rica y múltiple; sus
fuentes culturales son hondas, a la vez clásicas y autóctonas.

A esta cultura ha contribuido enormemente el regionalismo caldense que al decir de


Carlos Arboleda González consiste en “amar profundamente a su comarca, pues lo más
hermoso de la patria grande, es la patria chica; la partida de nacimiento es un certificado
de pertenencia a la familia caldéense. El gentilicio “caldense” no es un regalo: se
merece y se lleva con orgullo; es un honor y es un privilegio. Para el caldense, primero
su suelo nativo, la tierra que formó su ser, lo nutrió con sus mejores jugos; allí se meció
su cuna. En la comarca yacen los huesos de los seres queridos, en el pueblo se
encuentran aquellos que nos dieron una estructura espiritual y los muertos sepultados
reclaman seguridad y reposo.

San Agustín, el mejor maestro de patriotismo decía: “Ama siempre a tus prójimos, y más
que a tus prójimos, a tus padres, y más que a tus padres, a tu patria, y más que a tu
patria, a Dios. La patria es la que nos engendra, nos nutre y nos educa. Es mas
preciosa, venerable y santa que nuestra madre, nuestros padres y nuestros abuelos”.
Agrega el mismo pensador. “Vivir para la patria y engendrar hijos para ella es un deber
de virtud”. (La ciudad de Dios).

Esta breve remembranza del pueblo caldense para resaltar su incansable afán por
irradicar cultura y prodigar a sus ciudadanos un servicio cívico, de convivencia y
seguridad que garantice la armónica y ordenada vida en comunidad. Esta edificante
tarea se debe a notables personajes caldenses que con visión e inteligencia y con un
inmenso deseo de servir a sus coterráneos hace cincuenta años crearon esta Escuela
de Policía; destacamos al abanderado de esta encomiable acción el doctor José
Restrepo Restrepo, insigne gobernador del Departamento quien el 5 de mayo de 1952,
inauguró este centro de la cultura y del saber donde durante cinco décadas se han
formado y se seguirán formando los guardianes del orden.

Nada más justo y oportuno para la escuela y la sociedad caldense, que la Academia en
esta especial ceremonia le rinda un homenaje póstumo al doctor José Restrepo
Restrepo, nombrándolo como Académico Honorario Emérito, con el otorgamiento de la
medalla que así lo acredita, en reconocimiento y gratitud a su obra que hoy perdura y
que día a día se fortalece. Sus hijos José, Cecilia y Gloria, que heredaron las virtudes
cívicas y humanas de su padre recibirán esta distinción.

El mismo doctor Restrepo bautizó la Escuela de Carabineros con el nombre de


“Alejandro Gutiérrez” en homenaje a ese ilustre patricio y servidor público. La Revista
de la Policía Nacional en su número 169, con motivo de las bodas de plata del
Departamento en 1924, registra apartes del discurso pronunciado por Guillermo León
Valencia, refiriéndose a Alejandro Gutiérrez, así: “En reconocimiento a sus altísimos
méritos, en honor a sus apelativos de “gran gobernante” y “gran ciudadano”, que honró
con participación de decoro inmenso, dos o tres departamentos, un ministerio de Estado
y el magisterio en una ciudad, y un pueblo que le rindió, todavía, vigilante en nuestras
calles, el homenaje que los griegos consagraban a sus héroes, la creación de un
busto…”.

Alejandro Gutiérrez, indudablemente tenía alma de policía, era un auténtico líder de la


comunidad, en el año de 1888 se desempeñó como prefecto de policía; más adelante, el
12 de abril de 1891, cuando ocupaba el cargo de presidente del Concejo de Manizales,
aprobó el primer reglamento de policía, convirtiéndose en adalid y gestor de la Policía de
Manizales y por ende de Caldas. La Ley 17 del 11 de abril de 1905, crea el
Departamento decaídas y el 14 de julio de ese mismo año, como primer gobernador del
Departamento firma la creación del Cuerpo de Policía.

Por estas y muchas razones de orden cívico y patriótico, la ciudadanía manizalita le


concedió el título honorífico de “General” que se antepone a su ilustre nombre.

Cómo no recordar también a notables y destacados policías que con entusiasmo y


encendido amor hicieron posible esta portentosa obra que hoy cumple su
quincuagésimo aniversario. El coronel Luis Enrique Puerto Rodríguez, comandante del
Departamento de Policía Caldas, quien recibió del gobernador del Departamento, doctor
José Restrepo Restrepo, los terrenos e instalaciones de la escuela, y a sus primeros
rectores, capitán Francisco Rodríguez, y teniente primero Alfredo Castro Álvarez,
quienes alcanzaron con grandes méritos el grado de coronel, al igual que destacados
oficiales de carabineros de los 40 directores que han regentado los destinos de estos
claustros como el mayor Carlos Guerrero Rodríguez, fallecido, mayor Enrique Gallego
Hernández, quien obtuvo el grado de brigadier general, coronel Bernardo Pantoja
Muñoz, teniente coronel Carlos Francisco Hernández Leal, teniente coronel Aldemar
Bedoya Bedoya, quien hoy ostenta el grado de mayor general y es el inspector general
de la Policía Nacional, el teniente coronel Sergio Alfonso Vargas Colmenares, actual
director, entre otros muchos distinguidos y sobresalientes directores, quienes no
solamente han desarrollado admirablemente su labor docente y formadora, sino que se
han vinculado de corazón y espíritu a la sociedad manizalita, logrando hacer de esta
escuela un centro cultural, académico, deportivo y social de la ciudad.

La Escuela de Carabineros Alejandro Gutiérrez es un importante complemento de la


actividad académica de la ciudad de Manizales, llamada ciudad universitaria, porque allí
confluyen y se desarrollan todas las inquietudes intelectuales y culturales de la comarca.
La escuela en su afán de garantizar una alta calidad en la enseñanza ha realizado
convenios e importantes alianzas estratégicas con las prestigiosas universidades de la
ciudad.

En nombre de la Academia Colombiana de Historia Policia, de sus directivas e


integrantes, deseo expresar una sentida felicitación por este nuevo aniversario y nuestro
conocimiento por los avances y modernización de este centro académico, al igual que
nuestras congratulaciones al teniente coronel Sergio Alfonso Vargas Colmenares,
distinguido director, a sus cuadros de mando, a sus alumnos y demás integrantes por la
extraordinaria labor que vienen cumpliendo para servir con honor y patriotismo a nuestro
país.

Con este acto la Academia cumple con la obligación moral e histórica de registrar los
acontecimientos más importantes de la institución y de velar por la conservación del
testimonio cultural e histórico que le permita a las futuras generaciones conocer su
historia y sentirse orgullosa de sus antecedentes, fundadores, héroes y mártires.
HITOS HISTÓRICOS DE LA ESCUELA NACIONAL
DE POLICÍA GENERAL SANTANDER

Discurso de orden pronunciado por el coronel Héctor García


Guzmán, Director de la Escuela Nacional de Policía General
Santander, en la sesión solemne en la que se recibió como
Miembro Honorario de la Academia de Historia de la Policía
Nacional, acto realizado con ocasión del sexagésimo segundo
aniversario del instituto, el día 29 de mayo de 2002.

Hoy, desde lo más profundo de mi corazón, quiero agradecer a la honorable Academia


de Historia de la Policía Nacional, haberme encomendado el alto honor de llevar la
palabra en este solemne acto, con el cual sus distinguidos miembros conmemoran sus
doce años de fundación, dedicado en esta ocasión, por voluntad de quienes la
conforman, a brindar un homenaje al alma mater institucional, a propósito de su recién
cumplido sexagésimo segundo aniversario, celebrado el pasado 16 de mayo.

Al encontrar propicia esta oportunidad para rememorar datos y hechos que, por su
relevancia, trascendencia y especial significado han dejado una huella indeleble en la
historia de la escuela, debo reconocer la difícil situación a la cual me he enfrentado al
tener que obviar, por razones de tiempo y espacio, numerosos e importantes nombres
de personalidades, acciones dignas de mención, anécdotas innumerables, detalles a
montón e infinidad de pormenores, que merecen un sitial destacado en las páginas
escritas de la historia policial, porque también gracias a ellos, ha sido posible consolidar
nuestro presente y vislumbrar con mayor claridad nuestro devenir.

Permítanme retomar las palabras del ilustre historiador Luis Augusto Cuervo, quien
afirmaba que “La efigie del hombre de las leyes debería presidir todas las reuniones
sociales de la Policía de la nación”, al reconocer los desvelos, las preocupaciones y las
realizaciones del general Francisco de Paula Santander, porque considero necesario
rendir un homenaje y un justo reconocimiento al gobernante organizador, al visionario, al
inspirador, al gestor del derecho, a partir de cuya obra nuestro país cimentó su
estructura, su dignidad y su vocación democrática como nación.

¡Honor a la grandeza del hombre cuyo nombre lleva hoy orgullosa y altiva la Escuela
Nacional de Policía!

Mientras la génesis de la Policía Nacional se remonta al 23 de octubre de 1890 – fecha


en la cual el doctor Carlos Holguín, como presidente encargado, sancionó la ley 23 para
organizar el cuerpo de policía en Bogotá, con la posibilidad de ampliarlo a nivel nacional
y sobre cuya base se procedió a la contratación del comisario francés Juan María
Marcelino Gilibert-, la de la escuela se inicia veinticuatro años después, precisamente el
13 de marzo de 1914 cuando, mediante decreto 311 expedido por el doctor Carlos
Eugenio Restrepo, presidente de la República y siendo director de la Policía el doctor
Gabriel González López, se creó la Escuela de detectives, primera expresión organizada
de lo que con el transcurrir del tiempo, sería la Escuela Nacional de Policía General
Santander, alma mater de la institución policial.

Para continuar la cristalización del proyecto iniciado, el gobierno, encabezado por el


doctor José Vicente Concha, expidió el decreto 1.143 del 13 de julio de 1916 mediante
el cual contrató los valiosos servicios del comandante José Agudo Pintado y el Capitán
José Osuna y Pineda, dos prestigiosos oficiales de la guardia civil española con la tarea
de organizar nuevos métodos de investigación y formar hábiles agentes impartiéndoles
la capacitación intelectual, física, ética y moral, habilitándolos para el ejercicio ciudadano
de garantizar la observancia de las leyes, exhibiendo virtudes y comportamientos
acordes con tan delicada misión.

La encomiable labor realizada dio como resultado la conformación de las guardias


civiles de Cundinamarca, Boyacá y Tolima y las cátedras desarrolladas por los
mencionados oficiales españoles condujeron a la implantación del os nuevos sistemas
de dactiloscopia, dentro de los cuales se destacó el método monodactilar, creado por
Federico Oloriz, en el cual se apoyaron las investigaciones de la época.

Cinco años después, por iniciativa propia, el doctor Marco Fidel Suárez, presentó a
consideración del congreso un proyecto de ley sobre la creación de una escuela de
policía, iniciativa que obtuvo su aprobación convirtiéndose en la ley 14 expedida con
fecha 8 de septiembre de1919.

En su exposición de motivos ante el congreso, el presidente Suárez señaló la necesidad


de crear un centro de preparación policial permanente en el cual los jefes, oficiales,
agentes y demás funcionarios lograran una instrucción general adecuada que redundara
en el progreso y el desarrollo de la institución. Dispuso así mismo la citada ley, una
autorización para contratar instructores extranjeros con la finalidad de renovar los
métodos de vigilancia y disciplina policial.

Fue así como, con el apoyo de los profesores Albert Bringe y Georges Drouot, de
nacionalidad francesa, se instruyó a los alumnos de la escuela en sistemas generales de
vigilancia y en métodos, técnicas y prácticas de investigación criminal, muy en boga por
ese entonces entre la gendarmería francesa.

Cuatro años después, mediante decreto 544 del 3 de abril de 1924, se creó, organizó y
puso en funcionamiento la denominada Escuela de Investigación Criminal” a la cual
concurrieron empleados del ramo de la policía investigativa, pero cuya permanencia fue
efímera al ser suprimida un año después.

Posteriormente, en 1927, siendo presidente de la República el doctor Miguel Abadía


Méndez, y director de la Policía Nacional el destacado jurista Manuel Vicente Jiménez,
se expidió con fecha 23 de junio el decreto 163 mediante el cual se concretó una nueva
organización para el centro educativo permanente que se encargaría de impartir una
eficiente formación técnica policial, adoptando una estructura integrada por cuatro
secciones, a saber: vigilancia, detectivismo, policía judicial y aprendizaje técnico.

Para operacionalizar este nuevo modelo de formación, el gobierno contrató los servicios
del profesor argentino Enrique Medina Artola a quien se debe la implantación en
Colombia del sistema de identificación dactiloscópica, desarrollado por su compatriota,
el profesor Juan Vucetich – Oloriz, factor que indujo la apertura de la Oficina Nacional de
Identificación como entidad anexa a la escuela.

Dentro del proceso de modernización del Estado, iniciado por el doctor Alfonso López
Pumarejo bajo el lema “la revolución en marcha” y por iniciativa presidencial, el
Congreso de la República expidió el acto legislativo No. 15 de septiembre 9 de 1935,
mediante el cual otorgó facultades al ejecutivo para reorganizar la institución policial,
aumentar su personal, darle reglamentos y dotarla de lo indispensable para garantizar el
servicio eficaz.

El 18 de junio de 1936, en cumplimiento de lo dispuesto por el legislativo, se promulgó el


decreto 1715, que autorizó al gobierno para establecer “la escuela o escuelas de la
Policía Nacional, necesarias para atender la formación de los oficiales, suboficiales y
agentes, como también para atender el perfeccionamiento del personal en servicio de la
institución”.

Conforme a lo ordenado en el artículo 11 del citado decreto, tres años después, con
fecha 7 de julio de 1939, el ejecutivo promulgó el decreto 1.277 por medio del cual se
crea, dentro de la estructura orgánica de la Policía Nacional, el departamento docente y
se autorizó al director de la Policía, para que por administración directa o mediante
contrato y con fondos de la Caja de Protección Social de la entidad, construyera los
edificios necesarios para el funcionamiento de la escuela de policía.

Fue el Doctor Alejandro Bernate, quien había sido nombrado Director de la Policía
Nacional mediante el decreto 1503 de 1935, quien en realidad dio el paso más
trascendente hacia la consolidación del centro de educación policial al esbozar las
bases legales para la iniciación de la Escuela General Santander y el decidir de la
adquisición del lote de 14.719 metros cuadrados en el sitio denominado “Muzú”,
perteneciente a la Hacienda “La Laguna” destinándolo a la construcción de la sede
permanente que hoy posee la Escuela Nacional de Policía General Santander,
concretando su sueño de dotar a la Institución de instalaciones propias destinadas a la
formación integral posibilitando, desde aquel entonces, el inicio de una genuina carrera
profesional del funcionario de policía, cuya carencia se había convertido, hasta ese
momento, en argumento y causa de la extinción de los numerosos intentos y esfuerzos
que le antecedieron.
Concluidos los trabajos de construcción y dotación de la escuela, se inició en firme la
estructuración del instituto. Con tal propósito el ejecutivo expidió inicialmente el decreto
945 del 15 de mayo que fue modificado al mes siguiente por el decreto 1158 del 18 de
junio de 1940. Estas disposiciones versan sobre la reorganización de la Escuela de
Policía General Santander y el pensum de estudios adecuándolos a las necesidades
con el fin de garantizar el cumplimiento de su objeto de formación que incluía los
detectives y demás funcionarios técnicos y administrativos de la institución, de los
departamentos y municipios del país.

La Escuela General Santander inició labores académicas el 16 de mayo de 1940, siendo


Presidente de la República el Doctor Eduardo Santos Montejo; Director General de la
Policía el General Alfredo Azuera Arenas; Director de la Escuela el Doctor Luis Andrés
Gómez y prefecto de estudios el Doctor Luis Alberto Pinzón.

Seis años después, siendo Director el Doctor Roberto Pineda Castillo, expidió la
resolución No. 38 del 15 de mayo de 1946, mediante la cual se instituye oficialmente el
16 de mayo como día de la escuela, por ser la fecha en la que el instituto inició sus
labores académicas en 1940.

El 6 de noviembre de 1956, mediante la resolución 3394 del Ministerio de Educación, se


dispone la destinación de la Escuela de Policía General Santander a la formación
exclusiva de oficiales para cuyo efecto los alumnos que a ella ingresan inician como
Cadetes, cursan el 5 y 6 año de bachillerato, continúan durante el primer año su
formación como oficiales, al término del cual son distinguidos con el grado jerárquico de
Alférez.

La destinación exclusiva a la formación de oficiales de policía, da origen a la


denominación de Escuela de Cadetes de Policía General Santander, nombre que
mantuvo el instituto hasta el año 1997.

A través del decreto 349 de 1964, el gobierno nacional dispuso la creación de la


Academia superior de policía, curso que deben adelantar los oficiales de policia en el
grado de mayor que sean seleccionados, de acuerdo con su trayectoria profesional,
previo el cumplimiento de los requisitos establecidos en los artículos 21 y 25 del decreto
No. 465 de 1961, orgánico y reglamentario de la carrera de oficiales.

Otro hito de trascendencia académica para la escuela constituyó el acuerdo 15 expedido


por la junta directiva del instituto colombiano para el fomento de la educación superior –
icfes el 23 de febrero de 1976, mediante el cual concedió licencia de funcionamiento a
los problemas de licenciatura en estudios policiales y administración policial, los mismos
que el 27 de octubre de 1976, mediante resolución 9354 expedida por el Ministerio de
Educación Nacional, fueron aprobados para permitir la profesionalización de los oficiales
y convertir a la escuela en una institución de educación superior.
El 3 de noviembre de 1981 mediante acuerdo 296 emanado de la junta directiva del
icfes, se renueva la aprobación del programa de formación universitaria por ciclos en
administración policial, en la modalidad presencial.

La Dirección General de la Policía Nacional, mediante resolución 1201 del 4 de marzo


de 1988 creó el programa de Criminalística, y facultó al Director de la escuela de
Cadetes de Policía General Santander para realizar los trámites legales
correspondientes ante el icfes. Posteriormente, en 1992, el mayor general Miguel
Antonio Gómez Padilla Director General de la Policía Nacional, mediante resolución
4909 del 26 de mayo, dispuso la creación y organización de la facultad de criminalística
como dependencia adscrita a la escuela.

Por resolución No. 10488 del 1 de diciembre de 1992, el Director General de la Policía
Nacional, dispuso la realización de la Academia Superior de Policía como un programa
de formación avanzada a nivel de postgrado, destinado a los egresados de las
facultades de administración policial y criminalística, con una duración de un (1) año, al
término del cual optarían al título de especialistas en seguridad integral, para cuyo
efecto deberían surtirse los trámites legales ante el Ministerio de Educación a través del
icfes.

La escuela recibió autorización del Ministerio de Educación para otorgar el titulo de


“Especialista en Seguridad Integral” a los egresados del curso de academia superior que
aprueben satisfactoriamente las exigencias académicas establecidas.

En cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 56 de la ley 30 de 1992, la escuela


presentó ante el icfes, para su registro en el sistema nacional de información, los
programas académicos de tecnología en criminalística, tecnología en estudios policiales,
profesional en criminalística y administración policial, los cuales fueron incorporados a
dicho sistema mediante resolución 650 del 6 de abril de 1994.

Con la modernización de la Policía Nacional y especialmente con la adopción del plan


de transformación cultural y mejoramiento institucional, liderado por el general Rosso
José Serrano Cadena, Director General de la Policía Nacional, la escuela inició la
revisión de sus planes de estudio con el propósito con el fin de establecer la
correspondencia de estos con los atributos, cualidades, virtudes, conocimientos y
habilidades prácticas, que requiere el oficial de policía para el cumplimiento de su
delicada misión, como gerente del servicio educador social y de sus colaboradores,
comandantes de la unidades de policía y eficiente ejecutor de las políticas y objetivos
institucionales a través de una gestión preactiva, centrada en el desarrollo humano
integral de sus hombres y en la prestación de un servicio de óptima calidad a la
ciudadanía.

Para realizar esta revisión se tuvieron en cuenta los resultados obtenidos a través de la
implementación de las distintas estrategias a nivel institucional, entre las cuales se
destacan:
1. La consulta ciudadana que permitió determinar el interés, las expectativas y
necesidades de quienes son los depositarios del servicio de policía, es decir los
ciudadanos en su calidad de clientes externos.
2. La consulta a los altos mandos policiales, quienes desde el nivel estratégico
dirigen la institución y fijan las políticas del servicio.

3. La consulta a los comandantes de departamento y directores de escuelas, como


los encargados de dirigir y gerenciar el servicio de policía, establecer contacto
con la ciudadanía y garantizar la seguridad ciudadana.

4. La consulta a los sectores empresariales, comerciales y funcionarios asesores de


seguridad del alto gobierno, para precisar sus perspectivas e intereses sobre lo
que a su juicio debe ser el servicio de policía.

5. La consulta a los docentes de las escuelas de formación, egresados, cadetes y


alféreces que estaban en proceso de formación como futuros oficiales de policía.

6. La consulta de diversos documentos sobre la trayectoria académica de la escuela


y sus modelos de formación, para determinar la evolución de los programas y el
desempeño profesional de sus egresados.

El acervo acumulado sirvió de soporte para la configuración de un nuevo plan de


estudios que redujo el proceso de profesionalización, pasando de 15 a tan sólo 4 años,
tiempo requerido actualmente para optar el título de administrador policial.

Se logró descongestionar el plan de estudios articulando sus componentes y


flexibilizando su estructura para realizar los cambios o ajustes que determinen los
nuevos tiempos.

Se fortalecieron los procesos académicos al establecer una relación más estrecha entre
la teoría y la práctica y fijar exigencias evaluativos durante el proceso de formación, que
garanticen la idoneidad y competencia de los nuevos profesionales.

Se han puesto en servicio nuevas tecnologías a través de redes aplicando el concepto


de educación virtual.

Se han adelantado esfuerzos educativos para convertir a los alumnos en generadores


de su propio proceso de formación a través de la implementación de metodologías
activas y la creación de ambientes propicios para la investigación y la sistematización de
experiencias en trabajos de grado exigidos como requisito final para optar al respectivo
título profesional.

Como exigencia propia de la escuela de rendir cuentas a la sociedad sobre los


programas que ofrece y la calida e idoneidad de los profesionales que forman y en
atención a lo dispuesto en el artículo 53 de la ley de educación superior, la escuela inició
la acreditación del programa de administración policial y criminalística para lo cual
definió su visión, misión, principios y propósitos que la guían y formuló el proyecto
educativo institucional que sustenta su desarrollo como institución de educación superior
y como formadora del talento profesional del hombre y la mujer policial.

El Consejo Nacional de Acreditación, destinó recientemente dos de sus miembros para


verificar el cumplimiento de las condiciones iniciales presentadas por la escuela dentro
del proceso de acreditación, con excelentes resultados.

Mediante éste, la escuela declara ante la comunidad académica nacional e internacional


lo que ella es como dependencia de la Policía Nacional, institución de educación
superior y forjadora del estilo profesional policial.

El proyecto educativo institucional sirve de referencia y fuente de inspiración para que a


cada escala las seccionales y centros de formación, capacitación, actualización y
entrenamiento policial, elaboren, de acuerdo con su naturaleza y contextos de
actuación, proyectos educativos específicos que caractericen y promuevan los
diferentes niveles de formación universitaria que les corresponda atender.

En virtud de lo dispuesto por el decreto No. 1686 de 1997, que dispone la fusión de la
dirección docente de la Policía Nacional y de las escuelas de Cadetes, se crea la
Escuela Nacional de Policía General Santander.

La Escuela Nacional de Policía General Santander cuenta en la actualidad con un


sistema integral conformado por 18 escuelas seccionales y 7 centros de formación,
capacitación y especialización policial a lo largo y ancho de la geografía nacional,
estructura universitaria que a diferente nivel jerárquico y a escala promueve el desarrollo
académico, social e investigativo de la Policía Nacional de Colombia.

Mediante resolución No. 056 del 060598 el director de la Escuela Nacional de Policía
General Santander crea el programa de especialización en investigación criminal dirigido
a miembros de la institución y funcionarios públicos comprometidos en la administración
de justicia.

Sólo me resta agradecer a los dilectos académicos este sentido reconocimiento al alma
mater de la Policía Nacional de la República de Colombia.
ESCUELA DE CARABINEROS
ALEJANDRO GUTIÉRREZ:
BODAS DE ORO

Discurso de orden pronunciado por el teniente


Coronel Sergio Alfonso Vargas Colmenares, con
ocasión de la sesión solemne de la Academia
Colombiana de Historia Policial en homenaje a la
Escuela de Carabineros Alejandro Gutiérrez, con
ocasión del quincuagésimo aniversario de su fundación,
acto realizado en el auditorio del instituto el día 3 de
mayo de 2002.

Es motivo de satisfacción, orgullo personal y profesional, ser el orador de honor de esta


sesión solemne de la Academia de Historia de la Policía Nacional, que se desarrolla con
motivo de la celebración de las bodas de oro de esta, nuestra Escuela Seccional
Alejandro Gutiérrez.

La Policía Nacional en sus 111 años de vida institucional, ha mantenido una


preocupación permanente por los procesos de formación y capacitación del hombre
policía; a partir de 1911, con la creación de la primera escuela de policía judicial, se dio
inicio a la construcción de centros de formación profesional policial, necesarios para la
consolidación y fortalecimiento de una empresa en proceso de desarrollo y crecimiento.

En 1940 nace el alma mater de la oficialidad policial la Escuela General Santander.


Luego, en 1950, aparece la Escuela Nacional Gonzalo Jiménez de Quesada, alma
mater de los mandos medios y, como un hecho curioso e histórico, nuestra escuela
fundada en el año de 1952, aparece como la primera unidad de formación policial a nivel
de la provincia colombiana. A la fecha, la institución cuenta con 17 escuelas de
formación a nivel nacional, con la gran responsabilidad histórica de forjar hombres
dispuestos a servir a la causa se la convivencia y la paz nacional.

En la historia de Colombia y de la Policía, la especialidad del carabinero se fortaleció


con el nacimiento en el año de 1952 de la Escuela Nacional de Carabineros Alfonso
López Pumarejo. Los carabineros, que representados por la figura de un hombre a
caballo con carabina y sombrero, le significó a la Policía, en un momento histórico difícil
ante la aparición de los primeros bandoleros, abigeos y atracadores de fincas, el
recuperar la credibilidad y el respeto de la comunidad, hasta llegar al punto que en las
ciudades se exigía la presencia de este hombre policía, que representaba sensación de
seguridad y tranquilidad.
En el momento actual y, ante la crisis de violencia generalizada que atraviesa nuestro
país, surge nuevamente la necesidad institucional de fortalecer la especialidad del
carabinero, conformando escuadrones móviles en formación y objetivos claros para
brindar la paz y la convivencia en el campo colombiano. Qué bueno para nuestra
escuela…patrimonio de los caldenses, recuperar su nombre histórico como “escuela de
carabineros”, el reto es grande y nuestra responsabilidad es histórica. No podemos ser
inferiores a la confianza depositada en nosotros por parte del mando institucional.

Es preciso recordar en este día, algunos hechos históricos de especial remembranza:

El nombre de la escuela

Alejandro Gutiérrez, ilustre hombre nacido en Abejorral, Antioquia en el año de 1840,


primer gobernador del naciente departamento de Caldas, quien siempre mantuvo un
especial afecto, admiración y respeto de las instituciones castrenses y policiales, que lo
hicieron merecedor al reconocimiento ad hoc de “general”, claramente acertada la
decisión del doctor José Restrepo, gobernador de la época, de otorgarle el nombre a
nuestra escuela de este hombre, como expresión de gratitud al aporte, progreso,
desarrollo regional y para nosotros, el honor de llevar el nombre de un personaje
representativo de la historia caldense.

El gestor de nuestra escuela

Doctor José Restrepo Restrepo, nacido en Manizales, en el año de 1909 y gobernador


del departamento para la época, fue quien por iniciativa propia insistió en la creación de
una escuela de policía para Caldas, presentando a consideración todo lo relacionado
con su conformación, adjudicación del lote, nombramiento de docentes y asignación de
una partida presupuestal de $50.000 pesos; hechos que significaron el punto de partida
de lo que es hoy la escuela Alejandro Gutiérrez. Fue así como en el año de 1949,
mediante ordenanza número 186 del 10 de enero, se dispuso la creación de la escuela,
la cual inició las labores correspondientes el 5 de mayo de 1952, siendo designado
como su primer director el teniente primero Alfredo Castro Älvarez, con la dependencia
del comandante del Departamento de Policía Caldas, coronel Luis Enrique Puerto
Rodríguez.

Difícilmente se encuentran palabras para expresar la mayor gratitud a este hombre


gestor de nuestra escuela. Ni las condecoraciones, ni los reconocimientos son
suficientes para enaltecer el esfuerzo, trabajo y sentimiento de afecto que profesaba el
doctor José Restrepo Restrepo, por la Policía y las instituciones democráticas, a sus
descendientes, hoy presentes en ese acto, nuestro abrazo de hermano, el aprecio y
respeto de toda una institución por los beneficios recibidos.

El lema de la escuela: “Justicia es libertad”


Qué gran valor debe significar para nosotros estar cortas palabras, en un país donde la
injusticia es el termómetro de nuestra realidad, equivalen a dar a cada uno lo que le
corresponde o pertenece, de una manera simple es lo que ha hecho falta a nuestra
patria y lo que la mantiene en la más profunda crisis institucional y de violencia; somos
una sociedad excluyente y con muy pocas posibilidades para todos. Para ser justos es
necesario desarrollar nuestro sentido de lo que está bien y lo que esta mal. Ser
honestos, rectos y sobre todo compasivos y humanos es necesario, no permitamos que
se cometan atrop0ellos contra nosotros ni contra los demás, protestemos con energía y
denunciemos los abusos y los crímenes, vengan de donde vengan.

La justicia es el fundamento de la libertad. El hombre justo, actúa con la verdad que


hace verdaderos hombres libres. En ella radica la paz para nuestro pueblo, promoverla
como el presupuesto de la libertad humana, debe ser una de nuestras metas e ideales.
Un Estado justo es el antídoto necesario para combatir los múltiples problemas de un
país enfermo por el cáncer de la barbarie, la violencia, el terrorismo y la corrupción. Con
ella, como principio, es posible la construcción de un nuevo tejido social. El policía
como garante de la libertad, debe permitirle al ciudadano el retomar sus derechos y el
ejercitar sus deberes como un bien común, que debe llegar a todos. Seamos justos
para poder llegar a ser hombres libres “eres libre si practicas la justicia”.

Fue en el año de 1890, mediante la resolución 8094 del 06 de noviembre y bajo la


dirección del teniente coronel José Hugo Tirado Castañeda, cuando se decidió que el
lema “Justicia es libertad” representara el símbolo soporte de nuestra existencia.

El himno de la escuela

Fue escrito por el patrullero Jorge Oviedo Montoya y los alumnos José Fernando
Herrera Muñoz y Luis Fernando Castaño Rincón. Los arreglos son del doctor Enrique
Quintero Valencia y la música del maestro Carlos Arturo Marín Grisales. Nace como
símbolo mediante la resolución 011139 del 17 de julio de 1995, siendo director el
coronel José Alvaro Ponce Jaime. En su letra se interpreta el mensaje claro de nuestra
misión, el formar, preparar y educar hombres de bien en procura de un mañana mejor
para todos los colombianos.

Vale la pena destacar la contribución del siguiente equipo de profesionales quienes


revisaron los poemas preámbulo a la consolidación del himno, y aportaron sus ideas en
pro de la letra y música definitivos; son ellos: mayor Jhon Jaime Ospina Loaiza,
secretario académico, doctor Cristóbal Patiño Cardona, psicólogo de la escuela, señor
Noel Salazar Giraldo, musicólogo (q.e.p.d.) y periodista Julio César Idárraga Rojas
(q.e.p.d.).

Nuestra bandera

Fue instituida mediante la resolución 0042 del año 1958, durante la dirección del mayor
Hugo Ortiz Prada. El blanco, representa la pureza, la lealtad y respeto a la institución
policial. El verde, de la justicia y la esperanza de hacer de la Policía Nacional una
institución de servicio sólida, respetada y admirada por todos los colombianos. El negro,
de las dificultades y sacrificios que encierra el ejercicio de la profesión policial.

Los gestores del desarrollo

Por la escuela han pasado en la condición de directores un total de cuarenta oficiales,


de los cuales hoy tenemos presente en este acto un número importante. Permítanme
que les brindemos un aplauso, un aplauso de gratitud, admiración y respeto por todo el
desarrollo y crecimiento de esta unidad. Ustedes hacen parte de la historia; en su
momento sintieron, vivieron y compartieron las ejecutorias de la época, y hoy deben
sentirse orgullosos de esta unidad. El sueño de todos está consumado, el de ver a la
escuela como un centro universitario de la más alta calidad y a la vanguardia en
desarrollo tecnológico.
La planta física, la estructura académica y los procesos de administración, están bien
conformados en sus campos en relación con los centros docentes de su género, a nivel
del país. Mis agradecimientos por su compañía en este importante acto.

Los hombres del saber y del futuro institucional

Un grupo selecto de oficiales, suboficiales, agentes, miembros del nivel ejecutivo y


personal no uniformado, han tenido la responsabilidad con los diferentes procesos que
se desarrollan al interior de la unidad, como admisiones, formación, capacitación,
administración, financiero e investigación; a todos ellos nuestra manifestación de
gratitud por sus aportes y trabajo, lo que ha permitido mantenernos en permanente
evolución y cambio institucional. La Policía es hoy lo que ustedes han sembrado en los
corazones de los 22.147 policías que han egresado de estas aulas en 88 cursos de
agentes y 21 cursos del nivel ejecutivo. La tarea de formar un profesional de policía se
hace cada día más exigente ante la complejidad de la realidad nacional, por tal razón,
nuestro esfuerzo debe estar orientado a formar hombres con claridad conceptual en el
pensar, en el sentir y en el actuar. Pensar con vocación de servicio, sentir con corazón
de policía y actuar con la justicia y la razón. El futuro institucional está en nuestras
manos.

Además, en nuestras aulas se han capacitado un total de 8.500 hombres de la Policía


Nacional, personal uniformado y no uniformado, en las diferentes áreas del saber
policial, como derecho internacional humanitario, derechos humanos, policía ambiental,
judicial, violencia intrafamiliar, antinarcóticos, docencia policial, docencia universitaria,
inteligencia, resolución alternativa de conflictos, protección a dignatarios, vigilancia y
seguimiento, seguridad integral, policía comunitaria, investigación en el aula, educación
personalizada, diseño de currículum, elaboración de material impreso, relaciones
humanas interrelación, control de disturbios, legislación indígena, salud ocupacional,
cadena de custodia y nuevo régimen disciplinario; con el propósito y el convencimiento
de mejorar continuamente el desempeño profesional y en procura del fortalecimiento de
la calidad del servicio policial.
Lo hechos anecdóticos e históricos

Siendo director de la escuela el mayor Hugo Ortiz Prado, en el año de 1959, se visualizó
la necesidad de una guardia de prevención; ante la escasez de recursos, los miembros
de la plana mayor de la unidad aportaron sus ahorros para la construcción, culminando
e inaugurando la obra en el mes de noviembre de 1959, con motivo del aniversario
institucional.

En el año de 1960, fue creado el club hípico de la Policia de Caldas, mientras se


desempeñaba como comandante del Departamento de Policía el teniente coronel Luis
Tejada Zapata y como director de la seccional, el capitán Jaime del Portillo Carrasco.
Tomó posteriormente el nombre del Club Hípico Carabineros del Ruiz, integrado por
jinetes de la escuela de carabineros, batallón Ayacucho y el club campestre, y adquirió
personería jurídica mediante la resolución No. 1918 del día 3 de octubre de 1974,
siendo director el teniente coronel Rafael Peña Flores. El primer concurso hípico se
realizó en el año de 1978.

En el mes de abril de 1968, durante la gestión del mayor Alerto Charry Trujillo, se fundó
la primera y única biblioteca de la unidad, centro del saber policial, la cual cuenta en la
actualidad con 1.500 tomos útiles para el proceso de formación policial.

En 1959, durante la gestión del capitán Jaime del Portillo Carrasco, se ejecutan obras
de gran trascendencia para la unidad: los picaderos cubiertos y cerrados, la plaza de
armas, la explanación del polígono y se culminan las aulas de estudios. Meritoria labor,
digna de reconocer en este día.

Como reconocimiento a la memoria del doctor Alejandro Gutiérrez, fue descubierto su


busto en la principal avenida de la escuela, la cual lleva a nombre del coronel Asdrúbal
Romero; el acto fue realizado el 05 de mayo de 1967 en la celebración de los 15 años
de fundación de la unidad y bajo la dirección del mayor Alberto Charry Trujillo.

Como hecho particular, un día del mes de octubre de 1967, fue necesario licenciar y
suspender algunas de las actividades de la escuela por más de 15 días ante la
presencia de una epidemia: la famosa “papera”.

La escuela sirvió además como escenario del cine internacional, en el rodaje de la


película Los aventureros. Fue en el mes de diciembre de 1969, en él intervinieron un
grupo importante de alumnos a los cuales les correspondió además viajar a la ciudad de
Villa de Leyva (Boyacá) y al corregimiento de Arauca (Caldas), lugares donde se
hicieron varias de las tomas de largometraje.
El 29 de noviembre de 1966, durante la gestión del mayor Gabriel Cancino Pérez,
director de la escuela, fue inaugurado oficialmente el primer casino de oficiales.

El 22 de noviembre de 1970, por primera y única vez un presidente de Colombia visitó


nuestra escuela, fue el doctor Carlos Lleras Restrepo, quien fue invitado a la clausura de
un congreso de acción comunal programado por el gobernador del departamento, doctor
Gonzalo Jaramillo.

Como hecho anecdótico, el 21 de noviembre de 1978, un joven teniente manizaleño de


la Fuerza Aérea, de nombre Fernando Ortiz Fandiño, piloteando un avión de guerra T-
39, vio truncado su sueño de mostrarle a su novia, residente en el barrio la Sultana, su
habilidad y condición de piloto, al estrellarse en un sector de la escuela Alejandro
Gutiérrez.

Se hace mención también del potro rebelde, pero inteligente de origen americano
caracterizado por su color negro y un lucero blanco en la frente, caballo insignia de la
escuela: Huracán… Saludaba con las anteriores, se acostaba, se arrodillaba, se
echaba, y sentaba como un canino domado; simulaba emboscadas y buscaba la forma
de recoger los heridos. A los 30 años de servicio a la patria se jubiló; dicha jubilación
consistía en que el equino podía andar por toda la escuela sin ser molestado ni
montado. Hoy su figura yace en un lugar especial de la remonta, gracias al
reconocimiento hecho por el director de la época, coronel Bernardo Pantoja Muñoz.

En una próxima sesión continuaremos el relato de la década de los 80 y los 90.

Seguidamente hago referencia al tema de la violencia, el cual no es ajeno a esta clase


de eventos, máxime cuando la Policía Nacional ha sufrido sus inclemencias. Son
muchos los muertos y heridos que nos ha tocado ver como producto de esta irracional
guerra sistemática, pero al igual, nos ha servido para fortalecer los principios
democráticos, consolidando una institución garante en el respeto y protección de los
derechos humanos. Convencernos que ante la actual crisis, una alternativa de
autoridad y enfrentamiento a los violentos es viable, sin desconocer que la concertación,
el diálogo y la negociación siguen vigentes y para seguir soñando, con una auténtica
paz para todos los colombianos.

El momento histórico actual está marcado por la arrogancia, petulancia e irracionalidad


de los violentos, hecho que nos aleja de la posibilidad de albergar la esperanza de paz
para el pueblo colombiano. El terrorismo, el secuestro, el asesinato, las masacres, el
desplazamiento, la intimidación, el chantaje, el boleteo, son el pan de cada día del país.
Inentendible, irracional e injusto que se siga pensando que a través de estos medios
perversos es posible alcanzar los cambio y transformaciones necesarios en nuestra
sociedad. La pedagogía de la violencia, lo que engendra es más violencia, la pregunta
es, ¿cómo vincular a los violentos en la pedagogía de la paz?

Por lo tanto, de las contiendas electorales se tiene una gran enseñanza, en Colombia a
pesar de las dificultades y la fragilidad de nuestra democracia, se es posible acceder al
poder por esta vía. El camino está despejado para renunciar a la guerra como el único
mecanismo posible para llegar al poder y que la controversia de las ideas es el
escenario que nos garantiza una salida a la actual situación del país. ¿Cómo hacer
entrar en razón a un irracional…? ¿Eliminándolo?, ¿convenciéndolo?, ¿siendo
indiferente?, ¿con autoridad y respeto a la ley?

Qué sacamos con ganar una guerra, si acompañada a ésta, no se da la transformación


de la sociedad, una sociedad más igualitaria y con mayores posibilidades para todos.
La guerra puede ser justa cuando se está defendiendo los intereses generales de un
pueblo civilizado y en contra de la barbarie de los violentos.

Es fundamental además convencer al irracional a partir de la claridad conceptual de la


sociedad que se quiere, si no existe equilibrio y comprensión frente a este lema,
difícilmente es posible llegar a la paz. En las actuales circunstancias, estamos más
preocupados por el estilo y los gestores de una nueva sociedad, que por el producto del
consenso nacional; es el pueblo quien debe decidir qué tipo de sociedad quiere.

La indiferencia nos agobia y nos hace más vulnerables frente a las intenciones de uno y
otro bando; ¿cómo alcanzar una sociedad más equilibrada y justa sin el sacrificio de
todos? La cultura del beneficio personal por encima de beneficio general hay que
romperla y eso es posible si dejamos de actuar individualmente; si lo seguimos haciendo
como hasta ahora lo hemos hecho, estaremos defendiendo las injusticias y privilegios
que se observan en el seno de nuestra sociedad. Cambiemos de pensamiento y
actuemos como parte integral de la misma; la resistencia civil es necesaria para
enfrentar a los violentos y a los depredadores del país.

Que los ejemplos de los solitarios indígenas del cauca se repitan por toda la geografía
colombiana y que el heroísmo colectivo, frene el régimen de terror que nos quieren
imponer unos pocos; igualmente, la falta de autoridad y la violación a la ley ha sido una
constante en nuestro país. Lo que nos ha llevado al aumento de la criminalidad, el
desplazamiento, el incremento de la impunidad, a la inestabilidad institucional; un
Estado débil y sin fortaleza institucional, alimenta la crisis y lo hace más vulnerable
frente al propósito perverso de los violentos; por lo tanto, rescatar el principio de
autoridad del Estado, debe ser una prioridad sin dilaciones, ni vacilaciones y con la
firmeza de un verdadero estado de derecho.

Por último, en mi condición de director quiero manifestar a todo el personal de la unidad


que la responsabilidad de formar y capacitar al profesional de policía, representa para la
escuela seccional Alejandro Gutiérrez, una dignidad, soporte del futuro, progreso y
desarrollo institucional. La formación en valores, el despertar de la vocación policial y el
estructurar un perfil profesional acorde a las necesidades propias del servicio policial y
las exigencias de la comunidad deben ser el punto de partida para seguir realizando el
sueño de hacer de la Policía una institución de servicio sólida, competente, confiable,
respetada, admirada, comprometida y capaz de garantizar el cumplimiento de la misión
institucional; el papel de la escuela, sin desconocer la responsabilidad de otros procesos
institucionales, es el soporte de la estabilidad institucional, y como tal, quienes hacemos
parte integral de la misma, debemos reconocer que el reo asignado no es simple, ni
mucho menos insignificante; la tarea de formar requiere de vocación, actualización,
dedicación, preparación, amor y fidelidad a los principios institucionales.

La celebración del quincuagésimo aniversario de la escuela, nos llena de orgullo y


satisfacción. Hemos evolucionado, crecido y logrado el propósito de hacer e la escuela
un centro de educación superior de las más altas calidades, reconocido en la comunidad
académica de esta gran ciudad universitaria; pero al igual, Edmundo mantiene en
permanente evolución y cambio, lo que nos obliga a desarrollar toda una estrategia de
mejoramiento continuo y de esta manera, fortalecer el compromiso con la institución y
con el país, de formar un profesional de policia garante de la ley, respetuoso de la
Constitución, defensor de los derechos humanos, soporte de la institucionalidad
democrática y dispuesto a ofrendar la vida por la causa de la paz, la tranquilidad y la
convivencia ciudadana.

¡Feliz cumpleaños para nuestra escuela!

GÉNESIS…PASADO…Y PRESENTE DE LOS


CARABINEROS DE LA POLICIA NACIONAL

Discurso de orden pronunciado por el teniente coronel


(r), Luis Eduardo Altamar Valdivia, miembro
Correspondiente de la Corporación, en la sesión
especial con ocasión de la presentación de la obra en
homenaje a la Policía Montada. Acto realizado en el
auditorio General Santander de la Dirección General de
la Policía Nacional el día 26 de junio de 2002.

La obra, “Génesis..l.pasado… y presente de los carabineros de la Policía Nacional”


cuyo título se concilia con los pormenores de su trayectoria, contiene 26 capítulos
clasificados en tres etapas particularizadas y definidas por el tiempo que marcaron hitos
de trascendental importancia, desde la aparición del “Equus”, en los albores del
descubrimiento del continente virgen, utilizado primero como medio de sometimiento al
aborigen, aprovechando su naciente temor al cuadrúpedo, luego como diligente
recursos en la locomoción y transporte del invasor, hasta alcanzar progresivamente la
categoría de auxiliar en los procedimientos de control, tanto del indígena rebelde, como
del conquistador colonizador abusivo y cruel, denunciados por el fraile Bartolomé de las
Casas, dando origen a la creación del primer servicio de control a caballo, representado
en el llamado “Alguacil Velador”. Ya existían los alguaciles del Tribunal de la Santa
Inquisición y los de la Casa de la Moneda. EN los capítulos I y II se narran esas
sucesiones históricas, para resaltar el proceso embrionario de su génesis, de tal
manera que al llegar, después de las guerras de Independencia, el nacimiento de la
República, encontrar la aparición en 1837, de un cuerpo de control ciudadano, con
nombre apropiado para la época: “Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil” –decreto
0127 de agosto 24- para reprimir las bandas de malhechores en los cantones de Buga y
Tulúa – Valle del Cauca-, a pesar de que ya en 1825, doce años atrás, se vislumbrara el
origen de un servicio de carácter preventivo, tal como se aprecia en carta respuesta
enviada por el general Santander al Libertador Simón Bolívar a la Paz – Bolivia, cuando
éste quiso seguir al Río de la Plata en su imparable recorrido de victorias para incesar a
la Argentina. En dicha carta, tomando el párrafo que nos interesa, el “Hombre de las
Leyes”, le comenta: “…conformándonos a nuestras leyes, convendremos en que ni
usted ni yo podemos disponer de fuerza alguna colombiana para auxiliar a Buenos
Aires. El Brasil, no es enemigo común…respecto al Paraguay…¿puede un cuerpo de
tropas colombianas ser destinado al efecto? Este es punto constitucional, y le
sostendría que no se puede… Tampoco en calidad de auxiliares para la paz, pues la
necesidad de buscar otras formas para obtener la protección de la civilidad de la Gran
Colombia, es mi responsabilidad, razón que me induce con mucha aflicción, negar a
usted el envío de los escuadrones, que están cumpliendo con el patriótico deber de
defender y proteger las libertades y derechos de la democracia, superada la guerra en
Santafé de Bogotá y Quito”.

Lo anterior nos induce a pensar, que Santander se refería a un cuerpo auxiliar de


caballería, anexo al Ejército, con la misión de prevenir y controlar, conformado para
consolidar la paz, el derecho y el ejercicio de las libertades ciudadanas. No hay duda,
que se aludía a un cuerpo con funciones para el control de la actividad ciudadana.

¿Por qué siendo la denominación orgánica de escuadrón originada en el fragor del


combate, tuvo que escogerse ese nombre para señalar el advenimiento de un servicio
montado con una función de paz y de protección, como señala Santander?

La historia no ha sido muy dadivosa, ni mucho menos pródiga en el hallazgo de


antecedentes que justifiquen tal determinación, pero lo cierto y estimulante es que a la
llegada del comisario de primera Juan María Marcelino Gilibert, sesenta y seis años
después de negarse Santander a colaborarle a Bolívar, en el envío de tropas para
continuar combatiendo a los realistas en el sur del continente, todavía existía el
escuadrón, que cumplía funciones preventivas en condiciones de paz en el territorio, y a
la manera de una guardia civil.

Siguiendo con el transcurso del tiempo, atado en las páginas de la obra, éstas nos
conducen por los caminos de su consolidación y posterior origen, llegando al año de
1891, en el cual mediante decreto No. 1.000 de noviembre 5, se reorganiza la Policía
Nacional, encontrándose como presidente de la República el doctor Carlos Holguín. Su
artífice, el comisario de primera Gilibert Laforgue, tal vez apreciando los principios y la
filosofía del servicio de control llevado a cabo por el cuerpo, donde se fusionaba una
amalgama de funciones diferentes a las algucilescas de las llamadas guardia civil,
policías departamentales y serenos en Bogotá, Tunja, El Tolima Grande y el Viejo
Caldas, decide con el estado de ánimo dispuesto para lograr grandes cosas, con la
visión del futuro en virtud de su experiencia y tal vez con el presentimiento que persistía
en la realización de su trabajo, dejar incólume el cuerpo montado a la hora de eliminar
los grupos anteriormente mencionados.

Los acontecimientos del 16 de enero de 1893, y posteriores días, considerados como la


primera asonada en Santafé de Bogotá, demostrarían al gobierno que el comisario
Gilibert no estuvo equivocado al preservar el cuerpo de policía montada, que jugó una
importancia extraordinaria al apoyar a la división de policía de la capital, conjurando al
lado de los Batallones 3º de Boyacá y 5º. Del Vargas la crisis del aciago momento que
dejó un saldo en los tres días de duración de seis muertos, una veintena de heridos,
comercio saqueado y algunas casas de funcionarios incendiadas, entre ellas la del
ministro de Gobierno, el general Antonio B. Cuervo, situada en las inmediaciones de
“Puente Colgante”.

Al finalizar el capítulo IV de la obra, encontrarán los lectores en cuadro cronológico, que


es una síntesis de la evolución del servicio de policía montada, en el cual se aprecia,
resaltando la esencia del servicio público, la finalidad de sus funciones, que fueron
durante los siglos XIX y XX continuando aún sin variación, la fundamentación de una
definición invariable, cuya naturaleza se originó en el concepto constitucional de la
defensa y protección de las libertades ciudadanas.
La segunda parte del libro, nos incita a penetrar en el pasado pos nacente de su
historia, en concepto del autor, la más interesante y rica manifestación de su
impresionante recorrido por los senderos que acogieron sus actuaciones, sembradas de
cardos en los escabrosos aconteceres de la política estimulados por los gobernantes de
turno, que en el lapso de 164 años, le cambiaron de nombre en trece ocasiones,
equivalentes a un promedio de cada 12 años. Mas sus funciones, en cada uno de esos
cambios, jamás fueron alterados en sus objetivos, a excepción de las asignadas en
1906, siendo presidente de la República el general Rafael Reyes, que en una acción de
gobierno sin precedentes dispuso que el cuerpo policial montado se encargara de la
seguridad presidencial, tal vez por la cercanía de la sede del cuerpo, al Palacio
Presidencial. Andando en la lectura, nos internamos, al galope, en el lomo de los
recuerdos en la esplendorosa época donde hacen presencia los comandantes Eduardo
Cuevas García y Genaro Rozo Osorio, los sembradores de la simiente, recibida a su vez
por el comandante Bernardino Cualla y el comisario Benito Céspedes, para llegar a la
medianía dela década de los treinta y toda la exuberante de los cuarenta, donde se
dieron acontecimientos, tales como la llegada de la misión chilena en 1936; el
nacimiento jurídico – o sea en el papel – de la Escuela de Cadetes General Santander,
en el mismo año; la sugerencia en 1939, también de la misión chilena de crear una
Escuela Nacional de Carabineros; el auge del deporte ecuestre en las cuatro primeras
promociones de oficiales de 1940 a 1945, hasta llegar como viajeros en la nave del
tiempo al nefasto 9 de abril de 1948, cuando se nubla el horizonte de la Institución como
consecuencia de las pasiones políticas, originando una acelerada reorganización de la
institución donde se opacaron 111 años de prestigio y admiración, para después en una
esplendorosa mañana de 1953, volver a sentir el calor del sol en el meridiano radiante
de los años 50.

La narración continúa paso a paso, sin desmontarnos del potro de las remembranzas
hasta encontrar el año de 1958 en el cual llega la segunda misión chilena. De allí en
adelante en sucesivas acciones de dirección institucional, avaladas por los gobiernos
nacionales, se originan las escuelas de carabineros, cubriendo con sus partos
promocionales los cuatro puntos cardinales de la patria, con los consiguientes efectos, a
saber:

En 1950, la creación del Escuadrón de Carabineros del sur del tolima, en 1953, la
creación de la Escuela de Carabineros General Alejandro Gutiérrez en Manizales, así
como el Escuadrón Próspero Pinzón en Bogotá.
En 1956, la fundación de la Escuela de Carabineros de Suba en Bogotá, aportando
ésta, el personal y caballares para la creación del Escuadrón del Valle.

En 1957, la organización de un escuadrón para el departamento del Huila.

En 1959, la fundación de la 3ª estación de Carabineros de Bogotá, con sede en la


Escuela de Cadetes General Santander.

En 1959, la entrega de la Escuela de Carabineros Eduardo Cuevas en Villavicencio, y


en el mismo año la Escuela de Carabineros Gabriel Gonzalo en el Espinal, Tolima, y el
Escuadrón de Carabineros de Antioquia.

En 1960, la creación de la Escuela de Carabineros Simón Bolívar en Tulúa, Valle


encontramos en la obra el testimonio fehaciente y generoso que colman las
aseveraciones de orden histórico cuando se afirma que la década de los cincuenta y
medianía de los sesenta, no sólo fue de desarrollo, grandeza y prestigio, sino también
de preocupaciones e intrigas alrededor de la especialidad, que dejó de llamarse
“Cuerpo2 a partir de 1954. Las heridas de animadversión, no lograron empañar la
trayectoria de la especialidad ni las acciones demando y dirección de los comandantes,
expuestos a la picota pública por los avatares de la intriga política que no habían dejado
de perturbar el bien ganado prestigio ante la sociedad y los gobiernos, tanto el militar
como el llamado Frente Nacional. El lodo del deshonor no alcanzó a salpicarla como
tampoco a sus comandantes. Esta parte del pasado, la encontramos en el capítulo XIII,
titulado “Un chivo expiatorio, para el desfile militar de 1858”.

No se podía pasar por alto, narrar la circunstancia por la cual aparece el nombre de
Carabineros por primera vez en esta segunda parte del periodo republicano,
encontrándose como presidente de la nación el doctor Enrique Olaya Herrera, quien
mediante decreto 1872 del 4 de noviembre de 1930, dispone que la unidad policial
anexa al Ejército, con el nombre de Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, tome el
nombre de Escuadrón de Carabineros de la Policía Nacional, aunque su entrenamiento,
administración de la logística y su sede siguieran en los predios de la Escuela de
Caballería, en el llamado en ese entonces Cantón Norte, donde actualmente se erige la
misma. Era el director de la Policía el doctor Alfonso Araújo, conocedor de los
problemas de la especialidad como quiera que había ejercido la dignidad de ministro de
Gobierno en el periodo constitucional del doctor Miguel Abadía Méndez, gestionando un
proceso de reubicación del escuadrón en el barrio Egipto, en predios cercanos a las
riberas del río San Francisco, liberando a la unidad policial de una tutoría que no había
buscado ni deseado.

Dentro del contenido de este acápite, encontrarán los lectores la interesante gestión de
algunos directores, desde Gilibert Laforgue, hasta Ramírez Sendoya, periodo de
sesenta y siete años de tortuosos esfuerzos, hasta la época en que inicia la institución el
despertar de su verdadera misión constitucional. Al término de este espacio de tiempo
en que confluyen otros ingredientes de diversos factores, en los cuales más de cuatro
generaciones se formaron, desarrollaron sus querencias y pensamientos, y
desparecieron en el fragor de las calamidades, tratando de hallar el modelo de gobierno
que llenara las expectativas de gobernantes y gobernados, tendremos que concluir con
el autor de la obra que la existencia de la especialidad, como fuerza de un servicio de
apoyo a l vigilancia urbana, recuperadora del orden ciudadano siempre recibió la
especial atención de los gobernantes comprometidos con la salud de la República.

El hecho de que con frecuencia se buscara la razón de mejorar, tecnificando métodos y


procedimientos en las actividades de la especialidad, nos indica claramente que su
importancia no pasó inadvertida por directores, gobernantes y la sociedad en general.
Podemos afirmar en consecuencia, por construir un libro abierto a las realidades, que en
virtud de los avatares sufridos por la institución policial, la época de Gilibert Laforgue a
Ramírez Sendoya, fue la etapa de los ajustes estructurales; de la inspiración de un
ánimo muy privativo y singular llamado por los estudiosos el soplo espiritual que se da
alrededor de una diligencia, profesión, arte u oficio que fortaleció la capacitación y la
formación del hombre policial a caballo, que nos condujo a conocer la realidad del hoy,
surgido de las dificultades que ocasionaron cambios con las nostálgicas prácticas que
ocasionaron cambios con las nostálgicas prácticas del ayer, para hacer un balance de lo
que fue el aporte de la especialidad en más de medio siglo de violencia, dentro de una
misión que estableció unos parámetros, en primer lugar, por ser el más importante, el de
su consolidación a una identidad y razón natural de ser, en cada rincón o paraje del
territorio patrio a donde llegaron para establecer el convencimiento entre el área rural,
que éramos otra clase de policía, diferente a la que habían conocido con el remoquete
de “chulavitas”, de ingrata recordación por los daños morales y físicos causados a la
república, para continuar después con unos procesos de recorridos ágiles y efectivos en
la realización de programas, tales como los de rehabilitación comunitaria y reconciliación
del campo con el campesino, la defensa de los recursos naturales, el desarrollo rural, la
consolidación institucional, para finalizar infundiendo en las juventudes, lo que he
llamado el proceso psicológico de un sueño, que como todos saben, especialmente los
formados en las décadas de los cincuenta y sesenta, consistió en la aspiración
obsesionada, incontrolada e impetuosa del iniciado en la disciplina policial al querer
convertirse en oficiales, suboficiales o agentes carabineros, siguiendo el mandato de un
halo desconocido que penetró en el alma de la juventud policial de esas calendas.

Las páginas del libro, recogen en el capítulo XVII un lamento, silencioso y tímido difícil
de llegar a los mandos y ser escuchado por estos, que se volvió en pena del alma, al
percibirse cómo miembros policiales abusan de las insignias y simbología de la
especialidad, orgullosos de portarla, naturalmente, pero sin el más mínimo destello de
altivez, ante la carencia del sentimiento que la mueve. Es un grito, sordo a los sentidos
de la superioridad encargada de hacer establecer la prevalencia de una exclusividad
que por derecho a unos valores, a unas aptitudes y a una capacitación se ganan los
iniciados a un apostolado, donde el espíritu de cuerpo es la llama que lo sostiene.

En el recorrido, que al autor invita a los lectores a través de una cabalgata de la


memoria, para iniciar un tour de regreso al tiempo que ocupa la segunda parte del libro,
en una sucesiva cronología de remembranzas, acuden a la memoria los
pormenores que hicieron consolidar el empleo del caballo en la Colombia rural, que
percibieron los sentidos y las fibras de encontrados sentimientos en las generaciones
del siglo XIX y del meridiano del XX, que acompañaron como protagonistas los
acontecimientos de la historia sociológica y política del país, alrededor del caballo, como
el irracional doméstico más indispensable en la vida de relación y desarrollo tanto
urbano como rural y desde el instante en que la Policía de Colombia se compromete con
el equino para reconciliar su conexión, creada por la analogía de sus hazañas y
leyendas, al permitir que el binomio hombre – caballo rompa la unidad primaria del
protagonismo de la historia, para compartir las hazañas, que no se hubieran podido dar
en forma individual por la sola voluntad del hombre, ofreciendo al mundo la famosa
conjunción de la que habla Esquilo, el primero de los grandes poetas de la tragedia
épica griega, para que el hombre al compartir con el caballo sus actuaciones heroicas,
hiciera honor al segundo personaje de sus gestas en un deuteragonismo de sucesos
para la posteridad.

Así llegamos en este paseo por el calendario del tiempo a las decantadas décadas que
siguieron a los sucesos nueveabrileños de 1948 hasta el momento, en un
enfrentamiento fratricida, que dejó atrás por obsoletas las formas y los métodos de
guerra de guerrilla, para tornar también en anticuado el uso del policía montado en los
campos de la Patria, desapareciendo así el caballo de servicio de control policial en el
trajinar cotidiano del hombre campesino y con aquel, el jinete policía que anduvo por
muchos años hollando llanuras, montañas, valles y bosques, sin quebrantar su espíritu
de policía, que es y seguirá inalterable ante el delito, que permanece sirviendo a la
sociedad, dentro de unos parámetros de entrega incondicional a sus intereses.

Paso a paso, continúa el autor por los senderos de las evoluciones y los cambios
institucionales, hasta llegar a los umbrales de los canjes operativos graduales, pasando
por las llamadas “bases de patrullajes”, “las emboscadas al contrario”, y la necesidad de
introducir una dinámica de efectos más fuertes y disuasivos, como el empleo de
operaciones de reconocimientos rápidos, apoyo, transporte, evacuación, rescate y
salvamento de las unidades comprometidas. El caballo de la estructura de acero,
reemplazada al caballo de constitución orgánica.

La tercera y última parte de la obra que se titula “El Presente” nos encamina a sentir,
que a pesar de su desplazamiento, surge finalizando el siglo pasado, una
esperanzadora y novedosa acción de la Dirección General, dentro de las circunstancias
de orden público, las mismas que un día provocaron su éxodo de los campos,
renaciendo la esperanza de volver a enquistar en el entorno rural el accionar del
carabinero, apoyado por otras especialidades, como cosa inherente y propia de su
naturaleza, tal como la concibe la Dirección General para hacerla más eficiente al
presentar una propuesta al gobierno nacional con nuevos conceptos y planteamientos
estratégicos que permitirán recobrar la tranquilidad en aquellas áreas del país a través
del fortalecimiento de la especialidad, creando estaciones rurales y escuadrones
móviles, para establecer en la conciencia del campesino no sólo el apoyo en su trabajo,
sino el nacimiento de la cultura de la seguridad en su entorno rural. De nuevo con su
presencia, el campesinado se reencontrará con el amigo que se ausentó, para unir
esfuerzos en materia de convivencia social, como uno de los fines de la esencia policial.
Gracias señor general Gilibert, la historia vuelve a repetirse, tal como la protagonizó su
antepasado, al permitir por la convicción de sus experiencias que el cuerpo montado de
aquel entonces continuará la misión por la cual se había creado.

Finalmente, para cerrar el ciclo del viaje alrededor de 164 calendarios, nos sumergimos
en las profundidades de los últimos cuarenta y tres años, ni tan lejanos ni cercanos, para
que el recuerdo nos paladee, como el viejo vino que tiene la propiedad del equilibrio y la
armonía entre el líquido y la madera del tonel que lo acoge generoso, para disipar en la
reminiscencia de su sabor la neblina del tiempo, al leer el capitulo XXIV, titulado “De
Ramírez Sendoya a Gilibert Vargas”, contemplando al leerlo con los ojos del espíritu a
través del ayer, la gloriosa postura del carabinero de los años cincuenta y sesenta, la
época de oro de la especialidad, siempre madrugándole a la esperanza en el afán
arrollador y permanente, de que cada día fuera mejor que ayer, para cavilar después,
siguiendo el contenido de la obra, en la grandiosa maravilla de las dinastías creadas,
como expresión atávica de un sentimiento que dilata el corazón en palpitaciones de
emoción y engrandece el alma, depositaria del soplo inexplicable dentro de las leyes
naturales que anima al hombre a acometer grandes cosas, el mismo que
experimentaron Eduardo Cuevas y Genaro Rozo.

No podía evitarse así mismo el omitir la curiosa coincidencia, oscilando en el ambiente


de la agudeza y el ingenio que han inspirado los refranes de la caballería y sus
caballeros, así como la expresión sentida, opuesta a la anterior, contenida en la poesía,
predispuesta a exaltar las actuaciones, enamorar el alma y disponer las querencias
hacia el noble bruto, razón de ser del hombre que convive con el irracional, en una
reconciliación de admiración que gira sobre un eje cuyo punto de equilibrio y factor de
unión es el caballo. Por eso en el capítulo XXV, el carabinero de antaño, como hombre
sujeto a la sensibilidad del poeta, no pudo escapar de la ansiedad de aprisionar en su
alma, las quimeras, angustias, aspiraciones y dolores en la excelsa expresión de sujetar
el verso para cantarle a la mujer amada y a su caballo de quienes muchas veces solía
comparar recíprocamente con la vivacidad del gracejo ocurrente y generoso. Más que
hombres policías, de carácter fuerte y hacedor de actuaciones pragmáticas, fueron y
aspiramos que sigan siendo, el hombre poeta que todos llevamos sembrado en nuestras
fibras afectivas. Esta obra, no ha sido concebida por quien les habla… la escribieron
todos los que en un instante de credibilidad y confianza en lo que hacía, colaboraron,
haciéndome llegar en sus apuntes, entrevistas y grabaciones el caudal de sus
experiencias y recuerdos. Paralelamente al lanzamiento de esta obra, van mis
agradecimientos, en primer lugar a mi esposa, que me animó a seguir, cuando el
entusiasmo decaía; a mis hijos, con especial expresión al subteniente Luis Eduardo
Altamar Montes, con la ilusión de que muy pronto ostente sobre las solapas de su
uniforme las sagradas insignias y las orgullosas distinciones de la especialidad para mi
complacencia en el invierno de mi vida. De nuevo gracias a todos, que Dios los ampare
con su bendición al darme su apoyo y la alegría de tenerlos aquí en esta noche, unidos
bajo el lema de la más controvertida especialidad de la Policía Nacional: Compañerismo
integridad, bravura.

ACADEMIA SUPERIOR DE INTELIGENCIA DEL DAS


“Su historia ante el futuro”

Discurso de orden pronunciado por el Coronel ( r)


Rafael Jiménez Salamanca, en la sesión especial en
homenaje al Instituto con ocasión de un nuevo
aniversario de fundación, acto realizado el día 17 de
julio de 2002.

Cuán grande y bondadoso ha sido Dios conmigo al asignarme en el transcurso de mi


vida la inmensa y trascendental responsabilidad de dirigir por varios años los designios
de este centro docente, templo del saber y alma imperecedera del Departamento
Administrativo de Seguridad y cuanta debe ser mi gratitud para con el poderoso, al
permitirme en esta fecha celebrar un aniversario más de su fundación en acto tan
solemne, gracias al honor que nos brinda la Academia Colombiana de Historia Policial
presidida por el señor Mayor General Carlos Alberto Pulido Barrantes, a quienes
recibimos con beneplácito y agradecimiento por tan especial deferencia.

Se me ha encomendado la delicada misión de escudriñar el pasado de nuestro Instituto,


basta y delicada tarea que me ha obligado a consultar revistas, libros, documentos
jurídicos y entrevistas a quienes han sido partícipes de hechos y acontecimientos
memorables, colocándome en un camino ante los umbrales de la historia para no dejar
en el olvido la obra grandiosa de quienes nos presidieron en este hermoso escenario de
la vida.
Ha sido mi deseo que este transitar por los caminos del ayer, con el transcurrir del
tiempo, se convierte en historia pragmática, ejemplo de las presentes generaciones que
glorifiquen el pasado, fortalezcan el presente y proyecten el futuro para grandeza de
nuestras instituciones.

Durante la presente narración vamos a encontrar varios episodios de la vida del DAS
que tiene estrecha relación con la Policía Nacional, desde los comienzos de la Escuela
General Santander hasta nuestros días, época dorada en la que el departamento ocupó
un lugar privilegiado en la organización del Estado Colombiano, hoy bajo la dirección del
Coronel Germán Gustavo Jaramillo Piedrahita.

Los hechos ocurridos en Bogotá el 9 de abril de 1948 dieron origen a una serie de
acontecimientos que alteraron el orden público a lo largo y ancho del país, lo cual trajo
como consecuencia un gobierno militar que se inició el 13 de junio de 1953, presidido
por el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla. Entre las políticas que implantó este
gobierno esta la creación, mediante decreto 2872 del 31 de octubre de 1953 de un
departamento administrativo denominado “Departamento Administrativo del Servicio de
Inteligencia Colombiano-SIC”, en el cual predomina el concepto de servicio de
inteligencia porque se quiso que para los asuntos referentes a la seguridad interior y
exterior de la nación y al régimen constitucional existiera dentro de la estructura del
Estado una entidad especializada en los asuntos de esta naturaleza.

Para darle operacionalidad a la recién creada entidad, el gobierno nacional mediante el


decreto 3.034 de noviembre 25 de 1953 le adicionó la estructura administrativa y la
planta del personal del departamento nacional de investigación criminal de la Policía
Nacional y mediante decreto 3316 del mismo año, le otorga las responsabilidades
inherentes al control de ingreso, permanencia y salida de extranjeros.

Desde 1953 el SIC contó con la Escuela de Agentes Secretos, teniendo como
profesores a los mejores penalistas y jueces de Bogotá.

En 1954 la comisión internacional de policía criminal CIPC (hoy INTERPOL), mediante


resolución 5480 de 20 de noviembre reconoce a Colombia como Estado adherente a su
organización a partir del 15 de octubre del mismo año y otorga su representación al SIC.

Ante las profundas secuelas dejadas por la violencia en la década de los 50 más
exactamente hacia el año 1956, los Llanos Orientales se vieron afectados por las
bandadas de delincuentes provenientes del interior del país, siendo el resurgir de
cuadrillas de cuatreros y delincuentes comunes, que afectaron con el auge de esta
modalidad delictiva a municipios como Aguazul, Casanare, siendo este uno de los mas
afectados, razón por la cual es aquí donde aparecen un grupo de hombres
espontáneos, canalizados por la voluntad y las condiciones innatas de mando del
legendario teniente coronel Eduardo Román Basurto, quienes asimilados a una guarda
cívica, emprenden la tarea un tanto aventurera de enfrentar la ola de delincuencia que
azotaba la región.

Pronto la firmeza de propósito y la férrea voluntad de estos hombres, dieron al traste con
las pretensiones de estos grupos delincuenciales, lo que hizo evidente con la
disminución de los delitos y la recuperación de la tranquilidad ciudadana. Los
resultados obtenidos con esta experiencia, motivaron a los ciudadanos del vecino
municipio de Maní – Casanare, quienes aunando esfuerzos con Agua Azul, extendieron
su acción de vigilancia y control hacia el corredor fluvial de los ríos Cucsiana y Cravo
Sur.

Posteriormente la mayoría de los ganaderos de Casanare quisieron que el servicio de


vigilancia se ampliara con el fin de cubrir toda la provincia, el congreso de ganaderos
celebrado en octubre de 1957, acordó llevar a la junta de gobierno (Central) un proyecto
para que estableciera una guardia rural para los Llanos Orientales, que protegiera los
intereses del gremio, sin obtener resultados positivos, pues no se tenían recursos
presupuestales para atender los gastos que demandaba el sostenimiento de esta
organización, por lo que el gremio asumió el sostenimiento y se siguió operando con la
guardia cívica, cuyos miembros no recibían ninguna remuneración estatal.

Más tarde en la administración del presidente Alberto Lleras Camargo, nuevamente la


Federación de Ganaderos de los Llanos Orientales insiste sobre el frustrado proyecto,
siendo analizado el problema con criterio más amplio por el primer mandatario, el que
fue acogido parcialmente, por lo que se tomó la determinación de ordenar a la Policía
Nacional la creación del Servicio de Carabineros del Casanare, el cual inició
operaciones en el mes de enero de 1959 con 30 efectivos al mando del subteniente
Germán Nieto Linares y el sargento Luis Eduardo Jiménez Martínez.

Transcurrida la fase de experimentación, este grupo arrojó óptimos resultados y


atendiendo inquietudes surgidas e íntimamente relacionadas con la organización del
“Servicio Cívico”, nació la idea de concretarlo como un organismo con independencia
operacional y administrativa, con misión específica de prevenir y reprimir el abigeato;
proyecto que fue planteado nuevamente al doctor Lleras Camargo por la Federación de
Ganaderos, quienes estimaron que el grupo se podría integrar al Servicio de Inteligencia
Colombiano “SIC”, mediante señalamiento de un régimen institucional específico.

Después de varios estudios, se logró su aprobación mediante decreto 414 del 21 de


febrero de 1961 fijándose funciones y planta de personal que circunscribió al
departamento del Meta, intendencias de Casanare y Arauca y a las comisarías de
Vichada y Vaupés.

Durante el gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo, mediante decreto 1.717 del
18 de julio de 1960, el Servicio de Inteligencia Colombiano, fue sustituido por el
Departamento Administrativo de Seguridad DAS, nombre que ha estado más acorde con
las funciones que a este departamento se le han asignado.
En el gobierno del presidente Misaél Pastrana Borrero se revisó la organización
administrativa y mediante el decreto 625 de 1974, se le dio a la institución el estatuto
orgánico que rigió hasta 1989.

Con el objeto de administrar los recursos económicos propios de la institución y apoyar


su labor operativa, mediante la ley 4ª de 1981, se crea el Fondo Rotatorio del
Departamento Administrativo de Seguridad, establecimiento público adscrito al DAS, con
personería jurídica y patrimonio independiente cuya función principal es administrar los
recursos económicos provenientes de la venta de servicios a particulares, como son
entre otros, el certificado judicial y los documentos y multas de Asuntos Migratorios, el
cual se ha constituido en el soporte de las actividades investigativas, criminales, de
inteligencia y control del Departamento Administrativo de Seguridad.

El presidente Virgilio Barco Vargas, por medio del decreto 512 de 1989 llevó a cabo la
reorganización del departamento que tuvo como objeto su modernización y tecnificación.

En desarrollo del programa de modernización del Estado colombiano, derivado de la


promulgación de l Constitución Política de 1991, el presidente Cesar Gaviria Trujillo
expidió el decreto 2.110 de 1991, mediante el cual se adoptó la estructura y funciones
para el departamento.

Hoy el Departamento Administrativo de Seguridad con la estructura modificada mediante


el decreto 218 del 15 de febrero de 2002, que incluyó especialización de funciones, plan
de inteligencia y flexibilización estructural, se ubica en un nivel que le permite atender
con eficiencia su compromiso legal frente a situaciones que afectan severamente al
país, como el orden público, el crecimiento de la criminalidad y el fenómeno migratorio.
Para cumplir a cabalidad con sus funciones fue necesario establecer mecanismos para
mantener y elevar el nivel de preparación de sus empleados y así proceder con la
técnica y eficacia de los mejores organismos de seguridad, que por la envergadura de
su labor exige cumplir acciones difíciles y riesgosas.

ACADEMIA SUPERIOR DE INTELIGENCIA

Hablar del nacimiento y evolución de la Academia de Investigación es escudriñar la


historia misma del Departamento Administrativo de Seguridad, la preocupación del
gobierno central de disponer para la tecnificación de los organismos investigativos un
ente docente que canalice y recopile los avances, realizaciones y proyecciones en el
campo técnico y científico de la criminalística, el diseño moderno de sistemas para
incrementar la obtención de información relacionada con los fenómenos que en una u
otra forma puedan perturbar la estabilidad del Estado y consecuencialmente con este
acopio de información formar y capacitar el material humano necesario para producir la
inteligencia estratégica que le permita al departamento recomendar al gobierno cómo
orientar sus políticas para el manejo del país en el orden interno y externo.
La evolución misma del país, los fenómenos políticos, socioeconómicos y
delincuenciales, propio de una nación en pleno desarrollo, han generado otras
necesidades sentidas en el seno de la comunidad, que están interrelacionadas
íntimamente con su propia seguridad, factor preponderante y determinante para la sana
convivencia de los pueblos.

La primera Escuela de Detectives surge en la vida nacional el 13 de marzo de 1914,


durante la presidencia del doctor Carlos E. Restrepo y su ministro Clodomiro Ramírez,
mediante decreto 311 del 13 de marzo. Esta escuela se reglamentó por el decreto 102
del 3 de abril del mismo año. Instituto dependiente y adscrito a la Policía Nacional,
como respuesta a la necesidad de organizar y tecnificar la investigación de la época. Su
organización estuvo a cargo del doctor Gabriel González López, director de la Policía
Nacional, apoyada y asesorada por la Guardia Civil Española. Consideraba el doctor
Gabriel González que más que la formación del personal de la vigilancia, era necesaria
la capacitación de un buen cuerpo de policía secreta. Dadas las características de la
época, gestionó ante los poderes centrales la expedición de un decreto creador de la
escuela de detectives, que se constituía en la primera que se establecía en Colombia.
Las autoridades locales y nacionales estuvieron de acuerdo con el director de la Policía
en cuanto a su preocupación por el fenómeno de la cultura y el adelanto policial del
personal de la institución.

En 1916 se contratan técnicos de la Guardia Civil Española.

Por decreto No. 1.143 del 3 de julio de 1916 el gobierno nacional, por encargo del señor
ministro de Colombia en España, en ese entonces el doctor Guillermo Camacho
Carrizosa, contrató en la capital española a dos prestigiosos oficiales pertenecientes a la
Guardia Civil Española que fueron el comandante José Agudo Pintado y el capitán José
Osuna y Pineda. Los mencionados oficiales se dieron a la tarea de organizar nuevos
métodos de investigación, cuyo objeto era el de formar hábiles detectives bajo los
nuevos sistemas de la dactiloscopia. Sus cátedras llegaron a implantar el método
monodactilar creado por Federico Oloriz en armonía con sistemas Bertillón. El
comandante José Agudo Pintado regresó a su país el 1 de noviembre de 1917 por
motivos de salud. El capitán José Osuna, quien reemplazó con éxito la ausencia de su
compañero, cumplió una encomiable labor en los aspectos de dactiloscopia, así como
también en organización de las guardias civiles de Cundinamarca, Boyacá y Tolima,
obra que realizó hasta el 30 de junio de 1920, fecha cuando regresó a España en
cumplimiento del contrato, que ya le había sido prorrogado. La Escuela de Detectives
tuvo una duración de cuatro años al cabo de los cuales se clausuró por la falta de
recursos económicos, lo que afectó las labores de la época.

En 1924, con el decreto 554 del 3 de abril, se crea la Escuela de Investigación Criminal
y autoriza la expedición del diploma “Investigador en materia criminal” y “Detectives”.

En 1937, con el decreto 790 del 14 de abril, se crea la Escuela Técnica de Investigación
Criminal, fijando dos años para cumplir el curso reglamentario.
La reseña citada en su orden, se enmarca dentro del seno de la Policía Nacional hasta
cuando el gobierno declaró turbado el orden público y en estado de sitio todo el territorio
nacional a través del decreto 3.518 de 1949 y en tal virtud el poder ejecutivo, haciendo
uso de sus facultades legales y del articulo 121 de la Constitución Nacional (1886),
establece la necesidad de crear un organismo técnico que vele constantemente por el
mantenimiento de la seguridad interior y exterior del Estado y que así mismo preste su
colaboración a los jueces y tribunales del país, para la buena marcha de la
administración de justicia.

En 1953, con el decreto 1.872 del 31 de octubre, se crea el Servicio de Inteligencia


“SIC” y por disposición interna se ordenó organizar la Escuela de Formación de
Detectives que funcionó hasta 1958.

Mediante decreto 1.891 del 12 de julio de 1955, fue creada la Escuela de Tecnificación;
fue creada con el carácter de subsección, dependiente de la Sección de Investigación
de Delitos Comunes y Tecnificación.

En 1958 con el decreto 0244 del 14 de febrero se organiza el SIC e incluye la Escuela
de Tecnificación para la capacidad del personal.

En 1960 el decreto 3.004 del 30 de diciembre, reorganiza al DAS e incluye la Academia


de Investigación, dependiente de la división de personal.

El decreto 1.550 del 28 de julio de 1978 fija la clasificación de cargos de detectives y el


ingreso del DAS, siempre mediante curso de formación académica. Establece
igualmente que la promoción sólo podrá hacerse previo curso en la academia.

Durante varios años la Escuela de Detectives funcionó con limitaciones a poca distancia
(800 metros) de la plaza municipal de Suba, sitio donde en la actualidad funciona el
Liceo Mixto del DAS, Carrera 92 No. 151-52.

El 27 de agosto de 1965, siendo director del Departamento Administrativo de Seguridad


DAS, el teniente coronel ( r) Alfonso Rojas Martínez, se adquirieron tres lotes de terreno,
con una extensión de 115.905.27 varas cuadradas, sobre el cual se formó un solo globo
el cual se llamo Aquimindia, mediante escritura pública 3.540, actuando como
vendedora la madre María Remberta Bischof, en representación de la Congregación de
Religiosas Franciscanas María inmaculada, localizada en el kilómetro 4, vía Suba-Cota.

En el año de 1979 se dio comienzo a la construcción de la nueva sede, inaugurando la


primera etapa el entonces presidente de la República doctor Julio César Turbay Ayala,
incluyendo la plaza de armas, dos aulas, algunas vías de acceso y un campo deportivo.

Como puede observarse, el devenir histórico de la academia nos presenta una


semblanza actuante, viviente, no estacionaria, ayer colmada de muchas limitaciones,
hoy pletórica de anhelos, de expectativas y de ambiciosos propósitos para el inmediato
futuro.

La administración del general Miguel Alfredo Maza Márquez, llega en el momento


propicio para definir claramente esta reseña histórica. Desde el comienzo de su gestión,
fijó como uno de sus objetivos concretos la conclusión de la academia y lo que resulta
menos visible, pero más trascendental que la séptima selección de personal directivo,
docente y administrativo, los pénsumes de estudio, la programación de diferentes
materias, la disciplina, bienestar y recreación, vinieran a constituirse en garantes del alto
carácter profesional de los egresados y que en ella se formaran expertos en inteligencia,
detectives, dactiloscopistas, escoltas, auxiliares de migración y criminalisticos muy
calificados: este hecho de tanta trascendencia en la vida institucional, merecedor de
tantos reconocimientos por propios y extraños, tiene también repercusiones muy
significativas en el campo docente del departamento. Si para el balance objetivo del
DAS la historia tendrá necesariamente que hablar de “antes y después del general
Maza”, en estas remembranzas de la academia tenemos que anticiparnos para ubicar
en tiempo y espacio estas dos facetas.

El centro ideal que es el que inaugura el señor presidente de la República doctor Virgilio
Barco Vargas el 31 de octubre de 1988, Aquimindia, en recuerdo de valeroso Zaque
indígena que resistió el tormento por no revelar el secreto que sobre las riquezas de su
pueblo poseía, es escenario propicio para forjar voluntades inconmovibles en su lealtad
a las instituciones, desposeídas de miedo cuando llama el servicio a la patria y siempre
honestas frente a toda suerte de indebidas seducciones, siendo director del
Departamento Administrativo de Seguridad el general Miguel Alfredo Maza Márquez, se
dio al servicio del país con 11 aulas, laboratorios de química, física, balística, fotografía y
otras arreadse criminalística, un edificio de administración con tres plantas en donde
funcionan las oficinas de dirección, sala de profesores, biblioteca, almacén sistemas,
radiocomunicaciones, enfermería, consultorio médico y odontológico, dos bloques de
dormitorios (masculino y femenino) para alojar a 500 estudiantes comedor, cocina,
casino y sala de juegos; polígono, estadio principal y alterno de fútbol, campo de tenis,
canchas poli – funcionales, parqueaderos con capacidad para 100 vehículos, jardines,
prados, cerramiento en malla, sistema de acueducto propio, planta de purificación de
agua, redes sanitarias, dotaciones modernas y completas para las diversas
dependencias.

Mediante el decreto 2.193 de septiembre de 1989, se reorganizó la academia y centros


docentes del DAS, dándole a la Academia Superior de Inteligencia, la naturaleza, objeto
y estructura básica donde se señala la responsabilidad de administrarse tanto el proceso
de incorporación y selección de aspirantes que anteriormente era facultad de la División
de Personal del Departamento Administrativo de Seguridad DAS, como la de otorgar los
títulos, certificaciones, constancias y diplomas, correspondientes a los cursos de
inducción, formación básica, especialización, capacitación para ascenso, actualización
adiestramiento de personal.
La resolución No. 1.848 del 12 de mayo de 1991, emanada de la jefatura del
departamento, estableció el 12 de julio de cada año, la celebración del día de la
Academia.

Un oficial de la Policía Nacional digno de mencionar en la historia del DAS es el mayor


general Luis Enrique Montenegro Rinco, quien dio un gran impulso al departamento en
su organización, disciplina, mística profesional; fue contundente en su lucha contra el
narcotráfico, sectas satánicas y la subversión. En el campo de la formación de los
detectives su preocupación fue constante y reactivó la Escuela de Detectives Rurales
Eduardo Román Bazurto en ceremonia presidida por el presidente de la República, el
doctor Ernesto Samper Pizano.

La historia nos da cuenta que diferentes personajes han contribuido al engrandecimiento


de la Academia Superior de Inteligencia, como lo fueron los señores:

CR. CARLOS ÁNGEL PILONETA RUEDA


DEL 24 DE AGOSTO 1984 AL 31 DICIEMBRE 1986

TC. MANUEL ANTONIO GONZÁLEZ ENRÍQUEZ


DEL 14 ABRIL 1987 AL 30 NOVIEMBRE 1987

TC. ÁLVARO CASTILLO MONTENEGRO


DEL 09 ENERO 1986 AL 13 ABRIL 1987
DEL 10 SEPTIEMBRE 1990 AL 12 FEBRERO 1992

TC. JOSÉ JACINTO MURILLO GÓNGORA


DEL 01 DICIEMBRE 1987 AL 03 AGOSTO 1989

CR. JORGE ENRIQUE SÁNCHEZ TORRES


DEL 04 AGOSTO 1989 AL 31 AGOSTO 1990

Dr. GERMÁN MEJÍA GÓMEZ


DEL 19 FEBRERO 1992 AL 28 DE FEBRERO 1993

Dr. JORGE LUIS HINCAPIÉ HINCAPIÉ


DEL 19 JULIO 1993 AL 08 FEBRERO 1994

Dr. NELSON MOLINA RAMÍREZ


DEL 17 FEBRERO 1994 AL 19 SEPTIEMBRE 1994

Dr. HENRY ARTURO CRUZ VEGA


DEL 20 SEPTIEMBRE 1994 AL 12 FEBRERO 1997

CR. ( r) RAFAEL JIMÉNEZ SALAMANCA


Del 28 de febrero de 1994 – Actual Director.
Finalmente quien les habla y se encuentra en la Dirección de la Academia desde el 28
de febrero de 1997, teniente coronel Rafael Jiménez Salamanca, con el apoyo del
director del Departamento, coronel Germán Gustavo Jaramillo Piedrahita, ha efectuado
las siguientes obras: construcción del auditorio, kiosco, sala de idiomas y remodelación
de la dirección, polígono, gimnasio, aulas; con aportes de los cursos 094 y 096, se logró
la adecuación de la sala de sistemas, por un valor de treinta millones de pesos.

Se tiene reseña que de este centro docente en sus últimos 32 años han egresado 60
promociones de formación y capacitación de detectives (urbanos y rurales), agentes
secretos, técnicos investigadores, seguridad personal, con un total de 6.797 funcionarios
capacitados y 84 cursos de especialización en: inteligencia, contrainteligencia,
dactiloscopia, grafología, explosivos, automotores, policía judicial, criminalística, escena
del delito, extranjería, documentos cuestionados, técnicas y métodos docentes,
instructores de tiro, investigadores, técnicos en seguridad a dignatarios,
interinstitucionales - Fiscalia, internacionales con México, Gran Bretaña, Francia,
americanos (ICITAP), para un total de 3.192 funcionarios especializados.

La educación que actualmente se imparte en la academia está orientada por


profesionales altamente calificados en algunos casos detectives que ocuparon las
mismas sillas, recibieron la misma doctrina, enriquecidos y nutridos de su propia
experiencia; hoy aproximadamente cincuenta hombres de inteligencia instruyen a sus
futuros compañeros a través de la planificación de programas de estudio, métodos de
aprendizaje y técnicas pedagógicas que abarcan seis áreas concretas como son:
jurídica, inteligencia, protección, investigación, habilidades y destrezas, y desarrollo
humano.

En el campo jurídico se analizan y estudian diferentes aspectos que tienen que ver con
el Código de Procedimiento Penal, la Constitución Política de Colombia, el Estatuto
anticorrupción, los Derechos Humanos, el Código Disciplinario Único, el Régimen del
Departamento y la normatividad a cumplir por los servidores del Estado.

En el área de inteligencia, esencia en la labor del detective, principios de inteligencia


básica, observación y descripción, técnicas de entrevista, análisis de documentos,
redacción de informes, caracterización y disfraz y subversión.

En el área de protección, se suministra al futuro profesional, preceptos teóricos prácticos


que le permitan ofrecer seguridad y medidas de protección frente a riesgos, amenazas y
peligros que afecten los intereses del Estado, del DAS y de los colombianos en general.

El esquema de desarrollo profesional que tiene que ver con el campo de las
investigaciones, prevee estrategias de escudriñamiento para ser y hacer un apoyo eficaz
a la administración de justicia, mediante procedimientos de policía judicial; para lograr
este fin se dictan principios de metodología de la investigación, laboratorio forense,
identificación de personas, balística básica, fotografía judicial, topografía forense,
investigación criminal y documentología.

Finalmente para que este proceso sea integral, se cursan asignaturas prácticas
primordiales, tales como: conocimiento de armas y tiro, preparación física y atlética,
defensa personal, informática, comunicaciones y temas humanísticos como ética
profesional y psicología criminal.

“El vertiginoso cambio de las empresas, entidades e instituciones, implica que más que
vivir una época de cambios, vivimos un cambio de época, reto progresivamente
creciente para las organizaciones, que sólo las mejor preparadas podrán superar para
asegurar su supervivencia”.

Para fortuna del Departamento Administrativo de Seguridad, éste ha sido orientado


finalmente por el coronel Germán Gustavo Jaramillo Piedrahíta, realizando entre otras
las siguientes obras: construcción de la Seccional Tolima, primera etapa del puesto
operativo de Barrancabermeja, remodelación y mantenimiento de las seccionales:
Amazonas, Cesar, Risaralda, Valle del Cauca, Popayán, Magdalena, Bolívar, Meta,
Boyacá, Córdoba, San Andrés Islas, Escuela de Detectives Rurales Eduardo Román
Bazurto, en Aguazul – Casanare, los Puestos Operativos de La Dorada y Girardot, Liceo
Mixto del DAS y el Jardín Chiquitines, la modernización del equipamiento y la dotación
de sistemas, así como la remodelación del parque automotor, adecuación e
implementación de las salas técnicas para inteligencia en las seccionales, material
técnico para la desactivación de artefactos explosivos, también es importante destacar
la implementación del Sitdas, inversión de nueve mil millones de pesos, la adquisición
de modernos equipos para inteligencia y criminalística, así como la creación del AFIS
(Automated Fingerprinter Identification System), inversión de diecisiete mil millones de
pesos, que recoge los más avanzados sistemas para identificación de personas, con lo
cual el DAS se puso a la vanguardia de las más avanzadas entidades en el mundo; en
América es la única en poseerlos, siendo el componente humano el más valioso capital
institucional, no se puede pasar inadvertida la gestión y posterior autorización
presidencial para el incremento de la planta de detectives en 300 hombres y mujeres
colombianos, de excelentes calidades personales y profesionales, lo que dio lugar a la
programación del curso 096 de la Academia Superior de Inteligencia, logro de vital
importancia, que viene a incrementar en un 10% el personal de detectives del DAS,
graduados el día 4 de julio en ceremonia especial presidida por el doctor Andrés
Pastrana Arango, presidente de la República, y que van a coadyuvar en la lucha frontal
que se está librando contra el terrorismo.

En el aspecto operativo, el DAS, por intermedio de sus actividades de inteligencia y su


accionar constante, ha logrado desactivar bandas delincuenciales a nivel tanto nacional
como internacional y muchas vidas se han salvado gracias a la incautación de toneladas
de explosivos en todo el país.
Todo esto se ha logrado y permite ubicar al departamento con un reconocido prestigio y
credibilidad en los primeros lugares de la lista de entidades cuya gestión y eficiencia
merecen destacarse por parte de los organismos de control y calificación en el sector
publico, al igual que similar reconocimiento por parte de la ciudadanía en general. La
revista IT Manager, publicación bimensual que se edita en Latinoamérica,
recientemente destacó al DAS como una de las empresas con “mejor proyecto
gerencial”.

Como aporte final, la administración del coronel Jaramillo, con apoyo de Asoayudas,
entidad sin ánimo de lucro, adscrita al DAS, gestionó la construcción de la piscina para
la academia, que tiene un valor aproximado de ciento veinte millones de pesos.

Hoy con orgullo presentamos al país un centro docente dotado de todos los recursos
humanos y materiales, cumpliendo las máximas exigencias académicas, donde no sólo
se forma, se especializa y capacita a los empleados del DAS, sino también recibe en
sus aulas a toda clase de funcionarios de entidades del Estado y de la empresa privada.

La Academia Superior de Inteligencia tiene sobre sí, el ponderoso encargo y la noble


misión de proveerla de funcionarios diestros, cultural y científicamente solventes, con
reciedumbre oral, ágiles, abiertos a las innovaciones y cambios, respetuosos de las
normas, las tradiciones y las órdenes superiores. En él deben concretarse innumerables
condiciones para que las unidades egresadas sirvan a la patria con desvelo y sean
garantía de eficiencia, dinamismo y sabiduría.
EL INPEC CUENTA SU HISTORIA

Discurso de orden pronunciado por el brigadier general José


Domingo Murcia Florián, Miembro de Número de la Academia
Colombiana de Historia Policial, en la sesión especial realizada
en homenaje al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario
“INPEC”, acto realizado en el auditorio Defensores de la
Justicia, del instituto, el día 20 de agosto de 2002.

Antecedentes al auge del penitenciario

Mi nombre es INPEC, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario. Obtuve mi mayoría


de edad el 30 de diciembre de 1992, en una mañana en que el Gobierno Nacional
entregó mi cédula de ciudadanía registrada como decreto 2.160 de 1992, siendo director
el entonces coronel Gustavo Socha Salamanca; por lo tanto, mi vida ha sido
relativamente corta.

A diferencia de las personas naturales, mi infancia y juventud han sido tan largas que se
pierden en la memoria de la historia. Mis antepasados han ido de época en época, pero
se reconocen mis más recientes ancestros en Inglaterra con la famosa casa de
corrección, House of Correction en 1575 y en España con la galera para mujeres por
allá en el año 1588. Pero aún no eran cárceles donde se pagaba una condena, no
tenían una relación de base jurídica; sólo en los Estados Unidos, surgió la primera cárcel
en Filadelfia, llamada Wolnot Street, mi hermana mayor, bajo la orientación de la
comunidad religiosa puritana de los Guaqueros de Pensylvania y los peregrinos de
Massachussets, quienes inventaron esta primera cárcel en 1790, que más tarde, en
1829 sería la primera penitenciaría más importante de la historia.

Bueno, lo curioso para nosotros, es que en pleno tiempo de la independencia


americana, nuestro Libertador Simón Bolívar, mediante decreto del 14 de marzo 1.828,
originó mi nacimiento al crear centros de corrección e instaurar cárceles como sitios de
castigo con privación absoluta de la libertad, en donde el preso efectuaba trabajos
forzados a favor del Estado, sin ningún tipo de remuneración; el día 27 de agosto del
mismo año decretó que la orden de detención debía provenir de autoridad competente.

De esa época quedaron vestigios de cárceles antiguas como la real de Cartagena, los
presidios de Tunja, Zipaquira y el de Santafé de Bogotá, hoy colegio de Nuestra Señora
del Rosario, el Panóptico (1873) y otras antiguas que se convirtieron en cárceles del
circuito tales como la de Chocontá (1580), Charalá (1587), Río de Oro (1598), Santafé
de Antioquia (1600), Ubaté (1614), Garzón (1799), Sopetrán (1800), y Guaduas (1850,
de la cual todos los presentes guardamos su biografía en nuestras billeteras, los invito a
ver los billetes de diez mil). Por lo tanto, el nacimiento institucional se dará
paulatinamente con cárceles que más tarde se llamarán de circuito.

Como institución carcelaria me vislumbré desde el surgimiento del concepto de pena


privativa como sanción fundamental, expresa en el primer Código Penal en 1837.
Durante los años finales del siglo XIX y principios del XX caracterizados por la economía
de hacienda, el carácter del control se dirige al vecindario y la moral religiosa, hasta
convertirse en un control social a través de la cárcel. El tiempo transcurría y el país
pasó del desarrollo del capitalismo comercial a un capitalismo más de orden financiero,
lo que implica impulsar controles penales para contrarrestar los efectos de la mano de
obra expulsada de las haciendas.

Con la Ley 35 de 1914, bajo el gobierno del doctor José Vicente Concha, se otorga mi
reconocimiento legal o Registro Civil de nacimiento, con el nombre de Dirección General
de Prisioneros, bajo la tutela del Ministerio de Gobierno.

Época del asentamiento


Surgimiento de los penales (1933 a 1956)

El penitenciarismo en Colombia adquiere especial importancia en la década de los años


treinta con la expedición del Código Penitenciario de 1934 ó decreto 1.405, firmado por
el presidente Enrique Olaya Herrera. Esta etapa histórica, es de ensayo con relación a
los controles sociales que deben existir frente a una sociedad rural que se enfrenta al
despegue del desarrollo del capital comercial, que en su proceso de liberación de mano
de obra en las haciendas genera un grave impacto criminológico. Lo que lleva a la
creación de cárceles como el penal de Cúcuta y Palmira y el inicio de cárceles distritales
como la de Sincelejo. Apenas en el año 1938 el medio carcelario contaba con 8.686
internos con un aumento progresivo de mil por año.

Hasta el año de 1945, curiosamente la población carcelaria bajó de 15.018 a 12.250


internos, para mantener su crecimiento paulatino y estandarizado por varios años (1948
– 1951) en 19.200 internos en promedio. Con el auge de la criminalidad y el homicidio
como referentes, crecieron otros frentes de construcción carcelaria, como los penales de
la Picota, Popayán y el Barne, el cual reemplazó el Panóptico de Tunja, el terror de los
años 40. La etapa de construcción de la siguiente década en que los procesos de
violencia partidista acrecentaron la criminalidad, fortaleció la colonia penal de
Araracuara, que de 60 internos en 1938, tuvo 700 en 1951. Se iniciaron las
construcciones de las cárceles de Bucaramanga, San Gil, Pamplona (1950) Manizales,
Tumaco y Montería (1953), Cartagena, Santa Marta, Pasto y Duitama, atendiendo el
auge delictivo que en la década de los 50 creció apuradamente.

Esa etapa deja un ambiente crítico en mi institución, mediada por la marginalidad


penalizada, el desarrollo regional desigual, la población cesante excluida de la
producción y criminalizada por la Ley de vagos y maleantes, fuertes movilizaciones
sociales de descontento ante la pauperización, aguda violencia en el campo generando
procesos acelerados de migración, cantidad de obras inconclusas, mínimas cárceles,
pequeñas y viejas pidiendo a gritos su reemplazo y un hacinamiento de miedo en todos
los centros. Desde esta época el medio empezó a soportar el peso de la problemática
carcelaria a sabiendas que desde 1946 se inicia el periodo denominado de la violencia
como caso representativo, los hechos de abril del año 1948 llevaron a la cárcel 2.000
nuevos recluidos.

Época del desborde


Implementación de las cárceles de Distrito Judicial (1957 a 1971)

La importancia del auge de los penales dio paso a la difusión del aparato judicial a
través de las cárceles de distrito. Con esto, se especializa la normatividad hacia un
castigo selectivo a la sospecha (detención preventiva) surgiendo el estereotipo criminal.
Ante la necesidad de disponer un prototipo de cárcel que permitiera contar con diversos
servicios, nace un diseño funcional diferente, con módulos en cruz, recepción y
controles centralizados y áreas de actividades culturales, sociales y deportivas.
Cárceles llamadas “Modelo” que durante el periodo presidencial del general Rojas Pinilla
se pusieron en funcionamiento (1957 – 1960) como las de Cali, Bogotá, Cúcuta,
Barranquilla y Bucaramanga. Esta estrategia comenzó a generar congestión de
sindicados en los centros, predicad por los fenómenos sociales más representativos,
tales como las migraciones campesinas hacia los cinturones de miseria de las grandes
urbes que presionaron la conversión del campesino en citadino.

El gobierno nacional atendió la problemática en forma drástica, se iniciaron numerosas


obras carcelarias como el penal de Calarcá, las Distritales de Valledupar, Villavicencio,
Riohacha, las de circuito de Vélez, Turbo, Arauca, Andes, Fredonia, Támesis,
Sogamoso, El Borbo, Guapi y Túquerrez, y se inicio un fuerte proceso de traslado a
cárceles, incluso de ellas sin terminar.

Recuerdo que me reestructuró como institución carcelaria el decreto 1716 de 1960 y se


iniciaron las condiciones para la reforma normativa que dio al nuevo estatuto
penitenciario, decreto 1817 de 1964.

Ocurre extraordinariamente en el año de 1957 un movimiento desjudicializador que


reduce en 12.771 internos la población recluida, similar al de 1945, en que salieron en
un solo año 2765. No obstante, este esfuerzo fue desperdiciado porque el crecimiento
de internos fue gradual y ascendente, precisamente por que los años de 1957 a 1966
fueron parte del escenario de una de las más intensas y prolongadas instancias de
violencia civil en la historia contemporánea, con una de las tasas de muertes
intencionales más altas del mundo, como lo registraran las Naciones Unidas.
Terminando el año de 1971 la época crítica mostrará el total histórico de 58125 internos
en el mapa de Colombia, señalando la peor de la crisis de hacinamiento vivida, sin
advertir que no se contaba con la infraestructura que hoy tenemos y cuando los efectos
de la violencia habían cedido o se transformarían en nuevas modalidades de
criminalidad.
Destaco con gratitud en este tiempo, la presencia de uno de mis más queridos hijos,
nuestro primer penitenciarista, el doctor Bernardo Echeverri Ossa, cuyos esfuerzos se
manifestaron en el desarrollo paulatino de nuevas instituciones con la Escuela
Penitenciaria, la casa del pospenado, el abogado procurador, la asistencia social, la
capellanía penitenciaria y muchos esfuerzos que hoy son expresión de la actual
institución. De este gallardo hijo que denominaría sus propósitos “La causa
penitenciaria”, nacen los primeros documentos especializados como temas
penitenciarios y Diálogos Penitenciarios (1971) y con ellos la vocación de la cátedra
como móvil de cambio y desarrollo hacia una escuela de pensamiento penitenciario.

Durante los años de la década de los sesenta y parte de los setenta, se siente con más
fuerza en el país el proceso de la proletarización, acompañada por migraciones,
desalojos, miseria y desgreño sociocultural. En síntesis, se explica la curva del
desborde a finales de la primera década por acentuarse los procesos de urbanización
de la población rural en forma traumática por las corrientes migratorias y los índices de
desempleo de los nuevos proletarios.

Época del reposo (1976 - 1994 )

El año 1977 es importante para la Dirección General de Prisiones que logró organizar el
primer censo penitenciario nacional, cuyo análisis fue efectuado por la doctora Anhele
Pearson en la revista Derecho Financiero No. 7 en ANIF, en 1978 bajo el nombre de “La
congestión carcelaria nacional” documento importante que abrió el conocimiento
penitenciario a nivel universitario.

El momento sociocultural, da muestra de un descenso de la población carcelaria,


gracias a medidas despenalizadotas y en menor escala por la rebaja de penas con
ocasión de la visita de su santidad el Papa Pablo VI (Ley 40/68) y finalmente por el
proceso de acomodamiento de la crisis social, mediada entre otras por el crecimiento
exportador de manufacturas.

El gobierno nacional, a través del Fondo Rotatorio del Ministerio de Justicia asumió el
reto de instalar o reponer una infraestructura carcelaria racional al sistema penitenciario;
sin embargo, la situación era crítica: en 1979 había 21 obras paralizadas y 17 iniciando
el proceso, lo que indicaría en adelante la dificultad del Fondo por responder en materia
e inversión en infraestructura carcelaria. No se contaba con una metodología que
evaluara las necesidades regionales, no existían diseños carcelarios, no había
estándares de construcción, tampoco una visión que respondiera a la atención del
interno; se construían celdas colectivas con servicios públicos insuficientes, sin áreas
recreativas ni deportivas, situación que más adelante se sintió en la promiscuidad del
ocio.
Con la cantidad de cupos nuevos se enfrentó parcialmente la crisis de la población de
recluidos. Se estrenó en el año de 1975 la CDJ de Bellavista Medellín y se dejó
abandonada la cárcel de la Ladera de la misma ciudad (otra vergüenza nacional), que
en pocos meses fue desmantelada de sus materiales por la comunidad, desperdiciando
un espacio importante que hoy sería la Penitenciaria de Antioquia.

Diez años después del análisis del primer censo penitenciario, en 1989, la información
fue actualizada en convenio entre el Ministerio de Justicia y la Universidad Nacional de
Colombia, situación que permitió conocer otro penitenciarista de nuestra institución, al
sociólogo Daniel Acosta Muñoz, que publicó su libro, “Plan de desarrollo y rehabilitación
del sistema penitenciario nacional”, creando técnicamente por primera vez desde la
criminología, el perfil del interno, el análisis de los programas y las bases para la
evaluación de la infraestructura.

En el año de 1992, bajo la administración del hoy general Gustavo Socha Salamanca,
como institución carcelaria adquirí el importantísimo estatus de ente descentralizado,
estrenando nuevo nombre, como INPEC, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario.
Se me dio nuevo estatuto, la Ley 65 del 19 de agosto de 1993, fecha que el honorable
Consejo Directivo ha adoptado para celebrar mi cumpleaños. Inicié un proceso de
ordenamiento institucional, adecuación y construcción de infraestructura.

Paralelamente la política criminal debió enfrentar uno de los retos más difíciles de su
historia, combatir el narcotráfico que en materia penitenciaria llevó a construir los
pabellones de alta seguridad. Adicionalmente en esta época por lo menos 50 cárceles
son objeto de inversión, destacándose el desarrollo de la Colonia de Acacías, la
adecuación de la mayoría de los penales y cárceles del distrito, la construcción de Santa
Rosa de Viterbo, San Andrés Islas, Florencia y la Penitenciaria de Itaguí como modelo
de seguridad.

Durante esta etapa, a pesar de su reposo, el hacinamiento se volvió un personaje


común en las cárceles preventivas que afortunadamente no llevó a ningún grave
amotinamiento como los ocurridos en Venezuela, México, Perú y Brasil con saldos de
centenares de muertos.

Época crítica (1995 al 2001)

El año de 1995 arranca con el número de internos (enero) que fuera promedio durante
la década anterior 29.537 reclusos y aumenta paulatinamente para reflejar en promedio
31.960. Las medidas legislativas siguen incidiendo en el comportamiento carcelario
(decreto 1370/95 de desjudialización) lo que impidió que el crecimiento fuera mayor.
Con la importancia de mantener analizada la información demográfica se efectúa el
censo de 1996 con base en el programa del gobierno nacional (1994 – 1998). Ley 188
(El salto social), el cual ordenó la actualización de los datos estadísticos de la población
carcelaria en los establecimientos administrados por el instituto. El Director General por
medio de la resolución No. 6105 del 4 de diciembre de 1996, autorizó para el 17 de
diciembre del mismo año, la jornada Censo nacional penitenciario y carcelario.

Por esta época me di el gusto con diferentes universidades e instituciones de impulsar


importantes foros, simposios y congresos internacionales que trajeron a los más
selectos criminólogos y penitenciaristas y de paso el lucimiento de destacados
pensadores como el doctor Jesús Augusto Motta Vargas.

El año de 1996 se me rompe la barrera del reposo y en forma similar a lo ocurrido entre
los años 1966 a 1971, incrementa la población en más de 6.000 personas (38.062). En
diciembre de 1999 cerca al total de los 40.000 internos, queda el ambiente carcelario
alertado para lo que ocurrirá durante los primeros años del nuevo milenio. Se destaca
en este último año, la inauguración del penal de Barranquilla “El Bosque”, luego de 40
años de construcción interrumpida.

El hacinamiento no es un asunto de exclusividad penitenciaria; es un problema de


Estado que concierne a la política criminal atender. La congestión carcelaria es un
reflejo de la crisis que vive el país y la respuesta debe darse en materia judicial y penal
para soportar el devenir del sistema penitenciario. No existe ningún programa de
atención, prevención, protección o trato que pueda sobreaguar frente a la masificación,
incluso la seguridad pierde perspectiva técnica y racionalidad. La historia viene
demostrando esta situación.

No olvidemos las dificultades en la experiencia costarricense, uno de los modelos más


racionales de penitenciarismo latinoamericano, sobre atención de recluidos, tuvo causas
endógenas (cuyo estilo de trabajo estamos anticipando), y exógenos (crisis fiscal,
empobrecimiento, desempleo, endurecimiento penal) que conllevó a agotar los
programas de atención y produjo desencanto, violencia intracarcelaria y alteración de la
convivencia, (suicidios, amotinamientos).
¿La solución? solamente de carácter integral: unión de fuerzas sociales que permita
políticamente democratizar la crisis con medidas socioeconómicas y darle auge jurídico
en pro de desjudicializar, despenalizar y descriminalizar y no institucionalizar solamente,
cerrándole el paso al tamaño institucional de la cárcel, para que la reforma penitenciaria
sea un hecho; de lo contrario, la congestión carcelaria le seguirá mostrando al mundo
como un termómetro una crisis de mayor orden: La crisis social política del país.

Hacia la modernización institucional

Hoy me enorgullece y alienta que mis hijos me rodeen de esfuerzos por salir adelante;
recuerdo una mañana con el general Campos Silva, en este recinto, con la respiración
entrecortada y exaltado decía “ha sido la desidia de muchos que durante años han
incumplido a la institución lo que nos deja en el borde del abismo”. Jamás me había
sentido tan cerca del final; pero armando el rompecabezas y con la consigna de la
“Nueva cultura penitenciaria”, la gente bonita me dio nuevamente como dicen los
internos “moral para seguir adelante”.
Este propósito histórico es la cuota que exige la Dirección, reivindicarnos como
institución y funcionarios en un mismo destino humano como corresponde a la misión
histórica de mi vida como INPEC.

Me consideraría ingrato si omitiera contarles que durante el gobierno del doctor Andrés
Pastrana Arando y su ministro de Justicia y del Derecho, doctor Rómulo González
Trujillo, me entregaron el mayor número de cupos registrados dentro de un período
gubernamental a lo largo de mi existencia.

Veinte centros fueron, ampliados unos, remodelados otros; se construyeron dotaron y


pusieron en servicio las cárceles de Santa Rosa de Viterbo, Valledupar, Girardot,
Acacías, San Isidro (Popayán) Armenia, Neiva, Cartagena, Tolemaida (Melgar)
Montería, Mocoa, Pasto, Espinal e Ibagué.

En la primera intervención de mi hijo menor, el general Víctor Manuel Páez Guerra dijo
cosas sabias como por ejemplo que “las personas que permanecen adheridos al piso
jamás alcanzarán el cielo”.

En efecto dispuso operaciones de registro y control con numerosos decomisos que han
salvado muchas vidas de mis internos, traslado de caciques para fortalecer la autoridad,
organización y activación del grupo de inteligencia, clasificación de internos,
categorización de establecimientos, sustanciación de 41.000 sentencias que reposaban
en un cuarto.

Igualmente, impulso al programa cambio de actitud, apoyo a la organización de Sisipec,


gestión de recursos presupuestales, ajuste del sistema contable, concursos de dibujo,
puntura, escultura y poesía, permanente actividad académica en el auditorio
“Defensores de la Justicia”, ampliación de la Escuela Nacional Penitenciaria e
incremento de cupos y con el programa bandera “Año de rehabilitación”, convertir en
realidad el tratamiento penitenciario. Fruto del esfuerzo fueron el otorgamiento de la
certificación ISO 9000 a la fábrica de Gaviones de la cárcel de Medellín y a la
Penitenciaría Nacional de Valledupar, primera en el mundo en la categoría de alta
seguridad y la Adjudicación al Inpec del codiciado galardón de Alta Gerencia por parte
de la Presidencia de la República.

Soy consciente que nos ha tocado enfrentar una época en que la virtud parece
avergonzarse frente al vicio y en que los verdugos aumentan sus máscaras siniestras,
tiempos que pretenden hacer desfallecer los espíritus más fuertes, tiempos azarosos, es
cierto, pero tiempos de todos modos nuestros, en los que es preciso aceptar la consigna
directiva de reedificarme como institución, por mi dignidad y mi decoro.
Ahora ya conocen mi controvertida historia. Pero estoy absolutamente seguro que bajo
la voluntad del Ser Supremo y con el apoyo abnegado y cariñoso de todos, se armoniza
este clarín itinerante, se rompe el cristal ahumado de la indiferencia, se levanta la voz
desafiante de la altivez, y del espíritu acerado, nada nos arredra, i la amenaza, ni los
falsos pronósticos, ni los halagos. La consigna permanente de mi actual director es
“Todos de pie” con mi bandera en alto y como se canta en mi himno, “Para que en
Colombia cese la violencia y empiece de nuevo una gran nación”.
REFLEXIONES SOBRE
EL ESCUDO DE LA POLICÍA NACIONAL
“DIOS Y PATRIA”

Discurso de orden pronunciado por Monseñor Fabio Suescun


Mutis, obispo Castrense de Colombia, para tomar posesión
como Miembro Honorario de la Academia Colombiana de
Historia Policial, en la sesión solemne en homenaje a la Policía
Nacional de Colombia, con ocasión de su centésimo undécimo
aniversario de fundación, acto realizado en el auditorio de la
Dirección General de la institución el día 29 de octubre de
2002.

Reciba, señor presidente, mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes y señores
miembros de la Academia, mi sentido reconocimiento por el recibimiento que hoy me
hacen como miembro honorario de tan distinguida sociedad científica. En este discurso
de orden quisiera compartir con todos ustedes unas reflexiones sobre el escudo
institucional, y de manera particular sobre el lema de nuestra querida Policía Nacional.

El principio de la filosofía tradicional “Nihil in intellectu nisi prius in serse” (Nada hay en
el entendimiento si antes no ha estado en el sentido), manifiesta la naturaleza sensible
del conocimiento humano. Los sentidos nos ponen en contacto con la realidad y la
inteligencia; a partir de los datos sensibles elabora las ideas. A su vez el pensamiento
de la persona se expresa por medio de formas que pueden ser percibidas por los
sentidos que transmiten el mensaje interior. Se establece así la comunicación que nos
enriquece y nos hacen progresar en el conocimiento.

Las palabras, los gestos y los diversos signos muestran el universo de lo abstracto que
por ellos se hace cercano y comprensible.

Los signos usados por los diversos pueblos y culturas ofrecen información valiosa para
la historia de la humanidad. Los escritos, los utensilios, las monedas, los gráficos, los
monumentos, los símbolos hacen posible que perduren en la historia los grandes
acontecimientos, los ideales, las costumbres, el proceso de desarrollo de la cultura y de
la civilización.

Corresponde al historiador escudriñar testimonios que van dejando las personas como
huellas de su peregrinar por la tierra. Él penetra en la visión del mundo que han tenido
las diversas generaciones y entiende el porqué de tantos interrogantes que la
humanidad ha dejado abiertos en el tiempo.
El símbolo, según el Diccionario de la Real Academia, es “la imagen, figura o divisa con
que materialmente o de palabra se representa un concepto moral o intelectual, por
alguna semejanza o correspondencia que el intelecto percibe entre este concepto y
aquella imagen”.

Los pueblos han acudido a los símbolos patrios para denotar su identidad nacional y
proclamar sus ideales y valores. Detrás de cada emblema se encuentra el espíritu de
una nación o de un conglomerado humano unido por una filosofía y unos intereses
comunes.

Los símbolos patrios: la bandera, el escudo y el himno, son lo más representativo de


una nación. Encarnan la historia gloriosa de la patria en sus momentos de gesta como
república libre, independiente y soberana y la historia de quienes fueron sus forjadores,
sus próceres, sus mártires y sus héroes.

El escudo nació como arma defensiva en los campos de batalla. De ahí su carácter de
emblema heroico y su denominación como escudo de armas. En la Edad Media, hacia
el siglo XIII, se consagró como distintivo de familias y ciudades, símbolo de la grandeza
guerrera de quienes lo ostentaban con orgullo y honor. Los reyes lo concedían a sus
caballeros y no nobles, y se daba a cada uno de los blasones un significado en relación
con virtudes y hechos de particular trascendencia. Del estudio de los escudos de armas
nació la heráldica o “ciencia del blasón” que constituye una de las auxiliares de la
historia.

La España del Cid y de los caballeros medievales fue una nación blasonada por las
leyendas épicas. Familias, ciudades, provincias y reinos ostentaban escudos. En torno
a ellos se forjaron su prosapia y genealogía, una tradición de honor a la que rendían
culto y que hoy se conservan en algunos lugares de América, aunque sin la arrogancia y
el estilo monárquico de aquella época.

España trajo al Nuevo Mundo sus escudos y con ellos blasonó nuestras ciudades.

Conquistadores, prelados de la Iglesia y Reales Audiencias fueron sus portadores. La


primera ciudad del continente americano que tuvo escudo de armas fue Santa María de
la Antigua Darién y luego en nuestro actual país se entregó el propio escudo a Santa
Marta, Cartagena, Popayán, Cali, Tunja, Tocaima y la Provincia del Nuevo Reino de
Granada que más tarde fue adoptado por la ciudad de Santafé de Bogotá.

A partir de la Independencia los escudos de las nuevas repúblicas toman el sentido


glorioso de las campañas emancipadoras. La Convención del Estado de la Nueva
Granada, por ley de diciembre 15 de 1831, dispuso cómo había de ser su propio
escudo.
La ley de mayo 9 de 1834, sancionada por el presidente Santander, modificó de la
siguiente manera este escudo: En la parte superior sobre el campo azul una granada de
oro abierta y a cada lado una cornucopia de oro. En la parte del medio, sobre campo de
platino (que por primera vez se introduce en la heráldica), el gorro frigio enastado en una
lanza. En la inferior el istmo de Panamá, los dos mares y sendos navíos. Está
sostenido por una corona de laurel pendiente del pico de un cóndor con las alas
desplegadas y en una cinta entrelazada en la corona, en letras de oro, las palabras
“libertad y orden”. El escudo descansará sobre un campo verde adornado de plantas.
Los colores nacionales serán: amarillo azul y rojo. Este escudo fue estrenado
solemnemente el 7 de agosto de 1834.

Por decreto 0149 del 25 de enero de 1957, el presidente de la República el General


Gustavo Rojas Pinilla, reglamentó la bandera de guerra, la bandera y el escudo de la
Policía Nacional. Dice el artículo tercero en relación con el escudo de la institución
policial: “El escudo de las Fuerzas de Policía, tendrá las siguientes características:
dentro de dos circunferencias concéntricas de 15 y 20 centímetros de radio
respectivamente, sobre el campo verde de la circunferencia formada por los círculos,
llevará una estrella de cinco puntas en color plateado con una longitud de treinta
centímetros. En el centro y sobre la estrella irá el Escudo Nacional de quince
centímetros de cuerpo. La corona formada por dos círculos concéntricos será de color
blanco y en ella estará inscrita con letras negras en la parte superior “República de
Colombia” y en la parte inferior, “Fuerzas de Policía”. Rematando exteriormente, tendrá
una corona de laurel de cinco centímetros de ancho. En la parte inferior irá una cinta de
treinta centímetros de ancho enrollada en los extremos con la leyenda “Dios y Patria”.

La resolución No. 5.916 de 12 de octubre de 1984 del entonces director general de la


Policía, mayor general Víctor Alberto Delgado Mallarino, precisa las dimensiones, lemas,
caracteres y demás aspectos del escudo y explica el significado de este emblema.

La forma circular, según el artículo tercero de esta resolución, “hace alusión al supremo
primer guardián de la humanidad”. El color verde (sínople) significa la fe, la esperanza y
el servicio, virtudes con las cuales la Policía siente el goce de contribuir a la felicidad de
la Patria.

La estrella de David, es la estrella de la Policía Universal y se presenta como un “acto


de adoración al Supremo Gobernador del Mundo” y “representa los cinco atributos
divinos de grandeza, verdad, luz, majestad y paz”.

El escudo de Colombia dentro de la estrella, significa la aspiración social de “ver


defendidos día y noche, los bienes y la libertad de la persona humana”.
Las cinco estrellas que separan las palabras “República de Colombia” y “Policía
Nacional” y los once frutos rojos en la corona de laurel indican el cinco de noviembre,
fecha de natalicio de la Policía. “el laurel es gloria y buena fama porque la Policía es
como un espejo de plata bruñida al que empaña cualquier aliento de maledicencia…”.
Los gules hacen también “tributo a los mártires de la Policía que para hacer patria caen
día y noche en los campos y ciudades”.

Los diferentes elementos heráldicos destacan virtudes que deben formar parte de la
personalidad del policía: el sable (negro) de las leyendas significa prudencia, rigor,
honestidad y obediencia. El color rojo presente en el escudo denota fortaleza, victoria,
osadía, alteza, ardid.

Según la heráldica los escudos deben estar rematados por un lema que, en breves
términos, indica con exactitud la razón de ser de la institución y las características de su
misión.

El escudo nacional de nuestra República exalta “la libertad y el orden”, como elementos
de convivencia social. Se señala la libertad como derecho ciudadano dentro de un
orden, con el fin de posibilitar el respeto y el ejercicio de las libertades de todos.

La Policía Nacional de Colombia ha escogido dos realidades para expresar su profunda


identidad: “Dios y Patria” antiguo grito de guerra que muestra los blasones de la Policía.
“Dios nuestra estrella, y Colombia, que sólo morirán en el día postrero, con el último
policía, en las playas de la eternidad” (Res. 5916 art. 3º).

Con el lema se señala el ser del policía y la misión de la institución policial. Ser policía
es una vocación, no sólo una profesión o una actividad en la vida; la vocación
comprende la vida misma. La identidad profunda del policía ha de estar marcada
profundamente por su vocación de servicio público. El es el servidor de la comunidad y
está dispuesto en cumplimiento de su deber hasta el sacrificio de la propia vida. Éste ha
de ser título de gloria. Un ejemplo de vocación generosa la encontramos en el Señor
Jesús, quien se presenta como el Buen Pastor quien conoce sus ovejas y da la vida por
ellas. Se causa de las desgracias humanas. Cuando el hombre abandona el Dios
verdadero y se deja seducir por las tentaciones de las falsas divinidades, se expone a
su propia destrucción: “Nosotros por nuestra culpa padecemos; por haber pecado contra
nuestro Dios nos seducen estas cosas” (2 Mac. 7,18). ¿No estará sucediendo lo mismo
en nuestro país? Sufrimos en Colombia muchos males. Se acaba nuestra capacidad de
asombro ante tantas monstruosidades que salen del corazón humano. ¿No será que
estamos sufriendo las consecuencias de olvidar al Dios verdadero para seguir
fascinados con los encantos que nos ofrecen los ídolos de la ambición y del hedonismo
y que han llevado a la ciudadanía a perder los valores esenciales y la han conducido por
caminos de perdición?
A pesar de nuestros pecados, Dios es rico en misericordia y compasión y en su amor
ponemos nuestra confianza y la seguridad de nuestra esperanza. El policía creyente es
imagen del Dios atento a dar la mano a los más débiles y necesitados, a los caídos y
descarriados. El color verde oliva de la Policía es expresión continua de la esperanza y
del compromiso con la construcción de una sociedad en paz.

El lema de la Policía proclama que el espíritu de Dios anima la actitud sencilla y


bondadosa del policía, su capacidad de entrega y su honestidad en el cumplimiento del
deber. El policía cristiano ha de ser testigo, con la calidad de su servicio del Evangelio
del Señor Jesús y encontrará en el ejercicio de su misión la senda de la santidad.

El policía amigo de Dios es también el amigo de la patria. La entrega a la conformación


de una convivencia segura en paz es la razón de ser de la vocación policial. El amor de
Dios que el policía experimenta de manera personal lo proyecta en el amor a su prójimo.

El sereno era el vigilante nocturno que permitía que los habitantes de la villa o del
pueblo pudieran descansar con tranquilidad. En él se depositaba la confianza y la
seguridad ciudadana. El policía hace patria, es la persona de fiar, contando con su
presencia y acción los ciudadanos pueden trabajar y reposar en paz.

El policía está presto de día y de noche para impedir que los malvados atenten contra la
vida, la libertad, los bienes y demás derechos de los colombianos. Es su
responsabilidad patriótica. Tiene que ser fuerte para superar las tentaciones y para
mantenerse, con la ayuda de Dios, en el camino del bien.

El policía debe ser el ciudadano por excelencia, el hombre de bien, puesto como atalaya
y paradigma de los civiles, y en especial de los niños y jóvenes. Su comportamiento
personal de integridad ética y su capacitación técnica lo harán un individuo digno de
respeto, admiración y confianza.

La responsabilidad del policía con la patria comienza por la atención que él debe dar a
su propia familia. En el hogar, el policía ejemplar manifiesta las virtudes morales que
conforman una familia sana en donde se vive la presencia de dios y se colocan los
fundamentos de la patria. El himno de la policía exhorta a sus miembros a cuidar su
familia, con estas palabras.

“Del hogar los derechos sagrados


como padres debéis custodiar
y que Dios y la patria os premien
¡defensores del orden social!”
El escudo era arma defensiva para cubrir al combatiente y librarlo de las ofensivas del
enemigo. El escudo de la institución policial contiene los blasones que respaldan 111
años de servicio patrio y comprometen a la Policía Nacional con un trabajo incansable
de servicio comunitario. Caballeros modernos lo llevarán con honor y lo respaldarán con
una vida intachable y heroica, bajo la consigna “Dios y Patria”.
LAS FUERZAS ARMADAS Y LA DEMOCRACIA

Discurso de orden pronunciado por el doctor Horacio


Gómez Aristizabal para tomar posesión como
Miembro Correspondiente de la Academia
Colombiana de Historia Policial, en la sesión especial
realizada el día 19 de noviembre de 2002.

Con ingenuidad, preguntaba un columnista iconoclasta: ¿Y qué es lo que hacen las


academias? Sencillamente reciben la tradición que es la riqueza espiritual de un pueblo,
la conservan y la entregan aumentada y fortalecida a las generaciones futuras.

La grandeza de un país no está en la sonora algarabía de las contiendas políticas. El


Quijote decía que los cántaros vacíos hacían mucho ruido. La sustancia espiritual de un
país hay que localizarla en los hombres que trabajan en silencio fecundo de sus
bibliotecas, en las cátedras, en los laboratorios o en el centro de alto humanismo.

La cultura siempre es selectiva y como las montañas, termina en punta. Los


descubrimientos, las grandes obras, jamás fueron elaboración del tumulto de las
muchedumbres.

La Academia Colombiana de Historia Policial, ha sido, es, y continuará siendo una


antorcha de la cultura. Aquí se hace y se transmite cultura. Aquí se prefiere servir a ser
servido.

¿Cómo nació el Ejército colombiano?

El Ejército español, en la península y en las colonias americanas, coincidía en lo


administrativo con lo militar.

La Nueva Granada era una capitanía general y el mando lo tenía el Virrey. En su


jurisdicción incluía el actual territorio colombiano, a Panamá y Ecuador.

Al principio todo marchaba pacíficamente, la obediencia al Rey era total y absoluta. A


pesar de esta realidad indiscutible, España le dio gran importancia a su Ejército.
Cuando el imperio español despertó la codicia de países poderosos, la piratería, apoyad
oficialmente por los estados, obligó a los españoles a fortalecer y darle prioridad a su
defensa militar.
Las ciudades de Cartagena y Santa Marta fueron atacadas con frecuencia por los
piratas en el siglo XVII. Todavía recordamos a los bucaneros Enrique Morgan, Inglés y
Francisco Nau, francés. A este último lo despedazaron vivo los indios del Darién,
quemaron sus carnes y arrojaron sus cenizas al viento. En 1967 fue saqueada
Cartagena.

Más tarde el levantamiento de los comuneros no sólo alarmó a España, sino que la hizo
reaccionar con espantosa crueldad. En 1779 España le declaró la guerra e Inglaterra.
Para financiar el conflicto los impuestos subieron en las colonias. Esto originó una
enérgica reacción. Los pueblos, o sea el “común”, - por eso se llama la lucha de los
“comuneros”- se negaron a pagarlo. Se alzaron Mogotes, Charalá y Simacota. Fueron
líderes Manuela Beltrán Berbeo. El arzobispo Antonio Caballero y Góngora, intimidado
ante 10.000 ciudadanos armados, juró sobre los santos evangelios desistir de cobrar los
impuestos. Así se calmaron los ánimos. Pero más tarde el Virrey desautorizó el
convenio. Esto enardeció a la ciudadanía encabezada por José Antonio Galán, quien
fue ahorcado en Santafé, y su cabeza, exhibida en una jaula, se paseó por varias
ciudades.

Por estos episodios, el ejército español estaba muy bien cimentado para el 20 de julio
de 1810. Pero en esta fecha ocurrió algo increíble. Fue tan poderosa y resuelta la
actitud de la población contra la presión española, que el ejército asumió una actitud
prudente y de enorme tolerancia. Es más, algunos militares claves, miraron con
inmensa simpatía la actitud rebelde de los santafereños. En su diario, escribió
Francisco José de Caldas: “ Siempre estaremos agradecido con los militares José
María Madiego y Antonio Baraya… por su espíritu comprensivo el 20 de julio de 1810…
Gracias a ellos el virrey Sámano, son el apoyo de la fuerza pública, tuvo que aceptar a
los sublevados… los santafereños siempre estuvieron preocupados por una posible
reacción militar… Pero esto no sucedió”.

El 23 de julio de 1810, la Junta Suprema publicó un artículo en que anunciaba al pueblo


que las armas y las municiones estaban en poder de diputados republicanos y que ya se
estaba integrando un batallón de voluntarios de guardia nacional bajo el mando de
Antonio Baraya y el sargento mayor Joaquín de Ricaurte y Torrijos.

Como todos sabemos, en 1815 se supo en Cartagena que se aproximaba una temible
expedición enviada de España por Fernando VII, para reconquistar la Nueva Granada y
Venezuela. Ya Napoleón había salido de España y lo único que importaba era dominar
de nuevo América.

Vino la época del terror. Fusilamientos y destrucción del Ejército. Bolívar y Santander,
formaron en los Llanos Orientales la fuerza militar que nos dio la libertad en Boyacá en
1819.
La Fuerza Pública

La Fuerza Pública somete al que no obedece la norma. Con razón ha dicho Duguit “el
Derecho sin la fuerza es la impotencia, y la fuerza sin el derecho es la barbarie”.

Alejandro Silva sostiene: “Si la eficacia de las normas jurídicas exige la coacción,
destinada a amparar el ejercicio del derecho y a castigar las infracciones del
ordenamiento jurídico, la fuerza compulsiva y sancionadora debe confiarse
exclusivamente al Estado, y sólo a éste corresponde ponerla en movimiento cuando sea
el caso.

Para el cuidado del bien común, el Estado dispone d los medios coactivos necesarios
para resguardar el orden público y remediar, con prontitud y eficacia, las alteraciones
que se produzcan o que se teman”

La Fuerza Pública está conformada por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional.

Sostiene Jacobo Pérez (Derecho Constitucional 1998, Temis).

Las Fuerzas Militares. – El artículo 217 de la Carta dispone que “la Nación tendrá para
su defensa unas Fuerzas Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y
la Fuerza Aérea.

El término ejército es sinónimo de fuerzas militares, conforme al artículo 217 de la Carta,


el término ejército se toma en su sentido restringido de “fuerzas terrestres”.

Según la norma contenida en el artículo 217, la misión primordial de las Fuerzas


Militares se reduce:

A la defensa de la soberanía nacional;


A la defensa de la independencia nacional:
A la defensa de la integridad del territorio nacional, y
A la defensa del orden constitucional.

La Policía Nacional - El artículo 218 de la Carta dispone que “la ley organizará el
cuerpo de policía”.

“La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la


Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de
Colombia convivan en paz”.

La Policía Nacional es definida por el artículo 5º. de la Ley 62 de 1992 como “un cuerpo
armado, instituido para prestar un servicio público de carácter permanente, de
naturaleza civil y a cargo de la Nación. Su fin primordial es el mantenimiento de las
condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas para
asegurar la paz ciudadana”.
Se desprende de las normas anteriores que la misión de la Policía Nacional es la
siguiente:

Mantener las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades


públicas.

Asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz y

Prevenir y mantener el orden público interno.

La Policía y el uso de la fuerza – dice Valderrama Núñez – apoyada en la fuerza legal y


moral, son los elementos que forjan la estructura de una institución policiva fuerte y
responsable.

El orden público

La necesidad de establecer el orden, faculta al Presidente para defenderlo. Por eso


existe el poder de policía.

Sánchez Viamonte, escribió sobre la alteración del orden: Es la sustitución del estado
de violencia y de arbitrariedad por el estado de derecho, hasta donde es compatible con
las exigencias defensivas ante la amenaza de un grave peligro exterior o interior. Si
siempre o casi siempre es un pretexto para ejercer la dictadura y quebrar el orden
jurídico, ello se debe a la incultura de los individuos y colectividades y no a la naturaleza
puramente previsora y defensiva de la institución.

En desarrollo de la norma constitucional el Congreso de la República expidió la ley


estatutaria 137 de 1994, cuyo artículo 38 le confiere al gobierno nacional las siguientes
facultades durante el estado de conmoción interior:

En relación con las libertades de circulación y de resistencia, la de restringir este


derecho, sin que se afecte su núcleo esencial. Por consiguiente, el gobierno puede
limitar o prohibir genéricamente la circulación o permanencia de personas o vehículos
en horas y lugares determinados que puedan obstruir la acción de la fuerza pública, con
miras al restablecimiento del orden público en las entidades territoriales donde se
requiera, puede imponerse el toque de queda.

Respecto al porte de armas y carros blindados, el gobierno puede suspender la vigencia


de los salvoconductos expedidos por las autoridades militares.

En relación con la inviolabilidad del domicilio, el gobierno puede disponer, con orden de
autoridad judicial competente, inspecciones o registros domiciliarios con el único fin de
buscar pruebas judiciales o prevenir la comisión de delitos. Sin embargo, cuando
existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario para garantizar un
derecho fundamental en grave e inminente peligro, la autorización judicial, que debe ser
previamente escrita, puede ser comunicada verbalmente. Si estas circunstancias se
presentan y se hace imposible obtener la autorización judicial, que debe ser
previamente escrita, puede ser comunicada verbalmente. Si estas circunstancias se
presentan y se hace imposible obtener la autorización judicial, entonces puede actuarse
sin orden del funcionario judicial, pero debiéndosele informar inmediatamente y en todo
caso dentro de las veinticuatro horas siguientes, con especificación de las causas que
motivaron la inspección o el registro y de su resultado, con remisión de copia del acta
que se hubiese levantado sobre la inspección o registro domiciliario efectuado. De este
hecho deberá enviarse al mismo tiempo información a la Procuraduría General de la
Nación para lo de su competencia.

“En relación con la radio y la televisión, el gobierno puede establecer restricciones para
divulgar informaciones que puedan generar un peligro grave e inminente para la vida de
las personas, o incidir de manera directa en la perturbación de orden público, conductas
que serán sancionadas en las medidas que el respectivo decreto legislativo prevea.”
Afirma Jacobo Pérez en su derecho constitucional.

“También puede el gobierno utilizar los canales de televisión o la frecuencia de radio


cuando lo considere necesario; así mismo, puede suspender temporalmente los
servicios de radiocomunicaciones de redes públicas o privadas.”

“La radio y la televisión no pueden ser sometidas a censura previa mediante juntas de
censores, pero las agremiaciones periodísticas legalmente reconocidas deben
constituirse en tribunales de autorregulación, para el ejercicio del derecho de
información2.

En cuanto a la interceptación o registro de comunicaciones, el gobierno puede


disponerlo, con orden de autoridad judicial competente, con el único fin de buscar
pruebas judiciales o prevenir la comisión de delitos.

Si existen circunstancias de urgencia insuperables y es necesario proteger un derecho


fundamental en grave e inminente peligro, puede entonces disponerse que la
autorización judicial previamente escrita sea comunicada verbalmente.

En relación con la aprehensión preventiva de personas, durante el estado de conmoción


interior, el gobierno puede disponerla, con orden de autoridad competente, la de
aquéllas personas de que se tenga indicio sobre su participación o sobre sus planes de
participar en la comisión de delitos relacionados con las causas de la perturbación del
orden público.

Cuando existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario proteger un


derecho fundamental en grave e inminente peligro, entonces la autorización judicial
previamente escrita puede ser comunicada verbalmente. Pero si en estas
circunstancias se hace imposible requerir la autorización judicial, entonces puede
actuarse sin dicha autorización. En este caso el aprehendido preventivamente deberá
ser puesto a disposición de un fiscal tan pronto como sea posible, lo debe realizar a
más tardar dentro de las veinticuatro horas siguientes, a fin de que dicho funcionario
adopte la decisión que corresponda en el término de treinta y seis horas. De todas
maneras deberá informarse a la Procuraduría del hecho y de las razones que motivaron
la aprehensión.

Duración del estado de conmoción interior – De acuerdo con lo dispuesto en el


artículo 213 constitucional, inicialmente el gobierno puede declara el estado de
conmoción interior por un término máximo de noventa días. Pero si subsisten las
causas que determinaron tal declaratoria, puede entonces prorrogarla hasta por dos
períodos iguales.

En el estado de conmoción el gobierno tiene varios controles: político (el Congreso),


jurisdiccional (la Corte Constitucional) y además debe enviar a la OEA y a la ONU los
decretos que expide.

La Policía Nacional

Para algunos investigadores, la Policía Nacional colombiana tuvo nacimiento y gran


impulso a fines del siglo XIX y principios del XX. Carlos Holguín la organiza en 1890.
Luego vino a Colombia Juan María Marcelino Gilibert, de nacionalidad francesa, para
tecnificarla. En 1914 Carlos E. Restrepo, se interesó por el aspecto científico de la
investigación.

Por ese motivo contrató a los técnicos españoles comandante José Agudo Pintado y
capitán José Osuna y Pineda, ambos de la Guardia Civil española, para instruir a la
Policía Nacional en lo investigativo. Marco Fidel Suárez, en 1919, fundó una escuela
para capacitar modernamente a los funcionarios de policía.

En 1927 el presidente Abadía Méndez puso énfasis en la sección de extranjeros y


relaciones internacionales, así como en el control del orden público. En 1939, durante el
gobierno de Alfonso López Pumarejo se adquirió el inmenso lote en que hoy funciona la
Escuela General Santander.

En 1977 fueron incorporados a la Policía Nacional grupos selectos de mujeres, lo que


ha dado un excelente resultado. En 1992 se creó la facultad de Criminalística y se
revisaron los planes de estudios mejorando los programas de la Escuela General
Santander, haciéndolos más ágiles y ajustados al momento que vivía el país.

Funciones constitucional de policía judicial para la Policía Nacional


El artículo 250, numeral 3, de la Constitución Nacional, dispone que corresponde a la
Fiscalía General de la Nación “dirigir y coordinar las funciones de policía judicial que en
forma permanente cumple la Policía Nacional y los demás organismos que señale la
ley”.

Policía judicial

Investiga los delitos de competencia de las unidades de fiscalía que se le asigne; solicita
a las unidades las órdenes de captura, allanamientos, intervenciones telefónicas,
registro de correspondencia, vigilancia electrónica de bienes o personas. Presenta
informes sobre sus actividades.

Funciones de policía judicial

Podemos concretarlas en: a) asesoría técnica; b) estadística criminal; c) archivo, y d)


cumplimiento de diligencias preliminares. Se considera como un organismo auxiliar de
los fiscales instructores y de los jueces competentes.

Asesoría técnica: una de las principales funciones de la policía judicial es disponer de


personal altamente calificado, que pueda colaborar con los fiscales.

Labores previas de verificación: el artículo 314 del Código de Procedimiento Penal


autoriza a la policía judicial a cumplir algunas actividades antes de judicializar las
actuaciones.

Atribuciones para practicar diligencias

Diligencias por comisión: como organismo auxiliar de los funcionarios judiciales, la


policía judicial debe cooperar con los fiscales, los jueces y magistrados en las pesquisas
o investigaciones que estos consideren necesarias atendiendo las órdenes que les
imparten.

Investigación previa: el estatuto procesal pretende que la intervención de la policía


judicial se haga bajo la dirección del fiscal o de la unidad de fiscalía. Sus actividades
están dirigidas a investigar y recoger elementos de juicio en relación con todas las
circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se presentaron los hechos; sobre la
identificación e individualización de los diferentes autores o partícipes, sobre la
participación de cada uno de ellos y, lo más importante, sobre su localización y captura.

Practicar una detenida inspección al lugar de los hechos.

Como complemento de lo anterior debe hacer un examen detenido del lugar, efectuando
todas las diligencias encaminadas a descubrir las huellas, las señales, los objetos,
manchas y demás circunstancias que permitan establecer la materialidad de la
infracción.

Levantar el croquis en forma técnica par que el funcionario instructor o fallador pueda
ubicar los objetos o las personas.

En los casos que considere más graves o importantes tomará o hará tomar fotografías
técnicas de los objetos o personas.

Ordenar a los técnicos o peritos de los laboratorios forenses la práctica de los


dictámenes o pruebas que considere necesarios para aclarar los hechos.

Tomar los datos que permitan identificar a las personas, hacer el reconocimiento del
imputado en fila de personas.

Reconocimiento fotográfico. Si hay dificultades para el reconocimiento personal, se


autoriza el reconocimiento de fotografías.

Se autoriza solicitar la colaboración de la Registraduría Nacional del Estado Civil para


lograr la identificación de los sindicados ya sea a través de las fotografías que allí se
conservan o por medio de una diligencia de inspección a las instalaciones de esa
entidad. Podrá solicitarse igualmente el envío de la tarjeta decadactilar que allí se
conserva cuando se haya identificado al procesado debidamente o se conozca el
número de su cédula o se tenga huellas dactilares de uno o varios dedos. Con la tarjeta
decadactilar (huellas dactilares de los diez dedos) se facilita notoriamente la
identificación de sindicado cuando sólo se conocen algunas huellas fragmentarias.

Efectuar registro a las personas que se considere puedan estar ocultando en sus
bolsillos prendas de vestir, interiores o exteriores.

Recibir por escrito y fielmente la versión que libre y espontáneamente quiera hacer el
imputado.

El registro también puede hacerse a los muebles o inmuebles.

Si se trata de un homicidio, la policía judicial puede efectuar el levantamiento del


cadáver con todas las exigencias técnicas.

Informar al fiscal o a la unidad de fiscalía del lugar y al agente del ministerio público
sobre la práctica de las diligencias.

Puede ordenarse el decomiso de los objetos que provengan de la ejecución de los


delitos.
En los delitos relacionados con estupefacientes, procederá al decomiso de las
sustancias, vehículos y demás objetos.

Pueden ser escuchados los funcionarios de la policía judicial en la audiencia pública.

Valor probatorio de las diligencias

Con base en las atribuciones y en los controles fijados para la policía judicial, las
diligencias que practica tiene pleno valor legal, como si hubieren sido practicadas por el
funcionario instructor.

La policía judicial ante las nuevas disposiciones

La nuevas disposiciones procesales respetan el criterio que ha defendido la Sala de


Casación penal de la Corte, cual es el de que la policía judicial es un organismo auxiliar
de la justicia, que depende de la rama jurisdiccional y no del ejecutivo, como sostienen
algunos.

Funciones de la policía judicial

Asesoría técnica. Una de las principales funciones de la policía judicial es disponer de


personal altamente calificado que pueda colaborar con los fiscales en la instrucción o
con los jueces falladores.

Investigación previa como lo denomina el artículo 315 del código de procedimiento


penal. Esta función es la que más resistencia ha suscitado.

Conclusión

De todas las obras humanas, la única realmente insustituible es la paz. Los pueblos
pueden vivir sin riquezas, sin belleza y hasta sin salud. Vivirán mal, pero vivirán, pero
sin paz no podrán vivir. La perturbación del orden publico, la guerra, la hostilidad, es lo
que mas se parece a la barbarie. Si yo no tengo la seguridad de que puedo vivir sin ser
asesinado impunemente; si no puedo conservar los bienes que he ganado con mi
trabajo, si no puedo defender a mi hermana contra los atropellos, si no puedo vivir en
paz por temor a ser asaltado a la vuelta de la esquina, la vida no merece la pena de ser
vivida. Existencia sin paz, equivale a la ley de la selva.
EL FUERO PENAL MILITAR
PARA LA POLICÍA NACIONAL

Discurso de orden, pronunciado por el doctor


Leonel Olivar Bonilla, para tomar posesión
como Miembro Correspondiente de la
Academia Colombiana de Historia Policial,
sesión especial realizada en la sede de la
corporación el día 19 de noviembre de 2002.

Su historia

Permítanme expresar mis sentimientos de gratitud a la Academia Colombiana de


Historia Policial por el altísimo honor que me hace en este día. Hago extensivo este
reconocimiento a la Policía Nacional; por su naturaleza, por los fines que la Carta
Fundamental le señala, simboliza lo más noble del pueblo colombiano que ve en ella la
esperanza de una patria mejor.

Desde mi ingreso a las Fuerzas Militares como auditor principal de guerra de la Armada
Nacional y luego como magistrado del Tribunal Superior Militar, tuve la oportunidad de
conocer a sus oficiales, a sus suboficiales y a sus agentes, y de apreciar la importancia
de su misión.

La Policía es consustancial en el Estado, y hoy la Policía Nacional representa la


aspiración de la convivencia pacífica de los colombianos como lo proclama el artículo
218 de la Constitución Nacional; su fin primordial, el mantenimiento de las condiciones
necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas.

Enseña el profesor alemán Winfried Hassemer que la policía es, por encima de todo, el
braco del monopolio estatal de la fuerza. “Sus acciones u omisiones deciden, en buena
parte, sobre lo bueno y lo mío de la seguridad interna, sobre el éxito de una sociedad
civil y sobre la protección de los ciudadanos en el caso concreto. Por esto se dirigen
hacia ella no sólo las expectativas de los que necesitan a diario seguridad sino también
de los que desean un orden justo en la sociedad. “
Mi intervención versará sobre el fuero militar en la Policía Nacional. Sus orígenes y su
consagración en la Constitución Política de 1991.

Definiciones

La palabra fuero se deriva del latín forum, que quiere decir tribunal.
La Real Academia de la Lengua le atribuye estos significados:

1. Ley o códigos dados para un municipio durante la Edad Media.


2. Jurisdicción, poder.
3. Nombre de algunas compilaciones de leyes.
4. Cada uno de los privilegios o extensiones que se conceden a una provincia,
ciudad o persona.
5. Lugar o sitio en que se hace justicia.
6. Competencia a la que legalmente las partes están sometidas y que por derecho
les corresponde.

El maestro Guillermo Cabanellas hace importantes referencias históricas y una amplia


enumeración:

“Más actuales son las siguientes acepciones:

a) El lugar del juicio; esto es el lugar o sitio en que se hace o administra justicia.
b) El juicio, la jurisdicción y potestad de juzgar; en cuyo sentido se dice que tal
causa pertenece al fuero eclesiástico, si corresponde el juicio a la jurisdicción o
potestad eclesiástica, etc.
c) El Tribunal a cuya jurisdicción está sometido el reo o demandado, designado en
este sentido como fuero competente.
d) El distrito o territorio dentro del cual puede cada juez ejercer su jurisdicción.

El fuero como jurisdicción o potestad, puede ser ordinario, poder que se tiene de
conocer todas las causas, tanto civiles y criminales que no correspondan a tribunales
especiales; y privilegiado, poder que se tiene de conocer cierta clase de causas, o las
que se refieren a ciertas personas, cuyo conocimiento se ha sustraído a los tribunales
ordinarios”.

Este último, al que se refiere el autor, fuero privilegiado, es el más común.

Es la competencia de un tribunal para conocer de aquellos hechos atribuidos a


determinadas personas, en razón de su especial condición, de su profesión o de la
función que desempeñan en la organización social.

Cuando se dice que una persona tiene fuero, se está afirmando que debe comparecer,
no ante el tribunal establecido por la ley para todos los ciudadanos por la naturaleza del
hecho, el territorio en que tuvo ocurrencia o de la cuantía, sino ante otro tribunal
señalado especialmente en razón de la investidura o del título que ostenta.

No es lo mismo competencia de un tribunal especial que fuero; como lo dijimos antes, el


fuero se entiende como la competencia de un tribunal para juzgar a determinadas
personas, pero en consideración a su profesión o a su investidura; esta es su
característica.

Recuerda el autor Renato Astrosa que en la Edad Media aparecieron jurisdicciones de


carácter privilegiado a favor de los habitantes de determinadas poblaciones o en
beneficio de individuos que ejercían determinados oficios, “de tal manera que en España
existían, al terminar el siglo XVIII, alrededor de veinte jurisdicciones o fueros, y entre los
militares había fueros espacialísimos, atendida la jerarquía o la condición social del
inculpado militar (noble o plebeyo), y también del arma a que pertenecía (alabarderos,
infantería, artillería, etc.)”.

Aun cuando se tacha de antidemocrática la existencia de los fueros, es preciso aceptar


que en el estado de derecho no son realmente un privilegio sino una necesidad de
orden social, cual es la de preservar la independencia y la propia dignidad de quienes
ostentan determinado cargo o investidura.
No se trata de favorecer a una persona sino de preservar con mayor eficacia el orden
jurídico.

El fuero militar en la Constitución de 1886

El artículo 170 de la Constitución anterior decía lo siguiente:

“De los delitos cometidos por los militares en servicio activo y en relación con el mismo
servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares, con arreglo a las
prescripciones del Código Penal Militar”.

En forma paralela al artículo 58 de la Carta, origen del fuero común, se consagraba el


fuero militar. El constituyente precisaba los límites del fuero militar por su aspecto
sustantivo y por su aspecto procesar, así:

1. En cuanto al derecho sustantivo:


a) Que el hecho ilícito fuera cometido por un militar en servicio activo.
b) Que el ilícito tuviera relación con el servicio.

2. En cuanto al derecho procesal:


a) Conocerán las cortes marciales o tribunales militares; son los órganos que
administran justicia en este caso.
b) Con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar, es decir, de acuerdo
a las normas de procedimiento establecidas para el juzgamiento en esta
jurisdicción.
No debemos olvidar que de conformidad con el artículo 2º de la misma Carta, los
poderes públicos se debían ejercer en los términos que la misma establecía y no en
otros.

Ni el Congreso era libre de atribuir el conocimiento de estos delitos a la jurisdicción


ordinaria, ni los jueces ordinarios podían conocer de ellos porque invadían una órbita
reservada por el constituyente a las cortes marciales.

Orígenes del fuero militar para la Policía Nacional

a) Disposiciones constitucionales

La Constitución política de Colombia de 1886, sancionada por el general José


María Campo Serrano como primer designado el 5 de agosto del mismo año,
consagró el título XVI a la Fuerza Pública; constaba de siete artículos.
Transcribimos de estos los siguientes:

165. Todos los colombianos están obligados a tomar las armas cuando las
necesidades públicas lo exijan, para defender la independencia nacional y las
instituciones patrias.

La ley determinará las condiciones que en todo tiempo eximan del servicio militar.

166. La nación tendrá para su defensa un ejército permanente. La ley


determinará el sistema de reemplazos del Ejército, así como los ascensos,
derechos y obligaciones de los militares.

171. La ley podrá organizar y establecer una milicia nacional.

Como se observa, el constituyente no incluyó a la Policía Nacional como


integrante de la Fuerza Pública. Solamente mencionaba el Ejército Nacional y
dejó al legislador la facultad de establecer y organizar la milicia nacional. Es
posible encontrar una explicación de lo anterior en el acuerdo que consagró las
“bases de la reforma”, del Consejo Nacional de Delegatarios de 30 de noviembre
de 1885; la tercera de ellas decía: “La conservación del orden general y seccional
corresponde a la nación. Solamente ella puede tener ejército y elementos de
guerra, sin perjuicio de los ramos de policía que corresponde a las secciones”.

Este acuerdo fue sancionado por el presidente Núñez el 1º. de diciembre de


1885, quien lo sometió a la ratificación de las municipalidades. Se dejó entonces
a las secciones lo relativo a la policía. Conviene recordar que el numeral 8º del
artículo 120 de la Constitución, en su numeración original, le daba al presidente la
misión de conservar en todo el territorio el orden público, y restablecerlo donde
fuere turbado. En concordancia con lo anterior, los gobernadores estaban
obligados a cumplir y hacer cumplir en el respectivo departamento, las órdenes
del gobierno, artículo 195 numeral 1º. La Policía Nacional fue creada después:
por decreto número 1.000 de 1890 con base en la ley 23 del mismo año.

El acto legislativo número 1 de 1936 no cambió la situación de orden


constitucional y en la codificación de ese año aparecen con igual redacción los
artículos 165 y 171 transcritos, lo mismo que el 166 sobre el Ejército, el 167 sobre
la fijación del pie de fuerza por la ley, el 168 sobre la no deliberación de la Fuerza
Armada, el 169 sobre las garantías para los militares, de sus grados, honores y
pensiones, y el 170 sobre el fuero militar para los militares en servicio activo.

Por el artículo 75 del acto legislativo número 1 de 1945 se modificó el artículo 171
así:

Artículo 171. “la ley podrá establecer una milicia nacional y organizará el cuerpo
de Policía Nacional”. Se incorpora así a la Policía Nacional en la Carta
Fundamental como integrante de la Fuerza Pública, título XVI.

En la codificación de 1945, el artículo 171 quedó como 167 y fue el que rigió
desde el año mencionado hasta cuando entró en vigencia la Carta fundamental
de 1991. Era entonces la base constitucional para considerar el fuero para la
Policía Nacional, hasta la entrada en vigencia de la Constitución de 1991.

b ) Estatutos legales

Veamos a continuación los principales, acerca del mismo tema.

El decreto 1125 de 1950, Código de justicia penal militar, constaba de tres libros;
no se ocupó del juzgamiento de los miembros de la Policía Nacional. En su
artículo 86, primero del libro segundo, decía que cometen delito militar “las
personas que ejecuten cualquiera de las infracciones previstas en él”. Fue
modificado y adicionado por el decreto 2.900 de 1953.

Por medio del decreto 1.814 de 10 de julio de 1953, bajo la presidencia del
general Gustavo Rojas Pinilla, el gobierno incorporó la Policía Nacional como
cuarto integrante de las Fuerzas Armadas.

El decreto 1.426 de 4 de mayo de 1954. Constaba de 14 artículos. En su artículo


1º ordenó: “De todos los delitos que cometan los miembros de las fuerzas de
Policía en servicio activo, conocerá la justicia penal militar”.

Y en su artículo 9º: “ En todos aquellos casos en que el libro II del Código de


justicia penal militar se refiere a los militares, las respectivas disposiciones se
aplicarán a los miembros de las fuerzas de Policía” .
El Código Penal Militar de 1958, decreto 250 del mismo año, ratifica el fuero de la
Policía Nacional en su artículo 284. así: “Para los efectos de este código, los
términos militar o militares se aplicarán a los miembros de las fuerzas de Policía,
a excepción de lo dispuesto en el capítulo IV del título II del libro II”.

Este capítulo, artículos 158 a 162, se ocupaba del delito de deserción.


Con la instauración del régimen del Frente Nacional se dictó el decreto 1705 de
18 de julio de 1960. En su artículo 40 calificó a la Policía Nacional como una
institución de carácter civil.

Es conveniente recordar que el decreto 1.426 de 1954 y el Código Penal Militar


de 1958 fueron incorporados a la legislación permanente de Colombia por la ley
141 de 1961.

El decreto 1.665 de 1965 en su artículo 1º ordenó:”Sin perjuicio de lo dispuesto


en el artículo 40 del decreto 1.705 de 1960, la justicia penal militar continuará con
la competencia para conocer y decidir de los delitos cometidos o que se cometan
por los miembros de la Policía Nacional con arreglo al Código de Justicia Penal
Militar”. Es un antecedente de orden legislativo, del criterio acogido en la
Constitución vigente.

El decreto 1.752 de 1965 en su artículo 1º tenía una redacción similar. El decreto


1.667 de 1966 en su artículo 11 decía: “El personal de la Policía Nacional que
con ocasión del servicio o de funciones inherentes a su cargo cometa un delito,
será juzgado de acuerdo con las normas del Código de Justicia Penal Militar y de
las demás disposiciones que lo modifiquen o adicionen”.

La ley 48 de 1967 le dio carácter de ley.

El decreto 2.347 de 1971 “por el cual se reorganiza la Policía Nacional”, traía


entre sus normas las siguientes:

“Artículo 8º. Los oficiales, suboficiales y agentes de la Policía Nacional que, con
ocasión del servicio o por causa del mismo o de funciones inherentes a su cargo,
cometan delito, serán juzgados de acuerdo con las normas del Código Penal
Militar”.

“Artículo 9º. La jurisdicción, competencia y organización de la justicia penal


militar, se regirán de acuerdo con las normas del Código de Justicia Penal
Militar”.

Si la Policía Nacional era una institución de carácter civil, ¿qué respaldo


constitucional podían tener las disposiciones legales que le reconocían fuero
militar?
c) La jurisprudencia

Ante una demanda de inexequibilidad de varias normas relacionadas con el tema


que nos ocupa, la Corte Suprema de Justicia en sala plena dictó la sentencia de
20 de septiembre de 1973; declaró exequibles los artículos 284, 285, 345, 347,
348 y 349 del decreto 250 de 1958 (Código Penal Militar), la ley 141 de 1961 en
cuanto dio vigencia permanente a estos mandatos, el artículo 11 del decreto
1.667 de 1966, el 1º de la ley 48 que le da carácter de ley, y los artículos 2º del
decreto 2.338 de 1971 y 8º y 9º del decreto 2.347 de 1971.

Veamos a continuación las principales razones expuestas por la Corte para


fundamentar su decisión.

“6º. El Ejército Nacional o las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no son


instituciones idénticas, aunque ambas están al servicio de los intereses
permanentes de la nación, pues se diferencian en cuanto a su origen, su
organización y sus funciones. Son entidades distintas delimitadas
constitucionalmente por los artículos 166 y 167 ya transcritos.

A la primera corresponde la guarda de la soberanía nacional y del orden externo


y a la segunda el mantenimiento del orden interno, la seguridad, la sanidad y la
moralidad públicas. Pero el legislador puede atribuir a las Fuerzas Militares la
prestación de servicios similares a los de la Policía Nacional, sin que se
desnaturalice el origen, la organización y las funciones del Ejército.

Este tiene constitucionalmente un fuero penal especial (art. 170) pero la ley
puede igualmente, por atribución de la Carta, conceder el mismo fuero castrense
a la Policía Nacional, porque la organización de este cuerpo es facultad
autónoma del legislador (art. 167) que puede ejercitar según las conveniencias
propias de la institución para el mejor desempeño de las funciones que les
corresponden.

Por otra parte, tanto la facultad de organizar el Ejército (art. 166) como la de
organizar el cuerpo de Policía (art. 167) por medio de leyes, están comprendidas
dentro del mismo título XVI de la Fuerza Pública de la Constitución.

7º. Organizar, como dice el Diccionario de la Lengua Castellana, es “dar a las


partes de un cuerpo la disposición conveniente para las funciones a que está
destinado”. Tratándose de un cuerpo armado u organismo eminentemente
técnico, de personal jerarquizado en el cual las autoridades de la República han
puesto la función de prevenir la perturbación del orden y tutelar todos los
derechos, es indispensable que la organización no se a determinar el número, el
orden o la dependencia de las partes que lo integran, ni simplemente el ingreso,
ascenso y retiro con las prestaciones legales. Es necesario principalmente
reglamentar la forma en que debe ejercerse el poder de la Policia señalando los
límites de esa actividad para que la restricción de las libertades ciudadana ciña al
necesario mantenimiento del orden público y al mismo tiempo determine los
derechos de quienes desarrollan ese poder de Policía.

Extraordinaria importancia tiene la sentencia de 15 de marzo de 1973 dictada por


la sala penal de la Corte Suprema de Justicia; con anterioridad al
pronunciamiento de la sala plena, que acabamos de mencionar. En esta
oportunidad dijo:

“ La organización de una empresa, o de un cuerpo, o de cualquiera entidad,


implica resolver no sólo las cuestiones referentes a su establecimiento o a su
institución, sino también las de reformarlos una vez en funcionamiento, regulando
en cualquier tiempo el número, orden y dependencia de los elementos que lo
componen, para que pueda cumplir los fines predeterminados. En este mismo
orden de ideas, la organización de la Policía Nacional implicaba la expedición de
los reglamentos propios del cuerpo, relacionados con la disciplina, composición
jerárquica, asignaciones y prestaciones, administración de servicios, ascensos,
traslados, dotación, seccionamiento según los lugares y expansión de acuerdo a
las necesidades generales del país.

En virtud del citado mandamiento, la Policía pudo entrar a integrar un cuerpo


nacional eliminando progresivamente las policías municipales.

4 – Pero la organización no puede limitarse a los aspectos relacionados, sino que


forzosamente debe extenderse al régimen de juzgamiento y sancionatorio de las
faltas contra la disciplina y de los delitos que la socaven. Hacer esa limitación
implicaría dejar por fuera uno de los factores indispensables para el
mantenimiento de esa organización, como cuerpo. Entendiendo por cuerpo,
según surge del texto constitucional, una asociación de funcionarios dirigidos por
un pensamiento común, administrativo y político, gobernado por disposiciones
generales, fijas, solemnes y obligatorias. No podría decirse que existe un
verdadero cuerpo de policía unificado en todo el país, si la ley no tuviera, como sí
lo tiene hoy, la facultad de establecer el procedimiento para que se califiquen las
conductas de sus miembros y para que se apliquen las sanciones señaladas
previamente.

5 – Esta indicación procesal no sólo aparece refrendada por el artículo 167 de la


Constitución, en cuanto permite hacerlo dentro de la organización que debe darse
a cuerpo, sino que responde a la naturaleza de éste, bien distinto de las otras
asociaciones, máxime si se tiene en cuenta que se ordena el régimen especial
para el personal uniformado de la institución y exclusivamente en los casos de
conductas delictivas cumplidas por razón o con ocasión del servicio.
En manera alguna pugna con el sentido civil de la Policía la organización militar
que se le da, ni mucho menos cuando se lleva al personal armado del cuerpo a
responder ante los tribunales castrenses por conductas contrarias al servicio.

6 – La ley 7ª de 1970 trasladó al presidente de la República la facultad del


Congreso para reorganizar el Ministerio de Defensa y las dependencias a su
cargo. Los artículos 40 del decreto – ley 1.705 de 1970, 1º del decreto 1.667 de
1966 y 44 del decreto 2.525 de 1967, disponen que la Policía está bajo la
inmediata dirección y mando de ese ministerio. De donde surge la consecuencia,
puntualizada por el procurador, de que el gobierno podía organizar, más aún,
reorganizar el cuerpo policivo, y por lo que hace relación al fuero para el
juzgamiento establecido en el artículo 8º del decreto 2.347 de 1971, el legislador
no hizo cosa distinta de conservar el que ya había sido otorgado al personal de la
Policía por el artículo 11 del decreto 1.667 de 1966, incorporado a la legislación
de la República por la ley 48 de 1967”.

d) Los límites del fuero para la Policía Nacional

Definido el fundamento del fuero por la Corte Suprema de Justicia, encargada


por el artículo 214 de la Constitución anterior de decidir acerca de la
exequibilidad de las leyes y decretos del gobierno en ejercicio de las
atribuciones de que trataban los artículos 76, ordinales 11, 12, 80 y 121 de la
misma, se presentó una controversia acerca de si el 284 del Código Penal
Militar de 1958, decreto 250, artículo que equiparaba a militares a los
miembros de la Policía Nacional para los efectos del mismo estatuto, había
sido derogado por los estatutos posteriores.

El problema consistía en decidir si el fuero para la Policía Nacional se limitaba


a los delitos cometidos con ocasión del servicio por sus integrantes en
cualquier tiempo, o si también lo tenían para los delitos cometidos en actos
ajenos al servicio durante las épocas de estado de sitio, turbación del orden
público o conmoción interior, o sea, si lo tenían en las mismas condiciones
que el personal de las Fuerzas Militares, numeral segundo del artículo 308.

En esta controversia intervinieron la Sala Penal de la Corte donde hubo


variaciones de criterio al respecto; el Tribunal Disciplinario creado por el
artículo 73 del acto legislativo número 1 de 1968, artículo 217 de la Carta de
1886, y el Consejo Superior de la Judicatura establecido por el acto legislativo
numero 4 de 1979, artículo 148 de la codificación para esa época, de corta
duración.
En sentencia del 11 de junio de 1971 dijo la sala penal de la Corte:

“ Es evidente que el decreto 1.667 de 1966 al ser acogido como ley, derogó
todas las disposiciones anteriores y contrarias a las nuevas normaciones,
entre ellas los decretos 1.814 de 1953 y 1.752 de 1965, citado por el
demandante, y el artículo 284 del Código de Justicia Penal Militar (Decreto
250 de 1958, acogido como ley por la 141 de 1961), invocado por la
Procuraduría, artículo que hacía aplicable a las Fuerzas de Policía, asimilando
éstas a las Fuerzas Militares, con una sola excepción que no es preciso
determinar, las normas del estatuto castrense entre éstas el artículo 308, que
en su numeral 2º atribuye a la Justicia Penal Militar el conocimiento “De los
delitos establecidos en las leyes penales comunes cometidos por militares en
servicio activo o por civiles que están al servicio de las Fuerzas Armadas, en
tiempo de guerra, turbación del orden público del orden público o conmoción
interior”.

Consideraba entonces que el fuero para la Policía por el aspecto legal, tenía
su fundamento en el artículo del decreto 1.667 de 1966, estatuto orgánico de
la institución y no en el Código Penal Militar. Es decir: se aplicaba ricamente a
los delitos cometidos con ocasión del servicio, en todo tiempo.

Pero la misma sala penal recogió su reiterada jurisprudencia anterior. En


providencia del 7 de diciembre de 1977 dijo lo siguiente:

“Comprobado está también que par el día de los hechos de sangre que
protagonizó, el sindicado pertenecía a la Policía Nacional. Nada importa que
se encontrara en traje de civil y se hubiera dedicado a la ingestión de bebidas
embriagantes en lugar de cumplir funciones oficiales. Lo anteriormente dicho
porque para la fecha de los hechos de sangre investigados, 8 de diciembre de
1971, el país se encontraba en estado de sitio, que fue declarado mediante
decreto 2.725 del 29 de diciembre de 1973”.

Dice el artículo 308 del Código de Justicia Penal Militar, en su numeral


segundo, que la jurisdicción militar conoce: “de los delitos establecidos en las
leyes comunes cometidos por militares en servicio activo o por civiles que
están al servicio de las Fuerzas Armadas en tiempo de guerra, conflicto
armado, turbación del orden público o conmoción interior”. La Corte en
sentencia del 4 de octubre de 1971 declaró exequible dicha disposición. Por
otra parte, el artículo 284 del Código de Justicia Penal Militar dispone que:
“para los efectos de este Código los términos militar o militares, se aplican a
los miembros de las Fuerzas de Policía, a excepción de lo dispuesto en el
capítulo IV, título IV libro”. La Corte, en fallo del 20 de septiembre de 1973
declaró la constitucionalidad de tal disposición.

En consecuencia, por encontrarse el país en estado de sitio (artículo 121 de la


Constitución Nacional y decreto 250 del 26 de febrero de 1971), por ser el
sindicado miembro de la Policía Nacional asimilado a militar y en servicio
activo (artículos 284 y num. 2º. del artículo 308 del Código de Justicia Penal
Militar), su juzgamiento se produjo por parte de la Justicia Ordinaria y, por
tanto, este proceso es nulo desde el auto que ordenó se cerrara la
investigación (artículo 210 num. 1º. del Código de Procedimiento Penal)”.

Lo anterior significaba que se reconocía a los miembros de la Policía el fuero


en las mismas condiciones que los militares así:

1- En todo tiempo, por la comisión de hechos punibles cometidos con ocasión


del servicio.

2- Por hechos punibles cometidos sin ocasión del servicio, durante la época
de estado de sitio.

Desde el momento en el Tribunal Disciplinario, que se constituyó por medio


de la ley 20 de 1972, con fundamento en el artículo 217 de la Carta, entró a
dirimir los conflictos de competencia, compartió la tesis sostenida inicialmente
por la sala penal de la Corte: que el artículo 284 del Código Penal Militar
estaba derogado por disposición del decreto 1.667 de 1966, sustituido por los
estatutos orgánicos dictados con posterioridad, que en términos generales
decían lo mismo. Así lo manifestó en diferentes fallos, entre otros, los del 7 de
octubre de 1967 y 25 de julio de 1978.

Ante la insistencia de la sala penal, el tribunal disciplinario, en extensas


motivaciones de su fallo del 13 de marzo de 1979 dijo lo siguiente:

“En virtud de los artículos 217 de la Constitución Nacional y 7º de la ley 20 de


1972, los conflictos de competencias entre jurisdicciones distintas deben ser
dirimidos por el Tribunal Disciplinario y de Conflictos. Lo lógico, entonces, y lo
legal, incluso, radica en que cuando se presentan estas situaciones sea el
criterio de la corporación con poder constitucional al efecto el que prevalezca,
como ha sido incluso acogido con altura que le honra por la Corte en pleno, en
auto del 17 de octubre de 1978, en que somete a la decisión de este tribunal
el conflicto que se le ha suscitado con e Consejo de Estado, relativo a la
demanda de la inconstitucionalidad del decreto 2.782 de 1965.

“No se trata de que se le dé la razón, porque sí, a este tribunal; sencillamente,


entre sus funciones, por mandato legal y constitucional, se encuentra la de
dirimir los conflictos de competencia, y es obvio que ejercida esa función debe
primar, como son profundamente respetables y obligatorias las decisiones de
la Corte en las elevadísimas cuestiones que le corresponden”.

“Decidida una cuestión por la autoridad que tiene legal y constitucionalmente


la facultada para ello, esa decisión es obligatoria, por profundas que sean o
parezcan a cualquier persona, funcionario o entidad, las razones de su propia
discrepancia. Por ejemplo: si la Corte en ejercicio de su facultad
constitucional de guardiana de la integridad de la Carta, decide que
determinada normal legal es constitucional, no puede juzgado o corporación
alguna aplicar la excepción de inconstitucionalidad. Cuando más, señalar los
motivos de su desacuerdo, pero en manera alguna desconocer ese fallo por
los tremendos absurdos y consecuencias a que ello conduciría, similares a los
que se vienen presentando en relación con los delitos de que acusa a los
servidores de la Policía”.

“Pero además de todo lo anterior, es preciso poner de presente también los


siguientes argumentos, indicativos de que el artículo 284 del Código de
Justicia Penal Militar se encuentra derogado”.

“Ya se ha dicho que tal estatuto – decreto 250 de 1958 – fue dictado cuando
la Policía hacía parte, como cuarto cuerpo de las Fuerzas Armadas o Fuerzas
Militares, y que ello explica que hiciera extensivos a los agentes, suboficiales y
oficiales de la Policía los términos militar o militares. Pero que como en 1960,
por medio del decreto 1.705, la Policía se sustrajo de las Fuerzas Armadas o
Militares, a partir de entonces y mientras no haya disposición nueva en
contrario, no se le pueden aplicar los referidos términos”.

“Pues bien: el decreto 2.347 de 1971, cuyo artículo 8º señaló los parámetros
para el juzgamiento penal de la Policía, fue dictado en virtud de las facultades
extraordinarias que el Congreso le otorgó al presidente de la República por
medio de la ley 7ª de 1970”.

“Para reorganizar el Ministerio de Defensa Nacional y las entidades adscritas


o vinculadas a éste, modificar las normas que regulan la carrera del personal
al servicio de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, y las
remuneraciones y prestaciones sociales de dicho personal”.

“Nótese bien: para el Legislador de 1970 no había duda alguna de que uno es
el personal al servicio de las Fuerzas Militares y otro el personal de la Policía
Nacional; que, pues, este no hace parte de aquel ni se puede con el mismo
confundir, y por eso precisamente procedió a facultar al gobierno para expedir,
separadamente, estatutos sobre régimen de los militares y de la Policía”.

Dijo, en efecto el artículo 1º de citada ley:

“De conformidad con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución Nacional,


revístese al presidente de la República de facultades extraordinarias por el
término de un año contado desde la vigencia de esta ley, para los siguientes
efectos:
c) Modificar las normas que regulan la carrera del personal al servicio del Ministerio
de Defensa, de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, y

d) Modificar las remuneraciones, así como el régimen de las mismas y el de las


prestaciones sociales del personal del Ministerio de Defensa, de las Fuerzas
Militares y de la Policía Nacional”.

“No hay pues, duda posible al respecto, el legislador dice y repite que la Policía no
hace parte de las Fuerzas Militares, que son un cuerpo independiente, distinto y
separado de éstas. Un cuerpo armado, ciertamente, pero no por ello inmerso dentro
de las Fuerzas Armadas o Fuerzas Militares que como expresiones sinónimas y
referibles a un solo concepto, distinto de la Policía, se usan también por los artículo
165 a 170 de la Constitución Nacional”.

En virtud de las facultades en aquella forma conferidas – para modificar el régimen


de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional – se profirió, entre otros estatutos, el
orgánico de la Policía y dentro de éste, el artículo 8º del decreto 2.347 que dice cómo
se rige el juzgamiento de los delitos atribuidos a la Policía:

A) Por las normas del Código Penal Militar si es en vinculación con el servicio o las
funciones inherentes al cargo: y

B) Contrato sensu, por los jueces ordinarios o comunes si no aparece aquella


vinculación.

“ Lo anterior fluye naturalmente de los antecedentes dichos y es claro que, como


orgánico del juzgamiento de los delitos cometidos por la Policía, el repetido artículo 8º
deroga toda la legislación anterior, los artículos 284 y concordantes del Código de
Justicia Penal Militar, incluidos y no de manera tácita sino expresa ya que así se dijo por
el artículo 123 del mismo decreto:

“El presente decreto rige a partir de su expedición… y deroga (las) disposiciones que le
sean contrarias”.

Igual fue el criterio que acogió el Consejo Superior de la Judicatura creado por el
artículo 44 del acto legislativo número 1 de 1979, artículo 148 de la Constitución vigente
para la época, en el fallo de enero 9 de 1980.

“En consecuencia, - dijo en este fallo la mencionada corporación-, si la Policía Nacional


es un cuerpo civil armado, al cual cobija un fuero especial, policivo, no militar, contenido
en el artículo 8º del decreto 2.347 de 1971, fuerza es concluir, como lo hizo el tribunal
disciplinario en repetidas oportunidades que el artículo 284 del Código de Justicia Penal
Militar quedó tácitamente derogado una vez que aquella fue sustraída del conjunto de
las Fuerzas Militares y si ello es así, el caso materia del conflicto debe examinarse a la
luz de dicho artículo con prescindencia de la declaratoria de turbación del orden público
contenida en el decreto 2.131 de 7 de octubre de 1978”.

Este acto legislativo número 1 de 1979 fue declarado inconstitucional por la Corte
Suprema de Justicia, por sentencia del 3 de noviembre de 1981.

Es preciso anotar que la sala penal de la Corte volvió a su tesis inicial. Por ejemplo, en
la providencia del 28 de septiembre de 1982 decretó la nulidad del juzgamiento
realizado por la justicia penal militar en razón de que el delito atribuido al agente de la
Policía se realizó en actos ajenos al servicio. Afirmó la prevalencia del artículo 8º del
decreto 2.347 de 1971 sobre el artículo 284 y demás disposiciones contrarias del
decreto 250 de 1958, a pesar de que el hecho fue cometido en época de estado de sitio.

e) El Código Penal Militar de 1988

Era el decreto 2.550 de 1º de diciembre. Derogó el estatuto anterior, decreto 250


de 1958 y señaló su vigencia seis meses después de su expedición.

En el artículo 14 ordenó que sus disposiciones se aplicarían a los militares en


servicio activo que cometieran hecho punible militar o común relacionado con el
servicio y a los oficiales, suboficiales y agentes de la Policía Nacional.

En la sentencia C-358 de 5 de agoto de 1997, de mas de 100 páginas, la Corte


Constitucional se pronunció sobre la exequibilidad de diversos artículos del nuevo
estatuto. Es necesario transcribir aquí dos párrafos de la extensa providencia en
los que se concreta el pensamiento de la corporación acerca del alcance del
fuero militar para los miembros de la Fuerza Pública en servicio activo.

En la página 23 encontramos lo siguiente:

3. La expresión “relación con el mismo servicio”, a la vez que describe el campo de


la jurisdicción penal militar, lo acota de manera inequívoca. Los delitos que se
investigan y sancionan a través de esta jurisdicción no pueden ser ajenos a la
esfera funcional de la Fuerza Pública. Los justiciables son únicamente los
miembros de la Fuerza Pública en servicio activo, cuando cometan delitos que
tengan “relación con el mismo servicio”. El término “servicio” alude a las
actividades concretas que se orienten a cumplir o realizar las finalidades propias
de las Fuerzas Militares.

- Defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y


del orden constitucional.
- Y de la Policía Nacional, mantenimiento de las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas y la convivencia pacífica.

Más adelante, página 33, sostiene la alta corporación:


11. Conforme a lo anterior, la extensión del fuero penal militar a conductas que
están más allá de los delitos estrictamente relacionados con el servicio
representa una vulneración a la limitación que impuso el constituyente al ámbito
de aplicación de la justicia penal militar. En tales circunstancias, los argumentos
expuestos conducen inevitablemente a la declaración de inconstitucionalidad de
las expresiones “con ocasión del servicio o por causa de éste o de funciones
inherentes a su cargo, o de sus deberes oficiales” incluida en el artículo 190; “con
ocasión del servicio o por causa de éste o de funciones inherentes a su cargo”,
contenida en los artículos 259, 261, 262, 263, 264 y 266; “con ocasión del servicio
o por causa de éste” comprendida en el artículo 278; y “u otros con ocasión del
servicio”, incluida en el artículo 291 del Código Penal Militar. En efecto, en todos
estos casos el legislador extendió el ámbito de competencia de la justicia
castrense más allá de los constitucionalmente admisible, por lo cual la Corte
retirará del ordenamiento de las expresiones, en el entendido de que la justicia
penal miliar sólo se aplica a los delitos cometidos en relación con el servicio, de
acuerdo con los términos señalados en el numeral precedente de esta sentencia”.

12. Para finalizar este aparte y teniendo en cuenta que luego de esta sentencia
el texto del articulo 291 del Código Penal Militar puede resultar equívoco, importa
precisar que el contenido vigente del mencionado artículo quedará así: “Juez
natural. Los militares en servicio activo y los miembros de la Policía Nacional,
cuando cometan delitos contemplados en este Código, y en relación con el
mismo servicio, sólo podrán ser juzgados por los jueces y tribunales establecidos
en este Código”.

El fuero de la Policía Nacional en la Constitución de 1991

a) El mandato constitucional.

Es necesario recordar las intervenciones del mayor general – abogado Carlos Alberto
Pulido Barrantes, coronel para esa época delegado de la Policía nacional en la
Asamblea Nacional Constituyente quien con sus brillantes argumentos demostró la
necesidad y la conveniencia de reconocer el fuero para el juzgamiento de los miembros
de la institución en igualdad de condiciones de las que se consagraban para las Fuerzas
Militares; propuso que en el artículo correspondiente se empleara la expresión “Fuerza
Pública”. Ante las tesis que se presentaron en contra de esta aspiración, afirmó que no
existía incompatibilidad con la naturaleza civil que la nueva Carta le daba a la Policía y
que solamente se buscaba preservar la imparcialidad y la independencia de los jueves
ante los cuales debían responder los miembros de la Policía Nacional; con la
coadyuvancia del coronel abogado y hoy brigadier general Edgard Peña Velásquez, la
propuesta del general Pulido fue aceptada.
Siempre hemos encontrado al general Pulido Barrantes en importantes misiones
relacionadas con las ciencias jurídicas en su paso por la institución, como fiscal penal
militar, juez de instrucción penal militar, auditor de guerra, juez de primera instancia e
inspector general; integrante de la comisión redactora del Código Penal Militar, ley 522
de 1999.

En la nueva Constitución, al artículo 221 se le dio una redacción similar a la que tenía el
artículo 170 de la anterior, pero se le cambió el término “militares” por la expresión
“miembros de la Fuerza Pública”. Y como de acuerdo con el artículo 216 ibídem, la
Fuerza Pública está integrada por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, por
expresa y directa decisión del constituyente, los miembros de esta fuerza quedaron
amparados por el fuero militar. Dice así el mandato superior en la forma como fue
aprobado por la Asamblea Constituyente:

“Artículo 221. De los delitos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública en
servicio activo, y en relación con el mismo, conocerán las cortes marciales o tribunales
militares con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar”.

b) El nuevo Código Penal Militar

El 12 de agosto de 1999 se dictó la ley 522, nuevo Código Penal Militar. Derogó el
anterior, decreto 2.550 de 1988 y las disposiciones que le fueren contrarias. En su
artículo 1º. Transcribió el texto del mandato constitucional citado acerca del fuero militar
en los términos siguientes:

“De los delitos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública en servicio activo y en
relación con el mismo servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares, con
arreglo a las disposiciones de este código. Tales cortes o tribunales estarán integrados
por miembros de la Fuerza Pública en servicio activo o en retiro”.

En el artículo 2º pretende el legislador definir los delitos relacionados con el servicio así:
aquellos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública derivados de la función militar
o policial que les es propia.

Para mayor claridad, el artículo 3º. Dispone que en ningún caso podrán considerarse
como relacionados con el servicio los delitos de tortura, el genocidio, la desaparición
forzada, entendidos en los términos definidos en convenios y tratados internacionales
ratificados por Colombia. Conviene recordar que estos delitos se encuentran en el nuevo
Código Penal, ley 599 de 2000, artículos 137 y 178; 165; 101 y 102 respectivamente.

c) La Corte Constitucional y el fuero militar

En sentencia C-878 de 12 de julio de 2000, por medio de la cual declaró exequibles los
artículos 1º, 2º y 195 del nuevo estatuto, destacaba los dos elementos para la
determinación de la competencia en la justicia penal militar: el primero, de carácter
subjetivo, pertenecer a la institución castrense y ser miembro activo de ella, y el
segundo, de carecer funcional, el delito cometido debe tener relación con el servicio.

“Con fundamento en estos elementos, la jurisprudencia de esta corporación señala


que cuando el constituyente hizo referencia a que el fuero militar ha de operar cuando
el delito tenga “relación con el servicio”, está indicando que el acto delictivo por el cual
un miembro de la Fuerza pública puede ser juzgado por la justicia militar ha de ser
cometido en ejercicio de “las actividades concretas que se orienten a cumplir o realizar
las finalidades propias de las Fuerzas Militares – defensa de la soberanía, la
independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional – y de la
Policía Nacional – mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de
los derechos y libertades públicas y la convivencia pacífica” (sentencia C-258 de
1997), en donde se hace necesario distinguir entre los actos que ejecuta el miembro
de la Fuerza Pública en ejercicio de las actividades propias del cargo, y de aquellos
que puede ejercer como cualquier persona dotada de capacidad de actuar
delictivamente. Distinción ésta que, en su momento, corresponderá ejercer a las
autoridades encargadas de las funciones de investigación y juzgamiento.

Consideraciones finales

1- Recordamos que por decreto número 1.000 del 5 de noviembre de 1891, dictado
con fundamento en la ley de facultades número 23 de 1890 se creó la Policía
Nacional.

La ley no invocaba ninguna disposición constitucional, y por redacción


consideramos que tenía su fundamento en el numeral 9º. “Conceder autorizaciones
al gobierno para celebrar contratos, negociar empréstitos, enajenar bienes
nacionales y ejercer otras funciones dentro de la órbita constitucional”.

No se trata de las precisas facultades extraordinarias, concedidas pro témpore, si


tenemos en cuenta el texto de la ley.

2- Por el aspecto constitucional, ni la Policía Nacional in el fuero para la misma se


originaron en el artículo 167 de la Constitución de 1887 como se cita con
frecuencia, por la sencilla razón de que el texto que conocemos no existía cuando
se dictaron la ley y el decreto mencionado. El original artículo 167 de la Carta
fundamental cuando se expidieron estas normas se refería a la fijación por el
Congreso, del pie de fuerza.

3- La Fuerza Pública estaba constituida solamente por el Ejército Nacional, porque el


otro integrante, la milicia nacional nunca fue organizado por el legislador.

4- El artículo 167, con el texto en el que se autoriza expresamente la organización de


la Policía Nacional sólo aparece en 1945 mediante el acto legislativo número 1, que
modificó el 171 original, y fue en la codificación del mismo año cuando se le asignó
el número 167; como hemos visto en la Carta de 1886 estaba distinguido con e
número 171 original, y fue en la codificación del mismo año cuando se le asignó el
número 167; como hemos visto en la Carta de 1886 estaba distinguido con el
número 171 para la milicia nacional, exclusivamente.

5- En el aparte b), “estatutos legales” del capítulo dedicado a los orígenes del fuero
militar para la Policía, para una mejor comprensión omitimos mencionar otros
estatutos penales militares que rigieron con la Constitución de 1886 con
anterioridad al decreto 1.125 de 1950.

De esta manera hemos hecho un interesante recorrido por la historia del fuero
militar y la Policía de Colombia.
DE REGRESO AL UNIFORME

Intervención del brigadier general ( r) Guillermo León Diettes


Pérez, Miembro de Número de la Academia Colombiana de
Historia Policial, pronunciada en la sesión de cierre de
actividades académicas, acto realizado en el salón Santander
de la torre del complejo inmobiliario Casur, el día 17 de
diciembre de 2002.

La historia que voy a narrarles se constituye en uno de esos episodios que pasan
inadvertidos en la Policía Nacional, o que omitimos contar por olvido o falsa modestia de
quienes hemos tenido alguna participación en ello.

Con el tiempo me he dado cuenta que, prácticamente, nadie sabe de su ocurrencia y


hoy quiero rescatar los apuntes que en sus libretas guardan con cierta nostalgia dos de
sus protagonistas directos a quienes pude entrevistar para la elaboración de este
pequeño trabajo: ellos son los mayores Manuel Cubillos Martín y Carlos Guiza López.

Antecedentes

Corría la segunda mitad del año 1990, cuando ostentaba yo el grado de coronel y me
encontraba ocupando el honroso cargo de director general de la Caja de Sueldos de
Retiro de la Policía Nacional.

Creo que era el mes de septiembre cuando el subdirector general de la Policía Nacional
mayor general Rafael Guillermo Muñoz Sanabria, por instrucciones del director general
de la Institución General Miguel Antonio Gómez Padilla, me llamó para que seleccionara
y contactara a cinco oficiales en uso de buen retiro, que estuvieran dispuestos, en forma
voluntaria, a volver a uniformarse para cumplir una comisión oficial en el exterior.

Los requisitos básicos eran los siguientes:

- Que su retiro de la Policía se hubiera cumplido en forma voluntaria;


- En el grado de mayor;
- De excelente hoja de vida;
- Que gozaran de buena salud;
- Que estuvieran dispuestos a viajar solos al exterior; y
- Con destino a la República de Haití

El requerimiento se debía cumplir con suma urgencia, puesto que las fechas y el
tiempo asignado para la comisión eran muy cercanos y se debía responder a una
solicitud del gobierno de dicho país, hecho por la señora Embajadora de la isla en
Bogotá, quien había hablado con el presidente César Gaviria Trujillo, para el efecto.

El país anfitrión
La isla conocida como “La Española”, es la segunda en extensión (después de
Cuba) de las Grandes Antillas; está compartida por las Repúblicas Dominicana y de
Haití.

Haití ocupa la parte occidental de “La Española”, con una superoficio de 27.750
kilómetros cuadrados y unos 7.008.000 habitantes; su capital es Puerto Príncipe, el
idioma oficial es el francés (hablado por un poco menos del 20% de la población)
pero la mayoría de la gente utiliza el “creole”, que es una lengua local con elementos
africanos, españoles e ingleses, además del francés antiguo.

En cuanto a religión, hay unos pocos católicos, pero la gran mayoría practica el vudú
(que es una mezcla de magia y creencias africanas). El 95% de la población es de
raza negra, descendientes de africanos; el resto son mestizos y hay un pequeño
número de descendientes de origen europeo y oriental. En los últimos años, varios
miles de haitianos han abandonado su país emigrando hacia Colombia, Venezuela y
Estados Unidos de Norte América.

Dos cadenas montañosas se encargan de delinear las dos penínsulas del Norte y del
Sur. El café es el principal producto de exportación; el cobre dejó de explotarse en
1976 y los depósitos de bauxita están a punto de extinguirse.

Menos del 2% del territorio permanece forestado.

Su cultura es rica en tradiciones populares, elementos típicos, pintura “naif” y


máscaras carnavalescas elaboradas en madera y adornadas con mucho colorido.

Condiciones del viaje

La comisión tendría una duración de tres meses.


Los oficiales pasarían a formar parte de la Comisión de observadores de las
Naciones Unidas.

La ONU respondería por todos los gastos, es decir, pasajes aéreos, sueldo y viáticos
en dólares americanos, hotel y alimentación, tránsito y transporte, algunas prendas
de vestuario, servicio médico y seguro de vida.

El gobierno colombiano cancelaría la asignación básica vigente y correspondiente al


grado de mayor de la Policía Nacional.
Misión

La tarea que les correspondía cumplir era la de integrarse a un grupo de 65 oficiales


de diferentes nacionalidades, para servir de observadores de la ONU en el
seguimiento del proceso electoral para la Presidencia de Haití.

Los escogidos

Por la premura del tiempo, como generalmente ocurre en estos casos, empecé por
localizar algunos de mis compañeros de curso a quienes creía disponibles para este
cometido. Después de ires y venires el primer escogido fue mi compañero del curso
XXIV el mayor Manuel Cubillos Martín, quien entonces me ayudó, junto con los
oficiales que trabajaban en Casur, a seleccionar a los componentes del grupo que en
definitiva quedó integrado por los siguientes oficiales en uso de buen retiro:

- Mayor Manuel Cubillos Martín


- Teniente coronel Olmedo Guerrero Martínez
- Mayor Carlos Guiza López
- Mayor Héctor Guillermo Santos Solano
- Mayor Hernán Vicente Pinzón Merchán

Ahora comienzan acá las curiosidades y anécdotas: Olmedo Guerrero Martínez al


momento de su retiro ostentaba el grado de teniente coronel. Sin embargo demostró tal
interés por cumplir la comisión que aceptó viajar como mayor y en tal condición recibió
su uniforme, se colocó las insignias correspondientes a tal grado que así permaneció en
Haití.

Esta decisión la tomó, pues consideró de especial importancia para nuestro país que se
diera lugar a la presencia de colombianos en este proceso electoral y que por primera
vez existiera esta representación de nuestra Policía Nacional allí.

Justificación de los retirados

Algunos de ustedes se preguntarán: ¿Por qué se escogieron oficiales retirados y no del


servicio activo?

La explicación se fundamenta en la proximidad de elecciones que también ocurrirían en


nuestro país, razón por la cual era imposible, o por decir lo menos inconveniente,
distraer personal en actividad para que cumpliera esta misión en el exterior.

Preparativos del viaje

Con base en todo lo anterior y producidas las notas de intercambio entre los gobiernos
de Colombia y Haití, así como con las Naciones Unidas, nuestro Ministerio de
Relaciones Exteriores produjo la resolución No. 0843 del 16 de noviembre de 1990 en
que se ordenaba tal comisión; ella se iniciaría el 19 de noviembre de 1990 y terminaría
el 28 de febrero de 1991.

El grupo de oficiales pasó por el almacén de intendencia correspondiente y recibió la


dotación completa de tres uniformes de calle (Nro. 3) para clima cálido y un uniforme
también Nro. 3 para presentación, con sus correspondientes insignias y distintivos.

Más adelante, al llegar a la República de Haití, las gorras de nuestro uniforme de


policías colombianos les serían cambiadas por las boinas de color azul que
tradicionalmente identifican en todo el mundo a los integrantes de las Fuerzas de la
ONU.

De regreso al uniforme nuestros voluntarios y orgullosos oficiales hicieron su entrada a


la oficina del mayor general Rafael Guillermo Muñoz Sanabria, quien en su despacho de
subdirector general de la Policía Nacional de Colombia, les pasó revista y les impartió no
sólo las instrucciones de rigor sino los consejos de superior y amigo, y destacó la
importancia de la misión que iban a cumplir y la gran responsabilidad de llevar en el
extranjero el buen nombre y prestigio de nuestra benemérita institución.

En ese instante el general Muñoz Sanabria designó al mayor Manuel Cubillos Martín
como comandante del grupo y por tanto, como responsable de la comisión en su calidad
de oficial más antiguo de los comisionados.

En este instante el general Muñoz Sanabria designó al mayor Manuel Cubillos Martín
como comandante del grupo y por tanto, como responsable de la comisión en su calidad
de oficial más antiguo de los comisionados.

De allí salieron para el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se encontraron con


otros cinco oficiales (también en uso de buen retiro) pero que habían sido seleccionados
en un proceso similar al nuestro, por el Ejército Nacional de la República de Colombia.

He aquí sus nombres

- Coronel Enrique Cristancho González;


- Teniente Coronel Miguel Arturo Pedraza Rodríguez;
- Teniente Coronel Javier Delgado Arcos;
- Mayor Epaminondas Zárate Herrera; y
- Mayor Martín Tinjaca González
El viaje, recibimiento e instalación

La salida para la República de Haití se cumple finalmente el 24 de noviembre de 1990.

Pasaje en mano y con gran expectativa, nuestros observadores toman el avión que
seguiría la ruta Bogotá – Medellín – Ciudad de Panamá – Puerto Príncipe.

En el aeropuerto de la capital haitiana fueron recibidos por una comisión de españoles


que los trasladó hasta un hotel en el que además, se encontraban las oficinas de las
Naciones Unidas; se instalaron y se organizaron para quedar dispuestos a un
permanencia inicial de dos o tres días.

El recibimiento lo hace el brigadier general Gabriel Zuliani, quien tenía el cargo de


director general de las Fuerzas de verificación de la ONU, destacadas para el efecto de
la supervisión electoral en la República de Haití.

El general Zuliani había nacido el 24 de agosto de 1939 en la región de Frioul situada en


el noroeste de Italia, pero había emigrado con su familia a Canadá y se estableció en
Montreal en abril de 1949. El 17 de septiembre de 1959.

Presentó su solicitud y fue aceptado para incorporarse a las Fuerzas Armadas


Canadienses. Adelantó su carrera y después de ocupar distintos cargos y de ser un
paracaidista distinguido y comandante de diversos batallones de infantería, alcanzó el
grado de brigadier general, rango con el cual llega a la República de Haití como
comandante de las Fuerzas de la ONU.

El general Zuliani informó a los oficiales que permanecerán en Puerto Príncipe durante
los tres primero días para que cumplan las labores administrativas de registro y control,
identificación, organización y para recibir las informaciones básicas sobre el terreno y
sus áreas de responsabilidad.

Se enteraron entonces, que deberían presentar exámenes teóricos y prácticos sobre


conducción de vehículos, porque les serían asignados automotores con derecho para
aprovisionar gasolina en cualquier lugar de la isla donde se encontraren cumpliendo su
misión y que serían enviados a distintos departamentos junto con otros oficiales de
distintas nacionalidades. Por el momento, saben que con algunos de sus compañeros
tendrán que practicar el idioma de las señas, pues ninguno de los colombianos hablaba
siquiera un incipiente inglés o el francés del bachillerato, ni mucho menos el “creole”, tan
solo nuestro bello lenguaje cervantino. Empiezan luego a conocer a sus compañeros
argelinos, canadienses, franceses, españoles y venezolanos.
Destinaciones y desarrollo del trabajo

Después de las advertencias del general Zuliani y cumplidas las primeras tareas,
nuestros delegados son distribuidos a los siguientes lugares: Les Cayes, Fort Liberté,
Jeremie, Port-de-Paix, Gonaives, Hinche, Jacmel y Cap Haitien, aunque en algunas
oportunidades se rotarían entre sí.

Cubillos y Guiza cuentan que, en un comienzo, no encontraron mayores dificultades ni


inconvenientes, por cuanto dentro del plan de operaciones todo estaba muy bien
programado, teniendo en cuenta que en Haití ya habían estado otras comisiones
similares y que los compañeros que los recibieron ya tenían algunos meses de
encontrarse en la isla; los otros hablaban francés o inglés y por eso serían un puente de
comunicación con los miembros de la Policía haitiana y los ciudadanos nativos. Sin
embargo reconocen que frecuentemente los colombianos y otros observadores de habla
hispana, tuvieron algunos problemas con el idioma.

Cuando el grupo de nuestros paisanos se dispersó, el mayor Cubillos se sorprende


cuando el general Zuliani lo designa como su ayudante personal para recorrer todo el
país. Después de esta tarea inicial, Cubillos es destinado hacia Gonaives con un
capitán canadiense y uno francés.

Guiza por su parte, no olvida sus catorce horas de viaje terrestre desde Puerto Príncipe
Port-de-Paix: un par de kilómetros estarían pavimentados, otros por carretera destapada
y la mayoría eran trochas, sin faltar el paso por ríos, quebradas o charcos.

Algo similar ocurrió con los demás integrantes de la comisión, cuando se dirigían a sus
lugares de destino.

Desde sus centros de operación, debían cumplir desplazamientos diarios (y así sería
durante los tres meses de la comisión) hacia varios municipios, veredas, barrios,
comunas y localidades, con el fin de tomar contacto con personas, autoridades y
especialmente policías para verificar que todos estuvieran preparados dentro de la
legalidad para facilitar y cumplir el proceso electoral.

Algunas experiencias

Cuentan que el mayor impacto que recibieron fue el de encontrar un país lleno de
miseria y de enfermedades, con unas costumbres totalmente diferentes a las nuestras y
donde siempre hallaban una muestra de algo que solamente hemos conocido en cine,
pero constataron que aquello que se pensaba era ficción se convertía en realidad: la
combinación de ciertas creencias religiosas, con la práctica del vudú y la magia negra.
Encontraron bastantes dificultades con el idioma; en no pocas ocasiones añoraron la
compañía de sus familiares e incluso desearon siempre regresar a su querida Colombia.
“Yo, dice Cubillos, tuve mucho problema para acomodarme a la comida, excesivamente
picante y condimentada al extremo; y casi me enfermo ante la imposibilidad de cumplir
con mis necesidades fisiológicas durante ocho días”.

Guiza, se encontraba extrañado por la manera como los nativos se comportaban, tan
agresivos con las autoridades, especialmente con sus policías.

Personalmente presenció un caso: cuando un niño se atravesó por la vía, el policía


haitiano le llamó la atención, hubo un intercambio en lengua nativa, que entendió él
como unas groserías e insultos, lo cual originó prácticamente una riña entre el
uniformado y el niño, que aquel quiso resolver dándole una golpiza al pequeño; el oficial
francés que los acompañaba salió en defensa del niño, pero posteriormente tuvo que
defender al oficial haitiano porque los otros nativos, entonces, quisieron linchar al policía
isleño.

En algún momento nuestros oficiales conocieron a dos monjitas colombianas, con las
cuales dialogaron en un convento y les contaron del sufrimiento, la miseria y los altos
índices de mortalidad en la población nativa.

Algunas otras anécdotas

Pero salgámonos de estos problemas de orden social ante los cuales no podían hacer
nada nuestros oficiales. Es entonces cuando trato de indagar de ellos alguna
experiencia personal y que más bien sea recordada como memoria de su paso por la
isla.

El mayor Guiza López siempre tuvo problemas con el manejo del dinero. Como recibía
dólares y debía pagar con esta moneda, porque no había bancos ni casas de cambio,
los vueltos que le entregaban los nativos eran en Gourdes (moneda circulante entre los
nativos). Su dolor de cabeza se acrecentaba cuando descubría el engaño de que había
sido objeto en cada transacción. Dejo en calor que Guiza siempre habla de que, pese a
todo, los nativo son gente buena.

En este momento pienso, que no podía faltar la picardía de Manuel Cubillos, a quien
conocemos por su espíritu burlón, sarcástico y ameno en todas sus actividades. Aquí
narra lo siguiente: a mí me correspondió prestar servicio en Gonaives, sitio estratégico y
de gran responsabilidad; el comandante policial del Departamento – dice – era un
teniente coronel Daddi, de Argelia, pero quien realmente poco se preocupaba por los
asuntos del servicio y más bien tomaba muy deportivamente su trabajo; con nosotros iba
al teniente coronel Pedraza Rodríguez (del Ejército Colombiano) quien por su presencia
y modales, aparentaba ser un señor muy serio y de mayor edad y se nos ocurrió –sigue
comentando Cubillos – hacer una tomadura de pelo diciendo que en esos días Pedraza
sería ascendido en Colombia al grado de coronel; como la cosa cuajó, hicimos una
colecta entre los cuatro oficiales paisanos, compramos un bizcocho, una botella de ron,
hice circular un comunicado ficticio originado en la sala de comunicaciones, conseguí las
insignias de coronel y en un acto sobrio pero elegante nuestro compañero recibió el
ascenso de nuestras manos”.

“Cuando se enteraron todos los demás miembros de la delegación y los extranjeros, se


produjo entonces una invitación formal a uno de los casinos que se encontraban
abandonados en la playa y con cierto protocolo hubo almuerzo con discursos,
parabienes y celebración. A partir del momento “mi coronel” Pedraza como que asumió
un mayor mando y sirvió para que el comandante del área guardara una mejor
compostura. De otra parte, el mayor Cubillos pasó a ser el ayudante del nuevo coronel
y comandante militar del área”.

Hay muchas otras anécdotas pero la limitación de espacio nos obliga dejarlas para que
las cuenten los mismos protagonistas.

El regreso

Cuando finalizaron los tres meses de la comisión, no había llegado el día de las
elecciones.

Más tarde se supo que en los escrutinios resultó triunfante el sacerdote Jean Bertrand
Aristides.

Cumplida la misión, nuestros oficiales, ansiosos de regresar a casa se volvieron por la


ruta Puerto Príncipe – Panamá – Medellín – Bogotá.

Pasados unos días se reunieron para elaborar el informe correspondiente ante los
Ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores, al igual que al Comando del Ejército
y a la Dirección General de la Policía Nacional, por parte de cada uno de los jefes de
comisión.

Nota final

Con este breve trabajo he querido rendir un sencillo homenaje a quienes llevaron la
representación de Colombia y, particularmente, de nuestra querida Policía Nacional en
esta misión y en especial, para cumplir uno de los objetivos de nuestra Academia de
Historia Policial, cual es el de registrar en sus sesiones y en el cuaderno histórico,
algunos hechos que han sucedido con el transcurso del tiempo y que, pese a su gran
importancia y trascendencia, quedaron en el olvido de la memoria histórico-policial.
CREACION CAPÍTULO META
DE HISTORIA POLICIAL

Intervención del mayor general ( r) Carlos Alberto Pulido


Barrantes, presidente de la Academia Colombiana de Historia
Policial, en la creación del “Capítulo Meta”, acto realizado en el
auditorio de la Escuela de Carabineros Eduardo Cuevas,
ubicada en la ciudad de Villavicencio, el 29 de noviembre de
2002.

Con este acto la Academia cumple con la obligación moral e histórica de registrar los
acontecimientos más importantes de la institución y de velar por la conservación del
testimonio cultural e histórico que le permita a las futuras generaciones conocer su
historia y sentirse orgullosa de sus antecesores, fundadores, héroes y mártires.

La creación del Capítulo Meta ha sido vivamente estimulada por el Coronel Jairo Antonio
Gómez Méndez, quien desde un principio con especial dedicación y entusiasmo dio
inicio a este noble propósito, para lo cual se reunió el 30 de octubre de 2002 en las
instalaciones de este instituto con un selecto grupo de personalidades, constituyéndose
en asamblea general para conformar la Junta Directiva del Capítulo Meta que según
Acta No. 01 de la citada fecha, quedó conformada así:

Presidente honorario: Coronel José Arnulfo Oliveros Córdoba.

Presidente ejecutivo: Coronel Jesús Antonio Gómez Méndez, cargo que hoy se
encuentra en cabeza del coronel Luis Hernando Ramírez Mendoza.

Vicepresidente: Coronel Lino Hernando Pinzón Naranjo

Secretario: Capitán Gildardo Aníbal Taborda Blanco


Vocales: Doctor Rafael Mojica García
Mayor Marco Aurelio Velandia Niño
Mayor Jorge Andrés Restrepo Londoño
Doctor Antonio Mojica García
Capitán María Antonio Sánchez

Tesorero: Capitán José Mauricio Ordóñez Villamil

Fiscal: Mayor Hernán Aristizabal Bustamante

Por lo meritorio de sus vidas, por los ideales de servicio a la comunidad, por su
formación humanística y por su entrega a las causas nobles, la Academia Colombiana
de Historia Policial ha nombrado como miembros honorarios del Capítulo al doctor Luis
Carlos Torres Rueda, gobernador del departamento del Meta, al doctor Omar López
Robayo, alcalde de Villavicencio y a monseñor Octavio Ruiz Arenas, obispo de la
Diócesis de Villavicencio, a quienes en esta sesión académica tendremos el honor de
imponerles la medalla que así los acredita y hacerles entrega del diploma
correspondiente.

Felicito a todos los distinguidos integrantes de ese nuevo capítulo e invito a todos para
que con sus estudios e investigaciones revivan los acontecimientos de la pasada y
reciente historia del departamento con la seguridad de que este capítulo brillará con luz
propia y será un faro que iluminará permanentemente a la Academia.

El discurso de orden de esta sesión solemne estará a cargo del mayor Jorge Andrés
Restrepo Londoño, director encargado de la Escuela Eduardo Cuevas, quien disertará
sobre “La presencia de la Policía en el departamento del Meta”, interesante tema que,
sin duda, resultará de la mayor importancia y trascendencia.

Igualmente, se enmarca en este homenaje la feliz iniciativa del coronel Jesús Antonio
Gómez Méndez, de honrar esta sesión académica con la presentación y primera
interpretación del nuevo Himno Oficial de la Escuela, cuya letra se debe a la autoría del
doctor Jaime González Parra, presidente del Círculo Literario de Bogotá y miembro de
número de la Academia Colombiana de Historia Policial, quien con generosidad sin
límite y profundo afecto institucional, plasmó un sentido homenaje a los carabineros de
Colombia y a la Escuela Eduardo Cuevas en este hermoso himno, cuya música se debe
al maestro Pedro Heriberto Morán Vivas, ilustre compositor colombiano y policía de
corazón, de cuya inspiración ha brotado la vibrante y marcial música que de ahora en
adelante acompañará a nuestros carabineros en la custodia de estos queridos Llanos
orientales.

Cómo no manifestar el día de hoy el regocijo y la emoción que me embarga, no solo


como presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, sino como policía, el
estar en este añorado departamento y en esta queridísima Escuela Eduardo Cuevas
que me albergaron durante tres intensos años de 1965 a 1967, cuando nacía a la vida
policial obteniendo las más gratas y ricas experiencias del servicio, del trabajo y de la
academia, ya como instructor de los agentes o como comandante de varias estaciones y
del Distrito de Policía en la pujante y rica población de San Martín.

Los gratos recuerdos que siempre he llevado grabados en el alma sobre mi paso por
este bello departamento, hoy me hacen revivir la memoria de superiores inolvidables
como el general Henry García Bohórquez, ese portentoso hombre que con talento y
sencillez nos enseñó y guió en los menesteres de nuestra profesión, de ese gran policía
con alma llanera que se ganó la admiración y el cariño de la comunidad y en general del
noble carabinero siempre listo, leal trabajador y sincero.
De otra parte, la presencia de la Academia en estos claustros del saber tan
profundamente ligados a la sociedad de Villavicencio, tiene como fin testimoniar la
meritoria labor académica realizada en estos 43 años de historia de la Escuela de
Carabineros Eduardo Cuevas y rendir homenaje de gratitud y reconocimiento a sus
fundadores y directores, quienes han hecho posible que la juventud de esta encantadora
tierra se forme bajo los cánones del estudio, la disciplina y el servicio.

Considero conveniente en esta especial ocasión, además de rendir homenaje de


gratitud y reconocimiento a un sobresaliente policía, recordar la historia de por qué esta
escuela fue bautizada con el nombre de Eduardo Cuevas.

Eduardo Cuevas, émulo de los héroes del Pantano de Vargas, honor y gloria de los
carabineros de Colombia, fue uno de los pioneros y principal protagonista de esta
especialidad. Nació en la población de Chía (Cundinamarca) en 1896, en el hogar de
padres acomodados económicamente. Hombre multifacético, había egresado de la
Escuela Militar en 1923 como subteniente del Ejército, en el arma de caballería, su
estadía fue corta porque en 1926 se retiró de las filas para reencontrarse con su
verdadera profesión, la de policía carabinero. En 1932 ingresa a la institución en el
grado de comisario primero, que equivalía al de capitán de la época, se hizo maestro en
equitación bajo la dirección de la misión chilena y toda su vida policial la dedicó con
asombrosa mística, entusiasmo y vitalidad a la formación del cuerpo de carabineros;
promovió sin desfallecer la creación de XI División de carabineros en 1937, con sede en
la Escuela General Santander, recopiló y complementó las normas sobre el reglamento
de carabineros y sobre el tratamiento del caballo de servicio; lideró la adquisición de
caballos importados de Chile y otros comprados en diferentes ferias de pueblos
cercanos a Bogotá, llegando a un número superior a 300 semovientes; se destacó en el
arte del adiestramiento y salto, se hizo famoso jinete al ganar diferentes pruebas y
concursos hípicos y organizó el deporte de la hípica en la Policía nacional. En Chile,
cómo agregado de Policía descolló como un gran profesional y excelente jinete,
ganándose la admiración y el aprecio de sus colegas quienes a su regreso a Colombia
le obsequiaron un caballo llamado Chimborazo, cuyo nombre cambió por Lautaro.

El comandante Cuevas, como suele llamársele, era un hombre de trato afable con sus
subordinados que apreciaban su cultura envidiable, su don de gentes e irreprochable
educación. Murió en Bogotá el 16 de mayo de 1965, a la edad de 69 años, dejando un
legado de grandes enseñanzas y el sello de una singular mística institucional, reflejada
en las palabras que siempre repetía: “Decir carabinero equivale a estar frente a un
caballero que debe ser el mejor policía, esforzado y valiente, el defensor de los
necesitados, el guardián del orden, el mejor compañero, y el mejor jinete para quien sólo
existen tres cosas: su Dios, su Patria y su caballo”. Su vena poética y sus escritos se
vinieron a conocer cuando murió su caballo Lautaro, su compañero inseparable con
quien había obtenido tantos triunfos. Su dolor fue expresado en el poema “Elegía del
amor sin llanto”.
Como un reconocimiento a todos los carabineros de Colombia y en especial a los
egresados de la Escuela Eduardo Cuevas, deseo finalizar mi intervención con la lectura
del poema “Elegía del amor sin llanto” de la autoría del insigne comandante Eduardo
Cuevas.

Elegía del amor sin llanto

Bastó ver en un instante tu mirada moribunda


Para recoger los recuerdos de lejanos años,
En que viniste a galopar, por incierta senda
otros caminos alejados de cansados sueños.

Mientras rasgaba el viento, las silenciosas horas


De mi dolor profundo, de mi pesar sombrío
Tu vida, poco a poco disipabas
En despedida agónica, ya sin bríos.

El ayer que un día unió el destino


Para concertar la unión de dos en uno,
en tu hora del adiós, es un espino
que rasga mi corazón cual espartano.

Atrás quedaron olvidadas y enterradas


tus hazañas de vencedor sin par y sin rival,
mientras yo, sin tu presencia de figura alada
mi existencia volveré huérfana de tu afecto policial.

Que suenen en tu honor las trompetas,


aquellas que lograron momentos de emociones mil,
para enterrar los recuerdos de pretéritas grandezas
En este día final de tu marcado perfil.

Ya va cayendo mi ocaso, lento, lentamente


mi firmamento, compañero ya sin resplandores,
guarda el dulce sueño de la ansiada muerte.
mi vida, ya sin tus retozos, será el preludio de infinitos sinsabores.

Vete a otros parajes,


Levanta tus cascos de enérgicas posturas,
porque un día cualquiera, cuando Dios me llame
cabalgaremos de nuevo, conquistando los dos, el azul de las alturas.
Autor:
Eduardo Cuevas
ESCUELA NACIONAL DE CARABINEROS
42 AÑOS DE GLORIOSO SERVICIO

Palabras del Brigadier General Enrique Gallego


Hernández, en la sesión académica conmemorativa
del sexagésimo segundo aniversario de fundación
de la Escuela Nacional de Carabineros, acto realizado en el
auditorio del instituto docente, el día 12 de febrero de 2003.

Con la satisfacción personal que puede experimentar un oficial de la especialidad de


carabineros de la Policía Nacional, con el orgullo propio de ser el presidente del grupo
de oficiales de la especialidad, por generosa designación de sus integrantes, llevo la
vocería de los señores oficiales de la agrupación en esta celebración de los 42 años de
existencia de la Escuela Nacional de Carabineros, sueño que se gesta en la “Pequeña
Victoria”, jurisdicción de la población de Suba y que hoy se ha hecho realidad después
de ocho lustros de existencia, son palabras para destacar nuestra existencia como
oficiales carabineros.

Hay que entender que esta celebración conlleva, el sueño y el esfuerzo de sus
forjadores, y así mismo la actividad abnegada de quienes han dirigido a la escuela con
acierto, con discreción y espíritu de cuerpo, más el aporte de todos los oficiales que
durante estos ocho lustros, han contribuído a engrandecerla con un continuo de fe,
vocación irreducible por mantener la llama viva de la identidad de la especialidad de
carabineros. Desde nuestra condición de retiro, dispuesta a contribuir una vez más si se
llegare a demandar nuestro concurso con la institución policial.

El calor, el compañerismo, la integridad y la bravura, conservando como fundamento la


divisa verde oliva con su sombrero ancho, polainas, espuelas y pañoleta amarilla, nos
sigue congregando en actos tan especiales como este para rendir tributo de
reconocimiento, admiración y gratitud a la Escuela Nacional de Carabineros, que cumple
un años más capacitando sin interrupción a los valientes que por los caminos, cañadas y
veredas, dejan impresa su aureola de amistad, seguridad y tranquilidad a nuestros
conciudadanos.

Y qué mejor homenaje en este momento histórico a tan respetable y respetado centro
de instrucción, que revivir la memoria de tres de los mejores hijos de la especialidad: el
mayor general Manuel José López Gómez, el mayor Carlos Guerrero Rodríguez y el
mayor Antonio Arciniegas Castilla, cuyas almas en días inesperados, tal como lo
contempla nuestro himno le dijeron al Ser supremo:

“Yo te ofrendo mi sangre, mi vida,


te consagro mi fiel corazón,
tú lo guardas en urna escondida
a la sombra de tu pabellón”
Oriundo de Alpujarra, del hogar de don Luis y doña Carmen, el mayor general Manuel
José López Gómez, egresa como oficial en diciembre de 1946, orientando su destino
con especial consagración profesional a la Policía Montada.

Inigualable padre de sus seis hijos e insuperable esposo de Rosita, con quien conformó
un hogar ejemplar en nuestra sociedad.

Muchos cargos a lo largo de la carrera acreditan su brillante desempeño.


Mencionaremos en elevada jerarquía los comandos de Boyacá, Caldas, Santander,
Bogotá, las direcciones de las escuelas Jiménez de Quesada, General Santander, la
jefatura de la Oficina de Planeación y la Subdirección General.

El mayor Antonio Arciniegas Castilla, integrante del primer curso de oficiales, promoción
Simón Bolívar, fundadores de la Escuela General Santander, además de muchos cargos
de reconocida importancia, fue director del instituto que hoy homenajeamos.

Gran caballero e incomparable amigo, se caracterizó e incomparable amigo, se


caracterizó por la asimilación del arma de carabineros y el dominio de la materia de
hipología, en la que fue un verdadero maestro, calificado instructor; participó también en
numerosos eventos hípicos obteniendo galardones que enaltecieron el nombre y el
prestigio de la Policía Nacional.

El mayor Carlos Guerrero Rodríguez, quien fuera director de las escuelas Gabriel
González, Eduardo Cuevas, Alejandro Gutiérrez, y comandante de los Departamentos
de Policía Córdoba, Tolima, Caldas y también gozaba con los relinchos de las
caballadas en las sombrías pesebreras.

Orgullosos de su especialidad, sobresalientes en el deporte ecuestre, armados de


profesionalismo, disciplina, mística, espíritu de cuerpo y capacidad como docentes,
obtuvieron los títulos de instructores y maestros de equitación, confundidores del Club
Hípico del Ruiz en Manizales, para estos inigualables oficiales pido a ustedes con todo
respeto un minuto de silencio en su memoria.
Concluyo esta apretada síntesis felicitando a la Academia Colombiana de Historia
Policial por tan solemne sesión y auguro que nuestra Escuela de Carabineros siga
conquistando las alturas y preparando los hombres de rostro decidido y corazón en
calma, cuidando la vida, los bienes y la razón de ser de la nacionalidad.
ESCUELA DE POLICÍA
GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA
Discurso de orden pronunciado por el coronel Juan
Nepomuceno Jaramillo Nieto, en la sesión especial de la
Academia Colombiana de Historia Policial, en homenaje a la
Escuela de Policía Gonzalo Jiménez de Quesada, con ocasión
del quincuagésimo tercer aniversario de su fundación, acto
realizado en el auditorio del instituto el día 13 de febrero de
2003.

Estas palabras expresadas en el marco de una sesión solemne de la Academia de


Historia de la Policía Nacional y ante tan nutrido y selecto auditorio, a propósito del
quincuagésimo tercer aniversario de la Escuela Seccional Gonzalo Jiménez de
Quesada, más que una erudita y bien documentada exposición, como se estila en este
tipo de eventos académicos, encaminados a conocer, difundir y cultivar la noble y
cimera autoridad histórica, disciplina académica que se suele clasificar en el ámbito de
las ciencias sociales, porque en efecto se ocupa del devenir del hombre y de la
sociedad, de sus formas garantizativas que el hombre crea para organizar la vida en
comunidad, establecer reglas de juego, producir cultura, depurar principios, valores y
virtudes, que luego se transmiten las generaciones más adultas a las menos
experimentadas, a través de los sistemas educativos.

La Policía Nacional en busca del profesional ideal asume la formación, capacitación y


entrenamiento de sus integrantes, con miras a promover en ellos los conocimientos y
competencias, que necesitan para el cumplimiento de sus funciones y de las
actividades, procedimientos y tareas propias de su profesión u oficio, es el caso de la
Escuela Seccional Gonzalo Jiménez de Quesada, instituto de educación superior que
me honro en dirigir y desde donde con generosidad y aprecio, damos la más cordial
bienvenida a los honorables miembros de la Academia de Historia de la Policía, a
nuestros invitados especiales y a quienes nos visitan y comparten con nosotros el
entusiasmo de estos cincuenta y tres años de historia.

No podía imaginar don Gonzalo Jiménez de Quesada en los inicios de la conquista del
territorio colombiano, que en la ciudad fundada por él después de recorrer el gran río de
la Magdalena, con las formalidades o rituales que exigía el ostentoso protocolo de la
casa de los Austrias en materia de descubrimientos, conquistas y fundaciones en las
indias occidentales a nombre de la Corona española, que en la década del cincuenta del
siglo XX se iba a crear la escuela signada con su nombre, y que años después, a
comienzos de los 60, sería designada a la misión de formar a los agentes del servicio de
policía y más tarde preparar y entrenar a los suboficiales de la Policía Nacional, con el
objetivo de que desarrollen los conocimientos, habilidades y destrezas que demandan la
operatividad policial y de esta manera, prepararse para escalar en el escalafón policial y
constituirse en valioso apoyo administrativo y operativo, de supervisión y control en su
calidad de mandos medios.
En efecto, la distinción de la Escuela Jiménez de Quesada, como alma mater de la
suboficialidad policial, data de 1958 mediante resolución No. 0995 del 19 de abril, acto
administrativo en el que se clasifican los diferentes niveles de formación y capacitación
para la Policía Nacional, pues una cosa es la formación básica para poder ejercer la
profesión e agente de policía y otra muy distinta, pero en todo caso complementaría, es
la capacitación, entrenamiento y actualización como parte constitutiva del desarrollo
profesional, de los mandos medios de la institución.

Al bautizar la Escuela de Suboficiales con el nombre del licenciado don Gonzalo


Jiménez de Quesada, distinguido hijo de la comarca de Granada – España, aquella que
Agustín Lara rindiendo culto y homenaje a la madre patria inmortalizara en el famoso
pasodoble Granada: “…mujer o manola soñada que conserva el embrujo de los ojos
moros y que se viste de rojo, garbo y bizarría cuando en la arena el valiente torero lidia
el mejor ejemplar de la casta bravía…; un poco se quiso comunicar a este claustro del
saber y de la práctica policial, los dones y atributos de nuestro ilustre homenajeado, a la
sazón, bachiller en derecho y ciencias políticas de la Universidad de Salamanca y quien
fuera nombrado por el monarca español, justicia mayor de la expedición, que partiendo
de Cádiz tenía como destino América. La expedición para el logro de sus objetivos,
aprovecharía las posesiones y fundaciones que en honor a la Corona había descubierto
don Cristóbal Colón en 1492, y que habiendo sido objeto de conquista por parte de
capitanes y adelantados españoles, se convertían en núcleos para hacer realidad los
propósitos expansionistas del reino español y la evangelización de los naturales en los
principios y fundamentos de la fe católica.

Pero bueno, es en este claustro donde se formarán los suboficiales de la Policía


Nacional y miembros del nivel ejecutivo; hago entonces propia esta ocasión para
destacar los méritos, virtudes y valores de quienes atendiendo su llamado vocacional, se
formaron, capacitaron y entrenaron, para servir a la patria y a la sociedad colombiana;
defender y proteger a los ciudadanos de los delincuentes; ayudar a la comunidad en sus
anhelos de progreso; a los niños en su socialización y búsqueda legítima de auténtica
civilidad (aquí hacemos un alto para evocar la memoria del sargento Torres, creador y
promotor de la especialidad de Policía infantil) y poner a buen recaudo a quienes con
sus veleidades, desafueros y agresiones violentas, causan daño a la sociedad y que
deben ser capturados y reducidos a prisión para que purguen penas resocializadoras y
rehabilitadoras en cárceles y penitenciarías del país. Honroso oficio y destacada
profesión de servicio que busca preservar el orden, la disciplina y la autoridad, en un
país que busca afanosamente el norte de su destino, reducir los índices de violencia e
inseguridad, educar en la tolerancia y en la convivencia pacífica, para legar a las futuras
generaciones una Colombia promisoria y rica en oportunidades para todos.

Las razones que impulsan el Estado, a las instituciones y entidades públicas o privadas,
a organizaciones de otra naturaleza a fundar una institución de educación superior como
la nuestra, tienen que ver con preceptos constitucionales, tales como:
- El reconocimiento de que la educación es un derecho de la persona y un servicio
público que tiene una función social.

- El acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y los demás bienes y valores


de la humanidad, como justificaciones de la creación, fomento y desarrollo de las
instituciones educativas. Con ellas se busca:

- En sentido específico que cada país defina cuáles son los principios, valores y
virtudes que le interesa promover para sus ciudadanos. Colombia, y de manera
particular la Policía, por su parte, quiere que a través de la escuela se forme a
todos sus hombres y mujeres en el respeto a los derechos humanos, en la paz y
la democracia, en la práctica del trabajo, en la recreación, para que haya una
transmisión efectiva de la cultura y un mejoramiento por parte de las nuevas
generaciones mediante el fomento científico y tecnológico.

- Que el sistema educativo en que éste se desarrolla, contenga niveles


secuenciales de manera ascendente, de suerte que cada espacio de orden
superior, además de preparar dentro de determinados conocimientos y prácticas,
forme y desarrolle habilidades y destrezas, que a la vez que sirven para dominio
en saberes y prácticas concretas, promocione para un curso superior que
agregue nuevos valores, conocimientos y experiencias a los perfiles
ocupacionales en lo técnico, tecnológico, profesional o avanzado y capacite para
el ejercicio de esta profesión, noble y de servicio.

Se espera que: La enseñanza esté a cargo de profesionales de reconocida


idoneidad, ética y pedagógica.

Además de lo que tradicionalmente se predica de la SEJIM: aspectos que tiene


que ver con su naturaleza (policial), su fundación (1950 barrio San Cristóbal), la
designación como centro docente de los suboficiales de la Policía Nacional y lo
que por espacio de cincuenta y tres años ha venido haciendo en lo académico en
relación con los mandos medios de nuestra institución; interesa en esta
exposición detenernos a reflexionar, diagnosticar, descubrir y analizar qué es lo
que vamos a hacer en relación con el nuevo siglo y en correspondencia con la
formación y capacitación de los suboficiales y de los integrantes del nivel
ejecutivo de cara a las responsabilidades de liderazgo que el mando institucional
quiere que cumplamos, como institución universitaria del nivel técnico y
tecnológico profesional.

Estas nuevas responsabilidades académicas que se deben cumplir, presuponen


que tendremos que adecuar los programas técnico profesionales para las
escuelas seccionales del Sistema Educativo Policial destinados a la formación
técnica profesional especialidades tales como: servicio de policía, carabineros,
carreteras y comunicaciones; se exceptuarían policía judicial y el servicio aéreo,
por corresponder a modalidades policiales, que por sus características ameritan
que tengan manejos específicos, tal como ocurre con otros grupos
especializados.

En estos nuevos compromisos académicos, tendremos que desarrollar


programas técnicos profesionales con sus respectivas especialidades,
adecuándolos a las necesidades del talento humano institucional; a los
requerimientos técnicos exigidos para el óptimo desempeño profesional y a las
necesidades de capacitación, actualización, entrenamiento y reentrenamiento que
se observen en las evaluaciones de desempeño que se realicen por pare de las
instituciones o que se reporten por otras autoridades que cumplen funciones de
policía o por parte de la ciudadanía; la voz de los clientes del servicio de policía,
de los comandantes, de autoridades judiciales y del poder ejecutivo; de la gente
que recibe este servicio; nuestros egresados tendrán que ser consultados, y
deben servir a la hora de programar y realizar cambios curriculares, de
implementar nuevos métodos pedagógicos, de adquirir material didáctico, ayudas
y equipos; a la hora de poner en marcha novedosos sistemas de evaluación y
promoción para los suboficiales y el nivel ejecutivo.

En pocas palabras, tendremos que ajustar nuestros programas y ofertas de


servicios educativos a los más exigentes estándares de calidad; tendremos que
acreditarnos y por supuesto, auto evaluarnos, corregir nuestras falencias y
someternos al juicio de expertos académicos, cuando queramos que nuestros
programas sean reconocidos por la comunidad internacional; tal como están las
cosas en la oferta académica nacional, las instituciones que no puedan ofrecer
programas acreditados y contar con sólidos estándares de calidad, tenderán a
desaparecer porque no serían competitivas, así como en algún momento de la
historia geológica desparecieron los dinosaurios, y a cambio aparecieron
especies mas ligeras, ágiles, perfectas en su estructura y motricidad; más
adecuadas el proceso evolutivo y al espíritu de los nuevos tiempos.

Hablar del futuro, no quiere decir de ninguna manera, que desconozcamos los
valiosos aportes del pasado, ni que ignoremos las inminentes urgencias del
presente; se nos antoja que tendremos que hacer una valiosa síntesis entre los
logros, aportes y realizaciones de estas dimensiones del tiempo, al que
inexorablemente tendremos que estar sujetos, pero reservándonos la libertad y el
ingenio de hacer de este factor el mejor aprovechamiento, teniendo en cuenta
cuestiones tan elementales como que el tiempo que se va no vuelve, el futuro
comienza hoy y cada institución tiene los dirigentes, los mandos medios y los
operativos que se merece. De nosotros depende hacer las cosas bien desde ya,
porque para eso estamos y a eso nos comprometemos, con el favor del
Todopoderoso, la confianza y el apoyo de los mandos institucionales, el
compromiso y responsabilidad de mi equipo de trabajo y el concurso de
organismos institucionales como lo es la Academia de Historia y las alianzas
estratégicas que podamos establecer; nos proponemos inaugurar desde hoy una
nueva era para la Escuela Seccional Gonzalo Jiménez de Quesada.
CASUR
107 AÑOS DE HISTORIA

Discurso de orden, pronunciado por el mayor general


Carlos Alberto Pulido Barrantes, presidente de la Academia
Colombiana de Historia Policial, en la sesión solemne en
homenaje a la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía
Nacional, con ocasión de conmemorarse el centésimo séptimo
aniversario de su fundación, acto realizado el día 26 de febrero
del 2003 en el Salón Santander, del complejo inmobiliario
Casur.

Registrar los hechos que dieron origen al nacimiento, desarrollo y evolución de una
institución centenaria al servicio de los policías de Colombia, es una obligación moral e
histórica que deben realizar sus integrantes.

La recopilación histórica de lo que hoy se denomina Caja de Sueldos de Retiro de la


Policía Nacional, Casur, permite llenar un vacío historiográfico y tener una visión integral
de lo que ha sido la seguridad social y prestacional de los policías activos y en retiro, así
como de sus familias durante más de un siglo de existencia.

El trabajo realizado no sólo se fundamenta en las fuentes secundarias producto de una


meticulosa investigación de archivo y recopilación documentaria, sino en la consulta e
información de actores y testigos directos, además de documentos enriquecedores y
valiosas ilustraciones que son testimonio excepcional de los principales
acontecimientos.

Caja de gratificaciones: La Caja tuvo su origen en el primer reglamento general de


servicios para la Policía Nacional expedido el 12 de diciembre de 1891, que firmó el
ministro de Gobierno Antonio Roldán, siendo presidente de la República Carlos Holguín
Mallarino, fundador de la Policía y director general Juan María Marcelino Gilibert, y que
en su artículo 183 dispuso: Créase además una Caja de Gratificaciones para los
agentes que por su conducta, su buen porte y puntualidad en el servicio o por acciones
distinguidas, se hicieren dignos de una recompensa pecuniaria”. Sin embargo, sólo
cinco años después se puso en ejecución, por decreto 10 del 21 de enero 1896 que en
su artículo 5, disponía: “…A los agentes de la Policía que desde la fecha de este decreto
en adelante permanezcan en el cuerpo por un período de cuatro años consecutivos,
que hayan manifestado interés por la buena marcha y progreso de éste, que hayan sido
de conducta intachable e inteligente para llenar sus funciones, se les aumentará en un
veinticinco por ciento mensual el sueldo que disfruten”.

Mejora de recompensa: Por decreto 830 de 1899 el gobierno determina mejorar la


recompensa así: “Todo empleado o agente que haya durado en el servicio más de diez
años a partir de la fundación del Cuerpo de Policía, o que preste su servicio
consecutivamente por igual tiempo después de aquella fecha, y que haya observado
una conducta intachable tendrá derecho a una remuneración igual al sueldo de un año”.
En cambio, a los que hubiesen sido castigados se les descontaría un cinco por ciento
por cada falta.

Creación de la botica: El mismo decreto 230 de 1899 destinó una suma inicial de mil
pesos, de los fondos de la Caja de Gratificaciones para el establecimiento de una botica,
que suministrara gratis las medicinas que les prescribiera el médico oficial a los
empleados y agentes enfermos.

La botica recibiría mensualmente doscientos pesos para su sostenimiento y la compra


de droga. La Policía contaba para esa época con servicio médico para todo el personal
y lo complementaba con la entrega de medicamentos.

Sobresueldo por guerra civil: A inicios del siglo XX ya se encontraban estructuradas


las bases en las que se levantaría la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
José Manuel Marroquín, presidente encargado de Colombia expidió el decreto 753 de
1900 que reglamentó el acceso a los auxilios por enfermedad para los funcionarios y
agentes.

Durante esta época el país se encontraba sumido en la guerra de los Mil Días, por lo
que la Policía Nacional fue adscrita temporalmente (hasta el 6 de septiembre de 1901) al
Ministerio de Guerra. La institución cumplía así su propio servicio profesional y
adicionalmente las operaciones de guerra a órdenes del Ejército, por esta circunstancia,
se estableció un 25% de sobresueldo para el Cuerpo de Policía Nacional, a partir del
primero de enero de 1900 mientras permaneciera el país en guerra civil, sin perjuicio del
tiempo doble que se le tendría en cuenta a los miembros de la institución, para efecto
del pago de gratificaciones.

Nueva denominación: El decreto 711 de 1906 cambió la denominación de Caja de


Gratificaciones por el de “Caja de Gratificaciones y Recompensas” y graduó el monto de
las bonificaciones que recibirían los funcionarios de la Policía Nacional que hubiesen
prestado su servicio durante 10 años. Posteriormente, mediante el decreto 405 de
1907, se determinó que las gratificaciones se continuarían cancelando después de la
primera, cada cinco años, fuesen estos consecutivos o no.

Cambio de nombre: En 1912 mediante decreto 784 se organizó la Caja de


Gratificaciones y Recompensas, con el nombre de “Caja de Recompensas”. Se
estableció que el pago de las recompensas de 10 años sería equivalente al 40% del
sueldo mensual, si los salarios fueren menores a los $30 pesos; del 30 por ciento para
los sueldos entre $30 y $80 pesos mensuales y del 20 por ciento si los salarios eran
superiores a $80 pesos mensuales y del 20 por ciento si los salarios eran superiores a
$80 mensuales.
Primera pensión a los miembros de la Policía Nacional: Por primera vez se
estableció en la Policía Nacional la pensión por tiempo de servicio. El artículo 25 de
decreto 784 de 1912 reza: “ El empleado o agente de la Policía Nacional que complete
25 años consecutivos de servicio dentro de las condiciones establecidas en este
decreto, tendrá derecho a que la Caja de Recompensas le asigne una pensión mensual
vitalicia, en la forma siguiente: para los que ganan sueldo hasta treinta pesos, la pensión
del cincuenta por ciento de su sueldo mensual; de más de treinta pesos hasta cien
pesos, el cuarenta por ciento, y para aquellos cuyo sueldo exceda de cien pesos, el
treinta por ciento”.

Las faltas graves como la deslealtad en el servicio y la traición hacían perder el derecho
a la pensión.

El tiempo servido anteriormente se tendría en cuenta para las pensiones vitalicias con
las condiciones de continuidad y buena conducta. Las pensiones serían intrasmisibles.

Inembargabilidad de los sueldos: La Ley 41 de 1915 suscrita por el presidente José


Vicente Concha, fue el primer estatuto orgánico institucional que protegió las
asignaciones mensuales de los gendarmes de primera y segunda clase y los agentes de
esas mismas categorías, sueldos que no podían ser embargados judicial o
administrativamente.

Compra de lotes para edificios de Policía (cuarteles): El decreto 906 de 1917


autorizó al responsable del manejo de los recursos de la Caja para disponer hasta de un
50% de estos, para la compra de lotes en la ciudad de Bogotá, con o sin edificación,
para la construcción de edificios apropiados a cuarteles de la misma Policía.

El gobierno tomaría en arriendo los edificios construidos por la Caja donde funcionarían
los cuarteles de Policía pagando un canon de arrendamiento equivalente a 10% anual
de la suma invertida en la construcción.

Fusión de la Caja de Recompensas con el Fondo Especial: El 19 de septiembre de


1924 se expidió el decreto 1.533, que fusiona en una sola entidad la Caja de
Recompensas y la de Fondos Especiales trasladando los recursos de esta última a la
nueva Caja de Recompensas.

En general se mantuvieron los mecanismos de financiación de la Caja, pero se


incrementaron con el producto de la venta de la Revista de la Policía Nacional y el valor
de las multas impuestas a los agentes cuando se les retiraba del servicio por remoción o
por renuncia antes de cumplir el tiempo de prueba. Este mismo decreto dispuso el valor
de auxilios para la inhumación de cadáveres.

Palacio de la Policía: Siendo director de la Policía Nacional el general Celerino


Jiménez, y presidente de la República Pedro Nel Ospina, en 1924 se inició la
construcción del Palacio de la Policía Nacional, ubicado en la calle 9 No. 215, hoy calle
9 No. 9-27, obra que fue inaugurada en 1926 y posteriormente declarada monumento
histórico y hace parte del patrimonio arquitectónico nacional. Allí funcionó la Dirección
General de la Policía hasta el año de 1983. Actualmente el Palacio es la sede del
Museo Histórico de la Policía Nacional. Los gastos de construcción se hicieron con
cargo a recursos de la Caja.

Nueva denominación y personería jurídica: En el año de 1927 mediante decreto 1988


del 7 de diciembre, el gobierno reconoció personería jurídica a la “Caja de auxilios de la
Policía Nacional”, señalando que el representante legal sería el director general de la
Policía. Esta norma estableció el patrimonio de la Caja mediante una relación de sus
bienes; declaró legitimados y con pleno valor jurídico todos los actos por los cuales se
adquirieron estos, los auxilios mutuos y los fondos especiales para la Policía Nacional.

Nuevo tiempo para pensión: La ley 18 de 1928 determinó que el tiempo requerido
para obtener pensión de jubilación sería de 20 años, situación que regiría para todo el
país, y la Ley 124 del mismo año estableció”…La jubilación de la Policía Nacional será
costeada por la Caja de Auxilios de esa Institución. El Tesoro Publico solo concurrirá en
la parte que dicha Caja no alcanzare a servir dichas obligaciones…”.

Construcción Escuela General Santander: Ante la necesidad de profesionalizar la


Policía se requería con urgencia la construcción de una Escuela Nacional, para lo cual,
el Gobierno Nacional por decreto 1277 del 7 de julio de 1937, dispuso la compra de los
terrenos de Muzú en la ciudad de Bogotá y su posterior construcción, con cargo a
fondos de la Caja. Inició su labor educativa y de formación el 16 de mayo de 1940.

Auxilio funerario: Se estableció un auxilio funerario de $30 para los empleados que
devengaran hasta $200 y el pago de la totalidad de los gastos del sepelio para los
prefectos de Policía, igualmente facultó al director de la Policía para contratar un seguro
colectivo de vida para los empleados de la Caja cuando ésta no dispusiera de los
recursos suficientes.

Auxilio por quinquenio: El decreto 837 de 1930 fijó los quinquenios por cinco, diez y
quince años de servicio que serían de veinte, treinta y treinta y cinco por ciento del
sueldo de un año. Así mismo, dispuso que los empleados separados del cuerpo por
insubordinación, deserción o deslealtad al gobierno no tendrían derecho a dicho
quinquenio.

Enfermedad de Lázaro y tuberculosis: Cuando un miembro de la Policía en servicio


activo contrajera la enfermedad de la lepra, éste tendría derecho al sueldo
correspondiente a su empleo mientras permaneciera en los lazaretos. Igualmente se
estableció por decreto 837 de 1930 una pensión mensual vitalicia equivalente al 50% del
sueldo que devengaban los enfermos de tuberculosis, siempre y cuando hubiesen
trabajado por lo menos dos años en la Policía.
Buena conducta de esposa: El mismo decreto estableció que cuando el empleado no
hubiere designado beneficiarios, la viuda debía comprobar para hacerse acreedora al
auxilio, haber observado buena conducta durante el matrimonio y haber vivido en
armonía con su cónyuge.

Reorganización de la Caja y cambio de nombre: La Caja desde su creación hasta


1938 venía funcionando dentro de la estructura orgánica de la Policía Nacional, siendo
el director general su representante legal y el habilitado su administrador, situación que
cambió con el decreto 475 de 1938, que reorganizó y reformó la Caja de Auxilios de la
Policía Nacional, cambiándole el nombre por el de “Caja de Protección Social de la
Policía Nacional”, institución oficial con personería jurídica e independiente de la Caja
General de la Policía Nacional, con la misma estructura jurídica y que debería adquirir
los derechos y obligaciones correspondientes a la antigua Caja de Auxilios.

Se determinó que su objetivo principal sería dar la protección, bienestar y mejoramiento


de la Policía Nacional y del cuerpo auxiliar del órgano judicial y de sus familiares.
Igualmente determinó que la Dirección de la Caja estaría en cabeza de un consejo
directivo, un gerente y un cajero contador, estos últimos con fianza de manejo. Entre las
responsabilidades de la Caja se encontraban:

- Otorgar seguro de vida colectivo


- Sueldos de retiro (hoy auxilio de cesantías)
- Préstamo
- Descuentos y anticipos
- Brindar alojamiento económico
- Pagar las jubilaciones por tiempo de servicio e incapacidad absoluta
- Pagar recompensas por períodos de servicio o actos meritorios
- Auxilios por enfermedad
- Indemnización por accidentes
- Gastos de entierro y funerales
- Cooperativas de consumo

Indemnización por muerte: El decreto 475 de 1938, dispuso que la Caja de Protección
Social de la Policía Nacional debía pagar a las familias de los miembros de la institución
o del órgano judicial que fallecieran en actos del servicio, una indemnización equivalente
a 24 mensualidades del sueldo que devengara a la fecha de la muerte. Si el
fallecimiento fuere por causas naturales la Caja reconocería una indemnización
equivalente a 12 mensualidades.

Cesantías: La cesantía era equivalente a un mes de sueldo por cada año de servicio de
manera continua o discontinua siempre que el retiro no hubiera sido decretado por mala
conducta.
Jubilación: El auxilio de jubilación continuó otorgándose con 20 años de servicio y era
equivalente al 50% del mayor sueldo devengado en la institución por un término mayor
de un año.
Pensión por invalidez: Los miembros de la institución que se invalidaren en forma
absoluta tendrían derecho a una pensión del 50% del último sueldo devengado.

Recompensas extraordinarias: Se determinó esta recompensa por los siguientes


motivos:

- Salvar o defender de grave peligro la vida de una persona o el honor de un menor


o de una mujer honesta.
- Dar captura a un sindicado o reo de delito grave
- Ejecutar acto distinguido en circunstancias no comunes
- Actos de heroísmo

Construcción de la Clínica de la Policía: como necesidad imperiosa, por Decreto 478


de 1944 se dispuso la construcción de la Clínica de la Policía en un lote de propiedad de
la Caja ubicado en la Avenida Caracas No. 2-65 Sur, para la financiación el Banco
Central Hipotecario autorizó un préstamo a 20 años por el cual la Caja dio como
garantía un lote de terreno situado en la Carrera 13 No. 4-71 Sur. Posteriormente, en
1948 se crea la Sección Farmacia de Protección Social de la Policía Nacional para el
suministro de drogas, elementos sanitarios, quirúrgicos y médicos.

Sostenimiento de Escuelas Primarias: EN 1945 la Caja inició un importante servicio


social y educativo al asumir el costo de sostenimiento de dos escuelas primarias para
los hijos de los miembros de la Policía en Bogotá y algunas becas de estudio que no
excedían de $30 pesos. Hoy estos servicios son prestados por la Dirección de
Bienestar Social de la Policía en todo el país.

Substitución de beneficios por muerte: En caso de muerte del empleado los auxilios
o recompensas a que tuviere derecho serían transferidos a sus beneficiarios.

Servicio médico hospitalario: A partir de la vigencia del decreto 2532 de 1950 la Caja de
Protección Social asumió la obligación de prestar los servicios médicos, odontológicos,
quirúrgicos, farmacéuticos y hospitalarios a sus afiliados.

Departamento de sanidad: El decreto 2532 de 1950 adscribió a la Caja de Protección


Social la prestación de los servicios generales de sanidad, que por la ley debe prestar la
Policía Nacional a todos los afiliados en servicio activo y retirados, para lo cual creó el
Departamento de Sanidad que funcionó con la misma organización, personal científico y
complementario que tenía la Policía Nacional.

Creación del Comisariato: El decreto 307 de 1951 facultó a la Caja de Protección


Social de la Policía para crear un comisariato con el fin de que sus afiliados adquirieran
a bajo costo alimentos y mercancías que contribuyeran al bienestar de la familia. La
primera sede estaba ubicada en la misma Dirección General de la Policía, calle 9 No. 9-
27, luego funcionó en la calle 9 No. 10-48 y posteriormente, en la carrera 9 No. 5-1. Con
el tiempo se crearon sucursales en Bogotá y el resto del país.

Afiliación del personal de las divisiones departamentales: En 1953 se expidió el


decreto 1443 por medio del cual se afilió a la Caja de Protección de la Policía Nacional a
todo el personal de las Divisiones Departamentales de todo el país.

En contraste, ese mismo año fueron trasladados a la Caja Nacional de Previsión


algunos afiliados de la Caja de Protección Social de la Policía como los funcionarios del
Palacio Presidencial, Ministerios de Justicia y de Gobierno y Registraduría Nacional del
Estado Civil, que por los buenos servicios que prestaba la Caja de tiempo atrás la
Presidencia de la República los había afiliado.

Liquidación de la Caja de Protección social de la Policía: No obstante que la Caja de


Protección Social de la Policía estaba prestando un buen servicio a sus afiliados y había
ampliado sus servicios, se encontraba en una situación de iliquidez, que produjo demora
en el pago de las prestaciones sociales.

Esta situación se generó porque el gobierno tomaba en arriendo muchos de los


inmuebles que la Caja había adquirido para el funcionamiento de estaciones de policía,
escuelas de formación y los servicios de sanidad para los miembros de la institución,
con un canon de arrendamiento muy bajo y en ocasiones no recibía retribución alguna
por su uso. El Gobierno Nacional al incumplir con el pago de los arrendamientos de los
inmuebles de propiedad de la Caja, y al no autorizar presupuesto para la compra de los
mismos o para el pago de las prestaciones sociales, originó la liquidación y no la quiebra
como se pensaba.

El decreto 417 del 24 de febrero de 1955 dispuso la liquidación de la Caja de Protección


Social de la Policía Nacional, de esta labor fue encargado el entonces mayor de la
Policía Bernardo Camacho Leyva a quien se le designó como gerente liquidador,
actividad que inició el primero de junio de 1955 y terminó el 31 de diciembre de 1956.
De acuerdo con el informe presentado por él, el 21 de enero de 1957 ante el Ministerio
de Hacienda y Crédito Público, los activos de la entidad representados en bienes raíces,
maquinaria, equipo y otros elementos, ascendían a 16 millones 759 mil quince pesos
con treinta y seis centavos, los que fueron cedidos al Gobierno Nacional de la siguiente
manera:

A las fuerzas de Policía, inmuebles por un valor de $15.083.000 de pesos, mediante


escritura 1579 del 8 de mayo de 1956, suscrita en la notaría Octava de Bogotá. Entre
estos se encontraba el Palacio de la Policía (calle 9 entre carreras 9 y 10), edificios de la
calle 9 Nos. 10-48 y 10-60 y calle 10 No. 17-75, cuartel de San Cristóbal, finca el Recreo
(Villavicencio), cuartel de Germania, cuartel calle 39 con carrera 13, cuartel calle 11 No.
5-69, cuartel de Arauca, finca la pequeña victoria (Antigua Escuela de Carabineros, hoy
centro de estudios superiores de la Policía Nacional), clínica de la Policía (Avenida
Caracas No. 2-65 sur), Cuartel Carrera 24 con calle 12, terrenos y edificios de la
Escuela General Santander.

Maquinaria, equipo y otros elementos, por un valor de $1.174.427.58 pesos.

A la Caja de vivienda Militar, un globo de terreno que hace parte de la hacienda “La
pequeña Victoria” con edificaciones, maquinaria y elementos para la fabricación de
ladrillos, mediante escritura 4.463 del 25 de noviembre de 1955, por un valor de
$433.652.33 pesos.

Ocho casas situadas en la calle 80 con carrera 38 de Bogotá que la extinguida Caja
había adjudicado a varios afiliados, por el sistema de amortización a 20 años, por un
valor de $47.935.45 pesos (escritura 1788 del 1 de junio de 1956, de la notaría tercera
de Bogotá).

A la Cooperativa de Pensionados de la Policía Nacional se le concedieron 5 mil


acciones que la Caja había suscrito en la mencionada entidad, con un valor de
$20.000.00 pesos.

Durante la liquidación, el Gobierno Nacional debió otorgar un auxilio de $4.932.758.29,


para el pago de las prestaciones sociales y otros pasivos exigibles que estaban a cargo
de la Caja de Protección Social.

La Caja tenía como rentas propias $2.404.079.49 pesos, y saldos en bancos y caja
disponibles a 31 de mayo de 1955, $549.088.88 pesos.

Con los balances presentados en la liquidación se pudo establecer con claridad que la
Caja tenía suficientes bienes y rentas y que su administración y desempeño fueron
eficientes y prósperos, y que su capital había sido invertido en bienestar para sus
afiliados y para el servicio de la Policía Nacional.

Los servicios de sanidad se adscribieron provisionalmente a las Fuerzas de Policía, con


el mismo personal asignaciones y presupuesto con que venían funcionando.

El decreto ejecutivo 1769 del 25 de junio de 1955, para no dejar desprotegidos a los
antiguos afiliados de la Caja de Protección los hizo beneficiarios de la Caja de Vivienda
Militar.

Creación de la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía:


Todo lo anterior fue transitorio, porque el gobierno no pensaba dejar desprotegidos a los
miembros de la Policía. El mismo decreto 417 de 1955 que liquidó la Caja de Protección
social ordenó la creación de la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía.
Esta nueva entidad, con personería jurídica y patrimonio propio, tuvo como objetivo el
pago de sueldos y pensiones de jubilación del personal afiliado a ella y las demás
prestaciones que pagaba la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas Militares.

Posteriormente, el decreto 3.075 del 25 de noviembre de 1955, estableció la


conformación del patrimonio de la Caja y adicionó el reconocimiento de la cuota parte de
pensión de jubilación a las Cajas que hubieren concebido el sueldo de retiro o pensión,
con el tiempo acumulado, laborado en la Policía.

El decreto 782 del 6 de abril de 1956, reglamentó el funcionamiento de la Caja de


Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía, como una entidad autónoma, con
patrimonio propio y con personería jurídica, cuya dirección estaría a cargo de una junta
directiva y del gerente general.

Como primer gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía fue
designado Eugenio Arce Herrera, quien había sido el último gerente de la Caja de
Protección Social. Su labor principal fue la organización de la nueva entidad, para lo
cual el 23 de mayo de 1956 presentó un proyecto de acuerdo que fijaba la nomenclatura
de la Caja, creaba los cargos, señalaba sus funciones y asignaciones mensuales.

La antigua sede de la Caja se encontraba ubicada en la carrera séptima con calle 12, a
una cuadra de donde hoy atiende la Entidad.

Nacionalización de las policías departamentales: la ley 193 del 30 de diciembre de


1959, adscribió a la Policía Nacional las policías departamentales y municipales. Con
este hechos, la Caja de Sueldos de Retiro asumió una importante carga prestacional y
de asignaciones de retiro, la cual se analizará más adelante.

Policía Nacional: La Policía dejó su condición de cuarta fuerza, mediante Decreto 1.705
del 18 de julio de 1960, para convertirse de nuevo en Policía Nacional, esta importante
decisión la subordinó directamente al Ministerio de Guerra y se definió como una
institución de carácter civil, con régimen y disciplinas especiales.
Por resolución del 2 de julio de 1959, la junta autoriza al gerente de la Caja de Sueldos
de Retiro de las fuerzas de Policía para gestionar la adquisición por parte de la entidad
del inmueble de propiedad de las Compañías de Seguro de Vida S.A. y Seguros
Generales S.A., que se encuentra ubicado en la ciudad de Bogotá, carrera 7 No. 13-58,
la forma de pago del inmueble en mención será de riguroso contado. En este edificio
funciona actualmente la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
Crecimiento de la población de afiliados y valor de las asignaciones de retiro.
1960-1970:

Año Total Asignaciones Aportes %


Retirados en millones de pesos
NACIÓN CASUR

1960 623 3.0 0.0 100


1961 620 3.4 0.0 1001962 659
4.1 0.0 100 1963 7106.50.0
100
1964 780 6.7 0.0 100
1965 899 8.6 0.0 100
1966 1.005 11.5 0.0 100
1967 1.233 16.7 0.0 100
1968 1.548 19.6 0.0 100
1969 1.821 24.3 0.0 100
1970 2.219 30.3 0.0 100

Complejo Inmobiliario – Primera Torre: En el año 1963, la Caja de Sueldos de Retiro


de la Policía Nacional, durante la gerencia de Alfonso Miranda Talero adquirió los
terrenos en donde se halla el Complejo Inmobiliario Casur, en la carrera séptima con
calle 32.

En 1975 se determinó la construcción de una torre de apartamentos, con destino a los


afiliados y a los miembros de la institución; para tal efecto, se abrió una licitación pública
en 1967 en la que resultó ganadora la firma Manrique Martín e hijos Ltda.., que debía
realizar la estructura de la torre, proyectada para 28 pisos, con el nombre inicial de
Residencias Guadalupe.

No obstante, a finales de 1969, la Caja aceptó la propuesta de la cadena hotelera Milton


Internacional, para administrar la edificación como un hotel de cinco estrellas a partir del
1 de julio de 1972, hasta 1990, que pasó a ser administrado por la firma Hoteles Ltda.,
con el nombre de Orquídea Real, hasta 1997. En la actualidad lo administra la Caja
arrendándolo para oficinas y alquilando las instalaciones para eventos sociales,
culturales y recreativos.

Edificios para oficinas: En busca de mayores ingresos para la Caja, en 1961 y 1965
respectivamente, la junta directiva de la entidad decidió comprar los edificios para
oficinas, ubicados en la carrera 7 No. 13-27 y 13-41.
Posteriormente, entre 1965 y 1968 fueron comprados varios lotes en la carrera 9 con
calle 5 de Bogotá, donde se construyó un edificio destinado al Fondo Rotatorio de la
Policía Nacional, hoy ocupado por la parte operativa de la Dirección Antiextorsión y
Secuestro.

Entre 1964 y 1969 se adquirieron varios lotes en la calle 19 con carrera séptima, los
cuales durante mucho tiempo funcionaron como parqueaderos. Posteriormente, en los
años 90 estos sirvieron como base para una permuta por un centro vacacional ubicado
en la entrada principal de la ciudad de Melgar, cedido en comodato a la Policía Nacional
y que administra la Dirección de Bienestar Social, prestando excelentes servicios de
recreación.

Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional: Con decreto 1897 del 12 de


noviembre de 1969, se aprueban los nuevos estatutos adoptados por el acuerdo 004 del
23 de junio de 1969 y se dispone un nuevo nombre para la Entidad: Caja de Sueldos de
Retiro de la Policía Nacional, con el cual se le conoce actualmente.

Lo anterior, teniendo en cuenta que desde el 18 de julio de 1960 la Policía había dejado
de ser una cuarta fuerza, para convertirse en una institución de carácter civil. Por ello, el
nombre de Caja de Retiro de las Fuerzas de Policía, no era el adecuado.

Personajes destacados desde 1896 hasta 1970: Por la meritoria labor desplegada y
por su especial preocupación para mejorar los aspectos prestacionales, de protección
social y bienestar para el personal en actividad y en retiro de la Policía Nacional y sus
familias, se destacan los siguientes personajes dignos de admiración y reconocimiento.

- Dr. CARLOS HOLGUÍN MALLARINO, presidente de la República


- Comisario JUAN MARÍA MARCELINO GILIBERT, primer director de la Policía
Nacional.
- Dr. CARLOS E. RESTREPO, presidente de la República
- Dr. GABRIEL GONZÁLEZ LÓPEZ, director excepcional de la Policía Nacional.
- Dr. ALFONSO LÓPEZ PUMAREJO, presidente de la República
- Dr. ALFREDO NAVIA SANTACRUZ, director de la Policía Nacional
- General CARLOS VANEGAS MONTERO, director de la Policía Nacional
- Teniente General GUSTAVO ROJAS PINILLA, presidente de la República
- Dr. ALBERTO LLERAS CAMARGO, presidente de la República
- Brigadier general FRANCISCO ROJAS SCARPETA, comandante de las Fuerzas
de Policía.
- Mayor general DEOGRACIAS FONSECA ESPINOSA, comandante de las
Fuerzas de Policía y presidente de la República.
- Madre MARÍA DE SAN LUIS, fundadora del Bienestar Social para la Policía.
- Mayor general SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA, director general de la Policía
Nacional y gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
- General BERNARDO CAMACHO LEYVA, director general de la Policía Nacional.
-
Ejercieron como gerentes de la Caja de Protección Social coadyuvando
notablemente en su consolidación y desarrollo, los siguientes:

- Doctor AURELIO CAMACHO RUEDA 1937-1938


- Doctor FRANCISCO A. URIBE C. 1938-1939
- Doctor NICOLAS VERGARA LEYVA1939-1942
- Doctor ARCESIO CORTÉS DELGADO1942-1946
- Doctor PEDRO URIZA CORREDOR 1946-1948
- Doctor ALFONSO ESCOBAR CALVO1948-1951
- Doctor JAIME PLATA BERMÚEDEZ1952-1954
- Doctor EUGENIO ARCE HERRERA1954-1958
- Doctor ALBERTO VALENCIA BEDOYA1958-1959
- Doctor ALFONSO MIRANDA TALERO1959-1963
- Doctor FRANCISCO JOSÉ CAMACHO AMAYA1963-1971

Crecimiento de la población de afiliados y valor asignaciones de retiro

1971 – 1980. La década de los 70 marca un hito con la expedición del decreto 1048
de 1970, norma que modifica las condiciones en materia de protección social que
tiene incidencia en las finanzas de la entidad.

Durante este período se presenta un enorme incremento en el número de


asignaciones de retiro, justificado, entre otras, por las siguientes causas:

- Acumulación de tiempo de servicio en las policías departamentales y municipales.


- Reconocimiento del tiempo doble
- Falta de incentivos para que el personal en actividad continuase en servicio.
- Aumentos sucesivos de sueldos, que incrementan el valor de la pensión,
haciendo más atractiva la situación de retiro de la Policía Nacional.
Crecimiento de la población de afiliados y valor de las asignaciones de retiro
1971-1980.

Año Total Asignaciones Aportes %


Retirados en millones de pesos
NACIÓN CASUR
1971 2.542 48.9 0.0 100

1972 3.054 59.0 0.0 100

1973 4.050 82.7 11.0 89

1974 4.750 128.0 35.0 65

1975 6.795 221.3 69.0 31

1976 9.394 342.3 59.0 41

1977 11.269 710.2 81.0 19

1978 13.648 927.4 84.0 16

1979 16.473 1.365.2 84.0 16

1980 18.191 1.936.36 84.0 16

El gerente de la época, mayor general ( r) Saulo Gil Ramírez Sendoya, anotó en su plan
de política económica 1972-74 “La Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional, no
estaba preparada para una circunstancia semejante y en consecuencia se hace
indispensable que el gobierno auxilie a la entidad anualmente con una partida
presupuestal no inferior a $36.000.000”.

Por lo anterior, a partir de 1973, el gobierno inició su participación en el pago de


asignaciones de retiro de la Policía Nacional, con un 11% de su valor total, el cual ha
venido aumentando paulatinamente acorde con el crecimiento de los afiliados de casur
que está cercano a los 58.000.

SEGUNDA TORRE – COMPLEJO INMOBILIARIO: Estudios especializados


determinaron que la ciudad de Bogotá registraba una alta demanda hotelera que no
estaba cubierta, circunstancia que motivó la decisión de construir una torre con
capacidad para 653 habitaciones; el 15 de diciembre de 1979, la junta directiva de la
Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional, aprobó por unanimidad, la
construcción, dotación y puesta en marcha de la segunda torre.
Su construcción se inició en 1981, posteriormente se suscribieron cinco contratos
adicionales, tres de los cuales correspondieron a prórrogas en el plazo, finalmente la
firma responsable de la construcción incumplió el contrato, motivo por el cual, la junta
directiva de Casur decretó la caducidad administrativa del mismo el 22 de marzo de
1987 y dispuso que la interventoría procediera a la liquidación del contrato.

A partir de 1990 el Ministerio de Defensa, la Policía Nacional y la Caja crearon comités


interdisciplinarios para buscar la terminación y puesta en marcha del hotel, así como su
conservación, mantenimiento e integridad para evitar su deterioro.

Durante la última década, la Caja ha realizado todas las gestiones pertinentes a nivel
nacional e internacional, observando gran interés en las firmas por el proyecto, pero
desafortunadamente la realidad es que la difícil situación de orden público que vive el
país ha sido la causa principal para que las empresas se abstengan de invertir.

Sede social y recreativa de la Caja: En 1983, bajo la dirección del brigadier general
Luis Eduardo Castillo Amaya, la fábrica de Cementos Diamante hizo una donación a la
Caja de Sueldos de Retiro de un lote ubicado en jurisdicción de Apulo (Cundinamarca),
con el fin de que se construyera allí una sede social y recreativa para sus afiliados y
empleados. El contrato de donación se legalizó en 1988, cuando comenzaron las obras.
En el año 2003 se inició la construcción de dos cabañas para complementar el servicio a
sus afiliados.

Casa del Oficial Retirado: En el mes de enero de 1990, la Policía Nacional entregó en
comodato a la Caja una casa en el barrio Santa Bárbara de Bogotá en la calle 118 No.
19-63 con destino a la Casa del Oficial Retirado (CAORE) destinada a servicios de
salud, recreativos, sociales y culturales.

Propiedades de la Caja

- Torres 1 y 2 de la carrera 7 No. 32-16, donde funcionó el hotel Hilton y el


Orquídea Real.
- Cuatro edificios en el centro de Bogotá, en la carrera 7 No. 13-27; carrera 7 No.
13-41; carrera 7 No. 13-52; Carrera 7 No. 13-58 en el último de los cuales
funciona la Caja.
- Edificio de la carrera 9 con calle 5, donde funcionó el Fondo Rotatorio, la
Dirección de Inteligencia, la Escuela de Policía Judicial, actualmente lo ocupa la
parte operativa de la Dirección Antiextorsión y Secuestro.
- Cinco locales ubicados en el Centro Comercial Monserrate de la calle 19 con
carrera 7.
- Una casa en el barrio Polo Club, transversal 22 No. 79-87, donde funciona el
Centro Día de Casur para suboficiales, agentes y sus familias.
- Un lote en la calle 10 No. 17-75, ocupado por el Grupo de Automotores de la
Dijin, anteriormente funcionó la División de Transmisiones de la Policía Nacional.
- Dos lotes ubicados en la calle 33 No. 6-20 y No. 6-78, el primero de estos se
destinó a parqueaderos y el otro lo ocupa en calidad de comodato la Policía
Nacional con el grupo de apoyo motorizado.

Crecimiento de la población de afiliados y valor asignaciones de retiro


1981-1990

Año Total Asignaciones Aportes %


Retirados en millones de pesos
NACIÓN CASUR
1981 19.909 2.725.3 85 15

1982 21.858 3.962.4 82 18

1983 23.031 5.534.0 83 17

1984 24.497 7.298.1 92 8

1985 26.593 8.822.4 95 5

1986 28.434 10.722.5 83 17

1987 30.072 13.882.7 84 16

1988 31.586 19.893.2 83 17

1989 32.831 24.652.6 84 16

1990 34.476 34.584.4 85 15

Antes de finalizar el siglo XX, y a medida que la Caja crecía en número de afiliados y se
palpaban necesidades reales que requerían la atención por parte de la entidad, los
diferentes directores iban creando nuevos planes y programas como el Centro de
Atención al Retirado, la reestructuración de la forma de pago para facilitar el cobro de
sus mesadas pensionales por sistema bancario o estableciendo puntos de pago y el
cheque a domicilio para enfermos y discapacitados, la reincorporación a actividades
laborales por medio de una bolsa de empleo, la creación de la microempresa y
prestamos para atender necesidades urgentes. Facilitó a sus propios empleados
recreación, capacitación, préstamos para vivienda y otros beneficios sociales. Se
descentralizaron los servicios creando las Coordinaciones en el Valle, Antioquia,
Santander, el viejo Caldas y Boyacá y en los demás departamentos con apoyo de la
Policía Nacional.

Digno de especial mención, el apoyo y auxilio que prestó la Caja a sus afiliados
damnificados por el devastador terremoto del 25 de enero de 1999, que destruyó parte
del Eje Cafetero, al igual que a los afectados por la inundación ocurrida en Florencia
Caquetá, el 4 de octubre de 1999, con el concurso de todas las asociaciones de policías
en retiro del país.

Incidencia de la modernización de la Policía en el aumento de los afiliados a la


Caja.

La Constitución de 1991 reformó sustancialmente las instituciones colombianas y aportó


nuevas bases para la vida en sociedad. La Policía Nacional asumió un nuevo liderazgo
teniendo en cuenta que el país exigía una policía fortalecida en sus valores y principios,
sustentada en un alto nivel de competitividad y productividad.

Como resultado de este proceso surge el decreto 2010 del 14 de diciembre de 1992 que
facultó al director general de la Policía Nacional para retirar discrecionalmente a los
agentes por razones del servicio. Posteriormente, se expide la Ley 62 del 21 de agosto
de 1993 que permitió el surgimiento de una Policía renovada, con una nueva carrera
profesional, nuevos reglamentos de disciplina, evaluación y clasificación, dando origen a
su vez a los decreto 132, 573, y 574 de 1995 que facultaron al Gobierno Nacional,
Ministerio de Defensa y Dirección de la Policía para retirar discrecionalmente al personal
cuya permanencia resulte inconveniente para la institución por ineficiencia, indiferencia y
falta de compromiso.

Las citadas normas tuvieron una incidencia directa en el incremento del número de
afiliados a la Caja, siendo 1994 el año de mayor impacto con un ingreso de 3.269
nuevos afiliados.

La Caja asume pesadas cargas económicas.

Se impone recordar que históricamente la Caja ha tenido que reconocer


económicamente, valores que la ley y la legislación le han impuesto sin que haya
percibido los aportes por estos conceptos por parte de sus afiliados, circunstancia que
ha influido poderosamente en el pasivo pensional de la entidad así:

- En la nacionalización de la Policía la Caja debió asumir el pago de asignaciones


de retiro a un alto número de oficiales, suboficiales y agentes que no habían
aportado nunca a la Caja, además de los ajustes realizados por ascensos
meritorios y nivelaciones a suboficiales de esa época.

- Tiempos dobles reconocidos al personal de la Policía por circunstancias de


orden público, que aumenta el porcentaje de asignación de retiro sin que la Caja
haya percibido aportes por estos mismos tiempos.

- Reconocimiento del tiempo de servicio militar obligatorio, de un considerable


número de personal retirado sin que la Caja haya recibido aportes por estos
períodos.

- Reconocimiento del tiempo de servicio militar obligatorio, de un considerable


número de personal retirado sin que la Caja haya recibido aportes por estos
períodos.

- Reconocimiento de tiempo como alumnos en las escuelas de formación de la


Policía Nacional sin aporte alguno a la Caja de Sueldos de Retiro.

- Nivelaciones salariales determinadas por el Gobierno Nacional y aumentos


sucesivos que incrementaban notablemente las asignaciones de retiro, sin
ingresos específicos por estos conceptos.

- Pago con recursos de la Caja de fallos del contencioso administrativo derivados


de una deficiente legislación.

- Traslado a la sanidad de la Policía nacional de 4% del sueldo básico del personal


retirado, que le correspondía a Casur.

- Pago del cien por ciento de las pensiones a los hijos con invalidez absoluta, sin
aportes especiales a la Caja, las que deben ser canceladas por varias décadas
más.

- Pago del ciento por ciento de la asignación del retiro del afiliado fallecido a las
hijas célibes, que alargan considerablemente estas pensiones.

- Pago de asignaciones de retiro del ciento por ciento a compañeras (os)


permanentes cuyo compromiso adquirieron posteriormente al retiro de la Policía,
con personas más jóvenes, que prolongan el tiempo de la asignación de retiro
(pensión) cuando fallece el afiliado.

- Falta de un fondo especial que reciba los aportes del 8% del sueldo básico del
personal en actividad, así como de los aportes mensuales del gobierno para
efectos de capitalización y rendimientos.

- Reconocimiento de sueldo de retiro en forma vitalicia y con posterior sustitución


del mismo, a retirados que únicamente aportaron a al Caja entre 15 y 20 años,
convirtiéndose para el presupuesto de la Caja en un exagerado compromiso.
Estas enormes cargas presupuestales entre otras, amerita un estudio profundo
para que la nueva legislación realice las modificaciones necesarias, con el fin de
prever el futuro que garantice el efectivo pago de este derecho a quienes con
desprendimiento y sacrificio le han servido a Colombia por tantos años. Es de
anotar también que, el Gobierno Nacional siempre ha respondido con
oportunidad y eficacia a estas obligaciones de pagar la asignación de retiro.

Modernización del Estado

Finalizado el siglo XX y a raíz del proceso de modernización del Estado dispuesto


por la ley 489 de 1998 que autorizó a la Presidencia de la República para
reestructurar el Estado y hacerlo más eficiente, el gobierno tenía prevista la
liquidación, fusión o transformación de los entes estatales que fueran
ineficientes, improductivos y burocráticos, en el listado inicial de estas entidades
estaba incluida Casur, esta circunstancia decía el director general de la época
mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes, “…nos dio la oportunidad de dar a
conocer ante el Congreso de la República, ante los Ministerios de Hacienda y
Defensa, Departamento Nacional de Planeación, Presidencia de la República,
otros organismos y la sociedad en general, la verdadera dimensión de la Caja, su
organización, sus fortalezas y servicios que la colocan como una Entidad modelo
dentro de su género. Después de esta situación de incertidumbre, con
satisfacción puedo informarles que Casur ha salido fortalecida y consolidada.
Fue importante su apoyo, solidaridad y sentido de pertenencia, con lo cual se
confirma que Casur es el segundo hogar del Policía…”

Plan Estratégico Integral

Iniciado el nuevo milenio se estableció un ambicioso plan estratégico integral con


el fin de fortalecer a Casur como una institución sólida y efectiva en el
cumplimiento de sus responsabilidades, determinando su misión, visión, valores
corporativos, políticas y proyectos, interesante trabajo que con el paso del tiempo
empezó a cosechar sus frutos. La creación de la Subdirección de Bienestar
Social (4 de noviembre de 1998) sin lugar a dudas fue el mejor acierto por la
incidencia en la solución de los problemas que aquejan a la familia policial en
todo el país con el nacimiento y consolidación de los siguientes programas:

- Preparación al retiro
- Envejecimiento saludable
- Recreación
- Reinado Nacional de la Simpatía (adultas mayores)
- Capacitación
- Bolsa de Empleo
- Pasaporte Vital
- Microempresas y cooperativismo
- Asesoría a enfermos de Alzheimer
- Centro Día
- Asesoría y apoyo a viudas (os)
- Clubes Adulto Mayor
- Integración con Asociaciones de Policías Retirados
- Voluntariado
- Formación de líderes
- Coordinaciones departamentales
- Identificación y seguimiento a casos de riesgo

Estos programas, además de ser el mayor sustento y lo que más pesó para la
permanencia de la Caja, memoraron ostensiblemente la calidad de vida del personal
retirado y sus familias.

Toda esta actividad se complemento con la simbología institucional, bandera, escudo,


lema, condecoraciones, creación de la revista Casur e impulso de los medios de
comunicación para logra una mejor participación de los afiliados, así como la creación
del Himno de Casur cuya letra es de la autoría del mayor general Carlos Alberto Pulido
Barrantes, para esa época director general de la Caja.

Se aprobó el estatuto interno de la Caja mediante acuerdo No. 08 del 19 de octubre de


2001 e ingresaron a la carrera administrativa 89 funcionarios.

Crecimiento población de afiliados y valor asignación de retiro 1991 – 2002.

Año Total Retirados Asignaciones en Aportes %


Millones de pesos
NACIÓN CASUR

1991 36.027 4.071.48481.48 18.52


1992 37.513 59.123.559 81.76 18.24
1993 39.335 81.985.865 90.78 9.22
1994 42.604 145.380.211 84.97 15.03
1995 43.993 201.472.363 89.75 10.25
1996 46.351 271.700.523 91.98 8.02
1997 47.997 335.119.557 91.54 8.46
1998 49.134 415.578.396 91.83 8.17
1999 50.708 479.627.776 91.38 8.62
2000 52.685 536.700.946 91.69 8.31
2001 54.847 642.959.500 91.20 8.80
2002 57.076 651.262.773 92.33 7.67

Mediante un plan estratégico de sistemas en tres fases y a cinco años que culminó en el
2002, se logró colocar a la entidad en el máximo nivel tecnológico en informática,
mejorando notablemente el servicio a sus afiliados y la eficiencia de Casur.
Digitalización en el año 2001, se realizó la digitalización de más de 55.000 expedientes
prestacionales que garantizan rapidez en la información y la conservación de la memoria
prestacional de la entidad.

Gerentes y directores

Durante los últimos 32 años han sido gerentes y directores los siguientes oficiales de la
Policía Nacional a quienes hoy cuando se cumple el centésimo séptimo aniversario de la
Caja, por intermedio de la Academia, les rendimos tributo de admiración y
reconocimiento por la excelente labor realizada y la permanente entrega al servicio de
los policías retirados y al bienestar de la gran familia Policial.

MG. SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA May1971- Abr1975


CR. MANUEL TULIO SALINAS CANTÍN Abr1975 - Nov1976
CR. ALOBNSO VERA JIMÉNEZ Nov1976- Abr 1981
CR. LAUREANO BURGOS VELASCO Abr1981- Ago1982
BG. LUIS ED. CASTILLO AMAYA Sep 1982- Dic1984
BG. ADOLFO LEÓN GÓMEZ ISAZA Ene1985- Dic1986
BG. JOSÉ DOMINGO MURCIA FLORIÁNEne 1987- Dic1987
BG. FABIO A. LONDOÑO CÁRDENAS Dic 1987 - Dic1988
BG. EDUARDO FAJARDO VENEGAS Ene 1989 - Mar1990
CR. GUILLERMO DIETTES PÉREZ Abr 1990 - Dic1991
CR. CARLOS A. PULIDO BARRANTES Ene 1992 - Nov1992
CR. LUIS B. MALDONADO BERNATE Dic 1992 - Ago1995
MG. RAFAEL G. MUÑOZ SANABRIA Ago 1995 - Jul1998
MG. CARLOS A. PULIDO BARRANTES Jul 1998 - Jun2002
CR. LUIS E. HERRERA ENCISO Jun 2002

Pasivo pensional

Recientes estudios elaborados por el gobierno sobre la crítica situación económica que
vive el país y concretamente con el pasivo pensional de los jubilados, señalan que el
déficit supera los 70 billones de pesos, sumas astronómicas con las que no se cuenta.
Dentro de estas mismas circunstancias se encuentra la Fuerza Pública con un pasivo de
29 billones de pesos en el que se incluye el personal con asignación de retiro de la
Policía Nacional actual y futuro.

Esta voz de alerta dada por el Gobierno Nacional ha propiciado minuciosos estudios
actuariales, debates en el Congreso, foros nacionales e internacionales, integración de
comités de estudios y equipos interdisciplinarios, con el fin de buscar la solución más
adecuada para financiera el futuro pago de las asignaciones de retiro; Casur ha
trabajado con intensidad haciendo parte de las diferentes comisiones, asistiendo a los
comités y foros, llevando iniciativas, con el fin de poder seguir atendiendo este sagrado
derecho de pagar las asignaciones de retiro que tradicionalmente hace con oportunidad
y eficacia.

El Ministerio de Defensa conjuntamente con las Fuerzas Militares, La Policía Nacional,


Las Cajas de Retiro, así como las diferentes asociaciones de personal retirado, han
asumido con mucha responsabilidad esta tarea para garantizar el presente y el futuro de
las pensiones de la Fuerza Pública, en este Ministerio se han centrado todas las
iniciativas y proyectos. Se aspira a que la legislación propuesta asegure y garantice los
recursos futuros para la estabilidad prestacional de la Fuerza Pública y de toda la gran
familia policial. Actualmente la Dirección de la Caja presentó a la junta directiva de
Casur un proyecto de Ley en el cual se propone la creación de un patrimonio autónomo
del instituto.

En los actuales momentos es muy reconfortante para todos los colombianos ver y sentir
el liderazgo del presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez, quien ha asumido
con dedicación y sin igual entrega toda la problemática de seguridad del país y la
solución de las dificultades que de tiempo atrás viene sufriendo la Fuerza Pública,
incluyendo el aspecto pensional, siendo secundado hábilmente por la ministra de
Defensa, doctora Marta Lucía Ramírez de Rincón y el mayor General Teodoro R.
Campo Gómez, director General, con el apoyo de la mayoría de pueblo colombiano, que
permiten vislumbrar un futuro despejado, naturalmente con el trabajo patriótico de la
Fuerza Pública y con el compromiso decidido de todos los policías y militares en uso de
buen retiro de Colombia.

Finalmente, deseo manifestarles que los recursos propios de la Caja y sus rentas, así
como los importantes excedentes financieros se han constituido en un valioso soporte al
presupuesto de la nación, con el que se pagan las asignaciones de retiro. La
modernización administrativa, la actualización tecnológica, el plan estratégico integral
que desarrolló la Caja y la postulación como entidad exitosa ante la Función Pública
para el premio nacional de alta gerencia, hacen de la Caja de Sueldos de Retiro una
entidad modelo entre las de su mismo género, razones para que sus afiliados,
beneficiarios y funcionarios se sientan satisfechos y orgullosos de pertenecer a ella.
LA VIOLENCIA POLÍTICA EN COLOMBIA
Y LA POLICIA NACIONAL

Discurso de orden pronunciado por el mayor ( r) Víctor Manuel


Rincón García, en la sesión especial, para tomar posesión
como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana
de Historia Policial, acto realizado en la sede de la Corporación
el día 26 de marzo de 2003.

Permítanme señores académicos y personal de la Policía Nacional en servicio activo y


en uso de buen retiro, en tan solemne acto – de un doble significado, por cuanto
además de vocación puramente histórica le advierto un trasfondo más importante aún: el
de formación de las futuras generaciones de policías, hoy representados por alumnos
de las diferentes escuelas-, que llegue al sentimentalismo y a la emotividad, al evocar a
mis primeros profesores de historia de Colombia: en la primaria y en mi Chía natal a don
Julio César Caicedo Manrique, quien me introdujo en este apasionante estudio con sus
múltiples lecciones épicas, donde aparecen nuestros principales héroes a través de la
Conquista, la Colonia, la Independencia y la época de formación de nuestra República,
hasta la década de los años cincuenta y quien nos hiciera memorizar bellas páginas en
prosa y verso, como “La última proclama del Libertador Simón Bolívar”, y la “Despedida
de la patria”, de don José Eusebio Caro, de una parte, y posteriormente el actual
vicepresidente de nuestra Academia, el corone Bernardo Echeverri Ossa, quien en sus
constantes arengas nos invitaba a emular a los más nobles y altruistas patricios, durante
nuestro bachillerato en la inolvidable Escuela de Cadetes de Policía General Santander
y, quien por su parte nos hiciera aprender al pide de la letra y con la más correcta
pronunciación: “El juramento de Bolívar en el Monte Sacro”, junto con otras bellas piezas
histórico – literarias, en los primeros años de la década de los sesenta del siglo
retropóximo, y finalmente, don Alberto Lleras Camargo, quien tras ejercer en dos
ocasiones la Presidencia de la República, la primera como encargado y la segunda
como titular y como primer presidente del Frente Nacional, se fue a Chía a ejercer como
concejal municipal, a trabajar incansablemente por el entonces pueblito de sus mayores,
que escasamente llegaba a los 10.000 habitantes, y quien fuera el pionero para
desinteresadamente transformarlo en el polo de desarrollo de la sabana norte de
Cundinamarca que es ahora, con sus más de cien mil habitantes y el altísimo índice de
crecimiento, dándonos la mejor lección de desprendimiento y de amor a un terruño.

La historia no ha de ser simplemente una narración pintoresca, donde se reviva el


pasado, creando súper- héroes, sino algo más formativo y completo, como un conjunto
de comentarios que elaboran la realidad de los hechos. Labor dispendiosa y difícil, por
cuanto la complejidad de los acontecimientos va aumentando a medida que avanzamos
en el decurso de los siglos.

Por ello, no puede concebirse una historia maquillada, arreglada o como una
enumeración seca y monótona de los acontecimientos del pasado, narración adornada y
literaria, en la que el estudioso llevado por la imaginación o por las pasiones, descuide
tal vez documentarse con exactitud o acomode los hechos, dejando de ser
rigurosamente imparcial o se limite a realizar la defensa de sus intereses políticos o
personales, sin deducir conforme correspondería la verdad verdadera, buscando la real
conexión de las causas, con los hechos y sus consecuencias e implicaciones hacía el
futuro constructivo, donde se cumpla, además una labor pedagógica hacia las futuras
generaciones, sin ídolos de barro, sino personajes de carne y hueso, con cualidades y
defectos, que muchas veces se equivocaron de buena fe, pero que en ciertos casos se
dejaron llevar por mezquinos intereses, como lo hemos visto con frecuencia en los
últimos años.

Quedaría incompleta esta introducción, si no dedicara algunas reflexiones sobre la obra


más importante escrita hasta nuestros días: La Biblia y su relación con la Historia, pero
que sea el sacerdote español Jesús Sanclemente Ideazabal, quien en la 25ª edición de
su obra Iniciación a la Biblia para Seglares, Editorial Española Desclée de Brouwer,
Henao.

Bilbao – 91.990, Págs. 65 a 67, nos precisa: “la religión judeo-cristiana está
esencialmente vinculada a la historia. Muchas figuras rigurosamente históricas (p. Ej.
Abraham, Moisés, los profetas, Jesús, su Madre, sus apóstoles) y multitud de hechos,
también históricos, han sido portadores del mensaje religioso, y Dios se ha servido de
ellos para revelarse a los hombres. Por eso los símbolos de la fe israelita y cristiana
contienen una serie de hechos reales que son objeto de fe”.

Jean Daniélou, en su libro El misterio de la historia, dice acertadamente: “el cristianismo


es, en primer lugar, un suceso histórico: la encarnación de Jesucristo. Y con esto se
nos hace ver que no es lo esencial de la revelación cristiana el hacernos conocer la
existencia de un Dios – también otras religiones lo han conocido -, sino mostrarnos a un
Dios que obra en el tiempo, que penetra en la historia de los hombres, de un Dios cuyas
intervenciones constituyen actos decisivos”.

Desde la creación hasta la resurrección de Jesucristo, pasando por la elección de


Abraham, la revelación cristiana es la de una historia sagrada. La Biblia es el
documento de esta historia. Y es muy digno de observarse que entre todos los libros
sagrados, sólo la Biblia es una historia y no (únicamente) una exposición de doctrina.
Sin embargo es menester conocer las características propias de la historiografía bíblica,
para entender mejor lo que el autor nos ha querido decir. Se impone, pues, el
conocimiento de los géneros literarios dentro del mismo terreno de la historia”.
La violencia en Colombia

Ha sido una constante desde los mismos albores de la República: rebeliones,


conspiraciones, atentados, insurrecciones, alzamientos, confrontaciones políticas,
escaramuzas, magnicidios y guerras civiles por toda la amplia geografía patria y en
todos los años y en los dos últimos siglos, hasta nuestra época actual. Sobre esta
temática, en su escrito “La Policía Nacional y la violencia en Colombia” el coronel
Ramiro Rincón Rincón, en el cuaderno histórico No. 4 Pág., 47 y 83 – 1997, registra tras
un recuento cronológico: “Pero no es este el final de las guerras y menos de la violencia.
A partir de esta fecha surgen una cadena interminable de conflictos, de los cuales
podemos enumerar 112, entre escaramuzas, guerras, guerrillas y acciones provocadas
algunas veces por ambiciones de poder o por pasiones políticas, serie que viene a
cerrarse con la gran contienda, La guerra de los Mil Días y con ella la batalla de Palo
Negro.

Pero voy a centrar este análisis a los últimos cincuenta años, sobre los cuales monseñor
Germán Guzmán Campos, en su obra La violencia en Colombia (ediciones Tercer
Mundo, número 12 – 1962), señala que por muchos años más las huellas de la violencia
en Colombia, serán referencia para dirigentes, sociólogos y criminólogos. Para toda
nuestra sociedad, este problema y sus múltiples consecuencias son un hechos
peturbante, el más grave peligro que hemos vivido, algo que no puede olvidarse ni pasar
inadvertido por cuanto partió desde machetes hasta genocidios, marcando nuestra
propia idiosincrasia.

“Su estudio debe ser objetivo como campanada que hiera la sensibilidad patria y nos
obligue a pensar muchas veces antes de estimular el cielo de la destrucción inútil y de la
sevicia exagerada que se inició en 1949, podrán darse cambios radicales sin tanta
crueldad y sin el inútil sacrificio humano. Claro que necesitamos la transformación
social, pero como hombres y no peor que bestias salvajes”.

Las facetas del problema son múltiples y de varias teorías explicativas en las cuales se
concluyen responsabilidades por acción y omisión de todas las esferas del componente
social colombiano y en donde la llamada “guerra sucia”, ha tenido un papel decisivo
pero negativo el cual no ha sabido responder la dirigencia del país que se ha
caracterizado siempre por ser inferior a sus deberes y funciones y nos ha conducido
hasta donde todos nosotros conocemos, ante una inercia generalizada de gobernantes
y gobernados, como si ese fuera e mejor método para combatir nuestra excesiva
explosión demográfica, la cual no hemos podido enfrentar en otra forma. El Estado y los
desprestigiados partidos políticos tradicionales iniciaron este proceso destructor que se
les salió de las manos y en el cual hoy tímidamente se empieza a actuar en su
necesario enfrentamiento, para rescatar desde las buenas costumbres y el respeto a la
vida hasta la economía, a partir de las más elementales posibilidades de trabajo.
Víctimas hemos sido todos, pero especialmente el campesinado y las clases sociales de
abajo, quienes han tenido que vivir esa nefata violencia y sentir sus crueles
consecuencias, de cuya responsabilidad no se escapa ni la jerarquía católica, con
alguna participación y en ocasiones con su silencio cómplice.

En la Policía Nacional, las situaciones difíciles y que en su momento han hecho crisis en
la vida institucional, han sido múltiples por los procedimientos equivocados del personal
uniformado especialmente, mencionemos algunos de ellos:

El asesinato de Francisco A. Pérez, alias “Mamatoco”, a mediados de julio de 1943; la


participación en la revuelta con motivo del asesinato de líder Jorge Eliécer Gaitán, mejor
conocida como “el Bogotazo”, el 9 de abril de 1948, y, para detallar la última que haré
mención con algunas de las frases del editorial de El Tiempo, en la fecha
conmemorativa de los cincuenta años del nefasto acontecimiento, así: “El 6 de
septiembre de 1952, un centenar de agentes de la Policía del régimen de Laureano
Gómez, disfrazados de manifestantes, asaltaron e incendiaron las oficinas y los talleres
de El Tiempo y El Espectador, la sede de la Dirección Nacional Liberal y las casas de
los doctores Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, que quizá sean
recordados hoy sólo por unos pocos sobrevivientes de aquel día aciago, y acaso para
las generaciones presentes que tan pocas bolas le paran a la historia, carezcan de
especial significado.

“Todo ocurre en medio del clima de censura e intimidación oficiales, de amenazas


partidistas y de persecución política, que produjo un régimen con la pretensión de
imponer una hegemonía que borrara a sangre y fuego los principios encarnados
entonces”. Hasta aquí la aseveración reciente hecha en el editorial de El Tiempo.

A continuación algunas anotaciones efectuadas por el coronel Bernardo Echeverri Ossa,


integrante de la Academia. “Es una lástima que a pesar de tristes experiencias, aún
sobreviva el sectarismo que tantos males nos ha causado. Las cosas fueron de otra
manera. Vivía el país una contienda sulfurosa por el furor partidista. Las dos
colectividades tradicionales no pueden negar que por turnos en el poder, hundieron al
país en repugnantes luchas fratricidas. Aquel 6 de septiembre por sus tiempos
anteriores y posteriores liberales y conservadores estaban enfrentados en una
carnicería salvaje. La Policía Nacional combatía por imponer el orden. En el Tolima era
donde había adquirido mayor fuerza la guerrilla liberal y después de saqueos y muertes
en la población civil le tendieron a la Policía una emboscada donde fueron masacrados,
con horrendas desfiguraciones, seis de sus miembros. La Presidencia de la República
autorizó que aquellos cuerpos recibieran sepultura en Bogotá, para mostrarlos como
mártires de la violencia.
La noche anterior al sepelio unos conservadores se reunieron en Chocontá para
organizar una manifestación de dolor y mover al ambiente contra el liberalismo
aprovechando el ánimo conturbado de la ciudad. Fue así que salida la gente del
cementerio, muchos marcharon con destino a la Plaza de Bolívar. De pronto se perdió
el control y personas extrañas impartieron la consigna de los incendios.
La Policía en ningún momento tomó parte en la escabrosa empresa. Sin embargo,
como la mejor manera de ofender a un gobierno y desacreditarlo es apelar al triste
expediente de mostrar la institución policiva envuelta en actos desdorosos, se hizo
correr la infame especie, en días posteriores de los “policías disfrazados”. Fue pues una
burda calumnia, que como todas hizo carrera en las mismas condiciones que con
frecuencia ocurre con la Fuerza Pública en su lucha contra el terrorismo y la violencia.
En todo caso, nunca se comprobó aquella participación endilgada alevemente contra la
Policía. Sólo había sido un arma innoble de combate contra el gobierno.

Con estos tristes episodios de nuestra vida nacional, ya también los conservadores
habían sido antes víctimas en Bogotá y otras ciudades, escogidas aquellas entre
preclaros jefes de esa colectividad, la casa del doctor Laureano Gómez fue incendiada,
reducida integra a cenizas, con pérdida de su biblioteca. El periódico El Siglo también
fue devorado por las llamas. En Manizales el líder conservador Gilberto Alzate y José
Elías del Hierro, en Pasto, sufrieron los incendios de sus propiedades. Era pues la
siniestra competencia jugada por los pirómanos de ambas colectividades.

La diferencia entre estos afectados por el vandalismo radicó posteriormente en que el


gobierno del general Rojas Pinilla indemnizó a los liberales por las pérdidas sufridas en
los incendios, mientras que a los conservadores les brilló por su ausencia el generoso
reconocimiento.

No es justo que pasados tantos años se manche el nombre de la Policía con datos
alterados de aquellas fechas del sectarismo liberal-conservador que vivió tristemente la
República y cuya escritura fue inspirada por la más hirsuta secta de partido en ofensa y
venganza contra el régimen de turno. Aquella responsabilidad la deben asumir los jefes
de ambas colectividades, muchos ya en la tumba y otros que aún tiene la oportunidad
de pedirle perdón al país por sus desvíos”.

La historia de esos años está llena de episodios que en buena medida desconocen las
generaciones presentes. A pesar de que la sangre que corre por la Colombia de hoy no
es separable de las profundas heridas que abrieron el sectarismo y la violencia política
de aquella época. Sociedad que no aprende de la historia está condenada a repetirla.

Por eso es necesario recordar lo sucedido en esa fecha en Bogotá. La remembranza y


el significado de esos amargos hechos, deben ser lección para que jamás se vuelvan a
repetir. Qué contrarios fueron los lamentables hechos que acabo de citar, a las
lecciones que sobre la Policía, diera el presidente Alberto Lleras Camargo en 1946,
presidiendo la graduación de una promoción de subtenientes de la Policía Nacional, en
su calidad de primer mandatario encargado, quien según cita del mayor ( r) Amadeo
Rodríguez Zapata, en su obra Bosquejo histórico policial de Colombia, Policía Nacional,
1.9 – Págs., 277 y 278, cuando el gran estadista manifestó: “El funcionario de Policía
tiene que conocer y que respetar los derechos de los colombianos, los cuales están en
resumen en la Constitución. Claro que no basta su lectura para saber los límites y
esfera de nuestra acción. Quien pertenece al cuerpo de Policía tiene que saber mejor
que la inmensa mayoría de sus compatriotas, cuál es la ley y cómo opera. Y tiene que
ser ante todo, un maestro de su pueblo. La misión de la Policía es la más alta, la más
noble, la más importante, porque para la inmensa masa humana la única autoridad con
la cual se encuentra a diario y que representa para ella todo el poder, es la Policía. El
gobierno para muchos de nuestros compatriotas, no es sino la Policía y habrá buen o
mal gobierno, arbitrario o justo, según opere la Policía. He ahí la responsabilidad que
ustedes reciben con su grado”. Hasta aquí la cita.

El general Bernardo Camacho Leyva en su conferencia La política en la Policía Nacional


señala: Así estaban la cosas cuando el 9 de abril de 1948, a la una de la tarde, fue
asesinado el doctor Jorge Eliécer Gaitán, jefe indiscutible del Partido Liberal, tribuno
popular y poderoso jefe a quien seguían fervorosamente las masas y con ellas un
altísimo porcentaje de miembros de la Policía. El caos se apoderó del país muchas
emisoras de radio en manos de los dirigentes revoltosos difundían consignas al pueblo
con el fin de revocar al gobierno; hasta se llegó a afirmar que el doctor Gaitán había sido
asesinado por la Policía, lo cual contribuyó a exasperar los ánimos en las filas de la
institución, donde muchas unidades de oficiales y tropa no dudaron en sublevarse y lo
hicieron ingresando con las armas oficiales a la huestes populares que enardecidas e
incitadas por las arengas de las emisoras rebeldes, iniciaron el saqueo del comercio y
de las oficinas gubernamentales que fueron destruídas e incendiadas, así como lo fue la
residencia de la Nunciatura Apostólica. Bogotá, la ciudad más afectada por la revuelta
que se atribuía a la influencia comunista, fue por pocas horas sede de una junta
revolucionaría que se instaló en la 5 división de la Policía, junta que integraron, entre
otros, el propio comandante, el capitán Tito Orozco Castro y el hoy dictador de Cuba
Fidel Castro, que por esos días se encontraba haciendo proselitismo en el país.

“La Policía Nacional no tenía ni muchos menos el poder que hoy ostenta, las policías de
los departamentos, aunque se denominaban nacionales, eran simples organizaciones
desarrolladas por los gobernadores y alcaldes y todas de sabor estrictamente político”.

“Debe anotarse que la decisión no solo fue por causa de la política falló el mando de las
unidades, pues muchas carecieron de comandantes suficientemente capaces. Estaban
bajo el mando de abogados comandantes de aquellos que en 1943 fueron incorporados
a la Policía como consecuencia de la crisis que desató el asesinato de “Mamatoco”.
Quizá otra hubiera sido la actitud de la Policía el 9 de abril si aquellos oficiales dados de
baja injustamente en 1943, hubieren estado al frente de las unidades que destacaron”.

Por su parte el doctor Horacio Gómez Aristizábal, en su obra Decadencia del pueblo
Colombiano, edición 4 de editorial Plaza & Janes, página 141, hace la siguiente cita:
Violencia sectaria. “El gobierno y Olaya personalmente – escribió Roberto Urdaneta
Arbeláez-, hicieron todos los esfuerzos imaginables para estancar la sangría, y las
directivas laborales cooperaron con el ejecutivo en el mismo sentido, pero el hecho
continuó y empezó a reabrirse el abismo entre los dos partidos y a germinar el ánimo
vengativo que habría de traer, en futuro cercano, días aciagos para la Nación.
Producido el primer ataque sangriento de liberales contra conservadores o viceversa, el
proceso se desarrollaría automáticamente; vendría entonces el deseo de venganza y
quedaría urdida la cadena de la violencia, que sería imposible de romper” (El
materialismo contra la dignidad del Hombre, Bogotá, 1958, Pág. 826).

La obvia limitación del tiempo en esta solemne sesión, desde ya me impone una
obligación con todos ustedes señores académicos y compañeros policías de todos los
grados: profundizar la investigación histórica y exponer en la próxima ocasión, que sea
determinada por las directivas de la Academia, su necesaria complementación.

Una última reflexión: Si nuestra Policía Nacional, ha sido identificada a través de estos
últimos años, como la fuerza incondicional de los regímenes gubernamentales de turno,
¿por qué ahora se dice que con tal o cual nombramiento, se la quiere politizar?, ¿no
será lo contrario, que todos nosotros debemos aunar esfuerzos por seguirla tecnificando
y despolitizarla definitivamente a mediano y corto plazo?

MEMORIAS
ESCUELA DE POLICÍA RAFAEL REYES
Discurso de orden pronunciado por el coronel Luis
Alberto Guevara Díaz, en la sesión solemne
convocada para crear el Capítulo de Historia Boyacá,
de la Academia Colombiana de Historia Policial, acto
realizado en el auditorio del instituto docente, en
Santa Rosa de Viterbo, el día 25 de abril de 2003.

Reunidos en este monumental e histórico edificio, el que en tiempos ancestrales fuera el


epicentro de la formación de los siervos del Señor, hoy convertida con antología en el
ágora de la doctrina y la promoción de los valores institucionales a las nuevas
generaciones policiales, al igual que muchos hijos de esta bella tierra, no quiero
referirme a las fechas y personas que hicieron posible esta histórica realidad llamada
Santa Rosa de Viterbo, Villa Republicana y a su interior la colosal Escuela de Policía
Rafael Reyes, sino rememorar a todos ustedes algunos eventos propios de nuestro
devenir en el tiempo, centrados en los hechos anecdóticos que aún se mantienen en la
memoria de los más experimentados y que se han venido trasmitiendo de generación en
generación en cálidas tertulias familiares.

Enclavada en la montaña de la milenaria Santa Rosa de Viterbo, señorial lugar de la


gobernación del Cacique Tundaza, que en antagonía con la mayoría de las poblaciones
de la región, las cuales poseen nombres de lingüístico origen aborigen, esta ilustre
municipalidad, cuna de aguerridos indígenas, es distinguida por emular un nombre
religioso de origen itálico, fiel reflejo del amor y respeto por la palabra divina manifiesta,
aún en nuestros días por sus habitantes.

Y es que la historia ha sido benévola con esta tierra enriqueciéndola de quimeras que
aún hacen parte de las reuniones de los contertulios, propios y extraños, sobre las
versiones con respecto a la anécdota del monje que se paseaba por los predios de la
finca La Tusculana, nombre con que fue distinguida la propiedad donde hoy nos
encontramos congregados, construcción de los señores Narciso y Joaquín Rico, dotada
de gran belleza y colorido floral con esplendorosos jardines en la entrada, gradas largas
enladrilladas y paredes de tapia pulverizada en fiel armonía con la naturaleza
circundante; de otro lado, la historia de los tesoros enterrados en 1873 cuando por
orden del general Mosquera fueron desterrados de Colombia los religiosos jesuitas a
quienes se les dio un plazo de solo tres días, entonces un padrecito recogió en baúles
todas las riquezas que existían en poder de esta congregación religiosa, entre las que
podemos señalar anillos, esmeraldas, coronas, las custodias, las vinajeras, los cálices,
las monedas y otros objetos de valor que hacían parte de las ofrendas que adornaban
las imágenes; y a lomo de bestia se trasladó al convento de las Clarisas existente en
Santa Rosa de Viterbo, enfermando hasta morir y desde entonces cuidaba celosamente
su entierro, alejando los visitantes de tal forma que quien llegaba a la hacienda no
amanecía en ella porque era duramente maltratado.
Denominada también La Quinta, sitio al cual acudían los pobladores y visitantes en días
soleados con el fin de bañarse en las albercas, los caños y las caídas de agua que
nacían desde las entrañas de su suelo, esta edificación estaba construida por una
estructura en forma de pagoda de tres pisos y en este último una barranca en la cual se
ubicada la figura del Sagrado Corazón de pie, figura que sobre los años 1919 y 1920 fue
el motivo de encantó del padre Jesús María Fernández y otros religiosos quienes
provenían de La Ceja, Antioquia y que se trasladaban a esta región con el ánimo de
observar qué ofrecían las tierras de los municipios de Sogamoso, Duitama y Santa
Rosa, que permitiera la construcción de un noviciado; sintiéndose maravillados por la
belleza del paisaje y la majestuosidad de la edificación, no obstante las importantes
ventajas que ofrecían los demás municipios de la región, se escogió este sitio para crear
la sede del noviciado de la Compañía de Jesús.

En el año 1921, después de la compra de la finca por parte de un sacerdote de apellido


Fonseca, el cual no duró ni una sola noche por cuanto a las tres de la mañana se fue del
miedo y maltratado por los golpes propinados por “el fraile”, se inician los trabajos para
la construcción de esta edificación. En ese entonces los predios de la finca por el sector
de lo que es hoy e día la vereda Egipto, daban una cuadra más arriba de los linderos de
la escuela mirando hacia la quinta Tusculana, los habitantes vieron cómo se iniciaba la
perforación de hoyos y se sacaba tierra, barro y mucho agua; dado su alto nivel freático
se hicieron zanjas formándose como una quebrada que después se fue canalizando.

Cuando los jesuitas empezaron a trabajar lo primero que hicieron fue extender piezas,
contaban con su propia ebanistería y con diversas donaciones como la de un médico de
apellido Pedraza quien regaló un horno para la elaboración de bloques de arcilla
denominado el chircal; en quebrada arriba les regalaron un pedazo de loma donde
había piedra de cemento, los vehículos que les regalaban como una volqueta marca
Hengel alemana; o la hacienda que regaló un rico soltero; otro rico regaló media
montaña holgada en madera de cedro, madera de clavo, la que utilizaban para cercas,
de cada tronco se sacaban cuatro postes, en 1949 se pagaban esos palos a cincuenta
centavos.

Catalanes y Vascos de origen, los jesuitas eran ingenieros constructores, pero el


arquitecto fue el hermano Vega, un hombre de campo de Sogamoso quien ingresó
como religioso y estudió en escuelas internacionales por correspondencia logrando
asimilar de manera profunda su conocimiento que construyó este edificio y sean testigos
de so solidez y resistencia.

Los jesuitas en ese tiempo tuvieron unos 120 ensotanados, podían ser de doce años y
después hubo un momento que fue teologazo, había aproximadamente treinta curas de
misa y había para repartir a todos los pueblos, los hermanos se organizaban y les
enseñaban todos los sábados y domingos. La instrucción impartida permitió que casos
como el de un señor que le regalaron un libro de botánica, se volvió e médico del
pueblo; se llamaba Maximino y se aprendió todo de memoria, llegando a atender aun a
la hermana del médico Santos Ríos quien venía a que le recetara este yerbatero y fuera
de eso era el médico general de los campesinos.
Cuando le entregaron la finca a los jesuitas, tenía en sus alrededores viviendas, predios
que fueron adquiridos por la comunidad religiosa, llegando los terrenos a ser tan
extensos y autosuficientes que se encontraba con cantera, el padre Sánchez decidió
vender esta propiedad por cuanto consideró que en La Ceja, tenían una casa como la
de aquí y el número de estudiantes no era suficiente y que podían funcionar con los que
salían de La Ceja por cuanto estos eran de Nariño y Antioquia, región donde la vocación
sacerdotal se hacía más evidente representando mayor economía. El padre Gallo
contaba que el había estado aquí estudiando, en esa época, habían treinta padres de
misa que iban a los pueblos haciendo actos culturales, por ejemplo una demostración de
elementos químicos, el padre Carlos Ortiz manipulando el vidrio y diluyendo ácidos, las
conferencias eran científicas y ello con lo relacionado en lo religioso, cuando ellos
llegaron eran como cinco de los más importantes en su estudio para mirar algún
religioso de ellos era el padre Fernández el que determinó, debió venir con tres
hermanos más que no eran estudiados e la cuestión de vocación de cura.

La construcción de este edificio demoró alrededor de veinte años, a raíz de eso el


pueblo les debe mucho de enseñanzas de gente tan preparada como el señor Jiménez,
quien hizo el arco principal del teatro, cada cosa tenía su técnico, también había venta
de libros, a los adultos se les daba una instrucción de cómo mantener la cría de
animales, como también con la ayuda del doctor Alfonso Muñoz Alvarado quien estaba
de director de Agro Energía, se logró la consecución de un motor de ciento diez
caballos.

La mano de obra de la construcción se cancelaba de la siguiente manera: los jesuitas


pagaban la tercera parte del sueldo ordinario que era alrededor de diez centavos y
enseñaban a los hijos de la gente del pueblo; de este servicio se logró preparar, entre
otros mecánicos, ebanistas y arquitectos.

En 1931 se publicó un periódico en manuscrito denominado “Vacaciones con


caricaturas” y en 1951 se publicó otro titulado “Nuestra tierra”. En ese entonces un
profesor que esta todavía en Duitama que se llama Patricio Jiménez, sacó un folleto que
dice cuántas hectáreas y área de construcción, cuantos manantiales estaban dando
siete millones y el municipio tendría unos cuatro; un abogado llamado Agustín Gómez,
quería comprarla para hacer una universidad, lo que hoy en día conocemos como la
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (U.P.T.C.).

Infructuosos fueron los esfuerzos de la comisión conformada por el doctor Aúnsas,


estaba el doctor Corzo, estaba José Antonio García, que era el alcalde ante el padre
Sanín, quien era el superior de la compañía y se encontraba en Bogotá esperando el
dinero de la transacción pidiendo una retribución por haberle brindado las tierras de
Santa Rosa, le colaboramos con la gente, era de esperar una recompensa para la
iglesia y el colegio habiendo manifestado que para ellos, que lo había pensado y que les
iba a dar una participación significativa que cuando supieran que el gobierno le pagara,
pero nunca se recibió.
Llegaron unos 170 estudiantes, unos padres que eran tercerones pero que estaban en
teologazo y los superiores que ya habían recibido esas enseñanzas, el padre
Hernández organizó unos retiros de San Ignacio de nueve días, de ahí salieron dos
religiosos, uno de ellos esta en el Ecuador.

La comida era excelente, pero ahí estuvieron grandes religiosos porque, por ejemplo,
Pedro Piedrahita toda la vida contador de Bavaria, el era uno de los hermanos que iba a
hacer doctrina y una vez salió a caminar y una muchacha le ofreció una arepa de campo
y vino a ser su esposa, se hacían reuniones de hombres, mujeres y niños, se convocaba
a los jóvenes a lo que ellos llamaran la cruzada eucarística la cual se realizaba en estas
instalaciones, aquí se realizaban los estudios de prenoviciado al cual lo enviaban a la
Escuela Apostólica del Mortiño ubicada en Zipaquirá y otra ubicada en La Ceja, cuya
duración era de un año, luego dos años de noviciado, dos de juniorado; posteriormente
se adelantaban dos años de filosofía, dos de teología en una edificación en Bogotá en la
65 con novena y se esperaba entonces el ordenamiento

Pasaron algo más de cinco décadas, tiempo en el cual la administración y cuidado de


esta edificación estuvo en manos de los monjes jesuitas hasta el momento crucial en
que por la intervención de padre Sanín, la anuencia del entonces presidente de la
República, doctor Misael Pastrana Borrero, y siendo director de la Policía Nacional el
mayor general Henry García Bohórquez, se realizó la compra de estos terrenos por la
suma de siete millones ($7.000.000,00), transfiriéndolos mediante escritura pública
número 8059 del 15 de noviembre de 1973, para posteriormente, mediante decreto
2442 del 28 de noviembre del mismo año, se dio vida jurídica al funcionamiento de la
escuela de agentes profesionales Rafael Reyes, destinada a la formación, capacitación
y especialización de agentes de policía, posteriormente a la formación de suboficiales y
miembros del nivel ejecutivo, entregándose al servicio de la comunidad. Su primer
director fue el teniente coronel Oscar held Klee, con quien se inició el acondicionamiento
y disposición para la formación; hoy en día, después de 29 fructíferos años de servicio,
el direccionamiento de 25 directores, la graduación de 34.914 policías entre los que
contamos 68 cursos de agentes con un total de 22.528 en este grado, 28 promociones
de patrulleros con 6.292 profesionales de policía y 25 cursos de auxiliares regulares con
6.094 egresados.

En la actualidad la escuela alberga en sus instalaciones 529 alumnos y 480 auxiliares


regulares en formación, con los cuales seguimos cumpliendo la sagrada misión
encomendada en la formación de las futuras generaciones de policías y del servicio a la
comunidad.
LA POLICÍA Y EL 13 DE JUNIO DE 1953

Discurso de orden pronunciado por el doctor Darío Vera


Jiménez, Miembro Correspondiente de la Academia
Colombiana de Historia Policial, en la sesión especial
conmemorativa de los hechos que produjeron el advenimiento
de las Fuerzas Armadas al poder, acto realizado en la sede de
la corporación el día 18 de junio de 2003.

¡Qué tiempos aquellos! O utilizando un giro del latín, diríamos: Oh témpora, oh mores!

La verdad, es que la paz ha sido esquiva para Colombia. En una recurrente e irracional
conflagración interna, el país ha perdido a sus mejores hombres y su derecho a
empinarse en Suramérica, por múltiples razones, como uno de los grandes. Modestos
campesinos que nada han tenido que ver con el conflicto socio-político, han caído
también para sembrar de cruces los campos de la patria.

El invasor español arbitrario y fiscalista, llevó al patíbulo a la aguerrida insurgencia


comunera. Así cayeron José Antonio Galán, Alcantuz y Manuela Beltrán. El mismo
invasor siguió sacrificando uno a uno de nuestros héroes de la Independencia. Ellos
entregaron sus vidas en defensa de lo que le es más sagrado al hombre: la libertad.

Un mundo de ingratitud y de egoísmos llevó a la tumba al más aguerrido y luminoso


hombre de América: Simón Bolívar. “Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la
sombra cuando el sol declina”, exclamó un cura de almas, José Domingo Choqueuanca
en Cuzco del Alto Perú.

A la muerte del Padre de la Patria, aparecen los partidos políticos que se trenzan en una
lucha feroz por el poder. Tomás Cipriano de Mosquera, luego de estimular guerras
expansionistas, convoca el Congreso de Rionegro en 1863. Asistieron sólo delegados
del radicalismo liberal. Aquí se aprueba la expulsión de los jesuitas y la ley de “manos
muertas” contra los intereses de la iglesia. Rafael Núñez, que oficiara de secretario de
este sectario cónclave político, abandonó la Convención, pues intuía que sus decisiones
herían el alma nacional.

Y así ocurrió. Siendo presidente Núñez en 1884, en presencia de la anarquía política


reinante, estimuló una coalición política integrada por los grandes patriotas de la
nacionalidad, entre ellos Miguel Antonio Caro, pensador y lingüista conservador.
Convocado entonces un Congreso Constituyente, de aquí nace la celebérrima
Constitución de 1886, Carta Política que resistió los rigores de un siglo de existencia,
sometida a las reformas socio-políticas que la evolución de los tiempos imponen.

Rafael Núñez, seis veces presidente de Colombia y autor de la letra de nuestro Himno
Nacional, exclamaba en el Congreso de Delegatarios: “Regeneración o catástrofe”.
Desde entonces la beligerancia liberal tildó a Núñez como “volteado”. Aún resuena la
frase de Núñez: “la Constitución de Rionegro ha dejado de existir, sus páginas
manchadas se han disuelto entre las llamas de la humareda”.

Los perdedores no se resignaron al ejercicio de una oposición civilizada. Sobrevino


entonces la guerra de Los Mil Días, entre liberales y el gobierno conservador de
Sanclemente y Holguín. Esta inútil contienda de hermanos, dejó al país postrado en el
dolor de los sepulcros y en la desesperación económica.

Aparece sobre las ruinas la estampa ciclópea del general Rafael Reyes, figura no
comprometida en la hecatombe de la guerra de los Mil Días. Llega el poder a
administrar ruinas. Su compleja tarea de gobierno, se hace más ardua con la pérdida de
Panamá en 1903, hecho que deja a Colombia debilitada y adolorida.

Reyes inicia su gestión, que investigadores e historiadores califican como uno de los
períodos presidenciales más destacados que Colombia ha vivido.

Para mermarle beligerancia a los partidos, esbozó la frase “mas administración y menos
política”.

Todo redentor muere crucificado: Cristo, Ghandi, Luther King, Gaitán, Gómez Hurtado.
Los grandes de la historia entienden que sin orden, sin justicia, no hay libertad. Sobre
estos parámetros se construye la paz. Cuando Reyes se proponía estos nobles
objetivos, se atentó contra su vida. Instaurada la pena de muerte para los crímenes
atroces, los confesos comprometidos en el magnicidio, que por fortuna no alcanzó a
cumplirse, fueron sentenciados a muerte. Esta institución desapareció en 1910, cuando
Reyes dejó el poder.

Y así, llega 1930 con la llamada hegemonía conservadora, cuando en verdad en ella
participaron valiosos exponentes del Partido Liberal. La división conservadora que
presenta dos candidatos a la presidencia, el poeta Guillermo Valencia y el general
Vásquez Cobo, ofrece la oportunidad al liberalismo de acceder al poder con Enrique
Olaya Herrera. Fue la suya una presidencia con colaboración de personajes
conservadores, pero aquí se da inicio a la violencia de la República liberal.

Lo reemplaza López Pumarejo, quien propone que “la tierra es de quien la trabaja”.
Logra una reforma agraria importante, iniciándose lo que se conoce como “La
Revolución en Marcha”. El gobierno liberal se extiende hasta 1946, cuando accede al
poder el conservatismo con la figura de Mariano Ospina Pérez, personaje antioqueño
que para entonces no ofrecía la menor resistencia.

El liberalismo con mayorías en el Congreso, ejerce una oposición beligerante al


gobierno. La situación de orden pública en el país se agrava. El asesinato en 1948 del
caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, prende la mecha de lo que pareciera una guerra
civil. La policía nombrada por los regímenes liberales anteriores, se insubordina. El
presidente Ospina se ve precisado a declarar el estado de sitio y cerrar el Congreso.
Esto enardece los ánimos políticos de unas mayorías huérfanas de poder, que además,
se sienten perseguidas por el régimen.

En medio de las llamas del 9 de abril, presionado Ospina por el tumulto para abandonar
el poder, exclama en el palacio presidencial frente a sus amigos políticos y militares
leales: “Vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo”. Convoca a los
líderes liberales e instaura un gobierno de Frente Nacional.

Con un orden público perturbado y unos partidos enfrentados, el parlamento cerrado,


Ospina Pérez termina su mandato presidencial.

Días después Laureano Gómez el más febril de los conductores conservadores, es


lanzado como candidato a la presidencia para suceder a Ospina Pérez. En tanto, los
liberales habían acogido el nombre de Darío Echandía. Posteriormente Echandía retira
su nombre de la contienda electoral, alegando ausencia de garantías, pues en plena
manifestación política se había asesinado a su hermano Vicente.

Laureano juega solo la batalla electoral. No tenía contendor. El liberalismo decide no


concurrir a las urnas, dando paso a la presidencia del jefe conservador. Se empecina el
caudillo de las derechas en imponer una reforma constitucional de tipo imperial,
contraria al modelo pluralista democrático del Estado colombiano. Se inicia el proceso
cauteloso para seleccionar los delegados a la Asamblea Nacional Constituyente.

La mitad del conservatismo con Ospina y Alzate a la cabeza, se opone a la


constituyente de bolsillo y se organiza la oposición. Ospina, que había aceptado una
presunta reelección, renuncia a esta expectativa. Alzate desde su periódico “Diario de
Colombia”, ambienta una solución miliar como única posible salida política a la anarquía
reinante.

Se instala la Asamblea Constituyente. Es integrada por amigos políticos de Laureano y


por algunos liberales independientes calificados de “lentejos”. En tanto, aparecían las
guerrillas de los Llanos, comandadas por Aljure, del Valle y del Tolima, etc. Eran los
tiempos de chulavitas y pájaros, de “Sangrenegra” liberal y de Efraín González,
conservador. Ante la amenazante situación de orden público, el ministro de Gobierno
José Antonio Montalvo, declaró: “a sangre y fuego defenderemos las instituciones”. Al
otro lado, Carlos Lleras Restrepo, ordenaba que sus copartidarios no saludaran a los
conservadores. Es decir, que si la esposa era goda, el marido liberal no debía saludarla.
A esos extremos llegó el manejo irresponsable de la política colombiana. A nombre de
los colores rojo y azul, el país marchaba al abismo.

Así las cosas, la vida del país se mece entre la desesperación y la esperanza. Con
valiosas excepciones, la diligencia política ha sido inferior al compromiso con la patria.
Ausente de dimensión tiene el centro de gravedad en el abdomen. El zoom politikón de
los griegos, que es el arte de conducir a los pueblos hacia la felicidad, no se ha aplicado
por estas calendas de Dios. No hay un esfuerzo sostenido estatal ni de la diligencia
política, para construir una nueva clase dirigente, capaz de sacar a flote el país.

La corrupción hizo metástasis en la Nación. No hay estamento social que no lo hubiese


afectado este cáncer. La clase llamada de cuello blanco, es más peligrosa que el
mismo terrorismo cruelmente acaudillado por los sanguinarios Tirofijo y el Mono Jojoy.
Injusto sería desconocer que este gobierno viene enfrentándose con coraje admirable a
la corrupción y la subversión, que sólo dejan miseria y estancamiento.

A propósito, es válida la frase de Guillermo Pennen, pronunciada en 1682, en medio de


las conflagraciones sociales de aquellos tiempos: “la libertad sin obediencia es
confusión, la obediencia sin libertad, es esclavitud”.

Hace algunos años Mario Laserna, ex embajador en París y director por varios años del
diario La República, escribió una obra socio-política que intituló “El dictador bueno”.
Como sonámbulos estamos buscando este personaje para encontrar una luz en medio
de las tinieblas.

El 13 de junio de 1953

Disculparán ustedes que me hubiese ocupado de distraer su atención haciendo esta


especie de reportaje político a los hechos del pasado, pero era necesario para explicar
las razones del advenimiento de las Fuerzas Armadas al poder.

Y el dictador bueno parecía que había llegado. Nos lo habían regalado las tierras
bravías boyacenses, las mismas que aún tiene olor a guerra de independencia y en
cuyas trochas aún se escuchan los ruidos de las botas libertarias de Bolívar. El país no
resistía más sectarismos y abusos de poder. Laureano Gómez había sufrido percances
emocionales, producto de sus actos incoherentes que condujeron a una absoluta
confusión. Se retiró temporalmente de la presidencia y presionó a través de su hijo
Álvaro la elección del doctor Urdaneta Arbeláez, conocido en el ambiente político como
“El Sordo”. En verdad, oía sólo lo que le interesaba. Era un genuflexo señorito
bogotano. Ingenuamente, Alzate Avendaño aceptó que las mayorías que él orientaba
en el Congreso, eligieran a Urdaneta. Momentos después de posesionarse de la
presidencia, se convirtió en su verdugo político.

Ante la crisis, el país nacional ya presentía una solución militar. No había otra salida. A
Rojas se le había enviado como Agregado Militar a la Embajada de Colombia en
Washington, y luego como delegado ante la Junta Interamericana de Defensa.
Laureano quería desembarazarse de este incómodo personaje, al postre tan influyente
en las Fuerzas Armadas. Forzado por las circunstancias y empujado por sus amigos, el
general regresa al país. Laureano, preocupado por los acontecimientos que se veían
venir, “siente mejoría”, a las 10 de la mañana del sábado 13 de junio, se levanta de su
cama, se introduce al Cadillac presidencial y se dirige a Palacio. Al respecto, dice
Enrique Santos Molano, “arrastrando las cadenas de una enfermedad agobiadora
desalojó de la caja al inquilino transitorio”.

Urdaneta, el presidente encargado, también estaba afectado por una gripa infernal. Era
la enfermedad de quienes sentían culpa por el manejo torpe y personalista de la cosa
pública. Reasumió el poder Gómez y ordena llamar a calificar servicios a Rojas Pinilla,
alegando que éste era responsable de supuestas torturas al industrial Felipe Echavarría,
cuya historieta daría para varios capítulos. Se encarga del Ministerio de Guerra a su
seguidor político Jorge Leyva.

Urdaneta le advirtió a Gómez que este hecho podría generar un golpe de Estado.
Enterado Rojas de su destitución, toma la decisión de abandonar el país. Analizando
estos momentos de la historia de Colombia, Calibán en su famosa columna de “Danza
de las Horas”, recordando una anécdota de Marcel Habert, cuando éste vio desfilar al
general Rogert, comandante de la guarnición de París, al frente e 60.000 soldados, le
gritó: “Al Eliseo mi general, a salvar la Patria”. Era una insinuación velada, que el día
anterior a los acontecimientos del 13 de junio, le hacía Calibán a Rojas, para que
asumiera el poder. Alzate Avendaño también le había dicho desde su periódico “Diario
de Colombia”, a grandes titulares, “General, salve usted la Patria”.

El general vacila

Antes, en su calidad de comandante de las Fuerzas Armadas, Rojas le había ofrecido


un homenaje histórico a Urdaneta Arbeláez, encargado de la presidencia. El acto se
cumplió en la Escuela Militar de Cadetes, y a él asistieron los generales de todas las
armas, los presidentes de las Cortes, el cardenal Luque, etc. Allí Rojas le ofreció pleno
respaldo a Urdaneta para que continuara en el ejercicio del poder.

Rojas Pinilla estaba recio, como el general francés, a la toma de decisiones. Organizó
vieja para su finca en Mergar. Ospina Pérez y Alzate Avendaño le confiaron a Lucio
Pabón Núñez la tarea de atajar a Rojas y de convencerlo de que “la Patria no se salva
con generales que huyen”. Los jefes conservadores sabían que sin Rojas, todo estaba
perdido. Era el único militar con prestigio suficiente para cohesionar las Fuerzas
Armadas, que profesaban verdadera adoración por su comandante.

En el aeropuerto de Techo, Rojas dio media vuelta. Acompañado de altos oficiales


regresó a la sede del Batallón Caldas en Puente Aranda, en donde el corone Rafael
Navas Pardo, le ratificó la adhesión incondicional de las Fuerzas Armadas. De
inmediato Rojas ordenó el acuartelamiento de las guarniciones del país, y asume el
mando de la totalidad de las fuerzas militares. Antes del medio día de ese 13 de junio,
Rojas llega al Palacio y se dirige directamente a la habitación privada de Urdaneta, y le
ofrece el respaldo de las Fuerzas Armadas para que asumiera la presidencia. Urdaneta
se niega, y le replica al general: “Asúmala usted” y Rojas le contestó: “No me siento
capaz de ser presidente”.

El influyente sacerdote Félix Restrepo, S.J., a quien el país le debe la creación de la


Academia de la Lengua, sostiene que el general no quería el poder, y que fue reiterativo
con Urdaneta de apoyarlo. Había un mar de fondo que amenazaba con estallar una
tormenta incontenible. Rojas Pinilla comenzó a comprender que su deber era tomar el
timón para que la República no zozobrara.

Urdaneta Arbeláez abandonó el palacio a las 2 y medio de la tarde del 13 de junio, con
rumbo desconocido. Lo mismo había hecho Laureano Gómez. El país quedó sin
gobierno, ni presidente, ni ministros, entre las 3 de la tarde y 8 de la noche. Hasta
dónde la sumisión y desinterés de Rojas, que ordenó localizar a Luís Mejía Gómez,
sobrino de Laureano Gómez, sobrino de Laureano y por su conducto, le mandó a decir
que “en vista de que había abandonado el cargo sin renunciar legalmente, se veía
obligado a asumir la presidencia”.

Desde ese momento fue recibido como nuevo presidente, incluso por la propia esposa
de Urdaneta Arbeláez, doña Clemencia Holguín. El mundo político y los altos mandos,
decidían la suerte futura de Colombia en el Palacio de La Carrera.

El presidente asume el poder y le promete al país paz, justicia y libertad, y que no


habrán “más depredaciones a nombre de ningún partido político”. Procede a integrar
gabinete entre conservadores y militares. Aquí surgió el gran equívoco histórico al dejar
por fuera al partido liberal. Al amanecer del 14, un río humano impetuoso, se precipitó
por la carrera 7ª para aclamar al salvador. María Eugenia Rojas se asoma a los
balcones de palacio y saluda a la multitud con la V de la victoria. Al día siguiente, el
maestro Echandía declaró: “En Colombia no se ha dado un golpe de estado, sino un
golpe de opinión”.

El teniente Echeverri Ossa

Dentro de estas narraciones, merece mención especial un capítulo desconocido, escrito


dentro del proceso, por un hidalgo hijo de las breñas antioqueñas, para ese entonces el
teniente de la Policía Nacional, Bernardo Echeverri Ossa.

Este joven y brillante oficial se insinuaba desde entonces con más futuro que presente.
Y así quedó demostrado. Su vida, no ha sido cosa distinta que servir al país desde las
diferentes posiciones que le ha correspondido ocupar. La institución policiva le debe
muchas cosas, pero lo principal por su trascendencia, fue su pertinaz insistencia hasta
alcanzarlo, de incorporar a la Policía como cuarta institución dentro de las Fuerzas
Armadas. Le preocupaba el constante enfrentamiento de la Policía con las demás
armas, con las cuales debía existir una lógica armonía.
Como oficial de planta de la Escuela General Santander, le propuso al entonces director
de este centro, el mayor Villamizar del Ejército, que se le rindiera un homenaje al
teniente general Gustavo Rojas Pinilla, comandante de las Fuerzas Militares, para limar
asperezas. Echeverry lo había conocido en la forma más casual. Buscando casa en
alquiler, se encontró con el propietario que era nada menos que el general Rojas Pinilla.
El precio del arriendo no le sirvió, pues el salario que devengaba un teniente era muy
modesto. Pero Echeverri ganó mucho: la empatía con el ya famoso general.

Villamizar aceptó la propuesta y le pidió a Echeverri que se pusiera a organizar el


homenaje. Como en efecto se hizo. Concurrieron al encuentro de acercamiento, las
personalidades más conspicuas del gobierno y de la política. Allí se hizo Echeverri
amigo además, de Alzate Avendaño. Al indagarle al mayor Villamizar sobre si ya tenía
preparadas las palabras para el ágape, éste le respondió: “yo soy malo para pronunciar
discursos, teniente, hágalo usted”. Faltaban pocas horas para iniciarse el acto. Fogoso
y dialectal desde niño, Echeverri sintetizó la intervención ante tan selecta concurrencia,
en la que se destacaba la presencia del presidente Urdaneta, en tres puntos:

1º. La alegría y significado de ver sentados a manteles en la Escuela General Santander


a los más altos exponentes del gobierno, particularmente de las Fuerzas Militares.

2º. Que la Policía debía hacer parte urgente de la cuarta arma, para dejar de ser
instrumento de partidos y regímenes de turno, y

3º. Que el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, debía prepararse para asumir el
poder, pues el país estaba al borde de la disolución.

Esto impactó a los asistentes. Inmediatamente el Ministro de Gobierno, Luís Ignacio


Andrade, gesticuló en reproche a semejante insinuación, insinuación que en el fondo
compartían muchos de quienes allí se encontraban.

Al día siguiente no se le permitió el ingreso al teniente Echeverri a la Escuela General


Santander, haciéndosele saber que se cumplían instrucciones, que había sido dado de
baja. Llamó a Villamizar y lo enteró de lo que estaba sucediendo. Éste se comunicó
con Rojas Pinilla, quien de inmediato llamó al Ministro de Gobierno para exigirle que
Echeverri fuera reintegrado. Como efectivamente sucedió. Echeverri pasó luego a
ocupar e cargo de canciller del coronel Francisco Rojas Scarpeta, director general de la
Policía Nacional. Tenía el perfil para desempeñar un puesto tan clave.

El día 13 de junio de 1953, siendo las 9 de la mañana, Rojas Scarpeta le ordenó que se
fuera para el Palacio presidencial, pues intuía que algo estaba sucediendo en el alto
gobierno. Le solicitó que lo mantuviera informado. Echeverri encontró un Palacio
desolado. Con las escasas guardias de rigor. Al poco tiempo, antes del medio día,
sintió estruendo de carros y de personas. Era el general Rojas, que llegaba
acompañado por altos militares. Se dirigió directamente a la casa privada del presidente
encargado, para significarle una vez más que contaba con el respaldo de las Fuerzas
Armadas.
Me pareció importante amigos, abusar de su benevolencia para destacar la actuación de
un joven del lejano ayer, cuyo periplo existencial definitivamente positivo, enorgullece a
la institución policiva y al país. Ha servido bien y en oportunidad doctor y coronel
Echeverry Ossa, a lo que usted tanto ama: La Policía, la causa del penitenciarismo, a la
Academia y desde la cátedra, a las nuevas generaciones.

Rojas, la paz y la Policía Nacional

El primer objetivo de su gobierno, fue buscar la paz, sin cuyo imperio no hay
gobernabilidad.

Nombra al general Duarte Blue para que haga contactos directos con la guerrilla de los
Llanos, y reitere el propósito del gobierno, de no perseguir a nadie a nombre de ningún
partido político. La guerrilla cree en las Fuerzas Armadas y entrega sus armas. Y así
ocurrió en las demás regiones con la guerrilla conservadora.

A pocos días del ejercicio presidencial, Rojas solicita la presencia del teniente Echeverry
Ossa en su despacho, vuelve y juega. Le comunica que ha sido nombrado como el
primer edecán de la Policía en el Palacio de La Carrera. El mozalbete se exalta y
agradece. Aprovecha la cercanía para insistirle sobre la importancia de decretarse sin
pérdida de tiempo la adhesión de la Policía Nacional, como cuarto componente de las
Fuerzas Armadas, Rojas llama al ministro de Guerra, y da instrucciones para que luego
de un estudio jurídico, se proyecte el decreto respectivo.

La Policía Nacional como tal era reducida. Después del 9 de abril, se salvó un grupo de
cadetes que hacía curso para oficiales en la Escuela General Santander. Lo que quedó
trabajaba bajo el comando del Ejército, mientras se formaban y capacitaban nuevos
miembros.

La Policía triunfó con este paso trascendental. Dejaba de pertenecer al Ministerio de la


Política y se integraba al de Guerra, hoy Defensa. El proceso normativo prosiguió en
cuanto hace referencia a asumir los costos de las policías departamentales y
municipales, proceso que culminó el 31 de diciembre de 1959. Se requería igualmente,
apuntalar jurídicamente al escalafón a oficiales con privilegios igualitarios a los de las
demás armas. Paulatinamente, se iban cumpliendo estos pasos organizacionales.

Al otro lado, la Nación comenzó a sentir los frutos de la convivencia de policías y


soldados de la República. Atrás quedaban dolorosos episodios de enfrentamientos,
odios y prevenciones. Hoy el país cuenta con un cuerpo técnico, institucionalizado,
apolítico, ejemplar, cuyas acciones cubren el territorio nacional. La amistad con las
demás armas, es incuestionable. Confundidas por el amor a la patria, ofrecen sus vidas
y luchan sin cálculo alguno en la erradicación de los focos de una violencia, auspiciada
con crueldad infinita, por los malos hijos de Colombia. Ahora trabajamos todos,
buscando que se restablezca el derecho a la paz, para un desarrollo que ofrezca trabajo
y justicia.
Paradójicamente, los episodios que aquí se traen a cuento, juegan con otros hechos
trascendentales en la vida internacional. Pérez Jiménez en Venezuela, Perón en la
Argentina, De Gaulle en Francia, el tenebroso José Stalin en Rusia. Al otro lado, se
estaba eligiendo al pontífice bueno, Juan XXIII.

Y como a Cristo y Bolívar, excúseme esa comparación, Rojas es acusado y llevado a


responder ante e Congreso, como cualquier criminal, es confinado en la fragata
“Almirante Padilla” y tenido preso en el edificio de Sendas, precisamente en donde su
amada hija María Eugenia, sirvió y defendió a las clases menos favorecidas de la
fortuna. La justicia tenía que llegar. Es absuelto de todos los cargos, por la Corte
Suprema de Justicia.

El movimiento popular conocido como el “Anapismo”, presenta su nombre como


candidato a la presidencia, en el período 1970-1974. Pierde las elecciones por un
pequeño margen de votos, lo que mereció una reacción de los analistas, pues
consideraron y consideran que fue un fraude electoral.

Las grandezas y pequeñeces un día llegan a su fin. Rojas fue grande hasta en la
dejación del poder. Se recordará, que prefirió no enfrentar las tropas a unas huelgas
auspiciadas por la burguesía y el capitalismo. Sus obras materiales que fueron muchas,
en las cuales se destacan: El Club y Hospital Militar, la T.V., el aeropuerto El Dorado, el
voto a la mujer que antes había sido considerada civilmente minusválida, la autopista a
su gran Tunja, son testimonio de su positivo tránsito por el gobierno. Rojas Pinilla fue un
mandatario progresista, magnánimo y generoso.

En este acto solemne que hoy ofrece la Academia de Historia Policial en reconocimiento
de lo mucho que sirvió a la institución, tan solo queda por decir al unísono: PAZ EN SU
TUMBA Y GLORIA A SU RECUERDO.

ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA POLICIAL

Resolución No. 002


(Abril 23 del 2003)

“Por la cual se crea y se adopta la Bandera de la Academia Colombiana de Historia Policial”.

La Junta Directiva de la Academia Colombiana de Historia Policial, en ejercicio de sus funciones y


atribuciones, en especias las conferidas en el artículo 36 de sus estatutos, y
CONSIDERANDO:

Que la Academia en la actualidad carece de Bandera y que es su deber establecer los símbolos que la
identifiquen, representen y reflejen la tradición histórica institucional.

Que estudiados los antecedentes emblemáticos institucionales, se estableció que la bandera debe estar
compuesta por tres fajas horizontales de la misma dimensión, en los colores azul la superior, blanco la
central y verde la inferior. En el centro llevara el escudo de la Corporación.

El azul representa el amor, verdad, lealtad y fidelidad en las instigaciones y estudios policiales, el calor
blanco simboliza la paz, pureza y serenidad como virtudes básicas en el análisis histórico. El verde
significa esperanza, fe, servicio y optimismo en el porvenir de las sociedades en que se desarrolla la
historia, particularmente la Policial. Estos dos últimos son los representativos de la Policía Nacional y la
Academia los adopta en su bandera en homenaje a la Benemérita Institución.

RESUELVE:

Artículo 1: Créase y adoptase como símbolo de la Academia Colombiana de Historia Policial la bandera
compuesta por tres fajas horizontales de lamisca dimensión con los colores azul en la parte superior,
blanco en la central y verde en la inferior.

Artículo 2: La Bandera cuya dimensión será de 1.40 metros de largo por 1.10 metros de ancho, llevará
en el centro el escudo de la Corporación.

Articulo 3: La Junta Directiva reglamentará su uso y protocolo

Artículo 4: La Bandera será presentada oficialmente ceremonia especial dispuesta para tal fin.

Artículo 5: La presente resolución rige a partir de la fecha de su expedición.

Notifíquese y Cúmplase,

Dada en Bogotá D.C, a los 23 días del mes de abril del año 2003.

MG. CARLOS ALBERTO PULIDO BARRANTESCR. (h ) BERNARDO ECHEVERRI OSSA


Presidente Vicepresidente

MY. JORGE IVAN TORO CARMONA


Secretario
Fondo Rotatorio de la Policía
Conmutador (1) – 565-0788 / (1) – 2705521
Carrera

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