Cuaderno Historico Edicion 9 PDF
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Cuaderno Histórico
No. 9
Mayo de 2003
Academia Colombiana de Historia Policial
Símbolos
Resolución No. 002
( Abril 23 del 2003)
Cuaderno Histórico
Número 9
9
Fundado en 1993
Presidente Honorario
Mayor General Teodoro R. Campo Gómez
Presidente
Mayor General ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes
Asesor Ejecutivo
Especialista Jaime Arturo Meneses Martínez
Junta Directiva
(2003 - 2005 )
Presidente
10
Mayor General ( r) Carlos Alberto Pulido Barrantes
Vicepresidente
Brigadier General ( r) Guillermo León Diettes Pérez
Secretario – Tesorero
Mayor Jorge Iván Toro Carmona
Revisor Fiscal
Coronel ( r) Gilberto Antonio Fernández Castro
Vocales Titulares
Brigadier General (r ) Fabio Arturo Londoño Cárdenas
Brigadier General ( r) Edgard Peña Velásquez
Coronel (h) Bernardo Echeverri Ossa
Vocales Suplentes
Coronel ( r) Ramiro Efraín Rincón Rincón
Teniente Coronel (r) Lino Arturo Girón Trujillo
Doctor Leonel Olivar Bonilla
EDITORIAL
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papel fundamental en el devenir de la Policía Nacional a través de la investigación,
recolección, difusión y preservación de su patrimonio histórico.
Estos capítulos y los recién creados en el Meta y Boyacá son un importante marco
de referencia y base sobre la cual todos construimos el porvenir de la Policía
Nacional.
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Miembros Honorarios
13
Miembros de Número
14
Miembros Correspondientes
15
CONTENIDO
DE REGRESO AL UNIFORME
Brigadier general ( r) Guillermo León Diettes Pérez…………………………………………………109
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Himno de la Escuela de Cadetes de
Coro
I
Santander, de las leyes el hombre,
De orden, paz y justicia baluarte,
A la Escuela legó lustre y nombre
y es su numen y norte radiante.
I
Alma mater tus hijos te aclaman
Invencibles, unidos y grandes,
Y por cumbres de luz tu bandera
Es cual cóndor audaz de los Andes
I
Caballero del orden, yo juro
democráticamente luchar,
vigoroso del cuerpo y de mente,
por Dios, por Colombia y mi hogar.
IV
El deber y el honor son las normas,
Que en las lides o en paz y bonanza
por los ámbitos patrios pregonas,
¡Oh bandera del sol y esperanza!
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DOS HECHOS HISTÓRICO POLICIALES
DE GRAN TRASCENDENCIA
Absteniéndome de entrar a dirimir sobre las razones que originaron este frustrado
golpe, nos detendremos sobre algunos hechos:
El jefe del dos del Ejército, mayor Silvio Carvajal, ante insistentes rumores, realiza
una visita a los distintos comandos de brigada regresando a Bogotá pare presentar
su informe ante el comando del Ejército, sobre la inconformidad de la oficialidad con
la Junta de Gobierno y los rumores sobre un posible golpe; éste le ordena
presentarlo al Comandante de las Fuerzas Militares, quien a la vez le señala
presentarse al general Navas Pardo, miembro de la Junta Militar para que
personalmente le expusiera los hechos y guardar así la reserva.
El general Navas decide convocar a una reunión de la alta oficialidad del Ejército, les
llama la atención sobre estos rumores, los desestima y termina diciéndoles: “no se
metan en política que no es de su incumbencia, métanse únicamente en sus botas”,
terminando la reunión, sin órdenes o consignas especiales de naturaleza alguna
sobre la materia.
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Tras el objetivo de la sustitución de la Junta Militar de Gobierno, según los golpistas
por su calificada mala gestión de gobierno y consecuente deshonra y humillación
constante para las Fuerzas Militares, mandos de éstas y de la Policía Nacional,
acordaron un golpe, que el 2 de mayo al amanecer, tres de la madrugada, resuelven
poner en práctica bajo el rótulo de “Operación Cobra”, pero que ante la inactividad de
la mayoría de los mandos comprometidos, que resuelven esperar resultados para de
acuerdo con ellos tomar la bandera de la victoria, fracasa, pues sólo la Policía Militar
al mando del teniente coronel Hernando Forero Gómez y algunos pocos integrantes
de la Policía de Bogotá, bajo la dirección del capitán Armando Becerra, cumplen sus
compromisos.
Golpe por demás anunciado, pues desde los pasillos de Palacio hasta los del último
cuartel se rumoraba, lo cual señalaba claramente la responsabilidad de los altos
mandos militares, que por acción u omisión, dejaron de tomar medidas preventivas
para evitarlos, si no estaban comprometidos, tácitamente lo aceptaron; calificándolos
así jurídicamente, fueron encubridores.
Golpe, cuya autoría intelectual se atribuyó incluso a dos miembros de la misma Junta
Militar, dada la personalidad y actitudes asumidas por los generales Navas y
Ordóñez, quienes fraguaron cada uno su propia conspiración y llegaron a tal punto
de desconfianza mutua, que mantenían su grupo de espías cada uno sobre el otro,
pues aisladamente aspiraban en el fondo a unificar su poder, contra quienes se
presentaron posteriormente graves acusaciones en el Congreso de la República,
para ratificar aún más mis conceptos, por diferentes delitos y faltas contra los
reglamentos internos de las Fuerzas Militares que cometieron durante su vida milita,
además de otras contra el coronel Powels y el general Gómez Arenas, quienes
parece aspiraban el primero a reforzar el golpe con despliegue aéreo sobre Bogotá y
el segundo, marchando desde el Cantón Norte para la toma del poder. El uno como
comandante de la Fuerza Aérea y el otro de las Fuerzas Militares.
Así, la Policía Militar cumplió con la retención de los generales Navas, Ordóñez,
París y Fonseca de la Junta Militar, y del general Berrío. El almirante Piedrahita no
pudo ser localizado en su residencia, pues esa noche el ministro Mejía Salazar, su
paisano y amigo, le recogió para departir un rato: la suerte al fin y al cabo lo salvó y
con ello al gobierno del cual hacía parte.
Es de anotar un detalle: cuando la Policía Militar al mando del cabo primero José
Cedial se presentó en la casa del general Ordóñez, éste ya se encontraba listo,
preguntando a sus captores si ya el Mono Forero se había levantado y todo
marchaba.
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A la Policía, es decir al capitán Becerra, comandante de la VI Estación le
correspondió la toma de las radiodifusoras, interrumpir el servicio telefónico e
inmovilizar a políticos prestantes, incluido lógicamente el doctor Lleras Camargo,
orden que el capitán Medina Fernández delegó en el Teniente Amaya Casanova,
oficial sin conocimiento de causa, quien equívocamente no lo condujo a la sede de la
Policía Militar en Puente Aranda, sino a la compañía de la misma, apoyo del Batallón
Guardia Presidencial, ubicada en la esquina oriental del Palacio, por donde al pasar
en su carro-patrulla fue detenido por el teniente Guillermo León Alfaro, junto con otro
oficial y pensando que también estaban comprometidos, le entregó, quedando en la
práctica en libertad y bajo la custodia y seguridad del Guardia Presidencial.
El general Navas, quien logró burlar la acción del teniente Alberto Cendales
Campuzano, fue conducido posteriormente a la estación 100 de la Policía por el cabo
segundo Pedro Martínez, quien se encontraba patrullando en su turno de vigilancia,
a donde se presentó el teniente Camacho de la Policía Militar a recogerlo, para
conducirlo a la Policía Militar.
Una circular elaborada por el mayor Carvajal Muñoz en algunos de sus apartes
incluía: “… stop, Ejército unido rechaza actitud tropas Policía Militar stop Movimiento
Policía Militar difunde especies tendientes desorientar opinión contra Fuerzas
Armadas las cuales deben contrarrestadas sentido Fuerzas Armadas inclusive
Policía Nacional están listas restituir autoridades dar garantías imponer orden todo el
territorio stop general Villamizar Comdejército”, pero realmente firmada por el mayor
Carvajal. Mensaje de tipo político, que correspondió a la redacción de un hombre y
no de los mandos responsables, pero que una vez se definió la situación, sí se
hicieron presentes a asumir sus funciones y recibir el reconocimiento de la nación,
como si ellos hubieran sido los responsables de este final.
El mayor Carvajal, jefe del departamento 2 del Ejército, en la práctica, durante estas
horas inmediatas a la iniciación de la operación Cobra, tomó las medidas
conducentes a obtener la solución de la anormal situación, se comunicó
telefónicamente con su amigo el teniente coronel Forero para tratar de obtener su
desistimiento en sus objetivos, haciéndole creer en su fracaso y abandono de los
demás comprometidos en su plan. Pide así autorización al general Villamizar para
trasladarse hasta el Batallón de Policía Militar y entrevistarse con el coronel Forero y
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personalmente continuar con esta labor de convencimiento en procura de solucionar
esta situación en forma favorable al gobierno.
Tenía razón: no sólo le incumplen al teniente coronel Forero, sino que el mismo
mayor Carvajal debió defenderse posteriormente ante la acusación del general
Navas, de que durante esa entrevista lo que le había dado era la orden de arrestar al
teniente coronel Forero y no otra; la incumplió y por tanto debería ser sancionado por
un Consejo de Guerra. ¿Se imaginan al mayor Carvajal en la boca del lobo,
capturando a Forero, y por en medio de todos sus subalternos y fieles seguidores del
batallón saliendo con él y su grupo de prisioneros? Ese era en particular este
miembro de la Junta Militar.
Los otros dos “Monos”, no actuaron, la aurora con los primeros rayos del sol
destellan hacia otros horizontes y otro es el tren de la victoria; la Escuela Blindada
sale con todos su tanques a una toma simbólica de la ciudad, no puede ser más,
pues en la calle tan solo se encuentra la policía de vigilancia normal, el único cuartel
sublevado es el de la Policía Militar, a donde sólo llegan dos tanques que se vararon
y rezagados, sin órdenes ni misión, entran y son tomados prisioneros.
Esa noche también observamos otro acto más de heroísmo: el general Navas,
haciendo gala de su hombría, se presenta en la estación 100, respaldado
lógicamente por un pelotón de soldados, se toma sus instalaciones y embriagado,
con el peor vocabulario, les increpa y desafía.
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El coronel Saulo Gil Ramírez es destinado como comandante de la División Bogotá
al día siguiente, orden que a los pocos días es modificada, en el sentido de recibir
como titular la Dirección General de la Policía, por ser en ese momento el oficial de
policía de mayor graduación y antigüedad y ante el fracaso de los mandos del
Ejército en la Policía, al haber permitido la realización de estos hechos y tanto su
Director como el Comandante de la División Bogotá, estar muy seriamente
comprometidos y como jugada política para obtener con ello una mayor lealtad de
esta institución.
Este hecho llevó a que un grupo de oficiales superiores de la Policía, los de mayor
grado y antigüedad encabezados por el coronel Trujillo Fernández, se desplazaran
hasta la finca del general Fonseca, en El Espinal, quien en la práctica era
considerado como el representante de la Policía en la Junta Militar, por ser su último
Director antes de la creación de ésta, en donde se encontraba en reposo, pidiéndole
que este cargo, el de Director General de la Policia, continuara en manos de oficiales
del Ejército y por ningún motivo de la Policía, con quienes se preveía un total
fracaso.
Y traicionando su palabra, los honorables Miembros de la Junta Militar disponen la
captura y reclusión de todos los posibles participantes y de quienes en una u otra
forma, por acción u omisión, directa o accidental, se vieron comprometidos en el
fallido golpe y la iniciación de los trámites jurídicos, que deberían concluir en un
inmediato Consejo de Guerra, con 65 oficiales y suboficiales y dos civiles, el cual, a
pesar de la apelación interpuesta a fin de que se cesara todo procedimiento, por el
teniente coronel Hernando Torres Quintero, defensor de uno de los acusados, por el
motivo antes mencionado, es negada por el general París Durán, presidente del
Consejo de Guerra, continuando hasta fallar.
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21 DE ABRIL DE 1970
El 19 de abril de 1970 el pueblo colombiano acude a las urnas para elegir su nuevo
presidente. Son los candidatos el general Gustavo Rojas Pinilla, Belisario Betancur,
Misaél Pastrana Borrero y Evaristo Surdís. Los datos primarios de todo el país
señalan como presidente al general Rojas Pinilla desde las primeras mesas
escrutadas y a medida que los conteos avanzan, en igual forma crece su ventaja
sobre su inmediato seguidor, el candidato del Frente Nacional Pastrana Borrero.
Esa noche sus seguidores comienzan a celebrar su victoria en todo el país, hasta
cuando de improviso, la libre información de la prensa queda suspendida por el
ministro de gobierno, Carlos Augusto Noriega. El tiempo y los escrutinios avanzan,
pero los datos comienzan entonces a señalar otros horizontes, la ventaja se
transforma en pérdida al amanecer.
Los votantes analistas (de la Alianza Nacional Popular, el partido de Rojas Pinilla) no
conciben esta derrota, y célebres políticos y altos oficiales en retiro de las Fuerzas
Armadas, como el senador Gilberto Echeverri Mejía, los representantes Ciro Ríos
Nieto, Ignacio Vives, Israel Santamaría, Gilberto Zapata Isaza, los sacerdotes René
García y Alberto Vanegas, el general Zurriago, acuden a su residencia en la carrera
15 No. 38-45 para tratar de obtener una solución, así sea de facto, para la conquista
del poder.
El pueblo Rojista, como era de esperarse, emerge a las principales vías y plazas de
las distintas ciudades, enardecido, para expresar un lógico rechazo y reclamar su
victoria.
El general es invitado por sus seguidores a marchar sobre Palacio para la toma del
poder, pero él se pronuncia con un enérgico rechazo, enfático, radical y definitivo,
pues su personalidad, creencias y doctrinas le impedían asumir esta grave
responsabilidad ante la historia, el derramamiento de sangre no daría espera y con
ello la turbación del orden en todos sus planos, a nivel nacional.
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En Bogotá, el 20 de abril, al ser detenidas estas marchas en la avenida Jiménez
esquina de la carrera séptima por la Policía Militar, cuando aún quien tomaba las
decisiones en materia de orden público era el comandante de la Brigada de Institutos
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militares, se formó gran tumulto, los ánimos llegaron a su límite, por lo que siguiendo
instrucciones de su padre, para evitar que su presencia en el lugar fuera
equívocamente aprovechada, María Eugenia, acompañada entre otros por la viuda y la
hija de Jorge Eliécer Gaitán, los conduce al parque Santander y en breve discurso les
exhorta a retirarse y disolverse pacíficamente, no sin que antes un soldado dejara
escapar un tiro, dando casi al traste con las consignas impartidas.
La Presidencia que desde el primer día dio la orden al comando de la policía de Bogotá
de disolver estas manifestaciones, insistía en su cumplimiento, contra la oposición de
quien escribe estas líneas, como segundo comandante, pues de una parte la plana
mayor del movimiento había adquirido ante nosotros el compromiso de control, orden y
respeto, lo cual se venía cumpliendo y de otra, por tratarse de pequeños grupos y su
paso de marcha militar, el tránsito se reestablecía regresando el orden a la carrera
séptima de inmediato.
…advierto que si es necesario, porque se quieren hacer paros ilegales que perturbarían
la vida económica del país, decretaré el reclutamiento obligatorio de quienes se
declaren en paro, y quien no obedezca el llamamiento a filas, será considerado como
desertor y juzgado en consejo de guerra… no se permitirá la formación de grupos
mayores de cinco personas en las calles, la Policía y el Ejército tienen orden de
disolverlos…”.
Las condiciones no estaban dadas para llegar a esos extremos, pero al asumirse y
tomar esas medidas, con el paisaje presentado ante las cámaras de televisión de la
situación de orden público, la figura presidencial se tornó como en la salvadora de
Colombia, la autoridad legítima se encontraba en manos poderosas, de manera que la
nación continuaría en su transcurrir normal, ya previsto dentro del rumbo de las altas
estrategias político-gubernamentales.
He aquí el nacimiento del M-19: ¿Cuánto le costó ello al país?, ¿quién fue el
responsable?, ¿cuándo la historia juzgará a los responsables de las causas originales
de estas hecatombes, una de las cuales es la incineración del palacio de Justicia con
todos sus célebres juristas?
Pero sí se coronaron de gloria unas sienes son los laureles de la victoria y un reloj se
inmortalizó…
50 AÑOS DE LA ESCUELA DE CARABINEROS
ALEJANDRO GUTIÉRREZ
San Agustín, el mejor maestro de patriotismo decía: “Ama siempre a tus prójimos, y más
que a tus prójimos, a tus padres, y más que a tus padres, a tu patria, y más que a tu
patria, a Dios. La patria es la que nos engendra, nos nutre y nos educa. Es mas
preciosa, venerable y santa que nuestra madre, nuestros padres y nuestros abuelos”.
Agrega el mismo pensador. “Vivir para la patria y engendrar hijos para ella es un deber
de virtud”. (La ciudad de Dios).
Esta breve remembranza del pueblo caldense para resaltar su incansable afán por
irradicar cultura y prodigar a sus ciudadanos un servicio cívico, de convivencia y
seguridad que garantice la armónica y ordenada vida en comunidad. Esta edificante
tarea se debe a notables personajes caldenses que con visión e inteligencia y con un
inmenso deseo de servir a sus coterráneos hace cincuenta años crearon esta Escuela
de Policía; destacamos al abanderado de esta encomiable acción el doctor José
Restrepo Restrepo, insigne gobernador del Departamento quien el 5 de mayo de 1952,
inauguró este centro de la cultura y del saber donde durante cinco décadas se han
formado y se seguirán formando los guardianes del orden.
Nada más justo y oportuno para la escuela y la sociedad caldense, que la Academia en
esta especial ceremonia le rinda un homenaje póstumo al doctor José Restrepo
Restrepo, nombrándolo como Académico Honorario Emérito, con el otorgamiento de la
medalla que así lo acredita, en reconocimiento y gratitud a su obra que hoy perdura y
que día a día se fortalece. Sus hijos José, Cecilia y Gloria, que heredaron las virtudes
cívicas y humanas de su padre recibirán esta distinción.
Con este acto la Academia cumple con la obligación moral e histórica de registrar los
acontecimientos más importantes de la institución y de velar por la conservación del
testimonio cultural e histórico que le permita a las futuras generaciones conocer su
historia y sentirse orgullosa de sus antecedentes, fundadores, héroes y mártires.
HITOS HISTÓRICOS DE LA ESCUELA NACIONAL
DE POLICÍA GENERAL SANTANDER
Al encontrar propicia esta oportunidad para rememorar datos y hechos que, por su
relevancia, trascendencia y especial significado han dejado una huella indeleble en la
historia de la escuela, debo reconocer la difícil situación a la cual me he enfrentado al
tener que obviar, por razones de tiempo y espacio, numerosos e importantes nombres
de personalidades, acciones dignas de mención, anécdotas innumerables, detalles a
montón e infinidad de pormenores, que merecen un sitial destacado en las páginas
escritas de la historia policial, porque también gracias a ellos, ha sido posible consolidar
nuestro presente y vislumbrar con mayor claridad nuestro devenir.
Permítanme retomar las palabras del ilustre historiador Luis Augusto Cuervo, quien
afirmaba que “La efigie del hombre de las leyes debería presidir todas las reuniones
sociales de la Policía de la nación”, al reconocer los desvelos, las preocupaciones y las
realizaciones del general Francisco de Paula Santander, porque considero necesario
rendir un homenaje y un justo reconocimiento al gobernante organizador, al visionario, al
inspirador, al gestor del derecho, a partir de cuya obra nuestro país cimentó su
estructura, su dignidad y su vocación democrática como nación.
¡Honor a la grandeza del hombre cuyo nombre lleva hoy orgullosa y altiva la Escuela
Nacional de Policía!
Cinco años después, por iniciativa propia, el doctor Marco Fidel Suárez, presentó a
consideración del congreso un proyecto de ley sobre la creación de una escuela de
policía, iniciativa que obtuvo su aprobación convirtiéndose en la ley 14 expedida con
fecha 8 de septiembre de1919.
Fue así como, con el apoyo de los profesores Albert Bringe y Georges Drouot, de
nacionalidad francesa, se instruyó a los alumnos de la escuela en sistemas generales de
vigilancia y en métodos, técnicas y prácticas de investigación criminal, muy en boga por
ese entonces entre la gendarmería francesa.
Cuatro años después, mediante decreto 544 del 3 de abril de 1924, se creó, organizó y
puso en funcionamiento la denominada Escuela de Investigación Criminal” a la cual
concurrieron empleados del ramo de la policía investigativa, pero cuya permanencia fue
efímera al ser suprimida un año después.
Para operacionalizar este nuevo modelo de formación, el gobierno contrató los servicios
del profesor argentino Enrique Medina Artola a quien se debe la implantación en
Colombia del sistema de identificación dactiloscópica, desarrollado por su compatriota,
el profesor Juan Vucetich – Oloriz, factor que indujo la apertura de la Oficina Nacional de
Identificación como entidad anexa a la escuela.
Dentro del proceso de modernización del Estado, iniciado por el doctor Alfonso López
Pumarejo bajo el lema “la revolución en marcha” y por iniciativa presidencial, el
Congreso de la República expidió el acto legislativo No. 15 de septiembre 9 de 1935,
mediante el cual otorgó facultades al ejecutivo para reorganizar la institución policial,
aumentar su personal, darle reglamentos y dotarla de lo indispensable para garantizar el
servicio eficaz.
Conforme a lo ordenado en el artículo 11 del citado decreto, tres años después, con
fecha 7 de julio de 1939, el ejecutivo promulgó el decreto 1.277 por medio del cual se
crea, dentro de la estructura orgánica de la Policía Nacional, el departamento docente y
se autorizó al director de la Policía, para que por administración directa o mediante
contrato y con fondos de la Caja de Protección Social de la entidad, construyera los
edificios necesarios para el funcionamiento de la escuela de policía.
Fue el Doctor Alejandro Bernate, quien había sido nombrado Director de la Policía
Nacional mediante el decreto 1503 de 1935, quien en realidad dio el paso más
trascendente hacia la consolidación del centro de educación policial al esbozar las
bases legales para la iniciación de la Escuela General Santander y el decidir de la
adquisición del lote de 14.719 metros cuadrados en el sitio denominado “Muzú”,
perteneciente a la Hacienda “La Laguna” destinándolo a la construcción de la sede
permanente que hoy posee la Escuela Nacional de Policía General Santander,
concretando su sueño de dotar a la Institución de instalaciones propias destinadas a la
formación integral posibilitando, desde aquel entonces, el inicio de una genuina carrera
profesional del funcionario de policía, cuya carencia se había convertido, hasta ese
momento, en argumento y causa de la extinción de los numerosos intentos y esfuerzos
que le antecedieron.
Concluidos los trabajos de construcción y dotación de la escuela, se inició en firme la
estructuración del instituto. Con tal propósito el ejecutivo expidió inicialmente el decreto
945 del 15 de mayo que fue modificado al mes siguiente por el decreto 1158 del 18 de
junio de 1940. Estas disposiciones versan sobre la reorganización de la Escuela de
Policía General Santander y el pensum de estudios adecuándolos a las necesidades
con el fin de garantizar el cumplimiento de su objeto de formación que incluía los
detectives y demás funcionarios técnicos y administrativos de la institución, de los
departamentos y municipios del país.
Seis años después, siendo Director el Doctor Roberto Pineda Castillo, expidió la
resolución No. 38 del 15 de mayo de 1946, mediante la cual se instituye oficialmente el
16 de mayo como día de la escuela, por ser la fecha en la que el instituto inició sus
labores académicas en 1940.
Por resolución No. 10488 del 1 de diciembre de 1992, el Director General de la Policía
Nacional, dispuso la realización de la Academia Superior de Policía como un programa
de formación avanzada a nivel de postgrado, destinado a los egresados de las
facultades de administración policial y criminalística, con una duración de un (1) año, al
término del cual optarían al título de especialistas en seguridad integral, para cuyo
efecto deberían surtirse los trámites legales ante el Ministerio de Educación a través del
icfes.
Para realizar esta revisión se tuvieron en cuenta los resultados obtenidos a través de la
implementación de las distintas estrategias a nivel institucional, entre las cuales se
destacan:
1. La consulta ciudadana que permitió determinar el interés, las expectativas y
necesidades de quienes son los depositarios del servicio de policía, es decir los
ciudadanos en su calidad de clientes externos.
2. La consulta a los altos mandos policiales, quienes desde el nivel estratégico
dirigen la institución y fijan las políticas del servicio.
Se fortalecieron los procesos académicos al establecer una relación más estrecha entre
la teoría y la práctica y fijar exigencias evaluativos durante el proceso de formación, que
garanticen la idoneidad y competencia de los nuevos profesionales.
En virtud de lo dispuesto por el decreto No. 1686 de 1997, que dispone la fusión de la
dirección docente de la Policía Nacional y de las escuelas de Cadetes, se crea la
Escuela Nacional de Policía General Santander.
Mediante resolución No. 056 del 060598 el director de la Escuela Nacional de Policía
General Santander crea el programa de especialización en investigación criminal dirigido
a miembros de la institución y funcionarios públicos comprometidos en la administración
de justicia.
Sólo me resta agradecer a los dilectos académicos este sentido reconocimiento al alma
mater de la Policía Nacional de la República de Colombia.
ESCUELA DE CARABINEROS
ALEJANDRO GUTIÉRREZ:
BODAS DE ORO
El nombre de la escuela
El himno de la escuela
Fue escrito por el patrullero Jorge Oviedo Montoya y los alumnos José Fernando
Herrera Muñoz y Luis Fernando Castaño Rincón. Los arreglos son del doctor Enrique
Quintero Valencia y la música del maestro Carlos Arturo Marín Grisales. Nace como
símbolo mediante la resolución 011139 del 17 de julio de 1995, siendo director el
coronel José Alvaro Ponce Jaime. En su letra se interpreta el mensaje claro de nuestra
misión, el formar, preparar y educar hombres de bien en procura de un mañana mejor
para todos los colombianos.
Nuestra bandera
Fue instituida mediante la resolución 0042 del año 1958, durante la dirección del mayor
Hugo Ortiz Prada. El blanco, representa la pureza, la lealtad y respeto a la institución
policial. El verde, de la justicia y la esperanza de hacer de la Policía Nacional una
institución de servicio sólida, respetada y admirada por todos los colombianos. El negro,
de las dificultades y sacrificios que encierra el ejercicio de la profesión policial.
Siendo director de la escuela el mayor Hugo Ortiz Prado, en el año de 1959, se visualizó
la necesidad de una guardia de prevención; ante la escasez de recursos, los miembros
de la plana mayor de la unidad aportaron sus ahorros para la construcción, culminando
e inaugurando la obra en el mes de noviembre de 1959, con motivo del aniversario
institucional.
En el mes de abril de 1968, durante la gestión del mayor Alerto Charry Trujillo, se fundó
la primera y única biblioteca de la unidad, centro del saber policial, la cual cuenta en la
actualidad con 1.500 tomos útiles para el proceso de formación policial.
En 1959, durante la gestión del capitán Jaime del Portillo Carrasco, se ejecutan obras
de gran trascendencia para la unidad: los picaderos cubiertos y cerrados, la plaza de
armas, la explanación del polígono y se culminan las aulas de estudios. Meritoria labor,
digna de reconocer en este día.
Como hecho particular, un día del mes de octubre de 1967, fue necesario licenciar y
suspender algunas de las actividades de la escuela por más de 15 días ante la
presencia de una epidemia: la famosa “papera”.
Se hace mención también del potro rebelde, pero inteligente de origen americano
caracterizado por su color negro y un lucero blanco en la frente, caballo insignia de la
escuela: Huracán… Saludaba con las anteriores, se acostaba, se arrodillaba, se
echaba, y sentaba como un canino domado; simulaba emboscadas y buscaba la forma
de recoger los heridos. A los 30 años de servicio a la patria se jubiló; dicha jubilación
consistía en que el equino podía andar por toda la escuela sin ser molestado ni
montado. Hoy su figura yace en un lugar especial de la remonta, gracias al
reconocimiento hecho por el director de la época, coronel Bernardo Pantoja Muñoz.
Por lo tanto, de las contiendas electorales se tiene una gran enseñanza, en Colombia a
pesar de las dificultades y la fragilidad de nuestra democracia, se es posible acceder al
poder por esta vía. El camino está despejado para renunciar a la guerra como el único
mecanismo posible para llegar al poder y que la controversia de las ideas es el
escenario que nos garantiza una salida a la actual situación del país. ¿Cómo hacer
entrar en razón a un irracional…? ¿Eliminándolo?, ¿convenciéndolo?, ¿siendo
indiferente?, ¿con autoridad y respeto a la ley?
La indiferencia nos agobia y nos hace más vulnerables frente a las intenciones de uno y
otro bando; ¿cómo alcanzar una sociedad más equilibrada y justa sin el sacrificio de
todos? La cultura del beneficio personal por encima de beneficio general hay que
romperla y eso es posible si dejamos de actuar individualmente; si lo seguimos haciendo
como hasta ahora lo hemos hecho, estaremos defendiendo las injusticias y privilegios
que se observan en el seno de nuestra sociedad. Cambiemos de pensamiento y
actuemos como parte integral de la misma; la resistencia civil es necesaria para
enfrentar a los violentos y a los depredadores del país.
Que los ejemplos de los solitarios indígenas del cauca se repitan por toda la geografía
colombiana y que el heroísmo colectivo, frene el régimen de terror que nos quieren
imponer unos pocos; igualmente, la falta de autoridad y la violación a la ley ha sido una
constante en nuestro país. Lo que nos ha llevado al aumento de la criminalidad, el
desplazamiento, el incremento de la impunidad, a la inestabilidad institucional; un
Estado débil y sin fortaleza institucional, alimenta la crisis y lo hace más vulnerable
frente al propósito perverso de los violentos; por lo tanto, rescatar el principio de
autoridad del Estado, debe ser una prioridad sin dilaciones, ni vacilaciones y con la
firmeza de un verdadero estado de derecho.
Siguiendo con el transcurso del tiempo, atado en las páginas de la obra, éstas nos
conducen por los caminos de su consolidación y posterior origen, llegando al año de
1891, en el cual mediante decreto No. 1.000 de noviembre 5, se reorganiza la Policía
Nacional, encontrándose como presidente de la República el doctor Carlos Holguín. Su
artífice, el comisario de primera Gilibert Laforgue, tal vez apreciando los principios y la
filosofía del servicio de control llevado a cabo por el cuerpo, donde se fusionaba una
amalgama de funciones diferentes a las algucilescas de las llamadas guardia civil,
policías departamentales y serenos en Bogotá, Tunja, El Tolima Grande y el Viejo
Caldas, decide con el estado de ánimo dispuesto para lograr grandes cosas, con la
visión del futuro en virtud de su experiencia y tal vez con el presentimiento que persistía
en la realización de su trabajo, dejar incólume el cuerpo montado a la hora de eliminar
los grupos anteriormente mencionados.
La narración continúa paso a paso, sin desmontarnos del potro de las remembranzas
hasta encontrar el año de 1958 en el cual llega la segunda misión chilena. De allí en
adelante en sucesivas acciones de dirección institucional, avaladas por los gobiernos
nacionales, se originan las escuelas de carabineros, cubriendo con sus partos
promocionales los cuatro puntos cardinales de la patria, con los consiguientes efectos, a
saber:
En 1950, la creación del Escuadrón de Carabineros del sur del tolima, en 1953, la
creación de la Escuela de Carabineros General Alejandro Gutiérrez en Manizales, así
como el Escuadrón Próspero Pinzón en Bogotá.
En 1956, la fundación de la Escuela de Carabineros de Suba en Bogotá, aportando
ésta, el personal y caballares para la creación del Escuadrón del Valle.
No se podía pasar por alto, narrar la circunstancia por la cual aparece el nombre de
Carabineros por primera vez en esta segunda parte del periodo republicano,
encontrándose como presidente de la nación el doctor Enrique Olaya Herrera, quien
mediante decreto 1872 del 4 de noviembre de 1930, dispone que la unidad policial
anexa al Ejército, con el nombre de Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, tome el
nombre de Escuadrón de Carabineros de la Policía Nacional, aunque su entrenamiento,
administración de la logística y su sede siguieran en los predios de la Escuela de
Caballería, en el llamado en ese entonces Cantón Norte, donde actualmente se erige la
misma. Era el director de la Policía el doctor Alfonso Araújo, conocedor de los
problemas de la especialidad como quiera que había ejercido la dignidad de ministro de
Gobierno en el periodo constitucional del doctor Miguel Abadía Méndez, gestionando un
proceso de reubicación del escuadrón en el barrio Egipto, en predios cercanos a las
riberas del río San Francisco, liberando a la unidad policial de una tutoría que no había
buscado ni deseado.
Dentro del contenido de este acápite, encontrarán los lectores la interesante gestión de
algunos directores, desde Gilibert Laforgue, hasta Ramírez Sendoya, periodo de
sesenta y siete años de tortuosos esfuerzos, hasta la época en que inicia la institución el
despertar de su verdadera misión constitucional. Al término de este espacio de tiempo
en que confluyen otros ingredientes de diversos factores, en los cuales más de cuatro
generaciones se formaron, desarrollaron sus querencias y pensamientos, y
desparecieron en el fragor de las calamidades, tratando de hallar el modelo de gobierno
que llenara las expectativas de gobernantes y gobernados, tendremos que concluir con
el autor de la obra que la existencia de la especialidad, como fuerza de un servicio de
apoyo a l vigilancia urbana, recuperadora del orden ciudadano siempre recibió la
especial atención de los gobernantes comprometidos con la salud de la República.
Las páginas del libro, recogen en el capítulo XVII un lamento, silencioso y tímido difícil
de llegar a los mandos y ser escuchado por estos, que se volvió en pena del alma, al
percibirse cómo miembros policiales abusan de las insignias y simbología de la
especialidad, orgullosos de portarla, naturalmente, pero sin el más mínimo destello de
altivez, ante la carencia del sentimiento que la mueve. Es un grito, sordo a los sentidos
de la superioridad encargada de hacer establecer la prevalencia de una exclusividad
que por derecho a unos valores, a unas aptitudes y a una capacitación se ganan los
iniciados a un apostolado, donde el espíritu de cuerpo es la llama que lo sostiene.
Así llegamos en este paseo por el calendario del tiempo a las decantadas décadas que
siguieron a los sucesos nueveabrileños de 1948 hasta el momento, en un
enfrentamiento fratricida, que dejó atrás por obsoletas las formas y los métodos de
guerra de guerrilla, para tornar también en anticuado el uso del policía montado en los
campos de la Patria, desapareciendo así el caballo de servicio de control policial en el
trajinar cotidiano del hombre campesino y con aquel, el jinete policía que anduvo por
muchos años hollando llanuras, montañas, valles y bosques, sin quebrantar su espíritu
de policía, que es y seguirá inalterable ante el delito, que permanece sirviendo a la
sociedad, dentro de unos parámetros de entrega incondicional a sus intereses.
Paso a paso, continúa el autor por los senderos de las evoluciones y los cambios
institucionales, hasta llegar a los umbrales de los canjes operativos graduales, pasando
por las llamadas “bases de patrullajes”, “las emboscadas al contrario”, y la necesidad de
introducir una dinámica de efectos más fuertes y disuasivos, como el empleo de
operaciones de reconocimientos rápidos, apoyo, transporte, evacuación, rescate y
salvamento de las unidades comprometidas. El caballo de la estructura de acero,
reemplazada al caballo de constitución orgánica.
La tercera y última parte de la obra que se titula “El Presente” nos encamina a sentir,
que a pesar de su desplazamiento, surge finalizando el siglo pasado, una
esperanzadora y novedosa acción de la Dirección General, dentro de las circunstancias
de orden público, las mismas que un día provocaron su éxodo de los campos,
renaciendo la esperanza de volver a enquistar en el entorno rural el accionar del
carabinero, apoyado por otras especialidades, como cosa inherente y propia de su
naturaleza, tal como la concibe la Dirección General para hacerla más eficiente al
presentar una propuesta al gobierno nacional con nuevos conceptos y planteamientos
estratégicos que permitirán recobrar la tranquilidad en aquellas áreas del país a través
del fortalecimiento de la especialidad, creando estaciones rurales y escuadrones
móviles, para establecer en la conciencia del campesino no sólo el apoyo en su trabajo,
sino el nacimiento de la cultura de la seguridad en su entorno rural. De nuevo con su
presencia, el campesinado se reencontrará con el amigo que se ausentó, para unir
esfuerzos en materia de convivencia social, como uno de los fines de la esencia policial.
Gracias señor general Gilibert, la historia vuelve a repetirse, tal como la protagonizó su
antepasado, al permitir por la convicción de sus experiencias que el cuerpo montado de
aquel entonces continuará la misión por la cual se había creado.
Finalmente, para cerrar el ciclo del viaje alrededor de 164 calendarios, nos sumergimos
en las profundidades de los últimos cuarenta y tres años, ni tan lejanos ni cercanos, para
que el recuerdo nos paladee, como el viejo vino que tiene la propiedad del equilibrio y la
armonía entre el líquido y la madera del tonel que lo acoge generoso, para disipar en la
reminiscencia de su sabor la neblina del tiempo, al leer el capitulo XXIV, titulado “De
Ramírez Sendoya a Gilibert Vargas”, contemplando al leerlo con los ojos del espíritu a
través del ayer, la gloriosa postura del carabinero de los años cincuenta y sesenta, la
época de oro de la especialidad, siempre madrugándole a la esperanza en el afán
arrollador y permanente, de que cada día fuera mejor que ayer, para cavilar después,
siguiendo el contenido de la obra, en la grandiosa maravilla de las dinastías creadas,
como expresión atávica de un sentimiento que dilata el corazón en palpitaciones de
emoción y engrandece el alma, depositaria del soplo inexplicable dentro de las leyes
naturales que anima al hombre a acometer grandes cosas, el mismo que
experimentaron Eduardo Cuevas y Genaro Rozo.
Durante la presente narración vamos a encontrar varios episodios de la vida del DAS
que tiene estrecha relación con la Policía Nacional, desde los comienzos de la Escuela
General Santander hasta nuestros días, época dorada en la que el departamento ocupó
un lugar privilegiado en la organización del Estado Colombiano, hoy bajo la dirección del
Coronel Germán Gustavo Jaramillo Piedrahita.
Los hechos ocurridos en Bogotá el 9 de abril de 1948 dieron origen a una serie de
acontecimientos que alteraron el orden público a lo largo y ancho del país, lo cual trajo
como consecuencia un gobierno militar que se inició el 13 de junio de 1953, presidido
por el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla. Entre las políticas que implantó este
gobierno esta la creación, mediante decreto 2872 del 31 de octubre de 1953 de un
departamento administrativo denominado “Departamento Administrativo del Servicio de
Inteligencia Colombiano-SIC”, en el cual predomina el concepto de servicio de
inteligencia porque se quiso que para los asuntos referentes a la seguridad interior y
exterior de la nación y al régimen constitucional existiera dentro de la estructura del
Estado una entidad especializada en los asuntos de esta naturaleza.
Desde 1953 el SIC contó con la Escuela de Agentes Secretos, teniendo como
profesores a los mejores penalistas y jueces de Bogotá.
Ante las profundas secuelas dejadas por la violencia en la década de los 50 más
exactamente hacia el año 1956, los Llanos Orientales se vieron afectados por las
bandadas de delincuentes provenientes del interior del país, siendo el resurgir de
cuadrillas de cuatreros y delincuentes comunes, que afectaron con el auge de esta
modalidad delictiva a municipios como Aguazul, Casanare, siendo este uno de los mas
afectados, razón por la cual es aquí donde aparecen un grupo de hombres
espontáneos, canalizados por la voluntad y las condiciones innatas de mando del
legendario teniente coronel Eduardo Román Basurto, quienes asimilados a una guarda
cívica, emprenden la tarea un tanto aventurera de enfrentar la ola de delincuencia que
azotaba la región.
Pronto la firmeza de propósito y la férrea voluntad de estos hombres, dieron al traste con
las pretensiones de estos grupos delincuenciales, lo que hizo evidente con la
disminución de los delitos y la recuperación de la tranquilidad ciudadana. Los
resultados obtenidos con esta experiencia, motivaron a los ciudadanos del vecino
municipio de Maní – Casanare, quienes aunando esfuerzos con Agua Azul, extendieron
su acción de vigilancia y control hacia el corredor fluvial de los ríos Cucsiana y Cravo
Sur.
Durante el gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo, mediante decreto 1.717 del
18 de julio de 1960, el Servicio de Inteligencia Colombiano, fue sustituido por el
Departamento Administrativo de Seguridad DAS, nombre que ha estado más acorde con
las funciones que a este departamento se le han asignado.
En el gobierno del presidente Misaél Pastrana Borrero se revisó la organización
administrativa y mediante el decreto 625 de 1974, se le dio a la institución el estatuto
orgánico que rigió hasta 1989.
El presidente Virgilio Barco Vargas, por medio del decreto 512 de 1989 llevó a cabo la
reorganización del departamento que tuvo como objeto su modernización y tecnificación.
Por decreto No. 1.143 del 3 de julio de 1916 el gobierno nacional, por encargo del señor
ministro de Colombia en España, en ese entonces el doctor Guillermo Camacho
Carrizosa, contrató en la capital española a dos prestigiosos oficiales pertenecientes a la
Guardia Civil Española que fueron el comandante José Agudo Pintado y el capitán José
Osuna y Pineda. Los mencionados oficiales se dieron a la tarea de organizar nuevos
métodos de investigación, cuyo objeto era el de formar hábiles detectives bajo los
nuevos sistemas de la dactiloscopia. Sus cátedras llegaron a implantar el método
monodactilar creado por Federico Oloriz en armonía con sistemas Bertillón. El
comandante José Agudo Pintado regresó a su país el 1 de noviembre de 1917 por
motivos de salud. El capitán José Osuna, quien reemplazó con éxito la ausencia de su
compañero, cumplió una encomiable labor en los aspectos de dactiloscopia, así como
también en organización de las guardias civiles de Cundinamarca, Boyacá y Tolima,
obra que realizó hasta el 30 de junio de 1920, fecha cuando regresó a España en
cumplimiento del contrato, que ya le había sido prorrogado. La Escuela de Detectives
tuvo una duración de cuatro años al cabo de los cuales se clausuró por la falta de
recursos económicos, lo que afectó las labores de la época.
En 1924, con el decreto 554 del 3 de abril, se crea la Escuela de Investigación Criminal
y autoriza la expedición del diploma “Investigador en materia criminal” y “Detectives”.
En 1937, con el decreto 790 del 14 de abril, se crea la Escuela Técnica de Investigación
Criminal, fijando dos años para cumplir el curso reglamentario.
La reseña citada en su orden, se enmarca dentro del seno de la Policía Nacional hasta
cuando el gobierno declaró turbado el orden público y en estado de sitio todo el territorio
nacional a través del decreto 3.518 de 1949 y en tal virtud el poder ejecutivo, haciendo
uso de sus facultades legales y del articulo 121 de la Constitución Nacional (1886),
establece la necesidad de crear un organismo técnico que vele constantemente por el
mantenimiento de la seguridad interior y exterior del Estado y que así mismo preste su
colaboración a los jueces y tribunales del país, para la buena marcha de la
administración de justicia.
Mediante decreto 1.891 del 12 de julio de 1955, fue creada la Escuela de Tecnificación;
fue creada con el carácter de subsección, dependiente de la Sección de Investigación
de Delitos Comunes y Tecnificación.
En 1958 con el decreto 0244 del 14 de febrero se organiza el SIC e incluye la Escuela
de Tecnificación para la capacidad del personal.
Durante varios años la Escuela de Detectives funcionó con limitaciones a poca distancia
(800 metros) de la plaza municipal de Suba, sitio donde en la actualidad funciona el
Liceo Mixto del DAS, Carrera 92 No. 151-52.
El centro ideal que es el que inaugura el señor presidente de la República doctor Virgilio
Barco Vargas el 31 de octubre de 1988, Aquimindia, en recuerdo de valeroso Zaque
indígena que resistió el tormento por no revelar el secreto que sobre las riquezas de su
pueblo poseía, es escenario propicio para forjar voluntades inconmovibles en su lealtad
a las instituciones, desposeídas de miedo cuando llama el servicio a la patria y siempre
honestas frente a toda suerte de indebidas seducciones, siendo director del
Departamento Administrativo de Seguridad el general Miguel Alfredo Maza Márquez, se
dio al servicio del país con 11 aulas, laboratorios de química, física, balística, fotografía y
otras arreadse criminalística, un edificio de administración con tres plantas en donde
funcionan las oficinas de dirección, sala de profesores, biblioteca, almacén sistemas,
radiocomunicaciones, enfermería, consultorio médico y odontológico, dos bloques de
dormitorios (masculino y femenino) para alojar a 500 estudiantes comedor, cocina,
casino y sala de juegos; polígono, estadio principal y alterno de fútbol, campo de tenis,
canchas poli – funcionales, parqueaderos con capacidad para 100 vehículos, jardines,
prados, cerramiento en malla, sistema de acueducto propio, planta de purificación de
agua, redes sanitarias, dotaciones modernas y completas para las diversas
dependencias.
Se tiene reseña que de este centro docente en sus últimos 32 años han egresado 60
promociones de formación y capacitación de detectives (urbanos y rurales), agentes
secretos, técnicos investigadores, seguridad personal, con un total de 6.797 funcionarios
capacitados y 84 cursos de especialización en: inteligencia, contrainteligencia,
dactiloscopia, grafología, explosivos, automotores, policía judicial, criminalística, escena
del delito, extranjería, documentos cuestionados, técnicas y métodos docentes,
instructores de tiro, investigadores, técnicos en seguridad a dignatarios,
interinstitucionales - Fiscalia, internacionales con México, Gran Bretaña, Francia,
americanos (ICITAP), para un total de 3.192 funcionarios especializados.
En el campo jurídico se analizan y estudian diferentes aspectos que tienen que ver con
el Código de Procedimiento Penal, la Constitución Política de Colombia, el Estatuto
anticorrupción, los Derechos Humanos, el Código Disciplinario Único, el Régimen del
Departamento y la normatividad a cumplir por los servidores del Estado.
El esquema de desarrollo profesional que tiene que ver con el campo de las
investigaciones, prevee estrategias de escudriñamiento para ser y hacer un apoyo eficaz
a la administración de justicia, mediante procedimientos de policía judicial; para lograr
este fin se dictan principios de metodología de la investigación, laboratorio forense,
identificación de personas, balística básica, fotografía judicial, topografía forense,
investigación criminal y documentología.
Finalmente para que este proceso sea integral, se cursan asignaturas prácticas
primordiales, tales como: conocimiento de armas y tiro, preparación física y atlética,
defensa personal, informática, comunicaciones y temas humanísticos como ética
profesional y psicología criminal.
“El vertiginoso cambio de las empresas, entidades e instituciones, implica que más que
vivir una época de cambios, vivimos un cambio de época, reto progresivamente
creciente para las organizaciones, que sólo las mejor preparadas podrán superar para
asegurar su supervivencia”.
Como aporte final, la administración del coronel Jaramillo, con apoyo de Asoayudas,
entidad sin ánimo de lucro, adscrita al DAS, gestionó la construcción de la piscina para
la academia, que tiene un valor aproximado de ciento veinte millones de pesos.
Hoy con orgullo presentamos al país un centro docente dotado de todos los recursos
humanos y materiales, cumpliendo las máximas exigencias académicas, donde no sólo
se forma, se especializa y capacita a los empleados del DAS, sino también recibe en
sus aulas a toda clase de funcionarios de entidades del Estado y de la empresa privada.
A diferencia de las personas naturales, mi infancia y juventud han sido tan largas que se
pierden en la memoria de la historia. Mis antepasados han ido de época en época, pero
se reconocen mis más recientes ancestros en Inglaterra con la famosa casa de
corrección, House of Correction en 1575 y en España con la galera para mujeres por
allá en el año 1588. Pero aún no eran cárceles donde se pagaba una condena, no
tenían una relación de base jurídica; sólo en los Estados Unidos, surgió la primera cárcel
en Filadelfia, llamada Wolnot Street, mi hermana mayor, bajo la orientación de la
comunidad religiosa puritana de los Guaqueros de Pensylvania y los peregrinos de
Massachussets, quienes inventaron esta primera cárcel en 1790, que más tarde, en
1829 sería la primera penitenciaría más importante de la historia.
De esa época quedaron vestigios de cárceles antiguas como la real de Cartagena, los
presidios de Tunja, Zipaquira y el de Santafé de Bogotá, hoy colegio de Nuestra Señora
del Rosario, el Panóptico (1873) y otras antiguas que se convirtieron en cárceles del
circuito tales como la de Chocontá (1580), Charalá (1587), Río de Oro (1598), Santafé
de Antioquia (1600), Ubaté (1614), Garzón (1799), Sopetrán (1800), y Guaduas (1850,
de la cual todos los presentes guardamos su biografía en nuestras billeteras, los invito a
ver los billetes de diez mil). Por lo tanto, el nacimiento institucional se dará
paulatinamente con cárceles que más tarde se llamarán de circuito.
Con la Ley 35 de 1914, bajo el gobierno del doctor José Vicente Concha, se otorga mi
reconocimiento legal o Registro Civil de nacimiento, con el nombre de Dirección General
de Prisioneros, bajo la tutela del Ministerio de Gobierno.
La importancia del auge de los penales dio paso a la difusión del aparato judicial a
través de las cárceles de distrito. Con esto, se especializa la normatividad hacia un
castigo selectivo a la sospecha (detención preventiva) surgiendo el estereotipo criminal.
Ante la necesidad de disponer un prototipo de cárcel que permitiera contar con diversos
servicios, nace un diseño funcional diferente, con módulos en cruz, recepción y
controles centralizados y áreas de actividades culturales, sociales y deportivas.
Cárceles llamadas “Modelo” que durante el periodo presidencial del general Rojas Pinilla
se pusieron en funcionamiento (1957 – 1960) como las de Cali, Bogotá, Cúcuta,
Barranquilla y Bucaramanga. Esta estrategia comenzó a generar congestión de
sindicados en los centros, predicad por los fenómenos sociales más representativos,
tales como las migraciones campesinas hacia los cinturones de miseria de las grandes
urbes que presionaron la conversión del campesino en citadino.
Durante los años de la década de los sesenta y parte de los setenta, se siente con más
fuerza en el país el proceso de la proletarización, acompañada por migraciones,
desalojos, miseria y desgreño sociocultural. En síntesis, se explica la curva del
desborde a finales de la primera década por acentuarse los procesos de urbanización
de la población rural en forma traumática por las corrientes migratorias y los índices de
desempleo de los nuevos proletarios.
El año 1977 es importante para la Dirección General de Prisiones que logró organizar el
primer censo penitenciario nacional, cuyo análisis fue efectuado por la doctora Anhele
Pearson en la revista Derecho Financiero No. 7 en ANIF, en 1978 bajo el nombre de “La
congestión carcelaria nacional” documento importante que abrió el conocimiento
penitenciario a nivel universitario.
El gobierno nacional, a través del Fondo Rotatorio del Ministerio de Justicia asumió el
reto de instalar o reponer una infraestructura carcelaria racional al sistema penitenciario;
sin embargo, la situación era crítica: en 1979 había 21 obras paralizadas y 17 iniciando
el proceso, lo que indicaría en adelante la dificultad del Fondo por responder en materia
e inversión en infraestructura carcelaria. No se contaba con una metodología que
evaluara las necesidades regionales, no existían diseños carcelarios, no había
estándares de construcción, tampoco una visión que respondiera a la atención del
interno; se construían celdas colectivas con servicios públicos insuficientes, sin áreas
recreativas ni deportivas, situación que más adelante se sintió en la promiscuidad del
ocio.
Con la cantidad de cupos nuevos se enfrentó parcialmente la crisis de la población de
recluidos. Se estrenó en el año de 1975 la CDJ de Bellavista Medellín y se dejó
abandonada la cárcel de la Ladera de la misma ciudad (otra vergüenza nacional), que
en pocos meses fue desmantelada de sus materiales por la comunidad, desperdiciando
un espacio importante que hoy sería la Penitenciaria de Antioquia.
Diez años después del análisis del primer censo penitenciario, en 1989, la información
fue actualizada en convenio entre el Ministerio de Justicia y la Universidad Nacional de
Colombia, situación que permitió conocer otro penitenciarista de nuestra institución, al
sociólogo Daniel Acosta Muñoz, que publicó su libro, “Plan de desarrollo y rehabilitación
del sistema penitenciario nacional”, creando técnicamente por primera vez desde la
criminología, el perfil del interno, el análisis de los programas y las bases para la
evaluación de la infraestructura.
En el año de 1992, bajo la administración del hoy general Gustavo Socha Salamanca,
como institución carcelaria adquirí el importantísimo estatus de ente descentralizado,
estrenando nuevo nombre, como INPEC, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario.
Se me dio nuevo estatuto, la Ley 65 del 19 de agosto de 1993, fecha que el honorable
Consejo Directivo ha adoptado para celebrar mi cumpleaños. Inicié un proceso de
ordenamiento institucional, adecuación y construcción de infraestructura.
Paralelamente la política criminal debió enfrentar uno de los retos más difíciles de su
historia, combatir el narcotráfico que en materia penitenciaria llevó a construir los
pabellones de alta seguridad. Adicionalmente en esta época por lo menos 50 cárceles
son objeto de inversión, destacándose el desarrollo de la Colonia de Acacías, la
adecuación de la mayoría de los penales y cárceles del distrito, la construcción de Santa
Rosa de Viterbo, San Andrés Islas, Florencia y la Penitenciaria de Itaguí como modelo
de seguridad.
El año de 1995 arranca con el número de internos (enero) que fuera promedio durante
la década anterior 29.537 reclusos y aumenta paulatinamente para reflejar en promedio
31.960. Las medidas legislativas siguen incidiendo en el comportamiento carcelario
(decreto 1370/95 de desjudialización) lo que impidió que el crecimiento fuera mayor.
Con la importancia de mantener analizada la información demográfica se efectúa el
censo de 1996 con base en el programa del gobierno nacional (1994 – 1998). Ley 188
(El salto social), el cual ordenó la actualización de los datos estadísticos de la población
carcelaria en los establecimientos administrados por el instituto. El Director General por
medio de la resolución No. 6105 del 4 de diciembre de 1996, autorizó para el 17 de
diciembre del mismo año, la jornada Censo nacional penitenciario y carcelario.
El año de 1996 se me rompe la barrera del reposo y en forma similar a lo ocurrido entre
los años 1966 a 1971, incrementa la población en más de 6.000 personas (38.062). En
diciembre de 1999 cerca al total de los 40.000 internos, queda el ambiente carcelario
alertado para lo que ocurrirá durante los primeros años del nuevo milenio. Se destaca
en este último año, la inauguración del penal de Barranquilla “El Bosque”, luego de 40
años de construcción interrumpida.
Hoy me enorgullece y alienta que mis hijos me rodeen de esfuerzos por salir adelante;
recuerdo una mañana con el general Campos Silva, en este recinto, con la respiración
entrecortada y exaltado decía “ha sido la desidia de muchos que durante años han
incumplido a la institución lo que nos deja en el borde del abismo”. Jamás me había
sentido tan cerca del final; pero armando el rompecabezas y con la consigna de la
“Nueva cultura penitenciaria”, la gente bonita me dio nuevamente como dicen los
internos “moral para seguir adelante”.
Este propósito histórico es la cuota que exige la Dirección, reivindicarnos como
institución y funcionarios en un mismo destino humano como corresponde a la misión
histórica de mi vida como INPEC.
Me consideraría ingrato si omitiera contarles que durante el gobierno del doctor Andrés
Pastrana Arando y su ministro de Justicia y del Derecho, doctor Rómulo González
Trujillo, me entregaron el mayor número de cupos registrados dentro de un período
gubernamental a lo largo de mi existencia.
En la primera intervención de mi hijo menor, el general Víctor Manuel Páez Guerra dijo
cosas sabias como por ejemplo que “las personas que permanecen adheridos al piso
jamás alcanzarán el cielo”.
En efecto dispuso operaciones de registro y control con numerosos decomisos que han
salvado muchas vidas de mis internos, traslado de caciques para fortalecer la autoridad,
organización y activación del grupo de inteligencia, clasificación de internos,
categorización de establecimientos, sustanciación de 41.000 sentencias que reposaban
en un cuarto.
Soy consciente que nos ha tocado enfrentar una época en que la virtud parece
avergonzarse frente al vicio y en que los verdugos aumentan sus máscaras siniestras,
tiempos que pretenden hacer desfallecer los espíritus más fuertes, tiempos azarosos, es
cierto, pero tiempos de todos modos nuestros, en los que es preciso aceptar la consigna
directiva de reedificarme como institución, por mi dignidad y mi decoro.
Ahora ya conocen mi controvertida historia. Pero estoy absolutamente seguro que bajo
la voluntad del Ser Supremo y con el apoyo abnegado y cariñoso de todos, se armoniza
este clarín itinerante, se rompe el cristal ahumado de la indiferencia, se levanta la voz
desafiante de la altivez, y del espíritu acerado, nada nos arredra, i la amenaza, ni los
falsos pronósticos, ni los halagos. La consigna permanente de mi actual director es
“Todos de pie” con mi bandera en alto y como se canta en mi himno, “Para que en
Colombia cese la violencia y empiece de nuevo una gran nación”.
REFLEXIONES SOBRE
EL ESCUDO DE LA POLICÍA NACIONAL
“DIOS Y PATRIA”
Reciba, señor presidente, mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes y señores
miembros de la Academia, mi sentido reconocimiento por el recibimiento que hoy me
hacen como miembro honorario de tan distinguida sociedad científica. En este discurso
de orden quisiera compartir con todos ustedes unas reflexiones sobre el escudo
institucional, y de manera particular sobre el lema de nuestra querida Policía Nacional.
El principio de la filosofía tradicional “Nihil in intellectu nisi prius in serse” (Nada hay en
el entendimiento si antes no ha estado en el sentido), manifiesta la naturaleza sensible
del conocimiento humano. Los sentidos nos ponen en contacto con la realidad y la
inteligencia; a partir de los datos sensibles elabora las ideas. A su vez el pensamiento
de la persona se expresa por medio de formas que pueden ser percibidas por los
sentidos que transmiten el mensaje interior. Se establece así la comunicación que nos
enriquece y nos hacen progresar en el conocimiento.
Las palabras, los gestos y los diversos signos muestran el universo de lo abstracto que
por ellos se hace cercano y comprensible.
Los signos usados por los diversos pueblos y culturas ofrecen información valiosa para
la historia de la humanidad. Los escritos, los utensilios, las monedas, los gráficos, los
monumentos, los símbolos hacen posible que perduren en la historia los grandes
acontecimientos, los ideales, las costumbres, el proceso de desarrollo de la cultura y de
la civilización.
Corresponde al historiador escudriñar testimonios que van dejando las personas como
huellas de su peregrinar por la tierra. Él penetra en la visión del mundo que han tenido
las diversas generaciones y entiende el porqué de tantos interrogantes que la
humanidad ha dejado abiertos en el tiempo.
El símbolo, según el Diccionario de la Real Academia, es “la imagen, figura o divisa con
que materialmente o de palabra se representa un concepto moral o intelectual, por
alguna semejanza o correspondencia que el intelecto percibe entre este concepto y
aquella imagen”.
Los pueblos han acudido a los símbolos patrios para denotar su identidad nacional y
proclamar sus ideales y valores. Detrás de cada emblema se encuentra el espíritu de
una nación o de un conglomerado humano unido por una filosofía y unos intereses
comunes.
El escudo nació como arma defensiva en los campos de batalla. De ahí su carácter de
emblema heroico y su denominación como escudo de armas. En la Edad Media, hacia
el siglo XIII, se consagró como distintivo de familias y ciudades, símbolo de la grandeza
guerrera de quienes lo ostentaban con orgullo y honor. Los reyes lo concedían a sus
caballeros y no nobles, y se daba a cada uno de los blasones un significado en relación
con virtudes y hechos de particular trascendencia. Del estudio de los escudos de armas
nació la heráldica o “ciencia del blasón” que constituye una de las auxiliares de la
historia.
La España del Cid y de los caballeros medievales fue una nación blasonada por las
leyendas épicas. Familias, ciudades, provincias y reinos ostentaban escudos. En torno
a ellos se forjaron su prosapia y genealogía, una tradición de honor a la que rendían
culto y que hoy se conservan en algunos lugares de América, aunque sin la arrogancia y
el estilo monárquico de aquella época.
España trajo al Nuevo Mundo sus escudos y con ellos blasonó nuestras ciudades.
La forma circular, según el artículo tercero de esta resolución, “hace alusión al supremo
primer guardián de la humanidad”. El color verde (sínople) significa la fe, la esperanza y
el servicio, virtudes con las cuales la Policía siente el goce de contribuir a la felicidad de
la Patria.
Los diferentes elementos heráldicos destacan virtudes que deben formar parte de la
personalidad del policía: el sable (negro) de las leyendas significa prudencia, rigor,
honestidad y obediencia. El color rojo presente en el escudo denota fortaleza, victoria,
osadía, alteza, ardid.
Según la heráldica los escudos deben estar rematados por un lema que, en breves
términos, indica con exactitud la razón de ser de la institución y las características de su
misión.
El escudo nacional de nuestra República exalta “la libertad y el orden”, como elementos
de convivencia social. Se señala la libertad como derecho ciudadano dentro de un
orden, con el fin de posibilitar el respeto y el ejercicio de las libertades de todos.
Con el lema se señala el ser del policía y la misión de la institución policial. Ser policía
es una vocación, no sólo una profesión o una actividad en la vida; la vocación
comprende la vida misma. La identidad profunda del policía ha de estar marcada
profundamente por su vocación de servicio público. El es el servidor de la comunidad y
está dispuesto en cumplimiento de su deber hasta el sacrificio de la propia vida. Éste ha
de ser título de gloria. Un ejemplo de vocación generosa la encontramos en el Señor
Jesús, quien se presenta como el Buen Pastor quien conoce sus ovejas y da la vida por
ellas. Se causa de las desgracias humanas. Cuando el hombre abandona el Dios
verdadero y se deja seducir por las tentaciones de las falsas divinidades, se expone a
su propia destrucción: “Nosotros por nuestra culpa padecemos; por haber pecado contra
nuestro Dios nos seducen estas cosas” (2 Mac. 7,18). ¿No estará sucediendo lo mismo
en nuestro país? Sufrimos en Colombia muchos males. Se acaba nuestra capacidad de
asombro ante tantas monstruosidades que salen del corazón humano. ¿No será que
estamos sufriendo las consecuencias de olvidar al Dios verdadero para seguir
fascinados con los encantos que nos ofrecen los ídolos de la ambición y del hedonismo
y que han llevado a la ciudadanía a perder los valores esenciales y la han conducido por
caminos de perdición?
A pesar de nuestros pecados, Dios es rico en misericordia y compasión y en su amor
ponemos nuestra confianza y la seguridad de nuestra esperanza. El policía creyente es
imagen del Dios atento a dar la mano a los más débiles y necesitados, a los caídos y
descarriados. El color verde oliva de la Policía es expresión continua de la esperanza y
del compromiso con la construcción de una sociedad en paz.
El sereno era el vigilante nocturno que permitía que los habitantes de la villa o del
pueblo pudieran descansar con tranquilidad. En él se depositaba la confianza y la
seguridad ciudadana. El policía hace patria, es la persona de fiar, contando con su
presencia y acción los ciudadanos pueden trabajar y reposar en paz.
El policía está presto de día y de noche para impedir que los malvados atenten contra la
vida, la libertad, los bienes y demás derechos de los colombianos. Es su
responsabilidad patriótica. Tiene que ser fuerte para superar las tentaciones y para
mantenerse, con la ayuda de Dios, en el camino del bien.
El policía debe ser el ciudadano por excelencia, el hombre de bien, puesto como atalaya
y paradigma de los civiles, y en especial de los niños y jóvenes. Su comportamiento
personal de integridad ética y su capacitación técnica lo harán un individuo digno de
respeto, admiración y confianza.
La responsabilidad del policía con la patria comienza por la atención que él debe dar a
su propia familia. En el hogar, el policía ejemplar manifiesta las virtudes morales que
conforman una familia sana en donde se vive la presencia de dios y se colocan los
fundamentos de la patria. El himno de la policía exhorta a sus miembros a cuidar su
familia, con estas palabras.
Más tarde el levantamiento de los comuneros no sólo alarmó a España, sino que la hizo
reaccionar con espantosa crueldad. En 1779 España le declaró la guerra e Inglaterra.
Para financiar el conflicto los impuestos subieron en las colonias. Esto originó una
enérgica reacción. Los pueblos, o sea el “común”, - por eso se llama la lucha de los
“comuneros”- se negaron a pagarlo. Se alzaron Mogotes, Charalá y Simacota. Fueron
líderes Manuela Beltrán Berbeo. El arzobispo Antonio Caballero y Góngora, intimidado
ante 10.000 ciudadanos armados, juró sobre los santos evangelios desistir de cobrar los
impuestos. Así se calmaron los ánimos. Pero más tarde el Virrey desautorizó el
convenio. Esto enardeció a la ciudadanía encabezada por José Antonio Galán, quien
fue ahorcado en Santafé, y su cabeza, exhibida en una jaula, se paseó por varias
ciudades.
Por estos episodios, el ejército español estaba muy bien cimentado para el 20 de julio
de 1810. Pero en esta fecha ocurrió algo increíble. Fue tan poderosa y resuelta la
actitud de la población contra la presión española, que el ejército asumió una actitud
prudente y de enorme tolerancia. Es más, algunos militares claves, miraron con
inmensa simpatía la actitud rebelde de los santafereños. En su diario, escribió
Francisco José de Caldas: “ Siempre estaremos agradecido con los militares José
María Madiego y Antonio Baraya… por su espíritu comprensivo el 20 de julio de 1810…
Gracias a ellos el virrey Sámano, son el apoyo de la fuerza pública, tuvo que aceptar a
los sublevados… los santafereños siempre estuvieron preocupados por una posible
reacción militar… Pero esto no sucedió”.
Como todos sabemos, en 1815 se supo en Cartagena que se aproximaba una temible
expedición enviada de España por Fernando VII, para reconquistar la Nueva Granada y
Venezuela. Ya Napoleón había salido de España y lo único que importaba era dominar
de nuevo América.
Vino la época del terror. Fusilamientos y destrucción del Ejército. Bolívar y Santander,
formaron en los Llanos Orientales la fuerza militar que nos dio la libertad en Boyacá en
1819.
La Fuerza Pública
La Fuerza Pública somete al que no obedece la norma. Con razón ha dicho Duguit “el
Derecho sin la fuerza es la impotencia, y la fuerza sin el derecho es la barbarie”.
Alejandro Silva sostiene: “Si la eficacia de las normas jurídicas exige la coacción,
destinada a amparar el ejercicio del derecho y a castigar las infracciones del
ordenamiento jurídico, la fuerza compulsiva y sancionadora debe confiarse
exclusivamente al Estado, y sólo a éste corresponde ponerla en movimiento cuando sea
el caso.
Para el cuidado del bien común, el Estado dispone d los medios coactivos necesarios
para resguardar el orden público y remediar, con prontitud y eficacia, las alteraciones
que se produzcan o que se teman”
La Fuerza Pública está conformada por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional.
Las Fuerzas Militares. – El artículo 217 de la Carta dispone que “la Nación tendrá para
su defensa unas Fuerzas Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y
la Fuerza Aérea.
La Policía Nacional - El artículo 218 de la Carta dispone que “la ley organizará el
cuerpo de policía”.
La Policía Nacional es definida por el artículo 5º. de la Ley 62 de 1992 como “un cuerpo
armado, instituido para prestar un servicio público de carácter permanente, de
naturaleza civil y a cargo de la Nación. Su fin primordial es el mantenimiento de las
condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas para
asegurar la paz ciudadana”.
Se desprende de las normas anteriores que la misión de la Policía Nacional es la
siguiente:
El orden público
Sánchez Viamonte, escribió sobre la alteración del orden: Es la sustitución del estado
de violencia y de arbitrariedad por el estado de derecho, hasta donde es compatible con
las exigencias defensivas ante la amenaza de un grave peligro exterior o interior. Si
siempre o casi siempre es un pretexto para ejercer la dictadura y quebrar el orden
jurídico, ello se debe a la incultura de los individuos y colectividades y no a la naturaleza
puramente previsora y defensiva de la institución.
En relación con la inviolabilidad del domicilio, el gobierno puede disponer, con orden de
autoridad judicial competente, inspecciones o registros domiciliarios con el único fin de
buscar pruebas judiciales o prevenir la comisión de delitos. Sin embargo, cuando
existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario para garantizar un
derecho fundamental en grave e inminente peligro, la autorización judicial, que debe ser
previamente escrita, puede ser comunicada verbalmente. Si estas circunstancias se
presentan y se hace imposible obtener la autorización judicial, que debe ser
previamente escrita, puede ser comunicada verbalmente. Si estas circunstancias se
presentan y se hace imposible obtener la autorización judicial, entonces puede actuarse
sin orden del funcionario judicial, pero debiéndosele informar inmediatamente y en todo
caso dentro de las veinticuatro horas siguientes, con especificación de las causas que
motivaron la inspección o el registro y de su resultado, con remisión de copia del acta
que se hubiese levantado sobre la inspección o registro domiciliario efectuado. De este
hecho deberá enviarse al mismo tiempo información a la Procuraduría General de la
Nación para lo de su competencia.
“En relación con la radio y la televisión, el gobierno puede establecer restricciones para
divulgar informaciones que puedan generar un peligro grave e inminente para la vida de
las personas, o incidir de manera directa en la perturbación de orden público, conductas
que serán sancionadas en las medidas que el respectivo decreto legislativo prevea.”
Afirma Jacobo Pérez en su derecho constitucional.
“La radio y la televisión no pueden ser sometidas a censura previa mediante juntas de
censores, pero las agremiaciones periodísticas legalmente reconocidas deben
constituirse en tribunales de autorregulación, para el ejercicio del derecho de
información2.
La Policía Nacional
Por ese motivo contrató a los técnicos españoles comandante José Agudo Pintado y
capitán José Osuna y Pineda, ambos de la Guardia Civil española, para instruir a la
Policía Nacional en lo investigativo. Marco Fidel Suárez, en 1919, fundó una escuela
para capacitar modernamente a los funcionarios de policía.
Policía judicial
Investiga los delitos de competencia de las unidades de fiscalía que se le asigne; solicita
a las unidades las órdenes de captura, allanamientos, intervenciones telefónicas,
registro de correspondencia, vigilancia electrónica de bienes o personas. Presenta
informes sobre sus actividades.
Como complemento de lo anterior debe hacer un examen detenido del lugar, efectuando
todas las diligencias encaminadas a descubrir las huellas, las señales, los objetos,
manchas y demás circunstancias que permitan establecer la materialidad de la
infracción.
Levantar el croquis en forma técnica par que el funcionario instructor o fallador pueda
ubicar los objetos o las personas.
En los casos que considere más graves o importantes tomará o hará tomar fotografías
técnicas de los objetos o personas.
Tomar los datos que permitan identificar a las personas, hacer el reconocimiento del
imputado en fila de personas.
Efectuar registro a las personas que se considere puedan estar ocultando en sus
bolsillos prendas de vestir, interiores o exteriores.
Recibir por escrito y fielmente la versión que libre y espontáneamente quiera hacer el
imputado.
Informar al fiscal o a la unidad de fiscalía del lugar y al agente del ministerio público
sobre la práctica de las diligencias.
Con base en las atribuciones y en los controles fijados para la policía judicial, las
diligencias que practica tiene pleno valor legal, como si hubieren sido practicadas por el
funcionario instructor.
Conclusión
De todas las obras humanas, la única realmente insustituible es la paz. Los pueblos
pueden vivir sin riquezas, sin belleza y hasta sin salud. Vivirán mal, pero vivirán, pero
sin paz no podrán vivir. La perturbación del orden publico, la guerra, la hostilidad, es lo
que mas se parece a la barbarie. Si yo no tengo la seguridad de que puedo vivir sin ser
asesinado impunemente; si no puedo conservar los bienes que he ganado con mi
trabajo, si no puedo defender a mi hermana contra los atropellos, si no puedo vivir en
paz por temor a ser asaltado a la vuelta de la esquina, la vida no merece la pena de ser
vivida. Existencia sin paz, equivale a la ley de la selva.
EL FUERO PENAL MILITAR
PARA LA POLICÍA NACIONAL
Su historia
Desde mi ingreso a las Fuerzas Militares como auditor principal de guerra de la Armada
Nacional y luego como magistrado del Tribunal Superior Militar, tuve la oportunidad de
conocer a sus oficiales, a sus suboficiales y a sus agentes, y de apreciar la importancia
de su misión.
Enseña el profesor alemán Winfried Hassemer que la policía es, por encima de todo, el
braco del monopolio estatal de la fuerza. “Sus acciones u omisiones deciden, en buena
parte, sobre lo bueno y lo mío de la seguridad interna, sobre el éxito de una sociedad
civil y sobre la protección de los ciudadanos en el caso concreto. Por esto se dirigen
hacia ella no sólo las expectativas de los que necesitan a diario seguridad sino también
de los que desean un orden justo en la sociedad. “
Mi intervención versará sobre el fuero militar en la Policía Nacional. Sus orígenes y su
consagración en la Constitución Política de 1991.
Definiciones
La palabra fuero se deriva del latín forum, que quiere decir tribunal.
La Real Academia de la Lengua le atribuye estos significados:
a) El lugar del juicio; esto es el lugar o sitio en que se hace o administra justicia.
b) El juicio, la jurisdicción y potestad de juzgar; en cuyo sentido se dice que tal
causa pertenece al fuero eclesiástico, si corresponde el juicio a la jurisdicción o
potestad eclesiástica, etc.
c) El Tribunal a cuya jurisdicción está sometido el reo o demandado, designado en
este sentido como fuero competente.
d) El distrito o territorio dentro del cual puede cada juez ejercer su jurisdicción.
El fuero como jurisdicción o potestad, puede ser ordinario, poder que se tiene de
conocer todas las causas, tanto civiles y criminales que no correspondan a tribunales
especiales; y privilegiado, poder que se tiene de conocer cierta clase de causas, o las
que se refieren a ciertas personas, cuyo conocimiento se ha sustraído a los tribunales
ordinarios”.
Cuando se dice que una persona tiene fuero, se está afirmando que debe comparecer,
no ante el tribunal establecido por la ley para todos los ciudadanos por la naturaleza del
hecho, el territorio en que tuvo ocurrencia o de la cuantía, sino ante otro tribunal
señalado especialmente en razón de la investidura o del título que ostenta.
“De los delitos cometidos por los militares en servicio activo y en relación con el mismo
servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares, con arreglo a las
prescripciones del Código Penal Militar”.
a) Disposiciones constitucionales
165. Todos los colombianos están obligados a tomar las armas cuando las
necesidades públicas lo exijan, para defender la independencia nacional y las
instituciones patrias.
La ley determinará las condiciones que en todo tiempo eximan del servicio militar.
Por el artículo 75 del acto legislativo número 1 de 1945 se modificó el artículo 171
así:
Artículo 171. “la ley podrá establecer una milicia nacional y organizará el cuerpo
de Policía Nacional”. Se incorpora así a la Policía Nacional en la Carta
Fundamental como integrante de la Fuerza Pública, título XVI.
En la codificación de 1945, el artículo 171 quedó como 167 y fue el que rigió
desde el año mencionado hasta cuando entró en vigencia la Carta fundamental
de 1991. Era entonces la base constitucional para considerar el fuero para la
Policía Nacional, hasta la entrada en vigencia de la Constitución de 1991.
b ) Estatutos legales
El decreto 1125 de 1950, Código de justicia penal militar, constaba de tres libros;
no se ocupó del juzgamiento de los miembros de la Policía Nacional. En su
artículo 86, primero del libro segundo, decía que cometen delito militar “las
personas que ejecuten cualquiera de las infracciones previstas en él”. Fue
modificado y adicionado por el decreto 2.900 de 1953.
Por medio del decreto 1.814 de 10 de julio de 1953, bajo la presidencia del
general Gustavo Rojas Pinilla, el gobierno incorporó la Policía Nacional como
cuarto integrante de las Fuerzas Armadas.
“Artículo 8º. Los oficiales, suboficiales y agentes de la Policía Nacional que, con
ocasión del servicio o por causa del mismo o de funciones inherentes a su cargo,
cometan delito, serán juzgados de acuerdo con las normas del Código Penal
Militar”.
Este tiene constitucionalmente un fuero penal especial (art. 170) pero la ley
puede igualmente, por atribución de la Carta, conceder el mismo fuero castrense
a la Policía Nacional, porque la organización de este cuerpo es facultad
autónoma del legislador (art. 167) que puede ejercitar según las conveniencias
propias de la institución para el mejor desempeño de las funciones que les
corresponden.
Por otra parte, tanto la facultad de organizar el Ejército (art. 166) como la de
organizar el cuerpo de Policía (art. 167) por medio de leyes, están comprendidas
dentro del mismo título XVI de la Fuerza Pública de la Constitución.
“ Es evidente que el decreto 1.667 de 1966 al ser acogido como ley, derogó
todas las disposiciones anteriores y contrarias a las nuevas normaciones,
entre ellas los decretos 1.814 de 1953 y 1.752 de 1965, citado por el
demandante, y el artículo 284 del Código de Justicia Penal Militar (Decreto
250 de 1958, acogido como ley por la 141 de 1961), invocado por la
Procuraduría, artículo que hacía aplicable a las Fuerzas de Policía, asimilando
éstas a las Fuerzas Militares, con una sola excepción que no es preciso
determinar, las normas del estatuto castrense entre éstas el artículo 308, que
en su numeral 2º atribuye a la Justicia Penal Militar el conocimiento “De los
delitos establecidos en las leyes penales comunes cometidos por militares en
servicio activo o por civiles que están al servicio de las Fuerzas Armadas, en
tiempo de guerra, turbación del orden público del orden público o conmoción
interior”.
Consideraba entonces que el fuero para la Policía por el aspecto legal, tenía
su fundamento en el artículo del decreto 1.667 de 1966, estatuto orgánico de
la institución y no en el Código Penal Militar. Es decir: se aplicaba ricamente a
los delitos cometidos con ocasión del servicio, en todo tiempo.
“Comprobado está también que par el día de los hechos de sangre que
protagonizó, el sindicado pertenecía a la Policía Nacional. Nada importa que
se encontrara en traje de civil y se hubiera dedicado a la ingestión de bebidas
embriagantes en lugar de cumplir funciones oficiales. Lo anteriormente dicho
porque para la fecha de los hechos de sangre investigados, 8 de diciembre de
1971, el país se encontraba en estado de sitio, que fue declarado mediante
decreto 2.725 del 29 de diciembre de 1973”.
2- Por hechos punibles cometidos sin ocasión del servicio, durante la época
de estado de sitio.
“Ya se ha dicho que tal estatuto – decreto 250 de 1958 – fue dictado cuando
la Policía hacía parte, como cuarto cuerpo de las Fuerzas Armadas o Fuerzas
Militares, y que ello explica que hiciera extensivos a los agentes, suboficiales y
oficiales de la Policía los términos militar o militares. Pero que como en 1960,
por medio del decreto 1.705, la Policía se sustrajo de las Fuerzas Armadas o
Militares, a partir de entonces y mientras no haya disposición nueva en
contrario, no se le pueden aplicar los referidos términos”.
“Pues bien: el decreto 2.347 de 1971, cuyo artículo 8º señaló los parámetros
para el juzgamiento penal de la Policía, fue dictado en virtud de las facultades
extraordinarias que el Congreso le otorgó al presidente de la República por
medio de la ley 7ª de 1970”.
“Nótese bien: para el Legislador de 1970 no había duda alguna de que uno es
el personal al servicio de las Fuerzas Militares y otro el personal de la Policía
Nacional; que, pues, este no hace parte de aquel ni se puede con el mismo
confundir, y por eso precisamente procedió a facultar al gobierno para expedir,
separadamente, estatutos sobre régimen de los militares y de la Policía”.
“No hay pues, duda posible al respecto, el legislador dice y repite que la Policía no
hace parte de las Fuerzas Militares, que son un cuerpo independiente, distinto y
separado de éstas. Un cuerpo armado, ciertamente, pero no por ello inmerso dentro
de las Fuerzas Armadas o Fuerzas Militares que como expresiones sinónimas y
referibles a un solo concepto, distinto de la Policía, se usan también por los artículo
165 a 170 de la Constitución Nacional”.
A) Por las normas del Código Penal Militar si es en vinculación con el servicio o las
funciones inherentes al cargo: y
“El presente decreto rige a partir de su expedición… y deroga (las) disposiciones que le
sean contrarias”.
Igual fue el criterio que acogió el Consejo Superior de la Judicatura creado por el
artículo 44 del acto legislativo número 1 de 1979, artículo 148 de la Constitución vigente
para la época, en el fallo de enero 9 de 1980.
Este acto legislativo número 1 de 1979 fue declarado inconstitucional por la Corte
Suprema de Justicia, por sentencia del 3 de noviembre de 1981.
Es preciso anotar que la sala penal de la Corte volvió a su tesis inicial. Por ejemplo, en
la providencia del 28 de septiembre de 1982 decretó la nulidad del juzgamiento
realizado por la justicia penal militar en razón de que el delito atribuido al agente de la
Policía se realizó en actos ajenos al servicio. Afirmó la prevalencia del artículo 8º del
decreto 2.347 de 1971 sobre el artículo 284 y demás disposiciones contrarias del
decreto 250 de 1958, a pesar de que el hecho fue cometido en época de estado de sitio.
12. Para finalizar este aparte y teniendo en cuenta que luego de esta sentencia
el texto del articulo 291 del Código Penal Militar puede resultar equívoco, importa
precisar que el contenido vigente del mencionado artículo quedará así: “Juez
natural. Los militares en servicio activo y los miembros de la Policía Nacional,
cuando cometan delitos contemplados en este Código, y en relación con el
mismo servicio, sólo podrán ser juzgados por los jueces y tribunales establecidos
en este Código”.
a) El mandato constitucional.
Es necesario recordar las intervenciones del mayor general – abogado Carlos Alberto
Pulido Barrantes, coronel para esa época delegado de la Policía nacional en la
Asamblea Nacional Constituyente quien con sus brillantes argumentos demostró la
necesidad y la conveniencia de reconocer el fuero para el juzgamiento de los miembros
de la institución en igualdad de condiciones de las que se consagraban para las Fuerzas
Militares; propuso que en el artículo correspondiente se empleara la expresión “Fuerza
Pública”. Ante las tesis que se presentaron en contra de esta aspiración, afirmó que no
existía incompatibilidad con la naturaleza civil que la nueva Carta le daba a la Policía y
que solamente se buscaba preservar la imparcialidad y la independencia de los jueves
ante los cuales debían responder los miembros de la Policía Nacional; con la
coadyuvancia del coronel abogado y hoy brigadier general Edgard Peña Velásquez, la
propuesta del general Pulido fue aceptada.
Siempre hemos encontrado al general Pulido Barrantes en importantes misiones
relacionadas con las ciencias jurídicas en su paso por la institución, como fiscal penal
militar, juez de instrucción penal militar, auditor de guerra, juez de primera instancia e
inspector general; integrante de la comisión redactora del Código Penal Militar, ley 522
de 1999.
En la nueva Constitución, al artículo 221 se le dio una redacción similar a la que tenía el
artículo 170 de la anterior, pero se le cambió el término “militares” por la expresión
“miembros de la Fuerza Pública”. Y como de acuerdo con el artículo 216 ibídem, la
Fuerza Pública está integrada por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, por
expresa y directa decisión del constituyente, los miembros de esta fuerza quedaron
amparados por el fuero militar. Dice así el mandato superior en la forma como fue
aprobado por la Asamblea Constituyente:
“Artículo 221. De los delitos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública en
servicio activo, y en relación con el mismo, conocerán las cortes marciales o tribunales
militares con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar”.
El 12 de agosto de 1999 se dictó la ley 522, nuevo Código Penal Militar. Derogó el
anterior, decreto 2.550 de 1988 y las disposiciones que le fueren contrarias. En su
artículo 1º. Transcribió el texto del mandato constitucional citado acerca del fuero militar
en los términos siguientes:
“De los delitos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública en servicio activo y en
relación con el mismo servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares, con
arreglo a las disposiciones de este código. Tales cortes o tribunales estarán integrados
por miembros de la Fuerza Pública en servicio activo o en retiro”.
En el artículo 2º pretende el legislador definir los delitos relacionados con el servicio así:
aquellos cometidos por los miembros de la Fuerza Pública derivados de la función militar
o policial que les es propia.
Para mayor claridad, el artículo 3º. Dispone que en ningún caso podrán considerarse
como relacionados con el servicio los delitos de tortura, el genocidio, la desaparición
forzada, entendidos en los términos definidos en convenios y tratados internacionales
ratificados por Colombia. Conviene recordar que estos delitos se encuentran en el nuevo
Código Penal, ley 599 de 2000, artículos 137 y 178; 165; 101 y 102 respectivamente.
En sentencia C-878 de 12 de julio de 2000, por medio de la cual declaró exequibles los
artículos 1º, 2º y 195 del nuevo estatuto, destacaba los dos elementos para la
determinación de la competencia en la justicia penal militar: el primero, de carácter
subjetivo, pertenecer a la institución castrense y ser miembro activo de ella, y el
segundo, de carecer funcional, el delito cometido debe tener relación con el servicio.
Consideraciones finales
1- Recordamos que por decreto número 1.000 del 5 de noviembre de 1891, dictado
con fundamento en la ley de facultades número 23 de 1890 se creó la Policía
Nacional.
5- En el aparte b), “estatutos legales” del capítulo dedicado a los orígenes del fuero
militar para la Policía, para una mejor comprensión omitimos mencionar otros
estatutos penales militares que rigieron con la Constitución de 1886 con
anterioridad al decreto 1.125 de 1950.
De esta manera hemos hecho un interesante recorrido por la historia del fuero
militar y la Policía de Colombia.
DE REGRESO AL UNIFORME
La historia que voy a narrarles se constituye en uno de esos episodios que pasan
inadvertidos en la Policía Nacional, o que omitimos contar por olvido o falsa modestia de
quienes hemos tenido alguna participación en ello.
Antecedentes
Corría la segunda mitad del año 1990, cuando ostentaba yo el grado de coronel y me
encontraba ocupando el honroso cargo de director general de la Caja de Sueldos de
Retiro de la Policía Nacional.
Creo que era el mes de septiembre cuando el subdirector general de la Policía Nacional
mayor general Rafael Guillermo Muñoz Sanabria, por instrucciones del director general
de la Institución General Miguel Antonio Gómez Padilla, me llamó para que seleccionara
y contactara a cinco oficiales en uso de buen retiro, que estuvieran dispuestos, en forma
voluntaria, a volver a uniformarse para cumplir una comisión oficial en el exterior.
El requerimiento se debía cumplir con suma urgencia, puesto que las fechas y el
tiempo asignado para la comisión eran muy cercanos y se debía responder a una
solicitud del gobierno de dicho país, hecho por la señora Embajadora de la isla en
Bogotá, quien había hablado con el presidente César Gaviria Trujillo, para el efecto.
El país anfitrión
La isla conocida como “La Española”, es la segunda en extensión (después de
Cuba) de las Grandes Antillas; está compartida por las Repúblicas Dominicana y de
Haití.
Haití ocupa la parte occidental de “La Española”, con una superoficio de 27.750
kilómetros cuadrados y unos 7.008.000 habitantes; su capital es Puerto Príncipe, el
idioma oficial es el francés (hablado por un poco menos del 20% de la población)
pero la mayoría de la gente utiliza el “creole”, que es una lengua local con elementos
africanos, españoles e ingleses, además del francés antiguo.
En cuanto a religión, hay unos pocos católicos, pero la gran mayoría practica el vudú
(que es una mezcla de magia y creencias africanas). El 95% de la población es de
raza negra, descendientes de africanos; el resto son mestizos y hay un pequeño
número de descendientes de origen europeo y oriental. En los últimos años, varios
miles de haitianos han abandonado su país emigrando hacia Colombia, Venezuela y
Estados Unidos de Norte América.
Dos cadenas montañosas se encargan de delinear las dos penínsulas del Norte y del
Sur. El café es el principal producto de exportación; el cobre dejó de explotarse en
1976 y los depósitos de bauxita están a punto de extinguirse.
La ONU respondería por todos los gastos, es decir, pasajes aéreos, sueldo y viáticos
en dólares americanos, hotel y alimentación, tránsito y transporte, algunas prendas
de vestuario, servicio médico y seguro de vida.
Los escogidos
Por la premura del tiempo, como generalmente ocurre en estos casos, empecé por
localizar algunos de mis compañeros de curso a quienes creía disponibles para este
cometido. Después de ires y venires el primer escogido fue mi compañero del curso
XXIV el mayor Manuel Cubillos Martín, quien entonces me ayudó, junto con los
oficiales que trabajaban en Casur, a seleccionar a los componentes del grupo que en
definitiva quedó integrado por los siguientes oficiales en uso de buen retiro:
Esta decisión la tomó, pues consideró de especial importancia para nuestro país que se
diera lugar a la presencia de colombianos en este proceso electoral y que por primera
vez existiera esta representación de nuestra Policía Nacional allí.
Con base en todo lo anterior y producidas las notas de intercambio entre los gobiernos
de Colombia y Haití, así como con las Naciones Unidas, nuestro Ministerio de
Relaciones Exteriores produjo la resolución No. 0843 del 16 de noviembre de 1990 en
que se ordenaba tal comisión; ella se iniciaría el 19 de noviembre de 1990 y terminaría
el 28 de febrero de 1991.
En ese instante el general Muñoz Sanabria designó al mayor Manuel Cubillos Martín
como comandante del grupo y por tanto, como responsable de la comisión en su calidad
de oficial más antiguo de los comisionados.
En este instante el general Muñoz Sanabria designó al mayor Manuel Cubillos Martín
como comandante del grupo y por tanto, como responsable de la comisión en su calidad
de oficial más antiguo de los comisionados.
Pasaje en mano y con gran expectativa, nuestros observadores toman el avión que
seguiría la ruta Bogotá – Medellín – Ciudad de Panamá – Puerto Príncipe.
El general Zuliani informó a los oficiales que permanecerán en Puerto Príncipe durante
los tres primero días para que cumplan las labores administrativas de registro y control,
identificación, organización y para recibir las informaciones básicas sobre el terreno y
sus áreas de responsabilidad.
Después de las advertencias del general Zuliani y cumplidas las primeras tareas,
nuestros delegados son distribuidos a los siguientes lugares: Les Cayes, Fort Liberté,
Jeremie, Port-de-Paix, Gonaives, Hinche, Jacmel y Cap Haitien, aunque en algunas
oportunidades se rotarían entre sí.
Guiza por su parte, no olvida sus catorce horas de viaje terrestre desde Puerto Príncipe
Port-de-Paix: un par de kilómetros estarían pavimentados, otros por carretera destapada
y la mayoría eran trochas, sin faltar el paso por ríos, quebradas o charcos.
Algo similar ocurrió con los demás integrantes de la comisión, cuando se dirigían a sus
lugares de destino.
Desde sus centros de operación, debían cumplir desplazamientos diarios (y así sería
durante los tres meses de la comisión) hacia varios municipios, veredas, barrios,
comunas y localidades, con el fin de tomar contacto con personas, autoridades y
especialmente policías para verificar que todos estuvieran preparados dentro de la
legalidad para facilitar y cumplir el proceso electoral.
Algunas experiencias
Cuentan que el mayor impacto que recibieron fue el de encontrar un país lleno de
miseria y de enfermedades, con unas costumbres totalmente diferentes a las nuestras y
donde siempre hallaban una muestra de algo que solamente hemos conocido en cine,
pero constataron que aquello que se pensaba era ficción se convertía en realidad: la
combinación de ciertas creencias religiosas, con la práctica del vudú y la magia negra.
Encontraron bastantes dificultades con el idioma; en no pocas ocasiones añoraron la
compañía de sus familiares e incluso desearon siempre regresar a su querida Colombia.
“Yo, dice Cubillos, tuve mucho problema para acomodarme a la comida, excesivamente
picante y condimentada al extremo; y casi me enfermo ante la imposibilidad de cumplir
con mis necesidades fisiológicas durante ocho días”.
Guiza, se encontraba extrañado por la manera como los nativos se comportaban, tan
agresivos con las autoridades, especialmente con sus policías.
En algún momento nuestros oficiales conocieron a dos monjitas colombianas, con las
cuales dialogaron en un convento y les contaron del sufrimiento, la miseria y los altos
índices de mortalidad en la población nativa.
Pero salgámonos de estos problemas de orden social ante los cuales no podían hacer
nada nuestros oficiales. Es entonces cuando trato de indagar de ellos alguna
experiencia personal y que más bien sea recordada como memoria de su paso por la
isla.
El mayor Guiza López siempre tuvo problemas con el manejo del dinero. Como recibía
dólares y debía pagar con esta moneda, porque no había bancos ni casas de cambio,
los vueltos que le entregaban los nativos eran en Gourdes (moneda circulante entre los
nativos). Su dolor de cabeza se acrecentaba cuando descubría el engaño de que había
sido objeto en cada transacción. Dejo en calor que Guiza siempre habla de que, pese a
todo, los nativo son gente buena.
En este momento pienso, que no podía faltar la picardía de Manuel Cubillos, a quien
conocemos por su espíritu burlón, sarcástico y ameno en todas sus actividades. Aquí
narra lo siguiente: a mí me correspondió prestar servicio en Gonaives, sitio estratégico y
de gran responsabilidad; el comandante policial del Departamento – dice – era un
teniente coronel Daddi, de Argelia, pero quien realmente poco se preocupaba por los
asuntos del servicio y más bien tomaba muy deportivamente su trabajo; con nosotros iba
al teniente coronel Pedraza Rodríguez (del Ejército Colombiano) quien por su presencia
y modales, aparentaba ser un señor muy serio y de mayor edad y se nos ocurrió –sigue
comentando Cubillos – hacer una tomadura de pelo diciendo que en esos días Pedraza
sería ascendido en Colombia al grado de coronel; como la cosa cuajó, hicimos una
colecta entre los cuatro oficiales paisanos, compramos un bizcocho, una botella de ron,
hice circular un comunicado ficticio originado en la sala de comunicaciones, conseguí las
insignias de coronel y en un acto sobrio pero elegante nuestro compañero recibió el
ascenso de nuestras manos”.
Hay muchas otras anécdotas pero la limitación de espacio nos obliga dejarlas para que
las cuenten los mismos protagonistas.
El regreso
Cuando finalizaron los tres meses de la comisión, no había llegado el día de las
elecciones.
Más tarde se supo que en los escrutinios resultó triunfante el sacerdote Jean Bertrand
Aristides.
Pasados unos días se reunieron para elaborar el informe correspondiente ante los
Ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores, al igual que al Comando del Ejército
y a la Dirección General de la Policía Nacional, por parte de cada uno de los jefes de
comisión.
Nota final
Con este breve trabajo he querido rendir un sencillo homenaje a quienes llevaron la
representación de Colombia y, particularmente, de nuestra querida Policía Nacional en
esta misión y en especial, para cumplir uno de los objetivos de nuestra Academia de
Historia Policial, cual es el de registrar en sus sesiones y en el cuaderno histórico,
algunos hechos que han sucedido con el transcurso del tiempo y que, pese a su gran
importancia y trascendencia, quedaron en el olvido de la memoria histórico-policial.
CREACION CAPÍTULO META
DE HISTORIA POLICIAL
Con este acto la Academia cumple con la obligación moral e histórica de registrar los
acontecimientos más importantes de la institución y de velar por la conservación del
testimonio cultural e histórico que le permita a las futuras generaciones conocer su
historia y sentirse orgullosa de sus antecesores, fundadores, héroes y mártires.
La creación del Capítulo Meta ha sido vivamente estimulada por el Coronel Jairo Antonio
Gómez Méndez, quien desde un principio con especial dedicación y entusiasmo dio
inicio a este noble propósito, para lo cual se reunió el 30 de octubre de 2002 en las
instalaciones de este instituto con un selecto grupo de personalidades, constituyéndose
en asamblea general para conformar la Junta Directiva del Capítulo Meta que según
Acta No. 01 de la citada fecha, quedó conformada así:
Presidente ejecutivo: Coronel Jesús Antonio Gómez Méndez, cargo que hoy se
encuentra en cabeza del coronel Luis Hernando Ramírez Mendoza.
Por lo meritorio de sus vidas, por los ideales de servicio a la comunidad, por su
formación humanística y por su entrega a las causas nobles, la Academia Colombiana
de Historia Policial ha nombrado como miembros honorarios del Capítulo al doctor Luis
Carlos Torres Rueda, gobernador del departamento del Meta, al doctor Omar López
Robayo, alcalde de Villavicencio y a monseñor Octavio Ruiz Arenas, obispo de la
Diócesis de Villavicencio, a quienes en esta sesión académica tendremos el honor de
imponerles la medalla que así los acredita y hacerles entrega del diploma
correspondiente.
Felicito a todos los distinguidos integrantes de ese nuevo capítulo e invito a todos para
que con sus estudios e investigaciones revivan los acontecimientos de la pasada y
reciente historia del departamento con la seguridad de que este capítulo brillará con luz
propia y será un faro que iluminará permanentemente a la Academia.
El discurso de orden de esta sesión solemne estará a cargo del mayor Jorge Andrés
Restrepo Londoño, director encargado de la Escuela Eduardo Cuevas, quien disertará
sobre “La presencia de la Policía en el departamento del Meta”, interesante tema que,
sin duda, resultará de la mayor importancia y trascendencia.
Igualmente, se enmarca en este homenaje la feliz iniciativa del coronel Jesús Antonio
Gómez Méndez, de honrar esta sesión académica con la presentación y primera
interpretación del nuevo Himno Oficial de la Escuela, cuya letra se debe a la autoría del
doctor Jaime González Parra, presidente del Círculo Literario de Bogotá y miembro de
número de la Academia Colombiana de Historia Policial, quien con generosidad sin
límite y profundo afecto institucional, plasmó un sentido homenaje a los carabineros de
Colombia y a la Escuela Eduardo Cuevas en este hermoso himno, cuya música se debe
al maestro Pedro Heriberto Morán Vivas, ilustre compositor colombiano y policía de
corazón, de cuya inspiración ha brotado la vibrante y marcial música que de ahora en
adelante acompañará a nuestros carabineros en la custodia de estos queridos Llanos
orientales.
Los gratos recuerdos que siempre he llevado grabados en el alma sobre mi paso por
este bello departamento, hoy me hacen revivir la memoria de superiores inolvidables
como el general Henry García Bohórquez, ese portentoso hombre que con talento y
sencillez nos enseñó y guió en los menesteres de nuestra profesión, de ese gran policía
con alma llanera que se ganó la admiración y el cariño de la comunidad y en general del
noble carabinero siempre listo, leal trabajador y sincero.
De otra parte, la presencia de la Academia en estos claustros del saber tan
profundamente ligados a la sociedad de Villavicencio, tiene como fin testimoniar la
meritoria labor académica realizada en estos 43 años de historia de la Escuela de
Carabineros Eduardo Cuevas y rendir homenaje de gratitud y reconocimiento a sus
fundadores y directores, quienes han hecho posible que la juventud de esta encantadora
tierra se forme bajo los cánones del estudio, la disciplina y el servicio.
Eduardo Cuevas, émulo de los héroes del Pantano de Vargas, honor y gloria de los
carabineros de Colombia, fue uno de los pioneros y principal protagonista de esta
especialidad. Nació en la población de Chía (Cundinamarca) en 1896, en el hogar de
padres acomodados económicamente. Hombre multifacético, había egresado de la
Escuela Militar en 1923 como subteniente del Ejército, en el arma de caballería, su
estadía fue corta porque en 1926 se retiró de las filas para reencontrarse con su
verdadera profesión, la de policía carabinero. En 1932 ingresa a la institución en el
grado de comisario primero, que equivalía al de capitán de la época, se hizo maestro en
equitación bajo la dirección de la misión chilena y toda su vida policial la dedicó con
asombrosa mística, entusiasmo y vitalidad a la formación del cuerpo de carabineros;
promovió sin desfallecer la creación de XI División de carabineros en 1937, con sede en
la Escuela General Santander, recopiló y complementó las normas sobre el reglamento
de carabineros y sobre el tratamiento del caballo de servicio; lideró la adquisición de
caballos importados de Chile y otros comprados en diferentes ferias de pueblos
cercanos a Bogotá, llegando a un número superior a 300 semovientes; se destacó en el
arte del adiestramiento y salto, se hizo famoso jinete al ganar diferentes pruebas y
concursos hípicos y organizó el deporte de la hípica en la Policía nacional. En Chile,
cómo agregado de Policía descolló como un gran profesional y excelente jinete,
ganándose la admiración y el aprecio de sus colegas quienes a su regreso a Colombia
le obsequiaron un caballo llamado Chimborazo, cuyo nombre cambió por Lautaro.
El comandante Cuevas, como suele llamársele, era un hombre de trato afable con sus
subordinados que apreciaban su cultura envidiable, su don de gentes e irreprochable
educación. Murió en Bogotá el 16 de mayo de 1965, a la edad de 69 años, dejando un
legado de grandes enseñanzas y el sello de una singular mística institucional, reflejada
en las palabras que siempre repetía: “Decir carabinero equivale a estar frente a un
caballero que debe ser el mejor policía, esforzado y valiente, el defensor de los
necesitados, el guardián del orden, el mejor compañero, y el mejor jinete para quien sólo
existen tres cosas: su Dios, su Patria y su caballo”. Su vena poética y sus escritos se
vinieron a conocer cuando murió su caballo Lautaro, su compañero inseparable con
quien había obtenido tantos triunfos. Su dolor fue expresado en el poema “Elegía del
amor sin llanto”.
Como un reconocimiento a todos los carabineros de Colombia y en especial a los
egresados de la Escuela Eduardo Cuevas, deseo finalizar mi intervención con la lectura
del poema “Elegía del amor sin llanto” de la autoría del insigne comandante Eduardo
Cuevas.
Hay que entender que esta celebración conlleva, el sueño y el esfuerzo de sus
forjadores, y así mismo la actividad abnegada de quienes han dirigido a la escuela con
acierto, con discreción y espíritu de cuerpo, más el aporte de todos los oficiales que
durante estos ocho lustros, han contribuído a engrandecerla con un continuo de fe,
vocación irreducible por mantener la llama viva de la identidad de la especialidad de
carabineros. Desde nuestra condición de retiro, dispuesta a contribuir una vez más si se
llegare a demandar nuestro concurso con la institución policial.
Y qué mejor homenaje en este momento histórico a tan respetable y respetado centro
de instrucción, que revivir la memoria de tres de los mejores hijos de la especialidad: el
mayor general Manuel José López Gómez, el mayor Carlos Guerrero Rodríguez y el
mayor Antonio Arciniegas Castilla, cuyas almas en días inesperados, tal como lo
contempla nuestro himno le dijeron al Ser supremo:
Inigualable padre de sus seis hijos e insuperable esposo de Rosita, con quien conformó
un hogar ejemplar en nuestra sociedad.
El mayor Antonio Arciniegas Castilla, integrante del primer curso de oficiales, promoción
Simón Bolívar, fundadores de la Escuela General Santander, además de muchos cargos
de reconocida importancia, fue director del instituto que hoy homenajeamos.
El mayor Carlos Guerrero Rodríguez, quien fuera director de las escuelas Gabriel
González, Eduardo Cuevas, Alejandro Gutiérrez, y comandante de los Departamentos
de Policía Córdoba, Tolima, Caldas y también gozaba con los relinchos de las
caballadas en las sombrías pesebreras.
No podía imaginar don Gonzalo Jiménez de Quesada en los inicios de la conquista del
territorio colombiano, que en la ciudad fundada por él después de recorrer el gran río de
la Magdalena, con las formalidades o rituales que exigía el ostentoso protocolo de la
casa de los Austrias en materia de descubrimientos, conquistas y fundaciones en las
indias occidentales a nombre de la Corona española, que en la década del cincuenta del
siglo XX se iba a crear la escuela signada con su nombre, y que años después, a
comienzos de los 60, sería designada a la misión de formar a los agentes del servicio de
policía y más tarde preparar y entrenar a los suboficiales de la Policía Nacional, con el
objetivo de que desarrollen los conocimientos, habilidades y destrezas que demandan la
operatividad policial y de esta manera, prepararse para escalar en el escalafón policial y
constituirse en valioso apoyo administrativo y operativo, de supervisión y control en su
calidad de mandos medios.
En efecto, la distinción de la Escuela Jiménez de Quesada, como alma mater de la
suboficialidad policial, data de 1958 mediante resolución No. 0995 del 19 de abril, acto
administrativo en el que se clasifican los diferentes niveles de formación y capacitación
para la Policía Nacional, pues una cosa es la formación básica para poder ejercer la
profesión e agente de policía y otra muy distinta, pero en todo caso complementaría, es
la capacitación, entrenamiento y actualización como parte constitutiva del desarrollo
profesional, de los mandos medios de la institución.
Las razones que impulsan el Estado, a las instituciones y entidades públicas o privadas,
a organizaciones de otra naturaleza a fundar una institución de educación superior como
la nuestra, tienen que ver con preceptos constitucionales, tales como:
- El reconocimiento de que la educación es un derecho de la persona y un servicio
público que tiene una función social.
- En sentido específico que cada país defina cuáles son los principios, valores y
virtudes que le interesa promover para sus ciudadanos. Colombia, y de manera
particular la Policía, por su parte, quiere que a través de la escuela se forme a
todos sus hombres y mujeres en el respeto a los derechos humanos, en la paz y
la democracia, en la práctica del trabajo, en la recreación, para que haya una
transmisión efectiva de la cultura y un mejoramiento por parte de las nuevas
generaciones mediante el fomento científico y tecnológico.
Hablar del futuro, no quiere decir de ninguna manera, que desconozcamos los
valiosos aportes del pasado, ni que ignoremos las inminentes urgencias del
presente; se nos antoja que tendremos que hacer una valiosa síntesis entre los
logros, aportes y realizaciones de estas dimensiones del tiempo, al que
inexorablemente tendremos que estar sujetos, pero reservándonos la libertad y el
ingenio de hacer de este factor el mejor aprovechamiento, teniendo en cuenta
cuestiones tan elementales como que el tiempo que se va no vuelve, el futuro
comienza hoy y cada institución tiene los dirigentes, los mandos medios y los
operativos que se merece. De nosotros depende hacer las cosas bien desde ya,
porque para eso estamos y a eso nos comprometemos, con el favor del
Todopoderoso, la confianza y el apoyo de los mandos institucionales, el
compromiso y responsabilidad de mi equipo de trabajo y el concurso de
organismos institucionales como lo es la Academia de Historia y las alianzas
estratégicas que podamos establecer; nos proponemos inaugurar desde hoy una
nueva era para la Escuela Seccional Gonzalo Jiménez de Quesada.
CASUR
107 AÑOS DE HISTORIA
Registrar los hechos que dieron origen al nacimiento, desarrollo y evolución de una
institución centenaria al servicio de los policías de Colombia, es una obligación moral e
histórica que deben realizar sus integrantes.
Creación de la botica: El mismo decreto 230 de 1899 destinó una suma inicial de mil
pesos, de los fondos de la Caja de Gratificaciones para el establecimiento de una botica,
que suministrara gratis las medicinas que les prescribiera el médico oficial a los
empleados y agentes enfermos.
Durante esta época el país se encontraba sumido en la guerra de los Mil Días, por lo
que la Policía Nacional fue adscrita temporalmente (hasta el 6 de septiembre de 1901) al
Ministerio de Guerra. La institución cumplía así su propio servicio profesional y
adicionalmente las operaciones de guerra a órdenes del Ejército, por esta circunstancia,
se estableció un 25% de sobresueldo para el Cuerpo de Policía Nacional, a partir del
primero de enero de 1900 mientras permaneciera el país en guerra civil, sin perjuicio del
tiempo doble que se le tendría en cuenta a los miembros de la institución, para efecto
del pago de gratificaciones.
Las faltas graves como la deslealtad en el servicio y la traición hacían perder el derecho
a la pensión.
El tiempo servido anteriormente se tendría en cuenta para las pensiones vitalicias con
las condiciones de continuidad y buena conducta. Las pensiones serían intrasmisibles.
El gobierno tomaría en arriendo los edificios construidos por la Caja donde funcionarían
los cuarteles de Policía pagando un canon de arrendamiento equivalente a 10% anual
de la suma invertida en la construcción.
Nuevo tiempo para pensión: La ley 18 de 1928 determinó que el tiempo requerido
para obtener pensión de jubilación sería de 20 años, situación que regiría para todo el
país, y la Ley 124 del mismo año estableció”…La jubilación de la Policía Nacional será
costeada por la Caja de Auxilios de esa Institución. El Tesoro Publico solo concurrirá en
la parte que dicha Caja no alcanzare a servir dichas obligaciones…”.
Auxilio funerario: Se estableció un auxilio funerario de $30 para los empleados que
devengaran hasta $200 y el pago de la totalidad de los gastos del sepelio para los
prefectos de Policía, igualmente facultó al director de la Policía para contratar un seguro
colectivo de vida para los empleados de la Caja cuando ésta no dispusiera de los
recursos suficientes.
Auxilio por quinquenio: El decreto 837 de 1930 fijó los quinquenios por cinco, diez y
quince años de servicio que serían de veinte, treinta y treinta y cinco por ciento del
sueldo de un año. Así mismo, dispuso que los empleados separados del cuerpo por
insubordinación, deserción o deslealtad al gobierno no tendrían derecho a dicho
quinquenio.
Indemnización por muerte: El decreto 475 de 1938, dispuso que la Caja de Protección
Social de la Policía Nacional debía pagar a las familias de los miembros de la institución
o del órgano judicial que fallecieran en actos del servicio, una indemnización equivalente
a 24 mensualidades del sueldo que devengara a la fecha de la muerte. Si el
fallecimiento fuere por causas naturales la Caja reconocería una indemnización
equivalente a 12 mensualidades.
Cesantías: La cesantía era equivalente a un mes de sueldo por cada año de servicio de
manera continua o discontinua siempre que el retiro no hubiera sido decretado por mala
conducta.
Jubilación: El auxilio de jubilación continuó otorgándose con 20 años de servicio y era
equivalente al 50% del mayor sueldo devengado en la institución por un término mayor
de un año.
Pensión por invalidez: Los miembros de la institución que se invalidaren en forma
absoluta tendrían derecho a una pensión del 50% del último sueldo devengado.
Substitución de beneficios por muerte: En caso de muerte del empleado los auxilios
o recompensas a que tuviere derecho serían transferidos a sus beneficiarios.
Servicio médico hospitalario: A partir de la vigencia del decreto 2532 de 1950 la Caja de
Protección Social asumió la obligación de prestar los servicios médicos, odontológicos,
quirúrgicos, farmacéuticos y hospitalarios a sus afiliados.
A la Caja de vivienda Militar, un globo de terreno que hace parte de la hacienda “La
pequeña Victoria” con edificaciones, maquinaria y elementos para la fabricación de
ladrillos, mediante escritura 4.463 del 25 de noviembre de 1955, por un valor de
$433.652.33 pesos.
Ocho casas situadas en la calle 80 con carrera 38 de Bogotá que la extinguida Caja
había adjudicado a varios afiliados, por el sistema de amortización a 20 años, por un
valor de $47.935.45 pesos (escritura 1788 del 1 de junio de 1956, de la notaría tercera
de Bogotá).
La Caja tenía como rentas propias $2.404.079.49 pesos, y saldos en bancos y caja
disponibles a 31 de mayo de 1955, $549.088.88 pesos.
Con los balances presentados en la liquidación se pudo establecer con claridad que la
Caja tenía suficientes bienes y rentas y que su administración y desempeño fueron
eficientes y prósperos, y que su capital había sido invertido en bienestar para sus
afiliados y para el servicio de la Policía Nacional.
El decreto ejecutivo 1769 del 25 de junio de 1955, para no dejar desprotegidos a los
antiguos afiliados de la Caja de Protección los hizo beneficiarios de la Caja de Vivienda
Militar.
Como primer gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía fue
designado Eugenio Arce Herrera, quien había sido el último gerente de la Caja de
Protección Social. Su labor principal fue la organización de la nueva entidad, para lo
cual el 23 de mayo de 1956 presentó un proyecto de acuerdo que fijaba la nomenclatura
de la Caja, creaba los cargos, señalaba sus funciones y asignaciones mensuales.
La antigua sede de la Caja se encontraba ubicada en la carrera séptima con calle 12, a
una cuadra de donde hoy atiende la Entidad.
Policía Nacional: La Policía dejó su condición de cuarta fuerza, mediante Decreto 1.705
del 18 de julio de 1960, para convertirse de nuevo en Policía Nacional, esta importante
decisión la subordinó directamente al Ministerio de Guerra y se definió como una
institución de carácter civil, con régimen y disciplinas especiales.
Por resolución del 2 de julio de 1959, la junta autoriza al gerente de la Caja de Sueldos
de Retiro de las fuerzas de Policía para gestionar la adquisición por parte de la entidad
del inmueble de propiedad de las Compañías de Seguro de Vida S.A. y Seguros
Generales S.A., que se encuentra ubicado en la ciudad de Bogotá, carrera 7 No. 13-58,
la forma de pago del inmueble en mención será de riguroso contado. En este edificio
funciona actualmente la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
Crecimiento de la población de afiliados y valor de las asignaciones de retiro.
1960-1970:
Edificios para oficinas: En busca de mayores ingresos para la Caja, en 1961 y 1965
respectivamente, la junta directiva de la entidad decidió comprar los edificios para
oficinas, ubicados en la carrera 7 No. 13-27 y 13-41.
Posteriormente, entre 1965 y 1968 fueron comprados varios lotes en la carrera 9 con
calle 5 de Bogotá, donde se construyó un edificio destinado al Fondo Rotatorio de la
Policía Nacional, hoy ocupado por la parte operativa de la Dirección Antiextorsión y
Secuestro.
Entre 1964 y 1969 se adquirieron varios lotes en la calle 19 con carrera séptima, los
cuales durante mucho tiempo funcionaron como parqueaderos. Posteriormente, en los
años 90 estos sirvieron como base para una permuta por un centro vacacional ubicado
en la entrada principal de la ciudad de Melgar, cedido en comodato a la Policía Nacional
y que administra la Dirección de Bienestar Social, prestando excelentes servicios de
recreación.
Lo anterior, teniendo en cuenta que desde el 18 de julio de 1960 la Policía había dejado
de ser una cuarta fuerza, para convertirse en una institución de carácter civil. Por ello, el
nombre de Caja de Retiro de las Fuerzas de Policía, no era el adecuado.
Personajes destacados desde 1896 hasta 1970: Por la meritoria labor desplegada y
por su especial preocupación para mejorar los aspectos prestacionales, de protección
social y bienestar para el personal en actividad y en retiro de la Policía Nacional y sus
familias, se destacan los siguientes personajes dignos de admiración y reconocimiento.
1971 – 1980. La década de los 70 marca un hito con la expedición del decreto 1048
de 1970, norma que modifica las condiciones en materia de protección social que
tiene incidencia en las finanzas de la entidad.
El gerente de la época, mayor general ( r) Saulo Gil Ramírez Sendoya, anotó en su plan
de política económica 1972-74 “La Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional, no
estaba preparada para una circunstancia semejante y en consecuencia se hace
indispensable que el gobierno auxilie a la entidad anualmente con una partida
presupuestal no inferior a $36.000.000”.
Durante la última década, la Caja ha realizado todas las gestiones pertinentes a nivel
nacional e internacional, observando gran interés en las firmas por el proyecto, pero
desafortunadamente la realidad es que la difícil situación de orden público que vive el
país ha sido la causa principal para que las empresas se abstengan de invertir.
Sede social y recreativa de la Caja: En 1983, bajo la dirección del brigadier general
Luis Eduardo Castillo Amaya, la fábrica de Cementos Diamante hizo una donación a la
Caja de Sueldos de Retiro de un lote ubicado en jurisdicción de Apulo (Cundinamarca),
con el fin de que se construyera allí una sede social y recreativa para sus afiliados y
empleados. El contrato de donación se legalizó en 1988, cuando comenzaron las obras.
En el año 2003 se inició la construcción de dos cabañas para complementar el servicio a
sus afiliados.
Casa del Oficial Retirado: En el mes de enero de 1990, la Policía Nacional entregó en
comodato a la Caja una casa en el barrio Santa Bárbara de Bogotá en la calle 118 No.
19-63 con destino a la Casa del Oficial Retirado (CAORE) destinada a servicios de
salud, recreativos, sociales y culturales.
Propiedades de la Caja
Antes de finalizar el siglo XX, y a medida que la Caja crecía en número de afiliados y se
palpaban necesidades reales que requerían la atención por parte de la entidad, los
diferentes directores iban creando nuevos planes y programas como el Centro de
Atención al Retirado, la reestructuración de la forma de pago para facilitar el cobro de
sus mesadas pensionales por sistema bancario o estableciendo puntos de pago y el
cheque a domicilio para enfermos y discapacitados, la reincorporación a actividades
laborales por medio de una bolsa de empleo, la creación de la microempresa y
prestamos para atender necesidades urgentes. Facilitó a sus propios empleados
recreación, capacitación, préstamos para vivienda y otros beneficios sociales. Se
descentralizaron los servicios creando las Coordinaciones en el Valle, Antioquia,
Santander, el viejo Caldas y Boyacá y en los demás departamentos con apoyo de la
Policía Nacional.
Digno de especial mención, el apoyo y auxilio que prestó la Caja a sus afiliados
damnificados por el devastador terremoto del 25 de enero de 1999, que destruyó parte
del Eje Cafetero, al igual que a los afectados por la inundación ocurrida en Florencia
Caquetá, el 4 de octubre de 1999, con el concurso de todas las asociaciones de policías
en retiro del país.
Como resultado de este proceso surge el decreto 2010 del 14 de diciembre de 1992 que
facultó al director general de la Policía Nacional para retirar discrecionalmente a los
agentes por razones del servicio. Posteriormente, se expide la Ley 62 del 21 de agosto
de 1993 que permitió el surgimiento de una Policía renovada, con una nueva carrera
profesional, nuevos reglamentos de disciplina, evaluación y clasificación, dando origen a
su vez a los decreto 132, 573, y 574 de 1995 que facultaron al Gobierno Nacional,
Ministerio de Defensa y Dirección de la Policía para retirar discrecionalmente al personal
cuya permanencia resulte inconveniente para la institución por ineficiencia, indiferencia y
falta de compromiso.
Las citadas normas tuvieron una incidencia directa en el incremento del número de
afiliados a la Caja, siendo 1994 el año de mayor impacto con un ingreso de 3.269
nuevos afiliados.
- Pago del cien por ciento de las pensiones a los hijos con invalidez absoluta, sin
aportes especiales a la Caja, las que deben ser canceladas por varias décadas
más.
- Pago del ciento por ciento de la asignación del retiro del afiliado fallecido a las
hijas célibes, que alargan considerablemente estas pensiones.
- Falta de un fondo especial que reciba los aportes del 8% del sueldo básico del
personal en actividad, así como de los aportes mensuales del gobierno para
efectos de capitalización y rendimientos.
- Preparación al retiro
- Envejecimiento saludable
- Recreación
- Reinado Nacional de la Simpatía (adultas mayores)
- Capacitación
- Bolsa de Empleo
- Pasaporte Vital
- Microempresas y cooperativismo
- Asesoría a enfermos de Alzheimer
- Centro Día
- Asesoría y apoyo a viudas (os)
- Clubes Adulto Mayor
- Integración con Asociaciones de Policías Retirados
- Voluntariado
- Formación de líderes
- Coordinaciones departamentales
- Identificación y seguimiento a casos de riesgo
Estos programas, además de ser el mayor sustento y lo que más pesó para la
permanencia de la Caja, memoraron ostensiblemente la calidad de vida del personal
retirado y sus familias.
Mediante un plan estratégico de sistemas en tres fases y a cinco años que culminó en el
2002, se logró colocar a la entidad en el máximo nivel tecnológico en informática,
mejorando notablemente el servicio a sus afiliados y la eficiencia de Casur.
Digitalización en el año 2001, se realizó la digitalización de más de 55.000 expedientes
prestacionales que garantizan rapidez en la información y la conservación de la memoria
prestacional de la entidad.
Gerentes y directores
Durante los últimos 32 años han sido gerentes y directores los siguientes oficiales de la
Policía Nacional a quienes hoy cuando se cumple el centésimo séptimo aniversario de la
Caja, por intermedio de la Academia, les rendimos tributo de admiración y
reconocimiento por la excelente labor realizada y la permanente entrega al servicio de
los policías retirados y al bienestar de la gran familia Policial.
Pasivo pensional
Recientes estudios elaborados por el gobierno sobre la crítica situación económica que
vive el país y concretamente con el pasivo pensional de los jubilados, señalan que el
déficit supera los 70 billones de pesos, sumas astronómicas con las que no se cuenta.
Dentro de estas mismas circunstancias se encuentra la Fuerza Pública con un pasivo de
29 billones de pesos en el que se incluye el personal con asignación de retiro de la
Policía Nacional actual y futuro.
Esta voz de alerta dada por el Gobierno Nacional ha propiciado minuciosos estudios
actuariales, debates en el Congreso, foros nacionales e internacionales, integración de
comités de estudios y equipos interdisciplinarios, con el fin de buscar la solución más
adecuada para financiera el futuro pago de las asignaciones de retiro; Casur ha
trabajado con intensidad haciendo parte de las diferentes comisiones, asistiendo a los
comités y foros, llevando iniciativas, con el fin de poder seguir atendiendo este sagrado
derecho de pagar las asignaciones de retiro que tradicionalmente hace con oportunidad
y eficacia.
En los actuales momentos es muy reconfortante para todos los colombianos ver y sentir
el liderazgo del presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez, quien ha asumido
con dedicación y sin igual entrega toda la problemática de seguridad del país y la
solución de las dificultades que de tiempo atrás viene sufriendo la Fuerza Pública,
incluyendo el aspecto pensional, siendo secundado hábilmente por la ministra de
Defensa, doctora Marta Lucía Ramírez de Rincón y el mayor General Teodoro R.
Campo Gómez, director General, con el apoyo de la mayoría de pueblo colombiano, que
permiten vislumbrar un futuro despejado, naturalmente con el trabajo patriótico de la
Fuerza Pública y con el compromiso decidido de todos los policías y militares en uso de
buen retiro de Colombia.
Finalmente, deseo manifestarles que los recursos propios de la Caja y sus rentas, así
como los importantes excedentes financieros se han constituido en un valioso soporte al
presupuesto de la nación, con el que se pagan las asignaciones de retiro. La
modernización administrativa, la actualización tecnológica, el plan estratégico integral
que desarrolló la Caja y la postulación como entidad exitosa ante la Función Pública
para el premio nacional de alta gerencia, hacen de la Caja de Sueldos de Retiro una
entidad modelo entre las de su mismo género, razones para que sus afiliados,
beneficiarios y funcionarios se sientan satisfechos y orgullosos de pertenecer a ella.
LA VIOLENCIA POLÍTICA EN COLOMBIA
Y LA POLICIA NACIONAL
Por ello, no puede concebirse una historia maquillada, arreglada o como una
enumeración seca y monótona de los acontecimientos del pasado, narración adornada y
literaria, en la que el estudioso llevado por la imaginación o por las pasiones, descuide
tal vez documentarse con exactitud o acomode los hechos, dejando de ser
rigurosamente imparcial o se limite a realizar la defensa de sus intereses políticos o
personales, sin deducir conforme correspondería la verdad verdadera, buscando la real
conexión de las causas, con los hechos y sus consecuencias e implicaciones hacía el
futuro constructivo, donde se cumpla, además una labor pedagógica hacia las futuras
generaciones, sin ídolos de barro, sino personajes de carne y hueso, con cualidades y
defectos, que muchas veces se equivocaron de buena fe, pero que en ciertos casos se
dejaron llevar por mezquinos intereses, como lo hemos visto con frecuencia en los
últimos años.
Bilbao – 91.990, Págs. 65 a 67, nos precisa: “la religión judeo-cristiana está
esencialmente vinculada a la historia. Muchas figuras rigurosamente históricas (p. Ej.
Abraham, Moisés, los profetas, Jesús, su Madre, sus apóstoles) y multitud de hechos,
también históricos, han sido portadores del mensaje religioso, y Dios se ha servido de
ellos para revelarse a los hombres. Por eso los símbolos de la fe israelita y cristiana
contienen una serie de hechos reales que son objeto de fe”.
Pero voy a centrar este análisis a los últimos cincuenta años, sobre los cuales monseñor
Germán Guzmán Campos, en su obra La violencia en Colombia (ediciones Tercer
Mundo, número 12 – 1962), señala que por muchos años más las huellas de la violencia
en Colombia, serán referencia para dirigentes, sociólogos y criminólogos. Para toda
nuestra sociedad, este problema y sus múltiples consecuencias son un hechos
peturbante, el más grave peligro que hemos vivido, algo que no puede olvidarse ni pasar
inadvertido por cuanto partió desde machetes hasta genocidios, marcando nuestra
propia idiosincrasia.
“Su estudio debe ser objetivo como campanada que hiera la sensibilidad patria y nos
obligue a pensar muchas veces antes de estimular el cielo de la destrucción inútil y de la
sevicia exagerada que se inició en 1949, podrán darse cambios radicales sin tanta
crueldad y sin el inútil sacrificio humano. Claro que necesitamos la transformación
social, pero como hombres y no peor que bestias salvajes”.
Las facetas del problema son múltiples y de varias teorías explicativas en las cuales se
concluyen responsabilidades por acción y omisión de todas las esferas del componente
social colombiano y en donde la llamada “guerra sucia”, ha tenido un papel decisivo
pero negativo el cual no ha sabido responder la dirigencia del país que se ha
caracterizado siempre por ser inferior a sus deberes y funciones y nos ha conducido
hasta donde todos nosotros conocemos, ante una inercia generalizada de gobernantes
y gobernados, como si ese fuera e mejor método para combatir nuestra excesiva
explosión demográfica, la cual no hemos podido enfrentar en otra forma. El Estado y los
desprestigiados partidos políticos tradicionales iniciaron este proceso destructor que se
les salió de las manos y en el cual hoy tímidamente se empieza a actuar en su
necesario enfrentamiento, para rescatar desde las buenas costumbres y el respeto a la
vida hasta la economía, a partir de las más elementales posibilidades de trabajo.
Víctimas hemos sido todos, pero especialmente el campesinado y las clases sociales de
abajo, quienes han tenido que vivir esa nefata violencia y sentir sus crueles
consecuencias, de cuya responsabilidad no se escapa ni la jerarquía católica, con
alguna participación y en ocasiones con su silencio cómplice.
En la Policía Nacional, las situaciones difíciles y que en su momento han hecho crisis en
la vida institucional, han sido múltiples por los procedimientos equivocados del personal
uniformado especialmente, mencionemos algunos de ellos:
Con estos tristes episodios de nuestra vida nacional, ya también los conservadores
habían sido antes víctimas en Bogotá y otras ciudades, escogidas aquellas entre
preclaros jefes de esa colectividad, la casa del doctor Laureano Gómez fue incendiada,
reducida integra a cenizas, con pérdida de su biblioteca. El periódico El Siglo también
fue devorado por las llamas. En Manizales el líder conservador Gilberto Alzate y José
Elías del Hierro, en Pasto, sufrieron los incendios de sus propiedades. Era pues la
siniestra competencia jugada por los pirómanos de ambas colectividades.
No es justo que pasados tantos años se manche el nombre de la Policía con datos
alterados de aquellas fechas del sectarismo liberal-conservador que vivió tristemente la
República y cuya escritura fue inspirada por la más hirsuta secta de partido en ofensa y
venganza contra el régimen de turno. Aquella responsabilidad la deben asumir los jefes
de ambas colectividades, muchos ya en la tumba y otros que aún tiene la oportunidad
de pedirle perdón al país por sus desvíos”.
La historia de esos años está llena de episodios que en buena medida desconocen las
generaciones presentes. A pesar de que la sangre que corre por la Colombia de hoy no
es separable de las profundas heridas que abrieron el sectarismo y la violencia política
de aquella época. Sociedad que no aprende de la historia está condenada a repetirla.
“La Policía Nacional no tenía ni muchos menos el poder que hoy ostenta, las policías de
los departamentos, aunque se denominaban nacionales, eran simples organizaciones
desarrolladas por los gobernadores y alcaldes y todas de sabor estrictamente político”.
“Debe anotarse que la decisión no solo fue por causa de la política falló el mando de las
unidades, pues muchas carecieron de comandantes suficientemente capaces. Estaban
bajo el mando de abogados comandantes de aquellos que en 1943 fueron incorporados
a la Policía como consecuencia de la crisis que desató el asesinato de “Mamatoco”.
Quizá otra hubiera sido la actitud de la Policía el 9 de abril si aquellos oficiales dados de
baja injustamente en 1943, hubieren estado al frente de las unidades que destacaron”.
Por su parte el doctor Horacio Gómez Aristizábal, en su obra Decadencia del pueblo
Colombiano, edición 4 de editorial Plaza & Janes, página 141, hace la siguiente cita:
Violencia sectaria. “El gobierno y Olaya personalmente – escribió Roberto Urdaneta
Arbeláez-, hicieron todos los esfuerzos imaginables para estancar la sangría, y las
directivas laborales cooperaron con el ejecutivo en el mismo sentido, pero el hecho
continuó y empezó a reabrirse el abismo entre los dos partidos y a germinar el ánimo
vengativo que habría de traer, en futuro cercano, días aciagos para la Nación.
Producido el primer ataque sangriento de liberales contra conservadores o viceversa, el
proceso se desarrollaría automáticamente; vendría entonces el deseo de venganza y
quedaría urdida la cadena de la violencia, que sería imposible de romper” (El
materialismo contra la dignidad del Hombre, Bogotá, 1958, Pág. 826).
La obvia limitación del tiempo en esta solemne sesión, desde ya me impone una
obligación con todos ustedes señores académicos y compañeros policías de todos los
grados: profundizar la investigación histórica y exponer en la próxima ocasión, que sea
determinada por las directivas de la Academia, su necesaria complementación.
Una última reflexión: Si nuestra Policía Nacional, ha sido identificada a través de estos
últimos años, como la fuerza incondicional de los regímenes gubernamentales de turno,
¿por qué ahora se dice que con tal o cual nombramiento, se la quiere politizar?, ¿no
será lo contrario, que todos nosotros debemos aunar esfuerzos por seguirla tecnificando
y despolitizarla definitivamente a mediano y corto plazo?
MEMORIAS
ESCUELA DE POLICÍA RAFAEL REYES
Discurso de orden pronunciado por el coronel Luis
Alberto Guevara Díaz, en la sesión solemne
convocada para crear el Capítulo de Historia Boyacá,
de la Academia Colombiana de Historia Policial, acto
realizado en el auditorio del instituto docente, en
Santa Rosa de Viterbo, el día 25 de abril de 2003.
Y es que la historia ha sido benévola con esta tierra enriqueciéndola de quimeras que
aún hacen parte de las reuniones de los contertulios, propios y extraños, sobre las
versiones con respecto a la anécdota del monje que se paseaba por los predios de la
finca La Tusculana, nombre con que fue distinguida la propiedad donde hoy nos
encontramos congregados, construcción de los señores Narciso y Joaquín Rico, dotada
de gran belleza y colorido floral con esplendorosos jardines en la entrada, gradas largas
enladrilladas y paredes de tapia pulverizada en fiel armonía con la naturaleza
circundante; de otro lado, la historia de los tesoros enterrados en 1873 cuando por
orden del general Mosquera fueron desterrados de Colombia los religiosos jesuitas a
quienes se les dio un plazo de solo tres días, entonces un padrecito recogió en baúles
todas las riquezas que existían en poder de esta congregación religiosa, entre las que
podemos señalar anillos, esmeraldas, coronas, las custodias, las vinajeras, los cálices,
las monedas y otros objetos de valor que hacían parte de las ofrendas que adornaban
las imágenes; y a lomo de bestia se trasladó al convento de las Clarisas existente en
Santa Rosa de Viterbo, enfermando hasta morir y desde entonces cuidaba celosamente
su entierro, alejando los visitantes de tal forma que quien llegaba a la hacienda no
amanecía en ella porque era duramente maltratado.
Denominada también La Quinta, sitio al cual acudían los pobladores y visitantes en días
soleados con el fin de bañarse en las albercas, los caños y las caídas de agua que
nacían desde las entrañas de su suelo, esta edificación estaba construida por una
estructura en forma de pagoda de tres pisos y en este último una barranca en la cual se
ubicada la figura del Sagrado Corazón de pie, figura que sobre los años 1919 y 1920 fue
el motivo de encantó del padre Jesús María Fernández y otros religiosos quienes
provenían de La Ceja, Antioquia y que se trasladaban a esta región con el ánimo de
observar qué ofrecían las tierras de los municipios de Sogamoso, Duitama y Santa
Rosa, que permitiera la construcción de un noviciado; sintiéndose maravillados por la
belleza del paisaje y la majestuosidad de la edificación, no obstante las importantes
ventajas que ofrecían los demás municipios de la región, se escogió este sitio para crear
la sede del noviciado de la Compañía de Jesús.
Cuando los jesuitas empezaron a trabajar lo primero que hicieron fue extender piezas,
contaban con su propia ebanistería y con diversas donaciones como la de un médico de
apellido Pedraza quien regaló un horno para la elaboración de bloques de arcilla
denominado el chircal; en quebrada arriba les regalaron un pedazo de loma donde
había piedra de cemento, los vehículos que les regalaban como una volqueta marca
Hengel alemana; o la hacienda que regaló un rico soltero; otro rico regaló media
montaña holgada en madera de cedro, madera de clavo, la que utilizaban para cercas,
de cada tronco se sacaban cuatro postes, en 1949 se pagaban esos palos a cincuenta
centavos.
Los jesuitas en ese tiempo tuvieron unos 120 ensotanados, podían ser de doce años y
después hubo un momento que fue teologazo, había aproximadamente treinta curas de
misa y había para repartir a todos los pueblos, los hermanos se organizaban y les
enseñaban todos los sábados y domingos. La instrucción impartida permitió que casos
como el de un señor que le regalaron un libro de botánica, se volvió e médico del
pueblo; se llamaba Maximino y se aprendió todo de memoria, llegando a atender aun a
la hermana del médico Santos Ríos quien venía a que le recetara este yerbatero y fuera
de eso era el médico general de los campesinos.
Cuando le entregaron la finca a los jesuitas, tenía en sus alrededores viviendas, predios
que fueron adquiridos por la comunidad religiosa, llegando los terrenos a ser tan
extensos y autosuficientes que se encontraba con cantera, el padre Sánchez decidió
vender esta propiedad por cuanto consideró que en La Ceja, tenían una casa como la
de aquí y el número de estudiantes no era suficiente y que podían funcionar con los que
salían de La Ceja por cuanto estos eran de Nariño y Antioquia, región donde la vocación
sacerdotal se hacía más evidente representando mayor economía. El padre Gallo
contaba que el había estado aquí estudiando, en esa época, habían treinta padres de
misa que iban a los pueblos haciendo actos culturales, por ejemplo una demostración de
elementos químicos, el padre Carlos Ortiz manipulando el vidrio y diluyendo ácidos, las
conferencias eran científicas y ello con lo relacionado en lo religioso, cuando ellos
llegaron eran como cinco de los más importantes en su estudio para mirar algún
religioso de ellos era el padre Fernández el que determinó, debió venir con tres
hermanos más que no eran estudiados e la cuestión de vocación de cura.
La comida era excelente, pero ahí estuvieron grandes religiosos porque, por ejemplo,
Pedro Piedrahita toda la vida contador de Bavaria, el era uno de los hermanos que iba a
hacer doctrina y una vez salió a caminar y una muchacha le ofreció una arepa de campo
y vino a ser su esposa, se hacían reuniones de hombres, mujeres y niños, se convocaba
a los jóvenes a lo que ellos llamaran la cruzada eucarística la cual se realizaba en estas
instalaciones, aquí se realizaban los estudios de prenoviciado al cual lo enviaban a la
Escuela Apostólica del Mortiño ubicada en Zipaquirá y otra ubicada en La Ceja, cuya
duración era de un año, luego dos años de noviciado, dos de juniorado; posteriormente
se adelantaban dos años de filosofía, dos de teología en una edificación en Bogotá en la
65 con novena y se esperaba entonces el ordenamiento
¡Qué tiempos aquellos! O utilizando un giro del latín, diríamos: Oh témpora, oh mores!
La verdad, es que la paz ha sido esquiva para Colombia. En una recurrente e irracional
conflagración interna, el país ha perdido a sus mejores hombres y su derecho a
empinarse en Suramérica, por múltiples razones, como uno de los grandes. Modestos
campesinos que nada han tenido que ver con el conflicto socio-político, han caído
también para sembrar de cruces los campos de la patria.
A la muerte del Padre de la Patria, aparecen los partidos políticos que se trenzan en una
lucha feroz por el poder. Tomás Cipriano de Mosquera, luego de estimular guerras
expansionistas, convoca el Congreso de Rionegro en 1863. Asistieron sólo delegados
del radicalismo liberal. Aquí se aprueba la expulsión de los jesuitas y la ley de “manos
muertas” contra los intereses de la iglesia. Rafael Núñez, que oficiara de secretario de
este sectario cónclave político, abandonó la Convención, pues intuía que sus decisiones
herían el alma nacional.
Rafael Núñez, seis veces presidente de Colombia y autor de la letra de nuestro Himno
Nacional, exclamaba en el Congreso de Delegatarios: “Regeneración o catástrofe”.
Desde entonces la beligerancia liberal tildó a Núñez como “volteado”. Aún resuena la
frase de Núñez: “la Constitución de Rionegro ha dejado de existir, sus páginas
manchadas se han disuelto entre las llamas de la humareda”.
Aparece sobre las ruinas la estampa ciclópea del general Rafael Reyes, figura no
comprometida en la hecatombe de la guerra de los Mil Días. Llega el poder a
administrar ruinas. Su compleja tarea de gobierno, se hace más ardua con la pérdida de
Panamá en 1903, hecho que deja a Colombia debilitada y adolorida.
Reyes inicia su gestión, que investigadores e historiadores califican como uno de los
períodos presidenciales más destacados que Colombia ha vivido.
Para mermarle beligerancia a los partidos, esbozó la frase “mas administración y menos
política”.
Todo redentor muere crucificado: Cristo, Ghandi, Luther King, Gaitán, Gómez Hurtado.
Los grandes de la historia entienden que sin orden, sin justicia, no hay libertad. Sobre
estos parámetros se construye la paz. Cuando Reyes se proponía estos nobles
objetivos, se atentó contra su vida. Instaurada la pena de muerte para los crímenes
atroces, los confesos comprometidos en el magnicidio, que por fortuna no alcanzó a
cumplirse, fueron sentenciados a muerte. Esta institución desapareció en 1910, cuando
Reyes dejó el poder.
Y así, llega 1930 con la llamada hegemonía conservadora, cuando en verdad en ella
participaron valiosos exponentes del Partido Liberal. La división conservadora que
presenta dos candidatos a la presidencia, el poeta Guillermo Valencia y el general
Vásquez Cobo, ofrece la oportunidad al liberalismo de acceder al poder con Enrique
Olaya Herrera. Fue la suya una presidencia con colaboración de personajes
conservadores, pero aquí se da inicio a la violencia de la República liberal.
Lo reemplaza López Pumarejo, quien propone que “la tierra es de quien la trabaja”.
Logra una reforma agraria importante, iniciándose lo que se conoce como “La
Revolución en Marcha”. El gobierno liberal se extiende hasta 1946, cuando accede al
poder el conservatismo con la figura de Mariano Ospina Pérez, personaje antioqueño
que para entonces no ofrecía la menor resistencia.
En medio de las llamas del 9 de abril, presionado Ospina por el tumulto para abandonar
el poder, exclama en el palacio presidencial frente a sus amigos políticos y militares
leales: “Vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo”. Convoca a los
líderes liberales e instaura un gobierno de Frente Nacional.
Así las cosas, la vida del país se mece entre la desesperación y la esperanza. Con
valiosas excepciones, la diligencia política ha sido inferior al compromiso con la patria.
Ausente de dimensión tiene el centro de gravedad en el abdomen. El zoom politikón de
los griegos, que es el arte de conducir a los pueblos hacia la felicidad, no se ha aplicado
por estas calendas de Dios. No hay un esfuerzo sostenido estatal ni de la diligencia
política, para construir una nueva clase dirigente, capaz de sacar a flote el país.
Hace algunos años Mario Laserna, ex embajador en París y director por varios años del
diario La República, escribió una obra socio-política que intituló “El dictador bueno”.
Como sonámbulos estamos buscando este personaje para encontrar una luz en medio
de las tinieblas.
El 13 de junio de 1953
Y el dictador bueno parecía que había llegado. Nos lo habían regalado las tierras
bravías boyacenses, las mismas que aún tiene olor a guerra de independencia y en
cuyas trochas aún se escuchan los ruidos de las botas libertarias de Bolívar. El país no
resistía más sectarismos y abusos de poder. Laureano Gómez había sufrido percances
emocionales, producto de sus actos incoherentes que condujeron a una absoluta
confusión. Se retiró temporalmente de la presidencia y presionó a través de su hijo
Álvaro la elección del doctor Urdaneta Arbeláez, conocido en el ambiente político como
“El Sordo”. En verdad, oía sólo lo que le interesaba. Era un genuflexo señorito
bogotano. Ingenuamente, Alzate Avendaño aceptó que las mayorías que él orientaba
en el Congreso, eligieran a Urdaneta. Momentos después de posesionarse de la
presidencia, se convirtió en su verdugo político.
Ante la crisis, el país nacional ya presentía una solución militar. No había otra salida. A
Rojas se le había enviado como Agregado Militar a la Embajada de Colombia en
Washington, y luego como delegado ante la Junta Interamericana de Defensa.
Laureano quería desembarazarse de este incómodo personaje, al postre tan influyente
en las Fuerzas Armadas. Forzado por las circunstancias y empujado por sus amigos, el
general regresa al país. Laureano, preocupado por los acontecimientos que se veían
venir, “siente mejoría”, a las 10 de la mañana del sábado 13 de junio, se levanta de su
cama, se introduce al Cadillac presidencial y se dirige a Palacio. Al respecto, dice
Enrique Santos Molano, “arrastrando las cadenas de una enfermedad agobiadora
desalojó de la caja al inquilino transitorio”.
Urdaneta, el presidente encargado, también estaba afectado por una gripa infernal. Era
la enfermedad de quienes sentían culpa por el manejo torpe y personalista de la cosa
pública. Reasumió el poder Gómez y ordena llamar a calificar servicios a Rojas Pinilla,
alegando que éste era responsable de supuestas torturas al industrial Felipe Echavarría,
cuya historieta daría para varios capítulos. Se encarga del Ministerio de Guerra a su
seguidor político Jorge Leyva.
Urdaneta le advirtió a Gómez que este hecho podría generar un golpe de Estado.
Enterado Rojas de su destitución, toma la decisión de abandonar el país. Analizando
estos momentos de la historia de Colombia, Calibán en su famosa columna de “Danza
de las Horas”, recordando una anécdota de Marcel Habert, cuando éste vio desfilar al
general Rogert, comandante de la guarnición de París, al frente e 60.000 soldados, le
gritó: “Al Eliseo mi general, a salvar la Patria”. Era una insinuación velada, que el día
anterior a los acontecimientos del 13 de junio, le hacía Calibán a Rojas, para que
asumiera el poder. Alzate Avendaño también le había dicho desde su periódico “Diario
de Colombia”, a grandes titulares, “General, salve usted la Patria”.
El general vacila
Rojas Pinilla estaba recio, como el general francés, a la toma de decisiones. Organizó
vieja para su finca en Mergar. Ospina Pérez y Alzate Avendaño le confiaron a Lucio
Pabón Núñez la tarea de atajar a Rojas y de convencerlo de que “la Patria no se salva
con generales que huyen”. Los jefes conservadores sabían que sin Rojas, todo estaba
perdido. Era el único militar con prestigio suficiente para cohesionar las Fuerzas
Armadas, que profesaban verdadera adoración por su comandante.
Urdaneta Arbeláez abandonó el palacio a las 2 y medio de la tarde del 13 de junio, con
rumbo desconocido. Lo mismo había hecho Laureano Gómez. El país quedó sin
gobierno, ni presidente, ni ministros, entre las 3 de la tarde y 8 de la noche. Hasta
dónde la sumisión y desinterés de Rojas, que ordenó localizar a Luís Mejía Gómez,
sobrino de Laureano Gómez, sobrino de Laureano y por su conducto, le mandó a decir
que “en vista de que había abandonado el cargo sin renunciar legalmente, se veía
obligado a asumir la presidencia”.
Desde ese momento fue recibido como nuevo presidente, incluso por la propia esposa
de Urdaneta Arbeláez, doña Clemencia Holguín. El mundo político y los altos mandos,
decidían la suerte futura de Colombia en el Palacio de La Carrera.
Este joven y brillante oficial se insinuaba desde entonces con más futuro que presente.
Y así quedó demostrado. Su vida, no ha sido cosa distinta que servir al país desde las
diferentes posiciones que le ha correspondido ocupar. La institución policiva le debe
muchas cosas, pero lo principal por su trascendencia, fue su pertinaz insistencia hasta
alcanzarlo, de incorporar a la Policía como cuarta institución dentro de las Fuerzas
Armadas. Le preocupaba el constante enfrentamiento de la Policía con las demás
armas, con las cuales debía existir una lógica armonía.
Como oficial de planta de la Escuela General Santander, le propuso al entonces director
de este centro, el mayor Villamizar del Ejército, que se le rindiera un homenaje al
teniente general Gustavo Rojas Pinilla, comandante de las Fuerzas Militares, para limar
asperezas. Echeverry lo había conocido en la forma más casual. Buscando casa en
alquiler, se encontró con el propietario que era nada menos que el general Rojas Pinilla.
El precio del arriendo no le sirvió, pues el salario que devengaba un teniente era muy
modesto. Pero Echeverri ganó mucho: la empatía con el ya famoso general.
2º. Que la Policía debía hacer parte urgente de la cuarta arma, para dejar de ser
instrumento de partidos y regímenes de turno, y
3º. Que el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, debía prepararse para asumir el
poder, pues el país estaba al borde de la disolución.
El día 13 de junio de 1953, siendo las 9 de la mañana, Rojas Scarpeta le ordenó que se
fuera para el Palacio presidencial, pues intuía que algo estaba sucediendo en el alto
gobierno. Le solicitó que lo mantuviera informado. Echeverri encontró un Palacio
desolado. Con las escasas guardias de rigor. Al poco tiempo, antes del medio día,
sintió estruendo de carros y de personas. Era el general Rojas, que llegaba
acompañado por altos militares. Se dirigió directamente a la casa privada del presidente
encargado, para significarle una vez más que contaba con el respaldo de las Fuerzas
Armadas.
Me pareció importante amigos, abusar de su benevolencia para destacar la actuación de
un joven del lejano ayer, cuyo periplo existencial definitivamente positivo, enorgullece a
la institución policiva y al país. Ha servido bien y en oportunidad doctor y coronel
Echeverry Ossa, a lo que usted tanto ama: La Policía, la causa del penitenciarismo, a la
Academia y desde la cátedra, a las nuevas generaciones.
El primer objetivo de su gobierno, fue buscar la paz, sin cuyo imperio no hay
gobernabilidad.
Nombra al general Duarte Blue para que haga contactos directos con la guerrilla de los
Llanos, y reitere el propósito del gobierno, de no perseguir a nadie a nombre de ningún
partido político. La guerrilla cree en las Fuerzas Armadas y entrega sus armas. Y así
ocurrió en las demás regiones con la guerrilla conservadora.
A pocos días del ejercicio presidencial, Rojas solicita la presencia del teniente Echeverry
Ossa en su despacho, vuelve y juega. Le comunica que ha sido nombrado como el
primer edecán de la Policía en el Palacio de La Carrera. El mozalbete se exalta y
agradece. Aprovecha la cercanía para insistirle sobre la importancia de decretarse sin
pérdida de tiempo la adhesión de la Policía Nacional, como cuarto componente de las
Fuerzas Armadas, Rojas llama al ministro de Guerra, y da instrucciones para que luego
de un estudio jurídico, se proyecte el decreto respectivo.
La Policía Nacional como tal era reducida. Después del 9 de abril, se salvó un grupo de
cadetes que hacía curso para oficiales en la Escuela General Santander. Lo que quedó
trabajaba bajo el comando del Ejército, mientras se formaban y capacitaban nuevos
miembros.
Las grandezas y pequeñeces un día llegan a su fin. Rojas fue grande hasta en la
dejación del poder. Se recordará, que prefirió no enfrentar las tropas a unas huelgas
auspiciadas por la burguesía y el capitalismo. Sus obras materiales que fueron muchas,
en las cuales se destacan: El Club y Hospital Militar, la T.V., el aeropuerto El Dorado, el
voto a la mujer que antes había sido considerada civilmente minusválida, la autopista a
su gran Tunja, son testimonio de su positivo tránsito por el gobierno. Rojas Pinilla fue un
mandatario progresista, magnánimo y generoso.
En este acto solemne que hoy ofrece la Academia de Historia Policial en reconocimiento
de lo mucho que sirvió a la institución, tan solo queda por decir al unísono: PAZ EN SU
TUMBA Y GLORIA A SU RECUERDO.
Que la Academia en la actualidad carece de Bandera y que es su deber establecer los símbolos que la
identifiquen, representen y reflejen la tradición histórica institucional.
Que estudiados los antecedentes emblemáticos institucionales, se estableció que la bandera debe estar
compuesta por tres fajas horizontales de la misma dimensión, en los colores azul la superior, blanco la
central y verde la inferior. En el centro llevara el escudo de la Corporación.
El azul representa el amor, verdad, lealtad y fidelidad en las instigaciones y estudios policiales, el calor
blanco simboliza la paz, pureza y serenidad como virtudes básicas en el análisis histórico. El verde
significa esperanza, fe, servicio y optimismo en el porvenir de las sociedades en que se desarrolla la
historia, particularmente la Policial. Estos dos últimos son los representativos de la Policía Nacional y la
Academia los adopta en su bandera en homenaje a la Benemérita Institución.
RESUELVE:
Artículo 1: Créase y adoptase como símbolo de la Academia Colombiana de Historia Policial la bandera
compuesta por tres fajas horizontales de lamisca dimensión con los colores azul en la parte superior,
blanco en la central y verde en la inferior.
Artículo 2: La Bandera cuya dimensión será de 1.40 metros de largo por 1.10 metros de ancho, llevará
en el centro el escudo de la Corporación.
Artículo 4: La Bandera será presentada oficialmente ceremonia especial dispuesta para tal fin.
Notifíquese y Cúmplase,
Dada en Bogotá D.C, a los 23 días del mes de abril del año 2003.