Efesios

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Pablo Apóstol de cristo por la voluntad de Dios, creen en cristo

Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo.

Comentarios sobre la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios


Compilado por: María Lourdes Alonso I.

La Carta a los Efesios forma parte de las Epístolas de Cautividad o de


Prisión, junto con Filipenses, Colosenses y Filemón. Este encarcelamiento de
Pablo en Roma fue muy fructífero en cuanto a su producción epistolar.
Corresponde este período a los dos años que Pablo pasó en Roma, según se
desprende de Hechos 28:30.

Estos aspectos nada tienen que ver con el contenido de la carta y su


significado para nosotros. Todo parece indicar que Pablo escribió esta
epístola hacia el final de su ministerio, junto con la dirigida a los Colosenses
y su carta privada a Filemón. El tema de la misiva es Jesucristo y su Iglesia.

Para muchos estudiosos, se trata de la más importante de las cartas de San


Pablo. No trata de los problemas de las congregaciones nacientes, sino más
bien de la relación de Cristo Jesús con su Iglesia, de su unidad, de su
vinculación, y lo más difícil de la epístola que nos ocupa es la propia altura
del pensamiento de Pablo.

Ahora bien, antes de entrar en el comentario de la carta, sería bueno


considerar cómo era la ciudad y región de Éfeso, capital de Iconia, provincia
romana de Asia Menor, situada cerca de la desembocadura del Cayster, a
unos 60 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Esmirna. Su fama se debía al
culto de la diosa Diana (Artemisa), cuyo templo se consideraba una de las
siete maravillas del mundo antiguo

Pablo escribió esta epístola en tiempos y circunstancias que prepararon un


ambiente especial para su mensaje.  El sanguinario Nerón era emperador;
abundaban el libertinaje, la vida fastuosa y los asesinatos.   En ambiente
semejante y como resultado de una profunda reflexión e inspiración, el
apóstol produjo una de sus más nobles declaraciones respecto a la fe como
el único medio para que el hombre recobre la paz y se reencuentre consigo
mismo.  La Epístola a los Efesios ha sido llamada "los Alpes del Nuevo
Testamento", y se destaca en medio de las cumbres de las nueve epístolas
paulinas escritas a siete iglesias.

El tema de Efesios es la unidad en Cristo.  Pablo escribe a una iglesia (o


iglesias) formada por judíos y gentiles, asiáticos y europeos, esclavos y
libres, representantes todos de un mundo resquebrajado que debía ser
restaurado a la unidad en Cristo.  Esto implicaba la unidad de persona,
familia, iglesia y raza.  La restauración de la unidad individual en la vida de
cada creyente asegura la unidad del universo de Dios.  El tema de la unidad
se presenta explícita e implícitamente a través de toda la epístola.

 En Efesios, la idea central es la reunión de todas las cosas en Cristo Jesús. 
El pensamiento central de Efesios es la comprensión de la desunión en la
naturaleza, en la humanidad, en el hombre individual, en el tiempo, entre
Dios y el hombre como creatura, y la convicción de que toda esta desunión o
desarmonía se convertirá en unidad cuando todos los hombres y todas las
potestades se unan en Cristo el Señor. En Efesios, la Iglesia es presentada
como instrumento primordial de Dios en la obra de la reconciliación.

La segunda vertiente de la epístola comienza aquí: Efesios 4:1-6:24. La


doctrina, la reflexión teológica, queda atrás. Ahora se trata de las
cuestiones prácticas.

Los cristianos debemos ser ejemplo de humildad, paciencia, tolerancia y


amor. "Tolerancia “es una traducción quizá atrevida, pero, ciertamente
mucho más próxima al sentido que originalmente se quiere transmitir, sin las
connotaciones peyorativas que contiene la palabra "mansedumbre". Todos
estos ingredientes son imprescindibles para la vivencia de la paz, entre los
hermanos, y en lo que dependa de nosotros, con todos los demás hombres.
Además, estos frutos del Espíritu Santo son igualmente imprescindibles
para asumir y vivir la realidad de que la Iglesia de Jesucristo es una, y no
muchas. Muchas pueden ser las tradiciones o denominaciones, las corrientes
teológicas y las formas y maneras más o menos litúrgicas de nuestro culto;
pero, en el último análisis, el Cuerpo de Cristo no puede estar dividido.

Pablo pasa a tocar el asunto de la necesidad de cortar con el pasado. El


camino cristiano se separa aquí del camino de las secuelas  psicológicas
seculares que apuntan a escarbar y ahondar en el pasado de las personas. Si
estamos en Cristo Jesús, si nuestra fe y seguridad están en el Señor,
entonces todo lo viejo ha pasado; todo ha sido hecho nuevo. No se trata de
una vida remodelada, sino de una nueva vida, una nueva naturaleza, un nuevo
nacimiento destinado a que seamos lo que Dios quiso siempre que el hombre
fuera. Y, naturalmente, siendo todos miembros de un mismo y solo Cuerpo
-miembros los unos de los otros- no puede haber lugar para la mentira, para
las quejas y las contiendas. De lo contrario, el Espíritu Santo con el que
fuimos sellados el día en que abrimos nuestro corazón a Jesucristo, será
contristado en nosotros, impidiéndose, de tal manera, el desarrollo armónico
del Cuerpo en cada uno de sus miembros.
Pablo se acerca ahora en su carta al ámbito del hogar, al círculo familiar. El
punto de partida en el planteamiento del apóstol es el reconocimiento mutuo
entre el esposo y la esposa. La esposa ha de reconocer al esposo como
cabeza del hogar, tal y como Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia. Es decir,
que el marido ha de ser salvador y redentor, proveedor y defensor,
cuidador y protector amante de su esposa, carne de su carne y hueso de sus
huesos. Queda descartada toda postura machista de dominación y
explotación. Los maridos hemos de amar a nuestras mujeres como Cristo
ama a su Iglesia, dándose por ella. Los esposos hemos de amar a nuestras
esposas como nos amamos a nosotros mismos. Las esposas no objetarán a
estar unidas en semejante vinculación amorosa. Pablo ve en el matrimonio
cristiano un reflejo de la unión amorosa de Cristo y de la Iglesia.

A los hijos, Pablo pide que sean obedientes a sus padres, y de eso modo
cumplan el mandamiento de honrar a los progenitores. En reciprocidad, los
padres debemos tratar a nuestros hijos con un alto grado de comprensión y
sensibilidad. De lo contrario, les obstaculizaremos el camino del discipulado
cristiano. El siervo cristiano trabajará como para el Señor, sin reparar en el
ojo humano. Y, naturalmente, el amo cristiano hará lo propio con sus siervos,
sin olvidar que un día tendrá que rendir cuentas delante de Dios, ante quien
siervo y amo son iguales.

Lo opuesto será dejar que el Espíritu en nosotros produzca los frutos que
dignifican a Dios y a todo redimido con la sangre de Cristo. La bondad, la
generosidad, la armonía y la disposición en prontitud al perdón y a la
reconciliación, serán las expresiones naturales de quien se sabe escogido,
perdonado, limpiado, amado y sostenido por la gracia y la providencia
divinas.

Antes de concluir su carta, Pablo piensa en el uniforme del soldado romano


que vigila en la cárcel en que se halla. El Espíritu Santo mueve el corazón de
Pablo para describir el atuendo del legionario, pensando en el cristiano como
un soldado del ejército del Señor. La batalla es el conflicto de los tiempos,
vivido en la existencia de cada discípulo de Jesucristo. Las armas y la
armadura las describe el apóstol con gran precisión. Cada pieza en su sitio,
para cubrir y proteger; para defender con verdad, integridad, evangelio
-potencia de Dios- y salvación. Después viene la descripción de las armas
ofensivas: La Palabra de Dios, la fe y la oración. No hay armamento más
potente a nuestro favor en esta guerra espiritual en que estamos sumidos:

Efesios 6:10-18.

La tradición dice que el apóstol Juan pasó la mayor parte de su vida en


Éfeso, donde escribió el Evangelio que lleva su nombre y sus epístolas, y que
después de su deportación a la isla de Patmos, por la policía de Domiciano,
donde escribió el libro de " La Revelación de Jesucristo " (El Apocalipsis),
regresó a Éfeso, donde murió.

Para ver el texto completo de la Carta, presione aquí.

Fuimos elegidos, por volunta del padre para La alabanza a Dios por la unidad por el
vinculo de la paz

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