Escrituras Diaspóricas - Revista LyL Chile PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 25

Literatura y Lingüística N° 40

ISSN 0716 - 5811 / pp. 159 - 183

Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la


crónica urbana argentina*1

Betina Sandra Campuzano**2

Resumen
Nos interesa indagar diferentes formas y grados de migración en crónicas urbanas
del sistema literario argentino, centrándonos en su genericidad y la construcción del
referente. Por un lado, observamos las migraciones genéricas en escrituras urgentes
que exceden el concepto canónico de literatura, instalando nuevos modos de leer. Por
otro, nos enfocamos en la migración. Para ello, a partir del análisis del discurso y desde
una mirada transdisciplinaria, abordamos las crónicas Si me querés, queréme transa,
de Cristián Alarcón (2010) y Sangre salada, de Sebastián Hacher (2011). El resultado de
este trabajo avanza en la reflexión acerca de los procesos migratorios que propone la
crítica literaria latinoamericana, como las discusiones en torno al retorno del realismo.
Las conclusiones permiten proponer la noción de escrituras diaspóricas para referirnos
a esta variedad y gradación de migraciones de diferente índole en los textos que nos
convocan.

Palabras clave: escrituras diaspóricas, sujeto trasandino, migraciones, crónica urbana.

Diasporic writings and trans-Andean migrants in the urban


chronicle of Argentina
Abstract
The interest lies in studying different forms and degrees of migration in urban chronicles
of the Argentinian literary system. In particular, this paper is focused on its genres and the
construction of the topic. On the one hand, I want to observe the migration of genres in
those urgent writings which exceed the canonical concept of literature, introducing new
ways of readings. On the other hand, I will focus on the migration of people. In order to do
that, and from the discourse analysis and an interdisciplinary view, I propose an approach to
the chronicles Si me querés, queréme transa, by Cristián Alarcón (2010), and Sangre Salada,
by Sebastián Hacher (2011). The present paper shows the advances in the reflection on
migratory processes proposed by Latin American literary criticism, as well as in the discus-
sions on the return of realism. The conclusions allow me to propose the notion of diasporic
scriptures to refer to this variety and gradation of migrations of different nature in the texts
that summon us.

*1
Este trabajo forma parte de las investigaciones que atendieron a la convocatoria sobre “Crónica
Actual” realizada por la revista Literatura y Lingüística en colaboración con el grupo de investigación
de “Prensa y Literatura” de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
**2
Argentina. Profesora en Letras. Universidad Nacional de Salta, Argentina. Profesora Adjunta,
Universidad Nacional de Salta, Salta, Argentina. [email protected]

159
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

Keywords: Diasporic scriptures, Trans-Andean subject, Migrations, Urban chronicle.

Recibido: 30/03/2019 Aceptado: 22/07/2019

“El verdadero hogar era más bien la comunidad o el pueblo al


que pertenecía y sus miembros constituían una familia unida. Es
posible que por esta razón se estudie lo andino con más frecuencia
en el marco local o regional, a pesar de que las mismas poblaciones
se formaron, desde sus orígenes preincaicos, por el continuo
desplazamiento de olas migratorias de zonas frías hacia valles
templados y de que, además, tanto los viajeros como los forasteros
aceleraran, con una dinámica impredecible, cambios sociales y
prácticas culturales a lo largo y ancho del territorio de los Andes.”
Julio Noriega Bernuy

Presentación
En el presente artículo 1 pretendemos abordar diferentes estados de
migración en algunas crónicas urbanas del sistema literario argentino
a partir de la presencia del migrante trasandino en el conurbano bo-
naerense. Así, en Sangre Salada. Una feria en los márgenes (2011)2, de
Sebastián Hacher, aparece la investigación del periodista que transita
por más de tres años por La Salada, la feria más imponente de la econo-
mía informal en el continente latinoamericano, en la que se entretejen
las luchas por el espacio, la clonación de las marcas de los productos,
las coimas policiales y los “aprietes” mafiosos, los asesinatos sin sentido.
Del mismo modo, en Si me querés, queréme transa3 (2010), de Cristián
Alarcón, nos hallamos frente a la migración boliviana y peruana que se
instala en Villa del Señor, nombre ficticio de un espacio del Gran Buenos
Aires, donde conviven la religiosidad al Cristo moreno de Pachacamilla,
la guerra del narcotráfico por el territorio y la sospecha de la presencia
de los senderistas que, luego de su derrota en Perú, se reciclaron en

1
Hemos abordado la cuestión de la religiosidad andina, la lucha por el territorio, la violencia del
narcotráfico y la noción de crónica migrante en el artículo “Narcotráfico, migración y religiosidad andina
en Si me querés, quereme transa de Cristian Alarcón” (2018). Luego, hemos avanzado sobre estas mismas
reflexiones añadiendo la cuestión de la presencia de Sendero Luminoso en la crónica como un “cuento
de guerra” en “Pachamama, ekekos y Cristos morenos. Nuevos realismos, violencia urbana y religiosidad
andina en una literatura argentina migrante” (2018). Este artículo avanza en las reflexiones de ambos
textos a partir del ingreso de nuevas nociones como sujeto trasandino (Noriega Bernuy 2012) y cuento
de guerra (Nofal 2012).
2
En adelante, SS.
3
En adelante, SMQQT.

160
Literatura y Lingüística N° 40

el espacio bonaerense. En estos casos, estamos ante crónicas que dan


cuenta de escenarios que transcurren entre los años noventa y dos mil,
cuando emergen los brutales efectos del neoliberalismo iniciado en la
época menemista que profundizó las brechas en la distribución de la
riqueza y sus consecuentes exclusiones.
A partir de las herramientas que prevé el análisis del discurso y las
categorías del pensamiento crítico latinoamericano, nos interesa relevar
en ambas crónicas, al menos, dos estados de migraciones o traslados:
en lo discursivo, estamos frente a lo que aquí llamaremos escrituras
diaspóricas para referirnos a aquellas producciones testimoniales
que exigen lectores que puedan entrar y salir de categorías literarias,
escrituras que se desplazan entre diversos registros, y que son urgentes
y performativas. Si bien las lábiles fronteras del género crónica resultan
uno de los rasgos propios del periodismo narrativo, consideramos
que la propuesta de entenderlo en términos de escritura diaspórica o
migrante puede significar un avance conceptual en relación con aquellas
clasificaciones consensuadas que enfatizan el carácter híbrido del
género, mismo que implica un nuevo producto compuesto por diferentes
especies. De cierto modo, este tipo de clasificaciones del género se han
cristalizado y obturan las reflexiones. En cambio, poner el acento sobre el
carácter diaspórico significa avanzar hacia una concepción que atienda
más bien a la condición fluctuante y mutante de una textualidad que
puede desplazarse y vivir en diferentes mundos, ámbitos o disciplinas
(Mariaca Iturri 2018; Campuzano 2018b).
Asimismo, significa atender a los fluidos y las negociaciones entre
estos diferentes mundos: el literario, el etnográfico y el periodístico. De
allí que la propuesta de escrituras diaspóricas contenga —pero también
exceda— al periodismo narrativo, a la literatura y a las historias de vida
de la etnografía, pues se trataría de tres ambientes o mundos por los que
los textos —como si fueran anfibios— pueden desplazarse, entrando y
saliendo de las categorías propias de estas disciplinas. Por ello también la
noción que aquí proponemos y que pone el énfasis en el carácter migrante
de los textos, al tiempo que cuestiona las clasificaciones genéricas y las
resoluciones que hablan de un “género híbrido”, se erige como deudora
de algunas nociones del pensamiento crítico latinoamericano, desde las
literaturas heterogéneas y el sujeto migrante de Antonio Cornejo Polar
(2005), hasta las literaturas postautónomas de Josefina Ludmer (2010) y
los estudios performáticos de Diana Taylor (2015).

161
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

En lo referencial o temático, estas crónicas dan cuenta de un


fenómeno invisibilizado dentro del sistema literario argentino: la
presencia de los migrantes trasandinos que se han desplazado desde
Bolivia y Perú hacia las urbes del Cono Sur llevando consigo sus prácticas
religiosas, sus historias políticas recientes, sus economías informales y
sus cosmovisiones andinas. Estos archipiélagos que se conforman en
otras macro-regiones, además, nos invitan a leer de un modo continental
el fenómeno de la migración andina —hasta ahora encapsulado dentro
los estudios “regionalistas”—; fenómenos cuya tradición se remonta
a los forasteros y viajeros que, desde Guaman Poma hasta José María
Arguedas, se desplazan por sinnúmero de lugares. Migración y violencia
son los dos grandes fenómenos que recorrerán nuestro tiempo, advertía
Cornejo Polar (“Una heterogeneidad…” 1996) hace un par de décadas.
Consideramos que, a través de estas escrituras migrantes que incluyen
crónicas, testimonios y autobiografías, se evidencian las estructuras de
sentimiento de este tiempo presente que están atravesadas justamente
por las traslaciones y las violencias.

Escrituras diaspóricas: migraciones genéricas, retorno


del realismo y nuevos modos de leer
Si bien SMQQT y SS se inscriben claramente dentro del género “crónica
urbana” o de no ficción, consideramos que ambas producciones pueden
incluirse dentro de aquellas escrituras que, desde la urgencia —y dando
una vuelta de tuerca al realismo—, se escapan de un concepto canónico
de literatura e instalan de esta forma otros modos de leer. Pensamos, por
supuesto, en la noción de literaturas postautónomas con la que Josefina
Ludmer, a partir de un corpus de narrativas argentinas contemporáneas
inclasificables, como es el caso de Bolivia construcciones (2006) de Sergio
Di Nucci, cuyo seudónimo es Bruno Morales4 (2010), está dando cuenta

4
La controversia en torno a Bolivia construcciones es ampliamente conocida: bajo el seudónimo
de Bruno Morales, el periodista Santiago Di Nucci presenta su novela al Premio 2006 La Nación-
Sudamericana y lo gana. Declara entonces que donaría el premio a una asociación de migrantes
bolivianos y la obra se publica con este mismo seudónimo en octubre del 2006. Un tiempo después,
un lector joven envía una carta a La Nación señalando similitudes con la novela Nada de Carmen
Laforet: aunque ambas narrativas desarrollan diferentes tramas, sí coinciden en varios fragmentos. El
jurado entonces revoca el premio, pues lo considera un caso de plagio. Antes del escándalo se habían
desarrollado múltiples lecturas alrededor de la novela de Di Nucci e, incluso, Ludmer había propuesto
la noción de literaturas postautónomas. Luego del estallido, se sucede una serie de álgidos debates en
torno a la cuestión del plagio y el intertexto: entre los defensores y detractores de Di Nucci, se encuentran
Washigton Cucurto, Elsa Drucaroff, Susana Santos, Julio Zoppi, Leandro Sai, Cristina Fangmann, Daniel

162
Literatura y Lingüística N° 40

del fin de la era de la autonomía del arte. Estas son escrituras que no ad-
miten “lecturas literarias”, como tampoco les importa si son entendidas
como “realidad” o “ficción”. Al contrario, son escrituras que se instalan
localmente y “fabrican” un presente y un territorio, esto es, una isla urba-
na. En palabras de Ludmer, la isla urbana “no es un microcosmos ni una
metonimia ni reproduce la realidad […] Es un instrumento conceptual;
una fábrica de imágenes y enunciados territoriales, provisorios y ambi-
valentes” (137). Leer las “islas urbanas” requiere, entonces, “un aparato
diferente del que usábamos antes”, esto es, “otras palabras y categorías”
para pensar la significación.
Estas escrituras atraviesan las fronteras de la literatura y son por
ello ambivalentes y diaspóricas, pues entran y salen con soltura de los
criterios o las categorías literarias, como lo son las nociones de autor,
obra, estilo o texto. En este sentido, y como señala Sandra Contreras
(2008) a propósito del abordaje a la narrativa de César Aira, estas
escrituras pueden inscribirse en la problemática de un “retorno del
realismo”, cambian los modos de leer y son, evidentemente, escrituras
performativas pues, antes que “conocer”, pretenden “hacer” territorios5.
Por su parte, Diana Taylor (2015) sugiere pensar la performance como un
marco teórico, pero también metodológico, que nos permita observar el
modo en que se transmite el conocimiento tanto por medio de la palabra
como a través del cuerpo, de la cultura letrada como de la popular. Los
migrantes, en este sentido, evidencian tales transmisiones de la memoria
pues, al trasladarse de un espacio al otro, llevan consigo sus visiones de
mundo, sus memorias, espacialidades y temporalidades impresas tanto
en las palabras como en la corporeidad (Bueno Chávez 2004).
En otras palabras, Ludmer habla de “fabricar” territorios y presentes
escapándose así de las categorías literarias con las que nos acercamos a
la lectura y Contreras sostiene que estos nuevos realismos no pretenden

Link y Maximiliano Tomas. Más allá de todas estas posiciones, lo cierto es que la escritura de Di Nucci
resulta una narrativa que ha logrado incomodar.
5
Dice Contreras a propósito: “… no se trata del realismo positivista, ingenuo, confiado en la
transparencia del lenguaje, sino de un ‘nuevo realismo’ que representa tanto mejor la realidad, el
presente, cuanto más crítica sea su intención cognoscitiva, cuanto mejor superen sus procedimientos
la banalidad de una pretensión puramente mimética. Es la regla de los realismos del siglo XX, podríamos
decir. En este contexto, yo creo que la gran vuelta que Aira le estaría dando a las ‘vueltas sobre el realismo’
de fin de siglo es que desplaza el vínculo creativo entre lo real y el artista: del conocimiento (del orden
de la representación) a la acción (al orden de la performance). Este desplazamiento es decisivo, es
sustancial —porque transforma la naturaleza del vínculo—, y al mismo tiempo difícil, muy difícil, de
captar y definir. Tal vez haya que decir: la literatura de Aira no quiere conocer la realidad, quiere hacer
realismo.” (48). La cursiva corresponde al original.

163
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

“representar” o “conocer” la realidad, sino “hacerla” con palabras. Hay


allí, en el realismo reciente, un claro gesto performático que, agregará
luego la crítica rosarina, está dando cuenta de una pulsión documental
y de nuevos modos de leer. Por nuestra parte, si recordamos que Roger
Chartier (1993), al estudiar la historia de la lectura y la de los libros
en la Edad Moderna, explica que los modos de leer no son otra cosa
que “formas de estar en la sociedad”, posiciones desde donde se lee,
consideramos posible sostener que las crónicas urbanas son dispositivos
escriturarios performáticos, que se inscriben dentro de estos nuevos
realismos, que desbordan conceptos y categorías literarias, que poseen
una pulsión documental, que fabrican territorios y presentes, que obligan
a salirnos de la noción clásica de literatura y leer de otro modo porque,
justamente, estamos viviendo de otro modo y desde otras posiciones
en otra coyuntura histórica. Con esto queremos decir que las crónicas
urbanas, entonces, pueden escaparse de las estancas clasificaciones
genéricas o de los sólidos estantes de la literatura, el periodismo, la
etnografía o la no ficción, pero no porque sean “textos híbridos”, como
la crítica se ha encargado de definir al género, desde metáforas como la
del ornitorrinco de la prosa propuesta por Juan Villoro, sino porque son
ellas textualidades que se desplazan entre diferentes registros y modos
de leer. En síntesis, a partir de las lecturas de Ludmer, Contreras, Taylor
y Chartier, proponemos repensar las calificaciones clásicas de la crónica
urbana que la consideran un “género híbrido” y proponer, más bien,
concebirla como una escritura diaspórica que se traslada entre diversos
registros y modos de leer, en esa urgencia que requiere el testimonio y la
“fabricación” de un territorio y un presente con palabras.
Asimismo, en esta propuesta subyace otro concepto del que también
es deudora: nos referimos a la noción de literaturas heterogéneas
(1980) que Antonio Cornejo Polar elaboró a partir de la lectura del
neoindigenismo en la producción de José María Arguedas, autor que
resulta un ejemplo ineludible de las escrituras disruptivas del siglo
XX (Elmore 2015), pues transita inconclusa entre diversos registros (el
diario o escritura íntima, el diálogo mítico de los zorros, la novela de la
migración serrana en Chimbote). Así, da cuenta de los cambios urbanos
propios de una modernidad desigual, los procesos migratorios y las
yuxtaposiciones culturales, capturados en una mirada que es etnográfica
y poética a la vez. Cornejo Polar entiende que una literatura heterogénea
implica la presencia de un elemento en la situación comunicativa que

164
Literatura y Lingüística N° 40

corresponde a un universo sociodiscursivo diferente del resto: por


ejemplo, en el indigenismo el referente corresponde al mundo indígena,
mientras productor y destinatario comparten el mismo universo criollo
y occidental.
Luego, el crítico peruano, al avanzar sobre su propuesta, comprenderá
que cada elemento de la situación comunicativa puede ser heterogéneo
en sí mismo: el canal, el referente, el código, el productor y el receptor,
por ejemplo. Así, el pensamiento cornejo-polariano propone la noción de
sujeto heterogéneo y, especialmente la de sujeto migrante, para referirse
a aquellos sujetos quebrados o escindidos por la experiencia de la
migración, en los que habitan una o más temporalidades, memorias y
posiciones. Sostenemos entonces que las crónicas urbanas pueden
considerarse del mismo modo escrituras diaspóricas o migrantes, pues
estaríamos ante una heterogeneidad en el orden discursivo: registros,
memorias y voces diferentes se desplazan entre los discursos literario,
etnográfico y periodístico. Estos, a su vez, coexisten en una textualidad y
no diluyen sus diferencias en un tercer elemento híbrido. Luego, puede
haber otras heterogeneidades por las que fluyen estas escrituras como
pueden ser la temática o referencial (que repite de algún modo el gesto
del indigenismo, pero ya no en el ámbito de la hacienda, sino en la
urbe misma a partir de la migración) y la que refiere a la instancia de
producción (que acerca la crónica urbana al testimonio canónico de corte
etnográfico que conocemos a partir del Premio Casa de las Américas y
que implica la presencia de una doble autoría solidaria compartida entre
letrado e informante). De ellas, nos ocuparemos a continuación.

Los cronistas migrantes: de la ajenidad del oficio al ayllu


La crónica de Alarcón o la de Hacher pueden resultar discursivamente tan
migrantes como el mismo mundo al que refieren, pues su escritura impli-
ca un proceso de investigación periodística en el que intervienen entre-
vistas a informantes andinos que migraron hacia el espacio bonaerense,
vistas a expedientes judiciales originados en los países de procedencia y
largas estancias en las comunidades de migrantes donde, entre comidas
y religiosidades, suceden los hechos relatados. Así, lo podemos ver en SS
cuando el cronista narra el proceso de las entrevistas: “Los encuentros
con Eva fueron cerca de diez. Los días que tenía ganas de hablar, sus mo-
nólogos comenzaban en los recuerdos y terminaban con ella imaginando

165
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

situaciones ideales” (Hacher 41). De algún modo, ello da cuenta de cómo


el investigador desarrolla una mirada detallada y un claro propósito etno-
gráfico a la hora de escribir; esto es, el “estar allí” que requiere la tarea del
antropólogo y la descripción densa que propone Clifford Geertz (2000).
Pero el cronista también incorpora reflexiones ensayísticas y avanza,
incluso, hacia metáforas culturales que se desprenden de su descripción
etnográfica. Pensamos, por ejemplo, en el modo en que al describir
los procesos de “imitación” o “clonación” de la ropa “falsificada” en
la feria, sugiere una metáfora sobre la identidad misma del espacio,
de los trabajadores y de los mismos migrantes que, luego de varias
generaciones, ya no son falsificaciones, sino mutaciones:
La Salada funciona por contagio. La imitación se puede hacer
a ojo, pero la forma más efectiva es comprar una pieza, desar-
marla, hacer un molde y ponerse a producir. Si esa forma de
copiar se multiplica y se hacen copias de copias, el resultado
termina siendo una mutación: lo que se obtiene en una tercera
o cuarta generación ya no es ropa falsificada, sino un híbrido
que se aleja cada vez más del original y comienza a escribir
su propia historia. (Hacher 117)6
De igual manera lo advertimos cuando Alarcón describe su primera
entrevista con Alcira, la transa (esto es, la dealer o pasadora de drogas,
uno de los estamentos del negocio del narcotráfico) que es la protagonista
de su investigación y de su relato en la Villa del Señor:
Alcira tiene el cuerpo de un mastín napolitano. Es gruesa,
aunque no gorda; una masa de músculos concentrados en
los brazos, la espalda y el cuello. La boca bien dibujada, los
ojos achinados, los pómulos salidos de la cara redonda le
dan cierta altivez. Se para derecho, firme, con los hombros
hacia atrás. Mira de frente. Los ojos son de un negro profun-
do, pequeños, vitales. A la sonrisa suele ganarle un rictus de
preocupación. La vi por primera vez en La Perla, el bar de
Once. Llegué demasiado tarde y ella estaba sentada, vestida
de pantalón y remera rosados, con un bebé de pocos meses
en los brazos: su hija Martita. Tomaba un café con leche y
parecía dispuesta a hablar. “A mí me va a hacer bien acor-

6
En adelante, el destacado es nuestro.

166
Literatura y Lingüística N° 40

darme de algunas cosas que tengo guardadas muy adentro


mío”, me dijo. En la primera conversación avanzó veloz y
decidida, como lanzada por los rápidos de la memoria. Me
impresionó su honestidad, la manera en que mencionó los
hechos que cambiaron su vida. Cómo vio matar. Cómo man-
dó matar. (Alarcón 30)
El cronista describe con minucia a su informante, su silueta, las
circunstancias y el escenario de la primera entrevista, al tiempo que
matiza tal descripción con sus impresiones y evaluaciones, poniendo al
descubierto su subjetividad. Y es que las escrituras diaspóricas pueden
también inscribirse dentro del ‘giro subjetivo’ (2007) del que habla
Beatriz Sarlo para referirse a la retórica testimonial, a la intensidad de
la experiencia, al predominio de los sujetos y de las historias mínimas
e íntimas. Consideramos entonces que, si bien hay un evidente
trabajo investigativo periodístico y/o etnográfico, el grado de edición y
novelización en las crónicas de Alarcón y Hacher resulta mayor a otras
escrituras etnográficas canónicas. Hay en ellas, además, una evidente
preocupación estética: “avanzó veloz y decidida, como lanzada por los
rápidos de la memoria”, escoge Alarcón para describir la verborragia de
su informante, o las metáforas que esboza Hacher en las que desplaza el
sentido de la ropa imitada hacia la condición de la identidad migrante;
por lo que no dudamos de que se trate de escrituras que se trasladan
lábilmente entre los registros del periodismo, la etnografía y la literatura.
Además, en ambos casos se introduce un considerable número de
reflexiones metatextuales en torno al género “crónica”, como también
al rol del letrado o amanuense. El periodista se halla lejos de disimular
sus intervenciones durante el proceso de edición, como sí sucede con
los epígonos del testimonio canónico7, o de borrar las dificultades
que posee el investigador, quien termina más bien empatizando e
involucrándose con el mundo de los informantes. Por supuesto, nos
referimos aquí a una de las consabidas problemáticas que responden
al testimonio etnográfico, tal como lo conocemos desde las propuestas
de Miguel Barnet/Esteban Montejo, Domitila Chungara/Moema

7
Con la noción de testimonio epigonal (Campuzano 2017) nos referimos a aquellos relatos de
corte etnográfico en los que podemos ver cristalizadas las variables del testimonio hispanoamericano
canonizado con el Premio Casa de las Américas. Entre esas variables, hallamos la solidaridad entre
letrado e informante, el principio de verosimilitud, los pasajes de la oralidad a la escritura, el disimulo
del intelectual solidario que niega su tarea de mediación, por ejemplo.

167
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

Viezzer y Rigoberta Menchú/Elizabeth Burgos Debray. Es decir, si


recordamos la doble vertiente del testimonio de la que nos habla
extensamente la crítica literaria fundacional del género desde los
años noventa (Sklodowska 1992; Amar Sánchez 1992), que distingue
entre los testimonios etnográficos y los periodísticos o de no ficción, la
cuestión de la edición resulta una de las variables del género que aún
hoy continúa apareciendo en los textos de carácter testimonial tanto de
un corte como del otro. De allí que Sklodowska, por ejemplo, se detenga
en los años noventa en el análisis de los prólogos y cómo en estos el
letrado solidario, en términos de Achugar (1994), intenta “disimular”
su intervención en el proceso de traducción y edición a fin de lograr la
verosimilitud. Planteos similares realiza Amar Sánchez, a partir de la
producción de Rodolfo Walsh y Elena Poniatowska, cuando se refiere
al modo en que en las crónicas periodísticas no se trata de “prestar” la
voz a quienes no la tienen, sino de cubrir con la de ellos los silencios,
transformando el testimonio en casi un monólogo donde el silencio
corresponde, más bien, al periodista (Amar Sánchez 63-64).
Así, la presencia de un letrado solidario que termina por empatizar e,
incluso, constituirse como un actor más del ámbito de los informantes
—en estos casos, los periodistas— y de esta manera ya no se preocupa
por “disimular” su intervención pueden observarse tanto en SS como en
SMQQT. Por ejemplo, así sucede cuando Hacher pone en evidencia el
modo en que, en cierto momento, termina involucrándose —hasta incluso
afectivamente8— en el escenario de La Salada, del que inicialmente se
sentía ajeno o del que solo le interesaba describir etnográficamente: “Yo
como todos los demás, camino con lo mío a cuestas” (17), “A nosotros lo
que nos interesa es la vida en la feria. Lo de las marcas nos da igual” (48),
“Desde ese día nos sentimos parte de La Salada” (51).
El caso de Alarcón es aún más interesante en este aspecto. Será el
episodio del pedido de padrinazgo que le realiza Alcira al cronista el que
más dé cuenta de cómo el investigador, que primero intenta mantener
la ética distancia con los informantes, termina involucrándose con el
mundo trasandino y, de cierta forma, transformándose a partir de esta
vinculación. Así, Alarcón recurre a la visita a una bruja: atendiendo
a cómo esta influye en la creencia de Alcira, el cronista se vale de los

8
Sobre el aspecto de lo afectivo en la crónica de Hacher, remitirse al artículo de Gabriela Polit Dueñas
(“Cuando mirar no…” 2013), citado en bibliografía.

168
Literatura y Lingüística N° 40

vaticinios para evadir el pedido de padrinazgo y mantener así la distancia


profesional:
Cubierta con una colcha amarilla, sobre ella comenzó su tarea.
Pensé en la mai Oxún. Quiso comenzar con mi vida, con el
devenir de mi propia vida. Le dije no, solo quiero saber sobre
los personajes de la historia que estoy escribiendo. No le gustó
la idea, pero procedió. Me dijo que al más poderoso de todos
lo descubriría en una situación que jamás debía divulgar si no
quería perder la vida. Si lo cuentas, te matan. [...] La visita a la
bruja rindió sus frutos cuando regresé. Alcira se aferraba tanto
a las creencias de las deidades paganas y hechizos andinos que
el argumento de la bruja del caribe sobre lo de firmar juntos
el mismo papel me resultó ideal para espantar la idea del pa-
drinazgo. (130-131)
Si bien en varias ocasiones Alarcón se refiere a sí mismo como el
“periodista” o el “escritor”, es decir, lo hace desde su rol de investigador
y productor del texto, esa función se transforma a lo largo del relato: su
reticencia inicial se convierte en aceptación del padrinazgo. Este pasaje
da cuenta de al menos dos transformaciones: primero, el cronista se
involucra de tal modo en el mundo que investiga que adquiere una nueva
posición, “desde adentro”, la de un personaje o un actor más dentro de la
saga narco. Luego, el padrinazgo forma parte de la composición andina;
por eso, el cronista no solo adquiere responsabilidades y lazos con el hijo
de Alcira sino que —podemos arriesgar— se convierte en miembro de su
ayllu o comunidad, de su archipiélago andino o su familia, estableciendo
así relaciones de reciprocidad y solidaridad. Recordemos que para la
visión de mundo andino, la colectividad y la noción de yanantin —esto
es, la relación, la complementariedad y la cooperación— rigen la vida en
los Andes y la individualidad; chulla o wakcha está asociada, en cambio, a
la desventura, la carencia y la esterilidad; de ahí que esté mal visto andar
chulla, solo o sin ayllu (Mamani Macedo, “Yanantin…” 2019). Este mismo
tipo de vinculaciones también forman parte del paisaje y la comunidad
de los migrantes paraguayos retratados por Hacher:
Eva tenía seis años y no sabía por qué, pero la ausencia [del
padre] no le dio tristeza. La madre se concentró en atender
el almacén de techo de paja que regenteaba en las afueras de
Asunción y en ayudar a los vecinos que se juntaban en su casa
todas las tardes. Allí, mientras compartían un tereré helado,

169
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

resolvían cómo ayudar a alguien que no tenía medios para ir al


hospital, a una mujer que había enviudado o cuál era el mejor
método para arreglar alguna calle del barrio. (31)
Entonces, la migración o el desplazamiento no solo sucede en el
referente o el tema migratorio ni en la imbricación de discursos o en
la relación entre periodista e informante, sino que también sucede en
el cronista mismo, quien a través de la investigación “desde adentro”
se incorpora al ayllu, a la Villa del Señor o a La Salada. Es decir, de
algún modo, los cronistas empiezan a jugar un rol en esa guerra por
el territorio —ya sea el del narcotráfico o el de la feria— pero también,
y sobre todo, se involucran en estos espacios a partir de los lazos
afectivos que establecen, de la incorporación de los modos de ver el
mundo y de vincularse entre pares, de las relaciones de reciprocidad,
colaboración y solidaridad, de los ayllus que se han trasladado junto
con sus migrantes. Con esto queremos decir dos cosas: por una parte,
episodios como el del pedido del padrinazgo o los modos de resolver
las carestías de los vecinos nos permiten poner el acento en los vínculos
solidarios entre los migrantes bolivianos, peruanos y paraguayos, y no
solo atender a las situaciones de violencia urbana que, en el imaginario
contemporáneo, pueden incluso ahondar en las estigmatizaciones.
Por otra parte, estos ejemplos ponen en evidencia cómo los migrantes
trasandinos resultan no solo sujetos heterogéneos, escindidos por la
experiencia de la migración, sino también sujetos heterogeneizantes,
en el sentido propuesto por Raúl Bueno Chávez, esto es, modifican los
lugares de arribo con la incorporación de sus prácticas y cosmovisiones,
generando nuevas heterogeneidades.
En resumen, las crónicas SMQQT y SS pueden considerarse
escrituras migrantes, pues —más allá de sus referentes— se desplazan
entre diversos registros y géneros, al tiempo que obligan a los cronistas
a desplazarse también en sus posiciones: los investigadores, sean
periodistas o etnógrafos, se trasladan desde relaciones de ajenidad
hasta el involucrarse afectiva y culturalmente con los migrantes
trasandinos. Son estos últimos quienes generan así nuevos estados de
heterogeneidad y modifican el paisaje del lugar de arribo al incorporar
sus prácticas, pero también sus afectos, sus modos de ver y organizar
el mundo.

170
Literatura y Lingüística N° 40

El archipiélago trasandino: la serpiente amaru que


engulle al conurbano bonaerense
Si atendemos especialmente al referente, repitiendo acaso el gesto de las
literaturas indigenistas del siglo XX, podemos advertir otro estado de he-
terogeneidad que trasciende los paisajes de la sierra y la costa peruanas:
nos referimos a la presencia del sujeto migrante trasandino que adquiere
diferentes dimensiones en su traspaso al conurbano bonaerense. Si en el
caso de SS el migrante boliviano toma posesión del territorio a través de
las ferias de Urkupiña, Ocean y Punta Mogotes desatando así una guerra
por el espacio, en SMQQT nos hallamos ante el cuento (Ludmer 1977;
Nofal 2012) de cómo los senderistas, que fracasaron en la guerra popular
prolongada, se reciclan en el negocio del narcotráfico en la Amazonía
peruana, migran hacia Argentina por Bolivia llevando consigo su culto
al Cristo de Pachacamilla, e inician una nueva —y diferente— guerra,
ahora, por el dominio del territorio en las villas miserias bonaerenses. De
esta forma, hallamos la matriz de un cuento, un fragmento o un rumor,
que nunca sabremos si es verosímil o no, que enlaza la historia reciente
argentina con la andina y la continental.
Estamos frente a un tipo de migración que excede el movimiento
campo/ciudad o sierra/costa retratado en la literatura peruana o en
la boliviana y que alude, más bien, a un desplazamiento trasandino
(Noriega Bernuy 2012). Al abordar el caso del artista Fredy Roncalla
radicado en Nueva Jersey, Noriega Bernuy propone hablar de un sujeto
migrante trasandino para referirse a “los miles de indígenas quechuas
y mestizos que, en diferentes países del mundo, viven formando el
‘archipiélago andino’ de comunidades trasplantadas geográficamente
fuera de los Andes” (28). Noriega Bernuy sugiere que las comunidades
andinas se desplazan hacia los nuevos lugares con sus hogares, sus
ayllus, sus religiosidades y sus formas de vincularse, configurando así
un archipiélago, término que el crítico peruano retoma a su vez de John
Murra (Noriega Bernuy 28). En este sentido, recordemos además que
durante los años setenta, ochenta y noventa se mantuvo un contingente
de migrantes intralatinoamericanos, mientras en los dos mil esta cantidad
aumentó modestamente, dejando de ser entonces transfronteriza. Así,
llegaron los migrantes peruanos a Buenos Aires conformando, junto
con los bolivianos, la colectividad andina más cuantiosa en el Cono Sur
(Melella 2016).

171
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

De esta manera, SS describe el modo en que las familias de migrantes


bolivianos se han desplazado hacia el conurbano bonaerense para
establecer las redes de la economía informal en la feria más grande del
continente, que convive con las coimas policiales y con las extorsiones de
otros grupos que se disputan el control del territorio. Al mismo tiempo,
han trasplantado sus comidas, su música, sus cholitas luchadoras, los
paisajes de La Paz, las relaciones entre compadres, como también el
culto a la Virgen de Urkupiña, cuya imagen curiosamente coadyuva en
la prosperidad de sus fieles:
A esa altura, Ingeniero Budge es un barrio deforme. Las calles
parecen secuelas de un bombardeo y la iluminación pública no
existe, pero muchas de las casas tienen dos o tres pisos y autos
nuevos estacionados en la puerta. El contraste es producto de
la feria. En los últimos años La Salada permitió un crecimiento
desigual, a veces monstruoso, que desequilibró la arquitec-
tura del barrio. (Hacher 16)
Cada lunes, unos quinientos inmigrantes se reunían al costado
del Autopista Riccheri, en el Puente 12. Por la tarde se improvi-
saba una feria de comidas típicas, cerveza y algunos produc-
tos contrabandeados desde Bolivia y Brasil. […] un grupo de
cholitas lo rescató a fuerza de rasguñar y morder a los agentes.
Edwin —al que todavía le faltaban veinte años para pesar 150
kilos y ser el buda de la abundancia— estaba allí para comprar
Metisán, una crema boliviana que calma casi todos los dolores.
(17)
Las mujeres no tenían miedo de lanzarse contra esos argenti-
nos gigantes como si fueran las cholitas voladoras que pelean
para el público en los clubes de La Paz. (40)
Otro tanto sucede en SMQQT: la comunidad peruana se ha trasladado
también, con el fracaso de sus revoluciones devenidas en un cuento de
pasados terrucos y un presente asociado con el narcotráfico, a una villa
del conurbano bonaerense a la que ha modificado arquitectónicamente,
engulléndola:
La geografía del barrio se volvió compleja. […] El trazado de la
calle depende de cómo avanzan las tomas de terrenos por nue-
vos desesperados que buscan un techo construyendo casillas
de chapa y madera donde pueden, o por la intrincada logística

172
Literatura y Lingüística N° 40

de los narcotraficantes peruanos que suelen disponer del es-


pacio público como si fuera propio. (Alarcón 63)
El archipiélago andino repite con esta traslación el gesto de la
serpiente amaru que aprieta y engulle, en esta ocasión, ya no a la Lima
criolla y “blanca” de la que hablaba Salazar Bondi en el consabido ensayo
Lima la horrible (1964), sino más bien a la urbe argentina, rioplatense y
europeizante. Además, es esta —la serpiente amaru— una metáfora muy
potente propuesta por la escritura de José María Arguedas para referirse
a los procesos migratorios de los pueblos serranos que arriban a la costa
criolla en el marco de los procesos de la modernidad en América Latina.
Las barriadas no solo son cinturones de miseria, sino que son también una
especie de serpiente amaru que, lanzada por la voracidad del hambre,
aprieta el cerco hasta engullirlo y aplasta a los hombres que viven en
las zonas residenciales y que son los causantes de la inequidad (Bueno
Chávez 71). Esta figura, además, puede explicarnos cómo el migrante,
que está escindido y quebrado, evidencia estados de heterogeneidad; al
mismo tiempo que también produce nuevas heterogeneidades en el lugar
de arribo. El sujeto trasandino no solo es modificado por la experiencia
migratoria, sino que él mismo también modifica la urbe: reestructura y
andiniza su arquitectura y sus prácticas9.
Como señala el epígrafe con el que iniciamos este artículo, la crítica
ha restringido los estudios de las migraciones andinas al ámbito de lo
regional o, en el mejor de los casos, de la nación peruana, pero lo cierto es
que la andinidad ha sido migrante desde los tiempos de la conquista y la
colonia, siempre ha caminado el autor como sucede con Guaman Poma.
Por eso, el abordaje a las crónicas de las migraciones andinas producidas
en Argentina puede resultar un campo novedoso e interesante para los
estudios migratorios. Junto con la narrativa periodística de Cristián
Alarcón y de Sebastián Hacher, hallamos otras propuestas como Los

9
A propósito, pensamos en cómo Fredy Mamani propone reestructurar el paisaje de la Villa 31 en
Buenos Aires a partir de la arquitectura del Alto en La Paz: “Para Mamani no se trata de excentricidades,
sino de una arquitectura que transmite la identidad y recupera el orgullo de la cultura aymara, un pueblo
originario que habita la meseta andina del lago Titicaca y cuya población se reparte entre el occidente de
Bolivia, el sureste de Perú y el norte de Chile. Mamani, como la mayoría de sus clientes asentados en El
Alto, es aymara. Su voluntad inicial —primero en sus estudios de ingeniero y luego en los de arquitecto,
carrera de la que también se recibió— fue retomar la arquitectura de sus ancestros. ‘En mis obras lo
esencial es recuperar la iconografía y los trazos geométricos tallados en las ruinas de Tiwanaku’, explica,
mientras sus trabajos se proyectan en el escenario de la sala Jorge Luis Borges. ‘No son una torta, como
algunos dicen, sino que tienen un lenguaje. Yo fui a París y también vi otras tortas, pero no están de
color’, dice alargando la última O y provocando la risa del auditorio. ‘Mis formas y colores tienen un
sentido. Mis construcciones tienen una funcionalidad’”. (Etchenique 2019).

173
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

otros… (2011) de Josefina Licitra que traza una cartografía de las periferias
del conurbano bonaerense o las crónicas digitales de Gabriela Cabezón
Cámara (2007) sobre los artistas bolivianos y su integración en Buenos
Aires. Son todas estas propuestas modos de “fabricar” territorios, como
propone Ludmer, a partir de la investigación periodística, la mirada
etnográfica y la apuesta literaria. Resta relevar qué están escribiendo los
mismos migrantes andinos en esta parte del Cono Sur, lo que puede ser
objeto de otra investigación.

La guerra por el territorio y el “cuento” de Sendero


Luminoso
Ahora bien, estos archipiélagos andinos se han desplazado con sus vi-
siones de mundo y con sus ayllus, pero también con sus guerras y sus
cuentos: mientras Hacher trata las disputas por el territorio en La Salada,
Alarcón evidencia la batalla por el espacio que llevan a cabo los grupos
narcos en el conurbano bonaerense. Hay, en ambos casos, un cuento de
guerra (Nofal, “Escritura testimonial…” 2016)10 que se repite, esto es, una
matriz de un relato más amplio que se reitera fragmentariamente como
podemos verlo en los siguientes fragmentos:
Era la época del uno a uno, y nadie pensaba que se iba a disparar
el dólar. A Jorge se le ocurrió hacer un relevamiento de lo que
se había vendido y del dinero que entraba. Y resulta que faltaba
una plata y se la había llevado uno de los administradores, Raúl
Corrillo. Lo rajaron en seguida, pero empezó la guerra.
Según Charles, a partir de ese descubrimiento se formó un gru-
po de cincuenta feriantes que no querían pagar. Iban, armaban
sus puestos y no aportaban nada. Llegaron a controlar cerca de
trescientos puestos, el treinta por ciento de la feria.
—Era un infierno. Se juntaban entre diez y te tiraban un puesto
por la cabeza. Nos daban con palos, con adoquines. Después
iban a los tribunales de Lomas de Zamora y decían que acá los
coaccionábamos, que éramos violentos. Si te muestro las fotos
no vas a poder creer: esto era una guerra.

Rossana Nofal propone, a partir de su lectura de Ludmer, la noción de cuento de guerra para
10

referirse a un mecanismo narrativo que construye la memoria colectiva a partir de la reiteración de


una matriz.

174
Literatura y Lingüística N° 40

Charles narraba los hechos con una vaga indignación. No es-


peculaba ni omitía datos, al menos no de forma consciente: era
una historia vieja, de la que casi nadie en la feria se acordaba.
(Hacher 61)
En SS la guerra entre grupos se desata por el dominio del territorio,
el pago de coimas y la “seguridad” en la feria. El modo en que se conoce
esta historia de enfrentamientos, que se remonta a los orígenes de la
feria, sucede por medio del cuento, el rumor casi olvidado por las
colectividades y la transmisión de la memoria a través de la figura de un
cuentero, Charles, quien insiste en emplear el término “guerra” y toda la
incomodidad que ello implica11. Nofal propone leer los testimonios en
términos de “guerra”, pues se trata de volver sobre los primeros relatos
de los testigos y de los viejos militantes —los cuenteros— que hablaron
de “guerra” para contar las historias heroicas. Frente a las fórmulas
breves que se acercan más bien a la propaganda política o al eslogan
(recordemos, por ejemplo, las ideas de la “guerra sucia” o la de “los
dos demonios”) de las que hablan los militantes de los DD.HH., Nofal
propone volver sobre el género discursivo “parte de guerra” como aquel
que es, en efecto, una escritura urgente que se adscribe a la tradición de
la literatura de bandidos que propone Eric Hobsbawm (2011). La palabra
“guerra” genera incomodidad y permite alejarse de identidades unitarias
y compactas como sucede con los héroes y las víctimas, para abrir camino
a los soldados, a los traidores, a los bandidos, a los militantes y a los
desaparecidos, con todo el arco de complejidades que supone cada uno
de estos actores. Hablar en términos de “guerra” no significaría, entonces,
“descifrar las razones de la represión” sino “identificar una matriz
presente en los relatos en donde cada elemento resuena, diseminado, en
registros múltiples y sus opuestos” (Nofal, “Escritura testimonial…” 156).
En cuanto a SMQQT, el rumor de la presencia amenazadora de los
senderistas en el conurbano bonaerense y el cuento de su mutación
en narcotraficantes funciona a partir del conocimiento de que, en la
última etapa de acción de Sendero Luminoso, la guerrilla llegó a la zona

La crítica argentina, además, señala la incomodidad que genera el empleo del término “guerra”,
11

pues este indica un enfrentamiento entre ejércitos y, por ende, este uso ha sido objeto de numerosos
debates entre los militantes de diversas organizaciones y de los DD.HH en la Argentina. Sin embargo,
Nofal va más allá de este speech y avanza sobre los sentidos del “parte de guerra” como una escritura
urgente, por una parte y, por otra, sobre cómo el empleo de “guerra” nos remite a figuras no heroicas ni
compactas, sino a las derrotas y las rendiciones de todo aquel que participa en una contienda. De allí
que no le interesen los héroes, víctimas ni victimarios, sino los bandidos y los traidores, por ejemplo.

175
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

amazónica donde entró en contacto con las redes de narcotráfico: había


entre ambas organizaciones un interés económico mutuo. Lo que en un
principio pretendió ser un medio que pudiera facilitar la provisión de
dólares y de armas, se convirtió luego en un fin en sí mismo (Ezcárzaga,
“Auge y caída…” 18). De allí, surge una inferencia: el traslado de los
senderistas y narcotraficantes desde la Amazonía peruana hacia Buenos
Aires, vía Bolivia. La religiosidad andina, el crimen del narcotráfico y la
sombra del terror que desató Sendero Luminoso en tierras ayacuchanas
se conjugan, como si fuera un western andino trastocado al espacio
bonaerense, durante las ejecuciones que se suceden entre los bandos
antagónicos:
Todos llevaban la cara tapada con un pasamontañas de lana
negro. Como los terroristas. Dicen que el viejo Valdivia se sin-
tió acorralado contra un paredón y cuando vio que le iban a
caer, entonces dijo:
—Esperen, conchas de su madre. Quiero saber quién me va a
matar. ¡Sáquense esa huevada de la cara!
De un solo escupitajo Jerry le voló el gorro de la visera. La san-
gre salpicó la campera de cuero negra. Le estalló la cabeza.
Había sesos de Valdivia en la pared. Se veía en los flashazos de
los disparos. Eso fue lo que quedó en la memoria de la gente;
los pasamontañas, y esa forma de matar tan espectacular que
no se había visto antes en Villa del Señor. Pasaron por el pasi-
llo. Iban con las caras cubiertas, como en la guerra, como los
de Sendero Luminoso, que llegaban en la noche y no dejaban
títere con cabeza. (Alarcón 77)
En la cita vemos cómo los sicarios adoptan la guardarropía guerrillera
(Nofal, “Configuraciones…” 2015)12 del terruco (el “pasamontañas
negro”), cuya imagen “queda en la memoria de la gente”. Y esa máscara
que adoptan los narcos en el territorio bonaerense será asociada con la
brutalidad y la barbarie de los senderistas durante la guerra en el país

Rossana Nofal recupera la categoría de guardarropía de Ángel Rama y la reelabora atendiendo


12

al abordaje del género testimonial y las políticas de la memoria. Propone hablar de una guardarropía
revolucionaria para referirse al giro que se produce “desde la centralidad de la trama en los testimonios
canónicos a la centralidad del personaje en las poéticas de la memoria” (“Configuraciones metafóricas…”
843). De esta manera, se interesa por abordar la legitimidad de la palabra en otras formas testimoniales
diferentes a las historias de vida de la etnografía, a partir del relevamiento de ciertas metáforas referidas
a estos vestuarios o disfraces.

176
Literatura y Lingüística N° 40

andino: “esa forma tan espectacular de matar”, “llegaban en la noche”,


“no dejaban títere con cabeza”. “Eso” que queda en la memoria de la
gente es justamente el cuento, la matriz o el fragmento de un relato
mayor: la historia de la cruenta guerra en el Perú, que es también el relato
de las guerras en el continente. No hay en ella héroes ni víctimas, pero
sí bandidos, traidores y rendidos que evidencian un sujeto escindido y
quebrado por la experiencia de guerra.
La matriz que se reproduce aquí piensa en los guerrilleros como los
terrucos que habitaron las zonas serrana y amazónica durante el conflicto
armado peruano y que, ante el fracaso, devienen en narcotraficantes que
se trasladan por los pasillos de la Villa del Señor. El empleo despectivo
del término “terruco” devela un mirar oblicuo (Franconi, “O olhar
oblíquo…” 2006), es decir, una mirada de soslayo sobre la alteridad que
se construye a partir de presupuestos y prejuicios13. Se trata, más bien,
de una sospecha, antes que una certeza o una constatación, sobre los
migrantes peruanos que nunca dejan de ser criminalizados: si han sido
guerrilleros en un pasado no muy lejano en la tierra andina, seguramente
ahora son narcos en el nuevo espacio. Así lo podemos ver en el siguiente
apartado:
[Niki Lauda] Era el único de los narcos de Villa del Señor a
quien se acusaba con pruebas judiciales de ser exsoldado de
Sendero Luminoso. Así lo confirmaba un fax de Interpol que
llegó a la Dirección de Antiterrorismo de la Policía Federal.
Aunque parecía más un mito que una verdad, durante seis
meses investigué si era cierto, si era por lo menos verosímil
que un miembro de la guerrilla maoísta se hubiera reciclado
en matón narco. Sendero estaba en la Argentina. Varios de
los líderes y cuadros intermedios se habían exiliado y muchos
habían conseguido calidad de refugiados, con asistencia de la
Iglesia y de la ONU. Niki Lauda fue el único de los narcos de
Villa del Señor que llegó a Buenos Aires como un perseguido
político. (Alarcón 2010, 144)
Expresiones del cronista tales como “Aunque parecía más un mito”
e “investigué si era cierto, si era por lo menos verosímil” dan cuenta de

Rodolfo Franconi rastrea, a través de la noción de la mirada oblicua, la problemática confrontación


13

del sujeto colonial con la alteridad que se constituye como tal en dicho enfrentamiento. Se trata de una
mirada que no ve directamente, sino que presupone antes que averiguar (Bueno Chávez 2004).

177
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

cómo esta posible presencia de los senderistas en la periferia bonaerense


puede entenderse como un rumor, una versión o un fragmento de una
historia mayor. Es decir, puede pensarse como el cuento de guerra del
que habla Rossana Nofal para referirse a ese mecanismo narrativo que
construye la memoria colectiva a partir de la reiteración de una matriz.
Esta noción —la de cuento de guerra— puede resultar provechosa
si atendemos a cómo se reciclan los relatos previos del génesis y el
desarrollo de la acción senderista en el Perú: “Para que exista un cuento
tiene que haber con anterioridad algo que relatar y quizás, la disposición
de ‘dejarse engañar’; nada de lo que se relata puede ser efectivamente
real” (Nofal, “Cuentos de guerra y soldados…” 133). El cuento de guerra,
además, supone una retórica de héroes que fracasaron, tal como propone
pensarlo la estudiosa tucumana. Esto se evidencia en la presencia de los
senderistas que, ante la derrota, están rendidos y se reciclan por tanto
como los narcotraficantes en el imaginario de la Villa del Señor:
Porque él, un hombre con su experiencia, alguien que pasó por
Sendero Luminoso, que cosechó en la selva, que hizo todos los
escalones de tráfico para consagrarse como buen mayorista,
confiable, con todos esos tiros en el cuerpo y vivo, el que se
salvó de aquel accidente en la cordillera, y de esa caída libre
desde un segundo piso, no se iba a dejar atrapar jugando de
sicario, o de soldado de su propio mando. Él era el jefe y, por
eso, me explica, él no estuvo allí, sino bien resguardado a cuatro
cuadras del lugar de los hechos. (Alarcón 289)
En el caso de SS, también hallamos una mirada oblicua que se
construye, siempre bajo la sospecha y el prejuicio, en torno al migrante
boliviano quien, desde la visión del argentino, siempre será criminalizado,
será el enemigo que causa miedo y por tanto debe ser eliminado. Se
configura así una “nueva” guerra por el territorio ensangrentado de La
Salada:
—Mirá —decía él— son todos unos chorros. […] —¿Qué ten-
dría que haber hecho yo? —se quejó Elías—. Tener una pistola
y pegarle un tiro a cada uno.
Lo decía y blandía el dedo índice a un lado y a otro, acribillan-
do a dos imaginarios rateros que huían con lo suyo. Elías era
esa clase de persona que opina que la solución a todos los
problemas es eliminar a quienes lo molestan y reordenar el

178
Literatura y Lingüística N° 40

mundo a imagen y semejanza suya. (Hacher 119)


Pensar, entonces, en términos de “guerra” estos enfrentamientos y
disputas por el territorio —ya sea el de la feria más grande del Cono Sur o
el que se disputan los grupos narco— como también observar el modo en
que los vecinos se miran de soslayo avanzan sobre formas no compactas
ni homogéneas de construir al referente —los migrantes trasandinos—
en estas crónicas. Es decir, estamos ante otras formas de heterogeneidad
que se construyen en estas escrituras diaspóricas.

A modo de conclusión
En ambas crónicas, cuyo referente es el migrante trasandino, podemos
observar que las comunidades bolivianas y peruanas se desplazan hacia
el conurbano bonaerense conformando archipiélagos, reestructuran así
la arquitectura, introducen sus cosmovisiones y modos de vincularse pro-
pios del mundo andino; por lo que entendemos que se tratan de sujetos
heterogéneos y heterogeneizantes a la vez. Sin embargo, los migrantes son
también objeto de miradas oblicuas y son los actores de los cuentos que
siempre los tendrán bajo sospecha y, de esta manera, construirán “nuevas
guerras”, ahora, en el espacio de la villa en el Cono Sur. Por un lado, se
trata de la violencia que se desata por el dominio del territorio entre las
colectividades migrantes —ya sea en el escenario de La Salada a causa del
“progreso” económico y las coimas policiales, o bien en la Villa del Señor
a causa del narcotráfico—; pero, por otro, se trata también de una nueva
“guerra” que es, en realidad, muy antigua y que criminaliza a la alteridad
cuando construye sus representaciones. Quizás, se trata de una “nueva”
vuelta de tuerca, no tan solo en lo que respecta a las escrituras diaspóricas
y los nuevos realismos que “fabrican” islas urbanas, sino también al modo
en que se exacerban en la contemporaneidad los nacionalismos latinoa-
mericanos, que en los últimos tiempos han girado hacia los gobiernos de
centro-derecha. Sin duda, las escrituras migrantes dan cuenta de los cam-
bios culturales vaticinados en estas crónicas urbanas, que logran captar
las estructuras de sentimiento (Williams 2009) que empiezan a esbozarse
en los años dos mil y hallan su clímax en estos tiempos.
De esta manera, el abordaje de este corpus de crónicas argentinas,
que se vincula con el sistema literario andino y continental, tiene como
resultado el avance dentro de las reflexiones en torno al pensamiento
cornejo-polariano de la heterogeneidad, a partir de nociones como las

179
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

de escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos que ponen el acento


en el intercambio de flujos y en las traslaciones, como también en las
identificaciones no compactas. Asimismo, permite pensar los avatares
de estos tiempos, cómo las subjetividades y los estereotipos se han
sedimentado desde la Colonia y la República, y cómo su matriz emerge
nuevamente a través de miradas de soslayo, cuentos memoriosos y nuevas
guerras por el territorio en el contexto de intensos procesos migratorios
continentales.

Referencias bibliográficas
Achugar, Hugo. En otras palabras, otras historias. (Comp.). Montevideo,
FHCE, Universidad de la República, 1994.
Alarcón, Cristian. Si me querés, quereme transa. Buenos Aires, Norma,
2010.
Amar Sánchez, Ana María. El relato de los hechos. Rodolfo Walsh:
testimonio y escritura. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2008
[1992].
Bueno Chávez, Raúl. Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura
latinoamericana. Lima, Universidad Mayor de San Marcos,
2004.
Cabezón Cámara, Gabriela. “Cultura boliviana en la Argentina: el duro
camino de la integración”. Portal de la comunidad boliviana
radicada en la Argentina, 21 de junio de 2007. Recuperado de
http://www.comunidadboliviana.com.ar/shop/detallenot.
asp?notid=862 . 15 de setiembre de 2019.
Campuzano, Betina. “Indios urbanos y tempestades andinas: del
testimonio epigonal al relato de guerra en la narrativa peruana
(2003-2015)”. Cuadernos del Hipogrifo, no. 7, 2017, pp. 82-90.
Recuperado de http://www.revistaelhipogrifo.com/?page_
id=1203. 30 de mayo de 2018.
. “Narcotráfico, migración y religiosidad andina en Si me querés,
quereme transa de Cristian Alarcón”. Oltreoceano, no. 14,
2018a, pp. 223-232. Recuperado de http://riviste.forumeditrice.
it/oltreoceano/article/view/877. 10 de enero de 2019.
. “Pachamama, ekekos y Cristos morenos. Nuevos realismos,
violencia urbana y religiosidad andina en una literatura

180
Literatura y Lingüística N° 40

argentina migrante”. Cuadernos del Hipogrifo, no. 10, 2018b,


pp. 65-84. Recuperado de http://www.revistaelhipogrifo.
com/.10 de enero de 2019.
. “Trazar genealogías: memoria de género y cancionero
latinoamericano en la crónica urbana de Pedro Lemebel”.
Textos Híbridos, vol. 6, 2018c, pp. 1-18.
Chartier, Roger. Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna. Madrid,
Alianza, 1993.
Contreras, Sandra. En torno al realismo y otros ensayos. Rosario, Nube
Negra, 2018.
Cornejo Polar, Antonio. “La profundidad histórica del indigenismo”.
Literatura y sociedad en el Perú. La novela indigenista. Lima,
Lasontay, 2005 [1980].
. “Una heterogeneidad no dialéctica: sujeto y discurso migrantes en
el Perú moderno”. Revista Iberoamericana, vol. 62, no. 176-177,
Julio-Dic. 1996, pp. 837-844.
Elmor, Peter. “El zorro de arriba y el zorro de abajo es una de las
experiencias extremas de la literatura latinoamericana”.
Entrevista Gerardo Saravia y Patricia Wiesse. Revista IDEELE,
no. 251, 2015. Recuperado de https://ojs.uv.es/index.php/
kamchatka/article/view/7603/7731. 01 de marzo de 2019.
Etchenique, María Belén. “Freddy Mamani, el arquitecto andino que
quiere transformar con su estilo a la Villa 31”. Clarín [Buenos
Aire]. 26 de marzo de 2019.
Ezcárzaga, Fabiola. “Auge y caída de Sendero Luminoso”. Bajo el volcán.
Revista de Posgrado de Sociología, no. 3, 2001, pp. 75-97.
Franconi, Rodolfo. “O olhar oblíquo: uma categoria cultural. Conceituação
e exemplos”. RCLL, vol. 32, no. 63-64, 2006, pp. 105-115.
Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 2000.
Hacher, Sebastián. Sangre salada. Una feria en los márgenes. Buenos
Aires, Marea, 2011.
Hobasbawm, Eric. Bandidos. Barcelona: Crítica, 2011.
Licitra, Josefina. Los otros. Una historia del conurbano bonaerense.
Buenos Aires, Debate, 2011.
Ludmer, Josefina. “Contar el cuento”. Onetti. Los procesos de construcción
del relato. Buenos Aires, Sudamericana, 1977, pp. 143-186.

181
Escrituras diaspóricas y migrantes trasandinos en la crónica urbana argentina / Campuzano

. Aquí América Latina. Una especulación. Buenos Aires, Eterna


Cadencia, 2010.
Mamani Macedo, Mauro. “Yanantin: relación, complementariedad y
cooperación en el mundo andino”. Estudios de Teoría Literaria.
Revista Digital: Artes, Letras y Humanidades, vol. 8, no. 16,
2019, pp. 191-203.
Mariaca Iturri, Guillermo. “La crónica: teoría y política del siglo XXI”.
En: XIII Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana. Río
Branco: Universidade Federal do Acre, Brasil, 2018. Inédito.
Melella, Cecilia. Migrantes de países andinos en la Argentina. Prensa
gráfica, redes virtuales y construcción identitaria. Buenos Aires,
Biblos, 2016.
Morales, Bruno. Grandeza boliviana. Buenos Aires, Eterna Cadencia,
2010.
Noriega Bernuy, Julio. Caminan los apus. Escritura andina en migración.
Lima, Pakarina, 2012.
Nofal, Rossana. “Cuentos de guerra y soldados”. Moderna Språk, no.
106, 2012, pp. 127-135. Recuperado de http://ojs.ub.gu.se/
ojs/index.php/modernasprak/article/view/1186. 5 de enero
de 2019.
. “Escritura testimonial: cuentos de guerra y metáforas de la nueva
narrativa argentina”. Vertientes de la contemporaneidad.
Géneros híbridos y nuevas subjetividades en la literatura
latinoamericana. Elena Altuna y Betina Campuzano (Comps.).
Salta, EUNSa, 2016, pp. 151-164.
. “Configuraciones metafóricas en la narrativa argentina sobre
memorias de dictadura”. Kamchatka. Revista de Análisis
Cultural, no. 6, 2015, pp. 835-852. Recuperado de https://ojs.
uv.es/index.php/kamchatka/article/view/7603/7731. 12 de
enero de 2019.
Polit Dueñas, Gabriela. “Cuando mirar no basta. Reflexiones sobre las
crónicas de un mercado informal”. Revista Canadiense de
Estudios Hispánicos, vol. 38, no. 1, 2013, pp. 193-210.
Salazar Bondy, Sebastián. Lima la horrible. México: Era, 1964.
Sarlo, Beatriz. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo.
Una discusión. Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

182
Literatura y Lingüística N° 40

Sklodowska, Elzbieta. Testimonio hispanoamericano. Historia, teoría,


poética. Nueva York, Peter Lang, 1992.
Taylor, Diana. El archivo y el repertorio. La memoria cultural performática
en las Américas. Santiago de Chile, Ediciones Universidad
Alberto Hurtado, 2015.
Williams, Raymond. Marxismo y literatura. Trad. Guillermo David.
Buenos Aires, Las Cuarenta, 2009.

183

También podría gustarte