Vygotsky L. - Pensamiento y Lenguaje Cap. 7

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(5 de abril de 2010)

Lev s. Vygotsky

PENSAMIENTO Y LENGUAJE

Capítulo VII
PENSAMIENTO Y PALABRA

He olvidado la palabra que quería pronun-


ciar y mi pensamiento, incorpóreo, regresa al
reino de las sombras
(De un poema de O. Mandelstam)

Cuando comenzamos nuestro estudio lo hicimos con la intención de descubrir las


relaciones entre pensamiento y palabra en las primeras etapas del desarrollo filo y
ontogenético, pero no hemos encontrado una interdependencia específica entre sus
raíces genéticas. Descubrimos simplemente que la íntima relación que buscábamos,
no constituía un prerrequisito para el desarrollo histórico de la conciencia humana, sino
más bien, un producto de la misma.
En los animales, incluyendo a los antropoides cuyo lenguaje es fonéticamente se-
mejante al humano, y cuyo intelecto es afín al del hombre, la palabra y el pensamiento
no se encuentran interrelacionados. Asimismo no cabe duda de que en el desarrollo
del niño existe un período pre-lingüístico en el pensamiento y una fase pre-intelectual
en el lenguaje. Pensamiento y palabra se encuentran conectados por un vínculo pri-
mario. La conexión se origina, cambia y crece en el curso de su evolución.
Sin embargo sería un error considerar el pensamiento y la palabra como dos proce-
sos sin conexión que pueden ser paralelos o cruzarse en ciertos puntos influyéndose
mecánicamente. La ausencia de un vínculo primario no implica que entre ellos sólo
pueda formarse una conexión mecánica. La futilidad de muchas de las investigaciones
anteriores se debió en gran parte a la presunción de que el pensamiento y la palabra
eran elementos aislados e independientes y el pensamiento verbal un fruto de su
unión externa.
El método de análisis basado en esta concepción estaba destinado a fracasar pues
intentaba explicar las propiedades del pensamiento verbal fraccionándolo en sus com-
ponentes -pensamiento y palabra-, ninguno de los cuales, considerado por separado,
posee las propiedades del conjunto. Este método no constituye un análisis verdadero,
útil en la resolución de problemas concretos, sino que conduce más bien a generaliza-
ciones. Lo hemos comparado al análisis del agua separándola en hidrógeno y oxíge-
no, cuyo resultada sólo proporcionaría hallazgos aplicables a toda el agua existente en
la naturaleza, desde el Océano Pacífico hasta una gota de lluvia. De modo similar, la
afirmación de que el pensamiento verbal se compone de procesos se aplica a su tota-

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lidad y a cada una de sus manifestaciones, sin explicar ninguno de los problemas es-
pecíficos que se presentan al investigador.
Nosotros hemos intentado un nuevo enfoque y sustituimos al análisis de los ele-
mentos por el de unidades, cada una de las cuales retiene en forma simple todas las
propiedades del conjunto. Esta unidad del pensamiento verbal la encontramos en la
significación de la palabra. Ambos términos constituyen una amalgama tan estrecha
de pensamiento y lenguaje que resulta difícil dilucidar si es un fenómeno del habla o
del pensamiento. Una palabra sin significado es un sonido vacío, el significado es, por
lo tanto, un criterio de la "palabra" y su componente indispensable. Al parecer, en este
caso, se podría contemplar como un fenómeno del lenguaje. Pero desde el punto de
vista de la psicología, el significado de cada palabra es una generalización o un con-
cepto. Si las generalizaciones y conceptos son innegablemente actas del pensamien-
to, podemos considerar al significado como un fenómeno inherente al pensamiento.
Sin embargo, esto no implica que el significado pertenezca formalmente a dos esferas
diferentes de la vida psíquica. El significado de la palabra es un fenómeno del pensa-
miento mientras éste esté encamado en el lenguaje, y del habla sólo en tanto esté
relacionado con el pensamiento e iluminado por él. Es un fenómeno del pensamiento
verbal, o del lenguaje significativo, una unión de palabra y pensamiento.
Nuestras investigaciones experimentales confirman ampliamente esta tesis básica.
No sólo probaron que el estudio concreto del desarrollo del pensamiento verbal se
posibilita mediante el uso del significado de la palabra como unidad analítica, sino que
también condujeron a una segunda tesis, que nosotros consideramos como el resulta-
do principal de nuestro estudio y que surge directamente de la primera, y es que el
significado de la palabra está sujeto a un proceso evolutivo; este enfoque debe reem-
plazar el postulado de la inmutabilidad de los significados.
Las antiguas escuelas de psicología consideraban que el enlace entre palabra y
significado era un vínculo de asociación que se establecía a través de percepciones
simultáneas y repetidas de determinados sonidos y objetos. Una palabra sugiere en la
mente su contenido como el sobretodo de un amigo nos hace pensar en él, a una casa
en sus moradores. La asociación entre palabra y significado puede tomarse más fuerte
o más débil, enriquecerse por conexiones con otros objetos de la misma especie, ex-
tenderse sobre un campo más amplio o restringirse a otro más limitado, puede sufrir
cambios cuantitativos y externos, pero no puede cambiar su naturaleza psicológica.
Para que esto sucediera tendría que dejar de ser una asociación. Desde ese punto de
vista cualquier desarrollo del significado de las palabras resulta inexplicable e imposi-
ble: ésta es una implicación que obstaculizó tanto el trabajo de las lingüistas como el
de los psicólogos. La semántica adoptó la teoría de la asociación y continuó conside-
rando el significado de las palabras como un enlace entre el sonido de las mismas y su
contenido. Todas las palabras, desde las más concretas a las más abstractas, parec-
ían estar constituidas de la misma manera en lo concerniente al significado, sin conte-
ner nada relativo al lenguaje como tal; una palabra nos hacía pensar en su significado,
del mismo modo que un objeto cualquiera nos recuerda o otro. No es sorprendente
que la semántica ni siquiera mencionara el problema de la evolución del significado de
las palabras. El desarrollo se reducía a cambios en las conexiones asociativas entre
determinadas palabras y objetos. Un vocablo podía denominar primero un objeto y
luego asociarse con otro, en la misma forma en que un sobretodo, habiendo cambiado
de dueño, puede hacernos recordar primero a una persona y luego a otra. La lingüísti-
ca no comprendió que en la evolución histórica del lenguaje también cambian la es-
tructura del significado y su naturaleza psicológica. El pensamiento verbal se eleva de
las generalizaciones primitivas a los conceptos más abstractos. No cambia sólo el con-
tenido de la palabra, sino el modo en que se generaliza lo realidad y se refleja a través
de la palabra.
La teoría de la asociación también resulta inadecuada para explicar el desarrollo del
significado de los vocablos en la infancia. Asimismo, en este caso, sólo puede dar

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cuenta de los cambios puramente cuantitativos y externos que sufren los vínculos de
unión entre palabra y significado, en la que concierne a su enriquecimiento y consoli-
dación, pero no de los cambios estructurales y psicológicos fundamentales que pue-
den ocurrir y ocurren en el desarrollo del lenguaje infantil.
Aunque la teoría de la asociación fue abandonada tiempo atrás, la interpretación de
palabra y significado no sufrió variaciones. La escuela de Würsburgo, cuyo objetivo
principal era demostrar la imposibilidad de reducir el pensamiento a un mero juego de
asociaciones, y probar la existencia de leyes específicas que gobiernan el fluir del
pensamiento, no revisó la teoría de la asociación de palabra y significado ni expresó
tampoco la necesidad de hacerlo. Liberó al pensamiento de trabas de la sensación y la
fantasía y de las leyes de la asociación y lo convirtió en un acto puramente espiritual,
retornando así a los conceptos precientíficos de San Agustín y Descartes, aproximán-
dose por último a un idealismo extremadamente subjetivo. La psicología del pensa-
miento se movía en dirección a las ideas de Platón. Al mismo tiempo, el lenguaje fue
dejado a merced de la asociación. Aún después de los trabajos de la escuela de
Würsburgo, la relación entre la palabra y su significado se consideraba como un víncu-
lo de simple asociación. El vocablo resultaba ser sólo un concomitante externo del
pensamiento, una investidura que no influía en su vida interior. Pensamiento y palabra
nunca estuvieron tan separados como durante el período de la escuela de Würsburgo.
Se suprimió la teoría de la asociación en el campo del pensamiento, pero aumentó su
influencia en el del lenguaje.
El trabajo de otros psicólogos reforzó esta tendencia. Selz continuó investigando el
pensamiento sin considerar sus relaciones con el habla y llegó a la conclusión de que
la inteligencia productiva del hombre y las operaciones mentales de los chimpancés
eran de naturaleza idéntica, ignoró así totalmente la influencia de las palabras en el
pensamiento.
Incluso Ach, que realizó un estudio especial del significado de las palabras, y trató
de superar el asociacionismo en su teoría de los conceptos, no fue más allá de la pre-
sunción de la existencia de "tendencias determinantes" que operaban junto con las
asociaciones en el proceso de la formación de los conceptos. Por lo tanto, sus conclu-
siones no cambiaron las antiguas ideas respecto del significado de las palabras. Al
identificar concepto con significado, impidió el desarrollo y los cambios en los concep-
tos. Una vez establecido el significado de una palabra, quedaba asignado para siem-
pre, su desarrollo había alcanzado el tope. Los mismos principios habían sido sosteni-
dos por los psicólogos que atacó Ach. Ambas concepciones tenían su punto de partida
en el desarrollo del concepto, disentían sólo con respecto al modo en que comienza la
formación del significado de las palabras.
En el campo de la psicología de la Gestalt no era muy distinto el panorama que se
presentaba. Esta escuela persistió durante más tiempo que las otras en el intento de
superar el principio general de la asociación. Sus teorizadores no estaban satisfechos
con la solución parcial del problema y trataron de liberar al pensamiento y al lenguaje
de las reglas asociacionistas, comprendiendo a ambos bajo las leyes de la formación
estructural. Nos sorprende, sin embargo, que ésta, una de las más progresistas entre
las modernas escuelas de psicología, no haya realizado ningún avance con respecto a
la teoría del pensamiento y el lenguaje.
Esto fue el resultado de haber mantenido la completa separación de estas dos fun-
ciones. A la luz de la psicología de la Gestalt, la relación entre pensamiento y lenguaje
aparece como una simple analogía, una reducción de ambos a un común denomina-
dor estructural. De acuerdo a las experiencias de Koehler, la formación de las primeras
palabras significativas en un niño se consideraba similar a la de las operaciones inte-
lectuales de un chimpancé. Las palabras ingresan en la estructura de las cosas y ad-
quieren un cierto significado funcional, de modo semejante al que un palo se convierte
para el chimpancé en parte de la estructura que le permitirá la obtención de la fruta y

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adquiere así el significado funcional de herramienta. La conexión entre palabra y signi-
ficado ya no se considera un planteo de simple asociación, sino una cuestión de es-
tructura. Parecería que aquí se da un paso adelante, pero si consideramos más aten-
tamente el nuevo enfoque, es fácil advertir que el adelanto es sólo una ilusión y que
aún permanecemos en el mismo lugar. El principio estructural se aplica a todas las
relaciones entre las cosas en el mismo plano indiferenciado en que anteriormente se
había aplicado el principio del asociacionismo, y por lo tanto continúa siendo imposible
el tratamiento de las relaciones específicas entre palabra y significado. Desde el co-
mienzo se consideran como idénticos en principio a todas las relaciones entre las co-
sas. En la oscuridad de la psicología de la Gestalt los gatos son tan grises como en las
antiguas nieblas del asociacionismo universal.
Mientras que Ach trató de superar la teoría de la asociación a través de "la tenden-
cia determinante", la psicología de la Gestalt la combatió a partir del principio de la
estructura, manteniendo, sin embargo, los dos errores fundamentales de la antigua
teoría: la suposición de la naturaleza idéntica de todas las conexiones y la de que el
significado de las palabras no sufre variaciones. La vieja y la nueva psicología supu-
sieron que el desarrollo del significado de una palabra finalizaba tan pronto como ésta
emergía. Los nuevos rumbos que orientaron la psicología facilitaron el progreso de
todas las ramas, salvo las correspondientes al estudio del pensamiento y el lenguaje.
Aquí los nuevos principios se asemejan a los viejos como pueden parecerse dos ge-
melos.
La psicología de la Gestalt se detuvo en el campo del lenguaje, y retrocedió en el
del pensamiento. La escuela de Würsburgo había reconocido al menos que el pensa-
miento tiene leyes propias. La teoría gestaltista niega su existencia. Al reducir a un
común denominador estructural tanto las percepciones de las aves domésticas como
las operaciones mentales de los chimpancés, las primeras palabras significativas del
niño y el pensamiento conceptual del adulto impidió toda distinción entre la percepción
más elemental y las formas más elevadas del pensamiento.
El examen crítico puede ser resumido como sigue: todas las escuelas y concepcio-
nes psicológicas pasan por alto el hecho fundamental de que cada pensamiento es
una generalización, y estudian la palabra y el significado sin referirse a su proceso
evolutivo. En tanto persistan estas dos condiciones en las tendencias sucesivas, no
pueden existir grandes diferencias en el enfoque del problema.

II

El descubrimiento de que los significados de las palabras sufren un proceso de de-


sarrollo, permitió al estudio del pensamiento y el lenguaje evadirse de un callejón sin
salida. Se estableció que eran dinámicos y no formaciones estáticas. Cambian al mis-
mo tiempo que el niño se desarrolla y de acuerdo a las diferentes formas en que fun-
ciona el pensamiento.
Si el significado de las palabras varía en su estructura interna, también lo hace la
relación entre pensamiento y palabra. Para comprender la dinámica de esa relación
debemos completar el enfoque genético de nuestro estudio principal con el análisis de
las funciones y examinar el papel del significado de la palabra en el curso del pensa-
miento.
Consideraremos el proceso del pensamiento verbal desde su primera formulación
indiferenciada hasta la más completa. Lo que queremos demostrar ahora no es cómo
se desarrollan los significados a través de largos períodos de tiempo, sino cómo fun-
cionan en el proceso viviente del pensamiento verbal. En base a este análisis funcional
tendremos la posibilidad de demostrar que cada paso en el desarrollo del significado
de las palabras presenta una relación particular propia entre el pensamiento y el len-

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guaje, y puesto que los problemas funcionales se resuelven más fácilmente a través
de un examen de la forma más elevada de una actividad, dejaremos de lado por el
momento el problema del desarrollo y consideraremos las relaciones entre pensamien-
to y palabra en las mentes adultas.
La idea fundamental de la discusión que nos ocupa se puede resumir así: la rela-
ciún entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, un continuo ir y
venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento, y en él la relación
entre pensamiento y palabra sufre cambios que pueden ser considerados como desa-
rrollo en el sentido funcional. El pensamiento no se expresa simplemente en palabras,
sino que existe a través de ellas. Todo pensamiento tiende a conectar una cosa con
otra, a establecer relaciones, se mueve, crece y se desarrolla, realiza una función,
resuelve un problema. Este fluir transcurre como un movimiento interior a través de
una serie de planos. Un análisis de la interacción del pensamiento y la palabra debe
comenzar con la investigación de las diferentes fases y planos que atraviesa un pen-
samiento antes de ser formulado en palabras.
Lo primero que revela este estudio es la necesidad de distinguir dos planos en el
lenguaje: su aspecto interno, significativo y semántico, y el externo y fonético -que
aunque forman una verdadera unidad- tienen sus propias leyes de movimiento. La
unidad del lenguaje es compleja y carece de homogeneidad. Determinados hechos en
el desarrollo lingüístico del niño indican movimientos independientes en las esferas
fonéticas y semánticas. Vamos a señalar los dos factores más importantes.
Para adquirir el dominio del lenguaje externo, el niño arranca de una palabra, luego
conecta dos o tres, un poco más tarde pasa de frases simples a otras más complica-
das, y finalmente a un lenguaje coherente formado por una serie de oraciones; en
otras palabras, va de una fracción al todo. En lo que respecta al significado, las prime-
ras palabras de un niño cumplen el papel de una oración completa. Desde el punto de
vista semántico los niños parten de la totalidad de un complejo significativo, y sólo más
tarde comienzan a dominar las diferentes unidades semánticas -los significados de las
palabras- y a dividir su pensamiento anterior indiferenciado en esas unidades. Los
aspectos externos y semánticos del lenguaje se desarrollan en direcciones opuestas,
uno va de lo particular a lo general, de la palabra a la frase, y el otro de lo general a lo
particular, de la oración a la palabra.
Esto es suficiente para demostrar la importancia de la distinción entre los aspectos
vocales y semánticos del lenguaje, que se mueven en direcciones inversas y, por lo
tanto, sus líneas evolutivas no coinciden aunque eso no significa que sean indepen-
dientes. Por el contrario, su diferencia es la primera etapa de un estrecho enlace. Efec-
tivamente, en nuestro ejemplo se revelan con suma claridad sus relaciones internas
como sus distinciones. El pensamiento de un niño debido justamente a que surge co-
mo un total borroso y amorfo debe expresarse con una sola palabra. A medida que se
torna más diferenciado se encuentra con más dificultades para expresarlo en palabras
aisladas y construye un todo compuesto. Recíprocamente, el progreso lingüístico que
se produce hasta llegar al total diferenciado de una oración ayuda a avanzar los pen-
samientos desde un total homogéneo hacia partes bien definidas. Pensamiento y pa-
labra no están cortados por el mismo molde; en cierto sentido existen entre ellos más
diferencias que semejanzas. La estructura del lenguaje no refleja simplemente la del
pensamiento; es por eso que las palabras no pueden ser utilizadas por la inteligencia
como si fueran ropas a medida. El pensamiento sufre muchos cambios al convertirse
en lenguaje. No es una mera expresión la que encuentra en el lenguaje, halla su reali-
dad y su forma. Los procesos del desarrollo semántico y fonético constituyen en esen-
cia uno solo, debido justamente a sus direcciones inversas.
El segundo factor, aunque no el menos importante, aparece en un período posterior
del desarrollo. Piaget demostró que el niño utiliza proposiciones relativas como porque
y aunque mucho antes de entender las estructuras significativas de esas formas

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sintácticas. La gramática precede a la lógica. Aquí también, como en nuestro ejemplo
anterior, la discrepancia no excluye a la unión, sino que, en realidad, es necesaria para
que éste se lleve a cabo.
En los adultos la divergencia entre los aspectos semánticos y fonéticos del lenguaje
es todavía más pronunciada. La lingüística moderna, con orientación psicológica, re-
conoce este fenómeno, especialmente en lo que concierne a sujetos y predicados
gramaticales y psicológicos. Por ejemplo, en la oración "El reloj se cayó", el énfasis y
significado pueden cambiar en diferentes situaciones. Supongamos que yo noto que el
reloj se ha detenido y pregunto cómo sucedió. La respuesta es: "El reloj se cayó". El
sujeto gramatical y psicológico coincide: "El reloj" es la primera idea de mi conciencia;
"se cayó" es lo que se dice del reloj. Pero si oigo un ruido en la habitación contigua y
pregunto qué sucedió, obteniendo la misma respuesta, el sujeto y el predicado están
psicológicamente invertidos. Yo sabía que algo se había caído, y me refiero a eso, "El
reloj" completa la idea, la oración podría cambiarse por "Lo que se cayó es el reloj". En
el prólogo a su obra Duke Ernst von Schwaben, Uhland dice: "trágicas escenas pa-
sarán ante vosotros". Psicológicamente "Pasarán" es el sujeto. El espectador sabe que
va a presenciar una sucesión de hechos, la idea adicional, el predicado es "Trágicas
escenas". Uhland quiso decir: "Lo que pasará frente a ustedes es una tragedia". Cual-
quier parte de la frase puede convertirse en el predicado psicológico, en el mensajero
del énfasis temático; por otra parte, significados completamente distintos pueden ocul-
tarse detrás de una estructura gramatical. El acuerdo entre la organización sintáctica y
psicológica no prevalece como suponemos en general, más bien es un requerimiento
pocas veces alcanzado. No sólo el sujeto, y el predicado, sino también los géneros,
números, casos, tiempos, grados, etc. de la gramática poseen también sus dobles
psicológicos. Una exclamación espontánea, errónea desde el punto de vista gramati-
cal, puede tener encanto y valor estético. La corrección absoluta sólo se logra más allá
del lenguaje natural, en el campo de las matemáticas. Nuestra lengua cotidiana fluctúa
continuamente entre los ideales de armonía matemática y la imaginativa.
Ilustraremos la interdependencia de los aspectos semánticos y gramaticales del
lenguaje con dos ejemplos que muestran que los cambios de la estructura formal pue-
den acarrear modificaciones de vastos alcances en el significado.
Al traducir la fábula de "La cigarra y la hormiga", Krylov sustituye la cigarra de La
Fontaine por una libélula. En francés cigarra es femenino, y por lo tanto adecuado para
simbolizar una actitud ligera y despreocupada. EL matiz se perdería en la traducción
literal, puesto que en ruso cigarra es masculino; al sustituir esta palabra por libélula,
que en ruso es femenina, Krylov pasó por alto el significado literal en favor de la forma
gramatical requerida para expresar el pensamiento de La Fontaine.
Tjuchev hizo otro tanto en su traducción de un poema de Heine sobre un abeto y
una palmera. En alemán "abeto" es masculino y "palmera" femenino, y el poema su-
giere el amor de un hombre y de una mujer. En ruso los vocablos que designan a am-
bos árboles son del género femenino. Para que no perdiera su significado, Tjuchev
reemplazó el abeto por un cedro, que es masculino. Lermontov, en una traducción
más literal del mismo poema, lo privó de estas implicancias poéticas y dio un sentido
enteramente diferente, más abstracto y generalizado. Un detalle gramatical puede, en
algunos casos, cambiar totalmente el contenido de lo que se dice.
Detrás de las palabras se encuentra la gramática independiente del pensamiento, la
sintaxis del significado de las palabras. La expresión más simple, lejos de reflejar una
correspondencia constante y rígida entre sonido y significado, constituye, en realidad,
un proceso. Las expresiones verbales no pueden surgir totalmente formadas, sino que
deben desarrollarse en forma gradual. Este complejo de transición entre significado y
sonido debe desarrollarse y perfeccionarse por sí mismo. El niño debe aprender a dis-
tinguir entre la semántica y la fonética y comprender la naturaleza de la diferencia; al
principio utiliza las formas verbales y los significados sin tener conciencia de su sepa-

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ración; para él la palabra es parte integrante del objeto que denomina. Esta concep-
ción parece ser característica de la primitiva conciencia lingüística. Todos conocemos
la historia del campesino que manifestó no sorprenderse por el hecho de que los sa-
bios pudieran calcular el tamaño y el curso de las estrellas, con sus instrumentos; lo
que le habría asombrado hubiera sido que pudieran descubrir sus nombres. Las expe-
riencias simples demuestran que las niños en edad pre-escolar "explican" los nombres
de los objetos a través de sus atributos; según ellos, un animal se llama "vaca" porque
tiene cuernos; "ternero" porque sus cuernos son pequeños; "perro" porque es pequeño
y no tiene cuernos; un objeto recibe el nombre de "auto" porque no es un animal.
Cuando se les pregunta si es posible intercambiar las denominaciones de los objetos y
llamar "tinta" a la vaca y a la tinta "vaca", los niños responden que no "porque la tinta
se usa para escribir y la vaca da leche". Un cambio de nombres significaría un cambio
de atributos característicos, tan inseparable es la conexión entre ellos en la mente del
niño. En una experiencia se les dijo a los niños que en un juego, un perro se denomi-
naría "vaca". Reproducimos a continuación un ejemplo típico de preguntas y respues-
tas:
- "¿Una vaca tiene cuernos?"
- "Sí".
- "¿Pero no recuerdas que la vaca es, en realidad, un perro? Entonces, ¿un perro
tiene cuernos?"
- "Claro, si es una vaca, y se llama vaca, tiene cuernos. Esa clase de perros puede
tener cuernos pequeños".
Podemos ver lo difícil que es para el niño separar el nombre de un objeto de sus
atributos, que se adhieren a él cuando éste se transfiere, como si fueran propiedades
que van en pos de sus dueños.
Estos dos planos del lenguaje, el semántico y el fonético, comienzan a separarse a
medida que el niño crece, y aumenta gradualmente la distancia entre ellos. Cada eta-
pa en el desarrollo del significado de las palabras posee una interrelación específica
de los dos planos. La capacidad de un niño para comunicarse mediante el lenguaje
está relacionada directamente con la diferenciación de los significados en su lenguaje
y conciencia.
Para comprender esto debemos recordar una característica básica de la estructura
del significado de las palabras. En la estructura semántica de los vocablos establece-
mos una distinción entre referente y significado del mismo modo que diferenciamos el
nominativo de una palabra de su función significativa. Cuando comparamos estas re-
laciones estructurales y funcionales en las etapas primeras, medias y avanzadas del
desarrollo, nos encontramos con la siguiente regularidad genética: en el comienzo
existe sólo la función nominal, y semánticamente nada más que la referencia objetiva;
la significación independiente del nombre y el significado, aparte de la referencia, apa-
recen más tarde y se desarrollan a través de los rumbos que hemos tratado de deline-
ar y describir.
Sólo cuando se ha completado este desarrollo el niño adquiere la capacidad para
formular sus propios pensamientos y comprender el lenguaje de los otros. Hasta en-
tonces, su modo de usar las palabras coincide con el de los adultos, en lo que respec-
ta a la referencia objetiva, pero no en lo concerniente al significado.

III

Debemos realizar experiencias más exhaustivas para explorar el plano del lenguaje
interno que se encuentra detrás del semántico. Discutiremos aquí algunos datos de la

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investigación que realizamos para tratar ese aspecto. La relación entre pensamiento y
palabra no puede ser comprendida en toda su complejidad sin conocer claramente la
naturaleza psicológica del lenguaje interior. Sin embargo, entre todos los problemas
relacionados con el pensamiento y el lenguaje, éste es probablemente el más compli-
cado, pues se halla acosado por equívocos terminológicos y de otro tipo.
El término lenguaje interiorizado o endofasia se ha aplicado a diferentes fenómenos
y los autores discrepan en torno a lo que entienden bajo esa denominación. Origina-
riamente, el lenguaje interiorizado parece haber sido considerado como la memoria
verbal. Un ejemplo sería el recitado silencioso de un poema aprendido de memoria. En
ese caso el lenguaje interiorizado se diferencia del hablado sólo en la forma en que la
idea o la imagen de un objeto difieren del objeto real. Fue éste el sentido en que los
autores franceses que intentaron determinar cómo se reproducían las palabras en la
memoria, si era a través de imágenes auditivas, visuales, motoras o sintéticas, inter-
pretaron el lenguaje interiorizado. Veremos que la memoria de las palabras es en rea-
lidad un elemento constituyente del lenguaje interiorizado, pero no el único.
Una segunda interpretación lo considera como un lenguaje externo trunco: como
"lenguaje sin sonido" (Mueller) o "lenguaje subvocal" (Watson). Bechterev lo definió
como un reflejo lingüístico inhibido en su parte motora. La "pronunciación" silenciosa
de palabras no es equivalente del proceso total del lenguaje interiorizado.
La tercera definición es, por el contrario, demasiado amplia. Para Goldstein el
término comprende todo lo que precede al acto motor del habla, incluyendo lo que
Wundt llamó "motivos del lenguaje" y la experiencia específica indefinible, no sensible
y no motora del lenguaje, o sea todos los aspectos internos de cualquier actividad lin-
güística. Es difícil aceptar la equiparación del lenguaje interiorizado con una experien-
cia interior desarticulada en la que los diferentes planos identificables desaparecen sin
dejar rastro. Esta experiencia central es común a todas las actividades lingüísticas y
por esta sola razón la interpretación de Goldstein no se adapta a esa función única y
específica, que con exclusión de toda otra merece el nombre de lenguaje interiorizado.
La concepción de Goldstein conduce a la tesis de que el lenguaje interior no es en
realidad un lenguaje, sino una actividad afectiva-volitiva, ya que incluye los motivos del
lenguaje y el pensamiento que se expresan en palabras.
Para lograr una imagen verdadera del lenguaje interiorizado es necesario partir de
la presunción de que es una formación especifica, con sus propias leyes y sus especí-
ficas relaciones complejas con las otras formas de la actividad lingüística. Antes de
poder estudiar su relación con el pensamiento por un lado, y con el lenguaje por otro,
debemos determinar sus características y funciones especiales.
El lenguaje interiorizado es habla para uno mismo; el externo es para los otros. Ser-
ía realmente sorprendente que tal diferencia básica en la función no afectara la estruc-
tura de dos tipos de lenguaje. La ausencia de vocalización per se es sólo una conse-
cuencia de la naturaleza específica del lenguaje interiorizado el que no constituye un
antecedente del lenguaje externo ni tampoco su reproducción en la memoria, sino en
cierto sentido su opuesto. El lenguaje externo es la conversión del pensamiento en
palabras, su materialización y objetivación. En el lenguaje interior el proceso se invier-
te: el habla se transforma en pensamientos internos. Y lógicamente sus estructuras
tienen que diferir.
El área del pensamiento interiorizado, que es una de las más difíciles de investigar,
permaneció casi inaccesible a las pruebas hasta que se descubrieron las formas de
aplicar el método genético de experimentación. Piaget fue el primero que prestó aten-
ción al lenguaje egocéntrico del niño, y también el primero que vislumbró su significa-
ción teórica, pero sin embargo no prestó atención a la característica más importante
del lenguaje egocéntrico: su conexión genética con el lenguaje interiorizado, y esto
constituyó un obstáculo para su interpretación de las funciones y estructuras.

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Nosotros convertimos esa relación en el problema central de nuestro estudio y pu-
dimos investigar la naturaleza del lenguaje interiorizado con desusada amplitud. Un
número de consideraciones y observaciones nos llevó a la conclusión de que el len-
guaje egocéntrico es una etapa del desarrollo que precede al lenguaje interior: ambos
cumplen funciones intelectuales, sus estructuras son semejantes, el habla egocéntrica
desaparece en la edad escolar, cuando comienza a desarrollarse la interiorizada. A
partir de todo esto inferimos que uno se transforma en el otro.
Si se produce esta conversión, el lenguaje egocéntrico proporciona la clave para el
estudio del interiorizado. Una de las ventajas de enfocar el lenguaje interior a través
del egocéntrico consiste en la viabilidad que permite la experimentación y observación.
Es aún un lenguaje vocalizado y audible, o sea externo en su modo de expresión, pero
al mismo tiempo lenguaje interior, en cuanto a función y estructura. Para estudiar un
proceso interno es necesario exteriorizarlo en forma experimental mediante su co-
nexión con alguna otra actividad externa; sólo entonces es posible el análisis funcional
objetivo. El lenguaje egocéntrico es, en realidad, un experimento natural de este tipo.
Este método tiene otra gran ventaja: puesto que el lenguaje egocéntrico puede ser
estudiado en el momento en que algunas de sus características van desapareciendo a
medida que se forman otras nuevas, resulta posible determinar cuáles son los rasgos
esenciales del lenguaje interiorizado y cuáles temporales, precisando así el objetivo de
este movimiento del lenguaje egocéntrico al interior, o sea la naturaleza de este último.
Antes de pasar a considerar los resultados obtenidos mediante este método, ex-
pondremos brevemente la naturaleza del lenguaje egocéntrico destacando las diferen-
cias entre nuestra teoría y la de Piaget. Él sostiene que el lenguaje egocéntrico del
niño es una expresión directa del egocentrismo de su pensamiento que, a su vez,
constituye un compromiso con la subjetividad primaria del mismo y su gradual sociali-
zación. Al crecer el niño disminuye la subjetividad y la socialización progresa, provo-
cando el receso del egocentrismo en el pensamiento y en el lenguaje.
Según la concepción de Piaget, el lenguaje egocéntrico del niño no se adapta a la
inteligencia de los adultos. Su pensamiento permanece totalmente egocéntrico, y esto
hace que sus expresiones sean incomprensibles para los otros. El habla egocéntrica
no cumple ninguna función en el pensamiento o la actividad realista del niño: simple-
mente los acompaña. Puesto que es una expresión de pensamiento egocéntrico des-
aparece junto con el egocentrismo infantil. Desde su posición predominante al comien-
zo del desarrollo del niño el lenguaje egocéntrico desciende a cero en el umbral de la
edad escolar. Su historia es más la de una involución que la de una evolución. No tie-
ne futuro.
De acuerdo a nuestra concepción el pensamiento egocéntrico desciende a cero en
el umbral de la edad escolar. El habla egocéntrica es un fenómeno de la transición del
niño del funcionamiento interpsíquico al intrapsíquico, es decir, de su actividad social y
colectiva a su actividad más individualizada, un modelo de desarrollo común a todas
las funciones psicológicas superiores. Nota El lenguaje para uno mismo se origina a
través de diferenciaciones respecto al lenguaje de los otros. Puesto que el curso prin-
cipal del desarrollo del niño es el de una individualización gradual, esta tendencia se
refleja en la función y estructura del lenguaje.
Los resultados de nuestras experiencias indican que la función del lenguaje
egocéntrico es similar a la del lenguaje interiorizado: no constituye un mero acompa-
ñamiento de la actividad del niño, sino que sirve de ayuda a la orientación mental y a
la comprensión consciente; ayuda a superar dificultades; es el lenguaje para uno mis-
mo, relacionado íntima y útilmente con el pensamiento del niño. Su destino es muy
diferente al descripto por Piaget. El lenguaje egocéntrico se desarrolla a lo largo de
una curva que se eleva, y no a lo largo de una que declina; está sujeto a una evolu-
ción, no a un involución. Finalmente, se transforma en lenguaje interiorizado.

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Nuestra hipótesis presenta varias ventajas sobre la de Piaget: explica la función y el
desarrollo del lenguaje egocéntrico, y, en particular, su aumento repentino cuando el
niño encara dificultades que demandan conciencia y reflexión. Este es un hecho que
se trasluce en nuestras experiencias y que la teoría de Piaget no puede explicar. Pero
la mayor ventaja de nuestra teoría es que proporciona una respuesta satisfactoria a la
situación paradójica descripta por Piaget. Para él, la disminución cuantitativa del len-
guaje egocéntrico, al crecer el niño, significa el debilitamiento de esa forma. Si así fue-
ra, sus peculiaridades estructurales también tendrían que declinar; es difícil creer que
el proceso afectaría solamente su cantidad, y no su estructura interna. El pensamiento
del niño se torna infinitamente menos egocéntrico entre la edad de tres y siete años. Si
las características que lo hacen comprensible a los otros están efectivamente basadas
en el egocentrismo, deben volverse menos aparentes cuando esa forma de lenguaje
se hace menos frecuente; el habla egocéntrica debiera acercarse a la social y volverse
más y más inteligible. Sin embargo, ¿cuáles son los hechos? ¿Es más difícil de seguir
el curso del lenguaje de un niño de tres años que el de uno de siete? Nuestra investi-
gación estableció que los rasgos que hacen inescrutable el lenguaje egocéntrico se
encuentran en su punto más bajo a los tres años y alcanzan el más alto a los siete. Se
desarrollan en una dirección inversa a la frecuencia del lenguaje egocéntrico. En tanto
que el último declina constantemente y llega a cero en la edad escolar, las caracterís-
ticas estructurales se tornan más y más pronunciadas.
Esto arroja una nueva luz sobre la disminución cuantitativa del lenguaje egocéntri-
co, que es la piedra angular de la tesis de Piaget.
¿Qué significado tiene esta disminución? Las peculiaridades estructurales del len-
guaje para uno mismo, y su diferenciación del lenguaje externo, aumentan con la
edad. ¿Qué es, entonces, lo que disminuye? Sólo uno de sus aspectos: la vocaliza-
ción. ¿Significa esto que el lenguaje egocéntrico desaparece como totalidad? Nosotros
creemos que no, ya que entonces ¿cómo podríamos explicar el desarrollo de los ras-
gos funcionales y estructurales del lenguaje egocéntrico? Por otra parte, su desarrollo
resulta perfectamente compatible con la disminución de la vocalización, y en realidad,
explicita su significado. Su rápida disminución y el aumento igualmente acelerado de
las otras características, son contradictorias sólo en apariencia.
Para explicar esto, partamos de un hecho innegable y experimentalmente estable-
cido. Las cualidades estructurales y funcionales se hacen más notorias al crecer el
niño. A los tres años, la diferencia entre el lenguaje egocéntrico y el social equivale a
cero; a los siete nos encontramos con un lenguaje que, en su estructura y función, es
totalmente diferente al social. Se ha producido una diferenciación de las dos funciones
del lenguaje. Esto es un hecho, y los hechos son notoriamente difíciles de negar.
Una vez aceptado esto, todo lo demás resulta congruente. Si las peculiaridades de
las funciones estructurales y funcionales en el desarrollo del lenguaje egocéntrico lo
aíslan progresivamente del lenguaje externo, sus aspectos vocales deben desapare-
cer; y esto es justamente lo que sucede entre los tres y siete años. Con el aislamiento
progresivo del lenguaje para uno mismo, su vocalización se torna innecesaria y caren-
te de significado, e incluso imposible, a causa de sus crecientes peculiaridades estruc-
turales. El lenguaje para uno mismo, no puede encontrar expresión en el lenguaje ex-
terno. Mientras más independiente y autónomo se toma el lenguaje egocéntrico, más
pobre aparece en sus manifestaciones externas. Finalmente, se separa enteramente
del lenguaje para los otros, cesa de vocalizarse, y por lo tanto parece desaparecer
gradualmente.
Pero esto es sólo una ilusión. Creer que el coeficiente de disminución del lenguaje
egocéntrico es un signo de que este tipo de lenguaje está en vías de desaparición, es
como decir que un niño deja de contar cuando ya no usa sus dedos y comienza a su-
mar mentalmente. En realidad, detrás de los síntomas de disolución se encuentra un
desarrollo progresivo, el nacimiento de una nueva forma de lenguaje.

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La vocalización decreciente del lenguaje egocéntrico denota el desarrollo de una
abstracción de sonido, una nueva facultad del niño para "pensar palabras" en lugar de
pronunciarlas. Tal es el significado positivo del coeficiente de disminución del lenguaje
egocéntrico. La curva descendente indica el desarrollo hacia el lenguaje interiorizado.
Podemos ver que todos los factores conocidos en torno a las características funcio-
nales, estructurales y genéticas del lenguaje egocéntrico, señalan una cosa: se desa-
rrolla en dirección al lenguaje interiorizado. La historia de su evolución puede conside-
rarse solamente como un despliegue gradual de los rasgos del lenguaje interiorizado.
Creemos que esto corrobora nuestra hipótesis sobre el origen y naturaleza del len-
guaje egocéntrico. Para transformar nuestra hipótesis en un hecho, debemos encon-
trar un experimento capaz de demostrar cuál de las dos interpretaciones es correcta.
Antes de elegir los datos que existen para la ejecución de este experimento crítico
vamos a volver a exponer las teorías entre las cuales tenemos que decidirnos. Piaget
cree que el lenguaje egocéntrico se debe a una socialización deficiente del mismo, y
que su único desarrollo consiste en una disminución y eventual desaparición. Su punto
culminante se encuentra en el pasado. El lenguaje interiorizado es algo nuevo, traído
desde afuera junto con la asociación. Nosotros creemos que el habla egocéntrica se
origina en la individualización insuficiente del lenguaje primario. Su culminación está
en el futuro cuando se transforma en lenguaje interiorizado.
Para obtener pruebas acerca de uno y otro punto de vista debemos colocar al niño
en diferentes situaciones experimentales, alentando en unos casos el lenguaje social y
desalentándolo en otros, y observar cómo estos cambios afectan el lenguaje egocén-
trico. Consideramos que éste es un experimento crucial por las siguientes razones:
Si el lenguaje egocéntrico del niño es el resultado del egocentrismo de su pensa-
miento y de su socialización insuficiente, entonces todo debilitamiento de los elemen-
tos sociales en el marco experimental, cualquier factor que contribuya a aislar al niño
del grupo, debe conducir a un aumento súbito del lenguaje egocéntrico. Pero si este
último es el resultado de una diferenciación deficiente del lenguaje para uno mismo
respecto del lenguaje para los demás, los mismos cambios causarían su disminución.
Nosotros consideramos como punto de partida de nuestro experimento tres obser-
vaciones del mismo Piaget: 1) El lenguaje egocéntrico se manifiesta sólo en presencia
de otros niños entregados a la misma actividad, y no cuando el niño está solo: es un
monólogo colectivo; 2) El niño tiene la ilusión de que su lenguaje egocéntrico no dirigi-
do a alguien en particular, resulta comprensible a quienes lo rodean; 3) El lenguaje
egocéntrico posee las mismas características del externo: no es inaudible ni murmura-
do. Estas peculiaridades no son, por cierto, casuales. Desde el punto de vista del niño,
el lenguaje egocéntrico no está aún separado del social. Se presenta bajo las condi-
ciones objetivas y subjetivas del último y puede considerarse correlativo del aislamien-
to deficiente de la conciencia individual del niño respecto al conjunto social.
En nuestra primera serie de experimentos tratamos de destruir la ilusión de ser
comprendidos. Después de medir el coeficiente del lenguaje egocéntrico del niño, en
una situación similar a la de los experimentos de Piaget, lo colocamos en otra nueva:
ya junto a sordomudos, o con niños que hablaban un idioma extranjero. En los otros
aspectos la organización se mantuvo igual. El coeficiente del lenguaje egocéntrico bajó
a cero en la mayoría de los casos, y en el resto a un octavo de la cifra anterior. Esto
prueba que la ilusión de ser comprendidos no es un mero epifenómeno del lenguaje
egocéntrico, sino que está funcionalmente relacionado con él. De acuerdo al punto de
vista de la teoría de Piaget nuestros resultados pueden parecer paradójicos: mientras
más débil sea el contacto del niño con el grupo, mientras menos lo fuerce la situación
social a ajustar sus pensamientos a los de los demás, y a hacer uso de un lenguaje
social, mayor será la libertad con que se manifestará el egocentrismo de su pensa-
miento y lenguaje. Pero de acuerdo con nuestra hipótesis, el significado de estos des-
cubrimientos es bien claro: el lenguaje egocéntrico, provocado por una falta de dife-

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renciación entre el lenguaje para uno mismo y el lenguaje para los otros, desaparece
en ausencia del sentimiento de ser comprendido, que es esencial para el lenguaje so-
cial.
En la segunda serie de experimentos, el factor variable estaba constituido por la
posibilidad del monólogo colectivo. Una vez medido el coeficiente del lenguaje egocén-
trico del niño, en una situación que permitía el monólogo colectivo, lo pusimos en una
situación que lo excluía en un grupo de niños que le eran extraños, o sólo en una me-
sa separada en un rincón de la habitación, o trabajando sin compañía, incluso con el
experimentador fuera de la habitación. Los resaltados de esta serie concordaron con
los primeros. La exclusión del monólogo de grupo provocó una disminución en el co-
eficiente de lenguaje egocéntrico, aunque no tan evidente como en el primer caso; rara
vez descendió a cero, y en general se mantuvo a un sexto de la cifra original. Los dis-
tintos métodos para evitar el monólogo no resultaron igualmente efectivos en la reduc-
ción del coeficiente de lenguaje egocéntrico. No obstante, se manifestó la tendencia a
través de todos los motivos del experimento. La exclusión del factor colectivo en lugar
de proporcionar plena libertad al lenguaje egocéntrico, lo obstaculizó y nuestra hipóte-
sis se vio confirmada una vez más.
En la tercera serie de experimentos, el factor variable estuvo constituido por la cua-
lidad vocal del lenguaje egocéntrico. Al lado del laboratorio en el que se realizaba el
experimento, una orquesta ejecutaba en tonos tan altos que tapaba no sólo las voces
de los demás, sino también la del niño; en una variante del experimento se prohibió
expresamente al niño hablar en alta voz y se le manifestó, en cambio, que lo hiciera en
susurro. Una vez más, el coeficiente del lenguaje egocéntrico descendió, siendo la
relación, respecto a la cifra original de 5 a 1. También en esta ocasión los diferentes
métodos no resultaron igualmente efectivos, pero la tendencia básica estuvo invaria-
blemente presente.
La finalidad de estas tres series de experimentos era la de eliminar aquellas carac-
terísticas del lenguaje egocéntrico que lo acercan al social. Encontrarnos que esto
siempre conducía a una disminución del lenguaje egocéntrico. Resulta lógico suponer,
en este caso, que ésta es una forma de desarrollar el lenguaje social, sin que se en-
cuentre aún separado de él en sus manifestaciones, aunque sea diferente en función y
estructura.
El desacuerdo entre nuestras concepciones y las de Piaget respecto de este punto,
se verá claramente explicado en el siguiente ejemplo; yo me encuentro sentado ante
mi escritorio hablando a una persona que está detrás mío, y a quien no puedo ver.
Esta persona abandona la habitación sin que la advierta, y yo continúo mi conversa-
ción creyendo que me escucha y comprende. Exteriormente, estoy hablando conmigo
y para mí, pero psicológicamente mi lenguaje es social. De acuerdo al punto de vista
de la teoría de Piaget, en el caso del niño sucede lo contrario: su lenguaje egocéntrico
es para sí y consigo mismo; solamente tiene apariencia de lenguaje social, en la mis-
ma forma en que mi lenguaje produjo la falsa impresión de ser egocéntrico.
De acuerdo con nuestro punto de vista la situación es mucho más complicada: sub-
jetivamente, el lenguaje egocéntrico del niño posee también sus propias funciones
peculiares; en ese aspecto es independiente del lenguaje social. Sin embargo, su in-
dependencia no es completa puesto que no es sentido como lenguaje interiorizado, y
el niño no lo distingue del lenguaje de los otros. Objetivamente, también difiere del
lenguaje social, pero tampoco totalmente, ya que sólo funciona dentro de situaciones
sociales. Tanto subjetiva como objetivamente, el lenguaje egocéntrico representa una
transición entre el lenguaje para los otros y el lenguaje para uno mismo. Aunque posee
la función del lenguaje interiorizado, en su expresión permanece similar al lenguaje
social.
La investigación del lenguaje egocéntrico ha allanado el camino a la comprensión
del lenguaje interiorizado, que estudiaremos a continuación.

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IV

Nuestras experiencias nos convencieron de que el lenguaje interiorizado debe ser


contemplado, no como lenguaje sin sonido, sino como una función enteramente dife-
rente del lenguaje. Su rasgo distintivo es una sintaxis peculiar; comparado con el len-
guaje externo, el interiorizado parece desconectado e incompleto.
Esto no es una observación nueva. Todos los estudiosos del lenguaje interiorizado,
inclusive los que lo enfocaron desde el punto de vista del comportamiento, notaron
este rasgo. El método del análisis genético nos permite ir más allá de una mera des-
cripción. Al aplicarlo comprobamos que el lenguaje egocéntrico al desarrollarse, pre-
senta una tendencia hacia una forma totalmente especial de abreviación, es decir,
omisión del sujeto de una oración y de todas las palabras conectadas y relacionadas
con él, en tanto se conserva el predicado.
Esta tendencia hacia la predicación aparece en todas nuestras experiencias, con tal
regularidad, que debemos suponer que es la forma sintáctica básica del lenguaje inte-
riorizado.
El recuerdo de ciertas situaciones en las que el lenguaje externo presenta una es-
tructura similar nos puede ayudar a comprender esta tendencia. La predicación pura
aparece en el lenguaje externo en dos casos: ya sea como una respuesta o cuando el
sujeto de la frase es conocido de antemano. La respuesta a "¿Quiere Ud. una taza de
té?" nunca es "No, no quiero una taza de té", sino simplemente "no". Evidentemente,
esta frase es posible sólo porque el sujeto se halla tácitamente comprendido por am-
bas partes. A la pregunta "¿Su hermano ha leído este libro?" nadie contesta "Sí, mi
hermano ha leído este libro". La respuesta es un corto "sí" o "sí, lo ha leído". Nadie
dirá al ver un ómnibus que se acerca "El ómnibus que estábamos esperando viene
llegando". La frase será probablemente un abreviado "viene", o alguna otra expresión
similar, ya que el sujeto será sobreentendido. Frecuentemente las oraciones abrevia-
das se prestan a confusión. El oyente puede relacionar la frase con un sujeto en el que
él está pensando, y que es distinto del que piensa el interlocutor. Si los pensamientos
de dos personas coinciden, se puede lograr un entendimiento perfecto mediante el uso
de simples predicados, pero si están pensando en cosas diferentes es posible que se
confundan.
Se pueden encontrar muy buenos ejemplos de la condensación del lenguaje exter-
no y de su reducción a predicados en las novelas de Tolstoi, quien estudió con fre-
cuencia la psicología de la comunicación: "Nadie escuchó claramente lo que él dijo,
pero Kitty lo comprendió. Lo entendió porque su mente vigilaba incesantemente sus
necesidades" (Ana Karenina, parte V, cap. 8). Podemos decir que los pensamientos
de ella, siguiendo los pensamientos del moribundo, contenían el sujeto al que sus pa-
labras, que nadie comprendió, estaban referidas. Pero tal vez el ejemplo más destaca-
do es la declaración de amor entre Kitty y Levin mediante iniciales:
"Hace tiempo que quiero preguntarle algo."
"Hazlo, por favor."
"Esto", dijo él, y escribió las iniciales: C r: e n e p, q d e o n. Estas iniciales significa-
ban: "Cuando respondiste: eso no es posible, querías decir ¿entonces o nunca?" Pa-
recía imposible que ella pudiera comprender la complicada frase.
"Comprendo" dijo ella sonrojándose.
"¿Qué palabra es ésa?" señaló él, indicando la n que significaba "nunca".
"La palabra es «nunca» - contestó ella -, pero eso no es verdad." Él borró rápida-
mente lo que había escrito, le alcanzó la tiza y se levantó. Ella escribió: E y n p c d o
m.

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Su rostro se alegró súbitamente, había comprendido. Quería decir: "Entonces yo no
podía contestar de otra manera."
Ella escribió las iniciales: p q p o y p l q h s. Esto significaba: "Para que pudieras ol-
vidar y perdonar lo que había sucedido".
Él tomó la tiza con dedos tensos y trémulos, la partió y escribió las iniciales de los
siguientes: "No tengo nada que olvidar y perdonar. Nunca dejé de amarte".
"Comprendo", susurró ella. Él se sentó y escribió una larga frase. Ella la compren-
dió toda, y sin preguntarle si estaba equivocada, tomó la tiza y contestó de inmediato.
Por un largo rato él no pudo descifrar lo que ella había escrito y permaneció mirándola
a los ojos. Su mente estallaba de felicidad. No era capaz de descifrar las palabras de
ella; pero en sus ojos radiantes y felices leyó todo lo que necesitaba saber. Entonces
escribió tres letras. Antes de que él hubiera terminado, ella leyó por debajo de su ma-
no y terminó por si misma la frase, escribiendo «sí». Todo quedó dicho en esta con-
versación: que ella lo amaba, y que anunciaría a su padre y a su madre que él los visi-
taría por la mañana."
Este ejemplo tiene un extraordinario interés psicológico porque, como todo el epi-
sodio de Kitty y Levin, fue tomado por Tolstoi de su propia vida. En esta misma forma
declaró a su futura mujer el amor que sentía por ella. Estos ejemplos demuestran cla-
ramente que cuando los pensamientos de los interlocutores son los mismos, el papel
del lenguaje se reduce a un mínimo. Tolstoi señala en otras partes que entre gente
que vive en estrecho contacto psicológico, la comunicación a través de formas abre-
viadas del lenguaje es más bien una regla que una excepción.
"Ahora Levin estaba acostumbrado a expresar totalmente sus pensamientos sin
tomarse el trabajo de buscar las palabras exactas. Sabía que su esposa, en los mo-
mentos llenos de amor como éste, comprendería lo que él quería decir con un mero
signo, y así era en realidad."
Una sintaxis simplificada, la condensación y un número de palabras ampliamente
reducido caracterizan la tendencia a la predicación que aparece en el lenguaje externo
cuando las partes saben lo que está pasando. Contrastando con esto están las equi-
vocaciones cómicas que surgen cuando los pensamientos de los interlocutores siguen
direcciones diferentes. La confusión que puede surgir está bien descripta en este pe-
queño poema:
Ante un juez sordo se inclinan dos hombres sordos.
Uno de ellos exclama: "Él se robó mi vaca".
"Con permiso", responde el otro.
"Esa colina perteneció a mi padre desde tiempos remotos."
El juez decide: "Que ustedes disputen es una vergüenza.
La culpa no la tiene ninguno de los dos, la tiene la muchacha".
Las conversaciones de Kitty con Levin y el juicio de los sordos son casos extremos,
y constituyen en realidad los dos polos del lenguaje externo. Uno ejemplifica el enten-
dimiento mutuo que se puede lograr a través de un lenguaje totalmente abreviado
cuando el sujeto es común a los dos pensamientos; el otro, la total incomprensión que
surge, pese a un lenguaje completo, cuando los pensamientos siguen direcciones
opuestas. No sólo los sordos son incapaces de comprenderse entre sí; cualquier par
de seres que otorguen significados diferentes a una misma palabra o mantengan pun-
tos de vista distintos, tampoco lo lograrán. Como lo notara Tolstoi, los que están acos-
tumbrados a un pensamiento independiente y solitario no entienden fácilmente el de
los demás y son muy parciales respecto al propio; pero los que viven en estrecho con-
tacto aprenden las complicadas inferencias de uno y otro mediante "una comunicación
lacónica y precisa" a través de un mínimo de expresiones.

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V

Una vez examinadas las abreviaturas del lenguaje externo, podemos retornar enri-
quecidos al fenómeno correspondiente del lenguaje interiorizado, donde no constituye
una excepción sino una regla. Será instructivo comparar la abreviación en el lenguaje
oral, en el interiorizado y en el escrito. La comunicación por escrito reposa en el signi-
ficado formal de las palabras y requiere un número mucho mayor de vocablos que el
lenguaje oral para expresar la misma idea. Se dirige a una persona ausente, que rara
vez tiene en mente el mismo tema que el escritor. Por lo tanto, debe explicarse en
forma total; la diferenciación sintáctica es máxima, y se usan expresiones que serían
poco naturales en la conversación. Cuando Griboedov dice "Habla como si escribiera",
se refiere al curioso efecto que producen las construcciones elaboradas en el lenguaje
diario.
La naturaleza multifuncional del lenguaje que ha atraído últimamente la atención de
los lingüistas, ya había sido señalada por Humboldt en relación a la poesía y a la pro-
sa: dos formas muy diferentes en cuanto a función y significado. Según Humboldt, la
poesía es inseparable de la música, en tanto que la prosa depende por completo del
lenguaje y está dominada por el pensamiento. Es ésta una concepción, de primordial
importancia, aunque ni Humboldt ni los que desarrollaron su pensamiento, compren-
dieron totalmente sus implicaciones. Distinguieron sólo entre poesía y prosa, y en esta
última entre el intercambio de ideas y la conversación ordinaria, o sea, el mero inter-
cambio de noticias o la charla convencional. Existen otras distinciones funcionales
importantes en el lenguaje: una de ellas es la de diálogo y monólogo. El lenguaje escri-
to y el interiorizado representan al monólogo; y el oral, en la mayoría de los casos, al
diálogo.
El diálogo presupone siempre un conocimiento del tema común a las partes que
permita el lenguaje abreviado, y en ciertas condiciones, oraciones puramente predica-
tivas. También presupone el hecho de que cada persona puede ver a su interlocutor,
su expresión facial y gestos, y escuchar el tono de su voz. Ya hemos examinado la
abreviación y aquí sólo veremos su aspecto evolutivo, a través de un clásico ejemplo
del diario de Dostoievski, para demostrar en qué forma la entonación sirve para com-
prender la imperceptible variación del significado de una palabra.
Dostoievski relata una conversación entre dos borrachos, enteramente compuesta
de una palabra impublicable.
"Un domingo por la noche tuve que cruzar un grupo de mujiks borrachos. Fue una
cosa de quince pasos; pero mientras daba aquellos quince pasos, adquirí la convicción
de que sólo con aquella palabra podían darse todas las impresiones humanas; sí, con
aquella sencilla palabra, por otra parte, admirablemente breve."
He aquí un mozo que la pronuncia con energía de macho. La palabra se hace ne-
gativa, demoledora; hace polvo el argumento de un vecino que la recoge y la arroja a
la cabeza del primer orador, convencido entonces de la insinceridad en su negación.
Un tercero se indigna también contra el primero, se mezcla en la conversación y grita
también la palabra, que se transforma en una injuriosa invectiva. Entonces el segundo
se siente arrebatado contra el tercero y éste devuelve la palabra que, de pronto, signi-
fica claramente: «¡Nos estás molestando! ¿Para qué te mezclás en esta?» Un cuarto
se aproxima titubeando; hasta entonces nada había dicho; reservaba su opinión, re-
flexionando para descubrir una solución a la dificultad que dividía a sus camaradas.
¡Ya la ha encontrado! Indudablemente cree usted que va a exclamar: «¡Eureka!»... ¡De
ningún modo! Lo que aclara la situación es la famosa palabra; el quinto la repite con
entusiasmo, aprobando al afortunado buscador. Pero un sexto, al que no le gusta ver
zanjar tan a la ligera los asuntos graves, murmura algo con voz sombría. Seguramente

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aquello quiere decir: «¡Te desbocás demasiado de prisa! ¡No ves más que una cara
del pleito!» Pues bien, toda esa frase se resume en una sola palabra. ¿Cuál? Pues la
palabra, la sempiterna palabra que ha tomado siete acepciones diferentes, todas ellas
perfectamente comprendidas por los interesados."
La inflexión revela el contexto psicológico que sirve para la comprensión de la pala-
bra. En la historia de Dostoievski consistió en una negación desdeñosa en un caso,
duda en el otro, e ira en el tercero. Cuando el contexto es tan claro como en el ejemplo
resulta posible deducir todos los pensamientos y sentimientos, e incluso una cadena
completa de razonamientos, a través de una sola palabra.
En el lenguaje escrito, como el tono de la voz y el conocimiento del tema están ex-
cluidos, nos vemos obligados a usar muchas más palabras y de modo más exacto. El
lenguaje escrito es la forma más elaborada del lenguaje.
Algunos lingüistas consideran que el diálogo es la forma natural del lenguaje oral, la
que revela más precisamente su naturaleza, y el monólogo es en gran parte artificial.
La investigación psicológica no deja dudas en cuanto a que el monólogo es en reali-
dad una forma más elevada y complicada, y de un desarrollo histórico más reciente.
Actualmente, sin embargo, sólo nos interesa compararlo en lo que concierne a su ten-
dencia hacia la abreviación.
La velocidad del lenguaje oral resulta desfavorable para un proceso de formulación
complicado: no da tiempo para la deliberación y elección. El diálogo implica una ex-
presión inmediata y sin premeditación. Consiste en respuestas que forman una cadena
de reacciones. En comparación el monólogo es una formación compleja; la elabora-
ción lingüística se puede llevar a cabo con tranquilidad y conscientemente.
En el lenguaje escrito, donde falta una base situacional y expresiva, la comunica-
ción sólo puede ser lograda a través de las palabras complicadas, de ahí el uso de los
borradores. La diferencia entre el borrador y la copia final refleja nuestro proceso men-
tal. La planificación es importante en el lenguaje escrito, aun cuando no confeccione-
mos un borrador. Generalmente nos decimos a nosotros mismos lo que vamos a es-
cribir; esto también es un borrador, aunque sólo mental. Como tratamos de demostrar
en el capítulo precedente, este borrador mental es el lenguaje interiorizado. Puesto
que el lenguaje interiorizado funciona como borrador, tanto en el lenguaje escrito como
en el oral, compararemos ahora ambas formas con el lenguaje interiorizado, en lo con-
cerniente a la tendencia hacia la abreviación y la predicación.
Esta tendencia, que nunca se encuentra en el lenguaje escrito, y sólo algunas ve-
ces en el oral, se presenta siempre en el lenguaje interiorizado. La predicación es la
forma natural del lenguaje interiorizado, que psicológicamente se compone sólo de
predicado. La ley de omisión de los sujetos en el lenguaje interiorizado, tiene su co-
rrespondencia en el lenguaje escrito en la ley de expresión tanto de los sujetos como
de los predicados.
La clave de estos hechos experimentalmente establecidos es la presencia invaria-
ble e inevitable en el lenguaje interiorizado de factores que posibilitan la predicación
pura; nosotros sabemos sobre qué estamos pensando, o sea que siempre conocemos
el tema y la situación.
El contacto psicológico entre las partes de una conversación puede establecer una
percepción mutua que conduce a la comprensión del lenguaje abreviado. En el lengua-
je interiorizado la percepción "mutua" está siempre presente; por lo tanto es común
una "comunicación" prácticamente silenciosa de los pensamientos más complicados.
La preponderancia de la predicación es un producto del desarrollo.
En un comienzo, la estructura del lenguaje egocéntrico es igual a la del social, pero
en el proceso de transformación hacia el interiorizado, se torna gradualmente menos
completa y coherente, al quedar gobernada por una sintaxis casi totalmente predicati-
va. Las experiencias demuestran claramente cómo y por qué surge la nueva sintaxis.

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El niño habla de las cosas que ve, oye o hace en un determinado momento; es así que
tiende a dejar de lado el sujeto y todas las palabras relacionadas con él, condensando
cada vez más su lenguaje hasta que sólo quedan los predicados. Mientras más dife-
renciada se vuelve la función del lenguaje egocéntrico, más agudas son sus peculiari-
dades sintácticas: simplificación y predicación. Lado a lado con este cambio, se en-
cuentra la vocalización decreciente. Cuando conversamos con nosotros mismos, ne-
cesitamos aún menos palabras que Kitty y Levin. El habla interiorizada es un lenguaje
desprovisto casi de palabras.
Con la sintaxis y el sonido reducidos a un mínimo, el significado está más que nun-
ca en un primer plano. El lenguaje interiorizado se maneja con la semántica y no con
la fonética. La estructura semántica específica del lenguaje interiorizado también con-
tribuye a la abreviación, en él la sintaxis de significados no es menos original que la
gramatical. Nuestra investigación estableció tres peculiaridades principales del lengua-
je interiorizado.
La primera y básica es la preponderancia del sentido de una palabra sobre su signi-
ficado: esta distinción la debemos a Paulhan. El sentido de la palabra es para él la
suma de todos los sucesos psicológicos que la palabra provoca en nuestra conciencia.
Constituye un complejo dinámico y fluido que presenta varias zonas de estabilidad
diferente. El significado es una de las zonas del sentido, la más estable y precisa. Una
palabra adquiere un sentido del contexto que la contiene, cambia su sentido en dife-
rentes contextos. El significado se mantiene estable a través de los cambios del senti-
do. El significado "de diccionario" de una palabra no es más que una piedra en el edifi-
cio del sentido, nada más que una potencialidad que encuentra su realización en el
lenguaje.
Las últimas palabras de le fábula anteriormente mencionada, traducida por Krylov,
"La cigarra y la hormiga", constituyen un buen ejemplo de la diferencia entre sentido y
significado. Las palabras "ve y baila" poseen un significado definido y constante, pero
en el contexto de la fábula adquieren un sentido mucho más amplio en el aspecto inte-
lectual y afectivo. Significan, por un lado "Diviértete" y por el otro "Perece". Este enri-
quecimiento de las palabras a través del sentido que les presta el contexto, es la ley
fundamental de la dinámica de su significado. Un vocablo en un contexto significa más
y menos que la misma palabra aislada: más, porque adquiere un nuevo contenido;
menos, porque su significado se ve limitado y disminuido por el contexto. El sentido de
una palabra, dice Paulhan, es un complejo y móvil fenómeno proteico; cambia en las
diferentes mentes y situaciones y es casi ilimitado. Una palabra toma su sentido de la
frase, la que a su vez lo toma del párrafo, el párrafo del libro, y éste de todas las obras
del autor.
Paulhan prestó un servicio más a la psicología al analizar la relación entre palabra y
sentido, demostrando que son mucho más independientes entre sí que palabra y signi-
ficado. Desde hace tiempo se sabe que las palabras pueden cambiar su sentido. Re-
cientemente se señaló que el sentido puede cambiar a las palabras, o mejor dicho,
que las ideas frecuentemente cambian de nombre. En la misma forma en que el senti-
do de una palabra se relaciona con la palabra en sí, y no con sus sonidos aislados, el
sentido de una oración se relaciona con ella en su totalidad y no con sus palabras indi-
viduales. Por lo tanto algunas veces se puede reemplazar una palabra por otra sin
alterar el sentido. Las palabras y el sentido son relativamente independientes entre sí.
Lo regla que rige el lenguaje interiorizado es el predominio del sentido sobre el sig-
nificado, de la oración sobre la palabra, y del contexto sobre la oración.
Esto nos conduce a otras peculiaridades semánticos del lenguaje interiorizado. Am-
bas se relacionan con la combinación de palabras. Una se parece a la aglutinación:
una forma de combinar palabras bastante común en algunos lenguajes y comparati-
vamente rara en otros. En alemán frecuentemente se forma un sustantivo compuesto
de varias palabras o frases. En algunas lenguas primitivas esa adición de palabras es

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una regla general. Cuando varios vocablos se combinan en uno, el nuevo no sólo ex-
presa una idea más bien compleja sino que designa todos los elementos separados en
la idea. Debido a que el énfasis siempre está en la raíz principal de la idea, tales len-
guajes son fáciles de comprender. El habla egocéntrica del niño presenta un fenómeno
análogo. Cuando el lenguaje egocéntrico se acerca al interiorizado el niño usa cada
vez más la aglutinación como un modo de formar palabras compuestas o para expre-
sar ideas complejas.
La tercera peculiaridad básica de la semántica del lenguaje interiorizado es la forma
en que los sentidos de las palabras se combinan y unen: un complejo gobernado por
leyes diferentes a las que gobiernan las combinaciones de significado. Cuando obser-
vamos esta forma singular de unir las palabras en el lenguaje egocéntrico, lo denomi-
namos "influjo del sentido". Los sentidos de diferentes palabras pasan de una a otra,
influyéndose entre sí, de modo que las primeras están contenidas, y modifican a las
últimas. Así una palabra que aparece continuamente en un libro o poema, a veces
absorbe todas las variaciones del sentido contenidas en ella y se torna en cierto modo
equivalente a la obra misma. El título de una obra literaria expresa su contenido y
completa su sentido en forma mucho más amplia que el nombre de una pintura o de
una pieza musical. Títulos como Don Quijote, Hamlet y Ana Karenina ilustran esto cla-
ramente; el sentido total de la obra está contenido en un nombre. Otro excelente
ejemplo es Almas muertas de Gogol. Originalmente, el título se refería a los siervos
muertos, cuyos nombres no habían sido movidos aún de las listas oficiales y podían
ser comprados y vendidos como si estuvieran vivos. Es en este sentido que este título
se utilizó a través del libro, que está construido en torno a este tráfico de los muertos.
Pero a través de sus íntimas relaciones con la obra en su conjunto, estas palabras
adquieren una nueva significación y un sentido mucho más amplio. Cuando llegamos
al final del libro, el título Almas muertas significa para nosotros no tanto los siervos
difuntos, sino más bien los personajes de la historia que están físicamente vivos pero
espiritualmente muertos.
En el lenguaje interiorizado, el fenómeno llega a su punto culminante. Una sola pa-
labra está tan saturada de sentido, que se requerirían muchas otras para explicarla en
el lenguaje exterior. No es raro que el lenguaje egocéntrico resulte inexplicable para
los demás. Watson dice que el lenguaje interiorizado resultaría incomprensible, incluso
si pudiera ser registrado. Su incoherencia se acrecienta a causa de un fenómeno rela-
cionado, que Tolstoi notó incidentalmente en el lenguaje externo: en Infancia, adoles-
cencia y juventud, describe cómo entre las gentes que están en estrecho contacto psi-
cológico las palabras adquieren significados especiales que sólo pueden comprender
los iniciados. En el lenguaje interiorizado se desarrolla un tipo similar de idioma: de la
especie que resulta difícil de transcribir al lenguaje exterior. Creemos que ésta es la
mejor confirmación de nuestra hipótesis de que el lenguaje interiorizado se origina a
través de la diferenciación entre el lenguaje egocéntrico y el lenguaje social primario
del niño.
Todas nuestras observaciones indican que el habla interiorizada es una función
autónoma del lenguaje. Podemos contemplarla como un plano diferente del pensa-
miento verbal. Es evidente que la transición del lenguaje interiorizado al lenguaje ex-
terno no constituye una simple traducción de uno a otro. No puede lograrse mediante
la mera vocalización del lenguaje silencioso. Es un proceso dinámico y complejo que
envuelve la transformación de la estructura predicativa e idiomática del lenguaje inte-
riorizado en un lenguaje sintácticamente articulado e inteligible para los demás.

VI

Ahora podemos retornar a la definición del lenguaje interiorizado que propusimos


antes de presentar nuestro análisis.

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El lenguaje interiorizado no es el aspecto interno del lenguaje externo: es una fun-
ción en sí mismo. Sigue siendo un lenguaje, es decir pensamientos relacionados con
palabras. Pero en tanto que en el lenguaje externo el pensamiento está encarnado en
palabras, en el lenguaje interiorizado las palabras mueren tan pronto como transmiten
el pensamiento. El lenguaje interiorizado es en gran parte un pensamiento de signifi-
cados puros, es dinámico e inestable, fluctúa entre la palabra y el pensamiento, los
dos componentes más o menos delineados del pensamiento verbal. Su verdadera
naturaleza y ubicación sólo pueden ser comprendidas después de examinar el siguien-
te plano del pensamiento verbal, aun más interno que el lenguaje interiorizado
Ese plano es el pensamiento mismo. Como ya hemos dicho, todo pensamiento crea
una relación, realiza una función, resuelve un problema. El fluir del pensamiento no va
acompañado de un despliegue simultáneo de lenguaje. Los dos procesos no son idén-
ticos y no hay una correspondencia rígida entre las unidades del pensamiento y el len-
guaje.
Esto se hace más evidente cuando el proceso del pensamiento se desvía, cuando,
como lo dijera Dostoievski, un pensamiento no se ajusta a las palabras. La inteligencia
posee su propia estructura, y su transición al lenguaje no es cosa fácil. El teatro
afrontó el problema del pensamiento oculto tras las palabras antes que la psicología.
Al enseñar su sistema de actuación, Stanislavsky pidió a los actores que descubrieran
el sub-texto de sus partes en la pieza.
En la comedia de Griboedov Tristeza de la Sabiduría, el héroe, Cratsky, le dice a la
heroína, que afirma que ella nunca dejó de pensar en él: "tres veces bendito el que
cree. La fe alegra el corazón"; Stanislavsky interpretó esto como: "Dejemos esta con-
versación" pero también podría entenderse como: "No te creo", "lo dices para confor-
marme", o "¿No te das cuenta cómo me atormentas?". "Ojalá pudiera creerte. Sería
encantador". Todas las oraciones que decimos en la vida real presentan alguna espe-
cie de sub-texto, un pensamiento escondido detrás de ellas. En los ejemplos que di-
mos anteriormente de la falta de coincidencia entre el sujeto y el predicado gramatical
y psicológico, no continuamos nuestro análisis hasta el final. En la misma forma en
que una frase puede expresar diferentes pensamientos, un pensamiento puede ser
expresado a través de diferentes oraciones. Por ejemplo. "El reloj se cayó", como res-
puesta a la pregunta, "¿Por qué se paró el reloj?" puede significar: "No es culpa mía
que el reloj no ande, se ha caído". El mismo pensamiento de justificación podría ex-
presarse así: "Yo no acostumbro a tocar las cosas de los demás". "Simplemente esta-
ba limpiando allí" y de otros modos.
El pensamiento no está formado por unidades separadas como el lenguaje. Cuando
deseo comunicar el pensamiento de que hoy vi un niño descalzo con una blusa azul,
corriendo por la calle, no veo cada aspecto en forma separada: el niño, la camisa, el
color azul, la carrera y la carencia de zapatos. Concibo todo esto en un solo pensa-
miento, pero lo expreso en palabras separadas. El que habla generalmente tarda va-
rios minutos para exponer un pensamiento. En su mente el pensamiento completo
está presente simultáneamente, pero en el lenguaje debe ser desarrollado en forma
sucesiva. Un pensamiento puede compararse a una nube que arroja una lluvia de pa-
labras. Precisamente, porque el pensamiento no tiene una contrapartida automática en
las palabras, la transición de pensamiento a palabra conduce al significado. En nuestro
lenguaje siempre hay un pensamiento oculto, un sub-texto. Debido a que la transición
directa del pensamiento a las palabras es imposible, siempre se ha lamentado la in-
efabilidad del pensamiento:
¿Cómo puede expresarse el corazón?
¿Cómo podrán comprenderlo los otros?
(F. Tjutchev)

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Lo comunicación directa entre las mentes es imposible, no sólo por causas físicas,
sino también psicológicas. La comunicación sólo puede lograrse en forma indirecta. El
pensamiento debe pasar primero a través de los significados y luego a través de las
palabras.
Llegamos ahora al último escalón de nuestro análisis del pensamiento verbal. El
pensamiento en sí se origina a partir de las motivaciones, es decir, de nuestros deseos
y necesidades, nuestros intereses y emociones. Detrás de cada pensamiento hay una
tendencia afectiva-volitiva que implica la respuesta al último por qué del análisis del
pensamiento. Una comprensión verdadera y completa del pensamiento del otro es
posible sólo cuando comprendemos su base afectiva-volitiva. Ilustraremos esto me-
diante un ejemplo ya usado: la interpretación de los papeles en una obra teatral Sta-
nislavsky, en sus instrucciones a los actores, hizo una lista de los motivos que oculta-
ban las palabras de sus papeles, por ejemplo:
Texto de la pieza
Motivos paralelos
Sofía:
Pero Chatsky, ¡estoy contenta de que hayas venido!
Para ocultar su confusión.
Chatsky:
Estás contenta, eso es bueno; pero una alegría como la tuya no es fácil de expre-
sar.
Más bien me parece ya expresada. Estás haciendo que el hombre y el caballo to-
men frío.
El gusto ha sido mío y de nadie más.
Trata de que ella se sienta culpable haciéndose bromas. ¡No te da vergüenza! Trata
de obligarla a ser franca.
Liza:
Claro señor, y si usted hubiera estado en este mismo lugar cinco minutos no, ni si-
quiera cinco, hubiera escuchado su nombre tan claramente como la claridad.
¡Dígalo, señorita! Dígalo que así era.
Trata de calmarlo. Trata de ayudar a Sofía en una situación difícil.
Sofía:
Y siempre así, ni más, ni menos.
En cuanto a eso, estoy segura que no me puedes hacer reproches.
Trata de conformar a Chatsky. ¡Yo no soy culpable de nada!
Chatsky:
Bueno, supongamos que así es.
Tres veces bendito el que cree.
La fe alegra el corazón.
Dejemos esta conversación, etc.
Para comprender el lenguaje de los otros, no es suficiente comprender las palabras;
es necesario entender su pensamiento. Pero incluso esto no es suficiente, también
debemos conocer las motivaciones. El análisis psicológico de una expresión no está
completo hasta que no se alcanza ese plano.
Hemos llegado ya al fin de nuestro análisis; examinemos ahora los resultados. El
pensamiento verbal parecía ser una entidad compleja y dinámica, y la relación entre
pensamiento y palabra implicada, como un movimiento a través de varios planos.

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Nuestro análisis siguió al proceso desde el plano más externo al más interno. En reali-
dad, el desarrollo del pensamiento verbal sigue un curso inverso: a partir del motivo
que engendra el pensamiento a la estructuración del pensamiento, primero en lengua-
je interiorizado, luego en significados de palabras y finalmente en palabras. Sin em-
bargo sería erróneo imaginar que éste es el único camino desde el pensamiento hasta
la palabra. El desarrollo puede detenerse en cualquier punto de su complicado curso;
es posible una inmensa variedad de movimientos y formas aún desconocidas para
nosotros. Un estudio de estas variaciones diversas se encuentra más allá del alcance
de nuestra tarea presente.
Nuestra investigación siguió un recorrido poco común. Deseábamos estudiar las
operaciones internas del pensamiento y el lenguaje, ocultas a la observación directa.
El significado y todo el aspecto interno del lenguaje, es decir, el aspecto dirigido a la
persona y no al mundo exterior, han sido hasta el momento casi desconocidos. Todas
las interpretaciones consideraban que las relaciones entre pensamiento y palabra eran
constantes e inmutables. Nuestra investigación ha demostrado que son relaciones
delicadas y cambiantes entre procesos que surgen durante el desarrollo del pensa-
miento verbal. Nosotros no pretendemos realizar, ni lo consideramos posible, un exa-
men exhaustivo del tema del pensamiento verbal. Sólo intentamos dar una concepción
general de la infinita complejidad de esta estructura dinámica, una concepción basada
en hechos experimentalmente comprobados.
La psicología asociacionista opinaba que el pensamiento y la palabra estaban uni-
dos por lazos exteriores, similares a los que existen entre dos sílabas sin sentido. La
psicología de la Gestalt introdujo el concepto de los vínculos estructurales, pero al
igual que la antigua teoría, no consideró las relaciones específicas entre pensamiento
y palabra. Todas las otras teorías se agruparon en torno a dos polos: ya sea la teoría
behaviorista del pensamiento como lenguaje menos sonido, o la teoría idealista, sos-
tenida por la escuela de Würsburgo y Bergson, de que el pensamiento podía ser "pu-
ro", sin relaciones con el lenguaje, y que resultaba distorsionado por las palabras. La
frase de Tjutchev "Un pensamiento expresado es una mentira", bien podría servir de
epígrafe al último grupo. Ya estuvieran inclinadas hacia el naturalismo puro o el idea-
lismo extremo, todas estas teorías tienen un rasgo en común: sus tendencias anti-
históricas. Estudian el pensamiento y el lenguaje sin ninguna referencia a la historia de
su desarrollo.
Únicamente la teoría genética del lenguaje interiorizado puede resolver este inmen-
so y complejo problema. La relación entre pensamiento y palabra es un proceso vi-
viente; el pensamiento nace a través de las palabras. Una palabra sin pensamiento es
una cosa muerta, y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra.
La conexión entre ellos sin embargo no es constante. Surge en el curso del desarrollo
y evoluciona por sí misma. A la afirmación de la Biblia, "En el comienzo era la pala-
bra", Goethe hace que Fausto responda: "En el comienzo era la acción". Aquí se inten-
ta detractar el valor de la palabra, pero podemos aceptar esta versión si le otorgamos
un énfasis diferente: en el comienzo era la acción. La palabra no fue el comienzo -la
acción estaba primero- ; es el fin del desarrollo, la coronación del acto.
No podemos terminar nuestra investigación sin mencionar las perspectivas que dejo
entrever. Hemos estudiado los aspectos interiores del lenguaje, que son tan descono-
cidos para la ciencia como la otra faz de la luna. Hemos demostrado que un reflejo
generalizado de la realidad es la característica básica de las palabras. Este aspecto de
la palabra nos deja en el umbral de un tema más amplio y profundo: el problema gene-
ral de la conciencia. El pensamiento y el lenguaje, que reflejan la realidad en distinta
forma que la percepción, son la clave de la naturaleza de la conciencia humana. Las
palabras tienen un papel destacado tanto en el desarrollo del pensamiento como en el
desarrollo histórico de la conciencia en su totalidad. Una palabra es un microcosmos
de conciencia humana.

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