Modulo 1
Modulo 1
Modulo 1
LA CONVIVENCIA EN LA ESCUELA
INTRODUCCION.-
Para entender mejor la importancia de la convivencia es preciso tener una visión clara de
lo que es el conflicto y su relevancia en la educación de la convivencia, es especial porque
aún no se termina de superar la creencia de que el conflicto no guarda relación de causa-
efecto alguna con la violencia y el bullying.
Quienes apuestan por las teorías instintivistas y etológicas asocian los conflicto con los
instintos innatos e inconscientes de naturaleza agresiva y destructiva que poseen los
individuos, descuidando que, como señala Rosario Ortega (1998), “más allá de la
agresividad natural y de la aceptación de que vivimos en permanente conflicto con
nosotros mismos y con los demás, está la violencia: un comportamiento de agresividad
gratuita y cruel, que denigra y daña tanto al agresor como a la víctima. La violencia no
puede justificarse a partir de la agresividad natural, pues se trata de conceptos distintos,
que pueden diferenciarse si hacemos uso de la idea de conflicto”. No obstante la conocida
crisis de aquellas teorías y su debilidad para acreditar sus especulaciones, su concurso es
invocado con frecuencia porque al parecer se le emplea como una suerte de coartada para
encubrir la insensibilidad de quienes son los verdaderos artífices de la violencia social, al
tiempo que se acuña en la cultura la convicción de la agresión y la violencia como hechos
naturales e individuales.
Para algunos tratadistas (Puig Rovira, 1997; Cascón, 2006) el conflicto es una situación en
la que dos o más individuos con intereses diferentes o contrapuestos entran en oposición
con el propósito de hacer prevalecer sus opiniones, neutralizar las del oponente y hasta
dañar a la parte contraria. Esta contradicción puede alcanzar niveles de agudización
cuando se trata de objetivos o intereses totalmente incompatibles, de lo que se puede
inferir que muchas formas de violencia tienen su punto de arranque en el conflicto. Para
R. Ortega “el conflicto es una situación de pugna entre dos o más protagonistas, en los
cuales existe un antagonismo motivado por una confrontación de intereses. Igual existe
entre estos autores una coincidencia en afirmar que los conflictos son inherentes a los
relaciones de los individuos y que son importantes para el crecimiento y desarrollo social.
De la misma coexistencia emergen de manera inherente los conflictos en las relaciones
humanas que se suscitan en cualquiera de los escenarios de interacción social, así, toda
relación social contiene elementos de conflicto, desacuerdos e intereses opuestos. La
escuela es una organización y como tal su funcionamiento no puede ser entendido sin
considerar la significación del conflicto.
Esta dinámica relacional enriquecedora no significa que las partes queden eximidas de
alcanzar diferencias antagónicas e irreconciliables que deriven en riesgos de violencia
(acoso y bullying, por ejemplo), los que pueden ser gestionados y resueltos sin llegar a
situaciones confrontacionales apelando a variados recursos, habilidades y competencias
de negociación pacífica. Superar los conflictos recurriendo a la negociación o a la
mediación, consensuando posiciones, necesidades e intereses no supone que se llegará en
algún momento a la superación total de las diferencias y los conflictos. Los conflictos no
dejarán de ser el germen de la contradicción para el cambio cualitativo de los
comportamientos sociales y el dinamo del desarrollo personal.
Los conflictos expresan esencialmente las diferencias entre las personas que son, a su vez,
manifestaciones de la diversidad. En efecto, la diversidad alude a que todas las personas
son diferencias entre sí y a consecuencia de esas diferencias tenemos sentimientos,
pensamientos, intereses, motivaciones y muchas otras formas, comunes a los individuos,
pero diferentes entre sí. Gracias a estas diferencias, a esta diversidad, las personas
tenemos nuestra propia identidad.
Los conflictos deben ser vistos como una oportunidad para que los individuos nos
desarrollemos social e individualmente. En realidad sin la presencia de conflictos entre las
personas y los grupos, la vida relacional sería tediosa y paralizante, sin opciones para
catapultarse y desarrollarse sin reconocer límites.
Sin embargo hay que reconocer que existen algunos peligros o riesgos en estas situaciones
de conflictos que se viven. La más importante situación de riesgo que se presenta es la
poca habilidad que se posee para gestionar y resolver los conflictos y las diferencias sin
recurrir a situaciones de tirantez y violencia. No saber resolver los conflictos en forma
pacífica es un serio problema de las relaciones interpersonales que pueden escalar a
francas expresiones de violencia. En estos casos mucho tiene que ver los aprendizajes
sociales que se obtienen en la vida cotidiana, en donde los modelos de resolución de
conflictos mediante la violencia son cosa común y hasta se le considera una forma natural
de asumirlos.
Tampoco debe pasar inadvertido el hecho de que nuestra cultura ha acuñado una
percepción negativa de los conflictos, de suerte que ellos son percibidos como algo dañino
para las relaciones de las personas. Esta visión equivocada del conflicto provoca muchas
limitaciones y celos en las relaciones personales y fomenta una cultura de desconfianza y
una nociva distancia social entre los individuos.
QUE ES LA CONVIVENCIA
Desde que Jacques Delors (1998) sostuviera que el aprendizaje más importante para el
próximo siglo –el que ya estamos viviendo- no será el de conocimientos sino el aprender a
convivir, el tema empezó a ser abordado desde una nueva visión. Tradicionalmente la
percepción que se tenía de la convivencia en las instituciones educativas estaba elaborada
desde un enfoque de obediencia, cuya característica descansaba exclusivamente en el
acatamiento obligatorio de los estudiantes a las normas propuestas en los centros
educativos. Este rasgo distintivo de la convivencia es reconocido también en la familia.
Convivir, nos dice Mockus (2002), es llegar a vivir juntos entre distintos sin los riesgos de la
violencia y con la expectativa de aprovechar fértilmente nuestras diferencias. El reto de la
convivencia es básicamente el reto de la tolerancia a la diversidad y ésta encuentra su
manifestación más clara en la ausencia de violencia.
Para Ortega, Romera, del Rey y Córdova (2008), citado por Carozzo (2015), la convivencia
surge como la necesidad de que la vida en común, que acontece en todos los escenarios de
la educación escolar y en el entramado de todos los sistemas de relación
(profesorado/alumnado, relaciones entre los propios escolares, y relaciones
familia/escuela), discurra con pautas de respeto de los unos sobre los otros. Para Ortega
(1999) se entiende por Convivencia el conjunto de relaciones interpersonales que se dan
entre todos los miembros de la comunidad educativa y en las relaciones interpersonales se
configuran procesos de comunicación, valores, sentimientos, actitudes, roles, estatus y
poder.
Según Benites (2012), “La convivencia cuando es adecuada; puede ser conceptualizada
como un modo de vivir en relación o en interrelación con otros, en la cual se respeta y
considera las características y diferencias individuales de las personas involucradas,
independientemente de sus roles y funciones. La forma de convivir se aprende en cada
espacio, en cada contexto en la que se comparte la vida con otros: familia, escuela,
comunidad. A convivir se aprende y enseña conviviendo cotidianamente”. Debemos
destacar que para Benites la convivencia es aprendida, sea en la escuela, la familia y los
demás escenarios sociales en donde el individuo participa interactivamente porque,
obviamente, la interacción con otros individuos en el marco de una relación social
sostenida en el tiempo es la condición esencial para el aprendizaje de la convivencia.
También Ianni (2002) tiene clara la idea de lo que debe ser la convivencia en las
instituciones educativas cuando señala que la escuela debe ser el espacio fundamental
para desarrollar una educación y una práctica de la convivencia que favorezca el
crecimiento social y personal de los estudiantes, la solidaridad, los valores, la tolerancia, el
aprendizaje cooperativo, la resolución de conflictos sin violencia, la reflexión y el
pensamiento divergente.
La convivencia es el vivir con otras personas, lo que es propio de la esencia humana. Esta
facultad de convivir es aprendida mediante la socialización, de la que depende que esa
convivencia sea saludable y armónica. De los aprendizajes sociales depende también que
la convivencia esté llena de conflictos antagónicos que promuevan la violencia relacional.
Castro Santander (2015) para destacar la importancia que cobra la convivencia para la
mejora de la calidad educativa nos remite al Informe de Capital Humano, Brunner &
Elacqua, del año 2003, que considera variables como la cooperación, el clima escolar de
convivencia, el monitoreo, las oportunidades de aprender, el tiempo, el involucramiento de
los padres, la presión de logro, el liderazgo y la gestión.
Mena, Bugueño, Valdez y Banz (s/f) nos ofrecen una visión muy puntual sobre lo que debe
encararse institucionalmente para constituir la convivencia en las escuelas: La Convivencia
Escolar es un ámbito que no puede ser dejado al azar, a las buenas intenciones y/o
características y estilos personales de los actores educativos. Si así se hiciera, sólo tendería
a reproducir la sociedad que la contextualiza. La Convivencia Escolar requiere ser atendida
de manera intencional e incorporada en la gestión institucional del establecimiento. Ella
requiere de una visión, una planificación, de una cuidadosa implementación, de un
monitoreo sistemático y de una evaluación y toma de decisiones oportuna; sólo en esta
medida se traducirá en prácticas formativas sistemáticas, concretas y cotidianas al interior
del establecimiento. Sólo así se “institucionaliza” la dimensión formativa y socializadora de
la escuela.
En el Foro Mundial de Educación (Corea del Sur, Mayo 2015) el Ministro de Educación,
declaraba que el propósito de la educación es transformar la vida de las personas,
garantizando una educación inclusiva equitativa de calidad y promoviendo oportunidades
de aprendizaje a lo largo de la vida. Estas declaraciones sin embargo no son congruentes
con la realidad educativa de nuestro país donde las medidas adoptadas por el MINEDU,
para mejorar la seguridad y calidad de vida de los estudiantes frente a los actos de
violencia y acoso en las escuelas son insuficientes e inadecuadas. El Observatorio sobre la
Violencia y Convivencia en la Escuela (2015) al respecto propone: defender la calidad de
vida de los estudiantes en las escuelas, máxime cuando es el propio Estado con su sistema
educativo decrépito y maniqueo el principal responsable de las situaciones de riesgo
presentes en las escuelas (Benites, 2015).
Pese a que con frecuencia se asocia la convivencia al problema de la disciplina y la
violencia en la escuela y en no pocos casos se hace énfasis en su utilidad para la
prevención y erradicación de la violencia y el bullying en la escuela, es menester precisar
que la convivencia es una estrategia a través de la cual se educa a los individuos en el
aprendizaje de competencias, capacidades y habilidades para el diálogo, la solidaridad y el
trabajo colaborativo, por ejemplo, que no solo se dirigen a los estudiantes sino que
alcanza a toda la comunidad educativa. La convivencia no es un recurso que se emplea
para el control de los estudiantes sino para su educación.
En resumen, ¿qué podemos decir, entonces, que es la convivencia? Son muchas las
condiciones que se deben respetar para poder sostener un clima institucional que aliente
las buenas relaciones interpersonales y potencie en forma consistente el desarrollo
cognitivo y los aprendizajes en los estudiantes. Entre estas condiciones cabe mencionar las
siguientes:
Desarrollo de valores.
Habilidades sociales para la vida.
Educación en resiliencia
La condición de relacionarse con los demás en forma democrática es la tarea que se debe
aprender en la socialización familiar y escolar, principalmente. No es posible no convivir,
es posible convivir democráticamente. Convivir es Vivir.
LA CONVIVENCIA EN LA ESCUELA
La escuela como institución educativa, es una formación social que no puede ser ajena a
dos condiciones elementales que la condicionan (Ianni, 2002):
Continúa Ianni (2002) afirmando que existe un total desencuentro entre lo que la sociedad
quiere de la escuela, lo que es la escuela en realidad y lo que debería ser la escuela, al
margen de los deseos del sistema social. Es decir, debe quedar en claro que la escuela
debe atender las necesidades de la sociedad más no los intereses del Estado.
Lo que tenemos es una escuela en donde domina la violencia en todas sus formas, desde
la rigidez de su estructura administrativa y académica hasta manifestaciones de acoso
entre iguales que provocan mayores distancias en torno a la convivencia. Y acaso lo más
preocupante en todo este concierto de problemas y dificultades está en la carencia de
propuestas y estrategias que se interesen en la construcción de la convivencia, en la
decisión de proteger a los niños y jóvenes que son asolados día a día por matones que
impunemente ejercen su abuso ante la pasividad de autoridades que ignoran los alcances
del daño que sufren las víctimas y hasta llegan a desconocer que en la conspiración del
silencio está uno de los factores claves de la perpetuación de este drama de la escuela y de
quienes allí asisten, convencidos tal vez, ante la pasividad de la institución, de que ese es el
clima natural de la escuela.
De otro lado hablar de convivencia en la escuela es referirse a todos los estamentos del
centro educativo que deben ser considerados dentro de la estrategia del Plan de
Convivencia que debe construirse en la escuela, esto es, estudiantes, profesores, directivos,
personal administrativo y de servicio y padres de familia. La buena relación entre
estudiantes no es posible si entre los estudiantes y los profesores no reina equidad
relacional de algún tipo y sin que el clima institucional de inseguridad y verticalidad haya
sido revocado. Lo propio podemos decir de la actuación de la familia respecto a la
actividad escolar de sus hijos: la no existencia de acciones concertadas y coherentes en el
contexto familiar y escolar, que por ahora no son tomadas en cuenta, da lugar a
situaciones de ambigüedad y ansiedad que deterioran la seguridad emocional y social de
los niños y jóvenes y exacerba la tirantez entre docentes y padres de familia.
Una correcta línea de aplicación de la convivencia democrática pasa por considerar
aspectos que son consustanciales con el ejercicio de relaciones de armonía y respeto,
como son las que ha continuación se mencionan:
b) Los acuerdos sobre las normas de convivencia deben ser consensuados por
todos los integrantes.
Tenemos una escuela del siglo XIX, profesores del siglo XX y estudiantes del siglo XXI, en
estas condiciones, ¿es posible creer en una convivencia democrática y con equidad? Las
instituciones educativas conservan una estructura de naturaleza vertical y autoritaria que
no permiten que se inserte en su organización un estilo relacional completamente opuesto
a su esencia, aunque burocráticamente la autoricen e incluso la implementen.
Su implementación no puede prosperar porque la escuela y su personal administrativo y
docente está imbuido de actitudes reñidas con la equidad y la democracia, desconocen lo
que es el respeto al otro y que los conflictos son positivos, generadores de oportunidades y
crecimiento social y personal de los actores y , en consecuencia, deben ser valorados como
tal y resueltos en forma dialogada y horizontalizando la participación de los estudiantes.
Esta situación, la de una estructura tradicional de la escuela versus la convivencia que se
persigue, no es un conflicto susceptible de negociar y resolver en forma consensuada y
pacífica. No es posible negociar la violencia institucional y la inequidad.
En las propuestas desarrolladas para actuar en el aula, encontramos cinco líneas distintas
de actuación: Gestión del clima social del aula; trabajo curricular en grupo cooperativo;
actividades de educación en valores; actividades de educación de sentimientos;
actividades de estudio de dilemas morales y actividades de drama (Del Rey, Ortega, 2001)
El Programa Kiva, de Finlandia, tiene como meta influir sobre los estudiantes
espectadores para que, en lugar de aceptar silenciosamente la situación de acoso o
alentar a los acosadores, apoyen a la víctima y trasmitan así que no aceptan las prácticas
abusivas, mientras que a nivel de todos los estudiantes el propósito es abordar los casos
graves de acoso de una manera efectiva que incluye una discusión de seguimiento para
comprobar que la situación ha cambiado (Gómes Antolinos, 2015)
Para Robledo y Arias-Gundin (2009) se debe prevenir el bullying inculcando a los alumnos
actitudes, valores y normas de convivencia positivas y fomentando el propio
autoconocimiento y autorregulación emocional y las relaciones interpersonales cordiales y
satisfactorias con los iguales. Propone las siguientes etapas: i) adquirir conciencia de la
importancia de mantener relaciones interpersonales cordiales, positivas y satisfactorias
con los iguales; ii) reconocer, evitar y controlar las situaciones de riesgo o de maltrato que
puedan darse en el centro, y despertar una conciencia en los estudiantes de informar y
dar a conocer las situaciones de abuso que les sucedan y/o las que observen; iii)
desarrollar habilidades personales de autoconocimiento y autorregulación emocional y
conductual; iv) adquirir habilidades de interacción social, de solución de problemas, de
petición de ayuda y de asertividad. Los autores consideran que estas medidas deben
comprender a los estudiantes y docentes por igual
Por su parte el objetivo del Programa Integral para Mejorar la Convivencia Escolar
(PRIMCE); se centra en los docentes, a quienes se les entrena para utilizar estrategias de
cambio conductual con los estudiantes para disminuir su conducta disruptiva y agresiva,
particularmente los episodios de acoso escolar. El programa se conforma por ocho
componentes, que brindan al profesor estrategias derivadas de análisis conductual
aplicado como: control de estímulos, monitoreo, moldeamiento, entrenamiento en
respuesta alternativa, costo de respuesta, programa de contingencias, reforzamiento de
conducta funcionalmente equivalente, comunicación asertiva, habilidades para la solución
de problemas, técnicas de auto-control, técnica de análisis de tareas, aprendizaje
cooperativo, así como contingencia de grupo. (Mendoza y Pedroza, 2015)
Díaz-Aguado (2005) tiene claro que los programas de prevención e intervención deben
admitir que las instituciones educativas reúnen un conjunto de características que
incrementan los riesgos de violencia en la escuela y que no pueden seguir siendo
ignorados o subestimados como la tendencia de las escuelas a minimizar la gravedad de
las agresiones entre iguales, considerándolas como inevitables y por ende tienden a
naturalizarlas.
En España, dice Ortega y Del Rey (2001), los programas de intervención desarrollados para
erradicar violencia escolar están diseñados, en su mayoría, en torno a dos objetivos
generales. Por un lado, buscan la disminución de los actos violentos, y por otro, la
prevención, mediante la mejora o creación de un buen clima de relaciones interpersonales
en el centro escolar basado en los principios democráticos y de respeto mutuo.
Las estrategias de intervención pueden agruparse en cuatro categorías: Actuaciones
dirigidas al cambio de la organización escolar; actuaciones dirigidas a la formación del
profesorado para que éste diseñe sus propios modelos de intervención; propuestas
concretas para desarrollar en el aula; programas específicos a aplicar en las situaciones y
fenómenos de violencia con escolares implicados o en riesgo. (Del Rey, Ortega, 2001)
Para Cerezo (2007) el centro educativo debe tratar de controlar los ataques del Bully así
como proporcionar una labor preventiva realizando una identificación temprana de los
alumnos implicados, supervisando y colaborando a la integración, propiciando una
conducta social positiva de todos sus miembros.
A modo de esquema, el proceso de desarrollo del programa puede definirse en cinco
momentos consecutivos:
* Concienciación del Problema
* Periodo de Consultas
* Confección del Programa
* Comunicación y Realización
* Revisión y Mantenimiento
La UNESCO, en una publicación para los profesores, propone diez esferas de acción para
que los docentes y los estudiantes contribuyan a crear una cultura escolar no violenta
afirmando que un medio escolar positivo, no punitivo y no violento garantiza los derechos
de todos, ya sean maestros o estudiantes. Reconoce que el enfoque debe ser holístico
involucrando a estudiantes, docentes, personal de la escuela, la familia y la comunidad, el
empleo de técnicas constructivas de disciplina, resolución de conflictos y una educación
inclusiva.
Podemos reconocer que cada programa tiene sus peculiaridades y no por ello dejan de
guardar una gran semejanza en los componentes que estiman importantes en la
prevención e intervención. Es así como el nivel individual y el aula son los puntos de
convergencia más destacados ya que ellos encierran la dinámica relacional de las
diferencias, los conflictos y la violencia. El componente familiar es otro elemento común
del que no es posible sustraerse; empero los componentes aludidos no son necesariamente
valorados del mismo modo y es allí en donde se pueden rescatar las limitaciones
operativas de los programas y las sensaciones de que hay algo por desentrañar para
alcanzar la eficacia que se espera.
Los estudiantes son percibidos únicamente en esa dimensión y más restrictivamente aún
en cuanto reúna los rasgos de afinidad que la escuela impone según la edad para asegurar
la adaptación a ella y en particular a lo que se refiere al aprendizaje de los contenidos
curriculares quedando al margen todo lo que se refiere a su pertenencia social, cultural,
familiar y étnica que suman para invalidar la pretensión tan voceada del carácter
multicultural de la educación pretendidamente inclusiva. Además alientan la idea de
dicotomizar al individuo en alumno y persona, desinteresándose especialmente por la
dimensión de la persona, lo que podemos calificarla, sin exageración, en una violencia
contra la identidad de las personas y un factor de riesgo para la integración satisfactoria
de las personas a la escuela.
De este modo no es difícil reconocer que el trabajo preventivo que se ensaya en la escuela
se interesa por el alumno y descuida a la persona. El primero de ellos –el alumno- es el
elegido porque reúne las características que el sistema educativo ha decidido para ser
aceptado en tanto se ajusta a las disposiciones burocráticas requeridas, aunque la
realidad compruebe la inutilidad de la uniformización de los individuos para facilitar el
trabajo instruccional. En la escuela no se quiere a las personas sino a los individuos que se
parezcan cada vez más entre sí, de modo que resulte más expeditivo el proceso de
enseñanza/domesticación que les espera a los estudiantes en toda la etapa escolar.
Este punto, lo creemos, es la más sensible y astuta modalidad de agredir a las personas en
las instituciones educativas porque significa hacer tabla rasa con la personalidad, la
identidad y las potencialidades individuales con que llegan las personas a la escuela para
imponerles un corsé que arruine sus expectativas y su proyecto de vida. Las medidas de
prevención para mejorar la calidad de vida en la escuela no deben pasar por alto este
aspecto, ya que de continuar haciéndolo expresan su asentimiento a las medidas
alienantes que habitan en la escuela.
Esta clarificadora respuesta de Cecilia Fierro tiene muchas lecturas y todas ellas nos
muestras la pobre sensibilidad de quienes tienen en sus manos la cosa pública y la
administración de la educación en particular. La más brutal de las lecturas es el atribuirle
total responsabilidad a los escolares, sin sonrojarse siquiera, ignorando que las
condiciones de existencia de los estudiantes responde a la precariedad del sistema social.
No menos preocupante es el hecho de que la institución educativa abdique olímpicamente
a sus responsabilidades de educar mediante la eliminación de los llamados alumnos
problemas y reitera que la política sancionadora de las instituciones educativas tiene en
las medidas represivas extremas su mejor recurso para mantener las escuelas en paz.
Frente a estos acontecimientos, ante los cuales los propios padres de familia terminan por
reconocer, o aceptar, que la expulsión es la mejor solución ante los conflictos, solo nos
queda el camino de educar esmeradamente a los estudiantes en el ejercicio de una
convivencia democrática que los formará en el conocimiento y defensa de sus derechos y
los volcará a una actuación siempre asertiva y solidaria.
a. Aprender a respetarse.
g. Todos tienen derecho a ser distintos y a expresar sus puntos de vista en forma
respetuosa.
Una visión social de la escuela y del clima escolar considerará que la dinámica de la
familia, las características económicas, culturales del contexto social de la escuela, y la
política educativa implementada, ineludiblemente impactan el clima de la escuela a través
de sus agentes educativos, quienes tienen el rol de dirigir y definir lo que debe ser y hacer
la escuela, como también, en lo referente a la función que el Estado le atribuye.
Por lo expuesto, creemos que pensar que el clima escolar es aquello que expresa lo que se
siente respecto a lo que es la escuela no es faltar a la verdad, pero reducirlo a ello es una
exageración riesgosa y debemos desecharla o, en todo caso, contemplarla apenas como
un elemento insuficiente para explicar una estructura vastamente compleja que puede
relativamente independizarse del contexto social al que se encuentra ligado.
Identificar los factores que sirven de soporte para el desarrollo de la convivencia sirve para
no pasar por alto elementos que habitualmente son inadvertidos por los adultos
responsables de la educación de los menores. Los siguientes son, al menos, de los más
valiosos para la creación y desarrollo de la convivencia (Benites, 2012)
realistas y consensuadas.
También existen factores que estropean y dificultan la convivencia, las que en su mayoría
son dimensiones sociales susceptibles de abordarse y superarlas. La mirada que casi
siempre brindamos a lo que obstaculiza la convivencia son las de índole personal o
individual y procediendo de ese modo dejamos pasar lo que realmente debe ser
controlado.
3. Entorno familiar: (a) nuevos modelos de familia, (b) diferente uso de los tiempos
en el seno familiar, © baja relación entre los miembros familiares.
Como el tipo de convivencia en donde sean partícipes todos los agentes educativos en
condiciones de equidad y respeto mutuo es aún inexistente, y tampoco será creada y
promovida únicamente por la Ley, sino que será una consecuencia del trabajo participativo
de la comunidad educativa, por ello hablamos de construcción de la convivencia. Para ello
hacen falta muchas cosas, entre ellas la construcción de una cultura democrática, lo que
supone:
Los centros educativos, como lo dijimos, cuentan con una política de convivencia basada
en sus reglamentos y en la disciplina que allí se propugna, pero sin que esté
institucionalizada por un ente a cargo de estas acciones. Por esa razón podemos hacer una
referencia a los distintos modelos que se conocen y que se desean. Aquí los mencionamos
(Benites, 2012)
Modelo punitivo-sancionador
• Mantiene la diferencia y los conflictos entre las partes y lo más probable es que agudice
sus relaciones.
Modelo relacional
Se basa en la comunicación a través del diálogo para la reconciliación entre las partes.
Así, la persona perjudicada puede recibir reparación moral o material y el infractor libera
su culpa. Parte de la hipótesis de que para el infractor la reconciliación tiene un elevado
coste emocional y moral, que es más eficaz que el castigo.
Modelo integrado
Este modelo concibe el conflicto como un hecho natural en la convivencia, pero que puede
llegar a ser positivo y provechoso cuando es apropiadamente administrado, o puede llevar
a situaciones críticas y violentas cuando es mal gestionado.
El modelo integrado también presenta limitaciones, pero está más a nuestro alcance
superarlas: exige apoyo administrativo, equipos formados en tratamiento de conflictos,
planes globales de actuación y revisión del reglamento para actualizarlo y contextualizarlo
a las necesidades de cada centro.
LA CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA EN LA ESCUELA
Es más fácil aprender a ser agresor y disfrutar de las ventajas de esa práctica que
aprender a convivir con los otros en un marco de cordialidad, cooperación, solidaridad,
respeto a los derechos de las personas, equidad y resolución de conflictos sin violencia. Se
tiene que aprender muchas cosas para vivir en convivencia, y la falta de esos aprendizajes
que son para la vida, muchas veces son suficientes para que las personas se conviertan en
agresores.
CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
No se exagera cuando se afirma que la escuela es in lugar privilegiado en donde los niños
van a tener la oportunidad de experimentar precozmente lo que es la vida pública y a vivir
un incesante y rico intercambio de experiencias sociales y personales con sus pares. La
convivencia es la perentoria necesidad de compartir un conjunto de actividades y
aprendizajes comunes en el marco de determinadas reglas que deben modular el
comportamiento interactivo con propiedad y equidad, procurando la obtención de
beneficios comunes para todos sus protagonistas.
Los grandes problemas que asumen las instituciones educativas (malas relaciones
interpersonales, violencia, exclusión, verticalidad y autoritarismo, entre otros) reflejan los
males de nuestro sistema social y entre ellos se refuerzan mutuamente, dando la
sensación de que todo ello es normal o, cuanto menos, lo menos mal que puede pasarnos,
por lo cual siempre nos hemos propuesto establecer normas de regulación y control de
conductas para el mantenimiento del orden en donde se puedan impartir conocimientos
en forma disciplinada.
Estos desafíos y otros en ciernes (el datin violence, el sexting, el happy slapping, el
grooming) necesitan de una estrategia ecológica para ser encarados y desalentados a
partir de un prolijo trabajo educativo –no punitivo- en donde los propios estudiantes son
los mayores protagonistas. Mediante la implementación de la convivencia democrática en
la escuela, con el enorme arsenal de herramientas educativas de que está premunido, la
escuela tiene la oportunidad de virar en 180ª y transformar el clima institucional para la
calidad de vida y la calidad educativa.
Nuestras normas y directivas señalan, en forma muy tímida o ambigua, que el comité de
convivencia debe estar integrado por representantes de todos los agentes educativos,
presididos por el director o la directora.
Docentes
Estudiantes
Padres de familia
¿Son ellos los únicos a los que nos podemos referir? Nos parece que no, que en el comité
de convivencia deberían tener participación los auxiliares, el personal administrativo, el
personal de servicio y, en la medida de lo posible, representantes de la comunidad. No
señalo los profesionales de la psicología y trabajo social porque ellos son asesores y deben
ser miembros natos del Comité de Convivencia Democrática.
En cuanto a la participación de los padres de familia, su importancia puede ser vista desde
dos perspectivas: la primera de ellas y la más importante es que, de esta forma, los padres
de familia empiezan a involucrarse en las actividades de la escuela y se comprometen más
contextualmente con sus hijos y sus compañeros de estudio; y en segundo lugar, porque
hace falta recursos humanos para hacer frente a numerosas actividades en que la plana
docente y administrativa es insuficiente. Un valor agregado en estas actividades es que
con la integración participativa de los padres de familia, se les está educando en
convivencia y su impacto en la constelación familiar será muy beneficioso.
Es bueno que se sepa que el Comité de Convivencia se constituye para cumplir una función
proactiva en las actividades de la institución educativa. Se piensa muy ligeramente que
con el Comité de Convivencia se empezará a investigar, procesar y sancionar a quienes
resulten responsables de acciones de bullying y violencia escolar.
En base a esta premisa podemos señalar que las tareas más importantes que debe asumir
el Comité de Convivencia Democrática serían las siguientes:
7. Proponer medidas correctivas en los casos que sean pertinentes. (Se eliminan los
términos sanciones o castigos)
LA LEY Y LA CONVIVENCIA
El año 2011 se promulgó la Ley 29719, conocida como Ley Antibullying, y un año después
fue aprobado su Reglamento (DS Nº 010-2012-EDU)
Las normas legales señaladas establecen que la Convivencia tiene la finalidad de propiciar
procesos de democratización en las relaciones entre los integrantes de la comunidad
educativa, como fundamento de una cultura de paz y equidad entre las personas,
contribuyendo de este modo a la prevención del acoso y otras formas de violencia entre
los estudiantes (Artículo 5 del Reglamento). En numeral siguiente, el Artículo 6, que se
refiere a la construcción de la Convivencia Democrática dice lo siguiente:
Algunos importantes artículos del Reglamento dan cuenta de lo que debe ser la
convivencia y sus regulaciones. Cuanto de estos mandatos legales se vienen cumpliendo es
un tema que debe ser investigado, al que el MINEDU pasa por alto y los riesgos para la
seguridad de los estudiantes sigue desatendido.
Esta responsabilidad es para todos los centros educativos, públicos y privados y cualquiera
que fuere su modalidad. El principio general es el de que la Convivencia Democrática debe
ser implementada en todas las instituciones educativas y los directores o directoras, bajo
responsabilidad, deben conformar un equipo responsable para esta tarea. En
consecuencia, no cabe justificar la falta de acciones en la aplicación de la norma por la no
existencia de organismos específicos señalados en la Ley.
LECTURAS OBLIGATORIAS
LECTURA COMPLEMENTARIA
FORO
¿La convivencia en la escuela es una propuesta contra la violencia o para mejorar el clima
de las instituciones educativas?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICA
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para optar el Grado de Maestría de Educación Primaria, Universidad Pública de Navarra.
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Carozzo, Julio César (2012) El bullying en la escuela. Interrogantes y reflexiones. En
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