La Construcción de Vínculos y Afectos

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LA CONSTRUCCIÓN DE VÍNCULOS Y AFECTOS.

Los otros y yo: nosotros.


Cada individuo es parte y manifestación de algo más general, del género humano. Esto
significa que lo que le pasa a uno le puede suceder, potencialmente, a cualquiera.
Todos sufrimos, amamos, nos angustiamos, nos preocupamos, admiramos, confiamos,
dudamos. Nuestras emociones y nuestros razonamientos están relacionados con el otro.
Somos seres interdependientes que desplegamos nuestra vida con la presencia del otro.
Por eso, podría decirse que cada uno de nosotros tiene una personalidad que está formada
por varias determinaciones. Nos determina el contexto en el que nacemos, nos determina la
familia en la que nos desarrollamos, nos determinan nuestros pares que conocemos desde
pequeños y que amplían nuestra experiencia con el mundo. A medida que crecemos, a todo
eso se le suman nuevos desafíos, que se entrecruzan con las experiencias que hemos
adquirido a lo largo de nuestro desarrollo. Esta combinación entre situaciones pasadas y
desafíos novedosos impulsan nuevas experiencias que constituyen la base para el
desarrollo de una experiencia humana creativa. El ‘yo’ individual se entrecruza con el ‘otro’,
también individual, para conformar un ‘nosotros’ plural. Así, la experiencia de la vida
humana sólo es posible en sociedad. Vivimos con el ‘otro’. Siendo así, ¿por qué se
producen tantos hechos de maltrato y violencia que, por momentos, nos hacen pensar que
es mejor vivir sin los demás?

- Los vínculos interpersonales y el contexto social e histórico.


Parte de la respuesta a esta pregunta podríamos encontrarla en la historia del desarrollo del
ser humano. Nos hemos ido conformando como sociedades donde la desigualdad estuvo
presente de diversos modos (amos- esclavos; reyes- nobles-siervos; burgueses- obreros,
etc.). Esa desigualdad es una condición para establecer dónde están los que tienen y
quieren más y los que sólo alcanzan lo justo para vivir. La sociedad se dividió en múltiples
escalas graduales de condiciones sociales, desde los que más tienen hasta los
desposeídos. Ante una sociedad con estas características, los vínculos entre todos están
mediados por las necesidades insatisfechas. Entonces, se plantea un problema al
conformarse los vínculos que tiene que ver con relacionarse más allá de lo meramente
económico.
En estos marcos sociales se desarrollan vínculos interpersonales y se vuelve un desafío
pensar en formas de mejorar las relaciones, sin olvidar el contexto social e histórico en que
surgen los vínculos. Para esto, un recurso individual y necesario en la empatía con el otro.
- La validez de la divergencia interpersonal.
Como se mencionó con anterioridad, nacemos en una sociedad marcada por las
‘diferencias’ y esto establece condicionantes para cualquier tipo de relación.
No es lo mismo la diferencia de pensamiento que la diferencia social. La diferencia de
pensamientos nos permite intercambiar diferentes miradas del mundo y de las cosas en
común; nos vincula con los otros. La diferencia social condiciona los vínculos, dado que las
decisiones y acciones de alguien pueden afectar directamente en la vida de los demás. Los
vínculos social e históricamente determinados influyen en las relaciones interpersonales y,
por lo tanto, en las personas. Lo que significa que no se resuelven en una relación de uno
con uno.
Veamos un ejemplo de diferencia social: todos tenemos derecho a elegir y desarrollar
nuestro propio plan de vida. Se entiende que, de ese modo, se respeta la libertad individual.
Sin embargo, es oportuno preguntarse, ¿qué pasa si mi libertad individual me permite
ofrecer menos puestos de trabajo sin afectar la producción de mercancías que vendo?
¿Qué sucede, conmigo y con los otros, si actúo de ese modo? ¿Todos quedamos
satisfechos con ese modo de vinculación social?
La diferencia individual que se manifiesta en los diferentes pensamientos no implica,
necesariamente, un sometimiento. Por el contrario, puede promover un intercambio y el
enriquecimiento del saber. Podemos compartir la misma experiencia, por ejemplo, ver una
película o leer el mismo artículo y, sin embargo, cada uno tendría una mirada particular,
algo que le gustó más o menos, que es distinto a lo que le gustó al compañero. ¿Qué nos
muestra esto? Que accedemos a las cosas portando nuestra historia. Asimilamos lo que
nos ocurre con una base de experiencias anteriores que se combinan formando algo nuevo.
Por eso, uno de los desafíos de la educación es enseñarnos, entre otras cosas, nuevos
modos de reaccionar y mostrarnos que existen diversos modos de ver, percibir y entender
los sucesos.
Si comprendemos de un modo diferente los mismos sucesos, se generará así una
diversidad de opiniones al respecto. No se trata de simplificar esto diciendo que ‘todo vale’
porque no todo vale. Una película puede despertarnos muchas apreciaciones pero reúne
cantidad de variantes que la convierten en un film específico.
En definitiva, la realidad es una y las múltiples formas de sentir y pensar, que nos fueron
conformando como individuos, hacen que la entendamos y abordemos de diversas
maneras.

Los desafíos en la vinculación.


Por diversos medios o experiencias, vemos situaciones de maltrato, desilusiones y
frustraciones que conducen al desencuentro entre las personas. Estas manifestaciones son
las marcas negativas de nuestra sociedad. De este modo, nos desafía a buscar formas para
desarrollar otras prácticas.
El sujeto, que es aquel que posee la capacidad activa y transformadora, tiene siempre la
posibilidad de hacer que otra cosa sea posible, tanto en el marco del aula y de las
relaciones interpersonales, como también ante la adversidad del mundo actual.
Para llevar adelante ciertos modos de vinculación interpersonal, uno de los desafíos que se
nos presenta es el de interpretar nuestra relación con los otros. Por eso, la dificultad la
hallamos aquí, nuestra vida cotidiana promueve relaciones entre roles, anulando al sujeto.
En ocasiones, esos roles se fijan y son una base para el prejuicio. Nos relacionamos con lo
que creemos que es el otro. Todo esto nos desanima a enfrentar los daños que pueden
causarnos ciertos vínculos interpersonales. Ante las situaciones en que salen a la luz
vínculos dañinos, la resolución tiende a ser un compromiso de buen comportamiento y de
esfuerzo de las voluntades individuales pero, al poco tiempo, todo vuelve a estar como
antes. Uno de los desafíos para una buena convivencia es el de marcar una base común
desde donde partir; por ejemplo, la del respeto a los demás. Por eso se requiere identificar,
con claridad, quién y cómo está afectando esa base común.
Conocer quién, cómo y por qué hace lo que hace nos permite establecer un marco de
cuidados para aquellos que son vulnerados y promover una instancia de justicia con
quienes actúan injustamente. El filósofo francés Jacques Derrida dice que deberíamos darle
asilo a quien llega, antes de ponerle condiciones. Pero si el que llega es un agresor o un
agredido, ¿no es mejor conocer su historia? ¿Es lo mismo recibir a un perseguido que a un
perseguidor?

- Vivimos y convivimos juntos.


Partiendo del reconocimiento de la necesidad del ser humano de ser con otros, de
necesitar de los otros para su propio desarrollo, podemos deducir que, para nuestro
desarrollo individual, es preciso contar con los demás. Nuestra socialización es una acción
que impacta en nuestra individualidad. Lo social, es decir, los otros, pueden facilitarnos
nuestro desarrollo individual en un marco más general. De modo tal que podemos convivir
con otros diferentes a nosotros.
Para lograr un desarrollo creativo, libre y respetuoso de la diversidad, establecemos
vínculos, reglas y normas que orientan nuestras acciones individuales en un marco más
general. De modo tal que podemos convivir con otros diferentes a nosotros.
La convivencia en el marco escolar nos desafía a establecer vínculos con nuestros
compañeros; con ellos compartimos espacios y saberes. A partir del compañerismo
nacerán, o no, vínculos de solidaridad, empatía, amistad o incluso, de enamoramiento. Pero
la base de la que se parte es la de compartir, la de acompañarse ante los desafíos del
aprendizaje.
El método del debate de un concepto, idea o dilema que se plantea en el marco de la vida
escolar nos exige escuchar al otro y permitirle decir lo que piensa, así como manifestar lo
que pensamos, que probablemente será diferente. De modo que, en el marco del respeto
de la persona, al debatir convivimos y nos formamos. Aprendemos.
El desafío del debate, ante los conceptos y contenidos que proponemos, requiere de un
espacio de justicia y equidad. Requiere que se evite la manifestación de diversas formas de
discriminación y el maltrato entre quienes participan de la clase. De modo que se pone un
límite a las prácticas que alteran el espacio donde convivimos, impidiendo que se
manifiesten las diversas formas de maltrato, tales como la simbólica, la verbal o la física.
- La violencia simbólica.
La violencia simbólica es una forma de maltrato implícito encubierto, es decir, que no se
manifiesta de forma evidente. Este tipo de maltrato es el resultado de la naturalización de lo
que socialmente pareciera estar bien o mal. En este sentido, un modo de reproducción de
las formas del orden establecido y limita nuestro modos de percibir, pensar y manifestarnos.
En el aula hay un leve grado de violencia simbólica, por ejemplo, cuando una persona tiene
una duda y teme preguntar porque le parece que no debería tener esa duda y no
manifiesta la inquietud que le genera determinado tema. Por lo general, esa actitud tiene su
precedente en alguna burla o desaprobación que sufrió antes la misma persona o algún
compañero por haber hecho una pregunta en clase.
En la escuela debería ser posible cuestionar estas relaciones simbólicas, haciéndolas
evidentes. De modo que aprendamos a superar las presiones del medio buscando
alternativas para el desarrollo común.

Familia, pares y amigos.


Tenemos múltiples relaciones; nuestra familia, nuestras amistades más cercanas, nuestras
relaciones amorosas, nuestras amistades menos íntimas, nuestros compañeros de curso o
trabajo o, incluso, compañeros de actividades recreativas y otros conocidos que surgen a
través de diversas maneras de entablar contacto con las personas. Pasamos de un ámbito
a otro siendo la misma persona y, sin embargo, no siempre nos comportamos del mismo
modo.
- Una amplia variedad de familias.
En el caso del ámbito familiar, en los últimos tiempos se han producido grandes cambios. A
lo largo de la historia el concepto de familia fue modificándose junto con el desarrollo del ser
humano. En la actualidad, la definición de familia rompió con la tradicional imagen que la
familia estaba constituida por un hombre, una mujer e hijos.En el presente, existen múltiples
formas de constituir una familia. Encontramos ‘familias nucleares’ (padre, madre e hijos),
‘familias extendidas’ compuesta por la nuclear más los parientes inmediatos; la ‘familia
monoparental’ donde sólo existe un adulto que materna o paterna; ‘familias ensambladas’
donde coexisten los hijos de los miembros de la pareja que tuvieron con parejas anteriores;
etc.
La Ley de Matrimonio Igualitario dio cuenta de estos acontecimientos que suceden en la
vida social, mediante la legislación de un marco que brinda derecho y ampliación de
deberes a la diversidad de familias.
Nuestro presente nos ha enriquecido al presentarnos una amplia variedad de familias que,
en definitiva, nos muestran que la vida merece ser vivida sin dogmatismos ni
estigmatizaciones. El amor y el cuidado surgen de las más variadas conformaciones de las
relaciones entre las personas.
- Los vínculos entre los pares.
Durante su desarrollo, los niños, las niñas y los adolescentes están muy sensibles a los
acontecimientos propios de su edad, del género, del contexto socioeconómico, de los
nuevos intereses que surgen, de las actividades que realizan, de los gustos y de las
idealizaciones.A medida que ellos van creciendo, sus intereses y gustos se van
especificando y la pertenencia también se vuelve más específica.
El maltrato entre los pares y el noviazgo.
Durante la etapa de conformación de la personalidad, el quiebre o la alteración de los
espacios de desarrollo puede provocar un daño a la integridad física y psicológica de sus
integrantes. Entre los jóvenes encontramos dos ámbitos que, de ser dañados, pueden
ocasionar consecuencias no previstas. Por un lado, la relación con los pares y por otro lado
en las relaciones de noviazgo.
En el caso de los pares, grupos de pertenencia y confianza, el quiebre del vínculo puede
afectar profundamente a los jóvenes, quienes encuentran en esos espacios su nueva base
de desarrollo ya que empiezan a dejar a la familia como espacio central de la socialización.
El daño en ese ámbito es, entonces, muy complejo porque deja a los jóvenes ante la
sensación de estar indefensos. Los comportamientos violentos pueden manifestarse
mediante la agresión verbal, física o psicológica. La ruptura en los vínculos con los pares
produce exclusión, y eso, a su vez, genera inseguridad en la conformación del individuo.
Muchas relaciones de noviazgo se encuentran enmarcadas en fantasías y mitos acerca de
lo que, se supone, es el amor, lo que funciona como un círculo vicioso en el cual el llamado
‘amor’ encubre relaciones abusivas y violentas. Así, el romance por el que uno ‘daría la vida’
o los celos que conllevan a un control de las conductas del otro. Muchas veces, con estos
factores se justifican los ‘juegos de manos’, los ‘insultos cariñosos’, el ‘control de los
horarios’ y de las ‘amistades’ en el mundo real y en el mundo virtual.

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