Aprender A Pensar Históricamente
Aprender A Pensar Históricamente
Aprender A Pensar Históricamente
Resumen
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la construcción del conocimiento histórico y
su influencia en los procesos de enseñanza y aprendizaje a través del dossier “Historia y
Pensamiento Histórico”. Este trabajo incide en la necesidad de adentrarse en la
epistemología de la disciplina para conectar con el significado de la comprensión histórica.
La comprensión histórica implica unos complejos procesos de pensamiento que permitan
interpretar esos contenidos (conceptos de primer orden), a través de estrategias propias de
la disciplina (conceptos estratégicos o de segundo orden). Para adquirir estas habilidades
es necesario la participación de los alumnos en la práctica del historiador.
Sin duda, uno de los grandes retos de la historia es tanto la capacidad de generar
conocimiento e identificar los procesos históricos como los de transmitirlos y conseguir que
la sociedad perciba el peso de dichos procesos a la hora de orientarse y adoptar decisiones
en nuestra vida diaria. Es esta faceta la que aquí nos interesa y por la que abogamos
justificando su presencia con el aval de parte de la historiografía que ha incidido en la
función social de la historia, dando pie a la “historia social crítica” que se caracteriza por
incidir en la necesidad de la historia aplicada al servicio de la sociedad. historiadores de la
altura de Kocka, Wehler, Hans, Wolfgang Mommsen... o filósofos de la historia como Jörn
Rüsen han apostado por hacer una historia "emancipadora", que ayude a los ciudadanos "a
derribar la niebla de las leyendas arraigadas por medio de la crítica ideológica y deshacer
los errores típicos, poner claramente de relieve las consecuencias que sufrieron los
afectados o los costes sociales de las decisiones que se tomaron. Y con ello, aumentar las
posibilidades de orientarnos racionalmente en nuestra vida práctica, al incluirla en un
horizonte de experiencias históricas cuidadosamente comprobadas" (WEHLER, 1988;
citado en MILLÁN, 2002, p. 14). Uno de los conceptos historiográficos más interesantes de
esta corriente ha sido el de conciencia histórica que se traduce en la valoración y
apreciación que las sociedades tienen de su pasado y que condiciona su actuación
presente (RÜSSEN 2005; CATAÑO, 2010).
Auspiciado en parte por este paraguas historiográfico se está planteando la necesidad de
una enseñanza de la historia que vaya más allá del aprendizaje de contenidos históricos
adoptados como productos finitos y cerrados que no exigen en absoluto interpretación. Por
el contrario, la necesidad de una postura reflexiva sobre el pasado para que los ciudadanos
sean conscientes y responsables de sus actuaciones presentes supone un cambio
sustancial en la metodología docente que intenta, precisamente, acercar al alumnado a la
historia en su totalidad.
Pero el problema no se encuentra tan sólo en los currículos educativos, sino también en la
percepción que parte de los docentes (o futuros docentes) de historia tienen sobre la
funcionalidad de la enseñanza de la misma motivados por el escaso conocimiento
epistemológico de la disciplina que han estudiado y que están dispuestos a enseñar.
No cabe duda de que el reto es tan complejo como necesario de abordar, y buen ejemplo
de ello son el más que considerable número de trabajos que han tratado en las dos últimas
décadas la cuestión del valor educativo de los conocimientos históricos, qué historia se
debe enseñar y de qué manera hay que hacerlo. En este sentido, Peck y Seixas (2008)
diferencian entre las tres grandes maneras en la que se suele concebir la educación
histórica del alumnado: la primera se centra en la narrativa de la construcción de la nación;
la segunda manera tiende al análisis de problemas contemporáneos en un contexto
histórico (una forma de enseñar historia más cercano al enfoque de los estudios sociales); y
la tercera se centra en comprender la historia como un método, como una manera de
investigar desde esta área de conocimiento y, por lo tanto, aprender a pensar y reflexionar
con la historia. Esta última sitúa a esta disciplina con un lenguaje y una lógica propia, y que
hace uso de esas herramientas para generar nuevos conocimientos.
Por tanto, la enseñanza de la historia exige un esfuerzo que va más allá de la memorización
de un producto dado. Exige la comprensión de la naturaleza propia de la disciplina y de la
actitud propia del investigador que reflexiona sobre el pasado. Es precisamente esta forma
de entender la historia la que permite movilizar, tanto en el alumnado como en los
investigadores, una serie de habilidades que, según Sáiz (2013), deben actuar en cuatro
grandes ámbitos. En primer lugar, el planteamiento de problemas históricos, segundo lugar,
el análisis y obtención de evidencias a partir de fuentes y pruebas históricas, en tercer lugar,
el desarrollo de una conciencia histórica, cuarto lugar, la construcción o representación
narrativa del pasado histórico.
El uso de fuentes también está relacionado con la transmisión del conocimiento histórico de
una forma compleja, pues su buen uso implica también la aplicación de una correcta
argumentación, la capacidad de plantear causas y consecuencias, así como la comprensión
de los cambios y permanencias de un proceso histórico desde una perspectiva multifactorial
(MORA y ORTIZ, 2013).
Por último, el tercer gran elemento del pensamiento histórico, el desarrollo de una
conciencia histórica, esa capacidad para interrelacionar fenómenos del pasado y del
presente, supone desarrollar la noción de que todo presente tiene su origen en el pasado; la
certeza de que las sociedades no son estáticas, sino que están sujetas a transformaciones;
que estas transformaciones constituyen las condiciones del presente; y que cada individuo
tiene un papel en ese proceso de transformación social, y por lo tanto el pasado forma parte
del propio individuo (SÁIZ, 2013).
Aunque con cierta frecuencia se suele relacionar la memoria colectiva o memoria histórica
con la conciencia histórica, esta última tiene un significado más amplio y más complejo. Si
bien la memoria histórica es un constructo social del pasado, basado en la interacción entre
los individuos con los grupos a los cuales se adhieren (ÉTHIER, DEMERS y LEFRANÇOIS,
2010), la conciencia histórica opera parcialmente de forma reflexiva y consciente, y está
relacionada con la interpretación del tiempo por parte de un sujeto en base a
acontecimientos anteriores. . Es un procedimiento mental que crea significado de la
experiencia del tiempo, mediante la interpretación del pasado, con el fin de entender el
presente y sentar expectativas de futuro (SEIXAS, 2004).
En definitiva, no cabe duda de que existe una importante producción científica acerca de las
ideas de conciencia histórica en el ámbito educativo así como una tradición historiográfica
que sustenta ese “hacer diferente” en la enseñanza de la disciplina histórica que supone el
pensamiento histórico.