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Educación General Básica

Séptimo grado
Lengua y Literatura
Educación General Básica
Séptimo grado
Lengua y Literatura
Las brujas viajan en moto
Edgar Castellanos

En las montañas de agujas


existen dos viejas brujas
y con ellas una nieta
pelirroja e inquieta.

Las brujas le enseñan todo


e inventan un nuevo lodo
para pócimas de amor
que mezclan con el sudor.

Le enseñan cada artificio


para armar el maleficio,
pero la niña es tan boba
que se cae de la escoba.

La calle tiembla y se agrieta,


ríe y se agita la nieta
todo es fiesta en la barriada
cuando hay música embrujada.

Las brujas viajan en moto


para salir en la foto
pues la escoba es un modelo
que ya no levanta vuelo.

Tomado de Castellanos, E. (2007). Las brujas viajan en moto. Ambato: Ediciones Casa
de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Tungurahua.

Edgar Castellanos Jiménez (1945). Escritor, poeta y periodista ecuatoriano. Entre sus
obras se encuentran Un sitio para tres sonrisas, En el principio fue América, Mutacio-
nes de la voz y los sueños, El libro de las dedicatorias, En abril y cerrar de hojas.
Hoy me desperté…
Estela García Cabrera

Hoy me desperté con ganas


de jugar con las palabras
y bautizar, de nuevo,
los objetos de la casa.

Me desperté con ganas


de pintar soles y de arenas
las ventanas.

Y nombrar “melodía”
al viejo sillón de madera,
y “horizonte” a mi almohada.

Hoy me desperté con un toque


de magia en la mirada,
y he querido poner nuestro mundo
boca abajo.

Tirar al viento las viejas palabras,


y componer canciones
en baldosas y maderas centenarias.

Hoy me desperté con ganas, ¡sí!


Hoy me desperté
resuelta y decidida
a llenar estas cuatro paredes descalzas.

Tomado de https://bit.ly/2YbkyZN (01/02/2018)

Estela García Cabrera. Escritora cubana y profesora de lengua y literatura caribeña. Ha


escrito libros de poesía y cuentos para niños, y libros de textos para la enseñanza de español.
Los tres pelos de oro del diablo
Hermanos Grimm

Érase una vez una pobre mujer que dio a luz a un niñito; y como
este, al venir al mundo, llegase envuelto en la piel de la buena
suerte, se le predijo que al cumplir los catorce años tomaría por
esposa a la hija del rey. He aquí que el rey se presentó muy pronto
en la aldea; pero como nadie sabía quién era, preguntó a las gen-
tes qué había de nuevo. Le respondieron:
—Hace unos días nació un niño envuelto en la piel de la buena
suerte, y se le predijo que a los catorce años se casará con la hija
del rey.

El rey, hombre de natural cruel, se irritó con la profecía, se fue a


ver a los padres y, fingiendo amabilidad, les dijo:
—Pobres gentes, dadme a vuestro hijo que yo lo cuidaré.
Los padres se negaron al principio, pero el forastero les ofreció
una gran suma de dinero a cambio y además pensaron: “Es un
niño con suerte: lo que hagamos solo podrá traerle ventura”. Así
que dieron por fin su consentimiento y le entregaron al niño. El
rey lo metió en una caja y partió con ella al galope, hasta llegar a
un río de aguas profundas; en ellas arrojó la caja y se dijo para sus
adentros: “He librado a mi hija de este inesperado pretendiente”.

Pero la caja no se hundió, sino que flotó como un barquito. Y así


fue flotando hasta que se detuvo en la presa de un molino. Uno de
los mozos del molino, que se encontraba allí y que por fortuna la
vio, la trajo con un gancho, pensando que había hallado un gran
tesoro; mas, al destaparla, vio echado dentro a un hermoso niño
rebosante de salud. Se lo llevó al molinero y a su esposa quienes,
como no tenían hijos, se alegraron mucho y dijeron:
—Dios nos lo ha dado—. Y criaron con todo cariño al niño abando-
nado, quien creció dando muestras de un sinfín de virtudes.

Pues bien, en cierta ocasión, el rey, queriendo protegerse de una


tormenta, llegó al molino y preguntó al matrimonio si aquel joven
alto era su hijo.
—No —respondieron—, es un niño abandonado; hace catorce años
llegó a la presa flotando en una caja y el mozo lo sacó del agua.
Entonces se dio cuenta el rey de que no podía ser sino el niño de
la suerte, el que él había arrojado al agua y dijo:
—Buenas gentes, ¿no podría llevar el joven una carta a la reina?
Le daré en pago dos monedas de oro.
—Como ordene, su majestad —respondieron.
Y dijeron al joven que se preparase para el camino.
Entonces, el rey le escribió una carta a la reina, en la que le decía:
“En cuanto se presente el muchacho con esta esquela, será muer-
to y enterrado; y todo ha de suceder antes de que yo regrese”.

El joven partió con la carta, pero se perdió por el camino y se en-


contró de noche en medio de un espeso bosque. En la oscuridad
advirtió una lucecilla, se dirigió hacia ella y llegó a una casita. Al
entrar vio a una anciana que estaba sentada sola junto al fuego.
Se asustó al ver al joven y le dijo:
—¿De dónde vienes y a dónde vas?
—Vengo del molino —respondió el joven— y voy a ver a la reina,
pues he de entregarle una carta: pero como me he extraviado en
el bosque, me agradaría pasar aquí la noche.
—Tú, pobre chico —dijo la mujer—, has venido a parar a una ma-
driguera de bandidos, y si regresan te matarán.
—Que venga quien quiera —dijo el joven—, que yo no tengo miedo;
pero estoy tan cansado que no puedo andar más—. Y diciendo
esto se tumbó sobre un banco y se quedó dormido. Al poco rato
llegaron los bandidos y preguntaron malhumorados qué hacía
ese extraño joven ahí.
—Pobrecito —dijo la anciana—; es un niño inocente que se ha per-
dido en el bosque; lo recogí por compasión. Lleva una carta para
la reina—. Los bandidos rasgaron el sobre y leyeron la carta, y en
ella se decía que el joven sería ejecutado en cuanto llegase. En-
tonces, hasta aquellos implacables bandidos sintieron compasión,
y el capitán rompió la carta y escribió otra; y en ella decía que en
cuanto el joven llegase tendría que casarse inmediatamente con
la hija del rey.
La reina, cuando recibió y leyó la carta, hizo lo que en ella se
decía: mandó celebrar una espléndida boda y la princesa fue des-
posada con el niño de la suerte; y como quiera que el joven era
guapo y amable, vivió feliz y satisfecha con él.

Pasado un tiempo volvió el rey a palacio y vio que la profecía se


había cumplido: el niño de la suerte se había casado con su hija.
—¿Cómo pudo pasar eso? —dijo—; en mi carta di órdenes comple-
tamente distintas.
Entonces la reina le mostró la carta, pidiéndole que viese por sí
mismo lo que en ella se decía. El rey la leyó y advirtió que había
sido cambiada por otra.
—¡Así de fácil no te va a resultar! —dijo el rey, lleno de ira—. ¡El que
quiera tener a mi hija ha de traerme del infierno tres pelos de oro
de la cabeza del diablo! Si me das lo que te pido, podrás quedarte
con mi hija.
—Te traeré los pelos de oro —respondió el joven—, no tengo miedo
del diablo. Y acto seguido emprendió la marcha.

En el camino tuvo que enfrentar muchas vicisitudes, pero llegó a


la entrada del infierno donde se encontró con una anciana, quien
le preguntó qué quería. Este le respondió:
—Quisiera tres pelos de oro de la cabeza del diablo.
—Mucho pides —dijo la mujer—. Cuando venga el diablo, mal lo
vas a pasar; pero me das lástima: veré si puedo ayudarte. Y, trans-
formándolo en una hormiga le dijo, —métete en los pliegues de mi
falda; ahí estarás seguro.

Al anochecer llegó el diablo a la casa. Sintió sueño, y al poco rato


se quedó dormido. Entonces la anciana cogió los tres pelos de oro
de su cabeza y los arrancó.
—¡Ay!, ¿qué haces? —gritó el diablo iracundo.
—No lo tomes a mal —respondió ella—; lo he hecho en sueños.

Al día siguiente, cuando el diablo se hubo marchado, la anciana


sacó a la hormiga de entre los pliegues de la falda, devolvió la fi-
gura humana al niño de la suerte y le entregó los tres pelos de oro
del diablo. El joven dio las gracias a la anciana, salió del infierno
y se fue alegre porque todo le había salido bien.
Por fin regresó el niño de la suerte a su hogar, y a su esposa, que
se alegró de todo corazón al verlo y al saber que todo le había
salido bien, pues le llevó al rey lo que había pedido: los tres pelos
de oro del diablo.

Tomado de Grimm, J. y Grimm, W. (2017). Los tres pelos de oro del diablo. Quito: Velás-
quez & Velásquez Editores.

Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859). Escritores románticos ale-


manes. Recopilaron conjuntamente varios relatos de la tradición oral de su país, por lo
que es frecuente escuchar hablar de los Hermanos Grimm. Entre sus cuentos más co-
nocidos están: Elisa, la lista, La fuente de las hadas, El pescador y su mujer, entre otros.

Adolescencia
Juan Ramón Jiménez

En el balcón, un instante,
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.

Le dije que iba a besarla;


bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.

Tomado de https://bit.ly/2ppFjDf (18/04/2019)

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Poeta español que recibió el Premio Nobel de Lite-
ratura en 1956. Autor de Platero y yo y Diario de un poeta recién casado.
Color de cuento
Ramón López Velarde

¡Oh, qué gratas las horas de los tiempos lejanos


en que quiso la infancia regalarnos un cuento!
Dormida por centurias en un bosque opulento,
despertaste a la blanda caricia de mis manos.

Y después, sin que fueran los barbudos enanos


o las almas en pena a turbar el contento
del señorial palacio, en dulce arrobamiento
unimos nuestras vidas como buenos hermanos.

Hoy se ha roto el encanto: ya la Bella Durmiente


no eres tú; la ilusión de trinos musicales
se fue para otros climas, y pacíficamente

celebraré contigo mis regios esponsales,


al rendir el espíritu, de rostro hacia el poniente,
en la paz evangélica de los campos natales.

Tomado de https://bit.ly/2CoPvQX (23/09/2017)

Ramón López Velarde (1888-1921). Poeta posmodernista mexicano. Entre sus obras se
encuentran El don de febrero y otras prosas, Correspondencia con Eduardo J. Correa y
otros escritos juveniles, La sangre devota y El son del corazón.

Juan el Osito
Nelly Morocho

Muchos años atrás, en los páramos de la comunidad Mauca Corral


existían un oso muy grande y una hermosa joven que pastaba sus
rebaños de ovejas. En uno de esos días de pastoreo, la joven se
encontró frente a frente con el gigante y temible oso. Muy asusta-
da, trató de huir de las garras del animal, pero este, deslumbrado
ante tanta belleza, decidió llevarla a su cueva.
Una vez en su guarida, el oso decidió tenerla. Al día siguiente sa-
lió en busca de alimentos, y para que la joven no huyera cerró la
cueva con una roca muy grande. Pasaron muchos años y la joven
vivía de esa manera. Llegó a tener un hijo varón, al cual puso el
nombre de Juan el Osito. Este tenía cuerpo humano y cabeza de
oso, e iba creciendo rápidamente con el pasar de los años.

Una mañana, como siempre, el gigante oso salió a sus actividades


de rutina en busca de alimentos para la mujer y su hijo. En eso,
Juan el Osito preguntó a su madre:
—¿Por qué no salimos de la cueva?
—¡No! —respondió la madre—. Si desobedecemos, nos devorará a
los dos sin compasión.
Pero Juan no obedeció a su madre y decidió quitar la roca de la
oscura cueva. Al ver tan hermoso paisaje, le preguntó a su madre:
—¿Por qué nunca salimos, si esto es tan hermoso?
—Yo vivía en mi comunidad —dijo la madre—, pero una vez que
salí a pastar, el gigante oso me atrapó y todo este tiempo he es-
tado en cautiverio. Yo tengo a mis padres, que deben estar preo-
cupados y con mucha tristeza. Quizá ya me dieron por muerta…
En eso, Juan el Osito dijo:
—Vamos a la casa de tus padres —y decidieron huir.

Cuando estaban caminando escucharon los rugidos del oso furio-


so y corrieron por los páramos y los bosques. El temible animal
iba tras ellos. De repente se encontraron con una quebrada. Se
sentían atrapados, pero Juan el Osito derribó un árbol y lo usaron
como un puente, por el que cruzaron al otro extremo. El gigan-
te oso no se daba por vencido e intentó cruzar él también, pero
cuando estaba en la mitad del puente, Juan el Osito empujó el
árbol. El gran oso cayó al precipicio y murió.
Cuando llegaron a la casa de la madre de Juan, los padres, al
ver que su hija no había muerto, se sintieron muy felices. Fue así
como Juan el Osito vivió muchos años y ayudó a toda la comuni-
dad, pues poseía mucha fuerza. Con el pasar del tiempo envejeció
y murió. Tuvo entonces el funeral más grande que alguien podía
tener en ese entonces, ya que era muy querido por todos los ayllus.

Nelly Morocho es madre de familia en el Centro Educativo Comunitario Intercultu-


ral Bilingüe de Educación Básica Sabiduría Andina. Este relato fue seleccionado en el
concurso “Nuestras propias historias”, organizado por el Ministerio de Educación en
2017-2018.

Página blanca
Eduardo Galeano

De nuestros miedos
nacen nuestros corajes,
y en nuestras dudas
viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian
otra realidad posible,
y los delirios otra razón.
En los extravíos
nos esperan hallazgos
porque es preciso perderse
para volver a encontrarse.

Tomado de Galeano, E. (2002). El libro de los abrazos. Madrid: Siglo XXI.

Eduardo Galeano (1940-2015). Periodista y escritor uruguayo de gran relevancia en


el panorama latinoamericano. Entre sus obras más representativas se encuentran Las
venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego.
El poema
Lucrecia Maldonado

el corazón del amigo es un paisaje


con pájaros y flores que alegran los sentidos
con senderos que se abren y dejan explorar
con oscuras cavernas donde esconder el llanto
que a veces alimenta los riachuelos cantores

es un día soleado
o una tarde lluviosa
si hace falta

es el tirón de orejas necesario


y el abrazo seguro
de seguro

con tu alma de pluma y de marfil


ese amigo
eres tú

Tomado de https://bit.ly/2urrpkh (01/07/2017)

Lucrecia Maldonado (1962). Escritora ecuatoriana de cuentos y novelas de ficción. En-


tre sus obras constan también ensayos y poesía.
Explicar y comentar
Jean Tardieu

La lógica
Cuando «usted supone que el problema está resuelto», ¿por qué, a
pesar de eso, continúa la demostración? ¿No haría mejor en irse
a dormir?
Encuentre cuál es la falla del siguiente silogismo: Sócrates era
mortal. Por lo tanto yo soy parisiense. Entonces, todos los pájaros
cantan.

El lenguaje
Tome una palabra usual. Colóquela sobre la mesa y descríbala: de
frente, de perfil, de tres cuartos.
Repita una palabra tantas veces como sea necesario para volati-
lizarla, y analice el residuo.
Encuentre un solo verbo para expresar el acto de beber un vaso
de vino blanco con un camarada borgoñón, en el café de Deux
Magots, alrededor de las seis de la tarde, un día de lluvia, hablan-
do del no significado del mundo, y sabiendo que ustedes acaban
de reencontrar a su antiguo profesor de química y que junto a
ustedes una mujer dice a su compañera «¡Los puse de todos co-
lores!».

Las metáforas
Teniendo en cuenta que quiero destruir o tirar la basura en una
vieja caja de madera, ¿tengo el derecho de decir que la mato,
la desplumo, que la cocino, que la como, que la digiero, o que la
borro, la cacheteo, la condeno, la encarcelo, la exilio, la destituyo,
la vaporizo, la extingo, la despellejo, la embalsamo, la liquido, la
electrocuto, la desinflo, la echo a volar? Responda a cada una de
las preguntas.

Tomado de Tardieu, J. (2007). Leer X leer, Textos para leer de todo, mucho y ya. Buenos
Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.

Jean Tardieu (1903-1995). Poeta y dramaturgo francés. Su obra poética aborda cues-
tiones filosóficas con ironía. Se dio a conocer publicando sus primeras poesías en la
Nouvelle Revue Francaise. Algunas de sus obras: En el río oculto, poesía, Vienen a bus-
car al señor Jean, Holderlin, entre otras.
Vasija de barro
Varios Autores

Yo quiero que a mí me entierren


como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro.

Cuando la vida se pierda


tras una cortina de años
vivirán a flor de tiempo
amores y desengaños.

Arcilla cocida y dura,


alma de verdes collados.
Barro y sangre de mis hombres,
sol de mis antepasados.

De ti nací y a ti vuelvo,
arcilla, vaso de barro.
Con mi muerte yazgo en ti,
en tu polvo enamorado.

Tomado de https://bit.ly/2Fj5NLJ (15/03/2019)


Soneto CXVI
William Shakespeare

No me opongo a que se unan almas leales,


pero amor no es amor si mal templado
cambia si encuentra cambios eventuales
y es al olvido dócil, inclinado.

Amor es punto fijo, alucinante,


no tiembla nunca, vence las tormentas,
astro que guía toda barca errante;
su esencia ignoras si su altura cuentas.

El amor no es el títere del tiempo:


si éste destruye labios y mejillas,
amor no sufre nunca contratiempo,

llega a la eternidad, mar sin orillas.


Y si en error me prueban que he caído,
yo no habré escrito y nadie habrá querido

Tomado de Shakespeare, W. (2007). Leer X leer, Textos para leer de todo, mucho y ya.
Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.

William Shakespeare (1563-1616). Dramaturgo, poeta y actor inglés. Es considerado


el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura
universal. Escribió Romeo y Julieta, Mackbeth, Otelo, Hamlet, El mercader de Venecia,
entre otras obras.
Una visita infernal
Juana Manuela Gorriti

Mi hermana, a la edad de dieciocho años, se hallaba en su noche


de bodas. Sola en su retrete, cambiaba el blanco cendal y la coro-
na de azahar por el velo azul de un lindo sombrerito de paja, para
marcharse con su novio, en el coche que esperaba en la puerta,
a pasar su luna de miel en las poéticas soledades de una huerta.
Lista ya, se sentó, llena el alma de gratas ilusiones, esperando a
que su marido pudiera arrancarse del cúmulo de abrumadoras
felicitaciones para venir a reunirse con ella y partir.

Una transparente bujía de color rosa alumbraba el retrete, coloca-


da en una palmatoria de plata sobre la mesa del centro, donde la
novia apoyaba su brazo.
Todo era silencio en torno suyo, y sólo se escuchaban a lo lejos, y
medio apagados, los rumores de la fiesta.

De súbito, se oyen pasos en el dormitorio. La novia cree que es su


esposo, y se levanta sonriendo para salir a su encuentro; pero al
llegar a la puerta, se detiene y exhala un grito.

En el umbral, apareció un hombre alto, moreno, cejijunto, vestido


de negro, y los ojos brillantes de siniestro resplandor, que, avan-
zando hacia ella, la arrebató en sus brazos.

En el mismo instante, la luz de la bujía comenzó a debilitarse, y se


apagó, al tiempo que la voz del novio llamaba a su amada.
Cuando ésta volvió en sí, se encontró apoyada la cabeza en el
pecho de su marido, sentada en los cojines del coche, que rodaba
en dirección del cercado:
—¡Fue el demonio! —murmuró la desposada; y refirió a su marido
aquella extraña aventura. Él rió y lo achacó a broma de su misma
novia.
Y pasaron años, y mi hermana envejeció.

Un día veinticuatro de agosto, atravesando la plaza de San Fran-


cisco, mi hermana se cruzó con un hombre cuya vista la hizo
estremecer. Era el mismo que se le apareció en el retrete el día
de su boda.

El desconocido siguió su camino, y mi hermana, dirigiéndose al


primero que encontró, le dijo con afán:
—Dispénseme el señor: ¿quién es aquel hombre?
El interpelado respondió palideciendo:
—Es el demonio. Él me arrancó de mi pacífica morada para lle-
varme a palacio y hacerme a la fuerza presidente. He aquí los
ministros que vienen a buscarme.
Eran los empleados del hospital que venían en pos suyo.
El hombre a quien mi hermana interrogaba era un loco.

Tomado de Gorriti, J. (1998). Clásicos fantásticos juveniles. Buenos Aires: Sigmar.

Juana Manuela Gorriti (1818-1892). Escritora Argentina. Entre sus obras destacan Sue-
ños y realidades, Una visita infernal, El emparedado, El fantasma de un rencor y Yerbas
y alfileres. Es reconocida como la primera novelista argentina.

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