Ficha Didactica 0.2

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InnoGuía: Guía para innovar en la Junta de Andalucía

Instituto Andaluz de Administración Pública (IAAP)

Ficha Didáctica 0.2


Innovación pública

En esta ficha veremos qué tiene de peculiar la innovación


en la Administración, sus objetivos, y por qué merece un
enfoque específico.

Empecemos recordando que la “innovación” en


general consiste en producir cambios de una novedad
significativa y con un impacto de valor para los agentes
implicados. Partiendo de esa definición, lo que hace
singular a la “innovación pública” es la naturaleza del
valor que genera, que llamamos “valor público”:

Innovación Pública:
Crear “valor público” haciendo las cosas de
un modo (significativamente) diferente

En esa definición se combinan tres elementos:


• introducir una novedad significativa En todo caso, conviene detenernos y explicar el
• que genere un valor percibido y genuino, significado de “valor público”, que es el término que
• para el bien público. marca la diferencia en este tipo de innovación. Según
Mark H. Moore 1, el académico norteamericano al que
Otras formas de definir la innovación pública pueden ser debemos el concepto es “el beneficio que percibe
estas: “Nuevas y mejores formas de producir los servicios la ciudadanía por las prestaciones que recibe de
públicos que produzcan una mejora en el bienestar las organizaciones públicas”, bien sea a través de
colectivo” (MOOC IAAP), o también “Nuevas ideas que servicios, leyes, regulaciones y otras acciones. Por lo
crean valor público” (OCDE). tanto, para que ese valor se concrete, deberían darse
estas condiciones:
Ejemplos de innovación pública son las mejoras de
los servicios públicos que buscan aumentar el valor (a) una respuesta adecuada a una necesidad o
entregado a la ciudadanía al tiempo que reducen o problema relevante para la ciudadanía,
eliminan todo aquello que sobra, que no aporta valor, (b) una apertura de nuevas oportunidades vitales
que genera ineficiencias, o ralentiza innecesariamente actuales o futuras,
la provisión del servicio. (c) un aporte sustancial a la construcción de
comunidad, ciudadanía, equidad o capital social.

1
Mark H. Moore (1998): “Gestión estratégica y creación de valor en el sector público”. Barcelona. Editorial Paidos
1
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Mientras que en las empresas, valor es “todo aquello (o
sólo aquello) por lo que el cliente está dispuesto a pagar
dinero”, en las Administraciones Públicas se trata de un Tenemos que ser creativos al
concepto mucho más complejo que no se puede medir repensar la innovación pública
de un modo lineal a través de la cuantía de ingresos para que responda realmente
generados por los servicios (que sería el equivalente a las expectativas de los
a la facturación empresarial). Ni siquiera basta con colectivos para los que el sector
hacerlo a través de encuestas o las votaciones que se
público está concebido.
efectúan en las elecciones.
Un aspecto que condiciona bastante a la innovación
La innovación pública no es igual que la privada. Ni pública, por ejemplo, es el marco regulatorio. El
por medios, ni por fines. No hay un fin lucrativo en la campo de actuación en el sector público está muy
generación de valor público, ni puede haberlo. Por constreñido por la legislación. Los grados de libertad
eso hay que evitar la tentación tan de moda de copiar para experimentar en innovación pública suelen ser
dinámicas que (sólo) funcionan en la empresa privada, estrechos, pero esto en lugar de matar la creatividad
porque ni los objetivos, ni las condiciones de contorno, debería servir de motivación para ser más creativos.
son las mismas. Tampoco es bueno adoptar la misma
narrativa, ni importar la terminología de los negocios, La legitimidad e inclusión social es un valor básico
porque el sector público tiene una naturaleza específica que debe ser tenido en cuenta al concebir cualquier
y es demasiado importante para que se limite a copiar iniciativa innovadora desde la Administración. Por eso
acríticamente los modelos empresariales. A veces ni hay que hilar fino para evitar desviaciones elitistas, muy
siquiera se entiende que se trata de “innovación social”, propias de los expertos y la tecnocracia, que puedan
y no “lucrativa”. producir el efecto de excluir al ciudadano/a del ejercicio
pleno de determinados derechos.
Por ejemplo, la idea tan socorrida de considerar a la
ciudadanía como clientes contribuyó en su momento
a introducir mejoras en la calidad de la provisión de
servicios públicos, pero ahora es un modelo insuficiente
y agotado porque coloca a lo/as ciudadano/as en una
postura pasiva, les convierte en personas ajenas al
diseño y producción del servicio, como si su único papel
fuera elegir, pagar y reclamar si no quedan satisfechas.

La relación de la ciudadanía con la Administración


no puede ser rebajada a la que podría existir entre
un restaurante y sus clientes. Los retos actuales
del sector público exigen una mayor participación
de la ciudadanía en el co-diseño de las políticas y los
servicios que esta recibe; además de que se respeten y
privilegien principios básicos de la gestión pública como
la equidad, la igualdad de oportunidades, la solidaridad y
la co-responsabilidad cívica.

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“ No basta con que los proyectos


de innovación pública
respeten la legalidad, sino que
también deben ser legítimos
políticamente, o sea, aportar
valor a los destinatarios
legítimos.

Como ya hemos comentado antes, la percepción del valor


público como señal de éxito de una innovación suele ser
un asunto complicado. En la empresa privada las cosas
van bien si el cliente compra y paga. Esa es una prueba
suficiente, en principio, de que percibe un valor. En el
ámbito público se mide esto a través de mecanismos
de participación ciudadana, como las encuestas o las
propias votaciones, pero esto no siempre es un criterio
definitivo. A menudo el impacto de una política pública
no se puede medir en toda su complejidad a través
de consultas populares (que sería el equivalente a la
facturación de la empresa privada), bien porque exige
de indicadores y evidencias más sofisticadas, o bien
porque el tiempo para que se perciba el valor público
aportado es a más largo plazo.

La Administración Pública funciona como un monopolio


en la provisión de muchos servicios (al menos, por ahora)
así que debe aprender a motivarse para innovar de un
modo diferente a como lo hace la empresa privada. Por reconocer, sin que haya ganadores, ni perdedores. Todo
mucho que se insista en esto, no basta: aquel que alcance determinados estándares de calidad,


debe ser reconocido.

Las administraciones no deberían Las administraciones tampoco tienen que obsesionarse


competir entre ellas. Ni siquiera con ser diferentes o mejores a entidades homólogas,
deberían hacerlo con el sector sino con satisfacer plenamente las expectativas
privado. de los colectivos a los que se dirigen. Así que en un
entorno que no debería ser competitivo, siempre es
A más se compite, menos se comparte. A más se más difícil autoimponerse objetivos de mejora si no se
compite, menos se colabora. Se puede entender que tiene un competidor claro que nos pise los talones. En
las empresas privadas lo hagan porque se disputan lo público las motivaciones para mejorar son distintas
los mismos clientes, pero toda la Admón. Pública a la empresa privada y estarían más basadas en que la
trabaja para las mismas personas, la ciudadanía. La Administración aprenda a competir contra sí misma, o
competencia genera ganadores y perdedores. No es sea, en activar mecanismos de auto-mejora constante e
ese el lenguaje, ni la lógica más saludable. Si queremos impelidas por el control ciudadano.
motivar, hay que crear mecanismos para motivar, y

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