Guía de Inteligencia Emocional para Padres
Guía de Inteligencia Emocional para Padres
Guía de Inteligencia Emocional para Padres
SALUD EMOCIONAL
En estos días estamos recibiendo mucha información sobre qué hacer con los niños en
casa. Los padres se han convertido en profesores, monitores de tiempo libre,
entrenadores…; además de amos y amas de casa. Y todo ello, sin olvidar que, por
supuesto, siguen trabajando desde casa o fuera de ella.
En toda esta vorágine de tareas se nos está olvidando algo fundamental: ¿estamos
cuidando la salud emocional de nuestros hijos e hijas? En esta situación es normal sentir
miedo, sentir rabia, sentir frustración; los adultos lo sienten y los niños lo notan, y por
supuesto los niños también sienten miedo, rabia, tristeza y frustración.
Por eso es importante reservar espacios para hablar de lo que sentimos y ayudarles a
verbalizarlo, porque ellos no siempre sabrán cómo hacerlo. Es por ello que se recomienda
trabajar la Inteligencia Emocional con los hijos.
La Inteligencia Emocional es la capacidad para identificar lo que sentimos en primera
persona y también lo que sienten los demás, comprender por qué nos sentimos así, cuál
es la causa y la consecuencia de mi emoción, y cómo las emociones van cambiando a lo
largo del día. Saber nombrar con precisión lo que sentimos, utilizar la información de las
emociones para poder hacer una buena toma de decisiones y ser capaces de manejar y
regular nuestras emociones, así como responder de forma premeditada en lugar de
reaccionar en automático.
Todo esto son habilidades de la inteligencia emocional, y como tales, se pueden trabajar.
PASO 1: Crea un clima de confianza
Si queremos que nuestros hijos e hijas sean capaces de contarnos cómo se sienten, lo
primero que tenemos que hacer es crear un clima de confianza, donde sientan que
pueden expresarse sabiendo que sus emociones no serán cuestionadas ni invalidadas.
Para ello:
Los primeros que tenemos que decir cómo nos sentimos somos nosotros mismos,
los padres. Eso no implica contarles a los hijos sus preocupaciones, pero sí
decirles lo que sienten en cada momento.
Somos su modelo para seguir y nos copian. Ellos no van a hacer lo que nosotros
no hacemos por mucho que se lo pidamos.
Permita que se expresen y también hay que darles tiempo para que lo hagan,
reservando un espacio y un lugar sin elementos distractores como el móvil o la
televisión.
Valida siempre sus emociones. Todas las emociones son lícitas, y todos tenemos
derecho a sentir lo que sentimos, nadie tiene por qué cuestionar cómo me siento.
Sin embargo, con los niños lo hacemos, y muy a menudo les decimos “no te
enfades”, “no llores”; “no es para tanto”. Cambia estas frases por decirles
“entiendo que estás triste, enfadado”…
Si no saben qué les ocurre no les preguntes de forma compulsiva y no insistas. El
niño no lo sabe y tú eres el adulto, necesita que seas tú quien se lo explique;
explicándole lo que crees que está sintiendo y por qué, como, por ejemplo: “creo
que te enfadaste porque querías salir a jugar, porque estás aburrido, porque llevas
muchos días en casa, ¿es eso lo que te pasó?”
Distingue entre emoción (lo que sientes) y conducta (lo que haces). Validamos las
emociones, pero no siempre podemos validar la conducta. “Yo entiendo y respeto
que estés enfadado, pero eso no te da derecho a gritar o a pegarme a mí o a tus
hermanos”.
PASO 2: Trabajar la Percepción Emocional
La primera habilidad de la Inteligencia Emocional es la Percepción Emocional, que
es la capacidad de ser conscientes de lo que sentimos tanto nosotros mismos
como los demás. Para trabajarla les proponemos las siguientes actividades.
Empieza por trabajar las emociones básicas: miedo, alegría, asco, tristeza, enfado,
sorpresa.
Una vez que los menores dominen las emociones básicas, pasaremos a las
complejas: emociones como los celos, la frustración o la envidia están presentes
en el día a día de los jóvenes, por ello, es bueno que las trabajemos.
PASO 3: Facilitación emocional
Esta habilidad de la Inteligencia Emocional nos permite utilizar la información que nos
proporcionan las emociones para hacer una buena toma de decisiones, para conseguir
nuestros objetivos o para crear emociones tanto en nosotros mismos como en los demás.
Para trabajarla les proponemos:
Todos debemos tener claro que no existen emociones buenas ni malas. Todas las
emociones son buenas porque nos dan información de lo que nos ocurre; por
tanto, se debe dejar fuera la idea de emociones malas. Lo que sucede es que hay
emociones agradables, que a todos nos gusta sentir, y otras que son
desagradables, que no nos gusta sentir.
Vamos a potenciar las emociones agradables; para ello podemos hacer un listado
de las cosas que nos generan alegría y otro listado de las que nos trasmiten paz y
tranquilidad y que nos generan la emoción de la calma.
La música es un gran facilitador emocional. Prueba a crear una “play list” de
emociones que nos generen alegría.
Hacer un diario emocional. Escribir todos los días sobre lo que hemos sentido es
otra de las formas de trabajar la comprensión emocional. Ser capaces de
reflexionar sobre nuestros sentimientos, escribir sobre ellos y luego poder leerlo
para ver cómo nos sentíamos, cómo interpretábamos la situación nos ayudará a
comprender mejor nuestras emociones.
Podemos utilizar las caras que representan las diferentes emociones que hemos
recortado en el anterior ejercicio para trabajar también la comprensión emocional y
que cada miembro de la familia cuente cuándo ha sentido una determinada
emoción.
Además, los niños con una buena autorregulación emocional llegan mejor
preparados al colegio y tienen más habilidades sociales, lo que se trasforma en
una mayor cantidad de amigos, relaciones más sólidas y duraderas y menos
problemas de conducta.
2. No se olviden de que los menores aprenden por modelado, es decir, copian a sus
adultos de referencia, que principalmente son su padre y su madre. Si tú tienes
una buena inteligencia emocional será más fácil enseñar a tus hijos cómo convivir
correctamente con sus emociones y a la vez de ser un modelo regulado. Cuidado,
porque los niños nos copian, y más en esta situación tan complicada, donde
hemos pasado a estar 24 horas juntos.
3. Confía en ti, como padre y como madre, lo están haciendo bien, y estamos
trabajando en superar esta crisis, permítete descansar, permítete llorar, si lo
necesitas, expresa tus emociones de forma regulada y sé un buen modelo para tus
hijos. No te sientas culpable por no ser el padre o la madre perfecto, sólo tienes
que ser el padre o la madre que necesitan.