Taller 10 Preguntas Cristologia
Taller 10 Preguntas Cristologia
Taller 10 Preguntas Cristologia
Debemos comenzar por reconocer que los conocimientos acerca de Jesucristo son al mismo
tiempo iguales a los conocimientos acerca de otras personas, y distintos a ellos.
Los cristianos creen de manera universal que Jesús está vivo en el presente, centenares de años
después de su vida y muerte sobre la tierra, y que está en la presencia de Dios Padre en los
cielos.
Con todo, lo cierto es que esta persuasión es producto de lo que llamamos fe salvadora, por
medio de la cual la persona tiene un encuentro salvador con Jesucristo, y por medio del
arrepentimiento y la fe, es regenerada, convirtiéndose en una nueva criatura.
Entonces, el conocimiento de Jesús como Salvador conduce, por medio de la experiencia, a una
comprensión espiritual de la existencia personal de Jesús en el presente. De esta manera, el
conocimiento de Jesús es diferente al conocimiento de otras figuras históricas.
Tradicionalmente, estos dos enfoques se han alineado con dos clases diferentes de teología las
cristologías funcionales insisten sobre todo en las acciones de Jesús sobre la tierra como
hombre, tienden a hacer resaltar su humanidad a expensas de su divinidad.
Sin embargo, uno de los misterios más profundos de la fe cristiana es la unión de lo divino y lo
humano en Jesucristo. No hay tema que suscitara más controversia que éste en los tiempos de
los Padres de la Iglesia.
3. ¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “UNIÓN HIPOSTÁTICA” CUANDO SE LA APLICA
A CRISTO?
Jesús murió como ser humano. Como Dios Hijo, vive eternamente con el Padre. En la
experiencia de muerte de Jesús vemos uno de los testimonios más poderosos a favor de la
totalidad de su naturaleza humana. Era tan humano que sufrió la muerte como un criminal.
Jesús era capaz de sentir las profundidades de la emoción humana. Como vemos en los
evangelios, sintió dolor, angustia, gozo y esperanza. Esto era cierto, porque compartió con
nosotros la realidad de ser almas humanas.
Por último, Jesús tuvo un cuerpo humano igual al nuestro. La sangre corría por sus venas,
mientras su corazón latía para sostener su vida en el cuerpo. Esto se indica con claridad en
Hebreos 2:14–18. En este poderoso pasaje se dice que la existencia corporal de Jesús en la
tierra hizo posible su expiación por nosotros.
El Concilio afirmó que Jesús es “homoúsia hemín”, lo cual significa que tenía
en su humanidad el mismo ser o esencia que nosotros.
El escritor Orígenes (185-254 a.C.) entendían que realmente no hay cuatro evangelios, sino que
hay un evangelio cuádruple.
El evangelio de Juan fue probablemente el último en ser escrito de los cuatro. Y fue escrito
tomando en cuenta lo que los primeros tres ya habían dicho. Esta es una razón por la que el
relato de Juan de la vida de Jesús es en muchos sentidos diferente de Mateo, Marcos y Lucas.
Logos es una palabra de origen griego que puede ser entendida de varias formas: puede
referirse a la argumentación por medio de las palabras, o también puede referirse al
pensamiento o la razón. Los dos significados se relacionan estrechamente.
El término fue empleado por primera vez por Heráclito (540-480 a.C.), para quien el logos era
la razón o la ley detrás del funcionamiento del universo. Es decir, para Heráclito el logos
explicaba el mundo y daba un principio de orden. Por lo tanto, era concebido como universal,
eterno y necesario. Este sentido sufrió transformaciones en cada época de la historia según las
ideas dominantes.
Para los filósofos y pensadores modernos, el logos se refiere a una abstracción racional, es
decir, al razonamiento, pensamiento o concepto absoluto.
La palabra Logos se usa claramente el primer capítulo del evangelio de Juan, en el cual se
construye los cimientos de la teología cristiana. En su traducción al latín, esta palabra se
equiparó con verbum, que quiere decir 'verbo'.
6. ¿CUÁLES SON LOS SIGNIFICADOS POSIBLES DEL TÍTULO “¿HIJO DEL HOMBRE”, TAL COMO
LO USAN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS?
De todos sus títulos, el de “Hijo del Hombre” es el que Jesús prefería emplear al hablar de sí
mismo. Los escritores de los evangelios sinópticos lo usaron sesenta y nueve veces. La
expresión “Hijo del hombre” puede tener dos significados principales. El primer significado es el
de que es un ser humano. En ese sentido, todos somos hijos del hombre. Ese significado llegó
hasta la época de Jesús, al menos desde tiempos tan antiguos como los del libro de Ezequiel,
donde se emplea la fraseología ben Adam, con un significado prácticamente idéntico.1 De
hecho, esta frase puede funcionar como sinónimo para el pronombre personal de primera
persona singular, “yo” (véase Mateo 16:13).
Aunque el título “Hijo del Hombre” tenga dos definiciones principales, tiene tres aplicaciones
contextuales posibles en el Nuevo Testamento. La primera de estas aplicaciones es el Hijo del
Hombre en su ministerio terreno. La segunda aplicación se refiere a su sufrimiento futuro (por
ejemplo, Marcos 8:31). Esto le daba un significado nuevo a una terminología ya existente
dentro del judaísmo. La tercera aplicación es el Hijo del Hombre en su gloria futura (véase
Marcos 13:24, que se inspira directamente en toda la corriente profética salida del libro de
Daniel).
Esta divisibilidad es exclusiva. Jesús vino a la tierra, se aplicó a sí mismo el título de Hijo del
Hombre, y después hizo cosas como sanar al paralítico, y habló de su sufrimiento futuro y de su
muerte. Esta comprensión del Hijo del Hombre está separada de su venida en poder, gloria y
dominio para juzgar a los pecadores y tomar dominio, sobre todo. Por consiguiente, Jesús es el
Hijo del Hombre: pasado, presente y futuro
7. ¿POR QUÉ EVITABA JESÚS EL TÍTULO DE “MESÍAS” Y LES ORDENABA A LOS DISCÍPULOS
QUE CALLARAN CUANDO LO USABAN PARA REFERIRSE A ÉL?
De hecho, Jesús rehuía el título de “mesías”. Ésta es una de las cosas sorprendentes acerca de
su condición de Mesías. Por ejemplo, a la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”, respondió diciéndole: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”
(Mateo 16:16–17). Jesús llegó incluso en esa ocasión a advertirles a sus discípulos que “a nadie
dijesen que él era Jesús el Cristo” (Mateo 16:20). Quería evitar el término, porque llevaba en sí
la connotación de un liderazgo político y militar, que no formaba parte de sus actividades con
respecto al reino durante su primera venida.
Esta manera de ver el término es evidente también en la forma en que Jesús se enfrenta a los
demonios. Lucas 4:41 dice: “También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú
eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el
Cristo.” Jesús no estaba dispuesto a dejarse arrastrar a un tipo de reinado mesiánico que
evitara la cruz.
El término griego “Xristós”, “Ungido”, traduce el hebreo “mashíaj”, que ha pasado a las
versiones modernas de la Biblia como “Mesías” o, más frecuentemente, “Cristo”
“Cristo” se convirtió en un nombre para designar a Jesús. Ningún otro título de Jesús se
convirtió en nombre suyo, sino Mesías, o Cristo. Por consiguiente, es preeminente entre todos
sus títulos.
Jesucristo, el Mesías único de Dios, no dejó de ser el Mesías cuando murió en la cruz, puesto
que en ella perfeccionó la salvación. Después, resucitó de entre los muertos y ascendió a la
presencia del Padre, donde ciertamente, sigue siendo el Mesías de Dios.
Adopcionismo: Doctrina nacida en España en el siglo VIII que afirmaba que Jesús, en
cuanto hombre, no era hijo de Dios por naturaleza sino por adopción.
Kenoticismo: El “kenoticismo” enseña que la divinidad del Hijo de Dios se perdió o
disminuyó de alguna manera cuando el Señor tomó carne humana y entró en el
mundo.
1. La carta de Cirilo a Juan Antioqueno. Por tanto, confesamos que nuestro Señor
Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, es completamente Dios y completamente ser
humano, con un alma racional y un cuerpo. Nació del Padre antes de los siglos en
cuanto a su divinidad, pero al final de los días, Él mismo nació, por nosotros y por
nuestra salvación, de María la virgen en cuanto a su humanidad. Este mismo es
coesencial con el Padre en cuanto a su divinidad, y coesencial con nosotros en cuanto a
su humanidad, porque ha tenido lugar una unión de dos naturalezas, a consecuencia
de la cual nosotros confesamos un Cristo, un Hijo, un Señor.