Sentencia Sobre La Prueba en Psicología

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PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

Magistrada ponente

SP1557-2018
Radicación n° 47423.
(Aprobado Acta n° 145)

Bogotá D.C.,-nuevo (9) de mayo de dos mil dieciocho


(2018).

1. VISTOS

Se resuelve el recurso de casación interpuesto por el


defensor de WILMER ALBEIRO PÁEZ JIMÉNEZ en contra
del fallo proferido el 28 de octubre de dos mil quince por el
Tribunal Superior de Bogotá, que revocó la sentencia
absolutoria emitida el tres de junio del mismo año por el
Juzgado Veintisiete Penal del Circuito de esta ciudad y, en
consecuencia, condenó al procesado en los términos que
serán indicados más adelante.

2. HECHOS
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

WILMER ALBEIRO PÁEZ JIMÉNEZ realizó actos


sexuales diversos del acceso carnal con la niña L.P.M.R., de
11 años de edad, consistentes en besarla, poner su cuerpo
sobre el de ella con la finalidad de masturbarse, entre otros.
Los hechos ocurrieron en diversas ocasiones, en el año
2011, en la casa donde ambos residían, ubicada en el casco
urbano de esta ciudad.

3. ACTUACIÓN RELEVANTE

El tres de agosto de 2012 la Fiscalía le imputó a PÁEZ


JIMÉNEZ el delito de actos sexuales con menor de 14 años
(Art. 209 del Código Penal), agravado por la circunstancia
prevista en el artículo 211, numeral 2º, ídem, en la
modalidad de concurso homogéneo de conductas punibles.
El 10 de enero lo acusó bajo los mismos presupuestos
fáctico y jurídico.

Una vez agotados los trámites previstos en la Ley 906


de 2004, el tres de julio de 2015 el Juzgado Veintisiete
Penal del Circuito de esta ciudad profirió sentencia
absolutoria.

El recurso de apelación interpuesto por la Fiscalía y la


apoderada de la víctima activó la competencia del Tribunal
Superior de Bogotá, que revocó la sentencia impugnada y
condenó al procesado a las penas de prisión e inhabilitación
para el ejercicio de derechos y funciones públicas por el
término de 114 meses, tras hallarlo penalmente
responsable del delito objeto de acusación, salvo en lo

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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

atinente a la referida circunstancia de agravación.


Consideró improcedentes la suspensión condicional de la
ejecución de la pena y la prisión domiciliaria. Lo anterior,
mediante proveído del 28 de octubre de 2015, que fue
objeto del recurso de casación impetrado por el defensor de
PÁEZ JIMÉNEZ.

4. LA DEMANDA DE CASACIÓN

Bajo la égida de la causal de casación prevista en el


artículo 181, numeral 3º, de la Ley 906 de 2004, el censor
plantea que el Tribunal violó indirectamente la ley
sustancial, por errores de hecho en las modalidades de falso
juicio de identidad y falso raciocinio, que determinaron la
emisión de la condena.

Al efecto, resalta que el fallador de segundo grado


“recortó” los testimonios de Flor Elva Murillo González,
Miguel Murillo González, Diana Patricia Páez Jiménez,
Gladys Jiménez Montoya, Lorena Maritza Medina y WILBER
ALBEIRO PÁEZ JIMÉNEZ, y por ello no se percató de lo
siguiente: (i) los motivos que tenía la madre de la víctima
para organizar un montaje orientado a perjudicar al
procesado y a su hermana; (ii) la imposibilidad de que los
hechos hayan ocurrido tal y como fueron declarados en el
fallo impugnado, porque la víctima nunca estuvo a solas
con el procesado (iii) los comportamientos asumidos por la
progenitora de L.P.M.R., que denotan la mendacidad de sus
aseveraciones; (iv) la compleja personalidad y el fanatismo
religioso de la denunciante, que pudieron llevarla a hacer la

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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

falsa imputación; y (v) la manera respetuosa como el


procesado solía tratar a los menores, en especial a la niña
L.P.M.R. Agregó:

Estas pruebas consideradas y analizadas en conjunto llevan a


desmentir las afirmaciones realizadas por la presunta víctima y
a corroborar que las contradicciones en que incurrió la menor de
edad y las cuales quedaron mencionadas en la sentencia de
primera instancia y en los alegatos de instancia son una muestra
clara de la inexistencia del hecho y de la irrealidad de sus
afirmaciones, las contradicciones son producto de que la niña no
vivió esos acontecimientos, y por ende, no los puede rememorar
de manera lógica, coherente y responsiva, pues no hay que
olvidar que un hecho como ese genera un alto impacto que hace
que los menores puedan recordarlo con facilidad y puedan ser
repetidos una y otra vez, claro está, respetando ese núcleo
fáctico.

En lo que concierne al falso raciocinio, resaltó que el


Tribunal:

Al valorar los testimonios de Flor Elvia Murillo


González y Miguel Murillo, parientes de L.P.M.R., no tuvo
en cuenta que “desde la óptica de la común ocurrencia de
los hechos, en atención a las reglas generales de la
experiencia y de la lógica, se torna determinable y
verificable, que casi siempre, los familiares de sangre de la
víctima tienden a protegerla a ella y no al procesado”. Así, la
actitud de estos testigos, claramente orientada a sostener la
inocencia del procesado, se aviene a la hipótesis de que la
víctima pudo ser presionada por su madre para que
mintiera.

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Tampoco tuvo en cuenta lo que indica la experiencia


en el sentido de que “cuando un menor de edad es víctima
de una agresión sexual, siempre o casi siempre, se aleja de
su agresor y evita a toda costa compartir cualquier espacio
con él”. A la luz de esta “máxima”, no es creíble que L.P.M.R.
realmente haya sido agredida sexualmente por PÁEZ
JIMÉNEZ, pues las pruebas indican que se sentía a gusto
con él, al punto que con frecuencia iban al parque a jugar.

En la misma línea –agrega- se desatendieron “los


criterios de apreciación de la prueba pericial, lo que conllevó
a que no se aceptaran las conclusiones de la perito psicóloga
Claudia Alexandra Rodríguez Yepes, cuando, como lo dijo el
Tribunal, ella no entrevistó a la niña”. Además, no tuvo en
cuenta la “literatura científica”, según la cual

La práctica médico-judicial muestra que las actuaciones


originadas por los atentados a las costumbres descansan a
menudo sobre falsas alegaciones dictadas por motivos diversos.
Según Dufour, 60 a 80% de las denuncias por atentados al pudor
en niñas son infundadas.

… (Niños) presionados por preguntas malintencionadas que los


orienten sobre las respuestas a dar, precisan la acusación, que
es a menudo el punto de partida de pesquisas judiciales
injustificadas.

Considera inapropiado que el testimonio de la experta


haya sido desestimado porque no tuvo contacto con la
víctima, pues, entre otras cosas, la Ley 1652 de 2013
prohíbe que los menores sean interrogados en varias
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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

ocasiones, lo que obliga a la defensa a basarse en las


entrevistas tomadas por el ente acusador. A ello debe
agregarse que la opinión sobre la credibilidad del relato está
basada en técnicas ampliamente aceptadas judicialmente.

En ese mismo apartado se refirió a la ausencia de


prueba sobre los daños causados a la niña en el ámbito de
su sexualidad, pues no hay evidencia de que haya adoptado
comportamientos que den cuenta de ello.

De otro lado, sostiene que el Tribunal no tuvo en


cuenta que “la experiencia nos indica, que cuando una
persona tiene conocimiento que en su contra pesa una
denuncia por un delito tan grave como este, teniendo la
oportunidad de fugarse lo hace”.

Finalmente, hizo alusión al principio lógico de razón


suficiente, basado en algunos pronunciamientos de esta
Corporación. Da a entender que las hipótesis de la Fiscalía
y de la defensa son razonables, por lo que debe optarse por
el camino de la absolución.

Basado en estos argumentos, de los que se hará una


relación más detallada en cuanto resulte necesario, solicita
a la Sala casar el fallo impugnado y, en consecuencia, dejar
vigente la sentencia absolutoria emitida por el Juzgado
Veintisiete Penal del Circuito.

5. SUSTENTACIÓN

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

El defensor reiteró, en esencia, los argumentos


incluidos en la demanda. Resaltó que el Tribunal no valoró
en su integridad las pruebas presentadas por la defensa, lo
que afecta el derecho del procesado a rebatir las pruebas
que soportan la acusación.

El delegado de la Fiscalía, la representante del


Ministerio Público y el funcionario del Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar coincidieron en que la pretensión del
censor debe ser desestimada.

El primero, hizo énfasis en que: (i) el Tribunal valoró


las pruebas según los postulados de la sana crítica; (ii) los
testigos de la defensa, muchos de ellos cercanos al
procesado, asumieron que a este se le imputa un acto
violento y, a partir de esa inexactitud, hicieron énfasis en
que no pudo haberlo realizado; (iii) los relatos de la menor
coinciden con los de su progenitora; (iv) la madre de la
víctima buscó la confirmación médico legal del abuso
sexual, reaccionó violentamente cuando se enteró de los
hechos y denunció por lo que le dijeron los policiales que la
atendieron, lo que descarta el montaje a que alude la
defensa; y (v) las inexactitudes en el testimonio de la
víctima no tienen la entidad suficiente para descartar su
verosimilitud, pues siempre mantuvo su relato en los
aspectos esenciales.

La segunda, agregó: (i) el Juzgado y el Tribunal


valoraron los testimonios presentados por la defensa; (ii) a
dichos declarantes solo les consta el comportamiento del

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procesado; (iii) estos testigos no aportaron elementos que


permitan desvirtuar la hipótesis de la acusación; (iii) la
víctima se refirió clara y reiteradamente a los abusos
sexuales; (iv) durante su declaración, la menor hizo
palmaria su afectación por estos hechos; (v) el dictamen
presentado por la defensa no es de recibo, bien porque la
perito no tuvo contacto con la víctima, ora porque se limitó
a hacer “críticas subjetivas” al concepto emitido por su
colega del Cuerpo Técnico de Investigación.

El último, resaltó que la víctima y su progenitora no


tenían razones para mentir con el propósito de perjudicar al
procesado.

6. CONSIDERACIONES

6.1. El fundamento de la condena

La menor L.P.M.R. compareció al juicio oral y explicó


en detalle la conducta del procesado, quien en reiteradas
ocasiones puso su cuerpo sobre el de ella y realizó
movimientos claramente orientados a su satisfacción
sexual, al tiempo que hizo que la niña le tocara el pene con
sus manos.

El Tribunal resaltó la claridad del relato de la víctima


y explicó que la verosimilitud del mismo no se ve
disminuida por algunas imprecisiones, toda vez que: (i) si
los hechos ocurrieron en diversas ocasiones, es lógico que
se haya referido a diferentes horarios y lugares; (ii) el hecho

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

de que haya mencionado su “vagina, senos y cola” cuando


se le indagó por las partes de su cuerpo, no evidencia la
mendacidad del relato; (iii) aunque en el juicio oral dijo que
el procesado tuvo la intención de tocar las referidas partes
corporales, lo que podría generar confusión en torno a si
efectivamente las tocó, el censor no tuvo en cuenta que “la
niña aludía a una situación en donde el procesado estaba
encima de ella espetándole insinuaciones sobre sus partes
íntimas lo que pone de presente una connotación sexual de
tal comportamiento…”; y (iv) como ocurrieron varios abusos,
“la similitud plena como las diferencias en detalles en cada
narración no conllevan a afirmar la mendacidad o alteración
de los hechos, puesto que no puede dejarse de lado que
quien expone lo sucedido es una niña a quien se invadió su
intimidad y sexualidad”.

A lo anterior, debe agregarse lo siguiente:

La menor L.P.M.R. compareció al juicio oral, lo que le


permitió a las partes someterla a un interrogatorio cruzado
que solo tuvo como límite la necesaria protección de sus
derechos. En el interrogatorio directo hizo un relato con
suficientes detalles, no solo porque describió la particular
acción desplegada por el procesado (poner su cuerpo sobre
el de ella y realizar movimientos claramente orientados a su
satisfacción sexual), sino que, además, explicó los
contextos en que ello ocurrió. Por ejemplo, cuando hizo
alusión a lo acaecido en la terraza, espontáneamente dijo
que subió allí a dejar sus medias y en ese momento fue
interceptada por el procesado, quien realizó la conducta

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

que se acaba de describir. Igualmente, cuando narró lo


sucedido en su cuarto, se refirió puntualmente a la llegada
de su hermano Sebastián, que fue quien alertó a su
progenitora sobre la situación irregular que se venía
presentando.

El Juez facilitó la impugnación de la testigo. Así, el


defensor tuvo amplias posibilidades durante el
contrainterrogatorio. Cuando expresó su intención de
utilizar la grabación de la entrevista rendida por L.P.M.R.
por fuera del juicio oral, para impugnar su credibilidad, el
director de la audiencia le indagó si contaba con los medios
técnicos, y como este sujeto procesal no tomó las medidas
necesarias para ello, el Juez ofreció aplazar el
interrogatorio. Finalmente, el defensor, para confrontar a
la niña, se sirvió del informe presentado por la psicóloga del
Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía.

A la pregunta de por qué en su entrevista inicial dijo


que los hechos ocurrieron a la una de la tarde, mientras
que en el juicio manifestó que a las 2 de la tarde o a las
siete de la noche, la menor explicó que fueron varios
episodios y que “no siempre era a la misma hora”. Cuando
se le indagó por qué a la psicóloga no le mencionó lo
sucedido en la terraza, expuso que los hechos no siempre
sucedían en el mismo lugar. Y cuando se le reprochó
porque en su versión inicial no se refirió al intento del
procesado de tocar su vagina y al hecho de que ella le tocó
el pene, espontáneamente replicó que en aquel momento le
“dio pena”.

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

De otro lado, el testimonio de L.P.M.R. fue


corroborado por los demás testigos, incluso por los de la
defensa, en cuanto manifestaron que para la fecha de los
hechos el procesado residía en el mismo inmueble habitado
por ella, sus padres y sus hermanos.

De manera más puntual, la madre de L.P.M.R. declaró


que en repetidas ocasiones notó que PÁEZ JIMÉNEZ hizo
evidente su nerviosismo cuando ella llegaba
intempestivamente al lugar donde él se encontraba a solas
con la menor, razón por la cual pensó que algo irregular
podría estar sucediendo.

La claridad y riqueza descriptiva del relato de la


víctima, las razonables explicaciones que dio al ser
confrontada por la defensa, la ausencia de razones para
que mintiera con el propósito de perjudicar al procesado y
el respaldo que encuentra en los demás medios de prueba,
permite concluir que la condena tiene suficiente
fundamento. Por tanto, debe analizarse lo que plantea la
defensa en torno a las pruebas exculpatorias, para
determinar la existencia de los errores que alega y, de ser el
caso, establecer la trascendencia de los mismos.

6.2. El debate sobre la prueba presentada por la


defensa

La Sala analizará los tres temas propuestos en la


demanda: (i) el falso juicio de identidad frente los

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testimonios; (ii) la trasgresión de las reglas de la sana


crítica; y (iii) lo atinente a la prueba pericial.

6.2.1. El falso juicio de identidad frente a los


testimonios

Sobre los testimonios practicados a instancias de la


defensa, el Tribunal concluyó:

[l]as declaraciones de Flor Elva Murillo González, Miguel Murillo


González, Diana Patricia Páez Jiménez, Gladys Jiménez
Montoya y Lorena Maritza Medina, traídas por la defensa para
apoyar su tesis, no tienen el peso suficiente para descartar lo
dicho por la afectada toda vez que estas personas no
presenciaron los hechos sino que dan cuenta de las condiciones
de vida del procesado y su relación con la niña y su familia,
manifestaciones que si bien no se desconocen, obedecen a
aspectos comportamentales de la vida cotidiana del señor PÁEZ
JIMÉNEZ, pues éste actuó, precisamente, cuando ninguno de
ellos estaba presente, es decir, desplegó comportamientos
delictivos al margen de su ambiente social y familiar de tal
forma que no fuese descubierto.

El impugnante tiene razón en cuanto afirma que esta


apretada síntesis de las pruebas de la defensa no se aviene
al pleno contenido de las mismas, porque estos testigos,
además de referirse a los temas mencionados por el
Tribunal, hicieron hincapié en los problemas suscitados
entre la madre de la víctima, el procesado y la hermana de
éste (Diana), lo que, según la teoría de la defensa, pudo dar
lugar al supuesto montaje de que fue víctima WILMER
ALBEIRO PÁEZ JIMÉNEZ. Así, bien puede afirmarse que el

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Tribunal incurrió en un error de hecho, en la modalidad de


falso juicio de identidad.

Igualmente, en principio podría afirmarse que incurrió


en un error de la misma naturaleza, en la modalidad de
falso juicio de existencia, en cuanto no valoró el testimonio
del procesado.

Sin embargo, la falta de trascendencia de estos yerros


se hace palmaria al contrastar los argumentos del
impugnante y el contenido de estos medios de prueba.

El memorialista descarta la ocurrencia del abuso


sexual, bajo el argumento de que a L.P.M.R. “le gustaba
compartir en las noches con el señor WILMER ALBEIRO
PÁEZ, con mucha frecuencia por cierto1, en el parque
jugando microfútbol, hecho del que se descarta que ella
sintiera algún rechazo o temor hacia él, propio de menores
de edad que han sido víctimas de abuso sexual”. De esta
forma –dice- se desconoció que “la experiencia nos indica,
que cuando un menor de edad es víctima de una agresión
sexual, siempre o casi siempre, se aleja de su agresor y
evita a toda costa compartir cualquier espacio con él”.

En primer término, debe aclararse que ese enunciado


no puede tenerse como máxima de la experiencia, porque:
(i) no se trata de fenómenos que puedan observarse
asiduamente, al punto que sea posible deducir la regla que
los gobierna; (ii) la “máxima” indicada por el censor no da
cuenta de la forma como casi siempre ocurren estos
1
Negrillas fuera del texto original.
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asuntos; y (iii) la existencia de simpatía entre la víctima y


su agresor, el hecho de que el menor no comprenda el
sentido y alcance de los actos sexuales, entre otras, pueden
ser razones para que no se presenten los rechazos que echa
de menos el impugnante.

De otro lado, se observa una evidente contradicción en


los argumentos del memorialista, porque, de un lado,
plantea que no se tuvo en cuenta lo que dijeron los testigos
en torno a la cercanía que existía entre el procesado y la
víctima, y de otro, le reprocha al Tribunal que no haya
valorado el testimonio de su representado, quien a lo largo
de su disertación hizo hincapié en el poco o inexistente
contacto con L.P.M.R.: “no tenía ninguna relación con los
hijos” (minuto 16); “los muchachos no sé qué hacían”
(minuto 18:46); frecuentaba el primer piso pocas veces,
solo para comer (…) ni comía ahí, me sentaba en la
cafetería de un amigo (…) “no iba ni a dejar el plato”
(minuto 20); solo se relacionaba con Sebastián y no sabía
qué hacían los otros niños (minuto 21:32); cuando iba a
jugar microfútbol, a los niños los veía por fuera de la
cancha, no tenía ningún contacto con ellos, ni fotos,
ninguna relación con L.P.M.R. (minuto 22:40).

En esta misma línea, mientras el procesado se


empeñó en alegar que no permanecía en el primer piso de
la residencia, al punto que prefería llevarse la comida para
la cafetería de un amigo, su hermana, Diana, declaró que
incluso lo observó viendo televisión en la alcoba de la
denunciante.

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Así, es evidente que la versión del procesado,


orientada a demostrar que no tenía contacto con la víctima
y que no frecuentaba el primer piso de la vivienda, donde
L.P.M.R. vivía con sus padres y sus hermanos, riñe con lo
que expresaron los otros testigos de la defensa e incluso
con los alegatos del censor en cuanto afirma que la niña se
iba constantemente con WILMER para el parque a jugar y
no mostraba miedo o rechazo hacia este. Por demás, PÁEZ
JIMÉNEZ se refirió a las razones que tuvo la madre de la
víctima para dirigir un montaje para perjudicarlo, lo que
será objeto de análisis más adelante.

De otro lado, el censor resaltó lo que expresaron los


testigos en el sentido de que la madre de L.P.M.R. pudo
tener dos razones para determinar a su hija para que
mintiera. Primero, estaba celosa porque su esposo decidió
enseñarle a conducir a Diana una camioneta, a lo que se
aunó que esta chocó el carro y le causó daños
significativos. Además, porque el procesado tenía imágenes
religiosas en su cuarto, contrarias a las creencias que ella
profesaba, y estaba empeñada en que los hermanos PÁEZ
JIMÉNEZ se “convirtieran”. Agregó que cuando la señora
Romero llevó a la menor para el reconocimiento médico
legal, dos policías le dijeron que tenía que denunciar, so
pena de convertirse en cómplice del delito, lo que pudo
determinarla para presentar la queja que dio inicio a la
presente actuación. Al respecto, la Sala considera lo
siguiente:

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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Si la denunciante, con su escasa formación (estudió


hasta quinto de primaria), optó por realizar un “montaje”,
consistente en que su hija dijera que el procesado “se le
montó encima”, ambos con la ropa puesta, y realizó los ya
referidos movimientos, no tiene sentido que haya decidido
llevar a la niña a un hospital para que “la revisaran”, pues
de antemano sabría que los médicos no hallarían nada, lo
que, en principio, le podría favorecer a WILMER ALBEIRO.

En el mismo sentido, cuando el censor plantea que los


policiales determinaron a la madre de la víctima para que
formulara la respectiva denuncia (le advirtieron que podría
ser penalizada si no lo hacía), contradice la hipótesis de
que se trató de un montaje, pues la intervención de los
uniformados ocurrió luego de que la señora Claudina
Romero decidió pedir ayuda estatal para constatar si su
hija había sido víctima de abuso sexual. La postura del
censor frente a las presiones de los policiales es compatible
con la idea de que la denunciante realmente estaba
convencida de la ocurrencia de los hechos ilegales y por ello
llevó a su hija al hospital, donde descartaron el acceso
carnal pero se dejó sentado, a la luz de lo narrado por la
menor, que posiblemente había sido objeto de abuso
sexual.

Lo anterior guarda armonía con lo planteado por los


testigos de la defensa en el sentido de que ese día Claudina
Romero, por primera vez, reaccionó violentamente en
contra del procesado, luego de que su hija le contara lo que

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venía sucediendo. Esto por cuanto no es extraño que una


madre reaccione de esa manera al enterarse de una
situación de tal magnitud.

Bajo el entendido de que las relaciones de la señora


Romero y WILMER eran buenas (hasta ese momento no se
habían presentado enfrentamientos o situaciones
relevantes) y que su supuesto ánimo de venganza estaba
centrado en la joven PÁEZ JIMÉNEZ, era de esperarse que
el alegado montaje fuera dirigido en contra de esta, sin
necesidad de involucrar a sus hijos y mucho menos en un
asunto tan grave como el abuso sexual. Al respecto, debe
resaltarse la forma detallada como la víctima describió los
hechos, pues no se redujo a describir tocamientos
indebidos u otros hechos de más fácil invención, sino a una
particular forma de abuso, consistente en que el agresor
ponía su cuerpo sobre el de ella y realizaba movimientos
eróticos que fueron claramente descritos.

La otra línea argumentativa del censor se orienta a


demostrar que el señor Pablo Murillo, padre de la víctima,
al parecer expresó reiteradamente que no creía que los
hechos hubieran ocurrido, al tiempo que resaltó el mal
carácter de su esposa y se refirió a ella en términos
despectivos. Estos planteamientos no son de recibo,
porque: (i) este testigo no fue citado al juicio, ni su
declaración se incorporó como prueba de referencia, lo que
impide su valoración; (ii) el hecho de que el padre de la
víctima “no creyera” que los hechos ocurrieron, no le resta
mérito a los testimonios de la víctima y su progenitora; (iii)

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los testigos de la defensa coinciden en que el dictamen


médico legal fue determinante para descartar el hecho
delictivo, lo que hace evidente que la inexistencia del acceso
carnal fue asimilado a la ausencia de abuso sexual; y (iv)
los testigos de la defensa se refirieron a las malas
relaciones del señor Murillo y su esposa, lo que puede
explicar por qué este al parecer la descalificaba
reiteradamente.

Por último, las manifestaciones que hizo la


denunciante luego de enterarse de lo que venía sucediendo
no se contraponen a la real ocurrencia de los hechos, pues
no es extraño que una madre desee que el sujeto que abusó
sexualmente de su hija (de 11 años) asuma las respectivas
consecuencias punitivas. Por tanto, si la señora Claudina
Romero dijo que quería que WILMER ALBEIRO “se pudriera
en la cárcel”, de ello no puede inferirse la mendacidad de su
relato ni el ánimo de determinar a su hija para que faltara
a la verdad.

6.2.2. Las supuestas máximas de la experiencia


que no fueron consideradas por el Tribunal

En reiteradas ocasiones la Sala ha precisado las cargas


argumentativas que deben asumirse cuando se propone un
falso raciocinio, concretamente la trasgresión de las
máximas de la experiencia. En la decisión CSJ SP, 12 Oct.
2016, Rad. 37175, reiteró:

Es pacífico que las máximas de la experiencia son enunciados


generales y abstractos, que dan cuenta de la manera como casi
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siempre ocurren ciertos fenómenos, a partir de su observación


cotidiana (CSJ AP, 29 Ene. 2014, Rad. 42086, entre muchas otras).

Es de su esencia que se refieran a fenómenos cotidianos, pues


frente a los que no tienen esta característica no es factible, por
razones obvias, constatar que siempre o casi siempre ante una
situación A se presenta un fenómeno B, al punto que sea posible
extraer una regla general y abstracta que permita explicar eventos
semejantes.

De ahí que un error, frecuente por demás, consista en tratar de


estructurar máximas de la experiencia frente a fenómenos
esporádicos o frente a aquellos que no son observables en la
cotidianeidad, en un determinado entorno sociocultural.

Cuando el proceso inferencial pueda hacerse a partir de una


máxima de la experiencia, la argumentación suele expresarse como
un silogismo, donde la máxima de la experiencia es la premisa
mayor, el dato demostrado (otrora llamado hecho indicador)
constituye la premisa menor, y la síntesis dará lugar a la respectiva
conclusión.

Así, por ejemplo, si no existe “prueba directa” de que varias


personas acordaron previamente realizar una conducta punible
(elemento estructural de la coautoría), pero se tiene el dato de que
actuaron coordinadamente, el dato desconocido (el acuerdo previo)
puede inferirse razonablemente a partir del dato conocido (actuaron
coordinadamente), a partir de un enunciado general y abstracto que
puede extraerse de la observación cotidiana y repetida de
fenómenos, que podría expresarse así: casi siempre que varias
personas ejecutan una acción de forma coordinada es porque
previamente han acordado su realización.

Valga aclarar que este tipo de reglas no se extrae de la observación


frecuente de acuerdos para cometer delitos (esto escapa a la
posibilidad de observación cotidiana), sino de la percepción de
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fenómenos frecuentes sobre el comportamiento de los seres


humanos cuando interactúan armónicamente entre sí: eventos
deportivos, trabajos grupales, etc.

Como es apenas obvio, el nivel de generalidad (o mayor cobertura


del enunciado general y abstracto) incide en la solidez del
argumento. Así, por ejemplo, entre mayor sea la cobertura de la
regla: “casi siempre que los seres humanos actúan
coordinadamente es porque previamente han acordado realizar la
acción conjunta”, mayor será la fuerza del argumento estructurado
a partir del dato de que varias personas actuaron coordinadamente,
claro está, bajo el entendido de que el mismo está demostrado.

Un argumento de esa naturaleza suele ser suficiente, incluso si se


le considera aisladamente, para sustentar un determinado
aspecto de la responsabilidad penal.

Frente a esas estructuras argumentativas, es un error frecuente que


se tomen como máximas de la experiencia enunciados generales y
abstractos que no tienen esa categoría, bien porque no se trate de
fenómenos que puedan observarse en la cotidianidad, ora porque
los mismos transcurran de forma diferente o irregular, lo que impide
extraer una ley o máxima uniforme.

Aunque las máximas de la experiencia constituyen una importante


expresión de la sana crítica, no puede asumirse que los datos que
no queden cobijados por uno de estos enunciados generales y
abstractos carezcan de importancia en el proceso de determinación
de los hechos en materia penal.

En muchos casos, la fuerza argumentativa emanada de las


máximas de la experiencia puede suplirse por la convergencia y
concordancia de los datos, al punto que de esa forma puede
alcanzarse el estándar de conocimiento consagrado en el
ordenamiento procesal penal para emitir un fallo condenatorio:
certeza –racional-, en el ámbito de la Ley 600 de 2000, y
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convencimiento más allá de duda razonable, en los casos


tramitados bajo la Ley 906 de 2004.

Por ejemplo, si tres meses después de ocurrido un homicidio a una


persona se le encuentra en su poder el arma utilizada para causar
la muerte, sería equivocado pretender, a partir de este hecho
aislado, concluir con un alto grado de probabilidad, en virtud de una
supuesta máxima de la experiencia, que es el autor del delito,
porque no se trata de un fenómeno de observación cotidiana, que
además ocurra siempre o casi siempre en un mismo sentido y que,
por tanto, permita extraer una regla general y abstracta que
garantice el paso del dato a la conclusión.

Sin embargo, no cabe duda de que ese dato (el hallazgo, tres meses
después, del arma homicida), sumado a otros que apunten en
idéntica dirección, puede dar lugar al nivel de conocimiento
necesario para emitir la condena, verbigracia cuando se aúna a que
el procesado fue visto cuando huía del lugar de los hechos segundos
después de la agresión, a que éste había amenazado de muerte a la
víctima, entre otros.

En estos casos, los datos, aisladamente considerados, no permiten


arribar a la conclusión en un nivel alto de probabilidad, pero ese
estándar de conocimiento puede lograrse por la convergencia y
concordancia de los mismos, esto es, porque todos apuntan a la
misma conclusión y no se excluyen entre sí.

Son, sin duda, dos formas diferentes de argumentación.

La primera (basada en máximas de la experiencia) adopta la


forma de un silogismo, donde el enunciado general y abstracto,
extraído de la observación cotidiana de fenómenos que casi
siempre ocurren de la misma manera, permite extraer una regla
que se utiliza para explicar el paso del dato a la conclusión en un
evento en particular.

21
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

En el ejemplo inicial, esta argumentación se plantearía así:

Premisa mayor: Siempre o casi siempre que los seres humanos


realizan una acción coordinada es porque previamente acordaron
realizar esa acción.

Premisa menor: Los procesados realizaron la acción de manera


coordinada

Conclusión: los procesados previamente habían concertado la


realización de la acción.

La segunda, está estructurada sobre la idea de que los datos,


aisladamente considerados, no tienen la entidad suficiente para
arribar a una conclusión altamente probable, pero analizados en
su conjunto pueden permitir ese estándar de conocimiento: le fue
hallada el arma utilizada para causar la muerte, huyó del lugar
de los hechos instantes después de que las lesiones fueron
causadas, había proferido amenazas en contra de la víctima,
etcétera.

Cuando el fallador estructura la argumentación que le sirve de


soporte a la condena a partir de máximas de la experiencia, el
reproche en casación puede orientarse a cuestionar: (i) errores de
hecho o de derecho en la determinación de los hechos
indicadores, (ii) la falta de universalidad de los enunciados
generales y abstractos utilizados como máximas de la
experiencia, entre otros.

Si el fallo se estructura sobre la idea de datos que por su


convergencia y concordancia permiten alcanzar el nivel de
conocimiento exigido para la condena, la censura puede
orientarse en sentidos como los siguientes: (i) errores de hecho o
de derecho en la determinación de los “hechos indicadores”; (ii)
falta de convergencia y/o concordancia de los mismos; (iii) la
posibilidad de estructurar, a partir de esos datos (o en asocio con
22
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

otros, que estén debidamente probados) hipótesis alternativas a


la de la acusación, verdaderamente plausibles y que, por tanto,
puedan generar duda razonable, entre otros.

Frente a este último tipo de argumentos, no puede tenerse como


sustentación adecuada del recurso de casación una disertación
que: (i) analice aisladamente los datos a partir de los cuales se
hace la inferencia, con el propósito de demostrar la inexistencia
de una máxima de la experiencia que garantice el paso de cada
dato (mirado de forma insular) a la conclusión; (ii) tergiverse los
datos a partir de los cuales se hizo la inferencia; (iii) analice en
su conjunto los datos, pero suprima uno o varios, principalmente
cuando se dejan por fuera los que más fuerza le imprimen a la
conclusión; (iv) incluya datos que no fueron demostrados; entre
otros.

Lo anterior sin perjuicio de que en una disertación se articulen


estas dos formas argumentales, evento en el cual se deberá
precisar, frente a cada una de ellas, en qué consistieron los
yerros que se le atribuyen al fallador.

Los anteriores criterios coinciden con el desarrollo jurisprudencial


de la denominada “prueba indiciaria”. En efecto, de vieja data se
ha dicho que:

[c]uando se denuncia un error de hecho por falso raciocinio en la


apreciación de la prueba indiciaria, el impugnante debe precisar
si el error lo predica de los medios demostrativos del hecho
indicador, de la inferencia lógica o del proceso de valoración
conjunta al apreciar la articulación, convergencia y concordancia
de los indicios entre sí y de éstos con los demás medios
probatorios.

(…)

23
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Cuando el error corresponde al proceso de inferencia lógica, el


censor acepta la validez del medio de prueba que acredita el
hecho indicante, procediendo enseguida a demostrar que el
juzgador se apartó de las leyes de la ciencia, los principios de la
lógica o las reglas de la experiencia, con señalamiento preciso del
contenido quebrantado u omitido, así como de su correcto
entendimiento u operatividad.

Pero si el equívoco se presenta en la labor de análisis de la


convergencia y congruencia de los diversos indicios y de estos
con las demás pruebas, o en su fuerza persuasiva con ocasión
de su apreciación conjunta, al impugnante le corresponde
establecer que el fallador desconoció las reglas de la sana crítica,
acreditando que la corrección del error denunciado conduce a
conclusiones diversas de aquellas a las que se arribó en el fallo
atacado (CSJ SP, 09 Mar. 2011, Rad. 34896, entre muchas
otras).

A la luz del anterior marco teórico, cabe precisar lo


siguiente frente a las supuestas máximas de la experiencia
que fueron ignoradas por el Tribunal:

Ninguno de los enunciados propuestos por el censor


pueden catalogarse como máximas de la experiencia, bien
porque no corresponden a reglas deducidas de la
observación reiterada de fenómenos, ora porque no dan
cuenta de la forma como casi siempre ocurren las cosas.
Por tanto, no es aceptable que “desde la óptica de la común
ocurrencia de los hechos, en atención a las reglas generales
de la experiencia y de la lógica, se torna determinable y
verificable, que casi siempre, los familiares de sangre de la
víctima tiendan a protegerla a ella y no al procesado”.

24
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Incluso si se aceptara, para la discusión, que se trata de


una verdadera máxima de la experiencia, el censor no
explicó cuál es la premisa menor (fáctica) que permite
extraer una conclusión a partir de la operación lógica de
carácter silogístico. Al efecto, se limitó a afirmar que los
testigos ofrecidos por la defensa no presenciaron que
WILMER se comportara inadecuadamente y, por ello,
asumieron una actitud defensiva a favor de éste. Ello no
descarta que el procesado haya realizado las conductas
objeto de juzgamiento, máxime si se tiene en cuenta que el
abuso sexual suele ocurrir en la clandestinidad.

A lo anterior debe agregarse que esos testigos, salvo la


hermana del procesado, residían en lugares distintos, lo
que les generaba un obvio impedimento para percibir lo que
sucedía cotidianamente en el inmueble donde habitaban la
víctima, sus familiares y el procesado, y en el que también
funcionaba una fábrica de colchones. Además, los
parientes del señor Pablo Murillo, padre de la víctima,
resaltaron que éste era maltratado verbalmente por la
denunciante, lo que explica su actitud frente a ésta y su
notoria intención de restarle crédito a su versión sobre la
ocurrencia del abuso sexual.

Del mismo nivel es lo que plantea el impugnante en el


sentido de que “la experiencia nos indica, que cuando una
persona tiene conocimiento que en su contra pesa una
denuncia por un delito tan grave como este, teniendo la
oportunidad de fugarse lo hace”. No se trata de un
fenómeno de observación cotidiana, que permita deducir

25
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

una regla que, luego, pueda ser utilizada como premisa


mayor en un específico proceso inferencial. Además, no
puede afirmarse que exista uniformidad en el
comportamiento de las personas en ese concreto ámbito, al
punto que pueda deducirse una máxima como la que
propone el censor, pues un sospechoso puede optar por
permanecer en el mismo domicilio por múltiples razones.
De la misma manera, no puede afirmarse que si un
indiciado, imputado o acusado decide alejarse de su lugar
habitual de residencia, es porque realizó la conducta
punible.

6.2.3. La prueba pericial

Finalmente, la Sala analizará lo concerniente al


dictamen rendido por la perito Claudia Alexandra
Rodríguez Yepes.

6.2.3.1. Reglas generales de la prueba pericial,


relevantes para la solución del caso

El artículo 405 de la Ley 906 de 2004 dispone que “la


prueba pericial es procedente cuando sea necesario2
efectuar valoraciones que requieran conocimientos
científicos, técnicos, artísticos o especializados”. Esta
disposición debe armonizarse con lo establecido en el
artículo 376 ídem, en cuanto dispone que toda prueba
pertinente es admisible, salvo que exista “probabilidad de
que genere confusión en lugar de mayor claridad al asunto

2
Negrillas fuera del texto original.
26
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

(…) exhiba escaso valor probatorio” o “sea injustamente


dilatoria del procedimiento”.

En complemento de lo anterior, el ordenamiento


jurídico establece quiénes pueden comparecer al juicio en
esa calidad (Artículos 406 y 407), regulan la emisión de la
base de opinión pericial (Artículos 415 y siguientes) y
consagra las instrucciones para interrogar y
contrainterrogar al experto (Artículos 417 y 418,
respectivamente).

Al margen de la discusión sobre la admisibilidad de


las opiniones emitidas por quienes no tienen la calidad de
peritos (CSJSP, 23 Nov. 2017, Rad. 45899), la ley establece
las condiciones para que las opiniones de los expertos
puedan ser valoradas. De manera puntual, el artículo 417
consagra la secuencia lógica de ese interrogatorio, así: (i) en
primer término, debe establecerse la calidad de perito, a lo
que apuntan los temas tratados en los tres primeros
numerales -conocimiento teórico, conocimiento y experiencia en
uso de instrumentos, y conocimiento práctico -; (ii) la explicación

de los “principios científicos, técnicos o artísticos en los que


verifica fundamenta sus verificaciones o análisis”; (iii) el
grado de aceptación de los mismos; (iv) los “métodos
empleados en las investigaciones y análisis relativos al
caso”; (v) la aclaración sobre si “en sus exámenes o
verificaciones utilizó técnicas de orientación, de probabilidad
o de certeza”; entre otros.

27
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

A la luz de esta reglamentación, es claro que los


peritos comparecen al juicio oral a explicar unas
determinadas reglas o principios técnico-científicos, que
sirven de fundamento a sus conclusiones frente a unas
situaciones factuales en particular. Igualmente, deben
precisar el nivel de probabilidad de la respectiva
conclusión, que, a manera de ejemplo, suele ser más alta
en los exámenes de ADN que en algunos conceptos
psicológicos. Del experto se espera que, en cuanto sea
posible, traduzca al lenguaje cotidiano los aspectos
técnicos, de tal suerte que el Juez: (i) identifique y
comprenda la regla que permite el entendimiento de unos
hechos en particular; (ii) sea consciente del nivel de
generalidad de la misma y de su aceptación en la
comunidad científica; (iii) comprenda la relación entre los
hechos del caso y los principios que se le ponen de
presente; (iv) pueda llegar a una conclusión razonable
sobre el nivel de probabilidad de la conclusión; etcétera.

Visto de otra manera, al perito le está vedado


presentar conclusiones sin fundamento, opinar sobre
asuntos que escapan a su experticia, eludir las
aclaraciones que debe hacer sobre el fundamento técnico
científico de sus apreciaciones, no precisar el grado de
aceptación de esos principios en la comunidad científica,
abstenerse de explicar si las técnicas utilizadas son de
orientación, probabilidad o certeza, etcétera.

La intención del legislador de evitar que los expertos


emitan opiniones que no tengan un adecuado soporte

28
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

técnico-científico se hace palmaria en la reglamentación de


la admisibilidad de publicaciones y de prueba novel,
prevista en el artículo 422 de la Ley 906 de 2004:

Para que una opinión pericial referida a aspectos noveles del


conocimiento sea admisible en el juicio, se exigirá como requisito
que la base científica o técnica satisfaga al menos uno de los
siguientes criterios:

1. Que la teoría o técnica subyacente haya sido o pueda llegar a


ser verificada;
2. Que la teoría o técnica subyacente haya sido publicada y
haya recibido la crítica de la comunidad académica;
3. Que se haya acreditado el nivel de confiabilidad de la técnica
científica utilizada en la base de opinión pericial;
4. Que goce de aceptabilidad en la comunidad académica.

6.2.3.2.Los dictámenes psicológicos en caso de abuso


sexual

La clandestinidad que suele rodear los delitos sexuales


dificulta su investigación y hace que la versión de la
víctima, en muchas ocasiones, constituya la principal
prueba de cargo. Ante este panorama, en el ordenamiento
jurídico nacional es notoria la utilización de dictámenes
periciales de diferente orden, que pueden erigirse en apoyo
importante de la labor judicial. Esta tendencia también es
notoria en el derecho comparado. En Puerto Rico, por
ejemplo, de tiempo atrás se ha planteado lo siguiente:

29
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

No hay duda (…) que en un caso de alegado abuso sexual –


especialmente en situaciones donde el menor perjudicado es de
tierna edad- el testimonio pericial resulta ser de incalculable ayuda
al juzgador de los hechos en su difícil función de pasar juicio sobre
la inocencia o culpabilidad del acusado de esta clase de delito;
razón por la cual resolvemos que prueba de esa naturaleza es
admisible en nuestra jurisdicción bajo las disposiciones pertinentes,
antes mencionadas, de las Reglas de Evidencia.

Esto es, nuestros tribunales de instancia deberán permitir –vía el


testimonio de un perito debidamente cualificado- prueba sobre las
características generales que, de ordinario, exhiben las víctimas de
abuso sexual; prueba sobre si la alegada víctima del abuso, en el
caso particular, exhibe o no dichas características generales; y si en
la opinión del perito, por ende, el niño ha sido o no víctima de abuso
sexual.

Ahora bien –y en cuanto estamos conscientes del hecho de que


prueba de la naturaleza arriba descrita tiene el efecto inevitable de,
hacia cierto punto, “corroborar” la declaración del menor y, por
ende, de darle visos de credibilidad al testimonio prestado por éste-
los tribunales de instancia no deben permitir que el perito
opine, directamente, respecto de la veracidad de la versión
del menor o sobre la confiabilidad de su testimonio3.

Reconocemos que la “línea, o distinción, es fina y, quizás, difícil de


deslindar”, pero es importante que la misma sea establecida. La
función de adjudicar credibilidad es exclusiva del juzgador de los
hechos4.

De otro lado, el Tribunal Supremo de España, al


referirse al análisis de validez de las declaraciones sobre

3
Negrillas fuera del texto original.
4
Tribunal Supremo de Puerto Rico, Pueblo v. Canino Ortiz (1993).
30
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

delitos sexuales, ha resaltado su relativa utilidad para la


determinación de la responsabilidad penal:

En los parámetros en que se mueve esa ciencia no es posible


proclamar de manera apodíctica la credibilidad absoluta, en
ningún caso. Las calificaciones al uso oscilan entre la
“incredibilidad” y la “credibilidad” pasando por la “imposibilidad de
determinar” o el “probablemente creíble” o “increíble”, o “muy
probablemente creíble”. Para llegar a la certeza es necesario
manejar otros criterios no estrictamente científicos que sí han de ser
tomados en consideración en la tarea de enjuiciamiento. El juicio
del psicólogo jamás podrá suplantar al del Juez, aunque
puede ayudar a conformarlo. El peritaje sobre credibilidad de la
declaración de un menor se establece al contrastar sus
declaraciones con los datos empíricos elaborados en esa ciencia, si
existen o no elementos que permitan dudar de su fiabilidad. Pero
esos informes no dicen, ni pueden decir, ni se les pide que
digan, si las declaraciones se ajustan o no a la realidad. Esa
es tarea del Tribunal que, entre otros elementos, contará con su
percepción directa de las manifestaciones y con el juicio del
psicólogo sobre la existencia de datos que permitan suponer
fabulación, inducción, manipulación o invención (…)5.

Sin el ánimo de dogmatizar acerca de los principios


científicos en los que se fundamenta esta actividad
especializada, pues para ello precisamente son presentados
los peritos en el juicio, la Sala traerá a colación algunos
rasgos generales de las técnicas conocidas como SVA y
CBCA, a las que ha hecho alusión en otras oportunidades
(CSJSP, 9 Dic. 2010, Rad. 34434), con el único propósito de
precisar varias reglas procesales atinentes a la prueba
pericial. Debe aclararse que se alude a estas técnicas y no a

5
STS 891/2017. Negrillas fuera del texto original.
31
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

otras, porque fueron las que supuestamente utilizaron los


peritos presentados por la Fiscalía y la defensa para emitir
los conceptos a los que se contrae buena parte del debate.

La evaluación de la validez de una declaración (SVA,


por su sigla en inglés 6) está concebida como un sistema de
generación y falsación de hipótesis sobre el origen de una
declaración (experiencia real, engaño deliberado, errores no
intencionales, etcétera). La generación de las hipótesis supone

el estudio pormenorizado de la información, tanto la


relacionada con las capacidades cognitivas del menor y su
relación con el presunto agresor, como las características
del hecho, entre muchos otros datos. Así, esta metodología
está orientada, entre otras, por preguntas atinentes a la
fuente de la declaración, a su correspondencia con hechos
reales y a las posibles causas de una “declaración
incorrecta”. La doctrina especializada sugiere contemplar
hipótesis como las siguientes, sin que deba entenderse que
se trata de un listado taxativo, que evite el análisis
cuidadoso de cada caso en particular: “(a) la declaración es
válida; (b) la declaración es válida pero el menor ha sido
influenciado o ha inventado información adicional que no es
verdadera; (c) el menor ha sido presionado por una tercera
persona para que formule una versión falsa de los hechos;
(d) por intereses personales o para ayudar a terceras
personas el menor ha presentado una declaración falsa y (e)
a consecuencia de problemas psicológicos el menor ha
fantaseado o inventado su declaración”. Lo anterior sin
desatender la posibilidad de que el menor “esté
relacionando un hecho falso por un error de interpretación o
6
Statement validity assessment
32
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

por contaminación no intencional de sus recuerdos, dando


lugar a un falso recuerdo”7.

La lista de validez del SVA, que incluye el análisis de


las características psicológicas del niño ( limitaciones cognitivo-
emocionales, lenguaje y conocimiento, emociones durante las

entrevistas, etcétera), el estudio de la calidad de la entrevista

(tipo de preguntas, procedimientos, influencias sobre los contenidos


de las declaraciones) y la motivación (aspectos motivacionales que

pueden influir en una posible declaración falsa ), debe articularse,

en cuanto sea procedente, con el análisis de la credibilidad


basada en criterios (CBCA, por su sigla en inglés 8), lo que,
en su conjunto, obedece a la idea de que “los relatos
verdaderos de las víctimas de abuso sexual difieren de los
relatos imaginados o creados”9.

La técnica CBCA recae sobre una declaración en


particular, a partir de 19 criterios, entre ellos: (i) la
estructura lógica del relato, (ii) la cantidad de detalles; (iii)
el engranaje contextual, (iv) la descripción de interacciones,
(v) detalles inusuales, etcétera. Dependiendo de si cada uno
de estos aspectos está o no presente en la declaración
objeto de análisis, se asigna una puntuación, sin perder de
vista el carácter cualitativo y no cuantitativo de la
evaluación. Estos análisis se realizan a partir de
presupuestos como los siguientes:

7
Günter Köhnken, Antonio L. Manzanero y M. Teresa Scott. Análisis de la validez
de las declaraciones: mitos y limitaciones. Anuario de Psicología Jurídica, 2015
(www.elsevier.es).
8
Criteria based content analysis.
9
Ídem.
33
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

Contenidos específicos: se cuantifican los detalles, sean


contextuales, descriptores de informaciones o conversaciones, o
inesperados. Se asume que un niño que inventara la declaración
no sería capaz de incluir en la misma estos contenidos, ya que
ello superaría sus capacidades cognitivas (…).

Particularidades del contenido: son aquellas características del


testimonio que incrementan su concreción y viveza. Se asume
que un niño que inventara la declaración no sería capaz de
incluir en la misma estos contenidos, ya que ellos superarían sus
capacidades cognitivas (…).

Contenidos referidos a la motivación: alguien que, de forma


deliberada, ofrezca un testimonio falso para acusar a una
persona inocente no introduciría estos contenidos, porque
entendería que le restarían credibilidad.

Frente a estos dictámenes, la doctrina especializada ha


resaltado aspectos importantes, los que, en buena medida,
se avienen a la reglamentación de la prueba pericial en la
Ley 906 de 2004. Se ha resaltado, por ejemplo, la necesidad
de que el perito tenga suficiente formación, para evitar la
tergiversación del instrumento, lo que corresponde a lo
regulado en el ordenamiento procesal penal sobre la
procedencia de la prueba pericial (405), los requisitos para
ser perito (Art. 408), la acreditación de las respectivas
calidades (Art. 413), y el deber de incluir en el interrogatorio
las preguntas orientadas a aclarar los conocimientos
teóricos, así como sus “antecedentes que acrediten su
conocimiento en el uso de instrumentos o medios en los
cuales es experto” y “su conocimiento práctico en la ciencia,
técnica, arte, oficio o afición aplicables” (Art. 417), entre
otros.
34
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

También se ha resaltado la importancia de aclarar


que: (i) la prueba es de carácter cualitativo y no
cuantitativo, (ii) no está libre de la influencia de los sesgos
que pueda tener el perito; (iii) las conclusiones pueden estar
incididas por diversos factores, como la calidad de la
entrevista objeto de análisis, la intención del interrogador
de “entrenar” al testigo para que produzca “una declaración
de alta calidad con respecto al CBCA”, etcétera; (iv) cada
uno de los 19 criterios puede tener un peso mayor o menor,
según las particularidades del caso; entre otros 10. Aspectos
como estos deben ser aclarados durante el interrogatorio al
perito, según lo establece el artículo 417, en los numerales
4, 5 y 6, que, en su orden, aluden a “los principios
científicos, técnicos o artísticos”, “los métodos empleados en
la investigación y análisis relativos al caso” y a si se
utilizaron “técnicas de orientación, probabilidad o de
certeza”.

En este orden de ideas, la Sala debe resaltar los


siguientes aspectos generales frente a los dictámenes
psicológicos que suelen presentar las partes como
fundamento de sus teorías en casos de abuso sexual: (i) en
cada caso debe precisarse si es “necesario efectuar
valoraciones que requieran conocimientos científicos, técnicos
artísticos o especializados” (Art. 405); (ii) es imperioso
verificar si el dictamen se edifica sobre una base científica
aceptable (Arts. 415, 417 –numerales 4, 5 y 6-, 422, entre
otros); (iii) en todo caso, debe establecerse si la prueba
resulta útil, bajo el entendido de que no lo será cuando

10
Ídem.
35
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

exista “probabilidad de que genere confusión en lugar de


mayor claridad al asunto, exhiba escaso valor probatorio (…)
o sea injustamente dilatoria del procedimiento” (Art. 376); (iv)
debe constatarse la idoneidad del perito (Arts. 408 –inciso
segundo-, 413, 417, entre otros; (v) el experto debe explicar
la base fáctica de su opinión y la forma cómo analizó la
misma a la luz de los respectivos principios científicos (Art.
417); y (vi) debe explicar el alcance de las reglas o principios
utilizados –orientación, probabilidad o certeza- (Art. 417 –
numeral 6-), la manera como ello incide en el nivel de
probabilidad de sus conclusiones, el margen de error
inherente a la misma, entre otros.

Al margen de la discusión sobre la confiabilidad del


análisis de la validez de declaraciones en casos de abuso
sexual, las partes y el juez deben tener en cuenta lo
siguiente: (i) el respectivo dictamen psicológico no exonera a
la Fiscalía de diseñar y ejecutar un programa metodológico
orientado a recaudar la “mejor evidencia”, en procura de
que el Juez cuente con suficientes elementos de juicio para
tomar la decisión (CSJAP, 08 Nov. 2017, Rad. 51410); (ii)
por las características de estos casos, suele tener una
importancia notoria la “corroboración periférica” (CSJSP, 16
Mar. 2016, Rad. 43866, entre otras); (iii) las entrevistas a
los menores, además de ser practicadas adecuadamente,
deben ser debidamente documentadas, no solo por
mandato expreso de la Ley 1652 de 2013 (CSJSP, 28 Oct.
2015, Rad. 44056, entre otras), sino además porque ello
constituye un presupuesto necesario para la aplicación de
técnicas como el CBCA, facilita el ejercicio de la

36
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

contradicción, le proporciona al Juez un mejor


acercamiento al relato, etcétera; (iv) debe evitarse la doble
victimización o victimización secundaria, pero también es
importante proteger las garantías del procesado (CSJSP, 16
Mar. 2016, Rad. 43866); (v) para ambos propósitos puede
resultar útil que la declaración del menor se tome como
prueba anticipada (ídem); (vi) en todo caso, el Juez no
puede eludir la obligación de valorar las pruebas,
individualmente y en conjunto, bajo el entendido de que el
dictamen psicológico constituye, precisamente, uno de esos
medios de conocimiento; (vii) al realizar esa valoración debe
tener en cuenta los criterios previstos en la Ley 906 de
2004, entre los que cabe destacar “el grado de aceptación
de los principios científicos, técnicos o artísticos en que se
apoya el perito, los instrumentos utilizados y la consistencia
del conjunto de respuestas” (Art. 420); etcétera.

6.2.3.3.El caso sometido a conocimiento de la Sala

La psicóloga Rodríguez Yepes fue presentada en el juicio


oral a instancias de la defensa, con tres propósitos
puntuales: (i) referirse a los yerros en que incurrió su
colega del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía;
(ii) expresar su opinión sobre la credibilidad de la víctima, a
partir de las técnicas conocidas como CBCA (análisis de
contenido basado en criterios) y SVA (evaluación de la
validez de la declaración); y (iii) el daño psicológico
evidenciado por la menor.

Sobre estos temas, la experta concluyó: (i) lo expuesto


por la perito presentada por la Fiscalía no es un dictamen
37
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

sino una entrevista, en la que se cometieron varios errores;


(ii) a la luz de las técnicas CBCA y SVA, la versión de la
víctima es “muy probablemente no creíble”; y (iii) la menor
no presenta daño psicológico.

Frente a este dictamen el Tribunal planteó que: (i) la


valoración de la prueba, individualmente y en su conjunto,
está reservada al fallador; (ii) la perito no entrevistó a la
víctima, “sino que se limitó a cuestionar a la funcionaria del
CTI quien sí lo hizo”; (iii) las técnicas CBCA y SVA “son
utilizadas para valorar el alcance que se le puede dar a una
entrevista, lo cierto es que la psicóloga Rodríguez Yepes no
sostuvo diálogo alguno con la niña sino que acudió a lo que
esta última le había dicho a su colega Charris Gutiérrez del
CTI”; (iv) la psicóloga presentada por la defensa “lo que hizo
fue sobreponer su criterio valorativo a la primera entrevista,
en otras palabras, la psicóloga de la defensa aplica, desde
su particular visión, las técnicas que a su modo de ver
revisten mayor confiabilidad sobre las entrevistas
cognitivas”. Y concluye:

El rigor profesional aplicado de esta forma no permite atender las


apresuradas aseveraciones de la doctora Rodríguez Yepes –
apartadas de las técnicas científicas en la materia-, puesto que sin
haber entrevistado a la afectada con las técnicas que estimaba
pertinentes mal podría concluir, a partir de la entrevista cognitiva
realizada por su homóloga, que la declaración no es válida.

Al margen de lo anterior, no puede dejarse de lado que es al Juez a


quien le corresponde valorar las pruebas practicadas legalmente,
en especial, el testimonio rendido por la víctima en la audiencia
pública y no aducir, como lo da a entender en su motivación, que la

38
Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

base de su análisis estaba en lo dicho por la psicóloga Rodríguez


Yepes, pues como se vio ésta no entrevistó a la niña y su experticia
gira en la valoración que hace de la entrevista realizada por la
experta del CTI.

Por su parte, el impugnante sostiene que: (i) al igual que


la perito presentada por la defensa, ninguna de las
personas que valoraron el testimonio de L.P.M.R. la
entrevistaron directamente; (ii) esa entrevista adicional no
se dio, porque legalmente es improcedente someter a un
menor de edad a plurales interrogatorios sobre el abuso
sexual; (iii) si se desestima el concepto de la perito de la
defensa, debe tomarse la misma decisión frente a la experta
adscrita a la Fiscalía; (iv) la psicóloga Rodríguez Yepes
alternó las técnicas CBCA y SVA, que también vienen
siendo aplicadas por peritos de la “SIJIN y INML, donde se
están realizando este tipo de peritajes”; (v) así, “en lugar de
alegar una falsa falta de utilidad de la citada técnica, la
ciencia psicológica obliga a los operadores judiciales a
conocer los 31 criterios que componen las dos técnicas, las
cuales son y serán objeto de debate entre la Fiscalía y la
defensa”; (vi) la actividad de la perito de la Fiscalía se limitó
a una entrevista, “no fue una actividad pericial que valorara
la credibilidad del relato que recogió, quedando así la
Fiscalía sin poder probar la presunta credibilidad de ese
relato, a diferencia de la defensa quien probó la muy poca
credibilidad del mismo relato”.

Sobre el daño sufrido por L.P.M.R., concluye:

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

[d]ice el Tribunal que se “interrumpió el normal desarrollo de la


sexualidad”, -se entiende que de la menor-, lo cual está alejado de
la realidad si se tiene en cuenta que se probó la ausencia de daño
psicológico en la niña, lo cual incluye que ninguna de sus funciones
sexuales fueron afectadas así, por ejemplo, nada se dijo de que la
niña hubiese tenido cambios en su sexualidad tales como
masturbación compulsiva, exhibicionismo, interés sexual
desproporcionado por los adultos o por niños de su edad, juegos
sexuales de tipo coital con muñecos, en fin, nada de esto se dijo en
el juicio, como para que el Tribunal afirme tan categóricamente que
la sexualidad de la niña vio interrumpido su normal desarrollo.

Los argumentos del censor no son de recibo, por lo


siguiente:

La niña L.P.M.R. rindió testimonio en el juicio oral,


donde fue sometida a un interrogatorio cruzado que
garantizó el derecho a la confrontación. Según se indicó, el
disco que contenía la entrevista anterior al juicio oral no
fue incorporado como prueba, de un lado, porque la
Fiscalía no lo solicitó, y de otro, porque la defensa no lo usó
durante el contrainterrogatorio toda vez que no dispuso lo
pertinente para ello y porque desistió de esa utilización a
pesar de que el Juez le ofreció suspender la audiencia para
que consiguiera los respectivos recursos técnicos.

Así, se tiene que el concepto emitido por la perito de la


defensa se centró en una entrevista que no fue incorporada
durante el juicio oral, a lo que se aúna que la experta no
explicó de qué manera las supuestas falencias que le
atribuye a su colega del C.T.I. pudieron afectar el

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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

testimonio rendido en el juicio, que constituye la verdadera


prueba.

La psicóloga Rodríguez Yepes centró su análisis en la


falta de detalles del testimonio de L.P.M.R., que permitieran
obtener una calificación satisfactoria a la luz de las
técnicas CBCA y SVA. Al efecto, debe resaltarse que la
experta obvió aspectos relevantes del testimonio de la
víctima, como la explicación detallada del motivo por el que
subió a la terraza donde laboraba y dormía el procesado
(fue a dejar sus medias) y el relato puntual de la forma
como este realizó en su cuerpo el ya descrito acto sexual.

Como si ello fuera poco, se tiene que la referida


profesional hizo alusión a las supuestas contradicciones en
que incurrió la menor, sin tener en cuenta sus
explicaciones. En efecto, la niña aceptó que en su primera
versión mencionó que el abuso ocurrió a la una de la tarde,
y en el juicio oral agregó que también sucedió en horas de
la noche, lo que tiene como explicación, obvia por demás, la
pluralidad de contactos sexuales, en diferentes fechas y
lugares. Por la misma razón, la niña explicó que en su
entrevista inicial se refirió al evento ocurrido en su cuarto y
en el juicio oral incluyó el otro abuso, acaecido en la terraza
de la vivienda.

Además, aun si se aceptara, en contra de lo que se acaba


de referir, que dicha profesional presentó un dictamen
sobre la falta de credibilidad de la niña, con la suficiente
base fáctica y una correcta explicación de las reglas técnico

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Casación No. 47423
Wilmer Albeiro Páez Jiménez

científicas que permiten entender el paso de los datos


observados a la conclusión (sobre la inverosimilitud del
relato), se tiene que el censor le restó importancia a lo que
dijo el Tribunal en el sentido de que, finalmente, la
valoración de la prueba le corresponde al Juez, lo que no
solo se aviene a la jurisprudencia nacional, sino al
desarrollo de esa misma temática en el derecho comparado,
según se indicó en precedencia.

De otro lado, el interrogatorio de la perito, en lo que


concierne al comportamiento que usualmente asumen las
víctimas de abuso sexual, no se ajustó a las reglas
analizadas en los numerales 6.2.3.1 y 6.2.3.2, pues no
explicó el soporte científico de esas conclusiones y, menos,
aclaró por qué esas supuestas reglas técnico científicas son
aplicables a este caso. No se refirió, por ejemplo, a los
estudios que han puesto en evidencia ese tipo de
reacciones, la frecuencia de las mismas, ni a si existen
variaciones en atención a la edad de la víctima, el tipo de
abuso sexual, la empatía con su victimario, etcétera.

Lo mismo puede predicarse de su opinión sobre la


ausencia de daño psicológico en la menor, toda vez que: (i)
dio por sentado que la niña estuvo tranquila durante el
interrogatorio, pero no sentó mientes en la alteración que
esta tuvo en el juicio oral, cuando se le indagó sobre el
abuso sexual, que dio lugar a la intervención del psicólogo
asignado para el interrogatorio, el Juez y el funcionario del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar; y (ii) si se
admitiera, para la discusión, que L.P.M.R. estaba tranquila

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

para cuando declaró, la perito no explicó cuáles son las


reglas técnico científicas que garantizan el paso de ese dato
a la conclusión sobre la ausencia de daño. Lo anterior sin
perder de vista que en estos casos se presume la afectación
de la libertad, la integridad y formación sexuales del menor,
que no necesariamente está asociada a los
comportamientos que el impugnante describe en su escrito.

De idéntico jaez son las conclusiones que presenta el


censor, según los cuales la mayoría de casos de abuso
sexual corresponden a denuncias falsas. No aclaró cuáles
fueron los estudios a partir de los cuales se arribó a esa
conclusión, sin dejar de considerar que el concepto no fue
incorporado, como corresponde, a través de un experto,
sujeto a contradicción y confrontación (Art. 16 de la Ley
906 de 2004).

En síntesis, la pretensión del censor será desestimada


porque: (i) la condena tiene como soporte principal el
testimonio de L.P.M.R., rendido en el juicio oral con plenas
garantías de contradicción y confrontación; (ii) las
conclusiones del Tribunal sobre la verosimilitud de ese
relato son razonables, tanto por la coherencia interna y la
riqueza de los detalles, como por las aceptables
explicaciones que dio la menor durante el
contrainterrogatorio; (iii) la versión de la niña fue
corroborada por los testigos de la defensa, en lo que
concierne a la permanencia del procesado en el inmueble
donde ocurrieron los hechos, y por la señora Claudina
Romero, en cuanto se refirió a la actitud nerviosa de

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Casación No. 47423
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WILMER ALBEIRO cuando ella llegó intempestivamente al


lugar donde se encontraba a solas con la menor; (iv) el
censor se duele de que el testimonio del procesado no fue
valorado, pero no tuvo en cuenta que la versión de este
sobre el contacto con L.P.M.R. (dice que prácticamente
nunca interactuaba con ella), es contrario a lo que afirman
los testigos de la defensa en el sentido de que iban
constantemente a jugar al parque, y a lo expuesto en la
demanda en torno a la cercanía de la víctima con el
procesado; (v) los testigos presentados por la defensa se
orientaron a demostrar que se trató de un montaje,
organizado por la denunciante por celos, por su fanatismo
religioso y por las presiones de los policiales que la
abordaron cuando llevó la niña al hospital, lo que no es de
recibo, bien por la incongruencia interna del argumento (si
la idea de denunciar falsamente se gestó por las presiones
de los policiales, debe descartarse el propósito inicial de
fingirlo todo para perjudicar al procesado), ora porque estos
testigos, que hicieron palmaria su animadversión hacia la
denunciante, se limitaron a hacer conjeturas sobre lo que
pudo haber sucedido; y (vi) la psicóloga de la defensa se
centró en cuestionar una entrevista que no se aportó como
prueba y un dictamen sobre credibilidad inexistente, al
tiempo que presentó unas conclusiones infundadas y no
vinculantes sobre el mismo aspecto (la verosimilitud) y se
refirió a la ausencia de daño sin exponer el más mínimo
fundamento técnico científico, sin perjuicio de que la
afectación de la libertad, integridad y formación sexuales se
presume cuando la víctima es menor de edad.

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

No casar el fallo impugnado.

Contra la presente decisión no proceden recursos.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y devuélvase al Tribunal


de origen.

LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

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Wilmer Albeiro Páez Jiménez

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

EYDER PATIÑO CABRERA

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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