Justicia Criminal Novohispana

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LA JUSTICIA CRIMINAL

LOCAL NOVOHISPANA
El caso de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes, 1575-1821

Claudio Antonio Granados Macías


LA JUSTICIA CRIMINAL
LOCAL NOVOHISPANA
El caso de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes 1575-1821
LA JUSTICIA CRIMINAL
LOCAL NOVOHISPANA
El caso de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes 1575-1821

Claudio Antonio Granados Macías

LA JUSTICIA CRIMINAL
LOCAL NOVOHISPANA
LA JUSTICIA CRIMINAL
LOCAL NOVOHISPANA
El caso de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes 1575-1821

Primera edición 2018 (versión electrónica)

D.R. © Universidad Autónoma de Aguascalientes


Av. Universidad 940
Ciudad Universitaria
Aguascalientes, Ags. 20131
www.uaa.mx/direcciones/dgdv/editorial/

© Claudio Antonio Granados Macías

© Pedro Antonio Enríquez Soto (prologuista)

ISBN 978-607-8652-24-2

Hecho en México / Made in Mexico

Esta publicación contó con financiamiento pfce 2018


AGRADECIMIENTOS

Q uiero expresar mi profundo agradecimiento a la alcalde-


sa de Aguascalientes, licenciada María Teresa Jiménez
Esquivel, por el interés que mostró en la publicación de
este libro. Su generosidad para difundir la historia de las institucio-
nes de Aguascalientes permite que el fruto de cuatro años de inves-
tigación llegue a los lectores interesados por nuestro pasado.
Especial mención y gratitud al licenciado Jesús Figueroa
Ortega, Fiscal General del Estado de Aguascalientes, quien en
todo momento me apoyó para seguir adelante con el proyecto
que hoy se presenta, su interés por el fomento a la cultura jurídi-
ca, al derecho penal y al conocimiento, ha permitido reconstruir
una sociedad que nos antecedió, reproduciendo los testimonios
de su evolución.
Esta obra es producto de una prolongada estancia en los
archivos que aún se conservan en el fondo judicial penal y civil
resguardado en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes.
El libro resucita documentos para recrear el ambiente co-
lonial de la villa y la vida rural de la Alcaldía Mayor, las necesida-
des, aspiraciones, ideales, creencias y los conflictos de la gente,
donde aparecen personajes de la vida común que no habían sido
observados por los historiadores, como es el caso de Juan, El
La justicia criminal local novohispana

Pastorcito, cuya muerte a sus nueve años consternó al pueblo de


indios de San Marcos; de Feliciana Garza octogenaria perseguida
por la Inquisición por curandera supersticiosa; de Rita Jiménez
de Sandi, La Fermiliana, que elaboraba “chinguirito” en la Villa de
Aguascalientes; o de doña María de los Dolores Escamilla, ama
de casa que era constantemente golpeada por su marido.
Extiendo el reconocimiento al esfuerzo invaluable de mis
alumnas Edith Palacios Martínez e Iseidi Romo García, que en
diferentes etapas del proyecto me auxiliaron en el levantamiento
de datos y digitalización de los expedientes que forman parte de
esta obra. Agradezco el infinito apoyo y consejos de la doctora
Jeanine Santillán González. Al doctor José Antonio Gutiérrez
Gutiérrez mi gratitud, ya que sus comentarios y observaciones
enriquecieron la obra. Especial mención hago a los licenciados
Enrique de la Torre de la Paz y Leonardo Montañez Castro por
el impulso y entusiasmo con que acogieron el proyecto y su
publicación.
Toda mi gratitud a la maestra Martha Esparza Ramírez,
por el empeño, apoyo y paciencia para que este trabajo vea la luz.
La calidad y la factura impecable con que se presenta la obra se
debe al Departamento Editorial.

8
Índice

Prólogo 11
Introducción 15

Capítulo I
El orden social novohispano
y novogalaico y su contexto
en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes 19

El orden social 19
Europeos, criollos, indígenas y mestizos 36
La condición de los esclavos dentro
de la sociedad novohispana 55
La sociedad novogalaica 67
La sociedad de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes 82

Capítulo II
La administración de justicia novohispana 103

Los tribunales novohispanos entre la justicia


ordinaria y las jurisdicciones especiales 103
Los tribunales ordinarios 106
El Consejo de Indias 106
La Real Audiencia y Chancillería
de México 112
Los tribunales especiales 127
El tribunal de la Acordada 128
El tribunal del Santo Oficio 145
La Real Audiencia de la Nueva Galicia 169
La administración de justicia en la Alcaldía
Mayor de Aguascalientes 178
Capítulo III
El derecho criminal indiano 203

El derecho indiano 203


La recepción y enseñanza del derecho
en Nueva España 204
La formación del derecho indiano 211
Los delitos y el procedimiento criminal
novohispano 229
El derecho criminal aplicable 229
Los delitos sancionados
en Nueva España 241
El procedimiento criminal 257
El procedimiento criminal en la Audiencia
de la Nueva Galicia 278
El uso de formularios o rudimentos
en la administración de justicia
criminal local 292

Capítulo IV
Causa criminal seguida contra
José Gregorio de Esparza. Estudio de caso 321

La práctica criminal en la jurisdicción


de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes 321
Causa criminal seguida en contra
de José Gregorio de Esparza 325
Reflexiones finales 420

Anexo 441

Tablas 442
Siglas 599
Fuentes de investigación 600

Fuentes de consulta 603


PRÓLOGO

Quien dice “identidad nacional”


dice “historia” y concede e impone una
“responsabilidad social” a quien elabora,
conserva y enseña la historia.
Jean Meyer

E l oficio de historiar es el de preguntarnos y encontrar res-


puestas en la memoria colectiva devolviendo a los sucesos
su valor intrínseco. En voz de don Luis González: “La mi-
crohistoria se interesa por el hombre en toda su redondez y por la
cultura en todas su facetas”. La microhistoria, decía el historiador,
retrata la matria, en contraposicion a la patria; ese mundo pequeño,
débil, femenino, sentimental de la madre; sí, la familia, el terruño, el
espacio más cercano de la gente.
En la microhistoria se reproducen y se cuentan historias
vistas desde una plaza pública, desde la torre de una iglesia, desde
una cantina; lo que se vive y se cuenta desde un espacio y tiempo
de lo cotidiano para una comunidad que termina reproduciendo
lo cercano, lo que se alimenta de testigos y escenarios cortos. Esa
La justicia criminal local novohispana

microhistoria que nos acerca a sociedades, espacios geográficos,


sucesos, instituciones y personajes de los pueblos que, en suma,
construyen la macrohistoria de la patria.
A fin de cuentas, como lo afirma Pepe Mujica, “los gran-
des cambios surgen de los pequeños pueblos”. Ése es el valor de
la obra histórica La justicia criminal local novohispana. El caso de la
Alcaldía Mayor de Aguascalientes (1575-1821), del joven historiador
Claudio Granados Macías.
Contar la historia sobre la justicia criminal novohispana
en una región de México durante la época de la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes, es remontarnos en el tiempo a una fascinante
aventura envuelta de pequeñas historias que retratan el sistema
de justicia penal durante la Colonia. Entender el sistema crimi-
nal de un pueblo y su época implica, como lo afirma el propio
autor Granados, recrear el ambiente, necesidades, aspiraciones,
ideales, creencias y conflictos de la sociedad de ese tiempo. El
lector, a través de las páginas de este libro, dará vuelta inversa
al reloj para remontarse a descubrir el orden social novohispano
en Aguascalientes, dilucidando cómo vivieron y convivieron eu-
ropeos, criollos, indígenas y mestizos, así como la organización
del sistema judicial novohispano y el derecho criminal, para ter-
minar en una historia real contada a través del expediente criminal
instaurado contra José Gregorio de Esparza, por la comisión del
delito de homicidio.
Lucien Febvre afirma:

La historia es la ciencia del hombre, ciencia del pasado hu-


mano. Y no la ciencia de las cosas o de los conceptos. Sin
hombres, ¿quién iba a difundir las ideas? Ideas que son sim-
ples elementos entre otros muchos de su bagaje mental he-
cho de influencias, recuerdos, lecturas y conversaciones que
cada uno lleva consigo. ¿Iban a difundirlas las instituciones,
separadas de aquellos que las hacen y que, aun respetándo-
las, las modifican sin cesar? No, sólo del hombre es la histo-
ria, y la historia entendida en el más amplio sentido. […] La
historia es ciencia del hombre y también de los hechos, sí.
Pero de los hechos humanos. La tarea del historiador: volver
a encontrar a los hombres que han vivido los hechos y los
que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en
cada caso.

12
Prólogo

Claudio Granados da vida en esta obra a hombres, insti-


tuciones y procedimientos que formaron el sistema de justicia
criminal en la Aguascalientes novohispana; reproduce las histo-
rias y las interpreta para adentrar al interesado en ese mundo de
criminales, verdugos, justicieros y sistemas judiciales que las so-
ciedades de toda época han encontrado como la única forma de
mantener el orden y la paz social. Al menos, ésa ha sido la justifi-
cación democrática para el Estado como medio de control social.

Pedro Antonio Enríquez Soto

13
INTRODUCCIÓN

E l presente trabajo es el resultado de un proyecto emprendi-


do hace tres lustros con motivo del auxilio que presté como
colaborador de la investigación encabezada por la doctora
Ma. Guadalupe Márquez Algara, denominada Historia de la adminis-
tración de justicia en Aguascalientes, en la que tuve la tarea de seleccionar
un conjunto de causas procesales coloniales en diversas materias para
complementar y respaldar el proyecto mencionado. Esta circunstan-
cia me introdujo en un mundo lleno de historias inexploradas que
daban cuenta de una sociedad en plena conformación, donde el
conflicto comunitario desahogado en los juicios criminales permitía
explorar las circunstancias en las que los individuos convivían, tra-
bajaban y reñían. Ello me permitió descubrir el cuadro cultural que
eventualmente llegó a ser el gestor de la sociedad contemporánea
de Aguascalientes y la región centro-occidente de México. Desde
aquel momento, me propuse estudiar con mayor detenimiento la
justicia criminal local novohispana, empresa pospuesta por diversas
circunstancias, pero que ahora por fin ve la luz en el presente texto.
Esta investigación emprendida sobre la justicia criminal
local novohispana se llevó a cabo a través del estudio de las cau-
sas penales desarrolladas en el territorio de lo que era la Alcaldía
La justicia criminal local novohispana

Mayor de Aguascalientes. Se hizo una selección de los procedi-


mientos cuyas características nos permitirían ilustrar el aspecto
judicial, su impacto social y el control comunitario. Esto fue po-
sible gracias a los expedientes, custodios de cientos de historias
que narran el quehacer de una sociedad dinámica inmersa en una
serie de problemáticas propias de la gestación de una identidad
cultural regional.
El estudio de las causas criminales locales del periodo no-
vohispano en las entidades federativas en México es una asig-
natura pendiente. Son aún escasos los trabajos de investigación
sobre los abundantes archivos judiciales desde los que podemos
reconstruir la vida común de la sociedad colonial regional. Tanto
los fondos criminales como los civiles narran una multiplicidad de
historias que nos permiten recrear el ambiente, las necesidades,
las aspiraciones, los ideales, las creencias y los conflictos de per-
sonajes singulares de la vida cotidiana, como los que se ilustran
en la presente investigación. Probablemente muchas de estas per-
sonalidades no habrían podido ser conocidas de no haber destaca-
do por su riqueza, posición y poder en la comunidad novohispana
en dicho contexto. Asimismo, durante el desarrollo de este trabajo
no sólo logramos desentrañar la vida cotidiana, sino que pudimos
comprender el complejo sistema judicial local que, en lo particu-
lar, se circunscribió al ámbito criminal del cual describimos sus
características. Con ello esperamos poder contribuir al esfuerzo
por redescubrir un cúmulo de historias aún pendientes de ser
abordadas para enriquecer la comprensión del desarrollo de las so-
ciedades que integraron la comunidad novohispana desde lo local.
Una vez expresados los motivos –tal vez cándidos– que
dan origen al presente trabajo, es menester explicar la integra-
ción de los cuatro capítulos. En el primero, abordamos la vida
social de la comunidad colonial haciendo un estudio particular
de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes, misma que pertenecía
al territorio de la Audiencia de la Nueva Galicia. Esto nos sirve,
además, como muestra de la vida de las comunidades de la región
donde la conformación de la estructura social y su desarrollo fue
un tanto singular respecto a las comunidades del centro y sur del
virreinato novohispano.
En el segundo capítulo estudiamos la evolución y el desem-
peño de las instituciones que integraron el complejo sistema de
justicia colonial, abordando cada uno de los tribunales creados

16
Introducción

para resolver las controversias de la sociedad americana, sus par-


ticularidades y las facultades de cada una de la autoridades que las
integraron. De tal suerte, determinamos la estructura particular
de la justicia criminal. En este sentido, encontramos indispensa-
ble estudiar una serie de tribunales especiales que fueron conce-
bidos con el propósito de resolver problemáticas y mantener la
paz social. Nos dimos entonces a la tarea de abordar de forma
general el funcionamiento de la justicia criminal desplegada des-
de el tribunal del Santo Oficio, considerado éste como el órga-
no garante del Estado confesional establecido por la monarquía
española. En el escenario en cuestión, el pecado se fusionaba
con el concepto de delito dado que tanto la autoridad eclesiásti-
ca como la laica podían atender faltas e infracciones que cabían
en la jurisdicción o fuero de ambas justicias, todo aterrizado en
la descripción de la actuación de estas autoridades dentro de la
jurisdicción local.
Abordamos luego el estudio del tribunal de la Acordada,
organismo concebido para controlar la inseguridad producida
por una sociedad en clara expansión, donde los caminos reales se
vieron azolados por gavillas de bandoleros que ponían en riesgo
el orden establecido. La institución sirvió –gracias a las particula-
ridades de sus atribuciones– como una especie de policía nacio-
nal con funciones de procuración y administración de justicia que
podía, con eficiencia y diligencia, efectuar detenciones y desaho-
gar juicios sumarios para mantener la seguridad virreinal del siglo
xviii. Por esta razón, acudimos al Archivo General de la Nación
y obtuvimos los cuatro expedientes que del catálogo de la Acor-
dada existen relacionados con la jurisdicción de Aguascalientes
para así poder ilustrar sus actividades. Por último, estudiamos el
funcionamiento de la Audiencia de Guadalajara como tribunal
superior del reino poniendo especial énfasis en sus atribuciones
criminales. Concluimos con la narrativa que ilustra la operación
de la justicia penal local, las autoridades que la integraron, las nor-
mas que la rigieron y el régimen de renovación de funcionarios.
En el tercer capítulo nos dimos a la tarea de ilustrar la
complejidad del derecho indiano, su formación, enseñanza y
aplicación. Se determinó la jerarquía normativa privativa en el vi-
rreinato y el alcance de las normas castellanas como derecho su-
pletorio. Se abordó el papel que desempeñaron las universidades
en la enseñanza del derecho, la penetración del derecho romano

17
La justicia criminal local novohispana

que, a través del corpus iuris civilis fusionado en Las Siete Partidas o
en La Recopilación de Castilla, determinaron el establecimiento de
un sistema jurídico romanista que hasta nuestros días subsiste a
través de las codificaciones. Analizamos el concepto de delito y
establecimos los diferentes tipos de éste aplicados en el reino, su
significado y alcance punitivo; establecimos las sanciones aplica-
das a los infractores del derecho al ejemplificar la escenificación
del suplicio como forma de control social; estudiamos el proce-
dimiento criminal con la ilustración de todas las fases del juicio
sumario, y el plenario con asuntos ventilados en la jurisdicción de
la Alcaldía Mayor de Aguascalientes. Concluimos la narrativa con
la transcripción del Formulario de Indiana, libro de rudimentos con-
servado en la sección Latin American Manuscripts del Manuscripts
Departament de la Lilly Library de la Universidad de Indiana, mis-
ma que fue realizada por Susana García León.
En el cuarto capítulo presentamos la transcripción de un ex-
pediente que cumple con todas las fases del procedimiento criminal
colonial y en el que se ilustra el papel de la autoridad judicial y de
los actores y operadores del sistema punitivo. En el estudio de caso
tuvimos la oportunidad de observar la vida cotidiana de la comuni-
dad con la escenificación de las relaciones humanas, económicas y
políticas, la forma de entender el derecho y los rituales del control
social colonial. Concluimos el capítulo con un apartado de reflexio-
nes donde se hace una narrativa de algunos de los expedientes se-
leccionados y transcritos para ilustrar la evolución de la sociedad de
Aguascalientes desde finales del siglo xvii hasta los albores del xix.
Esto permitirá al lector comprender el desarrollo del conflicto en
el contexto de una comunidad en formación que gestaba valores,
principios y dinámicas que siguen vigentes hoy en día.
Se anexa al presente texto un documento que contiene un
levantamiento efectuado en el Archivo Histórico del estado con
las causas criminales que fueron desahogadas por las autoridades
judiciales de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes en el periodo
de estudio, los diferentes delitos que se persiguieron y el número
total de los cometidos. Debido a que no hay una clasificación per-
tinente de la naturaleza de los procesos judiciales, fue necesario
extender el levantamiento a las causas civiles, ya que contienen en
su archivo una buena parte de los procesos criminales. De igual
manera, se establece en el anexo un listado de las autoridades
actuantes en el periodo de análisis.

18
CAPÍTULO I
EL ORDEN SOCIAL NOVOHISPANO
Y NOVOGALAICO Y SU CONTEXTO
EN LA ALCALDÍA MAYOR
DE AGUASCALIENTES

De una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca
que ocupa el trono de España que nacieron para callar y obedecer
y no para discutir ni opinar en los altos asuntos de gobierno.
Virrey de Croix1

El orden social

E l orden social novohispano se estableció al consolidarse


el proceso de conquista y se verificó con la instalación de
una jerarquía política bien organizada desde la penínsu-
la, donde el nuevo soberano controlaba sus dominios a través del
Consejo de Indias, órgano colegiado que actuaba como legislador,
administrador y juzgado de última instancia, siempre, teóricamente,
con la sanción del monarca. La designación de los miembros del
Consejo, así como la de todos los altos funcionarios, la hacía el rey
en persona.
En Nueva España hubo otro dispositivo central com-
puesto por el virrey –alter ego del rey– y la Real Audiencia, cuerpo
1 Maneiro, José Luis, SJ, Francisco Xavier Clavigero, SJ. Ilustre constructor de la patria
mexicana, traducción del latín, introducción y notas por J. Jesús Gómez Fregoso, SJ,
México, Universidad Iberoamericana-iteso, 2004, p. 10.
La justicia criminal local novohispana

colegiado encargado principalmente de las funciones judiciales.


Para los acuerdos de este organismo, el virrey era el presidente.
En los distritos o jurisdicciones del interior del reino había alcal-
des mayores y corregidores que actuaban como jueces y autori-
dades distritales. Bajo de éstas, en villas y ciudades de españoles
y pueblos de indios, se encontraban los cabildos. Las decisiones
de las autoridades locales podían rechazarse apelando a las dis-
tritales y las de éstas podían llevarse en apelación ante las auto-
ridades centrales novohispanas –el virrey y la Audiencia–, cuyas
decisiones eran apelables en última instancia ante el Consejo de
Indias. Con tal jerarquía y apertura de jurisdicciones, parecía ase-
gurarse la centralización y el monopolio efectivo del poder desde
la península.
Pero, aunque mucho se logró, hubo demasiadas complica-
ciones, gran parte de ellas facilitadas por la interferencia entre las
propias autoridades novohispanas, principalmente la Audiencia y
el virrey, que a menudo entraban en pugna.2
Junto con las autoridades reales mencionadas, deben con-
siderarse también las autoridades eclesiásticas: el arzobispo de
México; los obispos de Puebla, Valladolid, Oaxaca, Guadalajara,
Ciudad Real, Mérida y Durango; los prelados de las órdenes re-
ligiosas y, en menor jurisdicción, los párrocos y vicarios. Los in-
dios, vasallos miserables, eran sujetos especiales y preferidos en el
sistema protector. La relación paternalista que implicó el vasallaje
se acentuó en su caso, pues el virrey tenía entre sus principales fun-
ciones protegerlos y ampararlos. Fueron tantos los casos que se
le presentaron que en 1572 surgió el Juzgado General de Indios
como parte de la Real Audiencia de México; éste fue un tribunal
que presidía siempre el virrey para promover la equidad.3 Y, en
verdad, a juzgar por el número inmenso de casos de protección
que provienen de ese cuerpo, podemos afirmar que ningún virrey

2 Lira, Andrés y Muro, Luis, “El siglo de la integración”, en Historia general de México, Méxi-
co, El Colegio de México, 2000, p. 353.
3 Andrés Lira señala en su obra El amparo colonial y el juicio de amparo mexicano que en los fon-
dos documentales que datan del siglo xvi y hasta bien entrado el periodo nacional, dentro
de los índices del ramo de Indios, del General de Partes, del de Mercedes y Tierras, del
Clero Regular y Secular, y del Criminal en el Archivo General de la Nación y el Archivo
Judicial de Puebla, se tienen documentados 532 casos de amparo principalmente hacia los
indios, mismos que fueron promovidos cuando éstos soportaban el peso de una agresión
o el peligro de sufrir una futura. Lira, Andrés, El amparo colonial y el juicio de amparo mexicano,
México, fce, 1979, pp. 13-17.

20
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

descuidó su función de protector en el peculiar sentido de brin-


dar amparo.4
Como parte de los dispositivos centrales, distritales y loca-
les de las autoridades novohispanas hubo, por otra parte, algo que
obstaculizó su funcionamiento como verdaderos cuerpos de fun-
cionarios profesionales dedicados al orden del reino: la venta de
oficios. En los cabildos de españoles, cuerpos importantes para
el orden de las ciudades y villas de vecinos activos en la economía
novohispana, se introdujo desde 1591, debido a las penurias del
real erario, la venta de los oficios. Aunque el cabildo no pesaba
ya mucho políticamente debido al control central de la Corte que
enviaba a sus corregidores, sí tenía importancia social. Criollos y
españoles con poder local competían por los puestos; las familias
con posibilidades lograban adueñarse de ellos para perpetuar su
influencia en el comercio y otras actividades económicas de las
villas y ciudades.5
Mayores consecuencias dentro del territorio novohispano
tuvieron las adquisiciones de alcaldías mayores y corregimientos.
Los virreyes podían designar tales autoridades distritales; debían
hacerlo en atención a los méritos del designado, pero en la prác-
tica, los arreglos y componendas desvirtuaron esto. Mediante
la designación del virrey se otorgaron los repartimientos perpetuos,
es decir, oficios a favor de determinadas personas quienes dis-
frutarían de por vida de puestos, salvo remoción por actuación
notoriamente injusta. Sin embargo, para lograr el puesto y para
evitar la remoción estaba siempre la componenda.
El alcalde mayor y el corregidor eran verdaderos jueces
dentro de su distrito. Con sus facultades y poderes, imponían en
la producción y el mercado de su jurisdicción los bienes que ma-
yor provecho les traían, y controlaban la extracción e introduc-
ción de los artículos. De ahí que ciertas alcaldías mayores –por
ejemplo la de Oaxaca por la producción de grana cochinilla–
fueran muy ambicionadas. Igualmente los alcaldes organizaban
la explotación de la población indígena para su provecho y enri-
quecimiento. Es significativo que ciertas relaciones geográficas
de la época estuvieran dirigidas principalmente a informar cuáles
eran las zonas más productivas y cuáles las alcaldías mayores o

4 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 354.


5 Ibid., p. 356.

21
La justicia criminal local novohispana

corregimientos que las comprendían. Bajo los alcaldes mayores


y los corregidores –que por lo general eran españoles penin-
sulares– estaban sus “tenientes”. Los tenientazgos también se
vendían y fueron particularmente poderosos en las distintas lo-
calidades.6
Los oficios que se salvaron de la venta fueron los de más
alta jerarquía: virrey, oidores y fiscales de las audiencias. Pero,
aunque inmaculados en su origen, eran susceptibles de alterarse
por las contingencias del poderío local.
Con respecto a la estructura de la organización política del
virreinato novohispano, Mörner señala:

La sociedad hispanoamericana fue relativamente abierta du-


rante la época de la conquista, pero en el periodo de la colo-
nización se fue haciendo cada vez más cerrada y rígidamente
estratificada, hasta convertirse en lo que se llama sociedad
o régimen de castas,7 que es, no obstante, notoriamente dis-
tinto del prototipo de las Indias Orientales. En la América
española no hubo una división estricta en grupos endogámi-
cos. Existía alguna movilidad social vertical y el sistema no
gozaba de una sanción religiosa explícita.8

Así, después de la primera fase de organización y avance,


y de las formas sociales que los conquistadores lograron esta-
blecer en algunos aspectos de la vida en los años posteriores a
1580, se inició un proceso de transformación que hizo que el
siglo xvii fuera el siglo de la consolidación. El asentamiento
supuso la transformación de lo que quedó y la creación de dis-
tintas formas de vida, tanto en lo estrictamente material como
en otros aspectos. En este proceso se definió la peculiaridad
de la Nueva España, que dejó de ser un lugar colonizado y de
avanzada para los españoles, y se convirtió en un verdadero
país. En la base económica surgió la hacienda como el tipo más

6 Ibid., p. 357.
7 Casta: Calidad propia de los de una raza o clase. Grupo social que paralelamente por
razones étnicas, religiosas o de rango, forma una clase cerrada y tiende a permanecer
separado del resto. Real Academia Española, Diccionario práctico del estudiante, Colom-
bia, Santillana, 2010, p. 120.
8 Trasloheros, Jorge, “Estratificación social en el reino de la Nueva España, siglo xvii”, en
Relaciones, Vol. xiv, núm. 59, primavera 1993, p. 60.

22
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

extenso de propiedad territorial, centro productor y de vida au-


tosuficiente. Como consecuencia de los cambios de población
y de ocupación del suelo, decayeron las primeras formas de re-
laciones de trabajo.9
La Corona española y el Consejo de Indias trataron de
abarcar en leyes y ordenanzas de gobierno a todos los miembros
de la sociedad indiana. Con base en la rica experiencia del siglo
xvi y años posteriores, a lo largo del siglo xvii se lograron obras
ejemplares de doctrina y recopilación legal, como La Política India-
na (1646) de Juan Solórzano y Pereyra, y La Recopilación de Leyes de
los Reinos de Indias (1681). Éstas han sido hasta la fecha las fuentes
más socorridas de los historiadores ocupados en la vida política e
institucional de las colonias españolas en América.10
Los americanos novohispanos desarrollaron su vida social
a partir de los conceptos políticos de los siglos xvi y xvii, por
medio de los cuales se consideraba al territorio de Nueva España
como un reino dentro del orden jurisdiccional español, y en el
que el poder del monarca estaba limitado y era compartido por
el orden eclesiástico. Dicho poder político en su conjunto esta-
ba repartido en varios grupos, lo cual es indicador del grado de
autonomía jurídica y gubernativa con la que se dotó a la Nueva
España.11
Con los Borbones, la autonomía permitida por los Aus-
trias fue desapareciendo en el transcurso del siglo xviii a través
de la aplicación sistemática de la política regalista que buscaba
recuperar el poder político absoluto a favor del monarca.12 Esto
delimitó la relación entre la metrópoli y los territorios america-
nos, misma que, como señala Dorothy Tanck, se configuró de la
siguiente manera:

El concepto ilustrado, a diferencia del tradicional, según la


doctrina del regalismo, hacía hincapié en reducir los privi-
legios de la Iglesia y sujetarla a los fines del gobierno. Se

9 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 336.


10 Ibid., p. 343.
11 Tanck de Estrada, Dorothy y Marichal, Carlos, “¿Reino o colonia?, Nueva España, 1750-
1804”, en Nueva historia general de México, México, El Colegio de México, 2011, p. 312.
12 En Francia, a finales del siglo xvii, Fénelon justificó el absolutismo señalando que: “Los
reyes son cosas sagradas y en ellos radica el poder de una manera absoluta sin que los súb-
ditos puedan revelarse contra él; pero, no obstante lo anterior, el monarca debe respetar
las leyes”. Porrúa Pérez, Francisco, Teoría del Estado, 29 ed., México, Porrúa, 1997, p. 347.

23
La justicia criminal local novohispana

planteaba que el poder real era de origen divino, directo y de


carácter ilimitado. En consecuencia, se sostenía la necesidad
de centralizar y racionalizar el poder político, reduciendo la
participación política de los grupos y corporaciones como
los ayuntamientos, la Audiencia y el clero. Bajo el primer rey
de la casa de Borbón, Felipe V, la política de la Nueva Planta,
a principios del siglo xviii proponía reducir la autonomía de
los reinos dentro y fuera de la península. Al avanzar el siglo,
Nueva España era vista, desde la Corte, mucho más como
una colonia subordinada a la metrópoli que como un reino.
Su fin principal era proveer de beneficios económicos y es-
tratégicos a la Corona. Los ilustrados confiaban que la razón
humana sería capaz de lograr no solamente el mejoramiento
del mundo físico natural sino también obtener la perfección
de la sociedad. El monarca y las autoridades gubernamen-
tales promoverían los cambios económicos y sociales por
medio del despotismo ilustrado.13

Podemos decir, entonces, que hubo dos momentos de-


terminantes para el orden social colonial. El primero fue el de
los siglos xvi y xvii, cuando Nueva España fue considerada
como un reino bajo el modelo de organización medieval y el
mando de la Corona de Castilla, unificadora de la península
ibérica. En este periodo comenzó el desarrollo novohispano
bajo un régimen de autonomía legal que permitió a la socie-
dad fundirse y confundirse en un orden que dependía de tres
factores: la pertenencia a la república de indios o de españo-
les, las condiciones del nacimiento, y el desempeño en una
corporación determinada. El segundo momento se desarrolló
durante el siglo xviii con el cambio de la familia reinante que
introdujo en España el modelo francés de administración.
Los borbones desencadenaron un proceso de reformas de
Estado que concentró la soberanía del reino en la figura del
monarca, desplazando con ello a grupos y corporaciones que
habían gozado de la delegación de la función de gobierno en
los territorios americanos con la autonomía concedida por el
consentimiento real de los Austrias durante casi dos siglos. La
gobernanza estuvo inspirada en este periodo en la doctrina

13 Tanck y Marichal, “¿Reino o colonia?, Nueva España, 1750-1804”, p. 312.

24
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

tomista que se circunscribía a dos principios que a continua-


ción se transcriben:

1) La sociedad y el orden político están regidos por leyes


naturales independientes de la voluntad humana. Por virtud
de estas leyes, la sociedad ha sido naturalmente organizada
en un sistema jerárquico en el que cada persona o grupo
cumple propósitos que tratan de satisfacer los fines del or-
den natural. Esta sociedad jerarquizada contiene en su seno,
y por su propia naturaleza, desigualdades e imperfecciones
que sólo deben corregirse si ponen en peligro la justicia di-
vina. La solución de estos conflictos no se rige por leyes
generales, sino por decisiones casuísticas aplicadas a cada
caso particular.
2) Las desigualdades inherentes a esta sociedad jerarquizada
suponen que cada persona acepta la situación que le corres-
ponde en ella y cumple las obligaciones correlativas a su
rango. El juez supremo de la sociedad es el monarca quien
es depositario (no delegado) de la soberanía que reside en la
colectividad y, por tanto, la última y paternal fuente de deci-
sión de los conflictos que afloran en la sociedad.14

Con los Borbones, España inició una nueva etapa de su


destino histórico. Esta España ya no era la España plural del
tiempo de los Habsburgo; en cambio, era una nación mejor ver-
tebrada. En los siglos xvi y xvii, para referirse al monarca, se
solía hablar del rey católico ya que, en rigor, los Habsburgo nunca
fueron reyes de España sino reyes de Castilla, Aragón, Valencia,
condes de Barcelona y demás. Con el advenimiento de Felipe
V, en documentos internacionales del comienzo de su reinado
(1701), Felipe V se nombra rey de las Españas, titulación que
aparece en los tratados de Utrecht. A partir de este reinado ya se
puede hablar de España como nación coherente y homogénea
desde el punto de vista institucional y político que evoca una co-
munidad nacional.15

14 Florescano, Enrique y Menegus, Margarita, “La época de las reformas borbónicas y el


crecimiento económico (1750-1808)”, en Historia general de México, México, El Colegio de
México, 2000, p. 367.
15 Valdeón, Julio et al., Historia de España, 4ª ed., España, Espasa, 2012, p. 326.

25
La justicia criminal local novohispana

Así, de los dos periodos surgió una sociedad colonial donde


cada miembro ocupaba un lugar atendiendo a sus posibilidades
de movilidad y ascenso, mismos que dependían del tipo y ca-
lidad de vasallo que se fuera, lo cual dependía de la sanción de la
Corona. De lo anterior, los vasallos de “Su Majestad” eran ubica-
dos en la sociedad por la calidad de su sangre: los había de sangre
limpia –españoles o indios– y los de naturaleza pecaminosa que
eran “mezclas viles” formadas por negros, mestizos y mulatos.16
Eran diferentes las virtudes y los pecados de indios y es-
pañoles, señores y sirvientes. En fecha temprana, el franciscano
fray Juan Focher señalaba como obstáculos para su conversión
los cuatro pecados en que incurrían los indígenas con mayor fre-
cuencia: la idolatría, la lujuria, la embriaguez y la mentira.17 El
mundo, el demonio y la carne eran, según el catecismo de Ri-
palda, los enemigos del alma. La carne, la cárcel en la que se en-
contraba aprisionada el alma, era el más difícil de vencer porque
nadie podía desprenderse de ella, lo que daba motivo a que se
buscara frenar la concupiscencia de la carne. De ahí que, en busca
de la gloria eterna, los penitentes y místicos maltrataran su cuer-
po como remedio a las locuras de la carne. Las mortificaciones
y cilicios que lastimaban el cuerpo permitían llegar a la perfec-
ción y salvación del alma. Fue así que la sociedad colonial aceptó
maltratar el cuerpo como medio de sanación del alma; el castigo
a través del tormento para solventar el pecado; y las conductas
lesivas hacia la comunidad como los medios para mantener el
orden social.18
Los ejemplos de tormento son abundantes cuando de fre-
nar la concupiscencia de la carne se trataba. Tal fue el caso del
esclavo mulato Juan de Morga, hijo de un clérigo secular de
Oaxaca y de una esclava negra. Después de recibir una educación
superior a la de la mayoría de los esclavos, su relación con los di-
ferentes amos a los que perteneció conllevó grandes dificultades.
Llegó a encontrarse en una muy mala posición cuando se atrevió
a menospreciar a un minero mestizo de Zacatecas quien, impre-
sionado por su aspecto, comentó: “Muy guapo me parecéis”, or-
denando de inmediato su compra. A partir de ese momento lo

16 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 48.


17 Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Vivir en Nueva España. Orden y desorden en la vida cotidiana, México,
El Colegio de México, 2009, pp. 63-64.
18 Ibid., p. 96.

26
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

torturó constantemente, lo marcó a fuego dos veces en ambas


mejillas, lo mantuvo encadenado, lo azotó sin misericordia y lo
golpeó con martillos, a pesar de lo cual el apuesto mozo conser-
vaba, al parecer, una irresistible capacidad de atracción para las
mujeres. Su amo tenía fama de cruel, pero sin duda extremó su
sadismo con Morga ante su apostura, lo que constituía un reto
para él.19
Otro caso que demuestra el uso de la violencia se daba en
la educación, donde el castigo de azotes era común como correc-
ción a las faltas de comportamiento o aplicación, aunque también
se daba mayor importancia a los estímulos, como la asignación de
lugares por méritos o la aparición en el cuadro de honor.20
El individuo común, con sus necesidades fisiológicas y psi-
cológicas, se relaciona en una sociedad que él mismo contribuye
a moldear; acepta o rechaza ciertos valores que otros individuos
consagraron antes que él y se somete a prejuicios que impli-
can consideraciones de valor. Son pocas las actividades que ca-
recen totalmente de alguna connotación valorativa. Descansar y
alimentarse, reproducirse y asearse son necesidades universales,
pero no lo son las formas de satisfacerlas. No sólo en la acción,
sino en su misma persona, en su apariencia exterior y en su ma-
nera de presentarse ante los demás, el ser humano pertenece a su
época y a su cultura.21
En una sociedad formalmente estratificada en la que la
apariencia física debía determinar la posición social, cabría supo-
ner que se mirasen con especial interés los rasgos fisionómicos
que pudieran delatar el origen étnico; sin embargo, la apreciación
de los individuos por su aspecto exterior encontró una superfi-
cial atención y ambigüedad. Era común la confusión al registrar
a los fieles en las parroquias con base en el color de su piel o en
su calidad racial. Las descripciones corporales, poco frecuentes,
se apegaban a patrones físicos dependientes de las circunstancias.
Una española virtuosa o un rico propietario se miraban con más
benignidad que un hereje o un mulato asaltante. La imagen re-
sultante, aunque presuntamente basada en una realidad objetiva,
podía ser más o menos favorable. La diferencia racial existía y la
sociedad la destacaba, pero no eran decisivos los caracteres socia-
19 Ibid., p. 84.
20 Ibid., p. 132.
21 Ibid., p. 53.

27
La justicia criminal local novohispana

les, sino más bien un complejo de circunstancias familiares y per-


sonales que incluían la posición socioeconómica, la ocupación, el
prestigio profesional y el reconocimiento de la comunidad.22
A juzgar por la documentación conservada y, en vista de
la reiterada mezcla de todas las calidades, tampoco era fácil dis-
tinguir a un castizo de un español o de un mestizo y a éste de
un mulato, de un indio o de un morisco. Y, desde luego, no
aparecen en los registros parroquiales ni en los censos de po-
blación ni en los documentos judiciales, las diversas y jocosas de-
nominaciones que se encuentran en los cuadros de castas como
una fantasía genealógica que en la práctica nadie se entretenía
en reconstruir. En diversos expedientes del fondo “Inquisición”
del Archivo General de la Nación, se habla de un gachupín al
parecer amulatado, y de un joven a quien todos tenían por espa-
ñol, aunque parecía mulato, pero quien afirmaba que era indio.
Finalmente, según el confiable testimonio de sus padres, español
y mulata, resultó morisco.23
Lo que sí era relevante en el reconocimiento social era la
legitimidad, ya que la condición de ilegítimo vedaba más el acceso
al honor que la pertenencia a alguna “república”. La condición de
ser mestizo o mulato se igualaba, en mucho, a la condición de ser
ilegítimo, integrándose en ella los españoles que compartieran tal
desgracia. La condición de ser ilegítimo equivalía a una especie de
muerte civil.24
La abigarrada mezcla de individuos de diferentes orígenes
y situación propiciaba una mayor libertad de costumbres. Aun-
que se señalaba la gran diferencia entre españoles y castas, nunca
existió una verdadera sociedad de castas con la asignación de fun-
ciones específicas, barreras infranqueables, privilegios ancestrales
y responsabilidades exclusivas. El nivel de honorabilidad depen-
día más de la situación económica y del reconocimiento social
que de una estricta clasificación racial.25
Otro de los factores que predominaron en la sociedad
novohispana durante la mayor parte del periodo colonial fue el
funcionamiento de las corporaciones. Si bien éstas fueron dis-
minuidas en sus capacidades e influencia con las reformas bor-
22 Ibid., pp. 66-67.
23 Ibid., p. 67.
24 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 55.
25 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, p. 153.

28
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

bónicas, mantuvieron su importancia ya que era difícil encontrar


ocupaciones que se ejercieran individualmente. De ello derivaba
la necesidad de todo individuo de insertarse en un cuerpo de
personas que se ocupara de cuestiones similares, esto es, en una
corporación. Así, era común que los párvulos a una edad de 10
años fueran tomados como aprendices de diferentes oficios, para
lo cual sus padres realizaban un contrato, formalizado ante es-
cribano público, donde se fijaban los términos del convenio. El
promedio de aprendizaje era de cuatro años durante los cuales
el niño residía en el taller y era acogido por la familia, recibía
alimento y asistencia ante posibles enfermedades. Al finalizar esa
etapa era responsabilidad del maestro que el joven hubiera adqui-
rido la necesaria destreza en el oficio. Entonces, podía estipularse
que le proporcionara los utensilios necesarios para el ejercicio de
la profesión y un traje decoroso para ejercerla.26
Los oficios más prestigiados y lucrativos, como los de pla-
tero y tejedor de seda, se reservaban a los hijos de españoles.
Eran comúnmente solicitados los de herrero, sastre, zapatero,
arcabucero, panadero, sombrerero o tejedor de pasamanería, y
los jóvenes menos afortunados caían en obrajes textiles, donde
padecían jornadas agotadoras y remuneración insignificante. La
diferente calidad de los jóvenes contratados como aprendices
daba resultados de acuerdo con su calidad, mientras los sirvientes
eran indios, mestizos y mulatos quienes se asignaban al servicio
doméstico. Entre los aprendices hubo muchos españoles que pu-
dieron ocuparse en oficios rentables y bien considerados.27
Las corporaciones, entonces, en mayor o menor grado,
poseyeron un fuero que las distinguió de las demás. Hubo en
torno a ellas “un conjunto de normas jurídicas especiales, tanto
materiales como procesales, que regularon a personas o situacio-
nes jurídicas especiales”. Este fuero marcó las relaciones entre la
Corona y las corporaciones; sin embargo, no todas las corporacio-
nes fueron del mismo tipo ni poseyeron los mismos privilegios.
Así, encontramos las que tuvieron fuero y jurisdicción, esto es,
las que se organizaron y dirimieron sus conflictos en un tribunal
especialmente creado. Por otro lado, estuvieron las que sólo po-
seyeron fuero.28
26 Ibid., p. 134.
27 Ibid., pp. 135-136.
28 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 58.

29
La justicia criminal local novohispana

Las corporaciones se dividieron en seglares, religiosas y gre-


miales, todas las cuales poseían fuero y jurisdicción: las seglares
para las repúblicas de indios con su juzgado de indios; las gremiales
de ganaderos con su tribunal de la Mesta; la de comerciantes con el
Consulado; la de universitarios con la Universidad, y la de médicos
con el Protomedicato; las de religiosos del clero regular y clero
secular con sus tribunales eclesiásticos. Con fuero pero sin jurisdic-
ción, seculares, las de cabildo indígena y las de cabildo español; las
gremiales de artesanos; y las religiosas de cofradías.29
Hacia 1810, la población de Nueva España se integraba
por aproximadamente 6 millones de habitantes: 60% indios, 18%
españoles y criollos, 16% mestizos y 6% mulatos y negros libres.
Había, además, aproximadamente 8,000 esclavos negros, menos
de 0.2% de la población. Cada grupo étnico tenía obligaciones y
privilegios, por lo general, relacionados con aspectos fiscales.30
En el periodo de estudio existían 21 ciudades de españo-
les, 10 ciudades de indios, aproximadamente 40 villas y cerca de
4,500 pueblos de indios. Desde 1786, en virtud de la Ordenanza
de Intendentes, el territorio se dividió en 12 intendencias y tres
regiones en el noreste: Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila. En
las partes céntricas de varias ciudades, los padrones muestran
que las moradas de todas las etnias estaban entremezcladas y que
en la misma calle, al lado de un oidor o un comerciante, vivían
familias de indígenas o castas.31 Mestizos y miembros de cas-
tas poco inclinados al sacramento del matrimonio se alojaban en
cuartos situados en los patios interiores de las casas señoriales y
en las accesorias abiertas directamente sobre la calle, en las que es-
tablecían sus talleres y tiendas, que eran al mismo tiempo, su hogar
familiar. Años más tarde se generalizarían las vecindades cons-
truidas como espacios multifamiliares, pero desde muy pronto,
apenas mediado el siglo xvi, fue costumbre que los propietarios
de edificios de dos plantas ocupasen el piso alto como vivienda fa-
miliar y acondicionasen entresuelos, covachas, corrales y cocheras
como cuartos de alquiler.32
A pesar de las epidemias, durante el siglo xviii la población
del virreinato aumentó entre 1% y 2% al año, tasa de crecimiento
29 Ibid., p. 58.
30 Tanck y Marichal, “¿Reino o colonia?, Nueva España, 1750-1804”, p. 346.
31 Ibid., p. 347.
32 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, pp. 152-153.

30
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

más alta que la de los países europeos durante la misma épo-


ca. Así, desde la Intendencia de México hacia el sur, los indios
conformaban la mayoría de la población, pero en Michoacán
y Guadalajara en el centro y en las intendencias del norte, los
indígenas constituían una tercera parte, mientras que españoles,
mestizos y mulatos constituían el resto.33
En las familias urbanas y rurales, la muerte de los niños era
frecuente: uno de cada cuatro infantes fallecía antes del año de
vida, lo que hacía que el tamaño en promedio de las familias fuera
de cuatro integrantes. No era tarea fácil para las madres y sus hijos
superar los embarazos y los partos en deficientes condiciones de
higiene. Sólo los recién nacidos más resistentes o más afortuna-
dos lograban sobrevivir el primer año ante los posibles contagios
y los cuidados tradicionales con frecuencia inadecuados. Al alcan-
zar su hijo el primer año de vida, los padres podían comenzar a
confiar en su supervivencia que, al parecer, ya se había logrado o
estaba en vía de lograrse. De ahí que se celebrase el primer cum-
pleaños del hijo como un acontecimiento especial. De lo anterior
se infiere que la falta de estadísticas confiables impide indicar con
precisión cuál era la proporción de niños en la demografía virrei-
nal. Esto se corrobora con la incompleta y, en ocasiones, irregular
forma de llevar los padrones parroquiales, los que en los siglos
xvi y xvii registraban pocas veces a los párvulos porque todavía
no podían recibir los sacramentos y, por lo tanto, no tenía sentido
incluirlos en las listas de confesantes y comulgantes.34
En 1804 se introdujo la vacuna contra la viruela. El esfuer-
zo lo encabezó Francisco Javier de Balmis, con quien inició un
proceso de prevención de enfermedades. Gradualmente, gracias
a las obras públicas de entubamiento de agua, de adoquinamiento
de calles, de alumbrado con faroles, de encomienda a los serenos
uniformados, de recolección de basura y de limpieza de banque-
tas, las ciudades fueron atrayendo a la gente a pasear y a congre-
garse fuera de sus casas, aunque todavía se oía el temido grito de
¡agua va!, con el que se avisaba que iban a vaciarse las bacinicas
desde alguna ventana a la calle.35
La epidemia más mortífera en el siglo xviii fue la de ma-
tlazáhuatl –probablemente tifo– que ocurrió entre 1736 y 1737.
33 Tanck y Marichal, “¿Reino o colonia?, Nueva España, 1750-1804”, p. 348.
34 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, p. 112.
35 Ibid., pp. 349-350.

31
La justicia criminal local novohispana

De ésta resultó, sólo en la Ciudad de México, el fallecimiento de


60,000 personas y de aproximadamente 200,000 en todo el virrei-
nato. En la segunda mitad del siglo se presentó otra enfermedad
que también causó gran mortandad: la viruela. Para 1761 reapa-
reció otro brote de matlazáhuatl y viruela localizado principal-
mente en la capital del virreinato, y hacia 1779 la viruela azotó el
territorio. Los más susceptibles a esta pandemia fueron los niños,
calamidad a la que se sumó una crisis agrícola que derivó en una
hambruna que terminó por diezmar a la población. Humbolt cal-
culó que en estos años murieron unas 300,000 personas.36
Hacia finales del siglo xviii apareció la prensa en la Nueva
España, misma que se dio a la tarea de publicar las noticias de Eu-
ropa y de las ciudades coloniales (La gazeta de México, 1784-1809).
Al mismo tiempo, comenzó la publicación de La gazeta de literatura
que proporcionaba mucha información sobre gran diversidad de
temas: medicina, enfermedades, crímenes, ejecuciones, venta de
libros, artículos perdidos, sugerencias para mejorar la educación,
la llegada de barcos y las guerras europeas. Para fines del siglo, el
idioma español había reemplazado al latín en las publicaciones
académicas, científicas y religiosas. Asimismo, al ocaso del siglo
xviii creció el número de folletos y libros con noticias acerca de
los santuarios regionales de San Juan de los Lagos en la Intenden-
cia de Guadalajara; de Chalma, en la villa de Guadalupe; de Los
Remedios, cerca de Naucalpan, y de Izamal en Yucatán. Ocotlán
y San Miguel del Milagro en Tlaxcala y el Pueblito de Querétaro
fueron especialmente favorecidos con numerosas concurrencias
de peregrinos y vendedores. El virrey Revillagigedo, ante el fervor
fanático de los novohispanos, limitó el número de celebraciones
en los pueblos de indios, calificándolas de superfluas y viciosas.
En el ocaso de la Colonia, la transformación social era
evidente. Con las reformas borbónicas se estableció un cambio
en los valores y las mentalidades, y se introdujo una nueva con-
cepción de Estado, gobierno y sociedad. La reforma se operó
reorganizando la administración virreinal que fue dirigida por un
cuerpo de funcionarios profesionales bajo el poder de mando del
soberano, proceso que afectó a los funcionarios novohispanos
desde el virrey hasta los alcaldes mayores. El instrumento de este

36 Tanck de Estrada, Dorothy, “Muerte precoz. Los niños en el siglo xviii”, en Historia de la
vida cotidiana en México. El siglo xviii: entre tradición y cambio, México, El Colegio de México,
2012, p. 232.

32
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

proceso fue el sistema de intendentes. El reino fue dividido en


intendencias encabezadas por un gobernador o intendente con
facultades en materia de justicia, guerra, hacienda, economía y
obras públicas.
Lo anterior representó una nueva concepción de la relación
entre la Nueva España y la metrópoli. De ahí que el nuevo orden
emprendiera un proceso para desarticular los intereses internos y
dar pie a una política de concentración del poder bajo un concepto
de dominio pleno del soberano sobre los vasallos. Por medio de las
armas y el ejemplo, éste impuso su carácter supremo.
Para ejercer el control político de los territorios, las au-
toridades reformistas establecieron un ejército y milicias locales
permanentes, así como un numeroso cuerpo de administrado-
res gubernamentales europeos. Las medidas anteriores causaron
molestia y provocaron amotinamientos, principalmente por el
empadronamiento obligatorio de civiles y los cobros de tributos
que fueron duplicados para los mulatos. El monopolio de los es-
tancos de tabaco y el cobro de alcabalas a los mineros causaron la
desaprobación de la población americana en su conjunto.37
El 25 de junio de 1767, Carlos III ordenó la expulsión de
los jesuitas de los territorios de la monarquía española, argumen-
tando que la orden había promovido una rebelión en Madrid el
año anterior así como propagado la idea de la soberanía popu-
lar. La expulsión fue orquestada en secreto en todo el virreinato;
sin embargo, no fue posible concretar la orden en las poblacio-
nes de San Luis de la Paz, Guanajuato y San Luis Potosí, don-
de las autoridades de esas jurisdicciones seguidas por los indios
se amotinaron para impedir que sacaran a los jesuitas, a quienes
posteriormente escondieron en las minas. En respuesta al amoti-
namiento, el visitador Gálvez inició una expedición punitiva para
castigar a los rebeldes que concluyó con una represión nunca
antes vivida en Nueva España: mandó a la horca a 85 personas,
entre las que se encontraban 13 gobernadores indios, oficiales de
república, mulatos, mestizos y españoles. A otros 854 los castigó
con la pena de 200 azotes, prisión y destierro. Regó, además, las
tierras con sal; todo lo cual implicó un verdadero cambio en la
relación del monarca con sus vasallos americanos.38

37 Tanck y Marichal, “¿Reino o colonia?, Nueva España, 1750-1804”, p. 312.


38 Ibid., p. 314.

33
La justicia criminal local novohispana

El castigo como medio de contención y control social es-


tuvo presente bajo el reinado de los Borbones. La visión sobre
las obligaciones y deberes de los súbditos enmarcó la política re-
galista; de ahí que se reordenara la relación de la sociedad con la
Corona.
La corporación eclesiástica fue al final reducida en su ex-
pansión, renovación y funciones.39 El golpe final fue la expedición
de la real cédula de 26 de diciembre de 1804 sobre “enajenación de
bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras pías para
la consolidación de los vales reales”, que tenía el propósito de
minar la base económica que sustentaba a la Iglesia.
El proceso que introdujo la política ilustrada fue la susti-
tución del Estado eclesiástico por el proyecto de un Estado laico
moderno. Los introductores de estas nuevas ideas fueron los go-
bernantes y funcionarios europeos encargados de las reformas.
El marqués de Croix, quién asumió el cargo como virrey en 1766
y sus sucesores, Bucareli, Mayorga, los dos Galvéz, Núñez de
Haro y Peralta, Flores, Revillagigedo y Azanza, fueron entusiastas
de la Ilustración.
La división que establecieron las ideas ilustradas entre lo
profano y lo religioso acentuó la crítica contra el oscurantismo,
el fanatismo y la milagrería que predominaban en los medios po-
pulares, campesinos e indígenas. También el propio crecimiento
económico provocó un proceso de desintegración de la comuni-
dad indígena, como se observa en la mención del número alto de
“indios vagos y errantes” que registran muchos pueblos a fines
del siglo xviii, y en la constante salida de hombres de las áreas
indígenas hacia las zonas de mayor desarrollo económico. La fun-
dación en 1781 de la Real Academia de las Nobles Artes de San
Carlos introdujo en el virreinato un arte público estatal que al ins-
tante entró en conflicto con el arte religioso y con la concepción
tradicional de lo bello, comenzando a cambiar el rostro barroco
novohispano.40
La gran explosión que precipitó al país en la modernidad
del siglo xviii tuvo como antecedente tres procesos: un rápido
crecimiento económico que descoyuntó las estructuras sociales
forjadas a través de un siglo de lento reacomodo e hizo eviden-
39 En 1754 se prohibió a las órdenes que intervinieran en la redacción de testamentos. Flo-
rescano y Menegus, “La época de las reformas borbónicas”, p. 369.
40 Ibid., p. 429.

34
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

tes las desigualdades existentes; una inflexibilidad de la fábrica


política y social para dar cabida a nuevos grupos y absorber las
contradicciones y expectativas creadas por el proceso económico, y
una difusión acelerada de las ideas de la modernidad que le darían
fundamento a los grupos marginados para proyectar y racionali-
zar sus reivindicaciones.41
Sin embargo, a pesar de que las reformas plantearon un
nuevo estatus de las cosas, su repercusión distó de trascender
hacia un estado moderno que fuera contemporáneo a la realidad
europea ilustrada. En el caso del mundo hispánico y de su visión
de las cosas, había un vacío en el proceso de cambio que le im-
pidió dar pasos firmes para construir una sociedad competitiva,
como lo señaló Octavio Paz al afirmar que:

[…] los españoles y la historia nuestra se parecen en una


cosa, somos herederos ustedes y nosotros del sueño de la
modernización, es decir, de Carlos III, desde la época de
Carlos III, los españoles decidieron cambiar, y la historia
de España es un poco desde fines del siglo xviii, […] las
distintas y fracasadas tentativas por ingresar en el mundo
moderno, y la independencia de Hispanoamérica obedeció
en cierto modo al mismo sueño, al mismo proyecto, había
que separarse de España para acceder a la modernidad, al
mundo moderno, creo que la historia de Hispanoamérica
ha sido la historia de un inmenso fracaso […]. La historia
de México es la historia de un fracaso donde los defectos de
la Nueva España se han acumulado en la nueva estructura,
por ejemplo el centralismo, el estado patrimonial, el nepo-
tismo, el personalismo, los monopolios de toda índole, etc.,
[…] la cultura hispánica y cuando hablo, no hablo solamente
de España, hablo de nosotros, de los pueblos de la cultura
hispánica, me parece que es una civilización a la cual le falta,
es la gran carencia nuestra, la dimensión crítica, nosotros tu-
vimos un siglo xvii esplendido […], hemos tenido grandes
novelistas y grandes poetas, lo que no hemos tenido es un
buen siglo xviii, es decir, no tuvimos una buena edad crítica;
ahora bien, la crítica es muy importante porque la crítica le
enseñó, el siglo xviii, a los europeos la tolerancia, en la tradi-

41 Ibid., p. 430.

35
La justicia criminal local novohispana

ción española tenemos un Calderón, tenemos un Cervantes,


pero nos falta un Hume, un Locke, un Kant, un Diderot,
un Voltaire, es lo que no tenemos, y esto es la herencia que
nosotros tenemos que recobrar y reinventar […].42

Así, al llegar la década de 1790 se inició un retroceso en los


intereses monárquicos que terminó por derrumbar el proceso de
cambio. Los gastos militares, producto de los proyectos bélicos
contra las potencias europeas, condujeron a una crisis generaliza-
da en el reino debido principalmente a la extracción desmesurada
de la riqueza por medio de préstamos forzosos que terminaron
por desequilibrar la economía colonial. Se produjeron entonces
repercusiones que impactaron a los novohispanos hasta llevarlos
a creer necesaria la separación final de la Corona en el primer
cuarto del siglo xix.

Europeos, criollos, indígenas y mestizos

En la villa de Aguascalientes […],


el Señor Don Felipe Bartolomé Bravo de Acuña Conde
de Santa Rosa, alcalde mayor en ella y su Jurisdicción
por el Rey Nuestro Señor, Dijo […]
que todos los vecinos mulatos, negros mestizos y coyotes
comparezcan ante su señoría dentro de tercero día a presentarse
para tener verdadero conocimiento de qué sujetos son,
qué oficios tienen, de qué pasan, y de qué viven, lo cual cumplan
so la pena de seis pesos aplicados para obras públicas […].43

La segunda mitad del siglo xvi conoció la gran epidemia de ma-


tlazáhuatl que comenzó hacia 1576 y asoló a la población indí-
gena hasta 1579, año en que parece aminorar. Causó la muerte a
“dos cuentos” de habitantes, es decir, a dos millones de personas,
situación que fue remachada todavía por otras epidemias gene-
rales a fines del siglo. Antes de la epidemia, según Sherburne F.
Cook y Woodrow Borah, el número de indígenas se elevaba a una
población de alrededor de 4,500,000 de habitantes; para 1597,
quedaban 2,500,000, y para 1650, sólo 1,200,000. Tan brusca
42 Paz, Octavio, “Entrevista a fondo: Joaquín Soler Serrano entrevista a Octavio Paz”, rtve,
Madrid, 1977, www.youtube.com/watch?v=I3djcGeq3vc.
43 Exp 270.27.5/1728/fjp/ahea.

36
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

disminución fue el resultado de epidemias y desajustes sociales,


en los que el matlazáhuatl fue el golpe más duro. La posterior
recuperación demográfica de México fue lenta, ya que para 1700,
según estos mismos autores, la población indígena llegaba apenas
a los 2,000,000 de personas.44
Otro hecho significativo que no debe pasarse por alto es
la redistribución de la población indígena como consecuencia
de la nueva ocupación del suelo. La invasión de las tierras de las
comunidades indígenas con ganados y cultivos de los españoles,
obligó al desplazamiento de grandes contingentes de población a
lugares lejanos propicios para la vida. De ello surgió el traslado de
grandes núcleos de población a las tierras del Bajío y el norte del
país, circunstancia que coincidió con la disminución de la pobla-
ción de zonas como Xilotepec, Michoacán y Tula, repercutiendo
ello en el incremento poblacional de los asentamientos situados
entre Querétaro y Guanajuato. Al norte, en los reales mineros,
se observaron rápidos aumentos de pobladores indígenas, lo
que seguramente rectificará las posturas tradicionales que sos-
tienen que la disminución de la población indígena en zonas
densamente pobladas en el centro de la Nueva España fue el
resultado de la destrucción ocasionada por la colonización es-
pañola, las epidemias y la explotación; lo que, si bien es cierto,
no lo es del todo.45
En el conjunto dramático de ajustes sociales que significó
el choque cultural y las consecuencias que ello implicó, como el
desplazamiento y reordenamiento poblacional, la sociedad no-
vohispana se reorganizó en la estructura de ciudades, alcaldías,
villas y comunidades donde los diferentes grupos se cohesiona-
ron manteniendo un orden interno diferenciado por las repú-
blicas de españoles e indios así como por las poblaciones de los
mezclados. Las comunidades se fueron entrelazando y se fueron
distinguiendo finalmente por su posición económica, como lo ha
desentrañado Pilar Gonzalbo Aizpuru, en su trabajo académico
Vivir en Nueva España. Orden y desorden en la vida cotidiana.
La sociedad novohispana conocía, en primer lugar, una
gran división entre la “república de indios” y la “república de
españoles”, como dos componentes centrales de la organización

44 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 317.


45 Id.

37
La justicia criminal local novohispana

sociopolítica primigenia. En segundo término, valoraba las con-


diciones del nacimiento; esto es, si la persona era producto del
pecado como hijo ilegítimo, o de la virtud, como descendien-
te de legítimo matrimonio. Y, en tercer término, reconocía su
condición de sujeto socialmente productivo asignado a una cor-
poración determinada o a varias al mismo tiempo. Así, sangre,
legitimidad de nacimiento y corporación socialmente asignada
eran los elementos a partir de los cuales se consideraba el “honor
y privilegio” de un vasallo.46
La población española se integró con los primeros ex-
pedicionarios que, de la mano de Hernán Cortés, formalmente
consolidaron el proceso de conquista del territorio que se deno-
minaría Nueva España. Los conquistadores, considerados no sola-
mente como protagonistas de la contienda militar sino también
como promotores de la obra colonizadora, fueron seguidos por
los verdaderos organizadores de la economía y la sociedad, los
“pobladores” que llegaron tras la conquista, donde aventureros,
comerciantes y trabajadores destacaron como personajes entre-
gados a una actividad intensa.47
La población blanca novohispana aumentó con la mi-
gración desde el inicio de la vida colonial. Para 1570 había po-
siblemente 63,000 habitantes reconocidos legalmente como
“españoles”. En 1650, el número se había doblado, y hacia 1750
se aproximaba a los 600,000. Este aumento constante se debió,
además de la inmigración, a una mejor resistencia a las enfer-
medades que se cebaron con mayor fuerza sobre la población
indígena, a un régimen de trabajo menos duro que el que pesaba
sobre los naturales, y a la mejor alimentación y distribución sobre
el territorio. Debe advertirse que esta población “blanca” no era
en su totalidad de origen europeo, ya que los hijos de españoles e
indígenas nacidos de unión legítima se consideraban “españoles”,
lo mismo que los mestizos con siete octavos de español.48
En las listas de vecinos, o sea, de jefes de familias “es-
pañolas” de ciudades y villas, se incluían a muchos mestizos
nacidos de matrimonio legítimo. Además, este grupo de “es-

46 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 48.


47 Otte, Enrique, “Los pobladores europeos y los problemas del nuevo mundo”, en revista
Estudios de Historia Novohispana, número 8, 1995, Instituto de Investigaciones Históricas,
unam, México, p. 82.
48 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 318.

38
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

pañoles” se vio engrosado por mestizos que lograban ser con-


siderados como tales, pues perseguían el estado favorable del
que gozaban los criollos en comparación con los indios, y, sobre
todo, con los mestizos y otras castas a las que se tenía aversión
dentro de la sociedad novohispana.49
La distribución de la población blanca varió mucho a lo lar-
go del siglo xvii. Así, pueden distinguirse lugares de concentración
y crecimiento como las ciudades de México, Puebla, Guadalajara y
Oaxaca. Los reales mineros como Guanajuato y Zacatecas aumen-
taron su población a lo largo del siglo. En el Bajío surgieron villas
y ciudades de agricultores, ganaderos y comerciantes sobre ranche-
rías que ya eran centros importantes de población.50
Fueron los españoles quienes tuvieron una participación
activa en el proceso de explotación e intercambio de los pro-
ductos generados en el país, su condición de conquistadores les
dio un estatus privilegiado durante toda la Colonia. La abundan-
cia de metales preciosos y frutos agrícolas eran la práctica general
del comercio, el cual suprimió las viejas normas de conducta eu-
ropeas, pues mientras que en el viejo continente un hombre de
honra no podía tratar ni contratar, en América un hombre que
no comerciaba no tenía honra. A su vez, la riqueza novohispana
traía consigo un alto grado de prosperidad basado no sólo en la
explotación de los recursos naturales, sino también en el aprove-
chamiento del trabajo realizado por los indígenas y negros.51
La condición de ser español podía colocar al sujeto entre
las altas jerarquías sociales. Español legalmente reconocido era,
desde luego, el procedente de la península, pero también los crio-
llos y aquellos de color “quebrado” que accedieran a este estatus
por cualquier medio a su alcance.52
Las Leyes de Indias no hacían diferencia entre españoles eu-
ropeos y americanos. De hecho, los definía como españoles ameri-
canos, es decir, criollos y españoles. Ambos fueron los grupos más
favorecidos y a quienes les fue dado escalar tan alto como les fuera
posible. Por lo mismo, y ante la falta de sanciones jurídicas que
distribuyeran entre ambos el honor, la lucha por éste fue abierta.
Así, el peninsular se esforzó en tachar de inferior al criollo por su
49 Id.
50 Ibid., p. 319.
51 Otte, “Los pobladores europeos”, p. 82.
52 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 51.

39
La justicia criminal local novohispana

condición de natural de las Indias, lo que equivalía a considerarlo


un ser en degradación permanente e incapacitado.53
El lugar preponderante y de honor era buscado por es-
pañoles peninsulares e indianos a través de la adquisición de
títulos nobiliarios, mayorazgos e hidalguías. Los títulos fueron
difíciles de conseguir y muy costosos, así que las solicitudes para
constituir un mayorazgo fueron más socorridas. Sin embargo, an-
tes de otorgarse alguno, la Corona ordenaba una investigación.
En ésta, la audiencia del distrito recibía información de los hijos,
los bienes y las haciendas que se poseían, su calidad y valor, y si es
que de la fundación resultaba algún inconveniente; entonces, se
integraba el expediente que se mandaba al Consejo de Indias para
que proveyera lo que considerara pertinente.54 De no lograr un
título nobiliario o mayorazgo, aún quedaba el acceso a la condición
de “hijodalgo” o infanzones del reino. Si esto tampoco era posible,
entonces quedaba acceder a la calidad de clérigo o letrado. De esta
manera se estableció el orden espacial de la sociedad virreinal que
inició con la conformación de un sistema de segregación de las
comunidades de naturales y de todo un sistema de control social.
En los años inmediatamente posteriores a la conquista
americana no había duda en cuanto a quiénes eran los enemi-
gos potenciales de los conquistadores y hasta qué punto estaba
justificado el miedo de los vecinos en las ciudades. Vivían los
europeos en estado de alerta porque todavía en algunas regiones
–como todo el septentrión– quedaban grupos indígenas que re-
sistían ferozmente el dominio español. Pero la situación cambió
sustancialmente un siglo y medio después, cuando indios y espa-
ñoles convivían en el mismo espacio, y la diversidad de grupos
mestizos hacía inútil cualquier intento de distinción, ya que ter-
minaron emparentados unos con otros o mantenían relaciones
de trabajo, compadrazgo y amistad.55
No faltaron motivos de inquietud ante la proliferación de
mestizos convertidos en vagabundos sin familia ni hogar.56 Las
53 Id.
54 Ibid., p. 52.
55 Gonzalbo Aizpuru, Pilar, “El nacimiento del miedo, 1692. Indios y españoles en la Ciu-
dad de México”, en Revista de Indias, Vol. LXVIII, número 244, 2008, p. 10.
56 En relación con el control social de la sociedad novohispana, dentro del expediente
270.27.5 del Fondo Judicial Penal del Archivo Histórico de Aguascalientes, se da cuenta
de las instrucciones emitidas por el virrey a los alcaldes mayores en 1728 para que convo-
casen a los pobladores negros, mulatos, coyotes y mestizos dentro de sus jurisdicciones

40
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

altas jerarquías de la iglesia mexicana hablaron insistentemente


del peligro para las almas y para todo el orden social ocasionado
por la libertad de costumbres y, en particular, por el desamparo
en que vivían algunas doncellas sin familia que andaban “sueltas”.
La solución de recogerlas en un colegio sirvió, al menos en parte,
para proteger el honor de un pequeño grupo de españoles de re-
conocido prestigio y limpio linaje. También la creciente presencia
de negros y mulatos en las ciudades, villas y campo, fueran libres
o esclavos, y el que no pocas veces incurrieran en actos de vio-
lencia por iniciativa propia o en cumplimiento de órdenes de sus
amos, fue motivo de inquietud en distintos momentos.57
Lo que preocupaba a las autoridades era la “insolencia y des-
vergüenza” de muchos esclavos “que cada día se matan unos a otros
temerariamente” y “tan insolentes que no espera enmienda alguna
dellos”. En 1622, el virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel,
Marqués de Gelves, advirtió que los desórdenes provocados por
estos grupos, aficionados a los naipes, dados y otros juegos en
las plazas, no podrían corregirse a menos que sus amos, “perso-
nas privilegiadas y de oficios preeminentes” dejasen de ampa-
rarlos y protegerlos.58
En una tierra poblada por millones de indios recientemen-
te sometidos al dominio español, no es extraño que el puñado
de españoles buscase amparo en la vecindad de los paisanos y en
residencias cercanas entre sí, apenas precariamente fortificadas
como defensa frente a posibles amenazas. Nunca fue muy firme
la fortificación de los primeros tiempos, así que las construccio-
nes deleznables fueron sustituidas pocas décadas más tarde por
edificios más duraderos, cuya solidez estribaba en la calidad de los
materiales, predominantemente de ladrillo en las partes interiores,
pero con jambas y dinteles de piedra en las fachadas y portones.59
Cuando se diseñó la distribución de calles y espacios pri-
vados y públicos en las villas y ciudades, se puso en práctica el
proyecto de separar las viviendas de los indios de las de los espa-

y levantasen un censo de las actividades que realizaban, su lugar de residencia y origen,


prohibiéndoles vagar y hospedar en sus viviendas a otros individuos de su misma condi-
ción; prohibición que se extendió a mercaderes dentro de la jurisdicción.
57 Gonzalbo Aizpuru, “El nacimiento del miedo, 1692”, p. 11.
58 Ibid., p. 12. Nota: La autora citada señala que el conde de Galve era el virrey en 1622,
seguramente fue una errata involuntaria.
59 Id.

41
La justicia criminal local novohispana

ñoles. Se planeó crear una división entre la traza española –con


calles alineadas que ocupaban el centro– y los desordenados ba-
rrios de los indios levantados sin un criterio urbanístico definido
según los criterios del mundo occidental europeo. A éstos no se
les prestó atención en parte por descuido y en parte por respetar
un orden propio más antiguo, dejando que alternaran huertas y
viviendas según la conveniencia de sus habitantes.60
De esta manera se desarrolló la “república de españoles” que
se desparramó por todo el territorio novohispano. Ciudades y villas
eran las poblaciones con prestigio y título reconocido y sus habitan-
tes eran reputados como “vecinos” o cabezas de familia “española”;
es decir, sujetos o vasallos que no tenían, como los indios, obliga-
ción de tributar. Podían aspirar a los cargos de los cabildos todos
los hombres de orden que no fueran indios, mestizos, negros o
castas, aunque ya se ha visto, cuando hablamos de la población,
que se consideraban legalmente como “españoles” no sólo a los
criollos sino a los mestizos nacidos de la unión legítima y a los que
tuvieran una débil proporción de sangre india; y que muchos de
“color quebrado” conseguían verse inscritos como “españoles” por
diversas mañas y, desde luego, cuando habían adquirido prestigio
por sus bienes u otras razones.61

Por el orden y sistema de vida, las ciudades y villas con sus


cabildos fueron un refugio de los criollos como vía de pres-
tigio más que de poder político dada la importancia que en
la sociedad novohispana significaban el honor y fama. El
lugar de prestigio podía adquirirse también mediante la po-
sesión y ejercicio de profesiones honrosas, como la clerecía
y los grados académicos. Los cargos de verdadera impor-
tancia política como oidor, abogado de la Real Audiencia y
otros se reservaban, por lo general, a peninsulares y siempre,
en el caso del virrey.62

En el siglo xvii, la nobleza española europea cobró poder


frente a la monarquía apurada y decadente. Los años críticos del
poder de la Corona vieron crecerse a los “grandes de España”

60 Id.
61 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 348.
62 Id.

42
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

y a las banderías que formaban nobles intrigantes y revoltosos


que peleaban el favor del rey. En Nueva España, nobleza y poder
político no se emparejaron. El título confería honor, costaba dinero
su adquisición y posteriormente había que pagar anualmente el
derecho de “lanzas”, que era la sustitución monetaria del anti-
guo deber de los nobles de acudir al rey con hombres armados
para guardar la seguridad del reino. La nobleza novohispana fue
débil como tal, pero orgullosa.63
El orgullo, a diferencia de la nobleza de Castilla, era pa-
trimonio común. Para muchos, cuya pobreza les hacía que se
privaran de títulos comprados en la Corte española, quedaba el
recurso de afirmarse como hidalgos y miembros de la nobleza
americana que había ganado esta tierra para los reyes de España,
una nobleza tan cierta y más meritoria que la de Castilla. Tomás
Gage relata al respecto:

[…] que por ese punto de vanagloria se encuentra a cada paso


en toda la América gentes que se dan por hidalgos españoles,
pretendiendo en el día que vienen por línea recta de alguno de
los conquistadores, aunque sean más pobres que Job. ‘¿Dón-
de está la hacienda de vuesa merced?’; preguntaron a uno de
esos caballeros andantes que infectan el país. ‘La fortuna se
la ha llevado; pero toda la adversidad del mundo no podrá lle-
varse una brizna de mi honra ni de mi nobleza’.64

Todo “título de Castilla” traía aparejado uno o más ma-


yorazgos, pero había familias sin título aunque con mayorazgos
que constituían una nobleza menor. Esa institución, trasplantada
de España, significaba “vincular” cierta cantidad de pertenencias
inmuebles a una línea patrimonial; con ello se aseguraba la con-
tinuidad de los bienes en una familia, pues aquello que estaba
vinculado pasaba íntegro en herencia al primogénito. Los bienes
del mayorazgo no se podían dividir, enajenar, ni hipotecar, sal-
vo en especialísimos casos y con consentimiento expreso de la
Audiencia. La fundación de un mayorazgo requería licencia real,
prueba de limpieza de sangre y pago de impuestos especiales. El
poseedor del mayorazgo recibía, a cambio, un reconocimiento

63 Ibid., p. 349.
64 Id.

43
La justicia criminal local novohispana

real de su condición, lo que constituía también una importante


fuente de prestigio. De paso, el mayorazgo contribuyó a la forma-
ción de grandes dominios urbanos y rurales, puesto que al vínculo
se podía siempre sumar, pero nunca restar. Por otra parte, contaba
ésta siempre con la oposición desde luego de un enjambre de “se-
gundones” orgullosos, hijosdalgo e infanzones a menudo pobres
de solemnidad, que andaban siempre a la caza de empleos y de
cargos eclesiásticos.65
En Nueva España un buen número de europeos y de crio-
llos que habían adquirido extensas áreas de tierra procuraron vin-
cularlas para siempre a su linaje. Por este medio creían asegurar
su perpetuidad, rango y preeminencia gracias a su agudo sentido
de los lazos de la sangre y la descendencia. Esto fue resultado,
primero, del desquite de los encomenderos que no tenían asegu-
rada la perpetuidad y perdían los servicios personales controla-
dos por jueces repartidores; y, segundo, de la ambición de otros
muchos pobladores que acudieron a la vieja institución castellana
del mayorazgo como solución para vincular sus propiedades y
así, con el apoyo real, formar una nobleza americana conformada
con las familias honradas y ricas que serían “los huesos y nervios
de la república”.66
En cuanto a los indios, la separación de repúblicas se con-
solidó con la erección de parroquias independientes para los na-
turales67 en las que, efectivamente, se registró la mayor parte de
los matrimonios, bautizos y defunciones de los indios vecinos
de la ciudad, pero no todos, porque incluso el más cuidadoso
control de algunos párrocos era ineficaz cuando sus feligreses
residían lejos de la parroquia que les correspondía. Aunque pudo
haber algún temor a posibles levantamientos, no se manifestó tal
cosa en las disposiciones relativas a la separación de las viviendas,
sino que las reales cédulas mencionaban las ventajas para la evan-
gelización: “Para que los indios aprovechen más en cristiandad y
policía se debe ordenar que vivan juntos y concertadamente, pues
de esta forma los conocerán sus prelados y entenderán mejor a

65 Ibid., p. 350.
66 Chevalier, François, La formación de los latifundios en México. Haciendas y sociedad en los siglos
xvi, xvii y xviii, México, fce, 2013, pp. 45-46.
67 Cabe mencionar que así se implementó en las regiones mesoamericanas donde la pobla-
ción indígena era de mayor densidad; sin embargo, en las regiones septentrionales no-
siempre fue así, como es el caso de la jurisdicción de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes.

44
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

su bien y doctrina”. Preocupaba a las autoridades la presencia


entre los naturales de españoles y mestizos como especialmente
inclinados a enseñar malos hábitos a los indios o abusar de ellos.68
Así, ese proceso de segregación se fue desarrollando a la par
de la elaboración de un pensamiento y visión basada en la condi-
ción de ser indio, naturaleza que se definía en última instancia bajo la
mirada teológica del tiempo. Por ser especialmente amado por Dios,
el miserable tenía derecho a ser protegido y defendido por los repre-
sentantes de Dios en la Tierra; éstos eran la Iglesia y, por delegación
pontificia en Indias, la Corona castellana.69
Ser indio era ser vasallo libre, miserable y, en cuanto tal,
sujeto de ser protegido por el Estado español en Indias y sus
poderes civil y eclesiástico. Esta condición, ambivalente, la dibuja
Juan de Solórzano al tratar el honor de los indios cuando señala:

[…] por bárbaros que sean, e inútiles que hayan sido, pudie-
ron y pueden tener a su modo verdadera nobleza, verdadero
y propio derecho de su fama y hacienda, como lo enseña
Santo Tomás, y por el consiguiente no pueden recibir inju-
ria, ni afrenta de los españoles, sin que por ello merezcan
pena, y están obligados a satisfacerla, si bien no con tanto
rigor como se practica entre los españoles, por ser los indios
de más baja y humilde condición.70

El indio era libre, miserable y protegido y, por lo mismo,


indefenso ante gente mala como los demás habitantes de la Nue-
va España, fueran españoles, negros, mestizos, mulatos o quien
fuera. Debía, por tanto, ser congregado para poder ser defendi-
do y, junto con el resto de su congregación, ser separado de los
demás hombres. Perdía así toda movilidad territorial y contacto
permanente con los no indios, a excepción de sacerdotes y reli-
giosos, sin que ello les impidiese bajar a los poblados de “españo-
les” a vender sus productos.71 Se trató de incorporar a los indios a

68 Gonzalbo Aizpuru, “El nacimiento del miedo, 1692”, p. 13.


69 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 49.
70 Solórzano y Pereyra, Juan, Política indiana, tomo segundo, corregida, e ilustrada con notas
por el Lic. D. Francisco Ramiro de Valenzuela, Madrid, Imprenta Real de la Gazeta, 1776.
En Colección Digital uanl, http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080044869_C/1080044869_
T1/1080044869_30.pdf, p. 209.
71 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 50.

45
La justicia criminal local novohispana

la más pura cristiandad según la entendían entonces los españoles


conmovidos por las guerras que se desarrollaban dentro y fuera
de Europa contra herejes e infieles. Con ese objeto se procuró
que los indios quedaran aparte de los propios españoles que pasa-
ban a América, pues estos hombres de presa y de empresa “más
querían servirse de ellos, que no doctrinarlos en la doctrina de
Cristo y ver por su salvación”.72
Los evangelistas trataron de fundar una sociedad indíge-
na basada en la utopía de crear una comunidad cimentada en el
cristianismo original, donde la doctrina se transmitió en la lengua
de los naturales, evitando con ello su hispanización para man-
tenerlos alejados del trato con el europeo, muchas veces rapaz,
ambicioso, inclinado a la carne, que sólo podía dar a los indios
malos ejemplos y peores consejos.73
Con la creación de los cabildos de los pueblos de indios
siguiendo el modelo del gobierno municipal español, se intentó
respetar los lugares y preeminencias de los señores tradicionales,
procurando que del grupo de caciques y principales de su orga-
nización prehispánica se eligiera anualmente a gobernadores, al-
caldes, regidores, alguaciles y demás dignidades de las repúblicas
o pueblos. El fin era transformar, sin destruir, el orden existente,
pues la “maña y razón” que tenían los indios para vivir en con-
cierto aseguraba la dominación pacífica. Sin embargo, la realidad
fue contraria al propósito piadoso de la dominación; hubo orden,
pero no paz.74
El proceso destructivo de los pueblos de indios lo vio cla-
ramente y lo señaló con energía, el oidor Alonso de Zorita hacia
1570. Al hacerlo, sugería que se volviera al pasado inmediato,
pero éste era un remedio impracticable. La realidad había cam-
biado. Después de 1580, el daño estaba hecho, la destrucción era
irreversible. En los pueblos de indios desapareció la complicada
jerarquía de principales mayores, menores, medios, entre otros
rangos, para dar paso a la simple división de macehuales o gen-
te del común y autoridades de república, como nos lo indican
muchas demandas y mandamientos de protección en favor de
algunos caciques y principales que habían sido mandados a prestar
servicios o conminados al pago del tributo, como lo hacían los
72 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 344.
73 Ricard, Robert, La conquista espiritual de México, 2ª ed., México, fce, 2013, p. 126.
74 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 344.

46
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

macehuales. Mandamientos de amparo y protección en las pree-


minencias y exenciones para los caciques y principales muestran
la pérdida de poder y prestigio de éstos en los pueblos. Fueron es-
tos mandamientos intentos aislados de contrarrestar la creciente
proletarización de la población indígena al desaparecer las líneas
hereditarias o linajes dentro de los pueblos que iban siendo presa
de la artimaña política. Éste fue el proceso que se arraigaría en el
siglo xvii.75
A la organización política de los pueblos de indios corres-
pondió una organización económica: la comunidad –como se
expresa claramente en los documentos de la época–, pues para re-
ferirse a la organización política se habla del pueblo o república.
Hubo cajas de comunidad donde se guardaba el dinero del común
debidamente aseguradas. Se trataba de poner a salvo el dinero de la
comunidad, evitando que las autoridades de la república lo malgas-
taran “en fiestas y borracheras”, o que lo utilizaran en su provecho
las autoridades distritales o los religiosos o eclesiásticos.76
El patrimonio principal de los grupos de naturales eran sus
tierras de comunidad. Su posesión para el común aprovechamien-
to –aunque siempre alterada por extraños (ganaderos, españoles,
mulatos, mestizos, religiosos y por otros pueblos de indios, en los
frecuentes pleitos de límites)– sirvió como base material, y el ape-
go y la defensa ante la intromisión de los extraños favorecieron la
cohesión social de los pueblos.77
Pese a todo, desde las primeras décadas hubo indios que
residieron permanentemente en las casas de los españoles a quie-
nes servían o con quienes trabajaban en sus talleres artesanales.
Y también hubo españoles que burlaron las prohibiciones y com-
praron casas y terrenos en los barrios de los indios. Al menos
en la segunda mitad del siglo xvi quedó constancia de buen nú-
mero de operaciones de compraventa de casas y terrenos en las
ciudades y villas novohispanas, en las que los indios vendedores
se veían presionados por españoles compradores que pretendían
instalar sus negocios o sus viviendas en lugares privilegiados por
la cercanía de los tianguis o por la facilidad para interceptar los
productos de los campos cercanos que abastecían la ciudad. Una
real cédula autorizaba la venta de las propiedades de los indios
75 Id.
76 Ibid., p. 345.
77 Id.

47
La justicia criminal local novohispana

siempre que ellos asegurasen que así les convenía y que lo hacían
con pleno conocimiento, lo que, desde luego, no fue suficiente
para evitar abusos.78 Por último, la condición de ilegitimidad
de los indios no repercutió como en el caso de los españoles o
mestizos, ya que los llamados bastardos se integraban a la comu-
nidad de la madre, siendo considerados como cualquier otro
miembro del grupo.
Los mestizos, en cuanto a su condición y calidad de “mez-
clados”, transitaban y vivían dentro de un vacío legal ya que las
Leyes de Indias se confeccionaron pensando en dos categorías de
población: la de los “indios” y la de los “españoles”. Esto se re-
coge en la recopilación de un título dentro del libro séptimo que
trata el asunto que representan las sangres viles, negros, mulatos y
mestizos, donde no se minimiza su significado social, sino que, al
contrario, se señala con claridad que ellos eran los hombres “sin
república”, es decir, fuera de todo orden social deseable.79
El crecimiento de la población mestiza fue algo que se ad-
virtió desde mediados del siglo xvi. El virrey don Luis de Velasco
padre, preocupado por el hecho, escribió en 1554 a Felipe II:

Los mestizos van en grande aumento, y todos salen tan mal in-
clinados y tan osados para las maldades, que a éstos y a los ne-
gros se les ha de temer. Son tantos que no basta corrección ni
castigo ni hacerse con ellos ordinariamente castigo. Los mesti-
zos andan entre los indios, y como tienen la mitad de su parte,
acógenlos y encúbrenlos y dánles de comer; los indios reciben
de ellos muchos malos tratamientos y ruines ejemplos.80

Esta visión negativa de la población no indígena ni blan-


ca sería confirmada más tarde por otras autoridades y por otros
virreyes. Don Martín Enríquez creía que los mestizos, “mulatos,
negros libres y demás gente menuda” eran el peor peligro para la
conservación de la paz y el orden en Nueva España.81
La diversidad de uniones que dieron origen a la población
mestiza desarrolló una prolija denominación de calidades. Hijos
de españoles e indígenas y castas –como se les empezó a llamar
78 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, p. 13.
79 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 53.
80 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 320.
81 Id.

48
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

a los afromestizos desde el siglo xvii (la denominación parece


ser más común en los documentos del xviii)– se mezclaron y
multiplicaron a tal grado que las denominaciones ensayadas en
la época, por más cuidadosas y eruditas que hubieran sido, no al-
canzaron a dar cuenta de la complejidad de la población. Sobre la
inexactitud de los términos hay que tomar en cuenta la tendencia
a ocultar orígenes de sangre mezclada por considerarse infaman-
te. Tratar de eludir el pago de tributos, al que también se sujeta-
ba legalmente a las castas, adquirir honor o evitar deshonra eran
motivos que llevaban al ocultamiento. Los intentos para salvar las
líneas de color han dejado huella en los documentos oficiales, lo
que han aprovechado los especialistas para trazar cuadros parcia-
les de la población mestiza.82
Así, por ejemplo, en la Universidad en el siglo xviii, la
limpieza de sangre se volvía parte fundamental al momento de
la obtención de grados. Con el estudio de un expediente del año
1762, Margarita Menegus ilustra que se atendía una denuncia
contra Manuel María de Arellano acusado de ser hijo de una mu-
lata. Él estructuró su defensa alegando dentro del procedimien-
to que “desde el derecho romano la mujer gozaba de la nobleza
del marido por participación”, donde cuarterones83 y espurios84
no eran considerados como restringidos.85
En este mismo sentido, el obispo de Michoacán, el mer-
cedario fray Francisco Alonso Enríquez de Toledo, proyectó la
fundación del Colegio de Comendadores Juristas de San Ramón
Nonato, al que el 5 de diciembre de 1628 consignó la cantidad de
21,000 pesos para su erección en la capital del virreinato, dejando
en las constituciones que se integraban con treinta y cuatro esta-
tutos, uno en el que establecía que “debían mantenerse de gracia
en el colegio ocho alumnos, cinco del obispado de Michoacán y

82 Ibid., p. 321.
83 Cuarterón: en la América colonial, nacido de mestizo y española, o de español y mestiza.
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua, http://www.rae.es/rae.html.
84 Espurio: el hijo nacido fuera de matrimonio de padres que no podían casarse cuando le
tuvieron. Escriche, Joaquín, Diccionario razonado de legislación civil, penal, comercial y forense, ed.
facsimilar de la de 1837, con citas de Derecho, notas y adiciones por el licenciado Juan
Rodríguez de San Miguel, publicado en México en 1837 en la imprenta de Galván a cargo
de Mariano Arévalo, México, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, 1998, p. 242.
85 Sanchiz Ruiz, Javier, “La limpieza de sangre en Nueva España, entre la rutina y la for-
malidad”, en El peso de la sangre, Nicolas Böttcher y otros, México, El Colegio de México,
2011, p. 121.

49
La justicia criminal local novohispana

tres del de Cuba; hijos legítimos y de limpia sangre, calificada por


los prelados de sus respectivas diócesis”.86
Es muy difícil precisar la distribución de la población
mestiza en el territorio novohispano ya que al mestizo lo encon-
tramos siempre en los caminos, en las grandes ciudades, en los
reales mineros, en las villas y los pueblos de indios, pese a las repe-
tidas prohibiciones que se dieron a lo largo de toda la Colonia para
impedir que entraran a inquietarlos con abusos y malos ejem-
plos. Llegamos a encontrarlos en despoblados, vagando, aun en
compañía de indios bárbaros, con los que llegaban a ponerse de
acuerdo para asaltar poblados y caravanas.87
Sobre los negros, fueran libres o esclavos, el estigma social
y su consideración jurídica iban de la mano. La inmoralidad de
la población negra a los ojos de los españoles puritanos, tanto
eclesiásticos como laicos, constituía una grave amenaza para el
virreinato. Los negros no sólo eran considerados sexualmente
depravados y revoltosos y desafiantes por naturaleza, sino que
también se les atribuía un temperamento cruel y malvado.88
A falta de cualquier consideración de dignidad, se les im-
ponían las cargas que a cualquier vasallo dedicado al trabajo –li-
bre o esclavo– válidas para indios, mulatos, mestizos, etcétera,
fundamentalmente, el pago del tributo. En el caso de los mulatos
libres y mestizos, la situación era muy distinta en principio. De
suyo no existía un estigma particular que les cerrara el camino
al honor, tal y como se hizo patente en el caso de los mestizos-
españoles. Juan de Solórzano explica las razones de su situación
en Nueva España, manifestando:

Y si estos hombres hubiesen nacido de legítimo matrimonio,


y no se hallasen en ellos otro vicio, o defecto que lo impidiese,
tenerse, y contarse podrán y deberían por ciudadanos de di-
chas provincias, y ser admitidos a las honras y oficios de ellas,
como lo resuelven Victoria y Zapata (b): y a eso puedo creer,
que miraron algunas Cédulas Reales […]. Pero porque lo más
ordinario es, que nacen del adulterio, o de otros ilícitos, y pu-
nibles ayuntamientos: porque pocos Españoles de honra hay,

86 Rubio Mañé, José Ignacio, El virreinato IV. Obras públicas y educación universitaria, 2ª ed.,
México, fce, 2005, p. 305.
87 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 321.
88 Trasloheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España”, p. 53.

50
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

que casen con Indias, ó Negras, el qual defecto de los natales


les hace infames, por lo menos infamia facti, según la más gra-
ve, y común opinión de graves Autores[…].89

El ser una “mezcla” producto de un “punible ayuntamien-


to” sacaba a estos vasallos de la sociedad indiana al grado de no
poder ser “ciudadanos de dichas provincias”, constituyéndose en
una amenaza contra el “orden de república” establecido, vedán-
doseles, por ende, cualquier vía de acceso al “honor y privile-
gios”. De ello Solórzano y Pereyra puntualizaba:

[…] que crece mucho el número de los Mestizos, Mulatos, y


Zambahigos, (que son hijos de Negros, é Indias, ó al contrario),
y mandan que estén con el cuidado conveniente, para que hom-
bres de tales mezclas, y viciosos por la mayor parte, no ocasio-
nen daños, y alteraciones en el Reyno, cosa que siempre se puede
recelar de los semejantes, como con Ateneo, y otro lo dexamos
advertido en otro lugar (o), y más si se consienten vivir ociosos y
sobre los pecados á que les llama su mal nacimiento, añadir otros
que provienen de la ociosidad, mala enseñanza, y educación.90

Por lo que hemos visto sobre la condición de ser indio,


español, negro o “mezcla” a través de la doctrina jurídica de So-
lórzano y Pereyra y la legislación indiana, en lo que toca a la dis-
tribución del honor y privilegios, el sentido de la sangre más que
referirse a un problema racial-biológico era, sobre todo, una cate-
goría considerada socialmente según principios religiosos, mora-
les y doctrinales que se sancionaban jurídicamente. Como quedó
visto en el caso de los mestizos, su calidad sanguínea no fue un
problema que concerniera al mundo natural, sino al mundo mo-
ral, por usar la división entonces en boga. Así las cosas, podemos
afirmar que no basta el problema de la sangre para entender el
fenómeno de la estratificación social en la Nueva España, es ne-
cesario ir más allá y abordar el de la legitimidad.
La condición de ilegítimo vedaba más el acceso al honor que
la pertenencia a alguna “república”. La condición de ser mestizo
o mulato se igualaba, en mucho, a la condición de ser ilegítimo,

89 Solórzano y Pereyra, Política indiana, pp. 220-221.


90 Ibid., p. 221.

51
La justicia criminal local novohispana

integrándose en ellos los españoles que compartieran tal desgracia.


Ser bastardo era superior a la sangre y entonces el argumento de la
segregación se concretaba según Solórzano de la siguiente forma:

Pues no parece justo, que requiriendo este trabajo ombros tan


recios, y fuertes, como los que requiere […] se deje todo á esos
miserables, y quedando en descanso, y placeres los Mestizos, y
Mulatos, que son de tan malas castas, razas, y condiciones con-
tra la regla, que nos enseña, que no debe ser más privilegiada
la luxuria, que la castidad (q), sino antes por el contrario más
favorecidos y privilegiados los que nacen de legítimo matrimo-
nio, que los ilegítimos y bastardos, como lo enseñan Santo To-
más y otros graves Autores […]. A los quales añade Fortunio
García (s), que se debe tener por injusta y pecaminosa la ley,
que no sólo aventajase los ilegítimos a los legítimos, pero que
trate de querer, que fuesen iguales.91

La condición de ser ilegítimo equivalía, pues, a una especie


de muerte civil, en principio. Ante esto se reguló el matrimonio y
la institución de la herencia, las que se convirtieron en custodias
del honor. El principio doctrinal que fundaba el matrimonio fue
la libertad absoluta de los contrayentes para poder validarlo ante
la Iglesia, sin que existiese impedimento alguno en la elección
de la pareja por motivos de sangre o condición social.92 Sólo se
prohibió totalmente en aquellos casos en que la misma religión
lo impedía, esto es, la poligamia, el matrimonio entre padres e
hijos y entre hermanos, y entre parientes en primer grado. To-
dos los demás “ayuntamientos” eran posibles si se conseguían
las dispensas, fuera por proximidad de sangre o minoría de edad.
Sólo un matrimonio quedó vedado por motivos relacionados con
el “orden de república”, éste fue el matrimonio de funcionarios
públicos en su jurisdicción y durante su gestión.93

91 Ibid., p. 222.
92 Recopilación de Leyes de Indias, libro 6, título 1, ley 2. De León Pinelo, Antonio, Recopi-
lación de las Indias, Edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella, tomo II, México,
Miguel Ángel Porrúa, 1992, p. 1789.
93 Recopilación de Leyes de Indias, libro 8, título 4, ley 62. De León Pinelo, Antonio, Recopi-
lación de las Indias, Edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella, tomo III, México,
Miguel Ángel Porrúa, 1992, p. 2076; y libro 6, título 2, ley 44, Ibid., tomo II, p. 1809.

52
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

De lo anterior podemos entonces distinguir a dos grupos


socialmente definidos: uno compuesto por una élite virreinal y
aristocrática que se conformaba por el virrey y la nobleza corte-
sana, el alto clero y una casta militar privilegiada integrada toda
por españoles y criollos. El otro grupo se componía de los des-
plazados, los ignorantes, los miserables y sin trabajo dejados de
la mano de Dios y la fortuna, representados por los indígenas,
mestizos, negros y mulatos. La forma de mantener ordenado y
controlado a este disímbolo grupo fue mediante la jerarquización
en castas con contenido excluyente, basado en la cantidad máxi-
ma o mínima de sangre española que se tuviera, en su mestizaje
superior o inferior,94 o en su condición de libertad para el caso
de los esclavos.
Podemos ilustrar este sistema de control social jerarquiza-
do en un documento de enero de 1728 donde el alcalde mayor de
la villa de Aguascalientes emitió varios ordenamientos dirigidos a
mestizos, mulatos, coyotes y negros, para que señalaran su ocupa-
ción y modo de vida, so pena pecuniaria y el castigo con azotes,
en caso de no acudir con la autoridad a legitimar sus actividades
y ubicaciones en el territorio de la alcaldía, como se ilustra a con-
tinuación:

En la Villa de Aguascalientes en veinte de enero de mil Se-


tecientos y veinte y ocho años al Señor Don Felipe Bartolo-
mé Bravo de Acuña Conde de Santa Rosa y Alcalde mayor en
ella y su Jurisdicción por el Rey Nuestro Señor.- Dijo que por
cuanto su Majestad que Dios guarde fue servido de nombrarle
por tal Alcalde mayor de que le mandó despachar Real título
en cuya virtud aprendió la posición de dicho oficio, en cuya
atención, y porque es preciso atender esto de lo que es de la
incumbencia de su Señoría, y concerniente a dicho oficio para
las utilidades del público, y buena administración de la Real
Justicia; debía mandar y mandó que todos los vecinos mulatos,
negros mestizos y coyotes así oficiales, como los que no lo son
comparezcan ante su señoría dentro de tercero día a presentar-
se para tener verdadero conocimiento de que sujetos son, qué
oficios tienen de que pasan, y de qué viven, lo cual cumplan so
la pena de seis pesos aplicados para obras públicas; y debajo

94 Higareda Loyden, Yolanda, Dialéctica histórica del pueblo mexicano a través de sus constituciones,
México, Porrúa, 2000, pp. 65-66.

53
La justicia criminal local novohispana

de la misma pena su señoría manda no consientan; ni hospe-


den en sus casas forasteros sin dar cuenta de quiénes son, qué
negocios traen, y a qué han venido para que por este medio se
excusen tantas y tan repetidas ofensas como se cometan con-
tra ambas majestades, y que todos los viandantes que entrasen
cargados con sus Recuas de mantenimientos, y demás víveres
y cosas que traen a vender entren a la Plaza Pública en donde
lo hagan más por menudo hasta que se provean todos de lo
necesario, y no lo compre sólo uno, dos o tres quedándose los
otros sin nada, ni que ningún vecino salga a los caminos a atraer-
lo para sí so la misma pena, y que ninguna persona traiga cuchi-
llos, Dagas, carabinas, ni Armas so pena de doscientos azotes
a los de color quebrado, y a los Españoles deles y respuestas
en los bandos del Superior Gobierno de este Reino; y que en
la acequia Madre no laven Ropa debajo de la pena de lo que
fuese, y se confisque lavando se dará al hospital de San Juan de
Dios, y que los que tuvieren ganado de cerdo lo tengan en sus
casas en lo cerrado, o lleven al campo so pena de perderlo y su
Señoría lo aplica al Alguacil lo cual cumplan precisa y puntual-
mente sin hacer cosa en contrario en manera alguna debajo de
las penas impuestas, que se ejecutarán irremisiblemente en los
transgresores. Y para que llegue a noticia de todos, y ninguno
alegue ignorancia su Señoría mandó se pregone este auto; y así
lo proveyó, mandó y firmó y doy fe.-
Conde de Santa Rosa –rúbrica–
Por mando de su Señoría
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Real Público y de Cabildo
–rúbrica–.
Pregón
En la Villa de Aguascalientes en siete de Marzo de mil sete-
cientos y veinte y ocho; yo el escribano estando en la plaza
pública por voz de Cayetano de la Cruz pregonero pregonó
el auto antecedente en concurso de mucha gente y después
de misa mayor doy fe.- testigos Don Manuel Guerrero, José
de Escobar, y otros muchos vecinos de que doy fe.-
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Real Público de Cabildo –rúbrica–.95

95 Expediente: 270.27.5/1728/ fjp/ ahea, foja 4 frente y vuelta.

54
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

La condición de los esclavos dentro de la sociedad novohispana

La fundación de Nueva España y la consolidación de los señoríos


indianos hacia 1535 motivó las primeras acciones encaminadas a
lograr un acomodo con los señoríos autóctonos redefinidos como
pueblos de indios, para su mejor control y dominación a través de
encomenderos, caciques y doctrineros.96
Consolidada la dominación, los europeos se enfrentaron
al problema del tratamiento que deberían dar a los locales y a
la validez de la conquista, por lo que acudieron a la filosofía, la
teología y el derecho. Surgieron entonces teorías sobre el trato y
condición que a los naturales debía prestarse, acompañadas de la
justificación de la dominación. Juan Ginés de Sepúlveda puntua-
lizó que como los indios eran “bárbaros, amentes y siervos por
naturaleza”, los creía necesariamente subordinados a los hom-
bres de razón superior que, según Sepúlveda, eran los españoles y
por ello si se resistían podían ser dominados mediante la guerra.97
Con la expansión hacia el norte se avanzó en el conoci-
miento de la vastedad de las nuevas posesiones de la Corona,
las que se hallaban pobladas por innumerables tribus con los
más diversos grados de civilización. Éstas fueron denominadas
por los conquistadores como infieles que cometían a su parecer
y, al de algunos evangelizadores, atroces pecados en contra de
la naturaleza, con lo que los pensadores tuvieron que responder
a interrogantes tales como: cuáles eran los derechos de aquellos
hombres, si eran capaces de constituir verdaderas sociedades o si
la salvación de Cristo había alcanzado también a aquellos seres.98
De acuerdo con las concepciones jurídicas, la idea de per-
sona ha variado a través del tiempo, de las leyes y de las institu-
ciones. En el lenguaje jurídico moderno, se llama personas a los
seres capaces de derechos y obligaciones o, más brevemente, “la
persona es todo sujeto de derecho”. En el derecho moderno en
que toda persona tiene aptitud para ser titular de derechos y su-

96 García Martínez, Bernardo, “Los años de la Conquista”, en Nueva historia general de México,
México, El Colegio de México, 2011, p. 169.
97 Soberanes Fernández, José Luis, Historia del derecho mexicano, 6ª ed., México, Porrúa, 1998,
p. 48.
98 De Icaza Dufour, Francisco, “De la libertad y capacidad del indígena”, en Anuario mexi-
cano de historia del derecho, IV-1992, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam,
1993, p. 103.

55
La justicia criminal local novohispana

jeto de obligaciones, la personalidad se adquiere por el hecho del


nacimiento y se pierde tan sólo por la muerte, aunque también es
cierto que desde los romanos hasta nuestros días, la ley protege al
ser humano desde su concepción.99
En la legislación medieval castellana no fueron conocidos
los conceptos de persona y capacidad tal como hoy los entende-
mos. Las Siete Partidas, siguiendo los viejos conceptos romanos,
imponían como requisito esencial para el disfrute de la capacidad,
la libertad, a la cual definían como el “poderío que ha todo ome
naturalmente de fazer que quisiere, solo que por fuerza o dere-
cho de ley o fuero, non gelo embargue”. Por el contrario, quien
carecía de libertad no podía hacer lo que quisiera ya que carecería
de capacidad.100
Por influencia de la Iglesia que confirmó, en los años que
sucedieron a la conquista americana, la igualdad de todos los
hombres por su origen y fin último, las legislaciones europeas de
manera paulatina fueron derogando las normas esclavistas. Con
la prohibición de esclavizar a los prisioneros cristianos, el escla-
vismo quedó reducido y validado tan sólo para los individuos que
entraran en la calidad de infieles. Libertad y confesión cristiana se
hicieron equivalentes. En otras palabras, sólo los hombres libres y
cristianos podían ser sujetos de derechos y obligaciones.101
Teólogos, canonistas y juristas llegaron a reconocer la na-
turaleza humana de los infieles y, en consecuencia, su vinculación
con la ley natural a la que estaban sujetos todos los hombres,
pero sus conclusiones variaron según el concepto que cada uno
de ellos tenía de ella. Quienes identificaron la ley natural como
ley cristiana concluyeron que por sus pecados los infieles estaban
privados de los derechos emanados de la ley natural, como eran la
libertad y la propiedad, entre otros.102
Siguiendo a Juan Ginés de Sepúlveda, los conquistadores
negaron la naturaleza humana del indio, por lo que fue necesaria
la expedición de la bula Sublimis Deus emitida por el papa Paulo
III en 1537 para poner fin a tales especulaciones al declarar en
definitiva la condición humana del indio americano.

99 Ibid., p. 104.
100 Ibid., p. 105.
101 Id.
102 Ibid., p. 106.

56
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

Ciertamente, los usos y costumbres de los indios, tales


como los sacrificios humanos, impresionaron profundamente el
ánimo de algunos españoles.103 Fray Tomás Ortiz dijo al respecto
que se trataba de asnos abobados, alocados e insensatos, y otros los
llamaron brutos y bestias, pero señala Solórzano y Pereyra –en su
obra Instituciones jurídicas en la conquista de América siguiendo, entre
otros, a San Agustín y a San Bartolo– la existencia de grupos de
hombres en estado silvestre, sin ley, policía, costumbres ni pue-
blos en Europa que, igual que los americanos, debían ser conta-
dos entre las bestias. Señala el jurista, “ha dimanado la costumbre
de llamar bestia a todos los hombres rudos, incultos y bárbaros”.
De tal manera, siguiendo la opinión de Solórzano, las palabras
utilizadas deben ser consideradas como despectivas, pero no ne-
gadoras de la naturaleza humana del indio. En este mismo senti-
do, Vitoria en sus Reelecciones decía: “El que parezcan tan idiotas
débase en su mayor parte a la mala educación, ni más ni menos
que entre nosotros hay muchos rústicos que poco se diferencian
de las bestias”. Más tarde, el cronista Francisco López de Gómara
en la dedicatoria de su obra al emperador, afirmaba: “Los hom-
bres son como nosotros, fuera del color, que de otra manera bes-
tias y monstruos serían y no vendrían, como vienen, de Adán”.104
Encontramos en Vitoria, Suárez, de Soto y de las Casas,
que aparece en España una nota democrática en el siglo xvi con
el sentimiento de igualdad que brota de la fervorosa religiosidad

103 Si bien se cuestionaba la racionalidad de los pueblos indígenas por la práctica de sacri-
ficios, la barbarie y el terror no eran exclusivos de los ritos americanos. Así describió
Michel Foucault el famoso suplicio de la Massola que se aplicaba en Aviñón donde el
condenado se ataba a un poste con los ojos vendados; alrededor de él, sobre el cadalso,
había unas picas con ganchos de hierro. “El confesor habla al paciente al oído, y después
que le ha dado la bendición, el verdugo, que blande una maza de hierro, como las emplea-
das en los mataderos, asesta un golpe con toda su fuerza en la sien del desdichado que cae
muerto. Al momento mortis exactor, con un gran cuchillo, le da un tajo en la garganta, con
lo que queda bañado en sangre, cosa que constituye un espectáculo horrible de ver. Le
rompe los tendones hacia los dos talones, y a continuación le abre el vientre del cual saca
el corazón, el hígado, el bazo y los pulmones, que va colgando de un gancho de hierro y
corta a trozos el cuerpo, colgándolos de los demás ganchos a medida que los corta, como
se hace con los de una res. Contempla esto el que es capaz de contemplar cosas semejan-
tes”. En la forma explícitamente evocada de la carnicería, la destrucción infinitesimal del
cuerpo se integra aquí en el espectáculo: cada trozo queda expuesto como para la venta.
Así, entonces, Solórzano tenía razón al señalar que en Europa había actitudes bárbaras
dentro de su sociedad. Foucault, Michel, Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002,
pp. 48-49.
104 De Icaza, “De la libertad y capacidad del indígena”, p. 107.

57
La justicia criminal local novohispana

del pueblo. La religión es la gran niveladora. Los religiosos es-


pañoles sienten la fuerza igualitaria de su origen y su fin común,
hijos todos de un solo Dios y poseedor, cada uno, de un alma in-
mortal. De ahí el sentido de la dignidad que crea ese sentimiento
de reconocimiento de la humanidad de los naturales.105
De igual forma, se generaron diversos hechos que con-
firmaron el reconocimiento de la condición humana del indio.
Así, Colón no dudó en enseñar a los indígenas algunas oraciones
refiriendo que ello le permitió ganar muchas almas para Cristo.
Y luego en la bula Inter Caetera de Alejandro VI, fechada en el
año 1493, se señalaba: “[…] estas mismas gentes que viven en las
suso dichas islas y tierra firme, creen que hay un Dios, creador de
los cielos y que aparecen asuz aptos para recibir la fe católica y
ser enseñados en las buenas costumbres[…].” Por otra parte, los
españoles no mostraron reparo para unirse con las indias. Es por
ello que las leyes reconocieron desde principios del siglo xvi la le-
gitimidad de los matrimonios celebrados entre ellos. Los clérigos,
seguros de la naturaleza humana de los indios, los bautizaban.106
Sin embargo, el afán de fortuna de los europeos y la nece-
sidad de mano de obra ocasionó la esclavización de los indígenas.
La falta de conocimiento etnológico de los españoles y la resis-
tencia de los indios del norte para vivir con los españoles, pusie-
ron en duda no la naturaleza humana sino la capacidad intelectual
del indígena. Fray Julián Garcés dirigió una carta al pontífice Pau-
lo III delatando los abusos de los conquistadores sobre los indios
y su malicioso proceder.

Habrá que hablar ahora contra aquellos que, según de cierto


sabemos, juzgan mal a los indígenas, refutando la vanisma
opinión de quienes los acusan e inculpan de incapaces […]
ciertamente voz satánica es ésta […] e irrumpe en gargantas
de cristianos avarísimos, cuya codicia es tanta que, […] pre-
tenden que criaturas racionales, hechos a imagen de Dios,
son bestias y jumentos. 107

La carta del obispo y los oficios de otros clérigos provoca-


ron que el papa Paulo III reconociera la condición humana de los
105 Noriega Cantú, Alfonso, “Prólogo” en Lira, El amparo colonial, p. XXVII.
106 De Icaza, “De la libertad y capacidad del indígena”, p. 107.
107 Ibid., p. 108.

58
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

naturales dentro de su bula Sublimis Deus de 1537, donde recordó


que Cristo había dicho: “Id y enseñad a todas las gentes, a todas
dijo, sin excepción, puesto que todas son capaces de ser instrui-
das en la fe”. Por tanto:

El enemigo del género humano [esto es, el demonio], que


siempre se opone a las buenas obras para que perezcan, in-
ventó un método hasta ahora inaudito […] y excitó a al-
gunos de sus satélites, que deseando saciar su codicia, se
atreven a afirmar que los Indios occidentales y meridionales
y otras gentes que en estos tiempos han llegado a nuestro
conocimiento –con el pretexto de que ignoran la fe católi-
ca– deben ser dirigidos a nuestra obediencia como si fue-
ran animales y los reducen a servidumbre, urgiéndolos con
tantas aflicciones como las que usan con las bestias. Nos
pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de
Nuestro Señor […], prestando atención a los mismos in-
dios que como verdaderos hombres que son, no sólo son
capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha
informado corren con prontitud hacia la misma; y querien-
do proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo
uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos
por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes
que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos,
aunque vivan fuera de la fe cristiana, puedan usar, poseer
y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de
sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre
y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y
sin valor. Asimismo declaramos que dichos indios y demás
gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través
de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de
una vida buena, no obstando nada en contrario.108

El caso es que no quedó del todo solventada la cuestión,


ya que las necesidades económicas de la Corona y los francos
amagos de resistencia, desobediencia y hasta de independencia
llevados a cabo en las Indias occidentales, por parte de los con-
quistadores, como el caso de los hermanos Pizarro en el Perú,
108 Hugh, Thomas, El imperio español de Carlos V y la conquista de América, México, Crítica, 2013,
p. 524.

59
La justicia criminal local novohispana

hicieron que la Corona fuera dubitativa en la aplicación de las Le-


yes Nuevas –1542– y otras ordenanzas reales y eclesiásticas que
protegían claramente a los pueblos autóctonos. Sin embargo, en
agosto de 1550, en Valladolid se dio el enfrentamiento intelectual
entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé De las Casas dentro
del monasterio de San Gregorio, para solventar definitivamente el
problema del tratamiento que debía darse a los indios. Este en-
cuentro fue propiciado por María de Bohemia y Maximiliano de
Austria, regentes de España en ausencia del emperador Carlos y
del príncipe Felipe.109
Los argumentos de Ginés a favor de la legalidad de las con-
quistas eran los siguientes: primero, la gravedad de los pecados
cometidos por los indios, en especial, sus idolatrías y sus actos con-
tra natura; segundo, la naturaleza bárbara de los indios, que los
obligaba a servir a los españoles. A este respecto podía citarse a
Aristóteles, recordando su observación de que algunas personas
son inferiores por naturaleza. Los indios eran tan diferentes a los
españoles como los monos de los hombres. Sepúlveda citó de su
Democrates alter:

Compara ahora estas dotes [las de los españoles] de pru-


dencia, ingenio, magnanimidad, templanza, humanidad y
religión, con las que tienen esos hombrecillos en los cuales
apenas encontrarás vestigios de humanidad; que no sólo no
poseen ciencia alguna, sino que ni siquiera conocen las letras
ni conservan ningún monumento de su historia sino cierta
obscura y vaga reminiscencia de algunas cosas consignadas
en ciertas pinturas, y tampoco tienen leyes escritas, sino ins-
tituciones y costumbres bárbaras. Ni siquiera tenían propie-
dad privada.110

De las Casas recurrió mucho a su Apologética historia suma-


ria, en la que sostenía que los indios americanos se comparaban
muy favorablemente con los pueblos europeos de la antigüedad,
siendo en ciertos aspectos superiores a los romanos: eran más
religiosos, educaban mejor a sus hijos (el sistema educativo en el
México antiguo era sin duda notable), proporcionaban mejores

109 Ibid., p. 549.


110 Cita tomada de Martínez Millán, José, La corte de Carlos V, 5 vols., Madrid, 2000, p. 477.

60
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

enseñanzas para la buena vida, sus conciertos matrimoniales eran


más razonables, las mujeres eran piadosas y hacendosas, y los
templos de Yucatán resultaban comparables a los egipcios. Citó
a Aristóteles con frecuencia para superar a Sepúlveda, quien, re-
cordemos, había traducido a ese filósofo. Evidentemente, De las
Casas estaba de acuerdo con Aristóteles en que algunos hombres
habían nacido esclavos, de igual modo que algunos otros habían
nacido con seis dedos o un solo ojo; pero no creía que los indios
estuvieran en esa categoría.111
En 1551, en Trento, el padre Diego Laínez, el poderoso se-
gundo general de los jesuitas, apoyó una resolución en el concilio
que declaraba que todos los hombres, prescindiendo del color de
su piel, tenían almas capaces de alcanzar la salvación.112
Así, después de las distintas discusiones en torno a la con-
dición humana de los aborígenes americanos, ya en el siglo xvi la
esclavitud era una institución inoperante. De ahí que una pluralidad
de autores, entre ellos Vitoria, las Casas, Cano, Sussanis, Suárez,
Grocio y Mandelli, afirmaban que a los indios, por el hecho de ser
infieles, no se les podía declarar la guerra y menos arrebatarles sus
dominios y bienes y reducirlos a la esclavitud; ello debido a que ni
el Papa ni los príncipes cristianos poseían autoridad alguna sobre
los indios al no pertenecer éstos a la Iglesia y no haber causado
daño alguno a la Iglesia ni a esos príncipes. Ledesma, aunque ad-
mite en principio la legitimidad de dicha guerra, dice que de hecho
sería ilícita, pues hace odiosa la fe. En consecuencia: del título de
infidelidad no se deriva esclavitud alguna para los indios.113
Sin embargo, a pesar de que la esclavitud fue abolida para
los naturales, la institución prevaleció para los africanos trafi-
cados por los comerciantes portugueses y alemanes. En el año
1446, los lusitanos descubrieron las doce islas de Cabo Verde, de
las que tomaron posesión y dominio desde que arribaron a las
costas africanas más cercanas comenzando a comerciar con los
habitantes. A las regiones localizadas abajo de la línea ecuatorial,
las denominaron Guinea Inferior.114

111 Ibid., p. 552.


112 Ibid., p. 554.
113 Añoveros, Jesús María, “Luis de Molina y la esclavitud de los negros africanos en el siglo
xvi”, Revista de Indias, Volumen XL, Número 219, 2000, http://revistadeindias.revistas.
csic.es/index.php/revistadeindias, p. 313.
114 Id.

61
La justicia criminal local novohispana

En la Guinea Inferior encontraron los portugueses dos


importantes reinos: el de Monicongo y el de Ambudia, al que
llamaron Angola, que era el apellido del rey, Inene Angola, con
quien comerciaron. En 1501, los portugueses, rebasando el Cabo
de Buena Esperanza, llegaron a la ciudad de Sofala, en el actual
Mozambique, e iniciaron un próspero comercio de esclavos fuer-
tes y altos, llamados cafres.115
Estos hombres esclavizados llegaron a Nueva España y
fueron denominados “negros bozales” (traídos de Guinea) de los
que afirmaba Antonio Álvarez de Toledo y Salazar, segundo mar-
qués de Mancera “que se reducían a una porción muy limitada; y
aunque fuese crecida, nunca pusiera en cuidado su natural dócil
y servil…”.116 Lo que permite localizar a la primera corriente de
hombres de color llegada al virreinato y su descendencia.
Luis de Molina en su obra De iustitia et iure, publicada en
Maguncia en los años 1593, 1597 y 1600, no duda en asegurar
que la mayoría de los africanos eran hechos esclavos sin causa
ni título que lo justificara, pues los modos utilizados eran, en su
mayoría, manifiestamente injustos y, de esta manera, se vendían
muchos esclavos reducidos sin causa suficiente.117
Según algunos cálculos, de 5 a 12 millones de esclavos afri-
canos pasaron por la ruta de las Antillas al Brasil y a las costas del
imperio español durante la colonización. Este triángulo de tráfico
Europa-África-América comenzó en el siglo xvi, incrementán-
dose en el siglo xvii, y llegó a su máximo apogeo económico
con las plantaciones azucareras y la explotación minera donde la
mano de obra indígena era inexistente o inadecuada para realizar
estas actividades.118
Fue así que el mercado de esclavos llegó a ser común en
Nueva España, por ello encontramos que numerosos grupos
africanos pararon en tierras novohispanas. Es de mencionar-
se que aun cuando el esclavo no gozó de la capacidad jurídica
que otorga la condición de libertad, los siervos de color fueron
sujetos a una numerosa legislación tal como las Ordenanzas de

115 Ibid., p. 314.


116 González Obregón, Luis, La Inquisición y la Independencia en el siglo xvii, México, Librería de
la Viuda de C. Bouret, 1908, p. 260.
117 Añoveros, “Luis de Molina y la esclavitud de los negros”, p. 307.
118 Bastián, Jean-Pierre, América Latina 1492-1992. Conquista, resistencia y emancipación, México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam, 1992, p. 32.

62
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

1545, en las que se manifestaba una justificada preocupación por


el tratamiento que los “señores de negros” debían de dar a sus
siervos.119
La disposición real se dirigía a “todos los señores de ne-
gros” ordenando: “Tengan cuidado de hacer buen tratamiento
a sus esclavos, teniendo consideración que son prójimos y cris-
tianos, dándoles de comer y vestir conforme a razón, y no casti-
galles con crueldades, ni ponelles las manos sin evidente razón”.
Por consiguiente, la ordenanza buscaba el buen tratamiento del
esclavo, por eso se prohibía “cortalles miembro ni lisiallos, pues
por ley divina y humana se castigaría a perder el esclavo”, que
pasaría a ser propiedad real, consignándose una gratificación de
veinte pesos para quien denunciara el maltrato.120
Como segunda disposición se ordenaba a todos los dueños
de haciendas, ingenios, vaquerías “y otras cualesquier haciendas
a donde tuvieren negros esclavos […] tengan en ellas un hom-
bre blanco como mayordomo o mandador”. Este mayordomo
había de tener cuidado de que existiera en la hacienda una casa
o bohío121 como iglesia, “con su altar, con la señal de la cruz e
imágenes, y allí cada día por la mañana, antes de que vayan los
tales negros a trabajar al campo, vengan a hacer oración y a en-
comendarse a Dios, que los crió y redimió”. Consecuentemente,
las ordenanzas partían de una preocupación espiritual, pues tal
obligación diaria llevaba aparejado el hecho de que los domingos
y fiestas, además de la misa de la mañana “se junten en la dicha
iglesia o casa de oración y allí les enseñe la doctrina cristiana”.122
Así, el espacio doméstico era en el que se desempeñaban
negras y mulatas como nanas, cocineras y hasta amantes, lo que
supuso la existencia de vínculos afectivos. Las denuncias por
amancebamiento entre mulatas y españoles, y los casos de ma-
numisión por parte de los amos a esclavos que les sirvieron fiel y
lealmente, son una muestra de ello.123

119 Ramos, Demetrio, “Sobre los códigos negros de la América Española”, Anuario mexicano
de historia del Derecho, México, Volumen XI-XII, 1999-2000, pp. 309-314.
120 Id.
121 Bohío: cabaña de América hecha de madera y ramas, cañas o pajas y sin más respiradero que
la puerta. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua, http://www.rae.es/rae.html.
122 Ramos, “Sobre los códigos negros de la América Española”, p. 310.
123 Camba, Úrsula, Imaginarios ambiguos, realidades contradictorias. Conductas y representaciones de los
negros y mulatos novohispanos siglos xvi y xvii, México, El Colegio de México, 2008, p. 20.

63
La justicia criminal local novohispana

La realidad de los negros y mulatos en la estructura social


novohispana se refleja en los expedientes que en torno a su vida
se encuentran en los archivos históricos, como el que cita Úrsula
Camba y que reproducimos:

[…] en 1677 los negros de San Lorenzo de los de Serralvo


(también conocido como “Yanga” o “San Lorenzo de los
Negros”) se quejaron de que su pueblo estaba fundado en
“un puesto muy yncomodo y montuoso, de animales y sa-
bandijas ponsoñosas y falto de tierra y pasto para sus cabal-
gaduras, padeciendo la mesma incomodidad para ser visita-
dos de las justizias y ministros […]. Pidieron mudarse a Las
Palmillas y ofrecieron construir la iglesia a sus costas. El fis-
cal don Pedro Melian les negó lo solicitado, recordando que
en el pasado habían sido cimarrones,124 ladrones y rebeldes,
por lo que era necesario tenerlos alejados de los caminos
para evitar que atacaran a los viajeros. Pero los negros no se
arredraron y lograron llevar su caso hasta la Audiencia, que
les concedió la licencia necesaria para mudarse de lugar.125
En 1711, el mulato Pedro Martín acudió al juez Tristán Ma-
nuel de Rivadeneyra para acusar a Bernardo Camino, alcalde
de San Luis Potosí, por haberle quitado “nueve bacas chichi-
huas126 y tres añejas […] atemorisandome con varios orrores
y menasas […] [dejándome] imposibilitado de alimentar a mi
persona, la de mi muger, hijos y demas familia, con el ren-
dimiento de pobre, desvalido y sin amparo […]. Pero ade-
más, el alcalde, no contento con el despojo, había intentado
venderle a Martín su propio ganado en sesenta y tres pesos,
los cuales aquél tendría que pagar con el mismo número de
fanegas de maíz, incluyendo los tres pesos correspondientes
de la escritura. Al negarse a desembolsar el dinero, los cria-
dos de Bernardo Camino amenazaron a las hijas, primas y
comadres de Martín. El quejoso se describió como “pobre”,

124 Esclavos rebeldes.


125 Camba, Imaginarios ambiguos, p. 108.
126 Chichigua o chichihua. Del náhuatl chichihua, de chichi ‘mamar’. f. 1. Nodriza. || 2. Animal
hembra que está criando. Diccionario breve de mexicanismos, http://www.academia.org.mx/
diccionarios/DICAZ/c.htm.

64
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

“desvalido” y “miserable”, y así consiguió que el juez can-


celase la escritura y que el alcalde le devolviera el ganado.127

Aunque los indios y africanos no eran, en principio, moral


y religiosamente impuros como lo eran los musulmanes para los
cristianos, sí lo eran fisiológicamente. La mancha original que,
a partir de esa instauración las familias americanas eludirían o
aspirarían a lavar, sería una mancha racial signada por la piel “que-
brada” y por un sinnúmero de otros indicadores superficiales. La
españolización –blanqueamiento– fue más accesible a los mesti-
zos de sangre india que a los de sangre negra. Todo ello frente a
la resistencia española que prefería no ver sus estirpes mezcladas
con gente de otros orígenes. Antonio Domínguez Ortiz escribió
en ese sentido:

El español no era racista en el aspecto biológico, pero sí lo


fue, y cada vez más, en el cultural. Se fomentó la emigración
de españoles casados que viajaran con sus esposas –espe-
cialmente a partir de 1553–, incluso se llegó a la importación
de mujeres esclavas blancas moriscas; a pesar de todas estas
medidas, que tienen motivaciones muy diversas, las mujeres
españolas casaderas fueron escasas en los primeros años de
la Colonia, especialmente aquellas con pureza de sangre y
buenas costumbres, es decir que no fueran conversas, mo-
riscas o prostitutas. Esta ausencia de españolas hizo inevi-
table las uniones por lo general fuera del matrimonio entre
españoles e indias.128

El racismo surgió bajo bases ideológicas distintas a las del


cristianismo medieval y renacentista, y del catolicismo barroco.
Fueron más cercanas a planteamientos puritano calvinistas y ra-
cionalistas que llevaron en sí la convicción de superioridad natu-
ral de la raza blanca que se acentuó en el siglo xviii.129
Cabe mencionar que en los albores del siglo xix, la escla-
vitud formal fue menguando con la transformación que el pen-

127 Camba, Imaginarios ambiguos, p. 109.


128 López Beltrán, Carlos, “Sangre y temperamento. Pureza y mestizaje en las sociedades de
castas americanas”, Saberes locales: ensayos sobre historia de la ciencia en América Latina, Zamo-
ra, El Colegio de Michoacán, 2008, p. 306.
129 Camba, Imaginarios ambiguos, p. 20.

65
La justicia criminal local novohispana

samiento de la Ilustración dio a los hombres bajo la concepción


de las libertades civiles y los movimientos de emancipación na-
cional. Tal ideología se exteriorizó en los primeros documentos
insurgentes mexicanos. La libertad de los esclavos, sin tener la
fuerza vinculatoria de una ley por su naturaleza insurgente, sirvió
de base para hacer constar el cambio en la sociedad novohispana
ya denunciada por el jesuita Francisco Javier Clavijero,130 cuando
mencionó que ante la frustración de la población española nacida
en América, se fue consolidando una idea de unión y naciona-
lidad con una identidad ya diferenciada a la europea española.
Tachando al abad de Paw como indecente y enemigo de la ver-
dad –en la interpretación de la bula Veritas Ipsa decía que el indio
era un mono grande sin remordimiento, entre otras cosas– sus
escritos eran como “una temeraria calumnia de un enemigo de
la Iglesia romana”, pues consideraba la intención del pontífice
–Paulo III– digna de alabanza por su celo y humanidad.

[…] sostener que los derechos naturales de los americanos


contra las tentativas de sus perseguidores y para condenar la
injusta e inhumanidad de los que con pretexto de ser aque-
llos hombres idólatras e incapaces de instrucción, les quita-
ban las propiedades y la libertad y se servían de ellos como
bestias […].131

Y en un hermoso párrafo de sus disertaciones, con mani-


fiesto espíritu patriótico dice: “[…] protesto a De Paw y a toda la
Europa, que las almas de los mexicanos en nada son inferiores a
las de los europeos”.132
Los esclavos finalmente nutrieron a la sociedad novohis-
pana y, sobre todo, constituyeron una fuerza económica que di-
namizó el crecimiento del reino. Así, consideró indispensable el
trabajo en las plantaciones agrícolas, en las minas, en los obrajes,
en el servicio doméstico y en las actividades cotidianas, sin dejar
130 Francisco Xavier Clavijero fue un sacerdote jesuita nacido en Veracruz en el año de 1731,
hombre culto que impartió cátedra en los colegios de Valladolid y Guadalajara. Junto con
los demás jesuitas fue expulsado de la Nueva España quedando exiliado en Italia donde
escribió la Historia antigua de México; ésta habla sobre las costumbres, la religión, la cultura
y la organización social de los antiguos reinos indígenas. González y González, Luis,
Viaje por la historia de México, 5ª ed., México, Clío, sep, 2010, p. 29.
131 De Icaza, “De la libertad y capacidad del indígena”, p. 110.
132 Id.

66
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

de advertir el hecho de que el poseer esclavos les permitía a los


señores de negros alcanzar o conservar cierto estatus social.133
Aunque el dominio y derechos de los dueños sobre los es-
clavos eran muy amplios, había limitaciones que impedían tomar
la vida de los esclavos, ya que ésta era de exclusivo dominio de
Dios. El esclavista en consecuencia no podía obligar al esclavo a
trabajos inmoderados, negarle los alimentos o inferirle castigos
injustos que pudieran dañar su salud corporal. La autoridad pú-
blica estaba obligada a intervenir en contra de esos dueños y, si
fallara ésta, lo debían hacer los confesores.

La sociedad novogalaica
En mayo de 1526 partió Beltrán Nuño de Guzmán a tomar po-
sesión como gobernador de la provincia del Pánuco, nombra-
miento que le fue concedido en noviembre de 1525, y en 1527
fue nombrado presidente de la Primera Audiencia. El sueño de
poder y riqueza de Guzmán lo llevó a pretender vincular la pro-
vincia de Nueva Galicia, en cuya conquista estaba empeñado, con
su gobernación de Pánuco, a fin de crear un nuevo reino para
sí. Insatisfecho con el pobre desempeño de la gobernación de
la Primera Audiencia de México e incómodo en la ciudad por la
influencia de Cortés, organizó su propia campaña de conquista
lanzándose al occidente en diciembre de 1529.134
Para ello, Nuño de Guzmán se había apoderado de diez
mil pesos de la Hacienda de la Ciudad de México que destinó
indebidamente para su expedición. La segunda Real Audiencia
en consecuencia confiscó todas sus propiedades en la capital, así
como todo lo que poseía en Pánuco. Se pensaba que algunos
prominentes colonos de Nueva España creían que Pánuco debía
133 Cuando se estaba consolidando el vínculo de la familia Rincón Gallardo hacia mediados del
siglo xvii, don José Rincón Gallardo logró el aumento de sus propiedades vinculadas con
la autorización real, conformando en ese momento una propiedad de 202 estancias y 255
caballerías. En 1683 reportó que además poseía 144 esclavos distribuidos en las distintas
haciendas y ranchos del latifundio de Ciénega de Mata, lo que confirma la importancia
que tenía para los grandes terratenientes la posesión de esclavos y su contribución para la
creación de riqueza colonial. Serrera, Ramón María, Guadalajara ganadera. Estudio regional novo-
hispano (1760-1805), 3ª ed., México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, El Colegio de
San Luis, 2015, p. 260.
134 García Martínez, Bernardo, “La creación de Nueva España”, Historia general de México,
México, El Colegio de México, 2000, p. 279.

67
La justicia criminal local novohispana

fusionarse con ésta como una provincia. La tarea de deshacer la


unión de Pánuco con el resto del territorio de Nuño de Guzmán
ocupó buena parte del comienzo de la década de 1530.135
Así, Guzmán y otros conquistadores, al emprender sus ex-
pediciones buscando lograr el sueño de gloria, poder y riqueza
que establecieron Cortés y Pizarro, hicieron uso de las prácti-
cas más deleznables en contra de la población autóctona para
obtener informes acerca de los lugares de donde obtenían los
naturales los metales preciosos que usaban para elaborar joyería
y otras pequeñas obras en forma de estatuillas o recubrimientos
en sus centros ceremoniales. De esta manera, tras atormentar a
caciques y gobernantes indígenas, obtuvieron la narración de nu-
merosas historias y rumores sobre la existencia en el septentrión
del territorio novohispano de la Gran Quivira, Cíbola y las Siete
Ciudades,136 lo que creó una expectativa irreal sobre el imagina-
rio europeo que siempre era proclive a dejarse engañar por estos
sueños áuricos. En el camino al occidente de México, Guzmán
llegó primeramente a Michoacán que era un reino independiente
próximo al altiplano. De ahí continuó a la zona alta de Jalisco y
el sudoeste de Nayarit. Otros exploradores y religiosos después
continuarían a Aztatlán en la costa del Pacífico, luego Chiametla,
Culiacán y las extensiones áridas de Sonora, hasta entrar en la
región de las culturas de los indios “pueblo” de Arizona y Nuevo
México. La ruta ya se encontraba trazada antes de la llegada de los
españoles, pues existían caminos indígenas muy transitados que
más tarde se transformarían en el camino real que conectaba a las
misiones y presidios de la frontera de Nuevo México con la ciudad
capital de Guadalajara. De esta búsqueda del camino a Cíbola,
dice Parry, habría de nacer el reino de Nueva Galicia al cual

135 Hugh, El imperio español de Carlos V, p. 479.


136 En la tradición hispánica, Quivira representaba una ciudad llena de riquezas que, junto con
Cíbola y otras ciudades, habría sido fundada por siete obispos. Éstos, ante la invasión de Mé-
rida por los moros en el año 713, habrían huido llevando consigo valiosas reliquias. Los siete
obispos fundarían cada uno una ciudad de oro en lugares lejanos y desconocidos. Siglos más
tarde, el proceso de expansión colonial hacia el septentrión continental americano inició con
Pánfilo de Narváez en 1528 y continuó en 1537 con fray Marcos de Niza quien llegaría a Sono-
ra. Conforme avanzaban por los territorios, los conquistadores fueron escuchando los relatos
de los nativos sobre la existencia de ciudades al norte del continente, las que se presumían más
ricas y prósperas que México-Tenochtitlán. Relacionaron entonces estos asentamientos con
las ciudades de la tradición española, lo que derivaría en la ambición por obtener la riqueza
de dichas legendarias metrópolis. Francisco Vázquez de Coronado fue el expedicionario más
conocido de estas míticas ciudades, quien partió a su aventura el 23 de febrero de 1540.

68
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

añadirían, más tarde y como resultado de la búsqueda de plata, un


gran terreno en el interior con la incorporación de los territorios
de Zacatecas, Aguascalientes y Guanajuato.137
Con la exploración militar hacia Nueva Galicia, Nuño de
Guzmán tuvo la tarea de reencontrar, verificar, descubrir y domi-
nar tanto lo debatible (territorios ya explorados por los agentes
de Cortés) como lo desconocido, para organizarlo todo en un
solo reino.138 Así, en esta empresa se ratificó la mala reputación de
Beltrán Nuño de Guzmán, bien ganada durante el tiempo que go-
bernó Pánuco y permaneció en la Ciudad de México, destacando
entre sus atrocidades el tormento y muerte de Cazontzi, señor de
los tarascos, y la violencia de sus tropas en el arrasamiento de nu-
merosos señoríos.139 Lo anterior sin dejar de mencionar el martirio
infligido a Tangoaxan II, quien a pesar de que había entregado su
tesoro y mujeres, fue mandado arrastrar a cola de caballo hasta ser
despedazado, o la muerte ordenada sobre el cacique de Poncintlán,
quien desobedeció la petición de traer con él tamemes, siendo
apedreado hasta la muerte.140
En Conguripo (en la región de Michoacán), en solemne
acto que principió con la lectura de un requerimiento, tomó
Guzmán posesión de las tierras de los “tebles chichimecas”,
de allí salió hasta Coynán (hoy Tototlán) donde sometió a los
naturales a través del requerimiento y el uso de la fuerza ante
la resistencia que opusieron. Luego de tomada Coynán mandó
a su lugarteniente Almíndez Chirinos a que explorase la tierra;
éste partió al norte, reconociendo la meseta alteña, recorriendo
Tzapotlán del Rey, Valle de Acatic, Tzapotlán de Juan de Zaldivar
(hoy Zapotlanejo), Tecpatitlán hasta Cerro Gordo, Comanja y
Chichimequillas (hoy Lagos).141
En marzo de 1530, mientras Guzmán y el resto del ejército
tomaban posesión de Tonalá y Valle de Atemajac, otro de los
capitanes de Nuño, Cristóbal de Oñate, conquistó parte de la
región tecuexe y recibió obediencia de los caciques de Cuquío,
137 Parry, John H., La Audiencia de Nueva Galicia en el siglo xvi, México, El Colegio de Michoa-
cán, 1993, p. 54.
138 Ibid., p. 59.
139 García Martínez, “La creación de Nueva España”, p. 279.
140 Gutiérrez Gutiérrez, José Antonio, Aguascalientes y su región de influencia hasta 1810. Sociedad
y política, Guadalajara, Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guada-
lajara, Amigos de la Historia de los Altos de Jalisco, 1998, pp. 73-74.
141 Ibid., p. 72.

69
La justicia criminal local novohispana

Xalostotitlán, Yahualica y algunos otros pueblos recorridos por


Chirinos; después, se dirigió a Teocaltiche donde se le sujetaron
6,000 indios.142
En la cuaresma de 1530, Guzmán llegó a Nochistlán y la
conquistó. De ahí, aprovechando la reunión de todo su ejército,
envió a sus lugartenientes a diversos puntos cercanos; Francisco
Verdugo y Cristóbal Barrios incursionaron por Jalpa; Cristóbal de
Oñate por Teocaltiche, Tlacotán y Juchipila; y Pedro Almídez
de Chirinos por Teúl.143
En las cercanías de Guadalajara, el conquistador escuchó
hablar de un templo del Teúl y, tal vez pensando que encontraría
otra Tenochtitlán, cruzó el río Santiago y llegó al norte a Nochist-
lán, obligando a los caxcanes que se le opusieron a buscar refugio
en el peñol fortificado. El Teúl estaba a una distancia de 80 kiló-
metros hacia el oeste, descubriéndolo primeramente su lugarte-
niente Chirinos, quien había sido enviado en una expedición de
reconocimiento acompañado de tropas mexicanas. Así, el ejército
principal llegó al sitio del templo pirámide a principios de abril de
1530, y aun el mismo Nuño se impresionó por este lugar solemne
y solitario. En una carta remitida al rey, señaló:

Consiste de un gran montículo, el lugar más fuerte que he-


mos visto hasta hoy, construido de bloques de piedra cor-
tada, y es evidentemente un centro de gran importancia,
cubierto de edificios decorados y adoratorios, cada uno sos-
tenido por un jefe local, para el sacrificio. Los nativos dicen
que el más grande de todos sus ídolos vivía ahí, y que estaba
hecho de oro, pero que fue destruido en una guerra hace
mucho tiempo. 144

El 8 de abril de 1530, Chirinos arrasó e incendio el Teúl y


con él finalmente sometió a toda la caxcana a la obediencia al rey.
Sin embargo, los caxcanes, al no poder resistir la invasión, desa-
bastecieron los lugares conquistados y dieron información con-
tradictoria a los conquistadores. Guzmán, después de la Semana
Santa, continuó su camino hacia la costa, lo cual fue de grandes
penurias por tener que enfrentarse a la barranca del río Grande a
142 Ibid., p. 73.
143 Ibid., p. 74.
144 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 63.

70
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

la que tardaron 14 días en sortear, lo que originó la pérdida de sus


indios, dejando el camino regado de cadáveres de mujeres, niños
y hombres que no resistieron las pesadas jornadas.145
Estando en Nayarit, el conquistador escribió al emperador
pidiendo el reconocimiento de la “Conquista del Espíritu Santo
de la Mayor España”. En ausencia del emperador y desde Ocaña,
la emperatriz envió el 25 de enero de 1531 cédula al muy mag-
nífico señor Nuño Beltrán de Guzmán en la que le ordenaba
cambiase el nombre al territorio que colocaba bajo el pendón de
Castilla y le llamase: “Reino de Nueva Galicia” y no “Conquista
del Espíritu Santo de la Mayor España”. También se le ordenaba
que fundase una ciudad capital de su conquista que tuviera por
nombre Santiago de Galicia de Compostela.146
La conquista de Nueva Galicia concluyó en 1531, diez años
después de la toma de México,147 y se estableció con una extensión
territorial desmesurada, casi como todos los del continente ameri-
cano en las primeras fases del asentamiento colonial. De esta ma-
nera, tan sólo seis años después de la entrada de Nuño de Guzmán
en este territorio, el borde septentrional de la Nueva Galicia se
encontraba en la villa de San Miguel Culiacán y el trazo seguido
por el río Petatlán, y en el sur, el territorio estaba formado por
el curso del río Grande cuando se internaba en Michoacán, con-
siderando que a partir de ahí había comenzado la conquista del
nuevo reino.148
A la par de la expedición bélica, el proceso de exploración
fue realizado por los misioneros franciscanos que fueron funda-
mentales para la penetración y consolidación de la conquista. De
esta manera, hacia 1525, Caltzontzin, rey de Michoacán, pidió a
fray Martín de Valencia que le enviara religiosos, y en 1526 lle-
garon los franciscanos a Tzintzuntzan, centro y capital del reino
tarasco, fundando allí un convento fray Martín de Jesús.149 En
Nueva Galicia, en 1531 se fijaron las primeras fundaciones: Tet-
lán, bien pronto reemplazado por Guadalajara, y Colima y Ajijic,
en las riberas del lago de Chapala. Puede decirse que desde 1531
quedaron señaladas las direcciones esenciales del apostolado

145 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 74.


146 Ibid., p. 75.
147 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 58.
148 Román Gutiérrez, José Francisco, Sociedad y evangelización en Nueva Galicia durante el siglo
xvi, México, El Colegio de Jalisco, 1993, p. 28.
149 Ricard, La conquista espiritual de México, p. 141.

71
La justicia criminal local novohispana

franciscano con su avance hacia el norte, rumbo a los países de


minas y de los chichimecas, es decir, hacia Zacatecas y Durango.
Las exploraciones apostólicas, como las de Sinaloa, hechas por
fray Juan de Tapia, resultaron una prolongación inevitable, por
lo demás, de la ocupación espiritual de la Nueva Galicia.150 Fray
Juan de Padilla fundó en 1533 en Zapotlán, hoy Ciudad Guzmán,
un pequeño convento, y en 1535 fray Francisco Lorenzo fundó
Etzatlán, cerca del lago de la Magdalena, y que puede considerar-
se el primer paso hacia Nayarit, Durango y Zacatecas. Tres años
más tarde se inició el periodo de las grandes exploraciones al norte;
en 1538 la de Sinaloa por mandato del provincial fray Antonio de
Ciudad Rodrigo. Al año siguiente, fray Marcos de Niza, acompa-
ñado del converso fray Honorato, partió de Tonalá, Jalisco, hacia
Culiacán, y de ésta el 7 de marzo de 1539 hacia el norte donde
atravesó Sinaloa y Sonora, reportando de este viaje haber descu-
bierto las fantásticas Siete Ciudades.151
Por el año de 1542, la instalación de fray Miguel de Bolo-
nia en Juchipila irradió su acción por todo el sur de Zacatecas.
En 1546, la presencia de fray Jerónimo de Mendoza y otros tres
frailes menores en el sitio donde hoy está la ciudad de Zacatecas,
consolidó la empresa religiosa, de manera que mientras que es-
tos exploradores espirituales recorrían como relámpago amplias
regiones aún misteriosas para el grueso del ejército, éste se orga-
nizaba atrás y consolidaba sus posiciones. La fundación de misio-
nes siguió su proceso, por lo que se establecieron conventos en
1547 en Amacueca, en 1548 en Chapala, en 1549 en San Miguel
el Grande, en 1550 en Zacoalco y Ahuacatlán, y en 1551 en Tla-
jomulco. Con todo, esta lista no agota los conventos fundados
en Jalisco antes de 1572; habría que agregar aún, entre otros, las
casas de Ocotlán, Atoyac, Cocula y Zapotitlán, además de la cus-
todia de Zacatecas con los cinco conventos que fueron fundados
en su jurisdicción.152
La capital propuesta para Nueva Galicia, Compostela, no
se consolidó y pasó algún tiempo antes de que se reubicara de
manera definitiva en Guadalajara, la que también tuvo que pasar
por un difícil periodo formativo. La subsistencia de Nueva Galicia
como gobierno aparte fue sancionada contundentemente por la
150 Ibid., p. 142.
151 Ibid., p. 144.
152 Ibid., pp. 145-146.

72
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

Corona en 1548, año en que le asignó no sólo su propio obispo


sino hasta su propia Audiencia. En la práctica, el reino novogalai-
co estuvo supeditado al poder supremo cada vez mejor plantado
de la Ciudad de México, aunque no dejó de defender con celo sus
prerrogativas judiciales.153
Hacia marzo de 1546 se descubrió una veta de plata tan
rica que sólo se podía comparar con las encontradas tres años
atrás en el Potosí peruano. Su producto dio mayor dimensión a la
economía colonial y alimentó una etapa de expansión territorial.
El descubrimiento del mineral promovió la fundación de Zacate-
cas, creando una gran expectativa en torno a las tierras norteñas
que dejarían de ser el espacio indefinido y fantasioso surgido de
la interpretación de los relatos de Cabeza de Vaca, y adquirirían
un contenido concreto con dimensiones mensurables. Zacatecas
recibió una considerable oleada de inmigrantes de todas las cali-
dades sociales: peninsulares y criollos españoles, individuos que
de un modo u otro salieron de los pueblos (tal vez mestizos en
su mayoría, de sangre y cultura nahua, otomí o tarasca) y, desde
luego, de gente con diverso grado de desarraigo. El flamante real
ocupó un tercer lugar por su crecimiento poblacional, quedando
sólo atrás de las ciudades de México y Puebla, lo que le mereció
contar con su propia caja real y formó su ayuntamiento en menos
de diez años. Al mismo tiempo, sin inconvenientes topográficos
de por medio, se estableció una ruta carretera entre México y
Zacatecas, el camino de Tierra Adentro, cuyo tráfico cada día
más activo se movió inicialmente en carros de bueyes y después
a lomo de innumerables recuas de mulas, más rápidas y econó-
micas. Sobre el camino (así como sobre otro tirado entre Zaca-
tecas y Guadalajara) se fundaron San Miguel y San Felipe (Santa
María de Lagos), asentamientos fundados ex profeso para apoyar
las comunicaciones y brindar protección frente al rechazo de los
habitantes nómadas o seminómadas de esas tierras del altiplano,
situadas en términos generales al norte de Michoacán, por donde
nunca o muy rara vez se había visto la presencia de gente venida
del sur.154
La tradición guerrera de las tribus que ocupaban la región
de Tierra Adentro se combinó con la motivación aventurera de

153 García Martínez, “La creación de Nueva España”, p. 280.


154 Ibid., p. 282.

73
La justicia criminal local novohispana

los nuevos y variados colonizadores venidos del sur, ansiosos de


riqueza y libertad y de hacer esclavos, llevando ese rechazo mutuo
a un enfrentamiento a muerte que se exacerbó conforme cre-
ció la producción y la importancia de las fundaciones norteñas.
Las tribus nómadas chichimecas, muchas de las cuales acabaron
desintegradas con el efecto de la guerra155 fueron desplazándose
hacia otros territorios del septentrión americano debido a su ca-
rácter guerrero e indómito y a su naturaleza nómada. Además,
las enfermedades que importaron los españoles, si bien crearon
una contracción demográfica, lo hicieron en las poblaciones se-
dentarias principalmente, como lo acontecido en Europa con la
peste negra a mediados del siglo xiv, debacle que afectó en al-
guna medida a los guerreros chichimecas. Sin embargo, en las
relatorías de la época no parece que ni las enfermedades ni la
guerra propiciaran su exterminio,156 en el sentido del término,
como refiere Gómez Serrano, ya que consideramos que hay un
desplazamiento y, en cierta medida, un proceso de integración
con otras comunidades indígenas, trasladadas hasta los territo-
rios novogalaicos para facilitar la pacificación de los chichimecas,
como consta en las relatorías de las diversas campañas bélicas
iniciadas por el virrey Velasco el viejo en el año 1554, y que cul-
minarían con la firma de la paz en 1591, siendo virrey Velasco el
joven. José Ignacio Rubio Mañé resume estos hechos en su obra:

[…] Reanudaron con vigor esos indios sus actos de hosti-


lidad en los tiempos virreinales de don Martín Enríquez,
particularmente en los caminos que conducían a Zacatecas
[…]. El mismo virrey tuvo que salir personalmente para Mi-
choacán y contener allí a los que se habían introducido en
esa comarca. Y por último dictó órdenes para “que de dis-
tancia en distancia se erigieran presidios, principalmente en
los puestos que llaman Ojuelos y Portezuelos, sitios a pro-
pósito para las emboscadas de aquellos bárbaros” […] fue
en el primer periodo virreinal de don Luis de Velasco el hijo,
cuando se llegó a concretar la paz con los belicosos chichi-
mecas. Mientras tanto, había aumentado su número como
también su impetuosidad guerrera. A pesar de los presidios

155 Id.
156 Dice el diccionario que exterminar es “acabar del todo con un grupo humano”. Real
Academia, Diccionario práctico del estudiante, p. 304.

74
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

construidos, espiaban la mejor oportunidad para acometer


a los españoles, burlándose de los escoltas que llevaban por
los caminos […]. Ya desde finales de la administración de
don Martín Enríquez se había estado tratando de llegar a un
acuerdo de paz con los jefes chichimecas por medio de un
capitán mestizo, hijo de un chichimeca, que llevaba el apelli-
do de Caldera y tenía gran influencia sobre esos indios. Pasó
mucho tiempo, sin embargo, antes de formalizarse el con-
venio. En 1591 llegaron al fin los emisarios chichimecas a la
Ciudad de México, llevando las condiciones de paz. Exigían
los indios que se les suministrase anualmente cierto abas-
to de carnes y provisión de ropas. El virrey Velasco supo
acogerlos con afabilidad y en seguida firmó el tratado, cuya
vigencia se conservó hasta el siglo siguiente. En reciproci-
dad a las condiciones otorgadas, don Luis consiguió que
los chichimecas permitiesen en sus rancherías la formación
de pueblos, interviniendo en ello algunas familias de indios
tlaxcaltecas, fieles aliados de los españoles. Se seleccionaron
cuatrocientas familias de tlaxcaltecas para poblar esas co-
marcas de chichimecas.157

Los descubrimientos argentíferos y la consolidación de la


expansión novogalaica durante el siglo xvi trajo consigo la ne-
cesidad de someter a los naturales para incorporarlos a la fuerza
productiva para hacer posible y viable la vida en la región. Dado
que los autóctonos no se sometieron a la vida sedentaria como
aconteció en otras regiones novohispanas, en los primeros años
se tuvo que recurrir al traslado de indígenas de otras regiones y a
la compra e introducción de esclavos en la región para consolidar
los asentamientos en todo el territorio.
La organización social, política y religiosa trató de llevarse
hasta los indios bárbaros. Las congregaciones y reducciones en
que se intentó asentarlos tenían como modelo a los pueblos del
centro. Es más, al emprenderse las congregaciones de los chi-
chimecas desde el siglo xvi, se llevaron tlaxcaltecas, mexicanos,
otomíes y otros “indios amigos” de buen concierto y “pulicía” en
su modo de vivir para que, viviendo junto a los nómadas recién
congregados, los atrajeren con su ejemplo al orden de república
157 Rubio Mañé, José Ignacio, El virreinato II. Expansión y defensa, 2ª ed., México, fce, 2005, pp.
72-73.

75
La justicia criminal local novohispana

y comunidad. Algo se logró: aunque muchas congregaciones se


dispersaron, se volvieron a integrar y a dispensar a lo largo del
xvii. Sucedió también que allí donde lograron convivir los indios
amigos “de maña y razón para vivir en orden de república”, ja-
más se integraron los chichimecas congregados, pues vivieron en
barrios separados, con sus propios usos, lenguas y costumbres;
y a menudo hacían valer su mayor influencia para abusar de sus
vecinos.158
El empuje de la minería y con ella la necesidad de prote-
ger la ruta para asegurar la extracción del precioso metal con las
fundaciones de las villas-presidios, sostuvieron durante el siglo
xvii el desarrollo de los Altos gracias a la inmigración mestiza
particularmente durante la segunda mitad, pero también a la del
interior con base en el progreso del modelo de cultivo aplicado y
en el de la producción agrícola. De ahí que hacia finales del siglo
los diezmos registraron un verdadero salto en la zona.159
Sin embargo, no se debe perder de vista que el siglo xvii
fue denominado como el siglo de la “crisis”, ya que se presenta-
ron fenómenos que justificaron ese epíteto. Para 1650, las epide-
mias redujeron la población autóctona en todo el país a más o
menos 1.9 millones de habitantes. También sobrevino una baja
del comercio trasatlántico y de las llegadas de plata registradas en
la metrópoli a partir de 1630. Eso pudo relacionarse con facilidad
con el descenso poblacional, mismo que ni la importación de
esclavos negros ni la inmigración europea pudieron contrarres-
tar. Se argumentó que el saldo demográfico afectaba sin remedio
la oferta de mano de obra, produciendo problemas económicos
generalizados.160
La población novogalaica desde sus inicios tuvo una con-
formación demográfica bien diferenciada del resto de la pobla-
ción novohispana que mayoritariamente estaba conformada por
pobladores autóctonos. De ahí que en buena parte de Nueva
Galicia, hacia el siglo xvii, sorprendía a los cronistas de la época
la blancura de la población y la ausencia de indígenas en algunas
regiones como Los Altos, donde había población blanca dispersa

158 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, p. 347.


159 Calvo, Thomas, “Demografía y economía: La coyuntura en Nueva Galicia en el siglo
xvii”, en Historia Mexicana, V. 41, No. 4 (164), abr-jun, 1992, p. 584.
160 Hausberger, Brend y Mazín, Óscar, “Nueva España: Los años de autonomía”, en Nueva
historia general de México, México, El Colegio de México, 2011, p. 263.

76
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

que no se contaba en los documentos oficiales. En otras palabras,


no todas las concentraciones de población blanca alcanzaron a
reflejarse en los documentos que se refieren a la población y su
cuenta. Algunas narraciones de la época confirman esa impreci-
sión, cuando hablan de pueblos habitados por españoles pobres,
mulatos, mestizos e indios, y también por vagabundos de todas
las clases que vivían “fuera de todo orden de república”, y cuyo
número era imposible de calcular.161
La región de Lagos, aun si la inmigración era más antigua,
parece haberse reavivado hacia 1700 con el incremento y recu-
peración demográfica del país. En este caso también, los grupos
mestizos, es decir, los más inestables, los más inquietos, parecen
haber sido el factor esencial. No debemos perder de vista que,
desde sus inicios, una buena parte de la región novogalaica no
contó con una población autóctona suficiente que se sometiera y
se arraigara de la misma forma en que ocurrió en el centro del país
donde se concentraba más de 60% de la población indígena.162
La esclavitud también formó parte de la vida social neo-
gallega, institución sustentada en la doctrina del Ostiense que
afirmaba: “Antes de la venida de Cristo al mundo, los gentiles po-
seyeron legítimamente sus potestades; pero después de ésta, los
poderes del orden espiritual y temporal quedaron vinculados en
Cristo y más tarde, por delegación, en San Pedro y los Papas”.163
Así, encontramos que desde el inicio de la conquista del te-
rritorio novogalaico, la esclavización de los naturales formó parte
de los planes que Nuño Beltrán de Guzmán emprendió para ge-
nerar riqueza, tal como lo hizo en su gobernación sobre Pánuco.
En un inicio logró su propósito basándose en la férrea oposición
de los naturales al sometimiento de los conquistadores, lo que
provocó que la Corona aboliera las normas que impedían la es-
clavitud de los naturales excepcionándolas al caso de los chichi-
mecas por su belicosidad, tal como ocurriría con otros pueblos
conquistados de las mismas características rebeldes (caribes, arau-
canos y mindanaos). De tal forma que la resistencia de los indios
ocasionó que se les considerara enemigos de la Iglesia y la Corona
(Recopilación de Indias, lib. 6, tít. 2, leyes 13, 14, 16 y 12).164
161 Lira y Muro, “El siglo de la integración”, p. 319.
162 Como se hace referencia en el apartado de “Orden social novohispano”.
163 Zavala, Silvio, Estudios indianos, 2ª ed., México, El Colegio Nacional, 1984, p. 14.
164 Ibid., p. 27.

77
La justicia criminal local novohispana

El 2 de agosto de 1530, en vista de que las extralimitaciones


contra los naturales continuaban, el emperador decidió prohibir el
cautiverio de los indios explicando en la cédula que aun mediando
la guerra justa no se debían esclavizar los aborígenes (Cedulario de
Puga I, 231). Sin embargo, en 1534 Carlos V dio marcha atrás y
derogó la ley de 1530 argumentando que los indios aprovecharon
el beneficio otorgado para resistirse a los conquistadores, como
fue el caso de la región donde se constituyó la jurisdicción de la
Audiencia, lo que ocasionó más muertes y, por tanto, volvió a au-
torizar la esclavización por motivos bélicos; sin embargo, delimitó
que no podrían cautivarse a mujeres y menores de 14 años.165
Finalmente, en 1542 se promulgaron las Leyes Nuevas
prohibiendo la esclavitud de los naturales americanos. No obs-
tante, dichas leyes posteriormente fueron revocadas debido a la
crisis que generó entre todos los conquistadores poseedores de
encomiendas que prácticamente se insubordinaron a la legisla-
ción. Lo relativo a la esclavitud no desapareció, pero ya no se ex-
tendió hacia los indígenas sino a los hombres y mujeres de color
esclavizados y comerciados por los Wesler.166 En 1550, el virrey
Mendoza recibió una carta en la cual se confirmaba la libertad
absoluta a favor de mujeres y niños menores de 14 años.167
El crecimiento de la agricultura y la ganadería se vio favo-
recida por los recursos generados con la minería, de ahí que los
mineros se convirtieron a la vez en terratenientes, industriales del
azúcar y ganaderos que aplicaban el principio de la división de
riesgos.168
Este desarrollo económico partió de las ventajas que se
presentaron ante la falta de fiscalización de la Corona española
en la región. Sin casas de moneda, en Guadalajara y Zacatecas se
propició la circulación de plata sin quintar, lo que producía a los
mineros ganancias mayores. Ello les permitió forjar capitales que
beneficiaron el desarrollo económico de la región. Esto quedó

165 Ibid., p. 60.


166 La familia de banqueros alemanes Wesler concedió al emperador Carlos V varios présta-
mos que éste garantizó con la “isla de Venezuela” y les permitió el envío de esclavos al
Nuevo Mundo desde la factoría que poseían en Santo Domingo. Desde allí, el abogado
Serrano informó al Consejo de Indias: “Los alemanes nos traen negros muy negros, hasta
el punto de que, a pesar de la gran necesidad que de ellos tenemos, nadie los compra”.
Hugh, El imperio español de Carlos V, p. 178.
167 Zavala, Estudios indianos, p. 64.
168 Calvo, “Demografía y economía: La coyuntura en Nueva Galicia”, p. 591.

78
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

manifestado en 1700 en las palabras de don Alonso de Cevallos,


presidente de la Audiencia de Nueva Galicia que decía: “A falta
de Casas de Moneda en Guadalajara y Zacatecas que pudieran
atraer los lingotes, e impedir que se fueran sin quintar ni diezmar
obliga a comersiar con pedassos de plata” que, por supuesto, no
habían pagado los derechos.169
También se experimentó un aumento sostenido de la po-
blación, lo que inició una recuperación demográfica que coadyu-
vó en el aumento económico de la Audiencia. Gerhard calcula
la población de la Nueva Galicia hacía 1742 en 200,000 habitan-
tes sobre la base de los datos suministrados por Mota Padilla y
Villaseñor. Más tarde, suma las cifras que aportan los datos con
que contribuyeron los autos de la visita practicada en la diócesis
de Guadalajara por el obispo fray Francisco de San Buenaven-
tura Martínez de Tejada por el año 1760, que arrojan un total
de 306,557 almas. Una década después, la Descripción de la diócesis
de Guadalajara, redactada por el canónigo don Mateo de Arteaga
durante el mandato del prelado don Diego Rodríguez Rivas de
Velasco, recogió de los padrones de las personas mayores de dos
años de todo el obispado en el año 1770, que el total de personas
existentes en el territorio de Nueva Galicia se elevaba a 381,014
personas. Así, ya a finales del siglo, durante la visita que efectuó
a la diócesis de Guadalajara el obispo doctor Juan Cruz Ruiz de
Cabañas, entre los años 1797 y 1802, la cifra se elevaba a la con-
siderable cantidad de 654,185 personas.170
La economía se desenvolvió a partir de la explotación de la
tierra que se dividía en haciendas, ranchos dependientes, ranchos
independientes y estancias que, junto con las actividades de fo-
mento a la industria y al desarrollo artesanal, complementaron
el auge regional. De esta manera, para el año 1776 ya se habían
establecido en el territorio de la Audiencia cerca de 100 talleres
de algodón, lana y corambres donde se elaboraban confeccio-
nes de distintas calidades, curtidurías, ingenios de azúcar y otros
establecimientos y obrajes.171
Nueva Galicia desempeñó un papel fundamental en los
mercados ganaderos del virreinato. Según Chevalier, ya a prin-
cipios del siglo xvii se calculaba que el territorio enviaba anual-
169 Ibid., p. 587.
170 Serrera, Guadalajara ganadera, p. 12.
171 Ibid., p. 54.

79
La justicia criminal local novohispana

mente a Nueva España unas 20,000 reses vivas, cantidad que en


ocasiones se incrementaba a 60,000 cuando algún rico propieta-
rio vendía parte de sus rebaños. Así, se considera que el censo
de ganado vacuno fue de entre dos millones y medio a cinco
millones de cabezas durante los últimos cuarenta años del siglo
xviii, tomando en consideración una exportación sostenida en
ese mismo periodo de 500,000 cabezas anuales a todo el virreina-
to. Después del mercado de reses le siguió en importancia el mer-
cado caballar y luego el mular, con entre medio millón y un millón
de cabezas, tomando en consideración que su valor en el mercado
era mucho mayor que el del ganado vacuno, concentrándose su
producción en los distritos de Aguascalientes y Lagos.172
Gran parte de la riqueza pecuaria de la región estaba en
manos de un estrecho círculo de poderosas familias y dinastías
de criadores de ganado, la mayoría de ellas emparentadas entre sí.
El primero de ellos, la vieja aristocracia terrateniente, remonta-
ba sus orígenes al momento de la colonización y primer reparto
del suelo conquistado. A lo largo de tres centurias lograron con-
servar, por medio de una serie de procedimientos (matrimonios
dentro del mismo grupo, fundación de mayorazgos, entre otros),
las propiedades adquiridas por sus antecesores. En algunos casos,
los descendientes consiguieron incluso acrecentarlas. En el siglo
xviii, gran parte de estos grandes “señores de ganado” ostenta-
ban títulos nobiliarios y ejercían una influencia casi señorial en las
comarcas donde se ubicaban sus gigantescas haciendas e, incluso,
en los organismos civiles, eclesiásticos y judiciales de la capital del
reino. Heredaban todas las virtudes y todos los defectos de esa
fuerte aristocracia terrateniente nacida en un siglo, el xvii, en el
que el territorio edificó los cimientos de su propia personalidad
regional.173
Frente a la vieja aristocracia, la figura del terrateniente de
nuevo cuño –el “recién llegado”– ofreció algunas variantes al es-
quema descrito. Éste asimiló muchos de los patrones de vida de
aquéllos, pero incorporó algunos rasgos específicos de importan-
cia. Muchos eran aventureros llegados de la península en busca
de fortuna, otros eran comerciantes y otros mineros que habían
comprendido que para compensar las pérdidas de la explotación

172 Ibid., p. 382.


173 Ibid., p. 384.

80
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

argentífera había que invertir en la tierra a través de propiedades.


Se produjo así uno de los fenómenos que más caracterizaron el
siglo xviii en el virreinato y en la región de Guadalajara: el tras-
vase de capital minero a la tierra. Muchos de los componentes de
este grupo lograron emparentar con miembros de los antiguos
y aristocráticos linajes, hasta el punto de que los dos grupos se
encontraban ya casi fundidos a fines de la centuria. Sin embargo,
los recién llegados conservaron muchas de las características de
su juventud y no abandonaron el espíritu aventurero y comercial
que los impulsó. A fines de siglo fueron ellos los que controlaban
los puestos claves del cabildo, de la aduana, de la junta de abasto
y del consulado de la capital del reino. Inyectaron savia nueva
en los antiguos troncos y participaron de una mentalidad más
moderna dentro de la cual fueron compatibles las formas aristo-
cráticas de vida y las aspiraciones de lucro.
Un panorama distinto ofrecía la población indígena. Su
acceso a la riqueza pecuaria fue mucho más limitado en compa-
ración con el grupo anterior, pero presentó características nuevas
en el régimen de propiedad de rebaños. La explotación ganadera
no se llevó a cabo a nivel personal, ni tampoco por la comunidad
indígena. Esta actividad se canalizó a través de una institución
eclesiástica creada por iniciativa de los propios naturales: la co-
fradía india. A principios de siglo xix, gran parte de las cofradías
existentes en Nueva Galicia se subvencionaban con los beneficios
que reportaban sus fondos pecuarios. En la región de Guadalajara,
el funcionamiento regular de estas asociaciones pías llegó a ser
casi consustancial a la cría de ganado. Algunas de ellas poseían
rebaños mayores que los que por aquellos mismos años había
en algunas prósperas haciendas del territorio.174
Aunado a lo anterior, se consolidó el proceso de “rancheri-
zación” en la zona de Los Altos que, a diferencia del Bajío donde
las ricas tierras solían ser trabajadas por jornaleros y peones, acá
predominó la supervisión del dueño. A los alteños de la región, a
los de los cañones y a muchos de los del altiplano no les interesó
retener a jornaleros y peones por deudas, pues preferían al ran-
chero identificado con la tierra. Sin embargo, hay que mencionar
que esto no ocurrió en el resto del territorio bajo la explotación de
los grandes latifundios como el de los Rincón Gallardo, quienes

174 Ibid., p. 385.

81
La justicia criminal local novohispana

hacían trabajar sus tierras con jornaleros y peones como ocurría


en el Bajío y en otros latifundios novohispanos.175
Los españoles y los criollos buscaron un estrecho apoyo
en los nativos y los supieron incorporar al quehacer de los ran-
chos. Este grupo reflejado en el hombre sin tierra consiguió tam-
bién hacer causa común con el ranchero semiindependiente que
descendía en línea directa de los agricultores que se habían esta-
blecido en los nuevos pueblos y que posteriormente fueron des-
plazados por los latifundistas que se apoderaron de los consejos
de éstos para confirmar títulos, controlar las aguas, los puestos
políticos y los administrativos.176

La sociedad de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes


Al amparo del descubrimiento de una importante riqueza argen-
tífera al pie del cerro de La Bufa en 1546 donde poco después se
fundó la ciudad de Zacatecas, inició el desarrollo de la región. Los
primeros asentamientos rurales permitieron sostener la vida de la
ciudad y de los centros mineros que se establecieron alrededor de
ella. De ahí que, entre otras poblaciones, se fundó el 22 de octu-
bre de 1575, mediante cédula expedida por el doctor Gerónimo
de Orozco, presidente de la Audiencia de la Nueva Galicia, la
villa de Aguascalientes.177
El territorio donde se fundó la villa y la región que la ro-
deaba formaba parte de los llanos ocupados por los chichimecas
integrados por diversas etnias. Los guamares eran un grupo que
merodeaba entre Jalostotitlán y Aguascalientes, a quienes se des-
cribió como gente muy pobre, semidesnuda, que se alimentaban
de las liebres y animales naturales de los llanos donde habitaban,
sin tener un establecimiento fijo.178
La región que se convertiría en la jurisdicción de la Alcal-
día Mayor de Aguascalientes formaba una intersección o fronte-

175 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 142.


176 Id.
177 Gómez Serrano, Jesús y Delgado, Francisco Javier, Historia breve de Aguascalientes, 2ª ed.,
México, El Colegio de México, fce, 2011, pp. 18-21.
178 Gómez Serrano, Jesús, La guerra chichimeca, la fundación de Aguascalientes y el exterminio de la
población aborigen (1548-1620), Guadalajara, El Colegio de Jalisco, Municipio de Aguasca-
lientes, 2001, pp. 18-19.

82
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

ra entre las naciones relativamente civilizadas del sur –tecuexes,


caxcanes y guamares– y las naciones más “bárbaras” del norte
–zacatecos y guachichiles–.179
La fundación de la villa se dio en el contexto de la guerra
chichimeca que inició con el asalto de una caravana de tarascos
que llevaba paños, y en el que los viajantes fueron asesinados y la
mercancía robada. Parecido acto se repitió poco después cerca
de Zacatecas, donde fue asaltada una recua de Cristóbal y Die-
go de Ibarra.180 Ello coincidió con la llegada del virrey Luis de
Velasco en 1550, quién planteó establecer poblados defensivos
que contuvieran a los chichimecas y así lograr regular el tráfico
de los caminos que iban a Zacatecas. De esta manera comenzó el
proceso de fundaciones españolas como San Miguel el Grande a
diez leguas de Querétaro en 1555, y en el “gran tunal” el pueblo
de San Felipe en 1562. Por lo que hace a la Audiencia de la Nueva
Galicia, ésta ordenó fundar la villa de Santa María de Lagos en
marzo de 1563 que serviría de base para la fundación de la villa
de Aguascalientes.
A la muerte del virrey Luis de Velasco en 1564, durante
un breve periodo gobernó Gastón de Peralta, marqués de Fal-
ces, quien impulsó a continuar con la política de guerra “a fuego
y sangre”, lo que le granjeó la oposición férrea de las órdenes
religiosas. Con la llegada del virrey Martín Enríquez Almanza se
aceleró la creación de un sistema de presidios o puestos fortifi-
cados bajo la protección de una escolta militar. Así surgieron los
presidios de Ojuelos en 1570 y después los de Bocas, Ciénega
Grande y Cuicillo.181
Los primeros colonos españoles establecidos en lo que llegó
a ser la villa de Aguascalientes aparecieron en la década de 1560,
cuando Luis de Velasco, el viejo, hizo merced al fiscal de los chichi-
mecas, Hernando González de Berrocal, de una estancia de gana-
do menor y de otras tierras en el lugar llamado Rincón de Nuestra
Señora, actualmente donde se ubica el barrio del Encino en la
ciudad de Aguascalientes. Lindaba “la parte poniente de la estan-
cia de Gaspar López […], en la levante una sierra pedragosa, y al
poniente la estancia de Francisco Guillén”.182
179 Ibid., p. 21.
180 Ibid., pp. 24-25.
181 Ibid., pp. 31-35
182 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 127.

83
La justicia criminal local novohispana

El 22 de octubre de 1575 se emitió la cédula de fundación


de la villa de Aguascalientes que fue firmada por el gobernador-
presidente de la Audiencia de la Nueva Galicia, el doctor Jerónimo
de Orozco en nombre del rey Felipe II. El documento constitu-
tivo delimita en los antecedentes las gestiones que Juan de Mon-
toro hizo en nombre de los pobladores del lugar, manifestando
la localización del sitio, la situación de los vecinos y la calidad de
población defensiva. En segundo término se encuentra la reso-
lución emitida en nombre del rey por parte de la Audiencia de
la Nueva Galicia, en la cual se determina y resuelve la petición a
favor de Juan de Montoro y los vecinos que representa, y prove-
yó y mandó se hiciese la traza de la villa, a la que llamaron de la
Ascensión. Ésta fue hecha por los 12 vecinos que la integraban,
entre quienes se repartieron solares de casas, huertas, estancias y
caballerías de tierra, y se les dio la facultad de nombrar a sus auto-
ridades, gobernando alrededor de un cabildo. En la tercera parte
se determinaron las prerrogativas de la villa, la composición del
fundo legal (cinco leguas183 a la redonda), fundo del que el cabildo
integrado con dos alcaldes, cuatro regidores y un síndico procu-
rador, mercedarían los solares, huertas y estancias a los vecinos.184
Los primeros años de existencia de la villa fueron especial-
mente complicados ya que, a pesar de la construcción de algunas
casas y el desmonte de predios que dieron paso a tierras de la-
bor, la amenaza chichimeca ahuyentó a los vecinos. Hacia 1584,
Hernando Gallegos escribió que, a mitad del camino que iba de
Teocaltiche a las minas de Zacatecas, había una villa en donde
estaba un fuerte que llamaban de Aguascalientes, que no tenía
más población que los 16 soldados y el caudillo que resguarda-
ban el presidio, esto debido al asedio que los indios chichimecas
de guerra hacían en contra de los vecinos, a los que mataban y
robaban su ganado.185
En el año de 1601, el obispo Alonso de la Mota y Escobar
en el recorrido que hizo de la diócesis de la Nueva Galicia, al pa-
sar por la villa, decidió crear la parroquia de Aguascalientes. Esta
decisión tomada por el obispo detonó el desarrollo de la comuna

183 La legua es una unidad tradicional de longitud que equivale a 5,572 metros. Real Acade-
mia, Diccionario práctico del estudiante, p. 420.
184 Gómez Serrano, La guerra chichimeca, pp. 46-58.
185 Acuña, René, “Relación de Teocaltiche, Hernando Gallegos”, en Relaciones geográficas del
siglo xvi: Nueva Galicia, México, unam, 1989, p. 301.

84
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

a la que llamó “la población más pobre y humilde de todo el rei-


no”. La determinación de crear la parroquia ayudó a investir de
autoridad a la villa y a poner freno a los abusos de los estancieros
y poderosos de la región. Además, esto permitió definir una juris-
dicción que allanó el camino para que la villa se convirtiera más
tarde en alcaldía mayor.186
En el año 1609, la alcaldía recibió la visita de Gaspar de la
Fuente, quien como oidor constató que la villa no contaba con
edificios públicos y que las casas estaban construidas sin guardar
“el orden que era justo”. Además, identificó que las mercedes de
tierra habían sido acaparadas por unos cuantos sin que las auto-
ridades frenaran dichos abusos, lo que lo llevó a emitir un auto
relacionado con la traza, población y aumento de la villa, para
lo cual delimitó el tamaño de la plaza central, la ubicación de la
iglesia parroquial, el ancho de las calles, el tamaño de las cuadras,
el número de solares que habría en cada cuadra y la forma de
repartirlos. Asimismo, conminó a los estancieros a respetar los
campos sembrados al impedir que sus ganados los destruyeran,
y determinó la disminución del ejido de la villa de las cinco le-
guas cuadradas originales a dos.187 El oidor ordenó que la gente
a quien se diera solar no podría venderlo en tanto no hubiese
construido casa y vivido un año. Ordenó que se hicieran “… mil-
pas y sementeras…” y se publicara un bando que prohibiera a los
criadores traer sus ganados en ninguna época del año, pues de ha-
cerlo tendrían que pagar una multa de dos reales por cada res.188
La constitución de Aguascalientes como alcaldía mayor
se dio después de la visita del oidor De la Fuente, así escribió
Arreguí en 1621:

La villa de Aguas Calientes ha sido siempre de esta juris-


dicción (Lagos) hasta ahora que la dividieron, y de ella y de
las minas de Comanja, que son unas minas de poca cuenta
en este reino, se ha hecho una alcaldía mayor que por ser
tan nueva la división y las minas las pondremos aquí di-
ciendo, que la villa de Aguas Calientes es poblada de 15 a

186 Mota y Escobar, Alonso de la, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nuevo León
y Nueva Vizcaya, México, Antigua Librería Robredo, 1940, p. 58.
187 Gómez Serrano y Delgado, Historia breve de Aguascalientes, p. 26.
188 Rojas, Beatriz, “De la conquista a la independencia”, en Breve historia de Aguascalientes,
México, fce, El Colegio de México, 2000, p. 23.

85
La justicia criminal local novohispana

20 españoles, aunque en sus contornos hay otros muchos


en estancias y ranchos.189

Respecto a la fundación de las repúblicas de indios, fueron


cuatro los pueblos creados en el periodo de estudio. El prime-
ro fue el de San Marcos, el cual es mencionado ya hacia el año
1622 y es en 1626 cuando parece que logra su reconocimiento
como república de indios con los privilegios que ello derivaba.
Para 1644, el juez de composiciones, Cristóbal de la Torre, les
mercedó una huerta y les permitió disponer de agua para el rie-
go, recurso del que dispondrían cada domingo de la acequia del
Ojocaliente; sin embargo, como en el lugar ya no había realengos,
recibieron en el año de 1668, del alcalde mayor Nicolás Sarmiento,
cuatro caballerías190 y media en la Cañada de los Soyatales, a me-
dia legua de la villa, con lo que los indios mejoraron un poco el
perfil de su patrimonio.191
La constitución del pueblo de San Marcos se fundó con
naturales provenientes de diversas partes y pertenecientes a dis-
tintas regiones, entre ellos había una mayoría de caxcanes de la
zona de los Cañones, quienes junto con otros indios se vieron en
la necesidad de regular su situación, ya que se formó la localidad
sin acuerdo con las leyes.192
Rincón de Romos tuvo su origen como pueblo de indios
cuando “en ejidos y solares que les dio la Real Audiencia hacia
el año de 1639”, un grupo de nativos formó un pequeño caserío
y con la ayuda de los estancieros vecinos del lugar se estableció
para apoyar las labores del campo. Por una cédula firmada por
Fernando VI en Burgos el 29 de enero de 1747, se sabe que el
pueblo tuvo desavenencias con los dueños de la hacienda el Sau-
cillo que pastaban su ganado en las sementeras que formaban
parte del pueblo, lo que ocasionó la intervención real y concluyó
con la visita del juez privativo de tierras y aguas de la Audiencia
de Guadalajara, el capitán Albino Villegas. El 24 de noviembre de

189 Arreguí, Domingo Lázaro de, Descripción de la Nueva Galicia, Guadalajara, Gobierno de
Jalisco, 1980, p. 159.
190 A principios de 1537, el virrey Mendoza determinó que la caballería equivaldría a una
superficie de 552 por 1104 varas ordinarias, o sea, poco menos de 43 hectáreas. Chevalier,
La formación de los latifundios, p. 140.
191 Gómez Serrano y Delgado, Historia breve de Aguascalientes, p. 28.
192 Gómez Serrano, La guerra chichimeca, p. 118.

86
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

1747 éste deslindó el ejido del pueblo señalando sus colindancias.


Dichas tierras, en conjunto, formaban una extensión agraria de 32
sitios de estancia de ganado menor193 más 116 caballerías de tie-
rra con el uso general de todas sus aguas, pastos, árboles, zacate
y demás contenidas en los ejidos como su legítima pertenen-
cia. Concluida la manifestación del juez, actuando en nombre del
Rey, el pueblo congregado tomó posesión del predio, iniciando
un ritual en el cual cortaron yerbas y tiraron piedras en señal de
tomar posesión quieta y pacífica, real y corporal de ellas.194
El pueblo de indios de San José de Gracia se conformó con
12 familias que originalmente habitaban en Garabato dentro de la
hacienda de Pabellón. Se establecieron en el sitio llamado de Marta
en 1675, dentro del cordón de la hacienda de Paredes.195 En 1682,
Juan Domínguez, Mateo Rodríguez, Diego de la Cruz, Cristóbal
“el mozo”, Jacinto Castro y otros naturales se presentaron ante
Alonso Navarrete y Argote, escribano real de la villa de Aguasca-
lientes, para hacer la solicitud formal de fundación. Entre otras
razones que manifestaban decían que vivían “ha más de siete
años en su población en cada uno de sus locales y coamiles196 en
el puesto y sitio que llaman de Marta, en el valle del Potrero de esta
jurisdicción”. Las tierras en que los naturales solicitaban la funda-
ción de su pueblo pertenecían a Matías López de Carrasquillo, con
quien mantendrían un pleito legal de treinta años y que sobreviviría
a la muerte del actor.197
El 24 de noviembre de 1682, la Audiencia de la Nueva
Galicia autorizó la fundación del pueblo con la condición de que
la ubicación de la población se trasladara al sitio donde pasaba
el camino real que iba de la villa de Aguascalientes a la ciudad
de Zacatecas, saliéndose con ello de la barranca donde habitaban
y ordenó, además, el pago al dueño legítimo del predio afecta-
do. El auto fue expedido por el doctor don Alonso de Cevallos
Villagutierre en su calidad de gobernador de la Nueva Galicia
y presidente de la Audiencia. Los naturales no estuvieron de
acuerdo con parte de lo acordado, por lo que, a través de su

193 Un sitio de ganado menor equivalía a 780.27 hectáreas. Serrera, Guadalajara ganadera, p. 31.
194 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, pp. 195-196.
195 Gómez Serrano y Delgado, Historia breve de Aguascalientes, p. 37.
196 Sementera: donde tienen sus sembradíos. Real Academia Española, Diccionario de la Len-
gua, “cuamil”, rae.es/?id=XW855kw.
197 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, pp. 197-198.

87
La justicia criminal local novohispana

representante legal, José Gómez de Santoyo, solicitaron a la Au-


diencia se reconsiderara la condición de fundar el pueblo en el
paso del camino real y se les permitiera mantenerse en el sitio
que ocupaban.198
Recibido el escrito en la Audiencia, se emitió despacho a la
villa para que el alcalde mayor y el párroco informasen los por-
menores sobre las tierras donde estaban rancheados, el origen
de los pobladores y las causas por las que se congregaron en el
sitio donde querían constituirse como pueblo de indios. Ambas
autoridades emitieron informes favorables sobre los presuntos
indios, lo que llevó a la Audiencia a emitir un nuevo auto el 21 de
enero de 1683, autorizando la fundación del pueblo en el lugar
que solicitaban, señalando lo siguiente:

[…] que dichos naturales puedan fundar y funden el dicho


Pueblo Nuevo con el asiento y nombre de San José, en el
puesto, sitio y parte donde han estado poblados y ranchea-
dos […]; fundándolo y fabricándolo en forma, y para que
nombren y señalen ministros y demás oficiales de República
según y en forma que se acostumbra hacer en los demás
pueblos fundados en este reino […].199

Ese mismo año, López de Carrasquillo comenzó un litigio


ante la Audiencia porque se decía inconforme ante los hechos
consumados y de los que se decía agraviado. Señalaba asimismo
que unos mulatos o lobos llamados los Domínguez habían empe-
zado a edificar una iglesia, tratando de demostrar con ello que no
se trataba de indios para echar abajo la fundación y los privilegios
que esto permitía a los pobladores. Finalmente, el litigio concluyó
con el pago del predio a la viuda de López de Carrasquillo, doña
Margarita de la Escalera, quien aceptó el valor de 350 pesos, mas
no los 1300 que en vida exigió el finado capitán.200 El arreglo
llegó el 3 de febrero de 1712, cuando Cristóbal Berronez, alcalde
del pueblo ante el escribano público de la villa de Aguascalien-
tes, pactó la forma de liquidar el débito201 a doña Margarita; sin

198 Ibid., p. 200.


199 Ibid., p. 201.
200 Ibid., p. 203.
201 Gómez Serrano, Jesús, Apuntes para la historia de San José de Gracia, México, Instituto Cul-
tural de Aguascalientes, 1992, p. 33.

88
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

embargo, los problemas por la tierra de la comunidad josefina


continuaron, de tal suerte que todavía hacia 1728 encontramos
una querella de algunos de los pobladores en contra de sus pro-
pias autoridades por quererlos despojar de sus tierras como se
transcribe a continuación.

Año de 1728

José Serrano Juan Agustín y Juan de Santiago todos de man-


común y cada uno depositaremos ante Vuestra Señoría y
decimos que nosotros somos vecinos de esta Villa en el pue-
blo de San José de Arriba en donde hemos vivido y morado
yo el dicho José Serrano más de veinte y cuatro años y más
Juan Agustín y Juan de Santiago más de diez años asistiendo
y cumpliendo con todo cuan se nos manda y se ofrece en
dicho Pueblo sin faltar en cosa alguna, y por cuanto el año
pasado de setecientos y veinte y siete el Señor Alcalde y Re-
gidor que entonces lo eran Santiago de la Cruz y Francisco
Trinida intentaron el que despoblásemos nuestro Ranchito
y casita por decir no estar dentro de dicho Pueblo siendo
así que dista del a lo más largo un tiro de Arcabuz que es
la misma parte y lugar en donde vivieron nuestros padres y
antes estos siempre sirviendo y atendiendo a dicho Pueblo
en cuanto se ofrecía como vecinos de él, y haber sabido
ahora que procuran hacer lo mismo los Alcaldes que actual-
mente están en dicho ejercicio determinamos declarar para
Ante Usted para que comparezcan dicho Alcalde y Regidor y
declaren y justifiquen los motivos o motivo que tienen para
podernos despoblar dicho Ranchito y casa que es el mismo en
donde siempre nos hemos mantenido con nuestras Milpas y
ganadito y las partes y lugar donde vivieron nuestros padres
muchos años sin perjuicio ninguno como nosotros no lo
hemos tenido nunca en todo el tiempo que hemos vivido
como lo justificaremos con Gerónimo de la Cruz Miguel
Santos y Juan Gutiérrez quienes también viven en la misma
parte y lugar y nosotros y con quienes ha querido ejecu-
tar lo mismo y porque dicho Alcalde y Regidor no quieran
usar Algún acto violentamente y atendiendo el gravísimo
perjuicio y perdida que se nos previene y daño que resul-
ta en nuestra pobreza se ha de recibir la justicia mediante

89
La justicia criminal local novohispana

demandar comparecer ante sí a los susodichos y que se les


notifique no nos perturben ni inquieten en cosa Alguna de-
jándonos en nuestra casa sosiego y quietud como siempre
nos hemos mantenido por lo cual a Vuestra Señoría pedi-
mos y suplicamos mandare como pedimos que en hacerlo
así Recibiremos justicia juro este mí escrito no es de malicia
y lo necesario.
José Serrano –rúbrica– Juan Agustín –rúbrica–
Juan de Santiago –rúbrica–.202

En diciembre de 1700, con la escritura de donación hecha


por el capitán José Rincón Gallardo de un sitio de estancia de
ganado menor y dos caballerías ubicadas en un punto llamado
Jonacatique, la Audiencia de la Nueva Galicia otorgó el permiso
para fundar un pueblo repartiendo una porción de las tierras en-
tre las familias y conservando el resto como ejido. La ceremonia
de fundación tuvo lugar el 29 de noviembre de 1701 y fue enca-
bezada por Diego de Parga y Gayoso, alcalde mayor de la villa
de Aguascalientes. Los indios arrancaron yerbas e hicieron los
“actos de posesión” acostumbrados. El alcalde observó que el
sitio era bueno, “así por ser levantado, llano y descubierto, como
porque el agua que les ha de servir entra por sí sola por todo
él”, pudiendo los indios aprovecharla “para fábrica de sus casas y
huertas”. Al nuevo pueblo se le impuso el nombre de Jesús María
de los Dolores y fueron 32 los indios registrados como “primeros
fundadores”.203
Igual que en toda la jurisdicción de la Audiencia, la escla-
vitud estuvo presente en la sociedad de la villa de Aguascalientes
desde su inicio, integrándose con una demografía mixta com-
puesta por vecinos españoles, indígenas y esclavos.204 Los negros
esclavos se introdujeron para servir en lugar de los indios en
los trabajos fuertes del campo y las minas, aunque no fueron
muchos los introducidos en el siglo xvi.205
Así, la composición social de la Alcaldía Mayor de Aguas-
calientes se desarrolló, según José Antonio Gutiérrez, de la si-
guiente manera:
202 Expediente: 270.27.5/1728/fjp/ahea, foja 2 frente y vuelta.
203 Gómez Serrano y Delgado, Historia breve de Aguascalientes, p. 40.
204 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 184.
205 González Obregón, La Inquisición y la Independencia, p. 280.

90
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

[…] el número más elevado que emigró a la villa fue de


hispanos y luego indígenas; pero también merece la pena
que se mencione la corriente negra que por su impercepti-
bilidad actual pensamos que se diluyó al emigrar posterior-
mente a otras áreas donde su aceptación fue más abierta. La
presencia indígena quedó patentizada en la fundación del
barrio o pueblo de San Marcos en las afueras de la villa… Y
en cuanto a la corriente afro queda manifiesta en los libros
parroquiales, testamentos y diferentes transacciones comer-
ciales o dotes. Su campo laboral fue el servicio doméstico,
en el pastoreo y como vaqueros en estancias, en tareas de
molinos y obrajes.206

Por lo que hace a la densidad demográfica de la alcaldía,


el primer padrón parroquial que conocemos fue el levantado en
1648 por el cura D. Hernando Calderón. Contaba la alcaldía con
más de 1,000 habitantes y correspondían a la villa 764, de los cua-
les 340 eran españoles, 263 indígenas, 95 mulatos y 45 esclavos; el
barrio de San Marcos tenía 81 indígenas.207
Cabe mencionar que del padrón levantado por el cura
Calderón se desprende que los esclavos pertenecían a las categorías
conformadas por los llamados negros y mulatos, derivándose que
bajo esta condición se encontraron 10 mulatos, 21 mulatas, 14
negros y 20 negras.208
En los censos de 1770 (parroquial de Aguascalientes) y el
General de la Intendencia de Guadalajara de 1789-1793, hay una
descripción completa de los habitantes censados; sin embargo,
la determinación de su posición social radicaba en su calidad, no
haciéndose mención de su condición jurídica como hombres libres
o esclavos, como sí aconteció en el levantamiento censal de 1648.
Una pista de la condición jurídica de mulatos y negros también la
encontramos en los numerosos actos jurídicos pasados por la fe de
los escribanos públicos respecto a las transacciones de esclavos que
se verificaron en la alcaldía durante los siglos xvii y xviii.209

206 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 184.


207 Id.
208 Gutiérrez Gutiérrez, José Antonio, “Aguascalientes a través del padrón de 1648”, en Folio,
Aguascalientes, Año 1, número 1, Archivo Histórico de Aguascalientes, 2000.
209 Encontramos en el Fondo de Notarías del Archivo Histórico del Estado de Aguasca-
lientes que el 27 de septiembre de 1745, el religioso del convento de La Merced, fray

91
La justicia criminal local novohispana

Así, entre 1653 y 1700 se establecieron 73 operaciones de


compraventa en la villa, de las cuales correspondieron a esclavas
32 transacciones y 41 en el caso de varones, además de contem-
plar en los atestados notariales sus características determinando
su color y calidad de mezcla, desprendiéndose que 18 eran ne-
gros, 38 mulatos, 7 mulatos blancos, 1 amembrillado, 2 moriscos,
5 conchos, 1 lobo y 1 pardo.210
Durante el siglo xviii, la alcaldía experimentó un ascenso
demográfico que fue plasmado en los censos. En 1716, el cura de
la villa presentó datos al obispo D. fray Manuel de Mimbela,
señalando en 4,000 las personas con capacidad de confesión y
comunión avecindadas, y en el de 1728 menciona a 4,350. Para
1741, el padrón registra 7,870 y en 1754 se da cuenta de 11,466
personas. En 1770, la villa tenía 8,092 personas de todas las edades
y la jurisdicción parroquial, 19,661. Para 1776, la jurisdicción ya te-
nía 22,123 personas. En el censo de Meléndez Valdés (1789-1793)
se registran para la subdelegación de Aguascalientes 25,275 ha-
bitantes y sólo para la villa 56 europeos, 4,189 españoles, 1,301
indios, 500 mulatos y 1,700 mestizos y otras castas, además del
pueblo de San Marcos con 442 indígenas. En el último registro
del siglo xviii de D. Juan Cruz Ruíz Cabañas de mayo de 1797,
se asigna a la población parroquial una integración de 21,536
personas.211
Por lo que hace al criollo, lo encontramos “regateando”
el dominio con los funcionarios reales y con la masa de mesti-
zos e indios. Frente a las autoridades españolas era parcialmen-
te dominado, pero no explotado; era un partícipe insatisfecho.
Ante mestizos, indios y castas era dominador y explotador. El
refrán “gachupín con criollo, gavilán con pollo” comprende im-
portantes jirones de la realidad social colonial: alude enemistad
e insinúa ventajas del peninsular sobre el criollo quien, even-

Antonio del Villar Escobar, pasó ante la fe de Manuel Rafael de Aguilera la manumisión
de la esclava mulata Juana Bautista de 50 años, y tan sólo un par de días después, el 5 de
octubre del mismo año, el mismo religioso adquirió dos esclavas mulatas pagando 200
pesos por cada una, María Cid de Escobar de 20 años y Juana Cid de Escobar de 22 años.
En http://eservicios.aguascalientes.gob.mx/seggob/acervodigital/notarial.aspx. Desde
el año 2016 esta página web fue deshabilitada para consulta en línea.
210 De la Torre, María Consuelo, Aguascalientes en el siglo xvii. Economía y sociedad, el caso de la
esclavitud, tesis para obtener el grado de licenciatura en historia, Aguascalientes, Universi-
dad Autónoma de Aguascalientes, 1995, p. 71.
211 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 186.

92
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

tualmente, no resiste y se rebela. El criollo regional tenía poca


inclinación por vivir en los pueblos; su color de piel definía
su clase social. Pavoneaba su blancura nobleza e hidalguía cui-
dadosamente conservadas, como se muestra en las frecuentes
“probanzas”. Ambos rasgos lo incitaban a competir con los pe-
ninsulares por aspiraciones e ideales y a mantener frecuentes
vínculos entre sí.212
La manera de ser de nuestro criollo originó una forma pe-
culiar de lucha de clases. El peninsular presionaba sobre él para
introducirse en su núcleo y desplazarlo. Por su parte, el criollo le
hacía frente con el orgullo generado por descender directamente
del conquistador y por ser depositario de hidalguía y nobleza. La
escalada a los puestos gubernamentales se convirtió en el objeti-
vo de sus aspiraciones, principalmente porque su posición eco-
nómica lo reclamaba.213 Al darse cuenta de la imposibilidad de
rebasar esta barrera, nació en no pocos criollos una gran amargu-
ra contra los europeos; más aún, esa amargura pasó a convertirse
en odio al verse calificados de “personas incapaces de gobernar a
los demás, y medio indios”.214
Fue principalmente en el siglo xviii cuando el criollo se vio
en desventaja frente al hispano quien procedía de una sociedad
más desarrollada que les había enseñado a sujetarse a un trabajo
sistemático, exigente y hasta con espíritu explotador acorde con
el régimen económico europeo vigente. Este emigrante se había
forjado en la penuria y en un clima de explotación capitalista,
creando en ellos un espíritu complejo. Trasplantado a un estrato
social menos desarrollado, la contienda con los “perezosos se-
ñoritos criollos” les resultó ventajosa, pues disponían de mayor
capacidad de trabajo y más malicia para sacar partido de las cosas
y las situaciones.215

212 Ibid., p. 240.


213 Ello puede ilustrarse con el proceso de concentración de la tierra a través de los mayoraz-
gos como fideicomisos perpetuos que, en palabras de Gómez Serrano y desde el punto
de vista legal, suponían “una vinculación civil perpetua, por virtud de la cual se realiza
una sucesión en la posesión y el disfrute de los bienes según las reglas especiales de la
voluntad del testador o fundador”. A los ojos de la aristocracia novohispana, era algo así
como “la promesa de una opulencia perpetua”. Gómez Serrano y Delgado, Historia breve
de Aguascalientes, p. 34.
214 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 241.
215 Id.

93
La justicia criminal local novohispana

Cabe recordar que los primeros españoles llegados al terri-


torio de la villa en los inicios de la constitución de la alcaldía ma-
yor, cuyos descendientes fueron el germen de los criollos de los
siglos xvii y xviii, lejos de ser hidalgos y conquistadores eran, en
palabras del obispo Mota y Escobar “gente muy pobre”. Dice, el
obispo en su “Descripción” que la villa de Aguascalientes había
sido fundada por “gente casi forajida y muy pobre, y así no ha ido
adelante”.216 Powell, en torno a la población de la frontera, seña-
ló: “El hombre que luchaba en la frontera de los chichimecas”,
unas veces como soldado regular y otras como colono, era el ob-
jeto predilecto de las críticas de los funcionarios, administradores
y del clero.217 De lo anterior, queda al caso lo que Pérez Reverte
escribe: “un palmo para cada uno de estos hijosdalgo, que son
hijos de algo, sin duda; pero con dudas hidalgos”.218
Así, entonces, los hijos de los primeros fundadores se con-
vertirían en la población criolla del siglo xviii, la que formó su
propio sentido de unidad e identidad, como lo señala Gutiérrez
al mencionar:

La división cada vez más manifiesta peninsular-criollo […]


cuando la ideología de clase –el criollismo– no encontró fór-
mulas justificadas de una situación de privilegio, manifestó
abiertos ataques contra el peninsular y enarboló la idea más o
menos clara de defensa de la patria. La idea de patria la interpre-
taban como producto de la lucha que sostenían con España y
sus representantes y tuvo su epicentro en la situación econó-
mica. La burocracia española cada vez más fuerte y exigente los
humillaba constantemente; la idea de patria y su defensa resultó
la bandera más concluyente y lo que más satisfizo; fue lo que
enarbolaron los próceres de 1810 en su lucha emancipadora.219

Se puede afirmar que la sociedad de la alcaldía mayor era una


comunidad mixta donde individuos de todas calidades convivieron.
En la cima estaba el grupo de españoles (europeos y americanos),
donde la pureza de sangre se avalaba con los registros eclesiásticos

216 Mota y Escobar, Descripción geográfica, p. 58.


217 Gómez Serrano, Jesús, La guerra chichimeca, p. 72.
218 Pérez Reverte, Arturo y Carlota, Las aventuras del capitán Alatriste, vol I, 10ª ed., México,
Punto de Lectura, 2011, p. 23.
219 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 242.

94
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

pese a su posible inexactitud al momento de asentar la calidad. El


acta de bautismo era documento suficiente en las probanzas de
legitimidad y limpieza de sangre para el ingreso en varias institu-
ciones que se consideraban exclusivas para los españoles. Lo que
quedaba registrado y lo que los contemporáneos valoraban era el
aprecio de la comunidad y no la mezcla biológica. La preocupación
por marginar a ciertos grupos se impuso cuando ya las mezclas se
habían generalizado en todos los niveles.220
Las corporaciones también formaron parte de la vida so-
cial de la alcaldía mayor, como en el caso de los comerciantes,
debido a la primacía mercantil de este sector. Su estratégica ubi-
cación era un regulador natural de todo el tráfico que iba hacia el
norte, al grado de que de toda la recaudación de la intendencia de
Guadalajara, excluida la capital, la jurisdicción de Aguascalientes
aportaba 128,660 pesos hacia finales del siglo xviii, es decir, el
12.4% del total, sólo superada por Bolaños, cuyas minas experi-
mentaban en esa época un extraordinario auge. Calleja definió la
villa como un “pueblo comerciante con proporciones”, favore-
cido por “su situación inmediata a algunos reales de minas” y su
carácter de “preciso paso para tierra adentro”. Esta ventaja era muy
real y tenía efectos de orden práctico, como lo sugiere el hecho
de que Menéndez Valdés consigne la existencia en Aguascalien-
tes de 85 comerciantes, mientras que en Lagos sólo había 41.221
Cabe resaltar el papel fundamental y primordial que,
como productor caballar y mular, ocupó la Alcaldía Mayor de
Aguascalientes. Ésta, junto con Lagos, producía 82.5% de mulas
exportadas en toda la región novogalaica al resto de la Nueva
España y 75.43% de caballos exportados hacia el resto del terri-
torio colonial. Este ganado se vendía en las ferias del interior222
y constituyó hasta principios del siglo xx el medio de transporte
esencial para la sociedad y el comercio nacional.
El obispo Mota y Escobar dice en su descripción geo-
gráfica que a principios del siglo xvii no sólo era importante la
actividad comercial caballar, sino casi la única, y mencionaba:
“No siembran ni cogen ni hay mercaderes, tratos ni contratos

220 Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España, p. 68.


221 Gómez Serrano, Jesús, Los españoles en Aguascalientes durante la época colonial. Origen, desarrollo
e influencia de una minoría, México, El Colegio de Jalisco, Fomento Cultural Banamex, Uni-
versidad Autónoma de Aguascalientes, 2002, p. 102.
222 Serrera, Guadalajara ganadera, p. 219.

95
La justicia criminal local novohispana

de cosa de mercería, sino de solos ganados, yeguas, caballos y


mulas”. Merced a su estratégica ubicación dentro del Camino
Real que desde México se dirigía a los distritos mineros del norte,
Aguascalientes, al igual que Lagos, fácilmente lograba dar sali-
da a la producción anual de estas especies muy solicitadas por
parte de los comerciantes y arrieros para renovar o aumentar,
a su paso por ambas villas, las recuas y caravanas que se em-
pleaban en esta negociación. Hacia el año 1794, el subdelegado
don Pedro Herrera Leiva presumía de los hermosos caballos que
producía Aguascalientes. Por esas fechas, se calculaba que había
en el distrito unas 664 manadas de caballar destinadas a la cría,
habiéndose llegado a herrar 1,820 potros en un solo año, se-
gún estadísticas correspondientes a 1791. Los habitantes, por su
parte, también consideraban que estos ejemplares aventajaban
a los de todo el virreinato por su bella estampa y finura de raza.
Herrera estimaba que se producía “el más considerable caballar,
y se conoce por el mejor del Reino; y seguramente si hubiera
curia en sus criadores sacarían excelentes caballos”. Durante el
periodo destacó el papel preponderante de las haciendas, como
la de Ciénega de Mata, que generaban una exportación anual de
ganado caballar y mular de más de 700 cabezas, y durante buena
parte de la segunda mitad del siglo xviii, junto con el resto de
los productores, lograron exportar un total de 12,970 mulas y
4,525 caballos (1761-1780).223
En este mismo sentido, lugar protagónico en el aspecto
económico y social lo constituyó la familia Rincón Gallardo con
la mencionada hacienda-mayorazgo de Ciénega de Mata, la que
por sí sola produjo 41% del ganado mular y 61% del ganado
caballar exportado a todo el reino entre 1761 y 1780. El origen
de la familia Rincón Gallardo y de esa gran hacienda arranca en
los últimos años del siglo xvi, cuando Pedro Mateos obtuvo gran
número de mercedes de tierra al este de Aguascalientes que supo
explotar. Todas estas propiedades, junto con otras mercedes y
compras en terrenos circundantes, pasaron más tarde a un nieto
de aquél, don Agustín Rincón, quien al igual que su abuelo incre-
mentó el patrimonio familiar. Así, en 1654 ya poseía los títulos de
85 estancias y 180 caballerías. A la muerte de éste, heredó todo el
licenciado don Pedro Rincón de Ortega, vicario y juez eclesiás-

223 Ibid., pp. 222-230.

96
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

tico de Aguascalientes, quien fundó el mayorazgo con todas sus


propiedades. Éstas fueron heredadas a su sobrina, doña Juana
Rincón, hija de su hermano el capitán Juan Rincón.224 Aparte de
las haciendas, ella recibió en herencia un gran solar que permutó
don Pedro Rincón en 1665 a un descendiente de Gaspar de Agui-
lar, primigenio vecino de la villa. Allí se inició la construcción de la
mansión de la familia Rincón Gallardo para que ésta viviera con
la suficiente autoridad y decencia.225
Doña Juana Rincón, convertida en heredera universal de
todos los bienes, contrajo matrimonio en 1650 con el capitán
Nicolás Gallardo, con quien tuvo un hijo llamado José quien
sería el primero en llevar el apellido Rincón Gallardo. Como
varón titular del vínculo, éste consiguió nuevas composiciones
con el rey para extender sus propiedades. Así, a finales del si-
glo xvii, el gran latifundio de Ciénega de Mata estaba formado
por 252 sitios o estancias, de las cuales sólo un centenar tenía
títulos. A cambio de servicios militares en la zona y del pago de
la pequeña cantidad de 2,000 pesos, la Corona le reconoció le-
galmente la propiedad de 202 estancias y 255 caballerías, cuyos
términos formaban un gigantesco rectángulo de 75 por 60 kiló-
metros por lado. Fue allí donde tuvo don José Rincón Gallardo
100,247 cabezas de ganado lanar, 6,288 reses y 2,710 caballos;
de igual manera, hacia 1683 llegó a poseer 144 esclavos. Ya para
1693, siendo alcalde mayor de Lagos, se le concedió el grado de
capitán de caballos por ayudar al virrey a pacificar la zona, para
lo cual se comprometió a acudir en ayuda de la Corona con 500
personas y mil caballos en campaña.226
Los herederos directos en segunda y tercera generación del
mayorazgo crearon lazos con otras familias importantes de Nue-
va España mediante alianzas matrimoniales que les permitieron
gozar de gran poder. La familia siempre destacó por su ayuda
a conventos e instituciones religiosas. Un capitular del ayunta-
miento de Aguascalientes refería en 1772 que el grupo siempre
se había distinguido por servir “al público en diversas obras de
piedad y religión, socorriendo igualmente a muchos pobres y

224 Ibid., pp. 230-232.


225 Ramírez Hurtado, Luciano, Pinturas murales del palacio de Gobierno de Aguascalientes. Imágenes
y arquitectura del poder, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2014, p. 37.
226 Serrera, Guadalajara ganadera, p. 233.

97
La justicia criminal local novohispana

familias”.227 Para el año de 1810, después de varios intentos por


conseguir el reconocimiento de un título nobiliario con motivo
del matrimonio del Príncipe de Asturias, se concedieron cuatro
títulos de ellos, uno de los cuales fue otorgado a don Manuel
Rincón Gallardo. Éste, respaldado por los ayuntamientos de
México, Aguascalientes y Zacatecas fue reconocido con el título
de marqués de Guadalupe Gallardo y vizconde de Casa Gallardo,
títulos trasmisibles a sus hijos y herederos con preferencia del
varón en la sucesión de la titularidad.228 Así, desde el siglo xvi
hasta el xix, la familia Rincón Gallardo estuvo estrechamente li-
gada a la vida de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes y su papel
fue preponderante y sobresaliente en el orden del poder criollo
de las grandes familias novohispanas.
En 1792, el visitador José Menéndez Valdés calculó que
Aguascalientes tenía 25,757 habitantes distribuidos étnicamente en
39% de españoles, 33% de indios, 13% de mulatos y 15% de mes-
tizos y otras castas, lo que arrojaba que en la subdelegación la po-
blación era más española que en otras jurisdicciones novogalaicas
como en Lagos, donde este núcleo sólo aportaba 29% del total.229
Asimismo, como refiere Gómez Serrano:

En realidad, en Aguascalientes y en toda la Nueva España,


los europeos no formaban una minoría, sino una elite en el
sentido sociológico del término, pues abrigaban un agu-
do sentimiento de superioridad política y social, gozaban de
reconocimiento público, estaban cohesionados en torno a
propósitos básicos de dominio, compartían formas de vida
y valores, y proyectaban su influencia sobre los más diversos
aspectos de la vida colectiva.230

Respecto a las pandemias, Aguascalientes fue afectado por


el brote de matlazáhuatl de 1738, provocando numerosas vícti-
mas, por lo que fue necesario abrir un nuevo camposanto en la
villa “para sepultar a los que se morían de la peste”. En el mi-
neral de Asientos, el azote fue particularmente violento. Puede
calcularse que en toda la alcaldía la epidemia mató a unas 1,000
227 Ibid., p. 234.
228 Ibid., p. 235.
229 Gómez Serrano y Delgado, Historia breve de Aguascalientes, p. 72.
230 Ibid., p. 78.

98
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

personas, lo que quiere decir que la población fue literalmente


diezmada. En cuanto a la epidemia de 1785-1786, la calamidad
estuvo acompañada por una crisis agrícola que provocó una
hambruna que terminó por matar a unas 3,000 personas, lo que,
en su conjunto, significó la pérdida de alrededor de un 15% de la
población de la jurisdicción.231
Aunado a lo anterior, a finales del siglo xviii, concretamente
en la última década, se generó una decadencia en el plano económi-
co que se reflejó en el desempleo de la mayor parte de la población,
la falta de dinero para las transacciones comerciales, los bajos jor-
nales, la poca estabilidad en el sistema de poblamiento, la falta
de regadío para las huertas y la escasez de presas para retener las
aguas de la temporada de lluvias. Esta inercia recesiva con que cerró
la centuria culminó con las muertes provocadas por las distintas
epidemias. Fue hasta finales de la primera década del siglo xix que
comenzó el proceso de recuperación económica acompañada
del aumento demográfico. De acuerdo con el reporte que realizó
el apoderado del cabildo de Aguascalientes al rey, José Cesáreo de la
Rosa, en 1814 el número de habitantes en todo el partido se elevaba
a 36,000 y sólo en la cabecera la cifra alcanzaba las 14,000 almas.232
El control social se manifestó a través de la primigenia se-
gregación de la población al momento de la constitución de las
repúblicas de indios y españoles. Ya al final del siglo xviii, esta
división no tenía gran significación en el ejercicio de la vigilancia
comunitaria y la acción de la justicia, pues a través de la severidad
de las penas impuestas a los transgresores de los valores cristia-
nos y terrenales se logró una paz pública cuasi permanente du-
rante toda la época colonial. Dicha estabilidad no fue ajena a los
conflictos de toda comuna, aunque sus problemas no pusieron
en peligro la fortaleza de la estructura social de la alcaldía.
El alcalde mayor era la principal autoridad en la jurisdic-
ción de la alcaldía de Aguascalientes. Al contar con un ayunta-
miento de españoles, correspondía a los alcaldes ordinarios la
función judicial. En el cargo de alcalde mayor se llevaba agre-
gado el título de justicia provincial contemplando las funciones
de supervisor de los jueces de la villa.233

231 Ibid., pp. 69-71.


232 Serrera, Guadalajara ganadera, p. 228.
233 Márquez Algara, Ma. Guadalupe, Historia de la administración de justicia en Aguascalientes,
Aguascalientes, Poder Judicial del Estado de Aguascalientes, 2000, pp. 17-18.

99
La justicia criminal local novohispana

En la Recopilación de leyes de Indias se establecieron como


facultades de los alcaldes mayores las siguientes acciones:
nombrar a sus alguaciles donde no lo hubiera hecho el rey, no
conocer de causas de indios, y conocer de causas de españo-
les y de casos criminales. En su ausencia sería sustituido por
el alcalde ordinario y no podría contratar ni tener en el lugar
de su jurisdicción estancos, ganados, heredades, ni casas. Se
estableció también que no podría casarse en su distrito. En los
autos acordados, el alcalde mayor sería quien cobrara las conde-
naciones de pesos de cámara y gastos de justicia hechos por los
alcaldes ordinarios. Otras atribuciones fueron las de medir tie-
rras, recibir testimonios, resolver litigios sobre límites y actuar
también como juez de registro para la exportación de ganado.234
Los alcaldes ordinarios eran los encargados de la justicia
civil y penal en las villas. En el caso de Aguascalientes, eran nom-
brados dos por el cabildo. Duraban un año en su cargo y no reci-
bían remuneración alguna, salvo una pequeña entrada procedente
de los juicios, misma que se utilizaba para sufragar los gastos del
juzgado. Para ser nombrado alcalde ordinario se requería ser ve-
cino del lugar y contar con casa poblada, además de ser persona
honrada y que supiera leer y escribir; no podían desempeñar el
cargo aquellas personas que tuvieran oficios viles, ni los que ejer-
cieran el comercio, dando preferencia a los descendientes de los
conquistadores.235
Así, la justicia local se estableció con el auxilio de actores
que, además, realizaron y ejercieron atribuciones de gobierno y
administración. Esto mantuvo en la alcaldía mayor –luego sub-
delegación– una estructura homogénea con la región, donde los
conflictos afloraron y se expandieron con el crecimiento demo-
gráfico y económico durante todo el periodo colonial. La justicia
tuvo sus dificultades como lo señala Thomas Calvo:

Seamos justos, esta justicia no es obtusa sólo por ceguera re-


ligiosa. En lo profundo, la laguna fundamental es la ausencia
de una policía judicial: privada de ojos y manos, esta justicia
no tiene sino orejas. Consciente también de la debilidad de sus
fuerzas, de su incapacidad para prevenir e incluso para repri-

234 Márquez Algara, Ma. Guadalupe, Administración de justicia colonial en Aguascalientes, Aguas-
calientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2011, p. 71.
235 Ibid., p. 76.

100
El orden social novohispano y novogalaico y su contexto

mir (equitativamente), la justicia ofrece, como objetivo propio


y como medio de acción social, la ejemplaridad y la publicidad
de la pena.236

Así, al ocaso del dominio español en la subdelegación de


Aguascalientes, la sociedad experimentó el nacimiento de nuevas
actitudes, de nuevos grupos que reclamaban un lugar en la socie-
dad en que vivían, lo que denota el surgimiento de funcionarios
con origen diferente. La entrada en vigor de la Constitución de
Cádiz gestó un reacomodo social que no fue ajeno a los habitan-
tes de Aguascalientes. De esta manera, en 1813 se constituyó un
cabildo con los integrantes de la nueva generación de hombres
que, mediante el voto popular, accedió a una representación po-
lítica que les hubiese sido negada bajo el antiguo sistema de leyes
castellanas.237

236 Calvo, Thomas, “Soberano, plebe y cadalso. Bajo una misma luz en Nueva España”, en
Historia de la vida cotidiana en México. El siglo xviii: entre tradición y cambio, t. III, Gonzalbo
Aizpuru, Pilar, coord., México, El Colegio de México, fce, 2012, p. 303.
237 Rojas, “De la Conquista a la Independencia”, p. 65.

101
CAPÍTULO II
LA ADMINISTRACIÓN
DE JUSTICIA NOVOHISPANA

Los procesos son:


“dilatados, costosos y capaces de arruinar a una familia”.1

Los tribunales novohispanos entre la justicia ordinaria


y las jurisdicciones especiales

E ste apartado de nuestra investigación procura enmarcar


las características de la administración de justicia novohis-
pana partiendo del conocimiento de las instancias encar-
gadas de la judicatura, mismas que fueron abundantes y dispersas.
Así, la justicia indiana se debatió entre la tradición medie-
val oral y la vertiente burocrática del Estado español que, para
proteger sus dominios, tuvo que crear una cultura documental
basada en la prueba escrita ante la piratería y la pluralidad de las
fuentes del derecho indiano.
Nueva España y su diversidad de jurisdicciones fueron el
resultado de la herencia castellana, de sus corporaciones y de las

1 Rodríguez de San Miguel, Juan Nepomuceno, Pandectas hispano-mejicanas, tomo II, ed.
Facsimilar de la 2ª edición de 1852, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
unam, 1991, p. 37.
La justicia criminal local novohispana

propias necesidades de la época que reclamaban una especializa-


ción de los tribunales para ciertas materias e individuos.2
Tenemos, entonces, una justicia ordinaria y diversas ju-
risdicciones especiales en razón de los justiciables y de la ma-
teria. Podemos contemplar a los tribunales ordinarios en tres
niveles:

1. Supremo, que correspondía al Real y Supremo Consejo de


Indias.
2. Superior, que ejercían las Reales Audiencias (Nueva Espa-
ña tenía dos: una en México y otra en Guadalajara).
3. Los tribunales de primera instancia que variaban en razón
de la ciudad de residencia, materia y cuantía de los nego-
cios de que tenía conocimiento.3

Los tribunales especiales eran:

4. La Acordada
5. El Consulado
6. Los eclesiásticos
7. De indios
8. De la Inquisición
9. De la Mesta
10. De militares
11. De minería
12. Del Protomedicato
13. De la Real Hacienda
14. De la Universidad.4

Otras jurisdicciones especiales, además, fueron ejercidas por


los tribunales ordinarios como fue el caso de bienes de difuntos,
bula de la Santa Cruzada, recursos de fuerza, y visitas y residencias.
Es menester, para evitar confusiones, no perder de vista
el significado de los conceptos de fuero y tribunal. El fuero es el
conjunto de normas jurídicas especiales, tanto materiales como
procesales, que regulan a personas o situaciones jurídicas especia-
les. Ahora bien, en tales casos, la jurisdicción puede ser ejercida
2 Como se hizo referencia en el apartado “Orden social novohispano”.
3 Soberanes Fernández, José Luis, Los tribunales de la Nueva España, México, unam, 1980, p. 9.
4 Id.

104
La administración de justicia novohispana

por un tribunal especial o por uno ordinario, tal como un tribunal


–especial u ordinario– puede conocer de los asuntos de uno o
más fueros. Por ejemplo, un tribunal ordinario como lo era el de
la Audiencia conocía de la llamada bula de la Santa Cruzada,5 que
era una jurisdicción especial, y el tribunal especial de la Acordada
conocía de las materias especiales de la Santa Hermandad y del
Juzgado de Bebidas Prohibidas.6
Debemos tomar en consideración que la causa de la exis-
tencia de tantas jurisdicciones en Nueva España se dio en razón
de la herencia medieval castellana y de la situación que el tesoro
de la Corona guardaba al inicio del siglo xvi. El financiamien-
to de las expediciones a los nuevos territorios fue otorgado por
emprendedores buscadores de riqueza, pues la Corona no podía
sufragar dichos gastos por el costo que significó la reconquista
del último califato.
En el derecho medieval castellano, quien patrocinaba una
hueste, solía reclamar un señorío; lo propio hacía el monasterio
que se hacía cargo de un repoblamiento: señoríos que llevaban
consigo jurisdicción. De igual manera, la ciudad o el gremio que
prestaba servicios de especial interés a la Corona no tardaba en
reclamar ciertos privilegios y libertades, entre los que iba, por
supuesto, el de la jurisdicción.7
Entonces, junto con la situación de privilegio que tenían
militares, eclesiásticos, mineros, comerciantes y universitarios,
existían otras jurisdicciones que implicaban una necesaria especia-
lización. Éstas eran las correspondientes al ejercicio de la medicina,
a los delitos contra la fe o en despoblado, así como en materia pe-
cuaria y lo referente a los asuntos de indios, a quienes no se les po-
día someter a los tribunales ordinarios con sus leyes y complicados
procedimientos. De tal suerte que hubo que crear jurisdicciones
especiales para estos sujetos y materias especiales.8

5 Era la bula apostólica en que los pontífices romanos concedían diferentes indulgencias
a los que iban a la conquista de Jerusalén. Durante la época colonial se concedía a los
españoles que contribuían con cierta limosna para ayudar a la guerra contra los africanos.
Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 87.
6 Soberanes, Los tribunales de la Nueva España, p. 8.
7 Ibid., p. 10.
8 Id.

105
La justicia criminal local novohispana

Los tribunales ordinarios

El gobierno temporal de Nueva España comprendía cuatro grandes


sectores: la administración pública, la organización militar, la hacien-
da pública y la judicatura. Para el caso de nuestra investigación, nos
ocupamos del estudio del último sector, es decir, la justicia.
Tal como acontecía con la administración pública, la jus-
ticia ordinaria se organizaba en tres niveles. En el primer nivel
se encontraba el orden local, donde se situaban los tribunales
de primera instancia, cuyos titulares eran los alcaldes ordinarios,
los alcaldes mayores, los corregidores y los gobernadores; fun-
cionarios éstos que, más tarde, con la entrada en vigor de la or-
denanza de intendentes de México de 1786, se transformarían
en subdelegados e intendentes, respectivamente. En el segundo
nivel se encontraban los tribunales de alzada, en los que se en-
cuadraban las reales audiencias. De este modo, el territorio de
ultramar castellano fue dividido, para efectos judiciales, en distri-
tos y se colocó al frente de cada uno de ellos una real audiencia.
En un principio fueron creadas doce y al término del periodo ya
eran catorce: Buenos Aires, Caracas, Confines, Cuzco, Charcas,
Guadalajara, Guatemala, Manila, Lima, México, Quito, Santa Fe
de Bogotá, Santiago y Santo Domingo. Estas reales audiencias
eran tribunales colegiados integrados por magistrados letrados,
los que conocían sus causas en segunda instancia y estaban supe-
ditados jurisdiccionalmente al Consejo de Indias. Por último, se
encontraba el Supremo Tribunal, que era uno solo para todas las
posesiones indianas: el Real y Supremo Consejo de Indias.9

El Consejo de Indias

El emperador Carlos residió en Valladolid durante un año, entre


septiembre de 1522 y agosto de 1523. Durante ese periodo, inició
la reforma administrativa de su reino: reordenó primero su con-
sejo de estado reduciendo el número de funcionarios vinculados
a él; luego, revisó los demás consejos, como el de Castilla, que se
ocupaba de la profusa administración castellana y constituía el
verdadero gobierno del país.10

9 Ibid., p. 20.
10 Hugh, El imperio español de Carlos V, p. 66.

106
La administración de justicia novohispana

En torno a 1523 comenzaron a constituirse otros siete


consejos destacando el de Guerra, el de Contaduría Mayor y el de
Hacienda. En ese año, el Consejo de Indias, un nuevo organismo
con múltiples capacidades cuyas funciones antes desempeñaban
varios integrantes del Consejo de Castilla dirigidos por el obispo
de Burgos, Rodríguez de Fonseca, tenía ahora el carácter de con-
sejo independiente.11
El Consejo de Indias fue creado por Carlos V en marzo
de 1519 dependiente del Consejo de Castilla. Se constituyó el
1 de agosto de 1524 como la autoridad suprema del reino para
todas las cuestiones de justicia del Nuevo Mundo.12 En cual-
quier caso, nunca perdió su estrecha relación con el Consejo de
Castilla.
El primer presidente del Consejo de Indias, el general de
los dominicos, fray García de Loaysa, obispo de Osma, sucedió a
Jean Glapion como confesor del emperador. Los otros miembros
del consejo fueron Pedro Mártir de Anglería, humanista italiano
apasionado de las Indias y principal informante del Vaticano en
cuestiones españolas; Luis Cabeza de Vaca, obispo de las Cana-
rias; y Gonzalo Maldonado, obispo de Ciudad Real. El doctor
Diego Beltrán era el único consejero con dedicación exclusiva.13
Todos estos hombres, con Francisco de los Cobos como secreta-
rio, eran los que tomaban las decisiones sobre las colonias ameri-
canas de España. Nombraban a los gobernadores (más adelante
virreyes), aprobaban el envío de nuevas expediciones, determina-
ban el salario de los jueces, nombraban a los funcionarios de ran-
go menor, y atendían quejas y recursos. Se concedían a sí mismos
sinecuras14 y otras prebendas, aunque ninguno de ellos conocía
de primera mano lo que realmente eran las Indias.15
El Consejo estuvo dominado al inicio por los dominicos,
famosos por su cultura y humanismo, algo que influyó favorable-
mente en la legislación social indiana. Se encargaba, entre otros
asuntos, del nombramiento de los funcionarios de ultramar, pre-

11 Ibid., p. 70.
12 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 37.
13 Hugh, Thomas, El imperio español de Carlos V, p. 70.
14 Las sinecuras son los empleos o cargos retribuidos que ocasionan poco o ningún trabajo.
“Algunos adeptos al régimen eran premiados con sinecuras”. Real Academia, Diccionario
práctico del estudiante, p. 654.
15 Hugh, El imperio español de Carlos V, p. 71.

107
La justicia criminal local novohispana

sentándole al rey una lista de prospectos que normalmente au-


torizaba con lo que, en general, se procedía con acierto, aun en
los empleos vendibles, pues no sólo se atendía a la postura, sino
a las cualidades del sujeto. A la muerte de Felipe II el 13 de sep-
tiembre de 1598, su sucesor, Felipe III, incapaz de llevar la carga
del gobierno, descansó en la persona de su favorito, el conde de
Denia, después duque de Lerma, quien ávido e inepto, quiso ob-
tener para sí y sus amigos el beneficio de la influencia que daba
el nombramiento de los empleados de América. El 25 de agosto
de 1600 se creó el Consejo de Cámara de Indias, con lo que las
funciones del Consejo se redujeron a las visitas y residencias de
los altos funcionarios, a negocios de justicia y a la superintenden-
cia de la Casa de Contratación. Afortunadamente, esta situación
duró poco, pues el 16 de marzo de 1609 se suprimió la Cámara,
volviendo al Consejo el cuidado del nombramiento de emplea-
dos, aunque también en él se sentía la influencia del favorito, cuya
firma, por orden del rey, tenía la misma fuerza que la de éste.16 Con
la creación de la Secretaría Universal de Indias en 1714, el Consejo
se vio desde entonces limitado a realizar sólo la actividad judicial.
Las Cortes de Cádiz lo suprimieron el 17 de abril de 1812 (después
de lo cual tuvo dos breves resurrecciones).17
El Consejo de Indias era servido por a) ministros, b) fun-
cionarios y c) empleados subalternos. Dentro del primer grupo se
encontraban: el presidente, quien era sustituido con carácter inte-
rino por un gobernador; y el gran chanciller, que era un cargo de
gran preeminencia que no era atendido personalmente por éste,
sino que se valía de su teniente, y cuyas funciones consistían en
custodiar el sello así como sellar y registrar los documentos ema-
nados del Consejo. Parte de los ministros eran los consejeros que
podían ser militares (de capa y espada) o letrados, y su número
variaba de ocho a dieciséis. Dentro de esta categoría se encontra-
ba también el fiscal, que primero fue uno y luego fueron dos, uno
para Nueva España y otro para Perú, quienes eran auxiliados por
los solicitadores fiscales. Sus principales funciones eran defender la
jurisdicción real, la del Regio Patronato, la de la Real Hacienda,
la de los indios y, en general, intervenir en todos los asuntos que

16 Esquivel Obregón, Toribio, Apuntes para la historia del derecho en México, tomo I, 3ª ed.,
México, Porrua, 2004, p. 310.
17 Floris Margadant, Guillermo, Introducción a la historia del derecho mexicano, 14ª ed., México,
Esfinge, 1997, p. 69.

108
La administración de justicia novohispana

se veían en el Consejo. De igual manera se encontraba el secre-


tario, de quien a partir de 1596 hubo dos, uno de Nueva España
y otro de Perú. Finalmente, existieron dos escribanos, uno de
Gobernación y otro de Justicia.18
Como parte de los funcionarios se encontraban primero
los de justicia, entre los que se tenía al escribano de Cámara de
Justicia, a los relatores, al abogado y procurador de pobres, al
receptor de penas de cámara y a los abogados. También había
funcionarios hacendarios como lo fueron el tesorero, el deposi-
tario, el cobrador y el pagador, así como los contadores de cuen-
tas. En esta categoría de funcionarios se incluía al alguacil mayor,
quien era ayudado por los alguaciles menores. Los funcionarios
científicos eran el cronista mayor de Indias, el cosmógrafo mayor
y el catedrático de matemáticas. Las funciones eclesiásticas eran
desarrolladas por el capellán y el agente en Roma. Por último, el
personal subalterno estaba constituido por los porteros, el alcai-
de, el pregonero, etcétera.19
Las funciones del Consejo de Indias eran de cuatro tipos:
legislativas, administrativas, judiciales y militares. Las legislativas se
iniciaban con la “minuta” que contenía el proyecto de precepto. A
petición de alguna autoridad indiana, seguía el “informe” del fiscal
y de ahí pasaba al pleno del Consejo, para lo cual se requería del
voto favorable de las dos terceras partes de consejeros, de donde
salía una propuesta al soberano; a dicha propuesta se le denominaba
“consulta”. Entonces, el monarca resolvía en definitiva: aproban-
do, con la fórmula “como parece”; rechazando, con las palabras
“no vengo a ello”; o aprobando parcialmente. Entonces, volvía al
Consejo para su redacción definitiva para que posteriormente el
rey procediera a promulgar y firmar. Realizado esto, volvía nueva-
mente al Consejo para que se registrara en los libros que con dicho
fin llevaba, por materia, los cuales se conocían comúnmente como
“cedularios”, por ser reales cédulas la mayoría de las disposiciones.
Se terminaba el trámite en Madrid remitiendo tal disposición a la
autoridad de destino.20
Al llegar a la autoridad de destino, ésta procedía al acto
de “obedecimiento”, o sea, a la formalidad de acatamiento;
acto continuo se copiaba en el libro registro –también llamado
18 Soberanes, Historia del derecho mexicano, p. 63.
19 Id.
20 Ibid., p. 64.

109
La justicia criminal local novohispana

cedulario– y se daba a conocer al público, si fuera el caso, a tra-


vés del bando y pregón. Había la posibilidad de “obedecerse y
no cumplirse” si la autoridad indiana estimaba que no procedía
o no convenía esa disposición,21 en cuyo caso la regresaba a la
Corte, exponiendo sus razones, para que el rey resolviera en
definitiva.22
Por último, se encontraban las disposiciones legislativas
que para el ámbito de sus correspondientes atribuciones podían
dictar las autoridades locales, como eran los virreyes y presiden-
tes-gobernadores, en lo que se ha dado en llamar el derecho in-
diano-criollo (para diferenciarlo del metropolitano o peninsular).
Entre éstas encontramos los mandamientos y las ordenanzas o
autos de gobierno, todas las cuales tenían que venir, además, re-
frendadas por el secretario de gobierno y debidamente registra-
das en los correspondientes libros, registros o cedularios. Por lo
que se refiere a los autos acordados, éstos eran expedidos por el
Consejo de Indias, pero también podían ser creados por las reales
audiencias. El objeto de tales autos era reglamentar un precepto
real para su exacta observancia; sin embargo, para que tuviese
positividad, se requería la confirmación real.23
Como máxima autoridad judicial, conocía el Consejo de
ciertos asuntos en única instancia y, en otros, como segunda ins-
tancia, tal como aquellos resueltos por las audiencias indianas que
eran apelados. Tenía jurisdicción tanto civil como criminal, ade-
más de conocer los juicios de residencia y visita para establecer
la responsabilidad de los funcionarios al término de sus cargos.24
Por lo tanto, en su capacidad judicial, el Consejo consti-
tuía la corte suprema civil y criminal donde terminaban todos

21 Así, por ejemplo, en febrero de 1544, llegó a Nueva España el visitador Francisco Tello de
Sandoval para instruir la entrada en vigor de las Leyes Nuevas sobre el trato a los indios.
Los colonos inmediatamente se levantaron contra esta legislación, lo que ocasionó una
reunión del Consejo de Indias en la que el duque de Alba, después de haber hablado con
los clérigos de México, aconsejó al emperador suspenderla. De esta manera, el 25 de oc-
tubre de 1546 el emperador ordenó desde Malinas suspender las Leyes Nuevas en lo que
afectaba a los encomenderos “a fin de evitar la pérdida de ingresos y tal vez la pérdida de
Nueva España”. La decisión tomada en Malinas iba en contra de los deseos del empera-
dor; sin embargo, le había inquietado mucho la rebelión en el Perú de Gonzalo Pizarro, lo
que constituía la razón a largo plazo para la promulgación de las Leyes Nuevas. Hugh, El
imperio español de Carlos V, pp. 535-540.
22 Soberanes Fernández, Historia del derecho mexicano, p. 64.
23 Id.
24 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 38.

110
La administración de justicia novohispana

los pleitos, ya por el mismo delito o por el rango del delincuente.


Tenía reservado cuanto se relacionaba a encomiendas y, en forma
muy especial, la supervisión de los intereses de los naturales, una
de sus principales preocupaciones, pues la conversión y civiliza-
ción siempre fueron consideradas como una de las responsabili-
dades peculiares de la Corona. En una capacidad semijudicial, el
Consejo también estableció disposiciones para las residencias de
virreyes, gobernadores, jueces y otros importantes funcionarios
judiciales.25
Los agentes políticos y judiciales más importantes del Con-
sejo fueron los virreyes, los capitanes generales y las audiencias.
También le competía la fundación de órganos de gobierno del
Nuevo Mundo, su vigilancia y supervisión, revisión de cuentas
y auditorías de la Real Hacienda, la promoción del comercio, la
navegación, los descubrimientos, la defensa militar y velar por el
buen trato de los indios.26
Cuando los Borbones ocuparon el trono español e intro-
dujeron la experiencia administrativa de Francia, el Consejo no
perdió vigencia, y aunque incorporaron muchas innovaciones a la
organización política del Estado, siempre buscaron su apoyo. Tu-
vieron presente que si las reformas eran necesarias, su propósito
era la unificación y coordinación de la metrópoli y sus colonias
en un solo organismo público, económico y judicial. Carlos III
justifica este objetivo en las instrucciones a José de Gálvez: “La
idea no es sino ajustar este gran reino y hacer el sistema político
y económico uniforme con el de la metrópoli, a partir de lo cual
resultaría […] que su gobierno podría calibrarse con el gobier-
no más alto de España”. En fin, en los tres siglos de gobierno
colonial, el Consejo acumuló un sinnúmero de facultades de la
más diversa índole y fue característico en él trabajar con lenti-
tud, aunque su constancia mantuvo en alto su prestigio y el del
gobierno. El Consejo siempre aparecerá en la historia como un
cuerpo excepcionalmente bien informado, prudente, justiciero,
probo y honesto. No hay duda de que su gran acervo de virtudes
permitieron llevar con mano firme las riendas del gobierno de
ultramar.27

25 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 268.


26 Id.
27 Ibid., p. 269.

111
La justicia criminal local novohispana

La Real Audiencia y Chancillería de México

[…] que en tales asuntos, siempre los letrados yerran,


por ser otros los preceptos de estado, que las leyes forenses.
Marqués de Villena y Virrey de Nueva España28

El territorio colonial español fue dividido, para efectos judiciales,


en 14 distritos que se encontraban a cargo de una real audiencia
cada uno. Dichas audiencias eran tribunales superiores de jus-
ticia que actuaban colegiadamente. Estos tribunales fueron im-
plantados en América por influencia castellana, tomando como
modelo los tribunales medievales creados en el siglo xii en el
reino de Castilla, para apelar directamente al rey las resoluciones
de las justicias locales. Los monarcas oían cada vez menos tales
alzadas, sobre todo porque los pleitos eran cada vez más complica-
dos. Debido a ello, designaron funcionarios o peritos en derecho
que oyeran tales recursos en su nombre y representación. Éstos
fueron los oidores, quienes, en su conjunto, integraban la “au-
diencia” a la cual se dotó posteriormente de plena jurisdicción
para que resolviera –y no nada más oyera– dichas apelaciones en
nombre del soberano. Por este motivo era “real” la mencionada
audiencia. Más tarde se agregó a la real audiencia la sala de alcaldes
de casa y corte. Estos alcaldes eran los funcionarios encargados de
administrar justicia en las poblaciones donde residía el monarca,
es decir, la corte, que primero fue itinerante y, después, se ocupó
colegiadamente de la resolución de las alzadas en materia penal,
por lo cual se les denominó también alcaldes del crimen. Esto
finalmente vino a constituir la Real Chancillería y Audiencia de
Valladolid, misma que fue chancillería porque se le confió la guar-
da del sello real.29
La Real Audiencia y Chancillería de México se erigió el 29
de noviembre de 1527 y fue dotada de ordenanzas el 22 de abril de
1528 siguiendo el modelo de las que se dieron para la Real Audien-
cia y Chancillería de Santo Domingo en la isla de la Española.30
Ambos tribunales se constituyeron al tenor de la Real Chancillería

28 González de Obregón, La Inquisición y la Independencia en el siglo xvii, México, Librería de la


Viuda de C. Bouret, 1908, p. 37.
29 Soberanes, Historia del derecho mexicano, pp. 65-66.
30 Soberanes, Los tribunales de la Nueva España, p. 24.

112
La administración de justicia novohispana

de Valladolid en Castilla con base en lo dispuesto en las Capitula-


ciones de Santa Fe. En las respectivas reales cédulas de creación
de dichos tribunales se hablaba de que éstos se conformarían a la
manera en que estaba organizado el regio tribunal vallisoletano.31
Cabe mencionar que, a pesar de haberse creado la Real
Audiencia y Chancillería de México inspirada en la de Valladolid,
las audiencias indianas tuvieron, con el paso del tiempo, claras di-
ferencias con las audiencias españolas como lo menciona Toribio
Esquivel Obregón: “Las facultades de las Audiencias de Indias
excedían a las que les eran propias en España en puntos relacio-
nados con los diversos ramos de gobierno, desarrollándose así el
pensamiento que ya estaba en germen en la cédula de fundación de
la Nueva España”.32 Así, las funciones que correspondían a las audien-
cias indianas y no a las peninsulares eran principalmente las siguientes:

Conocer de las residencias formadas contra funcionarios que


no fueran virreyes, gobernadores ni oidores. Nombrar jueces
pesquisidores en casos graves. Conceder ejecutores en caso de
que las justicias locales fueran remisas en cumplir su deber.
Cuidar de la instrucción y buen tratamiento espiritual y corpo-
ral de los indios, no sólo a pedimento de parte, sino de oficio.
Conocer de causas relativas a diezmos, real patronato, reten-
ción de bulas y usurpación de jurisdicción real. Hacer los aran-
celes según los que debían cobrar sus espórtulas33 los notarios
y otros ministros y oficiales de los tribunales eclesiásticos, y de-
cretar las visitas de tales funcionarios. Recoger, cuando murie-
ran los obispos, los bienes o espolios que dejaban, conociendo
de los pleitos que con motivo de ellos se suscitaren y pagan-
do a los sirvientes y acreedores del finado. Vigilar que en los
procedimientos de los comisarios, vicarios generales, visitado-
res y conservadores de las religiones, no se hagan agravios, ‘e
interpongan sus partes y autoridad en amparo y defensa de los
oprimidos y agraviados’, y conocer de los recursos de fuerza.
Conocer de las apelaciones que se interpusieren contra actos
de los virreyes, oyendo judicialmente a los interesados y con-

31 Ibid., p. 25.
32 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 387.
33 La espórtula era el derecho pecuniario que se daba a algunos jueces y ministros de jus-
ticia. Consultado en: http://www.acanomas.com/Diccionario-de-la-Lengua-Espano-
la/191566/esportula.htm.

113
La justicia criminal local novohispana

firmando, revocando o moderando sus autos y decretos; pero


si los virreyes no se conformaren con lo resuelto por la Au-
diencia, se ejecutaría provisionalmente lo por él mandado, re-
mitiendo los autos al Consejo de Indias para resolución final,
siempre que no sea materia contenciosa; y estando, por otra
parte, totalmente vedado a los virreyes y gobernadores mez-
clarse en actos de justicia. Como hubo virreyes que en el Perú
pretendieron avocarse el conocimiento de asuntos judiciales
librando al efecto provisiones encabezadas con el nombre del
rey y selladas con el sello real, se libró carta con fecha 27 de
febrero de 1575 a uno de esos virreyes, en que se le decía: ‘que
haviendo de escribir a la Audiencia, lo habéis de hacer por car-
ta, como a oidores nuestros, y vuestros colegas, y no por pa-
tentes en nuestro nombre por vía de mandato, pues estáis más
obligado que otros, por el lugar nuestro que tenéis, a honrar,
autorizar la Audiencia, y porque el mandar a la Audiencia está
reservado a Nos’.34

La Audiencia entró en funciones en diciembre de 1528;


sin embargo, su integración y funcionamiento fue muy disfun-
cional, dado el caso que dos de los nuevos miembros murieron
a las dos semanas de haber llegado; el resto, Guzmán, Matienzo
y Delgadillo no desempeñaron un papel adecuado al frente de la
institución, como lo expresa Schlarman:

Entraron en funciones […] sin otro interés que el de hacerse


ricos, no dándoseles nada ni de la justicia ni de la verdad, y tra-
tando de arruinar a Cortés, tan de prisa como pudieran, aun-
que éste se había marchado a España a defender su causa ante
el Emperador. Los nuevos oidores oprimieron a los indios, los
forzaron a trabajar para enriquecerlos a ellos, les ponían mar-
cas de hierro candente, y los enviaban en gran número, como
esclavos, a las Antillas.35

Las Ordenanzas de la Audiencia de México fueron sustan-


cialmente reformadas el 12 de julio de 1530, por lo que se consi-
dera que en esta fecha se dieron nuevas ordenanzas. Otra reforma

34 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 388.


35 Schlarman, Joseph H. L, México tierra de volcanes, 17ª ed., México, Porrua, 1999, pp. 99-100.

114
La administración de justicia novohispana

importante fue la del 17 de abril de 1536 en la que se estableció


que la presidencia de la Audiencia de México correspondería al
virrey de la Nueva España, así como también las innovaciones
que trajeron las llamadas Leyes Nuevas del 20 de noviembre de
1542. En cambio, sí se dieron nuevas ordenanzas para este orga-
nismo judicial novohispano el 3 de octubre de 1563.36
En 1554, el virrey Luis de Velasco pidió al rey la creación,
dentro de la Audiencia de México, de una sala del crimen, si-
guiendo el patrón de las Chancillerías de la metrópoli. En 1563,
Felipe II envió a Valderrama como visitador, quien rindió un in-
forme de las cosas que acontecían en la Nueva España, informe
que convenció al Consejo de la utilidad que se derivaría de su
establecimiento. Velasco argüía que había gran necesidad de es-
tablecer otra sala o de proveer alcaldes de corte, como los había
en Valladolid y Granada. La provisión de alcaldes permitía que la
administración de la justicia en lo criminal se hiciera con “rigor y
presteza”, lo que era “necesarísimo”.37
El 19 de febrero de 1568, por real cédula, mandó el rey que
se estableciera dicha sala, en los términos siguientes:

Por hacer merced a esa ciudad y a toda esa Nueva Espa-


ña y porque los vecinos y moradores della tengan más cum-
plimiento de la justicia y los delitos sean mejor inquiridos y
castigados y puedan vivir con mayor quietud y sosiego, y los
negocios se puedan con más facilidad y brevedad determinar
y despachar y no se impidan los unos a los otros, hemos acor-
dado acrecentar una Sala de tres Alcaldes del Crimen en esa
Audiencia, para que conozcan de todas las causas criminales
que se ofrecieren dentro de las cinco leguas, como lo habéis
hecho y hacéis de presente vos, los dichos nuestros oidores,
y lo hacen asimismo los nuestros alcaldes del Crimen de las
Audiencias Reales destos Reinos que residen en la villa de
Valladolid y ciudad de Granada.38

36 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 25.


37 González, María del Refugio, “Estudio introductorio”, en Ventura Beleña, Eusebio, Reco-
pilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva Es-
paña, tomo I, 2ª edición facsimilar, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam,
1991, p. XXXIX.
38 Ibid., p. XL.

115
La justicia criminal local novohispana

De esta manera, en adelante quedaron los oidores encar-


gados exclusivamente de la apelación y suplicación de sentencias
civiles dadas por los jueces ordinarios, debiendo enviar a los al-
caldes del crimen todos los negocios de este carácter en el estado
que estuvieren. Dentro de las cinco leguas señaladas, correspon-
día a los alcaldes del crimen el conocimiento de los negocios ci-
viles y criminales en primera instancia, y conocían de la apelación
de las sentencias por los justicias ordinarios en materia criminal.
Según Soberanes, el periodo de formación de la Real Au-
diencia de México concluyó con las reformas de 1568 y 1597 en
las que se creó la Real Sala del Crimen integrada con cuatro al-
caldes de casa y corte, llamados alcaldes del crimen en la primera
fecha, y la creación de la fiscalía del crimen en la segunda.39
Posteriormente, aunque se siguieron dando algunas dis-
posiciones para dicho superior tribunal, éstas no fueron de ma-
yor importancia. En efecto, nos tenemos que trasladar hasta el
año de 1680 para conocer el acto legislativo más importante –no
sólo en lo que se refiere a la historia judicial, sino a todo el dere-
cho indiano– que fue cuando el rey Carlos II promulgó el primer
y único código uniforme para todas sus colonias americanas y
asiática. Nos referimos a la Recopilación de Leyes de los Reinos
de Indias.40
En 1776 se introdujo la reforma judicial indiana más im-
portante de la historia de la Audiencia: se aumentaron a cuatro
los ministros togados y se organizaron tres salas, una de justicia
y dos de gobierno. En todas se creó el puesto de regente y los si-
guientes magistrados: en México y Lima, dos oidores y un alcalde
del crimen, disponiéndose que un oidor presidiera la Sala del Cri-
men en calidad de gobernador. De esta forma, la Real Audiencia
y Chancillería de México quedó integrada por un presidente (el
virrey de Nueva España), un regente, diez oidores, cinco alcaldes
del crimen y dos fiscales, aparte de los empleados subalternos.41
Por último, la Audiencia sufrió una reforma en 1812 con
la entrada en vigor de la Constitución de Cádiz al crear nuevos
distritos judiciales; sin embargo, el cambio duró poco, ya que para
1814 se regresó al antiguo régimen. En 1820 se retornó al modelo
gaditano durante pocos meses pues en 1821 se consumó la In-
39 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 25.
40 Id.
41 Ibid., p. 34.

116
La administración de justicia novohispana

dependencia; sin embargo, la Audiencia subsistió hasta 1823, año


en que dio paso a la Suprema Corte de Justicia, creada en 1824.42
La competencia territorial de la Audiencia de México abar-
caba a los actuales estados de Colima, Michoacán, Guanajuato,
San Luis Potosí, Coahuila, Texas, Nuevo León, Tamaulipas, Ve-
racruz, Hidalgo, Querétaro, Puebla, México, Morelos, Tlaxcala,
Oaxaca, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y el Distri-
to Federal.43
La Audiencia fue presidida hasta el periodo liberal por el
virrey de la Nueva España, siendo sustituido por el oidor decano
en 1776 y, a partir de entonces, por el regente, cargo de nueva
creación.44
El presidente nato de la Audiencia de México fue el virrey
de la Nueva España. El virrey era el representante personal del
monarca y quien encarnaba todos los poderes estatales, por lo
que este alto funcionario debía presidir el organismo superior de
administración de la justicia.45
El virrey, aunque fuese presidente de este tribunal, no sien-
do letrado tenía expresa prohibición de intervenir en los nego-
cios de justicia, ni siquiera mostrando su inclinación u opinión
en un asunto determinado. Sin embargo, sí debía firmar todas
las sentencias por ser presidente del tribunal. En la vacante del
virreinato, la presidencia de la audiencia correspondía, antes de
1776, al oidor decano, posteriormente al regente de la misma, y
en ausencia de éste, al oidor decano. La legislación liberal gadi-
tana de 1812-1814 retiró del virrey la presidencia de la audiencia
suprimiendo el cargo y dejando las funciones administrativas en
manos de un nuevo funcionario denominado jefe político supe-
rior; la presidencia de la audiencia la dejó depositada en la figura
del regente.46
Los virreyes debieron soportar éxitos y sinsabores. Aun
cuando más de uno se esforzaba por cumplir bienintencionada-
mente, se veía obstaculizado por la ingobernabilidad de pode-
rosos colonos, por el orgullo y la arrogancia de la alta clerecía,

42 Soberanes, Historia del derecho mexicano, p. 67.


43 Id.
44 Id.
45 Soberanes, Los tribunales de la Nueva España, p. 37.
46 Ibid., p. 38.

117
La justicia criminal local novohispana

por los celos de los jueces reales y otros funcionarios, o por la


desconfianza del gobierno metropolitano. La larga sucesión de
virreyes conforma una importante galería de personajes de la
más variada índole y catadura. De los 62, muchos procedieron de
las familias más nobles y distinguidas de España; ocho de ellos
salieron de la jerarquía episcopal y otros más fueron tratadistas
de primera clase, académicos y hombres inteligentes. Durante el
periodo de los Borbones se dio un cambio en la selección; se
procuró enviar a funcionarios y oficiales navales y militares con
experiencia. Dignos de mención como grandes administradores
y benefactores de la sociedad fueron Antonio María de Bucareli y
el segundo conde de Revillagigedo, don Juan Vicente de Güemes
Pacheco de Padilla.47
En 1776, España creó en sus colonias el cargo de regente
para todas las audiencias. Éste no significó otra cosa que el esta-
blecimiento de un nuevo funcionario en la planta judicial dotado
de las mismas atribuciones que antaño ejercía el oidor decano,
más algunas otras de tipo político y jurisdiccional gracias a las
cuales se pudiera, en un momento determinado, restarle fuerza al
virrey o presidente-gobernador. El regente era el primer ministro
togado de la audiencia que servía de enlace entre ésta y su presi-
dente, así como el sustituto de éste en aquellos casos que la ley
previese. Los regentes en las audiencias indianas, como los demás
ministros de ese tribunal, eran designados directamente por el
rey, generalmente a propuesta del Consejo de Cámara de Indias.48
La Real Audiencia se planteó por principio como un tribunal
de justicia, su misión era resolver pleitos de relevancia jurídica; pero,
además, integraba el Real Acuerdo que el virrey tenía que consultar
necesariamente para los asuntos más trascendentes. Tenía, asimis-
mo, la posibilidad de anular sus decretos, podía dirigirse directamen-
te al monarca para informarle la marcha política del virreinato. El
virrey se valía de ella para llevar a cabo las misiones más delicadas
a través de las comisiones; eran sus miembros los que sustituían al
virrey cuando éste faltaba. Los oidores eran los magistrados su-
periores por excelencia, pues dentro de su distrito y, compara-
tivamente actuando, eran la encarnación de la justicia. Fueron
puestos para oír, en nombre y representación del monarca, las

47 Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia, p. 270.


48 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, pp. 39-45.

118
La administración de justicia novohispana

apelaciones y suplicaciones de las sentencias de los jueces ordi-


narios y posteriormente resolver, igualmente a nombre y repre-
sentación del soberano, dichos recursos. De tal suerte que no se
les consideró un juzgador más, sino los administradores de la
justicia real. El nombramiento de los oidores correspondió exclu-
sivamente al rey; pero normalmente a propósito del Consejo Real
y Supremo de Indias. La antigüedad de los oidores comenzaba a
correr desde el día en que tomaban posesión de su cargo, excepto
si pasara de la Audiencia de México a otra, o viceversa, caso en
que conservaban su antigüedad.49
Los oidores tenían tratamiento de señoría, usaban toga o
garnacha negra, birrete y vara de justicia alta, además de gozar de
fuero jurisdiccional. Les estaba prohibido ser propietarios de bienes
raíces, cultivar la tierra o tener más de cuatro esclavos, prohibicio-
nes que regían también para sus esposas e hijos, por sí o por inter-
pósita persona. Por supuesto, tenían prohibido aceptar cualquier
tipo de donación o pedir prestado. No podían asistir a matrimonios
ni bautizos, e incluso tampoco podían hacer visitas sencillas o ser
padrinos. Lo más debatido fue la prohibición de casarse ellos o sus
hijos en el distrito de su audiencia. El cargo de oidor estaba reser-
vado para los varones que fueran letrados, con cierta experiencia
forense y generalmente españoles; raramente criollos, menos aún
mestizos, indios, negros o mulatos.50
El número de oidores varió. En términos generales, fueron
ocho, salvo la reforma de 1776 que los elevó a diez. A princi-
pios del siglo xviii, el cargo de oidor fue vendible. Siempre hubo
oidores supernumerarios que no participaban en las actividades
jurisdiccionales y gubernamentales de la audiencia, y que no go-
zaban de salario; solamente tenían a salvo sus derechos de ocupar
la primera vacante.51
Cada tres años debía nombrarse a uno de los oidores para
que practicara una visita a todo el distrito de la Audiencia acom-
pañado de un escribano y del oficial real que quisiera ir con él. El
principal objeto de tales visitas era ver si se cumplían las leyes en
favor de los indios, procurar que éstos tuvieran bienes de comu-
nidad y plantaran árboles de la tierra o de España “porque no se
hagan holgazanes”, cuidar que los caciques no maltrataran a los
49 Ibid., p. 47.
50 Ibid., p. 48.
51 Ibid., p. 49.

119
La justicia criminal local novohispana

indios de sus pueblos y resolver las causas sobre libertad de los


naturales. No era admitido el visitador nuevamente en la Audiencia
ni se le abonaban sus salarios si no presentaba constancia testi-
moniada de haber acabado todos los negocios que se le presenta-
ron en su visita relacionados con el objeto de la misma.52
Junto con los oidores, en las Audiencias de México y Lima
existían otros ministros que eran los encargados principales de
la justicia penal; se llamaban alcaldes del crimen. Estaba previsto
que fuesen cuatro y que en su conjunto constituyesen la Real Sala
del Crimen. En las reformas de 1776 se aumentaron a cinco y
en las de 1788 se regresó a cuatro, pero subsistieron los cinco.
Los alcaldes del crimen tenían un estatuto personal similar a los
oidores en cuanto a exigencias y prohibiciones. Sin embargo, no
participaban en funciones gubernamentales. Lo más común era
que de entre ellos salieran los oidores, así como que los fiscales
pasaran a alcaldes.53
La jurisdicción de la Real Audiencia en asuntos criminales
era en segunda instancia “con carácter exclusivo” y en primera
instancia “dentro de la zona comprendida en cinco leguas de la
sede de la Audiencia”. Cuando se administraba la justicia de ma-
nera colegiada por los alcaldes del crimen, se dice que presidían
la Real Sala del Crimen. Si lo hacían en lo individual entonces se
dice que resolvían en los Juzgados de Provincia y su jurisdicción
eran “los pleitos que se suscitasen en la capital y cinco leguas a
la redonda de primera instancia”. Otra función que tenían los
alcaldes del crimen era revisar y aprobar las condenas de los ofi-
ciales de la justicia ordinaria antes de su ejecución.54 La forma de
trabajar de la Sala es claramente descrita por MacLachlan cuando
explica cómo:

Los agentes de la Sala del Crimen patrullaban las calles, apre-


hendiendo a los delincuentes y llevándolos ante los alcaldes de
crimen de corte. Los delitos, cometidos en cualquier parte del
virreinato, que cayeran dentro de la categoría considerada ca-
sos de corte, tales como el asesinato, la violación, el incendio,
la traición, los actos delictuosos de magistrados inferiores, así

52 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 399.


53 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 49.
54 Sánchez Michel, Valeria, Usos y funcionamiento de la cárcel novohispana. El caso de la Real Cárcel
de Corte a finales del siglo xviii, México, El Colegio de México, 2008, p. 35.

120
La administración de justicia novohispana

como las ofensas contra viudas y huérfanos, también podían


ser procesados por la Audiencia en primera instancia.55

El trabajo de los alcaldes del crimen y de la Sala en su


conjunto quedó circunscrito y determinado jurídicamente, pero
la existencia de otras instancias en la Ciudad de México encarga-
das de la justicia ordinaria le llevaron a la Sala a tener constantes
enfrentamientos tanto con el tribunal de la Acordada como con
el Ayuntamiento de la ciudad.
Dentro de la Real Audiencia había otra institución fun-
damental que era la fiscalía. El sistema de fiscalías se dividía en
dos grandes apartados en la Audiencia: lo relativo al orden civil y
lo relativo al orden criminal. Los primeros tenían como función
promover y defender los intereses y derechos del fisco; los del
crimen se encargaban de promover la observancia de las leyes
que versaban sobre delitos y penas, convirtiéndose en acusadores
públicos. En ocasiones se hacía necesaria la intervención del fis-
cal para la aplicación de sanciones del orden penal. Los fiscales,
como los demás ministros, observaban ciertas formalidades des-
pués de su nombramiento. Debían hacer un juramento propio
de los procuradores en el que quedaban contenidos los princi-
pios de las obligaciones a que se sujetaban, comprometiéndose
ante Dios y ante el rey a desempeñar sus deberes con la mayor
diligencia y esmero, así como a jamás atentar contra el fisco. El
fiscal que no cumpliese con su cometido recibiría un castigo pe-
cuniario, consistente en la pérdida de la mitad de sus bienes y la
destitución de su cargo.56
Entre las obligaciones de los fiscales se encontraba la de
residir en la sede de la fiscalía y trabajar cuando menos tres ho-
ras diarias; tenían que rendir un informe semanal sobre su ac-
tuación y sobre los casos que estuvieran llevando. Los fiscales
estaban imposibilitados de ejercer como abogados así como de
tener relaciones con ciertos personajes de las salas o audiencias
que pudieran comprometer su honorabilidad como fiscales. No
podían actuar en juicios eclesiásticos ni desempeñar otro oficio,
pero sí podían fungir como jueces en alguna de las salas, siempre
y cuando no fueran parte. Los fiscales eran auxiliados por otros
55 MacLachlan, Colin M., La justicia criminal del siglo xviii en México. Un estudio sobre el tribunal
de la Acordada, México, Secretaría de Educación Pública, 1976, pp. 38-39.
56 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 50.

121
La justicia criminal local novohispana

letrados a los que se les denominaba “agentes fiscales” o “solici-


tadores”, que vendrían a corresponder a nuestros actuales Minis-
terios Públicos. Para México se autorizaron dos y sus salarios se
pagaban del fondo de gastos de justicia y estrados. En su erección
se habían previsto dos fiscales para la Audiencia de México, el
más antiguo atendería los asuntos civiles y el más moderno, los
criminales. En la Recopilación de 1680 se habla de dos de lo civil y
uno de lo penal. Sin embargo, desde 1776 hubo un tercero para
conocer también de los asuntos civiles, aunque se suprimió en
1788. Por decreto del 18 de octubre de 1777, se creó otra fiscalía
más, una especial para los asuntos de la Real Hacienda. En total,
llegó a haber cuatro fiscales en la Audiencia de México.57
Existían en la Audiencia un conjunto de funcionarios y em-
pleados públicos llamados subalternos, los cuales eran: el alguacil
mayor, el teniente de gran chanciller, los relatores, los escribanos
de cámara, los abogados, los tasadores repartidores, los recepto-
res ordinarios y extraordinarios y su repartidor, los procuradores,
los intérpretes y el portero.58
Los alguaciles mayores eran los ejecutores de las resolu-
ciones de los oidores y virreyes. Nombraban a un teniente que
los ayudara en sus funciones y a alguaciles de campo para que se
encargaran de la ejecución de los acuerdos fuera de las ciudades.
Nombraban igualmente a los alcaides y carceleros, debiendo la
audiencia cuidar que la retribución que señalaban a sus tenientes
y alguaciles de campo fuera suficientemente remuneradora. Po-
dían aprehender a los reos in fraganti y quitar las armas a los que la
llevaban de noche, excepto si las personas que las llevaban traían
linterna o hacha para alumbrarse o eran gente que madrugaba
para ir a su trabajo. Era obligación de los alguaciles rondar por
la ciudad de día y de noche, y debían de pagar a los vecinos los
daños que se les siguieren por la negligencia en cumplir con esta
obligación.59
La función de chanciller consistía en representar material-
mente la persona del monarca, por lo que era el portador del se-
llo real en la Real Audiencia. La huella que dejaba no solamente
servía para identificar el documento real sino además para avalar
la autoridad del funcionario u organismo que lo había expedido,
57 Ibid., p. 51.
58 Id.
59 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 398.

122
La administración de justicia novohispana

ya que no lo hacía per se sino en representación del soberano. De


esta suerte, y dadas las solemnidades y simbolismos de la época,
el sello real tenía que venir acompañado de todo el aparato ma-
yestático.60
El sello era de plata y se formaba con el escudo de armas
del rey correspondiente; en éste aparecían todos sus títulos en los
respectivos cuarteles, el nombre del monarca y la indicación que
lo era de España e Indias, todo ello en latín. Se le transportaba en
mula enjaezada y, al morir el rey cuyo nombre tenía, se le destruía.
Como el sello real representaba la persona del monarca, su custo-
dio no debía ser un simple burócrata, de tal suerte que la figura de
chanciller debía encomendarse a un individuo de la más alta cali-
dad. Así fue como Felipe IV, el 17 de julio de 1633, designó primer
ministro a don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, con
carácter perpetuo y hereditario, como chanciller mayor de Indias,
título que fue trocado el 3 de noviembre del mismo año por el
de “gran chanciller de las Indias”. Esto incluyó no únicamente
a la chancillería del Consejo, sino que le quedaron anexas todas
las chancillerías de las audiencias indianas. Como el chanciller no
iba a realizar personalmente la labor de sellar y menos aún de
registrar en el Consejo de Indias, el monarca le permitió nombrar
un teniente para ello. Así, el rey autorizó a Olivares el 7 de sep-
tiembre de 1642 para desmembrar las chancillerías indianas de la
Gran Chancillería del Consejo, permitiéndole ceder el privilegio
sobre las audiencias al marqués de Mairena, transacción que fue
aprobada por Real Provisión el 21 de junio de 1644. De ahí que
el oficio de chanciller registrador de la Audiencia de México fue
a parar a manos del marqués de Torres de Rada. El 20 de diciem-
bre de 1776, el Real y Supremo Consejo de Indias consultó al rey
Carlos III la conveniencia de reincorporar a la Corona los oficios
cancilleriles indianos tanto del Consejo como de las audiencias,
lo que, una vez aceptado por el monarca, vino a originar la Real
Cédula de 19 de octubre de 1777 que precisamente disponía eso.
En el caso de las audiencias indianas, ordenó que expidiesen títu-
los regios a los chancilleres registradores con carácter provisional
mientras se examinaba cada caso en particular y se resolvía en
consecuencia. En la Nueva España, los virreyes no pudieron ha-
cerlo debido a los fuertes intereses del marqués Torres de Rada,

60 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 52.

123
La justicia criminal local novohispana

y no fue sino hasta 1803 que se pudo acatar la disposición de


reincorporar la chancillería a la Corona.61
La Real Audiencia tenía cuatro relatores que eran secreta-
rios de estudio y cuenta, y podían nombrar tenientes. Los relato-
res debían ser letrados. Su designación correspondía legalmente
al presidente del Real y Supremo Consejo de Indias, aunque en la
práctica lo realizaba el presidente de la Audiencia, en este caso, el
virrey de la Nueva España. Ello se llevaba a efecto después de un
concurso de oposición que realizaban los ministros de la misma
audiencia en el cual entregaban un caso práctico a los postulantes
para que lo resolviesen en un plazo de 24 horas.62
La función de estos subalternos era la siguiente: antes de
recibir un pleito a prueba debían hacer un breve resumen de la
litis contestatio, así como al terminar la instrucción, igualmente de-
bían presentar por escrito una sinopsis de lo actuado, lo que se
agregaba al expediente judicial una vez terminado. De tal suerte
que ello servía de base para que los magistrados dictasen la sen-
tencia. Esta sinopsis, llamada relación, debía indicar precisamente
si se habían satisfecho todas las formalidades legales. Asimismo,
en forma sucinta se anexaba el resumen de todo lo actuado. Los
relatores solían preparar también memoriales para los magistra-
dos en particular, en los cuales se les indicaba, brevísimamente, de
lo que se trataba el litigio en cuestión. Los relatores cobraban dere-
chos conforme al arancel que la Audiencia fijaba. Estaba estricta-
mente prohibido a los relatores, como medida de seguridad, que
alguna vez actuasen como abogados y que en sus relaciones se
manifestasen por el mejor derecho de las partes y, evidentemente,
que recibiesen dádivas.63
Los escribanos de cámara eran secretarios de acuerdo, en-
cargados de poner por escrito lo resuelto por la audiencia, ex-
tender certificaciones, notificar a las partes, conservar los autos,
recibir promociones, llevar los libros de registro; en ocasiones,
examinar testigos y, en general, dar fe como cualquier escribano
de cámara. Era también un oficio vendible y renunciable. Tenían
nombramiento directo del rey y su número varió en la Audiencia
de México entre 4 y 16. En principio no podían nombrar tenien-
tes, pues para sus funciones menos importantes eran sustituidos
61 Ibid., p. 55.
62 Id.
63 Id.

124
La administración de justicia novohispana

por los receptores ordinarios, si es que aquéllos tuvieren mucho


trabajo. No recibían salario del erario público ya que cobraban
costas judiciales a los litigantes, según su arancel.64
Los abogados formaban parte de la Audiencia. Para ser ad-
mitido con ese carácter debería ser examinado por la misma
Audiencia y, para ser admitido a examen, debía el pretendiente te-
ner cuatro años de pasantía después de haber recibido el bachille-
rato. Ese plazo podía reducirse hasta a un año siempre que hubiere
motivo tan justo que, si se pusiera en conocimiento del rey, éste
hubiera concedido la dispensa. Ningún escrito podía ser admitido
en la Audiencia si no iba suscrito por abogado. Era obligación de
los abogados concertar con sus clientes el honorario que habían
de llevar; pero no podían hacer tal cosa después que se hubie-
ran informado de los documentos y comenzado a hacer escritos,
porque ya entonces los clientes no obrarían con libertad, por estar
ya “prendados y necesitados”. Estaba prohibido para los aboga-
dos celebrar convenios por virtud de los cuales ellos percibirían
parte de la cosa litigiosa; la infracción de esa prohibición incapa-
citaba al letrado para ejercer la profesión. Los honorarios de los
abogados eran fijados en aranceles aprobados por la Audiencia de
acuerdo con los formados por las de Castilla, aumentados tan-
tas veces como la Audiencia considerara propio, dadas las distintas
condiciones económicas y el costo de la vida, mucho mayor en
América que en Europa. Las diversas tarifas de honorarios para
las funciones judiciales, tales como estaban aprobadas, acusaban
desde tres hasta cinco tantos de lo que autorizaban en España.65
El receptor de penas de cámara, gastos de estrados y jus-
ticia era un subalterno de la Real Audiencia que manejaba los
caudales procedentes de las sanciones pecuniarias que imponía
la Audiencia como medida disciplinaria. Éstas podían tomar el
carácter de pena de cámara, de estrados o para otro gasto de
justicia, según el motivo de la infracción. El oficio era vendible y
renunciable, y se sostenía con el cobro de 10% del total del mon-
to recaudado procedente de las sanciones a título de comisión. El
receptor tenía que rendir cuentas anualmente.66
El de tasador repartidor era un oficio vendible y renuncia-
ble de la Audiencia que tenía por objeto repartir los procesos entre
64 Ibid., p. 56.
65 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 399.
66 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 57.

125
La justicia criminal local novohispana

los escribanos y relatores, así como fijar su cuantía para los efectos
procesales. Se le pagaba del fondo de gastos de justicia y estrados.
Era sustituido en sus ausencias por el ministro semanero.67
El cargo de receptor ordinario era el que tenía como obje-
tivo desahogar las pruebas que no podían recibir ni los ministros
ni los escribanos, bien por falta de tiempo, bien porque se tuvieran
que desahogar lejos. Se trataba de un oficio vendible y renunciable
en el que se cobraban derechos conforme a un arancel especial. En
la Real Audiencia había 24 receptores y estaba prohibido que ejer-
cieran este cargo los mestizos y mulatos. Además, había un reparti-
dor que se encargaba de turnar equitativamente los procesos entre
los receptores. Este oficio era, también, vendible y renunciable.68
Los procuradores eran los letrados que representaban por
mandato en los tribunales a un litigante. Para poder ejercer el
cargo de procurador era menester ser examinado por los oidores
y el título debía ser expedido por el rey. Su trabajo lo cobraban
conforme al arancel.
Los intérpretes eran los funcionarios que conocían la len-
gua de los naturales; por tanto, cuando un indígena formaba par-
te de un procedimiento, directa o indirectamente, se le nombraba
un intérprete. Éste era designado por el virrey –en su calidad de
gobernador– y su salario era pagado del fondo de gastos de justi-
cia, ya que era un servicio gratuito para los indios.69
Finalmente, el último subalterno de la Real Audiencia era
el portero. Éste desempeñaba la función de abrir y cerrar la puer-
ta, traer a las personas que mandaban llamar los ministros, llevar
y traer recados, anunciar cualquier novedad y mantener cierto or-
den en el recinto judicial. Tenía derecho a vivir en el local de la
Audiencia y su sueldo era pagado del fondo de gastos de justicia,
aparte de ciertos derechos que llevaba en algunas diligencias, con-
forme a un arancel.
La reforma judicial de 1776 generó la ampliación de las
cárceles y la división de la Ciudad de México en cuarteles. El
virrey de Nueva España, don Antonio de Bucareli y Urzúa, por
decreto superior del 1 de julio de 1778, aumentó la planta de sub-
alternos de la Audiencia de México, creando las siguientes plazas:
2 capitanes, 5 receptores o escribanos, 7 porteros y 16 comisarios
67 Ibid., p. 58.
68 Id.
69 Id.

126
La administración de justicia novohispana

alguaciles; cargos que serían sufragados con el incremento del


impuesto al pulque.70

Los tribunales especiales


Aun cuando procedían de la Audiencia, existían otros tribunales
que cooperaban en la administración de justicia. Eran órganos que
tanto en la península como en las Indias fueron el resultado de la
dispersión jurídica legislativa y judicial del medioevo castellano
donde se dio lugar a estas jurisdicciones especiales, las que no
siempre representaban un privilegio, sino también una necesaria
especialización. Podemos contabilizar como tribunales especia-
les los siguientes: la Acordada, el Consulado, los eclesiásticos, de
Indios, Inquisición, Mesta, militares, Minería, Protomedicato, de la
Real Hacienda y de la Universidad.
El Consulado de México, como el de algunas poblaciones
españolas, conocía los pleitos entre comerciantes y sobre merca-
derías. Eran jueces en primera instancia el prior y cónsules y, en
segunda, un oidor que se nombraba en turno y dos adjuntos.71
También los mineros constituyeron el Real Tribunal de
Minería con inhibición de los jueces comunes para todo lo con-
cerniente al gremio. En las intendencias eran jueces de primera
instancia los diputados territoriales y, en segunda, el intendente
respectivo con dos mineros adjuntos. En la Ciudad de México y
su distrito de veinte leguas en contorno, el tribunal conocía de lo
contencioso, con apelación al de alzadas, compuesto de un oidor
acompañado del director de la minería y otro juez adjunto.72
El protomedicato también ejercía jurisdicción sobre los
asuntos propios de su instituto, como la Universidad sobre los su-
yos. Cuando alguno se consideraba agraviado, acudía en demanda
de justicia al virrey.
Por su parte, el Ayuntamiento ejercía jurisdicción en los
ramos de policía que le eran propios mediante juntas o indivi-
duos especiales que eran encargados del fiel,73 abastos, mercados

70 Ibid., p. 59.
71 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 403.
72 Id.
73 El fiel es la aguja de una balanza que se pone en posición vertical cuando hay igualdad
entre los pesos comparados. Real Academia, Diccionario práctico del estudiante, p. 314.

127
La justicia criminal local novohispana

y pósitos.74 El gobernador de Veracruz y el comisario de marina de


San Blas tenían jurisdicción exclusiva en lo relativo a matrícula
de barcos y puntos conexos.75
Célebres y más poderosos que otros eran el fuero eclesiás-
tico y el militar así como el de hacienda. Todos ellos hacían con-
fuso el ramo de justicia. El virrey segundo conde de Revillagigedo
se lamentó de ello, pero no sugirió que desaparecieran, sólo pro-
puso como remedio que los fueros se ciñeran “únicamente a las
materias de oficio en que se requiere un particular conocimiento
práctico, para decidir con acierto; pero en los delitos y casos co-
munes, deberían ser también comunes el juez y la decisión”.76
Por la naturaleza de nuestro estudio sólo enmarcamos sim-
bólicamente estos tribunales especiales, dejando un estudio más se-
sudo a dos tribunales que tienen una relación con la justicia criminal
en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes. Nos referimos al tribunal de
la Acordada y al tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.

El tribunal de la Acordada

Aquí la maldad gime aprisionada.


Mientras la Humanidad es atendida,
Una por la Justicia es castigada;
Otra por la Piedad es socorrida.
Pasajero que ves esta morada,
Endereza los pasos de tu vida,
Pues la Piedad que adentro hace favores,
No impide a la Justicia sus rigores.
Texto gravado en la puerta principal de la cárcel de la Acordada77

En los primeros dos siglos de gobierno español, la Corona de-


pendió de las autoridades locales para mantener un grado razo-
nable de orden sin que por ello tuviera que incurrir en el gasto y

74 El pósito era un instituto de carácter municipal y de muy antiguo origen destinado a


mantener acopio de granos, principalmente de trigo, y a prestarlos en condiciones mó-
dicas a los labradores y vecinos durante los meses de menor abundancia. Real Academia
Española, Diccionario de la Lengua, http://www.rae.es/rae.html.
75 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 403.
76 Ibid., p. 404.
77 Rodríguez-Sala, María Luisa, Cinco cárceles de la Ciudad de México, sus cirujanos y otros perso-
najes: 1574-1820, México, unam, 2009, p. 344, en http://209.177.156.169/libreria_cm/
archivos/pdf_834.pdf.

128
La administración de justicia novohispana

esfuerzo de implicar al sistema institucional. La Sala del Crimen


de la Audiencia no examinaba, aprobaba o modificaba las senten-
cias impuestas por los jueces locales, como se había propuesto
originalmente, aunque sí funcionaba como el principal órgano de
ejecución en la capital y demás áreas. Sin embargo, con la evo-
lución hacia una sociedad más compleja, compuesta de muchas
razas y mezclas diferentes que se ocupaba de diversas activida-
des económicas y cuyo impacto rebasaba los límites regionales,
la justicia local ya no podía contener adecuadamente la conducta
antisocial. Se hizo necesario obligar a la estructura institucional
a llevar a cabo las funciones que estaba destinada a cumplir, tan-
to la de reprimir la actividad delictiva que no podía resolverse a
nivel local, como la de demostrar a la población que el gobierno
virreinal poseía la autoridad legítima y el poder fundamental para
imponer el orden.78
La solución implementada para resguardar caminos y po-
blaciones se basó en el reforzamiento del cuerpo de protección
de la Santa Hermandad. Fue éste el primer organismo de vigilan-
cia que actuó desde el inicio del siglo xvii con algunos aciertos,
especialmente al establecer jurisdicciones regionales, pero sus
acciones no fueron suficientes para garantizar una estabilidad so-
cial plena. La Sala del Crimen estuvo conformada por alcaldes y
un fiscal quienes, por lo general, eran personajes de avanzada edad
y muy poco acostumbrados a salir a los caminos para perseguir y
aprehender al creciente número de cuadrillas de ladrones que
infestaban diferentes regiones del reino. Los alcaldes provincia-
les de la hermandad no dispusieron de salario fijo, tuvieron que
sostener personalmente a los hombres de sus cuadrillas y, sobre
todo, nunca gozaron de independencia jurisdiccional; estuvieron
sometidos a la autoridad de la Sala del Crimen. Las altas autori-
dades peninsulares y novohispanas conocían el problema social
de la inseguridad, las limitaciones del sistema judicial y, particu-
larmente, estuvieron conscientes de las dificultades políticas que
implicaba el reformarlo. Fue por ello que los virreyes Gaspar de
la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Gelve, Fernando
de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares, y Baltasar de
Zúñiga Román Sotomayor y Mendoza, marqués de Valero, centra-
ron sus acciones en fortalecer la Santa Hermandad; en brindarles

78 MacLachlan, La justicia criminal del siglo xviii en México, p. 190.

129
La justicia criminal local novohispana

a sus provinciales mayores apoyos y, al mismo tiempo, en desig-


nar personajes más decididos en sus acciones. Fue durante 1710
que el duque de Linares insistió en que el restablecimiento que
se había efectuado de la Santa Hermandad debería ser aún más
estricto, pero el ejercicio del alcalde provincial –la máxima au-
toridad dentro de la organización– quedó todavía subordinado
a la Sala del Crimen. A ellos tenía que dar cuenta de las causas y
sus sentencias antes de ejecutarlas a pesar de ser tan alarmante
la situación y tal exceso de delincuentes que no sólo los caminos
ocupaban, sino que en cualquier hora del día entraban en las ca-
sas a cometer horrorosos crímenes con extraordinaria libertad.79
El virrey Valero fue un poco más allá. Obligado por los
acontecimientos, tomó conciencia de la creciente problemática
social y enfrentó abiertamente la situación al apoyar las acciones
decididas del entonces alcalde provincial quien tenía su residencia
en Querétaro, Miguel Velázquez de Lorea, tal y como lo señala
Toribio Esquivel Obregón:

Era una excepción la ciudad de Querétaro y sus alrededores,


donde, gracias al celo desplegado por don José Velázquez Lo-
rea, alcalde de la Santa Hermandad en aquel lugar, los ladrones
se habían ahuyentado. Entonces la Audiencia decidió aprove-
char las buenas cualidades de aquel sujeto, confiriéndole lo que
hoy llamaríamos, facultades extraordinarias con suspensión de
garantías, para que él organizara la fuerza necesaria para la pro-
tección no sólo de Nueva España propiamente dicha, sino de
la Nueva Galicia y Nueva Vizcaya. Tal organización o autori-
zación para hacerla tuvo lugar el año de 1710.80

Así, el virrey Valero pidió se les concedieran facultades a


Vázquez y a los alcaldes provinciales de la Santa Hermandad. El rey
había ya dado el apoyo previo a través de su real cédula del 21 de
diciembre de 1715 en la cual confirió al virrey y a sus sucesores am-
plias facultades para controlar la seguridad pública y establecer una
cierta independencia de la Hermandad frente a la Sala del Crimen.
Esta medida real sirvió a Valero como base para crear el Tribunal

79 Rodríguez-Sala, María Luisa, “Los jueces provinciales del Tribunal de la Acordada. Par-
tícipes de la tranquilidad social novohispana (1719-1812)”, en Anuario mexicano de historia
del derecho X, 1998, pp. 234-235.
80 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 401.

130
La administración de justicia novohispana

de la Acordada y así, por decreto del 5 de noviembre de 1719, con-


vocó a los tres oidores y a uno de los alcaldes de la Sala del Crimen
a una reunión del Real Acuerdo que se efectuó el 9 de noviem-
bre. En ella explicó la situación y pidió a sus miembros acordaran
la exención a los provinciales de reportar sus sentencias a la Sala
del Crimen. Con ello los dejaba en libertad para ejecutar las penas
corporales, especialmente la de muerte. En esa misma reunión se
acordó que el virrey pudiera comisionar a persona de su entera
confianza para que asumiera el oficio de juez y, asesorado por los
letrados, procediera contra los delincuentes en poblado y despo-
blado. La aprobación del Real Acuerdo de esta parte medular de la
propuesta otorgó la independencia a los provinciales y conformó
una nueva instancia judicial: el tribunal de la Acordada que llevó en
su nombre la referencia directa al Real Acuerdo que la había hecho
surgir. Sin embargo, los provinciales tuvieron que dar cuenta de las
sentencias aplicadas en los casos de Hermandad al virrey. La fecha
fundacional del tribunal de la Acordada fue de 1719.81
La Acordada, de acuerdo con los objetivos de su forma-
ción, ejercía jurisdicción territorial ilimitada, la que abarcaba no
sólo a la Nueva España sino también a los reinos dependientes
de la Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León. Ningún otro
tribunal tenía semejantes responsabilidades. La única área exclui-
da era la del marquesado del Valle, donde la Corona concedió
a Cortés y sus descendientes el derecho de administrar la justi-
cia. Esta excepción estuvo vigente hasta 1785, cuando Madrid
extendió al marquesado la jurisdicción de la Acordada. Sólo el
virrey tenía la misma jurisdicción, aunque a menudo su autoridad
se mostró difícil de mantener frente a la gran burocracia virreinal,
las dos audiencias y los diversos gobernadores de provincia.82
Según MacLachlan, en teoría, las jurisdicciones judicial y
territorial de la Acordada hacían que fuera el cuerpo judicial más
poderoso del virreinato. Aunque el tribunal gozaba de amplia au-
toridad, ésta no superaba la de otras autoridades judiciales que
funcionaban a la par de la Acordada. Dos sistemas distintos des-
empeñaban las funciones de la justicia criminal en el virreinato: el
sistema tradicional, con la Sala del Crimen como autoridad máxi-
ma, y la Acordada. Ninguno de los dos tenía jurisdicción exclusiva

81 Rodríguez-Sala, “Los jueces provinciales del Tribunal de la Acordada”, p. 236.


82 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 86.

131
La justicia criminal local novohispana

sobre las ofensas criminales. La autoridad legal de la Acordada,


lejos de incluirlo todo, descansaba en la cooperación de cuerpos
técnicamente existentes, cada uno con su propia jurisdicción y
cada uno de ellos, previamente a la existencia de la Acordada,
más o menos inactivos. Hasta entonces, sus responsabilidades
habían sido asumidas por los magistrados ordinarios, pero con el
establecimiento del tribunal estas jurisdicciones habían sido arre-
batadas de las manos de las autoridades locales, lo que no fue nin-
gún trabajo sencillo. Durante el lapso de un siglo, las distinciones
entre jurisdicciones no habían sido tomadas en cuenta.83
Legalmente, la Acordada tenía que determinar los delitos
colocándolos de modo que se puedieran clasificar en la jurisdic-
ción que investía al tribunal antes de iniciar un proceso. La inde-
finición de estas materias hacía posible, tanto para la Acordada
como para las otras autoridades, reclamar el derecho de proceder
en casi cualquier caso dado. Cuáles crímenes caían en la juris-
dicción del tribunal y cuáles quedaban reservados para las otras
agencias resultó ser una fuente de confusión y estorbo constan-
tes. En muchos casos, tales como la violación de los reglamentos
de bebidas prohibidas, todas las autoridades judiciales legalmente
ejercían autoridad, complicando más los asuntos.84
La Acordada, por otra parte, estaba controlada desde la
capital por un juez que actuaba en forma independiente de los go-
bernadores y cuerpos judiciales, incluyendo las dos Audiencias de
México y Guadalajara. A diferencia del virrey, quien no podía des-
pedir a las personas designadas por el rey sin la autorización de la
Corona, el juez podía extender y revocar concesiones a su pare-
cer. El juez, subordinado directamente a la autoridad virreinal,
respondía sólo ante el virrey.85
La precaución y evidente preocupación por designar al indi-
viduo más calificado indicaba claramente el alto valor en que se te-
nían los servicios del tribunal. La magistratura no era un cargo para
ocuparse a la ligera, ni tampoco el favoritismo jugaba parte signi-
ficativa en el proceso de selección. De ahí que el trabajo realizado
por Miguel Velázquez Lorea en Querétaro lo hiciera el candidato
ideal para ser nombrado juez. A lo largo del siglo xviii, la Corona
consideró el cargo tan vital para la seguridad del virreinato que
83 MacLachlan, La justicia criminal del siglo xviii en México, p. 143.
84 Ibid., p. 144.
85 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 86.

132
La administración de justicia novohispana

puso un cuidado extremo en llenar el puesto con el individuo más


adecuado posible. Una vez nombrado, el juez poseía plena autori-
dad para seleccionar tenientes y comisionados en cualquier parte
de la Nueva España. Dichos nombramientos no requerían la apro-
bación del rey. Cada comisión reunía en el mismo individuo todos
los poderes y responsabilidades que eran delegados al tribunal de
la Acordada y al juzgado de Bebidas Prohibidas. No se le permitía
ninguna comisión fuera de la que cumplía para la Acordada.86
Bajo los dos primeros jueces, Miguel Velázquez de Lorea
y su hijo José Velázquez de Lorea, la Acordada careció de orga-
nización formal. Su estructura básica, no obstante, quedó fijada
durante estas administraciones. Posteriormente, fue regularizada y
fortalecida por una estructura de mando mediante controles defi-
nidos y concentrados en un cuerpo de personal asalariado.87
El primer juez, Miguel Velázquez, organizó el tribunal en
torno a un pequeño grupo de empleados pagados, compuesto
por un secretario y su ayudante, un asistente médico, un capellán
y un carcelero.88 El nuevo tribunal desempeñaba sus funciones
como ambulante, de lo que refiere del Valle-Arizpe lo siguiente:

El juez salía acompañado de sus comisarios y cuadrilleros, del


escribano que daba fe de lo actuado, de un capellán que impar-
tía los auxilios espirituales a los reos en caso de muerte, de un
clarinero que iba al frente con el abanderado, portando éste el
estandarte de color morado a la usanza de la Santa Hermandad
de Toledo. Cuando el caso lo ameritaba por tratarse de ban-
doleros aguerridos o de una cuadrilla, el grupo era reforzado
por un piquete de soldados dragones. Al dar alcance a los ban-
doleros que se perseguía, generalmente ya conocidos por las
noticias que circulaban en la comarca, se les formaba el juicio
sumario, se comprobaba el cuerpo del delito y, previa identifi-
cación, se les condenaba a la pena de muerte si el caso lo ame-
ritaba, y eran asaeteados o colgados de la rama de un árbol a la
vera del camino para escarmiento de los demás.89

86 Ibid., p. 94.
87 Ibid., p. 86.
88 Ibid., p. 87.
89 Bazán Alarcón, Alicia “El Real Tribunal de la Acordada y la delincuencia en la Nueva
España”, en Historia Mexicana, Vol. XIII, núm. 3, 1964, p. 326.

133
La justicia criminal local novohispana

Hasta 1756, la jurisdicción de la Acordada estuvo limitada


a áreas rurales aunque todos sus empleados eran residentes de la
Ciudad de México, lo que se hallaba en consonancia con la bien
conocida tendencia urbana de la sociedad española así como con
el status de la organización tratándose de una creación del virrei-
nato. La prisión del tribunal servía como sede central del cuartel
y de residencia del juez. En la persecución de los malhechores,
los tenientes y comisionados daban asistencia al juez, a manera de
servicios voluntarios.90
El juez de la Acordada organizó tribunales dependientes
de su autoridad en las principales poblaciones nombrando a las
personas distinguidas de cada lugar. Éstos se prestaban a desem-
peñar el servicio sin retribución alguna en beneficio de la comu-
nidad.91 De esa manera se logró la celeridad de la administración
de justicia a la vez que aumentaron las probabilidades para la cap-
tura de los criminales por el conocimiento que sobre las personas
y los lugares de la comunidad tenían estos tenientes y comisiona-
dos auxiliares del juez de la Acordada.
Los tenientes y comisionados tenían los mismos deberes
y responsabilidades, sus funciones eran idénticas; sin embargo,
el comisionado era un asistente del teniente. Los tenientes eran
principalmente hacendados españoles con reconocimiento en el
lugar donde desarrollaban sus actividades económicas y sociales,
hombres con gran influencia que por ese carácter y condición
social eran electos por el juez de la Acordada. De esta manera
se aseguraba el juez la efectiva persecución de los delitos come-
tidos en la región bajo su competencia y, al mismo tiempo, el
terrateniente aseguraba su propiedad y transacciones económicas
del bandidaje. En las áreas rurales, estos tenientes eran principal-
mente criollos ya que ellos fueron quienes constituyeron la gran
riqueza del latifundio colonial.92
Para asegurarse que la designación de tenientes fuese dada
a individuos convenientes, el juez preguntaba entre los ciuda-
danos más responsables del lugar, tales como los dueños de las
haciendas locales, los comerciantes o los funcionarios del pueblo.
Sobre la base de estos informes y recomendaciones, el juez hacía
la designación. Así, la diferencia entre un teniente y un comisio-
90 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 87.
91 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 401.
92 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 94.

134
La administración de justicia novohispana

nado era más un asunto de posición social que una cadena de


mando.93
Los comisionados no eran escogidos tan escrupulosamen-
te como los tenientes, aunque teóricamente ejercían los mismos
poderes. La diferencia entre la cuidadosa selección de los tenien-
tes y el nombramiento de los comisionados reflejaba las reali-
dades de la estructura social de la Nueva España. Un teniente
poseía influencia social y económica, mientras que los comisio-
nados eran nombrados en razón a la sugerencia de los propios te-
nientes, comerciantes o latifundistas de la región. Así, un teniente
irresponsable era capaz de irrumpir con fuerza en la sociedad.
Un comisionado, sin embargo, no tenía una posición social de
influencia y, por tanto, podía ser controlado por los individuos
responsables. Los comisionados generalmente eran mestizos, a
menudo capataces de alguna de las haciendas locales, quienes ha-
bían sido recomendados por sus patrones. A estos nombramien-
tos pueden ser atribuidos muchos de los abusos que le valieron a
la Acordada su fama.94
La libertad con la que contaba el juez para designar a sus
colaboradores era una de las principales razones del éxito del tri-
bunal. Puesto que la mayoría de estos colaboradores prestaban
servicios voluntarios, la única consideración de la designación era
la necesidad y la disponibilidad de voluntarios convenientes. La
mayoría de los voluntarios no asalariados prestaban sus servicios
en las áreas rurales de la Nueva España. Los agentes asalariados
se hallaban siempre radicados en centros urbanos. El juez reco-
nocía que las ciudades más importantes requerían servicios de
tiempo completo de cuando menos algunos agentes asalariados.
El número de los dependientes de la Acordada variaba constan-
temente. Después de que el juzgado de bebidas prohibidas se
añadió a las responsabilidades del juez, el número de agentes na-
turalmente aumentó y para fines del siglo xviii se estabilizó en
una cifra entre 2,000 y 2,500 agentes.95
La jurisdicción del tribunal se desarrolló a partir de la incor-
poración de organismos que teóricamente ya existían, cada uno
de los cuales tenía sus funciones propias y especiales. La Acor-
dada había nacido de la Hermandad con sus responsabilidades
93 MacLachlan, La justicia criminal del siglo xviii en México, p. 108.
94 Ibid., p. 110.
95 Soberanes Fernández, Los tribunales de la Nueva España, p. 97.

135
La justicia criminal local novohispana

específicas; le fueron añadidas sucesivamente la jurisdicción de


la Guarda Mayor de Caminos y el juzgado de Bebidas Prohibi-
das (1759). La adición de otra jurisdicción separada del juzgado
de Bebidas Prohibidas completaba los deberes más importantes
ejercidos por la Acordada. El juez fue autorizado para aprehen-
der y sentenciar a todas las personas que fabricaran, consumieran
o transportaran licores prohibidos, sin consideración de raza o
posición social. Así, tampoco éstas podían argüir la protección
de fueros o jurisdicciones especiales, incluidos los privilegios mi-
litares. Bajo este sistema, el juez de la Acordada podía proceder
en contra de casi todos los delitos, sin sufrir ninguna restricción
territorial y estando libre de compromiso de que sus sentencias
fueran apeladas a la Sala del Crimen. Incluso los indios, quienes
anteriormente habían gozado del privilegio de ser sentenciados
por las autoridades locales en los casos en que concernían a la
Hermandad, ahora quedaban bajo la jurisdicción del tribunal.96
El refugio tradicional de las iglesias era el único válido con-
tra los agentes del tribunal, pero éste resultaba más ilusorio que
real. Ciertos delincuentes no podían reclamar dicha protección.
Entre ellos se contaban los asaltantes de caminos, los ladrones
públicos, las personas culpables de traición y los asesinos o aque-
llos responsables de la pérdida de alguna parte del cuerpo de la
víctima. En otros casos, los agentes sacaban a los sospechosos
de las iglesias cuando no intervenía la autoridad eclesiástica; de
lo contrario, se levantaba un acta con el permiso de los clérigos.97
Finalmente, la Acordada funcionó desde el 11 de noviem-
bre de 1719 hasta el 31 de mayo de 1813 y tuvo 10 jueces: 1°:
Miguel Velázquez Lorea del 11 de noviembre de 1719 al 7 de
septiembre de 1732. 2°: José Velázquez Lorea del 3 de octubre
de 1732 al 17 de febrero de 1756; en este periodo, la Acordada
se extendió a la Nueva Galicia y se le agregó la Comisión de la
Guarda Mayor de Caminos; se fundó, además, el juzgado de Be-
bidas Prohibidas. 3°: Jacinto Martínez de la Concha del 3 de abril
de 1756 al 14 de octubre de 1774; en este periodo se suprimió la
venta de los reos a las panaderías, tocinerías, obrajes de paños y
trapiches de azúcar (supresión de las colleras98); además, las cinco

96 Ibid., p. 99.
97 Id.
98 La collera era un aro de cuero u otro material fuerte que se ponía alrededor del cuello para
sujetar. Real Academia, Diccionario práctico del estudiante, p. 149.

136
La administración de justicia novohispana

clases de reos que mandaban a los presidios se redujeron a dos:


sentenciados y huidos; y el asilo eclesiástico que se concedía en
todos los templos, se redujo a Breve Pontificio y Edicto del Arzo-
bispo a dos en la Ciudad de México, y a uno o dos en cada villa o
ciudad de las provincias, según la población de acuerdo con el edic-
to de 29 de mayo de 1774. 4°: Francisco Antonio de Ariztimuño
y Gorozpe del 17 de octubre de 1774 al 8 de noviembre de 1776;
en este periodo se publicó el Reglamento de las obligaciones de
los dependientes de la Acordada con fecha de 1 de junio de 1775
y la instrucción para que los tenientes y comisarios formaran las
sumarias en los juicios criminales con fecha de 20 de marzo de
1776; además, se promovió un gravamen a las bebidas alcohólicas
para subvencionar los gastos del tribunal. 5°: Juan José Barberi
(interino) del 16 de noviembre de 1776 al 11 de junio de 1778. 6°:
Pedro Valiente de 12 de junio de 1778 al 13 de enero de 1781; en
este periodo aconteció que con el nuevo impuesto al pulque, que
se cobró en parte a razón de un grano de real sobre cada arroba99
y en parte a medio real por carga, produjo en un año y nueve
meses 58,007 pesos, con lo cual se pagaron sueldos atrasados, au-
mentos a los asesores y defensor y gastos de la Sala del Crimen. 7°:
Juan José Barberi (segundo interinato) del 14 de enero de 1781 al
15 de abril de 1782; en el periodo se inauguró el 20 de enero de 1781
el nuevo edificio de la cárcel de la Acordada. 8°: Manuel de Santa
María y Escobedo del 16 de abril de 1782 al 22 de septiembre de
1808; en este periodo el rey derogó la real cédula de 15 de septiem-
bre de 1771 y autorizó nuevamente al juzgado para que conociera
y castigara todo género de delitos, según el decreto de Bucareli;
sin embargo, ahí empezó su decadencia debido a que el juez per-
dió facultades en la administración de fondos; se señaló que a
los reos que se extrajeran de sagrado se les pondría a disposición
del virrey para que los destinara con voto consultivo a la Sala del
Crimen; se fundó la Junta de Revisión en 1790 para que revisara,
reformara o revocara las sentencias de la Acordada y se alzó en
1796 la prohibición del aguardiente de caña y con ello disminuyó
notablemente el trabajo del juzgado de bebidas prohibidas. 9°:
Antonio Columna del 1 de octubre de 1808 al 20 de febrero de
1812; durante el periodo, por recrudecimiento del bandolerismo
en la Nueva Galicia se fundó otra Acordada en Guadalajara y,

99 La arroba es la unidad tradicional de peso que en Castilla equivale a 11.502 kg. Ibid., p. 52.

137
La justicia criminal local novohispana

por decreto de las Cortes extraordinarias de España y bando de


15 de octubre de 1811, quedó abolido el tormento. 10°: Juan José
Flores Alatorre (interino) del 20 de febrero de 1812 al 31 de mayo
de 1813.100
A efecto de ilustrar el trabajo de la Acordada, transcribi-
mos dos de las causas que fueron llevadas por los jueces de este
tribunal y sus delegados en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes.

Expediente 13598/8/Expediente 8/agn


México 30 de julio de 1799
Informe el Señor Sargento Mayor de la Plaza101 -rúbrica-
Felipe Bartolo mestizo preso en esta Real Cárcel y conducido
por cordillera de justicia del partido de Aguas Calientes com-
parezco ante la recta justificación de Vuestra Excelencia en la
mejor forma que haya lugar y el derecho me permita –Digo:
Que llevando de prisión en el citado Pueblo cuatro meses, y en
el de Irapuato por el Justicia dos años, en la Acordada, y en esta
Real Cárcel de Corte seis meses: tan sólo por la causa que se me
formó, por la incontinencia con María Germana Barrona, natu-
ral y vecina de los contornos de Irapuato, con la que teniendo
tratados esponsales, le puse el plazo de seis meses para juntar
el dinero de los Derechos y que se verificase dicho; pero vien-
do ésta que se cumplía el plazo, se ausentó fugitiva102 con lo
que me obligó a salir en su solicitud volviéndola a encontrar,
al cabo de los siete meses en Jurisdicción de Aguas Calientes,
metida con un Hombre casado llamado José Victorio Martínez
y luego en el acto me presente al Justicia del Partido que lo era
Don Antonio Uribe, dándole a este parte con el fin que solici-
taba a la referida Mujer, y usando de su Justicia en el instante
nos aprehendió a los tres, y practicando sus diligencias, a los
quince días resultó ser casado el referido Martínez, por lo que

100 Bazán Alarcón, “El Real Tribunal de la Acordada y la delincuencia”, pp. 326-329.
101 Referencia inscrita en el costado derecho del expediente: “Excelentísimo Señor, cierto lo
que responda Vuestra Excelencia el interesado, como también el que ha sido reconoci-
do por mi señor de Vuestra Excelencia cuya contestación remití en –ilegible– de Junio
próximo pasado, expresando el no ser útil para el servicio de las Armas, y si para el de sus
Reales Bajeles (trabajo forzado en un barco): Dicho reo fue trasladado de la Cárcel de la
Acordada, a la de Corte, donde asiste. Es cuanto puedo informar a Vuestra Excelencia
en el particular. México 31 de Julio de 1799. Tomás Rodríguez Bredmar –rúbrica–. Expe-
diente: 13598/8/1799/agn, foja 1 frente y vuelta.
102 Ibid., foja 1 frente.

138
La administración de justicia novohispana

mandó se pusiere en libertad quedando yo y la Mujer presos,


esto considerando el Justicia no tener quién de ella se doliera
providenció ponerla depositada en una casa de honra en cali-
dad de sirvienta, a donde vino el referido Martínez y le sacó
llevando sólo mes y medio de depósito, aún con todo esto me
mantuvo el Justicia tres meses y medio preso por ver si pare-
cía pero no habiéndose verificado me condujo el Alcalde ma-
yor en calidad de reo a mi tierra, expresando en el inquisitorio
que entregase a la mujer que yo le había entregado a él como
Justicia, por lo que el Teniente Provincial de la Acordada me
tuvo preso cerca de dos años tomando en este tiempo críticas
y exquisitas informaciones de mis costumbres y conducta, y
no resultando cosa contraria me remitió a la Acordada, y de
ahí a ésta Real Cárcel de Corte, a la disposición de Vuestra Ex-
celencia dándome a saber se había dignado la justificación de
Vuestra Excelencia el destinarme por103 ocho años al servicio
de las Armas: y reconociéndome los facultativos, y el Señor
Mayor de Plaza, ambos dijeron ser del todo inútil para el servi-
cio; los primeros: por las enfermedades de que adolece como
es: el estar cascado del pecho por mi ejercicio de minero y el
haber quedado casi baldado de los brazos y piernas por las pri-
siones, de las que me ha redundado, un fuerte reumatismo: y
el segundo por no tener cuerpo, ni las condiciones y requisitos
que para el efecto se requieren, por lo que ocurro a la conocida
piedad y justificación de Vuestra Excelencia, para que usando
uno de los efectos de piedad, contrapesando el dilatado tiem-
po de prisión, con mi delito, mande o se me ponga en liber-
tad, o se me dé el castigo que conozca ser justo o de su mayor
agrado; pidiéndoselo por la corona de María Santísima y la de
Nuestra Cesárea Majestad que con esta piedad tendrá el fin
tanto padecer y tiempo a prisión, gracia que espero recibir por
amor de Dios. Por tanto.
A Vuestra Excelencia Suplico se sirva el aceptar ésta mi pe-
tición en que recibiré merced, juro en forma no proceder de
malicia más de lo necesario Vuestra Alteza.104

103 Ibid., foja 1 vuelta.


104 Ibid., foja 2 frente.

139
La justicia criminal local novohispana

Expediente 13609/13/Expediente 13/agn


Año de 1806.
Acordada (N° 208 f) 52
Vicente Ferrer González, sobre demora que sufre su causa en
poder del Dependiente Don Pantaleón Sandoval.
A.105

Excelentísimo Señor Virrey


Vicente Ferrer González, preso en la Real Cárcel de la Villa
de Aguascalientes hace el corto tiempo de siete meses, ante
Vuestra Excelencia por el más eficaz recurso que proceda de
derecho y haya lugar Digo: Que el motivo de estar reducido
en prisión, es, porque hallándome cargado de familia, y como
hombre infeliz acompañé, a Julián, (alias el Arpero) a traer
unas reses, que éste ajustó con el miliciano Cosme Núñez, y
entregó a tres pesos por cada cabeza, asegurando el citado mi-
liciano que si había alguna resulta el respondía en todo tiempo.
El juez que tiene conocimiento de la causa, es Don Pantaleón
Sandoval. Dependiente de la Acordada, quien no ha tomado
declaraciones y en virtud de ellas, practicando los correspon-
dientes careos en averiguación de la verdad; como en efecto
de ello resultó que el tal Cosme Núñez a pesar de su negati-
va, es cómplice en mayor parte106 que el que representa; pues
si Núñez no hubiera seducido a Julián a que robare como lo
manifiesta con claridad el ínfimo precio que pagó las reses de
tres pesos, desde luego tal hurto no hubiera intentado, y por lo
mismo en captura vigorosa debe ser puesto, y no el andar en
libertad disfrutando de aquella satisfacción, como si no fuese
reo principal en el crimen que se nos acusa, y persigue.
Y qué sería de los infelices si no tuviesen el poderoso asilo de
Vuestra Excelencia a quién elevar sus clamores, quién los escu-
cha compasivo, y los consuela oportunamente; hasta cuando
fenecieran las prisiones si Vuestra Excelencia no ocupare en
recio empleo que ejerce, y bajo cuyo poder militar todas las co-
sas de este reino por sin duda seríamos sacrificados; nuestras
causas interminables, y las pobres familias víctimas de la mayor
compasión aunque inocentes; pero ahí no es esto lo que nos

105 Expediente: 13609/13/1806/agn, foja 1 frente.


106 Ibid., foja 2 frente.

140
La administración de justicia novohispana

aflige tanto sino la imposibilidad de no poder en lo material


especificar a Vuestra Excelencia la morosidad y abandono con
que se nos trata por los Jueces inferiores sepultando nuestras
causas en un perpetuo olvido, y cuando se nos viene a deter-
minar, ya se aumenta pena a pena y dolor a dolor.
Si Señor Excelentísimo107puntualmente en lo que experimenta-
mos, y yo impelido de la dura prisión que padezco, y necesida-
des con mi pobre familia ocurro a la acreditada justificación de
Vuestra Excelencia para que se sirva mandar se remita la causa
en su actual estado a esa superioridad para la providencia que
sea de justicia; previamente mandando al comandante Don
Juan Francisco Calera se ponga en prisión al miliciano Cosme
Núñez, hasta que se substancie la causa, por sus regulares trá-
mites, y definitivamente se sentencie. Por Tanto.
A Vuestra Excelencia suplico se sirva mandar hacer como pido
que es Justicia: sus Regias facultades para ello imploro, y juro
Vuestra señoría.
No sé firmar.

Excelentísimo Señor
Previamente tomado los informes que oportunos me parecie-
ron para calificar la verdad de cuanto a Vuestra Excelencia re-
presentó el Preso Vicente Ferrer González, resultó que lo es en
evidencia el tiempo de ocho meses que en prisión se haya re-
ducido, por complicidad con Julián Jiménez, en unas seis reses
que de las108 inmediaciones de la Hacienda de Ojuelos se ex-
trajeron, y en esta Villa vendieron a el Miliciano Cosme Núñez
a el precio de tres pesos cada cabeza, que aunque éste negó los
otros le sostuvieron. El juez que de ello tomó conocimiento fue
un comisario de la Acordada nombrado Don Pantaleón Sando-
val, quién según parece sólo trató de reducir a prisión a los dos
delincuentes, tomarles su declaración y dejólos en olvido.
No es menos la falta de consideración de –ilegible– depen-
dientes del mismo tribunal que sepultando a los infelices
Hombres en las Cárceles, lo hacen también con sus procesos,
y de aquí no sólo se les perjudica en sus recursos, y derechos
sino que también la vindicta pública lo está, con el retardo en

107 Ibid., foja 2 vuelta.


108 Ibid., foja 3 frente.

141
La justicia criminal local novohispana

el pronto castigo de aquellos que lo merezcan. Estos méritos


me mueven el representar a la notoria integridad de Vuestra
Excelencia que Don Mariano del Pedrajo Teniente Provincial
en el Ojocaliente de Bastidas, Don Pedro Nolasco Romo Te-
niente en el Rincón de esta Jurisdicción, y109Don José Delgado
teniente en el mismo Ojocaliente, mantienen en esta Real Cár-
cel siete Reos que lo son Juan José Gabriel Madera, José Gre-
gorio Guerrero, Julio Rivera, Ricardo Aguilar, José Timoteo
Calvillo, José Timoteo Márquez, y José Guadalupe Almaraz,
unos según informan tienen el tiempo de un año y tres meses,
otros siete meses, y el menos cinco, separados de sus patrias, y
familias, y por último careciendo de todo recurso por la distan-
cia en que se hallan sus respectivos Jueces.
En tal concepto vendrá la notoria probidad de Vuestra Exce-
lencia en conocimiento de la morosidad, y abandono con que
a estos infelices se les trata, que sus clamores no son oídos, y
por último que sus causas expuestas quedan a un perpetuo ol-
vido, si no es que el celo que a Vuestra Excelencia le anima en
obsequio de ellos, se sirva dictar la110 superior resolución que
a bien tenga.
Dios que a Vuestra Excelencia guarde muchos años Aguasca-
lientes Agosto 27 de 1806.

Excelentísimo Señor
Isidro Gómez de Neira -rúbrica-
México 23 de septiembre de 1806.
Informe de preferencia del señor Juez de la Acordada.
El Tribunal de la Acordada septiembre 26 de 1806.
Póngase inmediatamente certificación del estado de las causas
de los reos citados en el anterior informe y las fechas en que
las han remitido los Dependientes que las han actuado, y dese
cuenta para informar a la Superioridad despachándose aqué-
llos prontamente.
Santamaría -rúbrica- Licenciado Flores -rúbrica-
José de la Cruz. -rúbrica- 111

109 Ibid., foja 3 vuelta.


110 Ibid., foja 4 frente.
111 Ibid., foja 4 vuelta.

142
La administración de justicia novohispana

Escribano Real
Certifico que con fecha de quince de Abril del año presente se
recibió en este tribunal la causa formada contra José Guadalupe
Almaraz, y se le señaló con el número 936 de 806, pasándose
inmediatamente a poder del Licenciado Don Juan José de la
Pascua en cuyo poder se halla hasta el día: Que con la de diez
y siete de Junio último se recibieron también las número 197-
198 y 199 de este mismo año formadas contra Julio Rivera
y Ricardo Aguilar, José Gregorio Guerrero, y Juan José Ga-
briel Madera; se pusieron en la mesa del nominado Licenciado
Pascua, y se hallan en el día: la primera y tercera en poder del
procesante Delgado para la práctica de las diligencias que por
necesarias a mi substanciación se le practicaron con fecha de
23 de Agosto y 10 de Septiembre último y corriente y la se-
gunda aguardando la llegada de sus antecedentes pedido al Te-
niente Pedrajo con fecha de 16 de Agosto también último: Las
otras dos causas formadas contra José Timoteo Calvillo, y José
Timoteo Vázquez, y a que correspondieron los números 224 y
223 de 805 se recibieron en este Tribunal en treinta de Julio del
año de ochocientos y cinco, y pararon el mismo día a la mesa
del Doctor Don Felipe de Castro Palomino, quién habiéndolas
despachado112 en diversos tiempos se halla aún para su deter-
minación definitiva con la de Timoteo Calvillo, habiendo dic-
tado en la de Vázquez con fecha de diez y ocho de Junio del
corriente año se pase a la Real Audiencia de Guadalajara para
su continuación, como se verificó el mismo día. Y para que
conste en virtud de lo mandado pongo la presente.
México a veinte y seis de Septiembre de mil ochocientos y
seis años.
José de la Cruz -rúbrica-

Escribano Real
El Doctor Don Felipe de Castro Palomino está puntualmente
despachando la causa de Calvillo.
México y Septiembre 27 de 1806.
Cruz -rúbrica-
El Licenciado Don Juan José de la Pascua queda encargado del
pronto despacho de la causa contra José Guadalupe Almaraz.

112 Ibid., foja 5 frente.

143
La justicia criminal local novohispana

Fecha ut supra.
Cruz -rúbrica-113
Real Tribunal de la Acordada septiembre 27 de 1806.
El oficio cuidé hacer a su tiempo los oportunos recuerdos de
las diligencias pendientes; y respecto a que las causas que se ha-
llan en este Tribunal, están mandadas despachar con prontitud,
y que de las fechas en que las han remitido los Dependientes
de la Villa de Aguascalientes, según la certificación anterior, se
deja ver que no ha habido culpa u omisión en ellos, pásense
estas diligencias al Excelentísimo Señor Virrey con el oficio
correspondiente informándolo así a su Superioridad, en cum-
plimiento en lo prevenido en su Decreto Superior de 23 del
corriente.
Santamaría -rúbrica-
Licenciado Flores -rúbrica-
José de la Cruz. -rúbrica-114
Escribano Real.

Excelentísimo Señor
México 30 de septiembre de 1806.
Al Señor Asesor General. -rúbrica-
Excelentísimo Señor.
En vista de lo que informa a Vuestra Excelencia el Señor Juez
de la Acordada, a consecuencia del Superior Decreto del 23 de
Septiembre último puede Vuestra Excelencia mandar se archi-
ve este Expediente.
México 1° de octubre de 1806.
Bachiller -rúbrica-115
En cumplimiento del superior decreto de Vuestra Excelencia
del 23, del que acaba extendido en el ocurso del Reo suplicante
Vicente Ferrer González, lo devuelvo a manos de Vuestra Ex-
celencia para que en vista de lo actuado en él, se sirva instruirse
su justificación de que no ha padecido culpa ni116omisión este
Tribunal en el despacho de las causas de que trata en su infor-
me el Subdelegado del Partido de Aguascalientes.

113 Ibid., foja 5 vuelta.


114 Ibid., foja 6 frente.
115 Ibid., foja 7 frente y vuelta [portada anexa a la foja con los datos del contenido en las
actuaciones en ambas caras de la foja].
116 Ibid., foja 7 frente.

144
La administración de justicia novohispana

Dios que a Vuestra Excelencia Guarde Muchos Años Real Tri-


bunal de la Acordada a 30 de Septiembre de 1806.
Excelentísimo Señor
Manuel Antonio de Santamaría y Escobedo -rúbrica-
Excelentísimo Señor Virrey Don José de Iturrigaray.117

El tribunal del Santo Oficio

Como a lobos y perros rabiosos inficionadores de las ánimas


y destruidores de la viña del Señor los perseguiréis.
Edicto del Santo Oficio.
Mariano Cuevas118

El origen del Santo Oficio de la Inquisición data de la Edad Me-


dia cuando el problema de la herejía se había convertido en un
problema social que socavaba el orden de la comunidad y del
credo cristiano,119 aun cuando, en un principio, los herejes habían
sido vistos con indiferencia tanto por el Estado como, de alguna
manera, por la propia Iglesia.
La Inquisición tuvo una organización sencilla: el jefe supre-
mo era el papa y los jueces inquisitoriales llamados monjes inquisi-
dores dependían del vicario de Cristo y no de los jefes inmediatos
que los habían propuesto. El tribunal inquisitorio, a través de su
juicio sumario, estuvo exento de la censura o control por parte de
los nuncios papales y de los jefes de las órdenes monacales que
proponían inquisidores. Así, los poderes concedidos por el papa
a los tribunales servían para “combatir rápida y enérgicamente
lo considerado como el mal religioso y social más virulento”.120
En España, el tribunal se estableció cuando prácticamente
la lucha contra los invasores había concluido. Piedad y codicia
coincidieron en su origen. En el año de 1478, los monarcas ca-
tólicos Isabel y Fernando pidieron al papa Sixto IV el dictado de
una bula que dos años después habría de cumplimentarse a ca-
117 Ibid., foja 7 vuelta.
118 Cuevas, Mariano, Historia de la nación mexicana, México, Talleres Tipográficos Modelo,
1940, p. 252.
119 Greenleaf, Richard, La Inquisición en Nueva España siglo xvi, México, fce, 1981, p. 11, cita-
do por González García, Omar, “Maléfica, bruja y hechicera: Notas sobre el auto dictado
contra María de la Candelaria por la Santa Inquisición en 1768 en territorio de Nueva
España”, en Letras Jurídicas, Vol. 9, 2004, p. 2.
120 Grigulievich, Iosif, Historia de la Inquisición, México, Ediciones Quinto Sol, 2010, p. 78.

145
La justicia criminal local novohispana

balidad cuando el: “[…] 17 de septiembre de 1480 se nombraron


dos frailes dominicos que actuasen como inquisidores en Sevilla.
Posteriormente, fueron ayudados por un promotor fiscal o acu-
sador y dos depositarios de confiscaciones”. Todo lo anterior se
consolidó, además, con la facultad otorgada por el papa para que
los reyes católicos nombraran a los inquisidores.121
Posteriores al tribunal de Sevilla fueron los de Córdoba,
Jaén y Ciudad Real, este último después fue trasladado a Toledo.
El inquisidor de Castilla, Torquemada, lo fue también de Aragón,
quien ya veía una Inquisición controlada plenamente por Fernando
antes que por él. A pesar de disturbios y protestas, el Santo Oficio
se extendió prácticamente por todo el reino para imponer una
“rígida ortodoxia” en su fe católica.122
De los tribunales instalados y su propósito señala Joseph
Pérez:

Antes de 1492, España es pues lo que hoy llamaríamos una


sociedad pluricultural en la que no todos los súbditos tienen
el mismo estatuto legal. Se reconoce a musulmanes y judíos
unos derechos distintos de los que tienen los cristianos. Cada
grupo se rige por sus propias leyes y sus propias instituciones
y paga impuestos distintos de los que recaudan de los otros.
Musulmanes y judíos son, sin embargo, súbditos de los so-
beranos y, por serlo, tienen derecho a ser protegidos contra
cualquier desmán. […] Otros autores opinan que los motivos
religiosos que invocaron los reyes encubren una especie de lu-
cha de clases; según estos autores, los conversos ocupaban en
la sociedad de la época unas posiciones muy fuertes en la ad-
ministración pública, en el comercio y en la banca. Formaban
unos núcleos burgueses o constituían el grupo más nutrido de
la burguesía incipiente; esto explicaría el establecimiento de la
Inquisición: más que desarraigar la herejía, se trataba en reali-
dad de aniquilar una clase social en plena pujanza y que podía
representar una amenaza para el poder real o para los estamen-
tos privilegiados.123

121 González García, “Maléfica, bruja y hechicera”, p. 3.


122 Id.
123 Pérez, Joseph, La Inquisición española. Crónica negra del Santo Oficio, España, Ediciones Mar-
tínez Roca, 2005, pp. 61-66.

146
La administración de justicia novohispana

Por lo que hace a la estructura funcional del Tribunal, el


inquisidor general se encontraba a la cabeza de la estructura fun-
cional del Santo Oficio de la Inquisición. Era designado por el rey
y ratificado por el papa. Era el mismo inquisidor general quien
presidía el Consejo de la Suprema y General Inquisición, órgano
que en un principio tuvo carácter consultivo y que con el tiempo
ganó poder hasta convertirse en la institución centralizadora de
todos los asuntos relacionados con la fe.124
La consolidación de la Suprema, como generalmente era
llamado este Consejo, fue paralela al envejecimiento y muerte del
primer inquisidor general, Tomás de Torquemada, quien, además,
fue el primero en presidir el Consejo. A éste no siempre tomó en
cuenta para la ejecución de sus decisiones,125 las que le valieron
una mala reputación como señala Grigulievich:

Pero a todos los verdugos eclesiásticos los eclipsó, en cuanto a


crueldad, el inquisidor general español Tomás de Torquemada,
que durante los 18 años de su “trabajo” (1480-1498) hizo más
de 100,000 víctimas entre los quemados vivos o en efigie y
castigados con el auto de fe (obligación de llevar el sambenito
en señal de infamia, confiscación de bienes, cadena perpetua
y otras penas).126

Cabe señalar que otros autores como Llorente, el connota-


do historiador español, dicen que el inquisidor general dio muer-
te en la hoguera a 10,220 víctimas y condenó a otro tipo de penas
a 97,321 personas, como se transcribe:

Torquemada, pues, hizo en España durante los diez y ocho


años de su ministerio inquisitorial diez mil doscientas veinte vícti-
mas, que murieron en las llamas; seis mil ochocientas sesenta que hizo
quemar en efigie por muerte o ausencia de la persona, y noventa y siete mil
trescientos veinte y una que castigó con infamia, confiscación de bienes, cár-
cel perpetua e inhabilidad para empleos con título de penitencia; todas las
cuales tres clases componen ciento catorce mil cuatrocientas y una familias

124 Bravo Aguilar, Naucatzin Tonatiuh, “El Santo Oficio de la Inquisición en España: Una
aproximación a la tortura y autoincriminación en su procedimiento”, en Anuario mexicano de
historia del derecho mexicano xvi, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2004, p. 99.
125 Id.
126 Grigulievich, Historia de la Inquisición, p. 80.

147
La justicia criminal local novohispana

perdidas para siempre, sin contar en este número las que sufrían
una suerte casi totalmente igual por sus conexiones de paren-
tesco inmediato.127

La Suprema estaba integrada por el inquisidor general, seis


consejeros, el fiscal, el secretario de cámara del rey, el alguacil ma-
yor, dos alguaciles, el receptor, los relatores, los cuatro porteros
y el solicitador.128
El ascenso al trono de Carlos V pudo ocasionar un giro en
las prácticas del tribunal y sus inquisidores pero no fue así. Du-
rante su reinado, el tribunal se afianzó en la jurisdicción del reino
y Felipe II su sucesor, “lo mantuvo hasta lo último”.129
La persecución de herejías, apostasías, blasfemias heréti-
cas, hechizos, supersticiones y demás delitos de que conocía la
Inquisición castellana incumbió a los obispos en Indias en un
inicio, no sólo por su autoridad ordinaria sino también por ser
delegados de la Inquisición.130
Gracias al Regio Patronato Americano, la Corona era patro-
na de la Iglesia americana, en otras palabras, era la responsable del
establecimiento de la religión católica en los territorios por ella
conquistados. La autoridad real pesaba sobre los obispos dentro
de los territorios hispanos, lo que debió de ejercer cierta presión,
aunque de manera indirecta y parcial, sobre la operación del
Santo Oficio así como de la justicia diocesana. Una vez en territo-
rios americanos, el deber obispal no sólo consistía en predicar la
palabra verdadera, sino también en cuidar por la salud espiritual
y material de su clerecía.131
Los dominicos ejercían en La Española las funciones de in-
quisidores, de tal forma que cuando estuvo en la isla fray Martín de
Valencia a la cabeza de la misión franciscana que tenía por destino
Nueva España, delegaron en él las facultades de inquisidor. A la

127 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica de la Inquisición en España, obra ordenada y corregi-
da por don Juan Landa, Barcelona, Juan Pons editor, 1870, p. 164. https://archive.org/
stream/historiacrticad01llorgoog#page/n171/mode/2up.
128 Bravo, “El Santo Oficio de la Inquisición en España”, p. 99.
129 González García, “Maléfica, bruja y hechicera”, p. 3.
130 Dougnac Rodríguez, Antonio, Manual de historia del derecho indiano, México, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, unam, 1994, p. 300.
131 Lara Cisneros, Gerardo, Superstición e idolatría en el provisorato de indios y chinos del arzobispado
de México, siglo xviii, Tesis de doctorado en Historia, México, Instituto de Investigaciones
Históricas, unam, 2011, pp. 38-39.

148
La administración de justicia novohispana

llegada de los dominicos, la estafeta pasó a manos de fray Tomás


Ortiz primero y luego a fray Domingo de Betanzos; pero, por
orden del inquisidor general de 27 de junio de 1535, pasó el cargo
a fray Juan de Zumárraga. Éste formó 131 procesos de los cuales
fueron 118 contra españoles y el resto contra indios, y uno de
éstos fue ejecutado.132
Por Real Cédula dada en Madrid el 16 de agosto de 1570,
Felipe II mandó fundar el tribunal de la Inquisición en Nueva Es-
paña con jurisdicción en ella Guatemala, Nueva Galicia y Nica-
ragua, nombrando inquisidor arzobispo de México a fray Pedro
Moya de Contreras. Al día siguiente, el inquisidor don Diego de
Espinosa reiteraba ese nombramiento y daba las instrucciones para
la fundación. En estas cédulas se ordenaba que, llegados los in-
quisidores a la capital del virreinato, hicieran saber su arribo a
las autoridades eclesiásticas y seculares y “hecha esta diligencia se
leyera el edicto general de la fe, conforme a la copia del que con
esta instrucción se entrega; y no será menester publicar el día de
gracia por ahora”.133
En la fundación de la Iglesia católica en Nueva España,
el proceso de instauración de la justicia eclesiástica fue distinto
al europeo, pues aquí hasta antes del establecimiento formal de
la Inquisición en 1571 y de que los obispos ejercieran facultades
jurisdiccionales plenas, los frailes gozaron de amplios poderes y pri-
vilegios. Cuando Felipe II dispuso la creación del Tribunal del Santo
Oficio en Nueva España, en su disposición apuntó que los indios
quedarían fuera del alcance de este mandato, pues se les consideró
cristianos nuevos.134
Así, quedaron expresamente marginados de la competen-
cia del tribunal los indios “por su rudeza e incapacidad y que mu-
chos de ellos aún no están bien instruidos en las cosas de nuestra
Santa Fe Católica”.135
En Nueva España, el Arzobispado de México instauró el
tribunal Especial para Indios. Así, dicho tribunal fue un órgano
vigilante y defensor de la fe y de las buenas costumbres. Ambas
directrices fueron consideradas esenciales para el funcionamiento
de la sociedad y el bienestar de la población. De esta manera, ante
132 Soberanes Fernández, Los tribunales de Nueva España, p. 227.
133 Id.
134 Lara, Superstición e idolatría en el provisorato de indios y chinos, p. 39.
135 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 301.

149
La justicia criminal local novohispana

la imposibilidad de actuación de la Inquisición sobre los indíge-


nas, las instancias judiciales especializadas en indios dentro del
Arzobispado surgieron en el contexto de la supervisión de usos y
costumbres más que en torno a los delitos contra la fe.136
La diferencia entre la Inquisición y la justicia ordinaria era
que mientras que en aquella el proceso era secreto, en ésta el pro-
ceso era acusatorio, es decir, desde el principio el acusado sabía
cuál era el delito del que se le acusaba, así como quién era su acu-
sador y quiénes eran los que testificaban en su proceso.137
El proceso judicial eclesiástico fue el último recurso que
empleó la Iglesia para solucionar los conflictos de implantación y
cumplimiento de las normas cristianas entre los indios, lo que en
principio era una cuestión de orden moral.138
Se integraba el Santo Oficio con dos inquisidores y el obispo.
Estaban auxiliados por comisarios y familiares. Los primeros eran
eclesiásticos y los segundos, laicos, “personas quietas, de buena
vida y ejemplo”. Los comisarios practicaron las primeras diligen-
cias en las causas de que tuvieron noticia o que se les denunciaran,
lo que era particularmente importante en los lugares en que no
había tribunal. En caso de dudas sobre la competencia, se disponía
de la Concordia de 1601, despachada en 1610 en su número 25:

El oidor más antiguo de nuestras Audiencias Reales de Lima o


México respectivamente se junten con el Inquisidor más antiguo
de dicha Inquisición y ambos confieran y traten sobre el nego-
cio en que hubiere la dicha competencia y procuren concordarlo
por la vía y orden que mejor les pareciere y no concordándose
los dichos Inquisidor y oidor más antiguo, que los Inquisidores
nombren y escojan tres dignidades eclesiásticas y que de ellos
el virrey elija uno que se junte con los dichos Inquisidor y oi-
dor más antiguo y se guarde lo que pareciere a la mayor parte y
si no la hubiere por ser todo tres votos singulares, el virrey vea
la causa y se guarde el parecer con quien conformare.139

Como tribunal, debería estar conformado por una buro-


cracia inquisitorial que se estructuraría con semejanza a cualquier
136 Lara, Superstición e idolatría en el provisorato de indios y chinos, pp. 40-41.
137 Ibid., p. 41.
138 Id.
139 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 301.

150
La administración de justicia novohispana

tribunal español de excepción, pero con ciertas características


propias de la Suprema: se nombrarían desde España y por el In-
quisidor General dos o tres inquisidores, de los cuales uno sería
Inquisidor General, otro fungiría como Inquisidor Fiscal y, en su
caso, otro como Secretario Mayor. Bajo este esquema las atribu-
ciones de cada cargo serían:

• Inquisidores. Si bien existía el homólogo del inquisidor ge-


neral español –es decir, la persona considerada como in-
quisidor general para el virreinato de la Nueva España o
inquisidor mayor– señalado como el juez máximo en ma-
teria de causas de fe, nombrado desde España por el jefe
máximo, había otro inquisidor designado como auxiliar o
suplente del nominal. En la práctica podían cumplir perfec-
tamente el rol del titular. Además, tanto el secretario como el
fiscal eran señalados inquisidores, inclusive podrían turnarse
en el cargo en ausencia o impedimento.
• Fiscal. Se encargaba de representar y ejercer la función acu-
satoria en los tribunales inquisitoriales. Es decir, vigilaba la
observancia de las diversas bulas, cartas acordadas, textos
jurídico-canónicos, decretales o edictos en las que se con-
signaran los delitos y las penas en materia inquisitorial. Por
lo mismo, debería ser abogado o, por lo menos, letrado.
Sumaba los testimonios de cargo aceptándolos como cier-
tos y pedía la sanción más fuerte para el presunto culpable,
pues, como principio procesal, a todos los incoados los
consideraban herejes.
• Calificadores. En su mayoría teólogos o catedráticos uni-
versitarios de prestigio. Estaban encargados de censurar
impresos y manuscritos o, propiamente dicho, emitir su
veredicto respecto a la presunta peligrosidad de un texto o
de una determinada expresión verbal.
• Secretarios. Tres, principalmente: el general, que vendría a
ser el secretario del tribunal, destinado a registrar en ac-
tas las sentencias, edictos, autos de fe y demás burocracia
procesal; además, sería el encargado de mandar relaciones
al Consejo de la Suprema, bien a manera de informe o
consulta o, en casos sumamente extraordinarios, llevaría la
causa hasta esta instancia. También había un notario de se-
cuestros, encargado de registrar las propiedades embarga-

151
La justicia criminal local novohispana

das hasta que se decidía su confiscación. Finalmente, el del


secreto, que anotaba todas las declaraciones de los testigos
y los procesados.
• Consultores. Procedían, en su mayoría, de la Audiencia de
México, eran letrados y los encargados de matizar la res-
ponsabilidad de los acusados precisando algunas cuestio-
nes de casuística procesal.
• Familiares. Por lo general eran los informantes secretos del
Santo Oficio, pues delataban el comportamiento de los ve-
cinos de la ciudad. Contaban con nombramientos expre-
sos para tal efecto que se asentaban en las actas de cabildo
de la ciudad o villa en que residieran; además, asistían a las
prisiones y cumplían otros encargos particulares. Partici-
paban directamente en una persecución o arresto como
delatores.
• Auxiliares. Se trataba de los numerosos colaboradores tan-
to laicos como eclesiásticos que de alguna manera contri-
buían al quehacer inquisitorial.140

La mayor actividad del tribunal de la Inquisición se obser-


vó a mediados del siglo xvii en el auto de fe de 1649 en el que
fueron relajados (en personas de) 10 reos. Tal cosa se debió a un
acto imprudente e inexplicable de Felipe II en el que concedió a
don Luis Carvajal, el Viejo –judío portugués– el nombramiento
de gobernador, para sí y sus sucesores que él mismo nombrase,
del Nuevo Reino de León. Le dotó de facultades para colonizar
“allá del río Pánuco e los Zacatecas, e la Nueva Galicia”, es decir,
todo el noroeste del país, pudiendo llevar hasta 100 pobladores
que salieran de España sin cumplir con el requisito de probar su
limpieza de sangre, esto es, sin comprobar que no descendían de
judíos, moros o penitenciados por el Santo Oficio. Así, vinieron a
esta parte de Nueva España familias judías que muy poco después
comenzaron a constituir un problema para las autoridades civiles
y eclesiásticas, lo que explica las actividades inquisitoriales del si-
guiente siglo.141
Con la instalación del tribunal vino una serie de instruccio-
nes entre las que se encontraba el Edicto general de la fe, al que se
140 Guerrero Galván, Luis René, La práctica inquisitorial americana, México, Tribunal Superior
de Justicia de Zacatecas, 2007, pp. 25-27.
141 Soberanes Fernández, Los tribunales de Nueva España, p. 228.

152
La administración de justicia novohispana

daba lectura cada tres años en las iglesias de todas las localidades
con la presencia obligatoria de los feligreses desde la edad de 10
años. En rigor, llamaba a los creyentes a denunciar a sus parien-
tes, vecinos y comunidad en conjunto, de quienes se sospechara
que infringían la fe cristiana. El tiempo en que en el tribunal estu-
vo vigente el “edicto de traición” –como se le denominaba– fue
modificado, tal es el caso de uno que fue leído en las iglesias no-
vohispanas en 1650, que tuvo como resultado la emisión de 500
denuncias anónimas que fueron registradas en ocho volúmenes.
Cuatro de ellos, con 254 denuncias, han sobrevivido hasta nues-
tros días. Su contenido evidencia cuán amplia era la esfera de tra-
bajo de los inquisidores: casos de hechicería y adivinaciones (112
denuncias), revelación de judaizantes (41), abusos de sacerdotes
en el confesionario (14), blasfemias heréticas (6), inobservancia
de ritos religiosos (5), tentativas de impedir la inquisición (7), pro-
fanación de imágenes de santos (6). Un delator denunciaba a una
niña pequeña que había roto un brazo de una imagen de Cristo;
otro revelaba a un delincuente de 6 años de edad que había hecho
cruces en la tierra y había saltado en ellas, diciendo que era hereje,
y así, sucesivamente.142
A su vez, respecto a los asuntos sentenciados con la pena
capital, el jesuita Mariano Cuevas menciona:

De nuestros personales estudios sobre la abundantísima do-


cumentación depositada en nuestro Archivo Nacional (y son
1,826 volúmenes in folio de sola la Inquisición), hemos formado
una lista de los que fueron relajados en persona. Pues bien, in-
cluyendo todos los periodos de la inquisición y tribunales con
ella relacionados, encontramos como dato cierto que desde el
año 1525 hasta el de 1820 en que definitivamente cesó este Tri-
bunal, fueron ajusticiados con pena de muerte, en total, cuarenta
y tres individuos, aun incluyendo en este número una ejecución
muy dudosa del tiempo de fray Martín de Valencia. Después de
este periodo, o sea en el de fray Vicente de Santa María, los ajus-
ticiados fueron dos; en el de Zumárraga, uno; en Auto de 1574,
dos; en el de 1575, uno; en el de 1579, uno; en el de 1596, nue-
ve; en el de 1601, tres; en el de 1606, uno; en el de 1649, trece;
en el de 1659, seis; en el de 1678, uno; en el de 1699, uno; en

142 Grigulievich, Historia de la Inquisición, p. 191.

153
La justicia criminal local novohispana

el de 1715, uno. Casi todos ellos fueron extranjeros: ingleses,


franceses, portugueses, judaizantes y manchados con crímenes
varios de piratería, blasfemias, etc.143

Desde su aparición en Nueva España, el Santo Oficio en-


contró la enemistad y el odio de parte de sus víctimas, las familias
y los amigos de éstas y, en sí, de toda la población. De manera
que para finales de la época colonial y durante la guerra de Inde-
pendencia, el tribunal de la Inquisición había caído primero en el
desprestigio y, después, en el repudio de la gente, principalmente
por su participación en los asuntos de la agitada política de en-
tonces.144 Esto explica que se le definiera como “un Santo Cristo,
dos candeleros y tres majaderos”. El 12 de febrero de 1813, las
Cortes de Cádiz expidieron el decreto de abolición que fue pro-
mulgado en México el 8 de junio. Los bienes de la institución
se incorporaron a la Corona, se mandó quitar de la Catedral las
tablillas con los retratos de los penitenciados y los inquisidores,
para sorpresa de la gente que ya comenzaba a acostumbrarse al
espectáculo de la corrupción, entregaron 64,000 pesos en plata,
8,000 pesos en oro y la obra pía del licenciado Vergara para ali-
mento de los presos de la Inquisición, con cuyos fondos no sólo
se había atendido a aquel fin caritativo, sino que incluso se había
construido la Casa de las Recogidas de San Lucas.145
En el caso neogallego, el 3 de enero de 1543 los alcaldes y
regidores de la ciudad de Guadalajara solicitaron el auxilio del rey
para la erección del Obispado de la Nueva Galicia.146 La creación
de la diócesis vino a resolver varios problemas en la evangeli-
zación de Occidente. Puede decirse que se había retardado su
erección porque, ante la imposibilidad de atender un territorio
tan extenso, don Vasco de Quiroga había suplicado al rey más de
una vez que segregara de su jurisdicción la provincia conquistada
por Nuño de Guzmán. El rey hizo la solicitud a Roma en 1544,

143 Cuevas, Historia de la nación mexicana, pp. 252-253.


144 Al respecto, el padre Mariano Cuevas no concuerda con esta apreciación, pues él deter-
mina en su Historia de la nación mexicana que: “Nunca más podremos apreciar los benefi-
cios presentados por la Inquisición que, cuando por falta de ellos se llega, como hemos
llegado aquí, a las depravaciones contemporáneas y como ha llegado la propia España
que se ahoga (1937) en una ola de sangre humana y se coloca, separada de Dios, varios
peldaños más abajo de los sátrapas de Huitzilopoxtli”. Ibid., p. 253.
145 Soberanes Fernández, Los tribunales de Nueva España, p. 229.
146 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 296.

154
La administración de justicia novohispana

recibiendo la autorización de Paulo III en 1546, concretándose


la formalización en 1548 con la bula Super specula militantes Ecclesiae.
Para ese momento, su primer obispo, don Pedro Gómez Maraver,
había tomado ya posesión haciendo uso de las facultades que por
Real Patronato tenían los obispos presentados por los reyes de
España.147
Don Pedro Gómez Maraver no fue el único candidato para
el obispado. Carlos V presentó primero al franciscano fray An-
tonio de Ciudad Real; pero al declinar tal distinción, propuso a
Juan de Barrios e Infante quien había sido protector de indios en
Nueva España, después de fray Juan de Zumárraga; sin embargo,
le sorprendió la muerte antes de ser consagrado. Don Pedro Gó-
mez de Maraver era un deán de Oaxaca al ser nombrado obispo
y en la expedición que el virrey Antonio de Mendoza emprendió
en 1541 para castigar y sofocar la rebelión regional en el Mixtón,
figuró como consejero y capellán de éste. Con el despacho de su
nombramiento, que había sido extendido el 6 de septiembre de 1546
por el escribano mayor de la Audiencia y Gobernación de México,
don Pedro Gómez marchó a Nueva Galicia llegando a Guadalajara
el 12 de diciembre de ese año. Luego de presentar el escrito al Cabil-
do, al día siguiente tomó posesión de la provincia, “la última tierra
de paz y que es tierra rica en minas de oro y plata, cobre y otros
metales […]; templada en partes y de gran sanidad; abundante en
mantenimientos con todo lo demás necesario para pasar la vida
humana y en otras es cálida, fragosa y de grandes serranías, ríos
y barrancas”. De Guadalajara se dirigió a Compostela, capital del
reino y sede del obispado, pero al ver su “despoblación y miseria,
in continente se trasladó a Guadalajara, reconocidas las ventajas
que ofrecía y allí estableció su sede episcopal”.148
El territorio asignado al obispado se desmembró de la dió-
cesis de Michoacán, lo que generó la necesidad de pedirle al rey
determinase el distrito y límites de la jurisdicción. La solicitud fue
atendida por el futuro Felipe II quien escribió al virrey Mendoza
para que fijara los límites del obispado. Finalmente, el gobierno
metropolitano comunicó al virrey que debería llevar a cabo el
amojonamiento de los límites, orden que fue ejecutada en 1551.

147 Gutiérrez Gutiérrez, Juan Antonio, Historia de la Iglesia católica en Aguascalientes. Volúmen I.
Parroquia de la Asunción de Aguascalientes, México, Universidad Autónoma de Aguas-
calientes, 1999, pp. 56-57.
148 Ibid., p. 57.

155
La justicia criminal local novohispana

Los límites no quedaron del todo bien definidos, pues su acción


se extendía más allá de las fronteras septentrionales, sin tomar en
cuenta las 15 leguas que en derecho correspondían al territorio
episcopal.149
El 23 de octubre de 1571 se otorgó una carta dirigida a las
autoridades eclesiásticas de Guadalajara con relación a cuestiones
jurisdiccionales. Este documento fue contestado por el obispo
de Guadalajara, quien a su vez expresó a los inquisidores la con-
veniencia de que se incorporara a autoridades de la Inquisición
como representantes de la Diócesis de Guadalajara. Al estable-
cerse el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México,
el obispo de Guadalajara pasó a ser miembro del mismo órgano
jurisdiccional, limitándose a nombrar a algún individuo que lo
representara ante dicho tribunal. Esta representación fue simbó-
lica, ya que el nombramiento recayó en alguno de los miembros
capitalinos del propio tribunal.150
Las principales atribuciones del obispo consistieron en lo-
calizar a presuntos delincuentes, recabar la información probatoria
de las culpas y remitirlos a la Ciudad de México para su juicio.
A los visitadores del obispado se les proveía de nombramientos
especiales para servir de jueces en la materia religiosa, excepto
de los asuntos relacionados con herejía y apostasía, mismos que
se encontraban reservados a los obispos. Éstos podían pedir la
ayuda de los alcaldes y de las autoridades civiles para tomar pri-
sioneros y reos y remitirlos a la autoridad del obispo.151
Las principales causas llevadas a trámite ante el obispado de
Guadalajara eran contra bígamos, blasfemia y palabras malsonantes,
hechicería, judaizantes y juicios llevados contra clérigos y frailes.152
Sobre el establecimiento del tribunal del Santo Oficio en la
Alcaldía Mayor de Aguascalientes, cabe mencionar que sus fun-
ciones se desarrollaron a través del auxilio de los clérigos locales
ya que el tribunal, como órgano jurisdiccional, estuvo instalado
desde un principio en la Ciudad de México. Al igual que el tribu-
nal de la Acordada, la Inquisición tenía representantes llamados
comisarios que eran funcionarios delegados que integraron una
extensa red a lo largo del territorio novohispano.
149 Ibid., p. 58.
150 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 297.
151 Id.
152 Ibid., p. 298.

156
La administración de justicia novohispana

Existen documentos que corroboran la existencia de los co-


misarios delegados del Santo Oficio en la Alcaldía Mayor de Aguas-
calientes en los fondos coloniales, como es el caso del fondo de
protocolos notariales. Así, en un protocolo notarial se hace constar
que el fundador del mayorazgo Rincón Gallardo, don Pedro Rincón
de Ortega, se desempeñó como comisario del Santo Oficio de la
Inquisición hasta su muerte repentina en la hacienda de Peñuelas
(1666). De 1679 a 1689 se desempeñó como comisario Diego de
Quijas y Escalante. Para el año de 1713 aparece Manuel Gutiérrez
Escalante como alguacil mayor del Santo Oficio. Tres años des-
pués, en 1716, fray Miguel Francisco Bernardo fungía como comi-
sario con poder especial otorgado por el comendador del convento
de la Merced, Agustín Hierro, para que concluyera todos los plei-
tos, causas y negocios que tuviera el convento.153
Vicente Preciado en 1716 se desempeñó como clérigo del
Santo Oficio de la Inquisición. En 1725, Francisco José Gómez rea-
liza actividades como alguacil mayor y notario del Santo Oficio; el
cargo parece que lo ejerce hasta 1742 cuando Agustín Fernández
Palos renuncia al oficio público de regidor y alférez real a fa-
vor de Francisco José Gómez quien todavía continuaba como
alcalde mayor del Santo Oficio. En 1734, fray Miguel Bernardo
de Quiroz se desempeñaba en la alcaldía mayor como comisario
general del Santo Tribunal, información que resulta debido a que
en un protocolo notarial se hace constar que Juan José Escamilla
le cede un predio urbano en la calle del Ojocaliente, volviéndolo
a localizar en 1740 cuando dona al convento de la Merced una
casa con huerta.154
En 1735, Pedro Marentes de Otaduy y Avendaño, vecino
de la alcaldía, pero residente en la Ciudad de México, se desem-
peñaba como notario del Santo Oficio. En ese mismo año, Lucas
López de Fonseca, dueño de la hacienda de Pabellón y varias
caballerías de tierra y criador de ganado mayor y menor, otorgaba
un poder a Martín Muñoz, vecino de la Ciudad de México, para
que en su nombre compareciera ante el tribunal de la Inquisición
y pidiera una aclaración porque había sido nombrado comisa-
rio del Santo Oficio. Su nombramiento puede comprobarse 4
años después (1739), cuando apareció un poder especial en el

153 Ibid., p. 306.


154 Ibid., pp. 306-307.

157
La justicia criminal local novohispana

fondo de protocolos en el cual otorgó facultades a José Goroasti,


alcalde de Zacatecas, para que vendiera tres esclavos, poder en el
que firmaba como comisario del Santo Oficio. A este persona-
je se le ubica en el cargo hasta el año de 1743. En 1740 aparece
como notario de la Inquisición Manuel Rafael de Aguilera. En
1741 se desempeña como comisario Francisco Lino de Guzmán,
quien dentro de la escritura del protocolo notarial que le da tal
calidad, menciona al presbítero domiciliario y vecino de Asientos,
Rodrigo de Guzmán y Prado. Otro comisario del Santo Oficio
fue Vicente Anastasio Preciado de Lizalde.155
Como se observa, los comisarios nacen al mismo tiempo
que el tribunal pero no sólo eso: el rey los acoge a su amparo
real, y por si fuera poco, exige a los virreyes, presidentes, oidores
y alcaldes del crimen de las audiencias reales, gobernadores, co-
rregidores y alcaldes mayores, así como a todas las justicias que
se encontraren en cualesquier ciudad, villa y lugares de las Indias
les auxilien para aprehender a los sospechosos de la fe y para eje-
cutar las instrucciones ordenadas por el Santo Oficio. En suma,
les otorga una jurisdicción muy amplia y a la vez, aunque sea
sólo de manera temporal, somete bajo su autoridad a los oficiales
reales en cuanto a la obligación de prestar sus servicios en caso
de necesitarlos.156
La designación de los comisarios provinciales la efectua-
ban los inquisidores con la finalidad de que fungieran como jue-
ces de instrucción; esto es, debían iniciar el proceso y desahogar
las diligencias necesarias que se tuvieran que llevar a cabo en su
jurisdicción. El nombramiento del comisario se daba a petición
de parte, previa selección de los candidatos sugeridos por algún
notable religioso, el anterior comisario, los propios inquisidores
o, algunas veces, por el gobierno civil. Inclusive se daba la auto-
propuesta, vía solicitud al tribunal.157
La duración del encargo dependía de varios factores, tales
como la eficacia de sus actuaciones, su comportamiento social, su
longevidad o incluso el número de procesos que se iniciaran, lo
que deja claro que podía ser destituido en cualquier momento. El
comisario, además de residir obligatoriamente en su jurisdicción,
debía ser necesariamente eclesiástico, ya fuere regular o secular.
155 Ibid., p. 307.
156 Guerrero, La práctica inquisitorial americana, pp. 28-29.
157 Ibid., p. 30.

158
La administración de justicia novohispana

A su vez, se le pedía que fuera letrado. Su título era otorgado en


propiedad, pero cabía la posibilidad de que se le designara para
desahogar una diligencia determinada que, una vez agotada, deja-
ba suspendidas las atribuciones de su cargo.158
En el Archivo General de la Nación se conservan 93 cau-
sas tramitadas ante el Santo Oficio de 1581 a 1807 por habitantes
de la alcaldía mayor y luego subdelegación de Aguascalientes. Al-
gunas de las causas fueron por hechicería, como la seguida contra
una española de nombre María Gallardo en el año de 1667, o el
juicio contra Felipa García “la chanona” y “clara”, mulatas ambas
acusadas de hechicería en el año de 1717. También aparece un
proceso contra Teresa Valdés del año 1734 a quien se acusaba de
maléfica.159
Se encuentran también los nombramientos de notarios del
Santo Oficio. Hay asimismo dos expedientes levantados contra
Diego Parga y Gayosso, vecino de la Alcaldía Mayor de Aguasca-
lientes por hablar mal de los sacerdotes y de la religión en el año
1714, tomando en consideración que fue alcalde mayor y luego
varias veces teniente de alcalde mayor. Hay otra causa seguida
contra Félix de la Campa por aseverar que no había infierno.
Otro de los delitos perseguidos por el Santo Oficio era la biga-
mia, de ahí que se tengan 12 procesos por esta causa entre los
vecinos de la alcaldía mayor.160
A efecto de entender cómo se desarrollaba el proceso en el
Santo Oficio se transcribe una causa seguida en la Alcaldía Mayor
de Aguascalientes por el comisionado de la Inquisición.

Expediente 12660/11/Exp. 11/agn


Aguascalientes año de 1730.
Al Señor Fiscal de este Santo Oficio
Contra
Feliciana de la Garza, Coyota
Por Curandera Supersticiosa161
Presenta en el Santo Oficio de México en nueve de enero de
mil Setecientos y treinta y un año.

158 Ibid., p. 31.


159 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 308.
160 Id.
161 Expediente: 12660/11/1730/agn, foja 1 frente.

159
La justicia criminal local novohispana

Estando en Audiencia de la mañana los


Señores Inquisidores Navarro y Tagle –rúbrica–

Excelentísimo Señor
Inquisidor Fiscal –rúbrica–

Señor
Remito a su Ilustrísima, esas declaraciones contra una mujer
llamada Pascuala, que pareciendo india, le justifiqué su natu-
raleza, y resultando ser pura India, mandé entregarla al Cura
Vicario Juez eclesiástico de esta Villa, como consta por auto al
pie de las delaciones, y contra Feliciana de la Garza, coyota, de
edad de ochenta años, casada con un fulano Felipe de Santiago
de mayor edad en esta jurisdicción cuyas delaciones mandara
Su Ilustrísima ver, y en su vista mandarme hacer que Su Ilus-
trísima fuere servido determinar, que ejecutare con ciega obe-
diencia; cuya vida guarde Dios muchos años como necesita la
Cristiandad; Aguascalientes, y Diciembre de 1730.

Muy Ilustre Señor


Beso la mano de Su Ilustrísima, su más rendido
Súbdito Capellán
Señor Bachiller Vicente Anastasio Preciado de Lizalde
–rúbrica–

A Sus Ilustrísimas Señores Inquisidores, mis Señores162


En la Villa de Aguascalientes, a treinta días del mes de Noviem-
bre del año de mil setecientos treinta por la mañana como a las
once, ante el Señor Bachiller Don Vicente Anastasio Preciado
de Lizalde, comisario del Santo Oficio de la dicha Villa, pareció
[compareció] sin ser llamado y juró en forma que dirá verdad
un hombre que dijo llamarse Miguel Juan José indio ladino en el
idioma Castellano del pueblo de Jesús María de los Dolores dis-
tante de la dicha Villa como tres leguas de edad de veintisiete
años, el cual por descargo de su conciencia dice: denuncia que
habiendo ido Ana de Estrada mulata libre vecina de esta juris-
dicción en la estancia de Domingo de Esparza, al puesto del
ojo de Agua del Tepetatillo a que la curara una mujer llamada

162 Ibid., foja 2 frente.

160
La administración de justicia novohispana

Feliciana media coyota que vive en dicho puesto hará tres se-
manas, y que luego que la vio le dijo que la curaría diciéndole
que lo que tenía era hechizo, y que quién la tenía así era una
mujer llamada Pascuala india, que no sabe su apellido, y sí que
vivía en la casa de María la Valdeja en esta Villa, y que se lo ha-
bían echado dentro de un temazcal, lo que tenía en el cuerpo, y
que entonces también le dijo que era por envidia de sus manos
porque sabía dibujar, y labrar, y respondió la susodicha mulata
Ana, que si era cierto, y que la dicha Feliciana le dijo más, que
la tenía enterrada debajo de un nopal, y que ella –ilegible–, esto
es la vieja Pascuala; y que Feliciana le hizo algunos remedios
a Ana limpiándola con estafiate, y copal, re encendiendo velas
delante de un altar que tenía en su casa, sacándole cerdas prie-
tas, y cabellos prietos, y arenas, y con pencas de nopal, lo cual
sucedió el mismo día que la limpió, y que ya no le hizo más re-
medios, y que no quedó buena, y le dijo que mientras anduvie-
ra en esta Villa Pascuala, no había de sanar, porque a conforme
la limpiaban, le iban echando más, y que esto dice y denuncia
por haberlo visto, con el motivo de haberle rogado la dicha
Ana la llevase en casa de la citada Feliciana, y ésta es la verdad
por el juramento que tiene fecho, y siéndole leído; dijo que está
bien escrito, y que no lo dice por odio, prometió el secreto, y
por no saber escribir lo firmó por el dicho Señor Comisario.

Señor Bachiller Vicente Anastasio Preciado de Lizalde –rúbrica–

Pasó ante mí
Miguel de Escobar –rúbrica–.

Notario del Santo Oficio


En la Villa de Aguascalientes en dicho día, treinta de Noviem-
bre de mil setecientos treinta, como a las tres de la tarde ante
el Señor Bachiller Don Vicente Anastasio Preciado de Lizalde,
comisario del Santo Oficio de esta dicha Villa, pareció siendo
llamada, Ana de Estrada mulata libre, y residente en el pueblo
de Jesús María de los Dolores, de esta jurisdicción y juró en
forma, que dirá verdad, preguntada, si sabe o presume la cau-
sa, porque ha sido llamada; dijo, que presume será, para saber
quién la curó, y dijo, que es cierto de Miguel Juan José S indio
de dicho pueblo la acompañó, hará tres semanas llevándola al

161
La justicia criminal local novohispana

ojo de Agua del tepetate a163 casa de Feliciana coyota, que vive
allí, y que fue a curarse porque le dijeron que era curandera, y
que quién se lo dijo era Pascuala Sánchez del mezquital, india, y
que lo que padece es de los brazos, y una pierna hinchada, y que
habiendo llegado a su casa le rogó que por vida suya la viera, y
la curara, pagándoselo, y que le respondió que le llevara taba-
co, papel, copal, y velas de cebo, y todo lo que le pidió le dio, y
luego tomó en las manos un arquito, y una flecha, y estuvo to-
cando con ella en la boca, y antes de media hora que le parece
sería el tiempo que duró esto y no más, luego escogió estafiate
en las manos, y parada, habiéndole alzado un poco las naguas,
y quemando copal, le limpió la pierna, y los brazos, y dijo que
le había sacado tierra, pero que ella no vido [vio] sino fideos,
o porquería de los brazos que le refregaba, y no otra cosa, y
que encendió un cabito de vela que puso en un rincón, y no
en el altar, y que al dicho indio oía que le enseñaba diciéndo-
le mira, mira, pero no sabe qué era lo que le enseñaba porque
estaba en un grito con su dolor, porque tenía la pierna muy
hinchada, y que no le hizo más remedio y le dijo que mientras
ella, y Pascuala india que vivía en casa de la Valdeja estuviera
en el lugar no había de sanar, porque la tenía debajo de un no-
pal tapón enterrada, y que mientras más le limpiaban, más le
echaban, y que Feliciana le dijo, que la tenían así por envidia,
por una camisa que estaba cosiendo, y que hiciera la diligencia
de la mujer para que ella la curara, la buscó, y la llevó, y pidió
lo mismo que la otra, y un sorcal, y una vara de ruan, y solo le
llevó tabaco, papel, copal, y sorcal, por estar pobre y no tener
ruan, que así que se lo llevó, encendió las velas, y las puso en el
suelo enfrente del Altar, pidió estafiate, y la desnudó en cueros,
y la limpió toda, y le dijo, ya estás buena, mañana te levanta-
rás, y que otro día se levantó sin dolor ninguno ni de brazos,
y pierna, y se enojó con ella porque quería chocolate, y no se
los dio por pobre, y que disque se vino, otro día cayó enferma
hinchándose la pierna, y que la noche que se vino la vieja de su
casa, no estando ya allí, vio que se desató en la cabecera, y dio
una carcajada de risa, y que mientras ella estuvo en su casa de
la que declara estuvo aliviada de sus males, y después estuvo
peor, y que habiendo dado la rezada se levantó a buscarla, y no

163 Ibid., foja 3 frente.

162
La administración de justicia novohispana

la halló, habiendo alabado antes al Santísimo Sacramento; y que


cuando fue a su casa la dicha vieja, le dijo ya vine, ahora estarás
buena; y que antes de que se enfermara, le vio en las manos un
día, y le dijo, melaya [mira] tu que cueses [coses] tan bonito, y
que desde aquél día ya no tuvo hora de salud, y ésta es la ver-
dad por el juramento que tiene hecho, declaró ser verdad de
treinta años, y siéndole leído dijo que está bien escrito, y que
no lo dice por odio prometió el secreto, y por no saber escribir
lo firmó por ella el Comisario.

Señor Bachiller Vicente Anastasio Preciado de Lizalde


–rúbrica–.

Pasó Ante mí
Miguel de Cobos
Notario del Santo Oficio –rúbrica–164

En la Villa de Aguascalientes en veinte días del mes de diciem-


bre del año de mil setecientos y treinta, como a las tres de la
tarde ante el Señor Bachiller Don Vicente Anastasio Precia-
do de Lizalde Comisario del Santo Oficio de esta dicha Vi-
lla, pareció siendo llamada, y juró en forma que dirá verdad,
una mujer que dijo llamarse Pascuala Sánchez india casada con
Melchor Tomás indio vecinos y moradores en el puesto que
llaman del Mezquital de edad de cuarenta años, y preguntada
si sabe o presume la causa porque ha sido llamada dijo, que
presume que será para declarar que en tiempo que fue su nue-
ra Ana de Estrada mulata libre, y residente en el pueblo de Je-
sús María de los Dolores, de esta jurisdicción, se acuerda que
estando enferma dicha su nuera le dijo que buscara quién la
curara, fuele dicho en este Santo Oficio, hay información, que
ella misma, fuera de lo que tiene declarado, le dijo a la dicha
su nuera quién y qué persona le había de curar, fuera de lo que
acaba de decir, que por reverencia de Dios se le pide, y encar-
ga recorra su memoria, y diga la verdad enteramente, dijo que
no se acuerda haberle dicho otra cosa a la dicha su nuera, más
que lo que tiene declarado, y ésta es la verdad por el juramen-
to que tiene hecho, en que se afirmó, y siéndole leído dijo que

164 Ibid., foja 3 vuelta.

163
La justicia criminal local novohispana

está bien escrito prometió el secreto, y por no saber escribir lo


firmó por ella el dicho señor comisario.

Señor Bachiller Vicente Anastasio Preciado de Lizalde


–rúbrica–.

Pasó Ante mí
Miguel de Cobos –rúbrica–

Notario del Santo Oficio


En la Villa de Aguascalientes en treinta días del mes de di-
ciembre del año mil setecientos y treinta el Br. Don Vicente
Anastasio Preciado de Lizalde Comisario del Santo Oficio de
esta dicha Villa, en vista de la delación de Miguel Juan José S
indio del pueblo de Jesús María, contra Pascuala india, pasó
su merced, a averiguar la naturaleza de la dicha Pascuala, y ha-
biéndose justificado, ser pura india de la Ciudad de San Luis
Potosí, mandó su merced que respecto de tocar su conoci-
miento al ordinario, se remita al delator con una bolsa que le
trajo a su merced de peyote, copal, palma bendita, y yerba de
Santa María que la india le había dado al que denuncia, y a la
dicha india Pascuala que le habían traído también, y que se le
entregue al Cura Juez Eclesiástico de esta dicha Villa, para que
ejecute las diligencias de su cargo; y por lo que toca a Feliciana
de la Garza coyota en vista de estas declaraciones su Merced
dicho y Comisario, dijo que debía mandar y mandó se remitan
a los muy Ilustres Señores Inquisidores Apostólicos de estos
Reinos, para que en su vista determinen lo que convenga al
servicio de Dios; así lo proveyó, mandó y firmó su Merced por
ante mí Notario del Santo Oficio de que doy fe.
–entre renglones– para que ejecute las diligencias de su car-
go –vale.

Señor Bachiller Vicente Anastasio Preciado de Lizalde


–rúbrica–.

Por mandado del Señor Comisario


Miguel de Cobos Notario del Santo Oficio
–rúbrica–165

165 Ibid., foja 4 frente.

164
La administración de justicia novohispana

Yo el presente Notario del Santo Oficio certifico, y doy verda-


dero testimonio, haber pasado a las casas del Señor Bachiller
Don José de Navas cura interino, Vicario y Juez eclesiástico de
esta dicha Villa, y haberle entregado orden del Señor Comisa-
rio del Santo Oficio de esta Jurisdicción, para Miguel Juan José
S indio del pueblo de Jesús María delator contra Pascuala india,
y una bolsa de hierbajes (herbaje) que la dicha india le había
dado y para que conste lo firmé.
En testimonio de verdad lo firmé
Van en dos fojas. Una escrita en el todo y otra en parte
–rúbrica–

Miguel de Cobos.
Notario del Santo Oficio –rúbrica–166

El inquisidor fiscal ha visto las denuncias contra Pascuala Sán-


chez india, la que, por haberse justificado ser tal india, fue
mandada entregar al Cura Vicario de Aguascalientes por el Co-
misario de este Santo Oficio, como consta por auto al pie de
las dilaciones, en que ejecutó lo que debía, por no tocar a este
tribunal su conocimiento y contra Feliciana Garza coyota sobre
haber dicho a Ana de Estrada enferma, y que le pidió la curase,
que estaba hechizada, y nombrándole la persona, que la tenía así,
y el motivo porque le hacía daño, y haberse valido de medios des-
proporcionados para dar la salud, como son tomar en la mano
un arquito, y una flecha, y estar tocando con ella en la boca, y
encender una vela, todo lo cual no pudiendo saberse por causa
natural, ni menos aprovechar para dar la salud; se arguya dicha
Feliciana de sospechosa de pacto implícito, o explícito con el
demonio; y con respecto de estar así justificado por dos tes-
tigos, se ha de servir Vuestra Señoría dar orden al Comisario
de este partido reprenda severamente a dicha Feliciana de su
mal estado, y le prevenga no use en manera alguna de semejan-
tes modos de curar, y remedios supersticiosos, conminándola
con pena de doscientos azotes, si lo contrario hiciere, y en ello
acordara Vuestra Señoría secreto y Enero 11 de 1731.

Licenciado Diego Mangado y Clavijo –rúbrica–

166 Ibid., foja 4 vuelta.

165
La justicia criminal local novohispana

Presenta en el Tribunal del Santo Oficio de México en diez y


ocho de Enero de mil Setecientos y treinta y un año.
Los Señores Inquisidores Navarro y Tagle –rúbrica–

Ilustrísimo Señor respecto de no ser más que dos los testigos,


y esos no dignos de toda fe, la de una Audiencia y Confesando
o negando la reprenda severamente y conmine con la pena de
doscientos azotes y si volviese a incidir en semejantes supers-
ticiones y curas, al Comisario se le prevenga debieron venir
ratificados los testigos, como le hará siempre que remita de-
nuncias de alguna substancia.
En 20 de febrero de 1731 año se escribió y previno al
Comisario lo que en el decreto de manda.167
Presenta en el Santo Oficio de la Inquisición de la
Ciudad de México en cinco días del mes de mayo de mil

Setecientos y treinta y un años los


Señores Inquisidores Navarro y Tagle –rúbrica–

Ilustrísimo Señor
A sus Autos –rúbrica–

Señor,
Respecto de estar enferma Feliciana de la Garza no he dado
providencia a hacer con ella lo que su Ilustrísima, me manda
ejecutar, por su carta de 20 del mes próximo pasado de febrero,
que se hará luego que se mejore, de que daré cuenta a su Ilustrí-
sima; y aunque han resultado más denuncias, a que he recibido,
muchas de ellas poco a poco se formalizarán y de las otras, y de
todas juntas, daré cuenta a su Ilustrísima para que en vista de
unas, y otras, me mande ejecutar su Ilustrísima, lo que fuere del
servicio de Dios, que cuide a su Ilustrísima muchos años, como
necesito, y la Cristiandad; Aguascalientes, marzo 28 de 1731.

Muy Ilustre Señor


Beso la Mano de su Ilustrísima, un afectísimo
y rendido Súbdito Capellán
Vicente Anastasio Preciado de Lizalde –rúbrica–

167 Ibid., foja 5 frente.

166
La administración de justicia novohispana

Muy Ilustrísimos Señores Inquisidores mis Señores168


En este tribunal se recibió la de nuestro Comisario de 23 de
Diciembre próximo pasado con las dos denuncias que venían
adjuntas contra Feliciana de la Garza, por el delito de Curan-
dera Supersticiosa, de Calidad Coyota, que vive en el puesto de
ojo de agua del tepetatillo de su Jurisdicción; y en su vista he-
mos mandado avisar de su recibo y decir y advertir a nuestro
Comisario; lo Usted que hizo muy bien en haber entregado
al Cura Vicario Juez Eclesiástico de la Villa, lo que resultaba
contra Pascuala, por haber hallado y Justificado ser pura india,
cuyo conocimiento, punición y castigo, no toca al Santo Ofi-
cio, aunque sean en materia de fe; lo que debió remitir nuestro
Comisario ratificados los testigos que examinó, según y cómo
se previene a los números 19 y 20 de la instrucción impresa
de Comisarios, y por ante honestas y religiosas personas, lo
que tendrá entendido para que en lo adelante y en las denun-
cias que se le ofreciesen recibir y remitir, como sean de alguna
monta y gravedad, vengan ratificadas para excusar dilaciones.
Y aunque esta circunstancia faltó en los expresados dos169e-
xámenes, ordenamos a nuestro Comisario que luego que re-
ciba ésta por ante Notario, haga comparecer ante sí a la dicha
Feliciana de la Garza, y la fe y reprenda agria y severamente
sobre las Supersticiosas Curaciones que ha ejecutado y en que
se ha ejercitado, conminándola con las gravísimas penas en
que incurren, y que irremediablemente impondrán si volviese
a reincidir en semejantes Supersticiosas Curas, con lo cual es-
peramos viva, como su edad lo demanda, arreglada a lo Católi-
co, –ilegible– que la amonesta nuestro Comisario que Guarde
Dios y su Inquisición de México febrero 20 de 1731.

Ldo. Pedro Navarro de la Isla –rúbrica–


Ldo. Pedro Anselmo Sánchez de Tagle –rúbrica–

Formando del Santo Oficio


Alejandro Álvarez Carranza
Secretario –rúbrica–

168 Ibid., foja 6 frente.


169 Ibid., foja 7 frente.

167
La justicia criminal local novohispana

Al Bachiller Don Vicente Preciado de Lizalde

Comisario de este Santo Oficio en la Villa de Aguascalientes170


En la Villa de Aguascalientes en cuatro días del mes de Marzo
del año de mil setecientos treinta y uno el Señor Bachiller Don
Vicente Preciado de Lizalde comisario del Santo Oficio: Dijo,
que acaba de recibir el despacho antecedente de los Muy Ilus-
tres Señores Inquisidores Apostólicos de la Nueva España en
cuya vista está pronto a ejecutar lo que en él se le previene
en todo y por todo; y basa lo mismo en cuanto a Feliciana de
la Garza, para lo que se le dará noticia al Alguacil Mayor para
que la traiga luego; y que de haberlo ejecutado, se dará cuenta a
dichos Muy Ilustrísimos Señores y para que conste de su obe-
decimiento lo firmó por ante mí de que doy fe.

Comisario Bachiller Don Vicente Anastasio Preciado de Lizalde


–rúbrica–

Ante mí
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Real y Notario del Santo Oficio –rúbrica–

En la Villa de Aguascalientes a diez y siete de Abril del año


de mil setecientos y treinta y uno ante el Señor Bachiller Don
Vicente Preciado de Lizalde Comisario del Santo oficio pa-
reció Don Francisco José Gómez Alguacil Mayor: y dijo que
aunque en virtud del mandamiento que se le dio ocurrió di-
versas veces a solicitar la persona de Feliciana de la Garza para
traerla, no pudo hacerlo por estar sumamente enferma y en
peligro de muerte, y que ahora que se halla alentada y pudo ve-
nir la trae cumpliendo con lo mandado; y estando en la sala de
su Merced la susodicha Feliciana en pie, y dicho Señor sentado
en su silla con aspecto serio, y grave, le reprendió agriamente,
sobre que no reincidiese en las curas supersticiosas que hasta
aquí ha hecho, dándole a entender la gravedad de todo171y con-
minándola en el modo que se previene en el despacho; y la su-
sodicha llorosa y arrepentida prometió la enmienda y para que

170 Ibid., foja 7 vuelta.


171 Ibid., foja 8 frente.

168
La administración de justicia novohispana

Conste a los Muy Ilustres Señores Inquisidores Apostólicos le


mandó poner por su Excelencia que firmó su Merced doy fe.

Comisario Bachiller Don Vicente Anastasio Preciado de Lizalde


–rúbrica–

Ante mí
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Real Público y de Cabildo y
Notario del Santo Oficio –rúbrica–.172

La Real Audiencia de la Nueva Galicia


Jurisdicción: También se toma esta palabra por el distrito
o territorio e que se extiende el poder del juez; y por último
de algún lugar o provincia […].
Joaquín Escriche173

Tal como se ha visto respecto de otras instituciones indianas


cuyos orígenes se encuentran en Castilla, también las reales au-
diencias tienen ahí su origen. Sin embargo, con el paulatino esta-
blecimiento del gobierno en ultramar sus singularidades fueron
apareciendo y con ellas las diferencias pronto fueron evidentes.
Se crearon así algunas audiencias con mayores atribuciones políti-
cas, otras con menos, pero al fin se logró con ellas acotar el poder
de los conquistadores; luego éstas ejercieron un férreo control
sobre gobernadores y virreyes.
Éste fue el origen de la primera Audiencia de Indias, la
de Santo Domingo en 1511; modestamente denominada Juz-
gado de Apelaciones, debía mantener a raya las pretensiones
señoriales de Diego Colón. La primera en Nueva España fue
creada también para contrarrestar el poder del gobernador y
capitán general Hernán Cortés. Fue su presidente: Nuño Beltrán
de Guzmán y sus oidores: Ortiz de Matienzo, Francisco Maldo-
nado, Alonso de Parada y Diego Delgadillo.174 Conquistadores y
172 Ibid., foja 8 vuelta.
173 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 370.
174 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, pp. 136-137.

169
La justicia criminal local novohispana

adelantados pronto fueron presas de su fama y gloria, como lo


señala Hugh Thomas: “Cortés estaba seguro de que había hecho
algo asombroso y había empezado a comportarse siguiendo el
patrón de Alejandro Magno, César o incluso los agronautas”.175
Las Reales Audiencias tenían un radio jurisdiccional pro-
pio que no se correspondía necesariamente con las facultades de
otras autoridades. Ello se explica porque el objetivo primordial
de estas instituciones era el ejercicio de la judicatura, resultan-
do meramente adjetivo lo relativo a otros aspectos de la admi-
nistración pública. También una jerarquía: las había virreinales,
presididas por un virrey; pretoriales, presididas por un presiden-
te-gobernador; y subordinadas, presididas por un presidente le-
trado. Estas últimas dependían del virrey en cuanto a asuntos
políticos y debían “de advertirles y avisarles de todas las cosas que
se ofrecieren y les pareciere que conviene proveer” de lo que los
virreyes debían tener “mucha cuenta” (Rec. Ind. 2, 15, 49). Ellas
debían cumplir lo que los virreyes proveyesen en negocios del
gobierno civil (incluyéndose el otorgamiento de encomiendas) y
eclesiástico, guerra y hacienda (Rec. Ind. 2, 15, 50, 51 y 52, esta
última relativa específicamente a la Audiencia de Guadalajara).176
La Real Audiencia de Guadalajara fue una audiencia subor-
dinada que, creada en 1548, no fue chancillería sino hasta 1572
cuando recibió ordenanzas dadas en San Lorenzo del Real el 11 de
junio de ese año. También se creó la de Quito mediante las orde-
nanzas expedidas en Monzón el 4 de octubre de 1563, que fue lue-
go suprimida en 1717 para ser restablecida en 1723; y la de Charcas
creada en 1553 con la expedición de las ordenanzas de Monzón an-
tes mencionadas; fueron éstas subordinadas junto con otras. Es-
tas audiencias sólo tuvieron autonomía judicial, pues quién dirigía
los otros ramos de la administración era el virrey respectivo.177
En relación con la Audiencia de Nueva Galicia, tenemos
que distinguir dos periodos, uno que va de 1548, año de su es-
tablecimiento, hasta 1572; y una segunda etapa después de las
reformas hechas entre 1572 y 1574, en adelante.
En su primera etapa, la Audiencia se rigió por sus ordenan-
zas constitutivas de 1548, estableciéndose originalmente en la ciu-
dad de Compostela y mudándose a Guadalajara en 1560. Nació
175 Hugh, El imperio español de Carlos V, p. 45.
176 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 137.
177 Ibid., p. 139.

170
La administración de justicia novohispana

como una Audiencia subordinada de la de México, incluido el ramo


judicial, respecto a resoluciones en negocios de cierta cuantía,
quedando admitida la posibilidad de apelación ante la Audiencia
de México; y, en materia criminal, del mismo modo cuando las
resoluciones impusieran al reo penas de muerte civil o natural. Sin
embargo, en 1572 se transformó con la expedición de las orde-
nanzas de Monzón; se le nombró un presidente y se le ascendió al
grado de Chancillería, con lo que se volvió independiente en ma-
teria judicial de la de México, pero subordinada en las materias de
índole administrativo.178 En 1574 se terminó de dar la reforma
de la audiencia para conformarse de modo definitivo privando de
autoridad administrativa al virrey, como lo refiere Parry:

En 1574 se dio una solución a través de una cédula que privaba


al virrey de autoridad administrativa directa en Nueva Galicia,
y daba al presidente de la audiencia el título de gobernador,
con la mayoría de los poderes que les habían sido retirados
a los oidores en 1572. Así, para 1574 la audiencia había asu-
mido la forma y la autoridad que habría de mantener a tra-
vés del periodo colonial, y que resultaba más o menos común,
en ese entonces, a todas las audiencias de Indias. El primer
gobernador-presidente, bajo las nuevas disposiciones, fue el
doctor Orozco, anterior oidor en la audiencia de México y
visitador en Zacatecas.179

La Recopilación de Leyes de Indias acogió la normatividad es-


tablecida para el funcionamiento de la Audiencia novogalaica en
la ley 7, libro 2, título 15.

En la Ciudad de Guadalaxara de la Nueva Galicia resida otra


nuestra Audiencia y Chancillería Real, con un Presidente, y
quatro oidores, que también sean Alcaldes del Crimen; un
Fiscal; un Alguacil mayor; un teniente de Gran Chanciller;
y los demás Ministros y Oficiales necesarios, y tenga por
distrito la Provincia de la Nueva Galicia, las de Culiacán, Co-
pala, Colima y Zacatula, y los Pueblos de Avalos, partiendo
términos; por el Levante con la Audiencia de la Nueva Es-

178 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, pp. 28-29.


179 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 193.

171
La justicia criminal local novohispana

paña, por el Mediodía con el Mar del Sur; y por el Poniente


y Septentrión con Provincias no descubiertas, ni pacíficas; y
el Presidente de la dicha Audiencia de Guadalaxara, y no los
Oidores, tenga la governación de su distrito, y en su ausencia
la dicha Audiencia de Guadalaxara, sin embargo de cuales-
quier Cédulas en que se hubiere concedido á los Oidores
de la dicha Audiencia participación en el gobierno con los
Presidentes, las quales derogamos, cassamos y anulamos. Y
mandamos, que se guarde esta nuestra ley, como en ella se
contiene; y en quanto al gobierno de guerra y hazienda guar-
den las ordenes, que por nos están dadas.180

La Audiencia tenía amplias facultades legislativas con las


que podía dictar disposiciones para el buen gobierno de la re-
gión y podía aprobar, a su vez, ordenanzas de poblaciones. Tenía
también facultades suficientes para otorgar, tal como lo hizo en
la expedición de la real cédula de fundación de Aguascalientes.
Ésta, como todo acto de gobierno en Nueva España, se efectuó
en nombre del rey, en este caso, de Felipe II.181
Así, en la tercera parte de la cédula de fundación de la villa
de Aguascalientes (la que nunca se ha exhibido y sólo se hace
referencia a ella en obras del siglo xix de las que se han valido
un buen número de autores para hacer su mención y estudio),
en nombre del rey se sanciona lo hecho por la Audiencia, deter-
minando la pública utilidad de la nueva fundación y precisando
algunas de las prerrogativas de la villa:

Lo cual por nos visto, y que por información recibida acerca


de lo susodicho nos consta ser servicio de Dios y nuestro, y
bien y pacificación de este dicho reino, y pasajeros de la dicha
población, se haga y lleve adelante, por la presente es nuestra
merced y voluntad, que [de] ahora en adelante para siempre
jamás la dicha población o sitio de Aguascalientes se llame y
nombre la villa de la Ascensión, a la cual señalamos y nombra-
mos por términos suyos cinco leguas a la redonda, con que
en ellas no entre ningún pueblo de españoles, ni naturales, ni
sea en perjuicio nuestro ni suyo, ni de otra ninguna persona, y

180 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 30.


181 Id.

172
La administración de justicia novohispana

como tal la villa pueda nombrar en cada un año para la admi-


nistración y de la nuestra justicia dos alcaldes y cuatro regi-
dores, y un síndico procurador del consejo de ella, y hecha la
dicha elección, antes y primero que usen de los dichos cargos
y oficios, la presenten en pública forma ante el dicho nuestro
gobernador que al presente es o fuere de aquí en adelante y
lleven confirmación de ella, y como tal villa habían de gozar
y gocen de todas las gracias y mercedes, franquezas, libertades,
preeminencias, prerrogativas e inmunidades que deben gozar y
gozan las tales villas y vecinos de ella de todo bien y cumplida-
mente en guisa que voz no mengüe en de cosa alguna, y man-
damos a las nuestras justicias de los nuestros reinos y señoríos,
a cada una de ellas en sus lugares y jurisdicciones, ante quien en
nuestra carta de merced fuere presentada, vos la guarden y la
hagan guardar cumplidamente, sin que en ellos os pongan em-
barazo ni impedimento alguno, so pena de la nuestra merced.
Dado en Guadalajara, a veintidós de octubre de mil quinien-
tos y setenta y cinco años. El doctor [Jerónimo de] Orozco.182

La facultad legislativa que para el caso de la fundación de


la villa de la Ascensión se ejercitó fue la figura de la real cédula.
Ésta fue la manera más comúnmente utilizada por los monarcas
castellanos para legislar en esa época, por su forma más sencilla y
menos solemne y por su contenido más versátil.183 Al igual que la
real provisión, la dictaban las Audiencias en cuanto a Chancillerías
porque representaban a la persona del monarca y poseían su sello
real. Al hacerlo, debían cumplir con todas las formalidades propias
de este tipo de legislación emitida directamente por el rey.184
Así, las reales cédulas, como se ha mencionado, constituían
la manera habitual en que el soberano, su Consejo de Indias y las
Audiencias de ultramar trasmitían a las autoridades y particula-
res del mundo indiano su voluntad de mando en todo tipo de
asuntos: gobierno, justicia, guerra y hacienda. Su estructura era
mucho más simple que las de las provisiones con formalidades
que derivaban de los antiguos albalaes:185

182 “Real cédula de fundación”, en Gómez Serrano, La guerra chichimeca, pp. 57-58.
183 Soberanes Fernández, Historia del derecho mexicano, p. 60.
184 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 258.
185 Del árabe al bara o documento.

173
La justicia criminal local novohispana

Intitulación: está limitada a la frase: “El Rey”.


Dirección: es totalmente similar a las reales provisiones.
Prefacción o parte considerativa: al igual que las provisiones,
las cédulas también indican el porqué de su dictado; a veces
falta la cláusula de acuerdo. A veces se produce una cédula an-
terior, la que recibe el nombre de sobrecartada.
Parte resolutiva: similar a la de las provisiones.
Data: igual a las provisiones.
Suscripción: aquí sí hay variación ya que las cédulas no pueden
ser dadas a nombre del rey por el Consejo (como sí es posible
en las provisiones), sino que son firmadas por el rey aunque a
veces se pone una estampilla o timbre que reproduce la firma
real. Los consejeros rubrican o “señalan” (no ponen la firma
completa) al dorso. Si no lo hacían así, la cédula debía ser obe-
decida, pero no se cumplía: Recopilación de Indias 2, 1, 23.
Refrendo: es más simple: “por mandato del rey, N.N.”.
No llevan sello real y suelen llevar un resumen con rúbrica de
secretario y consejero semanero.186

Tanto las provisiones como las cédulas eran transcritas ín-


tegramente a unos libros de registro o cedularios que llevaba el
escribano de cámara de gobierno del Consejo. Los había de varias
clases: generales, que contenían disposiciones para todas las Indias
y otros que se llevaban por provincias o reinos, acostumbrándose
llevar para cada provincia dos libros, uno de carácter general con
cédulas dirigidas a las autoridades (de oficio) y otro con resolucio-
nes que afectaban a particulares como mercedes, contestación a
consultas, entre otras. En Indias, las cédulas debían ser archivadas
en las audiencias y cabildos: Recopilación de Indias 2, 1, 27, 28, 29
y 31. El envío de las disposiciones competía al escribano de cámara
de gobierno del Consejo, quien debía mandarlas por duplicado y
en distintas expediciones, con lo que se procuraba evitar riesgos
de extravío por naufragio, abordajes de piratas y otros siniestros.187
De lo anterior se desprende que por las formalidades y alcan-
ce del documento de fundación de la “Villa de la Ascensión de las
Aguas Calientes”, el medio idóneo lo era la real provisión; sin em-
bargo, el estudio de ello deberá efectuarse en un proyecto específico.

186 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, pp. 234-235.


187 Ibid., p. 236.

174
La administración de justicia novohispana

En la ordenanza del 10 de abril de 1629 emitida por el mo-


narca Felipe IV, se previno que en lo futuro los virreyes, las au-
diencias, gobernadores y demás ministros de Indias no podrían
dar títulos de ciudades ni de villas a ninguno de los pueblos o lu-
gares de españoles ni de indios, pues en lo sucesivo era todo facul-
tad exclusiva del monarca. Lo anterior confirma que en 1575 las
audiencias gozaban de las dichas facultades y, en el caso de Nueva
Galicia, gozaba de las atribuciones suficientes para proveer la cé-
dula de fundación de Aguascalientes, dándole el título de villa.188
La audiencia estuvo integrada desde un principio por cua-
tro oidores cuya vida era cuasi monástica, según las Leyes de In-
dias, para asegurar la imparcialidad. Como regla general, vivían
todos juntos en una casa junto al edificio de la Audiencia, pro-
hibiéndoseles el tener indios, tierras o recibir regalos y honora-
rios, dedicarse al comercio, participar en conquistas, incluso se
menciona que tenían prohibido asistir a corridas de toros u otras
diversiones públicas, y hasta su forma de vestir estaba regulada.189
Cuando no se encontraban en visita, debían asistir a la
corte por tres horas cada mañana y cuando fuese necesario dos
horas en la tarde de los lunes, miércoles y viernes. Se establecía
también que debían inspeccionar las prisiones cada sábado por la
tarde. En relación con su salario, éste ascendía a 650,000 marave-
dís anuales, más 200,000 como viáticos en caso de visita.190
La Audiencia era fundamentalmente un tribunal de segun-
da instancia. Le competía conocer de las apelaciones respecto de
sentencias dictadas en primera instancia por los alcaldes mayo-
res, alcaldes ordinarios, corregidores, alcaldes de minas, jueces
menores, etcétera. Las sentencias dictadas recibían el nombre de
sentencias de vista.191
El real tribunal conocía de todos los casos civiles y cri-
minales que le fueran traídos en alzada, pero también ejercía
jurisdicción de primera instancia en casos concernientes a la
prerrogativa real y, en casos criminales mayores, en todo el rei-
no. De igual manera, podría conocer, en primera instancia, ca-
sos de cualquier clase que se suscitaran dentro de un radio de
12 leguas alrededor de la ciudad capital. Su jurisdicción en estos
188 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 30.
189 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 182.
190 Id.
191 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 153.

175
La justicia criminal local novohispana

casos se traslapaba, pero no sustituía a la de los jueces municipales


y solamente en asuntos poco importantes era su decisión definiti-
va. En casos civiles que involucraran 300 pesos de oro de minas o
más y en casos criminales que supusieran la sentencia de muerte,
las partes agraviadas podían apelar sus decisiones ante la Audiencia
de México. La suma de 300 pesos era comparativamente pequeña,
mucho menor que las sumas por las que los litigantes normalmen-
te apelarían ante el Consejo de Indias, una disposición de 1550
aumentó el límite a 500 pesos, pero este arreglo siguió siendo un
agravio en la opinión de los jueces alcaldes mayores, ya que tendía
a debilitar seriamente la autoridad de su distrito.192
La audiencia tenía prohibido estorbar las apelaciones le-
gítimas, pero podía sugerir a las partes la opción de otro juicio
“en grado de suplicación”, en el cual todos los oidores y alcaldes
mayores deberían estar presentes.193A las sentencias por primera
suplicación se les denominaba sentencias de revista.194
También se tomaron provisiones para evitar los atrasos
del sistema de apelaciones por una cédula que estipulaba que las
órdenes de restitución o secuestro, giradas por la Audiencia, en
relación con casos notables de fuerza o fraude, habrían de ser
ejecutadas temporalmente, estando sujetas a la presentación de
la apelación en la Ciudad de México. Otras funciones importantes
fueron aquellas relativas a las visitas y las cuentas. A los alcaldes oi-
dores mayores se les instruyó para su realización, la visita era un re-
corrido general de inspección en el cual un juez viajero, el visitador,
temporalmente sobreseía a los jueces menores por cuyas áreas
atravesaba, desahogaba las causas que éstos tenían pendientes,
investigaba su conducta y escuchaba quejas contra ellos.195
La diferencia entre la visita y la residencia, por tanto, ra-
dicaba en que la primera era una investigación de rutina sobre
la conducta de un juez o funcionario en particular al final de su
periodo en el cargo; en tanto que la residencia era una auditoría a
fondo sobre la actuación del funcionario. Constituía una costum-
bre en las audiencias que los oidores se alternaran como visita-
dores, para que siempre alguno de ellos estuviera realizando una
visita; en estos casos, el visitador recibía un pago adicional para
192 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, pp. 194-195.
193 Ibid., p. 195.
194 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 153.
195 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 195.

176
La administración de justicia novohispana

sus gastos. Una de las funciones más importantes de los visita-


dores fue la de investigar el trato dado a los indígenas en el reino,
así como velar por el cumplimiento de la abundante legislación
dictada para su protección.196
Por lo que se refiere al procedimiento, la Audiencia tenía
competencia para revisar en alzada los asuntos fallados por los
tribunales de su jurisdicción, como lo eran las resoluciones que
los alcaldes mayores emitían en materia judicial. Los asuntos
criminales de naturaleza trivial –llamados casos de palabras li-
geras– podían ser decididos por un solo oidor, también llamado
“semanero”, y no tenía lugar pedir la súplica en el fallo emitido.
En asuntos delicados, un oidor podría conducir las etapas preli-
minares del juicio sin emitir sentencia final “definitiva”, pues esto
último requería que estuviesen de acuerdo dos oidores, o bien, el
presidente y todos los oidores asistentes en negocios presentados
“en grado de suplicación”. Todas las decisiones de la Audiencia
eran por voto de mayoría; si el número total de jueces era sola-
mente de dos y si llegaban a diferir en sus juicios, podrían hacer
que uno de los abogados que litigaban en la Corte emitiera el
voto decisivo. La Audiencia no podía usar su sello para revocar
sentencias de exilio pronunciadas por alguna autoridad y tenía
prohibido decretar una moratoria general a los deudores, aunque
podía otorgar gracia de seis meses a los que consideraba merece-
dores de ésta. Las disposiciones de la Corte, dirigidas en un radio
de cinco leguas, no podían ser selladas.197
El puesto más importante y responsable entre los que per-
cibían salario era el del relator o relatores. La función propia del
relator era preparar, a partir de las evidencias presentadas por los
litigantes y sus testigos, relaciones o resúmenes de las cuestiones
fácticas en cada caso, mismos que eran leídos a los jueces de ini-
cio de cada audiencia.198
Otro de los funcionarios judiciales importantes era el escri-
bano. Había un escribano de cabildo en cada villa y se le conocía
como de cabildo; existían también los de minas, moneda, consu-
lado, comercio y cámara, estos últimos adscritos a las chancillerías
y que se otorgaban por mandato real o por la venta. El número
de escribanos se limitaba a doce; sin embargo, no se tiene cons-
196 Id.
197 Ibid., p. 197.
198 Ibid., p. 201.

177
La justicia criminal local novohispana

tancia de que la Audiencia hubiese empleado a tantos. Además de


la compra del oficio, había otros requisitos para el ejercicio: ser
mayor de 25 años, lego, de buena fama, cristiano, reservado, de
buen entendimiento, conocedor del escribir y vecino del lugar. El
fedatario debía realizar sus escrituras en papel sellado, con letra
clara y en castellano, sin abreviaturas ni guarismos y actuar perso-
nalmente; los instrumentos tenían valor probatorio pleno.199
Para quienes no podían pagar un defensor, usualmente se
nombraba un abogado de pobres quien recibía un salario fijo sa-
cado de los ingresos por multas o gastos de justicia. En todo
proceso del orden criminal la persona arrestada por la probable
comisión de un delito, ya fuera a instancias del fiscal o de los jue-
ces inferiores, tenía derecho a recibir una copia de su acusación
y a los servicios de un abogado. Según Parry, el sujeto arrestado
disponía de tres días para preparar su defensa durante los cuales
no podía ser interrogado o sometido a tormento, pero a su vez
se contradice al señalar que en una sociedad tan mezclada y des-
ordenada, no cabía esperar demasiada sensibilidad para la salva-
guarda de los intereses del acusado y una sola denuncia bastaba
para que la ley se movilizara y procediera al arresto; estos hechos
se corroboran en los expedientes criminales, donde la aplicación
de tormentos era parte del proceso.200

La administración de justicia
en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes
[…] se recibió juramento, que lo hizo por Dios Nuestro Señor,
y la Señal de la Cruz en forma de derecho so cargo del cual
prometió decir verdad en todo lo que supiere,
y le fuere preguntado […].201

La administración de justicia se estableció dentro de la organiza-


ción municipal novohispana en las primeras alcaldías; de ahí que
los primeros ordenamientos que la regularon fueron las ordenan-
zas de Cortés expedidas entre los años 1524 y 1525, que al efecto
señalan:
199 Ibid., p. 202.
200 Ibid., p. 211.
201 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, foja 10 vuelta.

178
La administración de justicia novohispana

Que en cada villa había de haber dos alcaldes con jurisdicción


civil y criminal, cuatro regidores, un procurador y un escribano,
nombrado por el mismo Cortés, su lugarteniente, o la persona
designada al efecto por el rey, ya que en estos reinos no había
fuero de poblaciones ni señores feudales en quienes se hubie-
ra delegado esa facultad, pues aún no se creaba el Marquesado
del Valle en favor de Cortés y sus sucesores. Los nombramien-
tos habían de hacerse el primero de enero de cada año, y los
nombrados habían de jurar “que bien e fielmente usarán sus
oficios, y en todo mirarán el servicio de Dios nuestro Señor y
de su Majestad, y el bien y pro común de sus pueblos”. Habría
un fiel para cuidar de los abastecimientos, marcar las pesas y
medidas y mirar que se ajustaran a ellas las ventas; y, ya fuera
él, o alguno de los regidores, harían que se vendieran las cosas
al precio que ellos fijaran. También era función del fiel seña-
lar los lugares donde había de tirarse la basura. Se prohibía a
los rescatadores comprar las mercancías que vinieran a la villa,
sino después de treinta días después de haber llegado aquéllas
allí. Desde el primero de enero todos los domingos y fiestas de
guarda se pregonaba en la villa el remate de la carnicería, hasta
el día de carnestolendas, en que, al ponerse al sol, se fincaba
en el que hubiere ofrecido dar la carne más barata; pero el ad-
judicatario había de dejar que tres meses del año los vecinos
de la villa que tuvieren ganados, los trajeran para su degüello y
venta, obligándose él a pesar la carne, si no había vecino que
supiera hacerlo. Se obligaba además a matar los sábados en la
tarde y a pesar la carne que hubiere de consumirse el domingo,
pues la mañana de ese día no había expendio. Tenía derecho
de hacer pastar sus ganados en el ejido de la villa. Se prohibía
matar los animales en ningún otro lugar que no fuera el desig-
nado al efecto, el cual había de estar fuera de la población, y
situado de modo que no perjudicara la salud de los vecinos. La
hortaliza, el pan y el pescado habían de venderse precisamente
en la plaza pública, y el pan había de tener el peso y cocimiento
designados por el concejo. Los domingos y fiestas de guarda
todos los vecinos habían de acudir a misa mayor en la iglesia
principal desde que comenzara el evangelio hasta la bendición;
mientras durare la misa no había de haber tienda abierta. To-
dos los vecinos tenían que residir en su villa a lo menos en las
pascuas de Navidad, Resurrección y Espíritu Santo. El concejo

179
La justicia criminal local novohispana

era el único que tenía facultades de dar tierras para labor, gana-
do o solar para la casa; autorizando un vecino para establecer
un corral para puercos, sólo se podía autorizar a otro para po-
nerlo a distancia no menor de media legua del anterior, so pena
de que el primer concesionario pudiera matar impunemente
los cerdos establecidos a menor distancia. Ésta era de una le-
gua tratándose de ganado vacuno u ovejuno. Ningún sitio de
ganado podía darse a distancia menor de media legua de cual-
quier sementera de españoles o de indios; y si alguno quisiere
sembrar en terreno dedicado para ganado podía hacerlo aun
contra la voluntad del dueño; pero tenía que cercar la labor o
sufrir el daño que el ganado hiciera en la misma. Los dueños
de ganado debían tener fierro para marcarlo, debidamente re-
gistrado ante el escribano de la villa. Los alcaldes y regidores
no podían celebrar cabildo sin estar presente Cortés o su lu-
garteniente y el alguacil mayor tenía derecho de concurrir al
cabildo con voz y voto.202

Consolidada la Conquista, para controlar y establecer la ad-


ministración local novohispana la Corona dividió los territorios
en jurisdicciones más pequeñas en la forma de corregimientos y
alcaldías mayores, siendo uno de los principales motivos de esta
decisión controlar los abusos de los encomenderos. En el reino de
la Nueva Galicia, la práctica más usada fue nombrar corregidores
para pueblos pertenecientes a la Corona, y alcaldes mayores para
asentamientos de españoles –villas y reales de minas–, que se en-
cargaban de impartir justicia y recaudar los tributos. Al frente
de esos distritos se encontraban los corregidores y los alcaldes
mayores, los funcionarios del rey que más cerca estaban de sus
súbditos, y que se encargaban –al menos en teoría– de aplicar en
su región la política imperial. Ambas instituciones desempeñaron
un papel relevante por ser representaciones de la Corona que
conocían y frecuentaban los súbditos indianos, para quienes el
virrey y las otras autoridades superiores resultaban figuras lejanas.
El rey delegaba en ellos parte de sus atribuciones y poder para
que lo representaran en los actos públicos y en las celebraciones
y festividades religiosas.203

202 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, pp. 327-328.
203 Gutiérrez, José Antonio, Aguascalientes en el siglo xviii, p. 47.

180
La administración de justicia novohispana

El 13 de junio de 1573, Felipe II dio las Ordenanzas sobre


el descubrimiento, población y pacificación de las Indias, en las cuales re-
glamentó ampliamente la materia relativa a la formación de ciu-
dades nuevas. Las operaciones preliminares de la fundación de
Aguascalientes se empezaron a ejecutar a fines de 1574, lo cual
hace suponer que, muy probablemente, se hayan regido ya esas
diligencias conforme al ordenamiento de Felipe II. Así, Jesús An-
tonio de la Torre Rangel considera que en la Carta Puebla, expe-
dida para la villa de la Asunción, hay algunas cuestiones que se
apegan más a las Ordenanzas de Cortés que a las de Felipe II.204
En la cédula de fundación de la “Villa de la Ascensión”205
se determina la pública utilidad de la nueva fundación y respec-
to a las autoridades dice: “Tal Villa puede nombrar en cada año
para la administración y de la nuestra justicia, dos alcaldes, cuatro
regidores é un síndico procurador del Concejo de ella […]”.
Hernán Cortés, en sus ordenanzas, decía: “Ordeno y mando
que en cada una de las dichas villas haya dos alcaldes ordinarios
y cuatro regidores, é un procurador, con escribano del consejo
de ella los cuales rijan, é juzguen las causas así civiles como crimi-
nales que en dichas villas y sus términos se ofrecieren […]”. En
cambio, las ordenanzas de Felipe II mandan en su numeral 43:
“para las villas y lugares, Alcalde de ordinario: quatro Regidores:
un Alguazil: un escrivano de Consejo, y publico [sic]: y un mayor-
domo.” De lo que se desprende que la cédula fundacional señala
que en la villa habrá dos alcaldes, de acuerdo a lo que señalaban
las ordenanzas de Cortés, y no como mandaban las del rey.206
Concretada la fundación de la villa de la Ascensión con la
expedición de la cédula del 22 de octubre de 1575, los siguientes
30 años de vida de la república fueron muy difíciles porque los
ataques de los chichimecas continuaron. El corregidor de Teocal-
204 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 31.
205 Señala Jesús Gómez Serrano que diversos autores pasaron por alto el nombre primitivo
de la villa –que era de la “Ascensión”– como se desprende de los documentos que hacen
alusión a la cédula de fundación, asumiendo que el nombre primitivo había sido el de “villa
de la Asunción”. Este error fue destacado por José Antonio Gutiérrez Gutiérrez en su obra
Historia de la Iglesia católica en Aguascalientes. Gómez Serrano indica que: “La rectificación
es muy reciente y se la debemos a José Antonio Gutiérrez, quien con acopio de buenas
razones, mostró cómo el nombre primitivo y auténtico fue olvidándose a favor del de ‘villa
de la Asunción’. Este cambio recibió una especie de confirmación o bendición oficial al
generalizarse entre el pueblo el culto a la virgen de esa advocación y al convertirse ésta en
patrona oficial de la parroquia”. Gómez Serrano, La guerra chichimeca, pp. 56-57.
206 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 31.

181
La justicia criminal local novohispana

tiche en un informe de 1584 señaló que Aguascalientes contaba


tan sólo con dos vecinos, el caudillo y 16 soldados que vivían en
el fuerte que se había construido pocos años antes de fundada
la villa. En diciembre de 1593, Aguascalientes sufrió un ataque
chichimeca que la dejó devastada, lo que obligó a la Audiencia a
aceptar que vecinos de otras congregaciones acudieran a asentar-
se. Poco a poco aparecieron signos de mejoría procurada por el
pacto de paz celebrado con los principales grupos de guerreros
chichimecas. Se repartieron nuevamente mercedes de tierra en
torno a la villa: Diego Peguero recibió merced en 1594 en el sitio
del Ojocaliente; al año siguiente, el beneficiado fue Juan de Montoro;
en 1597, Juan Pérez de Frías recibió un sitio de ganado mayor y
dos caballerías en el lugar que después sería conocido como Chi-
chimeco; de la Cañada Honda se dieron títulos a Pablo Navarrete
en septiembre de 1597; a Francisco Venegas se le mercedaron
en mayo de 1602 algunas tierras en esta misma cañada; Antonio
Manuel Altamirano obtuvo un sitio en el Pabellón; en 1605, Juan
Ramírez de la Campaña recibió un sitio de ganado mayor y cuatro
caballerías en “la cañada principal del Comal que entra al Soyatal
hacia debajo de los charcos de agua”.207
Estas mercedes no fueron suficientes para consolidar la vi-
lla. En 1605, cuando pasó en visita Matías de la Mota y Escobar,
apuntó sobre Aguascalientes que era “la más pobre y humilde
población de todo ese reino”. En el año 1609 se recibió la visita
en la villa del oidor Gaspar de la Fuente, el cual ante la precaria
situación del lugar tomó una serie de medidas para que la repúbli-
ca progresara, ordenando que los edificios se construyeran juntos
y congregados de manera que formaran una plaza de 100 varas
en cuadro, así como que a la gente que se le otorgaran solares no
los pudiese enajenar hasta en tanto no existiere en ellos una casa
y hubiesen vivido en ella un año.208
Los resultados de la visita culminaron con la concesión
que se le dio a la villa para convertirse en alcaldía mayor, sepa-
rándola de la de Lagos, a la que pertenecía desde su fundación.209
El corregimiento y la alcaldía mayor fueron las instituciones que
llevaron las riendas del gobierno provincial. La alcaldía mayor
apenas si se diferenció del corregimiento; ambas ejercían fun-
207 Rojas, “De la conquista a la independencia”, p. 21.
208 Ibid., p. 23.
209 Id.

182
La administración de justicia novohispana

ciones judiciales, administrativas y, hasta cierto grado, legislati-


vas210 dentro de sus jurisdicciones, aunque subordinadas al virrey
y a la Audiencia. Al igual que el corregimiento, la alcaldía mayor
fue trasplantada de España, pero acá fue casi exclusiva de villas y
comunidades españolas. En el caso de la Nueva Galicia, fue el co-
rregimiento en los primeros años de la Colonia la institución más
común, pero como el visitador Tello de Sandoval encontró en la
visita que hizo en 1545 gran desorden en la administración y apli-
cación de la justicia, propuso que desapareciese y se reemplazara
por alcaldes mayores experimentados y letrados.211
La alcaldía mayor fue una institución que data del medioe-
vo español, cuyo motivo de creación fue representar la autoridad
del monarca en villas y ciudades. Se trasladó a las Indias occiden-
tales con las mismas funciones y finalidad para las repúblicas de
españoles. Cuando contaban con cabildo, se ampliaban las obli-
gaciones del alcalde mayor. Además de las particularidades de sus
cargos de funcionarios de la Corona, les correspondía presidir
los cabildos, supervisar y autorizar las elecciones anuales a cargos
municipales, aceptar o rechazar los acuerdos tomados por el ca-
bildo, inspeccionar los mercados y controlar los negocios, la pri-
sión, pesas y medidas y, sobre todo, atender el cobro de alcabalas
y tributos; igual que los corregidores debían visitar el distrito al
menos una vez durante su periodo. Si había varios asentamien-
tos en su distrito, tenían la obligación de nombrar representan-
tes a los que se llamó tenientes de alcalde mayor, mismos que
asumían la responsabilidad de impartir justicia en dichos lugares;
también vigilaban las elecciones anuales de los cabildos indios y
aprobaban los nombramientos. Tenían la ventaja de contar con
un cabildo en quien recaía la obligación de expedir las ordenanzas
pertinentes para asegurar una buena policía, la paz y prosperidad
de las comunidades y elegir anualmente a los miembros del “regi-
miento” para la administración de justicia.212
El gobierno real hizo hincapié en que los alcaldes mayores
fueran de acrisolada honradez y, en atención a lo anterior, prohi-

210 Esta función la efectuaban los cabildos que, en palabras de Guillermo Floris Margadant:
“[…] eran como pequeñas audiencias: les correspondían funciones judiciales, administra-
tivas y legislativas (‘ordenanzas de cabildos’)”. Floris Margadant, Introducción a la historia del
derecho mexicano, p. 73.
211 Gutiérrez, Aguascalientes en el siglo xviii, p. 49.
212 Ibid., pp. 50-51.

183
La justicia criminal local novohispana

bió que tomaran de los indios y comunidades cualquier cantidad,


excepto el tributo de ley; que adquirieran tierras en su distrito
hasta después de seis años de haber dejado el puesto, y que reci-
bieran dádivas, aunque fueran voluntarias. Para satisfacer en parte
esas exigencias, se les obligó a que antes de tomar posesión pre-
sentaran un inventario de bienes ante la Audiencia de su distrito
y a que entregaran una fianza para garantizar el manejo econó-
mico-administrativo de su mandato. Como al nombramiento no
se fijaba sueldo y los honorarios eran insuficientes para su manu-
tención, se volvió costumbre que buscaran ingresos de manera
ilegal. La práctica de influencias fue común en el comercio con
los indígenas de sus distritos, pues los obligaban a comprarles las
más diversas mercaderías a los precios que se les antojaban o a
que les vendieran ganado y productos al precio por ellos fijado.
Esta práctica se le conoció como “sistema de repartimiento de
mercancías”.213
En materia de justicia, los alcaldes mayores eran “justicia
mayor” en su distrito, ya que no había en su jurisdicción quien les
fuera superior y ostentara la vara alta de la real justicia respecto
de la que se les encargaba que “no salgan en público sin ella pues
es la insignia por la cual son conocidos los jueces a quien[es] han
de acudir las partes a pedirla [la justicia] para que se administre
igualmente y oigan a todos con benignidad de manera que sin
impedimento sean desagraviados y fácilmente la consigan” (Rec.
Ind. 5, 2, 11). Sus audiencias debían hacerse en los lugares acos-
tumbrados, prohibiéndose llevarlas a cabo en los escritorios de
los escribanos (Rec. Ind. 5, 2, 13).214
Tenían competencia de primera instancia en todo el distrito
en asuntos civiles y criminales. Tal competencia era acumulativa
o preventiva con los alcaldes ordinarios, lo que originó innume-
rables roces. Se prohibía la avocación215 de causas de los alcaldes
ordinarios (Rec. Ind. 5, 2, 14). En lo criminal, se les confiaba la
captura de los malhechores, sobre todo los asilados, dando cuen-

213 Ibid., p. 51.


214 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 135.
215 Avocación es atraer o llamar a sí, algún juez o tribunal superior sin provocación o ape-
lación, la causa que se está litigando o debe litigarse ante otro inferior. […] El derecho
de avocar se considera odioso, porque cede en menosprecio de los jueces inferiores y
causa dispendios a los litigantes: por lo cual no debe usarse sino con mucha economía y
circunspección. Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 61.

184
La administración de justicia novohispana

ta de ello a las Audiencias (Rec. Ind. 5, 2, 29) y se les autorizaba


para asistir a las visitas de cárceles (Rec. Ind. 7, 7, 6).216
En el caso de los pueblos de indios encomendados, se les
dio, además, la competencia para conocer pleitos entre indios, y en-
tre indios y españoles, salvo las relativas a libertad de éstos, las que
competían a la Audiencia y podían ser instruidas por el fiscal (Rec.
Ind. 5, 2, 3 y 6, 2, 10). Para los juicios de indios debían considerar
“sus buenos usos y costumbres en lo que no fueren contra nuestra
Sagrada Religión” (Rec. Ind. 5, 2, 22). Cuando hicieran visitas y no
alcanzaran a concluir los pleitos incoados ante ellos, debían dejar
su conocimiento a los alcaldes ordinarios u otras justicias (Rec. Ind.
5, 2, 20).217
Los tenientes legos, nombrados para lugares lejanos den-
tro de la jurisdicción, sólo conocían de las primeras diligencias de
los procesos, sobre todo criminales, y debían en tales casos tomar
las medidas conducentes a resguardar al posible delincuente y
remitirlo donde sus superiores.
Cabe mencionar que algunos autores (Dougnac, Floris
Margadant, Del Arenal, entre otros) señalan que las funciones
de los alcaldes mayores eran idénticas o similares a las de los co-
rregidores, por lo que no había diferencia entre ellos. Ambas ma-
gistraturas eran muy difíciles de diferenciar. De la Torre Rangel,
citando a Muro Orejón, trata de diferenciar las atribuciones de
ambos funcionarios:

El corregidor indiano es un personaje de ‘capa y espada’, rara-


mente es letrado, viste comúnmente de negro, sin golilla al cue-
llo, y lleva vara alta de justicia que sobresale de su cabeza como
símbolo de su autoridad judicial, de la preeminencia de la justicia
Real. El alcalde mayor indiano es perito en derecho, hombre de
leyes, viste igualmente de negro, lleva golilla, signo externo de su
condición letrada, y también vara alta de la justicia.218

Es de mencionarse que, del estudio de casos criminales


efectuado en este proyecto de investigación, no se desprende la
distinción señalada por Muro Orejón, ya que los alcaldes mayores
de la jurisdicción de Aguascalientes eran principalmente hombres
216 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 135.
217 Id.
218 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 34.

185
La justicia criminal local novohispana

de “capa y espada” y no letrados como propone el autor citado.


Tal situación se observa y reitera en el trabajo de José Antonio
Gutiérrez sobre Aguascalientes en el siglo xviii, donde estudia y
relaciona los perfiles y periodos de ejercicio de funciones de los
alcaldes mayores y subdelegados.
Respecto a la forma de nombramiento de los alcaldes ma-
yores, cabe destacar que entre 1550 y 1750, peninsulares y criollos,
militares y letrados, parientes de los miembros de la Audiencia,
terratenientes locales y vecinos de regiones aledañas, fueron mi-
nistros del rey. Se puede advertir, por tanto, que una característica
del oficio fue la diversidad. Dentro de esa heterogeneidad, el aná-
lisis de los titulares permite distinguir dos etapas, tanto en lo que
se refiere a la consolidación institucional como en lo referido a la
definición y el dominio de un espacio geográfico. La primera, que
va desde el siglo xvi hasta 1688, comprende el periodo en que los
alcaldes mayores eran nombrados anualmente por el presidente
de la Audiencia de Guadalajara con posibilidad de obtener pró-
rroga para ejercer el cargo por otro año más. En 1688 se inicia
la segunda etapa, en la cual los títulos fueron expedidos por el
Consejo de Indias desde la península para periodos quinquenales
a cambio de la entrega de una cantidad que fluctuaba entre los
1000 y 3000 pesos. Por tratarse de oficios de justicia, corregi-
mientos y alcaldías no podían ser objeto de venta como ocurría
con los beneficios de pluma y los de regidores de los cabildos, de
aquí que, ante la urgencia de la Corona por obtener recursos, se
recurriera a la figura del “beneficio real”, que consideraba la can-
tidad cubierta por el solicitante como un “servicio” a la Corona,
y no estrictamente como un pago.219
La segunda mitad del siglo xviii fue una época de profun-
das transformaciones que alcanzaron a los alcaldes mayores, de
tal suerte que con la expedición de la ordenanza para el estable-
cimiento de intendentes en la Nueva España, que dio a conocer
el 10 de mayo de 1787 mediante bando, el virrey interino Alonso
Núñez de Haro, se suprimió la figura de alcaldes mayores y corre-
gidores para dar paso a la instauración de subdelegados.
Corregidores y alcaldes mayores fueron funcionarios rea-
les que gozaron del prestigio y de amplias facultades judiciales y

219 Becerra Jiménez, Celina G., Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia. La alcaldía
mayor de Santa María de los Lagos 1563-1750, México, Universidad de Guadalajara, 2008,
pp. 227-228.

186
La administración de justicia novohispana

político-administrativas en sus jurisdicciones. Tenían prohibido


adquirir propiedades, comerciar y casarse con personas de la ju-
risdicción durante el desempeño de su cargo sin permiso de las
autoridades superiores. Como se les asignaban bajos salarios, he-
mos mencionado que violaron frecuentemente los principios bási-
cos de su cargo. Cuando José de Gálvez realizó su visita a Nueva
España (1765-1771), criticó duramente el manejo arbitrario de
las funciones y acciones de estos personajes. En informe que en-
tregó al virrey Bucareli al partir para España, le manifestó que
era necesario suprimir los corregimientos y las alcaldías mayores,
por ser el principal estorbo para lograr el ideal de las reformas y
proporcionar un buen gobierno a los pueblos. Ya como ministro
universal de las Indias, convenció a Carlos III de implantar el
sistema de intendencias y sustituir los corregimientos y alcaldías
mayores por subdelegaciones.220
La ordenanza de intendentes de la Nueva España (1786)
suprimió las alcaldías mayores. Dice en su artículo 9°: “Los co-
rregimientos y alcaldías mayores de toda la comprehensión de
las enunciadas Intendencias, se han de extinguir conforme vayan
vacando, o cumpliendo su tiempo los provistos por Mí en unas y
otras”; también que los subdelegados quedarían sujetos y subor-
dinados al intendente de su distrito. “Éstos les subdelegarán sus
cargos para que así se uniforme desde luego el gobierno de todas
las Provincias y se evite la confusión que siempre causa la diver-
sidad de jurisdicciones y Ministros”; así como a las reglas esta-
blecidas en la ordenanza interín se convenía la recompensa “por
sus respectivos derechos y privilegios”. El artículo 11 establecía
que los intendentes debían nombrar subdelegados como justicias
mayores, previa auscultación y conforme las fueran suprimiendo
y que los verificaran “en los sujetos que juzguen más a propósi-
to para la buena administración de Justicia y la correspondiente
seguridad de los intereses de mi Real Hacienda”. El 12 señalaba
la clase de personas que debían escogerse. “Ha de ser español,
para que precediendo las fianzas que dispone la ley (Rec. Ind. 9,
2, 5) administre justicia a los pueblos que correspondan al Parti-
do, y mantenga a los naturales de él en buen orden, obediencia y
civilidad”.221

220 Gutiérrez, Aguascalientes en el siglo xviii, p. 370.


221 Ibid., p. 371.

187
La justicia criminal local novohispana

Como uno de los motivos que originaron la supresión de


ambas instituciones fueron los abusos y negocios turbios que ha-
cían sus funcionarios, la ordenanza fue terminante en prohibir
el comercio o repartimiento de productos, señalando: “Ni los
dichos Subdelegados, ni los alcaldes ordinarios han de poder re-
partir a los indios, españoles, mestizos y demás castas, efectos,
frutos ni ganados algunos, bajo la pena irremisible de perder su
valor en beneficio de los naturales perjudicados, y de pagar, por
tanto, que se aplicará por terceras partes a mi Real Cámara, Juez
y Denunciador”.222
Los intendentes eran responsables, a su nivel, de los asun-
tos que competían a las cuatro causas o ramos: justicia, policía,
hacienda y guerra. En cuanto a la justicia, señala el artículo 22
de la ordenanza: “Entre los cuidados y encargos de los inten-
dentes, es el más recomendable establecer y mantener la paz en
los pueblos de sus provincias, evitando que las Justicias de ellos
procedan con parcialidad, pasión o venganza, y en estos casos
podrá llamar a sus Subdelegados para advertirles su obligación y
exhortarlos a cumplir con ella”. El ramo de policía o buen orden
implicaba los diversos actos de gobierno, “cuanto conduce a la
mayor utilidad de mis vasallos”. Les incumbía conocer la vida y
costumbres de sus gobernados, “corregir y castigar a los ociosos
y malentretenidos, que lejos de servir al buen orden y policía de
los pueblos, causan inquietudes y escándalos, desfigurando con
sus vicios y ociosidad el buen semblante de las Repúblicas” (art.
59). Se les hacía hincapié en que no consintieran vagabundos,
“ni gente alguna sin destino y aplicación al trabajo”. Para resol-
ver este problema, les encargó promover toda clase de artesanías
y trabajos, y la diversidad de cultivos para fomento del comercio y
bienestar de los pueblos. Los requisitos de los subdelegados para
tomar posesión del cargo eran presentar fianzas y haber pasado el
juicio de residencia del último cargo desempeñado.223
Los fiadores y apoderados de los alcaldes mayores –luego
subdelegados– constituyeron un lazo principal de la dependencia
con el exterior. El fiador del gobernante provincial fue un ele-
mento esencial para el funcionamiento del complicado engranaje
de la administración y la economía coloniales. Él era quien finan-

222 Id.
223 Ibid., p. 373.

188
La administración de justicia novohispana

ciaba los crecidos gastos del alcalde mayor para que pudiera llegar
a tomar posesión. Además, se comprometía a cubrir las deudas
que resultaran al término de la administración si en la residencia
se descubrían irregularidades. A cambio, el alcalde debía favore-
cer los intereses del fiador, fuera mediante el reparto de mercan-
cías o por otros medios.224
El alcalde mayor establecía vínculos desde el momento en
que recibía el nombramiento: con Guadalajara, porque allí encon-
tró apoderados, fiadores y otros contactos; y con los habitantes de
su provincia porque con ellos reclutó tenientes, escribanos, secreta-
rios, sirvientes, jueces de medidas y otros auxiliares necesarios para
el desempeño de sus tareas.225
Entre los colaboradores del alcalde mayor, la figura del te-
niente desempeñó una función relevante por tratarse de su repre-
sentante y su auxiliar más cercano; era la persona en quien delegaba
la mayoría de sus atribuciones. Dado que en muchos casos el ma-
gistrado no conocía la región ni la sociedad en que debía desen-
volverse, le resultaba crucial nombrar tenientes entre los vecinos
de mayor prestigio y antigüedad para que actuaran en su represen-
tación en los distintos puntos de la jurisdicción, o lo sustituyeran
en casos de ausencia o enfermedad. A su vez, el tenientazgo fue la
vía por medio de la cual algunos miembros de la población local
participaban de las ventajas del gobierno provincial.226
Los alcaldes tenían la obligación de residir en el distrito a su
cargo. De allí que se volviera común administrar las provincias me-
diante tenientes como solución para poder ausentarse a atender sus
negocios personales sin dejar de percibir los ingresos y beneficios
del oficio. El abuso de esta fórmula había generado graves pro-
blemas y descontentos en Castilla, por lo que se había prohibido a
los magistrados provinciales el empleo de tenientes, restricción que
pasó a las Indias; sin embargo, el extenso territorio americano hizo
inefectiva la medida debido a la necesidad imperiosa de contar con
ayudantes para cubrir las jurisdicciones. Así, mediante la expedi-
ción de las ordenanzas de 1631 y 1632, se permitió el auxilio de las
funciones del alcalde mayor con un teniente, siempre y cuando el
virrey o presidente de la audiencia lo autorizara.227
224 Becerra, Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia, p. 297.
225 Ibid., pp. 282-283.
226 Ibid., p. 284.
227 Ibid., p. 285.

189
La justicia criminal local novohispana

El nombramiento de teniente abría muchas posibilidades


para quien lo recibía. Representaba al alcalde mayor en asuntos
judiciales y lo asistía en el cobro de tributos, en las diligencias de
medidas, composición y litigios de tierras, en los trámites para
exportación y venta de ganados. A menudo el teniente era quien
actuaba como juez receptor para la firma de escrituras públicas,
obligaciones, poderes y testamentos, tenía autoridad para recibir
informaciones y declaraciones de testigos, se encargaba de ejecu-
tar las diligencias que se le encomendaban sobre solicitudes de
tierra, e incluso seguía causas criminales.228
Se ha encontrado que en las provincias novohispanas
existieron varias clases de tenientes. El “teniente general” era
aquel que tomaba el lugar del titular en caso de ausencia o enfer-
medad, por lo que estaba investido de las mismas atribuciones
que el titular. Su término dependía de la voluntad del alcalde ma-
yor y concluía en el momento en que él terminaba sus funciones,
excepto en caso de su fallecimiento, pues entonces quedaba a
cargo del distrito hasta la llegada del sucesor. El teniente general
no tenía salario asignado y recibía sólo los derechos correspon-
dientes a sus actividades como juez receptor o a su participación
en procesos judiciales. El “teniente letrado” era el auxiliar que la
legislación castellana señalaba para que asistiera a los jueces que
carecían de título como abogados. En Nueva España, donde la
mayoría de los magistrados provinciales eran hombres de “capa
y espada”, desde la segunda mitad del siglo xvi las disposiciones
reales los obligaban a consultar con un jurista cuando tuvieran
que resolver casos especiales, fuera por el monto de los bienes
involucrados o por tratarse de delitos que podían merecer penas
corporales. Dado el gran número de provincias y la escasez de
abogados, resultaba imposible contar con letrados en todas ellas,
por lo que esta figura fue sustituida por la del “asesor letrado”,
a quien remitían los autos de las causas para que formularan su
parecer por escrito, lo que constituía la base para la sentencia
del juez.229
Cuando el alcalde mayor no podía atender personalmente
todos los asuntos de su jurisdicción por su extensión, recurría a
nombrar “tenientes de partido” que residían en los pueblos más

228 Ibid., p. 286.


229 Ibid., pp. 286-287.

190
La administración de justicia novohispana

importantes. A diferencia de los tenientes generales, este tipo de


auxiliares no requerían confirmación o aprobación de las auto-
ridades superiores. Una práctica común parece haber sido ele-
gir a los tenientes generales entre los miembros del cabildo. Las
alianzas que se generaban entre el alcalde mayor y sus tenientes
reportaban beneficios a ambas partes, por ello fue un oficio que
siempre interesó a los miembros de las familias ganaderas como
el caso de los Rincón Gallardo en Aguascalientes.230
En el estudio de las alcaldías mayores y sus órganos de
gobierno, hay que distinguir las dos instancias de gobierno exis-
tentes: la alcaldía mayor y los ayuntamientos. La primera cubría
todo el territorio de la jurisdicción y la segunda se limitaba a los
pueblos y villas que contaban con un órgano de gobierno propio
o cabildo que, al representar los intereses de la localidad, dirimía
los conflictos que en ella se presentaban.231
Como órgano de gobierno, los cabildos aparecieron como
núcleos de apoyo que en muchas ocasiones se convertían en gru-
pos de presión. En la administración colonial constituyeron la
unidad local de gobierno político por excelencia por ser la única
institución donde el elemento criollo estuvo representado, y de
las pocas que mantuvieron autonomía. “Gozaron de relativa au-
tonomía y constituían el único marco en que los vecinos podían
ejercer algunas libertades, tales como elegir a sus alcaldes ordina-
rios y regidores”. Las ordenanzas de población disponían que las
villas y las ciudades que contaran con suficientes vecinos forma-
ran su propio cabildo con los regidores y demás oficiales necesa-
rios, “quienes serían responsables de elegir anualmente alcaldes
para impartir justicia ordinaria en los ramos civil y criminal”. La
institución se trasplantó de la vieja municipalidad castellana del
medioevo; sus miembros eran nombrados anualmente por vota-
ción del cabildo. En la práctica de la sociedad colonial se hizo co-
mún enajenar o vender la plaza al mejor postor. Así, para fines del
siglo xvi todas las plazas se adquirían por compra y se multipli-
caron los puestos vitalicios vendibles, de acuerdo con la calidad
de los pueblos y el número de vecinos. Para principios del siglo
xvii, la mayoría de los puestos municipales se habían convertido
en propiedades hereditarias y parte del proceso centralizador de

230 Ibid., p. 294.


231 Márquez Algara, Administración de justicia colonial, p. 74.

191
La justicia criminal local novohispana

la Corona. Según Haring, sólo el oficio de alcalde ordinario siguió


siendo un puesto de elección sujeto a confirmación del virrey o
presidente, o gobernador local, en caso de ausencia.232
La autoridad municipal estaba depositada en dos tipos de
funcionarios: regidores o concejales y alcaldes ordinarios o ma-
gistrados, ambos con derecho a voto, que eran escogidos por vo-
tación entre los vecinos. La cantidad de regidores variaba con el
tamaño e importancia de la población; en las villas oscilaba entre
cuatro y seis. Aguascalientes tuvo primero cuatro y luego seis re-
gidores, dos alcaldes ordinarios y un procurador. Las funciones
judiciales del cabildo recaían fundamentalmente sobre los alcal-
des ordinarios quienes tenían atribuciones de jueces de primera
instancia en casos civiles y criminales; sus sentencias podían ape-
larse al alcalde mayor o a la Audiencia según la importancia del
caso. En los pueblos donde no había cabildo, el alcalde ordinario
actuaba como teniente de alcalde mayor y su poder era práctica-
mente igual a éste, pues constituía una especie de juez de paz, jefe
político o secretario y escribano del pueblo.233
Por ley, los regidores y alcaldes ordinarios no podían invo-
lucrarse en el comercio, directa o indirectamente, sin autorización
real, asociarse con contratos municipales o tener otro puesto en
la localidad.234 En el caso de que la villa o república de españoles
se quedara sin alcaldes ordinarios, el cabildo debía reunirse de
inmediato para nombrarlos. Mientras se realizaba la nueva elec-
ción, el alférez real tomaba su lugar y, en caso de no haberlo, se
encargaría de las funciones el regidor más antiguo.235
La elección de los alcaldes ordinarios se efectuaba el día
primero de cada año, reuniéndose los capitulares en la sala de ca-
bildo para emitir la votación. La legislación señalaba las condicio-
nes que debía reunir un individuo para tener acceso a este cargo.
En primer lugar, debía ser vecino de la misma villa. Debía tener
“casa poblada” en la localidad como lo establecía, para el caso
de las justicias, la legislación castellana. Igualmente, se requería
que fueran individuos honrados que supieran leer y escribir para
el desempeño del oficio (Rec. Ind. 5, 3, 4). No se permitía elegir

232 Gutiérrez, José Antonio, Aguascalientes en el siglo xviii, pp. 52-53.


233 Ibid., p. 54.
234 Ibid., p. 56.
235 Becerra, Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia, p. 337.

192
La administración de justicia novohispana

a personas que ejercieran algún oficio vil,236 a comerciantes que


midieran y pesaran personalmente en su tienda, a deudores de la
Real Hacienda o a los oficiales reales (Rec. Ind. 5, 3, 7). Durante
mucho tiempo se mantuvo el principio, establecido en 1565, de
que los descendientes de descubridores y pacificadores debían
ser preferidos especialmente “para las primeras varas que llaman
de primer voto”, que se aludía todavía a fines del siglo xvii (Rec.
Ind. 5, 3, 5).237
La sesión para la elección de los alcaldes ordinarios era una
de las más importantes del año. Comenzaba con la asistencia de
todos los capitulares a la misa del Espíritu Santo. Concluida la
misa, pasaban a la sala del ayuntamiento para ocupar sus lugares
por orden de antigüedad. El alcalde mayor presidía la sesión o,
en su ausencia, el alcalde ordinario de primer voto, seguido del
alférez real y el regidor más antiguo. El protocolo señalaba que
todo el proceso debía realizarse pacíficamente. El orden para pre-
sentar candidatos y emitir el voto dependía de la preeminencia
y la antigüedad de los regidores. Los votos debían emitirse por
cédulas secretas para después ser sacadas de la urna y contadas
por el escribano de cabildo, a quien correspondía también hacer
público el resultado y anotar en el acta los votos obtenidos por
cada uno para que quedara constancia de ello.238
Una vez contados los votos, el escribano debía enviar al pre-
sidente de la Audiencia la petición de confirmación de la elección.
En los libros de gobierno de ese tribunal se registraba cada año, en
la primera quincena de enero, la aprobación para los tres oficios
anuales de los cabildos neogallegos: alcalde ordinario de primer
voto, alcalde ordinario de segundo voto y procurador general.239
Los alcaldes ordinarios eran de dos clases: de primer voto,
que en un comienzo eran nombrados entre los encomenderos y
236 Se consideraban oficios “viles” o mecánicos: verdugo, pregonero, corchete, lacayo, co-
chero, mozo de mulas, alquilador de coches, mulas y caballos, carniceros, cortador de
carne, grifero, vendedor de mondongo y caza, pescadero, frutero, dueño de tienda de ver-
dura o fruta seca, buñolero, pastelero, tabernero, mesonero, bodeguero, curtidor de tinta,
zapatero de lo vacuno y de lo viejo, comediante, danzante, así como cualquier otro oficio
que estuviera prohibido para “el ingreso en las sagradas religiones”. Rebollo Espinosa,
María José, “Desprestigio social y oficios viles en la España del siglo xviii: ascendencia
socio-profesional del alumnado del Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla”, en
Cuestiones Pedagógicas, No. 4-5, 1988, p. 215.
237 Becerra, Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia, p. 338.
238 Ibid., p. 339.
239 Ibid., p. 340.

193
La justicia criminal local novohispana

administraban justicia a los vecinos; y de segundo voto: designados


entre los moradores o domiciliarios, mismos que administraban
justicia a los moradores. La distinción entre unos y otros se ate-
nuó desde que el concepto de vecino se amplió a todo el que tu-
viera casa poblada en la villa o ciudad. No hubo una distribución
de las causas por la especialización de uno u otro alcalde, ambos
podían conocer de los asuntos criminales o civiles.240
Los cabildos municipales se convirtieron en espacios es-
tratégicos para el desarrollo de las identidades regionales y la de-
fensa de los intereses de la población frente a las políticas de la
Corona, razón por la cual pasaron a ser control de un estrecho
núcleo de familias ricas e influyentes: “una oligarquía en donde los
intereses privados de los regidores no siempre coincidían con los in-
tereses generales de la comunidad a que representaban”. Y como
habían pasado éstos a ser espacios donde los criollos tenían cabida
y podían distinguirse de sus compatriotas, estos oficios adquirieron
gran demanda.
Los regidores, escribe Haring, eran considerados como los
rangos más altos de la aristocracia sin títulos y los líderes natu-
rales de la opinión pública dentro de la comunidad. En esa me-
dida los cabildos siguieron representando los intereses locales y
eran, en alguna medida, susceptibles a responder al sentimiento
local.241 Así, en relación con lo anterior, Beatriz Rojas menciona:

En noviembre de 1682 hubo una movilización de los principales ha-


bitantes de la alcaldía para rechazar un ordenamiento de la Audiencia
por el cual se pretendía quitar a los vecinos el derecho a ser tenientes
de alcalde mayor. La reacción fue inmediata y el número de personas
que firmaron la representación señala la amplitud de malestar ante
el peligro de perder una posición tan importante. La situación era
delicada porque se podía sentar un precedente que hiciera perder a
los vecinos este cargo que les permitía participar en el gobierno de la
alcaldía. Comprendieron que también su representación en el cabil-
do estaba en peligro y al mismo tiempo que formularon su reclamo,
cuatro candidatos presentaros sus posturas para ocupar los cuatro
regimientos de la villa que se encontraban vacantes.242

240 Márquez Algara, Administración de justicia local, p. 76.


241 Gutiérrez, Aguascalientes en el siglo xviii, pp. 57-58.
242 Rojas, Beatriz, Las instituciones de gobierno y la elite local: Aguascalientes del siglo xvii hasta la
Independencia, México, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998, p. 236.

194
La administración de justicia novohispana

El procurador general de villas y ciudades era electo cada


año por los capitulares. Aunque las ordenanzas de la Ciudad de
México, Puebla y Guadalajara establecían que esta elección debía
efectuarse el día dos de enero, en la práctica tenía lugar el mismo
día de la elección de los alcaldes ordinarios. Los procuradores
de los cabildos novohispanos gozaron de un amplio espacio de
autoridad proporcionado por sus responsabilidades de carácter
económico y protocolario. A ellos correspondía velar por el pa-
trimonio de la república, tanto material como en honores y pri-
vilegios. En el primer renglón tenían a su cargo la gestión de las
finanzas municipales, lo que incluía la administración y el arren-
damiento de las tierras de la villa y de los ingresos del pósito y los
abastos. En el segundo, debían vigilar que se guardaran el lugar y
los privilegios concedidos a la república y a sus oficiales. Esto últi-
mo incluía cuidar el cumplimiento de las ordenanzas y que los regi-
dores y alcaldes ocuparan siempre un lugar destacado en las funcio-
nes públicas, guardándoseles los honores que les correspondían.243
Las ordenanzas de varias ciudades recomendaban elegir le-
trados para este oficio, pues eran ellos quienes debían sustentar
las querellas y fundar los derechos de la comunidad en los pleitos
y los litigios. En poblaciones pequeñas siempre fue difícil encon-
trar vecinos que cumplieran este requisito.244
De la Torre Rangel señala sobre el procurador:

La Carta Puebla para Aguascalientes habla también, como un


funcionario para esa villa de: ‘un síndico procurador del Con-
cejo’. La Recopilación de Indias de 1680, dice: ‘las ciudades, vi-
llas y poblaciones de las Indias pueden nombrar procuradores
que asistan a sus negocios y los defiendan en nuestro Consejo,
Audiencias y tribunales para conseguir su derecho y justicia y
las demás pretensiones que por bien tuviesen.’ En otras pala-
bras, el procurador era el representante legal y defensor de los
intereses de la ciudad o villa. El procurador, además debía estar
presente cuando hubiese reparto de tierras en la ciudad o villa.
La elección del procurador se había de hacer por votación ex-
clusiva de los regidores, y no en cabildo abierto.245

243 Becerra, Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia, p. 348.


244 Ibid., p. 349.
245 De la Torre, Aguascalientes en el siglo xvii, p. 33.

195
La justicia criminal local novohispana

La extrema necesidad de la Real Hacienda provocó que Fe-


lipe II ordenara la enajenación por una vida de los regimientos y
alferazgos mayores de las villas y ciudades de Nueva España. Así,
el cargo de alguacil mayor de las villas de Lagos y Aguascalientes,
con el pueblo de Teocaltiche, se había rematado en 2,200 pesos
en 1611, y en 1626 en 1,600 pesos.246
Varios estudios sobre cabildos novohispanos muestran
que el valor de los oficios de cabildo descendió notablemente
durante el siglo xvii. En la capital del virreinato, el monto en que
se remataba una regiduría pasó de 11,000 pesos en 1608 a 4,000
y 5,000 pesos a partir de 1635. Algo similar ocurrió con el título
de alguacil mayor, que era el que confería mayores beneficios y
privilegios en esa ciudad, por lo que alcanzó los 127,000 pesos en
1605, pero desde mediados de ese siglo quedó vacante durante
más de veinte años por no haber postores que ofrecieran siquiera
la cuarta parte de esa cantidad. En sentido contrario, Aguasca-
lientes resultaba la excepción, pues allí se mantuvieron y hasta
aumentaron los precios del oficio de alférez mayor. En 1685,
Ventura de Arce y Castilla, beneficiario de cuantiosas mercedes y
casado con una Rincón Gallardo, se convirtió en alférez real por
1,050 pesos. En lugar de disminuir su valor, para 1764 este mis-
mo título alcanzaría los 1,300 pesos, y en 1798 llegó a los 1,350
pesos. Por su parte, en 1684 la vara de alguacil mayor se remató
en 300 pesos y en 1762 subió a 1000.247
El alguacil mayor del cabildo tenía a su cargo la ejecución
de las sentencias y órdenes de aprehensión de los jueces de la villa,
y era responsable de la cárcel local. A él correspondía nombrar y
pagar a los alcaides requeridos y, en su carácter de responsable del
orden público, vigilar la paz en calles y plazas y el cumplimiento de
las disposiciones para expendios de bebidas, juegos y apuestas. Para
cumplir sus funciones gozaba de amplias facultades y prebendas que
le permitían obtener diversos ingresos para beneficio del titular.248
Los vecinos de la frontera chichimeca comprendieron des-
de el primer momento las oportunidades que se abrían median-
te la compra de oficios de cabildo de las villas recién fundadas.
Zacatecas, Aguascalientes y Lagos se convirtieron en opciones
para los terratenientes de la región. Uno de los cargos de mayor
246 Becerra, Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia, p. 357.
247 Ibid., p. 359.
248 Ibid., p. 371.

196
La administración de justicia novohispana

interés para los terratenientes fue el de alguacil mayor por la au-


toridad que confería a sus atribuciones. La mejor prueba de ello
es que en los primeros años del siglo xvii despertó el interés de
personajes que estaban en proceso de conformar los grandes
latifundios de la región. Después de haber competido con Pe-
dro Mateos por el título de alférez real, Diego Ortiz Saavedra
siguió buscando ingresar al gobierno municipal y en 1610, en
lugar de uno, consiguió tres oficios de alguacil mayor, lo que le
daba derecho a voto en los cabildos de dos villas, así como a
llevar acompañamiento de dos esclavos negros. Ortiz Saavedra
ingresó a las cajas reales 2,200 pesos de oro común por las varas
de Lagos, Aguascalientes y del corregimiento de Teocaltiche. A
su vez, el heredero del latifundio iniciado por Pedro Mateos, el
capitán Agustín Rincón de Ortega, superó las posturas al título
de alguacil mayor en el remate celebrado el 7 de junio de 1641
y se convirtió en autoridad con derecho a portar armas y aplicar
castigos, así como a nombrar tenientes que lo asistieran en sus la-
bores de vigilancia en una extensa región en la cual se localizaban
la mayor parte de sus propiedades.249
El alguacil mayor tenía derecho a entrar al cabildo con sus
armas así como la obligación de hacer la ronda de noche por calles
y lugares públicos, aprehendiendo a los delincuentes únicamente
in fraganti, presentándolos de inmediato a sus jueces. De otra ma-
nera, sólo podía proceder a la aprehensión por orden de autoridad
competente.250
Otro de los oficios vendibles y auxiliares de la administra-
ción de justicia local era el escribano, cuyo atributo principal era dar
credibilidad plena a los hechos y testimonios que asentaba en sus
instrumentos públicos, fueran actos jurídicos o actuaciones judicia-
les. Esto significa que poseía lo que en derecho se llama fe pública
notarial. Era depositario y guardián de la verdad legal. El escribano
era el portador del conocimiento técnico de cómo aplicar la jus-
ticia. Aunque no era necesariamente un hombre de leyes, era un
profesional que había aprendido a usar el estilo jurídico oficial vía
la experiencia adquirida en la oficina de otro escribano, pues ahí
aprendía el arte de la redacción de documentos jurídicos.251
249 Ibid., p. 374.
250 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 344.
251 Jiménez Gómez, Juan Ricardo, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro a finales del siglo
xvi, México, Universidad Autónoma de Querétaro, Miguel Ángel Porrúa, 2012, p. 52.

197
La justicia criminal local novohispana

Papel importante en los cabildos desempeñaba el escri-


bano, pues todas las actas, los acuerdos y discusiones habían
de asentarse precisamente en un libro por él autorizado y por
él también suscritas y legalizadas cada una de esas actas. En ellas
se había de asentar íntegro el tenor de las cédulas y provisiones
reales, y las cartas de los virreyes, ministros y oficiales dirigidas a
los mismos cabildos. Además, se guardaban los originales y se
transcribían en un libro especial todas las cédulas, provisiones,
ordenanzas e instrucciones particulares o generales encamina-
das al buen gobierno, al buen tratamiento y conservación de los
naturales y al cobro de la real hacienda. También era función de
los escribanos de cabildo, en los lugares en que hubiere depo-
sitario general, recibir los depósitos que por autoridad judicial
o por alguna otra manera se mandara hacer, y llevar un libro
donde se asentaran todos los depósitos que se hicieren con
aquel funcionario que estaba obligado a dar aviso de su recibo
al escribano.252
Había escribanos de cámara, de gobernación, de cabildo,
de minas, de número, públicos y reales, y notarios eclesiásticos,
con diversas funciones cada uno. Todos deberían ser examina-
dos para probar su suficiencia por la audiencia respectiva o, en
los lugares muy distantes, por personas que ella delegara al efec-
to. Necesitaban presentar su título ante la justicia y regimiento
del lugar donde fueran a ejercer su oficio. Tenían que recibir
todos los papeles de su oficio por inventario y por él hacer la
entrega de los mismos, pasando todos los libros y papeles a su
sucesor de oficio y no a sus herederos.253
Como instrumento de apoyo para la realización de sus acti-
vidades, los escribanos de la época contaron con algunos manua-
les de rudimentos o formularios que aseguraban que el escribano
guiaría correctamente al alcalde u otro magistrado en cada paso
de la causa criminal o pleito civil.254 En el caso de Aguascalientes,
el escribano de cabildo estuvo casi siempre asimilado al de escri-
bano público.255
Por lo que hace a la jurisdicción indígena, la Alcaldía Ma-
yor de Aguascalientes tuvo cuatro pueblos de indios: San Marcos,
252 Esquivel, Apuntes para la historia del derecho en México, p. 339.
253 Ibid., p. 340.
254 Márquez Algara, Administración de justicia local, p. 80.
255 Rojas, Beatriz, Las instituciones de gobierno, p. 247.

198
La administración de justicia novohispana

San José de Gracia, Jesús María y San José de la Isla, todos ellos
tuvieron su organización y autoridades propias. La organización
de los pueblos de indios fue encabezada por un cacique llamado
gobernador o juez gobernador quien con la ayuda de los conse-
jeros municipales –entre uno y dos alcaldes, y entre dos y cuatro
regidores– y los oficiales menores –todos ellos electos por un año
y dotados de los derechos y obligaciones indispensables– cum-
plían las funciones de autoridad.256
Así, en la vida y mantenimiento del orden en los pueblos
de indios de la alcaldía mayor, los cargos y oficios de los cabil-
dos indígenas eran múltiples. A los alcaldes indígenas que para el
caso de Aguascalientes representaban el liderazgo de las comunas
como caciques o gobernadores del pueblo, les correspondía reco-
ger los tributos, fiscalizar el mercado local, reglamentar el buen
uso y mantenimiento de sus edificios y vigilar el abastecimiento
de agua, entre otros. Los delitos menores y las causas civiles en-
tre los indígenas eran juzgados por el alcalde y los regidores.
Había en los cabildos escribanos que llevaban los registros y
mayordomos que administraban los bienes de la comunidad. Fre-
cuentemente éstos, junto con los alcaldes, controlaban los fondos
monetarios de la caja comunitaria (Rec. Ind. 6, 5, 14).257
Topiles o alguaciles se encargaban de la seguridad pública
(Rec. Ind. 5, 7, 9). Mandones o tequilatos fungían como recau-
dadores de tributos en auxilio del cacique o alcalde; eran los res-
ponsables del control de los barrios; administraban al vivero de
indígenas de su comunidad para que cumplieran con el servicio
personal para sus encomenderos o religiosos, o para que traba-
jaran en la construcción de catedrales, iglesias, conventos y hos-
pitales, y en la reconstrucción de villas, reparación de caminos,
construcción de puentes y explotación de las minas y haciendas
de los españoles que habían solicitado mano de obra indígena
repartida.258
En Nueva Galicia, desde el siglo xvi la Audiencia desig-
naba alcaldes mayores y corregidores con jurisdicción sobre los
pueblos de indios del distrito, tanto en materia civil como crimi-
nal. Entre otras atribuciones concedidas a estos alcaldes mayores

256 Hillerkus, Thomas, “La República en los pueblos de indios de la Nueva Galicia en el siglo
xvi”, en Saber Novohispano, año 1995, No. 2, p. 245.
257 Ibid., pp. 247-248.
258 Ibid., p. 248.

199
La justicia criminal local novohispana

como jueces de primera instancia, se encontraba la de instruir


causas criminales donde se vieran involucrados los naturales.259
Así, los alcaldes de los pueblos de indios efectuaban las pri-
meras diligencias tratándose de asuntos del orden criminal dando
parte al alcalde mayor o a sus tenientes para que continuaran con
la instrucción y procedimiento de la causa. De ahí que encontra-
mos algunos expedientes donde el alcalde del pueblo de indios
presenta ante el alcalde mayor la denuncia de un acto criminal,
como la muerte de uno de los integrantes de su comunidad, o
denuncias de los propios pobladores por presuntos hechos delic-
tuosos que ponían en riesgo la paz social de su comunidad.
En 1711, Diego Luis, regidor del pueblo de San Marcos,
denunció al capitán Gregorio Rodríguez Toral, alcalde mayor de
Aguascalientes, la muerte de Juan, un pastorcito de nueve años
que fue encontrado muerto en la acequia del pueblo de San Marcos,
y cuyo cadáver fue trasladado al hospital del pueblo, donde se
dio fe del mismo.260 En otro expediente, un grupo de habitantes
del pueblo de indios de San José de Gracia acudió en 1728 ante el
conde de Santa Rosa, don Felipe Bartolomé Bravo de Acuña,261
alcalde mayor de Aguascalientes, para denunciar el despojo que

259 Enciso Contreras, José, “El proceso penal en los pueblos de indios durante la Colonia”,
en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, vol. xviii, año 2006, p. 242.
260 Expediente 281.1.13/1711/fjp/ahea.
261 Es interesante mencionar que el conde de Santa Rosa fungió como alcalde mayor en el
año de 1728, según consta en distintas causas criminales. Sin embargo, tanto en la obra
de Beatriz Rojas, Las instituciones de gobierno y la élite local, como en la de José Antonio Gu-
tiérrez, Aguascalientes en el siglo xviii, donde ambos autores determinan las identidades
de los personajes que ocuparon la Alcaldía Mayor de Aguascalientes en dicho periodo
–basados en documentos e instrumentos jurídicos que acreditan sus personalidades y la
duración de sus encargos–, ninguno menciona que para 1728 Felipe Bartolomé Bravo de
Acuña, conde de Santa Rosa, hubiese fungido como alcalde mayor. Este hecho se acre-
dita en las causas al señalar una: “En la Villa de Aguascalientes en veinte de enero de mil
Setecientos y veinte y ocho años al Señor Don Felipe Bartolomé Bravo de Acuña Conde
de Santa Rosa y Alcalde mayor en ella y su Jurisdicción por el Rey Nuestro Señor.- Dijo
que por cuanto su Majestad que Dios guarde fue servido de nombrarle por tal Alcalde
mayor de que le mandó despachar Real título en cuya virtud aprendió la posición de dicho
oficio, en cuya atención, y porque es preciso atender esto de lo que es de la incumben-
cia de su Señoría, y concerniente a dicho oficio para las utilidades del público, y buena
administración de la Real Justicia […]”. La personalidad como alcalde mayor del conde
de Santa Rosa se puede señalar con atención a las cinco causas que conoció dentro del
periodo que comprende del mes de enero al mes de junio de 1728, y que están foliadas en
el legajo que contiene los escritos de diversa índole donde estampa su firma. Expediente:
270.27.5/1728/fjp/ahea, fojas 1 a 18. Asimismo, en las causas civiles aparece como
alcalde mayor todavía el 18 de septiembre. Expediente: 8.9.7/1728/fjc/ahea.

200
La administración de justicia novohispana

querían hacerles de su ranchito el alcalde del pueblo, Santiago de


la Cruz, y el regidor, Francisco Trinidad.262
Así, la jurisdicción indígena estuvo ligada siempre a la jus-
ticia del alcalde mayor en el distrito, sin que los pueblos de indios
del territorio tuvieran el desarrollo y sofisticación de las comu-
nidades del centro del país, ya que, como han señalado diversos
estudiosos de la vida colonial en Aguascalientes, los pueblos de
indios fueron fundados con la congregación de naturales que
emigraron de asentamientos ubicados en Teocaltiche, Nochistlán,
Jalpa, Apozol, Mitic, San Gaspar Jalostotitlán, Juchipila, mexica-
nos traídos desde Querétaro o Chapala, Zacoalco y Colima.263
Ello sin duda generó una estructura claramente diferenciada de
las repúblicas de indios fundadas en el Estado de México, Tlax-
cala, Hidalgo y el resto del territorio mesoamericano donde los
pueblos tenían una organización que nunca existió en el sep-
tentrión novohispano. De allí que la figura del cacique mexica
no tuvo una correlación con el alcalde de nuestros pueblos de
indios; sin embargo, las leyes dirigidas a los asentamientos indí-
genas sí fueron el marco jurídico que permitió a los pueblos del
distrito gozar de derechos y atender obligaciones en su relación
con la Corona.

262 Ibid., foja 2 frente y vuelta.


263 Gómez Serrano, Jesús, “El pueblo de San Marcos y la Villa de Aguascalientes, 1622-
1834”, Los indios y las ciudades de Nueva España, México, Instituto de Investigaciones His-
tóricas, unam, 2010, p. 143.

201
CAPÍTULO III
EL DERECHO
CRIMINAL INDIANO

[…] se procederá a ejecutar en sus personas la sentencia de Tormentos


por su merced dada, y pronunciada […] y que si en ellos se le saltare algún ojo,
quebrare hueso, o pierna, tuviere efusión de sangre, mutilación de miembro,
o, perdiere la vida será de su cuenta y riesgo, y no de la real justicia
que sólo pretende saber y averiguar la verdad, y entendidos de todo […].
Libro de los principales rudimentos, Charles R. Cutter1

El derecho indiano

L a incorporación jurídica de las Indias a la Corona de Cas-


tilla no sólo significó que las nuevas tierras y sus habi-
tantes pasarían a formar parte de la monarquía española,
sino que además implicó el enfrentamiento de nuevos problemas
jurídicos que fueron solucionados mediante el uso del derecho
común europeo, heredero de la escuela de los glosadores y pos-
glosadores, así como del auxilio del derecho natural a través de
la escuela española neotomista de Salamanca y Alcalá. Esta tra-
dición jurídica europea del derecho común y de la neoescolástica
1 Cutter, Charles R., Libro de los principales rudimentos tocante a todos los juicios, crimi-
nal, civil y ejecutivo, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam, 1994, p. 47.
La justicia criminal local novohispana

española estuvo presente en el proceso de formación del derecho


indiano.2
En la América Hispana se produjo, entonces, una recep-
ción de corrientes jurídicas europeas desde el mismo instante del
Descubrimiento, pero ésta no sólo se limitó al derecho común y
a la escuela española del derecho natural, sino que, a lo largo del
tiempo, se recibió igualmente el influjo del humanismo jurídico,
del iusracionalismo y de la literatura jurídica del siglo xviii mar-
cada por la crítica al derecho vigente, por el auge de los derechos
patrios o nacionales y por obras de carácter práctico que abona-
ron el terreno para las codificaciones posteriores.3

La recepción y enseñanza del derecho


en Nueva España

La recepción de la tradición jurídica romanista y humanista se


verificó por tres grandes vías: una oficial o real, otra académica o
científica y otra práctica. Por vía oficial el derecho común romano-
canónico se recibió, en cuanto contenido, principalmente a través
de las Siete Partidas que, a diferencia de Castilla, se aplicaron en
Nueva España como derecho supletorio debido a la escasez o
inexistencia de un derecho municipal y foral como el que existía
en Europa.4
La recepción del derecho común en Castilla puede estu-
diarse en tres etapas que atienden a la relación existente entre el
derecho común y los derechos propios (real y foral). La primera
etapa es la que aparece al inicio del siglo xiii y concluye a media-
dos del siglo xiv, donde el derecho común estuvo desligado de
los derechos propios, principalmente porque era el único derecho
estudiado en las universidades, denominándose a este periodo
como el del derecho común absoluto.5
La segunda etapa es la denominada del derecho común subsi-
diario que inicia a mediados del siglo xiv con el Ordenamiento de
Alcalá de 1348 y concluye con la expedición de las Leyes del Toro
en 1505, donde la vigencia del derecho común se situó en un ni-

2 Barrientos Grandón, Javier, La cultura jurídica en la Nueva España, México, Instituto de


Investigaciones Jurídicas, unam, 1993, p. 11.
3 Id.
4 Ibid., p. 12.
5 Ibid., p. 13.

204
El derecho criminal indiano

vel de subsidiariedad respecto al derecho real y foral, es decir, se


aplicó cuando faltaba el derecho propio.6
Por último, desde el dictado de las Leyes del Toro en 1505
y hasta las codificaciones del siglo xix, los derechos propios lo-
graron sobreponerse al derecho común y la vigencia de éste que-
daría circunscrita a la consideración de los jurisconsultos y, por
tanto, quedaba sometido al derecho propio. Así, esta etapa se co-
noció como la del derecho común subordinado.7
De esta manera, el derecho castellano aplicado en Nueva
España puede desglosarse en los siguientes ordenamientos:

1. El Fuero Real, formado entre 1252 y 1255; un derecho im-


puesto por Alfonso el Sabio a varias localidades en sustitu-
ción de sus fueros locales, hasta que el oscurecimiento del
firmamento político y militar lo obligó a ceder ante la presión
de los concejos de las villas para que abandonara su política de
unificación legislativa y permitiera un regreso a los anteriores
sistemas jurídicos locales, los “forales”. Sin embargo, los jue-
ces de Corte siguieron aplicando el fuero real a casos de su
competencia.
2. Las Siete Partidas fue una obra
romanista –reflejo de la escuela
de los posglosadores en el am-
biente de la corte castellana–
redactada a mediados del siglo
xiii y cuyo texto finalmente fue
aplicado al comienzo del siglo
xiv. Probablemente, al princi-
pio no fue una obra de derecho
positivo, pero en el Ordena-
miento de Alcalá de 1348, las
Siete Partidas obtuvieron el rango de derecho supletorio,
después del derecho real y de los fueros locales. Este dere-
cho fue el más frecuentemente citado en los expedientes no-
vohispanos. En las bibliotecas coloniales se encuentra con
relativa abundancia junto con el comentario de Gregorio
López (1496-1560).

6 Id.
7 Id.

205
La justicia criminal local novohispana

3. El Ordenamiento de Alcalá de 1348, en el cual se encuentra el or-


den de prelación de los diversos textos de derecho castellano.
4. La Recopilación de Díaz Montalvo de 1484, una colección sis-
tematizada del derecho monárquico castellano que solía en-
contrarse en las bibliotecas y librerías novohispanas.
5. Las 83 Leyes de Toro de 1505, que pueden considerarse como
enmiendas a la Recopilación de 1484 con, además, una re-
confirmación de la prelación formulada por el Ordenamien-
to de Alcalá. Comentarios a esta legislación se encuentran
con cierta frecuencia en las bibliotecas novohispanas, de ma-
nera que su incidental reflejo en la práctica forense colonial
es muy probable.
6. La Nueva Recopilación de 1567. Este texto, conocido en varias
ediciones en parte actualizadas y que fue acompañado por
diversos comentarios, estuvo muy presente en las bibliotecas
novohispanas. La práctica jurídica de esta fase, cuando tuvo
que recurrir al derecho castellano, se refería sobre todo a las
Siete Partidas y a esta Nueva Recopilación.
7. La Ordenanza del Consulado de Bilbao, de aplicación generali-
zada en el mundo hispano desde 1737, fue muy conocida y
usada en materia mercantil novohispana en que entre 1603
y 1737 las Ordenanzas del Consulado de México habían
sido aplicables.
8. La Novísima Recopilación de 1805, bien conocida y usada en
Nueva España, aunque le faltaba “el pase”.8
9. La liberal Legislación Gaditana (de 1810 a 1814 y, a partir de
1820), conocida y aplicada en Nueva España salvo durante el
intervalo de 1814 a 1820.
10. La Constitución de Cádiz (1812) aplicada a la Nueva España,
aunque con ciertas prudentes moderaciones, durante su pri-
mera vigencia de 1812 a 1814.9

8 El pase era el permiso que daba algún tribunal o superior para que se usara un privilegio,
licencia, gracia o concesión. En este caso, el pase lo debía otorgar el Consejo de Indias para
su plena vigencia en Nueva España. Si bien nunca se dio el pase, diversos juristas mexicanos
del siglo xix, entre ellos Juan Nepomuceno Rodríguez de San Miguel, consideraban ple-
namente válida la Novísima Recopilación invocada frecuentemente por la judicatura mexicana
decimonónica.
9 Floris Margadant, Guillermo, Introducción al derecho indiano y novohispano. Primera parte, Mé-
xico, El Colegio de México, 2000, pp. 22-23.

206
El derecho criminal indiano

En suma, en las Indias el gran texto difusor del derecho


castellano medieval desarrollado a partir del derecho romano fue
el de Las Siete Partidas, aplicables por decisión real y que, como tal,
subsistieron a la desintegración de la monarquía hispano-indiana
en el siglo xix, constituyéndose en el nexo vinculante entre la tradi-
ción jurídica romana del medioevo y los derechos patrios o nacio-
nales codificados en Hispanoamérica durante el siglo xix.
Por la vía académica, fueron las universidades establecidas
en las Indias, según los moldes del viejo mundo, las que contribu-
yeron a través de la enseñanza del derecho a recibir y difundir las
diversas corrientes jurídicas, así como sus métodos entre quienes
siguieron la carrera de derecho. De allí que también esta recep-
ción científica se manifestó en la literatura jurídica indiana que,
obra de autores salidos de las aulas universitarias, no podía más
que ser fiel reflejo de la enseñanza recibida.10
En Nueva España, el 21 de septiembre de 1551 en la ciu-
dad de Toro el príncipe don Felipe, más tarde Felipe II, ordenó
el establecimiento de la universidad en México al expedir una
cédula que al efecto señalaba:

Por quanto así por parte de la Ciudad de Tenuxtitlán, México, de


la Nueva España; como de los prelados y religiosos della, y
de don Antonio de Mendoza, nuestro Visorrey que ha sido de
la dicha Nueva España, ha sido suplicado fuésemos servidos
de tener por bien que en la dicha Ciudad de México se fundase
un Estudio e Universidad de todas ciencias, donde los natu-
rales y los hijos de españoles fueren industriados en las cosas
de Nuestra Santa Fe Católica y en las demás facultades, y las
concediésemos, los privilegios, y franquezas y libertades que
así tiene el Estudio e Universidad de la ciudad de Salamanca,
con las limitaciones que fuésemos servidos. E Nos acatando el
beneficio que dello se seguirá a toda aquella tierra, habemos-
lo habido por bien y habemos ordenado que de nuestra Real
Hacienda en cada un año para la fundación de dicho oficio, y
Estudio e Universidad mil pesos de oro en cierta forma. Por
ende en la Ciudad de México pueda haber y haya el dicho
Estudio e Universidad, la cual tenga e goce de todos los privi-
legios, y franquezas, y libertades y exenciones que tiene e goza

10 Barrientos, La cultura jurídica en la Nueva España, p. 12.

207
La justicia criminal local novohispana

el Estudio e Universidad de la dicha ciudad de Salamanca, con


tanto que en lo que toca a la jurisdicción se quede y esté como
agora está e que la Universidad del dicho estudio no ejecute
jurisdicción alguna, e con que los que de allí se graduaren no
gocen de la libertad que el Estudio de la dicha ciudad de Sa-
lamanca tiene de no pechar los allí graduados; e mandamos a
nuestro Presidente e Oidores de la nuestra Audiencia Real de
la dicha Nueva España, y otras cualesquier nuestras Justicias
della, y de otras islas y provincias de las nuestras Indias, que
guarden y cumplan esta nuestra carta y lo en ella contenido, y
contra el tenor y forma della no pasen, ni vayan, ni consientan
ir ni pasar en tiempo alguno, ni por manera alguna.11

Se procedió entonces, en cumplimiento al mandato del rey,


a la fundación y erección, el 25 de enero de 1553, de la Real y
Pontificia Universidad de México. El 12 de julio del mismo año
fueron fundadas las cátedras Prima de Leyes y la de Retórica, en-
comendándose la primera al licenciado don Bartolomé de Frías y
Albornoz, y la segunda al célebre licenciado don Francisco Cer-
vantes de Salazar. La de Propiedad de Leyes fue fundada el 12 de
diciembre siguiente y fue designado catedrático el licenciado don
Damián Sedeño.12
En el año de 1628, por voluntad testamentaria del obispo
de Michoacán, el mercedario fray Francisco Alonso Enríquez de
Toledo y Armendáriz ordenó la fundación del Colegio de Comen-
dadores Juristas de San Ramón Nonato ya que consideraba que el
motivo que tuvo para esta santa obra fue el haberse visto en los
obispados que ejerció sin un sujeto jurista que fuera su provisor.
Así, el colegio fue abierto solemnemente el 27 de marzo de 1654.13
El 18 de noviembre de 1791 por Cédula Real expedida en
San Lorenzo, Carlos IV autorizó la fundación de la Universidad
de Guadalajara en la cual habrían de impartirse las cátedras de
Cánones, Leyes, Medicina y Cirugía; a ellas se sumarían las de Teo-
logía y Sagradas Escrituras que serían trasladadas del seminario a
la Universidad.14

11 Rubio, El virreinato IV, pp. 239-240.


12 Ibid., p. 242.
13 Ibid., pp. 304-305.
14 Acosta, Fabián, “Fray Antonio Alcalde y la Universidad”, en Artículo Siete, consultado en:
http://articulosiete.com/content/fray-antonio-alcalde-y-la-universidad.

208
El derecho criminal indiano

La precitada real cédula prescribía, en orden a las cátedras


de la naciente corporación lo siguiente:

Que se crean desde luego cuatro cátedras, una de Cánones,


otra de Leyes, otra de Medicina y otra de Cirugía con la
dotación anual de cuatrocientos pesos cada una de las pri-
meras, y trecientos pesos las segundas. Que ofreciendo los
fondos y arbitrios oportunidad, se establezca una Cátedra de
Instituta y otra de Vísperas de Cánones, una de Disciplina
Eclesiástica, otra de Locis Theologicis y otra de Filosofía,
con las dotaciones competentes […].15

Se abrió la universidad el 3 de noviembre de 1792 bajo el


rectorado del doctor José María Gómez y Villaseñor. El presiden-
te de la Real Audiencia de Guadalajara, Jacobo Ugarte y Loyola,
designó catedrático de Prima de Sagrados Cánones al licenciado
José María Bucheli; a su vez, nombró para la de Prima de Leyes,
al doctor Juan María Velázquez.16
Mientras la universidad preparaba sus constituciones, se
rigió por las de la Universidad de Salamanca. El 23 de junio de
1799 se dio término a ellas y, presentadas al Consejo de Indias,
fueron aprobadas el 2 de enero de 1806 con algunas enmiendas,
aunque sólo alcanzaron sanción definitiva tras los sucesos de la
guerra por real cédula fechada en Aranjuez el 20 de diciembre de
1815, para finalmente llegar a Guadalajara en el mes de agosto
de 1817. La constitución cincuenta y nueve, comprendida den-
tro del título noveno “De las cátedras y lecturas”, se refería a las
materias que debían leer los catedráticos de Cánones y Leyes:

Ordenamos, que mientras la Universidad no tenga fondos


para dotar otras Cátedras de Derecho que las dos estableci-
das en erección, a saber, una de Canónico y otra de Civil, en
ambas debe darse efectiva enseñanza de uno y otro, a efecto
de que lo tengan las Reales órdenes que disponen que nin-
guna Universidad pueda conferir grados en aquellas faculta-
des de que no tengan por lo menos dos Cátedras, a cuyo fin,
guardándose el método que con tan visibles ventajas y apro-

15 Barrientos, La cultura jurídica en la Nueva España, p. 134.


16 Id.

209
La justicia criminal local novohispana

vechamiento de los discípulos se ha observado, alternarán


los Catedráticos las lecturas con academias o conferencias;
de modo que el día que es de explicación de una Cátedra
se dé conferencia en la otra, repasando o repitiendo en la de
Cánones la academia que se tuvo en la de Leyes, y en ésta la
que se ventiló en aquella, siguiendo cada Catedrático la lec-
ción o explicación respectiva a su facultad; de suerte que en
los cuatro años forme el de Cánones un Curso de Derecho
Eclesiástico, y el de Leyes otro de las Instituciones, sirvién-
dose aquel del Valensis o de las Instituciones canónicas de
Devoti, o de Maschard, o de las de Selvagio, o de Gravina;
y éste de los comentarios de Vinnio con las anotaciones de
Heineccio y el presbítero Salas, o de Antonio Pérez; advir-
tiendo ambos Catedráticos a sus discípulos en viva voz lo
que dispone el Derecho Real de Castilla y Municipal de In-
dias, y las Reales Cédulas sobre la materia que les explicarán,
en los que debiendo hallarse singularmente versado el de
Leyes por su profesión, siendo por otra parte obligado por
el juramento a la defensa de la Universidad […].17

La recomendación de autores que efectuaba esta constitu-


ción estaba muy conforme con las que se habían hecho durante
el siglo xviii tanto para las universidades europeas como para las
indianas, de modo tal que se privilegiaba a autores humanistas o
iusracionalistas.
De esta manera, encontramos que la universidad fue la difu-
sora de las corrientes jurídicas que influyeron en el derecho india-
no y la práctica jurídica novohispana, así como en la transmisión
de la tradición legal europea. Fueron recintos de conocimiento
erigidos a la imagen y semejanza de la universidad salmantina, de
tal suerte que comenzó a formarse un grupo de letrados más o
menos instruidos en las diversas tendencias doctrinarias.
Por vía práctica, el derecho y su procedimiento dependieron
y fueron un resultado de la vía científica. La praxis judicial in-
diana quedó en manos de letrados formados en ciertos cánones,
adoctrinados por autores recurridos en la enseñanza del derecho
en las universidades novohispanas. De la revisión de los procesos
judiciales en este proyecto narrados, se infiere y corrobora hasta

17 Ibid., p. 135.

210
El derecho criminal indiano

qué punto el derecho romano, el canónico y el real, así como la


doctrina de los autores influyeron en la práctica jurídica colonial.18
También es preciso señalar que, en la muy diversa y com-
plicada geografía novohispana, no todas las autoridades tenían
los conocimientos del derecho impartido en las cátedras univer-
sitarias. De hecho, en la inmensa mayoría de las funciones juris-
diccionales, alcaldes ordinarios, mayores o corregidores no eran
juristas; siempre en su función judicial requirieron del auxilio
de asesores letrados conocedores de las leyes. De modo que en
nuestro trabajo encontramos que los alcaldes mayores de la juris-
dicción de Aguascalientes fueron mayormente de capa y espada,
es decir, eran militares. De ahí que para efectuar sus actividades
judiciales, los funcionarios de las alcaldías mayores recurrieran
principalmente al auxilio de libros de rudimentos, que eran for-
mularios que les permitían dar seguimiento a los procedimientos
que debían resolver, donde se consignaba la forma en que se de-
bía actuar en un proceso.

La formación del derecho indiano

El derecho indiano novohispano se constituyó con las normas crea-


das especialmente para las Indias (derecho propiamente indiano),
con el derecho castellano utilizado supletoriamente a falta de dis-
posiciones especiales (siendo los ordenamientos recurridos prin-
cipalmente el de Las Siete Partidas y La Recopilación de Castilla que,
como ya lo señalamos, recogen los estudios de los glosadores
que introducen en México el ius commune) y el derecho indígena
propio de los aborígenes. Si bien la mayor parte de las normas
estaban contenidas en leyes, sería erróneo pensar que todo el dere-
cho indiano fue creación de la legislación. Así, las conductas eran
también reguladas por las costumbres, el reiterado estilo de fallar
de las audiencias con auxilio de la jurisprudencia y los estudios
doctrinales.19
El derecho indiano sólo procedía de la soberanía del rey y por
ello debe ser visto como un solo conjunto de normas, pero por las
grandes distancias y las peculiaridades de cada lugar fueron creán-
dose subconjuntos de normas con especificidades propias.20 De tal
18 Ibid., p. 229.
19 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 11.
20 González, María del Refugio, “Estudio introductorio”, p. XXV.

211
La justicia criminal local novohispana

suerte que, por ejemplo, hubo normas específicas para el territo-


rio de la Audiencia de México y otras para el de la Audiencia de
la Nueva Galicia.
Los ámbitos de validez del derecho novohispano fueron: el
territorial, que comprendía la geografía del virreinato que fue va-
riando a lo largo de la época colonial y que apenas después de la
Conquista contó con un registro especial en el Consejo de Indias;
el personal, dirigido a los habitantes del virreinato; el temporal, que
abarcó el periodo que va de 1535 a 1821, y el material, que estaría
dado por el contenido de las normas.
El derecho castellano operó como un derecho común que
se complementaba con el derecho especial o municipal, es decir, el
que se dictaba específicamente para las Indias, en general, o para
Nueva España y sus jurisdicciones subordinadas, en lo particular.21
El derecho indiano fue esencialmente casuístico por lo difí-
cil que resultaba solucionar con las mismas normas problemas que
eran distintos. La Corona percibió con claridad las diferencias entre
unas regiones y otras y obró en consecuencia. De esta manera, en
cada una de ellas se fue conformando un orden jurídico con espe-
cificidades propias que dependían de las características geográficas,
demográficas, culturales, políticas y económicas locales.22
El casuismo como técnica para legislar era un sistema am-
pliamente utilizado desde el medioevo castellano y tenía en su
haber procurar una solución justa para cada situación concreta.
Incluso, después de dictada una disposición, si al confrontarla con
la realidad se detectaban ciertos vicios, podía ser suspendida en
su aplicación, suplicándose al rey su modificación o derogación.
De ahí que este sistema se adaptó eficientemente a la pluralidad
de las realidades presentadas en el extenso territorio americano.23
En el caso novohispano –al igual que en el resto de las In-
dias– tocaba a las autoridades locales adaptar las reglas generales a
los casos particulares de la población y el medio en general de cada
zona. Estas autoridades (virreyes, gobernadores, presidentes-go-
bernadores y reales acuerdos de las Audiencias) tenían facultades
delegadas por el rey para dictar las disposiciones que comple-
mentaban la regla general.24
21 Ibid., p. XXVI.
22 Id.
23 Dougnac, Manual de historia del derecho indiano, p. 12.
24 González, María del Refugio, “Estudio introductorio”, p. XXVII.

212
El derecho criminal indiano

El derecho indiano presentó algunas características gene-


rales que consideramos oportunas señalar y que se resumen en
los siguientes apartados:

1. El derecho indiano, propiamente como tal o municipal, es


esencialmente evangelizador. Siendo los reyes españoles pro-
fundamente católicos, su visión del mundo es espiritual.
2. Es un derecho protector del indígena. Para los reyes, los abo-
rígenes americanos eran tan súbditos como los europeos
peninsulares. Los muchos abusos que con los naturales ame-
ricanos se cometieron movieron a los monarcas a velar por
su conservación y prosperidad como lo mencionó Isabel de
Trastámara en su testamento:

[…] nuestra principal intención fue al tiempo que lo su-


plicamos al papa Alejandro sexto, de buena memoria, que
nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir y traer los
pueblos de ellas y convertirlos a nuestra santa fe católica y
enviar a las dichas islas y Tierrafirme prelados y religiosos,
clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para
instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica y
doctrinarlos y enseñar buenas costumbres y poner en ello
la diligencia debida según más largamente en la dicha con-
cesión se contiene. Suplico al rey mi señor muy afectuosa-
mente y encargo y mando a la princesa mi hija y al príncipe
su marido que así lo hagan y cumplan y que éste sea su fin
principal y en ello pongan mucha diligencia y no consientan
ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las di-
chas islas y Tierrafirme ganados y por ganar reciban agravio
alguno en sus personas y bienes: más manden que sean bien
y justamente tratados […] (Rec. Ind. 6, 10, 1).

1. Coincide con el derecho castellano en ser un derecho casuís-


tico. El sistema casuístico se adecuaba muy bien a las cam-
biantes situaciones que planteaban las Indias y sus habitantes
ya que de ese modo la autoridad podía resolver con equidad
el caso concreto que se le presentaba.
2. Predomina el derecho público sobre el privado. La Corona
procuró crear una estructura político-administrativa nueva
en América aprovechando las circunstancias tan diversas que

213
La justicia criminal local novohispana

existían respecto a la península. En el territorio europeo, los


monarcas hispanos estaban limitados por una cantidad de
derechos adquiridos y costumbres inviolables que coartaban
su libertad de acción. No ocurría lo mismo en el territorio
americano donde las posibilidades de construir nuevas en-
tidades estaba dada. Así, virreyes, gobernadores, audiencias,
oficiales reales y otras autoridades fueron creando institucio-
nes con fisonomía particular que muy pronto se diferencia-
ron de sus correlativas europeas.
3. El derecho indiano se edifica tomando como esencia las cir-
cunstancias personales de sus súbditos. Las normas se cons-
truyen en torno a las características étnico-socio-culturales de
los pobladores, lo que explica por qué cada uno de esos gru-
pos tuvo un derecho propio. Pero, además, la Corona toma
en consideración la ocupación de cada quien: si se es emplea-
do público; si se es clérigo, militar, juez; y también considera
su situación social, pues no era igual ser noble que plebeyo,
mestizo o indio.
4. El derecho indiano aparenta una falta de sistematización. Al
entrecruzarse reglas provenientes de diversas fuentes del de-
recho suelen producirse contradicciones. De allí que desde su
inicio, el derecho común y los principios religiosos permitie-
ron darle sentido a la aplicación del derecho, además de los
esfuerzos que en diversas épocas se efectuaron para sistema-
tizar el derecho mediante la recopilación de la legislación in-
diana, de sus autos acordados y decretos, entre otros.
5. Se intentó por parte de la Corona asemejar en la medida de
lo posible el derecho indiano al castellano.
6. El derecho indiano estaba íntimamente ligado con la moral
cristiana y el derecho natural. La moral no sólo inspiró las
reglas jurídicas, sino que incluso reguló directamente algu-
nas materias. Los varios problemas que planteó la presencia
española en América como justicia de sus títulos o derecho
a hacer trabajar coactivamente a los indios y muchos más
fueron entregados al criterio de teólogos moralistas. De esta
manera, el rey con gran frecuencia hacía referencia a su con-
ciencia y a las de las autoridades que le colaboraban.25

25 Ibid., pp. 17-23.

214
El derecho criminal indiano

Por lo que hace a los elementos del derecho indiano novo-


hispano, atendiendo a sus órganos creadores, su lugar de residencia
y su jerarquía dentro del sistema general de gobierno y la adminis-
tración pública y de justicia, se estructuró de la siguiente manera:

1. El primer elemento constitutivo se integró con el conjun-


to de ordenamientos jurídicos que eran derecho vigente en
Castilla antes de la Conquista americana, los cuales por do-
nación pontificia quedaron formalmente trasplantados en
los nuevos territorios. Estos ordenamientos formaban parte
del derecho real (Partidas, Fuero Real, Fuero Juzgo, Ordena-
mientos de Alcalá, Recopilación de Castilla, entre otros) y del
derecho canónico (Decreto de Graciano, Decretales, Liber
Sextus, Extravagantes, etcétera).
2. El segundo elemento lo integraron las disposiciones que se fue-
ron dictando en la propia España después de la Conquista que
por su sola promulgación tenían validez en las Indias; otras re-
querían el pase del Consejo para ser aplicadas en ellas. No siem-
pre fue claro cuáles debían ser aplicadas en Indias y cuáles no.
3. El tercer elemento se constituyó con las normas dictadas por
las autoridades metropolitanas en uso de la facultad delegada
por el rey con carácter general para las Indias o para la Nue-
va España en particular. Las autoridades que tuvieron esta
facultad delegada a lo largo de los siglos xvi y xvii fueron el
Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla; y, en
el siglo xviii, los secretarios del despacho.
4. El cuarto elemento lo formó el conjunto de disposiciones
dictadas por las autoridades locales –tanto de la llamada repú-
blica de indios como de la de españoles– en uso de sus facul-
tades delegadas por el rey. Este tipo de disposiciones regulaba
prácticamente toda la vida social y económica novohispana.
La delegación se había realizado en favor del virrey, los reales
acuerdos de las Audiencias de México y Guadalajara, los go-
bernadores, los alcaldes mayores, los corregidores, los cabil-
dos, los capitanes generales y los tenientes de capitán general.
Por lo que se refiere a la república de indios, estas facultades
las tenían el gobernador y el cabildo.
5. En quinto lugar, podemos señalar las leyes y costumbres de
los naturales que eran anteriores a la Conquista y que no iban
en contra de la religión católica ni del Estado.

215
La justicia criminal local novohispana

6. En sexto lugar se encontraba la costumbre, la cual, pese a no


tener formalmente gran importancia como fuente del dere-
cho, en la práctica judicial la tuvo, y muy grande, ya que fue
no sólo el instrumento ideal para llenar las lagunas de la ley
sino también el origen de muchas disposiciones que luego
fueron de observancia obligatoria.26

Establecidos los elementos del derecho indiano, podemos


determinar el orden de prelación de la jerarquía normativa novo-
hispana, mismo que quedó contenido en la Recopilación de las
Leyes de los Reinos de Indias de 1680, que a la letra dice:

Ordenamos y mandamos que en todos los casos, negocios


y pleitos que no estuviere decidido, ni declarado lo que se
debe proveer por las leyes de esta Recopilación, o por cédu-
las, provisiones u ordenanzas dadas y no revocadas para las
Indias, y las que por nuestra orden se despacharen, se guar-
den las leyes de nuestros reinos de Castilla conforme a las
de Toro, así en cuanto a su substancia, resolución y decisión
de los casos, negocios y pleitos, como a la forma y orden de
substanciar.27

Algunos autores, en especial Juan Manzano, José María


Ots Capdequí y Alberto Roca niegan la vigencia de los derechos
forales castellanos en las Indias con base en la Recopilación que
establece: “que se guarden las leyes de la Recopilación y Partidas
de estos reinos de Castilla” (Rec. Ind. 2, 1, 1), omitiendo expresa-
mente los fueros locales que antecedían a las Partidas en el orden
de prelación del Ordenamiento de Alcalá. Esta interpretación
está avalada por doctrina indiana del siglo xvi ya que, al efecto,
Juan Solórzano de Pereira, en un pasaje de su Política indiana, ma-
nifiesta que: “Las leyes, costumbres y observancias que son y se
llaman locales, no se deben extender a otras provincias”.28
Por consiguiente, en atención a la interpretación de los au-
tores invocados, el orden de prelación del derecho indiano no-

26 Ibid., pp. XXVII-XXVIII.


27 Bernal, Beatriz, “El derecho castellano dentro del sistema jurídico indiano”, en Anuario
Mexicano de Historia del Derecho. X-1998, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
unam, 1998, p. 98.
28 Ibid., p. 100.

216
El derecho criminal indiano

vohispano contenido en la Recopilación de Indias de 1680, debe


ser entendido de la siguiente manera: 1. La propia recopilación
indiana; 2. La Nueva Recopilación de Castilla de 1567 de Felipe II; 3.
Las Leyes del Toro; 4. El Ordenamiento de Alcalá, y 5. Las Siete Partidas
de Alfonso el Sabio.29
La denominación de ley no tiene en el derecho indiano la
connotación de normas generales y abstractas creadas entre la Co-
rona y las Cortes. Las leyes indianas eran cédulas reales que se
daban copiosamente sobre las posesiones de ultramar y en cuya
estructura se hacía una sencilla referencia al rey o la reina, luego
la indicación del destinatario del mensaje normativo y una ex-
posición sobre la necesidad de la medida, precediendo la parte
medular, o sea la dispositiva; después, en caso de necesidad, una
indicación de las penas establecidas por la contravención de la
nueva norma; y, finalmente, la indicación del lugar y de la fecha,
la firma del monarca con el refrendo del secretario –la legaliza-
ción del documento expedido– y un sello en lacra roja. Gene-
ralmente, los miembros del Consejo de Indias o miembros de la
Cámara ponían sus rúbricas al dorso del documento. Junto con
las cédulas reales, encontramos las reales provisiones, instruccio-
nes, ordenanzas, pragmáticas, cartas abiertas y algunas otras for-
mas menos frecuentes.30
Al respecto, señala Soberanes Fernández las definiciones y
características de cada una de las normas emitidas por la Corona
española:

Ley. La ley en su sentido estricto significa una disposición


votada en las Cortes (asamblea parlamentaria, de corte es-
tamental, similar a los Estados Generales de Francia, de
origen medieval, las cuales decayeron enormemente en los
siglos xvii y xviii, gracias al absolutismo, en que pasaron a
ser meros cuerpos protocolarios cuya única misión era in-
tervenir en la transmisión hereditaria de la Corona).
La real pragmática tenía la misma fuerza legal que la ley, sin
embargo, era solamente emitida por el rey; o sea, es un sím-
bolo del absolutismo de la época y, por lo mismo, constituyó
la más relevante forma de creación del derecho indiano.

29 Id.
30 Floris Margadant, Introducción al derecho indiano y novohispano, p. 18.

217
La justicia criminal local novohispana

La real provisión era un precepto dado por el rey, pero de


contenido específico, es decir, de proveer, por ejemplo, un
nombramiento.
La real cédula, por su parte, fue la manera más comúnmente
utilizada por los monarcas castellanos para legislar en esa
época quizá por su forma más sencilla y menos solemne, y
por su contenido más versátil.
La real carta, como su nombre lo indica, era una misiva en
la que el soberano contestaba cuestiones que los súbditos le
planteaban.
La real ordenanza regulaba toda una institución; generalmente
estaba dividida en capítulos para facilitar su invocación. Las
reales ordenanzas podían venir contenidas en una real cédu-
la o real provisión, o sea, estas últimas eran el continente y
aquéllas el contenido.
La real instrucción contenía la regulación minuciosa del actuar
de algún tipo de funcionario y autoridad.
El real decreto era una resolución del soberano dirigida a algu-
no de sus secretarios de despacho.
La orden era una disposición de algún secretario del despa-
cho cumpliendo alguna disposición del rey.
El reglamento era un conjunto de normas, articuladas y enu-
meradas que regulaban una institución o atribuciones de al-
guna autoridad.31

Otra rama del derecho indiano, en sentido estricto, era la


formulada por las autoridades radicadas en las Indias, como eran
las audiencias indianas que expedían “Autos Acordados”, los
consulados –o sea gremios de comerciantes– como el de México,
cuyas ordenanzas fueron aprobadas por la Corona en 1603, la
Mesta, los ayuntamientos y otras. Estas disposiciones necesita-
ban siempre la ratificación de una autoridad superior, a veces, la
Corona misma.32
Así, este derecho de origen local emanado de las autorida-
des novohispanas con facultades delegadas por el rey se integró
con las siguientes disposiciones:

31 Soberanes Fernández, La historia del derecho mexicano, pp. 60-61.


32 Floris Margadant, Introducción al derecho indiano y novohispano, p. 19.

218
El derecho criminal indiano

1. Autos acordados por la Real Audiencia y Chancillería de México.


Los autos acordados eran las disposiciones de carácter
obligatorio emanadas del Real y Supremo Consejo de In-
dias o del Real Acuerdo que desarrollaban o ampliaban
un precepto real para aplicarlo a casos determinados. Ad-
quirían vigencia por la subsiguiente real confirmación. La
obligación que tenía el virrey de consultar con el Acuerdo
las “materias arduas” se hallaba en la Recopilación de In-
dias (Rec. Ind. 45, 3, 3) que determinaba:

Es nuestra voluntad que los Virreyes solos provean y deter-


minen en las materias de gobierno de su jurisdicción; pero
será bien; que siempre comuniquen con el Acuerdo de oi-
dores de la Audiencia donde presiden, los que tuvieren los
Virreyes por más arduas e importantes para resolver con
mayor acierto, y habiéndolas comunicado, resuelvan lo que
tuvieren por mejor […].

2. Autos acordados de la Real Sala del Crimen. Al igual que


los autos acordados de la Audiencia, los de la Sala del
Crimen se referían a cuestiones de la vida cotidiana no
previstas o insuficientemente reguladas en la legisla-
ción general. La jurisdicción de los alcaldes del crimen
eran la resolución de los asuntos criminales suscitados
dentro de las cinco leguas al derredor de la sede de la
Real Audiencia de México, funcionarios que se reunían
en acuerdo para conocer y votar los pleitos criminales.
A dicho acuerdo podía asistir el virrey como presiden-
te de la Audiencia, lo cual le daba a las decisiones to-
madas en el Acuerdo de la Sala del Crimen el carácter
de autos acordados.
3. Ordenanzas. Las ordenanzas tenían un ámbito de validez
territorial restringido a la jurisdicción de quien emitía
la ordenanza. De acuerdo con las Leyes de Indias podían
dictar ordenanzas los virreyes y los gobernadores y, en
otra esfera de gobierno, las ciudades y villas. Las había
de dos tipos: breves, destinadas a resolver una cuestión
en particular, o amplias, divididas en capítulos, destina-
das a regular completa alguna materia específica.

219
La justicia criminal local novohispana

4. Mandamientos de gobierno. El mandamiento era el man-


dato u orden de un superior a un inferior. En las Leyes
de Indias con esta voz se designó a toda forma de dis-
posición derivada del uso habitual de las expresiones
“mando y ordeno” o “mandamos y ordenamos”. Su
generalidad hizo que se emplease para designar órde-
nes procedentes de toda clase de autoridades, especial-
mente los virreyes.
5. Instrucciones. En las Leyes de Indias se designó con la voz
“instrucción” a cierto tipo de preceptos legales, a tra-
vés de los cuales se regulaba la actividad de diversos
funcionarios. Las más de las veces, las instrucciones es-
taban divididas en párrafos o cláusulas de mayor o me-
nor extensión, llamadas capítulos. En la real instrucción,
el rey especificaba minuciosamente las atribuciones de
una autoridad o corporación. Para el caso novohispano,
la instrucción que emitía el virrey a los gobernadores o
a otros funcionarios tenía la misma finalidad.
6. Autos. En el lenguaje medieval el “auto” era una de-
cisión judicial que expresaba, por lo general, sus fun-
damentos. En la legislación indiana con el vocablo
“auto” se alude a documentos jurídicos muy diversos,
tanto judiciales como administrativos e incluso de go-
bierno. La amplia variedad que se dio a este vocablo
recuerda sus orígenes medievales, a los cuales se aunó
el uso, más moderno, de ser los autos decretos judicia-
les dados en las causas civiles o criminales.
7. Decretos. El decreto era la resolución oficial del jefe de
Estado, de su gobierno o de un tribunal o juez. Asimis-
mo, era la ley, orden o mandato. En la casuística legal
recopilada los hay del virrey, de la Audiencia y de la
Audiencia gobernadora.
8. Bandos. El bando era el edicto, ley o mandato hecho pú-
blico solemnemente de orden superior. Asimismo, el
vocablo se ha utilizado para hacer referencia al anun-
cio público de una disposición hecho a voz de pre-
gonero o por fijación de carteles en los lugares más
concurridos de una localidad.

220
El derecho criminal indiano

9. Circulares. La “orden circular” era una disposición que


se expedía para que circulara en una provincia o en
muchas.
10. Despachos. Era el mandamiento u orden que daba el juez
por escrito para que se hiciera o pagara alguna cosa.
11. Órdenes. Era el mandato que emitía el superior y que se
debía obedecer, observar y ejecutar por los inferiores o
subordinados. En Nueva España, las únicas órdenes
que se recogieron en la recopilación de Beleña fueron
dadas por el virrey y por José de Gálvez en el periodo en
que se desempeñó como visitador general del reino.33

Por último, dentro de este apartado presentamos dos cua-


dros ilustrados que nos permiten visualizar las normas castellanas
que tuvieron aplicación en Nueva España, y otro que integra el de-
sarrollo del derecho indiano basado en la obra de Alfonso García
Gallo y de Diego.

33 González, María del Refugio, “Estudio introductorio”, pp. XXXVII-XLIV.

221
La justicia criminal local novohispana

Normas castellanas utilizadas en Nueva España

Ordenamiento Año
El Fuero Real 1252 y 1255

Las Siete Partidas 1252-1284

1348 adquiere
el rango
de derecho
supletorio

El Ordenamiento de Alcalá 1348

La Recopilación de Díaz Montalvo 1484

Las 83 Leyes de Toro 1505

La Nueva Recopilación 1567

Las Ordenanzas del Consulado de 1737


Bilbao

La Novísima Recopilación 1805

222
El derecho criminal indiano

Características
Es un derecho impuesto por Alfonso el Sabio a varias localidades
en sustitución de sus fueros locales, hasta que el oscurecimiento del
firmamento político y militar lo obligó a ceder a la presión de los concejos
de las villas para que abandonara su política de unificación legislativa
y permitiera un regreso a los anteriores sistemas jurídicos locales, los
“forales”. Sin embargo, los jueces de la Corte siguieron aplicando el
fuero real a casos de su competencia. Hay constancia de su aplicación
en la Nueva España y en el México independiente.
Fue una obra romanista –reflejo de la escuela de los posglosadores en
el ambiente de la corte castellana–, redactada a mediados del siglo xiii
(1252-1284) y cuyo texto finalmente cuajó al comienzo del siglo xiv.
Probablemente al principio no fue una obra de derecho positivo, pero
en el Ordenamiento de Alcalá de 1348, Las Siete Partidas obtuvieron el
rango de derecho supletorio, después del derecho real y de los fueros
locales. Esta obra es frecuentemente citada en los expedientes forenses
de la Nueva España –incluso, a veces, cuando en el derecho indiano se
encontraban soluciones contrarias a ella–. En las antiguas bibliotecas
se encuentra generalmente con el comentario que Gregorio López
(1496-1560) publicó en 1555, en la edición salmantina de esta obra.
En él encontramos (libro 28) la orden de prelación de los diversos textos
de derecho castellano.
Es una colección sistematizada de derecho monárquico castellano que
solía encontrarse en las librerías novohispanas.
Pueden considerarse como enmiendas a la Recopilación de 1484, además,
con una reconfirmación de la prelación formulada en El Ordenamiento de
Alcalá. Comentarios a esta legislación (sobre todo la de Antonio Gómez)
se encuentran en las bibliotecas de origen novohispano, de manera que
su incidental reflejo en la práctica forense novohispana es muy probable.
Este texto fue conocido en varias ediciones, en parte actualizadas, y
fue acompañado por diversos comentarios; estuvo muy presente en
las bibliotecas de la fase novohispana. La práctica jurídica de esta fase,
cuando tuvo que recurrir al derecho castellano, se refería sobre todo a
Las Siete Partidas y a esta Nueva Recopilación.
Legislación de aplicación generalizada en el mundo hispano desde 1737,
muy conocida y usada en materia mercantil en Nueva España. Entre
1603 y 1737, las Ordenanzas del Consulado de México habían sido
aplicables a las transacciones mercantiles novohispanas.
La legislación aprobada por Carlos IV que sistematizó el derecho
español bajo una metodología moderna de recopilación, pero no logró
los efectos de creación de un derecho ajustado a su tiempo como sí lo
hizo el código civil de Napoleón.

223
La justicia criminal local novohispana

La Constitución de Cádiz 1812

Tabla realizada con información de Floris Margadant, Guillermo, Introducción al derecho


indiano y novohispano. Primera parte, México, El Colegio de México, 2000, pp. 22-24.

Las etapas del derecho castellano

La improvisación 1492 Derecho castellano


colombiana

1493 Colonización de la isla


Española.
La rectificación realista 1499 Fracaso del descubrimiento,
económico y del gobierno.

Colonización del Darién y


Puerto Rico.

Vacilaciones y ensayos 1511 La Junta de Burgos (1511


-1512) contrasta las Leyes
de Indias con el ius commune
y ratifica la adecuación de
aquellas a éste.
La proclamación de nuevos 1531 Al proseguir los
principios jurídicos descubrimientos, las Indias
se manifiestan como un
mundo inmenso con enorme
variedad geográfica, étnica y
cultural.

224
El derecho criminal indiano

Aplicada en Nueva España, aunque con ciertas prudentes moderaciones


durante su primera vigencia, de 1812 a 1814. Después de su nueva
promulgación en 1820 quedaba en vigor, inclusive después de la
Independencia, para algunos temas en los que su aplicación no se
contraponía con el derecho de la nueva nación.

Ius commune
Romano-canónico
Capitulaciones de Santa Fe (17-IV-1492).
Organizan y describen tierras cuya existencia es
incierta.
Se trasplanta el derecho castellano y, en su caso,
se adapta. Leyes de Indias.
Rectificación total del sistema colombino y
nuevos intentos de adaptación.

Revisión de las leyes dictadas. 1511

Sermón del P. Montesinos denunciando los


malos tratos a los indios (14-XII-1511).

Los pobladores, religiosos y autoridades


informan (cada uno desde su región y propia
perspectiva) sobre el país, sus problemas y
normas que conviene dictar.

El Consejo de Indias a la vista de los informes


legisla y en su caso rectifica sus propias leyes. Derecho natural
tomista

Bartolomé de las Casas ataca en bloque a Las


Leyes de Indias (desde 1531).

Francisco de Vitoria propugna un nuevo


derecho de gentes (I – 1539).

225
La justicia criminal local novohispana

La adaptación de los nuevos 1542


principios

El establecimiento de una 1566 Memorial de L. Sánchez


política general denunciando la destrucción
de las Indias.

Se elabora una descripción


general de las Indias.
La constitución de un 1575 Muere Ovando.
sistema indiano
Desde 1614, las nuevas
leyes de Castilla sólo rigen
en Indias si así se dispone
expresamente.
Reformismo absolutista 1700 Instauración de la Casa de
Borbón.

Reformismo racionalista 1808 Invasión de España por


Napoleón y comienzo de la
independencia americana.

1824 Sólo permanecen unidas a


España: Cuba, Puerto Rico y
Filipinas.

Tabla realizada con información de García-Gallo y de Diego, Alfonso, Atlas histórico-


jurídico, México, Miguel Ángel Porrúa, 1992.

226
El derecho criminal indiano

Leyes nuevas (20-XI-1542)


Proclamación de las normas fundamentales del
derecho indiano.

Adaptación de las leyes a los nuevos principios


y su desarrollo orgánico.
Visita del Consejo de Indias por Juan de
Ovando (1568 – 1571) y Junta Magna para
establecer una política general (1568).

Proyecto de Código de Ovando (1568-1575).

Trabajos de recopilación de las leyes (1582-96,


1603-80).
Racionalismo
Recopilación de las Leyes de Indias (1680). filosófico y político

Imitación de instituciones francesas.

Reforma profunda del derecho público.


Persistencia del derecho privado y procesal.

Reforma radical del derecho público por las


Cortes de Cádiz 1810-14, 1820-23.

Las juntas americanas desde 1808.


Codificaciones siglo xix.

Derecho de ultramar.

227
Las etapas del desarrollo del Derecho Indiano
Commune
Derecho castellano Romano-Canónico
1492
Capitulaciones de Santa Fe (17-IV-1492).
Organizan unas tierras cuya existencia es incierta.
Los comienzos

La improvisación
1493
colombiana
Colonización Se trasplanta el derecho castellano y, en su caso, se adapta.
de la isla Española Leyes de Indias

1499 Rectificación total del sistema colombino


Fracaso y nuevos intentos de adaptación
del descubrimiento,
económico
La rectificación realista y del gobierno

Colonización Revisión de las leyes dictadas


del Darién Sermón del P. Montesinos
y Puerto Rico denunciando los malos
1511 tratos a los indios (14-XII-1511) 1511

Vacilaciones y ensayos
La Junta de Burgos (1511 -1512) contrasta las Leyes de Indias
con el “ius commune” y ratifica la adecuación de aquellas a éste
Al proseguir
1531 los descubrimientos,
La lucha por un derecho justo

las Indias se manifiestan Los pobladores, religiosos El Consejo de Indias a la vista


como un mundo y autoridades informan de los informes legisla
inmenso con enorme (cada uno desde su región y en su caso rectifica
variedad geográfica, y propia perspectiva) sus propias leyes
étnica y cultural sobre el país,
sus problemas Derecho natural
y normas (tomista)
La proclamación de nuevos que conviene dictar
principios jurídicos

Bartolomé de las Casas ataca Francisco de Vitoria propugna


en bloque a las Leyes un nuevo derecho
de Indias (desde 1531) de gentes (I – 1539)

1542 Leyes nuevas (20-XI-1542)


Proclamación de las normas
fundamentales del derecho indiano
La adaptación
de los nuevos principios
Adaptación de las leyes a los nuevos principios
y su desarrollo orgánico
1566 Memorial de L. Sánchez
denunciando Visita del Consejo de Indias
la destrucción por Juan de Ovando
de las Indias (1568 – 1571)
El establecimiento y Junta Magna para establecer
de una política general una política general (1568)
La consolidación

Se elabora
una descripción
general de las Indias Proyecto de Código
de Ovando (1568-1575)
1575 Muere Ovando

Desde 1614, las nuevas leyes Trabajos de recopilación


de Castilla sólo rigen de las leyes 1582-96, 1603-80
La constitución en Indias si así se dispone
de un sistema indiano expresamente
Titulación de Juan Solórzano 1629-1647
Recopilación
Instauración de las Leyes de Indias 1680
Racionalismo
1700 de la Casa filosófico y político
de Borbón Imitación
de instituciones
francesas

Reformismo absolutista
Reforma profunda
El reformismo

del derecho público


Invasión de España
1808 por Napoleón
y comienzo Persistencia del derecho Reforma radical del derecho público por
de la independencia privado y procesal
americana
Reformismo racionalista Las Cortes de Cádiz
1810-14, 1820-23
Las juntas americanas
desde 1808
Sólo permanecen
1824 unidas a España:
Cuba, Puerto Rico Codificaciones
y Filipinas siglo XIX Derecho de ultramar
El derecho criminal indiano

Los delitos y el procedimiento criminal novohispano


Pena de homicida merece el juez
que da falsa sentencia en
pleito que viene ante él de justicia,
juzgando alguno a muerte o a
destierro o a pérdida de miembro,
no mereciéndolo él. Esa misma pena
debe tener el testigo que diese falso
testimonio en tal pleito.
Partida 7, título 8, ley 1134

El derecho criminal aplicable

Al establecerse los tribunales judiciales en la Nueva España se fijó


oficialmente una orden de prelación para la aplicación de las leyes
por la Real Audiencia; así, la primacía correspondía a las leyes parti-
culares indianas. El ordenamiento supletorio para la administración
de justicia criminal novohispana era Las Siete Partidas y el resto de
normas ya mencionadas: legislación castellana tomada del derecho
romano y aplicada por los alcaldes mayores y sus tenientes, alcaldes
ordinarios, escribanos y demás actores judiciales locales quienes, sin
saberlo, emplearon la herencia romanista medieval transmitida a tra-
vés de los formularios de práctica forense y textos doctrinales en
los que se formaron los escribanos y letrados asesores auxiliares
de los justicias mayores representados en hombres de capa y espa-
da, principalmente.35
El problema del derecho colonial se encuentra en la dis-
persión legislativa que fue la constante en la aplicación del dere-
cho. De ahí que juristas destacados del siglo xix mexicano como
Juan Rodríguez de San Miguel señalaran que: “la sola legislación
española era, hace algunos años, en concepto de varios sabios,
laberinto tenebroso”.36

34 Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, glosadas por el Lic. Gregorio López, tomo III,
Madrid, Compañía general de impresores y libreros del reino, 1843, http://fama2.us.es/
fde/ocr/2006/sietePartidasP7.pdf, p. 370.
35 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 20.
36 Prólogo de Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. IV.

229
La justicia criminal local novohispana

De este modo, el derecho criminal colonial se desarrolló


en dos etapas: la de la aplicación de las normas castellanas medie-
vales (casuismo) y el formado en el siglo xviii con el regalismo
de los borbones. Éste se distinguió por los siguientes elementos:
era un derecho unificado que partía de la política centralizadora
de la nueva casa reinante, misma que se esforzó por terminar con
el particularismo jurídico de los siglos xii al siglo xvii y que des-
plegó una campaña de “centralismo jurídico”. A partir de enton-
ces, la elaboración de leyes y la administración de justicia fueron
entendidos como atributos del monarca. Sin embargo, aunque la
justicia se concebía como una función propia del rey, éste nunca
pretendió monopolizar el terreno de lo jurídico y respetó la capa-
cidad de los particulares para generar derecho. Por ello, todavía en
el siglo xviii, al dictar sentencia, los jueces concurrían a múltiples
fuentes jurídicas, otorgaban peso a las circunstancias del caso y
contaban con un amplio margen de libertad.37 En segundo lugar,
el derecho del antiguo régimen se caracterizaba por el pluralismo
en cuanto a los sujetos del derecho. La ley y los tribunales eran
uniformes en razón del territorio, pero no en consideración de
los individuos, pues cada estamento gozaba de diferentes prerro-
gativas y obligaciones, además de existir tribunales especiales. En
tercer lugar, el delito era considerado como un atentado al rey y a
Dios, es decir, como una falta al orden terreno y al celestial. Por
otro lado, actos contra la fe eran considerados como delitos. En
cuanto al procedimiento penal, para iniciar un proceso se admi-
tían la denuncia anónima, la acusación y la pesquisa general. Los
juicios eran secretos y se empleaba el tormento para obtener la
confesión. Por último, la sanción pretendía servir como ejemplo
al resto de la comunidad, por lo que se ejecutaba públicamente.
La pena privaba al delincuente de sus más valorados bienes: su
cuerpo, sus posesiones y su prestigio. Para ello se empleaban san-
ciones variadas entre las que destacan la mutilación, los azotes, la
vergüenza pública y el servicio en galeras, mientras que la cárcel
era utilizada sólo como lugar de custodia donde el reo esperaba
el momento de la ejecución. Entonces, el suplicio era un ingre-
diente importante de un castigo que se centraba en el cuerpo

37 Así se observa en los expedientes analizados: discrecionalidad al emitir sentencia e in-


cluso al ejecutarla, como en el caso de la venta de chinguirito del año de 1766. Exp.
261.31.4/fjp/ahea.

230
El derecho criminal indiano

del delincuente.38 Por último, la sanción no terminaba con la


muerte del transgresor, pudiendo aplicarse sobre su cadáver o
hacerse extensiva a sus descendientes.39
De esta manera, el castigo –según Foucault– estaba jerar-
quizado en la cúspide por la muerte del transgresor, seguido del
tormento con reserva de pruebas, las galeras, el látigo, la retracta-
ción pública y el destierro, entre otros. La pena de muerte natural
comprendía todo género de muertes: unos podían ser condena-
dos a ser ahorcados, otros a que les cortaran la mano o la lengua,
o a que les taladraran ésta y los ahorcaran a continuación; otros,
por delitos más graves, a ser rotos vivos y a expirar en la rueda
tras habérseles descoyuntado; otros, a ser descoyuntados hasta
que llegara la muerte; otros a ser estrangulados y después desco-
yuntados; otros a ser quemados vivos; otros a ser desmembrados
por cuatro caballos; otros a que se les cortara la cabeza; otros, en
fin, a que se las rompieran. Existían también penas ligeras como
la satisfacción a la persona ofendida, admonición, censura, pri-
sión por un tiempo determinado, abstención de ir a determinado
lugar y, finalmente, las penas pecuniarias: multas o confiscación
de bienes. Dentro de los castigos también había penas accesorias
que llevaban en sí una dimensión de suplicio: exposición, picota,
cepo, látigo, marca. Era la regla en las sentencias a galeras o, a lo
que era su equivalente para las mujeres, la reclusión en el hospital.
El destierro iba con frecuencia precedido por la exposición y la
marca. La multa en ocasiones iba acompañada del látigo.40
Entonces, el suplicio o tormento era la pena corporal, do-
lorosa, más o menos atroz, que en palabras de Jaucourt: “Es un
fenómeno inexplicable lo amplio de la imaginación de los hom-
bres en cuestión de barbarie y de crueldad”. El suplicio forma
parte de un ritual, se constituye como un elemento de la cere-
monia punitiva que responde a dos exigencias. Con relación a la
víctima, debe ser señalado: está destinado a permanecer marcado
por unos signos que no deben borrarse de la memoria social, que

38 En la sentencia a muerte ejecutada en 1771 a Joseph Gregorio Esparza por la muerte de


Nicolás Rodríguez, se le ahorcó y luego se le separó la cabeza del cuerpo para que ésta per-
maneciera en el lugar del crimen a la vista de la población. Expediente 67.2.52 /fjp/ahea.
39 Speckman Guerra, Elisa, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad
y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910), México, El Colegio de México,
unam, 2007, pp. 25-26.
40 Foucault, Vigilar y castigar, pp. 31-32.

231
La justicia criminal local novohispana

deberá recordar la exposición, la picota, la tortura y el sufrimien-


to aplicado al criminal. Y, por otra parte, de la justicia que lo im-
pone, el suplicio debe ser resonante y debe ser comprobado por
todos. De esta forma, el mismo exceso de violencia infringida al
reo es similar a la violencia de su delito. El hecho de que gima y
grite bajo los golpes no es un accidente vergonzoso, es el ritual de
la justicia manifestando su poder. De ahí, sin duda, estos tormen-
tos que siguen desarrollándose aun después de la muerte: cadá-
veres quemados, cenizas arrojadas al viento, cuerpos arrastrados
sobre serones o expuestos al borde de los caminos. La justicia
persigue al cuerpo más allá de todo sufrimiento posible.41 Dentro
del cuarto capítulo de este trabajo se transcribirá una causa que
escenifica el suplicio y el ejercicio de la vindicta del Estado.
También se incorporaron en el terreno criminal procesal
conductas que no estaban contempladas en las partidas u otras
legislaciones, como comportamientos antisociales, pero que se
entrelazaron como tales en determinadas circunstancias. Ése fue
el caso de arrendamientos, compraventas, depósitos y fianzas,
como se desprendió del estudio del número de causas y tipos cri-
minales seguidos en la sociedad colonial de la Alcaldía Mayor de
Aguascalientes. Allí encontramos asuntos tratados como causas
criminales que tenían claramente un origen civil u otras de corte
administrativo como una seguida por escándalo.
El delito en el pensamiento medieval castellano transmi-
tido a la vida cotidiana novohispana a través de las partidas se
definía así (Partida 7, 1):

Aquí se comienza la setena partida de este libro, que habla


de todas las acusaciones y malfetrías [hecho malo o maldad]
que los hombres, hacen, por las que merecen recibir pena.
Olvido y atrevimiento son dos cosas que hacen a los hom-
bres errar mucho, pues el olvido los conduce a que no se
acuerden del mal que les puede venir por el yerro42 [delito]
que hicieron y el atrevimiento les da osadía para cometer lo
que no deben; y de esta manera usan el mal de manera que
se les torna como en naturaleza, recibiendo en ello placer.

41 Ibid., pp. 33-34.


42 Yerro: falta o delito cometido por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de
un arte y absolutamente contra las leyes divinas y humanas. Real Academia Española,
Diccionario de la Lengua Española, en: http://dle.rae.es/?id=cBDOQtb.

232
El derecho criminal indiano

Y porque tales hechos como éstos se hacen con soberbia,


deben ser escarmentados crudamente, porque los que los
hacen reciban la pena que merecen, y los que lo oyeren se
espanten y tomen de ello escarmiento por el que se guarden
de hacer cosa que reciban otro tal.
Título 1: De las acusaciones que se hacen sobre los malos
hechos, y de las denuncias, y del oficio del juez que tiene que
pesquerir (investigar) los malos hechos […].43

A su vez, en el Diccionario Escriche con citas de Juan Rodríguez


de San Miguel de 1837, que contiene el pensamiento colonial, en
su definición de delito señala:

Delito. Lo hecho con placer de uno en daño o deshonra de


otro; o bien: la transgresión de una ley ejecutada volunta-
riamente y a sabiendas, en daño u ofensa de la sociedad, o
de alguno de sus individuos. El delito es público o privado:
público es el que ofende o inmediatamente a la sociedad mis-
ma o directamente a cualquiera individuo, pero causando
indirectamente grave daño a la república; privado es el que
ofende o daña directamente a un individuo de la sociedad,
sin causar a ésta un gran perjuicio. En los delitos públicos
puede acusar a cualquiera particular, con tal que no le esté
prohibido por las leyes; pero en los privados sólo puede
hacerlo la persona agraviada o quien tenga poder de ella;
exceptuando el adulterio, que aunque sea delito público, no
puede ser perseguido sino por el marido agraviado, a menos
que éste haya servido de tercero a su mujer, en cuyo caso
cualquiera puede acusar a la adúltera.
Los medios que concede la ley para proceder a la averigua-
ción y castigo de los delitos, son tres, a saber: la acusación
o querella, la delación o denuncia, y la pesquisa, que pueden
verse en sus respectivos artículos.
La voluntad de cometer un delito que no se ha empezado a
ejecutar no es castigada con pena alguna; mas si se empezó
a poner por obra, ya merece castigo en los términos que se
dice en las palabras Conato y Tentativa.

43 Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, Partida 7, título 1, p. 298.

233
La justicia criminal local novohispana

El delito se extingue por la muerte del delincuente, no en


cuanto a la reparación del daño, sino sólo en cuanto a la
pena; pues podemos exigir de sus herederos la indemniza-
ción de perjuicios que se nos causaron por el delito del di-
funto, suponiendo que éste les dejó bienes con que se pueda
hacer el resarcimiento; pero no podemos exigir de ellos las
penas pecuniarias, a no ser que el pleito estuviese ya con-
testado con el difunto, o que hubiese llegado a los mismos
alguna parte o lucro de la cosa que había sido materia del
delito. Luego, pues, que muere el acusado, debe cesar todo
procedimiento que tenga por objeto la imposición de la
muerte natural o civil, de la infamia, de las multas o confis-
caciones, o de cualquiera otra pena que no deba recaer sino
sobre la persona del que ha delinquido. Exceptuándose de
esta regla algunos delincuentes que pueden ser sentenciados
aun después de muertos, cuales son: el reo de alta traición;
el empleado público que hurtó los caudales del erario; el
militar que se pasó a los enemigos, o les dio ayuda secreta
o públicamente; el juez o magistrado que cometió injusticia
por soborno; y la mujer que dio muerte a su marido.44

Juan Álvarez Posadilla sobre el delito, en su obra Práctica


criminal publicada en el ocaso del siglo xviii, señala:

Delito es todo hecho, y dicho, no hecho, y no dicho, con


que se contraviene advertidamente a la Ley: de modo que,
cuando la Ley manda que se haga o se diga, el delito está en
no hacer o no decir lo que manda la Ley; y cuando prohíbe
hacer o decir, el delito está en hacer o decir lo que prohíbe;
consistiendo el delito en la transgresión de la Ley. Habrás
oído decir que unos delitos son públicos, y otros privados; és-
tos los que en el particular sufre principalmente los daños y
perjuicios, y la República sólo secundariamente; aquéllos, al
contrario, en los que la República es la principalmente damni-
ficada, y el particular sólo secundariamente.45

44 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 178.


45 Álvarez Posadilla, Juan, Práctica criminal por principios o modo y forma de instruir los procesos
criminales de las causas de oficio de justicia contra los abusos introducidos, 2ª ed., Madrid, Imprenta
de la Viuda de Ibarra, 1797, en http://fama2.us.es/fde/practicaCriminal.pdf, p. 9.

234
El derecho criminal indiano

De las concepciones anteriores resultan elementos coinciden-


tes en la definición de las partidas y características que se encuentran
en los libros de rudimentos para la práctica forense que utilizaron
los funcionarios judiciales de todas las localidades novohispanas.
El concepto de delito en Occidente está vinculado históri-
camente con la religión. El que cometía delito transgredía el orden
natural dado por Dios y causaba una ofensa que merecía un castigo.
El poder público tuvo desde la antigüedad la potestad de sancionar
los delitos como una atribución de justicia, el poder de la vindicta
pública para castigar a los malvados. El Estado reacciona contra los
que cometen el crimen que contraviene diversos valores ideológi-
cos, éticos, religiosos, culturales cuya vulneración merece una retri-
bución justa a través de la imposición de una pena.46
Elisa Speckman menciona al respecto que Bartolomé
Clavero define como pecados los actos prohibidos por los textos
y tradiciones de carácter religioso, y como delitos los que se
censuran en los textos jurídicos. Además, señala que era común
en el derecho de la época colonial que no se separasen los actos
contra la religión (pecados), las faltas morales y los delitos. Así,
también el poder coercitivo de las autoridades llegaba a la esfera
doméstica y no sólo al ámbito de lo público.47
De este modo encontramos en la causa criminal seguida en
la villa de Aguascalientes en 1784 contra Simón de Torres por el
delito de bestialidad, que la carátula del expediente señala: “Año
1784. N° 36. Criminal contra Simón de Torres por el pecado de
bestialidad. F 18. Juez el Señor Teniente General de alcalde ma-
yor. Escribano Díaz de León”.48 El delito perseguido es señalado
como pecado, pero la autoridad que sigue la causa es la real justi-
cia y no un tribunal eclesiástico.
Los catálogos de delitos expresaban, por un lado, la des-
cripción de las conductas antisociales, el perfil de criminalidad de
una sociedad y, a la vez, la mentalidad colectiva al postularse cier-
tos y determinados valores sociales que requerían ser tutelados en
orden a su importancia o jerarquización social. La tabla de delitos
describe cuál es el nivel de valores que define la esencia de una
sociedad en un tiempo determinado.49
46 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 22.
47 Speckman, Crimen y castigo. Legislación penal, pp. 32-34.
48 Expediente: 265.2.18/1784/fjp/ahea, carátula del expediente.
49 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 22.

235
La justicia criminal local novohispana

En ilustración a lo anterior, el jurista decimonónico Miguel


Macedo señalaba que la criminalidad descansaba en los mestizos;
sin embargo, el uso del término se refería al mismo grupo que otros
autores veían como indígena, es decir, a los habitantes de la ciudad
y en quienes predominaba la sangre indígena. Macedo sostenía que
“subsistían en ellos los defectos propios de esta raza (caracterizada
por su profunda apatía y por no aspirar a la holganza endulzada con
las delicias de la embriaguez y los placeres brutales a que ella condu-
ce) y que cercana a la barbarie era capaz de realizar todos los actos
de violencia, pues no estimando en nada ni a su persona ni a sus de-
rechos, es incapaz de respetar la vida y los derechos de los otros”.50
Emilio Álvarez sostuvo que el robo era característico de los
indígenas y estaba causado, entre otras cosas, por una “ley de he-
rencia perfectamente determinada”. Postuló que la costumbre de
robar les llegaba de generaciones lejanas y arrancaba de los “tiem-
pos primitivos, en que las razas aborígenes del país vivían en per-
petua lucha y el robo era considerado un ejercicio de destreza”.
Pensaba que los indígenas también eran los autores principales de
los crímenes sexuales, pues los veía como poseedores de “instintos
casi bestiales” y no contenidos por ningún freno moral.51
Ubicar a la delincuencia en determinados sectores o gru-
pos sociales era una concepción originada en la etapa virreinal
que concebía a la sociedad en términos corporativistas y cuyos
criterios de diferenciación descansaban en principios raciales. De
manera que el hecho de que se entendiera a la delincuencia como
un problema de raza puede también explicarse considerando que
vivían en una sociedad étnicamente heterogénea y que poseían
una herencia cultural plena de prejuicios raciales.52
Respecto a la “pena” y sus atributos, se le consideraba
como el dolor o aflicción que causa al hombre el haber obrado
mal. Asimismo, la palabra expresa el arrepentimiento y peniten-
cia.53 Escriche señalaba sobre ella lo siguiente:

Un mal de pasión que la ley impone por un mal de acción; o


bien: un mal que la ley hace al delincuente por el mal que él ha

50 Macedo, Miguel, La criminalidad en México. Medios de combatirla, México, Secretaría de Fo-


mento, 1897, pp. 157-161, citado por Speckman, Crimen y castigo. Legislación penal, p. 92.
51 Álvarez, Emilio, Cuadros estadísticos, México, 1902, pp. 304-306, citado por Speckman, Ibid.
52 Speckman, Crimen y castigo. Legislación penal, p. 93.
53 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 22.

236
El derecho criminal indiano

hecho con su delito. La pena, pues, produce un mal lo mismo


que el delito; pero el delito produce más mal que bien, y la
pena al contrario más bien que mal. La ley dice en una parte
que la pena es galardón y acabamiento de los malos fechos, y
en otra que es enmienda de pecho o escarmiento que es dado
a algunos por los yerros que ficieron. El fin de la pena es repa-
rar en cuanto sea posible el mal causado por el delito, quitar al
delincuente la voluntad o el poder de reincidir, y contener por
medio del temor los designios de los que intenten imitarle.54

El concepto de pena fue tomado de la legislación medieval


castellana contenido en las Partidas; así, en la partida séptima títu-
lo treinta y uno ley primera, señalaba:

Pena es enmienda de pecho o escarmiento que es dado


según ley a algunos por los yerros que hicieron. Y dan esta
pena los jueces a los hombres por dos razones: la una es
porque reciban escarmiento de los yerros que hicieron; la
otra es porque todos los que vieren y oyeron, tomen de
ello ejemplo y apercibimiento para guardarse que no ye-
rren por miedo de pena. Y los jueces deben mucho con-
siderar antes que den pena a los acusados, y escudriñar
muy acuciosamente el yerro sobre que le mandan dar, de
manera que sea antes bien probado, considerado la manera
en que fue hecho el yerro.55

Conforme a la ley castellana, el juez debía “crecer o men-


guar” las penas según el estado y condición de los sujetos –reo y
víctima– las circunstancias de la comisión del delito y, finalmente,
si el “yerro” [falta o delito cometido] era “a sabiendas” debía
imponer el escarmiento, pero si era “por ocasión”, su autor no
debía recibir ninguna pena.56
En ejemplo de lo anterior, dentro del expediente 262.31.4
de 1766, sobre venta de chinguirito, la sentencia emitida por el
alcalde mayor, capitán de infantería española Agustín Jiménez de
Muñana, vemos el alcance de la pena:

54 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 521.


55 Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, p. 524.
56 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 23.

237
La justicia criminal local novohispana

En la Villa de Aguascalientes en cinco días del mes de Sep-


tiembre de mil setecientos sesenta y seis años el Señor Don
Agustín Jiménez de Muñana, Capitán de Infantería Españo-
la y alcalde mayor de la villa de Aguas Calientes Su Jurisdic-
ción y Provincia de Juchipila por su Majestad habiendo visto
las diligencias que anteceden practicadas contra Doña Rita
Jiménez, y Don José de Ávila, por lo que de ellas consta Dijo
su Merced. Que por la razón puesta por el presente escriba-
no, consta haberse derramado en la Plaza Pública el barril de
Aguardiente y botija de flojos el que por ser de él prohibido
mandó su Merced se derramase, daba y dio por conclusos
estos Autos, y condenaba, y condenó en las costas de ellos a
dicho Ávila, quién ha de pagarlas procesales y Personales, las
que se tasen por el presente Escribano, y se les aperciba por
éste como está mandado, al dicho Ávila que no fabrique, ni
compre chinguirito, y a Fernando de Palos, que no lo fabri-
que, so la pena a uno y otro, que se procederá contra ellos
en caso de contravenir en lo mandado. Así lo proveyó su
Merced mandó y firmó Doy fe.
Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–

Ante mí
Don Rafael de Aguilera –rúbrica–
Escribano.57

El sistema de penas de las Partidas consistía en una clasi-


ficación de siete especies (Partida 7, 31, 4). Cuatro eran para los
delitos mayores, y tres para los menores:

1. La primera era la de muerte o perdimiento de miembro.


2. La segunda, cadena perpetua en trabajos forzados.
3. La tercera, destierro para siempre en alguna isla o lugar
determinado, con confiscación de bienes.
4. La cuarta, prisión perpetua con grillos, aunque sólo
aplicable a los siervos o esclavos señalando: “Tal pri-
sión como está no la deben dar a hombre libre, sino a
siervo, pues la cárcel no es dada para escarmentar los

57 Expediente: 261.31.4/1766/fjp/ahea, foja 4 vuelta.

238
El derecho criminal indiano

yerros, más para guardar los presos tan solamente en


ella hasta que sean juzgados”.
5. La quinta, destierro para siempre en alguna isla, sin
tomarle sus bienes.
6. La sexta, la infamia o prohibición definitiva o suspensión
temporal de uso del oficio de abogado o procurador.
7. La séptima, azotes o ser herido públicamente por de-
lito que hizo, o ponerlo por deshonra en la picota, o
desnudarlo estando bajo el sol “untado de miel porque
lo coman las moscas alguna hora del día”.58

La finalidad de la pena era ser escarmentadora porque debía


causar al reo un mal o sufrimiento; ejemplar, para que todos vieran
la consecuencia del yerro y quedaran apercibidos de no incurrir
en la mala conducta por miedo del suplicio; vindicatoria, para sa-
tisfacción del ofendido o afectados con el crimen; y proporcional,
que significaba graduar la pena de acuerdo con diversas variables,
como la gravedad de la conducta, el tiempo, la hacienda, la reinci-
dencia, el daño causado, la calidad y el vínculo de las personas del
transgresor y la víctima. No debía aplicarse indiscriminadamente
la misma pena a todos los que cometieran el mismo delito.59
La severidad del castigo se basaba en la suposición de que
los perpetradores del orden social conocían cuáles eran los de-
beres consagrados por la comunidad y que, a pesar de ello, los
desafiaban. Por tanto, la única respuesta pública era una brutal
retribución a través del suplicio o tormento. Igualmente, se espe-
raba que con el terror que inspiraban las sanciones, los infracto-
res se abstuvieran de violar la ley.60
Encontramos que los fines de la pena y su severidad se
pueden ver reflejadas en la ejecución de la sentencia impuesta
por perjurio a la india María Ana de la Cruz y su amancebado
Gerónimo de Santiago, donde el terror de ver la ejecución de los
azotes a su marido, le significó tal impresión que cuando se le
desnudó el torso para someterla al castigo se desmayó y se tuvo
que suspender la ejecución, permaneciendo luego enferma un
buen tiempo. Reproducimos el hecho narrado en las actuaciones
de la causa para efecto de ilustrar los acontecimientos:
58 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 23.
59 Ibid., p. 24.
60 Id.

239
La justicia criminal local novohispana

En la Villa de Aguascalientes en mismo día del mes de no-


viembre de mil, seiscientos, y noventa, y un años en cumpli-
miento del auto de las otras fojas como a las nueve horas de la
mañana habiendo salido de la cárcel donde estaban Gerónimo
de Santiago, y Mariana de la Cruz Indios por las calles públi-
cas como en dicho auto se contiene, a la plaza pública, de esta
Villa, y habiendo llegado a la horca donde está puesta una
argolla de hierro, presente el teniente general, Yo el presente
escribano, y otras muchas personas que le acompañaron, di-
cho señor teniente en ejecución de su auto los mandó desnu-
dar de la cintura para arriba y al sonido de trompeta por voz
de Juan de la Cruz Indio ladino que hizo oficio de pregonero
se pregonó el delito porque se castigaban los dichos reos, y la
pena que se les había impuesto, y en esta conformidad se le
amarraron las manos al dicho Gerónimo de Santiago con un
lazo el cual le metió en dicha argolla de donde estuvo pen-
diente y habiéndole quitado la ropa, y descubierto la espalda
el dicho Juan de la Cruz con una penca de baqueta lo azotó, y
dio cincuenta azotes en cuya ocasión dicho señor teniente le
mando cesar viendo de piedad con dicho Indio, y queriendo
ejecutar la pena en la dicha Mariana de la Cruz habiéndola
descubierto la espalda, y queriéndola amarrar a la argolla le
dio un desmayo que la privó del sentido y cayó en el suelo de
que padeció más tiempo de media hora de lo cual lastimado
dicho señor teniente y usando de piedad por ser mujer y
haber salido aprisionada, y puestase a la vergüenza publica
mandó suspender los azotes que le habían de dar, y que ella,
y el dicho Gerónimo de Santiago volviesen a la dicha prisión
para confirmar en lo que en el auto de arriba se expresa,
y así le hizo, y quedaron puestos en el aposento que sirve
de cárcel de las casas de la morada de dicho señor teniente
general de lo cual doy fe. Testigos Plácido de Guisar, Don
Joseph de Muñatones, Sebastián Merino, Antonio Núñez,
Juan Ruiz de Escamilla, Antonio Cabrera, y otras muchas
personas que se hallaron presentes.-
Y en testimonio de verdad lo firmé y lo rubriqué.
Antonio Pérez Velazco
Escribano Público –rúbrica–.61

61 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, foja 16 frente y vuelta.

240
El derecho criminal indiano

Los delitos sancionados en Nueva España

Los delitos no estaban acotados por una definición legal. Más bien,
las conductas eran descritas o planteadas como casos. De esta
manera era posible la aplicación analógica de la norma criminal.62
Como lo hemos mencionado, las leyes supletorias para la admi-
nistración de justicia criminal eran las Partidas, codificación que en
su parte séptima sistematiza los tipos criminales y sus caracterís-
ticas. También hay un buen número de delitos sancionados en el
virreinato dispersos en distintos ordenamientos y en los libros de
rudimentos. Para nuestra investigación, invocaremos el formulario
de causas criminales que se conserva en la sección Latin American
Manuscripts en el Manuscripts Departament de la Lilly Library de
la Universidad de Indiana, transcrito por Susana García León.
En el periodo de estudio, el delito no sólo vulnera a su víc-
tima, ataca también al soberano; lo ataca personalmente debido
a que la ley vale por voluntad del soberano; lo ataca físicamente
ya que la fuerza de la ley es la fuerza del príncipe. Porque “para
que una ley pueda estar en vigor en este reino, era preciso necesa-
riamente que emanara de manera directa del soberano o, al menos,
que fuera confirmada por el sello de su autoridad”. La intervención
del rey no es, pues, un arbitraje entre dos adversarios: es incluso
mucho más que una acción para hacer respetar los derechos de
cada cual; es su réplica directa contra quien le ofendió. El ejerci-
cio del poder soberano en el castigo de los crímenes constituye,
sin duda, una de las partes más esenciales de la administración de
justicia. El castigo no puede, por lo tanto, identificarse ni aún ajus-
tarse a la reparación del daño. Debe siempre existir en el castigo
una parte, al menos, que es la del príncipe, el que se ve perjudicado
en su reino, por el desorden instaurado, lo que le procura al rey en
ejercicio de la venganza de una afrenta que ha sido hecha a su per-
sona. El derecho a castigar será, pues, como un aspecto del derecho
del soberano a hacer la guerra a sus enemigos: castigar pertenece a
ese “derecho de guerra, a ese poder absoluto de vida y muerte de
que habla el derecho romano con el nombre de merum imperium, de-
recho en virtud del cual el príncipe hace ejecutar su ley ordenando
el castigo del crimen”.63

62 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 99.


63 Foucault, Vigilar y castigar, pp. 45-46.

241
La justicia criminal local novohispana

Los tipos penales establecidos en el Formulario de Indiana


reflejan la realidad novohispana de mediados del siglo xviii. Tie-
ne elementos contenidos en la séptima partida. El documento,
según la autora de la transcripción, data de 1751 ya que el formu-
lario contiene esquemas copiados de un expediente fechado en la
Ciudad de México el 10 de enero de 1751, lo que la hace suponer
que el redactor del formulario lo elaboró en el año mencionado,
o bien, en el siguiente; obra que es anterior al Libro de los princi-
pales rudimentos publicado por Cutter, datado en el año 1764.64
Las causas criminales contenidas en el formulario de Indiana son
las siguientes:

Homicida. Se llama el matador de otro, este delito se prueba con


la identificación de la persona del agresor, con prueba de tes-
tigos de vista noticias y presunciones muy vehementemente
de haber sido su único declarado enemigo, haber tenido de-
pendencia con él, y el cuerpo de este delito lo hace la fe del
cuerpo muerto y declaración de dos cirujanos que declaren
haber sido las heridas las que le quitaron la vida.
Modo de poner fe de cuerpo muerto. Yo el presente Alcalde mayor
actuando como dicho es, certifico y doy fe, cómo habiendo
pasado al paraje de tal parte ahora que serán tales horas del
día de la fecha veo a un hombre al parecer (la calidad que
pareciere) tendido en el suelo, de esta suerte o de la otra, el
cual a lo que notoriamente parece está difunto por faltarle/f.
21/los alientos vitales y tener otros signos cadavéricos, y
está vestido y dijeron llamarse Fulano de tal vecino de tal
parte, y habiéndolo hecho constar y reconocido su cuerpo
halló tener en él tantas heridas al parecer hechas al golpe de
puñaladas o balazos, y para saber si ellas fueron capaz de
quitarle la vida, hice parecer ante mí a Fulano y R, maes-
tros de cirugía de los cuales recibí juramento que hicieron
por Dios nuestro Señor y la señal de la Cruz, so cuyo cargo
ofrecieron decir verdad y dijeron, que ha sido inspecciona-
do y reconocido el cuerpo del difunto al que hallaron tener
tantas heridas, situadas en tales partes penetrantes las que
rompieron cuero, gordura o membranas carnosas que son

64 García León, Susana, “Un formulario de causas criminales de la Nueva España”, en


Anuario Mexicano de Historia del Derecho, IX-1997, México, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, unam, 1997, p. 86.

242
El derecho criminal indiano

las continentes, hasta llegar a hacer solución en tal parte las


cuales fueron dadas con tal instrumento, y fueron capaces
de quitarle la vida por haber sido naturalmente mortales.
Que éste es su sentir a todo su leal saber y entender, y la
ver por su juramento en que se afirmaron y ratificaron, lo
firmaron en tal parte en donde doy la presente en tantos de
tal mes y año conmigo y los de mi asistencia &.
Nota. Para que hagan fe son necesarios dos cirujanos para
este reconocimiento, pero si no se halla más de uno puede
suplir habiendo forma aunque con uno queda la causa im-
perfecta. /f. 21 v/.65

Respecto a la forma de poner fe de cuerpo muerto, encon-


tramos en la causa seguida por la muerte de Juan, el pastorcito del
pueblo de indios de San Marcos en la villa de Aguascalientes del año
1711, todas las características de cómo debía proceder la autoridad
para dar la fe del cadáver, como se ilustra:

Certifico doy fe y verdadero testimonio en cuanto puedo


debo y a poder se forme es con testigos y no en más y como
había venido al Pueblo de San Marcos en la sala del hospital
hallé encima de una mesa el cuerpo de un niño al parecer di-
funto que dijeron llamar Juan y pastorcito de edad de nueve
años el cual tenía la mitad del labio izquierdo de la parte de
arriba raspado y un poquito el labio derecho que dichas ras-
paduras casi frescas, y en el brazo izquierdo desde la muñeca
poco más de cuatro dedos a la parte de afuera raspado, y en
el derecho en el codo como tres dedos, y desde los pechos
hasta el ombligo y raspado en partes y en el tendón de la
pierna derecha hasta la rodilla de la parte de afuera raspado
y sin pellejo el ancho de un dedo, y al parecer sin otra señal
ninguna habiéndole registrado todo su cuerpo no le halle
otra ninguna pareciéndome según las señales arrastradura lo
cual certifico en testimonio de verdad en la villa de Aguas-
calientes en veinte y cinco días del mes de noviembre de
mil setecientos y once años siendo testigos el Capitán Felipe
Serrano Alguacil Mayor Francisco Eugenio Alcalde, Diego

65 Ibid., pp. 124-125. Nota. La ortografía contemporánea es mía respetando la sintaxis del
documento.

243
La justicia criminal local novohispana

Luis regidor, Melchor de Los Reyes y Luis de Sosa Ministro


de vara y Pedro Rincón de Ortega Presentes.-Sobreborrón.-
Y.- Vale.-
Y lo signé En testimonio de Verdad
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Público de Cabildo –rúbrica–.66

Patricida. Es el que mata a su padre, este delito se promueva


como el antecedente y, así el cuerpo de él.
Fratricida. Es el que mata a su hermano, se prueba como los
demás.
Uxoricida. Es el que mata a su mujer, se prueba como los
demás.
Asesino. Es el que mata a otro por paga, paga que recibió
para ello. Este delito se justifica a más de la prueba y declara-
ción del cirujano con probarles la intervención de los reales
o alhajas que recibieron, y probado el pacto, tanto el delito
tiene el que mata como el que pagó, porque matase y así se
castiga por igual.
Alevoso. Es el que mata o hace otra acción cogiendo al pa-
riente dormido por detrás con arma corta o de fuego, de
suerte que no se pudiera defender, o lo saca de su casa, con
capa de amistad o engaño. Este delito se prueba como va di-
cho en el del homicidio, y que los testigos declaren el modo
de ejecutar la muerte, si le da veneno es el cuerpo del delito
la inspección del cadáver por dos cirujanos y la prueba de
que cuál se lo dio.
Hecho pensado. Es cuando después de pasado el agravio o la
pendencia se venga hiriendo o matando a su contrario y esto
se prueba con los testigos y éste es el cuerpo del delito con
la declaración de los cirujanos. /f. 22/.
Ladrones. Son los que hurtan en las ciudades y pueblos y
prueban con los testigos y con hallarles lo hurtado, o parte
de ello en su casa, o vendidolo por él, y que no da de quien
lo hubo, o por la pública difamación o por ser condenados
por otros reos, y el cuerpo del delito es la certificación del
agujero, sogas y otros instrumentos con que se ejecutó el

66 Expediente: 281.1.13/1711/fjp/ahea, foja 1 vuelta.

244
El derecho criminal indiano

robo o que se le cayera el sombrero, capa, u otra cosa cono-


cida en la casa o paraje donde se ejecutó.
Estafador. Es aquél que pide prestada alguna cosa para vol-
verla y se queda con ella contra la voluntad de su dueño.
Esto lo ha de justificar con testigos.
Ladrón sacrílego. Es el que hurta cosa sagrada, y se prueba
como los demás hurtos, y sólo se distinguen en el sujeto
robado.
Incendiario. Es el que quema casa monasterio para robar, y es
el cuerpo del delito la certificación de la puerta o ventana
quemada y luego probarle haber sido el agresor.
Salteadores. Son los que roban en los caminos, yermos o des-
poblados, se prueban con las declaraciones de los robados o
aprehensión de lo robado en su poder, o condenado por sus
compañeros, y éste cuando roba matando se llama salteador
grabador. /f. 22v./.
Cuatreros. Son los que hurtan mulas y caballos, y estas causas
comúnmente se hacen por querella y a más de la prueba de
testigos, está el cuerpo del delito, si es la noticia in fraganti en
la certificación del rastro y en las marcas que las bestias co-
gidas tienen cotejadas con el fierro con que marca el dueño,
y justificar la existencia y falta hallada la bestia se prende el
que la tiene para que dé de quién la hubo o afiance el darlo y
dado se prende el que dio, y vi hasta que caiga el que la hurtó
que éste no puede dar de quién la hubo.
Abigeos. Son los que hurtan bueyes o vacas y becerros de
noche, y esto se prueba como los demás hurtos.67
Receptador. Es el que ampara ladrones en su casa, les compra
o vende a sabiendas lo que hurta, y merece la misma pena.
Se prueba como los demás.
Capeador. Es el que hurta capas en la ciudad, se prueba como
los otros.
Macutenos. Son los que cortan bolsas, arrebatan sombreros,
paños u otras cosas, es como los antecedentes.
Domésticas. Son los que hurtan en la casa donde sirven o vi-
ven, lo que poco a poco viene a ser crecida cantidad, o en-

67 Charles R. Cutter, en la transcripción que hace del Libro de los Principales Rudimentos
señala dentro de la categoría de los abigeos a los que hurtan burros, describiendo el tipo
criminal: “Abigeos. Son los que hurtan Bueyes, Vacas, y Burros de noche y esto se prueba
como los demás”. Cutter, Libro de los principales rudimentos, p. 36.

245
La justicia criminal local novohispana

trega la casa a los ladrones para que la roben, tiene la misma


/f. 23/ pena, es como los otros.
Lenón. Es el que es alcahuete que da albergue en su casa para
que se junten hombres y mujeres y recibe paga para ello, y el
cuerpo del delito consiste en justificar la junta y el albergue,
y la intervención de precios y lo que lleva por cada fletamen-
to. Siempre al tiempo de la aprehensión se procura coger los
hombres y las mujeres.
Rameras. Son las que son públicamente malas con hombres
no conocidos llamando o inquietando a la culpa sin tener
más amor conocido que a la codicia del dinero. Para darles
tal nombre ha de preceder escándalo notorio y conocimien-
to de ellas en la república, y éste es el cuerpo del delito jus-
tificado con testigos.
Amancebados. Es el hombre y la mujer solteros que viven en
la torpeza durmiendo juntos en una cama y casa con escán-
dalo de la república y vecindad que vulgarmente llaman de
pan y manteles. Esta causa se hace de oficio por denuncia
de parte y a más de que para proceder a la prisión es nece-
saria la prueba, se procura coger juntos para que en esto se
purifique la causa.
Adulterio. Es el que comete el hombre o mujer que siendo
casado se les prueba mala amistad con otro. Estas causas
por lo común se hacen /f. 23 v./ por querella del ofendido
y a más de la prueba que debe dar procurar coger juntos y
advierto que si no hay querella se deben poner que en este
caso sólo el marido es dueño de la actuación, y de seguirse
de oficio pueden redundar gravísimos daños.
Estupro. Es el que comete el que viola una doncella, aunque
sea con su gusto, y que precede algún engaño para ello, y
aclarando o reclama ella a la justicia esta causa se hace to-
mando a ella su confesión con las señas que valiere de cómo
fue el estupro, y se hace el reconocimiento por dos parteras
y un cirujano y hecho se pasa a la prisión del estuprante, y
luego se le toma su declaración con juramento. Si niega se
carea con la estuprada, y se lo ha de decir en su casa y darle
las señas y con esto está perfecta la sumaria, si tiene bienes
se embargan para que haya con qué pagar las condenaciones.
Estupro inmaturo. Es como el antecedente sólo se diferencia
en que la estuprada de la puericia de que es de cinco a once

246
El derecho criminal indiano

años, que en adelante ya no es inmaturo y se hace la causa


como va dicho.
Rapto. Es cuando se viola con violencia o se hurta mujer
ajena, o se le hace fuerza sea de cualquier estado y si es en el
campo, con arma, tiene pena de la vida, pues dice la ley que
/f. 24/ aunque el hombre hubiera sido galán muchos años
de alguna mujer, y ya apartados en el campo contra su vo-
luntad la gozara con violencia y a fuerza de armas tiene pena
de la vida y puesta la cabeza donde cometió el delito. Esta
causa se prueba como la otra y que en el careo se lo diga,
y que se pruebe el rapto por la gravedad y así con cuidado.
Nefando. Son los putos, esto es que hay incubo que hace al
hombre y subcubo a la mujer. Esta causa continuamente se
hace por denuncia que se da al juez de haberlo cogido en el
pecado, y así se examina al denunciante y demás testigos que
se hallaren. Para la prueba del delito se les toman sus decla-
raciones a los reos, si como niega se carea con el otro, y si
éste confiesa, y no se carean con el denunciante y testigos, se
reconoce a uno y otros por dos cirujanos y un médico, y las
declaraciones de éstos, es el cuerpo del delito y el subcubo
se reconoce por instrumento que traen los cirujanos, y no
habiéndolo con un huevo de gallina que sea largo el cual se
le pone en el ojo de atrás y se sume y a este reconocimiento
se ha de hallar presente el Alcalde mayor para dar fe, lo cual
no sucede en las estupradas que se reconocen sin que esté
presente.
Acceso bestial. Es cuando alguna /f. 24 v./ persona cohabita
con animal. Esta causa se hace regularmente por denuncia
de haberlos cogido en el acceso, y se examinan al denuncian-
te y demás testigos que se hallaren para la justificación de la
causa, se le toma su declaración, que si confiesa se advierta
que siendo indio, o asimilado se le pregunte si sabe la causa
o el delito que es y su mucha gravedad para que después no
pueda alegar que no supo lo que cometió o hizo. También
es muy del caso preguntarle los mandamientos de la ley de
Dios nuestro Señor, si niega se carea con el denunciante y
testigo, y si fuere dada la denuncia de modo que se pueda
coger en el pecado sería lo mejor y conseguido se ha de
poner certificación de cómo estaba, y si tenía quitados los
calzones y se le registró el miembro que se le hallara mojado

247
La justicia criminal local novohispana

o húmedo, y a la bestia la parte del acto se hallara mojada, y


en fin todo lo que se viere se ha de poner certificación, y a
su tenor se examinan los testigos que fueren a la prisión al
reo y al animal se llevan a la cárcel se ponen separado y si
hay bienes se embargan.
Incesto en 1° grado. Es el acto carnal de padre con hija, con
hermana y abuelo con nieta.
En 2° grado. Tío con sobrina carnal, primos, hermanos, cu-
ñados, padrastro con entenada. /f. 25/.
En 3° grado. Primas segundas y terceras y demás parientes
que fueren de los grados dichos les cogiere.
De afinidad. Compadre, parientes de la mujer o el hombre,
padre e hijo con dicha propia mujer, dos hermanos con una
mujer, dos primos. Estas causas se hacen justificándose las
ilícitas correspondencias, y luego se ha de probar el paren-
tesco que hubiere, y esto será el cuerpo del delito y su gra-
vedad.
Moneda falsa. Las causas de falsas monedas se hacen por la
aprehensión de ella de troqueles, hornillas y demás materiales,
de todo se pone certificación en forma y a su tenor se exa-
minan los testigos que se hallaren se embarga todo, se pone
a los reos separados con bartolinas o cuartos que no se
puedan comunicar ni entre ellos, ni con persona de dentro o
fuera de la cárcel. De continuo sucede que luego se descubre
el haber los reos feriado aquellas monedas a varios sujetos,
y con prontitud y viveza se pasa a examinarlos y se les hace
que exhiban las monedas que paran en su poder después se
pasa a la Real Casa de Moneda, y con venia que se toma al
señor Superintendente se hace reconocimiento de los tro-
queles, y así que están reconocidos con juramento se asiente
el reconocimiento /f. 25 v./y de ahí se pasa con las monedas
al ensayador hace su ensayo, declara con juramento la ley
que tiene y la mixtura de que es hecha, y si no halle más que
de la ley se hace otro reconocimiento por primero y segun-
do maestro de platero para que digan con que está revuelta
la plata, y en dicho reconocimiento está el cuerpo del delito.
Esto hecho se les pasa a tomar su declaración a los reos, si
unos niegan se les puede carear con los testigos, y también
advierto que si fuere necesario porque los testigos no sepan
sus nombres, sino que den señas de su conocimiento se sa-

248
El derecho criminal indiano

quen en fila, por ser muy preciso identificar sus personas


con el reconocimiento o saca en fila y con esto queda la
sumaria perfecta para que se les haga cargo.
Falseador de letras. Esta causa se hace por querella de la parte
ofendida y en vista de la prueba que debe dar se le toma su
declaración al reo, y confiese o niegue se pasa a cotejar las
letras por dos maestros de escuela y así queda perfecta la
sumaria.
Ganzuero. Es el ladrón que falsea las chapas y abre las puer-
tas con ganzúas. A éste se le hace la causa y para verificarla
se hace reconocimiento por dos maestros de herrero que
con juramento que es y para este efecto cogiéndole /f. 26/
las ganzúas al reo, se asienta por certificación y a su tenor se
examinan los testigos después se hace el reconocimiento y a
esto se manda hacer averiguación de su vida y costumbres,
desde la sumaria, y en ella sale su mala vida, y queda la su-
maria perfecta, y en la declaración o confesión que se le to-
mare se procura que diga de dónde hubo las ganzúas y qué
herrero las hizo, y si confesare se proceda contra el herrero a
prisión y embargo de bienes y además como contra el reo.68

Además de los delitos señalados, hay otros tipos no con-


templados en el Formulario de Indiana, pero que en la práctica
de la impartición de justicia criminal se invocaban y estaban con-
templados en diversos ordenamientos vigentes en Nueva España.
Éstos son los siguientes:

Amenazas. Se comete cuando una persona dice que realizará


un daño a otra. El agravio es futuro, pero afecta de inmediato
a la víctima porque le infunde temor del daño anunciado.69
Injurias. En sentido lato se entiende por injuria todo lo que
es contra razón y justicia y puede perjudicar a otro; sin em-
bargo, en una acepción rigurosa no es más que el ultraje,
afrenta o agravio que se hace a otro delante o detrás, ya en
su propia persona, ya en la de su mujer, hijos, criados y de-
más con quienes tuviere relación. La injuria es verbal, real o
por escrito, según el modo con que se comete; y cualquiera

68 García León, “Un formulario de causas criminales de la Nueva España”, pp. 125-131.
Nota. La ortografía contemporánea es mía respetando la sintaxis del documento.
69 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 123.

249
La justicia criminal local novohispana

de ellas puede ser grave o ligera. Puede ser grave por razón
del hecho, como si se da de bofetadas, puntapiés o palos
afrentosamente a alguna persona o se las hiciere de modo
que quede lisiada; por razón de la parte del cuerpo que reciba
el daño, como si se hiriese un ojo o alguna de las facciones del
rostro; por razón del lugar, como si se hiciese el agravio en
presencia del rey, en concejo, con iglesia, en plaza delante de
muchos; por razón de la persona, como si se comete el des-
acato contra el padre, abuelo, juez o patrono; y, en fin, por
la circunstancia de hacerse en libelo famoso, según la máxima
de que verba volat et scripta manent (las palabras vuelan, lo escrito
queda). Entre las injurias graves, unas lo son más que otras; y
entre las leves, que son todas las demás, hay también notable
diferencia de suerte que considerándolas todas en general, se
advierte tanta variedad en ellas, que es muy difícil fijar para
cada una la correspondiente pena. Así es que aunque para cier-
tas ofensas se han establecido penas determinadas, casi siem-
pre deja la ley al arbitrio del juez el señalamiento de la pena en
todo o en parte, dando facultad al agraviado para que pida una
satisfacción pecuniaria, o bien, el injuriante sea escarmentado
de otro modo; mas no las dos cosas a un tiempo.
No puede causar injuria por falta de conocimiento al menor de
diez años y medio, ni el loco y desmemoriado; pero su tutor y
curador, que no le guarde en el modo prevenido por las leyes,
puede ser demandado por razón de ella. Por la injuria, hecha
al menor, loco o desmemoriado puede pedir satisfacción su
tutor y curador, así como el padre, abuelo, bisabuelo y marido
por la hecha al hijo, nieto, biznieto o mujer. La demanda puede
ponerse ante el juez del robo, o ante el del lugar donde se causó
la injuria; y no sólo contra el autor dado, o en algún modo hu-
biere dado esfuerzo, consejo y ayuda, por ser muy justo que los
ejecutores y consentidores de mal reciban igual pena.
La acción del injuriado se acaba: 1º por la prescripción de un
año desde el día de la ejecución de la injuria; 2º por el perdón
expreso o tácito, como si el injuriado se acompaña volunta-
riamente y come o bebe con el injuriante en su casa o en la
ajena o en otro lugar; 3º por la muerte del injuriante o del
injuriado, pues ni activa ni pasivamente para los herederos,
salvo si sucediere la muerte después de contestado el pleito, o
si el injuriado recibió la afrenta en la enfermedad de que mu-

250
El derecho criminal indiano

rió, pues en estos casos alcanzaría la acción a los herederos y


contra los herederos.70
Sevicia. Es la excesiva crueldad y particularmente los ultrajes
y malos tratamientos de que alguno usa contra una persona
sobre quien tiene alguna potestad o autoridad. La sevicia
del padre para con el hijo es suficiente para que éste pida la
emancipación; y la del marido para con su mujer da igual-
mente motivo al divorcio o separación quoad thorum, esto es,
en cuanto a la cohabitación.71
Bigamia. Son los casados dos veces. Porque muchos malos hom-
bres se atreven a casar dos veces, y siendo el delito tan grave, se
frecuenta mucho, por no ser la pena condigna; por ende, manda-
mos que las nuestras Justicias tengan especial cuidado de la pu-
nición y castigo de los que parecieren culpados, y les impongan,
y ejecuten las penas establecidas por Derecho y leyes de estos
Reinos: y declaramos, que la pena de destierro de cinco años a
alguna isla, de que habla la ley de la Partida (7, 17, 17), sea y se
entienda para las nuestras galeras; y que por ésta no se entienda
disminuirse la más pena, que según Derecho y leyes de estos
nuestros Reinos se les debiere dar, atenta la calidad del delito.72
Forzadores (violadores). Son los que fuerzan o roban mujer vir-
gen, casada o religioso o viuda que viva honestamente en su
casa, es yerro y maldad muy grande; y esto es por dos razo-
nes: la primera es porque la fuerza es hecha contra personas
que viven honestamente a servicio de Dios y por bienestar
del mundo; la otra es que hacen muy gran deshonra a los
parientes de la mujer forzada, y además hacen muy gran
atrevimiento contra el señorío, forzándola en menosprecio
del señor de la tierra donde es hecho.73
Golpes. Los golpes consistían en la afectación de la dignidad
mediante el maltrato físico. El hecho material puede consis-
tir en propinar palos o golpes con las manos, bofetones o
arañazos o dar mordidas, pero sin causar una herida, pues
si la hay, entonces el delito sería heridas. En todo caso, la

70 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 316.


71 Ibid., p. 641.
72 Rodríguez de San Miguel, Juan Nepomuceno, Pandectas hispano-mejicanas, tomo III, ed.
facsimilar de la 2ª edición de 1852, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam,
1991, pp. 478-479.
73 Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, Partida 7, título 20, ley 1, p. 474.

251
La justicia criminal local novohispana

clasificación es confusa, debido al tratamiento indistinto que


se le daba a los procesos por tales conductas desde el enca-
bezamiento del expediente hasta la sentencia. De cualquier
manera se trataba de un delito leve.74
Heridas. La herida es la disolución o rompimiento de conti-
nuidad en las partes blandas del cuerpo humano, hecha con
algún instrumento; pero comúnmente se entiende bajo este
nombre toda lesión hecha con violencia en las partes duras
o blandas del cuerpo; por manera que entre las heridas no
sólo se cuenta la solución de continuidad, sino también de
contusiones, fracturas, dilaceraciones, luxaciones, compre-
siones, torsiones, quemaduras, y cualesquiera golpes capaces
de perturbar las acciones vitales, animales y naturales. Las
heridas también se clasifican por su gravedad, desde un gol-
pe simple hasta las mortales.
Las heridas mortales se subdividen en absolutamente mor-
tales a pesar de todos los auxilios del arte; y ordinariamente
mortales, pero que pueden dejar de serlo con la aplicación
de los auxilios del arte. La clase de las no mortales se sub-
divide también en dos órdenes, a saber, en heridas curables,
pero con lesión de funciones; y heridas curables sin ninguna
lesión consecutiva.
Puede suceder que se hagan las heridas con premeditación, en
un arrebato de cólera, por casualidad, o en propia defensa. El
que hiere a otro por asechanzas, es tratado como homicida,
aunque el herido no muera. El que hiciere a otro una herida
con arcabuz o pistolete, es tenido por alevoso y pierde todos
sus bienes, la mitad para el fisco y el resto para el herido. En
los demás casos se imponen las penas según las circunstan-
cias y la mayor o menor gravedad del delito. Cuando se hace
una herida casualmente sin culpa alguna, no se incurre en
pena, porque el caso fortuito no se presta ni en los delitos ni
en los contratos; pero si hubo culpa, se tienen que satisfacer
cuando menos los perjuicios ocasionados, como los gastos
de curación y la pérdida de trabajo. Si herimos a un injusto
agresor por nuestra propia defensa, no hacemos más que usar
de nuestro derecho.75

74 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 106.


75 Escriche, Diccionario razonado de legislación, pp. 283-284.

252
El derecho criminal indiano

Riña. La riña era el intercambio de palabras de enojo, los rijo-


sos echaban mano a sus espadas y con ellas fuera de las vainas
se daban cuchilladas. Casi era inevitable que resultaran heri-
dos. Las causas de riña eran infinitas e insignificantes, pues
por cualquier nadería pasaban al intercambio de cuchilladas.76
Daños. El detrimento, perjuicio o menoscabo que se recibe
en la honra, la hacienda o la persona. Puede causarse por
dolo o malicia, por culpa o por caso fortuito; importando
mucho en cualquier evento saber el modo, para arreglar la
responsabilidad que debe exigirse.77 El daño que se cometía
con mayor frecuencia era el de la modalidad de daños en las
milpas por el ganado ajeno.78
Despojo. El despojo consiste en el uso de la violencia o la
clandestinidad por el que una persona es privada de la pose-
sión de una cosa mueble o inmueble.79
Extorsión. El acto y efecto de sacar por fuerza e indebida-
mente alguna cosa a alguno.80
Fraude. Es el engaño o la inducción al error de otro para
aprovecharse de él.81
Alzados o rebelión. Las partidas consideraban a este crimen
como una manera de traición que sólo puede cometer el
vasallo que debe fidelidad al monarca.82
Delitos contra el abasto. Es la violación de precios y pesos
oficiales, así como por contravenir las ordenanzas sobre el
abasto y dar malas comidas a los huéspedes y tener muy
sucio el mesón.83
Desacato. El desacato podía consistir no solamente en el
desagravio u ofensa directa a la persona del juez real o sus
ministros, sino porque en su presencia se dijesen palabras al-
tisonantes u ofensivas o se tratare de injuriar o dar un golpe
a otra persona.84

76 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 106.


77 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 170.
78 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 112.
79 Ibid., p. 108.
80 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 248.
81 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 108.
82 Ibid., p. 100.
83 Ibid., p. 115.
84 Ibid., p. 101.

253
La justicia criminal local novohispana

Escalamiento. Abrir rompiendo la pared o tejado de la cárcel


para escaparse.85 También era cuando un delincuente ingre-
saba a un espacio considerado seguro, para robar o cometer
otras tropelías.86
Fuga de reos. Era la fuga de presos que se hacía de la cárcel,
rompiendo los cerrojos, candados, horadando las paredes o,
en el caso extremo, el asalto que un grupo de hombres arma-
dos hace de la cárcel. La pena por la fuga de reos perpetrada
por un asalto fue calificada desde la Edad Media como “atre-
vimiento muy grande”, y el castigo por ello era la imposición
de la que debía recibir el que era sacado de prisión.87
Fuerza. La violencia que se hace a otro con intención de cau-
sarle algún daño en su persona o en sus cosas. Puede hacerse
con armas o sin ellas. Hace fuerza con armas: el que acomete
o hiere a otro con armas de hierro, madera o fuego, o con
piedras, u otra cualquiera cosa que haga daño; el que lleva
consigo hombres armados para hacer mal a alguno; el que
estando armado encierra o combate a otro en su casa u otro
lugar o le prende, o le precisa a hacer algún pacto contra
su voluntad; el que con gente armada va a quemar o robar
algún pueblo, casa, nave u otro lugar; el que junta hombres
armados con intención de meter escándalo o bullicio en al-
gún pueblo u otro paraje.
Las penas del que hace o se entiende hacer fuerza con armas
son: 1ª destierro perpetuo a alguna isla; 2ª confiscación de
todos sus bienes, si no tiene parientes de línea recta hasta el
tercer grado; 3ª si muriere alguno, sea de la parte del forza-
dor o de la del forzado, debe sufrir la pena de muerte el jefe
de la fuerza. Las penas del que hace la fuerza sin armas son:
1ª destierro; 2ª confiscación de la tercera parte de los bienes;
3ª pérdida del oficio público que tuviese e imposibilidad de
ser colocado en otro. Además de las referidas penas está
obligado el forzador, cualquiera que sea, a pagar al forzado
los perjuicios que le vinieren por su culpa. El que juntando
con hombres con armas pusiese o mandase poner fuego
para quemar casa u otro edificio o mieses de otro, debe ser
desterrado para siempre si fuera hijodalgo u hombre hon-

85 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 236.


86 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 111.
87 Ibid., p. 103.

254
El derecho criminal indiano

rado, y quemado si fuere hombre de otra clase o vil. Si uno


toma por fuerza alguna cosa que otro tiene en su poder y
paz, pierde el derecho que tuviere en ella; y si ningún dere-
cho tuviere, debe restituirlo doble.88
Sodomía. La sodomía consiste en el concúbito entre personas
de un mismo sexo o en vaso indebido.89
Perjurio. Son los que juran en falso. Porque de no haberse cas-
tigado y punido los testigos que han depuesto falsedad, se ha
dado ocasión que otros hombres de mala consciencia se atre-
van a deponer falsedad, donde son presentados por testigos;
mandamos, que donde los del nuestro Consejo, Presidentes
y Oidores de las Audiencias, y otros cualesquier Jueces vieren
o presumieren, que algunos testigos deponen falsamente en
algún pleito, o hay una gran diversidad en las deposiciones
de ellos, que trabajen para averiguar la verdad o falsedad; y
si vieren que cumple, los careen unos con otros, por manera
que la falsedad averiguada, así en las causas civiles como en
las criminales, los testigos falsos sean bien punidos y casti-
gados. Y por ser la causa tan necesaria para el bien público,
mandamos, que los Jueces procedan con toda la brevedad y
de oficio, y que esto se haga sin esperar la determinación de
la causa principal: y lo mismo hagan los Alcaldes del Crimen y
los de los hijosdalgo en las causas que ante ellos se traten:
y mandamos al nuestro Procurador Fiscal, que asista a ello, y
hagan las diligencias necesarias.90
Resistencia. Que los soldados que resistan a la Justicia o em-
baracen sus funciones pierdan el fuero militar, y puedan ser
arrestados y castigados por el Juez Real Ordinario, así como
el Militar tendrá en igual caso la misma facultad de proceder
contra los Reos de otro fuero.91
Armas prohibidas. Prohibición de armas ofensivas y defen-
sivas. Mandamos, que en los lugares donde estuvieron ve-
dadas las armas generalmente, so pena que sean perdidas,
si alguno fuere contra el dicho vedamiento, y fuere tomado
con armas ofensivas y defensivas, las unas y las otras las ha
de perder. Prohibición de espadas, verdugos y estoques de

88 Escriche, Diccionario razonado de legislación, pp. 265-266.


89 Ibid., p. 468.
90 Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mejicanas, p. 553.
91 Ventura, Recopilación sumaria de todos los autos acordados, p. 311.

255
La justicia criminal local novohispana

más de cinco cuartas de vara. Ordenamos y mandamos, que


ninguna persona, de cualquier calidad y condición que sea,
no sea osado de traer ni traiga espadas, verdugos ni estoques
de más de cinco cuartas de vara de cuchilla en largo: so pena
que, el que la trajere, por la primera vez incurra en pena de
diez ducados y diez días de cárcel, y pérdida de tal espada, o
estoque o verdugo; y por la segunda sea la pena doblada, y un
año de destierro del lugar donde se le tomare, y fuere vecino;
y la dicha pena pecuniaria, y estoque, o verdugo o espada apli-
camos al Juez o Alguacil que la tomare.92
Bebidas prohibidas. Se decretan prohibidas la bebidas contra-
hechas, el chinguirito, las mistelas hechas sobre esta bebida,
y se promueva la entrada del pulque tlachique a fin de que
por estos medios se logre la conservación de la salud pública
y la minoración de la gente relajada y viciosa que subsista
con estos arbitrios.93
Vagancia. Deben tenerse por vagos, según lo dispuesto por
las leyes, los siguientes: el que no teniendo oficio ni benefi-
cio, hacienda ni renta, vive y se mantiene sin saberse que se
proporcione la subsistencia por medios lícitos y honestos;
el que aunque tenga algún patrimonio o emolumento o sea
hijo de familia, no se ocupa sino en concurrir a las casas de
juego, acompañarse con personas de mala fama y frecuentar
lugares sospechosos sin tratar de proporcionarse algún des-
tino correspondiente a su clase; el mendigo sano, robusto y
de buena edad, aunque tenga alguna lesión, con tal que por
ella no esté inhabilitado para el trabajo; el soldado inválido
que teniendo sueldo de tal anda pidiendo limosna; el que
anda distraído por amancebamiento, juego o embriaguez;
el muchacho que anda prófugo y sin destino de pueblo en
pueblo, y el que en el suyo propio no tiene otro ejercicio que
el de pedir limosna, sea por orfandad, sea por descuido de
sus padres.
Las justicias ordinarias pueden proceder de oficio contra los
vagos que haya en sus pueblos, justificando la vagancia, ocio-
sidad u holgazanería con información sumaria, para la que
ha de ser citado el síndico general o personero del común.

92 Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mejicanas, pp. 136-137.


93 Ventura, Recopilación sumaria de todos los autos acordados, p. 112.

256
El derecho criminal indiano

Preso ya el vago, en caso de resultar méritos para ello, se le


toma su declaración haciéndole cargos; y si pretende probar
ocupación y buen porte o emulación de los que hayan de-
puesto contra él, se le da el término de tres días para que lo
acredite.94
Juegos prohibidos. Están prohibidos los juegos de suerte y azar
o de fortuna, o en que intervengan envite, los de alhajas u
otros cualesquiera bienes muebles o raíces, en poca o mu-
cha cantidad, como también los juegos a crédito, al fiado
o sobre palabra; y en los permitidos el tanto suelto que se
jugare no puede exceder de un real de vellón, y toda la canti-
dad no ha de pasar de treinta ducados, aunque sea en muchas
partidas siempre que intervenga en ellas alguno de los mis-
mos jugadores; ni en ellos puede haber traviesas o apuestas.
Los vagos o mal entretenidos, sin oficio, arraigo u ocupa-
ción, que se entregan habitualmente al juego, además de las
penas pecuniarias, incurren desde la primera vez si fuesen
nobles en la de cinco años de presidio para servir en los
regimientos fijos; y si son plebeyos, en la de cinco años de
arsenales; y los dueños de las casas que las tengan habitual-
mente destinadas a este fin, sufrirán las mismas penas según
su clase por tiempo de ocho años.95

El procedimiento criminal

Siguiendo a Joaquín Escriche, el juicio criminal tenía por obje-


to la averiguación de la comisión de los delitos y determinar el
castigo que debía imponerse al perpetrador, procediendo contra
éste por uno de los tres medios que determinaban el juicio: por
acusación o querella, por denuncia o delación, y por pesquisa
o de oficio. Se iniciaba siempre con una información llamada
sumaria (juicio informativo o sumario); y evacuada se seguía un
juicio ordinario llamado plenario.96
El procedimiento criminal informativo o sumario tenía
por objeto averiguar la existencia del delito y la identidad del de-
lincuente, al que se aseguraba y se le tomaba declaración con el
objeto de averiguar cuanto conduciera al delito que se le impu-
94 Escriche, Diccionario razonado de legislación, pp. 706-707.
95 Ibid., p. 348.
96 Ibid., pp. 362-363.

257
La justicia criminal local novohispana

taba. Posteriormente se le tomaba la confesión al inculpado para


determinar las circunstancias que lo llevaron a la comisión del
crimen, su intención y malicia.97 Esta fase sumaria, integrada con
elementos del proceso inquisitivo, se desarrollaba en secreto y
fijaba las bases para el procedimiento.98
El juicio criminal plenario se seguía después del procedi-
miento informativo o sumario con el fin de justificar la inocen-
cia o culpabilidad del procesado y dar la sentencia absolutoria o
condenatoria.99
Autores como Juan Álvarez Posadilla (práctica criminal
por principios, o modo y forma de instruir los procesos crimi-
nales de 1797)100 o Senen Vilanova y Mañes (materia criminal
forense de 1807),101 señalaban que el desarrollo del procedimiento
criminal sumario procedía a instancia o acusación de parte median-
te la presentación de querella en la que se refería el delito cometi-
do contra la persona del querellante con todas las circunstancias y
antecedentes que le caracterizaban y con designación del agresor.
Concluía pidiendo la admisión de la sumaria información para
acreditar los hechos contenidos en la querella, pidiendo se man-
dara prender al reo y embargar sus bienes, como asimismo a los
que resultaran cómplices, condenándolos a recibir castigo con
resarcimiento de daños y perjuicios. A ese pedimento solía dar
el juez un auto, aunque no era preciso, de que afianzado el que-
rellante de calumnia en tanta cantidad se proveería; y dada esta
fianza, se proveía otro auto en que se admitía la acusación cuanto
ha lugar en derecho, y se mandaba dar la información ofrecida.
Si el acusador creía que para la averiguación del delito convenía
hacer reconocimiento por peritos, o practicar alguna otra diligen-
cia, lo pedía en la misma querella y el juez debía acceder a ello,
desde luego.102
En ilustración de lo anterior, en la causa 251.26.13 del
Fondo Judicial Penal sobre el robo de una esclava, se contienen
97 Ibid., p. 363.
98 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 130.
99 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 365.
100 Álvarez Posadilla, Práctica criminal por principios o modo y forma de instruir.
101 Vilanova y Mañes, Senen, Materia criminal forense, o tratado universal teórico práctico de los delitos
y delincuentes, tomo I, Madrid, Imprenta de Don Tomás Albán, 1807, en: https://books.
google.com.mx/books?id=Q9fYZ8h7qP8C&printsec=frontcover&hl=es&source=g
bs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false.
102 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 363.

258
El derecho criminal indiano

los elementos antes señalados, mismos que se transcriben del


procedimiento sumario seguido.

Auto
En la Villa de Aguascalientes en cuatro de marzo de mil
Setecientos Sesenta y Seis años: el Señor Don Agustín Ji-
ménez de Muñana, Capitán de Infantería Española Alcalde
mayor en ella su Jurisdicción y Provincia de Juchipila por
su Majestad Dijo: Su Merced que acaba de parecer en su
juzgado Don Antonio Rodríguez vecino y del comercio de
esta dicha Villa, y le ha informado, que habiéndose desa-
parecido de su casa una Mulata nombrada suya nombrada
Brígida ha llegado a su noticia haberse ésta Remitido a la
Ciudad de México, la que llevaron Miguel y Pedro Antonio
de Espadas, y Respecto hallarse en esta Villa dicho Miguel le
suplica a su Merced lo mande aprehender por detenido en
la cárcel pública, y que juramentado en forma y conforme
a derecho declare qué motivo tuvo para la conducción de
dicha Esclava a dicha Ciudad, y de quién fue enviado y qué
interés le movió con protesta que hace dicho Don Antonio
de seguir hasta la definitiva las diligencias, que se hicieren
precisas que practicar. En cuya vista, y lo Representado por
dicho Don Antonio mandaba y su Merced mandó se libre
mandamiento de prisión al Regidor Alguacil mayor para que
aprehenda a dicho Miguel de Espadas, y lo ponga en la Cár-
cel Pública de que dé cuenta a su teniente general para que
éste practique todas las diligencias que fueren precisas en
este negocio. Así lo proveyó, mandó, y firmó su Merced,
doy fe.- testado.- suya nombrada.- no vale.-
Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–

Ante mí
Don Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–
Se libró mandamiento.
Aguascalientes y marzo 4 de 1766 años.

Mandamiento
El Regidor Alguacil mayor Don Juan de Silva y Noroña soli-
cita la persona de Miguel de Espadas.- y la de Pedro Antonio

259
La justicia criminal local novohispana

de Espadas, y hallado.- Uno, u otro, o los dos los aprehenda,


y ponga.- presos en la Cárcel pública, y de haber.- lo Así
ejecutado de cuenta o a su teniente general para que practi-
que las diligencias mandadas en auto del día de hoy. Así lo
proveyó mandó y firmó su Merced doy fe.-
Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–

Ante mí
Don Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–

Comparecencia del Regidor Alguacil Mayor.


Yo Don Juan de Silva y Noroña Regidor Alguacil mayor de
esta Villa su Jurisdicción en Virtud del mandamiento que
antecede pasé a la Casa de Ignacio Ballín en donde estaba
el dicho Miguel de Espadas, y aprehendí su persona, y por
confesión suya la de Don José del Agua, los que puse en la
Cárcel Pública de esta Villa e inmediatamente pasé a la Casa
de la morada de dicho José del Agua, y embargué un baúl
con su ropa de vestir y cincuenta y cuatro pesos en reales
que tenía sobre debajo de su colchón de todo lo que, dis-
pondrá el Señor Juez de la Causa lo que convenga dándole
el destino que corresponda; Y habiendo pasado segunda vez
pasado a la casa de dicho Ballín en solicitud de la persona del
otro Espada, estando de la parte de afuera de su puerta oí
decir a el enunciado Ballín, que si el dicho el Agua se hubiera
salido de él nada le hubiera sucedido, que él sabía muy bien
la noche que habían sacado a la Mulatilla, quiénes la habían
sacado y para dónde la habían llevado; y que a Don Pedro
Espadas, compañero de Miguel, quienes la habían llevado
para México no la habían de coger la Justicia que ya había
escapado porque no lo habían de declarar, por cuyo motivo
le traje asimismo preso para que el Señor Juez por su decla-
ración y las de los demás cómplices tenga conocimiento de
la verdad. Y por este documento que lo firmé.-
Juan Silva y Noroña –rúbrica–

Auto
En la Villa de Aguascalientes en cinco de marzo de mil se-
tecientos setenta y seis años: el Señor Don Juan Paulino de

260
El derecho criminal indiano

Emazabel teniente general de Alcalde mayor por el Capitán


Don Agustín Jiménez de Muñana que lo es de esta dicha Villa
su Jurisdicción y Provincia de Juchipila por su Majestad Dijo:
su Merced que este día se le ha dado cuenta por el Regidor
Alguacil mayor Don Juan de Silva y Noroña con el manda-
miento, que antecede y providencia dada, la que dio precisado
por haber tenido noticia de estar para hacer fuga Don José del
Agua, por lo que aprehendió; y a Ignacio Ballín por lo que se
percibe en dicha providencia. En cuya vista, y lo expresado en
ella mandaba, y su Merced mandó se le pase a tomar su decla-
ración a Miguel de Espadas y a dicho Ignacio Ballín, y en vista
de lo que en ellas constare procura su Merced en Justicia lo que
convenga. Así lo proveyó, mandó; y firmó Su Merced doy fe.-
Juan Paulino de Emazabel –rúbrica–

Ante mí
Don Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.103

Cuando se procede por pesquisa o de oficio y no por acu-


sación de parte, el principio o cabeza del proceso señala un auto
en el que dice el juez que habiéndosele dado noticia en aquella
hora que en tal paraje se ha cometido determinado delito, para
averiguar la verdad del hecho y castigar al delincuente manda for-
mar dicho auto cabeza de proceso, a cuyo tenor y demás circuns-
tancias que resultaren sean examinados los testigos que pudieren
ser sabedores del suceso. Para este fin y para practicar las demás
diligencias oportunas, pasará personalmente el mismo juez. Dado
el auto anterior se procede a recoger y examinar por peritos lo
que se llama el cuerpo del delito, esto es, el cuerpo del muerto
o el herido, el arma o instrumento con que se hizo la herida, el
quebrantamiento de puerta si le hubo, el instrumento con que
se ejecutó, la llave falsa, etcétera; mas si no pudiere ser hallado
el cuerpo del delito, se averigua su certeza por los medios que se
pueda. Lo que también debe practicarse desde el principio de la
causa es tomar al agraviado o herido, mayormente si peligra su
vida, declaración jurada del hecho para mayor instrucción, apre-
miándole a darla con prisión si se resistiere a ello, a no ser que

103 Expediente 251.26.13/1766/fjp/ahea, fojas 1 a 3.

261
La justicia criminal local novohispana

esté gravemente herido, pues en este caso basta ponerle guardas


con vista. Al mismo tiempo, se le preguntará si quiere querellarse
y, respondiendo que no, se continuará de oficio la causa.104
Encontramos las diligencias efectuadas en el procedimien-
to sumario informativo del expediente 47.21.3 del Fondo Judicial
Penal que permite ejemplificar las pesquisas y demás actividades
realizadas por las autoridades judiciales, como se señala en el pá-
rrafo anterior, y que reproducimos a continuación.

1811 3 fojas Criminal en averiguación de la muerte de Juan


José Rojas
En la Villa de Aguascalientes en once de Marzo de mil ocho-
cientos once años Don Manuel de Arteaga Alcalde Ordina-
rio de Segundo Voto Dijo: que se le ha dado parte que en
el Potrero de la Hacienda de las Trojes distante como una
legua de esta Villa habían herido a un Hombre forastero
que estaba cuidando unos Bueyes. En cuya virtud y para
averiguar quién fue el Agresor y circunstancias de gravedad
de las heridas mandaba y mandó que conducido al Hospital
de esta Villa se le reciba su declaración y a consecuencia su-
maria información por las demás diligencias que convengas
y por este auto así lo proveyó y firmó doy fe.
Manuel Arteaga –rúbrica–

José Luis Ruiz de Esparza


Escribano Real Público y de Cabildo –rúbrica–.

Inmediatamente, el Señor Alcalde ordinario de Segundo


voto presentó el herido que Dijo llamarse Juan José Rojas,
le recibió juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y una
Santa Cruz bajo el cual prometió decir verdad en lo que su-
piere y fuere preguntado y siéndole por el auto anterior Dijo
que anoche como después de las oraciones estando cuidan-
do los Bueyes de las carretas de su amo, Don José Antonio
Campos, en el Potrero de Don Felipe Terán en la Hacienda
de las Trojes, llegaron dos Hombres a pie; a quienes no co-
noció preguntándole por los Boyeros de la referida Hacien-
da, y habiéndoles contestado no los conocía comenzaron

104 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 363.

262
El derecho criminal indiano

a tirarle de pedradas en términos que lo hicieron apear del


Macho en que iba, en cuyo acto se enredó con el cabestro y
calló en tierra, y estando en estos términos llegaron los rela-
cionados Hombres y le dieron de cuchilladas con tal exceso
que no pudo por su pie caminar del Paraje de las carretas y
mandó avisar a sus compañeros con un Hombre que pasó,
y en la mañana de este día fueron las Mujeres de sus compa-
ñeros a traerlo. Que ésta es la verdad en cargo del Juramento
fecho en que se afirmó y ratificó leída que le fue ésta su
declaración. Expresó ser mayor de treinta años, casado con
María Manuela Ávila, calidad indio, y vecino de las Reales
Salinas, no firmó por no saber, lo hizo el Señor Juez doy fe.-
Manuel Arteaga –rúbrica–
José Luis Ruiz de Esparza –rúbrica–.

Doy fe: Que el contenido Juan José Rojas tiene catorce he-
ridas en la cabeza, y siete repartidas en ambos brazos y es-
paldilla del lado izquierdo. Y para que así conste pongo la
presente en la Villa de Aguascalientes en once de Marzo
de mil ochocientos once años siendo testigos Don Antonio
Rubio y Francisco Silva de esta Vecindad.
José Luis Ruiz de Esparza
Escribano Real Público de Cabildo –rúbrica–

Aguascalientes Marzo 12 de 1811


Reúnase la certificación que ha dirigido el Padre Enfermero
y Cirujano del Convento Hospital Fray Mariano del Castillo
y tomando las Señas del herido Juan de Rojas de los Delin-
cuentes, practíquese las más eficaces diligencias con el fin de
ver si se logra la prisión de ellos en vista de no haber presen-
ciado persona alguna el hecho del Pleito que tuvieron. De
Manuel Arteaga Alcalde ordinario de Segundo voto así lo
decretó y firmó doy fe.-
Arteaga –rúbrica–
José Luis Ruiz de Esparza –rúbrica–

Aguascalientes Marzo 23 de 1811


En vista de haberse dado noticia que ha fallecido Juan José
Rojas en el convento Hospital de San Juan de Dios, póngase
el correspondiente Certificado que así lo acredite y fecho

263
La justicia criminal local novohispana

continúese en solicitud de los agresores como está mandado


Don Manuel Arteaga Alcalde ordinario de Segundo voto así
lo decretó y firmó doy fe.-
Arteaga –rúbrica–
José Luis Ruiz de Esparza –rúbrica–

Doy fe: Que en la capilla del Campo Santo del Convento de


Nuestro Padre San Juan de Dios cita Juan José Rojas cadáver
yerto y para que conste lo firmé en la Villa de Aguascalientes
en veinte y tres de Marzo de mil ochocientos once años.
Siendo testigos Don Antonio Rubio y Guadalupe Marín de
esta vecindad.
José Luis Ruiz de Esparza –rúbrica–

Fray Mariano Rodríguez del Castillo, del Sagrado Orden de


Nuestro Padre San Juan de Dios, como enfermero, y ciru-
jano práctico, del convento Hospital, de Nuestro Señor San
José en la Villa de Aguascalientes.
Certifico, y juro en debida forma, como el día once de Mar-
zo de este presente año, entró a curarse, de orden del Señor
Alcalde de 2° Voto Don Manuel de Arteaga, un Pobre heri-
do llamado Juan de Rojas, al que reconocí luego, y le encon-
tré veinte, y una heridas, catorce en la cabeza, y siete en el
tronco, y extremidades superiores. De las catorce primeras
dos fueron de necesidad mortal, una por haber penetrado
hasta la sustancia cerebral, y la otra por estar fracturado en
hueso coronal; todas las demás las considero como simples,
pues interesaron más de los tegumentos comunes, y por ser
ésta la verdad, y a pedimento de Dicho Señor Alcalde, Doy
la presente en Dicho convento a 12 de marzo de 1811 años.
Fray Mariano del Castillo –rúbrica–.105

Después de estas primeras diligencias, se hace la sumaria


información, si la causa se empezó a instancia de parte, o la averi-
guación judicial, si se sigue de oficio, esto es, se reciben las depo-
siciones de los testigos y se practican todas las diligencias que se
estimen convenientes para cerciorarse del delito y de la persona
del delincuente, sin citar por ahora al reo, aunque se sepa quién

105 Expediente 47.21.3 /1811/fjp/ahea, fojas 1 a 3.

264
El derecho criminal indiano

es. A los testigos se deben hacer cuantas preguntas se crean opor-


tunas sobre las circunstancias del hecho, lugar, día, hora, perso-
nas que se hallaron presentes, agresor, entre otras; más no se les
ha de manifestar el nombre del que se presume reo, para que
sus declaraciones sean más sinceras o imparciales. Si se observa
que algún testigo está mintiendo, siendo inconsistente o vago
en su declaración, se le debe poner preso por las sospechas que
infunde de ser reo o cómplice en el delito; y al que se resiste a
deponer, se le apremia a ello con prisión y embargo de bienes.
Resultando por las declaraciones de los testigos o por otras dili-
gencias indicios vehementes contra alguno, y siendo el delito tan
grave que merezca pena corporal o de presidio, se le pone preso
y embarguen los bienes, teniéndole incomunicado hasta después
de recibirle la confesión; pero en los delitos de menor gravedad
no se ha de proceder a tales actos, siendo el reo arraigado, sin que
proceda prueba.106
Seguido el procedimiento anterior, se toma declaración in-
dagatoria al reo o presunto criminal bajo juramento dentro de las
veinticuatro horas siguientes, en la cual se le pregunta su nom-
bre, naturaleza, vecindad, oficio, edad, dónde estuvo el día en
que cometió el delito, en compañía de quiénes, de qué asuntos
habló con ellos, si sabe quién ha cometido el delito, mas no si
le cometió el mismo, y en todo lo demás considerado necesario
para la averiguación, cuidando especificar el motivo de su acción
y las circunstancias de los hechos. Cuando es menor de vein-
ticinco años, se suspende el interrogatorio, se manda nombrar
curador en caso de no tenerlo o estar ausente, ya con el curador
presente se le vuelve a tomar juramento, quien después de este
acto solemne deberá retirarse para continuar con la declaración.
En seguida se evacuarán las citas de las personas que los testi-
gos o el reo dijeron que estaban presentes cuando se cometió
el delito, o que podrían saber alguna cosa, conviniendo leer al
citado después del juramento lo que dice el que le cita para que
no encubra la verdad. Si examinadas estas personas al tenor de la
cita dijeren otra cosa de lo que ella expresa, debe mandar el juez
carear al citante y al citado, para que oyéndolos en careo, pueda
tomar más luz en la indagación de la verdad. También se usa del
careo cuando los reos son muchos y se contradicen mutuamente;

106 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 363.

265
La justicia criminal local novohispana

pero no se acostumbra carear al reo con los testigos, sino en los


tribunales militares.107
En el caso de minoría de edad señalado, encontramos la
evacuación de una testimonial de un mulato que caía en esa cate-
goría que consideramos pertinente transcribir.

Declaración de Baltazar Méndez


En dicha Villa en primero día del mes de noviembre de mil,
seiscientos, y noventa, y un años su merced el señor Francisco
Gómez de Lara teniente general de alcalde mayor en prose-
cución de averiguar el auto cabeza de proceso hizo parecer
ante sí en la sala de su despacho al otro mulato preso en un
cuarto de los de su casa por lo que en dicho auto se expresa,
para efecto de tomarle su declaración en modo de confe-
sión, y del presente por ante mí el escribano, se le recibió
juramento de que hizo en forma de derecho por Dios Nues-
tro Señor, y la señal de la Cruz, y so cargo de él prometió
de decir la verdad en lo que supiere, y le fuese preguntado, y
siéndole que como se llama, de donde es natural, qué calidad
es la suya, si es soltero o casado, qué edad, y oficio tiene, y
lo más que se contiene en el auto cabeza de proceso que se
le leyó, y habiéndolo oído.- dijo se llama Baltazar Méndez,
ser natural de la hacienda del Saucillo en la jurisdicción de
Charcas, que es mulato libre, dicho tiempo de dos años, que
está en el puesto del Saucillo de esta jurisdicción en compa-
ñía de Cristóbal Méndez, su tío, ser soltero, Y su oficio es de
labrador por lo cual siempre con su trabajo personal se ha
acomodado a sembrar maíz, y otras semillas, que es de edad
de veinte años poco más, o menos.- Visto por el Señor Te-
niente la minoridad del confesante dijo, que sin embargo de
ella se proceda, a la dicha declaración, y confesión que suple
por ahora este defecto, reservando (como reserva) el nom-
bre del defensor, o mandarle, que lo nombre para la defensa
de causa principal, por la que está preso […].108

Si algún testigo dijere en causa grave que vio al delincuente;


pero que no le conoce ni sabe cómo se llama, y que le conocería

107 Ibid., p. 364.


108 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, foja 9 frente y vuelta.

266
El derecho criminal indiano

si se le pusiese a la vista, mandará el juez se forme rueda de presos,


esto es, que se pongan en fila en un local de la cárcel ocho, diez o más
de ellos, vestidos todos de forma similar; e introduciendo después al
testigo, hará reconocimiento de ellos, manifestando cuál de ellos
es, si está dentro de ellos, cogiéndole la mano, y declarando de
nuevo con juramento de ser el señalado. Efectuando lo antes señala-
do, se procede, previo auto a tomar la confesión al reo, formándole
cargos de lo que resulta contra él por su declaración indagatoria, por
las deposiciones de los testigos, y por las demás diligencias que se
hubieren practicado, sin olvidar la pregunta de los motivos que
tuvo para cometer el crimen; y si se resistiere a hacer la confesión,
se le apremia con más estrechas prisiones; declarándole por confe-
so del delito en el caso de que ni aun así quisiere hacerla según suele
practicarse. Al fin de la confesión da el juez otro auto en que man-
da suspenderla, dejándola abierta para continuarla siempre que
convenga: lo que también se hace en la declaración indagatoria y en
las de los testigos; y efectivamente, aunque la confesión es la última
diligencia de la sumaria, si después de tomada aparecieren nuevos
reos, hechos o circunstancias, se provee auto para su averiguación
y demás que corresponda siguiendo el mismo método que se ha
indicado. Así para la confesión, como para la declaración indaga-
toria, deposiciones de testigos y demás diligencias, debe preceder
auto del juez y pedimento del acusador si le hubiere.109
Si evacuada la confesión resulta ser el delito de los ligeros
(no grave) por lo que no puede imponerse al reo pena corporal,
puede mandar el juez a pedimento del mismo reo, que se le pon-
ga en libertad, dando fiador que prometa presentarle en la cárcel
siempre que el juez lo mande, o estar a derecho y seguir el juicio,
o pagar por él lo que fuese juzgado y sentenciado. También es
práctica en las causas leves cortar la causa después de tomada
la confesión, sin entrar en juicio plenario, dando el juez un auto
definitivo por que condena en costas al reo y le impone una mul-
ta, si éste lo consiente. No siempre se toma al reo por separado
la declaración indagatoria y la confesión, sino que a veces en las
causas no graves, principalmente si hay alguna urgencia, se sue-
len tomar las dos a un mismo tiempo, dirigiéndose en tal caso
las preguntas no sólo a inquirir o indagar, sino también a hacer
cargos al reo. Es de advertir por último que en las causas graves

109 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 364.

267
La justicia criminal local novohispana

debe el juez inferior dar parte a la audiencia de la provincia luego


que esté formada la sumaria. Remitido el testimonio de ella a la
Sala del Crimen, y oído por ésta el informe del fiscal, suele dar el
auto siguiente: Siga, sustancie y determine, y en su caso consulte;
y a veces manda también que de tanto en tanto tiempo de parte
el juez de lo que vaya adelantando en la causa.110
Del juicio criminal plenario, dice Escriche, es el que sigue des-
pués del procedimiento sumario. Concluida la confesión, que es
la última diligencia sumaria, se procede al juicio plenario; a cuyo
efecto, si hay acusador, manda el juez que se le entreguen los au-
tos para que formalice la acusación; y si la causa se sigue de oficio,
nombra por un auto promotor fiscal con el mismo objeto, pre-
guntándose antes al agraviado o sus parientes si quieren seguir la
causa en su nombre. El nombramiento de promotor fiscal no es
absolutamente necesario, ni hay ley que lo disponga; pero como
es muy útil para el pronto y metódico despacho de las causas,
jamás se omite sino en las leves, en las cuales, no habiendo acusa-
dor, pone el juez un auto haciendo cargo al procesado de lo que
resulta contra él en el sumario. Al mismo tiempo, se manda al reo
que nombre para que le defienda abogado y procurador, en favor
de quien ha de otorgar el poder; y si renunciare a su defensa, no
le ha de ser admitida en las causas graves; mas si se obstina en
no querer defenderse, se sustancia el proceso como en rebeldía,
bien que las notificaciones se le hacen en su propia persona y no
en los estrados para que en ningún tiempo alegue indefensión.
En las causas en que hay acusación pública, se muestra parte el
fiscal, aunque haya acusador privado, a fin de que por separación
de éste no queden los crímenes sin castigo.
Encontramos un poder donde se nombra defensor y pro-
curador, el cual se redactaba en los siguientes términos:

Poder
En la Villa de Aguascalientes en doce días del mes de diciem-
bre de mil, seiscientos, y noventa, y un años ante mí el escri-
bano, y testigos B Cristóbal Méndez, mulato, libre vecino de
esta jurisdicción, y preso en la cárcel (a quien yo el escribano,
doy fe conozco) otorga por la presente que da todo su poder
cumplido bastante en forma el que por derecho se requiere,

110 Ibid., p. 365.

268
El derecho criminal indiano

y es necesario al Maestro Antonio Pérez Velazco, vecino de


esta Villa, especial para que en su nombre, y representando
su misma persona siga, fenezca y acabe la causa que contra
él sigue por querella del Capitán Juan Romo de Vivar, y se
presente de oficio de la Real Justicia por decir haber ocultado
en su casa la carne de una vaca que se le mató al susodicho,
y habérsele resistido cuando le quiso prender, y lo más que
de dicha querella se contiene, y para ello parezca ante el Se-
ñor alcalde mayor de esta Villa o su lugarteniente, o otros
cualesquier Jueces, y Justicias reales y de cualesquier partes
que sean, y presente escritos, testimonios, testigos y proban-
zas, haga pedimentos, requerimientos, situaciones, prisiones,
solturas, embargo, y desembargo, transe, y remate de bienes,
proteste, querelle, jure, y cite, pida autos, y que se le den las
costas de justicia, requisitorias, y más autos que se necesitare
y los presente allí donde deba, y pueda, recuse jueces, letra-
dos, escribanos, y otros ministros oiga autos, sentencias
interlocutorias y definitivas las favorables consienta, y de
las contrarias suplique y apele, y siga la tal apelación, y supli-
cación para donde con derecho deba, y pueda, y haga a todos
los demás autos, y diligencias judiciales, y extrajudiciales que
en razón de su defensa se ofrecieren que para todo ello lo
dependiente, y anexo le da, y otorga este poder sin limitación
alguna, y con libre, y general administración de poderlo en-
juiciar, jurar, y substituir con la relevación en derecho necesa-
rias, y el otorgante de cuyo pedimento no quedó en registro
no firmó porque dijo no saber escribir a su ruego lo firmó
uno de los testigos que lo fueron presentes Salvador Pérez,
Felipe Pérez, y Salvador de Vraga vecino de dicha Villa.-
A ruego y por testigo
Felipe Pérez Velasco –rúbrica–

Ante mí.- Y En testimonio de Verdad


Firmé y rubriqué –rúbrica–
Derecho –rúbrica–

Antonio Pérez Velasco


Escribano Público –rúbrica–.111

111 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, foja 34 frente y vuelta.

269
La justicia criminal local novohispana

Del escrito del acusador o fiscal se da traslado al reo para que


conteste; éste responde, aquel replica, y el reo satisface, por manera
que con dos escritos de cada parte se tiene la causa por conclusa
para prueba, como el juicio civil ordinario. El juez en consecuen-
cia manda recibirla a prueba por un auto, en que señala un breve
término común, que a petición del promotor o del reo se puede
alargar hasta los ochenta días de la ley, expresando que dentro de él
deben ratificarse los testigos del sumario, con abono de los muertos
y ausentes, y recibirse las deposiciones de los que se presentaren de
nuevo. El reo puede pedir que señale el juez día y hora en que se ha-
yan de ratificar los testigos y recibir las declaraciones de los nuevos,
para ver quiénes son, y tacharlos,112 si le conviene. Si por haberse
empleado mucho tiempo en las ratificaciones y nuevas disposi-
ciones contra el reo, viere el juez que queda poco término para la
prueba, podrá prorrogarlo de oficio, para que las partes no queden
indefensas. Desahogadas todas estas diligencias, mas no antes por
evitar sobornos, se entregan los autos al reo para que corriendo
el término de prueba, presente su interrogatorio, diga lo que le
convenga y ponga tachas a los testigos contrarios. Del pedimento
y tachas se da traslado al promotor o acusador, quien en su vista
puede exponer cuanto creyere conveniente, y pedir que se señale
día y hora en que han de hacer sus declaraciones los testigos del
reo, para asistir a su juramento y ponerles también tachas si las
tuvieren. En algunas partes hay la loable práctica de nombrarse
acompañados por parte del reo, no sólo para presenciar el jura-
mento de los testigos, sino también para oír lo que declaren en
su ratificación; y lo mejor sería que presenciase ésta el mismo
procesado.113
Pasado el término de prueba, se provee auto para que se
haga publicación de probanzas; y hecha, se comunican los autos al
promotor o acusador y después al reo, para que ambos aleguen de
bien probado en uno o dos escritos; y luego se provee auto de estar
conclusa la causa, y se da la sentencia: pero es menester advertir que
no se publica la sentencia sin estar antes consultada. El juez infe-
rior en los delitos graves debe consultar la sentencia a la Audiencia.
Cuando no puede apelarse de ella, pues nunca basta la decisión de
un inferior para imponer la pena correspondiente a sus autores. La
112 Tachar: alegar contra un testigo algún motivo legal para que no sea creído en el pleito.
Diccionario de la lengua española, 22ª ed., en: http://dle.rae.es/?id=Yv1fAZ3.
113 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 365.

270
El derecho criminal indiano

Audiencia pasa al fiscal la causa recibida en consulta; y si después


de haber oído a éste considera justa la sentencia, manda devolverla
al inferior para que la ejecute; pero si advierte que se ha omitido al-
guna diligencia esencial en la sustanciación del proceso, que no hay
pruebas, que el delito no es de aquellos en que se debe negar la ape-
lación, que la sentencia no es conforme a los méritos del proceso o
a lo dispuesto por la ley, o en fin algún otro vicio semejante, puede
mandar que la causa venga por su orden, esto es, que se admite la
apelación, o bien retener la causa para la enmienda o revocación de
la sentencia, oyendo sus defensas al proceso.114
Encontramos una causa juzgada por sodomía en donde la
Real Audiencia de la Nueva Galicia hizo la revisión de la senten-
cia del juez de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes, donde ratifica
su criterio y que escenifica lo referido.

Sentencia que dieron los señores Presidente, y oidores de la


Real Audiencia de este Reino contra María de la Candelaria

Coyota a quien mandó poner en el hospital de San Juan de


Dios de esta Villa.-
En dos fojas 2f

En los autos de la causa criminal culminada de oficio de la


Real Justicia y por denuncia de María de la Candelaria India,
contra José de la Serna coyote, preso en esta Real Cárcel
de corte por los delitos de sodomía y estupro que se dice
Intentó ejecutar el primero con la dicha María de la Cande-
laria, su mujer, y el segundo con Pascuala Isabel, su hija, que
se dice ser, y de la dicha su mujer, de edad de dos años y lo
demás que es la causa, vista las declaraciones de marido y mu-
jer el reconocimiento que dos cirujanos, y dos matronas de
esta Ciudad hicieron de la dicha María y de su hija Pascuala,
la que ese alego por parte de ambos, y lo que, sobre todo,
dijo el Abogado fiscal acusándolos criminalmente, para que
fuesen castigados en la pena ordinaria del delito con lo de-
más y de los autos consta y Ver convino.-
Fallamos atentos los autos y méritos del proceso y por la
culpa que resulta de esta causa contra los dichos José de

114 Id.

271
La justicia criminal local novohispana

Serna y María de la Candelaria que les debemos condenar y


condenamos, al dicho José de la Serna en doscientos azotes
que se le den en la forma ordinaria sacándose para ello de la
prisión en que se encuentra en la Villa en forma de Justicia
en voz de pregonero que manifestó a todos la sentencia del
delito por las calles públicas acostumbradas de esta Ciudad
y después sea vendido su servicio personal en un obraje o
Ingenio de los de Nueva España por tiempo de ocho años
que no quebrante pena de la Vida para lo cual se conduzca
en primera ocasión en la forma Regular a la Real Cárcel de
corte de México o a la Ciudad de Querétaro, y su procedido
se aplica a penas de Cámara y gastos de Justicia, y a la dicha
María de la Candelaria a que sirva en uno de los hospitales
de la Villa de Aguas Calientes tiempo de seis años los cuatro
precisos y los otros dos, a voluntad de esta Real Audiencia
devengando con su trabajo personal el sustento cotidiano y
su vestuario, y se le apercibe no los quebrante pena de que
será puesta en una Reclusión para ello se le remita a dicha
Villa con testimonio, de esta sentencia, y por ella definitiva-
mente juzgado (que se ejecute), sin embargo, de suplicación
en atención a las circunstancias de la causa y muchedumbre
de presos, así lo pronunciamos mandamos y firmamos los
oidores –ilegible– y parezco del – ilegible– Pedro Malo de
Villa Vicencio Caballero de la orden de Calatrava, del Conse-
jo de su Majestad, su oidor, de esta dicha Audiencia a quien se
remitió en discordia de Votos.- Doctor Don José de Miranda,
Villa y San (Villaisan).- Doctor Don Pedro Malo de Villa Vi-
cencio.- Don Fernando de Urrutia.---- Don Antonio del Real
y Quesada.- En la Ciudad de Guadalajara a diez y siete de Di-
ciembre de mil, setecientos y quince y estando en Audiencia
presente los Señores Presidente y oidores de esta de Nueva
Galicia, dieron y pronunciaron la sentencia antecedente, se-
gún y como en ella se contiene testigos el licenciado Don
José Agramonte y José Leal Portero.- Don Pedro Martínez
Martorana.-
Concuerda con su original
Pedro Martínez Martorana –rúbrica–

En la Villa de Aguascalientes en diez y siete de julio del


año de setecientos y diez y seis el Señor alcalde mayor Don

272
El derecho criminal indiano

Pedro Miguel de Prados, Dijo que el día de hoy ha recibido el


despacho antecedente de su Alteza la Real audiencia de este
reino para este efecto que en él se expresa con una mujer
coyota nombrada María de la Candelaria en cuya atención
debía mandar y mandó se entregue al Reverendo Padre
Prior de San Juan de Dios para que cumpla en el hospital
de esta Villa el estupro en que está condenada, a lo cual para
el presente escribano quien se la entregue y ponga razón de
haberlo hecho y recibió de dicho Padre y para que conste lo
firmó de que doy fe.-
Don Pedro Miguel de Prados –rúbrica–

Ante mí
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Público y de Cabildo –rúbrica–

Y luego incontinenti (inmediatamente) yo el escribano público


pasé al hospital de San Juan de Dios al efecto de lo mandado
en el Real despacho y auto del Señor alcalde mayor y entre-
gué al Reverendo Roque García, prior de él, a la Coyota
referida María de la Candelaria y su Reverencia dijo que
la recibía y recibió y tendrá en él hasta el tiempo que se le
señaló a ésta por su Alteza por su sentencia lo firmó de
que doy fe.-
Fray Roque García –rúbrica–

Don Baltazar de Aguilera


Escribano Real Público y de Cabildo –rúbrica–.115

En las causas leves y urgentes no se siguen siempre los


mismos trámites que en las de gravedad, pues a veces el juez para
abreviar manda abrirlas a prueba con calidad de todos los cargos,
de publicación, conclusión y citación para sentencia definitiva; y
en tal caso dentro del término que se señala han de ratificarse los
testigos de la sumaria, abonarse a los muertos y ausentes, poner
tachas a los de la parte contraria, a cuyo fin se ha de dar nota de
ellos a la que la pida; y alegando cada parte en el propio término
lo que crea resultar a su favor y contra la otra de las probanzas,

115 Expediente: 252.27.2/1716/fjp/ahea, fojas 1 a 3.

273
La justicia criminal local novohispana

que no llega a ver porque las tiene custodiadas con todo sigilo el
escribano, queda concluida la causa, y se procede a la sentencia.116
Concluido el procedimiento, tanto sumario como plena-
rio es preciso tener en cuenta ciertas formalidades del procedi-
miento; así, el escribano era responsable de la redacción de las
actas. Si había errores, al final del texto debían anotarse cuáles
eran las erratas, entrerrenglonados y testaduras, y cuáles debían
valer y cuáles no. Debido a que el proceso penal se redactaba al
momento sin posibilidad de enmienda, no era factible pasar en
limpio las actas, lo que resultaba en documentos con un buen
número de imperfecciones. Pese a la intervención del escribano
como funcionario con fe pública, lo que le da validez jurídica al
acto judicial, aparecen los testigos de diligencias en notificacio-
nes, citatorios y requerimientos.117
El juez no fundaba sus decisiones ni determinaciones, ni
sentencias por las que se ponía fin al procedimiento.118 Lo an-
terior en función a que los justicias de las alcaldías mayores o
corregidurías eran personajes principalmente de armas, poco co-
nocedores del derecho, y que basaban el procedimiento criminal
en el seguimiento de rudimentos o formularios que los escribanos
aprendían en sus actividades judiciales; sin embargo, los asesores
letrados que dictaminaban los proyectos de sentencia sí fundaban
sus proyectos. De tal forma, como producto de esta investiga-
ción localizamos diversos expedientes donde hay menciones de
autores encumbrados, invocaciones de las Partidas, Recopilación de
Castilla y otras normas indianas.
En apoyo a lo anterior, reproducimos parte de la sentencia
emitida por el justicia de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes en
el año 1756, donde se hace mención a un reconocido autor del
siglo xvi.

Hallo atento a los autos, y méritos del proceso, no ser su-


ficientes ni haberse probado los indicios que resultaron al
parecer, contra Nicolás de Santiago, Miguel González, y
sus dos Hijos; pues aunque la mujer de Miguel López, en
su declaración de fojas treinta, y seis afirma que el día que
amaneció muerto Cristóbal Ponce, vio pasar a la madrugada

116 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 366.


117 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, p. 130.
118 Ibid., p. 131.

274
El derecho criminal indiano

por su casa a los referidos Miguel,


y sus dos hijos, a más que su dicho
como singular, ni tiene crédito en
derecho, se prueba con evidencia
ser falso, por las declaraciones de
José Saucedo, Félix Navarro, Fran-
cisco Navarro, Amaro Saucedo, y
otros que convencer, haber éstos
dormido en la casa de Francis-
co Navarro, y amanecido allí; y
como quiera que las pruebas en
causas criminales, principalmente
en aquellas de que puede resultar
pena de muerte, han de ser en sentencia del Príncipe de los
criminalistas Antonio Gómez,119 más claras que la luz me-
ridiana, no siendo de esta naturaleza las que constan por la
serie de los autos, antes sí confusas, y muchas incontestes
(incontestables), debía declarar, y declaro por libres a los re-
feridos Miguel González y sus dos hijos del crimen impues-
to, y penas por él merecidas, como de la prisión en que se
hallan, y respecto a que los más de los testigos concuerdan
en el ilícito comercio que el difunto Santiago tuvo, con Mar-
garita González mujer del difunto Ponce, debía condenar,
y condeno a la referida (si acaso pareciere) en dos años a
un depósito, y a los bienes del referido Santiago en todas
las costas procesales, y personales; lo que se haga saber a el
Depositario Don Luis de Tiscareño para que entregue los
que recibió del primer Depositario que fue Don Miguel Mar-
tínez; y constando de la razón puesta por el escribano Sandi
a fojas 9 vuelta haber el primer Depositario entregado todas
las Reses de orden del Señor alcalde mayor que entonces era
Juez de la causa, se saquen éstas o su equivalente de donde
quiera que estén, a “excepción” de lo que pudo correspon-

119 Jurista y sacerdote del siglo xvi (1500-1572), profesor de la Universidad de Salamanca
y arcipreste de Toledo. Su obra y comentarios a la legislación real gozaron de amplia
difusión en las librerías indianas. Sin duda ninguna, de éstos los más conocidos fue-
ron la glosa gregoriana a las Siete Partidas en su comentario a las Leyes de Toro. Ba-
rrientos Grandón, Javier, “Librería de Don Sebastián Calvo de la Puerta (1717-1767)
Oidor de la Real Audiencia de Guatemala”, Revista de estudios histórico- jurídicos, Núme-
ro 21, 1999, pp. 337- 373, en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid
=S0716-54551999002100016.

275
La justicia criminal local novohispana

derle por ese honorario, para el fin de satisfacerlas. Y por ésta


mi sentencia definitiva así lo pronunció, mandó, y firmó con
Asesor –Martínez– fdo no Vale –solicitado– todo no Vale.
Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–
Licenciado Félix Vicente de Silva –rúbrica–
Aguascalientes y Agosto 21 de 1761 años
Dada, y Pronunciada por el Señor Don Agustín Jiménez de
Muñana, Capitán de Infantería Española alcalde mayor de esta
Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Aguascalientes Pro-
vincia de Juchipila, y sus distritos por Su Majestad, siendo
testigos Don Francisco de Mendoza, y Manuel Antonio Ló-
pez de Elizalde doy fe.–
Gerónimo Díaz de Sandi
Escribano Real Público y de Cabildo –rúbrica–.120

En la causa 270.27.5 del Fondo Judicial Penal, el alcalde


mayor de la villa de Aguascalientes, don Felipe Bartolomé Bravo
de Acuña, conde de Santa Rosa, el 26 de enero de 1728 invoca
las leyes de forma general cuando da por presentada una querella
interpuesta por un grupo de vecinos del pueblo de San José de
Gracia, por el despojo que las autoridades de la comunidad que-
rían hacer con sus ranchitos y que señala:

Aguascalientes y enero 26 de 1728 años por presentada y


el Alcalde del Pueblo de San José de gracia informe sobre
lo que tuviera por conveniente según lo dispuesto por su
Majestad en sus leyes Reales sobre lo que éstas expresan
y en su vista se dará la providencia que fuere de Justicia
Proveyéndolo así el Señor Conde de Santa Rosa Don Felipe
Bartolomé Bravo de Acuña alcalde mayor por el Rey Nues-
tro Señor que lo firmó doy fe.
Conde de Santa Rosa –rúbrica– Ante mí
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Real Público y de Cabildo –rúbrica–.121

De igual manera, en la causa 67.2.53 del Fondo Judicial


Penal datada en 1771 se contiene un extenso dictamen elaborado

120 Expediente: 190.5.83/1756/fjp/ahea, fojas 82 vuelta y 83 frente.


121 Expediente: 270.27.5/1728/fjp/ahea, foja 3 frente.

276
El derecho criminal indiano

por el asesor letrado licenciado José Matías Vallarta, el que invoca


a las partidas, la recopilación de Castilla y al fuero de Valdezcaray,
normas todas que fundaron el proyecto para emitir la sentencia
de muerte que se contiene en el procedimiento, que no repro-
ducimos en este espacio por estar transcrito todo el juicio en el
capítulo cuarto de este trabajo.
El juramento era uno de los elementos principales del pro-
cedimiento, pues tenía una implicación simbólica y representa-
tiva en un mundo impregnado de una intensa religiosidad, pues
“el que jura empeña su alma”, tal como postula uno de los diez
mandamientos de no jurar en nombre de Dios en vano. El jura-
mento se debía hacer en forma de derecho, lo cual se hace por
Dios Nuestro Señor y una Santa Cruz, es decir, el otorgante hacía
con los dedos de la mano una señal con la cruz. Esta formalidad
que se exigía tanto a los testigos como a los confesantes, peritos,
curadores y fiadores se insertó en la práctica jurídica novohispana
a través del derecho castellano medieval.122 Añade al juramento
judicial de decir verdad que el testigo debe jurar dos cosas: prime-
ra, decir cuanto supiere y sea concerniente a los hechos del pleito
por ambas partes, aunque no sea preguntado sobre ello: segunda,
no revelar a ninguna de las partes lo que se le preguntó ni lo que
declaró.123 Por lo que hace a los plazos procesales en el caso de
la justicia local, siempre se da una simplificación en los trámites,
abreviando requisitos y plazos.

122 Jiménez, Crimen y justicia en el pueblo de indios de Querétaro, pp. 132-133.


123 Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 368.

277
La justicia criminal local novohispana

El procedimiento criminal
en la Audiencia de la Nueva Galicia
Año de 1716
Sentencia que dieron los Señores Presidente, y
Oidores de la Real Audiencia de este Reino
contra María de la Candelaria coyota a quién mandó
poner en el hospital de San Juan de Dios de esta Villa.
Causa seguida por sodomía.124

Bajo las Ordenanzas de Monzón, la Audiencia tenía el poder de


revisar en apelación, tanto civil como criminal, las decisiones
de todos los otros tribunales seculares dentro de su provincia.
También tenía jurisdicción de primera instancia en los antiguos
“casos de corte” (muerte segura, mujer forzada, tregua que-
brantada, casa quemada, camino quebrantado, traición, rapto,
pleito de viudas y huérfanos y personas miserables, o contra co-
rregidor o alcalde ordinario u otro oficial de tal lugar), en casos
criminales surgidos dentro de cinco leguas en la ciudad capital
y en todos los casos de alteración y falsificación. No había ape-
lación a las decisiones de la Audiencia en casos criminales.125
Los casos criminales de naturaleza trivial (casos de palabras
ligeras), podían ser decididos por un solo oidor. La costumbre
usual era que los oidores en sesión fungieran simultáneamente
como “oidor semanero” con el propósito de despachar estos
asuntos menores y de expedir autos en trámite. En casos más
serios, un oidor podría conducir las etapas preliminares del juicio
sin emitir sentencia final (definitiva), pues esto último requería
que estuviesen de acuerdo dos oidores, o bien, el presidente y
todos los oidores asistentes en negocios presentados “en grado
de suplicación”. Todas estas regulaciones de quórum se fijaban
como requisitos mínimos y, en teoría, no excusaban a los jueces de
sus tres horas obligatorias cada mañana en la corte. Todas las deci-
siones de la audiencia eran por voto de mayoría. Si el número total
de jueces era solamente de dos y llegaban a diferir en sus juicios,
podrían hacer que uno de los abogados que litigaban en la corte
emitiera el voto decisivo.126
124 Expediente 252.27.2/1716/fjp/ahea, carátula del juicio.
125 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 219.
126 Ibid., p. 220.

278
El derecho criminal indiano

Los casos criminales contra oidores eran conocidos por


un comité judicial que estaba integrado por el presidente y los
magistrados judiciales de la ciudad capital. La Audiencia podía
enviar ejecutores para obligar a los magistrados locales y a otros
a que obedecieran sus decisiones. También podía nombrar jueces
de comisión para que investigaran crímenes y disturbios así como
para que trajeran a los sospechosos ante los oidores. Usualmente,
el juez de comisión era una persona que no tenía un nombra-
miento judicial regular y a quien se le designaba para actuar como
juez de primera instancia en algún caso en particular. La audien-
cia tenía prohibido nombrar jueces de residencia o pesquisidores
(estos últimos excepto en casos urgentes de delitos graves o de
desórdenes públicos).127
La extensión de la jurisdicción de apelación de la Audiencia
era mucho mayor que la cubierta por la autoridad administrativa
del presidente-gobernador. Incluía no sólo a Nueva Galicia sino
también a Colima, a los pueblos de Ávalos, al reino de Nueva
Vizcaya y a las nuevas conquistas hasta el norte. A través de esta
gran área, la Audiencia era la representante directa de la jurisdic-
ción real. Expedía autos y órdenes de la Corte en nombre del rey
y los sellaba con una reproducción del sello real.128
Todas las decisiones de la Audiencia eran por voto de ma-
yoría. En discusiones importantes, no importando si concernían
a decisiones judiciales o a recomendaciones sobre asuntos admi-
nistrativos, los votos individuales de oidores eran asentados por
el presidente en un registro secreto en “el libro del acuerdo”.
Es poco probable que el Consejo de Indias examinara alguna
vez estos libros, aunque sin duda la posibilidad pendía sobre los
oidores como una amenaza. Las horas de trabajo en la Audien-
cia y la lista de deberes varios eran similares a las prescritas en
las Ordenanzas de 1548. Todas las restricciones impuestas hasta
ahora en la vida de los oidores se encontraban resumidas en las
Ordenanzas de Monzón. Los jueces no podían recibir regalos o
pagos, fungir como abogados, establecerse en el comercio u or-
ganizar descubrimientos sin permiso especial, ni tampoco podían
tener tierras o indios, ni siquiera sus propias casas. En 1575 se
añadió una nueva prohibición: ni los oidores ni sus hijos podían

127 Id.
128 Ibid., p. 221.

279
La justicia criminal local novohispana

contraer matrimonio dentro del área de su jurisdicción (Rec. Ind.


2, 16, 82). Tampoco sus parientes ni sus sirvientes podrían tener
un cargo judicial dentro de su provincia. No podían aceptar hos-
pedaje alguno salvo autorizado como “ayuda de costa” mientras
estuviesen en visita.129
A pesar de las restricciones señaladas, se presentaron casos
donde no se dio cumplimiento a las mismas, como se ilustra a
continuación:

La hija primogénita del matrimonio (don Pedro Pérez de


Tagle y doña Manuela de Tagle, III marquesa de Altamira),
doña Luisa Pérez de Tagle y Sánchez de Tagle, IV marquesa
de Altamira, casó en 1730 con don Juan Rodríguez de
Albuerne, oidor de la Audiencia de Guadalajara […]. El caso
de los IV marqueses de Altamira interesa particularmente,
pues el matrimonio de la poderosa marquesa con nada menos
que un oidor de la propia Audiencia en cuyos términos se
ubicaba una de sus mejores haciendas iba a originar graves
problemas. Se conserva por fortuna un testimonio de
indudable valor en el que se refleja el grado de influencia que
lograron ejercer los marqueses en la región durante la época
en que el marido fue magistrado de aquel alto tribunal. Se
trata de un escrito presentado en 1736 por otro oidor de
dicha Audiencia, el licenciado don Juan Carrillo, en el que
daba cuenta de las dificultades que se presentaban en el seno
de ese organismo para impartir justicia con independencia
y equidad, ya que el marqués de Altamira conseguía influir
en el resto de los oidores y ministros de la Audiencia, en
los canónigos y curas, y en otras personas “de primera
distinción” de Guadalajara para conducir los asuntos según
su conveniencia […].130

En las Ordenanzas de Monzón se enumeraba al personal


judicial después de los jueces. En orden de importancia se en-
contraba el fiscal que por primera vez fue nombrado en 1568.
Este importante funcionario, cuyo título completo era “Nuestro
procurador fiscal y promotor de la nuestra justicia”, era nombra-

129 Ibid., p. 222.


130 Serrera, Guadalajara ganadera, p. 276.

280
El derecho criminal indiano

do para proteger los intereses reales, principalmente castigando


los fraudes en contra del tesoro, pero también actuando como
fiscal público. Estaba presente en el “acuerdo” de la audiencia,
por lo cual tenía voz (pero no voto) en la administración de la
provincia (Rec. Ind. 2, 18, 4). El fiscal podía proceder en contra
de ofensores ya fuera por denuncia o por su propia iniciativa en
casos de notoriedad. Sus instrucciones enfatizaban particularmente
el deber de detectar y castigar crímenes y opresiones cometidas en
contra de los indios (Rec. Ind. 2, 18, 34 – 37). Los fiscales en Nueva
Galicia se ganaron la reputación de defensores comprometidos de
los derechos indígenas, en una provincia donde los indígenas tenían
especial necesidad de protección.131
De esta manera, el papel del fiscal como defensor de
los derechos indígenas se materializó en el litigio en torno a
la fundación del pueblo de indios de San José de Gracia que,
a manera de ejemplo, nos permite entender esta figura, por
lo que reproducimos el auto fechado el 21 de enero de 1683
emitido por el presidente de la Audiencia de la Nueva Galicia,
doctor Ceballos Villagutiérrez quien, siguiendo la recomendación
del procurador fiscal Pedro de Barreda, señaló:

[…] a los dichos naturales para que puedan fundar y fun-


den el dicho Pueblo Nuevo con el asiento y nombre de San
José, en el puesto, sitio y parte donde han estado poblados
y rancheados en la dicha jurisdicción […] fundándolo y
fabricándolo en forma, y para que nombren y señalen los
ministros y demás oficiales de República según y en la forma
que se acostumbra hacer en los demás pueblos fundados en
este reino […] les concedo dicha licencia y con tal que el di-
cho sitio referido fuere realengo, o teniendo dueño legítimo
se entienda que los dichos naturales han de pagar su valor
conforme se apreciare, y lo mismo se entienda si don Matías
de Carrasquilla verificare ser suyo dicho sitio […].132

El trabajo legal rutinario de la Corte era realizado por un


grupo de funcionarios conocidos colectivamente como notarios
o “escribanos”, quienes asistían en toda institución de importan-

131 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 224.


132 Gómez Serrano, Apuntes para la historia de San José de Gracia, p. 17.

281
La justicia criminal local novohispana

cia (Rec. Ind. 8, 20, 1). Los escribanos de la audiencia se distin-


guían por el título de “escribanos de cámara”.133
En las audiencias virreinales, al igual que en las audiencias
en España, las causas criminales se juzgaban ante un tribunal in-
dependiente de jueces, esto es, por los “alcaldes del crimen”. Sin
embargo, en las audiencias coloniales menores o subordinadas,
como era el caso de la Audiencia de Guadalajara, los oidores co-
nocían casos criminales aplicando reglas de procedimiento cri-
minal basadas en la práctica de las “salas del crimen” en España
(Rec. Ind. 2, 15, 68).134
En una sociedad tan mezclada y desordenada no cabía
esperar demasiada sensibilidad para la salvaguarda de los inte-
reses del acusado y una sola denuncia bastaba para que la ley se
movilizara y se procediera al arresto. Toda persona arrestada,
ya fuera a instancias del fiscal o de los jueces inferiores, tenía
derecho a recibir una copia de su acusación y a los servicios de
un abogado. El sujeto arrestado disponía de tres días para pre-
parar su defensa, durante los cuales no podría ser interrogado o
sometido a tortura. Los jueces debían inspeccionar las prisiones
semanalmente para asegurar que se cumplieran las normas y se
suponía que habían de dar prioridad a los casos de prisioneros.
Esta prescripción, algo vaga, era la única garantía a un largo con-
finamiento sin juicio, y los presos algunas veces permanecían
en la cárcel por largos periodos,135especialmente cuando había
conflictos de jurisdicción.136
La parte demandante oficial, con su procedimiento inqui-
sidor tomado del derecho canónico y adoptado para el siglo xvi
en cortes seculares en todos los países de tradición de derecho

133 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 224.


134 Ibid., p. 231.
135 Bajo este tenor encontramos diversas causas donde hay un reclamo por el largo recluta-
miento y la poca diligencia en los procesos criminales. Tal es el caso ya señalado en el apar-
tado de la Acordada y que, para el efecto, se ejemplifica en el expediente 13609/13/1806/
agn que se forma por el recurso de suplicación que se dirige al virrey Iturrigaray y que
presenta el reo Vicente Ferrer, preso en la Real Cárcel de la villa de Aguascalientes. Éste
se encontraba preso por más de siete meses junto con otros reos, todos sujetos a proceso
por la comisión de diversos delitos ante el Real Tribunal de la Acordada. Se desprende de la
suplicación que acusan ante el virrey que los dependientes de La Acordada encargados de
sus procedimientos habían actuado con morosidad. El Tribunal de la Acordada realiza las
diligencias necesarias para conocer el estado de los casos y determina informar al virrey que
no existe tal dilación y que se ha actuado conforme al ordinario de las causas.
136 Ibid., p. 232.

282
El derecho criminal indiano

romano, era mucho menos favorable a la defensa que el proce-


dimiento incriminatorio que había reemplazado. Los testigos
eran examinados en privado y no podían ser repreguntados por
el acusado o por su abogado, aunque el acusado tenía el mismo
derecho de todos los litigantes de oponerse a la aceptación de
evidencia. Un elaborado y estricto conjunto de leyes permitía
la descalificación “tacha” de testigos con intereses en el caso o
que no fuesen merecedores de confianza. Cuando el acusado
era interrogado no se le mostraba la copia del interrogatorio
sino que tenía que responder a cada pregunta según se la for-
mulaban los jueces. Se le interrogaba bajo juramento y ninguna
regla de evidencia impedía que testificara en su propia contra. Si
se negaba a responder podía ser sujeto a tortura, igual que si se
sospechaba perjurio, o para obtener una confesión si la eviden-
cia en su contra se consideraba casi, pero no completamente,
concluyente. La tortura podía ser usada de nuevo, después de
la sentencia, para obtener los nombres de los cómplices. Para
practicarla se requería una orden por escrito de un magistra-
do en contra de la cual la víctima podía apelar. Ciertas clases
de personas (hombres de nacimiento noble, de conocimien-
tos, mujeres embarazadas y niños) se encontraban exentas de
la tortura,137 según Las Siete Partidas que al respecto señalaban
(Partida 7, 30, 2):

De los tormentos […] Ley 2: Atormentar los presos no


debe ninguno sin mandado de los jueces ordinarios que
tiene poder de hacer justicia de ellos. Y aún los jueces no
los deben mandar atormentar luego que fueren acusados, a
menos de saber antes presunciones o sospechas ciertas de
los yerros sobre los que son presos. Y otrosí decimos que
no deben meter a tormento a ninguno que sea menor de

137 En la causa criminal 67.2.53 (fjp/ahea) de 1771, el asesor letrado recomendó al justicia
del proceso dar tormento a los reos del juicio, de los cuales uno era una joven de 16 años
embarazada, a quien se le exceptuó de la pena señalando: “[…] haciendo dudosa la materia,
induce a la providencia legal de tortura; pero ésta no puede tener efecto en la Petra María
Ana, porque, siendo, según parece, menor de diez y siete años, aunque el mandato, de que
José Gregorio la acusa, fuese cierto, no podría imponérsele la pena ordinaria, por resistirlo
la citada Ley 8 título 31 de la Partida 7. En cuya sentencia es claro que a los reos de tan
tierna edad debe moderarse la pena: Y cuando la ordinaria no sea aplicable, no pueden los
tormentos darse, respecto de que, no sufriendo el derecho que los medios sean más graves,
que el fin a que se dirigen, cualquiera pena que, en defecto de la ordinaria, si impusiese a
Petra María Ana, si su mandato se justifica, será de menor gravedad que los tormentos”.

283
La justicia criminal local novohispana

catorce años, ni a caballero, ni maestro de leyes o de otro sa-


ber, ni a hombre que fuese consejero señaladamente del rey
o del común de alguna ciudad o villa del reino, ni a los hijos
de estos sobredichos, siendo los hijos hombres de buena
fama, ni a mujer que fuese preñada hasta que para, aunque
hallasen señales o sospechas sobre ella, y eso por honra de
la ciencia o nobleza que tienen en sí, y la mujer, por razón
de la criatura que tienen en vientre, que no merece mal.138

La administración de la tortura dependía en gran medida


de la discreción de los jueces en un tribunal que se reunía en
privado puesto que al prisionero podía fácilmente impedírsele la
comunicación con el mundo exterior. Existía una gran inclina-
ción por el uso de la tortura y resulta claro, por la reiteración
de las normas que regían su uso, que éstas frecuentemente eran
ignoradas.139
Las Ordenanzas de Monzón fijaron el mismo proce-
dimiento, en casos criminales, para recibir evidencias y para la
presentación de las declaraciones que debían conducir los escri-
banos, quienes examinaban a los testigos en presencia de los al-
caldes locales y cuya autoridad podía ser necesaria para obligar
a los testigos a declarar.140 Así, presentamos a continuación una
declaración tomada a una acusada en una causa seguida por la
fuga de unos reos de la cárcel pública de la villa de Aguascalientes
en noviembre de 1691, donde se aprecia la forma de examinar a
un testigo en presencia de la autoridad judicial.

Declaración de Mariana de la Cruz. En la Villa de Aguasca-


lientes en dos días del mes de noviembre de mil seiscientos
y noventa y un años su merced dicho Señor Teniente en
prosecución de lo mandado por el auto cabeza de proceso,
y para justificarlo hizo parecer ante sí, y en su sala de despa-
cho a una de las dos mujeres que tiene presas en un cuarto
de su casa por las razones que en dicho auto se expresan, y
estando presente la susodicha por ante mí el escribano se le
recibió juramento que hizo en forma de derecho por Dios
Nuestro Señor y la señal de la Cruz, y so cargo de él que

138 Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, p. 516.


139 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 233.
140 Id.

284
El derecho criminal indiano

prometió de decir verdad en lo que supiere, y le fuere pre-


guntado, y siéndole como se llama, de donde es natural, que
calidad es la suya, si es soltera o casada qué edad tiene y de
qué gana y se sustenta, y todo lo más que se contiene en el
dicho auto cabeza de proceso que se le leyó de verbo ad ver-
bum (palabra por palabra) con toda claridad, y especifica-
ción, y habiéndolo oído, y entendido respondió en lengua
castellana en que es ladina sin embargo de estar presente
Salvador de Uraga intérprete de este juzgado.- Que se llama
Mariana de la Cruz, y que es India, y natural de esta Villa en
la casa de Doña Ana de Orozco donde nació, y es casada
con Gerónimo de Santiago indio, y no supo decir su edad
por el aspecto parece de cuarenta años poco más, o menos,
y que ha tiempo de tres años, que se casó con el susodicho,
quien la ha sustentado, y ésta le ha asistido, y servido, y antes
de casarse se sustentaba, y pasábale servicio personalmente,
en algunas casas de señoras de esta Villa, Y en cuanto a lo
que se contiene en el auto, que se le ha leído, sabe que el
lunes pasado que se contaron veinte y nueve de octubre por
la noche su merced el Señor Teniente mandó poner en la
cárcel de esta Villa al dicho Gerónimo de Santiago su mari-
do por querella, que contra él dio Nicolás de Castro por
haberlo robado y escalado su casa, y al día siguiente dicho
señor teniente mandó poner un par de grillos, y como a las
tres de la tarde poco más, o menos metieron en dicha cárcel,
otros dos mulatos con grillos los cuales sabe trajo Manuel de
Fonseca.- Y yendo esta confesante a la cárcel a ver al dicho
su marido en la calle todas las personas con ocasión de darle
el pésame que le encontraron (así hombres como mujeres)
le dijeron, que el delito, que había cometido su marido en
robar a Castro había sido motivo para que pagara con el
pescuezo, y que estaba arreglado a que lo ahorcaran con lo
cual temerosa de oír estas razones, llenada, del amor que
tiene a dicho su marido en el tiempo, que ocupó en llegar a
dicha cárcel previno el cómo podría abrir la puerta de dicha
cárcel y sacar a dicho su marido de la prisión en que estaba.
Imaginando en cómo lo haría llegó a la dicha cárcel donde
halló a los dichos dos mulatos en compañía de dicho su ma-
rido presos, y por no hablarle delante de ellos le llamó a la
reja, Y secretamente le dijo, que si quería salir de dicha cárcel

285
La justicia criminal local novohispana

buscaría modo para abrirle la puerta y quitar el candado de


ella, a lo cual le respondió dicho su marido que sí se saldría,
que buscara forma de abrir dicho candado, y quitarlo, y vol-
viendo esta confesante a la casa donde vivía abrió su cajuela
donde tenía un hierro largo encorvada la punta el cual a más
tiempo de diez años, que lo tenía guardado, y cogiéndolo vol-
vió a dicha cárcel, y probando si podría con él abrir dicho
candado, lo metió por donde entra la llave haciendo diligencia
de quitar el machuelo, que atraviesa el del prestillo, conoció
podía con él abrir dicho candado, y para hacerlo se estuvo en
dicha puerta hasta que dio la oración de la noche mirando,
reconociendo si venía o parecía gente por la plaza, y de allí a
poco rato viendo no parecer ninguna persona volvió a me-
ter dicho hierro en dicho candado por la parte dicha, y for-
cejando tiró el prestillo y lo sacó, y queriendo sacar el canda-
do de las armellas donde se pone no pudo por estar fuerte,
y entonces llegó a dicha cárcel María mulata sirviente de la
casa de Nicolás de Raya la cual llevaba un Jarro de atole para
el marido de la confesante por ser su conocido, y haberse
criado juntos en dicha casa, y le dijo ésta a dicha María ayú-
dame a quitar el candado, que ya estaba abierto, y así mismo
a abrir la puerta para que salgan los presos con lo cual dicha
María llegó a dicha puerta, y forcejeando con el candado, y
sacó de las armellas, y puso sobre un pilar de adobes, que
está en la pared de dicha cárcel, y abrió la dicha puerta, y esta
confesante aceleró, y con precisión les dijo al dicho su mari-
do y los otros dos presos bien pueden salir, que no parece
gente con cual la dicha María acelerando el paso salió; Y fue
para la dicha su casa, y esta confesante en compañía de su
marido, y los presos se fueron hasta la puerta falsa de la casa
de Nicolás de Raya, teniéndola abierta les dijo entren aquí
que aquí les quitaran los grillos, Y guiándolos los metió por
un patio que da a la huerta de dicha casa, Y entre unos árbo-
les los hizo esconder, y luego se vino a dicha puerta a ver si
parecía gente para avisarles, y luego se fue a sentar a dicho
patio con la dicha María, y de allí a rato le dijo esta confesan-
te a la susodicha vamos a ver a los presos a la huerta, y yendo
las dos juntas entraron en dicha huerta y fueron al rincón de
ella donde estaba el marido de ésta, y vieron a Miguel Loza-
no oficial de herrero, que trabaja en casa Antonio de Silva,

286
El derecho criminal indiano

que con una lima grande estaba limando los grillos al dicho
su marido, y se los quitó, y tiró entre el zacate que hay en
dicha huerta, y se salió para dicho patio, tras de él la dicha
María mulata quedándose ésta en dicha huerta con su dicho
marido.- Fuele preguntado si es verdad, que Gerónimo de
Santiago prestó, una lima a Cristóbal Méndez uno de los
presos para que se limara los grillos, y cuya era la dicha lima,
y quien la había llevado, y si esta confesante fue a pedírsela
al dicho Cristóbal Méndez diga por qué se la pidió, y para
qué, dijo que es verdad, que cuando entraron en dicha huer-
ta, y hallaron a Miguel Lozano estar quitando, y limando los
grillos a su marido la propia lima, que llevó el dicho Lozano,
le mandó coger, su marido, y llevarla al dicho Cristóbal Mén-
dez para que se limara los grillos, el cual la cogió, y con ella
comenzó a limárselos, y volviendo donde estaba su marido
le dijo, anda vuelve, y trae la lima, que todavía es menester, y
yendo se la pidió a dicho Cristóbal Méndez, se la dio, y esta
confesante la trajo, y la dio a dicho Lozano quien la cogió, y
se la llevó, y dentro de breve rato llegó su merced dicho se-
ñor teniente a dicha puerta, y golpeándola recio mandando
abrirla, se la abrieron, y entró en dicha huerta con el presen-
te escribano, y otras personas, y halló a los dichos dos presos
con los grillos puestos, y a su marido sin éstos, y a esta con-
fesante junto con éstos los amarró, y a ella, y a dicha mulata,
y trajo a su casa de su merced, y encerró en un cuarto de ella
según, y como se contiene en dicho auto.- Preguntósele
quien llamó a Miguel Lozano, o por qué orden vino a quitar
los grillos a su marido, por dónde entró, o si estaba el suso-
dicho dentro de la dicha casa o vive en ella, Y por qué razón,
si acaso en ella tiene el asistencia dijo, que no sabe quién lo
llamó ni la confesante lo solicitó porque como lleva dicho
cuando entraron en dicha huerta dichos presos, ya él estaba
allí, y en cuanto a el de vivir el susodicho en dicha casa, o
tener en ella asistencia no lo sabe.– Preguntósele si el hierre-
cillo que dice tenía guardado en su casa, lo hizo ella, o Geró-
nimo de Santiago su marido, Y si éste fue sabedor de dicha
ganzúa, o de la orden estaba guardada dijo, que ella sin sabi-
duría de su marido tenía el dicho hierrecillo, Y que como le
había dicho haría la diligencia por abrirle el candado viendo,
que con una llavecilla pequeña con que primero probó a

287
La justicia criminal local novohispana

hacerlo no tuvo efecto, porque el machuelo del candado no


le daba lugar a entrar, y entonces se acordó del hierrecillo,
que por tener vuelta sería fácil con él, y provocándolo reco-
noció la facilidad que había rempujándolo con fuerza, y que
todo, lo que lleva referido es lo que pasó, lo que sabe, y la
verdad para el juramento, que fecho tiene en que se afirmó
siéndole leída esta confesión, y no firmó porque dijo no sa-
ber, firmólo su merced dicho señor teniente general, y dicho
intérprete de que yo el escribano doy fe.–
Francisco Gómez de Lara –rúbrica–
Salvador de Uraga –rúbrica–
Ante mí
Antonio Pérez Velazco escribano público –rúbrica–.141

Las leyes que regulaban a las salas del crimen en España


prescribían el examen de todos los testigos en persona por los
jueces y esta regla era obligatoria, por analogía general, para
las audiencias coloniales. En la práctica, los oidores parecen ha-
ber admitido tanto testimonios escritos como verbales según su
propia discreción. En el caso de un cargo criminal serio o de un
levantamiento notorio, uno de los oidores normalmente visitaba
la escena del crimen como “juez pesquisidor” para conducir una
investigación preliminar y para recibir los cargos en primera ins-
tancia. El caso era después entregado a la Audiencia que conocía
por escrito la evidencia obtenida por el juez pesquisidor.142
Los perpetradores de crímenes de violencia frecuentemen-
te evadían la justicia bajo la cubierta de la esporádica guerrilla
sostenida por las tribus no pacificadas o, después, por integrantes
de bandas de forajidos. La única fuerza de policía consistía en los
alguaciles mayores propietarios y en auxiliares reclutados y paga-
dos por ellos; luego llegarían los comisionados de la Acordada
y sus tenientes. Al alguacil mayor de la Audiencia se le permitía
tener dos ayudantes rurales o alguaciles de campo (Rec. Ind. 2,
20, 9). A fin de realizar arrestos difíciles, el alguacil había de or-
ganizar a grupos de residentes locales. Los registros criminales
frecuentemente muestran la anotación “escapado de la prisión” o
“escapado de la custodia mientras era conducido a la prisión”. Una

141 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, fojas 10 vuelta a 12 frente.


142 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 233.

288
El derecho criminal indiano

persona acusada podía ser juzgada y sentenciada en ausencia des-


pués de que su nombre era formalmente gritado por las calles, pero
no había ningún mecanismo efectivo para perseguir a un criminal
que escapara a otra provincia. No resulta sorprendente el que
las personas con posibilidad de ser procesados –ya fuera justa o
injustamente– prefirieran huir a permanecer en el mismo lugar
para evitar “purgar su inocencia”, según la significativa expresión
de la época. Es justo añadir que las audiencias tenían el poder de
imponer penas sumarias a los falsos acusadores y a los testigos
en perjurio.143
En este último caso, ilustramos cómo la justicia sanciona-
ba con penas sumarias a los que declaraban falsamente ante la
autoridad.

Auto.- En la Villa de Aguascalientes en cuatro días del mes de


noviembre de mil seiscientos Y noventa Y un años el Señor
Francisco Gómez de Lara teniente general de Alcalde mayor
en ella, y su Jurisdicción, habiendo visto estos autos confesio-
nes, Y declaraciones hechas por Gerónimo de Santiago Indio;
Cristóbal Méndez mulato; Baltazar Méndez mulato; Mariana
de la Cruz india, Y María de San Juan mulata presos por esta
causa en un aposento de las casas de su morada que sirve de
cárcel, Y que de ellas, consta, Y está verificado, haber sido la
dicha Mariana de la Cruz la inventora de haber falseado el
candado de la puerta de la cárcel en donde los dichos Geró-
nimo de Santiago Cristóbal, y Baltazar Méndez estaban pre-
sos, Y ella tiene confesado haber comunicado con el dicho
Gerónimo de Santiago el tener forma de abrir dicho candado
[…] Y mucho más grave, y digno de ejemplar castigo el que
cometieron los dichos Gerónimo de Santiago y Mariana de
la Cruz, quienes en las dichas sus confesiones debajo de ju-
ramento dijeron ser casados, lo cual; por otras nuevas confe-
siones consta, haber sido falso en cuanto de esto el primer
juramento, por declarar en el segundo no ser marido, Y mujer,
sino que están amancebados, Y que con el título de casados
han pasado, por temer el castigo, que las justicias pudieran
hacerles por este caso; Y ser los dos autores e inventores de
la dicha fuga ejecutando ella (como va dicho) abrir el candado

143 Ibid., p. 234.

289
La justicia criminal local novohispana

con ganzúa, cuyo atrevimiento (que mira a menosprecio de la


Real Justicia, Y poco temor suyo) el merecedor de un ejem-
plar castigo, Y para que le tengan en parte de su grave delito,
Y queden castigados, en algún modo, Y sirva de ejemplar,
a otros para que no cometan semejantes excesos, Y tengan
temor a la justicia, Y al rigor de su castigo (de que tanto se
necesita por lo muy practicable que ha sido en esta Villa) […]
Y mando, que por ahora, Y sin perjuicio del estado de la causa
principal […] se le den al dicho Gerónimo de Santiago cien
azotes amarrado a la aldabilla, o argolla de la horca de la plaza
de esta Villa teniendo pendiente al cuello un candado, que
demuestre su delito, Y a la dicha María de la Cruz se le den en
la dicha forma, Y parte (por ser mujer, Y usando de piedad
con ella) cincuenta azotes llevando pendiente del cuello un
hierro en forma de ganzúa, que manifieste su culpa, Y delito,
y para que esto se ejecute en toda forma, Y sea notorio dicho
castigo, mando, que los dichos reos salgan de las dichas casas
de su morada aprisionados con grillos, Y con una cadena, que
los comprenda a entre ambos, Y vayan públicamente por me-
dio de la plaza con el aparato, y prevención de justicia, que en
semejantes casos se acostumbra, Y llegados a la dicha horca
se despojen de la ropa de la cintura para arriba, Y sean pues-
tos en dicha argolla, Y en ellos se ejecute la dicha pena a voz
de pregonero, Y trompeta, dándoles, al dicho Gerónimo de
Santiago los dichos cien azotes, Y a dicha Mariana los cin-
cuenta, Y esto se ejecute sin embargo de cualquiera súplica o
apelación, que quieran interponer […].144

En procedimientos criminales contra los indios, cuando el


fiscal conducía el caso para la Corona, el “protector de indios”
presentaba la defensa (Rec. Ind. 2, 18, 35). Los indios no podían
ser procesados por ofensas consideradas solamente de palabras,
o por riñas sin armas, siendo simplemente amonestados por los
jueces por estas faltas (Rec. Ind. 5, 10, 11).145 A todas las Au-
diencias se les ordenaba emplear a traductores que sirvieran de
intérpretes en los procedimientos que involucraran a indígenas
pagados por el propio tribunal (Rec. Ind. 2, 29, 1), como se

144 Expediente: 294.3.44/1691/fjp/ahea, fojas 3 frente y vuelta.


145 Parry, La Audiencia de Nueva Galicia, p. 236.

290
El derecho criminal indiano

desprende de la declaración de Mariana de la Cruz, inserta en


los párrafos anteriores. La mayor parte de la legislación con-
cerniente al procedimiento de las Audiencias en su trato con los
indios era enfática y singularmente comprehensiva.
Por otra parte, para los españoles y mestizos, el litigio ante
la Audiencia resultaba normalmente un asunto caro e intrincado
si se seguían los procedimientos establecidos. Estas característi-
cas se debían a las generosas provisiones para la apelación y al
gran número de funcionarios judiciales responsables de las dis-
tintas etapas de cada pleito. Sin duda que el sistema fue creado
para otorgar protección a los justiciables contra la parcialidad o la
intimidación. La multiplicidad de cargos judiciales menores tenía,
sobre todo, el objetivo de recaudar ingresos para la Corona por la
venta de los puestos. Las escribanías figuraban prominentemente
en la larga lista de puestos vendibles y renunciables (Rec. Ind. 8,
20, 1), y a los escribanos se les prohibía ejercer sin licencia real
para la cual, por supuesto, tenían que pagar. Una consecuencia de
esto era el reclutamiento de funcionarios de bajo nivel de compe-
tencia y honestidad. El volumen total de litigios en Nueva Galicia
no era muy grande y gran parte del mismo, casos criminales y con-
testación a demandas de los indios, no era remunerativo. Debido
a lo anterior, las escribanías raramente encontraban compradores
calificados. Debido a ello, a fin de realizar su trabajo la Audiencia
se veía obligada a emplear a cualquier escribano necesitado –con
licencia o sin ella– que quisiera ganar cuotas ocasionales.146
De lo anterior se hace patente que los principios y derecho
sobre venta de puestos judiciales eran letra muerta en las audiencias
coloniales subordinadas. De ahí que el procedimiento judicial en
los tribunales novogalaicos no se respetara por completo como
se prescribía formalmente partiendo de la falta de un personal
judicial competente y disponible.147 En consecuencia, tanto en
lo judicial como en la administración, los oidores gozaban de un
mayor margen de discrecionalidad efectiva que el autorizado por
las leyes, como fue el caso del matrimonio del oidor don Juan
Rodríguez de Albuerne y doña Luisa Pérez de Tagle y Sánchez de
Tagle, IV marquesa de Altamira.

146 Ibid., p. 237.


147 Ibid., p. 239.

291
La justicia criminal local novohispana

El uso de los formularios o rudimentos


en la administración de justicia criminal local

Establecido el procedimiento criminal y atendiendo, como hemos


venido señalando en el trabajo de investigación, la falta de cono-
cimientos jurídicos de los funcionarios jurisdiccionales locales, es
menester precisar que la forma común de enfrentar los juicios cri-
minales era con el uso de formularios o rudimentos cuya función
era auxiliar en su labor a las personas encargadas de administrar
justicia en Nueva España, generalmente no letradas, quienes des-
conocían la forma en la que debían actuar en un proceso.148
De este modo, manuscritos como el libro de Los Princi-
pales Rudimentos transcrito por Cutter y El Formulario de Causas
Criminales, así como algunos documentos que se han conserva-
do en archivos mexicanos (la Curia Filípica de Juan Hevia Bo-
laños, entre ellos) en donde existen varias series documentales
correspondientes a la administración de justicia inferior,149 nos
dan una idea de cómo se desahogaba la práctica criminal novo-
hispana.
Como lo señalamos en el apartado de los delitos, estudia-
remos como formulario de causas criminales para el desarrollo
de esta investigación el documento de la Universidad de Indiana
transcrito por Susana García León, que nos permitirá establecer
los diferentes modelos de documentos que se usaron en las dili-
gencias de la mano de los escribanos de las alcaldías mayores en
el desahogo de las actuaciones.150

[10] Modo y estilo de formar las causas criminales /f. 15/.


Tres modos hay de formar las causas criminales, uno es por
querella de parte ofendida, otro por acusador o denuncia, y
otro de oficio de las justicias en las causas de la vindicta pú-
blica o del Real Fisco. Pueden ser acusados cualesquiera del
pueblo y mayor de veinte y cinco años, si se es menor con cu-
rador y el esclavo con curador que lo debe ser su amo, y si no
puede por estar ausente se le nombra de oficio otra persona.

148 García León, “Un formulario de causas criminales de la Nueva España”, p. 84.
149 Ibid., p. 85.
150 La ortografía contemporánea, la inclusión del significado de algunos términos castellanos
o latinos y el despliegue de las abreviaturas son míos, respetando el original sin alterar su
estructura.

292
El derecho criminal indiano

Si es la querella a pedimento de parte se nombra por el juez


la notifique y probada con secreto se manda librar manda-
miento de prisión y embargo de bienes contra el reo. Si es la
causa grave así que se aprehende se le toma su declaración
preparatoria, examinándolo por los particulares de la causa,
y después se pasa a proveer por el juez auto de carga y prue-
ba. Si es menor se le nombra curador ad litem (a los efectos
del juicio) y éste comparece, acepta, jura y afianza, y el juez
le discierne el cargo.
Si es negro o indio o mayor de veinte y /f. 15 v./ cinco años
se le nombra defensor, quién comparece, acepta y jura.
Con asistencia de uno y otro se le toma su confesión al reo
por los cargos justificados en la sumaria (tachado: y acabado
se le notifica al curador) el término de prueba y después al
querellante.
Luego se pasa a notificar los testigos que examinaron en la
sumaria dentro del término con que la causa se recibió a prue-
ba. Cualquiera diligencia que se entienda con indios, o ya sean
testigos, o reos, siempre es preciso mediante el intérprete.
Si el querellante en dicho término quiere dar más prueba, se
le ha de recibir y acabada se entregan los autos al reo para
que responda al cargo.
Responde y si quiere dar prueba se le recibe, y se le va con-
cediendo hasta cumplir el término de la ley que son ochenta
días, y ejecutando esto se le entregan los autos al querellante
para que ponga acusación en forma y lo mismo cuando se
hace de oficio y cuando el querellante la pone se va siguien-
do la causa con él, y el reo, notificándole a los dos los autos
hasta estado de sentencia.
Cuando al querellante se le notifica ponga acusación, y dice
que no tiene que pedir entonces por auto particular se ha
de advocar en sí /f. 16/ el juez el conocimiento de la causa
y que conteste como en las de oficio y si es de mucha gra-
vedad ha de nombrar Fiscal, aunque hoy es el corriente dar
cuenta al Asesor.

[11] Juicio sumario a pedimento de parte querellante


En el pueblo de tal, en tantos yo Don Fulano Alcalde mayor
por Su Majestad de esta jurisdicción en la que actúo como
juez receptor con dos testigos de asistencia por falta de

293
La justicia criminal local novohispana

Escribano Real y Público que no lo hay en el término que


previene el Derecho, digo, que por cuanto que ahora que
serán tales horas, compareció Fulano de Fulano vecino de
tal parte diciendo que la noche del día de ayer a tales horas
se le arrojaron a su casa Mengano y Zutano, y le robaron
tales alhajas, de que está pronto a dar satisfacción y que pre-
vistas las solemnidades necesarias, se querella criminalmente
contra los susodichos para que sean castigados conforme
a las penas en que han incurrido, y que se les devuelvan las
alhajas. Que visto por mí, en cuanto ha lugar por Derecho
admito la querella, debo mandar y mando que a esta parte
se le reciba la información que ofrece al tenor de este auto
cabeza de proceso, y constando /f. 16v./ por ella el cuerpo del
delito se proceda a la prisión de los Mengano y Zutano de tal,
y al secuestro de sus bienes que constase ser suyos, los que se
depositen en persona lega y abonada que lo otorgue en forma
con especial sumisión a este juzgado. Y asimismo se proceda a
las demás diligencias que judicial, o extrajudicialmente, pue-
dan importar para el mejor éxito de esta causa. Y por este
auto cabeza de proceso así lo mandé, proveí, y firmé con los
testigos de mi regular asistencia.

[12] Modo de examinar los testigos


En el pueblo de tal, en tantos del tal mes y año, ante mi
dicho Alcalde mayor, Fulano de tal querellante en los autos
para la información ofrecida, y le está mandado recibir,
presentó por testigo a un hombre que dijo llamarse Fula-
no de tal, ser de tal edad, calidad estado, oficio, natural y
vecino de tal parte, que vive en tal calle y casa del cual para
que declare le recibí juramento, que hizo por Dios nuestro
Señor y la Santa Cruz según Derecho so cuyo cargo ofreció
decir verdad en lo que supiere y fuere preguntado, siéndolo
al tenor del auto cabeza de proceso dijo (aquí se pone lo que
dijere, si de oídas, de vista se publicó o cómo lo sabe) después
se prosigue y lo que lleva dicho es la verdad y lo que sabe por
el juramento /f. 17/ que tiene hecho, en que se afirmó y ra-
tificó siéndole leída su declaración declaró tal edad y que las
generales de la ley no le tocan, y lo firmó o no porque dijo
no saber, y lo hice yo con los de mi asistencia de que doy fe.

294
El derecho criminal indiano

[13] Nota
Las generales de la ley son parientes, compadres, amigos y
criados interesados. Si éstas le tocan se dice que aunque es
pariente en tal grado, compadre del que lo presenta no por
eso ha faltado en nada a la verdad y religión del juramento
que las demás generales de ley no le tocan, y lo firmó o no
porque dijo no saber, hícelo yo con los de mi asistencia de
que doy fe.

[14] Diligencias de prisión


Yo el expresado Alcalde mayor certifico y doy fe como ha-
biéndome dado noticia de que Fulano de tal se halla en tal
parte, y por ser reo por esta causa, mandé a Fulano y a sus
Ministros de Vara fueron a ella y lo aprendiesen los cuales
fueron a habiéndole hallado en tal forma le dijeron se diere
a la Real Justicia, y habiéndolo hecho así, lo aprisionaron y
trajeron a la cárcel pública de este pueblo, donde se entregó
por preso al Alcalde de ella quien se dio por enterado, y /f.
17 v./ se obligó a tenerlo preso y encarcelado con toda cus-
todia y guarda. Y para que conste lo asiento por certificación
y diligencia, que es dada en tal pueblo.

[15] Embargo de bienes


Luego incontinenti (seguidamente) yo dicho Alcalde mayor
estando en la casa de la morada de Fulano de Tal en solici-
tud de los bienes de dicho reo, en virtud de lo mandado en
el auto cabeza de proceso, trabé ejecución y embargo en la
forma siguiente (aquí entran todos los bienes) en todos los
cuales bienes trabé ejecución y embargo, como pertenecien-
tes a dicho Fulano con la protesta de mejorarla cada cuando
convenga, los que el entregué en depósito a Fulano de tal
vecino de tal parte a quien doy fe conozco, el que estando
presente se da por entregado de ellos a toda su satisfacción
y se constituye por tal depositario Real, y so pena de tal, se
obliga a tenerlos todos de todo de pronto y manifiesto, y
fiel guarda y encomienda para no le acudir con ellos en todo
o en parte sin expreso mandato de mí el presente Alcalde
mayor y de incurrir en las demás penas impuestas por el
Derecho a los depositarios que no cumplen con los depó-
sitos que les son entregados, y para ello /f. 18/ obliga su

295
La justicia criminal local novohispana

persona y bienes presentes y futuros, y con ellos se somete al


fuero y jurisdicción de los señores jueces de Su Majestad de
cualquiera parte que sean en especial a este mi juzgado, re-
nuncia su propio fuero domicilio y vecindad, ley si convenerit
de jurisdictione (no se puede ser convenido sino ante la justicia
de la parte de donde se es vecino, el que se obligaba tenía
que renunciarla para poder serlo de otra), y las demás de su
favor y defensa con la general del, Derecho, y así lo otorgó y
firmó siendo testigos Don J. Don R. Don L. Luego se pasa
a tomar declaración al reo.

En el expediente judicial penal 261.24.6 del año 1715 se or-


denó el embargo de bienes del sujeto a proceso Pedro de Aguilar
el que fue acusado de cometer el crimen de fabricar aguardiente
prohibido y portar vara de justicia sin tener derecho y autoriza-
ción de ello en la hacienda de San José de la Isla, de donde po-
demos apreciar la forma de hacer el embargo de bienes como se
presenta en seguida.

En la hacienda de San José de la Isla en cinco días del mes


de octubre de mil setecientos y quince años el Señor Gene-
ral Don Pedro Miguel de Prados alcalde mayor por el Rey
nuestro Señor y Juez de esta Causa y habiendo ido a la casa
de la morada de Don Pedro de Aguilar que es en la que
vive Domingo de Medina por Ante mí el escribano público
y por Ante Don Francisco Antonio de Araico depositario
nombrado por su merced se embargó lo siguiente.- Tres
cargas de panocha menos un poco que le falta a un tercio.-
catorce cueros Redondos medianos.- catorce dichos adobe-
ros también chilos.- cuarenta y nueve manojos de tabaco
ordinario.- como trece pesos de jabón.- siete pares de zapatos
de vaqueta.- tres dichos de cordobán de mujer.- once tortas de
grana.- un peso de añil.- medio soacal de alumbre.- un almud
de sal.- tercio y medio de piloncillo.- docena y media de cin-
chas.- dos mazos de ixtle.- trece rosarios.- veinte sartas de
cuentas blancas.- veinte y dos dichas acijadas (de color azul
verdoso).- siete de cuero coloradas.- y dos paquetes de zar-
cillos (aros de cuba).- cuyos bienes dijo su merced el Señor
Alcalde mayor que los embargaba y embargó en toda forma
de derecho haciendo como dijo hacía e hizo embargo de

296
El derecho criminal indiano

todo lo Referido y mandaba y mandó se le entreguen al di-


cho Don Francisco Araico depositario quien estando presen-
te dijo que en aquella vía y forma que mejor derecho da lugar
–ilegible– se constituía y constituyó por depositario de todo
ello según y en la forma que se aprecia en cuya atención se da
por contento y entregado su voluntad sobre que Renuncia las
leyes del no entrego prohibida y ponga del Recibo como se
contienen y se obliga a tenerlos en su poder y no acudir con
ellos a ninguna persona hasta por su Merced le sea mandado o
por otro juez que sea competente de la causa conozca lo que se
hará a ley de depositario Real que se hace y constituye y a su fir-
meza obliga su persona y bienes habidos y por haber y de poder
a todos los jueces de su Majestad y en especial a su merced
juez que de esta causa conozca para que a su cumplimiento
le apremie y compelan de Rigor de derecho y vía ejecutiva
y como por sentencia pasada en cosa juzgada consentida
renuncia su fuero domicilio y vecindad ley si convenerit (se
somete a la jurisdicción de la Alcaldía Mayor de Aguasca-
lientes) los demás de su favor con la general del derecho
en forma en cuyo testimonio así lo otorgó y firmó con su
merced siendo testigos Lorenzo Martín Bernal de Medina y
José Vásquez Vecinos y presentes de que doy fe.-
Don Pedro Miguel de Prados –rúbrica–
Francisco Antonio de Arayco –rúbrica–

Ante mí
Don Baltazar de Aguilera
Escribano Público y de Cabildo –rúbrica–.151

[16] Declaración del reo


En el pueblo de tal, a tantos yo dicho Alcalde mayor estando
en la cárcel pública para efecto de tomarle declaración a un
hombre que se halla preso en ella por esta causa, al cual hice
parecer ante mí, y dijo llamarse Fulano calidad, estado y ofi-
cio, natural y vecino de tal parte, aquí recibí juramento que
hizo por Dios y la Santa Cruz según Derecho so cuyo cargo
ofreció decir verdad. Y preguntando por los particulares de
esta causa dijo (aquí se pone lo que dijere) y se cierra, todo lo

151 Expediente: 261.24.6/1715/fjp/ahea/ fojas 4 vuelta y 5 frente.

297
La justicia criminal local novohispana

cual dijo ser verdad por el juramento que tiene fecho en que se
afirmó y ratificó siéndole leída esta declaración, declaró ser de
tanta edad, y lo firmó o no porque dijo no saber, hice lo yo
con los demás de mi asistencia.

[17] Nota
Si la declaración del reo en su negativa /f. 18 v./ fuere nece-
sario que se caree con los testigos. Se hará así.

[18] Careo
En tal parte en tantos yo en vista de la negativa de Fulano
de tal reo contenido en esta causa, y declaración hecha por
Fulano de tal testigo examinado en ella para efecto de que se
caree con dicho reo, estando en la cárcel pública de este pue-
blo lo hice comparecer ante mí, y les hice recibir juramento
que hicieron por Dios nuestro Señor y la Santa Cruz según
Derecho, ofreciendo decir verdad y requerido Fulano de tal
testigo le diga a Zutano lo que tiene declarado en su contra
estando uno frente a otro, y habiéndole leído a cada uno su
declaración de verbo ad verbum (palabra por palabra) el dicho
Fulano le dijo ¿no pasó esto? (aquí se pone lo que el uno
al otro dijeron, si no lo convence se prosigue para cerrar) y
aunque sobre lo referido cada uno se hizo varias reconven-
ciones quedaron persistentes con sus dichos y dijeron ser la
verdad por su Juramento en que se afirmaron y ratificaron
y lo firmaron conmigo y los de mí asistencia. Si fuere nece-
sario identificar la persona del reo, se ha de hacer reconoci-
miento en fila de este modo.

[19] Reconocimiento en fila


En tal parte en tantos yo dicho Alcalde /f. 19/ mayor estan-
do en la cárcel pública para efecto de que se haga recono-
cimiento y se identifique la persona de Fulano de tal reo en
estos autos, hice formar y formé una lista de otros presos y
entre ellos se puso la persona de dicho reo, y estando en esta
forma hice parecer ante mí a Fulano de tal, testigo, o quere-
llante del cual recibí juramento y lo hizo por Dios nuestro
Señor y la Santa Cruz según Derecho, y requerido por mi
pasase a dicha fila y viese en ella si se halla la persona del reo
que expresa en su declaración o querella y estando lo saqué

298
El derecho criminal indiano

de la mano, y habiendo llegado a reconocer las personas que


se hallan en dicha fila se llegó a dicho Fulano y sacándolo
de la mano dijo éste es el que tengo declarado (aquí se
asientan las palabras que se digan uno y otro, y se cierra)
en cuya vista hice retirar los demás presos que componían
dicha fila, y el nombrado Fulano dijo que lo que lleva dicho
y ha pasado es la verdad por el juramento que fecho tiene en
que se afirmó, ratificó y firmó.

[20] Nota
Si hecha la sumaria se efugia (evade) el reo se provee auto
para que se pase a tomar declaración al sagrado de este modo.

[21] Auto para el efugio (evasión)


En tal parte en tantos yo dicho Alcalde mayor digo, que por
cuanto se me ha dado noticia que Fulano de tal, reo con-
tenido en estos autos se halla efugiado (evadido) /f. 19 v./
en la parroquia o convento de tal parte, y siendo necesario
recibirle su declaración sobre los particulares de esta causa,
debo mandar y mando para que dicho efecto se pasó a dicho
convento, precediendo ante todas cosas venia o licencia del
Reverendo Licenciado guardián o cura con la protesta que
desde luego hago de guardar la inmunidad fueros y privile-
gios eclesiásticos según el Derecho dispone, y recibida su
declaración al reo en su visita proceder a las demás diligen-
cias que convengan. Y por este auto así lo proveí, mandé y
firmé con los de mi asistencia.

[22] Declaración del reo en efugio


En tal parte en tantos estando en tal convento y presente al
Reverendo Padre Licenciado, para efecto de que conceda su
licencia para recibirle declaración a dicho reo efugiado con
él con las protestas necesarias le hice la insinuación conve-
niente en cuya virtud Zutano Prior me franqueó dicho con-
vento y estando en tal celda u oficina se nos demostró al reo
contenido en estos autos y estando presente dijo llamarse
Fulano de tal calidad, estado, oficio y vecindad del cual para
que se declare recibí juramento que hizo por Dios nuestro
Señor y la Santa Cruz, y ofreció decir verdad, y preguntado
por el contexto de esta causa dijo (aquí se pone todo lo que

299
La justicia criminal local novohispana

dice sin preguntarle otra cosa que es preparatoria y se cierra)


todo lo cual es la verdad so cargo de /f. 20/ su juramento
en que se afirmó y ratificó, declaró ser de tal edad y lo firmó.

[23] Modo de poner certificación de reo efugiado que no quiere declarar


Se toma la declaración antecedente hasta estando presente y
se prosigue preguntando su nombre, calidad, estado, oficio,
naturaleza, y vecindad. Dijo llamarse Iglesia. Preguntado,
¿por qué esta refugiado? Dijo que está en la iglesia y ha-
biéndolo requerido para que jurase dijo, que no quería, que
estaba en la iglesia. Por lo cual certifico y doy fe que habién-
dolo reconocido hallo ser el susodicho alto o bajo de cuerpo,
flaco o gordo, blanco o prieto de rostro con tales señas en el
que parece de tal calidad, y preguntando a otras personas que
fueron fulano y zutano dijeron llamarse Fulano de tal que es
de tal calidad, vive en tal parte y se ponen las señas que dieren
hasta de su vestido y se cierra. Y para que conste lo asiento
por diligencia y certificación que es dada en tal parte en tantos.
Siendo testigo A. B. C. Si hay quien lo conozca se examina
fuera de la iglesia para que identificada la persona del reo,
si tiene armas cortas se le quitan menos escopeta y espada.

[24] Advertencia
A los reos no se preguntan las generales de la ley en sus
declaraciones, y si acaso cita /f. 20 v./ en ella a algunos que
parezca necesario examinarlos antes de hacerles el cargo se
hace, y con esto queda acabado el juicio sumario y para ma-
yor claridad pongo la advertencia siguiente.
Advertencia y compendio de los delitos, cuyo conocimiento
toca a la Real Justicia

[61] Juicio plenario


En este juicio es regla general que al reo que es menor de
veinticinco años se le nombre curador, si es mayor pero in-
dio se le nombra, defensor, al esclavo se le pone procurador
y debe serlo su amo si está en parte donde lo pueda ser, si
no a otro de oficio, y con asistencia de uno y otro se le toma
el juramento de su confesión a los reos, pero no ha de estar
/f. 26 v./ presentes a lo demás de ella.

300
El derecho criminal indiano

[62] Auto de cargo y prueba


En el pueblo de tal en tantos de tal mes y año, yo Don Fulano
de tal Alcalde mayor por Su Majestad de esta jurisdicción, ac-
tuando en la forma ya expresada, habiendo visto los autos y
causa criminal que de oficio de la Real Justicia y querella de
Fulano se siguen contra Zutano de tal, de tal calidad, preso
en la cárcel pública de este dicho pueblo por tal delito con
lo demás que ver convino, digo que le hacía y le hice cargo
de la culpa que contra él resulta (si es menor se dice) y en
atención a ser tal mandaba, y mandé que de oficio de la
Real Justicia se le nombre curador ad litem (a los efectos
del juicio), y le nombré a Fulano de tal persona inteligente de
ciencia y conciencia y de toda confianza, a quien le notifiqué
comparezca, acepte, jure y afiance y fecho se le discierna el
cargo, y con su asistencia se le tome su confesión al reo, reci-
ba esta causa y partes de ella a prueba en términos de nueve
días comunes a las partes, con todos cargos de publicación
conclusión y citación para oír sentencia, dentro de los cuales
se ratifiquen los testigos de la sumaria, se examinen otros de
nuevo si los hubiere y conviniere la parte /f. 27/ acuse (si
la causa lo requiere se dice y se haga averiguación de la vida
y costumbres de dicho reo, si no, se prosigue) y se prosigan
todas las diligencias conducentes a la substanciación de este
proceso plenario juicio, y por este auto así lo proveí.

[63] Curaduría
En tal pueblo a tantos yo Don Fulano alcalde mayor estando
presente fulano curador ad litem nombrado para la defensa
de Fulano y Zutano reo que conozco, le leí y notifiqué el
auto susodicho según y cómo se contiene y entendido de su
efecto dijo, lo oye, y que lo aceptaba y aceptó dicho cargo
y juró por Dios nuestro Señor y la señal de la Santa Cruz
según Derecho de usar bien y fielmente a todo su leal saber
y entender sin dolo fraude ni encubierta alguna, haciendo
todos los pedimentos judiciales y agencias que convengan
en sus defensas, y si no bastare consejo lo tomará de letrado
o de otras personas inteligentes de ciencia y conciencia que
lo deban dar en Derecho mirando siempre por su persona y
utilidad. De aquí así lo cumpliera ofrece por fiador a fulano
vecino de tal parte que doy fe conozco, el cual estando pre-

301
La justicia criminal local novohispana

sente otorga que fía a dicho Fulano en cargo de tal curador


en tal manera que hará y cumplirá con todo lo que /f. 27
v./ es dicho cargo en defensa de dichos menores sin omi-
tir diligencia alguna a ley de buen curado y, por su defecto,
ausencia o enfermedad lo hará como su tal fiador, haciendo
como hace de negocio ajeno suyo propio, y sin que contra
el susodicho ni sus bienes se haga diligencia alguna de eje-
cución de bienes de fuero ni de Derecho, cuyo beneficio
expresamente renuncia, tomando la voz y caución por él, y
asistirá a la defensa de dicho reo en caso de omisión o negli-
gencia de dicho curador, haciendo lo que él está obligado a
ejecutar. A cuyo cumplimiento se obligaron uno y otro con
sus personas y bienes presentes y futuros y con ellos se so-
meten al fuero y jurisdicción de los señores jueces y justicias
de Su Majestad de cualquiera parte que sean, en especial al
juez de esta causa que de ella pueda y deba conocer para
que a lo dicho se les compela y apremie por todo rigor de
Derecho como si fuera por sentencia pasada en autoridad
de cosa juzgada consentida y no apelada, renuncia su propio
fuero domicilio y vecindad, la ley si cumben exit de jurisdictione
ominum ludicum, las demás de su favor y defensa con la gene-
ral del Derecho. Así lo otorgaron y firmaron conmigo y los
de mi asistencia, haciéndolo de estas diligencias (se ponen
tres testigos) presentes y vecinos. /f. 28/.

[64] Discernimiento del cargo


En el pueblo de tal en tantos yo el enunciado Alcalde mayor
habiendo la aceptación y juramento y fianza dada por Fulano
curador ad litem de Fulano y J. reos presos en esta cárcel públi-
ca digo que en nombre de Su Majestad (Dios lo guarde) le dis-
cernía y discerní el cargo de curador ad litem de dichos menores
y le daba y di el poder y facultad que de derecho se requiere y
fuere necesario para el uso y ejercicio de dicho cargo, mediante
el cual pueda en razón y en defensa a dichos menores hacer
pedimentos, probanzas, informaciones, alegaciones, quere-
llas, acusaciones, prisiones, embargos de bienes ventas trance
y remate de ellos, de que aprehenda posesión en forma que
continúe y defienda, siguiendo el grado por todas instancias
y sentencias que oiga y consienta lo favorable y de contrario
apele y suplique. Recurso, jueces, abogados receptores y de-

302
El derecho criminal indiano

más, pida término, pruebas. Reciba instrucciones, receptorios,


mandamientos, cartas de justicias y otros despachos, presen-
te testigos y los de contrario abone, tache y los vea jurar y
reconocer si necesario fuere para la defensa de sus menores,
curando y eligiendo todos los procuradores que le convengan,
a quienes en tal caso pueda dar y de él poder y facultad /f.
28 v./ que se requiere y fuere necesario con la facultad de lo
enjuiciar jurar y substituir revocar substitutos y nombrar otros
de nuevo, para que todo ello y su mayor validación y firmeza,
yo el Alcalde mayor e interponía e interpongo la autoridad de
mi oficio y judicial decreto en la más bastante forma que por
Derecho haya lugar, y que se le den de esta curaduría las copias
que necesitare y pidiere, autorizadas en pública forma y mane-
ra que hagan fe, y para ella así lo proveí mandé y firmé con los
testigos de mi asistencia con quienes actúo como juez receptor
por falta de Escribano Público ni Real que no le hay en toda la
jurisdicción ni en el distrito que el Derecho previene.

[65] Nota
Si los reos fueren indios o mayores de 25 años no se les
nombra curador, sino defensor como va dicho, y la acepta-
ción y juramento de éste es como sigue.

[66] Aceptación y juramento de defensor


En el pueblo de tal a tantos yo dicho Alcalde mayor, presente
Fulano de tal defensor nombrado en su persona que conozco
le leí y notifiqué el auto de arriba según y cómo se contiene,
y entendido de él dijo lo oye y que aceptaba y aceptó dicho
cargo y juró por Dios nuestro Señor y la Señal de la Santa
Cruz. / f. 29/ según Derecho de usar bien y fielmente a todo
su leal saber y entender sin dolo, fraude ni encubierta alguna
sin omitir cuales quiera diligencia. Y esto respondió y firmó
conmigo, y los testigos de mi asistencia de que doy fe.

[67] Confesión de un reo


En el pueblo de tal en tantos yo el mencionado Alcalde mayor
para efecto de tomarle su confesión a un hombre preso por
esta causa estando en la cárcel pública le hice parecer ante mí
(si es menor, indio se dice) y mediante intérprete o curador le
recibí juramento que hizo por Dios nuestro Señor y la Santa

303
La justicia criminal local novohispana

Cruz según Derecho so cuyo cargo ofreció decir verdad, y le


fueron hechas las preguntas y repreguntas siguientes.
Preguntando ¿Qué calidad, cómo se llama, qué oficio, natu-
raleza, vecindad estado y edad tiene? Dijo llamarse Fulano
que es de tal calidad, estado, oficio natural, vecino que es de
tal edad y responde.
Preguntando ¿quién lo aprehendió, cómo y por qué? Dijo
(aquí se asiente lo que dijere, y para cerrar esta pregunta se
dice) y que cerca de la cual tiene hecha una declaración estos
autos la que pide se le lea y se le muestre y habiéndolo eje-
cutado y leído la que consta a /f. 29 v./ fojas tantas de estos
autos, vídola y entendídola de verbo ad verbum, dijo, que es
suya que es la que hizo y depuso según está escrita que en ella
se afirma y ratifica por no tener que añadir ni quitar, y a mayor
abundamiento la da y reproduce por su confesión y responde.
Se le siguen haciendo otras preguntas acerca de lo que cons-
tare justificado en la sumaria para convencerle, y para cerrar
la confesión se pone preguntando: ¿cuántas veces ha estado
preso, dónde, por qué causas y si ha cumplido las condenas
que le han sido impuestas por causas criminales? Se asienta
lo que dijere y se dice y responde.
Fuéronle hechas otras preguntas y repreguntas al cargo to-
cantes, y a todas dijo no pasó más de lo que llevan dicho
por ser la verdad por el juramento que fecho tiene en que se
afirmó y ratificó, y lo firmó conmigo y los de mi asistencia.
Si es con curador o intérprete, ni firmó porque dijo no sa-
ber, hízolo su curador o intérprete con los de mi asistencia.
Tomada su confesión al reo luego se le notifica el auto de
carga y prueba y después se pasa a tomar la confesión a
otros reos, si los hay en el mismo modo, y si el reo es menor
no se le notifica si en el auto sino al curador /f. 30/ o de-
fensor, o si es indio al intérprete, y después se le notifica el
auto al querellante.

[68] Notificación al término de prueba


Luego incontinenti yo dicho Alcalde mayor estando presente
Fulano de tal contenido en estos autos en su persona le leí,
y notifiqué el auto de cargo, prueba y término en él conce-
dido, y le instruí en sus defensas con apercibimiento que la
omisión que hubiere sea de su cuenta y riesgo y entendido

304
El derecho criminal indiano

de su efecto dijo lo oye. Esto respondió y firmó conmigo y


los de mi asistencia.
Del mismo modo se notifica al querellante y fecho se pasa a
ratificar los testigos de la sumaria.

[69] Ratificación de un testigo


En el pueblo de tal en tantos yo dicho Alcalde mayor ac-
tuando como dicho es para efecto de que se ratifique Fulano
de tal testigo examinado en estos autos (si es indio se dice
mediante intérprete) le recibí juramento que hizo por Dios
nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz según Derecho
ofreció decir verdad, y habiéndole leído la declaración que
tiene a tantas de estos autos, oídola y entendídola de verbo
ad verbum, dijo que es suya que la hizo y depuso /f. 30 v./
según y como está escrita, que en ella se afirma y ratifica
por no tenerle que quitar ni añadir y a mayor abundamiento
la vuelve a decir de nuevo en este plenario juicio, por ser la
verdad so cargo de su juramento en que se afirmó y ratificó,
declaró su edad y las generales dichas en su declaración y la
firmó conmigo y los de mi asistencia.
Si se les ofrece añadir o quitar se asienta a la letra lo que di-
jeren, si alguno de los testigos estuviere muerto o ausente se
abonará con dos testigos que declaren en la manera siguiente.

[70] Abono de testigo muerto o ausente


En el pueblo de tal a tantos yo dicho Mengano para efecto de
abonar la persona de Fulano de testigo examinado en estos
autos por hallarse muerto o ausente, hice parecer ante mí a
Zutano que dijo ser de tal calidad, estado del que recibí jura-
mento que hizo y preguntando por el conocimiento de dicho
Fulano y leídole la declaración que tiene hecha en estos autos
de tantos de tal mes y año que se halla a fojas tantas? dijo que
conocía a dicho Fulano difunto o ausente, que sabe que es o
fue hombre de bien y de honrados procederes, de notorio cré-
dito y como tal en lo que en estos autos declaro no faltaría en
nada /f. 31/ a la verdad por ser temeroso de Dios y de buena
conciencia muy verdadero en todos sus hechos y dichos, y así
tiene por sin duda no faltaría en nada a ellos en dicha su de-
claración por respecto o interés alguno y en lo que lleva dicho
Fulano que las generales de ley no le tocan y los firmo.

305
La justicia criminal local novohispana

[71] Nota
Suele suceder que para el mayor convencimiento del cuerpo
del delito se ratifiquen unos reos que confiesen contra otros
reos que niegan y esta ratificación se asienta así.

[72] Ratificación de un reo como testigo contra otro reo


En el pueblo de tal yo Mengano estando en la cárcel pública
para efecto de que se ratifique Fulano reo en estos autos
como testigo en su declaración contra Reo le hice parecer
ante mí y le recibí juramento habiéndole leído y demostrado
la declaración que tiene fecha y se halla a fojas tantas de estos
autos, vídola y entendídola, dijo que es suya que la hizo y depu-
so según y como se halla escrita, que en ella se afirma y ratifica
por no tener que añadir ni quitar y a mayor abundamiento la
vuelve a decir de nuevo en este plenario juicio como testigo
contra los demás cómplices en este delito por ser la verdad
so cargo su juramento.
/f. 31 v./ Ratificados los testigos de la sumaria, si el reo saca
los autos se le entregan, y si da prueba se le reciben y se le
concede el término como va dicho, y si no se remiten los
autos a asesor para sentencia. Si por el reo se presentare in-
terrogatorio, a tenor de él se examinan los testigos que diere
para su prueba de este modo.

[73] Forma de examinar testigos por interrogatorio


En el pueblo de tal, la parte de Fulano de tal para la prueba
que pretende dar presentó por testigos a un hombre que dijo
llamarse Fulano de tal calidad, estado, a quien para que declare
le recibí juramento que hizo y siendo preguntado al tenor de
dicho interrogatorio a la primera pregunta dijo, que conoce
a las partes, tiene noticia del pleito, que es de tanta edad y las
generales de la ley no le tocan, y responde.

A la segunda pregunta dijo que (se da la pregunta y se asienta


lo que dice) y se cierran todas con él y responde.
Así se asientan todas las preguntas hasta la última, que se
dice, a la tal pregunta dijo, que lo que lleva dicho es público
y notorio, pública voz y forma y la verdad por el juramento
que fecho tiene en que se afirmó /f. 32/ y ratificó declaró
tal edad y lo firmó.

306
El derecho criminal indiano

[74] Advertencia
Antes de la prueba es necesario el citar a la otra parte para
ella estando acabada la prueba se da traslado al querellante
si lo hay para que ponga acusación, si no lo hay, cumplido el
término de ella se remiten los autos al asesor para sentencia
citando antes las partes y es de este modo.

[75] Auto de remisión al asesor


En tal parte a tantos yo el referido Alcalde mayor digo que
en atención a estar conclusa esta causa, debo mandar y man-
do se remita por asesoría al licenciado Don Fulano para que
exponga en ella su parecer citando para ello las partes. Y por
este auto así lo proveí.

[76] Citación
En dicho pueblo estando en la cárcel pública y presente
Fulano de tal reo contenido, en su persona le leí y notifiqué
el auto que antecede y entendido dijo lo oye.
Del mismo modo se cita también al querellante si lo hay,
si la causa requiere tormentos, la sentencia para ellos viene
puesta por el asesor, por eso por curiosidad lo pongo aquí
/f. 32 v./.

[77] Sentencia de tormentos


En la causa criminal que ante mí y este juzgado se halla pen-
diente y han seguido de oficio de la Real Justicia y querella
de Fulano contra Reo preso en la cárcel pública de tal parte
a que me refiero, que por la culpa que contra ello resulta
contra Reo que lo debo condenar y condeno a tormento de
tormentos in se caput, como él se los dar y reiterar cada que
convenga lo cual no se ejecute sin que primero se dé cuenta
a los Señores de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta
Nueva España. Y por esta mi sentencia así lo pronunció
mandó y firmó con asesor.

[78] Pronunciamiento
Di y pronuncié la sentencia del susodicho, con dictamen de
asesor licenciado Don Fulano y como se contiene yo dicho
Alcalde mayor estando haciendo audiencia en este juzgado
que es en el pueblo de tal en tantos.

307
La justicia criminal local novohispana

[79] Nota
Antes de dar asiento se notifica esta sentencia al reo para
que si apela vaya por su […] la causa y fechos cerrados y
sellados los autos se remiten al oficio de cámara a que tocan.
/f. 33/.

[80] Forma de dar tormentos


Primero requerimiento a cuyo tenor se hacen los otros.
En tal pueblo a tantos yo el citado Alcalde mayor estando
en la cárcel pública de esta villa o pueblo, y presentes Fulano
y R. reos presos por esta causa los apercibí dijeran la ver-
dad en razón del robo o muerte ejecutada en tal parte el día
tantos de tal mes y año a tales horas porque de no hacerlo
así se procederá a ejecutar en sus personas la sentencia de
tormentos que por
mí está dada y pro-
nunciada, y se halla
confirmada por los
señores de la Real
Sala del Crimen, y
que si en ellos se
le saltara algún ojo,
quebrare brazo o
pierna y hueso, tu-
viere efusión de sangre mutilación de miembro, o perdiere
la vida será de su cuenta y riesgo, y no de la Real Justicia
que sólo pretende saber la verdad y entendidos de su efecto
dijo lo oyen y que ya la tienen dicha y confesada según paso,
y que aunque se proceda a ejecutar la sentencia padecerán
inocentemente. Y esto responde y para que conste lo asiento
por diligencia y lo firmé con los testigos de mi asistencia.
/f. 33 v./ En este modo acabado el primer requerimiento
que se hace el segundo y tercero y si están negativos luego
se procede a la ejecución en esta forma.

[81] Ejecución de tormentos


En el pueblo de tal en tantos yo dicho Alcalde mayor es-
tando en la sala donde se acostumbra a dar tormento a los
reos con asistencia del licenciado Don Fulano abogado de
la Real Audiencia de México mi asesor hice comparecer ante

308
El derecho criminal indiano

mí a Fulano reo conte-


nido en esta causa (si
fuere menor o indio se
dice) presente su cura-
dor, y mediante intér-
prete le recibí juramento
que hizo y le requerí por
último apercibimiento
dijese la verdad sobre lo
ejecutado en tal robo o
muerte quiénes fueron
los cómplices y culpa-
dos, con apercibimiento que de no hacerlo así se procediera
a ejecutar en su persona el tormento que le amenaza y a que
se halla condenado, y que si estando en él se le saltare un ojo,
quebrare brazo, pierna, hueso o tuviere efusión de sangre,
mutilación de miembro o perdiere la vida será de su cuenta
y riesgo, y no de la Real Justicia que sólo procura saber y
averiguar la verdad. Y dicho reo dijo que no tiene que decir
más de lo que tiene declarado, por cuya razón mandé a los
ministros de justicia que lo saquen /f. 34/ afuera le derri-
ben el pelo y lo desnuden en carnes, habiéndose reconocido
a dicho reo por Fulano maestro cirujano, declaró ante mí
con juramento, no haber en él causa ni motivo que impida
dicha tortura y mandado se procediese a dicha ejecución,
habiéndolo sacado afuera, derribándole el pelo de la cabe-
za, desnudo en carnes, con unos calzoncillos de lienzo o
tal cosa, que le cubran las partes pudendas, y por no haber
impedimento para dicha tortura según lo declarado por di-
cho maestro cirujano se trajo a mi presencia y hechósele el
último requerimiento para ello y por no querer declarar la
verdad de lo que se le ha preguntado se puso al susodicho en
el potro y estando afirmado en él se le volvió a hacer otro re-
querimiento según como los antecedentes, y dicho reo dijo
no saber nada, por lo que mandé a Fulano de tal ministro
ejecutor procediese a la ejecución, y estando en la primera
vuelta de la mancuerna dicho reo dijo (aquí se ponen las pa-
labras que dijere con sus propias voces sean las que fueren)
y habiéndole fenecido la primera vuelta y preguntado por la
segunda le requerí dijese la verdad y dijo esto y esto y de esta

309
La justicia criminal local novohispana

manera se hará en todas las demás vueltas hasta la suspen-


sión de la tortura (que se cierra así) y en este estado mandé
/f. 34 v./se suspendiese dicha tortura y que se quitase de
ella al dicho reo, dejando abierta esta diligencia para reiterarla
cada vez que convenga, habiendo estado en la ejecución de
tortura tantas horas, según lo manifestó un reloj o ampolleta
que por mí se puso para ella. Y para que así conste lo asiento
todo por diligencia que firmé con dicho asesor, curador o
intérprete y testigos de mi asistencia.

[82] Advertencia
Si el reo fuere menor o indio, antes de sacarlo a la sala de
tormentos se le recibe juramento presente su curador o de-
fensor, y en la ejecución no han de estar presentes el cu-
rador, ni el defensor, sino sólo el juez, asesor, intérprete,
testigos de asistencia y verdugo que lo ejecuta.

[83] Nota
Si el reo confesare en la tortura se quita de ella se le ha
de leer lo que hubiere confesado, y después se manda se-
parar en parte secreta y a las 24 horas cumplidas desde la
ejecución del tormento se procede a ratificar en otra parte
distinta de donde se ejecutó el tormento y sin que parezca
presente el verdugo, porque no con el temor declare o se
ratifique contra verdad, y la ratificación la hará así.

[84] Ratificación del atormentado


En tal pueblo a tantos yo
dicho Alcalde mayor /f.
35/ estando en una sala o
cuarto separado de donde
se ejecutó el tormento, y
en la que no hay instru-
mento ni verdugo de él
hice comparecer ante mí
a Fulano reo contenido
en esta causa para efecto
de que se ratifique en la declaración que hizo (si es menor,
indio) y con asistencia de su curador y mediante el intérprete
le recibí juramento que hizo y habiéndole leído de verbo ad

310
El derecho criminal indiano

verbum lo que dijo en el tormento, vídolo y entendídolo, dijo,


que según y como se le ha leído lo declaró no por miedo
del tormento sino por ser la verdad y que ella se afirma y
ratifica, y siendo necesario lo dice de nuevo en este plenario
juicio por el juramento que tiene fecho en que se afirmó
ratificó y lo firmó.

[85] Nota
Si el reo en la ratificación dijere que lo que dijo en la tortura
fue por miedo del tormento porque es todo falso, se vuelve
a separar hasta las 24 horas, y pasadas se vuelve a ratificar en
lo que dijo por medio se provee un auto con asesor para
reiterar la tortura, y se le vuelve a dar como la primera, y
si en ella vuelve a confesar se separa otra vez por otras 24
horas, y cumplidas se vuelve a ratificar, y entonces ratifiquen o
no ya no se vuelve a atormentar sino que se lleva a la enferme-
ría a curar, se pasa a concluir la causa en estado de sentencia,
citadas /f. 35 v./ para ello las partes se remiten al asesor.
El modo de poner sentencia de muerte es el que sigue, aun-
que le toca al asesor ponerla.

[86] Sentencia de muerte


En los autos y causa criminal que ante mí penden y en este
mi juzgado sean presentes y han seguido entre partes, la una
de la Real Justicia y de oficio y de Fulano de tal querellante,
y de la otra Reo de tal calidad, preso en la cárcel pública de
este pueblo por haber ejecutado tal delito en tal parte, ha-
biendo visto lo dicho y alegado por el referido Reo y Zutano
su curador en su nombre con lo demás que ver convino y
se tuvo presente.
Fallo atento a los autos y méritos del proceso a que me re-
fiero que por la culpa que de ellos resulta contra Reo que
lo debo condenar y condeno a la pena ordinaria de muerte,
para lo cual sea sacado de la cárcel y prisión en que se halla
en forma de justicia, caballero en bestia de albarda, con pri-
siones y soga de esparto al cuello y sea pasado por las calles
públicas, acostumbradas de este pueblo a son de trompeta y
voz de pregonero que manifieste su delito y traído que sea
a la plaza pública en donde se halla la horca, sea colgado en
ella por el pescuezo hasta que naturalmente muera, y que

311
La justicia criminal local novohispana

ninguna persona /f. 36/ sin expreso mandato de la Real Jus-


ticia sea osado a quitar el dicho cadáver so pena de la vida.
Y esta sentencia no se ejecute sin que primero se dé cuenta
a la Real Sala del Crimen. Y por esta mi sentencia que se
cumplirá y ejecutará, sin embargo de apelación, suplicación
y de la calidad de sin embargo, así lo pronunció mandó y
firmó con asesor.

[87] Pronunciamiento
Di y pronuncié la sentencia del susodicho según y como se
contiene con asesor letrado Don Mengano en los estrados
de mi juzgado en tantos yo lo firmé con los de mi asistencia
actuando como dicho es.

[88] Notificación de sentencia de muerte


En tal parte en tantos yo Mengano estando en la cárcel pú-
blica y presente Fulano reo sentenciado en la pena ordinaria
de muerte, en su persona y con presencia de su curador, le
leí y notifiqué el contenido de dicha sentencia y entendido
de su efecto dijo, lo oye y que apela (se asienta lo que res-
ponde) y con esto respondió y firmó.

[89] Nota
Apele o consienta el reo, siempre antes de la ejecución de
la sentencia se ha de dar cuenta a la Real Sala para que la
confirme o revoque /f. 36 v./ Dada la sentencia y confir-
mada por la Real Sala procederá a notificarla a las partes y si
fuere de muerte hará que antes de la notificación preparen
al reo algunos religiosos o personas virtuosas para que al
notificársela la diga con humildad y respeto, pues por falta
de este requisito, suele haber muchos excesos en los reos,
y si advierte que habiéndola notificado al dársela a besar
tenga cuidado no la rompa, como ha sucedido y ésta ha de
ir separada de los autos hasta que esté hecha la notificación.

[90] Ejecución de sentencia de muerte


En tantos yo Mengano estando en la cárcel pública para
proceder a la ejecución de la sentencia de arriba, certifico en
la manera que puedo y el Derecho me permite como ahora
que serán tales horas de la mañana, hice sacar y saqué de

312
El derecho criminal indiano

dicha cárcel y capilla a la


persona de Fulano reo en-
capillado por esta causa y
vestido con hábito y mon-
tera blanca, amarradas las
manos y en forma de jus-
ticia lo hice sacar caballero
en bestia de alabarda, con
soga de esparto al cuello y
grillete al pie pendiente a
él una cadena y fue llevado por las calles públicas y acos-
tumbradas a son de trompeta y voz de Fulano pregonero
público que hizo saber a todos su delito hasta que habiendo
llegado a /f. 37/ la plaza pública donde está la horca fue
subido a ello y por dicho Fulano ministro ejecutor colgado
por el pescuezo, hasta que habiendo muerto quedó pendiente
en el aire, hasta que otra cosa se mande, y dicho pregonero en
altas en inteligibles voces hecho el pregón acostumbrado de
que ninguna persona fuere estando colgado, osado a quitar
el cadáver sin expreso mandato de la Real Justicia pena de la
vida. Y para que conste de su ejecución así lo certifico siendo
testigos (se ponen 3) y otras muchas personas de varias cali-
dades que se hallaron presentes.

[91] Nota
Si de la causa resultare complicidio de reos ausentes o pre-
sos y que se sentencie a alguno de ellos a la pena del último
suplicio, es necesario para que la causa quede perfecta, que
si el encapillado está confeso se ratifique en tortura contra
los demás reos, y esto se hace al segundo día de encapillado.
Esta diligencia es muy conforme a Derecho pues no es pre-
sumible que ninguno que está para morir falte a la verdad.
Y esta ratificación se ha de hacer en la sala de tormentos
atando manifiesto al reo el potro, sogas, verdugo y demás
instrumentos, y para esta diligencia se ha de abrir el término
por una, dos, tres o las más horas que conviniere, y ha de
estar el asesor presente a la ejecución, y si el reo fuere indio
o menor a de hallarse presente a su juramento el curador, o
/f. 37 v./ intérprete, y el auto para este efecto es como sigue.

313
La justicia criminal local novohispana

[92] Auto para abrir término


En tal parte, en tantos yo dicho Alcalde mayor digo, que
porque esta causa quede preferentemente sentenciada, es
necesario que Fulano reo encapillado se ratifique en caput
aliena (la cabeza de otro) contra los demás cómplices que
menciona en su declaración, y atento a que el término pro-
batorio es pasado, para que lo ejecute en tortura abría y
abrió dicho término por una, dos o más horas según que
se necesiten para este efecto (y no otro alguno). Y por este
auto, así lo proveí mandé y firmé con los testigos.

[93] Ratificación de tortura


En el pueblo yo Mengano estando en la cárcel pública y sala
donde se acostumbra dar tormento a los reos con asisten-
cia del licenciado Don Mengano (aquí se dicen hablando
del mencionado encapillado como reo que es necesario se
ratifique en tortura contra los cómplices las palabras con-
forme desde que lo hice comparecer ante mí hasta el delin-
cuente, con castigo y sigue) y habiéndole leído la declaración
y confesión que tiene fecha y consta a fojas tantas vídola y
entendídola de verbo ad verbum dijo, /f. 38/ que es suya por
el paso en que se halla, la hizo y depuso según y cómo se
halla, escrita, y que en ella se afirma y ratifica por no tener
que añadir ni quitar contra los demás cómplices que en ella
se mencionan, y dice que si es necesario la refiere de nuevo
en este plenario juicio por ser la verdad so cargo de su jura-
mento en que se afirmó y ratificó, declaró, declaró tal edad,
y que las generales no le tocan.

[94] Nota
Si la sentencia es de azotes estando confirmada por la Real
Sala del crimen, se notifica al reo en la cárcel y luego para que
los ministros de justicia lo desnuden de la cintura para arriba,
le quiten el pelo de la cabeza y amarradas las manos con una
argolla al cuerpo y un grillete lo ejecuten, y la ejecución es
de esta manera.

[95] Ejecución de azotes


En el pueblo de tal en tantos yo Mengano en la cárcel pú-
blica para proceder a la sentencia de azotes que antecede,

314
El derecho criminal indiano

certifico en la manera que puedo y el Derecho me permite,


como ahora que serán tales horas de la mañana presente
Fulano reo preso en ella por esta causa habiéndole noti-
ficado dicha sentencia le hice sacar desnudo de la cintura
para arriba derribado el pelo de la cabeza, con una argolla
al cuello, /f. 38 v./ descubierto el rostro, atadas las manos, y
con grillete al pie, caballero en bestia alabardas y voz de pre-
gonero que manifieste a todos su delito, fue llevado por las
calles públicas y acostumbradas de este dicho pueblo, y en el
distrito de ellas le fueron dados parte de doscientos azotes
por el ministro ejecutor, a que fue condenado, y vuelto a la
cárcel a buen recaudo. Y para que así conste lo asiento por
certificación y diligencia siendo testigos.

Si hubiere algún reo condenado al ingenio obraje u otra ofi-


cina para que vaya por el tiempo que se le asignó en la sen-
tencia el término que se le da es el siguiente.

[96] Testimonio para obraje


Yo Don N. Alcalde mayor por Su Majestad de esta juris-
dicción de tal en la que actúo como juez receptor con dos
testigos de asistencia por falta de Escribano Real ni Público
que no lo hay en ella ni en el distrito que previene el Dere-
cho certifico y doy fe en testimonio de verdad que ante mí
y en este juzgado se han seguido autos y causa criminal de
oficio de la Real Justicia por querella de Fulano contra Reo
preso que fue en tal parte por tal delito y por sentencia que
pronuncié a tantos con dictamen de asesor letrado la que se
halla confirmada por los /f. 39/ Señores de la Real Sala del
Crimen de esta Nueva España fue condenado a tantos años
de obraje, en cuya conformidad se llevó al obraje de Don
Zutano que se halla en tal parte el cual exhibió de contado
la cantidad de tantos pesos del importe de tanto tiempo a
que fue condenado dicho reo, para que éste se lo devengue
en su trabajo personal a razón de tres pesos cada mes, y
lo de sustentar y hacer buenos tratamientos curándole sus
enfermedades como no pasen de quince días, teniéndole
con prisiones seguras a su satisfacción sin soltarlo, hasta que
íntegramente haya cumplido el tiempo de su condenación,
sin recargarle más cantidad. Y para que conste a todos las

315
La justicia criminal local novohispana

justicias de Su Majestad que corre dicho tiempo desde (se


pone el día de la notificación de la sentencia según el auto
acordado) doy la presente que es fecha en tal siendo testigos
(tres) y lo firme con los de mi asistencia.

[97] Auto de cargo habiendo reo preso y reos ausentes


En tal pueblo en tantos, Mengano habiendo visto estos au-
tos, y pedimento de Fulano y la culpa que de ellos resulta
contra R. reo preso en la cárcel pública de este pueblo y
contra J. y L. reos ausentes, digo, que debo mandar /f. 39
v./ y mando se le tome su confesión a dicho Reo, y recibida
que sea desde luego les hacía e hice cargo de la culpa que
contra ellos resulta, y recibía y recibí esta causa a prueba con
término de nueve días a la parte con todos los cargos de
publicación, conclusión y citación para oír sentencia, dentro
de los cuales se ratifiquen los testigos de la sumaria, se exa-
minen otros de nuevo si los hubiere y conviniere, y la parte
acuse, para que esta causa corra dentro de una misma cuerda
por lo que toca J. y L. reos ausentes, llámense a edictos y
pregones por el término de nueve días de tres en tres con
apercibimiento de estrados en forma y se hagan las diligen-
cias convenientes a la mejor substanciación de este plenario
juicio. Y por este auto se le toma su confesión a los presos y al
mismo tiempo se llama a edictos y pregones a los reos ausen-
tes, y con esto no cesa el cuerpo de la causa.

[98] Edicto
Don Fulano de tal Alcalde mayor de esta jurisdicción hago
saber a vos, Zutano a vuestra mujer e hijos si los tenéis, a
vuestros parientes y vecinos más cercanos para que os lo di-
gan como ante mí y en este mi juzgado se siguen y están
siguiendo autos y causa criminal de oficio /f. 40/ de la Real
Justicia y querella de Fulano sobre tal delito en que vos estáis
comprendido por lo que os tengo mandado prender, y por
no haber podido ser habido, llamado a edictos y pregones en
cuya conformidad por éste que es el primer edicto os llamo
cito y emplazo especial y perentoriamente por término de
tres días, que empiezan a contar y contarse desde hoy día
de la fecha en delante para que dentro de ellos os presentéis
en la cárcel pública de este pueblo, para que toméis copia y

316
El derecho criminal indiano

traslado de dichos autos que haciéndolo así se os oirá y guar-


dará justicia en todo lo que la tuvierades, y de lo contrario no
lo haciendo dentro del término de 9 días siguientes pasados,
por vuestra audiencia y rebeldía declarare los estrados de este
mí juzgado por bastantes donde se harán y notificarán to-
dos los autos y sentencias que se pronunciaren, y os pasará
tan ventero perjuicio como si en vuestra persona se hicieren
y notificaren. Y para que en ningún tiempo podáis alegar
ignorancia, mando que este edicto se publique en la plaza
pública de este pueblo y se fije un tanto de él, en la parte
que es acostumbrada y es fecho en tal parte, día mes y año.
Se publica y se pone certificación de haberse publicado. /f.
40 v./.

[99] Certificación de haberse publicado el edicto


Yo Don Mengano certifico y doy fe como hoy día tantos de
tal mes y año, estando en la cárcel pública de este pueblo,
ahora que serán tales horas en concurso de muchas gentes
de varias calidades, por vos Fulano pregonero público se
llamó por edictos y pregones J. y se fijó el edicto en tal parte
que es la acostumbrada. Y para que conste lo asiento por
diligencia, siendo testigos (tres) y los de mi asistencia.

[100] Declaración del alcalde


En tal parte a tantos yo dicho Mengano estando en la cár-
cel pública de este dicho pueblo, para efecto de que decla-
re Fulano Alcaide a quién conozco le recibí juramento que
hizo y preguntando si sabe se ha presentado J. reo por esta
causa, emplazado por edictos y pregones, dijo, que hasta la
presente no se ha presentado ni ha sabido de él que está es
la verdad so cargo.

[101] Auto para el segundo edicto


En tal pueblo a tantos, yo el referido Alcalde mayor, habien-
do visto las diligencias que anteceden, y que de ellas consta
no haberse presentado J. reo emplazado por el primer /f. 40
v./ edicto, dijo, que debo mandar y mando se despache el se-
gundo en la misma forma, y publicado y fijado se solicite si
ha comparecido a presentarse y fecho se traiga para proveer.
Y por este auto así lo proveí.

317
La justicia criminal local novohispana

[102] Auto para declarar los estrados por bastantes


En tal parte a tantos, yo Don Mengano habiendo visto los
autos y causa criminal hecha de oficio por la Real Justicia, y
querella de Fulano contra Zutano Mengano reos ausentes,
las diligencias hechas en su solicitud llamándolos por edictos
y pregones, con lo demás que ver convino, digo, que atento
a no haberse presentado los susodichos en la cárcel pública
en los términos de los edictos con que han sido emplazados
los que fueron asignados mediante su contumacia y rebeldía,
declaraba y declaré los estrados de mi juzgado por bastantes
en los cuales mando se hagan y notifique todos los autos
hasta la definitiva de esta causa. Y por este auto.

[103] Notificación a los estrados


Incontinenti, yo Mengano estando en los estrados de mi juz-
gado leí, y notifiqué el auto que antecede. Y para que conste
lo asiento por diligencia. /f. 41 v./.

[104] Al querellante
Incontinenti, yo Mengano estando en tal parte y presente
Fulano en su persona que conozco le leí y notifiqué el de auto
arriba y entendido de su efecto dijo lo oye y lo firmó. Doy fe.

[105] De proceso sólo con reo ausente


Si la causa es sólo con reo ausente, luego que consta por
la información el cuerpo del delito, se libra mandamiento de
prisión, y no pudiendo ser habido el reo, el querellante da es-
crito diciendo que porque no puede ser habido el reo, y ser
publicado estar ausente se mande llamar a edictos y prego-
nes, y así se manda, y éstos se dan de nueve en nueve días, y
se ponen las certificaciones y declaraciones como va dicho,
y asentado, y dado el último pregón el querellante acusa la
rebeldía y pide se condene al reo en la pena del desprecio
que son 600 maravedíes, en las indias 400 triplicados y que
se declaren los estrados por bastantes y se proceda a la eje-
cución y substanciación del proceso. Pide el juez los autos,
en esta pena declara los estrados por bastantes y manda le
ponga acusación, la pone se da traslado que se notifica a los
estrados, y pasados tres días se recibe la causa a prueba, y se
/f. 42/ sigue la causa como va dicho. Y si antes de la causa

318
El derecho criminal indiano

se presenta el reo pagando las costas del desprecio y ho-


micidio, ha de ser citado de nuevo quedando en su fuerza
las probanzas como en juicio ordinario, y si lo pretendiese
después de pronunciada la sentencia no puede ser oído
sobre la pena pecuniaria aunque sea pasado un año.

[106] De proceso criminal abreviado


En las causas criminales breves y de… puede el juez por su
poca importancia abreviar el juicio, de modo que tomada al
reo declaración, se le hace cargo de la culpa que contra él re-
sulta y con todos los cargos. Recibida la causa a prueba se
notifica, responde, quedan dichos y jurados los testigos y
ratificados en plenario juicio, renuncia el término de prueba
concluyendo los autos y pide sentencia. Y citadas para ello
las partes se remiten los autos a asesor.

[107] Modo de asentar depósito de mujer


En el pueblo de tal en tantos yo Mengano juez de esta cau-
sa en conformidad de lo por mí mandado en el auto an-
tecedente estando presente Don Mengano a quién doy fe
conozco, le requerí con /f. 42 v./ el texto de dicho auto,
y entendido de su efecto dijo, lo oye y en su virtud otorga
que recibe a fulana contenida en dicho auto en fiel depósito,
guarda y encomienda, y la tendrá quita, honesta y recogida
en su casa en compañía de Doña Zutana su legítima mujer,
sin dejarla salir ni comunicar con persona alguna, y la tendrá
de pronto y manifiesto a mi disposición para entregarla cada
que convenga y sea pedida, y como su carcelero comenta-
riense152 (custodio) que como tal se constituye a ello se obli-
ga con su persona y bienes presentes y futuros y con ellos
se somete al fuero.

152 El que toma a su cuidado la custodia del reo y se obliga a devolverlo a su prisión. Tapia,
de Eugenio, Febrero Novísimo, librería de jueces, abogados y escribanos, refundida, ordenada bajo
nuevo método, y adicionada con un tratado del juicio criminal, Valencia, Imprenta de Ildefonso
Mompié, 1828, p. 438, en: https://books.google.com.mx/books?id=17kk5qtiY9EC&pri
ntsec=frontcover&dq=febrero+novisimo&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjTuenwy8fM
AhXJOiYKHRiXDVwQ6AEIGzAA#v=onepage&q=febrero%20novisimo&f=false.

319
La justicia criminal local novohispana

[108] Fianza de juzgado y sentenciado


En el pueblo de tal en tantos ante mí Don Mengano, vecino
de tal parte que conozco dijo que por cuanto los autos que
se han seguido pedimento de Mengano contra Fulano reo
preso en la cárcel pública de este pueblo por tal delito, por
uno por mi proveído a los tantos está mandado que el di-
cho Fulano sea suelto de la prisión bajo fianza de juzgado y
sentenciado, y siendo cierto y sabedor de lo que en el hecho
presente aventura haciendo como hace de causa y negocio
ajeno suyo propio y sin que contra dicho Fulano /f. 43/se
haga diligencia ni ejecución alguna de fuero ni de Derecho,
cuyo beneficio expresamente renuncia, otorga, que fía a di-
cho Fulano en todo aquello que fuere sentenciado y juzgado
en esta causa, de tal manera que no cumpliendo con el tenor
de dicha sentencia, lo hará el otorgante por si en lo real y no
en lo personal, y en caso de no ejecutarlo, consiente el ser
apremiado por todo rigor de Derecho, a cuyo cumplimiento
se obliga con su persona y bienes presentes y futuros y con
ellos se somete al fuero y jurisdicción de los señores jueces
y justicias de Su Majestad de cualquier parte que sean en
especial al juez de esta causa, o al que de ella pueda y deba
conocer para que a lo dicho lo compelan y apremien por
todo rigor de Derecho como si fueran testigos.153

153 García León, “Un formulario de causas criminales de la Nueva España”, pp. 119-147.

320
CAPÍTULO IV
CAUSA CRIMINAL SEGUIDA
CONTRA JOSÉ GREGORIO
DE ESPARZA. ESTUDIO DE CASO

Este día con seis hijos de los Pueblos


de esta Jurisdicción se remitió al Teniente de
Juchipila la Cabeza de José Gregorio de Esparza
con testimonio de la sentencia para su puntual
cumplimiento y asimismo en la propia honra y con otros
seis hombres se Remitió a el Ministro ejecutor a la
Ciudad de Guadalajara, y por la misma Cordillera que en la
Carta acordada se previene, de todo doy fe –rúbrica–.1

La práctica criminal en la jurisdicción


de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes

S e ha desarrollado en los capítulos anteriores la composición


social colonial, particularmente la de la Alcaldía Mayor de
Aguascalientes. El complejo entramado de instituciones co-
loniales encargadas de la impartición de justicia, especialmente la
criminal, así como la formación del derecho indiano y con él de las
normas punitivas que circunscribían las conductas consideradas de-
lictivas y el particular procedimiento penal seguido para el castigo

1 Expediente 67.2.53/fjp/ahea, foja 52 vuelta.


La justicia criminal local novohispana

de los delitos, nos permiten dar paso al estudio de un caso que ilus-
tre lo ya integrado en los otros capítulos que conforman la presente
investigación.
En este capítulo analizamos uno de los pocos expedien-
tes criminales completos que aún se conservan en el Archivo
Histórico del Estado de Aguascalientes, es decir, uno en el que
se encuentran representadas todas y cada una de las etapas del
proceso criminal ya señaladas anteriormente, lo que nos permite
comprender la forma, principios, organización y ejercicio de au-
toridad dentro de la sociedad colonial de Aguascalientes.
El asunto seleccionado contiene el procedimiento sumario
y el plenario, donde se aprecia el uso de rudimentos para cum-
plir con las formalidades de las actuaciones que integraron el jui-
cio, así como la intervención del asesor letrado para revisar las
diligencias efectuadas por la autoridad elaborando el dictamen
de sentencia y recomendaciones que el juez siguió para emitir su
sentencia. Ésta, por ser grave, debió además ser sancionada por el
tribunal superior, es decir, por la Audiencia de Guadalajara. Para
el caso de estudio, el proceso criminal se desahogó para castigar el
asesinato de un arriero habitante de la comunidad de Quelitán
en la provincia de Juchipila, jurisdicción de la Alcaldía Mayor de
Aguascalientes, que tuvo como consecuencia la aplicación de la
pena de muerte del perpetrador.
En la causa encontramos el ejercicio de la vindicta pública
como garante de la paz social en la jurisdicción siguiendo las pau-
tas del poder aplicadas en toda Nueva España. Ésta se despliega a
través de una actuación contundente de la autoridad en contra de
aquellos que vulneran el orden de la comunidad debido a su “mal
natural”. Por ello y para lograr “la salud e interés públicos, convie-
ne hacer un escarmiento ejemplar de los crímenes graves, atroces y
capitales”,2 como lo señalan las autoridades en sus sentencias.
Así, en la averiguación de la verdad, la autoridad tiene que
provocar la aparición de un indicio, primero a través de los testi-
monios de la comunidad, luego con la detención de los presun-
tos responsables procurando arrancarles una confesión sobre la
comisión del delito y, si es necesario, haciendo uso del tormento.
Éste, por su gravedad, tendrá que ser ratificado por la autori-
dad superior; sin embargo, en la realidad de la Alcaldía Mayor de

2 Expediente 67.2.53/fjp/ahea, foja 48 vuelta.

322
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Aguascalientes no encontramos la aplicación de los tormentos


señalados en los rudimentos y no porque la autoridad no los con-
siderara, sino por lo que implicaba para los jueces su aplicación.
Ello fue el principal factor para inhibir su desahogo, esto es, era
muy alto el costo que implicaba aplicar el tormento, como se
desprenderá de la lectura del expediente transcrito. En él encon-
tramos que el asesor letrado indica en los autos que, conforme al
derecho aplicable al reo, se sugiere ejecutar en él la sentencia de
tormentos en virtud de que en sus declaraciones y confesiones es
errático e inexacto, razón que impide determinar con exactitud el
motivo que tuvo para cometer el delito. Los tormentos servirían
entonces para establecer con certeza la causa que lo impulsó a
llevar su acción; sin embargo, la autoridad judicial se declara inca-
paz de implementar tal sentencia por carecer de los instrumentos
y verdugo que lo realice, y no está del todo dispuesta a gastar de
los haberes públicos el costo de su aplicación, considerando que el
reo es pobre y la confiscación de sus bienes no garantizará el pago
de los gastos correspondientes al traslado del verdugo con sus ins-
trumentos a la villa de Aguascalientes para ejecutar los tormentos.
De igual forma, como señalamos en el capítulo tercero de
este trabajo respecto a la formación del derecho indiano y sus ca-
racterísticas, las normas americanas estaban íntimamente ligadas
con la moral cristiana y el derecho natural. Esta moral inspiró no
sólo las reglas jurídicas, sino incluso la conducta de las autorida-
des. De ahí que encontremos en el dictamen del asesor letrado
la mención clara y concreta al derecho natural cuando aconseja
que por la “tierna edad” de una de las implicadas en el homicidio
a sancionarse no puede ser sujeta de tormento, ni de la pena de
muerte. La autoridad, al ejecutar la sentencia de muerte, hace una
clara recomendación a los implicados en la ejecución para que
permitan y procuren la intervención de las autoridades religiosas
para que el condenado “reciba la salud eterna, y no le den la no-
ticia de su ejecución sin la debida preparación que requiere del
amor y Caridad Cristiana y, así, el infeliz no carezca del beneficio
espiritual”.3
Si bien es cierto que algunos autores (como Jiménez Gómez)
se han interesado en el estudio de las causas judiciales coloniales,
éstos también han mencionado que no era común fundar y moti-

3 Ibid., foja 49 frente.

323
La justicia criminal local novohispana

var las actuaciones judiciales –y en ello van las sentencias–. Esto


se debía a que los justicias no eran precisamente abogados, sino
hombres de armas, desconocedores de las particularidades del
derecho, quienes se auxiliaban de rudimentos y escribanos con
una formación suficiente para el desahogo de las diligencias y ac-
tuaciones judiciales, muchas de las cuales sólo se integraban con
la denuncia o con algunas evacuaciones que concluían temprana-
mente por desistimiento u otras razones. Además, si la causa no
era grave o sobrevenía el fallecimiento del inculpado, también se
culminaba el proceso. Del estudio y revisión pormenorizada de
aproximadamente 60 causas del fondo judicial penal del Archivo
Histórico del Estado de Aguascalientes y de la confrontación de
la totalidad de las fichas que contienen los datos de los expedien-
tes coloniales del Fondo Judicial Penal y Civil, encontramos que
la mayoría está compuesta por documentos incompletos que se
conforman sólo con la denuncia; otros tienen además algunas
actuaciones, pero sólo una pequeña parte de los expedientes con-
tiene todo el proceso con su sentencia correspondiente. De ello
observamos que las denuncias y actuaciones no contienen funda-
mentación –como lo manifestamos ya en líneas anteriores– por-
que no continuaron con las diligencias de un proceso integral, o
porque no fue necesaria la intervención del asesor letrado al tra-
tarse de un delito leve o, bien, por la pérdida del documento con
el transcurso del tiempo, lo que provocó su fragmentación. Sin
embargo, pensar que no hubo una fundamentación como regla
general por la carencia de saber jurídico del juez no es del todo
correcto, ya que en los casos de los delitos graves y de impacto
en la comunidad, donde el proceso se incoaba de oficio –como
es el caso que se transcribe– sí hay una intervención del asesor
letrado que funda y motiva su dictamen. Ello indica que en los
juicios desarrollados en todas sus etapas procesales sí hay funda-
mentación y motivación elaborada por asesores abogados en su
papel de auxiliares de los justicias del reino, quienes aceptaban los
dictámenes y pronunciaban sus sentencias redactadas con la in-
vocación del derecho y el criterio vertido por autores destacados
en la doctrina jurídica. Allí corroboramos el uso de las Partidas y
la Recopilación de Castilla o la mención de obras que formaron
parte de las bibliotecas novohispanas y novogalaicas.
Determinamos, siguiendo a Foucault, que en el procedi-
miento criminal y la ejecución del sentenciado por la comisión

324
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

de su delito estaba presente el engranaje de los rituales como


manifestación del poder real, donde se cubren los siguientes
aspectos:

1. Hacer en primer lugar del culpable el pregonero de su propia


condena. Se encarga, en cierto modo, de proclamarla y de
atestiguar así la verdad de lo que se le ha reprochado a través
de un paseo por las calles, la lectura o pregón de su senten-
cia, la retractación pública frente a la iglesia o el uso de un
atuendo específico.
2. Proseguir una vez más la escena de la confesión. Instaurar el
suplicio como un momento de verdad.
3. Prender como un alfiler el suplicio sobre el crimen mismo.
La exposición del cadáver del condenado en el lugar de su
crimen o en una de las encrucijadas más próximas.4

Así, encontramos que con la ejecución del reo se cierra el


círculo del procedimiento criminal. El cuerpo del supliciado ha
producido y reproduce la verdad de su crimen lo que es, también,
un ritual político. Forma parte, en un modo menor, de las cere-
monias por las cuales se manifiesta el poder.5

Causa criminal seguida en contra


de José Gregorio de Esparza
Fueron tres causas las preseleccio-
nadas del fondo judicial penal para
la transcripción de un juicio criminal
colonial en el presente trabajo de in-
vestigación. La primera fue de 1671
(260.7.45) seguida por robo y abi-
geato que, sin embargo, no tenía las
características deseables en las que
se pudiera apreciar el procedimiento
criminal en toda su plenitud. La se-
gunda fue del año 1728 (190.20.46)

4 Foucault, Vigilar y castigar, pp. 41-43.


5 Ibid., p. 45.

325
La justicia criminal local novohispana

sobre golpes e incesto, causa que es muy impactante ya que la mis-


ma carátula del expediente reza:

Causa criminal que de oficio de la Real Justicia se sigue, con-


tra la persona de Melchor Guerrero Español y vecino de esta
Villa, por los azotes que ejecutó en su Mujer Juana de Espi-
noza, y en María de los Dolores, su entenada (hijastra), la
noche del día miércoles, veinte y cinco de Agosto de este
presente año; teniéndolas Colgadas de las Vigas, en cueros, a
su Mujer, de los Cabellos, y a su entenada de las manos, todo
lo más de la dicha noche –Año de 1728–.6

Esta causa es sumamente interesante ya que de la lectura


de las actuaciones se desprende que las víctimas recibieron una
severa golpiza y heridas por azotes que dejaron en un estado crí-
tico a ambas mujeres, de las cuales la más joven no pudo tener
movilidad por varias semanas. Sin embargo, en este proceso no
hay una condena hacia el perpetrador que nos permita tener una
causa que ilustre otros elementos del procedimiento criminal
como es una ejecución y la intervención del auxilio espiritual y
de personajes como el verdugo. La tercera causa fue del año 1771
y sí cumplía con los elementos buscados para ilustrar la actuación
de la justicia criminal en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes y es
la que a continuación transcribimos.
Es menester señalar que la transcripción del expediente se
ha efectuado utilizando un lenguaje contemporáneo apegado al
contenido del texto, sin deformarlo ni perturbar la sintaxis, con el
propósito de hacer una lectura amigable para el interesado en sus
particularidades. Manifiesto que se pudo haber incurrido en erratas
involuntarias dada la complejidad de los caracteres y de las abre-
viaturas utilizadas en la época, mismas que fueron desplegadas
con el auxilio del Diccionario de abreviaturas novohispanas del Institu-
to de Investigaciones Filológicas de la unam.7

6 Expediente 190.20.46/fjp/ahea.
7 Diccionario de abreviaturas novohispanas Ak’ab Ts’ib, Abreviaturas castellanas, Universidad
Nacional Autónoma de México, ISBN 978-607-02-8165-5. Consultado en: http://www.
iifilologicas.unam.mx/dicabenovo/index.php?page=muestra-lista2a#.VxWmyfnhDIU.

326
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Año de 1770
53 f
Criminal seguido de oficio de la Real Justicia contra
José Gregorio de Esparza por el homicidio y ejecución
de Nicolás Rodríguez Vecino de Juchipila
Juez receptor: don José Manuel de Castro
Ejecutada la sentencia el 1 de abril de 1772
53 f8

Auto cabeza de proceso


En el Pueblo de Juchipila, Cabecera de esta Provincia, en cua-
tro de octubre de mil setecientos setenta y un años en este día,
como entre siete y ocho de la mañana de dicho día: Ante mí
Don José Manuel de Castro Teniente General de esta dicha
Provincia por el Capitán Don Agustín Jiménez de Muña-
na, alcalde mayor por su Majestad que Dios guarde y de
dicha Provincia, y Villa de Aguascalientes: Comparecieron
presentes Juan José Medina Isidro Antonio Rodríguez, am-
bos vecinos de esta Jurisdicción, a quienes Doy fe conozco
y Dijeron: que el día antecedente jueves, como a la oración
de la Noche, llegó el dicho Isidro Antonio a casa de Ignacio
Vicente, vecino así mismo de dicha Jurisdicción, acompa-
ñado de Juan de Plasencia, y sacando de la casa de dicho
Ignacio Vicente de Esparza, Vecino de esta Jurisdicción de
Teocaltiche, y hermano de José Gregorio de Esparza y pre-
guntándole que quién le vendió el capote que traiba [traía],
que lo conocía, le respondió dicho Esparza que el Capote lo
había comprado en su tierra, que no tiene presente, a quién,
y entonces se lo fue quitando de hombro, siendo testigo
de dicho Juan de Plasencia de cómo lo quitaba, porque lo
conocía por de su padre; Y que hacía presentación de dicha
Capa sirviéndome de pasar hacer la diligencia donde hubo
dicha Capa el inferido Vicente Esparza, para ocurren ante
mí, como ocurrió el día de para q por sí, y acompañado de
su tío Don José Medina, para que me sirviera de hacer com-
parecer a el dicho Vicente Esparza para que dijera de onde
[dónde] había habido dicha Capa por ser mía, que su Padre
que es Nicolás Rodríguez es ya muerto; porque hace el tér-

8 Carátula de la causa. Expediente 67.2.53/fjp/ahea.

327
La justicia criminal local novohispana

mino de dos meses poco menos que falta dicho su Padre de


su casa, quien le dijo que iba en compañía de José Gregorio
Esparza a un puesto que llaman las minas de Paz, en térmi-
nos de esta Jurisdicción a traer unas Barras de plata que le
daba dicho Gregorio, y que si no venía el Sábado en la No-
che le fuera a topar a un puesto, que llaman el Cerro Pelón;
y que no hizo aprecio de ese dicho pues no fue: Y el dicho
Juan José Medina Dijo: que el expresado José Gregorio había
sacado a dicho Nicolás Rodríguez convenciolo [convencién-
dolo] de darle unas Barras de Plata hacia el mismo término
de dos meses poco menos, y que a los9 tres días había pare-
cido la mula en que andaba dicho Nicolás Rodríguez, y que
respecto de haber precedido, y pasado todos estos días de
no parecer, me sirviera de hacer comparecer a los expresa-
dos: Vicente Esparza, y José Gregorio Esparza, y a Faustino
Flores, a la mujer de dicho Nicolás llamada, Petra María Ana
de Aro, y que se le preguntara con fuerza por dicho Nicolás
Rodríguez, como así mismo me sirviera de hacer compare-
cer a Don Fernando Flores vecino de esta Jurisdicción en
Atemajac y que se le tome Declaración sobre lo que supiere
de la vida que pasa el dicho Nicolás Rodríguez con su mu-
jer, y lo más que supiere en el particular: haciendo todas las
diligencias hasta averiguar si se halla vivo o muerto dicho
Rodríguez: En cuya virtud debo mandar y mando yo el ex-
presado teniente, se haga todo como lo Expresan las partes,
y para su constancia así lo mande poner por auto Principio
de las diligencias el cual sirva de cabeza de proceso, lo pro-
veí, mandé, y firmé con testigos de asistencia actuando por
recepción a falta de escribano público, que no le hay en los
términos del derecho doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda de los Monteros –rúbrica–.

9 Foja 1 frente.

328
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Petición a Faustino Flores


Incontinenti [prontamente] en dicho puesto, dicho día mes y
año, Yo el Teniente General como a las once del día doy fe
habida la persona de Faustino Flores uno de los enunciados
en el auto de arriba, el que ha venido aprehendido su persona
se le entregó del ministro de vara que hace oficio de Alcaide,
para que detenga con toda guardia, y custodia; y luego se dio
por recibido, y entregado de él dicho Faustino Flores, y debo
mandar, y mando se pase hacer las diligencias de las más per-
sonas, que se nominan por las partes,10 para lo que se confiera
comisión bastante a Don Juan José Estrada para que en nom-
bre de su Majestad traiga a mi presencia de la esposa de Nico-
lás Rodríguez Petra, María Ana de Aro, y a los dos hermanos
Vicente, y José Gregorio Esparza y su mujer, así lo mandó y
firmó con los de mi asistencia como dicho es doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y de los Monteros –rúbrica–.

Diligencia
Suscribe dicho día mes y año, yo el citado teniente en vista
de la providencia que antecede, hice comparecer a Don
Juan José de Estrada a quien le conferí comisión bastante
en manera que hizo fe para que trajera a mi presencia a to-
dos los nominados quién con efecto pasó en compañía de
varios vecinos y trajo a dicha Petra Mariana de Aro mujer
de Nicolás Rodríguez, y a María de los Ángeles mujer de
Gregorio Esparza, las que recibí y mandé poner separadas
en distintas piezas de las Casas Recámaras para que no se co-
muniquen hasta la averiguación de lo que se pretende, así
se ejecutó y lo puse por diligencia que firmé con los de mi
asistencia como dicho es doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia

10 Foja 1 vuelta.

329
La justicia criminal local novohispana

José Teodoro de Tejeda –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y de los Monteros –rúbrica–.

Presentación de Juan Vicente Esparza


El mismo día mes y año, como a las cuatro de la tarde, com-
pareció ante mí el Teniente General el Comisario Don Juan
José Estrada diciéndome que de vuelta de este Pueblo para su
casa en el mero camino real hacía las casas de José Gutiérrez
había encontrado a Juan Vicente Esparza, a quien queriendo
aprehender le respondió que a eso venía, el de su motu proprio
[voluntariamente] a presentarse ante el Juez11 Real porque
fuera sabedor de que lo solicitaban por un capote que el día
antes le había conocido el hijo de Nicolás Rodríguez, que se
hallaba libre e inocente de todo que daría de quién hubo el
capote, y en esta conformidad me lo entregó dicho Comisa-
rio, y se lo entregué al ministro de vara que hace Oficio de
Alcaide para que en pieza separada le asegurara en la cárcel
pública hasta la averiguación del estado de Rodríguez y lo
mandé poner por diligencia que firmé con los demás de mi
asistencia doy fe. –

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Presentación de José Gregorio de Esparza


En el mismo día mes y año corriente, como a las ocho de la
noche, llegaron a las casas Reales Ana de Rentería y Juan
Antonio Flores, hermano de Faustino Flores Reo, por los
indicios que en el auto cabeza de proceso constan, quienes
traían consigo a José Gregorio Esparza diciendo que éste ha-
bía llegado a la casa de Faustino Flores en donde había entre-
gado el macho en que andaba, por ser de la mujer del citado
Faustino, y les había dicho que era sabedor que por su causa
se habían hecho varias prisiones en este día y que no era justo

11 Foja 2 frente.

330
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

pagaran otros lo que él había hecho, y que venía a presentarse


al Señor Teniente General y fue entrando a la sala de dichas
Casas Reales el citado José Gregorio diciéndome a mí el pre-
sente, Juez Señor vengo a presentarme y servir con mi per-
sona a Su Majestad porque yo fui el malhechor quien mató a
Rodríguez por causas que tuve y celos con mi mujer, porque
con12 grande instancia la solicitaba, prometiéndole que iría a
la barranca de San José y de vuelta la vestiría de pies a cabeza.
Por lo que luego luego le mandé poner un par de grillos, y se
lo entregué al ministro de vara para que lo asegurara con sepa-
ración de Faustino Flores, ad cautelam [por precaución], y por
no haber cárcel competente por estar toda demolida se puso
en un cuarto de las Casas Reales y mandé ponerles a unos y
otros guardias correspondientes siguiendo esta diligencia de
guardias hasta la final conclusión de esta causa así lo proveí
mandé y firmé y asenté por diligencia que firmé con los de mi
asistencia como dicho es doy fe. –

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y de los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Confesión de José Gregorio Esparza


En el puesto de Juchipila en cinco días del referido mes
y año, Yo el Teniente General en vista de lo que produjo
anoche José Gregorio Esparza, mandé al ministro de vara
lo trajera a mi presencia quien así lo ejecutó y siendo ante
mí presentes los de mi asistencia, le pregunté que en dónde
estaba el cuerpo de Nicolás Rodríguez y respondió que a
onde [dónde] lo había muerto, que es en el arroyo que llaman
de Acatique, y pidiéndole que diera señas fijas para sacarlo
dio algunas que son por sí y por los circundantes se tuvieron
por fijas, ni bastantes, por lo que mandé aprisionarle bien,
y a mi satisfacción, y se lo entregué a el Comisario Don
Juan José Estrada, y demás acompañados que ser las más
de veinte personas, para que el citado Reo fuera la guía y no

12 Foja 2 vuelta.

331
La justicia criminal local novohispana

se sustrajera la diligencia del saqueo de Cuerpo. Y habiendo


pasado a esta diligencia, como a las ocho de la mañana, por
lo fragoso del Camino, no pudieron volver hasta las cinco
de la tarde13 del mismo día, trayendo al Reo que me entregó
el comisario y mandé nuevamente asegurar, y el Cuerpo del
difunto Nicolás Rodríguez que mandé poner en la Casa de
la Comunidad a donde en compañía de los de mi asistencia
dolientes, y mucho concurso de gente pasé hacer reconoci-
miento del Referido Cuerpo y habiéndolo mandado desen-
volver, de una manta y petate en que venía envuelto, no se
pudieron reconocer si tenía heridas o golpes por ser sólo
huesos, y pedazos de carne, y gusanos muy fétidos, por lo
que sólo procedí a las preguntas en derecho prevenidas con
dicho difunto, y devolviéndome a las Casas Reales mandé
recado al Señor Cura de esta feligresía, mandara dar sepul-
tura eclesiástica, al difunto, siendo de mi Cargo asegurar sus
derechos, y así se ejecutó y doy yo el presente Juez fe de
haberse sepultado, este día en la Iglesia parroquial de este
pueblo, y todo lo mandé poner por diligencia que firmé con
los de mi asistencia doy de todo fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y de los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Confesión de Juan Vicente Esparza


En el Pueblo de Juchipila en siete días del mes de octubre
de mil setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente Gene-
ral para proceder a la sustanciación de esta causa mandé al
ministro de vara que tiene Oficio de Alcaide sacara de la pri-
sión a Juan Vicente de Esparza, quien siendo por ante mí, y
de los testigos de mi asistencia le recibí su confesión en toda
forma de derecho la que hizo por Dios nuestro señor, y la
Señal de la Santa Cruz, so cuyo cargo prometió decir verdad
de todo lo que supiere, y fuese, y preguntado, y siéndole en
la forma siguiente Dijo: Ser originario del Puesto de San

13 Foja 3 frente.

332
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Ignacio Jurisdicción del Pueblo de Teocaltiche, y residente


en esta Jurisdicción en Atemajac hace el término de veinte14
y dos días en casa de su cuñado Ignacio Valdivia y que vino
con el fin de ver a sus dos hermanos, la mujer de dicho
Ignacio, y a su hermano José Gregorio Esparza, que están
casados en esta dicha Jurisdicción: y que habiendo estado el
declarante en dicha Casa, se fue su hermano José Gregorio
Esparza de esta Jurisdicción para dicho puesto de San Igna-
cio a ver a su madre, en donde en la ida y vuelta se estuvo
pocos días, y a la vuelta de su ida, venía el que declara con
dos cargas de leña, cuando encontró con dicho su hermano,
y le dio el capote, que le conocieron, por habérselo puesto
el que le conoció a los quince días de traído Isidro Rodrí-
guez hijo del difunto Nicolás como a la oración de la Noche
diciéndole que era de su Padre, el que le entregó, y luego in-
mediatamente, fue el declarante con su hermano, y le dijo lo
que precedía, y le respondió su hermano anda a ensillarme
mi macho, en el que subió, y se fue, y que con esto el decla-
rante se fue para la milpa de su dicho hermano, en donde se
juntaron, y se retiraron a dormir a unas cañadas inmediatas
que llaman el Jaral, y que en todo el discurso de la noche sin
embargo a estar desvelado no hablaron cosa alguna, y que
viendo el declarante el desasosiego de su hermano conoció
había en él alguna maldad, por lo que le pareció lo mejor
él entregarse a la Justicia, y declarar lo que procedía, lo que
justifica con haberlo encontrado Don Juan José de Estrada
en las orillas de este pueblo quién le dijo lo andaba buscan-
do, a lo que le respondió el declarante a eso voy porque su
Merced me anda buscando, y en su Compañía, y puesto en
libertad puso en mi presencia, que él no tuvo participio en la
muerte, que se dice, y que el dicho su hermano ha dicho en
repetidas veces en su presencia, y de otros varios en la pri-
sión en que se halla, que él solo fue quién hizo la muerte, y
quien la debe pagar sin expresar otro motivo, y que no sabe
tuviera el difunto pleito ni enemistad con su hermano, y que
desde que cayó a esta tierra ha oído decir se había perdido
el dicho Nicolás Rodríguez, y que estas voces fueron muy co-
munes en todos los vecinos de Contitlán, y que lo referido es

14 Foja 3 vuelta.

333
La justicia criminal local novohispana

lo que sabe y puede decir en virtud del Juramento que fecho


tiene sin quitar ni añadir, en que se afirmó, y ratificó leída que
fue esta su declaración.15 Dijo ser verdad, a su parecer, de
diez y ocho años, y aunque es hermano de dicho Gregorio,
no por eso falta a la religión del Juramento, no firmó por no
saber firmelo yo con los de mi asistencia actuando como
dicho es doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Confesión de José Gregorio Esparza, reo


En el Pueblo de Juchipila en siete días del referido mes de
octubre de mil setecientos setenta y un años, Yo el Teniente
General, mandé sacar a José Gregorio Esparza de la prisión
en que se halla, quien siendo presente y de los testigos de mi
asistencia le recibí su confesión en forma de derecho la que
hizo bajo la religión del Juramento por Dios Nuestro Señor, y
la Señal de la Santa Cruz, so cuyo cargo prometió decir verdad,
de todo lo acaecido, y siéndole advertida la religión del Jura-
mento Dijo: que como dos meses antes de Ejecutar la muer-
te en dicho Nicolás Rodríguez, fue solicitado repetidas veces
por Doña Petra María Ana de Aro, esposa que fue de dicho
difunto ofreciéndole le daría la cantidad de Veinte pesos en
reales, y alguna otra cosa un tanto de bienes, porque le qui-
tase la vida a su marido, porque le daba mala vida y temía la
pusiera en las recogidas luego que saliese de preñez en que se
hallaba, y que en varias veces el declarante, aunque estimula-
do por la dicha esposa del difunto para que diere muerte del
expresado su marido, no se avenía a ejecutarlo, hasta que lla-
mándole la dicha le dijo, que cuándo la sacaba de cuidados, y
con esto y lo que le tenía ofrecido, le dijo al dicho difunto te-
nía una mina en la sierra, y al mismo tiempo una cantidad de
Barras de Plata enterradas, que si quería acompañarle le daría
parte a lo que condescendió, y citaron día, el que se verificó el

15 Foja 4 frente.

334
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

día dos de Agosto de este año, Juntándose en el Cerro Pelón,


inmediato a la sierra algo después de la oración de la Noche16 y
que allí por parecerles ya tarde, determinaron bajarse a dormir
al arroyo del moral, y rancho de Antonia de Lugo, y aunque
esa Noche le dieron impulsos por tres ocasiones de quitarle la
vida al dicho Nicolás Rodríguez no se atrevió, sin embargo de
estar dicho difunto durmiendo; y habiendo salido de madru-
gada del paraje al siguiente día Sábado en solicitud del paraje
donde le decía hallarse la Mina, y Barras de Plata llegaron a él,
y en la fragosidad de la Barranca hasta donde pudieron cami-
nar con las Bestias llegaron a caballo y habiendo desensillado,
le dijo el que declara al difunto; aquí estamos cerca ya puede
usted ir caminando Barranca, adentro, y habiendo caminado
largo trecho como cosa de un cuarto de Legua, y a que estaba
muy incómodo el camino, le dijo el difunto, yo ya no cuelo17
de aquí, porque voy cansado, y entonces le replicó el decla-
rante diciendo, que había de pasar adelante, y cogiendo una
piedra en la mano se la tiró al dicho Rodríguez, y le dio en un
hombro, y habiendo además el dicho Rodríguez volteó, y con
un palo que llevaba en las manos le dio un palo en la cabeza, y
entonces el declarante sacando un cuchillo que llevaba le tiró
una estocada, y le cortó en la mano izquierda, y entonces vién-
dose herido cogió una piedra, que sería con ánimo de tirársela
al que declara, pero no lo hizo porque la puso otra vez en el
suelo, y dando sobre él el que declara le dio dos estocadas, la
una en el Pecho, y la otra en la espalda, con las que acabó su
vida, y dio entonces Providencia de hacer un hoyo, y enterrar
el Cuerpo, lo que hizo quitándole antes unos calzones de tri-
pe viejos que tenía por el interés de los blancos de manta que
tenía, para traerlos a la dicha su mujer por habérselos pedido,
para pañales por hallarse próxima al parto, y luego le volvió
aponer los dichos calzones de tripe, y que solo se trajo el capo-
te, mochilas, freno, y calzones Blancos, porque aunque le qui-
tó Zapatos,18 y sombrero lo tiró onde [donde] había un salto,
y con esto se vino para su casa, y a los tres días de estado en
ella pasó a la de la dicha Doña Petra María Ana de Aro mujer

16 Foja 4 vuelta.
17 Colar: Pasar por un lugar estrecho. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Espa-
ñola, en: http://dle.rae.es/?id=9jtl8nd.
18 Foja 5 frente.

335
La justicia criminal local novohispana

del difunto a darle la noticia de estar ya ejecutado en hecho y


le respondió que no le creía; pues donde estaba la Camisa y los
calzones Blancos que le había encargado, y le respondió el que
declara que no los traiba [traía] porque tenían sangre, que en el
plantanero los tenía enterrados que fuera ella a sacarlos, y que
precedido esto le dijo la dicha Doña Petra; cuidado como me
descubres a mí, a lo que la respondió el que declara, buena es,
con que yo solo la he de pagar mandándomelo usted, y que
se quedó en ese estado por aquel entonces hasta que por el
capote que le dio a su hermano, y reconoció Isidro Rodríguez
hijo del difunto se ha venido a aclarar el exceso que cometió, y
que en él no ha tenido parte otro ninguno solo el declarante,
y la mujer del dicho difunto por la paga que le tenía ofreci-
da, aunque nada le han dado hasta la presente, y que nunca
jamás hubo encono, riña ni pendencia con el difunto, sino es
que llevado de su Mal natural y paga ofrecida ejecutó el hecho
en la forma referida, y que habiéndole dado noticia su herma-
no Juan Vicente le habían conocido el capote, consideró con
esto había de ser descubierto el Delito que tenía; determinó el
irse a un presidio a servir a su Majestad, o irse a presentar a la
Real Audiencia, y habiendo caminado cosa de una Legua se le
vino al pensamiento, que si él se iba, padecerían otros sin cul-
pa, y con esta consideración determinó él venirse a presentar
ante mí el presente Juez, y declarar lo que había, para que sólo
el fuera castigado, y los demás, no, por no tener culpa, lo que
ejecutó el día19 cuatro del presente mes como a las ocho de la
Noche en compañía de Antonio de Rentería, y Juan Antonio
Flores, a quienes encontró en el paraje que llaman Contitlán,
y le acompañaron hasta que llegó a estas Casas Reales y que lo
que dijo la noche que se presenció no es cierto nada de cuanto
expresó en contra de su mujer y el difunto pues lo dijo como
fuera de sí, y que a uno, y otro le restaura su crédito para que
Dios le perdone, y que lo que tiene confesado es la verdad del
caso, y lo que pasó en virtud del Juramento que fecho tiene, en
que se afirma, y ratifica leída, que ésta su confesión Dijo ser
de calidad Español, y de edad de treinta y un años no lo firmó
porque dijo no saber, firmélo yo dicho Teniente con los de mi
asistencia actuando como dicho es doy fe.–

19 Foja 5 vuelta.

336
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Confesión de Petra María Ana de Aro


En el Pueblo de Juchipila, en ocho días del mes de octubre
de mil setecientos setenta, y un años, Yo Don José Manuel de
Castro Teniente General de esta Provincia, por la confesión,
que tiene dada José Gregorio Esparza, reo preso en esta Cár-
cel, mandé sacar de la prisión en que se halla Doña Petra Ma-
ría Ana de Aro mujer legítima del difunto Nicolás Rodríguez,
y siendo en mi presencia, y de los testigos de mi asistencia le
recibí su confesión, que hizo en forma de derecho por Dios
Nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz, y siéndole leída la
confesión de dicho José Gregorio Esparza, y advertídole la reli-
gión del Juramento, Dijo que toda la declaración que tiene dada
José Gregorio Esparza, y se le ha hecho saber es nulo lo que
dice de haberle ofrecido paga para que matara a su marido, ni
haberle pedido tal camisa, ni calzones Blancos, ni menos ha-
ber venido a su casa a darle cuenta de estar ya ejecutado el he-
cho ni decirle que no la descubriera, que es falso todo; lo que
precedió fue el que un día estando en su casa la que declara, la
quería llevar su marido a vivir a casa de su primer suegro, que
fue Luis20 de Rojas, quien vive distante de la casa de dicha, se
puso a llorar porque largaba a su madre, y hermanos, le obligó
a su primo de la dicha llamado Manuel de Aro a decirle a su
marido, que él le daría asiento de casa junto a la suya para que
viviéramos, y luego se fueron el dicho Manuel, y su marido, y
prosiguió la que declara llorando, cuando en eso llegó el dicho
José Gregorio Esparza, y le preguntó, ¿por qué lloraba? a lo
que le respondió, no he de llorar de ver que me quiere llevar
mi marido a vivir a casa de su suegro Luis de Rojas; y por eso
Llora, quiere que yo le vengue, y le respondió la declarante
vaya, pero eso fue al caer, sin decirle haz esto, o lo otro, ni el
dicho Esparza le dijo en qué manera había de ser la venganza
ni le pidió, ninguna paga, ni la dicha le prometió nada, y que

20 Foja 6 frente.

337
La justicia criminal local novohispana

estando en esto llegó el dicho su marido, y le dijo dicho Espar-


za, señor vengo a ver si me quiere usted vender un fuste,21 y le
respondió el difunto, es de Isidro pero no obstante te lo ven-
deré y le dijo Esparza, ¿en cuánto?, y le respondió el difunto;
en un peso y riéndose el difunto; no, en dos reales te lo daré, y
se lo dio, y se fue con él en las manos dicho Esparza; y se que-
daron en la casa la dicha, y su marido, sin ejecutar él mudarla
de ella como le decía, y luego inmediatamente se fue su marido
con su recua a traer un poco de maíz en donde estando algún
tiempo el que no tiene presente, y después de estado en su
casa a pocos días le dijo su marido; me voy a la Barranca que
me envía a llamar Soto, y esto fue día jueves, y que al otro día
viernes se iba, y en ese mismo día le dijo su marido, que poca
fuerza le ha hecho mi viaje que no me ha hecho bastimento,
y le respondió que cómo le había de hacer, que aún no venía
Antonio de Luna en donde tenían un poco de maíz del que
había traído dicho difunto y precedido esto vino dicho Luna, y
fue la hija de su marido llamada Josefa, y trajo el maíz, y le dio
providencia de hacer el bastimento, y en ese Intermedio llegó
Gertrudis Blanco su vecina, y mujer de Pablo Bañuelos, quien22
la convidó fueran a ver a su hermano de la dicha llamado, Ma-
nuel Blanco, que estaba enfermo, de facto fue con la dicha, y
cuando volvió de casa de dicho enfermo, halló la que declara
estar haciendo el bastimento a la dicha hija del difunto, y a una
india llamada de allí de la vecindad, que el mismo su marido
trajo, y siendo esto después del mediodía, le dijo la que de-
clara a su marido, como se va si está el Río tan grande, ay se
irá otro día, y le respondió el difunto me voy por Quelitán, y
estando todavía en la casa la dicha Gertrudis Blanco, le dijo,
a su marido; tío Nicolás si vas por Quelitán a mi señora le
dices que cómo está, y que después de cosechar me voy para
allá; y que subió luego a caballo su marido, y estando en él le
dijo, Imviale [envíale] avisar al señor que ya me voy y le dijo
la que responde Usted desde esta mañana tiene allá la resulta,
pero todo fue de chanza, y riéndose uno y otro, habiendo an-
tes abrazándola, y díchole a Dios; y con esto se fue quedando
en la inteligencia se había ido a su viaje, y que aunque la mula

21 Fuste: Palo largo y delgado. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, en:
http:dle.rae.es/?id=IebP6I4.
22 Foja 6 vuelta.

338
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

en que se fue dicho su marido resultó como dicen dentro de


pocos días, a la que declara se la ocultaron que lo sabían, que
era por no asustarla por estar en cinta, y que aunque después
lo supo por boca de Joaquín de Aro su primo, no hizo inquisi-
ción del estado de su esposo, porque se hizo el cargo pudiera
haber soltado la mula, o reventado el mecate, porque decían
traiba (traía) dicha mula un pedazo en el pescuezo, y hace el
mismo tiempo le faltaron a la madre de la declarante dos Caba-
llos, de donde infería haberlos tomado el difunto para seguir su
derrota; y que aunque vio a Juan Vicente Esparza, con capa,
no se la distinguió ni conoció por del difunto por habérsela
visto a distancia de una cuadra, poco más o menos, de la casa
de la declarante, a la de en donde estaba dicho Juan Vicente,
ni menos le hizo fuerza porque no tenía en el dicho Vicente,
ni en su hermano ninguna sospecha; Por lo que reproduce de
nuevo ser José Gregorio de Esparza23 es falso calumniante de
todo lo que le imputa pues nada le justificará de lo que tiene
producido contra la que declara, y que si es más verosímil eje-
cutaría la muerte como tiene confesado el dicho José Grego-
rio por interés de la ropa, silla, y demás pertrechos del difunto,
que tiene declarados haber tomado del cuerpo, y que se viene
en pleno conocimiento haya sido así, pues la que declara está
pronta a justificarle ser Ladrón, pues a la madre de la dicha le
hurtó un caballo, y un macho, que herró o venteó con venta
[marca] falsa, y se los quitaron en el pueblo de Yahualica, y se
le restituyeron a dicha su Madre por el Teniente de dicho pue-
blo; que no supo ya más hasta el día que el señor Juez la envió
a traer a estas Casas Reales, y ni sabía si era muerto su esposo
hasta la Noche del día cuatro, que oyó al dicho Esparza decirle
al presente Señor Juez, que él, y no otra persona, alguna ha-
bía dado la muerte a Nicolás Rodríguez, mas sea verdad otra
persona cómplice en la muerte; y que para comprobar todo lo
que referido tiene, pide, y suplica se caree con la que declara el
dicho José Gregorio Esparza, en donde protesta contradecirle
todas sus falsedades, y de dicho careo tendrá en conocimiento
el señor Juez quién es el culpado; Esto produjo la confesión
que tiene fecha en que se afirmó, y ratificó leída, que fue, de-
claró ser de este vecindario de calidad Española de edad de

23 Foja 7 frente.

339
La justicia criminal local novohispana

diez y seis años, no firmó por no saber firmélo yo con los de


mi asistencia actuando como dicho es doy fe.- testado –llama-
da–vale –

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
José Manuel de Castro –rúbrica–.24

Confesión de Faustino Flores


En el Pueblo de Juchipila en dicho día ocho de octubre de mil
setecientos setenta y un años, Yo el Teniente General habien-
do visto la confesión hecha por Petra María Ana de Aro citada
por José Gregorio Esparza, para la prosecución de esta causa
mandé sacar de la prisión en que se halla Faustino Flores el mis-
mo que se Nombra por las partes denunciantes y siendo por
ante mí, y de los testigos de mi asistencia le recibí Juramento
que hizo en toda forma de derecho por Dios nuestro Señor, y
la Señal de la Santa Cruz. Dijo: que aunque la expresada Petra
María Ana, mujer que fue de Nicolás Rodríguez, ya difunto, es
su entenada, y vive inmediato a su casa, no supo de la muerte
de dicho Rodríguez, ni lo oyó decir hasta el día que fue aprehen-
dido, que fue el día cuatro del presente mes saliendo de misa,
que antes de ser descubierta la muerte, se decía que el difunto
se había ido a la Barranca a viaje, que en el término de un año
poco menos, que fue casado el difunto, a poco de casado, con
la ocasión de vivir y mediaba a su casa, y llevado del amor, y re-
conocimiento de padre, los visitaba, iban el difunto, y su mujer
a pasearse a la del declarante, y andado, y viniendo días, tuvo
razón de que el difunto tenía algunas riñas con su Esposa, ce-
lándola del declarante, y que así que llegó a mí Noticias, trató de
no ir a la casa, para quitarle al difunto el mal pensamiento que se
le previno, y dijo, que el en su casa, y el que declara en la suya,
y que en todo este discurso de tiempo, ni el difunto le recon-
vino en manera alguna, al que declara, ni la Niña se quejó a él
como Padre que le mira, que si les oía en varias ocasiones tener
su regaños, pero nunca hizo aprecio de ellos por ser de Marido

24 Foja 7 vuelta.

340
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

a Mujer, y que como retirado de la comunicación de la casa, no


sabía, ni indagaba por dicho difunto, más si estaba en el cono-
cimiento de andar en viaje como se decía; y que tiene declarado
es la verdad, lo25 que sabe sobre el particular, y puede decir es
verdad del Juramento fecho en que se afirmó, y ratificó leída
ésta que fue su declaración Dijo ser de edad de treinta años,
poco más o menos, y que aunque le tocan las generales de la ley
por ser José Gregorio Esparza, su compadre, y la dicha Petra
María Ana su entenada, no por eso falta a la religión del Jura-
mento no firmó porque Dijo no saber hícelo yo con los de mi
asistencia actuando como dicho es doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Confesión de María de los Ángeles,


mujer de José Gregorio de Esparza
En dicho pueblo, ocho de octubre de dicho año, Yo el Tenien-
te General hice comparecer, a María de los Ángeles india, y
mujer legítima de José Gregorio de Esparza, reo preso, quien
siendo presente le recibí Juramento, que hizo en toda forma de
derecho por Dios Nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz
so cuyo cargo prometió decir verdad en lo que supiere, y fuere
preguntado, y siéndole primero advertida la religión del Jura-
mento, bien instruida de él Dijo: que habrá como dos meses,
pero que no se acuerda el día, que estando solita en su casa,
llegó Nicolás Rodríguez y le preguntó a la que declara por su
marido, y que ella le respondió que no estaba allí, que si quería
que lo aguardara, y en esto llegó dicho su marido, y se fueron
juntos para el Cerro, como a las cuatro de la tarde, y como a
la media Noche del mismo día volvió su marido, y le vio un
capote envuelto en una zalea,26 y le preguntó que de dónde él

25 Foja 8 frente.
26 Zalea: cuero de oveja curtido de modo que conserve la lana, empleado para preservar
de la humedad y del frío. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, en:
http://dle.rae.es/?id=cIUVbxT.

341
La justicia criminal local novohispana

traía aquel capote, y le respondió27 es verdad, que maté a Nico-


lás Rodríguez y de él es el capote: y le reprodujo la que declara,
¿por qué lo mataste, acaso fue por mí? Y le respondió su ma-
rido no, me lo mandaron, y le dijo, la que declara a su marido,
¿quién se lo mandó? y le respondió, es verdad que me lo man-
dó Señora María Ana de Aro, y se acostó su marido sin hablar-
le más palabra, ni ella le volvió a preguntar, y al día siguiente
madrugó dicho su marido, y se fue a ver su Madre a la Juris-
dicción de Teocaltiche, de donde volvió a los tres días, ya sin el
capote; y que de ahí a mucho tiempo volvió a ver el capote en
poder de su cuñado Juan Vicente en una boda, y que después
de que su marido hizo la muerte fue cuando vino Juan Vicente
su cuñado, que éste no concurrió a la muerte en nada, que éste
sólo vino a ver a sus hermanos, que todo se quedó en este es-
tado, hasta el día que se descubrió el capote, y que lo referido
es la verdad so cargo del Juramento que fecho tiene en que se
afirmó, y ratificó leída esta su Confesión Dijo ser de edad de
veinte y cinco años y que aunque le tocan las Generales de la
ley, no por eso falta a la religión del Juramento, Dijo ser de no
firmó por no saber, firmélo yo con los de mi asistencia en este
papel común, por haberse acabado el sellado, de que doy fe.-
testado –Dijo ser de– no vale –acabado entre renglones– vale–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Auto de providencia
En el Pueblo de Juchipila en ocho días del mes de octubre de mil
setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente General, habiendo,
visto estos autos, y causa criminal que se está siguiendo por la
muerte acaecida en Nicolás Rodríguez vista la Confesión del reo
de la que consta haber ejecutado la muerte; y ordenar en ella28
a Petra María Ana de Aro, mujer de dicho difunto; Vista la que
produjo la referida María Ana de Aro, por la que consta estar

27 Foja 8 vuelta.
28 Foja 9 frente.

342
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

negativa; vista la de Faustino Flores, vista así mismo la de María


de los Ángeles mujer del reo, en que expresa haberle dicho su
marido haber ejecutado dicha muerte por habérselo mandado
dicha María Ana de Aro; y respecto a no constar hasta ahora ser
cómplices en la muerte, todos los iniciados en el auto cabeza de
proceso y sólo si José Gregorio de Esparza, y Petra María Ana
de Aro, a quién éste condena con lo demás que de autos consta
y ver, convino Digo que para la mayor averiguación, y substan-
ciación de esta causa, se mantengan todos en prisión con toda la
guardia, y custodia correspondiente, como hasta aquí se ha eje-
cutado; y mando se solicite la persona de Don Fernando Flores,
como está pedido en el auto cabeza de proceso, y demás vecinos
inmediatos a la casa de dicho difunto, para que siendo por ante
mí y conforme a derecho por Dios Nuestro Señor y la Señal de
la Santa Cruz, so cuyo cargo declaren todo lo que supieren so-
bre la muerte acaecida, vida y costumbres del difunto, y de su
esposa Doña Petra María Ana de Aro, durante su matrimonio; y
de la de los demás reos, para poder ver si por este medio se con-
sigue resultar otros cómplices en dicha muerte, para que resul-
tando sean aprehendidas sus personas; para todo lo que líbrese
billete a Don Juan José de Estrada, para que cite a los vecinos
más inmediatos para su comparecencia ante mí, así por este auto
lo proveí, mandé, y firmé actuando como dicho es doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Razón. En dicho día se emitió el billete como


está mandado, y lo rubriqué –rúbrica–.29

Declaración de Antonio de Luna


de 34 años con generales
En el Pueblo de Juchipila, en nueve días del mes de octubre
de mil setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente General
Don José Manuel de Castro, para la averiguación de lo que ten-

29 Foja 9 vuelta.

343
La justicia criminal local novohispana

go mandado en mi auto antecedente, hice comparecer a Don


Antonio de Luna, Español, y Vecino de esta Jurisdicción en
Contitlán, de edad de treinta y cuatro años con generales, con
el reo José Gregorio de Esparza por el parentesco espiritual que
con él contrajo por ser su compadre, y sin generales con los de-
más quién siendo por ante mí le recibí Juramento, que hizo en
toda forma de Derecho por Dios nuestro señor, y la Señal de la
Santa Cruz, so cuyo cargo prometió decir verdad, en todo lo que
supiere, y fuere preguntado, y siéndolo sobre la muerte ejecuta-
da en la persona de Nicolás Rodríguez. Dijo: que no sabe más si
no es que lo mató José Gregorio de Esparza, y esto por haberlo
confesado él mismo, y preguntado si sabía el motivo por qué:
dijo no saber nada, que tampoco sabe fueran otros cómplices en
dicha muerte, y que en cuanto a la vida del difunto, y su mujer,
Dijo, que sólo sabe porque el difunto le dijo una vez, vengo a
valerme de usted para ver si por su mano puedo salir de la casa
en que vivo quitándomela usted como suya que es, y le dijo el
que declara pues cuál es el motivo porque usted se quiere salir
de ella; y le respondió el difunto; que por no haber conformidad
entre él y su mujer, que esto es lo que supo y que aunque vivía
inmediato nunca los oyó pelear, ni por boca de otro, ha sabido
cosa, en pro ni en contra, de cómo vivían; que de los demás
nunca, ha oído decir mal, y preguntado, sobre Juan Vicente Dijo
que ha oído decir que a pocos días que vino de esta Jurisdicción,
y que a éste le conocieron el capote, esto produjo leída que fue
ésta su declaración en la que se afirmó, y ratificó, y lo confirmó
conmigo, y los de mi asistencia doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


Antonio de Luna –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejada y los Monteros –rúbrica–.

344
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Declaración de don Pedro Méndez


de 39 años sin generales
En dicho pueblo día nueve de octubre de dicho año, Yo el
Teniente30 General hice comparecer a Don Pedro Méndez Es-
pañol y vecino de esta Jurisdicción en Contitlán de edad de trein-
ta y nueve años, Sin generales, quién siendo por ante mí le recibí
Juramento que hizo en toda forma de derecho por Dios Nues-
tro Señor, y la Señal de la Santa Cruz, so cuyo cargo prometió
decir verdad en lo que supiere y fuere preguntado, y siendo So-
bre la muerte de Nicolás Rodríguez Dijo que sabe de oída que
José Gregorio de Esparza, le dio muerte solo sin que otro le ayu-
dara, y que no sabe por qué causa; que también sabe, como veci-
no inmediato a la casa del difunto, porque una tarde le mandó a
llamar Petra María Ana de Aro mujer de dicho difunto, y ésta le
suplicó le rogara a su marido no se la llevara a vivir en casa de su
Suegro, que era antes Luis de Rojas, lo cual ejecutó el que declara
suplicándole a su marido no se la llevara: a lo que condescendió
Nicolás Rodríguez, hoy difunto, y le dijo, no la llevaré, pero ha
de hacer cuanto yo le mande; que también sabe, y le consta que
tenían sus riñas como marido y mujer, pero no cosa mayor que
llegaran a manos, que también le consta al que declara, haber
pasado una Noche a la casa de dicho difunto por haber oído
que tenían voces, y habiéndolos procurado mediar, sólo daba
por disculpa que su mujer no quería dormir con él, y la mujer
que el marido no quería dormir con ella, y que no pudiéndolos
mediar se fue a su casa, y los dejó; que no sabe otra cosa más de
lo que tiene declarado, que de los demás, no ha oído decir cosa
alguna; esto respondió y que produjo su declaración, la verdad,
que puede decir en virtud de él, Juramento que fecho tiene, en
que siéndosela leído en ella se afirmó, y ratificó no firmó por no
saber,31 fírmelo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

30 Foja 10 frente.
31 Foja 10 vuelta.

345
La justicia criminal local novohispana

Declaración de Nicolás de Luna


de 36 años con generales
En dicho pueblo en nueve de octubre de mil setecientos se-
tenta y un años para la información, que está mandada recibí,
yo el Teniente General, hice comparecer ante mí a Don
Nicolás de Luna Español y vecino de esta Jurisdicción en
Contitlán, de edad de treinta y seis años con generales de la
ley por ser cuñado de Petra María Ana de Aro, y con los de-
más no le pertenecen, y siendo presente, le recibí Juramento
que hizo en toda forma de derecho por Dios Nuestro Señor
y la Señal de la Santa Cruz so cuyo prometió decir verdad en
lo que supiere, y fuese preguntado, y siéndolo sobre la muerte
de Nicolás Rodríguez Dijo,- que hasta el día que se descubrió
no sabía cosa alguna, y que ahora le consta de oída que José
Gregorio Esparza lo mató pero que no sabe por qué causa, ni
si los que están presos son cooperantes en dicha muerte que
sólo ha oído decir, que por celos de la mujer del matador: Y
que en orden a la vida que había entre Rodríguez y su mujer
le consta de vista, que una Noche estando el que declara en
su patio, oyó; Llorar a la mujer de dicho Rodríguez, y se fue
para ella, la rodeó, y oyó que hablaban Rodríguez, y ella, pero
no percibió lo que decían, y así se acostaron, y los vio sosega-
dos, aunque sí conoció no estar Juntos sino divididos se fue a
dormir el que declara, que sabe tenían sus riñas, pero eran de
marido, a mujer, no cosa mayor, que no sabe, ni ha oído decir,
que la dicha Petra María Ana tuviera32 mal, ni sabe en contra
de Faustino Flores cosa alguna que de Juan Vicente Esparza
sabe hace pocos días vino a dar a esta Tierra, que supo sí que
el dicho José Gregorio Esparza le hurtó a su suegra un
Macho, y un caballo días pasados, el que les robó; y que lo que
tiene declarado es la verdad so cargo del Juramento fecho en
que se afirmó, y ratificó leída ésta su declaración no firmó por
no saber, firmélo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

32 Foja 11 frente.

346
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Declaración de don Toribio Flores


de 51 años con generales
En dicho pueblo día mes y año, Yo el Teniente General, hice
comparecer a Don Toribio Flores, Español, y vecino de esta
Jurisdicción en Contitlán de edad de cincuenta, y un años
Con generales de la ley, por ser primo en segundo grado
de Petra María Ana de Aro, y no de los demás enunciados
en esta causa, quién siendo presente recibió Juramento, que
hizo en forma de derecho por Dios Nuestro Señor y la Señal
de la Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad en lo
que supiere, y fuere preguntado, y siendo sobre el particu-
lar de la muerte ejecutada en Nicolás Rodríguez Dijo: que
de voz común ha oído decir que lo mató José Gregorio de
Esparza, que ignora el motivo por qué, y que en cuanto a
la vida del difunto y su esposa, sabe, por habérselo dicho, en
vida el difunto, Llorando, que no podía reducir33 a su Natural
a su mujer, que se hallaba en ánimo de largarse y irse de la
Tierra, y que le suplicó dicho difunto le diera algunos con-
sejos a su mujer, y habiéndoselos dado le respondió; Tío los
viejos inflaman el vaso; que sentido de esto se fue y la dejó
sin decirle más; y que aunque sabía que tenían sus disgusti-
llos eran de marido, a mujer no cosa mayor; que no sabe que
el marido la golpeara, ni ella le usara alguna traición: que
en cuanto a Faustino lo ha conocido por hombre quieto, y
sosegado, que de los demás no sabe más de lo que tiene de-
clarado, y que ésta es la verdad so cargo del Juramento fecho
en que se afirmó, y ratificó, no firmó por no saber, fírmelo
yo con los de mi asistencia de que doy fe.–

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–

Auto de providencia
En el pueblo de Juchipila a nueve días del mes de octubre, de
mil setecientos setenta y un años, Yo el Teniente General, ha-

33 Foja 11 vuelta.

347
La justicia criminal local novohispana

biendo oído la información mandada recibir, la que consta de


cuatro testigos a excepción de Fernando Flores, que se versa
en el auto Cabeza de proceso, y tengo mandado Llamar, quien
dicen se halla ausente en los Cerros tirando a los Venados, por
cuyo motivo no ha comparecido, y para que no pase la secue-
la de estas diligencias, reservaba, y reservó dicha declaración,
para el tiempo, y cuando halla a regresarse a su casa, la que se
le reciba en el estado que estuvieren los autos de la mate-
ria: y en atención a que el reo Principal tiene confesado su
delito, y hace incurra en él a Petra María Ana de Aro, mujer
de dicho difunto; Debo mandar, y mando se embarguen todos
los bienes, que parecieren ser de los presos34 los que se depo-
siten en el Depositario General de esta Provincia, que otorgue
recibo en forma en estos autos; y les hacía, e hice culpa, y car-
go a estos dos delincuentes del delito que contra ellos resulta,
y los declaraba, y declaró por ser presos, y a los demás sin
embargo de no estar hasta ahora, incursos, en la confesión
de éstos, ni de la sumaria recibida; mando se mantengan en
la captura, hasta ver si en lo subsecuente salen cómplices: y así
mismo mandaba, y mandó, se reciba esta causa a pruebas por
el término de veinte días, dentro de los cuales se les notifique
al dicho José Gregorio, y Petra María Ana de Aro, Nombre
cada uno por sí defensor, en cuya presencia se les tomen sus
declaraciones Juradas; se ratifiquen de nuevo los testigos, y se
examinen otros si fueren necesarios, y se forme el careo en
presencia de los defensores, que tiene pedido en su confesión
Petra María Ana de Aro, y caso que por estas partes no se
Nombren defensores, se les Nombrará de Oficio de la Real
Justicia, y lo que Por uno, u otro modo se nombraren pasarán
ante mí aceptar, y a Jurar el cargo de tales defensores, y por este
auto que se les haga saber a las partes así lo proveí mandé, y
firmé con los de mi asistencia actuando como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro – rúbrica –


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.35

34 Foja 12 frente.
35 Foja 12 vuelta.

348
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Notificación al reo y declaración de bienes


En el pueblo de Juchipila, en día diez del mes de octubre de mil
setecientos setenta y un años, Yo el Teniente General, mandé
sacar de la cárcel a José Gregorio de Esparza, quién siendo por
ante mí le hice saber el auto que antecede, quien entendido de
todo Dijo, lo oye, y que no tiene bienes ningunos, que lo único
que tiene es una milpa de once almudes36 de sembradura a
medias con Don Nicolás de Luna, y nada más que en cuanto
al Nombramiento de defensor, que se le ha mandado lo haga,
para que lo defienda Nombraba a Antonio Sedeño vecino de
dicho pueblo para dicho efecto esto produjo, no firmó por
no saber: hícelo yo con los de mi asistencia actuando como
dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Notificación a Petra María Ana de Aro


y declaración de bienes
En dicho pueblo diez de octubre de dicho año, yo el Tenien-
te General, presente Doña María Ana de Aro le leí e hice
saber el auto antecedente quien entendida en todo Dijo lo
oye, y que hace manifestación de la cantidad de noventa, y
siete pesos, y medio real en bienes muebles y raíces porque
aunque Percibió de su Tutela Paterna ciento, y cincuenta, y
siete pesos y medio real, no debiendo percibir más de ciento
treinta y dos, como de inventario consta, esta demasía se la
dio su madre con el ánimo de ver si se podía quedar con
la auriga de sembradura, y así separándose ésta que monta
veinte, y cuatro pesos y el caballo en cinco que son vein-
te y nueve pesos le sale restando a su madre dos pesos y
dos reales que juntos éstos con los demás bienes que tiene
manifestados montan setenta pesos dos reales y medio que
son los que apronta y manifiesta, y en cuanto a el Nombra-

36 Almud: medida que equivale a 12 cuartillos o 22.707 litros. Carrera Stampa, Manuel,
“Pesos, pesas y medidas coloniales”, en Antología, México, Archivo Histórico del Estado
de Aguascalientes, Gobierno del Estado de Aguascalientes, 2004, p. 103.

349
La justicia criminal local novohispana

miento de defensor Dijo que nombraba y Nombró a Don


José Teodoro de Tejeda, vecino de este pueblo, para que la37
represente, esto respondió, no firmó por no saber, firmélo
yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Nombramiento de defensor y su aceptación


A continuación, en dicho pueblo, dicho día, mes y año, Yo
el Teniente General, presente Antonio Sedeño, defensor
Nombrado por Gregorio de Esparza, y José Teodoro de
Tejeda defensor, Nombrado por Doña Petra María Ana
de Aro, quienes siendo presentes les hice saber el Nombra-
miento fecho en sus personas, quienes bien entendidos de
todo Dijeron, que aceptaban y aceptaban de oficio de de-
fensores, y que lo harán a todo su leal saber, y entender,
defendiendo a sus partes, y que no las dejaran indefensas,
para lo que en aquellas cosas que ignorasen pedirán, y to-
marán consejo de Personas Letradas que se lo deban dar, en
cuya virtud les recibí Juramento que hicieron en toda forma
de derecho por Dios Nuestro Señor, y la Señal de la Santa
Cruz de así ejecutarlo, y lo firmaron conmigo y los de mi
asistencia actuando como dicho es doy fe.-
José Manuel de Castro –rúbrica– José Teodoro de Tejeda
–rúbrica–

Antonio Eusebio Sedeño –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

37 Foja 13 frente.

350
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Depósito
En el pueblo de Juchipila en diez de octubre de mil setecien-
tos setenta, y un año, Yo el Teniente General presente Don
Clemente38 Jiménez de Muñana, Depositario General de
esta Provincia, se dio por recibido de media Caballería de tie-
rra en el puesto de Atemajac tres yeguas rejegas las dos de
caballo y una de burrada, una mula cerrera de dos años; una
Potranca de dos años, dos vacas paridas, dos burras una mula
de silla, un buey y un becerro de año, cuyos bienes tendrá
en depósito hasta que por mí, u otro Juez competente sean
pedidos; y lo firmó conmigo, y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica– Clemente Jiménez de


Muñana –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y de los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

2ª Declaración de José Gregorio Esparza


de argüido y redargüido
En el pueblo de Juchipila en diez días del mes de octubre
de mil setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente Ge-
neral, mandé sacar de la prisión a José Gregorio Esparza,
reo constituido en esta Causa, quien siendo presente, y por
ante los testigos de mi asistencia, y el defensor Nombrado
por dicho José Gregorio, le leí e hice saber en su persona
la confesión que tiene fecha en estos autos a foja 2 vuelta
y la Confesión que en preparatorio juicio tiene fecha en
dichos autos a foja 4 vuelta y entendido de todo pasé a
recibirle Juramento que hizo en toda forma de derecho por
Dios Nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz, so cuyo
cargo prometió decir verdad en lo que supiere, y fuere pre-
guntado, y siéndole por el tenor, siguiente, y con arreglo a
sus confesiones Dijo: que es originario de la Jurisdicción de
Teocaltiche en el puesto de Tepusco, y vecino de esta Juris-
dicción en Atemajac de diez y siete años, Casado en ella con
María de los Ángeles india laboría; que conoció a Nicolás

38 Foja 13 vuelta.

351
La justicia criminal local novohispana

Rodríguez por vecino de esta Jurisdicción, y marido legítimo


que fue de Doña Petra39 María Ana de Aro; que el que decla-
ra le dio muerte habrá el término de dos meses y medio, Y
díchole por mí el presente Juez que se implicaba porque en
su confesión dice haber sido el día dos de Agosto, de el pre-
sente año y ahora dice que ocho o quince días antes de Santa
“Rosa”40 por no tener presente de cierto el día, y preguntado
por qué causa le dio la muerte; Dijo que porque se lo mandó
la dicha Doña María Petra Mariana de Aro, porque pasaba
mala vida, y la quería enviar a unas recogidas, y que por las
carnestolendas,41 que fue madrina la dicha Petra María Ana
de Aro, de Luis Flores, le instaba que le diera muerte, a su
marido, y que por que lo ejecutara, le daría veinte pesos, una
vaca parida, y demás bienes de campo, pero que no tiene
recibido nada de la dicha y que la muerte la ejecutó como a
las siete del día, y que luego que se verificó la muerte, como
a cosa de cuatro pasos hizo un hoyo, y lo enterró, quitándole
los calzones Blancos, tirando el sombrero, y los zapatos, y a
cosa de una Legua los tiró, y los calzones los enterró en el
Puesto que llaman de Plantanero, lo que no pasó adelante
porque no los vieran ensangrentados; y que para la ejecu-
ción de la muerte, se valió de que tenía una mina y unas
Barras de Plata y que se las iba a dar al difunto, y habiendo
quedado citados el difunto, y el declarante, de que en el
Cerro Pelón, que vulgarmente le llaman así, se habían de
juntar, de facto así lo hizo el difunto yéndose primero el
viernes y después de comer, y el que declara llegó a dicho
paraje como a las ocho de la Noche y habiendo llegado, y
saludándole al difunto viendo que ya venía agua, trataron de
bajarse a un ranchillo despoblado, que llaman de Antonia de
Lugo, y habiendo cenado unas tortillas que llevaban, uno, y
otro, trataron de dormir, y estando el difunto se levantó el
que declara por tres ocasiones, y que siéndolo matar le dio
miedo, y pavor, y no lo ejecutó;42 y al otro día sábado madru-
garon mucho el declarante, y el difunto, y ensillando se fueron

39 Foja 14 frente.
40 Se festeja el 30 de agosto.
41 Periodo que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza, día que empieza la
cuaresma.
42 Foja 14 vuelta.

352
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

por toda la Barranca del arroyo de Acatique, y habiendo ca-


minado grande distancia como cosa de media legua, le dijo
el declarante, aquí desensillaremos, y iremos a pie porque
ya no se puede ir menos, de facto lo ejecutaron, y desensi-
llando, se fue el declarante por delante y el difunto a tras de
él, y como cosa de cincuenta pasos le dijo como amuinado
[enojado], ya no paso yo de aquí, a lo que le respondió el
declarante pues ha de cortar, y agachándose cogió una pie-
dra, y le dio en un hombro al difunto, quién le tiró un palo
en la cabeza con el palo que traía, a lo que luego arrancó el
declarante un cuchillo que traía y le dio una herida en la mano
izquierda, a lo que se agachó el difunto a coger una piedra, y la
volvió a poner en el suelo, y luego inmediatamente le tiró otra
estocada que le dio debajo de la tetilla, y arrancando el difunto
con las ansias de la muerte, diciéndole ayúdeme, dígame Jesús,
que me muero, y entonces le dio otra estocada en la punta
del lomo, con que acabó de entregar el alma al creador; y a
los tres días de ejecutada la muerte, pasó a la casa de dicha
Petra María Ana, y le dijo ya está ejecutada la muerte, a lo
que le respondió no lo creía que usted lo hiciera, a lo que le
respondió bueno, con que usted me lo manda y ahora dice
que no. Y que en este estado quedó todo hasta ahora, que
se ha visto la evidencia por el descubrimiento del capote;
y preguntado si tenía algunos celos de su mujer, porque el
difunto la hubiera requerido. Dijo que no, porque aunque
tiene confesado de primero que el difunto le daba vestuario
a la mujer del declarante, se valió de esa estratagema por
ver si con esto escapaba, pero que mentía, que no hay tal; y
preguntado por mí, el presente Juez, si la mujer pasaba mala
vida con su marido, dijo que no sabe más de que tenían sus
Riñas, porque no quería43 que le acabara sus bienes como lo
había expresado hacer. Y preguntado si la dicha Petra María
Ana tuviera algún trato ilícito con alguna persona dijo que
no, ni que fuera esto muladar por otra persona para haberle
mandado ejecutara dicha muerte, y habiéndole hecho varias
preguntas, y repreguntas de argüido y reargüido dijo que no
tiene que quitar ni añadir a lo que tiene declarado, lo que es
la verdad So cargo del Juramento, declaró la misma edad, no

43 Foja 15 frente.

353
La justicia criminal local novohispana

firmó por no saber firmólo su defensor conmigo y los de mi


asistencia doy fe.- muerte – entre renglones –vale–.

José Manuel de Castro –rúbrica– Antonio Eusebio Sedeño


–rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–.

Declaración de don Hernando Flores con generales


de edad de 38 años
En el pueblo de Juchipila en once días del mes de Octu-
bre del citado año, habiendo comparecido en este día Don
Hernando Flores a quien tenía llamado para la información
que se recibió y no había comparecido por los motivos expre-
sados en el auto de nueve del corriente a fojas dos vuelta de
estos autos, y siendo ante mí le recibí juramento que hizo
por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz, so cuyo cargo pro-
metió decir verdad en lo que supiere y fuere preguntado y
siéndolo por el tenor del auto del día ocho de dicho mes
que consta a fojas nueve dijo: que ahora que está José
Gregorio Esparza preso ha sabido que el mismo había
matado a Nicolás Rodríguez por haberlo él confesado que
no sabe por qué motivo, que sólo advierte que en una
ocasión le preguntó Petra Mariana de Aro, al que declara
y le dijo tío, ¿cuántos años durará mi marido?, y le res-
pondió el que declara que por lo natural como viejo duraría
pocos años. Y que44 en cuanto a la vida que tuvo el difunto
y su mujer Petra Mariana de Aro dijo: que tenían los dichos
varias inconsecuencias como que en varias los medió, y pre-
guntando cuál era el motivo de las riñas respondió, que la
misma Petra Mariana y su marido le dijeron que el motivo
de los disgustos eran porque visitaba la casa Faustino Flores,
y otros ignora; y que estas razones que le dijeron hace algún
tiempo que precedieron, y aún después que ya no iba a la
casa el dicho Faustino le consta siguieron teniendo disgus-
tos, marido, y mujer, y preguntado sobre Vicente Esparza si

44 Foja 15 vuelta.

354
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

sabía había tenido algún participio en la muerte dijo que no


pudo tenerlo pues vino a esta Jurisdicción mucho después
de la muerte; que en cuanto a Faustino Flores lo ha cono-
cido por hombre de bien, nada inquieto, inperjudicial, ni de
mala intención. Que de José Gregorio el matador sabe que
a Doña Susana Carrillo le hurtó un caballo, y un macho y
los venteó [herró] con venta [marca] falsa, que fue preso en
Yahualica de donde se huyó a su parecer, y preguntado si
sabía otra cosa dijo que no, que lo que tiene declarado es la
verdad so cargo del Juramento que fecho tiene en el que leí-
da que le fue ésta su declaración en ella se afirmó, y ratificó
dijo ser de edad treinta y ocho años, de calidad español que
le tocan las generales con Faustino Flores y Mariana Aro y no
con los demás, y que no por eso ha faltado a la religión del
Juramento, y lo firmó conmigo y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Fernando Flores de la Torre –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.45

Declaración de Juan Vicente Esparza


de argüido y reargüido
En dicho pueblo día mes y año, yo el Teniente General mandé
sacar de la prisión a Juan Vicente Esparza, y en preparatorio
Juicio le recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor
y la Santa Cruz, So cuyo cargo prometió decir verdad en
lo que supiere, y fuere preguntado, y siéndolo por el tenor
de la Confesión que hizo y consta a fojas tres, y cuatro de
estos autos Dijo: que su hermano José Gregorio Esparza,
le dio el capote, que él no sabía si era mal habido, lo que
justifica con el hecho de haberlo traído a cara descubierta,
sin ocultarlo de nadie, pues si él tuviera alguna malicia
lo hubiera ocultado; que hasta que se lo conoció, Isidro
Rodríguez vino en conocimiento de que su hermano lo
tenía mal habido, que él no tuvo participio en la muerte que

45 Foja 16 frente.

355
La justicia criminal local novohispana

se versa pues con todos los vecinos de Contitlán Justificará


que cuando vino ya su hermano había hecho la avería que
hizo, preguntado cómo sabía que su hermano había hecho la
muerte dijo, que porque lo ha confesado, dicho su hermano,
y preguntado y repreguntado por el tenor de su confesión
dijo: que ahí ya está y que no tiene nada más que reproducir,
quitar ni añadir en cargo del Juramento que fecho tiene en
el que se afirmó y ratificó leída que le fue ésta su declaración
dijo ser de edad de diez, y ocho años que no le tocan las
generales con ninguno sólo si con su hermano dijo ser del
puesto de Tepusco, de calidad Español, no firmó por no
saber, hícelo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.46

Presentación de baja de querella


José Rodríguez de la Mora. Nicolás Rodríguez. Isidro
Rodríguez. Nicolás Sandoval. Juan Antonio Arambulo.
José Rodríguez. Alejandro Rodríguez. Manuel Rodríguez.
Antonio Sandoval. Gertrudis Rodríguez. Antonia Rodríguez
y Juana Milinia [Melina] Campos. Prestando voz, y caución
en el todo e in solidum [en solidaridad] parecemos ante Usted
en la mejor forma que por derecho haya, y decimos que
habiéndonos hecho el cargo de la muerte tan alevosa e impía
que dio José Gregorio Esparza a Nuestro Difunto como es
pública voz, y fama por lo que demostrándonos Piadosos,
y Caritativos a el perdón decimos que de Nuestra parte
nos bajamos y desistimos de toda querella sin haber sido
oprimidos ni inducidos a rigor ninguno, y que de todo nos
bajamos de dicha Querella y que no tenemos que demandar
ahora ni en ningún tiempo Cosa alguna así en Contra del
dicho como de cualesquiera otra persona que hubiere
delinquido en dicha Causa no metiéndonos en los fueros
que tocan a la Real Justicia por lo que movidos a las Leyes

46 Foja 16 vuelta.

356
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

de Cristianos que nos manda así perdonar a el Enemigo que


sólo aclamamos a él verdadero Juez del Cielo, y47 Tierra que
es quién ve las Causas mejor, y que de fe tenemos sabido
que Dios habla por el que Calla.
A Usted pedimos Rendidamente y suplicamos se sirva de
admitirnos este Escrito en este papel por no haber del que le
Corresponde como también se servirá Justicia mediante dar
la providencia que Corresponde, y por tanto, y por lo que a
nuestro favor sea y por no saber firmar ninguno de los aquí
mencionados, fírmólo Isidro Rodríguez –rúbrica–
Juchipila Octubre 12 de 1771 años.

Providencia
Por presentado, por las partes de Isidro Rodríguez y demás
que constan, y admitido en el pliego que se expresa sin per-
juicio del Real haber, póngase con los de la materia, y haga la
fe que hubiese lugar, y sígase esta causa criminal como hasta
aquí de Oficio de la Real Justicia hasta su final conclusión así
lo proveyó mandó y firmó actuando como dicho es doy fe.

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Pedro Ignacio Lezama –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Declaración de Faustino Flores de argüido y reargüido


Incontinenti [prontamente] dicho día mes y año Yo el Tenien-
te General, para la seguridad48 de estas diligencias mandé
sacar de la prisión en que se halla a Faustino Flores, a quién
le Recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y la
Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad en lo que
supiere y fuere preguntado, y siéndolo sobre la muerte eje-
cutada en la persona de Nicolás Rodríguez dijo: Que aunque
frecuentaba la casa de Petra Mariana de Aro, era por el mo-
tivo de mirarla como a hija, y cosa tan inmediata a su mujer,
y haberla criado, y que desde que se casó, la niña, con Rodrí-

47 Foja 17 frente.
48 Foja 17 vuelta.

357
La justicia criminal local novohispana

guez ella y Rodríguez frecuentaban también su casa del que


declara, y que así que supo que el difunto Rodríguez tuvo
recelo del que declara, dejó de frecuentar la casa, y no volvió
más a ella, y preguntado de quién había sido que Rodríguez
tenía celos del que declara dijo, habérselo dicho su mujer del
declarante y preguntado sobre la muerte de Rodríguez dijo:
que como hacía mucho tiempo como referido tiene no lo
comunicaba, no supo de su destino, que del hijo del difunto
supo que se había ido para San Cristóbal de la Barranca; que
de la muerte del difunto no supo quién lo mató, hasta des-
pués de estar preso, que oyó decir que José Gregorio Esparza
lo había matado, confesándolo así, que ignora el motivo, y
hechole varias preguntas y repreguntas no produjo más, que
lo que lleva referido y leída que le fue esta declaración en
ella se afirmó y ratificó, declaró la misma edad calidad años
y vecindad, no firmó por no saber, hícelo yo dicho Teniente
con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Declaración de María de los Ángeles de argüido


y reargüido
Suscribe dicho día mes y año Yo el Teniente General mandé
sacar a mi presencia a María de los Ángeles quien siendo por
ante mí le recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor49
y la Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad en lo que
supiere y fuere preguntada, y siéndolo por el tenor de la Con-
fesión que hizo a fojas ocho vuelta de estos autos Dijo: que
hará como dos meses que fue la muerte, y que no se acuerda
qué día, y preguntada si llegó el que hoy es difunto a su Casa
dijo que si llegó preguntándole por su Marido y le Respondió
que andaba en Contitlán, y diciéndole que como lo negaba su
Marido dijo que si llegó que la verdad se ha de decir, y llegó en
eso el Marido de la que declara, y se fueron juntos, que aunque

49 Foja 18 frente.

358
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

lo niegue su Marido ésta es la verdad, y que cuando se fueron


era ya tarde, y que ese mismo día volvió su Marido, como a
medianoche, que fue cuando le vio el capote, y una zalea, y le
dijo de dónde vienes, y le respondió que era verdad que había
ido a matar al difunto Rodríguez de quién era el capote, y le
preguntó la que declara ¿por qué lo matastes, acaso fue por mí?
Y le respondió su Marido, no, me mandó Doña Petra de Aro
y que ya no le dijo a ella nada, ni ella a Su Marido: que a la ma-
drugada se levantó su marido y se fue para su tierra, que volvió
a los tres días, y ya no trajo el capote, y preguntada que por qué
le había dicho a su marido cuando le dijo que había matado a
Rodríguez acaso lo matastes por mí dijo: que porque andaban
diciendo tantos que el difunto Nicolás Rodríguez estaba en la
amistad de la que declara, pero que por Dios no le debía nada,
y preguntada si su marido llegó a saber lo que decían de ella, y
Rodríguez dijo que no y preguntada si sabía otra cosa dijo que
no que lo que tiene declarado es la verdad en cargo del Jura-
mento fecho en el que se afirmó y ratificó declaró ser india la
misma edad y vecindad, no firmó por no saber hícelo yo con
los de mi asistencia como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.50

Petición
Faustino Flores vecino de esta Jurisdicción en Atemajac y pre-
so en la Real Cárcel de este Pueblo con Prisiones ante Vuestra
Merced parezco y digo que hace el término de nueve días que
por la muerte ejecutada en Nicolás Rodríguez por José Gregorio
de Esparza como, clara y evidentemente consta de las diligen-
cias practicadas de las que no consta haber tenido yo la más
mínima culpa, pues mi prisión no fue más de una violencia na-
cida de los denunciantes; y respecto a que me hallo gravemente
accidentado por lo fatal que se halla la cárcel ocurro al amparo,
y recta justificación de Vuestra Merced me dé por libre de las

50 Foja 18 vuelta.

359
La justicia criminal local novohispana

prisiones, y captura en que me hallo, para lo que estoy pronto


a dar las fianzas correspondientes, y si de que resultare alguna
cosa contra mí hacer la presentación en forma para que se siga
el punto hasta su liquidación para cuyo efecto ofrezco de fiado-
res a mis hermanos, Luis, Juan Antonio, y José Bernardo Flo-
res, y José Antonio Nuñez, y a mayor abundamiento la dicha
mi esposa con sus bienes, y los otros con su persona y bienes
por lo que habida consideración otorgarán la fianza en forma
cuyo reclamo hago por lo relacionado, y a mayor abundamiento
con la ocasión de hallarse dicha mi esposa en este Pueblo con
su hija por decir se halla cómplice en dicha muerte se pierden
muchos de nuestros bienes por no haber quién lo repare en cu-
yos términos.-
A Vuestra Merced pido y rendidamente suplico se sirva man-
dar51 hacer, proveer, y determinar cómo llevo pedido, juro en
forma no ser de malicia y en lo necesario Vuestra Señoría.- No
sé firmar.
Juchipila Octubre 14 de 1771 años

Providencia
Por presentado y admitido póngase con los de la materia y
en vista de lo pedido por esta parte mando se mantenga en
la captura hasta la determinación del asesor letrado quién
determinará sobre lo pedido así lo proveyó mandó, y firmó
con los de mi asistencia doy fe. –

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Declaración de Petra Mariana de Aro de argüido


y reargüido
En dicho pueblo día mes, y año Yo el Teniente General
mandé traer a mi presencia a Petra Mariana de Aro, Rea en
estos autos, y siendo por ante mí le recibí Juramento que
hizo en forma de derecho por Dios Nuestro Señor y la Señal

51 Foja 19 frente.

360
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

de la Santa Cruz, so cuyo cargo prometió decir verdad en


lo que Supiere y fuere preguntada; y siendo sobre el tenor
de la confesión que hizo, constante a las fojas, seis, y siete de
estos autos, y de lo más que de ello consta Dijo: Que es falso
el haberle dicho a José Gregorio Esparza que matara a su
Marido ni ofrecídole ninguna paga, como le acusa, y que
para su prueba diga el dicho Esparza cuánto le tiene dado,
pues aunque no le hubiera dado lo dice por carecer de ellos,
pudiera haberle dado los bienes que le acusa le prometió
como que los tiene; y preguntada que si es verdad le fue a
dar Esparza noticia de haber matado a su Marido dijo: que
no, que no sabía de tal muerte hasta que el dicho Esparza la
confesó haberla hecho porque si la hubiera sabido hubie-
ra dado providencias para que no se hubiera descubierto,
y preguntada si le había pedido del matador52 los Calzones
blancos y camisa para pañales dijo: que no, y que para prue-
ba de su verdad, si se la había pedido por señal, y no lo trajo,
por decir que estaban llenos de sangre, como no le mostró la
capa silla sombrero, y otras alhajas que se trajo conocidas del
difunto, con lo que como firma lo que antes tiene producido
de que es más fácil lo matara por este interés que no por
paga que ella le ofreciera. Que nunca lo solicitó para tal fin
pues la única ocasión que habló con Esparza fue como tiene
dicho cuando la halló llorando, y le preguntó dicho Esparza
por qué llora y le respondió la que declara no he de Llorar
si mi marido me quiere llevar para abajo y le Respondió Es-
parza quiere que la vengue: y ella le dijo vaya, pero que ella
no reflejó en qué modo había de ser la venganza, pues si le
hubiera dicho quiere Vuestra Merced que lo mate, no hubie-
ra condescendido; y preguntada si el difunto y el matador
habían tenido antes alguna riña, o motivo para lo acaecido
dijo: que no tuvieron delante de ella cosa alguna, ni supo que
por fuera hubieran tenido voces ni riña, y preguntada sobre
los indicios de haber parecido la mula con un pedazo de me-
cate del cuello dijo: que es verdad que así fue pero que ella
no lo supo hasta muchos días después porque en su casa se
la habían ocultado, por estar en cinta y repreguntada porque
aún después de que se lo dijeron de que estaba allí la mula

52 Foja 19 vuelta.

361
La justicia criminal local novohispana

no había averiguado del estado de su Marido dijo: que pensó


se le hubiera soltado a su Marido, y que de ese tiempo se le
perdieron a su Madre dos caballos, infirió que su marido
pudiera haber cogidolos para seguir su viaje, y que alquiló la
mula para Bolaños a José Antonio Nuñez y preguntada que
si nunca vio el capote a Juan Vicente Esparza hermano del
matador dijo: que sí se lo vio en distintas ocasiones, pero
no de cerca donde lo pudiera haber conocido, sino a grande
distancia; y preguntada si en el disgusto de su matrimonio,
su difunto esposo le tomó algunos celos de alguna persona,
o le impidió la entrada a su casa a alguno, o a ella que no
fuera alguna otra casa dijo:53 Que sí la celó de dos personas,
la una de elevado carácter y la otra de su Padrastro Faustino
Flores, pero que aunque a la que Responde la mortificaba su
Esposo, a estos Sujetos nunca les dijo nada su marido, ni les
impidió la entrada a la casa, pero que ella molestada de los
dichos Celos se lo dijo a su Madre, y ésta se lo dijo a su Ma-
rido Faustino Flores de donde resultó no volver más dicho
Faustino a la casa de la que responde, y que a ella nunca le
impidió la entrada en ninguna Casa de Contitlán y que aun-
que ella para Obviar los Celos de su Marido con su Padrastro
tomó a bien retirarse de en casa de su Madre; el mismo su
Marido una noche la llevó instada a en casa de su Madre, y
Padrastro, éste no volvió a pisar la de la que responde. Y pre-
guntada con qué destino salió su Marido de su Casa cuando
se fue y no volvió, dijo: Que se iba para San Cristóbal de la
Barranca por haberlo enviado a llamar Soto, vecino de dicho
San Cristóbal y que salió dicho su Esposo día Viernes des-
pués de mediodía, y que aunque le instó no fuera por estar
el río crecido instó a irse su marido diciendo que se iba por
Quelitán, que para prueba de ello estaba delante Gertrudis
Blanco, y también Isidro Rodríguez, hijo del citado su Es-
poso: y preguntada si en alguna ocasión había preguntán-
dole alguna persona, si su marido duraría, poco dijo: que se
acuerda habérselo dicho en chanza a su tío Hernando Flores,
porque él cuándo la hallaba llorando, como bufón le decía
hija, no te apures que poco te durará tu marido, que al cabo
es Viejo; que emberas [veras] mal se lo pudiera haber dicho

53 Foja 20 frente.

362
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

pues eso sólo Vuestra Señoría pudiera saberlo. Y habiéndole


hecho varias preguntas, y repreguntas sobre la materia dijo:
no tener más que producir que lo que tiene dicho y produ-
cido en su Confesión y ésta su declaración que fecha tiene, y
que de nuevo Reproduce se forme el careo que tiene pedido,
y leída que le fue ésta54 su declaración en ella se afirmó, y ra-
tificó, dijo ser de edad de diez, y seis años declaró las mismas
generales Calidad, y vecindad no firmó por no saber, hícelo
yo con el defensor y testigos de asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


José Teodoro de Tejeda –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Auto de providencia
En dicho día mes y año, Yo el Teniente General habiendo
visto las declaraciones de los Reos, iniciados en esta causa,
digo que arreglado del auto de providencia constante a la
foja doce, y Vista de estos autos cítense los testigos suma-
rios para su ratificación y solicítense éstos si pudieren ser
traídos para la indagación de si saben alguna cosa sobre qué
Mariana de Aro mandase dar muerte a Su Marido, por mano
de José Gregorio Esparza, y éstos se examinen por la confe-
sión de dicho Reo, y dichas declaraciones antes de hacerlas
las Juren en forma, y conforme a derecho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

54 Foja 20 vuelta.

363
La justicia criminal local novohispana

Ratificación de Nicolás de Luna


En quince días del mes de Octubre de Referido año Yo el55
Teniente General hice comparecer a Don Nicolás de Luna
uno de los testigos sumarios a quién le recibí Juramento que
hizo por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz so cuyo cargo
prometió decir verdad en todo y habiéndole leído la declara-
ción que hizo en estos autos dijo ser la misma que tiene dada,
que en ella se afirma y ratifica por no tener que añadirle ni
quitarle declaró la misma edad, calidad, vecindad, y generales
no firmó por no saber hícelo yo con los de mi asistencia con
quienes actúo como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Ratificación de Pedro Méndez


Incontinenti [al instante] dicho día mes y año Yo el Teniente
General hice comparecer ante mí a Don Pedro Méndez a
quién le recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor
y la Santa Cruz so el cual prometió decir verdad en todo y
habiéndole leído la declaración que tiene hecha en estos
autos dijo ser la misma que dio que no tiene que añadirle ni
quitarle, que en ella se afirma y ratifica, declaró la misma edad,
calidad, vecindad, y no tocarle las generales de la Ley, no firmó
por no saber, hícelo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

55 Foja 21 frente.

364
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Ratificación de Toribio Flores


En dicho pueblo en día diez56 de Octubre compareció ante mí
el Teniente General Don Toribio Flores, diciéndome que se
iba porque le era indispensable a el Fresnillo, y así que asen-
tara su ratificación por no llevar término señalado por volver,
la que le tomé ante los testigos de mi asistencia y le Recibí Ju-
ramento que hizo por Dios Nuestro Señor57 y la Santa Cruz
so cuyo cargo prometió decir verdad en todo, y habiéndole
leído su declaración dijo ser la misma que tiene dada que no
tiene que quitarle sólo si le añade, que ha oído decir de voces
muchas que Juan Vicente Esparza no cooperó en la muerte
pues cuando vino de su tierra ya era según la cuenta Muerto
Nicolás Rodríguez, y que del Reo José Gregorio ha oído de-
cir que le hurtó el macho y la mula a Doña Susana Carrillo,
que ésta es la verdad en cargo del Juramento que tiene fecho
y que en lo dicho se afirma y ratifica declaró la misma edad,
calidad, vecindad, y generales y no se asentó el mismo día
que se ratificó por no confundir estos autos no firmó por no
saber, hícelo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Ratificación de don Antonio de Luna


Incontinenti [en seguida] dicho día mes y año hice otra ra-
tificación como la que antecede a Don Antonio de Luna
quien pareció el día doce expresando los mismos motivos
que él antecedente y le recibí Juramento que hizo por Dios
Nuestro Señor y la Santa Cruz, so cuyo cargo prometió de-
cir verdad en todo, y habiéndole leído su declaración en ella
se afirmó y ratificó dijo ser la misma que tiene dada, que no

56 Señala el documento que la ratificación se levantó el día 10 de octubre; sin embargo, en


la misma foja numerada en el original como 21, en su frente está levantada la ratificación
de Nicolás de Luna el día 15 de octubre, actuación que antecede a la data señalada en
la ratificación de Toribio Flores. Por tanto, consideramos que el escribano reservó parte
de la foja ya que al final de la ratificación manifiesta “no se asentó el mismo día que se
ratificó por no confundir estos autos”.
57 Foja 21 vuelta.

365
La justicia criminal local novohispana

tiene que añadirle ni quitarle declaró la misma edad, calidad,


y vecindad, no la firmó58 por lo ya expresado, hícelo yo con
los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Antonio de Luna –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Ratificación de don Hernando Flores59


Subscribe dicho día mes y año Yo el Teniente General hice
comparecer60 ante mí a Don Hernando Flores y siendo ante
mí le recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y la
Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad en todo, y
habiéndole leído su declaración dijo ser la misma, que tiene
dada, y en ella se afirma, y ratifica, que no tiene que añadirle
ni quitarle y que ésta es la verdad, en cargo del Juramento
que fecho tiene, declaró la misma edad, calidad, vecindad, y
generales y lo firmó conmigo y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Fernando Flores de la Torre –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–.

Auto de providencia
En el Pueblo de Juchipila en diez y seis días del mes de oc-
tubre de mil setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente
General, habiendo visto, las ratificaciones de los testigos
examinados de las que no tienen que añadir, ni quitar y ha-

58 Concluye la ratificación señalando que no firma el presentado; sin embargo, en el expe-


diente consta su firma.
59 Se determina por el escribano que el nombre del que ratifica es Hernando; sin embargo,
en la declaración, así como la ratificación, firma el presentado como Fernando, y en otras
actuaciones sí se afirma su identidad con ese nombre.
60 Foja 22 frente.

366
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

ber hecho exactas diligencias para examinar nuevos testigos


sobre el hecho acaecido de que no ha habido persona algu-
na que declare sobre dicho asunto; Vistas las confesiones de
los demás reos así cómplices como iniciados con lo demás
que de dichos autos consta, debo mandar, y mando, que
atento a tener pedido y reproducido la expresada Doña María
Ana de Aro, careo con el agresor José Gregorio de Esparza,
éste se haga en toda forma de derecho, y en presencia de
los dos defensores; y fecho que sea tráiganse vistos los au-
tos para proceder a las demás diligencias que convengan en
Justicia así por este auto lo proveí, mandé, y firmé, con los
de mi asistencia.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejada y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.61

Careo
En el Pueblo de Juchipila en diez y seis días del mes de Oc-
tubre de mil setecientos setenta, y un años, Yo el Teniente
General para el careo que está pedido por Parte de Doña
Petra María Ana de Aro, con José Gregorio Esparza, am-
bos reos constituidos por el Homicidio ejecutado en Nicolás
Rodríguez como de estos autos consta: mandé sacar de la
Prisión en que cada uno se halla; y siendo en mi presencia,
de los testigos de mi asistencia, y de los defensores de cada
uno dándole y prestándoles voz para dicho careo comenzó la
dicha el careo en la forma siguiente: Y preguntándole a dicho
reo que cuándo le prometió ningún dinero porque matara a
su Marido, ni que ha dichas: respondió José de Esparza; que
una tarde Jugando a un juego de cantar que llaman el Burro
le dijo la dicha Petra María, que le daría lo que quisiera en di-
nero o en bienes para que ejecutase dicha muerte; y pregun-
tando por dicha Petra, que ¿cómo si le prometió paga para
dicha muerte, no se la cobró ni antes ni después del hecho
ejecutado, aún sin embargo de hallarse con crecidas necesi-

61 Foja 22 vuelta.

367
La justicia criminal local novohispana

dades él y su familia? Dijo que no se la cobró porque conoció


eran prometimientos falsos y que no le habría de dar nada
pues habiendo tenido un peso en el Cerro, no se lo dio: A lo
que respondió Petra María Ana, que cuándo le había visto ese
peso que si fue antes o después de la muerte? Y respondió
que fue un mes antes poco menos, o más del dicho exceso. Y
Dijo la dicha Petra, que es falso, que no hay tal; Y preguntán-
dole la dicha con qué motivo difama habiendo y o el Teniente
General enjuiciado a Don José de Aro por cierta causa, más
material después de haber compurgádola, encontrándole el
dicho José Gregorio se lo ofreció, muy de veras diciéndole,
que él le vengaría para con Usted, el Juez, porque sé que tiene
agravio usted con él; Dijo, que no hay tal, que es verdad que
le salió al camino a Don José de Aro, y le dijo, Señor usted
que es capaz, me podrá decir ¿cómo podré escapar de no
pagar el tributo de mi mujer62 que me lo cobra el comisario
de ellos?, a lo que respondió dicho Aro que no tenía en
eso inteligencia: y preguntádole por dicha María Petra que
como si no le dio nada, y conocía que eran prometimientos
falsos las dádivas que dice? Se determinó a ejecutar la muer-
te? Dijo que se determinó a hacerlo por los prometimientos
tan evidentes que le hacía y preguntado por la dicha Petra
María Ana, que si por infinitas ocasiones le requirió para que
fuere su concubina, y que más bien conoce que la culpa que
le echa de haber cooperado en la muerte, más es por vengan-
za de no haber condescendido a su deseo, que no otra cosa.
Dijo que es verdad que aunque la solicitó para dicho efecto
por dos ocasiones, que no hizo la muerte por interés de la
persona de la dicha sino por interés de la paga. Y preguntán-
dole por la María Petra, que cuando antes de ejecutar dicha
muerte con antelación, a ella, y después, cuando le dio parte
en manera alguna de ella; Dijo que el miércoles de la semana
de dicha muerte, le dijo, el viernes nos vamos, yo y su marido
que estamos citados para irnos dicho día después medio-
día. Y le replicó dicha María Petra que era falso, y siniestro
todo. Y preguntándole por dicha María Petra, que si no fue
un día a su casa, y hallándola llorando porque su marido la
quería llevar a la casa de su primer suegro, y le respondió el

62 Foja 23 frente.

368
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

contrario que no se le diera nada que él la vengaría, y que nun-


ca le dijo en qué manera había de ser la venganza, y que ella
como aterida o adolorida le dijo váyase. Dijo Esparza sí es
verdad le dijo la vengaría, mas no le dijo en que forma había
de ser la venganza, ni la dicha se lo preguntó por tener ya
anteriormente hablado el cómo. Y preguntado por la dicha
María Petra, que como si le dijo, que cuando diera muerte a
su marido le trajera su camisa, y calzones Blancos, cómo no
lo ejecutó si no que asienta en su63 declaración que no los tra-
jo por estar ensangrentados que los había dejado enterrados
en el platanero, y que sólo tuvo habilidad de quitarle capa,
silla, y otros carruajes que eran del difunto, lo que había de
hacer para satisfacerla como dice, ¿se lo mandó? Dijo dicho
Esparza, que no los trajo porque la dicha le dijo no trajera ni
una hilacha del difunto porque por ella pudiera descubrirse
la muerte; Y replicó la dicha, diciéndole, que como si se lo
tenía mandado fue a sacar dicha capa y que anduvieron con
ella públicamente: Y reconviniéndole sobre haberle hurtado
el caballo, y macho que se expresa a la madre de la dicha Ma-
ría Petra; y de que cómo lo quitaron en Yahualica Dijo dicho
Esparza fue cierto así como se expresa; Y en esta conformi-
dad concluyeron de su propia voluntad dicho Careo, el que
no firmaron por no saber hizolo sus defensores conmigo, y
los de mi asistencia; y mandaba, y mandé al Ministro de Vara
regresara a la prisión en que cada uno se halla, con el cuidado,
y vigilancia, que hasta aquí, y así se ejecutó de que doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Antonio Eusebio de Sedeño –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
José Teodoro de Tejeda–rúbrica–.
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

63 Foja 23 vuelta.

369
La justicia criminal local novohispana

Auto de providencia
Subscribe en dicho pueblo dicho día mes, y año, Yo el Teniente
General: Habiendo visto enteramente estos autos, y el escrito
baja de querella, que hicieron de su motu proprio [voluntaria-
mente] las partes dolientes, el que consta a fojas 17 de los autos
Digo, que respecto a dicha presentación, se omita64 traslado,
que hubiera de correr con ellas; para que no pase el curso de
estos autos, corra dicho traslado con el defensor del reo José
Gregorio Esparza para que dentro del término de la Ley de-
duzca lo que a su favor de su parte convenga, así por este auto
lo proveí, mandé, y firmé, con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Razón
Se entregaron en veinte y cuatro fojas
útiles estos autos al defensor, de que otorgó
recibo en forma y lo Rubriqué –rúbrica–65
Juchipila Octubre diez y ocho de 1771 años.

Petición
Antonio Eusebio Sedeño vecino de este Pueblo defensor
nombrado, Por José Gregorio de Esparza, Reo Preso por el
homicidio ejecutado, en la persona de, Nicolás Rodríguez.-
Parezco: Ante Vuestra Merced en la mejor forma que por de-
recho haya y a mi parte convenga y digo que Respondiendo;
al traslado que se me ha mandado Correr del proceso pudiera
haberlo Renunciado y habiendo Reconocido desde su prime-
ra y Última diligencia, no hallo en el mérito de los Autos Cosa
que le sea favorable, A mi parte y sólo sí, pongo presente a
la piedad y Justificación de Vuestra Merced, el haber venido
mi parte A hacer presentación de su persona, Confesando, a
vuestra señoría; su delito; no siendo de menos circunstancias
la baja de querella que por las partes dolientes, se verifica, en

64 Foja 24 frente.
65 Foja 24 vuelta.

370
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

estos Autos: a fojas 17 cuyas dos especialísimas causa, vistas


por el Asesor de la Causa Conocí, le puede ser a mi parte de
algún mérito, A la pena que se le aplicare, y por tanto.
A Vuestra Merced, Pido y Rendidamente, Suplico se sirva
mandar proveer y determinar cómo hallaré Justicia, Y al Admi-
tirme este escrito en éste66 por no haber del que, le correspon-
de Juro en ánimo de mi parte, no ser de malicia en lo necesario.
Antonio Eusebio de Sedeño –rúbrica–.

Providencia
Por presentado y admitido en el papel común que se expresa
sin perjuicio del Real haber, Acumúlese a los de la materia
y corra traslado con la del defensor de la Rea Doña Petra
Mariana, de Aro; para que dentro del término del derecho
alegue por su parte lo que le convenga y por éste así lo pro-
veí mandé y firmo actuando como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–.


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.67

Doña Antonia Rodríguez vecina de esta Jurisdicción, y mu-


jer de Don Juan Antonio de Arambulo y con licencia del
susodicho la que con la solemnidad debida presentó que
visto se servirá se me vuelva para los efectos que importen
prestando voz, y caución por Doña Gertrudis, Rodríguez mi
hermana, y mujer de Don José Bañuelos y en compañía de
Don Manuel Rodríguez, Don Alejandro Rodríguez, todos
mis sobrinos, y hermanos, nusentes de rato et grato Judicatum
solvendo;68 parezco ante Vuestra Merced, y digo, que desde

66 Foja 25 frente.
67 Foja 25 vuelta.
68 Caución de rato et grato: significa el compromiso que adquiere quien se presenta en juicio
representando a otro sin poder bastante del mismo, a efectos de que el representado
ha de tener por valedero cuanto se tramite en el pleito, obligándose en caso contrario
a pagar a la otra parte la pena prometida y la que se le imponga. Diccionario Legal en
Lexivox Portal Jurídico Libre, en: http://www.lexivox.org/packages/lexml/mostrar_
diccionario.php?desde=Cauci?n%20iudicatum%20solvi&hasta=Cautio%20damni%20
infecti&lang=es#dic8943.

371
La justicia criminal local novohispana

el día cuatro de octubre presente mes que corre se apresó José


Gregorio, Doña Mariana de Aro, y Faustino Flores por la tan
alevosa muerte de mi difunto hermano Don Nicolás Rodríguez,
la que por declaración del mencionado José Gregorio se-
gún consta por las causas practicadas fue el dicho69 quien
la hizo, y debe contra quien me presento y querello ante la
buena justificación de Vuestra Merced, no apartándome de
no segregar ni hacer lo mismo contra cuantos hubieren o
fueren comprendidos en dicha muerte sino es querellándo-
me criminalmente contra cada uno ad litem [a los efectos del
juicio], y viendo que en el término de diez y ocho días que
ha, que están los mencionados presos, y que parece no se
les ha seguido la vía ejecutiva a causa de no haber habido
quizá pedimento de parte lo que hago ahora Suplicando a
la gran Justicia de Vuestra Merced, se pongan de pronto en
Guadalajara ante su Alteza la Real Audiencia para que su
soberanía disponga, y determine el condigno Castigo que
convenza por haber sido la muerte tan temeraria, y alevosa
como parece se ha declarado en vista de lo ocular de ella
pues fue el acusado con prisiones mandado por Vuestra
Merced, a traer el cuerpo que hallaron en un barranco, y en
vista de esto parece ser Justicia que Vuestra Merced mande
por ser como digo en la Ciudad de Guadalajara así al acusa-
do como de los más que fueren70 comprendidos en la dicha
muerte, y suplico a la buena justificación de Vuestra Mer-
ced, sea como digo cuanto antes porque temo que una vez
siendo los reos de la patria, y como muchos deudos no tra-
cen algún modo de levantarse los de la Cárcel escalándola,
y tras ponerlos aparte donde por su propia mano consigan
libertad lo que no habrá en la Real Cárcel de Guadalajara,
por sobrar en ella lo que en esta no hay de prisiones, y más
seguro esto supuesto es de Justicia.-
A Vuestra Merced pido, y suplico se sirva de mandar hacer
como pedido llevo que es de Justicia Juro en forma no ser de
malicia consta protesto y, en lo necesario.- Jura.
No sé firmar.
Juchipila Octubre 21 de 1771

69 Foja 26 frente. Nota: la foja 26 frente y vuelta están en blanco en el original con tachadura
o rayado de la autoridad que dirigió la causa.
70 Foja 26 vuelta.

372
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Por presentado, y admitido en el papel que se expresa sin


perjuicio del Real haber, y devolviendo el Defensor de Doña
Petra María Ana los autos que tiene contrastado acumúlese
a los de la materia, sin embargo de estar estas mismas partes
bajas de querella como consta en el escrito que presentaron,
y se halla a fojas diez y siete de los autos; y en cuanto a lo que
piden se pongan en la Real Cárcel de Guadalajara, los reos
que están cómplices por no haber seguridad alguna en esta
Cabecera. Digo que en atención a tener presente haber visto
auto acordado71 de la Soberanía de su Alteza la Real Audien-
cia para que los justicias de los partidos no remitan aquella
Real Audiencia Reos algunos, sin las Causas Substanciadas
Por lo que debo mandar, y mando que para cumplir con lo
iniciado por su Alteza, y no se falte a lo pedido por las partes
presentantes se remitan los dos que resultan reos a la cárcel
de la Villa de Aguascalientes y con toda guardia, y custodia
a manos del comisario Manuel de Estrada, quedando los
demás, presos en esta cárcel hasta el dictamen del Asesor
Letrado de donde resultaran sus solturas, o mayor aprehen-
sión, y más diligencias, que en Justicia correspondan, y por
este auto así lo proveí, mandé, y firmé con los de mi asis-
tencia actuando por recepción a falta de escribano público
ni Real que no le hay en los términos del derecho doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Se acumuló a los de la materia como está mandado y lo ru-


briqué.72

Juchipila, y Octubre 22 de 1771 años.

71 Foja 27 frente.
72 Foja 27 vuelta.

373
La justicia criminal local novohispana

Petición
José Teodoro de Tejeda vecino de este Pueblo de Juchipila
y defensor nombrado por Doña Petra María Ana de Aro
Rea presa en esta Cárcel Pública por homicidio efectuado
por José Gregorio de Esparza en la persona de Nicolás
Rodríguez Esposo de dicha Doña Petra: Permisas las so-
lemnidades del derecho, y con la protesta del papel por no
haber del Sello que corresponde, ante Vuestra Merced com-
parezco y digo, que respondiendo al traslado que se me ha
mandado correr del proceso, para que alegue, y deduzca lo
que convenga a mi parte. Y habiendo visto, y reconocido el
mérito del proceso, parece no debérsele aplicar a mi parte
culpa alguna por las razones que constan en lo general y
siguiente.- si comenzamos el denuncio hecho por Don José
de Medina, y Isidro Rodríguez, no sé qué fundamentos tu-
vieran para que aprehendiesen a mi parte; como de facto se
efectuó, cuya acusación por Medina no ha probado en todo
el mérito de los autos cosa en contra; y pasando a las demás
diligencias que subsiguen a dicho auto cabeza de proceso no
se encuentra en ellas cosa contra mi parte, y sólo sí a fojas
2 vuelta una confesión simple de José Gregorio Esparza en
donde hace presentación de su persona, declarando delito
en llano [conforme] haberle dado muerte a dicho Nicolás
Rodríguez, por celos de su mujer a cuya razón me refiero; y
en ella no consta ser cómplice, ni parte en manera alguna,
como ni en las demás diligencias que se versan en el mérito
de los autos, y solo sí, a la foja 2 vuelta, hasta la 6 de dichos
autos, encuentro la confesión hecha por dicho Gregorio
Esparza en la que plantea et plene [totalmente] hace relación
de cómo ejecutó en homicidio, solo sí, condenando en ella
a mi parte, que por paga que le ofreció de veinte pesos
en reales, y otras cosas más de bienes le diese muerte a su
Marido; y buscando la confesión de mi parte, para cercio-
rarse en ella, y ver la respuesta que hace, a la calumnia que
le imputa, halló a fojas 6 hasta la 7 ser siniestro el haberle
prometido tal paga para dicho exceso, por donde se viene
en conocimiento de caer ya la contraria, en falsedad, pues
primero asienta73 haber ejecutado dicha muerte por celos que

73 Foja 28 frente.

374
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

tenía de su mujer, y luego dice que mi parte se lo mandó por


el interés de paga; y aunque mi parte declara haberle hallado
un día llorando, y preguntándole el dicho Esparza por qué
lloraba, y dichole mi parte la causa a lo que se le ofreció dicho
Esparza de que él la vengaría; es verdad pero esta palabra
de haber consentido en la venganza, mi parte, siempre que-
dó inexplicable el modo, entre uno, y otro, ni cómo, ni de
qué manera, porque haberle dicho que era dándole muerte,
desde luego, no hubiera asentido, pues ella sin reflexa [re-
flexión] ninguna, le dijo, vaya, pero esto fue tan apartado del
hecho ejecutado, como se verifica por su inocencia, hasta que
se llegó a descubrir la muerte, pues ésta más la ejecutó dicho
Esparza de su mal natural que no estimulado a la paga, que
dice le ofrecieron.
Asienta dicho Esparza que al tiempo, y cuando se le dijo
por mi parte, que luego que ejecutase la muerte, le trajese
la camisa, y Calzones blancos del Difunto: aquí de la razón,
si te pagan porque hagas este hecho, y que traigas estas al-
hajas como conocidas, por qué no las trae? y no que sólo
se apodera del Capote, la Silla, Sombrero, y otras alhajas
del Difunto, luego se viene en conocimiento que mi parte
no pudo tener tal participio en dicha muerte, sino que es
más verosímil que por el interés de esas alhajas, su maldito
[maldad] natural le diere muerte, comprobándose su infame
hecho, con ni pedir antes ni después la paga que dice le tenía
prometida mi parte, diciendo dicho Esparza en el careo; que
el no haber pedido la paga, ni antes, ni después, de haber
hecho la muerte, fue porque conocía que no le había de dar
nada; luego se viene en conocimiento que es falso, pues si
tenía conocido el que no le habían de dar nada, ¿para qué se
determinó, hacer lo que hizo? y es que como nunca hubo
nada de eso no hubo ni ha tenido campo para pedirla; y si le
pidió por señas la Camisa y Calzones blancos: cómo ya que no
los trajo no le mostró el Capote, y demás alhajas que le quitó?
No es de menos reflexa [reflexión] y conveniente a mi parte
la confesión de María de los Ángeles mujer de Dicho Es-
parza la que se halla a fojas 8 vuelta de dichos autos, y la
declaración que hace la susodicha que comienza a fojas 18
vuelta de dichos autos, y en una, y otra decir, que cuando su
Marido le dio aviso de haber ejecutado la muerte replicado

375
La justicia criminal local novohispana

ella, ¿acaso es por mí? Luego es verosímil que el dicho José


Gregorio tenía enemiga con el Difunto, y no necesitaba de
paga, ni de consejo para ejecutar su hecho.
Y pasado al careo que entre mi parte, y agresor precedió74 el
que se halla a fojas 22 vuelta de estos autos, parece que por
él, se me ensarta que alegar a favor de mi parte, pues habién-
dome hecho cargo de sus preguntas y respuestas de uno, y
otro, no halló en la serie de él, testigo ocular que le sustraje a
la contraria, para poderle probar a mi parte la falsa calumnia
que le imputa antes si es verídico en mi parte estar pronta de
derecho a justificarle como incitaba a Don José de Aro a la
venganza contra Vuestra Merced, cuya expresión no alargó,
por estar constante en los autos, y sólo si pido, y Suplico
se sirva Vuestra Merced (justicia mediante) de hacer com-
parecer a Dicho Don José de Aro, y sin embargo de ser
tío carnal de mi parte, bajo la religión del Juramento, Jure,
y declare todos los trámites y pasajes que les pasaron con
dicho José Gregorio Esparza, cuya declaración sea asentada
en toda forma en estos autos, para que siendo cierta como
mi parte lo tiene expresado, se venga en conocimiento de
ser el dicho Gregorio, y presumir de legítimo homicida, y
que ya su mal natural le tiene inclinado a eso.
Asimismo le es muy conveniente y favorable a mi parte para
probar la inocencia en que se hallaba el que se sirva Vuestra
Merced asimismo de demandar se le reciba Declaración a Isidro
Rodríguez hijo del Difunto, y caso necesario a Gertrudis Blan-
co, mujer de Pablo Bañuelos, quienes bajo la religión del
Juramento declaren si el día viernes a la muerte del difunto,
según se ha verificado, y en la tarde de él, y al tiempo de irse
el dicho Difunto con graves instancias de mi parte no le
dejaba, ya, poniéndole presente lo muy crecido que estaba
el Río, y cómo el difunto no admitió, sino que le dijo le era
preciso el irse por Quelitán, y las demás razones que prece-
dieron esa tarde: aquí de la razón, si mi parte, dice la contra-
ria, le mandó matar, parece que se implica que quien no lo
quería ver ahogado, menos lo había de querer ver muerto a
manos de otro, y así señor, no hay duda, que entre mi parte
y su consorte había sus tratos de mal camino de que estoy

74 Foja 28 vuelta.

376
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

bien exerciorado [cerciorado], pero éstos no eran de mayor


entidad, pues todas ellas se reducían, porque el Difunto le
vendía los pocos bienecillos que heredó mi parte, agregán-
dose a esto, ser el Difunto hombre mayor, y mi parte de
tierna edad, y esos eran los fundamentos porque andaban
ellos con sus quebrantos, y sin sabores; y si acaso por pura
contingencia mi parte le hubiese prometido, o dado paga,
(que niego) a José Gregorio Esparza para que matase a su
Esposo, que Ley Justicia, o razón había para que le obligara
a semejante exceso, ¿y esto qué es? ¿Qué? La fuerza de su
iracundo genio, y maldito natural que en él reside es el que le
estimuló a tal exceso, y no otra cosa, y más cuando es verídi-
co, y muy del caso para comprobar su mal natural, y sobrada
osadía, el hurto de bestias, que le hizo a la Madre de mi
parte como ya tiene confesado,75 y el osamiento [osadía] que
tuvo antes y después de efectuada la muerte haber andado
requestando [requiriendo] a mi parte pecaminosamente, que
por no haber consentido, quizá, y eso quizá: le ha levantado
falsa calumnia que se versa.
Estas razones Señor y las demás que constan en el cuerpo
del proceso parecen indemnizar a mi parte a la falsa acusa-
ción hecha por José Gregorio de Esparza, y no habiendo
otra acusación ni testigo que condene a mi parte se ha de
servir la recta Justificación de que recibida la información
de los dos Testigos que arriba tengo referido, Como Vuestra
Merced siendo y habiendo lugar en Justicia con parecer de
Asesor Letrado, de por libre a mi parte de dicha acusación, y
entre tanto, por hallarse próxima al parto se sirva de admitir-
me fianza de Cárcel Segura que siendo constante como llevo
referida su inocencia, y ser una pobre mujer, parece no hay
riesgo a la fuga. En cuyos término, y dando por expreso otro
más formal, y Jurídico pedimento que hacer deba, y sin re-
nunciar los derechos que me competan, para deducirlos ante
quién, con derecho, pueda, y deba con la protesta, de que
hablo con el acato, y veneración que debo a la Real Justicia.-
A Vuestra Merced pido, y rendidamente suplico se sirva,
mandar, proveer, y determinar en todo lo que hallare por
Justicia de que recibiré bien y merced, juro en ánimo de mi

75 Foja 29 frente.

377
La justicia criminal local novohispana

parte no ser de malicia, y en lo necesario Vuestra Señoría.-


testado prisión –no vale–

José Teodoro de Tejeda –rúbrica–.

Providencia
Por presentado, y admitido, acumúlese a los de la materia
cítense a los testigos que se expresan, recíbanseles sus decla-
raciones Juradas y en cuanto a la fianza que promete, no se
admita en manera alguna reservando a su causa para el dicta-
men al Asesor Letrado, y por este así yo el Teniente General
lo proveyó mandó, y firmó con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro – rúbrica –


De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejada –rúbrica–.76

Declaración de Isidro Rodríguez de 18 años


En el Pueblo de Juchipila, en veinte y dos días del mes de
Octubre de mil setecientos setenta, y un años. Yo el Teniente
General, para las declaraciones, que en el escrito que presentó
el defensor de Doña Petra María Ana de Aro, hice compare-
cer a Isidro Rodríguez uno de los citados en dicho escrito, y
siendo por ante mí, y de los de mi asistencia, recibí Juramento
que hizo en toda forma de derecho por Dios Nuestro Señor
y la Señal de la Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir ver-
dad en lo que supiere, y fuese preguntado, y siéndole por la
cita de dicho escrito Dijo que la tarde que se expresa se fue
su difunto Padre de su casa, no vio, ni oyó el que Petra María
Ana de Aro su madrastra le hubiera detenido, ni díchole no se
fuera por hallarse el Río crecido, y sí le consta, que esa misma
tarde de su ida la misma Petra María Ana le dijo yo detenía a
tu Padre pero no quiso detenerse pues me dijo que se iba por
Quelitán y le dio encomiendas Gertrudis Blanco para su sue-
gra, y que ya no presidió más, y que lo dicho es la verdad so
cargo del Juramento fecho en que se afirmó, y ratificó y leída

76 Foja 29 vuelta.

378
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

esta su declaración dijo ser de edad de diez y ocho años, y lo


firmó conmigo, y los de mi asistencia, doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Isidro Rodríguez
De asistencia
Felipe de Tejada y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Declaración de José de Aro de 56 años


En dicho Pueblo día veinte y dos de octubre de dicho año
yo el Teniente General, hice comparecer ante mí a Don José
Manuel de Aro Español, y vecino de este Pueblo quien sien-
do presente le recibí Juramento que hizo en forma de dere-
cho por Dios Nuestro Señor, y la Señal de la Santa Cruz so
cuyo cargo prometió decir verdad en lo que supiere y fuese
preguntado, y siéndole por la cita del escrito presentado77
Por el defensor de Doña Petra María Ana de Aro Dijo que
es verdad, que habrá el término de dos años que le salió al
camino José Gregorio Esparza, quién le dijo, sé que tiene
agravio usted con el Juez, quiere que vamos para abajo con
Señor Gálvez a darle cuenta de todo, porque a mí también
me cobra el tributo, a lo que le respondió que él no tenía
para qué que si él tenía que lo hiciera, y que se mudó para su
caminata sin hacer aprecio de él; y que lo referido es lo que
pasó, y nada más, y la verdad so cargo del Juramento fecho
en que se afirmó y ratificó leída ésta su declaración Dijo ser
de edad de cincuenta, y seis años, y que aunque es su sobri-
na la parte que le presenta no por eso falta a la religión del
Juramento, y lo firmó conmigo y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


José Manuel de Aro –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–.

77 Foja 30 frente.

379
La justicia criminal local novohispana

Declaración de Gertrudis Blanco de 30 años


Subscribe dicho día mes y año Yo el Teniente General para
el efecto que pide el defensor de Petra María Ana de Aro,
libre billete a Pablo Bañuelos para que trajese a su esposa
Gertrudis Blanco, quien así lo ejecutó, y siendo por ante mi
presencia de su Esposo y testigos de mi asistencia le leí lo
pedido78 por dicho defensor, y bien inteligenciada por mí
el presente Juez de lo que se le preguntaba, la instruí en la
religión del Juramento, el que le recibí en forma y conforme
a derecho, y Juró por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz
decir verdad en todo lo que Supiere y fuere preguntada, y
siendo Preguntada si era verdad, que había convidado a Pe-
tra María Ana de Aro, para que fueran a ver a un hermano
de la que declara dijo que sí, y que cuando volvió con Petra
Mariana a su casa halló que estaban haciendo el bastimento
a Nicolás Rodríguez su hija, y una india vecina de allí mismo,
y que la dicha Petra María Ana le dijo a su Marido que no se
fuera que el río estaba muy crecido, y que le Respondió el
que sí es difunto que se iba por Quelitán, y que entonces la
que declara le dijo a Nicolás Rodríguez tío si te vas por Que-
litán le darás encomiendas a mi suegra y le dice que después
de cosechar iré por allá, y preguntada, si les había advertido
a Petra María Ana de Aro, y a su Marido alguna indispli-
cencia de ánimo ese día dijo que no sino mucho gusto, y
preguntada si había sobre el particular otra cosa, o sobre la
muerte dijo que no sabe más que lo que tiene declarado que
ésta es la verdad en cargo del Juramento que fecho tiene en
el que leída que le fue ésta su declaración en ella se afirmó, y
ratificó dijo ser de edad de treinta años de calidad Española
sin generales con ninguna de las partes no firmó por no
saber hícelo yo con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Antonio Eusebio Sedeño –rúbrica–79

78 Foja 30 vuelta.
79 Es interesante encontrar en el expediente que en Juchipila carecían de funcionarios ju-
diciales como escribanos que pudieran dar plena fe y validez a las actuaciones. Por ello,
vemos que participan como testigos de asistencia, para la fe de los documentos del pro-
ceso, los mismos individuos encargados, a su vez, de la defensa de los reos inculpados en
la causa, como es el caso de Antonio Eusebio Sedeño y José Teodoro de Tejeda.

380
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–.

Auto de providencia
Incontinenti [seguidamente] dicho día mes y año Yo el Teniente
General habiendo Visto las deposiciones de los tres testi-
gos que en su escrito pide se examinen el defensor de Petra
María Ana de Aro, con lo demás que de autos consta y ver
convino digo que se lleve a puro y debido efecto lo manda-
do en auto de veinte y uno del presente mes, para80 lo cual
se citen vecinos que conduzcan a los Reos a la cárcel de la
Villa de Aguas Calientes, en donde se mantendrán con toda
seguridad hasta la sustanciación y finalización de esta Causa
así lo proveí mandé y firmé como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Diligencia de declaración de la partera


En el mismo Pueblo en veinte, y tres días del referido mes, y
año Yo el Teniente General habiéndose citado el día de ayer
Vecinos para que condujeren a los reos, a la Cárcel de la Villa
de Aguas Calientes, escrita carta para el Teniente General de
dicha Villa, dada comisión del acto a Don Isidro de Osorio
para que todos los Tenientes, Hacendados, y Alcaldes de los
Pueblos, le den todo auxilio; mandando al Ministro de Vara
sacara los Reos para el expresado destino, aconteció que la
rea Petra María Ana de Aro comenzó con graves dolores, y
a evacuar copioso número de agua, y sangre, y habiendo lla-
mado a Juana Regina Plascencia, que hace Oficio de Partera
para que la reconociera, sí podía subir a caballo quién expresó
la hallaba muy mala, con estogamo [estómago] vacío, y que
no podía caminar, y preguntada si eso mismo podría jurar
dijo que sí, y poniéndolo en ejecución Juró por Dios Nuestro
Señor y la Santa Cruz, decir en el Caso toda verdad, según su
leal saber y entender y de nuevo expresó que la hallaba muy

80 Foja 31 frente.

381
La justicia criminal local novohispana

mala, y que no le parece conveniente el que vaya a caminar


porque conoce que corre riesgo la vida de la dicha Petra de
Aro, y de la criatura, y preguntada dicha Partera que si estaba
próxima a Parir la rea dijo: que a unas les comienzan los dolo-
res y luego paren, y otras tardan ocho días y más, en parir, que
asertivamente no puede decir el día que podrá parir, que si
está echando agua, y sangre, que puede ser parto, o mal parto
por el susto, que lo que sí conoce es que está81 la dicha Petra
María Ana en el mes, y en la Luna, y que según su dictamen,
aunque estuviera de seis, o siete meses no la arriesgaría de su
cuenta porque correría el mismo riesgo esto produjo y dijo
ser la verdad bajo del Juramento que fecho tiene, y hechole
[hecho] el cargo de lo que tiene expresado en ello se afirmó,
y ratificó.- Y habiendo salido del cuarto de Petra Mariana de
Aro, de Confesarla el Señor Cura, de esta feligresía, Don
Felipe Casimiro Fernández Ramos, en voces altas me encargó
la conciencia gravemente, diciéndome, que sin que en mane-
ra alguna se entienda contravenir a las Leyes Reales ni a lo
mandado por el Señor Juez, que como tal Cura de almas, me
suplicaba por Dios me sirviera de tener presente, el evidente
peligro de la muerte que amenaza a la rea en los despoblados
que ha de pasar, su tierna edad, y ser primeriza, y lo que más
es el correr el mismo peligro el feto, y morir sin el agua del
Santo Bautismo, y que le parece prefiere el derecho natural
que ésta tiene, y su criatura, que prepondera a cualquier otro
derecho que sea, y que la misma súplica haría a su Alteza mis-
ma la Real Audiencia de cuya benignidad se debe interpretar
el no querría con expendio de estas almas, lo contrario, su
soberana piedad, mayormente cuando no suplica dicho Señor
Cura que no se ejecute lo mandado por la Justicia sino que
sólo se suspenda la remisión de la citada Petra hasta que se
verifique estar fuera de los peligros que tiene expuestos. Que
vistos por mí el expresado Teniente lo expuesto por la Parte-
ra, y lo suplicado por el Señor Cura, y siéndome como me es
constante estar la rea muy próxima del parto sumamente em-
barazada e impotente de poder subir a caballo, y que sin duda
alguna se exponen al peligro que se dice así la Madre como el
feto, mirándola con toda conmiseración, mandaba y mandé

81 Foja 31 vuelta.

382
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

suspender por ahora la remisión de la citada Petra Mariana


de Aro, asegurándose su persona a mi entera82 satisfacción
y respecto a no haber cárcel alguna en este pueblo pídansele
las llaves de la casa que ministra Don Francisco Portugal la
que tiene toda seguridad en paredes puertas y chapas y en
ella se mantenga presa la citada Petra Mariana, poniéndosele
a su costa guardias correspondientes, y de mi satisfacción y
una persona de mi confianza para que no la deje comunicar
con persona alguna a quien se le asigne diario cuatro reales y,
sin embargo, de no haberse admitido la fianza que ofrecieron
como consta del auto de veinte, y uno del presente, mando
que para el mayor seguro de su persona de la prometida fian-
za ad cautelam [por precaución] de que en caso de fuga la han
de entregar y si no pagar en lo que fuera la dicha juzgada y
sentenciada, y no por dicha fianza dejen de seguir las guardas
de mi satisfacción; y sin que se entienda en manera alguna
correr esta pariedad [paridad], con el reo José Gregorio
Esparza remítase al destino que está mandado, para su Mayor
seguridad, para lo cual se le entregue al cabo y guardias para
su conducción, y así se ejecutó y entregó y para que conste lo
mandé asentar por diligencia que firmé con los testigos de mi
asistencia con quienes actúo como dicho es, doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Entrega de la rea y notificación


a don Miguel de Estrada
Subscribe dicho día mes y año yo el Teniente General en
compañía de los de mi asistencia y mucho concurso de gen-
te pasé a Petra Mariana de Aro a la casa que se relaciona en
la diligencia que antecede, y presente Don Miguel de Estra-
da persona de mi confianza se la entregue como a tal rea
y le hice cargo de ella; y se dio83 por recibido, y entregado.

82 Foja 32 frente.
83 Foja 32 vuelta.

383
La justicia criminal local novohispana

Y le mandaba y mandé, no entrase con dicha rea persona


alguna, más de solo su Madre, Partera, y quién la tuviese en
el parto, y recelando no le vayan a quitar la vida con algún
bebedizo, le mandaba, y mandé a dicho Estrada que cuales-
quiera bebida que le ministren para efecto del parto, o ali-
mento para su manutención a dicha rea haga que la persona
que uno u otro le ministrare lo pruebe primero, comiéndolo,
o bebiéndolo, y menos no se lo deje tomar a la rea; aunque
perezca de hambre, o muera del parto, y en todo asintió y
consintió el citado Estrada, y dijo que así lo ejecutaría y no
faltaría en nada de lo que se le previene, y lo firmó conmigo,
dicho Teniente y los de mi asistencia de todo doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Miguel Gerónimo Suárez de Estrada –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–.

Diligencia
En el referido pueblo en veinte y cuatro días, del citado mes
y año ante mí el Teniente General dieron la fianza de juz-
gado y sentenciado como la prometían la que queda en el
protocolo lo que es de mi cargo, y sin embargo de dicha
fianza no por eso se quitaron las guardias, antes siguieron
bien encargadas de la guardia y custodia de dicha rea, y para
su constancia lo mandé poner por diligencia que firmé con
los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Auto de remisión asesor


En dicho Pueblo en veinte, y cinco días del mes de octubre
de mil84 setecientos setenta, y un años Yo el Teniente General

84 Foja 33 frente.

384
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Don José Manuel de Castro habiendo visto estos autos que


he seguido sobre la muerte ejecutada en la persona de Nicolás
Rodríguez, con todo lo que de ellos consta y haber cumplido
digo: Que en atención a no tener otra diligencia a mi ver que
poder practicar en el particular se remitan a Asesor Letrado,
para su definitiva Sentencia, o más diligencias que como facul-
tativo advierta se deban hacer, que yo como Juez lego y que no
sé, las que deba practicar para todo lo cual nombraba y nombré
Asesor al Señor Licenciado Don José Matías Vallarta, y por
su ausencia o enfermedad al Señor Licenciado Don Francisco
Anastasio Velasco, ambos Abogados de las Reales Audiencias
de estos Reinos, y vecinos de la Ciudad de Guadalajara asig-
nando como asigno para la asesoría a la razón de cuatro reales
por cada foja, y si más fuere se les remita, para todo lo cual se
tiene a las partes defensoras de los Reos, y fecho líbrese libra-
miento al depositario General exhiba de los bienes de Doña
Petra Mariana el importe de dicha asesoría, correo, y más gas-
tos y costos erogados hasta la presente y por este auto así lo
proveo mando y firmo con los de mi asistencia de todo doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.

Citación al defensor de José Gregorio de Esparza


Incontinenti [seguidamente] dicho día mes y año yo el Teniente
General presente Antonio Eusebio Sedeño defensor le cité
con el auto que antecede que bien entendido de su efecto dijo
que lo oye y se da por citado, esto produjo y firmó conmigo y
los de mi asistencia doy fe.- defensor entre renglones – Vale.

José Manuel de Castro –rúbrica–


Antonio Eusebio de Sedeño –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.85

85 Foja 33 vuelta.

385
La justicia criminal local novohispana

Citación al defensor de Petra de Aro


Subscribe Yo el Teniente General hice otra citación como la
que antecede, al defensor de Doña Petra María Ana de Aro,
que lo es Don José Teodoro Tejeda que bien entendido de su
efecto dijo la oye y se da por citado para la remisión de estos
autos, asesoría, y que se conforma con los Asesores nom-
brados. Que si suplica del presente Señor Juez en defensa de
su parte se sirva mandar asentar las palabras que pronunció
el Reo José Gregorio Esparza al tiempo que subió a Caballo,
cuando se despachó a la Cárcel de la Villa, y que sea por
medio de certificación en manera que haga fe esto produjo
y firmó conmigo y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


José Teodoro de Tejeda –rúbrica–
De asistencia
Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica–
De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.

Certificación a pedimento del defensor


Don José Manuel de Castro Teniente General de esta
provincia de Juchipila por el Señor Don Agustín Jiménez, de
Muñana, Capitán de Infantería Española, y alcalde mayor en
ella y Villa de Aguas, Calientes por su Majestad (que Dios
guarde), Vuestra Alteza. Certifico en cuanto puedo, y debo,
y el derecho me concede y no en más que al tiempo de estar
para partir para la Cárcel de la Villa el Reo José Gregorio
Esparza habiéndolo subido en la cabalgadura, profirió las
voces siguientes diciendo en tono alto, Señor General Yo sólo
soy el Reo, y yo sólo voy a pagar, esto profirió y no más lo que
haciendo pedimento del defensor de la Rea para los efectos
que convenga es fecha en Juchipila a 26 de octubre de 1771
años y la firmé con los de mi asistencia como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica– De asistencia


Felipe de Tejeda y los Monteros –rúbrica– De asistencia
Agustín Bidaurre –rúbrica–.86

86 Foja 34 frente.

386
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Razón
Se remiten estos autos en asesoría como está mandado en 34
fojas útiles, y con el honorario correspondiente que exhibió
el depositario General lo asiento por razón que Rubriqué.-
–Rúbrica–

Señor Teniente General de alcalde mayor


en la Provincia de Juchipila
Las diversas circunstancias notables en esta causa, con res-
pecto a José Gregorio de Esparza, y a Petra María Ana de
Aro, inducen necesidad de hablar con separación de uno, y
otro: Y para conseguirlo, es preciso desembarazarse antes
de las dificultades, que ofrecen la voluntaria remisión hecha
por los consanguíneos de Don Nicolás Rodríguez a fojas 17
y la nueva querella intentada por Doña Antonia Rodríguez
a su nombre, y de otros a fojas 26. A cuyo fin asiento, que
la acción correspondiente, a vindicar la injuria, o remitirla,
en propia sólo de los consanguíneos de primero grado, y de
los de la línea recta, con exclusión de los transversales. De
que es consecuencia: que la nueva querella de Doña An-
tonia no pueda admitirse, ni ésta estimarse parte legítima,
para instruírsela, constante la remisión citada, que es de los
consanguíneos de primero grado en la recta línea de des-
cendientes. Y mucho87menos, si se nota, que aún la misma
Doña Antonia se comprehendió en la remisión de aquellos.
Porque en este supuesto no podrá concedérsele algún ar-
bitrio, a suscitar la acción, que renunció; aunque para pro-
moverla, se estimase parte legítima, como no le tienen los
otros, que sin duda lo fueron. Asiento también: Que aunque
los otros consanguíneos son libres, a perdonar su ofensa,
esto no perjudica a la satisfacción, que por los delitos atro-
ces se debe a la causa pública, como que de los derechos
públicos no son árbitros los privados. De que se sigue: que,
no obstante la remisión de las partes injuriadas, puedan los
Jueces de oficio perseguir, y castigar los dichos delitos, lo cual
me conduce a el concepto, de que la remisión hecha por los
consanguíneos de Don Nicolás Rodríguez, no pueda impe-
dir de algún modo el Judicial procedimiento dentro en esta

87 Foja 34 vuelta.

387
La justicia criminal local novohispana

causa, ni el que, en su determinación imponga al reo toda


la pena, que al delito, y sus circunstancias se estime corres-
pondiente; pues, aunque la Ley 22 del título 9 de la Partida
7,88 declarando que las partes pueden avenirse, establecerse,
como efecto de su avenencia, que al reo no se imponga pena
corporal; pero reflexo [reflexionando], que ella habla de una
avenencia, que sea verdadera transacción, y en que de parte
del reo se ministre algo a él remitente con respecto a evitar
la prueba de su delito: De89 manera, que han de concurrir los
dos precisos requisitos de verdadera transacción en lo que
las partes cedan, y en lo dudoso de la materia, sobre que se
transen; lo cual no sucede en la presente causa; pues no con-
tribuyendo el reo a los consanguíneos de Rodríguez algo,
que de su parte pueda estimarse cesión, en la causa no se
necesita alguna prueba de su delito por su voluntaria admi-
niculada confesión, en que, no pudiendo concebirse alguna
duda, tampoco puede haber materia de transacción. Aunque
agrego la consideración, de que las remisiones voluntarias,
aun cuando se hagan por el Rey, no valen para los homici-
dios alevosos, como declara la Ley 7 del Título 25 en el libro
8 de la Recopilación de Castilla.90 De que es consecuencia: que

88 Partida 7, 9, 22: Fasta quanto tiempo puede ome demandar emienda de la deshonrra que
recibio. Fasta un año puede todo ome demandar emienda de la deshonrra, o del tuerto, que
recibio. E si un año passasse (1) desde el dia (2) que le fuesse fecha la deshonrra, que non
demandasse en juyzio emienda della, de alli adelante non la podria fazer; porque puede ome
asmar, que se non tuvo por deshonrrado, pues que tanto tiempo se callo, que non fizo ende
querella en juyzio; o que perdono a aquel que gela fizo. Otrosi dezimos, que si un ome reci-
biesse deshonrra de otro, e despues lesso se acompaîiasse con el de su grado, e comiesse (3),
o heviesse con el, en su casa, o en la del otro, o en otro lugar, que de alli adelante non puede
demandar emienda de tuerto, o de deshonrra, quel oviesse ante fecha. E aun dezimos, que
si despues que un ome oviesse recebido deshonrra de otro, que si aquel que gela oviesse
fecho, le dixesse assi: Ruegovos, que non vos tengades por deshonrrado de lo que vos fize,
e que non vos quexedes de mí; e el otro respondiessc (4), que se non tenia por deshonrrado,
o lo non queria mal, o que perdia querella del; que de alli adelante non es el otro tenudo de
le fazer emienda por aquella deshonrra. Las Siete Partidas, p. 587.
89 Foja 35 frente.
90 Recopilación de Castilla. Libro 8, 25, 7. Título veinte y cinco: De los perdones que los reyes
facen a los condenados por delitos. Ley VII. Que pone la revocación del privilegio de
Valdezcaray, y de todos los Pueblos del Reino, y costumbres, para que, acogiéndose allí
los delincuentes, se librasen de sus delitos. Grandes males se siguen del privilegio, o mal
uso y costumbre que tiene Valdezcaray, donde se acogen muchos homicidas, y ladrones y
robadores, y mujeres adúlteras, y allí los defienden de las Justicias: por ende mandamos, que
de aquí adelante cualquier que cometiere aleve, o matare a otro a traición o muerte segura,
o hubiere cometido otro cualquier delito; o mujer que hubiere cometido adulterio, que no

388
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

por mayoridad de razón no pueda concederse tanto efecto


a los perdones de las partes privadas, que carecen de aquel
soberano arbitrio, que los Reyes tienen sobre los derechos
públicos: Y así con otros lo enseña el Señor Don Lorenzo
Martínez en la controversia 27.
Y descendiendo ya a los méritos de la causa, es en ella cons-
tante la abierta confesión de José Gregorio Esparza, que
sin excepcionarse91 de alguna manera, ni cualificar su dicho,
asienta llanamente, haber dado muerte a Don Nicolás Ro-
dríguez con las atrocísimas circunstancias, de sacarle para el
fin, engañado, de su casa, y haber mantenidose en su torpe
propósito, y deliberación desde antes de sacar a el difunto
de su casa, todo el día, en que salieron de ella, la noche, que
durmieron en el camino, y el día subsecuente, en que llevó
a efecto su resolución, a que corresponde en observancia
de las Leyes, no sólo la pena capital, y último suplicio; sino
la aplicación de la mitad de sus bienes para la Real Cáma-
ra: la cualidad de que el Reo se conduzca arrastrado a el
lugar del suplicio, y que todo se ejecute, sin embargo de
apelación. Mayormente con la reflexa [reflexión], de no

sean acogidos ni receptados en el dicho Valdezcaray; y si se receptaren, que sean dende (de
allí) sacados, y entregados a la Justicia que los pidiere; y que el Alcalde ni Justicia, ni otras
personas algunas no sean osados de los defender, ni resistir a las dichas Justicias, so las
penas que padecería el malhechor, si fuese preso, y demás que pierda la mitad de sus bienes
para la nuestra Cámara: lo cual mandamos, que se guarde y cumpla así, no embargante el
privilegio que sobre esto tenga Valdezcaray, o cualquier uso y costumbre por donde se
quiera ayudar, lo cual todo para en esto Nos revocamos: y esto mismo mandamos, que se
guarde y cumpla en todas las ciudades, y villas y lugares, y castillos y fortalezas de nuestros
Reynos, si quier (quiere) sean Realengos, o de Señoríos y Ordenes, Abadengos y behetrías
(población cuyos vecinos, como dueños absolutos de ella, podían recibir por señor a quien
quisiesen), y costumbre. Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mejicanas, p. 432. Nota:
El fuero de Valdezcaray fue un privilegio concedido por el rey Fernando IV de Castilla
el 24 de abril de 1312 a los pueblos localizados en el valle de Ojacastro para evitar su
despoblamiento. Éste contemplaba diversos derechos en materia tributaria, pero contenía
además una prerrogativa muy peculiar que era el de acogida y derecho de asilo a todo tipo
de malhechores vinculado al repoblamiento: “E por les facer mas merced e porque este
Valle se pueble mejor, es mi merced que los homes e mugeres homicidianos e malfechores
que se vinieren a acoger en el dicho Valle e en sus terminos, sean defendidos en que ninguna
Justicia non sea osada de entrar en el dicho Valle nin los pueda tomar nin sacar del”. En
atención al privilegio, se narra que los malhechores que llegaban al valle buscando refugio y
conseguían agarrarse a la argolla del fuero quedaban libres y la justicia no los podía perse-
guir ni detener. Corral López, Guillermo, “Fuero de Valdezcaray. Cinco siglos de privilegios
(1312-1837), Asociación riojana de genealogía y heráldica, Boletín No. 4, 2012, pp. 9-10. https://
genrioja.files.wordpress.com/2012/07/argh_04pdf1.pdf.
91 Foja 35 vuelta.

389
La justicia criminal local novohispana

haber habido entre el Don Nicolás Rodríguez, y su homici-


da, alguna antecedente enemistad, como el mismo homicida
declara: Porque esto debe agravar su pena, conforme a la
Ley 8 del título 31 en la Partida 7.92
La culpa de Petra María Ana de Haro, no es igualmente cons-
tante: Porque, aunque José Gregorio de Esparza dice, haber
mandándole ella el homicidio de Don Nicolás Rodríguez;
pero, como en observancia de la Ley 24 título 16 de la Partida
393 no pueda aceptarse contra alguno, el dicho de otro, que se

92 Partida 7, 31, 8: Qué cosas deben acatar los Jueces, ante que manden dar las Penas: e por
qué razones las pueden crecer, o menguar, o toller (quitar). Catar (informarse de una
cosa, pensar o juzgar) deben los Juzgadores, cuando quieren dar juicio de escarmiento
contra alguno, que persona es aquella contra quien lo dan; si es siervo, o libre, o fidalgo,
o hombre de Villa, o de Aldea; o si es mozo, o mancebo, o viejo: ca (porque) más cru-
damente deben escarmentar el siervo, que al libre; e al hombre vil, que al fidalgo; e al
mancebo, que al viejo, nin (ni) al mozo: que maguer (aunque) el Fidalgo, u otro hombre
que fuese honrado, por su ciencia, o por otra bondad que hubiese en él, ficiese (hiciese)
cosa porque hubiese a morir, no lo deben matar tan abiltadamente (vilmente) como a
los otros, así como arrastrándolo, o echándolo a las bestias bravas; más debenlo mandar
matar en otra manera, así como ficiendolo (haciéndolo) sangrar, o afogándolo (ahogán-
dolo), o faciendolo echar de la tierra, si le quisieren perdonar la vida. E por si aventura,
el que hubiese errado fuese menor de diez años e medio, non le deben dar ninguna pena.
E si fuese mayor de esta edad, e menor de diez e siete años, debenle menguar la pena
darían a los otros mayores por tal yerro (falta o delito cometido). Otros si deben catar
los Juzgadores, las personas de aquellos contra quien fue fecho el yerro; ca mayor pena
merece aquel que erró contra su señor, o contra su padre, o contra su Mayoral, o contra
su amigo, que si lo ficiese contra otro que non hubiese ninguno de estos debdos (deuda).
E aún debe catar el tiempo, e el lugar, en que fueron fechos los yerros. Ca, si el yerro que
han de escarmentar es mucho usado de facer en la tierra a aquella sazón (ocasión), debe
estonce (entonces) poner crudo escarmiento, porque los hombres se recelen (temer) de
lo facer (hacerlo). E aún decimos, que deben catar el tiempo en otra manera. Ca mayor
pena debe haber aquel que face el yerro de noche, que non el que lo face de día: porque de
noche pueden nacer muchos peligros ende, e muchos males. Otros si deben catar el lugar
en que facen el yerro; ca mayor pena merece aquel que yerra en la Iglesia, o en Casa del
Rey, o en lugar donde juzgan los Alcaldes, o en casa de algún su amigo, que se fio en él,
que si lo ficiese en otro lugar. E aún debe ser catada la manera en que fue hecho el yerro.
Ca mayor pena merece el que mata a otro a traición, o aleve (alevoso), que si lo matase en
pelea, o en otra manera: e más cruelmente deben ser escarmentados los robadores, que
los que furtan (hurtan) escondidamente. Otros si deben catar cual es el yerro, si es grande,
o pequeño: ca mayor pena deben dar por el grande, que por el pequeño. E aún deben
catar, cuando dan pena de pecho, si aquel a quien la dan, o la mandan dar, es pobre, o
rico. Ca menor pena deben dar al pobre, que al rico: esto, porque manden cosa que pueda
ser cumplida. E después que los Juzgadores hubieren catado acuciosamente todas estas
cosas sobredichas, pueden crecer, o menguar, o toller (quitar) la pena, según entendieren
que es guisado (justo o conveniente), e lo deben facer. Las Siete Partidas, Don Alfonso el
Sabio, p. 530 y en Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mejicanas, pp. 649-650.
93 Partida 3, 16, 24: En qué manera deben juramentar a los Testigos, cuando les quisieren
preguntar por algún fecho. La manera de cómo debe jurar el testigo delante del Juzgador,

390
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

supone94 su cómplice en el delito, de que declara, es conse-


cuente, que a la expresada deposición de José Gregorio no se
dé algún aprecio: Y más abierta de las implicancias, que en sí
tiene, que aun sin la sociedad, bastarían a su desprecio; pues
asentando en su declaración, y confesión, que Petra María
Ana le había ordenado le llevase los calzones del difunto;
en el careo, que con ésta se formó, dice a foja 24 frente que
no los llevó porque ella misma le dijo, que no llevase, ni una
hilacha, de lo que era del difunto: y en el mismo careo, asen-
tando a fojas 23 frente que no cobró a Petra, lo que por el
homicidio le prometió, porque conoció, que eran falsas las
promesas, y que no había de darle algo; a vuelta de la misma
foja, expresa, que se determinó al homicidio por las promesas
tan evidentes, que Petra le hacía: Y más abajo repite, que lo
hizo por interés de la paga. A que se agrega: que su primera
voluntaria declaración, en que (aunque sin juramento) dijo a
fojas 2 vuelta que había cometido el homicidio por celo, de
que el difunto solicitaba a su mujer para torpeza, tiene más
recomendación de verdad en la declaración de la misma mu-
jer, que a fojas 9 frente dice: que, habiendo comunicándole
su marido el homicidio, preguntó ella, si por su causa. Lo
que se95 esfuerza con la satisfacción, que ella misma dio a la
repregunta, que sobre esto se le hizo, asentando; que eran
muchos, los que aseguraban su ilícito comercio con el di-
funto: A que concuerda Don Nicolás de Luna, deponiendo
a fojas 11 frente, haber oído decir, que José Gregorio proce-
dió al homicidio por celos de su mujer. Y es más apreciable

es ésta: debe poner las manos sobre los Santos Evangelios, e jurar, que diga verdad de
lo que supiere en razón del pleito sobre que es aducho (encadenamiento fatal de los
sucesos), también por la una parte como por la otra; e que en diciéndola, non mezclara
y falsedad; e que por amor, ni por desamor, ni por miedo, nin por cosa que le sea dada,
o prometida, nin por daño, nin por pro (ventaja o provecho) que el atienda ende haber,
non dejara de decir la verdad, nin la encubrirá; e que toda cosa que supiere de aquel pleito
sobre que es aducho por testigo, que la dirá, maguer (aunque) non gela (se la) pregunte el
Juzgador. E aún debe jurar, que non descubrirá a ninguna de las partes lo que dijo, dando
su testimonio, fasta que el Juez lo haya publicado. E todas estas cosas debe jurar, por Dios,
e por los Santos, e por aquellas palabras que son escritas en los Evangelios. Pero si el testigo
fuese Arzobispo, o Obispo, non ha porque poder las manos sobre los Evangelios. Más
abunda, que jure, que dirá la verdad según que le conviene estando los Evangelios delante,
así como de suso dijimos. Las Siete Partidas, Don Alfonso el Sabio, tomo II, p. 186 y en
Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mejicanas, p. 110.
94 Foja 36 frente.
95 Foja 36 vuelta.

391
La justicia criminal local novohispana

en el punto la expresión del mismo José Gregorio, que al


salir de ese Pueblo para la Villa de Aguascalientes, aseguró,
como Vuestra Merced certifica a fojas 34 frente ser sólo el
reo. De manera: que, a no ministrar la causa otro indicio,
sería mi dictamen, que Petra María Ana se absolviera, a lo
menos de la instancia: Y más a vista, de que, apareciendo,
que el José Gregorio ha hecho otro hurto, resulta de esta
causa, haber robado a Rodríguez, y no haber manifestado
a Petra María Ana algo de lo que robó; para asegurarla, de
que había practicado en encargo, que dice, tuvo de ella. Lo
cual inclina, a creer, que el robo sería su único motivo, y fin.
No siendo de menor consideración la reflexa [reflexión] re-
sultante, de que el día que el difunto salió con su homicida,
le detuviese Petra María Ana, por evitarle el peligro del Río,
como testifica Gertrudis Blanco a fojas 31 frente: porque no
es verosímil, que solicitara libertarle la vida de un riesgo, en
que no podía tener resulta, quién le preparaba otro de que
había de ser rea. Y mucho menos, si (como José Gregorio
dice) estuviese avisada, de que aquel día, iba, con otro pre-
texto a el homicidio. En que es de advertir, que aún Isidro96
Rodríguez, hijo del difunto, auxilia esta consideración a fo-
jas 30: pues, aunque dice, que no oyó la reconvención de
Petra María Ana a Rodríguez, asegura haber comunicándo-
sela ella, en la misma tarde; Pero trae otros méritos, que sin
igual vicio inclinan a concepto contrario: Porque la misma
Petra María Ana a fojas 6 vuelta declara, que, preguntada
por José Gregorio, si quería que ¿la vengase de su marido?
Condescendió a la propuesta: Y aunque esto no explica un
consentimiento expreso en el homicidio, se esfuerza el indi-
cio de él con la deposición de Don Fernando Flores, que, sin
embargo de ser consanguíneo de Petra María Ana, testifica,
haber preguntándole ésta, ¿cuántos años duraría un Marido?
Y con la discordia, que entre ella, y el difunto era continua,
como declaran el citado, y otros testigos. A que se agrega
la reflexa [reflexión], de que, si fuesen ciertos el comercio
ilícito del difunto con la mujer de José Gregorio, y los celos
de éste, no le habría sido tan fácil, haber engañado a aquel,
para sacarle de su casa; o por lo menos él hubiera salido con

96 Foja 37 frente.

392
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

recelo, y prevención armada. Lo cual haciendo dudosa la


materia, induce a la providencia legal de tortura; pero ésta
no puede tener efecto en la Petra María Ana, porque, siendo,
según parece, menor de diez y siete97años, aunque el manda-
to, de que José Gregorio la acusa, fuese cierto, no podría im-
ponérsele la pena ordinaria, por resistirlo la citada Ley 8 tí-
tulo 31 de la Partida 7.98 En cuya sentencia es claro que a los
reos de tan tierna edad debe, moderarse la pena: Y cuando
la ordinaria no sea aplicable, no pueden los tormentos dar-
se, respecto de que, no sufriendo el derecho que los medios
sean más graves, que el fin a que se dirigen, cualquiera pena,
que, en defecto de la ordinaria, si impusiese a Petra María
Ana, si su mandato se justifica, será de menor gravedad, que
los tormentos. A cuya causa, para facilitar, como es debido, la
vía a las pruebas, y que los delitos no queden sin castigo, ni el
inocente padezca, parece correspondiente, que el sujeto de la
cuestión sea José Gregorio. Aquí hace lugar, no sólo la común
sentencia de que el reo puede atormentarse en cabeza ajena, o
para descubrir a otros; sino también la variedad de sus dichos,
que es justa causa al tormento: Y más cuando, para ayudar a
lo que atormentado depusiere, trae ya los otros indicios, que
dejo referidos, entre lo que no es despreciable la taciturnidad,
e inacción de Petra María Ana, que sin parecer su marido en
más tiempo, del que pudo estimarse regular no hizo alguna
diligencia, aun mirando a Juan Vicente99 de Esparza la capa,
que fue de aquél, y teniendo noticia de haberse vuelto la ca-
balgadura, en que viajó.
Contra Juan Vicente de Esparza, y Faustino Flores no re-
sulta del proceso algún indicio bastante, a continuarles en
la captura, ni esta providencia podría tener lugar, en otro,
que María de los Ángeles: porque, aunque contra ella no hay
hasta ahora legítimo indicio De que contribuyese a la muer-
te de Rodríguez, o diese causa a el celo de José Gregorio,
pero estando noticiosa de que se creía su ilícito comercio, es

97 Foja 37 vuelta.
98 Disposición ya citada, que respecto a la circunstancia señala: “…E si fuese mayor de esta
edad, e menor de diez e siete años, debenle menguar la pena darían a los otros mayores
por tal yerro (falta o delito cometido)…”. Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-
mejicanas, p. 650.
99 Foja 38 frente.

393
La justicia criminal local novohispana

posible, que el indicio resulte de las diligencias, que aún de-


ben practicarse; e ínterin esto esté pendiente, deberá estarlo
también ella, no en calidad de presa; pero sí de detenida. Por
lo cual, Vuestra Merced (siendo servido) podrá absolver de
esta instancia a Juan Vicente Esparza, y Faustino Flores, y
mandando, que María de los Ángeles continúe, por detenida,
y Petra María Ana de Haro, por presa, con correspondiente
seguridad, condenaría a José Gregorio Esparza, a que, arras-
trado en un Serón (cesta sin asas), y a la cauda de una bestia
de Alabarda, sea conducido por las calles públicas a son el
lugar del suplicio, donde con soga de esparto a la gargan-
ta sea colgado por ella, hasta que naturalmente muera, de
donde nadie100 pueda quitarle, sin licencia de la Real Justicia,
bajo la misma pena: Y embargada la sementera de maíz, que
él dijo, tener a medias, y los más bienes, que parezcan suyos,
aplicará Vuestra Merced la mitad a la Real Cámara, y de la
otra mitad se satisfarán los costos de esta causa. Todo lo cual
se ejecute, sin embargo de apelación; pero poniendo antes
a el José Gregorio a cuestión de tormento, (cuya forma y
modo reservará Vuestra Merced en sí), en el que, dejando
en su vigor, y fuerza los indicios resultantes contra Petra
María Ana, y sin perjuicio de otras pruebas, que resulten,
será nuevamente preguntado; por el motivo, que tuvo para
el homicidio? si fue cierto el mandato de Petra María Ana? y
por qué dijo, que él solo era el reo a el tiempo de salir de ese
Pueblo para la Villa de Aguascalientes? Y asimismo man-
dará Vuestra Merced que aquella hija del difunto, y la india,
que le hacían bastimento, según declara Petra María Ana,
sean examinadas en forma, sobre la reconvención, que ésta
dice, haber hecho a su marido, ¿para que difiriera su viaje
por temor del río? Y todo esto practicado, y puesta razón
de haberse ejecutado el suplicio, consultaría Vuestra Merced
nuevamente a Asesor para la determinación, que convenga,
respecto de Petra María Ana, y María de los Ángeles. Pero
con atención, a que ni el último suplicio, ni el tormento pue-
den101 ejecutarse sin confirmación de la Real Audiencia man-
dará Vuestra Merced que notificada la sentencia a los Reos,

100 Foja 38 vuelta.


101 Foja 39 frente.

394
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

se remita la causa a su Alteza, para que confirme, modere,


o altere, como sea de su Justificado arbitrio, sin remitir a
José Gregorio, por si gestare la integridad de dicho Tribunal,
que la ejecución sea en ese Pueblo, para que la satisfacción
se vea, donde se hizo la ofensa, y dio el mal ejemplo, o lo
que a Vuestra Merced parezca conveniente, que será como
siempre lo mejor. Guadalajara a 31 de Octubre de 1771 años
– testa – son – no Vale – entre renglones – lugar – Vale –

Licenciado José Matías Vallarta –rúbrica–


Recibí por este dictamen los diez, y siete pesos que se
remitieron con la causa –rúbrica–.

En el Pueblo de Juchipila en Ocho días, del mes de noviem-


bre de mil setecientos, setenta, y un años. Yo Don José Ma-
nuel de Castro Teniente General de esta Provincia por el
Capitán de Infantería Española, Don Agustín Jiménez de
Muñana, y alcalde mayor de dicha Provincia y Villa de Aguas
Calientes, por su Majestad (que Dios guarde) Vuestra Alte-
za. Habiendo visto el dictamen antecedente expuesto por el
Señor Licenciado Don José Matías Vallarta Abogado de las
Reales Audiencias de estos Reinos – digo: que conformán-
dome como me conformo con dicho dictamen, mandaba,
y mando, se haga en todo como a el Asesor parece, y en su
consecuencia álceseles el arresto a Juan Vicente de Esparza,
y a Faustino Flores; y manténgase en calidad de detenida
María de los Ángeles: y Petra Mariana (que por hallarse en
cinta, no sea remitida a la cárcel de Aguas Calientes) asegú-
rese su persona, con las guardias, correspondientes102 en la
captura que se le ha impuesto. Y en cuanto a José Gregorio
de Esparza, contra quien definitivamente se ha resuelto, re-
sultante la pena ordinaria: Pronunciaba, y pronunció en los
estrados de mi juzgado la citada Sentencia, dada comparecer
del expresado Asesor, en la forma que previene: y no en-
contrándose más bienes de este agresor que cinco fanegas
de maíz, póngase en el depositario General y en atención
a que en el dictamen se previene, que precediendo antes,
cuestión de tormento en dicho José Gregorio (sin embargo

102 Foja 39 vuelta.

395
La justicia criminal local novohispana

de que el modo y forma se reserva a mi arbitrio) considerando


que ni donde el Reo reside, ni en este pueblo hay ministro eje-
cutor, ni instrumentos, para este efecto, se reserva por ahora
esta diligencia, hasta que la soberanía de su Alteza, a quién
se remitan estos autos, determine lo que sea de su superior
arbitrio, sirviéndose su integridad, de confirmar la Sentencia
pronunciada, siendo de su Superior agrado, o lo que tuviese
por más conveniente que será como siempre lo mejor: Y an-
tes de dar cuenta con la causa, hágaseles saber la enunciada
sentencia a los Reos, y con respecto a estar el Reo José Gre-
gorio Esparza en la Cárcel de la Villa de Aguas Calientes,
remítanse estos autos al Señor Teniente General para que
en su Vista, le notifique a dicho Reo, la Sentencia, y fecho
me los devuelva para hacer lo mismo con Petra Mariana de
Aro, y asentada una y otra diligencia, tómense las declara-
ciones, que pide el Asesor de la hija del difunto, e india que
hizo el bastimento, y fecho todo dese cuenta con los autos
como está mandado a su Alteza la Real Audiencia de donde
dimanaran las que fueren de su superior agrado así lo proveí
mandé y firmé actuando como dicho es doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


De asistencia
José Figueroa –rúbrica–
De asistencia
Pedro Araya –rúbrica–.103

Razón
Juchipila 8 de Noviembre de 1771 años
se remiten estos autos al Señor Teniente General
de Aguascalientes en 40 fojas útiles: lo
asiento por razón que rubriqué doy fe.- rúbrica –.

Notificación al Reo
Aguascalientes Noviembre 14 de 1771 años
Notifíquesele a José Gregorio de Esparza por el presente es-
cribano la sentencia que antecede y fecho devuélvanse los au-
tos al Teniente de Juchipila. Decretólo así el Señor Don José de

103 Foja 40 frente.

396
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

la Campa Regidor fiel ejecutor, y Teniente General de alcalde


mayor por el Capitán de Infantería Española Don Agustín
Jiménez de Muñana que lo es de dicha Villa su Jurisdicción y
Provincia de Juchipila por su Majestad que lo firmo y doy fe.-

José de la Campa –rúbrica–


Ante mí
Manuel Rafael Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.

Conformidad del Reo


En Aguascalientes en catorce días del mes de Noviembre de
mil setecientos setenta y un años Yo el escribano de su Ma-
jestad estando en la cárcel pública leí y notifiqué la sentencia
que antecede a José Gregorio de Esparza preso en dicha
Cárcel, que entendido dijo la oye, y se conforma, no firmó
porque dijo no saber escribir doy fe.-
Manuel Rafael Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.

Razón
Se devolvieron estos autos al Teniente General
de Juchipila en este día 14 de noviembre de 1771 años –rú-
brica–.

Notificación a María de los Ángeles


En el Pueblo de Juchipila en veinte y dos días del mes de104
Noviembre de mil setecientos setenta y un años Yo el Te-
niente General presente María de los Ángeles mujer del Reo
José Gregorio de Esparza le hice saber la Sentencia que an-
tecede de que bien entendida dijo: que se conforma con lo
mandado esto Respondió no firmó por no saber hícelo yo
con los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Miguel Gerónimo Suárez de Estrada –rúbrica–
Juan Antonio de Soria –rúbrica–.

104 Foja 40 vuelta.

397
La justicia criminal local novohispana

Notificación a Petra de Aro


Incontinenti [seguidamente] dicho día mes y año yo el expre-
sado Teniente General hice otra notificación como la que
antecede a Petra María Ana de Aro, quien bien entendida
de su efecto dijo: la oye y que en todo se conforma con
lo mandado, y estando también presente José Teodoro de
Tejeda su defensor dijo que suplicaba al presente Señor Juez
en defensa de su parte, el que a más de las dos declaraciones
que se piden por el Asesor se haga comparecer a Don José de
Medina, a quién en compañía del hijo del difunto como cons-
ta en el auto cabeza de proceso, hicieron el petitorio contra
los Reos, y éste Juramentado declare qué motivos tuvo para
pedir la aprehensión de Petra Mariana su parte esto produjo
y firmó conmigo y los de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


José Teodoro de Tejada –rúbrica–
Juan Antonio de Soria –rúbrica–
Miguel Gerónimo Suárez de Estrada –rúbrica–.

Razón
Subscribe yo el Teniente libré billetes citatorios, a Josefa
Rodríguez al marido de María Salvadora, y a José Medina lo
asiento por razón que Rubriqué –rúbrica–.105

Declaración de María Salvadora sin generales


En el Pueblo de Juchipila en veinte y tres días del referido
mes, y año. Yo el Teniente General hice comparecer ante mí
a María Salvadora india mujer legítima de Manuel Pruden-
cio, a quién le advertí la religión del juramento y le advertí
ser bien ladina en el idioma castellano, y siendo presente
su Marido, le recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro
Señor y la Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad
en lo que supiere y fuere preguntada, y siéndolo por el tenor
de la confesión de Petra Mariana de Aro, dijo: Que es verdad
que el día Viernes que se cita, la llamó Nicolás Rodríguez
para que le hiciera bastimento, entró la mujer de Rodríguez
Petra Mariana de Aro y entonces se levantó Rodríguez y le

105 Foja 41 frente.

398
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

cogió la mano a dicha Petra su mujer, y le dijo: ya me voy


le enviarás avisar a Señor para que venga, y le respondió
dicha su mujer, ya está avisado para que venga a dormir
hasta en colchón, y que también oyó decirle a Petra Mariana,
que no se fuera que ya era tarde, y que le respondió dicho
Rodríguez que le era fuerza el irse porque le estaban espe-
rando sus compañeros, y preguntada si había oído decirle a
dicha Petra que no se fuera que estaba el río crecido dijo: que
Rodríguez y su mujer, y los demás que estaban allí, se salieron
para fuera porque ya se iba el difunto que quizá afuera se lo
dijo porque la que declara se quedó en la cocina moliendo,
que no oyó más lo que tiene dicho es la verdad en cargo del
juramento que fecho tiene, en el que leído que le fue ésta su
declaración en ella se afirmó y ratificó dijo ser de edad de
veinte y seis años no firmó por no saber, hícelo yo con los
de mi asistencia doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Miguel Gerónimo Suárez de Estrada –rúbrica–
Juan Antonio de Soria –rúbrica–.106

Declaración de María Josefa Rodríguez


con generales con todos
En el mismo día mes y año Yo el Teniente General hice com-
parecer a María Josefa Rodríguez, hija legítima del difunto
Nicolás Rodríguez a quien por tener al parecer diez, y seis
años la instruí y advertí muy por menor en la Religión del
Juramento, el que en presencia de su cuñado Antonio de
Sandoval la informase en todo y le Recibí Juramento que
hizo por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz so cuyo cargo
prometió decir verdad en lo que supiere y fuere preguntada,
y siéndolo sobre la declaración y confesión de dicha Petra
María Ana de Aro dijo: que es verdad que ella misma fue en
casa de Ana de Luna y sacó el maíz para el bastimento de su
Padre quien dijo que se iba para la Barranca, y que estando
para hacer el bastimento llegó Gertrudis Blanco, y se llevó
a su Madrastra Petra de Aro a ver a un hermano de dicha
Gertrudis, que se fueron, y cuando volvieron ya se estaba

106 Foja 41 vuelta.

399
La justicia criminal local novohispana

acabando de hacer el bastimento, que hicieron para su Padre


entre la que declara, y la Naturala. Que es verdad que ya era
tarde y que dicha su Madrastra le dijo a su Padre que no se
fuera que estaba el río crecido que otro día sería, y que su
Padre dijo que se iba por Quelitán y a todo se halló presente
Gertrudis Blanco, y que le encargó o dio encomienda para
su suegra, y que le dio su Padre a su Madrastra la mano y
con estragata le dijo que enviara avisar a Señor que ya se iba,
también con estragata y gusto le respondió que ya estaba
avisado, y que riéndose uno, y otro se abrazaron y despidie-
ron de lo que la que declara dijo que había dado gracias a
Dios del gusto con que estaban su Padre, y Madrastra, y que
hacía mucho tiempo que no tenían riña alguna, como las
tenían recién casados, y preguntada si sabía otra cosa sobre
el particular dijo que no que lo que tiene declarado es la
verdad, en cargo del Juramento que fecho tiene en el que
leída que le fue ésta su declaración en ella se afirmó y ratifi-
có y dijo que sin embargo de ser su Padre y su Madrastra el
difunto, y la Rea no ha faltado del juramento no firmó por
no saber, hícelo yo con los de mi asistencia, doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Miguel Gerónimo Suárez de Estrada –rúbrica–
Juan Antonio de Soria –rúbrica–.107

Declaración de Don José de Medina


En el mismo Pueblo en veinte y seis días del citado mes y año.
Yo el Teniente General presente Don José de Medina le hice
saber lo pedido por Petra María Ana de Aro, y su defensor de
la que dio el día veinte y dos del corriente y habiéndole reci-
bido Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y la Santa
Cruz, so cuyo cargo prometió decir verdad en lo que supiere
y fuere preguntado, y siéndolo sobre qué motivo tuvo para
pedir la prisión de Petra de Aro dijo: que con la confusión que
tuvo de la Muerte de Rodríguez le pareció que pudiera tener
alguna culpa, Petra de Aro como mujer del difunto Rodríguez
y preguntado si tenía otros antecedentes dijo: que no; y pre-
guntado si sabía otra cosa sobre el particular dijo: que sabe le

107 Foja 42 frente.

400
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

consta que Don Joaquín de Aro, su primo hermano de dicha


Petra de Aro y Don Antonio de Aro su tío fueron el día de
la prisión antes que fuera el comisario aprehenderla a sacarse
a dicha Petra con grande instancia para trasponerla antes que
llegara la Justicia; y que la citada Petra Mariana de Aro no
quiso salir ni irse fugitiva pues su respuesta fue que ella no se
hallaba culpada en nada, que esto lo sabe muy bien, y no otra
cosa más, que ésta es la verdad en cargo del Juramento que
fecho tiene en el que leída que le fue ésta su declaración en ella
se afirmó y ratificó dijo ser de edad de treinta y nueve años de
calidad español que generales de la ley le tocan con el difunto
por ser su concuño, no firmó por no saber, hícelo yo con los
de mi asistencia, doy fe.-

José Manuel de Castro –rúbrica–


Juan Manuel de Salazar –rúbrica–
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–.108

Auto de remisión
En el Pueblo de Juchipila en veinte y nueve días del mes
de noviembre de mil setecientos setenta y un años Yo el
Teniente General habiendo visto las notificaciones de la
Sentencia hechas a los Reos, sus conformaciones, con di-
cha Sentencia pronunciada por mí en los estrados de este
mi Juzgado con dictamen de Asesor Letrado, Vistas las dos
declaraciones que pide en su dictamen el Asesor, las que se
recibieron Juradas, vista asimismo la que hizo Don José de
Medina, a pedimento de Petra Mariana de Aro, y su defensor
José Teodoro de Tejada, con lo demás que de autos consta y
ver convino, digo que para ir en todo con el mayor acierto,
se ejecute lo mandado en auto de ocho del citado mes, para
lo cual remítanse estos autos a manos del Señor Secretario
de Cámara y Gobierno para que Su Merced dé cuenta con
ellos a la soberanía de su Alteza la Real Audiencia para que
con su visita me mande cuanto fuere de su superior agrado
que todo estoy pronto a ejecutar sus superiores órdenes y
por éste así lo proveo mando y firmo con los de mi asisten-
cia a falta de todo escribano real que no le hay, doy fe.-

108 Foja 42 vuelta.

401
La justicia criminal local novohispana

José Manuel de Castro –rúbrica–


Juan Manuel de Salazar –rúbrica–
Pedro Ignacio de Lezama –rúbrica–
Razón
Se remiten estos autos
en cuarenta, y tres fojas
Útiles y lo Rubriqué –rúbrica–.109
Guadalajara Diciembre 7 de 1771 años
Al Señor Fiscal Padilla –rúbrica–

Altísimo Señor

El Fiscal en vista de esta causa criminal seguida contra José


Gregorio de Esparza por el homicidio que ejecutó en la per-
sona de Nicolás Rodríguez vecino que fue de la Jurisdicción
de Juchipila, y en que parece comprehendida la mujer de
dicho Rodríguez Doña Mariana de Aro –
Dice: que de la declaración y confesión del Reo consta y
resulta Justificado el homicidio, que cometió con la grave
circunstancia de alevosía, hecho pensado, y deliberado sin
que el ofendido hubiera dado causa para él, ni tenido con el
agresor encono, riña, ni mala voluntad, a cuya ejecución sólo
le condujo su mal natural, y según el mismo Reo se imputa,
un leve interés que fingió prometido, creyéndose asesino de
tan enorme atentado y sacrificio. De las demás declaracio-
nes aunque de oídas, y de público y notorio resulta también
justificado el delito: de suerte que este Reo está convicto y
confeso de un hecho el más cualificado, y de un homicidio el
más horrible y alevoso,110 sin que para su exculpación tenga
la más ligera causa, y sin que para mitigarle la pena ordinaria
concurra la más leve excepción.
Sólo consiste la diferencia en la cómplice Doña Petra Mariana
de Aro, contra quien concurren algunos indicios, que hicieron
concebir al Asesor haber sido la que mandó asesinar a su Ma-
rido; pues así lo declaró el Reo, quién expresa haberle por ello
prometido veinte pesos, y otros Bienes: así se infiere de las
otras declaraciones en que aparece haber tenido varias Riñas

109 Foja 43 frente.


110 Foja 43 vuelta.

402
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

con dicho su Marido: así lo persuade el haber preguntado en


cierta ocasión a su Tío Hernando Flores, que cuantos años
duraría el dicho su Marido: y así lo parece lo da a entender la
misma Doña Petra Mariana en su declaración, cuando pre-
guntada por el Juez: sobre este particular; dice que estando
un día llorando porque su Marido se la quería llevar a casa
de su Suegro, llegó el Reo José Gregorio de Esparza, y le
preguntó cuál era la causa de su llanto: a que habiéndole
contestado, y expresándosela, le dijo el dicho José Gregorio,
que si quería que la vengase, a que la Doña Petra le respon-
dió, vaya.
En realidad, todas estas consideraciones producían un
motivo grande para creerla por autora del Asesinato que
se le imputa; pero examinadas con acuerdo, y Reflexa [re-
flexión], y colgados estos indicios con la111 prueba que la
Doña Petra ha dado en estos Autos, destruyen el concep-
to, que pudiera formarse sobre este particular. Es cons-
tante, que careada con el Reo se mantuvo negativa en el
orden que se expresa haberle dado, y en la paga que dicho
Reo dice le ofreció para la ejecución; convenciéndole con
que no le ministró ni contribuyó con cosa alguna, y con no
haberle llevado los Calzones blancos, que dice le pidió por
señas; conociéndose al mismo tiempo frívolas, y ridículas las
razones dadas por el Reo para no haber ejecutado ni unos,
ni otros, como son el que no llevó los Calzones por estar en-
sangrentados, y que no le exigió el premio, porque conoció
que no se lo había de dar: pues no era causa bastante la de
estar con sangre los Calzones, para que dejase de llevárselos,
y cuando no le hubiera manifestado la Capa, u otra de las
alhajas del Difunto; que le quitó el Agresor; y si conocía, que
el premio no se le había de satisfacer no se hubiera precipi-
tado por ese interés a tan horrible sacrificio.
De las otras declaraciones de Gertrudis Blanco, María Salva-
dora, María Josefa Rodríguez, y Don José de Medina, consta
que la citada Doña Petra Mariana, el día que se salió su Ma-
rido para San Cristóbal, que cuando sucedió la muerte, lo
detenía y aun no quería se fuese por el Río por estar crecido; de
que se infiere, que no estaba de acuerdo con ella premedita-

111 Foja 44 frente.

403
La justicia criminal local novohispana

do el lance, y que quién deseaba evitarle el peligro112 del Río:


no le desearía el homicidio, que en su persona ejecutó el di-
cho José Gregorio. También consta que habiendo ido Don
Joaquín de Aro y Don Antonio de Aro antes de la prisión a
sacarla de su Casa en que se hallaba, no quiso hacerlo expre-
sando que ella no tenía culpa: de que se infiere que si por su
orden se hubiera ejecutado el homicidio, hubiera procurado
su fuga: y más siendo esta Mujer menor, y de tierna edad,
en cuyo estado son más vivos, y Regulares los temores, y los
Delincuentes inclinados a huirse, y ocultarse. También debe
Reflexarse [reflexionarse] la variedad, e inclinación con que
el Reo ha procedido expresando unas veces que por celos
de su Mujer ejecutó la muerte, y otras que por orden de la
dicha Doña Petra Mariana. Asimismo debe advertirse haber
expresado cuando salió para la Villa de Aguas Calientes, que
él sólo era el Reo, y que los demás no tenían culpa alguna:
y era Regular, que en esa ocasión hubiera comprendido en
el Reato113 a la dicha Doña Petra. Por todo lo cual estima
el Fiscal por bastante la mencionada prueba para destruir
aquellos indicios, que contra esta Viuda resultaban en orden
al expresado Asesinato que se le imputa; pero teniendo pre-
sente, que aquella palabra, vaya, que pronunció cuando José
Gregorio le preguntó, que si quería que la vengase, pudo
ser impulso, o motivo para la ejecución; aunque fuera de
la intención de la dicha Doña Petra, pide a Vuestra Alteza
el Fiscal, se sirva condenarla114 en tres años a la Casa de
Recogidas de esta Ciudad; cuya condenación se le haga no-
toria luego, que salga del parto, que espera. Y en cuanto al
Reo José Gregorio, pide se sirva Vuestra Alteza confirmar
la sentencia pronunciada con parecer de Asesor en que se le
condenó en la pena ordinaria del último suplicio, para cuya
ejecución, y que se vea la satisfacción donde se cometió el
delito, se desenvuelvan estos Autos al Teniente General de
Juchipila. Y por cuanto contra Juan Vicente de Esparza,

112 Foja 44 vuelta.


113 Reato: obligación que queda a la pena correspondiente al pecado, aun después de per-
donado. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, en: http://dle.rae.
es/?id=VIf3abs.
114 Foja 45 frente.

404
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Faustino Flores, y María de los Ángeles, no resulta cargo


alguno, es de parecer el Fiscal se les absuelva enteramente.
Guadalajara Diciembre 20 de 1771.
Arangoyti –rúbrica–.115
En la Ciudad de Guadalajara a veinte días del mes de Diciembre
de mil setecientos setenta y un años estando en la Real Sala de
Justicia los Señores Presidente y Oidores de la Real Audiencia
de este Reino de la Nueva Galicia se dio cuenta con el escrito
antecedente del Señor Fiscal y en su Vista Mandaron se traiga
con los autos vistos Citadas las partes.-
Padilla –rúbrica–.
Guadalajara Enero 2 de 1772 años
el Señor Fiscal de su Majestad se da por citado
para la Vista de estos Autos y lo recibió
Rúbrica (fiscal)
Tinajero
Escribano Real –rúbrica–
En dicho día Yo el Escribano Real hice
citación a Don Pedro Guydo quién diose
por citado lo firmó
Guydo –rúbrica–

115 Domingo de Arangoyti Peña fue hijo legítimo de Casimiro Arangoyti y de María de la Peña.
También fue natural de Lezama en el Valle de Ayala en la Provincia de Álava en el Reino de
Castilla y viajó al territorio americano con nombramiento de fiscal de la Real Audiencia de
Guadalajara en la provincia de la Nueva Galicia, a partir del 17 de marzo de 1764. Aparen-
temente estuvo en este territorio hacia 1773 o 1776, cuando se trasladó a la Audiencia de
México para sustituir a Joseph Antonio de Areche quien fue enviado a Perú como visitador
general por orden del rey Carlos III. Se le ubica como fiscal del crimen de la Real Hacienda
y de la Real Audiencia entre 1775 y 1776, así como ejerciendo el cargo de Oidor de la Real
Audiencia entre 1777 y 1779. En esta Real Audiencia de México llegó a ser el Oidor más
antiguo, cargo que ostentaba a la fecha de su muerte en la ciudad de Querétaro en 1780.
Arangoyti trabajó tanto en la Audiencia de Guadalajara como en la de México. Ello no de-
bería resultar extraño, pues la carrera judicial de un magistrado solía iniciarse en audiencias
intermedias como la de Guadalajara, pero buscando ascender hacia una plaza en una ciudad
más importante como la Audiencia de México. El virrey Bucareli le solicitó la elaboración
de un informe sobre la Real Orden el 12 de enero del mismo año que instaba al cultivo del
lino y del cáñamo en el territorio novohispano. Este tipo de fiscal era un abogado que se
agregaba a una audiencia que se ocupaba de los asuntos fiscales. Diecinueve años más tarde,
en 1796, los resultados del informe se publicaron por Mariano de Zúñiga y Ontiveros con el
título Instrucción para sembrar, cultivar y beneficiar el lino y cáñamo en la Nueva España. Este impreso
es una singular noticia que tenemos de obras de autoría de Arangoyti, cuyo único ejemplar
conservado parece ser el que se custodia en el Archivo General de Indias. García, Idalia,
“Libros de fiscal, libros de oidor: la Biblioteca de Domingo de Arangoiti (siglo xviii)”,
Investigación Bibliotecológica, Vol. 26, No. 57, México, mayo/agosto, 2012, pp. 17-19, http://
www.scielo.org.mx/pdf/ib/v26n57/v26n57a2.pdf.

405
La justicia criminal local novohispana

Tinajero
Escribano Real –rúbrica–

En los autos y causa criminal seguida de oficio de la Justicia


de Aguas Calientes, contra José Gregorio de Esparza, espa-
ñol y vecino de Nicolás Rodríguez y presos el primero en la
Real Cárcel por la muerte que se ejecutó por el primero en
la persona del difunto sacándolo de su casa con el pretex-
to de irle a enseñar unas barras de plata en dicho Pueblo:
Que se hayan pendientes en esta Real Audiencia la deter-
minación, modificación, o revocación de la sentencia pro-
nunciada por el juez el 8 de noviembre del enunciado año,
en que condenó a dicho Reo a la pena de muerte y cuestión
de tormentos en caput alienum116 por la –ilegible– ejecutarse
dicho homicidio en la persona de su víctima y con la fe del
cuerpo del delito las declaraciones de los implicados confe-
sando el delito los careos que se formaron en vista del cargo
y lo expuesto por el Asesor en su citado dictamen y todo lo
demás que consta, y en hecho, y derecho ver convino, nos
hallamos atentos y bien considerados los méritos del proce-
so y la sentencia pronunciada por el Teniente General de la
Provincia desde el año pasado de setecientos setenta y uno
contra la persona de las partes en cuanto por ella se condena
a el expresado reo en la pena sacándola, como la revocamos
en cuanto a la condenación decimos que por haber purgado
la tal cual sospecha que habida libertad así ésta como María
de los Ángeles, Juan Vicente Esparza déseles los bienes que
se les hubieren embargado. Y para la –ilegible– cometió el
delito, mandamos así mismo se devuelvan éstos en nuestra
sentencia definitivamente Juzgando así la pronunciación117
el relator de esta Real Audiencia, y asociado en esta causa.-
Licenciado José Miguel de los Ríos –rúbrica–.

116 Tormento in caput alienum: era el tormento que se empleaba para que un reo declarase
como testigo en un proceso ajeno. Solamente se empleaba cuando el reo se negaba a
informar sobre los hechos que los pesquisidores daban por seguro que aquél conocía por
el resto de pruebas que tenían reunidas. Gabriel Bernal, website. “Quistion de tormento”
en http://www.gabrielbernat.es/espana/inquisicion/ie/proc/tormento/tormento.html.
117 Foja 46 frente.

406
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

En la Ciudad de Guadalajara a diez y ocho de Marzo de mil


setecientos y dos años estando en la Real Sala de Justicia los
Señores Presidente y Oidores de la Real Audiencia de este
Reino de la Nueva Galicia: Dijeron que Mandarán y Man-
daron que el Teniente de Juchipila pudiendo hacer que se
conduzca el Reo José Gregorio de Esparza de la Real Cárcel
de la Villa de Aguascalientes a dicho Pueblo con toda seguri-
dad, se ejecute allí la Sentencia, pero en caso de que no haya
protección en la conducción del Reo, y en el debido auxilio
para que se lleve al último suplicio, así mismo Mandaron se
haga la Justicia en dicha Villa de Aguascalientes para cuyo
efecto le recibirá estos autos y al Ministro ejecutor a dicho
alcalde mayor.
Ante mí
Nicolás López Padilla –rúbrica–.

En la Ciudad de Guadalajara118 –ilegible– por el Teniente


del Pueblo de Juchipila Jurisdicción agregada a la de –ile-
gible– del de Teocaltiche, y contra Doña Petra Mariana de
Aro, Viuda –mutilado– Villa, y la segunda en Juchipila, por
el homicidio aleve [alevoso] y prodito [a traición] de Nico-
lás Rodríguez el día dos de Agosto del año pasado de sete-
cientos setenta y un años por Esparza con engaño y darle
unas barras de plata en la barranca del expresado, como se
desprende de la información, que de dichos autos hizo el
nominado Justicia, para la aprobación de su determinación
contra dichos Reos con parecer de Asesor a los catorce de
Noviembre del año próximo pasado –mutilado– del último
suplicio sin embargo de apelación, y a rigurosa –mutilado–
de la Viuda a quien se supone por el Reo haberle mandado
que ejecutara el homicidio por el interés de veinte pesos en
reales, y otros bienes que le prometió: Vista las actuaciones
del sumario, la presentación Voluntaria de dicho reo a la pri-
sión –mutilado– viuda de que quedó convencido; lo alegado
por su parte respondiendo a –mutilado– definitivo, y lo que
dijo el Señor Fiscal a la Vista que se le dio, conto.- –mutilado–
–Mutilado– causa a que nos remitimos, que debemos con-
firmar, y confirmamos la sentencia del Teniente General en

118 Foja 46 vuelta.

407
La justicia criminal local novohispana

Juchipila con parecer de Asesor el citado día catorce de No-


viembre del año pasado en contra de Gregorio de Esparza,
preso en la Cárcel de la Villa de Aguascalientes condenado
a pena ordinaria de Muerte, con las cualidades en ella expre-
sadas. Y Rebo –mutilado– y demás relativo a la Doña Petra
Mariana de Aro, Declaramos complicidad en el enunciado
homicidio: Mandamos sea puesta en la casa de recogidas, y
Faustino Flores, sin llevárseles costas algunas, y devolviéndo-
les sus bienes de esta sentencia, y que se vea la satisfacción
donde se lo ordenamos al expresado Teniente General de Ju-
chipila. Y por esta nuestra Sentencia, ordenamos, mandamos,
y firmamos, con el voto del Licenciado Don José119 Miguel
Martínez de los Ríos Abogado de esta Real Audiencia –Vale–
Licenciado Don Francisco Galindo –rúbrica–120
Don Eusebio Sánchez Pareja –rúbrica–.121

En la Audiencia de Guadalajara a diez y siete de Marzo de mil


setecientos setenta y dos años. Estando en la Real Sala de Jus-
ticia los Señores Presidente y Oidores de la Real Audiencia
de este Reino de la Nueva Galicia dieron y pronunciaron la
Sentencia antecedente según y cómo en ella se contiene sien-
do testigo el Portero de ella José Leal de Cervantes y Antonio
Alejandro Borunda Receptor de dicha Real Audiencia.-
Nicolás López Padilla –rúbrica–.122

Guadalajara y Marzo 18 de 1772


Yo el Escribano Real hice saber al

119 Foja 47 frente.


120 Doctor don Francisco Galindo y Quiñones, oidor de la Real Audiencia y juez privativo
de ventas y composiciones de tierras. Archivo de la Real Audiencia de la Nueva Galicia
en Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola, en: http://www.bpej.udg.
mx/ra_civil_reg_v2?id=7198.
121 Don Eusebio Sánchez Pareja, regente y presidente de la Real Audiencia de Guadalajara. She-
ridan, Tomas E., The Seri Indians and the Struggle for Spanish Sonora, (1645-1803), Tucson, The
University of Arizona Press, 1999, p. 441. https://books.google.com.mx/books?id=-ZtQF
9M6V_4C&pg=PA441&lpg=PA441&dq=Eusebio+Sanchez+Pareja+Audiencia+de+Gua
dalajara&source=bl&ots=cyWojBdx26&sig=RlIOCgNZVSA1LaoGjEm7uZReYoM&hl=
es&sa=X&ved=0ahUKEwiokq3Vtb7MAhUKn4MKHVtuAGoQ6AEIOTAG#v=onepa
ge&q=Eusebio%20Sanchez%20Pareja%20Audiencia%20de%20Guadalajara&f=false.
122 Nicolás López Padilla recibió su nombramiento como escribano real en el año 1765 ante
el doctor don Francisco Galindo y Quiñones, oidor de la Real Audiencia de la Nueva
Galicia, en: http://www.bpej.udg.mx/ra_civil_reg_v2?id=7259.

408
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Señor Fiscal la sentencia antecedente


y su Señoría lo rubricó; doy fe –rúbrica–
Sánchez
Escribano Real –rúbrica–
En dicho día Yo el Escribano Real hice otra notificación como
la antecedente a Don Pedro Guido, y de su efecto y entendido,
Dijo lo oye y lo firmó doy fe.- entre renglones – y entendido
–Vale–
Guydo –rúbrica –123
Sánchez
Escribano Real –rúbrica–.124

En veinte días del mes de Marzo de mil setecientos setenta


y dos años. Los Señores Presidente y Oidores de la Real Au-
diencia de este Reino de la Nueva Galicia Dijeron. Que sin
embargo de lo mandado en el auto antecedente. Respecto
de haberse informado en el Bufete [despacho del abogado]
no haber proporción de poderse ejecutar lo determinado en
la Sentencia antecedente en el Pueblo de Juchipila. Mandan
y Mandaron que para que se verifique en la Villa de Aguas-
calientes, se remitan los Autos originales a el alcalde mayor
de ella, quién procederá a dar las providencias correspon-
dientes para la ejecución del último suplicio en la persona de
José Gregorio de Esparza, y ejecutada descendido el Cuerpo
de la Horca se le cortará la Cabeza y se remitirá a el paraje
donde ejecutó la muerte, poniéndose en el camino públi-
co más inmediato en un palo alto, donde se mantenga sin
que ninguna Persona sea osado a quitar la pena de la vida,
sin expreso mandato de esta Real Audiencia remitiéndose
al Ministro ejecutor para lo expresado. Y así lo proveyeron
y mandaron.– Añadiendo que los costos sean del caudal de
propios de dicha Villa.-
Ante mí
Nicolás López Padilla –rúbrica–
Sánchez Pareja, y González.125

123 Don Pedro Guido fue nombrado procurador de pobres por don Eusebio Sánchez Pareja,
en: http://www.bpej.udg.mx/ra_civil_reg?id=7031.
124 Foja 47 vuelta.
125 Foja 48 frente.

409
La justicia criminal local novohispana

En la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Aguas


Calientes en veinte y cuatro de Marzo de mil setecientos se-
tenta y dos años, el Señor Don Agustín Jiménez de Muñana
Capitán de Infantería Española y alcalde mayor de esta dicha
Villa, su Jurisdicción y Provincia de Juchipila por su Majestad:
Dijo su merced haber recibido esta causa criminal, seguida de
Oficio de la Real Justicia contra José Gregorio de Esparza,
por el homicidio que ejecutó en Nicolás Rodríguez vecino
del Pueblo de Juchipila, que vista con la confirmación de la
sentencia que pronunció con Asesor Don José de Castro, Te-
niente de dicho Pueblo el superior Despacho que subsigue de
su Alteza la Real Audiencia de este Reino, con la carta acorda-
da y suscrita por Don Nicolás Padilla, Secretario de Cámara y
Gobierno para la ejecución del último suplicio que se manda
hacer en la persona del citado José Gregorio de Esparza con
lo demás que en dicha sentencia se expresa para que en todo
tenga su pronto cumplimiento y las justas determinaciones de
dicha su Alteza se ejecuten, le daba y su merced dio su pronto
y debido obedecimiento, y para que en el todo quede satisfe-
cha la vindicta Pública y castigados los delitos cometidos, está
pronto, a que luego que llegare el ministro ejecutor Miguel
Gaspar, señalar dio para dicho sacrificio, practicando antes
todas las diligencias prevenidas para los actos de caridad y
Justicia que con dicho Reo se han de ejecutar, sin126 consentir
en manera alguna, se haga cosa en contrario de lo resuelto
por la Soberanía de su Alteza Y para que en todo se cumpla,
se le haga saber a Don Carlos Tiburcio Gallardo, Teniente de
alcalde mayor para que inteligenciado de la Superior determi-
nación ponga en ejecución la pena ordinaria de muerte en que
salió condenado José Gregorio de Esparza, y los demás actos
de Justicia prevenidos en la sentencia, ejercitando a un mis-
mo tiempo todos los de caridad que fueren necesarios; para
que por este medio logre dicho Reo la salud eterna, y se vea
el modo más proporcionado de asegurar a el Reo, poniendo
guardas suficientes a impedir cualquiera fuga que se intente,
estando asimismo pronto su merced el día de mañana a pasar
a verse con el Señor Cura, y Reverendo Padre Guardián para
que retirado el Reo a un cuarto de la Real Cárcel para que

126 Foja 48 vuelta.

410
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

separado le preparen y le den la noticia con amor y Caridad


Cristiana para que no le coja tan de improviso la notificación
de la sentencia, y otros Señores Prelados convoquen a los de-
votos Señores Sacerdotes para que este infeliz no carezca del
beneficio espiritual en que pueden estar librados los auxilios
de su salud eterna cuyas diligencias de piedad se entienden sin
perjuicio de la Rectitud y Justificación que se debe poner en
cumplimiento de su precisa obligación en ejecución lo man-
dado por dicha su Alteza a quien127 se dará cuenta luego que
se verifique la ejecución del último suplicio y de la Remisión
de la Cabeza al Pueblo de Juchipila, para que el Teniente de él,
la mande poner en el lugar que expresa la confirmación de la
sentencia, de la cual para su debida observancia se le Remitirá
testimonio de ella. Y por este así lo proveyó mandó y firmó
de que doy fe.-

Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–


Ante mí
Manuel Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.

En dicho día, mes, y año Yo el escribano en conformidad


de lo mandado le hice a Don Carlos Gallardo Teniente de
alcalde mayor la confirmación de la sentencia pronunciada
contra José Gregorio de Esparza Reo preso en esta Real
Cárcel y Superior Despacho de su Alteza la Real Audiencia
para que inteligenciado de todo, ponga en ejecución la pena
del último suplicio en la persona de dicho Esparza, y demás
diligencias que fueren necesarias de caridad y Justicia y en-
tendido dijo lo oye, y que está pronto como teniente que es
de alcalde mayor a cumplir con los superiores mandatos,
y dar las providencias que fueren correspondientes para el
sacrificio esto respondió, y firmó, doy fe.-

Carlos Gallardo –rúbrica–


Ante mí
Manuel Rafael de Aguilera
Escribano Público –rúbrica–.128

127 Foja 49 frente.


128 Foja 49 vuelta.

411
La justicia criminal local novohispana

En dicha Villa en veinte y cuatro de Marzo de mil setecien-


tos setenta y dos años su Merced el Señor alcalde mayor en
vista de haber pasado el Alcalde del Pueblo de San Marcos
Lázaro Montes, y dándole noticia de haber llegado a su Pue-
blo el Ministro ejecutor dijo: Que debía mandar y mandó,
se dé aviso al teniente de alcalde mayor para que éste pase
con recado de su merced a Don Juan de Tiscareño Pro-
curador actual para que dé providencia del alojamiento de
dicho Ministro, su manutención, y demás providencias para
la maniobra del cadalso, y demás que fuere preciso para
la ejecución de la pena; y respecto a lo que su merced se
previene en la carta acordada sobre el regreso del Ministro
que viene a ejecutar dicha sentencia, para que se verifique
la justa resolución de su Alteza, señalaba y señaló para este
sacrificio el día primero de Abril en cuyo día luego que el
Cuerpo sea descendido de la horca por los verdugos, se pase
a el zaguán de la Cárcel en donde se ejecute el último acto
de Justicia quitando del Cuerpo la cabeza dicho Verdugo,
la que con toda guardia y custodia se Remita a el Pueblo de
Juchipila, para cuyo efecto, y el regreso de dicho ministro a
la Ciudad de Guadalajara el teniente de alcalde mayor tenga
prevenido de los Pueblos, y el Vecindario, la gente que fuere
necesaria para una y otra conducción; y el presente Escriba-
no librará billete a el Procurador para que del caudal de pro-
pios de esta Villa, Ministre los Reales que fueren necesarios
para la ejecución de la sentencia en atención a prevenirlo así
dicha su Alteza en su superior Despacho: y así lo proveyó
mandó y129 firmó de que doy fe.-
Agustín Jiménez de Muñana –rúbrica–
Ante mí
Manuel Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.

En Aguas Calientes en treinta de Marzo de mil setecientos


setenta y dos años Yo Don Carlos Tiburcio Gallardo te-
niente de alcalde mayor pasé en compañía de Pedro Anto-
nio de Espadas, Don Carlos Gómez Comisario del Señor
alcalde mayor y Pedro Antonio García a esta Real Cárcel,

129 Foja 50 frente.

412
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

y mandé a Don Cristóbal Ruiz de Esparza Alcaide de ella,


mandase separar a un cuarto solo a José Gregorio de Esparza
Reo condenado a muerte, a quien para su seguro quedaron
de guardias las Personas expresadas arriba: y para que conste
el cumplimiento de los superiores mandatos de su Alteza la
Real Audiencia lo puse por diligencia que firmé.
Carlos Gallardo –rúbrica–.

En dicha Villa en dicho mes y año, Yo el escribano130 estando


en la Cárcel Pública, con asistencia del Teniente de alcalde
mayor, le notifiqué e hice saber a José Gregorio de Esparza la
sentencia dada contra él, por la Soberanía de Su Alteza la Real
Audiencia de este Reino, quien puesto de rodillas, dijo la
obedecía, en señal de lo cual, la pidió, besó y puso sobre su
cabeza, no firmó porque dijo no saber, hízolo dicho teniente
de que doy fe.-
Carlos Gallardo –rúbrica–
Manuel Rafael de Aguilera
Escribano Real –rúbrica–.

Incontinenti [seguidamente] Yo dicho teniente en virtud de lo


mandado hice sacar de esta Real Cárcel a José Gregorio de
Esparza, a quien con la cadena y prisiones correspondientes
a su seguro y puestas por el ministro ejecutor, se pasó a
la Capilla de ella, en donde pasaron los Señores Sacerdotes
auxiliares a exhortar a dicho Reo, quedando puestas guardias
en todas las puertas correspondientes para su mayor seguro:
y para que conste lo pongo por diligencia que firmé con el
escribano actuario que de todo da fe.-
Carlos Gallardo –rúbrica–.131

En dicha Villa en primero de Abril de dicho año Yo dicho


teniente de alcalde mayor habiéndose cumplido el término
de los tres días y asignado para la ejecución de la sentencia,
en los que el Señor Cura de esta Villa, y su Clero, el Reveren-
do Padre Guardián del Señor San Diego, y el Reverendo Pa-
dre Confesor de la Merced con la caridad y ferviente celo de

130 Foja 50 vuelta.


131 Foja 51 frente.

413
La justicia criminal local novohispana

Clero, y Religiones ejercitaron todos los actos de Caridad que


fueron necesarios para que este infeliz no careciera de este
beneficio espiritual en que pueden estar librados los auxilios
de su salud eterna como fue habérsele ministrado el Beático
[sacramento de la eucaristía] en día antecedente, en el que
por la mañana pasó la venerable Orden Tercera de Nuestro
Seráfico Padre San Francisco con asistencia de todos los ter-
ceros quienes debajo de las insignias de su Sagrado instituto
trajeron el Santo Cristo de la Misericordia y el Reverendo
Padre Comisario, le hizo una exhortatoria, y misional plática y
en dicha hora de este día como a las nueve de él, pasó toda la
Capilla de la Parroquia y después de vestido el hábito de mi-
sericordia, le estuvieron cantando un responso,132y los Señores
Sacerdotes auxiliantes, exhortando a dicho Reo con actos de
resignación y contrición, y siendo como a las diez y media,
mandé se saque a dicho José Gregorio de Esparza en for-
ma de Justicia, con soga de esparto a la garganta, y tendido
en un Serón pendiente a la cauda de un Jumento [asno o
burro] de albarda, fue arrastrado por las calles públicas y
acostumbradas, y a voz133 de pregonero que manifieste su
delito en altas en inteligibles voces Dijo: ésta es la sentencia
que manda hacer el Rey nuestro Señor contra este hombre
por haber ejecutado muerte alevosa en la Persona de Nico-
lás Rodríguez, manda sea arrastrado y ahorcado por el pes-
cuezo hasta que naturalmente muera, quien tal hace quien
tal pague, y habiendo llegado a el cadalso fue colgado en él
hasta que naturalmente murió, y el mismo pregonero, refi-
riendo el mismo pregón, siguió diciendo y ninguna persona
sea osada a bajarlo sin expreso mandato de la Real Justicia
pena de la vida quedando colgado hasta las tres de la tarde
poco más, que mandé a los ministros ejecutores, pasaren a el
Cadalso, y bajasen el cadáver del dicho Gregorio de Esparza,
y llevasen a el zaguán de la Real Cárcel, y tendido en el suelo
que fuese mandé a Miguel Gaspar Ministro ejecutor de la
Real Audiencia cortase de los hombros la Cabeza de dicho
Cadáver, y fecho que fuese lo desaprisionase, y demudase
del hábito de misericordia, en cuyo acto, pasó a las Casas

132 Responso: responsorio que, separado del rezo, se dice por los difuntos. Real Academia
Española, Diccionario de la lengua española, en: http://dle.rae.es/?id=WCxV6Gx.
133 Foja 51 vuelta.

414
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Reales la venerable tercera Orden de Nuestra Señora de las


Mercedes Redención de Cautivos, y pidió al Señor alcalde
mayor que en acto de caridad les mandase entregar aquel
Cadáver para darle sepulcro, y entregado que fue, le amor-
tajó con toda humildad y cantó un solemne responso; pa-
sando luego el Señor Cura y sus acompañados, bajo la Cruz
Parroquial, y llevó el cuerpo al Convento de la134 Merced a
sepultarle. Y para que todo conste y se vea haber cumplido
con los superiores Mandatos de su Alteza la Real Audiencia
lo pongo por Diligencia que firmé. E Yo el Escribano actua-
rio, doy fe de haberse ejecutado todo lo expresado en la forma
y orden que expresa la sentencia de Asesor, y la misma que
dicha Su Alteza confirmó: de lo cual doy fe.-
Carlos Gallardo –rúbrica–
Ante mí
Manuel Rafael de Aguilera
Escribano Público –rúbrica–

Este día con seis hijos de los Pueblos


de esta Jurisdicción se remitió al Teniente de
Juchipila la Cabeza de José Gregorio de Esparza
con testimonio de la sentencia para su puntual
cumplimiento y asimismo en la propia hora y con otros
seis hombres se Remitió a el Ministro ejecutor a la
Ciudad de Guadalajara, y por la misma Cordillera que en la
Carta acordada se previene, de todo doy fe –rúbrica–.135

De Orden de la Real Audiencia remito a Vuestra Merced los


adjuntos autos para que se ejecute la sentencia de muerte en
José Gregorio de Esparza, conforme se manda en el último
auto proveído por esta Real Audiencia. A cuyo efecto sale
hoy de aquí el Ministro ejecutor a quien dará Vuestra Mer-
ced del Caudal de Propios, veinte y cinco pesos de los que
le rebajará Vuestra Merced cinco que le he entregado para el
viaje que me los mandará Vuestra Merced, y también razón
del día que se vuelva dicho Ministro Ejecutor, que al instante
que finalice la Ejecución lo manda Vuestra Merced regresar,

134 Foja 52 frente.


135 Foja 52 vuelta.

415
La justicia criminal local novohispana

por la misma Cordillera con el Pasaporte Correspondiente.


Dios Guarde a Vuestra Merced muchos años Guadalajara
20 de Marzo de 1772.
Nicolás López Padilla –rúbrica–.
Señor alcalde mayor de Aguascalientes.

Transcrito y presentado el texto del caso relativo a la muerte


de Nicolás Rodríguez, habitante de Contitlán en Juchipila, pro-
vincia perteneciente al territorio de la Alcaldía Mayor de Aguas-
calientes donde se reprodujeron todas y cada una de las fases
que integran el procedimiento criminal en su etapa primaria a
través del juicio informativo llamado también sumario y de la se-
gunda denominada plenaria, podemos recrear la situación de las
autoridades para administrar justicia. Se observa que el teniente
general de alcalde mayor, juez receptor de la causa, no tuvo
bajo su autoridad un cuerpo de funcionarios judiciales idóneos
para evacuar el procedimiento bajo los cánones estrictos que
marcaba la legislación procesal. De ahí que el juicio tuviera un
desahogo abreviado que finalmente quedó salvado con la revi-
sión y sustanciación que hizo el tribunal superior representado
por la intervención del procurador fiscal del reino y la propia
Audiencia de Guadalajara.
De esta manera, observamos que la causa se detonó a partir
de la denuncia que hizo Isidro Rodríguez, hijo del desaparecido
Nicolás Rodríguez, misma que trajo como consecuencia la orden
para comparecer y detener a los sospechosos de la desaparición del
mencionado. Dichas comparecencia y prisión fueron efectuadas
en el transcurso del día de la denuncia, a tal grado que por la
noche ya se tenía una confesión que determinaba que Nicolás
Rodríguez había sido asesinado.
La pesquisa dirigida por Manuel de Castro, teniente de
Juchipila, cumple con los elementos del proceso inquisitivo que
forman parte de la sumaria. De tal suerte que se ilustra el des-
ahogo de las primeras diligencias advirtiendo poner a los reos
separados para evitar su comunicación y, por consiguiente, el vi-
cio en las declaraciones que se desahogarían. Las testimoniales
permitieron construir los hechos y determinar los indicios que fi-
jaron las responsabilidades que debían aplicarse a cada uno de los
detenidos. De este modo, lograda la confesión del autor material
y ante la insuficiente información y lo errático de las evacuacio-

416
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

nes de Gregorio de Esparza, asesino de Rodríguez, se transitó al


plenario, del cual se ordenó el nombramiento de defensores de
los reos principales: Petra María Ana de Aro, mujer del finado
e implicada como autora intelectual del crimen, y Gregorio de
Esparza. Con ello se dio paso a determinar el embargo de bienes
para garantizar los gastos de la justicia y la reparación de daños
ocasionados al cometer el delito.
Continuando el desahogo del caso, constatamos el resto de
las etapas del plenario con el careo de los implicados, los alegatos
de los defensores, la petición de los familiares que se desistieron
de la acusación, y las últimas evacuaciones solicitadas para fijar los
puntos de la defensa de la mujer de Rodríguez tratando de determi-
nar la inocencia de la joven viuda. Observamos la intervención de
una pericial médica cuando Petra María Ana de Aro, con un emba-
razo avanzado, se vio en peligro de abortar al querer trasladarla de
la cárcel pública de Juchipila a la de la villa de Aguascalientes por
ser más segura. Dicho traslado obedecía al reclamo sentido que
hizo la hermana del difunto a través de una nueva querella, pues
consideraba que estaba por perpetrarse una eventual fuga de los
reos. Culminó esto con la intervención del cura y la matrona de
Juchipila, quienes declararon, bajo juramento, que la joven madre
no podía ser trasladada de ninguna forma ya que corría el riesgo de
morir y con ella su criatura, lo que fue determinante para salvarla
posteriormente del cadalso, mas no del castigo de la real justicia.
Evacuadas todas las diligencias del procedimiento, vemos
cómo el juez, al no ser un abogado letrado que pueda determinar
la sanción correcta al caso que se le presenta, se vio obligado por la
gravedad del crimen a recurrir a un asesor letrado para que pro-
yectara y dictaminara de los autos que forman el expediente una
sentencia adecuada a los hechos acontecidos. Así, en la deter-
minación, el teniente de alcalde mayor remitió el expediente al
abogado José Matías Vallarta, letrado autorizado por la Audien-
cia, para hacer el proyecto de sentencia. El dictamen se aprecia
impecable y exhaustivo, bien fundado y motivado, de tal suerte
que nos dimos a la tarea de desplegar el contenido de las normas
invocadas para mayor ilustración del lector dentro de las notas a
pie de página que integran el texto del proyecto de sentencia.
El proyecto del abogado Vallarta sugiere al juez ordenar la
pena de muerte, además de aplicar previamente los tormentos que
de habitual se desarrollan para la diligencia de los mismos, con

417
La justicia criminal local novohispana

el propósito de arrancarle una confesión exacta de lo ocurrido al


asesino ante la variación de todas y cada una de sus anteriores de-
claraciones. También queda claro que ante la carencia de haberes
suficientes en el tesoro de la provincia para el gasto de aplicación
de tal sanción, se deja de cumplirla no por caridad, sino porque los
bienes embargados no son suficientes para pagar el traslado del
verdugo con los instrumentos de tortura que se requieren. De
ahí que la autoridad decidiera acatar el dictamen del asesor en
todas sus partes, remitiendo su sentencia a la autoridad de la
villa de Aguascalientes para que se la hiciera saber al reo conde-
nado y después ésta pudiera ser sustanciada y ratificada por la
Audiencia de Guadalajara.
Cuando llega la causa a la Audiencia, ésta, como señalamos
en nuestro capítulo anterior, remite los autos al procurador fiscal
para que se pronuncie. La fiscalía está representada por el ilustre
abogado Domingo de Arangoyti Peña –quien años más tarde se
desempeñaría como oidor de la Audiencia de México–, poseedor
de una de las bibliotecas jurídicas más completas del periodo de
estudio, y referenciada por diversos trabajos que nos permiten co-
nocer a los autores y las normas utilizadas en la enseñanza y prác-
tica del derecho novohispano. Finalmente, el procurador ratifica
la sentencia del inferior –esto es, sin la aplicación de tormentos–
determinando la pena de muerte para Esparza por el asesinato
vil y cruel ejecutado en la persona de Nicolás Rodríguez. Para el
caso de Petra María Ana de Aro, determina su reclusión en una
casa de recogidas por tres años en virtud de los indicios que se
desprendieron de tener una parte en la autoría de la muerte de su
esposo, pues, si no queda bien clara su participación, sí se demues-
tra el deseo de verlo muerto. Ello se desprende de las actuaciones
evacuadas entre sus parientes y ella misma, particularmente de la
recreación del diálogo que sostiene con su tío Fernando Flores a
quien le pregunta: “Tío, ¿cuántos años durará mi marido?”, res-
pondiéndole éste: “No te apures, que poco te durará tu marido,
que al cabo es viejo”, narración que no pasa desapercibida para el
fiscal. Éste ve indicios de los deseos de la joven al no estar muy
contenta con un marido ya viejo para ella, ya que Petra apenas
tiene 16 años. De ahí que tanto el asesor como el resto de las auto-
ridades la consideren de “tierna edad” y, además, por su gravidez
deciden que no sea acreedora a la pena capital, ni a otra sanción
grave o degradante como los azotes o el arrastramiento.

418
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Por último, la Audiencia ratifica la sentencia y ordena la


inmediata ejecución del reo Gregorio de Esparza, escenificación
que el teniente general don Manuel de Castro solicita sea verifica-
da en la villa de Aguascalientes por carecer de haberes suficientes
para levantar la horca y pagarle al verdugo, de ahí que el asesino
sea ejecutado en la misma. Las autoridades de ésta acatan las in-
dicaciones de la Audiencia y echan a andar la maquinaria de la
vindicta pública, marcha ejecutada sin perder de vista todos y
cada uno de los símbolos del castigo. Se despliega el teatro de
la ejecución donde el reo Gregorio de Esparza es arrastrado en
un serón tirado por un jumento en las calles de la villa, acom-
pañado de la voz del pregonero que anuncia a los pobladores
de la comuna el grave crimen efectuado por el asesino cruel. Se
muestra a un desgraciado vestido con el hábito de misericordia
y con una soga de esparto a la garganta quien es lentamente
llevado hasta la plaza pública donde lo espera el verdugo para
colgarlo y quitarle finalmente la existencia. Muerto el infractor,
el suplicio continúa, pues se le desmiembra la cabeza y se envía
al lugar del crimen para ser puesta en una pica en el lugar de los
hechos, privilegiando el cruce de caminos más cercano, para que
todo poblador recordara la infamia perpetrada por el malhechor.
De tal suerte que aquel que se atreviera a quitar ese símbolo de la
vindicta pública correría la misma suerte del criminal.136

136 De esta circunstancia nos cuenta de manera detallada Enrique Cock, arquero de la guar-
dia real que acompañó a Felipe II en un viaje de éste a través de Castilla en 1592: “En
Valladolid a 2 de Julio de 1592, iban a horca en la plaza mayor a un estudiante de 20
años”. Cuando ya estaba colgado, “cayó el estudiante con la soga de la horca abaxo, jun-
tamente con el verdugo en tierra, la gente comenzó a apedrear al verdugo y los alguaciles
y los estudiantes en combinación con los frailes del convento de San Francisco, pusieron
a salvo al reo. Desde luego la caída no fue milagrosa. Se hicieron investigaciones sobre lo
ocurrido y se llegó a la conclusión de que “por esta ocasión fueron muchos estudiantes
presos, y uno, que confesó haber prestado su espada para cortar la fofa, fue sentenciado
y ahorcado en lugar del otro…”. Cuando se desobedece del mandamiento de descolgar
al ejecutado sin autorización o bien quitar la parte del cuerpo exhibido. Cock, Enrique,
Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592 pasando por Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos,
Logroño, Pamplona y Tudela, Madrid, Imprenta y fundición de M. Tello, 1879, p. 31.

419
La justicia criminal local novohispana

Reflexiones finales
Es en la segunda mitad del siglo xvii donde encontramos las pri-
meras causas criminales desahogadas por la justicia local, como
se desprendió del análisis de los expedientes que integran los fon-
dos judiciales coloniales. Esto nos hace presumir que un volumen
importante de procesos se perdió en el transcurso del tiempo,
ya que es improbable que desde la fundación legal de la villa de
Aguascalientes, acaecida el 22 de octubre de 1575, hasta el año
de 1648 no se hubiesen presentado delitos en la jurisdicción de
la Alcaldía Mayor de Aguascalientes. De los juicios criminales
existentes en el resguardo de los fondos documentales, aparece
en el apartado civil la primera causa criminal de la que tenemos
noticia, contando con actuaciones datadas el 5 de septiembre de
1648 que narran el desahogo de un proceso incoado por la herida
causada en la frente a Marcos Hernández con una piedra que le
lanzó Simón Pérez. El tema no tendría mayor importancia como
estudio de caso; sin embargo, al ser el primer asunto criminal del
que se tiene constancia, su relevancia es obvia. Su peso es mayor
al observar, a través de una lectura minuciosa, cómo se desprende
una actuación en donde uno de los responsables aprehendido
por la agresión a Hernández solicita a la autoridad que lo cambie
de la cárcel en la que se encuentra, ya que el estado de la misma es
ruinoso y teme por su vida. Acompaña su petición con los testimo-
niales de otros reos que le acompañan, lo que nos indica que de-
bieron incoarse otros procesos en contra de los reos testigos. Esto
nos ayuda a sustentar la idea de que debieron siniestrarse un buen
número de expedientes criminales en el transcurso del tiempo.
Como resultado de la investigación, descubrimos una so-
ciedad dinámica que tomó muchas de las características de la in-
tegración comunitaria iniciada en el siglo xvi con la distribución
poblacional ordenada en repúblicas de indios y de españoles.
Cabe señalar que, si bien hay un conjunto de directrices que fue-
ron acatadas para la fundación de la primitiva villa y posterior-
mente para la Alcaldía Mayor de Aguascalientes que emanaron de
las Ordenanzas sobre Descubrimiento, Población y Pacificación
de las Indias de 1573 emitidas por Felipe II y las anteriores Orde-
nanzas Municipales dadas por Cortés en 1525, el desarrollo de la
sociedad colonial de Aguascalientes estuvo dotado de caracteres
bien diferenciados de las comunidades mesoamericanas del vi-

420
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

rreinato. Esto se debió a que desde la fundación misma se care-


ció de una población nativa abundante dispuesta a someterse al
sistema de servidumbre que se pretendió e implementó en otras
regiones del virreinato. Ello provocó que el poblamiento y cre-
cimiento demográfico se efectuaran con la migración regular de
españoles y aborígenes desplazados de los territorios con una alta
densidad indígena, así como con la incorporación de población
esclava compuesta por aborígenes africanos comerciados desde
los primeros años de la fundación de la villa, población que des-
empeñó un papel importante para la economía y vida comuni-
taria. Poco a poco, la vocación económica de Aguascalientes se
fue consolidando con la producción agrícola, pecuaria y comer-
cial que le permitió destacar y fortalecerse, principalmente con la
proveeduría y abasto que procuraba para el centro minero de
Zacatecas. El establecimiento de rutas comerciales para proveer
y exportar la riqueza producida en la región impulsó a ranche-
ros y hacendados locales a desarrollar la cría de ganado caballar
que pronto destacó por la calidad de los ejemplares vendidos a
todo el virreinato, tomando en cuenta que la producción mular
era fundamental para transportar el flujo de mercancías que nu-
tría el vasto y accidentado territorio novohispano.
El progreso trajo consigo no sólo crecimiento poblacio-
nal y económico para Aguascalientes, sino que también aumen-
tó el nivel de conflicto en la comunidad. De tal suerte, vemos
desde muy temprano que la estructura judicial de la Alcaldía
Mayor de Aguascalientes estuvo bien conformada. Resulta no-
torio que desde el segundo tercio del siglo xvii los datos arro-
jan que la judicatura local estuvo siempre encabezada por el al-
calde mayor, los alcaldes ordinarios de primer y segundo voto,
los tenientes generales de alcalde mayor, escribanos, alguaciles
y comisarios delegados de otros tribunales novohispanos.
Del análisis resultante del levantamiento de datos sobre el
contenido, características y autoridades que actuaron en los pro-
cesos judiciales, encontramos a personajes que no fueron refe-
renciados en los trabajos publicados relacionados con el periodo
de estudio, donde se hacen relaciones de las autoridades locales y
sus biografías, lo que nos permitió aislar y estudiar las causas en
las que estos personajes aparecían en los fondos judiciales, pu-
diendo determinar con ello la identidad de personajes no estudia-
dos. El hallazgo más importante fue el representado por Felipe

421
La justicia criminal local novohispana

Bartolomé Bravo de Acuña, conde de Santa Rosa, quién actuó


como alcalde mayor durante el año de 1728, habiendo constan-
cia de ello desde el mes de enero hasta octubre del mismo año,
ya que actuó en dos causas civiles y en seis de índole criminal.
De esta manera, pudimos complementar los trabajos de Beatriz
Rojas y José Antonio Gutiérrez, quienes omiten la identidad del
alcalde mayor, en sus trabajos sobre el año 1728, personalidad
que los fondos judiciales nos ha proporcionado. Seguramente és-
tos seguirán aportando conocimiento de personajes, personas y
relaciones comunitarias aún no desentrañadas.
Citando a Muro Orejón, De la Torre Rangel trata de dife-
renciar las atribuciones de los alcaldes mayores y los corregidores,
mencionando sobre ambos funcionarios:

El corregidor indiano es un personaje de ‘capa y espada’,


raramente es letrado, viste comúnmente de negro, sin golilla
al cuello, y lleva vara alta de justicia que sobresale de su cabe-
za, como símbolo de su autoridad judicial, de la preeminen-
cia de la justicia Real. El alcalde mayor indiano es perito en
derecho, hombre de leyes, viste igualmente de negro, lleva
golilla, signo externo de su condición letrada, y también vara
alta de la justicia. 137

Es de mencionarse que del estudio de casos criminales efec-


tuado en este proyecto de investigación no se desprende que el
alcalde mayor tuviera esta diferencia señalada por Muro Orejón,
ya que los alcaldes mayores de la jurisdicción de Aguascalientes
fueron principalmente hombres de “capa y espada” y no letrados
como propone el autor citado. De esta manera, cuando elabora-
mos el cuadro con los personajes de la judicatura en el periodo
de estudio, observamos que la gran mayoría de ellos fueron hom-
bres de armas, lo que es ratificado con el análisis de los expedien-
tes judiciales y con los resultados del trabajo de José Antonio
Gutiérrez sobre Aguascalientes en el siglo xviii, donde estudia y
relaciona los perfiles, biografías y periodos de ejercicio de funcio-
nes de los alcaldes mayores y subdelegados de la villa.
De los expedientes estudiados donde se involucra a los
pueblos de indios, encontramos que la jurisdicción indígena estu-

137 De la Torre, Estructura jurídico política de Aguascalientes, p. 34.

422
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

vo ligada siempre a la justicia del alcalde mayor en el distrito sin


que los pueblos de indios del territorio tuvieran el desarrollo y
sofisticación de las comunidades del centro y sur del país. Como
han señalado diversos estudiosos de la vida colonial en Aguasca-
lientes, esto se debe a que los pueblos de indios fueron fundados
con la congregación de naturales que emigraron de asentamien-
tos ubicados en Teocaltiche, Nochistlán, Jalpa, Apozol, Mitic,
San Gaspar Jalostotitlán, Juchipila, mexicanos traídos desde Que-
rétaro u otros de Chapala, Zacoalco y Colima. Ello, sin duda,
generó una estructura claramente diferenciada con las repúblicas
de indios fundadas en el Estado de México, Tlaxcala, Hidalgo y el
resto del territorio mesoamericano, donde los pueblos tenían una
organización que nunca existió en el septentrión novohispano. En
otras palabras, la figura del cacique mexica no tuvo una correlación
con el alcalde de nuestros pueblos de indios. Sin embargo, las leyes
dirigidas a los asentamientos indígenas sí fueron el marco jurídico
que permitió a los pueblos del distrito gozar de derechos y atender
obligaciones en su relación con la Corona.
En el análisis de los expedientes se desprendió también que,
en las Indias, el gran texto difusor del derecho castellano medieval
desarrollado a partir del derecho romano fue el de Las Siete Partidas,
mismo que fue aplicable por decisión real y que, como tal, subsistió
a la desintegración de la monarquía hispano-indiana en el siglo xix.
Esta legislación se convirtió en el nexo vinculante entre la tradición
jurídica romana del medioevo y los derechos patrios o nacionales
codificados en Hispanoamérica durante el siglo xix.
Coincidimos con John Parry en el sentido de que se hace
patente que los principios y derechos sobre venta de puestos ju-
diciales era letra muerta en las audiencias coloniales subordinadas.
De ahí que el procedimiento judicial en los tribunales novogalaicos
no se respetara completamente como se prescribía formalmente
debido a la falta de un personal judicial competente y disponible.
En consecuencia, tanto en lo judicial como en la administración,
los oidores y otros funcionarios judiciales –entre ellos los alcaldes
mayores– gozaban de un mayor margen de discrecionalidad efecti-
va que el autorizado por las leyes, como fue el caso del matrimonio
del oidor don Juan Rodríguez de Albuerne y doña Luisa Pérez de
Tagle y Sánchez de Tagle, IV marquesa de Altamira.
En la averiguación de la verdad, la autoridad judicial tenía
que provocar la aparición de un indicio; primero, a través de los

423
La justicia criminal local novohispana

testimonios de la comunidad, luego con la detención de los pre-


suntos responsables procurando arrancarles una confesión sobre
la comisión del delito –si era menester incluso utilizando el tor-
mento–. Por su gravedad, la aplicación de éste debía ser ratificado
por la autoridad superior; sin embargo, en la realidad de la Alcaldía
Mayor de Aguascalientes no encontramos la aplicación de los tor-
mentos señalados en los rudimentos procesales, y no porque la
autoridad no los considerara o porque fuera olvidada su aplicación
en la averiguación de la verdad, sino por los costos económicos
que implicaba para los jueces su aplicación. Es decir, los gastos
implicados en el traslado y arrendamiento de los instrumentos de
tortura y el verdugo fueron factores que inhibieron el uso de tor-
mentos en el proceso judicial. Esto se desprende del caso de estu-
dio y de otros analizados donde encontramos que el asesor letrado
indica que conforme a derecho se sugiere aplicar la sentencia de
tormentos en virtud de que en sus declaraciones y confesiones el
reo es errático e inexacto, lo que impide determinar con claridad
el motivo que tuvo para cometer el delito. Los tormentos servirían
entonces para establecer con certeza la causa que impulsó al reo a
llevar su acción. Sin embargo, la autoridad judicial se declara inca-
paz de implementar tal sentencia por “carecer de los instrumentos
y verdugo que lo realice” y dado que no está dispuesta a gastar de
los haberes públicos el costo de su aplicación, considerando que el
reo es pobre y la confiscación de sus bienes no garantizaría el pago
de los gastos correspondientes al traslado del verdugo con sus ins-
trumentos a la villa de Aguascalientes para ejecutar la sentencia.
Algunos autores que han tenido interés en el estudio de
las causas judiciales coloniales –como Jiménez Gómez–, han
mencionado que no era común fundar y motivar las actuaciones
judiciales debido a que los justicias no eran precisamente abo-
gados, sino hombres de armas, desconocedores de las particula-
ridades del derecho, auxiliados de rudimentos y escribanos con
una formación sólo suficiente para el desahogo de las diligencias
y actuaciones judiciales, muchas de las cuales se integraban con
la denuncia o con algunas evacuaciones que concluían temprana-
mente por desistimiento u otras razones. Además, si la causa no
era grave o sobrevenía el fallecimiento del inculpado, también se
culminaba el proceso. Del estudio y revisión pormenorizado de
aproximadamente 60 causas del fondo judicial colonial del Archivo
Histórico de Aguascalientes y de la confrontación de la totalidad

424
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

de las fichas que contienen los datos de los expedientes colonia-


les del fondo judicial penal y civil, encontramos que la mayoría
está compuesta de documentos incompletos que se conforman
sólo con la denuncia; otros tienen además algunas actuaciones,
pero sólo una pequeña parte de los expedientes contiene todo
el proceso con su sentencia correspondiente. Así, resulta que en
las denuncias y actuaciones no existe fundamentación como lo
señala el autor mencionado. Ello porque no continuaron con las
diligencias de un proceso integral o porque no fue necesaria la
intervención del asesor letrado al tratarse de un delito leve o, en
fin, por la pérdida del documento en el transcurso del tiempo, lo
que provocó su fragmentación. Sin embargo, pensar que no hay
una fundamentación como regla general por la carencia de saber
jurídico del juez no es del todo correcto, ya que en los casos de
los delitos graves y de impacto en la comunidad, donde el pro-
ceso se incoaba de oficio –como es el caso que se transcribió en
el presente capítulo– sí hay una intervención del asesor letrado
que funda y motiva su dictamen. Esto indica que en los juicios
desarrollados en todas sus etapas procesales sí hay fundamenta-
ción y motivación elaborada por asesores abogados en el papel de
auxiliares de los justicias del reino, quienes aceptan los dictáme-
nes y pronuncian sus sentencias redactadas con la invocación del
derecho y el criterio vertido por autores destacados en la doctrina
jurídica. Allí corroboramos el uso de Las Partidas y La Recopilación
de Castilla o la mención de obras que formaron parte de las biblio-
tecas novohispanas y novogalaicas.
Asimismo, dentro del proceso de trabajo de campo en-
contramos que los fondos judiciales resguardados en el Archivo
Histórico de Aguascalientes tienen fallas en su clasificación por
materia y data, pudiendo afirmar que la mitad de los expedientes
criminales están archivados erróneamente en el apartado civil. El
caso es extremo en lo concerniente al siglo xvii donde encon-
tramos 58 procedimientos en el fondo civil, cuando en el fondo
penal hay en este mismo periodo apenas 21.
El análisis de los expedientes nos permite señalar que las
colocaciones de las causas criminales archivadas en el fondo civil
tienen algunos errores, mismos que se señalan en las tablas anexas
de este trabajo de investigación. Allí se puede apreciar cómo algu-
nos procesos están separados y clasificados como fojas autónomas
cuando deberían formar parte de su legajo original. En el fondo

425
La justicia criminal local novohispana

penal también existen errores en las fichas y archivos que contie-


nen las clasificaciones de los documentos, ya que encontramos
equívocos respecto a la identidad de las autoridades que siguieron
los procedimientos y las fechas en que se incoaron los mismos.
Es de mencionar que los fondos judiciales locales son una
fuente poco explorada pero primordial para desentrañar la his-
toria de los funcionarios y dependientes públicos a fin de poder
reconstruir la vida cotidiana de la población del Aguascalientes
colonial, conocer sus anhelos, comportamientos, relaciones, ne-
cesidades, preocupaciones, creencias, costumbres y familia.
Como parte de la investigación se elaboró una relación de
todas las causas criminales que se encuentran en los fondos judi-
ciales coloniales. Para ello se hizo un listado detallado con la in-
formación contenida en las primitivas fichas que contienen la
colocación de los documentos y el extracto del expediente. Efec-
tuado el cometido, la información se cruzó con un documento
electrónico que elaboró recientemente el Archivo Histórico en
formato Excel, del cual se desprendió un conjunto de referencias
que no concordaba con la información recolectada de las fichas.
Éstas se obtuvieron a partir de diversas obras que hacen un es-
tudio completo de la biografía de los personajes que tuvieron un
papel destacado en la Alcaldía Mayor de Aguascalientes, entre
ellos los alcaldes mayores. Ante los resultados diferenciados, nos
dimos a la tarea de identificar las inconsistencias resultantes para
hacer una confrontación directa con los expedientes criminales
y así determinar si la autoridad señalada en las fichas era la que
efectivamente actuó en el procedimiento o si había errores de
captura. La finalidad fue corregir los registros con información
pertinente y veraz que pudiera contribuir a solventar las erratas
detectadas en la elaboración de las fichas del Archivo o las que
resultaran del documento electrónico disponible, para la consulta
de los investigadores, estudiantes y público en general.
La revisión de los expedientes, sus tarjetas de colocación
y los registros vertidos en formato electrónico nos arrojaron un
universo de 432 causas archivadas en el fondo judicial penal entre
los años de 1671 y 1821, de las cuales no todas tienen información
propiamente criminal sino que también hay documentos de otro
carácter (civil, de gobierno o exhortos). De ahí que sean propia-
mente juicios criminales 389 legajos. Es importante recalcar que
los datos no reflejan la realidad de las causas seguidas en el periodo

426
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

de estudio ya que diversas circunstancias han dejado incompleto


el fondo judicial, desde el siniestro de documentos hasta la sus-
tracción de los mismos, lo que hace imposible reconstruir el total
universo de los que se siguieron ante la autoridad respectiva. A
manera de ejemplo, hay constancia de que en 1793 hubo 6 proce-
dimientos iniciados, mientras que en 1792 no hay expediente al-
guno, cuando la incidencia delictiva tuvo un aumento sistemático
durante el siglo xviii como se desprende de los registros de delitos
anexos en esta obra. De igual forma, encontramos consignados
en las fichas los registros de colocación de los libros de gobierno
que contenían la anotación de las causas iniciadas ante la autori-
dad y las que refieren el resguardo de los informes elaborados por
las autoridades de la alcaldía. Éstas registran un total de asuntos
judiciales tramitados por periodos que llegaban a abarcar hasta 50
años, legajos y libros que nos pudieron ilustrar y entregar resul-
tados más certeros del total de causas criminales seguidas en la
Alcaldía Mayor de Aguascalientes en el periodo de estudio (1575
a 1821). Los legajos y libros mencionados se encuentran extravia-
dos, no pudimos acceder a ellos, no aparecieron en el sitio que les
correspondía según su colocación, lo que nos indica su posible
sustracción o pérdida definitiva. Tal fue el caso de los expedientes
que a continuación se relacionan: expediente 1.9.60 del Fondo Ju-
dicial Civil, en el que señala la ficha informativa que contiene un
inventario de asuntos civiles, penales y de Gobierno tramitados en
los años 1736 a 1798; expediente 13.15.37 del mismo fondo, en el
que se indica se contiene el libro de conocimientos civiles entre
1763 y 1775; expediente 18.6.28 civil en el que se debe encontrar el
libro de conocimientos efectuados entre los años de 1784 y 1786.
De los errores de colocación por materia en los fondos
judiciales encontramos algunos ejemplos que se mencionan a
continuación: hay 242 expedientes con información criminal en
el fondo civil, lo que nos indica que fueron archivados y clasifica-
dos sin un orden riguroso en la materia juzgada. Además, como
ya se mencionó, se advierte que se realizó el archivo de procedi-
mientos criminales y civiles en legajos que no guardan un orden
cronológico, como es el caso del expediente restaurado bajo la
clasificación 1.2, documento compilado con partes de actuacio-
nes de todo tipo, ordenados aleatoriamente. Esto fue permitido
por un sistema de clasificación que otorgó autonomía a fojas que
formaban parte de un mismo proceso y que tan sólo está sepa-

427
La justicia criminal local novohispana

rado por actuaciones diversas, pero de la que es fácil distinguir


su conexidad al estudiar con rigor los asuntos desahogados por
las fechas. Misma situación guardan las colocaciones 1.2.41f-42v
del año 1648, que ilustran una comparecencia sobre las heridas
efectuadas en la persona de Marcos Hernández; luego, en la causa
1.2.38 f-39v del mismo año y día (5 de septiembre) se contiene
una solicitud de traslado de cárcel por las malas condiciones de
ésta efectuada por Juan Pérez, hermano del agresor de Marcos
Hernández, petición que forma parte de la causa mencionada en
primer lugar y que se conecta con el expediente 1.2.34f-37v fe-
chado el 16 de septiembre de 1648, sobre la solicitud que presen-
ta Luis Pérez para que Marcos Hernández declare lo referente a la
descalabradura que recibió de parte de su hermano Simón, lo que
indica que es un mismo asunto. Entre los folios que fueron orde-
nados sin cuidar su data, encontramos en el caso narrado que el
folio 40 contiene una petición fechada el 17 de octubre de 1643,
es decir, cinco años antes de que iniciara la causa por heridas de
1648, donde se contiene una petición para la autorización de una
licencia para establecer un negocio de juego de barras.
Toda esta evidencia indica que las fojas en algún momento
se desprendieron de sus expedientes originales y simplemente se
les juntó y formó con ellos un mazo que fue cosido, integrándo-
se toda variedad de temas que luego fueron clasificados estam-
pándole del puño y letra del archivista un número posterior para
darle una seriación, que es la que actualmente posee. Otro caso
similar lo encontramos en el expediente 8.4.52f datado el 10 de
abril de 1750 que contiene un mandamiento para que se tras-
lade un cadáver, y en el expediente 8.4.58f donde se denuncia el
asesinato de Simón de Santa María. El documento tiene la misma
fecha, pero está clasificado como si se tratara de dos causas in-
conexas sólo separadas por algunas fojas que tienen información
judicial diversa al homicidio mencionado. En otro caso, en la foja
43 frente y vuelta se consigna un auto donde se informa de la
confesión de un robo de un buey datado el 14 de marzo de 1694.
Finalmente, en el presente trabajo adjuntamos varios anexos con
la información recabada de los levantamientos que permitirán al
lector corroborar lo aquí manifestado.
El levantamiento de datos también nos arrojó información
importante en cuanto al número de delitos cometidos en la alcal-
día mayor y de cómo fueron incrementándose y variando entre

428
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

los siglos xvii y xviii. Observamos que el delito más común fue
el de heridas –que comprende también a las riñas– seguido del
homicidio, el robo tipo abigeo y el de cuatreros, para luego po-
sicionarse el adulterio como una de las conductas ampliamente
sancionadas y, finalmente, el robo simple. Se presenta una multi-
plicidad de delitos, como los descritos en el tercer capítulo, y que
son observables en la tabla que indica el tipo y las ocasiones en
que se presentó durante el periodo colonial.
A través de la transcripción de causas y su análisis, encon-
tramos situaciones que nos ilustran la vida de la sociedad colonial,
las relaciones del tejido comunitario, los sentimientos de los po-
bladores, sus temores, sus anhelos, mismos que en este apartado
reproducimos mediante una breve selección de procedimientos.
A continuación, mencionaremos algunas de ellas.
En el año 1696 fue denunciado ante el juez receptor Vicente
de Saldívar el intento de forzamiento (violación) de la india María
Bartola, residente de Monte Grande dentro del puesto de San
Miguel, perpetrado por el indio Juan Álvarez, peón de la hacienda
de San Juan Trancoso, propiedad de Domingo Calera. Juan insis-
tía a Bartola que tuviesen acto conyugal, a lo que ella le respondió
que no podía cometer tan grave falta a Dios y a su marido. Al no
poder lograr su objetivo, el peón la golpeó con un palo partién-
dole la cabeza, lo que provocó que el marido e hijos de María
Bartola intentaran tomar venganza contra el perpetrador. El in-
dio Juan Álvarez fue encarcelado por orden del alcalde mayor;
sin embargo, los agraviados fueron luego agredidos en la ciudad
de Zacatecas por el dueño de la hacienda de San Juan Trancoso y
patrón del indio Juan, Domingo Calera. El hacendado envió a su
esclavo mulato Juan de la Cruz a aprisionar a Juan Bautista, hijo de
María Bartola, y sin mediar más palabras, según la querella, ordenó
se le mandara prisionero con Diego Guzmán, quien lo puso en
el cepo y le colocó grillos produciéndole daño y atemorizándo-
lo. Esto derivó en que su hermano Francisco Miguel buscara a
Joseph de Medrano, antiguo patrón de Juan Bautista, para que
solicitara su libertad. De tal suerte que se pedía la intervención
de la autoridad de la jurisdicción para castigar a quienes arbitra-
riamente ordenaron la prisión de Juan Bautista y la sanción al reo
Juan Álvarez por su comportamiento criminal al lesionar a María
Bartola e intentar forzarla.138
138 Expediente 302.12.8/1696/fjp/ahea.

429
La justicia criminal local novohispana

En otro caso, Francisco del Árbol y Bonilla, alcalde mayor,


recibió el 27 de mayo de 1704 la denuncia presentada por Juan
Mateo en virtud de las injurias y golpes que recibiera de María de
San José, causa que apenas incoada fue abruptamente sobreseída
en virtud del desistimiento hecho el mismo día por el injuriado
Mateo, ya que manifestó que los golpes e improperios los recibió
en un sueño, comprendiendo que no sucedieron en la realidad.139
Luego, en 1711, un 24 de noviembre se daría aviso al alcal-
de mayor sobre la trágica muerte de Juan el pastorcito, un niño de
apenas 9 años de edad de la cofradía del pueblo de San Marcos
dedicado a cuidar las ovejas, quien accidentalmente fue arrastra-
do por el burro que llevaba para cargar agua en la acequia. La
narración de los acontecimientos la hace el regidor del pueblo
de San Marcos, Diego Luis, al alcalde mayor, don Gregorio Ro-
dríguez Toral, informándole que encontraron a Juanito debajo
del jumento amarrado, todo golpeado y con graves raspaduras
producto del arrastramiento. Señalan que quienes lo encontraron
fueron Juan, el pastor de la cofradía (joven homónimo del difunto)
y Cristóbal de los Reyes, quienes llevaron el cuerpo del niño al hos-
pital y de ahí se trasladó el mayor (Juan) a la cárcel del pueblo para
que se iniciara la investigación sobre la muerte del pastorcito. Las
autoridades se trasladaron al hospital para dar fe del cuerpo y cer-
tificar las lesiones del niño. Baltazar de Aguilera, en su calidad de
escribano público, dio fe del cadáver. Posteriormente, el alcalde
mayor tomó las declaraciones de Cristóbal de los Reyes, Melchor
de los Reyes y Juan, pastor de la cofradía de ovejas, para recons-
truir la tragedia y determinar si había responsabilidades crimi-
nales en contra de alguien. Así, escuchó primero a Cristóbal, un
niño de once años, quien señaló que Juan el pastor de la cofradía
le ordenó salir a buscar a Juanito ya que no había regresado de la
acequia a donde iba todos los días por agua. Comentó, además,
que ya era de noche cuando fue y al llegar a la acequia encontró
al niño debajo del burro y sin vida, por lo que regresó asustado
a avisarle a Juan, quien fue con él e inmediatamente desamarró
al pequeño que estaba enredado en el mecate con que guiaba al
animal. Lo llevaron donde estaban las ovejas e iniciaron un fuego
con el propósito de calentar el cuerpo sin que éste reaccionara.
Al día siguiente, dieron aviso al mayordomo de la cofradía, Mel-

139 Expediente 631.10.1/1704/fjc/ahea.

430
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

chor de los Reyes, quien se trasladó hasta el lugar donde estaba


el cadáver y juntos se lo trajeron al pueblo para depositarlo en el
hospital y avisar a las autoridades para el inicio de las averigua-
ciones. Melchor y Juan ratificaron lo dicho por el niño Cristóbal.
Finalmente, el expediente no contiene más diligencias que nos
ilustren si hubo alguna responsabilidad contra Juan, ya que se
recluyó por su propia voluntad en la prisión, lo que supondría
alguna culpa o cargo de conciencia por la muerte del pastorcito.140
El tres de octubre de 1715 se presentó una denuncia “anó-
nima” ante el alcalde mayor, don Pedro Miguel de Prados, infor-
mándole que en la hacienda de San José de la Isla un vecino espa-
ñol de nombre Pedro de Aguilar fabricaba brebajes de yerbas que
hacían gran daño, por lo que, acompañado del escribano público,
se trasladó al lugar para hacer las pesquisas correspondientes. De
éstas se desprende que, efectivamente, Pedro de Aguilar elabora-
ba bebidas alcohólicas con panocha, es decir, piloncillo. Sin em-
bargo, se hace patente en el expediente que el principal interés
del alcalde mayor radicaba en la gran molestia que tenía porque el
citado destilador de brebajes portaba una vara de la justicia sin te-
ner derecho a ello. De la averiguación resultó que la portaba en el
sitio, principalmente en la iglesia. Asimismo, de la indagatoria se
desprendió que la bebida se exportaba a Zacatecas sin determinar
si ésta había causado daño a parroquiano alguno, ya que los habi-
tantes del lugar no tuvieron acceso a la misma. Finalmente, el al-
calde ordenó el embargo de bienes de Pedro de Aguilar, mismos
que se situaban en la hacienda del Agua del bachiller don Nicolás
Saldívar, cura beneficiado de su Majestad, donde se encontraban
los cueros de res en los que destilaba la debida contrahecha. Los
bienes embargados fueron los siguientes:

Tres cargas de panocha menos una poca que le falta a un


tercio.- catorce cueros redondos medianos.- catorce dichos
adoberos también chilos.- cuarenta y nueve manojos de ta-
baco ordinario.- como trece pesos de jabón.- siete pares de
zapatos de vaqueta.- tres dichos de cordobán de mujer.- once
tortas de grana.- un peso de añil.- medio soacal de alumbre.-
un almud de sal.- tercio y medio de piloncillo.- docena y me-
dia de cinchas.- dos mazos de ixtle.- trece rosarios.- veinte

140 Expediente 281.1.13/1711/fjp/ahea.

431
La justicia criminal local novohispana

sartas de cuentas blancas.- veinte y dos dichas acijadas.- siete


de cuero coloradas.- y dos papeles de sarcillos.141

El 17 de junio de 1716 se recibió en la villa de Aguasca-


lientes la sentencia emitida por la Real Audiencia de Guadala-
jara que condenaba a María Candelaria india a pasar servicio
personal por seis años en el hospital de San Juan de Dios, de los
cuales cuatro eran obligatorios y los dos restantes a criterio de la
Real Audiencia que debía tomar el parecer de los juaninos según
el comportamiento de la recluida. Su sentencia fue el resultado
del procedimiento que de oficio inició la justicia de la Alcaldía
Mayor de Aguascalientes derivada de la denuncia presentada por
la propia María Candelaria en contra de su esposo José de la Serna,
coyote, quien obligó a Candelaria a tener relaciones sexuales
determinadas como sodomitas,142 además de querer cometer in-
cesto con su hija Pascuala Isabel de dos años. De tal suerte que
comprobado el hecho con la certificación de dos cirujanos y
dos matronas, a José lo condenaron a recibir 200 azotes y luego
a ser vendido en un obraje o ingenio por ocho años, advirtién-
dole que de escapar del trabajo forzado se le aplicaría la pena de
muerte. Candelaria finalmente también sería castigada por per-
mitir tal encuentro sexual prohibido, a pesar de tener el valor de
denunciar lo ocurrido.143
El 20 de enero de 1728 el alcalde mayor, Felipe Bartolo-
mé Bravo de Acuña, conde de Santa Rosa, ordenó que todos los
mulatos, mestizos, negros y coyotes acudieran ante él para que
informaran sobre sus actividades y forma de sustento, además de
advertir a la población de la jurisdicción que por ningún motivo de-
bían dar alojamiento a forasteros; asimismo, que los comerciantes
debían abstenerse de vender sus mercancías en los caminos con la
finalidad de hacerlo al menudeo en la plaza principal de la villa.144
Alrededor de las once de la mañana del 30 de noviem-
bre de 1730, el comisario del Santo Oficio, el bachiller Vicente

141 Expediente 262.24.6/1715/fjp/ahea.


142 La sodomía se determinaba como el concúbito entre personas de un mismo sexo o en
vaso indebido. Llámase así por el nombre de la ciudad de Sodoma que, según la historia
sagrada, fue castigada por el cielo con un incendio milagroso por haberse abandonado a
tan vergonzoso desorden. Escriche, Diccionario razonado de legislación, p. 648.
143 Expediente 252.27.2/1716/fjp/ahea.
144 Expediente 270.27.5/1728/fjp/ahea.

432
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

Anastasio Preciado de Lizalde, recibió una acusación hecha por


el indio Miguel Juan José, vecino del pueblo de Jesús María de los
Dolores, en contra de su madre Pascuala Sánchez y de Feliciana
de la Garza, por tener hechizada a su esposa Ana de Estrada, una
mulata de 30 años que acudió enferma a solicitar el auxilio de la
curandera Feliciana, coyota de ochenta años, vecina del puesto de
ojo de agua del Tepetatillo. Ésta atendió a su mujer de una dolen-
cia en un brazo y pierna aplicándole varios procedimientos para
sanarla usando velas, estafiate, copal y cebo acompañados de
algunos ritos que efectuó usando un arco y una flecha. Termi-
nado el ritual, le levantó las enaguas y le comenzó a refregar la
pierna y el brazo enfermos a los que le salía una porquería que
parecían fideos (suponemos que supuraba). Luego la desnudó y
la acostó en el suelo, la limpió toda con el estafiate y le dijo que
ya estaría buena y que el motivo de su enfermedad era un hechi-
zo que le había hecho su suegra por la envidia que le tenía por
coser muy bonito. Como siguió enferma, Ana creía que Feliciana
permitía que el hechizo continuase porque no le llevó chocolate
como le pidió, por ser pobre, lo que impulsó a Miguel Juan José a
denunciar a su madre y a Feliciana de la Garza ante el comisario
del Santo Oficio para castigar a la curandera supersticiosa. Sin
embargo, las actuaciones levantadas por el comisario no tuvieron
validez para el fiscal o el tribunal del Santo Oficio, ya que don
Vicente Anastasio Preciado de Lizalde omitió los procedimientos
consignados en los numerales 19 y 20 de las instrucciones para
comisarios del Santo Oficio. Éstas indicaban que, para que los
testimonios tuvieran validez, debían ser tomados de personas ho-
nestas y religiosas y, además, que a los indios puros no se les po-
día seguir procedimiento alguno, por lo que a Pascuala la remitió
con el juez eclesiástico. Finalmente, el tribunal del Santo Oficio
amonestó a su representante en la jurisdicción señalándole que
debía acatar la formalidad de las actuaciones cumpliendo las leyes
procedimentales para la incoación de los juicios del Santo Oficio
y le ordenó sancionar severamente a Feliciana de la Garza, repren-
diéndola para que comprendiera lo grave de efectuar curaciones
supersticiosas y previniéndola “agriamente” para no efectuar se-
mejantes modos de curar, señalándole que de continuar con su
conducta sería castigada con la imposición de doscientos azotes.145

145 Expediente 12660/11/ 1730/agn.

433
La justicia criminal local novohispana

Fernando Manuel Monroy Carrillo, alcalde mayor de Aguas-


calientes, recibió el 7 de febrero de 1747 la instrucción de la
Audiencia de Guadalajara que le informaba de la muerte del rey
Felipe V, por lo que se le mandaba publicar un bando dando a
conocer la noticia con el propósito de guardar el luto correspon-
diente al real deceso por seis meses. Se advertiría a la población
de la villa que de no respetar el duelo ordenado se les impondría
una multa a su impertinencia.146
Posteriormente, el 4 de marzo de 1766 Antonio Rodríguez,
comerciante de la villa de Aguascalientes, denunció ante el alcal-
de mayor, don Agustín Jiménez de Muñana, el robo de su esclava
mulata llamada Brígida quien fue sustraída y llevada a la Ciudad de
México por los hermanos Miguel y Pedro Antonio de Espadas.
Miguel regresaría a la villa, situación de la que se enteró el comer-
ciante y solicitó su inmediata aprehensión, la que fue ejecutada por
el alguacil Juan Silva y Noroña. El inculpado fue detenido junto
con Ignacio Ballín, ambos hospedados en la casa de José del Agua,
todos conocedores del lugar donde se encontraba la doncella, la
que no pudo recuperar Rodríguez; sin embargo, llegó a un acuerdo
económico con los reos, por lo que se desistió y retiró la querella.147
Ese mismo año, el 4 de septiembre de 1766 llegó a oídos
del alcalde mayor, Agustín Jiménez de Muñana, que en la villa de
Aguascalientes, doña Rita Jiménez de Sandi, conocida como la
“fermiliana”, estaba fabricando la bebida llamada chinguirito, ha-
biendo vendido además un barril quintaleño a don José de Ávila
“el mexicano” por la cantidad de 20 pesos. Esto ocasionó que la
autoridad ordenara la incautación de la bebida y el decomiso de
los instrumentos con los que se elaboraba, ya que se había viola-
do el decreto emitido ese mismo año por el virrey prohibiendo
su fabricación.148 Fernando Félix Fernández de Palos, esposo de
Rita, al ser comparecido para explicar por qué se fabricó el chin-
guirito, argumentó que lo tenía ya en fermento antes de la emi-
sión del bando de prohibición por lo que dedujo que éste no le

146 Expediente 629.5.20/1747/fjc/ahea.


147 Expediente 251.26.13/1766/fjp/ahea.
148 En sus autos acordados, Eusebio Ventura Beleña no menciona un bando prohibiendo el
chinguirito en el año 1766, pero sí habla de una Real Orden de febrero de 1769 que no per-
mite el uso del chinguirito y señala: “Que precisamente subsista en este Reino la prohibición
del chinguirito, y sólo se permita la fábrica y uso del pulque por ser saludable y medicinal a
estos Naturales aún en la planta del Maguey de que se saca”. Ventura, Recopilación sumaria de
todos los autos acordados, p. 112.

434
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

aplicaba al producto fabricado con anterioridad, comprometién-


dose en lo futuro a no fabricarlo más, elaborando sólo destilado
de uva. El comisario Javier de Esparza y el teniente general Fran-
cisco Javier González de Hermosillo se encargaron de confiscar
en la casa de Rita Jiménez el botijo de flojos caliente (el alambi-
que para elaborar el fermento alcohólico) donde se destilaba la
bebida, encontrando, además, cien arrobas de uva y varias botijas.
Recuperado el barril con el producto se ordenó su destrucción
en la plaza frente a los habitantes y se condenó al fabricante y al
comprador respectivamente para que el primero no hiciese más
chinguirito y al segundo a abstenerse de comercializarlo. Además,
a don José de Ávila se le obligó a cubrir los gastos y costas del
procedimiento, cuya tasa debió ser pagada al escribano del proce-
so, don Rafael de Aguilera.149
Isidro Rodríguez, habitante de la comunidad de Contitlán
en Juchipila, denunció el 4 de octubre de 1771 ante el teniente de
alcalde mayor, José Manuel de Castro, a Vicente de Esparza quien
portaba una capa que reconoció como propiedad de su padre
Nicolás, desaparecido desde agosto de ese año. El indicio de la
pesquisa se detonó con la aprehensión de Vicente quien señaló a
su hermano Gregorio como el tenedor original del vestuario que
desencadenó la acción de la justicia. La trama se complica ya que
se detienen a la joven esposa del ausente, al suegro, a Gregorio
y a su mujer. Desahogadas las primeras diligencias se determina
el asesinato de Nicolás a manos de Gregorio y se empieza a tejer
una historia que involucra la vida compleja de una pareja confor-
mada por una menor de 16 años con un viudo mayor cuya edad
duplica la de la tierna esposa. Ello desentraña una vida conyugal
donde hay claras desavenencias, una comunidad atenta al que-
hacer de sus habitantes y un triángulo amoroso donde la esposa
del asesino tiene alguna relación ilícita e impía con el difunto.
Así, encontramos todo un mosaico de actividades que ilustran la
vida cotidiana de una pequeña comunidad, los juegos con los que
se entretienen y en los que se fragua el asesinato de uno de sus
miembros. De tal suerte que el criminal señale “una tarde jugan-
do a un juego de cantar que llaman el burro, le dijo la dicha Petra
María, que le daría lo que quisiera en dinero o bienes” por matar
a su marido. A su vez, el perpetrador solicita carnalmente a la mu-

149 Expediente 261.31.4/1766/fjp/ahea.

435
La justicia criminal local novohispana

jer del difunto quien lo rechaza y, a su vez, el difunto le obsequia


ropa a la esposa del asesino a la que viste “de pies a cabeza”. La
viuda Petra María luego declararía al juez que su marido le acababa
la dote otorgada, mientras sus parientes la hundían al declarar que
insistía en preguntar si su marido le duraría mucho. Finalmente, es
condenada a una pena no tan drástica como la impuesta al autor
de la muerte. Ella sería recluida en prisión donde sería severamente
vigilada para evitar que intentara suicidarse, o bien, ser envenenada
para extraerla de la acción de la justicia del rey.150
El tribunal de la Acordada recibió el 11 de noviembre de
1780 una atenta súplica de María Inés Gómez, española vecina
de la villa de Aguascalientes, donde le pedía al juez de la Acordada
que le permitiera a su hijo Miguel Tenorio cumplir el resto de su
sentencia –impuesta por ladrón capeador y forajido– en el servicio
de las armas en la villa de Aguascalientes. Sin embargo, al tratarse la
causa, se estableció que Tenorio había cumplido cuatro años siete
meses de condena en el presidio de donde se fugó, por lo que el
beneficio de concluir su condena se le retiró y se ordenó que lo
mandasen como desertor al presidio de San Juan de Ulúa.151
Juan José de Luna, vecino de Ojo de Agua de los Montes
de la jurisdicción de la alcaldía mayor, denunció que el 1 de octu-
bre de 1784 por la noche, poco después de los primeros gallos, su
mujer escuchó el lloriqueo de un perro, por lo que lo despertó y le
pidió que se asomara a ver qué pasaba. Cuando salió, se encontró
con unos hombres a quienes tenía hospedados en su casa, que
le dijeron que acababa de pasar un hombre en un caballo rucio
(pardo claro, blanquecino o canoso), lazando un perro, dándose
cuenta que se trataba de su perra prieta llamada La Carretera.
Los hombres le dijeron que vieron cuando el hombre a caballo
se llevó arrastrando al animal hacia el monte, por lo que temero-
so de que le fueran a ahorcar a su animal, se encaminó al lugar
a buscar a su perra. Encontrándose con el caballo rucio, a tres
varas vio a Simón de Torres, un jovenzuelo de 13 años que estaba
cohabitando con la perra a la que tenía debajo despernancada y
con el hocico para arriba, amarrado el pescuezo con la punta de
un mecate y de la otra punta estaba persogado (atado) el caballo.
Así que José Juan, para percibir mejor el hecho, se acercó y vio

150 Expediente 67.2.53/1771/fjp/ahea, foja 23 frente.


151 Expediente 13598/9/Expediente 9/agn/1780.

436
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

claramente lo que dice ocurrió. Dándose cuenta Simón que lo


habían descubierto, lo que lo asustó, le suplicó a José Juan que
por Nuestra Señora de Guadalupe que de aquello que había vis-
to a nadie dijera nada y que le daría un real. Entonces, el dueño
de la perra deshonrada lo amarró para entregarlo a la autoridad,
pero se arrepintió y ya no lo entregó. Sin embargo, con el paso de
los días, Simón volvió a cometer el pecado, ahora con una perra
blanca propiedad de Ignacio de la Vega, por lo que en esta oca-
sión sí lo detuvieron y entregaron a la autoridad del lugar. Ésta
remitió a Simón a la cárcel de la villa donde permaneció casi dos
años en tanto se le procesaba por el delito de bestialidad. Cabe
señalar que los denunciantes no continuaron el procedimiento
y en el desarrollo de éste se fue dilucidando un problema en la
comunidad con el padre del muchacho llamado Cándido Torres,
lo que no dejó muy claro si efectivamente cometió el delito o se
trató de una venganza por el deslinde de unas tierras. El caso es
que se le dio libertad a Simón de Torres bajo fianza y responsabi-
lidad de su padre el primero de agosto de 1786.152
El 11 de octubre de 1786, el alcalde ordinario de primer
voto, Jacinto Ruiz Esparza, tuvo noticia del intento de suicidio
del reo Bernardo Carlín, por lo que inició una averiguación de
oficio para determinar si en verdad era un intento de suicidio
o podía tratarse de un homicidio fallido perpetrado por otros
reos de la cárcel en contra de Bernardo. La sospecha del juez se
dio en virtud de que Carlín denunció días atrás la apertura de
un boquete en la cárcel que estaba haciendo un reo conocido
como Cristóbal “el mexicano”. De ahí que se tuviera el indicio
de que, en venganza, lo hubiese querido asesinar el reo; sin
embargo, de las pesquisas resultó que Bernardo confesó que
nadie lo atacó ni le ayudó para intentar quitarse la vida, que su
acto lo llevó a cabo porque en el cautiverio en que se encon-
traba sufría hambre y necesidades que lo llevaron a tomar esa
determinación.153
Diego de Escamilla, el 12 de mayo de 1802, acudió ante
Santiago de Molleda, alcalde ordinario de segundo voto, a presen-
tar denuncia por los golpes y maltratos que recibía su hermana
María de los Dolores Escamilla de su marido Ignacio Jiménez.

152 Expediente 265.2.18/1784/ fjp/ahea.


153 Expediente 255.12.2/1786/fjp/ahea.

437
La justicia criminal local novohispana

La queja señala la forma continua en que su consanguínea fue


violentada en múltiples ocasiones con golpes y denostaciones,
en las que el marido le había hecho acusaciones de mantener una
relación ilícita con Ramón Barragán, hecho que comprometía el
honor de María de los Dolores Escamilla. Así, Diego Escamilla
solicitó al juez que realizara las diligencias necesarias para casti-
gar a Ignacio Jiménez por los golpes y descrédito moral que le
había ocasionado a su hermana, pidió se tomara el testimonio
de José Hilario García y María Manuela de Silva, viuda de Pedro
de Ávila, vecinos que inmersos en los acontecimientos reforzarían
lo manifestado en la denuncia. Realizadas las primeras actuacio-
nes con las testimoniales referidas, se vio interrumpido el proceso
cuando Diego de Escamilla se presentó ante el juez para solicitar el
sobreseimiento por así convenir a la quietud del matrimonio de su
hermana doña Dolores.154
Francisco Mendoza alias “Espino”, el 21 de julio de 1802
presentó una denuncia por estupro cometido en agravio de su
entenada María Maximiliana, quien fue forzada sexualmente por
Benito de Mendoza cuando acudió a casa de éste a cuidar a don
Ignacio Acosta quien estaba enfermo. Santiago de Molleda, al-
calde ordinario, recibe la acusación e inmediatamente ordena a la
matrona Ma. Encarnación acuda al juzgado como perito para
imponerse de las lesiones sufridas y certificar la violación de
María Maximiliana. Llegado el momento de la certificación, el
representante de la agraviada, Francisco de Mendoza, acudió
el día 29 de julio a presentar el desistimiento de la denuncia en
virtud de haber recibido la afectada veinticinco pesos como dote
y reparación del daño ocasionado por su estuprador, quedando
con ello concluida la causa.155
El 11 de marzo de 1811, Manuel Arteaga, alcalde ordina-
rio de segundo voto, fue informado que en la hacienda de Las
Trojes habían herido a pedradas y cuchilladas a un forastero lla-
mado Juan José Rojas, encargado de cuidar un hato de bueyes,
propiedad de su amo que estaban temporalmente en la hacienda
de don Felipe Terán. En la noche, después de las oraciones, el
boyero refiere que llegaron al lugar dos hombres a preguntarle
por el resto de los cuidadores del ganado, a lo que les contestó

154 Expediente 44.8.3/1802/ fjp/ahea.


155 Expediente 44.8.2/1802/ fjp/ahea.

438
Causa criminal seguida contra José Gregorio de Esparza

que no sabía, lo que ocasionó el furor de los agresores que lo ape-


drearon tirándolo del caballo en el que se desplazaba para luego
darle múltiples cuchilladas que lo mantuvieron herido e inmóvil
el resto de la noche, siendo hasta la mañana siguiente que, dando
voces, logró que lo escucharan. Así, los peones de la hacienda
lo trasladaron hasta el hospital de San Juan de Dios donde se le
tomó en estado agónico su declaración, señalando no conocer a
los agresores. Finalmente, el padre, enfermero y cirujano del con-
vento hospital Fray Mariano del Castillo informaron al alcalde or-
dinario la muerte de Rojas el 23 de marzo a la edad de 30 años.156
De esta manera, encontramos un cúmulo de historias que
entrelazadas, nos dan un panorama íntimo de cómo se desarrolló
la vida en la sociedad colonial de la Alcaldía Mayor de Aguas-
calientes, sus problemas y la forma de resolverlos, de tal suerte
que estos pequeños extractos, junto con el procedimiento contra
Gregorio de Esparza o la narrativa de la fuga de reos de la cárcel
en 1691, los expedientes de la Acordada de 1799 o 1806 y otros
más narrados en este trabajo, nos permiten acercarnos un poco a
la vida de la primitiva sociedad de Aguascalientes.

156 Expediente 47.21.3/1811/fjp/ahea.

439
ANEXO
La justicia criminal local novohispana

Tablas
Causas criminales del Fondo Judicial Penal. Siglo xvii

Fecha Autoridad Causa


Juan Romo de Vivar,
1671/09/17 Heridas
alcalde mayor

Juan Romo de Vivar, Robo de alhajas y robo


1671/09/31 alcalde mayor de semovientes (abigeos)

Vicente de Saldívar,
1676/04/07 teniente de alcalde Golpes
mayor
Mateo Treviño y Haro,
1676/05/30 Golpes
alcalde mayor
Mateo Treviño y Haro, Robo de 2 bueyes
1676/11/13 alcalde mayor (abigeos)
Francisco Martín
1681/01/23 Heridas
Gallardo, alcalde mayor
José Verdín y Codar, Rapto e intento de
1683/10/13 alcalde mayor homicidio
Alonso Navarrete
1684/08/15 Argote, teniente general Homicidio
de alcalde mayor

Manuel Hurtado de
1685/04/15 Mendoza, teniente Heridas
general de alcalde mayor

Francisco de Echaniz,
1686/05/21 Golpes y heridas
alcalde mayor

Francisco Tello de Robo de una mula


1687/04/07 Lomas, alcalde mayor (cuatreros)

Francisco Gómez de
1691/04/24 Lara, teniente general de Homicidio
alcalde mayor

442
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez condena a pagar quince pesos de las
252.25.23 curaciones del herido.
El juez lo condena a trabajos públicos durante dos
años.
260.7.45
La Audiencia de la Nueva Galicia revoca la
sentencia y condena al reo a cien azotes.

302.12.8 Denuncia/actuaciones.

255.6.14 Compurgados por falta de méritos.

205.5.15 Denuncia/actuaciones.

El juez condena al acusado a pagar cuatro pesos de


252.8.14 multa y veinte reales al ofendido.

271.5.35 Denuncia/actuaciones.

307.17.18 El juez sobresee (falta de pruebas).

Lo condena a pagar cincuenta pesos de multa y a


ofrecer doce misas para el alma del difunto. Debe
272.33.55 pagar veinte pesos de multa la persona que no dio
aviso a la justicia.

267.2.46 Seis meses de destierro.

El juez condena al acusado a doscientos azotes y


176.14.21 a vender sus servicios durante dos años al mejor
postor (no contiene sentencia ejecutoria).
El juez absuelve al acusado debiendo pagar
ochenta y siete pesos y dos tomines de costas.
255.23.47 Además, durante dos años, cuatro pesos por mes
a la viuda.

443
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Francisco Gómez de Robo de un caballo
1691/05/30 Lara, teniente general de (cuatreros)
alcalde mayor

Francisco Gómez de
1691/10/31 Lara, teniente general de Fuga de reos
alcalde mayor

Pedro Salazar y Águila,


1691/12/09 Lesiones
alcalde mayor
Nicolás Ruiz de Robo de 2 caballos
1697/02/15 Esparza, alcalde (cuatreros)
ordinario
Julián Antonio de Robo de 3 caballos y una
1698/06/09 Mendoza, teniente mula (cuatreros)
general de alcalde mayor
Felipe de Otaduy y Encubrimiento de robo
1698/11/04 Avendaño, alcalde (receptador)
mayor
Julián Antonio de
Mendoza y Cabral,
1699/01/17 Intento de heridas
teniente general de
alcalde mayor
Juan Amador López, Robo de 2 pilares de
1699/03/31 alcalde ordinario piedra
Julián Antonio de
1699/11/20 Mendoza, teniente Robo
general de alcalde mayor
Total de causas: 21

444
Anexo

Colocación Estado del proceso

260.2.2 Denuncia.

Dos de ellos fueron sentenciados con cien y


cincuenta azotes llevando en la boca pendiente
un candado y del cuello un hierro en forma de
294.3.44 ganzúa a fin de que manifieste su culpa y delito,
respectivamente. A los otros dos se les suspende
el auto para ser juzgados por robo. (no contiene
sentencia).

247.16.13 Denuncia/actuaciones.

260.3.15 Denuncia/actuaciones.

236.7.22 Denuncia/actuaciones.

El juez ordena que el acusado pague el valor de lo


205.33.6 adquirido y si vuelve a comprar algo robado se le
multará con cincuenta pesos.

254.19.4 Denuncia.

251.17.5 Denuncia.

251.22.16 Denuncia/actuaciones.

445
La justicia criminal local novohispana

Asuntos de naturaleza civil del Fondo Judicial Penal. Siglo xvii

Fecha Autoridad Causa

Incumplimiento
Salvador Delgado de promesa de
1699/09/15 Cervantes, escribano matrimonio (solicitud de
público y de cabildo encarcelamiento)
Total de causas: 1

Causas criminales del Fondo Judicial Penal. Siglo xviii

Fecha Autoridad Causa


Diego de Parga y
Gayoso, licenciado
1700/11/25 togado de la Real Rapto
Audiencia de Nueva
Galicia y alcalde mayor
Diego de Parga y
1701/03/28 Incendiario
Gayoso, alcalde mayor
Diego de Parga y Golpes e injurias
1701/12/22 Gayoso, alcalde mayor (violencia doméstica)
Fernando Delgado
1703/05/30 Robo a una tienda
Ocampo, alcalde mayor

Juan Gómez de
1705/02/05 Esparza, teniente Heridas
general de alcalde mayor

Juan Gómez de
1705/02/05 Esparza, teniente Homicidio
general de alcalde mayor
Juan Gómez de
1705/03/05 Esparza, teniente Heridas
general de alcalde mayor

446
Anexo

Colocación Estado del proceso

284.16.3 Denuncia (pide el embargo de bienes).

Colocación Estado del proceso

225.4.6 Denuncia/actuaciones.

271.21.8 Pesquisa/actuaciones.

270.4.2 Denuncia.

251.30.15 Denuncia/actuaciones.

El juez les da un año de destierro a los reos a cien


leguas a la redonda y pagar las costas. La Audiencia
modifica la sentencia y les da cinco años de
destierro en todo el reino, pagar costas procesales
302.13.1 y no tener pleitos ni de obra ni palabra con los
(foja 1 a 15). agredidos y a la primera que tuvieren los multa con
cien pesos para ayuda de una cárcel en este reino,
amonestándoles a que vivan quieta y pacíficamente
amistados.

302.13.16 Denuncia/actuaciones.
(foja 16 a 38)

278.28.11 Pesquisa/actuaciones.

447
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


José Guzmán de Prado,
1705/05/19 Heridas
alcalde ordinario
José Guzmán de Prado,
1705/06/01 Heridas e injurias
alcalde ordinario

José Guzmán de Prado,


1705/06/09 Homicidio
alcalde ordinario

Francisco del Árbol y


1705/07/30 Heridas
Bonilla, alcalde mayor
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde Robo de 62 morillos, 2
1706/01/30 ordinario de segundo soleras y 20 vigas
voto
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde Robo de un manto y un
1706/02/04 ordinario de segundo azadón
voto
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/02/09 Heridas
ordinario de segundo
voto
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/06/05 Amancebamiento
ordinario de segundo
voto
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/06/11 Ilícita amistad
ordinario de segundo
voto
Francisco del Árbol y
1706/07/27 Injurias
Bonilla, alcalde mayor
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/08/03 Injurias y agresión
ordinario de segundo
voto

448
Anexo

Colocación Estado del proceso

252.19.9 Denuncia/actuaciones.

267.1.16 Denuncia/actuaciones (resistencia al arresto).

El juez condena al acusado a ser arrastrado en las


calles en un caballo y a que confiese públicamente
239.13.12 su delito. Que luego sea puesto preso hasta que
muera y se le corte la mano derecha, siendo ésta
colocada en el lugar del homicidio.

249.10.5 El juez absuelve al acusado.

205.18.17 El juez absuelve al acusado.

205.23.29 No hay sentencia (el reo se fugó de prisión).

El juez condena a que sufra cincuenta azotes y a


que venda su trabajo como esclavo dos años para
195.18.19 pagar los gastos del juicio. El resto lo pagará de
multa.

El juez condena al hombre a que pague doce pesos


229.15.5 de multa y a la mujer a dos años de servicios en el
hospital de los juaninos.

El juez condena a que el acusado pague quince


229.24.5 pesos de multa.

250.16.21 El juez da por compurgado al acusado.

268.24.30 Se exige al acusado a que evite la agresividad.

449
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Francisco del Árbol y Robo de una mulata de
1706/09/13 Bonilla, alcalde mayor 11 años
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/09/18 Homicidio
ordinario de segundo
voto
Baltazar Díaz de
Aguilera, alcalde
1706/11/07 Amancebamiento
ordinario de segundo
voto
Baltazar Díaz Aguilera,
1706/11/25 alcalde ordinario de Rapto y robo
segundo voto
Sebastián Flores de
1707/05/02 Robles, alcalde ordinario Homicidio
de primer voto
Juan Gómez de
1708/01/08 Esparza, teniente Homicidio
general de alcalde mayor
Francisco del Árbol y
1708/04/25 Amancebamiento
Bonilla, alcalde mayor

Francisco del Árbol y Heridas y


1708/06/01 Bonilla, alcalde mayor amancebamiento

Salvador Delgado
1708/07/25 Cervantes, alcalde Ilícita amistad
ordinario
Francisco del Árbol y
1708/09/03 Heridas
Bonilla, alcalde mayor

Alonso Navarrete Acumulación de juicios:


1708/12/24 Argote, teniente general heridas, muertes, ultrajes,
de alcalde mayor alborotos

Gregorio Rodríguez
1709/07/01 Querella (no especifica)
Toral, alcalde mayor

450
Anexo

Colocación Estado del proceso

205.4.16 El juez ordena que se devuelva a la mulata.

El juez absuelve a los implicados y suspende


195.13.39 la sentencia ínterin. Se logra aprehender a otro
implicado.

El juez condena al hombre a que pague cincuenta


229.14.10 pesos de multa y cuatro años de destierro y a ella
seis años de servicio en el hospital.

205.31.8 Denuncia/actuaciones.

267.21.10 Pesquisa/actuaciones.

El juez condena a los reos a morir en la horca


187.4.20 luego que sean aprehendidos.

El juez los deja libres ya que no hay méritos en su


229.13.5 contra.
El juez condena a la amante y al esposo a que
sufran cincuenta azotes y a que no se mezclen
carnalmente. Los conmina a que se casen o si no
190.16.17 la devolverá a ella a su lugar de origen. El esposo
deberá pagar doce pesos en reales a la junta de
reos y las cuotas de juicio.

El juez condena que él ya no se acerque a ella o su


248.17.5 pena de destierro será por siempre.

No hay sentencia debido a que el reo se encuentra


190.17.5 prófugo.
302.13.39
(fojas 39 Causas diversas.
frente a 57
vuelta).

272.7.2 El juez los deja en libertad bajo fianza.

451
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Antonio Parga y Ulloa, Robo de unas mulas
1710/01/05 teniente general de (cuatreros)
alcalde mayor
Ventura de Arce y Adulterio
1710/01/24 Castilla, teniente general
de alcalde mayor
Robo de una vaca,
Gregorio Rodríguez
1710/03/28 un toro y tres bueyes
Toral, alcalde mayor (abigeos)
Gregorio Rodríguez
1710/04/27 Heridas
Toral, alcalde mayor

Alonso Navarrete y
1710/05/07 Argote, teniente general Homicidio
de alcalde mayor

Gregorio Rodríguez Robo de 48 fanegas de


1710/06/18 Toral, alcalde mayor maíz
Juan Landeros R.,
1710/07/02 teniente general de Heridas
alcalde mayor
Antonio Romo Vivar,
1710/10/10 teniente general de Robo
alcalde mayor

Nicolás Ruiz de
1710/12/27 Esparza, alcalde Amasiato
ordinario

Nicolás Ruiz de
1711/01/12 Esparza, alcalde Ofensas
ordinario

Gregorio Rodríguez
1711/02/02 Injurias y ebriedad
Toral, alcalde mayor

452
Anexo

Colocación Estado del proceso

34.30.5 Denuncia /actuaciones.

266.16.19 Se le condena al acusado a cincuenta azotes.

267.19.2 Denuncia.

253.11.5 Denuncia.

Se condena al acusado a la privación durante


cuatro años de ocupar cualquier oficio de
administración de justicia en todo el Distrito de la
Real Audiencia. Por tiempo de dos años, que no
280.27.6 entre en el Real de Asientos ni quince leguas en
su contorno. También se le condena al pago de
doscientos pesos para la viuda de quien mató para
la manutención de los hijos.
El juez da por compurgados a los acusados y se
205.32.5 condena a uno de ellos a doscientos azotes.

252.14.4 Denuncia.

254.27.19 Diligencias de aprehensión.

El juez condena a una de ellas a que viva en paz y


quietud bajo pena de cuatro años de destierro, a la
248.18.23 otra mujer dos años de destierro y a uno de los dos
al pago de doce pesos de multa; el otro hombre se
encuentra prófugo.

272.6.11 El juez lo sentencia al destierro.

El reo fue puesto preso decomisándole sus bienes;


281.1.24 (foja se le amonestó a rescindir su pena con doscientos
24 frente a 27 cincuenta azotes: doscientos por injurias y
frente) cincuenta por ebrio.

453
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Andrés Tello de Lomas,


1711/02/15 Ilícita amistad
alcalde ordinario

Andrés Tello de Lomas,


1711/02/ 25 alcalde ordinario de Adulterio
primer voto

Andrés Tello de Lomas,


1711/02/27 alcalde ordinario de Ilícitas relaciones
primer voto

Andrés Tello de Lomas,


1711/03/15 alcalde ordinario de Adulterio
primer voto

Gregorio Rodríguez
1711/03/27 Heridas
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1711/04/09 Heridas
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1711/04/15 Ilícita amistad
Toral, alcalde mayor

Nicolás Ruiz de Allanamiento de morada


1711/04/19 Esparza, alcalde y robo de onza y media
ordinario de seda y 12 reales

Nicolás Ruiz de
1711/04/19 Esparza, alcalde Heridas
ordinario

Gregorio Rodríguez
1711/04/23 Rapto
Toral, alcalde mayor

454
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez lo condena a pagar diez reales de multa
261.30.8 y amonesta a ella a dejar la ilícita amistad. No
contiene sentencia.

265.7.6 Denuncia/actuaciones.

El alcalde condena al hombre a que pague


cincuenta pesos de multa y a pasar cincuenta días
en la cárcel, al destierro y a no acercarse a la villa
285.8.7 en un rango de veinticinco leguas. Éste desobedece
y se oculta, pero no se especifica si recibió un
castigo por desacato al destierro.
El juez condena al hombre a pagar una multa de
veinte pesos y a que no se aparezca cerca de la
248.16.6 casa de ella; si desobedece, será castigado con todo
rigor.
281.1.28 (foja
28 frente a 30 Denuncia/actuaciones.
vuelta)
281.16.23
(foja 15 frente Pesquisa/actuaciones.
a 23 vuelta)
281.1.51 (foja
51 frente a 53 Denuncia.
vuelta)

281.1.31 (foja
31 frente a 32 Denuncia.
frente)

281.1.42 (foja
42 frente a 45 Denuncia/actuaciones.
frente)
El juez los condena a permanecer en la cárcel o
281.4 (foja 4 pagar una multa de cincuenta pesos a cada uno de
frente a 12 ellos. Se aplicó la mitad a la Real Cámara y la otra a
vuelta) gastos de juicio. Uno de ellos le ofreció cien pesos
a la víctima para que no fuesen perjudicados.

455
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Gregorio Rodríguez
1711/06/21 Heridas
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1711/06/28 Heridas
Toral, alcalde mayor
Robo de dos vestimentas
Gregorio Rodríguez
1711/07/06 españolas, ocho navajas
Toral, alcalde mayor y una bolsa de reliquia

Gregorio Rodríguez
1711/08/19 Heridas
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1711/11/25 Homicidio
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1712/07/19 Fraude
Toral, alcalde mayor
Pedro Miguel de Prados, Robo de un caballo y 5
1714/03/02 alcalde mayor mulas (cuatreros)
José Isidro Cid Escobar,
1715/03/01 alcalde ordinario de Adulterio
primer voto
Robo de 4 bueyes y
Pedro Miguel de Prados,
1715/03/20 un caballo (abigeos/
alcalde mayor cuatreros)
Nicolás Ruiz de Robo de varios objetos y
1715/06/05 Esparza, alcalde 9 reales
ordinario
Pedro Miguel de Prados, Ilícita elaboración y
1715/10/03 alcalde mayor venta de aguardiente

Pedro Miguel de Prados,


1715/10/19 Golpes
alcalde mayor

Andrés de Moya
Palacios, alcalde
1715/12/14 Homicidio
ordinario de primer
voto

456
Anexo

Colocación Estado del proceso


281.1.33 (foja
33 frente a 34 Denuncia.
frente)

252.16.3 Denuncia.

Se devolvieron los objetos robados y se le pone


267.23.17 advertencia.

281.1.1 (foja
1 frente a 3 Denuncia.
frente)
281.1.13 (foja
13 frente a 15 Pesquisa/actuaciones.
vuelta)

305.18.26 Denuncia/actuaciones.

Pesquisa/el juez deja libres a los acusados ya que


235.1.5 no hay méritos para proceder.

El juez condena al hombre a pagar veinticinco


229.40.15 pesos de multa.

El juez remite al acusado a la hacienda de


234.25.8 Larrañaga.

235.7.4 Denuncia.

261.24.6 Denuncia/actuaciones.

El juez apercibe a uno para que no cometa otro


233.23.9 delito semejante y condena al otro a pagar el
proceso.

239.24.12 El juez sólo condena a pagar las costas del juicio.

457
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Pedro Miguel de Prados,
1716/03/19 Homicidio
alcalde mayor
Pedro Miguel de Prados,
1716/06/04 Homicidio
alcalde mayor
Nicolás Gallardo,
1716/06/18 alcalde ordinario de Heridas
segundo voto

Presidente y oidores
1716/07/17 de la Audiencia de la Sodomía y estupro
Nueva Galicia

Pedro Miguel de Prados,


1716/08/21 Heridas
alcalde mayor
Lorenzo Martín,
1716/09/13 teniente general de Homicidio
alcalde mayor
Diego de Parga y
1716/09/19 Gayosso, teniente Homicidio
general de alcalde mayor
Nicolás Ruiz de
1717/03/24 Esparza, alcalde Homicidio
ordinario

Pedro Miguel de Prados,


1717/05/30 Heridas
alcalde mayor

Nicolás Ruiz de Robo de varias prendas


1718/02/13 Esparza, teniente de vestir
general de alcalde mayor

Pedro Miguel de Prados,


1718/03/26 Homicidio
alcalde mayor

458
Anexo

Colocación Estado del proceso

255.18.11 Pesquisa/actuaciones.

255.9.6 Denuncia/actuaciones.

252.11.4 Denuncia (el acusado se encuentra prófugo).

Sentencia revisada por la Audiencia donde


se condena al acusado a doscientos azotes y
252.27.2 a trabajos rústicos durante ocho años y se le
condena a ella a seis años de servicio en el hospital
de San Juan de Dios.

253.16.10 Denuncia/actuaciones.

255.14.2 Denuncia (el acusado se encuentra prófugo).

255.13.5 Denuncia (el acusado se encuentra prófugo).

239.21.10 Pesquisa/actuaciones.

El juez condena al acusado a cinco años de cárcel,


doscientos pesos de multa más costos del auto
por herir con un cinto a Diego de Parga. La
272.12.12 Audiencia de Nueva Galicia modifica la sentencia
a cuatro años de destierro y cien pesos de multa,
apercibiéndolo que, de no cumplir, se encarcelará
por ocho años.
El juez condena a uno de los implicados a
cincuenta azotes, a otro a seis años de destierro,
234.16.11 a otro a veinticinco azotes y a los demás no se les
condena pues se encuentran prófugos.
Sentencia suspendida (el acusado se encuentra
189.16.8 prófugo).

459
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Faltas al orden público
Pedro Miguel de Prados,
1718/04/22 (aventar maíz en la plaza
alcalde mayor pública)
Diego de Parga y
1718/04/30 Gayosso, teniente Homicidio
general de alcalde mayor
Gerónimo Antonio Robo de una mula
1718/08/23 de la Puebla, teniente (cuatreros)
general de alcalde mayor
Tomás Terán de los
Ríos, gobernador y
capitán general de Vagancia (por vicio de
1718/10/26 la Real Audiencia juegos)
y Cancillería de
Guadalajara
Miguel Gerónimo del
1719/04/14 Villar, alcalde ordinario Heridas
de primer voto
Nicolás Ruiz de Robo de varios objetos y
1719/04/22 Esparza, teniente allanamiento de morada
general de alcalde mayor
Robo con violencia de
dos sillas de montar, 2
Pedro Miguel de Prados,
1719/10/11 frenos, 2 capotes y la
alcalde mayor violación de la esposa
del asaltado
Miguel Gerónimo
del Villar/Gregorio
1719/12/03 Rodríguez Toral, alcalde Ilícita amistad
ordinario de primer
voto
Nicolás Ruiz de
1719/12/06 Esparza, teniente Heridas
general de alcalde mayor
Andrés Tello de Lomas,
1720/01/05 alcalde ordinario de Amasiato
segundo voto

460
Anexo

Colocación Estado del proceso

Denuncia/actuaciones/se impone multa de 200


269.1.6 pesos por la indecencia cometida.

239.22.5 Pesquisa/actuaciones.

220.18.2 Denuncia.

264.20.8 Denuncia/actuaciones.

253.22.4 Denuncia.

251.12.14 Denuncia/actuaciones.

El juez remite a los acusados a la Corte Real de


202.34.19 Guadalajara.

El juez amonesta a la mujer y al hombre se le


261.22.21 condena a dos años de destierro. No contiene
sentencia ejecutoria.

253.21.3 No contiene sentencia (el acusado está prófugo).

El juez destierra al hombre al igual que sus


229.12.3 contornos por dos años.

461
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Gregorio Rodríguez
1721/05/06 Homicidio
Toral, alcalde mayor

Gregorio Rodríguez
1721/10/26 Heridas
Toral, alcalde mayor
Gregorio Rodríguez
1721/11/04 Heridas
Toral, alcalde mayor
Diego de Espinosa de Robo de un caballo
1723/12/16 los Monteros, teniente (cuatreros)
general de alcalde mayor
Diego de Medina y
1726/01/10 Amasiato
Lomas, alcalde ordinario

Felipe Bartolomé Bravo Despojo (comparecencia


1728/01/22 de Acuña, alcalde mayor para mostrar un poder)

Felipe Bartolomé Bravo


1728/01/26 Despojo
de Acuña, alcalde mayor

Francisco José Gómez, Golpes e incesto


1728/08/26 alcalde ordinario (violencia domestica)
Lucas López de
1728/09/05 Fonseca, alcalde Heridas
ordinario
Nicolás Carlín, teniente
1728/12/29 Faltas e injurias
general de alcalde mayor
Cristóbal Rodríguez
1729/01/27 Homicidio
Portugal, alcalde mayor
Nicolás Carlín, teniente Robo de 5 bueyes
1729/02/05 general de alcalde mayor (abigeos)
Cristóbal Rodríguez de
1729/02/07 Homicidio
Portugal, alcalde mayor
Miguel de la Fuente, Robo de 5 bueyes
1729/02/10 teniente general de (abigeos)
alcalde mayor

462
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez condena a un implicado a que pague
cuarenta pesos de multa y quince pesos para que
189.13.22 se digan misas por el ánima del occiso y condena
al otro hombre a la pena de muerte luego de ser
aprehendido.

34.26.2 Denuncia.

211.6.17 Denuncia/actuaciones.

Denuncia/pesquisa (los indiciados se encuentran


272.13.3 presos en la cárcel pública).

El juez condena al acusado a que busque a su


248.20.7 legítima mujer.
270.27.6 (foja
6 vuelta a 8 Actuaciones.
frente)
270.27.2 (foja
2 frente a 4 Denuncia.
frente)

190.20.46 El juez absuelve al acusado.

190.19.3 Denuncia.

267.8.4 Denuncia.

187.6.7 El juez declaró que fue suicidio y archiva la causa.

199.2.3 Pesquisa.

187.7.70 El juez suspende la causa por falta de testigos.

199.4.7 Denuncia.

463
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Francisco de Ayza
1729/09/23 Marques Del Castillo, Adulterio
alcalde mayor
Francisco de Ayza
1729/10/18 Marques del Castillo, Amasiato
alcalde mayor
Andrés Francisco Maltratos a su ganado y
1730/10/10 Serrano, teniente general sirvientes. (daños)
de alcalde mayor
Juan Valentín de la
1732/05/29 Daños en una propiedad
Peña, alcalde mayor
Andrés Francisco Robo de 3 burros
1733/12/03 Serrano, teniente general (abigeos)
de alcalde mayor
Miguel Fernández de
1735/01/20 Palos, alcalde ordinario Amasiato
de segundo voto
Juan Valentín de la Robo de dos vacas
1735/06/20 Peña, alcalde mayor (abigeos)
Salvador Fernández de
1735/10/19 Heridas
Palos, alcalde ordinario
Juan Valentín de la
1735/12/22 Insultos
Peña, alcalde mayor

Juan Valentín de la Golpes y amasiato


1736/01/05 Peña, alcalde mayor

Alteración al orden
Juan Valentín de la público (sobre
1736/01/12 Peña, alcalde mayor testimonio de quien los
ha causado)
Miguel Fernández de
1736/01/30 Insultos
Palos, alcalde ordinario
Pedro Antonio Ruiz
de Esparza, alcalde Robo de 4 mulas
1736/02/22 ordinario de primer (cuatreros)
voto

464
Anexo

Colocación Estado del proceso

229.11.7 El juez absuelve a los acusados.

El juez absuelve a los acusados. No contiene


261.25.4 sentencia ejecutoria.

353.24.10 El inculpado deberá pagar quinientos pesos.

267.14.20 Denuncia/actuaciones.

No contiene sentencia porque el reo se fugó de la


205.22.13 cárcel.

261.27.3 Denuncia.

305.17.35 Denuncia/actuaciones.

298.18.16 Denuncia/actuaciones.

266.7.32 Denuncia/actuaciones.

El juez deja libre al reo ya que la ofendida desiste


190.13.6 de la querella. Sólo lo amonesta para que no vuelva
a hablar o a estar con la quejosa.

34.8.27 Actuaciones.

269.7.4 Denuncia.

202.21.11 Pesquisa/actuaciones.

465
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Juan Valentín de la
1736/05/17 Amancebamiento
Peña, alcalde mayor
José Serrano, teniente Robo de 8 mulas y 2
1736/08/16 general de alcalde mayor caballos (cuatreros)
Joaquín de Ortega, Robo de 2 mulas y 3
1736/09/01 alcalde ordinario de caballos (cuatreros)
segundo voto
Manuel Rafael Aguilera,
1736/09/19 teniente general de Heridas
alcalde mayor
Manuel Rafael Aguilera,
teniente general
1736/09/21 Amancebamiento
de alcalde mayor y
escribano público
Miguel Fernández de
1736/12/01 Palos, alcalde ordinario Homicidio
de segundo voto
Onofre Fernández, Intento de fuga de reos
1737/01/24 Alcalde ordinario de de la cárcel de la villa
primer voto
José Ascencio de
Velacorta, alcalde Robo de 20 puercos
1737/08/12 ordinario de primer (abigeos)
voto
José de la Sierra y
1737/12/15 Homicidio
Salmón, alcalde mayor
Antonio López de
Villacorta, alcalde
1738/04/15 Amancebamiento
ordinario de segundo
voto
Francisco José Gómez,
1739/03/22 teniente general de Incesto y adulterio
alcalde mayor
José de la Sierra y Robo de becerros
1739/11/05 Salmón, alcalde mayor (abigeos)

466
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez sólo amonesta a los acusados a que se
229.28.18 separen de las relaciones ilícitas que tienen entre sí.

220.4.19 Denuncia/actuaciones.

221.16.36 Denuncia/actuaciones.

El juez condena al acusado a que pague los costos


190.12.3 del juicio y en caso de reincidencia se le aplicarán
doscientos azotes.

Se suspende la causa en tanto se logra la


229.17.4 aprehensión del acusado.

278.39.6 Denuncia.

Se dictan doscientos azotes a cada uno sin


271.12.4 consultar a la Real Audiencia.

234.12.8 La sentencia no se puede leer, está mutilada.

El juez condena al acusado a recibir cien azotes y


255.11.14 destierro por siete años.

El juez sólo amonesta a los acusados para que se


229.16.11 separen de las relaciones ilícitas entre sí.

La Real Audiencia absuelve a los reos de los


227.6.23 delitos.

251.29.5 El juez absuelve al acusado.

467
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Diego Tello de Lomas,
1740/03/22 alcalde ordinario de Amasiato
segundo voto
Francisco José Gómez,
1740/03/28 teniente general de Heridas
alcalde mayor
José de la Sierra y
1740/04/10 Homicidio
Salmón, alcalde mayor
Diego Tello de Lomas,
1740/12/14 alcalde ordinario de Fuga de reos
segundo voto
Incumplimiento de un
José de la Sierra y
1741/03/02 deber por no aprehender
Salmón, alcalde mayor a un ladrón
Francisco Javier de
1745/03/14 Cardona, alcalde Heridas
ordinario
Nicolás de Cardona,
1745/07/28 teniente general de Intento de homicidio
alcalde mayor
Diego de Medina y Robo de 2 caballos y una
1746/03/05 Lomas, teniente de yegua (cuatreros)
alcalde mayor
Fernando Manuel Robo de 2 sillas, 2
1746/05/06 Monroy Carrillo, alcalde espuelas, un trabuco
mayor francés
Francisco José Gómez, Robo de 7 vacas
1750/05/21 teniente general de (abigeos)
alcalde mayor
Francisco José Gómez, Pago de daños y
1750/06/14 teniente general de perjuicios por matar
alcalde mayor ganado (daños)
Fernando García de los Robo de 3 burros
1750/12/16 Ríos, teniente general de (abigeos)
alcalde mayor

468
Anexo

Colocación Estado del proceso

El juez amonesta a los acusados para que se


261.29.13 separen de la relación ilícita.

278.29.2 Denuncia.

255.16.8 Denuncia/actuaciones.

271.13.6 Denuncia/actuaciones.

Se le impone una multa de setecientas ocho


266.17.27 pesetas.

El juez da por compurgado al acusado, quien sólo


212.12.7 debe pagar veinticinco pesos de multa.

El juez deja libres a los acusados luego de que le


253.10.17 dieron una satisfacción al ofendido.

205.8.6 Denuncia.

205.7.7 Denuncia.

251.25.5 Denuncia.

Se le embargan ocho bueyes para pagar los daños


267.20.20 que causó.

260.4.3 Denuncia.

469
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Félix Díaz de León,


1754/02/26 alcalde ordinario de Heridas
primer voto

Fernando Manuel Incesto con la hija de su


1754/03/10 Monroy Carrillo, alcalde amasia
mayor
José Miguel Romo de Robo de 15 mulas, 2
Vivar, comisario del juez
1754/03/12 yeguas y un caballo
de la Acordada, don (cuatreros)
José Velázquez Lorea

Fernando Manuel
1754/03/27 Monroy Carrillo, alcalde Lesiones
mayor

Félix Díaz de León,


1754/07/07 alcalde ordinario del Heridas
primer voto
Nicolás Laredo, teniente
1754/08/08 Incendiario
general de alcalde mayor
Francisco Javier Rincón
Gallardo, alcalde
1754/10/30 Homicidio
ordinario de primer
voto
Félix Díaz de León,
1754/11/03 alcalde ordinario del Heridas
primer voto
Fernando Manuel
Monroy Carrillo/
1756/03/30 Homicidio y adulterio
Agustín Jiménez de
Muñana, alcalde mayor
Fernando Manuel Solicitud de libertad bajo
1756/06/09 Monroy Carrillo, alcalde fianza (no lleva causa)
mayor
Fernando Manuel
1756/11/02 Monroy Carrillo, alcalde Insultos
mayor

470
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez condena a dos de los partícipes a pagar
tres pesos, cinco reales de multa y a otro de ellos
193.19.10 once pesos al tesorero del Estado dando por
compurgado al resto.
El juez lo condena a tres años de destierro. Se
261.23.12 amonesta a las implicadas. No contiene sentencia
ejecutoria.

221.17.4 Denuncia.

El juez deja libre a los acusados ya que el quejoso


retira la demanda y sólo obliga a los mismos reos
190.14.8 a que paguen los costos del juicio y la curación del
ofendido.
El juez los da por desistidos por no haber delito
281.23.5 que perseguir, amonestándolos a no molestarse ni
inquietarse en forma alguna.

266.18.7 Denuncia/actuaciones.

255.21.11 El juez absuelve al acusado.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


190.15.7 aprehensión de los acusados.

El juez absuelve a uno de los inculpados, el


189.5.83 otro fallece y la mujer se condena a dos años de
depósito (concluye en 1761).

271.30.23 Denuncia/actuaciones.

266.11.8 Denuncia.

471
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Juan Paulino de
1756/11/04 Emazabel, alcalde Amasiato
provincial

Fernando Manuel Golpes y heridas


1757/01/27 Monroy Carrillo, alcalde (pedimento a dejar libres
mayor a los acusados)
José Nicolás Flores de la
1757/04/02 Torre, alcalde ordinario Injurias y golpes
de primer voto
José Nicolás Flores de la Robo de 3 burros
1757/04/14 Torre, alcalde ordinario (abigeos)
de primer voto
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de aves de corral
1757/04/20 alcalde ordinario de 14 gallinas (abigeos)
segundo voto
Agustín Jiménez de
1757/09/19 Muñana, teniente Golpes
general de alcalde mayor

Manuel Gómez Zorrilla, Robo de gallinas


1757/09/19 alcalde ordinario de (abigeos)
segundo voto

Diego Tello de Lomas,


1758/02/04 alcalde ordinario de Sevicia y golpes
segundo voto
Manuel Rafael de
1758/09/18 Aguilera, teniente Incesto
general de alcalde mayor
Francisco de Reynoso y
Rentaría, alcalde mayor
1758/12/02 Homicidio
de la Villa de Santa
María de los Lagos
Agustín Jiménez de
1758/12/03 Homicidio
Muñana, alcalde mayor

472
Anexo

Colocación Estado del proceso


El hombre que mantenía las relaciones ilícitas tuvo
que pagar veinte pesos a la mujer, a dos de los
encubridores veinticuatro reales cada uno por costas
261.20.8 y a otro nueve pesos. Cuatro reales por costos,
todos fueron amonestados a no reincidir. No
contiene sentencia ejecutoria.

272.9.2 Denuncia.

252.1.2 Denuncia.

251.16.2 Denuncia.

205.35.2 Denuncia.

252.3.2 El quejoso retira la demanda.

El juez deja libre al acusado quien debe pagar doce


y nueve pesos, que servirán para unas alfombras
272.8.2 para el altar mayor y el convento de San Diego,
rescatando los recibos comprobatorios que se
anexaron a su causa.

El juez condena a ocho años de destierro a una


215.23.16 distancia de cuarenta leguas de la ciudad.

Pesquisa. El juez absuelve a los acusados ya que


261.17.3 desistió la promovente.

El juez deja libre al acusado ya que la viuda no se


236.29.7 querella en su contra. Asunto de Santa María de
los Lagos.

239.17.23 El juez absuelve al acusado.

473
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Solicitud de detener
y juzgar a un hombre
Juan Paulino Emasavel, por la forma tan
1758/12/29 alcalde ordinario de sospechosa de sobrevivir
primer voto económicamente sin
trabajar (vagancia)

Agustín Jiménez de
1759/02/15 Amasiato
Muñana, alcalde mayor

Agustín Jiménez de Robo de 4 caballos


1759/03/19 Muñana, alcalde mayor (cuatreros)
Rapto denunciado por
Agustín Jiménez de
1759/03/28 robarse a su cuñada e
Muñana, alcalde mayor intentar forzarla
José Quijano Velarde,
1759/04/02 alcalde ordinario de Amenazas e injurias
segundo voto
Agustín Jiménez de
1759/04/18 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1759/07/12 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Juan de Emazabel, Robo de 15 botes de
1759/09/01 alcalde provincial cebo
Agustín Jiménez de
1760/04/09 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Robo de 10 varas de
Agustín Jiménez de sabanilla, 2 libras de lana
1760/04/21 Muñana, alcalde mayor curtida y 4 libras de lana
suelta

Agustín Jiménez de
1760/06/03 Amancebamiento
Muñana, alcalde mayor

Calumnias (pedimento
Juan Paulino Emazabel, de revisión del juicio
1760/08/27 alcalde provincial por el que fue mandado
preso)

474
Anexo

Colocación Estado del proceso

Se le encontró ganado del que no pudo acreditar


284.15.30 su propiedad y se le detiene.

El juez condena al hombre a pagarle a la mujer


veintiocho pesos más las costas procesales,
261.19.10 amonestándole para que evite seguir las ilícitas
relaciones. No contiene sentencia ejecutoria.

221.11.14 Denuncia.

El juez ordena al matrimonio a alejarse de la villa y


44.10.9 no volver a ella.

44.34.4 Denuncia.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


214.12.5 aprehensión del acusado.

34.14.8 Denuncia/actuaciones.

205.30.8 Denuncia/actuaciones.

233.22.17 Denuncia/actuaciones.

El juez deja libre al acusado ya que el quejoso


205.26.9 desiste de la querella.

El juez condena al hombre a que pague cien pesos


248.11.28 a la mujer, mantenga a su hijo y se separe de las
relaciones ilícitas.

269.8.5 Denuncia.

475
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Agustín Jiménez de Abuso de autoridad,
1760/12/30 Muñana, alcalde mayor maltrato a 3 menores
Pedro Gutiérrez
1761/01/02 de Velasco, alcalde Injurias
ordinario

Agustín Jiménez de
1761/01/13 Lesiones
Muñana, alcalde mayor

Agustín Jiménez de
1761/01/28 Amasiato
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1761/01/28 Amasiato
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1761/05/13 Homicidio
Muñana, alcalde mayor
Manuel Díaz de León, Robo de un caballo
1761/06/13 alcalde ordinario de (cuatreros)
segundo voto
Juan Paulino Emazabel,
1761/08/19 teniente general de Heridas
alcalde mayor
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de un caballo
1761/11/17 comisario (cuatreros)
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de una yegua
1762/03/04 comisario (cuatreros)
Juan Paulino de Proceso que se instruye
1762/05/09 Emazabel, alcalde por ser un contumaz
provincial ladrón (robo)
Agustín Jiménez de
1762/09/28 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1762/12/14 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Pedro Manuel Calera, Robo de 9 bueyes,
1766/01/14 alcalde ordinario de 7 vacas y 2 caballos
segunto voto (abigeato/cuatreros)

476
Anexo

Colocación Estado del proceso

267.25.73 Procedimiento sin sentencia.

El juez condena al acusado a dos meses de cárcel y


250.2.3 pagar veinticinco pesos de multa al otro.

El juez condena al acusado al pago de las


curaciones de la ofendida y a que no vuelva a
253.19.4 molestarla, o deberá pagar cien pesos de multa,
ordenándole a ella que se mude de barrio.

261.18.4 Denuncia.

261.28.4 Denuncia.

239.25.26 Denuncia/actuaciones.

267.24.6 Se absuelve al acusado del delito.

272.32.6 Denuncia/ actuaciones.

El juez deja libre al acusado, pues el ofendido


260.8.20 retiró la demanda.

251.4.11 El juez da por compurgados a los acusados.

El juez lo condena a un destierro de por vida


260.10.7 distante a veinte leguas de la villa.

252.17.31 Denuncia/actuaciones.

El juez suspende ínterin. Se logra la aprehensión


34.29.2 del agresor.
El juez destierra al acusado a treinta leguas de la
205.21.35 jurisdicción por diez años y da por compurgado a
otro implicado. No tiene sentencia ejecutoria.

477
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Agustín Jiménez de
1766/03/04 Robo de una esclava
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1766/08/03 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1766/08/21 Homicidio
Muñana, alcalde mayor

Agustín Jiménez de Venta ilegal de licor


1766/09/04 Muñana, alcalde mayor denominado chinguirito

Pedro Gutiérrez
1766/09/25 de Velasco, alcalde Golpes
ordinario
Agustín Jiménez de
1766/09/26 Fraude
Muñana, alcalde mayor
Pedro Gutiérrez
1766/11/02 de Velasco, alcalde Heridas
ordinario
Pedro Gutiérrez
1766/11/21 de Velasco, alcalde Heridas
ordinario
Agustín Jiménez de
1766/11/23 Homicidio
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1767/04/27 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Juan Paulino de
1768/01/31 Emazabel, alcalde Amancebamiento
ordinario
Nicolás Flores de
1768/06/10 Alatorre, teniente Homicidio
general de alcalde mayor
Nicolás Flores de
1768/06/26 Alatorre, teniente Injurias
general de alcalde mayor

Agustín Jiménez de
1770/08/06 Lesiones
Muñana, alcalde mayor

478
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez absuelve al acusado porque el ofendido
251.26.13 retira la querella, y ordena el destierro del acusado.
Denuncia /actuaciones (la causa continuó hasta
281.22.97 1779).
El juez suspende la causa ínterin. Se logra la
189.6.8 aprehensión del acusado.
El juez condena al comprador a pagar las costas
procesales y derramar el licor en la plaza pública,
261.31.4 amonestando a la vendedora y prohibiéndole la
fabricación y venta de licor.

El juez deja libre al acusado ya que la ofendida


190.9.9 desiste de la querella.

230.48.2 Denuncia.

El juez deja libre a los acusados y los amonesta


190.11.10 para que no perturben la paz pública.

El juez condena al acusado al destierro a treinta


190.10.13 leguas de la jurisdicción de Aguascalientes.

189.21.32 Denuncia/actuaciones.

El juez condena al acusado a pagar seis pesos de


206.16.4 multa.

El juez amonesta a los dos para que se separen y si


54.11.5 no lo hacen, el hombre pagará cincuenta pesos.

64.15.13 Denuncia/actuaciones.

327.16.12 Denuncia/actuaciones.

El juez condena al acusado a pagar los gastos


236.31.9 de curaciones e indemnización que justifique el
herido.

479
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Agustín Jiménez de
1771/04/09 Robo de una colcha
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de Robo de 2 caballos
1771/04/13 Muñana, alcalde mayor (cuatreros)
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de 4 puercos
1771/06/18 regidor alférez real (abigeos)
Agustín Jiménez
1771/07/01 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Antonio Correa y
1771/08/05 Aramburu, alcalde Heridas
ordinario segundo voto
Domingo Cayetano Robo de un buey
1771/09/31 Acosta, alcalde (abigeos)
provincial
José Manuel de Castro,
1771/10/04 teniente general de Homicidio
alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1772/04/03 Homicidio
Muñana, alcalde mayor
Agustín Jiménez de
1772/05/17 Heridas
Muñana, alcalde mayor
Antonio de Correa
y Aramburu, alcalde
1772/10/13 Homicidio
ordinario de segundo
voto
Domingo Cayetano de
1773/01/04 Costa, teniente general Lesiones
de alcalde mayor
Domingo Cayetano de Robo de 4 bueyes
1773/01/12 Acosta, teniente general (abigeos)
de alcalde mayor
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de una yegua
1773/05/06 regidor alférez real (cuatreros)
Antonio María Núñez
1773/05/09 de Toronjo, alcalde Lesiones
mayor

480
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez absuelve a los acusados. No contiene
251.20.19 sentencia ejecutoria.

299.23.11 Denuncia/actuaciones.

197.15.6 Denuncia/ actuaciones.

El juez suspende el juicio toda vez que el


281.6.4 promovente desista en su demanda.

El juez dejó libre al acusado ya que el quejoso


236.24.30 retiró la demanda.

34.28.2 Denuncia/pesquisa.

El juez condena al acusado a la horca y a ella la


67.2.53 condena a pasar tres años en la casa de recogidas
de la villa una vez que salga del parto que espera.
El juez suspende la causa ínterin. Se aprehende al
93.18.19 acusado.
El juez apercibe al acusado a que se conduzca con
206.18.5 paz y tranquilidad dejándolo en libertad.

239.23.16 Sobreseimiento (el acusado fallece).

53.28.5 Denuncia.

El teniente condena a los acusados a un mes de


205.3.7 trabajos en la obra material de la iglesia del Encino
y a los otros implicados a que paguen su carcelaje.

197.9.13 El juez da por compurgado al acusado.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


54.1.21 aprehensión de los acusados.

481
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Juan Antonio Mantilla, Robo de 2 reses


1773/05/17 teniente general de (abigeos)
alcalde mayor

Juan Antonio Mantilla, Robo de una yegua y un


1773/09/20 teniente general de caballo (cuatreros)
alcalde mayor
José Primo y Verdad,
1773/10/16 alcalde ordinario Ultraje y difamación
segundo voto
Manuel Gómez Zorrilla, Robo de 16 bueyes
1773/11/21 regidor alférez real (abigeos)
Antonio María Núñez
1773/12/11 de Toronjo, alcalde Injurias
mayor
1774/sin Manuel Gómez Zorrilla, Robo de 2 vacas
mes/12 regidor alférez real (abigeos)

Juan Antonio Mantilla,


1774/01/06 teniente general de Heridas
alcalde mayor

Juan Antonio Mantilla,


1774/02/09 teniente general de Heridas
alcalde mayor
Juan Antonio Mantilla,
1774/02/26 teniente general de Lesiones
alcalde mayor
Juan Antonio Mantilla,
1774/03/02 teniente general de Heridas
alcalde mayor
Francisco Tiscareño,
1774/04/03 alcalde ordinario de Heridas
primer voto

Francisco Tiscareño,
1774/04/06 alcalde ordinario de Ilícitas relaciones
primer voto

482
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez ordena el embargo de los bienes del
acusado para que pague las reses robadas y
53.23.58 lo destierra del pueblo por haber demasiadas
querellas en su contra.

El juez decreta que no hay méritos para proceder


234.19.8 contra el acusado.

272.5.11 El juez suspende el auto por desistir la querella.

El juez da por compurgado al acusado. No


260.9.8 contiene sentencia ejecutoria.

327.15.5 Denuncia.

96.24.12 El juez sobresee a favor del acusado.

El juez absuelve a un acusado y lo condena al pago


de los gastos de hospitalidades e indemnización
53.5.8 civil, se suspende la causa ínterin. Se logra la
captura del otro involucrado.

94.22.3 Denuncia.

El juez deja en libertad al acusado porque el


94.20.9 ofendido desistió de la querella.

253.18.6 Denuncia.

El juez deja en libertad al acusado dado que la


252.13.5 ofendida perdona la injuria, pidiendo que pague
sólo las curaciones que adjudicó.
El juez condena al hombre al destierro en
cincuenta leguas de la villa de Aguascalientes y a
100.29.22 que pague los costos procesales; y a la mujer la
pone de regreso con la madre de ella.

483
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Domingo Cayetano Robo de una mula
1774/05/11 de Acosta, alcalde (cuatreros)
provincial
Francisco Tiscareño,
1774/05/28 alcalde ordinario de Lesiones
primer voto
Domingo Cayetano,
1774/06/16 alcalde ordinario de Lesiones
segundo voto
José María Díaz de
1774/07/06 Injurias
León, alcalde mayor
Juan Antonio Fernández Robo de una vaca y
1774/07/23 de Palos, teniente una mula (abigeos/
general de alcalde mayor cuatreros)
Juan Antonio Fernández Heridas y abuso de
1774/10/05 de Palos, teniente autoridad
general de alcalde mayor

Juan José Díaz de León, Lesiones y adulterio


1774/11/14 alcalde mayor (violencia doméstica)

Juan José Díaz de León,


1774/11/22 Lesiones
alcalde mayor
Juan José Díaz de León,
1774/12/20 Lesiones
alcalde mayor

Juan José Díaz de León,


1775/03/15 Adulterio y rapto
alcalde mayor

Francisco Fernández,
1775/08/24 Heridas
alcalde segundo voto
Robo de una vaca y
Manuel Gómez Zorrilla,
1777/02/19 tres mulas (cuatreros /
alférez real abigeos)
Francisco Antonio Ruiz, Ilícitas relaciones
1777/03/29 alcalde ordinario de (información que solicita
segundo voto el juez)

484
Anexo

Colocación Estado del proceso

47.17.27 El juez absuelve al acusado.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


50.4.3 aprehensión del acusado.

49.28.4 Denuncia.

El acusado se quedó en la cárcel pública (no


268.27.6 especifica el tiempo).

272.1.4 El juez destierra a los acusados.

El juez deja en libertad al acusado porque el


94.21.4 ofendido desiste de la querella.

El juez da por compurgado al esposo con el


55.23.10 tiempo de prisión y destierra al amante de la
esposa.
El juez condena al acusado al pago de treinta y
252.15.10 cinco pesos de multa.
El juez pone en libertad a los acusados mediante
55.21.10 fianzas.
El juez condena al hombre al destierro a siete
224.23.8 leguas de distancia del punto donde se halle la
mujer. No contiene sentencia ejecutoria.

252.10.6 El juez absuelve al acusado.

205.34.12 El juez da por compurgados a los acusados.

93.19.4 Denuncia.

485
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Antonio Francisco
Gutiérrez de Lievana,
1777/04/23 Homicidio
teniente general de
alcalde mayor
Estupro inmaturo
Juan González Valdez,
1777/05/06 cometido en contra de
teniente general una menor de 11 años
Antonio Francisco
Gutiérrez de Lievana,
1777/06/13 Faltas a la moral
teniente general de
alcalde mayor
Eusebio Ruiz de Tejada, Robo de 5 reses
1777/09/25 alcalde mayor (abigeos)
Estupro inmaturo que
Juan José Díaz de León, se comete contra una
1777/10/29 alcalde ordinario de menor de 8 años por
primer voto su tío
Félix Antonio García
1777/12/04 Martínez, teniente Heridas
general de alcalde mayor

Eusebio Ruiz de Tejada,


1777/12/29 Heridas
alcalde mayor

Manuel Gómez Zorrilla, Robo de 3 burros


1779/03/06 alcalde provincial (abigeos)
Santos Naranjo, alcalde
1779/03/06 ordinario de segundo Lesiones
voto
Eusebio Ruiz de Tejada,
1780/03/11 Heridas
alcalde mayor
Eusebio Ruiz de Tejada,
1782/02/09 Robo de alhajas
alcalde mayor
Eusebio Ruiz de Tejada,
1782/04/08 Golpes
alcalde mayor

486
Anexo

Colocación Estado del proceso

99.23.14 Investigación/actuaciones.

El reo fue absuelto de acuerdo con la cédula


257.8.39 publicada el 10 de junio de 1781.

269.13.8 El juicio se sobresee.

93.22.5 El juez sobresee a favor de los acusados.

El juez condena al acusado a cuatro años de


257.4.26 destierro y a pagar veinte pesos a la ofendida. No
contiene sentencia ejecutoria.

253.15.72 Procedimiento sin sentencia.

El juez sobresee a favor del acusado, luego de que


93.23.23 el querellante desistió de la demanda por haber
llegado a un acuerdo con el acusado.

54.2.7 Denuncia/pesquisas.

El juez pone en libertad al acusado porque el


55.22.3 herido desiste de su querella.

271.25.46 Denuncia/actuaciones.

50.13.3 Se devolvieron los objetos.

236.26.4 Denuncia.

487
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Juan Antonio Flores
Robles y Díaz, alcalde
1782/05/05 Homicidio
ordinario de primer
voto
José de Esparza, alcalde
1782/05/23 Golpes y heridas
mayor
Manuel José Ávila, Robo de objetos en una
1782/06/07 alcalde ordinario de platería
segundo voto
Manuel de Santa Anna,
1782/09/16 teniente general de Homicidio
alcalde mayor
Diego María Flores
1782/10/21 Alatorre, teniente de Sevicia
alcalde mayor
Resistencia a la
José Antonio Guzmán, autoridad hecha por un
1782/11/15 alcalde ordinario de soldado (resistencia de
segundo voto particulares)
Manuel José de Avila,
1782/12/27 alcalde ordinario de Asalto y heridas
segundo voto
Domingo Cayetano
1783/12/30 Acosta, alcalde segundo Adulterio
voto

Miguel Antonio
1784/02/17 Gutiérrez, teniente Injurias
general de alcalde mayor

José Manuel de Goytía,


1784/02/24 alcalde ordinario de Estupro
segundo voto

488
Anexo

Colocación Estado del proceso

239.20.16 Denuncia/actuaciones.

278.30.80 Denuncia/actuaciones.

251.18.34 Denuncia/actuaciones.

El juez suspende la causa ínterin.


217.17.17 Se logra la aprehensión del acusado.

248.30.10 Denuncia/actuaciones.

Denuncia/actuaciones (el acusado


258.4.15 se encuentra prófugo).

298.2.2 Denuncia/investigación.

El juez sobresee a favor del acusado y condena


92.26.47 al esposo a pagar los costos del juicio.

La Real Audiencia condena al pago de costas.


Ordena exhiba cuarenta y cinco pesos, dos reales que
ascienden las costas conforme arancel más quince
327.11.5 reales de este auto, amonestándole al denunciante
para que con ningún pretexto se comunique con
la mujer, previniéndole a una de las partes que no
vuelva a incurrir en el exceso que cometió.
El juez absuelve al acusado debiendo dotar a la
ofendida con treinta y cinco pesos y pagar las
257.9.15 costas de este proceso, siendo así amonestado
a vivir con arreglo y no dar lugar a quejas. No
contiene sentencia ejecutoria.

489
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa

Miguel Antonio
1784/06/28 Gutiérrez, teniente Heridas
general de alcalde mayor

Juan Elías de Herrera,


teniente general Robo de 18 reses
1784/08/14 de alcalde mayor y (abigeos)
dependiente del Real
Tribunal de la Acordada
Miguel Antonio Bestialidad cometida
1784/10/09 Gutiérrez, teniente con una perra
general de alcalde mayor
José Manuel Goytia,
1784/10/19 alcalde ordinario de Injurias
segundo voto
José María Guadalupe
1785/03/06 de Osorio, teniente de Juegos prohibidos
alcalde mayor
Francisco de Goytia,
1785/03/30 alcalde ordinario de Amasiato
segundo voto
Francisco de Goytia,
1785/04/13 alcalde ordinario de Heridas
primer voto
José María Guadalupe
1785/05/04 de Osorio, teniente Adulterio
general de alcalde mayor
Antonio Vázquez de
1785/07/13 Mondragón, alcalde Homicidio
mayor
José María Guadalupe Comercio carnal ilícito
1785/08/03 de Osorio, teniente (lenón / rameras)
general de alcalde mayor
Alejandro Vázquez de
1785/11/23 Mondragón, alcalde Heridas
mayor

490
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez da por terminada la causa ya que el
ofendido perdona los hechos, y les impone una
281.5.12 multa de diez y siete pesos, cuarenta y siete reales
por cada uno.

251.23.16 Denuncia/actuaciones.

265.2.18 Se deja en libertad bajo fianza.

250.5.3 Denuncia.

284.17.6 Denuncia/actuaciones.

El juez remite a la mujer a casa de sus padres y


248.12.9 ordena al hombre a que se ponga a vivir en paz
con su esposa.

253.20.9 Libertad por conciliación.

270.29.1 Se le destierra a ocho leguas.

El juez deja en libertad a los acusados porque no


99.24.25 hay pruebas en su contra.

99.25.9 Denuncia/actuaciones.

El juez deja en libertad al reo luego que el acusado


105.29.9 retira la queja por haber recibido cien pesos de
indemnización.

491
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Alejandro Vázquez de Robo y muerte de un
1786/03/04 Mondragón, alcalde becerro (abigeos)
mayor
Antonio Díaz de Robo de 37 bueyes
1786/04/22 Tiscareño, teniente (abigeos)
general de alcalde mayor
Jacinto Ruiz de Esparza,
1786/09/06 alcalde ordinario de Intento de suicidio
primer voto
Jacinto Ruiz de Esparza,
1786/10/05 alcalde ordinario de Heridas
primer voto
Francisco Martínez Robo de unas reses
1787/02/13 Conde, teniente (solicitud de testimonio
provincial /abigeos)
Estupro e incesto
Manuel Gutiérrez
1787/07/30 cometido con la hija de
Solana, alcalde ordinario 13 años de su amasia
Antonio Pérez
Maldonado, alcalde
1788/01/07 Heridas
ordinario de segundo
voto.
José Antonio Fernández Robo de 3 burros
1788/02/15 de Palos, teniente (abigeos)
general de alcalde mayor
Pedro de Herrera y
1789/05/06 Leyva, subdelegado de Heridas
intendente
Pedro de Molleda,
1789/10/31 subdelegado del partido Incesto
de Tala
Nicolás Núñez, teniente Robo de ganado caballar
1789/11/12 de subdelegado (cuatreros)
Antonio de Guridi
1793/01/09 y Jáuregui, teniente Estupro
general de subdelegado

492
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez absuelve a los acusados amonestándoles
287.29.3 a no reincidir, entregándoles los animales que
previamente se les habían recogido.

No contiene sentencia (el acusado fallece en


205.9.8 prisión).

255.12.2 Denuncia.

253.9.14 Denuncia/actuaciones.

El juez sobresee a favor del acusado y lo exilia de


94.1.9 Aguascalientes.

El juez absuelve al acusado del estupro y lo


257.1.43 amonesta para que se separe de las ilícitas
relaciones.

El juez condena al acusado a un año de destierro.


210.21.5 No contiene sentencia ejecutoria.

El juez deja libre al acusado por desistimiento del


251.24.5 quejoso.

El juez condena al acusado a que pague las


211.8.5 curaciones que justifique el herido.

Petición para tomar testimonios del procedimiento


256.13.3 seguido ante esa autoridad.

251.21.14 Pesquisas/actuaciones.

El juez condena al acusado al pago de las costas


257.6.23 del juicio y debiendo pagar siete pesos, cuatro
reales en marcos de plata a la ofendida.

493
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Manuel Gutiérrez Heridas (pedimento para
1793/02/05 Solana, alcalde ordinario que se deje en libertad)
Pedro de Herrera y Bestialidad cometida
1793/05/01 Leyva, subdelegado de con una burra
intendente

Antonio de Guridi y
1793/09/19 Jáuregui, teniente de Estupro
subdelegado

Pedro de Herrera y
1793/11/06 Leyva, subdelegado de Injurias
intendente
Antonio de Guridi y
1793/11/29 Jáuregui, teniente de Heridas
subdelegado
Pedro de Herrera y
1794/01/19 Leyva, subdelegado de Estupro
intendente
Jacobo Ugarte y Loyola,
comandante general Sublevación de indios
de la Nueva Galicia, del pueblo de San José
1794/03/03 Presidente de su Real de Gracia contra su
Audiencia, Gobernador párroco
Intendente de la
Provincia
Santiago de Molleda,
1794/04/01 Violación
alcalde ordinario menor
Pedro de Herrera y
1794/08/29 Leyva, subdelegado de Lesiones e injurias
intendente
Santiago Molleda,
1794/09/23 Difamación
alcalde ordinario
Juan José Carrillo y Robo de objetos en una
1795/12/30 Vértiz, subdelegado de tienda
intendente

494
Anexo

Colocación Estado del proceso

298.5.2 El juez concede la libertad.

265.1.29 Se absuelve al acusado de los cargos.

El juez condena al acusado a dotar con quince


pesos a la estrupada más dos pesos mensuales
para la asistencia de la que deberá reconocer;
256.19.16 asimismo, la pena de sufrir por quince días
de trabajos públicos. No contiene sentencia
ejecutoria.

268.26.7 El acusado se retracta de lo que dijo.

El juez deja libre al acusado ya que se concilian


253.14.8 ambos implicados.

El juez absuelve al acusado con el pago del


53.25.34 proceso.

Decreta que se haga dar cincuenta azotes a los


hombres y veinticinco azotes dentro de la cárcel
268.25.4 a las mujeres. Pide, además, se les aperciba el
respeto que deben a su párroco y al seguimiento y
enmienda de las buenas costumbres.

El juez sobresee la causa por desistimiento de la


53.24.39 ofendida.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


44.15.9 aprehensión del acusado.

44.14.8 El acusado retira lo dicho y el juez archiva la causa.

Pesquisa. El juez archiva la causa por haber


53.26.6 desistido de la demanda del quejoso.

495
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Nicolás de Esparza,
1797/10/07 Homicidio
alcalde ordinario
Juan Francisco Díaz,
1798/02/21 Homicidio
alcalde ordinario
Rafael Fregoso, teniente
1798/04/28 Rapto
de subdelegado
José Santiago Ruiz,
1798/11/17 Injurias y heridas
teniente

José Santiago Ruiz,


1799/01/21 Homicidio
teniente interino

Juan de Silva y Noroña,


regidor decano,
1799/04/16 Injurias
alguacil mayor y alcalde
ordinario
Anastasio de la Campa,
1799/05/24 teniente general de Lesiones
subdelegado

Juan Francisco Díaz,


1799/06/04 Heridas y amasiato
alcalde ordinario

Anastasio José de la
1799/06/27 Heridas
Campa, teniente general
José Antonio Jiménez
de Sandí, juez
1799/06/28 Muerte accidental
comisionado en la
hacienda de Cieneguilla
Joaquín de Pino, Solicitud de que se
sargento mayor del deje en libertad para
1799/08/27 regimiento de Dragones el cuidado de unos
en la provincia de animales
Nueva Galicia
Pedro Nolasco Romo
1799/10/22 de Vivar, teniente Robo de cien pesos
subdelegado
Total de causas: 305

496
Anexo

Colocación Estado del proceso

280.11.6 Denuncia/actuaciones.

El juez suspende la causa (el acusado se encuentra


239.1.37 prófugo).

264.26.17 Denuncia/actuaciones.

327.14.5 Denuncia.

El juez pide que se envíen exhortos a todo el


288.21.5 reino de la Nueva Galicia para la aprehensión del
acusado. No contiene sentencia.

El juez determina poner en libertad al acusado,


268.28.4 bajo condición de que viva separado de su madre.

El juez archiva la causa por haber desistido el


42.11.4 quejoso de la demanda.

El juez manda al acusado que no vuelva a entrar a


esta villa y sea remitido al alcalde de Querétaro de
284.19.8 donde es nativo, para que se le cuide su conducta,
si vuelve a reincidir se le castigará con todo el
rigor.

252.9.63 El juez absuelve a los acusados.

217.11.3 Acta parroquial de fallecimiento de la desconocida.

285.10.2 Denuncia.

El juez deja libres a los acusados ya que el quejoso


248.22.12 retira la demanda.

497
La justicia criminal local novohispana

Exhortos por la comisión de delitos en otras jurisdicciones en el


Fondo Judicial Penal. Siglo xviii

Fecha Autoridad Asunto

Gregorio Rodríguez Homicidio y una


1711/01/09 Toral, alcalde mayor querella
Daños en propiedad
(solicitud de testimonio
Gregorio Rodríguez sobre lineamientos de
1711/06/27 Toral, alcalde mayor terrenos de labores,
invadido por yuntas y
bueyes)
Gregorio Rodríguez Comunicado de
1711/10/19 Toral, alcalde mayor destierros
Sobre quien resulte
Nicolás Gallardo,
1716/02/16 responsable de alojar en
alcalde ordinario su casa a un indio
Diego de Velasco, Solicitud para que sea
1728/01/07 alcalde ordinario de entregado el testimonio
segundo voto
Felipe Bartolomé Bravo Solicitud de aprehensión
1728/07/08 de Acuña, alcalde mayor por alborotar indígenas
Lucas López de Solicitud para que sea
1728/06/16 Fonseca, alcalde entregado un testamento
ordinario
Lucas López de Solicitud para que sea
Fonseca, alcalde
1728/11/24 entregado un testimonio
ordinario de primer (testamento)
voto
Lucas López de Solicitud para que sean
1728/12/22 Fonseca, alcalde entregados testimonios
ordinario (testamento)
Pedro Gutiérrez de
1782/06/26 Amancebamiento
Velasco, alcalde mayor
Manuel José de Avila,
1782/12/27 alcalde ordinario de Relaciones ilícitas
segundo voto

498
Anexo

Colocación Contenido

281.1.46f.50 Exhorto.

281.1.36f.41f Exhorto.

269.22.2 Exhorto.

255.25.3 Exhorto.

270.27.11fv Exhorto.

270.27.17fv.18f Exhorto.

270.27.9fv Exhorto.

270.27.12fv Exhorto.

270.27.10fv Exhorto.

229.2.1 Exhorto.

261.26.3 Exhorto.

499
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Asunto

Juan de Ledezma y
1788/02/14 SotoMayor, alcalde Homicidio
mayor
Antonio Pérez Homicidio y
1789/02/04 Maldonado, alcalde complicidad (solicitud
ordinario de aprehensión)
Total de exhortos: 13

Asuntos de gobierno del Fondo Judicial Penal. Siglo xviii

Fecha Autoridad Asunto


1728/01/20 Felipe Bartolomé Disposición real para que, en
Bravo de Acuña, un plazo de tres días, todos
alcalde mayor los mulatos, negros, mestizos
y coyotes, comparezcan
ante el alcalde mayor y den
conocimiento de su oficio,
posesiones y de qué viven,
así como a todos los vecinos
manda prohibir el hospedaje a
forasteros sin saber qué oficio
realizan ni quiénes son
1728/02/07 Felipe Bartolomé Remate de abasto de carnes
Bravo de Acuña,
alcalde mayor

1728/02/26 Felipe Bartolomé Solicitud de informe para las


Bravo de Acuña, leyes reales
alcalde mayor
1728/03/06 Felipe Bartolomé Solicitud que hace un hombre
Bravo de Acuña, para que no se elaboren velas
alcalde mayor si no es con su licencia
1788/08/20 Juan Antonio Orden de un capitán para
González de que se recoja el título de un
Peredo, alcalde teniente por ser inhábil
ordinario de
primer voto

500
Anexo

Colocación Contenido

97.12.2 Exhorto.

288.23.4 Exhorto.

Colocación Contenido
270.27.5 Publicación de decreto real.

270.27.1f Pregón nueve pastores.

270.27.4f Petición.

270.13fv.14f Petición.

44.16.2 Petición.

501
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Asunto


1788/08/20 Juan Antonio Orden de un capitán para
González de que se recoja el título de un
Peredo, alcalde teniente por ser inhábil
ordinario de
primer voto

1789/03/18 Juan de Silva y Solicitud del fiscal para saber


Noroña, alcalde la causa del porqué los jueces
ordinario de tardan tanto en una resolución
segundo voto criminal

1789/07/28 Pedro de Solicitud de auxilios médicos


Herrera Leyva, fuera de la cárcel (promueve
subdelegado de un reo)
intendente
Total de asuntos de gobierno: 8

Asuntos de naturaleza civil del Fondo Judicial Penal. Siglo xviii

Fecha Autoridad Causa


Gregorio Rodríguez Pago de deudas
1709/08/08 Toral, alcalde mayor hereditarias
Gregorio Rodríguez
1710/08/10 Pago de pesos
Toral, alcalde mayor
Gregorio Rodríguez
1711/03/22 Pago de pesos
Toral, alcalde mayor

Juan Álvarez de la Solicitud de comparecencia


1728/01/03 Fuente, alcalde ordinario por una cantidad de dinero

Juan Valentín Peña, Legitimación de propiedad


1729/12/12 teniente general de de un macho y una yegua
alcalde mayor

Pago de costas
Juan José Díaz de León,
1774/09/15 derivadas de un juicio de
alcalde mayor amancebamiento
Procedimiento para
Eusebio Ruiz de Tejad, averiguar quién es el
1782/01/21 alcalde mayor legítimo propietario de la
esclava María Montero

502
Anexo

Colocación Contenido
44.16.2 Petición.

272.2.20 Queja.

44.12.8 El juez condena lo solicitado bajo fianza que


otorga el prisionero.

Colocación Estado del proceso

34.15.6 Demanda/actuaciones.

253.23.16 Demanda/actuaciones.

281.1.35 Demanda/actuaciones.

270.27.15 (foja
15 vuelta a 16 Demanda/actuaciones.
frente)

El alcalde apercibe para que tengan cuidado en las


265.5.7 próximas compras.

53.29.7 Demanda/actuaciones.

271.14.2 Demanda/pesquisas.

503
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Crescenciano Díaz de Pago de pesos (resistencia
1785/03/30 León, alcalde ordinario a la autoridad para ser
de segundo voto aprehendido)
José Ma. Cardona, alcalde
1785/09/17 ordinario de segundo Pago de deudas
voto
Antonio Atanasio Requisitoria de esquela de
1788/08/07 de Figueroa, alcalde defunción
ordinario
Juan José Carrillo y Disenso (se niega a casar a
1794/12/05 Vértiz, subdelegado de su hija con un ladrón)
intendente
Total de asuntos de naturaleza civil: 11

Causas criminales del Fondo Judicial Penal. Siglo xix

Fecha Autoridad Causa


Juan Francisco Díaz, alcalde
1800/01/11 Adulterio
ordinario
Juan Francisco Díaz, alcalde
1800/01/30 Homicidio
ordinario
Juan Francisco, alcalde
1800/02/17 Homicidio
ordinario
José Luis Ruiz de Esparza,
1800/03/17 Homicidio
alcalde ordinario
Juan Francisco Díaz, alcalde Sospecha de que José
1800/03/26 ordinario Vicencio sea ladrón

Ignacio Gutiérrez de Velasco,


1800/06/01 Heridas
alcalde ordinario

Juan Francisco Díaz, alcalde


1800/10/09 Heridas
ordinario
Juan José Dávalos, alcalde
1801/09/01 Faltas a la moral
ordinario de segundo voto

504
Anexo

Colocación Estado del proceso

266.20.7 Demanda/actuaciones.

44.13.6 Demanda (contiene convenio entre partes).

96.25.3 Petición.

34.1.13 El juez declara injusto el disenso.

Colocación Estado del proceso


El juez amonesta al hombre para que vuelva con su
229.37.6 mujer y no vuelva a cometer adulterio.

633.17 Denuncia/actuaciones.

633.17 Se envía consulta.

633.17 Denuncia/actuaciones.

Pesquisa. El juez absuelve al acusado. No contiene


200.27.23 sentencia ejecutoria.
El juez da por compurgados a los acusados quienes
192.1.23 deben pagar las costas del juicio. Contiene embargo
de bienes a los acusados.
El juez condena al acusado a pagar las curaciones
233.4.5 que causó el ofendido.

269.12.5 Petición de revisión de demanda.

505
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Santiago Molleda, alcalde
1802/05/12 Lesiones
ordinario de segundo voto

Santiago de Molleda, alcalde


1802/07/21 Estupro
ordinario de segundo voto

Juan Flores, alcalde ordinario Recusación en contra


1802/08/31 de primer voto de un juez
Cosme Damián Flores
1802/10/03 Homicidio
Alatorre, alcalde provincial
Joaquín González de Cosió,
1803/01/12 alcalde ordinario de primer Homicidio
voto
José Joaquín López de Nava, Robo de una mula y
1803/03/08 teniente de subdelegado un macho (cuatreros)

José Joaquín Maciel, Robo de un burro


1803/03/23 subdelegado de intendente (abigeos)
Robo de dos reses y
Pedro Nolasco Romo de Vivar,
1803/03/26 un caballo (abigeos /
teniente general cuatreros)
José Joaquín Maciel, Daños en una
1803/03/28 subdelegado de intendente propiedad
José Balbin y Peón, teniente
de Dragones de Mechoacan
1803/07/30 y subdelegado de los cuatro Injurias
cantones de este partido de
Juchipila y juez receptor
Fernando Martínez Conde,
1806/05/05 alcalde ordinario de segundo Homicidio
voto
Pedro Nolasco Romo de Vivar,
1808/02/28 Homicidio
teniente general
Bernardino Díaz de Cosío, Robo de una tienda en
1808/04/07 alcalde de segundo voto la calle de Tacuba
José Luis Ruiz de Esparza,
1808/06/08 alcalde ordinario de segundo Adulterio
voto

506
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez suspende la causa porque el quejoso retira la
44.9.3 demanda.
No contiene sentencia, pues el padre de la ofendida
44.8.2 retira la queja por haberle pagado el padre del
ofensor veinticinco pesos en vía de dote.

45.1.3 Denuncia.

El juez suspende la causa en tanto se logre la


239.14.20 aprehensión del acusado.

El juez suspende la causa ínterin. Se logra la


46.2.28 aprehensión del acusado.

El juez condena a los acusados a pagar cincuenta


299.10.34 y dos pesos, cuatro reales en oro como valor del
animal, gastos erogados y costas de la causa.

34.3.1f Denuncia.

271.31.15 Denuncia/actuaciones.

94.7.5 Denuncia.

271.1.3 Denuncia.

Modificación de la ejecución de quien fue


94.5.8 sentenciado a muerte.

255.15.7 Denuncia/actuaciones.

El juez deja libre a los acusados porque devolvieron


248.26.13 las cosas.

Sobreseimiento, ya que el juez da por terminada la


248.13.9 causa debido a que el quejoso perdonó la injuria.

507
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


José Antonio Guzmán, alcalde
1808/06/16 Homicidio
ordinario de primer voto
Bernardino Díaz de Cosío, Faltas a la moral
1808/06/30 alcalde ordinario de segundo pública y prostitución
voto
Bernardino Díaz de Cosío,
1808/07/08 alcalde ordinario de segundo Amasiato
voto
José Marín de Ávila, alcalde
1808/08/05 Robo
ordinario de segundo voto
Bernardino Díaz de Cosió, Golpes, heridas,
1808/09/03 alcalde ordinario de segundo amancebamiento y
voto adulterio
Bernardino Díaz de Cosío,
1808/09/19 alcalde ordinario de segundo Adulterio
voto
Robo de un
José Antonio Guzmán, alcalde semoviente (abigeos)
1808/10/25 ordinario de segundo voto y varias prendas de
vestir
Manuel Gutiérrez Solana,
1808/11/02 alcalde ordinario de segundo Homicidio
voto
Manuel Gutiérrez Solana,
1808/11/19 alcalde ordinario de segundo Robo
voto
Bernardino Díaz de Cosío,
1810/01/08 alcalde ordinario de segundo Lesiones
voto
Mateo Gutiérrez de Velasco, Robo sacrílego de 48
1810/01/23 alcalde ordinario de primer pesos y 7 reales de la
voto limosna
Bernardino Díaz de Cosío,
1810/02/06 alcalde ordinario de segundo Rebelión de indios
voto
José Miguel Fernández Robo de una tienda
1810/02/10 de Palos, subdelegado de en el callejón del
intendente puertecito

508
Anexo

Colocación Estado del proceso

255.7.15 El acusado se encuentra prófugo.

269.14.15 El juicio se sobresee.

El juez da por compurgado al hombre con el tiempo


261.21.19 que duró preso y la mujer falleció a causa del parto.

El juez absuelve a los acusados. No contiene


251.13.26 sentencia ejecutoria.

265.6.22 Se absuelve al acusado de los cargos.

El juez sobresee en la causa ya que la esposa


248.14.5 perdona las ilícitas relaciones.

205.29.8 Denuncia/actuaciones.

El juez deja libre al acusado ya que no hay prueba


239.16.9 plena en su contra.

267.22.10 Denuncia/actuaciones.

El juez absuelve al acusado porque el ofendido


47.19.5 perdona la injuria y no quiere proceder en contra de
su ofensor.

34.7.34 El juez archiva la causa.

34.6.4 Denuncia.

66.26.38 El juez sobresee a favor del acusado.

509
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Bernardino Díaz de Cosío, Solicitud de libertad
1810/03/17 alcalde ordinario de segundo en un juicio seguido
voto por robo
Bernardino Díaz de Cosío,
1810/05/10 alcalde ordinario de segundo Homicidio
voto
Manuel de Arteaga, alcalde Robo de 2 mulas
1810/0713 ordinario de segundo voto (cuatreros)
Manuel de Arteaga, alcalde
1810/08/09 Homicidio
ordinario de segundo voto
Manuel Arteaga, alcalde
1810/08/10 Homicidio
ordinario de segundo voto
Pedro José Antonio Dávalos,
1810/10/03 Heridas
alcalde ordinario segundo voto
Mateo Gutiérrez de Velasco,
1810/10/17 Robo y homicidio
alcalde ordinario primer voto
Mateo Gutiérrez de Velasco,
1811/01/14 alcalde ordinario de primer Lesiones
voto

Mateo Gutiérrez de Velasco,


1811/02/08 alcalde ordinario de primer Homicidio
voto

Manuel de Arteaga, alcalde


1811/03/11 Homicidio
ordinario segundo voto
Manuel Arteaga, alcalde
1811/06/20 Homicidio
ordinario segundo voto

1811/07/25 Felipe Terán, subdelegado Homicidio

José Valentín Ocampo, teniente


1811/12/23 Homicidio
general

José Esteban de Araiza,


1816/09/06 Heridas
teniente de subdelegado

510
Anexo

Colocación Estado del proceso

34.4.14 Solicitud de libertad.

66.15.13 Se suspende la causa por tomar nuevos testimonios.

284.18.1 Denuncia.

El juez declara que el inculpado es inocente de toda


66.24.25 culpa.

34.2.3 Denuncia/investigación.

34.5.2 Denuncia.

48.8.5 Denuncia/investigación.

47.18.3 Denuncia.

47.20.4 Denuncia (no especifica quién promueve).

Denuncia/ investigación (los autores son dos


47.21.3 desconocidos que no se lograron aprehender).
Pesquisa/ El juez suspende la causa ínterin. Se logra
64.14.3 encontrar al inculpado.
El juez suspende la causa por haber sido liberado el
44.31.7 acusado por los insurgentes.

53.27.18 El acusado recibe el indulto.

El juez da por terminado el proceso ya que el


278.31.3 ofendido desiste de la querella y le perdona la injuria
y cualquier otra acepción civil o criminal al acusado.

511
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Autoridad Causa


Isidoro Tejada, subdelegado y
1817/07/25 Heridas
comandante de las armas
José Félix Cardona, alcalde
1818/01/13 Robo
ordinario primer voto
José Félix Cardona, alcalde
1818/03/14 Homicidio
ordinario primer voto
Isidoro Tejada, subdelegado
1818/07/03 Homicidio
comandante de las armas
José Félix Cardona, alcalde
1818/09/19 Heridas
ordinario de primer voto
Cayetano Guerrero, alcalde
1819/01/20 Homicidio
ordinario de primer voto
Isidoro de Tejada, subdelegado Contrabando de
1819/03/26 comandante de armas cargas de harina
Cosme Damián Flores
1819/05/04 Incesto
Alatorre, alcalde provincial

Cayetano Guerrero, alcalde


1819/05/07 Homicidio
ordinario de primer voto

Francisco Dávalos, teniente de


1819/06/03 Solicitud de libertad
subdelegado
Cayetano Guerrero, alcalde
1819/07/29 Homicidio
ordinario
Cayetano Guerrero, alcalde
1819/09/12 Homicidio
ordinario
Antonio Gutiérrez, alcalde
1819/10/03 Homicidio
ordinario de Segundo Voto
Cayetano Guerrero, alcalde
1819/11/18 Robo de 435 pesos
ordinario de primer voto
José Hilario Morales, síndico
1820/11/08 Adulterio e incesto
procurador
Total de causas: 63

512
Anexo

Colocación Estado del proceso


El juez suspende el auto por desistimiento del
281.7.5 ofendido.

248.21.3 Denuncia.

239.15.4 Investigación y archivo.

255.10.7 Denuncia (el acusado se encuentra prófugo).

233.11.2 Denuncia.

239.12.4 Denuncia/ pesquisa.

270.15.8 El juzgado penal los absuelve del delito.

El juez deja en libertad al acusado por no haber


99.26.16 pruebas en su contra.
El juez deja libre al acusado, amonestándole de no
307.16.4 portar alguna arma porque se procederá contra él
con todo rigor.

272.15.17 Denuncia/pesquisa.

288.22.4 Denuncia/pesquisa.

288.20.9 Denuncia/pesquisa.

255.24.4 El acusado se encuentra prófugo.

El juez deja libre al acusado ya que el promovente


248.23.20 así lo pide.

248.5.4 Denuncia.

513
La justicia criminal local novohispana

Exhortos por la comisión de delitos en otras jurisdicciones en el


Fondo Judicial Penal. Siglo xix

Fecha Autoridad Asunto


1800/01/24 Juan Francisco Díaz, Fratricidio
alcalde ordinario
1800/02/11 Juan Francisco Díaz, Homicidio
alcalde ordinario
1800/02/15 Juan Francisco Díaz, Evasión de reos
alcalde ordinario
1800/02/25 Juan Francisco Díaz, Heridas
alcalde ordinario
1800/03/18 Sin nombre, alcalde Robo
mayor
1800/10/21 José Luis Ruiz de Solicitud de aprehensión
Esparza, alcalde ordinario (reos)
1808/07/14 Bernardino Díaz de Amasiato
Cosío, alcalde ordinario
de segundo voto
1808/12/01 Isidoro Miñono, teniente Robo
de subdelegado
1818/02/07 Isidoro Tejada, Homicidio
comandante militar
Total de exhortos: 9

514
Anexo

Colocación Contenido
633.17.27 Exhorto

633.17 Exhorto

633.17 Exhorto

633.18 Exhorto

633.17 Exhorto

44.24.3 Exhorto por la Real Audiencia

248.15.2 Exhorto

248.25.3 Exhorto

288.24.2 Exhorto (aprehensión del inculpado)

515
La justicia criminal local novohispana

Asuntos de gobierno del Fondo Judicial Penal. Siglo xix

Fecha Autoridad Asunto Colocación Contenido


1818/05/23 Sin autoridad Pensión 25.21.23 Actuaciones
alimenticia de
los presos de
la cárcel de
Aguascalientes
(asunto de
gobierno
incluido en el
Fondo Judicial
Penal)

Total de asuntos de gobierno: 1

Causas criminales contenidas en el Fondo Judicial Civil. Siglo xvii

Fecha Colocación Autoridad

1648/09/05 1.2.41f-42v Francisco Fernández, teniente


general de alcalde mayor

1648/09/05 1.2.38f-39v Francisco Fernández, teniente


general de alcalde mayor

1648/09/16 1.2.34f-37v Francisco Fernández, teniente


general de alcalde mayor

1654/09/30 1.2.116f-117v Alfonso Borbón de Tapia,


teniente general de alcalde
mayor
1656/Sin fecha 1.2.112f -v Juan Rincón de Vivar, alcalde
mayor
1665/06/11 1.2.159f-v Juan Rincón de Vivar, alcalde
mayor
1665/07/01 1.2.227f-228v Juan Rincón de Vivar, alcalde
mayor

516
Anexo

Causa

Comparecencia sobre una herida hecha en la frente por una pedrada a


Marcos Hernández por Simón Pérez (heridas).

Solicitud que presenta Juan Pérez a propósito de la causa de su prisión,


pide se le cambie de cárcel por estar en ruinas y temer por su vida,
contiene declaraciones de testigos (documento que forma parte del
exp. 1.2.41 f-42v).
Solicitud que presenta Luis Pérez, preso en la cárcel, para que Marcos
Hernández declare lo referente a la descalabradura que recibió por
parte de su hermano Simón y quedar en libertad; alega que su hermano
actuó en defensa propia (documento que forma parte de la causa cuya
colocación es 1.2.41f-42v fechada el 05 de septiembre de 1648).
Robo de semovientes que promueve Gerónimo Núñez contra José de
Ulloa (abigeos).

Averiguación de una muerte (homicidio).

Robo de un caballo (cuatreros).

Denuncia hecha por Cristóbal Serrano del hurto de 5 mulas y una


yegua propiedad esta última de Nicolás López de Lizardi. Ignora quién
haya sido el autor del robo (cuatreros).

517
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad

1665/07/01 1.2.230f-v Juan Rincón de Vivar,


alcalde mayor

1665/07/29 1.2.231f-233v Juan Rincón de Vivar, alcalde


mayor

1665/08/31 1.2.244f-v Juan Rincón de Vivar, alcalde


mayor

1665/09/21 629.4.73f-74v Miguel Martín Barragán,


teniente general de alcalde
mayor
1667/08/06 1.2.255f-257v José de Parga y Galloso,
alcalde mayor

1668/11/12 629.21.2f-v Nicolás Sarmiento, alcalde


mayor

1669/07/30 629.21.1f-v Nicolás Sarmiento, alcalde


mayor
1669/10/21 1.2.136f-v

1669/12/07 1.2.157f-v

1669/12/10 1.2.158f-v

1670/01/14 1.1.6f-7f Juan Romo de Vivar, alcalde


mayor

1672/05/16 1.2.98f-v Juan Romo de Vivar, alcalde


mayor

1675/06/14 1.2.91f-92v Juan Romo de Vivar, alcalde


mayor

518
Anexo

Causa

Información que ofrece Cristóbal Serrano por el testigo Francisco


de Esqueda concerniente al robo que se le hizo de 5 mulas y una en
vísperas de la Festividad de San Francisco (documento que forma parte
del expediente 1.2.227f-228v de la misma fecha).
Solicitud de información de testigos que promueve Cristóbal Serrano
a propósito del hurto que le hicieron de 5 mulas y una yegua rosilla
el 3 de octubre de 1664 (documento que forma parte del expediente
1.2.227f-228v del 01 de julio de 1665).
Notificación que hace Luis de los Reyes relativa a la muerte por heridas
del indio Juan Miguel encontrado por Jerónimo de Alcázar ministro y
alguacil mayor de esta villa (homicidio).
Averiguaciones sobre el asesinato de Juan Miguel, sirviente de Josefa
de Contreras (documento que forma parte de la causa 1.2.244f-v de
fecha 31 de agosto de 1665).
Querella que presenta Alfonso Martín Mateos contra Bernardo Salado
y su yerno Francisco Flores por llevarse a su hija, por introducir vacas
a sus sementeras, comiéndose las milpas y por amenazas. Contiene
información de testigos (daños, rapto y amenazas).
Denuncia que promueve Juan Martín contra Vicente de Medina, por
concepto de un macho de carga que robó Diego de la Cruz, sirviente
de Juan Martín (cuatreros).
Solicitud de envío de orden de presentación de un reo.

Causa de averiguación por heridas instruidas contra Pedro de Salas


(heridas).
Causa de averiguación por muerte de Pedro Miguel (homicidio).

Averiguación contra quien resulte responsable por las heridas hechas a


una mulata esclava, no especifica el nombre (heridas).
Querella presentada por Francisco de Gámez contra Tomás
Lozano acusado de robo de una mula y un macho manso, contiene
declaraciones de testigos (cuatreros).
Denuncia por entrega de semovientes: una mula y un caballo o su
valor, que promueve Luis de Alba contra Marcos López, acusado de
haberlos matado (daños).
Causa de averiguación contra Gabriel de la Cueva acusado de robo
de semovientes: un caballo y una yegua por Tomás Macías, contiene
contestación del demandado (cuatreros).

519
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad

1678 1.2.242f-v José Escalera y Valdés, alcalde


mayor
1678/05/6 1.2.94f-95v Marcos Pérez Montalvo,
teniente general de alcalde
mayor
1678/07/11 1.2.20 f-v Marcos Pérez Montalvo,
teniente general de alcalde
mayor

1680/12/02 630.5.1f-5v José Enríquez de Medrano

1680/01/03 1.2.20f-37v Álvaro Martín de Peñaloza,


teniente general de alcalde
mayor
1681/05/02 630.5.48f-51v Francisco Martín Gallardo,
teniente general de alcalde
mayor
1683/01/03 1.2.246f-v Juan Fernández de Castro,
alcalde ordinario de primer voto
1683/01/10 1.2.245f Alonso Argote, escribano

1683/09/30 629.4.40f-v Juan Fernández de Castro,


alcalde ordinario de primer voto
1684/10/12 1.2.49f-50v Juan Altamirano de Castilla,
alcalde mayor

1684/12/12 629.4.56f-v Juan Altamirano de Castilla,


alcalde mayor

1685/03/10 629.4.42f-44f Juan Altamirano de Castilla,


alcalde mayor

1686/01/28 1.2.240f-v

520
Anexo

Causa

Querella que presenta Tomás Macías contra Juan de Alvarado por


rapto y violación de una hija (rapto).
Averiguación de heridas hechas a Juan Rincón por Gaspar Macías
(heridas).

Queja que presenta Alonso de Arce por el trato que le dieron Juan de
Loera y el teniente de Tepezalá, Francisco de León, a quien acusan por
comprar un caballo robado. Alonso de Arce alega haber sido víctima
de un mulato y un lobo de nombre Antonio García (receptador).
Denuncia por robo de caballos de la hacienda San Nicolás, que
promueve Joseph de Quijas Escalante contra Nicolás y Francisco
Vázquez. No especifica la cantidad de caballos robados (cuatreros).
Solicitud de mandamiento de justicia por homicidio (contiene
declaración de testigos, auto de formal prisión, embargo de bienes,
interrogatorio del acusado y notificación de culpa).
Denuncia por asalto y robo de 51 pesos (robo).

Notificación hecha a María Teresa india para que salga desterrada 8


leguas en torno a la villa.
Escribano Alonso Argote. Auto de notificación que hace el alcalde
ordinario Juan Fernández de Castro a María Teresa para que en 24
horas, salga desterrada 8 leguas en torno de esta villa (documento que
es parte del proceso con colocación 1.2.246f-v).
Denuncia por robo de aprendiz y amenazas que hace Francisco de
Paniagua (zapatero) contra Nicolás de Cristerna (amenazas).
Denuncia por agresión en la persona de Marcos de Esparza, que
promueve Juan de Esparza contra Cristóbal Salado y su mozo
Francisco (heridas).
Denuncia que promueve Juan Mateo natural, sirviente de Joseph
Cárdenas, en contra de Andrés López por intento de homicidio,
provocándole 5 heridas en los brazos y 2 en la cara (heridas).
Información testimonial que promueve Juan Altamirano de Castilla
para reconocer si Diego Martín y María Muñoz viven en amasiato
causando escándalo a la sociedad (adulterio).
Auto en el que se notifica que el español gachupín Francisco de Pontijo
se encuentra preso en la casa del alcaide mayor.

521
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad

1686/03/25 1.2.48f-v Francisco de Echaniz, alcalde


mayor

1686/12/24 1.2.192f-v Francisco de Echaniz, alcalde


mayor

1687/11/18 1.2.47f-v Ventura Arce y Castilla, alcalde


ordinario de primer voto

1688 1.2.119f-v José Verdín y Codar, alcalde


mayor
1688/11/28 1.2.123f-v Francisco Tello de Lomas,
alcalde mayor
1689/03/06 630.14.7 Juan Romo de Vivar, alcalde
mayor
1689/11/26 629.21.29f-v Juan Romo de Vivar, alcalde
mayor
1690/01/4 1.2.161f-v Francisco Gómez de Lara,
teniente general de alcalde
mayor
1690/05/14 630.18.71 Juan Francisco Ruíz de
Bribiesca, alcalde mayor

1690/11/15 630.15.18f-v Juan Francisco Ruíz de


Bribiesca, alcalde mayor
1690/12/15 630.15.12f-17f Juan Francisco Ruíz de
Bribiesca, alcalde mayor

1690 1.2.179f-v

1691/02/05 629.21.28f-v Pedro Salazar y Águila, alcalde


mayor

522
Anexo

Causa

Orden de destierro de la india Magdalena por malos procedimientos,


vida y costumbre. Se deposita con María González para que de ahí
sea desterrada 4 leguas en torno de la villa de Aguascalientes, por un
tiempo de 2 años (rameras).
Denuncia por robo que sufrió Pedro Felipe, indio. Pide se encuentren a
las personas responsables (robo).

Orden de destierro en la persona de Jerónimo de Medina por haberlo


encontrado en la cama con una mujer casada. Se le multa por la
cantidad de 100 pesos de oro común en reales (adulterio).
Averiguación de pleito con heridas instruida contra Diego Alonso,
contiene declaración de testigos (riña/heridas).
Averiguación por heridas a Juan de Espinoza instruida contra el
sargento Antonio Núñez (heridas).
Denuncia por los golpes causados en la persona de Antonio Azpeitia
quien promueve contra el mulato Agustín Ortiz (golpes).
Denuncia que promueve Alonzo Hernández contra Antonio Serrano,
quien le robó un burro (abigeos).
Denuncia por robo de dos caballos y una silla de montar que
promueve Juan de Santiago contra José, mulato libre (cuatreros).

Querella por herida que le hace Melchor Francisco a Bartolo de la


Cruz, motivo por querer alimentar a su perro más que a un pariente
(heridas).
Robo de semovientes (abigeos).

Denuncia que promueve Nicolás de Vivar Escalante contra Matheo


de la Dueña por robarle un hato de mulas que tenía en la Cueva del
Perico, 2 caballos y una mula. Pide la cárcel (cuatreros).
Interrogatorio que se hace a Salvador Marcos, indio de San José de
Gracia por haber robado una bestia de Juan Domínguez (abigeos).
Denuncia por daños que promueve fray Nicolás Sebatto, rector del
Colegio de esta villa, quien pide a Francisco Macías que retire sus
bueyes, mulas y caballos de las propiedades del Colegio, ya que le han
causado considerables daños en sus sementeras (daños).

523
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad

1691/03/06 633.13.58 Francisco Gómez Lara, teniente


general de alcalde mayor
(en la colocación
está fechada en
1791)
1691/06/01 629.4.53f-v Francisco Gómez de Lara,
teniente general de alcalde
mayor
1692/03/13 1.2.177f-v

1692/08/08 629.4.18f-23v Marcos Ruíz Colmenero,


teniente general de alcalde
mayor
1693/05/12 1.2.31f-32v

1693/05/24 1.2.55f-56v Miguel Martín Barragán,


teniente general de alcalde
mayor
1694/03/14 1.2.43f-v Antonio Pérez Velazco,
escribano público
1695/02/09 630.22.13 Pedro de Salazar y Águila,
alcalde mayor
1695/11/21 1.2.214f-v

1696/07/06 1.2.178f-v

1697/04/18 3.3.6 Francisco de Nava, alcalde


mayor

1699/02/23 803.7.4 Felipe de Otaduy y Avendaño,


alcalde mayor
Total de causas: 58

524
Anexo

Causa

Denuncia de robo que promueve Juan Hernández contra Francisco y


Juan Prieto, pues fue atado y robado de sus pertenencias: una carga de
maíz y un ato de animales (abigeos y robo).

Apelación en el juicio de difamación de honor que promueve Juana


García de Córdoba contra Josefa de Castañeda (injurias).

Declaración de Antonio Martín indio por ser acusado de haber robado


2 bestias a Miguel Barragán (abigeos).
Denuncia por injurias que promueve Nicolás de Lizardi contra
Antonio de Chávez, para que le compruebe que él se robó unos
semovientes (calumnias).
Querella que promueve Cristóbal Arellano contra Bernardo Salado
acusado de haberle quebrado un brazo a su hijo Antonio por quitarle
un cabestro (heridas).
Causa de averiguación que promueve el alcalde mayor en contra de
Miguel Rangel acusado de matar un buey, sin tener ganado, contiene
declaración (abigeos).
Auto que informa la confesión de Juan de Orizaba, preso acusado por
robo de un buey pinto (abigeos).
Denuncia de adulterio contra Juan Bautista Monsiváis y abigeo contra
Antonio de Salazar, criollo del Valle de Banderas (adulterio/abigeos).
Denuncia que presenta Juan de Tiscareño contra Domingo y Juan de
Esparza por haber matado una vaca de su propiedad (daños).
Demanda por robo que promueve Juan Antonio R. contra Pedro
Macías, dice que le robaron un capote de paño fino y lo quisieron
matar con una daga (capeador).
Despojo de tierras que promueve Francisco, Domingo y María de
Esqueda contra Pedro Gallardo. Las tierras se ubican por el camino
real (despojo).
Denuncia que promueve José de Córdova contra Andrés de Sandoval
por llamarle mulato (injurias).

525
La justicia criminal local novohispana

Causas criminales contenidas en el Fondo Judicial Civil. Siglo xviii

Fecha Colocación Autoridad


1700/08/11 803.9.30f-32v Manuel Hurtado
de Mendoza,
teniente general

1704/05/27 631.10.1 Francisco del


Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1705/07/24 803.11.14f-15f Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1705/08/07 803.11.35f-37f s/a

1705/09/05 803.11.29f-31v Francisco del


Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1705/09/17 803.11.47f-48f Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1705/09/20 803.11.8f-9v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1705/10/25 803.11.12f-13v Juan Torres de
Esparza, teniente
general de alcalde
mayor
1705/12/24 803.11.11f-v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor

1706/01/15 4.13.35f-41v Baltazar Díaz


Aguilera, alcalde
ordinario de
segundo voto
1706/01/16 4.13.42f-45v Baltazar Díaz
Aguilera, alcalde
ordinario de
segundo voto

526
Anexo

Delito/causa
Averiguación del robo y heridas hechas al sirviente de Ventura Arce
y Castilla. No especifica qué le fue robado, la herida fue hecha en la
frente con una pedrada (robo/heridas).

Demanda por golpes e injurias que promueve Mateo contra María


San José. Juan Mateo se retracta de su demanda porque los supuestos
golpes e injurias las había recibido en un sueño (golpes/injurias).
Delitos de poca gravedad cometidos por Gaspar Macías.

Denuncia por injurias que promueve Francisco Morán español, contra


Andrés de Salazar (injurias).
Denuncia por el robo de una mula que promueve Cristóbal de
Villanueva contra Alfonso Ruíz (cuatreros).

Denuncia por causarle heridas a Juan Miguel efectuadas por Pascual


de la Cruz (padre), Salvador y Marcos de la Cruz (hijos), pide el herido
comparezcan para ser castigados y que paguen las curaciones (heridas).
Cabeza de proceso por hallazgo de un cadáver en los campos de la
jurisdicción de Aguascalientes. Informa Tomás de Villalpando, quien
fue avisado por su sirviente Mauricio Gutiérrez (homicidio).
Denuncia por las heridas hechas al mulato llamado Diego de Zamora
(heridas).

Real de la Merced de los Asientos, 24 de diciembre, alcalde mayor,


Francisco del Árbol y Bonilla. Comisión amplia de poder y facultad a
Juan de Espinoza, para encarcelar y corregir dando castigo ejemplar
a quienes cometan robos, muerte y latrocinios en los campos y
despoblados de esta jurisdicción.
Amancebamiento entre Juan de Santa María Calvillo y Teresa Ávila.

Adulterio cometido por Xines Calvillo e Isabel Reyes, quien es casada


(adulterio).

527
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1706/03/25 4.13.19f-22v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1706/04/08 4.13.46f-49v Baltazar Díaz
Aguilera, alcalde
ordinario de
segundo voto
1707/05/04 5.1.5f Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1707/06/01 5.1.30f-v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1707/07/22 5.1.1f Sebastián Flores
de Robles, alcalde
ordinario de
primer voto
1707/11/26 5.1.32f-38v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1708/06/02 5.12.15f –17v Baltazar Díaz
Aguilera, alcalde
ordinario de
segundo voto
1708/06/25 5.12.5f-v Francisco del
Árbol y Bonilla,
alcalde mayor
1710/07/26 803.18.10f-15v Gregorio
Rodríguez Toral,
alcalde mayor
1711/09/28 803.13.7f-v Gregorio
Rodríguez Toral,
alcalde mayor
1711/12/21 803.13.5f-6f Gregorio
Rodríguez Toral,
alcalde mayor

528
Anexo

Delito/causa
Petición de libertad que promueve para sí Juan de la Cruz preso por
robo de un caballo acusado por Juan Aranda, el reo alega que el caballo
es de Juan Durán quien se lo dejó encargado.
Concubinato entre Juan Ramírez (lobo) y Jerónima, esclava mulata.
Los pone a disposición de la autoridad el alcalde ordinario. Contiene
declaración de testigos (amancebamiento).

Denuncia que promueve Juan Bautista contra Juan Álvarez por dar
muerte a su mula (daños).

Allanamiento que promueve Juan Torres del Castillo contra un


individuo encontrado en una hacienda de sacar plata de su propiedad
(allanamiento de morada).
Información que rinde José de Alba, sobre la fuga de la cárcel del reo
Juan Mirantes (fuga de reos).

Averiguación instruida por Juan Montañez contra el indio Francisco


Bernabé acusado de estupro a Antonia de Aguayo y Morales de 10 años
de edad, hija de María de la Concepción, esposa del acusado (incesto).
Denuncia de rapto de una niña que promueven Blas de Villagrana,
Claudio Rodríguez y Nicolasa de Ulloa contra Pedro y Felipe Frausto
(rapto).

Denuncia por despojo de tierras que promueve Juan Calvillo, contra


Juan de Chavarría (despojo).

Solicitud de orden de aprehensión en contra de Simón Saldaña y


Pascual Morquecho que solicita Cayetano de Luévano, por haberse
introducido a su casa y buscar una mujer (allanamiento de morada).
Denuncia por el robo de 3 mulas y 5 caballos que promueve Gregorio
Rosales contra Juan Facio (cuatreros).

Denuncia por el robo de 2 caballos que promueve Francisco del Árbol


y Bonilla contra Juan Ibáñez (cuatreros).

529
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1716/05/08 804.10.11f-v Andrés de Moya
Palacios, alcalde
ordinario de
primer voto
1716/05/24 804.10.12f-13f Andrés de Moya
Palacios, alcalde
ordinario de
primer voto
1716/05/26 804.10.14f-15v Andrés de Moya
Palacios, alcalde
ordinario de
primer voto
1716/08/06 804.10.17f-v Andrés de Moya
Palacios, alcalde
ordinario de
primer voto
1716/08/30 631.21.8 Pedro Miguel de
Prados, alcalde
mayor
1716/09/04 804.10.10f-v Nicolás Gallardo,
alcalde ordinario
de segundo voto
1716/10/19 804.10.5f-v Diego de Parga y
Gayoso, teniente
general de alcalde
mayor
1717/04/17 629.8.28f-32f Nicolás Ruiz de
Esparza, alcalde
ordinario

1718/01/14 631.29.4f-v Juan de Vargas


Machuca, alcalde
mayor

1718/02/07 631.29.22f-v Pedro Miguel de


Prados, alcalde
mayor

530
Anexo

Delito/causa
Solicitud de recibo que promueve el alcalde ordinario de primero voto
de Aguascalientes a Manuel de Escamilla para que dé razón de que
entregó un reo en la ciudad de León, Guanajuato.

Orden emitida a Juan de Esqueda para que no viva en amasiato con


Micaela de los Reyes (amancebamiento).

Denuncia presentada por Juan Antonio, indio, contra Pascual, quién


tiene a su mujer Andrea de la Cruz (adulterio).

Orden de aprehensión emitida en contra de Nicolás Trujillo por vivir


en amasiato y ser casado (adulterio).

Denuncia por el robo de 18 mulas en agravio de Luis Acosta


(cuatreros).

Solicitud de entrega de esposa que promueve Nicolás López contra el


presbítero Juan de Casasola el que no la entrega por los malos tratos
que le daba su esposo (sevicia).
Aviso de recibo de 2 reos que envía el teniente general Diego de Parga
y Gayosso, al emisario Pedro Ruiz de Esparza.

Testimonio de exhorto enviado por Joseph Gil de Araujo de la


jurisdicción de Zacatecas, relativo a causa criminal de Domingo García
y Simón de Soto por el robo cometido a Joseph y Juan de Tejada
y Francisco Javier Ramírez. El hurto consistió en una porción de
mercancía, un capote, once bestias y un caballo rosillo.
Denuncia que presenta Salvador Gonzáles contra Juan de la Torre,
quien lo golpeó en el brazo izquierdo y juró matarlo por evitar que
se robe a Margarita Rodríguez, mujer de Salvador González (golpes/
amenazas).
Destierro por un año a 6 leguas del contorno del Reino a Juan Andrés
por cometer adulterio con Petra de la Cruz (adulterio).

531
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1718/02/20 631.29.12f-13f

1718/03/07 629.8.33f-34f Pedro Miguel de


Prados, alcalde
mayor
1718/06/23 629.8.6f-7f Pedro Miguel de
Prados, alcalde
mayor
1718/09/20 631.29.34f-v Pedro Miguel de
Prados, alcalde
mayor
1718/09/24 629.8.8f-v Félix de Acosta,
alcalde ordinario
de segundo voto
1718/10/30 631.29.19f-v Pedro Miguel de
Prados, alcalde
mayor
1724/02/08 804.22.6f-7v Diego de
Espinoza de
los Monteros,
teniente de alcalde
mayor
1739/12/22 804.22.2f-3f Francisco José
Gómez, teniente
general de alcalde
mayor
1746 629.5.58f Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1746/01/22 629.5.45f-46v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor

1746/02/04 629.5.60f-61f Fernando Manuel


Monroy Carrillo,
alcalde mayor

532
Anexo

Delito/causa
Solicitud de aprehensión a Nicolás Calderón. No se cita la causa y pide
se pregone para saber el motivo.
Denuncia por despojo de tierra que promueve Francisco Domínguez,
indio de San José de Gracia contra Cristóbal Serrano. La tierra se
denomina El Paso de las Carretas (despojo).
Causa criminal que promueve Miguel Rodríguez Portugal, contra los
reos Cayetano Valderrama y Agustín Gómez, presos por salteadores.

Acusación de homicidio contra Lucas, Joselo y Joseph Morras, mulatos


en la jurisdicción de los Charcos en una milpa (homicidio).

Querella que promueve Nicolás de Campos contra Baltazar Gil por


haber hurtado a su mujer de puertas para adentro de su casa. Pide que
sean aprehendidos y se les tome declaración (rapto).
Informe de hurtos y muertos en la jurisdicción de Asientos que hace el
teniente Andrés Marín de Pastrana en contra de 6 hombres y 6 mujeres
que se ocultan en casa de Juana de Valdés.
Fuga ejecutada por los presos: Lorenzo Infante, Marcos Barlapalos,
Cristóbal de Banda, Andrés el panadero y José Lorenzo. Para fugarse
quemaron puertas y botaron chapas (fuga de reos).

Solicitud de aprehensión de Manuel Muñiz que promueve Juan


Antonio Villalpando, por haber llamado ladrones a él y a sus hermanos
(injurias).

Solicitud de libertad precautoria que promueve Andrés Delgado a favor


de su hijo Joseph Delgado.

Solicitud de comparecencia de Tomás Soto y Guerra, enviada por el


alcalde mayor de Aguascalientes al teniente general del Real de Minas
de Sierra de Pinos para confirmar si Marcela Simona es esposa de Juan
Bernabé.
Solicitud de libertad precautoria que promueve Bartolomé García de
Bielma, quien pide sea bajo fianza.

533
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1746/05/02 629.5.77f-78f Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1746/06/21 629.5.79f-v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor

1746/06/28 629.5.41f-42v Fernando Manuel


Monroy Carrillo,
alcalde mayor

1746/07/01 629.5.66f-67v Antonio


Emazabel,
teniente general
de alcalde mayor
1746/07/07 629.5.63f-64v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor

1746/07/12 629.5.43f-44f Fernando Manuel


Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1746/07/19 629.5.5f-6f Joaquín de la Cruz
Cid Escobar,
alcalde ordinario
de segundo voto
1746/07/26 629.5.16f-17v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1746/07/30 629.5.55f-56f Joaquín de la Cruz
Cid Escobar,
alcalde ordinario
de segundo voto
1746/08/22 629.5.9f-10v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1746/09/05 629.5.30f-v Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor

534
Anexo

Delito/causa
Solicitud de libertad precautoria que promueven Alonso Sebastián,
Miguel Raphael, Pedro Domingo, Aparicio Gómez y Salvador de la
Trinidad, quienes piden salir de la cárcel bajo fianza.
Averiguaciones sobre el homicidio cometido en la persona de un
desconocido encontrado en un puesto llamado el Potrerito de la
hacienda de Santa Gertrudis. Se acusa a Joseph y Dionisio de Mata ser
los autores del asesinato (homicidio).
Demanda promovida por Beatriz Muñoz de Hermosillo en contra de
Sebastián Ponce, Eligio de Jáuregui y Joseph Ponce, por maltrato a
sus bienes e intento de ultraje a sus animales. Ella vive en el puesto de
Santa Inés del Sauz (daños).
Denuncia de robo de una mulata llamada Quiteria, esclava, que
promueve Salvador Fernando Palos en contra de Francisco Ortiz (robo
de esclavos).

Seguimiento del juicio que promueve Beatriz Muñoz de Hermosillo


en contra de Sebastián Ponce. La resolución está ilegible (documento
que forma parte del expediente 629.5.41f-42v de fecha 28 de junio de
1746).
Denuncia por el despojo de tierras que promueve Pedro de Arando en
contra de Juan y Joaquín Valadez. Las tierras se encuentran colindando
con la hacienda de San Francisco (despojo).
Averiguación sobre el rapto de María Josepha de Espinoza por Juan
Miguel de Seda. Contiene 2 declaraciones de testigos (rapto).

Denuncia por el robo de caballos que presenta Joseph Aparicio de


Castorena en contra de José Delgado, no especifica el número de
caballos robados (cuatreros).
Escritura de fianza para sacar de la cárcel a Antonio de Aguilar,
promueven Joseph Sánchez y Alejo de Silva.

Solicitud de libertad precautoria que promueve Joseph Serrano, indio


tributario de San José de Gracia, para poder quedar en libertad bajo
fianza.
Solicitud de libertad precautoria que promueve Andrés Delgado para
su hijo Joseph de Jesús Delgado.

535
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1746/12/29 629.5.37f-38v Joaquín de la Cruz
Cid Escobar,
alcalde ordinario
de segundo voto
1750/04/10 8.4.52f Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor

1750/04/10 8.4.58f Felipe de Bengoa


y Errecarte,
alcalde mayor
1750/04/11 8.4.26f-27f Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor
1750/04/18 8.4.13f-14v Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor
1750/04/24 8.4.62f Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor
1750/04/24 8.4.6f-7v Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor
1750/05/14 632.10.4 José Félix
Emazabel, alcalde
ordinario de
primer voto
1750/05/16 8.4.60f-61v Francisco José
Gómez, teniente
general de alcalde
mayor
1750/06/20 8.4.68f Miguel de Cobos,
alcalde odinario
de segundo voto
1750/07 8.4.3f-4v Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor

536
Anexo

Delito/causa
Solicitud de libertad precautoria que promueve el licenciado Juan
Antonio de Ortega a favor de Antonio Aguilar, indio cacique, preso en
la cárcel de Aguascalientes.

Mandamiento para que se traslade un cadáver, que hace el alcalde


mayor a Miguel Jiménez de Sandi, teniente de alguacil y que se
encuentra en el puesto de Tulillo. Pide además se aprehenda a los
culpables (actuación que forma parte de la causa 8.4.58 datado el
mismo día).
Denuncia de asesinato de Simón Santa María en el puesto de
Tulillo que promueve Nicolás de Esparza para que se abra causa de
averiguación (homicidio).
Informe rendido por el comisario Agustín Valdivia sobre la
aprehensión de 3 sujetos sospechosos de robo de un buey, hecha por
orden del comisario Nicolás de Cardona (abigeos).
Denuncia por el robo de un buey de Antonio de Villacorta hecho por
Tomás Romo, José y Antonio Montoya. El denunciante pide se les
embarguen sus bienes para pagar el daño (abigeos).
Certificado médico del mal estado de salud del reo Victoriano
González. El médico José Casimiro Alaez pide se le traslade al hospital
de San Juan de Dios para su atención.
Petición de libertad bajo fianza que promueve para sí Francisco
González, quien tiene preso un mes cinco días, acusado por Marcelo
Arias y el reo ignorando la causa.
Denuncia que interpone Pedro Ramón de Estrada contra Gabriel de
Castañeda, quien abusó y violó a su hija María Dolores (forzadores).

Petición de libertad bajo fianza que promueve para sí Francisco


González, y que Marcelo Arias su acusador se presente a seguir la causa.

Mandamiento del alcalde mayor a Agustín Valdivia comisario para que


aprehenda a Cristóbal Blas Baciero acusado de robo de semovientes
por Josefa Hazarre y Calderón (abigeos).
Denuncia de despojo de una casa que promueve Antonia Gil contra
Salvador de Aranda (despojo).

537
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1750/07/23 8.4.57f Miguel de Cobos,
alcalde ordinario
de segundo voto

1750/08/12 8.4.10f-11v Felipe de Bengoa


y Errecarte,
alcalde mayor

1750/10/03 8.4.21f-22v Felipe de Bengoa


y Errecarte,
alcalde mayor
1750/10/05 8.4.31f-33v Felipe de Bengoa
y Errecarte,
alcalde mayor
1750/12/15 8.4.45f-46v Pedro Francisco
de San Martín,
alcalde mayor
1756/03/29 632.13.3 José Ignacio
Meléndez,
teniente general
de alcalde mayor
1756/09/29 806.4.12f-13v Diego Martín
de Luna, alcalde
interino
1756/10/17 806.4.19f-20f Fernando Manuel
Monroy Carrillo,
alcalde mayor
1757/09/27 629.6.31f-32v Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758 629.6.20f-21f Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/03/19 629.6.38f-39f Diego Tello de
Lomas, alcalde
ordinario de
segundo voto

538
Anexo

Delito/causa
Mandamiento del alcalde ordinario a Agustín Fernández de Palos,
alférez real, para que abra averiguación sumaria contra Joaquín Cabrera
acusado por fuente fidedigna de tener relaciones ilícitas con una mujer
casada (adulterio).
Petición de Pedro Juan García, alcalde de Tenayuca, para que se siga
el proceso judicial contra su hijo Miguel García acusado de robo por
Antonio de Villacorta; o que le permitan trasladarlo preso en donde él es
alcalde para evitar más prejuicios.
Petición de que se conceda libertad bajo fianza a Magdalena de
Tiscareño, acusada de encubridora por haberse encontrado carne de res
en su casa. Promueve su esposo Isidro López de Elizalde.
Mandamiento del alcalde mayor al comisario para que persiga y
aprehenda a Los Ávilas y sus consortes, acusados de robos y que parece
se encuentran en el Real de San Martín de Sierra de Pinos.
Denuncia por el robo de dos burros que promueve Ramón Domínguez
contra Victorio Santoyo y Pascual (abigeos).

Denuncia por el robo de un caballo colorado cuatralbo que presenta


Manuel contra José Manuel Pérez (cuatreros).

Denuncia que presenta Juan de Ibarra contra Patricio de Luna por las
heridas que le hizo (heridas).

Solicitud de comparecencia de Pío Quinto de Luévano, a que ratifique


por qué lo encarceló.

Denuncia por las heridas causadas en la persona de Anastasio de


Herrera. No especifica el nombre del atacante (heridas).

La Real Justicia acusa a Miguel Delgadillo por haber causado escándalo


y faltarle al respeto cuando se le cobró la cantidad asignada para la
Celebración de Nuestra Señora de Guadalupe (faltas al orden público).

Denuncia de heridas infringidas en la persona de Alejandro Gutiérrez


por Juan. Se pide testimonio del Maestro Francisco Xavier de Aguilera.
Incluye declaración de Alejandro Gutiérrez (heridas).

539
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1758/04/17 629.6.15f Diego Tello de
Lomas, alcalde
ordinario de
segundo voto
1758/05/04 629.6.11f-12f Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/05/09 629.6.22f-23f Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/05/31 629.6.36f-v Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/05/31 629.6.37f-v Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/06/27 629.6.16f-v Agustín Jiménez
de Muñana,
teniente general
de alcalde mayor
1758/11/13 629.6. 5f-v Manuel Rafael de
Aguilera, teniente
general de alcalde
mayor
1758/11/21 629.6.40f-v Diego Tello de
Lomas, alcalde
ordinario de
segundo voto
1758/11/25 629.6.41f-v Diego Tello de
Lomas, alcalde
ordinario de
segundo voto

540
Anexo

Delito/causa
Denuncia por el robo de 4 machos, 2 caballos y una yegua alazana de la
hacienda de Tayagua propiedad de Pedro Rivero Bernal (cuatreros).

Denuncia por los daños causados por unos cerdos sueltos que
promueve Gerónimo Díaz de Sandi. Propone que quien encuentre un
cerdo o cerdos en la calle, lo mate, se lo coma o disponga de él a su
voluntad (daños).
Denuncia por el robo de 5 bueyes mansos de Julián Ricardo que
cometió Agustín Ricardo (abigeos).

Solicitud de Juan Manuel Castorena pide que se asegure su vida y se


castigue a Felipe de Zaragoza por haber amenazado a Castorena por
unos autos de la propiedad de Castorena, que estaban en manos de
Zaragoza (amenazas).
Denuncia por faltantes de 84 pliegos de papel oficial sellado que
promueve Miguel Fernández Tagle en contra de Juan de Córdova
(robo).

Denuncia por difamación de honor que promueve Joseph Antonio de


la Paz contra Antonio García y su hermano Joseph García (injurias).

Identificación de un cuerpo que fue encontrado en los cerros del


Carrizal, por Alonso de Guzmán, criado del señor cura interino
(homicidio).

Queja por alterar el orden público (faltas al orden público).

Solicitud de libertad de Juan Manuel Tinoco, acusado de haber


comprado a Pantaleón Ríos algunos objetos robados. Se le apercibe
para que no vuelva a incurrir en ese tipo de tratos (receptador).

541
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1760/09/13 13.5.5 Gerónimo Díaz
de Sandi

1760/01/25 806.8.8 Agustín Jiménez


de Muñana,
alcalde mayor
1771/05/17 632.25.2 Domingo
Cayetano de
Acosta, alcalde
provincial
1773/01/30 16.3.2 Domingo
Cayetano de
Acosta, alcalde
provincial
1773/06/11 16.6.12 Felipe del Villar
Gutiérrez, Juez
Comisionado de
la Real Audiencia
1774/12/27 17.1.9 Juan José Díaz
de León, alcalde
mayor
1780/05/09 633.6.4 José Antonio
Fernández de
Palos, teniente
general de alcalde
mayor
1780/11/11 806.19.126 Eusebio Ruiz de
Tejada, alcalde
mayor

1782/01/02 806.20.3 Juan José Flores


Robles, alcalde
ordinario de
primer voto

542
Anexo

Delito/causa
Testimonio de real cédula de indulto a todos los presos que se
encuentran en las cárceles del reino, excepto a aquellos que hayan
cometido delitos como: homicidio, sodomía, hurto, fabricación de
moneda falsa, entre otros; recibido en la Real Audiencia de Guadalajara
por el presidente y los oidores de la misma y remitida a las Sierras de
Pinos.
Difamación de honor que denuncia Miguel Martínez de Sotomayor
contra León de Herrera por llamarlo mulato (injurias).

Denuncia por falsedad de robo domiciliario que le siguen a Phelipe


Román, promueve su esposa Rosalía Montes contra Joseph Delgado
(calumnias).

Orden de aprehensión a Cipriano de la Escalera, por desacato a dos


notificaciones para que comparezca en el juzgado. No se especifica el
tipo de demanda (resistencia de particulares).

Ejecución de sentencia en juicio por pago de pesos, por supuesto


fraude contra la Real Hacienda. Se dicta levantamiento de embargo de
bienes y condonación de multa al acusado Lorenzo García (fraude).

Averiguación de la muerte violenta, ahorcada, de María de los Dolores


Sánchez, ocurrida en la casa de Bernardo Estrada (homicidio).

Denuncia que presenta María contra José Florentino que la golpeó,


injurió e hirió (golpes, heridas e injurias).

Hurto que promueve Clemente Jiménez de Muñana contra sus cajeros,


Toribio de la Torre y Pedro del Castillo, así como a Francisco Fuerte
por haberle robado mercancías por más de 1,000 pesos de su tendejón.
Pide se encarcelen a los culpables (robo).
Exhorto que promueve el alcalde ordinario de primer voto de
Aguascalientes a su igual en Guadalajara, para que se requiera a Cosme
García del Hoyo quien debe declarar sobre un juicio de robo de
caballos que sufrió Tomás Tinoco.

543
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1784/07/30 18.25.8 Miguel Antonio
Gutiérrez,
teniente general
de alcalde mayor
1791/11/28 20.3.8 Pedro Herrera
Leyva,
subdelegado de
intendente
1795/11/18 20.24.8 Alejandro
Vázquez de
Mondragón,
alcalde mayor
Total de causas: 97

Causas criminales contenidas en el Fondo Judicial Civil. Siglo xix

Fecha Colocación Autoridad


1800/01/21 633.17.1f-v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/01/24 633.17.1v-2f Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/01/30 633.17.2f Juan Francisco Díaz,
subdelegado
1800/01/31 633.17.2v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/02/11 633.17.3f-v

1800/02/11 633.17.3v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

544
Anexo

Delito/causa
Real provisión para recaudar fondos para dar de comer a los presos de
la cárcel Real y donde se nombra a Francisco Enciso como recaudador
de los fondos.

Denuncia que interpone Nicolás Montoya contra José Cleto Narváez,


quien le robó a su hija de su domicilio. La hija se llama Rosalía
Montoya. Contiene constancia de limpieza y legitimidad de sangre de
José Cleto Narváez (rapto).
Denuncia que interpone Juan José Mares y Díaz contra Juan de Dios
López. Por haber destruido una parte de la labor de maíz con sus 61
bestias caballares y mulares (daños).

Delito/causa
Exhorto librado por Juan del Cairo, teniente general del pueblo de
Tlaltenango por el que solicita las personas de Francisco y José Trinidad
Cesati por la muerte que cometió Francisco Cesati en la persona de Juan
Ángel Cárdenas. No contiene filiación de los acusados.
Exhorto que promueve Isidoro de la Fuente contra el mulato Juan
Francisco Alvarado, acusado de fratricidio.
Homicidio de José Manuel, indio de San Marcos, cometido por el mulato
Juan Francisco de Alvarado (homicidio).
Se remite a la Real Audiencia por manos del secretario Fernando Cambre,
el superior despachado sobre la insolvencia de Francisco Martínez
Conde y Carlos Gallardo para hacer la exhibición de las cantidades que
contra ellas resultó en la glosa de la Contaduría de la Real Hacienda, en
las cuentas seguidas de la construcción de la obra materia de esta Real
Cárcel.
Exhortos sobre reos prófugos promovido por Miguel Marín Lozano
de la Vega. Los reos son Bernardo Molina, Pascual Reyes y Jacinto
Villanueva. Contiene filiación de los reos.
Exhorto que promueve Francisco Martínez Conde para aprehender a
José Vidal Álvarez por dar muerte de una estocada a Trinidad Durón.
Contiene filiación del acusado.

545
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/02/11 633.17.3f-v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/02/12 633.17.3v-4f Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/02/15 633.17.4f Juan Francisco Díaz,
subdelegado
1800/02/17 633.17.4f-v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/02/17 633.17.5f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/02/18 633.17.5f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/02/19 633.17.5v Juan Francisco Díaz,
subdelegado
1800/02/05 633.17.8f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/03/06 633.17.8f

1800/03/17 633.17.9f José Luis Ruiz de


Esparza, alcalde
ordinario
1800/03/18 633.17.9v

1800/03/18 633.17.9v-10f

546
Anexo

Delito/causa
Exhortos sobre reos prófugos promovido por Miguel Marín Lozano
de la Vega. Los reos son Bernardo Molina, Pascual Reyes y Jacinto
Villanueva. Contiene filiación de los reos.
Antonio Fernández denuncia hurto cometido por Casimiro Casillas y
socios por ladrones. No citan lo hurtado.
Exhorto para aprehender a un reo prófugo.

Exhorto que promueve Bernardo de Uribarren, teniente de justicia


de Nochistlán, Zacatecas, para aprehender a Rafael Lechuga por dar
muerte a José Cayetano.
Se envía en consulta a Rafael Mendoza, abogado de este reino y vecino
de Zacatecas, la causa seguida contra José Victoriano de Luna por matar
a Dorotea García. No citan cordillera ni filiación (homicidio).
Exhorto de aprehensión.

Exhorto de aprehensión.

Reincidencia de ilícita amistad que promueve Felipe Preciado contra


María Antonia Valdés. Pide se le castigue por llevar ilícita amistad con
su marido (adulterio).
Exhorto librado por José María Félix Pérez Franco, alcalde de la villa de
Lagos, quien solicita la aprehensión de los reos Tadeo Sánchez y su hijo
Albino, por herida mortal que le hizo a Rafael Ruiz.
Causa criminal que promueve Ignacio Gutiérrez de Velasco contra Gil
Pastrano por muerte de José María Rodríguez.

Exhorto librado por Manuel González Vallejo, alcalde de Guadalajara,


para localizar a la persona Trinidad González por su participación en el
robo de una lámpara de plata de Nuestra Señora de la Salud. Va rubro
a la Sierra de Pinos.
Exhorto librado por José Miguel Garrido, teniente de la hacienda de
Jalpa. Pide aprehender a José de la Cruz Guerrero por golpes que le
causaron la muerte a su esposa María Tomasa de (Aguán). Contiene
filiación del acusado.

547
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/03/22 633.17.10f-10v José Luis Ruiz de
Esparza, alcalde
ordinario

1800/03/26 633.17.11f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/03/27 633.17.11v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/04/01 633.17.11v –12f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/04/02 633.17.12f Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/04/02 633.17.12f-v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/04/08 633.17.12v-13f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/04/09 633.17.13v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/04/09 633.17.13v-14f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/04/16 633.17.14f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/04/17 633.17.14v Juan Francisco Díaz,
alcalde ordinario
1800/04/17 633.17.14v -15f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

548
Anexo

Delito/causa
Exhorto librado por Miguel María José de la Vega, del Real de
Guarisamey, solicita la localización de los reos prófugos Jacinto
Villanueva, Pascual Reyes y Bernardo Molina por homicidios de
Antonio Onofre Jiménez, Juan Reyes, respectivamente los dos primeros
y el tercero por complicidad en la de José María Saucedo; van rumbo a
Villanueva. Contiene filiación de los prófugos.
Exhorto librado por Juan Antonio Garavito, teniente de la Acordada de
Guadalajara. Pide capturar a Miguel Becerra y un muchacho de nombre
José (se desconoce el apellido) por ladrones domésticos.
Apercibimiento de no portar armas y vivir en orden.

Exhorto librado por Luis Rodríguez, teniente de Jalpa, pide aprehensión


del reo Antonio Rodríguez, prófugo hacia Huejúcar. Contiene filiación
del acusado.
Liberación de reos a petición del denunciante.

Exhorto librado por Felipe Fernández, teniente subdelegado de


Jalostotitlán. Pide aprehender al reo José Alejandro Loza por robar la
tienda de Mariano González.
Libertad de José María Villasana por abigeo concediéndola Cosme
Damián Flores Alatorre, regidor, por considerar es la primera vez
que roba y haber solicitado los fiadores José Francisco Luévano, José
Antonio Macías Valadez y José Gregorio Sánchez.
Exhorto enviado por Celedonio de Larrea, teniente ordinario de
Sombrerete, pide se capture al reo Anastasio Rosales por matar a José
Trinidad González.
Libertad de Hilario Arias y José Escobar, quienes robaron reses y se
les perdona a solicitud de sus fiadores Vicente Medel, José Bernardino
Villalobos y José Macías. Los libera el alcalde provincial Cosme Flores
Alatorre.
Exhorto librado por Felipe López, alcalde menor de Durango, solicita
aprehender por amasiato a José Aragón y María Antonia Regil.
Consulta de causa criminal turnada al licenciado Diego Gutiérrez contra
Rosalío Morales, por cometer incesto con su hija María Simona (incesto).
Exhorto enviado por José María del Portillo, alcalde menor de Lagos;
pide la aprehensión de María de los Ángeles y María Josefina González
Guerra y sus raptores Rafael Ríos acompañado de dos mozos.

549
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/04/24 633.17.15v Juan Manuel Díaz,
subdelegado

1800/04/25 633.17.15v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/04/26 633.17.16f Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/04/28 633.17.16f Damián Flores Alatorre,
alcalde provincial

1800/05/01 633.17.18f Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/05/02 633.16v-17f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/05/02 633.17.17f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/12 633.17.18f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/17 633.17.17v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/17 633.17.18f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/05/17 633.17.18v-19f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/05/20 633.17.19v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

550
Anexo

Delito/causa
Sentencia aprobada por la Real Audiencia en el juicio seguido contra
José Gil Pastrano por haber dado muerte a José Manuel Rodríguez. Se
le envía a cumplir en el presidio de Veracruz la sentencia de 5 años
(homicidio).
Exhorto recibido del teniente Francisco Martínez, conde del Real de
Asientos, para que se aprehenda a Ramón Fernández quien dio muerte
a Miguel Borja. Contiene descripción del acusado.
Agravios cometidos por Rafael de Medina contra Antonio Santos. No
específica tipo de agravios (injurias).
Solicitud de libertad de Pablo Arias que promueve José María Esquivel,
Antonio de Najaras y Juan José Arias. La libertad se le otorga por haber
sido la primera vez que roba. El robo fue de 3 vacas.
Envío de una consulta de Miguel Gutiérrez de Velasco contra Manuel
Ignacio Vallejo y Bernardina Delgado por amasiato.
Exhorto librado por Manuel de Reátegui, alcalde menor de Zacatecas,
quien solicita la aprehensión de Roberto Beceiro de la hacienda de San
Pedro por dar muerte a José Antonio de la Trinidad Bosques. Va rumbo
hacia la Sierra de Pinos. Contiene descripción del acusado.
Exhorto librado por Manuel de Reátegui, alcalde menor de Zacatecas,
solicita aprehender a José María y Juan Bautista Olague por homicidio
ejecutado en la persona de José Cirilo Avilés. Sigue rumbo a la Sierra de
Pinos. No proporcionan filiación de los reos.
Entrega de autos criminales a Francisco Cornejo, defensor en contra de
Rosalío Morales. No citan causa (causa que forma parte de la que tiene
la colocación 633.17.14v fechada el 17 de abril de 1800).
Exhorto librado por José Moya de Moya, subdelegado del pueblo
de Juchipila, solicita se aprehenda al reo José Miguel de Ortega por
homicidio ejecutado en la persona de Francisco de Silva del Rancho de
los Patos. Sigue la cordillera hacia Asientos. Contiene filiación del reo.
Averiguaciones de robo.

Exhorto librado por Manuel Saavedra y Álvarez, subdelegado de


Sombrerete, solicita la aprehensión de María Micaela Gertrudis de Lerma
y José Martín Gallardo que siguen en la cordillera del Real de Bolaños.
Contiene filiación de reos. No proporcionan el porqué de la aprehensión.
Libertad condicional a José Martín Maldonado Zapata y Pedro José
Lozano apercibidos de no jugar, poner juego, consentir que lo pongan
ni ir a ellos (juegos prohibidos).

551
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/05/20 633.17.19V-20F Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/05/20 633.17.20f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/21 633.17.20f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/23 633.17.20f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/30 633.17.21f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/05/31 633.17.21v-22f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/06/09 633.17.23f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/06/17 633.17.23v-24f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/06/18 633.17.24v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/06/26 633.17.25f-v Juan Francisco Díaz,
subdelegado
1800/06/28 633.17.25v-26f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

552
Anexo

Delito/causa
Exhorto librado por Manuel Ibáñez, teniente provincial, donde solicita
aprehender al prófugo José Sánchez Lomelí por ladrón e ilícita amistad
con una mujer casada. Va rumbo a Pinos. Contiene filiación. No
específica qué robó.
Libertad condicional a José Martín Maldonado Zapata y Pedro José
Lozano apercibidos de no jugar, poner juego, consentir que lo pongan
ni ir a ellos (asunto relacionado con el exp. 633.17.19v).
Exhorto recibido por Juan López Cosío, subdelegado de la Piedad, pide
la aprehensión de Vicente Núñez, reo que estranguló violentamente a
María del Carmen. Sigue rumbo a Pinos. Contiene filiación.
Libertad de Vicente García y Campos a solicitud de la Constitución
de Fiadores formada por José Rito Esparza y Francisco Flores. No
especifican motivos.
Exhorto librado por Nicolás Escoto Tovar, teniente del pueblo de
Mexticacán, quien solicita la aprehensión del reo Joaquín de Chávez por
la muerte que perpetró en la persona de Dionisio García. Se dirige a la
sierra de Pinos y contiene filiación.
Aviso de haberse ahogado José María Ramírez en el río de los Tepetates.
Informó el teniente del pueblo de Jesús María, llamado José Julián
Martínez.
Exhorto librado por Juan Linares, subdelegado de Lagos, por el que
solicita aprehender al reo prófugo José Marín Ponce por la muerte de
Pablo Alcalá. Sigue la cordillera del reino rumbo a Pinos. Contiene
filiación.
Exhorto librado por el teniente provincial de Guadalajara, Juan Antonio
Garavito, quien solicita la aprehensión de Juan Martínez Carrillo, por
falsear libranza de 251 pesos, cuatro reales. Sigue la cordillera para la
ciudad de Zacatecas. Contiene filiación de reo.
Se pone en prisión a Juan José Pablo y Ángel Montes por las heridas que
hicieron a los Fernández (heridas).
Orden para efectuar declaración sobre la fábrica de aguardiente.

Exhorto librado por José Ramón Camino y Montero, subdelegado de la


villa del Nombre de Dios, solicita aprehender a José Apolinar Martínez
R., quien escapó llevándose un niño llamado Francisco Juan Navidad,
hijo de Pablo Navidad, sigue la cordillera para la villa de Lagos. Contiene
filiación de ambos.

553
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/07/02 633.17.26f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/07/02 633.17.26v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/07/02 633.17.26f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/07/07 633.17.27f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/07/09 633.17.27f-v Felipe Pérez y Terán,


alcalde ordinario

1800/07/21 633.17.28f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/07/21 633.17.28v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/07/22 633.17.28v-29f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/07/23 633.17.29f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/08/05 633.17.30v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/08/16 633.17.30v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

554
Anexo

Delito/causa
Exhorto librado por Julián Pablo de la Peña, alcalde mayor de Irapuato,
pide la aprehensión del reo Rafael Naboa por homicidio perpetuado a
Rafael Tejada. Sigue la cordillera a Zacatecas y contiene filiación del reo.
Exhorto librado por Pedro Reina de la Puente, teniente de subdelegado
de Teocaltiche, pide la aprehensión del reo prófugo Domingo Torres
por haber matado a José de la Roja. Contiene señas particulares del reo.
Exhorto librado por José Landeta, alcalde mayor de San Miguel el
Grande. Solicita la aprehensión del reo Simón Guerrero por haber
matado a Felipe de la Cruz Ramírez. Sigue la cordillera a Zacatecas y
contiene filiación del reo.
Causa entregada al defensor Francisco Cornejo, contra Rosalío Morales
por cometer incesto con su hija María Simona para alegato de bien
probado (causa que forma parte de la que tiene la colocación 633.17.14v
fechada el 17 de abril de 1800).
Causa formada contra Casimiro Casillas y socios, por ladrones. Se emite
auto al asesor letrado para que elabore dictamen y con ello confirmar o
revocar la sentencia emitida (robo).
Causa pasada a consulta del licenciado Ignacio Gutiérrez de Velasco,
respecto a la averiguación de quién dio muerte a José María Cruz
(homicidio).
Liberación de Juana Lucía a ruego del fiador obligado con su persona y
bienes de Felipe Santiago. No indican el motivo.
Exhorto librado por el teniente José Marín Cabrera de San Juan del
Río, solicita aprehender a los agresores que robaron a la señora Imagen
del Rosario del dicho pueblo, llevándose una considerable cantidad en
alhajas de oro, perlas y piedras. Contiene descripción de alhajas.
Exhorto recibido por Manuel Saavedra, subdelegado de Sombrerete,
pide la aprehensión de Mariano Gallo por robar a Miguel Cosío y
Manuel García; una pieza de rompecoche (tela de lana muy duradera) y
45 pesos respectivamente. Contiene filiación del reo.
Causa formada a José Vicente Mercado (a) Flores por indicios de ladrón
(robo).
Exhorto librado por el alcalde de Real de Pinos quien solicita la
aprehensión de Miguel López por la muerte de su mujer María José
Delgado. Sigue la cordillera de Pinos. Contiene filiación de prófugo.

555
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/08/16 633.17.31f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/08/16 633.17.31f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/08/19 633.17.31v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/08/23 633.17.32f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/08/26 633.17.33v-34f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/02 633.17.33v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/02 633.17.33v-34f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/02 633.17.34f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/02 633.17.35f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/04 633.17.34f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

556
Anexo

Delito/causa
Exhorto librado por Rafael Dionisio de Riestra, alcalde menor de
Guadalajara, solicita la aprehensión de Justo Biscocho y Merced, por la
muerte que cometió el primero en contra de José Mariano Muñoz. Sigue
la cordillera a la sierra de Pinos. Contiene filiación de ambos.
Comisión otorgada por el subdelegado de Lagos a José Mariano Vázquez
para averiguar robo que hicieron en el convento, solicita por exhorto la
persona de Teodoro Escobedo. Contiene filiación y sigue para Pinos.
Exhorto librado por Miguel Carrillo, teniente de Irapuato, solicita la
aprehensión de Pedro Cornelio por haber matado a Salvador Crescencio
de la Ayuda. Contiene filiación del reo.
Exhorto librado por José Manuel Saavedra, subdelegado de Sombrerete,
solicita la aprehensión de Esteban Gil Ruiz e Inocencio Hernández por
el robo que hicieron al Sagrario Parroquial Pantaleón de la María. Van
rumbo a Lagos. Contiene descripción de los acusados.
Exhorto librado por Juan José López de Lara, subdelegado de los
pueblos de Rincón de León, por el que solicita la persona de María
Matiana Gertrudis Terrazas o Sánchez, quien lleva una criatura de
un año. Va rumbo a Zacatecas. No citan la falta cometida. Contiene
descripción de la acusada.
Exhorto emitido por Francisco Ramírez Morales, subdelegado del Real
de Los Catorce, solicita de la aprehensión de Luis Fernández de Arauz.
Contiene filiación.
Exhorto recibido por el subdelegado de La Barca, solicita aprehender
a los reos prófugos: José María Rodríguez (a) Sanjaro, José Manuel
Becerra, Antonio Plascencia, José Alejandro Oseguera, Juan Valentín
Ambrosio y José Silvestre López. Siguen su derrotero a Zacatecas.
Contiene filiación de los acusados.
Exhorto librado por Martín Careaga, teniente mayor de la villa de Jerez,
solicita la persona de Vicente Cadena indio por heridas que confirió
a Cipriano Mesa que le provocaron la muerte. Contiene filiación del
acusado.
Causa entregada a Manuel de Victoria, formada contra José Alejo
Esparza por la muerte que perpetró en la persona de José Esteban de
Torres, para que forme la defensa que le convenga (homicidio).
Exhorto librado por Vicente Serrano, teniente del pueblo de Zacoalco,
y solicita la aprehensión de Miguel Sánchez por la complicidad en el
homicidio de José Ricardo. Sigue la cordillera de Zacateca y contiene
filiación del acusado.

557
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/09/12 633.17.35v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/09/16 633.17.35v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/19 633.17.35v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/19 633.17.35v-36f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/19 633.17.36f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/30 633.17.37f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/09/30 633.17.38f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/03 633.17.38f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/07 633.17.38f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

558
Anexo

Delito/causa
José Joaquín Marcial, justicia mayor ordinaria del pueblo de San Luis de
la Paz, solicita por exhorto la aprehensión del reo Antonio Rodríguez
por la muerte que confirió en la persona de Narciso Velázquez. Sigue
diligenciado para Zacatecas. Contiene filiación del acusado.
Entrega de causa al defensor Miguel Montoya formada contra María
Simona Morales por incesto con su padre Rosalío Morales, para que
alegue de bien probado (causa que forma parte de la que tiene la
colocación 633.17.14v fechada el 17 de abril de 1800).
Causa entregada al defensor Manuel de Arteaga contra José Alejo
Esparza por homicidio cometido en la persona de Esteban de Torres,
que promueve la defensa de María Atilana Sánchez amasia de Esparza
(causa que forma parte de la que tiene colocación 633.17.35f fechada el
02 de septiembre de 1800).
Causa entregada al defensor José Ramón López de Nava contra José
Antonio Gámez(a), el Chino Gámez, por la muerte ejecutada en la
persona de José María Cruz. No contiene filiación (causa relacionada
con la que tiene la colocación 633.17.28f fechada el 21 de julio de 1800).
Exhorto enviado por el alcalde ordinario de Pinos, Cosme Antonio de
Estrada, por el que solicita aprehender al reo prófugo Francisco Aguilar.
Contiene filiación del acusado.
Exhorto librado por Luis Fernando Romero, justicia mayor del pueblo
de Apasco, pide la aprehensión de los reos: José María Hueste, Valerio
Tenorio y Cayetano Gómez(a) el Calvo, por robo cuantioso que hicieron
de ropa para mujer, hombre y niño. Sigue cordillera a Guadalajara y
contiene descripción de los acusados.
Causa enviada al teniente del Rincón contra Alejo Esparza por dar
muerte a Esteban de Torres, para ratificación de testigos (causa que
forma parte de la que tiene colocación 633.17.35f fechada el 02 de
septiembre de 1800).
Entrega de causa a José Ramón López de Nava para que articule pruebas
sobre quién dio muerte a José María Cruz (causa relacionada con la que
tiene la colocación 633.17.28f fechada el 21 de julio de 1800).
Exhorto librado por Vicente Serrato, teniente del pueblo de Zacoalco,
solicita la aprehensión de los reos fugitivos: Santiago Figueroa, Julián
de León y Juan; el primero por ladrón y los demás por otros delitos
que todos hicieron fuga de la Real Cárcel de aquel pueblo. Siguen la
cordillera para la villa de Jerez. Contiene filiación de los reos.

559
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/10/08 633.17.38v-39f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/10/08 633.17.39f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/10 633.17.39v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/11 633.17.40f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/14 633.17.40v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/21 633.17.41v Juan Francisco Díaz,


subdelegado
1800/10/29 633.17.41v-42f Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/10/29 633.17.42f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/10/31 633.17.43f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

560
Anexo

Delito/causa
Devuelven causas con relación a la solicitud de aprehender a los reos
José María Suárez(a) el Alameño y Atanasio Ruiz por muerte ejecutada
a José Román Pérez y el prófugo nombrado Gil Pastrano por matar a
José Manuel Rodríguez, quién era alcalde del pueblo de San Marcos. No
proporcionan filiación de los reos (documento relacionado con la causa
cuya colocación es 633.17.2f datada el 30 de enero de 1800).
Exhorto librado por Francisco Rendón, intendente de la ciudad de
Zacatecas, quien solicita la aprehensión del cabo Camilo Villa S. y el
soldado José Paz del regimiento de la Corona, por desertores, quienes
se llevaron a dos mujeres; una es Juana Juliana Luján y la otra se ignora
su nombre y filiación. Contiene filiación de los otros tres reos. Llevan
cordillera a villa de Lagos.
Exhorto librado por Manuel de Mena, subdelegado de Jalostotitlán, pide
la aprehensión de Juan José Leandro por robar ganado cabrío. Siguen la
cordillera al reino de Asientos. Contiene datos personales del reo.
Exhorto librado por José Ildefonso, alcalde ordinario más antiguo de
la villa de León, quien solicita la aprehensión del reo prófugo Julián
Raymundo Rodríguez por dar una pedrada a María Guadalupe Terrones
y muriera. Lleva la cordillera para Real de Pinos. Contiene descripción
del acusado.
Causa criminal seguida a Alejo Esparza y María Atilana Sánchez. Recibe
Manuel Ortega para particular pruebas (causa que forma parte de la que
tiene colocación 633.17.35f fechada el 02 de septiembre de 1800).
Causa pasada a consulta a Mateo Gutiérrez de Velasco seguida a Felipe
Castro por haberse mezclado con una burra (bestialidad).
Exhorto recibido José Ángel Solís, teniente del subdelegado de Acatlán
solicita la aprehensión del reo Antonio Rodríguez (a) Corva por
homicidio en la persona de Juan Ramos, sigue diligencias para el juzgado
de Acatlán. Contiene filiación del acusado.
Exhorto librado por José María Núñez de la Torre, alcalde ordinario
más antiguo de la villa de San Felipe, quien solicita aprehender al reo
prófugo Remigio del Carmen Moreno por delito de sodomías. Sigue la
cordillera de Ojocaliente de Bastillas. Contiene datos del acusado.
Superior despacho de la Audiencia de este reino que manda solicitar
la aprehensión del reo prófugo y ladrón José Carlos Godoy, sigue la
cordillera para el reino de Pinos. Contiene filiación del acusado.

561
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/10/31 633.17.43v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/11/08 633.17.43v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/11/18 633.17.44f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/11/19 633.17.44v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/11/24 633.17.45f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/12/03 633.17.45f-v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/12/06 633.17.45v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/12/06 633.17.45v Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/12/29 633.17.46f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800/12/29 633.17.46f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

562
Anexo

Delito/causa
Causa pasada para consulta al licenciado Ignacio Gutiérrez de Velasco
para sentencia definitiva respecto a las averiguaciones de quienes
hicieron y dieron muerte a José María Cruz contra José Antonio Gómez
(causa relacionada con la que tiene la colocación 633.17.28f fechada el
21 de julio de 1800).
Causa entregada a Ignacio Gutiérrez de Velasco seguida a Rosalío
Morales y su hija María Simona para sentencia definitiva (causa que
forma parte de la que tiene la colocación 633.17.14v fechada el 17 de
abril de 1800).
Exhorto librado por Luis Moreno, teniente de subdelegación de León,
por el que pide aprehender a los reos José Valentín y el Cojo Francisco.
Siguen cordillera hacia el Real de Pinos. Contiene filiación de los reos.
Causa que se entrega al defensor Agustín Jiménez formada contra Felipe
Santiago Castro, por haberse mezclado carnalmente con una burra, para
que responda el cargo (documentos que forman parte de la causa cuya
colocación es 633.17.41v datada el 21 de octubre de 1800).
Causa entregada al defensor Manuel Víctor C. seguida a Alejo Esparza,
para que alegue de bien probado (documentos que forman parte de la
que tiene colocación 633.17.35f fechada el 02 de septiembre de 1800).
Exhorto librado por Francisco Xavier Gámez Saucedo, subdelegado de
San Francisco del Mezquital, quien solicita la aprehensión de dos reos
prófugos ladrones cuatreros: Pablo Ávila y José María Vázquez; no traen
señas particulares.
Exhorto librado por Manuel Gutiérrez Solana, alcalde en turno de
Lagos, sobre el robo que hicieron a María de la Fuente en joyas de oro y
plata, proporciona señas de las joyas a Felipe Negrete, alcalde ordinario
menor de Durango, quien solicita aprehender al reo Miguel Morgado de
oficio platero.
Causa entregada a Manuel Arteaga, seguida a Alejo Esparza y María
Atilana Sánchez. Se entrega para alegar de bien probada su defensa
(documentos que forman parte de la que tiene colocación 633.17.35f
fechada el 02 de septiembre de 1800).
Exhorto librado por Felipe Hernández, teniente subdelegado de
Jalostotitlán, pide aprehensión del reo José Alejandro Lara. Sigue
cordillera para Zacatecas. Contiene filiación del acusado.
Exhorto diligenciado por Juan Antonio de Pereda, teniente de justicia
mayor de Ojocaliente de Vastilla, solicita aprehender a José María
Nava, por la muerte de Joaquín de Espino. Su derrotero es para Lagos.
Contiene filiación del acusado.

563
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Fecha Colocación Autoridad


1800/12/29 633.17.46v Juan Francisco Díaz,
subdelegado

1800/12/30 633.17.46v-48f Juan Francisco Díaz,


subdelegado

1800 633.18.6f Felipe Terán, alcalde


mayor
1800 633.18.6f-v Felipe Hernández, alcalde
ordinario

1802/06/16 22.19.15 Cosme Damián Flores


Alatorre, alcalde
provincial
1802/07/23 22.20.2 José Luis Ruiz de
Esparza, alcalde
ordinario de segundo
voto
1811/10/12 25.10.1

Total de causas: 108

Las tablas anteriores fueron desarrolladas con la información


contenida en las fichas que indican la colocación de los expedientes
que forman parte del Fondo Judicial Civil del Archivo Histórico del
Estado de Aguascalientes, mismas que fueron confrontadas con
el documento (en formato excel) que tiene disponible el Archivo
Histórico para la consulta de expedientes. Cabe mencionar que el
documento se elaboró como una necesidad superveniente, resulta-
do de los datos obtenidos de los levantamientos y la confrontación

564
Anexo

Delito/causa
Exhorto librado por José Cirilo Amador, teniente de justicia mayor de
la villa de la Encarnación, quien solicita aprehensión de los reos: José
María García, Basilio Arratici y Miguel Treviño. Sigue la cordillera a
Guadalajara y Zacatecas. Contiene filiación de los reos.
Exhortos librados por Juan Marín de Lanzagorta y Landeta, alcalde
ordinario de San Miguel el Grande, Manuel González Vallejo, alcalde mayor
de Guadalajara, Juan Francisco Colleja, subdelegado de Zapotlán Alcalde
Grande, quienes solicitan la aprehensión de los reos: Juan Evangelista
García por haber matado a Cristóbal Lázaro González, sin cordillera; José
María (a) Chapote o Manuel Márquez por matar a José Ricardo de Atún,
sigue cordillera de Pinos; Luis de Silva, José García y Rafael Leandro por
apalear al subdelegado, sigue cordillera de Zacatecas y José Ramos Natera
Fiel de Almacenes de la Factoría Administración General de Tabacos de la
Capital de Guadalajara, respectivamente. Contiene filiación de los acusados.
Herida hecha por el reo José Esteban de Ovalle a Luis Antonio López
(a) Castro (heridas).
Exhorto librado por Felipe Hernández de Jalostotitlán. Solicita
aprehender a Asencio González por las heridas hechas a José Antonio
de los Dolores.
Denuncia por despojo de tierras que promueven Juan Antonio, José
Tranquilino, Marcos e Hilario Rodríguez, indios de San José de Gracia
contra Pedro Pablo García (despojo).
Exhorto relativo a la remisión de José María Trillo, mediante una custodia
para enviarse a Veracruz a purgar una condena por homicidio; certifica
Andrés Arroyo Anda, escribano de la Audiencia de Nueva Galicia.

Solicitud de libertad por ser inocentes que promueven Vicente Durón,


Mariano Saucedo y Guadalupe y Pedro Gutiérrez, acusados de cómplices
en distintos robos cometidos por los insurgentes.

de información efectuada respecto al Fondo Judicial Penal, donde


se resguardan causas civiles archivadas como criminales. Por tan-
to, para evitar sesgos en los datos obtenidos, nos dimos a la tarea
de hacer una inspección cuidadosa del Fondo Civil colonial. Se
recuperaron 263 expedientes con información del orden criminal
archivadas en él, lo que significa que 62% del Fondo Penal colonial
está en el Civil, información que queda en este trabajo para el co-
nocimiento de los interesados en el tema.

565
La justicia criminal local novohispana

Por último, es de resaltar que el Fondo Judicial Civil tiene


integrados legajos compuestos con fojas que formaron parte de
expedientes que en algún momento se fueron desmembrando
hasta perderse casi por completo, sobreviviendo unas cuantas
páginas. Desafortunadamente, muchas de éstas fueron compila-
das sin el cuidado de su correlación y están colocadas con asigna-
ciones autónomas, como puede constatarse en las observaciones
integradas en la columna denominada “causa” dentro de la tabla.
Es importante recalcar que, de lo antes mencionado, es probable
que se desprendan errores en el conteo de delitos de este fondo,
por su probable duplicación en algunos de los casos.

Relación de delitos contenidos en el Fondo Judicial Penal.


Siglo xvii

Delitos Número
Abigeos 2
Cuatreros 4
Fuga de reos 1
Golpes 3
Heridas 5
Homicidio 2
Intento de heridas 1
Intento de homicidio 1
Rapto 1
Receptador 1
Robo 3
Total de delitos 24

566
Anexo

Asuntos civiles tramitados como criminales Fondo Judicial Penal.


Siglo xvii

Demandas Número
Incumplimiento de promesa de matrimonio 1
(solicitud de encarcelamiento)
Total de demandas 1

Asuntos criminales archivados en el Fondo Judicial Civil.


Siglo xvii

Delitos Número
Abigeos 9
Adulterio 3
Amenazas 2
Calumnias 1
Capeador 1
Cuatreros 6
Daños 4
Despojo 1
Golpes 1
Heridas 10
Homicidio 4
Injurias 2
Rameras 1
Rapto 2
Receptador 1
Robo 3
Total de delitos 51

567
La justicia criminal local novohispana

Concentrado de delitos del Fondo Judicial Penal y del Fondo


Judicial Civil. Siglo xvii

Fondo Judicial
Delitos Fondo Judicial Civil
Penal
Abigeos 2 9
Adulterio 3
Amenazas 2
Calumnias 1
Capeador 1
Cuatreros 4 6
Daños 4
Despojo 1
Fuga de reos 1
Golpes 3 1
Heridas 5 10
Homicidio 2 4
Injurias 2
Intento de heridas 1
Intento de homicidio 1
Rameras 1
Rapto 1 2
Receptador 1 1
Robo 3 3
Total 24 51
Total de delitos en el siglo xvii: 75

568
Anexo

Relación de delitos contenidos en el Fondo Judicial Penal.


Siglo xviii

Delitos Número
Abigeos 29
Abuso de autoridad 2
Adulterio (ilícita amistad, amasiato, ilícitas relaciones 32
o torpe amistad)
Allanamiento de morada 2
Amancebamiento 9
Amenazas 1
Bebidas prohibidas (ilícita elaboración de aguardiente 2
y venta ilegal de alcohol)
Bestialidad 2
Calumnias 1
Cuatreros 22
Daños 4
Despojo 2
Difamación 3
Ebriedad 1
Estupro 6
Estupro inmaturo 2
Faltas al orden público (faltas a la moral, faltas a la 4
autoridad y alteración al orden público)
Forzadores (violación) 2
Fraude 2
Fuga de reos 2
Golpes (agresiones) 12
Heridas (lesiones y riña) 81
Homicidio 39
Incendiario 2

569
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Delitos Número
Incesto 7
Injurias (insultos y ofensas) 22
Intento de homicidio 1
Intento de suicidio 1
Juegos prohibidos 1
Lenón 1
Rameras 1
Rapto 6
Resistencia de particulares 1
Robo 21
Robo de esclavos 2
Sevicia 2
Sodomía 1
Sublevación de indios 1
Vagancia 2
Total 334

Asuntos civiles tratados como criminales del Fondo Judicial


Penal. Siglo xviii

Demandas Número
Disenso (se niega a casar a su hija con un 1
ladrón)
Legitimación de propiedad de un macho y 1
una yegua
Pago de costas derivado de un juicio de 1
amancebamiento
Pago de deudas 2
Pago de pesos 3
Total de demandas 8

570
Anexo

Asuntos criminales archivados en el Fondo Judicial Civil.


Siglo xviii

Delitos Número
Abigeos 5
Adulterio 5
Allanamiento de morada 2
Amancebamiento 2
Amenazas 2
Calumnias 1
Cuatreros 7
Daños 4
Despojo 4
Faltas al orden público 2
Forzadores 1
Fraude 2
Fuga de reos 2
Golpes 3
Heridas 7
Homicidio 6
Incesto 1
Injurias 6
Rapto 4
Receptador 1
Resistencia a particulares 1
Robo 3
Robo de esclavos 1
Sevicia 1
Total 72

571
La justicia criminal local novohispana

Concentrado de delitos del Fondo Judicial Penal


y del Fondo Judicial Civil. Siglo xviii

Delitos Fondo Judicial Fondo


Penal Judicial Civil
Abigeos 29 5
Abuso de autoridad 2 5
Adulterio (ilícita amistad, 32
amasiato, ilícitas relaciones o
torpe amistad)
Allanamiento de morada 2 2
Amancebamiento 9 2
Amenazas 1 2
Bebidas prohibidas (ilícita 2
elaboración de aguardiente y
venta ilegal de alcohol)
Bestialidad 2
Calumnias 1 1
Cuatreros 22 7
Daños 4 4
Despojo 2 4
Difamación 3
Ebriedad 1
Estupro 6
Estupro inmaturo 2
Faltas al orden público (faltas 4 2
a la moral, faltas a la autoridad
y alteración al orden público)
Forzadores (violación) 2 1
Fraude 2 1
Fuga de reos 2 2
Golpes (agresiones) 12 3

572
Anexo

continuación de tabla

Delitos Fondo Judicial Fondo


Penal Judicial Civil
Heridas (lesiones y riña) 81 7
Homicidio 39 6
Incendiario 2
Incesto 7 1
Injurias (insultos y ofensas) 22 6
Intento de homicidio 1
Intento de suicidio 1
Juegos prohibidos 1
Lenón 1
Rameras 1
Rapto 6 4
Receptador 1
Resistencia de particulares 1 1
Robo 21 3
Robo de esclavos 2 1
Sevicia 2 1
Sodomía 1
Sublevación de indios 1
Vagancia 2
Total 334 72
Total de delitos en el siglo xviii: 406

573
La justicia criminal local novohispana

Relación de delitos contenidos en el Fondo Judicial Penal. Siglo


xix (1800-1821)

Delitos Número Delitos Número


Abigeos 3 Heridas 10
Adulterio 6 Homicidio 25
Amancebamiento 1 Incesto 1
Contrabando 1 Injurias 1
Cuatreros 3 Lesiones 3
Daños 1 Rameras 1
Estupro 1 Rebelión de indios 1
Faltas al orden público 2 Robo 8
Golpes 1
Total 69

Asuntos criminales archivados en el Fondo Judicial Civil.


Siglo xix (1800-1821)

Delitos (Fondo Judicial Civil) Número


Adulterio 1
Bestialidad 1
Despojo 1
Heridas 2
Homicidio 5
Incesto 1
Injurias 1
Juegos prohibidos 1
Robo 2
Total 15

574
Anexo

Concentrado de delitos del Fondo Judicial Penal


y del Fondo Judicial Civil. Siglo xix (1800-1821)

Fondo Judicial Fondo Judicial


Delitos Penal Civil
Abigeos 3
Adulterio 6 1
Amancebamiento 1
Bestialidad 1
Contrabando 1
Cuatreros 3
Daños 1
Despojo 1
Estupro 1
Faltas al orden público 2
Golpes 1
Heridas 10 2
Homicidio 25
Incesto 1 1
Injurias 1 1
Juegos prohibidos 1
Lesiones 3
Rameras 1
Rebelión de indios 1
Robo 8 2
Total 69 15
Total de delitos del siglo xix (1800-1821): 84

575
La justicia criminal local novohispana

Autoridades judiciales. Siglo xvii

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Juan Enríquez de
1640 Medrano
Baltazar Salinas y
1648 Molina
Baltazar de Salinas y
1649 Molina
Marcos Ruiz
1654 Colmenero

1655

1656 Juan Rincón de Vivar

1660 José Roldán

Juan Maldonado de
1662 Saavedra
Francisco de Prado
1663 Castro
Francisco de Prado
1665 Castro
1667 José Parga y Gayoso

1668 José Parga y Gayoso

1669 Nicolás Sarmiento

1670 Juan Romo de Vivar

1671 Juan Romo de Vivar

Juan Romo de Vivar/


Nicolás de Saldívar
1672 Oñate y Mendoza
(adelantado de Nuevo
México)

576
Anexo

Teniente general Otra autoridad


de alcalde mayor

Antonio de Vargas y Valadez


Francisco Fernández (escribano público)

Alfonso de Borbón y Tapia

Alfonso de Borbón y Tapia

Gerónimo de Alcázar

Manuel Correa

577
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Nicolás de Saldívar
1673 Oñate y Mendoza

1675

Mateo Treviño y Haro/


1676 Francisco Martín
Gallardo
José de la Escalera y
1677 Valdés
José de la Escalera y
1678 Valdés
Francisco Martín
1681 Gallardo

1682 José Verdín y Codar

Juan Fernández
1683 José Verdín y Codar de Castro
José Verdín y Codar/ Marcos Pérez
1684 Juan Altamirano de Martín de Altuna Montalvo
Castilla
Juan Altamirano de
1685 Castilla
Nicolás de
1686 Francisco de Echaniz Aguilera
Francisco Tello de Ventura Arce y
1687 Lomas Castilla
Francisco Tello de Juan Altamirano
1688 Lomas/ José Verdín y de Castilla
Codar
Juan Romo de Vivar/
1689 Francisco Ruiz de
Bribiesca
Francisco Ruiz de
1690 Bribiesca

578
Anexo

Teniente general Otra autoridad


de alcalde mayor

Álvaro de Valadez/ Diego de


Muñatones

Vicente de Saldívar

Marcos Pérez Montalvo

José Carrillo

Alfonso Navarrete Argote


Pedro de Medina (escribano público)
Alfonso Navarrete Argote/ Miguel Martín Barragán (Juez
Sebastián de Altomba/ del Estanco de Tabacos)
Francisco de Arenas

Manuel Hurtado de Mendoza

Alfonso Navarrete Argote


(escribano público)

Francisco Gómez de Lara/


Pedro de Medina

579
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto

Pedro de Salazar y
1691 Águila

1692 Pedro Salazar y Águila

1693 Pedro Salazar y Águila

1694 Pedro Salazar y Águila

1695 Pedro Salazar y Águila

Nicolás Ruiz de
1697 Esparza
Felipe de Otaduy y
1698 Avendaño
Felipe de Otaduy y Juan Amador
1699 Avendaño López

Autoridades judiciales. Siglo xviii

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Diego de Parga y
1700 Gayoso
Diego de Parga y
1701 Gayoso
Fernando Delgado
1703 Ocampo
Francisco del José Guzmán y
1705 Árbol y Bonilla Prado
Francisco del Baltazar Díaz de
1706 Árbol y Bonilla Aguilera

580
Anexo

Teniente general Otra autoridad


de alcalde mayor

Antonio Pérez Velasco


(escribano público)/Martín
Francisco Gómez de Lara Figueroa Ferrer (vicario juez
eclesiástico)
Francisco Gómez de Lara/
Miguel Martín Barragán

Miguel Martín Barragán

Julián Antonio de Mendoza y


Cabral
Julián Antonio de Mendoza y Salvador Delgado Cervantes
Cabral (escribano)

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Juan Gómez de Esparza

Salvador Delgado Cervantes


(escribano público)

581
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Francisco del Sebastián Flores
1707 Árbol y Bonilla de Robles
Salvador
Francisco del
1708 Delgado
Árbol y Bonilla Cervantes
Gregorio
1709 Rodríguez Toral

Gregorio Nicolás Ruiz de


1710 Rodríguez Toral Esparza

Gregorio Andrés Tello de Nicolás Ruiz de


1711 Rodríguez Toral Lomas Esparza

Gregorio
1712 Rodríguez Toral
Pedro Miguel de
1713 Prados
Pedro Miguel de
1714 Prados
José Isidro Cid
Pedro Miguel de Nicolás Ruiz de
1715 Escobar/Andrés
Prados Esparza
de Moya Palacios
Pedro Miguel de Andrés de Moya
1716 Nicolás Gallardo
Prados Palacios
Pedro Miguel de Nicolás Ruiz de
1717 José Cardona
Prados Esparza

Pedro Miguel de
1718 Félix de Acosta
Prados

Miguel Gerónimo
Pedro Miguel de
1719 el Villar/Gregorio
Prados Rodríguez Toral
Andrés Tello de
1720 Lomas

582
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Juan Gómez de Esparza/ Alonso


Navarrete Argote

Antonio Parga y Ulloa/ Ventura


de Arce y Castilla/ Alonso
Navarrete Argote/ Juan Landeros
R./Antonio Romo de Vivar
Baltazar de Aguilera (escribano
público)/Felipe Serrano (alguacil
mayor)

Ignacio Calderón

Roque Marentes

Roque Marentes

Baltazar de Aguilera (escribano)

Lorenzo Martín/Diego de Parga


y Gayoso

Diego de Parga y Gayoso

Nicolás Ruiz de Esparza/Diego


de Parga y Gayoso/Gerónimo
Antonio de la Puebla/Diego
Miguel de Prados

Nicolás Ruiz de Esparza/Diego


Miguel de Prados

Baltazar de Aguilera

583
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Gregorio
1721 Rodríguez Toral
Gregorio
1722 Rodríguez Toral
Gregorio
1723 Rodríguez Toral
Gregorio
1724 Rodríguez Toral
1725
Felipe de Diego de Medina
1726 Guardiola y y Lomas
Chávez

1727

Felipe Bartolomé Lucas López de Diego Antonio


1728 Bravo de Acuña Fonseca de Velasco
Cristóbal
Rodríguez
de Portugal/
1729 Francisco de
Ayza Marqués del
Castillo
Matías de la Mota Pedro Salazar y
1730 Padilla Lascarro
Matías de la Mota Francisco José
1731 Padilla Gómez
Juan Valentín de la
1732 Peña

1733 Juan Valentín de la


Peña
Juan Valentín de la
1734 Peña
Salvador Miguel
Juan Valentín de la
1735 Fernández de Fernández de
Peña Palos Palos

584
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Diego Espinosa de los Monteros

Diego Espinosa de los Monteros

Diego Espinosa de los Monteros

Diego Espinosa de los Monteros

Andrés Francisco Serrano

Nicolás Carlín/Andrés Francisco


Serrano/Manuel de la Sierra

Nicolás Carlín/Lorenzo Martín/ Nicolás Muñoz de Huerta (vicario


Miguel de la Fuente/Andrés juez eclesiástico)
Francisco Serrano

Andrés Francisco Serrano

Roque Marentes de Otaduy y


Avendaño

Andrés Francisco Serrano

Andrés Francisco Serrano

585
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Miguel
Juan Valentín de la Pedro Antonio Fernández de
1736 Peña Ruiz de Esparza Palos/Joaquín de
Ortega
José de la Sierra y José Ascencio de
1737 Salmón Velacorta
José de la Sierra y
1738 Antonio López
Salmón
José de la Sierra y
1739 Salmón
José de la Sierra y Diego Tello de
1740 Salmón Lomas
José de la Sierra y
1741 Salmón
1742

1743

1744

Fernando Manuel Francisco Javier


1745 Monroy Carrillo de Cardona
Joaquín de
Fernando Manuel Antonio José de
1746 la Cruz Cid
Monroy Carrillo Emazabel Escobar

1747

1748

1749

Felipe de Bengoa
y Errecarte/Pedro
1750 José de Emazabel Miguel de Cobos
Francisco de San
Martín

586
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

José Serrano/Manuel Rafael de


Aguilera

Francisco José Gómez

Francisco José Gómez

Pedro Antonio Ruiz de Esparza


(alcalde provincial)
José Serrano
Pedro Antonio Ruiz de Esparza
(alcalde provincial)

Diego de Medina y Lomas

Nicolás de Cardona/Manuel
Rafael de Aguilera

Manuel Rafael de Aguilera


Diego de Medina y Lomas (escribano público)

Francisco José Gómez/Fernando


García de los Ríos

587
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Pedro Francisco
1751 de San Martín
Pedro Francisco
1752 de San Martín
1753
Félix Díaz de
Fernando Manuel León/Francisco
1754 Monroy Carrillo Javier Rincón
Gallardo
Fernando Manuel
1755 Monroy Carrillo
Francisco
Fernando Manuel
1756 Manuel de Goitya de Rivero y
Monroy Carrillo Gutiérrez
Fernando Manuel José Nicolás Manuel Gómez
1757 Monroy Carrillo Flores de la Torre Zorrilla
Fernando Manuel
Monroy Carrillo/ Diego Tello de
1758 Agustín Jiménez Lomas
de Muñana
Agustín Jiménez José Quijano
1759 de Muñana Velarde
Agustín Jiménez
1760 de Muñana

Agustín Jiménez Manuel Díaz de


1761 de Muñana León

Agustín Jiménez
1762 de Muñana

1763

1764

588
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Domingo Ruiz de Escamilla

José Miguel Romo de Vivar


Nicolás Laredo (comisario de la Acordada)

Gerónimo Díaz de Sandi


Nicolás Laredo (escribano público)

José Ignacio Meléndez/Nicolás Juan Paulino de Emazabel (alcalde


Laredo provincial)

Agustín Jiménez de Muñana

Agustín Jiménez de Muñana/


Manuel Rafael de Aguilera

Juan Paulino de Emazabel (alcalde


Clemente Jiménez de Muñana provincial)
Juan Paulino de Emazabel (alcalde
provincial)
Juan Paulino de Emazabel (alcalde
provincial)/ Manuel Gómez
Zorrilla (comisario)/ Gerónimo
Díaz de Sandi
Manuel Gómez Zorrilla
(comisario)/ Juan Paulino de
Emazabel (alcalde provincial)
Gerónimo Díaz de Sandi
José Rafael de Urdapilleta (escribano público)
Manuel Antonio Barreda/Juan
Eligio Martínez

589
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto

1765

Agustín Jiménez Pedro Gutiérrez Pedro Manuel


1766 de Muñana de Velasco Calera
Agustín Jiménez
1767 de Muñana
Agustín Jiménez
1768 de Muñana
Agustín Jiménez
1769 Santos Naranjo
de Muñana
Agustín Jiménez
1770 de Muñana
Manuel María
Agustín Jiménez Tello de Lomas/
1771 de Muñana Antonio Correa
y Aramburu

Agustín Jiménez Antonio Correo


1772 de Muñana y Aramburu

Antonio María José Primo y


1773 Núñez de Toronjo Verdad
Antonio
Juan José Díaz de Francisco de
1774 Martínez de
León Tiscareño Sotomayor
Juan José Díaz de Francisco de Francisco
1775 León Tiscareño Fernández
Juan José Díaz de
1776 León

Eusebio Ruiz de Juan José Díaz de Francisco


1777 Tejada León Antonio Ruiz

Eusebio Ruiz de
1778 Tejada

590
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Manuel de Arteaga

Francisco Romo de Vivar

Nicolás Laredo/ Juan Paulino de


Emazabel

Nicolás Flores de la Torre

Nicolás Flores de la Torre

Nicolás Laredo

Domingo Cayetano de Acosta


(alcalde provincial) /Manuel
José Manuel de Castro Gómez Zorrilla (regidor alférez
real)
Manuel Rafael de Aguilera
(escribano público)/ Cristóbal
Carlos Tiburcio Gallardo Ruiz de Esparza (alcaide de la
cárcel)/ Miguel Gaspar (verdugo)
Juan Antonio Mantilla/ Domingo Manuel Gómez Zorrilla (regidor
Cayetano de Acosta alférez real)

Juan Antonio Mantilla/José Manuel Gómez Zorrilla (regidor


Antonio Fernández de Palos alférez real)

Juan González Valdez/ Antonio


Francisco Gutiérrez de Lievana/ Manuel Gómez Zorrilla (regidor
Felipe Pérez de Terán/Félix alférez real)
Antonio García Martínez

591
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto
Eusebio Ruiz de
1779 Santos Naranjo
Tejada
Eusebio Ruiz de
1780 Tejada
Eusebio Ruiz de
1781 Tejada
Manuel José
Juan Antonio
Eusebio Ruiz de Ávila/ José
1782 Flores Robles y
Tejada Antonio
Díaz Guzmán
Domingo
1783 Cayetano de
Acosta

Eusebio Ruiz de José Manuel de


1784 Tejada Goytía

Alejandro Vázquez Baltazar Gómez Francisco de


1785 de Mondragón Zorrilla Goytía
Alejandro Vázquez Jacinto Ruiz de
1786 de Mondragón Esparza
José Antonio
Guzmán /
Juan Antonio
1787 José Antonio
Peredo Fernández de
Palos
Pedro Herrera y Antonio Pérez
1788 Leyva Maldonado
Pedro Herrera y
1789 Leyva
Pedro Herrera y
1790 Leyva
Pedro Herrera y
1791 Leyva
Pedro Herrera y
1792 Leyva

592
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Manuel Gómez Zorrilla (regidor


José Antonio Fernández de Palos alférez real)

Manuel de Santa Anna/ Diego


María Flores Alatorre/ Pedro
Gutiérrez de Velasco

Miguel Antonio Gutiérrez/ Juan


Elías Herrera/ Manuel de Santa
Anna
José María Guadalupe de Osorio/
Manuel de Santa Anna

Antonio Díaz de Tiscareño

Francisco Martínez Conde

José Antonio Fernández de Palos

Nicolás Núñez

Francisco Martínez Conde

Francisco Martínez Conde/


Nicolás Núñez

593
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde
Año Alcalde mayor ordinario de ordinario de
primer voto segundo voto

Pedro Herrera y
1793 Leyva

Pedro Herrera y
1794 Santiago Molleda
Leyva
Juan José Carrillo y
1795 Vértiz
Joaquín
Juan José Carrillo y
1796 González de
Vértiz Cosío
Juan José Carrillo y Nicolás de
1797 Vértiz Esparza

Juan José Carrillo y Juan Francisco


1798 Vértiz Díaz

Juan Francisco Juan Silva y


1799 Díaz Noroña

594
Anexo

Teniente general Otra autoridad como juez


de alcalde mayor receptor

Francisco Martínez Conde/ Juan


José Barragán/ Antonio Guridi y
Jáuregui/ José Antonio Beristain

Francisco Martínez Conde

Francisco Martínez Conde

Francisco Martínez Conde

Francisco Martínez Conde

Rafael Fregoso /José Santiago


Ruiz/ José Antonio Manuel
Marentes
José Santiago Ruiz/ Pedro
Nolasco Romo de Vivar/
Anastasio de la Campa

595
La justicia criminal local novohispana

Autoridades judiciales. Siglo xix (1800-1821)

Alcalde Alcalde ordinario


Año Subdelegado ordinario de segundo voto
de primer voto
Juan Francisco José Luis Ruiz de
1800 Díaz Esparza
Juan Francisco
1801 Díaz
Santiago de
1802 Juan Flores Juan Silva Noroña Molleda
José Joaquín
José Joaquín
1803 González de Santiago Molleda
Maciel Cosío
José Luis Ruiz
Isidro Gómez de de Esparza /
1806 Neira Fernando Martínez
Conde
José Antonio
1807 Guzmán
Bernardino Díaz de
Cosío/ José Luis
José Antonio Ruiz Esparza/ José
1808 Guzmán Marín de Ávila/
Manuel Gutiérrez
Solana
Fernando
1809 Martínez Conde
Bernardino Díaz
Bernardino Díaz de Cosío/ Manuel
Bernardino Díaz de Cosío/ Mateo
1810 de Arteaga/ Pedro
de Cosío Gutiérrez de José Antonio
Velasco Dávalos
Mateo Gutiérrez
1811 Felipe Terán Manuel de Arteaga
de Velasco
1812 Felipe Terán
1813 Felipe Terán
1814 Felipe Terán
1815 Juan Ángel Díaz

596
Anexo

Teniente Otra autoridad

Damián Flores Alatorre (alcalde


provincial)
Juan José Dávalos/ José Antonio
Moretín
Damián Flores Alatorre (alcalde
provincial)

Pedro Nolasco Romo de Vivar/


José López de Nava

José María Bobadilla (verdugo)

Pedro Nolasco Romo de Vivar

José Valentín Ocampo

José María Torres

José Esteban de Araiza

597
La justicia criminal local novohispana

continuación de tabla

Alcalde Alcalde ordinario


Año Subdelegado ordinario de segundo voto
de primer voto
1816 José Rafael Chávez
José Luis Ruiz de
1817 Isidro Tejada Esparza
José Félix
1818 Isidro Tejeda Cardona
Cayetano
1819 Isidro Tejeda Guerrero/ Pedro Antonio Gutiérrez
José García Rojas

1820

598
Anexo

Teniente Otra autoridad

José Esteban de Araiza

José Esteban de Araiza

Ramón Sánchez de Porras

Ramón Camino y Montero/ Damián Flores Alatorre (alcalde


Francisco Dávalos provincial)

José Hilario Morales (síndico


procurador)

Siglas
agn Archivo General de la Nación
ahea Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes
fjp Fondo Judicial Penal
fjc Fondo Judicial Civil

599
La justicia criminal local novohispana

Fuentes de investigación
Documentales

I. Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes

Expedientes del Fondo Judicial Penal

Siglo xvii

205.5.15 271.5.35 260.3.15


307.17.18 255.23.47 255.6.14
267.2.46 260.2.2 302.12.8
176.14.21 260.7.45 603.15.17
236.7.22 294.3.44 625.9.55
254.19.4 247.16.13 625.9.112v-114v

Siglo xviii

225.4.6 251.12.14 227.6.23 272.32.6 327.11.5 285.10.2 266.18.7


251.30.15 261.22.21 278.29.2 260.10.7 281.5.12 248.22.12 251.26.13
205.33.6 253.21.3 271.13.6 205.21.35 251.23.16 270.20.15 265.2.18
229.14.10 229.12.3 284.15.30 251.26.13 284.17.6 8.9.7 265.1.29
267.21.10 187.6.7 221.17.4 299.23.11 256.13.3 251.26.13 257.1.43
187.4.20 229.11.7 281.23.5 281.22.97 247.16.13 67.2.53 53.26.6
252.14.4 267.14.20 189.5.83 99.23.14 265.5.7 190.5.83 248.11.28
254.27.19 305.17.35 266.11.8 269.13.8 257.6.23 190.20.46 267.25.73
266.16.19 266.7.32 261.20.8 253.15.72 268.25.4 4.13.42f-45v 253.19.4
234.16.11 202.21.11 215.23.16 54.2.7 268.28.4 261.24.6 261.31.4
269.1.6 220.4.19 236.29.7 271.25.46 44.11.4 252.27.2

264.20.8 229.17.4 34.14.8 248.30.10 217.11.3 255.12.2

600
Anexo

Siglo xix

288.3.22 248.14.5 281.7.5 264.4 94.5.8


255.22.20 47.19.5 255.10.7 229.37.6 47.21.3
271.31.15 33.20.2 239.12.4 248.13.9 34.6.4
271.1.3 172.16.13 270.15.8 44.8.2 44.9.3
255.15.7 278.31.3 272.15.17 269.12.5

Expedientes del Fondo Judicial Civil

Siglo xvii

1.2.41f-42v 629.4.73f-74v 1.2.91f-92v 1.2.49f-50v 1.2.123f-v


1.2.38f-39v 1.2.255f-257v 1.2.242f-v 629.4.56f-v 630.14.7
1.2.34f-37v 629.21.2f-v 1.2.94f-95v 629.4.42f-44f 629.21.29f-v
1.2.116f-117v 629.21.1f-v 1.2.20 f-v 1.2.240f-v 1.2.161f-v
1.2.112f-v 1.2.136f-v 630.5.1f-5v 1.2.48f-v 630.18.71
1.2.159f-v 1.2.157f-v 1.2.20f-37v 1.2.49f-50v 630.15.18f-v
1.2.227f-228v 1.2.158f-v 630.5.48f-51v 629.4.56f-v 630.15.12f-17f
1.2.230f-v 1.1.6f-7f 1.2.246f-v 629.4.42f-44f 1.2.179f-v

Siglo xviii

631.10.1 5.1.32f-38v 804.10.17f-v 806.8.8


629.5.20 f-v 5.12.15f –17v 631.21.8 632.25.2
8.4.60f-61v 5.12.5f-v 804.10.10f-v 16.3.2
8.4.68f 803.18.10f-15v 804.10.5f-v 16.6.12

601
La justicia criminal local novohispana

Siglo xix

633.17.14v 633.17.16f 633.17.27f-v 633.17.28f


633.17.5f 633.17.18f 633.17.29f 633.18.6f

633.17.8f 633.17.24v 633.17.35f

II. Archivo General de la Nación

Fondo Inquisición
12660/11/Expediente 11/agn/1730

Fondo Acordada
13598/8/Expediente 8/agn/1799
13598/9/Expediente 9/agn/1780
13609/13/Expediente 13/agn/1806

602
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612
Imagen 1. Causa criminal seguida a Simón de Torres por cometer el grave pecado de
bestialidad con una perra negra llamada la carretera. Expediente 265.2.18 fondo judicial
penal. Archivo Histórico de Aguascalientes.
LA JUSTICIA CRIMINAL LOCAL NOVOHISPANA
El caso de la Alcaldía Mayor de Aguascalientes 1575-1821

Primera edición 2018 (versión electrónica)

El cuidado y diseño de la edición estuvieron


a cargo del Departamento Editorial
de la Dirección General de Difusión y Vinculación
de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

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