Evolución y Crisis Del Estado Liberal de Derecho

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA, CIENCIA Y TECNOLOGÍA


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
PROGRAMA DE FORMACIÓN DE GRADO ESTUDIOS JURÍDICOS
AMBIENTE “E. N. HUGO CHÁVEZ”
VALENCIA - EDO. CARABOBO

Triunfador:
Enrique José Valera Castro C.I.V-13.276.758

Profesor:
Abog. Jesús Ramón Gutiérrez Montilla

Valencia, 25 de Mayo de 2.020


INTRODUCCIÓN

La evolución histórica del Estado Constitucional marca el desarrollo y a su vez el punto


culminante del Derecho y deviene en promesa hacia el futuro. Porque ciertamente, la
Constitución nace en un determinado momento y con un significado bastante preciso:
proporcionar al Estado una cierta constitución, un particular tipo de ordenamiento, diferente del
Estado absoluto, requerido como consecuencia de la conquista de un conjunto de libertades
ciudadanas y con el fin de establecer un sistema efectivo de control de poderes del Estado. Las
constituciones son, en primer lugar y ante todo, instrumentos de gobierno que limitan, restringen
y permiten el control del poder político: propiciaron la realización de los ideales burgueses y el
desarrollo económico del mercado. Al margen de las peculiaridades del constitucionalismo
inglés, la promulgación de las constituciones y así del Estado liberal fue ante todo una conquista
de las revoluciones liberal-burguesas de fines del siglo XVIII: tanto la independencia
norteamericana como la revolución francesa marcan el punto de partida de una nueva concepción
del Derecho y de la organización político-social. En cualquier caso, el sufragio censitario propio
del orden liberal impedía acceder al poder a una parte muy significativa de la sociedad. Cuando
los diversos movimientos sociales acaecidos a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX
permiten tomar conciencia de la necesidad de permitir el acceso al poder a toda la sociedad y
alcanzar así el sufragio universal se produce la democratización del poder, se alcanza la noción
de soberanía popular y la emergencia, todavía incipiente, de un modelo de democracia
sustentado en partidos políticos de masas. La emergencia del pluralismo hace necesario lograr un
nuevo orden que haga compatible el Estado de Derecho con una democracia social que permita y
facilite la integración de toda la sociedad. Esto se alcanza con el conocido Estado social de
Derecho, reconocido en las constituciones europeas posteriores a la segunda guerra mundial, si
bien la dimensión social de las relaciones políticas se remonta mucho más allá de los comienzos
del constitucionalismo: podemos encontrarlo en la tradición social cristiana, aunque también en
el socialismo utópico, anarquismo y pensamiento marxista. Por último, en la actualidad, la crisis
de este modelo de Estado incide directamente en las posibilidades de cohesión de la sociedad y
ello hace resentir al menos parcialmente las posibilidades de realización de los postulados
constitucionales.
DESARROLLO

EVOLUCIÓN Y CRISIS DEL ESTADO LIBERAL DE DERECHO. ESTADO DE


BIENESTAR Y CRISIS. SURGIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO SOCIAL
DEMOCRÁTICO DE DERECHO. SOBERANÍA DEL ESTADO. DEFINICIÓN.
ALCANCE Y CARACTERÍSTICAS.

EVOLUCIÓN Y CRISIS DEL ESTADO LIBERAL DE DERECHO.


El Estado liberal al ser un fenómeno histórico va a ir sufriendo una evolución al correr del
tiempo. Esa evolución afectará y condicionará a muchas de sus características fundamentales
sobre todo a partir del momento que conocemos como la crisis del Estado Liberal y que es
consecuencia de una serie de factores que, producidos en ámbitos diversos, se van superponiendo
unos a otros hasta conducir a una profunda mutación del sistema.

El Estado liberal es el que surge como resultado de la Revolución Liberal en sustitución de


la Monarquía absoluta propia del Antiguo Régimen. Es el sistema político propio del comienzo
de la Edad Contemporánea, en la nueva formación económico social que puede
denominarse Nuevo Régimen o Régimen Liberal. Su duración en el tiempo puede entenderse
como continua hasta la actualidad.

ESTADO DE BIENESTAR Y CRISIS.


La crisis del estado de bienestar, que comienza a producirse en las sociedades desarrolladas
como consecuencia de la globalización y el sometimiento de las políticas económicas,
monetarias, laborales y sociales de cada país a las exigencias de los grandes bloques políticos-
económicos, ha supuesto el fin de la autonomía del estado para diseñar su propia política
económica y sus sistemas de protección social. La política prioritaria de generación de empleo,
que ha constituido el eje central de las políticas de bienestar hasta mediados de los años setenta,
se ve supeditada a las exigencias monetarias y al funcionamiento del libre mercado, que como
resultado del desarrollo de la tecnología de la información, ha adquirido una dimensión sin
límites, y los intercambios se producen a escala mundial, dando origen a un movimiento
vertiginoso de intercambios de capital, mercancías y personas.

A partir de la década de los años setenta, comienza a producirse un ajuste y


reestructuración de los sectores productivos, como resultado de la incorporación de las nuevas
tecnologías y del desarrollo de un mercado nacional cada vez más internacionalizado y
globalizado. Las planificaciones económicas y las políticas sociales no alcanzan los objetivos
previstos debido a los desajustes que se producen en las economías de los países desarrollados, lo
que dificulta las previsiones a corto y largo plazo.

La intervención del estado resulta más necesaria durante los períodos de recesión
económica, no sólo para dinamizar el mercado sino también para hacer frente a las
consecuencias sociales que los desajustes económicos van produciendo, con medidas de política
y protección social. Estas actuaciones públicas han originado un fuerte crecimiento del gasto
público, como consecuencia de la ampliación de los sistemas de protección social, que se ha
producido para evitar que la crisis económica condujera también a una crisis social. El período
de ajuste y adecuación de las economías nacionales al nuevo contexto internacional está siendo
largo, por eso los estados han ido adquiriendo unos índices de endeudamiento elevados, lo que
les ha obligado, en los últimos años, a promover políticas restrictivas que se han concretado en la
disminución y descenso de los niveles de protección social. Esta situación ha provocado el
debate en torno a la viabilidad del estado de bienestar, a corto y largo plazo, al encontrarse los
gobiernos con dificultad para disponer de los recursos financieros necesarios para su desarrollo.

El modelo keynesiano sobre el que se fundamenta el estado de bienestar, y que se


desarrolla a partir de la II Guerra Mundial, otorga al estado una función interventora, que se
podría concretar en dos ámbitos:

1º) Política económica, por medio de la cual el estado se convierte en un elemento


dinamizador del sistema económico, cuyo objetivo prioritario es el mantenimiento de la
actividad, impulsando la producción, orientando la política de gasto y de inversión, y corrigiendo
los desajustes que se van produciendo. El estado adquiere la función de reactivar la economía,
especialmente en los momentos en los que el crecimiento constante no está garantizado, debido a
las fluctuaciones a las que se encuentra sometido el mercado.

2º) Política social, a fin de conseguir: a) una distribución de la renta, mediante la


financiación de un amplio sistema de servicios sociales de carácter asistencial, y de nuevo
sistema de seguridad social, articulado en torno a un principio de reparto, que ha ido
sustituyendo al de los seguros privados; b) promover el pleno empleo, estableciendo una política
de concertación social que garantice elevados salarios y otras ventajas laborales; y, c) posibilitar
los recursos suficientes para fomentar el consumo interno y contribuir al mantenimiento de la
productividad.

Ambas políticas, la económica y la social, requieren una política fiscal, basada en un


sistema progresivo y personalizado, que permita generar recursos suficientes para financiar la
política económica y social.

La intervención del estado, como regulador de la vida económica, se justifica por tres
razones: primera, para hacer compatible el modo de producción capitalista -en el que prevalece
la lógica del beneficio- y el sistema democrático -en el que prevalece la lógica de la participación
y de la redistribución-; segunda, para fomentar la actividad económica y lograr la consecución
del pleno empleo; y, en tercer lugar, para evitar el conflicto social -tan intenso en el período
anterior a la Segunda Guerra Mundial-, alejando los peligros revolucionarios, y proporcionando
unas cuotas de bienestar y seguridad para todos los sectores sociales.

Todo ello, ha supuesto que los estados de las sociedades occidentales avanzadas hayan
tenido que desarrollar, durante los últimos años, una política económica basada en inversiones
públicas y bonificaciones fiscales, con el fin de garantizar, en primer lugar, los beneficios
empresariales y posibilitar los procesos de acumulación de capital, y contribuir de esta manera a
reactivar la economía; en segundo lugar, fomentar el empleo, por medio de exenciones fiscales o
de subvenciones, y evitar la destrucción masiva de puestos de trabajo, derivada de los ajustes y
reconversiones industriales; y, por último, posibilitar unos niveles de ingresos, que permitan el
mantenimiento del consumo interior, contribuyendo a dinamizar el mercado y a reactivar la
economía, especialmente en los momentos recesivos del ciclo. Pero, a su vez, han tenido que
desarrollar, una política social y asistencial, cada vez más amplia, para hacer frente a la
desigualdad y marginalidad que el mismo mercado ha ido creando. Una política social, por
medio de la cual se desarrollan los derechos ciudadanos reconocidos en las Constituciones de los
distintos estados democráticos, y que afectan a áreas sociales, generadoras de bienestar y
seguridad, como son la educación, sanidad, pensiones, vivienda,.. Y también una política
asistencial dirigida hacia aquellos grupos que se ven más afectados en sus niveles de bienestar
por las fluctuaciones del mercado, y por la falta de recursos materiales y personales.

SURGIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO SOCIAL DEMOCRÁTICO DE


DERECHO.
Surge por primera vez como referencia denominativa de la organización política,
económica y social de una nación, dentro del contexto de la revolución francesa de 1848, que
culmina con la instauración de la Segunda República, fundamentada en valores, principios e
instituciones colectivas, como la fraternidad, el bienestar común y la asociación, que permiten la
configuración de derechos económicos, sociales y culturales a favor de los ciudadanos,
incluyendo, por vez primera, el derecho al trabajo como un derecho fundamental.

Son los llamados derechos de Segunda Generación. Dentro de este contexto histórico,
épico y político, emerge un nuevo modelo de Estado “democrático y social”, cuya primera
denominación como expresión literal se le atribuye a Louis Jean Joseph Charles Blanc,
(1811/1882), pensador, historiador y político francés, propulsor de la declaración y
reconocimiento por parte del Estado de los derechos de carácter económico y sociales de los
individuos, afirmando que “cada hombre tiene derecho al trabajo y a la satisfacción de sus
necesidades” y que para tales fines, el Estado tenia que intervenir para garantizarle el ejercicio
pleno de estos derechos, creando condiciones mínimas vinculantes para los sectores políticos y
económicos, que fueran prerrogativas irrenunciables de los trabajadores: establecimiento de
jornadas laborales, días de descansos, remuneración por servicio prestado, derecho a la
asociación, a las huelgas, y paros de los trabajadores, etc.
SOBERANÍA DEL ESTADO.
DEFINICIÓN.
La soberanía es la autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y
público de un pueblo, una nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes. Por tanto, la
soberanía es la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos
sin la coerción de otros Estados. Por ejemplo, en algunos gobiernos, como en España, la
soberanía reside en el pueblo, según la constitución española, del que emanan todos los poderes
del Estado, a través de representantes elegidos por votación. Esta soberanía es la denominada
soberanía nacional.

Actualmente el concepto de Soberanía, es entendido como el poder absoluto y perpetuo


sobre todo su territorio.

ALCANCE Y CARACTERÍSTICAS.
Es el poder máximo en una nación: es el poder máximo dentro de un país ya que no
admite otros poderes por encima de él, ya que representa la voluntad colectiva e inalienable de la
nación.

Es un poder primigenio: es primigenia, es decir, es un poder por sí mismo que no


proviene o tiene origen en otro poder o mandato, no es cedido por un poder establecido (un
estado) o persona.

Es una e indivisible: quiere decir, pertenece a toda la nación y no a un individuo en


particular, si bien cada individuo forma parte de la nación y comparte la soberanía con los demás
integrantes de la nación, como individuo particular no puede adjudicarse la soberanía como
propia.

La soberanía es inalienable e imprescriptible: esto quiere decir que la soberanía no


puede ser cedida, pongamos por caso a otra nación, eso aún y cuando el estado o la mayoría del
pueblo consintieran en ello. Además la soberanía de un país no está sujeta a los cambios
temporales, entendiéndose que no es caducable. Tampoco está sujeta a la permanencia o cambio
de un régimen, siendo completamente ajena a los regímenes que gobiernan un país y a sus
ideologías.

Pertenece al pueblo: su titularidad pertenece al pueblo (o en su caso al monarca), no


puede ser titular de la soberanía de una nación un solo individuo, sin embargo en un principio la
noción de soberanía recaía en el soberano, (rey, príncipe o emperador), entendiéndose que los
monarcas tenían potestades de derogar y dictar leyes y solo estaban sujetos a las “leyes comunes
de todos los pueblos”, es decir, tenían ciertas limitaciones. En la actualidad la soberanía recae en
el pueblo tanto en las repúblicas como en la mayoría de las monarquías (constitucionales o
parlamentarias).

Se fundamenta en un régimen jurídico: la soberanía de cada nación está fundamentada


en su régimen jurídico, generalmente en la constitución del país. Por tanto la constitución y las
demás leyes establecen las formas para ejercer la soberanía, entregando facultades al estado para
ejercer la soberanía y protegerla de intromisiones y violaciones en cualquier ámbito.

Las leyes de un país establecen el marco jurídico en el cual tiene sus bases la soberanía, y
establece quienes serán los que representarán a la soberanía de la nación, (los funcionarios
públicos), funcionarios legislativos, judiciales, policiales, militares, aduanales, fiscales, etc.
siendo los únicos legalmente autorizados en representar los intereses de la soberanía nacional y
defenderlos estableciendo la independencia del poder estatal frente a cualquier otro poder
(fáctico interno, o extranjero).

Protección estatal a la soberanía: el estado está obligado a proteger la soberanía


(territorial, aérea, marítima), mediante las fuerzas militares y policiales, en contra de potencias
extranjeras o poderes fácticos que la pretendan menoscabar. De la misma manera el estado crea
métodos y encausa recursos para la protección de la soberanía alimentaria, industrial, pesquera,
etc., lo cual es establecido en la constitución y en las leyes del país.
CONCLUSIÓN

Una vez que culmine el presente trabajo escrito logre entender que la soberanía es la
autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una
nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes. Por tanto, la soberanía es la
independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de
otros Estados.

La soberanía reside en el pueblo, según la constitución, del que emanan todos los poderes
del Estado, a través de representantes elegidos por votación.

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