Filosofia Primer Clase Grado Decimo
Filosofia Primer Clase Grado Decimo
Filosofia Primer Clase Grado Decimo
LA IMPORTANCIA DE LA FILOSOFÍA
Desde niños conocemos la soledad y el silencio. Y desde siempre estamos allí pensando: en temas triviales, en asuntos muy
importantes, en problemas urgentes o en cosas que nos parecen eternas e infinitas. Nunca se detiene esta acción nuestra de pensar.
Entre todo eso que pensamos, ¿hay algo que nosotros consideramos valioso? ¿Hay algo de lo que pensamos que merezca la pena
que otros hagan silencio para escucharnos? ¿Hay algún pensamiento nuestro, algo que hemos visto, sentido o pensado que
debemos compartir con otros? Y no se trata aquí del mero asunto externo de hacernos los importantes por decir algo decisivo, sino
de que en toda la experiencia de nuestra vida haya algo para decir, algo que, de todo lo que nos pasa, nos parezca que podría alterar
la comprensión que los demás tienen de su vida.
Hagamos un ejercicio imaginativo para entender de qué estamos hablando aquí. Supongamos que unos extraterrestres logran
comunicarse contigo telepáticamente y te dicen: "Durante millones de años hemos intentado comunicarnos con otra mente, pero
sólo hemos podido hacer contacto contigo en todo el universo, y estamos muy interesados en que tú nos digas quién eres, cómo son
los seres de tu especie, cómo es tu cultura, qué te gusta ver y hacer con tu tiempo, por qué te gusta vivir, cuáles son tus costumbres,
por qué te alegras, qué te da ira, ternura, miedo, qué es lo que más te gusta de tu vida".
Al intentar contestarles a ellos tendrías que callarte nuevamente, tendrías que dejar que, en medio de un silencio interior, se
manifieste plenamente el sentido de cada una de estas preguntas. Pero, además, no sería suficiente con que tú sólo pensaras, sino
que habría muchos temas en los que tendrías que recurrir a preguntarles a otros y deberías revisar también por qué ahora tú piensas
de esa manera en que lo haces. Para eso tú, y todos, tendríamos que ponernos a revisar cómo hemos pensado los hombres, qué
sabemos ahora mejor que antes y qué ignoramos todavía.
Hay muchos motivos personales para hacer filosofía. Pues "Todos los seres humanos, por naturaleza, desean saber", decía el filósofo
griego Aristóteles.
Las cosas por sencillas y obvias que parezcan merecen un análisis cuidadoso y reverente. No tiene que ocurrimos algo grave ni
tenemos que asistir a un espectáculo asombroso para que se despierte nuestra admiración, para que surjan entre nosotros
preguntas que nos dejen perplejos. Es evidente que somos seres curiosos y que en la actividad filosófica hay mucho de curiosidad.
¿Qué es la filosofía?
La palabra filosofía, de origen griego, está compuesta de dos términos: filos, que significa amor, amistad, y Sofía que significa
sabiduría. Es decir, filosofía se puede traducir como "amor por la sabiduría". Esto significa que la filosofía no es en sí misma la
sabiduría, sino la acción de buscarla. Ser filósofo, según la idea griega, no es ser sabio, sino querer serlo, lo que puede ser aún mucho
más sabio que creerse sabio.
La filosofía es esencialmente una actividad. Como tal requiere de tiempo para su ejercicio y sólo mediante su práctica continua
podemos mejorar nuestro desempeño filosófico. Pero, ¿de qué clase de actividad hablamos? Podríamos dar varias respuestas, todas
ellas correctas. Veamos algunas.
La filosofía es una actividad productiva. No sólo da lugar a escritos intelectualmente estimulantes, sino que también produce
efectos positivos en nuestras formas de concebir y de vivir la vida; permite mejorar nuestra capacidad de pensar la realidad de un
modo más profundo y ayuda a perfeccionar el manejo de nuestros conceptos.
La filosofía debe entenderse también como una actividad creadora. Así, si queremos aprender a filosofar es importante que seamos
creativos y que estimulemos la imaginación.
La filosofía es una actividad práctica. Desde la antigüedad ha sido entendida como una forma de vida. En este sentido, filosofar es
desarrollar, con ayuda del pensamiento, costumbres o hábitos que ayuden a los seres humanos a ser felices. A ser “sabios” en lugar
de “inteligentes”
La filosofía es una actividad teórica. Los filósofos no sólo se han puesto como meta lograr la felicidad, el bien o la belleza. También
buscan la verdad. Por eso son muchos los caminos que los filósofos han seguido para alcanzarla.
Muchos filósofos han renunciado a privilegios y bienes por disfrutar del privilegio de dedicarse a pensar. La filosofía tiene la
característica de ponerse por encima de los detalles y poder alcanzar una mirada general. El que filosofa contempla el universo y la
vida con la misma fascinación con la que puede observarse la inmensidad del mar, una montaña distante o una ciudad desde las
alturas. Elevarse por encima de los detalles para comprender mejor es adoptar una actitud teórica y contemplativa (Teoría es una
palabra griega, que significa contemplación).
N.B. Si quiere profundizar un poco en esta cuestión por favor lea el texto de la fundación Gustavo Bueno “que es filosofía” el cual se
halla en internet o en el DVD.
Algunas de las explicaciones que los primeros hombres dieron a los hechos extraños y comunes, sobre todo con un tinte religioso
(cosmogonías, teofanías, mitos) se fueron convirtiendo poco a poco en hechos racionales y cuestionables desde muchos puntos de
vista. Dicho proceso se conoció con el nombre de desmitificación y su tarea principal consistió en conducir a la humanidad a buscar
lo esencial, no ya en la causa externa a los fenómenos, sino en ellos mismos.
Pensadores de diversa índole fueron surgiendo en el mundo antiguo, sin embargo, se destacaron algunos que lograron impactar de
manera extraordinaria en los demás como es el caso de Tales de Mileto (siglo VI a.C.), a quien muchos consideran, el primer filósofo
de la historia y uno de los siete sabios de la antigüedad.
El uso del término filosofía no se usó desde esta época (siglo VI a.C.), sino sólo hasta el siglo IV a.C., algunas tradiciones sostienen
que el primero en acuñar el termino de manera precisa fue Pitágoras, otras que fue Platón, quien obtuvo su inspiración de Sócrates,
su maestro, y al parecer, también aprendió de él los aspectos fundamentales de la filosofía. Lo cierto es que desde esa época existe
el término y existe una nueva manera de ver el mundo: la filosofía.
Esta disposición o temple de ánimo fundamental no es, sin embargo, el mismo en todos los filósofos ni en todas las épocas
históricas. Cada época pareciera tener como centro de su que hacer un eje sobre el cual girar. Así por ejemplo, mientras Aristóteles y
Fichte, sostiene que hay que hacer filosofía para huir de la ignorancia -"todos los hombres desean saber por naturaleza”- otros como
Descartes, ven en la filosofía una oportunidad para empezar a poner en tela de juicio todo aquello que hasta ahora se consideraba
como verdadero y crean sus propios métodos para ello. Y hay finalmente, quienes ven en la filosofía una herramienta de trabajo que
ayuda a resolver problemas fundamentales del ser humano creando una escuela o un sistema filosófico (muerte, existencia,
angustia, etc.)
Las generaciones jóvenes tienen nuevas concepciones acerca de Dios, del mundo y del hombre y muchos de los que eran problemas
en la antigüedad -o hasta hace unas décadas- ya no lo son. Sin embargo, y a pesar de que las nuevas cuestiones sean de carácter más
universal (globalización, TIC, etc.), muchos de los problemas fundamentales siguen siendo los mismos (de donde surgió todo esto,
como se ha llegado hasta aquí, quienes o que intervino para que llegara a ser lo que es hoy, etc.), por eso se hace filosofía.
El filósofo británico Bertrand Russell decía que algunas ideas filosóficas pueden ser fáciles de enunciar, pero que es difícil llegar a
ellas con seguridad y comprender plenamente lo que significan. Lo cierto es que no se puede entender una respuesta si antes no se
ha comprendido bien la pregunta.
Para algunos, la filosofía parece difícil porque obliga a pensar de un modo poco frecuente, y genera a veces más dudas que
respuestas.
Otra notable razón de la dificultad de la filosofía se deriva de la peculiaridad de su lenguaje. La filosofía no se ocupa de objetos
corrientes; de ahí que su lenguaje no sea el lenguaje común. Los conceptos filosóficos encierran su propia especificidad y su propio
rigor, ambos necesarios para la exposición teórica de sus indagaciones. Al igual que las ciencias y los saberes particulares, la filosofía
exige la apropiación de sus nociones y categorías, las cuales por lo general suponen un considerable grado de abstracción y de
generalización.
No basta con que el estudiante se aprenda de memoria toda la historia de la filosofía, ni tampoco, con que aprenda cada uno de los
gestos y movimientos de su maestro. Se trata de que el estudiante empiece a montar su propio esquema de pensamiento. Un
esquema basado en los fundamentos teóricos y prácticos que derivan de las clases de filosofía.
El esquema lógico del estudiante tiene que empezar a cambiar o mejorar notablemente. Sus discursos, sus conversaciones, su
manera de redactar un texto (escrito), su manera de expresarse y de enfrentarse a la vida y a los problemas tiene que ser distinta.
Ciertamente que hacer filosofía no es fácil…escasamente aprenderemos a filosofar. Muchas personas interesadas en aprender
filosofía escogen ese tortuoso camino. Toman, por ejemplo, un libro muy importante como la Crítica de la razón pura, del filósofo
alemán Immanuel Kant, y se lanzan en ella sin ningún tipo de preparación. El resultado es evidente. Tras un difícil y estorboso
pataleo en las primeras páginas, se ahogan, es decir, desisten de la empresa y renuncian a la filosofía.
Los más reconocidos filósofos han sido y seguirán siendo siempre grandes nadadores en las aguas tormentosas del pensamiento.
Ellos no empezaron desde cero, tenían maestros, leían a otros filósofos y, muy probablemente, comenzaron no en medio del
océano, sino en un charquito. Sólo que no tenían pereza y su pasión por la verdad, el bien o la belleza, los arrastró siempre más allá
de sus propios límites. No tenían miedo, eran arriesgados y valientes, pero alcanzaron grandes logros gracias a su disciplina, a la
práctica y a una gran dosis de paciencia.
Deberíamos apoyarnos más en la frase del filósofo San Bernardo quien dice que para poder ver más lejos, debemos apoyarnos en los
filósofos antiguos, como quien se para en los hombros de gigantes.
Veamos algunos de los pasos que la misma filosofía nos ha sugerido: Aprendiendo a pensar por sí mismo
Los hombres se hacen libres cuando actúan de acuerdo con su propio criterio y son capaces de dar razón de sus decisiones. Sólo da
razón de sus decisiones quien piensa por sí mismo. La lógica no te enseña a pensar, pues siempre has pensado; lo que hace es darte
criterio para evaluar las razones con las cuales sostienes tus opiniones. Pero para pensar mejor no basta con tener más técnicas,
también depende de ciertas actitudes:
Toda opinión provoca en nosotros una reacción emotiva. Nuestras emociones modifican nuestra comprensión de la realidad de tal
modo que no toleramos escuchar lo que no queremos oír u oímos otra cosa distinta de la que nos han dicho. La primera y más
importante actitud, indispensable para pensar mejor, es escuchar comprensivamente. Esto es, no sólo dejar que el otro hable
pensando en lo que le vamos a contestar, sino realmente intentar discernir lo que tiene para decirnos y comprender por qué lo dice,
tratando de reconocer las propias interferencias que le estamos haciendo al discurso desde nuestras predisposiciones emocionales.
Lo deseable sería que antes de reaccionar frente a lo que otro ha dicho nos hiciéramos explícitamente la pregunta: ¿realmente le
entendí?
Mantener una mente abierta Sócrates. Una de las principales fortalezas de la actitud socrática y platónica fue la permanente
actitud crítica frente al propio pensamiento.La maraña de nuestros prejuicios es más compleja y antigua que nosotros mismos.
Proviene de nuestra cultura y de nuestra educación que han refinado sus hábitos hasta hacerlos parecer algo natural. La filosofía
está en guerra con tales prejuicios, ella señala lo que aún no se ha pensado dentro de lo que parece obvio. Por tal razón el
pensamiento filosófico proviene del asombro, no del escándalo. Esto significa que una opinión extraña debe retarnos e invitarnos a
tomarla en serio, tanto para afirmarla come para cuestionarla con buenas razones. No simplemente evadirla sin pensar seriamente
en su sentido. Asumir lo obvio como natural e indiscutible es adormecer la actitud filosófica.
Autocríticar
El filósofo griego Sócrates pensaba que había que agradecer sinceramente a quien le señalaba los errores que tenía en sus creencias,
pues esa persona lo había acercado a la verdad, o, al menos, lo había alejado un tanto de sentirse seguro de algo falso. La tendencia
humana a disimularse los propios errores, o a justificarlos, es prácticamente universal. Quien persigue la verdad tiene que
enfrentarse en una desigual batalla consigo mismo en contra de su tendencia a evitar confrontar rigurosamente sus tesis. Sin
embargo, quien duda de sí mismo y de sus creencias es quien tiene motivos para seguir pensando y gracias a eso comprender más y
mejor su propio pensamiento.
La descripción de las actitudes propicias para la práctica de la filosofía nos permite señalar las actitudes que la perjudican
seriamente: la sordera frente a lo ajeno; la actitud mental cerrada a examinar lo aparentemente evidente; la pereza para intentar
comprender y para seguir pensando cuando se presentan dificultades que parecen irresolubles; obedecer al temor de ser criticado y
corregido en la búsqueda de la verdad. Y también convertir las discusiones filosóficas en ocasiones para presumir de nuestra
inteligencia dándole un tono pretencioso a nuestros ademanes y a nuestra manera de hablar.
La duda es inseparable de la filosofía: el que filosofa no confía ciegamente en cualquier opinión y, sobre todo, duda de la propia.La
duda puede aumentar en intensidad y alcance, puede ser cada vez más radical. Si esto sucede, con cada nueva pregunta se ataca de
manera más profunda la raíz de un asunto.Aprender a dudar de lo más básico y obvio, hace parte del quehacer filosófico. Cuando ya
dudamos incluso de nuestra propia existencia, llamamos a esta postura duda metafísica.
La duda, así no sea metódica, nos pone en actitud de aprender a “no tragar entero” y menos si se trata de algo que estimule las
facultad racional e intelectual.
Recuerde que la Duda puede ser radical (Considerar como inaceptable lo que ofrezca la más mínima duda), o moderada (examinar
continua y cuidadosamente cada paso de la reflexión) y que en el proceso de la duda, cualquier estudioso puede tener como punto
de partida la Refutación socrática que consiste en poner a prueba una opinión preguntando si de ella se extraen conclusiones
inaceptables.
La pregunta filosófica generalmente obtiene varias respuestas y de esas respuestas surgen nuevas preguntas - incluso más certeras,
más profundas- que dan origen a nuevos temas de discusión. Una especie de árbol que poco a poco va mostrando la majestuosidad
y la importancia de cada una de sus pates (tronco y ramas Hay preguntas filosóficas clásicas que pueden servir como modelo para
aprender a preguntar. Por ejemplo:
Cuando alguien pregunta por “alguna cosa”, lo habitualmente acostumbrado apunta a saber que es, como es, de que está hecha,
cuál es su origen, cuál es su finalidad.
Este es el rol deberíamos usar respecto a lo hablado o escrito, es decir deberíamos asumir una actitud más dinámica incluso con el
lenguaje. Preguntar por ejemplo: ¿qué dice, quién lo dice, por qué lo dice, para qué lo dice, cómo lo dice, qué quiso decir quien lo
dijo, qué me dice a mí, qué nos dice a todos; lo que digo que dice será lo mismo que quiso decir quien lo digo, en que estoy de
acuerdo o en desacuerdo con lo que dice y por qué razones?.
No olivemos que una buena pregunta vale tanto como una buena respuesta.
El análisis de las preguntas también sirve para descartar algunas preguntas que son muy problemáticas porque llevan consigo
suposiciones que pueden ser falsas, y que, por eso mismo, desvían las respuestas por caminos errados. Por ejemplo, es problemático
contestar la pregunta: ¿cuál es tu misión en la vida? Tal pregunta lleva la suposición de que tenemos una misión y, en consecuencia,
es necesario contestar previamente: ¿qué significa tener una misión? ¿Qué nos hace creer que las personas pueden tener misiones
en la vida?
Si la pregunta que se nos plantea contiene un término no definido previamente, hay que examinar su sentido de la misma forma que
se hace en el caso de las opiniones. La pregunta por la definición, "Quién es X", es el tipo de pregunta ideal para iniciar una reflexión
filosófica, ya que no suponen nada y obligan más bien a analizar y posteriormente evaluar las posibles respuestas.
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