Posadas en Familia
Posadas en Familia
Posadas en Familia
16 de diciembre
La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia.
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Luego el que guía dice:
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
E n aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe
de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué
querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a
concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y
será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su
padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá
fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo
permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre
ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a
nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a
pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban
estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la
esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de
su presencia.
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
A continuación, uno de los presentes lee la consideración del primer día:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Adentro
Afuera
1. Aquí no es mesón
1. En el nombre del cielo, sigan adelante
les pido posada, yo no puedo abrir
pues no puede andar no sea algún tunante.
mi esposa amada.
2. Ya se pueden ir
2. No sean inhumanos, y no molestar,
dennos caridad, porque si me enfado,
que el Dios de los cielos, los voy a apalear.
se lo premiará.
3. No me importa el nombre
3. Venimos rendidos déjenme dormir
desde Nazaret; pues ya les he dicho
yo soy carpintero que no voy a abrir.
de nombre José.
4. Pues si es una reina
4. Posada te pide, quien lo solicita
amado casero, ¿cómo es que de noche
por solo una noche, anda tan solita?
la Reina del Cielo.
5. ¿Eres tú, José?
5. Mi esposa es María, ¿Tu esposa es María?
es Reina del Cielo Entren peregrinos,
y Madre va a ser no los conocía.
del Divino Verbo.
6. Dichosa la casa
6. Dios pague Señores, que alberga este día
su gran caridad a la Virgen Pura
y los colme el cielo la hermosa María
de felicidad.
Todos
(mientras se abren las puertas)
Entren santos Peregrinos,
reciban este rincón,
aunque es pobre la morada, la morada,
se la doy de corazón.
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
1
Luego el que guía dice:
2
Unámonos a las oraciones del niño Dios en el seno de María; unámonos
al profundo abatimiento y sea este el primer efecto de nuestro sacrificio
a Dios. Démonos a Dios no para ser algo como lo pretende
continuamente nuestra vanidad sino para ser nada, para quedar
enteramente consumidos y anonadados, para renunciar a la estimación
de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea
espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros
propios ojos y que Dios solo sea todo para nosotros.
Todos: Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.
Luego, el que guía dice la siguiente oración dirigida a María:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
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Afuera Adentro
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20 de diciembre
La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia.
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
Lector: Ya hemos visto la vida que llevaba el niño Jesús en el seno de su purísima
Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo
espacio de tiempo. Necesidad hoy de que nos detengamos en ella si
queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada
capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como
hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión
beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver
aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad.
Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían
esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver
aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos
años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos
particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad
madura… Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría
estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir
de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los
hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta
que la hubiese aprendido de memoria... ¿Cuán ardientemente deseaba
ese día!
Tal era la vida de expectativa de María… era inaudita en sí misma, mas
no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana, no nos
contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos
que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús viene continuamente a nosotros y de nosotros, por las buenas
obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la
gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno
perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la Comunión
Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y
sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que
estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo
esto sino una participación de la vida de María durante esos
maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?
Todos: Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Luego, el que guía dice la siguiente oración dirigida a María:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Después, el que guía dice la siguiente oración a san José:
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
E n aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó
diciendo:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha hecho surgir en favor nuestro
un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.
Así lo había anunciado desde antiguo,
por boca de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian,
para mostrar su misericordia a nuestros padres,
acordándose de su santa alianza.
El Señor juró a nuestro padre Abraham
concedernos que, libres ya de nuestros enemigos,
lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia
delante de él, todos los días de nuestra vida.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos
y a anunciar a su pueblo la salvación,
mediante el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’’.
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
A continuación, uno de los presentes lee la consideración del primer día:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
M ientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo
primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque
no hubo lugar para ellos en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo,
vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria
de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No
teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo:
hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el
Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y
recostado en un pesebre”.
De pronto se le unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a
Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de
buena voluntad!”
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
A continuación, uno de los presentes lee la consideración del primer día:
Lector: Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones, pero
no encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les deshace
a causa de su pobreza. Empero, nada puede turbar la paz interior de los
que están fijos en Dios.
Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa,
porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con santa
tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El ruido de cada
puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos.
Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era
lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana. ¡Oh Divino
Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones
o descansando plácidamente en cómodas y ricas mansiones, ha sido para
sus padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! el espíritu
de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios.
¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro! Pónese el sol el 24 de
diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la
cima de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros, codean
rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus
puertas al ver a su Madre.
La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas
colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo unas
tras otras. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
Todos: Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Luego, el que guía dice la siguiente oración dirigida a María:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Guía: Queridos hermanos, nos reunimos durante estos nueve días para celebrar
las posadas como familia. Estaremos conmemorando el camino de María
y José que buscan posada en Belén, mientras esperan ansiosos el
nacimiento de Jesús.
El que guía, dice la oración que se dirá todos los días:
Guía: Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que
les disteis en tu Unigénito la mejor prenda de tu amor para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra
salvación. Te damos infinitas gracias por tan gran beneficio; y en retorno
de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo
hecho hombres, suplicándote por sus divinos méritos, por las
incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en
el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con
amor encendido, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y
more eternamente.
Todos: Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Guía: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Luego el que guía dice:
C ucando los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron
unos a otros: “Vayamos hasta Belén, para ver eso que el Señor nos ha
anunciado”.
Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño, recostado
en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel
niño, y cuantos los oían quedaban maravillados.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo
cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
A continuación, uno de los presentes lee la consideración del primer día:
Lector: La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por
los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la
inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se
encontraba al pie de la colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el
jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en
aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por
alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas va a tener que acudir a
los animales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada
de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto su humilde actitud,
el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna
que José tenía en la mano iluminaba tenuemente ese paupérrimo recinto,
ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del
altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de
contraer con los hombres.. María está en adoración en medio de la gruta,
y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de
misterios. Pero ha llegado la media noche y de repente vemos dentro de
ese pesebre antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado
durante cuatro mil años con tan inefables anhelos. A sus pies se postra
su santa Madre en los transporte de una adoración de la cual nada puede
dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que
inaugura su misterioso e imperturbable oficio de padre putativo del
redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que descienden del cielo a contemplar esa
maravilla sin par, deja estallar su alegría y hace vibrar en los aires las
armonías de esa “Gloria a Dios en el cielo”, que es el eco de adoración
que se produce en torno al trono del Altísimo hecha perceptible por un
instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en
tropel los pastores de la comarca a adorar al “Recién nacido” y a
prestarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en
marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que
dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el
oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración
y de la mortificación. ¡Oh, adorable Niño! Nosotros también, los que
hemos hecho esta novena, para prepararnos al día de tu Natividad,
queremos ofrecerte nuestra pobre adoración; no la rechaces: ven a
nuestras almas, ven a nuestros corazones llenos de amor.
Enciende en ellos la devoción a tu santa Infancia, no intermitente y solo
circunscrita al tiempo de tu Natividad sino siempre y en todos los
tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la
vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las
virtudes cristianas.
Todos: Cuando salga el sol, verán al Rey de reyes,
que viene del Padre,
como el esposo que sale de la alcoba.
Luego, el que guía dice la siguiente oración dirigida a María:
Guía: Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu
humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya. Te
suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu
Hijo.
¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y
divina ternura con que tú le aguardaste, para que nos hagas menos
indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Todos: Amén.
Entonces, se rezan nueve Ave María.
Después, el que guía dice la siguiente oración a san José:
Guía: ¡Oh, Santísimo José! Esposo de María, puesto por Dios como padre de su
Hijo Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos
ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente
grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su
divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Todos: Amén.
Luego, todos encienden sus velas.
Se distribuyen unos dentro de una habitación y otros fuera.
Quienes estén fuera de la habitación, pueden tener los peregrinos en sus manos.
Y se canta la petición de posada.
Afuera Adentro
Todos
(mientras se abren las puertas)
Entren santos Peregrinos,
reciban este rincón,
aunque es pobre la morada, la morada,
se la doy de corazón.
Cantemos con alegría, alegría
todos al considerar
que José y María y María
nos vinieron a honrar