2 Corintios 3 1 6

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2 Corintios 3:1-6

1 ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como


algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? 2 Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 3
siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por
nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia
proviene de Dios,

6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.

II Co. 3.1-6

Intr.

Mientras avanza el tiempo y la tecnología es más difícil identificar los billetes falsos. Lo falso se va
pareciendo más a los verdadero. Cada vez hay que hacer mayores esfuerzos en la imprenta y en la
revisión de los billetes para verificar que sean auténticos. De la misma manera hay que hacer
mayores esfuerzos para identificar a los verdaderos servidores del cielo. Pero no es algo nuevo, la
iglesia, a través de los tiempos ha tenido ciertas dificultades en identificar a los verdaderos
ministros del evangelio, al punto que ha sido fácilmente engañada por usurpadores y ha rechazado
a los verdaderos siervos de Dios. Pablo llegó a ser una víctima de tal falta de discernimiento de
parte de la iglesia de Corinto, entre otras. Por eso debe defender nuevamente su ministerio. Esta
defensa, es como la instrucción que se le da a los cajeros para identificar los billetes verdaderos de
los falsos, y es por eso que debemos prestar atención a las palabras de Pablo, para que así
podamos no solo reconocer entre la multitud de maestros de la actualidad cuáles son verdaderos
servidores de Dios, sino también poder señalar a aquellos falsificadores del mensaje del Evangelio.

Vivimos en tiempos de confusión, en los que muchos parecen servir a Dios, y vienen con mensajes
atractivos, que mueven las emociones de la gente, que alimentan la curiosidad de la gente y su
deseo por las cosas novedosas. Muchos van tras estos maestros. Mientras que los verdaderos
siervos de Dios son puestos de lado, se consideran obsoletos, aburridos, sin carisma, sin amor o sin
la chispa para atraer multitudes. Pero ¿qué hace que un predicador o pastor sea un verdadero
ministro de la Palabra? Vamos a verlo hoy.

Nuestro pasaje está en un contraste con el vs. 2.17 LBLA

Pues no somos como muchos, que comercian con la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como
de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.
Tema: La defensa del ministerio de Pablo frente al falso ministerio de los que comercian con la
Palabra de Dios.

Tít. La Defensa de un Verdadero Ministro de la Palabra

1. La presentación del ministro de la Palabra (vs. 1, 2)

2. La autenticación del ministro de la Palabra (vs. 3)

3. La suficiencia del ministro de la Palabra (vs. 4, 5)

4. La misión del ministro del ministro de la Palabra (vs. 6)

Primero, presentación del ministro de la Palabra


1 ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos?

Pablo se auto recomendó antes (I Co. 11.1). Es como una Hoja de Vida, es una auto
recomendación. Era común en el primer siglo. Pero la respuesta que Pablo espera aquí es un no.

¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de


recomendación de vosotros?

Los falsificadores de los que habla en el cp. 2.17 basaban su reputación en las cartas de
recomendación, tal vez obtenidas engañosamente, y esperaban de Pablo sus credenciales. Los
corintios igual. La respuesta que Pablo espera es también un no.

2 Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los
hombres;

Pablo fue a Corinto, y sembró el evangelio allí y germinó una iglesia. Él la fundó, la edificó, la
supervisó y la amó profundamente. ¿Por qué necesitaría cartas de presentación si su obra en
Corinto era su carta de presentación? Las cartas de presentación no eran malas (Ro. 16.1, Febe),
pero había casos en las que no eran necesarias. La obra de Pablo en Corinto era su carta de
presentación.

Aprendemos dos cosas aquí:


Los cristianos son una presentación de los ministros de la Palabra.
¿Estás mostrando el ministerio de tus pastores y predicadores en tu vida?

Los ministros de la Palabra son identificados por el fruto del verdadero evangelio sembrado.
Hoy día los conferencistas motivacionales, que se hacen llamar pastores, apóstoles, profetas o
evangelistas, presentan sus logros en cantidad de iglesias fundadas, estudios teológicos, personas
convocadas a sus reuniones, trasmisiones por medios audiovisuales, reproducciones por YouTube,
o seguidores en Facebook y Twitter. No por su pura sujeción al evangelio de Cristo y los frutos
honestos de la verdadera predicación.

Los corintios, de los que Pablo hablaba en todas partes a donde iba, aquellos que servían a Cristo y
eran un adorno al evangelio de Dios, eran la mejor presentación que tenía. Pero no hablaba de la
calidad de su trabajo, sino del poder del Señor al que servía.

Segundo, la autenticación del ministro de la Palabra


3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

Si los corintios son las cartas de presentación de Pablo ¿Quién escribió las cartas? ¿Quién las hacía
auténticas y no falsificaciones como las de los comerciantes a los que Pablo se enfrentaba? Cristo
las hacía auténticas.

Muchos evangelistas han reunidos miles de personas en un lugar, de las cuales los verdaderos
convertidos son o ninguno o un pequeño puñado de personas. Se glorían en los miles de
convocados y no en el puñado de conversos.

Cristo es quien autentica al ministro de la Palabra, operando salvación en los creyentes, que tienen
fe y una vida transformada por el poder de Dios. Los cristianos son la presentación del ministro, y
su vida transformada por el poder de Cristo lo que hace esa presentación auténtica. ¿Qué
podemos decir de los seguidores de los falsos ministros del cielo cuyos seguidores son una pobre
representación de los destinados a las glorias del reino de los cielos?

Aprendemos esto:
Tu vida transformada por el poder de Cristo es la mejor evidencia de que tu ministro es auténtico.
Si no hay transformación hay uno de dos problemas: o no oyes a tu pastor ni sigues su instrucción,
o lo que dice tu pastor no es verdad.

El ministro debe considerar sus frutos, no por cantidad sino por calidad, no por muchas
conversiones sino por verdaderas y fructíferas conversiones. ¿Pero en quién están los resultados?
¿Es el ministro suficiente para esto? No.

Tercero, la suficiencia del ministro de la Palabra


4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por
nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia
proviene de Dios,
Si hay una cualidad detestable en los falsificadores es su arrogancia, soberbia y presunción. Es
notorio esto en los predicadores de la prosperidad.

Los verdaderos ministros de la Palabra, saben que su suficiencia, el ser competentes para ser
ministros de Dios, no es algo que proviene de sí mismos, sino de Dios.

Aprendemos esto:
Que los falsos ministros son personas orgullosas, y autosuficientes. No confían en Dios en su
ministerio, sino en sus propias formas y medios.

¿Estamos siguiendo servidores de Dios, humildes, o personas soberbias que confían en sí mismos y
se vanaglorian de sus supuestos resultados?

Cuarto, la misión del ministro de la Palabra


6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.

El ministro de la Palabra se identifica por su ministerio, por la misión que tienen. Somos ministros
competentes, hechos así por el poder de Cristo, del Nuevo Pacto. Un pacto que se funda en las
promesas de Dios. Un pacto que no es legalista (como el promovido por los falsificadores de la
época de Pablo), tampoco es de la carne, o del bolsillo (como el promovido por los evangelistas de
la prosperidad), sino uno espiritual y de gracia.

Aclaración:
La letra no es el conocimiento, sino las palabras de la ley convertidas en requisito para ser
salvados. El conocimiento no es el malo, lo es el querer ser salvo a través de la obediencia a los
mandamientos de Dios. El espíritu del evangelio de la gracia vivifica, prometiendo una salvación
por sola gracia y sola fe que produce verdaderos frutos.

Aprendemos esto:
Un ministro verdadero es aquel que predica el evangelio verdadero, no un evangelio diferente, sea
cual sea este evangelio.

¿Evaluamos la predicación de los ministros?

Conclusión
Debemos ser cautelosos, no todos los que se llaman siervos de Dios lo son, y podemos
identificarlos. Solo aquellos cuya presentación es su ministerio fiel a Cristo, que se evidencia en la
vida transformada de las ovejas, que entiende que depende de Cristo y no de sí mismo, y que
permanece firme en su misión de predicar el evangelio del glorioso nuevo pacto, es un ministro de
la Palabra de Dios.
Por sus frutos los conoceréis.

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